McKEW PARR COLLECTION
MAGELLAN
and the AGE of DISCOVERY
PRESENTED TO
BRANDÉIS UNIVERSITY • 1961
VIAJES CLÁSICOS
EDITADOS y ANOTADOS
BAJO LA DIRECCIÓN DK
J. DANTÍN CERECEDA
SE HAN PUBLICADO:
1 y 2. — Speke (J. H.): Diario del descubrimiento
de las fuentes del Nilo. Con grabados y un
mapa. Tomos I y II.
3 y 4. — BouGAiNViLLE (L. A. de): Viaje alre-
dedor del mundo. Con grabados y mapas.
Tomos I y II.
5 y 6. — Bernier (F.): Viaje al Oran Mogol
Indostán y Cachemira. Con grabados y un
mapa. Tomos I y II.
7. — La Condamine (C. de): Viaje a la América
meridional. Con vma lámina y un mapa.
Un volumen.
8.— Matthews (J.): Viaje a Sierra Leona, en
la costa de África. Con un mapa. Un tomo.
9 y 10. — Darwin (C): Diario del viaje de un
naturalista alrededor del mundo. Dos tomos,
con grabados y niapas.
11, 12 y 13. — CooK (J.): Relación de su primer
viaje alrededor del mundo. Tres tomos, con
grabados, láminas y mapas.
14, 15 y 16. — CooK (J.): Viaje hacia el Polo
Sur y alrededor del mundo. Tres tomos, con
grabados, láminas y mapas.
17. — NúÑEz Cabeza de Vaca (ALVAR):
Naufragios y Comentarios de... Un volumen.
18. — Fernández de Navarrete (M.): Viajes
de Cristóbal Colón. Un volumen, con un
mapa del derrotero de los cuatro viajes
del inmortal navegante.
19 y 20.— Hernán Cortés: Cartas de relación
de la conquista de Méjico. Dos tomos, con
grabados.
21 y 22.— López de Gomara: Historia general
de las Indias. Dos tomos.
23._PiGAyETTA: Primer viaje en torno del Globo.
Un tomo.
EN PRENSA:
Ross (JOHN): Narración de un segundo viaje en
busca del paso del Noroeste. Dos tomos.
t^ CiBZA DE León (PEDRO): La crónica del Perú.
PRIMER VIAJE EN TORNO DEL GLOBO
LOS GRANDES VIAJES CLÁSICOS
VOLÚMENES PUBLICADOS POR «CALPE»
1 y 2. — Speke (J. H.)> Diario del descabrimiento de las fuentes del
Nilo. — Dos tomos, con grabados y un mapa. Cada tomo, 4 pesetas.
3 y 4. — BouGAiNviLLE (L. A. de). Viaje alrededor del mando. — Dos tomos,
con cartas y grabados. Cada tomo, 3,50 pesetas.
5 y 6. — Bernier (F.), Viajes al Gran Mosrol, Indostán y Cachemira. —
Dos tomos, con grabados, láminas y cartas. Cada tomo, 3 pesetas.
7. — La Condamine (C. de), Viaje a la América meridlonaL — Un tomo, con
una lámina y un mapa, 3 pesetas.
8. — Matthews (J.), Viaje a Sierra Leona, en la costa de África. — Un
volumen, con un mapa, 2,50 pesetas.
9 y 10. — Darwin (C), Diario del viaje de nn naturalista alrededor del
mondo. — Dos tomos, con grabados y mapas. Cada tomo, 4 pesetas.
11, 12 y 13. — CooK (J.), Relación de su primer viaje alrededor del man-
do. — Tres tomos, con láminas fuera de texto y mapas. Cada tomo, 4 pésetes.
14, 15 y 16. — CooK (J)> Viaje hacia el Polo Sur y alrededor del mun-
do. — Tres tomos, con 32 grandes láminas fuera de texto y mapas. Cada tomo,
4 pesetas.
17. — NúÑEz Cabeza de Vaca (Alvar), Naufragios y Comentarios de^. —
Un tomo, con mapas, 4,50 pesetas.
18. — Fernández de Navarrete (M.), Viajes de Cristóbal Colón. — Un tomo,
con un mapa, 4 pesetas.
19 y 20. — Hernán Cortés, Cartas de relación de la conquista de Méji-
co.— Dos tomos, con grabados. Cada tomo, 3,50 pesetas.
21 y 22. — LÓPEZ de Gomara (F.), Historia general de las Indias. — Dos to-
mos. Cada tomo, 3,50 pesetas.
23. — PiGAFETTA (A.), Primer viaje en torno del Globo. — Un tomo, con
grabados, un mapa y láminas fuera de texto, 3,50 pesetas.
EN PRENSA
Ross (John), Narración de nn segundo viaje en busca del paso del
Noroeste. — Dos tomos.
MuNGO Park, Viches por las regiones interiores de África.
CiEZA DE León (Pedro), La crónica del Perú.
DuMONT D'Urville, Viaje alrededor del mundo.
Camerón, a través del África.
ScHWEiNFURTH, En el corazón del África.
BuRTON (R.), Aventuras en el Dahomey.
Clavijo (Ruy González de), Vida y hazañas del Gran Tamorlán.
BoNNEviLLE (B. L. E.) Las Montañas Rocosas.
Hernández (Luis), Relación de Omagua y El Dorado.
Clapperton, Viaje al África central.
WooD Rogers, Viaje alrededor del mundo.
La Perouse, Viaje alrededor del mundo.
Carver (Jonathan), Viajes por el interior de América septentrio-
nal, 1766-1768.
Caillié (Renato), Diario de un viaje a Tumbnctu y a Yenne, en el
África central.
Dampier (Guillermo), Nuevo viaje alrededor del mundo, 1697.
Papel expresamente fabricado por La Papelera Española.
EDICIÓN DEL IV CENTENARIO
PIGAFETTA (ANTONIO)
PRIMER VIAJE
EN TORNO DEL GLOBO
VERSIÓN CASTELLANA
DE
FEDERICO RUIZ MORCUENDE
Con dos g:rabados, un mapa y dos láminas
fuera de texto.
^
MADRID
C A L P E
ES PROPIEDAD
COPYRIGHT BY CALPE, MADRID, 1922
Gráficas Reunidas, S. A. — Madnd.
índice
Páginas
Nota biográfica acerca de Juan Sebastián del Cano. . . xi
Nota biográfica acerca de Hernando de Magallanes. . xiii
Nota biográfica acerca de Antonio Pigafetta xv
Prefacio del traductor francés 1
Libro primero. — Partida de Sevilla hasta la salida del
estrecho de Magallanes 39
Libro II. — Desde la salida del estrecho hasta la muerte de
Mag-allanes, y nuestra partida de Zubu 69
Libro III. — Desde la partida de Zubu hasta la salida de
las islas Malucco 119
Libro IV. — Regreso a España desde las islas Malucco.. . . 171
Vocabulario de los pueblos en que el caballero Pigafetta
hizo escala durante su viaje 187
i <>cv7f^n
Derrotero del primer viaje en torno del Globo por Magallanes y Juan Sebastián del Cano. — Escala de 1 : 225.000.000.
Juan Sebastián Elcano, o Del Cano, nació en Guetaria (Guipúz-
coa) hacia 1476 (?) y murió (a horda de la nave Santa María de
la Victoria) en Malasia a 4 de agosto de 1526.
En 1519 fué reclutado por Magallanes para la expedición que
había convenido al Maluco, o islas de la Especiería, y nombrado
maestre de la nao Concepción.
En 27 de septiembre de 1519 salía del puerto de Sanlúcar de
Barrameda, y al mando de Magallanes, la escuadra siguiente: Tri-
nidad, mandada por Magallanes; Concepción, por Gaspar de Que-
sada; San Antonio, por Juan de Cartagena; Victoria, por Luis de
Mendoza, y Santiag-o, por Juan Serrano, con un total de doscien-
tas treinta y siete personas.
El relato de Pigafetta que en el texto se contiene, único des-
criptor de la expedición — aparte de muy interesantes derroteros,
como el de Albo — , contiene un diario bastante circunstanciado
del viaje, y no hemos de repetir aquí cuanto ya nos dice el relator
del Primer viaje en torno del Globo.
Muerto Magallanes en la isla de Mactán, fueron nombrados
jefes de la expedición Duarte de Mendoza — muerto en Cebú —
y Gonzalo Gómez de Mendoza, capitán de la Victoria, cuyo mando
tomó Del Cano. Al cabo fué jefe de la expedición el propio Del
Cano, que navegó los mares de las Malucas, el mar de las In-
dias, y can pericia sin par y valor indomable dobló el Cabo de
Buena Esperanza, y a 6 de septiembre de 1522 entraba en Sanlú-
car, para rendir su viaje en Sevilla dos días más tarde, regresando
sólo diez y ocho hombres de los doscientos treinta y siete que em-
barcaran con Magallanes.
El emperador Carlos V recibió a Del Cano en Valladalid y le
concedió uso de escudo de armas con atributos de las especias y
encima yelmo cerrado y por cimera un globo terráqueo con la
inscripción Primus círcumdidisti me.
XII NOTA BIOGRÁFICA
Fué Del Cano comisionado por el emperador para decidir con
los del rey de Portugal acerca de la pertenencia de las Molucas
conforme a la línea de demarcación trazada por Alejandro Vi.
Más tarde fué nombrado guía y piloto mayor de la expedición de
Loaisa, y en 24 de julio de 1525 salió la expedición de La Coruña
con rumbo a las Molucas. Formábanla siete naves y cuatrocientos
cincuenta hombres. Atravesar el estrecho de Magallanes costóles
arduos trabajos, de resultas de los cuales Del Cano quedó en tér-
minos de tal desfallecimiento, que a 4 de agosto de 1526, y en
pleno océano Pacífico, murió el primero que en la Historia diera la
suelta al mundo.
Hernando de Magallanes, marino portugués al servicio de Es'
paña, acaso naciera en Oporto por el año de 1470, y murió en
Mactán (Filipinas) a 27 de abril de 1521, en lucha con los indí-
genas.
Estuvo varios años en las Indias orientales: con Alfonso de
Alburquerque, en el ataque a Goa; con Diego de Sequeira (1509),
en su expedición a Malaca; con Dahreo y Serrano, en el descubri-
miento de las Molucas.
Se trasladó después a África, y en la toma de Azamor una lan-
zada recibida en una pierna lo dejó cojo para toda su vida. Hon-
damente disgustado con el rey de Portugal, por entender que no
estimaba debidamente sus servicios, renunció la nacionalidad por-
tuguesa y pasó a España. Pensaba sería fácil, dada la redondez
del Globo, hallar por el Oeste un camino para las islas de las Es-
pecias, siguiendo dirección contraria a la de los portugueses, que
iban por el Cabo de Buena Esperanza.
Entrevistóse en Valladolid (marzo de 1518) con el emperador
Carlos V. Firmó con el emperador y su madre, D.^ Juana, una»
capitulaciones (22 de marzo de 1518), en que estaba en germen el
proyecto y arreglo de la expedición. Se tardó año y medio en avi-
tuallarla, y, al cabo, en septiembre de 1519 salía de Sanlúcar de
Barrameda. Pigafetta relata en su manuscrito las vicisitudes de
esta expedición, y, admirador de Magallanes, lo sigue con detalle
hasta que la vida del navegante portugués acaba, en 27 de abril
de 1521.
Francisco Antonio Pigafetta, navegante y escritor italiano, nació
y murió en Vicenza (1491-1534). Era de noble estirpe, originaria
de Toscana.
Vino a España en 1519 acompañando a monseñor Francisco
Chiericato, que la corte de Roma enviaba de embajador a Carlos V,
y noticioso de la expedición que en Sevilla armaba Magallanes,
pidió permiso al embajador y al rey para embarcarse en ella. Con-
cedido el permiso, Magallanes lo embarcó como sobresaliente en la
nao Trinidad. Fué Pigafetta uno de los diez y ocho que regresaron
de esta expedición celebérrima. Pigafetta escribió el relato del pri-
mer viaje que los hombres realizaran en tomo del Globo. Nos he-
mos limitado a traducir la edición Amoretti, respetando igualmen-
te sus notas.
PREFACIO DEL TRADUCTOR FRANCÉS
§ I. En el siglo XV los italianos eran casi los úni-
cos que comerciaban con los géneros que Asia sumi-
nistra a Europa, particularmente especias, tales como
pimienta, canela, clavo, jengibre, nuez moscada y otros
productos vegetales, tan buscados siempre, y aun hoy
solicitados, más por sus virtudes que por su agradable
sabor. Dichas drogas provenían de ciertas islas situa-
das cerca del ecuador, desde las cuales sus habitantes
o sus vecinos las transportaban a la parte de las Indias
que está entre estas islas y Europa, y los mercaderes
de Europa iban a recogerlas allí. Antes que los árabes
hubiesen ocupado y devastado el Egipto, el comercio
se hacía por el mar Rojo, como en tiempo de los feni-
cios. Desde las orillas de dicho mar se transportaban
las mercancías a las riberas del Nilo a lomos de came-
llos, después de haber ensayado en vano el cavar ca-
nales navegables. Conducíanlas por el Nilo en barcos
a los puertos del Egipto, donde los navios de Venecia,
de Genova, de Amalfí y de Pisa iban a cargar; y cuan-
do los árabes, por intolerancia religiosa, por despotis-
mo político, o, mejor dicho, por una anarquía siempre
favorable a los piratas, cerraron totalmente el paso al
comercio en el golfo Arábigo, los mercaderes tuvieron
que ir al golfo Pérsico, desde el cual, por el Eufrates,
por el Indo y por el Oxus, llevaron los géneros de la
India al mar Caspio o al mar Negro, y desde éstos al
Mediterráneo, adonde los italianos iban a buscarlos
para repartirlos por todas las costas de Europa y el in-
terior, hasta las glaciares regiones de la Moscovia y de
Noruega, donde tenían sus factorías.
PIGAFETTA 1
2 PIGAFETTA
§ II. Se comprende fácilmente que el precio de
estos géneros debía de ser muy bajo originariamente, y
que la necesidad de pagarlos muy caros era una conse-
cuencia de los gastos de transporte y de los riesgos
que se corrían, ya en el mar Rojo, ya en los desiertos,
además de la ganancia con que se quedaban aquellos
por cuyas manos pasaban. Sabemos por un tal Barto-
lomé Florentino, negociante, que residió veinticuatro
años en las Indias, al fín del siglo XV, que pasaban
por doce manos diferentes antes de llegar a nosotros,
y que cada uno ganaba el décuplo por lo menos (1);
pero sobre todo el monopolio elevaba excesivamente
el precio.
Cuando los insociables árabes hubieron anulado to-
talmente el comercio del mar Rojo, los genoveses se
asociaron al emperador cismático de Constantinopla
para establecer el comercio exclusivo en la parte del
mar Negro, por Tartaria y Persia; y cuando el sultán
del Egipto, después de haber sojuzgado a los árabes,
abrió de nuevo el camino del Nilo, los venecianos, sus
aliados, se apoderaron del comercio de los genoveses
y fueron los únicos que suministraron a Europa entera
géneros de la India. En fín, por un lado o por otro el
monopolio hacía tributarias de los italianos a todas las
naciones. Añádase a esto que hacia mediados del si-
glo XVI los moros, después de conquistado las islas que
casi exclusivamente producían las especias, aumentaron
el precio, pues conocían su valor mejor que los indí-
genas (2).
(1) Así se encuentra anotado en el mapamundi de Behaim, del
que hablaré en el párrafo XII.
(2) Los historiadores nos hablan de la invasión de los musul-
manes en las Molucas; tenemos un testimonio en nuestro mismo
autor: Sonó forsi cinquanta anny — dice — chequesti morí habi-
tarlo in Malucho príma li habitavano gentillL (Pág. 203.) Trans-
cribo literalmente las palabras del manuscrito de Pigafetta, y así
lo haré, siempre que haya ocasión, para dar idea de su estilo.
PRIMER VIAJE EN TORNO DEL GLOBO 3
§ III. El afán de lucro y el deseo de disminuir las
difícultades y los riesgos hicieron concebir diversos
proyectos para encontrar medios de proporcionarse las
mercancías de las Indias de primera mano. Esto suce-
dió en la época del renacimiento de las letras y cuando
el arte de la imprenta, recién inventado, había ya es-
parcido más las luces que los antiguos nos transmitie-
ron acerca de la navegación y de la figura de la Tierra.
Se sabía que algunos navegantes fenicios, saliendo del
mar Rojo, habían entrado en el Mediterráneo, con el
mismo navio, por el estrecho de Gibraltar (1); por
consiguiente, se conjeturaba que del océano Atlántico
se podía llegar por mar a la desembocadura del mar
Rojo, y, navegando al Este, arribar a las islas de las Es-
pecias.
Sabíase, además, sin duda ninguna que los antiguos
habían conocido la esfericidad de la Tierra y la exis-
tencia de los antípodas, que en el tiempo de la igno-
rancia habían sido consideradas, no sólo como un
error antifílosófíco, sino como una herejía. Los viajeros
que, siguiendo las huellas del veneciano Marco Polo,
habían recorrido todas las costas del Asia, se asegura-
ron de que la Tierra formaba una curva del Este al
Oeste; y los portugueses, que al comienzo del siglo xv
visitaron todas las costas de Guinea, añadiendo sus
conocimientos a los de los navegantes del norte de
Europa, habían demostrado, por la elevación y el des-
censo de la estrella polar y del Sol, que la Tierra for-
maba una línea curva del Norte al Sur; que, por consi-
guiente, tenía figura esférica, y que podía darse la
vuelta. Todo ello estaba muy de acuerdo con las ob-
servaciones de los astrólogos, quienes, a pesar de pro-
ponerse el fin ridículo de adivinar el porvenir, habían
hecho, sin embargo, grandes progresos en astronomía.
(1) Heródoto, lib. IV, cap. IV; Estrabón, lib. I, y otros, que
pueden verse en Riccioli, Geogr., lib. III, cap. XX.
4 PIGAFETTA
Asimismo habia relatos, aunque obscuros y vagos, de
algunos marineros que pretendían haber sido transpor-
tados a las islas situadas entre Europa y América y aun
hasta un nuevo continente, del que, incluso el nombre,
todo era todavía desconocido. He aquí las bases sobre
las cuales se fundaba la esperanza de llegar, saliendo
del estrecho de Gibraltar, inmediatamente a Malucho
(así se llamaba entonces a las islas de las Especias, que
hoy denominamos Molucas), costeando África y sin-
glando en seguida al Este, o atravesando el océano
Atlántico hacia el Oeste. Había tal persuasión de no
encontrar ningún obstáculo en esta última ruta, que los
más célebres geógrafos de este tiempo no separaban
en sus mapas por ningún continente, sino simplemente
por el Océano, sembrado de algunas islas, las costas
occidentales de Europa y África, del Asia oriental.
Aportaré pruebas en el párrafo XII. Era éste un error,
sin duda, pero muy perdonable a los geógrafos de la
época, porque aunque los antiguos habían medido con
bastante exactitud la circunferencia de la Tierra (1) y
dejado también reglas bastante ciertas para determi-
nar la longitud de los lugares, se hacía de ellas muy
poco caso por no entenderlas bien. A consecuencia de
(1) Aristóteles (De Ccelo, lib. II) habla de ello como de cosa
conocida. Parece que los matemáticos de Egipto habían medido
un grado en [la latitud de Menfís, esto es, a 30° de latitud boreal,
cuando determinaron la posición y tamaño de las pirámides, porque
cada uno de los cuatro lados de la Gran Pirámide tiene de anchura
— de grado; de modo que se debe conjeturar que dividieron el
500
2
grado en mil partes, y han dado a cada lado de la pirámide j-qqq
(Venini, Delle misuri francesi, opuscul. Scelti, tomo XX, pág- 98).
Se sabe, además, que Hiparco, tres siglos antes de la era vulgar,
había determinado la longitud y la latitud de muchas estrellas en
el cielo, y que Ptolomeo, en el siglo ii, tleterminó por su método
la posición geográfica de muchos lugares de la Tierra con una pre-
cisión que supone observaciones astronómicas. (Robertson, An
historical disquisitíon concerning antieni India, sect. II.)
PRIMER VIAJE EN TORNO DEL GLOBO 5
esta ignorancia del tamaño de la Tierra y de las longi-
tudes, se imaginaba que deberían encontrarse en se-
guida al Occidente las islas, de las que sólo al Este y
al Sur se conocía la distancia.
§ IV. Esta idea embargaba el espíritu de Cristóbal
Colón, que acumulaba a los conocimientos teóricos y
prácticos de la navegación las luces que había recogi-
do de otros navegantes y todo el valor necesario para
las grandes empresas. Convencido de la esfericidad de
la Tierra, no hallaba la menor dificultad en atravesar el
océano Atlántico con la ayuda de la brújula, de la que
conocía no sólo la declinación, sino también el medio
de corregirla (1). Pidió a los genoveses, sus compatrio-
tas, que no tenían otro medio que éste para reanimar
su comercio, navios para la ejecución de su proyecto;
pero los genoveses, ocupados en pequeñas especula-
ciones y atormentados sin cesar por las facciones do-
mésticas que les sujetaban tan pronto a los reyes de
Francia como a los duques de Milán, rechazaron sus
proposiciones. Se dirigió entonces al rey de Portugal,
que tampoco le escuchó, porque no creía que se pu-
diera llegar a las Molucas sino doblando el África; y
únicamente España, después de largas y repetidas so-
licitudes, se determinó a confiarle algunos navios. No
obstante. Colón no tocó mas que en las islas de Amé-
rica, de la que sus sucesores descubrieron el continente,
acariciando en vano la idea de encontrar un camino
al oeste de Méjico y por el istmo de Panamá (2).
§ V. La navegación de Colón originó disputas en-
tre los españoles y los portugueses sobre algunas de las
(1) TiRABOSCHi, Storia della letter. ¡tal., tomo VI. Sin embar-
go, el conocimiento de la desviación no debía ser muy común en-
tonces, puesto que lo ignoraban los pilotos de la escuadra de Ma-
gallanes.
(2) Léase Fernández de Navarrete, Viajes de Cristóbal Co-
lón, volumen número 18 de la colección de Viajes clásicos editada
por Calpe.
b PIGAFETTA
islas descubiertas, y aun más sobre las tierras que se
esperaba descubrir después. Los portugueses, cuando
emprendieron sus navegaciones por las costas de Áfri-
ca, habían tenido la previsión de aprovecharse de la
opinión, generalmente admitida entonces, que el suce-
sor de San Pedro podía, como vicario de Jesucristo,
disponer de los reinos que no pertenecían a potencias
cristianas. Los papas Martín V, Eugenio IV y Nicolás V
habían ya concedido a los portugueses el imperio de
todo el territorio que acababan de descubrir en las cos-
tas de África. Alejandro VI, al cual, después del viaje
de Colón, España y Portugal presentaron al mismo
tiempo sus pretensiones, trazó una línea que, pasando
por los polos, cortaba en dos el globo terráqueo. La
isla de Hierro, una de las Canarias, donde Ptolomeo
había fijado el primer meridiano, era el punto por el
cual pasaba esta línea, que se llamó línea de demarca-
ción» Dio, pues, el papa a los portugueses todo lo que
pudiesen conquistar al este, y a los españoles, todo
lo que descubrieran al oeste de esta línea. Pero cuan-
do los portugueses se apoderaron del Brasil y quisie-
ron comprender esta comarca en la parte oriental de
la línea, se alejó 30° al oeste de la isla de Hierro.
§ VI. Mientras que España extendía al Oeste sus
conquistas, tanto como los crímenes y crueldades de
sus caudillos, los portugueses, guiados en 1497 por
Vasco de Gama, doblaron el cabo de Buena Esperan-
za, que Díaz, acompañado del navegante veneciano
Cadamosto, había descubierto en 1455 (1). Costearon
el África oriental y las islas que están entre este con-
tinente y Asia, y llegaron a Calicut, que era la factoría
del comercio de las especias. A continuación, no sin
sostener combates y guerras, tanto con los indígenas
(1) Este cabo había sido dibujado en 1450 por Fr. Mauro, ca-
mandulense del convento de Murano, cerca de Venecia, sobre un
mapamundi que yo vi en 1790 y que aun está en dicho convento.
PRIMER VIAJE EN TORNO DEL GLOBO 7
como con los moros, que habían invadido una gran par-
te de este país, alargaron su navegación hastas las islas
Molucas; y en 1510 fundaron un establecimiento para
monopolizar casi exclusivamente el comercio de la pi-
mienta y los clavos de especia, que no se obtenían
apenas mas que en estas islas (1).
§ Vil. Los establecimientos portugueses en las In-
dias tenían entonces por gobernador y virrey al duque
de Alburquerque, quien por su talento y su valor ha-
bía sabido hacer abortar todas las empresas de los
venecianos, los cuales eran los aliados de Solimán el
Magnífico e hicieron grandes esfuerzos para conservar
en el mar Rojo el comercio, que los portugueses que-
rían transportar a Lisboa (2). Después de este virrey
fué cuando Magallanes emprendió su expedición para
pasar cinco años en las Indias (3). Era un hidalgo por-
tugués, y había cultivado las ciencias, habiéndose ocu-
pado preferentemente de todo lo relativo a la navega-
ción, estudio muy de moda a la sazón entre los caba-
lleros portugueses; y emprendió este viaje para darse
a conocer en la corte y obtener un empleo adecuado a
sus talentos. Desde Calicut fué a Sumatra, donde tomó
a su servicio un esclavo. Parece ser que no alargó su
viaje hasta las Molucas, aunque así lo dicen Angera,
Ramusio y otros escritores (4), porque si hubiese llega-
do allí habría sabido que están bajo la línea equinoccial,
y no hubiera ido a buscarlas, como lo hizo, a los 14°
de latitud septentrional. De las Indias regresó a Lisboa.
Durante este tiempo, Alburquerque había enviado a
las Molucas a Francisco Serrano, pariente y amigo de
(1) Si hemos de creer a nuestro autor, éste encontró en 1521,
en las Molucas, a Pedro de Lorosa, quien le dijo: Como ja sedizi
anni stava ne la India ma X in Malucho, e tanti erano che Malu-
cho stava discoperto asco sámente.
(2) RoBERTSON, loe. cit., sect. 4.
(3) Petri Anglerii, Opus. epist, epíst. 767.
(4) Hist génér. des voyag., tomo I, pág. 126, edición de París.
8 PIGAFETTA
Magallanes, con orden de erigir allí un fuerte, lo que
no ejecutó porque todos los reyes de estas islas, con
insensata ambición, pretendían que se levantase en su
territorio (1); y Serrano, queriendo someterlos a todos
al mismo tiempo, se proclamó soberano, aunque sólo
con el título de pacificador. Ya veremos de qué mane-
ra fué la víctima de su ambición.
§ VIH. Ignoro qué derecho podría tener Magalla-
nes a las mercedes de la corte; pero sus acciones prue-
ban que poseía tanto valor como conocimientos, a
pesar de que diga lo contrario el jesuíta Maffei, quien
le acusa de tener más vanidad que mérito (2). Si hemos
de dar crédito a nuestro autor, debemos reconocer la
moderación de las pretensiones de Magallanes, pues
se limitaban a pedir al rey un aumento de paga de cien
reis mensuales, según algunos autores, o de medio
cruzado, según otros. Hay, no obstante, motivo para
creer que durante su servicio a Portugal dio pruebas
evidentes de valor y habilidad, puesto que el rey de
España le hizo caballero de Santiago y le confió el
mando de una escuadra.
§ IX. Según dice Maffei (3), Magallanes, durante
su estancia en Portugal, estuvo en correspondencia,
tan frecuente como la distancia le permitía, con su
amigo Serrano, quien le invitó a volver a las Indias y
aun a llegar hasta las Molucas, indicándole la distancia
que les separaba de Sumatra, isla para él muy cono-
cida. Pero si se nos permite hacer conjeturas y tratar
de adivinar las causas por los efectos, hallaremos que
es verosímil que Magallanes se quejase a Serrano de
los pretendidos agravios recibidos en la corte de Lis-
boa; que Serrano, tal vez amenazado por el virrey, al
cual no había obedecido en la construcción de la for-
(1) Hist. génér. des voyag., tomo I, pág-. 125, edición de París.
(2) Hist. rer. indic, lib. VIII.
(3) ídem id. id.
g^fe^^
PRIMER VIAJE EN TORNO DEL GLOBO 9
taleza, le propuso dar estas islas a España y le pro-
porcionó al mismo tiempo los luminosos datos que
pudo adquirir de los habitantes de las islas más orien-
tales sobre la posibilidad de encontrar el cabo del
continente descubierto por Colón, y de doblarle o
quizás encontrar algún estrecho, pues ya los portugue-
ses poseían el Brasil, descubierto por Cabral en 1500,
en cuya comarca había pasado cuatro años Juan Car-
vajo, de quien habla frecuentemente Pigafetta, y en
donde Juan de Solís, que buscaba un paso a las In-
dias, fué asesinado con sesenta hombres de su tripu-
lación y comido por los caníbales (1).
§ X. Acaso no es improbable que Magallanes tu-
viese por estos medios algún conocimiento de un paso
del mar Atlántico al mar de las Indias; pero, según co-
municó confidencialmente a Pigafetta y a sus compa-
ñeros de viaje, fué de otra manera como él llegó al
estrecho. Mientras que pretendía su ascenso en la corte
de Lisboa continuó estudiando la geografía y la nave-
gación, de manera que, según nuestro autor, llegó a
ser uno de los más hábiles geógrafos y navegantes de
su tiempo (2). Por esta fama se le permitió examinar
todo lo que hasta entonces se había coleccionado so-
bre dichas materias y que se guardaba cuidadosamente
en la tesorería. El infante D. Enrique, el cual fué el pri-
mero que proyectó los viajes para el descubrimiento
de países nuevos, y los príncipes que le sucedieron
habían reunido todas las noticias y los mapas que era
posible procurarse por medio de los geógrafos, los na-
vegantes y los astrónomos, que con la esperanza de re-
compensas iban allí a depositar sus descubrimientos.
En esta tesorería fué donde Magallanes encontró un
(1) Léase LÓPEZ de Gomara, Historia general de las Indias,
en la colección de Viajes clásicos editada por Calpe.
(2) Egli piii giustamente che homo fossi al mondo carteava et
navigava.
10 PIGAFETTA
mapa de Martín de Bohemia, sobre el que estaba dibu-
jado el estrecho por el cual se pasaba del mar Atlán-
tico al que en seguida fué llamado Pacífico.
§ XI. Para estar ciertos de que Magallanes buscó
este paso porque lo había visto dibujado en el mapa
de Martín de Bohemia, basta con leer lo que sobre el
asunto dice Pigafetta. Anotamos sus propias palabras
tal como se leen en nuestro manuscrito (1). Es extraño
que se haya negado esta verdad, que puede encontrar-
se en el extracto del libro de Pigafetta, publicado en
francés por Fabre y en italiano por Ramusio (2); pero
aun es más extraño que esta verdad, tan honrosa para
Martín de Bohemia, o, mejor dicho, Behaim (3), haya
sido negada por Murr cuando se proponía hacer su
elogio (4). No está de más hablar aquí de esta cues-
tión, que tiene íntima relación con el punto más inte-
resante de la navegación que me propongo publicar.
Otto, en una memoria inserta en el segundo volumen
de las Transactións philosophiques de la Société de
Philadelphie, ha querido probar, entre otras cosas, que
Colón no fué quien descubrió América, ni Magallanes
quien encontró el estrecho, para llegar, atravesándole,
a las Indias por Occidente, sino que el mérito de estos
descubrimientos se debe únicamente a Martín Behaim,
de Nuremberg. Efectivamente, este Martín Behaim era
uno de los más grandes geógrafos de su tiempo, y fué
uno de los primeros que en 1492 hizo un mapamundi
(1) // oapitano genérale che sapeva de dover jare la sua navi-
gazione per uno streto molió ascoso, como vite ne la thesoraria del
re de Portugal in una carta fata per quello excelentissimo huomo
Martin de tíoemia, mando due navi, etc.
(2) Véase párrafo XXIII.
(3) Es cierto que su verdadero nombre era Behaim. Cluverius
dice que se le apelaba de Bohemia porque sus antepasados eran
originarios de este reino, o porque él se estableció allí a causa del
comercio.
(4) Notice sur le chevalier Martin Behaim, célebre navigateur
poriugais, avec la description de son glohe terrestre.
PRIMER VIAJE EN TORNO DEL GLOBO 11
terrestre, que leg-ó a su patria, donde todavía se conser-
va; también fué uno de los primeros que pasaron la
línea con el famoso navegante Santiago Cano, en 1484;
estuvo casado con la hija de Huerter, feudatario de la
isla de Fayal, una de las Azores, en donde pasó mu-
chos años, haciendo de vez en cuando viajes a Europa;
siendo estimado y consultado por los sabios de su tiem-
po, así como por la corte de Lisboa, tuvo todos los
medios para adquirir los más raros y extensos conoci-
mientos geográficos de su siglo. Sin embargo, se pre-
tende, sin razón, probar que Colón descubrió América
después de Behaim, como lo ha demostrado el conde
de Carli, fallecido en 1795 (1). Apoya Otto su opinión
en una Crónica de Nuremberg, en la que se dice «que
descubrió las islas de América antes que Colón, y el
estrecho que tomó en seguida el nombre de Magalla-
nes antes que Magallanes mismo»; y en el testimonio
de Hartmann Schedel, quien dice que Magallanes y
Cano, navegando, se encontraron en otro mundo. Pero
Carli hace notar que la Crónica de Nuremberg no es
contemporánea, y Murr ha comprobado que las pala-
bras de Schedel han sido intercaladas en su manuscrito
por otra mano. En efecto, no se las encuentra en la pri-
mera edición de su obra, que tenemos en nuestra bi-
blioteca. Hay que añadir que la frase In alterum orbem
accepti sunt puede interpretarse en el sentido de que
pasaron la línea.
§ XIl. Con menos fundamento aún, Murr pretende
que Martín Behaim no tuvo nunca la menor idea del
estrecho de Magallanes. Habiendo tenido ocasión de
visitar los archivos de sus herederos, no encontró, se-
gún dice, ningún rastro de este documento. Además,
en su globo terráqueo, que donó a la villa de Nurem-
berg, puede verse claramente — añade Murr — que
Martín Behaim no sospechó siquiera la existencia de
(1) Oppuscoli scelti di Milano, tomo XV, pág^. 72.
12 PIGAFETTA
América. Este globo, del que Murr ha publicado el
hemisferio que comprende la parte occidental de Euro-
pa y de África y la parte oriental de Asia; este globo,
digo, permite ver que en este tiempo se creía poder
ir por mar directamente desde las islas Azores a los
reinos de Tungut, de Cambalu y del Tibet, no encon-
trando mas que la isla del Catay en todo el Océano
que había de recorrerse. Se imaginaban que desde
las islas Canarias podía llegarse a la isla de Antilia, y
por esta razón Colón denominó Antillas a las islas que
encontró más acá de América. De las islas de Cabo
Verde, en el globo de Behaim, se iba, sin encontrar
tierra ninguna, a Cipango (el Japón), que Marco Polo
había dado a conocer en Europa, y del que también ha-
bla Pigafetta, que creía haber pasado a poca distancia
de allí. Del Japón se iba a Cambaya, y, volviendo al
Sur, a la grande y pequeña isla de Java, situadas sobre
el mismo meridiano. Se ve, pues, que en el globo de
que hablamos no hay detalle ninguno sobre América.
Sin embargo, todo esto demuestra que en 1492 Be-
haim no conocía América, y que, por consiguiente, no
podía facilitar datos a Colón, que partió este mismo
año; pero no prueba en modo alguno que desde este
período hasta el año 1506, que fué el último de su
vida, no pudiese conocer todo lo que se había descu-
bierto hasta entonces y trazarlo sobre un nuevo mapa.
Sus viajes, su correspondencia con todos los sabios,
sus cargos y empleos en la corte de Lisboa y, sobre
todo, su estancia en las Azores le suministraron los
medios, como ya hemos observado, de adquirir las lu-
ces que el azar o las investigaciones proporcionaban a
los navegantes. Varenius (1) pretende que Núñez de
Balboa conoció en 1513 la existencia del estrecho en
cuestión por las corrientes que sólo se producen en
un canal abierto por los dos extremos y nunca en una
(1) Geogr. gener., cap. 12.
PRIMER VIAJE EN TORNO DEL GLOBO 13
bahía. ¿Por qué cualquier otro navegante no pudo ha-
cer la misma observación en tiempos de Behaim y co-
municársela a éste? Murr opina que esto es muy posible,
pero pretende que no sucedió, y que Marco Antonio
Pigafetta fué quien difundió en su Itinerario, publica-
do en Londres en 1585, la fábula del descubrimiento
de América por Behaim, y añade que ig-nora si se men-
ciona a Martín Behaim en la Relación del Congo de
Felipe Pigafetta. Puede juzgarse, por la manera en que
se expresa, que apenas conocía Murr los nombres y los
títulos de los otros dos Pigafetta (Marco Antonio y
Felipe), y que no tenía la más remota idea de nuestro
caballero Antonio Pigafetta, ni de su Relación del
descubrimiento de las Indias, ni de los extractos que
del mismo se publicaron, y que tampoco había leído el
Itinerario de que habla, porque en él no se nombra
para nada a Martín Behaim. Felipe Pigafetta no le cita
ni en su Relación del Congo, impresa en Roma en 1591,
ni en su Itinerario de Egipto, cuyo manuscrito se halla
en la biblioteca de mi amigo el Sr. Malacarne, profesor
de cirugía en Padua, según dicho señor me lo ha co-
municado por escrito. No debe, pues, dudarse de que
Magallanes hubiese podido ver dibujado el estrecho en
el mapa de Martín Behaim; pero es preciso decir que
no se fió por completo, o que el mapa en cuestión era
bastante inexacto, pues de no ser así, ni hubiese des-
tacado al navio Santiago para reconocer la costa en
que naafragó buscando el estrecho en el grado 52, ni
tampoco se hubiera determinado a remontarse hasta el
grado 75 si aquél no le encontraba.
§ Xlll. Volvamos a la historia de Magallanes y a
nuestro autor. Sea por vengarse de las injusticias que
él creía haber recibido, tal vez para conseguir el ade-
lanto que solicitaba, Magallanes pasó a España para
ofrecer sus servicios a Carlos V, con objeto de dirigir
una escuadra corriendo siempre al oeste de la línea de
demarcación hasta las islas de las Especias, que se co-
14 PIGAFETTA
nocían más por los relatos de los italianos que habían
navegado por ellas al Este, que por las relaciones de
los portugueses establecidos allí desde hacía diez años,
pero que ponían extremo cuidado en tener ocultos los
descubrimientos que habían hecho, hasta el punto que,
según dice Castañeda, se habría ignorado andando el
tiempo el viaje de Gama, si éste no se hubiera tomado
el trabajo de escribirle y publicarle por su cuenta (1).
Carlos V, o, mejor dicho, el cardenal Cisneros, su pri-
mer ministro, regente de España en su ausencia, escu-
chó favorablemente el proyecto de Magallanes, quien
le convenció de la posibilidad de ir por el Oeste, ase-
gurándole al mismo tiempo que las islas de las Espe-
cias estaban en la parte del Globo perteneciente a Es-
paña por la línea de demarcación, porque sin esto el
cardenal virrey no hubiera nunca consentido que se in-
vadiese un país que el papa había dado a otros. Para
persuadirle de que las Molucas estaban en el hemisfe-
rio español, Magallanes no sólo tomó por testigo a
Cristóbal Hará, quien, teniendo en las Indias casas de
comercio, decía que estaba seguro por las instruccio-
nes de sus factores de la verdadera posición geográfica
de estas islas (2), sino que apeló a la autoridad del fa-
moso astrólogo Ruy Faleiro, que compás en mano de-
mostraba sobre el mapamundi que las islas estaban si-
tuadas más acá de 180° de longitud occidental de la
línea de demarcación. Como aun dudase el cardenal
Cisneros, Faleiro dio a Magallanes un métofllo para
calcular la longitud, a fin de no sobrepasar la línea (3).
Para desvanecer todo escrúpulo hubiera podido Falei-
ro embarcarse con Magalles; pero como se preciaba
de astrólogo, se excusó diciendo que preveía que esta
(1) Historia della conquista delle Indie orientali, prefacio.
(2) Epístola de Massimiliano Transilvano, presso Ramusio,
tomo I, pág. 348.
(3) Castañeda, loe. cit.
PRIMER VIAJE EN TORNO DEL GLOBO 15
navegación le sería fatal. Lo fué, efectivamente, para el
astrólogo Martín de Sevilla que marchó en su lugar, sin
prever que debía ser asesinado, como le acaeció en la
isla de Zubu.
§ XIV. Tenemos una prueba de la importancia de
las investigaciones sobre las longitudes hechas durante
esta navegación, en la descripción que voy a publicar.
Apenas la escuadra estuvo en el mar Pacífico cuando
el caballero Pigafetta consideró como un deber el se-
ñalar en su diario, no solamente la latitud, sino la lon-
gitud de la línea de demarcación; y para evitar toda
equivocación advirtió que ésta se hallaba a 30° al oes-
te del primer meridiano, situado a su vez a 3° al oeste
de Cabo Verde (1). Explicándose con tanta precisión,
es extraño que Fabre, que dio un extracto de su rela-
ción, no le haya comprendido, y que en lugar de decir
grados de longitud de la línea de demarcación^ diga
siempre de la línea de su partida, o grado de longitud
del cual partieron; y allí donde debía indicar la posi-
ción de esta línea tal como la señaló nuestro autor,
diga y XXX grados del meridiano, el cual está a tres
grados más al oriente que el cabo de Buena Esperan-
za. Como se ve, carece de sentido semejante manera
de expresarse. Al traducir Ramusio a Fabre, omitió
todo esto con razón, y hay que perdonarle cuando, por
seguir literalmente el texto, en lugar de decir longitu-
dine dalla linea di divisione, dice longitudine dal luogo
donde si eran partiti; por consiguiente, aumenta en un
error de 40° la longitud señalada por Pigafetta.
§ XV. Pero los portugueses, interesados en deter-
minar la verdadera longitud de las Molucas, acusaban
a los españoles, no solamente de error, sino también de
mala fe; y Pedro Mártir de Anglería, gentilhombre mi-
tanes e historiógrafo de la corte de España, contaba
(1) La linea de la repartitione e trenta gradi longi dal meridio-
nale; el meridionali e tre gradi al levante longi da Capo Verde.
16 PIGAFETTA
con bastante g^racia en una de sus cartas (1), que ha-
biéndose escogfido veinticuatro astrónomos y pilotos,
tanto portugueses como españoles, después de haber
silogismado mucho, concluyeron que no se podía de-
cidir la cuestión más que a cañonazos; sin embargo,
Carlos V calculó que valía más vender a Juan III, rey
de Portugal, en las 150.000 doblas que ofreció, sus
pretendidos derechos sobre las Molucas, y se las ce-
dió. Además, es cierto que estas islas, situadas por Pi-
gafetta entre los 160° y los 170° de longitud al oeste
de la línea de demarcación, están realmente más allá
de 180°; por consiguiente, pertenecían a Portugal en
virtud de la bula del papa Alejandro VI. Sea como
fuere, el rey de España, persuadido de que Portugal
le había usurpado lo que le pertenecía, y dispuesto ya
a encomendar a Esteban Gómez unas carabelas para
emprender nuevos descubrimientos, no en confiar a
Magallanes una escuadra para esta importante expedi-
ción, quien, con el fin de salvar todos los obstáculos,
escogió a Gómez para que mandase uno de los navios,
elección de la que pronto tuvo que arrepentirse.
§ XVI. Mientras se trataba de este importante asun-
to en la corte de Madrid, Antonio Pigafetta, gentilhom-
bre de Vicencio, estaba en Roma, donde todos los italia-
nos que tenían talento y aspiraban a hacer fortuna acu-
dían, sobre todo en los buenos tiempos de León X. Era
de familia hidalga originaria de la Toscana, y probable-
mente hijo del Mateo Pigafetta, doctor y caballero, que
ocupó frecuentemente cargos en la administración pú-
blica de su patria (2). Tan ávido de gloria como de
(1) Epístola 797.
(2) Ángel Gabriele de Santa María, Biblioteca e Storia de
scrittori Vicentini, vol. IV, pág. 1. «Hice investigaciones en Vicen-
cio para obtener datos sobre la persona y familia de nuestro via-
jero, pero sin lograr mucha luz. En un manuscrito que tiene por
título Genealógica Storia delle famiglie nobili vicentine, vol. II, se
lee que era hijo de Domitio qm. Antonio y de Bartolomea Maros-
PRIMER VIAJE EN TORNO DEL GLOBO 17
fortuna, se propuso buscar una y otra en los países le-
janos del nuevo mundo que Colón y Américo Vespu-
cio acababan de descubrir, y donde muchos italianos
habían ya adquirido renombre y riquezas. Siguió a Es-
paña a su conciudadano Francisco Chiericato, enviado
como orador o embajador a Carlos V, para comenzar
desde aquí sus viajes. Todo salió a medida de sus de-
seos, y puede verse en la carta dedicatoria de su obra
cómo obtuvo del emperador la licencia de embarcar
en la escuadra de Magallanes.
§ XVII. Pigafetta no era ciertamente muy sabio,
aunque Marzari, historiador vicentino, nos dice que era
célebre en toda Europa por sus excelentes conocimien-
tos en filosofía, matemáticas y astrología (1); mas ha-
bía estudiado la geografía y la astronomía necesarias
para entender el manejo del astrolabio y determinar la
latitud de los lugares; conocía también bastante la teo-
ría de los fenómenos celestes para poder hacer las ob-
servaciones astronómicas, por las cuales se juzga sobre
la declinación del imán, de la singladura de un navio y
de las longitudes. Puede formarse idea de sus conoci-
mientos en esta parte por su Tratado de navegación.
tica, y que fué elegido jurisconsulto en 1470, lo que no concuerda
con el caballero Antonio, a menos que el jurisconsulto no sea su
padre Domitio. En lo que respecta al caballero Antonio, sólo hay
dos líneas en el epitafio que el caballero Capra, heredero de los
bienes de Felipe Pigafetta, hizo poner en la iglesia de dominicos,
en la que se lee: PhiLippus Figafeta,.. Peregrinandi cupidas, et An-
tonii gentilis sui eq. hierosoiim., qui primas terrarum orbem cir-
cumiit, glorias emulas, abditis simas regiones adivit, etc. Aun existe
en Vicencio su casa, en la calle de Luna; es de estilo gótico, y fué
construida por sus antepasados en 1481; pero a su vuelta hizo
adornar la puerta con un festón de rosas, en el que mandó esculpir
estas palabras: II. Nest. Rose. sans. espine, quizás aludiendo a la
gloria conquistada por su circunnavegación y las penalidades su-
fridas en ella. Debo estos pormenores a los condes Francisco de
Thiéne y Francisco de San Giovanni, a los cuales me complazco en
testimoniarles aquí públicamente mi reconocimiento. >
(1) Storia di Vicenza, alV anno 7480.
PIGAFETTA
18 PIGAFETTA
§ XVIII. El afán de instruirse igualaba al saber de
nuestro autor y aun le sobrepujaba. Tenemos una prue-
ba en el estudio que hizo, durante su viaje, de los di-
ferentes idiomas de los pueblos que visitó, hasta el
punto de formar vocabularios más o menos extensos
a medida que encontraba ocasión (1).
Procuraba enterarse siempre de las cosas por sí mis-
mo, y así lo demostró en frecuentes ocasiones durante
la realización de las misiones particulares de que fué
encargado cerca de los reyezuelos de las islas que la
escuadra visitó. Veremos por su relato que nunca dejó
de recorrer los campos para examinar el cultivo de las
principales producciones del país, de las cuales escri-
bió la historia natural lo menos mal que pudo, sin la
precisión de un botánico, es cierto, pero con toda la
exactitud de un hombre de buen sentido. No limitán-
dose a lo que se presentaba ante sus ojos, se esforzaba
en instruirse sobre las comarcas donde la escuadra no
anclaba, por los indios que voluntaria o forzosamente
navegaban con él. Es preciso, por tanto, convenir en
que no tenía conocimientos bastante extensos de His-
toria natural y de Física para apreciar debidamente
cuanto veía y para distinguir la verdad de las fábulas
y mentiras que le contaron sobre cosas prodigiosas,
sobre los orejones, sobre las amazonas, sobre los pig-
meos, etc., de los que con la mayor buena fe hizo ri-
diculas descripciones.
§ XIX. Pero aunque no fuese hábil físico ni buen
naturalista ni excelente astrónomo, como lo son, gene-
ralmente, los navegantes de nuestros días, Pigafetta es-
taba lejos de merecer el injurioso desprecio con que le
quiso cubrir De Paw, quien le llama un exagerado ul-
tramontano, crédulo e ignorante, que, sin empleo y sin
carácter, hizo su excursión en el navio Victoria (2).
(1) Véase el párrafo XXXII de esta Introducción.
(2) Recherches sur les Américains, tomo I, pkg. 289.
PRIMER VIAJE EN TORNO DEL GLOBO 19
Pero ¿puede hacerse el menor caso de las injurias de
De Paw? No hay mas que leer sus Recherches sur les
Américains para ver que es un escritor que, por las
aserciones aventuradas, por no decir algo peor, y sin
conocer los asuntos de que habla, como dice Per-
netty (1), desde el fondo de su gabinete no se propo-
nía mas que escribir un libro que pudiera complacer a
los seudofílósofos, ya por la novedad de un ilusorio
sistema sobre América, ya por la maledicencia y la re-
ligión. Por otra parte, no conocía mas que el miserable
extracto de la obra de Pigafetta, hecho por Fabre, y
condenó a la obra y al autor como si la hubiese exami-
nado completa. Es verdad que otros escritores, entre
los cuales está el célebre Tiraboschi, han hecho poco
caso de la relación del viaje de Pigafetta; pero esto
fué porque se imaginaron que no había escrito mas que
lo que Fabre y Ramusio publicaron.
§ XX. Pigafetta merece elogios, sobre todo por
el cuidado que tuvo en anotar día por día todo lo que
veía, todo lo que oía decir y todo cuanto les sucedía a
él, a sus compañeros de viaje y a la escuadra; tuvo ade-
más la suerte de no estar nunca imposibilitado para es-
cribir, y mientras toda la tripulación sufrió largas en-
fermedades, él disfrutó siempre de una salud bastante
fuerte para hacer diariamente sus observaciones; de
manera que cuando a su vuelta llegó a las islas de
Cabo Verde y preguntó qué día era de la semana, no
se podía persuadir de que se había equivocado un día
entero, habiendo llevado con regularidad su diario. Pi-
gafetta no es el único que se haya sorprendido de ha-
ber perdido un día al dar la vuelta al mundo; esta pér-
dida, de la que no había duda, parecía entonces tan
inexplicable, que más bien se pretendía, dice Angle-
ría (2), que nuestros navegantes no habían dado la
(1) Prefacio a la disertación sobre los Recherches.
(2) Epístola 770.
20 PIGAFETTA
vuelta a la Tierra, hasta que los astrónomos, y el carde-
nal Contarini el primero, demostraron que esto debía
suceder a todos los que daban la vuelta al Globo sin-
glando constantemente de Oriente a Occidente.
§ XXI. Al cabo de tres años, de los doscientos
treinta y siete hombres que formaban la tripulación y
de cinco navios que componían la escuadra, no se vie-
ron, dice Anglería (1), llegar de vuelta a Sevilla, de
donde habían salido, mas que diez y ocho hombres y
un solo navio ruinoso y acribillado de vías de agua.
Entre los diez y ocho hombres estaba Pigafetta. Cada
uno se creyó en el deber de contar todo lo que le ha-
bía sucedido, tanto más cuanto la corte de España que-
ría publicar la relación de un viaje tan importante, por-
que nadie antes que estos navegantes había dado la
vuelta al mundo. Pedro Mártir de Anglería, a quien
acabamos de citar, del Consejo de Indias por el empe-
rador, que había ya escrito la historia de la navegación
de Cristóbal Colón (2), fué el encargado de recoger
todos los datos que podían lograrse del mísero resto
de la tripulación. Probablemente pondrían en sus ma-
nos todos los diarios que se encontraban a bordo del
navio, sobre todo de los que habían perecido; mas
parece ser que Pigafetta guardó el suyo, porque él
mismo dice que fué a presentarse al emperador en
Valladolid (3), y es presumible que le ofrecería una
copia de su propia mano, guardando las notas origi-
nales.
A las órdenes que el emperador dio a Anglería para
(1) Epístola 767.
(2) Petri Martyris ab Anglería. De rehus Oceanicis et orbe
novo, 1516.
(3) Pariéndome da Seviglia andai a Vagliadolit ove apresen-
tai a la sacra majestá de D. Cario, non oro ne argento, ma cose
da essere assai apreciad da un simil Signore. Fra le alire cose li
detti uno libro scripto de mia mano, de tucte le cose passate de
giomo in giorno nel viaggio nostro.
PRIMER VIAJE EN TORNO DEL GLOBO 21
que escribiese la historia de esta expedición se unie-
ron las peticiones del papa Adriano VI, al cual le unía
gran amistad desde que éste ocupó en la corte la plaza
de preceptor de Carlos V. Escribió, pues, Anglería esta
historia, y él mismo dice que envió su manuscrito a
Roma al papa, quien quería hacerlo imprimir a todo
lujo; pero que no llegó a la Ciudad Eterna hasta des-
pués de la muerte del pontífice (1). Ramusio (2) añade
que este manuscrito fué pasto de las llamas o perdido
para siempre en el terrible saqueo que la capital del
mundo sufrió en 1527.
§ XXII. El mismo Ramusio, uno de los primeros y
más sabios compiladores de navegaciones y viajes, dice,
además, a este respecto, que casi se hubiera perdido el
recuerdo de esta magna empresa si un hábil y gentil-
hombre vicentinOy llamado el señor Antonio Pigafetta,
no hubiera hecho una relación curiosa y detallada, de
la que, como veremos en seguida, hizo un extracto en
francés, que tradujo también al italiano, para insertarlo
en su colección. Este libro existe en la bibloteca Am-
brosiana de Milán, y, al parecer, no solamente es in-
édito, sino que ni aun ha sido conocido por los que es-
cribieron la historia de la pasmosa expedición. No es
el diario propiamente dicho tal como Pigafetta lo pre-
sentó al emperador, sino una relación muy extensa que
escribió, estando en Italia, para obedecer los ruegos
de Clemente VII, al cual se presentó en Monterosi a
su vuelta (3), y a los del gran maestre de Rodas, De
Villers Lisie- Adam, al que se dirige frecuentemente en
la relación. Como en este libro añade Pigafetta a su
nombre el título de caballero, puede deducirse que le
escribió después del 3 de octubre del año 1524, día
(1) Epístola 797.
(2) Discorso sopra il Viaggio fatto dagli Spagnuoli intomo al
mondo, tomo I, pág-. 346.
(3) Véase la Epístola dedicatoria.
22 PIGAFETTA
en que fué nombrado caballero (1). Pero si tenemos
pruebas de que la obra la escribió algunos años des-
pués de la vuelta de su viaje, hay también motivos para
creer que el caballero Pigafetta tenía delante las notas
originales mientras la redactaba, porque dice repetidas
veces oggi (hoy) copiando lo que había escrito el mis-
mo día del suceso. Además, no le hubiera sido posi-
ble, siguiendo el orden del tiempo más que el de las
cosas, conservar la memoria de una infinidad de obje-
tos para él nuevos y de acontecimientos extraordina-
rios, que algunas veces he unido, sin alterarlos, para dar
más continuidad y conjunto a la relación del autor.
§ XXIII. Después de haber escrito su libro para el
gran maestre de Rodas y de haber presentado al so-
berano pontífice una copia, de la que habla Paulo Jo-
vio (2), envió otra a la reina Luisa de Saboya, regente
del reino por su hijo Francisco 1 (ocupado entonces
con la desdichada guerra de la Lombardía, donde fué
hecho prisionero), a la cual se había presentado Piga-
fetta cuando regresó a Italia para ofrecerle algunos pro-
ductos del otro hemisferio. La reina dio a traducir al
francés el libro al parisiense Antonio Fabre, que tenía
reputación de ser un excelente filósofo y de saber ita-
liano porque había residido mucho tiempo en Padua;
pero éste, por evitarse molestias (per fuggir la fatica^
como dice ingenuamente Ramusio), hizo solamente un
extracto, y omitió quizás lo que no entendía; el resto
fué impreso en francés con muchas faltas (3). A pesar
de todos estos defectos, Ramusio, que, como ya he di-
(1) Véase el Ruólo genérale de' cav. gerosoliminis, di Fr. Bar-
tolomeo del Pozzo, Torino, 1714, donde hay que notar que el autor
no pone mas que los nombres, las dignidades y los cargos de los
otros caballeros; pero al hablar de Pigafetta, después de haber
dicho comendador de Norsia, añade: célebre por sus viajes en las
Indias.
(2) Historia sui iemporis, lib. XXXIV.
(3) Ramusio, loe. cit.
PRIMER VIAJE EN TORNO DEL GLOBO 23
cho, quería insertar en su gran colección esta primera
navegación, la tradujo al italiano y la publicó con otras
dos relaciones de menor importancia (1).
§ XXIV. No he podido averiguar lo que haya sido
de las copias que el autor presentó a otros grandes
personajes. El célebre presidente De Brosses, que ha
recogido con tanto cuidado como inteligencia todo lo
que ha llegado hasta nosotros relativo a los descubri-
mientos de los europeos en las tierras australes, hablan-
do de la relación de Pigafetta, dice claramente que se
perdió (2). Parece que en tiempo de Montfau9on esta
relación no existía entre los manuscritos de la biblio-
teca real, porque en su catálogo (3) no menciona más
que el título de la obra francesa, esto es, del extracto
(1) Me había fiado de Ramusio, quien se expresa de tal manera
que hace creer que fué el primero que pensó en traducir al italiano
el Extrait du voy age de Pigafetta hecho por Fabre y la carta de
Maximiliano Transilvano; pero después he averiguado que Ramu-
sio no hizo mas que copiar una traducción impresa en Venecia
en 1536, en 4.° menor, con el título de // viaggio fatte dagli spa-
gnuoli átomo al mondo, MDXXXVL No cambió mas que muy pocas
palabras. Abrevió el discurso preliminar, suprimió los números de
los ciento catorce capítulos en que Fabre había dividido la obra,
y añadió los títulos de los capítulos en que la dividió. Copió las
más torpes faltas, puesto que tradujo la palabra veilles por vele,
que significa ^arííes. (Véase el párrafo XXXIV de mi Introducción.)
También hay alguna diferencia en lo que dice acerca de la infíbu-
lación de los habitantes de Zubu, como haré notar. Falta decir que
ningún bibliógrafo conocía esta traducción, que nuestra biblioteca
acaba de adquirir por una dichosa casualidad.
(2) Navigation aux Terres Australes, tomo I, pág. 121.
(3) Bibliotheca bibliothecarum, pág. 185, b. in bibliotheca regis,
núm. 10.270. Existen actualmente en la Biblioteca Nacional de
París dos manuscritos de una traducción francesa del Voyage d'An-
toine Pigafetta: uno, en papel, que parece el más antiguo, con el
número 10.270; el otro, en vitela, con el número 4.537. Este pro-
viene de la biblioteca de la Valliére. No tienen fecha, y no consta
que sea la traducción de Fabre que cita Amoretti, y de la cual son
diferentes hasta en el título: Navigation et descouvrement de la
Indie supérieure faicte par moy Antoyne Pigaphete, vicentin, che-
vallier de Rhodes.
24 PIGAFETTA
de Fabre, y hubiera citado, sin duda, el título italiano
si hubiese encontrado el original. El P. Angfel Gabriel
de Santa María, que ha escrito en muchos volúmenes
la historia literaria de Vicencio, dice decisivamente que
hay una copia en el museo Saibanti, en Verona, y otra
en la biblioteca del Vaticano, en Roma; pero lo mismo
que la primera, no existe allí ni estuvo nunca, como me
ha asegurado mi amigo el Sr. Delbene, secretario de la
Sociedad italiana, que se ha tomado la molestia de in-
vestigar en los catálogos antiguos y modernos de este
museo; en cuanto al segundo, acabo de recibir una
nota de monseñor Marini, director de la biblioteca del
Vaticano, en la cual me comunica que, después de
haber hecho las buscas necesarias, no sólo no ha en-
contrado esta obra entre los manuscritos de esta biblio-
teca, sino que está seguro que tampoco existe en las
bibliotecas Urbina, Palatina, Ottoboniana, Capponia-
na, etc.
Es preciso, además, conjeturar que las copias eran
muy raras, y que ni aun la familia del autor poseía nin-
guna, puesto que Felipe y Marco Antonio Pigafetta,
de los que hemos hablado en el párrafo XII, autor el
último de una historia de las Indias orientales, no men-
cionan ni el viaje ni la obra de su hermano Antonio, lo
que hace suponer que no la habían leído (1).
He visto en la historia de Castañeda (2) que este es-
critor consultó un diario de este viaje, en el que los
grados de longitud estaban marcados muy diferente-
mente, por lo que dice, de lo que pretendían los espa-
ñoles para extender sus derechos por la parte Oeste;
y Maffei (3) nos enseña también que el español Barros
había escrito la misma historia, basada en los relatos y
diarios de los marineros. Ignoro la suerte de los dia-
(1) Loe. cit.
(2) ídem id.
(3) ídem id.
PRIMER VIAJE EN TORNO DEL GLOBO 25
rios de que se sirvieron los historiadores; pero es muy
cierto que no se publicaron nunca.
§ XXV. Podría suponerse que nuestro manuscrito
es el mismo que presentó el autor al gran maestre de
Rodas, porque está bastante bien escrito, en caracteres
de la escritura llamada entonces cancilleresca (1), en
buen papel, en folio menor; los mapas están ilumina-
dos, y está apropiadamente encuadernado. Podría
creerse también que es la copia que ofreció al papa,
pues, según dice Paulo Jovio, Pigafetta (al que por
error llama Jerónimo) le ofreció, tanto por escrito como
en pintura, las cosas más notables de los países que
había visitado (2). Añádase a esto que nuestro sabio
bibliotecario Sassi, quien en 1712 hizo el catálogo de
nuestros manuscritos, escribió en la portada de éste:
«Es, quizás, el original.» Sin embargo, a pesar de todas
estas conjeturas, opino que nuestro manuscrito no es
mas que alguna de las copias que fueron presentadas
a las personas ilustres de que acabamos de hablar. He
aquí en lo que fundamento mi opinión:
1.° En la portada, y a la cabeza de la epístola de-
dicatoria, el nombre del autor está escrito Pigafeta; al
final de la carta se lee Pagapheta, y al fín del Tratado
de navegación pone Pigaphetta.
2.** El manuscrito está tan plagado de faltas de or-
tografía, de lenguaje, de sintaxis y de lógica, que fre-
cuentemente no tiene sentido ninguno, como podrá
juzgarse por los pasajes que algunas veces citaré en las
notas.
3.° Un tercio del volumen está en blanco, lo que
hace sospechar que esta copia estaba destinada a al-
gún aficionado que deseaba añadir otras cosas, y que
(1) La escritura cancilleresca se parece un poco a la que hoy
llamamos financiera.
(2) Malta admiranda observandaque posteris pictura et scriptís
adnotata deposait, etc. Loe. cít.
26 PIGAFETTA
el caballero Pigafetta no la vio, pues al menos habría
corregido las faltas más burdas y no hubiese, proba-
blemente, añadido su Tratado de navegación; y, caso
de hacerlo, no hubiera olvidado el poner en esta última
parte la figura a la que remite al lector, y que no está.
§ XXVI. Pero aunque este manuscrito no haya sa-
lido directamente de manos de Pigafetta, no es menos
precioso, puesto que fué escrito en la época en que
vivió el célebre navegante, como acabamos de ver, y
que, además, es auténtico, como puede juzgarse por su
concordancia con todo lo que sabemos de esta nave-
gación y de los países de que habla. Esta concordancia
se nota particularmente en los vocabularios. Por otra
parte, hasta los errores y las fábulas que en él se en-
cuentran prueban la buena fe del escritor, que nos ha
trasladado todos los relatos que se le hicieron y ex-
puesto los fenómenos tal como se presentaron a sus
sentidos. En fin, este manuscrito es único. No he po-
dido descubrir de dónde el cardenal Federico Borro-
meo (nombre siempre esclarecido para las ciencias, y
sobre todo por la biblioteca que fundó) obtuvo este
manuscrito. Diré solamente que en el interior de la
cubierta se leen estas palabras, roídas en parte por la
polilla: Ce livre est da chevalier de Fórrete; y coma
sabemos por la historia de Malta que en tiempos del
gran maestre Villers Lisie- Adam y de Pigafetta había
dos caballeros jerosolimitanos apellidados uno Forret
y otro De la Forest (1), es probable que perteneciese
a cualquiera de los dos.
§ XXVll. Ahora bien: la que voy a publicar es la
traducción de este manuscrito. Le he traducido en
buen italiano, por decirlo así, de su lengua original,
que es una mezcla de italiano, de veneciano y de espa-
(1) Filiberto de la Forest vivía en 1513, y Juan de Foret esta-
ba sitiado en Rodas en 1522. (Bosso, Istoria della sacra religione
e illma. milizia Gerosolimitana, parte II.)
PRIMER VIAJE EN TORNO DEL GLOBO 27
ñol, porque si le hubiese dado a la estampa tal y como
está, en lugar de instruir deleitando, este viaje hubiera
seguramente enojado y repelido al lector. Del italiano
le he traducido al francés; pero en las notas frecuente-
mente he transcrito pasajes exactamente como están
escritos en el manuscrito. He puesto los mismos nom-
bres que el autor ha dado a los países nuevos que vio,
indicando en las notas los que tienen actualmente.
Por la misma razón he dejado en la obra los errores
de Pigafetta sobre los objetos de Física y de Historia
natural, contentándome con advertírselo al lector. He
expuesto más decorosamente ciertas costumbres que
el autor por sí mismo ha oído contar. No ignoro que en
las narraciones de nuestro viajero hay frecuentemente
cosas inútiles y algunas veces absurdas; pero diré, como
el presidente De Brosses (1), que sobre todo se siente
la curiosidad de saber cómo han sido vistas las cosas
por el primero de todos que las ha visto, y que es ne-
cesario respetar las observaciones de los más antiguos
viajeros, aunque a menudo carezcan de un recto jui-
cio (2); y como los autores célebres han hecho llegar
hasta nosotros, aun en los extractos, las faltas e inexac-
titudes de sus escritores, pienso que era preciso seguir
su ejemplo al publicar este viaje.
§ XXVIll. Falta hablar de los mapas que adornan
nuestro manuscrito. Hay veintiuno, en los que Piga-
fetta delineó la América meridional y todas las islas
del mar Pacífico y de las Indias orientales donde an-
claron nuestros viajeros, las que vieron al pasar o, al
menos, les fueron indicadas como situadas en su ruta.
Estos mapas están coloreados: el mar, en azul; la tierra,
en color de hollín; las montañas son verdes, y las casas
o chozas, blancas. En uno de los mapas hay una piragua,
embarcación usada por estos pueblos, con dos hom-
(1) Loe. cit., tomo I, pág. 97.
(2) Tomo I, prefacio.
28 PIGAFETTA
bres, y en otro se ve el árbol que produce el clavo de
especia. Para que el lector pueda formarse una idea
de estos mapas, reproduzco cuatro, dibujados e ilumi-
nados fielmente seg^ún los originales. El primero repre-
senta la América meridional; el segundo, las islas de los
Ladrones, junto a las cuales está la piragua que antes
he mencionado; el tercero, la isla de Zubu, con casas,
y la de Matam, donde pereció Magallanes; el cuarto,
las islas Molucas, con una parte de Gilolo y un árbol
de clavo de especia. El primero y el último están redu-
cidos casi a la mitad de su tamaño; los otros, cerca de
una tercera parte. Por estos mapas, así como por los
otros, que he creído inútil hacer copiar, se ve que todo
está falto de exactitud; pero también se ve que el autor
ha puesto los objetos tal como los ha visto o como le
han sido descritos. Esto nos revela por qué en sus ma-
pas el Norte está abajo y el Sur arriba, de manera que
sería necesario darles la vuelta para ver los lugares en
la posición que los geógrafos les dan comúnmente (1).
§ XXIX. Para dar una idea del modo que el caba-
llero Pigafetta dibujó sus mapas, y para hacer inteligi-
ble toda la obra, he añadido dos mapas y una vista del
estrecho de Magallanes, tal como los han dado los mo-
dernos, con el fin de poder compararlos con el dibujo
que hizo el autor. El primer mapa, que va al fin de esta
obra, es un planisferio terrestre en el que está indicado
(1) Otros geógrafos antiguos, y particularmente Ramusio y
Urbano Monti, han puesto en la misma posición en sus cartas a
los lugares de que hablan. El último, al que citaré con frecuencia,
era un gentilhombre milanés que en 1590 dibujó e hizo grabar un
gran mapa geográfico que comprendía toda la tierra conocida de
su tiempo. Está compuesto de sesenta y cuatro hojas que, for-
mando cuatro elipsoides, parecen destinadas a cubrir un globo.
A cada hoja añadió el autor una descripción muy extensa de la
historia política, religiosa, civil y natural del país representado.
Toda la obra estaba preparada para imprimirse; pero, sin embar-
go, no se publicaron mas que las planchas. Este manuscrito se
encuentra en nuestra biblioteca, y Sassi habla de él.
PRIMER VIAJE EN TORNO DEL GLOBO 29
por puntos el viaje de Pigafetta. El segundo mapa
permite ver de una ojeada el conjunto de mapas del
manuscrito, en los que nuestro viajero representó el
archipiélago de las Filipinas y de las Molucas, desde
las islas Marianas hasta la de Timor; e igualmente he
indicado por puntos la ruta que el barco siguió en
medio de tantas islas, que forman, por decirlo así, un
laberinto en un mar que asusta, aun hoy, a los más
atrevidos navegantes. A primera vista, los mapas de
Pigafetta parecen dibujos faltos de sentido o, al me-
nos, inútiles para la geografía, puesto que no se en-
cuentra ninguna relación entre un mapa y otro y no
tienen marcados los grados de longitud y latitud. Pero
cuando se reúnen todos los mapas, colocándolos suce-
sivamente según el autor habla de las islas en ellos
representadas, se ve que pueden formar uno solo, y
que Pigafetta, con una exactitud mayor de la que puede
esperarse para su tiempo, ha suministrado el primero
de los materiales para la geografía de estos mares. Yo
mismo he reunido, no stn paciencia, todos estos mapas,
reduciendo sus dimensiones, conservando, no obstan-
te, sus proporciones tanto como me ha sido posible,
encerrando en un solo cuadro todo el archipiélago, no
omitiendo más que las islas de los Ladrones y las islas
Infortunadas, demasiado alejadas de las otras. Este
mapa debe el lector tenerlo presente para seguir la
ruta de Pigafetta desde el momento que abandona las
islas de los Ladrones hasta que vuelve a entrar en
el océano Asiático, que él llama Laut-Chidol, o mar
Grande. Los puntos indican la singladura de los barcos
y los sitios en que anclaron. Para colocar las islas en
su verdadera posición geográfica he utilizado los ma-
pas de Robert y de Bellin, en los que tienen frecuen-
temente los mismos nombres o, al menos, poco dife-
rentes. No ignoro que hay errores en la posición de
las islas, y que su arrumbamiento no está de acuerdo
algunas veces con la latitud y la longitud dadas por el
30 PIGAFETTA
autor; pero sé también que estos errores no son raros
ni aun entre los navegantes y los geógfrafos de nuestros
días, que tienen tantos medios para determinar la ver-
dadera posición de los lugares. Es preciso observar,
además, que de todas las islas que Pigafetta dibujó no
vio mas que una parte, y que trazó a menudo sus ma-
pas siguiendo los datos de los isleños, y sobre todo
de los pilotos indios que navegaban en el mismo barco
que él. En una palabra, hizo alguno de sus mapas
como el padre Cantova en 1722 trazó el de las islas
Carolinas (1) y como el célebre Cook ha publicado
actualmente el mapa de las islas del mar del Sur sobre
las indicaciones del otaitiano Tupia (2).
§ XXX. Este método, por inexacto que sea, tiene
la inapreciable ventaja de que las islas fueron indica-
das por Pigafetta con los nombres que les daban los
indígenas, lo cual es útilísimo para la geografía, casi
ininteligible en seguida cuando cada navegante ha que-
rido, ya por ignorancia de la verdadera denominación,
ya por vanidad o por adulación, dar a las comarcas
descubiertas un nuevo nombre tomado de los santos,
sus reyes, sus amigos o protectores y su propio país;
lo cual ha lanzado a la geografía en la confusión y en
la incertidumbre, como puede comprobarse compa-
rando los mapas publicados por los diferentes pue-
blos que se establecieron sucesivamente en las islas
del Sur.
Muchas veces la diferencia del nombre sólo consiste
en la pronunciación, lo que no sorprenderá a los que
saben que el mismo nombre, pronunciado por las mis-
mas personas, ha sido entendido y escrito diferente-
mente por los navegantes de nuestros días, tales como
(1) Histoire genérale des voy ages, tomo XV, pág. 77, edición
de Holanda.
(2) Léanse los Viajes de James Cook, volúmenes 11, 12, 13,
14, 15 y 16 de la colección de Viajes clásicos editada por Calpe.
PRIMER VIAJE EN TORNO DEL GLOBO 31
Bougainville (1), Cook, Anderson, Forster, etc. Sin
embargo, para que se comprenda mejor a nuestro
autor, he añadido a los nombres que cita los adopta-
dos por otros geógrafos, tanto antiguos como moder-
nos, lo que nos ofrece al mismo tiempo una prueba de
la veracidad de su narración.
§ XXXI. Desde este punto de vista, para confirmar
y esclarecer lo que dice Pigafetta he añadido en notas,
a los nombres dados por el autor a los animales y a las
plantas, los nombres adoptados por los naturalistas, y
que he tomado, generalmente, de Linneo. He tratado
también de rectificar las faltas en que frecuentemente
ha incurrido, sobre todo cuando ha querido hablar de
fenómenos que él había visto o de que le habían ha-
blado.
§ XXXII. Pigafetta, como ya he dicho, procuró for-
mar vocabularios de los pueblos nuevos a medida que
los visitaba; pero he creído que sería más útil y menos
enojoso para el lector encontrarlos todos reunidos al
fin del viaje, de modo que pueda apercibirse de las re-
laciones entre las diferentes lenguas. (Véase el discurso
que he puesto al frente de la colección.)
Doy de él un extracto, rogando que se lea el discur-
sito que le precede, para que se vea cuánto interesa a
la historia de la astronomía y de la navegación, aun por
sus errores.
§ XXXIII. Después de todo lo que acabo de expo-
ner, pienso que no se juzgará inútil mi trabajo, aunque
tengamos ya en otras colecciones una relación de este
viaje. Todo lo que sabemos de éste ha sido general-
mente por el libro de Fabre que ya mencioné en el pá-
rrafo XXIII. Pero Fabre no publicó mas que un extrac-
to, puesto que él mismo dice: Aquí acaba el extrac-
to de dicho libro, traducido del italiano en francés.
(1) Léase Bougainville (L. A. de), Viaje alrededor del mundo,
en la colección de Viajes clásicos editada por Calpe.
32 PIGAFETTA
Debo añadir que el extracto de Fabre es malo; que ha
omitido muchas cosas para evitarse la molestia de
traducirlaSy como le dice muy bien Ramusio; que ha
cometido muchos errores que no están en el original,
así como ya lo he observado en el párrafo XIV con
respecto a la línea de demarcación. Podría citar otras
muchas notadas al comparar el extracto de Fabre con
nuestro manuscrito. Daré una muestra, copiando la pri-
mera página del extracto:
«£/ viaje y navegación a las islas Molucas, descrito y hecho por el
gentilhombre Antonio Pigafetta, vicentino, caballero de Rodas,
comenzó dicho viaje el año mil quinientos diez y nueve, y la vuelta
fué en mil CCCCCXXII, el octavo día de septiembre.
CAPÍTULO PRIMERO
El primer capítulo contiene la carta, y cómo cinco navios salieron
del puerto de Sevilla. El principal capitán era Fernando de Maga-
llanes. Y los signos que hacían por la noche los navegantes, por
medio de hogueras, los unos a los otros para que supiesen qué te-
nían que hacer. Y el orden que llevaban los navios. Y de las guar-
dias o centinelas que hacían en ellos.»
Comparando este pasaje con la traducción que yo
publico, se verá que Fabre dice de una manera ininte-
ligible y en pocas líneas lo que Pigafetta expuso clara-
mente en nueve páginas. No pretendo, sin embargo,
con este ejemplo hacer creer que el extracto está en
todas partes tan reducido como en la primera página;
pero, en general, es demasiado conciso, muy obscuro
y poco exacto.
Fabre, y después Ramusio, dividieron la obra en mu-
chos capitulitos; pero yo no los imitaré, pues esta divi-
sión no se encuentra en nuestro viajero. No obstante,
parece que Pigafetta cortó su narración según las esta-
ciones de su viaje, y, siguiendo su ejemplo, dividiré
igualmente en cuatro libros la traducción, la cual con-
fío en que será mirada como una nueva obra, intere-
sante, instructiva y honrosa para Italia.
JUAN SEBASTIAN DEL CANO
Fragmento del cuadro que la Diputación de Guipúzcoa ha
encargado al eminente pintor Elias Salaverría.
VIAJE
ALREDEDOR DEL MUNDO
por el Caballero
ANTONIO PIGAFETTA
Gentilhombre de Vicencio.
Publicado en italiano por primera vez, seg-ún un manuscrito de la
Biblioteca Ambrosiana, de Milán; con notas, por
CARLOS AMORETTI
Bibliotecario y doctor del Colegio Ambrosiano;
ex secretario de la Sociedad Patriótica de Agricul-
tura y de las Artes; de los XL de la Sociedad Ita-
liana; miembro del Instituto de Bolonia.
Y traducido en francés por el mismo.
PIGAFETTA
NAVEGACIÓN Y DESCUBRIMIENTO
DE LA INDIA SUPERIOR
hecha por mí,
ANTONIO PIGAFETTA
Gentilhombre vicentino y Caballero de Rodas.
Dedicada al muy excelente y muy ilustre señor
FELIPE DE VILLERS LISLE-ADAM
Gran Maestre de Rodas.
Como hay personas cuya curiosidad no sería satisfe-
cha oyendo contar simplemente las cosas maravillosas
que he visto y las penas sufridas en la larga y peligro-
sa expedición que voy a describir, sino que querrían
saber también cómo llegué a superarlas, no prestando
fe al éxito de una empresa semejante si ignorasen los
menores detalles, y creído que debía exponer en pocas
palabras el origen de mi viaje y los medios por los que
he sido lo bastante dichoso para realizarse.
El año 1519 estaba yo en España en la corte de
Carlos V, rey de Romanos (1), con monseñor Chieri-
cato, entonces protonotario apostólico y predicador del
papa León X, de santa memoria, que por sus méritos
fué elevado a la dignidad de obispo y príncipe de
Teramo.
(1) Carlos V fué elegido emperador el 28 de junio de 1519; por
consiguiente, no era mas que rey de Romanos cuando Pig-afetta
llegó a Barcelona.
36 PIGAFETTA
Por los libros que yo había leído y por las conversa-
ciones que tuve con los sabios que frecuentaban la casa
del prelado supe que navegando por el Océano se
veían cosas maravillosas y me determiné a asegurarme
por mis propios ojos de la veracidad de todo lo que se
contaba, para a mi vez contar a otros mi viaje, tanto
para entretenerles como para serles útil y lograr al
mismo tiempo hacerme un nombre que llegase a la
posteridad.
La ocasión se presentó en seguida. Supe que se aca-
baba de fletar en Sevilla una escuadra de cinco navios,
destinada a descubrir las islas Molucas, de donde nos
vienen las especias, y que D. Fernando Magallanes,
gentilhombre portugués y comendador de la Orden de
Santiago, que ya más de una vez había recorrido el
Océano con gloria, había sido nombrado capitán gene-
ral de esta expedición. Llegué inmediatamente a Bar-
celona para solicitar de su majestad el permiso de ir en
este viaje, y me lo concedió. Desde allí, provisto de
cartas de recomendación fui a Málaga en barco, y de
Málaga me trasladé a Sevilla por tierra, donde esperé
tres meses antes que la escuadra estuviese en situación
de partir.
A mi vuelta a Italia, Su Santidad el soberano pon-
tífice Clemente Vil (1), al cual tuve el honor de pre-
sentarme en Monterosi y de contarle las aventuras de
mi viaje, me acogió bondadosamente y me dijo que le
daría un gran placer si quería regalarle una copia del
diario de mi viaje; fué para mí un deber el satisfacer lo
mejor que me ha sido posible la voluntad del Santo
Padre, a pesar del poco tiempo de que entonces yo
disponía.
Lo he escrito todo en este libro, y a vos, monseñor,
os le ofrezco, rogándoos que lo hojeéis cuando los
(1) Clemente VII, de la casa de Mediéis, fué elegido pontífice
en 1523 y murió en 1534.
PRIMER VIAJE EN TORNO DEL GLOBO 37
múltiples cuidados de la isla de Rodas (1) os dejen
bastante vagar para ocuparos de él. Es la única recom-
pensa a que aspiro, monseñor, quedando enteramente
a vuestra devoción.
(1) Los turcos acababan de adueñarse de la isla de Rodas,
y preocupaban entonces los medios de reconquistarla o de esta-
blecerse en otro sitio la Orden de los Caballeros de San Juan de
Jerusalén, para lo cual el emperador Carlos V les dio en 1530 la
isla de Malta. Esperando esto, la Orden se había establecido en
Viterbo.
VIAJE ALREDEDOR DEL MUNDO
POR EL CABALLERO
ANTONIO PIGAFETTA
LIBRO PRIMERO
Partida de Sevilla hasta la salida del estrecho de Magallanes.
1519* — Proyecto de Magallanes. — El capitán ge-
neral Fernando de Magallanes (1) había resuelto em-
prender un largo viaje por el Océano, donde los vien-
tos soplan con furor y las tempestades son muy fre-
cuentes. Había resuelto también abrirse un camino que
ningún navegante había conocido hasta entonces; pero
se guardó muy bien de dar a conocer su atrevido pro-
yecto, por temor a que se tratara de persuadirle por los
probables peligros que tendría que correr y por no
desanimar a su tripulación. A los peligros anejos natu-
ralmente a esta empresa podía añadirse una desventaja
más para él: los capitanes de los otros cuatro navios
que debían estar bajo su mando eran sus enemigos por
la única razón de que ellos eran españoles, mientras
que Magallanes era portugués.
Señales. — Antes de partir redactó algunos regla-
mentos, tanto para las señales como para la disciplina.
(1) Pig-afetta escribe Magaglianes; los portugueses Maga*
Ihaens; los españoles, Magallanes; y los franceses, Magellan.
40 PIGAFETTA LIB.
Para que la escuadra navegase siempre de conserva (1)
estableció para los pilotos y contramaestres las reglas
siguientes:
Su navio debía siempre preceder a los otros, y para
que no se le perdiese de vista durante la noche lleva-
ba una antorcha de tea, llamada farol, atada a la popa
de su buque; si además del farol encendía una linterna
o un trozo de cuerda de esparto (2), los otros barcos
debían hacer otro tanto, a fin de asegurarse por ello de
que le seguían.
Cuando encendía otros dos fuegos, sin el farol, los
navios debían cambiar de dirección, ya para moderar
su marcha, ya por ser el viento contrario.
Cuando se encendían tres fuegos, era para quitar la
boneta, que es una parte de vela que se coloca sobre
la vela mayor cuando hay mar bella para aferrar mejor
el viento y acelerar la marcha. Se quita la boneta cuan-
do se teme la tempestad, porque entonces es necesa-
rio arriarla para que no estorbe a los que deben car-
gar la vela.
Si encendía cuatro fuegos era señal de que había
que arriar todas las velas; pero cuando estaban plega-
das, las cuatro luces ordenaban desplegarlas.
Muchos fuegos o algunos bombardazos (3) adver-
tían que estábamos cercanos a tierra o en bajos fondos
y que teníamos, por consiguiente, que navegar con mu-
cha precaución. Había otra señal que indicaba cuándo
se debía arrojar el ancla.
Guardias. — Se hacían tres cuartos cada noche: el
primero al anochecer; el segundo, llamado raedora, a
(1) De conserva: juntos. (N. del T.)
(2) Esta cuerda se llama en español strenghe, y se hace de es-
parto macerado en agua, seco después al sol o al humo; es muy
apropiada para este uso. (En español se llama estrenque. N. del T.)
(3) Pig-afetta dice siempre bombardas; pero es sabido que en
aquel tiempo se llamaba también así a los cañones, y que se los
cargaba frecuentemente de piedras en vez de balas.
I PRIMER VIAJE EN TORNO DEL GLOBO 41
media noche, y el tercero, a la madrugada. Toda la tri-
pulación estaba dividida en tres cuartos: el primero, a
las órdenes del capitán; el segundo, a las del piloto, y
el tercero, a las del contramaestre. El comandante ge-
neral exigía la más severa disciplina a la tripulación, a
fín de asegurar con ella el éxito del viaje.
10 de agosto. — Salida de Sevilla. — El 10 de
agosto de 1519, lunes por la mañana, la escuadra, lle-
vando a bordo todo lo necesario, así como su tripula-
ción, compuesta de doscientos treinta y siete hombres,
anunció su salida con una descarga de artillería, y se
largó la vela de trinquete. Descendimos por el Betis
hasta el puente de Guadalquivir, pasando cerca de San
Juan de Alfarache, antiguamente ciudad de moros muy
poblada, en la que había un puente, del que no quedan
vestigios, excepto dos pilares bajo el agua y de ios que
hay que guardarse, y para evitar el riesgo se debe na-
vegar por este lugar con pilotos, aprovechando la ma-
rea alta.
Agosto de 1519. — Sanlúcar. — Continuando
descendiendo por el Betis, se pasa por cerca de Coria
y de otros pueblos, hasta Sanlúcar, castillo que perte-
nece al duque de Medina Sidonia, y puerto en el
Océano, a diez leguas del cabo San Vicente, a 37° de
latitud septentrional. De Sevilla a este puerto hay de
diez y siete a veinte leguas (1).
El capitán a bordo. — Algunos días después, el capi-
tán general y los capitanes de los otros navios vinieron
de Sevilla a Sanlúcar en chalupas, y se acabó de apro-
visionar a la escuadra. Todas las mañanas se saltaba a
tierra para oír misa en la iglesia de Nuestra Señora de
Barrameda, y antes de partir, el capitán ordenó que toda
la tripulación se confesara; prohibió además rigurosa-
mente que embarcase en la escuadra ninguna mujer.
(1) La legua de que habla nuestro autor es de cuatro millas
marítimas, como se verá claramente a continuación.
42 PIGAFETTA LIB.
20 de septiembre. — Partida de Sanlúcar. —
26. — Tenerife. — El 20 de septiembre partimos de
Sanlúcar, navegando hacia el Suroeste, y el 26 llegamos
a una de las islas Canarias, llamada Tenerife, situada en
los 28° de latitud septentrional. Nos detuvimos tres días
en un sitio a propósito para hacer aguada y carbonear;
en seguida entramos en un puerto de la misma isla al
que llaman Monterroso, en donde pasamos dos días.
Árbol que da agua. — Nos contaron un fenómeno
singular de esta isla, y es que en ella no llueve nunca,
y que no hay ninguna fuente ni tampoco ningún río;
pero que crece un gran árbol cuyas hojas destilan con-
tinuamente gotas de un agua excelente, que se recoge
en una fosa cavada al pie del árbol, y allí van los insu-
lares a tomar el agua, y los animales, tanto domésticos
como salvajes, a abrevarse. Este árbol está siempre en-
vuelto en espesa niebla, de la que sin duda absorben
el agua las hojas (1).
3 de octubre. — Islas de Cabo Verde. — El lu-
nes 3 de octubre nos hicimos a la vela directamente
al Sur. Pasamos entre Cabo Verde y sus islas, situadas
en los 14° 30* de latitud septentrional.
Sierra Leona. — Después de haber navegado mu-
chos días a lo largo de la costa de Guinea, llegamos al
grado 8 de latitud septentrional, donde hay una mon-
taña llamada Sierra Leona. Tuvimos vientos contrarios,
calmas chichas y lluvia hasta la línea equinoccial; y el
tiempo lluvioso duró sesenta días, contra la opinión de
los antiguos (2).
(1) Esto es un cuento viejo. Los sabios pretenden que esta Isla
es la Plaviala o la Ombrion, citadas por Plinio (lib. VI, capítulo
XXXVII), poniéndolas entre las Canarias, y dice que en la primera
sólo se bebe agua de lluvia, y que en la segunda no llueve nun-
ca; mas que los habitantes recogen el agua que destilan las ramas
de un árbol. Los navegantes que después visitaron esta isla no ha-
blaron del fenómeno.
(2) Los antiguos creían que no llovía nunca entre los trópicos,
y por esta razón se imaginaban que esta región era inhabitable.
I PRIMER VIAJE EN TORNO DEL GLOBO 43
Hacia los 14° de latitud septentrional sufrimos mu-
chas ráfagas impetuosas que, unidas a las corrientes,
nos impidieron avanzar. Cuando las ráfagas soplaban,
teníamos la precaución de amainar las velas, y ponía-
mos en facha el navio hasta que el viento cesaba.
Tiburones, — Durante los días serenos y calmosos,
unos peces grandes a los que llaman tiburones (perros
marinos) nadaban cerca de nuestro navio. Estos peces
tienen varias hileras de dientes terribles, y si por des-
gracia encuentran un hombre en el mar, le devoran en
el acto. Pescamos muchos con anzuelos de hierro; pero
los grandes no son del todo comestibles, y los peque-
ños no valen gran cosa (1).
Fuegos de San Telmo. — Durante las tempestades
vimos frecuentemente lo que se llama Cuerpo Santo,
esto es, San Telmo. Una noche muy obscura se nos
apareció como una hermosa antorcha en la punta del
palo mayor, en donde flameó por espacio de dos horas,
lo que fué un gran consuelo en medio de la tempestad.
Al desaparecer, proyectó una lumbrarada tan grande,
que nos dejó, por decirlo así, cegados. Nos creímos
perdidos; pero el viento cesó en aquel instante (2).
(1) Hay muchas clases de tiburones. El célebre Spallanzani^
profesor que fué de la Universidad de Pavía, es el naturalista que
estudió mejor a este pez, particularmente en lo relativo a la forma,,
disposición y uso de sus dientes (Viaggi alie due Sicilie, tomo IV).
Tenemos en el museo de nuestra biblioteca una cabeza de tiburón»
cuya garganta tiene dos pies y medio de abertura perpendicular»
con cinco filas de dientes, cada uno de pulgada y media de largo.
En el mismo museo poseemos algunos dientes fósiles de tiburón»
que tienen tres pulgadas de largo, por lo que puede imaginarse a
qué enorme animal pertenecieron. Es probable que Septala encon-
trase estos dientes en las colinas del Tortonois (véase Mus. Septal.,
pág. 225), en donde yo mismo encontré algunos cuando han recons-
truido el castillo.
(2) En todos los tiempos se han visto estos fuegos en la punta
de los mástiles durante la tempestad, y se les ha considerado siem-
pre como un signo de la protección del cielo. Los idólatras veían en
ellos a Castor y Pollux, y los cristianos a sus santos, y, sobre todo»
44 PIGAFETTA LIB.
Pájaros raros. — Vimos pájaros de muchas especies.
Algunos parecía que no tenían cola; otros no hacen
nido porque no tienen patas, pero la hembra pone y
empolla sus huevos en la espalda del macho, en medio
del mar (1). Hay otros, llamados cagacela o caca-uccello
(el estercorario), que viven de los excrementos de otros
pájaros; he visto muchas veces a uno de estos pájaros
perseguir a otro insistentemente hasta que el otro ex-
pelió al fín un excremento, sobre el que se arrojó ávi-
damente (2). He visto también peces voladores, y otros
pescados apiñados en tan gran cantidad que parecían
formar un banco en el mar.
El Brasil. — Después de pasar la línea equinoccial,
al aproximarnos al polo antartico perdimos de vista la
a San Telmo, Cuando había tantos fuegos como mástiles, además
de San Telmo se creía que aparecían San Nicolás y Santa Catali-
na. Los marineros ingleses, poco amigos de los santos, forjaron de
este fenómeno un duendecillo, al que llaman Davy Jones (DixoN,
Voyage autour da monde, 1785-88). En nuestro siglo, los físicos
han descubierto que esta luz no es otra cosa que el efecto de la
electricidad, la cual, más o menos abundante, tan pronto positiva
como negativa, se agita con mayor o menor vivacidad; y como la
electricidad es la causa de la tempestad, es natural que cese en el
momento en que los fuegos desaparecen de lo alto de los mástiles.
De esta manera se explican físicamente los fenómenos que admi-
raba el caballero Pigafetta en estos fuegos, y de los cuales habla
frecuentemente.
(1) Se creía antiguamente que el ave del paraíso, de la que ha-
blaremos en el libro ÍII, careciendo de patas, no anidaba, y que la
hembra empollaba sus huevos en la espalda del macho; pero el
autor se refiere a otra ave acuática que tiene las patas muy cortas
y cubiertas de plumas, de manera que parece que no las tiene, y
aunque anida en tierra, la madre transporta sobre su espalda a los
polluelos apenas salen del cascarón. Bougainville vio estos pájaros
en las islas Malvinas. (Tomo I, pág 117.)
(2) Las cagacelas o estercorarios (Larus parasitiis, de Linneo)
son aves de rapiña que, no siendo anfibios, acechan para alimen-
tarse de pescado a que los anfibios salgan del agua con su presa;
entonces los persiguen hasta que les abandonan la pesca, de la que
se apoderan. La presa que dejan caer es la que, equivocadamente,
se ha tomado por su excremento.
I PRIMER VIAJE EN TORNO DEL GLOBO 45
estrella polar. Dejamos el cabo entre el Sur y el Sur-
oeste y enfilamos la proa hacia la Tierra del Verzino (1)
(el Brasil), en los 23° 30' de latitud meridional. Esta
tierra es una continuación de la en que está el cabo
San Agustín, a los 8° 30' de la misma latitud.
Ananas, azúcar, anta. — Aquí nos aprovisionamos
abundantemente de gallinas, de patatas, de una espe-
cie de fruto parecido a ia pina de pino, pero que es
dulce en extremo y de un gusto exquisito (2), de cañas
dulces (3), de carne de anta, la cual es parecida a la
de la vaca (4), etc.
CambioSf patatas. — Hicimos también ventajosísi-
mos cambios: por un anzuelo o por un cuchillo nos
dieron cinco o seis gallinas; por un peine, dos gansos;
por un espejito o un par de tijeras, el pescado sufi-
ciente para comer diez personas; por un cascabel o por
una cinta los indígenas nos traían un cesto de patatas,
nombre que dan a los tubérculos que tienen poco más
o menos la figura de nuestros nabos, y cuyo sabor es
parecido al de las castañas (5). Cambiamos asimismo
a buen precio las figuras de los naipes: por un rey de
oros me dieron seis gallinas, y aun se imaginaban ha-
ber hecho un magnífico negocio.
(1) Ei verzino, o madera del Brasil, es el nombre de la madera
roja que se importaba antes de Asia y de África, y que ahora se
trae casi únicamente del reino al que ha dado su nombre, a causa
de la abundancia de sus árboles. Américo Vespucio, que estuvo en
ella en 1502, cuando dio su nombre a América, dice que encontró
infinito verzino e molto buono. (Bartolozzi, Ricerche storiche
salle scoperte d' Amerigo Vespucci.)
(2) Este fruto es la anana (Bromelia ananas, de Linneo), tan
conocido hoy; se parece efectivamente al fruto del pino. Los espa-
ñoles le llaman pina de América, y los ingleses, applepine.
(3) Son las cañas de azúcar (Arando saccharifera, de
Linneo).
(4) El anta (Tapir americanas, de Linneo) es como un cerdo
g-rande.
(5) La batata o patata es el solanam, o, mejor dicho, el Helio-
tropium taberosum, de Linneo.
46 PIGAFETTA LIB.
13 de diciembre. — Entramos en este puerto (1)
el día de Santa Lucía, 13 de diciembre.
Estaba entonces a mediodía el Sol en nuestro cénit,
y sufríamos con el calor mucho más que al pasar la
línea.
La tierra del Brasil, abundante en toda clase de pro-
ductos, es tan extensa como España, Francia e Italia
juntas; pertenece al rey de Portugal.
Los brasileños. — Los brasileños no son cristianos,
pero tampoco son idólatras, porque no adoran nada;
el instinto natural es su única ley. — Su longevidad:
Viven muchísimo tiempo; los viejos llegan ordinaria-
mente hasta los ciento veinticinco años, y algunas veces
hasta los ciento cuarenta (2). — Sus costumbres: Van
desnudos del todo, lo mismo las mujeres que los hom-
bres. — Sus casas: Sus habitaciones consisten en an-
churosas cabanas, a las que llaman boi, y se acuestan
sobre mallas de hilo de algodón llamadas hamacas,
colgadas por los dos extremos de gruesas vigas. La
chimenea está en la tierra. Uno de estos 60/5 alberga
algunas veces hasta cien hombres con sus mujeres y
niños, y, por consecuencia, hay en ellos siempre mucho
ruido. — Sus barcos: Los llaman canoas y están hechos
de un tronco de árbol ahuecado por medio de una
piedra cortante, usada en vez de las herramientas de
hierro, de las cuales carecen. Son tan grandes estos
árboles, que en una sola canoa caben treinta y aun cua-
renta hombres, que bogan con remos parecidos a las
palas de nuestros panaderos. Al verlos tan negros, des-
nudos completamente, sucios y calvos, se les hubiera
tomado por marineros de la laguna Estigia.
(1) En seguida se llamó Rio Janeiro.
(2) Vespucio cuenta la misma cosa; dice también cómo por
medio de guijarros le calcularon sus años, y cómo le probaron su
longevidad presentándole el hijo, el padre, el abuelo y el tatar-
abuelo, todos vivos. (Lettres d'Americ Vespuce, en Bartolozzi,
loe. cit.)
I PRIMER VIAJE EN TORNO DEL GLOBO 47
Antropófagos. — Los hombres y las mujeres son tan
recios y están tan bien conformados como nosotros.
Comen algunas veces carne humana, pero solamente
la de sus enemigos. No es por apetito ni por gusto por
lo que la comen, sino por una costumbre que, según
nos dijeron, empezó entre ellos de la manera siguien-
te: Una vieja no tenía mas que un hijo, que fué muerto
por los enemigos; algún tiempo después el matador
de su hijo fué hecho prisionero y conducido a su pre-
sencia; para vengarse, la madre se arrojó como una
fíe'ra sobre él, y a bocados le destrozó la espalda; tuvo
el prisionero la doble suerte de escapar de manos de
la vieja y evadirse y de volver entre los suyos, a los
cuales mostró las huellas de las dentelladas en su es-
palda, y les hizo creer (tal vez lo creyó él también) que
los enemigos habían querido devorarle vivo. Para no
ser menos feroces que los otros, se determinaron a co-
merse de verdad a los enemigos que aprisionaban en
los combates, y los otros hicieron otro tanto; sin em-
bargo, no se los comen en el campo de batalla, ni vivos,
sino que los despedazan y los reparten entre los ven-
cedores; cada uno se lleva la parte que le corresponde,
la seca al humo, y cada ocho días se come un pedazo
asado. Esto me lo contó nuestro piloto Juan Carvajo (1),
que había pasado cuatro años en el Brasil.
Tinte y tatuaje, — Los brasileños, hombres y mujeres,
se tiñen el cuerpo y sobre todo la cara de un modo
extraño y de diferentes maneras. Tienen los cabellos
cortos y lanudos y no tienen pelo sobre ninguna parte
del cuerpo, porque se depilan (2).
Vestidos, — Llevan una especie de chaquetilla tejida
con plumas de papagayo, y dispuestas de forma que
(1) En nuestro manuscrito se le llama unas veces Carruaio y
otras Caruaio; pero no cabe duda que es Juan Carvalhos, de quien
hablan Castañeda y otros autores de la época.
(2) Muchos pueblos salvajes hacen hoy lo mismo, sirviéndose
de conchas bivalvas por no tener pinzas.
48 PIGAFETTA LIB.
las plumas más grandes de las alas y de la cola forman
un círculo sobre los ríñones, lo cual les da una apa-
riencia pintoresca y ridicula.
Adorno de los labios. — Casi todos los hombres
tienen el labio inferior horadado con tres agujeros, por
los que pasan cilindritos de piedra de dos pulgadas.
Ni las mujeres ni los niños llevan este incómodo ador-
no (1). Añádase que van completamente desnudos por
delante. Su color es más aceitunado que negro. Su rey
se llama cacique.
Hay en este país infinitos papagayos; por un espfe-
jito nos daban ocho o diez. También hay gatos moni-
llos muy lindos, amarillos, parecidos a leoncitos (2).
El pan. — Comen un pan blanco y redondo, que no
nos gustó, hecho con la medula o con la albura que
que hay entre la corteza y la madera de cierto árbol (3)
y que tiene alguna semejanza con la leche cuajada.
Animales. — Hay cerdos, que nos parecieron tener
el ombligo sobre la espalda (4), y unos pájaros gran-
des cuyo pico parece una cuchara, pero que carecen
de lengua (5).
Libertinaje de las muchachas. — Algunas veces, para
(1) Vespucio (Lettera al Gonfalón. Soderíni, en Ramusio,
tomo I, pág. 131) vio estos cilindros a los habitantes del Brasil.
Cook se los vio a los habitantes de California, y Stedman a los de
Surinam. Keate (An account of the Pelen Islands) cree que estos
cilindros fueron al principio de maderas aromáticas, y que los pa-
saban a través del cartílago de la nariz para disfrutar continua-
mente de un olor agradable.
(2) Especie de monos que en el Brasil se llaman aquiqui.
(Hist gen. des voyages, tomo XX, pág. 552.)
(3) Todos los navegantes que han viajado por el Sur hablan
del sagú, pan hecho con la medula de una clase de palmera. Se le
llama palmito (Stedman, Voyoge á Surinam, tomo II, pág. 226.)
(4) Este cerdo es el pécari o tajacu, que tiene una glándula dor-
sal creída ombligo para los primitivos exploradores de Indias.
(Nota D.)
(5) Son las espátulas (Anas rostro plano ad verticem dilátalo,
de Linneo).
I PRIMER VIAJE EN TORNO DEL GLOBO 49
conseguir un hacha o un cuchillo de cocina, nos ofre-
cieron por esclavas una y aun dos de sus hijas (1).
Castidad conyugal: Pero no nos ofrecieron nunca a sus
mujeres; además, no hubieran éstas consentido entre-
garse a otros hombres que no fuesen sus maridos, por-
que, a pesar del libertinaje de las muchachas, su pudor
es tal cuando están casadas, que no toleran nunca que
sus maridos las abracen durante el día. Están encarga-
das de los trabajos más penosos, y se les ve frecuente-
mente bajar de la montaña con cestos colmados de
carga sobre la cabeza; mas no van jamás solas; les
acompañan sus maridos, que son muy celosos, armados,
con las flechas en una mano y el arco en la otra. — Ar-
mas: Este arco es de madera del Brasil o de palmera
negra. Si las mujeres tienen hijos, los llevan suspendi-
dos del cuello por medio de una cuerda de algodón.
Podría decir otras muchas cosas acerca de sus costum-
bres, pero las pasaré en silencio para no ser demasia-
do prolijo.
Credulidad, — Estos pueblos son extremadamente
crédulos y buenos, y sería fácil convertirlos al cristia-
nismo. La casualidad hizo que concibieran por nosotros
veneración y respeto. Reinaba desde hacía dos meses
una gran sequía en el país, y como en el momento de
nuestra llegada el cielo se desató en lluvia, la atribuye-
ron a nuestra presencia. Cuando desembarcamos para
decir misa en tierra, asistieron en silencio y con aire
de recogimiento, y viendo que botábamos al mar nues-
tras chalupas, que estaban amarradas al costado del na-
vio, o que le seguían, se imaginaron que eran los hijos
del buque y que éste les alimentaba.
Robo extraño de una muchacha. — El capitán gene-
ral y yo fuimos un día testigos de una extraña aven-
(1) Esta manera de pensar y obrar, que a nosotros nos parece
muy extraña, es común a todos los habitantes de las islas del mar
del Sur. (CooK, Viaje hacia el Polo Sar y alrededor del mundo.)
PJGAFETTA
50 PIGAFETTA LIB.
tura. Las jóvenes venían frecuentemente a bordo del
navio a ofrecerse a los marineros, para obtener algún
regalo; un día, una de las más bonitas subió, sin duda,
con dicho objeto; pero habiendo visto un clavo de un
dedo de largo y creyendo que no la veían, lo agarró y
se lo introdujo prestamente entre los dos labios de sus
partes naturales. ¿Quiso esconderlo? ¿Quiso adornar-
se? No lo pudimos adivinar (1).
27 de diciembre de 1519. — Pasamos trece días
en este puerto (2); en seguida emprendimos de nuevo
nuestra ruta y costeamos el país hasta los 34° 40' de
latitud meridional, donde encontramos un gran río de
agua dulce. — Caníbales: Aquí habitan los caníbales
o comedores de hombres. Uno de ellos, de figura gi-
gantesca y cuya voz parecía la de un toro, se apro-
ximó a nuestro navio para dar ánimos a sus camaradas
que, temiendo que les queríamos hacer mal, se aleja-
ban del río y se retiraban con sus efectos al interior
del país. Por no perder la ocasión de hablarles y de
verles de cerca, saltamos a tierra cien hombres y les
(1) Ni Fabre ni Ramusio hablan de esta aventura; pero, en
cambio, dicen que en el momento en que los navios se acercaron a
la costa pusieron en tierra a unas mujeres esclavas que estaban
embarazadas y que se encontraban en los barcos; que salieron so-
las completamente, parieron, y cogiendo a sus hijos en brazos vol-
vieron a los buques. Pigafetta no dice de esto ni una palabra, por
lo que no parece posible. Además, hemos visto que Magallanes
había dado órdenes rigurosas para que ninguna mujer fuese a bordo
durante el viaje.
El autor pone aquí una lista pequeña de palabras brasileñas,
que nosotros añadimos al vocabulario del fin del viaje.
(2) Los salvajes con que al presente se topara Magallanes en
la costa del Brasil eran de la gran familia Tupi-guarani. Vivían en
ranchos temporales y mudables (tabas); cultivaban algodón, maíz
y mandioca o cazabe. El jefe guerrero — morubixabá — , de auto-
ridad omnímoda en tiempo de guerra, venía condicionado en tiem-
pos de paz por las decisiones de un consejo (uhimongaba). Eran
antropófagos y polígamos, y reconocían un poder superior, llama-
do Tupa (¿Quién eres?), y muchos espíritus malignos con super-
vivencias del remoto chamanismo asiático. (Nota D.)
1 PRIMER VIAJE EN TORNO DEL GLOBO 51
perseguimos para capturar algunos; pero daban tan
enormes zancadas, que ni corriendo ni aun saltando
pudimos llegar a alcanzarlos.
Cabo de Santa María, — Este río contiene siete is-
litas; en la mayor, que llaman cabo de Santa María,
se encuentran piedras preciosas. Antes se creía que no
era un río, sino un canal por el cual se pasaba al mar
del Sur; pero pronto se supo que no era mas que un
río que tiene diez y siete leguas de ancho en su des-
embocadura (1). — Muerte de Juan de Solís: Aquí es
donde Juan de Solís, que, como nosotros, iba al des-
cubrimiento de tierras nuevas, fué comido por los caní-
bales, de los cuales se había fiado demasiado, con
sesenta hombres de su tripulación.
Pingüinos. — Costeando esta tierra hacia el polo
Antartico, nos detuvimos en dos islas (2) que encon-
tramos pobladas solamente de gansos y de lobos ma-
rinos. Hay tantos de los primeros y tan mansos, que en
una hora hicimos una abundante provisión para la tri-
pulación de los cinco navios. Son negros y parecen
estar cubiertos por todo el cuerpo de plumitas, sin
tener en ias alas las plumas necesarias para volar; y, en
efecto, no vuelan y se alimentan con peces; son tan
grasosos, que tuvimos que desollarlos para poder des-
plumarlos. Su pico parece un cuerno.
Vacas marinas. — Los lobos marinos son de dife-
rentes colores y del tamaño casi de una vaca, aseme-
jándose su cabeza a este animal. Sus orejas son cortas y
redondas, y sus dientes muy largos. No tienen piernas,
y sus patas, unidas al cuerpo, se parecen a nuestras
(1) El río de que se trata es el de la Plata, en el que Solís, su
descubridor, murió devorado por caníbales. (Nota D.)
(2) Se detuvieron en Puerto Deseado, donde hay dos islas,
llamada una isla de los Pingüinos y la otra isla de los Leones.
Pigafetta llamó a aquéllos gansos y a éstos lobos. Los primeros
son los Aptenodita demersa, y los segundos, la Phoca ursina, de
Linneo, llamada comúnmente vaca marina o foca.
52 PIGAFETTA LIB,
manos y tienen uñas pequeñas; pero son palmípedos,
esto es, que sus dedos están unidos por una membrana
como las patas de un ánade. Si pudiesen correr serían
temibles, porque mostraron ser muy feroces. Nadan
muy deprisa y no comen mas que pescado.
Enero de 1520» — Sufrimos una terrible tempes-
tad en medio de estas islas, durante la cual los fuegos
de San Telmo, de San Nicolás y de Santa Clara se de-
jaron ver muchas veces en la punta de los mástiles, y
al desaparecer, al instante se notaba la disminución del
furor de la tempestad.
19 de mayo 1520. — Puerto de San Julián. —
Alejándonos de estas islas para continuar nuestra ruta,
llegamos a los 49° 30' de latitud meridional, donde
encontramos un buen puerto, y como el invierno se
aproximaba, juzgamos a propósito el pasar allí la mala
estación.
Un gigante, — Transcurrieron dos meses sin que
viéramos ningún habitante del país. Un día, cuando
menos lo esperábamos, un hombre de figura gigantes-
ca se presentó ante nosotros. Estaba sobre la arena
casi desnudo, y cantaba y danzaba al mismo tiempo,
echándose polvo sobre la cabeza (1). El capitán envió
a tierra a uno de nuestros marineros, con orden de hacer
los mismos gestos, en señal de paz y amistad, lo que
fué muy bien comprendido por el gigante, quien se
dejó conducir a una isleta donde el capitán había baja-
do. Yo me encontraba allí con otros muchos. Dio
muestras de gran extrañeza al vernos, y levantando el
dedo, quería sin duda decir que nos creía descendidos
del cielo. — Su figura: Este hombre era tan grande
que nuestra cabeza llegaba apenas a su cintura (2). De
(1) Los habitantes de las islas del mar del Sur se echan agua
en la cabeza en señal de paz. (CoOK, Viaje hacia el Polo Sur y
alrededor del mundo.)
(2) Monsieur de Paw, del cual he hablado en la Introducción
(párrafo XIX), para sostener su sistema sobre América, que, según
I PRIMER VIAJE EN TORNO DEL GLOBO 53
hermosa talla, su cara era ancha y teñida de rojo, ex-
cepto los ojos, rodeados con un círculo amarillo, y dos
trazos en forma de corazón en las mejillas. Sus cabellos,
escasos, parecían blanqueados con algún polvo. — Su
traje: Su vestido, o, mejor dicho, su manto, estaba he-
él, es un país nuevo surgido de las aguas, donde la Naturaleza está
degradada, no queriendo admitir la existencia de gigantes patago-
nes, cosa que argumentaría contra su sistema, dice que Pigafetta
no vio bien a estos hombres y que aumentó mucho su verdadero
tamaño natural, para tener maravillas que contar. Pero Paw no me-
rece ciertamente tanta fe como Pigafetta, que ha sido un testigo
ocular siempre fiel y seguro cuando se refiere a lo que él mismo
vio. Halló que los brasileños eran de la forma y estatura ordinaria
del hombre, y dijo: Sonó disposti homini e femine come noi. Así,
cuando asegura que los patagones eran gigantes, hay motivo para
creer que le parecieron de una estatura gigantesca. No se puede
suponer razonablemente que se equivocara, puesto que vivió mu-
cho tiempo con ellos, confrontó sus dimensiones con las suyas pro-
pias, habló frecuentemente con ellos, aprendió muchas palabras de
su lengua, y le sorprendieron su voz, su peso, su fuerza y la enor-
me cantidad de comida y bebida que necesitaban; de manera que
todo estaba proporcionado a su tamaño. He aquí las palabras exac-
tas de nuestro viajero: Vene uno de la statura casi como uno gi-
gante nella nave capitanía... Haveva una voce simile a uno toro...
Fugendo facevano tanto gran passo, che noi saltando non poteva-
no avanzare li suoi passi... Vene uno homo de statura de gigante...
Questo era tanto grande che li davamo alia cintura e hen disposto,
haveva la faza grande et dipinta... Certamente questi giganti core-
no piu che cavalli... Ognuno de li due che pigliassemo mangiava
una sporta de bescoto, et heveva in una fiata mezo sechio de hac-
qua et mangiava li sorgi senza scorticarli. Podría, sin embargo,
permitirse a Paw tener dudas sobre las aserciones de nuestro autor,
si no hubieran sido confirmadas por otros viajeros. El célebre pre-
sidente De Brosses {Navig. aux Terres Austr., tomo II, pág. 324)
ha recogido todos los testimonios de los que han visto a los pata-
gones y que han hablado de ellos como de hombres de un tamaño
extraordinario. Los navegantes que estuvieron allí después de apa-
recer su obra, tales como Biron, Wallis, Carteret, Cook y Forster,
han confirmado todos esta opinión, después de haber examinado
bien a esta raza monstruosa, sobre la existencia de la cual había mu-
chas dudas. Es cierto que Winter y Narbourough, y últimamente
Bougainville, han dicho que los patagones no tienen más de seis pies
y medio de altura; pero ¿debe preferise su aserción negativa a tan-
54 PIGAFETTA LIB,
cho de pieles, muy bien cosidas, de un anima! que
abunda en este país, como veremos a continuación. —
Animal extraño: Este animal tiene cabeza y orejas de
muía, cuerpo de camello, patas de ciervo y cola de ca-
ballo; relincha como este último (1). Llevaba este hom-
bre también una especie de zapatos hechos con la mis-
ma piel (2). — Armas: Tenía en la mano izquierda un
arco corto y macizo, cuya cuerda, algo más gruesa que
la de un laúd, estaba hecha con un intestino del mismo
animal; en la otra mano empuñaba unas cuantas flechas
de caña pequeñas, que por un extremo tenían plumas
como las nuestras y por el otro, en lugar de hierro, una
punta de pedernal blanco y negro. Con pedernal hacen
también instrumentos cortantes para labrar la madera»
Se le hacen regalos. — El capitán general mandó
darle de comer y beber, y entre otras bagatelas y ba-
ratijas, le regaló un espejo grande de acero. El gigan-
tes testig-os positivos que hablan de lo que han visto, examinado y
medido? De Brosses ha hecho notar que pueden conciliarse estos
testimonios a pesar de las contradicciones que parecen ofrecer. Los
habitantes de las costas más meridionales de América no son to-
dos de g-igantesca estatura, sino únicamente los individuos de al-
gunas tribus tienen esta talla alta. Como no habitan siempre en el
mismo sitio, ha sucedido que algunos navegantes no los vieron Pi-
gafetta, que los vio, pudo hablar con conocimiento de causa (*).
(1) Este animal es el guanaco (Camelas huanacus, de Linneo),
semejante al que los naturalistas denominan llama y vicuña, es-
pecie de camello o de oveja, muy conocido por su preciosa lana.
La descripción que da el autor de este animal conviene perfecta-
mente al guanaco, y todos los navegantes dicen que los patagones
se visten con su piel. Tenemos en nuestro museo una pata de este
animal, que tiene un exacto parecido con la descripción hecha por
Buffon {Supplém., tomo VI, pág. 204). Tiene la pata un pie y doce
pulgadas de largo, aunque está cortada por bajo de la rodilla.
(2) Por estos zapatos, que hacían parecerse los pies del gig'an-
te a las patas de un oso, Magallanes los llamó patagones.
(*) Los patagones, chonek o maken, esto es, hombres, son de alta talla (1,73
a 1,83 metros\ no tanta como en un principio se supuso. Estaban en los últimos
grados del salvajismo, carentes de organización social. Comían moluscos y lobos
marinos, a más de guanacos, con cuyas pieles sin adobar se cubrían escasamente.
(Nota D.)
I PRIMER VIAJE EN TORNO DEL GLOBO 55
te, que no tenía la menor noción de este utensilio, y
que, sin duda, veía por primera vez su fígfura, retroce-
dió tan asustado que derribó a cuatro de nuestros hom-
bres que le rodeaban. Se le regalaron cascabeles, un
espejito, un peine y algunas cuentas de vidrio; en se-
guida, y acompañado por cuatro hombres bien arma-
dos, se le volvió a poner en tierra.
Ceremonias. — Su camarada, que había rehusado
subir a bordo, viéndole volver, corrió a avisar y a lla-
mar a los otros, quienes, al apercibir que nuestros hom-
bres armados se aproximaban, se pusieron en fila, sin
armas y casi desnudos; pronto comenzaron su danza y
su cántico, levantando el dedo índice hacia el cielo,
para darnos a entender que nos consideraban como a
seres descendidos de lo alto; nos enseñaron también
unos polvos blancos en pucheros de arcilla, no tenien-
do otra cosa que darnos de comer. Los nuestros les
invitaron por señas a que pasasen a los navios, y ofre-
cieron ayudarles a transportar lo que quisieran llevar
consigo. Vinieron, en efecto; mas los hombres, que no
tenían más que su arco y sus flechas, habían cargado
todo sobre sus mujeres, como si fuesen acémilas (1).
Las mujeres. — Las mujeres no son tan grandes como
los hombres, pero, en compensación, son más gordas.
Sus tetas, colgantes, tienen más de un pie de longitud.
Van pintadas y vestidas del mismo modo que sus ma-
ridos, pero se tapan sus partes naturales con una piel
delgada. Nos parecieron bastante feas; sin embargo,
sus maridos mostraban estar muy celosos.
Cacería. — Trajeron cuatro animales de los que he
mencionado, atados con una especie de cabestro; mas
eran pequeños y de los que utilizan para atrapar a los
grandes, para lo cual atan a los pequeños a un arbusto;
(1) Es observación general de todos los países y tiempos que
cuanto menos civilizados son los hombres, tanto más maltratadas
son las mujeres.
56 PIGAFETTA LIB.
los grandes vienen a jugar con ellos, y los hombres,
ocultos en la espesura, los matan a flechazos. Diez y
ocho habitantes del país, hombres y mujeres, habién-
doles invitado nuestros hombres a acercarse a los na-
vios, se dividieron en dos grupos, diseminándose por
las cercanías del puerto, y nos divirtieron cazando de
este modo.
Otro gigante. — Seis días después, estando nuestra
gente atareada en hacer leña para la provisión de la
escuadra, vieron a otro gigante vestido como los que
acabábamos de dejar y armado igualmente con arco y
flechas. Al aproximarse se tocó la cabeza y el cuerpo,
elevando en seguida las manos al cielo, gestos que imi-
taron los nuestros. El capitán general, al que se avisó,
envió el esquife a tierra para conducirle al islote que
había en el puerto, y en el que se había construido una
casa para establecer en ella una fragua y un almacén
para algunas mercaderías.
Amigos de los españoles. — Este hombre era más
grande y estaba mejor formado que los otros; tenía
también los modales más dulces; danzaba y saltaba tan
alto y con tanta fuerza, que sus pies se elevaban mu-
chas pulgadas en la arena. Pasó algunos días con nos-
otros. Le enseñamos a pronunciar el nombre de Jesús,
el padrenuestro, etc., y llegó a recitarlo tan bien como
nosotros, pero con voz fortísima. En fín, le bautizamos,
poniéndole el nombre de Juan. El capitán general le
regaló una camisa, una chaqueta, unos calzones de lien-
zo, un gorro, un espejo, un peine, algunos cascabeles
y otras bagatelas. Se volvió con los suyos muy conten-
to, al parecer, de nosotros. A la mañana siguiente trajo
al capitán uno de estos grandes animales (1) de los que
(1) En donde puede estudiarse cuanto toca al guanaco y sus
costumbres es en Darwin (C), Diario del Viaje de un naturalista
alrededor del mundo, tomo I, en la colección de Viajes clásicos
editada por Calpe.
I PRIMER VIAJE EN TORNO DEL GLOBO 57
hemos hablado y recibió otros regalos, por los que nos
trajo a su vez más animales; pero después no le volvi-
mos a ver, y sospechamos que sus camaradas le mata-
ron por haber estado con nosotros. — Otros gigantes:
Al cabo de quince días vimos venir hacia nosotros
otros cuatro gigantes; venían sin armas, mas supimos
en seguida que las habían dejado escondidas entre la
maleza, en donde nos las mostraron dos de ellos que
aprisionamos. Todos estaban pintados, pero de diver-
sas maneras.
Junio de 1520* — Dos de los gigantes son cap-
turados por la astucia. — El capitán quiso retener a
los dos más jóvenes y mejor formados para llevarlos
con nosotros durante nuestro viaje y conducirlos des-
pués a España; pero viendo que era difícil prenderlos
por la fuerza, se valió de la astucia siguiente: les dio
una gran cantidad de cuchillos, espejos y cuentas de
vidrio, de manera que tuvieron las dos manos llenas;
en seguida les ofreció dos grillos de hierro, de los que
se usan para los presos, y cuando vio que los codicia-
ban (les gusta extraordinariamente el hierro), y que,
además, no podían cogerlos con las manos, les propu-
so sujetárselos a los tobillos para que se los llevasen
más fácilmente; consintieron, y entonces se les aplica-
ron los grillos y cerraron los anillos, de suerte que de
repente se encontraron encadenados. En cuanto se die-
ron cuenta de la superchería, se pusieron furiosos, re-
soplando, bramando e invocando a Setebos, que es su
demonio principal, para que viniese a socorrerlos.
Se intenta aprisionar a las mujeres. — No contento
con tener a estos hombres, el capitán deseó coger a
sus mujeres, para llevar a Europa esta raza de gigantes,
a cuyo efecto ordenó arrestar a los otros dos para obli-
garlos a guiar a nuestra gente al lugar en que vivían
sus mujeres; apenas bastaron nueve hombres fortísimos
de los nuestros para atarlos y ponerlos en tierra; uno
de ellos consiguió libertarse, y el otro hizo tan gran-
58 PIGAFETTA LIB.
des esfuerzos, que para sujetarle tuvieron que herirle
ligeramente en la cabeza; mas al fin les obligaron a
conducirles donde estaban las mujeres de los dos pri-
sioneros. Estas mujeres, al saber lo que les había suce-
dido a sus maridos, lanzaron tan estridentes gritos que
las oímos desde muy lejos. El piloto Juan Carvajo, que
capitaneaba a los nuestros, viendo que se hacía tarde,
no se preocupó de prender entonces a la mujer a cuya
mansión le condujeron; pero puso centinelas y se quedó
allí vigilando toda la noche, durante la cual llegaron
otros dos gigantes, los cuales, sin manifestar asombro
ni disgusto, pasaron con ellos el resto de la velada;
pero al alba, después de cuchichear algunas palabras
con las mujeres, en un instante todos emprendieron la
fuga, hombres, mujeres y niños, corriendo éstos aún
más ligeramente que los otros, abandonando su choza
y todo lo que contenía; uno de los hombres se llevó
consigo a los animalitos que les servían para la caza, y
otro, escondido entre la maleza, hirió en el muslo con
una flecha envenenada a uno de los nuestros, que
murió en seguida (1).
Aunque nuestros hombres dispararon sus armas de
fuego contra los fugitivos, no pudieron atraparlos, por-
que no corrían en línea recta, sino zigzagendo, y con
la velocidad de un caballo desbocado; nuestra gente
quemó la choza de los salvajes, y enterró al muerto.
La medicina de los gigantes. — Aun siendo salvajes,
tienen estos indios una especie de medicina. Cuando
están enfermos del estómago, por ejemplo, en vez de
purgarse, como nosotros, se introducen una flecha en
la boca todo lo que pueden, para excitar el vómito, y
arrojan una materia verde mezclada con sangre (2).
(1) Sabido es que los salvajes envenenan sus flechas, y nuestros
viajeros tuvieron más pruebas que ésta.
(2) Debry ha dibujado un patagón en esta actitud; se ve cómo
ing-urgita una flecha para curarse, vomitando la indigestión. Algu-
I PRIMER VIAJE EN TORNO DEL GLOBO 59
El color verde proviene de una clase de cardos de que
se alimentan. Si les duele la cabeza, se hacen una cor-
tadura en la frente, y hacen lo mismo en cualquier
parte del cuerpo en que sienten dolor, con el fin de
que salga una gran cantidad de sangre del sitio donde
sufren. Su teoría, explicada por uno de los que apri-
sionamos, explica su práctica: el dolor — dicen ellos —
le causa la sangre que no quiere permanecer en tal o
tal parte del cuerpo; por consiguiente, haciéndola
salir, el dolor debe cesar.
Sus costumbres. — Llevan los cabellos cortados en
aureola como los frailes, pero más largos y recogidos
por un cordón de algodón alrededor de la cabeza, y
en el cual colocan sus flechas cuando van de caza. Si
hace mucho frío, se atan estrechamente contra el cuer-
po sus partes naturales. — Su religión: Parece que su
religión se limita a adorar al diablo. Pretenden que
cuando uno de ellos está muriéndose, aparecen diez o
doce demonios cantando y bailando a su alrededor.
Uno de los demonios, que alborota más que los otros,
es el jefe o diablo mayor, y le llaman Setebos; los pe-
queños se llaman Chelele, Los pintan y representan
como a los habitantes del país. Nuestro gigante pre-
tendía haber visto una vez un demonio con cuernos y
pelos tan largos, que le cubrían los pies, y que arroja-
ba llamas por la boca y por detrás (1).
Julio de 1520. — Usos. — Estos pueblos se visten,
como ya he dicho, con la piel de un animal, y con esta
piel cubren también sus chozas, que transportan aquí y
allá, donde más les conviene, no teniendo punto de
ñas veces los salvajes ante sus ídolos se meten una varita en la
boca para demostrarles que no tienen nada impuro dentro del
cuerpo.
(1) La religión era el chamanismo, que todavía practican mu-
chos pueblos, y especialmente mongoles siberianos. Léase Orjan
Olsen, Los soyotos: Nómadas pastores de origen mongol, en la
colección de Viajes modernos editada por Calpe.
60 PIGAFETTA LIB.
residencia fijo, estableciéndose, como los bohemios,
tan pronto en un sitio como en otro. Se mantienen
ordinariamente de carne cruda y de una raíz dulce que
llaman capac. Son muy glotones; los dos que cog^imos
se comían cada uno un cesto de bizcocho por día, y se
bebían medio cubo de ag-ua de un trago; devoraban las
ratas crudas sin desollarlas. Nuestro capitán llamó a
este pueblo patagones. Pasamos en este puerto, al que
llamamos de San Julián, cinco meses, durante los cua-
les no nos sucedió ningún accidente, salvo los que aca-
bo de mencionar.
Complot contra Magallanes. — Apenas anclamos en
este puerto, cuando los capitanes de los otros cuatro
navios tramaron un complot para asesinar al capitán
general. Los traidores eran Juan de Cartagena, vee-
dor (1) de la escuadra; Luis de Mendoza, tesorero; An-
tonio Coca, contador, y Gaspar de Quesada. El com-
plot fué descubierto: el primero fué descuartizado, y
el segundo, apuñalado. Se perdonó a Gaspar de Que-
sada, que algunos días después meditó una nueva trai-
ción. Entonces, el capitán general, que no se atrevió a
quitarle la vida porque había sido nombrado capitán
por el mismo emperador, le expulsó de la escuadra y
le abandonó en la tierra de los patagones, con un sacer-
dote (2), su cómplice (3).
Naufragio de un navio. — Nos sucedió en este sitio
(1) Vehador o veador, en antiguo portugués, significaba el
administrador de un conjunto de hombres; en español se le llama
veedor, de la palabra veer, que significa ver o inspeccionar. Algu-
nos escritores han pretendido demostrar que Juan de Cartagena
era obispo; pero Pigafetta no hubiera olvidado el mencionar esta
circunstancia, y Magallanes no le hubiera castigado tan cruelmen-
te si hubiese ostentado esta dignidad.
(2) Este clérigo era Sánchez Reina.
(3) Cuando Gómez, mandando el navio San Antonio, después
de haber abandonado a Magallanes en el estrecho, pasó de nuevo
por el puerto de San Julián, recogió a los dos a bordo y los llevó
otra vez a España.
I PRIMER VIAJE EN TORNO DEL GLOBO 61
otra desdicha. El navio Santiago, que se había desta-
cado para reconocer la costa, naufragó entre los esco-
llos; sin embargo, toda la tripulación se salvó de mila-
gro. Dos marineros vinieron por tierra al puerto en que
estábamos para hacernos saber el desastre, y el capi-
tán general envió inmediatamente algunos hombres
con sacos de galleta. La tripulación permaneció duran-
te dos meses en el sitio del naufragio para recoger los
restos del navio y las mercancias que el mar arrojaba
periódicamente a la orilla, y todo este tiempo se les
envió viveres, aunque la distancia era de cien millas y
el camino incomodisimo y fatigoso, entre espinas y ma-
lezas, entre las que había que pasar la noche, no te-
niendo más bebida que el hielo, al que había que ma-
chacar, cosa que costaba gran trabajo.
Animales del país. — En cuanto a nosotros, no es-
tábamos mal en este puerto; había una clase de maris-
cos muy largos, mas no son comestibles; otros conte-
nían perlas, pero pequeñísimas. Encontramos también
en las cercanías avestruces (1), zorros, conejos, mucho
más pequeños que los nuestros, y gorriones. Asimismo
hay árboles de los que se extrae incienso.
Toma de posesión. — Plantamos una cruz en la cima
de una montaña cercana, a la que llamamos Monte-
Cristo, y tomamos posesión de esta tierra en nombre
del rey de España.
21 de agosto de 1520. — Salimos, en fin, de
este puerto, y costeando a los 50° 40' de latitud meri-
dional, vimos un río de agua dulce (2), en el que en-
tramos.
(1) El avestruz de América es mucho más pequeño que el de
África. Los brasileños le llaman manduguacu, y Linneo, Struthio
rhea.
(2) Es el río de Santa Cruz, que Coolc situó en los 51° de la-
titud meridional. Le llamaron así porque entraron en él el 14 de
septiembre, día de la exaltación de la Cruz (Véase el Anoyme
portugais, en De Brosses.)
62 PIGAFETTA LIB.
Septiembre de 1520. — Tempestad. — Toda la
escuadra estuvo a punto de naufragar a causa de los
furiosos vientos que soplaron y de la mar gruesa. Pero
Dios y los cuerpos santos (esto es, los fuegos que res-
plandecían en la punta de los mástiles) nos socorrieron,
salvándonos.
21 de octubre de 1520. — Pasamos allí dos me-
ses para repostar a los navios de agua y de leña; nos
aprovisionamos también de peces muy cubiertos de
escamas y de dos pies y medio de largo, comestibles
y sabrosos; pero no pudimos pescar la cantidad que
hubiéramos necesitado (1). Antes de abandonar este
lugar, el capitán ordenó que todos y cada uno confe-
sásemos y comulgásemos como buenos cristianos.
Cabo de las Once mil Vírgenes. — Estrecho. — Con-
tinuando nuestra ruta hacia el Sur, el 21 de octubre,
hacia los 52° de latitud meridional, descubrimos un
estrecho que llamamos de las Once mil Vírgenes, por-
que fué en el día que la Iglesia les consagra. Este es-
trecho, como pudimos apreciar en seguida, tiene cua-
trocientas cuarenta millas de largo, o sean ciento diez
leguas marítimas de cuatro millas cada una, y media
legua de ancho, poco más o menos, y desemboca en
otro mar, al que llamamos mar Pacífico. Está el estre-
cho rodeado de montañas muy elevadas y cubiertas de
nieve; es muy profundo, hasta el punto de que, aun
estando bastante cerca de tierra, no encontraba el an-
cla fondo en veinticinco o treinta brazas.
Mapa del estrecho por Martín de Bohemia. — Toda
(1) Es cierto que mientras la escuadra estaba en este río, el 11
de octubre hubo un eclipse de Sol, del que hablan todos los que
han escrito acerca de la historia de esta naveg-ación, y que está
anotado en las tablas astronómicas. Asimismo pretenden que Ma-
gallanes se aprovechó de este eclipse para determinar la longitud.
Mas Pigafetta no dice nada, ni debía decirlo, porque este eclipse,
visible para nosotros, no pudo serlo en el extremo meridional de
América.
I PRIMER VIAJE EN TORNO DEL GLOBO 63
la tripulación creía firmemente que el estrecho no tenía
salida al Oeste, y que no sería prudente el buscarla
sin tener los grandes conocimientos del capitán g^ene-
ral, el cual, tan hábil como valiente, sabía que era pre-
ciso pasar por un estrecho muy escondido, pero que
había visto representado en un mapa hecho por el ex-
celente cosmógrafo Martín de Bohemia (1) y que el
rey de Portugal guardaba en su tesorería.
En seguida que entramos en sus aguas, que se creía
que no eran mas que una bahía, el capitán envió dos
navios, el San Antonio y la Concepciónj para averi-
guar dónde desembocaba, mientras que nosotros, con
el Trinidad y la Victoria, les esperamos a la entrada.
Borrasca. — Por la noche sobrevino una terrible bo-
rrasca que duró treinta y seis horas y nos obligó a
abandonar las anclas, dejándonos arrastrar a la bahía a
merced de las olas y del viento (2). Los otros dos na-
vios, tan sacudidos como nosotros, no pudieron doblar
un cabo (3) para venir a reunírsenos, de modo que,
abandonándose a los vientos que les impelían conti-
nuamente hacia el fondo de lo que suponían bahía, es-
peraban encallar de un momento a otro; pero en el
instante en que se creían perdidos vieron una pequeña
abertura (4), que tomaron por una ensenada de la bahía,
en que se internaron; y viendo que este canal no esta-
ba cerrado, continuaron recorriéndole y se encontraron
(1) Véase la Introducción, párrafo XI y siguientes.
(2) Véase para la topografía del estrecho de Magallanes el
mapa de Bougainville, en el Viaje alrededor del mundo, tomo I,
volumen 3 de la colección de Viajes clásicos editada por Calpe;
iluminada damos la parte meridional de América, tal como se en-
cuentra dibujada y pintada en el manuscrito de Pigafetta. El di-
bujo está lejos de ser exacto; mas los geógrafos del siglo xvi no
lo hacían mucho mejor, como puede cualquiera convencerse exa-
minando la geografía de Horteiius. La bahía de que habla aquí Pi-
gafetta es la bahía de la Posesión.
(3) Cabo de la Posesión.
(4) Primer canal.
64 PIGAFETTA LIB.
en otra bahía (1), en la cual prosiguieron su ruta has-
ta que se encontraron en otro estrecho (2), del que pa-
saron a otra bahía mucho más grande que las prece-
dentes. Entonces, en vez de ir hasta el fín, juzgaron
conveniente de volverse para dar cuenta al capitán ge-
neral de lo que habían visto.
24 de octubre de 1520. — Dos días habían pa-
sado sin que viéramos reaparecer a los dos navios que
se enviaron para que buscasen el fondo de la bahía,
por lo que creímos que habían naufragado a causa de
la tempestad que acabábamos de soportar; y viendo
una humareda a lo lejos en tierra, conjeturamos que
los que habían tenido la fortuna de salvarse encendían
hogueras para anunciarnos su existencia y su angustia.
Pero mientras estábamos en esta incertidumbre sobre
su suerte, los vimos venir hacia nosotros, singlando a
toda vela y con los pabellones desplegados, y cuando
estuvieron más cerca tiraron bombardazos y prorrum-
pieron en exclamaciones de júbilo. Hicimos nosotros
lo mismo, y al saber que habían visto la continuación
de la bahía, o, mejor dicho, del estrecho, nos juntamos
todos para seguir la ruta, si era posible.
Gómez abandona la escuadra, — Al entrar en la
tercera bahía de que acabo de hablar, vimos dos des-
embocaduras o canales: uno al Sureste y otro al Sur-
oeste (3). El capitán general envió los dos navios, el
San Antonio y la Concepcióny por el del Sureste para
reconocer si salía a mar abierto. El primero zarpó en
seguida, y reforzó las velas sin querer esperar al se-
gundo, pues quería adelantarle, porque el piloto tenía
la intención de aprovecharse de la oscuridad de la no-
che para deshacer el camino recorrido y volverse a
(1) Bahía 5oucau/í.
(2) Segundo canal.
(3) El canal al Sureste es el que se encuentra cerca del cabo
Monmouth, llamado Detroit Supposé en el mapa de Bougainville.
I PRIMER VIAJE EN TORNO DEL GLOBO 65
España por la misma ruta que acabábamos de hacer.
Este piloto era Esteban Gómez, que odiaba a Maga-
llanes por la única razón de que cuando éste vino a
España para proponer al emperador el ir a las islas
Molucas por el Oeste, Gómez había pedido, y estaba
a punto de conseguir, para una expedición el mando
de unas carabelas. La expedición tenía por objeto el
hacer nuevos descubrimientos; mas la llegada de Ma-
gallanes dio lugar a que se rehusara su petición y que
no pudiese conseguir mas que una plaza subalterna de
piloto; pero lo que más le irritaba era estar a las órde-
nes de un portugués. Durante la noche se concertó
con los otros españoles de la tripulación. Encadenaron
y hasta hirieron al capitán del navio, Alvaro de Mez-
quita, primo hermano del capitán general, y así le con-
dujeron a España. Contaban también con llevar vivo a
uno ,áe los dos gigantes que habíamos aprisionado y
que estaba a bordo de su navio; pero supimos a nues-
tro regreso que murió al acercarse a la línea equinoc-
cial por no poder soportar el calor.
El navio la Concepción, que no podía seguir de
cerca al San Antonio, no hizo mas que cruzarse en el
canal para esperar en vano su vuelta.
Río de las Sardinas. — Habíamos entrado en el
canal Suroeste con los otros dos navios, y continuando
nuestra navegación, llegamos a un río que llamamos
de las Sardinas (1), a causa de la inmensa cantidad que
vimos de estos peces. Anclamos allí para esperar a los
otros dos navios, y pasamos cuatro días; pero durante
este tiempo se envió una chalupa muy bien equipada
para que reconociese el cabo de este canal que desem-
bocaría en otro mar. Los marineros de la chalupa vol-
(1) Los navegantes posteriores no mencionan este río, el cual
desciende probablemente de la Tierra del Fuego. No hablan tam-
poco de las sardinas que sorprendieron a nuestro autor por su
gran cantidad, lo que no es extraño, porque estos peces, en sus
emigraciones, permanecen muy poco tiempo en el mismo sitio.
66 PIGAFETTA
LIB.
vieron el tercer día, y nos comunicaron que habían
visto el cabo en que terminaba el estrecho y un gran
mar, esto es, el Océano. Todos lloramos de alegría.
Cabo Deseado (1). — Este cabo fué llamado el De-
seado porque, en efecto, deseamos verle largo tiempo.
Viramos en redondo para reunimos con los otros
dos navios de la escuadra, y no encontramos mas que
la Concepción. Se preguntó al piloto Juan Serrano qué
le había sucedido al otro barco, y nos respondió que
le creía perdido, porque no le había vuelto a ver desde
el momento en que embocó el canal.
Busca del navio «San Antonio*. — El capitán general
mandó entonces buscarle por todas partes, pero parti-
cularmente en el canal donde había penetrado; envió
a la Victoria hasta la desembocadura del estrecho, or-
denando que si no le encontraba plantasen en un sitio
alto una bandera (2), al pie de la cual debían poner,
dentro de una olla, una carta que indicase la ruta que
íbamos a llevar, para que pudiese seguir a la escuadra.
Esta manera de avisarse en caso de separación había
sido convenida en el momento de nuestra partida.
Más señales para el navio perdido. — Pusiéronse
otras dos señales semejantes, en sitios elevados, en la
primera bahía y en una islita de la tercera (3), en la
cual vimos muchos pájaros y lobos marinos. El capi-
tán general con la Concepción esperó el regreso de la
Victoria cerca del río de la Sardinas, e hizo plantar
una cruz en otra islita, al pie de dos montañas cubier-
tas de nieve, en donde el río tiene su origen.
Proyecto de Magallanes. — En caso de que no hu-
(1) El cabo Deseado forma el extremo occidental de la costa
meridional que costeó la chalupa; pero los navios navegaron cerca
de la costa septentrional, y se alejaron de América en el cabo Vic-
toria, llamado así del nombre del navio que le dobló primero y
que volvió solo a Europa.
(2) La montaña que Boug-ainville llamó el Padre Aymón.
(3) La isla de los Leones.
I PRIMER VIAJE EN TORNO DEL GLOBO 67
biéramos descubierto el estrecho para pasar de un mar
a otro, el capitán general había determinado continuar
su ruta al Sur hasta los 75° de latitud meridional, don-
de durante el estío no hay noche, o, al menos, muy
poca, como no hay día en el invierno. Mientras estuvi-
mos en el estrecho no tuvimos mas que tres horas de
noche, y fué en el mes de octubre.
Noviembre de 1520* — Descripción del estre-
cho. — La tierra de este estrecho, que a la izquierda
se vuelve hacia el Sureste, es baja. Le dimos el nombre
de estrecho de los Patagones (1). Cada media leg-ua
se encuentra un puerto seguro, con agua excelente,
madera de cedro, sardinas y abundantísimos mariscos.
Había también yerbas, algunas de las cuales eran amar-
gas, pero otras eran comestibles, sobre todo una espe-
cie de apio dulce que crece junto a las fuentes, del que
comíamos a falta de mejores alimentos (2). En fin, yo
creo que no hay en el mundo mejor estrecho que éste.
Peces voladores, — En el momento que desembo-
camos en el Océano, fuimos testigos de la caza curio-
sa que algunos peces daban a otros peces. Los hay de
tres clases, esto es, doradillas, albícores y bonitos, que
persiguen a los llamados golondrinas, especie de peces
voladores (3). Estos, cuando son perseguidos salen del
agua, despliegan las aletas natatorias, que son bastante
largas para servirles de alas, y vuelan a la distancia de
un tiro de ballesta; en seguida vuelven a caer en el
agua. Durante este tiempo sus enemigos, guiados por
su sombra, los siguen, y en el momento en que se zam-
bullen de nuevo en el agua los cogen y se los comen.
(1) Como es sabido, se le llamó en seguida estrecho de Mag-a-
llanes, del nombre de este navegante.
(2) Apium dulce; Cook le encontró también, asi como mucha
coclearia, y a causa de esta abundancia de yerbas antiescorbúti-
cas creyó preferible el paso del estrecho al del cabo de Hornos.
(3) Trigla volitans, de Linneo. Probablemente, el pez de que
habla el autor es el Exocetus volitans.
68 PIGAFETTA LIB. I
Estos peces voladores tienen más de un pie de largo
y son un alimento excelente.
Vocabulario patagón. — Durante el viaje entretuve
lo mejor que pude al gigante patagón que llevábamos
en nuestro navio, y por medio de una especie de pan-
tomima le preguntaba el nombre patagón de muchos
objetos, de manera que llegué a formar un pequeño
vocabulario (1). Estaba ya tan acostumbrado, que ape-
nas me veía coger la pluma y el papel, venía en segui-
da a decirme los nombres de los objetos que alcanza-
ba su vista y de las operaciones que veía hacer. Nos
enseñó, entre otras cosas, el modo de encender lumbre
en su país, frotando un pedazo de madera puntiagudo
contra otro, hasta que el fuego prende en una clase de
medula de árbol que se coloca entre los dos pedazos
de madera. Un día que le mostré la cruz y que la besé
delante de él, me dijo por señas que Setebos entraría
en mi cuerpo y me haría reventar. — Muerte del gigan-
te: Cuando se sintió en las últimas en su postrera en-
fermedad, pidió la cruz, la besó, y nos rogó que le bau-
tizáramos, lo que hicimos, poniéndole el nombre de
Pablo.
(1) Daremos este vocabulario a continuación del viaje.
LIBRO 11
Desde ia salida del estrecho hasta la muerte de Magallanes,
y nuestra partida de Zubu.
28 de noviembre de 1520. — Salida del estre-
cho. — El miércoles 28 de noviembre desembocamos
del estrecho para entrar en el gran mar, al que en se-
guida llamamos mar Pacífico, en el cual navegamos du-
rante tres meses y veinte días sin probar ningún ali-
mento fresco. — Mala alimentación en el mar Paci-
fico: La galleta que comíamos no era ya pan, sino un
polvo mezclado con gusanos, que habían devorado
toda la substancia y que tenía un hedor insoportable
por estar empapado en orines de rata. El agua que nos
veíamos obligados a beber era igualmente pútrida y
hedionda. Para no morir de hambre llegamos al terri-
ble trance de comer pedazos del cuero con que se ha-
bía recubierto el palo mayor para impedir que la ma-
dera rozase las cuerdas. Este cuero, siempre expuesto
al agua, al sol y a los vientos, estaba tan duro que ha-
bía que remojarle en el mar durante cuatro o cinco
días para ablandarle un poco, y en seguida lo cocía-
mos y lo comíamos. — Penuria extrema: Frecuente-
mente quedó reducida nuestra alimentación a serrín de
madera como única comida, pues hasta las ratas, tan
repugnantes al hombre, llegaron a ser un manjar tan
caro, que se pagaba cada una a medio ducado (1).
(1) No es raro que el hambre fuerce a los marineros a comer
ratones y el cuero de los cables. En 1540, una rata valía cuatro
70 PIGAFETTA LIB.
Escorbuto. — Mas no fué esto lo peor. Nuestra ma-
yor desdicha era vernos atacados de una enfermedad
por la cual las encías se hinchaban hasta el punto de
sobrepasar los dientes, tanto de la mandíbula superior
como de la inferior, y los atacados de ella no podían
tomar ningún alimento (1). Murieron diez y nueve, en-
tre ellos el gigante patagón y un brasileño que iban
con nosotros. — Enfermedades: Además de los muer-
tos, tuvimos de veinticinco a treinta marineros enfer-
mos, que sufrían dolores en los brazos, en las piernas
y en algunas otras partes del cuerpo; pero curaron. En
cuanto a mí, nunca daré demasiadas gracias a Dios
porque durante todo este tiempo, y en medio de tantas
calamidades, no tuve la menor enfermedad.
Mar Pacifico. — Durante estos tres meses y veinte
días recorrimos cuatro mil leguas poco más o menos
en el mar que llamamos Pacífico, porque mientras hici-
mos nuestra travesía no hubo la menor tempestad (2). —
Islas Infortunadas: No descubrimos en este tiempo
ninguna tierra, excepto dos islas desiertas, en las que
no encontramos mas que pájaros y árboles, por cuya
razón las designamos con el nombre de islas Infortu-
nadas, No encontramos fondo a lo largo de estas cos-
tas, y no vimos mas que muchos tiburones. Están a dos-
cientas leguas una de otra. La primera está a los 15** de
latitud meridional; la segunda, a los 9° (3). Según la
escudos en la escuadra de Pizarro. Las tripulaciones de Bougain-
ville (tomo II) y de Cook (Tercer viaje, tomo I) comieron tam-
bién cuero.
(1) Efectos del escorbuto.
(2) Quirós, Bougainville y Cook no fueron ciertamente tan di-
chosos.
(3) Pigafetta no nos da los datos suficientemente precisos para
determinar la posición de las islas Infortunadas. Hay en nuestra
manuscrito una figura por la cual se ve solamente que la segunda
está al noroeste de la primera; pero leyendo su relación y supo-
niéndola exacta, hallaremos que pertenecen a las islas de la So-
ciedad, al norte y al nordeste de Otaiti, pues Pigafetta dice que
jl PRIMER VIAJE EN TORNO DEL GLOBO 71
singladura de nuestro navio, que tomamos por medio
de la cadena de popa (la corredera), recorrimos cada
día de sesenta a setenta leguas; y sí Dios y su Santa
Madre no nos hubiesen concedido una feliz navega-
ción, hubiéramos todos perecido de hambre en tan
vasto mar. Pienso que nadie en el porvenir se aventu-
rará a emprender un viaje parecido (1).
Enero de 1521. — Si al salir del estrecho hubié-
ramos continuado corriendo hacia el Oeste por el mis-
mo paralelo, hubiéramos dado la vuelta al mundo, y,
sin encontrar ninguna tierra, hubiésemos llegado, por
el cabo Deseado, al cabo de las Once mil Vírgenes,
puesto que los dos están en el 52° de latitud meri-
dional.
El polo Antartico. — El polo antartico no tiene las
mismas estrellas que el Ártico; se ven allí dos aglome-
raciones de estrellitas nebulosas, que semejan nubécu-
las, a poca distancia una de otra (2). En medio de estas
aglomeraciones de estrellitas se descubren dos muy
saliendo del estrecho navegaron por el Noroeste cuarto Oeste; en
seg-uida en dirección del Noroeste hasta la línea equinoccial, que
pasaron por el 122° de la línea de demarcación, esto es, por el 152*'
del primer meridiano. Luego si desde este punto trazamos una línea
del Noroeste al Sureste, pasará entre las islas de ¡a Sociedad al
norte y después al este de Otaiti. Las islas Infortunadas debían,
pues, encontrarse sobre esta línea. Por consiguiente, Jaillot y No-
lin las han colocado fuera de su verdadera posición geográfica.
Sin embargo, no están mal ios nombres que les dieron de San Pe-
dro a una y de Tiburón a otra, porque el Anónimo portugués les
da los mismos. El Transilvano dice que nuestros navegantes se de-
tuvieron allí dos días para pescar.
(1) Cincuenta y seis años transcurrieron antes que otro nave-
gante diese la vuelta al Globo. Drake, en 1578, fué el primero
después de Magallanes que atravesó este mar.
(2) Dos nubéculas, esto es, dos aglomeraciones de estrellas se-
ñalan los astrónomos en el polo austral: una encima y otra debajo
de la Hidra. Se ven cerca del polo muchas estrellas que forman la
constelación del Octante; pero como estas estrellas son de quinta
o sexta magnitud, parece ser que las dos estrellas grandes y bri-
llantes de que habla Pigafetta son la f y la p de la misma Hidra.
72 PIGAFETTA LIBé
gfrandes y muy brillantes, mas cuyo movimiento es poco
aparente; las dos indican el polo Antartico. Aunque la
aguja imantada declinase un poco del verdadero Nor-
te, sin embargo buscaba siempre el polo Ártico, pero
no giraba con tanta fuerza como cuando está hacia su
propio polo. Cuando estuvimos en alta mar, el capitán
general indicó a todos los pilotos el punto adonde
debían ir, y les preguntó qué ruta puntuaban (1) en sus
cartas. Todos respondieron que puntuaban según las
órdenes que les había dado; replicó que puntuaban
falsamente, y que era preciso ayudar a la aguja, porque,
encontrándose en el Sur, para buscar el verdadero
Norte no tenía tanta fuerza como cuando estaba diri-
gida hacia el Norte mismo. — Constelación de la Cruz:
Estando en alta mar descubrimos al Oeste cinco estre-
llas muy brillantes, colocadas exactamente en forma
de cruz (2).
Navegamos entre el Oeste y el Noroeste cuarto
Noroeste hasta que llegamos bajo la línea equinoc-
cial a 122° de longitud de la linea de demarcación (3).
Esta línea de división está a 30° al oeste del meridia-
(1) Puntuar, esto es, utilizar la punta de un compás para en-
contrar el aire del viento que ha de soplar para llegar al lug-ar don-
de se quiere ir, siendo conocido el Norte por la brújula. Ayudar a
la aguja es añadir o quitar grados en su dirección para hallar la
verdadera línea meridiana, por medio de procedimientos de que
hablaremos en el Tratado de Navegación al fin de este Viaje.
(2) Dante (Purgat., lib. I) habla de esta cruz en los versos si-
guientes:
«r mi volsi a man destra, e posi mente
air altro polo, e vidi quattro stelle
non viste mai fuorché alia prima gente.
Goder pareva il ciel di lor fíammelle
Oh! septentrional vedovo sito,
poiché privato sei di mirar puelle!»
(3) Línea ideal que, partiendo el Globo en dos hemisferios,
separaba las conquistas de los portugueses de las hechas por los
españoles, según la bula del papa Alejandro VI. (Veáse la Intro-
ducción, párrafo V.)
H PRIMER VIAJE EN TORNO DEL GLOBO 73
no (1), y el primer meridiano está a 3** al oeste del cabo
Verde.
Cipangu. — En nuestra ruta pasamos cerca de las
costas dos islas muy elevadas, una de las cuales está
en los 20° de latitud meridional y la otra en los 15*.
La primera se llama Cipangu, y la segunda, Sumbdit-
Pradit (2).
Después que pasamos la línea navegamos entre el
Oeste y el Noroeste cuarto Oeste. En seguida corrimos
doscientas leguas al Oeste, después de lo cual cambia-
mos de nuevo de dirección, corriendo a cuarto de Sur-
oeste hasta que estuvimos en el 13° de latitud septen-
trional (3). Esperábamos llegar por esta ruta al cabo
de Gatticara, que los cosmógrafos han situado bajo
esta latitud; pero están en un error, porque este cabo
se encuentra 12° más al Norte. Es preciso, sin embar-
(1) Esto es, el primer meridiano.
(2) Cipangu es el Japón, que tiene este mismo nombre en el
globo de Behaim, donde se dice que es la isla más rica del Orien-
te. Sumhdit-Pradit es quizás la Antilia del mismo globo, llamada
también Septe-Ritade. Pero en dicho globo estas dos islas están
en el hemisferio boreal, una hacia los 20° y la otra hacia los 24**.
Ramusio (tomo I, tab. ÍII) sitúa Cipangu hacia los 25°; pero en el
mapa XIX de Urbano Monti encuentro Sumbdit en los 9° de lati-
tud meridional. Delisle, ignoro con qué fundamento, las coloca en
los 17° y 20° de latitud meridional. Sin embargo, debe observarse
que Pigafetta no dice que estuvo en ellas, sino que pasó a poca
distancia, esto es, que creyó haberse aproximado; como Marco Polo
había hecho creer que Cipangu era la isla más oriental del mar de
las Indias, por consiguiente, nuestro navegante, yendo por Occi-
dente, debia encontrar la primera; pero no habiéndola encontrado,
se imaginó haber pasado a poca distancia de ella. De vuelta en
España (libro IV) habla de Sumbdit- Pradit como de una isla situa-
da cerca de las costas de la China.
(3) Con estos datos he marcado en el mapa el camino que re-
corrió la escuadra desde el estrecho hasta las islas de los Ladro-
nes. Tracé una línea del cabo Victoria hacia el ecuador por el
Oestenoroeste cuarto Noroeste. En seguida, partiendo del 122** de
longitud de la línea de demarcación bajo el ecuador, de Noroeste
al Sureste, tracé una línea que encuentra a la primera y forma co«
74 PIGAFETTA LIB.
go, perdonarles este error, puesto que ellos no han vi-
sitado estos parajes como nosotros (1).
6 de marzo de 1521. — Islas de los Ladrones. —
Después de haber corrido setenta leguas en esta direc-
ción, estando hacia el 12° de latitud septentrional y por
el 146° de longitud, el 6 de marzo, que fué un miérco-
les, descubrimos al Noroeste una islita, y en seguida
otras dos al Suroeste. La primera era más elevada y
mayor que las otras. El capitán general quería detener-
se en la mayor para aprovisionarse de víveres y refres-
cos (2); pero no fué posible, porque los isleños venían
a nuestros barcos y robaban tan pronto una cosa como
otra, sin que pudiéramos impedirlo. Pretendieron tam-
bién obligarnos a amainar velas y conducirnos a tierra,
y con gran destreza nos arrebataron el esquife, que es-
ella un ángulo obtuso en el sitio en que la escuadra cambió de di-
rección. Más allá del ecuador, en el hemisferio septentrional, tracé
una línea por el Oestenoroeste cuarto Oeste, de un largo de ocho-
cientas millas hasta el 13° de latitud Norte, y desde allí hasta las
islas de los Ladrones. Reconozco que, no siendo completamente
exactos los grados de longitud, lo demás es poco cierto; pero esta
línea al menos no ofrece ninguna dificultad y parece tener algún
fundamento. El camino de Magallanes trazado por los otros geó-
grafos es totalmente imaginario.
(1) El cabo Cattigara, que nuestro autor llama Gatticara, es-
taba, según Ptolomeo, a 180° de longitud de las islas Canarias y
al sur del ecuador; pero Magallanes sabia que estaba al norte, y,
efectivamente, lo está, a los 8° 27' de latitud septentrional; por
consiguiente, para llegar a este cabo se había imaginado que de-
bía encontrar las islas Molucas. Hoy se llama cabo ComOrin. Ves-
pucio se equivocó aún más en la latitud, porque le creyó un cabo
occidental del continente al cual dio su nombre. (Bartolozzi, locu-
ción citada.)
(2) La isla en que ancló Magallanes es probablemente la isla
de Guahan, que Maximiliano Transilvano llama Ivagana. Podría
creerse que es la isla Rota, donde Jorge Manriques, comandante
de un navio de la flota de Loaisa (que en 1526 fué del Perú a las
Marianas), encontró a Gonzalvo de Vigo, uno de los marineros de
Magallanes, que se estableció allí voluntariamente; pero este Vigo
pudo pasar a la isla Rota desde Guahan. (De Brosses, tomo I,
pág. 156.)
H PRIMER VIAJE EN TORNO DEL GLOBO 75
taba atado a nuestra popa. Entonces el capitán, irritado,
saltó a tierra con cuarenta hombres armados, quemó
cuarenta o cincuenta casas, así como muchas de sus
canoas, y les mató siete hombres (1). De esta manera
recobró el esquife, pero no juzgó conveniente dete-
nerse en la isla después de estos actos de hostilidad.
En el momento en que salíamos a tierra para casti-
gar a los isleños, nuestros enfermos nos rogaron que si
matábamos a alguno de los habitantes de la isla les
llevásemos sus intestinos, pues estaban persuadidos de
que les servirían para curarse en poco tiempo.
Perfidia de los isleños. — Cuando los nuestros he-
rían a los isleños con sus flechas (que éstos no cono-
cían), atravesándoles de parte a parte, los desdichados
intentaban arrancárselas de sus cuerpos, lo mismo por
un lado que por otro, después de lo cual mirábanlas
con sorpresa, y frecuentemente morían de la herida, lo
que nos causaba compasión. Sin embargo, cuando vie-
ron que partíamos nos siguieron con más de cien ca-
noas, enseñándonos pescado como si quisieran ven-
dérnoslo; pero cuando estuvieron cerca de nosotros
nos tiraron piedras y huyeron. Pasamos a toda vela por
en medio de ellos, pero supieron esquivar con gran
habilidad el choque con nuestros navios. Vimos tam-
bién en las canoas algunas mujeres que lloraban y se
arrancaban los cabellos, probablemente porque había-
mos matado a sus maridos.
Costumbres. — Estos pueblos no conocen ninguna
ley y no siguen otra norma mas que su propia volun-
tad. No tienen rey ni jefe. No adoran a nada y van
completamente desnudos. Algunos llevan larga barba,
los negros cabellos anudados sobre la frente cayéndo-
(1) El autor de la Hisfoire genérale des voy ages dice que los
isleños conocieron entonces el fuego por primera vez, y cita a Pi-
^afetta, el cual no dice nada. Parece más bien que no conocían el
uso de las flechas.
76 PIGAFETTA LIB.
les hasta la cintura. Llevan también sombrerillos de pal-
ma. Son fornidos y recios. Su tez es de color aceituna-
do, pero nos dijeron que nacen blancos y se vuelven
morenos con la edad. Se colorean con arte los dientes,
pintándoselos de rojo y de negro, lo que pasa entre ellos
por una belleza (1). — Las mujeres: Las mujeres son pá-
lidas, de buena talla y menos morenas que los hombres-
Tienen los cabellos muy negros, lacios y tan largos que
arrastran sobre la tierra. Van desnudas como los hom-
bres, aunque a veces cubren sus partes sexuales con una
tira estrecha de tela, o, mejor dicho, con una corteza
blanda como el papel, que se extrae del tallo de la pal-
mera. No trabajan mas que en sus casas y hacen esteras
y cestas con hojas de palmera y otras labores semejan-
tes para los usos domésticos. Unos y otras se untan los
cabellos y todo el cuerpo con aceite de coco y de sé-
seli (2).
Este pueblo se nutre de aves, de peces voladores,
de patatas, de una especie de higos de medio pie de
largo (3), de cañas de azúcar y de otros frutos pareci-
dos. — Casas: Sus casas son de madera, cubiertas de
tablas sobre las que extienden hojas de sus higueras de
un largo de cuatro pies (4). Tienen habitaciones bas-
tante decentes, con vigas y ventanas, y sus lechos, muy
cómodos y blandos, son de esteras de palma finísimas,
extendidas sobre paja. — Armas: No tienen más arma
que unas lanzas guarnecidas en la punta con una espi-
(1) El uso de ennegrecerse ios dientes se practica aún en las
islas Pelew, cerca de las Marianas. Sus habitantes hacen con yer-
bas una especie de pasta que se aplican durante algunos días so-
bre los dientes, a pesar de las molestias que les produce. (Keate,
An account of the Pelew islands, pkg. 314.)
(2) Especie de simiente oleaginosa muy común en China. Es el
Raphanus oleifer sinensis, de Linneo.
(3) Estos higos son las bananas o frutos de la Musa (Masa pa-
radisiaca). En lo sucesivo emplearé el nombre de banana, en lugar
del de higo, que usa el autor.
(4) Son las hojas del bananero o plátano.
II PRIMER VIAJE EN TORNO DEL GLOBO 77
na de pescado puntíagfuda. Los habitantes de'estas^ is-
las son pobres, pero muy diestros, y, sobre todo, hábi-
les salteadores, por lo cual les llamamos islas de los
Ladrones (1).
Canoas. — Su diversión favorita es pasearse con sus
mujeres en canoas semejantes a las góndolas de Fusina
(cerca de Venecia) (2), pero son más estrechas; todas
están pintadas en negro, en blanco o en rojo. La vela
es de hojas de palmera cosidas, y tiene la forma de una
vela latina. Está siempre colocada a un costado, y al
opuesto, para equilibrarla, y al mismo tiempo para sos-
tener la canoa, sujetan una gruesa viga puntiaguda por
un extremo con pértigas entrecruzadas (3). Así navegan
sin peligro. El gobernalle semeja a una pala de panade-
ro, puesto que es una pértiga al extremo de la cual suje-
tan una tabla. No diferencian la proa de la popa, y por
ello tienen un timón en cada punta. Son buenos nada-
dores y no temen aventurarse en alta mar como los del-
fines (4).
Tan maravillados y sorprendidos quedaron al ver-
nos, que pensamos que hasta entonces no habían visto
otros hombres que los habitantes de sus islas.
16 y 17 de marzo de 1521. — El decimosexto
día del mes de marzo, a la salida del Sol, nos encon-
(1) En seguida se llamaron islas de las Velas Latinas, por e\
gran número de embarcaciones que por allí pasaban, y en tiempo
del rey de España Felipe IV se les llamó Marianas, en honor de su
esposa, María de Austria. Noorth observa que, aun en su tiempo
(1599), merecían apropiadamente el nombre de islas de los La-
drones.
(2) Gondolitas largas y estrechas con las que los de Fusina
van a Venecia.
(3) Es el balancín, muy bien ideado por estos pueblos para no
zozobrar, teniendo barcos muy estrechos con velas de esteras bas-
tante pesadas. Anson y Cook elogian grandemente la construcción
de estas embarcaciones con balancín o batanga.
(4) Quizás por ello se denomina isla de los Nadadores a una
situada cerca de las Marianas.
78 PIGAFETTA LIB.
tramos cerca de una tierra elevada, a trescientas leg^uas
de la isla de los Ladrones. Nos apercibimos pronto
de que era una isla, a la que llaman Zamal (1). Detrás
de esta isla hay otra deshabitada, y en seguida supimos
que la llamaban Humunu (2). El capitán general deci-
dió tomar tierra a la mañana siguiente para hacer agua-
da con más seguridad y disfrutar de algún reposo des-
pués de un tan largo y penoso viaje. Hizo armar en
seguida dos tiendas para los enfermos y ordenó que se
matase una marrana (3).
18 de marzo de 1521. — Visita de los isleños.
El lunes, 18 del mes, por la tarde vimos venir hacia
nosotros una barca con nueve hombres. El capitán ge-
neral mandó que nadie hiciese el menor movimiento
ni dijera la menor palabra sin su permiso. Cuando sal-
taron a tierra, su jefe se dirigió al capitán general, tes-
timoniándole por gestos el placer que tenía al vernos.
Cuatro de los más adornados de entre ellos perma-
necieron cerca de nosotros; los demás fueron a llamar
a sus compañeros, que estaban ocupados pescando, y
volvieron con ellos.
El capitán, viéndolos tan pacífícos, hizo que les die-
sen de comer y les ofreció al mismo tiempo algunos
gorros rojos, espejitos, cascabeles, bocacíes (4), algu-
nas joyas de marfíl y otras bagatelas semejantes. — Pro-
(1) En los mapas más modernos se la denomina Samar, y está
situada, efectivamente, a los 15**, que hacen un poco menos de tres-
cientas leguas marinas, al oeste de Guahan. Prevot, fiándose del
extracto de Fabre, dice que Samar no está más que a treinta le-
gxias de las Marianas (tomo X, pág-. 198).
(2) Humunu, que se llamó en seguida la isla Encantada (His-
toire general des voyages, tomo XV, pág. 198), está situada cerca
del cabo de Guigan, de la isla de Samar.
(3) Había, sin duda, cogido esta marrana en la isla de los La-
drones, donde todos los navegantes posteriores han encontrado
muchos cerdos. (De Brosses, tomo I, pág. 55.)
(4) El bocací es una clase de tela muy usada antiguamente.
(Veáse Du Cange.)
11 PRIMER VIAJE EN TORNO DEL GLOBO 79
dados de la isla: Los isleños, encantados con la cor-
tesía del capitán, le dieron pescado, un vaso lleno de
vino de palmera, que ellos llaman uraca^ bananas de
más de un palmo de largo, otras más pequeñas y más
sabrosas y dos frutos del cocotero (1). Al mismo tiem-
po nos indicaron por gestos que entonces no tenían
nada más que ofrecernos, pero que al cabo de cuatro
días volverían y nos traerían arroz, que ellos llaman
umai, nueces de coco y otros víveres.
Cocoteros. — Las nueces de coco son los frutos de
una especie de palmera de la que obtienen su pan, su
vino, su aceite y su vinaorre. Para conseguir el vino
hacen en la copa de la palmera una incisión que pe-
netra hasta la medula, de donde brota gota a gota un
licor parecido al mosto blanco, pero un poco más agrio.
El licor cae en un recipiente de caña del grueso de la
pierna, que se ata al árbol, y que es preciso vaciar dos
veces al día, por la mañana y por la tarde. El fruto de
esta palmera es tan grueso como la cabeza de un hom-
bre y a veces más. La primera corteza es verde, tiene
dos dedos de espesor y está compuesta de filamentos
que usan para trenzar cuerdas con las que amarran sus
barcas. Después hay otra segunda corteza más dura y
más espesa que la de la nuez, la cual queman para ex-
traer un polvo que usan. Hay en el interior una medu-
la blanca, de un dedo de espesor, que se come a guisa
de pan con la carne y el pescado. En el centro de la
nuez y en medio de esta medula se encuentra un licor
h'mpido, dulce y corroborativo. Si después de haber
echado este licor en un vaso se le deja reposar, toma
la consistencia de una manzana. Para obtener el acei-
te se deja pudrir la medula con el licor, en seguida se
cuece, y de ello resulta un aceite espeso como la man-
(1) Cocos nucífera, de Linneo. Tenemos en nuestro museo
muchos frutos del cocotero, de los cuales alg-uno es más grueso
que la cabeza de un hombre; otros tienen la corteza filamentosa.
80 PIGAFETTA LIB,
teca. Para conseguir el vinagre se deja reposar el licor
sólo, y exponiéndole al sol se vuelve ácido y semejante
al vinagre que se hace con vino blanco. También nos-
otros hicimos un licor que se parecía a la leche de ca-
bra (1), raspando la medula, remojándola en su mismo
licor y pasándola en seguida por un lienzo. Los coco-
teros se parecen a las palmeras que producen los dáti-
les (2); pero sus troncos no tienen tantos nudos, aun-
que tampoco son lisos. Una familia de diez personas
puede subsistir con dos cocoteros, haciendo agujeros
alternativamente cada semana en uno y dejando repo-
sar el otro, a fin de que un derrame continuo no le se-
que haciéndole perecer. Nos dijeron que un cocotero
vive un siglo completo.
Los isleños se familiarizaron tanto con nosotros, que
por este medio pudimos aprender los nombres de mu-
chas cosas, y sobre todo de los objetos que nos ro-
deaban. Por ellos supimos que su isla se llamaba Zu-
luán. No es muy grande. Eran corteses y honrados.
Productos de la isla, — Para demostrarnos su amis-
tad llevaron en sus canoas a nuestro capitán a sus al-
macenes de mercancías, tales como clavo de especia, ca-
nela, pimienta, nuez moscada, maclas (3), oro, etc., etc.,
y por sus gestos nos dieron a comprender que los
países hacia los cuales dirigíamos nuestro rumbo sumi-
nistraban abundantemente todos estos géneros. El ca-
pitán general les invitó a su vez a que subiesen al navio,
en el que instaló todo lo que asombrarles podía por la
novedad. En el momento en que iban a marcharse
mandó disparar una bombarda, lo cual les espantó so-
(1) En 1864, un misionero aprendió en Cowley a hacer de esta
manera la leche de coco, que encontró excelente. (De Brosses,
tomo II, pág. 55.)
(2) Phcenix dactylifera, de Linneo.
(3) Macias. Nuestro autor la llama matia: es la segunda corteza
de la nuez moscada, que tiene cuatro; es muy apreciada por su sa-
bor aromático. (Macis officinalis, de Linneo.)
II PRIMER VIAJE EN TORNO DEL GLOBO 81
bremanera, de tal modo, que muchos estuvieron a pun-
to de arrojarse al mar para huir, pero fácilmente se les
persuadió de que no tenían nada que temer, y así nos
dejaron tranquilamente y satisfechos, aseg-urándonos
que volverían repetidas veces, como antes habían pro-
metido. — Oro: La isla desierta en la que nos había-
mos establecido la llamaban Humunu los isleños, pero
nosotros la denominamos la Aguada de las Buenas Se-
ñales (Acquada da li buoni segnali), porque en ella
encontramos dos fuentes de agua excelente y descu-
brimos los primeros indicios de oro en este país. —
Frutos: Se encuentra también coral blanco, y hay árbo-
les cuyos frutos, más pequeños que nuestras almendras,
semejan a los piñones del pino. También hay muchas
especies de palmeras, de las que unas dan frutos co-
mestibles y otras no producen nada.
17 de marzo de 1521* — Archipiélago de San
Lázaro. — Habiendo notado a nuestro alrededor el
quinto domingo de Cuaresma, que se llama de Lázaro,
unas cuantas islas, les dimos el nombre de archipiélago
de San Lázaro (1). Está situado a 10° de latitud sep-
tentrional y a 161° de longitud de la línea de demar-
cación (2).
22 de marzo de 1521. — Regalos de los isle-
ños. — El viernes, 22 del mes, los isleños cumplieron
su palabra y vinieron con dos canoas llenas de nueces
de coco, naranjas, un cántaro con vino de palmera y
un gallo, para que viésemos que tenían gallinas. Les
(1) Se les llamó después islas Filipinas, del nombre de Felipe
de Austria, hijo de Carlos V.
(2) Las Filipinas están situadas entre los 125° y 135° de longi-
tud occidental de la isla de Hierro; por consiguiente, entre los 195°
y los 205° de la línea de demarcación. Este archipiélago no está,
pues, en los 161° de longitud de esta línea. Ignoro si al determi-
nar la longitud Magallanes y su astrólogo San Martín obraron de
buena fe, o si lo afirmaron así para encontrar las Molucas más
acá de los 180°. Sin embargo, es cierto que antes de Dampierre se
equivocaban en 25° en la longitud. (De Brosses, tomo II, pág. 72.)
82 PIGAFETTA LIB.
compramos todo lo que trajeron. Su jefe era un viejo;
tenía pintada la cara y llevaba en las orejas pendientes
de oro. Los de su séquito llevaban brazaletes de oro
en los brazos y pañuelos alrededor de la cabeza.
Pasamos ocho días cerca de esta isla, y el capitán
saltaba diariamente a tierra para visitar a los enfermos,
a los que llevaba vino de cocotero, que les sentaba
muy bien.
Grandes agujeros en las orejas. — Los habitantes de
las islas cercanas de la en que estábamos tenían tan
grandes agujeros en las orejas y el extremo de ellas tan
alargado, que se podía por ellos meter el brazo (1).
Costumbres. — Estos pueblos son cafres, esto es,
gentiles (2). Van desnudos, no teniendo más que un
trozo de corteza de árbol para ocultar las partes natu-
rales, que algunos de los jefes cubren con una banda
de tela de algodón bordada en seda en los dos extre-
mos. Son de color aceitunado, y generalmente metidos
en carnes. Se tatúan y se engrasan todo el cuerpo con
aceite de cocotero y de jengeli, para preservarse, según
dicen, del sol y del viento. Tienen los cabellos negros,
y tan largos que les pasan de la cintura. Sus armas son
machetes, escudos, mazas y lanzas guarnecidas de oro.
Usan como instrumentos de pesca los dardos, arpones
(1) Todos los navegantes hablan de las grandes orejas de los
pueblos nuevamente descubiertos. El autor cuenta, además, cosas
fabulosas.
(2) Después de haber conquistado los mogoles las Indias, estos
países fueron habitados por dos naciones diferentes, es, a saber:
los moros y los indíorenas, a los que nuestro autor llama tan pron-
to cafres como gentiles. Los moros recibieron este nombre porque
son mahometanos, como los moros de España. Las dos naciones se
encuentran aún hoy en muchas de estas islas, casi todas sometidas
a los europeos; mas los gentiles disminuyen de día en día de po-
blación y de poder y casi no habitan más que las montaíías. (SoN-
NERAT, Voyage aux Indes, tomo I, pág. 35.) A los moros les sucede
lo mismo en el centro de África. (Voyage de Mungo-Park dans
l'intérieur de V Afrii,ue.)
II PRIMER VIAJE EN TORNO DEL GLOBO 83
y redes semejantes a las nuestras. Sus embarcaciones
se parecen también a las que utilizamos nosotros.
25 de marzo de 1521. — El autor en peligro.
El lunes santo, 25 de marzo, corrí un grandísimo peli-
gro. Estábamos a punto de hacernos a la vela, y yo
quería pescar; habiendo puesto el pie sobre una ver-
ga mojada por la lluvia, para hacerlo más cómoda-
mente, me escurrí y caí en el mar sin que nadie me vie-
se. Afortunadamente la cuerda de una vela que pendía
sobre el agua apareció ante mis ojos; me agarré a ella,
y grité con tanta fuerza, que me oyeron y me salvaron
con el esquife, lo que, sin duda, no hay que atribuir a
mis merecimientos, sino a la misericordiosa protección
de la Santísima Virgen.
Cénalo, Abarien. — Partimos el mismo día, y go-
bernando entre el Oeste y el Suroeste pasamos por
medio de cuatro islas llamadas Cénalo, Huinangan,
Ibusson y Abarien.
28 de marzo de 1521. — El jueves, 28 de mar-
zo, habiendo visto durante la noche hogueras en una
isla, por la mañana pusimos proa hacia ella, y estando
a poca distancia vimos una barquita, que se llama ¿>o-
lotOy con ocho hombres, aproximándose a nuestro na-
vio. — Lengua malaya: El capitán tenía un esclavo na-
cido en Sumatra, a la que antiguamente llamaban 7a-
probana (1); probó a hablarles en la lengua de su país;
le comprendieron (2) y se colocaron a alguna distan-
cia de nuestro navio; pero no quisieron subir a bordo
y aun parecían temer el acercarse demasiado. El capi-
tán, viendo su desconfianza, lanzó al mar un gorro rojo
y algunas bagatelas atadas a una tabla. Las recogieron
demostrando una gran alegría, mas se marcharon pron-
(1) La Taprobana de los antiguos es la isla de Ceilán, no Su-
matra.
(2) Desde las Filipinas hasta Malaca, se habla en todas partes
la lengua malaya. No es, pues, extraño que a un hombre de Malaca
le entiendan en Filipinas.
84 I' 1 G A F E T T A i. IB.
to, y supimos en seg-uida que iban presurosos a adver-
tir a su rey nuestra llegada.
Dos horas después vinieron hacia nosotros dos ba-
langués (nombre que dan a sus barcos g-randes) llenos
de hombres. El rey estaba en el más grande, bajo una
especie de baldaquino de esteras. Cuando el rey estu-
vo cerca de nuestro navio, el esclavo del capitán le
habló algunas palabras, que comprendió muy bien, por-
que los reyes de estas islas hablan muchas lenguas, y
ordenó a algunos de los que le acompañaban que su-
biesen a nuestro navio; pero él permaneció en su ba-
langué, y tan pronto como los suyos regresaron, partió.
Isleños de Butuan. — El capitán acogió afablemente
a los que subieron a-bordo y les hizo también algunos
regalos. Habiéndolo sabido el rey, antes de partir
quiso dar al capitán un lingote de oro y una cesta llena
de jengibre; pero el capitán, agradeciéndoselo, rehusó
aceptar el presente. Al anochecer, la escuadra ancló
cerca de la casa del rey.
29 de marzo de 1521. — Visita del rey, — Al
día siguiente el capitán mandó a tierra al esclavo que
le servía de intérprete para que dijese al rey que, si
tenía algunos víveres que enviarnos, se los pagaríamos
bien, asegurándole al mismo tiempo que no veníamos
hostilmente, sino como amigos. El rey mismo vino al
navio en nuestra chalupa, con seis u ocho de sus prin-
cipales personajes. Subió a bordo, abrazó al capitán y
le regaló tres vasos de porcelana llenos de arroz crudo,
cubiertos con hojas, dos doradas muy gordas y otras
cosas. A su vez el capitán le ofreció una túnica de tela
roja y amarilla, hecha a la turca, y un gorro fino rojo.
También regaló algunos objetos a los hombres de su
séquito: a unos les dio espejos; a los otros, cuchillos.
En seguida mandó servir el desayuno, y ordenó al es-
clavo intérprete que dijera al rey que quería vivir fra-
ternalmente con él, lo que pareció complacerle en ex-
tremo.
n PRIMER VIAJE EN TORNO DEL GLOBO 85
Astucia del capitán. — Puso en seg^uida delante del
rey telas de diferentes colores, paños, coral (1) y otras
mercancías. Le enseñó todas las armas de fuego, in-
cluso la artillería gruesa, y mandó tirar algunos caño-
nazos, de que se espantaron los isleños. Hizo armarse
a uno de los nuestros con todas las piezas de la arma-
dura, y ordenó a tres hombres que le diesen sablazos
y le apuñalasen para demostrar al rey que nada podía
herir a un hombre armado de esta manera, lo que le
sorprendió mucho, y volviéndose hacia el intérprete le
hizo decir al capitán que un hombre así podía comba-
tir contra ciento.
«Sí — respondió el intérprete en nombre del capi-
tán — ; y cada uno de los tres navios lleva doscientos
hombres armados de esta manera.» Se le enseñó des-
pués separadamente cada pieza de la armadura y todas
nuestras armas, mostrándole la manera de servirse de
ellas.
Después dé esto le condujo al castillo de popa, y ha-
ciéndose llevar el mapa de marear y la brújula, le expli-
có, siempre con ayuda del intérprete, cómo había en-
contrado el estrecho para llegar al mar en que estába-
mos, y cuántas lunas había pasado en el mar sin ver
tierra.
El rey, extrañado de lo que veía y oía, pidió licen-
cia al capitán, rogándole que enviase con él a dos de
los suyos para que viesen asimismo algunas particu-
laridades de su país. El capitán me nombró juntamen-
te con otro para que acompañase al rey.
El autor va con el rey. — Cuando pisamos tierra, el
rey elevó las manos al cielo y se volvió en seguida ha-
cia nosotros, que hicimos otro tanto, así como todos
los que nos seguían. Tomóme después el rey de la
(1) Ramusio dice cuchillos (coltelli), lo que parece más verosí-
mil, pero nuestro manuscrito pone corali; sabido es que frecuente-
mente los navegantes traficaron ventajosamente con el coral.
86 PIGAFETTÁ LIB.
mano, y uno de los principales hizo lo mismo con mi
camarada, y de este modo lleg-amos bajo un cobertizo
de cañas en el que había un balangué de cerca de cin-
cuenta pies de largo, semejante a una g^alera. Nos sen-
tamos en la popa, y procuramos hacernos entender por
gfestos, porque no teníamos intérprete. Los del séquito
rodeaban al rey, en pie, armados con lanzas y escu-
dos. — Merienda: Nos sirvieron en seguida un plato
de carne de cerdo, con un gran cántaro lleno de vino.
A cada bocado de carne bebíamos una taza de vino,
y cuando no la apurábamos del todo (lo que apenas
sucedía) se vertían las sobras en otro cántaro. La taza
del rey estaba siempre cubierta, y nadie se atrevía a to-
carla mas que él y yo. — Ceremonias al beber: Siem-
pre que el rey quería beber, elevaba las manos al cielo
antes de coger la taza, dirigiéndolas después hacia nos-
otros, y en el momento que la cogía con la mano de-
recha, extendía hacia mí la izquierda con el puño ce-
rrado, de manera que la primera vez que hizo esta ce-
remonia creí que me iba a dar un puñetazo; en esta
actitud permanecía durante todo el tiempo que bebía;
notando yo que los demás le imitaban en esto, hice
otro tanto con él. Así tomamos nuestro refrigerio, y
no pude por menos de comer carne, aunque fué un
viernes santo. Antes que llegase la hora de cenar, di al
rey muchas cosas que para este efecto llevaba conmigo,
y al mismo tiempo le pregunté el nombre de muchos
objetos en su lengua; quedaron muy sorprendidos al
vérmelos escribir.
Cena. — Llegó la cena; trajeron dos grandes platos de
porcelana y otro con cerdo cocido en su propio jugo.
Hubo las mismas ceremonias que en la merienda. Des-
de allí pasamos al palacio del rey, que tenía la forma
de una pila de heno. Estaba cubierto con hojas de ba-
nano, sostenido y aislado del suelo a bastante altura
por cuatro gruesas vigas, por lo cual necesitamos una
escalera para subir.
11 PRIMER VIAJE EN TORNO DEL GLOBO 87
Cuando estuvimos en él nos hizo sentar el rey sobre
esteras de cañas, con las piernas cruzadas. Media hora
después trajeron un plato de pescado asado, cortado
en trozos, jengibre recién cogido y vino. El hijo ma-
yor del rey vino y su padre le hizo sentarse a mi lado.
Sirvieron después otros dos platos, uno de pescado en
salsa y otro de arroz, los cuales comí en compañía del
príncipe heredero. Mi compañero de viaje bebió sin
tasa y se embriagó.
Sus luces están hechas con una especie de goma que
extraen de un árbol (1), a la que llaman anime, envuel-
ta en hojas de palmera o de higuera.
La cama. — El rey, después de habernos hecho se-
ñales de que deseaba acostarse, se fué, y nos dejó con
su hijo, con el que dormimos sobre una estera de cañas,
apoyando la cabeza en almohadas de hojas de árboles.
30 de marzo de 1521. — A la mañana siguiente
vino el rey a verme muy temprano, y tomándome de la
mano me condujo al cobertizo en que habíamos cena-
do la víspera, para desayunarnos juntos; pero como
nuestra chalupa había venido a buscarnos, di mis excu-
sas al rey y partí con mi compañero. El rey estaba de
muy buen humor; nos besó las manos y nosotros a él.
Su hermano, que era rey de otra isla (2), nos acom-
pañó con tres hombres. El capitán general le retuvo
hasta la hora de comer y le regaló algunas bagatelas.
El rey de Butuán. — El rey que nos acompañó nos
dijo que en su isla había pepitas de oro tan gruesas
como nueces, y aun como huevos, mezcladas con la
tierra, cribando ésta para encontrarlas, y que todos sus
(1) Seguramente resina.
(2) Veremos a continuación que los reyes de que se trata po-
seían dos países en la costa oriental de la isla de Mindanao, de los
cuales uno se llamaba Butuán, y conserva aún el mismo nombre, y
el otro Calagán, y ahora Caragua. El rey de Butuán lo era tam
bien de Massana o Mazzana, que es, probablemente, la Limassava
de Bellin.
88 P I G A K E T T A LIB.
vasos y platos y hasta algfunos adornos de su casa eran
del mismo metal (1). — Sus vestidos: Estaba muy bien
vestido según la moda del país, y era el hombre más
guapo que vi entre estos pueblos. Sus cabellos negros
le caían sobre la espalda; un velo de seda cubría su
cabeza, y llevaba en las orejas dos pendientes de oro
en forma de anillo. — Adornos: De la cintura a las
rodillas le cubría una tela de algodón bordado en seda;
llevaba al costado una como daga o espada con largo
mango de oro; la vaina era de madera muy bien traba-
jada. Sobre cada uno de sus dientes relucían tres mo-
tas de oro (2), de manera que se hubiera dicho que sus
dientes estaban sujetos con este metal. Se perfumaba
con estoraque y benjuí. Su piel, aceitunada, ostentaba
dibujos en colores.
Residía ordinariamente en una isla en que están los
países de Butuán y de Calagán (3); pero cuando los
dos reyes querían conferenciar juntos, lo hacían en la
isla de Massana, en la que estábamos entonces. El pri-
mero se llamaba raja (rey) Colambu, y el otro, raja Siagu.
31 de marzo de 1521. — Misa dicha en tierra.
El domingo de Pascua, último día de marzo, el capi-
tán general envió a tierra muy temprano al capellán
con varios marineros para que preparasen lo necesario
para decir misa, y al mismo tiempo despachó al intér-
prete con el fin de comunicar al rey que iríamos a la
isla, no para comer con él, sino para celebrar una cere-
(1) Sonnerat (tomo II, pág. 117) habla también de Mindanao
como de una isla en que abunda el oro. Por esta razón se ha creído
que las Filipinas eran las islas de Salomón.
(2) Fabre y Ramusio dicen que en cada dedo tenía tres sorti-
jas de oro, pero en nuestro manuscrito se lee claramente: in ogni
dente haveva tre machie doro che parevano fosseno legati con oro.
Esto parecerá menos extraño sabiendo que en Macassar, isla poco
lejana de las Filipinas, algunos se arrancan los dientes natura-
les para substituirlos con otros de oro, (Hist, gen. des voyages,
tomo XV, pág. 97.)
(3) Esto es, Mindanao.
II PRIMER VIAJE EN TORNO DEL GLOBO 89
monia de nuestro culto; el rey lo aprobó todo y nos
mandó dos cerdos recién sacrificados.
Bajamos cincuenta hombres, sin la armadura comple-
ta, mas armados, sin embargo, y vestidos lo mejor po-
sible. En cuanto nuestras chalupas tocaron a la orilla,
se dispararon seis bombardazos en señal de paz. Salta-
mos a tierra, donde los dos reyes, que habían salido al
encuentro, abrazaron al capitán y le pusieron en medio
de ellos.
Fuimos así formados hasta el lugar en que se diría
la misa, que no estaba muy lejos de la orilla. Antes de
comenzar la misa, el capitán roció a los dos reyes con
agua almizclada. En la oblación fueron como nosotros
a besar la cruz, y en la elevación adoraron la eucaris-
tía con las manos juntas, imitando siempre lo que ha-
cíamos. En este momento los navios, previa señal, hi-
cieron una descarga cerrada con la artillería. Después
de la misa comulgaron algunos de los nuestros, y en
seguida, por orden del capitán, ejecutamos una danza
de espadas que agradó muchísimo a los dos reyes. —
Se planta la cruz: Inmediatamente mandó traer una
gran cruz con los clavos y la corona de espinas, delan-
te de la cual nos prosternamos, imitándonos también
los isleños. Entonces el capitán, por medio del intér-
prete, dijo a los reyes que esta cruz era el estandarte
que le había confiado su emperador para plantarla allí
donde pisase, y que, por consiguiente, quería elevarla
en esta isla, a la cual el santo signo sería además favo-
rable, porque todos los navios europeos que en ade-
lante la visitasen conocerían al verla que a nosotros
nos habían recibido como amigos y no harían ninguna
violencia ni a ellos ni a sus propiedades, y que en el
caso de que alguno de ellos fuese hecho prisionero, no
tendría más que mostrar la cruz para que en el acto le
pusiesen. en libertad. Añadió que era preciso colocar
la cruz sobre la más elevada cima de las cercanías, a fin
de que todos pudiesen verla, y que cada mañana de-
90 PIGAFETTA LIB.
bían de adorarla, pues siguiendo su consejo ni el rayo
ni las tormentas les ocasionarían daños. Los reyes, que
no dudaban de ningún modo lo que el capitán acababa
de decirles, le dieron las gracias y le aseguraron por
el intérprete que estaban muy satisfechos y que ten-
drían un gran placer en ejecutar lo que acababa de pro-
ponerles.
Religión, — Les preguntó cuál era su religión, si eran
moros o gentiles, y respondieron que no adoraban a
cosa terrestre, e hiciéronle comprender, elevando las
manos juntas y los ojos al cielo, que adoraban a un
Ser supremo que llamaban Abba, lo que complació a
nuestro capitán. Entonces, el raja Colambu, elevando
las manos al cielo, dijo que hubiera deseado darle al-
gunas pruebas de su amistad. El intérprete le pregun-
tó que por qué tenía tan pocos víveres, y él respondió
que la razón era porque no residía en esta isla, adonde
solamente venía para cazar o para reunirse con su her-
mano, y que su residencia ordinaria la tenía en otra
isla, donde vivía también su familia.
El capitán dijo al rey que, si él tenía enemigos, que
se juntaría gustoso a él con sus navios y sus guerre-
ros para combatirlos. El rey respondió que, en ver-
dad, estaba en guerra con los habitantes de dos islas,
pero que no era ocasión oportuna para atacarlos, y le
dio las gracias. Acordaron que al mediodía se plan-
taría la cruz en la cumbre de una montaña, y la fiesta
terminó disparando nuestros mosqueteros formados en
línea de batalla, después de lo cual el rey y el capitán
general se abrazaron y volvimos a nuestro navio.
Terminada la comida saltamos a tierra sin armas, en
jubón, y acompañados de los dos reyes subimos a Ja
cima de la montaña más elevada de los alrededores y
plantamos la cruz. Durante la ceremonia, el capitán in-
sistió en enumerar las ventajas que de ello resultarían
para los isleños. Adoramos todos la cruz, incluso los
reyes. Al descender atravesamos por extensos campos
II PRIMER VIAJE EN TORNO DEL GLOBO 91
cultivados y llegamos al cobertizo en que estaba el
balangué, donde nos sirvieron unos refrescos.
El capitán general preguntó cuál era el puerto cer-
cano más a propósito para avituallar sus navios y trafi-
car con sus mercancías, y le dijeron que había tres, a
saber: Ceylon, Zubu y Calagán (1), pero que Zubu era
el mejor; y como le vieron decidido a ir allí, le ofrecie-
ron pilotos para conducirle. Acabada la ceremonia de
la adoración de la cruz, el capitán fijó nuestra partida
para la mañana siguiente, y ofreció rehenes a los reyes
para responder de la vuelta de los pilotos. Los reyes
consintieron.
ly 2, 3 y 4 de abril. — Recolección del arroz. —
Por la mañana, ya a punto de levar anclas, el rey Co-
lambu dijo que de buena gana nos serviría de piloto él
mismo; pero que tenía que permanecer allí unos días
para la recolección del arroz y otros productos de la
tierra, y rogaba al mismo tiempo al capitán que le hi-
ciese el favor de enviarle algunos hombres de la tripu-
lación para acabar más pronto el trabajo. El capitán le
mandó, efectivamente, algunos de los nuestros; pero
los reyes habían comido y bebido tanto el día prece-
dente, que ya por hallarse indispuestos, ya a consecuen-
cia de la borrachera, no pudieron dar ninguna orden,
y nuestras gentes no hicieron nada. Los dos días si-
guientes trabajaron mucho y acabaron la tarea.
Usos y costumbres, — Pasamos siete días en esta
isla, durante los cuales tuvimos ocasión de observar sus
usos y costumbres. Se pintan el cuerpo y van desnudos,
cubriendo solamente sus partes naturales con un trozo
de tela. Las mujeres llevan una faldeta de corteza de
árbol, de cintura abajo. Sus cabellos negros les llegan
(1) Ceylon es la isla de Leyte, que Pigafetta ha dividido en dos,
llamando a la parte septentrional Baybay, que es el nombre de un
puerto; Calagán es Carag^ua, en la isla de Mindanao, y Zubu es la
isla de Sebu, de la que hablará mucho el autor.
92 F 1 G A F E T T A LIB.
algunas veces hasta los pies. Las orejas, horadadas, se
las adornan con aretes y pendientes de oro. — Areca:
Son buenos bebedores, y mascan continuamente un
fruto llamado areca (1), parecido a una pera. — Betel:
Le cortan en pedazos y le envuelven en hojas del mis-
mo árbol, llamado betre (2), que semejan a las de la
morera, mezclándolo con un poco de cal. Después de
haberlo mascado bien lo escupen, y su boca se pone
toda roja. Todos los isleños mascan el fruto del betre,
pues, según ellos, refresca el corazón y morirían si no
lo hiciesen. — Animales: Los animales de esta isla son
los perros, los gatos, los cerdos, las cabras y los po-
llos. — Vegetales: Los vegetales comestibles son el
arroz, el mijo, el panizo, el maíz, las nueces de coco,
la naranja, el limón, la banana y el jengibre. También
hay cera. — Oro: El oro abunda, como lo prueban dos
sucesos de que fui testigo. Un hombre nos trajo un ta-
zón de arroz e higos, y pidió en cambio un cuchillo.
El capitán, en vez del cuchillo, le ofreció algunas mo-
nedas, entre ellas una dobla de oro; pero las rehusó y
prefirió el cuchillo. Otro ofreció un grueso lingote de
oro macizo por seis hilos de cuentas de vidrio; pero el
capitán prohibió expresamente el hacer este cambio,
temiendo que por ello comprendiesen los isleños que
apreciábamos más el oro que el vidrio y las otras mer-
cancías.
La isla de Massana está a 9° 40' de latitud Nor-
te y 162° de longitud occidental de la línea de de-
marcación, y a veinticinco leguas de la isla de Hu-
munu (3).
Desde allí, dirigiéndonos al Sureste, partimos, y pa-
samos por entre cinco islas, que se llaman Ceylon,
(1) El uso de mascar la areca (Areca cathecu, de Linneo) en-
vuelta en hojas de betel continúa aún.
(2) Es el betel,
(3) Limassava está ciertamente en la latitud indicada por el
autor; pero hay un gran error en la longitud.
11 PRIMER VIAJE EN TORNO DEL GLOBO 93
Bohol, Canigán, Baybay y Gatigfán (1). — Murciélagos:
En esta última vimos murciélagos del tamaño de águi-
las. Matamos uno y nos lo comimos, encontrándole
un sabor a pollo. — Añades: Hay también pichones,
tórtolas, papagayos y otras aves negras y grandes como
una gallina, que ponen huevos tan gordos como los del
ánade y que son comestibles. Nos dijeron que la hem-
bra pone sus huevos en la arena, y que el calor del sol
basta para incubarlos. De Massana a Gatigán hay veinte
leguas.
6 de abril de 1521* — Poloy Ticobón y Pozón. —
Partimos de Gatigán dejando el cabo al Oeste, y como
el rey de Massana, que quería ser nuestro piloto, no
podía seguirnos con su piragua, le esperamos cerca de
tres islas llamadas Polo, Ticobón y Pozón (2). Cuando
nos alcanzó, le hicimos subir a nuestro navio con algu-
nos de su séquito, lo que le gustó mucho, y llegamos
a la isla de Zubu. De Gatigán a Zubu hay quince
leguas.
7 de abril de 1521. — El domingo, 7 de abril,
entramos en el puerto de Zubu. Pasamos cerca de mu-
chas aldeas, donde vimos casas construidas sobre los
árboles. Cuando estuvimos cerca de la villa, que tiene
el mismo nombre que la isla, el capitán mandó izar to-
dos los pabellones y amainar velas, y se disparó en
descarga cerrada toda la artillería, lo que causó gran
alarma entre los isleños.
Embajada al rey. — El capitán envió entonces a uno
de sus discípulos, con el intérprete, de embajador al
rey de Zubu. Llegados a la villa, encontraron al rey
rodeado de una inmensa multitud, alarmada por el es-
truendo de las bombardas. El intérprete comenzó por
(1) Bohol ha conservado su nombre. Canigán y Gatigán se en-
cuentran en los mapas antiguos, y particularmente en el mapa XVIII
de Urbano Monti. Bellin puso estas islas sin nombre. I
(2) Polo y Pozón, islas que se ven también en los mapas de
Monti y de Ramusio, pero demasiado alejadas una de otra.
94 PIGAFETTA LIB.
calmar al rey, diciéndole que era una costumbre nues-
tra, y que este estrépito no era mas que un saludo en
señal de paz y amistad para honrar al mismo tiempo al
rey y a la isla. Con ello se aquietó todo el mundo. El
rey, por intermedio de su ministro, preguntó al intér-
prete qué podía atraernos en su isla y qué queríamos.
El intérprete respondió que su amo, comandante de la
escuadra, era capitán al servicio del rey más grande de
la Tierra, y que el objeto de su viaje era llegar a Ma-
lucco; pero que el rey de Massana, en donde había to-
cado, le hizo grandes elogios de su persona, habiendo
venido para tener el placer de visitarle, y al mismo tiem-
po para avituallarse, dando en cambio nuestras mer
cancías.
El rey mandó que le dijeran que le daba la bienve-
nida, pero que al mismo tiempo le advertía que todos
los navios que entraban en su puerto para comerciar
debían empezar por pagarle un impuesto, y para probar-
lo añadió que no hacía cuatro días que este tributo le
había pagado un junco (1) de Ciam (2), que compró es-
clavos y oro; llamó en seguida a un comerciante moro
que venía también de Ciam con el mismo fín para que
él atestiguase la verdad de lo que acababa de anticipar.
El intérprete respondió que su amo, por ser capitán
de un monarca tan grande, no pagaría impuestos a nin-
gún rey de la Tierra; que si el rey de Zubu quería la
paz, traía la paz; pero que si quería la guerra, le haría
la guerra. El comerciante de Ciam, aproximándose en-
tonces al rey, le dijo en su lenguaje: Cata roja chita,
esto es: «Señor, tened cuidado. Estas gentes (nos creían
portugueses) son los que han conquistado Calicut,
Malacca y todas las Grandes Indias.» El intérprete, que
había comprendido lo que el comerciante acaba de
decir, añadió que su rey era mucho más poderoso por
(1) Junco, navio grande.
(2) Siam.
11 PRIMER VIAJE EN TORNO DEL GLOBO 95
SUS ejércitos y por sus escuadras que el de Portugal,
de que el siamés acababa de hablar; que era el rey de
España y el emperador de todo el mundo cristiano, y
que si hubiera preferido tenerle más por enemigo que
por amigo, habría enviado los bastantes hombres y na-
vios para destruir por completo su isla. El moro con-
firmó al rey lo que acababa de decir el intérprete. El
rey, encontrándose confuso, dijo que lo trataría con los
suyos y a la mañana siguiente daría la respuesta. Entre-
tanto, hizo servir al diputado del capitán y al intérpre-
te un desayuno de muchos platos, todos de carne, en
vasos de porcelana.
Después del desayuno, nuestros comisionados vol-
vieron a bordo y relataron todo lo que les había suce-
dido. El rey de Massana, que, salvo el de Zubu, era el
más poderoso de estas islas, saltó a tierra para anun-
ciar al otro rey las buenas disposiciones del capitán ge-
neral para con él.
Al día siguiente, el escribano de nuestro navio y el
intérprete fueron a Zubu. El rey salió a su encuentro
acompañado de sus jefes, y después de que se senta-
ron delante de él, les dijo que, convencido por lo que
acababa de saber, no solamente no pretendía ningún
impuesto, sino que, si se le exigía, estaba presto a ser
él mismo tributario del emperador. — Tratado conclu-
so entre el capitán y el rey: Se le contestó que no se
pedía otra cosa que el privilegio de tener el comercio
exclusivo de la isla. — Ceremonia en señal de amistad:
El rey accedió y les encargó que asegurasen a nuestro
capitán que si quería ser verdaderamente su amigo no
tenía mas que sacarse un poco de sangre del brazo de-
recho y enviársela, y que por su parte haría otro tanto,
lo cual sería la señal de una amistad leal y sólida. El
intérprete aseguró que todo se haría como deseaba. El
rey añadió que todos los capitanes, sus amigos, que ve-
nían a su puerto le hacían regalos, y que en reciproci-
dad ellos recibían otros; que dejaba al capitán la elec-
96 HIGA F E T T A LIB.
ción de ser el primero en dar los regalos o en recibir-
los. El intérprete respondió que puesto que, al parecer,
concedía tanta importancia a esta costumbre, no tenía
mas que comenzar; el rey consintió.
9 de abril de 1521. — Mensaje del mercader
moro: El martes por la mañana, el rey de Massana vino
a nuestro navio con el comerciante moro, y después de
haber saludado al capitán de parte del rey de Zubu,
dijo que traía el encargo de prevenirle que el rey se ocu-
paba en reunir todos los víveres que podía encontrar
para regalárselos, y que por la tarde le enviaría a su
sobrino con algunos de sus ministros para establecer la
paz. El capitán les dio las gracias y les hizo ver al mis-
mo tiempo un hombre armado de pies a cabeza, dicién-
doles que en caso de que fuera preciso combatir todos
nos armaríamos de la misma manera. El moro tembló
de miedo viendo a un hombre armado de este modo;
pero el capitán le tranquilizó, asegurándole que nues-
tras armas eran tan ventajosas a nuestros amigos como
fatales a los adversarios. Que estábamos dispuestos a
aniquilar a los enemigos de nuestro rey y de nuestra fe
con la misma facilidad con que nos enjugábamos el su-
dor de la frente con un pañuelo. Esto lo dijo el capi-
tán en tono fiero y amenazador, para que el moro lo
contase al rey.
Embajada al capitán. — Efectivamente, después de
comer vimos venir al sobrino (1) del rey, que era su
heredero, con el rey de Massana, el moro, el goberna-
dor o ministro y el preboste mayor, con ocho jefes de
la isla, para concertar un tratado de paz con nosotros.
El capitán les recibió con mucha dignidad: se sentó en
un sillón de terciopelo rojo, dando sillas de la misma
tela al rey de Massana y al príncipe; los jefes se senta-
ron en sillas de cuero y los otros en esteras.
Alianza. — Preguntó el capitán, por el intérprete, si
(1) El heredero presunto del trono.
II PRIMER VIAJE EN TORNO DEL GLOBO 97
era su costumbre hacer los tratados en público, y si el
príncipe y el rey de Massana tenían los poderes nece-
sarios para concluir un tratado de alianza con él. Res-
pondieron que estaban autorizados y que se podía ha-
blar en público. El capitán les hizo comprender las ven-
tajas de esta alianza, rog-ó a Dios que la confirmase en
el cielo y añadió otras muchas cosas que les inspiraron
amor y respeto por nuestra religión. Preguntó si el rey
tenía hijos varones, y le contestaron que no tenía mas
que hijas, de las cuales la mayor era la mujer de su
sobrino el enviado como embajador y que a causa de
este matrimonio se le consideraba como príncipe he-
redero. — Sucesión de los hijos: Hablando de la suce-
sión entre ellos, supimos que cuando los padres tienen
cierta edad, sin consideración ninguna el mando pasa
a sus hijos. Esto escandalizó al capitán, que condenó
esta costumbre diciendo que Dios, creador del cielo y
de la Tierra, ordenó expresamente que los hijos honra-
sen a su padre y a su madre, amenazando con el casti-
go del fuego eterno a los que transgrediesen este man-
damiento; y para que se compenetrasen mejor con la
fuerza de este divino precepto, les explicó que todos
estamos igualmente sujetos a las leyes divinas, porque
todos descendemos de Adán y Eva. — Comienza la
conversión: Continuó exponiéndoles otros pasajes de
la Historia Sagrada, que agradaron a los isleños, exci-
tando en ellos el deseo de instruirse en los principios
de nuestra religión, de tal manera que rogaron al capi-
tán que cuando marchase les dejara uno o dos hombres
capaces de enseñarles y que los honrarían debidamen-
te; pero el capitán les dio a entender que la cosa más
esencial era que se bautizasen, lo que podían hacer an-
tes de su partida; que no podía ahora darles ninguna
persona de su tripulación, mas que volvería otra vez
trayendo sacerdotes y frailes para que les instruyeran
en los misterios de nuestra santa religión. Testimonia-
ron su satisfacción después de estos discursos, afirman-
98 PIGAFETTA LIB.
do que les contentaria recibir el bautismo, pero que
antes querían consultar al rey sobre el asunto. Les advir-
tió el capitán que no debían bautizarse solamente por
el temor que pudiéramos inspirarles o por la esperanza
de obtener ventajas materiales, pues su intención era
no inquietar a ninguno de ellos porque prefiriese con-
servar la fe de sus padres; sin embargo, no disimuló
que los que se hiciesen cristianos serían los preferi-
dos y los mejor tratados. Todos exclamaron que no
era por miedo ni por complacencia su deseo de abra-
zar nuestra religión, sino por impulso de su propia vo-
luntad.
El capitán les prometió darles armas y una armadura
completa, según la orden que recibió de su soberano,
advirtiéndoles al mismo tiempo que deberían también
bautizarse sus mujeres, sin lo cual tendrían que sepa-
rarse de ellas y no tener relaciones carnales con ellas,
so pena de caer en pecado mortal. Habiendo sabido
que pretendían tener frecuentes apariciones del diablo,
lo que les causaba mucho miedo, les aseguró que si se
hacían cristianos, el diablo no se atrevería a presen-
tarse ante ellos hasta el instante de la muerte (1). Los
isleños, convencidos y persuadidos de todo lo que aca-
baban de oír, respondieron que tenían plena confianza
en él, por lo que el capitán, llorando de ternura, los
abrazó a todos.
Alianza con España. — Tomó la mano del príncipe
y la del rey de Massana y dijo que por la fe que tenía
en Dios, por la fidelidad debida al emperador su señor,
y por el hábito (2) que llevaba, establecía y prometía
paz perpetua entre el rey de España y el de Zubu. Los
dos embajadores prometieron lo mismo.
(1) Candish y Noorth (Hist gen. des voy ages, tomo XV, pági-
na 222) hablan del miedo que los habitantes de Filipinas tienen a
la aparición del diablo.
(2) Probablemente el hábito de la orden de Santiago, de la
que era comendador.
11 PRIMER VIAJE EN TORNO DEL GLOBO 99
Regalos del rey. — Después de esta ceremonia se
sirvió el desayuno, e inmediatamente los indios presen-
taron al capitán, en nombre del rey de Zubu, grandes
cestas llenas de arroz, cerdos, cabras y gallinas, excu-
sándose de que el regalo que le ofrecían no fuera digno
de tan gran personaje.
Regalos del capitán, — Por su parte, el capitán ge-
neral dio al príncipe una tela blanca finísima, un gorro
rojo, algunos hilos de cuentas de vidrio y una taza de
vidrio dorado (1). No regaló nada al rey de Massana,
porque acababa de donarle una túnica de Cambaya (2)
y otras cosas. También hizo regalos a todos los que
acompañaban a los embajadores.
Pigafetta lleva los regalos al rey. — Después que se
fueron los isleños, el capitán me envió a tierra con otro
para llevar los regalos destinados al rey, los cuales con-
sistían en una túnica a la turca de seda amarilla y vio-
leta, un gorro rojo, varios hilos con cuentas de cristal,
todo en un plato de plata, y dos tazas de vidrio dorado
que llevábamos a la mano.
El vestido y los adornos del rey. — Llegados a la
villa, encontramos al rey en su palacio acompañado de
un gran cortejo. Estaba sentado en el suelo sobre una
esterilla de palma. Desnudo del todo, excepto las par-
tes naturales cubiertas con una tela de algodón, un velo
bordado a mano alrededor de la cabeza, un valioso
collar y en las orejas grandes aretes de oro rodeados
de piedras preciosas. Era pequeño, gordo y pintado
caprichosamente a fuego (3). A su lado, sobre otra es-
terilla, había dos vasos de porcelana con huevos de
tortuga, que estaba comiendo, y delante tenía cuatro
(1) Estos pueblos aprecian mucho el vidrio.
(2) Cambaya, una de las ciudades más comerciales de la India,
particularmente en telas.
(3) Hoy los salvajes no usan el fuego para tatuarse; pero se
hacen incisiones en las que vierten líquidos colorantes, o se apli-
can jugos cáustico!.
100 PIGAFETTA LIB.
cántaros de vino de palmera, cubiertos con plantas
aromáticas. En cada uno de los cántaros había una caña
hueca, por la que chupaba cuando quería beber (1).
Después de saludarle, el intérprete le dijo que el capi-
tán, su amo, le daba las gracias por el regalo que le hizo,
y a su vez le enviaba algunas cosas, no como recompen-
sa, sino como muestra de la amistad sincera que aca-
baba de concertar con él. Terminado el preámbulo, le
pusimos la túnica, le colocamos el gorro sobre la ca-
beza y le presentamos los otros regalos que para él lle-
vábamos. Antes de ofrecerle las tazas de vidrio, las
besé y las puse sobre mi cabeza, y el rey hizo lo mismo
al recibirlas. En seguida nos invitó a comer con él los
huevos y a beber con las cañas, y mientras comíamos,
los que estuvieron en el navio le contaron todo lo que
el capitán dijo relativo a la paz y la manera en que les
exhortó a abrazar el cristianismo.
Música. — El rey quería que nos quedásemos tam-
bién a cenar, pero con su permiso nos excusamos. El
príncipe, su yerno, nos condujo a su propia casa, en
donde encontramos a cuatro muchachas que tocaban
a su manera una extraña música: una golpeaba un tam-
bor parecido a los nuestros, pero puesto en el sue-
lo (2); otra redoblaba alternativamente en dos timba-
les, empuñando sus manos sendas clavijas o macitos
con una punta guarnecida con tela de palma; la tercera
hacía lo mismo en un timbal más grande, y la cuarta
manejaba diestramente dos cimbalitos que producían
dulces acordes. Llevaban tan bien el compás, que se
veía que eran muy inteligentes en música. Los timba-
les, que son de bronce o de otro metal, se fabrican en
el país del Sign Magno (3) y les sirven también de
(1) La costumbre de beber por cañas la observó también Noorth
entre estos pueblos.
(2) Aun hoy, los tambores y los címbalos son los principales
instrumentos músicos de los habitantes de las islas del Sur.
(3) El Sinus Magnus, de Ptolomeo, que es el jrolfo de China.
II PRIMER VIAJÉ ÉN TORNO DEL GLOBO lOÍ
campanas; les llaman agón. Tocan, además, los isleños
una especie de violín con cuerdas de cobre.
Desnudez de las muchachas. — Estas muchachas eran
muy bonitas y casi tan blancas como los europeos, y
no por ser ya adultas dejaban de estar desnudas; algu-
nas, sin embargo, llevaban un trozo de tela de corteza
de árbol desde la cintura hasta las rodillas; pero las
otras estaban completamente desnudas; el agujero de
sus orejas era muy grande, y le llevaban guarnecido de
un cilindro de madera para ensancharle y redondear-
le (1); tenían los cabellos largos y negros, y un velillo
ceñía su cabeza. No llevan nunca sandalias ni otra clase
de calzado. Merendamos en casa del príncipe y volvi-
mos en seguida a nuestros navios.
10 de abril de 1521. — Entierro. — Murió uno
de los nuestros durante la noche, y volví el miércoles
por la mañana con el intérprete a casa del rey a pedirle
permiso para enterrarle y que nos indicase el sitio. El
rey, al que eacontramos rodeado de un numeroso cor-
tejo, respondió que puesto el capitán podía disponer
de él y de todos sus subditos, con mayor razón podía
disponer de su tierra. Añadí que para enterrar al muer-
to teníamos que consagrar el lugar de la sepultura y
plantar una cruz. El rey, no sólo dio su consentimiento,
sino que prometió adorar la cruz.
Para inspirar a los indios una buena opinión de nos-
otros, consagramos según los ritos de la Iglesia, y lo
mejor que fué posible, la plaza de la villa, destinándola
a cementerio de los cristianos, y enterramos en segui-
da al muerto. El mismo día por la noche enterramos
a otro.
Comercio. Pesas y medidas, — Desembarcamos mu-
chas mercancías y las almacenamos en una casa bajo la
(1) Cook (Viaje hacia el Polo Sur y alrededor del mundo) ex-
plicó la manera de dilatar los agujeros hechos en el lóbulo de las
orejas, por medio de cilindros elásticos de hojas de cañas.
102 PIGAFÉTTA LIB.
protección del rey y la custodia de cuatro hombres que
el capitán dejó allí, para traficar al por mayor. Este
pueblo, amante de la justicia, tiene pesas y medidas.
Sus balanzas son un palo de madera, pendiente en me-
dio de una cuerda; a un lado un platillo suspendido de
tres cordelitos, y al otro un peso de plomo equivalente
al del platillo, y al que añaden pesas equivalentes a las
libras, medias libras, etc., después de poner las mercan-
cías en el platillo, para hacer las pesadas. Tienen tam-
bién medidas de longitud y de capacidad.
Se entregan apasionadamente los isleños al placer y
a la ociosidad. Ya dijimos cómo tocan los timbales, y
añadimos que también tocan una especie de dulzaina
muy parecida a la nuestra y a la que llaman subin.
Casas. — Hacen sus casas con vigas, tablas y cañas,
y tienen habitaciones como nosotros. Están construidas
sobre estacas, de manera que debajo hay un espacio
vacío que sirve de establo y de gallinero, para los cer-
dos, las cabras y las gallinas.
Aves que matan a las ballenas. — Nos dijeron que
en estos mares hay unas aves negras, semejantes a los
cuervos, que cuando una ballena aparece en la super-
ficie del agua esperan que abra la garganta para lan-
zarse dentro y van derechas a arrancarle el corazón,
que arrebatan para comérselo. La única prueba que nos
dieron acerca de esto es que se ve al ave negra co-
miéndose el corazón de la ballena, y que se encuentra
la ballena muerta sin corazón. Llaman al ave negra la-
gan; tiene el pico dentado, las plumas negras, pero
tiene la carne blanca y comestible (1).
12 de abril de 1521. — Tráfico. — El viernes
abrimos nuestro almacén y expusimos nuestras mercan-
(1) Este es uno de los cuentos que Pigafetta oyó y que cuenta
de buena fe. Sin embargo, se ha observado que muchas aves viven
de la carne de las ballenas muertas y lanzadas por las olas sobre
la orilla. Un cuervo que haya entrado en la garganta abierta de
una ballena muerta, tal vez dio origen a este cuento.
II PRIMER VIAJE EN TORNO DEL GLOBO 103
cías, que los isleños admiraron extrañados. Por objetos
de bronce, hierro y otros metales nos daban oro. Nues-
tras joyas y otras bagatelas se convertían en arroz, en
cerdos, en cabras y otros comestibles. Por catorce li-
bras de hierro nos daban diez piezas de oro, de un va-
lor equivalente a ducado y medio cada una. £1 capitán
general prohibió que se demostrase demasiada codicia
por el oro; sin esta orden, cada marinero hubiera ven-
dido todo lo que poseía para procurarse este metal, lo
que hubiera arruinado para siempre nuestro comercio.
14 de abril de 1521. — Bautismo del rey de
Zubu, — Prometió el rey a nuestro capitán abrazar la
religión cristiana; se fíjó para la ceremonia el domingo
14 de abril. Se aderezó, al efecto, en la plaza ya con-
sagrada un tablado adornado con tapicerías y ramas
de palmeras. Saltamos a tierra cuarenta hombres, más
dos armados de pies a cabeza, que daban guardia de
honor al pendón real. Al pisar tierra los navios dispa-
raron toda la artillería, lo que asustó a los isleños. £1
capitán y el rey se abrazaron. Subimos al tablado, en el
que había para ellos dos sillas de terciopelo verde y
azul. Los jefes isleños se sentaron en cojines, y los
otros en esteras.
Ventajas para el rey de hacerse cristiano. — Hizo
el capitán decir al rey que, entre las muchas ventajas
de que iba a gozar haciéndose cristiano, tendría la de
vencer más fácilmente a sus enemigos. El rey respon-
dió que estaba muy contento de convertirse, aun sin
beneficio ninguno; pero que le agradaba el poder ha-
cerse respetar de ciertos jefes de la isla que rehusaban
sometérsele, diciendo que eran hombres como él y no
querían obedecerle. Entonces el capitán mandó que
los trajeran, y les dijo que si no obedecían al rey como
soberano, los haría matar a todos y confiscaría sus bie-
nes en provecho del rey. Con esta amenaza todos los
jefes prometieron reconocer su autoridad.
A su vez el capitán aseguró al rey que a su vuelta
104 P [ G A F E T T A LIB.
a España volvería a su país con fuerzas mucho más con-
siderables, y que le haría el más poderoso monarca de
aquellas islas, recompensa merecida por haber sido el
primero que abrazó la religión cristiana. El rey dio las
gracias levantando las manos al cielo, y le rogó insis-
tentemente que dejase algunos hombres con él para
que le instruyesen en los misterios y deberes de la re-
ligión cristiana, lo cual prometió el capitán; mas a con-
dición de que le confíase dos hijos de personajes de
la isla para llevarlos con él a España, donde aprende-
rían la lengua española, para que a su vuelta pudiesen
dar una idea de lo que hubieran visto.
Después de haber plantado una gran cruz en medio
de la plaza se pregonó que cualquiera que quisiese cris-
tianarse debería destruir todos sus ídolos, colocando
la cruz en su lugar. Todos consintieron. El capitán, to-
mando al rey de la mano le condujo al tablado; vis-
tiéronle enteramente de blanco, y se le bautizó con el
rey de Massana, el príncipe su sobrino, el mercader
moro y otros muchos, hasta quinientos. Al rey, que se
llamaba raja Humabon, se le puso el nombre de Carlos,
por el emperador; los demás recibieron diversos nom-
bres. Se dijo en seguida misa, después de la cual el
capitán invitó al rey a comer; pero éste se excusó y nos
acompañó hasta las chalupas, que nos volvieron a la
escuadra; al llegar dispararon otra descarga cerrada.
Bautizo de la reina. — Acabada la comida fuimos a
tierra muchos con el capellán para bautizar a la reina y
a otras mujeres. Subimos con ellas al tablado, y yo mos-
tré a la reina una imagen pequeña de la Virgen con el
niño Jesús, que le agradó y enterneció mucho. Me la
pidió para colocarla en lugar de sus ídolos, y se la di
de buena gana (1). Se puso a la reina el nombre de
Juana, por la madre del emperador; el de Catalina a la
(1) La casualidad o el cuidado de algún indígena que la mira-
ría como un ídolo la conservaron hasta 1598, en que, habiendo
lí PRIMER VIAJE EN TORNO DEL GLOBO 105
mujer del príncipe, y el de Isabel a la reina de Massa-
na. Bautizamos este día más de ochocientas personas
entre hombres, mujeres y niños.
Los vestidos de la reina. — La reina, joven y bella,
vestía por completo de tela blanca y negra; se tocaba
con un gran sombrero de hojas de palmera en forma
de quitasol, y en la copa, también de las mismas hojas,
una triple corona la asemejaba a la tiara del Papa; no
salía nunca sin ella. Llevaba la boca y las uñas teñidas
de un rojo muy vivo. A la caída de la tarde el rey y la
reina vinieron hasta la orilla en que estamos anclados,
y oyeron complacidos el estruendo inocente de las
bombardas, que tanto les había asustado antes.
22 de abril de 1521. —Religión, — Durante todo
este tiempo bautizamos a los indígenas de Zubu y
de las islas adyacentes. Sin embargo, hubo una aldea
en una de las islas en que los habitantes nos desobe-
decieron; la quemamos y plantamos una cruz porque
eran idólatras; si hubieran sido moros, esto es, maho-
metanos, hubiésemos plantado una columna de piedra
para representar el endurecimiento de su corazón.
El capitán general bajaba a tierra todos los días a
oír misa, a la que acudían muchos nuevos cristianos,
para los cuales hizo un catecismo explicándoles mu-
chos misterios de nuestra religión.
La reina oye misa, — Un día, con pompa extraor-
dinaria, vino la reina a oír misa. La precedían tres jó-
venes, que llevaban tres de sus sombreros; vestía una
túnica blanca y negra, y un gran velo de seda a rayas
de oro cubríale cabeza y espaldas. Acompañábanla mu-
chas mujeres, que llevaban un velillo bajo un sombrero,
sueltos los cabellos, desnudas hasta los pies, excepto
una tela de palmera que les ocultaba las partes natura-
vuelto los españoles con misioneros, la encontraron y la expusieron
a la veneración; por ello pusieron el nombre de ciudad de Jesús a
la que coQstr\iyeron.(Hist genérale des voyages, tomo XV,pág. 35.)
106 PICAFETTA LIB.
les. La reina, después de haber hecho una reverencia
ante el altar, se sentó sobre un cojín de seda bordada,
y el capitán le roció a ella y a su séquito con agua de
rosas almizclada, olor que agrada infínito a las mujeres
de este país.
Juramento de los jefes al rey, — Con el fin de que el
rey fuese más respetado y obedecido aún, nuestro ca-
pitán general le hizo un día venir a misa vestido con su
túnica de seda, y mandó que trajeran a sus dos herma-
nos, llamados uno Bondara, que era padre del prínci-
pe, y el otro Cadaro, con muchos jefes llamados Si-
miut, Sibuaia, Sisacai (1), Magalibe, etc. Les exigió
juramento de obediencia al rey, y después que le be-
saran la mano.
Juramento del rey a España. — Inmediatamente el
capitán hizo jurar al rey de Zubu que permanecería so-
metido y fiel al rey de España. Jurado que hubo, el ca-
pitán general depositó su espada delante de la imagen
de Nuestra Señora, y dijo al rey que, después de tal
juramento, debía morir antes que faltar a él, y que él
mismo estaba presto a perecer mil veces antes que fal-
tar a sus juramentos por la imagen de Nuestra Señora,
por la vida de su señor el emperador y por su hábito.
En seguida le regaló una silla de terciopelo, advirtién-
dole que debía hacerla llevar por un jefe delante de él,
adondequiera que fuese, y la manera de conducirse.
Joyas para el capitán. — El rey prometió al capitán
acatar exactamente lo que acababa de decirle, y para
demostrarle su adhesión personal mandó preparar las
joyas que quería regalarle, y que consistían en dos pen-
dientes de oro muy grandes, dos brazaletes y dos ajor-
cas de oro, adornados con piedras preciosas. Estas
alhajas son el adorno más bello de los reyes de estas
comarcas, que van siempre desnudos y descalzos, no
(1) Parece que el prefíjo si o ci en nombres propíos es un título
de honor.
II PRIMER VIAJE EN TORNO DEL GLOBO 107
llevando, como ya he dicho, más vestido que un peda-
zo de tela desde la cintura a las rodillas.
Continúa la idolatría, — El capitán, que había con-
minado al rey y a los otros neófitos a quemar sus ído-
los, cosa que todos habían prometido, viendo que no
sólo los conservaban sino que les hacían sacrificios se-
gún su antigua costumbre, se lamentó de la desobe-
diencia y les regañó. No pretendieron negarlo; pero
creyeron disculparse diciendo que no hacían los sacri-
ficios por ellos, sino por un enfermo, cuya salud espe-
raban de los ídolos. El enfermo era el hermano del
príncipe, considerado como el hombre más sabio y
más valiente de la isla, y su mal había llegado hasta el
punto de perder el había hacía cuatro días.
Curación milagrosa. — Oyó el capitán el relato, y
animado de un santo celo, dijo que si tenían verdadera
fe en Jesucristo, quemaran todos sus ídolos y bautiza-
sen al enfermo, que curaría, pues estaba tan convenci-
do de ello, que apostaba la cabeza a que lo que pro-
metía sucedería inmediatamente. El rey asintió. Fuimos,
entonces, con la mayor pompa posible, en procesión
desde la plaza en que estábamos a la casa del enfermo,
que encontramos, efectivamente, en tristísima situación,
inmóvil y sin poder hablar. Le bautizamos, y a dos de
sus mujeres y diez hijos. El capitán, inmediatamente
después del bautismo, le preguntó qué tal se encontra-
ba, y él respondió repentinamente que, gracias a Nues-
tro Señor, ya estaba bien. Fuimos todos testigos de
vista de este milagro, dando gracias a Dios, especial-
mente el capitán. Dio al príncipe una bebida refres-
cante, enviándosela a diario hasta que se restableció
por completo, y al mismo tiempo le mandó un colchón,
sábanas, un cobertor de lana y una almohada.
Destrucción de los ídolos, — Al quinto día sanó el
enfermo y se levantó. Su primer deseo fué quemar
en presencia del rey y del pueblo un ídolo al que ve-
neraba grandemente y que algunas viejas guardaban
108 PIGAFETTA Ufe.
con mucho cuidado en su casa. Mandó derribar muchos
templos que había a orillas del mar, en los que el pue-
blo se reunía para comer la carne consagrada a los ído-
los. Todos los indíg^enas aplaudieron su resolución y
se dedicaron a destruir ídolos, incluso los de la casa
del rey, al grito de ¡Viva Castilla!, en honor del rey
de España.
Su figura. — Los ídolos de este país son de madera,
cóncavos o vaciados por detrás, con los brazos y las
piernas separadas y los pies vueltos hacia arriba; la
cara grande, con cuatro colmillos semejantes a los del
jabalí (1); generalmente están pintados.
Bendición del cerdo, — Puesto que hablamos de ído-
los, voy a contar a vuestra señoría algunas de sus ce-
remonias supersticiosas, entre ellas la bendición del
cerdo. Comienzan redoblando grandes timbales; en se-
guida traen tres grandes platos: dos llenos de pescado
asado, tortas de arroz y mijo cocido, envueltos en ho-
jas, y otro con telas de Cambaya y dos tiras de tela
de palma. Extienden en el suelo uno de estos lien-
zos, y aparecen dos viejas con sendos trompetones de
caña (2). Se colocan sobre la tela, saludan al Sol, y se
envuelven en los otros paños que había en el plato.
La primera vieja cubre su cabeza con un pañuelo, atan-
do las puntas en forma de cuernos, y con otro pañue-
lo en la mano, baila y toca la trompeta, invocando de
vez en cuando al Sol. La otra coge una de las dos tiras
de tela de palma, toca la trompeta, y volviéndose ha-
cia el Sol murmura algunas palabras. A continuación, la
primera coge la otra tira, arroja el pañuelo de la mano,
y las dos tocan las trompetas y danzan un buen rato al-
rededor del cerdo, que yace en el suelo bien atado,
(1) Visnú, en una de sus encarnaciones, es representado con
cara de jabalí. (Sonnerat, tomo I, pág. 161.)
(2) ^ Entre los instrumentos músicos de los indios, Sonnerat en-
contró y dibujó un trompetón igual a los que aquí menciona el
autor.
II PRIMER VIAJE EN TORNO DEL GLOBO 109
hablando y respondiendo en voz baja al Sol respectiva-
mente. Coge una taza de vino la primera sin dejar de
bailar ni de dirigirse al Sol, y finge beber cuatro o cin-
co veces, vertiendo el líquido sobre el corazón del
cerdo. Deja la taza y toma una lanza, que blande, siem-
pre bailando y hablando, amagando al corazón del cer-
do muchas veces, hasta que, al fin, le atraviesa de parte
a parte con golpe rápido y certero. En seguida de
arrancar la lanza, curan la herida, cerrándola con yerbas
salutíferas. Durante la ceremonia alumbra una antorcha
que la vieja que atravesó al cerdo apaga al final metién-
dosela en la boca. La otra vieja moja su trompeta en
la sangre del cerdo, y con ella toca y mancha la frente
de los asistentes, empezando por su marido; pero no
lo hizo con nosotros. Acabado todo, se desnudan las
viejas, comen lo que había en los dos platos, e invitan
a hacer lo mismo a las mujeres, pero no a los hombres,
y chamuscan y afeitan al cerdo. Nunca comen carne de
este animal que no hayan purificado antes de esta ma-
nera, y solo las viejas pueden realizar esta ceremonia.
Ceremonias fúnebres. — Cuando muere un jefe se
celebran también singulares ceremonias, de las que fui
testigo. Las mujeres más respetadas del país fueron a
casa del muerto, cuyo cadáver estaba en una caja, alre-
dedor de la cual innumerables cuerdas, sujetando ra-
mas de árboles, formaban una especie de muralla, de
la que pendían telas de algodón en pabellones, bajo
los que se sentaron las mujeres dichas, cubiertas con
un trapo blanco. A cada mujer le daba aire con un aba-
nico de palma una criada. Las demás, con semblante
triste, se sentaron alrededor de la habitación. Una cor-
tó lentamente con un cuchillo los cabellos del muerto.
Otra, que había sido su mujer principal (porque, aun-
que cada hombre puede tener tantas mujeres como le
plazca, una sola es la principal), se tendió sobre él de
modo que puso su boca, sus manos y sus pies sobre la
boca, las manos y los pies del cadáver, y mientras la
lio PIGAFETTA LIB.
primera cortaba los cabellos, ella lloraba, y cuando se
paraba la primera, cantaba. Alrededor de la habitación
había muchos braseros, en los que a menudo se echa-
ba mirra, estoraque y benjuí, que esparcían un olor muy
ag^radable. Duran estas ceremonias cinco o seis días,
con el cadáver en casa, yo creo que con el deseo de
embalsamar al muerto con alcanfor para preservarle de
la putrefacción. Se le entierra en la misma caja, clavada
con clavijas de madera, en el cementerio, que es un lu-
gar cerrado y cubierto con tablones.
Pájaro de mal agüero. — Me asegfuraron que todas
las noches, de madrugada, venía un pájaro negro, del
tamaño de un cuervo, a posarse sobre las casas, y con
sus gritos espantaba a los perros, que aullaban toda la
noche, no cesando de ladrar hasta el alba. No quisie-
ron nunca decirnos la causa de este fenómeno, del que
todos fuimos testigos.
Infibulación, — Añadiré otra observación sobre sus
extrañas costumbres. Ya dije que van estos indios des-
nudos por completo, salvo un paño de tela de palmera
para cubrir sus partes naturales. Todos los hombres,
viejos y jóvenes, tienen una especie de infibulación en
el prepucio, por la cual pasan un cilindrito de oro o de
estaño, del grueso de una pluma de oca, que le ho-
rada de alto a bajo, con una abertura en medio para
dejar paso a la orina, y en los extremos con dos cabe-
zas parecidas a las de nuestros clavos grandes, algunas
veces erizadas con puntas en forma de estrella.
Me dijeron que no se quitaban nunca este adorno,
ni aun durante la cópula, que eran las mujeres quienes
lo querían, y asimismo ellas preparaban la infibulación
de sus hijos desde la infancia (1); ignoro lo que habrá
(1) En la primera traducción del extracto de Pigafetta, se lee:
Grandi et picoli hanno il membro bucato da una parte all'altra
appresso il capo, e in quel buco hanno messo come una verghetia
d'oro grossa come una penna d'oca; i altri mettono come una stel-
la acata sopra la testa del membro par d'oro.
H PRIMER VIAJE EN TORNO DEL GLOBO 111
de cierto, pero a pesar del extraño aparato, todas las
mujeres nos preferían a sus maridos (1).
Productos de la isla, — Abundan los víveres en la
isla. Además de los animales ya citados, hay perros y
gatos, que también se comen. Produce arroz, mijo, pa-
nizo y maíz, naranjas, limones, cañas de azúcar, nueces
de coco, calabazas, ajos, jengibre, miel, vino de pal-
mera y otras cosas, y mucho oro.
Hospitalidad. — Cuando bajábamos a tierra, fuera
de día o de noche, encontraba siempre indios que nos
invitaban a comer o beber. Cuecen a medias solamen-
te sus guisos, y los salan excesivamente, lo que les
obliga a beber mucho y frecuentemente, chupando con
cañas huecas el vino de los vasos. Pasan cinco o seis
horas ordinariamente a la mesa.
Las ciudades y sus Jefes, — En esta isla hay muchas
(1) He abreviado mucho por decencia; sin embargo, doy a con>
tinuación el original del manuscrito: Grandi etpicoli hanno passa-
to il suo membro circa de la testa de luna parte a laltra con uno
/ero de oro hovero de stanio grosso como una penna de ocha e in
uno capo e laltro del medesimo fero alguni anno como una stella
con ponte soura li capi altri como una testa de chiodo da caro as-
saissime volte lo volfi vedere da molti cosi vequi como joveni per-
ché non lo poteva credere nel mezo del fero e un buto per il qualle
urinano il fero e le stelle sempre stanno ferme. Loro dicono che le
sue moglie voleno cussi et se fossero de altra sorte non uzariano
con elli. Quando quesii vogliono azare loro medesime lo pigliano
non in ordine... Questi popoli uzanno questo perché sonó di debile
natura... A tuete da sey anni insu apoco apoco li aprono la nata-
ra per cagione^ etc. No debe sorprender la lubricidad de las muje-
res de este país que han imaginado esto, después de leer en los re-
latos de los viajeros cuáles son sus costumbres y su industria en
este respecto. (Veáse la carta de Américo Vespucio en Ramusio,
tomo I, pág. 131; y Paw, Recherches sur les Américains, parte I.)
Noorth y Candisch, que viajaron por el mismo mar en 1600, y en-
contraron la misma costumbre; pero dicen que se podían quitar el
cilindro, y les contaron que esta infíbulación la imaginaron las muje-
res para impedir la pederastía. (Hist. genérale des voy ages, tomo X,
pág. 357.) La moda debe haber pasado, porque los navegantes mo-
dernos no hablan de ello.
112 PIGAFETTA LIB.
ciudades, con personajes respetables que son sus jefes.
He aquí algunos: Cing-apola, sus jefes son Cilatón, Ci-
guibucan, Cimaninga, Cimaticat, Cicambul; Mandani,
que tiene por jefe a Aponoaan; Lalan, cuyo jefe es Te-
ten; Lalutan, jefe Japall; Lubucin, jefe Cilumai. Todas
nos obedecían y nos pagaban un tributo.
Matan. — Cerca de la isla de Zubu hay otra llamada
Matan, con un puerto de igual nombre, donde ancla-
ron nuestros navios. La ciudad principal de esta isla se
llama también Matan, y sus jefes eran Zula y Cilapu-
lapu. En esta isla estaba la ciudad de Bulaia, que nos-
otros quemamos.
26 de abril de 1521. — Zula contra Cilapula-
pu. — El viernes, 26 de abril. Zula, uno de los jefes de
la isla de Matan, envió al capitán a uno de sus hijos
con dos cabras, para decirle que si no le enviaba todo
lo que le había prometido no era culpa suya, sino de
Cilapulapu, el otro jefe, que no quería reconocer la au-
toridad del rey de España; mas que si el capitán que-
ría socorrerle, solamente con una chalupa de hombres
armados, a la noche siguiente se comprometía a com-
batir y subyugar completamente a su rival.
Bajamos a Matan. — Con este mensaje, el capitán
se determinó a ir en persona con tres chalupas. Rogá-
mosle que no fuese; pero contestó que un buen pastor
no debe nunca abandonar a su rebaño.
Salimos a media noche sesenta hombres armados
con casco y coraza. El rey cristiano, su yerno el prín-
cipe y muchos jefes de Zubu, con bastantes hombres
armados, nos siguieron en balangués. Llegamos a Ma-
tan tres horas antes del alba. No quiso el capitán ata-
car entonces, sino que envió a tierra al moro para que
dijese a Cilapulapu y a los suyos que si querían reco-
nocer la soberanía del rey de España, obedecer al rey
cristiano y tributar lo que se le pedía, serían conside-
rados como amigos; pero, si no, que reconocerían la
fuerza de nuestras lanzas. Los isleños no se amedren-
11 PRIMER VIAJE EN TORNO DEL GLOBO 113
taron con nuestras amenazas, y respondieron que tam-
bién las tenían, aunque fuesen de cañas y de estacas
aguzadas a fuego. Suplicaron sólo que no los atacára-
mos de noche, porque esperaban refuerzos y serían
muchos más después; fué un ruego capcioso para enco-
rajinarnos y que les atacásemos inmediatamente, espe-
rando que caeríamos en los fosos que cavaron entre la
orilla del mar y sus casas.
27 de abril de 1521. — Combate. — Esperamos
el día, efectivamente, y saltamos a tierra con agua has-
ta los muslos, pues las chalupas no podían aproximarse
por los arrecifes. Eramos cuarenta y nueve, porque de-
jamos a once guardando las chalupas. Necesitamos an-
dar por el agua un rato antes de ganar tierra.
Los isleños eran mil quinientos y estaban formados
en tres batallones, que apenas nos vieron se lanzaron
contra nosotros con un ruido horrible; dos batallones
nos atacaron de flanco y el tercero de frente. Nuestro
capitán dividió su tropa en dos pelotones. Los balles-
teros y los mosqueteros tiraron desde lejos durante
media hora, causando al enemigo poco daño, porque
aunque las balas y las flechas, atravesando las delgadas
tablas de los escudos, les hiriesen algunas veces en los
brazos, esto no les detenía, porque no les mataba instan-
táneamente como se habían imaginado; al contrario, les
enardecía y enfurecía más. Confiando en la superioridad
del número, nos arrojaban nubes de lanzas y estacas
agudizadas a fuego, piedras y hasta tierra, siéndonos
muy difícil defendernos. Algunos lanzaron estacas con
punta de hierro contra nuestro capitán general, quien,
para alejarlos e intimidarlos, ordenó que incendiáse-
mos sus casas, lo que hicimos inmediatamente. Al ver
las llamas se enfurecieron y encarnizaron aún más; co-
rrieron algunos a sofocar el incendio y mataron a dos
de los nuestros en la plaza. Su número parecía aumen-
tar, así como la impetuosidad con que nos acometían.
Una flecha envenenada atravesó la pierna al capitán.
PIGAFETTA
114 PIGAFETTA LIB.
que mandó la retirada en orden; pero la mayor parte
de los nuestros huyeron precipitadamente, quedando
sólo siete u ocho con el capitán.
Muerte de Magallanes. — Comprendiendo los in-
dios que sus golpes a la cabeza o al cuerpo no nos da-
ñaban por la protección de la armadura, pero que las
piernas estaban indefensas, a ellas nos tiraron flechas,
lanzas y piedras, tan abundantes que no pudimos re-
sistir. Las bombardas que llevamos en las chalupas eran
inútiles, porque los arrecifes impedían acercarse bas-
tante. Nos retiramos lentamente, combatiendo siempre,
y estábamos a tiro de ballesta, con agua hasta las ro-
dillas, cuando los isleños, siempre a nuestros alcances,
volvieron a coger y nos arrojaron hasta cinco o seis
veces la misma lanza. Como conocían a nuestro capi-
tán, contra él principalmente dirigían los ataques, y por
dos veces le derribaron el casco; sin embargo, se man-
tuvo firme mientras combatíamos rodeándole. Duró el
desigual combate casi una hora. En fin, un isleño logró
poner la punta de la lanza en la frente del capitán,
quien, furioso, le atravesó con la suya, dejándosela cla-
vada. Quiso sacar la espada, pero no pudo, por estar
gravemente herido en el brazo derecho; diéronse cuen-
ta los indios, y uno de ellos, asestándole un sablazo en
la pierna izquierda le hizo caer de cara, arrojándose
entonces contra él. Así murió nuestro guía, nuestra luz
y nuestro sostén.
Al caer, viéndose asediado por los enemigos se vol-
vió muchas veces para ver si nos habíamos salvado. No
le socorrimos por estar todos heridos; y sin poderle
vengar, llegamos a las chalupas en el momento en que
iban a partir.
A nuestro capitán debimos la salvación, porque en
cuanto murió todos los isleños corrieron al sitio en
que había caído.
Pudo socorrernos el rey cristiano, y lo hubiera hecho
sin duda; pero el capitán general, lejos de prever lo
II PRIMER VIAJE EN TORNO DEL GLOBO 115
sucedido, cuando pisó tierra con su gente le ordenó
que no saliese del balang-ué y que permaneciera como
mero espectador viéndonos cómo combatíamos. Lloró
amargfamente al verle sucumbir.
Elogio de Magallanes. — Pero la gloria de Maga-
llanes sobrevivirá a su muerte. Adornado de todas las
virtudes, mostró inquebrantable constancia en medio
de sus mayores adversidades. En el mar se condenaba
a sí mismo a más privaciones que la tripulación. Versa-
do más que ninguno en el conocimiento de los mapas
náuticos, sabía perfectamente el arte de la navegación,
como lo demostró dando la vuelta al mundo, lo que
nadie osó intentar antes que él (1).
La desdichada batalla se dio el 27 de abril de 1521,
que fué un sábado, día que escogió el capitán por te-
nerle particular afición. Ocho de los nuestros y cuatro
indios bautizados perecieron con él, y pocos volvieron
a los navios sin heridas.
Imaginaron al fin protegernos con las bombardas los
que en las chalupas quedaron; pero por estar tan dis-
tantes nos hicieron más daño que a los enemigos, los
cuales, sin embargo, perdieron quince hombres.
Rehusan devolvernos el cuerpo del capitán, — Por
la tarde, el rey cristiano, con nuestro consentimiento,
envió a decir a los habitantes de Matan, que si querían
devolvernos los cadáveres de nuestros soldados muer-
tos, y particularmente el del capitán, les daríamos las
mercancías que pidiesen; pero respondieron que por
nada se desprenderían del cadáver de un hombre como
nuestro jefe, y que le guardarían como trofeo de su vic-
toria sobre nosotros.
Gobernadores de la escuadra. — Al saber la pérdida
(1) Mag-allanes no dio mas que la mitad de la vuelta al mundo;
pero Pigfafetta dice con razón que la dio casi entera, porque los
portugueses conocísn muy bien lo que faltaba de la ruta de las
islas Molucas a Europa por el Cabo de Buena Esperanza.
116 PIGAFETTA LIB.
del capitán, los que estaban en la ciudad para traficar
hicieron transportar inmediatamente las mercancías a
los navios. En su lugar elegimos dos gobernadores:
Odoardo Barbosa (1), portugués, y Juan Serrano, es-
pañol.
Disgusto del intérprete. — Enrique, nuestro intérpre-
te, el esclavo de Magallanes, resultó ligeramente herido
en el combate, lo que le sirvió de pretexto para no ba-
jar a tierra, donde se necesitaban sus servicios, y pasa-
ba el día entero ocioso, tumbado en su estera. Odoar-
do Barbosa, gobernador del navio que antes mandaba
Magallanes, le reprendió severamente, advirtiéndole
que, a pesar de la muerte de su amo, continuaba siendo
esclavo, y que a nuestra vuelta a España le entregaría a
doña Beatriz, viuda de Magallanes, amenazándole con
azotarle si inmediatamente no bajaba a tierra para el
servicio de la escuadra.
Conjuración contra los españoles. — El esclavo se
levantó tranquilamente, como si no hubiera oído las in-
jurias y amenazas del gobernador, y una vez en tierra
fué a casa del rey cristiano, a quien dijo que esperába-
mos partir a poco, y que, si quería seguir su consejo,
podría apoderarse de los navios con todas sus mercan-
cías. El rey le escuchó favorablemente, y urdieron jun-
tos la traición. Volvió en seguida el esclavo a bordo,
y mostró más actividad e inteligencia que antes.
1 de mayo de 1521* — La traición. — La maña-
na del miércoles primero de mayo, el rey cristiano en-
vió a decir a los gobernadores que tenía preparado un
regalo de piedras preciosas para el rey de España, y
que para dárselas les rogaba que viniesen a comer con
él, acompañados de algunos de su séquito. Fueron, en
(1) Odoardo Barbosa había estado ya en las Molucas, por el
Cabo; dejó una Relación de las Indias muy interesante (Ramusio,
tomo I, pág. 288). Uno de sus compañeros escribió también una
Relación abreviada del mismo viaje.
1! ¡PRIMER VÍAJE EN TORNO DEL GLOBO 117
efecto, veinticuatro, entre ellos nuestro astrólogo, lla-
mado San Martín de Sevilla. Yo no fui porque tenía la
cara hinchada por haberme herido en la frente una fle-
cha envenenada.
Sospechas. — Juan Carvajo y su ayudante volvieron
inmediatamente a los navios, sospechando la mala fe
de los indios al ver, según dijeron, que el enfermo
curado milagrosamente conducía a nuestro capellán a
su casa.
Asesinato. — Apenas habían terminado sus palabras
cuando oímos gritos y ayes. Levamos anclas en segui-
da y nos acercamos a la costa, disparando muchos
bombardazos contra las casas.
Juan Serrano, abandonado. — Vimos entonces
cómo conducían hasta la orilla del mar a Juan Serrano,
herido y agarrotado. Rogó que no disparásemos más,
porque le asesinarían. Le preguntamos qué les había
sucedido a sus compañeros y al intérprete, y respon-
dió que a todos los degollaron, excepto al esclavo,
que se pasó a los isleños. Nos conjuró a que le res-
catásemos por mercancías; pero Juan Carvajo, su com-
padre, con algunos más, rehusaron intentar siquiera
su rescate, y no consintieron que las chalupas se apro-
ximaran a la isla, porque el mando de la escuadra
les correspondía por la muerte de los dos goberna-
dores.
Juan Serrano siguió implorando la compasión de su
compadre, diciendo que en cuanto nos hiciésemos a
la vela le asesinarían; y viendo, al fin, que sus lamenta-
ciones eran inútiles, lanzó terribles imprecaciones, ro-
gando a Dios que el día del juicio final hiciera dar
cuenta de su alma a Juan Carvajo, su compadre.
Partida de Zubu. — Pero no le hicieron caso y par-
timos, sin haber tenido nunca noticias de su vida o de
su muerte.
La isla de Zubu es grande; tiene buen puerto, con
dos entradas, una al Oeste y otra al Estenordeste. Está
118 PIGAFETTA LIB. II
a 10° de latitud Norte y a 154° de longitud de la línea
de demarcación. En esta isla tuvimos noticias acerca
de las islas Malucco, antes de la muerte de Magalla-
nes (1).
(1) En el manuscrito de Pig-afetta hay aquí un vocabulario de
los ¡sleííos de Zubu, que daremos al fin del viaje.
LIBRO III
Desde la partida de Zubu hasta la salida de las islas Malucco.
Isla de Bohol. — Dejamos la isla de Zubu y ancla-
mos en la punta de una isla llamada Bohol, a diez y
ocho leguas de Zubu. — Quemamos un navio: Viendo
que las tripulaciones, disminuidas por tantas pérdidas,
no eran suficientes para los tres navios, decidimos que-
mar uno (la Concepción), después de transportar a los
otros dos todo lo que podía sernos útil. — Panilongón:
Pusimos rumbo al Suroeste, costeando una isla llama-
da Panilongón, cuyos indígenas son negros como los
etíopes.
Seguimos la ruta y llegamos a una isla que se llama
Butuán (1), donde anclamos.
Alianza con el rey. — El rey de la isla subió a nues-
tro navio, y para darnos una prueba de amistad y de
alianza se sacó sangre de la mano izquierda y untóse
con ella el pecho y la punta de la lengua; nosotros hi-
cimos lo mismo. — Pigafetta va solo con él: Cuando
se marchó fui solo con él para ver la isla. Entramos en
un río (2), en donde encontramos muchos pescadores
que ofrecieron pescado al rey, el cual, como todos los
indígenas de estas islas, iba desnudo, sin más que un
trozo de tela para cubrir las partes sexuales, cuya tela
también se quitó; los personajes de la isla que iban con
(1) Parte de Mindanao.
(2) Río que forma la bahía de Chipit.
120 PIGAFETtA Lie.
él hicieron lo mismo; empuñaron los remos y comen-
zaron a bogar cantando. Pasamos de largo muchas
casas situadas a la orilla del río, y a las dos de la ma-
drugada llegamos a la del rey, que estaba a dos leguas
de distancia del sitio en que habíamos anclado.
Cena. — Cuando entramos nos salieron al encuen-
tro con antorchas de cañas y hojas de palmera arrolla-
das e impregnadas con la goma llamada anime. Mien-
tras preparaban la cena, el rey, con dos de sus muje-
res, bastante bonitas, y dos de sus jefes, vaciaron un
gran vaso de vino de palmera, sin comer nada. Me in-
vitaron a beber; pero me excusé diciendo que había
ya cenado y que no bebía mas que una vez. Al beber
hacían las mismas ceremonias que el rey de Massana.
Sirvieron la cena, compuesta solamente de arroz y
de pescado muy salado, en tazones de porcelana. Co-
mían el arroz a guisa de pan. — Cocción del arroz: El
arroz le cuecen así: ponen en un puchero de tierra,
parecido a nuestras marmitas, una hoja grande que
cubre enteramente su fondo; echan agua y arroz, y lo
tapan, dejándolo cocer hasta que el arroz tiene la du-
reza de nuestro pan, y lo sacan en trozos. De este modo
cuecen el arroz en todas las islas de estos parajes.
Camas. — Terminada la cena, el rey mandó que tra-
jeran una estera de cañas, con otra de palmera y una
almohada de hojas. Eran mi cama, en la que me acosté
con uno de los jefes. El rey se acostó en otra parte
con sus dos mujeres.
Excursión por la isla. — Al día siguiente, mientras
preparaban la comida, hice una excursión por la isla;
entré en muchas casas, construidas como las que ya
habíamos visto, y noté que tenían muchos utensilios
de oro, pero pocos víveres. Volví a casa del rey, y
comimos arroz y pescado.
Visito la casa de la reina. — Traté de hacer com-
prender por gestos al rey que deseaba ver a la reina.
Me hizo signos de que le agradaba, y nos encamina-
ííi PRIMER VIAJE EN TORNO DEL GLOBO líl
mos a la cima de una montaña, donde estaba la mora-
da de la reina. Hícele al entrar una reverencia, que me
devolvió; me senté cerca de ella, que estaba tejiendo
esteras de palma para una cama. Toda la casa la ador-
naban vasos de porcelana pendientes de las paredes,
así como cuatro timbales: uno muy grande, otro me-
diano y dos pequeños; la reina se entretenía tocándo-
los. Tenía para servirla esclavos de ambos sexos. Pe-
dimos permiso para retirarnos, y volvimos a casa del
rey, quien me hizo servir un desayuno de cañas de
azúcar.
Minas de oro, — Encontré en la isla cerdos, cabras,
arroz, jengibre y todo lo que vimos en las otras. Pero
lo que, sin embargo, abunda más es el oro. Me señala-
ron, por gestos, unos vallecitos, dándome a entender
que en ellos había más oro que pelo teníamos en la
cabeza; pero que, no teniendo hierro, se necesitaba un
gran trabajo para explotarlo, y habían renunciado a ello.
Castigo de los malhechores, — Por la tarde pedí
que me llevasen a nuestros navios, y el rey, con algu-
nos de los personajes de la isla, quiso acompañarme
en el mismo balangué. Durante el descenso por el río
vi a la derecha, en un montículo, tres hombres suspen-
didos de un árbol, y a mis preguntas respondieron que
eran malhechores.
Esta parte de la isla, llamada Chipit, es una prolon-
gación de la misma tierra que Butuán y Calagán; va
por sobre Bohol y limita con Massana. El puerto es
bastante bueno. Está a los 8° de latitud Norte, a 167°
de longitud de la línea de demarcación y a cincuenta
leguas de Zubu (1). Al Noroeste yace la isla de Lo-
zón (2), a dos jornadas; es grande, y a ella vienen to-
(1) Es la isla de Mindanao, que nuestro autor escribe Maing-
danao. En el mapa de Bellin, como en el de nuestro manuscrito,
se ven los puertos de Chipit, de Butuán y de Calagán. Se extien-
de más allá de Bohol, y limita su punta septentrional con Massana.
(2) Luzón o Manila.
122 PIGAFETTA LIB.
dos los años seis o siete juncos de los pueblos llama-
dos lequies (1), para comerciar. Más adelante hablaré
de Chipit.
Junio de 1521* — Cagayán. — Partimos de esta
isla, y navegando al Oestesuroeste anclamos junto a
una isla casi desierta. Los pocos habitantes son moros
desterrados de una isla llamada Burné (Borneo). Van
desnudos como los de otras islas, y sus armas son cer-
batanas, carcajes llenos de flechas y una yerba para
envenenarlas. Tienen también puñales con mang-os de
oro y piedras preciosas, lanzas, mazas y coracitas de
piel de búfalo. Creyeron que éramos dioses o santos.
Hay en la isla grandes árboles, pero pocos víveres.
Está a 7° 30' de latitud septentrional y a cuarenta y
tres leguas de Chipit. Se llama Cagayán (2).
Penuria de ¿a tripulación, — Desde esta isla, si-
guiendo el mismo rumbo Oestesuroeste, llegamos a
otra mayor, que encontramos bien provista de toda
clase de víveres, lo que fué una fortuna para nosotros,
porque estábamos tan hambrientos y tan mal aprovi-
sionados, que estuvimos muchas veces a punto de
abandonar los navios y establecernos en cualquier tie-
rra, para terminar en ella nuestros días.
Esta isla, llamada Palaoán (3), nos proporcionó cer-
dos, cabras, pollos, gallinas, bananas de muchas clases,
algunas de un codo de largo y gruesas como el bra-
(1) En la lámina III de Ramusío se lee al oeste de Luzón (que
escribe él Pozón): Canali donde vengono gli Lequii.
(2) En la lámina III de Urbano Monti, la isla de Cagayán, ro-
deada de islitas, está marcada en la misma dirección. Igualmente
cercada de islas está en el atlas de Robert.
(3) En los mapas antiguos, Palaoán está al noroeste de Ma-
nila; por consiguiente, esta isla no se encontraba en la ruta de
nuestro viajero, porque Manila ;está al nordnordeste de Cagayán.
En esta ruta se encuentra la isla de Paragua o Paragoia, y leo
Palaoán en un globo de cuatro pies de diámetro perteneciente a
la familia Cusani, en cuya casa he tenido la dicha de vivir desde
hace casi treinta años; aprovecho expresamente esta ocasión para
III PRIMER VIAJE EN TORNO DEL GLOBO 123
zo; otras de un palmo de larg-o, y otras más pequeñas,
que eran las mejores; hay también nueces de coco,
cañas de azúcar y raíces parecidas a los nabos. Cue-
cen el arroz en cañas huecas o en cuencos de madera,
conservándose éste mejor que el cocido en marmi-
tas. Obtienen del arroz, por medio de una especie
de alambique, un vino más fuerte y mejor que el de
palmera. En una palabra, fué para nosotros esta isla
una tierra de promisión. Está a los 9° 20' de latitud
septentrional y a 171° 20' de longitud de la línea de
demarcación.
Alianza con el rey. — Nos presentamos al rey, que
concertó alianza y amistad con nosotros, y para garan-
tía, con un cuchillo nuestro se pinchó en el pecho, sa-
cándose sangre, con la que se mojó la frente y la len-
gua; nosotros repetimos la misma ceremonia.
Costumbres, — Los indígenas de Palaoán van des-
nudos como todos estos pueblos, pero les gusta ador-
narse con sortijas, cadenas de latón y cascabeles; pero
lo que más les gusta es el alambre, al que atan sus an-
zuelos. Casi todos cultivan sus propios campos.
Armas. — Tienen cerbatanas y gruesas flechas de
madera de un palmo de largo y con arponcillo; en otras
la punta es una espina de pescado, y en otras de caña
envenenada con cierta yerba; el contrapeso no es de
plumas, sino de una madera muy blanda y ligera. En la
punta de las cerbatanas sujetan un hierro, y cuando se
les acaban las flechas la usan como lanza.
Riña de gallos. — Crían unos gallos grandes, que no
se los comen por superstición, pero los adiestran en
testimoniarle públicamente mi reconocimiento. Este globo, lo
mismo que otro celeste, los hizo, hacia mediados del siglo xvii,
el padre Silvestre Amangio Moroncelli di Fabriano monje celes-
tino. En el mapa adjunto al viaje de Macartney, se lee cerca de
esta isla Palawan o Paragua, lo que prueba que Palaoán y Para-
gua o Paragoia no son mas que el mismo nombre, o dos nombres
diferentes de la misma isla.
124 p i G AP nt t A Ltó»
combatir, haciendo apuestas y ganando premios los pro*
píetarios de los vencedores.
Desde Palaoán, con rumbo Suroeste, después de na*
vegar diez leguas, reconocimos otra isla. Al largo de
la costa nos pareció subir (1). La costeamos cincuenta
leguas al menos (2) antes de encontrar fondeadero.
Apenas anclamos se desencadenó una tempestad, el
cielo se obscureció y vimos el fuego de San Telmo
sobre nuestros mástiles.
9 de julio de 1521. — Embajada del rey. — Al
día siguiente el rey envió una linda piragua, con la
popa y la proa doradas. En la proa flotaba un pabe-
llón blanco y azul, con un penacho de plumas de pavo
real en el tope del palo. Venían en la piragua músicos
que tocaban cornamusas y tambores, y otras muchas
personas. — Regalos: La piragua, que es una especie
de fusta o de galera, remolcaba dos almadías, que son
barcos de percadores. Ocho personajes viejos de la
isla subieron a bordo y se sentaron sobre un tapiz que
les habíamos preparado en la popa. Nos ofrecieron un
cuenco de madera cubierto con un paño de seda ama-
rilla lleno de betel y de arec, raíces que mascan con-
tinuamente, con flores de azahar y jazmín; dos jaulas
llenas de gallinas, dos cabras, tres vasos de vino de
arroz destilado y cañas de azúcar. Hicieron el mismo
regalo al otro navio, y después de abrazarnos, nos pi-
dieron licencia y se marcharon.
El vino de arroz es tan claro como el agua; pero tan
fuerte, que muchos de nuestra tripulación se embo-
rracharon. Le llaman arach,
15 de julio de 1521. — Otros regalos del rey.
Seis días después el rey nos envió otras tres piraguas
(1) Esto es, ir contra la corriente.
(2) Fabre señala diez leguas y Ramusio dice cinco leg-uas; en
nuestro manuscrito se lee claramente cincuenta, y ésta es la distan-
cia verdadera.
ni PRIMER VIAJE EN TORNO DEL GLOBO 125
muy adornadas, que, al son de cornamusas, timbales y
tambores, dieron una vuelta alrededor de nuestros na-
vios, saludándonos los hombres quitándose y agitando
sus gorros de tela, tan pequeños que apenas les cubre
la coronilla. Correspondimos al saludo con una salva
de las bombardas, sin carga de piedras. Nos trajeron
muchos platos, todos de arroz, ya en trozos oblongos
y envueltos en hojas, ya en forma cónica de panal, ya
en tortas con huevos y miel.
Después de habernos entregado los regalos en nom-
bre del rey, nos dijeron que le agradaría que hiciése-
mos en la isla provisión de leña y de agua y que po-
díamos traficar cuanto quisiéramos con los isleños.
Regalos para la corte: Nos determinamos al oírlo a ir
siete para entregar nuestros regalos al rey, a la reina y
a los ministros. Los del rey consistían en una túnica a
la turca de terciopelo verde, una silla de terciopelo
violeta, cinco brazas de paño rojo, un gorro, una taza
de vidrio dorado, otra también de vidrio con tapadera,
un tintero dorado y tres cuadernos de papel; los de la
reina: tres brazas de paño amarillo, un par de zapatos
plateados y una caja de plata llena de alfileres; para el
gobernador o ministro del rey, tres brazas de paño rojo,
un gorro y una taza de vidrio dorado; para el rey de
armas o heraldo que vino con la piragua, una túnica a
la turca de paño rojo y verde, un gorro y un cuaderno
de papel; a los otros siete personajes que le acompa-
ñaron les hicimos también regalos, tales como algunas
varas de tela, un gorro o un cuaderno de papel. Cuan-
do todos estuvieron preparados entramos en una de
las tres piraguas.
Ceremonias. — Al llegar a la ciudad tuvimos que
esperar dos horas en la piragua a que vinieran dos ele-
fantes cubiertos con gualdrapas de seda y doce hom-
bres con sendos vasos de porcelana cubiertos de seda
para colocar en ellos los regalos. Montamos en los ele-
fantes, y precedidos de los doce hombres portadores
126 PIGAFETTA LIB-
de los vasos con los regalos, llegamos a casa del gober-
nador, que noS'dió una cena de muchos platos. — Camas:
Pasamos la noche acostados en colchones de seda re-
llenos de algodón, con sábanas de tela de Cambaya.
16 de julio de 1521. — El palacio real. — La ma-
ñana del día siguiente transcurrió sin que hiciésemos
nada en la casa del gobernador. A mediodía fuimos al
palacio real montados en los mismos elefantes y prece-
didos de los hombres con los regalos. Desde la casa
del gobernador hasta el palacio real, todas las calles
estaban guardadas por hombres armados con lanzas,
espadas y mazas, por orden expresa del rey.
Entramos en el patio del palacio, echamos pie a tie-
rra y subimos por una escalera acompañados del go-
bernador y algunos oficiales; en seguida entramos en
un gran salón lleno de cortesanos, a los que llamare-
mos barones del reino. Allí nos sentamos en un tapiz
con los regalos cerca.
Al extremo de este salón había otra sala, un poco
más pequeña, tapizada con paños de seda, en donde al-
zaron dos cortinas de brocado que nos dejaron ver dos
ventanas que daban luz a la sala. Había allí trescientos
hombres de la guardia real, armados con puñales, cuya
punta apoyaban en el muslo. — El rey de Borneo: Al
fondo de esta sala había una gran puerta oculta con
otra cortina de brocado, que alzaron igualmente, y en-
tonces vimos al rey sentado ante una mesa, con un niño
y mascando betel. Detrás de él no había mas que mu-
jeres.
Modo de hablarle, — Uno de los cortesanos nos ad-
virtió que no se permitía hablar al rey; pero que si que-
ríamos decir algo podíamos dirigirnos a él, quien lo di-
ría a un cortesano de categoría superior, quien lo diría
al hermano del gobernador, que estaba en la salita, el
cual, por medio de una cerbatana colocada en un agu-
jero del muro, expondría nuestras peticiones a uno de
los oficiales principales cerca del rey, el que se las diría.
III PRIMER VIAJE EN TORNO DEL GLOBO 127
Reverencia y mensaje. — Nos advirtió que debíamos
hacer tres reverencias al rey, elevando juntas las manos
por encima de nuestras cabezas, y levantando alterna-
tivamente los pies. Después de las tres reverencias que
nos habían indicado hicimos saber al rey que pertene-
cíamos al rey de España, que deseaba vivir en paz con
él y no pedía otra cosa que poder traficar en su isla.
Respuesta del rey. — El rey mandó que nos respon-
diesen que estaba contento de que el rey de España
fuese su amigfo, que podíamos aprovisionarnos en sus
estados de madera y de agua y traficar libremente.
Ofrecimos después los regalos que le llevábamos, y
a cada cosa que recibía hacía un leve movimento de
cabeza. Nos dieron a cada uno paños de brocatel, de
oro y de seda, poniéndonoslos sobre la espalda, a la
izquierda, y quitándolos en seguida para guardárnos-
los. Nos sirvieron un desayuno de clavos de especia y
canela, después de lo cual dejaron caer las cortinas
y cerraron las ventanas.
Lujo de los cortesanos. — Todos los que estaban en
el palacio real llevaban a la cintura paños de oro para
cubrir las partes naturales, puñales con mango de oro
con perlas y piedras preciosas, y muchas sortijas en los
dedos. Montamos de nuevo en los elefantes, y volvimos
a casa del gobernador. Siete hombres, con los regalos
que nos dio el rey, nos precedían, y cuando llegamos
nos los entregaron, colocándonoslos en la espalda
como habían hecho antes. Dimos de propina dos cu-
chillos a cada uno de los siete hombres que nos acom-
pañaron.
Inmediatamente llegaron a casa del gobernador nue-
ve hombres con sendos platos de madera, en cada uno
de los cuales traían diez u once tazones de porcelana,
con carne de diferentes animales: de vaca, de capón,
de gallina, de pavo y de otros, con muchas clases de
pescados; sólo de carne había más de treinta platos
diferentes.
128 PIGAFETTA LIB.
Cena. — Cenamos sentados en el suelo sobre una
estera de palma. A cada bocado bebíamos en una taza
de porcelana del tamaño de un huevo el licor destila-
do del arroz. Comimos también arroz y otros platos
preparados con azúcar, con cucharas de oro parecidas
a las nuestras.
Nos acostamos en el mismo sitio que la noche antes,
y mientras dormíamos lucieron dos velas de cera blan-
ca en dos candelabros de plata y dos garandes lámpa-
ras de aceite de cuatro mecheros. Hicieron guardia
dos hombres toda la noche.
17 de julio de 1521. — La ciudad de Burné, —
Al día siguiente volvimos a la orilla del mar, en donde
encontramos dos piraguas para conducirnos a nuestros
navios.
La ciudad está construida en el mar mismo, excepto
la casa del rey y las de algunos jefes. Se compone de
veinticinco mil hogares o familias (1). Las casas son de
madera, sobre gruesas vigas para aislarlas del agua.
Cuando sube la marea, las mujeres que venden mercan-
cías atraviesan la ciudad en barcas. Protegiendo el pa-
lacio real hay una gran muralla de gruesos ladrillos,
con barbacanas a manera de fortaleza, sobre la cual se
ven cincuenta y seis bombardas de bronce y seis de
hierro; dispararon muchas veces durante los dos días
que pasamos en la ciudad.
El rey, que es moro, se llama raja Siripada. Es muy
gordo, y tendrá unos cuarenta años. Le sirven solamen-
te mujeres, hijas de los principales habitantes de la isla.
Nadie puede hablarle mas que por medio de una cer-
batana, como nos obligaron a hacerlo. Tiene diez es-
cribas, dedicados únicamente a escribir lo que le inte-
resa, en cortezas muy delgadas de árbol, que llaman
(1) Parece exagerado el número. Actualmente no hay más de
dos o tres mil casas. {Hist genérale des vot/ages, tomo XV, pági-
na 138.)
III PRIMER VIAJE EN TORNO DEL GLOBO 129
chiritoles. No sale nunca de su palacio, salvo para ir
de caza.
19 de julio de 1521. — Alarma. — La mañana
del 29 de julio, que fué lunes, vimos venir hacia nos-
otros más de cien piraguas, dividadas en tres escua-
dras, y otros tantos tungulisy que son sus barcos pe-
queños. Como temíamos que nos atacasen a traición,
inmediatamente nos hicimos a la vela, con tanto apre-
suramiento que nos vimos obligados a abandonar un
ancla. Nuestras sospechas aumentaron cuando nos fija-
mos en muchas embarcaciones grandes, llamadas jun-
cos, que el día antes anclaron alrededor de nuestros
navios, por lo que tuvimos miedo de que nos asaltasen
por todas partes. Nuestra primera precaución fué des-
embarazarnos de los juncos, contra los que hicimos
fuego, matando a mucha gente. Cuatro juncos llegaron
a nuestra proa; los otros cuatro se salvaron varando en
tierra. — El hijo del rey de Lozón, prisionero: En uno
de los juncos que cogimos estaba el hijo del rey de la
isla de Lozón, que era capitán general del rey de Bur-
né y venía de conquistar con los juncos una gran ciudad
llamada Laoé (1), construida en una punta de la isla, ha-
cia la gran Java. En esta expedición saqueó esta ciudad
porque sus habitantes preferían obedecer al rey gentil
de Java en lugar del rey moro de Burné.
Puesto en libertad. — Juan Carvajo, nuestro piloto,
sin advertírnoslo, le puso en libertad, cohechado, como
después supimos, por una fuerte suma de oro que le
prometió. Si hubiésemos retenido a este capitán, el rey
Siripada nos hubiera dado por su rescate cuanto hubié-
semos querido, porque le temían formidablemente los
gentiles, que son enemigos del rey moro.
Ciudad de los gentiles. — En el puerto en que está-
(1) Laoe no es una ciudad, sino una islita cerca de la punta
meridional de Burné. Pigafetta, como no estuvo en ella, compren-
dió sin duda mal lo que le dijeron acerca de esto .
PiaAKKTTA
130 PIGAFETTA LIB.
bamos, además de la ciudad en que manda Siripada, hay
otra habitada por g^entiles, construida igualmente en el
mar y mayor que la de los moros. La enemistad entre
los dos pueblos es tan grande, que no pasa día sin dis-
turbios y combates. El rey de los gentiles es tan pode-
roso como el de los moros, y no es tan vano sin em-
bargo; me pareció fácil introducir entre los suyos el
cristianismo (1).
Supo el rey moro el daño que hicimos a sus juncos
y se apresuró a hacernos saber por uno de los nuestros
que sus embarcaciones no iban contra nosotros, sino
para guerrear contra los gentiles; y para probarlo nos
enseñaron algunas cabezas de éstos últimos, muertos
en la batalla. Hicimos decir al rey que, siendo así, debía
devolvernos los dos hombres que estaban en tierra con
nuestras mercancías y el hijo de Juan Carvajo; pero el
rey no quiso acceder.
Así fué castigado Carvajo con la pérdida de su hijo
(que nació durante su estancia en el Brasil), que hubie-
ra recobrado sin duda en cambio del capitán general,
al que libertó por oro.
Moros prisioneros. — Retuvimos a bordo diez y seis
personajes de la isla y tres mujeres, que esperábamos
conducir a España para presentarlas a la reina; pero
Carvajo se las apropió.
Agosto de 1521. — Costumbres y supersticiones.
Los moros van desnudos como todos los habitantes de
estos parajes. Aprecian sobre todo el azogue, el cual
beben, pretendiendo que preserva la salud y cura las
enfermedades. Adoran a Mahoma y siguen su ley; por
esta razón no comen cerdo. Se lavan la parte posterior
con la mano izquierda, que no usan nunca para comer,
(1) Los portugueses introdujeron allí el cristianismo, que se
mantuvo hasta el 1590. (Sonnerat, loe. cit.; donde dice también
que los moros forzaron a los g-entiles a abandonar la orilla del mar
y a retirarse a las montañas.)
III PRIMER VIAJE EN TORNO DEL GLOBO 131
y no orinan de pie, sino en cuclillas. Se lavan la cara
con la mano derecha; pero jamás se frotan los dientes
con los dedos. Están circuncisos como los judíos. No
matan cabras ni gallinas sin antes dirigirse hacia el Sol;
cortan la punta de las alas a las gallinas y la membrana
de las patas e inmediatamente las hienden en dos; no
comen ningún animal que no hayan matado ellos mismos.
Productos de la isla. — Esta isla produce alcanfor (1),
especie de bálsamo que destila gota a gota de entre la
corteza y la madera del árbol; las gotas son pequeñitas,
como las briznas del salvado; si se deja el alcanfor ex-
puesto al aire se evapora insensiblemente. El árbol que
lo produce se llama capor. Hay también canela, jengi-
bre, ciruelas amarillas, naranjas, limones, cañas de azú-
car, melones, calabazas, rábanos, cebollas, etc. Entre
los animales hay elefantes, caballos, búfalos, cerdos,
cabras, gallinas, ocas, cuervos y otras muchas clases
de aves.
Perlas enormes del rey, — Dicen que el rey de Bor-
neo tiene dos perlas tan gruesas como huevos de ga-
llina y tan perfectamente redondas, que, puestas sobre
una tabla completamente lisa, no pueden estar quietas.
Cuando le llevamos los regalos di a entender por señas
que deseaba mucho verlas; prometió enseñárnoslas,
pero no las vimos; algunos de los jefes me dijeron que
ellos las conocían.
Tráfico. — Los moros de este país tienen una mone-
da de bronce perforada para ensartarla; en el anverso
lleva cuatro letras, que son los cuatro caracteres del
rey de la China; le llaman pici (2). En nuestro tráfico
nos daban: por un cathil (peso de dos libras) de azo-
gue, seis tazones de porcelana; por un cuaderno de
(1) El mejor alcanfor viene ahora de Borneo (Hist. genérale des
voy ages, loe. cit., pág. 140.;
(2) El pici, que hoy llaman peda, es la moneda más pequeña
de las Indias Orientales.
132 PIGAFETTA LIB.
papel recibíamos aún más; el cathil de bronce valía un
vasito de porcelana; tres cuchillos, un vaso más grande;
un bahar (peso equivalente a doscientos tres cathiles)
de cera, por ciento sesenta cathiles de bronce; por
ochenta cathiles, un bahar de sal, y por cuarenta cathi-
les, un bahar de anime, especie de goma con la que
calafatean los barcos, pues en este país no hay brea.
Veinte tabiles hacen un cathil. Las mercancías más bus-
cadas son el cobre, el azogue, el cinabrio, el vidrio, los
paños de lana, las telas y, sobre todo, el hierro y los
espejos.
Juncos, — Los juncos de que hemos ya hablado son
sus mayores embarcaciones. He aquí como son: las
obras vivas, hasta dos palmos de las obras muertas,
están hechas de tablas unidas con clavijas de madera
y su construcción es bastante sólida. En la parte supe-
rior son de cañas gruesas, que sobresalen fuera del
junco para hacer contrapeso (1). Soportan los juncos
una carga tan fuerte como nuestros navios. Los mástiles
son de cañas también, y las velas, de corteza de árbol.
Porcelana. — Viendo tanta porcelana en Borneo,
procuré tomar algunas notas sobre ella. Me dijeron que
la hacen con una tierra muy blanca, que se deja en el
suelo durante medio siglo para retinarla, por lo que
tienen un proverbio que dice que al padre se entierra
por el hijo. Aseguran que si en uno de estos vasos de
porcelana se echa veneno, en el acto se vuelve in-
ofensivo.
La isla de Burné (Borneo) es tan grande, que para
dar la vuelta a ella con una embarcación se tardarían
tres meses. Está a los 5° 15' de latitud septentrional y
a 176° 40' de longitud de la línea de demarcación (2).
(1) Es el balancín. El texto no dice que las cañas de bambú
sobrepasan las bordas del junco; pero es preciso creerlo, puesto
que nuestro autor dice que sirven de contrapeso.
(2) En esta latitud está la punta septentrional de Borneo. La
longitud no es exacta, como puede verse en un mapa. Tuvo cuida-
Itl PRIMER VIAJE EN TORNO DEL GLOBO 133
Salida de Borneo. — Al salir de esta isla volvimos
atrás para buscar un lugar a propósito para carenar
nuestros navios, pues uno tenía una vía de agua, y el
otro, falto de piloto, había chocado con un arrecife,
cerca de la isla llamada Bibalón (1), aunque, gracias a
Dios, pudimos ponerle a flote. Corrimos otro gran pe-
ligro: un marinero, al despabilar una luz, tiró inadver-
tidamente el pabilo encendido sobre una caja de pól-
vora; pero lo retiró tan pronto que la pólvora no se
prendió.
Captura de una piragua. — En la ruta encontramos
cuatro piraguas; capturamos una cargada de nueces de
coco para Burné, pero su tripulación se salvó en un
islote; las otras tres escaparon por detrás de otros
islotes.
Cimbombón. — Entre el cabo norte de Burné y la isla
de Cimbombón, a 8° T de latitud septentrional, encon-
tramos un puerto muy cómodo para carenar nuestros
navios; pero como nos faltaban muchas cosas necesa-
rias para ello, tuvimos que emplear cuarenta y dos días.
Todos y cada uno trabajábamos lo mejor que sabía-
mos: unos de una manera, otros de otra. Lo más fati-
goso era ir a buscar madera en los bosques, porque el
terreno estaba cubierto de zarzas y arbustos espinosos
e íbamos descalzos.
Jabalíes. Cocodrilos. Tortugas. — Hay en esta isla
grandísimos jabalíes. Matamos uno cuando pasaba a
nado de una isla a otra; tenía su cabeza dos palmos y
medio de larga, con gruesas defensas (2). También se
do Píg-afetta de señalar en el dibujo de la isla de Borneo su viaje
a cincuenta leguas de la punta al puerto, y Laoe en la punta meri-
dional de la isla. No oyó hablar de los otros países, y dio a la isla
forma triangular, colocando las dos ciudades situadas sobre la
bahía.
(1) Hoy Balaba.
(2) Es el babirusa (Sus-babirussa, de Linneo), que sabe nadar,
y cuyo hocico alargado está armado con largas defensas. (Véase
134 PIGAfETTA Llfi.
encuentran cocodrilos anfibios, ostras, mariscos de todas
clases y tortugas muy grandes; de éstas cogimos dos;
sólo la carne de una pesaba veintiséis libras, y la de la
otra, cuarenta y cuatro. Cogimos también un pescado
cuya cabeza, parecida a la de un cerdo, tenía dos cuer-
nos, el cuerpo revestido con una substancia ósea y
sobre el dorso una especie de banquillo; no era muy
grande.
Hojas animadas. — Lo que hallé más extraño fueron
unos árboles cuyas hojas, al caer, se animaban. Son se-
mejantes a las de morera, o más largas, con pecíolo
corto y puntiagudo, y cerca del pecíolo, a ambos lados,
tienen dos pies. Si se les toca, se escapan; pero al par-
tirlas no sale sangre. Guardé una durante nueve días
en una caja, y cuando la abría se paseaba alrededor;
opino que viven del aire (1).
Septiembre de 1521. — Captura del gobernador
de Palaoán. — Al dejar esta isla, mejor dicho, el puer-
to, encontramos un junco que venía de Burné. Le hi-
cimos señas para que se detuviese; pero como no quiso
obedecer, le perseguimos, le cogimos y le saqueamos.
Conducía al gobernador de Pulaoán, con uno de sus
hijos y su hermano; le emplazamos a que en el término
de siete días pagase por rescate cuatrocientas medidas
de arroz, veinte cerdos, otras tantas cabras y ciento cin-
cuenta gallinas. No sólo dio todo lo que pedíamos.
la descripción de este animal en Voyage par le Cap de Bonne-Es-
pérance et Batavia á Samarang, á Macassar, á Amboine et á Su-
rate, par Stavorinus, tomo I, pág. 254, en el que también está di-
bujado.)
(1) Otros viajeros han visto hojas semejantes y las han exami-
nado mejor. Algunos creen que las hojas se movían por un insecto
en ellas alojado. (Hist gen. des voyages, tomo XV, pág. 58); otros
han notado que no son hojas, sino una clase de saltamontes cu-
biertos con cuatro alas de forma oval y de cerca de tres pulgadas
de largo, replegadas las alas superiores de tal manera que seme-
jan exactamente una hoja obscura con sus fibras. (Stedman, Voya-
ge á Surinam, tomo II, pág. 261.)
III PRIMER VIAJE EN TORNO DEL GLOBO 135
sino que añadió espontáneamente nueces de coco, ba-
nanas, cañas de azúcar y vasos llenos de vino de pal-
mera. Para corresponder a su generosidad le devolvi-
mos una parte de sus puñales y fusiles y le dimos un
estandarte, una túnica de damasco amarillo y quince
brazas de tela; a su hijo le regalamos un manto de paño
azul, etc., y su hermano recibió una túnica de paño
verde. Hicimos también regalos a los que les acompa-
ñaban, de manera que nos separamos buenos amigos.
Cagayán y Chipit, — Retrocedimos y volvimos a
pasar entre la isla de Cagayán y el puerto de Chipit,
navegando al Este cuarto Sureste para buscar las islas
Malucco. Pasamos cerca de ciertos islotes, donde vimos
el mar cubierto de yerbas, aunque había gran profun-
didad; nos pareció estar en otros parajes (1).
Dejando Chipit al Este, reconocimos al Oeste las
dos islas de Zoló (2) y Taghima (3), donde, según nos
dijeron, se pescan las perlas más bellas. — Perlas del
rey de Zoló: Allí encontraron las ya citadas del rey de
Burné; he aquí cómo las poseyó: este rey se había ca-
sado con una hija del rey de Zoló, quien le dijo un día
que su padre tenía dos gruesas perlas; envidioso el rey
de Burné, una noche salió con quinientas embarcacio-
nes llenas de hombres armados, se apoderó del rey de
Zoló, su suegro, y de dos de sus hijos, y les libertó a
condición de que le darían dichas dos perlas.
Cavit, Subaniriy Monoripa. — Singlando al Oeste
cuarto Nordeste costeamos dos lugares habitados que
se llaman Cavit y Subanín, y pasamos cerca de una isla,
también habitada, llamada Monoripa, a diez leguas de
los islotes mencionados. Los habitantes de esta isla no
tienen casas; viven siempre en sus barcas.
(1) Stedman, casi en la misma latitud, encontró el mar cubier-
to de yerbas en el océano Atlántico. (Tomo III, pkg. 211.)
(2) Bellín le llama /o/o, y Cook, Sooloó.
(3) Hoy Basilán.
136 PIGAFETTA
LIB.
Butuán y Calagán. — Las ciudades de Cavit y Su-
banín están en las islas de Butuán y de Calagán, don-
de crece la mejor canela. Si hubiéramos podido dete-
nernos hubiésemos cargado el navio; pero no quisimos
perder tiempo para aprovechar el viento, porque tenía-
mos que doblar una punta y pasar algunos islotes que
la rodeaban. Navegando vimos isleños, que se aproxi-
maron a nosotros, dándonos diez y siete libras de ca-
nela por dos grandes cuchillos de los que cogimos al
gobernador de Pulaoán.
Octubre de 1521. — Canelo. — Puedo describir
el canelo por haberlo visto. Tiene cinco o seis pies de
altura y el espesor de un dedo. Nunca tiene más de
tres o cuatro ramas; su hoja semeja la del laurel; la ca-
nela que usamos es su corteza, que se cosecha dos ve-
ces al año; la madera y las hojas verdes tienen igual
sabor que la corteza; le llaman cainmana (de donde
viene el nombre de cinnamomum), porque cain signi-
fica madera, y mana, dulce.
Octubre de 1521. — Maingdanao. — Con rumbo
al Nordeste llegamos a una ciudad llamada Maingda-
nao (1), situada en la misma isla donde están Butuán y
Calagán, para averiguar exactamente la posición de las
islas Malucco.
Captura de un bignadai. — Encontramos en la ruta
un bignadai, barco parecido a una piragua, y nos deci-
dimos a capturarle; pero como hicieron alguna resis-
tencia, matamos siete hombres de los diez y ocho que
componían su tripulación. Estaban mejor formados y
eran más robustos que los que hasta entonces vimos.
Eran jefes de Maingdanao, entre los cuales estaba el
hermano del rey, que nos aseguró que sabía muy bien
la posición de las islas Malucco.
Por sus noticias cambiamos de rumbo, poniendo la
(1) Maing-danao es Mindanao, ciudad situada cerca de un lago,
del mismo nombre de la isla.
III PRIMER VIAJE EN TORNO DEL GLOBO 137
proa al Sureste. Estábamos entonces a 6° 7' de latitud
Norte y a treinta leguas de distancia de Cavit.
Los Benayanos, antropófagos. — Nos dijeron que
en un cabo de esta isla, cerca de un río, había unos
hombres velludos, grandes guerreros y excelentes ar-
queros, armados además con dagas de un palmo de
largo, y que cuando cogen a algún enemigo, se le co-
men el corazón crudo, con zumo de naranja o de limón.
Les llaman Benayanos (1).
Ciboco, etc, — Encontramos con rumbo al Sureste
cuatro islas llamadas Ciboco, Biraham-Batolach, Saran-
gani y Candigar (2).
26 de octubre de 1521. — Tempestad. Luces
eléctricas. Devoción a San Telmo. — El sábado 26 de
octubre, al anochecer, costeando la isla de Biraham-
Batolach, sufrimos una borrasca, durante la cual reco-
gimos velas y rogamos a Dios que nos salvase. Vimos
entonces en el tope de los mástiles a nuestros tres san-
tos, que disiparon la oscuridad durante más de :dos
horas: San Telmo en el palo mayor, San Nicolás en el
de mesana y Santa Clara en el trinquete. En reconoci-
miento de la gracia que nos concedieron, prometimos
a cada uno un esclavo, y les hicimos ofrendas.
Sarangani. — Prosiguiendo la ruta entramos en un
puerto que hay en medio de la isla de Sarangani, hacia
Candigar; anclamos cerca de unas casas de Sarangani,
donde abundan las perlas y el oro. Está el puerto a
5° 9' a cincuenta leguas de Cavit. Los habitantes son
gentiles, y van desnudos como los demás pueblos de
estos parajes.
(1) Benayán, cabo septentrional de la isla del mismo nombre,
(2) En el mapa de Bellin no encuentro mas que dos islas, de
las cuales una tiene el nombre de Saranga. En la nota de las ochen-
ta y dos isla que en 1682 pertenecían al rey de Ternate se cita a
Sarang'ani. (Hist. genérale des voy ages, tomo XI, pág-, 17, edición
de Holanda.) Esta isla tiene un excelente fondeadero para aprovi-
sionar los barcos.
138 PIGAFETTA LIB.
28 de octubre de 1521* — Nos detuvimos allí
un día, y a viva fuerza cogimos dos pilotos para que
nos condujesen a las islas Malucco. — Cheava, Ca-
viaOf etc.: Por su consejo navegamos al Sursuroeste, y
pasamos por entre ocho islas, mitad habitadas y mitad
desiertas, que forman como una calle. He aquí sus nom-
bres: Cheava, Caviao (sic), Cabiao, Camanuca, Cabalu-
zao, Cheai, Lipan y Nuza; al final de éstas nos encon-
tramos enfrente de una isla bastante bella (1), pero
teníamos viento contrario y no pudimos doblar la pun-
ta, dando bordadas durante toda la noche. — Nuestros
cautivos se salvan a nado: Aprovechando esta ocasión,
los prisioneros que cogimos en Sarangani saltaron del
navio y se escaparon a nado, con el hermano del rey de
Mindanao; pero, según supimos después, su hijo no pudo
sostenerse sobre las espaldas del padre, y se ahogó.
Sanghir. — Siendo imposible doblar la punta de la
isla grande, pasamos de largo cerca de muchos islotes.
La isla se llama Sanghir y tiene cuatro reyes: raja Ma-
tandatu, raja Laga, raja Bapti y raja Parabú; está a 3° 30'
de latitud septentrional y a veintisiete leguas de Sa-
rangani.
Noviembre de 1521. — Chéoma, Carachita, et-
cétera. — Navegando siempre en la misma dirección
pasamos cerca de cinco isFas: Chéoma, Carachita, Para,
Zangalura, Ciau (2), distante la última diez leguas de
(1) Las islas aquí mencionadas pertenecen al grupo en que los
geógrafos modernos sitúan a Kararotán, Linop y Cabrocana, des-
pués de las cuales se encuentra Sanghir, que es la isla bastante
bella de que habla el autor. Al sursuroeste de esta isla hay mu-
chos islotes, de los que habla Pigafetta más adelante. Cabiou, Ca-
balousu, Limpang y Noussa se citan en la nota de islas pertene-
cientes en 1682 al rey de Ternate.
(2) En el atlas de Robert hay aquí muchos islotes, y entre ellos
Regalarda y Siapi, nombres que tienen alguna semejanza con Zan-
galura y Ciau o Siau. Sonnerat habla también de esta última. En
la nota de las islas del rey de Ternate se lee Karkitang, Para,
Sangalouan, Siau.
III PRIMER VIAJÉ ÉN tORNO DEL GLOBO 139
Sanghír; vimos allí una montaña bastante extensa, pero
de poca elevación; su rey se llama raja Ponto.
Paghinzara. — Divisamos la isla de Paghinzara (1),
en la que hay tres altas montañas; su rey se llama raja
Babintan. A doce leguas al este de Paghinzara, además
de Talaut, dos islitas habitadas: Zoar y Mean (2).
6 de noviembre de 1521* — El miércoles 6 de
noviembre, después de pasar estas islas, reconocimos
otras cuatro bastante altas, a catorce leguas al Este.
7 de noviembre de 1521* — Vemos las islas
Malucco. — El piloto que cogimos en Sarangani nos
dijo que eran las islas Malucco. Dimos gracias a Dios,
y en señal de regocijo disparamos toda la artillería. No
debe extrañar nuestra gran alegría al ver estas islas,
si se tiene en cuenta que hacía veintisiete meses me-
nos dos días que corríamos los mares y que habíamos
visitado una infinidad de islas, buscando siempre las
Malucco.
Impostura de los portugueses. — Los portugueses
han propalado que las islas Malucco están situadas en
medio de un mar innavegable a causa de los arrecifes
que se encuentran por todas partes y de la atmósfera
nebulosa y empañada de espesas nieblas; sin embargo,
es todo lo contrario, y nunca, hasta las mismas Maluc-
co, hubo menos de cien brazas de agua.
8 de noviembre de 1521* — Llegada a Tadore.
El viernes 8 de noviembre, tres horas antes de la pues-
ta del Sol, entramos en el puerto de una isla llamada
Tadore (3). Anclamos cerca de tierra, con veinte bra-
zas de agua, y disparamos toda la artillería.
9 de noviembre de 1521. — Visita del rey, — A
la mañana siguiente vino el rey en una piragua y dio la
(1) Paghinzara, Talaut y Mahono están en la nota dicha.
(2) Zoar y Mean están en el lugar en que Robert situó a Sa-
rambal y Meyán.
(3) HoyTidor.
140 PÍGAFETTA LIB.
vuelta en torno de nuestros navios. Salimos a su en-
cuentro en las chalupas para testimoniarle nuestro re-
conocimiento; nos hizo entrar en su piragua y nos colo-
camos a su lado. Estaba sentado bajo un quitasol de
seda, que le cubría enteramente. Delante de él, en pie,
un hijo suyo llevaba el cetro real; dos hombres con
sendos vasos de oro llenos de agua para lavarse las ma-
nos, y otros dos con dos cofrecillos dorados llenos de
betre (betel).
Nos dio la bienvenida, diciéndonos que desde hacía
mucho tiempo había soñado que algunos navios debían
venir de países lejanos, y que para asegurarse de si el
sueño era verdadero había examinado la Luna, en la
cual había notado que, efectivamente, arribarían, y que
era a nosotros a quien esperaba.
Subió en seguida a bordo y todos le besamos la
mano. Le llevamos al castillo de popa, donde, por no
agacharse, entró por la abertura de encima. Allí le sen-
tamos en una silla de terciopelo rojo y le pusimos una
túnica a la turca de terciopelo amarillo, y para demos-
trarle mejor nuestro respeto nos sentamos en el suelo
enfrente de él.
Acogida del rey. — Cuando supo quiénes éramos y
el objeto de nuestro viaje, nos dijo que él y todos sus
pueblos tendrían gran alegría siendo amigos y vasallos
del rey de España; que nos recibiría en su isla como a
sus propios hijos; que podíamos bajar a tierra y estar
en ella como en nuestras casas; y que, por amor a nues-
tro soberano, era su voluntad que desde aquel día en
adelante su isla dejase el nombre de Tadore y tomase
el de Castilla.
Regalos al rey. — Le regalamos la silla en que esta-
ba sentado y la túnica que tenía puesta; una pieza de
paño fino, cuatro brazas de escarlata, una túnica de bro-
cado, un paño de damasco amarillo, otros paños indios
tejidos en oro y seda, una pieza de tela de Cambaya,
muy blanca, dos gorros, seis hilos de cuentas de vidrio,
III PRIMER VIAJE EN TORNO DEL GLOBO 141
doce cuchillos, tres espejos grandes, seis tijeras, seis
peines, algunas tazas de vidrio doradas y otras cosas.
A su hijo le dimos un paño indio de oro y de seda, un
espejo grande, un gorro y dos cuchillos. Cada uno de
los nueve personajes que le acompañaban recibió un
paño de seda, un gorro y dos cuchillos. También rega-
lamos un gorro, un cuchillo, etc., a cada uno de los de
su séquito, hasta que el rey nos advirtió que no diésee
mos más. Dijo que estaba disgustado por no tener nada
que regalar digno del rey de España, mas que le ofre-
cía su persona. Nos aconsejó que aproximásemos los
navios a las habitaciones, y que si alguno de los suyos
osaba durante la noche intentar robarnos, que le matá-
semos de un balazo. Después partió muy satisfecho,
pero no quiso inclinar nunca la cabeza, a pesar de las
muchas reverencias que le hicimos; disparamos la arti-
llería cuando salía.
Vestidos del rey. — Este rey es moro, esto es, ára-
be, de unos cuarenta y cinco años de edad, de buen
aspecto y fisonomía. Sus vestidos consistían en una
camisa muy fina con mangas bordadas en oro; un paño
le cubría desde la cintura hasta los pies; un velo de
seda ceñido a la cabeza, y sobre el velo una guirnalda
de flores. Su nombre es raja sultán Manzor. Es un
gran astrólogo.
10 de noviembre de 1521. — Curiosidad del
rey. — El domingo 10 de noviembre tuvimos otra en-
trevista con el rey, quien nos preguntó cuáles eran
nuestros sueldos y qué ración nos daba a cada uno el
rey de España. Satisficimos su curiosidad. Nos rogó
también que le diésemos un sello del rey y un estan-
darte real, pues quería, según dijo, que tanto su isla
como la de Tarenate (1), en la que se proponía procla-
mar rey a su sobrino Calanogapi, fuesen en adelante
tributarias del rey de España, por quien en lo futuro
(l) Hoy Ternate,
142 PIGAFETTA LIB.
combatiría, y que si por desdicha sucumbiese a sus
enemigos, iría a España en uno de sus barcos, llevando
consigno el sello y el estandarte. Nos rogó en seguida
que le dejáramos algunos de los nuestros, que le serían
más preciados que todas las mercancías, las cuales
— añadió — no le recordarían tanto tiempo como los
hombres al rey de España y a nosotros.
Viendo nuestra prisa por cargar los navios con cla-
vos de especia, nos dijo que los de la isla no estaban
bastante secos para nuestro objeto y que los buscaría
en la isla de Bachián, en donde esperaba encontrar
cantidad suficiente.
No hicimos ninguna compra aquel día, porque era
domingo. El día de fiesta de estos isleños es el
viernes.
Detalles sobre las islas Malucco. Gobiernos, — Os
será sin duda agradable, monseñor, conocer algu-
nos detalles sobre las islas en que crecen los árboles
que producen los clavos de especia. Son cinco: Tare-
nate, Tadore, Mutir, Machián y Bachián (1).
Tarenate (Ternate) es la principal. El citado rey do-
minaba casi completamente en las otras cuatro.
Tadore (Tidor), en la que estábamos, tiene su rey
propio, así como Bachián. Mutir y Machián no tienen
rey; su gobierno es popular, y cuando hay guerra entre
los reyes de Tarenate y Tadore, ambas repúblicas de-
mocráticas suministran combatientes a los dos parti-
(1) Se creía que dichos árboles no crecían mas que en estas
cinco islas, llamadas propiamente las Molucas; pero en seg-uida se
encontraron en otras muchas, a las cuales, por esta razón, se ex-
tendió también el nombre de Molucas, de manera que con él se
comprenden todas las islas que hay entre las Filipinas yjava. Los
holandeses, para tener el comercio exclusivo de los clavos de es-
pecia, trataron de destruir, por fuerza o astucia, todos los árboles
de este género; pero no lo consiguieron. Después de la revolución
francesa, hubo muchos cambios en el mar del Sur. Pigafetta dibu-
jó las Molucas, y junto a ellas un árbol del clavo, que apenas se
parece a los naturales.
III PRIMER VIAJE EN TORNO DEL GLOBO 143
dos. Toda la provincia donde crece el clavo se llama
Malucco (Molucas).
Francisco Serrano. — Al llegar a Tadore nos dije-
ron que ocho meses antes había muerto un tal Francis-
co Serrano, portugués. Era capitán general del rey de
Tarenate, que estaba en guerra con el de Tadore, al
que obligó a dar su hija en matrimonio al rey de Ta-
renate, exigiendo además, en rehenes, a casi todos los
hijos varones de los personajes de Tadore.
Con este arreglo hicieron las paces, y del matrimo-
nio nació el nieto del rey de Tadore, Calanogapi, ya
mencionado. Sin embargo, el rey de Tadore no per-
donó jamás sinceramente a Francisco Serrano, y juró
vengarse de él.
Serrano muere envenenado. — En efecto, algunos
años después Serrano se dispuso un día a ir a Tadore
para comprar clavos de especia, y el rey le envenenó
con un tósigo preparado en hojas de betel, no sobrevi-
viendo mas que cuatro días. Quiso el rey hacerle fune-
rales y entierro según los usos del país; pero tres criados
cristianos que tenía Serrano se opusieron. Al morir
Serrano dejó un hijo y una hija, niños, que tuvo con
una mujer con la que se casó en Java. Toda su fortuna
consistía en doscientos bahars de clavos de especia.
Invitación de Serrano a Magallanes para venir a
Malucco. — Serrano fué gran amigo y creo que parien-
te de nuestro desdichado capitán general, y fué quien
le decidió a emprender este viaje, porque durante la
estancia de Magallanes en Malaca supo por sus cartas
que Serrano estaba en Tadore, donde se podía hacer
un comercio ventajoso. Magallanes no olvidó lo que
Serrano le escribió cuando el difunto rey de Portugal,
D. Emanuel, rehusó aumentar su sueldo en un tes-
tón (1) al mes, recompensa que creía sobrado merecida
por los servicios prestados a la corona.
(1) £1 testón valia medio ducado, y el ducado, un z«qui.
144 PIGAFETTA LIB.
Proyecto de Magallanes. — Para vengarse vino a Es-
paña y propuso a su majestad el emperador ir a Ma-
lucco por el Oeste, obteniendo el real permiso.
El rey de Tarenate envenenado por su hija — Diez
días después de la muerte de Serrano, el rey de Tare-
nate, llamado raja Abuleis (1), que se había casado con
una hija del rey de Bechián, declaró la guerra a su
yerno y le expulsó de su isla. Su hija intervino como
mediadora entre su padre y su marido, y envenenó a
aquél, que sobrevivió solamente dos días a la ponzoña.
Murió dejando nueve hijos: Chechili-Momuli, Jadore-
Vunghi, Chechilideroix, Cilimanzur, Cilipagi, Chialiu-
chechilin, Cataravajecu, Serich y Calanogapi.
11 de noviembre de 1521. — Visita de Chechi-
lideroix. — El lunes 11 de noviembre, Chechilideroix,
uno de los hijos del rey de Tarenate que acabamos de
mencionar, se acercó a nuestros navios con dos pira-
guas, en las que había músicos con timbales. Vestía
una túnica de terciopelo rojo. Supimos que traía con-
sigo la viuda y los hijos de Serrano; sin embargo, no
se atrevió a subir a bordo, ni tampoco le invitamos
nosotros a ello sin el consentimiento del rey de Tado-
re, su enemigo, en cuyo puerto estábamos, a quien pre-
guntamos si podíamos recibirlo, contestándonos que
éramos dueños de hacer lo que quisiésemos. En este
intervalo, Chechilideroix, viendo nuestra incertidum-
bre, concibió algunas sospechas y se alejó, por lo que
tuvimos que ir a buscarle con la chalupa, regalándole
una pieza de tela india de seda y oro, algunos espejos,
tijeras y cuchillos, que aceptó de mala gana, y partió.
Manuel. Pedro Alfonso de torosa. — Tenía con
él un indio que se había hecho cristiano, llamado Ma-
nuel, criado de Pedro Alfonso de Lorosa, que después
(1) Cuando Brito o Breo fué enviado de gobernador a las Mo-
lucas en 1511, el rey Abuleis reinaba en Ternate con el nombre de
raja Beglid.
Fig. 1/ — Mapa de la América meridio-
nal, según Pigafetta. Se advierten el
cabo de Santa María, el río de la Plata
— descubierto por Juan de Solís — , la
región patagónica, el mar Océano, el
cabo de las Once mil Vírgenes, el estre-
cho patagónico, el cabo Deseado y el
mar Pacífico.
10
III PRIMER VIAJE EN TORNO DEL GLOBO 147
de la muerte de Serrano había venido de Bandán a
Tarenate. Manuel hablaba el portugués; subió a bordo
y nos dijo que los hijos del rey de Tarenate, aunque
enemigos del rey de Tadore, estaban dispuestos a aban-
donar a Portugal para incorporarse a España. Escribi-
mos por su conduelo una carta a Larosa invitándole a
venir a vernos sin el menor temor. A continuación ve-
remos cómo aceptó.
Costumbres del rey de Tadore, — Informándome de
las costumbres del país, supe que el rey puede tener
para su placer tantas mujeres como le parezca; pero
una sola es su esposa, y las demás, esclavas. — Su se-
rrallo: Tenía fuera de la ciudad una gran casa, don-
'de vivían doscientas de sus más bonitas mujeres, con
igual número de criadas. El rey come siempre solo o
con su esposa en una especie de estrado elevado, des-
de donde ve a todas las otras mujeres, sentadas alre-
dedor, y después de haber cenado, escoge la que com-
partirá su lecho aquella noche. Cuando el rey termina
su comida, sus mujeres comen todas juntas si él lo con-
siente, y si no, cena cada una en su habitación. Nadie
puede ver a las mujeres del rey sin su permiso especial,
y si algún imprudente se acercara a su habitación, de
día o de noche, le matarían en el acto. Para proveer el
serrallo real, cada familia tiene la obligación de dar
una o dos hijas. El raja sultán Manzor tenía veintiséis
hijos, ocho varones y diez y ocho hembras (1). Hay en
la isla de Tadore una especie de obispo (2), que tenía
cuarenta mujeres y muchos hijos.
12 de noviembre de 1521* — Tráfico, — El mar-
tes 12 de noviembre el rey mandó construir un cober-
(1) Forster (CooK, Tercer viaje, tomo V, pág. 356) observa
que donde los hombres, y aun los animales, son polígamos, nacen
más hembras que machos; lo que puede explicarse muy bien por
las moléculas orgánicas de Buffon. La familia del rey de Tador sir-
ve para probar este aserto.
(2) Esto es, un mu/ti.
148 PIGAFETTA LIB.
tizo, que acabaron en un día, para nuestras mercancías;
allí llevamos todo lo que destinábamos para cambiar, y
quedaron guardándolo tres de los nuestros. El valor de
las mercancías que íbamos a dar en trueque de clavos
de especia se fijó de esta manera: por diez brazas de
paño rojo de buena calidad debían darnos un bahar de
clavos; el bahar equivale a cuatro quintales y seis libras^
y cada quintal pesa cien libras; por quince brazas de
paño de clase mediana, un bahar de clavos; por quin-
ce hachas, un bahar; por treinta y cinco tazas de vidrio,
un bahar (todas las tazas de vidrio las cambiamos así
con el rey); por diez y siete cathiles de cinabrio, un
bahar, y lo mismo por otro tanto de azog-ue; por veinti-
séis brazas de tela, un bahar, y de tela más fina sólo <
dábamos veinticinco brazas; por ciento cincuenta cu-
chillos, un bahar; por cincuenta pares de tijeras o por
cuarenta gorros, un bahar; por diez brazas de paño de
Guzzerate (1), un bahar; por un quintal de cobre, un
bahar. Llevábamos una gran partida de espejos; pero
se quebraron la mayor parte en la travesía, y el rey se
apropió casi todos los que habían quedado enteros.
Parte de estas mercancías provenían de los juncos que
apresamos. Hicimos, como se ve, un tráfico muy ven-
tajoso, no sacando, sin embargo, todo el provecho que
hubiéramos podido, porque deseábamos apresurar en
lo posible el regreso a España. Además de los clavos,
hacíamos a diario buena provisión de víveres; los in-
dios venían sin cesar con sus barcas para traernos ca-
bras, gallinas, nueces de coco, bananas y otros comes-
tibles, que nos daban por cosas de poco valor. — Agua
caliente: También nos aprovisionamos de un agua ex-
cesivamente caliente, pero que expuesta al aire duran-
te una hora se ponía muy fría. Dicen que esto provie-
(1) Guzzerate era un reino de los indios sometidos al rey de
Cambaya, de que habla Barbosa, compañero de Pigafetta. (Véase
Ramusio, tomo I, pág. 295.)
III PRIMER VIAJE EN TORNO DEL GLOBO 149
ne de que el agua mana de la montaña de los árboles
del clavo (1). Reconocimos por esto la impostura de
los portugueses, que quieren hacer creer que falta por
completo el agua dulce en las islas Malucco, y que
deben ir a buscarla muy lejos en otros países.
13 de noviembre de 1521. — Prisioneros en li-
bertad.— Al día siguiente el rey envió a su hijo Mos-
sahap a la isla de Mutir para buscar clavos y que pu-
diéramos prontamente acabar nuestro cargamento. Los
indios que habíamos capturado en la travesía hallaron
ocasión de hablar al rey, quien se interesó por ellos, y
rogó que se los entregásemos para enviarlos a sus
países acompañados de cinco isleños de Tadore, que
tendrían en el camino ocasión para elogiar al rey de
España, y conseguirían que el nombre español fuese
querido y respetado por todos estos pueblos. Le en-
viamos las tres mujeres que esperábamos presentar a
la reina de España y todos los hombres, excepto los
de Borneo.
El rey nos pidió otro favor: que matásemos a todos
los cerdos que teníamos a bordo, por lo que nos ofre-
ció amplia compensación en cabras y en volatería. Le
complacimos una vez más, y los degollamoá en el en-
trepuente para que los moros no se apercibiesen, por-
que sentían tal repugnancia por estos animales, que
cuando por casualidad encontraban alguno, cerraban
los ojos y se tapaban la nariz para no verlos ni olerlos.
Relato de Lorosa. — La misma tarde, el portugués
Pedro Alfonso de Lorosa vino a bordo del navio en
una piragua. Supimos que el rey le envió a buscar para
advertirle que, aunque él fuese de Tarenate, debía guar-
darse muy mucho de mentir en las respuestas a nues-
tras preguntas. Efectivamente, cuando vino nos dio
(1) Se ha observado que muchas islas del mar del Sur son vol-
cánicas; por consiguiente, este agua caliente será sencillamente un
agua termal, y no un agua calentada por los árboles del clavo.
150 PIGAFETTA
LIB.
todas las noticias que podían interesarnos. Dijo que
estaba en las Indias hacía diez y seis años, diez de los
cuales los pasó en las islas Malucco, adonde llegó con
los primeros portugueses, que verdaderamente se ha-
bían establecido allí desde diez años antes; mas que
guardaron el más profundo silencio sobre el descubri-
miento de estas islas; añadió que hacía once meses y
medio un gran navio vino de Malaca a las islas Ma-
lucco para cargar clavos de especia e hizo su carga-
mento, pero que el mal tiempo les retuvo algunos meses
en Bandán. Procedía el navio de Europa, y el capitán
portugués, que se llamaba Tristán de Menezes, dijo a
Lorosa que la noticia más importante por entonces era
que una escuadra de cinco navios, al mando de Fer-
nando Magallanes, había partido de Sevilla para ir a
descubrir las Malucco en nombre del rey de España; y
que el rey de Portugal, tanto más disgustado de la ex-
pedición, cuanto que aquél era uno de sus subditos que
buscaba su daño, envió navios al Cabo de Buena Espe-
ranza y al cabo de Santa María (1), en el país de los
caníbales, para interceptarle el paso en el mar de las
Indias; pero que no le habían encontrado.
Supo eri seguida que pasó por otro mar y que iba
a las islas Malucco por el Oeste, y ordenó a D. Diego
López de Sichera, su capitán en jefe en las Indias (2),
que enviase seis navios de guerra a Malucco contra
Magallanes; mas que a Sichera llegó la nueva de que
en este tiempo los turcos preparaban una flota contra
Malaca, y se vio obligado a mandar sesenta barcos de
guerra al estrecho de la Meca, en la tierra de Judá (3),
los cuales encontraron las galeras turcas encalladas a
(1) Cabo septentrional de Río de la Plata.
(2) BoiSMELÉ, Histoire de la marine, dice que López de Siche-
ra fué a las Indias en 1518.
(3) Después Idda, en el mar Rojo, puerto utilizado para el co-
mercio de la Meca. Esto se refiere a la desdichada expedición que
Solimán el Magnífico emprendió, a instigación de los venecianos.
Fig. 2.' — Isla de los Ladrones, según
Pigafetta. La barca está emparejada con
otra a modo de balancín o batanga.
III PRIMER VIAJE EN TORNO DEL GLOBO 153
ia orilla del mar, cerca de la bella y fuerte ciudad de
Adem, y las quemaron todas. Esta expedición impidió
al capitán general portugués hacer lo que le habían
encargado contra nosotros; mas poco después envió a
nuestro encuentro un galeón a dos manos de bombar-
das (1), mandado por el capitán Francisco Faría, por-
tugués; no llegó el galeón a las islas Malucco, porque,
ya por los arrecifes que hay cerca de Malaca, ya por
las corrientes y vientos contrarios que encontró, tuvo
que volver al puerto de donde había salido. Lorosa
añadió que, pocos días antes, una carabela con dos jun-
cos habían venido a las islas Malucco para obtener
noticias sobre nosotros; los juncos esperaron en Ba-
chián para cargar clavos de especia, llevando a bordo
siete portugueses, los que, a pesar de las amonesta-
ciones del rey, no quisieron respetar ni a las mujeres
de los indígenas ni a las del mismo rey, y fueron todos
asesinados. Al saber esta noticia el capitán de la ca-
rabela juzgó oportuno partir a toda prisa y volverse a
Malaca, abandonando en Bachián los dos juncos con
cuatrocientos bahars de clavos y mercancías bastantes
para cambiarlas por otros ciento.
Comercio de Malaca. — Nos dijo también que anual-
mente van muchos juncos de Malaca a Bandán a com-
prar macis y nuez moscada, y desde allí a las Maluc-
co para cargar clavos. En tres días se hace el viaje de
Bandán a las islas Malucco, y en quince se va de Ban-
dán a Malaca. Este comercio, decía, es, entre el de
estas islas, el que rinde más beneficio al rey de Portu-
gal, por lo cual tiene gran cuidado en ocultárselo a los
españoles.
contra los establecimientos de los portugueses en las Indias, para
atraer al mar Rojo el comercio que la naveg-ación de los por-
tugueses por el Cabo de Buena Esperanza había anulado. Los ve-
necianos les proporcionaron para ello maderas de construcción
y armas. (Robertson, Disquis. on ant. India, sect. III.)
(1) Con dos fílas de cañones.
154 PIGAFETTA LIB.
Lo que Lorosa acababa de decir era en extremo in-
teresante, y procuramos persuadirle a que se embarca-
se con nosotros para Europa, prometiéndole grandes
gajes de parte del rey de España.
15 de noviembre de 1521. — El viernes 15 de
noviembre el rey nos dijo que iba a Bachián para apo-
derarse de los clavos de especia que los portugueses
habían dejado, y nos pidió regalos para los goberna-
dores de Mutir, a los cuales se los entregaría en nom-
bre del rey de España. Se divirtió mucho en nuestro
navio viéndonos manejar las armas: la ballesta, el fusil
y el bersil (1), que es mayor que un fusil; tiró tres ba-
llestazos, pero no quiso ni tocar los fusiles.
Giailolo, — Enfrente de Tadore hay una isla muy
grande llamada Giailolo (2), habitada por moros y gen-
tiles. Los moros tienen dos reyes, y, según nos dijo el
rey de Tadore, uno tenía seiscientos hijos, y el otro,
quinientos veinticinco. Los gentiles no tienen tantas
mujeres como los moros, ni son tan supersticiosos; la
primera cosa que encuentran por la mañana es el obje-
to de su adoración durante todo el día; su rey se llama
raja Papua, es riquísimo en oro y habita en el interior
de la isla. Crecen entre las rocas cañas tan gruesas
como la pierna de un hombre, llenas de un agua exce-
lente para beber (3); compramos muchas. La isla de
Giailolo es tan grande, que una canoa apenas puede
dar la vuelta completa en cuatro meses.
16 de noviembre de 1521. — Visita del rey de
Giailolo. — El sábado 16 de noviembre, uno de ios
reyes moros de Giailolo vino con muchas embarcacio-
nes a bordo de nuestros navios. Le regalamos una tú-
nica de damasco verde, dos brazas de paño rojo, algu-
nos espejos, tijeras, cuchillos, peines y dos tazas de
(1) El bersil es una especie de gran ballesta.
(2) Gilolo.
(3) Bambú, caña que contiene naturalmente un licor muy bueno.
IJI PRIMER VIAJE EN TORNO DEL GLOBO 155
vidrio dorado, que le gustaron mucho. Nos dijo muy
graciosamente que, puesto que éramos amigos del rey
de Tadore, debíamos serlo suyos, porque amaba a éste
como a un hijo. Nos invitó a ir a su país, asegurándo-
nos que nos rendiría grandes honores. Este rey es muy
poderoso y respetadísirao en todas las islas cercanas;
es de bastante edad y se llama raja Jussu.
17 de noviembre de 1521. — Al día siguiente,
domingo, por la mañana, el mismo rey volvió a bordo,
deseoso de ver cómo combatíamos y disparábamos las
bombardas, lo que ejecutamos con gran satisfacción
suya, porque en su juventud fué muy guerrero.
El mismo día bajé a tierra para examinar el árbol del
clavo y ver cómo produce su fruto. He aquí lo que ob-
servé: tiene una gran altura y su tronco es de grueso
como el cuerpo de un hombre, más o menos, según su
edad; sus ramas se extienden mucho hacia el medio del
tronco, pero en la copa forman una pirámide; su hoja
se asemeja a la del laurel, y la corteza es de color acei-
tunado; los clavos nacen en la punta de las ramitas, en
grupos de diez a veinte; da más fruto en un lado que
en otro, según las estaciones; los clavos son al princi-
pio blancos, al madurar rojizos y al secarse negros; se
cosechan dos veces al año, la primera por Navidad y la
segunda por San Juan, esto es, poco más o menos, ha-
cia los dos solsticios, estaciones en que el aire es más
templado en este país; que en el solsticio de invierno
es más cálido porque el Sol está entonces en el cénit.
Cuando el año es cálido y hay poca lluvia, la cosecha
de clavos es en cada isla de tres a cuatrocientos bahars.
El árbol crece solamente en las montañas, y perece
cuando se le trasplanta al llano (1); la hoja, la corteza
y la parte leñosa del mismo árbol tienen un olor y sa-
bor tan fuertes como el fruto, el cual, si no se coge en
(1) Los holandeses comprobaron que el árbol del clavo crece
muy bien en las llanuras.
156 PIGAFETTA LIB.
plena madurez, engorda tanto y se pone tan duro, que
no sirve de él mas que la corteza; no hay árboles de
clavo mas que en las montañas de las cinco islas Ma-
lucco, y algunos en la isla de Giailolo y en el islote de
Mare, entre Tadore y Mutir, pero sus frutos no son tan
buenos; dicen que la niebla le da cierto grado de per-
fección; lo cierto es que a diario vimos una niebla, en
forma de nubecitas, rodeando tan pronto una, tan pron-
to otra de las montañas de estas islas; cada habitante
posee algunos árboles, que vigila y recoge los frutos,
pero sin pensar siquiera en el cultivo; en cada isla se
llama de modo diferente a los clavos: gomode en Ta-
dore, bongalavan en Sarangani y chianche en las islas
Malucco.
Nuez moscada. — También produce la isla nuez
moscada (1), parecida a nuestras nueces, tanto por el
fruto como por las hojas. La nuez moscada, cuando se
la cosecha, semeja al membrillo por su forma, color y
pelusilla que la cubre, pero es más pequeña; su prime-
ra corteza es tan espesa como el pericarpio de nuestra
nuez; debajo hay una tela delgada, o mejor dicho, de
cartílago, bajo la cual está el macis, de un rojo muy
vivo, que envuelve la corteza leñosa que contiene la
nuez moscada propiamente dicha.
Jengibre. — Produce asimismo la isla, jengibre, que
comimos verde como si fuera pan; no nace en un árbol,
sino en un arbusto con tallos a flor de tierra de un pal-
mo de largo, parecidos a los pimpollos de las cañas, a
los que también se asemeja en las hojas, aunque las del
jengibre son más estrechas; no sirven para nada los ta-
llos; sólo se aprovecha la raíz, que es el jengibre usual
en el comercio; el jengibre verde no es tan fuerte como
el seco; para secarle se espolvorea de cal, pues de otro
modo no podría conservarse.
Casas. — Las casas de estos isleños están construidas
(1) Myristica officinalis, de Línneo.
III PRIMER VIAJE EN TORNO DEL GLOBO 157
como las de las islas vecinas, aunque no tan elevadas
sobre la tierra, y rodeadas de cañas en forma de seto.
Mujeres y hombres, — Las mujeres de este país son
feas; van desnudas como las de las otras islas, cubrien-
do sus partes sexuales con un paño hecho de corteza
de árbol; los hombres van igualmente desnudos, y a
pesar de la fealdad de sus mujeres, son muy celosos;
se enfadaban mucho al vernos llegar a tierra con las
pretinas abiertas (1), porque se imaginaban que esto
podría inducir a malas tentaciones a sus mujeres; hom-
bres y mujeres van descalzos.
Paños de corteza de árbol. — Sus telas de corteza de
árbol las hacen del siguiente modo: cogen un trozo de
corteza y ¡a ponen en agua hasta que se ablanda; la gol-
pean después con una especie de látigos para exten-
derla a lo largo y a lo ancho, según creen conveniente,
hasta que parece una tela de seda cruda con hilos en-
trelazados interiormente, como si fuese tejida (2).
Pan de madera. — Con la madera de un árbol pa-
recido a la palmera hacen su pan, así: toman un trozo
de esta madera y la quitan ciertas espinas negras y lar-
gas; en seguida la machacan y hacen un pan al que lla-
man sagou; llevan provisión de este pan en sus viajes
por mar. Los isleños de Tarenate venían diariamente
con sus canoas a ofrecernos clavos de especias; pero
como esperábamos que el rey los trajera, no quisimos
comprarlos de los otros isleños, contentándonos con
tomarles víveres; los indígenas de Tarenate se lamenta-
ban mucho de esto.
24 de noviembre de 1521. — La noche del
domingo 24 de noviembre volvió el rey al son de tim-
bales y pasó por entre nuestros dos navios. Le saluda-
(1) Esto se refiere al antiguo traje españoL
(2) Hoy se hace una clase de tela, o mejor dicho, de paño de
corteza de árbol de la misma manera, como puede verse en la des-
cripción que da Cook (Primer viaje, tomo II).
158 PIGAFETTA LIB.
mos con salvas de las bombardas para testimoniarle
nuestro respeto. Nos dijo que, a consecuencia de las
órdenes que dio, nos traerían, durante cuatro días, una
considerable cantidad de clavos.
25 de noviembre de 1521* — En efecto, el
lunes nos trajeron ciento sesenta y un cathiles, que pe-
samos sin descontar la tara. Descontar la tara es tomar
las especias a menos peso del que realmente tienen,
porque entonces están frescas; pero después, indefec-
tiblemente, disminuyen en peso y en calidad al secarse.
Los clavos enviados por el rey eran los primeros que
embarcábamos y constituían el principal objeto de
nuestro viaje; disparamos la artillería, al almacenar los
primeros, en señal de regocijo.
26 de noviembre de 1521. — Invitación del
rey. — El martes 26 de noviembre nos visitó el rey
para decirnos que, saliendo de su isla, hacía por nos-
otros lo que nunca hicieron sus predecesores; pero
que le placía determinarse a darnos esta muestra de su
amistad al rey de España y a nosotros, a fin de que
pudiéramos cuanto antes partir hacia nuestro país y
volver en poco tiempo con más fuerzas para vengar la
muerte de su padre, a quien mataron en una isla lla-
mada Buru (1), y cuyo cadáver echaron al mar. Añadió
que era costumbre en Tadore, cuando se cargaban cla-
vos en un navio o en un junco por primera vez, que el
rey diese un festín a los marineros y a los mercaderes
del barco, y al mismo tiempo rogar al cielo para que
llegasen felizmente a sus casas. Esperaba aprovechar
la ocasión para dar un banquete al rey de Bachián, que
venía a visitarle con su hermano, para lo cual hizo lim-
piar las calles y los caminos.
Rehusamos. — Nos inspiró la invitación sospechas,
porque supimos que en el lugar en que hacíamos la
aguada tres portugueses fueron asesinados por isleños
(1) Bouro, de que se hablará después.
ni PRIMER VIAJE EN TORNO DEL GLOBO 159
ocultos en un bosque vecino. Además, frecuentemente
conferenciaban los de Tadore con los indios que hici-
mos prisioneros, de modo que, a pesar de la opinión
de alg-unos de los nuestros, que aceptaron gustosos la
invitación del rey, el recuerdo del funesto festín de
Zubu nos hizo rehusarla. Sin embargo, enviamos al
rey nuestras gracias y excusas, rogándole que viniese
lo antes posible a los navios, para entregarle los cua-
tro esclavos que le prometimos, pues nuestra intención
era partir en cuanto hiciese buen tiempo.
Vino el rey el mismo día y subió a bordo sin mos-
trar la menor desconfianza, diciendo que entre nos-
otros se hallaba como en su propia casa, asegurándonos
que le era muy sensible una partida tan repentina y tan
poco corriente, porque todos los navios empleaban
ordinariamente treinta días en completar su carga, y
nosotros lo hicimos en mucho menos tiempo; añadió
que si nos ayudó hasta saliendo de su isla para que
cargásemos más pronto los clavos, no pensó con esto
acelerar nuestra marcha, a más que la estación no era
propia para navegar en aquellos mares, porque hay
rompientes cerca de Bandán, y que también podría-
mos encontrar algunos barcos de nuestros enemigos
los portugueses.
Cuando vio que todo lo dicho no bastó para rete-
nernos, repuso: «jEstá bien! Os devolveré lo que me
habéis dado en nombre del rey de España, porque si
partís sin darme tiempo para preparar a vuestro rey
otros regalos dignos de él, todos los reyes vecinos
dirán que el rey de Tadore es un ingrato, por recibir
beneficios de un rey tan grande como el de Castilla
sin enviarle nada a su vez. Dirán también que partís
tan precipitadamente por miedo a una traición mía, y
toda mi vida llevaré la afrenta de traidor.» Entonces,
para asegurarnos contra toda sospecha que pudiéramos
tener de su buena fe, mandó que le llevasen su alcorán;
le besó devotamente y púsole sobre su cabeza cuatro
160 PIGAFETTA LIB.
O cinco veces, mascullando entre dientes ciertas pala-
bras que eran una invocación llamada zambehan. Des-
pués dijo en voz alta, en presencia de todos, que jura-
ba por Alá (Dios) y por el coran, que tenía en la mano,
que sería siempre un fiel amigo del rey de España.
Profirió todo esto casi llorando y con tal aspecto de
sinceridad, que le prometimos pasar quince días más
en Tadore.
Dímosle el sello del rey y el estandarte real. Supi-
mos a poco que algunos de los personajes de la isla
le aconsejaron, efectivamente, que nos asesinase a
todos, con lo que hubiera conseguido la benevolencia
y el reconocimiento de los portugueses, que le hubie-
sen ayudado mejor que los españoles a vengarse del
rey de Bachián; pero el rey de Tadore, leal y fiel al
rey de España, con el cual había jurado la paz, res-
pondió que nada le induciría a tal perfidia.
27, 29 y 30 de noviembre de 1521.— El miér-
coles 27 el rey mandó pregonar un aviso para que todo
el que quisiera nos vendiese libremente clavos; apro-
vechamos la ocasión y compramos gran cantidad.
El viernes vino a Tadore el rey de Machián con mu-
chas piraguas; pero no quiso saltar a tierra porque su
padre y su hermano, desterrados de Machián, se habían
refugiado en esta isla.
El sábado vino el rey a los navios con el gobernador
de Machián, su sobrino Humai, joven de veinticinco
años, y al saber que no teníamos paño, envió a buscar
a su casa tres aunas de paño rojo y nos las dio, para
que, con otros objetos que aún teníamos, pudiésemos
hacer al gobernador un regalo digno de su rango, como
lo cumplimos; a su partida disparamos muchos bom-
bardazos.
1, 2, 4, 5 y 6 de diciembre de \S2\.— Fiesta
de Santa Bárbara. — Compramos a poco precio clavos
de especia. — El domingo, primero de diciembre, se
marchó el gobernador de Machián; nos dijo que tam-
III PRIMER VIAJE EN TORNO DEL GLOBO 161
bien el rey le hizo algunos regalos para que cuanto
antes nos enviase clavos.
El lunes el rey hizo fuera de su isla otro viaje con
el mismo objeto.
El miércoles, día de Santa Bárbara, para festejarle, y
en honor del rey, que había regresado, hicimos una
descarga cerrada de la artillería, y por la noche que-
mamos fuegos artificiales, que divirtieron mucho al rey.
El jueves y el viernes compramos muchos clavos que
nos ofrecieron muy baratos, porque sabían que estába-
mos a punto de partir; nos dieron un bahar por dos
aunas de cinta y cien libras por dos cadenitas de latón,
que no costaban más que un márcelo (1); y como cada
marinero quería llevar a España, cambiaron todos hasta
sus ropas por clavos.
7, 8 y 9 de diciembre de 1521. — Visita de los
hijos del rey de Tarenate. — El sábado, tres hijos del
rey de Tarenate, con sus mujeres, hijas del rey de Ta-
dore, vinieron a los navios. El portugués Pedro Alfon-
so iba con ellos. Regalamos sendas tazas de vidrio do-
rado a los tres hermanos, y a las mujeres, tijeras y otras
bagatelas; también enviamos algunas baratijas a otra
hija del rey de Tadore, viuda del rey de Tarenate, que
no quiso subir a bordo.
El domingo, día de la Purísima Concepción de Nues-
tra Señora, disparamos con gran regocijo bombarda-
zos, bombas y cohetes.
El lunes por la tarde el rey vino a bordo con tres
mujeres que llevaban su betel. Debo advertir que sola-
mente los reyes y los miembros de la familia real tie-
nen derecho a llevar consigo mujeres. El mismo día
volvió por segunda vez el rey de Giailolo para ver el
manejo de la artillería.
Como el día fijado para nuestra partida se aproxima-
(1) Monedita de Venecia que el dogo Nicolás Marcello acuñó
en 1473 y que valía unos diez sueldos franceses.
PIGAFETTA
162 PIGAFETTA LIB.
ba, el rey nos visitaba con frecuencia y se le veía ver-
daderamente conmovido, diciéndonos, entre otras cosas
lisonjeras, que le parecía ser cual un niño de pecho a
quien su madre va a destetar. Nos rogó que le dejára-
mos algunos bersiles para su defensa.
Aviso del rey. — Nos advirtió que no navegásemos
durante la noche, por los escollos y arrecifes que hay
en este mar; y cuando le dijimos que nuestra intención
era navegar día y noche para llegar lo más pronto po-
sible a España, nos respondió que en ese caso no podía
hacer nada mejor que pedir y mandar que rogasen a
Dios por la prosperidad de nuestra navegación.
Lorosa viene a bordo. — Durante este tiempo, Pedro
Alfonso de Lorosa vino a bordo con su mujer y todos
sus efectos, para volver con nosotros a Europa. — Che-
chilideroix quiere llevársele: Dos días después, Che-
chilideroix, hijo del rey de Tarenate, vino con una ca-
noa, repleta de hombres armados, y le invitó a que se
fuera con él; mas Pedro Alfonso, sospechando su mala
intención, se guardó muy bien de ello, y nos advirtió
que no le dejásemos subir al navio; seguimos su con-
sejo. Después supimos que Chechili, gran amigo del
capitán portugués de Malaca, tenía el proyecto de apo-
derarse de Pedro Alfonso y enviárselo. Cuando vio
frustrado su intento, gritó y amenazó a los de la casa en
que se alojó Lorosa, por haberle dejado partir sin su
permiso.
15 de diciembre de 1521* — Casamiento de
una hija del rey. — El rey nos previno de que el rey
de Bachián iba a venir con su hermano, que debía ca-
sarse con una de sus hijas, y nos rogó que hiciésemos
en su honor una descarga de artillería. Vino, en efecto,
el 15 de diciembre por la tarde, y cumplimos lo que el
rey pidió, aunque sin disparar la artillería gruesa, por-
que los navios estaban demasiado cargados.
El rey de Bachián, con su hermano, el futuro esposo
de la hija del rey de Tadore, vinieron en un gran bar-
III PRIMER VIAJE EN TORNO DEL GLOBO 163
co, con tres filas de remeros a cada lado; ciento veinte
hombres en total. Estaba el barco adornado con mu-
chos pabellones de plumas de papagayo, blancas, ama-
rillas y rojas; mientras bogaban, los timbales y la músi-
ca acompasaban el movimiento de los remos. En otras
dos canoas estaban las muchachas que debían presen-
tar a la esposa. Nos saludaron dando la vuelta alrede-
dor de nuestros navios y del puerto.
Etiquetas y ceremonias. — Como la etiqueta no per-
mite que un rey pise la tierra de otro, el rey de Tadore
visitó al de Bachián en su propia canoa. Este, al verle
llegar, se levantó del tapiz en que estaba sentado y se
colocó al lado, cediendo el sitio al rey de Tadore, el
cual, por cortesía, tampoco quiso sentarse en el tapiz
y se puso al otro lado, dejando el tapiz en medio de
los dos. Entonces el rey de Bachián ofreció al de Ta-
dore quinientos patolles, como compensación por la
esposa que daba a su hermano. Los patolles son paños
de oro y seda fabricados en China y muy apreciados
en estas islas; vale cada uno tres bahars de clavos,
poco más o menos, según el trabajo y el oro que tenga;
cuando algún personaje del país muere, los parientes,
para honrarle, se visten con estos paños.
16 de diciembre de 1521* — El lunes el rey de
Tadore envió una cena al de Bachián; llevábanla cin-
cuenta mujeres, cubiertas de paños de seda desde la
cintura a las rodillas, yendo de dos en dos, con un
hombre en medio, con sendos platos grandes, en los
que había otros platitos conteniendo diferentes guisos;
los hombres llevaban grandes vasos de vino; diez mu-
jeres de las de más edad hacían de maestras de cere-
monias. Llegaron en este orden al barco y presentaron
todo al rey, que estaba sentado sobre un tapiz bajo un
dosel rojo y amarillo.
A su regreso, las mujeres se juntaron a algunos de
nosotros, a los que la curiosidad impelió a ver el con-
voy, y no pudieron librarse de ellas sino después de
164 PIGAFETTA LIB.
hacerles algunos regalitos. El rey de Tadore nos en-
vió en seguida víveres, tales como cabras, cocos, vino
y otros comestibles.
Este mismo día pusimos en los navios velas nuevas,
sobre las que pintamos la cruz de Santiago de Galicia,
con esta inscripción: EsTA ES LA FIGURA DE NUESTRA
BUENAVENTURA.
17 de diciembre de 1521. — Regalos al rey, —
El martes dimos al rey algunos de los fusiles que
cogimos a los indios cuando nos apoderamos de sus
juncos, y algunos bersiles, con cuatro barricas de
pólvora.
Embarcamos en cada navio ochenta toneles de agua;
la leña la tomaríamos en la isla de Mare, cerca de la
cual íbamos a pasar, y adonde el rey había enviado
cien hombres para prepararla.
Alianza con el rey de Bachián. — El mismo día, el
rey de Bachián obtuvo permiso del rey de Tadore para
venir a tierra y pactar una alianza con nosotros. Le
precedían cuatro hombres con largos puñales en la
mano; dijo, en presencia del rey de Tadore y de todo
su séquito, que estaría siempre pronto a ponerse al
servicio del rey de España; que guardaría para él solo
los clavos de especia que habían dejado los portugue-
ses en su isla hasta la llegada de otra escuadra espa-
ñola, y no los cedería a nadie sin su consentimiento, y
que por medio de nosotros iba a enviarle un esclavo
y dos bahars de clavos; hubiera gustosamente dado
diez, pero nuestros barcos estaban tan cargados, que
ya no soportaban más.
Aves del Paraíso. — Nos dio también para el rey de
España dos pájaros muertos muy hermosos; tenían el
tamaño de un tordo: la cabeza, pequeña; el pico, largo;
las patas, del grueso de una pluma de escribir y de un
palmo de largo; la cola, parecida a la del tordo; sin
alas, y en su lugar largas plumas de diferentes colores,
parecidas a penachos; las plumas, obscuras, salvo las
III PRIMER VIAJE EN TORNO DEL GLOBO 165
de las alas; no vuelan mas que cuando hace viento;
dicen que vienen del Paraíso terrestre, y les llaman
bolondinata, esto es, pájaro de Dios (1).
Extraña costumbre del rey de Bachián. — Repre-
sentaba el rey de Bachián unos setenta años. Nos con-
taron de él una cosa muy extraña: siempre que iba a
combatir a los enemigos, o cuando iba a emprender
algfo de importancia, se entregaba antes dos o tres ve-
ces a los placeres de uno de sus criados destinado a
tal fin, así como César, según el relato de Suetonio,
acostumbraba a entregarse a Nicomedes.
Brujos. — Un día el rey de Tadore envió a decir a
los nuestros que guardaban el almacén de nuestras
mercancías, que no saliesen durante la noche, porque
había isleños que por medio de ciertos ungüentos to-
maban la figura de un hombre sin cabeza; de este modo
se paseaban por la isla, y cuando encontraban alguno
a quien no querían, le tocaban untándole la palma de
la mano, por lo que el hombre caía enfermo y moría
al cabo de tres o cuatro días; si encontraban tres o
cuatro personas a la vez, no les tocaban, pero poseían
el arte de aturdirías. Añadió el rey que era preciso
velar para conocer a estos brujos, y que ya habían
prendido a muchos.
Casa nueva. — Antes de habitar una casa nueva re-
cién construida encienden alrededor una gran hoguera
y celebran muchos festines; en seguida cuelgan del
techo una muestra de todo lo bueno que produce la
isla, y están muy persuadidos de que así no faltará en
ninguna ocasión nada a los que han de habitarla.
(1) El caballero Pigafetta fué quizás el primero que enseñó a
los europeos que el ave del Paraíso (Avis paradisiaca, de Linneo)
tiene patas como las otras aves, pues tan persuadidos estaban
antes de que no las tenían (porque se las cortaban a todos los que
empajaban para venderlos), que el gran naturalista Aldovrando
(De Avibus, tomo I, pág. 807) vitupera a nuestro autor, que al
hacer la descripción se las atribuye.
166 PIGAFETTA LIB.
18 de diciembre de 1521. — Retrasamos la par-
tida por tener una vía de agua el « Trinidad» . — El
miércoles por la mañana todo estaba dispuesto para par-
tir. Los reyes de Tadore, de Giailolo y de Bachián, así
como el hijo del rey de Tarenate, vinieron para acom-
pañarnos hasta la isla de Mare. El navio Victoria des-
plegó velas el primero y ganó el largo, donde esperó
al Trinidad; pero éste levó anclas con mucha dificul-
tad, y los marineros descubrieron que sufría una vía de
agua en la cala. Volvió a anclar entonces el Victoria
donde estaba antes. Se descargó en gran parte el Tri-
nidad para buscar la vía y taponarla; pero aunque se
le acostó de babor, el agua entraba cada vez con más
fuerza, como por un caño, sin que pudiéramos encon-
trar la vía; este día y el siguiente dimos a las bombas
sin cesar, pero sin éxito.
Se busca la vía de agua en vano.— Llegó la noticia
a oídos del rey de Tadore, y vino al navio para ayu-
darnos.— Buzos: Mandó que se sumergiesen cinco de
sus buzos, acostumbrados a permanecer mucho tiempo
bajo el agua; trabajaron más de media hora sin encon-
trar el agujero por donde entraba el agua, y como, a
pesar de las bombas, el agua subía siempre, envió a
buscar al otro extremo de la isla a tres buzos más há-
biles aún que los primeros.
19 de diciembre de 1521. — Proyecto de aban-
donar al « Trinidad». — Volvió al día siguiente de ma-
drugada. Bucearon los hombres en el mar, con la cabe-
llera flotante, porque se imaginaban que el agua al en-
trar por la vía arrastraría sus cabellos, indicándoles así
el lugar del agujero (1); pero después de una hora su-
bieron definitivamente a la superficie del mar sin en-
(1) Pudo suceder esto que el autor cuenta; los cabellos flotan-
tes hubieran sido seguramente atraídos por el agua que entraba
en el barco, al acercarse a la vía. Ahora se ponen estopas en una
vela que se pasa bajo el barco; el agua arrastra adentro las esto-
pas, y de esta manera se sabe dónde está la vía de agua.
III PRIMER VIAJE EN TORNO DEL GLOBO 167
centrar nada. El rey pareció que se afectaba vivamente
con este contratiempo, hasta el punto de que se ofre-
ció él mismo para ir a España y relatar al rey lo que
nos sucedía; pero le respondimos que, teniendo dos na-
vios, podríamos hacer el viaje con el Victoria solo, que
no tardaría en partir aprovechando los vientos del
Este que empezaban a soplar; durante este tiempo
carenarían al Trinidad, el cual podría aprovechar en
seguida los vientos del Oeste para ir a Darién, al otro
lado del mar, en la tierra del Diucatán (1). Dijo enton-
ces el rey que tenía a su servicio doscientos cincuenta
carpinteros, a los que emplearía en este trabajo bajo la
dirección de los nuestros, y que aquellos de nosotros
que se quedaran en la isla serían tratados como sus
propios hijos. Pronunció estas palabras con tanta emo-
ción, que a todos nos hizo derramar lágrimas.
Se aligera el « Victoria*. — Los que tripulábamos el
Victoria, temiendo que su carga fuese excesiva, por lo
que podría abrirse en alta mar, decidimos enviar a tie-
rra sesenta quintales de clavos, y los llevamos a la casa
en que se alojaba la tripulación del Trinidad. Hubo
algunos, sin embargo, que prefirieron quedarse en las
islas Malucco mejor que volver a España, ya por temor
de que el navio no resistiera tan largo viaje, ya porque
el recuerdo de lo que sufrieron antes de llegar a las
Malucco les amedrentase, pensando que morirían de
hambre en medio del Océano.
21 de diciembre de 1521.— Salida del « Victo-
ria».—K\ sábado, 21 del mes, día de Santo Tomás, nos
trajo dos pilotos, que pagamos por anticipado, para que
nos condujeran fuera de las islas. Nos dijeron que el
tiempo era excelente para el viaje y que debíamos
(1) El Yucatán, en América, cerca del golfo de Méjico, donde
está el istmo de Darién. Sin embargo, el navio permaneció en Ti-
dor y fué apresado por los portugueses. (Hist genérale des voya-
ges, tomo XIV, pág. 99.)
168 PIGAFETTA LIB.
partir cuanto antes; pero tuvimos que esperar a que
nos trajesen las cartas que nuestros camaradas que se
quedaban en las Malucco mandaban a España, y no
pudimos levar anclas hasta el mediodía. Entonces, los
barcos se despidieron con una descarga recíproca de
la artillería; nuestros compañeros nos sigfuieron en su
chalupa tan lejos como pudieron, y nos separamos, al
fin, llorando.
Juan Carvajo quedó en Tadore con cincuenta y tres
europeos. Nuestra tripulación se componía de cuaren-
ta y siete europeos y trece indios.
Cargamos madera en Mare. — El gobernador o mi-
nistro del rey de Tadore vino con nosotros hasta la
isla de Mare, y apenas llegamos allí, cuando cuatro
canoas se acercaron, cargadas de madera, que en me-
nos de una hora pasó a nuestro navio.
Productos de las islas Malucco, — Todas las islas
Malucco producen clavos de especia, jengibre, sagú
(que es la madera de que se hace el pan), arroz, nue-
ces de coco, bananas, higos, almendras más gordas que
las nuestras, granadas dulces y agrias, caña de azúcar,
melones, cohombros, calabazas, un fruto que llaman
comilicai (1), muy refrescante y del tamaño de una san-
día, otro fruto parecido al melocotón, que llaman gua-
ve (2), y otros vegetales comestibles; también hay aceite
de coco y de ajonjolí. De animales útiles tienen cabras,
gallinas y una especie de abeja no más grande que una
hormiga, que hace su colmena en los troncos de los
árboles, donde deposita su excelente miel. Hay muchas
variedades de papagayos, entre otros unos blancos que
llaman catara, y otros rojos llamados nori, que son los
más apreciados, no sólo por la belleza de su plumaje,
sino porque pronuncian más claramente que los otros
(1) Especie de ananas o pina de América.
(2) Guayaba, fruto del guayabero. {Psidium pyriferum, de
Linneo.)
III PRIMER VIAJE EN TORNO DEL GLOBO 169
las palabras que aprenden. Un papag^ayo vale un bahar
de clavos.
Conquista de las islas Malucco, — Apenas hace cin-
cuenta años que los moros conquistaron y habitan las
islas Malucco, adonde llevaron su religión. Antes de la
conquista de los moros no había mas que gentiles, los
cuales no se preocupaban casi de los árboles del cla-
vo. Aun se encuentran algunas familias de gentiles, que
se retiraron a las montañas, lugares muy convenientes
para el desarrollo de dichos árboles.
Posición de las islas Malucco. — La isla de Tadore
está a 27' de latitud septentrional y a 161° de longitud
de la línea de demarcación. Dista 9° 30' de Zamal, pri-
mera isla de este archipiélago, al Sureste cuarto Sur.
La isla de Tarenate está a 40' de latitud septen-
trional.
Mutir está exactamente bajo la línea equinoccial.
Machián está a 15' de latitud Sur.
Bachián, a 1° de la misma latitud.
Tarenate, Tadore, Mutir y Bachián tienen altas mon-
tañas piramidales, en que crecen los árboles del clavo.
Bachián no se divisa desde las otras islas, aunque es la
más grande de las cinco. Su montaña con los mencio-
nados árboles no es tan alta ni tan puntiaguda como
las de las otras islas; pero su base es más ancha (1).
(1) El autor pone aquí el vocabulario de las Molucas, que nos-
otros damos al fín del viaje.
LIBRO IV
Regreso a España desde las islas Malucco.
Diciembre de 1521o — Muchas islas, — Los pig-
meos de Cafi. — Continuamos nuestra ruta, pasando por
entre muchas islas, llamadas: Cayoán, Laigoma, Sico,
Giogi, Cafí, Laboán (1), Tolimán, Titameti, Bachián (2),
de la que hemos ya hablado; Latalata, {abolí, Mata y
Batutiga. Nos dijeron que en la isla de Cafí los hom-
bres son pequeños como pigmeos; están sometidos al
rey de Tadore. Pasamos al oeste de Batutiga y pusi-
mos rumbo al Oeste Suroeste. Al Sur vimos muchas
islas. Aconsejaron los pilotos molucenses que ancláse-
mos en algún puerto para no chocar durante la noche
con los islotes y los arrecifes. Navegamos al Sureste,
y anclamos junto a una isla que está a 3° de latitud Sur
y a cincuenta y tres leguas de distancia de Tadore.
Antropófagos. — Esta isla se llama Sulach (3); sus
habitantes son gentiles y no tienen rey; son antropófa-
gos, y hombres y mujeres van desnudos, sin más que
un pedacito de corteza de árbol, de dos dedos de lar-
go, delante de las partes naturales; cerca de ella hay
(1) Laboán o Labocca, considerada hoy como formando parte
de Bachián. (Hist. genérale des voyages, tomo XI, pág-. 14.)
(2) Bachián, una de las cinco principales islas Molucas. Casi
todas estas islas están marcadas en el mapa XVIII de Monti, que
no dice sobre qué datos las dibujó. Muchos de los nombres de es-
tas islas figuran en la nota de los dominios del rey de Ternate.
(3) Xulla, de Robert, y Xoula, de los mapas holandeses.
172 PIGAFETTA LIB.
otras islas cuyos indígenas comen carne humana; se
llaman Silán, Noselao, Biga, Atulabaón, Leitimor, Te-
netum, Gonda, Kayalruru, Manadán y Benaya (1).
Costeamos las islas de Lamatola y Tenetum.
Después de recorrer diez leguas, desde Sulach, en la
misma dirección, anclamos junto a una isla grande lla-
mada Buru, donde encontramos víveres en abundancia:
cerdos, cabras, gallinas, cañas de azúcar, nueces de
coco, sagú, unos platos compuestos de bananas, a los
que llaman canali, y chicares^ que aquí les llaman nan-
ga. Los chicares (2) son frutos parecidos a la sandía,
pero su cascara está llena de nudos; dentro están lle-
nos de semillitas rojas parecidas a las pepitas de me-
lón, sin cascara leñosa, de una substancia medular como
las judías blancas, pero más grandes, muy tiernas y con
sabor a castañas.
Comilicai. — Encontramos otro fruto en forma de
pina, pero de color amarillo, blanco por dentro, y al
cortarle tiene alguna semejanza con la pera, pero mu-
cho más tierno y de un sabor exquisito; le llaman co-
milicai.
Los habitantes de esta isla no tienen rey, son genti-
les y van desnudos como los de Sulach. La isla de
Buru está a 3° 30' de latitud meridional y a setenta y
cinco leguas de distancia de las islas Malucco (3).
Ambón, — A diez leguas al oeste de Buru hay una
isla mayor que confína con Giailolo; llámase Ambón;
está habitada por moros en la costa y por gentiles añ-
il) El autor, como escribió los nombres con los datos que le
daban los pilotos, es frecuentemente inexacto. Cita diez islas y no
dibujó mas que seis, y de las diez, cuatro vuelve a mencionarlas
más adelante. Leytimor no es sino una península unida a Amboine.
(2) Quizás la Cucúrbita verrucosa, de Linneo.
(3) Boug-ainville llama Boero a esta isla, la coloca en la mis-
ma latitud, y en su mapa XVII ha puesto Sulla, Boero, Kilang y
Bonoa, que son: Sulach, Buru, Kailaruru y Benaya, de nuestro au-
tor. (Léase BouGAiNViLLE (L. A. de), tomo II de su Viaje alroftedor
del mundo, en la colección de Viajes clásicos editada por Calpe.)
IV PRIMER VIAJE EN TORNO DEL GLOBO 173
tropófagos en el interior. Los productos son los mismos
que en Buru.
Entre Buru y Ambón hay tres islas rodeadas de es-
collos: Vudia, Kailaruru y Benaya (1), y a cuatro leguas
al sur de Buru está la de Ambalao (2).
A treinta y cinco leguas de Buru, al Suroeste cuarta
Sur, se encuentra la isla de Bandán, con otras trece. En
seis de ellas hay macis y nuez moscada; la mayor es
Zoroboa, y las pequeñas, Chelicel, Saniananpi, Pulai,
Puluru y Rasoghin (3); las otras siete son: Univeru, Pu-
lan, Baracán, Lailaca, Mamicán, Man y Meut (4). Culti-
van sagú, arroz, cocoteros, bananeros y otros árboles
frutales; están muy cerca unas de otras, y habitadas por
moros que no tienen rey. Bandán está a 6° de latitud
meridional y a 163° 30' de longitud de la línea de de-
marcación. Se hallaba fuera de nuestra ruta y por eso
no fuimos a ella.
Zolor, Nocemamor y Galián. — Desde Buru, al Sur-
oeste cuarto Oeste, después de recorrer 8° de latitud,
llegamos a tres islas cercanas unas de otras: Zolor (5),
Nocemamor y Galián.
10 de enero de 1522. — Tempestad. - Mientras
navegábamos por estas islas sufrimos una tempestad
que puso en peligro nuestras vidas, e hicimos el voto
de ir en peregrinación a Nuestra Señora de la Guía si
nos salvábamos. — Mallua: Con viento en popa nave-
gamos hacia la isla de Mallua, bastante elevada, en don-
de anclamos; pero antes de llegar tuvimos que luchar
(1) En el atlas de Robert se ven aquí las islas de Menga, Ke-
lam y Bone; en el mapa de los holandeses (Hist genérale des vo-
yages, tomo XI), las de Manipa, Kelam y Bonoa.
(2) Actualmente Amblau.
(3) Eq el mapa holandés: Guananapi, Puloay, Pulorhun y Ro-
singen.
(4) El Recueil des voyages pour iétablissement de la Compagnie
des Indes, tomo II, pág. 213, habla de las islas de Vayer, Tonjon-
burong y Mamuak.
(5) Solor en los mapas modernos.
174 PIGAFETTA LIB.
contra las corrientes y las ráfagas que soplaban de las
montañas.
Usos y costumbres de sus habitantes. — Los indíge-
nas de esta isla son salvajes, más parecidos a bestias
que a hombres, antropófagos, y van desnudos, con un
trocito de corteza de árbol tapándoles las partes sexua-
les; pero cuando van a combatir se cubren el pecho, la
espalda y los costados con pieles de búfalo adornadas
con corniolas y colmillos de cerdo, atándose por detrás
y por delante rabos de piel de cabra (1). Llevan los ca-
bellos levantados sobre la cabeza por medio de una
peineta de caña con largos dientes, que pasan de lado
a lado; envuélvense la barba en hojas, encerrándola en
estuches de caña, moda de que nos reimos mucho. En
una palabra, son los hombres más feos que encontra-
mos durante todo nuestro viaje.
Tienen sacos hechos con hojas de árboles, en los
que guardan su comida y bebida; sus arcos y flechas
son de cañas. En cuanto nos divisaron sus mujeres,
avanzaron contra nosotros, arco en mano, en actitud
amenazadora; pero con algunos regalitos nos hicimos
amigos pronto.
Animales y productos, — Pasamos quince días en
esta isla para carenar los costados de nuestro navio,
que habían sufrido mucho. Encontramos cabras, galli-
nas, pescados, nueces de coco, cera y pimienta; por una
libra de hierro viejo nos dieron quince libras de cera.
Pimienta. — Hay dos clases de pimienta: larga y re-
donda; el fruto de aquélla se asemeja a las flores amen-
táceas del avellano, y la planta, como la hiedra, se en-
laza igualmente a los troncos de los árboles, pero sus
hojas se parecen a las del moral; llámase luli. La redon-
da crece de la misma manera, pero sus frutos nacen en
mazorcas como las del maíz y se las desgrana también
(1) Las corniolas a que alude el autor parecen ser conchas uni-
valvas, etc.
IV PRIMER VIAJE EN TORNO DEL GLOBO 175
lo mismo; llámase lada. Los campos están cubiertos
con pimenteros formando bóvedas.
Tomamos a nuestro servicio en Mailua un hombre,
que se encargó de conducirnos a una isla en la que
abundaban muchísimos víveres. Mailua está a 8° 30' de
latitud meridional y a 169° 40' de longitud de la línea
de demarcación.
Arucheto. — Pigmeos. — Nos contó nuestro piloto mo-
luqués que en estos parajes hay una isla, llamada Aru-
cheto, cuyos habitantes, hombres y mujeres, no tienen
más de un codo de alto, y con orejas más largas que
todo el cuerpo, de tal manera que cuando se acuestan
una les sirve de colchón y la otra de manta; van des-
nudos y rapados; su voz es áspera, y corren ágilmente;
habitan en subterráneos, y se alimentan de pescado y
de una clase de fruto blanco y redondo como los con-
fites, que encuentran entre la corteza y la madera de
cierto árbol, al que llaman ambulón (1). Hubiéramos
ido de buena gana a esta isla, si los escollos y las co-
rrientes no lo hubiesen impedido.
25 y 26 de enero de 1522. — Conseguimos
víveres. — El sábado 25 de enero, a las veintidós (dos
horas y media), partimos de Mailua, y después de na-
vegar cinco leguas al Sursuroeste, llegamos a la gran isla
de Timor. Fui a tierra solo para tratar con el jefe de la
población, llamada Amaban, para obtener algunos ví-
veres; me ofreció búfalos, cerdos y cabras; pero al
fijar las mercancías que daríamos en cambio no nos
pusimos de acuerdo, porque él quería mucho y nos-
otros teníamos ya muy pocas cosas que dar. Tomamos
la resolución de retener en el navio a otro jefe llamado
(1) Es notable que ya en Estrabón se lea esta fábula burda
(Geogr., lib. XV), el cual la copia de Megasteno, uno de los capi-
tanes de Alejandro Magno. Aun hoy estos isleños se divierten
contando a los extranjeros cosas maravillosas. A Cook le quisieron
hacer creer que en una isla eran tan fuertes y grandes los hom-
bres, que fácilmente hubieran transportado su navio.
176 PIGAFETTA LIB.
Balibo, que de buena fe había subido a bordo. ~ A la
fuerza: Le dijimos que si quería recobrar la libertad
debía procurarnos seis búfalos, diez cerdos y otras
tantas cabras; temiendo que le matásemos, ordenó in-
mediatamente que nos llevasen lo que pedíamos, y
como no poseía más que cinco cabras y dos cerdos,
nos dio siete búfalos en vez de seis; le enviamos libre
a tierra, muy contento de nosotros, porque le regala-
mos una tela, un paño indio de seda y algodón, varias
hachas, cuchillos indios y europeos y unos espejos.
Usos y costumbres. — El jefe de Amaban, en cuya
casa estuve, no tenía a su servicio mas que mujeres,
que iban desnudas como las de las otras islas; en las
orejas llevaban aretes de oro con flequitos de seda, y
en los brazos, hasta el codo, brazaletes de oro y de
latón; los hombres, también desnudos, con collares de
chapas redondas de oro, sujetos los cabellos con pei-
netas de caña, adornados con aretes de oro; algunos
llevaban en las orejas el cuello de una calabacita seca.
Sándalo blanco y otros productos. — El sándalo
blanco sólo se encuentra en esta isla. Hay búfalos,
cerdos, cabras, gallinas, papagayos de diferentes colo-
res, arroz, bananas, jengibre, cañas de azúcar, naran-
jas, limones, almendras, judías y cera.
Ciudades. — Anclamos en un sitio en que había al-
gunas ciudades habitadas con sus jefes; en otra parte
de la isla, en cuatro poblaciones, llamadas Oibich
(que es la mayor), Lichsana, Suai y Cabanaza, vivían
los cuatro reyes, que eran hermanos. Nos dijeron que
en una montaña cercana a Cabanaza había mucho oro,
con cuyos granos compran los indígenas cuanto ne-
cesitan. Los de Malaca y Java hacen aquí todo el
tráfico de madera de sándalo y cera. Encontramos un
junco que llegó de Lozón para comerciar en sándalo.
Usos y creencias. — Estos pueblos son gentiles.
Nos dijeron que, cuando van a cortar el sándalo, el de-
monio se les aparece en diferentes formas y les pre-
IV PRIMER VIAJE EN TORNO DEL GLOBO 177
gunta muy cortésmente si necesitan algo; pero, a pesar
de esta cortesía, su aparición les da tanto miedo, que
caen enfermos durante algunos días (1). Cortan el sán-
dalo en ciertas fases de la Luna, para que sea mejor. —
Comercio: Las mercancías apropiadas para cambiarlas
por sándalo son: paño rojo, telas, hachas, clavos y
hierro.
La isla, completamente habitada, se extiende mucho
de Este a Oeste; pero es muy estrecha de Sur a Norte.
Está a 10° de latitud meridional y a 174° 30' de lon-
gitud de la línea de demarcación.
Mal de Job, — En todas las islas de este archipiéla-
go que visitamos reina el mal de Job, y sobre todo
aquí, donde lo llaman for fr anchi, esto es, enfermedad
portuguesa (2).
Islas cercanas a Timor. — Nos dijeron que a la dis-
tancia de una jornada al oestenoroeste de Timor está
la isla Ende, en la que hay mucha canela; habitada por
gentiles, sin rey. Cerca se extiende una cadena de islas
hasta Java la mayor y el cabo de Malaca. Se llaman
Ende, Tanabutón, Crenochile, Birmacore, Azanarán,
Main, Zubava, Lumboch, Chorum y Java la mayor, a la
que los indígenas llaman Jaoa.
Las mayores poblaciones del país están en Java, y la
principal es Magepaher, cuyo rey, el raja Patiunus Sun-
da, cuando vivía, se le reputaba como el monarca más
grande de las islas que hay en estos parajes. Cosechan
mucha pimienta. Las otras islas son: Dahadama, Gagia-
(1) Bomare dice que los que cortan el sándalo (Santalum álbum,
de Linneo) caen enfermos por los miasmas que exhala esta madera.
(2) Si el mal de Job era el virus venéreo, según la opinión ge-
neral, le encontramos en las Molucas y en las Filipinas al comienzo
del siglo xvi; y como allí le llamaban mal portugués, debemos
creer que fueron los portugueses quienes le llevaron. Verdad es
que la palabra franchi servía para designar a todos los europeos;
pero también es cierto que solamente los portugueses habían lle-
gado entonces a las islas del mar del Sur. Sin embargo, el mal de
Job podría ser asimismo la lepra, tan común en Asia.
PIGAFETTA 12
178 PIGAFETTA LIB.
mada, Minutarangam, Ciparafídain, Tubancressi y Ciru-
baya. A media legua de Java la mayor están las islas
Bali o pequeña Java, y Madura de la misma extensión
las dos.
Costumbres de Java. ~ Las mujeres se queman con los
cadáveres de sus maridos. — Nos dijeron que es cos-
tumbre en Java quemar los cuerpos de los personajes
que mueren, y que su mujer favorita la queman viva en
la misma hoguera; adornada con guirnaldas de flores,
cuatro hombres la conducen en una silla de mano por
toda la ciudad, y con aspecto tranquilo, sonriendo, ani-
ma a sus parientes, que lloran su próximo fin, diciéndo-
les: «Esta noche voy a cenar con mi marido, y después
me acostaré con él.» Ya junto a la pira, les consuela de
nuevo con frases parecidas y se arroja a las llamas, que
la devoran. Si rehusase hacerlo, la mirarían como a una
mujer deshonesta y mala esposa.
Cascabeles en el prepucio. — Nuestro viejo piloto
nos contó una costumbre aun más extraña: cuando los
jóvenes se enamoran de alguna mujer y pretenden sus
favores, se atan cascabelitos entre el glande y el pre-
pucio, y van así bajo las ventanas de su querida, a la
que excitan con el tintín de los cascabeles; aquélla
exige que no se los quiten.
Isla habitada por mujeres. — También nos dijeron
que en la isla Ocoloro, más abajo de Java, no hay mas
que mujeres, a las que fecunda el viento; cuando paren, si
es varón le matan inmediatamente; si es hembra, la crían;
matan a los hombres que se atreven a visitar su isla.
Historia fabulosa de unas aves colosales y un árbol
gigantesco. — Nos contaron otras historias. Al norte
de Java la mayor, en el Golfo de China, que los anti-
guos llamaron Sinus Magnas, hay, según decían, un ár-
bol enorme, llamado campanganghi, donde se posan
ciertas aves, a las que denominan guruda, tan grandes
y tan fuertes que pueden elevar un búfalo y hasta un
elefante, y le llevan volando al lado del árbol llamado
iV PRIMER VIAJE EN TORNO DEL GLOBO 179
puzathaer; el fruto del árbol, al que designan con el
nombre de buapanganghi, es mayor que una sandía.
Los moros de Borneo nos dijeron que habían visto dos
de estas aves, que su rey recibió del reino de Ciam; no
puede nadie aproximarse al árbol por los torbellinos
que en torno de él forma el mar hasta la distancia de
tres a cuatro leguas. Añadieron que todo lo que nos
contaban lo supieron del modo siguiente: Un junco fué
arrebatado por estos torbellinos cerca del árbol, donde
naufragó; perecieron todos los hombres, excepto un
niño, que se salvó milagrosamente sobre una tabla; gateó
por el árbol y se ocultó bajo el ala de una de estas co-
losales aves, sin que lo notase; a la mañana siguiente,
el ave descendió a tierra para arrebatar un búfalo, y en-
tonces el niño, de un salto, se salvó. Así supieron la
historia de las aves y de dónde venían los grandes
frutos que frecuentemente se encontraban en el mar.
Febrero de 1522 • - Malaca. - Aves, - Camogia.
Chiempa. - Ruibarbo. - El cabo de Malaca está a 1° 30'
de latitud Sur. Al Este hay muchas ciudades y villas, a
saber: Cingapola, sobre el cabo mismo; Pahán, Calan-
tán, Patani, Bradlini, Benán, Lagón, Cherigigharan,
Trombón, Jorán, Ciu, Brabri, Banga, Judia (residencia
de Siri Zacabedera, rey de Ciam), Jandibún, Laún y
Langonpifa. Todas construidas como las nuestras y su-
jetas al rey de Ciam. Nos dijeron que a orillas de un
río de este reino hay grandes aves, que sólo se alimen-
tan de carroñas, pero que no las comen sin que antes
otras aves hayan devorado el corazón.
Más allá de Ciam está Camogia, cuyo rey se llama
Saret Zarabadera; después, Chiempa: su rey es el raja
Brahanu Martu. Crece en este país el ruibarbo (1), que
(1) La descripción que da Pigafetta del ruibarbo está lejos de
la exactitud; pero hay que tener en cuenta que al autor le refería
estos cuentos un moro que iba en el navio. Fabre añade que no
lo creía.
180 PIGAFETTA LIB.
recogen así: un grupo de veinte o veinticinco hombres
pasa la noche en los bosques, subidos a los árboles
para librarse de los leones y de otras fieras, y al mismo
tiempo para olfatear mejor el olor del ruibarbo, que el
viento lleva hacia ellos; por la mañana se dirigen al
lugar de donde el olor venía y buscan el ruibarbo hasta
que lo encuentran. El ruibarbo es la madera podrida
de un árbol grueso que adquiere su olor con su misma
putrefacción; la mejor parte es la raíz, aunque el tron-
co, llamado calama, tiene las mismas virtudes medi-
cinales.
CocchL ~ China. - Viene después el reino de Cocchi;
el rey se llama raja Siri Bummipala. Inmediatamente se
encuentra la Gran China, cuyo rey Santoa, raja, es el
más poderoso príncipe de la tierra. Dependen de él
setenta reyes coronados, y, a su vez, de cada uno de
éstos, otros diez o quince. El puerto de este reino es
Guantán (1), y entre sus numerosas ciudades, las dos
más importantes son Nankín y Comlaha, en la que el
rey reside.
Cerca de su palacio están sus cuatro principales mi-
nistros, en las cuatro fachadas orientadas a los cuatro
puntos cardinales; cada uno da audiencia a todos los
que de aquella parte vienen.
Todos los reyes y señores de la India mayor y supe-
rior tienen la obligación de poner, en señal de depen-
dencia, en medio de la plaza la estatua en mármol de
un chinga, animal más fuerte que el león, que también
está grabado en el sello real; y todos los que quieren
entrar en su puerto deben llevar sobre el navio la
misma figura en marfil o en cera. Si alguno, entre los
señores de su reino, se niega a obedecerle, desuéllanle,
y su piel, seca al sol, salada y empajada, la ponen en
lugar ostensible de la plaza, con la cabeza baja y las
manos juntas sobre la cabeza, en actitud de zonga, esto
(1) Cantón.
IV PRIMER VIAJE EN TORNO DEL GLOBO 181
es, de reverencia al rey (1). No está nunca visible para
nadie, y cuando quiere ver a los suyos se hace llevar
sobre un pavo real hecho con mucho arte y ricamente
adornado, acompañado de seis mujeres vestidas exac-
tamente como él, de modo que no se le puede dife-
renciar de ellas. En se.^uida se coloca dentro de la
figura de una serpiente llamada naga, soberbiamente
decorada, que tiene un cristal en el pecho, por el cual
el rey ve sin ser visto. Se casa con sus hermanas, para
que la sangre real no se mezcle con la de sus subditos.
Rodean a su palacio siete murallas, y en cada recinto
hay diariamente de guardia diez mil hombres, que se
relevan cada doce horas. Cada recinto tiene una puerta,
y cada puerta, su guardián; en la primera hay un hom-
bre con un gran látigo en la mano; en la segunda, un
perro; en la tercera, un hombre con una maza de hie-
rro; en la cuarta, otro con un arco y flechas; en la
quinta, otro con una lanza; en la sexta, un león, y en
la séptima, dos elefantes blancos. Tiene su palacio se-
tenta y nueve salas, constantemente alumbradas por
antorchas, y en las cuales no hay más que mujeres
para el servicio del rey.
Se emplea un día, al menos, para dar la vuelta al
palacio por fuera. En un extremo del mismo hay cuatro
salas, donde los ministros hablan con el rey; en la pri-
mera las paredes, la bóveda y el pavimento están ador-
nados con bronce; en la segunda, con plata; en la ter-
cera, con oro, y en la cuarta, con perlas y piedras pre-
ciosas. Ponen en ellas el oro y todas las riquezas que
tributan al rey.
Yo no he visto nada de todo lo que acabo de con-
tar; pero escribo estos detalles simplemente según el
relato de un moro que me aseguró haberlo visto.
Los chinos son blancos y van vestidos; tienen, como
(1) Bruce (Voy age aux sources du Nil) vio más de una vez en
Abisinia a los personajes rebeldes castigados de esta manera.
182 PIGAFETTA LIB.
nosotros, mesas para comer, y en sus casas se ven cru-
ces, aunque ignoro el uso que de ellas hacen.
Almizcle. — De la China viene el almizcle; el animal
que le produce es el castor^ especie de gato parecido
a la civeta, que se alimenta con un árbol dulce, del
grueso de un dedo, llamado chamara. Para extraer el
almizcle de este animal se le aplica una Unta o sangui-
juela, que se aplasta cuando está repleta de sangre, la
cual se recoge en un plato para secarla al sol durante
cuatro o cinco días; así mejora. Cualquiera que alimen-
te un castor tiene que pagar un tributo. Los granos de
almizcle que llevan a Europa no son mas que pedaci-
tos de carne de cabrito mojados en el verdadero al-
mizcle. La sangre sale algunas veces en grumos, pero
se purifica fácilmente.
Siguiendo la costa de China se encuentran muchos
pueblos, a saber: los chiencis, que habitan las islas en
que se pescan las perlas y donde hay también canela;
los lecchiiSf que habitan la tierra firme cercana a estas
islas; la entrada de su puerto está atravesada por una
gran montaña, por lo que hay que desmantelar los jun-
cos y navios que quieran entrar en él. El rey de este
país se llama Moni, y obedece al rey de la China, pero
él tiene bajo su obediencia a veinte reyes.
Catai. — Su capital es Baranaci, donde está el Catai
oriental.
Han es una isla alta y fría, en que hay cobre, plata
y seda; su rey es el raja Zotru. Mili, Jaula y Gnio son
tres países muy fríos del continente. Friagonla y Frian-
ga son dos islas en las que hay cobre, plata, perlas y
seda. Bassi es una tierra baja en el continente. Sumb-
dit-Pradit es una isla riquísima en oro, donde los hom-
bres llevan una gruesa ajorca de este metal en el tobi-
llo. En las montañas vecinas habitan pueblos que matan
a los padres cuando llegan a cierta edad para evitarles
los males de la vejez. Todos los pueblos citados son
gentiles.
IV PRIMER VIAJE EN TORNO DEL GLOBO 183
11 de febrero de 1522* — Salida de Timor, —
£1 martes 11 de febrero, por la noche, salimos de la
isla de Timor y entramos en el gran mar llamado Laut-
ChidoL Con rumbo al Oestesuroeste dejamos al Nor-
te, a la derecha, por miedo a los portugueses, la isla
de Sumatra, llamada antiguamente Taprobane; Pegu,
Bengala, Urizza, Chelim, en la que viven los malayos,
subditos del rey de Narsinga, como los de Calicut;
Cambaya, habitada por los Guzzerates; Canamor, Goa,
Armus (1) y toda la costa de la India mayor.
En este reino hay seis clases de personas: nairi, pa-
nicali, franai, pangelini, macuai y poleai. Los nairi son
los principales o jefes; los panicali son los ciudadanos;
estas dos clases conviven juntas. Los franai cosechan
el vino de palmera y las bananas; los macuai son pes-
cadores; los pangelini son marineros, y los poleai
siembran y cosechan el arroz (2). Estos últimos habi-
tan siempre en los campos y no entran nunca en las
ciudades. Cuando se les quiere dar alguna cosa, se tira
ésta al suelo y ellos la recogen. Cuando van por los
caminos, gritan continuamente: ;?o, po, po, esto es: ¡cm-
dado! Nos contaron que un nairi, al que casualmente
tocó un poleai, se hizo matar para no sobrevivir a tan
gran infamia.
Abril de 1522* — Cabo de Buena Esperanza. —
Para doblar el Cabo de Buena Esperanza nos elevamos
hasta los 42° de latitud Sur, y tuvimos que permanecer
nueve semanas enfrente de este Cabo, con las velas
recogidas, a causa de los vientos del Oeste y del
Noroeste que tuvimos constantemente y que acabaron
en una horrible tempestad. El Cabo de Buena Espe-
ranza está a 34° 31' de latitud meridional, a mil seis-
(1) Ormus.
(2) Estas clases, llamadas castas, existían ya en la India en
tiempo de Alejandro, y aun continúan. (EsTRABÓN, Geogr., lib. XV;
DiÓDORO, lib. II; SoNNERAT, Voyage aux Indes.)
184 PIGAFETTA LIB.
cientas leguas del cabo de Malaca. Es el más grande
y peligroso cabo conocido de la tierra.
Proyecto de quedar en Mozambique. — Algunos de
nosotros, y sobre todo los enfermos, hubieran querido
tomar tierra en Mozambique, donde hay un estableci-
miento portugués, porque el barco tenía vías de agua,
el frío nos molestaba mucho y, sobre todo, porque no
teníamos más alimento que arroz ni más bebida que
agua, pues toda la carne, por no tener sal con qué sa
larla, se pudrió. Sin embargo, la mayor parte de la tri
pulación, esclava más del honor que de la propia vida
decidimos esforzarnos en regresar a España cualesquie
ra que fuesen los peligros que tuviéramos que correr
6 de mayo de 1522.— Paso del Cabo.— Final
mente, con la ayuda de Dios, doblamos el terrible
Cabo; pero tuvimos que aproximarnos a él a una dis-
tancia de cinco leguas, sin lo cual nunca le hubiéramos
pasado.
Junio de 1522. — Observaciones sobre los cadá-
veres.— Navegamos en seguida hacia el Noroeste, du-
rante dos meses enteros, sin descanso, y en este inter-
valo perdimos veintiún hombres, cristianos e indios.
Hicimos una observación curiosa al arrojarlos al mar:
los cadáveres de los cristianos quedaban siempre cara
al cielo, y los de los indios, boca abajo, cara al mar.
9 de julio de 1522. — Islas de cabo Verde. —
Carecíamos completamente de víveres, y si el cielo no
nos hubiera concedido un tiempo favorable, hubiése-
mos muerto todos de hambre. El miércoles 9 de julio
descubrimos las islas de Cabo Verde, y anclamos en
la que llaman Santiago.
Mentimos para no ser detenidos. — Como sabíamos
que allí estábamos en tierra enemiga y que sospecha-
rían de nosotros, tuvimos la precaución de que los de
la chalupa que enviamos a tierra a por víveres dijeran
que recalábamos en este puerto porque nuestro mástil
de trinquete se rompió al pasar la línea equinoccial;
IV PRIMER VIAJE EN TORNO DEL GLOBO 185
perdimos mucho tiempo en componerle, y el capitán
general, con otros dos navios, continuó su ruta a Es-
paña. De tal manera les hablamos, que creyeron de
buena fe que veníamos de las costas de América y no
del Cabo de Buena Esperanza; dos veces recibimos
la chalupa llena de arroz en cambio de nuestras mer-
cancías.
Nos damos cuenta de haber ganado un día. — Para
ver si nuestros diarios eran exactos, preguntamos en
tierra qué día era de la semana, y nos respondieron que
jueves, lo cual nos sorprendió, porque según nuestros
diarios estábamos a miércoles. No podíamos persua-
dirnos de que nos habíamos equivocado en un día, y
yo menos que ninguno, porque sin interrupción y con
mucho cuidado marqué en mi diario los días de la se-
mana y la data del mes. Supimos pronto que no era
erróneo nuestro cálculo, pues habiendo navegado siem-
pre al Oeste, siguiendo el curso del Sol, al volver al
mismo sitio teníamos que ganar veinticuatro horas sobre
los que estuvieron quietos en un lugar; basta con re-
flexionar para convencerse.
La chalupa detenida con trece hombres. — Volvió
la chalupa a tierra para cargarla por tercera vez, y como
tardaba, nos dimos cuenta que la retenían, sospechan-
do por las maniobras de algunas carabelas que inten-
taban apresar también el navio, y decidimos hacernos
a la vela inmediatamente.
Continuamos el viaje. — Supimos que se apodera-
ron de la chalupa porque uno de los marineros des-
cubrió nuestro secreto, diciéndoles que el capitán ge-
neral había muerto y que nuestro navio era el único de
la escuadra de Magallanes que volvía a Europa.
6 de septiembre de 1522* — Llegamos diez
y ocho a Sanlúcar. — Gracias a la Providencia, entra-
mos el sábado 6 de septiembre en la bahía de Sanlú-
car, y de sesenta hombres que componían la tripulación
cuando salimos de las islas Malucco, no quedábamos
186 PIGAFETTA LIB. IV
mas que diez y ocho, la mayor parte enfermos. Los de-
más, unos se escaparon en la isla de Timor, otros fue-
ron condenados a muerte por los crímenes que come-
tieron, y otros, en fin, perecieron de hambre.
Longitud del viaje, — Desde nuestra salida de la
bahía de Sanlúcar, hasta el regreso, calculamos que
recorrimos más de catorce mil cuatrocientas sesenta
leguas, dando la completa vuelta al mundo, navegando
siempre del Este al Oeste.
8 y 9 de septiembre de 1522é— Llegada a Se-
villa,— El lunes 8 de septiembre echamos anclas junto
al muelle de Sevilla y disparamos toda la artillería.
El martes saltamos todos a tierra, en camisa y des-
calzos, con un cirio en la mano, y fuimos a la iglesia
de Nuestra Señora de la Victoria y a la de Santa María
de la Antigua, como lo habíamos prometido en los
momentos de angustia.
Desde Sevilla fui a Valladolid, donde presenté a la
sacra majestad de don Carlos V, no oro ni plata, sino
algo más grato a sus ojos. Le ofrecí, entre otras cosas,
un libro, escrito de mi mano, en el que día por día se-
ñalé todo lo que nos sucedió durante el viaje.
Dejé Valladolid lo más pronto que me fué posible
y llegué a Portugal para relatar al rey Juan lo que ha-
bía visto. Pasé en seguida a España, y luego a Francia,
donde regalé algunas cosas del otro hemisferio a la
regente, madre del cristianísimo Francisco 1.
Regresé, por fín, a Italia, donde me consagré para
siempre al excelentísimo e ilustrísimo señor Felipe de
Villers risle-Adam, gran maestre de Rodas, a quien
también entregué el relato de mi viaje.
El caballero Antonio Pigafetta.
VOCABULARIOS
de los pueblos en que el
CABALLERO PIGAFETTA
hizo escala durante su viaje.
PREFACIO DEL TRADUCTOR FRANCÉS
Es una g^ran desventaja, sin duda, para el hombre
que viaja por países lejanos, no poder expresar sus de-
seos o sus ideas, viéndose obligado a indicar lo que
siente por signos, siempre insufícientes y con frecuen-
cia equívocos. Para evitar este inconveniente, los nave-
gantes han tratado de proporcionarse intérpretes o un
vocabulario de los pueblos que visitaban, y cuando no
le había, han procurado formar uno.
Cuando Magallanes concibió el proyecto de ir al
mar del Sur por el Oeste sabía muy bien que Juan Car-
vajo, que pasó cuatro años en el Brasil, y su esclavo
Enrique, natural de Sumatra, le ayudarían grandemen-
te, uno en las costas de América y otro en las de las
Indias; pero no tenía vocabulario para la parte más me-
ridional de América, ni para las islas del mar del Sur.
Este vocabulario no existía. El primero a quien se le
ocurrió compilar uno fué el caballero Pigafetta; pero
parece que no pensó en ello hasta que había ya des-
embocado del estrecho de Magallanes, puesto que del
Brasil no recogió mas que diez o doce nombres; y aun-
que pasó muchos meses en la bahía de San Julián, tam-
poco pensó en formar un vocabulario del lenguaje pa-
tagón hasta que navegaba ya tranquilamente por el mar
Pacífico, donde, quizás ocioso, pasaba el tiempo ha-
ciéndose dictar por el patagón que llevaban a bordo
los nombres de las cosas que veía o de las que podía
acordarse.
Es probable que en las islas Marianas hubieran sido
mejor recibidos los españoles si hubiesen podido decir
190 PIGAFETTA
a los indígenas sus pacífícas intenciones y el mal y el
bien que podían hacerles. En el barco de Magallanes
había un esclavo de Sumatra, pero no hablaba más que
la lengua malaya, que no se extendía entonces, ni ahora
tampoco, más allá de las islas Filipinas (1). Pigafetta
no pudo recoger ninguna palabra de las islas Marianas.
En las Filipinas sintió más de una vez el disgusto de
no entender la lengua de los pueblos que las habitan,
porque, aunque el esclavo Enrique fué su intérprete,
tuvo nuestro autor que tratar solo con los indígenas en
varias ocasiones; y esto sucedió continuamente cuando
el esclavo les traicionó y abandonó en Zubu. Fué el
encargado de tratar con el rey de Chipit, en la isla de
Mindanao, después con el de Borneo y con todos los
de las islas en que anclaron los españoles, particular-
mente con los reyes de las Molucas.
De esta manera Pigafetta compuso un vocabulario
de ciento sesenta palabras en Zubu, y otro de cuatro-
cientas cincuenta en las Molucas. ¿Por qué Fabre, que
dio todas las palabras brasileñas y casi todas las de los
patagones, no copió ni una sola de las Filipinas y sólo
cuarenta y seis de las Molucas? Quizás para evitarse
la molestia, como lo ha hecho notar su traductor Ra-
musio.
Pigafetta colocó las palabras recogidas al fin de la
descripción de los países a que pertenecen; pero he
creído más conveniente reunirías todas aquí, al fin del
viaje. He puesto en dos columnas contiguas las de las
Filipinas y las de las Molucas, para que se vea mejor la
analogía. El autor las escribió según las aprendía; pero
(1) El capitán Wilson lo experimentó al naufragar en las islas
Pelew en el mes de agosto de 1783, entre las Marianas y las Fili-
pinas. Su intérprete, Tom Rose, que hablaba el malayo, no pudo
hacerse comprender mas que por medio de otro malayo que le sir-
vió de intérprete en su lengua porque había residido algún tiempo
en Pelew. (An account of the Pelew Islands, por G. Keate, pág. 22,
edición de Basel).
PRIMER VIAJE EN TORNO DEL GLOBO 191
pienso que era más útil colocarlas por orden de mate-
rias, excepto los verbos, que no son casi susceptibles
de este arreglo. Si Pigafetta hubiera recogido más pa-
labras brasileñas, las habría yo colocado al lado de las
patagonas, para que se notase mejor la relación entre
estas palabras y las que dio el padre Hervás (1).
Todos los que han fijado su atención sobre las len-
guas del mar del Sur han observado que el mismo
idioma se encuentra en casi todas las islas, al menos
en las que se extienden desde la Nueva Zelandia hasta
California; y Forster (2), para probar esta aserción nos
ofreció un cuadro de los nombres que los habitantes
de las diferentes islas dan a los mismos objetos; nom-
bres que se parecen y que indudablemente tienen una
raíz común.
Comparando este cuadro con las notas de Pigafetta,
se notará tal analogía, que no se podrá dudar de la
verdad de lo que él dice relativo a este asunto; pero
para que se pueda juzgar más sabiamente, añadiré á las
dos columnas de Pigafetta otras dos, una de las pala-
bras recogidas por Forster, otra de las malayas reuni-
das por David Haex para uso de los establecimientos
holandeses y traducidas al latín para el uso de la Con-
gregación de la Propaganda (3).
De esta identidad o analogía del lenguaje, algunos
escritores deducen que estos pueblos tienen un origen
común, y juzgan que sus emigraciones se han hecho
del Asia hacia el Oriente. Pigafetta creyó que los re-
yes de las islas del mar del Sur habían estudiado las
lenguas extranjeras; pero se equivocó, sin duda, en esta
conjetura como en otras muchas, siempre que quiso
explicar fenómenos físicos.
(1) Delle lingue delV America, pág. 16.
(2) CooK, Segundo viaje.
(3) Dictionaríum malaico-latinum. Roma, 1631.
VOCABULARIO BRASILEÑO
Rey Cacich.
Bueno Tum.
Casa Bou
Cama Hamac.
Peine Chipag.
Cuchillo Tarse.
Cascabeles Hanmaraca .
Tijeras Pirame.
Anzuelo. Pinda.
Barco Canee.
Mijo Maiz.
Harina Hui.
VOCABULARIO PATAGÓN
Demonio (grande) .... Setebos.
Demonio (pequello) . . . Cheléale.
Nubil Benibeni.
Casado Babai.
Joven Calemi.
Guía Anti.
Tuerto Calischen.
Cabeza Her.
Ojo Oter.
Cejas Ochecel.
Párpado Sechecel.
Nariz Or.
Fosas nasales... Oresche.
Boca Chian.
Labios Schiaine.
Dientes.. For.
Lengua Scial.
Barbilla Secheri.
Barba Archiz.
Orejas Sane.
Garganta Ohumez.
Cuello . . Scialeschiz.
Espaldas Pelles.
Pecho Ocha.
Corazón 7o/.
Senos Otón.
Cuerpo GecheL
Partes del iiombre. . . . Sachet.
PIGAFETTA
Partes de la mujer. . . . Isse.
Culo Schiaguen.
Nalgas Hoii.
Testículos Sachancos.
Muslos Chiave.
Rodilla Tepin.
Pierna Coss.
Tobillo... Ti.
Talón Tire.
Planta del pie. . . Caotschoni,
Uña Colmi.
Brazo Riaz.
Sobaco. Salischin.
Mano Chene.
Palma de la mano. Canneghin.
Dedo Cori.
Pulso Holion.
Perro Holl.
Lobo. Ani.
Oca Cache.
Grajo Cleo.
Pez.. Hoi.
Ostra Siameni.
Raíz que sirve de paR.. Capac.
Paño. Terechai.
Cinturón Catheckin.
Gorro Aichel.
Rojo Faiche.
13
194
PIGAFETTA
Negro Oinel.
Amarillo Peperi.
Sol Calexchem .
Estrellas Settere.
Fueg-o Gialeme.
Agua HolL
Nieve Theu.
Humo Giache.
Mar Aro.
Viento Oni.
Huracán Ohone.
Oro Pelpeli.
Joya Sechey.
Marmita Aschame.
Escudilla Etlo.
Flecha Seche.
Ir Rei.
Coito Hor.
Combatir Ohomagst
Cubrir Tiam.
Cocer Irocoles.
Pedir Gheglie.
Rascar Gechare.
Comer Mechiere.
Olfatear . . , Os.
Mirar Conne.
Venir Hai.
VOCABULARIO DE LAS ISLAS DEL MAR DEL SUR
Español.
Filipinas.
Dios Ahba ....
Mezquita
Sacerdote
Devoto
Ceremonias
Cristiano
Idólatra
Moro.
Turco •
Hombre Barán. . . .
Mujer Parampuán. . .
Niño Canacana.
Nubil Ugan ....
Casado Sudababloí.
Viejo Tua
Padre Bapa
Madre
Hijo
Hermano
Abuelo
Suegro
Yerno
Primo
Discípulo
Molucas.
Malaca.
Islas
vecinas.
Allá,
Meschit
Maularía. .
Lehe.
Mussai.
Zambahean.
Nacerán.
Cafre.
Islam.. . . ,
Isalam.
Rummo.
Oran
Orang.
Porompuán. . .
Parampuái.
Bongiang .
Ñongare.
Fatua
Tutva.
Papa
Bappa.
Mama. Ambui .
Ibu.
Anach
Anac.
Sandala . .
Sandara.
Nini
Nini
Buno.
Mintua . . .
Mintutua. .
Tometua.
Minantu. .
Menanton.
Sopapa.
Lascar,
PRIMER VIAJE EN TORNO DEL GLOBO
Español. Filipinas.
195
Amigo . . .
Enemigo..
Rey
Reina . . . .
Señor. . . .
Esclavo. . .
Escribano.
Intérprete.
Alcahuete.
Raja.
ttombre adornado Pixao.
Grande Bassal . .
Pequeña
Cabeza Cápala.. . .
Cabellos Boho.. . .
Frente Guai. . . . .
Ojo Matta . . . .
Cejas . Chilei. . . .
Párpados Pilac
Nariz Ilón. < . . . .
Boca Baba
Labios O/o/. . . . . .
Dientes Nipin . . . .
Encías Leghex. . .
Lengua Dilla
Lenguaje
Palacio
Barbilla Silán
Barba Bongot. .
Bigotes
Mandíbula Apin
Oreja Detengan.
Garganta Lioch . . . .
Cuello Tangip. • .
Espaldas Baga
Lomo Malacan. .
Pecho Dugan . . .
Corazón
Senos
Ombligo Pusut. . . .
Estómago
Cuerpo Tiam
Partes del hombre. . . . Utim
Partes de la mujer. . . . Billat . . . .
Molucas.
Malaca.
Islas
vecinas.
Sandara. .
Canda.
Sanbat . . .
Sobat
Raja
Raja
Ragiá.
Putli
Patriz....
Putri.
Tuán
Tuán.
Alipin.
ChiritoLes .
Surat tulis.
Qlorobaza....
Jurebassa .
Zoroan-
pagnoro.
Suroang.
Bassal. . .
Besar.
Chechil . .
Kilsgil
Capaila. . .
Tacupo.
Rambut . .
Lambut. . .
Buc.
Dai
Daia.
Matta
Matta.
Chilai.
Cenin.
Idón
Ilón
Edén, Idóng.
Mulut
Mulut.
Beberé...
Bibir.
Olou.
Gigi
Ghigi....
Enichio.
Issi.
Lada
Lida.
Baasa.
Langhi.
Agai
Dagou.
Jangut ....
Jangut....
Giangot.
Missai.
Pipi.
Talingo . .
Talingo . .
Telinga.
Laer
Leher.
Tundan.. .
Tinglo.
Diard. . . .
Bakow. . .
Tua.
Balacan.
Dada ....
Dada.
Atíi
At.
Aotu.
Sassu
Susu.
Lusat. . . .
Pita.
Parut ....
Paraca,
lundum
Boto.
Buthi.
196
Español.
PIGAFETTA
Filipinas
Testículos ..... Boto
Nalgas . ■ Samput . .
Muslos. . . Pana
Rodillas . Tuhud . . .
Piernas.
Hueso de la pieria.. . . Bassag. . .
Pantorrilla Bittis
Tobillo BolboL...
Pie
Talón Tiochis. .
Planta del pie.. . Lapalapa.
Uña Coco
Sobaco Hot.
Brazo Bochen. .
Codo Sicu
Mano Chamat. .
Palma de li mano Palari.
Dedo Dadlo....
Pulgar
índice
Dedo medio
Anular
Meñique
Sangre
Vena
Pulso Molangai.
Piel
Frío
Caliente
Gordo
Flaco
Bueno
Elefante
Caballo
Búfalo
Vaca
León
Ciervo
Cerdo Babui. . . .
Cabra Candín. . .
Oveja
Perro ..
Liebre
Gato
Molucas.
1.;. 1 Islas
Malaca. vecinas.
Boapelet
Buri
Pantat.
Taha
Paha Pía.
Lutut.
Mina.
Tula.
Tilurcaci.
Buculali.
Batís
Bítis.
Tumi
Tumit.
Empacaque.
Cucu.
Langan. . .
Língan.
Sícu
Sícon.
Tangán . ,
Sangan.
Idun.
Iduntangan...
Iboutangan.
Iduntungun.
¡dungerí.
Idunmani.
IduncaJioghlm.
Dará
Dará. ... Toto.
Dovese. . .
Urat.
Culit.
Dínghím. ' Dingín.
Panas. . . . Pannas.
Gamut . . Gomoc.
Golos. . . . Gutus.
Main. . . Maic.
Gagia ... Gagía.
Cuba Cuda.
Carban... Carbón.
Lamba . . . Lembu.
U riman.
Roza Roussa.
Babi Babi Babui.
Cambín . • Cambang.
Birí.
Cuín.
Buaya.
Cochln, Putír Contsing .
PRIMER VIAJE EN TORNO DEL GLOBO
197
Español.
Gato almizclero
Rata
Animal del almizcle. .
Pájaro
Oca
Añade
Gallo
Gallina
Huevo
Carne
Pez
Pez rojo Timuán.
Pez de colores.. . Panap-sapun.
Cangrejo Cuban.
Carcoma Capan lotos.
Pólipo Calabutón.
Sanguijuela Linta.
Serpiente Üllat
Abeja Aermadu
Cera Lelin. . . .
Miel Gula.
Trigo Dana . . .
Panizo Humas.
Mijo Batat.
Trigo de Turquía. Ma'is.
Arroz Barax. . . ,
Torta de arroz. . Tinapai.
Nabo
Patata
Coco Lupi. . . . '
Banana Saghin . . .
Chiaccare (sic). . .
Calabaza Baghin.
Melón
Sandía
Caíía de azúcar. . Tubo
Vino Nionipa.
Vinagre Zeluca.
Aceite de coco . .
Aceite de ajonjolí.
Naranja Acfua.
Ajo Laxima.
Jengibre Luya
Ruibarbo
Filipinas. Molucas.
Malaca.
Islas
vecinas .
Mozán.
Tiens
Tivo.
Castore.. .
Casthouri,
Bolón. . . .
Bourong..
Elo.
Itich
Itich.
Ansa
Ansa.
Sambuagao.
Monah... Acabatina...
Agam. . . .
Moa.
Silog. .... Talor ....
Telur.
Dagni
Daging.
Issida .... /can
Icán
Isda.
Lilling.
Gandun.
Bugax. . . . Bras.
Ubi.
Gumbili . .
Biazzao, NIor.
Pisan .... Pissang.
Mendlcal, SIcu.
Gomóla.
An timón
Labu. . . .
Tabú . . .
Antimón.
Labo.
Tebu Etu.
Mignach.
Lana-linia.
Ahia. . .
Caluma.
Ahia.
198
Español.
PIGAFETTA
Filipinas
Pimienta redondel .... Manissa. .
Pimienta larga . .
Nuez moscada . . .
Clavo de especia . Chianche .
Canela Mana ....
Civeta
Sal Acin
Yerba venenosa. .
Madera de l«s castores.
Dulce
Amargo
Vestidos Abaya . . .
Paño
Seda
Tela Baladán.
Una braza
Medida
Velo Capas.
Gorra
Camisa Sahún ....
Sombrero
Rojo
Negro
Blanco
Verde
Amarillo
El mismo Slama-siama. .
Corto
Igual
Villa
Castillo
Casa Balai
Cojín Ulimán. . .
Estera Jaghican. .
Marmita
Plato de madera . Dulam . . .
Plato de barro . .
Cuba
Escudilla Taga ....
Porcelana Mobulut.
Cuchara. Gandan . .
Cuchillo Copol, SuBda..
Tijeras Catle
Peine Cvtlel, Mlsamls
Molucas.
islas
Malaca. vecinas.
Lada
Lada Ava.
Subí.
Buapala.Gologa
1 Palla.
Ghianche .
Cinche.
Cainmana . . .
Cayumaols. . .
Jabat
Garansira.
Garan.
Ipu.
Comorin.
Manís.
Azón.
Chebun . .
Chenines.
Cain.
Sutra ....
Sutra.
Dapa.
Socat.
Dastar. . ■
Distar.
Baín .
Sundun-
Mira
Mera.
Itán
Itam.
Pute
Puti.
Igao
Cunin .
Igiu.
Slama-siama .
Sandach .
Pandach.
Casi-casi.
Naghiri. . .
Negri.
Cuta . . .
Cotta.
Ruma ....
Ruma Balai.
Bantal...
Bantal.
Tical.
Prin.
Dulam. . .
Dulang.
Pingam. . .
Pingan.
Calimpan.
Balunga.
Manchu,
Sandoch. .
Sondoch.
Ficao ....
Pissau.
Cuntim. . .
Conting.
Sussri . .
Sisir.
PRIMER VIAJE EN TORNO DEL GLOBO
Español. Filipinas.
199
Espejo
Sortija
Joya . . .
Perla Mutiara. ■
Madreperla Tipai.
Caeitas de vidrio Tacle, Balus. .
Cascabel Colófl-colón .
Abanico
Cornamusa Subin.
Timbal
Cuerda de violin. Gotzap .
Aguja Dagu ....
Hilo .
Martillo
Clavo
Mortero
Pilón
Balanzas Timban.
Peso TahiL
Cepos
Horca. Boíl.
Carta
Papel
Pluma
Tintero
Madera Tatamue.
Anzuelo
Cuerda
Seda, pelo
Cebo
Red. Pucatlaya.
Cañita Bombón . .
Caña Canagán .
Cerbatana. .....
Arco Bossug. •
Flechas Ogón ....
Carcaj
Coraza Baluti.
Broquel Calassán.
Lanza Bancán.
Espada Calix, 6alada«.
Estilete Compilan.
Manga
Mundo
Molucas.
Malaca. vecinas.
Chielamin
Gieremin.
Sinsin . . .
Sintsing.
Premata .
Permatta.
Mutiara.
Manich .
Girín glrín.
Chipat.
e ..
Agón.
Talan . . .
Giarong.
Pinial. . . .
Benang.
Palme, Coibasi.
Paca
Pacu.
Lozón.
Atan
Antang.
Balangu. . Barraga.
Surat ....
Cartas , . .
Calam., . .
Padantam.
Matacaine.
Trinda.
Capia .
Umpán.
Simpitán.
Boscón .
Damach .
Bolo.
Qeie, Paáán..
Calix, Goloc.
Dagarián .
Bumi . . . .
Surat.
Charlas.
Calam.
Cail... .. GagL
Boulo.^.. Bambú.
Bantang.. Tac.
Bumi.
200
P IGAFETTA
Español. .
Filipinas.
Molucas.
Malaca.
Islas
vecinas.
Fuego. . .
Appi
Api.
Humo
Assu
Asap
Assap.
Ceniza
Ahu
Abu
Aldao.
Agua
Tubin ....
Tuhi
Etanbang .
Tubig.
Sol
Adío
Songo t. . .
Mutahari.
Bulan....
Matahari .
Bulai
Intai.
Luna.
Bulan.
Estrellas
Balan, Bantar.
Bintam. . .
Bintang.
I luvia • 1 1 • » . •
Unjau. . . .
Guntur., .
Songai . . .
Tan
Bullan .
Alli
Patán-patán.
Ugiang.
Gontor.
Songhei.
Tawon.
Hari
Tari . . . . .
Río
Año • .
Mene.
Verna. . . .
Mes
Día
Mará.
Aurora.
Mañana
Tarde
Mallamanl.
Calamari.
Calamarín.
Ayer
Anteayer
Lirza.
Mediodía
Tambahalll . .
Tangahari.
Noche
Mallán. . .
Malam.
Mar
Laut.. . . .
Labuán.
Buchit tana.
Laut.
Puerto
Tierra firme
Isla
Polán
Qonumbuchlt.
Polón.
Promontorio ....
Montaña
Gonum.. .
Gunung. .
Mona.
Barcos grandes . .
Balangai .
Hurugán.
Barquitos
Boloto . . .
Parao, Prao.
Navio
Benaoa. . .
Capal. . . .
Cappal.
Galera
Gurap.
Lancha, bote. . . .
Sampán . .
Sampac.
Popa
Biritán. . .
Boritán.
Proa
Allón.
Tián
Simbulaya.
Layan.
Tiang .
Mástil
Cofa
Verga
Vela
Leyer ....
Layar ....
Evier.
Remo
Darin ....
Dayong.
Sau.
Ancla
Sau
Cable
Danda.
Tongol.
Pabeiláa, bandera
Bombarda
Badil.
Viento
Anghin. . .
Angin.
Norte
Trapa.
PRIMER VIAJE EN TORNO DEL GLOBO
201
Español.
Filipinas.
Sur
Este
Oeste
Nordeste... ....
Suroeste..
Noroeste
Sureste
Oro Baloain .
Plata Pirat.....
Hierro . . Batan . . .
Cobre... Bucach..
Plomo ...
Alambre
Azogue
Cinabrio
Piedra
Verdad
Mentira ,
Dolor
Salud
Beso
Agalla
Viruela
Ahora.. ....
Antes
¡Buenos días!.. . .
(Respuesta)
¡Buenas tardes! .
(Respuesta) ...
Sí
No
Ciertamente. ...
Poco
Mitad .
Mucho .
Aquí
Allí
Lejos
Cuanto
Uno Uso..
Dos Daa .
Tres 7o/o.
Cuatro Upat
Alupalan ,
Malucas.
Salatán., .
Timor. . . .
Baratapat.
Utara,
Berdaga.
Bardant.
Tungara.
Amax. . . .
Pila
BacL
Tombaga.
Tima ....
Canat.
Raza
Galugasa -
dalingán.
Bata
Benar. . . .
Dusta.. . .
Sacher... .
Bai
Salap . . .
Codis ....
For franchi.
Saracán . .
Satucali. .
Salamailcum.
Allcum salam .
Sabal chaer.
Chaer sandat.
Ca,Ue...
Tida, Le.
Zengu. . . .
Serich.
Sotana.
Bagna. . . .
Sini ......
Sana
Jau
Barapa. . .
Sarus ...
Dua
Tiga
Ampat. . .
Malaca.
Salatán.
Timor.
Barat.
Mas.
Perac.
Bessi.
Tima.
Rassa.
Bata.
Benar.
Dustahan.
Sacar.
Baic.
Sium.
Cudis.
Sacatán.
Sacali.
Salamat
Be,Ta.
Tida.
Songo.
Baniac.
¡ni.
Sanna.
Giau.
Barappa.
Sa Isa.
Dua Dua.
Tiga , . . . . Toro.
Ampat, , . Apat.
202
PIGAFETTA
Español.
Cinco
Seis
Siete
Ocho .
Nueve
Diez
Veinte
Ciento
Doscientos. . . . ,
Mil
Dos mil ,
Diez mil
Veinte mil
Cien mil
Doscientos mil.
Dos cosas
Sentarse
Tener
Golpear
Beber
Cazar
Cohabitar
Combatir
Comerciar ....
Cocinar
Coser
Danzar
Pedir
Dar
Dormir , , ,
Escribir
Oír
Fatigar
Gozar
Levantar
Comer
Navegar
Pagar
Hablar
Peinar
Llevar
Tomar
Mirar . ..
Despertar
Filipinas.
Molucas.
Malaca.
Islas
vecinas.
Lima
Lima
Lima.
Rima.
Onom
Anam. . .
Onam.
Onón.
Pitto
Tuga
Tuju .
Tiddo.
Guala. . . .
Dualapán.
Dualapán.
Varu.
Ciam
Samhelán.
Sambilán..
Iva.
Polo
Sapolo.. . .
Sapolo...,
Polo
Duápolo. .
Duapulo.
Saratus. . .
Ratos.
Duaratus.
Salibu. . . .
Ribus.
Dualibu.
Salacza.
Dualacza.
Sacati.
Duacati.
Malupo.
Duado... .
Duodoc.
Ada
Adda.
Bripocol .
Pucol.
Mimlocubil...
Minom.
Hagabalal.
Tiam
Amput. . .
Guzar.
Biniaga,
Azap.
Banam.
Manari.
PanghiL
Tali.
Ambil. Mlnta..
Ambil, Bry.
Tidor.
Mangara..
Menjurat.
Tac
Itia.
Carajar.
Mamain.
Pandan.. .
Ancat.
Macan.. . .
Macan. . . .
Belayar.
Necal, Macen.
Malán.
Bayari . . .
Bayar.
Cata
Catía.
Monsugut
Palatur. . .
Biriacan.
Na, Ambil.
Ambil.
Liat
Niata
Liat.
RaBunchen. . .
BMflén acal.
PRIMER VIAJE EN TORNO DEL GLOBO 203
Español. Filipinas. Molucas. Malaca. vecinas.
Esquilar Chuntincb . . . Qotiog acái.
Matar Mati Matte . . , , Mattiacán,
Venir ... Dinama . . Datang.
Robar Maochluri Mantsiuri.
FIN
318223
COLECCIÓN CONTEMPORÁNEA
Los meiores novelistas modernos.
Obras escogidas entre lo más selecto de la producción lite-
raria DE NUESTROS DÍAS Y PUBLICADAS POR «CaLPE».
Marcelo Proust. — Por el camino de Swann* — Dos tomos.
Cada uno, encuadernado, 6 pesetas; en rústica, 5.
Miguel de Unamuno. — Tres novelas ejemplares y un
prólogo* — Encuadernado, 4 pesetas; en rústica, 3.
Tomás Mann. — La muerte en Venecia y Tristán.— En-
cuadernado, 6 pesetas; en rústica, 5.
Antón Chejov. — El Jardín de los Cerezos y Cuentos.—
Encuadernado, 6 pesetas; en rústica, 5.
Leonardo Coimbra. — La Alegría, el Dolor y la Gracia.
Encuadernado, 6 pesetas; en rústica, 5.
Enrique Mann. — Las diosas. — Tomo I. — Diana. — En-
cuadernado, 6 pesetas; en rústica, 5.
Ana Vivanti. — Los devoradores. — Dos tomos. Cada uno,
encuadernado, 5,50 pesetas; en rústica, 4,50.
Juan Giraudoux. — La escuela de los indiferentes. —
Encuadernado, 5,50 pesetas; en rústica, 4,50.
Alejandro Arnoux. — El «cabaret». — Encuadernado, 5,50 pese-
tas; en rústica, 4,50.
Elscipión Sighele. — Eva moderna. — Encuadernado, 6 pese-
tas; en rústica, 5.
— La mujer y el amor. — Encuadernado, 5 pesetas; en
rústica, 4.
Tomás Hardy. — La Bien Amada. — Encuadernado, 5 pesetas;
en rústica, 4.
Francis Jammes. — Rosario al sol. — Encuadernado, 5 pese-
tas; en rústica, 4.
Emilio Clermont. — Laura* — Encuadernado, 5 pesetas; en rús-
tica, 4.
Israel Zangwill. — Los hijos del Ghetto* — Dos tomos. Cada
uno, encuadernado, 5 pesetas; en rústica, 4. \
Valery-Larbaud. — Fermina Márquez* — Encuadernado
^,50 pesetas; en rústica, 3,50.
Eugenio d'Ors. — Oceano^afía del tedio e Historias
de Las Esparragueras* — Encuadernado, 4 pesetas; en rús-
tica, 3.
Arturo Schnitzler. — Anatol y «A la Cacatúa Verde». —
Encuadernado, 4 pesetas; en rústica, 3.
Raúl Brandáo. — La farsa* — Encuadernado, 4 pesetas; en rús-
tica, 3.
Lafcadio Hearn. — El romance de la Vía Láctea* — En-
cuadernado, 4 pesetas; en rústica, 3.
— Kivaidan* — Encuadernado, 4 pesetas; en rústica, 3
Julián Benda. — La ordenación. — Encuadernado, 4 pesetas;
en rústica, 3.
]eromo y Juan Tharaud. — Un reino de Dios* — Encuaderna-
do, 4 pesetas; en rústica, 3.
VIAJES
MODERNOS
SE HAN PUBLICADO:
Ansorge (W. J.): Bajo él sol africano. Un vo-
lumen con 123 fotograbados y 14 láminas.
Chabcot (Dr. J.): El «Pourquoi-Pas ?» en el
Antartico. Un volumen con 121 fotograba-
dos, 43 láminas y 3 mapas.
HaviIíAND (M.): De la <ttaigaf> y déla «tundra».
Un volimaen con numerosos fotograbados.
Otto Sverdrup: Cuatro años en los hielos del
Polo. Tomos I y II, con más de 100 foto-
grabados, 50 láminas y cartas en color.
Orjan Olsen: Los soyotos. Nómadas pastores de
renos. Un volumen con 65 grabados.
BoYD Alexander: Del Niger al Nilo. Tomo I,
con 99 fotograbados y 27 láminas. — El
tomo II contiene 98 fotograbados, 24 lámi-
nas y un mapa.
EN PRENSA:
SvEN Hedin: TransTiimálaya. Dos volúmenes
con numerosos grabados.
Erland Nordenskjóld: Exploraciones y aven-
turas en América del Sur.
Algot Lange: El Bajo Amazonas.
COMPA.<ilA ANÓNIMA O
Í.IBRERIA PUBUCA
CIONK3 Y CDI-
CIONE6
Pigafetta» Antonio
199730