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Full text of "Primer viaje en torno del globo"

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McKEW  PARR  COLLECTION 


MAGELLAN 

and  the  AGE  of  DISCOVERY 


PRESENTED      TO 

BRANDÉIS  UNIVERSITY  •  1961 


VIAJES  CLÁSICOS 

EDITADOS   y   ANOTADOS 
BAJO   LA  DIRECCIÓN  DK 

J.  DANTÍN   CERECEDA 


SE   HAN   PUBLICADO: 

1  y  2.  — Speke  (J.  H.):  Diario  del  descubrimiento 

de  las  fuentes  del  Nilo.  Con  grabados  y  un 

mapa.  Tomos  I  y  II. 
3  y  4.  — BouGAiNViLLE  (L.  A.  de):   Viaje  alre- 
dedor del  mundo.  Con   grabados   y   mapas. 

Tomos  I  y  II. 
5  y   6.  — Bernier  (F.):    Viaje   al  Oran  Mogol 

Indostán  y  Cachemira.  Con  grabados  y  un 

mapa.  Tomos  I  y  II. 
7.  — La  Condamine  (C.  de):  Viaje  a  la  América 

meridional.   Con  vma  lámina  y  un    mapa. 

Un  volumen. 
8.— Matthews  (J.):  Viaje  a  Sierra  Leona,  en 

la  costa  de  África.  Con  un  mapa.  Un  tomo. 
9  y  10.  — Darwin  (C):  Diario  del  viaje  de  un 

naturalista  alrededor  del  mundo.  Dos  tomos, 

con  grabados  y  niapas. 
11,   12  y  13.  — CooK  (J.):  Relación  de  su  primer 
viaje  alrededor  del  mundo.  Tres  tomos,  con 
grabados,  láminas  y  mapas. 
14,   15  y  16.  — CooK  (J.):    Viaje   hacia  el  Polo 

Sur  y  alrededor  del  mundo.  Tres  tomos,  con 

grabados,  láminas  y  mapas. 

17.  —  NúÑEz    Cabeza    de     Vaca    (ALVAR): 
Naufragios  y  Comentarios  de...  Un  volumen. 

18.  — Fernández  de  Navarrete   (M.):   Viajes 

de   Cristóbal   Colón.  Un  volumen,  con  un 

mapa  del  derrotero   de    los  cuatro  viajes 

del  inmortal  navegante. 
19  y  20.— Hernán  Cortés:  Cartas  de  relación 

de  la  conquista  de  Méjico.  Dos  tomos,  con 

grabados. 
21  y  22.— López  de  Gomara:  Historia  general 

de  las  Indias.  Dos  tomos. 
23._PiGAyETTA:  Primer  viaje  en  torno  del  Globo. 

Un  tomo. 

EN  PRENSA: 
Ross  (JOHN):  Narración  de  un  segundo  viaje  en 
busca  del  paso  del  Noroeste.  Dos  tomos. 
t^   CiBZA  DE  León  (PEDRO):  La  crónica  del  Perú. 


PRIMER  VIAJE  EN  TORNO  DEL  GLOBO 


LOS   GRANDES  VIAJES  CLÁSICOS 


VOLÚMENES  PUBLICADOS  POR  «CALPE» 

1  y  2.  —  Speke  (J.  H.)>  Diario  del  descabrimiento  de  las  fuentes  del 

Nilo.  —  Dos  tomos,  con  grabados  y  un  mapa.  Cada  tomo,  4  pesetas. 
3  y  4.  —  BouGAiNviLLE  (L.  A.  de).  Viaje  alrededor  del  mando.  —  Dos  tomos, 

con  cartas  y  grabados.  Cada  tomo,  3,50  pesetas. 
5  y  6.  —  Bernier  (F.),  Viajes  al  Gran  Mosrol,  Indostán  y  Cachemira.  — 

Dos  tomos,  con  grabados,  láminas  y  cartas.  Cada  tomo,  3  pesetas. 

7.  —  La  Condamine  (C.  de),  Viaje  a  la  América  meridlonaL  —  Un  tomo,  con 
una  lámina  y  un  mapa,  3  pesetas. 

8.  —  Matthews  (J.),  Viaje  a  Sierra  Leona,  en  la  costa  de  África.  —  Un 
volumen,  con  un  mapa,  2,50  pesetas. 

9  y  10.  —  Darwin  (C),  Diario  del  viaje  de  nn  naturalista  alrededor  del 
mondo.  —  Dos  tomos,  con  grabados  y  mapas.  Cada  tomo,  4  pesetas. 

11, 12  y  13.  —  CooK  (J.),  Relación  de  su  primer  viaje  alrededor  del  man- 
do. —  Tres  tomos,  con  láminas  fuera  de  texto  y  mapas.  Cada  tomo,  4  pésetes. 

14,  15  y  16.  —  CooK  (J)>  Viaje  hacia  el  Polo  Sur  y  alrededor  del  mun- 
do. —  Tres  tomos,  con  32  grandes  láminas  fuera  de  texto  y  mapas.  Cada  tomo, 
4  pesetas. 

17. — NúÑEz  Cabeza  de  Vaca  (Alvar),  Naufragios  y  Comentarios  de^. — 
Un  tomo,  con  mapas,  4,50  pesetas. 

18.  —  Fernández  de  Navarrete  (M.),  Viajes  de  Cristóbal  Colón.  —  Un  tomo, 
con  un  mapa,  4  pesetas. 

19  y  20.  —  Hernán  Cortés,  Cartas  de  relación  de  la  conquista  de  Méji- 
co.—  Dos  tomos,  con  grabados.  Cada  tomo,  3,50  pesetas. 

21  y  22.  —  LÓPEZ  de  Gomara  (F.),  Historia  general  de  las  Indias.  —  Dos  to- 
mos. Cada  tomo,  3,50  pesetas. 

23.  —  PiGAFETTA  (A.),  Primer  viaje  en  torno  del  Globo.  — Un  tomo,  con 
grabados,  un  mapa  y  láminas  fuera  de  texto,  3,50  pesetas. 


EN    PRENSA 

Ross  (John),  Narración  de  nn  segundo  viaje  en  busca  del  paso  del 
Noroeste.  —  Dos  tomos. 

MuNGO  Park,  Viches  por  las  regiones  interiores  de  África. 

CiEZA  DE  León  (Pedro),  La  crónica  del  Perú. 

DuMONT  D'Urville,  Viaje  alrededor  del  mundo. 

Camerón,  a  través  del  África. 

ScHWEiNFURTH,  En  el  corazón  del  África. 

BuRTON  (R.),  Aventuras  en  el  Dahomey. 

Clavijo  (Ruy  González  de),  Vida  y  hazañas  del  Gran  Tamorlán. 

BoNNEviLLE  (B.  L.  E.)  Las  Montañas  Rocosas. 

Hernández  (Luis),  Relación  de  Omagua  y  El  Dorado. 

Clapperton,  Viaje  al  África  central. 

WooD  Rogers,  Viaje  alrededor  del  mundo. 

La  Perouse,  Viaje  alrededor  del  mundo. 

Carver  (Jonathan),  Viajes  por  el  interior  de  América  septentrio- 
nal, 1766-1768. 

Caillié  (Renato),  Diario  de  un  viaje  a  Tumbnctu  y  a  Yenne,  en  el 
África  central. 

Dampier  (Guillermo),  Nuevo  viaje  alrededor  del  mundo,  1697. 


Papel  expresamente  fabricado  por  La  Papelera  Española. 


EDICIÓN  DEL  IV  CENTENARIO 


PIGAFETTA  (ANTONIO) 


PRIMER  VIAJE 

EN  TORNO  DEL  GLOBO 

VERSIÓN     CASTELLANA 

DE 

FEDERICO    RUIZ    MORCUENDE 


Con  dos  g:rabados,  un  mapa  y  dos  láminas 
fuera  de  texto. 


^ 


MADRID 
C  A  L  P  E 


ES  PROPIEDAD 
COPYRIGHT  BY  CALPE,  MADRID,  1922 


Gráficas  Reunidas,  S.  A.  —  Madnd. 


índice 


Páginas 

Nota  biográfica  acerca  de  Juan  Sebastián  del  Cano.  . .  xi 

Nota  biográfica  acerca  de  Hernando  de  Magallanes.  .  xiii 

Nota  biográfica  acerca  de  Antonio  Pigafetta xv 

Prefacio  del  traductor  francés 1 

Libro  primero.  —  Partida  de  Sevilla  hasta  la  salida  del 

estrecho  de  Magallanes 39 

Libro  II.  —  Desde  la  salida  del  estrecho  hasta  la  muerte  de 

Mag-allanes,  y  nuestra  partida  de  Zubu 69 

Libro  III.  —  Desde  la  partida  de  Zubu  hasta  la  salida  de 

las  islas  Malucco 119 

Libro  IV.  —  Regreso  a  España  desde  las  islas  Malucco.. . .  171 
Vocabulario  de  los  pueblos  en  que  el  caballero  Pigafetta 

hizo  escala  durante  su  viaje 187 


i  <>cv7f^n 


Derrotero  del  primer  viaje  en  torno  del  Globo  por  Magallanes  y  Juan  Sebastián  del  Cano.  —  Escala  de  1  :  225.000.000. 


Juan  Sebastián  Elcano,  o  Del  Cano,  nació  en  Guetaria  (Guipúz- 
coa) hacia  1476  (?)  y  murió  (a  horda  de  la  nave  Santa  María  de 
la  Victoria)  en  Malasia  a  4  de  agosto  de  1526. 

En  1519  fué  reclutado  por  Magallanes  para  la  expedición  que 
había  convenido  al  Maluco,  o  islas  de  la  Especiería,  y  nombrado 
maestre  de  la  nao  Concepción. 

En  27  de  septiembre  de  1519  salía  del  puerto  de  Sanlúcar  de 
Barrameda,  y  al  mando  de  Magallanes,  la  escuadra  siguiente:  Tri- 
nidad, mandada  por  Magallanes;  Concepción,  por  Gaspar  de  Que- 
sada;  San  Antonio,  por  Juan  de  Cartagena;  Victoria,  por  Luis  de 
Mendoza,  y  Santiag-o,  por  Juan  Serrano,  con  un  total  de  doscien- 
tas treinta  y  siete  personas. 

El  relato  de  Pigafetta  que  en  el  texto  se  contiene,  único  des- 
criptor de  la  expedición  —  aparte  de  muy  interesantes  derroteros, 
como  el  de  Albo  — ,  contiene  un  diario  bastante  circunstanciado 
del  viaje,  y  no  hemos  de  repetir  aquí  cuanto  ya  nos  dice  el  relator 
del  Primer  viaje  en  torno  del  Globo. 

Muerto  Magallanes  en  la  isla  de  Mactán,  fueron  nombrados 
jefes  de  la  expedición  Duarte  de  Mendoza  —  muerto  en  Cebú  — 
y  Gonzalo  Gómez  de  Mendoza,  capitán  de  la  Victoria,  cuyo  mando 
tomó  Del  Cano.  Al  cabo  fué  jefe  de  la  expedición  el  propio  Del 
Cano,  que  navegó  los  mares  de  las  Malucas,  el  mar  de  las  In- 
dias, y  can  pericia  sin  par  y  valor  indomable  dobló  el  Cabo  de 
Buena  Esperanza,  y  a  6  de  septiembre  de  1522  entraba  en  Sanlú- 
car, para  rendir  su  viaje  en  Sevilla  dos  días  más  tarde,  regresando 
sólo  diez  y  ocho  hombres  de  los  doscientos  treinta  y  siete  que  em- 
barcaran con  Magallanes. 

El  emperador  Carlos  V  recibió  a  Del  Cano  en  Valladalid  y  le 
concedió  uso  de  escudo  de  armas  con  atributos  de  las  especias  y 
encima  yelmo  cerrado  y  por  cimera  un  globo  terráqueo  con  la 
inscripción  Primus  círcumdidisti  me. 


XII  NOTA    BIOGRÁFICA 

Fué  Del  Cano  comisionado  por  el  emperador  para  decidir  con 
los  del  rey  de  Portugal  acerca  de  la  pertenencia  de  las  Molucas 
conforme  a  la  línea  de  demarcación  trazada  por  Alejandro  Vi. 
Más  tarde  fué  nombrado  guía  y  piloto  mayor  de  la  expedición  de 
Loaisa,  y  en  24  de  julio  de  1525  salió  la  expedición  de  La  Coruña 
con  rumbo  a  las  Molucas.  Formábanla  siete  naves  y  cuatrocientos 
cincuenta  hombres.  Atravesar  el  estrecho  de  Magallanes  costóles 
arduos  trabajos,  de  resultas  de  los  cuales  Del  Cano  quedó  en  tér- 
minos de  tal  desfallecimiento,  que  a  4  de  agosto  de  1526,  y  en 
pleno  océano  Pacífico,  murió  el  primero  que  en  la  Historia  diera  la 
suelta  al  mundo. 


Hernando  de  Magallanes,  marino  portugués  al  servicio  de  Es' 
paña,  acaso  naciera  en  Oporto  por  el  año  de  1470,  y  murió  en 
Mactán  (Filipinas)  a  27  de  abril  de  1521,  en  lucha  con  los  indí- 
genas. 

Estuvo  varios  años  en  las  Indias  orientales:  con  Alfonso  de 
Alburquerque,  en  el  ataque  a  Goa;  con  Diego  de  Sequeira  (1509), 
en  su  expedición  a  Malaca;  con  Dahreo  y  Serrano,  en  el  descubri- 
miento de  las  Molucas. 

Se  trasladó  después  a  África,  y  en  la  toma  de  Azamor  una  lan- 
zada  recibida  en  una  pierna  lo  dejó  cojo  para  toda  su  vida.  Hon- 
damente disgustado  con  el  rey  de  Portugal,  por  entender  que  no 
estimaba  debidamente  sus  servicios,  renunció  la  nacionalidad  por- 
tuguesa y  pasó  a  España.  Pensaba  sería  fácil,  dada  la  redondez 
del  Globo,  hallar  por  el  Oeste  un  camino  para  las  islas  de  las  Es- 
pecias, siguiendo  dirección  contraria  a  la  de  los  portugueses,  que 
iban  por  el  Cabo  de  Buena  Esperanza. 

Entrevistóse  en  Valladolid  (marzo  de  1518)  con  el  emperador 
Carlos  V.  Firmó  con  el  emperador  y  su  madre,  D.^  Juana,  una» 
capitulaciones  (22  de  marzo  de  1518),  en  que  estaba  en  germen  el 
proyecto  y  arreglo  de  la  expedición.  Se  tardó  año  y  medio  en  avi- 
tuallarla, y,  al  cabo,  en  septiembre  de  1519  salía  de  Sanlúcar  de 
Barrameda.  Pigafetta  relata  en  su  manuscrito  las  vicisitudes  de 
esta  expedición,  y,  admirador  de  Magallanes,  lo  sigue  con  detalle 
hasta  que  la  vida  del  navegante  portugués  acaba,  en  27  de  abril 
de  1521. 


Francisco  Antonio  Pigafetta,  navegante  y  escritor  italiano,  nació 
y  murió  en  Vicenza  (1491-1534).  Era  de  noble  estirpe,  originaria 
de  Toscana. 

Vino  a  España  en  1519  acompañando  a  monseñor  Francisco 
Chiericato,  que  la  corte  de  Roma  enviaba  de  embajador  a  Carlos  V, 
y  noticioso  de  la  expedición  que  en  Sevilla  armaba  Magallanes, 
pidió  permiso  al  embajador  y  al  rey  para  embarcarse  en  ella.  Con- 
cedido el  permiso,  Magallanes  lo  embarcó  como  sobresaliente  en  la 
nao  Trinidad.  Fué  Pigafetta  uno  de  los  diez  y  ocho  que  regresaron 
de  esta  expedición  celebérrima.  Pigafetta  escribió  el  relato  del  pri- 
mer viaje  que  los  hombres  realizaran  en  tomo  del  Globo.  Nos  he- 
mos limitado  a  traducir  la  edición  Amoretti,  respetando  igualmen- 
te sus  notas. 


PREFACIO  DEL  TRADUCTOR  FRANCÉS 


§  I.  En  el  siglo  XV  los  italianos  eran  casi  los  úni- 
cos que  comerciaban  con  los  géneros  que  Asia  sumi- 
nistra a  Europa,  particularmente  especias,  tales  como 
pimienta,  canela,  clavo,  jengibre,  nuez  moscada  y  otros 
productos  vegetales,  tan  buscados  siempre,  y  aun  hoy 
solicitados,  más  por  sus  virtudes  que  por  su  agradable 
sabor.  Dichas  drogas  provenían  de  ciertas  islas  situa- 
das cerca  del  ecuador,  desde  las  cuales  sus  habitantes 
o  sus  vecinos  las  transportaban  a  la  parte  de  las  Indias 
que  está  entre  estas  islas  y  Europa,  y  los  mercaderes 
de  Europa  iban  a  recogerlas  allí.  Antes  que  los  árabes 
hubiesen  ocupado  y  devastado  el  Egipto,  el  comercio 
se  hacía  por  el  mar  Rojo,  como  en  tiempo  de  los  feni- 
cios. Desde  las  orillas  de  dicho  mar  se  transportaban 
las  mercancías  a  las  riberas  del  Nilo  a  lomos  de  came- 
llos, después  de  haber  ensayado  en  vano  el  cavar  ca- 
nales navegables.  Conducíanlas  por  el  Nilo  en  barcos 
a  los  puertos  del  Egipto,  donde  los  navios  de  Venecia, 
de  Genova,  de  Amalfí  y  de  Pisa  iban  a  cargar;  y  cuan- 
do los  árabes,  por  intolerancia  religiosa,  por  despotis- 
mo político,  o,  mejor  dicho,  por  una  anarquía  siempre 
favorable  a  los  piratas,  cerraron  totalmente  el  paso  al 
comercio  en  el  golfo  Arábigo,  los  mercaderes  tuvieron 
que  ir  al  golfo  Pérsico,  desde  el  cual,  por  el  Eufrates, 
por  el  Indo  y  por  el  Oxus,  llevaron  los  géneros  de  la 
India  al  mar  Caspio  o  al  mar  Negro,  y  desde  éstos  al 
Mediterráneo,  adonde  los  italianos  iban  a  buscarlos 
para  repartirlos  por  todas  las  costas  de  Europa  y  el  in- 
terior, hasta  las  glaciares  regiones  de  la  Moscovia  y  de 
Noruega,  donde  tenían  sus  factorías. 

PIGAFETTA  1 


2  PIGAFETTA 

§  II.  Se  comprende  fácilmente  que  el  precio  de 
estos  géneros  debía  de  ser  muy  bajo  originariamente,  y 
que  la  necesidad  de  pagarlos  muy  caros  era  una  conse- 
cuencia de  los  gastos  de  transporte  y  de  los  riesgos 
que  se  corrían,  ya  en  el  mar  Rojo,  ya  en  los  desiertos, 
además  de  la  ganancia  con  que  se  quedaban  aquellos 
por  cuyas  manos  pasaban.  Sabemos  por  un  tal  Barto- 
lomé Florentino,  negociante,  que  residió  veinticuatro 
años  en  las  Indias,  al  fín  del  siglo  XV,  que  pasaban 
por  doce  manos  diferentes  antes  de  llegar  a  nosotros, 
y  que  cada  uno  ganaba  el  décuplo  por  lo  menos  (1); 
pero  sobre  todo  el  monopolio  elevaba  excesivamente 
el  precio. 

Cuando  los  insociables  árabes  hubieron  anulado  to- 
talmente el  comercio  del  mar  Rojo,  los  genoveses  se 
asociaron  al  emperador  cismático  de  Constantinopla 
para  establecer  el  comercio  exclusivo  en  la  parte  del 
mar  Negro,  por  Tartaria  y  Persia;  y  cuando  el  sultán 
del  Egipto,  después  de  haber  sojuzgado  a  los  árabes, 
abrió  de  nuevo  el  camino  del  Nilo,  los  venecianos,  sus 
aliados,  se  apoderaron  del  comercio  de  los  genoveses 
y  fueron  los  únicos  que  suministraron  a  Europa  entera 
géneros  de  la  India.  En  fín,  por  un  lado  o  por  otro  el 
monopolio  hacía  tributarias  de  los  italianos  a  todas  las 
naciones.  Añádase  a  esto  que  hacia  mediados  del  si- 
glo XVI  los  moros,  después  de  conquistado  las  islas  que 
casi  exclusivamente  producían  las  especias,  aumentaron 
el  precio,  pues  conocían  su  valor  mejor  que  los  indí- 
genas (2). 


(1)  Así  se  encuentra  anotado  en  el  mapamundi  de  Behaim,  del 
que  hablaré  en  el  párrafo  XII. 

(2)  Los  historiadores  nos  hablan  de  la  invasión  de  los  musul- 
manes en  las  Molucas;  tenemos  un  testimonio  en  nuestro  mismo 
autor:  Sonó  forsi  cinquanta  anny  —  dice  —  chequesti  morí  habi- 
tarlo in  Malucho  príma  li  habitavano  gentillL  (Pág.  203.)  Trans- 
cribo literalmente  las  palabras  del  manuscrito  de  Pigafetta,  y  así 
lo  haré,  siempre  que  haya  ocasión,  para  dar  idea  de  su  estilo. 


PRIMER  VIAJE  EN  TORNO  DEL  GLOBO  3 

§  III.  El  afán  de  lucro  y  el  deseo  de  disminuir  las 
difícultades  y  los  riesgos  hicieron  concebir  diversos 
proyectos  para  encontrar  medios  de  proporcionarse  las 
mercancías  de  las  Indias  de  primera  mano.  Esto  suce- 
dió en  la  época  del  renacimiento  de  las  letras  y  cuando 
el  arte  de  la  imprenta,  recién  inventado,  había  ya  es- 
parcido más  las  luces  que  los  antiguos  nos  transmitie- 
ron acerca  de  la  navegación  y  de  la  figura  de  la  Tierra. 
Se  sabía  que  algunos  navegantes  fenicios,  saliendo  del 
mar  Rojo,  habían  entrado  en  el  Mediterráneo,  con  el 
mismo  navio,  por  el  estrecho  de  Gibraltar  (1);  por 
consiguiente,  se  conjeturaba  que  del  océano  Atlántico 
se  podía  llegar  por  mar  a  la  desembocadura  del  mar 
Rojo,  y,  navegando  al  Este,  arribar  a  las  islas  de  las  Es- 
pecias. 

Sabíase,  además,  sin  duda  ninguna  que  los  antiguos 
habían  conocido  la  esfericidad  de  la  Tierra  y  la  exis- 
tencia de  los  antípodas,  que  en  el  tiempo  de  la  igno- 
rancia habían  sido  consideradas,  no  sólo  como  un 
error  antifílosófíco,  sino  como  una  herejía.  Los  viajeros 
que,  siguiendo  las  huellas  del  veneciano  Marco  Polo, 
habían  recorrido  todas  las  costas  del  Asia,  se  asegura- 
ron de  que  la  Tierra  formaba  una  curva  del  Este  al 
Oeste;  y  los  portugueses,  que  al  comienzo  del  siglo  xv 
visitaron  todas  las  costas  de  Guinea,  añadiendo  sus 
conocimientos  a  los  de  los  navegantes  del  norte  de 
Europa,  habían  demostrado,  por  la  elevación  y  el  des- 
censo de  la  estrella  polar  y  del  Sol,  que  la  Tierra  for- 
maba una  línea  curva  del  Norte  al  Sur;  que,  por  consi- 
guiente, tenía  figura  esférica,  y  que  podía  darse  la 
vuelta.  Todo  ello  estaba  muy  de  acuerdo  con  las  ob- 
servaciones de  los  astrólogos,  quienes,  a  pesar  de  pro- 
ponerse el  fin  ridículo  de  adivinar  el  porvenir,  habían 
hecho,  sin  embargo,  grandes  progresos  en  astronomía. 


(1)     Heródoto,  lib.   IV,  cap.  IV;  Estrabón,  lib.  I,  y  otros,  que 
pueden  verse  en  Riccioli,  Geogr.,  lib.  III,  cap.  XX. 


4  PIGAFETTA 

Asimismo  habia  relatos,  aunque  obscuros  y  vagos,  de 
algunos  marineros  que  pretendían  haber  sido  transpor- 
tados a  las  islas  situadas  entre  Europa  y  América  y  aun 
hasta  un  nuevo  continente,  del  que,  incluso  el  nombre, 
todo  era  todavía  desconocido.  He  aquí  las  bases  sobre 
las  cuales  se  fundaba  la  esperanza  de  llegar,  saliendo 
del  estrecho  de  Gibraltar,  inmediatamente  a  Malucho 
(así  se  llamaba  entonces  a  las  islas  de  las  Especias,  que 
hoy  denominamos  Molucas),  costeando  África  y  sin- 
glando en  seguida  al  Este,  o  atravesando  el  océano 
Atlántico  hacia  el  Oeste.  Había  tal  persuasión  de  no 
encontrar  ningún  obstáculo  en  esta  última  ruta,  que  los 
más  célebres  geógrafos  de  este  tiempo  no  separaban 
en  sus  mapas  por  ningún  continente,  sino  simplemente 
por  el  Océano,  sembrado  de  algunas  islas,  las  costas 
occidentales  de  Europa  y  África,  del  Asia  oriental. 
Aportaré  pruebas  en  el  párrafo  XII.  Era  éste  un  error, 
sin  duda,  pero  muy  perdonable  a  los  geógrafos  de  la 
época,  porque  aunque  los  antiguos  habían  medido  con 
bastante  exactitud  la  circunferencia  de  la  Tierra  (1)  y 
dejado  también  reglas  bastante  ciertas  para  determi- 
nar la  longitud  de  los  lugares,  se  hacía  de  ellas  muy 
poco  caso  por  no  entenderlas  bien.  A  consecuencia  de 


(1)  Aristóteles  (De  Ccelo,  lib.  II)  habla  de  ello  como  de  cosa 
conocida.  Parece  que  los  matemáticos  de  Egipto  habían  medido 
un  grado  en  [la  latitud  de  Menfís,  esto  es,  a  30°  de  latitud  boreal, 
cuando  determinaron  la  posición  y  tamaño  de  las  pirámides,  porque 
cada  uno  de  los  cuatro  lados  de  la  Gran  Pirámide  tiene  de  anchura 

—  de  grado;  de  modo  que  se  debe  conjeturar  que  dividieron  el 
500 

2 
grado  en  mil  partes,  y  han  dado  a  cada  lado  de  la  pirámide  j-qqq 

(Venini,  Delle  misuri  francesi,  opuscul.  Scelti,  tomo  XX,  pág-  98). 
Se  sabe,  además,  que  Hiparco,  tres  siglos  antes  de  la  era  vulgar, 
había  determinado  la  longitud  y  la  latitud  de  muchas  estrellas  en 
el  cielo,  y  que  Ptolomeo,  en  el  siglo  ii,  tleterminó  por  su  método 
la  posición  geográfica  de  muchos  lugares  de  la  Tierra  con  una  pre- 
cisión que  supone  observaciones  astronómicas.  (Robertson,  An 
historical  disquisitíon  concerning  antieni  India,  sect.  II.) 


PRIMER  VIAJE  EN  TORNO  DEL  GLOBO  5 

esta  ignorancia  del  tamaño  de  la  Tierra  y  de  las  longi- 
tudes, se  imaginaba  que  deberían  encontrarse  en  se- 
guida al  Occidente  las  islas,  de  las  que  sólo  al  Este  y 
al  Sur  se  conocía  la  distancia. 

§  IV.  Esta  idea  embargaba  el  espíritu  de  Cristóbal 
Colón,  que  acumulaba  a  los  conocimientos  teóricos  y 
prácticos  de  la  navegación  las  luces  que  había  recogi- 
do de  otros  navegantes  y  todo  el  valor  necesario  para 
las  grandes  empresas.  Convencido  de  la  esfericidad  de 
la  Tierra,  no  hallaba  la  menor  dificultad  en  atravesar  el 
océano  Atlántico  con  la  ayuda  de  la  brújula,  de  la  que 
conocía  no  sólo  la  declinación,  sino  también  el  medio 
de  corregirla  (1).  Pidió  a  los  genoveses,  sus  compatrio- 
tas, que  no  tenían  otro  medio  que  éste  para  reanimar 
su  comercio,  navios  para  la  ejecución  de  su  proyecto; 
pero  los  genoveses,  ocupados  en  pequeñas  especula- 
ciones y  atormentados  sin  cesar  por  las  facciones  do- 
mésticas que  les  sujetaban  tan  pronto  a  los  reyes  de 
Francia  como  a  los  duques  de  Milán,  rechazaron  sus 
proposiciones.  Se  dirigió  entonces  al  rey  de  Portugal, 
que  tampoco  le  escuchó,  porque  no  creía  que  se  pu- 
diera llegar  a  las  Molucas  sino  doblando  el  África;  y 
únicamente  España,  después  de  largas  y  repetidas  so- 
licitudes, se  determinó  a  confiarle  algunos  navios.  No 
obstante.  Colón  no  tocó  mas  que  en  las  islas  de  Amé- 
rica, de  la  que  sus  sucesores  descubrieron  el  continente, 
acariciando  en  vano  la  idea  de  encontrar  un  camino 
al  oeste  de  Méjico  y  por  el  istmo  de  Panamá  (2). 

§  V.  La  navegación  de  Colón  originó  disputas  en- 
tre los  españoles  y  los  portugueses  sobre  algunas  de  las 


(1)  TiRABOSCHi,  Storia  della  letter.  ¡tal.,  tomo  VI.  Sin  embar- 
go, el  conocimiento  de  la  desviación  no  debía  ser  muy  común  en- 
tonces, puesto  que  lo  ignoraban  los  pilotos  de  la  escuadra  de  Ma- 
gallanes. 

(2)  Léase  Fernández  de  Navarrete,  Viajes  de  Cristóbal  Co- 
lón, volumen  número  18  de  la  colección  de  Viajes  clásicos  editada 
por  Calpe. 


b  PIGAFETTA 

islas  descubiertas,  y  aun  más  sobre  las  tierras  que  se 
esperaba  descubrir  después.  Los  portugueses,  cuando 
emprendieron  sus  navegaciones  por  las  costas  de  Áfri- 
ca, habían  tenido  la  previsión  de  aprovecharse  de  la 
opinión,  generalmente  admitida  entonces,  que  el  suce- 
sor de  San  Pedro  podía,  como  vicario  de  Jesucristo, 
disponer  de  los  reinos  que  no  pertenecían  a  potencias 
cristianas.  Los  papas  Martín  V,  Eugenio  IV  y  Nicolás  V 
habían  ya  concedido  a  los  portugueses  el  imperio  de 
todo  el  territorio  que  acababan  de  descubrir  en  las  cos- 
tas de  África.  Alejandro  VI,  al  cual,  después  del  viaje 
de  Colón,  España  y  Portugal  presentaron  al  mismo 
tiempo  sus  pretensiones,  trazó  una  línea  que,  pasando 
por  los  polos,  cortaba  en  dos  el  globo  terráqueo.  La 
isla  de  Hierro,  una  de  las  Canarias,  donde  Ptolomeo 
había  fijado  el  primer  meridiano,  era  el  punto  por  el 
cual  pasaba  esta  línea,  que  se  llamó  línea  de  demarca- 
ción» Dio,  pues,  el  papa  a  los  portugueses  todo  lo  que 
pudiesen  conquistar  al  este,  y  a  los  españoles,  todo 
lo  que  descubrieran  al  oeste  de  esta  línea.  Pero  cuan- 
do los  portugueses  se  apoderaron  del  Brasil  y  quisie- 
ron comprender  esta  comarca  en  la  parte  oriental  de 
la  línea,  se  alejó  30°  al  oeste  de  la  isla  de  Hierro. 

§  VI.  Mientras  que  España  extendía  al  Oeste  sus 
conquistas,  tanto  como  los  crímenes  y  crueldades  de 
sus  caudillos,  los  portugueses,  guiados  en  1497  por 
Vasco  de  Gama,  doblaron  el  cabo  de  Buena  Esperan- 
za, que  Díaz,  acompañado  del  navegante  veneciano 
Cadamosto,  había  descubierto  en  1455  (1).  Costearon 
el  África  oriental  y  las  islas  que  están  entre  este  con- 
tinente y  Asia,  y  llegaron  a  Calicut,  que  era  la  factoría 
del  comercio  de  las  especias.  A  continuación,  no  sin 
sostener  combates  y  guerras,  tanto  con  los  indígenas 


(1)  Este  cabo  había  sido  dibujado  en  1450  por  Fr.  Mauro,  ca- 
mandulense  del  convento  de  Murano,  cerca  de  Venecia,  sobre  un 
mapamundi  que  yo  vi  en  1790  y  que  aun  está  en  dicho  convento. 


PRIMER  VIAJE  EN  TORNO  DEL  GLOBO  7 

como  con  los  moros,  que  habían  invadido  una  gran  par- 
te de  este  país,  alargaron  su  navegación  hastas  las  islas 
Molucas;  y  en  1510  fundaron  un  establecimiento  para 
monopolizar  casi  exclusivamente  el  comercio  de  la  pi- 
mienta y  los  clavos  de  especia,  que  no  se  obtenían 
apenas  mas  que  en  estas  islas  (1). 

§  Vil.  Los  establecimientos  portugueses  en  las  In- 
dias tenían  entonces  por  gobernador  y  virrey  al  duque 
de  Alburquerque,  quien  por  su  talento  y  su  valor  ha- 
bía sabido  hacer  abortar  todas  las  empresas  de  los 
venecianos,  los  cuales  eran  los  aliados  de  Solimán  el 
Magnífico  e  hicieron  grandes  esfuerzos  para  conservar 
en  el  mar  Rojo  el  comercio,  que  los  portugueses  que- 
rían transportar  a  Lisboa  (2).  Después  de  este  virrey 
fué  cuando  Magallanes  emprendió  su  expedición  para 
pasar  cinco  años  en  las  Indias  (3).  Era  un  hidalgo  por- 
tugués, y  había  cultivado  las  ciencias,  habiéndose  ocu- 
pado preferentemente  de  todo  lo  relativo  a  la  navega- 
ción, estudio  muy  de  moda  a  la  sazón  entre  los  caba- 
lleros portugueses;  y  emprendió  este  viaje  para  darse 
a  conocer  en  la  corte  y  obtener  un  empleo  adecuado  a 
sus  talentos.  Desde  Calicut  fué  a  Sumatra,  donde  tomó 
a  su  servicio  un  esclavo.  Parece  ser  que  no  alargó  su 
viaje  hasta  las  Molucas,  aunque  así  lo  dicen  Angera, 
Ramusio  y  otros  escritores  (4),  porque  si  hubiese  llega- 
do allí  habría  sabido  que  están  bajo  la  línea  equinoccial, 
y  no  hubiera  ido  a  buscarlas,  como  lo  hizo,  a  los  14° 
de  latitud  septentrional.  De  las  Indias  regresó  a  Lisboa. 
Durante  este  tiempo,  Alburquerque  había  enviado  a 
las  Molucas  a  Francisco  Serrano,  pariente  y  amigo  de 


(1)  Si  hemos  de  creer  a  nuestro  autor,  éste  encontró  en  1521, 
en  las  Molucas,  a  Pedro  de  Lorosa,  quien  le  dijo:  Como  ja  sedizi 
anni  stava  ne  la  India  ma  X  in  Malucho,  e  tanti  erano  che  Malu- 
cho stava  discoperto  asco  sámente. 

(2)  RoBERTSON,  loe.  cit.,  sect.  4. 

(3)  Petri  Anglerii,  Opus.  epist,  epíst.  767. 

(4)  Hist  génér.  des  voyag.,  tomo  I,  pág.  126,  edición  de  París. 


8  PIGAFETTA 

Magallanes,  con  orden  de  erigir  allí  un  fuerte,  lo  que 
no  ejecutó  porque  todos  los  reyes  de  estas  islas,  con 
insensata  ambición,  pretendían  que  se  levantase  en  su 
territorio  (1);  y  Serrano,  queriendo  someterlos  a  todos 
al  mismo  tiempo,  se  proclamó  soberano,  aunque  sólo 
con  el  título  de  pacificador.  Ya  veremos  de  qué  mane- 
ra fué  la  víctima  de  su  ambición. 

§  VIH.  Ignoro  qué  derecho  podría  tener  Magalla- 
nes a  las  mercedes  de  la  corte;  pero  sus  acciones  prue- 
ban que  poseía  tanto  valor  como  conocimientos,  a 
pesar  de  que  diga  lo  contrario  el  jesuíta  Maffei,  quien 
le  acusa  de  tener  más  vanidad  que  mérito  (2).  Si  hemos 
de  dar  crédito  a  nuestro  autor,  debemos  reconocer  la 
moderación  de  las  pretensiones  de  Magallanes,  pues 
se  limitaban  a  pedir  al  rey  un  aumento  de  paga  de  cien 
reis  mensuales,  según  algunos  autores,  o  de  medio 
cruzado,  según  otros.  Hay,  no  obstante,  motivo  para 
creer  que  durante  su  servicio  a  Portugal  dio  pruebas 
evidentes  de  valor  y  habilidad,  puesto  que  el  rey  de 
España  le  hizo  caballero  de  Santiago  y  le  confió  el 
mando  de  una  escuadra. 

§  IX.  Según  dice  Maffei  (3),  Magallanes,  durante 
su  estancia  en  Portugal,  estuvo  en  correspondencia, 
tan  frecuente  como  la  distancia  le  permitía,  con  su 
amigo  Serrano,  quien  le  invitó  a  volver  a  las  Indias  y 
aun  a  llegar  hasta  las  Molucas,  indicándole  la  distancia 
que  les  separaba  de  Sumatra,  isla  para  él  muy  cono- 
cida. Pero  si  se  nos  permite  hacer  conjeturas  y  tratar 
de  adivinar  las  causas  por  los  efectos,  hallaremos  que 
es  verosímil  que  Magallanes  se  quejase  a  Serrano  de 
los  pretendidos  agravios  recibidos  en  la  corte  de  Lis- 
boa; que  Serrano,  tal  vez  amenazado  por  el  virrey,  al 
cual  no  había  obedecido  en  la  construcción  de  la  for- 


(1)  Hist.  génér.  des  voyag.,  tomo  I,  pág-.  125,  edición  de  París. 

(2)  Hist.  rer.  indic,  lib.  VIII. 

(3)  ídem  id.  id. 


g^fe^^ 


PRIMER  VIAJE  EN  TORNO  DEL  GLOBO  9 

taleza,  le  propuso  dar  estas  islas  a  España  y  le  pro- 
porcionó al  mismo  tiempo  los  luminosos  datos  que 
pudo  adquirir  de  los  habitantes  de  las  islas  más  orien- 
tales sobre  la  posibilidad  de  encontrar  el  cabo  del 
continente  descubierto  por  Colón,  y  de  doblarle  o 
quizás  encontrar  algún  estrecho,  pues  ya  los  portugue- 
ses poseían  el  Brasil,  descubierto  por  Cabral  en  1500, 
en  cuya  comarca  había  pasado  cuatro  años  Juan  Car- 
vajo, de  quien  habla  frecuentemente  Pigafetta,  y  en 
donde  Juan  de  Solís,  que  buscaba  un  paso  a  las  In- 
dias, fué  asesinado  con  sesenta  hombres  de  su  tripu- 
lación y  comido  por  los  caníbales  (1). 

§  X.  Acaso  no  es  improbable  que  Magallanes  tu- 
viese por  estos  medios  algún  conocimiento  de  un  paso 
del  mar  Atlántico  al  mar  de  las  Indias;  pero,  según  co- 
municó confidencialmente  a  Pigafetta  y  a  sus  compa- 
ñeros de  viaje,  fué  de  otra  manera  como  él  llegó  al 
estrecho.  Mientras  que  pretendía  su  ascenso  en  la  corte 
de  Lisboa  continuó  estudiando  la  geografía  y  la  nave- 
gación, de  manera  que,  según  nuestro  autor,  llegó  a 
ser  uno  de  los  más  hábiles  geógrafos  y  navegantes  de 
su  tiempo  (2).  Por  esta  fama  se  le  permitió  examinar 
todo  lo  que  hasta  entonces  se  había  coleccionado  so- 
bre dichas  materias  y  que  se  guardaba  cuidadosamente 
en  la  tesorería.  El  infante  D.  Enrique,  el  cual  fué  el  pri- 
mero que  proyectó  los  viajes  para  el  descubrimiento 
de  países  nuevos,  y  los  príncipes  que  le  sucedieron 
habían  reunido  todas  las  noticias  y  los  mapas  que  era 
posible  procurarse  por  medio  de  los  geógrafos,  los  na- 
vegantes y  los  astrónomos,  que  con  la  esperanza  de  re- 
compensas iban  allí  a  depositar  sus  descubrimientos. 
En  esta  tesorería  fué  donde  Magallanes  encontró  un 


(1)  Léase  LÓPEZ  de  Gomara,  Historia  general  de  las  Indias, 
en  la  colección  de  Viajes  clásicos  editada  por  Calpe. 

(2)  Egli  piii  giustamente  che  homo  fossi  al  mondo  carteava  et 
navigava. 


10  PIGAFETTA 

mapa  de  Martín  de  Bohemia,  sobre  el  que  estaba  dibu- 
jado el  estrecho  por  el  cual  se  pasaba  del  mar  Atlán- 
tico al  que  en  seguida  fué  llamado  Pacífico. 

§  XI.  Para  estar  ciertos  de  que  Magallanes  buscó 
este  paso  porque  lo  había  visto  dibujado  en  el  mapa 
de  Martín  de  Bohemia,  basta  con  leer  lo  que  sobre  el 
asunto  dice  Pigafetta.  Anotamos  sus  propias  palabras 
tal  como  se  leen  en  nuestro  manuscrito  (1).  Es  extraño 
que  se  haya  negado  esta  verdad,  que  puede  encontrar- 
se en  el  extracto  del  libro  de  Pigafetta,  publicado  en 
francés  por  Fabre  y  en  italiano  por  Ramusio  (2);  pero 
aun  es  más  extraño  que  esta  verdad,  tan  honrosa  para 
Martín  de  Bohemia,  o,  mejor  dicho,  Behaim  (3),  haya 
sido  negada  por  Murr  cuando  se  proponía  hacer  su 
elogio  (4).  No  está  de  más  hablar  aquí  de  esta  cues- 
tión, que  tiene  íntima  relación  con  el  punto  más  inte- 
resante de  la  navegación  que  me  propongo  publicar. 
Otto,  en  una  memoria  inserta  en  el  segundo  volumen 
de  las  Transactións  philosophiques  de  la  Société  de 
Philadelphie,  ha  querido  probar,  entre  otras  cosas,  que 
Colón  no  fué  quien  descubrió  América,  ni  Magallanes 
quien  encontró  el  estrecho,  para  llegar,  atravesándole, 
a  las  Indias  por  Occidente,  sino  que  el  mérito  de  estos 
descubrimientos  se  debe  únicamente  a  Martín  Behaim, 
de  Nuremberg.  Efectivamente,  este  Martín  Behaim  era 
uno  de  los  más  grandes  geógrafos  de  su  tiempo,  y  fué 
uno  de  los  primeros  que  en  1492  hizo  un  mapamundi 


(1)  //  oapitano  genérale  che  sapeva  de  dover  jare  la  sua  navi- 
gazione  per  uno  streto  molió  ascoso,  como  vite  ne  la  thesoraria  del 
re  de  Portugal  in  una  carta  fata  per  quello  excelentissimo  huomo 
Martin  de  tíoemia,  mando  due  navi,  etc. 

(2)  Véase  párrafo  XXIII. 

(3)  Es  cierto  que  su  verdadero  nombre  era  Behaim.  Cluverius 
dice  que  se  le  apelaba  de  Bohemia  porque  sus  antepasados  eran 
originarios  de  este  reino,  o  porque  él  se  estableció  allí  a  causa  del 
comercio. 

(4)  Notice  sur  le  chevalier  Martin  Behaim,  célebre  navigateur 
poriugais,  avec  la  description  de  son  glohe  terrestre. 


PRIMER  VIAJE  EN  TORNO  DEL  GLOBO  11 

terrestre,  que  leg-ó  a  su  patria,  donde  todavía  se  conser- 
va; también  fué  uno  de  los  primeros  que  pasaron  la 
línea  con  el  famoso  navegante  Santiago  Cano,  en  1484; 
estuvo  casado  con  la  hija  de  Huerter,  feudatario  de  la 
isla  de  Fayal,  una  de  las  Azores,  en  donde  pasó  mu- 
chos años,  haciendo  de  vez  en  cuando  viajes  a  Europa; 
siendo  estimado  y  consultado  por  los  sabios  de  su  tiem- 
po, así  como  por  la  corte  de  Lisboa,  tuvo  todos  los 
medios  para  adquirir  los  más  raros  y  extensos  conoci- 
mientos geográficos  de  su  siglo.  Sin  embargo,  se  pre- 
tende, sin  razón,  probar  que  Colón  descubrió  América 
después  de  Behaim,  como  lo  ha  demostrado  el  conde 
de  Carli,  fallecido  en  1795  (1).  Apoya  Otto  su  opinión 
en  una  Crónica  de  Nuremberg,  en  la  que  se  dice  «que 
descubrió  las  islas  de  América  antes  que  Colón,  y  el 
estrecho  que  tomó  en  seguida  el  nombre  de  Magalla- 
nes antes  que  Magallanes  mismo»;  y  en  el  testimonio 
de  Hartmann  Schedel,  quien  dice  que  Magallanes  y 
Cano,  navegando,  se  encontraron  en  otro  mundo.  Pero 
Carli  hace  notar  que  la  Crónica  de  Nuremberg  no  es 
contemporánea,  y  Murr  ha  comprobado  que  las  pala- 
bras de  Schedel  han  sido  intercaladas  en  su  manuscrito 
por  otra  mano.  En  efecto,  no  se  las  encuentra  en  la  pri- 
mera edición  de  su  obra,  que  tenemos  en  nuestra  bi- 
blioteca. Hay  que  añadir  que  la  frase  In  alterum  orbem 
accepti  sunt  puede  interpretarse  en  el  sentido  de  que 
pasaron  la  línea. 

§  XIl.  Con  menos  fundamento  aún,  Murr  pretende 
que  Martín  Behaim  no  tuvo  nunca  la  menor  idea  del 
estrecho  de  Magallanes.  Habiendo  tenido  ocasión  de 
visitar  los  archivos  de  sus  herederos,  no  encontró,  se- 
gún dice,  ningún  rastro  de  este  documento.  Además, 
en  su  globo  terráqueo,  que  donó  a  la  villa  de  Nurem- 
berg, puede  verse  claramente  —  añade  Murr  —  que 
Martín  Behaim  no  sospechó  siquiera  la  existencia  de 


(1)     Oppuscoli  scelti  di  Milano,  tomo  XV,  pág^.  72. 


12  PIGAFETTA 

América.  Este  globo,  del  que  Murr  ha  publicado  el 
hemisferio  que  comprende  la  parte  occidental  de  Euro- 
pa y  de  África  y  la  parte  oriental  de  Asia;  este  globo, 
digo,  permite  ver  que  en  este  tiempo  se  creía  poder 
ir  por  mar  directamente  desde  las  islas  Azores  a  los 
reinos  de  Tungut,  de  Cambalu  y  del  Tibet,  no  encon- 
trando mas  que  la  isla  del  Catay  en  todo  el  Océano 
que  había  de  recorrerse.  Se  imaginaban  que  desde 
las  islas  Canarias  podía  llegarse  a  la  isla  de  Antilia,  y 
por  esta  razón  Colón  denominó  Antillas  a  las  islas  que 
encontró  más  acá  de  América.  De  las  islas  de  Cabo 
Verde,  en  el  globo  de  Behaim,  se  iba,  sin  encontrar 
tierra  ninguna,  a  Cipango  (el  Japón),  que  Marco  Polo 
había  dado  a  conocer  en  Europa,  y  del  que  también  ha- 
bla Pigafetta,  que  creía  haber  pasado  a  poca  distancia 
de  allí.  Del  Japón  se  iba  a  Cambaya,  y,  volviendo  al 
Sur,  a  la  grande  y  pequeña  isla  de  Java,  situadas  sobre 
el  mismo  meridiano.  Se  ve,  pues,  que  en  el  globo  de 
que  hablamos  no  hay  detalle  ninguno  sobre  América. 
Sin  embargo,  todo  esto  demuestra  que  en  1492  Be- 
haim no  conocía  América,  y  que,  por  consiguiente,  no 
podía  facilitar  datos  a  Colón,  que  partió  este  mismo 
año;  pero  no  prueba  en  modo  alguno  que  desde  este 
período  hasta  el  año  1506,  que  fué  el  último  de  su 
vida,  no  pudiese  conocer  todo  lo  que  se  había  descu- 
bierto hasta  entonces  y  trazarlo  sobre  un  nuevo  mapa. 
Sus  viajes,  su  correspondencia  con  todos  los  sabios, 
sus  cargos  y  empleos  en  la  corte  de  Lisboa  y,  sobre 
todo,  su  estancia  en  las  Azores  le  suministraron  los 
medios,  como  ya  hemos  observado,  de  adquirir  las  lu- 
ces que  el  azar  o  las  investigaciones  proporcionaban  a 
los  navegantes.  Varenius  (1)  pretende  que  Núñez  de 
Balboa  conoció  en  1513  la  existencia  del  estrecho  en 
cuestión  por  las  corrientes  que  sólo  se  producen  en 
un  canal  abierto  por  los  dos  extremos  y  nunca  en  una 


(1)     Geogr.  gener.,  cap.  12. 


PRIMER  VIAJE  EN  TORNO  DEL  GLOBO  13 

bahía.  ¿Por  qué  cualquier  otro  navegante  no  pudo  ha- 
cer la  misma  observación  en  tiempos  de  Behaim  y  co- 
municársela a  éste?  Murr  opina  que  esto  es  muy  posible, 
pero  pretende  que  no  sucedió,  y  que  Marco  Antonio 
Pigafetta  fué  quien  difundió  en  su  Itinerario,  publica- 
do en  Londres  en  1585,  la  fábula  del  descubrimiento 
de  América  por  Behaim,  y  añade  que  ig-nora  si  se  men- 
ciona a  Martín  Behaim  en  la  Relación  del  Congo  de 
Felipe  Pigafetta.  Puede  juzgarse,  por  la  manera  en  que 
se  expresa,  que  apenas  conocía  Murr  los  nombres  y  los 
títulos  de  los  otros  dos  Pigafetta  (Marco  Antonio  y 
Felipe),  y  que  no  tenía  la  más  remota  idea  de  nuestro 
caballero  Antonio  Pigafetta,  ni  de  su  Relación  del 
descubrimiento  de  las  Indias,  ni  de  los  extractos  que 
del  mismo  se  publicaron,  y  que  tampoco  había  leído  el 
Itinerario  de  que  habla,  porque  en  él  no  se  nombra 
para  nada  a  Martín  Behaim.  Felipe  Pigafetta  no  le  cita 
ni  en  su  Relación  del  Congo,  impresa  en  Roma  en  1591, 
ni  en  su  Itinerario  de  Egipto,  cuyo  manuscrito  se  halla 
en  la  biblioteca  de  mi  amigo  el  Sr.  Malacarne,  profesor 
de  cirugía  en  Padua,  según  dicho  señor  me  lo  ha  co- 
municado por  escrito.  No  debe,  pues,  dudarse  de  que 
Magallanes  hubiese  podido  ver  dibujado  el  estrecho  en 
el  mapa  de  Martín  Behaim;  pero  es  preciso  decir  que 
no  se  fió  por  completo,  o  que  el  mapa  en  cuestión  era 
bastante  inexacto,  pues  de  no  ser  así,  ni  hubiese  des- 
tacado al  navio  Santiago  para  reconocer  la  costa  en 
que  naafragó  buscando  el  estrecho  en  el  grado  52,  ni 
tampoco  se  hubiera  determinado  a  remontarse  hasta  el 
grado  75  si  aquél  no  le  encontraba. 

§  Xlll.  Volvamos  a  la  historia  de  Magallanes  y  a 
nuestro  autor.  Sea  por  vengarse  de  las  injusticias  que 
él  creía  haber  recibido,  tal  vez  para  conseguir  el  ade- 
lanto que  solicitaba,  Magallanes  pasó  a  España  para 
ofrecer  sus  servicios  a  Carlos  V,  con  objeto  de  dirigir 
una  escuadra  corriendo  siempre  al  oeste  de  la  línea  de 
demarcación  hasta  las  islas  de  las  Especias,  que  se  co- 


14  PIGAFETTA 

nocían  más  por  los  relatos  de  los  italianos  que  habían 
navegado  por  ellas  al  Este,  que  por  las  relaciones  de 
los  portugueses  establecidos  allí  desde  hacía  diez  años, 
pero  que  ponían  extremo  cuidado  en  tener  ocultos  los 
descubrimientos  que  habían  hecho,  hasta  el  punto  que, 
según  dice  Castañeda,  se  habría  ignorado  andando  el 
tiempo  el  viaje  de  Gama,  si  éste  no  se  hubiera  tomado 
el  trabajo  de  escribirle  y  publicarle  por  su  cuenta  (1). 
Carlos  V,  o,  mejor  dicho,  el  cardenal  Cisneros,  su  pri- 
mer ministro,  regente  de  España  en  su  ausencia,  escu- 
chó favorablemente  el  proyecto  de  Magallanes,  quien 
le  convenció  de  la  posibilidad  de  ir  por  el  Oeste,  ase- 
gurándole al  mismo  tiempo  que  las  islas  de  las  Espe- 
cias estaban  en  la  parte  del  Globo  perteneciente  a  Es- 
paña por  la  línea  de  demarcación,  porque  sin  esto  el 
cardenal  virrey  no  hubiera  nunca  consentido  que  se  in- 
vadiese un  país  que  el  papa  había  dado  a  otros.  Para 
persuadirle  de  que  las  Molucas  estaban  en  el  hemisfe- 
rio español,  Magallanes  no  sólo  tomó  por  testigo  a 
Cristóbal  Hará,  quien,  teniendo  en  las  Indias  casas  de 
comercio,  decía  que  estaba  seguro  por  las  instruccio- 
nes de  sus  factores  de  la  verdadera  posición  geográfica 
de  estas  islas  (2),  sino  que  apeló  a  la  autoridad  del  fa- 
moso astrólogo  Ruy  Faleiro,  que  compás  en  mano  de- 
mostraba sobre  el  mapamundi  que  las  islas  estaban  si- 
tuadas más  acá  de  180°  de  longitud  occidental  de  la 
línea  de  demarcación.  Como  aun  dudase  el  cardenal 
Cisneros,  Faleiro  dio  a  Magallanes  un  métofllo  para 
calcular  la  longitud,  a  fin  de  no  sobrepasar  la  línea  (3). 
Para  desvanecer  todo  escrúpulo  hubiera  podido  Falei- 
ro embarcarse  con  Magalles;  pero  como  se  preciaba 
de  astrólogo,  se  excusó  diciendo  que  preveía  que  esta 


(1)  Historia  della  conquista  delle  Indie  orientali,  prefacio. 

(2)  Epístola   de  Massimiliano  Transilvano,  presso  Ramusio, 
tomo  I,  pág.  348. 

(3)  Castañeda,  loe.  cit. 


PRIMER  VIAJE  EN  TORNO  DEL  GLOBO  15 

navegación  le  sería  fatal.  Lo  fué,  efectivamente,  para  el 
astrólogo  Martín  de  Sevilla  que  marchó  en  su  lugar,  sin 
prever  que  debía  ser  asesinado,  como  le  acaeció  en  la 
isla  de  Zubu. 

§  XIV.  Tenemos  una  prueba  de  la  importancia  de 
las  investigaciones  sobre  las  longitudes  hechas  durante 
esta  navegación,  en  la  descripción  que  voy  a  publicar. 
Apenas  la  escuadra  estuvo  en  el  mar  Pacífico  cuando 
el  caballero  Pigafetta  consideró  como  un  deber  el  se- 
ñalar en  su  diario,  no  solamente  la  latitud,  sino  la  lon- 
gitud de  la  línea  de  demarcación;  y  para  evitar  toda 
equivocación  advirtió  que  ésta  se  hallaba  a  30°  al  oes- 
te del  primer  meridiano,  situado  a  su  vez  a  3°  al  oeste 
de  Cabo  Verde  (1).  Explicándose  con  tanta  precisión, 
es  extraño  que  Fabre,  que  dio  un  extracto  de  su  rela- 
ción, no  le  haya  comprendido,  y  que  en  lugar  de  decir 
grados  de  longitud  de  la  línea  de  demarcación^  diga 
siempre  de  la  línea  de  su  partida,  o  grado  de  longitud 
del  cual  partieron;  y  allí  donde  debía  indicar  la  posi- 
ción de  esta  línea  tal  como  la  señaló  nuestro  autor, 
diga  y  XXX  grados  del  meridiano,  el  cual  está  a  tres 
grados  más  al  oriente  que  el  cabo  de  Buena  Esperan- 
za. Como  se  ve,  carece  de  sentido  semejante  manera 
de  expresarse.  Al  traducir  Ramusio  a  Fabre,  omitió 
todo  esto  con  razón,  y  hay  que  perdonarle  cuando,  por 
seguir  literalmente  el  texto,  en  lugar  de  decir  longitu- 
dine  dalla  linea  di  divisione,  dice  longitudine  dal  luogo 
donde  si  eran  partiti;  por  consiguiente,  aumenta  en  un 
error  de  40°  la  longitud  señalada  por  Pigafetta. 

§  XV.  Pero  los  portugueses,  interesados  en  deter- 
minar la  verdadera  longitud  de  las  Molucas,  acusaban 
a  los  españoles,  no  solamente  de  error,  sino  también  de 
mala  fe;  y  Pedro  Mártir  de  Anglería,  gentilhombre  mi- 
tanes e  historiógrafo  de  la  corte  de  España,  contaba 


(1)     La  linea  de  la  repartitione  e  trenta  gradi  longi  dal  meridio- 
nale;  el  meridionali  e  tre  gradi  al  levante  longi  da  Capo  Verde. 


16  PIGAFETTA 

con  bastante  g^racia  en  una  de  sus  cartas  (1),  que  ha- 
biéndose escogfido  veinticuatro  astrónomos  y  pilotos, 
tanto  portugueses  como  españoles,  después  de  haber 
silogismado  mucho,  concluyeron  que  no  se  podía  de- 
cidir la  cuestión  más  que  a  cañonazos;  sin  embargo, 
Carlos  V  calculó  que  valía  más  vender  a  Juan  III,  rey 
de  Portugal,  en  las  150.000  doblas  que  ofreció,  sus 
pretendidos  derechos  sobre  las  Molucas,  y  se  las  ce- 
dió. Además,  es  cierto  que  estas  islas,  situadas  por  Pi- 
gafetta  entre  los  160°  y  los  170°  de  longitud  al  oeste 
de  la  línea  de  demarcación,  están  realmente  más  allá 
de  180°;  por  consiguiente,  pertenecían  a  Portugal  en 
virtud  de  la  bula  del  papa  Alejandro  VI.  Sea  como 
fuere,  el  rey  de  España,  persuadido  de  que  Portugal 
le  había  usurpado  lo  que  le  pertenecía,  y  dispuesto  ya 
a  encomendar  a  Esteban  Gómez  unas  carabelas  para 
emprender  nuevos  descubrimientos,  no  en  confiar  a 
Magallanes  una  escuadra  para  esta  importante  expedi- 
ción, quien,  con  el  fin  de  salvar  todos  los  obstáculos, 
escogió  a  Gómez  para  que  mandase  uno  de  los  navios, 
elección  de  la  que  pronto  tuvo  que  arrepentirse. 

§  XVI.  Mientras  se  trataba  de  este  importante  asun- 
to en  la  corte  de  Madrid,  Antonio  Pigafetta,  gentilhom- 
bre de  Vicencio,  estaba  en  Roma,  donde  todos  los  italia- 
nos que  tenían  talento  y  aspiraban  a  hacer  fortuna  acu- 
dían, sobre  todo  en  los  buenos  tiempos  de  León  X.  Era 
de  familia  hidalga  originaria  de  la  Toscana,  y  probable- 
mente hijo  del  Mateo  Pigafetta,  doctor  y  caballero,  que 
ocupó  frecuentemente  cargos  en  la  administración  pú- 
blica de  su  patria  (2).  Tan  ávido  de  gloria  como  de 


(1)  Epístola  797. 

(2)  Ángel  Gabriele  de  Santa  María,  Biblioteca  e  Storia  de 
scrittori  Vicentini,  vol.  IV,  pág.  1.  «Hice  investigaciones  en  Vicen- 
cio para  obtener  datos  sobre  la  persona  y  familia  de  nuestro  via- 
jero, pero  sin  lograr  mucha  luz.  En  un  manuscrito  que  tiene  por 
título  Genealógica  Storia  delle  famiglie  nobili  vicentine,  vol.  II,  se 
lee  que  era  hijo  de  Domitio  qm.  Antonio  y  de  Bartolomea  Maros- 


PRIMER  VIAJE  EN  TORNO  DEL  GLOBO  17 

fortuna,  se  propuso  buscar  una  y  otra  en  los  países  le- 
janos del  nuevo  mundo  que  Colón  y  Américo  Vespu- 
cio  acababan  de  descubrir,  y  donde  muchos  italianos 
habían  ya  adquirido  renombre  y  riquezas.  Siguió  a  Es- 
paña a  su  conciudadano  Francisco  Chiericato,  enviado 
como  orador  o  embajador  a  Carlos  V,  para  comenzar 
desde  aquí  sus  viajes.  Todo  salió  a  medida  de  sus  de- 
seos, y  puede  verse  en  la  carta  dedicatoria  de  su  obra 
cómo  obtuvo  del  emperador  la  licencia  de  embarcar 
en  la  escuadra  de  Magallanes. 

§  XVII.  Pigafetta  no  era  ciertamente  muy  sabio, 
aunque  Marzari,  historiador  vicentino,  nos  dice  que  era 
célebre  en  toda  Europa  por  sus  excelentes  conocimien- 
tos en  filosofía,  matemáticas  y  astrología  (1);  mas  ha- 
bía estudiado  la  geografía  y  la  astronomía  necesarias 
para  entender  el  manejo  del  astrolabio  y  determinar  la 
latitud  de  los  lugares;  conocía  también  bastante  la  teo- 
ría de  los  fenómenos  celestes  para  poder  hacer  las  ob- 
servaciones astronómicas,  por  las  cuales  se  juzga  sobre 
la  declinación  del  imán,  de  la  singladura  de  un  navio  y 
de  las  longitudes.  Puede  formarse  idea  de  sus  conoci- 
mientos en  esta  parte  por  su  Tratado  de  navegación. 


tica,  y  que  fué  elegido  jurisconsulto  en  1470,  lo  que  no  concuerda 
con  el  caballero  Antonio,  a  menos  que  el  jurisconsulto  no  sea  su 
padre  Domitio.  En  lo  que  respecta  al  caballero  Antonio,  sólo  hay 
dos  líneas  en  el  epitafio  que  el  caballero  Capra,  heredero  de  los 
bienes  de  Felipe  Pigafetta,  hizo  poner  en  la  iglesia  de  dominicos, 
en  la  que  se  lee:  PhiLippus  Figafeta,..  Peregrinandi  cupidas,  et  An- 
tonii  gentilis  sui  eq.  hierosoiim.,  qui  primas  terrarum  orbem  cir- 
cumiit,  glorias  emulas,  abditis simas  regiones  adivit,  etc.  Aun  existe 
en  Vicencio  su  casa,  en  la  calle  de  Luna;  es  de  estilo  gótico,  y  fué 
construida  por  sus  antepasados  en  1481;  pero  a  su  vuelta  hizo 
adornar  la  puerta  con  un  festón  de  rosas,  en  el  que  mandó  esculpir 
estas  palabras:  II.  Nest.  Rose.  sans.  espine,  quizás  aludiendo  a  la 
gloria  conquistada  por  su  circunnavegación  y  las  penalidades  su- 
fridas en  ella.  Debo  estos  pormenores  a  los  condes  Francisco  de 
Thiéne  y  Francisco  de  San  Giovanni,  a  los  cuales  me  complazco  en 
testimoniarles  aquí  públicamente  mi  reconocimiento. > 
(1)     Storia  di  Vicenza,  alV  anno  7480. 


PIGAFETTA 


18  PIGAFETTA 

§  XVIII.  El  afán  de  instruirse  igualaba  al  saber  de 
nuestro  autor  y  aun  le  sobrepujaba.  Tenemos  una  prue- 
ba en  el  estudio  que  hizo,  durante  su  viaje,  de  los  di- 
ferentes idiomas  de  los  pueblos  que  visitó,  hasta  el 
punto  de  formar  vocabularios  más  o  menos  extensos 
a  medida  que  encontraba  ocasión  (1). 

Procuraba  enterarse  siempre  de  las  cosas  por  sí  mis- 
mo, y  así  lo  demostró  en  frecuentes  ocasiones  durante 
la  realización  de  las  misiones  particulares  de  que  fué 
encargado  cerca  de  los  reyezuelos  de  las  islas  que  la 
escuadra  visitó.  Veremos  por  su  relato  que  nunca  dejó 
de  recorrer  los  campos  para  examinar  el  cultivo  de  las 
principales  producciones  del  país,  de  las  cuales  escri- 
bió la  historia  natural  lo  menos  mal  que  pudo,  sin  la 
precisión  de  un  botánico,  es  cierto,  pero  con  toda  la 
exactitud  de  un  hombre  de  buen  sentido.  No  limitán- 
dose a  lo  que  se  presentaba  ante  sus  ojos,  se  esforzaba 
en  instruirse  sobre  las  comarcas  donde  la  escuadra  no 
anclaba,  por  los  indios  que  voluntaria  o  forzosamente 
navegaban  con  él.  Es  preciso,  por  tanto,  convenir  en 
que  no  tenía  conocimientos  bastante  extensos  de  His- 
toria natural  y  de  Física  para  apreciar  debidamente 
cuanto  veía  y  para  distinguir  la  verdad  de  las  fábulas 
y  mentiras  que  le  contaron  sobre  cosas  prodigiosas, 
sobre  los  orejones,  sobre  las  amazonas,  sobre  los  pig- 
meos, etc.,  de  los  que  con  la  mayor  buena  fe  hizo  ri- 
diculas descripciones. 

§  XIX.  Pero  aunque  no  fuese  hábil  físico  ni  buen 
naturalista  ni  excelente  astrónomo,  como  lo  son,  gene- 
ralmente, los  navegantes  de  nuestros  días,  Pigafetta  es- 
taba lejos  de  merecer  el  injurioso  desprecio  con  que  le 
quiso  cubrir  De  Paw,  quien  le  llama  un  exagerado  ul- 
tramontano, crédulo  e  ignorante,  que,  sin  empleo  y  sin 
carácter,  hizo  su  excursión  en  el  navio  Victoria  (2). 


(1)  Véase  el  párrafo  XXXII  de  esta  Introducción. 

(2)  Recherches  sur  les  Américains,  tomo  I,  pkg.  289. 


PRIMER  VIAJE  EN  TORNO  DEL  GLOBO  19 

Pero  ¿puede  hacerse  el  menor  caso  de  las  injurias  de 
De  Paw?  No  hay  mas  que  leer  sus  Recherches  sur  les 
Américains  para  ver  que  es  un  escritor  que,  por  las 
aserciones  aventuradas,  por  no  decir  algo  peor,  y  sin 
conocer  los  asuntos  de  que  habla,  como  dice  Per- 
netty  (1),  desde  el  fondo  de  su  gabinete  no  se  propo- 
nía mas  que  escribir  un  libro  que  pudiera  complacer  a 
los  seudofílósofos,  ya  por  la  novedad  de  un  ilusorio 
sistema  sobre  América,  ya  por  la  maledicencia  y  la  re- 
ligión. Por  otra  parte,  no  conocía  mas  que  el  miserable 
extracto  de  la  obra  de  Pigafetta,  hecho  por  Fabre,  y 
condenó  a  la  obra  y  al  autor  como  si  la  hubiese  exami- 
nado completa.  Es  verdad  que  otros  escritores,  entre 
los  cuales  está  el  célebre  Tiraboschi,  han  hecho  poco 
caso  de  la  relación  del  viaje  de  Pigafetta;  pero  esto 
fué  porque  se  imaginaron  que  no  había  escrito  mas  que 
lo  que  Fabre  y  Ramusio  publicaron. 

§  XX.  Pigafetta  merece  elogios,  sobre  todo  por 
el  cuidado  que  tuvo  en  anotar  día  por  día  todo  lo  que 
veía,  todo  lo  que  oía  decir  y  todo  cuanto  les  sucedía  a 
él,  a  sus  compañeros  de  viaje  y  a  la  escuadra;  tuvo  ade- 
más la  suerte  de  no  estar  nunca  imposibilitado  para  es- 
cribir, y  mientras  toda  la  tripulación  sufrió  largas  en- 
fermedades, él  disfrutó  siempre  de  una  salud  bastante 
fuerte  para  hacer  diariamente  sus  observaciones;  de 
manera  que  cuando  a  su  vuelta  llegó  a  las  islas  de 
Cabo  Verde  y  preguntó  qué  día  era  de  la  semana,  no 
se  podía  persuadir  de  que  se  había  equivocado  un  día 
entero,  habiendo  llevado  con  regularidad  su  diario.  Pi- 
gafetta no  es  el  único  que  se  haya  sorprendido  de  ha- 
ber perdido  un  día  al  dar  la  vuelta  al  mundo;  esta  pér- 
dida, de  la  que  no  había  duda,  parecía  entonces  tan 
inexplicable,  que  más  bien  se  pretendía,  dice  Angle- 
ría  (2),  que  nuestros  navegantes  no  habían  dado   la 


(1)  Prefacio  a  la  disertación  sobre  los  Recherches. 

(2)  Epístola  770. 


20  PIGAFETTA 

vuelta  a  la  Tierra,  hasta  que  los  astrónomos,  y  el  carde- 
nal Contarini  el  primero,  demostraron  que  esto  debía 
suceder  a  todos  los  que  daban  la  vuelta  al  Globo  sin- 
glando constantemente  de  Oriente  a  Occidente. 

§  XXI.  Al  cabo  de  tres  años,  de  los  doscientos 
treinta  y  siete  hombres  que  formaban  la  tripulación  y 
de  cinco  navios  que  componían  la  escuadra,  no  se  vie- 
ron, dice  Anglería  (1),  llegar  de  vuelta  a  Sevilla,  de 
donde  habían  salido,  mas  que  diez  y  ocho  hombres  y 
un  solo  navio  ruinoso  y  acribillado  de  vías  de  agua. 
Entre  los  diez  y  ocho  hombres  estaba  Pigafetta.  Cada 
uno  se  creyó  en  el  deber  de  contar  todo  lo  que  le  ha- 
bía sucedido,  tanto  más  cuanto  la  corte  de  España  que- 
ría publicar  la  relación  de  un  viaje  tan  importante,  por- 
que nadie  antes  que  estos  navegantes  había  dado  la 
vuelta  al  mundo.  Pedro  Mártir  de  Anglería,  a  quien 
acabamos  de  citar,  del  Consejo  de  Indias  por  el  empe- 
rador, que  había  ya  escrito  la  historia  de  la  navegación 
de  Cristóbal  Colón  (2),  fué  el  encargado  de  recoger 
todos  los  datos  que  podían  lograrse  del  mísero  resto 
de  la  tripulación.  Probablemente  pondrían  en  sus  ma- 
nos todos  los  diarios  que  se  encontraban  a  bordo  del 
navio,  sobre  todo  de  los  que  habían  perecido;  mas 
parece  ser  que  Pigafetta  guardó  el  suyo,  porque  él 
mismo  dice  que  fué  a  presentarse  al  emperador  en 
Valladolid  (3),  y  es  presumible  que  le  ofrecería  una 
copia  de  su  propia  mano,  guardando  las  notas  origi- 
nales. 

A  las  órdenes  que  el  emperador  dio  a  Anglería  para 


(1)  Epístola  767. 

(2)  Petri  Martyris  ab  Anglería.  De  rehus  Oceanicis  et  orbe 
novo,  1516. 

(3)  Pariéndome  da  Seviglia  andai  a  Vagliadolit  ove  apresen- 
tai  a  la  sacra  majestá  de  D.  Cario,  non  oro  ne  argento,  ma  cose 
da  essere  assai  apreciad  da  un  simil  Signore.  Fra  le  alire  cose  li 
detti  uno  libro  scripto  de  mia  mano,  de  tucte  le  cose  passate  de 
giomo  in  giorno  nel  viaggio  nostro. 


PRIMER  VIAJE  EN  TORNO  DEL  GLOBO  21 

que  escribiese  la  historia  de  esta  expedición  se  unie- 
ron las  peticiones  del  papa  Adriano  VI,  al  cual  le  unía 
gran  amistad  desde  que  éste  ocupó  en  la  corte  la  plaza 
de  preceptor  de  Carlos  V.  Escribió,  pues,  Anglería  esta 
historia,  y  él  mismo  dice  que  envió  su  manuscrito  a 
Roma  al  papa,  quien  quería  hacerlo  imprimir  a  todo 
lujo;  pero  que  no  llegó  a  la  Ciudad  Eterna  hasta  des- 
pués de  la  muerte  del  pontífice  (1).  Ramusio  (2)  añade 
que  este  manuscrito  fué  pasto  de  las  llamas  o  perdido 
para  siempre  en  el  terrible  saqueo  que  la  capital  del 
mundo  sufrió  en  1527. 

§  XXII.  El  mismo  Ramusio,  uno  de  los  primeros  y 
más  sabios  compiladores  de  navegaciones  y  viajes,  dice, 
además,  a  este  respecto,  que  casi  se  hubiera  perdido  el 
recuerdo  de  esta  magna  empresa  si  un  hábil  y  gentil- 
hombre vicentinOy  llamado  el  señor  Antonio  Pigafetta, 
no  hubiera  hecho  una  relación  curiosa  y  detallada,  de 
la  que,  como  veremos  en  seguida,  hizo  un  extracto  en 
francés,  que  tradujo  también  al  italiano,  para  insertarlo 
en  su  colección.  Este  libro  existe  en  la  bibloteca  Am- 
brosiana  de  Milán,  y,  al  parecer,  no  solamente  es  in- 
édito, sino  que  ni  aun  ha  sido  conocido  por  los  que  es- 
cribieron la  historia  de  la  pasmosa  expedición.  No  es 
el  diario  propiamente  dicho  tal  como  Pigafetta  lo  pre- 
sentó al  emperador,  sino  una  relación  muy  extensa  que 
escribió,  estando  en  Italia,  para  obedecer  los  ruegos 
de  Clemente  VII,  al  cual  se  presentó  en  Monterosi  a 
su  vuelta  (3),  y  a  los  del  gran  maestre  de  Rodas,  De 
Villers  Lisie- Adam,  al  que  se  dirige  frecuentemente  en 
la  relación.  Como  en  este  libro  añade  Pigafetta  a  su 
nombre  el  título  de  caballero,  puede  deducirse  que  le 
escribió  después  del  3  de  octubre  del  año  1524,  día 


(1)  Epístola  797. 

(2)  Discorso  sopra  il  Viaggio  fatto  dagli  Spagnuoli  intomo  al 
mondo,  tomo  I,  pág-.  346. 

(3)  Véase  la  Epístola  dedicatoria. 


22  PIGAFETTA 

en  que  fué  nombrado  caballero  (1).  Pero  si  tenemos 
pruebas  de  que  la  obra  la  escribió  algunos  años  des- 
pués de  la  vuelta  de  su  viaje,  hay  también  motivos  para 
creer  que  el  caballero  Pigafetta  tenía  delante  las  notas 
originales  mientras  la  redactaba,  porque  dice  repetidas 
veces  oggi  (hoy)  copiando  lo  que  había  escrito  el  mis- 
mo día  del  suceso.  Además,  no  le  hubiera  sido  posi- 
ble, siguiendo  el  orden  del  tiempo  más  que  el  de  las 
cosas,  conservar  la  memoria  de  una  infinidad  de  obje- 
tos para  él  nuevos  y  de  acontecimientos  extraordina- 
rios, que  algunas  veces  he  unido,  sin  alterarlos,  para  dar 
más  continuidad  y  conjunto  a  la  relación  del  autor. 

§  XXIII.  Después  de  haber  escrito  su  libro  para  el 
gran  maestre  de  Rodas  y  de  haber  presentado  al  so- 
berano pontífice  una  copia,  de  la  que  habla  Paulo  Jo- 
vio  (2),  envió  otra  a  la  reina  Luisa  de  Saboya,  regente 
del  reino  por  su  hijo  Francisco  1  (ocupado  entonces 
con  la  desdichada  guerra  de  la  Lombardía,  donde  fué 
hecho  prisionero),  a  la  cual  se  había  presentado  Piga- 
fetta  cuando  regresó  a  Italia  para  ofrecerle  algunos  pro- 
ductos del  otro  hemisferio.  La  reina  dio  a  traducir  al 
francés  el  libro  al  parisiense  Antonio  Fabre,  que  tenía 
reputación  de  ser  un  excelente  filósofo  y  de  saber  ita- 
liano porque  había  residido  mucho  tiempo  en  Padua; 
pero  éste,  por  evitarse  molestias  (per  fuggir  la  fatica^ 
como  dice  ingenuamente  Ramusio),  hizo  solamente  un 
extracto,  y  omitió  quizás  lo  que  no  entendía;  el  resto 
fué  impreso  en  francés  con  muchas  faltas  (3).  A  pesar 
de  todos  estos  defectos,  Ramusio,  que,  como  ya  he  di- 


(1)  Véase  el  Ruólo  genérale  de'  cav.  gerosoliminis,  di  Fr.  Bar- 
tolomeo  del  Pozzo,  Torino,  1714,  donde  hay  que  notar  que  el  autor 
no  pone  mas  que  los  nombres,  las  dignidades  y  los  cargos  de  los 
otros  caballeros;  pero  al  hablar  de  Pigafetta,  después  de  haber 
dicho  comendador  de  Norsia,  añade:  célebre  por  sus  viajes  en  las 
Indias. 

(2)  Historia  sui  iemporis,  lib.  XXXIV. 

(3)  Ramusio,  loe.  cit. 


PRIMER  VIAJE  EN  TORNO  DEL  GLOBO  23 

cho,  quería  insertar  en  su  gran  colección  esta  primera 
navegación,  la  tradujo  al  italiano  y  la  publicó  con  otras 
dos  relaciones  de  menor  importancia  (1). 

§  XXIV.  No  he  podido  averiguar  lo  que  haya  sido 
de  las  copias  que  el  autor  presentó  a  otros  grandes 
personajes.  El  célebre  presidente  De  Brosses,  que  ha 
recogido  con  tanto  cuidado  como  inteligencia  todo  lo 
que  ha  llegado  hasta  nosotros  relativo  a  los  descubri- 
mientos de  los  europeos  en  las  tierras  australes,  hablan- 
do de  la  relación  de  Pigafetta,  dice  claramente  que  se 
perdió  (2).  Parece  que  en  tiempo  de  Montfau9on  esta 
relación  no  existía  entre  los  manuscritos  de  la  biblio- 
teca real,  porque  en  su  catálogo  (3)  no  menciona  más 
que  el  título  de  la  obra  francesa,  esto  es,  del  extracto 


(1)  Me  había  fiado  de  Ramusio,  quien  se  expresa  de  tal  manera 
que  hace  creer  que  fué  el  primero  que  pensó  en  traducir  al  italiano 
el  Extrait  du  voy  age  de  Pigafetta  hecho  por  Fabre  y  la  carta  de 
Maximiliano  Transilvano;  pero  después  he  averiguado  que  Ramu- 
sio no  hizo  mas  que  copiar  una  traducción  impresa  en  Venecia 
en  1536,  en  4.°  menor,  con  el  título  de  //  viaggio  fatte  dagli  spa- 
gnuoli  átomo  al  mondo,  MDXXXVL  No  cambió  mas  que  muy  pocas 
palabras.  Abrevió  el  discurso  preliminar,  suprimió  los  números  de 
los  ciento  catorce  capítulos  en  que  Fabre  había  dividido  la  obra, 
y  añadió  los  títulos  de  los  capítulos  en  que  la  dividió.  Copió  las 
más  torpes  faltas,  puesto  que  tradujo  la  palabra  veilles  por  vele, 
que  significa  ^arííes.  (Véase  el  párrafo  XXXIV  de  mi  Introducción.) 
También  hay  alguna  diferencia  en  lo  que  dice  acerca  de  la  infíbu- 
lación  de  los  habitantes  de  Zubu,  como  haré  notar.  Falta  decir  que 
ningún  bibliógrafo  conocía  esta  traducción,  que  nuestra  biblioteca 
acaba  de  adquirir  por  una  dichosa  casualidad. 

(2)  Navigation  aux  Terres  Australes,  tomo  I,  pág.  121. 

(3)  Bibliotheca  bibliothecarum,  pág.  185,  b.  in  bibliotheca  regis, 
núm.  10.270.  Existen  actualmente  en  la  Biblioteca  Nacional  de 
París  dos  manuscritos  de  una  traducción  francesa  del  Voyage  d'An- 
toine  Pigafetta:  uno,  en  papel,  que  parece  el  más  antiguo,  con  el 
número  10.270;  el  otro,  en  vitela,  con  el  número  4.537.  Este  pro- 
viene de  la  biblioteca  de  la  Valliére.  No  tienen  fecha,  y  no  consta 
que  sea  la  traducción  de  Fabre  que  cita  Amoretti,  y  de  la  cual  son 
diferentes  hasta  en  el  título:  Navigation  et  descouvrement  de  la 
Indie  supérieure  faicte  par  moy  Antoyne  Pigaphete,  vicentin,  che- 
vallier  de  Rhodes. 


24  PIGAFETTA 

de  Fabre,  y  hubiera  citado,  sin  duda,  el  título  italiano 
si  hubiese  encontrado  el  original.  El  P.  Angfel  Gabriel 
de  Santa  María,  que  ha  escrito  en  muchos  volúmenes 
la  historia  literaria  de  Vicencio,  dice  decisivamente  que 
hay  una  copia  en  el  museo  Saibanti,  en  Verona,  y  otra 
en  la  biblioteca  del  Vaticano,  en  Roma;  pero  lo  mismo 
que  la  primera,  no  existe  allí  ni  estuvo  nunca,  como  me 
ha  asegurado  mi  amigo  el  Sr.  Delbene,  secretario  de  la 
Sociedad  italiana,  que  se  ha  tomado  la  molestia  de  in- 
vestigar en  los  catálogos  antiguos  y  modernos  de  este 
museo;  en  cuanto  al  segundo,  acabo  de  recibir  una 
nota  de  monseñor  Marini,  director  de  la  biblioteca  del 
Vaticano,  en  la  cual  me  comunica  que,  después  de 
haber  hecho  las  buscas  necesarias,  no  sólo  no  ha  en- 
contrado esta  obra  entre  los  manuscritos  de  esta  biblio- 
teca, sino  que  está  seguro  que  tampoco  existe  en  las 
bibliotecas  Urbina,  Palatina,  Ottoboniana,  Capponia- 
na,  etc. 

Es  preciso,  además,  conjeturar  que  las  copias  eran 
muy  raras,  y  que  ni  aun  la  familia  del  autor  poseía  nin- 
guna, puesto  que  Felipe  y  Marco  Antonio  Pigafetta, 
de  los  que  hemos  hablado  en  el  párrafo  XII,  autor  el 
último  de  una  historia  de  las  Indias  orientales,  no  men- 
cionan ni  el  viaje  ni  la  obra  de  su  hermano  Antonio,  lo 
que  hace  suponer  que  no  la  habían  leído  (1). 

He  visto  en  la  historia  de  Castañeda  (2)  que  este  es- 
critor consultó  un  diario  de  este  viaje,  en  el  que  los 
grados  de  longitud  estaban  marcados  muy  diferente- 
mente, por  lo  que  dice,  de  lo  que  pretendían  los  espa- 
ñoles para  extender  sus  derechos  por  la  parte  Oeste; 
y  Maffei  (3)  nos  enseña  también  que  el  español  Barros 
había  escrito  la  misma  historia,  basada  en  los  relatos  y 
diarios  de  los  marineros.  Ignoro  la  suerte  de  los  dia- 


(1)  Loe.  cit. 

(2)  ídem  id. 

(3)  ídem  id. 


PRIMER  VIAJE  EN  TORNO  DEL  GLOBO  25 

rios  de  que  se  sirvieron  los  historiadores;  pero  es  muy 
cierto  que  no  se  publicaron  nunca. 

§  XXV.  Podría  suponerse  que  nuestro  manuscrito 
es  el  mismo  que  presentó  el  autor  al  gran  maestre  de 
Rodas,  porque  está  bastante  bien  escrito,  en  caracteres 
de  la  escritura  llamada  entonces  cancilleresca  (1),  en 
buen  papel,  en  folio  menor;  los  mapas  están  ilumina- 
dos, y  está  apropiadamente  encuadernado.  Podría 
creerse  también  que  es  la  copia  que  ofreció  al  papa, 
pues,  según  dice  Paulo  Jovio,  Pigafetta  (al  que  por 
error  llama  Jerónimo)  le  ofreció,  tanto  por  escrito  como 
en  pintura,  las  cosas  más  notables  de  los  países  que 
había  visitado  (2).  Añádase  a  esto  que  nuestro  sabio 
bibliotecario  Sassi,  quien  en  1712  hizo  el  catálogo  de 
nuestros  manuscritos,  escribió  en  la  portada  de  éste: 
«Es,  quizás,  el  original.»  Sin  embargo,  a  pesar  de  todas 
estas  conjeturas,  opino  que  nuestro  manuscrito  no  es 
mas  que  alguna  de  las  copias  que  fueron  presentadas 
a  las  personas  ilustres  de  que  acabamos  de  hablar.  He 
aquí  en  lo  que  fundamento  mi  opinión: 

1.°  En  la  portada,  y  a  la  cabeza  de  la  epístola  de- 
dicatoria, el  nombre  del  autor  está  escrito  Pigafeta;  al 
final  de  la  carta  se  lee  Pagapheta,  y  al  fín  del  Tratado 
de  navegación  pone  Pigaphetta. 

2.**  El  manuscrito  está  tan  plagado  de  faltas  de  or- 
tografía, de  lenguaje,  de  sintaxis  y  de  lógica,  que  fre- 
cuentemente no  tiene  sentido  ninguno,  como  podrá 
juzgarse  por  los  pasajes  que  algunas  veces  citaré  en  las 
notas. 

3.°  Un  tercio  del  volumen  está  en  blanco,  lo  que 
hace  sospechar  que  esta  copia  estaba  destinada  a  al- 
gún aficionado  que  deseaba  añadir  otras  cosas,  y  que 


(1)  La  escritura  cancilleresca  se  parece  un  poco  a  la  que  hoy 
llamamos  financiera. 

(2)  Malta  admiranda  observandaque  posteris  pictura  et  scriptís 
adnotata  deposait,  etc.  Loe.  cít. 


26  PIGAFETTA 

el  caballero  Pigafetta  no  la  vio,  pues  al  menos  habría 
corregido  las  faltas  más  burdas  y  no  hubiese,  proba- 
blemente, añadido  su  Tratado  de  navegación;  y,  caso 
de  hacerlo,  no  hubiera  olvidado  el  poner  en  esta  última 
parte  la  figura  a  la  que  remite  al  lector,  y  que  no  está. 

§  XXVI.  Pero  aunque  este  manuscrito  no  haya  sa- 
lido directamente  de  manos  de  Pigafetta,  no  es  menos 
precioso,  puesto  que  fué  escrito  en  la  época  en  que 
vivió  el  célebre  navegante,  como  acabamos  de  ver,  y 
que,  además,  es  auténtico,  como  puede  juzgarse  por  su 
concordancia  con  todo  lo  que  sabemos  de  esta  nave- 
gación y  de  los  países  de  que  habla.  Esta  concordancia 
se  nota  particularmente  en  los  vocabularios.  Por  otra 
parte,  hasta  los  errores  y  las  fábulas  que  en  él  se  en- 
cuentran prueban  la  buena  fe  del  escritor,  que  nos  ha 
trasladado  todos  los  relatos  que  se  le  hicieron  y  ex- 
puesto los  fenómenos  tal  como  se  presentaron  a  sus 
sentidos.  En  fin,  este  manuscrito  es  único.  No  he  po- 
dido descubrir  de  dónde  el  cardenal  Federico  Borro- 
meo  (nombre  siempre  esclarecido  para  las  ciencias,  y 
sobre  todo  por  la  biblioteca  que  fundó)  obtuvo  este 
manuscrito.  Diré  solamente  que  en  el  interior  de  la 
cubierta  se  leen  estas  palabras,  roídas  en  parte  por  la 
polilla:  Ce  livre  est  da  chevalier  de  Fórrete;  y  coma 
sabemos  por  la  historia  de  Malta  que  en  tiempos  del 
gran  maestre  Villers  Lisie- Adam  y  de  Pigafetta  había 
dos  caballeros  jerosolimitanos  apellidados  uno  Forret 
y  otro  De  la  Forest  (1),  es  probable  que  perteneciese 
a  cualquiera  de  los  dos. 

§  XXVll.  Ahora  bien:  la  que  voy  a  publicar  es  la 
traducción  de  este  manuscrito.  Le  he  traducido  en 
buen  italiano,  por  decirlo  así,  de  su  lengua  original, 
que  es  una  mezcla  de  italiano,  de  veneciano  y  de  espa- 


(1)  Filiberto  de  la  Forest  vivía  en  1513,  y  Juan  de  Foret  esta- 
ba sitiado  en  Rodas  en  1522.  (Bosso,  Istoria  della  sacra  religione 
e  illma.  milizia  Gerosolimitana,  parte  II.) 


PRIMER  VIAJE  EN  TORNO  DEL  GLOBO  27 

ñol,  porque  si  le  hubiese  dado  a  la  estampa  tal  y  como 
está,  en  lugar  de  instruir  deleitando,  este  viaje  hubiera 
seguramente  enojado  y  repelido  al  lector.  Del  italiano 
le  he  traducido  al  francés;  pero  en  las  notas  frecuente- 
mente he  transcrito  pasajes  exactamente  como  están 
escritos  en  el  manuscrito.  He  puesto  los  mismos  nom- 
bres que  el  autor  ha  dado  a  los  países  nuevos  que  vio, 
indicando  en  las  notas  los  que  tienen  actualmente. 
Por  la  misma  razón  he  dejado  en  la  obra  los  errores 
de  Pigafetta  sobre  los  objetos  de  Física  y  de  Historia 
natural,  contentándome  con  advertírselo  al  lector.  He 
expuesto  más  decorosamente  ciertas  costumbres  que 
el  autor  por  sí  mismo  ha  oído  contar.  No  ignoro  que  en 
las  narraciones  de  nuestro  viajero  hay  frecuentemente 
cosas  inútiles  y  algunas  veces  absurdas;  pero  diré,  como 
el  presidente  De  Brosses  (1),  que  sobre  todo  se  siente 
la  curiosidad  de  saber  cómo  han  sido  vistas  las  cosas 
por  el  primero  de  todos  que  las  ha  visto,  y  que  es  ne- 
cesario respetar  las  observaciones  de  los  más  antiguos 
viajeros,  aunque  a  menudo  carezcan  de  un  recto  jui- 
cio (2);  y  como  los  autores  célebres  han  hecho  llegar 
hasta  nosotros,  aun  en  los  extractos,  las  faltas  e  inexac- 
titudes de  sus  escritores,  pienso  que  era  preciso  seguir 
su  ejemplo  al  publicar  este  viaje. 

§  XXVIll.  Falta  hablar  de  los  mapas  que  adornan 
nuestro  manuscrito.  Hay  veintiuno,  en  los  que  Piga- 
fetta  delineó  la  América  meridional  y  todas  las  islas 
del  mar  Pacífico  y  de  las  Indias  orientales  donde  an- 
claron nuestros  viajeros,  las  que  vieron  al  pasar  o,  al 
menos,  les  fueron  indicadas  como  situadas  en  su  ruta. 
Estos  mapas  están  coloreados:  el  mar,  en  azul;  la  tierra, 
en  color  de  hollín;  las  montañas  son  verdes,  y  las  casas 
o  chozas,  blancas.  En  uno  de  los  mapas  hay  una  piragua, 
embarcación  usada  por  estos  pueblos,  con  dos  hom- 


(1)  Loe.  cit.,  tomo  I,  pág.  97. 

(2)  Tomo  I,  prefacio. 


28  PIGAFETTA 

bres,  y  en  otro  se  ve  el  árbol  que  produce  el  clavo  de 
especia.  Para  que  el  lector  pueda  formarse  una  idea 
de  estos  mapas,  reproduzco  cuatro,  dibujados  e  ilumi- 
nados fielmente  seg^ún  los  originales.  El  primero  repre- 
senta la  América  meridional;  el  segundo,  las  islas  de  los 
Ladrones,  junto  a  las  cuales  está  la  piragua  que  antes 
he  mencionado;  el  tercero,  la  isla  de  Zubu,  con  casas, 
y  la  de  Matam,  donde  pereció  Magallanes;  el  cuarto, 
las  islas  Molucas,  con  una  parte  de  Gilolo  y  un  árbol 
de  clavo  de  especia.  El  primero  y  el  último  están  redu- 
cidos casi  a  la  mitad  de  su  tamaño;  los  otros,  cerca  de 
una  tercera  parte.  Por  estos  mapas,  así  como  por  los 
otros,  que  he  creído  inútil  hacer  copiar,  se  ve  que  todo 
está  falto  de  exactitud;  pero  también  se  ve  que  el  autor 
ha  puesto  los  objetos  tal  como  los  ha  visto  o  como  le 
han  sido  descritos.  Esto  nos  revela  por  qué  en  sus  ma- 
pas el  Norte  está  abajo  y  el  Sur  arriba,  de  manera  que 
sería  necesario  darles  la  vuelta  para  ver  los  lugares  en 
la  posición  que  los  geógrafos  les  dan  comúnmente  (1). 
§  XXIX.  Para  dar  una  idea  del  modo  que  el  caba- 
llero Pigafetta  dibujó  sus  mapas,  y  para  hacer  inteligi- 
ble toda  la  obra,  he  añadido  dos  mapas  y  una  vista  del 
estrecho  de  Magallanes,  tal  como  los  han  dado  los  mo- 
dernos, con  el  fin  de  poder  compararlos  con  el  dibujo 
que  hizo  el  autor.  El  primer  mapa,  que  va  al  fin  de  esta 
obra,  es  un  planisferio  terrestre  en  el  que  está  indicado 


(1)  Otros  geógrafos  antiguos,  y  particularmente  Ramusio  y 
Urbano  Monti,  han  puesto  en  la  misma  posición  en  sus  cartas  a 
los  lugares  de  que  hablan.  El  último,  al  que  citaré  con  frecuencia, 
era  un  gentilhombre  milanés  que  en  1590  dibujó  e  hizo  grabar  un 
gran  mapa  geográfico  que  comprendía  toda  la  tierra  conocida  de 
su  tiempo.  Está  compuesto  de  sesenta  y  cuatro  hojas  que,  for- 
mando cuatro  elipsoides,  parecen  destinadas  a  cubrir  un  globo. 
A  cada  hoja  añadió  el  autor  una  descripción  muy  extensa  de  la 
historia  política,  religiosa,  civil  y  natural  del  país  representado. 
Toda  la  obra  estaba  preparada  para  imprimirse;  pero,  sin  embar- 
go, no  se  publicaron  mas  que  las  planchas.  Este  manuscrito  se 
encuentra  en  nuestra  biblioteca,  y  Sassi  habla  de  él. 


PRIMER  VIAJE  EN  TORNO  DEL  GLOBO  29 

por  puntos  el  viaje  de  Pigafetta.  El  segundo  mapa 
permite  ver  de  una  ojeada  el  conjunto  de  mapas  del 
manuscrito,  en  los  que  nuestro  viajero  representó  el 
archipiélago  de  las  Filipinas  y  de  las  Molucas,  desde 
las  islas  Marianas  hasta  la  de  Timor;  e  igualmente  he 
indicado  por  puntos  la  ruta  que  el  barco  siguió  en 
medio  de  tantas  islas,  que  forman,  por  decirlo  así,  un 
laberinto  en  un  mar  que  asusta,  aun  hoy,  a  los  más 
atrevidos  navegantes.  A  primera  vista,  los  mapas  de 
Pigafetta  parecen  dibujos  faltos  de  sentido  o,  al  me- 
nos, inútiles  para  la  geografía,  puesto  que  no  se  en- 
cuentra ninguna  relación  entre  un  mapa  y  otro  y  no 
tienen  marcados  los  grados  de  longitud  y  latitud.  Pero 
cuando  se  reúnen  todos  los  mapas,  colocándolos  suce- 
sivamente según  el  autor  habla  de  las  islas  en  ellos 
representadas,  se  ve  que  pueden  formar  uno  solo,  y 
que  Pigafetta,  con  una  exactitud  mayor  de  la  que  puede 
esperarse  para  su  tiempo,  ha  suministrado  el  primero 
de  los  materiales  para  la  geografía  de  estos  mares.  Yo 
mismo  he  reunido,  no  stn  paciencia,  todos  estos  mapas, 
reduciendo  sus  dimensiones,  conservando,  no  obstan- 
te, sus  proporciones  tanto  como  me  ha  sido  posible, 
encerrando  en  un  solo  cuadro  todo  el  archipiélago,  no 
omitiendo  más  que  las  islas  de  los  Ladrones  y  las  islas 
Infortunadas,  demasiado  alejadas  de  las  otras.  Este 
mapa  debe  el  lector  tenerlo  presente  para  seguir  la 
ruta  de  Pigafetta  desde  el  momento  que  abandona  las 
islas  de  los  Ladrones  hasta  que  vuelve  a  entrar  en 
el  océano  Asiático,  que  él  llama  Laut-Chidol,  o  mar 
Grande.  Los  puntos  indican  la  singladura  de  los  barcos 
y  los  sitios  en  que  anclaron.  Para  colocar  las  islas  en 
su  verdadera  posición  geográfica  he  utilizado  los  ma- 
pas de  Robert  y  de  Bellin,  en  los  que  tienen  frecuen- 
temente los  mismos  nombres  o,  al  menos,  poco  dife- 
rentes. No  ignoro  que  hay  errores  en  la  posición  de 
las  islas,  y  que  su  arrumbamiento  no  está  de  acuerdo 
algunas  veces  con  la  latitud  y  la  longitud  dadas  por  el 


30  PIGAFETTA 

autor;  pero  sé  también  que  estos  errores  no  son  raros 
ni  aun  entre  los  navegantes  y  los  geógfrafos  de  nuestros 
días,  que  tienen  tantos  medios  para  determinar  la  ver- 
dadera posición  de  los  lugares.  Es  preciso  observar, 
además,  que  de  todas  las  islas  que  Pigafetta  dibujó  no 
vio  mas  que  una  parte,  y  que  trazó  a  menudo  sus  ma- 
pas siguiendo  los  datos  de  los  isleños,  y  sobre  todo 
de  los  pilotos  indios  que  navegaban  en  el  mismo  barco 
que  él.  En  una  palabra,  hizo  alguno  de  sus  mapas 
como  el  padre  Cantova  en  1722  trazó  el  de  las  islas 
Carolinas  (1)  y  como  el  célebre  Cook  ha  publicado 
actualmente  el  mapa  de  las  islas  del  mar  del  Sur  sobre 
las  indicaciones  del  otaitiano  Tupia  (2). 

§  XXX.  Este  método,  por  inexacto  que  sea,  tiene 
la  inapreciable  ventaja  de  que  las  islas  fueron  indica- 
das por  Pigafetta  con  los  nombres  que  les  daban  los 
indígenas,  lo  cual  es  útilísimo  para  la  geografía,  casi 
ininteligible  en  seguida  cuando  cada  navegante  ha  que- 
rido, ya  por  ignorancia  de  la  verdadera  denominación, 
ya  por  vanidad  o  por  adulación,  dar  a  las  comarcas 
descubiertas  un  nuevo  nombre  tomado  de  los  santos, 
sus  reyes,  sus  amigos  o  protectores  y  su  propio  país; 
lo  cual  ha  lanzado  a  la  geografía  en  la  confusión  y  en 
la  incertidumbre,  como  puede  comprobarse  compa- 
rando los  mapas  publicados  por  los  diferentes  pue- 
blos que  se  establecieron  sucesivamente  en  las  islas 
del  Sur. 

Muchas  veces  la  diferencia  del  nombre  sólo  consiste 
en  la  pronunciación,  lo  que  no  sorprenderá  a  los  que 
saben  que  el  mismo  nombre,  pronunciado  por  las  mis- 
mas personas,  ha  sido  entendido  y  escrito  diferente- 
mente por  los  navegantes  de  nuestros  días,  tales  como 


(1)  Histoire  genérale  des  voy  ages,  tomo  XV,  pág.  77,  edición 
de  Holanda. 

(2)  Léanse  los  Viajes  de  James  Cook,  volúmenes  11,  12,  13, 
14,  15  y  16  de  la  colección  de   Viajes  clásicos  editada  por  Calpe. 


PRIMER  VIAJE  EN  TORNO  DEL  GLOBO  31 

Bougainville  (1),  Cook,  Anderson,  Forster,  etc.  Sin 
embargo,  para  que  se  comprenda  mejor  a  nuestro 
autor,  he  añadido  a  los  nombres  que  cita  los  adopta- 
dos por  otros  geógrafos,  tanto  antiguos  como  moder- 
nos, lo  que  nos  ofrece  al  mismo  tiempo  una  prueba  de 
la  veracidad  de  su  narración. 

§  XXXI.  Desde  este  punto  de  vista,  para  confirmar 
y  esclarecer  lo  que  dice  Pigafetta  he  añadido  en  notas, 
a  los  nombres  dados  por  el  autor  a  los  animales  y  a  las 
plantas,  los  nombres  adoptados  por  los  naturalistas,  y 
que  he  tomado,  generalmente,  de  Linneo.  He  tratado 
también  de  rectificar  las  faltas  en  que  frecuentemente 
ha  incurrido,  sobre  todo  cuando  ha  querido  hablar  de 
fenómenos  que  él  había  visto  o  de  que  le  habían  ha- 
blado. 

§  XXXII.  Pigafetta,  como  ya  he  dicho,  procuró  for- 
mar vocabularios  de  los  pueblos  nuevos  a  medida  que 
los  visitaba;  pero  he  creído  que  sería  más  útil  y  menos 
enojoso  para  el  lector  encontrarlos  todos  reunidos  al 
fin  del  viaje,  de  modo  que  pueda  apercibirse  de  las  re- 
laciones entre  las  diferentes  lenguas.  (Véase  el  discurso 
que  he  puesto  al  frente  de  la  colección.) 

Doy  de  él  un  extracto,  rogando  que  se  lea  el  discur- 
sito  que  le  precede,  para  que  se  vea  cuánto  interesa  a 
la  historia  de  la  astronomía  y  de  la  navegación,  aun  por 
sus  errores. 

§  XXXIII.  Después  de  todo  lo  que  acabo  de  expo- 
ner, pienso  que  no  se  juzgará  inútil  mi  trabajo,  aunque 
tengamos  ya  en  otras  colecciones  una  relación  de  este 
viaje.  Todo  lo  que  sabemos  de  éste  ha  sido  general- 
mente por  el  libro  de  Fabre  que  ya  mencioné  en  el  pá- 
rrafo XXIII.  Pero  Fabre  no  publicó  mas  que  un  extrac- 
to, puesto  que  él  mismo  dice:  Aquí  acaba  el  extrac- 
to de  dicho  libro,  traducido  del  italiano  en  francés. 


(1)     Léase  Bougainville  (L.  A.  de),  Viaje  alrededor  del  mundo, 
en  la  colección  de  Viajes  clásicos  editada  por  Calpe. 


32  PIGAFETTA 

Debo  añadir  que  el  extracto  de  Fabre  es  malo;  que  ha 
omitido  muchas  cosas  para  evitarse  la  molestia  de 
traducirlaSy  como  le  dice  muy  bien  Ramusio;  que  ha 
cometido  muchos  errores  que  no  están  en  el  original, 
así  como  ya  lo  he  observado  en  el  párrafo  XIV  con 
respecto  a  la  línea  de  demarcación.  Podría  citar  otras 
muchas  notadas  al  comparar  el  extracto  de  Fabre  con 
nuestro  manuscrito.  Daré  una  muestra,  copiando  la  pri- 
mera página  del  extracto: 

«£/  viaje  y  navegación  a  las  islas  Molucas,  descrito  y  hecho  por  el 

gentilhombre  Antonio  Pigafetta,  vicentino,  caballero   de  Rodas, 

comenzó  dicho  viaje  el  año  mil  quinientos  diez  y  nueve,  y  la  vuelta 

fué  en  mil  CCCCCXXII,  el  octavo  día  de  septiembre. 

CAPÍTULO    PRIMERO 

El  primer  capítulo  contiene  la  carta,  y  cómo  cinco  navios  salieron 
del  puerto  de  Sevilla.  El  principal  capitán  era  Fernando  de  Maga- 
llanes. Y  los  signos  que  hacían  por  la  noche  los  navegantes,  por 
medio  de  hogueras,  los  unos  a  los  otros  para  que  supiesen  qué  te- 
nían que  hacer.  Y  el  orden  que  llevaban  los  navios.  Y  de  las  guar- 
dias o  centinelas  que  hacían  en  ellos.» 

Comparando  este  pasaje  con  la  traducción  que  yo 
publico,  se  verá  que  Fabre  dice  de  una  manera  ininte- 
ligible y  en  pocas  líneas  lo  que  Pigafetta  expuso  clara- 
mente en  nueve  páginas.  No  pretendo,  sin  embargo, 
con  este  ejemplo  hacer  creer  que  el  extracto  está  en 
todas  partes  tan  reducido  como  en  la  primera  página; 
pero,  en  general,  es  demasiado  conciso,  muy  obscuro 
y  poco  exacto. 

Fabre,  y  después  Ramusio,  dividieron  la  obra  en  mu- 
chos capitulitos;  pero  yo  no  los  imitaré,  pues  esta  divi- 
sión no  se  encuentra  en  nuestro  viajero.  No  obstante, 
parece  que  Pigafetta  cortó  su  narración  según  las  esta- 
ciones de  su  viaje,  y,  siguiendo  su  ejemplo,  dividiré 
igualmente  en  cuatro  libros  la  traducción,  la  cual  con- 
fío en  que  será  mirada  como  una  nueva  obra,  intere- 
sante, instructiva  y  honrosa  para  Italia. 


JUAN  SEBASTIAN  DEL  CANO 

Fragmento  del   cuadro  que  la  Diputación  de  Guipúzcoa  ha 
encargado  al  eminente  pintor  Elias  Salaverría. 


VIAJE 
ALREDEDOR  DEL  MUNDO 

por  el  Caballero 

ANTONIO   PIGAFETTA 

Gentilhombre  de  Vicencio. 

Publicado  en  italiano  por  primera  vez,  seg-ún  un  manuscrito  de  la 
Biblioteca  Ambrosiana,  de  Milán;  con  notas,  por 

CARLOS  AMORETTI 

Bibliotecario  y  doctor  del  Colegio  Ambrosiano; 
ex  secretario  de  la  Sociedad  Patriótica  de  Agricul- 
tura y  de  las  Artes;  de  los  XL  de  la  Sociedad  Ita- 
liana; miembro  del  Instituto  de  Bolonia. 

Y  traducido  en  francés  por  el  mismo. 


PIGAFETTA 


NAVEGACIÓN  Y  DESCUBRIMIENTO 
DE  LA  INDIA  SUPERIOR 

hecha  por  mí, 
ANTONIO  PIGAFETTA 

Gentilhombre  vicentino  y  Caballero  de  Rodas. 

Dedicada  al  muy  excelente  y  muy  ilustre  señor 

FELIPE  DE  VILLERS  LISLE-ADAM 

Gran  Maestre  de  Rodas. 


Como  hay  personas  cuya  curiosidad  no  sería  satisfe- 
cha oyendo  contar  simplemente  las  cosas  maravillosas 
que  he  visto  y  las  penas  sufridas  en  la  larga  y  peligro- 
sa expedición  que  voy  a  describir,  sino  que  querrían 
saber  también  cómo  llegué  a  superarlas,  no  prestando 
fe  al  éxito  de  una  empresa  semejante  si  ignorasen  los 
menores  detalles,  y  creído  que  debía  exponer  en  pocas 
palabras  el  origen  de  mi  viaje  y  los  medios  por  los  que 
he  sido  lo  bastante  dichoso  para  realizarse. 

El  año  1519  estaba  yo  en  España  en  la  corte  de 
Carlos  V,  rey  de  Romanos  (1),  con  monseñor  Chieri- 
cato,  entonces  protonotario  apostólico  y  predicador  del 
papa  León  X,  de  santa  memoria,  que  por  sus  méritos 
fué  elevado  a  la  dignidad  de  obispo  y  príncipe  de 
Teramo. 


(1)  Carlos  V  fué  elegido  emperador  el  28  de  junio  de  1519;  por 
consiguiente,  no  era  mas  que  rey  de  Romanos  cuando  Pig-afetta 
llegó  a  Barcelona. 


36  PIGAFETTA 

Por  los  libros  que  yo  había  leído  y  por  las  conversa- 
ciones que  tuve  con  los  sabios  que  frecuentaban  la  casa 
del  prelado  supe  que  navegando  por  el  Océano  se 
veían  cosas  maravillosas  y  me  determiné  a  asegurarme 
por  mis  propios  ojos  de  la  veracidad  de  todo  lo  que  se 
contaba,  para  a  mi  vez  contar  a  otros  mi  viaje,  tanto 
para  entretenerles  como  para  serles  útil  y  lograr  al 
mismo  tiempo  hacerme  un  nombre  que  llegase  a  la 
posteridad. 

La  ocasión  se  presentó  en  seguida.  Supe  que  se  aca- 
baba de  fletar  en  Sevilla  una  escuadra  de  cinco  navios, 
destinada  a  descubrir  las  islas  Molucas,  de  donde  nos 
vienen  las  especias,  y  que  D.  Fernando  Magallanes, 
gentilhombre  portugués  y  comendador  de  la  Orden  de 
Santiago,  que  ya  más  de  una  vez  había  recorrido  el 
Océano  con  gloria,  había  sido  nombrado  capitán  gene- 
ral de  esta  expedición.  Llegué  inmediatamente  a  Bar- 
celona para  solicitar  de  su  majestad  el  permiso  de  ir  en 
este  viaje,  y  me  lo  concedió.  Desde  allí,  provisto  de 
cartas  de  recomendación  fui  a  Málaga  en  barco,  y  de 
Málaga  me  trasladé  a  Sevilla  por  tierra,  donde  esperé 
tres  meses  antes  que  la  escuadra  estuviese  en  situación 
de  partir. 

A  mi  vuelta  a  Italia,  Su  Santidad  el  soberano  pon- 
tífice Clemente  Vil  (1),  al  cual  tuve  el  honor  de  pre- 
sentarme en  Monterosi  y  de  contarle  las  aventuras  de 
mi  viaje,  me  acogió  bondadosamente  y  me  dijo  que  le 
daría  un  gran  placer  si  quería  regalarle  una  copia  del 
diario  de  mi  viaje;  fué  para  mí  un  deber  el  satisfacer  lo 
mejor  que  me  ha  sido  posible  la  voluntad  del  Santo 
Padre,  a  pesar  del  poco  tiempo  de  que  entonces  yo 
disponía. 

Lo  he  escrito  todo  en  este  libro,  y  a  vos,  monseñor, 
os  le  ofrezco,  rogándoos  que  lo  hojeéis  cuando  los 


(1)     Clemente  VII,  de  la  casa  de  Mediéis,  fué  elegido  pontífice 
en  1523  y  murió  en  1534. 


PRIMER  VIAJE  EN  TORNO  DEL  GLOBO  37 

múltiples  cuidados  de  la  isla  de  Rodas  (1)  os  dejen 
bastante  vagar  para  ocuparos  de  él.  Es  la  única  recom- 
pensa a  que  aspiro,  monseñor,  quedando  enteramente 
a  vuestra  devoción. 


(1)  Los  turcos  acababan  de  adueñarse  de  la  isla  de  Rodas, 
y  preocupaban  entonces  los  medios  de  reconquistarla  o  de  esta- 
blecerse en  otro  sitio  la  Orden  de  los  Caballeros  de  San  Juan  de 
Jerusalén,  para  lo  cual  el  emperador  Carlos  V  les  dio  en  1530  la 
isla  de  Malta.  Esperando  esto,  la  Orden  se  había  establecido  en 
Viterbo. 


VIAJE  ALREDEDOR  DEL   MUNDO 

POR   EL   CABALLERO 

ANTONIO   PIGAFETTA 


LIBRO  PRIMERO 

Partida  de  Sevilla  hasta  la  salida  del  estrecho  de  Magallanes. 


1519*  —  Proyecto  de  Magallanes.  —  El  capitán  ge- 
neral Fernando  de  Magallanes  (1)  había  resuelto  em- 
prender un  largo  viaje  por  el  Océano,  donde  los  vien- 
tos soplan  con  furor  y  las  tempestades  son  muy  fre- 
cuentes. Había  resuelto  también  abrirse  un  camino  que 
ningún  navegante  había  conocido  hasta  entonces;  pero 
se  guardó  muy  bien  de  dar  a  conocer  su  atrevido  pro- 
yecto, por  temor  a  que  se  tratara  de  persuadirle  por  los 
probables  peligros  que  tendría  que  correr  y  por  no 
desanimar  a  su  tripulación.  A  los  peligros  anejos  natu- 
ralmente a  esta  empresa  podía  añadirse  una  desventaja 
más  para  él:  los  capitanes  de  los  otros  cuatro  navios 
que  debían  estar  bajo  su  mando  eran  sus  enemigos  por 
la  única  razón  de  que  ellos  eran  españoles,  mientras 
que  Magallanes  era  portugués. 

Señales.  —  Antes  de  partir  redactó  algunos  regla- 
mentos, tanto  para  las  señales  como  para  la  disciplina. 


(1)     Pig-afetta   escribe   Magaglianes;   los    portugueses   Maga* 
Ihaens;  los  españoles,  Magallanes;  y  los  franceses,  Magellan. 


40  PIGAFETTA  LIB. 

Para  que  la  escuadra  navegase  siempre  de  conserva  (1) 
estableció  para  los  pilotos  y  contramaestres  las  reglas 
siguientes: 

Su  navio  debía  siempre  preceder  a  los  otros,  y  para 
que  no  se  le  perdiese  de  vista  durante  la  noche  lleva- 
ba una  antorcha  de  tea,  llamada  farol,  atada  a  la  popa 
de  su  buque;  si  además  del  farol  encendía  una  linterna 
o  un  trozo  de  cuerda  de  esparto  (2),  los  otros  barcos 
debían  hacer  otro  tanto,  a  fin  de  asegurarse  por  ello  de 
que  le  seguían. 

Cuando  encendía  otros  dos  fuegos,  sin  el  farol,  los 
navios  debían  cambiar  de  dirección,  ya  para  moderar 
su  marcha,  ya  por  ser  el  viento  contrario. 

Cuando  se  encendían  tres  fuegos,  era  para  quitar  la 
boneta,  que  es  una  parte  de  vela  que  se  coloca  sobre 
la  vela  mayor  cuando  hay  mar  bella  para  aferrar  mejor 
el  viento  y  acelerar  la  marcha.  Se  quita  la  boneta  cuan- 
do se  teme  la  tempestad,  porque  entonces  es  necesa- 
rio arriarla  para  que  no  estorbe  a  los  que  deben  car- 
gar la  vela. 

Si  encendía  cuatro  fuegos  era  señal  de  que  había 
que  arriar  todas  las  velas;  pero  cuando  estaban  plega- 
das, las  cuatro  luces  ordenaban  desplegarlas. 

Muchos  fuegos  o  algunos  bombardazos  (3)  adver- 
tían que  estábamos  cercanos  a  tierra  o  en  bajos  fondos 
y  que  teníamos,  por  consiguiente,  que  navegar  con  mu- 
cha precaución.  Había  otra  señal  que  indicaba  cuándo 
se  debía  arrojar  el  ancla. 

Guardias.  —  Se  hacían  tres  cuartos  cada  noche:  el 
primero  al  anochecer;  el  segundo,  llamado  raedora,  a 


(1)  De  conserva:  juntos.  (N.  del  T.) 

(2)  Esta  cuerda  se  llama  en  español  strenghe,  y  se  hace  de  es- 
parto macerado  en  agua,  seco  después  al  sol  o  al  humo;  es  muy 
apropiada  para  este  uso.  (En  español  se  llama  estrenque.  N.  del  T.) 

(3)  Pig-afetta  dice  siempre  bombardas;  pero  es  sabido  que  en 
aquel  tiempo  se  llamaba  también  así  a  los  cañones,  y  que  se  los 
cargaba  frecuentemente  de  piedras  en  vez  de  balas. 


I  PRIMER  VIAJE  EN  TORNO  DEL  GLOBO  41 

media  noche,  y  el  tercero,  a  la  madrugada.  Toda  la  tri- 
pulación estaba  dividida  en  tres  cuartos:  el  primero,  a 
las  órdenes  del  capitán;  el  segundo,  a  las  del  piloto,  y 
el  tercero,  a  las  del  contramaestre.  El  comandante  ge- 
neral exigía  la  más  severa  disciplina  a  la  tripulación,  a 
fín  de  asegurar  con  ella  el  éxito  del  viaje. 

10  de  agosto.  —  Salida  de  Sevilla.  —  El  10  de 
agosto  de  1519,  lunes  por  la  mañana,  la  escuadra,  lle- 
vando a  bordo  todo  lo  necesario,  así  como  su  tripula- 
ción, compuesta  de  doscientos  treinta  y  siete  hombres, 
anunció  su  salida  con  una  descarga  de  artillería,  y  se 
largó  la  vela  de  trinquete.  Descendimos  por  el  Betis 
hasta  el  puente  de  Guadalquivir,  pasando  cerca  de  San 
Juan  de  Alfarache,  antiguamente  ciudad  de  moros  muy 
poblada,  en  la  que  había  un  puente,  del  que  no  quedan 
vestigios,  excepto  dos  pilares  bajo  el  agua  y  de  ios  que 
hay  que  guardarse,  y  para  evitar  el  riesgo  se  debe  na- 
vegar por  este  lugar  con  pilotos,  aprovechando  la  ma- 
rea alta. 

Agosto  de  1519.  —  Sanlúcar.  —  Continuando 
descendiendo  por  el  Betis,  se  pasa  por  cerca  de  Coria 
y  de  otros  pueblos,  hasta  Sanlúcar,  castillo  que  perte- 
nece al  duque  de  Medina  Sidonia,  y  puerto  en  el 
Océano,  a  diez  leguas  del  cabo  San  Vicente,  a  37°  de 
latitud  septentrional.  De  Sevilla  a  este  puerto  hay  de 
diez  y  siete  a  veinte  leguas  (1). 

El  capitán  a  bordo.  —  Algunos  días  después,  el  capi- 
tán general  y  los  capitanes  de  los  otros  navios  vinieron 
de  Sevilla  a  Sanlúcar  en  chalupas,  y  se  acabó  de  apro- 
visionar a  la  escuadra.  Todas  las  mañanas  se  saltaba  a 
tierra  para  oír  misa  en  la  iglesia  de  Nuestra  Señora  de 
Barrameda,  y  antes  de  partir,  el  capitán  ordenó  que  toda 
la  tripulación  se  confesara;  prohibió  además  rigurosa- 
mente que  embarcase  en  la  escuadra  ninguna  mujer. 


(1)     La  legua  de  que  habla  nuestro  autor  es  de  cuatro  millas 
marítimas,  como  se  verá  claramente  a  continuación. 


42  PIGAFETTA  LIB. 

20  de  septiembre.  —  Partida  de  Sanlúcar.  — 
26.  —  Tenerife.  —  El  20  de  septiembre  partimos  de 
Sanlúcar,  navegando  hacia  el  Suroeste,  y  el  26  llegamos 
a  una  de  las  islas  Canarias,  llamada  Tenerife,  situada  en 
los  28°  de  latitud  septentrional.  Nos  detuvimos  tres  días 
en  un  sitio  a  propósito  para  hacer  aguada  y  carbonear; 
en  seguida  entramos  en  un  puerto  de  la  misma  isla  al 
que  llaman  Monterroso,  en  donde  pasamos  dos  días. 

Árbol  que  da  agua.  —  Nos  contaron  un  fenómeno 
singular  de  esta  isla,  y  es  que  en  ella  no  llueve  nunca, 
y  que  no  hay  ninguna  fuente  ni  tampoco  ningún  río; 
pero  que  crece  un  gran  árbol  cuyas  hojas  destilan  con- 
tinuamente gotas  de  un  agua  excelente,  que  se  recoge 
en  una  fosa  cavada  al  pie  del  árbol,  y  allí  van  los  insu- 
lares a  tomar  el  agua,  y  los  animales,  tanto  domésticos 
como  salvajes,  a  abrevarse.  Este  árbol  está  siempre  en- 
vuelto en  espesa  niebla,  de  la  que  sin  duda  absorben 
el  agua  las  hojas  (1). 

3  de  octubre.  —  Islas  de  Cabo  Verde.  —  El  lu- 
nes 3  de  octubre  nos  hicimos  a  la  vela  directamente 
al  Sur.  Pasamos  entre  Cabo  Verde  y  sus  islas,  situadas 
en  los  14°  30*  de  latitud  septentrional. 

Sierra  Leona.  —  Después  de  haber  navegado  mu- 
chos días  a  lo  largo  de  la  costa  de  Guinea,  llegamos  al 
grado  8  de  latitud  septentrional,  donde  hay  una  mon- 
taña llamada  Sierra  Leona.  Tuvimos  vientos  contrarios, 
calmas  chichas  y  lluvia  hasta  la  línea  equinoccial;  y  el 
tiempo  lluvioso  duró  sesenta  días,  contra  la  opinión  de 
los  antiguos  (2). 

(1)  Esto  es  un  cuento  viejo.  Los  sabios  pretenden  que  esta  Isla 
es  la  Plaviala  o  la  Ombrion,  citadas  por  Plinio  (lib.  VI,  capítulo 
XXXVII),  poniéndolas  entre  las  Canarias,  y  dice  que  en  la  primera 
sólo  se  bebe  agua  de  lluvia,  y  que  en  la  segunda  no  llueve  nun- 
ca; mas  que  los  habitantes  recogen  el  agua  que  destilan  las  ramas 
de  un  árbol.  Los  navegantes  que  después  visitaron  esta  isla  no  ha- 
blaron del  fenómeno. 

(2)  Los  antiguos  creían  que  no  llovía  nunca  entre  los  trópicos, 
y  por  esta  razón  se  imaginaban  que  esta  región  era  inhabitable. 


I  PRIMER  VIAJE  EN  TORNO  DEL  GLOBO  43 

Hacia  los  14°  de  latitud  septentrional  sufrimos  mu- 
chas ráfagas  impetuosas  que,  unidas  a  las  corrientes, 
nos  impidieron  avanzar.  Cuando  las  ráfagas  soplaban, 
teníamos  la  precaución  de  amainar  las  velas,  y  ponía- 
mos en  facha  el  navio  hasta  que  el  viento  cesaba. 

Tiburones,  —  Durante  los  días  serenos  y  calmosos, 
unos  peces  grandes  a  los  que  llaman  tiburones  (perros 
marinos)  nadaban  cerca  de  nuestro  navio.  Estos  peces 
tienen  varias  hileras  de  dientes  terribles,  y  si  por  des- 
gracia encuentran  un  hombre  en  el  mar,  le  devoran  en 
el  acto.  Pescamos  muchos  con  anzuelos  de  hierro;  pero 
los  grandes  no  son  del  todo  comestibles,  y  los  peque- 
ños no  valen  gran  cosa  (1). 

Fuegos  de  San  Telmo.  —  Durante  las  tempestades 
vimos  frecuentemente  lo  que  se  llama  Cuerpo  Santo, 
esto  es,  San  Telmo.  Una  noche  muy  obscura  se  nos 
apareció  como  una  hermosa  antorcha  en  la  punta  del 
palo  mayor,  en  donde  flameó  por  espacio  de  dos  horas, 
lo  que  fué  un  gran  consuelo  en  medio  de  la  tempestad. 
Al  desaparecer,  proyectó  una  lumbrarada  tan  grande, 
que  nos  dejó,  por  decirlo  así,  cegados.  Nos  creímos 
perdidos;  pero  el  viento  cesó  en  aquel  instante  (2). 


(1)  Hay  muchas  clases  de  tiburones.  El  célebre  Spallanzani^ 
profesor  que  fué  de  la  Universidad  de  Pavía,  es  el  naturalista  que 
estudió  mejor  a  este  pez,  particularmente  en  lo  relativo  a  la  forma,, 
disposición  y  uso  de  sus  dientes  (Viaggi  alie  due  Sicilie,  tomo  IV). 
Tenemos  en  el  museo  de  nuestra  biblioteca  una  cabeza  de  tiburón» 
cuya  garganta  tiene  dos  pies  y  medio  de  abertura  perpendicular» 
con  cinco  filas  de  dientes,  cada  uno  de  pulgada  y  media  de  largo. 
En  el  mismo  museo  poseemos  algunos  dientes  fósiles  de  tiburón» 
que  tienen  tres  pulgadas  de  largo,  por  lo  que  puede  imaginarse  a 
qué  enorme  animal  pertenecieron.  Es  probable  que  Septala  encon- 
trase estos  dientes  en  las  colinas  del  Tortonois  (véase  Mus.  Septal., 
pág.  225),  en  donde  yo  mismo  encontré  algunos  cuando  han  recons- 
truido el  castillo. 

(2)  En  todos  los  tiempos  se  han  visto  estos  fuegos  en  la  punta 
de  los  mástiles  durante  la  tempestad,  y  se  les  ha  considerado  siem- 
pre como  un  signo  de  la  protección  del  cielo.  Los  idólatras  veían  en 
ellos  a  Castor  y  Pollux,  y  los  cristianos  a  sus  santos,  y,  sobre  todo» 


44  PIGAFETTA  LIB. 

Pájaros  raros. —  Vimos  pájaros  de  muchas  especies. 
Algunos  parecía  que  no  tenían  cola;  otros  no  hacen 
nido  porque  no  tienen  patas,  pero  la  hembra  pone  y 
empolla  sus  huevos  en  la  espalda  del  macho,  en  medio 
del  mar  (1).  Hay  otros,  llamados  cagacela  o  caca-uccello 
(el  estercorario),  que  viven  de  los  excrementos  de  otros 
pájaros;  he  visto  muchas  veces  a  uno  de  estos  pájaros 
perseguir  a  otro  insistentemente  hasta  que  el  otro  ex- 
pelió al  fín  un  excremento,  sobre  el  que  se  arrojó  ávi- 
damente (2).  He  visto  también  peces  voladores,  y  otros 
pescados  apiñados  en  tan  gran  cantidad  que  parecían 
formar  un  banco  en  el  mar. 

El  Brasil.  —  Después  de  pasar  la  línea  equinoccial, 
al  aproximarnos  al  polo  antartico  perdimos  de  vista  la 


a  San  Telmo,  Cuando  había  tantos  fuegos  como  mástiles,  además 
de  San  Telmo  se  creía  que  aparecían  San  Nicolás  y  Santa  Catali- 
na. Los  marineros  ingleses,  poco  amigos  de  los  santos,  forjaron  de 
este  fenómeno  un  duendecillo,  al  que  llaman  Davy  Jones  (DixoN, 
Voyage  autour  da  monde,  1785-88).  En  nuestro  siglo,  los  físicos 
han  descubierto  que  esta  luz  no  es  otra  cosa  que  el  efecto  de  la 
electricidad,  la  cual,  más  o  menos  abundante,  tan  pronto  positiva 
como  negativa,  se  agita  con  mayor  o  menor  vivacidad;  y  como  la 
electricidad  es  la  causa  de  la  tempestad,  es  natural  que  cese  en  el 
momento  en  que  los  fuegos  desaparecen  de  lo  alto  de  los  mástiles. 
De  esta  manera  se  explican  físicamente  los  fenómenos  que  admi- 
raba el  caballero  Pigafetta  en  estos  fuegos,  y  de  los  cuales  habla 
frecuentemente. 

(1)  Se  creía  antiguamente  que  el  ave  del  paraíso,  de  la  que  ha- 
blaremos en  el  libro  ÍII,  careciendo  de  patas,  no  anidaba,  y  que  la 
hembra  empollaba  sus  huevos  en  la  espalda  del  macho;  pero  el 
autor  se  refiere  a  otra  ave  acuática  que  tiene  las  patas  muy  cortas 
y  cubiertas  de  plumas,  de  manera  que  parece  que  no  las  tiene,  y 
aunque  anida  en  tierra,  la  madre  transporta  sobre  su  espalda  a  los 
polluelos  apenas  salen  del  cascarón.  Bougainville  vio  estos  pájaros 
en  las  islas  Malvinas.  (Tomo  I,  pág   117.) 

(2)  Las  cagacelas  o  estercorarios  (Larus  parasitiis,  de  Linneo) 
son  aves  de  rapiña  que,  no  siendo  anfibios,  acechan  para  alimen- 
tarse de  pescado  a  que  los  anfibios  salgan  del  agua  con  su  presa; 
entonces  los  persiguen  hasta  que  les  abandonan  la  pesca,  de  la  que 
se  apoderan.  La  presa  que  dejan  caer  es  la  que,  equivocadamente, 
se  ha  tomado  por  su  excremento. 


I  PRIMER  VIAJE  EN  TORNO  DEL  GLOBO  45 

estrella  polar.  Dejamos  el  cabo  entre  el  Sur  y  el  Sur- 
oeste y  enfilamos  la  proa  hacia  la  Tierra  del  Verzino  (1) 
(el  Brasil),  en  los  23°  30'  de  latitud  meridional.  Esta 
tierra  es  una  continuación  de  la  en  que  está  el  cabo 
San  Agustín,  a  los  8°  30'  de  la  misma  latitud. 

Ananas,  azúcar,  anta.  —  Aquí  nos  aprovisionamos 
abundantemente  de  gallinas,  de  patatas,  de  una  espe- 
cie de  fruto  parecido  a  ia  pina  de  pino,  pero  que  es 
dulce  en  extremo  y  de  un  gusto  exquisito  (2),  de  cañas 
dulces  (3),  de  carne  de  anta,  la  cual  es  parecida  a  la 
de  la  vaca  (4),  etc. 

CambioSf  patatas.  —  Hicimos  también  ventajosísi- 
mos cambios:  por  un  anzuelo  o  por  un  cuchillo  nos 
dieron  cinco  o  seis  gallinas;  por  un  peine,  dos  gansos; 
por  un  espejito  o  un  par  de  tijeras,  el  pescado  sufi- 
ciente para  comer  diez  personas;  por  un  cascabel  o  por 
una  cinta  los  indígenas  nos  traían  un  cesto  de  patatas, 
nombre  que  dan  a  los  tubérculos  que  tienen  poco  más 
o  menos  la  figura  de  nuestros  nabos,  y  cuyo  sabor  es 
parecido  al  de  las  castañas  (5).  Cambiamos  asimismo 
a  buen  precio  las  figuras  de  los  naipes:  por  un  rey  de 
oros  me  dieron  seis  gallinas,  y  aun  se  imaginaban  ha- 
ber hecho  un  magnífico  negocio. 


(1)  Ei  verzino,  o  madera  del  Brasil,  es  el  nombre  de  la  madera 
roja  que  se  importaba  antes  de  Asia  y  de  África,  y  que  ahora  se 
trae  casi  únicamente  del  reino  al  que  ha  dado  su  nombre,  a  causa 
de  la  abundancia  de  sus  árboles.  Américo  Vespucio,  que  estuvo  en 
ella  en  1502,  cuando  dio  su  nombre  a  América,  dice  que  encontró 
infinito  verzino  e  molto  buono.  (Bartolozzi,  Ricerche  storiche 
salle  scoperte  d' Amerigo  Vespucci.) 

(2)  Este  fruto  es  la  anana  (Bromelia  ananas,  de  Linneo),  tan 
conocido  hoy;  se  parece  efectivamente  al  fruto  del  pino.  Los  espa- 
ñoles le  llaman  pina  de  América,  y  los  ingleses,  applepine. 

(3)  Son  las  cañas  de  azúcar  (Arando  saccharifera,  de 
Linneo). 

(4)  El  anta  (Tapir  americanas,  de  Linneo)  es  como  un  cerdo 
g-rande. 

(5)  La  batata  o  patata  es  el  solanam,  o,  mejor  dicho,  el  Helio- 
tropium  taberosum,  de  Linneo. 


46  PIGAFETTA  LIB. 

13  de  diciembre.  —  Entramos  en  este  puerto  (1) 
el  día  de  Santa  Lucía,  13  de  diciembre. 

Estaba  entonces  a  mediodía  el  Sol  en  nuestro  cénit, 
y  sufríamos  con  el  calor  mucho  más  que  al  pasar  la 
línea. 

La  tierra  del  Brasil,  abundante  en  toda  clase  de  pro- 
ductos, es  tan  extensa  como  España,  Francia  e  Italia 
juntas;  pertenece  al  rey  de  Portugal. 

Los  brasileños.  —  Los  brasileños  no  son  cristianos, 
pero  tampoco  son  idólatras,  porque  no  adoran  nada; 
el  instinto  natural  es  su  única  ley.  —  Su  longevidad: 
Viven  muchísimo  tiempo;  los  viejos  llegan  ordinaria- 
mente hasta  los  ciento  veinticinco  años,  y  algunas  veces 
hasta  los  ciento  cuarenta  (2).  —  Sus  costumbres:  Van 
desnudos  del  todo,  lo  mismo  las  mujeres  que  los  hom- 
bres. —  Sus  casas:  Sus  habitaciones  consisten  en  an- 
churosas cabanas,  a  las  que  llaman  boi,  y  se  acuestan 
sobre  mallas  de  hilo  de  algodón  llamadas  hamacas, 
colgadas  por  los  dos  extremos  de  gruesas  vigas.  La 
chimenea  está  en  la  tierra.  Uno  de  estos  60/5  alberga 
algunas  veces  hasta  cien  hombres  con  sus  mujeres  y 
niños,  y,  por  consecuencia,  hay  en  ellos  siempre  mucho 
ruido. —  Sus  barcos:  Los  llaman  canoas  y  están  hechos 
de  un  tronco  de  árbol  ahuecado  por  medio  de  una 
piedra  cortante,  usada  en  vez  de  las  herramientas  de 
hierro,  de  las  cuales  carecen.  Son  tan  grandes  estos 
árboles,  que  en  una  sola  canoa  caben  treinta  y  aun  cua- 
renta hombres,  que  bogan  con  remos  parecidos  a  las 
palas  de  nuestros  panaderos.  Al  verlos  tan  negros,  des- 
nudos completamente,  sucios  y  calvos,  se  les  hubiera 
tomado  por  marineros  de  la  laguna  Estigia. 


(1)  En  seguida  se  llamó  Rio  Janeiro. 

(2)  Vespucio  cuenta  la  misma  cosa;  dice  también  cómo  por 
medio  de  guijarros  le  calcularon  sus  años,  y  cómo  le  probaron  su 
longevidad  presentándole  el  hijo,  el  padre,  el  abuelo  y  el  tatar- 
abuelo, todos  vivos.  (Lettres  d'Americ  Vespuce,  en  Bartolozzi, 
loe.  cit.) 


I  PRIMER  VIAJE  EN  TORNO  DEL  GLOBO  47 

Antropófagos.  —  Los  hombres  y  las  mujeres  son  tan 
recios  y  están  tan  bien  conformados  como  nosotros. 
Comen  algunas  veces  carne  humana,  pero  solamente 
la  de  sus  enemigos.  No  es  por  apetito  ni  por  gusto  por 
lo  que  la  comen,  sino  por  una  costumbre  que,  según 
nos  dijeron,  empezó  entre  ellos  de  la  manera  siguien- 
te: Una  vieja  no  tenía  mas  que  un  hijo,  que  fué  muerto 
por  los  enemigos;  algún  tiempo  después  el  matador 
de  su  hijo  fué  hecho  prisionero  y  conducido  a  su  pre- 
sencia; para  vengarse,  la  madre  se  arrojó  como  una 
fíe'ra  sobre  él,  y  a  bocados  le  destrozó  la  espalda;  tuvo 
el  prisionero  la  doble  suerte  de  escapar  de  manos  de 
la  vieja  y  evadirse  y  de  volver  entre  los  suyos,  a  los 
cuales  mostró  las  huellas  de  las  dentelladas  en  su  es- 
palda, y  les  hizo  creer  (tal  vez  lo  creyó  él  también)  que 
los  enemigos  habían  querido  devorarle  vivo.  Para  no 
ser  menos  feroces  que  los  otros,  se  determinaron  a  co- 
merse de  verdad  a  los  enemigos  que  aprisionaban  en 
los  combates,  y  los  otros  hicieron  otro  tanto;  sin  em- 
bargo, no  se  los  comen  en  el  campo  de  batalla,  ni  vivos, 
sino  que  los  despedazan  y  los  reparten  entre  los  ven- 
cedores; cada  uno  se  lleva  la  parte  que  le  corresponde, 
la  seca  al  humo,  y  cada  ocho  días  se  come  un  pedazo 
asado.  Esto  me  lo  contó  nuestro  piloto  Juan  Carvajo  (1), 
que  había  pasado  cuatro  años  en  el  Brasil. 

Tinte  y  tatuaje, — Los  brasileños,  hombres  y  mujeres, 
se  tiñen  el  cuerpo  y  sobre  todo  la  cara  de  un  modo 
extraño  y  de  diferentes  maneras.  Tienen  los  cabellos 
cortos  y  lanudos  y  no  tienen  pelo  sobre  ninguna  parte 
del  cuerpo,  porque  se  depilan  (2). 

Vestidos,  —  Llevan  una  especie  de  chaquetilla  tejida 
con  plumas  de  papagayo,  y  dispuestas  de  forma  que 

(1)  En  nuestro  manuscrito  se  le  llama  unas  veces  Carruaio  y 
otras  Caruaio;  pero  no  cabe  duda  que  es  Juan  Carvalhos,  de  quien 
hablan  Castañeda  y  otros  autores  de  la  época. 

(2)  Muchos  pueblos  salvajes  hacen  hoy  lo  mismo,  sirviéndose 
de  conchas  bivalvas  por  no  tener  pinzas. 


48  PIGAFETTA  LIB. 

las  plumas  más  grandes  de  las  alas  y  de  la  cola  forman 
un  círculo  sobre  los  ríñones,  lo  cual  les  da  una  apa- 
riencia pintoresca  y  ridicula. 

Adorno  de  los  labios.  —  Casi  todos  los  hombres 
tienen  el  labio  inferior  horadado  con  tres  agujeros,  por 
los  que  pasan  cilindritos  de  piedra  de  dos  pulgadas. 
Ni  las  mujeres  ni  los  niños  llevan  este  incómodo  ador- 
no (1).  Añádase  que  van  completamente  desnudos  por 
delante.  Su  color  es  más  aceitunado  que  negro.  Su  rey 
se  llama  cacique. 

Hay  en  este  país  infinitos  papagayos;  por  un  espfe- 
jito  nos  daban  ocho  o  diez.  También  hay  gatos  moni- 
llos muy  lindos,  amarillos,  parecidos  a  leoncitos  (2). 

El  pan.  —  Comen  un  pan  blanco  y  redondo,  que  no 
nos  gustó,  hecho  con  la  medula  o  con  la  albura  que 
que  hay  entre  la  corteza  y  la  madera  de  cierto  árbol  (3) 
y  que  tiene  alguna  semejanza  con  la  leche  cuajada. 

Animales.  —  Hay  cerdos,  que  nos  parecieron  tener 
el  ombligo  sobre  la  espalda  (4),  y  unos  pájaros  gran- 
des cuyo  pico  parece  una  cuchara,  pero  que  carecen 
de  lengua  (5). 

Libertinaje  de  las  muchachas.  —  Algunas  veces,  para 


(1)  Vespucio  (Lettera  al  Gonfalón.  Soderíni,  en  Ramusio, 
tomo  I,  pág.  131)  vio  estos  cilindros  a  los  habitantes  del  Brasil. 
Cook  se  los  vio  a  los  habitantes  de  California,  y  Stedman  a  los  de 
Surinam.  Keate  (An  account  of  the  Pelen  Islands)  cree  que  estos 
cilindros  fueron  al  principio  de  maderas  aromáticas,  y  que  los  pa- 
saban a  través  del  cartílago  de  la  nariz  para  disfrutar  continua- 
mente de  un  olor  agradable. 

(2)  Especie  de  monos  que  en  el  Brasil  se  llaman  aquiqui. 
(Hist  gen.  des  voyages,  tomo  XX,  pág.  552.) 

(3)  Todos  los  navegantes  que  han  viajado  por  el  Sur  hablan 
del  sagú,  pan  hecho  con  la  medula  de  una  clase  de  palmera.  Se  le 
llama  palmito    (Stedman,  Voyoge  á  Surinam,  tomo  II,  pág.  226.) 

(4)  Este  cerdo  es  el  pécari  o  tajacu,  que  tiene  una  glándula  dor- 
sal creída  ombligo  para  los  primitivos  exploradores  de  Indias. 
(Nota  D.) 

(5)  Son  las  espátulas  (Anas  rostro  plano  ad  verticem  dilátalo, 
de  Linneo). 


I  PRIMER  VIAJE  EN  TORNO  DEL  GLOBO  49 

conseguir  un  hacha  o  un  cuchillo  de  cocina,  nos  ofre- 
cieron por  esclavas  una  y  aun  dos  de  sus  hijas  (1). 
Castidad  conyugal:  Pero  no  nos  ofrecieron  nunca  a  sus 
mujeres;  además,  no  hubieran  éstas  consentido  entre- 
garse a  otros  hombres  que  no  fuesen  sus  maridos,  por- 
que, a  pesar  del  libertinaje  de  las  muchachas,  su  pudor 
es  tal  cuando  están  casadas,  que  no  toleran  nunca  que 
sus  maridos  las  abracen  durante  el  día.  Están  encarga- 
das de  los  trabajos  más  penosos,  y  se  les  ve  frecuente- 
mente bajar  de  la  montaña  con  cestos  colmados  de 
carga  sobre  la  cabeza;  mas  no  van  jamás  solas;  les 
acompañan  sus  maridos,  que  son  muy  celosos,  armados, 
con  las  flechas  en  una  mano  y  el  arco  en  la  otra.  —  Ar- 
mas: Este  arco  es  de  madera  del  Brasil  o  de  palmera 
negra.  Si  las  mujeres  tienen  hijos,  los  llevan  suspendi- 
dos del  cuello  por  medio  de  una  cuerda  de  algodón. 
Podría  decir  otras  muchas  cosas  acerca  de  sus  costum- 
bres, pero  las  pasaré  en  silencio  para  no  ser  demasia- 
do prolijo. 

Credulidad,  —  Estos  pueblos  son  extremadamente 
crédulos  y  buenos,  y  sería  fácil  convertirlos  al  cristia- 
nismo. La  casualidad  hizo  que  concibieran  por  nosotros 
veneración  y  respeto.  Reinaba  desde  hacía  dos  meses 
una  gran  sequía  en  el  país,  y  como  en  el  momento  de 
nuestra  llegada  el  cielo  se  desató  en  lluvia,  la  atribuye- 
ron a  nuestra  presencia.  Cuando  desembarcamos  para 
decir  misa  en  tierra,  asistieron  en  silencio  y  con  aire 
de  recogimiento,  y  viendo  que  botábamos  al  mar  nues- 
tras chalupas,  que  estaban  amarradas  al  costado  del  na- 
vio, o  que  le  seguían,  se  imaginaron  que  eran  los  hijos 
del  buque  y  que  éste  les  alimentaba. 

Robo  extraño  de  una  muchacha.  —  El  capitán  gene- 
ral y  yo  fuimos  un  día  testigos  de  una  extraña  aven- 


(1)  Esta  manera  de  pensar  y  obrar,  que  a  nosotros  nos  parece 
muy  extraña,  es  común  a  todos  los  habitantes  de  las  islas  del  mar 
del  Sur.  (CooK,  Viaje  hacia  el  Polo  Sar  y  alrededor  del  mundo.) 


PJGAFETTA 


50  PIGAFETTA  LIB. 

tura.  Las  jóvenes  venían  frecuentemente  a  bordo  del 
navio  a  ofrecerse  a  los  marineros,  para  obtener  algún 
regalo;  un  día,  una  de  las  más  bonitas  subió,  sin  duda, 
con  dicho  objeto;  pero  habiendo  visto  un  clavo  de  un 
dedo  de  largo  y  creyendo  que  no  la  veían,  lo  agarró  y 
se  lo  introdujo  prestamente  entre  los  dos  labios  de  sus 
partes  naturales.  ¿Quiso  esconderlo?  ¿Quiso  adornar- 
se? No  lo  pudimos  adivinar  (1). 

27  de  diciembre  de  1519. — Pasamos  trece  días 
en  este  puerto  (2);  en  seguida  emprendimos  de  nuevo 
nuestra  ruta  y  costeamos  el  país  hasta  los  34°  40'  de 
latitud  meridional,  donde  encontramos  un  gran  río  de 
agua  dulce.  —  Caníbales:  Aquí  habitan  los  caníbales 
o  comedores  de  hombres.  Uno  de  ellos,  de  figura  gi- 
gantesca y  cuya  voz  parecía  la  de  un  toro,  se  apro- 
ximó a  nuestro  navio  para  dar  ánimos  a  sus  camaradas 
que,  temiendo  que  les  queríamos  hacer  mal,  se  aleja- 
ban del  río  y  se  retiraban  con  sus  efectos  al  interior 
del  país.  Por  no  perder  la  ocasión  de  hablarles  y  de 
verles  de  cerca,  saltamos  a  tierra  cien  hombres  y  les 


(1)  Ni  Fabre  ni  Ramusio  hablan  de  esta  aventura;  pero,  en 
cambio,  dicen  que  en  el  momento  en  que  los  navios  se  acercaron  a 
la  costa  pusieron  en  tierra  a  unas  mujeres  esclavas  que  estaban 
embarazadas  y  que  se  encontraban  en  los  barcos;  que  salieron  so- 
las completamente,  parieron,  y  cogiendo  a  sus  hijos  en  brazos  vol- 
vieron a  los  buques.  Pigafetta  no  dice  de  esto  ni  una  palabra,  por 
lo  que  no  parece  posible.  Además,  hemos  visto  que  Magallanes 
había  dado  órdenes  rigurosas  para  que  ninguna  mujer  fuese  a  bordo 
durante  el  viaje. 

El  autor  pone  aquí  una  lista  pequeña  de  palabras  brasileñas, 
que  nosotros  añadimos  al  vocabulario  del  fin  del  viaje. 

(2)  Los  salvajes  con  que  al  presente  se  topara  Magallanes  en 
la  costa  del  Brasil  eran  de  la  gran  familia  Tupi-guarani.  Vivían  en 
ranchos  temporales  y  mudables  (tabas);  cultivaban  algodón,  maíz 
y  mandioca  o  cazabe.  El  jefe  guerrero  —  morubixabá  — ,  de  auto- 
ridad omnímoda  en  tiempo  de  guerra,  venía  condicionado  en  tiem- 
pos de  paz  por  las  decisiones  de  un  consejo  (uhimongaba).  Eran 
antropófagos  y  polígamos,  y  reconocían  un  poder  superior,  llama- 
do Tupa  (¿Quién  eres?),  y  muchos  espíritus  malignos  con  super- 
vivencias del  remoto  chamanismo  asiático.  (Nota  D.) 


1  PRIMER  VIAJE  EN  TORNO  DEL  GLOBO  51 

perseguimos  para  capturar  algunos;  pero  daban  tan 
enormes  zancadas,  que  ni  corriendo  ni  aun  saltando 
pudimos  llegar  a  alcanzarlos. 

Cabo  de  Santa  María,  —  Este  río  contiene  siete  is- 
litas;  en  la  mayor,  que  llaman  cabo  de  Santa  María, 
se  encuentran  piedras  preciosas.  Antes  se  creía  que  no 
era  un  río,  sino  un  canal  por  el  cual  se  pasaba  al  mar 
del  Sur;  pero  pronto  se  supo  que  no  era  mas  que  un 
río  que  tiene  diez  y  siete  leguas  de  ancho  en  su  des- 
embocadura (1).  —  Muerte  de  Juan  de  Solís:  Aquí  es 
donde  Juan  de  Solís,  que,  como  nosotros,  iba  al  des- 
cubrimiento de  tierras  nuevas,  fué  comido  por  los  caní- 
bales, de  los  cuales  se  había  fiado  demasiado,  con 
sesenta  hombres  de  su  tripulación. 

Pingüinos. —  Costeando  esta  tierra  hacia  el  polo 
Antartico,  nos  detuvimos  en  dos  islas  (2)  que  encon- 
tramos pobladas  solamente  de  gansos  y  de  lobos  ma- 
rinos. Hay  tantos  de  los  primeros  y  tan  mansos,  que  en 
una  hora  hicimos  una  abundante  provisión  para  la  tri- 
pulación de  los  cinco  navios.  Son  negros  y  parecen 
estar  cubiertos  por  todo  el  cuerpo  de  plumitas,  sin 
tener  en  ias  alas  las  plumas  necesarias  para  volar;  y,  en 
efecto,  no  vuelan  y  se  alimentan  con  peces;  son  tan 
grasosos,  que  tuvimos  que  desollarlos  para  poder  des- 
plumarlos. Su  pico  parece  un  cuerno. 

Vacas  marinas.  —  Los  lobos  marinos  son  de  dife- 
rentes colores  y  del  tamaño  casi  de  una  vaca,  aseme- 
jándose su  cabeza  a  este  animal.  Sus  orejas  son  cortas  y 
redondas,  y  sus  dientes  muy  largos.  No  tienen  piernas, 
y  sus  patas,  unidas  al  cuerpo,  se  parecen  a  nuestras 


(1)  El  río  de  que  se  trata  es  el  de  la  Plata,  en  el  que  Solís,  su 
descubridor,  murió  devorado  por  caníbales.  (Nota  D.) 

(2)  Se  detuvieron  en  Puerto  Deseado,  donde  hay  dos  islas, 
llamada  una  isla  de  los  Pingüinos  y  la  otra  isla  de  los  Leones. 
Pigafetta  llamó  a  aquéllos  gansos  y  a  éstos  lobos.  Los  primeros 
son  los  Aptenodita  demersa,  y  los  segundos,  la  Phoca  ursina,  de 
Linneo,  llamada  comúnmente  vaca  marina  o  foca. 


52  PIGAFETTA  LIB, 

manos  y  tienen  uñas  pequeñas;  pero  son  palmípedos, 
esto  es,  que  sus  dedos  están  unidos  por  una  membrana 
como  las  patas  de  un  ánade.  Si  pudiesen  correr  serían 
temibles,  porque  mostraron  ser  muy  feroces.  Nadan 
muy  deprisa  y  no  comen  mas  que  pescado. 

Enero  de  1520»  —  Sufrimos  una  terrible  tempes- 
tad en  medio  de  estas  islas,  durante  la  cual  los  fuegos 
de  San  Telmo,  de  San  Nicolás  y  de  Santa  Clara  se  de- 
jaron ver  muchas  veces  en  la  punta  de  los  mástiles,  y 
al  desaparecer,  al  instante  se  notaba  la  disminución  del 
furor  de  la  tempestad. 

19  de  mayo  1520.  —  Puerto  de  San  Julián.  — 
Alejándonos  de  estas  islas  para  continuar  nuestra  ruta, 
llegamos  a  los  49°  30'  de  latitud  meridional,  donde 
encontramos  un  buen  puerto,  y  como  el  invierno  se 
aproximaba,  juzgamos  a  propósito  el  pasar  allí  la  mala 
estación. 

Un  gigante,  —  Transcurrieron  dos  meses  sin  que 
viéramos  ningún  habitante  del  país.  Un  día,  cuando 
menos  lo  esperábamos,  un  hombre  de  figura  gigantes- 
ca se  presentó  ante  nosotros.  Estaba  sobre  la  arena 
casi  desnudo,  y  cantaba  y  danzaba  al  mismo  tiempo, 
echándose  polvo  sobre  la  cabeza  (1).  El  capitán  envió 
a  tierra  a  uno  de  nuestros  marineros,  con  orden  de  hacer 
los  mismos  gestos,  en  señal  de  paz  y  amistad,  lo  que 
fué  muy  bien  comprendido  por  el  gigante,  quien  se 
dejó  conducir  a  una  isleta  donde  el  capitán  había  baja- 
do. Yo  me  encontraba  allí  con  otros  muchos.  Dio 
muestras  de  gran  extrañeza  al  vernos,  y  levantando  el 
dedo,  quería  sin  duda  decir  que  nos  creía  descendidos 
del  cielo.  —  Su  figura:  Este  hombre  era  tan  grande 
que  nuestra  cabeza  llegaba  apenas  a  su  cintura  (2).  De 


(1)  Los  habitantes  de  las  islas  del  mar  del  Sur  se  echan  agua 
en  la  cabeza  en  señal  de  paz.  (CoOK,  Viaje  hacia  el  Polo  Sur  y 
alrededor  del  mundo.) 

(2)  Monsieur  de  Paw,  del  cual  he  hablado  en  la  Introducción 
(párrafo  XIX),  para  sostener  su  sistema  sobre  América,  que,  según 


I  PRIMER  VIAJE  EN  TORNO  DEL  GLOBO  53 

hermosa  talla,  su  cara  era  ancha  y  teñida  de  rojo,  ex- 
cepto los  ojos,  rodeados  con  un  círculo  amarillo,  y  dos 
trazos  en  forma  de  corazón  en  las  mejillas.  Sus  cabellos, 
escasos,  parecían  blanqueados  con  algún  polvo.  —  Su 
traje:  Su  vestido,  o,  mejor  dicho,  su  manto,  estaba  he- 


él,  es  un  país  nuevo  surgido  de  las  aguas,  donde  la  Naturaleza  está 
degradada,  no  queriendo  admitir  la  existencia  de  gigantes  patago- 
nes, cosa  que  argumentaría  contra  su  sistema,  dice  que  Pigafetta 
no  vio  bien  a  estos  hombres  y  que  aumentó  mucho  su  verdadero 
tamaño  natural,  para  tener  maravillas  que  contar.  Pero  Paw  no  me- 
rece ciertamente  tanta  fe  como  Pigafetta,  que  ha  sido  un  testigo 
ocular  siempre  fiel  y  seguro  cuando  se  refiere  a  lo  que  él  mismo 
vio.  Halló  que  los  brasileños  eran  de  la  forma  y  estatura  ordinaria 
del  hombre,  y  dijo:  Sonó  disposti  homini  e  femine  come  noi.  Así, 
cuando  asegura  que  los  patagones  eran  gigantes,  hay  motivo  para 
creer  que  le  parecieron  de  una  estatura  gigantesca.  No  se  puede 
suponer  razonablemente  que  se  equivocara,  puesto  que  vivió  mu- 
cho tiempo  con  ellos,  confrontó  sus  dimensiones  con  las  suyas  pro- 
pias, habló  frecuentemente  con  ellos,  aprendió  muchas  palabras  de 
su  lengua,  y  le  sorprendieron  su  voz,  su  peso,  su  fuerza  y  la  enor- 
me cantidad  de  comida  y  bebida  que  necesitaban;  de  manera  que 
todo  estaba  proporcionado  a  su  tamaño.  He  aquí  las  palabras  exac- 
tas de  nuestro  viajero:  Vene  uno  de  la  statura  casi  como  uno  gi- 
gante nella  nave  capitanía...  Haveva  una  voce  simile  a  uno  toro... 
Fugendo  facevano  tanto  gran  passo,  che  noi  saltando  non  poteva- 
no  avanzare  li  suoi  passi...  Vene  uno  homo  de  statura  de  gigante... 
Questo  era  tanto  grande  che  li  davamo  alia  cintura  e  hen  disposto, 
haveva  la  faza  grande  et  dipinta...  Certamente  questi  giganti  core- 
no  piu  che  cavalli...  Ognuno  de  li  due  che  pigliassemo  mangiava 
una  sporta  de  bescoto,  et  heveva  in  una  fiata  mezo  sechio  de  hac- 
qua  et  mangiava  li  sorgi  senza  scorticarli.  Podría,  sin  embargo, 
permitirse  a  Paw  tener  dudas  sobre  las  aserciones  de  nuestro  autor, 
si  no  hubieran  sido  confirmadas  por  otros  viajeros.  El  célebre  pre- 
sidente De  Brosses  {Navig.  aux  Terres  Austr.,  tomo  II,  pág.  324) 
ha  recogido  todos  los  testimonios  de  los  que  han  visto  a  los  pata- 
gones y  que  han  hablado  de  ellos  como  de  hombres  de  un  tamaño 
extraordinario.  Los  navegantes  que  estuvieron  allí  después  de  apa- 
recer su  obra,  tales  como  Biron,  Wallis,  Carteret,  Cook  y  Forster, 
han  confirmado  todos  esta  opinión,  después  de  haber  examinado 
bien  a  esta  raza  monstruosa,  sobre  la  existencia  de  la  cual  había  mu- 
chas dudas.  Es  cierto  que  Winter  y  Narbourough,  y  últimamente 
Bougainville,  han  dicho  que  los  patagones  no  tienen  más  de  seis  pies 
y  medio  de  altura;  pero  ¿debe  preferise  su  aserción  negativa  a  tan- 


54  PIGAFETTA  LIB, 

cho  de  pieles,  muy  bien  cosidas,  de  un  anima!  que 
abunda  en  este  país,  como  veremos  a  continuación.  — 
Animal  extraño:  Este  animal  tiene  cabeza  y  orejas  de 
muía,  cuerpo  de  camello,  patas  de  ciervo  y  cola  de  ca- 
ballo; relincha  como  este  último  (1).  Llevaba  este  hom- 
bre también  una  especie  de  zapatos  hechos  con  la  mis- 
ma piel  (2).  —  Armas:  Tenía  en  la  mano  izquierda  un 
arco  corto  y  macizo,  cuya  cuerda,  algo  más  gruesa  que 
la  de  un  laúd,  estaba  hecha  con  un  intestino  del  mismo 
animal;  en  la  otra  mano  empuñaba  unas  cuantas  flechas 
de  caña  pequeñas,  que  por  un  extremo  tenían  plumas 
como  las  nuestras  y  por  el  otro,  en  lugar  de  hierro,  una 
punta  de  pedernal  blanco  y  negro.  Con  pedernal  hacen 
también  instrumentos  cortantes  para  labrar  la  madera» 
Se  le  hacen  regalos.  —  El  capitán  general  mandó 
darle  de  comer  y  beber,  y  entre  otras  bagatelas  y  ba- 
ratijas, le  regaló  un  espejo  grande  de  acero.  El  gigan- 


tes testig-os  positivos  que  hablan  de  lo  que  han  visto,  examinado  y 
medido?  De  Brosses  ha  hecho  notar  que  pueden  conciliarse  estos 
testimonios  a  pesar  de  las  contradicciones  que  parecen  ofrecer.  Los 
habitantes  de  las  costas  más  meridionales  de  América  no  son  to- 
dos de  g-igantesca  estatura,  sino  únicamente  los  individuos  de  al- 
gunas tribus  tienen  esta  talla  alta.  Como  no  habitan  siempre  en  el 
mismo  sitio,  ha  sucedido  que  algunos  navegantes  no  los  vieron  Pi- 
gafetta,  que  los  vio,  pudo  hablar  con  conocimiento  de  causa  (*). 

(1)  Este  animal  es  el  guanaco  (Camelas  huanacus,  de  Linneo), 
semejante  al  que  los  naturalistas  denominan  llama  y  vicuña,  es- 
pecie de  camello  o  de  oveja,  muy  conocido  por  su  preciosa  lana. 
La  descripción  que  da  el  autor  de  este  animal  conviene  perfecta- 
mente al  guanaco,  y  todos  los  navegantes  dicen  que  los  patagones 
se  visten  con  su  piel.  Tenemos  en  nuestro  museo  una  pata  de  este 
animal,  que  tiene  un  exacto  parecido  con  la  descripción  hecha  por 
Buffon  {Supplém.,  tomo  VI,  pág.  204).  Tiene  la  pata  un  pie  y  doce 
pulgadas  de  largo,  aunque  está  cortada  por  bajo  de  la  rodilla. 

(2)  Por  estos  zapatos,  que  hacían  parecerse  los  pies  del  gig'an- 
te  a  las  patas  de  un  oso,  Magallanes  los  llamó  patagones. 

(*)  Los  patagones,  chonek  o  maken,  esto  es,  hombres,  son  de  alta  talla  (1,73 
a  1,83  metros\  no  tanta  como  en  un  principio  se  supuso.  Estaban  en  los  últimos 
grados  del  salvajismo,  carentes  de  organización  social.  Comían  moluscos  y  lobos 
marinos,  a  más  de  guanacos,  con  cuyas  pieles  sin  adobar  se  cubrían  escasamente. 
(Nota  D.) 


I  PRIMER  VIAJE  EN  TORNO  DEL  GLOBO  55 

te,  que  no  tenía  la  menor  noción  de  este  utensilio,  y 
que,  sin  duda,  veía  por  primera  vez  su  fígfura,  retroce- 
dió tan  asustado  que  derribó  a  cuatro  de  nuestros  hom- 
bres que  le  rodeaban.  Se  le  regalaron  cascabeles,  un 
espejito,  un  peine  y  algunas  cuentas  de  vidrio;  en  se- 
guida, y  acompañado  por  cuatro  hombres  bien  arma- 
dos, se  le  volvió  a  poner  en  tierra. 

Ceremonias.  —  Su  camarada,  que  había  rehusado 
subir  a  bordo,  viéndole  volver,  corrió  a  avisar  y  a  lla- 
mar a  los  otros,  quienes,  al  apercibir  que  nuestros  hom- 
bres armados  se  aproximaban,  se  pusieron  en  fila,  sin 
armas  y  casi  desnudos;  pronto  comenzaron  su  danza  y 
su  cántico,  levantando  el  dedo  índice  hacia  el  cielo, 
para  darnos  a  entender  que  nos  consideraban  como  a 
seres  descendidos  de  lo  alto;  nos  enseñaron  también 
unos  polvos  blancos  en  pucheros  de  arcilla,  no  tenien- 
do otra  cosa  que  darnos  de  comer.  Los  nuestros  les 
invitaron  por  señas  a  que  pasasen  a  los  navios,  y  ofre- 
cieron ayudarles  a  transportar  lo  que  quisieran  llevar 
consigo.  Vinieron,  en  efecto;  mas  los  hombres,  que  no 
tenían  más  que  su  arco  y  sus  flechas,  habían  cargado 
todo  sobre  sus  mujeres,  como  si  fuesen  acémilas  (1). 

Las  mujeres.  —  Las  mujeres  no  son  tan  grandes  como 
los  hombres,  pero,  en  compensación,  son  más  gordas. 
Sus  tetas,  colgantes,  tienen  más  de  un  pie  de  longitud. 
Van  pintadas  y  vestidas  del  mismo  modo  que  sus  ma- 
ridos, pero  se  tapan  sus  partes  naturales  con  una  piel 
delgada.  Nos  parecieron  bastante  feas;  sin  embargo, 
sus  maridos  mostraban  estar  muy  celosos. 

Cacería.  —  Trajeron  cuatro  animales  de  los  que  he 
mencionado,  atados  con  una  especie  de  cabestro;  mas 
eran  pequeños  y  de  los  que  utilizan  para  atrapar  a  los 
grandes,  para  lo  cual  atan  a  los  pequeños  a  un  arbusto; 


(1)  Es  observación  general  de  todos  los  países  y  tiempos  que 
cuanto  menos  civilizados  son  los  hombres,  tanto  más  maltratadas 
son  las  mujeres. 


56  PIGAFETTA  LIB. 

los  grandes  vienen  a  jugar  con  ellos,  y  los  hombres, 
ocultos  en  la  espesura,  los  matan  a  flechazos.  Diez  y 
ocho  habitantes  del  país,  hombres  y  mujeres,  habién- 
doles invitado  nuestros  hombres  a  acercarse  a  los  na- 
vios, se  dividieron  en  dos  grupos,  diseminándose  por 
las  cercanías  del  puerto,  y  nos  divirtieron  cazando  de 
este  modo. 

Otro  gigante.  —  Seis  días  después,  estando  nuestra 
gente  atareada  en  hacer  leña  para  la  provisión  de  la 
escuadra,  vieron  a  otro  gigante  vestido  como  los  que 
acabábamos  de  dejar  y  armado  igualmente  con  arco  y 
flechas.  Al  aproximarse  se  tocó  la  cabeza  y  el  cuerpo, 
elevando  en  seguida  las  manos  al  cielo,  gestos  que  imi- 
taron los  nuestros.  El  capitán  general,  al  que  se  avisó, 
envió  el  esquife  a  tierra  para  conducirle  al  islote  que 
había  en  el  puerto,  y  en  el  que  se  había  construido  una 
casa  para  establecer  en  ella  una  fragua  y  un  almacén 
para  algunas  mercaderías. 

Amigos  de  los  españoles.  —  Este  hombre  era  más 
grande  y  estaba  mejor  formado  que  los  otros;  tenía 
también  los  modales  más  dulces;  danzaba  y  saltaba  tan 
alto  y  con  tanta  fuerza,  que  sus  pies  se  elevaban  mu- 
chas pulgadas  en  la  arena.  Pasó  algunos  días  con  nos- 
otros. Le  enseñamos  a  pronunciar  el  nombre  de  Jesús, 
el  padrenuestro,  etc.,  y  llegó  a  recitarlo  tan  bien  como 
nosotros,  pero  con  voz  fortísima.  En  fín,  le  bautizamos, 
poniéndole  el  nombre  de  Juan.  El  capitán  general  le 
regaló  una  camisa,  una  chaqueta,  unos  calzones  de  lien- 
zo, un  gorro,  un  espejo,  un  peine,  algunos  cascabeles 
y  otras  bagatelas.  Se  volvió  con  los  suyos  muy  conten- 
to, al  parecer,  de  nosotros.  A  la  mañana  siguiente  trajo 
al  capitán  uno  de  estos  grandes  animales  (1)  de  los  que 


(1)  En  donde  puede  estudiarse  cuanto  toca  al  guanaco  y  sus 
costumbres  es  en  Darwin  (C),  Diario  del  Viaje  de  un  naturalista 
alrededor  del  mundo,  tomo  I,  en  la  colección  de  Viajes  clásicos 
editada  por  Calpe. 


I  PRIMER  VIAJE  EN  TORNO  DEL  GLOBO  57 

hemos  hablado  y  recibió  otros  regalos,  por  los  que  nos 
trajo  a  su  vez  más  animales;  pero  después  no  le  volvi- 
mos a  ver,  y  sospechamos  que  sus  camaradas  le  mata- 
ron por  haber  estado  con  nosotros.  —  Otros  gigantes: 
Al  cabo  de  quince  días  vimos  venir  hacia  nosotros 
otros  cuatro  gigantes;  venían  sin  armas,  mas  supimos 
en  seguida  que  las  habían  dejado  escondidas  entre  la 
maleza,  en  donde  nos  las  mostraron  dos  de  ellos  que 
aprisionamos.  Todos  estaban  pintados,  pero  de  diver- 
sas maneras. 

Junio  de  1520*  —  Dos  de  los  gigantes  son  cap- 
turados por  la  astucia.  —  El  capitán  quiso  retener  a 
los  dos  más  jóvenes  y  mejor  formados  para  llevarlos 
con  nosotros  durante  nuestro  viaje  y  conducirlos  des- 
pués a  España;  pero  viendo  que  era  difícil  prenderlos 
por  la  fuerza,  se  valió  de  la  astucia  siguiente:  les  dio 
una  gran  cantidad  de  cuchillos,  espejos  y  cuentas  de 
vidrio,  de  manera  que  tuvieron  las  dos  manos  llenas; 
en  seguida  les  ofreció  dos  grillos  de  hierro,  de  los  que 
se  usan  para  los  presos,  y  cuando  vio  que  los  codicia- 
ban (les  gusta  extraordinariamente  el  hierro),  y  que, 
además,  no  podían  cogerlos  con  las  manos,  les  propu- 
so sujetárselos  a  los  tobillos  para  que  se  los  llevasen 
más  fácilmente;  consintieron,  y  entonces  se  les  aplica- 
ron los  grillos  y  cerraron  los  anillos,  de  suerte  que  de 
repente  se  encontraron  encadenados.  En  cuanto  se  die- 
ron cuenta  de  la  superchería,  se  pusieron  furiosos,  re- 
soplando, bramando  e  invocando  a  Setebos,  que  es  su 
demonio  principal,  para  que  viniese  a  socorrerlos. 

Se  intenta  aprisionar  a  las  mujeres. —  No  contento 
con  tener  a  estos  hombres,  el  capitán  deseó  coger  a 
sus  mujeres,  para  llevar  a  Europa  esta  raza  de  gigantes, 
a  cuyo  efecto  ordenó  arrestar  a  los  otros  dos  para  obli- 
garlos a  guiar  a  nuestra  gente  al  lugar  en  que  vivían 
sus  mujeres;  apenas  bastaron  nueve  hombres  fortísimos 
de  los  nuestros  para  atarlos  y  ponerlos  en  tierra;  uno 
de  ellos  consiguió  libertarse,  y  el  otro  hizo  tan  gran- 


58  PIGAFETTA  LIB. 

des  esfuerzos,  que  para  sujetarle  tuvieron  que  herirle 
ligeramente  en  la  cabeza;  mas  al  fin  les  obligaron  a 
conducirles  donde  estaban  las  mujeres  de  los  dos  pri- 
sioneros. Estas  mujeres,  al  saber  lo  que  les  había  suce- 
dido a  sus  maridos,  lanzaron  tan  estridentes  gritos  que 
las  oímos  desde  muy  lejos.  El  piloto  Juan  Carvajo,  que 
capitaneaba  a  los  nuestros,  viendo  que  se  hacía  tarde, 
no  se  preocupó  de  prender  entonces  a  la  mujer  a  cuya 
mansión  le  condujeron;  pero  puso  centinelas  y  se  quedó 
allí  vigilando  toda  la  noche,  durante  la  cual  llegaron 
otros  dos  gigantes,  los  cuales,  sin  manifestar  asombro 
ni  disgusto,  pasaron  con  ellos  el  resto  de  la  velada; 
pero  al  alba,  después  de  cuchichear  algunas  palabras 
con  las  mujeres,  en  un  instante  todos  emprendieron  la 
fuga,  hombres,  mujeres  y  niños,  corriendo  éstos  aún 
más  ligeramente  que  los  otros,  abandonando  su  choza 
y  todo  lo  que  contenía;  uno  de  los  hombres  se  llevó 
consigo  a  los  animalitos  que  les  servían  para  la  caza,  y 
otro,  escondido  entre  la  maleza,  hirió  en  el  muslo  con 
una  flecha  envenenada  a  uno  de  los  nuestros,  que 
murió  en  seguida  (1). 

Aunque  nuestros  hombres  dispararon  sus  armas  de 
fuego  contra  los  fugitivos,  no  pudieron  atraparlos,  por- 
que no  corrían  en  línea  recta,  sino  zigzagendo,  y  con 
la  velocidad  de  un  caballo  desbocado;  nuestra  gente 
quemó  la  choza  de  los  salvajes,  y  enterró  al  muerto. 

La  medicina  de  los  gigantes. —  Aun  siendo  salvajes, 
tienen  estos  indios  una  especie  de  medicina.  Cuando 
están  enfermos  del  estómago,  por  ejemplo,  en  vez  de 
purgarse,  como  nosotros,  se  introducen  una  flecha  en 
la  boca  todo  lo  que  pueden,  para  excitar  el  vómito,  y 
arrojan  una  materia  verde  mezclada  con  sangre  (2). 


(1)  Sabido  es  que  los  salvajes  envenenan  sus  flechas,  y  nuestros 
viajeros  tuvieron  más  pruebas  que  ésta. 

(2)  Debry  ha  dibujado  un  patagón  en  esta  actitud;  se  ve  cómo 
ing-urgita  una  flecha  para  curarse,  vomitando  la  indigestión.  Algu- 


I  PRIMER  VIAJE  EN  TORNO  DEL  GLOBO  59 

El  color  verde  proviene  de  una  clase  de  cardos  de  que 
se  alimentan.  Si  les  duele  la  cabeza,  se  hacen  una  cor- 
tadura en  la  frente,  y  hacen  lo  mismo  en  cualquier 
parte  del  cuerpo  en  que  sienten  dolor,  con  el  fin  de 
que  salga  una  gran  cantidad  de  sangre  del  sitio  donde 
sufren.  Su  teoría,  explicada  por  uno  de  los  que  apri- 
sionamos, explica  su  práctica:  el  dolor  —  dicen  ellos  — 
le  causa  la  sangre  que  no  quiere  permanecer  en  tal  o 
tal  parte  del  cuerpo;  por  consiguiente,  haciéndola 
salir,  el  dolor  debe  cesar. 

Sus  costumbres.  —  Llevan  los  cabellos  cortados  en 
aureola  como  los  frailes,  pero  más  largos  y  recogidos 
por  un  cordón  de  algodón  alrededor  de  la  cabeza,  y 
en  el  cual  colocan  sus  flechas  cuando  van  de  caza.  Si 
hace  mucho  frío,  se  atan  estrechamente  contra  el  cuer- 
po sus  partes  naturales.  —  Su  religión:  Parece  que  su 
religión  se  limita  a  adorar  al  diablo.  Pretenden  que 
cuando  uno  de  ellos  está  muriéndose,  aparecen  diez  o 
doce  demonios  cantando  y  bailando  a  su  alrededor. 
Uno  de  los  demonios,  que  alborota  más  que  los  otros, 
es  el  jefe  o  diablo  mayor,  y  le  llaman  Setebos;  los  pe- 
queños se  llaman  Chelele,  Los  pintan  y  representan 
como  a  los  habitantes  del  país.  Nuestro  gigante  pre- 
tendía haber  visto  una  vez  un  demonio  con  cuernos  y 
pelos  tan  largos,  que  le  cubrían  los  pies,  y  que  arroja- 
ba llamas  por  la  boca  y  por  detrás  (1). 

Julio  de  1520. —  Usos.  —  Estos  pueblos  se  visten, 
como  ya  he  dicho,  con  la  piel  de  un  animal,  y  con  esta 
piel  cubren  también  sus  chozas,  que  transportan  aquí  y 
allá,  donde  más  les  conviene,  no  teniendo  punto  de 


ñas  veces  los  salvajes  ante  sus  ídolos  se  meten  una  varita  en  la 
boca  para  demostrarles  que  no  tienen  nada  impuro  dentro  del 
cuerpo. 

(1)  La  religión  era  el  chamanismo,  que  todavía  practican  mu- 
chos pueblos,  y  especialmente  mongoles  siberianos.  Léase  Orjan 
Olsen,  Los  soyotos:  Nómadas  pastores  de  origen  mongol,  en  la 
colección  de  Viajes  modernos  editada  por  Calpe. 


60  PIGAFETTA  LIB. 

residencia  fijo,  estableciéndose,  como  los  bohemios, 
tan  pronto  en  un  sitio  como  en  otro.  Se  mantienen 
ordinariamente  de  carne  cruda  y  de  una  raíz  dulce  que 
llaman  capac.  Son  muy  glotones;  los  dos  que  cog^imos 
se  comían  cada  uno  un  cesto  de  bizcocho  por  día,  y  se 
bebían  medio  cubo  de  ag-ua  de  un  trago;  devoraban  las 
ratas  crudas  sin  desollarlas.  Nuestro  capitán  llamó  a 
este  pueblo  patagones.  Pasamos  en  este  puerto,  al  que 
llamamos  de  San  Julián,  cinco  meses,  durante  los  cua- 
les no  nos  sucedió  ningún  accidente,  salvo  los  que  aca- 
bo de  mencionar. 

Complot  contra  Magallanes.  —  Apenas  anclamos  en 
este  puerto,  cuando  los  capitanes  de  los  otros  cuatro 
navios  tramaron  un  complot  para  asesinar  al  capitán 
general.  Los  traidores  eran  Juan  de  Cartagena,  vee- 
dor (1)  de  la  escuadra;  Luis  de  Mendoza,  tesorero;  An- 
tonio Coca,  contador,  y  Gaspar  de  Quesada.  El  com- 
plot fué  descubierto:  el  primero  fué  descuartizado,  y 
el  segundo,  apuñalado.  Se  perdonó  a  Gaspar  de  Que- 
sada, que  algunos  días  después  meditó  una  nueva  trai- 
ción. Entonces,  el  capitán  general,  que  no  se  atrevió  a 
quitarle  la  vida  porque  había  sido  nombrado  capitán 
por  el  mismo  emperador,  le  expulsó  de  la  escuadra  y 
le  abandonó  en  la  tierra  de  los  patagones,  con  un  sacer- 
dote (2),  su  cómplice  (3). 

Naufragio  de  un  navio. —  Nos  sucedió  en  este  sitio 


(1)  Vehador  o  veador,  en  antiguo  portugués,  significaba  el 
administrador  de  un  conjunto  de  hombres;  en  español  se  le  llama 
veedor,  de  la  palabra  veer,  que  significa  ver  o  inspeccionar.  Algu- 
nos escritores  han  pretendido  demostrar  que  Juan  de  Cartagena 
era  obispo;  pero  Pigafetta  no  hubiera  olvidado  el  mencionar  esta 
circunstancia,  y  Magallanes  no  le  hubiera  castigado  tan  cruelmen- 
te si  hubiese  ostentado  esta  dignidad. 

(2)  Este  clérigo  era  Sánchez  Reina. 

(3)  Cuando  Gómez,  mandando  el  navio  San  Antonio,  después 
de  haber  abandonado  a  Magallanes  en  el  estrecho,  pasó  de  nuevo 
por  el  puerto  de  San  Julián,  recogió  a  los  dos  a  bordo  y  los  llevó 
otra  vez  a  España. 


I  PRIMER  VIAJE  EN  TORNO  DEL  GLOBO  61 

otra  desdicha.  El  navio  Santiago,  que  se  había  desta- 
cado para  reconocer  la  costa,  naufragó  entre  los  esco- 
llos; sin  embargo,  toda  la  tripulación  se  salvó  de  mila- 
gro. Dos  marineros  vinieron  por  tierra  al  puerto  en  que 
estábamos  para  hacernos  saber  el  desastre,  y  el  capi- 
tán general  envió  inmediatamente  algunos  hombres 
con  sacos  de  galleta.  La  tripulación  permaneció  duran- 
te dos  meses  en  el  sitio  del  naufragio  para  recoger  los 
restos  del  navio  y  las  mercancias  que  el  mar  arrojaba 
periódicamente  a  la  orilla,  y  todo  este  tiempo  se  les 
envió  viveres,  aunque  la  distancia  era  de  cien  millas  y 
el  camino  incomodisimo  y  fatigoso,  entre  espinas  y  ma- 
lezas, entre  las  que  había  que  pasar  la  noche,  no  te- 
niendo más  bebida  que  el  hielo,  al  que  había  que  ma- 
chacar, cosa  que  costaba  gran  trabajo. 

Animales  del  país.  —  En  cuanto  a  nosotros,  no  es- 
tábamos mal  en  este  puerto;  había  una  clase  de  maris- 
cos muy  largos,  mas  no  son  comestibles;  otros  conte- 
nían perlas,  pero  pequeñísimas.  Encontramos  también 
en  las  cercanías  avestruces  (1),  zorros,  conejos,  mucho 
más  pequeños  que  los  nuestros,  y  gorriones.  Asimismo 
hay  árboles  de  los  que  se  extrae  incienso. 

Toma  de  posesión. —  Plantamos  una  cruz  en  la  cima 
de  una  montaña  cercana,  a  la  que  llamamos  Monte- 
Cristo,  y  tomamos  posesión  de  esta  tierra  en  nombre 
del  rey  de  España. 

21  de  agosto  de  1520.  —  Salimos,  en  fin,  de 
este  puerto,  y  costeando  a  los  50°  40'  de  latitud  meri- 
dional, vimos  un  río  de  agua  dulce  (2),  en  el  que  en- 
tramos. 


(1)  El  avestruz  de  América  es  mucho  más  pequeño  que  el  de 
África.  Los  brasileños  le  llaman  manduguacu,  y  Linneo,  Struthio 
rhea. 

(2)  Es  el  río  de  Santa  Cruz,  que  Coolc  situó  en  los  51°  de  la- 
titud meridional.  Le  llamaron  así  porque  entraron  en  él  el  14  de 
septiembre,  día  de  la  exaltación  de  la  Cruz  (Véase  el  Anoyme 
portugais,  en  De  Brosses.) 


62  PIGAFETTA  LIB. 

Septiembre  de  1520.  —  Tempestad.  —  Toda  la 
escuadra  estuvo  a  punto  de  naufragar  a  causa  de  los 
furiosos  vientos  que  soplaron  y  de  la  mar  gruesa.  Pero 
Dios  y  los  cuerpos  santos  (esto  es,  los  fuegos  que  res- 
plandecían en  la  punta  de  los  mástiles)  nos  socorrieron, 
salvándonos. 

21  de  octubre  de  1520. —  Pasamos  allí  dos  me- 
ses para  repostar  a  los  navios  de  agua  y  de  leña;  nos 
aprovisionamos  también  de  peces  muy  cubiertos  de 
escamas  y  de  dos  pies  y  medio  de  largo,  comestibles 
y  sabrosos;  pero  no  pudimos  pescar  la  cantidad  que 
hubiéramos  necesitado  (1).  Antes  de  abandonar  este 
lugar,  el  capitán  ordenó  que  todos  y  cada  uno  confe- 
sásemos y  comulgásemos  como  buenos  cristianos. 

Cabo  de  las  Once  mil  Vírgenes. —  Estrecho. —  Con- 
tinuando nuestra  ruta  hacia  el  Sur,  el  21  de  octubre, 
hacia  los  52°  de  latitud  meridional,  descubrimos  un 
estrecho  que  llamamos  de  las  Once  mil  Vírgenes,  por- 
que fué  en  el  día  que  la  Iglesia  les  consagra.  Este  es- 
trecho, como  pudimos  apreciar  en  seguida,  tiene  cua- 
trocientas cuarenta  millas  de  largo,  o  sean  ciento  diez 
leguas  marítimas  de  cuatro  millas  cada  una,  y  media 
legua  de  ancho,  poco  más  o  menos,  y  desemboca  en 
otro  mar,  al  que  llamamos  mar  Pacífico.  Está  el  estre- 
cho rodeado  de  montañas  muy  elevadas  y  cubiertas  de 
nieve;  es  muy  profundo,  hasta  el  punto  de  que,  aun 
estando  bastante  cerca  de  tierra,  no  encontraba  el  an- 
cla fondo  en  veinticinco  o  treinta  brazas. 

Mapa  del  estrecho  por  Martín  de  Bohemia.  —  Toda 


(1)  Es  cierto  que  mientras  la  escuadra  estaba  en  este  río,  el  11 
de  octubre  hubo  un  eclipse  de  Sol,  del  que  hablan  todos  los  que 
han  escrito  acerca  de  la  historia  de  esta  naveg-ación,  y  que  está 
anotado  en  las  tablas  astronómicas.  Asimismo  pretenden  que  Ma- 
gallanes se  aprovechó  de  este  eclipse  para  determinar  la  longitud. 
Mas  Pigafetta  no  dice  nada,  ni  debía  decirlo,  porque  este  eclipse, 
visible  para  nosotros,  no  pudo  serlo  en  el  extremo  meridional  de 
América. 


I  PRIMER  VIAJE  EN  TORNO  DEL  GLOBO  63 

la  tripulación  creía  firmemente  que  el  estrecho  no  tenía 
salida  al  Oeste,  y  que  no  sería  prudente  el  buscarla 
sin  tener  los  grandes  conocimientos  del  capitán  g^ene- 
ral,  el  cual,  tan  hábil  como  valiente,  sabía  que  era  pre- 
ciso pasar  por  un  estrecho  muy  escondido,  pero  que 
había  visto  representado  en  un  mapa  hecho  por  el  ex- 
celente cosmógrafo  Martín  de  Bohemia  (1)  y  que  el 
rey  de  Portugal  guardaba  en  su  tesorería. 

En  seguida  que  entramos  en  sus  aguas,  que  se  creía 
que  no  eran  mas  que  una  bahía,  el  capitán  envió  dos 
navios,  el  San  Antonio  y  la  Concepciónj  para  averi- 
guar dónde  desembocaba,  mientras  que  nosotros,  con 
el  Trinidad  y  la  Victoria,  les  esperamos  a  la  entrada. 

Borrasca. —  Por  la  noche  sobrevino  una  terrible  bo- 
rrasca que  duró  treinta  y  seis  horas  y  nos  obligó  a 
abandonar  las  anclas,  dejándonos  arrastrar  a  la  bahía  a 
merced  de  las  olas  y  del  viento  (2).  Los  otros  dos  na- 
vios, tan  sacudidos  como  nosotros,  no  pudieron  doblar 
un  cabo  (3)  para  venir  a  reunírsenos,  de  modo  que, 
abandonándose  a  los  vientos  que  les  impelían  conti- 
nuamente hacia  el  fondo  de  lo  que  suponían  bahía,  es- 
peraban encallar  de  un  momento  a  otro;  pero  en  el 
instante  en  que  se  creían  perdidos  vieron  una  pequeña 
abertura  (4),  que  tomaron  por  una  ensenada  de  la  bahía, 
en  que  se  internaron;  y  viendo  que  este  canal  no  esta- 
ba cerrado,  continuaron  recorriéndole  y  se  encontraron 


(1)  Véase  la  Introducción,  párrafo  XI  y  siguientes. 

(2)  Véase  para  la  topografía  del  estrecho  de  Magallanes  el 
mapa  de  Bougainville,  en  el  Viaje  alrededor  del  mundo,  tomo  I, 
volumen  3  de  la  colección  de  Viajes  clásicos  editada  por  Calpe; 
iluminada  damos  la  parte  meridional  de  América,  tal  como  se  en- 
cuentra dibujada  y  pintada  en  el  manuscrito  de  Pigafetta.  El  di- 
bujo está  lejos  de  ser  exacto;  mas  los  geógrafos  del  siglo  xvi  no 
lo  hacían  mucho  mejor,  como  puede  cualquiera  convencerse  exa- 
minando la  geografía  de  Horteiius.  La  bahía  de  que  habla  aquí  Pi- 
gafetta es  la  bahía  de  la  Posesión. 

(3)  Cabo  de  la  Posesión. 

(4)  Primer  canal. 


64  PIGAFETTA  LIB. 

en  otra  bahía  (1),  en  la  cual  prosiguieron  su  ruta  has- 
ta que  se  encontraron  en  otro  estrecho  (2),  del  que  pa- 
saron a  otra  bahía  mucho  más  grande  que  las  prece- 
dentes. Entonces,  en  vez  de  ir  hasta  el  fín,  juzgaron 
conveniente  de  volverse  para  dar  cuenta  al  capitán  ge- 
neral de  lo  que  habían  visto. 

24  de  octubre  de  1520.  —  Dos  días  habían  pa- 
sado sin  que  viéramos  reaparecer  a  los  dos  navios  que 
se  enviaron  para  que  buscasen  el  fondo  de  la  bahía, 
por  lo  que  creímos  que  habían  naufragado  a  causa  de 
la  tempestad  que  acabábamos  de  soportar;  y  viendo 
una  humareda  a  lo  lejos  en  tierra,  conjeturamos  que 
los  que  habían  tenido  la  fortuna  de  salvarse  encendían 
hogueras  para  anunciarnos  su  existencia  y  su  angustia. 
Pero  mientras  estábamos  en  esta  incertidumbre  sobre 
su  suerte,  los  vimos  venir  hacia  nosotros,  singlando  a 
toda  vela  y  con  los  pabellones  desplegados,  y  cuando 
estuvieron  más  cerca  tiraron  bombardazos  y  prorrum- 
pieron en  exclamaciones  de  júbilo.  Hicimos  nosotros 
lo  mismo,  y  al  saber  que  habían  visto  la  continuación 
de  la  bahía,  o,  mejor  dicho,  del  estrecho,  nos  juntamos 
todos  para  seguir  la  ruta,  si  era  posible. 

Gómez  abandona  la  escuadra,  —  Al  entrar  en  la 
tercera  bahía  de  que  acabo  de  hablar,  vimos  dos  des- 
embocaduras o  canales:  uno  al  Sureste  y  otro  al  Sur- 
oeste (3).  El  capitán  general  envió  los  dos  navios,  el 
San  Antonio  y  la  Concepcióny  por  el  del  Sureste  para 
reconocer  si  salía  a  mar  abierto.  El  primero  zarpó  en 
seguida,  y  reforzó  las  velas  sin  querer  esperar  al  se- 
gundo, pues  quería  adelantarle,  porque  el  piloto  tenía 
la  intención  de  aprovecharse  de  la  oscuridad  de  la  no- 
che para  deshacer  el  camino  recorrido  y  volverse  a 


(1)  Bahía  5oucau/í. 

(2)  Segundo  canal. 

(3)  El  canal  al  Sureste  es  el  que  se  encuentra  cerca  del  cabo 
Monmouth,  llamado  Detroit  Supposé  en  el  mapa  de  Bougainville. 


I  PRIMER  VIAJE  EN  TORNO  DEL  GLOBO  65 

España  por  la  misma  ruta  que  acabábamos  de  hacer. 
Este  piloto  era  Esteban  Gómez,  que  odiaba  a  Maga- 
llanes por  la  única  razón  de  que  cuando  éste  vino  a 
España  para  proponer  al  emperador  el  ir  a  las  islas 
Molucas  por  el  Oeste,  Gómez  había  pedido,  y  estaba 
a  punto  de  conseguir,  para  una  expedición  el  mando 
de  unas  carabelas.  La  expedición  tenía  por  objeto  el 
hacer  nuevos  descubrimientos;  mas  la  llegada  de  Ma- 
gallanes dio  lugar  a  que  se  rehusara  su  petición  y  que 
no  pudiese  conseguir  mas  que  una  plaza  subalterna  de 
piloto;  pero  lo  que  más  le  irritaba  era  estar  a  las  órde- 
nes de  un  portugués.  Durante  la  noche  se  concertó 
con  los  otros  españoles  de  la  tripulación.  Encadenaron 
y  hasta  hirieron  al  capitán  del  navio,  Alvaro  de  Mez- 
quita, primo  hermano  del  capitán  general,  y  así  le  con- 
dujeron a  España.  Contaban  también  con  llevar  vivo  a 
uno  ,áe  los  dos  gigantes  que  habíamos  aprisionado  y 
que  estaba  a  bordo  de  su  navio;  pero  supimos  a  nues- 
tro regreso  que  murió  al  acercarse  a  la  línea  equinoc- 
cial por  no  poder  soportar  el  calor. 

El  navio  la  Concepción,  que  no  podía  seguir  de 
cerca  al  San  Antonio,  no  hizo  mas  que  cruzarse  en  el 
canal  para  esperar  en  vano  su  vuelta. 

Río  de  las  Sardinas.  —  Habíamos  entrado  en  el 
canal  Suroeste  con  los  otros  dos  navios,  y  continuando 
nuestra  navegación,  llegamos  a  un  río  que  llamamos 
de  las  Sardinas  (1),  a  causa  de  la  inmensa  cantidad  que 
vimos  de  estos  peces.  Anclamos  allí  para  esperar  a  los 
otros  dos  navios,  y  pasamos  cuatro  días;  pero  durante 
este  tiempo  se  envió  una  chalupa  muy  bien  equipada 
para  que  reconociese  el  cabo  de  este  canal  que  desem- 
bocaría en  otro  mar.  Los  marineros  de  la  chalupa  vol- 

(1)  Los  navegantes  posteriores  no  mencionan  este  río,  el  cual 
desciende  probablemente  de  la  Tierra  del  Fuego.  No  hablan  tam- 
poco de  las  sardinas  que  sorprendieron  a  nuestro  autor  por  su 
gran  cantidad,  lo  que  no  es  extraño,  porque  estos  peces,  en  sus 
emigraciones,  permanecen  muy  poco  tiempo  en  el  mismo  sitio. 


66  PIGAFETTA 


LIB. 


vieron  el  tercer  día,  y  nos  comunicaron  que  habían 
visto  el  cabo  en  que  terminaba  el  estrecho  y  un  gran 
mar,  esto  es,  el  Océano.  Todos  lloramos  de  alegría. 

Cabo  Deseado  (1).  —  Este  cabo  fué  llamado  el  De- 
seado porque,  en  efecto,  deseamos  verle  largo  tiempo. 

Viramos  en  redondo  para  reunimos  con  los  otros 
dos  navios  de  la  escuadra,  y  no  encontramos  mas  que 
la  Concepción.  Se  preguntó  al  piloto  Juan  Serrano  qué 
le  había  sucedido  al  otro  barco,  y  nos  respondió  que 
le  creía  perdido,  porque  no  le  había  vuelto  a  ver  desde 
el  momento  en  que  embocó  el  canal. 

Busca  del  navio  «San  Antonio*.  —  El  capitán  general 
mandó  entonces  buscarle  por  todas  partes,  pero  parti- 
cularmente en  el  canal  donde  había  penetrado;  envió 
a  la  Victoria  hasta  la  desembocadura  del  estrecho,  or- 
denando que  si  no  le  encontraba  plantasen  en  un  sitio 
alto  una  bandera  (2),  al  pie  de  la  cual  debían  poner, 
dentro  de  una  olla,  una  carta  que  indicase  la  ruta  que 
íbamos  a  llevar,  para  que  pudiese  seguir  a  la  escuadra. 
Esta  manera  de  avisarse  en  caso  de  separación  había 
sido  convenida  en  el  momento  de  nuestra  partida. 

Más  señales  para  el  navio  perdido.  —  Pusiéronse 
otras  dos  señales  semejantes,  en  sitios  elevados,  en  la 
primera  bahía  y  en  una  islita  de  la  tercera  (3),  en  la 
cual  vimos  muchos  pájaros  y  lobos  marinos.  El  capi- 
tán general  con  la  Concepción  esperó  el  regreso  de  la 
Victoria  cerca  del  río  de  la  Sardinas,  e  hizo  plantar 
una  cruz  en  otra  islita,  al  pie  de  dos  montañas  cubier- 
tas de  nieve,  en  donde  el  río  tiene  su  origen. 

Proyecto  de  Magallanes.  —  En  caso  de  que  no  hu- 


(1)  El  cabo  Deseado  forma  el  extremo  occidental  de  la  costa 
meridional  que  costeó  la  chalupa;  pero  los  navios  navegaron  cerca 
de  la  costa  septentrional,  y  se  alejaron  de  América  en  el  cabo  Vic- 
toria, llamado  así  del  nombre  del  navio  que  le  dobló  primero  y 
que  volvió  solo  a  Europa. 

(2)  La  montaña  que  Boug-ainville  llamó  el  Padre  Aymón. 

(3)  La  isla  de  los  Leones. 


I  PRIMER  VIAJE  EN  TORNO  DEL  GLOBO  67 

biéramos  descubierto  el  estrecho  para  pasar  de  un  mar 
a  otro,  el  capitán  general  había  determinado  continuar 
su  ruta  al  Sur  hasta  los  75°  de  latitud  meridional,  don- 
de durante  el  estío  no  hay  noche,  o,  al  menos,  muy 
poca,  como  no  hay  día  en  el  invierno.  Mientras  estuvi- 
mos en  el  estrecho  no  tuvimos  mas  que  tres  horas  de 
noche,  y  fué  en  el  mes  de  octubre. 

Noviembre  de  1520*  —  Descripción  del  estre- 
cho. —  La  tierra  de  este  estrecho,  que  a  la  izquierda 
se  vuelve  hacia  el  Sureste,  es  baja.  Le  dimos  el  nombre 
de  estrecho  de  los  Patagones  (1).  Cada  media  leg-ua 
se  encuentra  un  puerto  seguro,  con  agua  excelente, 
madera  de  cedro,  sardinas  y  abundantísimos  mariscos. 
Había  también  yerbas,  algunas  de  las  cuales  eran  amar- 
gas, pero  otras  eran  comestibles,  sobre  todo  una  espe- 
cie de  apio  dulce  que  crece  junto  a  las  fuentes,  del  que 
comíamos  a  falta  de  mejores  alimentos  (2).  En  fin,  yo 
creo  que  no  hay  en  el  mundo  mejor  estrecho  que  éste. 

Peces  voladores,  —  En  el  momento  que  desembo- 
camos en  el  Océano,  fuimos  testigos  de  la  caza  curio- 
sa que  algunos  peces  daban  a  otros  peces.  Los  hay  de 
tres  clases,  esto  es,  doradillas,  albícores  y  bonitos,  que 
persiguen  a  los  llamados  golondrinas,  especie  de  peces 
voladores  (3).  Estos,  cuando  son  perseguidos  salen  del 
agua,  despliegan  las  aletas  natatorias,  que  son  bastante 
largas  para  servirles  de  alas,  y  vuelan  a  la  distancia  de 
un  tiro  de  ballesta;  en  seguida  vuelven  a  caer  en  el 
agua.  Durante  este  tiempo  sus  enemigos,  guiados  por 
su  sombra,  los  siguen,  y  en  el  momento  en  que  se  zam- 
bullen de  nuevo  en  el  agua  los  cogen  y  se  los  comen. 


(1)  Como  es  sabido,  se  le  llamó  en  seguida  estrecho  de  Mag-a- 
llanes,  del  nombre  de  este  navegante. 

(2)  Apium  dulce;  Cook  le  encontró  también,  asi  como  mucha 
coclearia,  y  a  causa  de  esta  abundancia  de  yerbas  antiescorbúti- 
cas creyó  preferible  el  paso  del  estrecho  al  del  cabo  de  Hornos. 

(3)  Trigla  volitans,  de  Linneo.  Probablemente,  el  pez  de  que 
habla  el  autor  es  el  Exocetus  volitans. 


68  PIGAFETTA  LIB.  I 

Estos  peces  voladores  tienen  más  de  un  pie  de  largo 
y  son  un  alimento  excelente. 

Vocabulario  patagón.  —  Durante  el  viaje  entretuve 
lo  mejor  que  pude  al  gigante  patagón  que  llevábamos 
en  nuestro  navio,  y  por  medio  de  una  especie  de  pan- 
tomima le  preguntaba  el  nombre  patagón  de  muchos 
objetos,  de  manera  que  llegué  a  formar  un  pequeño 
vocabulario  (1).  Estaba  ya  tan  acostumbrado,  que  ape- 
nas me  veía  coger  la  pluma  y  el  papel,  venía  en  segui- 
da a  decirme  los  nombres  de  los  objetos  que  alcanza- 
ba su  vista  y  de  las  operaciones  que  veía  hacer.  Nos 
enseñó,  entre  otras  cosas,  el  modo  de  encender  lumbre 
en  su  país,  frotando  un  pedazo  de  madera  puntiagudo 
contra  otro,  hasta  que  el  fuego  prende  en  una  clase  de 
medula  de  árbol  que  se  coloca  entre  los  dos  pedazos 
de  madera.  Un  día  que  le  mostré  la  cruz  y  que  la  besé 
delante  de  él,  me  dijo  por  señas  que  Setebos  entraría 
en  mi  cuerpo  y  me  haría  reventar.  —  Muerte  del  gigan- 
te: Cuando  se  sintió  en  las  últimas  en  su  postrera  en- 
fermedad, pidió  la  cruz,  la  besó,  y  nos  rogó  que  le  bau- 
tizáramos, lo  que  hicimos,  poniéndole  el  nombre  de 
Pablo. 


(1)     Daremos  este  vocabulario  a  continuación  del  viaje. 


LIBRO   11 


Desde  ia  salida  del  estrecho  hasta  la  muerte  de  Magallanes, 
y  nuestra  partida  de  Zubu. 


28  de  noviembre  de  1520.  —  Salida  del  estre- 
cho. —  El  miércoles  28  de  noviembre  desembocamos 
del  estrecho  para  entrar  en  el  gran  mar,  al  que  en  se- 
guida llamamos  mar  Pacífico,  en  el  cual  navegamos  du- 
rante tres  meses  y  veinte  días  sin  probar  ningún  ali- 
mento fresco.  —  Mala  alimentación  en  el  mar  Paci- 
fico: La  galleta  que  comíamos  no  era  ya  pan,  sino  un 
polvo  mezclado  con  gusanos,  que  habían  devorado 
toda  la  substancia  y  que  tenía  un  hedor  insoportable 
por  estar  empapado  en  orines  de  rata.  El  agua  que  nos 
veíamos  obligados  a  beber  era  igualmente  pútrida  y 
hedionda.  Para  no  morir  de  hambre  llegamos  al  terri- 
ble trance  de  comer  pedazos  del  cuero  con  que  se  ha- 
bía recubierto  el  palo  mayor  para  impedir  que  la  ma- 
dera rozase  las  cuerdas.  Este  cuero,  siempre  expuesto 
al  agua,  al  sol  y  a  los  vientos,  estaba  tan  duro  que  ha- 
bía que  remojarle  en  el  mar  durante  cuatro  o  cinco 
días  para  ablandarle  un  poco,  y  en  seguida  lo  cocía- 
mos y  lo  comíamos.  —  Penuria  extrema:  Frecuente- 
mente quedó  reducida  nuestra  alimentación  a  serrín  de 
madera  como  única  comida,  pues  hasta  las  ratas,  tan 
repugnantes  al  hombre,  llegaron  a  ser  un  manjar  tan 
caro,  que  se  pagaba  cada  una  a  medio  ducado  (1). 


(1)     No  es  raro  que  el  hambre  fuerce  a  los  marineros  a  comer 
ratones  y  el  cuero  de  los  cables.  En  1540,  una  rata  valía  cuatro 


70  PIGAFETTA  LIB. 

Escorbuto.  —  Mas  no  fué  esto  lo  peor.  Nuestra  ma- 
yor desdicha  era  vernos  atacados  de  una  enfermedad 
por  la  cual  las  encías  se  hinchaban  hasta  el  punto  de 
sobrepasar  los  dientes,  tanto  de  la  mandíbula  superior 
como  de  la  inferior,  y  los  atacados  de  ella  no  podían 
tomar  ningún  alimento  (1).  Murieron  diez  y  nueve,  en- 
tre ellos  el  gigante  patagón  y  un  brasileño  que  iban 
con  nosotros.  —  Enfermedades:  Además  de  los  muer- 
tos, tuvimos  de  veinticinco  a  treinta  marineros  enfer- 
mos, que  sufrían  dolores  en  los  brazos,  en  las  piernas 
y  en  algunas  otras  partes  del  cuerpo;  pero  curaron.  En 
cuanto  a  mí,  nunca  daré  demasiadas  gracias  a  Dios 
porque  durante  todo  este  tiempo,  y  en  medio  de  tantas 
calamidades,  no  tuve  la  menor  enfermedad. 

Mar  Pacifico.  —  Durante  estos  tres  meses  y  veinte 
días  recorrimos  cuatro  mil  leguas  poco  más  o  menos 
en  el  mar  que  llamamos  Pacífico,  porque  mientras  hici- 
mos nuestra  travesía  no  hubo  la  menor  tempestad  (2). — 
Islas  Infortunadas:  No  descubrimos  en  este  tiempo 
ninguna  tierra,  excepto  dos  islas  desiertas,  en  las  que 
no  encontramos  mas  que  pájaros  y  árboles,  por  cuya 
razón  las  designamos  con  el  nombre  de  islas  Infortu- 
nadas, No  encontramos  fondo  a  lo  largo  de  estas  cos- 
tas, y  no  vimos  mas  que  muchos  tiburones.  Están  a  dos- 
cientas leguas  una  de  otra.  La  primera  está  a  los  15**  de 
latitud  meridional;  la  segunda,  a  los  9°  (3).  Según   la 


escudos  en  la  escuadra  de  Pizarro.  Las  tripulaciones  de  Bougain- 
ville  (tomo  II)  y  de  Cook  (Tercer  viaje,  tomo  I)  comieron  tam- 
bién cuero. 

(1)  Efectos  del  escorbuto. 

(2)  Quirós,  Bougainville  y  Cook  no  fueron  ciertamente  tan  di- 
chosos. 

(3)  Pigafetta  no  nos  da  los  datos  suficientemente  precisos  para 
determinar  la  posición  de  las  islas  Infortunadas.  Hay  en  nuestra 
manuscrito  una  figura  por  la  cual  se  ve  solamente  que  la  segunda 
está  al  noroeste  de  la  primera;  pero  leyendo  su  relación  y  supo- 
niéndola exacta,  hallaremos  que  pertenecen  a  las  islas  de  la  So- 
ciedad, al  norte  y  al  nordeste  de  Otaiti,  pues  Pigafetta  dice  que 


jl  PRIMER  VIAJE  EN  TORNO  DEL  GLOBO  71 

singladura  de  nuestro  navio,  que  tomamos  por  medio 
de  la  cadena  de  popa  (la  corredera),  recorrimos  cada 
día  de  sesenta  a  setenta  leguas;  y  sí  Dios  y  su  Santa 
Madre  no  nos  hubiesen  concedido  una  feliz  navega- 
ción, hubiéramos  todos  perecido  de  hambre  en  tan 
vasto  mar.  Pienso  que  nadie  en  el  porvenir  se  aventu- 
rará a  emprender  un  viaje  parecido  (1). 

Enero  de  1521.  —  Si  al  salir  del  estrecho  hubié- 
ramos continuado  corriendo  hacia  el  Oeste  por  el  mis- 
mo paralelo,  hubiéramos  dado  la  vuelta  al  mundo,  y, 
sin  encontrar  ninguna  tierra,  hubiésemos  llegado,  por 
el  cabo  Deseado,  al  cabo  de  las  Once  mil  Vírgenes, 
puesto  que  los  dos  están  en  el  52°  de  latitud  meri- 
dional. 

El  polo  Antartico.  —  El  polo  antartico  no  tiene  las 
mismas  estrellas  que  el  Ártico;  se  ven  allí  dos  aglome- 
raciones de  estrellitas  nebulosas,  que  semejan  nubécu- 
las, a  poca  distancia  una  de  otra  (2).  En  medio  de  estas 
aglomeraciones  de  estrellitas  se  descubren  dos  muy 


saliendo  del  estrecho  navegaron  por  el  Noroeste  cuarto  Oeste;  en 
seg-uida  en  dirección  del  Noroeste  hasta  la  línea  equinoccial,  que 
pasaron  por  el  122°  de  la  línea  de  demarcación,  esto  es,  por  el  152*' 
del  primer  meridiano.  Luego  si  desde  este  punto  trazamos  una  línea 
del  Noroeste  al  Sureste,  pasará  entre  las  islas  de  ¡a  Sociedad  al 
norte  y  después  al  este  de  Otaiti.  Las  islas  Infortunadas  debían, 
pues,  encontrarse  sobre  esta  línea.  Por  consiguiente,  Jaillot  y  No- 
lin  las  han  colocado  fuera  de  su  verdadera  posición  geográfica. 
Sin  embargo,  no  están  mal  ios  nombres  que  les  dieron  de  San  Pe- 
dro a  una  y  de  Tiburón  a  otra,  porque  el  Anónimo  portugués  les 
da  los  mismos.  El  Transilvano  dice  que  nuestros  navegantes  se  de- 
tuvieron allí  dos  días  para  pescar. 

(1)  Cincuenta  y  seis  años  transcurrieron  antes  que  otro  nave- 
gante diese  la  vuelta  al  Globo.  Drake,  en  1578,  fué  el  primero 
después  de  Magallanes  que  atravesó  este  mar. 

(2)  Dos  nubéculas,  esto  es,  dos  aglomeraciones  de  estrellas  se- 
ñalan los  astrónomos  en  el  polo  austral:  una  encima  y  otra  debajo 
de  la  Hidra.  Se  ven  cerca  del  polo  muchas  estrellas  que  forman  la 
constelación  del  Octante;  pero  como  estas  estrellas  son  de  quinta 
o  sexta  magnitud,  parece  ser  que  las  dos  estrellas  grandes  y  bri- 
llantes de  que  habla  Pigafetta  son  la  f  y  la  p  de  la  misma  Hidra. 


72  PIGAFETTA  LIBé 

gfrandes  y  muy  brillantes,  mas  cuyo  movimiento  es  poco 
aparente;  las  dos  indican  el  polo  Antartico.  Aunque  la 
aguja  imantada  declinase  un  poco  del  verdadero  Nor- 
te, sin  embargo  buscaba  siempre  el  polo  Ártico,  pero 
no  giraba  con  tanta  fuerza  como  cuando  está  hacia  su 
propio  polo.  Cuando  estuvimos  en  alta  mar,  el  capitán 
general  indicó  a  todos  los  pilotos  el  punto  adonde 
debían  ir,  y  les  preguntó  qué  ruta  puntuaban  (1)  en  sus 
cartas.  Todos  respondieron  que  puntuaban  según  las 
órdenes  que  les  había  dado;  replicó  que  puntuaban 
falsamente,  y  que  era  preciso  ayudar  a  la  aguja,  porque, 
encontrándose  en  el  Sur,  para  buscar  el  verdadero 
Norte  no  tenía  tanta  fuerza  como  cuando  estaba  diri- 
gida hacia  el  Norte  mismo.  —  Constelación  de  la  Cruz: 
Estando  en  alta  mar  descubrimos  al  Oeste  cinco  estre- 
llas muy  brillantes,  colocadas  exactamente  en  forma 
de  cruz  (2). 

Navegamos  entre  el  Oeste  y  el  Noroeste  cuarto 
Noroeste  hasta  que  llegamos  bajo  la  línea  equinoc- 
cial a  122°  de  longitud  de  la  linea  de  demarcación  (3). 
Esta  línea  de  división  está  a  30°  al  oeste  del  meridia- 


(1)  Puntuar,  esto  es,  utilizar  la  punta  de  un  compás  para  en- 
contrar el  aire  del  viento  que  ha  de  soplar  para  llegar  al  lug-ar  don- 
de se  quiere  ir,  siendo  conocido  el  Norte  por  la  brújula.  Ayudar  a 
la  aguja  es  añadir  o  quitar  grados  en  su  dirección  para  hallar  la 
verdadera  línea  meridiana,  por  medio  de  procedimientos  de  que 
hablaremos  en  el  Tratado  de  Navegación  al  fin  de  este  Viaje. 

(2)  Dante  (Purgat.,  lib.  I)  habla  de  esta  cruz  en  los  versos  si- 
guientes: 

«r  mi  volsi  a  man  destra,  e  posi  mente 
air  altro  polo,  e  vidi  quattro  stelle 
non  viste  mai  fuorché  alia  prima  gente. 
Goder  pareva  il  ciel  di  lor  fíammelle 
Oh!  septentrional  vedovo  sito, 
poiché  privato  sei  di  mirar  puelle!» 

(3)  Línea  ideal  que,  partiendo  el  Globo  en  dos  hemisferios, 
separaba  las  conquistas  de  los  portugueses  de  las  hechas  por  los 
españoles,  según  la  bula  del  papa  Alejandro  VI.  (Veáse  la  Intro- 
ducción, párrafo  V.) 


H  PRIMER  VIAJE  EN  TORNO  DEL  GLOBO  73 

no  (1),  y  el  primer  meridiano  está  a  3**  al  oeste  del  cabo 
Verde. 

Cipangu.  —  En  nuestra  ruta  pasamos  cerca  de  las 
costas  dos  islas  muy  elevadas,  una  de  las  cuales  está 
en  los  20°  de  latitud  meridional  y  la  otra  en  los  15*. 
La  primera  se  llama  Cipangu,  y  la  segunda,  Sumbdit- 
Pradit  (2). 

Después  que  pasamos  la  línea  navegamos  entre  el 
Oeste  y  el  Noroeste  cuarto  Oeste.  En  seguida  corrimos 
doscientas  leguas  al  Oeste,  después  de  lo  cual  cambia- 
mos de  nuevo  de  dirección,  corriendo  a  cuarto  de  Sur- 
oeste hasta  que  estuvimos  en  el  13°  de  latitud  septen- 
trional (3).  Esperábamos  llegar  por  esta  ruta  al  cabo 
de  Gatticara,  que  los  cosmógrafos  han  situado  bajo 
esta  latitud;  pero  están  en  un  error,  porque  este  cabo 
se  encuentra  12°  más  al  Norte.  Es  preciso,  sin  embar- 


(1)  Esto  es,  el  primer  meridiano. 

(2)  Cipangu  es  el  Japón,  que  tiene  este  mismo  nombre  en  el 
globo  de  Behaim,  donde  se  dice  que  es  la  isla  más  rica  del  Orien- 
te. Sumhdit-Pradit  es  quizás  la  Antilia  del  mismo  globo,  llamada 
también  Septe-Ritade.  Pero  en  dicho  globo  estas  dos  islas  están 
en  el  hemisferio  boreal,  una  hacia  los  20°  y  la  otra  hacia  los  24**. 
Ramusio  (tomo  I,  tab.  ÍII)  sitúa  Cipangu  hacia  los  25°;  pero  en  el 
mapa  XIX  de  Urbano  Monti  encuentro  Sumbdit  en  los  9°  de  lati- 
tud meridional.  Delisle,  ignoro  con  qué  fundamento,  las  coloca  en 
los  17°  y  20°  de  latitud  meridional.  Sin  embargo,  debe  observarse 
que  Pigafetta  no  dice  que  estuvo  en  ellas,  sino  que  pasó  a  poca 
distancia,  esto  es,  que  creyó  haberse  aproximado;  como  Marco  Polo 
había  hecho  creer  que  Cipangu  era  la  isla  más  oriental  del  mar  de 
las  Indias,  por  consiguiente,  nuestro  navegante,  yendo  por  Occi- 
dente, debia  encontrar  la  primera;  pero  no  habiéndola  encontrado, 
se  imaginó  haber  pasado  a  poca  distancia  de  ella.  De  vuelta  en 
España  (libro  IV)  habla  de  Sumbdit- Pradit  como  de  una  isla  situa- 
da cerca  de  las  costas  de  la  China. 

(3)  Con  estos  datos  he  marcado  en  el  mapa  el  camino  que  re- 
corrió la  escuadra  desde  el  estrecho  hasta  las  islas  de  los  Ladro- 
nes. Tracé  una  línea  del  cabo  Victoria  hacia  el  ecuador  por  el 
Oestenoroeste  cuarto  Noroeste.  En  seguida,  partiendo  del  122**  de 
longitud  de  la  línea  de  demarcación  bajo  el  ecuador,  de  Noroeste 
al  Sureste,  tracé  una  línea  que  encuentra  a  la  primera  y  forma  co« 


74  PIGAFETTA  LIB. 

go,  perdonarles  este  error,  puesto  que  ellos  no  han  vi- 
sitado estos  parajes  como  nosotros  (1). 

6  de  marzo  de  1521. —  Islas  de  los  Ladrones.  — 
Después  de  haber  corrido  setenta  leguas  en  esta  direc- 
ción, estando  hacia  el  12°  de  latitud  septentrional  y  por 
el  146°  de  longitud,  el  6  de  marzo,  que  fué  un  miérco- 
les, descubrimos  al  Noroeste  una  islita,  y  en  seguida 
otras  dos  al  Suroeste.  La  primera  era  más  elevada  y 
mayor  que  las  otras.  El  capitán  general  quería  detener- 
se en  la  mayor  para  aprovisionarse  de  víveres  y  refres- 
cos (2);  pero  no  fué  posible,  porque  los  isleños  venían 
a  nuestros  barcos  y  robaban  tan  pronto  una  cosa  como 
otra,  sin  que  pudiéramos  impedirlo.  Pretendieron  tam- 
bién obligarnos  a  amainar  velas  y  conducirnos  a  tierra, 
y  con  gran  destreza  nos  arrebataron  el  esquife,  que  es- 


ella  un  ángulo  obtuso  en  el  sitio  en  que  la  escuadra  cambió  de  di- 
rección. Más  allá  del  ecuador,  en  el  hemisferio  septentrional,  tracé 
una  línea  por  el  Oestenoroeste  cuarto  Oeste,  de  un  largo  de  ocho- 
cientas millas  hasta  el  13°  de  latitud  Norte,  y  desde  allí  hasta  las 
islas  de  los  Ladrones.  Reconozco  que,  no  siendo  completamente 
exactos  los  grados  de  longitud,  lo  demás  es  poco  cierto;  pero  esta 
línea  al  menos  no  ofrece  ninguna  dificultad  y  parece  tener  algún 
fundamento.  El  camino  de  Magallanes  trazado  por  los  otros  geó- 
grafos es  totalmente  imaginario. 

(1)  El  cabo  Cattigara,  que  nuestro  autor  llama  Gatticara,  es- 
taba, según  Ptolomeo,  a  180°  de  longitud  de  las  islas  Canarias  y 
al  sur  del  ecuador;  pero  Magallanes  sabia  que  estaba  al  norte,  y, 
efectivamente,  lo  está,  a  los  8°  27'  de  latitud  septentrional;  por 
consiguiente,  para  llegar  a  este  cabo  se  había  imaginado  que  de- 
bía encontrar  las  islas  Molucas.  Hoy  se  llama  cabo  ComOrin.  Ves- 
pucio  se  equivocó  aún  más  en  la  latitud,  porque  le  creyó  un  cabo 
occidental  del  continente  al  cual  dio  su  nombre.  (Bartolozzi,  locu- 
ción citada.) 

(2)  La  isla  en  que  ancló  Magallanes  es  probablemente  la  isla 
de  Guahan,  que  Maximiliano  Transilvano  llama  Ivagana.  Podría 
creerse  que  es  la  isla  Rota,  donde  Jorge  Manriques,  comandante 
de  un  navio  de  la  flota  de  Loaisa  (que  en  1526  fué  del  Perú  a  las 
Marianas),  encontró  a  Gonzalvo  de  Vigo,  uno  de  los  marineros  de 
Magallanes,  que  se  estableció  allí  voluntariamente;  pero  este  Vigo 
pudo  pasar  a  la  isla  Rota  desde  Guahan.  (De  Brosses,  tomo  I, 
pág.  156.) 


H  PRIMER  VIAJE  EN  TORNO  DEL  GLOBO  75 

taba  atado  a  nuestra  popa.  Entonces  el  capitán,  irritado, 
saltó  a  tierra  con  cuarenta  hombres  armados,  quemó 
cuarenta  o  cincuenta  casas,  así  como  muchas  de  sus 
canoas,  y  les  mató  siete  hombres  (1).  De  esta  manera 
recobró  el  esquife,  pero  no  juzgó  conveniente  dete- 
nerse en  la  isla  después  de  estos  actos  de  hostilidad. 

En  el  momento  en  que  salíamos  a  tierra  para  casti- 
gar a  los  isleños,  nuestros  enfermos  nos  rogaron  que  si 
matábamos  a  alguno  de  los  habitantes  de  la  isla  les 
llevásemos  sus  intestinos,  pues  estaban  persuadidos  de 
que  les  servirían  para  curarse  en  poco  tiempo. 

Perfidia  de  los  isleños.  —  Cuando  los  nuestros  he- 
rían a  los  isleños  con  sus  flechas  (que  éstos  no  cono- 
cían), atravesándoles  de  parte  a  parte,  los  desdichados 
intentaban  arrancárselas  de  sus  cuerpos,  lo  mismo  por 
un  lado  que  por  otro,  después  de  lo  cual  mirábanlas 
con  sorpresa,  y  frecuentemente  morían  de  la  herida,  lo 
que  nos  causaba  compasión.  Sin  embargo,  cuando  vie- 
ron que  partíamos  nos  siguieron  con  más  de  cien  ca- 
noas, enseñándonos  pescado  como  si  quisieran  ven- 
dérnoslo; pero  cuando  estuvieron  cerca  de  nosotros 
nos  tiraron  piedras  y  huyeron.  Pasamos  a  toda  vela  por 
en  medio  de  ellos,  pero  supieron  esquivar  con  gran 
habilidad  el  choque  con  nuestros  navios.  Vimos  tam- 
bién en  las  canoas  algunas  mujeres  que  lloraban  y  se 
arrancaban  los  cabellos,  probablemente  porque  había- 
mos matado  a  sus  maridos. 

Costumbres.  —  Estos  pueblos  no  conocen  ninguna 
ley  y  no  siguen  otra  norma  mas  que  su  propia  volun- 
tad. No  tienen  rey  ni  jefe.  No  adoran  a  nada  y  van 
completamente  desnudos.  Algunos  llevan  larga  barba, 
los  negros  cabellos  anudados  sobre  la  frente  cayéndo- 


(1)  El  autor  de  la  Hisfoire  genérale  des  voy  ages  dice  que  los 
isleños  conocieron  entonces  el  fuego  por  primera  vez,  y  cita  a  Pi- 
^afetta,  el  cual  no  dice  nada.  Parece  más  bien  que  no  conocían  el 
uso  de  las  flechas. 


76  PIGAFETTA  LIB. 

les  hasta  la  cintura.  Llevan  también  sombrerillos  de  pal- 
ma. Son  fornidos  y  recios.  Su  tez  es  de  color  aceituna- 
do, pero  nos  dijeron  que  nacen  blancos  y  se  vuelven 
morenos  con  la  edad.  Se  colorean  con  arte  los  dientes, 
pintándoselos  de  rojo  y  de  negro,  lo  que  pasa  entre  ellos 
por  una  belleza  (1).  —  Las  mujeres:  Las  mujeres  son  pá- 
lidas, de  buena  talla  y  menos  morenas  que  los  hombres- 
Tienen  los  cabellos  muy  negros,  lacios  y  tan  largos  que 
arrastran  sobre  la  tierra.  Van  desnudas  como  los  hom- 
bres, aunque  a  veces  cubren  sus  partes  sexuales  con  una 
tira  estrecha  de  tela,  o,  mejor  dicho,  con  una  corteza 
blanda  como  el  papel,  que  se  extrae  del  tallo  de  la  pal- 
mera. No  trabajan  mas  que  en  sus  casas  y  hacen  esteras 
y  cestas  con  hojas  de  palmera  y  otras  labores  semejan- 
tes para  los  usos  domésticos.  Unos  y  otras  se  untan  los 
cabellos  y  todo  el  cuerpo  con  aceite  de  coco  y  de  sé- 
seli  (2). 

Este  pueblo  se  nutre  de  aves,  de  peces  voladores, 
de  patatas,  de  una  especie  de  higos  de  medio  pie  de 
largo  (3),  de  cañas  de  azúcar  y  de  otros  frutos  pareci- 
dos. —  Casas:  Sus  casas  son  de  madera,  cubiertas  de 
tablas  sobre  las  que  extienden  hojas  de  sus  higueras  de 
un  largo  de  cuatro  pies  (4).  Tienen  habitaciones  bas- 
tante decentes,  con  vigas  y  ventanas,  y  sus  lechos,  muy 
cómodos  y  blandos,  son  de  esteras  de  palma  finísimas, 
extendidas  sobre  paja.  — Armas:  No  tienen  más  arma 
que  unas  lanzas  guarnecidas  en  la  punta  con  una  espi- 


(1)  El  uso  de  ennegrecerse  ios  dientes  se  practica  aún  en  las 
islas  Pelew,  cerca  de  las  Marianas.  Sus  habitantes  hacen  con  yer- 
bas una  especie  de  pasta  que  se  aplican  durante  algunos  días  so- 
bre los  dientes,  a  pesar  de  las  molestias  que  les  produce.  (Keate, 
An  account  of  the  Pelew  islands,  pkg.  314.) 

(2)  Especie  de  simiente  oleaginosa  muy  común  en  China.  Es  el 
Raphanus  oleifer  sinensis,  de  Linneo. 

(3)  Estos  higos  son  las  bananas  o  frutos  de  la  Musa  (Masa  pa- 
radisiaca). En  lo  sucesivo  emplearé  el  nombre  de  banana,  en  lugar 
del  de  higo,  que  usa  el  autor. 

(4)  Son  las  hojas  del  bananero  o  plátano. 


II  PRIMER  VIAJE  EN  TORNO  DEL  GLOBO  77 

na  de  pescado  puntíagfuda.  Los  habitantes  de'estas^  is- 
las son  pobres,  pero  muy  diestros,  y,  sobre  todo,  hábi- 
les salteadores,  por  lo  cual  les  llamamos  islas  de  los 
Ladrones  (1). 

Canoas.  —  Su  diversión  favorita  es  pasearse  con  sus 
mujeres  en  canoas  semejantes  a  las  góndolas  de  Fusina 
(cerca  de  Venecia)  (2),  pero  son  más  estrechas;  todas 
están  pintadas  en  negro,  en  blanco  o  en  rojo.  La  vela 
es  de  hojas  de  palmera  cosidas,  y  tiene  la  forma  de  una 
vela  latina.  Está  siempre  colocada  a  un  costado,  y  al 
opuesto,  para  equilibrarla,  y  al  mismo  tiempo  para  sos- 
tener la  canoa,  sujetan  una  gruesa  viga  puntiaguda  por 
un  extremo  con  pértigas  entrecruzadas  (3).  Así  navegan 
sin  peligro.  El  gobernalle  semeja  a  una  pala  de  panade- 
ro, puesto  que  es  una  pértiga  al  extremo  de  la  cual  suje- 
tan una  tabla.  No  diferencian  la  proa  de  la  popa,  y  por 
ello  tienen  un  timón  en  cada  punta.  Son  buenos  nada- 
dores y  no  temen  aventurarse  en  alta  mar  como  los  del- 
fines (4). 

Tan  maravillados  y  sorprendidos  quedaron  al  ver- 
nos, que  pensamos  que  hasta  entonces  no  habían  visto 
otros  hombres  que  los  habitantes  de  sus  islas. 

16  y  17  de  marzo  de  1521.  —  El  decimosexto 
día  del  mes  de  marzo,  a  la  salida  del  Sol,  nos  encon- 


(1)  En  seguida  se  llamaron  islas  de  las  Velas  Latinas,  por  e\ 
gran  número  de  embarcaciones  que  por  allí  pasaban,  y  en  tiempo 
del  rey  de  España  Felipe  IV  se  les  llamó  Marianas,  en  honor  de  su 
esposa,  María  de  Austria.  Noorth  observa  que,  aun  en  su  tiempo 
(1599),  merecían  apropiadamente  el  nombre  de  islas  de  los  La- 
drones. 

(2)  Gondolitas  largas  y  estrechas  con  las  que  los  de  Fusina 
van  a  Venecia. 

(3)  Es  el  balancín,  muy  bien  ideado  por  estos  pueblos  para  no 
zozobrar,  teniendo  barcos  muy  estrechos  con  velas  de  esteras  bas- 
tante pesadas.  Anson  y  Cook  elogian  grandemente  la  construcción 
de  estas  embarcaciones  con  balancín  o  batanga. 

(4)  Quizás  por  ello  se  denomina  isla  de  los  Nadadores  a  una 
situada  cerca  de  las  Marianas. 


78  PIGAFETTA  LIB. 

tramos  cerca  de  una  tierra  elevada,  a  trescientas  leg^uas 
de  la  isla  de  los  Ladrones.  Nos  apercibimos  pronto 
de  que  era  una  isla,  a  la  que  llaman  Zamal  (1).  Detrás 
de  esta  isla  hay  otra  deshabitada,  y  en  seguida  supimos 
que  la  llamaban  Humunu  (2).  El  capitán  general  deci- 
dió tomar  tierra  a  la  mañana  siguiente  para  hacer  agua- 
da con  más  seguridad  y  disfrutar  de  algún  reposo  des- 
pués de  un  tan  largo  y  penoso  viaje.  Hizo  armar  en 
seguida  dos  tiendas  para  los  enfermos  y  ordenó  que  se 
matase  una  marrana  (3). 

18  de  marzo  de  1521.  —  Visita  de  los  isleños. 
El  lunes,  18  del  mes,  por  la  tarde  vimos  venir  hacia 
nosotros  una  barca  con  nueve  hombres.  El  capitán  ge- 
neral mandó  que  nadie  hiciese  el  menor  movimiento 
ni  dijera  la  menor  palabra  sin  su  permiso.  Cuando  sal- 
taron a  tierra,  su  jefe  se  dirigió  al  capitán  general,  tes- 
timoniándole por  gestos  el  placer  que  tenía  al  vernos. 
Cuatro  de  los  más  adornados  de  entre  ellos  perma- 
necieron cerca  de  nosotros;  los  demás  fueron  a  llamar 
a  sus  compañeros,  que  estaban  ocupados  pescando,  y 
volvieron  con  ellos. 

El  capitán,  viéndolos  tan  pacífícos,  hizo  que  les  die- 
sen de  comer  y  les  ofreció  al  mismo  tiempo  algunos 
gorros  rojos,  espejitos,  cascabeles,  bocacíes  (4),  algu- 
nas joyas  de  marfíl  y  otras  bagatelas  semejantes.  —  Pro- 


(1)  En  los  mapas  más  modernos  se  la  denomina  Samar,  y  está 
situada,  efectivamente,  a  los  15**,  que  hacen  un  poco  menos  de  tres- 
cientas leguas  marinas,  al  oeste  de  Guahan.  Prevot,  fiándose  del 
extracto  de  Fabre,  dice  que  Samar  no  está  más  que  a  treinta  le- 
gxias  de  las  Marianas  (tomo  X,  pág-.  198). 

(2)  Humunu,  que  se  llamó  en  seguida  la  isla  Encantada  (His- 
toire  general  des  voyages,  tomo  XV,  pág.  198),  está  situada  cerca 
del  cabo  de  Guigan,  de  la  isla  de  Samar. 

(3)  Había,  sin  duda,  cogido  esta  marrana  en  la  isla  de  los  La- 
drones, donde  todos  los  navegantes  posteriores  han  encontrado 
muchos  cerdos.  (De  Brosses,  tomo  I,  pág.  55.) 

(4)  El  bocací  es  una  clase  de  tela  muy  usada  antiguamente. 
(Veáse  Du  Cange.) 


11  PRIMER  VIAJE  EN  TORNO  DEL  GLOBO  79 

dados  de  la  isla:  Los  isleños,  encantados  con  la  cor- 
tesía del  capitán,  le  dieron  pescado,  un  vaso  lleno  de 
vino  de  palmera,  que  ellos  llaman  uraca^  bananas  de 
más  de  un  palmo  de  largo,  otras  más  pequeñas  y  más 
sabrosas  y  dos  frutos  del  cocotero  (1).  Al  mismo  tiem- 
po nos  indicaron  por  gestos  que  entonces  no  tenían 
nada  más  que  ofrecernos,  pero  que  al  cabo  de  cuatro 
días  volverían  y  nos  traerían  arroz,  que  ellos  llaman 
umai,  nueces  de  coco  y  otros  víveres. 

Cocoteros.  —  Las  nueces  de  coco  son  los  frutos  de 
una  especie  de  palmera  de  la  que  obtienen  su  pan,  su 
vino,  su  aceite  y  su  vinaorre.  Para  conseguir  el  vino 
hacen  en  la  copa  de  la  palmera  una  incisión  que  pe- 
netra hasta  la  medula,  de  donde  brota  gota  a  gota  un 
licor  parecido  al  mosto  blanco,  pero  un  poco  más  agrio. 
El  licor  cae  en  un  recipiente  de  caña  del  grueso  de  la 
pierna,  que  se  ata  al  árbol,  y  que  es  preciso  vaciar  dos 
veces  al  día,  por  la  mañana  y  por  la  tarde.  El  fruto  de 
esta  palmera  es  tan  grueso  como  la  cabeza  de  un  hom- 
bre y  a  veces  más.  La  primera  corteza  es  verde,  tiene 
dos  dedos  de  espesor  y  está  compuesta  de  filamentos 
que  usan  para  trenzar  cuerdas  con  las  que  amarran  sus 
barcas.  Después  hay  otra  segunda  corteza  más  dura  y 
más  espesa  que  la  de  la  nuez,  la  cual  queman  para  ex- 
traer un  polvo  que  usan.  Hay  en  el  interior  una  medu- 
la blanca,  de  un  dedo  de  espesor,  que  se  come  a  guisa 
de  pan  con  la  carne  y  el  pescado.  En  el  centro  de  la 
nuez  y  en  medio  de  esta  medula  se  encuentra  un  licor 
h'mpido,  dulce  y  corroborativo.  Si  después  de  haber 
echado  este  licor  en  un  vaso  se  le  deja  reposar,  toma 
la  consistencia  de  una  manzana.  Para  obtener  el  acei- 
te se  deja  pudrir  la  medula  con  el  licor,  en  seguida  se 
cuece,  y  de  ello  resulta  un  aceite  espeso  como  la  man- 


(1)  Cocos  nucífera,  de  Linneo.  Tenemos  en  nuestro  museo 
muchos  frutos  del  cocotero,  de  los  cuales  alg-uno  es  más  grueso 
que  la  cabeza  de  un  hombre;  otros  tienen  la  corteza  filamentosa. 


80  PIGAFETTA  LIB, 

teca.  Para  conseguir  el  vinagre  se  deja  reposar  el  licor 
sólo,  y  exponiéndole  al  sol  se  vuelve  ácido  y  semejante 
al  vinagre  que  se  hace  con  vino  blanco.  También  nos- 
otros hicimos  un  licor  que  se  parecía  a  la  leche  de  ca- 
bra (1),  raspando  la  medula,  remojándola  en  su  mismo 
licor  y  pasándola  en  seguida  por  un  lienzo.  Los  coco- 
teros se  parecen  a  las  palmeras  que  producen  los  dáti- 
les (2);  pero  sus  troncos  no  tienen  tantos  nudos,  aun- 
que tampoco  son  lisos.  Una  familia  de  diez  personas 
puede  subsistir  con  dos  cocoteros,  haciendo  agujeros 
alternativamente  cada  semana  en  uno  y  dejando  repo- 
sar el  otro,  a  fin  de  que  un  derrame  continuo  no  le  se- 
que haciéndole  perecer.  Nos  dijeron  que  un  cocotero 
vive  un  siglo  completo. 

Los  isleños  se  familiarizaron  tanto  con  nosotros,  que 
por  este  medio  pudimos  aprender  los  nombres  de  mu- 
chas cosas,  y  sobre  todo  de  los  objetos  que  nos  ro- 
deaban. Por  ellos  supimos  que  su  isla  se  llamaba  Zu- 
luán.  No  es  muy  grande.  Eran  corteses  y  honrados. 

Productos  de  la  isla,  —  Para  demostrarnos  su  amis- 
tad llevaron  en  sus  canoas  a  nuestro  capitán  a  sus  al- 
macenes de  mercancías,  tales  como  clavo  de  especia,  ca- 
nela, pimienta,  nuez  moscada,  maclas  (3),  oro,  etc.,  etc., 
y  por  sus  gestos  nos  dieron  a  comprender  que  los 
países  hacia  los  cuales  dirigíamos  nuestro  rumbo  sumi- 
nistraban abundantemente  todos  estos  géneros.  El  ca- 
pitán general  les  invitó  a  su  vez  a  que  subiesen  al  navio, 
en  el  que  instaló  todo  lo  que  asombrarles  podía  por  la 
novedad.  En  el  momento  en  que  iban  a  marcharse 
mandó  disparar  una  bombarda,  lo  cual  les  espantó  so- 


(1)  En  1864,  un  misionero  aprendió  en  Cowley  a  hacer  de  esta 
manera  la  leche  de  coco,  que  encontró  excelente.  (De  Brosses, 
tomo  II,  pág.  55.) 

(2)  Phcenix  dactylifera,  de  Linneo. 

(3)  Macias.  Nuestro  autor  la  llama  matia:  es  la  segunda  corteza 
de  la  nuez  moscada,  que  tiene  cuatro;  es  muy  apreciada  por  su  sa- 
bor aromático.  (Macis  officinalis,  de  Linneo.) 


II  PRIMER  VIAJE  EN  TORNO  DEL  GLOBO  81 

bremanera,  de  tal  modo,  que  muchos  estuvieron  a  pun- 
to de  arrojarse  al  mar  para  huir,  pero  fácilmente  se  les 
persuadió  de  que  no  tenían  nada  que  temer,  y  así  nos 
dejaron  tranquilamente  y  satisfechos,  aseg-urándonos 
que  volverían  repetidas  veces,  como  antes  habían  pro- 
metido. —  Oro:  La  isla  desierta  en  la  que  nos  había- 
mos establecido  la  llamaban  Humunu  los  isleños,  pero 
nosotros  la  denominamos  la  Aguada  de  las  Buenas  Se- 
ñales (Acquada  da  li  buoni  segnali),  porque  en  ella 
encontramos  dos  fuentes  de  agua  excelente  y  descu- 
brimos los  primeros  indicios  de  oro  en  este  país.  — 
Frutos:  Se  encuentra  también  coral  blanco,  y  hay  árbo- 
les cuyos  frutos,  más  pequeños  que  nuestras  almendras, 
semejan  a  los  piñones  del  pino.  También  hay  muchas 
especies  de  palmeras,  de  las  que  unas  dan  frutos  co- 
mestibles y  otras  no  producen  nada. 

17  de  marzo  de  1521*  —  Archipiélago  de  San 
Lázaro.  —  Habiendo  notado  a  nuestro  alrededor  el 
quinto  domingo  de  Cuaresma,  que  se  llama  de  Lázaro, 
unas  cuantas  islas,  les  dimos  el  nombre  de  archipiélago 
de  San  Lázaro  (1).  Está  situado  a  10°  de  latitud  sep- 
tentrional y  a  161°  de  longitud  de  la  línea  de  demar- 
cación (2). 

22  de  marzo  de  1521.  —  Regalos  de  los  isle- 
ños. —  El  viernes,  22  del  mes,  los  isleños  cumplieron 
su  palabra  y  vinieron  con  dos  canoas  llenas  de  nueces 
de  coco,  naranjas,  un  cántaro  con  vino  de  palmera  y 
un  gallo,  para  que  viésemos  que  tenían  gallinas.  Les 


(1)  Se  les  llamó  después  islas  Filipinas,  del  nombre  de  Felipe 
de  Austria,  hijo  de  Carlos  V. 

(2)  Las  Filipinas  están  situadas  entre  los  125°  y  135°  de  longi- 
tud occidental  de  la  isla  de  Hierro;  por  consiguiente,  entre  los  195° 
y  los  205°  de  la  línea  de  demarcación.  Este  archipiélago  no  está, 
pues,  en  los  161°  de  longitud  de  esta  línea.  Ignoro  si  al  determi- 
nar la  longitud  Magallanes  y  su  astrólogo  San  Martín  obraron  de 
buena  fe,  o  si  lo  afirmaron  así  para  encontrar  las  Molucas  más 
acá  de  los  180°.  Sin  embargo,  es  cierto  que  antes  de  Dampierre  se 
equivocaban  en  25°  en  la  longitud.  (De  Brosses,  tomo  II,  pág.  72.) 


82  PIGAFETTA  LIB. 

compramos  todo  lo  que  trajeron.  Su  jefe  era  un  viejo; 
tenía  pintada  la  cara  y  llevaba  en  las  orejas  pendientes 
de  oro.  Los  de  su  séquito  llevaban  brazaletes  de  oro 
en  los  brazos  y  pañuelos  alrededor  de  la  cabeza. 

Pasamos  ocho  días  cerca  de  esta  isla,  y  el  capitán 
saltaba  diariamente  a  tierra  para  visitar  a  los  enfermos, 
a  los  que  llevaba  vino  de  cocotero,  que  les  sentaba 
muy  bien. 

Grandes  agujeros  en  las  orejas.  —  Los  habitantes  de 
las  islas  cercanas  de  la  en  que  estábamos  tenían  tan 
grandes  agujeros  en  las  orejas  y  el  extremo  de  ellas  tan 
alargado,  que  se  podía  por  ellos  meter  el  brazo  (1). 

Costumbres.  —  Estos  pueblos  son  cafres,  esto  es, 
gentiles  (2).  Van  desnudos,  no  teniendo  más  que  un 
trozo  de  corteza  de  árbol  para  ocultar  las  partes  natu- 
rales, que  algunos  de  los  jefes  cubren  con  una  banda 
de  tela  de  algodón  bordada  en  seda  en  los  dos  extre- 
mos. Son  de  color  aceitunado,  y  generalmente  metidos 
en  carnes.  Se  tatúan  y  se  engrasan  todo  el  cuerpo  con 
aceite  de  cocotero  y  de  jengeli,  para  preservarse,  según 
dicen,  del  sol  y  del  viento.  Tienen  los  cabellos  negros, 
y  tan  largos  que  les  pasan  de  la  cintura.  Sus  armas  son 
machetes,  escudos,  mazas  y  lanzas  guarnecidas  de  oro. 
Usan  como  instrumentos  de  pesca  los  dardos,  arpones 


(1)  Todos  los  navegantes  hablan  de  las  grandes  orejas  de  los 
pueblos  nuevamente  descubiertos.  El  autor  cuenta,  además,  cosas 
fabulosas. 

(2)  Después  de  haber  conquistado  los  mogoles  las  Indias,  estos 
países  fueron  habitados  por  dos  naciones  diferentes,  es,  a  saber: 
los  moros  y  los  indíorenas,  a  los  que  nuestro  autor  llama  tan  pron- 
to cafres  como  gentiles.  Los  moros  recibieron  este  nombre  porque 
son  mahometanos,  como  los  moros  de  España.  Las  dos  naciones  se 
encuentran  aún  hoy  en  muchas  de  estas  islas,  casi  todas  sometidas 
a  los  europeos;  mas  los  gentiles  disminuyen  de  día  en  día  de  po- 
blación y  de  poder  y  casi  no  habitan  más  que  las  montaíías.  (SoN- 
NERAT,  Voyage  aux  Indes,  tomo  I,  pág.  35.)  A  los  moros  les  sucede 
lo  mismo  en  el  centro  de  África.  (Voyage  de  Mungo-Park  dans 
l'intérieur  de  V Afrii,ue.) 


II  PRIMER  VIAJE  EN  TORNO  DEL  GLOBO  83 

y  redes  semejantes  a  las  nuestras.  Sus  embarcaciones 
se  parecen  también  a  las  que  utilizamos  nosotros. 

25  de  marzo  de  1521.  —  El  autor  en  peligro. 
El  lunes  santo,  25  de  marzo,  corrí  un  grandísimo  peli- 
gro. Estábamos  a  punto  de  hacernos  a  la  vela,  y  yo 
quería  pescar;  habiendo  puesto  el  pie  sobre  una  ver- 
ga mojada  por  la  lluvia,  para  hacerlo  más  cómoda- 
mente, me  escurrí  y  caí  en  el  mar  sin  que  nadie  me  vie- 
se. Afortunadamente  la  cuerda  de  una  vela  que  pendía 
sobre  el  agua  apareció  ante  mis  ojos;  me  agarré  a  ella, 
y  grité  con  tanta  fuerza,  que  me  oyeron  y  me  salvaron 
con  el  esquife,  lo  que,  sin  duda,  no  hay  que  atribuir  a 
mis  merecimientos,  sino  a  la  misericordiosa  protección 
de  la  Santísima  Virgen. 

Cénalo,  Abarien.  —  Partimos  el  mismo  día,  y  go- 
bernando entre  el  Oeste  y  el  Suroeste  pasamos  por 
medio  de  cuatro  islas  llamadas  Cénalo,  Huinangan, 
Ibusson  y  Abarien. 

28  de  marzo  de  1521.  —  El  jueves,  28  de  mar- 
zo, habiendo  visto  durante  la  noche  hogueras  en  una 
isla,  por  la  mañana  pusimos  proa  hacia  ella,  y  estando 
a  poca  distancia  vimos  una  barquita,  que  se  llama  ¿>o- 
lotOy  con  ocho  hombres,  aproximándose  a  nuestro  na- 
vio. —  Lengua  malaya:  El  capitán  tenía  un  esclavo  na- 
cido en  Sumatra,  a  la  que  antiguamente  llamaban  7a- 
probana  (1);  probó  a  hablarles  en  la  lengua  de  su  país; 
le  comprendieron  (2)  y  se  colocaron  a  alguna  distan- 
cia de  nuestro  navio;  pero  no  quisieron  subir  a  bordo 
y  aun  parecían  temer  el  acercarse  demasiado.  El  capi- 
tán, viendo  su  desconfianza,  lanzó  al  mar  un  gorro  rojo 
y  algunas  bagatelas  atadas  a  una  tabla.  Las  recogieron 
demostrando  una  gran  alegría,  mas  se  marcharon  pron- 

(1)  La  Taprobana  de  los  antiguos  es  la  isla  de  Ceilán,  no  Su- 
matra. 

(2)  Desde  las  Filipinas  hasta  Malaca,  se  habla  en  todas  partes 
la  lengua  malaya.  No  es,  pues,  extraño  que  a  un  hombre  de  Malaca 
le  entiendan  en  Filipinas. 


84  I'  1  G  A  F  E  T  T  A  i. IB. 

to,  y  supimos  en  seg-uida  que  iban  presurosos  a  adver- 
tir a  su  rey  nuestra  llegada. 

Dos  horas  después  vinieron  hacia  nosotros  dos  ba- 
langués  (nombre  que  dan  a  sus  barcos  g-randes)  llenos 
de  hombres.  El  rey  estaba  en  el  más  grande,  bajo  una 
especie  de  baldaquino  de  esteras.  Cuando  el  rey  estu- 
vo cerca  de  nuestro  navio,  el  esclavo  del  capitán  le 
habló  algunas  palabras,  que  comprendió  muy  bien,  por- 
que los  reyes  de  estas  islas  hablan  muchas  lenguas,  y 
ordenó  a  algunos  de  los  que  le  acompañaban  que  su- 
biesen a  nuestro  navio;  pero  él  permaneció  en  su  ba- 
langué,  y  tan  pronto  como  los  suyos  regresaron,  partió. 

Isleños  de  Butuan.  —  El  capitán  acogió  afablemente 
a  los  que  subieron  a-bordo  y  les  hizo  también  algunos 
regalos.  Habiéndolo  sabido  el  rey,  antes  de  partir 
quiso  dar  al  capitán  un  lingote  de  oro  y  una  cesta  llena 
de  jengibre;  pero  el  capitán,  agradeciéndoselo,  rehusó 
aceptar  el  presente.  Al  anochecer,  la  escuadra  ancló 
cerca  de  la  casa  del  rey. 

29  de  marzo  de  1521.  —  Visita  del  rey,  —  Al 
día  siguiente  el  capitán  mandó  a  tierra  al  esclavo  que 
le  servía  de  intérprete  para  que  dijese  al  rey  que,  si 
tenía  algunos  víveres  que  enviarnos,  se  los  pagaríamos 
bien,  asegurándole  al  mismo  tiempo  que  no  veníamos 
hostilmente,  sino  como  amigos.  El  rey  mismo  vino  al 
navio  en  nuestra  chalupa,  con  seis  u  ocho  de  sus  prin- 
cipales personajes.  Subió  a  bordo,  abrazó  al  capitán  y 
le  regaló  tres  vasos  de  porcelana  llenos  de  arroz  crudo, 
cubiertos  con  hojas,  dos  doradas  muy  gordas  y  otras 
cosas.  A  su  vez  el  capitán  le  ofreció  una  túnica  de  tela 
roja  y  amarilla,  hecha  a  la  turca,  y  un  gorro  fino  rojo. 
También  regaló  algunos  objetos  a  los  hombres  de  su 
séquito:  a  unos  les  dio  espejos;  a  los  otros,  cuchillos. 
En  seguida  mandó  servir  el  desayuno,  y  ordenó  al  es- 
clavo intérprete  que  dijera  al  rey  que  quería  vivir  fra- 
ternalmente con  él,  lo  que  pareció  complacerle  en  ex- 
tremo. 


n  PRIMER  VIAJE  EN  TORNO  DEL  GLOBO  85 

Astucia  del  capitán.  —  Puso  en  seg^uida  delante  del 
rey  telas  de  diferentes  colores,  paños,  coral  (1)  y  otras 
mercancías.  Le  enseñó  todas  las  armas  de  fuego,  in- 
cluso la  artillería  gruesa,  y  mandó  tirar  algunos  caño- 
nazos, de  que  se  espantaron  los  isleños.  Hizo  armarse 
a  uno  de  los  nuestros  con  todas  las  piezas  de  la  arma- 
dura, y  ordenó  a  tres  hombres  que  le  diesen  sablazos 
y  le  apuñalasen  para  demostrar  al  rey  que  nada  podía 
herir  a  un  hombre  armado  de  esta  manera,  lo  que  le 
sorprendió  mucho,  y  volviéndose  hacia  el  intérprete  le 
hizo  decir  al  capitán  que  un  hombre  así  podía  comba- 
tir contra  ciento. 

«Sí  —  respondió  el  intérprete  en  nombre  del  capi- 
tán — ;  y  cada  uno  de  los  tres  navios  lleva  doscientos 
hombres  armados  de  esta  manera.»  Se  le  enseñó  des- 
pués separadamente  cada  pieza  de  la  armadura  y  todas 
nuestras  armas,  mostrándole  la  manera  de  servirse  de 
ellas. 

Después  dé  esto  le  condujo  al  castillo  de  popa,  y  ha- 
ciéndose llevar  el  mapa  de  marear  y  la  brújula,  le  expli- 
có, siempre  con  ayuda  del  intérprete,  cómo  había  en- 
contrado el  estrecho  para  llegar  al  mar  en  que  estába- 
mos, y  cuántas  lunas  había  pasado  en  el  mar  sin  ver 
tierra. 

El  rey,  extrañado  de  lo  que  veía  y  oía,  pidió  licen- 
cia al  capitán,  rogándole  que  enviase  con  él  a  dos  de 
los  suyos  para  que  viesen  asimismo  algunas  particu- 
laridades de  su  país.  El  capitán  me  nombró  juntamen- 
te con  otro  para  que  acompañase  al  rey. 

El  autor  va  con  el  rey.  —  Cuando  pisamos  tierra,  el 
rey  elevó  las  manos  al  cielo  y  se  volvió  en  seguida  ha- 
cia nosotros,  que  hicimos  otro  tanto,  así  como  todos 
los  que  nos  seguían.  Tomóme  después  el  rey  de  la 


(1)  Ramusio  dice  cuchillos  (coltelli),  lo  que  parece  más  verosí- 
mil, pero  nuestro  manuscrito  pone  corali;  sabido  es  que  frecuente- 
mente los  navegantes  traficaron  ventajosamente  con  el  coral. 


86  PIGAFETTÁ  LIB. 

mano,  y  uno  de  los  principales  hizo  lo  mismo  con  mi 
camarada,  y  de  este  modo  lleg-amos  bajo  un  cobertizo 
de  cañas  en  el  que  había  un  balangué  de  cerca  de  cin- 
cuenta pies  de  largo,  semejante  a  una  g^alera.  Nos  sen- 
tamos en  la  popa,  y  procuramos  hacernos  entender  por 
gfestos,  porque  no  teníamos  intérprete.  Los  del  séquito 
rodeaban  al  rey,  en  pie,  armados  con  lanzas  y  escu- 
dos. —  Merienda:  Nos  sirvieron  en  seguida  un  plato 
de  carne  de  cerdo,  con  un  gran  cántaro  lleno  de  vino. 
A  cada  bocado  de  carne  bebíamos  una  taza  de  vino, 
y  cuando  no  la  apurábamos  del  todo  (lo  que  apenas 
sucedía)  se  vertían  las  sobras  en  otro  cántaro.  La  taza 
del  rey  estaba  siempre  cubierta,  y  nadie  se  atrevía  a  to- 
carla mas  que  él  y  yo.  —  Ceremonias  al  beber:  Siem- 
pre que  el  rey  quería  beber,  elevaba  las  manos  al  cielo 
antes  de  coger  la  taza,  dirigiéndolas  después  hacia  nos- 
otros, y  en  el  momento  que  la  cogía  con  la  mano  de- 
recha, extendía  hacia  mí  la  izquierda  con  el  puño  ce- 
rrado, de  manera  que  la  primera  vez  que  hizo  esta  ce- 
remonia creí  que  me  iba  a  dar  un  puñetazo;  en  esta 
actitud  permanecía  durante  todo  el  tiempo  que  bebía; 
notando  yo  que  los  demás  le  imitaban  en  esto,  hice 
otro  tanto  con  él.  Así  tomamos  nuestro  refrigerio,  y 
no  pude  por  menos  de  comer  carne,  aunque  fué  un 
viernes  santo.  Antes  que  llegase  la  hora  de  cenar,  di  al 
rey  muchas  cosas  que  para  este  efecto  llevaba  conmigo, 
y  al  mismo  tiempo  le  pregunté  el  nombre  de  muchos 
objetos  en  su  lengua;  quedaron  muy  sorprendidos  al 
vérmelos  escribir. 

Cena.  —  Llegó  la  cena;  trajeron  dos  grandes  platos  de 
porcelana  y  otro  con  cerdo  cocido  en  su  propio  jugo. 
Hubo  las  mismas  ceremonias  que  en  la  merienda.  Des- 
de allí  pasamos  al  palacio  del  rey,  que  tenía  la  forma 
de  una  pila  de  heno.  Estaba  cubierto  con  hojas  de  ba- 
nano, sostenido  y  aislado  del  suelo  a  bastante  altura 
por  cuatro  gruesas  vigas,  por  lo  cual  necesitamos  una 
escalera  para  subir. 


11  PRIMER  VIAJE  EN  TORNO  DEL  GLOBO  87 

Cuando  estuvimos  en  él  nos  hizo  sentar  el  rey  sobre 
esteras  de  cañas,  con  las  piernas  cruzadas.  Media  hora 
después  trajeron  un  plato  de  pescado  asado,  cortado 
en  trozos,  jengibre  recién  cogido  y  vino.  El  hijo  ma- 
yor del  rey  vino  y  su  padre  le  hizo  sentarse  a  mi  lado. 
Sirvieron  después  otros  dos  platos,  uno  de  pescado  en 
salsa  y  otro  de  arroz,  los  cuales  comí  en  compañía  del 
príncipe  heredero.  Mi  compañero  de  viaje  bebió  sin 
tasa  y  se  embriagó. 

Sus  luces  están  hechas  con  una  especie  de  goma  que 
extraen  de  un  árbol  (1),  a  la  que  llaman  anime,  envuel- 
ta en  hojas  de  palmera  o  de  higuera. 

La  cama.  —  El  rey,  después  de  habernos  hecho  se- 
ñales de  que  deseaba  acostarse,  se  fué,  y  nos  dejó  con 
su  hijo,  con  el  que  dormimos  sobre  una  estera  de  cañas, 
apoyando  la  cabeza  en  almohadas  de  hojas  de  árboles. 

30  de  marzo  de  1521.  —  A  la  mañana  siguiente 
vino  el  rey  a  verme  muy  temprano,  y  tomándome  de  la 
mano  me  condujo  al  cobertizo  en  que  habíamos  cena- 
do la  víspera,  para  desayunarnos  juntos;  pero  como 
nuestra  chalupa  había  venido  a  buscarnos,  di  mis  excu- 
sas al  rey  y  partí  con  mi  compañero.  El  rey  estaba  de 
muy  buen  humor;  nos  besó  las  manos  y  nosotros  a  él. 

Su  hermano,  que  era  rey  de  otra  isla  (2),  nos  acom- 
pañó con  tres  hombres.  El  capitán  general  le  retuvo 
hasta  la  hora  de  comer  y  le  regaló  algunas  bagatelas. 

El  rey  de  Butuán.  —  El  rey  que  nos  acompañó  nos 
dijo  que  en  su  isla  había  pepitas  de  oro  tan  gruesas 
como  nueces,  y  aun  como  huevos,  mezcladas  con  la 
tierra,  cribando  ésta  para  encontrarlas,  y  que  todos  sus 


(1)  Seguramente  resina. 

(2)  Veremos  a  continuación  que  los  reyes  de  que  se  trata  po- 
seían dos  países  en  la  costa  oriental  de  la  isla  de  Mindanao,  de  los 
cuales  uno  se  llamaba  Butuán,  y  conserva  aún  el  mismo  nombre,  y 
el  otro  Calagán,  y  ahora  Caragua.  El  rey  de  Butuán  lo  era  tam 
bien  de  Massana  o  Mazzana,  que  es,  probablemente,  la  Limassava 
de  Bellin. 


88  P  I  G  A  K  E  T  T  A  LIB. 

vasos  y  platos  y  hasta  algfunos  adornos  de  su  casa  eran 
del  mismo  metal  (1).  —  Sus  vestidos:  Estaba  muy  bien 
vestido  según  la  moda  del  país,  y  era  el  hombre  más 
guapo  que  vi  entre  estos  pueblos.  Sus  cabellos  negros 
le  caían  sobre  la  espalda;  un  velo  de  seda  cubría  su 
cabeza,  y  llevaba  en  las  orejas  dos  pendientes  de  oro 
en  forma  de  anillo.  —  Adornos:  De  la  cintura  a  las 
rodillas  le  cubría  una  tela  de  algodón  bordado  en  seda; 
llevaba  al  costado  una  como  daga  o  espada  con  largo 
mango  de  oro;  la  vaina  era  de  madera  muy  bien  traba- 
jada. Sobre  cada  uno  de  sus  dientes  relucían  tres  mo- 
tas de  oro  (2),  de  manera  que  se  hubiera  dicho  que  sus 
dientes  estaban  sujetos  con  este  metal.  Se  perfumaba 
con  estoraque  y  benjuí.  Su  piel,  aceitunada,  ostentaba 
dibujos  en  colores. 

Residía  ordinariamente  en  una  isla  en  que  están  los 
países  de  Butuán  y  de  Calagán  (3);  pero  cuando  los 
dos  reyes  querían  conferenciar  juntos,  lo  hacían  en  la 
isla  de  Massana,  en  la  que  estábamos  entonces.  El  pri- 
mero se  llamaba  raja  (rey)  Colambu,  y  el  otro,  raja  Siagu. 

31  de  marzo  de  1521.  —  Misa  dicha  en  tierra. 
El  domingo  de  Pascua,  último  día  de  marzo,  el  capi- 
tán general  envió  a  tierra  muy  temprano  al  capellán 
con  varios  marineros  para  que  preparasen  lo  necesario 
para  decir  misa,  y  al  mismo  tiempo  despachó  al  intér- 
prete con  el  fin  de  comunicar  al  rey  que  iríamos  a  la 
isla,  no  para  comer  con  él,  sino  para  celebrar  una  cere- 


(1)  Sonnerat  (tomo  II,  pág.  117)  habla  también  de  Mindanao 
como  de  una  isla  en  que  abunda  el  oro.  Por  esta  razón  se  ha  creído 
que  las  Filipinas  eran  las  islas  de  Salomón. 

(2)  Fabre  y  Ramusio  dicen  que  en  cada  dedo  tenía  tres  sorti- 
jas de  oro,  pero  en  nuestro  manuscrito  se  lee  claramente:  in  ogni 
dente  haveva  tre  machie  doro  che  parevano  fosseno  legati  con  oro. 
Esto  parecerá  menos  extraño  sabiendo  que  en  Macassar,  isla  poco 
lejana  de  las  Filipinas,  algunos  se  arrancan  los  dientes  natura- 
les para  substituirlos  con  otros  de  oro,  (Hist,  gen.  des  voyages, 
tomo  XV,  pág.  97.) 

(3)  Esto  es,  Mindanao. 


II  PRIMER  VIAJE  EN  TORNO  DEL  GLOBO  89 

monia  de  nuestro  culto;  el  rey  lo  aprobó  todo  y  nos 
mandó  dos  cerdos  recién  sacrificados. 

Bajamos  cincuenta  hombres,  sin  la  armadura  comple- 
ta, mas  armados,  sin  embargo,  y  vestidos  lo  mejor  po- 
sible. En  cuanto  nuestras  chalupas  tocaron  a  la  orilla, 
se  dispararon  seis  bombardazos  en  señal  de  paz.  Salta- 
mos a  tierra,  donde  los  dos  reyes,  que  habían  salido  al 
encuentro,  abrazaron  al  capitán  y  le  pusieron  en  medio 
de  ellos. 

Fuimos  así  formados  hasta  el  lugar  en  que  se  diría 
la  misa,  que  no  estaba  muy  lejos  de  la  orilla.  Antes  de 
comenzar  la  misa,  el  capitán  roció  a  los  dos  reyes  con 
agua  almizclada.  En  la  oblación  fueron  como  nosotros 
a  besar  la  cruz,  y  en  la  elevación  adoraron  la  eucaris- 
tía con  las  manos  juntas,  imitando  siempre  lo  que  ha- 
cíamos. En  este  momento  los  navios,  previa  señal,  hi- 
cieron una  descarga  cerrada  con  la  artillería.  Después 
de  la  misa  comulgaron  algunos  de  los  nuestros,  y  en 
seguida,  por  orden  del  capitán,  ejecutamos  una  danza 
de  espadas  que  agradó  muchísimo  a  los  dos  reyes.  — 
Se  planta  la  cruz:  Inmediatamente  mandó  traer  una 
gran  cruz  con  los  clavos  y  la  corona  de  espinas,  delan- 
te de  la  cual  nos  prosternamos,  imitándonos  también 
los  isleños.  Entonces  el  capitán,  por  medio  del  intér- 
prete, dijo  a  los  reyes  que  esta  cruz  era  el  estandarte 
que  le  había  confiado  su  emperador  para  plantarla  allí 
donde  pisase,  y  que,  por  consiguiente,  quería  elevarla 
en  esta  isla,  a  la  cual  el  santo  signo  sería  además  favo- 
rable, porque  todos  los  navios  europeos  que  en  ade- 
lante la  visitasen  conocerían  al  verla  que  a  nosotros 
nos  habían  recibido  como  amigos  y  no  harían  ninguna 
violencia  ni  a  ellos  ni  a  sus  propiedades,  y  que  en  el 
caso  de  que  alguno  de  ellos  fuese  hecho  prisionero,  no 
tendría  más  que  mostrar  la  cruz  para  que  en  el  acto  le 
pusiesen. en  libertad.  Añadió  que  era  preciso  colocar 
la  cruz  sobre  la  más  elevada  cima  de  las  cercanías,  a  fin 
de  que  todos  pudiesen  verla,  y  que  cada  mañana  de- 


90  PIGAFETTA  LIB. 

bían  de  adorarla,  pues  siguiendo  su  consejo  ni  el  rayo 
ni  las  tormentas  les  ocasionarían  daños.  Los  reyes,  que 
no  dudaban  de  ningún  modo  lo  que  el  capitán  acababa 
de  decirles,  le  dieron  las  gracias  y  le  aseguraron  por 
el  intérprete  que  estaban  muy  satisfechos  y  que  ten- 
drían un  gran  placer  en  ejecutar  lo  que  acababa  de  pro- 
ponerles. 

Religión, —  Les  preguntó  cuál  era  su  religión,  si  eran 
moros  o  gentiles,  y  respondieron  que  no  adoraban  a 
cosa  terrestre,  e  hiciéronle  comprender,  elevando  las 
manos  juntas  y  los  ojos  al  cielo,  que  adoraban  a  un 
Ser  supremo  que  llamaban  Abba,  lo  que  complació  a 
nuestro  capitán.  Entonces,  el  raja  Colambu,  elevando 
las  manos  al  cielo,  dijo  que  hubiera  deseado  darle  al- 
gunas pruebas  de  su  amistad.  El  intérprete  le  pregun- 
tó que  por  qué  tenía  tan  pocos  víveres,  y  él  respondió 
que  la  razón  era  porque  no  residía  en  esta  isla,  adonde 
solamente  venía  para  cazar  o  para  reunirse  con  su  her- 
mano, y  que  su  residencia  ordinaria  la  tenía  en  otra 
isla,  donde  vivía  también  su  familia. 

El  capitán  dijo  al  rey  que,  si  él  tenía  enemigos,  que 
se  juntaría  gustoso  a  él  con  sus  navios  y  sus  guerre- 
ros para  combatirlos.  El  rey  respondió  que,  en  ver- 
dad, estaba  en  guerra  con  los  habitantes  de  dos  islas, 
pero  que  no  era  ocasión  oportuna  para  atacarlos,  y  le 
dio  las  gracias.  Acordaron  que  al  mediodía  se  plan- 
taría la  cruz  en  la  cumbre  de  una  montaña,  y  la  fiesta 
terminó  disparando  nuestros  mosqueteros  formados  en 
línea  de  batalla,  después  de  lo  cual  el  rey  y  el  capitán 
general  se  abrazaron  y  volvimos  a  nuestro  navio. 

Terminada  la  comida  saltamos  a  tierra  sin  armas,  en 
jubón,  y  acompañados  de  los  dos  reyes  subimos  a  Ja 
cima  de  la  montaña  más  elevada  de  los  alrededores  y 
plantamos  la  cruz.  Durante  la  ceremonia,  el  capitán  in- 
sistió en  enumerar  las  ventajas  que  de  ello  resultarían 
para  los  isleños.  Adoramos  todos  la  cruz,  incluso  los 
reyes.  Al  descender  atravesamos  por  extensos  campos 


II  PRIMER  VIAJE  EN  TORNO  DEL  GLOBO  91 

cultivados  y  llegamos  al  cobertizo  en  que  estaba  el 
balangué,  donde  nos  sirvieron  unos  refrescos. 

El  capitán  general  preguntó  cuál  era  el  puerto  cer- 
cano más  a  propósito  para  avituallar  sus  navios  y  trafi- 
car con  sus  mercancías,  y  le  dijeron  que  había  tres,  a 
saber:  Ceylon,  Zubu  y  Calagán  (1),  pero  que  Zubu  era 
el  mejor;  y  como  le  vieron  decidido  a  ir  allí,  le  ofrecie- 
ron pilotos  para  conducirle.  Acabada  la  ceremonia  de 
la  adoración  de  la  cruz,  el  capitán  fijó  nuestra  partida 
para  la  mañana  siguiente,  y  ofreció  rehenes  a  los  reyes 
para  responder  de  la  vuelta  de  los  pilotos.  Los  reyes 
consintieron. 

ly  2,  3  y  4  de  abril.  —  Recolección  del  arroz. — 
Por  la  mañana,  ya  a  punto  de  levar  anclas,  el  rey  Co- 
lambu  dijo  que  de  buena  gana  nos  serviría  de  piloto  él 
mismo;  pero  que  tenía  que  permanecer  allí  unos  días 
para  la  recolección  del  arroz  y  otros  productos  de  la 
tierra,  y  rogaba  al  mismo  tiempo  al  capitán  que  le  hi- 
ciese el  favor  de  enviarle  algunos  hombres  de  la  tripu- 
lación para  acabar  más  pronto  el  trabajo.  El  capitán  le 
mandó,  efectivamente,  algunos  de  los  nuestros;  pero 
los  reyes  habían  comido  y  bebido  tanto  el  día  prece- 
dente, que  ya  por  hallarse  indispuestos,  ya  a  consecuen- 
cia de  la  borrachera,  no  pudieron  dar  ninguna  orden, 
y  nuestras  gentes  no  hicieron  nada.  Los  dos  días  si- 
guientes trabajaron  mucho  y  acabaron  la  tarea. 

Usos  y  costumbres,  —  Pasamos  siete  días  en  esta 
isla,  durante  los  cuales  tuvimos  ocasión  de  observar  sus 
usos  y  costumbres.  Se  pintan  el  cuerpo  y  van  desnudos, 
cubriendo  solamente  sus  partes  naturales  con  un  trozo 
de  tela.  Las  mujeres  llevan  una  faldeta  de  corteza  de 
árbol,  de  cintura  abajo.  Sus  cabellos  negros  les  llegan 


(1)  Ceylon  es  la  isla  de  Leyte,  que  Pigafetta  ha  dividido  en  dos, 
llamando  a  la  parte  septentrional  Baybay,  que  es  el  nombre  de  un 
puerto;  Calagán  es  Carag^ua,  en  la  isla  de  Mindanao,  y  Zubu  es  la 
isla  de  Sebu,  de  la  que  hablará  mucho  el  autor. 


92  F  1  G  A  F  E  T  T  A  LIB. 

algunas  veces  hasta  los  pies.  Las  orejas,  horadadas,  se 
las  adornan  con  aretes  y  pendientes  de  oro.  —  Areca: 
Son  buenos  bebedores,  y  mascan  continuamente  un 
fruto  llamado  areca  (1),  parecido  a  una  pera.  —  Betel: 
Le  cortan  en  pedazos  y  le  envuelven  en  hojas  del  mis- 
mo árbol,  llamado  betre  (2),  que  semejan  a  las  de  la 
morera,  mezclándolo  con  un  poco  de  cal.  Después  de 
haberlo  mascado  bien  lo  escupen,  y  su  boca  se  pone 
toda  roja.  Todos  los  isleños  mascan  el  fruto  del  betre, 
pues,  según  ellos,  refresca  el  corazón  y  morirían  si  no 
lo  hiciesen.  —  Animales:  Los  animales  de  esta  isla  son 
los  perros,  los  gatos,  los  cerdos,  las  cabras  y  los  po- 
llos. —  Vegetales:  Los  vegetales  comestibles  son  el 
arroz,  el  mijo,  el  panizo,  el  maíz,  las  nueces  de  coco, 
la  naranja,  el  limón,  la  banana  y  el  jengibre.  También 
hay  cera.  —  Oro:  El  oro  abunda,  como  lo  prueban  dos 
sucesos  de  que  fui  testigo.  Un  hombre  nos  trajo  un  ta- 
zón de  arroz  e  higos,  y  pidió  en  cambio  un  cuchillo. 
El  capitán,  en  vez  del  cuchillo,  le  ofreció  algunas  mo- 
nedas, entre  ellas  una  dobla  de  oro;  pero  las  rehusó  y 
prefirió  el  cuchillo.  Otro  ofreció  un  grueso  lingote  de 
oro  macizo  por  seis  hilos  de  cuentas  de  vidrio;  pero  el 
capitán  prohibió  expresamente  el  hacer  este  cambio, 
temiendo  que  por  ello  comprendiesen  los  isleños  que 
apreciábamos  más  el  oro  que  el  vidrio  y  las  otras  mer- 
cancías. 

La  isla  de  Massana  está  a  9°  40'  de  latitud  Nor- 
te y  162°  de  longitud  occidental  de  la  línea  de  de- 
marcación, y  a  veinticinco  leguas  de  la  isla  de  Hu- 
munu  (3). 

Desde  allí,  dirigiéndonos  al  Sureste,  partimos,  y  pa- 
samos por  entre  cinco  islas,  que  se  llaman   Ceylon, 

(1)  El  uso  de  mascar  la  areca  (Areca  cathecu,  de  Linneo)  en- 
vuelta en  hojas  de  betel  continúa  aún. 

(2)  Es  el  betel, 

(3)  Limassava  está  ciertamente  en  la  latitud  indicada  por  el 
autor;  pero  hay  un  gran  error  en  la  longitud. 


11  PRIMER  VIAJE  EN  TORNO  DEL  GLOBO  93 

Bohol,  Canigán,  Baybay  y  Gatigfán  (1).  —  Murciélagos: 
En  esta  última  vimos  murciélagos  del  tamaño  de  águi- 
las. Matamos  uno  y  nos  lo  comimos,  encontrándole 
un  sabor  a  pollo. — Añades:  Hay  también  pichones, 
tórtolas,  papagayos  y  otras  aves  negras  y  grandes  como 
una  gallina,  que  ponen  huevos  tan  gordos  como  los  del 
ánade  y  que  son  comestibles.  Nos  dijeron  que  la  hem- 
bra pone  sus  huevos  en  la  arena,  y  que  el  calor  del  sol 
basta  para  incubarlos.  De  Massana  a  Gatigán  hay  veinte 
leguas. 

6  de  abril  de  1521*  —  Poloy  Ticobón  y  Pozón.  — 
Partimos  de  Gatigán  dejando  el  cabo  al  Oeste,  y  como 
el  rey  de  Massana,  que  quería  ser  nuestro  piloto,  no 
podía  seguirnos  con  su  piragua,  le  esperamos  cerca  de 
tres  islas  llamadas  Polo,  Ticobón  y  Pozón  (2).  Cuando 
nos  alcanzó,  le  hicimos  subir  a  nuestro  navio  con  algu- 
nos de  su  séquito,  lo  que  le  gustó  mucho,  y  llegamos 
a  la  isla  de  Zubu.  De  Gatigán  a  Zubu  hay  quince 
leguas. 

7  de  abril  de  1521.  —  El  domingo,  7  de  abril, 
entramos  en  el  puerto  de  Zubu.  Pasamos  cerca  de  mu- 
chas aldeas,  donde  vimos  casas  construidas  sobre  los 
árboles.  Cuando  estuvimos  cerca  de  la  villa,  que  tiene 
el  mismo  nombre  que  la  isla,  el  capitán  mandó  izar  to- 
dos los  pabellones  y  amainar  velas,  y  se  disparó  en 
descarga  cerrada  toda  la  artillería,  lo  que  causó  gran 
alarma  entre  los  isleños. 

Embajada  al  rey.  —  El  capitán  envió  entonces  a  uno 
de  sus  discípulos,  con  el  intérprete,  de  embajador  al 
rey  de  Zubu.  Llegados  a  la  villa,  encontraron  al  rey 
rodeado  de  una  inmensa  multitud,  alarmada  por  el  es- 
truendo de  las  bombardas.  El  intérprete  comenzó  por 

(1)  Bohol  ha  conservado  su  nombre.  Canigán  y  Gatigán  se  en- 
cuentran en  los  mapas  antiguos, y  particularmente  en  el  mapa  XVIII 
de  Urbano  Monti.  Bellin  puso  estas  islas  sin  nombre.  I 

(2)  Polo  y  Pozón,  islas  que  se  ven  también  en  los  mapas  de 
Monti  y  de  Ramusio,  pero  demasiado  alejadas  una  de  otra. 


94  PIGAFETTA  LIB. 

calmar  al  rey,  diciéndole  que  era  una  costumbre  nues- 
tra, y  que  este  estrépito  no  era  mas  que  un  saludo  en 
señal  de  paz  y  amistad  para  honrar  al  mismo  tiempo  al 
rey  y  a  la  isla.  Con  ello  se  aquietó  todo  el  mundo.  El 
rey,  por  intermedio  de  su  ministro,  preguntó  al  intér- 
prete qué  podía  atraernos  en  su  isla  y  qué  queríamos. 
El  intérprete  respondió  que  su  amo,  comandante  de  la 
escuadra,  era  capitán  al  servicio  del  rey  más  grande  de 
la  Tierra,  y  que  el  objeto  de  su  viaje  era  llegar  a  Ma- 
lucco;  pero  que  el  rey  de  Massana,  en  donde  había  to- 
cado, le  hizo  grandes  elogios  de  su  persona,  habiendo 
venido  para  tener  el  placer  de  visitarle,  y  al  mismo  tiem- 
po para  avituallarse,  dando  en  cambio  nuestras  mer 
cancías. 

El  rey  mandó  que  le  dijeran  que  le  daba  la  bienve- 
nida, pero  que  al  mismo  tiempo  le  advertía  que  todos 
los  navios  que  entraban  en  su  puerto  para  comerciar 
debían  empezar  por  pagarle  un  impuesto,  y  para  probar- 
lo añadió  que  no  hacía  cuatro  días  que  este  tributo  le 
había  pagado  un  junco  (1)  de  Ciam  (2),  que  compró  es- 
clavos y  oro;  llamó  en  seguida  a  un  comerciante  moro 
que  venía  también  de  Ciam  con  el  mismo  fín  para  que 
él  atestiguase  la  verdad  de  lo  que  acababa  de  anticipar. 

El  intérprete  respondió  que  su  amo,  por  ser  capitán 
de  un  monarca  tan  grande,  no  pagaría  impuestos  a  nin- 
gún rey  de  la  Tierra;  que  si  el  rey  de  Zubu  quería  la 
paz,  traía  la  paz;  pero  que  si  quería  la  guerra,  le  haría 
la  guerra.  El  comerciante  de  Ciam,  aproximándose  en- 
tonces al  rey,  le  dijo  en  su  lenguaje:  Cata  roja  chita, 
esto  es:  «Señor,  tened  cuidado.  Estas  gentes  (nos  creían 
portugueses)  son  los  que  han  conquistado  Calicut, 
Malacca  y  todas  las  Grandes  Indias.»  El  intérprete,  que 
había  comprendido  lo  que  el  comerciante  acaba  de 
decir,  añadió  que  su  rey  era  mucho  más  poderoso  por 


(1)  Junco,  navio  grande. 

(2)  Siam. 


11  PRIMER  VIAJE  EN  TORNO  DEL  GLOBO  95 

SUS  ejércitos  y  por  sus  escuadras  que  el  de  Portugal, 
de  que  el  siamés  acababa  de  hablar;  que  era  el  rey  de 
España  y  el  emperador  de  todo  el  mundo  cristiano,  y 
que  si  hubiera  preferido  tenerle  más  por  enemigo  que 
por  amigo,  habría  enviado  los  bastantes  hombres  y  na- 
vios para  destruir  por  completo  su  isla.  El  moro  con- 
firmó al  rey  lo  que  acababa  de  decir  el  intérprete.  El 
rey,  encontrándose  confuso,  dijo  que  lo  trataría  con  los 
suyos  y  a  la  mañana  siguiente  daría  la  respuesta.  Entre- 
tanto, hizo  servir  al  diputado  del  capitán  y  al  intérpre- 
te un  desayuno  de  muchos  platos,  todos  de  carne,  en 
vasos  de  porcelana. 

Después  del  desayuno,  nuestros  comisionados  vol- 
vieron a  bordo  y  relataron  todo  lo  que  les  había  suce- 
dido. El  rey  de  Massana,  que,  salvo  el  de  Zubu,  era  el 
más  poderoso  de  estas  islas,  saltó  a  tierra  para  anun- 
ciar al  otro  rey  las  buenas  disposiciones  del  capitán  ge- 
neral para  con  él. 

Al  día  siguiente,  el  escribano  de  nuestro  navio  y  el 
intérprete  fueron  a  Zubu.  El  rey  salió  a  su  encuentro 
acompañado  de  sus  jefes,  y  después  de  que  se  senta- 
ron delante  de  él,  les  dijo  que,  convencido  por  lo  que 
acababa  de  saber,  no  solamente  no  pretendía  ningún 
impuesto,  sino  que,  si  se  le  exigía,  estaba  presto  a  ser 
él  mismo  tributario  del  emperador.  —  Tratado  conclu- 
so entre  el  capitán  y  el  rey:  Se  le  contestó  que  no  se 
pedía  otra  cosa  que  el  privilegio  de  tener  el  comercio 
exclusivo  de  la  isla.  —  Ceremonia  en  señal  de  amistad: 
El  rey  accedió  y  les  encargó  que  asegurasen  a  nuestro 
capitán  que  si  quería  ser  verdaderamente  su  amigo  no 
tenía  mas  que  sacarse  un  poco  de  sangre  del  brazo  de- 
recho y  enviársela,  y  que  por  su  parte  haría  otro  tanto, 
lo  cual  sería  la  señal  de  una  amistad  leal  y  sólida.  El 
intérprete  aseguró  que  todo  se  haría  como  deseaba.  El 
rey  añadió  que  todos  los  capitanes,  sus  amigos,  que  ve- 
nían a  su  puerto  le  hacían  regalos,  y  que  en  reciproci- 
dad ellos  recibían  otros;  que  dejaba  al  capitán  la  elec- 


96  HIGA  F  E  T  T  A  LIB. 

ción  de  ser  el  primero  en  dar  los  regalos  o  en  recibir- 
los. El  intérprete  respondió  que  puesto  que,  al  parecer, 
concedía  tanta  importancia  a  esta  costumbre,  no  tenía 
mas  que  comenzar;  el  rey  consintió. 

9  de  abril  de  1521.  —  Mensaje  del  mercader 
moro:  El  martes  por  la  mañana,  el  rey  de  Massana  vino 
a  nuestro  navio  con  el  comerciante  moro,  y  después  de 
haber  saludado  al  capitán  de  parte  del  rey  de  Zubu, 
dijo  que  traía  el  encargo  de  prevenirle  que  el  rey  se  ocu- 
paba en  reunir  todos  los  víveres  que  podía  encontrar 
para  regalárselos,  y  que  por  la  tarde  le  enviaría  a  su 
sobrino  con  algunos  de  sus  ministros  para  establecer  la 
paz.  El  capitán  les  dio  las  gracias  y  les  hizo  ver  al  mis- 
mo tiempo  un  hombre  armado  de  pies  a  cabeza,  dicién- 
doles  que  en  caso  de  que  fuera  preciso  combatir  todos 
nos  armaríamos  de  la  misma  manera.  El  moro  tembló 
de  miedo  viendo  a  un  hombre  armado  de  este  modo; 
pero  el  capitán  le  tranquilizó,  asegurándole  que  nues- 
tras armas  eran  tan  ventajosas  a  nuestros  amigos  como 
fatales  a  los  adversarios.  Que  estábamos  dispuestos  a 
aniquilar  a  los  enemigos  de  nuestro  rey  y  de  nuestra  fe 
con  la  misma  facilidad  con  que  nos  enjugábamos  el  su- 
dor de  la  frente  con  un  pañuelo.  Esto  lo  dijo  el  capi- 
tán en  tono  fiero  y  amenazador,  para  que  el  moro  lo 
contase  al  rey. 

Embajada  al  capitán.  —  Efectivamente,  después  de 
comer  vimos  venir  al  sobrino  (1)  del  rey,  que  era  su 
heredero,  con  el  rey  de  Massana,  el  moro,  el  goberna- 
dor o  ministro  y  el  preboste  mayor,  con  ocho  jefes  de 
la  isla,  para  concertar  un  tratado  de  paz  con  nosotros. 
El  capitán  les  recibió  con  mucha  dignidad:  se  sentó  en 
un  sillón  de  terciopelo  rojo,  dando  sillas  de  la  misma 
tela  al  rey  de  Massana  y  al  príncipe;  los  jefes  se  senta- 
ron en  sillas  de  cuero  y  los  otros  en  esteras. 

Alianza.  —  Preguntó  el  capitán,  por  el  intérprete,  si 


(1)     El  heredero  presunto  del  trono. 


II  PRIMER  VIAJE  EN  TORNO  DEL  GLOBO  97 

era  su  costumbre  hacer  los  tratados  en  público,  y  si  el 
príncipe  y  el  rey  de  Massana  tenían  los  poderes  nece- 
sarios para  concluir  un  tratado  de  alianza  con  él.  Res- 
pondieron que  estaban  autorizados  y  que  se  podía  ha- 
blar en  público.  El  capitán  les  hizo  comprender  las  ven- 
tajas de  esta  alianza,  rog-ó  a  Dios  que  la  confirmase  en 
el  cielo  y  añadió  otras  muchas  cosas  que  les  inspiraron 
amor  y  respeto  por  nuestra  religión.  Preguntó  si  el  rey 
tenía  hijos  varones,  y  le  contestaron  que  no  tenía  mas 
que  hijas,  de  las  cuales  la  mayor  era  la  mujer  de  su 
sobrino  el  enviado  como  embajador  y  que  a  causa  de 
este  matrimonio  se  le  consideraba  como  príncipe  he- 
redero. —  Sucesión  de  los  hijos:  Hablando  de  la  suce- 
sión entre  ellos,  supimos  que  cuando  los  padres  tienen 
cierta  edad,  sin  consideración  ninguna  el  mando  pasa 
a  sus  hijos.  Esto  escandalizó  al  capitán,  que  condenó 
esta  costumbre  diciendo  que  Dios,  creador  del  cielo  y 
de  la  Tierra,  ordenó  expresamente  que  los  hijos  honra- 
sen a  su  padre  y  a  su  madre,  amenazando  con  el  casti- 
go del  fuego  eterno  a  los  que  transgrediesen  este  man- 
damiento; y  para  que  se  compenetrasen  mejor  con  la 
fuerza  de  este  divino  precepto,  les  explicó  que  todos 
estamos  igualmente  sujetos  a  las  leyes  divinas,  porque 
todos  descendemos  de  Adán  y  Eva.  —  Comienza  la 
conversión:  Continuó  exponiéndoles  otros  pasajes  de 
la  Historia  Sagrada,  que  agradaron  a  los  isleños,  exci- 
tando en  ellos  el  deseo  de  instruirse  en  los  principios 
de  nuestra  religión,  de  tal  manera  que  rogaron  al  capi- 
tán que  cuando  marchase  les  dejara  uno  o  dos  hombres 
capaces  de  enseñarles  y  que  los  honrarían  debidamen- 
te; pero  el  capitán  les  dio  a  entender  que  la  cosa  más 
esencial  era  que  se  bautizasen,  lo  que  podían  hacer  an- 
tes de  su  partida;  que  no  podía  ahora  darles  ninguna 
persona  de  su  tripulación,  mas  que  volvería  otra  vez 
trayendo  sacerdotes  y  frailes  para  que  les  instruyeran 
en  los  misterios  de  nuestra  santa  religión.  Testimonia- 
ron su  satisfacción  después  de  estos  discursos,  afirman- 


98  PIGAFETTA  LIB. 

do  que  les  contentaria  recibir  el  bautismo,  pero  que 
antes  querían  consultar  al  rey  sobre  el  asunto.  Les  advir- 
tió el  capitán  que  no  debían  bautizarse  solamente  por 
el  temor  que  pudiéramos  inspirarles  o  por  la  esperanza 
de  obtener  ventajas  materiales,  pues  su  intención  era 
no  inquietar  a  ninguno  de  ellos  porque  prefiriese  con- 
servar la  fe  de  sus  padres;  sin  embargo,  no  disimuló 
que  los  que  se  hiciesen  cristianos  serían  los  preferi- 
dos y  los  mejor  tratados.  Todos  exclamaron  que  no 
era  por  miedo  ni  por  complacencia  su  deseo  de  abra- 
zar nuestra  religión,  sino  por  impulso  de  su  propia  vo- 
luntad. 

El  capitán  les  prometió  darles  armas  y  una  armadura 
completa,  según  la  orden  que  recibió  de  su  soberano, 
advirtiéndoles  al  mismo  tiempo  que  deberían  también 
bautizarse  sus  mujeres,  sin  lo  cual  tendrían  que  sepa- 
rarse de  ellas  y  no  tener  relaciones  carnales  con  ellas, 
so  pena  de  caer  en  pecado  mortal.  Habiendo  sabido 
que  pretendían  tener  frecuentes  apariciones  del  diablo, 
lo  que  les  causaba  mucho  miedo,  les  aseguró  que  si  se 
hacían  cristianos,  el  diablo  no  se  atrevería  a  presen- 
tarse ante  ellos  hasta  el  instante  de  la  muerte  (1).  Los 
isleños,  convencidos  y  persuadidos  de  todo  lo  que  aca- 
baban de  oír,  respondieron  que  tenían  plena  confianza 
en  él,  por  lo  que  el  capitán,  llorando  de  ternura,  los 
abrazó  a  todos. 

Alianza  con  España.  —  Tomó  la  mano  del  príncipe 
y  la  del  rey  de  Massana  y  dijo  que  por  la  fe  que  tenía 
en  Dios,  por  la  fidelidad  debida  al  emperador  su  señor, 
y  por  el  hábito  (2)  que  llevaba,  establecía  y  prometía 
paz  perpetua  entre  el  rey  de  España  y  el  de  Zubu.  Los 
dos  embajadores  prometieron  lo  mismo. 


(1)  Candish  y  Noorth  (Hist  gen.  des  voy  ages,  tomo  XV,  pági- 
na 222)  hablan  del  miedo  que  los  habitantes  de  Filipinas  tienen  a 
la  aparición  del  diablo. 

(2)  Probablemente  el  hábito  de  la  orden  de  Santiago,  de  la 
que  era  comendador. 


11  PRIMER  VIAJE  EN  TORNO  DEL  GLOBO  99 

Regalos  del  rey. —  Después  de  esta  ceremonia  se 
sirvió  el  desayuno,  e  inmediatamente  los  indios  presen- 
taron al  capitán,  en  nombre  del  rey  de  Zubu,  grandes 
cestas  llenas  de  arroz,  cerdos,  cabras  y  gallinas,  excu- 
sándose de  que  el  regalo  que  le  ofrecían  no  fuera  digno 
de  tan  gran  personaje. 

Regalos  del  capitán, —  Por  su  parte,  el  capitán  ge- 
neral dio  al  príncipe  una  tela  blanca  finísima,  un  gorro 
rojo,  algunos  hilos  de  cuentas  de  vidrio  y  una  taza  de 
vidrio  dorado  (1).  No  regaló  nada  al  rey  de  Massana, 
porque  acababa  de  donarle  una  túnica  de  Cambaya  (2) 
y  otras  cosas.  También  hizo  regalos  a  todos  los  que 
acompañaban  a  los  embajadores. 

Pigafetta  lleva  los  regalos  al  rey.  —  Después  que  se 
fueron  los  isleños,  el  capitán  me  envió  a  tierra  con  otro 
para  llevar  los  regalos  destinados  al  rey,  los  cuales  con- 
sistían en  una  túnica  a  la  turca  de  seda  amarilla  y  vio- 
leta, un  gorro  rojo,  varios  hilos  con  cuentas  de  cristal, 
todo  en  un  plato  de  plata,  y  dos  tazas  de  vidrio  dorado 
que  llevábamos  a  la  mano. 

El  vestido  y  los  adornos  del  rey.  —  Llegados  a  la 
villa,  encontramos  al  rey  en  su  palacio  acompañado  de 
un  gran  cortejo.  Estaba  sentado  en  el  suelo  sobre  una 
esterilla  de  palma.  Desnudo  del  todo,  excepto  las  par- 
tes naturales  cubiertas  con  una  tela  de  algodón,  un  velo 
bordado  a  mano  alrededor  de  la  cabeza,  un  valioso 
collar  y  en  las  orejas  grandes  aretes  de  oro  rodeados 
de  piedras  preciosas.  Era  pequeño,  gordo  y  pintado 
caprichosamente  a  fuego  (3).  A  su  lado,  sobre  otra  es- 
terilla, había  dos  vasos  de  porcelana  con  huevos  de 
tortuga,  que  estaba  comiendo,  y  delante  tenía  cuatro 


(1)  Estos  pueblos  aprecian  mucho  el  vidrio. 

(2)  Cambaya,  una  de  las  ciudades  más  comerciales  de  la  India, 
particularmente  en  telas. 

(3)  Hoy  los  salvajes  no  usan  el  fuego  para  tatuarse;  pero  se 
hacen  incisiones  en  las  que  vierten  líquidos  colorantes,  o  se  apli- 
can jugos  cáustico!. 


100  PIGAFETTA  LIB. 

cántaros  de  vino  de  palmera,  cubiertos  con  plantas 
aromáticas.  En  cada  uno  de  los  cántaros  había  una  caña 
hueca,  por  la  que  chupaba  cuando  quería  beber  (1). 

Después  de  saludarle,  el  intérprete  le  dijo  que  el  capi- 
tán, su  amo,  le  daba  las  gracias  por  el  regalo  que  le  hizo, 
y  a  su  vez  le  enviaba  algunas  cosas,  no  como  recompen- 
sa, sino  como  muestra  de  la  amistad  sincera  que  aca- 
baba de  concertar  con  él.  Terminado  el  preámbulo,  le 
pusimos  la  túnica,  le  colocamos  el  gorro  sobre  la  ca- 
beza y  le  presentamos  los  otros  regalos  que  para  él  lle- 
vábamos. Antes  de  ofrecerle  las  tazas  de  vidrio,  las 
besé  y  las  puse  sobre  mi  cabeza,  y  el  rey  hizo  lo  mismo 
al  recibirlas.  En  seguida  nos  invitó  a  comer  con  él  los 
huevos  y  a  beber  con  las  cañas,  y  mientras  comíamos, 
los  que  estuvieron  en  el  navio  le  contaron  todo  lo  que 
el  capitán  dijo  relativo  a  la  paz  y  la  manera  en  que  les 
exhortó  a  abrazar  el  cristianismo. 

Música.  —  El  rey  quería  que  nos  quedásemos  tam- 
bién a  cenar,  pero  con  su  permiso  nos  excusamos.  El 
príncipe,  su  yerno,  nos  condujo  a  su  propia  casa,  en 
donde  encontramos  a  cuatro  muchachas  que  tocaban 
a  su  manera  una  extraña  música:  una  golpeaba  un  tam- 
bor parecido  a  los  nuestros,  pero  puesto  en  el  sue- 
lo (2);  otra  redoblaba  alternativamente  en  dos  timba- 
les, empuñando  sus  manos  sendas  clavijas  o  macitos 
con  una  punta  guarnecida  con  tela  de  palma;  la  tercera 
hacía  lo  mismo  en  un  timbal  más  grande,  y  la  cuarta 
manejaba  diestramente  dos  cimbalitos  que  producían 
dulces  acordes.  Llevaban  tan  bien  el  compás,  que  se 
veía  que  eran  muy  inteligentes  en  música.  Los  timba- 
les, que  son  de  bronce  o  de  otro  metal,  se  fabrican  en 
el  país  del  Sign   Magno  (3)  y  les  sirven  también  de 


(1)  La  costumbre  de  beber  por  cañas  la  observó  también  Noorth 
entre  estos  pueblos. 

(2)  Aun  hoy,  los  tambores  y  los  címbalos  son  los  principales 
instrumentos  músicos  de  los  habitantes  de  las  islas  del  Sur. 

(3)  El  Sinus  Magnus,  de  Ptolomeo,  que  es  el  jrolfo  de  China. 


II  PRIMER  VIAJÉ  ÉN  TORNO  DEL  GLOBO  lOÍ 

campanas;  les  llaman  agón.  Tocan,  además,  los  isleños 
una  especie  de  violín  con  cuerdas  de  cobre. 

Desnudez  de  las  muchachas.  —  Estas  muchachas  eran 
muy  bonitas  y  casi  tan  blancas  como  los  europeos,  y 
no  por  ser  ya  adultas  dejaban  de  estar  desnudas;  algu- 
nas, sin  embargo,  llevaban  un  trozo  de  tela  de  corteza 
de  árbol  desde  la  cintura  hasta  las  rodillas;  pero  las 
otras  estaban  completamente  desnudas;  el  agujero  de 
sus  orejas  era  muy  grande,  y  le  llevaban  guarnecido  de 
un  cilindro  de  madera  para  ensancharle  y  redondear- 
le (1);  tenían  los  cabellos  largos  y  negros,  y  un  velillo 
ceñía  su  cabeza.  No  llevan  nunca  sandalias  ni  otra  clase 
de  calzado.  Merendamos  en  casa  del  príncipe  y  volvi- 
mos en  seguida  a  nuestros  navios. 

10  de  abril  de  1521.  —  Entierro.  —  Murió  uno 
de  los  nuestros  durante  la  noche,  y  volví  el  miércoles 
por  la  mañana  con  el  intérprete  a  casa  del  rey  a  pedirle 
permiso  para  enterrarle  y  que  nos  indicase  el  sitio.  El 
rey,  al  que  eacontramos  rodeado  de  un  numeroso  cor- 
tejo, respondió  que  puesto  el  capitán  podía  disponer 
de  él  y  de  todos  sus  subditos,  con  mayor  razón  podía 
disponer  de  su  tierra.  Añadí  que  para  enterrar  al  muer- 
to teníamos  que  consagrar  el  lugar  de  la  sepultura  y 
plantar  una  cruz.  El  rey,  no  sólo  dio  su  consentimiento, 
sino  que  prometió  adorar  la  cruz. 

Para  inspirar  a  los  indios  una  buena  opinión  de  nos- 
otros, consagramos  según  los  ritos  de  la  Iglesia,  y  lo 
mejor  que  fué  posible,  la  plaza  de  la  villa,  destinándola 
a  cementerio  de  los  cristianos,  y  enterramos  en  segui- 
da al  muerto.  El  mismo  día  por  la  noche  enterramos 
a  otro. 

Comercio.  Pesas  y  medidas,  —  Desembarcamos  mu- 
chas mercancías  y  las  almacenamos  en  una  casa  bajo  la 


(1)  Cook  (Viaje  hacia  el  Polo  Sur  y  alrededor  del  mundo)  ex- 
plicó la  manera  de  dilatar  los  agujeros  hechos  en  el  lóbulo  de  las 
orejas,  por  medio  de  cilindros  elásticos  de  hojas  de  cañas. 


102  PIGAFÉTTA  LIB. 

protección  del  rey  y  la  custodia  de  cuatro  hombres  que 
el  capitán  dejó  allí,  para  traficar  al  por  mayor.  Este 
pueblo,  amante  de  la  justicia,  tiene  pesas  y  medidas. 
Sus  balanzas  son  un  palo  de  madera,  pendiente  en  me- 
dio de  una  cuerda;  a  un  lado  un  platillo  suspendido  de 
tres  cordelitos,  y  al  otro  un  peso  de  plomo  equivalente 
al  del  platillo,  y  al  que  añaden  pesas  equivalentes  a  las 
libras,  medias  libras,  etc.,  después  de  poner  las  mercan- 
cías en  el  platillo,  para  hacer  las  pesadas.  Tienen  tam- 
bién medidas  de  longitud  y  de  capacidad. 

Se  entregan  apasionadamente  los  isleños  al  placer  y 
a  la  ociosidad.  Ya  dijimos  cómo  tocan  los  timbales,  y 
añadimos  que  también  tocan  una  especie  de  dulzaina 
muy  parecida  a  la  nuestra  y  a  la  que  llaman  subin. 

Casas.  —  Hacen  sus  casas  con  vigas,  tablas  y  cañas, 
y  tienen  habitaciones  como  nosotros.  Están  construidas 
sobre  estacas,  de  manera  que  debajo  hay  un  espacio 
vacío  que  sirve  de  establo  y  de  gallinero,  para  los  cer- 
dos, las  cabras  y  las  gallinas. 

Aves  que  matan  a  las  ballenas.  —  Nos  dijeron  que 
en  estos  mares  hay  unas  aves  negras,  semejantes  a  los 
cuervos,  que  cuando  una  ballena  aparece  en  la  super- 
ficie del  agua  esperan  que  abra  la  garganta  para  lan- 
zarse dentro  y  van  derechas  a  arrancarle  el  corazón, 
que  arrebatan  para  comérselo.  La  única  prueba  que  nos 
dieron  acerca  de  esto  es  que  se  ve  al  ave  negra  co- 
miéndose el  corazón  de  la  ballena,  y  que  se  encuentra 
la  ballena  muerta  sin  corazón.  Llaman  al  ave  negra  la- 
gan;  tiene  el  pico  dentado,  las  plumas  negras,  pero 
tiene  la  carne  blanca  y  comestible  (1). 

12  de  abril  de  1521.  —  Tráfico.  —  El  viernes 
abrimos  nuestro  almacén  y  expusimos  nuestras  mercan- 

(1)  Este  es  uno  de  los  cuentos  que  Pigafetta  oyó  y  que  cuenta 
de  buena  fe.  Sin  embargo,  se  ha  observado  que  muchas  aves  viven 
de  la  carne  de  las  ballenas  muertas  y  lanzadas  por  las  olas  sobre 
la  orilla.  Un  cuervo  que  haya  entrado  en  la  garganta  abierta  de 
una  ballena  muerta,  tal  vez  dio  origen  a  este  cuento. 


II  PRIMER  VIAJE  EN  TORNO  DEL  GLOBO  103 

cías,  que  los  isleños  admiraron  extrañados.  Por  objetos 
de  bronce,  hierro  y  otros  metales  nos  daban  oro.  Nues- 
tras joyas  y  otras  bagatelas  se  convertían  en  arroz,  en 
cerdos,  en  cabras  y  otros  comestibles.  Por  catorce  li- 
bras de  hierro  nos  daban  diez  piezas  de  oro,  de  un  va- 
lor equivalente  a  ducado  y  medio  cada  una.  £1  capitán 
general  prohibió  que  se  demostrase  demasiada  codicia 
por  el  oro;  sin  esta  orden,  cada  marinero  hubiera  ven- 
dido todo  lo  que  poseía  para  procurarse  este  metal,  lo 
que  hubiera  arruinado  para  siempre  nuestro  comercio. 

14  de  abril  de  1521.  —  Bautismo  del  rey  de 
Zubu,  —  Prometió  el  rey  a  nuestro  capitán  abrazar  la 
religión  cristiana;  se  fíjó  para  la  ceremonia  el  domingo 
14  de  abril.  Se  aderezó,  al  efecto,  en  la  plaza  ya  con- 
sagrada un  tablado  adornado  con  tapicerías  y  ramas 
de  palmeras.  Saltamos  a  tierra  cuarenta  hombres,  más 
dos  armados  de  pies  a  cabeza,  que  daban  guardia  de 
honor  al  pendón  real.  Al  pisar  tierra  los  navios  dispa- 
raron toda  la  artillería,  lo  que  asustó  a  los  isleños.  £1 
capitán  y  el  rey  se  abrazaron.  Subimos  al  tablado,  en  el 
que  había  para  ellos  dos  sillas  de  terciopelo  verde  y 
azul.  Los  jefes  isleños  se  sentaron  en  cojines,  y  los 
otros  en  esteras. 

Ventajas  para  el  rey  de  hacerse  cristiano.  —  Hizo 
el  capitán  decir  al  rey  que,  entre  las  muchas  ventajas 
de  que  iba  a  gozar  haciéndose  cristiano,  tendría  la  de 
vencer  más  fácilmente  a  sus  enemigos.  El  rey  respon- 
dió que  estaba  muy  contento  de  convertirse,  aun  sin 
beneficio  ninguno;  pero  que  le  agradaba  el  poder  ha- 
cerse respetar  de  ciertos  jefes  de  la  isla  que  rehusaban 
sometérsele,  diciendo  que  eran  hombres  como  él  y  no 
querían  obedecerle.  Entonces  el  capitán  mandó  que 
los  trajeran,  y  les  dijo  que  si  no  obedecían  al  rey  como 
soberano,  los  haría  matar  a  todos  y  confiscaría  sus  bie- 
nes en  provecho  del  rey.  Con  esta  amenaza  todos  los 
jefes  prometieron  reconocer  su  autoridad. 

A  su  vez  el  capitán  aseguró  al  rey  que  a  su  vuelta 


104  P  [  G  A  F  E  T  T  A  LIB. 

a  España  volvería  a  su  país  con  fuerzas  mucho  más  con- 
siderables, y  que  le  haría  el  más  poderoso  monarca  de 
aquellas  islas,  recompensa  merecida  por  haber  sido  el 
primero  que  abrazó  la  religión  cristiana.  El  rey  dio  las 
gracias  levantando  las  manos  al  cielo,  y  le  rogó  insis- 
tentemente que  dejase  algunos  hombres  con  él  para 
que  le  instruyesen  en  los  misterios  y  deberes  de  la  re- 
ligión cristiana,  lo  cual  prometió  el  capitán;  mas  a  con- 
dición de  que  le  confíase  dos  hijos  de  personajes  de 
la  isla  para  llevarlos  con  él  a  España,  donde  aprende- 
rían la  lengua  española,  para  que  a  su  vuelta  pudiesen 
dar  una  idea  de  lo  que  hubieran  visto. 

Después  de  haber  plantado  una  gran  cruz  en  medio 
de  la  plaza  se  pregonó  que  cualquiera  que  quisiese  cris- 
tianarse debería  destruir  todos  sus  ídolos,  colocando 
la  cruz  en  su  lugar.  Todos  consintieron.  El  capitán,  to- 
mando al  rey  de  la  mano  le  condujo  al  tablado;  vis- 
tiéronle enteramente  de  blanco,  y  se  le  bautizó  con  el 
rey  de  Massana,  el  príncipe  su  sobrino,  el  mercader 
moro  y  otros  muchos,  hasta  quinientos.  Al  rey,  que  se 
llamaba  raja  Humabon,  se  le  puso  el  nombre  de  Carlos, 
por  el  emperador;  los  demás  recibieron  diversos  nom- 
bres. Se  dijo  en  seguida  misa,  después  de  la  cual  el 
capitán  invitó  al  rey  a  comer;  pero  éste  se  excusó  y  nos 
acompañó  hasta  las  chalupas,  que  nos  volvieron  a  la 
escuadra;  al  llegar  dispararon  otra  descarga  cerrada. 

Bautizo  de  la  reina.  —  Acabada  la  comida  fuimos  a 
tierra  muchos  con  el  capellán  para  bautizar  a  la  reina  y 
a  otras  mujeres.  Subimos  con  ellas  al  tablado,  y  yo  mos- 
tré a  la  reina  una  imagen  pequeña  de  la  Virgen  con  el 
niño  Jesús,  que  le  agradó  y  enterneció  mucho.  Me  la 
pidió  para  colocarla  en  lugar  de  sus  ídolos,  y  se  la  di 
de  buena  gana  (1).  Se  puso  a  la  reina  el  nombre  de 
Juana,  por  la  madre  del  emperador;  el  de  Catalina  a  la 


(1)     La  casualidad  o  el  cuidado  de  algún  indígena  que  la  mira- 
ría como  un  ídolo  la  conservaron  hasta  1598,  en  que,  habiendo 


lí  PRIMER  VIAJE  EN  TORNO  DEL  GLOBO  105 

mujer  del  príncipe,  y  el  de  Isabel  a  la  reina  de  Massa- 
na.  Bautizamos  este  día  más  de  ochocientas  personas 
entre  hombres,  mujeres  y  niños. 

Los  vestidos  de  la  reina.  —  La  reina,  joven  y  bella, 
vestía  por  completo  de  tela  blanca  y  negra;  se  tocaba 
con  un  gran  sombrero  de  hojas  de  palmera  en  forma 
de  quitasol,  y  en  la  copa,  también  de  las  mismas  hojas, 
una  triple  corona  la  asemejaba  a  la  tiara  del  Papa;  no 
salía  nunca  sin  ella.  Llevaba  la  boca  y  las  uñas  teñidas 
de  un  rojo  muy  vivo.  A  la  caída  de  la  tarde  el  rey  y  la 
reina  vinieron  hasta  la  orilla  en  que  estamos  anclados, 
y  oyeron  complacidos  el  estruendo  inocente  de  las 
bombardas,  que  tanto  les  había  asustado  antes. 

22  de  abril  de  1521.  —Religión, —  Durante  todo 
este  tiempo  bautizamos  a  los  indígenas  de  Zubu  y 
de  las  islas  adyacentes.  Sin  embargo,  hubo  una  aldea 
en  una  de  las  islas  en  que  los  habitantes  nos  desobe- 
decieron; la  quemamos  y  plantamos  una  cruz  porque 
eran  idólatras;  si  hubieran  sido  moros,  esto  es,  maho- 
metanos, hubiésemos  plantado  una  columna  de  piedra 
para  representar  el  endurecimiento  de  su  corazón. 

El  capitán  general  bajaba  a  tierra  todos  los  días  a 
oír  misa,  a  la  que  acudían  muchos  nuevos  cristianos, 
para  los  cuales  hizo  un  catecismo  explicándoles  mu- 
chos misterios  de  nuestra  religión. 

La  reina  oye  misa,  —  Un  día,  con  pompa  extraor- 
dinaria, vino  la  reina  a  oír  misa.  La  precedían  tres  jó- 
venes, que  llevaban  tres  de  sus  sombreros;  vestía  una 
túnica  blanca  y  negra,  y  un  gran  velo  de  seda  a  rayas 
de  oro  cubríale  cabeza  y  espaldas.  Acompañábanla  mu- 
chas mujeres,  que  llevaban  un  velillo  bajo  un  sombrero, 
sueltos  los  cabellos,  desnudas  hasta  los  pies,  excepto 
una  tela  de  palmera  que  les  ocultaba  las  partes  natura- 


vuelto  los  españoles  con  misioneros,  la  encontraron  y  la  expusieron 
a  la  veneración;  por  ello  pusieron  el  nombre  de  ciudad  de  Jesús  a 
la  que  coQstr\iyeron.(Hist genérale  des  voyages, tomo  XV,pág.  35.) 


106  PICAFETTA  LIB. 

les.  La  reina,  después  de  haber  hecho  una  reverencia 
ante  el  altar,  se  sentó  sobre  un  cojín  de  seda  bordada, 
y  el  capitán  le  roció  a  ella  y  a  su  séquito  con  agua  de 
rosas  almizclada,  olor  que  agrada  infínito  a  las  mujeres 
de  este  país. 

Juramento  de  los  jefes  al  rey,  —  Con  el  fin  de  que  el 
rey  fuese  más  respetado  y  obedecido  aún,  nuestro  ca- 
pitán general  le  hizo  un  día  venir  a  misa  vestido  con  su 
túnica  de  seda,  y  mandó  que  trajeran  a  sus  dos  herma- 
nos, llamados  uno  Bondara,  que  era  padre  del  prínci- 
pe, y  el  otro  Cadaro,  con  muchos  jefes  llamados  Si- 
miut,  Sibuaia,  Sisacai  (1),  Magalibe,  etc.  Les  exigió 
juramento  de  obediencia  al  rey,  y  después  que  le  be- 
saran la  mano. 

Juramento  del  rey  a  España.  —  Inmediatamente  el 
capitán  hizo  jurar  al  rey  de  Zubu  que  permanecería  so- 
metido y  fiel  al  rey  de  España.  Jurado  que  hubo,  el  ca- 
pitán general  depositó  su  espada  delante  de  la  imagen 
de  Nuestra  Señora,  y  dijo  al  rey  que,  después  de  tal 
juramento,  debía  morir  antes  que  faltar  a  él,  y  que  él 
mismo  estaba  presto  a  perecer  mil  veces  antes  que  fal- 
tar a  sus  juramentos  por  la  imagen  de  Nuestra  Señora, 
por  la  vida  de  su  señor  el  emperador  y  por  su  hábito. 
En  seguida  le  regaló  una  silla  de  terciopelo,  advirtién- 
dole que  debía  hacerla  llevar  por  un  jefe  delante  de  él, 
adondequiera  que  fuese,  y  la  manera  de  conducirse. 

Joyas  para  el  capitán.  —  El  rey  prometió  al  capitán 
acatar  exactamente  lo  que  acababa  de  decirle,  y  para 
demostrarle  su  adhesión  personal  mandó  preparar  las 
joyas  que  quería  regalarle,  y  que  consistían  en  dos  pen- 
dientes de  oro  muy  grandes,  dos  brazaletes  y  dos  ajor- 
cas de  oro,  adornados  con  piedras  preciosas.  Estas 
alhajas  son  el  adorno  más  bello  de  los  reyes  de  estas 
comarcas,  que  van  siempre  desnudos  y  descalzos,  no 


(1)     Parece  que  el  prefíjo  si  o  ci  en  nombres  propíos  es  un  título 
de  honor. 


II  PRIMER  VIAJE  EN  TORNO  DEL  GLOBO  107 

llevando,  como  ya  he  dicho,  más  vestido  que  un  peda- 
zo de  tela  desde  la  cintura  a  las  rodillas. 

Continúa  la  idolatría,  —  El  capitán,  que  había  con- 
minado al  rey  y  a  los  otros  neófitos  a  quemar  sus  ído- 
los, cosa  que  todos  habían  prometido,  viendo  que  no 
sólo  los  conservaban  sino  que  les  hacían  sacrificios  se- 
gún su  antigua  costumbre,  se  lamentó  de  la  desobe- 
diencia y  les  regañó.  No  pretendieron  negarlo;  pero 
creyeron  disculparse  diciendo  que  no  hacían  los  sacri- 
ficios por  ellos,  sino  por  un  enfermo,  cuya  salud  espe- 
raban de  los  ídolos.  El  enfermo  era  el  hermano  del 
príncipe,  considerado  como  el  hombre  más  sabio  y 
más  valiente  de  la  isla,  y  su  mal  había  llegado  hasta  el 
punto  de  perder  el  había  hacía  cuatro  días. 

Curación  milagrosa.  —  Oyó  el  capitán  el  relato,  y 
animado  de  un  santo  celo,  dijo  que  si  tenían  verdadera 
fe  en  Jesucristo,  quemaran  todos  sus  ídolos  y  bautiza- 
sen al  enfermo,  que  curaría,  pues  estaba  tan  convenci- 
do de  ello,  que  apostaba  la  cabeza  a  que  lo  que  pro- 
metía sucedería  inmediatamente.  El  rey  asintió.  Fuimos, 
entonces,  con  la  mayor  pompa  posible,  en  procesión 
desde  la  plaza  en  que  estábamos  a  la  casa  del  enfermo, 
que  encontramos,  efectivamente,  en  tristísima  situación, 
inmóvil  y  sin  poder  hablar.  Le  bautizamos,  y  a  dos  de 
sus  mujeres  y  diez  hijos.  El  capitán,  inmediatamente 
después  del  bautismo,  le  preguntó  qué  tal  se  encontra- 
ba, y  él  respondió  repentinamente  que,  gracias  a  Nues- 
tro Señor,  ya  estaba  bien.  Fuimos  todos  testigos  de 
vista  de  este  milagro,  dando  gracias  a  Dios,  especial- 
mente el  capitán.  Dio  al  príncipe  una  bebida  refres- 
cante, enviándosela  a  diario  hasta  que  se  restableció 
por  completo,  y  al  mismo  tiempo  le  mandó  un  colchón, 
sábanas,  un  cobertor  de  lana  y  una  almohada. 

Destrucción  de  los  ídolos,  —  Al  quinto  día  sanó  el 
enfermo  y  se  levantó.  Su  primer  deseo  fué  quemar 
en  presencia  del  rey  y  del  pueblo  un  ídolo  al  que  ve- 
neraba grandemente  y  que  algunas  viejas  guardaban 


108  PIGAFETTA  Ufe. 

con  mucho  cuidado  en  su  casa.  Mandó  derribar  muchos 
templos  que  había  a  orillas  del  mar,  en  los  que  el  pue- 
blo se  reunía  para  comer  la  carne  consagrada  a  los  ído- 
los. Todos  los  indíg^enas  aplaudieron  su  resolución  y 
se  dedicaron  a  destruir  ídolos,  incluso  los  de  la  casa 
del  rey,  al  grito  de  ¡Viva  Castilla!,  en  honor  del  rey 
de  España. 

Su  figura.  —  Los  ídolos  de  este  país  son  de  madera, 
cóncavos  o  vaciados  por  detrás,  con  los  brazos  y  las 
piernas  separadas  y  los  pies  vueltos  hacia  arriba;  la 
cara  grande,  con  cuatro  colmillos  semejantes  a  los  del 
jabalí  (1);  generalmente  están  pintados. 

Bendición  del  cerdo,  —  Puesto  que  hablamos  de  ído- 
los, voy  a  contar  a  vuestra  señoría  algunas  de  sus  ce- 
remonias supersticiosas,  entre  ellas  la  bendición  del 
cerdo.  Comienzan  redoblando  grandes  timbales;  en  se- 
guida traen  tres  grandes  platos:  dos  llenos  de  pescado 
asado,  tortas  de  arroz  y  mijo  cocido,  envueltos  en  ho- 
jas, y  otro  con  telas  de  Cambaya  y  dos  tiras  de  tela 
de  palma.  Extienden  en  el  suelo  uno  de  estos  lien- 
zos, y  aparecen  dos  viejas  con  sendos  trompetones  de 
caña  (2).  Se  colocan  sobre  la  tela,  saludan  al  Sol,  y  se 
envuelven  en  los  otros  paños  que  había  en  el  plato. 
La  primera  vieja  cubre  su  cabeza  con  un  pañuelo,  atan- 
do las  puntas  en  forma  de  cuernos,  y  con  otro  pañue- 
lo en  la  mano,  baila  y  toca  la  trompeta,  invocando  de 
vez  en  cuando  al  Sol.  La  otra  coge  una  de  las  dos  tiras 
de  tela  de  palma,  toca  la  trompeta,  y  volviéndose  ha- 
cia el  Sol  murmura  algunas  palabras.  A  continuación,  la 
primera  coge  la  otra  tira,  arroja  el  pañuelo  de  la  mano, 
y  las  dos  tocan  las  trompetas  y  danzan  un  buen  rato  al- 
rededor del  cerdo,  que  yace  en  el  suelo  bien  atado, 

(1)  Visnú,  en  una  de  sus  encarnaciones,  es  representado  con 
cara  de  jabalí.  (Sonnerat,  tomo  I,  pág.  161.) 

(2)  ^  Entre  los  instrumentos  músicos  de  los  indios,  Sonnerat  en- 
contró y  dibujó  un  trompetón  igual  a  los  que  aquí  menciona  el 
autor. 


II  PRIMER  VIAJE  EN  TORNO  DEL  GLOBO  109 

hablando  y  respondiendo  en  voz  baja  al  Sol  respectiva- 
mente. Coge  una  taza  de  vino  la  primera  sin  dejar  de 
bailar  ni  de  dirigirse  al  Sol,  y  finge  beber  cuatro  o  cin- 
co veces,  vertiendo  el  líquido  sobre  el  corazón  del 
cerdo.  Deja  la  taza  y  toma  una  lanza,  que  blande,  siem- 
pre bailando  y  hablando,  amagando  al  corazón  del  cer- 
do muchas  veces,  hasta  que,  al  fin,  le  atraviesa  de  parte 
a  parte  con  golpe  rápido  y  certero.  En  seguida  de 
arrancar  la  lanza,  curan  la  herida,  cerrándola  con  yerbas 
salutíferas.  Durante  la  ceremonia  alumbra  una  antorcha 
que  la  vieja  que  atravesó  al  cerdo  apaga  al  final  metién- 
dosela en  la  boca.  La  otra  vieja  moja  su  trompeta  en 
la  sangre  del  cerdo,  y  con  ella  toca  y  mancha  la  frente 
de  los  asistentes,  empezando  por  su  marido;  pero  no 
lo  hizo  con  nosotros.  Acabado  todo,  se  desnudan  las 
viejas,  comen  lo  que  había  en  los  dos  platos,  e  invitan 
a  hacer  lo  mismo  a  las  mujeres,  pero  no  a  los  hombres, 
y  chamuscan  y  afeitan  al  cerdo.  Nunca  comen  carne  de 
este  animal  que  no  hayan  purificado  antes  de  esta  ma- 
nera, y  solo  las  viejas  pueden  realizar  esta  ceremonia. 
Ceremonias  fúnebres.  —  Cuando  muere  un  jefe  se 
celebran  también  singulares  ceremonias,  de  las  que  fui 
testigo.  Las  mujeres  más  respetadas  del  país  fueron  a 
casa  del  muerto,  cuyo  cadáver  estaba  en  una  caja,  alre- 
dedor de  la  cual  innumerables  cuerdas,  sujetando  ra- 
mas de  árboles,  formaban  una  especie  de  muralla,  de 
la  que  pendían  telas  de  algodón  en  pabellones,  bajo 
los  que  se  sentaron  las  mujeres  dichas,  cubiertas  con 
un  trapo  blanco.  A  cada  mujer  le  daba  aire  con  un  aba- 
nico de  palma  una  criada.  Las  demás,  con  semblante 
triste,  se  sentaron  alrededor  de  la  habitación.  Una  cor- 
tó lentamente  con  un  cuchillo  los  cabellos  del  muerto. 
Otra,  que  había  sido  su  mujer  principal  (porque,  aun- 
que cada  hombre  puede  tener  tantas  mujeres  como  le 
plazca,  una  sola  es  la  principal),  se  tendió  sobre  él  de 
modo  que  puso  su  boca,  sus  manos  y  sus  pies  sobre  la 
boca,  las  manos  y  los  pies  del  cadáver,  y  mientras  la 


lio  PIGAFETTA  LIB. 

primera  cortaba  los  cabellos,  ella  lloraba,  y  cuando  se 
paraba  la  primera,  cantaba.  Alrededor  de  la  habitación 
había  muchos  braseros,  en  los  que  a  menudo  se  echa- 
ba mirra,  estoraque  y  benjuí,  que  esparcían  un  olor  muy 
ag^radable.  Duran  estas  ceremonias  cinco  o  seis  días, 
con  el  cadáver  en  casa,  yo  creo  que  con  el  deseo  de 
embalsamar  al  muerto  con  alcanfor  para  preservarle  de 
la  putrefacción.  Se  le  entierra  en  la  misma  caja,  clavada 
con  clavijas  de  madera,  en  el  cementerio,  que  es  un  lu- 
gar cerrado  y  cubierto  con  tablones. 

Pájaro  de  mal  agüero.  —  Me  asegfuraron  que  todas 
las  noches,  de  madrugada,  venía  un  pájaro  negro,  del 
tamaño  de  un  cuervo,  a  posarse  sobre  las  casas,  y  con 
sus  gritos  espantaba  a  los  perros,  que  aullaban  toda  la 
noche,  no  cesando  de  ladrar  hasta  el  alba.  No  quisie- 
ron nunca  decirnos  la  causa  de  este  fenómeno,  del  que 
todos  fuimos  testigos. 

Infibulación,  —  Añadiré  otra  observación  sobre  sus 
extrañas  costumbres.  Ya  dije  que  van  estos  indios  des- 
nudos por  completo,  salvo  un  paño  de  tela  de  palmera 
para  cubrir  sus  partes  naturales.  Todos  los  hombres, 
viejos  y  jóvenes,  tienen  una  especie  de  infibulación  en 
el  prepucio,  por  la  cual  pasan  un  cilindrito  de  oro  o  de 
estaño,  del  grueso  de  una  pluma  de  oca,  que  le  ho- 
rada de  alto  a  bajo,  con  una  abertura  en  medio  para 
dejar  paso  a  la  orina,  y  en  los  extremos  con  dos  cabe- 
zas parecidas  a  las  de  nuestros  clavos  grandes,  algunas 
veces  erizadas  con  puntas  en  forma  de  estrella. 

Me  dijeron  que  no  se  quitaban  nunca  este  adorno, 
ni  aun  durante  la  cópula,  que  eran  las  mujeres  quienes 
lo  querían,  y  asimismo  ellas  preparaban  la  infibulación 
de  sus  hijos  desde  la  infancia  (1);  ignoro  lo  que  habrá 

(1)  En  la  primera  traducción  del  extracto  de  Pigafetta,  se  lee: 
Grandi  et  picoli  hanno  il  membro  bucato  da  una  parte  all'altra 
appresso  il  capo,  e  in  quel  buco  hanno  messo  come  una  verghetia 
d'oro  grossa  come  una  penna  d'oca;  i  altri  mettono  come  una  stel- 
la  acata  sopra  la  testa  del  membro  par  d'oro. 


H  PRIMER  VIAJE  EN  TORNO  DEL  GLOBO  111 

de  cierto,  pero  a  pesar  del  extraño  aparato,  todas  las 
mujeres  nos  preferían  a  sus  maridos  (1). 

Productos  de  la  isla,  —  Abundan  los  víveres  en  la 
isla.  Además  de  los  animales  ya  citados,  hay  perros  y 
gatos,  que  también  se  comen.  Produce  arroz,  mijo,  pa- 
nizo y  maíz,  naranjas,  limones,  cañas  de  azúcar,  nueces 
de  coco,  calabazas,  ajos,  jengibre,  miel,  vino  de  pal- 
mera y  otras  cosas,  y  mucho  oro. 

Hospitalidad.  —  Cuando  bajábamos  a  tierra,  fuera 
de  día  o  de  noche,  encontraba  siempre  indios  que  nos 
invitaban  a  comer  o  beber.  Cuecen  a  medias  solamen- 
te sus  guisos,  y  los  salan  excesivamente,  lo  que  les 
obliga  a  beber  mucho  y  frecuentemente,  chupando  con 
cañas  huecas  el  vino  de  los  vasos.  Pasan  cinco  o  seis 
horas  ordinariamente  a  la  mesa. 

Las  ciudades  y  sus  Jefes,  —  En  esta  isla  hay  muchas 


(1)  He  abreviado  mucho  por  decencia;  sin  embargo,  doy  a  con> 
tinuación  el  original  del  manuscrito:  Grandi  etpicoli  hanno  passa- 
to  il  suo  membro  circa  de  la  testa  de  luna  parte  a  laltra  con  uno 
/ero  de  oro  hovero  de  stanio  grosso  como  una  penna  de  ocha  e  in 
uno  capo  e  laltro  del  medesimo  fero  alguni  anno  como  una  stella 
con  ponte  soura  li  capi  altri  como  una  testa  de  chiodo  da  caro  as- 
saissime  volte  lo  volfi  vedere  da  molti  cosi  vequi  como  joveni  per- 
ché non  lo  poteva  credere  nel  mezo  del  fero  e  un  buto  per  il  qualle 
urinano  il  fero  e  le  stelle  sempre  stanno  ferme.  Loro  dicono  che  le 
sue  moglie  voleno  cussi  et  se  fossero  de  altra  sorte  non  uzariano 
con  elli.  Quando  quesii  vogliono  azare  loro  medesime  lo  pigliano 
non  in  ordine...  Questi  popoli  uzanno  questo  perché  sonó  di  debile 
natura...  A  tuete  da  sey  anni  insu  apoco  apoco  li  aprono  la  nata- 
ra  per  cagione^  etc.  No  debe  sorprender  la  lubricidad  de  las  muje- 
res de  este  país  que  han  imaginado  esto,  después  de  leer  en  los  re- 
latos de  los  viajeros  cuáles  son  sus  costumbres  y  su  industria  en 
este  respecto.  (Veáse  la  carta  de  Américo  Vespucio  en  Ramusio, 
tomo  I,  pág.  131;  y  Paw,  Recherches  sur  les  Américains,  parte  I.) 
Noorth  y  Candisch,  que  viajaron  por  el  mismo  mar  en  1600,  y  en- 
contraron la  misma  costumbre;  pero  dicen  que  se  podían  quitar  el 
cilindro,  y  les  contaron  que  esta  infíbulación  la  imaginaron  las  muje- 
res para  impedir  la  pederastía.  (Hist.  genérale  des  voy  ages,  tomo  X, 
pág.  357.)  La  moda  debe  haber  pasado,  porque  los  navegantes  mo- 
dernos no  hablan  de  ello. 


112  PIGAFETTA  LIB. 

ciudades,  con  personajes  respetables  que  son  sus  jefes. 
He  aquí  algunos:  Cing-apola,  sus  jefes  son  Cilatón,  Ci- 
guibucan,  Cimaninga,  Cimaticat,  Cicambul;  Mandani, 
que  tiene  por  jefe  a  Aponoaan;  Lalan,  cuyo  jefe  es  Te- 
ten; Lalutan,  jefe  Japall;  Lubucin,  jefe  Cilumai.  Todas 
nos  obedecían  y  nos  pagaban  un  tributo. 

Matan.  —  Cerca  de  la  isla  de  Zubu  hay  otra  llamada 
Matan,  con  un  puerto  de  igual  nombre,  donde  ancla- 
ron nuestros  navios.  La  ciudad  principal  de  esta  isla  se 
llama  también  Matan,  y  sus  jefes  eran  Zula  y  Cilapu- 
lapu.  En  esta  isla  estaba  la  ciudad  de  Bulaia,  que  nos- 
otros quemamos. 

26  de  abril  de  1521.  —  Zula  contra  Cilapula- 
pu.  —  El  viernes,  26  de  abril.  Zula,  uno  de  los  jefes  de 
la  isla  de  Matan,  envió  al  capitán  a  uno  de  sus  hijos 
con  dos  cabras,  para  decirle  que  si  no  le  enviaba  todo 
lo  que  le  había  prometido  no  era  culpa  suya,  sino  de 
Cilapulapu,  el  otro  jefe,  que  no  quería  reconocer  la  au- 
toridad del  rey  de  España;  mas  que  si  el  capitán  que- 
ría socorrerle,  solamente  con  una  chalupa  de  hombres 
armados,  a  la  noche  siguiente  se  comprometía  a  com- 
batir y  subyugar  completamente  a  su  rival. 

Bajamos  a  Matan.  —  Con  este  mensaje,  el  capitán 
se  determinó  a  ir  en  persona  con  tres  chalupas.  Rogá- 
mosle  que  no  fuese;  pero  contestó  que  un  buen  pastor 
no  debe  nunca  abandonar  a  su  rebaño. 

Salimos  a  media  noche  sesenta  hombres  armados 
con  casco  y  coraza.  El  rey  cristiano,  su  yerno  el  prín- 
cipe y  muchos  jefes  de  Zubu,  con  bastantes  hombres 
armados,  nos  siguieron  en  balangués.  Llegamos  a  Ma- 
tan tres  horas  antes  del  alba.  No  quiso  el  capitán  ata- 
car entonces,  sino  que  envió  a  tierra  al  moro  para  que 
dijese  a  Cilapulapu  y  a  los  suyos  que  si  querían  reco- 
nocer la  soberanía  del  rey  de  España,  obedecer  al  rey 
cristiano  y  tributar  lo  que  se  le  pedía,  serían  conside- 
rados como  amigos;  pero,  si  no,  que  reconocerían  la 
fuerza  de  nuestras  lanzas.  Los  isleños  no  se  amedren- 


11  PRIMER  VIAJE  EN  TORNO  DEL  GLOBO  113 

taron  con  nuestras  amenazas,  y  respondieron  que  tam- 
bién las  tenían,  aunque  fuesen  de  cañas  y  de  estacas 
aguzadas  a  fuego.  Suplicaron  sólo  que  no  los  atacára- 
mos de  noche,  porque  esperaban  refuerzos  y  serían 
muchos  más  después;  fué  un  ruego  capcioso  para  enco- 
rajinarnos y  que  les  atacásemos  inmediatamente,  espe- 
rando que  caeríamos  en  los  fosos  que  cavaron  entre  la 
orilla  del  mar  y  sus  casas. 

27  de  abril  de  1521.  —  Combate.  —  Esperamos 
el  día,  efectivamente,  y  saltamos  a  tierra  con  agua  has- 
ta los  muslos,  pues  las  chalupas  no  podían  aproximarse 
por  los  arrecifes.  Eramos  cuarenta  y  nueve,  porque  de- 
jamos a  once  guardando  las  chalupas.  Necesitamos  an- 
dar por  el  agua  un  rato  antes  de  ganar  tierra. 

Los  isleños  eran  mil  quinientos  y  estaban  formados 
en  tres  batallones,  que  apenas  nos  vieron  se  lanzaron 
contra  nosotros  con  un  ruido  horrible;  dos  batallones 
nos  atacaron  de  flanco  y  el  tercero  de  frente.  Nuestro 
capitán  dividió  su  tropa  en  dos  pelotones.  Los  balles- 
teros y  los  mosqueteros  tiraron  desde  lejos  durante 
media  hora,  causando  al  enemigo  poco  daño,  porque 
aunque  las  balas  y  las  flechas,  atravesando  las  delgadas 
tablas  de  los  escudos,  les  hiriesen  algunas  veces  en  los 
brazos,  esto  no  les  detenía,  porque  no  les  mataba  instan- 
táneamente como  se  habían  imaginado;  al  contrario,  les 
enardecía  y  enfurecía  más.  Confiando  en  la  superioridad 
del  número,  nos  arrojaban  nubes  de  lanzas  y  estacas 
agudizadas  a  fuego,  piedras  y  hasta  tierra,  siéndonos 
muy  difícil  defendernos.  Algunos  lanzaron  estacas  con 
punta  de  hierro  contra  nuestro  capitán  general,  quien, 
para  alejarlos  e  intimidarlos,  ordenó  que  incendiáse- 
mos sus  casas,  lo  que  hicimos  inmediatamente.  Al  ver 
las  llamas  se  enfurecieron  y  encarnizaron  aún  más;  co- 
rrieron algunos  a  sofocar  el  incendio  y  mataron  a  dos 
de  los  nuestros  en  la  plaza.  Su  número  parecía  aumen- 
tar, así  como  la  impetuosidad  con  que  nos  acometían. 
Una  flecha  envenenada  atravesó  la  pierna  al  capitán. 


PIGAFETTA 


114  PIGAFETTA  LIB. 

que  mandó  la  retirada  en  orden;  pero  la  mayor  parte 
de  los  nuestros  huyeron  precipitadamente,  quedando 
sólo  siete  u  ocho  con  el  capitán. 

Muerte  de  Magallanes.  —  Comprendiendo  los  in- 
dios que  sus  golpes  a  la  cabeza  o  al  cuerpo  no  nos  da- 
ñaban por  la  protección  de  la  armadura,  pero  que  las 
piernas  estaban  indefensas,  a  ellas  nos  tiraron  flechas, 
lanzas  y  piedras,  tan  abundantes  que  no  pudimos  re- 
sistir. Las  bombardas  que  llevamos  en  las  chalupas  eran 
inútiles,  porque  los  arrecifes  impedían  acercarse  bas- 
tante. Nos  retiramos  lentamente,  combatiendo  siempre, 
y  estábamos  a  tiro  de  ballesta,  con  agua  hasta  las  ro- 
dillas, cuando  los  isleños,  siempre  a  nuestros  alcances, 
volvieron  a  coger  y  nos  arrojaron  hasta  cinco  o  seis 
veces  la  misma  lanza.  Como  conocían  a  nuestro  capi- 
tán, contra  él  principalmente  dirigían  los  ataques,  y  por 
dos  veces  le  derribaron  el  casco;  sin  embargo,  se  man- 
tuvo firme  mientras  combatíamos  rodeándole.  Duró  el 
desigual  combate  casi  una  hora.  En  fin,  un  isleño  logró 
poner  la  punta  de  la  lanza  en  la  frente  del  capitán, 
quien,  furioso,  le  atravesó  con  la  suya,  dejándosela  cla- 
vada. Quiso  sacar  la  espada,  pero  no  pudo,  por  estar 
gravemente  herido  en  el  brazo  derecho;  diéronse  cuen- 
ta los  indios,  y  uno  de  ellos,  asestándole  un  sablazo  en 
la  pierna  izquierda  le  hizo  caer  de  cara,  arrojándose 
entonces  contra  él.  Así  murió  nuestro  guía,  nuestra  luz 
y  nuestro  sostén. 

Al  caer,  viéndose  asediado  por  los  enemigos  se  vol- 
vió muchas  veces  para  ver  si  nos  habíamos  salvado.  No 
le  socorrimos  por  estar  todos  heridos;  y  sin  poderle 
vengar,  llegamos  a  las  chalupas  en  el  momento  en  que 
iban  a  partir. 

A  nuestro  capitán  debimos  la  salvación,  porque  en 
cuanto  murió  todos  los  isleños  corrieron  al  sitio  en 
que  había  caído. 

Pudo  socorrernos  el  rey  cristiano,  y  lo  hubiera  hecho 
sin  duda;  pero  el  capitán  general,  lejos  de  prever  lo 


II  PRIMER  VIAJE  EN  TORNO  DEL  GLOBO  115 

sucedido,  cuando  pisó  tierra  con  su  gente  le  ordenó 
que  no  saliese  del  balang-ué  y  que  permaneciera  como 
mero  espectador  viéndonos  cómo  combatíamos.  Lloró 
amargfamente  al  verle  sucumbir. 

Elogio  de  Magallanes.  —  Pero  la  gloria  de  Maga- 
llanes sobrevivirá  a  su  muerte.  Adornado  de  todas  las 
virtudes,  mostró  inquebrantable  constancia  en  medio 
de  sus  mayores  adversidades.  En  el  mar  se  condenaba 
a  sí  mismo  a  más  privaciones  que  la  tripulación.  Versa- 
do más  que  ninguno  en  el  conocimiento  de  los  mapas 
náuticos,  sabía  perfectamente  el  arte  de  la  navegación, 
como  lo  demostró  dando  la  vuelta  al  mundo,  lo  que 
nadie  osó  intentar  antes  que  él  (1). 

La  desdichada  batalla  se  dio  el  27  de  abril  de  1521, 
que  fué  un  sábado,  día  que  escogió  el  capitán  por  te- 
nerle particular  afición.  Ocho  de  los  nuestros  y  cuatro 
indios  bautizados  perecieron  con  él,  y  pocos  volvieron 
a  los  navios  sin  heridas. 

Imaginaron  al  fin  protegernos  con  las  bombardas  los 
que  en  las  chalupas  quedaron;  pero  por  estar  tan  dis- 
tantes nos  hicieron  más  daño  que  a  los  enemigos,  los 
cuales,  sin  embargo,  perdieron  quince  hombres. 

Rehusan  devolvernos  el  cuerpo  del  capitán,  —  Por 
la  tarde,  el  rey  cristiano,  con  nuestro  consentimiento, 
envió  a  decir  a  los  habitantes  de  Matan,  que  si  querían 
devolvernos  los  cadáveres  de  nuestros  soldados  muer- 
tos, y  particularmente  el  del  capitán,  les  daríamos  las 
mercancías  que  pidiesen;  pero  respondieron  que  por 
nada  se  desprenderían  del  cadáver  de  un  hombre  como 
nuestro  jefe,  y  que  le  guardarían  como  trofeo  de  su  vic- 
toria sobre  nosotros. 

Gobernadores  de  la  escuadra.  —  Al  saber  la  pérdida 


(1)  Mag-allanes  no  dio  mas  que  la  mitad  de  la  vuelta  al  mundo; 
pero  Pigfafetta  dice  con  razón  que  la  dio  casi  entera,  porque  los 
portugueses  conocísn  muy  bien  lo  que  faltaba  de  la  ruta  de  las 
islas  Molucas  a  Europa  por  el  Cabo  de  Buena  Esperanza. 


116  PIGAFETTA  LIB. 

del  capitán,  los  que  estaban  en  la  ciudad  para  traficar 
hicieron  transportar  inmediatamente  las  mercancías  a 
los  navios.  En  su  lugar  elegimos  dos  gobernadores: 
Odoardo  Barbosa  (1),  portugués,  y  Juan  Serrano,  es- 
pañol. 

Disgusto  del  intérprete.  —  Enrique,  nuestro  intérpre- 
te, el  esclavo  de  Magallanes,  resultó  ligeramente  herido 
en  el  combate,  lo  que  le  sirvió  de  pretexto  para  no  ba- 
jar a  tierra,  donde  se  necesitaban  sus  servicios,  y  pasa- 
ba el  día  entero  ocioso,  tumbado  en  su  estera.  Odoar- 
do Barbosa,  gobernador  del  navio  que  antes  mandaba 
Magallanes,  le  reprendió  severamente,  advirtiéndole 
que,  a  pesar  de  la  muerte  de  su  amo,  continuaba  siendo 
esclavo,  y  que  a  nuestra  vuelta  a  España  le  entregaría  a 
doña  Beatriz,  viuda  de  Magallanes,  amenazándole  con 
azotarle  si  inmediatamente  no  bajaba  a  tierra  para  el 
servicio  de  la  escuadra. 

Conjuración  contra  los  españoles.  —  El  esclavo  se 
levantó  tranquilamente,  como  si  no  hubiera  oído  las  in- 
jurias y  amenazas  del  gobernador,  y  una  vez  en  tierra 
fué  a  casa  del  rey  cristiano,  a  quien  dijo  que  esperába- 
mos partir  a  poco,  y  que,  si  quería  seguir  su  consejo, 
podría  apoderarse  de  los  navios  con  todas  sus  mercan- 
cías. El  rey  le  escuchó  favorablemente,  y  urdieron  jun- 
tos la  traición.  Volvió  en  seguida  el  esclavo  a  bordo, 
y  mostró  más  actividad  e  inteligencia  que  antes. 

1  de  mayo  de  1521*  —  La  traición.  —  La  maña- 
na del  miércoles  primero  de  mayo,  el  rey  cristiano  en- 
vió a  decir  a  los  gobernadores  que  tenía  preparado  un 
regalo  de  piedras  preciosas  para  el  rey  de  España,  y 
que  para  dárselas  les  rogaba  que  viniesen  a  comer  con 
él,  acompañados  de  algunos  de  su  séquito.  Fueron,  en 


(1)  Odoardo  Barbosa  había  estado  ya  en  las  Molucas,  por  el 
Cabo;  dejó  una  Relación  de  las  Indias  muy  interesante  (Ramusio, 
tomo  I,  pág.  288).  Uno  de  sus  compañeros  escribió  también  una 
Relación  abreviada  del  mismo  viaje. 


1!  ¡PRIMER  VÍAJE  EN  TORNO  DEL  GLOBO  117 

efecto,  veinticuatro,  entre  ellos  nuestro  astrólogo,  lla- 
mado San  Martín  de  Sevilla.  Yo  no  fui  porque  tenía  la 
cara  hinchada  por  haberme  herido  en  la  frente  una  fle- 
cha envenenada. 

Sospechas.  — Juan  Carvajo  y  su  ayudante  volvieron 
inmediatamente  a  los  navios,  sospechando  la  mala  fe 
de  los  indios  al  ver,  según  dijeron,  que  el  enfermo 
curado  milagrosamente  conducía  a  nuestro  capellán  a 
su  casa. 

Asesinato.  —  Apenas  habían  terminado  sus  palabras 
cuando  oímos  gritos  y  ayes.  Levamos  anclas  en  segui- 
da y  nos  acercamos  a  la  costa,  disparando  muchos 
bombardazos  contra  las  casas. 

Juan  Serrano,  abandonado.  —  Vimos  entonces 
cómo  conducían  hasta  la  orilla  del  mar  a  Juan  Serrano, 
herido  y  agarrotado.  Rogó  que  no  disparásemos  más, 
porque  le  asesinarían.  Le  preguntamos  qué  les  había 
sucedido  a  sus  compañeros  y  al  intérprete,  y  respon- 
dió que  a  todos  los  degollaron,  excepto  al  esclavo, 
que  se  pasó  a  los  isleños.  Nos  conjuró  a  que  le  res- 
catásemos por  mercancías;  pero  Juan  Carvajo,  su  com- 
padre, con  algunos  más,  rehusaron  intentar  siquiera 
su  rescate,  y  no  consintieron  que  las  chalupas  se  apro- 
ximaran a  la  isla,  porque  el  mando  de  la  escuadra 
les  correspondía  por  la  muerte  de  los  dos  goberna- 
dores. 

Juan  Serrano  siguió  implorando  la  compasión  de  su 
compadre,  diciendo  que  en  cuanto  nos  hiciésemos  a 
la  vela  le  asesinarían;  y  viendo,  al  fin,  que  sus  lamenta- 
ciones eran  inútiles,  lanzó  terribles  imprecaciones,  ro- 
gando a  Dios  que  el  día  del  juicio  final  hiciera  dar 
cuenta  de  su  alma  a  Juan  Carvajo,  su  compadre. 

Partida  de  Zubu.  —  Pero  no  le  hicieron  caso  y  par- 
timos, sin  haber  tenido  nunca  noticias  de  su  vida  o  de 
su  muerte. 

La  isla  de  Zubu  es  grande;  tiene  buen  puerto,  con 
dos  entradas,  una  al  Oeste  y  otra  al  Estenordeste.  Está 


118  PIGAFETTA  LIB.  II 

a  10°  de  latitud  Norte  y  a  154°  de  longitud  de  la  línea 
de  demarcación.  En  esta  isla  tuvimos  noticias  acerca 
de  las  islas  Malucco,  antes  de  la  muerte  de  Magalla- 
nes (1). 


(1)     En  el  manuscrito  de  Pig-afetta  hay  aquí  un  vocabulario  de 
los  ¡sleííos  de  Zubu,  que  daremos  al  fin  del  viaje. 


LIBRO    III 

Desde  la  partida  de  Zubu  hasta  la  salida  de  las  islas  Malucco. 


Isla  de  Bohol.  —  Dejamos  la  isla  de  Zubu  y  ancla- 
mos en  la  punta  de  una  isla  llamada  Bohol,  a  diez  y 
ocho  leguas  de  Zubu.  —  Quemamos  un  navio:  Viendo 
que  las  tripulaciones,  disminuidas  por  tantas  pérdidas, 
no  eran  suficientes  para  los  tres  navios,  decidimos  que- 
mar uno  (la  Concepción),  después  de  transportar  a  los 
otros  dos  todo  lo  que  podía  sernos  útil.  —  Panilongón: 
Pusimos  rumbo  al  Suroeste,  costeando  una  isla  llama- 
da Panilongón,  cuyos  indígenas  son  negros  como  los 
etíopes. 

Seguimos  la  ruta  y  llegamos  a  una  isla  que  se  llama 
Butuán  (1),  donde  anclamos. 

Alianza  con  el  rey.  —  El  rey  de  la  isla  subió  a  nues- 
tro navio,  y  para  darnos  una  prueba  de  amistad  y  de 
alianza  se  sacó  sangre  de  la  mano  izquierda  y  untóse 
con  ella  el  pecho  y  la  punta  de  la  lengua;  nosotros  hi- 
cimos lo  mismo.  —  Pigafetta  va  solo  con  él:  Cuando 
se  marchó  fui  solo  con  él  para  ver  la  isla.  Entramos  en 
un  río  (2),  en  donde  encontramos  muchos  pescadores 
que  ofrecieron  pescado  al  rey,  el  cual,  como  todos  los 
indígenas  de  estas  islas,  iba  desnudo,  sin  más  que  un 
trozo  de  tela  para  cubrir  las  partes  sexuales,  cuya  tela 
también  se  quitó;  los  personajes  de  la  isla  que  iban  con 


(1)  Parte  de  Mindanao. 

(2)  Río  que  forma  la  bahía  de  Chipit. 


120  PIGAFETtA  Lie. 

él  hicieron  lo  mismo;  empuñaron  los  remos  y  comen- 
zaron a  bogar  cantando.  Pasamos  de  largo  muchas 
casas  situadas  a  la  orilla  del  río,  y  a  las  dos  de  la  ma- 
drugada llegamos  a  la  del  rey,  que  estaba  a  dos  leguas 
de  distancia  del  sitio  en  que  habíamos  anclado. 

Cena.  —  Cuando  entramos  nos  salieron  al  encuen- 
tro con  antorchas  de  cañas  y  hojas  de  palmera  arrolla- 
das e  impregnadas  con  la  goma  llamada  anime.  Mien- 
tras preparaban  la  cena,  el  rey,  con  dos  de  sus  muje- 
res, bastante  bonitas,  y  dos  de  sus  jefes,  vaciaron  un 
gran  vaso  de  vino  de  palmera,  sin  comer  nada.  Me  in- 
vitaron a  beber;  pero  me  excusé  diciendo  que  había 
ya  cenado  y  que  no  bebía  mas  que  una  vez.  Al  beber 
hacían  las  mismas  ceremonias  que  el  rey  de  Massana. 

Sirvieron  la  cena,  compuesta  solamente  de  arroz  y 
de  pescado  muy  salado,  en  tazones  de  porcelana.  Co- 
mían el  arroz  a  guisa  de  pan.  —  Cocción  del  arroz:  El 
arroz  le  cuecen  así:  ponen  en  un  puchero  de  tierra, 
parecido  a  nuestras  marmitas,  una  hoja  grande  que 
cubre  enteramente  su  fondo;  echan  agua  y  arroz,  y  lo 
tapan,  dejándolo  cocer  hasta  que  el  arroz  tiene  la  du- 
reza de  nuestro  pan,  y  lo  sacan  en  trozos.  De  este  modo 
cuecen  el  arroz  en  todas  las  islas  de  estos  parajes. 

Camas.  —  Terminada  la  cena,  el  rey  mandó  que  tra- 
jeran una  estera  de  cañas,  con  otra  de  palmera  y  una 
almohada  de  hojas.  Eran  mi  cama,  en  la  que  me  acosté 
con  uno  de  los  jefes.  El  rey  se  acostó  en  otra  parte 
con  sus  dos  mujeres. 

Excursión  por  la  isla.  —  Al  día  siguiente,  mientras 
preparaban  la  comida,  hice  una  excursión  por  la  isla; 
entré  en  muchas  casas,  construidas  como  las  que  ya 
habíamos  visto,  y  noté  que  tenían  muchos  utensilios 
de  oro,  pero  pocos  víveres.  Volví  a  casa  del  rey,  y 
comimos  arroz  y  pescado. 

Visito  la  casa  de  la  reina.  —  Traté  de  hacer  com- 
prender por  gestos  al  rey  que  deseaba  ver  a  la  reina. 
Me  hizo  signos  de  que  le  agradaba,  y  nos  encamina- 


ííi  PRIMER  VIAJE  EN  TORNO  DEL  GLOBO  líl 

mos  a  la  cima  de  una  montaña,  donde  estaba  la  mora- 
da de  la  reina.  Hícele  al  entrar  una  reverencia,  que  me 
devolvió;  me  senté  cerca  de  ella,  que  estaba  tejiendo 
esteras  de  palma  para  una  cama.  Toda  la  casa  la  ador- 
naban vasos  de  porcelana  pendientes  de  las  paredes, 
así  como  cuatro  timbales:  uno  muy  grande,  otro  me- 
diano y  dos  pequeños;  la  reina  se  entretenía  tocándo- 
los. Tenía  para  servirla  esclavos  de  ambos  sexos.  Pe- 
dimos permiso  para  retirarnos,  y  volvimos  a  casa  del 
rey,  quien  me  hizo  servir  un  desayuno  de  cañas  de 
azúcar. 

Minas  de  oro,  —  Encontré  en  la  isla  cerdos,  cabras, 
arroz,  jengibre  y  todo  lo  que  vimos  en  las  otras.  Pero 
lo  que,  sin  embargo,  abunda  más  es  el  oro.  Me  señala- 
ron, por  gestos,  unos  vallecitos,  dándome  a  entender 
que  en  ellos  había  más  oro  que  pelo  teníamos  en  la 
cabeza;  pero  que,  no  teniendo  hierro,  se  necesitaba  un 
gran  trabajo  para  explotarlo,  y  habían  renunciado  a  ello. 

Castigo  de  los  malhechores,  —  Por  la  tarde  pedí 
que  me  llevasen  a  nuestros  navios,  y  el  rey,  con  algu- 
nos de  los  personajes  de  la  isla,  quiso  acompañarme 
en  el  mismo  balangué.  Durante  el  descenso  por  el  río 
vi  a  la  derecha,  en  un  montículo,  tres  hombres  suspen- 
didos de  un  árbol,  y  a  mis  preguntas  respondieron  que 
eran  malhechores. 

Esta  parte  de  la  isla,  llamada  Chipit,  es  una  prolon- 
gación de  la  misma  tierra  que  Butuán  y  Calagán;  va 
por  sobre  Bohol  y  limita  con  Massana.  El  puerto  es 
bastante  bueno.  Está  a  los  8°  de  latitud  Norte,  a  167° 
de  longitud  de  la  línea  de  demarcación  y  a  cincuenta 
leguas  de  Zubu  (1).  Al  Noroeste  yace  la  isla  de  Lo- 
zón  (2),  a  dos  jornadas;  es  grande,  y  a  ella  vienen  to- 

(1)  Es  la  isla  de  Mindanao,  que  nuestro  autor  escribe  Maing- 
danao.  En  el  mapa  de  Bellin,  como  en  el  de  nuestro  manuscrito, 
se  ven  los  puertos  de  Chipit,  de  Butuán  y  de  Calagán.  Se  extien- 
de más  allá  de  Bohol,  y  limita  su  punta  septentrional  con  Massana. 

(2)  Luzón  o  Manila. 


122  PIGAFETTA  LIB. 

dos  los  años  seis  o  siete  juncos  de  los  pueblos  llama- 
dos lequies  (1),  para  comerciar.  Más  adelante  hablaré 
de  Chipit. 

Junio  de  1521*  —  Cagayán.  —  Partimos  de  esta 
isla,  y  navegando  al  Oestesuroeste  anclamos  junto  a 
una  isla  casi  desierta.  Los  pocos  habitantes  son  moros 
desterrados  de  una  isla  llamada  Burné  (Borneo).  Van 
desnudos  como  los  de  otras  islas,  y  sus  armas  son  cer- 
batanas, carcajes  llenos  de  flechas  y  una  yerba  para 
envenenarlas.  Tienen  también  puñales  con  mang-os  de 
oro  y  piedras  preciosas,  lanzas,  mazas  y  coracitas  de 
piel  de  búfalo.  Creyeron  que  éramos  dioses  o  santos. 
Hay  en  la  isla  grandes  árboles,  pero  pocos  víveres. 
Está  a  7°  30'  de  latitud  septentrional  y  a  cuarenta  y 
tres  leguas  de  Chipit.  Se  llama  Cagayán  (2). 

Penuria  de  ¿a  tripulación,  —  Desde  esta  isla,  si- 
guiendo el  mismo  rumbo  Oestesuroeste,  llegamos  a 
otra  mayor,  que  encontramos  bien  provista  de  toda 
clase  de  víveres,  lo  que  fué  una  fortuna  para  nosotros, 
porque  estábamos  tan  hambrientos  y  tan  mal  aprovi- 
sionados, que  estuvimos  muchas  veces  a  punto  de 
abandonar  los  navios  y  establecernos  en  cualquier  tie- 
rra, para  terminar  en  ella  nuestros  días. 

Esta  isla,  llamada  Palaoán  (3),  nos  proporcionó  cer- 
dos, cabras,  pollos,  gallinas,  bananas  de  muchas  clases, 
algunas  de  un  codo  de  largo  y  gruesas  como  el  bra- 


(1)  En  la  lámina  III  de  Ramusío  se  lee  al  oeste  de  Luzón  (que 
escribe  él  Pozón):  Canali  donde  vengono  gli  Lequii. 

(2)  En  la  lámina  III  de  Urbano  Monti,  la  isla  de  Cagayán,  ro- 
deada de  islitas,  está  marcada  en  la  misma  dirección.  Igualmente 
cercada  de  islas  está  en  el  atlas  de  Robert. 

(3)  En  los  mapas  antiguos,  Palaoán  está  al  noroeste  de  Ma- 
nila; por  consiguiente,  esta  isla  no  se  encontraba  en  la  ruta  de 
nuestro  viajero,  porque  Manila  ;está  al  nordnordeste  de  Cagayán. 
En  esta  ruta  se  encuentra  la  isla  de  Paragua  o  Paragoia,  y  leo 
Palaoán  en  un  globo  de  cuatro  pies  de  diámetro  perteneciente  a 
la  familia  Cusani,  en  cuya  casa  he  tenido  la  dicha  de  vivir  desde 
hace  casi  treinta  años;  aprovecho  expresamente  esta  ocasión  para 


III  PRIMER  VIAJE  EN  TORNO  DEL  GLOBO  123 

zo;  otras  de  un  palmo  de  larg-o,  y  otras  más  pequeñas, 
que  eran  las  mejores;  hay  también  nueces  de  coco, 
cañas  de  azúcar  y  raíces  parecidas  a  los  nabos.  Cue- 
cen el  arroz  en  cañas  huecas  o  en  cuencos  de  madera, 
conservándose  éste  mejor  que  el  cocido  en  marmi- 
tas. Obtienen  del  arroz,  por  medio  de  una  especie 
de  alambique,  un  vino  más  fuerte  y  mejor  que  el  de 
palmera.  En  una  palabra,  fué  para  nosotros  esta  isla 
una  tierra  de  promisión.  Está  a  los  9°  20'  de  latitud 
septentrional  y  a  171°  20'  de  longitud  de  la  línea  de 
demarcación. 

Alianza  con  el  rey.  —  Nos  presentamos  al  rey,  que 
concertó  alianza  y  amistad  con  nosotros,  y  para  garan- 
tía, con  un  cuchillo  nuestro  se  pinchó  en  el  pecho,  sa- 
cándose sangre,  con  la  que  se  mojó  la  frente  y  la  len- 
gua; nosotros  repetimos  la  misma  ceremonia. 

Costumbres,  —  Los  indígenas  de  Palaoán  van  des- 
nudos como  todos  estos  pueblos,  pero  les  gusta  ador- 
narse con  sortijas,  cadenas  de  latón  y  cascabeles;  pero 
lo  que  más  les  gusta  es  el  alambre,  al  que  atan  sus  an- 
zuelos. Casi  todos  cultivan  sus  propios  campos. 

Armas.  —  Tienen  cerbatanas  y  gruesas  flechas  de 
madera  de  un  palmo  de  largo  y  con  arponcillo;  en  otras 
la  punta  es  una  espina  de  pescado,  y  en  otras  de  caña 
envenenada  con  cierta  yerba;  el  contrapeso  no  es  de 
plumas,  sino  de  una  madera  muy  blanda  y  ligera.  En  la 
punta  de  las  cerbatanas  sujetan  un  hierro,  y  cuando  se 
les  acaban  las  flechas  la  usan  como  lanza. 

Riña  de  gallos.  —  Crían  unos  gallos  grandes,  que  no 
se  los  comen  por  superstición,  pero  los  adiestran  en 


testimoniarle  públicamente  mi  reconocimiento.  Este  globo,  lo 
mismo  que  otro  celeste,  los  hizo,  hacia  mediados  del  siglo  xvii, 
el  padre  Silvestre  Amangio  Moroncelli  di  Fabriano  monje  celes- 
tino.  En  el  mapa  adjunto  al  viaje  de  Macartney,  se  lee  cerca  de 
esta  isla  Palawan  o  Paragua,  lo  que  prueba  que  Palaoán  y  Para- 
gua  o  Paragoia  no  son  mas  que  el  mismo  nombre,  o  dos  nombres 
diferentes  de  la  misma  isla. 


124  p  i  G  AP  nt  t  A  Ltó» 

combatir,  haciendo  apuestas  y  ganando  premios  los  pro* 
píetarios  de  los  vencedores. 

Desde  Palaoán,  con  rumbo  Suroeste,  después  de  na* 
vegar  diez  leguas,  reconocimos  otra  isla.  Al  largo  de 
la  costa  nos  pareció  subir  (1).  La  costeamos  cincuenta 
leguas  al  menos  (2)  antes  de  encontrar  fondeadero. 
Apenas  anclamos  se  desencadenó  una  tempestad,  el 
cielo  se  obscureció  y  vimos  el  fuego  de  San  Telmo 
sobre  nuestros  mástiles. 

9  de  julio  de  1521.  —  Embajada  del  rey.  —  Al 
día  siguiente  el  rey  envió  una  linda  piragua,  con  la 
popa  y  la  proa  doradas.  En  la  proa  flotaba  un  pabe- 
llón blanco  y  azul,  con  un  penacho  de  plumas  de  pavo 
real  en  el  tope  del  palo.  Venían  en  la  piragua  músicos 
que  tocaban  cornamusas  y  tambores,  y  otras  muchas 
personas.  —  Regalos:  La  piragua,  que  es  una  especie 
de  fusta  o  de  galera,  remolcaba  dos  almadías,  que  son 
barcos  de  percadores.  Ocho  personajes  viejos  de  la 
isla  subieron  a  bordo  y  se  sentaron  sobre  un  tapiz  que 
les  habíamos  preparado  en  la  popa.  Nos  ofrecieron  un 
cuenco  de  madera  cubierto  con  un  paño  de  seda  ama- 
rilla lleno  de  betel  y  de  arec,  raíces  que  mascan  con- 
tinuamente, con  flores  de  azahar  y  jazmín;  dos  jaulas 
llenas  de  gallinas,  dos  cabras,  tres  vasos  de  vino  de 
arroz  destilado  y  cañas  de  azúcar.  Hicieron  el  mismo 
regalo  al  otro  navio,  y  después  de  abrazarnos,  nos  pi- 
dieron licencia  y  se  marcharon. 

El  vino  de  arroz  es  tan  claro  como  el  agua;  pero  tan 
fuerte,  que  muchos  de  nuestra  tripulación  se  embo- 
rracharon. Le  llaman  arach, 

15  de  julio  de  1521.  —  Otros  regalos  del  rey. 
Seis  días  después  el  rey  nos  envió  otras  tres  piraguas 


(1)  Esto  es,  ir  contra  la  corriente. 

(2)  Fabre  señala  diez  leguas  y  Ramusio  dice  cinco  leg-uas;  en 
nuestro  manuscrito  se  lee  claramente  cincuenta,  y  ésta  es  la  distan- 
cia verdadera. 


ni  PRIMER  VIAJE  EN  TORNO  DEL  GLOBO  125 

muy  adornadas,  que,  al  son  de  cornamusas,  timbales  y 
tambores,  dieron  una  vuelta  alrededor  de  nuestros  na- 
vios, saludándonos  los  hombres  quitándose  y  agitando 
sus  gorros  de  tela,  tan  pequeños  que  apenas  les  cubre 
la  coronilla.  Correspondimos  al  saludo  con  una  salva 
de  las  bombardas,  sin  carga  de  piedras.  Nos  trajeron 
muchos  platos,  todos  de  arroz,  ya  en  trozos  oblongos 
y  envueltos  en  hojas,  ya  en  forma  cónica  de  panal,  ya 
en  tortas  con  huevos  y  miel. 

Después  de  habernos  entregado  los  regalos  en  nom- 
bre del  rey,  nos  dijeron  que  le  agradaría  que  hiciése- 
mos en  la  isla  provisión  de  leña  y  de  agua  y  que  po- 
díamos traficar  cuanto  quisiéramos  con  los  isleños. 
Regalos  para  la  corte:  Nos  determinamos  al  oírlo  a  ir 
siete  para  entregar  nuestros  regalos  al  rey,  a  la  reina  y 
a  los  ministros.  Los  del  rey  consistían  en  una  túnica  a 
la  turca  de  terciopelo  verde,  una  silla  de  terciopelo 
violeta,  cinco  brazas  de  paño  rojo,  un  gorro,  una  taza 
de  vidrio  dorado,  otra  también  de  vidrio  con  tapadera, 
un  tintero  dorado  y  tres  cuadernos  de  papel;  los  de  la 
reina:  tres  brazas  de  paño  amarillo,  un  par  de  zapatos 
plateados  y  una  caja  de  plata  llena  de  alfileres;  para  el 
gobernador  o  ministro  del  rey,  tres  brazas  de  paño  rojo, 
un  gorro  y  una  taza  de  vidrio  dorado;  para  el  rey  de 
armas  o  heraldo  que  vino  con  la  piragua,  una  túnica  a 
la  turca  de  paño  rojo  y  verde,  un  gorro  y  un  cuaderno 
de  papel;  a  los  otros  siete  personajes  que  le  acompa- 
ñaron les  hicimos  también  regalos,  tales  como  algunas 
varas  de  tela,  un  gorro  o  un  cuaderno  de  papel.  Cuan- 
do todos  estuvieron  preparados  entramos  en  una  de 
las  tres  piraguas. 

Ceremonias.  —  Al  llegar  a  la  ciudad  tuvimos  que 
esperar  dos  horas  en  la  piragua  a  que  vinieran  dos  ele- 
fantes cubiertos  con  gualdrapas  de  seda  y  doce  hom- 
bres con  sendos  vasos  de  porcelana  cubiertos  de  seda 
para  colocar  en  ellos  los  regalos.  Montamos  en  los  ele- 
fantes, y  precedidos  de  los  doce  hombres  portadores 


126  PIGAFETTA  LIB- 

de  los  vasos  con  los  regalos,  llegamos  a  casa  del  gober- 
nador, que  noS'dió  una  cena  de  muchos  platos.  —  Camas: 
Pasamos  la  noche  acostados  en  colchones  de  seda  re- 
llenos de  algodón,  con  sábanas  de  tela  de  Cambaya. 

16  de  julio  de  1521.  —  El  palacio  real.  —  La  ma- 
ñana del  día  siguiente  transcurrió  sin  que  hiciésemos 
nada  en  la  casa  del  gobernador.  A  mediodía  fuimos  al 
palacio  real  montados  en  los  mismos  elefantes  y  prece- 
didos de  los  hombres  con  los  regalos.  Desde  la  casa 
del  gobernador  hasta  el  palacio  real,  todas  las  calles 
estaban  guardadas  por  hombres  armados  con  lanzas, 
espadas  y  mazas,  por  orden  expresa  del  rey. 

Entramos  en  el  patio  del  palacio,  echamos  pie  a  tie- 
rra y  subimos  por  una  escalera  acompañados  del  go- 
bernador y  algunos  oficiales;  en  seguida  entramos  en 
un  gran  salón  lleno  de  cortesanos,  a  los  que  llamare- 
mos barones  del  reino.  Allí  nos  sentamos  en  un  tapiz 
con  los  regalos  cerca. 

Al  extremo  de  este  salón  había  otra  sala,  un  poco 
más  pequeña,  tapizada  con  paños  de  seda,  en  donde  al- 
zaron dos  cortinas  de  brocado  que  nos  dejaron  ver  dos 
ventanas  que  daban  luz  a  la  sala.  Había  allí  trescientos 
hombres  de  la  guardia  real,  armados  con  puñales,  cuya 
punta  apoyaban  en  el  muslo.  —  El  rey  de  Borneo:  Al 
fondo  de  esta  sala  había  una  gran  puerta  oculta  con 
otra  cortina  de  brocado,  que  alzaron  igualmente,  y  en- 
tonces vimos  al  rey  sentado  ante  una  mesa,  con  un  niño 
y  mascando  betel.  Detrás  de  él  no  había  mas  que  mu- 
jeres. 

Modo  de  hablarle,  —  Uno  de  los  cortesanos  nos  ad- 
virtió que  no  se  permitía  hablar  al  rey;  pero  que  si  que- 
ríamos decir  algo  podíamos  dirigirnos  a  él,  quien  lo  di- 
ría a  un  cortesano  de  categoría  superior,  quien  lo  diría 
al  hermano  del  gobernador,  que  estaba  en  la  salita,  el 
cual,  por  medio  de  una  cerbatana  colocada  en  un  agu- 
jero del  muro,  expondría  nuestras  peticiones  a  uno  de 
los  oficiales  principales  cerca  del  rey,  el  que  se  las  diría. 


III  PRIMER  VIAJE  EN  TORNO  DEL  GLOBO  127 

Reverencia  y  mensaje.  —  Nos  advirtió  que  debíamos 
hacer  tres  reverencias  al  rey,  elevando  juntas  las  manos 
por  encima  de  nuestras  cabezas,  y  levantando  alterna- 
tivamente los  pies.  Después  de  las  tres  reverencias  que 
nos  habían  indicado  hicimos  saber  al  rey  que  pertene- 
cíamos al  rey  de  España,  que  deseaba  vivir  en  paz  con 
él  y  no  pedía  otra  cosa  que  poder  traficar  en  su  isla. 

Respuesta  del  rey.  —  El  rey  mandó  que  nos  respon- 
diesen que  estaba  contento  de  que  el  rey  de  España 
fuese  su  amigfo,  que  podíamos  aprovisionarnos  en  sus 
estados  de  madera  y  de  agua  y  traficar  libremente. 

Ofrecimos  después  los  regalos  que  le  llevábamos,  y 
a  cada  cosa  que  recibía  hacía  un  leve  movimento  de 
cabeza.  Nos  dieron  a  cada  uno  paños  de  brocatel,  de 
oro  y  de  seda,  poniéndonoslos  sobre  la  espalda,  a  la 
izquierda,  y  quitándolos  en  seguida  para  guardárnos- 
los. Nos  sirvieron  un  desayuno  de  clavos  de  especia  y 
canela,  después  de  lo  cual  dejaron  caer  las  cortinas 
y  cerraron  las  ventanas. 

Lujo  de  los  cortesanos.  —  Todos  los  que  estaban  en 
el  palacio  real  llevaban  a  la  cintura  paños  de  oro  para 
cubrir  las  partes  naturales,  puñales  con  mango  de  oro 
con  perlas  y  piedras  preciosas,  y  muchas  sortijas  en  los 
dedos.  Montamos  de  nuevo  en  los  elefantes,  y  volvimos 
a  casa  del  gobernador.  Siete  hombres,  con  los  regalos 
que  nos  dio  el  rey,  nos  precedían,  y  cuando  llegamos 
nos  los  entregaron,  colocándonoslos  en  la  espalda 
como  habían  hecho  antes.  Dimos  de  propina  dos  cu- 
chillos a  cada  uno  de  los  siete  hombres  que  nos  acom- 
pañaron. 

Inmediatamente  llegaron  a  casa  del  gobernador  nue- 
ve hombres  con  sendos  platos  de  madera,  en  cada  uno 
de  los  cuales  traían  diez  u  once  tazones  de  porcelana, 
con  carne  de  diferentes  animales:  de  vaca,  de  capón, 
de  gallina,  de  pavo  y  de  otros,  con  muchas  clases  de 
pescados;  sólo  de  carne  había  más  de  treinta  platos 
diferentes. 


128  PIGAFETTA  LIB. 

Cena.  —  Cenamos  sentados  en  el  suelo  sobre  una 
estera  de  palma.  A  cada  bocado  bebíamos  en  una  taza 
de  porcelana  del  tamaño  de  un  huevo  el  licor  destila- 
do del  arroz.  Comimos  también  arroz  y  otros  platos 
preparados  con  azúcar,  con  cucharas  de  oro  parecidas 
a  las  nuestras. 

Nos  acostamos  en  el  mismo  sitio  que  la  noche  antes, 
y  mientras  dormíamos  lucieron  dos  velas  de  cera  blan- 
ca en  dos  candelabros  de  plata  y  dos  garandes  lámpa- 
ras de  aceite  de  cuatro  mecheros.  Hicieron  guardia 
dos  hombres  toda  la  noche. 

17  de  julio  de  1521.  —  La  ciudad  de  Burné,  — 
Al  día  siguiente  volvimos  a  la  orilla  del  mar,  en  donde 
encontramos  dos  piraguas  para  conducirnos  a  nuestros 
navios. 

La  ciudad  está  construida  en  el  mar  mismo,  excepto 
la  casa  del  rey  y  las  de  algunos  jefes.  Se  compone  de 
veinticinco  mil  hogares  o  familias  (1).  Las  casas  son  de 
madera,  sobre  gruesas  vigas  para  aislarlas  del  agua. 
Cuando  sube  la  marea,  las  mujeres  que  venden  mercan- 
cías atraviesan  la  ciudad  en  barcas.  Protegiendo  el  pa- 
lacio real  hay  una  gran  muralla  de  gruesos  ladrillos, 
con  barbacanas  a  manera  de  fortaleza,  sobre  la  cual  se 
ven  cincuenta  y  seis  bombardas  de  bronce  y  seis  de 
hierro;  dispararon  muchas  veces  durante  los  dos  días 
que  pasamos  en  la  ciudad. 

El  rey,  que  es  moro,  se  llama  raja  Siripada.  Es  muy 
gordo,  y  tendrá  unos  cuarenta  años.  Le  sirven  solamen- 
te mujeres,  hijas  de  los  principales  habitantes  de  la  isla. 
Nadie  puede  hablarle  mas  que  por  medio  de  una  cer- 
batana, como  nos  obligaron  a  hacerlo.  Tiene  diez  es- 
cribas, dedicados  únicamente  a  escribir  lo  que  le  inte- 
resa, en  cortezas  muy  delgadas  de  árbol,  que  llaman 


(1)  Parece  exagerado  el  número.  Actualmente  no  hay  más  de 
dos  o  tres  mil  casas.  {Hist  genérale  des  vot/ages,  tomo  XV,  pági- 
na 138.) 


III  PRIMER  VIAJE  EN  TORNO  DEL  GLOBO  129 

chiritoles.  No  sale  nunca  de  su  palacio,  salvo  para  ir 
de  caza. 

19  de  julio  de  1521.  —  Alarma.  —  La  mañana 
del  29  de  julio,  que  fué  lunes,  vimos  venir  hacia  nos- 
otros más  de  cien  piraguas,  dividadas  en  tres  escua- 
dras, y  otros  tantos  tungulisy  que  son  sus  barcos  pe- 
queños. Como  temíamos  que  nos  atacasen  a  traición, 
inmediatamente  nos  hicimos  a  la  vela,  con  tanto  apre- 
suramiento que  nos  vimos  obligados  a  abandonar  un 
ancla.  Nuestras  sospechas  aumentaron  cuando  nos  fija- 
mos en  muchas  embarcaciones  grandes,  llamadas  jun- 
cos, que  el  día  antes  anclaron  alrededor  de  nuestros 
navios,  por  lo  que  tuvimos  miedo  de  que  nos  asaltasen 
por  todas  partes.  Nuestra  primera  precaución  fué  des- 
embarazarnos de  los  juncos,  contra  los  que  hicimos 
fuego,  matando  a  mucha  gente.  Cuatro  juncos  llegaron 
a  nuestra  proa;  los  otros  cuatro  se  salvaron  varando  en 
tierra.  —  El  hijo  del  rey  de  Lozón,  prisionero:  En  uno 
de  los  juncos  que  cogimos  estaba  el  hijo  del  rey  de  la 
isla  de  Lozón,  que  era  capitán  general  del  rey  de  Bur- 
né  y  venía  de  conquistar  con  los  juncos  una  gran  ciudad 
llamada  Laoé  (1),  construida  en  una  punta  de  la  isla,  ha- 
cia la  gran  Java.  En  esta  expedición  saqueó  esta  ciudad 
porque  sus  habitantes  preferían  obedecer  al  rey  gentil 
de  Java  en  lugar  del  rey  moro  de  Burné. 

Puesto  en  libertad. — Juan  Carvajo,  nuestro  piloto, 
sin  advertírnoslo,  le  puso  en  libertad,  cohechado,  como 
después  supimos,  por  una  fuerte  suma  de  oro  que  le 
prometió.  Si  hubiésemos  retenido  a  este  capitán,  el  rey 
Siripada  nos  hubiera  dado  por  su  rescate  cuanto  hubié- 
semos querido,  porque  le  temían  formidablemente  los 
gentiles,  que  son  enemigos  del  rey  moro. 

Ciudad  de  los  gentiles.  —  En  el  puerto  en  que  está- 


(1)  Laoe  no  es  una  ciudad,  sino  una  islita  cerca  de  la  punta 
meridional  de  Burné.  Pigafetta,  como  no  estuvo  en  ella,  compren- 
dió sin  duda  mal  lo  que  le  dijeron  acerca  de  esto . 


PiaAKKTTA 


130  PIGAFETTA  LIB. 

bamos,  además  de  la  ciudad  en  que  manda  Siripada,  hay 
otra  habitada  por  g^entiles,  construida  igualmente  en  el 
mar  y  mayor  que  la  de  los  moros.  La  enemistad  entre 
los  dos  pueblos  es  tan  grande,  que  no  pasa  día  sin  dis- 
turbios y  combates.  El  rey  de  los  gentiles  es  tan  pode- 
roso como  el  de  los  moros,  y  no  es  tan  vano  sin  em- 
bargo; me  pareció  fácil  introducir  entre  los  suyos  el 
cristianismo  (1). 

Supo  el  rey  moro  el  daño  que  hicimos  a  sus  juncos 
y  se  apresuró  a  hacernos  saber  por  uno  de  los  nuestros 
que  sus  embarcaciones  no  iban  contra  nosotros,  sino 
para  guerrear  contra  los  gentiles;  y  para  probarlo  nos 
enseñaron  algunas  cabezas  de  éstos  últimos,  muertos 
en  la  batalla.  Hicimos  decir  al  rey  que,  siendo  así,  debía 
devolvernos  los  dos  hombres  que  estaban  en  tierra  con 
nuestras  mercancías  y  el  hijo  de  Juan  Carvajo;  pero  el 
rey  no  quiso  acceder. 

Así  fué  castigado  Carvajo  con  la  pérdida  de  su  hijo 
(que  nació  durante  su  estancia  en  el  Brasil),  que  hubie- 
ra recobrado  sin  duda  en  cambio  del  capitán  general, 
al  que  libertó  por  oro. 

Moros  prisioneros.  —  Retuvimos  a  bordo  diez  y  seis 
personajes  de  la  isla  y  tres  mujeres,  que  esperábamos 
conducir  a  España  para  presentarlas  a  la  reina;  pero 
Carvajo  se  las  apropió. 

Agosto  de  1521.  —  Costumbres  y  supersticiones. 
Los  moros  van  desnudos  como  todos  los  habitantes  de 
estos  parajes.  Aprecian  sobre  todo  el  azogue,  el  cual 
beben,  pretendiendo  que  preserva  la  salud  y  cura  las 
enfermedades.  Adoran  a  Mahoma  y  siguen  su  ley;  por 
esta  razón  no  comen  cerdo.  Se  lavan  la  parte  posterior 
con  la  mano  izquierda,  que  no  usan  nunca  para  comer, 


(1)  Los  portugueses  introdujeron  allí  el  cristianismo,  que  se 
mantuvo  hasta  el  1590.  (Sonnerat,  loe.  cit.;  donde  dice  también 
que  los  moros  forzaron  a  los  g-entiles  a  abandonar  la  orilla  del  mar 
y  a  retirarse  a  las  montañas.) 


III  PRIMER  VIAJE  EN  TORNO  DEL  GLOBO  131 

y  no  orinan  de  pie,  sino  en  cuclillas.  Se  lavan  la  cara 
con  la  mano  derecha;  pero  jamás  se  frotan  los  dientes 
con  los  dedos.  Están  circuncisos  como  los  judíos.  No 
matan  cabras  ni  gallinas  sin  antes  dirigirse  hacia  el  Sol; 
cortan  la  punta  de  las  alas  a  las  gallinas  y  la  membrana 
de  las  patas  e  inmediatamente  las  hienden  en  dos;  no 
comen  ningún  animal  que  no  hayan  matado  ellos  mismos. 

Productos  de  la  isla.  —  Esta  isla  produce  alcanfor  (1), 
especie  de  bálsamo  que  destila  gota  a  gota  de  entre  la 
corteza  y  la  madera  del  árbol;  las  gotas  son  pequeñitas, 
como  las  briznas  del  salvado;  si  se  deja  el  alcanfor  ex- 
puesto al  aire  se  evapora  insensiblemente.  El  árbol  que 
lo  produce  se  llama  capor.  Hay  también  canela,  jengi- 
bre, ciruelas  amarillas,  naranjas,  limones,  cañas  de  azú- 
car, melones,  calabazas,  rábanos,  cebollas,  etc.  Entre 
los  animales  hay  elefantes,  caballos,  búfalos,  cerdos, 
cabras,  gallinas,  ocas,  cuervos  y  otras  muchas  clases 
de  aves. 

Perlas  enormes  del  rey,  —  Dicen  que  el  rey  de  Bor- 
neo tiene  dos  perlas  tan  gruesas  como  huevos  de  ga- 
llina y  tan  perfectamente  redondas,  que,  puestas  sobre 
una  tabla  completamente  lisa,  no  pueden  estar  quietas. 
Cuando  le  llevamos  los  regalos  di  a  entender  por  señas 
que  deseaba  mucho  verlas;  prometió  enseñárnoslas, 
pero  no  las  vimos;  algunos  de  los  jefes  me  dijeron  que 
ellos  las  conocían. 

Tráfico.  —  Los  moros  de  este  país  tienen  una  mone- 
da de  bronce  perforada  para  ensartarla;  en  el  anverso 
lleva  cuatro  letras,  que  son  los  cuatro  caracteres  del 
rey  de  la  China;  le  llaman  pici  (2).  En  nuestro  tráfico 
nos  daban:  por  un  cathil  (peso  de  dos  libras)  de  azo- 
gue, seis  tazones  de  porcelana;  por  un  cuaderno  de 


(1)  El  mejor  alcanfor  viene  ahora  de  Borneo  (Hist.  genérale  des 
voy  ages,  loe.  cit.,  pág.  140.; 

(2)  El  pici,  que  hoy  llaman  peda,  es  la  moneda  más  pequeña 
de  las  Indias  Orientales. 


132  PIGAFETTA  LIB. 

papel  recibíamos  aún  más;  el  cathil  de  bronce  valía  un 
vasito  de  porcelana;  tres  cuchillos,  un  vaso  más  grande; 
un  bahar  (peso  equivalente  a  doscientos  tres  cathiles) 
de  cera,  por  ciento  sesenta  cathiles  de  bronce;  por 
ochenta  cathiles,  un  bahar  de  sal,  y  por  cuarenta  cathi- 
les, un  bahar  de  anime,  especie  de  goma  con  la  que 
calafatean  los  barcos,  pues  en  este  país  no  hay  brea. 
Veinte  tabiles  hacen  un  cathil.  Las  mercancías  más  bus- 
cadas son  el  cobre,  el  azogue,  el  cinabrio,  el  vidrio,  los 
paños  de  lana,  las  telas  y,  sobre  todo,  el  hierro  y  los 
espejos. 

Juncos,  —  Los  juncos  de  que  hemos  ya  hablado  son 
sus  mayores  embarcaciones.  He  aquí  como  son:  las 
obras  vivas,  hasta  dos  palmos  de  las  obras  muertas, 
están  hechas  de  tablas  unidas  con  clavijas  de  madera 
y  su  construcción  es  bastante  sólida.  En  la  parte  supe- 
rior son  de  cañas  gruesas,  que  sobresalen  fuera  del 
junco  para  hacer  contrapeso  (1).  Soportan  los  juncos 
una  carga  tan  fuerte  como  nuestros  navios.  Los  mástiles 
son  de  cañas  también,  y  las  velas,  de  corteza  de  árbol. 

Porcelana.  —  Viendo  tanta  porcelana  en  Borneo, 
procuré  tomar  algunas  notas  sobre  ella.  Me  dijeron  que 
la  hacen  con  una  tierra  muy  blanca,  que  se  deja  en  el 
suelo  durante  medio  siglo  para  retinarla,  por  lo  que 
tienen  un  proverbio  que  dice  que  al  padre  se  entierra 
por  el  hijo.  Aseguran  que  si  en  uno  de  estos  vasos  de 
porcelana  se  echa  veneno,  en  el  acto  se  vuelve  in- 
ofensivo. 

La  isla  de  Burné  (Borneo)  es  tan  grande,  que  para 
dar  la  vuelta  a  ella  con  una  embarcación  se  tardarían 
tres  meses.  Está  a  los  5°  15'  de  latitud  septentrional  y 
a  176°  40'  de  longitud  de  la  línea  de  demarcación  (2). 

(1)  Es  el  balancín.  El  texto  no  dice  que  las  cañas  de  bambú 
sobrepasan  las  bordas  del  junco;  pero  es  preciso  creerlo,  puesto 
que  nuestro  autor  dice  que  sirven  de  contrapeso. 

(2)  En  esta  latitud  está  la  punta  septentrional  de  Borneo.  La 
longitud  no  es  exacta,  como  puede  verse  en  un  mapa.  Tuvo  cuida- 


Itl  PRIMER  VIAJE  EN  TORNO  DEL  GLOBO  133 

Salida  de  Borneo. —  Al  salir  de  esta  isla  volvimos 
atrás  para  buscar  un  lugar  a  propósito  para  carenar 
nuestros  navios,  pues  uno  tenía  una  vía  de  agua,  y  el 
otro,  falto  de  piloto,  había  chocado  con  un  arrecife, 
cerca  de  la  isla  llamada  Bibalón  (1),  aunque,  gracias  a 
Dios,  pudimos  ponerle  a  flote.  Corrimos  otro  gran  pe- 
ligro: un  marinero,  al  despabilar  una  luz,  tiró  inadver- 
tidamente el  pabilo  encendido  sobre  una  caja  de  pól- 
vora; pero  lo  retiró  tan  pronto  que  la  pólvora  no  se 
prendió. 

Captura  de  una  piragua.  —  En  la  ruta  encontramos 
cuatro  piraguas;  capturamos  una  cargada  de  nueces  de 
coco  para  Burné,  pero  su  tripulación  se  salvó  en  un 
islote;  las  otras  tres  escaparon  por  detrás  de  otros 
islotes. 

Cimbombón.  —  Entre  el  cabo  norte  de  Burné  y  la  isla 
de  Cimbombón,  a  8°  T  de  latitud  septentrional,  encon- 
tramos un  puerto  muy  cómodo  para  carenar  nuestros 
navios;  pero  como  nos  faltaban  muchas  cosas  necesa- 
rias para  ello,  tuvimos  que  emplear  cuarenta  y  dos  días. 
Todos  y  cada  uno  trabajábamos  lo  mejor  que  sabía- 
mos: unos  de  una  manera,  otros  de  otra.  Lo  más  fati- 
goso era  ir  a  buscar  madera  en  los  bosques,  porque  el 
terreno  estaba  cubierto  de  zarzas  y  arbustos  espinosos 
e  íbamos  descalzos. 

Jabalíes.  Cocodrilos.  Tortugas.  —  Hay  en  esta  isla 
grandísimos  jabalíes.  Matamos  uno  cuando  pasaba  a 
nado  de  una  isla  a  otra;  tenía  su  cabeza  dos  palmos  y 
medio  de  larga,  con  gruesas  defensas  (2).  También  se 


do  Píg-afetta  de  señalar  en  el  dibujo  de  la  isla  de  Borneo  su  viaje 
a  cincuenta  leguas  de  la  punta  al  puerto,  y  Laoe  en  la  punta  meri- 
dional de  la  isla.  No  oyó  hablar  de  los  otros  países,  y  dio  a  la  isla 
forma  triangular,  colocando  las  dos  ciudades  situadas  sobre  la 
bahía. 

(1)  Hoy  Balaba. 

(2)  Es  el  babirusa  (Sus-babirussa,  de  Linneo),  que  sabe  nadar, 
y  cuyo  hocico  alargado  está  armado  con  largas  defensas.  (Véase 


134  PIGAfETTA  Llfi. 

encuentran  cocodrilos  anfibios,  ostras,  mariscos  de  todas 
clases  y  tortugas  muy  grandes;  de  éstas  cogimos  dos; 
sólo  la  carne  de  una  pesaba  veintiséis  libras,  y  la  de  la 
otra,  cuarenta  y  cuatro.  Cogimos  también  un  pescado 
cuya  cabeza,  parecida  a  la  de  un  cerdo,  tenía  dos  cuer- 
nos, el  cuerpo  revestido  con  una  substancia  ósea  y 
sobre  el  dorso  una  especie  de  banquillo;  no  era  muy 
grande. 

Hojas  animadas. —  Lo  que  hallé  más  extraño  fueron 
unos  árboles  cuyas  hojas,  al  caer,  se  animaban.  Son  se- 
mejantes a  las  de  morera,  o  más  largas,  con  pecíolo 
corto  y  puntiagudo,  y  cerca  del  pecíolo,  a  ambos  lados, 
tienen  dos  pies.  Si  se  les  toca,  se  escapan;  pero  al  par- 
tirlas no  sale  sangre.  Guardé  una  durante  nueve  días 
en  una  caja,  y  cuando  la  abría  se  paseaba  alrededor; 
opino  que  viven  del  aire  (1). 

Septiembre  de  1521. —  Captura  del  gobernador 
de  Palaoán. —  Al  dejar  esta  isla,  mejor  dicho,  el  puer- 
to, encontramos  un  junco  que  venía  de  Burné.  Le  hi- 
cimos señas  para  que  se  detuviese;  pero  como  no  quiso 
obedecer,  le  perseguimos,  le  cogimos  y  le  saqueamos. 
Conducía  al  gobernador  de  Pulaoán,  con  uno  de  sus 
hijos  y  su  hermano;  le  emplazamos  a  que  en  el  término 
de  siete  días  pagase  por  rescate  cuatrocientas  medidas 
de  arroz,  veinte  cerdos,  otras  tantas  cabras  y  ciento  cin- 
cuenta gallinas.  No  sólo  dio  todo  lo  que  pedíamos. 


la  descripción  de  este  animal  en  Voyage  par  le  Cap  de  Bonne-Es- 
pérance  et  Batavia  á  Samarang,  á  Macassar,  á  Amboine  et  á  Su- 
rate,  par  Stavorinus,  tomo  I,  pág.  254,  en  el  que  también  está  di- 
bujado.) 

(1)  Otros  viajeros  han  visto  hojas  semejantes  y  las  han  exami- 
nado mejor.  Algunos  creen  que  las  hojas  se  movían  por  un  insecto 
en  ellas  alojado.  (Hist  gen.  des  voyages,  tomo  XV,  pág.  58);  otros 
han  notado  que  no  son  hojas,  sino  una  clase  de  saltamontes  cu- 
biertos con  cuatro  alas  de  forma  oval  y  de  cerca  de  tres  pulgadas 
de  largo,  replegadas  las  alas  superiores  de  tal  manera  que  seme- 
jan exactamente  una  hoja  obscura  con  sus  fibras.  (Stedman,  Voya- 
ge á  Surinam,  tomo  II,  pág.  261.) 


III  PRIMER  VIAJE  EN  TORNO  DEL  GLOBO  135 

sino  que  añadió  espontáneamente  nueces  de  coco,  ba- 
nanas, cañas  de  azúcar  y  vasos  llenos  de  vino  de  pal- 
mera. Para  corresponder  a  su  generosidad  le  devolvi- 
mos una  parte  de  sus  puñales  y  fusiles  y  le  dimos  un 
estandarte,  una  túnica  de  damasco  amarillo  y  quince 
brazas  de  tela;  a  su  hijo  le  regalamos  un  manto  de  paño 
azul,  etc.,  y  su  hermano  recibió  una  túnica  de  paño 
verde.  Hicimos  también  regalos  a  los  que  les  acompa- 
ñaban, de  manera  que  nos  separamos  buenos  amigos. 

Cagayán  y  Chipit,  —  Retrocedimos  y  volvimos  a 
pasar  entre  la  isla  de  Cagayán  y  el  puerto  de  Chipit, 
navegando  al  Este  cuarto  Sureste  para  buscar  las  islas 
Malucco.  Pasamos  cerca  de  ciertos  islotes,  donde  vimos 
el  mar  cubierto  de  yerbas,  aunque  había  gran  profun- 
didad; nos  pareció  estar  en  otros  parajes  (1). 

Dejando  Chipit  al  Este,  reconocimos  al  Oeste  las 
dos  islas  de  Zoló  (2)  y  Taghima  (3),  donde,  según  nos 
dijeron,  se  pescan  las  perlas  más  bellas. —  Perlas  del 
rey  de  Zoló:  Allí  encontraron  las  ya  citadas  del  rey  de 
Burné;  he  aquí  cómo  las  poseyó:  este  rey  se  había  ca- 
sado con  una  hija  del  rey  de  Zoló,  quien  le  dijo  un  día 
que  su  padre  tenía  dos  gruesas  perlas;  envidioso  el  rey 
de  Burné,  una  noche  salió  con  quinientas  embarcacio- 
nes llenas  de  hombres  armados,  se  apoderó  del  rey  de 
Zoló,  su  suegro,  y  de  dos  de  sus  hijos,  y  les  libertó  a 
condición  de  que  le  darían  dichas  dos  perlas. 

Cavit,  Subaniriy  Monoripa.  —  Singlando  al  Oeste 
cuarto  Nordeste  costeamos  dos  lugares  habitados  que 
se  llaman  Cavit  y  Subanín,  y  pasamos  cerca  de  una  isla, 
también  habitada,  llamada  Monoripa,  a  diez  leguas  de 
los  islotes  mencionados.  Los  habitantes  de  esta  isla  no 
tienen  casas;  viven  siempre  en  sus  barcas. 


(1)  Stedman,  casi  en  la  misma  latitud,  encontró  el  mar  cubier- 
to de  yerbas  en  el  océano  Atlántico.  (Tomo  III,  pkg.  211.) 

(2)  Bellín  le  llama /o/o,  y  Cook,  Sooloó. 

(3)  Hoy  Basilán. 


136  PIGAFETTA 


LIB. 


Butuán  y  Calagán.  —  Las  ciudades  de  Cavit  y  Su- 
banín  están  en  las  islas  de  Butuán  y  de  Calagán,  don- 
de crece  la  mejor  canela.  Si  hubiéramos  podido  dete- 
nernos hubiésemos  cargado  el  navio;  pero  no  quisimos 
perder  tiempo  para  aprovechar  el  viento,  porque  tenía- 
mos que  doblar  una  punta  y  pasar  algunos  islotes  que 
la  rodeaban.  Navegando  vimos  isleños,  que  se  aproxi- 
maron a  nosotros,  dándonos  diez  y  siete  libras  de  ca- 
nela por  dos  grandes  cuchillos  de  los  que  cogimos  al 
gobernador  de  Pulaoán. 

Octubre  de  1521.  —  Canelo.  —  Puedo  describir 
el  canelo  por  haberlo  visto.  Tiene  cinco  o  seis  pies  de 
altura  y  el  espesor  de  un  dedo.  Nunca  tiene  más  de 
tres  o  cuatro  ramas;  su  hoja  semeja  la  del  laurel;  la  ca- 
nela que  usamos  es  su  corteza,  que  se  cosecha  dos  ve- 
ces al  año;  la  madera  y  las  hojas  verdes  tienen  igual 
sabor  que  la  corteza;  le  llaman  cainmana  (de  donde 
viene  el  nombre  de  cinnamomum),  porque  cain  signi- 
fica madera,  y  mana,  dulce. 

Octubre  de  1521.  —  Maingdanao.  —  Con  rumbo 
al  Nordeste  llegamos  a  una  ciudad  llamada  Maingda- 
nao (1),  situada  en  la  misma  isla  donde  están  Butuán  y 
Calagán,  para  averiguar  exactamente  la  posición  de  las 
islas  Malucco. 

Captura  de  un  bignadai.  —  Encontramos  en  la  ruta 
un  bignadai,  barco  parecido  a  una  piragua,  y  nos  deci- 
dimos a  capturarle;  pero  como  hicieron  alguna  resis- 
tencia, matamos  siete  hombres  de  los  diez  y  ocho  que 
componían  su  tripulación.  Estaban  mejor  formados  y 
eran  más  robustos  que  los  que  hasta  entonces  vimos. 
Eran  jefes  de  Maingdanao,  entre  los  cuales  estaba  el 
hermano  del  rey,  que  nos  aseguró  que  sabía  muy  bien 
la  posición  de  las  islas  Malucco. 

Por  sus  noticias  cambiamos  de  rumbo,  poniendo  la 


(1)     Maing-danao  es  Mindanao,  ciudad  situada  cerca  de  un  lago, 
del  mismo  nombre  de  la  isla. 


III  PRIMER  VIAJE  EN  TORNO  DEL  GLOBO  137 

proa  al  Sureste.  Estábamos  entonces  a  6°  7'  de  latitud 
Norte  y  a  treinta  leguas  de  distancia  de  Cavit. 

Los  Benayanos,  antropófagos.  —  Nos  dijeron  que 
en  un  cabo  de  esta  isla,  cerca  de  un  río,  había  unos 
hombres  velludos,  grandes  guerreros  y  excelentes  ar- 
queros, armados  además  con  dagas  de  un  palmo  de 
largo,  y  que  cuando  cogen  a  algún  enemigo,  se  le  co- 
men el  corazón  crudo,  con  zumo  de  naranja  o  de  limón. 
Les  llaman  Benayanos  (1). 

Ciboco,  etc,  —  Encontramos  con  rumbo  al  Sureste 
cuatro  islas  llamadas  Ciboco,  Biraham-Batolach,  Saran- 
gani  y  Candigar  (2). 

26  de  octubre  de  1521.  —  Tempestad.  Luces 
eléctricas.  Devoción  a  San  Telmo.  —  El  sábado  26  de 
octubre,  al  anochecer,  costeando  la  isla  de  Biraham- 
Batolach,  sufrimos  una  borrasca,  durante  la  cual  reco- 
gimos velas  y  rogamos  a  Dios  que  nos  salvase.  Vimos 
entonces  en  el  tope  de  los  mástiles  a  nuestros  tres  san- 
tos, que  disiparon  la  oscuridad  durante  más  de  :dos 
horas:  San  Telmo  en  el  palo  mayor,  San  Nicolás  en  el 
de  mesana  y  Santa  Clara  en  el  trinquete.  En  reconoci- 
miento de  la  gracia  que  nos  concedieron,  prometimos 
a  cada  uno  un  esclavo,  y  les  hicimos  ofrendas. 

Sarangani.  —  Prosiguiendo  la  ruta  entramos  en  un 
puerto  que  hay  en  medio  de  la  isla  de  Sarangani,  hacia 
Candigar;  anclamos  cerca  de  unas  casas  de  Sarangani, 
donde  abundan  las  perlas  y  el  oro.  Está  el  puerto  a 
5°  9'  a  cincuenta  leguas  de  Cavit.  Los  habitantes  son 
gentiles,  y  van  desnudos  como  los  demás  pueblos  de 
estos  parajes. 


(1)  Benayán,  cabo  septentrional  de  la  isla  del  mismo  nombre, 

(2)  En  el  mapa  de  Bellin  no  encuentro  mas  que  dos  islas,  de 
las  cuales  una  tiene  el  nombre  de  Saranga.  En  la  nota  de  las  ochen- 
ta y  dos  isla  que  en  1682  pertenecían  al  rey  de  Ternate  se  cita  a 
Sarang'ani.  (Hist.  genérale  des  voy  ages,  tomo  XI,  pág-,  17,  edición 
de  Holanda.)  Esta  isla  tiene  un  excelente  fondeadero  para  aprovi- 
sionar los  barcos. 


138  PIGAFETTA  LIB. 

28  de  octubre  de  1521*  —  Nos  detuvimos  allí 
un  día,  y  a  viva  fuerza  cogimos  dos  pilotos  para  que 
nos  condujesen  a  las  islas  Malucco.  —  Cheava,  Ca- 
viaOf  etc.:  Por  su  consejo  navegamos  al  Sursuroeste,  y 
pasamos  por  entre  ocho  islas,  mitad  habitadas  y  mitad 
desiertas,  que  forman  como  una  calle.  He  aquí  sus  nom- 
bres: Cheava,  Caviao  (sic),  Cabiao,  Camanuca,  Cabalu- 
zao,  Cheai,  Lipan  y  Nuza;  al  final  de  éstas  nos  encon- 
tramos enfrente  de  una  isla  bastante  bella  (1),  pero 
teníamos  viento  contrario  y  no  pudimos  doblar  la  pun- 
ta, dando  bordadas  durante  toda  la  noche.  —  Nuestros 
cautivos  se  salvan  a  nado:  Aprovechando  esta  ocasión, 
los  prisioneros  que  cogimos  en  Sarangani  saltaron  del 
navio  y  se  escaparon  a  nado,  con  el  hermano  del  rey  de 
Mindanao;  pero,  según  supimos  después,  su  hijo  no  pudo 
sostenerse  sobre  las  espaldas  del  padre,  y  se  ahogó. 

Sanghir.  —  Siendo  imposible  doblar  la  punta  de  la 
isla  grande,  pasamos  de  largo  cerca  de  muchos  islotes. 
La  isla  se  llama  Sanghir  y  tiene  cuatro  reyes:  raja  Ma- 
tandatu,  raja  Laga,  raja  Bapti  y  raja  Parabú;  está  a  3°  30' 
de  latitud  septentrional  y  a  veintisiete  leguas  de  Sa- 
rangani. 

Noviembre  de  1521.  —  Chéoma,  Carachita,  et- 
cétera. —  Navegando  siempre  en  la  misma  dirección 
pasamos  cerca  de  cinco  isFas:  Chéoma,  Carachita,  Para, 
Zangalura,  Ciau  (2),  distante  la  última  diez  leguas  de 


(1)  Las  islas  aquí  mencionadas  pertenecen  al  grupo  en  que  los 
geógrafos  modernos  sitúan  a  Kararotán,  Linop  y  Cabrocana,  des- 
pués de  las  cuales  se  encuentra  Sanghir,  que  es  la  isla  bastante 
bella  de  que  habla  el  autor.  Al  sursuroeste  de  esta  isla  hay  mu- 
chos islotes,  de  los  que  habla  Pigafetta  más  adelante.  Cabiou,  Ca- 
balousu,  Limpang  y  Noussa  se  citan  en  la  nota  de  islas  pertene- 
cientes en  1682  al  rey  de  Ternate. 

(2)  En  el  atlas  de  Robert  hay  aquí  muchos  islotes,  y  entre  ellos 
Regalarda  y  Siapi,  nombres  que  tienen  alguna  semejanza  con  Zan- 
galura y  Ciau  o  Siau.  Sonnerat  habla  también  de  esta  última.  En 
la  nota  de  las  islas  del  rey  de  Ternate  se  lee  Karkitang,  Para, 
Sangalouan,  Siau. 


III  PRIMER  VIAJÉ  ÉN  tORNO  DEL  GLOBO  139 

Sanghír;  vimos  allí  una  montaña  bastante  extensa,  pero 
de  poca  elevación;  su  rey  se  llama  raja  Ponto. 

Paghinzara.  —  Divisamos  la  isla  de  Paghinzara  (1), 
en  la  que  hay  tres  altas  montañas;  su  rey  se  llama  raja 
Babintan.  A  doce  leguas  al  este  de  Paghinzara,  además 
de  Talaut,  dos  islitas  habitadas:  Zoar  y  Mean  (2). 

6  de  noviembre  de  1521*  —  El  miércoles  6  de 
noviembre,  después  de  pasar  estas  islas,  reconocimos 
otras  cuatro  bastante  altas,  a  catorce  leguas  al  Este. 

7  de  noviembre  de  1521*  —  Vemos  las  islas 
Malucco.  —  El  piloto  que  cogimos  en  Sarangani  nos 
dijo  que  eran  las  islas  Malucco.  Dimos  gracias  a  Dios, 
y  en  señal  de  regocijo  disparamos  toda  la  artillería.  No 
debe  extrañar  nuestra  gran  alegría  al  ver  estas  islas, 
si  se  tiene  en  cuenta  que  hacía  veintisiete  meses  me- 
nos dos  días  que  corríamos  los  mares  y  que  habíamos 
visitado  una  infinidad  de  islas,  buscando  siempre  las 
Malucco. 

Impostura  de  los  portugueses.  —  Los  portugueses 
han  propalado  que  las  islas  Malucco  están  situadas  en 
medio  de  un  mar  innavegable  a  causa  de  los  arrecifes 
que  se  encuentran  por  todas  partes  y  de  la  atmósfera 
nebulosa  y  empañada  de  espesas  nieblas;  sin  embargo, 
es  todo  lo  contrario,  y  nunca,  hasta  las  mismas  Maluc- 
co, hubo  menos  de  cien  brazas  de  agua. 

8  de  noviembre  de  1521*  —  Llegada  a  Tadore. 
El  viernes  8  de  noviembre,  tres  horas  antes  de  la  pues- 
ta del  Sol,  entramos  en  el  puerto  de  una  isla  llamada 
Tadore  (3).  Anclamos  cerca  de  tierra,  con  veinte  bra- 
zas de  agua,  y  disparamos  toda  la  artillería. 

9  de  noviembre  de  1521.  — Visita  del  rey,  —  A 
la  mañana  siguiente  vino  el  rey  en  una  piragua  y  dio  la 


(1)  Paghinzara,  Talaut  y  Mahono  están  en  la  nota  dicha. 

(2)  Zoar  y  Mean  están  en  el  lugar  en  que  Robert  situó  a  Sa- 
rambal  y  Meyán. 

(3)  HoyTidor. 


140  PÍGAFETTA  LIB. 

vuelta  en  torno  de  nuestros  navios.  Salimos  a  su  en- 
cuentro en  las  chalupas  para  testimoniarle  nuestro  re- 
conocimiento; nos  hizo  entrar  en  su  piragua  y  nos  colo- 
camos a  su  lado.  Estaba  sentado  bajo  un  quitasol  de 
seda,  que  le  cubría  enteramente.  Delante  de  él,  en  pie, 
un  hijo  suyo  llevaba  el  cetro  real;  dos  hombres  con 
sendos  vasos  de  oro  llenos  de  agua  para  lavarse  las  ma- 
nos, y  otros  dos  con  dos  cofrecillos  dorados  llenos  de 
betre  (betel). 

Nos  dio  la  bienvenida,  diciéndonos  que  desde  hacía 
mucho  tiempo  había  soñado  que  algunos  navios  debían 
venir  de  países  lejanos,  y  que  para  asegurarse  de  si  el 
sueño  era  verdadero  había  examinado  la  Luna,  en  la 
cual  había  notado  que,  efectivamente,  arribarían,  y  que 
era  a  nosotros  a  quien  esperaba. 

Subió  en  seguida  a  bordo  y  todos  le  besamos  la 
mano.  Le  llevamos  al  castillo  de  popa,  donde,  por  no 
agacharse,  entró  por  la  abertura  de  encima.  Allí  le  sen- 
tamos en  una  silla  de  terciopelo  rojo  y  le  pusimos  una 
túnica  a  la  turca  de  terciopelo  amarillo,  y  para  demos- 
trarle mejor  nuestro  respeto  nos  sentamos  en  el  suelo 
enfrente  de  él. 

Acogida  del  rey.  —  Cuando  supo  quiénes  éramos  y 
el  objeto  de  nuestro  viaje,  nos  dijo  que  él  y  todos  sus 
pueblos  tendrían  gran  alegría  siendo  amigos  y  vasallos 
del  rey  de  España;  que  nos  recibiría  en  su  isla  como  a 
sus  propios  hijos;  que  podíamos  bajar  a  tierra  y  estar 
en  ella  como  en  nuestras  casas;  y  que,  por  amor  a  nues- 
tro soberano,  era  su  voluntad  que  desde  aquel  día  en 
adelante  su  isla  dejase  el  nombre  de  Tadore  y  tomase 
el  de  Castilla. 

Regalos  al  rey.  —  Le  regalamos  la  silla  en  que  esta- 
ba sentado  y  la  túnica  que  tenía  puesta;  una  pieza  de 
paño  fino,  cuatro  brazas  de  escarlata,  una  túnica  de  bro- 
cado, un  paño  de  damasco  amarillo,  otros  paños  indios 
tejidos  en  oro  y  seda,  una  pieza  de  tela  de  Cambaya, 
muy  blanca,  dos  gorros,  seis  hilos  de  cuentas  de  vidrio, 


III  PRIMER  VIAJE  EN  TORNO  DEL  GLOBO  141 

doce  cuchillos,  tres  espejos  grandes,  seis  tijeras,  seis 
peines,  algunas  tazas  de  vidrio  doradas  y  otras  cosas. 
A  su  hijo  le  dimos  un  paño  indio  de  oro  y  de  seda,  un 
espejo  grande,  un  gorro  y  dos  cuchillos.  Cada  uno  de 
los  nueve  personajes  que  le  acompañaban  recibió  un 
paño  de  seda,  un  gorro  y  dos  cuchillos.  También  rega- 
lamos un  gorro,  un  cuchillo,  etc.,  a  cada  uno  de  los  de 
su  séquito,  hasta  que  el  rey  nos  advirtió  que  no  diésee 
mos  más.  Dijo  que  estaba  disgustado  por  no  tener  nada 
que  regalar  digno  del  rey  de  España,  mas  que  le  ofre- 
cía su  persona.  Nos  aconsejó  que  aproximásemos  los 
navios  a  las  habitaciones,  y  que  si  alguno  de  los  suyos 
osaba  durante  la  noche  intentar  robarnos,  que  le  matá- 
semos de  un  balazo.  Después  partió  muy  satisfecho, 
pero  no  quiso  inclinar  nunca  la  cabeza,  a  pesar  de  las 
muchas  reverencias  que  le  hicimos;  disparamos  la  arti- 
llería cuando  salía. 

Vestidos  del  rey.  —  Este  rey  es  moro,  esto  es,  ára- 
be, de  unos  cuarenta  y  cinco  años  de  edad,  de  buen 
aspecto  y  fisonomía.  Sus  vestidos  consistían  en  una 
camisa  muy  fina  con  mangas  bordadas  en  oro;  un  paño 
le  cubría  desde  la  cintura  hasta  los  pies;  un  velo  de 
seda  ceñido  a  la  cabeza,  y  sobre  el  velo  una  guirnalda 
de  flores.  Su  nombre  es  raja  sultán  Manzor.  Es  un 
gran  astrólogo. 

10  de  noviembre  de  1521. —  Curiosidad  del 
rey.  —  El  domingo  10  de  noviembre  tuvimos  otra  en- 
trevista con  el  rey,  quien  nos  preguntó  cuáles  eran 
nuestros  sueldos  y  qué  ración  nos  daba  a  cada  uno  el 
rey  de  España.  Satisficimos  su  curiosidad.  Nos  rogó 
también  que  le  diésemos  un  sello  del  rey  y  un  estan- 
darte real,  pues  quería,  según  dijo,  que  tanto  su  isla 
como  la  de  Tarenate  (1),  en  la  que  se  proponía  procla- 
mar rey  a  su  sobrino  Calanogapi,  fuesen  en  adelante 
tributarias  del  rey  de  España,  por  quien  en  lo  futuro 

(l)     Hoy  Ternate, 


142  PIGAFETTA  LIB. 

combatiría,  y  que  si  por  desdicha  sucumbiese  a  sus 
enemigos,  iría  a  España  en  uno  de  sus  barcos,  llevando 
consigno  el  sello  y  el  estandarte.  Nos  rogó  en  seguida 
que  le  dejáramos  algunos  de  los  nuestros,  que  le  serían 
más  preciados  que  todas  las  mercancías,  las  cuales 
—  añadió  —  no  le  recordarían  tanto  tiempo  como  los 
hombres  al  rey  de  España  y  a  nosotros. 

Viendo  nuestra  prisa  por  cargar  los  navios  con  cla- 
vos de  especia,  nos  dijo  que  los  de  la  isla  no  estaban 
bastante  secos  para  nuestro  objeto  y  que  los  buscaría 
en  la  isla  de  Bachián,  en  donde  esperaba  encontrar 
cantidad  suficiente. 

No  hicimos  ninguna  compra  aquel  día,  porque  era 
domingo.  El  día  de  fiesta  de  estos  isleños  es  el 
viernes. 

Detalles  sobre  las  islas  Malucco.  Gobiernos,  —  Os 
será  sin  duda  agradable,  monseñor,  conocer  algu- 
nos detalles  sobre  las  islas  en  que  crecen  los  árboles 
que  producen  los  clavos  de  especia.  Son  cinco:  Tare- 
nate,  Tadore,  Mutir,  Machián  y  Bachián  (1). 

Tarenate  (Ternate)  es  la  principal.  El  citado  rey  do- 
minaba casi  completamente  en  las  otras  cuatro. 

Tadore  (Tidor),  en  la  que  estábamos,  tiene  su  rey 
propio,  así  como  Bachián.  Mutir  y  Machián  no  tienen 
rey;  su  gobierno  es  popular,  y  cuando  hay  guerra  entre 
los  reyes  de  Tarenate  y  Tadore,  ambas  repúblicas  de- 
mocráticas suministran   combatientes  a  los  dos  parti- 


(1)  Se  creía  que  dichos  árboles  no  crecían  mas  que  en  estas 
cinco  islas,  llamadas  propiamente  las  Molucas;  pero  en  seg-uida  se 
encontraron  en  otras  muchas,  a  las  cuales,  por  esta  razón,  se  ex- 
tendió también  el  nombre  de  Molucas,  de  manera  que  con  él  se 
comprenden  todas  las  islas  que  hay  entre  las  Filipinas  yjava.  Los 
holandeses,  para  tener  el  comercio  exclusivo  de  los  clavos  de  es- 
pecia, trataron  de  destruir,  por  fuerza  o  astucia,  todos  los  árboles 
de  este  género;  pero  no  lo  consiguieron.  Después  de  la  revolución 
francesa,  hubo  muchos  cambios  en  el  mar  del  Sur.  Pigafetta  dibu- 
jó las  Molucas,  y  junto  a  ellas  un  árbol  del  clavo,  que  apenas  se 
parece  a  los  naturales. 


III  PRIMER  VIAJE  EN  TORNO  DEL  GLOBO  143 

dos.  Toda  la  provincia  donde  crece  el  clavo  se  llama 
Malucco  (Molucas). 

Francisco  Serrano.  —  Al  llegar  a  Tadore  nos  dije- 
ron que  ocho  meses  antes  había  muerto  un  tal  Francis- 
co Serrano,  portugués.  Era  capitán  general  del  rey  de 
Tarenate,  que  estaba  en  guerra  con  el  de  Tadore,  al 
que  obligó  a  dar  su  hija  en  matrimonio  al  rey  de  Ta- 
renate, exigiendo  además,  en  rehenes,  a  casi  todos  los 
hijos  varones  de  los  personajes  de  Tadore. 

Con  este  arreglo  hicieron  las  paces,  y  del  matrimo- 
nio nació  el  nieto  del  rey  de  Tadore,  Calanogapi,  ya 
mencionado.  Sin  embargo,  el  rey  de  Tadore  no  per- 
donó jamás  sinceramente  a  Francisco  Serrano,  y  juró 
vengarse  de  él. 

Serrano  muere  envenenado.  —  En  efecto,  algunos 
años  después  Serrano  se  dispuso  un  día  a  ir  a  Tadore 
para  comprar  clavos  de  especia,  y  el  rey  le  envenenó 
con  un  tósigo  preparado  en  hojas  de  betel,  no  sobrevi- 
viendo mas  que  cuatro  días.  Quiso  el  rey  hacerle  fune- 
rales y  entierro  según  los  usos  del  país;  pero  tres  criados 
cristianos  que  tenía  Serrano  se  opusieron.  Al  morir 
Serrano  dejó  un  hijo  y  una  hija,  niños,  que  tuvo  con 
una  mujer  con  la  que  se  casó  en  Java.  Toda  su  fortuna 
consistía  en  doscientos  bahars  de  clavos  de  especia. 

Invitación  de  Serrano  a  Magallanes  para  venir  a 
Malucco. —  Serrano  fué  gran  amigo  y  creo  que  parien- 
te de  nuestro  desdichado  capitán  general,  y  fué  quien 
le  decidió  a  emprender  este  viaje,  porque  durante  la 
estancia  de  Magallanes  en  Malaca  supo  por  sus  cartas 
que  Serrano  estaba  en  Tadore,  donde  se  podía  hacer 
un  comercio  ventajoso.  Magallanes  no  olvidó  lo  que 
Serrano  le  escribió  cuando  el  difunto  rey  de  Portugal, 
D.  Emanuel,  rehusó  aumentar  su  sueldo  en  un  tes- 
tón  (1)  al  mes,  recompensa  que  creía  sobrado  merecida 
por  los  servicios  prestados  a  la  corona. 


(1)     £1  testón  valia  medio  ducado,  y  el  ducado,  un  z«qui. 


144  PIGAFETTA  LIB. 

Proyecto  de  Magallanes.  —  Para  vengarse  vino  a  Es- 
paña y  propuso  a  su  majestad  el  emperador  ir  a  Ma- 
lucco  por  el  Oeste,  obteniendo  el  real  permiso. 

El  rey  de  Tarenate  envenenado  por  su  hija  —  Diez 
días  después  de  la  muerte  de  Serrano,  el  rey  de  Tare- 
nate, llamado  raja  Abuleis  (1),  que  se  había  casado  con 
una  hija  del  rey  de  Bechián,  declaró  la  guerra  a  su 
yerno  y  le  expulsó  de  su  isla.  Su  hija  intervino  como 
mediadora  entre  su  padre  y  su  marido,  y  envenenó  a 
aquél,  que  sobrevivió  solamente  dos  días  a  la  ponzoña. 
Murió  dejando  nueve  hijos:  Chechili-Momuli,  Jadore- 
Vunghi,  Chechilideroix,  Cilimanzur,  Cilipagi,  Chialiu- 
chechilin,  Cataravajecu,  Serich  y  Calanogapi. 

11  de  noviembre  de  1521.  —  Visita  de  Chechi- 
lideroix. —  El  lunes  11  de  noviembre,  Chechilideroix, 
uno  de  los  hijos  del  rey  de  Tarenate  que  acabamos  de 
mencionar,  se  acercó  a  nuestros  navios  con  dos  pira- 
guas, en  las  que  había  músicos  con  timbales.  Vestía 
una  túnica  de  terciopelo  rojo.  Supimos  que  traía  con- 
sigo la  viuda  y  los  hijos  de  Serrano;  sin  embargo,  no 
se  atrevió  a  subir  a  bordo,  ni  tampoco  le  invitamos 
nosotros  a  ello  sin  el  consentimiento  del  rey  de  Tado- 
re,  su  enemigo,  en  cuyo  puerto  estábamos,  a  quien  pre- 
guntamos si  podíamos  recibirlo,  contestándonos  que 
éramos  dueños  de  hacer  lo  que  quisiésemos.  En  este 
intervalo,  Chechilideroix,  viendo  nuestra  incertidum- 
bre,  concibió  algunas  sospechas  y  se  alejó,  por  lo  que 
tuvimos  que  ir  a  buscarle  con  la  chalupa,  regalándole 
una  pieza  de  tela  india  de  seda  y  oro,  algunos  espejos, 
tijeras  y  cuchillos,  que  aceptó  de  mala  gana,  y  partió. 

Manuel.  Pedro  Alfonso  de  torosa.  —  Tenía  con 
él  un  indio  que  se  había  hecho  cristiano,  llamado  Ma- 
nuel, criado  de  Pedro  Alfonso  de  Lorosa,  que  después 


(1)  Cuando  Brito  o  Breo  fué  enviado  de  gobernador  a  las  Mo- 
lucas  en  1511,  el  rey  Abuleis  reinaba  en  Ternate  con  el  nombre  de 
raja  Beglid. 


Fig.  1/  —  Mapa  de  la  América  meridio- 
nal, según  Pigafetta.  Se  advierten  el 
cabo  de  Santa  María,  el  río  de  la  Plata 
—  descubierto  por  Juan  de  Solís  — ,  la 
región  patagónica,  el  mar  Océano,  el 
cabo  de  las  Once  mil  Vírgenes,  el  estre- 
cho patagónico,  el  cabo  Deseado  y  el 
mar  Pacífico. 


10 


III  PRIMER  VIAJE  EN  TORNO  DEL  GLOBO  147 

de  la  muerte  de  Serrano  había  venido  de  Bandán  a 
Tarenate.  Manuel  hablaba  el  portugués;  subió  a  bordo 
y  nos  dijo  que  los  hijos  del  rey  de  Tarenate,  aunque 
enemigos  del  rey  de  Tadore,  estaban  dispuestos  a  aban- 
donar a  Portugal  para  incorporarse  a  España.  Escribi- 
mos por  su  conduelo  una  carta  a  Larosa  invitándole  a 
venir  a  vernos  sin  el  menor  temor.  A  continuación  ve- 
remos cómo  aceptó. 

Costumbres  del  rey  de  Tadore,  —  Informándome  de 
las  costumbres  del  país,  supe  que  el  rey  puede  tener 
para  su  placer  tantas  mujeres  como  le  parezca;  pero 
una  sola  es  su  esposa,  y  las  demás,  esclavas.  —  Su  se- 
rrallo: Tenía  fuera  de  la  ciudad  una  gran  casa,  don- 
'de  vivían  doscientas  de  sus  más  bonitas  mujeres,  con 
igual  número  de  criadas.  El  rey  come  siempre  solo  o 
con  su  esposa  en  una  especie  de  estrado  elevado,  des- 
de donde  ve  a  todas  las  otras  mujeres,  sentadas  alre- 
dedor, y  después  de  haber  cenado,  escoge  la  que  com- 
partirá su  lecho  aquella  noche.  Cuando  el  rey  termina 
su  comida,  sus  mujeres  comen  todas  juntas  si  él  lo  con- 
siente, y  si  no,  cena  cada  una  en  su  habitación.  Nadie 
puede  ver  a  las  mujeres  del  rey  sin  su  permiso  especial, 
y  si  algún  imprudente  se  acercara  a  su  habitación,  de 
día  o  de  noche,  le  matarían  en  el  acto.  Para  proveer  el 
serrallo  real,  cada  familia  tiene  la  obligación  de  dar 
una  o  dos  hijas.  El  raja  sultán  Manzor  tenía  veintiséis 
hijos,  ocho  varones  y  diez  y  ocho  hembras  (1).  Hay  en 
la  isla  de  Tadore  una  especie  de  obispo  (2),  que  tenía 
cuarenta  mujeres  y  muchos  hijos. 

12  de  noviembre  de  1521*  —  Tráfico,  —  El  mar- 
tes 12  de  noviembre  el  rey  mandó  construir  un  cober- 


(1)  Forster  (CooK,  Tercer  viaje,  tomo  V,  pág.  356)  observa 
que  donde  los  hombres,  y  aun  los  animales,  son  polígamos,  nacen 
más  hembras  que  machos;  lo  que  puede  explicarse  muy  bien  por 
las  moléculas  orgánicas  de  Buffon.  La  familia  del  rey  de  Tador  sir- 
ve para  probar  este  aserto. 

(2)  Esto  es,  un  mu/ti. 


148  PIGAFETTA  LIB. 

tizo,  que  acabaron  en  un  día,  para  nuestras  mercancías; 
allí  llevamos  todo  lo  que  destinábamos  para  cambiar,  y 
quedaron  guardándolo  tres  de  los  nuestros.  El  valor  de 
las  mercancías  que  íbamos  a  dar  en  trueque  de  clavos 
de  especia  se  fijó  de  esta  manera:  por  diez  brazas  de 
paño  rojo  de  buena  calidad  debían  darnos  un  bahar  de 
clavos;  el  bahar  equivale  a  cuatro  quintales  y  seis  libras^ 
y  cada  quintal  pesa  cien  libras;  por  quince  brazas  de 
paño  de  clase  mediana,  un  bahar  de  clavos;  por  quin- 
ce hachas,  un  bahar;  por  treinta  y  cinco  tazas  de  vidrio, 
un  bahar  (todas  las  tazas  de  vidrio  las  cambiamos  así 
con  el  rey);  por  diez  y  siete  cathiles  de  cinabrio,  un 
bahar,  y  lo  mismo  por  otro  tanto  de  azog-ue;  por  veinti- 
séis brazas  de  tela,  un  bahar,  y  de  tela  más  fina  sólo  < 
dábamos  veinticinco  brazas;  por  ciento  cincuenta  cu- 
chillos, un  bahar;  por  cincuenta  pares  de  tijeras  o  por 
cuarenta  gorros,  un  bahar;  por  diez  brazas  de  paño  de 
Guzzerate  (1),  un  bahar;  por  un  quintal  de  cobre,  un 
bahar.  Llevábamos  una  gran  partida  de  espejos;  pero 
se  quebraron  la  mayor  parte  en  la  travesía,  y  el  rey  se 
apropió  casi  todos  los  que  habían  quedado  enteros. 
Parte  de  estas  mercancías  provenían  de  los  juncos  que 
apresamos.  Hicimos,  como  se  ve,  un  tráfico  muy  ven- 
tajoso, no  sacando,  sin  embargo,  todo  el  provecho  que 
hubiéramos  podido,  porque  deseábamos  apresurar  en 
lo  posible  el  regreso  a  España.  Además  de  los  clavos, 
hacíamos  a  diario  buena  provisión  de  víveres;  los  in- 
dios venían  sin  cesar  con  sus  barcas  para  traernos  ca- 
bras, gallinas,  nueces  de  coco,  bananas  y  otros  comes- 
tibles, que  nos  daban  por  cosas  de  poco  valor. —  Agua 
caliente:  También  nos  aprovisionamos  de  un  agua  ex- 
cesivamente caliente,  pero  que  expuesta  al  aire  duran- 
te una  hora  se  ponía  muy  fría.  Dicen  que  esto  provie- 


(1)  Guzzerate  era  un  reino  de  los  indios  sometidos  al  rey  de 
Cambaya,  de  que  habla  Barbosa,  compañero  de  Pigafetta.  (Véase 
Ramusio,  tomo  I,  pág.  295.) 


III  PRIMER  VIAJE  EN  TORNO  DEL  GLOBO  149 

ne  de  que  el  agua  mana  de  la  montaña  de  los  árboles 
del  clavo  (1).  Reconocimos  por  esto  la  impostura  de 
los  portugueses,  que  quieren  hacer  creer  que  falta  por 
completo  el  agua  dulce  en  las  islas  Malucco,  y  que 
deben  ir  a  buscarla  muy  lejos  en  otros  países. 

13  de  noviembre  de  1521. —  Prisioneros  en  li- 
bertad.—  Al  día  siguiente  el  rey  envió  a  su  hijo  Mos- 
sahap  a  la  isla  de  Mutir  para  buscar  clavos  y  que  pu- 
diéramos prontamente  acabar  nuestro  cargamento.  Los 
indios  que  habíamos  capturado  en  la  travesía  hallaron 
ocasión  de  hablar  al  rey,  quien  se  interesó  por  ellos,  y 
rogó  que  se  los  entregásemos  para  enviarlos  a  sus 
países  acompañados  de  cinco  isleños  de  Tadore,  que 
tendrían  en  el  camino  ocasión  para  elogiar  al  rey  de 
España,  y  conseguirían  que  el  nombre  español  fuese 
querido  y  respetado  por  todos  estos  pueblos.  Le  en- 
viamos las  tres  mujeres  que  esperábamos  presentar  a 
la  reina  de  España  y  todos  los  hombres,  excepto  los 
de  Borneo. 

El  rey  nos  pidió  otro  favor:  que  matásemos  a  todos 
los  cerdos  que  teníamos  a  bordo,  por  lo  que  nos  ofre- 
ció amplia  compensación  en  cabras  y  en  volatería.  Le 
complacimos  una  vez  más,  y  los  degollamoá  en  el  en- 
trepuente para  que  los  moros  no  se  apercibiesen,  por- 
que sentían  tal  repugnancia  por  estos  animales,  que 
cuando  por  casualidad  encontraban  alguno,  cerraban 
los  ojos  y  se  tapaban  la  nariz  para  no  verlos  ni  olerlos. 

Relato  de  Lorosa.  —  La  misma  tarde,  el  portugués 
Pedro  Alfonso  de  Lorosa  vino  a  bordo  del  navio  en 
una  piragua.  Supimos  que  el  rey  le  envió  a  buscar  para 
advertirle  que,  aunque  él  fuese  de  Tarenate,  debía  guar- 
darse muy  mucho  de  mentir  en  las  respuestas  a  nues- 
tras preguntas.   Efectivamente,   cuando  vino  nos  dio 


(1)  Se  ha  observado  que  muchas  islas  del  mar  del  Sur  son  vol- 
cánicas; por  consiguiente,  este  agua  caliente  será  sencillamente  un 
agua  termal,  y  no  un  agua  calentada  por  los  árboles  del  clavo. 


150  PIGAFETTA 


LIB. 


todas  las  noticias  que  podían  interesarnos.  Dijo  que 
estaba  en  las  Indias  hacía  diez  y  seis  años,  diez  de  los 
cuales  los  pasó  en  las  islas  Malucco,  adonde  llegó  con 
los  primeros  portugueses,  que  verdaderamente  se  ha- 
bían establecido  allí  desde  diez  años  antes;  mas  que 
guardaron  el  más  profundo  silencio  sobre  el  descubri- 
miento de  estas  islas;  añadió  que  hacía  once  meses  y 
medio  un  gran  navio  vino  de  Malaca  a  las  islas  Ma- 
lucco para  cargar  clavos  de  especia  e  hizo  su  carga- 
mento, pero  que  el  mal  tiempo  les  retuvo  algunos  meses 
en  Bandán.  Procedía  el  navio  de  Europa,  y  el  capitán 
portugués,  que  se  llamaba  Tristán  de  Menezes,  dijo  a 
Lorosa  que  la  noticia  más  importante  por  entonces  era 
que  una  escuadra  de  cinco  navios,  al  mando  de  Fer- 
nando Magallanes,  había  partido  de  Sevilla  para  ir  a 
descubrir  las  Malucco  en  nombre  del  rey  de  España;  y 
que  el  rey  de  Portugal,  tanto  más  disgustado  de  la  ex- 
pedición, cuanto  que  aquél  era  uno  de  sus  subditos  que 
buscaba  su  daño,  envió  navios  al  Cabo  de  Buena  Espe- 
ranza y  al  cabo  de  Santa  María  (1),  en  el  país  de  los 
caníbales,  para  interceptarle  el  paso  en  el  mar  de  las 
Indias;  pero  que  no  le  habían  encontrado. 

Supo  eri  seguida  que  pasó  por  otro  mar  y  que  iba 
a  las  islas  Malucco  por  el  Oeste,  y  ordenó  a  D.  Diego 
López  de  Sichera,  su  capitán  en  jefe  en  las  Indias  (2), 
que  enviase  seis  navios  de  guerra  a  Malucco  contra 
Magallanes;  mas  que  a  Sichera  llegó  la  nueva  de  que 
en  este  tiempo  los  turcos  preparaban  una  flota  contra 
Malaca,  y  se  vio  obligado  a  mandar  sesenta  barcos  de 
guerra  al  estrecho  de  la  Meca,  en  la  tierra  de  Judá  (3), 
los  cuales  encontraron  las  galeras  turcas  encalladas  a 


(1)  Cabo  septentrional  de  Río  de  la  Plata. 

(2)  BoiSMELÉ,  Histoire  de  la  marine,  dice  que  López  de  Siche- 
ra fué  a  las  Indias  en  1518. 

(3)  Después  Idda,  en  el  mar  Rojo,  puerto  utilizado  para  el  co- 
mercio de  la  Meca.  Esto  se  refiere  a  la  desdichada  expedición  que 
Solimán  el  Magnífico  emprendió,  a  instigación  de  los  venecianos. 


Fig.  2.'  —  Isla  de  los  Ladrones,  según 

Pigafetta.  La  barca  está  emparejada  con 

otra  a  modo  de  balancín  o  batanga. 


III  PRIMER  VIAJE  EN  TORNO  DEL  GLOBO  153 

ia  orilla  del  mar,  cerca  de  la  bella  y  fuerte  ciudad  de 
Adem,  y  las  quemaron  todas.  Esta  expedición  impidió 
al  capitán  general  portugués  hacer  lo  que  le  habían 
encargado  contra  nosotros;  mas  poco  después  envió  a 
nuestro  encuentro  un  galeón  a  dos  manos  de  bombar- 
das (1),  mandado  por  el  capitán  Francisco  Faría,  por- 
tugués; no  llegó  el  galeón  a  las  islas  Malucco,  porque, 
ya  por  los  arrecifes  que  hay  cerca  de  Malaca,  ya  por 
las  corrientes  y  vientos  contrarios  que  encontró,  tuvo 
que  volver  al  puerto  de  donde  había  salido.  Lorosa 
añadió  que,  pocos  días  antes,  una  carabela  con  dos  jun- 
cos habían  venido  a  las  islas  Malucco  para  obtener 
noticias  sobre  nosotros;  los  juncos  esperaron  en  Ba- 
chián  para  cargar  clavos  de  especia,  llevando  a  bordo 
siete  portugueses,  los  que,  a  pesar  de  las  amonesta- 
ciones del  rey,  no  quisieron  respetar  ni  a  las  mujeres 
de  los  indígenas  ni  a  las  del  mismo  rey,  y  fueron  todos 
asesinados.  Al  saber  esta  noticia  el  capitán  de  la  ca- 
rabela juzgó  oportuno  partir  a  toda  prisa  y  volverse  a 
Malaca,  abandonando  en  Bachián  los  dos  juncos  con 
cuatrocientos  bahars  de  clavos  y  mercancías  bastantes 
para  cambiarlas  por  otros  ciento. 

Comercio  de  Malaca.  — Nos  dijo  también  que  anual- 
mente van  muchos  juncos  de  Malaca  a  Bandán  a  com- 
prar macis  y  nuez  moscada,  y  desde  allí  a  las  Maluc- 
co para  cargar  clavos.  En  tres  días  se  hace  el  viaje  de 
Bandán  a  las  islas  Malucco,  y  en  quince  se  va  de  Ban- 
dán a  Malaca.  Este  comercio,  decía,  es,  entre  el  de 
estas  islas,  el  que  rinde  más  beneficio  al  rey  de  Portu- 
gal, por  lo  cual  tiene  gran  cuidado  en  ocultárselo  a  los 
españoles. 


contra  los  establecimientos  de  los  portugueses  en  las  Indias,  para 
atraer  al  mar  Rojo  el  comercio  que  la  naveg-ación  de  los  por- 
tugueses por  el  Cabo  de  Buena  Esperanza  había  anulado.  Los  ve- 
necianos les  proporcionaron  para  ello  maderas  de  construcción 
y  armas.  (Robertson,  Disquis.  on  ant.  India,  sect.  III.) 
(1)     Con  dos  fílas  de  cañones. 


154  PIGAFETTA  LIB. 

Lo  que  Lorosa  acababa  de  decir  era  en  extremo  in- 
teresante, y  procuramos  persuadirle  a  que  se  embarca- 
se con  nosotros  para  Europa,  prometiéndole  grandes 
gajes  de  parte  del  rey  de  España. 

15  de  noviembre  de  1521.  —  El  viernes  15  de 
noviembre  el  rey  nos  dijo  que  iba  a  Bachián  para  apo- 
derarse de  los  clavos  de  especia  que  los  portugueses 
habían  dejado,  y  nos  pidió  regalos  para  los  goberna- 
dores de  Mutir,  a  los  cuales  se  los  entregaría  en  nom- 
bre del  rey  de  España.  Se  divirtió  mucho  en  nuestro 
navio  viéndonos  manejar  las  armas:  la  ballesta,  el  fusil 
y  el  bersil  (1),  que  es  mayor  que  un  fusil;  tiró  tres  ba- 
llestazos,  pero  no  quiso  ni  tocar  los  fusiles. 

Giailolo,  —  Enfrente  de  Tadore  hay  una  isla  muy 
grande  llamada  Giailolo  (2),  habitada  por  moros  y  gen- 
tiles. Los  moros  tienen  dos  reyes,  y,  según  nos  dijo  el 
rey  de  Tadore,  uno  tenía  seiscientos  hijos,  y  el  otro, 
quinientos  veinticinco.  Los  gentiles  no  tienen  tantas 
mujeres  como  los  moros,  ni  son  tan  supersticiosos;  la 
primera  cosa  que  encuentran  por  la  mañana  es  el  obje- 
to de  su  adoración  durante  todo  el  día;  su  rey  se  llama 
raja  Papua,  es  riquísimo  en  oro  y  habita  en  el  interior 
de  la  isla.  Crecen  entre  las  rocas  cañas  tan  gruesas 
como  la  pierna  de  un  hombre,  llenas  de  un  agua  exce- 
lente para  beber  (3);  compramos  muchas.  La  isla  de 
Giailolo  es  tan  grande,  que  una  canoa  apenas  puede 
dar  la  vuelta  completa  en  cuatro  meses. 

16  de  noviembre  de  1521.  —  Visita  del  rey  de 
Giailolo.  —  El  sábado  16  de  noviembre,  uno  de  ios 
reyes  moros  de  Giailolo  vino  con  muchas  embarcacio- 
nes a  bordo  de  nuestros  navios.  Le  regalamos  una  tú- 
nica de  damasco  verde,  dos  brazas  de  paño  rojo,  algu- 
nos espejos,  tijeras,  cuchillos,  peines  y  dos  tazas  de 


(1)  El  bersil  es  una  especie  de  gran  ballesta. 

(2)  Gilolo. 

(3)  Bambú,  caña  que  contiene  naturalmente  un  licor  muy  bueno. 


IJI  PRIMER  VIAJE  EN  TORNO  DEL  GLOBO  155 

vidrio  dorado,  que  le  gustaron  mucho.  Nos  dijo  muy 
graciosamente  que,  puesto  que  éramos  amigos  del  rey 
de  Tadore,  debíamos  serlo  suyos,  porque  amaba  a  éste 
como  a  un  hijo.  Nos  invitó  a  ir  a  su  país,  asegurándo- 
nos que  nos  rendiría  grandes  honores.  Este  rey  es  muy 
poderoso  y  respetadísirao  en  todas  las  islas  cercanas; 
es  de  bastante  edad  y  se  llama  raja  Jussu. 

17  de  noviembre  de  1521.  —  Al  día  siguiente, 
domingo,  por  la  mañana,  el  mismo  rey  volvió  a  bordo, 
deseoso  de  ver  cómo  combatíamos  y  disparábamos  las 
bombardas,  lo  que  ejecutamos  con  gran  satisfacción 
suya,  porque  en  su  juventud  fué  muy  guerrero. 

El  mismo  día  bajé  a  tierra  para  examinar  el  árbol  del 
clavo  y  ver  cómo  produce  su  fruto.  He  aquí  lo  que  ob- 
servé: tiene  una  gran  altura  y  su  tronco  es  de  grueso 
como  el  cuerpo  de  un  hombre,  más  o  menos,  según  su 
edad;  sus  ramas  se  extienden  mucho  hacia  el  medio  del 
tronco,  pero  en  la  copa  forman  una  pirámide;  su  hoja 
se  asemeja  a  la  del  laurel,  y  la  corteza  es  de  color  acei- 
tunado; los  clavos  nacen  en  la  punta  de  las  ramitas,  en 
grupos  de  diez  a  veinte;  da  más  fruto  en  un  lado  que 
en  otro,  según  las  estaciones;  los  clavos  son  al  princi- 
pio blancos,  al  madurar  rojizos  y  al  secarse  negros;  se 
cosechan  dos  veces  al  año,  la  primera  por  Navidad  y  la 
segunda  por  San  Juan,  esto  es,  poco  más  o  menos,  ha- 
cia los  dos  solsticios,  estaciones  en  que  el  aire  es  más 
templado  en  este  país;  que  en  el  solsticio  de  invierno 
es  más  cálido  porque  el  Sol  está  entonces  en  el  cénit. 
Cuando  el  año  es  cálido  y  hay  poca  lluvia,  la  cosecha 
de  clavos  es  en  cada  isla  de  tres  a  cuatrocientos  bahars. 
El  árbol  crece  solamente  en  las  montañas,  y  perece 
cuando  se  le  trasplanta  al  llano  (1);  la  hoja,  la  corteza 
y  la  parte  leñosa  del  mismo  árbol  tienen  un  olor  y  sa- 
bor tan  fuertes  como  el  fruto,  el  cual,  si  no  se  coge  en 


(1)     Los  holandeses  comprobaron  que  el  árbol  del  clavo  crece 
muy  bien  en  las  llanuras. 


156  PIGAFETTA  LIB. 

plena  madurez,  engorda  tanto  y  se  pone  tan  duro,  que 
no  sirve  de  él  mas  que  la  corteza;  no  hay  árboles  de 
clavo  mas  que  en  las  montañas  de  las  cinco  islas  Ma- 
lucco,  y  algunos  en  la  isla  de  Giailolo  y  en  el  islote  de 
Mare,  entre  Tadore  y  Mutir,  pero  sus  frutos  no  son  tan 
buenos;  dicen  que  la  niebla  le  da  cierto  grado  de  per- 
fección; lo  cierto  es  que  a  diario  vimos  una  niebla,  en 
forma  de  nubecitas,  rodeando  tan  pronto  una,  tan  pron- 
to otra  de  las  montañas  de  estas  islas;  cada  habitante 
posee  algunos  árboles,  que  vigila  y  recoge  los  frutos, 
pero  sin  pensar  siquiera  en  el  cultivo;  en  cada  isla  se 
llama  de  modo  diferente  a  los  clavos:  gomode  en  Ta- 
dore, bongalavan  en  Sarangani  y  chianche  en  las  islas 
Malucco. 

Nuez  moscada.  —  También  produce  la  isla  nuez 
moscada  (1),  parecida  a  nuestras  nueces,  tanto  por  el 
fruto  como  por  las  hojas.  La  nuez  moscada,  cuando  se 
la  cosecha,  semeja  al  membrillo  por  su  forma,  color  y 
pelusilla  que  la  cubre,  pero  es  más  pequeña;  su  prime- 
ra corteza  es  tan  espesa  como  el  pericarpio  de  nuestra 
nuez;  debajo  hay  una  tela  delgada,  o  mejor  dicho,  de 
cartílago,  bajo  la  cual  está  el  macis,  de  un  rojo  muy 
vivo,  que  envuelve  la  corteza  leñosa  que  contiene  la 
nuez  moscada  propiamente  dicha. 

Jengibre.  —  Produce  asimismo  la  isla,  jengibre,  que 
comimos  verde  como  si  fuera  pan;  no  nace  en  un  árbol, 
sino  en  un  arbusto  con  tallos  a  flor  de  tierra  de  un  pal- 
mo de  largo,  parecidos  a  los  pimpollos  de  las  cañas,  a 
los  que  también  se  asemeja  en  las  hojas,  aunque  las  del 
jengibre  son  más  estrechas;  no  sirven  para  nada  los  ta- 
llos; sólo  se  aprovecha  la  raíz,  que  es  el  jengibre  usual 
en  el  comercio;  el  jengibre  verde  no  es  tan  fuerte  como 
el  seco;  para  secarle  se  espolvorea  de  cal,  pues  de  otro 
modo  no  podría  conservarse. 

Casas.  —  Las  casas  de  estos  isleños  están  construidas 


(1)     Myristica  officinalis,  de  Línneo. 


III  PRIMER  VIAJE  EN  TORNO  DEL  GLOBO  157 

como  las  de  las  islas  vecinas,  aunque  no  tan  elevadas 
sobre  la  tierra,  y  rodeadas  de  cañas  en  forma  de  seto. 

Mujeres  y  hombres,  —  Las  mujeres  de  este  país  son 
feas;  van  desnudas  como  las  de  las  otras  islas,  cubrien- 
do sus  partes  sexuales  con  un  paño  hecho  de  corteza 
de  árbol;  los  hombres  van  igualmente  desnudos,  y  a 
pesar  de  la  fealdad  de  sus  mujeres,  son  muy  celosos; 
se  enfadaban  mucho  al  vernos  llegar  a  tierra  con  las 
pretinas  abiertas  (1),  porque  se  imaginaban  que  esto 
podría  inducir  a  malas  tentaciones  a  sus  mujeres;  hom- 
bres y  mujeres  van  descalzos. 

Paños  de  corteza  de  árbol.  —  Sus  telas  de  corteza  de 
árbol  las  hacen  del  siguiente  modo:  cogen  un  trozo  de 
corteza  y  ¡a  ponen  en  agua  hasta  que  se  ablanda;  la  gol- 
pean después  con  una  especie  de  látigos  para  exten- 
derla a  lo  largo  y  a  lo  ancho,  según  creen  conveniente, 
hasta  que  parece  una  tela  de  seda  cruda  con  hilos  en- 
trelazados interiormente,  como  si  fuese  tejida  (2). 

Pan  de  madera.  —  Con  la  madera  de  un  árbol  pa- 
recido a  la  palmera  hacen  su  pan,  así:  toman  un  trozo 
de  esta  madera  y  la  quitan  ciertas  espinas  negras  y  lar- 
gas; en  seguida  la  machacan  y  hacen  un  pan  al  que  lla- 
man sagou;  llevan  provisión  de  este  pan  en  sus  viajes 
por  mar.  Los  isleños  de  Tarenate  venían  diariamente 
con  sus  canoas  a  ofrecernos  clavos  de  especias;  pero 
como  esperábamos  que  el  rey  los  trajera,  no  quisimos 
comprarlos  de  los  otros  isleños,  contentándonos  con 
tomarles  víveres;  los  indígenas  de  Tarenate  se  lamenta- 
ban mucho  de  esto. 

24  de  noviembre  de  1521.  —  La  noche  del 
domingo  24  de  noviembre  volvió  el  rey  al  son  de  tim- 
bales y  pasó  por  entre  nuestros  dos  navios.  Le  saluda- 


(1)  Esto  se  refiere  al  antiguo  traje  españoL 

(2)  Hoy  se  hace  una  clase  de  tela,  o  mejor  dicho,  de  paño  de 
corteza  de  árbol  de  la  misma  manera,  como  puede  verse  en  la  des- 
cripción que  da  Cook  (Primer  viaje,  tomo  II). 


158  PIGAFETTA  LIB. 

mos  con  salvas  de  las  bombardas  para  testimoniarle 
nuestro  respeto.  Nos  dijo  que,  a  consecuencia  de  las 
órdenes  que  dio,  nos  traerían,  durante  cuatro  días,  una 
considerable  cantidad  de  clavos. 

25  de  noviembre  de  1521*  —  En  efecto,  el 
lunes  nos  trajeron  ciento  sesenta  y  un  cathiles,  que  pe- 
samos sin  descontar  la  tara.  Descontar  la  tara  es  tomar 
las  especias  a  menos  peso  del  que  realmente  tienen, 
porque  entonces  están  frescas;  pero  después,  indefec- 
tiblemente, disminuyen  en  peso  y  en  calidad  al  secarse. 
Los  clavos  enviados  por  el  rey  eran  los  primeros  que 
embarcábamos  y  constituían  el  principal  objeto  de 
nuestro  viaje;  disparamos  la  artillería,  al  almacenar  los 
primeros,  en  señal  de  regocijo. 

26  de  noviembre  de  1521.  —  Invitación  del 
rey.  —  El  martes  26  de  noviembre  nos  visitó  el  rey 
para  decirnos  que,  saliendo  de  su  isla,  hacía  por  nos- 
otros lo  que  nunca  hicieron  sus  predecesores;  pero 
que  le  placía  determinarse  a  darnos  esta  muestra  de  su 
amistad  al  rey  de  España  y  a  nosotros,  a  fin  de  que 
pudiéramos  cuanto  antes  partir  hacia  nuestro  país  y 
volver  en  poco  tiempo  con  más  fuerzas  para  vengar  la 
muerte  de  su  padre,  a  quien  mataron  en  una  isla  lla- 
mada Buru  (1),  y  cuyo  cadáver  echaron  al  mar.  Añadió 
que  era  costumbre  en  Tadore,  cuando  se  cargaban  cla- 
vos en  un  navio  o  en  un  junco  por  primera  vez,  que  el 
rey  diese  un  festín  a  los  marineros  y  a  los  mercaderes 
del  barco,  y  al  mismo  tiempo  rogar  al  cielo  para  que 
llegasen  felizmente  a  sus  casas.  Esperaba  aprovechar 
la  ocasión  para  dar  un  banquete  al  rey  de  Bachián,  que 
venía  a  visitarle  con  su  hermano,  para  lo  cual  hizo  lim- 
piar las  calles  y  los  caminos. 

Rehusamos.  —  Nos  inspiró  la  invitación  sospechas, 
porque  supimos  que  en  el  lugar  en  que  hacíamos  la 
aguada  tres  portugueses  fueron  asesinados  por  isleños 


(1)     Bouro,  de  que  se  hablará  después. 


ni  PRIMER  VIAJE  EN  TORNO  DEL  GLOBO  159 

ocultos  en  un  bosque  vecino.  Además,  frecuentemente 
conferenciaban  los  de  Tadore  con  los  indios  que  hici- 
mos prisioneros,  de  modo  que,  a  pesar  de  la  opinión 
de  alg-unos  de  los  nuestros,  que  aceptaron  gustosos  la 
invitación  del  rey,  el  recuerdo  del  funesto  festín  de 
Zubu  nos  hizo  rehusarla.  Sin  embargo,  enviamos  al 
rey  nuestras  gracias  y  excusas,  rogándole  que  viniese 
lo  antes  posible  a  los  navios,  para  entregarle  los  cua- 
tro esclavos  que  le  prometimos,  pues  nuestra  intención 
era  partir  en  cuanto  hiciese  buen  tiempo. 

Vino  el  rey  el  mismo  día  y  subió  a  bordo  sin  mos- 
trar la  menor  desconfianza,  diciendo  que  entre  nos- 
otros se  hallaba  como  en  su  propia  casa,  asegurándonos 
que  le  era  muy  sensible  una  partida  tan  repentina  y  tan 
poco  corriente,  porque  todos  los  navios  empleaban 
ordinariamente  treinta  días  en  completar  su  carga,  y 
nosotros  lo  hicimos  en  mucho  menos  tiempo;  añadió 
que  si  nos  ayudó  hasta  saliendo  de  su  isla  para  que 
cargásemos  más  pronto  los  clavos,  no  pensó  con  esto 
acelerar  nuestra  marcha,  a  más  que  la  estación  no  era 
propia  para  navegar  en  aquellos  mares,  porque  hay 
rompientes  cerca  de  Bandán,  y  que  también  podría- 
mos encontrar  algunos  barcos  de  nuestros  enemigos 
los  portugueses. 

Cuando  vio  que  todo  lo  dicho  no  bastó  para  rete- 
nernos, repuso:  «jEstá  bien!  Os  devolveré  lo  que  me 
habéis  dado  en  nombre  del  rey  de  España,  porque  si 
partís  sin  darme  tiempo  para  preparar  a  vuestro  rey 
otros  regalos  dignos  de  él,  todos  los  reyes  vecinos 
dirán  que  el  rey  de  Tadore  es  un  ingrato,  por  recibir 
beneficios  de  un  rey  tan  grande  como  el  de  Castilla 
sin  enviarle  nada  a  su  vez.  Dirán  también  que  partís 
tan  precipitadamente  por  miedo  a  una  traición  mía,  y 
toda  mi  vida  llevaré  la  afrenta  de  traidor.»  Entonces, 
para  asegurarnos  contra  toda  sospecha  que  pudiéramos 
tener  de  su  buena  fe,  mandó  que  le  llevasen  su  alcorán; 
le  besó  devotamente  y  púsole  sobre  su  cabeza  cuatro 


160  PIGAFETTA  LIB. 

O  cinco  veces,  mascullando  entre  dientes  ciertas  pala- 
bras que  eran  una  invocación  llamada  zambehan.  Des- 
pués dijo  en  voz  alta,  en  presencia  de  todos,  que  jura- 
ba por  Alá  (Dios)  y  por  el  coran,  que  tenía  en  la  mano, 
que  sería  siempre  un  fiel  amigo  del  rey  de  España. 
Profirió  todo  esto  casi  llorando  y  con  tal  aspecto  de 
sinceridad,  que  le  prometimos  pasar  quince  días  más 
en  Tadore. 

Dímosle  el  sello  del  rey  y  el  estandarte  real.  Supi- 
mos a  poco  que  algunos  de  los  personajes  de  la  isla 
le  aconsejaron,  efectivamente,  que  nos  asesinase  a 
todos,  con  lo  que  hubiera  conseguido  la  benevolencia 
y  el  reconocimiento  de  los  portugueses,  que  le  hubie- 
sen ayudado  mejor  que  los  españoles  a  vengarse  del 
rey  de  Bachián;  pero  el  rey  de  Tadore,  leal  y  fiel  al 
rey  de  España,  con  el  cual  había  jurado  la  paz,  res- 
pondió que  nada  le  induciría  a  tal  perfidia. 

27,  29  y  30  de  noviembre  de  1521.— El  miér- 
coles 27  el  rey  mandó  pregonar  un  aviso  para  que  todo 
el  que  quisiera  nos  vendiese  libremente  clavos;  apro- 
vechamos la  ocasión  y  compramos  gran  cantidad. 

El  viernes  vino  a  Tadore  el  rey  de  Machián  con  mu- 
chas piraguas;  pero  no  quiso  saltar  a  tierra  porque  su 
padre  y  su  hermano,  desterrados  de  Machián,  se  habían 
refugiado  en  esta  isla. 

El  sábado  vino  el  rey  a  los  navios  con  el  gobernador 
de  Machián,  su  sobrino  Humai,  joven  de  veinticinco 
años,  y  al  saber  que  no  teníamos  paño,  envió  a  buscar 
a  su  casa  tres  aunas  de  paño  rojo  y  nos  las  dio,  para 
que,  con  otros  objetos  que  aún  teníamos,  pudiésemos 
hacer  al  gobernador  un  regalo  digno  de  su  rango,  como 
lo  cumplimos;  a  su  partida  disparamos  muchos  bom- 
bardazos. 

1,  2,  4,  5  y  6  de  diciembre  de  \S2\.— Fiesta 
de  Santa  Bárbara.  —  Compramos  a  poco  precio  clavos 
de  especia.  —  El  domingo,  primero  de  diciembre,  se 
marchó  el  gobernador  de  Machián;  nos  dijo  que  tam- 


III  PRIMER  VIAJE  EN  TORNO  DEL  GLOBO  161 

bien  el  rey  le  hizo  algunos  regalos  para  que  cuanto 
antes  nos  enviase  clavos. 

El  lunes  el  rey  hizo  fuera  de  su  isla  otro  viaje  con 
el  mismo  objeto. 

El  miércoles,  día  de  Santa  Bárbara,  para  festejarle,  y 
en  honor  del  rey,  que  había  regresado,  hicimos  una 
descarga  cerrada  de  la  artillería,  y  por  la  noche  que- 
mamos fuegos  artificiales,  que  divirtieron  mucho  al  rey. 

El  jueves  y  el  viernes  compramos  muchos  clavos  que 
nos  ofrecieron  muy  baratos,  porque  sabían  que  estába- 
mos a  punto  de  partir;  nos  dieron  un  bahar  por  dos 
aunas  de  cinta  y  cien  libras  por  dos  cadenitas  de  latón, 
que  no  costaban  más  que  un  márcelo  (1);  y  como  cada 
marinero  quería  llevar  a  España,  cambiaron  todos  hasta 
sus  ropas  por  clavos. 

7,  8  y  9  de  diciembre  de  1521.  —  Visita  de  los 
hijos  del  rey  de  Tarenate.  —  El  sábado,  tres  hijos  del 
rey  de  Tarenate,  con  sus  mujeres,  hijas  del  rey  de  Ta- 
dore,  vinieron  a  los  navios.  El  portugués  Pedro  Alfon- 
so iba  con  ellos.  Regalamos  sendas  tazas  de  vidrio  do- 
rado a  los  tres  hermanos,  y  a  las  mujeres,  tijeras  y  otras 
bagatelas;  también  enviamos  algunas  baratijas  a  otra 
hija  del  rey  de  Tadore,  viuda  del  rey  de  Tarenate,  que 
no  quiso  subir  a  bordo. 

El  domingo,  día  de  la  Purísima  Concepción  de  Nues- 
tra Señora,  disparamos  con  gran  regocijo  bombarda- 
zos,  bombas  y  cohetes. 

El  lunes  por  la  tarde  el  rey  vino  a  bordo  con  tres 
mujeres  que  llevaban  su  betel.  Debo  advertir  que  sola- 
mente los  reyes  y  los  miembros  de  la  familia  real  tie- 
nen derecho  a  llevar  consigo  mujeres.  El  mismo  día 
volvió  por  segunda  vez  el  rey  de  Giailolo  para  ver  el 
manejo  de  la  artillería. 

Como  el  día  fijado  para  nuestra  partida  se  aproxima- 


(1)     Monedita  de  Venecia  que  el  dogo  Nicolás  Marcello  acuñó 
en  1473  y  que  valía  unos  diez  sueldos  franceses. 


PIGAFETTA 


162  PIGAFETTA  LIB. 

ba,  el  rey  nos  visitaba  con  frecuencia  y  se  le  veía  ver- 
daderamente conmovido,  diciéndonos,  entre  otras  cosas 
lisonjeras,  que  le  parecía  ser  cual  un  niño  de  pecho  a 
quien  su  madre  va  a  destetar.  Nos  rogó  que  le  dejára- 
mos algunos  bersiles  para  su  defensa. 

Aviso  del  rey.  —  Nos  advirtió  que  no  navegásemos 
durante  la  noche,  por  los  escollos  y  arrecifes  que  hay 
en  este  mar;  y  cuando  le  dijimos  que  nuestra  intención 
era  navegar  día  y  noche  para  llegar  lo  más  pronto  po- 
sible a  España,  nos  respondió  que  en  ese  caso  no  podía 
hacer  nada  mejor  que  pedir  y  mandar  que  rogasen  a 
Dios  por  la  prosperidad  de  nuestra  navegación. 

Lorosa  viene  a  bordo.  — Durante  este  tiempo,  Pedro 
Alfonso  de  Lorosa  vino  a  bordo  con  su  mujer  y  todos 
sus  efectos,  para  volver  con  nosotros  a  Europa.  —  Che- 
chilideroix  quiere  llevársele:  Dos  días  después,  Che- 
chilideroix,  hijo  del  rey  de  Tarenate,  vino  con  una  ca- 
noa, repleta  de  hombres  armados,  y  le  invitó  a  que  se 
fuera  con  él;  mas  Pedro  Alfonso,  sospechando  su  mala 
intención,  se  guardó  muy  bien  de  ello,  y  nos  advirtió 
que  no  le  dejásemos  subir  al  navio;  seguimos  su  con- 
sejo. Después  supimos  que  Chechili,  gran  amigo  del 
capitán  portugués  de  Malaca,  tenía  el  proyecto  de  apo- 
derarse de  Pedro  Alfonso  y  enviárselo.  Cuando  vio 
frustrado  su  intento,  gritó  y  amenazó  a  los  de  la  casa  en 
que  se  alojó  Lorosa,  por  haberle  dejado  partir  sin  su 
permiso. 

15  de  diciembre  de  1521*  —  Casamiento  de 
una  hija  del  rey.  —  El  rey  nos  previno  de  que  el  rey 
de  Bachián  iba  a  venir  con  su  hermano,  que  debía  ca- 
sarse con  una  de  sus  hijas,  y  nos  rogó  que  hiciésemos 
en  su  honor  una  descarga  de  artillería.  Vino,  en  efecto, 
el  15  de  diciembre  por  la  tarde,  y  cumplimos  lo  que  el 
rey  pidió,  aunque  sin  disparar  la  artillería  gruesa,  por- 
que los  navios  estaban  demasiado  cargados. 

El  rey  de  Bachián,  con  su  hermano,  el  futuro  esposo 
de  la  hija  del  rey  de  Tadore,  vinieron  en  un  gran  bar- 


III  PRIMER  VIAJE  EN  TORNO  DEL  GLOBO  163 

co,  con  tres  filas  de  remeros  a  cada  lado;  ciento  veinte 
hombres  en  total.  Estaba  el  barco  adornado  con  mu- 
chos pabellones  de  plumas  de  papagayo,  blancas,  ama- 
rillas y  rojas;  mientras  bogaban,  los  timbales  y  la  músi- 
ca acompasaban  el  movimiento  de  los  remos.  En  otras 
dos  canoas  estaban  las  muchachas  que  debían  presen- 
tar a  la  esposa.  Nos  saludaron  dando  la  vuelta  alrede- 
dor de  nuestros  navios  y  del  puerto. 

Etiquetas  y  ceremonias. —  Como  la  etiqueta  no  per- 
mite que  un  rey  pise  la  tierra  de  otro,  el  rey  de  Tadore 
visitó  al  de  Bachián  en  su  propia  canoa.  Este,  al  verle 
llegar,  se  levantó  del  tapiz  en  que  estaba  sentado  y  se 
colocó  al  lado,  cediendo  el  sitio  al  rey  de  Tadore,  el 
cual,  por  cortesía,  tampoco  quiso  sentarse  en  el  tapiz 
y  se  puso  al  otro  lado,  dejando  el  tapiz  en  medio  de 
los  dos.  Entonces  el  rey  de  Bachián  ofreció  al  de  Ta- 
dore quinientos  patolles,  como  compensación  por  la 
esposa  que  daba  a  su  hermano.  Los  patolles  son  paños 
de  oro  y  seda  fabricados  en  China  y  muy  apreciados 
en  estas  islas;  vale  cada  uno  tres  bahars  de  clavos, 
poco  más  o  menos,  según  el  trabajo  y  el  oro  que  tenga; 
cuando  algún  personaje  del  país  muere,  los  parientes, 
para  honrarle,  se  visten  con  estos  paños. 

16  de  diciembre  de  1521*  —  El  lunes  el  rey  de 
Tadore  envió  una  cena  al  de  Bachián;  llevábanla  cin- 
cuenta mujeres,  cubiertas  de  paños  de  seda  desde  la 
cintura  a  las  rodillas,  yendo  de  dos  en  dos,  con  un 
hombre  en  medio,  con  sendos  platos  grandes,  en  los 
que  había  otros  platitos  conteniendo  diferentes  guisos; 
los  hombres  llevaban  grandes  vasos  de  vino;  diez  mu- 
jeres de  las  de  más  edad  hacían  de  maestras  de  cere- 
monias. Llegaron  en  este  orden  al  barco  y  presentaron 
todo  al  rey,  que  estaba  sentado  sobre  un  tapiz  bajo  un 
dosel  rojo  y  amarillo. 

A  su  regreso,  las  mujeres  se  juntaron  a  algunos  de 
nosotros,  a  los  que  la  curiosidad  impelió  a  ver  el  con- 
voy, y  no  pudieron  librarse  de  ellas  sino  después  de 


164  PIGAFETTA  LIB. 

hacerles  algunos  regalitos.  El  rey  de  Tadore  nos  en- 
vió en  seguida  víveres,  tales  como  cabras,  cocos,  vino 
y  otros  comestibles. 

Este  mismo  día  pusimos  en  los  navios  velas  nuevas, 
sobre  las  que  pintamos  la  cruz  de  Santiago  de  Galicia, 
con  esta  inscripción:  EsTA  ES  LA  FIGURA  DE  NUESTRA 
BUENAVENTURA. 

17  de  diciembre  de  1521. — Regalos  al  rey, — 
El  martes  dimos  al  rey  algunos  de  los  fusiles  que 
cogimos  a  los  indios  cuando  nos  apoderamos  de  sus 
juncos,  y  algunos  bersiles,  con  cuatro  barricas  de 
pólvora. 

Embarcamos  en  cada  navio  ochenta  toneles  de  agua; 
la  leña  la  tomaríamos  en  la  isla  de  Mare,  cerca  de  la 
cual  íbamos  a  pasar,  y  adonde  el  rey  había  enviado 
cien  hombres  para  prepararla. 

Alianza  con  el  rey  de  Bachián. —  El  mismo  día,  el 
rey  de  Bachián  obtuvo  permiso  del  rey  de  Tadore  para 
venir  a  tierra  y  pactar  una  alianza  con  nosotros.  Le 
precedían  cuatro  hombres  con  largos  puñales  en  la 
mano;  dijo,  en  presencia  del  rey  de  Tadore  y  de  todo 
su  séquito,  que  estaría  siempre  pronto  a  ponerse  al 
servicio  del  rey  de  España;  que  guardaría  para  él  solo 
los  clavos  de  especia  que  habían  dejado  los  portugue- 
ses en  su  isla  hasta  la  llegada  de  otra  escuadra  espa- 
ñola, y  no  los  cedería  a  nadie  sin  su  consentimiento,  y 
que  por  medio  de  nosotros  iba  a  enviarle  un  esclavo 
y  dos  bahars  de  clavos;  hubiera  gustosamente  dado 
diez,  pero  nuestros  barcos  estaban  tan  cargados,  que 
ya  no  soportaban  más. 

Aves  del  Paraíso. —  Nos  dio  también  para  el  rey  de 
España  dos  pájaros  muertos  muy  hermosos;  tenían  el 
tamaño  de  un  tordo:  la  cabeza,  pequeña;  el  pico,  largo; 
las  patas,  del  grueso  de  una  pluma  de  escribir  y  de  un 
palmo  de  largo;  la  cola,  parecida  a  la  del  tordo;  sin 
alas,  y  en  su  lugar  largas  plumas  de  diferentes  colores, 
parecidas  a  penachos;  las  plumas,  obscuras,  salvo  las 


III  PRIMER  VIAJE  EN  TORNO  DEL  GLOBO  165 

de  las  alas;  no  vuelan  mas  que  cuando  hace  viento; 
dicen  que  vienen  del  Paraíso  terrestre,  y  les  llaman 
bolondinata,  esto  es,  pájaro  de  Dios  (1). 

Extraña  costumbre  del  rey  de  Bachián. —  Repre- 
sentaba el  rey  de  Bachián  unos  setenta  años.  Nos  con- 
taron de  él  una  cosa  muy  extraña:  siempre  que  iba  a 
combatir  a  los  enemigos,  o  cuando  iba  a  emprender 
algfo  de  importancia,  se  entregaba  antes  dos  o  tres  ve- 
ces a  los  placeres  de  uno  de  sus  criados  destinado  a 
tal  fin,  así  como  César,  según  el  relato  de  Suetonio, 
acostumbraba  a  entregarse  a  Nicomedes. 

Brujos.  —  Un  día  el  rey  de  Tadore  envió  a  decir  a 
los  nuestros  que  guardaban  el  almacén  de  nuestras 
mercancías,  que  no  saliesen  durante  la  noche,  porque 
había  isleños  que  por  medio  de  ciertos  ungüentos  to- 
maban la  figura  de  un  hombre  sin  cabeza;  de  este  modo 
se  paseaban  por  la  isla,  y  cuando  encontraban  alguno 
a  quien  no  querían,  le  tocaban  untándole  la  palma  de 
la  mano,  por  lo  que  el  hombre  caía  enfermo  y  moría 
al  cabo  de  tres  o  cuatro  días;  si  encontraban  tres  o 
cuatro  personas  a  la  vez,  no  les  tocaban,  pero  poseían 
el  arte  de  aturdirías.  Añadió  el  rey  que  era  preciso 
velar  para  conocer  a  estos  brujos,  y  que  ya  habían 
prendido  a  muchos. 

Casa  nueva. —  Antes  de  habitar  una  casa  nueva  re- 
cién construida  encienden  alrededor  una  gran  hoguera 
y  celebran  muchos  festines;  en  seguida  cuelgan  del 
techo  una  muestra  de  todo  lo  bueno  que  produce  la 
isla,  y  están  muy  persuadidos  de  que  así  no  faltará  en 
ninguna  ocasión  nada  a  los  que  han  de  habitarla. 


(1)  El  caballero  Pigafetta  fué  quizás  el  primero  que  enseñó  a 
los  europeos  que  el  ave  del  Paraíso  (Avis  paradisiaca,  de  Linneo) 
tiene  patas  como  las  otras  aves,  pues  tan  persuadidos  estaban 
antes  de  que  no  las  tenían  (porque  se  las  cortaban  a  todos  los  que 
empajaban  para  venderlos),  que  el  gran  naturalista  Aldovrando 
(De  Avibus,  tomo  I,  pág.  807)  vitupera  a  nuestro  autor,  que  al 
hacer  la  descripción  se  las  atribuye. 


166  PIGAFETTA  LIB. 

18  de  diciembre  de  1521.  —  Retrasamos  la  par- 
tida por  tener  una  vía  de  agua  el  « Trinidad» .  —  El 
miércoles  por  la  mañana  todo  estaba  dispuesto  para  par- 
tir. Los  reyes  de  Tadore,  de  Giailolo  y  de  Bachián,  así 
como  el  hijo  del  rey  de  Tarenate,  vinieron  para  acom- 
pañarnos hasta  la  isla  de  Mare.  El  navio  Victoria  des- 
plegó velas  el  primero  y  ganó  el  largo,  donde  esperó 
al  Trinidad;  pero  éste  levó  anclas  con  mucha  dificul- 
tad, y  los  marineros  descubrieron  que  sufría  una  vía  de 
agua  en  la  cala.  Volvió  a  anclar  entonces  el  Victoria 
donde  estaba  antes.  Se  descargó  en  gran  parte  el  Tri- 
nidad para  buscar  la  vía  y  taponarla;  pero  aunque  se 
le  acostó  de  babor,  el  agua  entraba  cada  vez  con  más 
fuerza,  como  por  un  caño,  sin  que  pudiéramos  encon- 
trar la  vía;  este  día  y  el  siguiente  dimos  a  las  bombas 
sin  cesar,  pero  sin  éxito. 

Se  busca  la  vía  de  agua  en  vano.—  Llegó  la  noticia 
a  oídos  del  rey  de  Tadore,  y  vino  al  navio  para  ayu- 
darnos.—  Buzos:  Mandó  que  se  sumergiesen  cinco  de 
sus  buzos,  acostumbrados  a  permanecer  mucho  tiempo 
bajo  el  agua;  trabajaron  más  de  media  hora  sin  encon- 
trar el  agujero  por  donde  entraba  el  agua,  y  como,  a 
pesar  de  las  bombas,  el  agua  subía  siempre,  envió  a 
buscar  al  otro  extremo  de  la  isla  a  tres  buzos  más  há- 
biles aún  que  los  primeros. 

19  de  diciembre  de  1521. —  Proyecto  de  aban- 
donar al  «  Trinidad». —  Volvió  al  día  siguiente  de  ma- 
drugada. Bucearon  los  hombres  en  el  mar,  con  la  cabe- 
llera flotante,  porque  se  imaginaban  que  el  agua  al  en- 
trar por  la  vía  arrastraría  sus  cabellos,  indicándoles  así 
el  lugar  del  agujero  (1);  pero  después  de  una  hora  su- 
bieron definitivamente  a  la  superficie  del  mar  sin  en- 

(1)  Pudo  suceder  esto  que  el  autor  cuenta;  los  cabellos  flotan- 
tes hubieran  sido  seguramente  atraídos  por  el  agua  que  entraba 
en  el  barco,  al  acercarse  a  la  vía.  Ahora  se  ponen  estopas  en  una 
vela  que  se  pasa  bajo  el  barco;  el  agua  arrastra  adentro  las  esto- 
pas, y  de  esta  manera  se  sabe  dónde  está  la  vía  de  agua. 


III  PRIMER  VIAJE  EN  TORNO  DEL  GLOBO  167 

centrar  nada.  El  rey  pareció  que  se  afectaba  vivamente 
con  este  contratiempo,  hasta  el  punto  de  que  se  ofre- 
ció él  mismo  para  ir  a  España  y  relatar  al  rey  lo  que 
nos  sucedía;  pero  le  respondimos  que,  teniendo  dos  na- 
vios, podríamos  hacer  el  viaje  con  el  Victoria  solo,  que 
no  tardaría  en  partir  aprovechando  los  vientos  del 
Este  que  empezaban  a  soplar;  durante  este  tiempo 
carenarían  al  Trinidad,  el  cual  podría  aprovechar  en 
seguida  los  vientos  del  Oeste  para  ir  a  Darién,  al  otro 
lado  del  mar,  en  la  tierra  del  Diucatán  (1).  Dijo  enton- 
ces el  rey  que  tenía  a  su  servicio  doscientos  cincuenta 
carpinteros,  a  los  que  emplearía  en  este  trabajo  bajo  la 
dirección  de  los  nuestros,  y  que  aquellos  de  nosotros 
que  se  quedaran  en  la  isla  serían  tratados  como  sus 
propios  hijos.  Pronunció  estas  palabras  con  tanta  emo- 
ción, que  a  todos  nos  hizo  derramar  lágrimas. 

Se  aligera  el  «  Victoria*. —  Los  que  tripulábamos  el 
Victoria,  temiendo  que  su  carga  fuese  excesiva,  por  lo 
que  podría  abrirse  en  alta  mar,  decidimos  enviar  a  tie- 
rra sesenta  quintales  de  clavos,  y  los  llevamos  a  la  casa 
en  que  se  alojaba  la  tripulación  del  Trinidad.  Hubo 
algunos,  sin  embargo,  que  prefirieron  quedarse  en  las 
islas  Malucco  mejor  que  volver  a  España,  ya  por  temor 
de  que  el  navio  no  resistiera  tan  largo  viaje,  ya  porque 
el  recuerdo  de  lo  que  sufrieron  antes  de  llegar  a  las 
Malucco  les  amedrentase,  pensando  que  morirían  de 
hambre  en  medio  del  Océano. 

21  de  diciembre  de  1521.—  Salida  del  «  Victo- 
ria».—K\  sábado,  21  del  mes,  día  de  Santo  Tomás,  nos 
trajo  dos  pilotos,  que  pagamos  por  anticipado,  para  que 
nos  condujeran  fuera  de  las  islas.  Nos  dijeron  que  el 
tiempo  era  excelente  para  el  viaje  y  que  debíamos 


(1)  El  Yucatán,  en  América,  cerca  del  golfo  de  Méjico,  donde 
está  el  istmo  de  Darién.  Sin  embargo,  el  navio  permaneció  en  Ti- 
dor  y  fué  apresado  por  los  portugueses.  (Hist  genérale  des  voya- 
ges,  tomo  XIV,  pág.  99.) 


168  PIGAFETTA  LIB. 

partir  cuanto  antes;  pero  tuvimos  que  esperar  a  que 
nos  trajesen  las  cartas  que  nuestros  camaradas  que  se 
quedaban  en  las  Malucco  mandaban  a  España,  y  no 
pudimos  levar  anclas  hasta  el  mediodía.  Entonces,  los 
barcos  se  despidieron  con  una  descarga  recíproca  de 
la  artillería;  nuestros  compañeros  nos  sigfuieron  en  su 
chalupa  tan  lejos  como  pudieron,  y  nos  separamos,  al 
fin,  llorando. 

Juan  Carvajo  quedó  en  Tadore  con  cincuenta  y  tres 
europeos.  Nuestra  tripulación  se  componía  de  cuaren- 
ta y  siete  europeos  y  trece  indios. 

Cargamos  madera  en  Mare.  —  El  gobernador  o  mi- 
nistro del  rey  de  Tadore  vino  con  nosotros  hasta  la 
isla  de  Mare,  y  apenas  llegamos  allí,  cuando  cuatro 
canoas  se  acercaron,  cargadas  de  madera,  que  en  me- 
nos de  una  hora  pasó  a  nuestro  navio. 

Productos  de  las  islas  Malucco,  —  Todas  las  islas 
Malucco  producen  clavos  de  especia,  jengibre,  sagú 
(que  es  la  madera  de  que  se  hace  el  pan),  arroz,  nue- 
ces de  coco,  bananas,  higos,  almendras  más  gordas  que 
las  nuestras,  granadas  dulces  y  agrias,  caña  de  azúcar, 
melones,  cohombros,  calabazas,  un  fruto  que  llaman 
comilicai  (1),  muy  refrescante  y  del  tamaño  de  una  san- 
día, otro  fruto  parecido  al  melocotón,  que  llaman  gua- 
ve  (2),  y  otros  vegetales  comestibles;  también  hay  aceite 
de  coco  y  de  ajonjolí.  De  animales  útiles  tienen  cabras, 
gallinas  y  una  especie  de  abeja  no  más  grande  que  una 
hormiga,  que  hace  su  colmena  en  los  troncos  de  los 
árboles,  donde  deposita  su  excelente  miel.  Hay  muchas 
variedades  de  papagayos,  entre  otros  unos  blancos  que 
llaman  catara,  y  otros  rojos  llamados  nori,  que  son  los 
más  apreciados,  no  sólo  por  la  belleza  de  su  plumaje, 
sino  porque  pronuncian  más  claramente  que  los  otros 


(1)  Especie  de  ananas  o  pina  de  América. 

(2)  Guayaba,   fruto    del    guayabero.    {Psidium   pyriferum,  de 
Linneo.) 


III  PRIMER  VIAJE  EN  TORNO  DEL  GLOBO  169 

las  palabras  que  aprenden.  Un  papag^ayo  vale  un  bahar 
de  clavos. 

Conquista  de  las  islas  Malucco,  —  Apenas  hace  cin- 
cuenta años  que  los  moros  conquistaron  y  habitan  las 
islas  Malucco,  adonde  llevaron  su  religión.  Antes  de  la 
conquista  de  los  moros  no  había  mas  que  gentiles,  los 
cuales  no  se  preocupaban  casi  de  los  árboles  del  cla- 
vo. Aun  se  encuentran  algunas  familias  de  gentiles,  que 
se  retiraron  a  las  montañas,  lugares  muy  convenientes 
para  el  desarrollo  de  dichos  árboles. 

Posición  de  las  islas  Malucco.  —  La  isla  de  Tadore 
está  a  27'  de  latitud  septentrional  y  a  161°  de  longitud 
de  la  línea  de  demarcación.  Dista  9°  30'  de  Zamal,  pri- 
mera isla  de  este  archipiélago,  al  Sureste  cuarto  Sur. 

La  isla  de  Tarenate  está  a  40'  de  latitud  septen- 
trional. 

Mutir  está  exactamente  bajo  la  línea  equinoccial. 

Machián  está  a  15'  de  latitud  Sur. 

Bachián,  a  1°  de  la  misma  latitud. 

Tarenate,  Tadore,  Mutir  y  Bachián  tienen  altas  mon- 
tañas piramidales,  en  que  crecen  los  árboles  del  clavo. 
Bachián  no  se  divisa  desde  las  otras  islas,  aunque  es  la 
más  grande  de  las  cinco.  Su  montaña  con  los  mencio- 
nados árboles  no  es  tan  alta  ni  tan  puntiaguda  como 
las  de  las  otras  islas;  pero  su  base  es  más  ancha  (1). 


(1)     El  autor  pone  aquí  el  vocabulario  de  las  Molucas,  que  nos- 
otros damos  al  fín  del  viaje. 


LIBRO     IV 

Regreso  a  España  desde  las  islas  Malucco. 


Diciembre  de  1521o  —  Muchas  islas, — Los  pig- 
meos de  Cafi. —  Continuamos  nuestra  ruta,  pasando  por 
entre  muchas  islas,  llamadas:  Cayoán,  Laigoma,  Sico, 
Giogi,  Cafí,  Laboán  (1),  Tolimán,  Titameti,  Bachián  (2), 
de  la  que  hemos  ya  hablado;  Latalata,  {abolí,  Mata  y 
Batutiga.  Nos  dijeron  que  en  la  isla  de  Cafí  los  hom- 
bres son  pequeños  como  pigmeos;  están  sometidos  al 
rey  de  Tadore.  Pasamos  al  oeste  de  Batutiga  y  pusi- 
mos rumbo  al  Oeste  Suroeste.  Al  Sur  vimos  muchas 
islas.  Aconsejaron  los  pilotos  molucenses  que  ancláse- 
mos en  algún  puerto  para  no  chocar  durante  la  noche 
con  los  islotes  y  los  arrecifes.  Navegamos  al  Sureste, 
y  anclamos  junto  a  una  isla  que  está  a  3°  de  latitud  Sur 
y  a  cincuenta  y  tres  leguas  de  distancia  de  Tadore. 

Antropófagos.  —  Esta  isla  se  llama  Sulach  (3);  sus 
habitantes  son  gentiles  y  no  tienen  rey;  son  antropófa- 
gos, y  hombres  y  mujeres  van  desnudos,  sin  más  que 
un  pedacito  de  corteza  de  árbol,  de  dos  dedos  de  lar- 
go, delante  de  las  partes  naturales;  cerca  de  ella  hay 


(1)  Laboán  o  Labocca,  considerada  hoy  como  formando  parte 
de  Bachián.  (Hist.  genérale  des  voyages,  tomo  XI,  pág-.  14.) 

(2)  Bachián,  una  de  las  cinco  principales  islas  Molucas.  Casi 
todas  estas  islas  están  marcadas  en  el  mapa  XVIII  de  Monti,  que 
no  dice  sobre  qué  datos  las  dibujó.  Muchos  de  los  nombres  de  es- 
tas islas  figuran  en  la  nota  de  los  dominios  del  rey  de  Ternate. 

(3)  Xulla,  de  Robert,  y  Xoula,  de  los  mapas  holandeses. 


172  PIGAFETTA  LIB. 

otras  islas  cuyos  indígenas  comen  carne  humana;  se 
llaman  Silán,  Noselao,  Biga,  Atulabaón,  Leitimor,  Te- 
netum,  Gonda,  Kayalruru,  Manadán  y  Benaya  (1). 

Costeamos  las  islas  de  Lamatola  y  Tenetum. 

Después  de  recorrer  diez  leguas,  desde  Sulach,  en  la 
misma  dirección,  anclamos  junto  a  una  isla  grande  lla- 
mada Buru,  donde  encontramos  víveres  en  abundancia: 
cerdos,  cabras,  gallinas,  cañas  de  azúcar,  nueces  de 
coco,  sagú,  unos  platos  compuestos  de  bananas,  a  los 
que  llaman  canali,  y  chicares^  que  aquí  les  llaman  nan- 
ga. Los  chicares  (2)  son  frutos  parecidos  a  la  sandía, 
pero  su  cascara  está  llena  de  nudos;  dentro  están  lle- 
nos de  semillitas  rojas  parecidas  a  las  pepitas  de  me- 
lón, sin  cascara  leñosa,  de  una  substancia  medular  como 
las  judías  blancas,  pero  más  grandes,  muy  tiernas  y  con 
sabor  a  castañas. 

Comilicai.  —  Encontramos  otro  fruto  en  forma  de 
pina,  pero  de  color  amarillo,  blanco  por  dentro,  y  al 
cortarle  tiene  alguna  semejanza  con  la  pera,  pero  mu- 
cho más  tierno  y  de  un  sabor  exquisito;  le  llaman  co- 
milicai. 

Los  habitantes  de  esta  isla  no  tienen  rey,  son  genti- 
les y  van  desnudos  como  los  de  Sulach.  La  isla  de 
Buru  está  a  3°  30'  de  latitud  meridional  y  a  setenta  y 
cinco  leguas  de  distancia  de  las  islas  Malucco  (3). 

Ambón,  —  A  diez  leguas  al  oeste  de  Buru  hay  una 
isla  mayor  que  confína  con  Giailolo;  llámase  Ambón; 
está  habitada  por  moros  en  la  costa  y  por  gentiles  añ- 


il) El  autor,  como  escribió  los  nombres  con  los  datos  que  le 
daban  los  pilotos,  es  frecuentemente  inexacto.  Cita  diez  islas  y  no 
dibujó  mas  que  seis,  y  de  las  diez,  cuatro  vuelve  a  mencionarlas 
más  adelante.  Leytimor  no  es  sino  una  península  unida  a  Amboine. 

(2)  Quizás  la  Cucúrbita  verrucosa,  de  Linneo. 

(3)  Boug-ainville  llama  Boero  a  esta  isla,  la  coloca  en  la  mis- 
ma latitud,  y  en  su  mapa  XVII  ha  puesto  Sulla,  Boero,  Kilang  y 
Bonoa,  que  son:  Sulach,  Buru,  Kailaruru  y  Benaya,  de  nuestro  au- 
tor. (Léase  BouGAiNViLLE  (L.  A.  de),  tomo  II  de  su  Viaje  alroftedor 
del  mundo,  en  la  colección  de  Viajes  clásicos  editada  por  Calpe.) 


IV  PRIMER  VIAJE  EN  TORNO  DEL  GLOBO  173 

tropófagos  en  el  interior.  Los  productos  son  los  mismos 
que  en  Buru. 

Entre  Buru  y  Ambón  hay  tres  islas  rodeadas  de  es- 
collos: Vudia,  Kailaruru  y  Benaya  (1),  y  a  cuatro  leguas 
al  sur  de  Buru  está  la  de  Ambalao  (2). 

A  treinta  y  cinco  leguas  de  Buru,  al  Suroeste  cuarta 
Sur,  se  encuentra  la  isla  de  Bandán,  con  otras  trece.  En 
seis  de  ellas  hay  macis  y  nuez  moscada;  la  mayor  es 
Zoroboa,  y  las  pequeñas,  Chelicel,  Saniananpi,  Pulai, 
Puluru  y  Rasoghin  (3);  las  otras  siete  son:  Univeru,  Pu- 
lan, Baracán,  Lailaca,  Mamicán,  Man  y  Meut  (4).  Culti- 
van sagú,  arroz,  cocoteros,  bananeros  y  otros  árboles 
frutales;  están  muy  cerca  unas  de  otras,  y  habitadas  por 
moros  que  no  tienen  rey.  Bandán  está  a  6°  de  latitud 
meridional  y  a  163°  30'  de  longitud  de  la  línea  de  de- 
marcación. Se  hallaba  fuera  de  nuestra  ruta  y  por  eso 
no  fuimos  a  ella. 

Zolor,  Nocemamor  y  Galián.  —  Desde  Buru,  al  Sur- 
oeste cuarto  Oeste,  después  de  recorrer  8°  de  latitud, 
llegamos  a  tres  islas  cercanas  unas  de  otras:  Zolor  (5), 
Nocemamor  y  Galián. 

10  de  enero  de  1522.  —  Tempestad.  -  Mientras 
navegábamos  por  estas  islas  sufrimos  una  tempestad 
que  puso  en  peligro  nuestras  vidas,  e  hicimos  el  voto 
de  ir  en  peregrinación  a  Nuestra  Señora  de  la  Guía  si 
nos  salvábamos.  —  Mallua:  Con  viento  en  popa  nave- 
gamos hacia  la  isla  de  Mallua,  bastante  elevada,  en  don- 
de anclamos;  pero  antes  de  llegar  tuvimos  que  luchar 

(1)  En  el  atlas  de  Robert  se  ven  aquí  las  islas  de  Menga,  Ke- 
lam  y  Bone;  en  el  mapa  de  los  holandeses  (Hist  genérale  des  vo- 
yages,  tomo  XI),  las  de  Manipa,  Kelam  y  Bonoa. 

(2)  Actualmente  Amblau. 

(3)  Eq  el  mapa  holandés:  Guananapi,  Puloay,  Pulorhun  y  Ro- 
singen. 

(4)  El  Recueil  des  voyages  pour  iétablissement  de  la  Compagnie 
des  Indes,  tomo  II,  pág.  213,  habla  de  las  islas  de  Vayer,  Tonjon- 
burong  y  Mamuak. 

(5)  Solor  en  los  mapas  modernos. 


174  PIGAFETTA  LIB. 

contra  las  corrientes  y  las  ráfagas  que  soplaban  de  las 
montañas. 

Usos  y  costumbres  de  sus  habitantes.  —  Los  indíge- 
nas de  esta  isla  son  salvajes,  más  parecidos  a  bestias 
que  a  hombres,  antropófagos,  y  van  desnudos,  con  un 
trocito  de  corteza  de  árbol  tapándoles  las  partes  sexua- 
les; pero  cuando  van  a  combatir  se  cubren  el  pecho,  la 
espalda  y  los  costados  con  pieles  de  búfalo  adornadas 
con  corniolas  y  colmillos  de  cerdo,  atándose  por  detrás 
y  por  delante  rabos  de  piel  de  cabra  (1).  Llevan  los  ca- 
bellos levantados  sobre  la  cabeza  por  medio  de  una 
peineta  de  caña  con  largos  dientes,  que  pasan  de  lado 
a  lado;  envuélvense  la  barba  en  hojas,  encerrándola  en 
estuches  de  caña,  moda  de  que  nos  reimos  mucho.  En 
una  palabra,  son  los  hombres  más  feos  que  encontra- 
mos durante  todo  nuestro  viaje. 

Tienen  sacos  hechos  con  hojas  de  árboles,  en  los 
que  guardan  su  comida  y  bebida;  sus  arcos  y  flechas 
son  de  cañas.  En  cuanto  nos  divisaron  sus  mujeres, 
avanzaron  contra  nosotros,  arco  en  mano,  en  actitud 
amenazadora;  pero  con  algunos  regalitos  nos  hicimos 
amigos  pronto. 

Animales  y  productos,  —  Pasamos  quince  días  en 
esta  isla  para  carenar  los  costados  de  nuestro  navio, 
que  habían  sufrido  mucho.  Encontramos  cabras,  galli- 
nas, pescados,  nueces  de  coco,  cera  y  pimienta;  por  una 
libra  de  hierro  viejo  nos  dieron  quince  libras  de  cera. 

Pimienta.  —  Hay  dos  clases  de  pimienta:  larga  y  re- 
donda; el  fruto  de  aquélla  se  asemeja  a  las  flores  amen- 
táceas del  avellano,  y  la  planta,  como  la  hiedra,  se  en- 
laza igualmente  a  los  troncos  de  los  árboles,  pero  sus 
hojas  se  parecen  a  las  del  moral;  llámase  luli.  La  redon- 
da crece  de  la  misma  manera,  pero  sus  frutos  nacen  en 
mazorcas  como  las  del  maíz  y  se  las  desgrana  también 


(1)     Las  corniolas  a  que  alude  el  autor  parecen  ser  conchas  uni- 
valvas, etc. 


IV  PRIMER  VIAJE  EN  TORNO  DEL  GLOBO  175 

lo  mismo;  llámase  lada.  Los  campos  están  cubiertos 
con  pimenteros  formando  bóvedas. 

Tomamos  a  nuestro  servicio  en  Mailua  un  hombre, 
que  se  encargó  de  conducirnos  a  una  isla  en  la  que 
abundaban  muchísimos  víveres.  Mailua  está  a  8°  30'  de 
latitud  meridional  y  a  169°  40'  de  longitud  de  la  línea 
de  demarcación. 

Arucheto. — Pigmeos. — Nos  contó  nuestro  piloto  mo- 
luqués  que  en  estos  parajes  hay  una  isla,  llamada  Aru- 
cheto, cuyos  habitantes,  hombres  y  mujeres,  no  tienen 
más  de  un  codo  de  alto,  y  con  orejas  más  largas  que 
todo  el  cuerpo,  de  tal  manera  que  cuando  se  acuestan 
una  les  sirve  de  colchón  y  la  otra  de  manta;  van  des- 
nudos y  rapados;  su  voz  es  áspera,  y  corren  ágilmente; 
habitan  en  subterráneos,  y  se  alimentan  de  pescado  y 
de  una  clase  de  fruto  blanco  y  redondo  como  los  con- 
fites, que  encuentran  entre  la  corteza  y  la  madera  de 
cierto  árbol,  al  que  llaman  ambulón  (1).  Hubiéramos 
ido  de  buena  gana  a  esta  isla,  si  los  escollos  y  las  co- 
rrientes no  lo  hubiesen  impedido. 

25  y  26  de  enero  de  1522.  —  Conseguimos 
víveres.  —  El  sábado  25  de  enero,  a  las  veintidós  (dos 
horas  y  media),  partimos  de  Mailua,  y  después  de  na- 
vegar cinco  leguas  al  Sursuroeste,  llegamos  a  la  gran  isla 
de  Timor.  Fui  a  tierra  solo  para  tratar  con  el  jefe  de  la 
población,  llamada  Amaban,  para  obtener  algunos  ví- 
veres; me  ofreció  búfalos,  cerdos  y  cabras;  pero  al 
fijar  las  mercancías  que  daríamos  en  cambio  no  nos 
pusimos  de  acuerdo,  porque  él  quería  mucho  y  nos- 
otros teníamos  ya  muy  pocas  cosas  que  dar.  Tomamos 
la  resolución  de  retener  en  el  navio  a  otro  jefe  llamado 


(1)  Es  notable  que  ya  en  Estrabón  se  lea  esta  fábula  burda 
(Geogr.,  lib.  XV),  el  cual  la  copia  de  Megasteno,  uno  de  los  capi- 
tanes de  Alejandro  Magno.  Aun  hoy  estos  isleños  se  divierten 
contando  a  los  extranjeros  cosas  maravillosas.  A  Cook  le  quisieron 
hacer  creer  que  en  una  isla  eran  tan  fuertes  y  grandes  los  hom- 
bres, que  fácilmente  hubieran  transportado  su  navio. 


176  PIGAFETTA  LIB. 

Balibo,  que  de  buena  fe  había  subido  a  bordo.  ~  A  la 
fuerza:  Le  dijimos  que  si  quería  recobrar  la  libertad 
debía  procurarnos  seis  búfalos,  diez  cerdos  y  otras 
tantas  cabras;  temiendo  que  le  matásemos,  ordenó  in- 
mediatamente que  nos  llevasen  lo  que  pedíamos,  y 
como  no  poseía  más  que  cinco  cabras  y  dos  cerdos, 
nos  dio  siete  búfalos  en  vez  de  seis;  le  enviamos  libre 
a  tierra,  muy  contento  de  nosotros,  porque  le  regala- 
mos una  tela,  un  paño  indio  de  seda  y  algodón,  varias 
hachas,  cuchillos  indios  y  europeos  y  unos  espejos. 

Usos  y  costumbres.  —  El  jefe  de  Amaban,  en  cuya 
casa  estuve,  no  tenía  a  su  servicio  mas  que  mujeres, 
que  iban  desnudas  como  las  de  las  otras  islas;  en  las 
orejas  llevaban  aretes  de  oro  con  flequitos  de  seda,  y 
en  los  brazos,  hasta  el  codo,  brazaletes  de  oro  y  de 
latón;  los  hombres,  también  desnudos,  con  collares  de 
chapas  redondas  de  oro,  sujetos  los  cabellos  con  pei- 
netas de  caña,  adornados  con  aretes  de  oro;  algunos 
llevaban  en  las  orejas  el  cuello  de  una  calabacita  seca. 

Sándalo  blanco  y  otros  productos.  —  El  sándalo 
blanco  sólo  se  encuentra  en  esta  isla.  Hay  búfalos, 
cerdos,  cabras,  gallinas,  papagayos  de  diferentes  colo- 
res, arroz,  bananas,  jengibre,  cañas  de  azúcar,  naran- 
jas, limones,  almendras,  judías  y  cera. 

Ciudades.  —  Anclamos  en  un  sitio  en  que  había  al- 
gunas ciudades  habitadas  con  sus  jefes;  en  otra  parte 
de  la  isla,  en  cuatro  poblaciones,  llamadas  Oibich 
(que  es  la  mayor),  Lichsana,  Suai  y  Cabanaza,  vivían 
los  cuatro  reyes,  que  eran  hermanos.  Nos  dijeron  que 
en  una  montaña  cercana  a  Cabanaza  había  mucho  oro, 
con  cuyos  granos  compran  los  indígenas  cuanto  ne- 
cesitan. Los  de  Malaca  y  Java  hacen  aquí  todo  el 
tráfico  de  madera  de  sándalo  y  cera.  Encontramos  un 
junco  que  llegó  de  Lozón  para  comerciar  en  sándalo. 

Usos  y  creencias.  —  Estos  pueblos  son  gentiles. 
Nos  dijeron  que,  cuando  van  a  cortar  el  sándalo,  el  de- 
monio se  les  aparece  en  diferentes  formas  y  les  pre- 


IV  PRIMER  VIAJE  EN  TORNO  DEL  GLOBO  177 

gunta  muy  cortésmente  si  necesitan  algo;  pero,  a  pesar 
de  esta  cortesía,  su  aparición  les  da  tanto  miedo,  que 
caen  enfermos  durante  algunos  días  (1).  Cortan  el  sán- 
dalo en  ciertas  fases  de  la  Luna,  para  que  sea  mejor. — 
Comercio:  Las  mercancías  apropiadas  para  cambiarlas 
por  sándalo  son:  paño  rojo,  telas,  hachas,  clavos  y 
hierro. 

La  isla,  completamente  habitada,  se  extiende  mucho 
de  Este  a  Oeste;  pero  es  muy  estrecha  de  Sur  a  Norte. 
Está  a  10°  de  latitud  meridional  y  a  174°  30'  de  lon- 
gitud de  la  línea  de  demarcación. 

Mal  de  Job,  —  En  todas  las  islas  de  este  archipiéla- 
go que  visitamos  reina  el  mal  de  Job,  y  sobre  todo 
aquí,  donde  lo  llaman  for  fr anchi,  esto  es,  enfermedad 
portuguesa  (2). 

Islas  cercanas  a  Timor.  —  Nos  dijeron  que  a  la  dis- 
tancia de  una  jornada  al  oestenoroeste  de  Timor  está 
la  isla  Ende,  en  la  que  hay  mucha  canela;  habitada  por 
gentiles,  sin  rey.  Cerca  se  extiende  una  cadena  de  islas 
hasta  Java  la  mayor  y  el  cabo  de  Malaca.  Se  llaman 
Ende,  Tanabutón,  Crenochile,  Birmacore,  Azanarán, 
Main,  Zubava,  Lumboch,  Chorum  y  Java  la  mayor,  a  la 
que  los  indígenas  llaman  Jaoa. 

Las  mayores  poblaciones  del  país  están  en  Java,  y  la 
principal  es  Magepaher,  cuyo  rey,  el  raja  Patiunus  Sun- 
da,  cuando  vivía,  se  le  reputaba  como  el  monarca  más 
grande  de  las  islas  que  hay  en  estos  parajes.  Cosechan 
mucha  pimienta.  Las  otras  islas  son:  Dahadama,  Gagia- 

(1)  Bomare  dice  que  los  que  cortan  el  sándalo  (Santalum  álbum, 
de  Linneo)  caen  enfermos  por  los  miasmas  que  exhala  esta  madera. 

(2)  Si  el  mal  de  Job  era  el  virus  venéreo,  según  la  opinión  ge- 
neral, le  encontramos  en  las  Molucas  y  en  las  Filipinas  al  comienzo 
del  siglo  xvi;  y  como  allí  le  llamaban  mal  portugués,  debemos 
creer  que  fueron  los  portugueses  quienes  le  llevaron.  Verdad  es 
que  la  palabra  franchi  servía  para  designar  a  todos  los  europeos; 
pero  también  es  cierto  que  solamente  los  portugueses  habían  lle- 
gado entonces  a  las  islas  del  mar  del  Sur.  Sin  embargo,  el  mal  de 
Job  podría  ser  asimismo  la  lepra,  tan  común  en  Asia. 

PIGAFETTA  12 


178  PIGAFETTA  LIB. 

mada,  Minutarangam,  Ciparafídain,  Tubancressi  y  Ciru- 
baya.  A  media  legua  de  Java  la  mayor  están  las  islas 
Bali  o  pequeña  Java,  y  Madura  de  la  misma  extensión 
las  dos. 

Costumbres  de  Java.  ~  Las  mujeres  se  queman  con  los 
cadáveres  de  sus  maridos.  —  Nos  dijeron  que  es  cos- 
tumbre en  Java  quemar  los  cuerpos  de  los  personajes 
que  mueren,  y  que  su  mujer  favorita  la  queman  viva  en 
la  misma  hoguera;  adornada  con  guirnaldas  de  flores, 
cuatro  hombres  la  conducen  en  una  silla  de  mano  por 
toda  la  ciudad,  y  con  aspecto  tranquilo,  sonriendo,  ani- 
ma a  sus  parientes,  que  lloran  su  próximo  fin,  diciéndo- 
les:  «Esta  noche  voy  a  cenar  con  mi  marido,  y  después 
me  acostaré  con  él.»  Ya  junto  a  la  pira,  les  consuela  de 
nuevo  con  frases  parecidas  y  se  arroja  a  las  llamas,  que 
la  devoran.  Si  rehusase  hacerlo,  la  mirarían  como  a  una 
mujer  deshonesta  y  mala  esposa. 

Cascabeles  en  el  prepucio.  —  Nuestro  viejo  piloto 
nos  contó  una  costumbre  aun  más  extraña:  cuando  los 
jóvenes  se  enamoran  de  alguna  mujer  y  pretenden  sus 
favores,  se  atan  cascabelitos  entre  el  glande  y  el  pre- 
pucio, y  van  así  bajo  las  ventanas  de  su  querida,  a  la 
que  excitan  con  el  tintín  de  los  cascabeles;  aquélla 
exige  que  no  se  los  quiten. 

Isla  habitada  por  mujeres.  —  También  nos  dijeron 
que  en  la  isla  Ocoloro,  más  abajo  de  Java,  no  hay  mas 
que  mujeres,  a  las  que  fecunda  el  viento;  cuando  paren,  si 
es  varón  le  matan  inmediatamente;  si  es  hembra,  la  crían; 
matan  a  los  hombres  que  se  atreven  a  visitar  su  isla. 

Historia  fabulosa  de  unas  aves  colosales  y  un  árbol 
gigantesco.  —  Nos  contaron  otras  historias.  Al  norte 
de  Java  la  mayor,  en  el  Golfo  de  China,  que  los  anti- 
guos llamaron  Sinus  Magnas,  hay,  según  decían,  un  ár- 
bol enorme,  llamado  campanganghi,  donde  se  posan 
ciertas  aves,  a  las  que  denominan  guruda,  tan  grandes 
y  tan  fuertes  que  pueden  elevar  un  búfalo  y  hasta  un 
elefante,  y  le  llevan  volando  al  lado  del  árbol  llamado 


iV  PRIMER  VIAJE  EN  TORNO  DEL  GLOBO  179 

puzathaer;  el  fruto  del  árbol,  al  que  designan  con  el 
nombre  de  buapanganghi,  es  mayor  que  una  sandía. 
Los  moros  de  Borneo  nos  dijeron  que  habían  visto  dos 
de  estas  aves,  que  su  rey  recibió  del  reino  de  Ciam;  no 
puede  nadie  aproximarse  al  árbol  por  los  torbellinos 
que  en  torno  de  él  forma  el  mar  hasta  la  distancia  de 
tres  a  cuatro  leguas.  Añadieron  que  todo  lo  que  nos 
contaban  lo  supieron  del  modo  siguiente:  Un  junco  fué 
arrebatado  por  estos  torbellinos  cerca  del  árbol,  donde 
naufragó;  perecieron  todos  los  hombres,  excepto  un 
niño,  que  se  salvó  milagrosamente  sobre  una  tabla;  gateó 
por  el  árbol  y  se  ocultó  bajo  el  ala  de  una  de  estas  co- 
losales aves,  sin  que  lo  notase;  a  la  mañana  siguiente, 
el  ave  descendió  a  tierra  para  arrebatar  un  búfalo,  y  en- 
tonces el  niño,  de  un  salto,  se  salvó.  Así  supieron  la 
historia  de  las  aves  y  de  dónde  venían  los  grandes 
frutos  que  frecuentemente  se  encontraban  en  el  mar. 

Febrero  de  1522  •  -  Malaca.  -  Aves,  -  Camogia. 
Chiempa.  -  Ruibarbo.  -  El  cabo  de  Malaca  está  a  1°  30' 
de  latitud  Sur.  Al  Este  hay  muchas  ciudades  y  villas,  a 
saber:  Cingapola,  sobre  el  cabo  mismo;  Pahán,  Calan- 
tán,  Patani,  Bradlini,  Benán,  Lagón,  Cherigigharan, 
Trombón,  Jorán,  Ciu,  Brabri,  Banga,  Judia  (residencia 
de  Siri  Zacabedera,  rey  de  Ciam),  Jandibún,  Laún  y 
Langonpifa.  Todas  construidas  como  las  nuestras  y  su- 
jetas al  rey  de  Ciam.  Nos  dijeron  que  a  orillas  de  un 
río  de  este  reino  hay  grandes  aves,  que  sólo  se  alimen- 
tan de  carroñas,  pero  que  no  las  comen  sin  que  antes 
otras  aves  hayan  devorado  el  corazón. 

Más  allá  de  Ciam  está  Camogia,  cuyo  rey  se  llama 
Saret  Zarabadera;  después,  Chiempa:  su  rey  es  el  raja 
Brahanu  Martu.  Crece  en  este  país  el  ruibarbo  (1),  que 


(1)  La  descripción  que  da  Pigafetta  del  ruibarbo  está  lejos  de 
la  exactitud;  pero  hay  que  tener  en  cuenta  que  al  autor  le  refería 
estos  cuentos  un  moro  que  iba  en  el  navio.  Fabre  añade  que  no 
lo  creía. 


180  PIGAFETTA  LIB. 

recogen  así:  un  grupo  de  veinte  o  veinticinco  hombres 
pasa  la  noche  en  los  bosques,  subidos  a  los  árboles 
para  librarse  de  los  leones  y  de  otras  fieras,  y  al  mismo 
tiempo  para  olfatear  mejor  el  olor  del  ruibarbo,  que  el 
viento  lleva  hacia  ellos;  por  la  mañana  se  dirigen  al 
lugar  de  donde  el  olor  venía  y  buscan  el  ruibarbo  hasta 
que  lo  encuentran.  El  ruibarbo  es  la  madera  podrida 
de  un  árbol  grueso  que  adquiere  su  olor  con  su  misma 
putrefacción;  la  mejor  parte  es  la  raíz,  aunque  el  tron- 
co, llamado  calama,  tiene  las  mismas  virtudes  medi- 
cinales. 

CocchL  ~  China.  -  Viene  después  el  reino  de  Cocchi; 
el  rey  se  llama  raja  Siri  Bummipala.  Inmediatamente  se 
encuentra  la  Gran  China,  cuyo  rey  Santoa,  raja,  es  el 
más  poderoso  príncipe  de  la  tierra.  Dependen  de  él 
setenta  reyes  coronados,  y,  a  su  vez,  de  cada  uno  de 
éstos,  otros  diez  o  quince.  El  puerto  de  este  reino  es 
Guantán  (1),  y  entre  sus  numerosas  ciudades,  las  dos 
más  importantes  son  Nankín  y  Comlaha,  en  la  que  el 
rey  reside. 

Cerca  de  su  palacio  están  sus  cuatro  principales  mi- 
nistros, en  las  cuatro  fachadas  orientadas  a  los  cuatro 
puntos  cardinales;  cada  uno  da  audiencia  a  todos  los 
que  de  aquella  parte  vienen. 

Todos  los  reyes  y  señores  de  la  India  mayor  y  supe- 
rior tienen  la  obligación  de  poner,  en  señal  de  depen- 
dencia, en  medio  de  la  plaza  la  estatua  en  mármol  de 
un  chinga,  animal  más  fuerte  que  el  león,  que  también 
está  grabado  en  el  sello  real;  y  todos  los  que  quieren 
entrar  en  su  puerto  deben  llevar  sobre  el  navio  la 
misma  figura  en  marfil  o  en  cera.  Si  alguno,  entre  los 
señores  de  su  reino,  se  niega  a  obedecerle,  desuéllanle, 
y  su  piel,  seca  al  sol,  salada  y  empajada,  la  ponen  en 
lugar  ostensible  de  la  plaza,  con  la  cabeza  baja  y  las 
manos  juntas  sobre  la  cabeza,  en  actitud  de  zonga,  esto 


(1)     Cantón. 


IV  PRIMER  VIAJE  EN  TORNO  DEL  GLOBO  181 

es,  de  reverencia  al  rey  (1).  No  está  nunca  visible  para 
nadie,  y  cuando  quiere  ver  a  los  suyos  se  hace  llevar 
sobre  un  pavo  real  hecho  con  mucho  arte  y  ricamente 
adornado,  acompañado  de  seis  mujeres  vestidas  exac- 
tamente como  él,  de  modo  que  no  se  le  puede  dife- 
renciar de  ellas.  En  se.^uida  se  coloca  dentro  de  la 
figura  de  una  serpiente  llamada  naga,  soberbiamente 
decorada,  que  tiene  un  cristal  en  el  pecho,  por  el  cual 
el  rey  ve  sin  ser  visto.  Se  casa  con  sus  hermanas,  para 
que  la  sangre  real  no  se  mezcle  con  la  de  sus  subditos. 
Rodean  a  su  palacio  siete  murallas,  y  en  cada  recinto 
hay  diariamente  de  guardia  diez  mil  hombres,  que  se 
relevan  cada  doce  horas.  Cada  recinto  tiene  una  puerta, 
y  cada  puerta,  su  guardián;  en  la  primera  hay  un  hom- 
bre con  un  gran  látigo  en  la  mano;  en  la  segunda,  un 
perro;  en  la  tercera,  un  hombre  con  una  maza  de  hie- 
rro; en  la  cuarta,  otro  con  un  arco  y  flechas;  en  la 
quinta,  otro  con  una  lanza;  en  la  sexta,  un  león,  y  en 
la  séptima,  dos  elefantes  blancos.  Tiene  su  palacio  se- 
tenta y  nueve  salas,  constantemente  alumbradas  por 
antorchas,  y  en  las  cuales  no  hay  más  que  mujeres 
para  el  servicio  del  rey. 

Se  emplea  un  día,  al  menos,  para  dar  la  vuelta  al 
palacio  por  fuera.  En  un  extremo  del  mismo  hay  cuatro 
salas,  donde  los  ministros  hablan  con  el  rey;  en  la  pri- 
mera las  paredes,  la  bóveda  y  el  pavimento  están  ador- 
nados con  bronce;  en  la  segunda,  con  plata;  en  la  ter- 
cera, con  oro,  y  en  la  cuarta,  con  perlas  y  piedras  pre- 
ciosas. Ponen  en  ellas  el  oro  y  todas  las  riquezas  que 
tributan  al  rey. 

Yo  no  he  visto  nada  de  todo  lo  que  acabo  de  con- 
tar; pero  escribo  estos  detalles  simplemente  según  el 
relato  de  un  moro  que  me  aseguró  haberlo  visto. 

Los  chinos  son  blancos  y  van  vestidos;  tienen,  como 


(1)     Bruce  (Voy age  aux  sources  du  Nil)  vio  más  de  una  vez  en 
Abisinia  a  los  personajes  rebeldes  castigados  de  esta  manera. 


182  PIGAFETTA  LIB. 

nosotros,  mesas  para  comer,  y  en  sus  casas  se  ven  cru- 
ces, aunque  ignoro  el  uso  que  de  ellas  hacen. 

Almizcle.  —  De  la  China  viene  el  almizcle;  el  animal 
que  le  produce  es  el  castor^  especie  de  gato  parecido 
a  la  civeta,  que  se  alimenta  con  un  árbol  dulce,  del 
grueso  de  un  dedo,  llamado  chamara.  Para  extraer  el 
almizcle  de  este  animal  se  le  aplica  una  Unta  o  sangui- 
juela, que  se  aplasta  cuando  está  repleta  de  sangre,  la 
cual  se  recoge  en  un  plato  para  secarla  al  sol  durante 
cuatro  o  cinco  días;  así  mejora.  Cualquiera  que  alimen- 
te un  castor  tiene  que  pagar  un  tributo.  Los  granos  de 
almizcle  que  llevan  a  Europa  no  son  mas  que  pedaci- 
tos  de  carne  de  cabrito  mojados  en  el  verdadero  al- 
mizcle. La  sangre  sale  algunas  veces  en  grumos,  pero 
se  purifica  fácilmente. 

Siguiendo  la  costa  de  China  se  encuentran  muchos 
pueblos,  a  saber:  los  chiencis,  que  habitan  las  islas  en 
que  se  pescan  las  perlas  y  donde  hay  también  canela; 
los  lecchiiSf  que  habitan  la  tierra  firme  cercana  a  estas 
islas;  la  entrada  de  su  puerto  está  atravesada  por  una 
gran  montaña,  por  lo  que  hay  que  desmantelar  los  jun- 
cos y  navios  que  quieran  entrar  en  él.  El  rey  de  este 
país  se  llama  Moni,  y  obedece  al  rey  de  la  China,  pero 
él  tiene  bajo  su  obediencia  a  veinte  reyes. 

Catai. —  Su  capital  es  Baranaci,  donde  está  el  Catai 
oriental. 

Han  es  una  isla  alta  y  fría,  en  que  hay  cobre,  plata 
y  seda;  su  rey  es  el  raja  Zotru.  Mili,  Jaula  y  Gnio  son 
tres  países  muy  fríos  del  continente.  Friagonla  y  Frian- 
ga  son  dos  islas  en  las  que  hay  cobre,  plata,  perlas  y 
seda.  Bassi  es  una  tierra  baja  en  el  continente.  Sumb- 
dit-Pradit  es  una  isla  riquísima  en  oro,  donde  los  hom- 
bres llevan  una  gruesa  ajorca  de  este  metal  en  el  tobi- 
llo. En  las  montañas  vecinas  habitan  pueblos  que  matan 
a  los  padres  cuando  llegan  a  cierta  edad  para  evitarles 
los  males  de  la  vejez.  Todos  los  pueblos  citados  son 
gentiles. 


IV  PRIMER  VIAJE  EN  TORNO  DEL  GLOBO  183 

11  de  febrero  de  1522*  —  Salida  de  Timor, — 
£1  martes  11  de  febrero,  por  la  noche,  salimos  de  la 
isla  de  Timor  y  entramos  en  el  gran  mar  llamado  Laut- 
ChidoL  Con  rumbo  al  Oestesuroeste  dejamos  al  Nor- 
te, a  la  derecha,  por  miedo  a  los  portugueses,  la  isla 
de  Sumatra,  llamada  antiguamente  Taprobane;  Pegu, 
Bengala,  Urizza,  Chelim,  en  la  que  viven  los  malayos, 
subditos  del  rey  de  Narsinga,  como  los  de  Calicut; 
Cambaya,  habitada  por  los  Guzzerates;  Canamor,  Goa, 
Armus  (1)  y  toda  la  costa  de  la  India  mayor. 

En  este  reino  hay  seis  clases  de  personas:  nairi,  pa- 
nicali,  franai,  pangelini,  macuai  y  poleai.  Los  nairi  son 
los  principales  o  jefes;  los  panicali  son  los  ciudadanos; 
estas  dos  clases  conviven  juntas.  Los  franai  cosechan 
el  vino  de  palmera  y  las  bananas;  los  macuai  son  pes- 
cadores; los  pangelini  son  marineros,  y  los  poleai 
siembran  y  cosechan  el  arroz  (2).  Estos  últimos  habi- 
tan siempre  en  los  campos  y  no  entran  nunca  en  las 
ciudades.  Cuando  se  les  quiere  dar  alguna  cosa,  se  tira 
ésta  al  suelo  y  ellos  la  recogen.  Cuando  van  por  los 
caminos,  gritan  continuamente:  ;?o,  po,  po,  esto  es:  ¡cm- 
dado!  Nos  contaron  que  un  nairi,  al  que  casualmente 
tocó  un  poleai,  se  hizo  matar  para  no  sobrevivir  a  tan 
gran  infamia. 

Abril  de  1522* —  Cabo  de  Buena  Esperanza. — 
Para  doblar  el  Cabo  de  Buena  Esperanza  nos  elevamos 
hasta  los  42°  de  latitud  Sur,  y  tuvimos  que  permanecer 
nueve  semanas  enfrente  de  este  Cabo,  con  las  velas 
recogidas,  a  causa  de  los  vientos  del  Oeste  y  del 
Noroeste  que  tuvimos  constantemente  y  que  acabaron 
en  una  horrible  tempestad.  El  Cabo  de  Buena  Espe- 
ranza está  a  34°  31'  de  latitud  meridional,  a  mil  seis- 


(1)  Ormus. 

(2)  Estas  clases,  llamadas  castas,  existían  ya  en  la  India  en 
tiempo  de  Alejandro,  y  aun  continúan.  (EsTRABÓN,  Geogr.,  lib.  XV; 
DiÓDORO,  lib.  II;  SoNNERAT,  Voyage  aux  Indes.) 


184  PIGAFETTA  LIB. 

cientas  leguas  del  cabo  de  Malaca.  Es  el  más  grande 
y  peligroso  cabo  conocido  de  la  tierra. 

Proyecto  de  quedar  en  Mozambique.  —  Algunos  de 
nosotros,  y  sobre  todo  los  enfermos,  hubieran  querido 
tomar  tierra  en  Mozambique,  donde  hay  un  estableci- 
miento portugués,  porque  el  barco  tenía  vías  de  agua, 
el  frío  nos  molestaba  mucho  y,  sobre  todo,  porque  no 
teníamos  más  alimento  que  arroz  ni  más  bebida  que 
agua,  pues  toda  la  carne,  por  no  tener  sal  con  qué  sa 
larla,  se  pudrió.  Sin  embargo,  la  mayor  parte  de  la  tri 
pulación,  esclava  más  del  honor  que  de  la  propia  vida 
decidimos  esforzarnos  en  regresar  a  España  cualesquie 
ra  que  fuesen  los  peligros  que  tuviéramos  que  correr 

6  de  mayo  de  1522.—  Paso  del  Cabo.—  Final 
mente,  con  la  ayuda  de  Dios,  doblamos  el  terrible 
Cabo;  pero  tuvimos  que  aproximarnos  a  él  a  una  dis- 
tancia de  cinco  leguas,  sin  lo  cual  nunca  le  hubiéramos 
pasado. 

Junio  de  1522. —  Observaciones  sobre  los  cadá- 
veres.—  Navegamos  en  seguida  hacia  el  Noroeste,  du- 
rante dos  meses  enteros,  sin  descanso,  y  en  este  inter- 
valo perdimos  veintiún  hombres,  cristianos  e  indios. 
Hicimos  una  observación  curiosa  al  arrojarlos  al  mar: 
los  cadáveres  de  los  cristianos  quedaban  siempre  cara 
al  cielo,  y  los  de  los  indios,  boca  abajo,  cara  al  mar. 

9  de  julio  de  1522.  —  Islas  de  cabo  Verde.  — 
Carecíamos  completamente  de  víveres,  y  si  el  cielo  no 
nos  hubiera  concedido  un  tiempo  favorable,  hubiése- 
mos muerto  todos  de  hambre.  El  miércoles  9  de  julio 
descubrimos  las  islas  de  Cabo  Verde,  y  anclamos  en 
la  que  llaman  Santiago. 

Mentimos  para  no  ser  detenidos.  —  Como  sabíamos 
que  allí  estábamos  en  tierra  enemiga  y  que  sospecha- 
rían de  nosotros,  tuvimos  la  precaución  de  que  los  de 
la  chalupa  que  enviamos  a  tierra  a  por  víveres  dijeran 
que  recalábamos  en  este  puerto  porque  nuestro  mástil 
de  trinquete  se  rompió  al  pasar  la  línea  equinoccial; 


IV  PRIMER  VIAJE  EN  TORNO  DEL  GLOBO  185 

perdimos  mucho  tiempo  en  componerle,  y  el  capitán 
general,  con  otros  dos  navios,  continuó  su  ruta  a  Es- 
paña. De  tal  manera  les  hablamos,  que  creyeron  de 
buena  fe  que  veníamos  de  las  costas  de  América  y  no 
del  Cabo  de  Buena  Esperanza;  dos  veces  recibimos 
la  chalupa  llena  de  arroz  en  cambio  de  nuestras  mer- 
cancías. 

Nos  damos  cuenta  de  haber  ganado  un  día.  —  Para 
ver  si  nuestros  diarios  eran  exactos,  preguntamos  en 
tierra  qué  día  era  de  la  semana,  y  nos  respondieron  que 
jueves,  lo  cual  nos  sorprendió,  porque  según  nuestros 
diarios  estábamos  a  miércoles.  No  podíamos  persua- 
dirnos de  que  nos  habíamos  equivocado  en  un  día,  y 
yo  menos  que  ninguno,  porque  sin  interrupción  y  con 
mucho  cuidado  marqué  en  mi  diario  los  días  de  la  se- 
mana y  la  data  del  mes.  Supimos  pronto  que  no  era 
erróneo  nuestro  cálculo,  pues  habiendo  navegado  siem- 
pre al  Oeste,  siguiendo  el  curso  del  Sol,  al  volver  al 
mismo  sitio  teníamos  que  ganar  veinticuatro  horas  sobre 
los  que  estuvieron  quietos  en  un  lugar;  basta  con  re- 
flexionar para  convencerse. 

La  chalupa  detenida  con  trece  hombres.  —  Volvió 
la  chalupa  a  tierra  para  cargarla  por  tercera  vez,  y  como 
tardaba,  nos  dimos  cuenta  que  la  retenían,  sospechan- 
do por  las  maniobras  de  algunas  carabelas  que  inten- 
taban apresar  también  el  navio,  y  decidimos  hacernos 
a  la  vela  inmediatamente. 

Continuamos  el  viaje.  —  Supimos  que  se  apodera- 
ron de  la  chalupa  porque  uno  de  los  marineros  des- 
cubrió nuestro  secreto,  diciéndoles  que  el  capitán  ge- 
neral había  muerto  y  que  nuestro  navio  era  el  único  de 
la  escuadra  de  Magallanes  que  volvía  a  Europa. 

6  de  septiembre  de  1522*  —  Llegamos  diez 
y  ocho  a  Sanlúcar.  —  Gracias  a  la  Providencia,  entra- 
mos el  sábado  6  de  septiembre  en  la  bahía  de  Sanlú- 
car, y  de  sesenta  hombres  que  componían  la  tripulación 
cuando  salimos  de  las  islas  Malucco,  no  quedábamos 


186  PIGAFETTA  LIB.  IV 

mas  que  diez  y  ocho,  la  mayor  parte  enfermos.  Los  de- 
más, unos  se  escaparon  en  la  isla  de  Timor,  otros  fue- 
ron condenados  a  muerte  por  los  crímenes  que  come- 
tieron, y  otros,  en  fin,  perecieron  de  hambre. 

Longitud  del  viaje, —  Desde  nuestra  salida  de  la 
bahía  de  Sanlúcar,  hasta  el  regreso,  calculamos  que 
recorrimos  más  de  catorce  mil  cuatrocientas  sesenta 
leguas,  dando  la  completa  vuelta  al  mundo,  navegando 
siempre  del  Este  al  Oeste. 

8  y  9  de  septiembre  de  1522é—  Llegada  a  Se- 
villa,—  El  lunes  8  de  septiembre  echamos  anclas  junto 
al  muelle  de  Sevilla  y  disparamos  toda  la  artillería. 

El  martes  saltamos  todos  a  tierra,  en  camisa  y  des- 
calzos, con  un  cirio  en  la  mano,  y  fuimos  a  la  iglesia 
de  Nuestra  Señora  de  la  Victoria  y  a  la  de  Santa  María 
de  la  Antigua,  como  lo  habíamos  prometido  en  los 
momentos  de  angustia. 

Desde  Sevilla  fui  a  Valladolid,  donde  presenté  a  la 
sacra  majestad  de  don  Carlos  V,  no  oro  ni  plata,  sino 
algo  más  grato  a  sus  ojos.  Le  ofrecí,  entre  otras  cosas, 
un  libro,  escrito  de  mi  mano,  en  el  que  día  por  día  se- 
ñalé todo  lo  que  nos  sucedió  durante  el  viaje. 

Dejé  Valladolid  lo  más  pronto  que  me  fué  posible 
y  llegué  a  Portugal  para  relatar  al  rey  Juan  lo  que  ha- 
bía visto.  Pasé  en  seguida  a  España,  y  luego  a  Francia, 
donde  regalé  algunas  cosas  del  otro  hemisferio  a  la 
regente,  madre  del  cristianísimo  Francisco  1. 

Regresé,  por  fín,  a  Italia,  donde  me  consagré  para 
siempre  al  excelentísimo  e  ilustrísimo  señor  Felipe  de 
Villers  risle-Adam,  gran  maestre  de  Rodas,  a  quien 
también  entregué  el  relato  de  mi  viaje. 

El  caballero  Antonio  Pigafetta. 


VOCABULARIOS 

de  los  pueblos  en  que  el 

CABALLERO    PIGAFETTA 

hizo  escala  durante  su  viaje. 


PREFACIO  DEL  TRADUCTOR  FRANCÉS 


Es  una  g^ran  desventaja,  sin  duda,  para  el  hombre 
que  viaja  por  países  lejanos,  no  poder  expresar  sus  de- 
seos o  sus  ideas,  viéndose  obligado  a  indicar  lo  que 
siente  por  signos,  siempre  insufícientes  y  con  frecuen- 
cia equívocos.  Para  evitar  este  inconveniente,  los  nave- 
gantes han  tratado  de  proporcionarse  intérpretes  o  un 
vocabulario  de  los  pueblos  que  visitaban,  y  cuando  no 
le  había,  han  procurado  formar  uno. 

Cuando  Magallanes  concibió  el  proyecto  de  ir  al 
mar  del  Sur  por  el  Oeste  sabía  muy  bien  que  Juan  Car- 
vajo, que  pasó  cuatro  años  en  el  Brasil,  y  su  esclavo 
Enrique,  natural  de  Sumatra,  le  ayudarían  grandemen- 
te, uno  en  las  costas  de  América  y  otro  en  las  de  las 
Indias;  pero  no  tenía  vocabulario  para  la  parte  más  me- 
ridional de  América,  ni  para  las  islas  del  mar  del  Sur. 

Este  vocabulario  no  existía.  El  primero  a  quien  se  le 
ocurrió  compilar  uno  fué  el  caballero  Pigafetta;  pero 
parece  que  no  pensó  en  ello  hasta  que  había  ya  des- 
embocado del  estrecho  de  Magallanes,  puesto  que  del 
Brasil  no  recogió  mas  que  diez  o  doce  nombres;  y  aun- 
que pasó  muchos  meses  en  la  bahía  de  San  Julián,  tam- 
poco pensó  en  formar  un  vocabulario  del  lenguaje  pa- 
tagón hasta  que  navegaba  ya  tranquilamente  por  el  mar 
Pacífico,  donde,  quizás  ocioso,  pasaba  el  tiempo  ha- 
ciéndose dictar  por  el  patagón  que  llevaban  a  bordo 
los  nombres  de  las  cosas  que  veía  o  de  las  que  podía 
acordarse. 

Es  probable  que  en  las  islas  Marianas  hubieran  sido 
mejor  recibidos  los  españoles  si  hubiesen  podido  decir 


190  PIGAFETTA 

a  los  indígenas  sus  pacífícas  intenciones  y  el  mal  y  el 
bien  que  podían  hacerles.  En  el  barco  de  Magallanes 
había  un  esclavo  de  Sumatra,  pero  no  hablaba  más  que 
la  lengua  malaya,  que  no  se  extendía  entonces,  ni  ahora 
tampoco,  más  allá  de  las  islas  Filipinas  (1).  Pigafetta 
no  pudo  recoger  ninguna  palabra  de  las  islas  Marianas. 

En  las  Filipinas  sintió  más  de  una  vez  el  disgusto  de 
no  entender  la  lengua  de  los  pueblos  que  las  habitan, 
porque,  aunque  el  esclavo  Enrique  fué  su  intérprete, 
tuvo  nuestro  autor  que  tratar  solo  con  los  indígenas  en 
varias  ocasiones;  y  esto  sucedió  continuamente  cuando 
el  esclavo  les  traicionó  y  abandonó  en  Zubu.  Fué  el 
encargado  de  tratar  con  el  rey  de  Chipit,  en  la  isla  de 
Mindanao,  después  con  el  de  Borneo  y  con  todos  los 
de  las  islas  en  que  anclaron  los  españoles,  particular- 
mente con  los  reyes  de  las  Molucas. 

De  esta  manera  Pigafetta  compuso  un  vocabulario 
de  ciento  sesenta  palabras  en  Zubu,  y  otro  de  cuatro- 
cientas cincuenta  en  las  Molucas.  ¿Por  qué  Fabre,  que 
dio  todas  las  palabras  brasileñas  y  casi  todas  las  de  los 
patagones,  no  copió  ni  una  sola  de  las  Filipinas  y  sólo 
cuarenta  y  seis  de  las  Molucas?  Quizás  para  evitarse 
la  molestia,  como  lo  ha  hecho  notar  su  traductor  Ra- 
musio. 

Pigafetta  colocó  las  palabras  recogidas  al  fin  de  la 
descripción  de  los  países  a  que  pertenecen;  pero  he 
creído  más  conveniente  reunirías  todas  aquí,  al  fin  del 
viaje.  He  puesto  en  dos  columnas  contiguas  las  de  las 
Filipinas  y  las  de  las  Molucas,  para  que  se  vea  mejor  la 
analogía.  El  autor  las  escribió  según  las  aprendía;  pero 


(1)  El  capitán  Wilson  lo  experimentó  al  naufragar  en  las  islas 
Pelew  en  el  mes  de  agosto  de  1783,  entre  las  Marianas  y  las  Fili- 
pinas. Su  intérprete,  Tom  Rose,  que  hablaba  el  malayo,  no  pudo 
hacerse  comprender  mas  que  por  medio  de  otro  malayo  que  le  sir- 
vió de  intérprete  en  su  lengua  porque  había  residido  algún  tiempo 
en  Pelew.  (An  account  of  the  Pelew  Islands,  por  G.  Keate,  pág.  22, 
edición  de  Basel). 


PRIMER  VIAJE  EN  TORNO  DEL  GLOBO  191 

pienso  que  era  más  útil  colocarlas  por  orden  de  mate- 
rias, excepto  los  verbos,  que  no  son  casi  susceptibles 
de  este  arreglo.  Si  Pigafetta  hubiera  recogido  más  pa- 
labras brasileñas,  las  habría  yo  colocado  al  lado  de  las 
patagonas,  para  que  se  notase  mejor  la  relación  entre 
estas  palabras  y  las  que  dio  el  padre  Hervás  (1). 

Todos  los  que  han  fijado  su  atención  sobre  las  len- 
guas del  mar  del  Sur  han  observado  que  el  mismo 
idioma  se  encuentra  en  casi  todas  las  islas,  al  menos 
en  las  que  se  extienden  desde  la  Nueva  Zelandia  hasta 
California;  y  Forster  (2),  para  probar  esta  aserción  nos 
ofreció  un  cuadro  de  los  nombres  que  los  habitantes 
de  las  diferentes  islas  dan  a  los  mismos  objetos;  nom- 
bres que  se  parecen  y  que  indudablemente  tienen  una 
raíz  común. 

Comparando  este  cuadro  con  las  notas  de  Pigafetta, 
se  notará  tal  analogía,  que  no  se  podrá  dudar  de  la 
verdad  de  lo  que  él  dice  relativo  a  este  asunto;  pero 
para  que  se  pueda  juzgar  más  sabiamente,  añadiré  á  las 
dos  columnas  de  Pigafetta  otras  dos,  una  de  las  pala- 
bras recogidas  por  Forster,  otra  de  las  malayas  reuni- 
das por  David  Haex  para  uso  de  los  establecimientos 
holandeses  y  traducidas  al  latín  para  el  uso  de  la  Con- 
gregación de  la  Propaganda  (3). 

De  esta  identidad  o  analogía  del  lenguaje,  algunos 
escritores  deducen  que  estos  pueblos  tienen  un  origen 
común,  y  juzgan  que  sus  emigraciones  se  han  hecho 
del  Asia  hacia  el  Oriente.  Pigafetta  creyó  que  los  re- 
yes de  las  islas  del  mar  del  Sur  habían  estudiado  las 
lenguas  extranjeras;  pero  se  equivocó,  sin  duda,  en  esta 
conjetura  como  en  otras  muchas,  siempre  que  quiso 
explicar  fenómenos  físicos. 


(1)  Delle  lingue  delV  America,  pág.  16. 

(2)  CooK,  Segundo  viaje. 

(3)  Dictionaríum  malaico-latinum.  Roma,  1631. 


VOCABULARIO    BRASILEÑO 


Rey Cacich. 

Bueno Tum. 

Casa Bou 

Cama Hamac. 

Peine Chipag. 

Cuchillo Tarse. 


Cascabeles Hanmaraca . 

Tijeras Pirame. 

Anzuelo. Pinda. 

Barco Canee. 

Mijo Maiz. 

Harina Hui. 


VOCABULARIO    PATAGÓN 


Demonio  (grande) ....  Setebos. 

Demonio  (pequello) . . .  Cheléale. 

Nubil Benibeni. 

Casado Babai. 

Joven Calemi. 

Guía Anti. 

Tuerto Calischen. 

Cabeza Her. 

Ojo Oter. 

Cejas Ochecel. 

Párpado Sechecel. 

Nariz Or. 

Fosas  nasales...  Oresche. 

Boca Chian. 

Labios Schiaine. 

Dientes.. For. 

Lengua Scial. 

Barbilla Secheri. 

Barba Archiz. 

Orejas Sane. 

Garganta Ohumez. 

Cuello  . .    Scialeschiz. 

Espaldas Pelles. 

Pecho Ocha. 

Corazón 7o/. 

Senos Otón. 

Cuerpo GecheL 

Partes  del  iiombre. . . .  Sachet. 


PIGAFETTA 


Partes  de  la  mujer. . . .  Isse. 

Culo Schiaguen. 

Nalgas     Hoii. 

Testículos Sachancos. 

Muslos Chiave. 

Rodilla Tepin. 

Pierna Coss. 

Tobillo...    Ti. 

Talón Tire. 

Planta  del  pie. . .    Caotschoni, 

Uña Colmi. 

Brazo Riaz. 

Sobaco. Salischin. 

Mano Chene. 

Palma  de  la  mano.  Canneghin. 

Dedo Cori. 

Pulso Holion. 

Perro Holl. 

Lobo. Ani. 

Oca Cache. 

Grajo Cleo. 

Pez..    Hoi. 

Ostra Siameni. 

Raíz  que  sirve  de  paR..   Capac. 

Paño. Terechai. 

Cinturón Catheckin. 

Gorro Aichel. 

Rojo Faiche. 

13 


194 


PIGAFETTA 


Negro Oinel. 

Amarillo Peperi. 

Sol Calexchem . 

Estrellas Settere. 

Fueg-o Gialeme. 

Agua HolL 

Nieve Theu. 

Humo Giache. 

Mar Aro. 

Viento Oni. 

Huracán Ohone. 

Oro Pelpeli. 

Joya Sechey. 

Marmita Aschame. 


Escudilla Etlo. 

Flecha Seche. 

Ir Rei. 

Coito Hor. 

Combatir Ohomagst 

Cubrir Tiam. 

Cocer Irocoles. 

Pedir Gheglie. 

Rascar Gechare. 

Comer Mechiere. 

Olfatear . . ,  Os. 

Mirar Conne. 

Venir Hai. 


VOCABULARIO  DE  LAS  ISLAS  DEL  MAR  DEL  SUR 


Español. 


Filipinas. 


Dios Ahba  .... 

Mezquita 

Sacerdote 

Devoto 

Ceremonias 

Cristiano 

Idólatra 

Moro. 

Turco  • 

Hombre Barán. . . . 

Mujer Parampuán. . . 

Niño Canacana. 

Nubil Ugan  .... 

Casado Sudababloí. 

Viejo Tua 

Padre Bapa 

Madre 

Hijo 

Hermano 

Abuelo 

Suegro 

Yerno 

Primo 

Discípulo 


Molucas. 

Malaca. 

Islas 
vecinas. 

Allá, 

Meschit 

Maularía. . 

Lehe. 

Mussai. 

Zambahean. 

Nacerán. 

Cafre. 

Islam.. . .  , 

Isalam. 

Rummo. 

Oran 

Orang. 

Porompuán. . . 

Parampuái. 

Bongiang . 

Ñongare. 

Fatua 

Tutva. 

Papa 

Bappa. 

Mama.  Ambui . 

Ibu. 

Anach 

Anac. 

Sandala . . 

Sandara. 

Nini 

Nini 

Buno. 

Mintua . . . 

Mintutua. . 

Tometua. 

Minantu.  . 

Menanton. 

Sopapa. 

Lascar, 

PRIMER  VIAJE  EN  TORNO  DEL  GLOBO 

Español.  Filipinas. 


195 


Amigo  . . . 
Enemigo.. 

Rey 

Reina  . . . . 
Señor. . . . 
Esclavo. . . 
Escribano. 
Intérprete. 
Alcahuete. 


Raja. 


ttombre  adornado Pixao. 

Grande Bassal    .  . 

Pequeña 

Cabeza Cápala.. . . 

Cabellos Boho.. .    . 

Frente Guai. . . . . 

Ojo Matta . . . . 

Cejas  .    Chilei. . . . 

Párpados Pilac 

Nariz Ilón.  < .  . . . 

Boca Baba 

Labios O/o/. . . . . . 

Dientes Nipin  . .  . . 

Encías Leghex.  . . 

Lengua Dilla 

Lenguaje    

Palacio 

Barbilla Silán 

Barba Bongot.    . 

Bigotes 

Mandíbula Apin 

Oreja Detengan. 

Garganta Lioch .  . . . 

Cuello Tangip.  • . 

Espaldas    Baga 

Lomo Malacan. . 

Pecho Dugan . . . 

Corazón 

Senos 

Ombligo Pusut. . . . 

Estómago 

Cuerpo Tiam 

Partes  del  hombre. . . .    Utim 

Partes  de  la  mujer. . . .  Billat . . . . 


Molucas. 

Malaca. 

Islas 
vecinas. 

Sandara.  . 

Canda. 

Sanbat .  . . 

Sobat 

Raja 

Raja 

Ragiá. 

Putli 

Patriz.... 

Putri. 

Tuán 

Tuán. 

Alipin. 

ChiritoLes . 

Surat  tulis. 

Qlorobaza.... 

Jurebassa . 

Zoroan- 

pagnoro. 

Suroang. 

Bassal. . . 

Besar. 

Chechil . . 

Kilsgil 

Capaila. . . 

Tacupo. 
Rambut . . 

Lambut. . . 

Buc. 

Dai 

Daia. 

Matta 

Matta. 

Chilai. 

Cenin. 

Idón 

Ilón 

Edén,  Idóng. 

Mulut 

Mulut. 

Beberé... 

Bibir. 

Olou. 

Gigi 

Ghigi.... 

Enichio. 

Issi. 

Lada 

Lida. 

Baasa. 

Langhi. 

Agai 

Dagou. 

Jangut .... 

Jangut.... 

Giangot. 

Missai. 

Pipi. 

Talingo  . . 

Talingo  .  . 

Telinga. 

Laer 

Leher. 

Tundan.. . 

Tinglo. 

Diard. . .  . 

Bakow. . . 

Tua. 

Balacan. 

Dada  .... 

Dada. 

Atíi 

At. 

Aotu. 

Sassu 

Susu. 

Lusat. . . . 

Pita. 

Parut .... 

Paraca, 

lundum 

Boto. 

Buthi. 

196 


Español. 


PIGAFETTA 

Filipinas 


Testículos  .....    Boto 

Nalgas   .  ■ Samput . . 

Muslos. . .    Pana 

Rodillas   .     Tuhud  . . . 

Piernas. 

Hueso  de  la  pieria.. . .    Bassag. . . 

Pantorrilla Bittis 

Tobillo BolboL... 

Pie 

Talón Tiochis. . 

Planta  del  pie.. .    Lapalapa. 

Uña Coco 

Sobaco Hot. 

Brazo Bochen.  . 

Codo Sicu 

Mano Chamat.  . 

Palma  de  li  mano Palari. 

Dedo Dadlo.... 

Pulgar 

índice 

Dedo  medio 

Anular 

Meñique 

Sangre 

Vena 

Pulso Molangai. 

Piel 

Frío 

Caliente 

Gordo 

Flaco 

Bueno 

Elefante 

Caballo 

Búfalo 

Vaca 

León 

Ciervo 

Cerdo Babui. . . . 

Cabra Candín. .  . 

Oveja 

Perro .. 

Liebre 

Gato 


Molucas. 

1.;.  1                          Islas 
Malaca.            vecinas. 

Boapelet 

Buri 

Pantat. 

Taha 

Paha Pía. 

Lutut. 

Mina. 

Tula. 

Tilurcaci. 

Buculali. 

Batís 

Bítis. 

Tumi 

Tumit. 

Empacaque. 
Cucu. 

Langan. . . 

Língan. 

Sícu 

Sícon. 

Tangán  .  , 

Sangan. 

Idun. 

Iduntangan... 

Iboutangan. 

Iduntungun. 

¡dungerí. 

Idunmani. 

IduncaJioghlm. 

Dará 

Dará.    ...     Toto. 

Dovese. . . 

Urat. 

Culit. 

Dínghím. '  Dingín. 

Panas. . . .  Pannas. 

Gamut .    .  Gomoc. 

Golos.  . . .  Gutus. 

Main.   .    .  Maic. 

Gagia ...  Gagía. 

Cuba Cuda. 

Carban...  Carbón. 

Lamba .  .  .  Lembu. 
U riman. 

Roza Roussa. 

Babi Babi Babui. 

Cambín  .  •  Cambang. 

Birí. 

Cuín. 

Buaya. 

Cochln,  Putír  Contsing . 


PRIMER  VIAJE  EN  TORNO   DEL  GLOBO 


197 


Español. 


Gato  almizclero 

Rata 

Animal  del  almizcle. . 

Pájaro 

Oca 

Añade 

Gallo 

Gallina 

Huevo 

Carne 

Pez 

Pez  rojo Timuán. 

Pez  de  colores.. .    Panap-sapun. 

Cangrejo Cuban. 

Carcoma Capan  lotos. 

Pólipo Calabutón. 

Sanguijuela Linta. 

Serpiente Üllat 

Abeja Aermadu 

Cera Lelin. . . . 

Miel Gula. 

Trigo Dana  . . . 

Panizo Humas. 

Mijo Batat. 

Trigo  de  Turquía.    Ma'is. 

Arroz Barax. . . , 

Torta  de  arroz. .     Tinapai. 

Nabo 

Patata 

Coco Lupi. .  .  .  ' 

Banana Saghin . . . 

Chiaccare  (sic). . . 

Calabaza Baghin. 

Melón 

Sandía 

Caíía  de  azúcar. .     Tubo 

Vino Nionipa. 

Vinagre Zeluca. 

Aceite  de  coco . . 
Aceite  de  ajonjolí. 

Naranja Acfua. 

Ajo Laxima. 

Jengibre Luya 

Ruibarbo 


Filipinas.             Molucas. 

Malaca. 

Islas 
vecinas . 

Mozán. 

Tiens 

Tivo. 

Castore..  . 

Casthouri, 

Bolón.  . . . 

Bourong.. 

Elo. 

Itich 

Itich. 

Ansa 

Ansa. 

Sambuagao. 

Monah...    Acabatina... 

Agam. . . . 

Moa. 

Silog. ....     Talor .... 

Telur. 

Dagni 

Daging. 

Issida ....    /can 

Icán 

Isda. 

Lilling. 


Gandun. 


Bugax. . . .    Bras. 

Ubi. 

Gumbili . . 

Biazzao,  NIor. 

Pisan ....    Pissang. 

Mendlcal,  SIcu. 


Gomóla. 


An  timón 
Labu. . . . 
Tabú  . . . 


Antimón. 

Labo. 

Tebu Etu. 


Mignach. 
Lana-linia. 


Ahia. . . 
Caluma. 


Ahia. 


198 


Español. 


PIGAFETTA 

Filipinas 


Pimienta  redondel ....    Manissa.  . 

Pimienta  larga  . . 

Nuez  moscada . . . 

Clavo  de  especia .     Chianche . 

Canela Mana .... 

Civeta 

Sal Acin 

Yerba  venenosa. . 
Madera  de  l«s  castores. 

Dulce 

Amargo 

Vestidos Abaya  . . . 

Paño 

Seda 

Tela Baladán. 

Una  braza 

Medida 

Velo Capas. 

Gorra 

Camisa Sahún .... 

Sombrero 

Rojo 

Negro 

Blanco 

Verde 

Amarillo 

El  mismo Slama-siama. . 

Corto 

Igual 

Villa 

Castillo 

Casa Balai 

Cojín Ulimán. .  . 

Estera Jaghican. . 

Marmita 

Plato  de  madera .    Dulam . . . 
Plato  de  barro  . . 

Cuba 

Escudilla Taga  .... 

Porcelana Mobulut. 

Cuchara. Gandan .  . 

Cuchillo Copol,  SuBda.. 

Tijeras Catle 

Peine Cvtlel,  Mlsamls 


Molucas. 

islas 
Malaca.             vecinas. 

Lada 

Lada Ava. 

Subí. 

Buapala.Gologa 

1    Palla. 

Ghianche . 

Cinche. 

Cainmana . . . 

Cayumaols. . . 

Jabat 

Garansira. 

Garan. 

Ipu. 

Comorin. 

Manís. 

Azón. 

Chebun  . . 

Chenines. 

Cain. 

Sutra  .... 

Sutra. 

Dapa. 

Socat. 

Dastar. .  ■ 

Distar. 

Baín . 

Sundun- 

Mira 

Mera. 

Itán 

Itam. 

Pute 

Puti. 

Igao 

Cunin . 

Igiu. 

Slama-siama . 

Sandach  . 

Pandach. 

Casi-casi. 

Naghiri. . . 

Negri. 

Cuta  . .    . 

Cotta. 

Ruma .... 

Ruma Balai. 

Bantal... 

Bantal. 

Tical. 

Prin. 

Dulam. . . 

Dulang. 

Pingam. .  . 

Pingan. 

Calimpan. 

Balunga. 

Manchu, 

Sandoch. . 

Sondoch. 

Ficao  .... 

Pissau. 

Cuntim. . . 

Conting. 

Sussri  . . 

Sisir. 

PRIMER  VIAJE  EN  TORNO  DEL  GLOBO 

Español.  Filipinas. 


199 


Espejo 

Sortija 

Joya  . .    . 

Perla Mutiara.  ■ 

Madreperla Tipai. 

Caeitas  de  vidrio Tacle,  Balus. . 

Cascabel Colófl-colón . 

Abanico     

Cornamusa Subin. 

Timbal 

Cuerda  de  violin.    Gotzap . 

Aguja Dagu .... 

Hilo . 

Martillo 

Clavo 

Mortero 

Pilón 

Balanzas Timban. 

Peso TahiL 

Cepos  

Horca. Boíl. 

Carta 

Papel 

Pluma 

Tintero 

Madera Tatamue. 

Anzuelo 

Cuerda 

Seda,  pelo   

Cebo 

Red. Pucatlaya. 

Cañita Bombón . . 

Caña Canagán  . 

Cerbatana. ..... 

Arco Bossug.  • 

Flechas Ogón .... 

Carcaj 

Coraza Baluti. 

Broquel Calassán. 

Lanza Bancán. 

Espada Calix,  6alada«. 

Estilete Compilan. 

Manga 

Mundo 


Molucas. 

Malaca.            vecinas. 

Chielamin 

Gieremin. 

Sinsin  . . . 

Sintsing. 

Premata  . 

Permatta. 

Mutiara. 

Manich . 

Girín  glrín. 

Chipat. 

e      .. 

Agón. 

Talan  . . . 

Giarong. 

Pinial. .  . . 

Benang. 

Palme,  Coibasi. 

Paca 

Pacu. 

Lozón. 

Atan 

Antang. 

Balangu. .    Barraga. 


Surat .... 
Cartas , . . 
Calam., . . 
Padantam. 

Matacaine. 
Trinda. 
Capia . 
Umpán. 


Simpitán. 
Boscón . 
Damach . 
Bolo. 


Qeie,  Paáán.. 
Calix,  Goloc. 
Dagarián . 
Bumi . . . . 


Surat. 

Charlas. 

Calam. 


Cail...    ..    GagL 


Boulo.^..    Bambú. 


Bantang..     Tac. 
Bumi. 


200 


P   IGAFETTA 


Español.  . 

Filipinas. 

Molucas. 

Malaca. 

Islas 
vecinas. 

Fuego. . .    

Appi 

Api. 

Humo 

Assu 

Asap 

Assap. 

Ceniza 

Ahu 

Abu 

Aldao. 

Agua 

Tubin .... 

Tuhi 

Etanbang . 

Tubig. 

Sol    

Adío 

Songo  t. . . 

Mutahari. 
Bulan.... 

Matahari . 
Bulai 

Intai. 

Luna. 

Bulan. 

Estrellas 

Balan,  Bantar. 

Bintam. . . 

Bintang. 

I  luvia  •  1 1  • » .  • 

Unjau. . . . 
Guntur., . 
Songai . . . 

Tan 

Bullan . 
Alli 

Patán-patán. 

Ugiang. 
Gontor. 
Songhei. 
Tawon. 

Hari 

Tari .  .  . . . 

Río 

Año •  . 

Mene. 
Verna. . . . 

Mes 

Día 

Mará. 

Aurora. 

Mañana 

Tarde 

Mallamanl. 
Calamari. 

Calamarín. 

Ayer 

Anteayer 

Lirza. 

Mediodía 

Tambahalll . . 

Tangahari. 

Noche 

Mallán.  . . 

Malam. 

Mar 

Laut.. . . . 
Labuán. 
Buchit  tana. 

Laut. 

Puerto 

Tierra  firme 

Isla 

Polán 

Qonumbuchlt. 

Polón. 

Promontorio .... 

Montaña 

Gonum.. . 

Gunung. . 

Mona. 

Barcos  grandes .  . 

Balangai . 

Hurugán. 

Barquitos 

Boloto . . . 

Parao,  Prao. 

Navio 

Benaoa. . . 

Capal. . . . 

Cappal. 

Galera 

Gurap. 

Lancha,  bote. . . . 

Sampán .  . 

Sampac. 

Popa 

Biritán. . . 

Boritán. 

Proa 

Allón. 

Tián 

Simbulaya. 
Layan. 

Tiang . 

Mástil 

Cofa 

Verga 

Vela 

Leyer .... 

Layar .... 

Evier. 

Remo 

Darin .... 

Dayong. 
Sau. 

Ancla 

Sau 

Cable   

Danda. 
Tongol. 

Pabeiláa,  bandera 

Bombarda 

Badil. 

Viento 

Anghin. . . 

Angin. 

Norte 

Trapa. 

PRIMER  VIAJE  EN  TORNO  DEL  GLOBO 


201 


Español. 


Filipinas. 


Sur 

Este    

Oeste 

Nordeste... .... 

Suroeste.. 

Noroeste 

Sureste 

Oro Baloain  . 

Plata Pirat..... 

Hierro . .    Batan  . . . 

Cobre... Bucach.. 

Plomo ... 

Alambre 

Azogue 

Cinabrio 


Piedra 

Verdad 

Mentira , 

Dolor 

Salud 

Beso 

Agalla 

Viruela 

Ahora..    .... 

Antes 

¡Buenos  días!..  .  . 

(Respuesta) 

¡Buenas  tardes!   . 
(Respuesta)    ... 

Sí 

No 

Ciertamente. ... 

Poco 

Mitad . 

Mucho . 

Aquí 

Allí 

Lejos 

Cuanto 

Uno Uso.. 

Dos Daa . 

Tres 7o/o. 

Cuatro Upat 


Alupalan , 


Malucas. 

Salatán., . 
Timor. . . . 
Baratapat. 
Utara, 
Berdaga. 
Bardant. 
Tungara. 
Amax. . . . 

Pila 

BacL 

Tombaga. 
Tima  .... 
Canat. 

Raza 

Galugasa  - 
dalingán. 

Bata 

Benar. . . . 
Dusta.. . . 
Sacher... . 

Bai 

Salap   . . . 
Codis .... 
For  franchi. 
Saracán . . 
Satucali. . 
Salamailcum. 
Allcum  salam . 
Sabal  chaer. 
Chaer  sandat. 
Ca,Ue... 
Tida,  Le. 
Zengu. . . . 
Serich. 
Sotana. 
Bagna. . . . 
Sini ...... 

Sana 

Jau 

Barapa. . . 
Sarus ... 

Dua   

Tiga 

Ampat. .  . 


Malaca. 

Salatán. 

Timor. 

Barat. 


Mas. 

Perac. 

Bessi. 

Tima. 

Rassa. 


Bata. 

Benar. 

Dustahan. 

Sacar. 

Baic. 

Sium. 

Cudis. 

Sacatán. 

Sacali. 

Salamat 


Be,Ta. 

Tida. 

Songo. 


Baniac. 

¡ni. 

Sanna. 

Giau. 

Barappa. 

Sa Isa. 

Dua Dua. 

Tiga , . . . .     Toro. 
Ampat, , .    Apat. 


202 


PIGAFETTA 


Español. 

Cinco 

Seis 

Siete 

Ocho  .    

Nueve 

Diez 

Veinte 

Ciento  

Doscientos. . . . , 

Mil 

Dos  mil , 

Diez  mil 

Veinte  mil 

Cien  mil 

Doscientos  mil. 

Dos  cosas 

Sentarse 

Tener 

Golpear 

Beber 

Cazar 

Cohabitar 

Combatir 

Comerciar  .... 

Cocinar 

Coser 

Danzar 

Pedir 

Dar 

Dormir , ,  , 

Escribir 

Oír 

Fatigar 

Gozar 

Levantar 

Comer 

Navegar 

Pagar 

Hablar 

Peinar 

Llevar 

Tomar 

Mirar . .. 

Despertar 


Filipinas. 

Molucas. 

Malaca. 

Islas 
vecinas. 

Lima 

Lima 

Lima. 

Rima. 

Onom 

Anam. . . 

Onam. 

Onón. 

Pitto 

Tuga 

Tuju . 

Tiddo. 

Guala. . .  . 

Dualapán. 

Dualapán. 

Varu. 

Ciam 

Samhelán. 

Sambilán.. 

Iva. 

Polo 

Sapolo.. . . 

Sapolo..., 

Polo 

Duápolo. . 

Duapulo. 

Saratus. . . 

Ratos. 

Duaratus. 

Salibu. . . . 

Ribus. 

Dualibu. 

Salacza. 

Dualacza. 

Sacati. 

Duacati. 

Malupo. 

Duado... . 

Duodoc. 

Ada 

Adda. 

Bripocol . 

Pucol. 

Mimlocubil... 

Minom. 

Hagabalal. 

Tiam 

Amput. . . 

Guzar. 

Biniaga, 

Azap. 

Banam. 

Manari. 

PanghiL 

Tali. 

Ambil.  Mlnta.. 

Ambil,  Bry. 

Tidor. 

Mangara.. 

Menjurat. 

Tac 

Itia. 

Carajar. 

Mamain. 

Pandan.. . 

Ancat. 

Macan.. . . 

Macan. . . . 
Belayar. 

Necal,  Macen. 

Malán. 

Bayari . . . 

Bayar. 

Cata 

Catía. 

Monsugut 

Palatur. . . 

Biriacan. 

Na,  Ambil. 

Ambil. 

Liat 

Niata 

Liat. 

RaBunchen. . . 

BMflén  acal. 

PRIMER  VIAJE  EN  TORNO  DEL  GLOBO  203 

Español.  Filipinas.  Molucas.  Malaca.  vecinas. 

Esquilar Chuntincb  . . .  Qotiog  acái. 

Matar Mati Matte  . . , ,    Mattiacán, 

Venir ... Dinama . .  Datang. 

Robar Maochluri Mantsiuri. 


FIN 


318223 


COLECCIÓN  CONTEMPORÁNEA 


Los  meiores  novelistas  modernos. 


Obras  escogidas  entre  lo  más  selecto  de  la  producción  lite- 
raria DE  NUESTROS  DÍAS  Y  PUBLICADAS  POR  «CaLPE». 

Marcelo  Proust.  —  Por  el  camino  de  Swann*  —  Dos  tomos. 
Cada  uno,  encuadernado,  6  pesetas;  en  rústica,  5. 

Miguel  de  Unamuno.  —  Tres  novelas  ejemplares  y  un 

prólogo*  —  Encuadernado,  4  pesetas;  en  rústica,  3. 

Tomás  Mann.  —  La  muerte  en  Venecia  y  Tristán.— En- 
cuadernado, 6  pesetas;  en  rústica,  5. 

Antón  Chejov.  —  El  Jardín  de  los  Cerezos  y  Cuentos.— 

Encuadernado,  6  pesetas;  en  rústica,  5. 

Leonardo  Coimbra.  —  La  Alegría,  el  Dolor  y  la  Gracia. 

Encuadernado,  6  pesetas;  en  rústica,  5. 

Enrique  Mann.  —  Las   diosas.  —  Tomo  I.  —  Diana.  —  En- 
cuadernado, 6  pesetas;  en  rústica,  5. 

Ana  Vivanti.  —  Los  devoradores.  —  Dos  tomos.  Cada  uno, 
encuadernado,  5,50  pesetas;  en  rústica,  4,50. 

Juan  Giraudoux.  —  La  escuela  de  los  indiferentes.  — 

Encuadernado,  5,50  pesetas;  en  rústica,  4,50. 

Alejandro  Arnoux.  —  El  «cabaret». — Encuadernado,  5,50  pese- 
tas; en  rústica,  4,50. 

Elscipión  Sighele.  —  Eva  moderna.  —  Encuadernado,  6  pese- 
tas; en  rústica,  5. 

—  La  mujer  y  el  amor.  —  Encuadernado,  5  pesetas;  en 
rústica,  4. 

Tomás  Hardy.  —  La  Bien  Amada. —  Encuadernado,  5  pesetas; 
en  rústica,  4. 

Francis  Jammes.  —  Rosario  al  sol.  —  Encuadernado,  5  pese- 
tas; en  rústica,  4. 


Emilio  Clermont.  —  Laura*  —  Encuadernado,  5  pesetas;  en  rús- 
tica, 4. 

Israel  Zangwill.  —  Los  hijos  del  Ghetto*  —  Dos  tomos.  Cada 

uno,  encuadernado,  5  pesetas;  en  rústica,  4.  \ 

Valery-Larbaud.  —  Fermina    Márquez*  —  Encuadernado 
^,50  pesetas;  en  rústica,  3,50. 

Eugenio  d'Ors.  —  Oceano^afía  del  tedio  e  Historias 
de  Las  Esparragueras*  — Encuadernado,  4  pesetas;  en  rús- 
tica, 3. 

Arturo  Schnitzler.  —  Anatol  y  «A  la  Cacatúa  Verde». — 

Encuadernado,  4  pesetas;  en  rústica,  3. 

Raúl  Brandáo.  —  La  farsa*  —  Encuadernado,  4  pesetas;  en  rús- 
tica, 3. 

Lafcadio  Hearn.  —  El  romance  de  la  Vía  Láctea*  —  En- 
cuadernado, 4  pesetas;  en  rústica,  3. 

—  Kivaidan*  —  Encuadernado,  4  pesetas;  en  rústica,  3 

Julián  Benda.  —  La  ordenación.  —  Encuadernado,  4  pesetas; 
en  rústica,  3. 

]eromo  y  Juan  Tharaud.  —  Un  reino  de  Dios*  —  Encuaderna- 
do, 4  pesetas;  en  rústica,  3. 


VIAJES 
MODERNOS 


SE  HAN  PUBLICADO: 

Ansorge  (W.  J.):  Bajo  él  sol  africano.  Un  vo- 
lumen con  123  fotograbados  y  14  láminas. 

Chabcot  (Dr.  J.):  El  «Pourquoi-Pas  ?»  en  el 
Antartico.  Un  volumen  con  121  fotograba- 
dos, 43  láminas  y  3  mapas. 

HaviIíAND  (M.):  De  la  <ttaigaf>  y  déla  «tundra». 
Un  volimaen  con  numerosos  fotograbados. 

Otto  Sverdrup:  Cuatro  años  en  los  hielos  del 
Polo.  Tomos  I  y  II,  con  más  de  100  foto- 
grabados,  50  láminas  y  cartas  en  color. 

Orjan  Olsen:  Los  soyotos.  Nómadas  pastores  de 
renos.  Un  volumen  con  65  grabados. 

BoYD  Alexander:  Del  Niger  al  Nilo.  Tomo  I, 
con  99  fotograbados  y  27  láminas.  — El 
tomo  II  contiene  98  fotograbados,  24  lámi- 
nas y  un  mapa. 

EN  PRENSA: 


SvEN  Hedin:  TransTiimálaya.   Dos  volúmenes 
con  numerosos  grabados. 

Erland  Nordenskjóld:  Exploraciones  y  aven- 
turas en  América  del  Sur. 

Algot  Lange:  El  Bajo  Amazonas. 


COMPA.<ilA    ANÓNIMA   O 

Í.IBRERIA    PUBUCA 

CIONK3   Y  CDI- 

CIONE6 


Pigafetta»  Antonio 


199730