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I
RESEÑAS Y CRÍTICAS
PUBLICACIONES DEL MISMO AUTOR
(en colaboración con el t>' NICOLÁS HASSa)
Memoria de la Biblioteca Públicay correspondiente al afio 1876. Bue-
nos Aires, 1877. ivol. en 8«, de 222 páginas.
Memoria de la Biblioteca Pública de la Provincia, correspondiente al
año 1877. Buenos Aires, 1878. i vol. en 8°, de 389 páginas.
Informe sobre las colecciones de obras argentinas que se envión á la Ex'^ 1
posición Universal de Paris, 1878. i toI. en 4», de xix-77 págions.
(en colaboración OON el D*" ADOLFO MITRE) |
I
Derecho internacional privado, 1878. 9 vol. en 8*, de iii páginas.
DEL AUTOR
La Sociedad Romana en el primer siglo de nuestra era. Estudio critico
sobre Persio y Juvenai. 1878. i vol. en 8*, de xii-380 páginas.
Vimprimerie et les livres dans VAmériqueEspagnoleaux XVI^, XVII^
et XVIII^ siécles. Discours prononcé au Congrés International des
Américanistes. Bruxelles, 1879. 1 vol. en 8*, de 30 páginas.
La recepción de Henri Martin en la Academia francesa. Buenos Aires,
1880. i vol. en 8», de 39 páginas.
Gathe : sus amores. — De la influencia de la mujer en sus obras lite-
rarias. Buenos Aires, 1881. i vol. en 80, de 66 páginas.
Disraeli : su última novela. — De la influencia de la politica en sus
obras literarijis. Buenos Aires, 1881. i vol. en 8«, de 33 páginas.
La quiebra de las sociedades anónimas en el derecho argentino y ex-
tranjero. Buenos Aires, 1883. i vol. en 8*, de 63 páginas.
La abogada en la República. Discurso pronunciado en la colación de
grados de 1883. Buenos Aires, 1883. i vol. en 8°.
Contribución al estudio del libro IV del Código de Comercio. Buenos
Aires, 1883. 1 vol. en 80, de 374 ptáginas.
Estudios sobri quiebras. Con un prefacio del D^^ .Amancio Alcorta.
Buenos Aires, i vol. en 8^, de xxxii-3 74 páginas.
Las reformas del Código Civil. Buenos Aires, 1883. i vol. en 8».
Discurso pronunciado con motivo de fundarse la ** Asociación de hom-
bres de letras del Brasil " . Rio de Janeiro, 1883. i vol. en 8*.
La politica americana y las tendencias yankees. Buenos Aires, 1887.
I vol. en 80, de 34 páginas.
Un invierno en Rusia. Buenos Aires, 1888. 2 vol. en 8*.
Dos novelas sociológicas. Buenos Aires, 1893. i vol. en Bp, de 383
páginas.
La Nueva Revista de Buenos Aires (Director de la). Publicación men-
sual. 1881-85. 13 vol. en 8».
y
E^?^ESTO OUEScA'DcA
C. DB LA RSAL ACADEMIA ESPAÜOLA
RESEÑAS
C RÍTICAS
— ••• —
BUENOS AIRES
FÉLIX LAJOUANE, EDITOR
79 — PERÚ — 89
1893
1 '^r -v'
"■ iO^K
é^í
re
R 1«43 L
De esta obra han sido impresos quince ejemplares
en papel de Holanda, numerados por el autor
Imprenta de Pablo E. Coni é hijos, Ferá, 68o
ADVERTENCIA
Un escritor argentino, en una obra publicada
hace algún tiempo y ha dicho: "Es verdadera-
mente deplorable que la indiferencia general que
'^ existe entre nosotros para todo lo que se refiere a
(y^las letras, haya impedido d Quesada reunir sus
^ escritos dispersos en multitud de diarios y revis-
--^tas. Ellos hubieran dado varios tomos de sabro-
-^sa y buena lectura^ como la de Un invierno en
Msidiy que publicó últimamente^ obra interesante
yajo todos los aspectos, llena de observaciones
;agaces^ de reflexiones nuevas y personales, y de
iestudios históricos y políticos expuestos en un
RESEÑAS Y CRÍTICAS
estilo fácil, corriente y verboso como lo es la pa-
labra de su autor. Director durante mucho tiem-
po de la Nueva Revista de Buenos Aires, donde
al principio estuvo acompañado por su ilustre
padre, las letras argentinas deben i Ernesto Que-
sada largos y fieles servicios, y nuestra generar-
ción tiene en él uno de sus miembros más ardien-
temente trabajador y erudito, llamado á producir
obras notables y siempre dignas de su inteligencia
y su contracción " (i).
Tan caballerezca manera de decir galantería
inmerecida á una persona, al mismo tiempo que
obliga la gratitud de esta^ parecería deber poner-
la en el compromiso de justificar amabilidad ta-
maña, Pero desgraciadamente, en la vida poco
ordenada á que nos condena la existencia ame-
ricana^ no he podido conservar los diarios y re-
vistas á que aludía el escritor, y de ahí que el es-
fuerzo ó las aspiraciones de tantos años de labor
(i) Martín García Mérou: Recuerdos literarios. Buenos
Aires, 1 89 1.
ADVERTENCIA
literaria estén condenados d yacer ^^en el fondo
de esos vastos cementerios que se llaman períó-
dicos, donde las producciones reposan casi sin
epitafio '\ Quizás y aún sin quizás es mejor que
asi sea.
Pero las mismas razones que me indujeron á
consentir en la publicación de Un invierno en
Rusia, me obligan hoy á dar este volumen, en el
que no he reunido sino uno que otro articulo, de
épocas diferentes, si bien se refieren todos i co-
sas nacionales. De los capítulos de este libro po-
dría decirse, con verdad, que sint ut sunt vel
non sint, parodiando el dicho célebre.
No he querido intencionalmente hacer selección
ni obedecer á orden cronológico ó sistemático :
los " varios tomos " que pronosticaba el autor de
los Recuerdos literarios, arredrarían al editor
más audaz, en una tierra en que aún es asunto
problemático el saber si no se publican libros por-
que no hay lectores, ó si no hay lectores porque
no se publican libros, según la frase conocida.
8 RESEÑAS Y CRÍTICAS
V - , , ,
No he quei'ido tampoco rever los diveisos ar-
tículos que forman este libro. Rever lo publica-
do años atrás, es tarea ingrata é infecunda : el
criterio se modifica^ la edad misma nos hace
ver las cosas con distinto color ^ y hay hasta cier-
to punto una falta de respeto por la sinceridad
del juicio dé antes^ al querer someterlo a la
calma, quizá á la ecuanimidad rayana en indi-
ferencia^ que suele traer consigo el transcurso de
la vida. Por eso es una verdadera debilidad con-
sentir en esta clase de exhumaciones litera--
rias.
En Europa las producciones del espíritu se
conservan^ se pulen, se revisan^ se completan y
concluyen por publicarse más tarde con cariño
extremo : en América consideramos como un ac-
cidente el escribir^ lo hacemos, si, siempre que
podemos, con ¡1 luogo studio ed il grand' amo-
re de que hablaba el poeta, pero no conservamos
vanidad ni quizá el recuerdo de lo hecho. La
vida nos arrastra á la acción en sentido á veces
ADVERTENCIA
ian singular que no es posible preverlo de anie-
mano : es preciso que nos conformemos al medio
en que actuamos y á la atmósfera que respiramos.
De ahí la diversidad de criterio para juzgar un
volumen de esta Índole.
E, Q.
San Rodolfo, 1893.
RESEÑAS Y CRÍTICAS
EL CONGRESO LITERARIO LATINO- AMERICANO
Y EL '* AMERICANISMO "
^^^^ON motivo de la Exposición Continental de
\s.^ Buenos Aires, se proyecta celebrar un Congreso
literario latino-americano [i). Si puede lograrse que
(i> En mi calidad de director de la Nueva Revista, fui llamado para
formar parte de la Comistón que se proponía organizar un " certamen
literario" con motivo de la Exposición Continental Sud- Americana que
se celebrará en Buenos Aires del i^ de Marzo al !<* de Junio de i88a.
Aunque opuesto á la idea del certamen, por cuanto la historia enseAa
el poco resultado práctico que esa clase de torneos ha producido, estan-
do aún frescos los recuerdos de los Juegos florales celebrados aquí en el
año próximo pasado, creí deber aceptar, pero con el propósito de pro-
poner la realización de un ''Congreso literario'*, idea que me parecfa
I 2 RESENAS Y CRITICAS
tenga éxito feliz, se habrá realizado un progreso in-
calculable.
Es increíble el extraordinario aislamiento intelec-
tual de los paises latino-americanos entre sí : vivi-
más provechosa y factible. Lo hice, en efecto, y después de algunas
discusiones de detalle, fué aprobado completamente el referido proyecto,
que es como sigue :
CONGRESO LITERARIO LATIiNO-AMERICANO
Sesión de Buenos Aires (Del 37 al jg de Mayo 1882)
BAJO EL PATROCINIO DE LA CIUDAD DE BUENOS AIRES Y EN OCASIÓN DE LA
EXPOSICIÓN CONTINENTAL SUD- AMERICAN A
{Buenos Aires, /• Marzo- 1^ Junio)
INVITACIÓN
Con motivo de la Exposición Continental que tendrá lugar en Buenos
Aires, del 1° de Marzo al i* de Junio de 1883, se ha decidido convocar
una reunión de personas que se ocupan del estudio de la literatura,
historia y ciencias de la América Latina.
El objeto principal de este Congreso es proporcionar á los hombres
de letras que concurran á la Exposición, un medio fácil de formar ó de
estrechar relaciones literarias, á fin de hacer cesar, en lo posible, el la-
mentable aislamiento de las naciones latino-americanas en lo que á su
desenvolvimiento intelectual se refiere. Se trata de poner en contacto á
los hombres de letras latino-americanos, procurando que den á cpno-
eer el estado actual de la literatura, historia y ciencias en sus respecti-
vos paises. Será una reunión de verdadera confraternidad literaria, de
laque se reportarán incalculables beneficios.
En Europa, los congresos internacionales se repiten cada vez con
mayor frecuencia, y se aprovecha la celebración de las Exposiciones para
facilitar tan provechosas reuniones. Los Anales en que se publican los
trabajos presentados á dichos congresos, vienen asi á ser el compendio
del estado actual de tal ó cual ramo de los conocimientos humanos >
inútil es, pues, encarecer la importancia de estas reuniones, que para
• ••
• ••
• •
CONGRESO LATINO-AMERICANO I 3
mos como si nos encontráramos en los polos opues-
tos de la tierra, ignorando el escado de los conoci-
mientos en uno y otro país, y sin conocer ni lo que
se publica, ni lo que se trabaja, ni lo que entre
ios laríno-amerícanos son tanto más preciosas, cuanto que TÍven más
en contacto con la Europa, cuyos libros más recientes conocen, que con
cualquiera de sus vecinos, cuyos trabajos más notables sólo por ca-
sualidad recibe alguno que otro especialista.
Toda persona que se interese en esta reunión, puede ser inscrito como
miembro del Congreso, dirigiéndose á la Secretaria general, y envian-
do : I* su nombre, apellido y profesión ; a* su dirección exacta ; 3* la
suma de dos pesos fuertes como monto de la suscrición. Recibirá, á
vuelta de correo, la tarjeta de mlembru^ que da el derecho de partici-
par de todos los trabajos de la reunión, y de reclamar el volumen que
contenga los Anales de dichos trabajos .
ESTATUTOS DEL CONGRESO
I
£1 G>ngreso literario sud-americano tiene por objeto fomentar las
relaciones de los hombres de estudio latino-americanos, contribuyendo
al progreso de las letras de este continente, por medio de comunicacio-
nes relativas á la literatura, historia y ciencias de las naciones ameri-
canas.
II
Harán parte del Congreso, y tendrán derecho á todas sus publica
ciones, las personas que pidan una tarjeta de miembro al secretario
general. Se ruega á las personas que hagan este pedido, envíen con
exactitud la dirección de sus nombres, apellidos, profesión y dirección,
adjuntando dos pesos fuertes como monto de la suscrición. Esta can-
tidad podrá ser abonada hasta dos dias antes de reunirse el Congreso
en Buenos Aires.
III
Los trabajos cuya lectura exija más de itelnte minutos, serán entre-
gados á la Secretaria general^ la cual presentará al Congreso un rcsü-
14 RESEÑAS Y CRÍTICAS
nosotros se estudia. Entre los hombres de letras
latino-americanos no hay casi intercambio de ideas,
como no hay reciproco comercio de librería, ni se ha
logrado hasta ahora establecer mutua colaboración
men, sea escrito ú oral, que haga conocer el objeto del trabajo, sus pun-
tos culminantes y sus deducciones : los autores que envíen esta clase de
memorias deberán adjuntar al mismo tiempo un resumen substancial .
Los trabajos de los miembros que no pueden concurrir personalmente
al Congreso, deberán dirijirse á la Secretaria general, hasta el so de
Mayo.
A los autores que tomen personalmente parteen la reunión, seles
suplica sustituyan una exposición oral á la lectura .
IV
Los libros, manuscritos ú otros objetos presentados al Congreso, se-
rán entregados á la terminación de este« sea á la Biblioteca Pública,
sea á uno de los Museos Nacionales.
Toda discusión extrafia al objeto del Congreso queda terminante-
mente prohibida. £1 Comité decidirá qué trabajos han de ser publica-
dos en los AnaUs,
Los miembros tienen el derecho de presentar, con un dia de antici-
pación, cuestiones que no estén incluidas en el programa ; con este ob-
jeto harán su petición al Comité, el cual juzgará si pueden ser ad-
mitidas.
VI
El Congreso se compone : !<> de un Comité de honor ; a^ de un Co-
mité de organización ; 3" de miembros protectores ; 4* de miembros
adherentes.
El Comité de honor se compondrá de altos funcionarios ar^^entinos,
de los diplomáticos latino-americanos, y de los delgados de las na-
ciones americanas á la Exposición.
El Comité de organización estará compuesto de literatos y periodis-
tas argentinos.
CONGRESO LATINO-AMfiRICANO I $
en revistas ó periódicos. Coando se quiere estudiar
algo relativo á un país latino-americano, no se tiene
dónde recurrir para saber qué hay hecho sobre el
particular, ni con qué criterio debe elegirse entre los
Son miembros protectores los qae hagan donadón de euarmta
pesos fuertes como mimimmm.
Son miembros adheientes los que llenen las condiciones del aitl-
culo i.
VII
Las sesiones del G>ngTeso durarán tres días, el 97, 38 j 39 de Mayo,
7 tendrán lugar en la SdU de fiestas del Palacio de la Exposición. Cada
dia se celebrarán des reuniones, por la mafiana y á la tarde. El primer
día estará dedicado á la literatura latino-americana ; el segundo á la
historia, j el tercero á las ciencias.
VIII
£1 Comité de organiación publicará oportunamente la orden del
dia y programa de las fiestas que serán dadas al Congreso, cuyas se-
siones terminarán p<Nr un banquete.
PROGRAMA
{Rnmidm del 27 de Mayo)
LITERATURA
I. ¿ Cuál es el estado actual del movimiento literario entes patees la-
tino-americanos ?
II. Causas del aislamiento literario reciproco. Falta de venta del
libro americano. Remedios propuestos á este mal.
III. Cuadro del deaenTolvimiento ioteiectual en cada pais latino-
americano. Influencias extrañas á que ha obedecido. Escuelas litera-
rias. Tendencias dominantes. Relaciones mutuas.
IV. Los escritores americanos y sus editores. Carencia de estos.
V. La bibliografía latino-americana. Libros publicados. Primeras
impresiones.
í 6 RESEÑAS Y CRÍTICAS
libros que se han publicado. Este estado de cosas es
vergonzoso, y es deber de patriotismo el hacerlo
cesar.
Por eso es benéfica la tentativa de celebrar un Con-
VI. La literatura dramática americana y los teatros.
VIL El periodismo latino-americano. Importancia del diarismo : el
diario anónimo y el diario firnlado. Tendencias predominantes en la
prensa nacional y continental.
VIH. Las bibliotecas americanas. Su estado actual. Intercambios
literarios. Riquezas que contienen.
IX. Sociedades literarias. Su estado actual. Relaciones entre si.
(Reunión del 28 de Mayo)
HISTORIA
I. Estado actual de los estudios históricos americanos. Principales
obras publicadas. Carácter de ellas.
II. Publicaciones extranjeras sobre la historia de América. Criterio
con que deben juzgarse.
III. Historiadores americanos. Historiadores de la época revolucio-
naria. Influencia de los grandes partidos en los escritores contemporá-
neos. Materiales de q&e se dispone.
IV. El patriotismo en la historia. Polémicas internacionales. Las
grandes figuras históricas. Criterio con que deben estudiarse impar—
cialmente.
V. Problemas históricos fundamentales, internacionales, nacionales
y locales. Elementos para su estudio.
VI. Valor histórico de la prensa americana. Las monografías. Los
documentos oficiales publicados ó inéditos.
[Reunión del 2p de Mayo)
CIENC ¡AS
I. Estudio de las ciencias antes de la Independencia. Los' principa-
les escritores y sus trabajos de mayor importancia en las diversas
ciencias; qué influencia ejercieron en el dcsenvolvi'viicnto dentiíico.
CONGRESO UITINO-AMERICANO I 7
greso latino-americano, si bien es probable que no
tenga todo el éxito que seria de desear. Aunque no
sea sino un ensayo, se habrá adelantado con popula-
rizar la idea y facilitar el camino para la celebración
de otro con preparación más detenida, y sobre todo,
con mayores elementos .
La situación actual de la América Latina es poco
propicia para esta tentativa. La idea ha surgido de-
masiado tarde, pues en los tres meses que faltan
para la reunión del Congreso, no hay verdaderamen-
te tiempo de esperar cooperación decidida de las An-
tillas, de México, de Colombia, Venezuela, Ecuador
y repúblicas centro-americanas. Y sin embargo, es
sabido que en ninguna parte de América hay vida
II. Progreso de las ciencias desde la independencia hasta ahora. Aná-
lisis de las obras publicadas.
III. Análisis de las asociaciones científicas : beneficio que producen.
IV. Estudio físico de los países americanos, trabajos geológicos,
geognósticos, etc. La hidrografía y la orografía. La fauna y la flora.
Trabajos publicados ; exploraciones realizadas y resultados obtenidos.
V. La etnografía y la antropología americanas ; problemas discuti-
dos en los Congresos de americanistas de 1875, 1877, 1879 y i88t.
VI. ¿ El americanismo es una ciencia ? Publicaciones y sociedades
americanistas. Sabios americanistas.
VII. Las lenguas indígenas de América. Filología comparada. Lin-
güistas y libros publicados. Estado actual de estos estudios.
VIII. La ciencia jurídica americana. Estado actual de la codificación.
Escritores más notables. Comparación de las diversas legislaciones
latino-americanas. Sistema penitenciario latino-americano. Problemas
á resolver.
I 8 RESEÑAS Y CRÍTICAS
intelectual tan intensa como en Colombia, nación
inteligente y culta si las hay, donde existe una ver-
dadera generación de literatos, de poetas y de ha-
blistas de tan singular mérito y de tan sólidos estu-
dios, que la R. Academia Española ha encontrado
preparado el terreno para establecer una hija suya,
conocida hoy en el mundo de las letras por la ''Aca-
demia Colombiana ".
La malhadada guerra del Pacífico hace imposible
el concurso de los literatos peruanos y bolivianos, y
aun en gran parte de los chilenos.
Pero en el Brasil hay elementos poderosos para
concurrir con brillo á un Congreso Literario. Re-
cientemente se. ha celebrado una Exposición htstó'
rica en Rio de Janeiro, donde se han discutido mu-
chas cuestiones análogas á las del programa. En la
República Oriental, el Ateneo del Urugay es un nú-
cleo importantísimo donde convergen las inteligen-
cias más privilegiadas de aquel hermoso país. En
Chile hay vida intelectual activísima y sus fecundos
literatos necesitan sólo días para producir volumi-
nosos libros.
En la República Argentina la vida intelectual es
sumamente irregular : ni se conocen todos los que
cultivan las letras residiendo en la misma localidad,
ni tampoco tienen correspondencia los que viven en
CONGRESO LATINO-AMERICANO I g
distintas ciudades. En Buenos Aires hay considera-
ble cantidad de hombres de estudio, de publicistas
y de amantes de las letras : la política ó la vida so-
cial los separa y desune, esterilizando muchos tra-
bajos, alentando pocos é impidiendo una fecunda co-
operación. En Córdoba hay vida literaria activa, hay
un núcleo de jóvenes que en sociedades y periódicos
trabajan con ardor : — sus nombres son apenas cono-
cidos en la Capital. Y así sucesivamente podría ir
analizando pueblo por pueblo.
En estas circunstancias un Congreso literario la-
tino-americano, por sus tendencias más que por sus
miembros, es un terreno neutral donde^ desapare-
ciendo las diferencias políticas, sociales y religiosas,
pueden confraternizar los eruditos, los publicistas
y los estudiosos, formando ó estrechando relaciones
que han de ser sumamente fructíferas para el por-
venir. El programa, por otra parte, está concebido
en un sentido tan general, que cualquiera puede
presentar una monografía más ó menos extensa so-
bre muchos de sus puntos.
Si el Congreso Literario se realiza con brillo y
deja tras sí benéficos resultados, será un timbre de
honor para Buenos Aires ; si no queda de él sino el
proyecto, habrá cumplido su deber quien lo propuso
creyendo con eso llenar una necesidad sentida.
2 0 RESEÑAS Y CRÍTICAS
Hoy día todo el mupdo se preocupa del america-
nismo y de ciencia americanista ; se hacen increí-
bles trabajos sobre la América, produciendo un ex-
traordinario movimiento intelectual, al que queda-
mos extraños nosotros los americanos ; del que sólo
se dan cuenta muy pocos, y es lamentable y ver-
gonzoso que no contribuyamos á él. Para esto es
preciso antes que todo, conocernos mutuamente, en-
trar en fructífera relación literaria, darnos cuenta
del estado de la literatura, historia y ciencias en
nuestros respectivos países, hacer el inventario de
lo que hemos logrado realizar y señalar lo que de-
bemos emprender. Y para llegar á este resultado no
hay otro medio sino la celebración de un Congreso
literario latino-americano, con tendencias generales,
como el que se proyecta para Buenos Aires, es decir,
en el sentido de la ^^ literatura de la ciencia " ; ó sea
para dar un balance del estado presente del movi-
miento intelectual en la América Latina.
Pero se levantan objeciones de todas partes ; se
pretende que los Congresos internacionales no son
fructíferos, ni por su índole, ni por sus tendencias;
que aún es prematuro hablar de ciencia americanista,
y se llega hasta desconocer la existencia ó la legiti-
midad del americanismo. Conviene, pues, demostrar
que en el estado actual (Je la civilización, los Con-
CONGRESO LATINO-AMERICANO 2 1
gresos internacionales son el único medio provechoso
para facilitar un rápido progreso ; y que para los
americanos es esto tanto más indispensable cuanto
que debemos incorporarnos al movimiento america-
nista, con cuyo motivo se hace necesario una vez por
todas legitimar la existencia del americanismo como
ciencia.
A estos dos objetos tiende el presente articulo,
creyendo que de ese modo contribuye en algo al me-
jor éxito del Congreso proyectado, sin considerar ne-
cesario fundar un programa que se justifica por sí
mismo.
La multiplicidad abrumadora de las ciencias, la
increíble diversidad de los estudios, la difícultad
grandísima de uniformar los trabajos de los estudio-
sos en todos los puntos del globo, han hecho hasta
hace poco que el progreso fuera más lento, porque
había menos ayuda mutua ; que las indagaciones no
fueran tan provechosas, porque no es dado á un solo
hombre estar al corriente del movimiento intelec-
tual del mundo entero, no en las ciencias todas, pero
ni aún en su propia especialidad. De ahí resultaba
2 2 RESEÑAS Y CRÍTICAS
que espíritus superiores gastaban una vida entera
en resolver problemas que ya habían sido resueltos,
ó en buscar soluciones que hacía tiempo ya habían
sido encontradas. Para obviar á estas dificultades
innegables, forzoso era hacer posible el conocimiento
recíproco de estudios y conocimientos, y para eso
perfeccionar, completar y enriquecer esos arsenales
indispensables de labor intelectual : las bibliotecas
públicas. Pero esto no fué aún suficiente, pues ni
todos tenían cerca esos^tesoros, ni les era posible
disponer del tiempo requerido en consultas penosas
y largas : entonces se fundaron en todos los países
una serie increible de publicaciones, periódicas las
unas, irregulares las otras, abarcando primero va-
rios ramos del humano saber, obligadas después á
circunscribirse á determinadas especialidades, y que
llevaban al conocimiento del trabajador aislado, el
resultado de los estudios y las ideas de tanto sabio,
de tanto laborioso investigador.
Era ya mucho, pero aún no era suficiente. La vida
febriciente, agitada, rápida, imposible de seguir en
sus múltiples evoluciones, la vida del siglo xix, ne-
cesitaba algo más poderoso, más estimulante, más
decisivo: — y surgió fecunda y brillante la idea de
esas reuniones internacionales, donde .se conocen y
se juzgan los estudiosos todos de todo el universo.
CONGRESO LATINO-AMERICANO 2 3
donde se dá, por decirlo asi, balance á los conoci-
mientos existentes, se deciden cuestiones controver-
tidas, y se indican las rutas futuras en que se lan-
zan ardorosos los adeptos para contribuir triunfan-
tes al progreso común.
Los Congresos científicos caracterizan nuestra épo-
ca, se repiten hoy día con febril actividad y es in-
disputable el beneficio incalculable que producen,
los resultados prácticos que alcanzan.
Sé muy bien que se dice que no debe esperarse de-
masiado de los trabajos de asambleas reunidas ca-
sualmente por algunos días, porque las obras del
hombre para ser duraderas exigen más reflexión, más
estudios ^preparatorios, discusiones más profundas.
No basta golpear ligeramente con el pie cuando se
quiere destruir preocupaciones inveteradas, injusti-
cias, costumbres ó tradiciones que tienen medio si-
glo de existencia, sino más : para ello es necesario
armarse más vigorosamente, combatir con más tena-
cidad, y si el triunfo no es inmediato, perseverar en
la lucha hasta salir vencedores.
Es preciso ser demasiado escéptico para creer que
en nuestra época las cosas van tan ligero, que se
carece de tiempo para profundizarlas. Es verdad que
hoy el diario ha reemplazado al libro, los Congresos
de días á los concilios de meses, y que en todo lo que
24 RESEÑAS Y CRÍTICAS
emprendemos de más serio hay por desgracia algo
de dilettantismo.
Pero es inexacto é injusto tachar de estériles á
esos Congresos, á los cuales se viene con sólida pre-
paración, cada uno en su especialidad, trayendo de
todos los paises las pruebas del estado de adelanto
en que se encuentran las ciencias, dando á conocer
tantísimo trabajo, tantísima investigación, que, por
más meritoria que intrínsecamente sea, habría sin
esa circunstancia pasado desapercibida.
Allí, en presencia de las primeras notabilidades en
la materia, los sabios avezados y los noveles aspiran-
tes exponen sus ideas, dan á conocer sus estudios,
seguros en la ilustración del tribunal, y con la plena
convicción del triunfo, si están en la verdad, de la
sana crítica, si están en el error.
Cuántos trabajos de largo aliento, que reposaban
quizá sobre frágil base, han salido de esos Congre-
sos con sólidos fundamentos! Cuántas reputaciones
adquiridas por obscuros trabajadores, debido á su ta-
lento y su labor ! Y cuántas personalidades, rodea-
das de falsa aureola de gloria, han sido desacredita-
das, anuladas para siempre I
No son, pues, los Congresos reuniones simplemen-
te empedradas de buenas intenciones, para usar la
expresión bíblica, ni son estas hijas de la circuns-
COKCRESO LATtNO-AMERlCANO 2$
tanda, y si es verdad que se separan después de un
banquete en que se bebe calurosamente á. los futuros
Congresos, es porque dejan tras si luminosa huella,
y algo como un faro para los estudiosos todos.
Muchos curiosos, algunos dilettantes^ se encuen-
tran en esas reuniones, pero se ven también sabios
ya conocidos los unos, que se revelan recién los
otros.
Y es indubitable que ese choque de ideas, esc in-
tercambio de opiniones, esas disputas científicas, esos
trabajos valiosos, esos descubrimientos ignorados,
caracterizan nuestra era moderna : poco á poco, en
las cuestiones más arduas se forma una gran cor-
riente, compuesta de ideas á veces discordantes, tu-
multuosas otras, y que finalmente obti^e como re-
sultado el unir más estrechamente las inteligencias
y el precisar más científicamente los conocimientos.
Ninguna asamblea, ninguna discusión es absoluta-
mente estéril. Desde el momento en que los hom-
bres se reúnen para tratar de cosas humanas, debe
resultar una ventaja, próxima ó lejana, particular ó
general. Es, por lo tanto, bueno que las costumbres
protejan los Congresos : que la moda — si se quiere
— llame de todos los puntos del mundo á los hom-
bres inteligentes que ponen su labor y sus conoci-
mientos al servicio de una idea : sólo los que siem-
2 0 RESEÑAS Y CRÍTICAS
bran concluyen por recojer — es una verdad bíblica
de incontestable importancia.
Una vez reunido un Congreso, los sabios, los es-
tudiosos y aun los curiosos que han logrado poder
asistir, entran en mutua relación, estableciéndose
una amable cordialidad que facilita el intercambio
de ideas y de trabajos, resultando, por este solo he-
cho, un enorme beneficio para la ciencia, porque suá
adeptos, puestos en contacto, aprenden á apreciarse
y á conocerse mutuamente. Como esos Congresos se
componen de hombres de todas las naciones, el tri-
bunal es augusto, pues allí están reunidas las mejo-
res notabilidades de la ciencia, de manera que los
autores de trabajos ó de Memorias, se esfuerzan en
sabresalir lo más posible, pues saben que serán
apreciados inmediatamente sus méritos, y conocidos
al instante los resultados de sus largas vigilias.
Los libros publicados por particulares, por más
sabios y notables que sean, tienen siempre una cir-
culación más ó menos limitada, debido á mil causas
diversas, mientras que un trabajo serio comunicado
á estas Asambleas científicas, hace conocer inmedia-
tamente á su autor, y apreciar sus estudios. La
publicación posterior en los anales del Congreso les
asegura, por este solo hecho, un lugar en la biblio-
teca de los hombres más notables, quienes pueden
CONGRESO LATINO-AMERICANO 2']
entonces criticarlos ó hacerles merecida justicia.
Los Congresos internacionales son, pues, uno de
los medios más seguros del progreso: hacen conocer
entre sí á los hombres y apreciar sus trabajos ; ha-
cen además, algo como el inventario del estado actual
de la ciencia, y rechazando lo malo preconizan al
mismo tiempo lo bueno; de manera que son sus Ana-
les una especie de Manual indispensable de los estu-
diosos, para garantirles contra errores y para se-
ñalarles las verdades. Son un producto de la
moderna civilización, cuya más acabada manifesta-
ción forman. En esas Asambleas los hombres de to-
das las razas, clases ó creencias, discuten con la ma-
yor libertad, y sólo impera la ciencia, augusta c in-
flexible, distinguiendo lo verdadero de lo falso y
señalando nuevas rutas ú otras más adecuadas : la
igualdad más absoluta reina en esos Congresos, y si
algún privilegio hay, es sólo el del talento y el del
saber. Muy pronto se conoce el grado de conocimien-
tos de los miembros, ó el carácter científico de los tra
bajos, y es esta una de las mayores ventajas. Por
cierto que el solo contacto de tanto sabio, de tanto
hombre distinguido, contribuye también al perfeccio-
namiento de unos y de otros.
'
28 RESEÑAS Y CRÍTICAS
II
Pues bien, para nosotros los americanos, la cues-
tión es doblemente más interesante. El mundo cien-
tífico hace tiempo se agita con eso que ha dado en
llamarse americanismo y ha constituido sociedades
especiales y celebrado numerosos Congresos para
ocuparse exclusivamente de ^''ciencia americanista^\
i Qué se entiende, pues, por americanismo? Conviene
darse cuenta exacta del origen é índole de esa ciencia
de ayer, pero que ya es una ciencia.
La América asombra hoy día al mundo por sus
progresos increíbles, por los milagros que realiza.
Un mundo entero dotado prodigiosamente por la na-
turaleza, cubierto de bosques, cruzado de ríos, sem-
brado de montañas, lleno de minas ; clima ardoroso,
suave ó terrible; continente poblado por hombres de to-
das las razas y de todas las naciones, de todas las
creencias y de todas las clases, donde los desiertos se
convierten como por encanto en pobladas campiñas ;
ciudades monstruosas se levantan de la noche á la ma-
ñana ; ferrocarriles en todas direcciones, telégrafos
hasta en sus confines, rutas, canales, líneas de vapo-
CONGRESO LATINO-AMERICANO 2g
res ; gobiernos que se suceden unos á otros, á veces
con incomprensible rapidez ; ejércitos que pelean,
armadas que se destrozan, indios que invaden; inmi-
grantes pobres en^^iquecidos al otro día, colonias flo-
recientes por doquier, fábricas increíbles ; exposicio-
nes industriales, rurales y científicas ; — en una pa-
labra, un Proteo que cambia á cada instante de for-
ma, un camaleón que muestra á cada momento dis-
tinta coloración ; una mezcla monstruosa, tremenda,
que se agita, se revuelca, se destroza allí, florece
acullá, cambia de aspecto, asume cuantas formas es
dable imaginar, y constituye en definitiva un conjun-
to indefinible é incomprensible : algo como la ebulli-
ción de nuevas eras. Y en efecto, la América es el
mundo del porvenir, pero de un porvenir, cuya gran-
diosidad no nos es dado ni siquiera concebir, de un
porvenir cuya sola idea deslumbra, fascina.
La atención de los hombres pensadores del mundo
entero está fija en la América, porque en ella se ela-
boran actualmente los destinos futuros de la huma-
nidad. Por eso se nota una especie de fiebre por
conocer hasta en sus menores detalles, por apreciar
hasta en sus minuciosidades, esa entidad que aún
no es posible caracterizar con entera certeza.
i La América, como continente, es coetánea de la
Europa? Sus razas numerosas, diversas, civilizadas
30 RESEÑAS Y CRITICAS
t
hasta lo maravilloso unas, bárbaras hasta lo increí-
ble otras, de costumbres, de ideas y de creencias
tan distintas ; hablando lenguas misteriosas, sin co-
nexión alguna entre sí ; revelando orígenes distin-
tos, con fabulosas tradiciones que envuelven su pa-
sado en el enigma ; débiles ó cobardes las unas, va-
lerosas ó indomables las otras ; desapareciendo unas
al empuje de razas superiores, mezclándose altivas
otras con razas que sólo como á iguales consideran:
— ison esos pueblos primitivos, indígenas de la
América, auchtoch tonos ó no auchtochtonos^ es su
origen asiático, polinésico ó europeo? Y en esta sola
cuestión están ya comprometidos los problemas más
fundamentales, más interesantes de la moderna
ciencia : la teoría bíblica de la descendencia de una
sola pareja, la teoría darwiniana del desarrollo or-
gánico de las especies. La historia antigua de las
razas asiáticas, la etnografía, todo se encuentra
allí envuelto.
Pero no es esto sólo, i Sus lenguas múltiples y va-
riadas derivan de otras ó son simplemente auchto-
chtonas? ¿Son reductibles á una raíz común? La fi-
lología comparada tiene aquí una serie inmensa de
problemas que estudiar.
c Sus civilizaciones maravillosas y deslumbrado-
ras, sus razas superiores del Perú, de Yucatán, 4©
CONGRESO LATINO-AMERICANO 3 I
Bolivia, de México, cómo eran, qué constitución po-
lítico-social tenían, á qué principios obedecían, cuál,
en una palabra, su origen, su desenvolviento, su im-
portancia ? ...
i Qué antigüedad alcanza el hombre en América ?
c Els de origen terciario ó cuaternario? Y á esta sola
cuestión se une toda una serie interminable de pro-
blemas sobre la constitución geológica y geognóstica
del continente americano, sobre los restos que aún
nos quedan de la fauna y flora de épocas ya desapa-
recidas. La antropología, esa ciencia que brilla hoy
con tan inusitado esplendor, tiene ahí todo un vasto
campo de estudios y de exploraciones aún virgen
casi.
La paleontología, la craneología, y tantas otras
ciencias especiales encontrarán allí fecundísima fuen-
te de serias observaciones.
iQué influencia ejerció el medio americano sobre
la raza americana? i Por qué tan grande y radical di-
ferencia entre las razas americanas?
La América prehistórica, es decir, ante-colombia-
na, se presenta, pues, al estudio délos hombres inte-
ligentes preñada de misterios, envuelta en el manto
impenetrable de un pasado desconocido, dejando tras
de sí un largo rastro de templos y de ciudades, de
inscripciones y de libros, de instituciones y de ritos,
32 RESEÑAS Y CRÍTICAS
de tradiciones y de progresos, de razas y de ruinas,
que spn hasta hoy día un misterio indescifrable, un
enigma insoluble para los sabios del mundo entero.
Hace años que el mundo científico se conmueve pro-
fundamente y estudia con ardor esos múltiples pro-
blemas. Años hace que numerosos sabios se dedican
exclusivamente á descifrar esos misterios, y que di-
versas sociedades se ocupan especialmente de su es-
tudio. Y hace años que la ciencia ha ido esparciendo
tal reguero de luz sobre esos velos impenetrables,
que hoy día se sabe en parte lo que era ese mundo
desconocido.
El movimiento científico, gracias al impulso de se-
mejantes sabios, es hoy día tal, que las inteligencias
más ilustradas se reúnen periódicamente en Congre-
sos internacionales para comunicarse sus trabajos,
para someterlos al saludable criterio de mutua críti-
ca, y completarlos con las recíprocas investigaciones,"
á fin de resolver con admirable paciencia, uno á uno,,
el misterio de los innumerables factores de aquella
época, desdeñados con injusticia hasta ahora y rei-
vindicadas hoy con esplendor sus glorias.
Pero al lado de esas civilizaciones, de esas razas,
de esas lenguas exclusivamente americanas < qué in-
fluencia han tenido sobre ese mundo los pueblos del
continente europeo ?
CONGRESO LATINO-AMERICANO -) *)
La historia de la humanidad nos señala en casi
todas sus épocas, páginas misteriosas de sus grandes
pensadores, alusiones sibilíticas á otros mundos, pa-
sajes, en fin, que dan á sospechar esa influencia aún
hoy no conocida. Colón, ese genio admirable, ese es-
píritu sublime que descubriera la América, ignoraba
que acababa de descubrir un mundo ya descubierto ;
y que siglos atrás la raza escandinava mantenía re-
laciones y colonias con la parte del nuevo continente,
relaciones y colonias interesantes, curiosas, pero en-
vueltas también en nebulosas leyendas y cuya histo-
ria aún hoy día no está restablecida.
Después de Colón, la raza española, soberana á la
sazón del Universo, se precipitó sobre la América ; y
los aventureros, los buscadores de oro, los soldados y
los frailes, se mezclaron en confusa turbulencia con
los indios y sus ídolos, con las razas indómitas cuyas
conquistas le costara raudales de sangre, ó con las
tribus débiles que se sometieron mansamente á su
tiránico yugo. Y poco después, sacrificados los in-
dios, los ávidos conquistadores principiaron á dispu-
tarse entre sí el oro y las riquezas de un mundo que
no les pertenecía. Y después de la raza española, las
otras razas de la Europa á su vez se desbordaron so-
bre la tierra virgen, y rivalizaron todas en crueldad y
avidez, destruyendo y arrasando todo cuanto se opo-
34 RESEÑAS Y CRÍTICAS
nía á su paso, para fundar sobre aquellas ruinas, una
civilización más poderosa, más irresistible, más des-
lumbradora !
En seguida, tres siglos enteros de época colonial —
régimen español, inglés, holandés, portugués y fran-
cés — todos rivalizando entre sí en la práctica de la
más atroz, de la más bárbara, de la más impolítica
de las políticas : el sacrifício continuado de las colo-
nias en aras del mal entendido egoísmo de la metró-
poli. Tres siglos gimió la América bajo ese yugo tre-
mendo, hasta que al fin principiaron sus diversas
razas á sacudir las cadenas, que cayeron destrozadas
en medio del estrépito y del fracaso de guerras es-
pantosas y de luchas titánicas.
Una década después, las razas americanas libres
de aquellos grillos que hacían imposibles sus adelan-
tos, se constituyen y forman sociedades que se desa-
rrollan y progresan con increíble rapidez. Pero tres
siglos de esclavitud no desaparecen en diez años de
combates, — y fuera tal el esfuerzo de los oprimidos,
tal el desorden que aquella contienda homérica pro-
dujera, que varias décadas después aún se conmue-
ven con lastimosa frecuencia las jóvenes repúblicas :
los fuegos del volcán que fuera necesario encender
para su independencia, hacen erupciones cada vez
más débiles, cada vez más raras, que van desapare-
CONGRESO LATINO-AMERICANO 3$
ciendo poco á poco, no quedando de la ardiente lava
sino casi apagadas cenizas.
Y en medio de esas convulsiones lógicas, irreme-
diables, el desarrollo ha sido tal, el progreso ha al-
canzado un desenvolvimiento tal, que hoy día la
América es el país de las maravillas, el país del cos-
mop->litismo, la fragua del porvenir I...
Se vé, pues, qué increible multiplicidad de proble-
mas solicitan imperiosamente ser estudiados, ser pro-
fundizados ; se comprende qué interés tan vivo tienen
las viejas sociedades en conocer á fondo este mundo
nuevo, se alcanza la razón de ser del movimiento
americanista, y se comprende que cerniéndose en
las regiones elevadas de la ciencia, haya pasado algo
desapercibido para nosotros los americanos, á quie-
nes más que á nadie interesa.
Ahora bien, {cuál ha sido el movimiento america-
nistce en Europa? cqué resultado ha producido? < qué
repercusión ha tenido en América ?
Hace 24 años, un grupo de sabios distinguidos se
reunía en París con el objeto de formar una sociedad
de arqueólogos, geógrafos, historiadores y viajeros
que bajo el nombre de Sociedad Americana de Fran-
cia, contribuyera al progreso de la etnografía, de la
lingüística, de la geografía, y de la historia civil y
natural del Nuevo Mundo.
30 RESEÑAS Y CRÍTICAS
i Qué se proponía una sociedad fundada por sabios
y cuyo círculo de acción parecía tan limitado? Aunar
los esfuerzos aislados de tantísimo estudioso, para
llegar á un conocimiento más perfecto de la historia
y de las razas de América, tan poco explorada bajo
esa faz hasta entonces ; para después publicar una
colección de gramáticas y de diccionarios de las len-
guas indígenas de América, por cuanto la extremada
rareza y elevado costo de la mayor parte de esas
obras, habían sido los principales obstáculos para
los estudios americanos. La sociedad se proponía po-
ner esos libros en manos de todos los estudiosos,
vendiéndolos á precios módicos ó donándolos en caso
necesario, á fin de aumentar así el número de los
adeptos de la ciencia americana.
No contenta con ello se propuso fundar varias cá-
tedras de historia, de arqueología y de lengüística
americana, á fin de abrir nuevo campo de acción á los
sabios que se consagraban especialmente al estudio
de América, y de facilitar á los indagadores los me-
dios de iniciarse en tan arduos trabajos.
Además dirigió sus esfuerzos á fundar cuatro Mu-
seos fuera de París, á semejanza del Museo de Saint-
Germain, y que serían: i° Museo mexicano; 2° Pe-
ruano y de la América del Sud ; 3* Etnográfico de
la América del Norte; 4* de las Antillas.
CONGRESO LATINO-AMERICANO 37
Los propósitos de la asociación, no podían, pues,
ser más laudables ; más vastos y más completos.
En 1867 \sL Sociedad Americana propuso en Lon-
dres la idea de una conferencia internacional de ame-
ricanistas, bajo la presidencia de M. Martin de Mou-
ssy y del sabio inglés W. Bollaert.
La guerra franco-alemana de 1870-71 casi des-
truyó tan floreciente asociación, dispersando sus
miembros en todas direcciones. Pero en 1873 el
esfuerzo enérgico de unos cuantos sabios distingui-
dos la volvió á levantar de su postración.
El primer Congreso Internacional de orientalistas
que se reuniera en septiembre de 1873 en París, ci-
tándose para Londres en 187 >, obtuvo un éxito ex-
traordinario en relación á la naturaleza especial de
sus estudios, y reunió una gran cantidad de docu-
mentos científicos de primer orden, que se publica-
ron en sus Anales. Esa gran reunión internacional
tuvo además, como consecuencia, el hacer conocer á
numerosos sabios hasta entonces obscuros.
De ahí nació la idea fecunda de organizar un Con-
greso Internacional de todos los sabios y estudiosos
que se ocupan de la arqueología y de la etnografía
del Nuevo Mundo. El impulso, la idea y su realiza-
ción fueron la obra exclusiva de la Sociedad Ameri-
cana de Francia, secundada en tan gloriosa empresa
38 RESEÑAS Y CRITICAS
por hombres como el barón de Dumast y Luciea
Adam.
Desde el primer Congreso Internacional de Ame-
ricanistas celebrado en Nancy en 1875 (li, han teni-
do lugar el de Luxemburgo en 1877, el de Bru-
selas en 1879 (2) y el de Madrid en 1881. En to-
dos ellos se han discutido cuestiones importantísi-
mas, y es recién ahora que el americanismo^ ó sea
la rama de los conocimientos humanos que se ocupa
del estudio de todo lo que se refiere á América (espe-
cialmerile su arqueología y etnografía) ha recibido
verdaderamente su carácter científico. Los trabajos
fructíferos pero aislados de la Sociedad Americana
de Francia, no habían logrado dar una forma estric-
tamente científica á investigaciones tan laboriosas,
(!) He historiado detenidamente los trabajos del " americanismo ",
sobre todo de los Congresos de 1 875-1 877, en la Revista de Cien-
cias, Artes y Letras (t. I, n»» 2 y ?, p. 126-148 y p. 202-219), Buenos
Aires, abril 15 y mayo 15 de 1879, por cuya razón no volveré sobre
lo mismo. Además, es sabido que cada Congreso ha publicado el
Compte-rendu de sus sesiones, en lujosas ediciones bibliográficas, por
la casa Maisonneuve de París, tan conocida de todos los aficionados
á libros sobre América.
(2) Tuve el honor de tomar personalmente partéenoste Congreso,
donde presenté una memoria de mi padre, sobre hs primeras impre-
siones de la América Latina. Véase: L'imprimeris et les livres dans
VAmirique Espagnole au XVI^.XVIh et XVIIl'siécle. Discours pro-
noncé au Congrés International des Américanistes (3™^ session), séance
du 2¿\ septzmhre iS^j^, au Palais des Académizs, á Bruxelles, par
Ernesto Quesada (Bruxelles, i v. in 8<* de 34 páginas ).
CONGRESO LATINO-AMERICANO 39
á estudios tan pacientes, á tareas tan minuciosas.
La gloria de haber creado, de haber cimentado sóli-
damente los estudios americanistas, corresponde á
los sabios decididos que acometieron la empresa de
reunir un Congreso de adeptos á una ciencia que
aun no existía.
La América debe tener por esos hombres profun-
da estimación y particular distinción ; pues dedican
sus vigilias á explorar detenidamente su historia tan
desconocida todavía. Por eso los estudiosos ameri-
canos deberían concurrir á esos torneos internacio-
nales y celebrarlos en sus propios países, pues se
trata de su patria, á cuyo conocimiento debieran con-
tribuir con un contingente más ó menos grande.
Hé ahí, pues, la razón de ser del americanismo
científico y del movimiento americanista europeo.
i Qué elementos tenemos para incorporarnos á él ?
i Con qué sabios ó estudiosos contamos para contri-
buir á su adelanto } i Cuál es el estado actual de los
estudios que á ellos se refieren, tanto entre nosotros
como en el otro continente ? En una palabra, es-
tán estudiando la tierra en que vivimos, las razas
de que descendemos, los monumentos que nos ro-
dean, todo lo que encierra el continente americano,
cuyo perfecto conocimiento tiende á resolver las más
arduas cuestiones de la ciencia humana, trazando
4 o RESEÑAS Y CRITICAS
la fíliacíón del hombre sobre la tierra y solucionando
así esos problemas misteriosos de que hasta hace
poco las religiones sólo se ocupaban— y nosotros, los
hijos de este suelo, los más interesados en su estu-
dio, en saber nuestra historia, nosotros, á quienes toca
el deber de descollar en semejantes investigaciones...
y bien ! permanecemos indiferentes, aislados, sin au-
nar ni siquiera conocer nuestros respectivos esfuer-
zos !
A modificar este estado de cosas tiende el proyec-
tado Congreso literario latino-americano, germen
que será fecundo, pues si no es posible su realización
para la Exposición Continental de Buenos Aires, que-
da la esperanza de que lo sea más ó menos próxi-
mamente en alguna capital sud-americana.
Marzo de 1883.
II
LAS UNIVERSIDADES ARGENTINAS
su CONSTITUCIÓN ORGÁNICA
Memoria presentada al Congreso Nacional de 1881 por el Ministro de
Justicia, Culto é Instrucción Pública, doctor don Manuel D. Pi-
zarro. — Buenos Aires, 1881, en 8*, de 51 páginas.
La vorágine de las producciones intelectuales es
realmente aterradora. Un día que pasa acumula de
tal manera la labor, que al cabo de un cierto tiempo
es ya imposible observar un método ó una regla
equitativa. Lo que apasiona la curiosidad durante
una semana, está ya olvidado pocos días después, por
manera que siempre parece que se refiere uno á co-
sas ha tiempo acaecidas. Y sin embargo, si es exacto
lo que ha dicho Goldsmith : *' una mujer que es pre-
ciso guardar, no merece ser guardada ", no es menos
verdadero que un libro del cual es preciso hablar in-
42 RESEÑAS Y CRÍTICAS
mediatamente, que es indispensable juzgar en el
minuto, — porque un instante después nadie se
acuerda de él, — no merece en realidad el honor de
ser juzgado. Los buenos escritores, se ha dicho con
razón, son pacientes porque conocen que son, sino
eternos, por lo menos duraderos.
Algo de osto pasa con la Memoria del Ministro Pi-
zarro. Tiempo hace que se han apagado los ecos del
ruido que en la prensa y en la pública opinión hi-
ciera este documento oficial — notable ala verdad,
siquiera por su ruda, pero agradable franqueza —
que ha sido por unos tachado de ultramontano,
acusado por otros de radicalismo centralista ; alaba-
do sin reserva por estos, en parte censurado por
aquellos. Y, con todo, estimo que esta producción no
es de aquellas que se contentan con esos empala-
gosos aplausos de las crónicas de diario, que se apre-
suran á concederles todos los méritos posibles, '' sin
haber tenido aún el tiempo de hojearlas", como con
involuntaria ironía suelen decir los burlones noti-r
cieros.
El momento, debe confesarse con lealtad, hace que
aquel documento tenga quizá mayor actualidad que
la que por lo general gozan los escritos de ese géne-
ro, destinados por lo común á ilustrar la opinión de
legisladores que bien se cuidan de leerlos, y merecien-
LAS UNIVERSIDADES ARGENTINAS 43
do sólo la atención de alguno que otro raro aficionado
á rastrear la pobre verdad, las más de las veces dis-
frazada con un vistoso oropel de cifras y palabras en-
gañadoras. La Memoria del doctor Pizzarro tiene ese
mérito indudable : desdeñando el sistemático método
de la mentira oficial, siempre optimista, sempiterna-
mente color de rosa — campea en ella una franqueza
que no trepido en calificar de brusca, pero benéfica.
Quizá alguien encuentre en ella demasiados vestigios
de una retórica que se pretende declamatoria, mas
yo sólo observo que toma por norma el decir la ver-
dad, aunque lastime esc falso patriotismo que con-
siste en cerrar los ojos á la realidad, y creer que todo
entre nosotros ha alcanzado la más hiperbólica per-
fección entre todas las perfecciones posibles.
El tener el coraje de decir verdades amargas desde
las cumbres del poder, y en presencia de un parti-
dismo ciego ó de una oposición sistemática, es real-
mente un raro valor en nuestros hombres públicos,
porque no es el carácter ciertamente lo que más
distingue á los que ansian los favores de la multitud
ó el aplauso de los partidos.
Propóngome solamente examinar á la luz de tan
inusitadas revelaciones el estado de la enselñanza
superior en la República, siquiera en mérito del in-
terés que ofrece la cuestión universitaria argentina,
44 RESEÑAS Y CRÍTICAS
en vista de la próxima organización definitiva de
las dos grandes Universidades nacionales. La de
Córdoba ha presentado, en efecto, un proyecto de
Estatuto orgánico, y para la de Buenos Aires acaba
también de hacerse otro tanto; pronto, pues, se resol-
verá para muchísimo tiempo ese gravísimo problema,
por lo que conviene conocer el estado de la cuestión
que va á debatirse.
Pero la enseñanza superior está tan íntimamente
ligada con la secundaria y ésta á su vez con la pri-
maria, que se encadenan y confunden de manera
que se hace necesario englobarlas á todas en la mis-
ma consideración. No quiere esto decir que preconize
el absoluto centralismo que bajo la irregular deno-
minación de '* Universidad de Francia " abraza en
aquel país las tres ramas de la pública instrucción ;
quiero por el contrario que estén claramente separa-
das las unas de las otras, pero sin negar por ello que
son tan correlativas que es imposible el progreso de
la una sin el de las demás.
Acertado está el Ministro, por desgracia nuestra,
en deplorar el relativo abandono de la enseñanza
primaria — acerca de la cual siempre han habido
palabras y teorías, pero pocos hechos — y de la
secundaria, en busca del oropel brillante que ofrece
generalmente el lustre de la instrucción superior.
LAS UNIVERSIDADES ARGENTINAS 45
Sólo se ha atendido hasta ahora á las carreras libe-
rales — abogacía y medicina — y en los últimos
tiempos á la ingeniería, puesto que las ciencias
físico-naturales florecen mísera y precariamente»
manteniendo poniposas Academias Nacionales y des-
lumbradoras Facultades de Ciencias, casi sin estu-
diantes y aún sin oyentes ! Se ha hecho mucho por
el ruido, se han gastado ingentes sumas para mere-
cer encomiásticos editoriales, y se ha empleado la
reputación europea de un especialista, para cantar
en elevadísimos tonos los milagros transfor mistas
que ha operado en este paciente pueblo el maravi-
lloso desarrollo de la pública instrucción, á juzgar
por el llamamiento de sabios extranjeros, retenidos
en el país gracias á sueldos colosales — ... para no
tener discípulos á quienes enseñar ! — y de estable-
cimientos lujosamente científicos, como el notabilísi-
mo Observatorio Nacional de Córdoba — ...donde
no hay un solo argentino ni siquiera de portero —
y de altas Escuelas técnicas, como la de Ingeniería
en San Juan — ... donde, como lo revela el Ministro
¡pág. 2o¡, los profesores para mantener el único
alumno que tienen, se ven forzados á cederle la mi-
tad de sus sueldos I Y sin embargo las cifras oficia-
les son abultadísimas, los informes oficiales elocuen-
tísimos, — < no habría algo de estrategia electoral
40 RESEÑAS Y CRÍTICAS
en ello > — todo, en una palabra, se expresa en el
más subido tono del más abusivo uso del superla-
tivo. M. Hippeau compulsa esos datos,, y los cree —
ccómo había de suponer su exageración, siendo
oficiales ? — y escribe un libro tan laudatorio, que
al menos prevenido se le viene á las mientes que
allí debe haber alguna mistificación.
El Ministro actual reacciona contra ese fatal sis-
tema de los falsos mirajes, pero quizá en razón misma
de la fuerza de la acción que ha debido resistir,
retrocede demasiado, y se expresa con un pesimis-
mo, quizá no del todo justificado.
Está bien que concluya este eterno y desconsolador
sistema de la farsa pública, creyendo engañar á la
Nación y á la opinión extranjera con frases más ó
menos huecas ; pero no es necesario por ello arro-
jarse en el extremo opuesto.
Debe decirse con lealtad que hasta ahora se han
fomentado sólo las carreras universitarias, conside-
rando erradamente que la educación secundaria de-
bía ser únicamente de preparación para ingresar en
aquellos altos institutos. De ahí que los Colegios
nacionales — repartidos con una profusión exage-
rada, pues se han esterilizado ingentes sumas por
satisfacer preocupaciones locales — sean únicamente
establecimientos de cursos preparatorios, y de ense-
LAS UNIVERSIDADES ARGENTINAS 47
ñanza, por lo tanto, clásica : es decir, algo análogo
á lo que en Alemania se conoce bajo el nombre de
'' gimnasios ", pero no lo es menos que ambos ra-
mos de la instrucción deben estar proporcionados
los unos á los otros.
En un país — nuevo, feraz, privilegiado y casi
inexplotado como el nuestro — era imprescindible
fomentar esas admirables Escuelas técnicas que
tanto florecen en Alemania, y que están dedica-
das á la ingeniería, otras á la minería, y así en
seguida. Pero estas Escuelas técnicas necesitan
igualmente una preparación especial, y á eso tien-
den las real schulen alemanas, donde la educa-
ción secundaria prescinde por completo del clasi-
cismo, y se apoya en las ciencias naturales y en los
idiomas vivos. Pues bien, esto — que es el a, b, c,
en todas partes — no ha sido comprendido entre no-
sotros: entró el furor por las Escuelas técnicas, ysc
fundaron de Agronomía en varias provincias, com-
prando magníficas " quintas normales " — que, como
la de Tucuman, abandonada hoy, casi no puede al-
quilarse!—y se plantearon escuelas de Minería y de
Ingeniería, sin preocuparse en lo más mínimo de las
"escuelas reales", ó preparatorias especiales, cre-
yendo que los alumnos iban á reclutarse por obra y
gracia de Aladín — el ch iquillo de la maravillosa
48 RESEÑAS Y CRÍTICAS
lámpara, - ó más bien dicho, sin imaginarse la po-
sible necesidad de semejantes establecimientos. Cla-
ro está : al poco andar, sin saber por qué, hubo que
cerrar varias de esas Escuelas ; que dejar tirados por
el suelo costosísimos instrumentos técnicos — que
habían costado un dineral — abandonado á su triste
hado, lujosos edificios y bien organizadas quintas,
para que, con el andar del tiempo, se señalaran esas
ruinas como convincente prueba de la existencia de
poca prudencia administrativa. Y las raras Escuelas
técnicas que aún subsisten llevan una vida tan en-
fermiza y tan precaria, que pronto morirán de ina-
nición, en medio de la indiferencia del publicó, para
el cuál podrá quizá desacreditarse tan benéficas ins-
tituciones, i No es acaso lamentable que todo un Mi-
nistro diga al Congreso que hay Escuelas técnicas
que tienen 6 asignaturas, 'j profesores y 2 alum-
nos ?... ¡ Dos alumnos, en toda una Escuela de Inge-
niería ! Eso se llama malgastar el dinero del pue-
blo, despilfarrar el tesoro común ! Con lealtad d^be,
sinembargo, confesarse que estos tristes resultados
no son la culpa de los que de la materia se han
ocupado anteriormente entre nosotros, pues más
bien provienen del exceso de celo y del encegue-
cimiento de patriotismo. No hay tampoco que ol-
vidar que nada es tan fácil como criticar, cuando la
LAS UNIVERSIDADES ARGENTINAS 49
experiencia ha fallado ya de una manera inexorable.
Grande será, pues, siempre el honor de los que
crearon ó innovaron, pero esto no implica que no sea
imprescindible corregir.
cCómo pueden prosperar las escuelas técnicas, si
no hay establecimientos de enseñanza secundaria
adecuados r O se cree que de los colegios nacionales
caque se les enseña latín, literatura é historia, con tin-
turas superficiales de ciencia, pueden salir alumnos
con preparación suficiente para|seguir cursos de cálculo
diferencial é integral, de álgebra superior, mecánica
ó construcciones ? Esto es tan evidente que no necesi-
ta demostración. Se buscará en vano, con todo, que
lo indique la ^' Memoria " .
Quéjase la ''Memoria", y con sobradísima razón,
de que los colegios nacionales sean poco frecuenta-
dos, ó de que su nivel intelectual sea relativamente
bajo. Triste es confesarlo, pero desgraciadamente así
es. La culpa, dice el Ministro, la tiene la instrucción
primaria, demasiado deficiente. Convenido.
Causa asombro presenciar el reclutamiento de
alumnos en los colegios nacionales. Preséntanse chi-
quillos, inteligentes los unos, más limitados los otros,
que no tienen aún ese ligerísimo desarrollo necesario
para comprender una sencilla explicación. Deben exa-
minarse en escritura, lectura y cuentas. Los más es-
4
50 RESEÑAS Y CRÍTICAS
cribea pésimamente, con esa letra grande é irregu-
lar del principiante; leen sin puntuación alguna y
por lo tanto sin comprender lo que leen, y suman y
restan á duras penas, multiplicando y dividiendo en
virtud de extraordinario esfuerzo, pero aún asimis-
mo, sin conseguir leer una cantidad crecida cualquie-
ra. Las mesas examinadoras son demasiado bonda-
dosas, los rectores están interesados en que se abulte
el número de educandos — abreviando, se les admi-
te... i Qué van á comprender los pobrecillos de arit-
mética, de historia, de geografía física — que esto se
enseña en primer año — de gramática castellana, de
francés y de tantísima otra asignatura con que se
llena á esas cabezas infantiles, sin preparación, sin
solidez y sin criterio? Los mejores, no compren-
diendo, se apresuran á aprender todo de memoria, —
y resulta que la enseñanza verdadera es en esas con-
diciones punto menos que imposible. La paciencia
del profesor se gasta en lucha tan desigual, y concluye
por reemplazarla un cierto indiferentismo, que sin
querer se contenta con fomentar unos cuantos memo-
ristas, para que en la época de exámenes repitan co-
mo papagayos las palabras sacrosantas del texto !
De ahí que, por regla general, sólo una cuarta parte
de los alumnos que ingresan á los colegios nacionales
logran pasar á las Universidades, y de tan reducido
LAS UNIVERSIDADES ARGENTINAS ^ I
número sólo una tercera pane termina sus cursos
superiores ! Y aquellos pocos que ingresan á las Uni-
versidades lo hacen con la base de sus primeros es-
tudios mal hechos, y con la fatiga indiferente que
causa la inmensa variedad de materias de las que no
es á la verdad posible conocer sino la superficie, para
brillar en unos pocos minutos de examen^ simulando
poseer serios y sólidos conocimientos. Todo esto es,
pues, un falso miraje.
Resulta, además, otro grave inconveniente. Los
que con amor se dedican á la ruda pero fecunda ta-
rea de la enseñanza, necesitan armarse de extraordi-
nario coraje para afrontar esta situación : verdad es
que el profesorado es una vocación, y que si en esa
carrera erizada de dificultades el desaliento suele ser
frecuente, también es grande el legítimo orgullo de
haber podido contribuir á formar la ilustración délas
generaciones siguientes : — ahí está la ambición del
verdadero profesor, ahí también su recompensa. Pe-
ro estos son la excepción y no hay sino leer los infor^
mes de los rectores de los colegios nacionales, para
ver repetida en todos los tonos la sempiterna queja
de que el cuerpo de profesores está mal compuesto,
causa que influye en el decaimiento del nivel intelec-
tual del colegio. Y como la instrucción superior no
ofrece restricción alguna de edad, — cosa que sucede,
5 3 RESEÑAS Y CRÍTICAS
sin embargo, en todas partes, — los mal preparados
alumnos de los colegios nacionales, en mérito de sim-
ples certificados, se incorporan á aquella.
Desgraciadamente de ahí resulta que nuestras Uni-
versidades estén próximas á ofrecer el desconsolador
espectáculo con que la Universidad de Madrid hizo
decir á don Manuel de la Revilla, hablando de los es-
tudiantes madrileños: ** Son en su mayoría chi-
quillos desprovistos de juicio, de educación y de há-
bitos universitarios, cuyo mayor empeño se cifra en
convertir la clase en una plaza de toros" ( i). La alta
enseñanza científica es imposible con semejante au-
ditorio, y éste, falto de la necesaria preparación para
comprender á sus profesores, concluye por cansarlos
y obligarlos á que bajen el nivel de la enseñanza,
convirtiendo el curso universitario en una clase de
preparación para el examen. Triste es decirlo, pero
es la verdad : la mayor parte de nuestros profesores,
salvo honrosas excepciones, se han visto contra su
voluntad reducidos á desempeñar el papel de los re-
fetidores franceses, maestros que sólo tratan de adies-
trar al alumno en las respuestas á las preguntas del
programa.
(i) Véase La Instrucción Pública, del 15 de octubre de 1875,
Madrid.
LAS UNIVERSIDADES ARGENTINAS 53
Como se vé, sucede con la instrucción superior re-
lativamente á la secundaria, análoga cosa á lo que
acontece á esta última con respecto á la primaria.
Los eslabones de la cadena forman, pues, un com-
pleto engrenaje. Pero el resultado definitivo es que
el nivel intelectual baja, y en proporciones desconso-
ladoramente aterradoras. Luego, pues, el mal hay
que curarlo en su misma raíz, reformando la instruc-
ción primaria en toda la República . — c No es acaso
vergonzoso que en Montevideo, un país tan entrega-
do á la crónica anarquía, las escuelas primarias sean
un verdadero modelo por su organización y por su
método, y que los niños que concluyen allí su inicia-
ción, sean más reflexivos é instruidos que la mayoría
de los alumnos de nuestros colegios nacionales }
Pero aquí se presenta una grave cuestión: cqué
puede hacer el Gobierno Nacional en la instrucción
primaria, desde que ésta depende de las autonomías
provinciales? El doctor Pizarro estima que el artí-
culo 5* de la Constitución no implica la prescindencia
del Gobierno General, y que, por el contrario, com-
binando aquella disposición con el artículo 67 y la
ley de 2 5 de septiembre de 1 87 1 , resultaría que con-
trariamente á lo que se piensa, corresponde al Go-
bierno Federal una superintendencia diligente sobre
el estado de la instrucción primaria en cada provincia.
54 RESEÑAS V CRÍTICAS
debiendo uniformarla en toda la Nación, por medio de
reglamentos y planes de estudio generales. No nece-
sito decir que no todos piensan, por cierto, del mis-
mo modo ; ni yo me atrevería á declarar tanto, por-
que parece que en la armonía del sistema representativo
federal, las autonomías locales están directamente en-
cargadas de satisfacer sus necesidades inmediatas, —
c y cuál mayor que la educación común ? — por mane-
ra que cuando más, la intervención del poder general
sería subsidiaria y á título de fiscalización del empleo
que se da á los auxilios pecuniarios con que favorece
su desarrollo.
Nadie ignora cuánto se ha perorado, escrito y gri-
tado entre nosotros en favor de la educación común
obligatoria y gratuita ; ni puede tampoco negarse que
se han formulado bellísimos planes y lógicos regla-
mentos, desplegando gran lujo de teórica erudición.
No quiero que se me tache de exajerado (i). En
1869 — época del único censo nacional — con cu—
rrían á las escuelas 82,689 niños, quedando sin ellas
330,770. En 1878 asistían 1 14,780, quedando en
la ignorancia 438,620 y habiendo, por lo tanto,
107,850 niños sin escuela más que en 1869. Y coma
(i) Los cifras que cito en el texto son oficiales. Véase el /»/brm«
de la Comisión Nacional de Educación al Ministerio de Instrucción
Pública, Buenos Aires, 1879.
LAS UNIVERSIDADES ARGENTINAS ^ $
la población de la República se calcula en 2. 457. 455
habitantes, resulta que hay un niño en la escuela
por cada 21,41 almas. Según el censo escolar de
1876, había en las 14 provincias argentinas 1769
escuelas, de las cuales 237 tenían edificio propio y
1229 estaban funcionando en casas particulares,
merced á fuertes alquileres. En la capital de la Re-
pública— con más de 250,000 almas — sólo hay
una escuela con edificio propio y adecuado I... He ahí,
pues, el quid: el Ministro revela que *' estamos re-
cién por saber si deberemos ó no tener edificios ade-
cuados para escuelas de primera enseñanza, ó si és-
tas habrán de vegetar eternamente en nuestras casas
de vecindad, ó en el rancho de nuestras campañas,
siendo objeto de terror y de muerte para el niño que
frecuenta aquellos lugares sombríos y malsanos"
(página xii). Cómo! ¿recién se está ahí?... Bien
pobre resultado para veinte años de fantasmagóricos
discursos, y de bien redondas sumas de dinero em-
pleadas en...? I
Y sin embargo, cunde entre nosotros una escuela
política — sofística enhorabuena — que sostiene que
el Estado'no tiene derecho para sufragar la educación,
sino hasta el límite necesario para hacer comprender
los deberes de ciudadanos en un país libre, goberna-
do por el sufragio popular : la educación común es.
$6 RESEÑAS Y CRÍTICAS
por lo tanto, suñciente. Además, la enseñanza secun-
daria — y con mayor razón la superior — no aprove-
cha sino á un pequeño número de individuos y la
mayoría no saca de ella beneficio alguno : es, pues,
injusto emplear en ella el impuesto de todos.
Paréceme inútil demostrar lo errado de semejante
sofisma — del que están imbuidos muchos de nues-
tros hombres públicos — pues la enseñanza primaria
depende absolutamente de la secundaria y superior,
de la que saca su personal docente y un constante
estimulo; además de que gracias á ellas, el Estado y
la sociedad adquieren representantes capaces en to-
das las clases.
Obedece á esa doctrina la poca benevolencia con
que algunos miran á las Universidades, considerán-
dolas como instrumentos de privilegio que los estu-
diantes mismos debían costear. Este es un error que
ha de llegar la ocasión de discutir, porque parece
pugnar por influir en la próxima reorganización uni-
versitaria argentina. Si la argumentación en que se
basa fuera sólida, lógicamente habría que suprimir
los hospitales y los hospicios, puesto que no aprove-
chándolos la mayoría del pueblo, no sería justo fue-
ran mantenidos con sus impuestos!...
Por manera que se querría que el Estado mezquine
su protección á las Universidades — que entre noso-
LAS UNIVERSIDADES ARGENTINAS 5 7
tros no tieaea recursos propios, fuera de los relativa-
mente insignificantes de matrículas y diplomas — en
mérito de una educación común, para la cual — i ver-
gonzoso es confesarlo! — no hay hasta ahora edificios
adecuados, y que adolece de tantísimo vicio, que el
Ministro se ha visto obligado á decir: *' nosotros no
tenemos que reformar, sino que crearlo todo en este
ramo"! (página xv).
Los partidarios de tan funesta doctrina señalan á
los Estados-Unidos, pero nadie ignora que si allí casi
todo el mundo sabe leer y escribir, el nivel intelectual
de la Nación es por lo general bajo, causa á la cual
atribuyen los críticos su relativa esterilidad en gran-
des hombres que descuellen en las letras ó en las cien-
cias. Reina allí demasiado el humhug en todas las
esferas sociales, para que no se haya contaminado
también la enseñanza ; efectivamente, la mayor par-
te de las tituladas Universidades son tal vez empresas
mercantiles para conceder diplomas y certificados al
que mejor los pague, — deplorable estado que los
norte-americanos no niegan en manera alguna (i).
Es un deber imprescindible del Estado el fomento
de la instrucción superior, y los dineros de todos
(i) Staiement respecting american Colleges. Washington, 1879
(documento o6cial).
58 RESEÑAS Y CRÍTICAS
deben contribuir á la educación de los menos, porque
esto redunda en beneficio del país entero, cuyo nivel
intelectual se eleva, cuyas instituciones se perfeccio-
nan, cuyas industrias adelantan, cuyas ciudades se
salubrifícan, cuyos caminos se ven cruzados por ferro-
carriles y telégrafos, cuyas leyes se ven mejor inter-
pretadas y cuya salud está á salvo, por lo menos, de
los charlatanes y de los empíricos. La instrucción
superior, dice Carr, contribuye á la producción y á
la acumulación de la riqueza, es un medio de reme-
diar el proletariado y de prevenir el crimen, loque tam-
bién es un capital. En los mismísimos Estados-Uni-
dos se nota de algunos años á esta parte una pode-
rosa reacción en este sentido, á juzgar por sus docu-
mentos oficiales ( I ).
Pero antes de entrar á examinar la cuestión uni-
versitaria puramente en sí, es necesario repetir una
vez más que su resolución es imposible si no se re-
forma antes la educación secundaria, infundiendo vi-
da fructífera á los colegios nacionales, algunos de
los cuales, como el de la Capital — tiene plétora de
alumnos, y otros — como el de Santiago — tiene ape-
nas 34 nominales! Y aún hay que descartar otra cues-
(i) Report of the Commissioner of Educationfor iheyear 187 y,
I, Lxxxi. Washington, 1879.
LAS UNIVERSIDADES ARGENTINAS 59
tióa incidente: las Facultades aisladas de provincia
son una creación enfermiza y maléfica, porque no tie-
nen vida propia, y porque el nivel de la enseñanza
y la estrictez de la disciplina van poco á poco descen-
diendo. Apenas tienen alumnos para arrastrar una
vida lánguida é imposible, pues está hoy demostra-
do que las Facultades aisladas no prosperan ni ade-
lantan : la Francia, en estos momentos, está ocupada
en refundir sus 1 6 Facultades aisladas en varios cen-
tros universitarios, pues ha reconocido que el decai-
miento de su enseñanza superior provenia en gran
parte de eso.
La cuestión universitaria puede encararse bajo
dos aspectos, que derivan de este fundamental :
< dependen del Elstadosóson libres? Ambos extremos
son perniciosos, por manera que queda el término
medio i son autonómicas, y cuál es su situación
para con el Estado > Resuelto ef te punto, todo lo
demás es consecuencia lógica.
He dicho que las dos primeras premisas eran fal-
sas. En efecto, si la Universidad depende exclusiva-
mente del Estado, resulta que el gobierno tiene el
derecho de modificar los planes de estudio, nombrar
y remover profesores, reformar ó restringir la orga-
nización interna, y me parece escusado entrar á de-
mostrar los considerabilísimos males que tan ilimi-
6 o RESEÑAS Y CRÍTICAS
tada ingerencia ocasionaría— la Universidad quedaría
convertida en Colegio, y la ciencia sería así imposi-
ble. Y si se las admite libres, sin ingerencia alguna
del gobierno, resulta que, como sucede en los Esta-
dos-Unidos, pudieran formarse empresas mercantiles
para explotar á los padres ó para vender diplomas
de mentida capacidad, improvisando médicos, abo-
gados é ingenieros, mediante regular propina; el
peligro no puede ser mayor, si se considera que el
pueblo entero queda así entregado indefenso en mano
de explotadores sin conciencia, que juegan con sus
fortunas, su salud y su honra. Jamás el Estado de-
be renunciar á su legítimo derecho de expedir diplo-
mas de capacidad, que permitan ejercer profesiones
públicas.
Luego, pues, las Universidades deben ser autonó-
micas, y sólo pueden serlo cuando, siendo personas
jurídicas, pueden adquirir y administrar bienes, de-
bidos á la generosidad del Estado ó de los particu-
lares. Contando con propios elementos de vida, su
gobierno interno le pertenece, pues la nación acadé-
mica es una república sut-generis. Puede suceder
que carezca de rentas, ó que estas no le sean sufi-
cientes y requiera la ayuda del Estado, á pesar de
gozar de organización autonómica. Cuál debe ser el
papel del Estado en estos casos } Ciertamente que en
LAS UNIVERSIDADES ARGENTINAS 6 I
la segunda de las hipótesis sentadas, la cuestión se
simplifica, pero conviene encarar las dificultades en
su máxima expresión.
Dada una persona jurídica con rentas suficientísi-
mas y perfecta organización, cqué ingerencia debe
tener en ella el gobierno ?
Hé ahí una cuestión importante. Los intereses que
afecta la enseñanza superior son tan vitales, que es
no sólo un derecho sino un deber del Estado ejercer
una saludable vigilancia.
£n ningún pais del mundo la enseñanza universi-
taria ha alcanzado mayor desarrollo y vigor más lo-
zano que en la clásica Alemania, el pais, según un
dicho célebre, de los poetas y de los filósofos. Pues
bien, allí las Universidades son verdaderas corpora-
ciones privilegiadas, formando una república aparte,
y gobernando exclusivamente la intensísima vida
académica que en su alrededor se desarrolla ; poseen
cuantiosos bienes, y conservan aún innumerables
privilegios, restos de la Edad Media, que les dan
un carácter tan especial y tan único, que son céle-
bres en el mundo entero. Y sin embargo, su organi-
zación interior, los derechos del senado académico, y
todas las cuestiones que se refieren á la gestión de
negocios comunes, están reglamentadas por estatutos
aprobados por el Estado ; todos los profesores y los
02 RCSEÑAS Y CRÍTICAS
empleados univjersitarios son funcionarios públicos.
Allí funciona admirablemente el * 'sistema curato-
rial", que consiste en hacer representar los intereses
del Estado, bajo la dependencia del Ministro de I.
P., por un Curator^ que ''sin inmiscuirse en la orga-
nización interior de la Universidad, debe velar por
la ejecución de los estatutos y señalar al Ministro las
irregularidades que se produzcan", para usar las pa-
labras de la nota ministerial prusiana de 8 de julio
de 1819. El curador interviene en la administración
de las rentas de la Universidad, provee á todo lo que
hace falta, de acuerdo con el senado académico y las
Facultades, y es verdaderamente el intermediario
entre el gobierno y el cuerpo universitario. Los di-
versos gobiernos de Alemania han considerado siem-
pre como un grandísimo honor el cooperar al brillo
de sus Universidades, por cuya razón jamás los cu-
radores han servido de opresión, sino que, siendo
casi siempre antiguos estudiantes de la misma .Uni-
versidad, han propendido á la profusión maravillosa
con que hasta la más insignificante Universidad ale-
mana está dotada de bibliotecas, museos, gabinetes,
institutos, instrumentos, etc. En una palabra, el
''sistema curatorial" implica la reserva que hace el
Estado de la fijación del presupuesto, nombramiento
de profesores, y la decisión suprema de todas las
LAS UNIVERSIDADES ARGENTINAS 63
altas cuestiones de interés general ó político. ^* Es
debido á esta organización, como lo dijo en ocasión
solemne el ilustre Helmholtz, que las Universidades
alemanas han salvado un núcleo mayor de libertad
interna y de esta sus más preciosas prerogativas,
que sus hermanas en la conservadora Inglaterra, ó
en esa Francia, tan turbulentamente ansiosa de li-
bertades" (i).
Hé ahí, pues, una organización que sería conve-
niente implantar entre nosotros, para impedir que
suceda lo que ha pasado con la Universidad de esta
Capital, que sin rentas propias, dependiendo del
presupuesto legislativo, es tan completamente inde-
pendiente, que ni siquiera da cuenta de la inversión
de los derechos de matrícula y de diplomas, los
cuales, en alguna Facultad, son empleados en ser
repartidos entre los señores profesores, por el tra-
bajo que se toman dignándose asistir á los exáme-
nes!... No es á la verdad esto lo que más asombre,
sino que haya habido gobiernos que permitiesen se-
mejante absurdo : dar fondos para Universidades que
por su origen y constitución eran pura y simplemente
del Estado, y no merecer siquiera por fórmula que
{i)Red€ beim Antritt des RecionUs an dar Friedrich-Wilhelms-
üniversitdt zu Berlín, am 75 october iSjft gehalten von doctor il.
Helmholtz.
64 RESEÑAS Y CRÍTICAS
se le dé cuenta de la inversión de recursos . Y esto
se ha repetido tantas veces, que últimamente el Mi-
nistro Pizarro, con motivo de la nota del rector Ave-
llaneda acompañando el presupuesto, se ha visto
obligado á preguntarle oficialmente qué carácter era
el que la Universidad se asignaba. Quieroj como el
que más, las autonomías, pero estimo que los abusos
deben cortarse de raíz.
Si nuestras Universidades fuesen tan fabulosa-
mente ricas como las de Oxford y Cambridge, que
derivan su fortuna de concesiones medievales — ó
como la de Harvard, que debe á la generosidad del
pueblo norte-americano una fortuna de 8.000,000
de dollars — se comprendería todavía que, prescin-
diendo por absoluto del Estado, se gobernaran á su
antojo y buen placer ; y aún asimismo, si bien el
Estado carecería de derecho para intervenir en el
empleo de las rentas, conservaría siempre el deber
de vigilar la marcha de la enseñanza y la concesión
de grados académicos. La Universidad, que en el
clásico lenguaje de las tradiciones escolásticas se lla-
ma el Almamater, es á la verdad una institución
tan importante é influyente en la vida de los pueblos,
reviste en tantísimos actos un carácter exclusiva-
mente oficial, que el Estado no puede abandonar su
dirección á cuerpos sin control, exponiéndose á que
Las universidades argentinas 65
alguna vez — y la sola posibilidad constituye ya un
gravísimo peligro — caiga en manos inexpertas ó ve-
nales, como sucede alguna vez, por desgracia, en la
gran república norte-americana.
Preciso es adoptar un sistema medio. La inter-
vención absoluta del Estado, como la ejercía el
gobierno de Buenos Aires en su Universidad, es
perniciosa ; como también lo fué la excesiva que
se permitió el gobierno de la Confederación cuan-
do en 1 86 1, con motivo de la elección de rec-
tor de la Universidad de Córdoba, derogó y mo-
dificó gran número de los artículos del reglamento
orgánico universitario. De ahí que la autonomía
universitaria sea también imprescindible. Y en este
terreno puede decirse que de ha hecho ya mucho
entre nosotros .
La Universidad de Buenos Aires, como la de
Córdoba, llevaban ambas una vida en extremo pre-
caria.
La Universidad Mayor de San Carlos, hoy nacio-
nal de Córdoba, era la más antigua del Río de la
Plata, y si se exceptúa la de Lima, fundada en i 5 5 i ,
podría decirse que de la América del Sud. Fundada
por los jesuitas en 161 3, confirmada por el papa
Gregorio XV, en su bula de 8 de agosto de 1621,
reorganizada en 1664, recién en 1800 recibió la
5
66 RESEÑAS Y CRÍTICAS
constitución real que cumplida en 1807, hasta ha-
ce poco la ha regido, teniendo como reglamento in-
terno el de la de Lima (1735), y como plan de es-
tudios el de la de Salamanca ( 1 79 1 ) . Durante la época
de Rosas había caído en una decadencia sensible,
y en tiempo de la Confederación, cuando el Ministro
Olmos la visitara (1861), sólo tenía una Facultad
de Derecho y Teología. Los esfuerzos hechos poste-
riormente para dotar al país de una distinguida ins-
trucción superior, la llegada de los sabios alemanes
que formaron la Academia Nacional de Ciencias,
contribuyó á que en 1876 se incorporara á la Fa-
cultad de Derecho, que con el Colegio de Monserrat
constituía entonces la Universidad, la Facultad de
Ciencias físico-naturales. De ahí que en 2 i de no-
viembre de 1878, se nombrara una comisión para
proyectar una reorganización completa de la Uni-
versidad, creando las Facultades que aún no existían,
como la de Medicina. Esa comisión, después de in-
tegrada varias veces (i), se expidió recién en 1880,
aconsejando la sanción del "Estatuto orgánico" que,
derogando á la ''Constitución provisoria" aprobada
(1) Su composición definitiva fué : doctor Alejo C. Guzmán, Presi-
denle, José Díaz Rodri§^iez, Secretario, doctores O. Doering, F. Posse,
H.Weyembergh, S. Cáceres, L. Vélez, C. R. Lozano, F. Latzina,J.
B. Gil y T. Luque.
LAS UNIVERSIDADES ARGENTINAS 67
el 26 de enero de 1858, respondiera á la nueva
reorganización de la Universidad, dividida en cuatro
Facultades : Derecho y Ciencias sociales, Ciencias
físico-matemáticas, Medicina, Filosofía y Humani-
dades. £1 gobierno, por decreto de 4 de octubre de
1880, aprobó provisoriamente aquel proyecto, que
es el que ahora rige Ínterin se sancione la ley gene*
ral orgánica universitaria.
La Universidad de Buenos Aires tiene una larga
y variada historia. Cuando Carlos III llevó á cabo
la expulsión de los jesuitas (noche del 24 de julio
de 1787) decidió que los bienes de temporalidades
sirvieran para el fomento de la instrucción : el pa-
triota americano virey Vértiz solicitó de los cabil-
dos eclesiástico y secular [el 1 6 de noviembre de
1 77 i), informes acerca de la fundación de una Uni-
versidad, y estos patrocinaron con calor la idea. El
rey, guiado por el ilustre conde de Aranda, por cé-
dula real de 3 i de diciembre de 1779, reiterada
en 16 de. enero de 1784 y en 22 de mayo de 1789,
ordenó la erección de dicha Universidad, pero los
vireyes fueron dilatando dar cumplimiento á esos
deseos, hasta que el marqués de Aviles indirecta-
mente encarpetó el asunto. Y sin embargo, las clases
ilustradas de esta ciudad, por el órgano de sus Ca-
bildos, se mostraban afanosas en que aquello se
68 RESEÑAS Y CRÍTICAS
realizara (ij. Los gobiernos patrios, después de la
independencia, penetrados de aquella máxima tan
sabia como elegante del emperador Justiniano :
^^ que convenía que la autoridad imperial no sólo
estuviese ilustrada con las armas, sino también ar-
mada con las letras ", tomó de nuevo con empe-
ño aquel asunto. El Director Pueyrredón, después
de varias medidas, solicitó del Congreso (i8 de
mayo de 1 8 1 9) aquella reforma. Y á pesar de la
luctuosa crisis que en la historia patria se conoce
por '* año veinte ", el efímero gobierno de Sa-
rratea (25 de abril de 1820) decidió la ansiada
creación ; pero debido á los esfuerzos del ilustrado
salteño don Manuel Antonio Castro ( i 5 de febre-
ro de 182 i), el gobierno progresista del general
Rodríguez comisionó á don Antonio Sáenz para la
instalación de la Universidad, ceremonia solemnísi-
ma que tuvo lugar en la iglesia del Colegio [que era
el lugar tradicional de las grandes fiestas de la
inteligencia) el 12 de agosto de 1821. Rivadavia
no era aún Ministro. La Universidad, según el de-
creto de 8 de febrero de 1822, se componía de los
siguientes * 'departamentos" (léase facultades) : Estu-
( T I Noticias hislóri::as sobre el origen y desarrollo de la enseñansa
pública superior en Buenos Aires, por Juan María Gutiérrez. Buenos
Aires, 1 868, in folio.
LAS UNIVERSIDADES ARGENTINAS ÓQ
dios preparatorios, Ciencias exactas, Medicina, Ju*
risprudencia y Ciencias sagradas. Muchos de estos
departamentos tenían ya una existencia antigua : el
de Medicina data de 1 8o i (aunque el Tribunal del
Proto-medicato fué erijido el i8 de setiembre de
1799)-
Difícil sería seguir las fluctuaciones de la Univer-
sidad de Buenos Aires durante la época de la tira-
nía de Rosas, porque su ilustre historiador se de-
tiene casi después de la erección, siendo á la verdad
lástima grande que no haya podido realizar el pro-
pósito que abrigaba, de seguir aquella historia hasta
los días presentes .
La Universidad de Buenos Aires se componía,
pues, hasta estos últimos tiempos sólo de la Facultad
de Derecho y del departamento de estudios prepa-
ratorios, bajo la exclusiva dependencia del Gobierno
provincial. Los desgraciados acontecimientos del i *?
de diciembre de 1871 — el suicidio tristemente do-
loroso de Sánchez y la tremenda manifestación es-
tudiantil — hicieron que el Gobierno pidiera al
rector doctor Gutiérrez un proyecto de ley orgánica,
que presentado el 9 de enero de 1872, fué sometido
auna comisión. El P. E. en 3 de septiembre de 1872
presentó á la H. Legislatura un proyecto provisorio,
pero nada se hizo, hasta que el 22 de enero de 1874
7 o RESEÑAS Y CRÍTICAS
se nombró una nueva comisión (i) que propuso
las bases que sirvieron para el decreto orgánico
de 26 de marzo de 1874, que reorganiza la Uni-
versidad, dividiéndola en 5 Facultades : Humani-
dades y Filosofía, Ciencias médicas, Derecho y
Ciencias sociales, Matemáticas, Ciencias físico-na-
turales. Y ese es el estatuto que rige actualmente á
la Universidad.
Ambos estatutos universitarios encierran en ger-
men todas las principales reformas que la experien-
cia internacional ha aconsejado.
La Universidad constituida como persona jurídica
y por lo tanto con las prerogativas de tal ; su divi-
sión en varias Facultades, con autonomía propia, —
representada por su cuerpo académico, su decano, su
cuerpo de profesores — pero unidas entre sí por un
Senado, al que entre nosotros se ha llamado Consejo
Superior ; presidido el cuerpo universitario por un
rector, elegido por la asamblea de académicos ó,
como se llama en Córdoba, por el claustro, inclu-
yendo los doctores; nombramiento de los profesores
por las Facultades, etc., etc. Ambas Universidades,
tanto la de Buenos Aires como la de Córdoba, están
íi) Compuesta del rector don J,. M. Gutiérrez, de don J. M. Moreno
y don P. Goyena.
LAS UNIVERSIDADES ARGENTINAS 7 1
en esto conformes, pero la de la Capital va más le-
jos, y ahí reside en mi opinión el mal.
La organización de la Universidad de Buenos Ai-
res es, quizá, demasiado autonómica. £1 decreto de
36 de marzo de 1874, fué un progreso inmenso ve-
rificado sin ruido ni ostentación, pero que transfor-
mó radicalmente nuestra instrucción superior, inocu-
lándola los más sanos principios que la ciencia acon-
seja. El error, pues la experiencia parece haber de-
mostrado que hubo error, consistió en exagerar la
autonomía universitaria.
Asi, las atribuciones que corresponden á las Facul*
tades y al Consejo Superior son tan omnimodas, que
más no puede ser. Libertad sin control ni responsa-
bilidad en el manejo de sus fondos, sean rentas pro-
pias, cuando las haya, ó asignaciones del presu-
pu€sto; ilimitada facultad de elegir sus funcionarios
desde el cuaternario rector y decanos, pasando por
el cuerpo académico de profesores, hasta sus bedeles y
porteros ; dirimir soberanamente las cuestiones refe-
rentes á colación de grados académicos y á la ense-
ñanza ; independencia absoluta en su actitud frente á
los más vitales intereses ó reclamos más justificados
del país. { Y el Estado ? Ni por casualidad se le con-
fiere esa intervención oficiosa que es más bien corte-
sía que otra cosa. Y sin embargo, el Estado antes
72 RESEÑAS Y CRÍTICAS
manejaba á la Universidad como á una oñcina admi-
nistrativa ; y él mismo se ha atado voluntariamente
las manos ! Verdaderamente que no es de extrañar
que hayan tenido lugar los abusos de todos conoci-
dos, que más de una vez han amenazado provocar
un conflicto, sobre todo en cuestiones de rendición de
cuentas. El autor de la constitución de la Universi-
dad de esta ciudad, ha sido uno de mis profesores
más queridos de la Facultad de Derecho, pero como
en los actuales tiempos pasó ya de moda el jurar tn
verha magistri^ no tengo inconveniente en criticar
aquella organización.
c Cuál ha sido, por otra parte, el resultado práctico
que ha producido? Hasta 1877 el Presupuesto in-
cluyó los gastos de la Universidad, y desde entonces
se le acordó una suma fija como subvención, pero
aun cuando por el decreto orgánico el presupuesto de
los gastos universitarios debía ser aprobado por las
Cámaras, y las Facultades rendir cuentas de sus fon-
dos, nada de esto se ha hecho. El Consejo Superior
no informa jamás sobre la marcha de la enseñanza
ni sobre la situación ó empleo de las rentas que le
están confiadas. Verdad es que el Consejo Superior
no ha dado casi señales de vida. — i Cuándo se reú-
ne? ¿qué medidas ha tomado?... Puede decirse que
la causa principal del falseamiento del decreto orgá—
LAS UNIVERSIDADES ARGENTINAS 73
nico de 26 de marzo de 1874, proviene de la incali-
ficable inercia del Consejo Superior (i]. Es, pues,
una especie de poder independiente sin control algu*
no del Estado.
La Universidad de Buenos Aires, con motivo de la
federalización del municipio, debe ser próximamente
reorganizada por una comisión especial nombrada el
7 de febrero último [2) encargada de armonizar su
constitución con la de Córdoba. Forzoso es esperar
que se conozca el proyecto que se anuncia ya como
terminado, para entrar entonces de lleno al examen
detenido de los detalles de la cuestión.
Únicamente entonces podrá precisarse la discusión,
á fin de que sea fructífera. Y á fe que hay todo un
semillero de interesantísimas cuestiones que estudiar :
en cuanto á la composición déla Universidad, iqué
se entiende por asamblea universitaria y por claus-
tro (3)? E^tc último está hoy día condenado por la
experiencia. < Qué es lo que corresponde al Consejo
Superior y á las Facultades, y cuál es su composi-
(1) Debe exceptuarse á la Facultad de Ciencias Médicas, cuyo deca-
no ha observado la costumbre de publicar sus Memorias anuales.
(2) Compuesta de los doctores don Nicolás Avel'aneda, don Juan B.
Alberdi, don Vicente G. Quesada, don Manuel Porcel de Peralta y don
Eduardo Wilde.
(3 } La Universidad de Córdoba adopta el sistema del " claustro " ; la
de la Capital el de la "asamblea universitaria".
74 RESEÑAS Y CRITICAS
ción } i Qué poderes tienen el rector y los decanos ;
cómo son elegidos ; es necesaria la confirmación del
gobierno, como sucede en Alemania, para ratificar la
elección académica?
cCómo se forma el cuerpo docente con su lógica
división en profesores titulares, extraordinarios y li-
bres? Son inamovibles; <qué diferencias hay entre
una y otra categoría ; tienen sueldo fíio ú honorarios
académicos; hay diferencias entre las diversas cáte-
dras según sus asignaciones ; dónde se buscan, en-
tre los especialistas particulares, los agregados, su-
plentes ó profesores libres; su nombramiento por
elección directa, por concurso ; diferencias entre la
agregación y la *' habilitación " ; pueden enseñar pri-
vadamente ó ejercer funciones públicas; cuáles son
sus obligaciones : deben solamente dictar cursos, dar
lecciones ó regentear institutos ?
i Cuáles son las relaciones de las Facultades entre sí
y para con el Consejo Superior; los diversos planes de
estudio deben complementarse mutuamente ; relacio-
nes con corporaciones extranjeras ó con el gobierno?
Vida académica: < en qué consiste ? funcionarios
univeritarios ; institutos especiales ; museos y colec-
ciones, prerogativas y deberes de los estudiantes ofi-
ciales, libres y oyentes ; condiciones de ingreso, de
asiduidad ; exámenes parciales, horario, libreta uni-
LAS UNIVERSIDADES ARGENTINAS 7$
versitaria, derecho de matriculas, '^dineros académi-
cos", cursos facultativos ú obligatorios, exámenes fi-
nales y de doctorado ; exámenes de Elstado para el
ejercicio de la medicina, etc.?
Hay además otra grave cuestión : la Universidad
no puede expedir sino títulos académicos, que deno-
ten suficiencia científica. Ahora bien, es sabido que
un sabio eminente que haya obtenido con brillo el
grado académico de doctor en medicina, y citaré al
acaso el conocido ejemplo de Claudio Bernard ó de
Littré, puede en la práctica ser pésimo médico ; de
ahí que el título profesional tenga un alcance distin-
to y deba reposar sobre pruebas diferentes. Para
que el público tenga fe en los que poseen títulos pro-
fesionales, es preciso que el Estado tome garantías
especiales ; por eso en Alemania, después del título
académico, existe el llamado ^'examen de Estado",
para obtener el título profesional, i De qué manera
deben reglamentarse entre nosotros estas categorías
de exámenes y qué diferencias tienen ambos títu-
los ?
Se ve, pues, que las cuestiones que se imponen
al estudio son numerosas y variadas ; exigiendo mu-
chas de ellas reformas radicales, y otras simplemen-
te una juiciosa reglamentación, pero dependiendo de
la manera cómo serán resueltas, el porvenir más ó
76 RESEÑAS Y CRÍTICAS
menos floreciente de nuestro régimen universita-
rio.
La ley orgánica universitaria deberá ser, sin duda,
discutida en breve por el Honorable Congreso, y es
de esperarse que muchos congresales, cuya especial
competencia es reconocida, por ejercer ó haber ejer-
cido el profesorado universitario, diluciden lumino-
samente esas mil pequeneces que son, sin embargo,
de capital importancia.
Cúmpleme observar, entretanto, que por el mo-
mento la organización universitaria está lamenta-
blemente falseada en la práctica. Las ventajas del
sistema universitario sobre las Facultades aisladas
consiste, justamente, en el contacto íntimo é influen-
cia recíproca de éstas : es indispensable, por ejemplo,
que el jurista conozca la medicina legal que se en-
seña en la Facultad de Medicina, y que el médico
sea versado en las ciencias químicas y naturales que
se cultivan en la Facultad de Ciencias ; y ni la en-
señanza filosófica puede prescindir de una base cien-
tífica, como la instrucción científica debe apoyarse
en sólidas bases filosóficas. Por eso los profesores
de París se han pronunciado abiertamente contra
el aislamiento de las Facultades, diciendo: ''... las
ramas todas del saber humano se tocan y cruzan
como los radios de un círculo, que tienden al cen-
LAS UNIVERSIDADES ARGENTINAS 77
tro desde los diversos puntos de la periferia ; hay
acciones y reacciones continuas de una ciencia á otra,
y cada progreso realizado en una de ellas, repercute
fuertemente en las demás... Los filósofos, los médi-
cos, los juristas, viviendo aislados y confinados en
su enseñanza especial, no aprenden, pues, sino una
parte de lo que deberían saber ; sus estudios que-
dan truncos, incompletos é insuficientes ; y el hori-
zonte limitado, como sus aptitudes y sus medios de
acción" ( I ). Pues bien, entre nosotros, el sistema uni-
versitario existe sólo en el nombre : cada Facultad
vive totalmente aislada de las demás, como si una
estuviera en Pekin y la otra en Lisboa, sin contacto
recíproco alguno, sin conexión en sus cursos, sin
que ni siquiera se conozcan entre si los estudiantes
de las distintas Facultades, ni sepan á veces dónde
están situados sus respectivos edificios I...
Nótese que prescindo de una multitud de irregu-
laridades, i á qué responde la Facultad de Matemá-
ticas que expide los títulos de Ingeniero y Agrimen-
sor ? Eso no debe ser Facultad universitaria, es pura
y simplemente un instituto de enseñanza superior
especial, un Politécnico, si se quiere. Hay ahí, pues,
( I ) SociéU pour l'étude des questions d'enseignement supérieur. (Bu-
iletin de juillet 1879. París).
78 RESEÑAS Y CRÍTICAS
algo que se asemeja mucho á una confusión lamen-
table.
i Y qué significan Universidades sin local propio,
á veces, ó diseminadas sus Facultades en los cuatro
extremos de la ciudad, sin bibliotecas, pues es sa-
bido que la titulada "universitaria" es deficicntísi-
ma, sin colecciones especiales, sin museos, sin nada,
en fin, que denote que se trata de cultivar las cien-
cias } Yo no pido que se construyan Paranimfos
como el de Madrid, ni palacios como los de Leipzig,
Berlin y Viena, pero sí que se las dote de local apro-
piado, y que se las provea de los instrumentos in-
dispensables de cultura intelectual. <Qué significa
una Facultad de Ciencias físico-naturales sin mu-
seos y sin colecciones; qué se entiende por una Fa-
cultad de Derecho, en la que los estudiantes no en-
cuentran ni un mísero libro que consultar? i Qué debe
decirse de una Facultad de Medicina cuyos hospita-
les están de tal manera saturados, que es inevitable
la infección purulenta, de modo que de antemano se
sabe, á ciencia cierta, que cada operación es peli-
grosísima, pues el operado muere con frecuencia de
gangrena ?
Los cursos universitarios argentinos inspiran
asombro cuando se comparan con los europeos. En
Alemania no hay mayor desdén en la vida universi-
LAS UNIVERSIDADES ARGENTINAS 79
taria, que el de cultivar el Brodstudium, ó sea sim-
plemcQte contraerse á lo indispensable para ganar
la vida. Las Universidades están destinadas al cul-
tivo de las ciencias y á propender á su adelanto: allí
los profesores absorben su vida en la enseñanza y en
el estudio, y los estudiantes beben de sus labios la
ciencia misma, según se va perfeccionando. La ense-
ñanza versa sobre todos los ramos de los conocimien-
tos humanos, y los cursos son puramente científi-
cos : cada materia es enseñada á la vez por varios
profesores ordinarios, profesores extraordinarios,
y prtvat-docenien, encarando la cuestión bajo múl-
tiples aspectos. La libertad de estudios, tan ala-
bada en nuestro lenguaje constitucionalista, reina
allí completísima bajo el nombre de ^' libertad aca-
démica " ; se considera á los estudiantes como jóve-
nes responsables y serios, que por propio amor bus-
can la ciencia, y á los cuales se les deja independien-
tes en la elección de sus cursos, como lo consideren
conveniente, pues apenas en las carreras profesiona-
les, y sólo en mérito de los '' exámenes de Estado", se
les imponen algunos cursos obligatorios {zwangs-
collegien), pero sino todos son facultativos, pudiendo
elegir el que mejor les convenga, sea dado por un
profesor ordinario ó extraordinario, ó por un privat-
docent.
8 o RESEÑAS Y CRÍTICAS
De ahí que los cursos universitarios europeos, me
refiero especialmente á los de Berlín y París, que
son los que he podido conocer, sean una verdadera
enseñanza en toda la acepción de la palabra, en que
al estudiante se le inicia en todos los problemas del
saber humano, guiándolo de tal modo, que pueda
formarse una propia convicción. Prescindo por aho-
ra de discutir el método de enseñanza, aunque pre—
fiero mil veces el de los profesores alemanes que dic-
tan ó leen sus apuntes, por manera que sus confe-
rencias son pesadas, secas, pero nutridas de hechos
y de observaciones propias y perfectamente cientí-
ficas ; mientras que los profesores franceses, salvo
raras excepciones, son oradores elocuentes, exposito-
res hábiles, de palabra fácil y clara, por cuya razón
el menos preparado comprende la materia en su con-
junto y en sus detalles, y la abarca de un golpe de
vista, pero el fondo se sacrifica así frecuentemente á
la retórica, y en definitiva sólo se obtiene una expo-
sición generalizadora.
En nuestros cursos ni una ni otra cosa se vé. He
empleado la palabra cursos, y he debido decir clases.
La enseñanza está sujeta á textos, seguidos demasiado
servilmente, y se contenta con lo estrictamente indis-
pensable para responder á las preguntas del progra-
ma, según cuyas bolillas el profesor ioma la lección
LAS UNIVERSroADES ARGENTINAS 8 I
á SUS alumnos... Aquéllo en vez de Universidad, pa-
rece un colegio superior en que los maestros encarga-
dos de preparar al examen, interrogan á los discípu-
los para ver si han aprendido bien tantas páginas de!
texto! Vuelvo á repetir que hay excepciones honro-
sas, pero tomo el término medio, y por más que tra-
to de convencerme de lo contrario, la realidad se im-
pone irresistible. Y creo que esto no es culpa de los
profesores, por lo general, distinguidísimos, sino de
la desorganización universitaria.
Más aún: no hay en nuestra llamada "Universi-
dad" sino profesores ordinarios, encargados de una
ó varias cátedras, con sueldos fijados en el presupues-
to. Luego no habiendo emulación ni competencia,
no hay estímulo. Los estudiantes no tienen elección
posible, cuando no hay sino una sola clase de un solo
profesor en cada materia, buena ó mala, á ella tie-
nen que asistir, porque no hay otra y porque el mis-
mo profesor será examinador más tarde, y porque si
no van, un imperturbable bedel los apunta como
si fueran chiquillos de escuela, no ya por sus nom-
bres, sino por el número de la silla que se les ha
asignado!... Causa pena tener que referir semejan-
tes cosas.
Pero no es esto todo : un mismo profesor regentea
á veces varias cátedras, por manera que no pudiendo
6
82 RESEÑAS Y CRÍTICAS
desempeñarlas todas á la vez, suprime un año unas
para enseñar otras, y cuando — como sucede en el
Derecho Civil — hay varios cursos (4 años distin-
tos], resulta que el desgraciado estudiante que ingre-
sa á la Facultad de Derecho en un año que se enseña
el 4* libro del Código, que trata de las sucesiones, debe
iniciarse en el Derecho por donde debiera lógicamen-
te concluir, estudiando las herencias sin saber nada
de lo que son cosas, relaciones de familia ó contra-
tos! Esto evidentemente es absurdo. La culpa no es
por cierto del profesor — justamente el doctor More-
no es uno de los más distinguidos — sino porque es
ridículo que no haya sino un solo profesor para los
cuatro cursos de Derecho Civil ! Y éste no es masque
uno de tantos ejemplos.
El que conozca las Universidades europeas, no pue-
de sino convenir en que las nuestras se hallan aún en
estado primitivo.
El Ministro Pizarro, apoyándose en una frase de
Cousin, parece atribuir gran parte de estos males á
la gratuidad de los cursos fp. xvii), pero paréceme
que este es un concepto inexacto.
Hay que distinguir : en el sistema francés, los cur-
sos son todos gratuitos, y aun — desde la nueva ley
sobre la libertad de la enseñanza superior — lo son
las matrículas mismas; en el sistema alemán, la regla
LAS UNIVERSIDADES ARGENTINAS 83
es que los cursos son públicos ó privados, según el
carácter de ellos, debiendo los estudiantes abonar los
collegien gelder para asistir á los que eligen ; pero
abundan también los cursos gratuitos, sobre todo,
entre los dados por los prtvat-docenten.
Sé muy bien que el que haya frecuentado los cur-
sos franceses, no se olvidará jamás del extraño es-
pectáculo que ofrece la invasora afluencia de señoras
— como en el curso de M. Caro en la Salle Gerson ; —
ó de ese público mezclado, donde se ven viejos, mu-
jeres y niños, pacíficos burgueses y desocupados —
como en el curso de M. Paul Albert en la salle nu-
mero 7 en el Collége de France ; — y más de una vez
me ha sucedido no encontrar lugar vacío minutos
después de abierto el anfiteatro ; pero al lado de ese
público especial, hay estudiantes afanosos que siguen
con interés la palabra de maestros ilustrados, de los
que forman la mayor parte de las veces sus únicos
oyentes — como sucede generalmente en la Facultad
de Derecho y en l'Ecole des haufes études. En cam-
bio todos los que tienen buena voluntad pueden ins-
truirse, como lo pueden hacer los que apenas posean
lo suficiente para la vida material. Y luego hay que
notar que sólo ciertos cursos especiales — como los de
filosofía ó historia, — son los que atraen aquel público
original, que obliga quizá á los profesores en boga á
84 RESEÑAS Y CRÍTICAS
vulgarizar un poco su enseñanza, lo que ha merecido
el calificativo de ** cursos de aparato, especie de en-
señanza secundaria disfrazada bajo el nombre de ins-
trucción superior ( i ) ".
Pero en países como el nuestro, dadas las costum-
bres de nuestra vida nacional, no es de temerse en
muchos, muchísimos años, que las damas ó tranqui-
los ciudadanos desalojen á los estudiantes de las ban-
cas de los... futuros anfiteatros, ni que por lo tanto
obliguen á los profesores á vulgarizar su enseñanza.
La cuestión que toca el Ministro, agita ya desde al-
gún tiempo al mundo universitario de Alemania : el
excelente periódico estudiantil Alma Mater, de Vie-
na, la ha tratado calurosamente, y la opinión se agita
con ardor. El célebre Du Bois-Reymond, en su dis-
curso del rectorado de la Universidad de Berlín
(1869) háse declarado partidario de conservar los
** di ñeros académicos", trazando elocuentemente sus
ventajas, pero el Parlamento austriaco se decide por
la opinión contraria, que parece ganar terreno cada
día. Lorenzo von Stein le ha dedicado un estudio
importante (2), y parece que bien pesadas todas las
circunstancias y teniendo en cuenta los antecedentes
(i) Revue internaÜonale de l'enseignement ( 15 février 1881. París).
(2) Lehrfréiheit, Wissenschaft und Collegiengeld, von Dr. Lorenz
vop Stein. Wicn, 1875. {
LAS UNrVERSmADES ARGENTINAS 8$
patrios y la tendencia igualitaria de este país, la gra-
tuidad debe ser preferida.
Y no se tome esto por una oratio pro domo sua^
pues los estudiantes pagan ya demasiado elevados
derechos de matrículas y de diploma, por manera
que aún en el estado actual de la cuestión, la ense-
ñanza superior no es entre nosotros gratuita, sino
bien pagada por los mismos estudiantes. Un solo
ejemplo bastará : la Facultad de Derecho percibe, por
término medio, 63,900 pesos moneda corriente por
matrículas y 162,500 por diplomas, lo que hace un to
tal de 225,400 pesos moneda corriente (i). La Facul-
tad de Ciencias Médicas ~ tomo al acaso el año 1875-
1 876 — tiene una entrada que excede á 5 09,94 5 P^sos
moneda corriente, de los cuales 200,000 provienen
del presupuesto y más de 206,000 pesos de derechos
de matrículas y revalidación y exámenes : se ve, pues,
que los estudiantes pagan, y que pagan bien (2}.
Pero son tantas y tantas las cuestiones que sur-
gen al examinar el régimen universitario argentino,
que me veo forzado, bien á mi pesar, á omitir un
gran número. Pero no querría concluir sin hablar
de los estudiantes.
(1) Memoria del Ministro de Gobierno ^ i8j8.
12) Memoria del Decano de la Facultad de Ciencias Médicas, 1876.
86 RESEÑAS Y CRÍTICAS
Las Universidades argentinas carecen de vida aca-
démica ; fuera de las Facultades, de los profesores
y de los empleados, los estudiantes son apenas con-
siderados: el estatuto provisorio de la Universi-
dad Nacional de Córdoba ni siquiera fija la edad
de su admisión ! Los estudiantes argentinos no son
estudiantes, sino que, ó son empleados, ó viven de
la vida común del resto de la juventud. No hay
entre ellos vínculo de unión alguna, y apenas se co-
nocen. Debo exceptuar á los de Medicina que, de-
bido á circunstancias puramente locales, hacen más
la vida de estudiante y tienen sus sociedades — el
Circulo Médico Argentino — perfectamente organi-
zadas ; y aún podría mencionar á los de Ingeniería
— estudiantes universitarios ! — que tienen una so-
ciedad, aunque no muy floreciente. Pero los de De-
recho viven en el indiferentismo más completo.
Los de Humanidades y Filosofía son chiquillos que
aprenden... latin, historia antigua y demás ramos
de preparatorios ! . . .
i No se podría acaso hacer algo para fomentar la
vida académica, para hacer que los estudiantes sean
verdaderos estudiantes ?
Pero téngase presente que si se reglamenta la ju-
risdicción académica y se imponen deberes á los es-
tudiantes, es preciso é indispensable reconocerles
LAS UNIVERSIDADES ARGENTINAS 87
derechos, el no menor de los cuales es 'Ma libertad
académica " ó sea la elección entre los cursos de los
profesores titulares y libres: negarles este derecho,
que es el a, b, c, en la organización universitaria
alemana y francesa, es cometer un error funda-
menta], que demuestra que se tiene en los labios
la palabra "libertad", pero que en realidad sólo
se trata de asegurar monopolios autoritarios de pro-
fesores oñciales ! Demasiado se ha hablado ya en
todos los tonos de *' libertad de estudios", para que
sea posible dejar burlada una vez más tan legitima
aspiración, y es de esperarse que esto no suceda.
Todo ello debe reglamentarse, porque la Univer-
sidad se compone : i • de las Facultades y Consejo
Universitario, rector y decanos, ó sea los cuerpos
académicos ; de los profesores titulares, extraordi-
narios, suplentes, agregados ó frivat-docenten ; 3" de
los institutos científicos que dependen de ella ¡como
ser los seminarios de las Universidades alemanas) ;
4" de los estudiantes matriculados y hasta cierto
punto, de los libres y oyentes ; s" de todos los em-
pleados superiores é inferiores.
Poco tiempo tardará el país en saber cuál es la
marcha que seguirá la enseñanza superior y, sobre
todo, la universitaria, cuya ley orgánica, dados los
trabajos que se hacen, no puede tardar en votarse.
88 RESEÑAS Y CRÍTICAS
Entonces habrá llegado la ocasión de examinar si
la organización definitiva responde ó no á las exi-
gencias de la ciencia, y á las necesidades nacionales,,
pues el porvenir de nuestra enseñaaza superior de-
pende de ello. No habrá entonces inconveniente en
emitir sobre esa reorganización sus apreciaciones,
con la misma leal franqueza con que se acaba de exa-
minar— rapidísimamente por cierto, — algunosdelos
defectos del actual sistema universitario.
Julio de i88f .
lil
ESCUELAS Y TEORÍAS LITERARIAS
EL CLASICISMO Y EL ROMANTICISMO
TT A eterna querella de los antiguos y modernos,
A ^ de los clásicos y los románticos, renace siem-
pre bajo formas nuevas, produciendo el mismo ardo-
roso efecto, y entusiasmando valientes campeones
que libran verdaderas batallas por el triunfo de sus
respectivos ideales. Pero cada uno de los aspectos
que presenta en épocas determinadas, varía inmedia-
tamente, y desaparece de nuevo para encarnarse en
formas diversas.
La lucha entre el clasicismo y el romanticismo, cu-
ya crisis aguda tuvo lugar en la revolución literaria
de 1830, pertenece ya á la historia. No quedan de
aquellas batallas sino el recuerdo del ardor de los
adeptos de una ú otra escuela, y el mundo literario
9 o RESEÑAS Y CRÍTICAS
se ha apasionado después por nuevas teorías y por
nuevos ideales. El movimiento de 1830 es, pues,
casi una reliquia histórica. Se le estudia con el cri-
terio de una posteridad, cercana es cierto, pero que
tiene bastante sangre fría para remover sin peligro
las cenizas, tibias aún, de aquella lucha memorable.
Sin embargo, entre nosotros aquella época des-
pierta aún juveniles entusiasmos, apasiona los áni-
mos y enardece los espíritus, como si en nuestra evo-
lución intelectual nos halláramos todavía en 1830,
sin tener en cuenta las transformaciones sucesivas
que, desde entonces acá, ha experimentado la litera-
tura universal. Este fenómeno no deja de ser curio-
so, y como tal atrae la atención del observador im-
parcial.
Nuestra juventud lee con pasión á los adalides de
1 830, de los que Musset es el ídolo y Victor Hugo el
pontífice; Gautier, para muchos un modelo, y el
recuerdo de Gerardo de Nerval y del Cenáculo, un
objeto de sincero culto literario. Puede decirse casi á
ciencia cierta que tal es la tendencia de una gran
parte de nuestra juventud más inteligente. Se lee
mucho, pero casi exclusivamente libros franceses. Se
adora, pues, á dioses y á ídolos que fueron. De ahí
que los socios del extinguido '* Círculo Científico Li-
terario" recuerden aún las memorables sesiones de
ESCCTELAS Y TEORÍAS LITERARIAS QI
agosto de 1 878, en las que se discutió con acaloradí-
simo entusiasmo la famosa cuestión del romanticismo
de 1830.
Otra parte de la joven generación argentina tien-
de más bien á cultivar la literatura bajo formas más
originales, es decir, no sólo americanizándola sino,
en lo posible, argentinizándola. Se quiere prescindir
de los ideales europeos, contaminados casi siempre
por tradiciones impuras, y se levantan en su lugar
las divinidades indígenas de esta América maravillo-
sa, cantando sus ríos inmensos, sus pampas incon-
mensurables, su esplendorosa vegetación, sus cos-
tumbres locales. Esta tendencia predominaba en la
antigua *' Academia Argentina", y sus adeptos reco-
nocían por jefe al venerable Echeverría.
Y, por fin, una tercer fracción, indisciplinada, re-
partida en mil pequeñas agrupaciones, frecuentemen-
te rivales, casi siempre aisladas unas de otras, culti-
van el naturalismo, otras el evolucionismo, la mayor
parte, empero, tan sólo recolé butssomére. Del cla-
sicismo puede decirse, que sólo poquísimos adora-
dores cuenta.
Dos jóvenes poetas argentinos, cultores ambos de
Musas diferentes — discípulo de Echeverría el uno,
adorador de los griegos el otro — acaban de renovar
la vieja controversia de clásicos y románticos. En ele-
92 RESEÑAS Y CRÍTICAS
gantes y sonoros tercetos han roto ambos innumera-
bles lanzas en torneo de buena ley. Solicitado por am-
bos contendores, el dulce y venerable bardo, el in-
mortal cantor del Lambarea el clásico adorador de
Ertnaj ha dirimido la contienda, colocando la simbó-
lica corona de laurel en la frente de los dos vates ( i ) .
La cuestión no es indiferente. Se trata de saber
cuál es la escuela literaria que ha ejercido y que de-
berá ejercer decisiva influencia en el movimiento in-
telectual argentino. Se pretende que el clasicismo ha
muerto entre nosotros, y que desde el traductor de
Virgilio, el rival de Iriarte y de Velazco, hasta ahora,
apenas se han oído algunas débiles notas, arranca-
das al estro poético de los viejos bardos á guisa de
despedida. Se ha llegado á sostener que, '* desde la
revolución literaria que había presentido el ingenio
de Thénier, inmensa y formidable como que llegó
hasta las estepas de la Rusia, donde cantó Pouschkine;
desde la aparición de las armonías celestes de Burns,
el escocés, de Klopstock, el alemán, bástalas divinas
y cadenciosas notas de Byron, Hugo, Espronceda y
Echeverría, el inmortal cantor de la pampa^ en ese
(i) R. Oligado-C. Otuela. Justa literaria, con una carta-prólogo
de Carlos Guido t Sfano. Buenos Aires, 1885. i volumen de xvi y 63
páginas. La polémica poética habla tenido por órgano la Ilustración
Argentina.
I
ESCUELAS Y TEORÍAS LITERARIAS Q-J
bello poema de la Cautiva, rival vencedora del Inami
I de Sanfuentes y el Marqueta de Samper ; desde en-
I tonces, la musa clásica desapareció de América como
por encanto: negro celaje que el pampero del roman-
ticismo ha barrido de nuestra constelación poética ! "
I He ahí, pues, la cuestióiu Para saber hasta qué
punto sea errada ó verdadera la afirmación preceden-
f te, es preciso resolver el problema en sí mismo : exa-
I minar las dos tendencias; la del " Círculo Científi-
co Literario", inscribiendo en su bandera en letras de
oro el nombre de Musset; la de la ** Academia Ar-
gentina ", abroquelándose tras la fama de Exheverría.
I Es preciso aducir hechos y analizar con frialdad.
Las consecuencias que se desprendan se impondrán
\ entonces con lógica rigurosa.
La cuestión debatida en el '* Círculo Científico Li-
terario" estaba concentrada en la influencia poética
de Alfredo de Musset.
Unos sostenían que Musset era la genuina expre-
sión del romanticismo moderno, por cuanto Víctor
Hugo tuvo otros orígenes y ha seguido más tarde
94 RESEÑAS Y CRÍTICAS
Otras sendas. Proclamaban á Musset como *' poeta de
la juventud", y sus ideas, como sus figuras poéticas,
eran consideradas como el más excelso modelo posi-
ble.
Ahora bien, es siempre dilícil hablar de poetas y
juzgar poetas, porque '* la poesía no muere : tiene sus
primaveras, sus generaciones diversas que nacen, se
suceden, y esparcen cada una sus flores, sus armonías,
sus cantos". El crítico es, por otra parte, un vigía y
su primer grito debe ser siempre de emoción y de go-
zo: pertenece ya á otra época '*esa crítica envidiosa
y mezquina de los defectos, y hoy debe reinar sólo
la grande y fecunda crítica de las bellezas". De ahí
que se "saluden con vivo placer esos nuevos lumina-
res, que se levantan sobre el horizonte y que están
destinados á apagar los antiguos ".
Pues bien, á pesar de esto, no puede aprobarse
la tendencia á traducir y á imitar al cantor de Na—
mouna y de Rolla. Se explica la admiración que
tiene la posteridad al leer á Don Juan y al Corsario^
pero sólo genios como Byron pueden iluminar los
abismos que ellos mismos cavan.
Byron y Goethe acababan de morir. La Inglaterra
y la Alemania parecían reposar tranquilamente en
los laureles del siglo de Ana y del período de We¡-
mar. En Francia, Chénier y Nodier, con su poesía
ESCUELAS Y TEORÍAS LITERARIAS 9$
melancólica y sentimental, entretenían á los espíri-
tus atónitos aún por el derrumbamiento del imperio
napoleónico, y al calor de las ideas religiosas y mo-
nárquicas de la restauración borbónica, se notaba ya
*' ese conjunto de preludios, donde domina una vaga
malancolía, un acento caballerezco y una gracia es-
quisita de detalles''. Elsa era la poesía de Lamartine,
y en ella se inspiró Victor Hugo.
Los genios nunca son 'pacientes. Hugo rompió
pronto las vallas que lo contenían, é bizo flamear
audazmente la bandera revolucionaria del Prefacio
de su '' Cromwell ". Pero al repudiar la antigüedad,
se convirtió en ciego adorador de la Edad Media.
Hugo es un genio — y los genios pueden haber sido
un momento revolucionarios, pueden parecerlo aún,
pero en realidad no lo son : no atacan, no derriban
más que lo que pone trabas á su desarrollo, pero
es para restablecer en seguida un equilibrio mejor y
más estable .
Musset se arrojó de lleno en aquel movimiento :
en 1830, sus Cuentos de España y de Italia concen-
traron en él la pública atención. Pero Musset, como
él mismo lo ha dicho en su Confession d'un enfant
du siécle, era un espíritu desequilibrado, casi fatal-
mente destinado á ser presa de la voracidad insacia-
ble de la corrupción. Portia y Parisina son cuadros
96 RESEÑAS Y CRÍTICAS
admirables, pero que revelan demasiado su tenden-
cia sensual y voluptuosa : el ideal no lo busca ya
en el espíritu — lo encuentra en la carne. Su his-
toria es conocida. La famosa Belcora y la heroína
de Rolla son el producto de un espíritu calenturiento,
extraviado y perdido ya para el Bien, que en defi-
nitiva es lo Bello.
Ya Musset vivía entregado al más horrendo de-
senfreno, y su libertinaje era notable en las orgías
de la moderna Babilonia. Todo estaba, pues, perdido;
él mismo lo ha dicho :
Le catur d*un homme vierge est un vase profond
Lorsque la premiére eau qu'on y verse est impure
La mer y passerait sans laver la souillure
Car l'abime est immense, et la tache est au fond.
No se puede, pues, proponer á Musset como un
modelo á la juventud que abre recién su corazón á
las primeras impresiones de la vida. Leerlo, imitarlo
en esa edad crítica, no sólo es pernicioso sino crimi-
nal : se deposita por ese medio un terrible fermento
malsano en el alma, y la existencia entera se encue-
tra contaminada por el virus.
Musset no es Hugo, ni su romanticismo es el mis-
mo de 1830. Es mucho más horrible, porque co-
rrompe el alma, marchita el corazón, seca la inteli-
ESCUELAS Y TEORÍAS LITERARIAS 97
gencia y hastia los sentidos. En la plenitud de la
vida, cuando bullen en el pecho las más entusiastas
aspiraciones, los planes más generosos, y que la in-
telig^encia fresca y lozana se cree capaz de conquis-
tar el mundo, es un verdadero sacrilegio inspirarse
en el poeta que ha dicho :
Le doute I il est fartout, et le courant VeniralHe
Ce linceul transpareni, que Vincredulité
Sur le bord de la tombe a laissé par piti¿
Au cadavre flétri de Vespérance humaine I
Los versos son admirables. La ironía es amarga,
y desconsoladoras sus ideas. Se desespera del espí-
ritu y se reniega del alma, y los sentidos tratan de
acallar las inquietudes de la conciencia, buscando
la felicidad en báquicas orgías, en medio de las men-
tidas caricias de mujeres hermosas, espumosa la
copa, velada casi la mirada, con la frente calentu-
rienta, cubierta de flores ya marchitas... Namouna y
Rolla han producido mayores males que el horripi-
lante Gatntani. El falaz filosofismo que dora aquella
corrupción, repugnante en el fondo, puede cierta-
mente seducir con sus paradojas á lae imaginaciones
juveniles, pero jamás constituirá un ideal, jamás po-
drá ser preconizado como modelo.
Rolla es la historia de una meretriz, ó de algo
7
q8 reseñas y críticas
peor. Hay perlas en el fango, y qué perlas ! —pero
el fango es terrible.
Namouna es el himno de gloria de ese tipo eterno
de Don Juan. El poeta ha agotado todas las galas
de su imaginación desenfrenada para pintar á su
héroe, bello como Satán, frío como un reptil, altivo,
audaz, en cuyo yerto corazón no palpita más que la
apariencia humana, y que convierte á la pasión en
simple manto dorado de su mísera ambición I Na-
mouna es el monumento levantado por el delirio hu-
mano á ese héroe fantástico, á quien dice Musset :
Plus vaste que le ciel, et flus grand que ta vie
Tu perdis ta beauté, ta gloire et ton génie
Pouruñ étre impossible et qui n'existait pasf...
Pero esa poesía no es, ni puede ser el ideal, el mo-
delo de una juventud sana de cuerpo y de espíritu.
Para gustar de esa poesía os preciso haber sufrido, y
el dolor no llegará nunca á ser más sublime que en la
elegía de Manfredo, en la burla amarga de Don Juan,
ó en los ensueños de Childe Harold... Esa poesía es
tan fugitiva, que si bien marchita pronto el alma,
no basta para llenar la vida, pues pronto se exclama
con Espronceda :
Y encontré mi ilusión desvanecida
Y eterno é insaciable mi deseo:
Palpé la realidad y odié la vida...
ESCUEIJV.S Y TEORÍAS LITERARIAS 99
Esa poesía conduce pronto al extremo en que el
espíritu más atrevido como el cuerpo más robusto,
concluyen por decir :
Pasad, pasad, mujeres voluptuosas
Con danza y algazara en confusión ;
Pasad como visiones vaporosas
Sin conmover ni herir mi corazón !
Y aturdan mi revuelta fantasía
Los brindis y el estruendo del festín
Y huya la noche y me sorprenda el día
£n un letargo estúpido y sin fin . . .
Abreviando estas reminiscencias de la memorable
discusión del Circulo Científico Literario , diré
que el que esto escribe fué de los que combatieron á
Musset como poeta modelo de la juventud, y de los
que protestaron contra una escuela literaria cuyo
ideal empequeñecía de tal modo las aspiraciones no-
bles y los sentimientos generosos. Hoy el tiempo ha
pasado. Cinco años hace que tuvo lugar aquella po-
lémica. El Circulo no existe ya, y sus socios se en-
cuentran esparcidos á los cuatro vientos : el huracán
de la vida ha roto muchas amistades que parecían
indisolubles entonces, y ha variado muchas convic-
ciones que se creían firmes como la roca. Pero si se
renovaran nuevamente aquella discusión, creería aún
hoy como entonces, que lejos de ser Musset el mo-
221051 P
100 RESEÑAS Y CRITICAS
délo de la juventud, es un poeta pernicioso en cierta
época de la vida, porque sus obras, como él mismo lo
dijo:
. . . noirciront un large hréviaire
Qui brúlera les mains et les cmirs de vingt ans.
i Quiere eso decir que se desconozcan los méritos
especialísimos de Musset }
No, en manera alguna, y casi se tomará por una
herejía del que esto escribe la declaración de que
prefiere Musset á Hugo. Este último ha abusado de
la retórica y de la exageración hasta un grado incon-
cebible : su hinchazón, su gongortsmo, no pueden
ocultarse á un lector desapasionado. Indudable es
que en los millares de versos que ha producido y
produce hay páginas inmortales, pero es preciso bus-
carlas, y el rart nantes in gurgite vasto del mantua-
no, sólo será un hecho cuando hayan pasado algunas
generaciones.
Mientras tanto, hay en la obra reducida de Musset
joyas primorosas, páginas sublimes que son joyas
engarzadas de una manera maravillosamente artís-
tica; por eso los delicados, los refinados, los artistas
verdaderos, admirarán más esas perlas preciosas que
los diamantes más colosales.
En las batallas literarias del Circulo hubo que ata-
ESCUELAS Y TEORÍAS LITERARIAS I 01
car rudamente á Musset, porque se le hacia servir
como bandera de combate, tratando de revivir aque-
llas figuras del Cenáculo parisiense que, magnifica-
das entonces como sombras chinescas, han desapa-
recido tiempo hace sin dejar tras de sí el menor
rastro, si se exceptúa el recuerdo de sus extrava-
gancias.
Gautier, aquel polígrafo admirable, columna que
fué de la bohemia de la rué du Doyennéj es la única
figura que subsiste y que pasará á la historia como
estilista primoroso. Convengo que los contemporá-
neos se entusiasmaran por aquel fantástico Petrus
Borel. por el simpático Gerardo de Nerval, y por los
demás "grandes hombres" del Cenáculo, pero esa
fantasmagoría había pasado hacía medio siglo, cuan-
do quiso hacerla revivir el grupo del Circulo litera^
tio. Y puso todo su empeño en hacerla revivir con
todas las exageraciones del primer momento, que si
bien eran toleradas, explicadas por el ardor de la
primitiva lucha, verdaderamente eran falsas y un
tantico ridiculas en el intentado pastiche. De ahí que
en el Circulo no se discutieran las obras verdaderas
de Musset y otros autores : se quería sólo ver en
Musset al autor de la balada á la luna, v el fastidioso
point sur un i era el oriflama de combate.
Adolfo Mitre no encontró nada mejor que traducir
102 RESEÑAS Y CRÍTICAS
para revelar su fe literaria, que el Albertus de Gau -
tier, porque en toda la obra admirable de aquel es—
critor fue lo único que encontró de "un romanticis-
mo violento y premeditado, ultra-revolucionario y
que trataba de imaginar todo lo que hubiera de más
abacadabrante, macabro y frenético '\ Es la obra
de la juventud del autor, pero de la primera juven-
tud, la del chaleco rojo y la contra-seña Hierro de
la representación de Hernanij la del Cenáculo, de la
edad en que sólo se soñaba en audacias, escalamien-
tos y otras cosas por el estilo.
Pero todo ello leído á medio siglo de distancia !...
No acertaba á comprender aquel entusiasmo en
frío.
Todo ello me hizo ser indudablemente exagerado
en la réplica sobre Musset, el tierno poeta de las
Noches, del Sauce y de aquellas admirables stanzas
á la Malibrán I
II
El romanticismo de 1830 fué una revolución lo-
cal, exclusivamente francesa, hija de las circunstan-
cias anormales que la produjeron. No tiene hoy razón
de ser, ni menos de ser imitada entre nosotros, donde
J
ESCUELAS Y TEORÍAS LITERARIAS lO^
no existen las causas especiales que la provocaron
allí. Y sin embargo, ha tenido una verdadera reper-
cusión directa en la República Argentina, debido i
la casualidad de hallarse en aquella época en Paris
uno de los más grandes poetas del Plata : Echeve-
rría no sólo asistió á las batallas de //emaiti, y se
entusiasmó por el Prefacio del ^^Cromwell ", sino que
de vuelta á su país, fue ardoroso propagandista de
las nuevas teorías.
Preciso es, pues, entrar de lleno al examen de esta
cuestión, encarándola del punto de vista de la lite-
ratura argentina.
Las doctrinas literarias de 1830 son, á mi enten-
der, no del todo exactas, y nos conducirían al ener-
vamiento de la energía varonil, al culto servil de la
belleza halagadora déla forma. Apesarde la apa-
rente repulsión hacia el clasicismo, se adopta como
modelo á Horacio y Ovidio, pareciendo desdeñar á
Persio y Ju venal.
En la literatura argentina se siente una tendencia
latente hacia el gusto antiguo^ que tan acerbamente
es atacado por los discípulos de Echeverría. Para
convencerse de la verdad de este aserto, no hay más
que leer á Carlos Guido y Spano, el poeta artístico,
clásico por excelencia, en nuestra literatura contem-
poránea. El entusiasmo ardiente con que se leen
I04 RESEÑAS Y CRÍTICAS
las bellísimas composiciones del egregio vate, de-
muestra claramente que, sin quererlo, se tributa un
merecido culto al clasicismo. Nuestros críticos mis-
mos lo confiesan, cuando dicen :- '^es griega, es an-
tigua, aunque fresca y juvenil, la musa predilecta
de Guido... sus versos reflejan al cielo, los paisajes,
las mujeres de Grecia : Myrta, Corina, la blanca Ar-
sinoé, que no han nacido por cierto á las márgenes
del Plata... ^' Nadie como Guido ha poseído hasta
ahora el secreto del acierto en las cosas del arte, y
sin embargo, Guido es eminentemente clásico, perte-
nece á esa escuela que ha llegado á considerarse
^^como un cadáver, á quien se le hizo la autopsia...
y que fué despedazado entre nosotros por Eche-
verría... eran formas aristotélicas decoradas por
Boileau y algún otro de sus costumbres, que, ence-
rrando á nuestros ingenios en estrechos carriles,
detuvieron el vuelo del genio americano..." Pero, sin
duda, no podría negarse que á pesar de respirar
Guido el clasicismo en sus más bellas composicio-
nes, su genio americano no ha sido detenido por él ,
pues ahí está Nenia, En el monte, Patagonia y tan-
tas otras I
Ya se vé, pues, que el desprecio por el clasicismo
es más bien aparente que real. Y no podía ser de
otro modo, porque sino i con qué regla de criterio,
ESCUELAS Y TEORÍAS LITERARIAS lO^
de buen gusto^ se podría juzgar y apreciar á los poe*
tas?
Se ha asegurado entre otras cosas, **que el ro-
manticismo es la libre protesta contra el espíritu
cortesano y tradicional de la literatura borbónica,
llamada clásica..."
Tengo para mí que si algún poeta clásico hubo
entre nosotros fué el doctor Gutiérrez, y de él se ha
dicho: " £1 doctor Gutiérrez es un poeta clásico, aun
cuando se nota en sus composiciones el espíritu de
ese algo, de que se vanagloriaba Chénier ". Es indu-
dable que ^^ las poesías de este vate son quizá de las
más correctas, tanto en el estilo como en la forma
de que revisten, diciendo á voz ^n grito que son com-
posiciones hijas de una musa extranjera ".
Pues bien, el doctor Gutiérrez, ese poeta distin-
guidísimo que pertenece á la escuela clásica, ó como
se ha dicho '' á esa literatura cortesana, tradicional
y... borbónica " merece á los más encarnizados ene-
migos del clasicismo los más calurosos y extremados
elogios, llamándole ''el primer literato de la Amé-
rica española, el Fénix de la literatura del Plata, el
decano de los poetas de la nueva Atenas..." y aun
señalándolo como modelo á los jóvenes adoradores
de las musas, le clasifican de maestro del buen gusto
etc. Debe alabarse muy de veras esa justa admiración
I06 RESEÑAS Y CRÍTICAS
hacia el doctor Gutiérrez, y ella confirma una vez
más, la aserción de que los vehementes ataques al
clasicismo son más aparentes que reales.
Balcarce es una figura poética interesante : con
razón se alaban las bellísimas estrofas de la Despe-
dida, inspiración brillante, profética, al separarse
para siempre de su amada patria. El cigarro, del mis-
mo bardo, uno de nuestros más sentimentales poe-
tas, es una composición delicada, sencilla y profun-
damente filosófica. Esos versos respiran un melan-
cólico escepticismo, y al leerlos no se puede menos
de estimar al autor. El malogrado Berro, á quien se
compara con Balcarce, en lo que más se asemeja á
este, es en que, como ha dicho un crítico, ambos
'' leían en los antiguos, se inspiraban en la más clara
fuente de toda poesía...", agregando con innegable
razón, que *' la inspiración sola no basta para alcan-
zar la palma de poeta en las sociedades cultas y arti-
ficiales, se necesita la intervención del arte, sin el
cual la espontaneidad misma marcha tímida como si
le faltase luz y aplomo".
Se compara frecuentemente á Magariños Cervan-
tes (Alej.) con Guido y Spano. Pero si es verdad que
son contemporáneos, y quizá' coetáneos en su prime-
ra aparición literaria, no se puede menos de confesar
que mucho se diferencian en la índole poética, pues
1
ESCUELAS Y TEORÍAS LITERARIAS IO7
Guido es eminentemente clásico, mientras que Ma-
gariños por su Plegaria se inclina más al romanti-
cismo puro, y por su Mburucuyá, reviste un carácter
americano, uruguayo.
Pero examínese á Echeverría. Aquí los adversarios
del clasicismo parecen pisar en terreno firme, porque
se apoyan en las páginas elocuentes en que aquel gran
poeta defiende con lamentable parcialidad al roman-
ticismo, y ataca con bastante injusticia al clasicismo.
A la manera del Prefacio de Cromwell, las pági-
nas de Echeverría estaban destinadas á producir una
verdadera revolución literaria entre nosotros, pros-
cribiendo, anatematizando al clasicismo, y entroni-
zando un romanticismo especial, original, grande,
como todo lo que produjo Echeverría.
£1 calor inusitado, el ardoroso entusiasmo con que
están escritas esas páginas, deslumhran al lector y le
conducen engañosamente de conclusión en conclu-
sión, á proclamar el advenimiento de una poesía ra-
ra, tremenda, exótica, que cual desbocado corcel, sin
obedecer á freno alguno, sin sujetarse á la más míni-
ma regla, ^^ pueble el aire de silfos, el fuego de sala-
mandras, el agua de ondinas, y el cielo y el espacio de
gerarquías de entes incorpóreos, de genios, espíritus,
ángeles, anillos invisibles que ligan la tierra al cielo,
ó el hombre á Dios... "
I08 RESÉ Jí AS Y CRÍTICAS
La imaginación más cuerda, la fantasía más sen-
sata . concluye por desbocarse junto con el autor» y
pasando, con pasmosa elocuencia, por todos los gra-
dos del furor sibilino, recorren en desesperada carre-
ra las modernas literaturas: y por último, fatigadas,
exhaustas, estenuadas, á la manera de las antiguas
Pitonisas de Delfos, vienen á caer vencidas y jadean-
tes, á causa de tan loca peregrinación!
Así Echeverría dice al concluir, que la literatura
romántica '*es un maravilloso instrumento, cuyas
cuerdas sólo tañe la mano del genio, que reúne la
inspiración á la reflexión, y cuyas sublimes é inago-
tables armonías expresan lo humano y lo divino".
i Qué otra cosa ha sido el clasicismo en su origen ?
La literatura, como el arte antiguo, alcanzaron un
grado tan elevado de perfeccionamiento, que han te-
nido la misión histórica de servir de modelo, siempre
fecundo, á las generaciones sucesivas, contribuyendo
á mantener siempre vivo el culto de lo bello, de lo
verdadero y de lo bueno.
El clasicismo ha sido y tiene que ser la más pura
fuente del buen gusto estético, por eso se le llama
clasicismo, porque sus obras son tan acabadas, tan
perfectas, que sirven de modelo.
Esto no quiere decir que haya que sujetarse á la
imitación servil de la forma y del fondo, sino que no
ESCUELAS T TEORÍAS LITERARIAS I OQ
debe prescindirse de estos grandes modelos, pues sin
ello no hubiera sido ni sería posible el progreso lite-
rario. Así como las generaciones se apoyan las unas
sobre las otras, para dar un paso adelante, así las li-
teraturas modernas deben forzosamente apoyarse en
las antiguas, para alcanzar mayor grado de perfec-
ción.
d progreso no es posible sino con el concurso de
todos, de todas las generaciones ; querer aislarse, es
retroceder, porque es una ley histórica inexorable que
el adelanto sólo es posible con la ayuda de los demás.
EIs, pues, no sólo quimérico, sino en cierto punto
peligroso predicar esa independencia salvaje del ais-
lamiento individual, porque es renegar del progreso
humano querer prescindir de la experiencia de los
siglos, y marchar al acaso, sin guia ni rumbo. Es
anti-liberal esa doctrina, porque es anti-progresista,
porque la pública ni la privada felicidad puede al-
canzarse preconizando el reinado de la loca fantasía.
c A qué nos ha conducido el romanticismo? A esas
poesías que nos inundan y que son cuando más ^* el
fruto sencillo y espontáneo del corazón, ó la expre-
sión armoniosa de los caprichos de la fantasía".
El melancólico llanto, el lacerado amor, el mutila-
do corazón, la fantástica divagación... ^es acaso ésta
la poesía que deba preconizarse en nuestro siglo, en
lio RESENAS Y CRITICAS
pueblos viriles, jóvenes y enérgicos, como el argenti-
no?... ¡Y sin embargo, á ese precipicio nos conduci-
rían sus teorías!
Pero felizmente no se puede prohijar semejante
principio sino aparentemente ; no se puede preten-
der que nuestra literatura sea esa planta exótica, ra-
ra, extraordinaria, nueva, especial, que preconizan
los que adoran demasiado ciegamente á Echeverría.
Los que forman esta escuela quieren ser á todo
trance americanos, con prescindencia de las tradicio-
nes antiguas y modernas de otros países del mundo.
Alaban sólo los ingenios y las producciones america-
nas. Pero ¿quién es el primer escritor de la América
Latina y cuyo mérito indisputado é indisputable, ni
la envidia siquiera se ha atrevido á manchar con su
hálito impuro? El primer escritor americano ha sido
Andrés Bello, y Andrés Bello es un escritor clásico
en toda la extensión de la palabra.
III
Andrés Chénier ha resuelto hace tiempo esta con-
troversia, cuando dijo:
Sur des pensers nouveaux faisons des vers antiques.
r
ESCUELAS Y TEORÍAS LITERARIAS III
Se pretende que resucitar los estudios clásicos,
muertos entre nosotros desde Juan Cruz Várela y
Exheverria, equivale á un retroceso evidente en el
progreso literario.
Se sostiene que la verdadera escuela es la románti-
ca, y se cree que el porvenir pertenece al romanti-
cismo, así como el pasado es el patrimonio exclusivo
del clasicismo. Se ataca con vehemencia al clasicismo
y se pretende con alguna injusticia, que sólo nos ha
enseñado '*pura fraseolc^ía, mucha poesía, poco de
estudio práctico, nada de apostólico, nada de propa-
gandista (i)".
Arrastrados por una excusable sed de libertad, váse
hasta exigir que nuestra literatura deba ser nueva,
independiente y diversa de todas las que han existi-
do, excepcional, espontánea, sin escuela... El propó-
sito es utópico, pero valerosa la empresa !
Un crítico distinguido ha dicho que estimular el
gusto por los clásicos, es poner el dedo en la llaga de
nuestra literatura naciente. No es el talento ni aun
el trabajo lo que más falta, agrega, sino el gusto : y
(i) Véase La Argentina, por Benigno T. Martínez (Ensayos lite-
rarios sobre los vates contemporáneos JU ambas márgenes). Concepción
del Uruguay, 1878. f v. de 335 páginas. Seguiré á este autor en la
discusión de este párrafo, de manera que las citas que se hacen en
este articulo se refieren á esta obra.
112 RESENAS Y CRITICAS
nada hay como el gusto antiguo, que sea capaz de
formar entre nosotros autores y críticos.
Sin embargo, la literatura, como el arte, tiene sus
tradiciones, su historia, y para comprender el pro-
greso moderno, es indispensable apreciar y conocer
todas las escuelas : la clásica como la romántica, las
obras del pasado como las contemporáneas.
Los frutos espontáneos son á veces meritorios, pero
es un hecho comprobado que las plantas mejoran
por el cultivo ; así también con el estudio de los gran-
des modelos, la inteligencia se disciplina, se aquilata
y llega á conocer mejor lo bello, una vez que ha he-
cho fecundos por el trabajo, los dones que se reciben
de Dios.
El hombre culto y progresista no es ni puede ser
el que da vuelta inconsciente la espalda al pasado,
como tampoco puede ser ni en realidad lo es, el
que cree que la humanidad no marcha, no ade-
lanta, y que, en medio del movimiento universal,
queda parado, estático con la mirada fija en lo que
fué I
Se pretende que la enseñanza de los clásicos es con-
traria á las formas populares y espontáneas que debe
revestir la inteligencia en una democracia, pero esos
estudios, cuando menos^ enriquecen nuestro bagaje
literario, mejoran y educan el buen gusto, sin el cual
ESCUELAS Y TEORÍAS LITERARIAS I I 3
— forzoso es confesarlo — no hay ni puede haber li-
teratura posible.
Los grandes maestros son los grandes modelos en
la literatura como en el arte, y la experiencia fecunda
de la historia ha demostrado que allí donde han sido
cultivados y estudiados con mayor afán, han ejercido
una notable influencia en el desarrollo del sentido es^
tético.
El que no sabe, es como el que no vé : y asi como
no vé el que desdeña los grandes modelos artísticos
que los siglos nos han trasmitido, asi tampoco no sa-
be el que rompe bruscamente con el clasicismo, y
adopta esa escuela libre de toda traba, sin más ele-
mento que las apreciaciones inseguras del libre albe-
drío de cada uno.
Parece, pues, que un justo término medio es lo
más aparente para el franco y libre desarrollo inte-
lectual : no desdeñar el romanticismo, pero sin repu-
diar tampoco el clasicismo.
Suprimir del todo los estudios clásicos, es renun -
ciar completamente al precioso legado que la anti-
güedad nos ha trasmitido, y se sabe cuan fugaz es la
existencia para que cada hombre, por sí solo, abraze
el vastísimo campo que ofrece la literatura.
La observación ha demostrado que los estudios
clásicos influyen poderosamente en la cultura de las
8
114 RESEÑAS Y CRÍTICAS
formas, sin que esto importe en lo más mínimo un
ataque á la libertad, siempre fecunda, de que es sus-
ceptible el fondo de todo trabajo intelectual.
Hay entre el hombre que ha seguido sucesivamen-
te y con empeño todos los estudios que preparan para
la lucha intelectual, y aquel que sólo cuenta, con su
propio esfuerzo y con futuras indagaciones, la misma
diferencia del soldado veterano y del bisoño recluta :
el que tiene un fondo seguro de conocimientos clási-
cos, siempre se distinguirá más que* el que sólo ha
cultivado lo contemporáneo, así como entre un solda-
do y un recluta, ambos igualmente valerosos y deci-
didos, siempre habrá un algo que los diferencie. Los
conocimientos clásicos de un literato son como la
disciplina de un veterano : al bisoño le falta algo, y
ese algo es la disciplina. El que está armado del cla-
sicismo y conoce la escuela romántica, se asemeja al
veterano que usa armas de precisión : el que desdeña
aquellos estudios, es, en mi humilde opinión, el re-
cluta mal armado, que, por valeroso que sea, no puede
luchar con ventaja contra el veterano.
■ El clasicismo no ha muerto, ni puede morir, por-
que el pasado es un hecho y los hechos no se borran
jamás.
No es de este lugar, con todo, sostener una discu-
sión sobre el mérito relativo de estas escuelas ; pero
ESCUELAS Y TEORÍAS LITERARIAS I I 5
paréceme que ellas no dañan al desarrollo intelectual
de la juventud argentina: y, por el contrario, que
contribuyen á sazonar los frutos de la inteligencia en
una nación tan favorecida bajo este aspecto.
En alguna de las obras de Goethe, á quien el emi-
nente Sainte-Beuve llamaba el rey de la critica^ se
lee que las obras del día no son románticas porque
son nuevas, sino porque son débiles, enfermizas, y
sin vida : y que, por el contrario, las producciones
antiguas no son clásicas porque son viejas, sino por*
que son enérgicas, profundas y eternamente juveniles.
Y en efecto, los escritores clásicos no sólo son
maestros en estos tiempos en que se escribe como se
vive, esto es, de carrera, sino que sus obras son el
modelo para cultivar el gusto antiguo ^ hermanán-
dolo con las exigencias estéticas de la edad moderna.
Un notable escritor contemporáneo, algo escéptico
quizá, ha dicho que la poesía romántica, donde sólo
vagan melancólicas imágenes de inteligencias ardo-
rosas, pero demasiado exaltadas, es un lirismo que
tjene eco únicamente en los corazones juveniles, más
en la mujer que en el hombre. *'Los idilios tristes y
sentimentales se adaptan más, añade, á la naturaleza
tierna y delicada del corazón femenil, pero no cua-
dran al carácter duro y viril de la inteligencia vigo-
rosa del hombre. "
I 1 6 RESEÑAS Y CRÍTICAS
Esa tierna y fantástica divagación, ese lánguido y
sollozante romanticismo, es el patrimonio exclusivo
de '^esa legión cuasi vaporosa que sueña sempiter-
namente con el paraíso de la gloria, siempre escon-
dido en una región de nieblas, á cuya entrada está la
Esperanza, con la cara risueña y el ropaje esplén-
dido ".
Pero las estrofas varoniles de caracteres bien tem-
plados, de corazones fuertes, no pueden menos de
interesar á todo hombre noble, y apasionar el espíritu
del pensador despreocupado .
La democracia misma nace enfermiza, si no levanta
el carácter, en vez de sollozar eternamente en melan-
cólicos versos I
Ese género poético, ese numen irritado y vigoroso,
ha producido obras cuya duración es eterna, y que
trasmitidas de generación en generación, influencian
á la posteridad más remota, inoculando sin cesar á
la humanidad el amor á la virtud y el odio al vi-
cio.
Persio y Juvenal no sólo sirven de modelo co^no
poetas, sino que serán siempre leídos con creciente in-
terés, porque analizan costumbres que en el trans-
curso de los siglos han cambiado sólo de forma y de
fecha, pero no de esencia ; porque estigmatizan vi-
cios que renacen siempre con bríos cada vez mayo-
ESCUELAS Y TEORÍAS LITERARIAS I I 7
res, cuando el digno desprecio de la pública morali-
dad no los mantiene en una saludable dependencia.
Han descrito, estudiado y ridiculizado una sociedad
escepcional por sus hechos, por sus virtudes como
por sus vicios: — pero las sociedades modernas son,
en cierto modo, escepcionales, y muchas de las virtu-
des ensalzadas, como muchos de los vicios estigma-
tizados por aquellos satíricos, se enseñorean hoy
triunfantes en el escenario complicado, pero deslum-
brador, del mundo contemporáneo.
Al recorrer aquellas producciones, escritas con un
calor y una elocuencia incomparables, no puede me-
nos de admirarse en esos clásicos el carácter, — esa
cualidad tan desmedrada por las bastardas ambicio-
nes y por el hábito cobarde de adular las muchedum-
bres, — sus preocupaciones y hasta sus mismas pa-
siones asombran !...
No es, pues, únicamente cuestión de clasicismo y
de romanticismo, escuelas literarias que tienen ya
sus adalides y sus mártires...
Junio de 1885.
VI
EL MOVIMIENTO INTELECTUAL ARGENTINO
REVISTAS Y PERIÓDICOS
I A Nueva Revista se ha ocupado de una intere-
JL^ santísima cuestión, con motivo de la reciente
desaparición de la Revista de Chile, que no ha hecho
sino seguir las huellas fatalmente trazadas por la no-
table Revista Brazileira, El mal que allí se señala es
más grave de lo que á primera vista parece, pues no
sólo es local, sino antes por el contrario se diría que
es endémico en la América Latina. En los países de
origen latino en el Nuevo Mundo, es imposible aclima-
tar las publicaciones periódicas del carácter de Re-
vistas : — hay apenas suscritores suficientes , pero
ni hay libreros-editores que tomen con calor em-
presa semejante, ni se encuentra otro eco en el pú-
blico que el de una indiferencia realmente criminal.
120 RESEÑAS Y CRÍTICAS
Todos los esfuerzos que en el sentido de remediar
este mal se hacen, son infructuosos y consiguen sólo
desalentar á los más perseverantes, sin lograr con-
vertir uno solo de los positivistas empedernidos que
componen el mundo moderno, al cual tan fielmente
se aplica el dicho del viejo Horacio: guoertt opes,
pues todos se afanan tras la riqueza, absorbiendo
en dicha tarea su actividad y su inteligencia.
Un escritor distinguidísimo atribuía recientemente
la decadencia de la crítica contemporánea á la prensa
diaria, que tan omnipotente influencia ejerce en la
gran masa del público. *' La política ha sido trans-
portada del todo, con sus injusticias y sus preocupa-
ciones, á la literatura, cuyo carácter ¡hospitalario y
bienhechor altera profundamente. Tal obra encanta-
dora y fuerte, aun una novela, por más apasionada y
sincera que sea, no encontrará por parte de cierta
opinión más que el silencio y el más frío desdén.
Imagínese un libro de buena fe, maduramente ela-
borado, sobre una cuestión importante, de esos que
se publican sólo de tiempo en tiempo ; imagínese que
ese libro cae de improviso en un medio preparado de
semejante manera. Lo que denota la intención for-
mada previamente de antemano y la completa au-
sencia de sinceridad en la crítica, es que se puede de
antemano prever el resultado, según el color poli-
MOVIMIENTO INTELECTUAL ARGENTINO 12 1
tico de los diarios, que — mal que pese — son toda-
vía los dispensadores del éxito del momento. Puede
decirse que los diarios se dividirán infaliblemente en
tres grupos : aquellos en que el libro será aclamado
ó denigrado en mérito del solo título y antes de ser
leído; aquellos donde se omitirá sistemáticamente el
mencionar el libro, como si fuera peligroso hacer co-
nocer el nombre de un autor que representa un cierto
caudal de ideas contrarias á tal grupo ó partido ; y
en fin, aquellos donde la acogida será más ó menos
fría, el favor ó el desdén más ó menos mitigado.
Pero este sistema mixto es raro — añade con amar-
gura este escritor — y el caso más común es el de la
opinión preconcebida y de la inflexible excomunión
recíproca, lo que dispensa de leer, facilita la tarea y
simplifica la crítica I... "
Ignoro hasta qué punto sean aplicables esas refle-
xiones á lo que en la República Argentina pasa. Lo
que sí es evidente — y no hay mérito en confesarlo —
es que el público en general es de una indiferencia
curiosa, y que si bien lee, lo hace sólo respecto de
producciones extranjeras, bastando que el libro sea
nacional, de un autor argentino, para desmerecer en
la estimación general. Entre nosotrosse lée enorme-
mente los diarios, pero estos — salvo honrosas es-
cepciones — buscan más bien el lucro que la propa-
122 RESEÑAS Y CRÍTICAS
ganda : sacrifican todo á las noticias más ó menos
picantes, que les es preciso desenterrar ó inventar en
caso necesario. Las gentes fatigadas quizá del duro
batallar de una existencia que se torna día á día más
diñcil, quieren reposar la preocupada imaginación,
con lectura fácil, corta, juguetona, chispeante, sin
desdeñar la noticia escandalosa si está brillantemente
redactada : — cuando más lee los telegramas y la sec-
ción de la Bolsa — < qué lugar queda para la crítica
inteligente de los hombres y de los libros ?
Por otra parte, aquí no hay — con excepción de
rarísimos ejemplos — editores que puedan llamarse
propiamente así, es decir, que conciban tal ó cual
empresa, encarguen á tal ó cual escritor haga un li-
bro ó artículo en determinado sentido, le paguen su
trabajo, lo impriman, lo hagan circular y lo coloquen
ventajosamente. Sólo así recibiría verdadero impulso
la literatura nacional, pues el trabajo intelectual,
trabajo difícil si lo hay y que requiere considerable
capital de conocimientos anteriores, — sólo así, re-
pito, esc trabajo sería remunerado y estimulado, y
recién entonces podría existir entre nosotros la pro-
fesión del '* hombre de letras ", que vive de su
pluma y de su saber. En otros países, los escritores
hacen vida de tales, estudiando continuamente, y es-
cribiendo con ardor : porque ganan por ese medio ho-
MOVIMIENTO INTELECTUAL ARGENTINO I 2 3
norable su vida y conquistan una posición espectable
en sociedad. Entre nosotros, cada autor debe pagar
la impresión de sus propios libros, que se apolillan en
los estantes de los almacenes-librerías, si la casuali-
dad no hace que las gentes vayan especialmente á
comprarlos allí mismo: nadie vive, pues, de su inteli-
gencia y de su pluma, si se esceptúa á los diaristas. Y
sin embargo hay escritores! pero sólo perseveran los
que á una vocación indomable unen cualquier medio
de vivir, pues las letras son un lujo y un lujo caro
que sólo proporciona satisfacciones egoístas, desde
que ni siquiera regalando los libros se logra que sean
leídos ! Preciso es convencerse, con todo, que mien-
tras no exista la profesión de " hombres de letras ",
no habrá verdadera literatura nacional.
Se podría decir de la República Argentina lo que
un reputado crítico ha dicho de la Bélgica : — que se
imprime, en efecto mucho: obras de derecho, libros
de ciencia, tratados de filosofía ; panfletos políticos
llenan las oficinas, y no se pasa un día sin traer
nuevo alimento á la predilección del país por los es-
tudios serios, pero **la vida política, profesional é
industrial absorbe desde temprano las inteligencias :
para un reducido núcleo que sigue de cerca el mo-
vimiento literario de las otras naciones, y, en las le-
tras nacionales, trata de no permanecer demasiado
I 24 RESEÑAS Y CRÍTICAS
atrás de los esfuerzos realizados en otras partes, la
mayor parte se encierra en el círculo estrecho de las
preocupaciones inherentes á su carrera. La compe-
tencia por los puestos públicos, las posiciones sociales,
las canongías administrativas, es tan viva, que cada
cual se esfuerza en adquirir lo más pronto posible la
suma de conocimientos que le permitirán llegar á la
deseada meta ". Verdad es que eso sucede siempre en
los países nuevos, cuyo pasado reciente no les ha
permitido constituirse aún de una manera defini-
tiva.
También se ha dicho con razón examinando análoga
situación en Holanda, que ninguna publicación puede
sostenerse sin los subsidios que el Estado acuerda
generosamente: sin ello, ningún libro vería im-
presa su última página, ni revista alguna llegaría á
su duodécima, entrega. '' Es triste, profundamente
triste, el deber confesar la existencia de situación se-
mejante: es desesperante el no poder prever el mo-
mento en que esta situación pueda mejorarse ! "
Nada, efectivamente, es más desconsolador que
ese estado de cosas. Hay urgencia, hay verdadero pa-
triotismo, en tratar de buscar remedio al mal. Y el
remedio consiste únicamente en la sana crítica, y en
inculcar en el público el aprecio por las letras. El
famoso dicho de Larra : **no se lee porque no hay
MOVIMIENTO INTELECTUAL ARGENTINO I 2 $
quien escriba, y no se escribe porque no hay quien
lea", es evidentemente paradoja peligrosa. Es preciso
fomentar el que se lea, y sólo se obtendrá esto por
medio de ana crítica inteligente.
La prensa diaria, por su naturaleza misma, por
su pronunciadísima tendencia actual, es más bien el
receptáculo de las noticias del momento, de la vida
fugitiva del instante. No se le puede exigir que lleve
á cabo una empresa que no entra evidentemente en
sus fines.
Un eminente profesor ha dicho con razón que estu-
diar un libro, es cuestión larga y con frecuencia difí-
cil; juzgarlo, es cosa complicada y en extremo delicada.
"Un libro provoca un mundo de ideas, todo está en-
cadenado en este universo de las inteligencias, por
analogías ó por contrastes. Nada más que la lectura
material de un in-S" de 500 páginas absorbe tres ó
cuatro días á un espíritu atento. ¿Y quiénes son los
privilegiados que pueden permitirse semejante lujo
de tiempo? Raros son entre la gente desocupada; no
los hay entre los improvisadores de la imprenta dia-
ria. Pero leer una obra de esa talla y de ese peso, no
es masque una parte — y la más fácil — de la tarea
del crítico. Es preciso juzgarlo, y para esto, es nece-
sario compararlo. Indispensable es conocer las fuen-
tes y los antecedentes: es necesario descubrir los nue-
120 RESEÑAS Y CRÍTICAS
VOS puntos de vista, la inspiración, la inteligencia,
discernir las conclusiones manifiestas y deducir las
consecuencias posibles. Para juzgar un libro, es ne-
cesario conocer veinte otros con los cuales aquel tiene
puntos de contacto... " Es evidente que la prensa
diaria no puede imponerse esa tarea, pues ni el dia-
rio ni el público apurado que lo lee, tienen pacien-
cia suficiente para apadrinar una elucubración seria.
De ahí que esa sea la misión de la prensa periódica,
de las ''revistas", sean semanales, quincenales,
mensuales, etc. Lograr que el público se aficione á
este género de lectura, es hacer penetrar la crítica,
establecer el estímulo, fomentar los buenos escrito-
res, corregir los malos, encaminar, en una palabra,
el gusto literario.
Las '* revistas" son obras colectivas en que pue-
den colaborar todos, cuyo mérito pertenece á mu-
chos, y que podrían procurar incalculables beneficios
si tuvieran la circulación que debieran. Sea quien
fuere el que dirija una ''revista", su personalidad
no hace al caso, desde que el acceso á sus páginas sea
fácil á cualquier escritor, con prescindencia del grupo
literario ó político á que está afiliado. En el estado
actual de cosas, una "revista" no sólo no es una
empresa de lucro, sino que frecuentemente acarrea
pérdidas, hasta que es preciso hacerla cesar : lo más
MOVIMIENTO INTELECTUAL ARGENTINO 12'J
á que se aspira es á que la suscrición cubra los gas-
tos. Protejer empresas de esa naturaleza es obra de
patriotismo, pues redunda en beneficio común y en
honra de las letras nacionales. Preciso es conven-
cerse que si lo3 precios usuales para la suscrición de
semejantes publicaciones son en la América latina
más elevados que los que se conocen en Europa, la
culpa la tiene el reducido número de abonados : — si
este aumentara, no sólo disminuiría el precio y me-
joraría la publicación, sino que permitiría hacer lo
que- las " revistas " europeas : pagar debidamente
los artículos que se publiquen. De esa manera se ha~
bría llegado á crear la deseada profesión de ^^ hom-
bres de letras ", hasta hoy desconocida entre noso-
tros.
En la República Argentina, debe decirse con orgu-
llo, se ha batallado con ardor por tan noble propó-
sito desde el comienzo de este siglo. Aún antes de
existir esta República, cuando estas comarcas forma-
ban el Vireinato del Río de la Plata, se logró sos-
tener durante un año, el Telégrafo mercantil, ru-
ral, político, económico é historiógrafo del Rio de la
Plata ¡i) primer periódico que se publicó en este
(i) Buenos Aires, i8oi-oa. El número i, tomo i», corresponde al
I® de Abril de 1801. £1 número 3, tomo 5*, al j 5 de Octubre de 1802.
Este periódico es sumamente escaso y de gran precio.
128 RESEÑAS Y CRÍTICAS
país, y que ha perpetuado el nombre de su fundador:
el coronel don Francisco Antonio Cabello y Mesa.
Siguióle el Semcinario de Agricultura^ industria y
comercio que llegó hasta t8o6 (i), El Diario del
Comercio^ etc.
Proclamada la revolución de Mayo, se fundó la
famosa Gaceta de Buenos Aires que ha sido uno
de los periódicos más interesantes que esta capital
recuerde (2).
Imposible sería seguir paso á paso, dentro de los
límites de este simple artículo, el desenvolvimiento de
la prensa bonaerense. Recordaré sólo las *' revistas"
más notables, sin detenerme á caracterizarlas.
De 1844 a 18$ I subsistió el conocido Archivo
americano y espíritu de la prensa del mundo, que por
encargo del dictador Rosas, redactara don Pedro de
Angelis (3). Después de la caída de Rosas, vino El
(i) Buenos Aires, 1803-06. £1 número i, tomo i^, corresponde al
1» de Setiembre de 1802 ; y el 197, al 35 de Junio de 1806. Fué el
tercer periódico publicado en esta ciudad .
(2) Buenos Aires, 18 10-21. Forman su colección ocho volúmenes y
es importantísima porque todo el movimiento de la época puede se-
guirse en sus páginas.
(3) Buenos Aires, 1843 á i8;;i, alcanzó 10 volúmenes. Publicación
irregular: consta de 33 números la primera serie ; y de 29 la segunda ;
principió el 12 de Junio de 184') y dejó de aptarecer el 24 de Diciembre
de 1S51. Con la Gace/a Mercantil [yxé el órgano oficial del gobierno
de Rosas.
MOVIMIENTO INTELECTUAL ARGENTINO I 29
Plata ctentificoy literario, dirigido por el doctor don
Miguel Navarro Viola ( i ) ; la Revista Farmacéutica,
que aúa existe (2] ; la Revista del Nuevo Mundo, que
dirigit^ don Francisco Bilbao (3) ; la Revista del Pa-
raná, bajo la dirección del doctor don Vicente G. Que-
sáda (4); el Correo del Domingo ($); el Labrador
Argentino (6) ; la revista filosófica El Progreso, re-
dactada por don Luis R. Fors (7) ; la Revista Médico-
Quirúrgica, que aún subsiste (8); la Revista Argén-
tina dirigida por don José M. Estrada, y cuya segunda
(i) Buenos Aires 1854 a 1855. Fué bimestral, y alcanzó siete to-
mos. Se titulaba : Revista de los Estadas del Plata sobre Legislación,
Jurisprudencia, Economía Política, Ciencias Naturales y Litera-
tura.
{2) Es el órgano de la "Sociedad de Farmacia Argentina ". Princi-
pió en Octubre 1* de 1858 ; primero era trimestral, ahora es mensual.
(3) Duró desde el 1 1 de Julio al 39 de Diciembre de 1857.
(4) Periódico mensual que duró desde el 38 de Febrero al 30
de Septiembre de 1 861, publicado en la ciudad del Paraná, capital
entonces de la Confederación Argentina. Está hoy agotado. Su ti-
tulo era : Periódico de lústoria, literatura, legislación y economia
folUica,
(5) Periódico literario ilustrado, semanal, que duró desde el i* de
Enero de 1864 al 5 de Enero de 1867. Forma 8 volúmenes.
(6) Era una Revista de agricultura, pastoreo, eoonomia rural y do-
méstica, artes y oficios, que se publicó en 1867.
(7) Periódico semanal, que duró desde el \^ de Abril al 37 de Ju-
nio de 1869. Se titulaba: Rcfista filosófica, social, contra las socieda"
des Jesuíticas y vicentinas, y propagandista de las doctrinas del racio-
nalismo y de la franc-masoneria .
(8> Publicación quincenal, órgano de los intereses médicos argen-
tinos. Fundada el 8 de Abril de 1864.
I
130 RESEÑAS Y CRÍTICAS
época acaba de cesar (i); la Revista del Archivo (2),
continuada hoy por la Revista de la Biblioteca;
la Revista de Buenos Aires, dirigida por los docto-
res Vicente G. Quesada y Miguel Navarro Viola (3)
y cuya colección se encuentra en las principales bi-
bliotecas públicas de Europa, siendo citada por
cuantos se ocupan de estos países ; la Revista de Le^
gislación y Jurisprudencia que fundó el doctor Mon-
guillot (4), y- la que bajo el mismo nombre dirigie-
ron los doctores José M. Moreno, Ceferino Araujo,
Antonio E. Malaver, J. J. Montes de Oca (5), y cuya
segunda época apareció hace poco, pero parece haber
cesado ; los Anales de la Sociedad Rural Argentina
que aún se publican con general aceptación (6); la
(i) La primera época duró desde 1861 á 1873, alcanzando 15 vo-
lúmenes. La segunda época fué fundada en 1879*
(3) Su titulo es Hevista del Archivo General de Buenos Aires, fun-
dada bajo la protección del Gobierno de la Provincia, por Manuel
R. Trelles. Duró desde 1869 á 1879. Alcanzó 4 volúmenes.
('}) El titulo anadia: Historia americana. Literatura y Derecho,
Periódico destinado á la República Argentina, la Oriental del Uru-
guay y la del Paraguay. Era mensual. El número i, tomo i**, corres-
ponde á Mayo de i8ó? ; y concluye con el número 96, tomo 74, año
VIII, en Abril de 187 1. El tomo 35, se tituló: Biblioteca de la Re-
vista de Buenos Aires» — Memorias y noticias para servir á la historia
antigua de la República Argentina.
(4) Se publicó solo un volumen en 1864.
(;) Apareció en 1869, concluyendo la primera serie con el tomo 9^^
en 1873.
(6) Apareció el 50 de Septiembre de 1866; publicación mensual.
MOVIMIENTO INTELECTUAL ARGENTINO I 3 I
Revista de Policiaj que dirigió don Daniel Flores
Bclfort (i); la Revista Criminal, dirigida por don P.
Bourel (2); los Anales de Agricultura de la Refií-
hlica Argentina^ dirigidos por don Ernesto Olden-
dorff (3); la Revista del Rio de la Plata, dirigida por
Ibd doctores Andrés Lamas, Vicente F. López y Juan
M. Gutiérrez (4) ; la Revista Masónica Americana,
bajo la dirección de D. B. Victory y Suarez ( 5 ) ; el
Ateneo Argentino, dirigido por don Luis T. Pintos y
José J. Ballerini (6); El Constitucional, semanario
de Antonio Halieto (7); El Monitor, de D. A. Sar-
El titulo afiade : Revista destinada d la defensa de los intereses rura-
les del pais,y d la propagación de conocimientos útiles día agricul-
tura en todos sus ramos. Está actualmente en el tomo XVI.
(i) Desde Septiembre i* de 187 1 hasta Mayo i* de 1873. Tiene
dos volúmenes con retratos.
ti) Alcanzó á 2 volúmenes. Duró desde Enero i» á Octubre i^ de
1873. Era mensual.
(3) Publicación bimensual, desde Enero de 1873 hasta Diciembre
15 de 1876, publicó 4 volúmenes. Continuó refundida en El Plata
Industrial y Agrícola .
(^) Periódico mensual de historia y literatura de Amiricj. Princi-
pió en 1871 , concluyó en (878.
(5) Publicación quincenal que trata de cuanto atañe d la masonería;
principios, doctrinas, kistoriat legislación, derecho, administración,
noticias extranjeras y locales. Tuvo 3 volúmenes, desde Noviembre
15 de 1873 á Febrero 28 de 1876.
(6) Periódico mensual de historia, ciencias, literatura y variedades .
Principió en Abril de 1873 ; concluyó con el número 8, año II, en Oc-
tubre i«de 1873.
(7) Semanario ele politica, literatura y ciencias. Principió el 16 de
NoTÍembrc de 1873 ; concluye con el número 10, en Enero 18 de 1874.
132 RESEÑAS Y CRÍTICAS
rat¡i); El Plata Ilustrado, dirigido por Carlos Jan-
sen (2); la Revista Universitaria ¡3); la Revista de
Derecho (4); La Alborada del Plata (5) ; La Ondina
del Plata ; dirigida por Luis T. Pintos (6) ; la Revista
del Domingo [7]; los Anales de la Sociedad Científica
Argentina que aún se publican (8). Por cierto que
esta enumeración es sumamente deficiente, pues he
mencionado sólo las más á la mano, sin pretender
agotar este curioso detalle bibliográfico» incluyendo
muchos efímeros é insignificantes, al par que omi-
tiendo algunos famosos como La Abeja Argentina,
El Museo Americano, la Revista del Plata y muchos
otros. Pero lo dicho basta y sobra á mi objeto (9),
( 1 ) Periódico mensual de educación y enseñanza primaria. Prin-
cipió en Enero !• de 1873; concluye el !• de Junio de 1878. Tuto
5 años.
(2) Semanario de literatura, artes,modas y ciencias. £1 número i**
corresponde al 15 de Octubre de 187 1 ; concluye con el número },
del I 3 de Julio de 1873.
(3) Publicación quincenal, dirigida por una sociedad de estudiantes.
Duró desde Mayo 33 a Septiembre 15 de 1873.
(4) Dirigida por una sociedad de estudiantes. Era quincenal, y
duró desde Agosto i» de 1875 á Noviembre !• de 1876.
(5) Desde Noviembre 1 6 de 1877 á Mayo i* de 1 878.
(6) Revista semanal de literatura y moda. Desde Febrero 7 de
1873 ; duró varios años.
(7) Desde Septiembre 16 de 1876 hasta Octubre i» de 1877.
(8) Desde Enero i« de i8;6.
(9) El que desee más detalles puede consultar las Memorias de la
Biblioteca Pública de 1876 (i vol. en 80 de 22a pág.) ; y de 1877
MOVIMIENTO INTELECTUAL ARGENTINO I 3 3
pues prueba elocuentemente la tesis sostenida, de que
si bien constantemente háse notado preocupación por
fomentar este género de publicaciones, las más im-
portantes, las rodeadas de mayores garantías han
tenido que sucumbir, aunque apoyadas por los go-
biernos : tal ha sido la indiferencia, la falta de sus-
cripción, el desaliento de los escritores ! A pesar de
todos los esfuerzos, de la mayor perseverancia, no ha
sido posible hasta ahora aclimatar definitivamente
las "revistas" entre nosotros: — ese es el hecho
elocuente que resulta de los datos anteriores.
< Qué sucede en los momentos actuales?
Pueden dividirse las "revistas" que se publican
en Buenos Aires [ i) en dos grandes grupos : lasque
son órganos de sociedades técnicas, y cuyos lectores
se recrutan entre los socios ; las que son empresas
particulares, destinadas á satisfacer las necesidades
de un gremio.
O vol, en 8» de 6oo pág.) como tambiéo el folleto ígr. en S® de Lx-
70 p.) publicado bajo el Útu\o dt La Biblioteca PúblicJi de Buenos
Aires en la Exposición Universal de Paris de 1878. Esos trabajos
fueron confeccionados y publicados por el que ésto escribe y el doctor
don Nicolás Massa, cuando les cupo la honra de dirigir la Biblioteca
Pública. De ahí que datos citados en las notas anteriores sean saca-
dos de esos libros.
(i) Prescindo del resto de la República, porque si se exceptúa á
Córdoba, que tiene varios semanarios como El Progreso y otros ; y á
Entre Rios, que cuenta con su Revista de los Tribunales, las demás pro-
vincias argentinas carecen de esie género de publicaciones periódicas.
134 RESEÑAS Y críticas
En el primer grupo, debe contarse en primera li^
nea á la ^^ Sociedad Nacional de Farmacia", cuya
quincenal Revista FarmacétUica^ fundada el i" do
octubre de i8<)8, es una publicación tan floreciente
como autorizada, que ha llegado á su año XXIV, to**
mo XX. Destinada á un gremio especial, ha insertan-
do en sus páginas trabajos originales de innegable
valor para la ciencia, y al mismo tiempo que llena
cumplidamente su objeto, es una gloria para la pren*
sa argentina.
La importante " Sociedad' Rural Argentina " que
cuenta entre sus miembros á los más acaudalados
hacendados del país, costea igualmente con sostenido
brillo sus Anales^ revista quincenal que desde el 30
de septiembre de 1866, en 16 volúmenes que lleva
publicados, ha dilucidado las cuestiones más impor-^
tantes relativas á la ganadería y agricultura.
La *' Sociedad Científica Argentina" publica tam-
bién sus conocidos Anales desde el i* de enero de
1876, insertando en ellos los más interesantes traba-
jos relativos á investigaciones originales hechas en el
país por hombres de ciencia. Aunque por su mismo
carácter, esta revista tiene una circulación limitada,
sin embargo su mérito y su importancia son tales,
que hace verdaderamente honor á la República.
El floreciente *' Círculo Médico" tiene igualmente
MOVIMIENTO INTELECTUAL ARGENTINO 13^
SUS Anales, desde el a o de agosto de 1877, que quin-
oenalmente dan á conocer los trabajos de sus socios y
publican las conferencias que frecuentemente se dan
en su local .
El '* Instituto Geográfico Argentino " publica quin-
cenalmente su Boletín^ que se encuentra ya en su to-
mo IV, habiendo dado á conocer no sólo el resultado
de viajes y exploraciones hechas en el territorio ar-
gentino, sino también mapas y planos originales.
í Las sociedades literarias que antes existían, y que
publicaban interesantes revistas, como la Revista
^ Literaria del " Círculo Científico Literario", parece
I que han enmudecido de algún tiempo á esta parte.
, El *' Club Industrial ", al que tanto debe la recien-
te Exposición Continental de Buenos Aires ( marzo
iS-julio 16 próximo pasado), puhWcai El Industrial ,
desde el i * de octubre de 187$, ocupándose de todo
lo que á la industria nacional se refiere.
En cuanto á las publicaciones destinadas á servir
las necesidades de un gremio determinado, son tam-
bién algunas.
El foro, que no ha podido mantener ninguna so-
ciedad jurídica después del antiguo ^^ Colegio de
Abogados '\ tampoco mantiene órgano especial, como
El Foro, El Judicial. Si bien no proviene direc-
tamente de una asociación, la importante Revis
136 RESEÑAS Y CRÍTICAS
ta de los tribunales^ fundada en noviembre de
1880, ahora en el tomo II de su segunda serie;
conteniendo no sólo artículos originales de subi-
do mérito, sino extractos de los fallos más impor-
tantes de las cortes y tribunales nacionales y pro-
vinciales, y las concordancias del Código Civil arg^en-
tino : puede decirse que es una revista indispensable
para todo el que directa ó indirectamente se ocupe
del foro en nuestro país. Además, pueden contarse
entre estas publicaciones los Fallos de la Suprema
Corte Nacional (ij, los Fallos de las Cámaras de
Apelaciones y los Acuerdos y Sentencias de la Su-
prema Corte de Justicia de la provincia de Buenos
Aires.
Los médicos tienen además la antigua y reputada
Revista médico-quirúrgica^ publicación quincenal,
que desde abril 8 de 1864 viene insertando trabajos
notables.
El gremio de telegrafistas mantiene ahora la im-
portante Revista Cientifica Ilustrada^ que, fundada
el I** de junio próximo pasado, va adquiriendo un de-
senvolvimiento en extremo halagüeño.
Los estudiantes que tan infructuosamente han tra-
(i) La primera serie comprende de 1864 á 1870; la segunda se-
rie de 1 87 1 hasta ahora.
MOVIMIENTO INTELECTUAL ARGENTINO I 3 7
tado siempre de dar vida á publicac^nes, parecen
querer mantener con brillo el interesante semanario
El Estudiante, que si bien sólo cuenta pocos meses de
existencia, ha producido ya sensibles beneficios.
La masonería tiene también La Acacia; y los libres
pensadores, el interesante Libre Pensador,
£1 público musical sostiene igualmente varias pu-
blicaciones semanales, como ser El Mefistófeles, El
Mundo Artístico y la Gaceta Musical, que, fundada
el 3 de mayo de 1874, aparece periódicamente con
motivo de la temporada lírica.
£1 gremio de* agricultores y ganaderos, no sólo
sostiene el Boletín del Departamento Nacional de
Agricultura, sino otras publicaciones como la Re-
vista argentina de ganadería y agricultura, el Pe-
riódico del estanciero y otros.
£1 comercio tiene una serie de revistas especiales,
como la Revista Comercial j la Revista del mercado
de Buenos Aires y otras.
La pedagogía que tan importantes publicaciones ha
sostenido en este país, como los Anales de la Edu-
cación comiin en la República Argentina, dirigidos
por doña Juana Manso (i), mantiene ahora la Revis-
ta de Educación, importante periódico mensual diri-
(i) Buenos Aires, i8;8-i873. Forman 10 volúmenes.
138 RESEÑAS Y críticas
gido por el Consejo de EIducación de la provincia de
Buenos Aires.
Algunas publicaciones, como la Revista de 1% Es-
cuela Normal de VaroneSf tienen un público redu-
cido por su índole misma; otras, como la Revista Mi-
litar y Naval, se dirije al Ejército y Armada, 7 es
sostenida por el Ministerio de la Guerra.
En cuanto á las revistas que se dedican á la cultura
en general, unas son puramente literarias, como El
Álbum del hogar, dirigido por el desgraciado poeta
Gervasio Méndez ; otras abarcan la literatura y la
historia, como la Ilustración Argentina, fundada en
junio de 1881 por don Pedro Bourel, y que publica
grabados hechos en el país, y la Nueva Revista de
Buenos AireSj que abarca la literatura, historia, de*
recho, ciencias y bibliografía americana.
Propóngome en otro artículo examinar en detalle
la marcha de cada una de las publicaciones que
acabo de mencionar, y aun de aquellas que invo-
luntariamente he omitido. Por el momento lo di-
cho basta á mi objeto : no hay verdaderamente
publicaciones destinadas á fomentar las letras argen-
tinas.
Las ^^ revistas" que se sostienen son aquellas que
responden á intereses de gremio, siendo órganos de
sociedades técnicas. Las otras, de carácter general,
MOVIMIENTO INTELECTUAL ARGENTINO I 39
tienen, por desgraoia, vida efimera. ^ Dónde se en-
cuentra la crítica >
Entre nosotros, salvo raras excepciones, la critica
bibliográfica del diarismo es sumamente ligera, lo
que se explica suficientemente por las razones adul-
cidas al comenzar este articulo. En las publicacio-
nes periódicas no se ha dado hasta ahora grande
importancia á este aspecto de la cuestión : la Nueva
Revista se esfuerza, sin embargo, por reaccionar.
Verdad es que, gracias al doctor Navarro Viola, se
tiene un interesante Anuario Bibliográfico^ donde se
dan noticias de las publicaciones del año anterior,
criticándolas al mismo tiempo. Pero siendo el Anua-
rio un verdadero libro, que aparece cada doce mea-
ses, no puede llenar la misión de las Revistas.
Y sin embargo, la resolución de este problema es
de excepcional importancia para la República Argen-
tina. No sólo ignoramos hasta lo que se publica en
la localidad, sin tener criterio para apreciar la opi-
nión acerca del mérito de las obras, sino que ni cono-
cemos los periódicos que se imprimen en el interior
del país. Ignoramos hasta los nombres de los que,
fuera del lugar en que vivimos, se dedican al cultivo
de las letras ! Ni las sociedades literarias ó científi-
cas de las provincias mediterráneas son bien conoci-
das. Entre nosotros se vive en un aislamiento in-
140 RESEÑAS Y críticas
comprensible; no hay vida intelectual nacional, los
escritores conocidos son, ó de Buenos Aires ó viven
aquí. Muy pocos de los que en las otras provincias
escriben, llegan á hacer conocer sus producciones.
Obra de patriotismo es, pues, hacer cesar este estado
de cosas.
Si esto es deplorable con respecto á la República
misma, es peor todavía cuando se considera á la Amé-
rica en general. Sólo por una gran casualidad se sa-
be que en los otros países americanos se ha publica-
do tal ó cual obra, ó que ve la luz pública tal ó cual
revista. Pocos son los privilegiados que conocen la
Revista del Plata y los Anales del Ateneo, de Monte-
video; la Revista Paraguaya, de la Asunción; La
Patria y el Repertorio Colombiano, de Bogotá ; la Re-
vista Literaria, de Quito; La Juventud, de San Sal-
vador ; la Revista Mexicana, de México ; la Revista
literaria, de la Habana ; puesto que el Brasil ha deja-
do sucumbir la Revista Brazileira y Chile su Revis-
ta de Chile ; Bolivia y el Perú no pueden preocupar-
se por el momento de ésto. En cuanto á los libros, la
Nueva Revista lo ha hecho ya notar con amargura,
ni los títulos se conocen sino por intermedio de los
libreros de Europa !
He ahí, pues, la misión patriótica de las ^' revis-
tas" argentinas : estrechar los vínculos de solidaridad
MOVIMIENTO INTELECTUAL ARGENTINO I4I
nacional, creando una verdadera vida intelectual en
toda la República ; hacer cesar el aislamiento per-
nicioso conque, respecto á los otros países de América
vivimos. La tarea es demasiado ardua v demasiado
m
difícil, para que la competencia entre las ^^ revistas"
sea posible: las pocas que hay deberían aunar sus
esfuerzos para lograr ese resultado, actuando cada
una en su esfera, en su especialidad, y en su público.
Ninguna se estorba: todas están llamadas á prestarse
mutuo apoyo : la rivalidad es imposible.
Octubre de 1883.
LOS JUEGOS FLORALES EN BUENOS AIRES
€s profundamente consolador asistir en medio
de la atmósfera pesada del prosaico mercanti-
lismo que caracteriza la edad contemporánea, á
espectáculos que levantan el espíritu á esas regiones
serenas, donde sólo respiran las almas nobles y los
corazones generosos.
Grande ha sido, á la verdad, el mérito del redu*
cido núcleo de hombres de buena voluntad que han
logrado hacer revivir en la presente época la caba-
Uerezca costumbre de los ^'Juegos Florales", de esos
torneos poéticos que parecían poder existir tan sólo
en aquellas épocas legendarias en que los caballeros
tenían por divisa este noble lema : patria^ fe, amor;
7 en que á la par de sangrientas batallas dadas á ve-
ces por el honor de la *'dama de los pensamientos",
144 RESEÑAS Y CRITICAS
se luchaba en los torneos por merecer una mirada de
la amada, ó se sometían obedientes los más rudos gue-
rreros á los galantes fallos de las jamás bastantes
ponderadas "Cortes de amor". La Edad Media,
efectivamente, si bien es una época histórica que se
caracteriza por la transición de la barbarie á la civi-
lización, es también la edad de la caballería, de esa
sublime institución á que tanto debe la humanidad,
porque hizo una religión del honor, un culto de los
sentimientos nobles, y una adoración de la mujer.
Era aquella una época bárbara, si se quiere, pero en
cambio las gentes de las primeras clases tenían preo-
cupaciones y propósitos que provocan involuntaria-
mente sonrisas de amarga ironía en los hombres del
siglo XIX -7- no se pensaba entonces en sacrificar to-
do, nombre, reposo, creencias, dignidad, por correr
presurosos y anhelantes á engrosar la turba multa de
los míseros adoradores del bíblico becerro; el oro no
era el señor exclusivo de los pensamientos ; la baja
sed de la riqueza no ahogaba los sentimientos del al-
ma ; el éxito no era el dios omnipotente que hoy ado-
ra frenética la humanidad para mancilla eterna de
su honra. No ; en aquellas épocas lejanas los hom-
bres se armaban en defensa del suelo que les vio na-
cer, de las creencias de sus antepasados, de la amada
del alma : había patriotismo verdadero, porque el sen-
4
JUEGOS FLORALES EN BUENOS AIRES 14^
timiento de la patria estaba como inoculado en la
sangre; había creyentes, porque los espíritus eran
rectos y les repugnaba cubrir con oropeles de falsa
independencia sus vicios ó su orgullo; había todavía
amantes, porque los corazones latían al calor de sen-
timientos puros y levantados, y porque cuando ama-
ban, celebraban sólo la comunión de dos almas, y no
la original combinación moderna de dos patrimonios !
Hoy todo esto ha desaparecido casi : la patria... ^ quién
se preocupa de ella mientras no sea atacado el pro-
pio bolsillo?... ubt bency ibi patria^ es el lema moder-
no; la fe... pero el ser creyente es casi sinónimo de
ignorante ó de hipócrita, pues parece no concebirse
la ilustración sin la independencia de la religión, ^^ ha
quedado el culto para viejos ó mujeres... sólo es po-
sible la fe del carbonero \''\ {clamor...! pero éste
se anida en algunas pocas almas escogidas, que son
consideradas por los otros como ilusas y platónicas ;
hoy el amor es simplemente una seducción para los
unos, un manto que encubre una especulación para
los otros !
De ahí que las almas purísimas que reciben el fue-
go del ardor divino, lleguen hasta exclamar desespe-
radas en versos inmortales :
. . .Arcano é tuUo
Fuor che il nostro dolor. NegleUa prole
10
146 RESEÑAS Y CRÍTICAS
Nascemmo al pianto, e la ragione in gremho
De' celesti si posa . Oh cure, oh siente
De* piú verd' anni/ Alie senibianie il Padre,
Alie amcne sembianse eterno regno
Di¿ nelle genti ; e per virile imprese.
Per doita lira o canto,
Virtü non luce in disadomo atnmanto I
Si, Leopardi tiene razón : esas almas nobles han na-
cido sólo para el. dolor; han conocido únicamente la
felicidad en la inocente edad de la primera juventud !
Apenas lanzadas en el rudo torbellino de la diaria ba-
talla de la vida, han perdido sus más caras ilusiones ;
marchitas las unas ante el espectáculo lastimoso de
un mundo en que reina sólo la sed de la riqueza y
del placer, arrancadas violentamente las otras por
esos crueles desengaños, que al dejar el espíritu va—
cío y miserable, lo obligan á contemplar á pesar su-
yo el abismo repugnante en que se hunden la leal-
tad, la amistad, los sentimientos nobles, en una pa-
labra, que se cree resisten á los embates del mundo
cuando se nace recién á la vida I Oh ! cómo queda
desesperada el alma al ver sangrar esas heridas, que
la propia dignidad obliga á sufrir en silencio, para
llorar en silencio la miseria horrible de una vida en
que los hombres son los unos para los otros peor que
lobos : — homo hotnini lupus. Cuando se sufren esos
desgarradores desengaños, el alma acongojada resis-
JUEGOS FLORALES EN BUENOS AIRES 1 47
te apenas al egoísta excepticísmo ; los más prefieren
acorazarse con la fácil y acomodaticia virtud del tar-
tufo, y sólo los menos, incapaces de vivir en el lodo,
sucumben lentamente, como esas flores que se mar-
chitan una vez que les falta el calor vivificante del
sol. Entonces, recién entonces, se comprende el al-
cance inmenso de esos versos tristísimos y amargos
que han dejado escapar las cuerdas gemebundas de
un Leopardi :
. . . Ogni piü lieío
Giorno di nostra etd primo s' invola,
SottetUra il morhoj e la vecchietza, e V ombra
DelU gellida morte. Ecco di tante
Sperate palme i dilettosi errori,
II Tártaro m* avanza; e il podre ingegno
Han la tenaria Diva,
E I* aira notte, e la silente riva. . . /
... Y bien ! en semejante estado de espíritu, obliga-
dos á pelear incansables en la lucha por la vida, no
existe para huir de aquel amargo desconsuelo otro
remedio que aturdirse con las mil preocupaciones y
los mil cuidados de esta difícil existencia, y, cerrando
ios oídos á las quejas del alma, hacer que la enérgica
voluntad se mueva sólo á impulsos de la ambición,
único sentimiento bastante poderoso para ser capaz
de hacer latir un corazón cruelmente desilusionado.
De ahí que sea un bálsamo saludable, en medio de
148 RESEÑAS Y CRÍTICAS
una existencia tan mísera, vivir por algunas horas de
la vida noble y generosa de la inteligencia, cantando
en trovas que recuerdan otros tiempos, á esa trinidad
augusta : patria, fe, amor, que debiera ser el lema
de todo espíritu levantado y de todo caballerezco co-
razón.
< Quién creyera, sin embargo, que hubiera sido po-
sible en una ciudad como Buenos Aires, inmensa hos*-
telería de gentes de todas las naciones, de todas las
creencias y de todas las virtudes, como de todos los
vicios, interesar de tal manera la adormecida curio-
sidad de un público indiferente para poder celebrar
esas fiestas de la inteligencia que creara la Edad Me-
dia, con el nombre de "Juegos Florales " } La empre-
sa era, á la verdad, ardua en extremo. Pero nada hay
imposible para corazones nobles y voluntades enér-
gicas. Una asociación extranjera, — el '' Centro Ga-
llego ", á instigación de su digno presidente don Joa-
quín Castro Arias — se propuso realizar aquella idea,
y con tenaz perseverancia, luchando contra toda clase
de obstáculos, logró el año pasado celebrar los pri-
meros *' Juegos Florales" con un éxito que sobrepa-
só las más legítimas esperanzas. Y este año, en la
misma fecha — 1 2 de octubre, aniversario del descu'-
bri miento de América — hánse celebrado en el Tea-
tro Nacional de esta ciudad, con inusitado esplendor
JUEGOS FLORALES EN BUENOS AIRES 1 49
y ante distinguidísima concurrencia, los segundos
"Juegos Florales". La prensa diaria se ha ocupado
de tan fausto acontecimiento con una prodigalidad
de detalles, que haría sobre inútil, fastidiosa cual-
quiera repetición.
El poeta laureado, el que mereció el gran premio
de honor, siendo su composición aclamada por el Ju-
rado como la "mejor entre las mejores", fué el señor
Calixto Oyuela. A nadie por cierto sorprendió aquel
nuevo merecido lauro. Oyuela había sido ya laurea-
do en los anteriores ''Juegos Florales". Su compo-
sición es tan noble, pura y delicada, que es difícil pe-
dir en su género nada más elevado, más correctamen-
te clásico, más profundamente inspirado. Su triunfo
fué tan espléndido, — mereciendo no sólo el premio
del tema á que concurrió, sino el gran premio de
honor del certamen, designando él la reina del tor-
neo, de cuyas manos recibió la simbólica rosa na-
tural y banda, — que esa noche será para Oyuela y
para los que lo aplaudieron, realmente memorable.
Hosc olim meminisse juvavit, como dijo el cisne de
Mantua.
Inútil es analizar críticamente esa composición.
£1 que la ha leído se contenta con admirarla. Tal
ha sido el veredicto unánime de la pública opi-
nión. He aquí, por otra parte, el premiado canto:
I $ o RESEÑAS Y CRITICAS
EROS
. . .V amorosa idea.
Che gran parte d'Olimpo in se reacchiuie.
(leopardi).
Hoy vengo, dulce dueño,
A arrojar á tus plantas
Flores del corazón. Si aroma esparcen
Es porque al riego de tu amor brotaron.
¿ Cómo no amarte con amor del alma,
Si tú eres para mi la fuente viva
De donde manan en raudal perenne
Las dulces ondas de sin par ventura ?
¿Cómo no amarte, si al sentir concordes
Tu espíritu y el mío.
Algo de eterno dentro el alma siento,
Y aún me parece, en solitarias horas,
Recibir en la frente
Tenues caricias de impalpables alas?
No soy de aquellos que al surgir al mundü
Las dulces musas con amor besaron,
Difundiendo en su ser esa armonía,
Esa oculta virtud que doma y rinde
I>o intangible y lo real, y en áureo lazo
Lo liga, alzando la creada imagen
Coronada de luz y de hermosura ;
Mas lo que no hizo la deidad sagrada
Que holló del Pindó la radiante cima.
Lo realizó tu amor, la eterna Musa
Que derrama en mis cantos
El suave aroma que en tu ser se encierra.
Lo hiciste tú con tu mirar sereno,
Limpio reflejo de la luz que alumbra
Tu corazón de virgen ;
Con tus palabras, para mi más gratas
Que esa vaga armonía, con que el aura
Suena en las ramas,al morirla tarde.
JUEGOS FLORALES EN BUENOS AIRES I $ I
Entonces escuché brotar sonora
I^ voz, antes no oída,
De la inmortal Naturaleza ; entonces
De la alta estrella y de la errátil nube,
Y del clamor con que en el ancho Plata
Suelen las olas avanzar rugiendo
Su ira á estrellaren mi natal ribera.
Un mundo desprendióse de armonías.
Donde linea j color j ritmo, unidos
A férvido sentir, á excelsa idea.
En hermandad sublime
La presencia de un Dios me revelaban.
Tu dulce amor cual generosa y amplia
Onda de luz se derramó en mi mente,
Y fué mi corazón acorde lira
Donde eco j forma halló el eterno ritmo.
¡ Inefable emoción, engendradora
De briosa virtud y alto deseo !
Rica de savia nueva
£1 hombre siente rebullir la vida,
Y, lleno el pecho de viril constancia,
Al mundanal combate se apercibe,
Y ni rudo revés, ni arduos afanes,
Ni sirtes mil su intrepidez doblegan.
Que, vencedor, una mirada ardiente
De su amada feliz le aguarda en premio.
¡ Cómo anhelé que tu adorada planta
El lauro hollara á mi laúd ceñido!
Y ¡ oh cuántas, cuántas veces
Vino, mi oído á acariciar suave.
En ondas vibradoras
De alto loor y de ruidoso aplauso.
Tu dulce nombre entrelazado al mió 1
¡Engañosa ilusión! Al ave humilde
D¿ corto y débil vuelo,
Nunca el cóndor audaz prestó sus alas,
Ni alcanzó á la orgullosa
Copa del roble el vacilante junco.
152 RESEÑAS Y CRÍTICAS
Mas si dado no me es los ricos dones
Aumentar, que Fortuna
Con mano avara j desigual reparte,
Amor es vena írrestañable, jr siempre
Rueda sonoro derramando aromas.
¡ Feliz si puedo de tu amante labio
Verle perenne desprenderse, j lejos
De cuanto el mundo en su delirio ensalza.
Mi corona tejer con tus sonrisas I
Todo me habla de tí. La flor que entreabre
Su vivida corola; el aura leve
Que en tomo gira ; la onda rumorosa
Que entre menudos céspedes resbala.
Y aquella de la tarde
Voz intima y profunda,
Que embarga el corazón é hincha la mente.
Cuando el último beso
Naturaleza de la luz recibe,
Tráenme, envuelto en delicado aroma,
Tu nombre j tu recuerdo.
En la alta noche.
Cuando, huésped benigno.
Sobre el mundo infeliz vela el silencio,
Y cual mudo lenguaje al alma embriaga
El límpido brillar de las estrellas.
Yo siento que tu imagen
Llena todo mi ser; viva y radiante
Ella aparece en cuanto objeto hermoso
Mis o)os ven, y en ondas de ternura
Inundándome el alma, en ella ierguen
Fresco y lozano el árbol de la vida.
Otros en pos de fútiles quimeras
A la arena del mundo
Enderecen sus férvidos corceles ;
Sorprender quieren con tenaz porfía
La verdad insondable,
Que de ellos huye cual las frescas aguas
De la boca de Tántalo sediento;
JUEGOS FLORALES EN BUENOS AIRES 1 5 3
Ó, en ansia ardiente de ligeros goces.
Viles arro)en su mejor corona
A las plantas de estólido magnate:
Yo anhelo ycr la generosa lumbre
Del sol, que el mundo y tus cabellos dora.
Y aquella, aún más pura,
De tu amante mirar á cuyo influjo
Mi espíritu se impregna
De olor de rosas y armoniosos cantos.
¡ Todo está en ti mi corazón, que al ritmo
Late ¡ oh amada ! que tu mente rige !
Y cuando lejos de tu vista vago,
Tus recuerdos en él vitos fulguran,
Como al hundirse el sol, bordan los astros
El manto obscuro del tendido cielo.
i Tuya mi lira es ! Tuyo su ingenuo,
Aunque modesto son, y cuando envuelta
En fúnebres crespones
Orne en silencio mi olvidada tumba.
Aún al herirla gemebundo el viento
Entre sus cuerdas vagará tu nombre !
Imposible seria insertar en este lugar todas las
composiciones premiadas, por su extraordinaria ex-
tensión, y por ser ellas en el momento en que estas
líneas se publiq aen, muy bien conocidas del público
entero. Inútil, también, hacer otra vez la crónica de
aquella hermosa fiesta : todos saben que después de
una ligera alocución del señor Antonio Gómez, pre-
sidente del *^ Centro Gallego ", pronunció un elegante
discurso el doctor Rafael Calzada, presidente del Ju-
rado, procediendo en seguida el señor Eduardo Caá-
maño, secretario del Jurado, á leer una ligera alo-
I 54 RESEÑAS Y CRÍTICAS
cución y el veredicto del Jurado ; procedióse enton-
ces á repartir los premios, y á leer las composiciones
laureadas, en este orden : gran premio de honor,
el canto Eros, del poeta argentino Calixto Oyuela ;
mención honorífica con inserción en el Álbum, la
composición titulada La Venganza de Narvaez^ déla
señora María de la Purificación C. Llanzó, natural
de Cataluña, donde reside ; premio de la sociedad
'• La Marina ", el Canto de la raza, del poeta espa-
ñol Carlos M. Egózcue ; mención honorífica, el so-
neto La República Argentina á España, del poeta
argentino Juan Lussich; premio déla ''Sociedad de
Beneficencia", el Canto á Rivadavia, del poeta orien-
tal Aurelio Berro ; mención honorífica, la composi-
ción A Rivadavia^ del poeta oriental Estanislao Pé-
rez Nieto; premio del "Club Español", el soneto A
España, del poeta argentino Juan Lussich ; premio
de las sociedades españolas de Socorros Mutuos, el
canto A la Madre patria, del poeta oriental Pérez
Nieto; mención honorífica, el Canto del poeta argen-
tino Horacio C. Várela; premio de la Municipalidad,
la composición Al descubrimiento de América, del
poeta argentino Enrique E. Rivarola; mención hono-
rífica, los Cantos del presbítero Eloy Valero, de Se-
villa, y de los señores Melitón Alfonso, y S. J. Vi-
llafañe; mención honorífica al tema al Canto Amato-
JUEGOS FLORALES EN BUENOS AIRES 1 5 $
rio^ las Trovas á la reina del torneo, de Carlos M. de
Egózcue; la composición Huyamos al bosque, del
poeta argentino Juan A. Argerich; y un Caníp del
señor C. M. Lárez, del Paraná; premio del gobierno
de Tucumán, el canto A Tucumán, del poeta argen-
tino don Ramón 01 i ver; mención honorífica, una
composición del señor Vallejo; premio del tema "El-
cano", una composición A Juan Sebastián Elcano, del
señor S. J. Villafañe ; y concluida de esta suerte la
distribución de premios, el doctor Bonifacio Lastra
pronunció un discurso de clausura. Tal es el breve
resumen de tan simpática fíesta.
Sin duda, esta ñesta es una esperanza. Ojalá dé
frutos en el porvenir I Sólo con el transcurso del
tiempo podrá juzgarse si realmente ha ejercido in-
\ fluencia decisiva en la cultura intelectual de esta so-
' ciedad, y si ha contribuido á levantar su nivel inte-
lelectual, disipando en algo el mercantilismo, el afán
bursátil, las querellas políticas, que por doquier nos
I circundan y nos abruman.
Ciertamente los ** Juegos Florales" producirán in-
negables beneficios, y las letras patrias conservarán
profunda gratitud por aquellos que han sabido acli-
matarlas.
Se cree generalmente que la poesía decae en la
época contemporánea, y los más discretos repiten
156 RESEÑAS Y CRÍTICAS
con tristesa el escépttco dicho de Salomón, pues pa-
rece á la verdad que los sentimientos recónditos del
almi^ las aspiraciones del espíritu ó las impresiones
de la inteligencia no puedan encontrar intérpretes
más fíeles, cantores más entusiastas, amantes más
decididos, que esos grandes é inmortales espíritus
que se cuentan tan fácilmente desde Homero hasta
I.eopardi. Pero esto no es exacto. La poesía no muere,
florece por el contrario eternamente. Son pocos los
que en realidad sienten en sí e\ fuego sagrado^ y la
mayor parte cree sólo sincera pero equivocadamente
en su existencia. La mayoría de los versificadores
pasa desapercibida, ó no deja tras sí sf no el recuerdo
de uno de esos ruidosos pero efímeros triunfos del
momento, que se asemejan á las ondas fugitivas que
produce al caer en las aguas tranquilas una piedre-
cilla cualquiera. Los verdaderos poetas son pocos:
la humanidad los cuenta por unidades, y su influen-
cia sobre los hombres es fatal, aún cuándo etí vida
hayan pasado desapercibidos.
La sociedad contemporánea desdeña, con injusticia
sin duda, la poesía. No es que crea que las cuerdas
de la lira eterna de los poetas han producido todas
las melodías posibles, sino porque en medio del posi-
tivismo intransigente de una época en que la lucha
por la existencia se torna cada vez más atroz y cruel,
JUEGOS FLORALES EN BUENOS AIRES I 57
no se concibe cómo haya gentes que dispongan del
reposo que exige imperiosamente el manejo del plec-
tro. Un hombre absorbido por los mil afanes de una
existencia agitadisima, preocupada su inteligencia en
buscar continuamente la solución á los problemas de
la vida, no puede materialmente dejar que su alma
vague por esas regiones infinitas que son el patri-
monio exclusivo del estro de los poetas. De ahí que
la poesía sea practicada en la primera juventud, para
abandonarla completamente una vez que el hombre
se lanza de lleno al torbellino del mundo. De ahí que
la poesía, considerada como ejercicio retórico, haya
perdido algo en la consideración de la sociedad ac-
tual.
Pero esto no es, no puede ser así . Los espíritus pri-
vilegiados que sienten dentro de sí la llama del arte,
no lo olvidan jamás. "Hay, decía Anacreonte, una
pequeña señal en el corazón, por la que se reconocen
los amantes". Los que han nacido con el quid divi-
num, tarde ó temprano tienen que rendirle culto.
] Honor á los poetas !
He ahí, por de pronto, uno de los resultados prác*
ticos de los *' Juegos Florales": el público se ha preo-
cupado de poesía, ha hecho gustoso un paréntesis á
la afanosa tarea diaria, y se ha complacido en oír can-
tar los sentimientos nobles con pureza ejemplarmente
I $ 8 RESEÑAS Y CRÍTICAS
delicada. Hay poetas de buena ley entre nosotros...
ese solo convencimiento es tan importante, que se ha
podido decir de aquella fiesta, que era ^^ realmente
auspiciosa ". ,
Para hablar de poesía y sobre todo para juzgarla,
es necesario amarla, pero amarla " con amor del al-
ma". Aún asimismo, esto es sumamente difícil. £1
poeta infiltra en sus versos una parte de sí mismo, su
secreta quimera, su ideal preferido. " Se penetra en
lo que pertenece al gusto personal y particular, en lo
que la ^Moca de la casa'' se ha puesto á adorar y á
vestir amorosamente á su manera. Juzgar los versos
de los poetas, es casi como disputar con un amante
sobre su querida, con esta diferencia sin embargo :
que si no nos es permitido decir de aquélla el menor
mal, se lleva la benevolencia hasta autorizarnos áque
nos enamoremos de ella á nuestro turno".
No es mi propósito entrar, pues, por el momento
en tan escabrosa senda. Pero sí creo poder observar
que los ''Juegos Florales" señalan un curioso fenó-
meno: ha concurrido principalmente una parte de la
joven generación poética. Oyuela, Rivarola, Várela,
Oliver, están todavía en esa edad feliz en que la his-
toria del hombre no tiene aún su pasado. No quiere
esto decir qué algunos de ellos ño fueran ya ventajo-
samente conocidos, y que sus frentes no ostentaran
JUEGOS FLORALES EN BUENOS AIRES I 5 Q
lauros legítimamente ganados en las lides anteriores,
ó que SUS nombres no gocen ya de una reputación tan
justa como merecida: Oyuela con su Canto al Arte,
Rivarola con sus Primaverales^ no son por cierto
nombres de la última hora. Pero en esa misma gene-
ración, exceptuando á Martín García Mérou, cuyos
dos volúmenes de Poesías demuestran suficientemen-
te que es de los verdaderamente privilegiados ; Adol-
fo Mitre, cuyas Poesías recientemente publicadas ha-
cen sentir con mayor razón que dolorosas desgracias
de familia le hayan impedido ocupar en el torneo el
puesto que le correspondía ; se ve á Saenz, Monsalve
y muchos otros, permanecer alejados de la lid. A es-
ta misma generación podría unirse Alberto Navarro
Viola, cuyos Versos hacen gemir tan violentamente
algunas de las más recónditas fibras del alma. La
generación inmediatamente anterior, Rafael Obliga-
do, Martín Coronado, Adolfo Lamarque y otros, no
ha querido tampoco tomar parte en la lucha, sin que
por eso haya enmudecido, pues la Ilustración Ar-
gentina lo demuestra con elocuencia : no han hecho
bien, por cierto, porque desertan una obligación que
moralmente se han impuesto: representar la poesía
nacional, criolla (si es posible emplear esa expresión)
enorgulleciéndose de ser los discípulos de Echeverría.
En cuanto á \^ Otra generación anterior, en que bri-
I 6o RE8EÑAS Y CRÍTICAS
lian Carlos Guido Spano, Olegario V. Andrade y Ri-
cardo Gutiérrez, parece que la pérdida reciente de
Encina los hubiera paralizado; pero Guido escribe y
publica en 24 horas su bello y reciente canto á Amé-
rica, y Andrade, el poeta laureado de los ^^ Juegos
Florales" anteriores, continúa siempre (irme ante el
altar de la Musa. Pero de todas maneras ninguna de
esas generaciones ha logrado ejercer, ni ejerce, la
influencia poética que en la sociedad de su época ejer-
cieron Várela, Echeverría, Mármol y Gutiérrez.
No es posible ni acertado entrar á analizar compa-
rativa ni aisladamente todas las composiciones pre-
miadas en el reciente certamen. ^' Difícil es hablar
de uno solo y omitir varios: la elección de uno se
convierte en injusticia para todos los otros. No es
menos delicado reunir á la vez varios en una misma
corona ; pues los bellos talentos son como las hermo-
sas : la alabanza dividida pierde á sus ojos lo más
precioso de su valor ".
Los torneos poéticos anuales, siempre que el Jura-
do sea estrictamente imparcial, y no se cometa la la-
mentable ligereza de revelar con anticipación á los
cuatro vientos el secreto del nombre de cada poeta
que concurre, serán sumamente benéficos, y marca-
rán una fecha en la historia literaria argentina.
En una sociedad tan extremadamente cosmopolita
JUEGOS FLORALES EN BUENOS AIRES l6l
como la nuestra, en la que no hay rasgos típicos ni
carácter nacional, sino un confuso conglomerado de
hombres y de nacionalidades, la poesía tiene una sa-
grada misión que cumplir : mostrar que, en medio
del revuelto torbellino del momento, subsiste el espí-
ritu argentino, y que se sabe honrar como se debe á
la patria^ la fe y al amor. Sólo á ese precio se cono-
cerá que existe aún una nación argentina, pues de lo
contrario un espectador imparcial cree más bien que
lo que así se llama no es más que una inmensa fac-
toria ultramarina, donde acuden los hombres de to-
dos los puntos del globo, con el propósito único de
enriquecerse... y de enriquecerse pronto.
Noviembre de 1883.
) n
VI
EL LIBRO DE MONSALVE
(Juveniliay por Carlos Monsalve, t volumen en 8<*, de 300 páginas)
^^ ONCORDES están todos los autores en colocar á la
V->/ novela en el primer rango entre las variadas
producciones de la literatura moderna. Desdeñada
hasta ahora por los mismos mentores del arte lite-
rario, vista de reojo por mucho tiempo en las familias
honestas, la novela, sin embargo, es actualmente
el más perfecto y acabado de los géneros de la lite-
ratura.
Por esa razón, quizá, sólo se ufanan de tener gran-
des novelistas los pueblos que poseen literatura glo-
riosa ya, y cuya civilización ha alcanzado extraordi-
nario desenvolvimiento.
La literatura argentina, salvo raras excepciones, ha
164 RESEÑAS Y CRÍTICAS
ofrecido el curioso fenómeno de carecer casi por com-
pleto de novelistas. El doctor don Vicente F. López
con su Novia del Hereje, y don José Mármol con su
Amalia, puede decirse que son los dos principales.
La primera de esas novelas parece obedecer, aun-
que lejanamente, á la influencia walterscotiana, sien-
do al par que histórica por su pronunciado sabor ar-
queológico, también interesante por el análisis de los
caracteres y la pintura de las pasiones La segunda
es principalmente descriptiva, pero subordinada á la
demostración de una tesis, lo que sin embargo no ami-
nora en nada las cualidades excepcionales que para el
género revelaba su autor. Este dedicóse más á la poe-
sía y su nombre será imperecedero bajo este punto de
vista. El otro, sumido hoy en trabajos profundos 39-
bre la historia patria, parece haberse desviado com -
pletamente del género que cultivó con tan brillante
éxito.
Ambas novelas son americanas ert toda la exten-
sión de la palabra. La una se circunscribe al Perú
durante la fastuosa época colonial, deleitándose en la
''ciudad de los reyes", y esmerándose en la pintura
de aquel famoso Drakc, cuyas correrías marítimas
tanto mal hicieron á la metrópoli. La otra es argen-
tina, y pinta las costumbres de Buenos Aires duran-
te la tiranía de Rosas, con una viveza de colorido y
EL LIBRO DE MON SALVE I 6 5
un tinte dramático tan pronunciado, que obliga al
lector á no abandonar el libro cuando ya lo ha empe-
zado á leer.
No pretendo decir, con todo., que esas dos novelas
sean las únicas que presenta nuestra literatura. Fue-
ra injusta y errádisima semejante aseveración. Pres-
cindiendo de una serie de novelas-romances y de no-
velas crónicas, cuya lista es en realidad larga, no
puede dejar de nienpionarse al Médico de San Luis^
cuya talentosa autora semi-oculta bajo el sencillo
pseudónimo de *' Daniel", ha logrado trazar un bello
y tranquilo cuadro de la vida de provincia, tan regu-
lar en sus oscilaciones y tan igual en sus fenómenos.
Doña Juana Manuela Gorriti, cuyos Sueños y Reali-
dades son populares, ha producido más bien ligeros
cuentos que novelas propiamente dichas, si bien al-
gunas narraciones, como Un año en California, pre-
sentan todos los caracteres del género. Si á estas
obras se agregan la Margarita, de la señora Josefina
P. de Sagasta, las producciones de don Ángel J.
Blanco y otras, se tendrá casi completo el catálogo de
las novelas argentinas.
En la joven generación literaria, nótase igual fe-
nómeno. Hay carencia y á la vez necesidad de nove-
listas. Pero éste como el poeta del autor clásico, nace,
pero no se hace. El distinguido naturalista doctor E.
I 66 RESEÑAS Y CRÍTICAS
L. Holmbcrg, es, con todo, una excepción, porque ha
cultivado el género y sus Dos partidos en lucha^ pa -
ra no mencionar sino una sola de sus novelas, ha te-
nido verdadero éxito. Carlos Monsalve ha escrito más
bien cuentos que novelas, pero muchos de sus folleti-
nes revelan que para producir aquéllas sólo le falta
querer...
. La prueba de este acertó está justamente en el vo-
lumen^quc, con el título de Juventlta^ acaba de pu-
blicar.
A primera vista el libro de Monsalve parece un vo-
lumen recientemente llegado de París, tal ha sido el
esmero con que se han imitado todos los detalles que
caracterizan los conocidos volúmenes de Charpentier
ú otro editor en voga. Su aspecto externo, color de
las tapas y gusto tipográfico, engañan completamente
en ese sentido.
El contenido del libro es también un poco parisien-
se, por lo menos en cuanto á su índole, pues son ar-
tículos literarios de diversa naturaleza, publicados en
los diarios en diferentes épocas, y que reunidos for-
man uno de esos volúmenes de misceláneas, tan fre-
cuentes en la moderna literatura francesa.
El autor justifica el título y contenido de su libro
con estas palabras: ''el título de estas páginas de
veinte años es su explicación y mi disculpa". Divide-
EL LIBRO DE MONSALVE 167
™ - í ••
se el libro en dos secciones desiguales por su conteni-
do y aún por su mérito : en prosa y en verso. La pri-
mera la componen los siguientes artículos : i* Gris,
2* Mosquito, y Moon-ltght, 4* Cómo viven, $* El ave
de Zeus, 6" Estela, 7" El hombre de piedra, 8* De un
mundo d otro, g* La botella de champagne, 1 o* El
gnomo, 1 !• Historia de un paraguas, 12" Ibraim,
-I 3* Ultima escena, 14" La tentación, i 5* E/ vie-
jo Mullos. La segunda sólo contiene : 1 • Cantó d
Eduardo, 2* En tramway, 3* Sin titulo.
Prescindiré de la segunda parte, pues si bien el se-
ñor Monsalve maneja con facilidad la rima, y emplea
con desenvoltura la antigua fabla de nuestros ante-
pasados, sin embargo, no será seguramente como poe-
ta que ha de conquistar en la literatura argentina un
nombre espectable, pues sus cualidades de prosista
son infinitamente superiores.
Sus artículos son en su totalidad cuentos, peque-
ñas narraciones, que por la sencillez de la trama y su
rápido desarrollo se asemejan á la nouvelle francesa,
ese amable género literario que los escritores con-
temporáneos tratan de resucitar con éxito. Las más
de las veces sus cuentos revelan una difícil fácil 'dad,
se entrevé el estudio previo que han necesitado, y la
constante preocupación del modelo que da al fondo y
á la forma una cierta tendencia á los efectos de lo ex-
I 68 RESEÑAS Y CRÍTICAS
traño, inverosímil, fantástico ó antitético. Poé y
Hawthorne han sido probablemente autores favori-
tos del que ha escrito El hombre de piedra, La bote-
lla de champagne, De un mundo d otro y la fíts-
torta de un paraguas. Baudelaire ciertamente es
también un poeta favorito del autor de Gris, El
gnomo, y de la conclusión de La tentación A veces
parece que la sombra de Gautier ó Paul de Saint-
Víctor hubiera impulsado al autor á escribir artícu-
los como El ave de Zeus. Otras veces se revela el ob-
servador joven y alegre, como en Mosquito; y tra-
tando de ridiculizar, aunque algo exageradamente,
las costumbres de ciertos barrios bonaerenses^ cQmo
en Cómo viven, La tentación y en Estela. Otras, ha
sabido emocionar al lector, como en las páginas de
la Ultima escena ; ha dejado vagar su imaginación,
como en Ibraim y El viejo Huí los ; ó se ha compla-
cido en escribir sencillamente una página literaria,
como en Moon-light.
En todos estos diversos artículos, el señor Monsalve
se revela estilista verdadero y demuestra que hay en
él tela para un futuro novelista. La mayor parte de
sus cuentos son, es cierto, algo artificiales, pues el
tema ha sido rebuscado, como en El hombre de pie-
dra y De un mundo d otro, Pero en aquéllos en que
ha observado á su alrededor y tratado de describir
EL LIBRO DE MONSALVE I 69
escenas de la vida diaria y costumbres locales, revela
que puede ser, si él lo quiere, un excelente escritor
de costumbres — como cuando describe con na tu*
ralidad y acierto las aventuras de Mosquito,
Uno de sus artículos más aplaudidos, y con suma
razón, ba sido El ave de Zeus, Escrito con gracia,
facilidad y alardeando no frecuente conocimiento
de la vida griega en la grande época, su conclusión,
si bien algo entrevista, es de un puro gusto clásico.
Su Ultima escena es verdaderamente interesante, si
bien débil su trama, pero la muerte del viejo cosaco
y de su fiel perro es dramática y conmovedora.
Tiene el señor Monsalve una decidida tendencia á
filosofar — pero á filosofar con ese escepticismo y esa
precoz experiencia de los veinte años, que caracteri-
zan el romántico mal tan bien descrito por el autor
de La confession d'un enfant du siécle. Las notas
amargas del que llamó á sus versos, Flores del mal^
se hacen sentir también en muchas páginas de este
libro. En Gris la antitesis es completa : al lado del
soñador Augusto, lleno de ilusiones y con el santo
entusiasmo de la juventud, está Julio, hastiado de la
vida, aburrido de los hombres, seco el corazón, mar-
chita ya la flor de la esperanza. Es Gris uno de los
mejores capítulos del libro, y el autor, tanto en la
pintura de ambos caracteres, como en la conversación
170 RESEÑAS Y CRITICAS
de los dos amigos, ha puesto especialísimo esmero.
Augusto, sin embargo, es demasiado soñador, para
tener *'el contrapeso de su razón clara y severa" ;
Julio, más que original, es un egoísta perezoso.
Analícese por un momento á Gris. La amistad de
caracteres tan opuestos es un fenómeno común ; Au-
gusto y Julio tenían que ser amigos tan sólo de la
manera como el autor los pinta. El primero sé vé
quc á pesar de sus defectos era un leal y gran carác-
ter, difícil para abordarlo pero decidido en sus afec-
tos ; arrebatado á veces, pero hombre poco común en
el fondo. El segundo es correcto, está bien con to-
dos, y su escepticismo es más bien una indiferente
apatía que raya en egoísmo, y que hace entrever que
eii el fondo poco le importa su amigo. Augusto — al
decir del autor — '' era apasionado, tenaz en sus
propósitos, amigo de la acción y dominante; su ima-
ginación exaltada tenía el contrapeso dé su razón
clara y severa ; y la vehemencia de su carácter le ha-
cía injusto en sus arrebatos, pero pasados los prime-
ros ímpetus se apresuraba á reconocer la falta y tra-
taba de repararla". Hé ahí un carácter bien definido;
los colores son vigorosos, las sombras y las luces se
destacan. Percal final del cuento, los desengaños lo
hieren profundamente, amargan su existencia, lo
hacen reconcentrado y altivo; entonces la turla
EL LIBRO J>E MON SALVE 1 7 I
multa lo tachará de egoísta, de orgulloso ; ca suma,
no pudiendo hacer de él lo que se les antoja, prefie-
ren combatirlo con armas vedadas. Julio desde el
comienzo hasta el fin del cuento, se conserva lo mis-
mo: un hombre frío, apático, egoísta en el fondo de
su alma, indiferente, pero cortés y leal ^^ como algo
de pasivo y matemático ", con arranques infantiles á
veces, escéptico pour la pose, y que, conservando
siempre la apariencia correcta, poco le importa de las
cosas y de los hombres, en tanto no le perturban su
tranquila vida diaria.
. Tal sería la deducción final de Gris, dado el de-
senvolvimiento que su autor desde un principio ha
observado. Es cierto que tal no es la conclusión ex-
presa del cuento, pero no es menos exacto que es la
que lógicamente se desprende de la acción que en él
se desarrolla. Se vé, pues, cómo llevando hasta las
últimas consecuencias las premisas del cuento, se ob-
tiene un resultado que no trepido en clasificar de in-
verosímil, y que estoy seguro no ha tenido en vista el
autor. La complacencia con que se ocupa de Julio
bastaría para demostrarlo. Ni Julio es en el fondo tan
egoísta, ni tan indiferente como resultaría serlo, ni
parece posible encontrar carácter de ese temple. El
análisis está demasiado concretado á las apariencias,
pues Julio por el hecho de ser joven, de ser instruido,
172 RESEÑAS Y CRÍTICAS
y de poseer las cualidades que le atribuye el autor de
Gris, tiene forzosamente que ser un hombre sano de
espíritu y leal de carácter : el Julio de Gris es más
bien un Julio de convención, que respira momentánea-
mente la atmósfera del Adolphe de 6. Constant, del
Rene de Chateaubriand ó del Rolla de Musset.
Gris es, sin embargo, un cuento sencillo, pues evi-
dentemente el autor no ha querido sacar de su tema
todo el partido posible y sin embargo, la tela están
rica !...
El señor Monsalve aborda, pues, la novela por su
género más difícil que es el psicológico, poniendo en
juego sólo las pasiones y la inteligencia de sus perso-
najes, y tratando de profundizar lo más posible el
análisis de sus caracteres. Pero esto requiere una ex-
periencia variada, que sólo se obtiene con los años y,
necesario es decirlo, con los sufrimientos. La novela
psicológica es sumamente difícil, pues el novelista no
tiene allí nada que le ayude ni que pueda aminorar
las flaquezas posibles de algunos pasajes; la imagi-
nación del lector no se distrae en accesorio alguno,
se concentra en el fondo del asunto y sigue minucio-
samente la marcha de la trama, sus factores, su de-
senvolvimiento. No se le escapa, pues, defecto algu-
no. El novelista se encuentra en el durísimo trance
de descollar por sus pinceladas certeras y brillantes.
EL LIBRO DE MONSALVE I 7 3
Ó de caer en la banalidad de repetir superficialmente
los fenómenos de la vida diaria. En una palabra, la
novela psicológica requiere un Balzacóun Stendhal,
por lo profundo de su observación, ó más bien un Va-
lera, por lo dueño de sí y lo impecable en la forma;
pero un Valera realista, y que, como el eximio litera-
to español, enamore, como se ha llegado á decir, á
los sibaritas de las letras juntando la flor y nata de
tres ideales de belleza literaria: el pagano, el del his-
pano siglo de oro y el de la refinada cultura moderna,
junto con su inimitable vena dicharachera y jocosa. Es-
tas juiciosas observaciones repetidas recientemente
por la distinguida señora Pardo Bazán, demuestran
que no podía exigirse del señor Monsalve que de un
golpe alcanzara á ponerse al mismo nivel : su edad
por lo menos lo escuda suficientemente contra seme-
jante exigencia. Ha preferido, sin embargo, iniciarse
por el más difícil de los géneros, pues para descollar
en la novela psicológica se verá obligado no sólo á
adquirir una elegante, castiza y pura dicción, sino á
emplear el mayor esmero y atención en escrutar y
sondear los arcanos misteriosos del alma, para expli-
carlos — parodiando un dicho célebre — en frases de
oro y párrafos de marfil.
Casi todos los artículos del señor Monsalve son, si
€S permitido expresarse así, subjetivos, porque, con-
I 74 RESEÑAS Y CRÍTICAS
cluída su lectura, y dejado ya el libro, el pensa-
miento se lanza en un dédalo de meditaciones, lie
gando quizá hasta el extremo de la ruta que el autor,
con malicia sin duda, se contenta con dejar adivi-
nar.
Sé ha repetido con frecuencia, que aun novelista
argentino sólo le quedan dos caminos para adquirir
verdaderos méritos en nuestra literatura nacional :
dedicarse á la novela histórica, exhumando nuestro
pasado, ó consagrarse á la novela social, describiendo
nuestras costumbres. Me parece demasiado exclusiva
esta opinión.
Para descollar en lo primero habría que seguir las
huellas de Mesonero Romanos ó de Pérez Galdós, y
icómó igualar las Memorias de un setentón^ ó los
Episodios nacionales? En las Memorias ''vemos los
retratos en miniatura, los inmensos cuadros al óleo,
los grabados de la época, autógrafos y manuscritos,
una reliquia simbolizando una preocupación, una al*
haja representando el pasado lujo, una casaca desco-
lorida... cuanto contuvo, reflejó y conserva tradición
ó memorias pasadas y puede ayudarnos á i*econsti-
tuir con la imaginación una familia y adivmar una
época, pero sin que escuchemos más voz que la de
un respetable superviviente, al cual oímos referir,
con cierta tristeza, pausada y severamente, cómo pa-
EL LIBRO DE MONSALVE 1 7 ?
saronante él dinastías, eminencias, intrigantes, genios
y malvados y cómo presenció, lejos de toda lucha y to*
da preocupación, triunfos artísticos, catástrofes polí-
ticas, luchas fratricidas, revoluciones y restauracio-
nes ". El modelo es, como se ve, difícil no digode supe-
rar, sino de imitar. Quizá para ello estuviera el señor
Monsalve en una verdadera imposibilidad» pues para
esas verdaderas exhumaciones arqueológicas se necesi-
ta haber vivido de la vida de la época pasada que se des-
cribe, y pertenecer por lo tanto al número de los que
se encuentran en el último tercio de la vida. No se
puede, en efecto, hablar de las cosas pasadas con Jos
detalles y el colorido de Mesonero Romanos, sino cuan-
do se ha visto ó se ha oído lo que se refiere. Ahora
bien, el señor Monsalve se encuentra recién en la pri-
mavera de la vida, y para desempeñar el papel que
se le quiere imponer, ya que le falta la edad, sería
forzoso haber llevado la vida portentosa del erudito
Menéndez Pelayo, ó realizar la mistificación de Paul
Lacroix, quien en sus mocedades logró hacer pasar
á su -pseudónimo ** Bibliophile Jacob", como si perte-
neciera á un sexagenario. Y para esto mismo falta-
ríale al señor Monsalve fuentes fidedignas donde be-
ber los datos y la erudición necesaria, porque sólo en
estos últimos años el doctor José A. Wilde, con su
Buenos Aires setenta años atrás, y Víctor Gal vez.
IjO RESEÑAS Y críticas
con sus famosas Memorias de un viejo, han demos-
trado que comienza á haber alguna inclinación á esa
clase de estudios.
Por las razones anteriores, parécemc obvio dejar de
lado los Episodios nacionales, que como se ha dicho,
es trabajo excepcional por la hermosa verdad con que
está escrito, por la frescura de sus cuadros, lo huma-
no de sus innumerables actores de aquel hermoso tea-
tro, que hablan, so visten, conspiran, se agitan, aman
y viven en un escenario real, que sólo pudo detallar
un escritor de las condiciones de Galdós.
Parecería, pues, que no le queda al novelista ar>
gentino sino la novela social ó de costumbres. Pero,
en este género, cuan vasto campo y cuan variados
modelos se presentan ! Concretándose simplemente á
nuestra madre patria en su época novísima, puede
elegir ser realista, á la manera del eminente Pereda,
pero circunscribiéndose entonces á cantar sempiter-
namente al inagotable Sabor de la tierruca, ó como
el alegre Galdós, sobrepasando á Doña Perfecta, Glo-
ria ^ y la Familia de León Rock ; ó ser idealista, como
el ilustre Valera, para tener siempre presentes á Pe-
pita Jiménez y Doña Luz, 6 como Alarcón, el román-
tico autor de El final de Norma t pero también del
soberbio Sombrero de tres picos. Prescindo por lo es-
pecial de sus tendencias, de Fernán Caballero, cuyos
KL, LIBRO DE MON SALVE I 7 7
labriegos, curas y pastores, se mueven en la poética
Andalucía, iluminados por el sol del mediodía, que
Fortuny, para usar una expresión popular, conden -
só en sus cuadros. ¿Y si la Gaviota no podía presen -
tarse como modelo, lo serían acaso los Cuentos de
Trueba? Ciertamente que no, porque con verdad se
ha dicho que si algunas escenas rurales de Trueba
agradan, es como agrada contemplar el curso de un
riachuelo poco profundo y de márgenes amenas. Sel-
gas, por otra parte, aunque describe, — y quizá de-
masiado — las costumbres actuales, es más bien hu-
morista, abusando de la paradoja sutil envuelta en
delicadísimos arabescos.
A pesar, con todo, de las dificultades del género,
paréCcme, sin embargo, que la novela social es el
campo de acción más propicio para el novelista ar-
gentino; campo de acción variadísimo, sea estudian-
do la múltiple vida de nuestras grandes y cosino-
politas ciudades, las pintorescas costumbres de los
gauchos y de los que habitan las campañas ó las
serranías, sea penetrando en la singular vida de las
colonias, ó describiendo la existencia patriarcal y los
rasgos característicos de la vida de las provincias
mediterráneas.
Una novela de esas tendencias sería verdaderamen-
te argentina, tendría lugar imperecedero en la litc-
12
J yB RESEÑAS Y CRÍTICAS
ratura nacional, y despertaría la adormecida curiosi-
dad de nuestro público por esa clase de produccio-
nes. Una novela de ese género sería ensalzada y de-
primida demasiado y á la vez, pero como sólo las
obras discutidas viven y valen, resultaría siempre
que para el novelista quedaría la posibilidad de im-
poner á la larga su opinión al público. Se activaría
entonces el movimiento intelectual argentino, y des-
pertada la curiosidad, vendría el estímulo, y se reve-
larían quizá muchos novelistas posibles que actual-
mente por pereza intelectual no se resuelven á utili-
zar las dotes que poseen. Además, una novela de ese
orden sería un verdadero documento histórico para
la posteridad y sería una arma terrible en manos de
un escritor de chispa y de talento. En una palabra,
como las pequeñas cosas producen los grandes resul-
tados, quizá la novela social, cultivada con éxito, da-
ría por resultado una verdadera revolución en nues-
tra vida intelectual.
El señor Monsalve, si lo quiere, será un notable
novelista argentino. En la generación joven, pres-
cindiendo de banderías y de aplausos de cenáculo,
ocupa distinguidísimo lugar. Es observador pene-
trante, no sólo describe lo que vé y lo que pasa, sino
que analiza las causas, y penetra en el resorte ín-
timo de las pasiones con mano firme y certera.
EL LIBRO DE MONSALVE I 79
Tiempo es ya que deje de concretar su productividad
á ligeros artículos, masó menos interesantes : está
en la edad en que la sangre bulle generosamente, la
inteligencia es clara y se encuentran en apogeo sus
facultades — dediqúese á la novela, ese género lite-
rario que cada día se enseñorea más del mundo, y
aprovechando la riquísima tela que le ofrece la cu-
riosa y carasterística vida de nuestro país, llegue á
conquistarse en vida envidiable fama, deje en la li-
teratura argentina nombre imperecedero, y ejerza
sobre su época y sus contemporáneos la justa in-
fluencia de los que, como dice el verso antiguo, per-
tenecen á los pauci^ quos equus Júpiter amavit.
Marzo de 1884.
vil
UN LIBRO DE GANÉ
[Enviaje, 1881-1882. Paris, 188.1. 1 v. en 8» de xxiv-^aj pág.)
TARDE parece para hablar del libro del Sr. Mi-
guel Cañé, resultado de su escursión á Colom-
bia y Venezuela en el carácter de Ministro Residente
de la República Argentina. Hoy el autor se encuentra
en Viena, de Enviado Extraordinario y Ministro Pleni-
potenciario de nuestro país cerca del gobierno aus-
tro húngaro. Flabrá quizá extrañado que la Nueva
Revista de Buenos Aires haya guardado silencio so-
bre su último libro, tanto más cuanto que — ¡ rara
casualidad! — á pesar de ser el Sr. Cañé conocidí-
simo entre nosotros, jamás lo ha sido, puede decirse,
sino de vista por el que ésto escribe. Y eso que
l82 RESEf<AS Y CRÍTICAS
siempre he tenido los mayores deseos de tratarle
personalmente, por las simpatías ardientes que su
carácter, sus prendas y — sobre todo — sus escritos
me merecían. De ahí, pues, que estuviera obligado á
hablar de este libro. Digo ésto para demostrar que
la demora en hacerlo ha sido del todo ajena á mis de^
seos. El Sr. Cañé, periodista de raza, sabe por expe-
riencia cuan absorbente es el periodismo, máxime
cuando es preciso hacerlo todo personalmente, como
sucede en empresas del género de la Nueva Re-
vista.
Había leído el espiritual artículo que sobre este
mismo libro publicó en El Diario, tiempo ha, M.
Groussac — otro escritor á quien todavía no me ha
sido dado tratar. El sabor francés disfrazado de
chispa castellana, me encantó en ese artículo, en el
cual se decían al Sr. Cañé verdades de á puño, ter-
minando ala postre con un merecido elogio. Poste-
riormente, y en el mismo diarlo, publicóse una carta
del criticado autor, en la que se defendía con gra-
cia infinita, y con finísimo desparpajo reprodu-
cía el bíblico precepto del ^' ojo por ojo, diente por
diente".
Oida la acusación y la defensa, puede, pues, abrirse
juicio sobre el valor del libro. Crítico y criticado pa-
recen estar de acuerdo acerca de algunos defectillos.
UN LIBRO DE CAÑÉ I 83
disienten en otros, y parecen no haber querido re-
cordar el verso clásico :
Ni cel excés e^honneur, ni cette indigniti.
Gané es un estilista consumado* Dice en su
carta que D. Pedro Goyena se intrigaba buscando su
filiación literaria, y M. Groussac formalmente de-
clara haberla encontrado en Taine. Error completo
en mi concepto. Si de alguien parece derivar directa-
mente Gané, es de Merimée, y elautor de Colomba
comparte su influencia en esto con lo que ha dado en
llamarse el beylismo. No diré que tuviera la altiva es-
crupulosidad de Merimée en limar hasta diez y siete
veces un mismo trabajo, para no chocar con su con-
cepto artístico, sin importársele mucho de la popula-
ridad : pero sí que está impregnado de la desdeñosa
filosofía del autor del Rouge et noir. Pero el autor
de los Ensayos^ como de En Viaje f es más bien de la
raza de Th. Gautier, de P. de Saint-Victor, y — i por
qué no decirlo ? — del escritor italiano á quien tanto
festéjase ahora en Buenos Aires : De Amicis. Es ante
todo y sobre todo, estilista. No diré que para él la
naturaleza, las cosas, y los acontecimientos son
simplemente temas para desplegar una difícil virluc
sité (para echar mano del idioma que tanto prefiere el
autor de En Viaje), Nó ! se ha dicho de De Amicis
184 RESEÑAS Y CRÍTICAS
que es el ingenio más equilibrado de la nvoderna li-
teratura italiana: su pensamiento es variado y de un
colorido potente ; pero atraído por su índole gene-
rosa y cortés, prefiere las descripciones que se atanrf^
dan mayormente con su carácter : se conmueve y
admira. Creo que hay mucho de eso en Gané, per©
por cierto no es el sentimentalismo lo que campea
en su libro, sino que hay mucha — i demasiada } —
grima en juzgar lo que vé y hasta lo que hace. Cané^
lo confiesa en su carta. Pero en cambio, f qué faci-
lidad ! ¡ cómo brotan de su pluma las descripciones
brillantes, los cuadros elegantes I El lector nota que
se encuentra en presencia de un artista del estilo, y,
arrullado por el encanto que le produce la magia de
la frare, se deja llevar por donde quiere el autor, y
prefiere ver por sus ojos y oír por sus oídos.
He oído decir que el carácter del Sr. Gané es tan
jovial como bondadoso y franco : en su libro ha que-
rido sin duda hacer gala de escepticismo, y deja en-
trever con mucha — c demasiada? — frecuencia, la
nota siempre igual del eterno fastidio. Y sin em-
bargo, qué amargo contrasentido encierra ese origi-
nal deseo de aparecer fastidiado ! Fastidiado el Sr.
Gané, cuando, en la flor de la edad, ha recorrido las
más altas posiciones de su país, no encontrando por
do quicr sino sonrisas, no pisando sino sobre flores,
UN LIBRO DE CAÑÉ l8^
niño mimado de la diosa Fortuna ! i No será quizá
ese aparente fastidio un verdadero lujo de felici-
dad?...
» *
Estamos en presencia de un libro de viajes escrito
por una persona que, á pesar dehaber vi a; ado mucho,
no es verdaderamente un viajero. El autor no siente
la pasión de los viajes : soporta á su pesar las inco^
modidades materiales, se traslada de un punto á otro,
pero maldice los fastidios del viaje de mar, el cambio
de trenes, los pésimos hoteles, etc., etc. Habla de
sus viajes con una frialdad que hiela : adopta cierto
estilo semi-escéptico, semi-burlón, para reírse de los
que pretenden tener esa pasión tan horripilante.
'* Cuántas veces — dice — en un salón, brillante de
luz, ó en una mesa elegante y delicada, he oído decir
á UQ hombre, culto, fíno, bien puesto: tengo pasión
por los viajes, y tomar su rostro la expresión vaga de
un espíritu que flota en la perspectiva de horizontes
lejanos; me ha venido á la memoria el camarote, el
compañero, el ordago, la pipa, las miserias todas de
la vida de mar y he deseado ver al poético viajero en-
tregado á los encantos que sueña ! "
Ah! el placer de los viajes por los viajes mismos,
sin preocupación aíguna, buscando contentar la curio-
1 86 RESEÑAS Y CRÍTICAS
sídad intelectual siempre aguzada, jamás satisfecha !
No hay nada en el mundo que pueda compararse á
la satisfacción de la necesidad de ver y conocer : la
impresión es de una nitidez, de una sinceridad, de
una fuerza tal, que la descripción que la encarna in-
voluntariamente trasmite al lector aquella sensación,
y al leer esas páginas parece verdaderamente que se
recorren las comarcas en ellas descriptas.
Esa vivacidad de la emoción, ese placer extraordi-
nario que se experimenta, lo comprende sólo el via-
jero verdadero, el que siente nostalgia de los viajes
cuando ne encuentra en su rincón, el que vive con la
vida retrospectiva é intensa de los años en que reco-
rriera el mundo. Y para un espíritu culto, para una
inteligencia despierta y con una curiosidad inquieta,
qué maldición es ese don de la pasión de los viajes !
El horizonte le parece estrecho cuando tiene que re-
nunciar á satisfacer aquella amiga tiránica ; la atmós-
fera de la existencia rutinaria, tranquila, de esos mil
encantos de la vida burguesa, lo sofoca : sueña des-
pierto con países exóticos, con líneas, con colores lo-
cales, con costumbres que desaparecen, con ciudades
que se transforman, con el placer de recorrer el mun-
do observando, analizando y comparando ! Y el mal-
dito cosmopolitismo contemporáneo, con su furia
igualadora, por doquier invade con su sempiterno
UN LIBRO bÉ CAÑÉ I 87
*•«.■■..•...■.■.«■.■...■■■•.■■••...........■..■.■....■...«■■.«.■■..■■.■>■•■•■■■•••••-•••••••••••••••••••••■■*•••••••••••■>••••••••••••■•■■■■•■•-•■•■-■■
cant^ su horrible vestimenta, la superficialidad de
costumbres incoloras — haciendo desaparecer, merced
al adelanto de las vías de comunicación, el encanto
de lo natural, de lo local, el hombre con su historia y
sus costumbres según la latitud en que se encuentra.
El placer de los viajes es un don divino: requiere
en sus adeptos un conjunto de condiciones que no se
encuentran en cada bocas^alle, y de ahí que el crite-
rio común ó la platitud burguesa no alcanzen á com-
prender que pueda haber en los viajes y en las emi-
g^racioncs goce alguno: sólo ven en la traslación de
un punto á otro la interrupción de la vida diaria y
rutinera, las incomodidades materiales ; tienen que
encontrarse con cosas desconocidas, y eso los irrita,
los incomoda, porque tienen el intelecto perezoso y
acostumbrado ya á su trabajo mecánico y conocido.
Pero los pocos que saben apreciar y comprender lo
que significan los viajes, viven de una doble vida,
pues les basta cerrar un instante los ojos, evocar un
paisaje contemplado, y éste revive con una intensidad
de vida, con un vigor de colorido, con una precisión
de los detalles que parece transportarnos al momento
mismo en que lo contemplamos por vez primera, y
borrar así la noción del tiempo transcurrido desde
entonces.
La vida es tan fugaz que no es posible repetir las
I 88 RESEÑAS Y CRÍTICAS
impresiones ; más bien dicho, que no oonviene repe-
tirlas. En la existencia del viajero, el recuerdo de
una localidad determinada reviste el colorido que le
trasmite la edad y el criterio del observador; sí, con
el correr del tiempo, regresa y quiere hacer revivir
in natura la impresión de antaño, sólo cosechará de-
silusiones, porque pasan los años, se modifica el crite-
rio y las cosas cambian. Mejor es no volver á ver :
conservar la ilusión del recuerdo, que fué una reali-
dad. Así se vive doblemente.
El señor Cañé parece tener pocas simpatías por esa
vida, quizá porque la encuentra contemplativa, y
considera que restringe la acción y la lucha. Error!
El viajero, cuyo temperamento lo Hevea la lucha, se
servirá de sus viajes para combatir en su puesto, y
lo hará quizá con mejor criterio, con armas de mejor
precisión que el que jamás abandonó su tertulia sem-
piterna !
Es lastima que el autor de En Viaje no tenga el
*' fuego sagrado" del viajero, porque habría podido
llegar al máximum de intensidad en la observación y
en la descripción de sus viajes.
No puedo resistir al placer de trancribir algunos
párrafos, verdadera excepción en el tono general del
libro, y en los que describe á Fort-de-France^ en la
Martinica:
ÜN LIBRO DE CANB I 89
^^ Las fantasias más atrevidas de Goya, las auda-
cias coloristas de Fortuny ó de Diaz, no podrían dar
idea de aquel curiosísimo cuadro. El joven pintor ve-
nezolano que iba conmigo, se cubría con frecuencia
los ojos y me sostenía que no podría recuperar por
mucho tiempo la percepción dei rapporti, esto es, de
las medias tintas y las gradaciones insensibles de la
luz, por el deslumbramiento de aquella brutal cru-
deza. Había en la plaza unas 500 negras, casi to-
das jóvenes, vestidas con trajes de percal de los colo-
res «nás chillones, rojos, rosados, blancos. Todas es-
cotadas, y con los robustos brazos al aire ; los talles
fijados debajo del axila y oprimiendo el saliente pe-
cho, recordaban el aspecto de las merveilleuses del
Directorio. — La cabeza cubierta con un pañuelo de
seda, cuyas dos puntas, traidas sobre la frente, for-
iñaban como dos pequeños cuernos. Elsos pañuelos
eran precisamente los que herían los ojos ; todos
eran de diversos colores, pero predominando siempre
aquel rojo lacre, ardiente, más intenso aún que ese
llamado en Europa lava del Vesuvio; luego un ama-
rillo rugiente, un violeta tornasolado, qué sé yo !
£n las orejas, unas gruesas arracadas de oro, en
forma de tubos de órgano, que caen hasta la mitad
de la mejilla. Los vestidos de larga cola y cortos por
delante, dejando ver los pies... siempre desnudos.
XQO RESEÑAS Y CRÍTICAS
Puedo asegurar que, á pesar de la distancia que se-
para ese tipo de nuestro ideal estético, no podía me-
nos de detenerme por momentos á contemplar la ele-
gancia nativa, el andar gracioso y salvaje de las ne-
gras martiniqueñas.
*• Pero cuando esas condiciones sobresalen redi-
mente, es cuando se las vé, despojadas de sus lujos y
cubiertas con el porto y sucio traje del trabajo, balan-
cearse sobre la tabla que une al buque con la tierra,
bajo el peso de la enorme canasta de carbón que traen
en la cabeza... Al pie del buque y 9obre la ribera,
hormigueaba una muchedumbre confusa y negra,
iluminada por las ondas del fanal eléctrico» Eran mu-
jeres que traían carbón á bordo, trepando sobre una
plancha inclinada las que venían cargadas, mientras
las que habían depositado su carga descendían por
otra tabla contigua, haciendo el efecto de esas inter-
minables filas de hormigas que se cruzan en silencio.
— Pero aquí todas cantaban el mismo canto plañi-
dero, áspero, de melodía entrecortada. En tierra,
sentado sobre un trozo de carbón, un negro viejo, so-
bre cuyo rostro en éxtasis caía un rayo de luz, movja
la cabeza con un deleite indecible, mientras batía
con amba^i manos y de una manera vertiginosa, el
parche de un tambor que oprimía entre las piernas,
colocadas horizontalmente. Era un redoble perma-
UN LIBRO DE GANÉ I Q I
nente, monótoao, idéntico, á cuyo compás se traba-
jaba. Aquel hombre, retorciéndose de placer, insen-
sible al cansancio, me pareció loco" ...
Y termina el Sr. Canesú descripción de Forí-dc
France con estas líneas en que trasmite la impresión
que le causó un bamboula :
*^...Me será difícil olvidar el cuadro, caracteristico
de aquel montón informe de negros cubiertos de car-
bón, harapientos, sudorosos, bailando cod un entu-
siasmo febril bajo los rayos de la hiz eléctrica. El
tambor ha cambiado ligeramente el ritmo y bajo el,
los presentes que no bailan entonan una melopea
lasciva. Las mujeres se colocan frente á los hombres
y cada pareja empieza á hacer contorsiones lúbricas,
movimientos ondeantes, en los que la cabeza queda
inmóvil, mientras las caderas, casi dislocadas, cule-
brean sin cesar. La música y la propia imaginación
las embriaga ; el negro del tambor se agita como
bajo un paroxismo más intenso aún, y las mujeres,
enloqtiecidas, pierden todo pudor. Cada oscilación
es una invitación á la sensualidad, que aparece allí
bajo la forma mts brutal que he visto en mi vida ;
se acercan al compañero, se estrechan, se refriegan
contra él, y el negfo, como los animales enardecidos,
levanta la cabeza al aire y echándola en la espalda,
muestra 9u doble fila de dientes blancos y agudos.
192 RESEÑAS Y CRÍTICAS
No hay cansancio : parece increíble que esas mujeres
lleven diez horas de un rudo trabajo . La bamboula
las ha transfigurado. Gritan, gruñen, se estreme-
cen, y por momentos se cree que esas fieras van á
tomarse á mordiscos. Es la bacanal más bestial que
es posible idear, porque falta aquel elemento que
purificaba hasta las más inmundas orgías de las
fiestas griegas: la belleza ..."
El libro del Sr. Gané es, en apariencia, una sen-
cilla relación de viaje. Dedica sucesivamente seis ca-
pítulos á la travesía de Buenos Aires á Burdeos, á su
estadía en París y en Londres, y á la navegación
desde Saint-Nazaire á La Guayra. Entonces en un
capítulo — cuya demasiada brevedad se deplora ■ -
habla de Venezuela, pero más de su pasado que de
su presente.
En seguida, en seis nutridos y chispeantes capítu-
los, describe su pintoresco viaje de Garacas á Bogotá;
su paso por el mar Garibe, el viaje en el río Mag-
dalena, y las últimas jornadas hasta llegar á la capi-
tal de Golombia. A esta simpática República presta
preferentísima atención el autor : no sólo se ocupa
de su historia, describe á su capital, sino que pinta á
UN LIBRO DE GANÉ 193
la sociedad -bogotana, sin olvidar — como lo ha dicho
M. Groussac — el obligado párrafo sobre el Tequen-
dama. Detiénese el autor en estudiar la vida intelec-
tual colombiana en el capitulo, en mi concepto, más
interesante de su libro, y sobre el cual volveré más
adelante. El regreso le da tema para varios capitules
en que se ocupa de Colón, el canal de Panamá, y so-
bre todo de Nueva- York. Y aquí vuelve de nuevo la
clásica descripción del Niágara.
Tal es en esqueleto el libro de Gané. Prescindo de
los primeros capítulos, á pesar de que insistiré sobre
el de París, porque si bien su lectura es fácil, las
aventuras á bordo del Vtlle de Brest no ofrecen ex-
traordinario interés. Poco tema da el autor sobre
Venezuela : más bien dicho, deja al lector con su cu-
riosidad íntegra, sobrexcitada, pero no satisfecha.
Sus pinceladas son vagas : parece como si quisiera
concluir pronto, como si tuviera entre manos brasas
ardientes. < Por qué ?
En cambio sus pinturas de Bogotá, de la sociedad
y de los literatos colombianos, es realmente seduc-
tora: nos hace penetrar en un recinto hasta ahora
casi desconocido por la generalidad, especie de^^^ne-
ceo original causado por el relativo aislamiento de la
vida de Colombia. No me cansaré de ponderar esta
parte del libro de Cañé. Pocas lecturas más fructífe-
I 94 RESEÑAS Y CRÍTICAS
ras, pocas más agradables : ejerce sobre el lector algo
como una fascinación. Hay ahí una mezcla sapientí-
sima del utile cumdulci.
Por lo demás, el libro entero está salpicado de jui-
cios atrevidos, de observaciones profundas. La super-
ficialidad aparente es rebuscada : el autor, sin que-
rerlo, se olvida con frecuencia de que se ha prometido
ser tan sólo un jovial á la vez que quejumbroso
compañero de viaje. Al correr de la pluma, ha emi-
tido'juicios de una precisión y exactitud admirables.
Otras veces ha lanzado ideas que van contra la co-
rriente general. El lector no se detiene mucho en los
capítulos sobre París y Londres, cuando en la rá-
pida lectura encuentra tal ó cual opinión sobre
Francia ó Inglaterra. Pero poco á poco comprende
que hay allí intención preconcebida, y cuando llega
á los capítulos sobre Colombia, se encuentra in-
sensiblemente engolfado en un análisis sutil de aque-
lla constitución, que, según el dicho de Castelar,
''ha realizado todos los milagros del individualismo
moderno". Entonces se refriega los ojos, vuelve á
leer, y con asombro halla que el autor critica — y
critica con* fuerza — el régimen federal de gobierno.
Y no es la única página en que el libro ejerce una
influencia sugestiva, forzando á meditar. Hay párra-
fos al tratar del canal de Panamá y de los Estados-
UN LIBRO DE CAÑÉ I Q 5
Unidos, que hacen abrir tamaños ojos de asombro.
Pero sobre algunas cuestiones tuvo ya el autor un
cambio de cartas con el Sr. Pedro S. Lamas, como
puede verse en la Revue Sud-Americaine. No vol-
veré, pues, sobre ello, siquiera por el vulgarísimo
precepto de non bis in ídem.
Imposible me sería analizar con detención todas y
cada una de las partes de este libro. Y ya que he di-
cho con franqueza cuál es la opinión que sobre él he
formado, séame permitido ocuparme de algunos de
los variadísimos tópicos que han merecido la atención
del autor.
■M
Corto es el capítulo que dedica á su estadía en Pa-
rís el Sr. Gané. Y es lástima. En esas breves pági-
nas, hay dos ó tres cuadros verdaderamente de mano
maestra. Pero el autor ha sido demasiado parco : su
pluma apenas se detiene — la Cámara, el Senado, la
Academia : he ahí lo único que ha merecido su par-
ticular atención.
Los párrafos dedicados á las Cámaras, son bellísi-
mos: los retratos de Gambetta, de Julio Simón y de
Pelletan, perfectamente hechos.
Es, en efecto, en sumo grado interesante asistir á
los debates de las Cámaras francesas. Guando aún
\
196 RESEÑAS Y CRÍTICAS
estudiaba el que esto escribe en París (i 879-1 880),
acostumbraba asistir con la religiosidad que le era
posible, á las discusiones parlamentarias.
Entonces era necesario ir expresamente por ferro-
carril hasta Versalles, donde aún funcionaba el Po-
der Legislativo.
Gracias á la nunca desmentida amabilidad del Sr.
Balcarce, nuestro digno Ministro en París, conse-
guía con frecuencia entradas para la tribuna diplo-
mática, donde, entonces como hoy, era necesario —
son palabras del Dr. Gané — " llegar temprano para
obtener un buen sitio ".
La sala de sesiones de la Gámara de Diputados
era realmente espléndida. Hace parte del gran pala-
cio de Luis XIV, y es cuadrilonga. El presidente
estaba en frente de la tribuna diplomática, en un
pupitre elevado, teniendo á la misma altura, pero á
su espalda, de un lado á varios escribientes, de otro
á varios ordenanzas. Una escalera conducía á su
asiento. Más abajo la celebrada tribuna parlamenta-
ria, á la que se sube por dos escaleras laterales. De-
trás de esta, y á ambos lados, una serie de secreta-
rios escribiendo ó consultando libros ó papeles, sea
para recordar al presidente qué es lo que se hizo en
tal circunstancia, ó los antecedentes del asunto, ó
cualquier dato necesario.
UN LIBRO DE GANÉ 1 97
Al pié de la tribuna parlamentaria estaba el cuerpo
de taquígrafos. Entre ellos y el resto de la sala exis-
tía un espacio por donde circulaba un mundo de di-
putados, ugieres, ordenanzas, etc.
En seguida, formando un anfiteatro en semicír-
culo, están los asientos de los diputados, con peque-
ñas calles de trecho en trecho. Cada diputado tiene
un sillón rojo y en el respaldo del sillón que se en-
cuentra adelante, hay una mesita saliente para colo-
car la carpeta en la que lleva sus papeles, apuntes,
etc.
La derecha entonces, como hoy, era minoría ; el
centro y la izquierda, la gran mayoría.
Frente al cuerpo de taquígrafos encontrábanse los
asientos ministeriales y para los sub-secretarios de
Estado.
Las fracciones parlamentarias, perfectamente or-
ganizadas, tienen sus espadas como sus soldados en
lugares adecuados, los unos más cerca, los otros más
alejados del medio. El primero con quien tropezaba
al entrar por la puerta de la derecha, era... M. Paul
de Cassagnac. El primero con quien se encontraba
uno al entrar por la puerta de la izquierda, era el
gran orador M. Clemenceau. El duelista de la dere-
cha: M. de Cassagnac; el de la izquierda: M. Pe-
rrin.
198 RESEÑAS Y CRÍTICAS
La tribuna de la prensa estaba debajo de la del
cuerpo diplomático. En la misma fila están las desti-
nadas á la presidencia de la República, á los presi-
dentes de la Cámara y Senado, á los miembros del
Parlamento, etc : todos los dignatarios tienen su tri-
buna especial. Más arriba estaban las llamadas gale -
rías, donde es admitido el público, siempre que pre-
sente sus tarjetas especiales.
Las sesiones son tumultuosísimas. Se camina, se
habla, se grita, se gesticula, se ríe, se golpea, se vo-
cifera, mientras habla el orador, al unísono. En pre-
sencia de semejante mar desencadenado, se compren-
de que el orador no sólo debe tener talento sino san-
gre fría, golpe de vista y audacia á toda prueba. La
mímica le es indispensable, y la voz tiene que ser to-
nante y poderosa para dominar aquella vociferación
infernal. Tiene que apostrofar con viveza, que con-
mover, que hacerse escuchar.
He asistido á sesiones agitadísimas, á la del inci-
dente Cassagnac-Goblet, á la de la interpelación Bra-
me, y á la de la interpelación Lockroy, que tanto con-
movió á París en mayo del 79. Tiempo hace de esto,
pero mis recuerdos son tan frescos que podría descri-
bir aquellos debates como si recién los presenciara.
He oído, ó más bien dicho : visto, oradores que no
pudieron hacerse escuchar y que bajaron de la tribu-
UN LIBRO DE GANÉ I QQ
na entre los silbidos de los contrarios y las protestas
de los amigos; otros, como el bonapartista Brame, en
su fogosa interpelación contra el Ministro del Inte-
rior, M. Lepére, dominaban el tumulto ; M. Lepére
en la tribuna estuvo durante un cuarto de hora sin po-
der imponer silencio, en medio de una desordenada vo-
ciferación de la derecha, y de los aplausos y aprobación
de la izquierda, hasta que haciendo un esfuerzo pode-
roso, gritando como un energúmeno, acalló momen-
táneamente el tumulto, para apDStrofará la derecha,
diciendo: '* vociferad, gritad, puesto que las inter-
pelaciones no son para vosotros sino pretexto de rui-
dos y exclamaciones . No bajaré de la tribuna hasta
que os calléis!..."
¡Qué tumulto espantoso! Presidía M. Senard, el
viejo atleta del foro y del parlamento francés, pero
tan viejo ya que su voz débil y sus movimientos pe-
nosos eran impotentes : agitaba continuamente una
enorme campana (pues no es aquéllo una campani-
lla ] de plata con una mano, y con la otra golpeaba la
mesa con una regla. Los ugieres con gritos estento-
res de ** un poco de silencio, señores — s't7 vous plzit^
iu silence'' no lograban tampoco dominar la agita-
ción. La derecha vociferaba y hacía un ruido ensor-
decedor con los pies, la izquierda pedía á gritos: "la
censura, la censura '*. Fué preciso amonestar seria-
3 00 RESEf^AS Y CRÍTICAS
mente á un imperialista, el barón Dufour, para que
se restableciese el silencio...
Concluye el ministro su discurso, y salta (mate-
rialmente: salta) sobre la tribuna el interpelante;
vuelve á constestar el ministro, y torna de nuevo el
interpelante... ¡qué vida la de un ministro con seme-
jantes parlamentos 1 El día entero lo pasa en esas
batallas parlamentarias... supongo que el verdadero
ministro es el sub-secretario.
Gambetta, el tan llorado y popular tribuno, pre-
sidía cuando M. de Cassagnac desafío en plena Cá-
mara á M. Goblet, sub-secretario de Estado. Estaba
yo presente ese día. ¡Qué escándalo mayúsculo! Pe-
ro Gambetta dominó el tumulto, hizo bajar de la tri-
buna á Cassagnac, lo censuró, y calmó la agitación.
He oído varias veces á M. Clemenceau, el gran
orador radical. Le oí defendiendo á Blanqui, el con-
denado comunista, que había sido electo diputado por
Burdeos. Es uno de los oradores que mejor habla y
que posee dotes más notables. Como uno de los con-
trarios ( hay que advertir que la izquierda estaba en
ese caso en contra de la extrema izquierda ) le grita-
ra: '* basta! ", él contestó sin inmutarse : "Mi que-
rido colega, cuando vos nos fastidiáis, os oímos con
paciencia. Nadie es juez en saber si he concluido, sal-
vo yo mismo", y después de este apostrofe tranquilo,
UN LIBRO DE GANÉ 201
continuó su discurso...! Elsa interpelación dio origen
á una respuesta sumamente enérgica por parte de M.
Le Royer, entonces Ministro de Justicia.
La organización administrativa es además admi-
rable. Las Cámaras se reúnen diariamente de 2 á 6
1/2, y el cuerpo de taquígrafos da los originales de la
traducción estenográfica á las 8 p. m. A las 1 2 p. m.
se reparten las pruebas de la impresión y á las 6 de
la mañana siguiente ** todo París" puede leer integra
la sesión de la tarde anterior en el Journal Officiel.
Y todo esto sin contratos especiales, sin que cueste
un solo céntimo más, sin que las Cámaras voten re-
muneraciones especiales al cuerpo de taquígrafos, y
sin ninguna de esas demostraciones ridiculas para
aquellos que están habituados á la vida europea. Re-
cuérdese loque pasó en 1877 entre nosotros, cuando
se debatió la '* cuestión Corrientes" : La Tribuna pu-
blicó las sesiones al día siguiente, y todos creyeron
que era un... milagro.
Con el régimen parlamentario francés, la tarea
es pesadísima para los diputados ¡ no tanto para
los senadores], pero insostenible para los oradores.
Y los ministros, que tienen que despachar los asun-
tos de ministerios centralizados, que atender á lo que
pasa en la Francia entera, que proyectar reformas,
que estudiar leyes, que contestar interpelaciones, que
20 2 RESEÑAS Y CRÍTICAS
preparar y corregir discursos : i cómo pueden hacer
todo esto? A un hombre solo le es materialmente im-
posible, y añádase á eso que tiene la obligación de
dar reuniones periódicas, bailes oficiales, etc. ¡Qué
vida ! Se comprende que sería ella imposible sin una
numerosa legión de consejeros de Estado, de sub-se—
cretarios, de secretarios, de directores, etc., que no
cambian con los Ministros, sino que están adscriptos
á los ministerios. ¡ Qué diferencia con nuestro modo
de ser! Entre nosotros,'por regla general, los minis-
tros están solos, pues los empleados en vez de ser coo-
peradores de confianza son meros escribientes, salvo,
bien entendido, honrosas excepciones. Cuando se re-
flexiona sobre la existencia que lleva un ministro en
países de aquella vida parlamentaria, parece difícil
explicarse cómo pueden atender, despachar, contes-
tar todo ; y al mismo tiempo pensar y realizar gran-
des cosas.
* *
En el libro que motiva estas páginas, el autor, se-
gún lo declara, ha procurado contar, y contar ligera-
mente, "sin bagajes pesados". Este propósito pro-
bablemente ha hecho que no profundice nada de lo
que observa, sino que se contente con rozar la super-
ficie.
UN LIBRO DE CAÑÉ 2O3
Uno de los rasgos más característicos de Colombia,
es su poderosa literatura. La raza colombiana es ra-
za de literatos, de sabios, de profundos conocedores
del idioma : allí la literatura es un culto verdadero, y
no se sacrifican en su altar sino producciones casti-
zas, pulidas, perfectas casi. £1 señor Gané, á pesar
de su malhadado propósito de '^marchar con paso
igual y suelto '\ y de su afectado desdén por los estu-
dios serios y concienzudos, llegando hasta decir ^'que
nada resiste en el día á la perseverante consulta de
las enciclopedias*', no ha podido resistir, sin embargo,
al deseo ó á la necesidad de ocuparse de la faz litera-
ria de Colombia. Condensa en 24 páginas un capí-
tulo que modestamente titula... la inteligencia, y en
el cual, protestando que no es tal su intención, el au-
tor trata de perfilar á los primeros literatos colom-
bianos contemporáneos, en párrafos de redacción suel-
ta, á la diablcj para usar su propia expresión.
Habla de la facilidad peligrosa del numen poético
en los colombianos ; se ocupa de don Diego Pombo,
de Gutiérrez, González, de Diego Fallón, de José M.
Marroquín, de Ricardo Carrasquilla, de José M. Sam-
per, de Miguel A. Caro, y por último de Rufino Cuer-
vo. Tal es el contenido de ese capítulo, interesantí-
simo sin duda, pero incompleto y demasiado á vuelo
de pájaro. Leí con avidez esa parte del libro : creí
2 04 RESEÑAS Y CRÍTICAS
encontrar mucho nuevo : los recuerdos de un hombre
que ha estado en contacto con la flor y nata de los
literatos de aquella nación privilegiada ; las picantes
observaciones que presagiaba el sostenido prurito de
excepticismo y cierta sal andaluza que campea con
galana finura en muchos pasajes de este libro.
Mi curiosidad, sin embargo, no fué del todo satis-
fecha. La Nueva Revista había publicado ya (1881)
un interesante artículo de D. José Caicedo Rojas, so-
bre la poesía épica americana y sobre todo colom-
biana (i) ; un importante y eruditísimo (1882) es-
tudio de D. Salvador Camacho Roldan, sobre la poe-
sía colombiana, á propósito de Gregorio Gutiérrez
González (2) ; y finalmente ( 1 883) un notable juicio
de D. Adriano Páez, sobre José David Guarin (3). En
esos artículos se entrevé la riquísima y fecunda
vida intelectual de aquel pueblo ; pasan ante los ojos
atónitos del lector centenares de poetas, literatos,
historiadores, críticos, etc. ; se descubre una produc-
ción asombrosa, una plétora verdadera de diarios,
periódicos, folletos y libros.
Y el que está algo al cabo de las letras en Colom-
bia, aunque resida en Buenos Aires, conoce su nu-
(!) Véase: primera serie, tomo III, pág. 350-377.
(2) Véase: primera serie, tomo IV, pág. 335-290.
(3) Véase: primera serie, tomo VI, pág. 161-181.
UN LIBRO DE GANÉ 20$
merosísima prensa, sus periódicos, sus revistas, sus
escuelas literarias; la lucha entre conservadores y
liberales, entre los grupos respectivamente encabe-
zados por el Repertorio Colombiano y La Patria. Y
por poco numerosas que sean las relaciones que se
cultiven con gente bogotana, á poco el bufete se
llena con El Pasatiempo, El Papel periódico ilus-
trado, etc.
Nada de eso se encuentra en el libro de Gané. Él ,
periodista, ha olvidado á la prensa. Y eso que la
prensa de Colombia es especial, distinta bajo todos
conceptos de la nuestra.
Pero se busca en vano el rastro de Julio Arboleda,
de José E. Caro, de Madiedo, de Lázaro María Pé-
rez, de... en una palabra, de todos los que sobrevi-
ven de la exhuberante generación de 1844 y 1846:
Restrepo, y tantos otros. Y si esa época parece ya
muy echada en olvido, queda ladeiS^i^á 1858, en
que tanto florecieron las letras colombianas : de esa
época datan José Joaquín Ortiz, Camacho Roldan,
Ancizar, Ricardo Silva, Salgar, Vergara y tantos
otros... ! Verdad es que el Sr. Cañé declara que " no
es su propósito hacer un resumen de la historia lite-
raria de Colombia". Bien está, pero cuando se de-
dica un capítulo á la inteligencia de un país, pre-
ciso es presentarla bajo todas sus faces, mostrar su
2o6 RESEÑAS Y CRÍTICAS
filiación, recordar SUS más ilustres representantes...
£1 autor de En Viaje añade, sin embargo, á ren-
glón seguido : *^ si he consignado algunos nombres,
si me he detenido en el de algunas de las personali-
dades más notables en la actualidad, es porque, ha-
biendo tenido la suerte de tratarlas, entran en mi
cuadro de recuerdos *'. Valga como escusa, pero es
lástima, y grande, que no se haya decidido á exami-
nar con mayor detención tema tan rico como intere-
sante.
En ese capitulo falta, pues, una exposición metó-
dica, no digo de la historia literaria de Colombia, sino
del estado actual de la literatura en aquel país ; ni
se mencionan nombres como los de Borda, Arrieta,
Isaacs, Obeso y tantos otros descollantes ; nada so-
bre la Academia, sus trabajos, y, sobre todo, ese
inexplicable silencio acerca del periodismo bogotano!
Quizá haya tenido el Sr. Gané alguna razón para
incurrir en esas omisiones : sea, pero confieso que no
alcanzo cuál puede ser. Lo deploro tanto más cuanto
que por las páginas escritas, se deduce con qué hu-
mour — para emplear esa intraducibie locución — se
habría ocupado de toda aquella literatura. Hay,
pues, que contentarse con los rápidos bocetos que nos
traza.
Pero el Sr. Cañé, con esa redacción á la diable —
UN LIBRO DE CAÑÉ 20 7
como él mismo la califica — se deja arrastrar de su
predilección : acaba de decirnos que sólo se ocupa de
las personalidades ^*que ha tenido la suerte de tra-
tar'', y sin embargo, su entusiasmo lo lleva á dedi-
car gran parte del capitulo á Gutiérrez González,
poeta notabilísimo, es cierto, pero que murió en Me-
dellin., el 6 de Julio de 1872...
Se ocupa largamente de Rafael Pombo, el famoso
autor del canto de Edda, que dio la vuelta á América
y que mereció, entre la avalancha de contestaciones,
una hermosísima de Carlos Guido y Spano, *' Pombo
— según el Sr. Gané— es feo, atrozmente feo. Una
cabecita pequeña, boca gruesa, bigote y perilla rubia,
ojos saltones y miopes, tras unas enormes gafas...
Feo, muy feo. Él lo sabe y le importa un pito." Re-
fiere el autor una aventura de la Sra. Eduarda Man-
siila de García con Pombo, y á fe, que lo hace con
chiste y oportunidad.
Dice el Sr. Gané que Rafael Pombo, á pesar de las
reiteradas instancias de sus amigos y de ventajosas
propuestas de editores, nunca ha querido publicar
sus versos coleccionados. Y hace con este motivo una
observación, que por cierto ha de causar alguna ex-
trañeza entre nosotros, porque la costumbre que se
observa es diametralmente opuesta.|He aquí esa cu-
riosa observación : ''Cuántas reputaciones poéti-
208 RESEÑAS Y CRÍTICAS
cas ha muerto la maaia del volumen, y cuantos arre-
pentimientos para el porvenir se crean los jóvenes
que, cediendo á una vanidad pueril, se apresuran á
coleccionar prematuramente las primeras é insípidas
florecencias del espíritu, ensayos en prosa ó verso..."
Pero el Sr. Cañé es, á la verdad, un espiritual ob-
servador. Véase sino el siguiente chispeante retrato
de Diego Fallón, cuyos cantos A las ruinas de
Suesca y A la luna son de tan extraordinario mé-
rito. " Figuraos una cabeza correcta, con dos gran-
des ojos negros, deux trous qui luí vont jusqu^dt
Vame^ pelo negro, largo, echado hacia atrás, nariz y
labios finos, un rostro de aquellos tantas veces repro-
ducidos por el pincel de Van Dyck. Un cuerpo del-
gado, siempre en movimiento, saltando sobre la si-
lla en sus rápidos momentos de descanso. Oidlo,
porque es difícil hablar con él, y bien tonto es el que
lo pretende, cuando tiene la incomparable suerte de
ver desenvolverse en la charla del poeta el más ma-
ravilloso kaleidoscopio que los ojos de la inteligencia
puedan contemplar... hasta que el reloj dá la hora y
el visionario, el poeta, el inimitable colorista, baja
de un salto de la nube dorada donde estaba á punto
de creerse rey, y toma lastimosamente su Ollendorfií
para ir á dar su clase de inglés, en la Universidad,
en tres ó cuatro colegios y qué sé yo donde más..."
UN LIBRO DE CAÑÉ 2 09
El que eso ha escrito no es sólo un estilista, un
Vanderbilt del idioma : es más aún, es un humo-
rista, legítimo discípulo de Sterne, lector asiduo
quizá del Tristam Shandy, Esa fácil ironía, ese buen
humor inagotable, esa fuerza superior de sarcasmo ;
por momentos alegre, sonriente, burlón, en una pa-
labra " esa rapidez de impresiones y esos contrastes
siempre nuevos, son el secreto del humorista ".
Y cuando pintaá Rufino Cuervo, el sapientísimo au-
tor de las Apuntaciones criticas sobre el lenguaje bo-
gotano^ ''trabajando con tranquilidad, sin interrum-
pirse sino para despachar un cajón de cerveza... ", -
porque Cuervo no es ni más ni menos que cervecero.
" Yo mismo he embotellado y tapado, me decía Ru-
fino" agrega el Sr. Cañé...
Hablando de Carlos Holguin, dice que "...y esto sea
dicho aquí entre nosotros, Holguin fué uno de los ca-
chacos más queridos de Bogotá, que le ha conservado
siempre el viejo cariño". Ahora bien, < quiere saberse
lo que es un cachaco} El autor se encarga de expli-
carlo, y lo hace con exquisita claridad. ''El cachaco
es el calavera de buen tono, alegre, decidor, con en-
tusiasmo comunicativo, capaz de hacer bailar á diez
esfinges egipcias, organizador de las cuadrillas de á
caballo en la plaza, el día nacional, dispuesto á hacer
trepar su caballo á un balcón para alcanzar una son-
14
2 X o RESEÑAS Y CRITICAS
risa, jugador de altura, dejando hasta el último peso
en una mesa de juego, á propósito de una rifa; pronto
á tomarse á tiros con el que le busque, bravo hasta la
temeridad... " Y apliqúese ese retrato al respetable
señor Holguin !
De don José María Samper, trae un rápido boceto :
^*ha escrito, dice, 6 ú 8 tomos de historia, 3 ó 4 de
versos, i o ó 1 2 de novelas, otros tantos de viajes,
de discursos, estudios políticos, memorias, polémi-
cas... qué se yo !... Naturalmente en esa mole de li-
bros sería inútil buscar el pulimento del artista, la
corrección de lineas y de tonos. Es un rio americano
que corre tumultuoso, arrastrando troncos, detritus,
arenas y peñascos... ^^
En fin, largo sería seguir al autor en estos retra-
tos, género literario en que evidentemente descuella.
Me he detenido en este punto, porque parece que allí
se revela una nueva faz del talento del señor Cañé.
Tiene el don de daguerreotipar á una personalidad
en pocas líneas, presenta la luz, la sombra, el claro
obscuro que iluminan el retrato, poniendo de relie-
ve su lado serio y su lado cómico. Busca siempre el
efecto del contraste. Y esto es lo que me mueve á de-
cir que tiene tendencias á ser un verdadero humo-
rista.
¿Qué es efectivamente el humour? Un crítico cele-
UN LIBRO DE CAÑÉ 211
bre lo ha definido magistralmente. Es, dice, el ím-
petu de un espíritu dotado de la aptitud más esqui*
sita para sentir, comprender y explicar todo : es el
movimiento libre, irregular y audaz de un pensa-
miento siempre dispuesto, que ama esas trampas tan
temidas de los retóricos: las digresiones, y que se
abandona con gracia á ellas cuando por casualidad
encuentra un misterio del corazón para aclararlo,
una contradicción de nuestra naturaleza para estu-
diarla, una verdad despreciada para enaltecerla : un
pensamiento al cual atrae lo desconocido por un se-
creto magnetismo, y que bajo apariencias ligeras pe-
netra en las más obscuras sinuosidades del mundo mo-
ral, da á todo lo que inventa, á todo lo que reprodu-
ce, el colorido del capricho, y crea por el poder de la
fantasía, una imagen móvil de la realidad más móvil
aún.
Ahora bien; léase con atención el último libro del
señor Cañé y se encontrará confirmada la exactitud
de esa pintura en muchos y repetidos pasajes. Y ca-
si me atrevería á asegurar que es justamente en los
pasajes en que el autor se ha abandonado con más
naturalidad á esa tendencia, que el lector con más
justicia se complace.
Edmundo De Amicis en algunos de sus libros afor-
tunados ha hablado de la página magistral, la página
2 I 2 RESEÑAS Y CRITICAS
clásica, la página estupenda que todo escritor debe
tener conciencia de haber escrito ó poder escribir, pa-
ra poder asi llegar á la posteridad. Una de esas pá-
ginaSf por ejemplo, es la que se reñere á la *'riña de
gallos" en el libro sobre España, En aquellas 5 ó 6
páginas, dice un crítico, se hallan reunidas, amalga-
madas hasta la cuarta potencia, todas las cualidades
deDe Amicis: la sutileza del observador, el vigor del
colorido, la elegancia del estilista, y, junto con todo
esto, aquella variedad, abundancia y riqueza archi-
millonaria del idioma, por lo cual es verdaderamente
descollante.
i Pueden aplicarse estas palabras de Barrili al se-
ñor Cañé ? < El autor de En Viaje ha condensado ya
todas sus cualidades, ha dado su nota más alta ? En
cada libro que escribe el señor Gané, se revela una
faz distinta de su espíritu: esto hace difícil en extre-
mo la tarea del crítico severo, fácil á lo sumo la del
benévolo, pues en justicia hay tanto que alabar I
Por eso, una crítica justa — á pesar de que el señor
Gané ha dicho que es la *^que más difícilmente se per-
dona, como los palos que más se sienten son los que
caen donde duele" — en este caso, puede con leal im-
parcialidad tributar cumplido elogio al escritor que
se ha revelado humorista de buena ley, confirmando
su vieja reputación de estilista brillante.
UN LIBRO DE CAÑÉ 2 I 3
Y es lástima grande que con tan brillantes cualida-
des, no sea el señor Cañé más que un dilettante en
las letras. Se nota que aquel autor no siente en sí la
vocación del escritor ; escribe como un pis aller. Do-
tado como pocos para ello, jamás ha considerado á
las letras sino como un accesorio, y en el fondo se me
ocurre que es el hombre más desprovisto de vanidad
literaria. Las letras son para él queridas pasajeras,
que se toman y se dejan rehuyendo compromisos, y
á las que no se pide sino el placer del momento, sin
la preocupación del mañana. Su temperamento, sus
más vehementes inclinaciones lo llevan á la vida polí-
tica, á la acción : es hombre de parlamento, orador
nato, á quien el ejercicio del poder, sea en ministerios
ó á la cabeza de cualquier administración, parece
producir una satisfacción que degenera en dulce em-
briaguez. Es un literato que desdeña las letras, y á
quien la política, como Minotauro implacable, ha de-
vorado sin remedio. Escribirá aún de vez en cuando,
quizá, pero lo hará con la sonrisa de escepticismo en
los labios, y como calaverada de gran señor.
La política es la gran culpable en la vida america-
na : fascina á los talentos jóvenes, los seduce y los es-
teriliza para la producción intelectual serena y eleva-
2 1 4 RESEÑAS Y CRITICAS
da ; los embriaga con la acción efímera, los gasta y
los deja desencantados, imposibilitándolos para vol-
ver al culto de las letras, y esclavizados por la fascina-
ción de la vida pública. Sacrifican así, esos espíritus
escogidos, una gloria seria y permanente, por una
gloria inconsistente y del momento.
Cañé principió por dejarse seducir por el diarismo
político y derrochó un espléndido talento en escri-
bir artículos de combate que, deslumbradores fuegos
de artificio, vivieron lo que viven las rosas, el espa-
cio de unas horas. < Quién se acuerda hoy de ellos?
Su propio autor los ha olvidado quizá, y con razón,
porque son producciones condenadas de antemano á
muerte prematura.
Pero, si bien se explica que un hombre de ese tem-
ple sacrifique las letras por la política, no se com-
prende cómo sacrifica la vida pública activa por la
tranquilidad del ocio diplomático. Puede que el tem-
peramento un tanto epicúreo del autor de En viaje
algo haya influido en este súbito cambio de frente, pe-
ro renunciar á la vida parlamentaria, á la prensa po-
lítica, al gobierno activo, para refugiarse en un retiro
diplomático, cuando se encontraba en plena juventud,
sin haber llegado siquiera á lá mitad de la vida,
lleno de vigor, de aspiraciones, de sangre bullidora...!
Misterio! La vida diplomática tiene, es cierto, nobi-
UN LIBRO DE CAÑÉ 2 1^
lísíma esfera de acción, pero para un hombre de esas
condiciones se asemeja á un suicidio moral. Por-
que si las funciones diplomáticas permiten disponer
de ocios, es preciso llenarlos, y si no se les llena con
la labor literaria, un temperamento demasiado acti-
vo corre peligro de emplearlos en apurar hasta las he-
ces el cáliz de Capua, — y ese cáliz es fatal.
Me hace acordar el señor Cañé á la figura tan sim-
pática y tan análoga de aquel brillantísimo espíritu
francés que se llamó Prevost-Paradol; también fué un
escritor que pudo haber fácilmente traspuesto las
más altas cumbres: dotes, preparación, ambición,
todo poseía. El éxito le sonrió siempre... Pero aban-
donó las letras por la política, y cambió la lucha ac-
tiva por el reposo diplomático. Aquel bello talento
se esterilizó por completo.
Se me viene á la memoria un incidente verdadera-
mente gráfico en la vida de Prevost-Paradol. Un día,
un amigo le decía: "<Por qué no escribe usted la his-
toria de las ideas parlamentarias ? Hay ahí un libro
interesante y digno de tentar su talento. Y él respon-
dió: Qué feliz es usted de creer todavía en los li-
bros, en las frases, y de encariñarse con todos esos
juguetes inútiles que sirven de pasatiempo á los de-
socupados ! ... Y añadió : Sólo el poder es verdade-
ro. Conducir á los hombres, dirigir sus destinos. He-
2 I 6 RESEÑAS Y CRÍTICAS
varios á la grandeza por caminos que no se les indi-
ca, preparar los acontecimientos, dominar á los he-
chos, forzar á la fortuna á obedecer — he ahí el objeti
vo que es preciso tener 5' que sólo alcanzan las volun-
tades fuertes y las inteligencias elevadas ! "
Se me fígura que el diplomático Gané más de una
vez pensará con melancolía en esas palabras. Si es
cierto que el epicureismo le ha hecho desertar de la
lucha ardiente, se ha vengado de tal cobardía moral
ahogándolo en ese fastidio que eternamente pone de
manifiesto el autor de En Viaje, Aún es tiempo, sin
embargo, de que reaccione ; y si la voz aislada de un
extraño pudiera servir de suficiente profecía, que no
la considere como viniendo de una Casandra de al-
dea, sino que trate de no justificar aquel verso fa-
moso :
L'armure qu'il portait n'allait fas á sa taille.
Elle était bonne au plus pour un jour de bataille
Et ce jour-lafut court comme une nuit d'été.
Mayo de 1884.
VIII
MARTIN garcía MEROU
sus "estudios literarios" (i)
RACE poco que llegó al Río de la Plata este libro,
y anunciase ya otra nueva producción de tan
fecundo cuanto amable poeta. Antes, sin embargo, de
leer sus Impresiones, que tratan del mismísimo asunto
que sirvió de tema al reciente libro de Gané — En
Viaje, — la Nueva Revista, tardía aunque segu-
ra, tiene el deber de ocuparse de un volumen, para
ella tanto más simpático, cuanto que en sus págjnas
se publicó uno de los más interesantes capítulos: El
alma de don Juan (2).
(i) i Yoluroen en (80 de II3 páginas elegantemente impreso en
Madrid. (Librería de Muríllo).
(2) Véase el tomo V, pág. 3-14.
2 1 8 RESEÑAS Y CRITICAS
Es, entre nosotros, universalmente conocido Mar-
tín García Mérou. Perteneciente á la más joven ge-
neración, su carrera literaria es tan reciente como
rápida. Sus Poesías (i) fueron para el público una
revelación, y la opinión imparcial le saludó poeta,
pero poeta de buena ley, de inspiración, de esponta-
neidad. Sus Nuevas poestas{2] confirmaron con brillo
su merecida y no impugnada fama. Sus Reflejos (3)
y sus Varias poesías (4) no hicieron sino acre-
centar su reputación. Martín García Mérou es, efec-
tivamente, poeta, pero no versificador ; sus estrofas
son verdaderas poesías y no trabajados versos ; en
sus producciones poéticas fluye la inspiración que no
se adquiere con el rebuscamiento de rimas forzadas,
ni con el pregonamiento de tesis liberalescas ó de teo-
rías pretendidamente filosóficas. En las produccio-
nes de García Mérou la poesía habla al corazón y á }a
inteligencia : jamás en sus versos se entrevé una
prosa laboriosamente rimada ; sus poesías son sen-
cillas, porque son verdaderas : para cautivar al lec-
tor sólo ha menester decir lo que siente, sin jamás
entrar en el terreno vedado de excesos naturalistas.
(1) 1879-1880. Buenos Aires, 1880, i volumen.
(2) 1 880-1881. Buenos Aires, i88[.
(3) Un folleto. Buenos Aires, 1881.
(4) La sombra de Nani, Miml, El Payaso, Cuadros de la con^
quista del Perú, En dos albums. Buenos Aires, 1882 .
MARTÍN GARCÍA MÉROU 2 I Q
García Mérou pertenece á la raza de los "afortu-
nados ", de esos fauci sed selecti de que habla el
poeta antiguo. En alguno de los bellos capítulos de
su último libro, el poeta — porque lo es, aun cuando
emplea la prosa — habla de las hadas y semi-dioses
de las leyendas del Norte: pues bien, en su destino
parece como si alguna de esas poéticas á la par que
poderosas divinidades hubiera decidido velar por su
felicidad. Su vida hasta ahora ha sido una marcha
por sobre rosas, cosechando triunfos y conquistando
simpatías. Véase sino. Sus primeros pasos en la di-
fícil senda literaria fueron protegidos por la previ-
sora égida fraternal, especie de antiguo pénate, cuyo
severo buen gusto y sólidas cualidades se han sepul-
tado más tarde en inexplicable mutismo. En el mo-
mento crítico en que, abandonados los estudios aca-
démicos, se encontraba indeciso acerca del rumbo
que debía elegir, la hada que seguramente preside
sus destinos, le deparó la fortuna singular de reco-
rrer el viejo y el nuevo mundo bajo la dirección de
un maestro tan experimentado como hábil ; conoció
el mundo, llevado de la mano por aquel seguro guía
con cuya carrera tiene tanto parecido. El gobierno
de su país lo inviste, á su temprana edad, de un
alto cargo diplomático, y en tal carácter frecuenta
sociedades cultísimas en Europa y América. Y sin
2 20 RESEÑAS Y CRÍTICAS
embargo... García Mérou en este libro, estudiando á
los desesperados en la contemporánea literatura, se
lamenta y habla del dolor, como si durante su vida
hubiera experimentado cruentas desgracias !
García Mérou ha hablado del mal del siglo^ recor-
dando las páginas que su poeta favorito— Musset —
le dedica en fus bellísimas Confesiones^ pero ha ol-
vidado distinguir entre las diversas categorías que
representan Werther, Rene, Adolphe, Obermann y
otros tipos legendarios: ha prescindido de esa falange
dolorida (en literatura) de los que sufren el extraño
mal denominado hastio de la felicidad. El, que hasta
ahora no ha cosechado sino aplausos y felicitaciones;
que ignora las crueles asechanzas de la envidia, los
despreciables manejos del odio ciego, las míseras ca-
balas de banderías literarias, el indiferentismo de los
dispensadores del ruido momentáneo y de la fama
callejera!...
Para él, poeta, ^^ las hadas son las musas que lo
inspiran y las reinas del mundo en que se agita^\ se-
gún sus propias palabras. Quiera el Destino que
esas hadas lo protejan siemprel Pero le falta esa nota
del dolor que como poeta admira en Leopardi, y que
le hace repetir el verso famoso:
L'homme est un apprcnti; la douleur est son maXlre
Et nul ne s'y connait, tant qu'il n'a pas souffert /...
MARTIN garcía MEROU 2 2 I
Ejs probable; es casi seguro que no le faltará en su
carrera esa nota terrible. Abunda en este mundo la
pequenez, y ¡ ay de los odios de los pequeños ! Son
tanto más terribles cuanto mayor la pequenez. Si
eso le sucede, consuélese el poeta : — no se odia á los
mediocres. Y la carencia de enemigos demuestra
muchas veces tan sólo falta de superioridad.
Un joven crítico argentino, cuya palabra debe te-
ner especialisimo valor para el autor de este libro,
ha dicho con suma razón en ocasión análoga : '' En-
tiendo que una palabra desapasionada, que no se
puede suponer hija de la envidia ni de la adulación,
debe agradar á un joven autor que ve sonriente
el porvenir, y creo que aunque no le agrade, es la
única que debe pronunciarse en sus oídos. De otra
manera, la crítica, por modesta que sea, se convierte
en un incensario ó en una diatriba : incensario,
cuando coloca en frentes sin arrugas los laureles de
los que han envejecido cultivando con éxito un in-
genio poderoso ; y diatriba, cuando desconoce los
méritos verdaderos, dando rienda suelta á las pa-
siones innobles que suelen agitar el corazón hu-
mano...
22 2 RESENAS Y CRITICAS
Es, pues, siguiendo tan sano consejo que voy á
emitir una opinión acerca de este libro.
García Mérou, en el elegantísimo volumen de sus
Estudios literarios, principia por una introducción
acerca de la tendencia de la moderna crítica litera-
ria, é inserta en seguida una serie de artículos, ya
publicados en revistas ó en periódicos \ i"* El alma de
Donjuán ; 2° Los cuentos ; 3** Las baladas ; 4** Muje-
res y autores \ 5* Forma é idea ; 6* Nana y el natu-
ralismo ; 7° Notas sobre un poema \ 8* Dos novelas ;
9° Los desesperados. Esos artículos, según él mismo lo
declara en el Prefacio, tratan de ser más bien *' una
conversación divagadora, amena é instructiva, en que
las cosas, los hombres, las obras y los hechos son
recibidos, barajados y vueltos á arrojar con habilidad
y destreza : algo como un lawn-tennis intelectual ".
El autor pertenece, como su ex- jefe diplomático,
á la escuela reducida de los estilistas : tiene siempre
presentes á Gautier y Saint-Victor, repite con frui-
ción que el ideal del primero fué ** cincelar la frase,
pintar con la palabra, hacernos palpar la idea traspa-
rente y alada, como se pueden palpar los contornos
voluptuosos de una estatua, y por eso, todas sus es-
trofas están construidas con estos tres únicos mate-
riales : el oro, el mármol y la púrpura ; es decir, bri-
llo, solidez y color ".
MARTÍN GARCÍA MEROU 22 3
Su introducción caracteriza las diversas escuelas
de crítica literaria. Y es esta una cuestión que mere-
ce especialísima atención.
En un artículo anterior he tenido ocasión de ha-
blar sobre los diversos métodos de la crítica literaria*
No volveré, pues, sobre lo dicho. Baste á mi objeto
recordar que hasta Sainte-Beuve la crítica era pura-
mente estética : consideraba á la obra literaria en sí
misma, 'con prescindencia del autor y del mundo, y
la comparaba á los modelos clásicos, según las reglas
de Horacio y Boileau : la obra maestra de esa escuela
es la. Htstotre de la littérature frangaise^ por Nisard.
Los progresos de la historia y de las ciencias au-
xiliares han cambiado completamente la faz de la
cuestión. El ilustre crítico de Chateaubriand et son
groupe revolucionó el mundo literario con su méto-
do analítico : las obras, para él, eran verdaderas ema-
naciones del autor; de ahí que para analizar y dise-
car la obra en su misma naturaleza, le sea necesario
analizar y disecar al escritor. Nada resiste á la mi-
rada penetrante y escrutadora de Sainte-Beuve : su
riguroso análisis, su lógica férrea le permiten arri-
bar siempre á conclusiones definidas. Después de él,
Scherer ha sido su mejor discípulo ; pero Taine es,
sin duda, quien ha reformado, mejor dicho, trans-
formado su método. El sistema de Taine es conoci-
2 24 RESEÑAS Y CRITICAS
do : para él no hay distinción entre fisiología y psi-
cología: las leyes biológicas se aplican á la literatu-
ra como á la naturaleza. El método científico, desde
entonces, se ha entronizado totalmente en la crítica
literaria, y Zola, al proclamar su aparente reforma,
el experimentalismo, no trepida en invocar el nombre
venerado de Claudio Bernard y sus doctrinas cientí-
ficas.
García Mérou, en las páginas que dedica á tratar
esta grave cuestión, llega á inclinarse á la escuela de
Julio Janin y Paul de Saint-Victor — ¡ siempre la
adoración de estilista ! — y se alista en sus filas con
palabras calurosas y elocuentes.
Sin embargo, la alta crítica literaria de nuestra
época está lejos de ser el patrimonio de aquellos ad-
mirables cinceladores de frases, mágicos adoradores
de la forma, sacerdotes del culto embriagador de la
maestría de la palabra. La moderna crítica literaria
está, puede decirse, en manos del naturalismo de
Taine y del experimentalismo de Zola, con Edmond
Scherer en Francia ; Hillebrand y Lotheisen, en Ale-
mania ; Morley y Saintsbury, en Inglaterra ; De
Sanctis, en Italia. Sin embargo, la reforma del re-
nombrado autor de la Histoire de la Littérature an-
glaise ha sufrido á su vez una nueva transformación,
que no ha repercutido aún en los pueblos de raza la -
lAAllTÍN GARCÍA MÉROU 22$
tina, pero que es ya innegable en los de raza germá-
nica. El nuevo reformador es un dinamarqués cuyo
nombre hace años viene provocando tempestades en
su patria : Georges Brandes. Su doctrina ha sido for-
mulada en su monumental obra sobre las corrientes
literarias del siglo actual : Dte Hauptstrdmungen der
Literatur des neunzenten J ahrhunderts ( i ). Brandes,
con todo, como él mismo lo reconoce, es tan sólo el
continuador de Hettner, quien, en su celebrada His-
toria de la literatura del siglo xviii, describe en for-
ma verdaderamente épica las grandes batallas por
las ideas reformadoras de aquel siglo. Brandes, trans-
formando ese método, considera á la obra literaria
no sólo como el producto de su autor y de su país,
sino del conjunto de la civilización de la época, por la
acción recíproca que las ideas y escuelas de una na-
ción ejercen sobre las demás. Estudia la atmósfera
intelectual de la época, la deduce de la comparación
de las diversas naciones y muestra la relación recí-
proca más ó menos involuntaria en que están todas
las literaturas, y juzga entonces á la obra literaria
(i) Traducción de Adolf Strodtmann. Berlín (Duncker, 1872-1876)
tomos I-IV. El V acaba de aparecer traducido al alemán por su
mismo autor. Sólo conozco de él lo que dice Charles Simond en
su reciente articulo sobre Brandes en la Revue Internationale, que
dirige con universal aplauso en Florencia el notable critico italiano
De Gubsmatis, adepto de la nueva escuela.
2 20 RESEÑAS Y CRÍTICAS
según la corriente intelectual á que pertenece. Y co-
mo el autor es producto de su nación, ésta de la época,
y cada época de las anteriores, resulta que la obra li-
teraria es una imagen fiel del período que la produ-
ce. De ahí que Brandes divida el siglo xix en seis
grandes grupos : el primero, inspirado por Rousseau,
es francés, y lo denomina literatura de los emigran-
tes^ y bajo él comienza la reacción á las ideas avanza-
das del 89 y de los enciclopedistas ; el segundo es la
escuela romántica en Alemania^ y en él la reacción
se acentúa, divorciándose de las tendencias liberales
y progresistas del siglo ; el tercero, la reacción en
Francia^ representa la reacción triunfante, y com-
prende escritores como De Maistre, Lammenais (en
su período ortodoxo), Lamartine y Victor Hugo
(bajo la Restauración); cuarto, el naturalismo en
Inglaterra^ lo compone Byron y sus coetáneos ; el
quinto, la escuela romántica en Francia^ movimien-
to representado por Hugo, Musset, y toda la pléyade
de 1830; el sexto, la joven Alemania^ compuesto de
Heine, Borne, Auerbach y otros. Y como después de
1 848 se ha producido un nuevo movimiento, es de
creerse que Brandes agregue un séptimo período.
Las teorías literarias de Brandes no circulan sino
entre el público de habla alemana, porque sus libros
aún no han sido traducidos á un idioma latino. Pero
MARTÍN GARCÍA MÉROU 2 2^
entre sus adeptos, cuenta no sólo alemanes y dina-
marqueses como W. Scherer, Rodenberg, HeysC;
Leixner, Ahnfeld, sino que ha inspirado al ilustre
escritor De Gubernatis, en su Storia della letteratura
universales actualmente en curso de publicación (i).
Más aún : en Alemania, el editor W. Friedrich, de
Leipzig, ha emprendido, bajo la dirección de eminen-
tes especialistas, una historia de la literatura univer-
sal (Geschichte der Weltltteratu*- in Einzeldarste-
llungen) de la cual han aparecido ya los tomos relati-
vos á Francia, Italia, Inglaterra, Polonia y en parte
á Alemania. Esta empresa grandiosa y verdadero
monumento de crítica literaria, está inspirado en su
plan y en su ejecución por las teorías de Georges
Brandes. Puede, pues, con justicia asegurarse que
en la crítica literaria contemporánea la escuela rei-
nante es la de Brandes.
... García Mérou, sin embargo, como lo dije antes,
se detiene en su Prólogo y en la escuela de Janin y
Saint-Vi ctor.
En los diversos capítulos de este libro, desplega el
(i) Aunque indirectamente, un reciente critico francés, Mr. Paul
Bourget (en sus Essais de Psyckologie contemporaine) se ha afiliado
á la escuela de Brandes.
2 28 RESEÑAS Y CRÍTICAS
autor una erudición que á primera vista fascina, por-
que lo hace aparecer, transformarse, asumir mil for-
mas, desaparecer, volver de nuevo á aparecer : en una
palabra, produce la ilusión de un kaleidoscopio fan-
tasmagórico, concluyendo por marear al lector. Su
estilo es muchísimo más castizo que el de sus prime-
ros escritos en prosa, si bien no lo es bastante aún,
al decir de los exigentes críticos madrileños.
Pero, para un discípulo de Saint- Victor, es inta-
chable un párrafo como el siguiente: "...Ellos
quieren mezclar el análisis á la inspiración, y cuando
tropiezan con la poesía, en vez de apresurar el paso
como un moralista escandalizado, tienen para ella
sonrisas 'estudiantiles, la arrullan y la contemplan
con la adoración de un paje por una reina, le abren
sus brazos cariñosos, la visten con los encajes más
diáfanos del estilo, y la adornan con esas palabras
que llegan hasta todas las almas, que tienen el brillo
de |los diamantes, la blanca tersura del marfil, y ese
sonido metálico y armonioso de perlas que se derra-
man en una copa de oro !... "
García Mérou, aspira, pues, á ser un Benvenuto
Cellini de la frase.
De ahí justamente proviene la dificultad con que
se tropieza al querer analizar este libro. Parece como
si el autor quisiera introducir en asuntos literarios
MARTIN garcía MÉROU 2 29
el método de esos pianistas celebrados por sus varia-
ciones brillantísimas, su agilidad incomparable en el
teclado, el enlace é intima conexión de los sonidos,
lo que demuestra poseen una ejecución admirable. Es
como el bellísimo colorido de las alas de las maripo-
sas : es preciso contemplarlo cuando, revoloteando és-
tas á la luz, los rayos se quiebran, multiplican y
transforman, formando un efecto deslumbrante.
Pero... imposible observar á la mariposa de cerca,
prisionera entre los dedos : á poco andar, de tanto
brillo, queda tan sólo un polvo informe, inútil. El
mismo poeta lo ha dicho: *^ Nos pasa lo que al árabe
de la leyenda ; levantó un pedazo cristalino de hielo,
creyéndolo un diamante, y lo guardó cuidadosa-
mente, i Ay ! á la mañana siguiente aquel trozo de
facetas luminosas, estaba convertido en unas misera-
bles gotas de agua que se evaporan á los rayos del
sol!..."
Hablando seriamente, el libro de García Mérou no
es de aquellos destinados al análisis detenido y se-
vero : él mismo lo advierte en su Prefacio,
Pero en cambio ¡ qué de joyas engarzadas al acaso,
sin orden ni método, pero todas de buena ley, piedras
preciosas de primera agua, cuya luz es vivísima!
Todos los capítulos de este libro merecen ser leí-
dos con verdadero placer : hay en los Cuentos^ en las
230 RESEÑAS Y CRITICAS
Baladas f en Mujeres y autores j escenas y párrafos
dulcísimos y encantadores. En Dos novelas^ hay cua-
dros trazados por mano maestra, pero siempre según
el mismo método, — método que recuerda el colibrí
deteniéndose apenas en cada flor lo necesario para
libar una gota de miel... Así, por ejemplo, habla el
autor de Pablo y Virginia, la deliciosa y clásica no-
vela de todos conocida ; evoca los recuerdos de la pri-
mera lectura, y refiriéndose á la escena tiernísima
del naufragio, dice :
"Y cuando las últimas olas enfurecidas y azotadas
por el huracán, han doblado sus crestas espumosas,
y, enronquecidas todavía del largo combate, azotan
con un sordo murmullo las rocas de la playa, — se
siente que la esperanza se ha hundido también en
ella, como los restos del bajel que conducía á Virgi-
nía.
Ahora bien, compárese un pasaje similar que con-
tiene el reciente libro postumo de Michelet: Majeunes-
se. y léanse los párrafos elegantes y profundos en
que habla el autor del valor moral de aquella escena,
cuando Virginia rehusa despojarse de sus ropas, y
prefiere la muerte al sacrificio de su pudor...
Por otra parte, es curioso ver en las Notas sobre
un poema cómo el autor, nutrido con la lectura de los
adalides de 1830, tiene el coraje de juzgar uno de
MARTÍN GARCÍA MÉROU 231
los Últimos poemas que Víctor Hugo, para su des-
gracia, se empeña en producir en una edad destinada
taa sólo para recordar. Pero el romántico se revela
con toda su fuerza al tratar de Nana y del natura-
lismo.
Parece García Mérou haber renunciado á su lira.
Como poeta adquirió justa fama ; pero al desdeñar el
alado verso por la prosa vil, parece exclamar con su
maestro Gautier :
O poetes divins/je ne suis plus des vótres t
On m'a fait une niche ouje veille, tapi
Dans le bas d'un journal, comtne un dogue accrupi,
si sustituimos el folletín del diario por la poltrona
diplomática.
Ejs verdaderamente sensible. Hasta me atrevería á
decir criminal, pues no se puede matar así al hués-
ped divino que la naturaleza ha puesto en el alma
del poeta. Es casi inconcebible que en plena juven-
tud, sintiendo extremecerse el alma al contacto de la
inspiración, se prefiera encauzar ese torrente en for-
ma de esos mil artículos de un día, sobre temas más
6 menos elegantes, empleando así una savia extraor-
dinaria en coquetear con la frase y en tejer frágiles
coronas de palabras. En ese jugaete literario hay, es
cierto, la emoción de costear perpetuamente el abismo
333 RESEÑAS Y CRÍTICAS
de lo retórico, salvando de caer en él gracias á increí-
bles ejercicios de equilibrio literario, pero todo ello
por brillante, por seductor, por fascinador que sea,
qué vale al lado de una estrofa, una sola estrofa, que
arrancada de una fibra del alma, vuela á la inmorta-
lidad, porque
... Lefántreet le foéU
LaitsetU en exfirantt d'inmorUb kiritiers ;
Jamáis l'affreuse nuit ne les frend tomt entiers.
No ha dicho acaso el poeta con razón hablando de
la inspiración divina :
Sur sa toile en tnourant, Raphail Va Lxissée ;
Et pour que le néani ne touche point á lui,
C'esl assez d'un enfant sur sa mere endormi.
Y García Mérou desdeña ese don celeste, y lo aho-
ga, y lo rechaza, y corre á cubrirse con el manto de
filigrana de una prosa, poética es cierto, pero de una
prosa que difícilmente reemplazará á la dorada es-
trofa, para desempeñar el papel asignado por el vate
al niño dormido en los brazos de la incomparable
Madonna rafaelesca !
El escritor en prosa tropieza con insuperables in-
convenientes para llegar á la altura á que se encuen-
tra el poeta, aún antes de haber producido un solo
MARTÍN garcía MÉROU 233
verso. La forma rítmica del pensamiento es un don
precioso que coloca desde un principio al agraciado
alas puertas de la inmortalidad, que le atrae las más
vivas simpatías, la más calurosa admiración de sus
contemporáneos. Y tener esa riqueza, y desdeñarla !
Es verdaderamente ejecutar un tour de forcé, pues
significa renunciar á la ventaja inicial en esta ruda
carrera hacia la gloria, y venir á confundirse en las
filas del común de los aspirantes. Hay quizá en esto
más altivez si se quiere, pero qué de riesgos se co-
rren!, y quien sabe si los dioses del Olimpo, celosos
como pocos, no castigan tamaño atrevimiento!
García Mérou, por lo menos, nada quiere dejar al
hado en esta noble lid. Obrero infatigable de la pluma,
jamás está ocioso y sus libros se multiplican, y unos
á los otros tratan de sobrepujarse, y con la nobleza
del que tiene conciencia del propio valer, despliega
sus títulos á ser declarado vencedor, é infatigable
prosigue su carrera, seguro de llegar á la deseada
meta. El éxito hasta ahora ha coronado sus esfuerzos,
y la legítima satisfacción que ello le produce, lejos de
aminorar su ardor, lo espolonea por el contrario, y
con su armadura reluciente, visera levantada y plu-
macho al viento, sigue gallardo su camino, entre el
murmullo de aprobación y el ruido de los aplausos...
Por de pronto, es indudable que García Mérou es
2 34 RESEÑAS Y CRÍTICAS
ante todo un escritor amable, fácil, más bien opti-
mista, y su estilo que parece una tenue filigrana, ja-
más produce impresión desagradable. Ejs uno de esos
escritores destinados á ser populares en países de
raza latina, en los cuales predomina el elemento me-
ridional.
De un afamado estilista italiano, escritor popular,
si los hay, en su país, se ha dicho que era el más á
propósito para satisfacer los gustos literarios de sus
compatriotas, apoyándose en una razón singular :
que los italianos son ante tododilettantes, puesto que
cuando van á la ópera, en sus teatros organizados
más en vista de la conversación que de la representa-
ción, no es para seguir de parte á otra el desarrollo
de una sabia obra de arte, sino para oir el trozo fa-
vorito, ó un cantor á la moda, el aire de bravura del
tenor ó la cavatina de la prima donna. Algo de eso
sucede en Buenos Aires. Por eso podría aplicarse á
García Mérou las siguientes palabras : *' sus libros
no exigen aplicación alguna ; no está uno obligado á
principiarlos en la primer página y seguirlos hasta
el fin; seles puede abrir en cualquier parte, en la
seguridad de encontrar siempre una bonita descrip-
ción, una anécdota entretenida, una fina miniatura
de una línea " .
Por otra parte, el poeta exclama en uno de los ca-
MARTÍN garcía MÉROU 2^^
pítulos de este libro: ''i En qué paleta encontrare-
mos aquellos colores, en qué visiones veremos cru-
zar el comendador, escucharemos el galope del caza-
dor negro y del rey de los Aulnos, presenciaremos
los amores de Harald Harfagar en el fondo del océa-
no, apuraremos la copa del rey de Thule, ó veremos
trabajar al aprendiz de brujo, escucharemos los es-
tertores de Schubert, el coro de las ondinas, las elfas,
las nixis y las willis, la coquetería de los espectros
descarnados que giran en rápido torbellino, la fuente
gimiendo con acento moribundo, la soledad con to-
dos sus misterios y la sombra con todos sus replie-
gues, la nereida pálida como un cadáver coronándo-
se con las algas del lago y abriendo sus ojos verdes
entre las ramas pendientes, la luz desfallecida de la
luna, el ruiseñor cantando sobre la rama de un árbol,
los nenúfares llenos de curiosidad escuchando su
acento, y, velada por el manto de la noche, la esfinge
que nos contempla atónita, con su mirada de fiera y
su sonrisa de mujer > . . . "
Pues bien, todo eso y algo más, se encuentra en el
libro de García Mérou.
Junio de 1884.
IX
ADOLFO MITRE
sus POESÍAS
HRREGLANDO Últimamente algunos paquetes de
impresos, quiso la casualidad que cayera en mis
manos un diario de los últimos días de octubre de
1884, en que se hablaba de la reciente muerte de
Adolfo Mitre. Un mundo de recuerdos provocó aquel
hallazgo fortuito, representándose á mi mente, como
si fuera ayer, la explosión de dolor que aquel suceso
produjo y con cuyo motivo se vio rivalizar en el
llanto á muchos que revelaron entonces un cariño
cuya intensidad no habían sospechado aún. Se inicia-
ron suscriciones para levantar un monumento sobre
su sepulcro, y fué grande la actividad de viejos y de
jóvenes en cooperar á honrar así la 'memoria del
poeta.
238 RESEÑAS Y CRÍTICAS
Y á pesar de los años transcurridos, su mismo re-
cuerdo se conserva todavía con calor en el corazón de
los que tuvieron la dicha de conocerle y de amarle, y
que, para no olvidar su memoria la cultivan, — según
el símil del poeta, — con el fervor piadoso de aquellas
vírgenes hebreas que, al atravesar el atrio sagrado
del templo, protegían cOn la mano la temblorosa luz
de sus lámparas de oro ! Sin embargo, más de uno
habrá que pueda repetir en este caso con el pensador
moderno: ^Mos amigos que yacen en la tumba agi-
tan nuestro espíritu como si estuvieran vivos, porque
si bien no se les ve con los ojos del cuerpo, en cambio
el agua-fuerte de su fisonomía se incrusta más hon-
damente en el corazón por el recuerdo '\
... Antes, con todo, que el correr del tiempo pueda
borrar en algo ese recuerdo, parécenos útil rememo-
rar no sólo lo que constituye la personalidad carac-
terística de Mitre, sino la diversa índole de su talen-
to poético, .analizando la atmósfera intelectual en que
pasó su juventud. De esa manera se verá que las
poesías que de él nos quedan, cualesquiera que sean
sus defectos ó sus deficiencias, le hacen acreedor por
sus singulares cualidades á un lugar propio en la lite-
ratura argentina.
ADOLFO MITRE 239
i Qué queda, en definitiva, de Adolfo Mitre ? Salvo
el cariño vivísimo que de su memoria guardarán siem-
pre los suyos, y de los que no olvidarán al amigo, su
temprana muerte le impidió dejar un rastro profun-
do en su época, y los que han venido después sólo
por el pequeño volumen de Poesías pueden juzgar al
que ya no existe.
Y, sin embargo, para quien le conoció, ese libro,
por modesto que parezca, exhala un perfume pene-
trante, porque revela la intensa personalidad del
poeta, demasiado altivo para no ser sincero, dema-
siado artista para no distinguirse del número infinito
de los adoradores de la rima. Adolfo Mitre ocupará
siempre un lugar distinguido en la historia de las le-
tras argentinas, y sus Poesías no serán por cierto
clasificadas como ^^ una de tantas" entre las numero-
sísimas que el numen fecundo de nuestra raza ha
producido.
La lectura de su libro hace pensar, y permite re-
constituir con la fuerza de la vida una figura que fué
á la vez esencialmente simpática y de una corrección
singular.
240 RESEÑAS Y CRÍTICAS
Murió demasiado joven. Recién cerraba, por decir-
lo así, su período juvenil. Su vida de estudiante, sus
ideales de los veinte años, fueron casi al mismo tiem-
po coronados por su diploma de abogado y por la
publicación de sus Poesías, El tiempo que desde
aquel entonces transcurrió hasta su muerte pertenece
á su vida privada, porque durante él realizó su soña-
do viaje á Europa y su casamiento, preocupándose á
su vuelta con cimentar su hogar por el trabajo. Cuan-
do ya esta faz de su existencia iba á entrar en la vía
normal y que sus deberes de padre exigían de su es-
píritu una aplicación seria y fecunda á las necesida-
des de la vida, la muerte lo arrebató implacable en
el dintel del mezzo del camin di nostra vita^ en el
momento mismo en que iban á realizarse las espe-
ranzas que su carácter, su talento y preparación jus-
tificaban con usura.
Y aun cuando su modestia lo hiciera exclamar :
Yo no sueño alcanzar con mis estrofas
para mi frente la díficil palma,
ni en la onda perpetua de la historia
dejar la vibración de mi palabra,
no es justo que su personalidad, eminentemente sub-
jetiva, se confunda con la turba multa. Deber sagra-
do de los que tuvieron la fortuna de amarle es el ñjar
los rasgos de su fisonomía moral, antes que el tiempo
ADOLFO MITRE 24 I
torne confuso su recuerdo en una época en la cual,
más que nunca, los humanos parecen hacer más ver-
tiginosa aún la ''rápida carrera hacia la muerte", co-
mo se ha llamado á la existencia, trasmitiéndose de
mano en mano la antorcha siempre encendida de la
vida!
Las Poesías fueron publicadas en 1882. Aquella
época, en efecto, fué culminante en la vida de Adolfo
Mitre. Tenía apenas un poco más de veinte años, pe-
ro su personalidad se adivinaba completa.
Esbelto y elegante sin afectación, su figura respi-
raba un cierto aire de melancolía quele grangeaba
en el instante mismo las simpatías de los que le
veían. Unía á su envidiable posición social, la esti-
mación de caballeros y de damas, y el cariño de sus
compañeros. Su felicidad era, puede decirse, com-
pleta, porque amaba "con amor del alma" á la que
más tarde fué su esposa.
Su tiempo lo dividía entre el estudio técnico del
Derecho, el ardoroso culto de las letras -en lo que
empleaba sus mejores horas, — y la conversación con
sus amigos. Aparte de aquellas ocupaciones y de su
colaboración más ó menos frecuente en La Nación^
cuando no estaba con su familia, á la que profesaba
profundo cariño, — sobre todo á su señora madre, tan
querida de todos cuantos tuvieron la dicha de tratar-
lo
242 RESEÑAS Y críticas
la, — se entregaba con encanto á una reverte sin fin,
dejando vagar su rica imaginación, un tan tuelo pere-
zosa, por los dominios de la poesía y de los ensueños
juveniles.
Dotado de un temperamento verdaderamente ar-
tístico, correcto por naturaleza y por educación, te-
nía el culto tiránico de la belleza perfecta, y la busca-
ba sin cesar hasta en las trivialidades más insignifi-
cantes. Hombre de mundo más por intuición que
por experiencia, era fino en su trato, teniendo el ra-
ro don de una conversación subyugadora. No se le
conocían enemigos, porque su comportación no ofre-
cía angulosidad alguna. La singular apatía de su ca-
rácter que tanto le envidiaban muchos, era más bien
un tranquilo estoicismo producido por el dominio se-
guro de una voluntad asombrosamente enérgica, en
un hombre cuyo aspecto físico le hacía parecer casi
enfermizo.
Cuenta Taine, tratando de explicar la índole par-
ticularísima de Merimée, que éste, cuando tenía
diez ó doce años, cometió alguna falta en la sala de
su casa : fué reprendido muy severamente'y arrojado
de la sala ; lloroso, arrepentido, acababa de cerrar
la puerta, cuando oyó una carcajada y que alguien de-
cía : *' Este niño candoroso nos cree muy encoleriza-
dos ! ". La idea de haber sido engañado, lo sublevó, y
ADOLFO MITRE 243
juró reprimir una sensibilidad tan humillante. Cum-
plió Merimée su palabra : — " estar siempre en
guardia contra la expansión, el entusiasmo y la se-
ducción, jamás entregarse por entero, reservar siem-
pre una parte de sí mismo, no ser engañado ni por
otros ni por sí, obrar y escribir como si perpetua-
mente se encontrara en presencia de un espectador in-
diferente y burlón, ser él mismo ese espectador : he
ahí el rasgo que cada vez se grabó más y más en su
carácter, hasta dejar una marca indeleble en todas
partes de su vida, de su obra y de su talento".
i Hasta qué punto serán exactas estas palabras apli-
cándolas á Mitre ?...
Poeta escrupuloso, amaba demasiado la forma para
permitirse el lujo de la facilidad, y su severo criterio
le hacía tocar y retocar sus versos, porque ambicio-
naba dejarlos pulidos y brillantes, como esas encanta-
doras figurinas del Cellini, tan estupendamente cin-
celadas.
Discreto hasta en sus momentos de mayor ex-
pansión, era escéptico al juzgar al mundo, porque
Musset fué su lectura favorita, y el escepticismo del
"hijo del siglo " constituía para él un evangelio,
aunque nebuloso. Miraba la vida con ojos de filó-
sofo, y contenía por ello en sus justos límites todo
arranque extremo de pasiones ó de juvenil entu-
244 RESEÑAS Y CRITICAS
siasmo. Sectario del romanticismo del año 30, era
sin embargo admirador de las costumbres pundono-
rosas de esa época inolvidable en que se juraba '"'' por
Dios, el Honor y la Dama'', siendo en su vida un
cumplido caballero, esclavo de su palabra, capaz de
cualquier sacrificio en aras del deber bien enten—
dido.
Hasta en esto se revela su fascinación **hugólatra"
por la antítesis. Al mismo tiempo que se conmovía
su alma por la lectura de esas páginas terribles de
Musset, en que Franck hace sus confesiones horripi-
lantemcnte cínicas, ó en que Octavio se complace en
marchitar una á una las ilusiones más puras y más
respetables de la vida, y en que la singular y ate-
rradora experiencia del autor de Rolla nos hace ro -
dar por el abismo más repugnante de la deprava-
ción, su inteligencia se embriagaba con la perfección
sublime de la forma, y sólo veía al poeta que supo
como pocos hacer vibrar las cuerdas más recónditas
del alma. De ahí que á pesar de su culto excesivo por
Musset, su filosofía fuera diametralmentc opuesta, y
á la fácil relajación de aquel poeta infortunado, opu-
siera el inflexible pundonor de una conducta inta-
chable, y la pureza de una conciencia jamás ofendida
ni por la sombra siquiera de una máxima inco-
rrecta !
ADOLFO MITRE 2^$
Su precoz experiencia de la vida la había bebido
más en los libros que en los dolores de la existencia
diaria, y la serena concepción del deber daba á su
conducta un cierto tinte de olímpica serenidad.
Los que al tratarle y apreciarle presentían el fu-
turo, se complacían en ver en él una influencia mo-
deradora en las luchas políticas del porvenir. Era
uno de esos caracteres poco frecuentes, que son de un
valor inmenso en países de vida febriciente y donde
las pasiones turbulentas de la raza meridional se ha-
cen un honor en no sufrir freno alguno. De toda su
generación, era Mitre de los pocos que tuvieran
aquella cualidad ; su buen criterio nunca lo abando-
naba, porque era imperturbable la sangre fría de su
carácter. Voltaire ha dicho en alguna parte que
pour faire de bons vers^ il faut avoir le diable au
corfs. No era, sin embargo. Mitre de los que tuvie-
ran el atable au corps, pero i lo tuvo acaso Rubens
para llegar á ser un gran pintor ? El famoso flamenco
era el hombre más correctamente flemático que es
dable imaginar, y con todo sus cuadros son verda-
deramente admirables.
Aun en los momentos de mayor expansión, juz-
gaba Mitre á hombres y cosas con perfecta serenidad,
casi. diría: objetivamente, con una imparcialidad que
hacía creer se tratara de algo extraño al mundo
246 RESEÑAS Y CRÍTICAS
en que vivía. No era, pues, de esos hombres que
flotan indecisos á todos los vientos, y que la opinión
pública hace pasar sin cesar de un extremo á otro.
Jamás habría capitulado con la popularidad, si para
ello hubiera sido necesario menoscabar su carácter.
Y en los tiempos que corren eso no es, por cierto,
elogio baladíl
La** armonía" que proclamara en sus versos di-
ciendo que es
... la \ey universal, eterna
que rige lo creado...
era para él, hasta en los menores detalles, una exi-
gencia absoluta .
Así, las piezas mismas que habitaba debían estar
en consonancia con su espíritu. La pequeña salita en
que recibía á sus amigos era de ello elocuentísima
prueba. El mueble chino que satisfacía sus gustos de
artista, le permitía reposar su vista después de ha-
ber recorrido alguno de esos incomparables volúme-
nes con encuademaciones refinadas de amateur ; el
par de floretes de flexible hoja y hermosa empuña-
dura que se ostentaban en la testera del fondo, reve-
laban su maestría en el arte esencialmente favorito
de todo gentil-hombre ; y en la misma pared provo-
caban la melancólica divagación un cierto fantástico-
ADOLFO MITRE 247
grabado de las hadas, cerca del cual brillaban los
héroes griegos de un bajo-relieve de bronce. Hasta
su mismo escritorio, en el que se destacaba su pe-
queño y poético candelero — Luzbel aplastado por
la luz, — y sus estantes cargados de libros de estu-
dio, todo demostraba que Mitre era un hombre de
espíritu y superior cultura.
Y vino á desaparecer cuando recién podía pensar
en sus deberes para con su patria y para con su
nombre !
II
Muy poco es lo que ha dejado en prosa, aparte de
algunos trabajos universitarios, como sus Apuntes
de Derecho Internacional Privado, y otros, pero si el
tiempo le hubiera permitido dejar una obra de mayor
aliento habría sido uno de los escritores más carac-
terísticos de su generación . Tenía dotes singulares
de concentración y de fuerza, en la manera de con-
cebir y de expresar las cosas. Su pluma habría sido
un cincel, pero un cincel afilado en la escuela de
Saint-Victor. Con todo, si se exceptúa algún corto
folletín, como En el Circo, y otros, la prosa literaria
de Mitre se reduce á uno que otro artículo, por ma-
¿4^ RESEÑAS Y críticas
ncra que en las letras de su patria será recordado
tan sólo como poeta.
No ha dejado empero sino un volumen de T^oe-
sias, reuniendo en esas páginas todas sus mejores
producciones publicadas antes en diarios ó folletos,
como las Armontas, el Alberius y El alma de un ar-
tista.
Su libro no es quizá de aquellos que gozan de una
bulliciosa popularidad, ni aun de los que á su apa-
rición obtienen éxitos ruidosos, aunque momentá-
neos. La admiración más ó menos convencional del
mayor número ha consagrado sus páginas, pero no
es esa la más segura prueba de su mérito. Puede
que no sea grande el número de los que le han leído
con diletto amore y han penetrado las bellezas que
encierra, pero mil veces más valioso es el éxito dis-
creto entre espíritus literarios, — \os pauct sed selecti
del poeta clásico, — que la fama banal de los que an-
tes de leer saben ya que deben aplaudir. El libro tuvo
el éxito invidiable que deseaba el autor : sus más de-
licados sentimientos se hubieran sublevado al saber
que la fama callejera, ruidosa y un tantico vulgar,
había mancillado unos versos que eran hijos predi-
lectos de su espíritu, concebidos en esos momentos
psicológicos en que produce el alma bajo el imperio
de una emoción profunda.
ADOLFO MITRE 249
'* Él conocía — ha dicho un crítico ilustre— los
serios deberes del literato, y sabía practicarlos con
escrupulosa austeridad. No escribía para halagar
preocupaciones vulgares y alcanzar las victorias es-
truendosas, pero efímeras, obtenidas por los que di-
cen á gritos las necedades que el vulgo ama como á
sus hijos ; y sacriñcaba siempre el efecto inmediato
á las reglas del criterio artístico, inaccesible para la
gran mayoría de personas que no tienen un gusto
refinado... Esperó los favores de la musa en las ho-
ras silenciosas de austeras vigilias, y la invisible
confidente bajó á su alma con una frecuencia y una
amabilidad de que pocos puedan jactarse, á pesar de
haberla invocado muchas veces. "
La estrofa con que se abre el volumen es la ex-
presión verdadera del espíritu del poeta y caracte-
riza la nota dominante de su personalidad : la ausen-
cia de ambiciones agresivas, el estoico escepticismo
de una experiencia precoz,
Ah ! me repugna este combate diario
donde el más fuerte al débil pone el yugo,
donde el hombre del hombre es adversario,
donde á veces el premio es un mendrugo.
i Por qué ? Lo ha dicho con encantadora sinceridad
en otra parte :
250 RESEÑAS Y CRÍTICAS
A otros dejo una gloria en que no se halla
la dulce paz del cuerpo j de la mente,
prefiriendo con ánimo indolente
los blandos linos á la férrea malla.
A pesar de ello, y de que hasta entonces el amor ha-
bía sido su culto dominante, como se ve en sus sen-
tidas IntimaSt su mente se alzaba á grandes alturas
en aquel magnífico canto filosófico que tituló Armo-
niaSf dedicándolo á Carlos Encina. Pero fiel al esta-
do de su alma, aún en medio del análisis estricto de
las fuentes del arte, su corazón le dictaba la solución
final, exclamando:
Amor, tú solamente
Puedes dar alma y forma á tus ideales,
Darles un rayo de la luz divina,
La divina armonía,
Y formas que en la mente
Dibujó la creadora fantasía.
Amor, tú eres el arte verdadero.
La suprema verdad que el alma anhela,
Y la nota sensible
Que la armonía universal revela.
En toda esa primera parte del libro, sus himnos y
clamores revelan á un espíritu filosófico y no común .
La expresión misma se eleva á la altura del pensa-
miento, y si bien no podría decirse que el^ autor po-
seía el os magna sonaturum^ sin embargo el crítico
más exigente poco tiene que observar.
ADOLFO MITRE 2 $ I
Así, en una notable composición destinada á expli-
car el suicidio, dice con profunda verdad :
Sufrió, dudó. ¡ Quién sabe qué amarguras,
Qué indecibles angustias sufrirla !
Tal vez, tal vez vela
Las horas del futuro aún más obscuras
Sin la estrella polar de la esperanza !
agregando esta otra estrofa verdaderamente shakes-
periana :
Pensar! dudar! ¿Sabéis qué tempestades
se agitan en el cerebro enfermizo,
cuando la densa sombra de la duda
se cierne ante la luz de las verdades ?
¿Sabéis que el resignado '* Dios lo quiso "
No basta muchas veces
cuando la suerte tórnase sañuda ?
Porque la fe del hombre se desquicia
y al apurar la copa hasta las heces,
también tiene el dolor sus embriagueces
que hacen dudar de Dios y su justicia !
Cierto es que para él semejante tema tenía una
atracción singular, á causa del respeto profundo por
una memoria para él querida, y cuya desgracia expli-
cara otro poeta amigo en esta bella estrofa :
No vivió con su edad : causó fastidio
todo á su fatigado pensamiento...
y cantó la sirena del suicidio
en la hora sin luz del desaliento !
A pesar de sus predilecciones por la pléyade ro-
mántica ultra, el tipo literario de Mitre se acercaba
2$ 2 RESEÑAS Y CRÍTICAS
más á la serenidad de Chateaubriand. Pero baio el
estoicismo que imitaba del autor de Rene, vibraba
una alma calurosa y entusiasta. Su misantropía no
era real sino literaria ; nunca llegó su aparente in-
diferencia hasta convertirlo en tranquilo espectador
del escenario del mundo, á la manera del Monsieur
de Cormors de las 50 primeras páginas del libro de
Feuillet; su actitud provenía más bien de reminis-
cencias de Rene, Werther y Rolla, aún cuando com-
prendía perfectamente que esas obras habían hecho
su tiempo .
Una de sus composiciones de mayor aliento, como
acabamos de decir, fué la titulada Armonías, reflejo
de las teorías literarias del autor del Canto al arte.
Allí hace su profesión de fe en estas vibrantes estro-
fas:
Pero la ciencia humana tiene un limitr.
No encontrará jamás el escalpelo
Dónde es que el alma anida ;
El hombre busca en vano ante un cadáver,
Entre las fibras de la carne inerte,
Cuál ha sido el secreto de la vida
Y cuál el secreto de la muerte.
Problemas insondables !
La razón no pretende analizarlos.
El pensamiento sólo los admira,
Y la postrer palabra de la ciencia
Es un himno al Creador de la conciencia !
Esta repercusión del famoso tgnorahimus lanzado
ADOLFO MITRE 253
en esa época por el profesor Du Bois-Reymond, en la
Universidad de Berlín, muestra en el poeta un cre-
yente ilustrado, cuya religión depurada caracteriza
él en su Ecce Homo :
... Oh Jesús I Ante mis ojos
Sé mi eterna enseñanza y pensamiento :
Aunque no caiga ante el altar de hinojos
Tu religión dentro de mi alma siento.
Los versos de Mitre no son el producto directo de
una inspiración caprichosa. La elegancia de su ver-
sificación demuestra, por el contrario, que el poeta ha
pulido la forma para que siempre esté en consonancia
con el fondo, pero sin jamás sacrificar á éste. Así es
que á pesar del culto que tenía por el autor de Emaux
et Carnees, jamás llegó hasta el amaneramiento forza-
do de la forma, que sostituye al nervio del fondo el
colorido de la frase, materializando las ideas hasta
sacrificar á lo pintoresco de un estilo, sonoro pero
vacío, la sencillez que es cualidad ingénita de toda
belleza.
Sólo una vez no fué el poeta consecuente con su
criterio literario, y lo que entonces produjo es quizá
lo más débil de su libro. La fantasía El alma de un
artista fué desgraciada, no por su fondo, inspirado
por la leyenda célebre de Pigmalión y Calatea, >ino
por la forma, pues habiendo querido ser en ella na-
2 54 RESEÑAS Y CRÍTICAS
tur alista^ al estilo del moderno autor de la Chanson
des Gueux, descendió á prosaísmos anti-literarios é
indignos de su musa. No le hago cargo alguno por-
que intentara desviarse de la eterna cuerda del ro-
manticismo, algo fatigada ya á causa de las vibra-
ciones que de ella arranca cuanto cabalgante del Pe-
gaso existe, sino que esa reacción en vez de encami"
narse en los rumbos sanos de la poesía verista de un
Carducci, se perdiera en el ciénago literario de los
colaboradores del Gil Blas,
Sin embargo, aun en esa misma composición hay
cuartetos inmaculados, como cuando dice :
La Venus que David habia concluido
era el supremo esfuerzo de su arte,
y al concluirla exclamaba enardecido :
** ¡ Por qué no puedo, mármol, animarte I "
" ¡ Qué esfuerzo de mi espíritu indeciso
podrá infundirte el fuego que me exalta !
¡ Qué golpe de cincel será preciso
para incrustarte el alma que te falta ! "
Esos versos nos lo pintan á lo vivo. El poeta ja-
más estuvo satisfecho ni con sus mejores produccio-
nes; tenía el anhelo de la perfección, y en su prose-
cución era tenaz é inflexible.
Su lirismo era esencialmente personal y sus poe-
sías parecen buscar sólo los sufragios de los escogi-
dos, desdeñando dirigirse á la gran masa del público.
ADOLFO MITRE 255
Cultivada así la poesía, se convierte en un verdadero
refinamiento del espíritu. Acaso por eso los inicia-
dos encuentran tanto que les interesa en este volu-
men. .
Una vez sola hizo el poeta excepción á esta regla
de conducta, y debe decirse que obtuvo un éxito rui-
doso, siendo aplaudidas sus estrofas por millares de
oyentes. Se celebraba en el " Jardín Florida " el
aniversario del 14 de Julio, fiesta patriótica y popu-
lar entre les franceses. Mitre era entusiasta admira-
dor de la Francia, á la que aún no conocía, pero en
cuyos libros había bebido la mayor parte de sus co-
nocimientos, y al calor de cuya literatura había vi-
brado su alma de poeta.
Por eso exclamó entusiasmado:
Francia, el crisol vivifico y fecundo,
Donde la idea hierve y se difunde
Con su palabra que en la tierra cunde. . .
Y más adelante :
El orbe, el orbe entero es su palestra
Y la bandera augusta que tremola,
Habla á todos los hombres y flamea
Al soplo poderoso de la idea.
En esa composición supo ponerse en contacto di-
recto con el público, é interpretar valientemente el
256 RESEÑAS Y CRÍTICAS
sentimiento y las ideas de todos. Por eso encontró
un auditorio preparado á escuchar y admirar la ex—
presión de lo que todos sentían. Hizo en ello acto de
poeta, porque tomando al vuelo la idea que flotaba
vagamente en todos los espíritus, su imaginación y
su talento la dieron la forma, el colorido, el acento 7
la vida.
E^e acorde entre el alma del poeta y la nación á
que pertenece, ha sido bastante á cimentar la gloria
de los grandes poetas. Cierto es t)ue tales poetas
enteros, como los llama en alguna parte Heine, son
muy contados, y pertenecen á esas épocas poco fre -
cuentes, en que los pueblos mantienen aún viva la
conciencia nacional por razón de su estado político y
social, como sucedió en tiempo de Homero y de
Dante. Pero hoy todo es sentimiento y fantasía indi-
vidual, pues tanto los grandes poetas de la época
moderna (sin excluir al mismo incomparable Goe-
the) como los numerosos dn minores de todas las H—
teraturas, han cultivado la poesía lírica personal,
género que caracteriza al siglo actual. No quiere
esto decir que sea menos que otros, pues — como se
ha dicho con tanta elocuencia como verdad, — á
pesar de la honda división que producen las escue-
las filosóficas y sociales y los sistemas políticos en
incesante lucha, todavía el placer y el dolor son len-
ADOLFO MITRE 2$^
gua uai versal é inteligible para todos ; sólo que cada
poeta habla esta lengua con las inflexiones de su pro-
pio dialecto !
E^tc es el caso en Adolfo Mitre. Aun cuando se
encontraba en la edad dorada de las ilusiones gene-
rosas y de los ideales grandilocuentes, su espíritu
estaba dominado por una razón fría y severa, por
la Razón^ que eleva casi al rango de deidad, cuando,
rememorando la revolución del 93, exclama:
Ah! la Razón ! Su resplandor sublime
Corona aquella obra que redime
Los hombres, el trabajo y la conciencia.
Si ! la razón es Dios. La inteligencia
Es caos envuelto en la penumbra.
Cuando un hombre concibe de esa manera á la ra>
2ón, nada extraño tiene que esta avasalle tiránica-
mente á las otras formas del espíritu. Pero la razón
es análisis severo que se apoya en la experiencia, y
cuando tal sucede no tarda, como se ha dicho alguna
vez, en deshojar poco á poco de la frente inspirada
del poeta, esas encantadoras pero frágiles coronas
que juguetonamente habían colocado sobre ella las
dulces hadas de la juventud I
Acaso por ello no sería aventurado suponer que si
Mitre hubiera vivido, no habría cultivado la poesía
sino en el retrete más inaccesible de su casa, guar-
17
256 RESEÑAS Y CRÍTICAS
sentimiento y las ideas de todos. Por eso encontró
un auditorio preparado á escuchar y admirar la ex-
presión de lo que todos sentían. Hizo en ello acto de
poeta, porque tomando al vuelo la idea que flotaba
vagamente en todos los espíritus, su imaginación y
su talento la dieron la forma, el colorido, el acento y
la vida.
Ese acorde entre el alma del poeta y la nación á
que pertenece, ha sicio bastante á cimentar la gloria
de los grandes poetas. Cierto es que tales poetas
enteros, como los llama en alguna parte Heine, son
muy contados, y pertenecen á esas épocas poco fre-
cuentes, en que los pueblos mantienen aún viva la
conciencia nacional por razón de su estado político y
social, como sucedió en tiempo de Homero y de
Dante. Pero hoy todo es sentimiento y fantasía indi-
vidual, pues tanto los grandes poetas de la época
moderna (sin excluir al mismo incomparable Goe-
the) como los numerosos dtt minores de todas las li-
teraturas, han cultivado la poesía lírica personal,
género que caracteriza al siglo actual. No quiere
esto decir que sea menos que otros, pues — como se
ha dicho con tanta elocuencia como verdad, — á
pesar de la honda división que producen las escue-
las filosóficas y sociales y los sistemas políticos en
incesante lucha, todavía el placer y el dolor son len-
ADOLFO MITRE 257
gua universal é inteligible para todos; sólo que cada
poeta habla esta lengua con las inflexiones de su pro-
pió dialecto !
Elste es el caso en Adolfo Mitre. Aun cuando se
encontraba en la edad dorada de las ilusiones gene-
rosas y de los ideales grandilocuentes, su espíritu
estaba dominado por una razón fría y severa, por
la Razón, que eleva casi al rango de deidad, cuando,
rememorando la revolución del 93, exclama:
Ah! la Razón ! Su resplandor sublime
Corona aquella obra que redime
Los hombres, el trabajo y la conciencia.
Si ! la razón es Dios. La inteligencia
Es caos envuelto en la penumbra.
Cuando un hombre concibe de esa manera á la ra>
zón, nada extraño tiene que esta avasalle tiránica-
mente á las otras formas del espíritu. Pero la razón
es análisis severo que se apoya en la experiencia, y
cuando tal sucede no tarda, como se ha dicho alguna
vez, en deshojar poco á poco de la frente inspirada
del poeta, esas encantadoras pero frágiles coronas
que juguetonamente habían colocado sobre ella las
dulces hadas de la juventud !
Acaso por ello no sería aventurado suponer que si
Mitre hubiera vivido, no habría cultivado la poesía
sino en el retrete más inaccesible de su casa, guar-
17
2 $8 RESEÑAS Y CRÍTICAS
dando para sí sus versos, cuyo perfume, mejor que
nadie comprendía, se hubiera evaporado al lanzar-
los á la atmósfera letal de un público entregado con
febriciente ardor á la tarea de su desarrollo material
y á la acumulación de la riqueza. Pero aún cuando el
pensador hubiera absorbido al poeta, ciertamente su
poderoso temperamento poético no le hubiera aban-
donado jamás, manifestándose al través de las dis-
quisiciones más serias de cualesquiera otros estu-
dios.
Por otra parte, dado el carácter de exigencia im-
prescindible que tienen en nuestra época los estu-
dios científicos, el caso de Mitre es el de todos los
jóvenes llegados á cierta altura, pues el numen poé-
tico es una deidad caprichosa y delicada, cuyo pudor
no puede soportar el hálito desapiadado del análisis
y de la ciencia.
Además, puede quizá aseverarse que el lirismo en
nuestra época es sólo un período de transición en la
vida de los poetas. Cantar á la amada, á la flor, á las
estrellas, á los bosques y al mar, es cosa que viene la
humanidad oyendo en variaciones infinitamente re-
petidas y fatalmente similares desde el comienzo de
los siglos. La difusión maravillosa del libro en este
siglo ha hecho penetrar en todas las capas sociales
esas modulaciones siempre iguales, y el lector con-
ADOLFO MITRE 259
temporáneo se encuentra asediado, perseguido, de-
sesperado, por esa nota eternamente semejante que se
repite con cruel persistencia todos los días, porque
todos los jóvenes se creen obligados á participar á los
demás, en versos más ó menos sonoros, lo que en su
alma sienten. ^* Haber amado, haber sufrido de su
amor, y referirlo de una manera tolerable, ser sen-
sible á las armonías de los prados, de los montes y
de los bosques, al encanto de oír el agua mansa sa-
liendo de las fuentes, ó de contemplar el gracioso tra-
bajo de los nidos, y expresarlo con un tinte de deli-
cadeza: es mucho, en efecto, para uno mismo, pero es
fuera de duda poco para el público, al que tanto se ha
marcado con esas sencilleces del corazón, y con las
emociones campestres". Tal es la opinión de un pen-
sador de nuestros días, y sin suscribirla por entero,
no se puede menos de reconocer que mucho hay en
ella de verdad. Y quizá en el fondo todo ello es cues-
tión de temperamento. £1 foeta nascitur será eterna-
mente verdadero, y el que sienta el fuego de la divina
llama, aun en medio de la atmósfera más prosaica y
de las mayores contrariedades, ha de exclamar :
J'aime surtout les vers, — cetU langue immortelle..,
. . . Elle a cela pour elle
Que les sois d'aucun temps n'en ont su faire cas,
Que le monde Ventend et ne la parle pas.
200 RESEÑAS Y CRÍTICAS
De ahí también que hoy los verses más expontá-
neos como los más elaborados, son apreciados por
un público reducido que forma algo como la cohorte
de ñeles de una de las tantas pequeñas iglesias, que
nacen y prosperan cuando la religión general pierde
su autoridad y su influencia.
A ese género pertenece especialmente la parte del
libro que Mitre denomina Intimas y Cuerdas flojas.
En ese himno dedicado al amor que absorbió su ju-
ventud, el poeta ha encontrado sus acentos más dulces
y más tiernos. Su inspiración es eminentemente sub-
jetiva, pero hace vibrar el alma del lector, sobre todo
cuando éste se encuentra en esa época encantadora
de la vida, en la cual ama el corazón con toda la ple-
nitud de las fuerzas juveniles; el poeta ha expresado
con rara elocuencia ese estado de espíritu, y dado
forma gráfica á sus esperanzas ó á sus presenti-
mientos. La historia de ese amor, reflejada en aque-
llas páginas, forma un conjunto tan armónico pero
tan íntimo, que la crítica trepida en analizar una á
una las diversas composiciones. En ellas, por otra
parte, no se canta á la Venus Citérea, sino se deifica
á Eros : no se busque allí los acentos de la pasión de-
sordenada y terrible de los habituados de la rué du
Doyenné, sino el amor casto y puro. Cosa rara! Es
en esta parte de su obra que el poeta parece obedecer
ADOLFO MITRE 26 I
á una inspiración no francesa. Se diría como si
Heine hubiera sido en alguna parte su modelo, á pe-
sar de que no era entonces conocida la magistral
traducción de Pérez Bonalde,
Su amor está expresado en la forma sencilla y ar-
moniosa que aleja la afectación y la retórica •, se
siente que palpita allí un corazón y que no es la ca-
beza laque declama. El alma del poeta habla al alma
del lector. Y en esto está implicado uno de los mayo-
res méritos de Mitre. Jamás descendió á la escuela
de '' la forma por la forma", á pesar de que gustaba
hacer gala de teorías paradojales ; aun cuando soste-
nía que ''de la forma nace la idea ", jamás se atre-
vió á
Jongler cLins un sonnet avec une rime i'or;
adoraba el sentimiento y la idea, y se esforzaba en
que el ropaje fuera digno de ella, poseyendo el raro
don di parlar largo fiume. Sin embargo, al oirle hu-
biérase creído lo contrario, porque su espíritu sutil
se complacía á veces en la paradoja, y en celebrar la
sonora virtuosité de un Banville, escuela que tan
virilmente fustigó Leopardi en aquel verso :
Sdegno il verso che suona e che non crea.
Su espíritu, nutrido con sólida y abundante pre-
2 02 RESEÑAS Y CRÍTICAS
paración, se entusiasmaba ante los grandes proble-
mas, y devoraba entusiasta las páginas de la Histo-
ria, en que están grabadas las mil vicisitudes que
han precedido á las conquistas gloriosas del pensa-
miento humano. Entonces exclamaba :
Oh Giordano ! eres grande, eres atleta ;
I^ Libertad te inspira, te respeta
El mundo, que condena ¿ tus verdugos,
Tu nombre TÍvirá como tu ¡dea.
Tu idea ya triunfó, ¡salve Giordano!
í.utero, tú mostraste sin sus yugos
I^ eterna libertad de las conciencias,
Y levantaste el látigo, severo.
Sobre los tra6cantes de indulgencian :
También triunfaste tú, i salve, Lutero !
Eres grande Juan Hus, como Giordano,
También debe á tu inmenso sacrificio
Un triunfo más el pensamiento humano,
Y tu idea y tu nombre se levantan
Mas grandes del crisol de tu suplicio.
Allá también levantan la conciencia
Ncstorius y Carpócrates, que enseñan
En medio del error en que se empeñan
La grandeza de Dios y de la ciencia ! ...
III
Se ha afirmado alguna vez con plena razón que pa-
ra apreciar á un poeta no hay más que tomar sus
ADOLFO MITRE 263
obras y leerlas : pero que para juzgarlo, para com-
prenderlo, es menester, además, transportarse á la
época en que vivió, indagar las influencias bajo las
cuales se formó y las que ejerció á su turno. No de
otra manera, en las lineas generales á lo menos, com-
prendió la tarea de juzgar á Mitre cuando aparecie-
ron las Poesías^ uno de los miembros más discretos
y sobresalientes de aquella generación, publicando
su análisis crítico en una de nuestras Revistas de
mayor renombre. Sólo el hecho de poder hablar del
mismo asunto del punto de vista puramente subjeti-
vo, me impulsa á recordar el estado literario, especial
entonces, de los miembros de aquella brillante gene-
ración, quorum fars parva fui.
Hemos insistido tanto en la admiración de Mitre
(casi diría adoración], por la pléyade — si á pléyade
alcanzó su número — de los románticos france-
ses del año 30, porque en esa atmósfera literaria
educó su gusto, escogió sus lecturas, y alimentó sü
imaginación. Musset por un lado y Víctor Hugo
por otro, eran para él dos pontífices indestrona-
bles; vivía intelectualmente mareado con la doc-
trina del. romanticismo, y se expresaba á veces
como si fuera uno de los satélites de Gautier en
la noche famosa de la célebre contramarca Hier-
ro, Con ese criterio literario juzgaba al movimien-
264 RESEÑA8 Y CRÍTICAS
to intelectual tanto del pasado como del presente.
Pues bien, en ese orden de ideas abundaba la mar
y cría de los de aquella generación, agrupada bajo el
nombre de Circulo Literario, cuyas reuniones sema-
nales en casa de su presidente Julio E. Mitre, no ol-
vidarán por cierto los que en ella tomaron parte acti-
va. Las más ardientes discusiones versaban justa-
mente sobre el romanticismo, y aquel Circulo pre-
sentaba el curioso fenómeno de asemejarse algunas
veces á algún cenáculo parisiense del año 30, tras-
plantado por arte de magia á través del tiempo y del
espacio . Todos casi eran neófitos ardorosos de la es-
cuela romántica, demolían sin piedad los viej^os íá&st-
les clásicos del *' Apolo de peluquín con polvos", y
declamaban de memoria los más atrevidos pasajes
del poeta de los Cuentos y de las Baladas. El famoso
. . . point sur un i
los hacía estremecerse nerviosamente de placer, y lo
repetían entusiastas como buscando quien se atre-
viera á contradecirles.
La época de intensa sobrexcitación intelectual que
se desarrolló en Francia bajo Luis Felipe, con su cor-
tejo de entusiasmo indescriptible, de miserias cruen-
tas, y de las mil vicisitudes de aquella ''bohemia li-
teraria " popularizada por Mürger, era el ideal de la
ADOLFO MITRE 265
juventud que se reunía en el Circulo. Todas sus lec-
turas se concentraban en aquel período, y devoraban
no sólo las clásicas Scénes de la vte de bohéme, sino
los jeunes France^ y todos los libros que de aquella
época memorable tratan. Se les oía hablar de los ce-
náculos de entonces con una precisión asombrosa, y el
mismo Arsenio Houssaye no ha descrito con mayor
lu)o de detalles aquellas reuniones famosas de la rué
du Doyenné, en las cuales pasaban sus días y sus no-
ches poetas y pintores, entregados á una absoluta
holgazanería material, pero espiando los vuelos atre-
vidos de su imaginación para concebir la obra que
pensaban los haría inmortales ! Juntos conversaban
y comían, juntos hacían sempiternas irrupciones en
la legendaria Chaumiére. En aquella estrecha habi-
tación, Gautier trabajaba en un rincón su Mademoi-
selle de Maupin^ Houssaye escribía en otro su Pé-
cheresse, Gerardo de Nerval su Reine de Sabd^ y ca-
d^i cual trabajaba, reía y cantaba á la vez.
Considerada bajo ese aspecto, aquella cruzada li-
teraria era encantadora y su recuerdo fascina : era
la lucha decidida y llena de fe de una juventud de
talento contra una sociedad semi-aletargada y casi
indiferente.
Hermoso espectáculo!... pero peligroso é infecun-
do. Peligroso, porque tiende á distraer al hombre de
2 06 RESEÑAS Y CRITICAS
la acción, elemento sirte qua non de la vida, arroján-
dolo en brazos de una indolencia absoluta so pretex-
to de adorar tan sólo la inspiración; infecundo, por-
que tras los inevitables desencantos que á los prime-
ros pasos se experimentan, entra el desaliento, y la
mayoría de aquellos fogosos cruzados de antes se
convierte en seres sin ilusiones, sin profesión, com-
pletamente estériles, i Cuál ha sido el resultado prác-
tico de aquel ponderado cenáculo ? i Cuántos nom-
bres quedan? Musset mismo concluye por inutilizar-
se ; Nerval se ahorca en un farol ; Mürger muere en
un hospital !... et sic de coeteris.
Y sin embargo, los miembros del Circulo se em-
banderaban con ardor, con fuego, en aquella cruzada,
y respiraban la atmósfera de entonces... hasta una
parte de ellos, agrupada en banderías, quizo ha-
cer revivir materialmente las reuniones del cenáculo^
y se entregaba á orgías y báquicos excesos, para imi-
tar esa particularidad de la existencia parisiense
de 1830 I
Pero aquellas teorías literarias, con su cortejo de
extravagancias y exageraciones, representaban á sus
ojos la libertad, y por eso se enceguecían en su de-
fensa con asombroso entusiasmo.
Matienzo, en el artículo sobre Mitre á que antes se
aludió, refiere una de aquellas formidables batallas
ADOLFO MITRE 267
literarias, que se ha hecho casi legendaria entre
nosotros. Mitre tradujo admirablemente un frag-
mento del Alberlíis de Gautier y otro del Rolla de
Musset, y otros miembros del Circulo prepararon y
leyeron sendos trabajos en prosa y verso, amen de
las acaloradísimas discusiones que se repetían de se-
sión en sesión. Tiempos felices aquellos en que el es-
píritu se apasionaba por ideales literarios; y se traba-
jaba con ardor por su triunfo !
Recuerdo aquí ese incidente, porque sirve para mos-
trar cuál era el espíritu literario de la generación de
Adolfo Mitre, cuál la atmósfera intelectual en que
vivía, y cuan al unísono resonaban las composicio-
nes del poeta en medio de una juventud que pensa-
ba como él y como él sentía.
Indudablemente ese fenómeno necesita explicación.
Cincuenta años después de haberse realizado aquel
movimiento literario en Francia, todavía repercutía
con toda su fuerza entre nosotros, y se veía el singu-
larísimo espectáculo de apasionarse toda una genera-
ción por una lucha que hacía medio siglo había ce-
sado, reemplazada por mil otras evoluciones.
La razón de ello está quizá en que, en un país de es-
casos ó ningunos antecedentes de escuelas literarias,
como es el nuestro, debido sin duda á su corta histo-
ria, la cultura intelectual por razones locales se ha
268 RESEÑAS T CRÍTICAS
bebido casi exclusivamente en las fuentes francesas,
y no hay duda que la literatura de este siglo en Fran-
cia ha sido en general precursora del romanticismo
primero, cuando con M"* de Stáel se empapó en el
romanticismo germánico de los Schlegel : romántica
después en todos los grados y exageraciones, como
lo fué con Chateaubriand, Lamartine, Hugo y Mu-
sset; y por último, pasado ya el período de secta
militante del romanticismo de 1830, romántica
transformada y mitigada, tentando nuevas evolucio-
nes, realistas unas veces, naturalistas otras, y sin
haber encontrado aún la nueva vía en que se encarri-
larán las letras de la Francia.
Pero al mismo tiempo que todo ello, el mundo li-
terario — que no se compone exclusivamente de la
Francia — presenta otros fenómenos no menos inte-
resantes, estrellas de mayor magnitud, derivaciones
de escuela de mayor trascendencia. La sola presen-
cia de Byron en Inglaterra y de Leopardi en Italia,
bastan para demostrar que el dicho movimiento fran-
cés no tiene importancia exclusiva, sin haber menes-
ter recordar que al propio tiempo brillaba el incom-
parable Goethe en Alemania.
El romanticismo francés de 1830 tomó de reflejo
al gran movimiento á la vez patriótico y literario de
Alemania, cuya fórmula sintetizaron los Schlegel ;
ADOLFO MITRE 269
pero lo tomó M™* Stáel dando igual valor á lo im-
portante y á lo mediocre.
De lo demás, del movimiento inglés é italiano,
apenas se perciben rastros sin importancia. Además,
ese mismo romanticismo francés trasmitido á Es-
paña, y engendrando á Rivas, Zorrilla y Espron-
eeda — . para no mencionar sino lo más sobresaliente
— parece natural que desde antes del año 40 hu-
biera debido tener repercusión inmensa en el mundo
de habla castellana.
Pues .bien, — nada de eso había repercutido seria-
mente, en su faz literaria pura, en la ciudad que ha
dado en llamarse la Atenas del Plata. Porque,
cuando Echeverría regresó de Francia á Buenos Ai-
res, á mediados del año 30, la doctrina romántica
que él dio á conocer y en cuyo espíritu escribió sus
versos, repercutió en esta sociedad más por razones
político-sociales que de escuela y teoría literarias.
E!cheverría era un pensador notable: se había for-
mado en largos años de residencia en París, estu-
diando las ciencias físico-naturales y las sociales ; su
generoso ideal era el de reformador social, nutrido
de las ideas de la escuela liberal francesa de aquella
época. Su obra capital es el DogmOr Socialista, y su
transformación en el "dulce ruiseñor de los Consue-
los " se debió al estado anómalo en que encontró á
270 RESEÑAS Y CRÍTICAS
SU país. El mismo lo ha dicho : ^^ sólo la deplorable
situación de nuestro país ha podido compelerme á
malgastar en rimas estériles la substancia del crá-
neo'*. Sus Consuelos produjeron profunda sensación 1
porque estaban al unísono con el estado del país,
desalentado, y en el dintel de la anarquía que lo sumió
en la barbarie 20 años. ¿Tuvo influencia literaria la
obra romántica de Echeverría ? i Produjo acaso ver-
dadera renovación de escuelas y discusión de teo-
rías? El tiempo faltó para ello: la emigración y la lu-
cha constante contra la tiranía embargaron la activi-
dad de aquellas generaciones» y cuando los emigra-
dos, formados en el destierro, volvieron á su patria,
la tarea de la reconstrucción nacional absorbió de
nuevo toda su atención.
Por eso es que la generación de 1882 se apasionó
de aquellos ideales, como si fueran verdaderas nove-
dades.
Hasta nosotros habían llegado los libros france-
ses, y eso lentamente, mientras que los españoles re-
cién ahora logran penetrar, que en cuanto á los in-
gleses ó italianos aún hoy día son relativamente es-
casos. De ahí esa singular anomalía: ver á toda una
generación en 1882 vivir de la vida intelectual de
un país extraño en 1830, sin cuidarse de lo que
pasó antes ni después, ni menos en los demás pal-
ADOLFO MITRE 2'J I
ses ! E&o explica la influencia de la pléyade del año
30, y la casi indiferencia con que nuestra genera-
ción se ocupó de los otros movimientos literarios,
como si tratara de cosas de escaso ixiterés ó de lejana
importancia. En ese medio, con esos ideales y ese cri-
terio, se desenvolvió Adolfo Mitre.
Sin duda que seria error craso creer que esa gene-
ración no conoció á los grandes poetas nombrados
antes ; pero lo que hay de cierto es que no los supo
ó quiso apreciar, y que no pudo ó quiso admirar
nada fuera del circulo de Hugo y compañia.
Los poetas de ese grupo podrían repetir con el
bardo argentino :
Tú, numen de infelices, dios de olvido,
Que á la nada presides misterioso,
Encubre con tus alas silencioso
El sepulcro de un ser no comprendido.
i Podria aplicárseles las palabras de un critico ame-
ricano relativas á esos versos ? "El autor, á pesar
de haber superado un tanto la influencia que sobre él
ejerció la escuela literaria que dominaba en Francia
en la época de la Restauración y que se arraigó más
en la época de la revolución de Julio, no dejó por ello
de ser llorón ni de mostrarse acosado por la melan-
colía, fingida más bien que sentida. Era esa la
moda."
2'J2 RESEÑAS Y CRÍTICAS
Cumple, sin embargo, hacer una observación. La
doctrina estética de Mitre, con ser calcada sobre la
de esos ilustres maestros, no se ataba con las estre-
chas ligaduras de escuela, sino que haciendo uso de
la omnímoda libertad proclamada en el prefacio de
Cromwell, aspiraba á lo Bello, pero sin reconocer
prototipos ni cánones fijos fuera de su libérrimo cri—
terio. Por temperamento y por educación, era román-
tico y contrario á los clásicos. Y sin embargo ¡ con
qué fervor quemaba incienso en los altares del poeta
que ha dicho en un arranque de entusiasmo :
Et la jeune Venus^ filie de PraxUéle,
Sourit encoré, debout dans sa diviniU
Aux siécles impuissantSf qu'a vaincus sa heauié !
Y aquella fué lástima grande, sino en el sentir co-
mún déla generalidad, por lo menos en el de algu-
nos, que hubieran deseado verle convertirse en uno
de esos fauci quos equus Júpiter amavit, es decir,
no clásico por el hecho sólo de conocer y estudiar á
los antiguos y en alguna manera aspirará imitarlos,
sino — usando las palabras de un prodigioso estético
moderno — por el de lograr asimilarse su forma
más íntima, substancial y velada á ojos profanos ;
robando al mármol antiguo la fecunda, imperatoria y
alta serenidad, y el plácido reposo con que reina la
Idea, soberana señora del mármol ; por el de procu-
ADOLFO MITRE 27)
rar bañar su espíritu en la severa á la par que armo-
niosa, robusta y sana concepción de la vida ; logran-
do enamorar, vencer y aprisionar con abrazo viril
esa sombra indócil evocada del reino de las sombras,
como la Elena del Fausto; y hacer brotar de su seno
eternamente fecundo frutos de perfecta madurez
y hermosura, que no sólo regalan y deleitan sino
que nutren y vigorizan el espíritu, imponiéndole
rítmica y ordenada disciplina !
IV
El rasgo principal de Mitre fué, sin duda, su
preclaro amor del arte, en su acepción más abso-
luta : era en esto un verdadero sectario, y esta cali-
fícación honrosa le corresponde tanto más cuanto
que es la piedra de toque de los verdaderamente
iniciados.
Su educación literaria, metódica y profunda, re-
quería, para ser completa, la contemplación de las
obras maestras de otras edades, y que sólo había po-
dido apreciar al través de reproducciones siempre
pálidas. Su supremo deseo era, pues, completar esa
faz de su espíritu, — é hizo el viaje de Italia como
18
2 74 RESEÑAS Y CRÍTICAS
se hace una peregrinación ! Su inteligencia, sin
duda, se elevó entonces á las más inaccesibles regio-
nes de lo Bello, en presencia de los cuadros, de los
mármoles y de los bronces de los grandes maes-
tros.
Pero... de esto no se puede juzgar, porque murió
antes de revelarnos nada acerca de esa segunda etapa
de su vida.
(Cuál fué el fruto de su experiencia de la vida, de
la enseñanza de los viajes, y del comercio con libros
ú hombres? Es lástima no conocer esa transforma*
ción de su espíritu, porque se ha dicho con verdad
que se comienza la vida con sentimientos calurosos,
con perspectivas soberbias, pero que el tiempo va
desnudándonos de nuestras ilusiones, privándolas
de su colorido, y, como la serpiente, todos los años
alguna causa nueva hace cambiar del todo la piel...!
Todos esos versos se resienten de la edad juvenil
en que fueron escritos. Nació Mitre con el don de la
palabra alada como se nace con el don del canto. Jo-
ven desapareció; escapó al cruel suplicio de Mezencio,
de que nos hablaba la autora de Corina : de la unión
de una alma viva aún y un cuerpo arruinado, ene-
migos irreconciliables ambos ! Sólo tuvo Vair eco-
ssaiSf la melodía brillante del debut : le faltó el him-
no grave, austero, de la plena madurez. Por eso
ADOLFO MITRE 2 J $
SUS versos deben éer juzgados con el criterio de esa
edad, en la cu«l ''todo es simple, riguroso, en políti-
ca como en amor, y lleno de resoluciones solemnes : en
la cual, al mismo tiempo que se cree uno el más des-
graciado de los seres, se sueña ardientemente con el
progreso y la felicidad del mundo ; en esa edad que
día á día se echa de menos con amargura creciente,
y en la cual el exceso de confusas esperanzas, de pa-
siones desconcertadoras, se disimula tras un estoicis-
mo que se cree eterno, y se renuncia tan fácilmente
á todo en razón misma de estar en la víspera de sen-
tirlo todo ! "
Sus Poesías quedan como el recuerdo de una época
de preparación, de lecturas diseminadas, de aspira-
ciones vagas, y de esas mil incertidumbres del espí-
ritu que reconoce encontrarse en el dintel que separa
la juventud de la edad madura. Para el alma de Mi-
tre, durante ese período de su vida, la poesía había
sido, — para decirlo con las palabras de un grande
escritor — semejante á aquella ninfa de la leyenda
eslava, aérea al princio é invisible, hija de la tierra
luego, y cuya presencia se manifiesta sólo por una
larga mirada de vida y de amor !
El volumen de Po3stas es, pues, el testamento li-
terario de su juventud : de ahí que se le lea y juzgue
con el cariño y el respeto con que se aprecia lo único
2^6 RESEÑAS Y CRÍTICAS
que nos queda de los seres queridos. La nota do-
minante allí es la perfecta sinceridad del poeta;
siente el lector que' en esos versos palpita el alma
de un hombre que ha amado, creído, dudado. Y
cuando eso sólo fuera
... el oro fino extremado,
en sus profundas venas escondido,
sería lo suficiente para demostrar que ese poeta fué
alguno^ con personalidad propia, distinta de los de-
más.
Adolfo Mitre, desgraciadamente, perteneció al corto
número de mortales raros que, como dijo el poeta,
parece haberlos dado Dios á la tierra para que desa-
parezcan al punto. Y si es cierto que el espíritu de
los muertos, según el sentir de los antiguos, vaga
siempre cerca de sus despojos terrenales, hagámosle
extremecerse de gozo al notar que la memoria de su
fugaz existencia vive en nuestro recuerdo, en débil
prueba de lo cual apresurémonos solícitos á arrojar
flores á manos llenas sobre su tumba.
... Manibus date lilia plenis.
Octubre 21 de 1887.
X
UNA NOVELA ARGENTINA
(Carlos María Ocantos, León Saldivar.— Madrid, 1888, in S»
* de 321 páginas)
HCABA de llegar de Madrid este nuevo libro del
secretario déla Legación Argentina en aquella
Corte, y su lectura ha sido una verdadera y gratísima
sorpresa para muchos de sus compatriotas. No hace
aún un lastro que en esta Capital publicó el joven au-
tor su primer obra, La cruz de la falta, que fué acogi-
da con aplausos aunque con reservas por la crítica
sincera; con aplausos, porque siendo la primera vez
que ante el público se presentaba el autor, miembro
de la novísima generación, era justo estimular un es-
fuerzo que denotaba cualidades poco comunes ; con
reservas, porque era natural que en un ensayo de esa
naturaleza hubiesen muchos vacíos y no pocos de-
278 RESEÑAS Y CRÍTICAS
fectos, no conviniendo engañar al autor impulsándole
así en una vía errada. De esa manera se hacía al jo-
ven escritor un doble servicio : se le reconocía /we^o
sacro, pero se le arrojaba á la faz el viril grito que
oían los triunfadores en la antigua Roma : cave ne
cadas.
Fortuna es, y no pequeña, para un escritor cuando
en sus comienzos encuentra alguna voz independien-
te que le hable la verdad, si bien muchos, mareados
quizá por el aplauso banal é hiperbólico de los que
creen así practicar una falsa indulgencia, s^ conside-
ran de buenas á primeras ungidos ya por el oleo san-
to, y rechazan como envidia ó injuria la más mínima
amonestación subsiguiente. Es la eterna historia de
tanto talento lleno de promesas y que, debido á ese
atronador y peligroso aplauso, se esteriliza al poco
andar y se entrega en brazos de un desaliento te-
rrible, porque seca por completo las fuentes de la ins-
piración. Sólo los pocos que sienten en su alma la
legítima ambición de llegar algún día á la meta, se
sobreponen á la impresión del momento, y, escuchan-
do las advertencias de amigos y más aún si vienen
de enemigos, tratan de corregir los defectos señala-
dos y de perfeccionar las cualidades que se les recono-
cen. Estos son los que á la postre triunfan, porque
nada resiste en este mundo á la perseverancia y á la
UNA NOVELA ARGENTINA 279
voluntad, cuando se posee la inteligencia necesaria.
Y bien, he ahí la razón por qué la sorpresa que ha
producido León Saldivar ha sido verdadera y gratí-
sima; verdadera, porque el progreso visible éntreos-
te y el primer libro es inmenso ; gratísima, porque se
nota el esfuerzo inteligente del escritor por aprove-
char, en la medida que juzga opurtuna, de las indica-
ciones que la critica le hiciera entonces. Esto sólo
justificaría hoy la aseveración de que el autor llegará
á ser un novelista de primera fuerza, y de que puede
saludársele ya como á un escritor nacional, que ilus-
trará las letras de su patria.
Y si esto constituye en nuestro leal entender un al-
to honor, no es menos cierto que, considerándolo en-
tre ^Mos fuertes^', la crítica se encuentre obligada á
usar de menos miramientos, y á señalar dónde se en-
cuentran los defectos, segura de que el autor es de la
raza de aquellos que consideran que en la milicia de
esta vida, el hombre es un soldado obligado á retem-
plar continuamente sus armas, so pena de ser venci-
do en la primera oportunidad, si se permite el más le-
ve descuido.
^80 RESEÑAS Y CRÍTICAS
El argumento de este libro puede resumirse en po-
cas palabras.
£1 protagonista, León Saldivar, es un joven de fa-
milia acomodada, huérfano de padre, y que vive mo-
destamente en una casita en el barrio del sud, junto
con su madre, una] señora ya de años y de ideas á la
antigua, y una joven recogida por caridad y educada
como hija de la casa. El servicio de ésta, detalle ca~
racterístico, es hecho por un mulatillo. Por lo demás,
León es estudioso, serio, independiente y con bellas
prendas de carácter y de inteligencia. Como es rico,
pues su padre le dejó la estancia^ tiene faetón y va á
Palermo los domingos, y al Club del Progreso con
frecuencia, haciendo parte de la jeunesse dorée, si
bien no de la haute ni de la pettte gomme.
En Colón, — como se ve, estamos en plena elegan-
cia bonaerense: Palermo, Progreso, Colón, — vio en
el invierno anterior al comienzo de esta historia, á
Lucía Guerra, preciosa hija de D. Javier y doña Ven-
tura. D. Javier es el tipo del antiguo estanciero crio-
llo, scmi-gaucho, que pasa seis meses en el campo, y
UNA NOVELA ARGENTINA 28 I
á quien los botines hacen mal, porque extraña la bota
de potro ; doña Ventura es el tipo de esas matronas
archi-criollas, un tantico guarangas, exhuberante de
formas, metementodo, chismosa, una de esas suegras
de las que Dios nos libre. Servicio de la familia : la
negra ña Pancha, el mulatillo Juan y la china Dolo-
res. Por supuesto, casa en la calle Florida y quinta
en el Tigre.
£1 carácter de Lucia es algo complicado, como ve-
remos más adelante. A veces parece ser el tipo de la
joven frivola, hermosa pero sin seso, elegante pero sin
corazón, vanidosa pero sólo con prendas artificiales.
Por lo menos tal se nos presenta en los primeros epi-
sodios de esta novela.
El /estejo de León con Lucia habia sido, según se
colige, eminentemente criollo: de ojito, de paseos
por la calle, estando ella en el balcón, dejando caer'él
alguna vez con estrépito el bastón en la vereda para
atraer su atención y cambiar una sonrisa al levantar-
lo : de seguimiento en los paseos, escoltando con su
faetón el lando de don Javier en el camino de Paler-
mo, y de anteojo permanente en el indispensable
Colón .
Cierto es que en tertulias y bailes hablan conver-
sado y cruzado galanteos y coqueterías. Pero en de-
finitiva, si León estaba prendadisimo de la esquiva
282 RESEÑAS Y CRÍTICAS
Lucía, ésta no parecía dar mayor, importancia á
nuestro festejante.
Casi son estos los personajes principales de la no-
vela, girando á su derredor muchos oíros azás bien
analizados, entre ellos la amiga de Lucía, la jugue-
tona Amalia Ramírez, el circulo de su hermano Ma-
nolo, sobre todo el de Pepe Gómez, personaje pin-
tado sur le vtf.
Se presenta después un francés, Louis-Hector de
Cantillac, barón con ¿>, aventurero, elegantón, de
maneras refinadas, y que á las cansadas resulta ser
el más redomado de los pillos. Dicho señor se deja
convertir en festejante de Lucía, gracias á la pueril
é intemperante vanidad de la buena de Doña Ven-
turita.
Tales son los personajes. La historia ya se adi-
vina. Busca León en el primer baile — en un baile
de carnaval — una explicación definitiva de parte de
Lucía, que ésta, por supuesto, elude ; se confirma el
festejo del francés, y en la temporada del Tigre las
cosas van tomando cuerpo. A Lucía tanto le importa
León ó Cantillac como el gran turco, pero doña
Venturita la obliga casi á aceptar al Louis-Hector,
lo que trae por consecuencia una violenta explica-
•cióncon León y consiguiente rompimiento. Vuelta á
la ciudad, é inmediata celebración de la boda; lo que
UNA NOVELA ARGENTINA 283
produce en León un efecto desastroso, teniéndolo en-
tre la vida y la muerte durante largo tiempo. Entre
tanto la noche de boda se consuma — entre una bo-
rrachera del francés y una transformación radical
del carácter de Lucía. Principia para ésta una vida
dura: casada con un ebrio consuetudinario, su
vanidad dá á su voluntad una energía singular, y
aguza su ingenio, gracias á su orgullo, para ocul-
tar á los ojos del mundo su desastre. Sigue la
vida social con elegancia redoblada, y pretexta los
negocios del marido para explicar su continuada au-
sencia.
Vive con lujo europeo y rodeada del confort mo-
derno : su casa es elegantísima, su servicio, á la
última moda, y, para colmo de pschutt, recibe un día
de la semana . Como se vé — es el contraste más
completo con el criollismo de la casa paterna.
Por supuesto, tal situación se termina por un fra-
caso singular, quizá melodramático. Candillac era
un presidario escapado dé Tolón, ya casado en Mar-
sella, y cuya mujer — á la manera de la inolvidable
Vanda, de las Memorias de Rocambole — sigue y
persigue á su ingrato consorte, le descubre ; y, ayu-
dada por la policía, cae como bomba una noche en
casa del barón, y mientras lo apostrofa y aparece
Lucía, que por sospechas estaba escuchando tras de la
284 RESEÑAS Y CRÍTICAS
cortina, se escapa nuestro Louis-Hector en compa-
ñía de un su cómplice...
Mientras tanto León ha ido mejorando, pero está
en vísperas de hacer un viaje á Europa para olvidar,
por consejo de médico. Su madre, doña María, está
desesperada, y la huérfana, Cruzita, llora siempre,
aunque en silencio. León vá á despedirse de la tumba
de su padre en la Recoleta, y al salir se detiene en
el paseo cercano viendo regresar la concurrencia ele-
gante de Palermo. De un cupé baja Lucia, á quien
no reconoce aunque adivina, y la casualidad los
pone frente á frente al doblar una calle. Sigúese una
singularísima conversación: Lucía, coma si nada hu-
biera acaecido, lo saluda como á un amigo á quien
no se ha visto hace tiempo, y le dice que igualmente
vá á Europa á juntarse con su marido, que había de-
bido ausentarse precipitadamente, pues su vieja ma-
dre estaba á la muerte. Aquello convence á León de
que Lucía no fué jamás sino una coqueta frivola y
vacía, — y se cura de su antiguo amor.
De vuelta á su casa, en presencia del dolor de su
madre por su anunciado viaje, y del llanto de Cru-
zita, abre los ojos, véqueesta es la que le quiere... y
se casa con ella — "y fué feliz, dice el autor, que el
corazón es como el árbol que cambia año por año
de corteza, y los sentimientos se modifican, renue*
I
UNA NOVELA ARGENTINA 285
van ó transforman, como las hojas y las flores ".
II
Abramos aquí un paréntesis y detengámonos un
momento en lo que hemos llamado *^el fondo del cua-
dro". León Saldivar traza de Buenos Aires, y del
Buenos Aires .nocturno, pinturas verdaderamente
inolvidables. Se va perdiendo ya la memoria de lo
que es esta ciudad en tal ó cual época, porque sus
transformaciones son tan radicales y tan rápidas, que
sorprenden al más prevenido.
i Cuál era, pues, el Buenos Aires en que se desa-
rrolla esta novela ?
Que Buenos Aires es una ciudad grande, fuera de
duda está, pero tampoco niega nadie que no es, por
cierto, una gran ciudad. Contemplada desde el rio,
sobre todo cuando se aproxima el observador vi-
niendo de balizas exteriores, presenta Buenos Aires
un aspecto, no ya hermoso, sino verdaderamente es-
pléndido. Situada la ciudad en una extensión increi-
ble de la costa, tanto que para el observador sus con -
fines se pierden en las brumas del horizonte, se ex-
tiende tan desmesuradamente tierra adentro, que no
2 86 RESEÑAS T CRÍTICAS
es dable abarcar con la simple vista la última linca
divisoria de sus suburbios.
Las torres de sus numerosas inglesias, las del Ca-
bildo y Aduana, sus muelles, el viaducto magnífico
del Ferro-carril del Sud; todo esto influye mucho en
el espléndido golpe de vista que desde el agua pre-
senta.
Pero, si se exceptúan los barrios centrales, las ca-
sas altas sólo por romper la especial monotonía del
caserío de azotea parece que existieran, pues en la
inmensa extensión de la ciudad dominan de una ma-
nera desconsoladora las casas bajas, permitiendo esa
original combinación de azoteas corridas^ que du-
plica el suelo transitable, dejando al superior inte-
rrumpido tan sólo por esos enormes patios embaldo-
sados que, cuando carecen de plantas, parecen pe-
queñas plazoletas de cuartel. £1 carácter hispano-
americano es, pues, dominante en la construcción
de la ciudad, y á pesar del número inmenso de. ex-
tranjeros que han afluido, afluyen y siguen aflu-
yendo continuamente á ella, el sistema de construc-
ción de casas continúa invariablemente lo mismo :
sólo los favorecidos de la fortuna rompen el fastidio
de una monotonía, aún más insoportable á causa
de las horribles calles que á guisa 'de canutos di-
vidan á cordel esta ciudad, con la misma regula—
UNA NOVELA ARGENTINA 287
ridad que si se tratara de un tablero de ajedrez.
El extranjero habituado á la vida ardientemente
sobrexcitada en las grandes ciudades de Europa y
Estados Unidos, en las cuales el movimiento jamás
cesa, siendo tan activo de noche como de día, si bien
ofrece caracteres diversos, se queda asombrado
cuando, á la una de la noche, la casualidad ó alguna
ocupación le hacen atravesar las calles de Buenos
Aires. Ni una alma se vé por ellas á esas horas :
sólo el imperturbable vigilante parado en la boca-
calle escudriña las puertas en una ú otra direc-
ción.
Los porteños se retiran demasiado temprano á sus
casas: no hay, propiamente, vida nocturna en Bue-
nos Aires. Que los mismos que durante el día se afa-
nan y trabajan, no malgasten de noche su tiempo,
claro estaque á más de sensato es necesario, pero
que Buenos Aires carezca de todo ese mundo social
curioso que hace de la noche día, es también cosa
que no es fácil explicarse. Salvo uno que otro reza-
gado, y algún par de esos que creen imitar la vida
ultramarina, cenando á deshoras de la noche en el
único café abierto entonces — la popular Róttsserie ;
— no se notan ni esas características parejas que se
retiran unas furtivamente, encubriendo en el miste-
rio de la hora amores más ó menos puros, otras bu-
288 RESEÑAS Y CRÍTICAS '
lliciosamente, celebrando con alegres carcajadas bro-
mas de carácter más ó menos picante.
Todo el mundo, entre nosotros, parece vivir con-
tinuamente preocupado : el país entero guerit opes,
como diría el viejo Horacio — busca la fortuna ! no
ríe, pues, ni canta. Entra en la edad madura, en la
edad de los negocios, sin haber pasado por la alo-
cada juventud, por la edad de los placeres ; — viejo
después de ser niño, sin haber sido joven, nuestro
país carece de vida alegre. Todo en la vida diaria
del porteño está previsto y conocido de antemano :
no hay ni tiempo ni gusto para correr tras esos deli-
ciosos placeres, que deben sólo rozarse ligeramente
para conservar la ilusión, sin la cual no existe la
alegría.
La vida se ha hecho para nosotros demasiado po-
sitiva ; el mercantilismo nos ahoga. El dios Dinero
tiene cada día más adoradores, y su templo — la
Bolsa — se llena continuamente de sacerdotes, más
ó menos ardorosos. En la atmósfera de las fínanzas
— i y quién no está en algo complicado en ella hoy
día ? — no hay placer, ni alegría : la risa misma es
estridente, seca, lúgubre. La comedia de nuestro
tiempo, para usar una frase célebre, es alegre como
una autopsia.
Las gentes se retiran al anochecer á sus casas coa
\ñiA NOVELA ARGENTINA 289
la cabeza ardiendo de los asuntos del día. i Qué vida
alegre puede haber?
Pero, ni coches hay siquiera !
Porque lo curioso del caso es que en esta Santí-
sima Trinidad del Puerto de Buenos Aires, los co-
cheros son seres que se acuestan con los gallos, por
manera que no se les pesca exactamente en el mo-
mento en que son más necesarios. Si un aconteci-
miento imprescindible cualquiera lo obliga á uno á ir
al otro extremo de la ciudad pasada media noche, no
hay, por más dinero que se gaste, más coche disponi-
ble que el de San Francisco: pase si la noche es bue-
na, pero si es lluviosa, maldita la gracia que tan
original habitud causa 1
Aquí se cree que los tranvías han hecho inútiles á
los coches, llamados curiosamente de plaza, tanto
que se sostiene — y con alguna razón práctica — que
éstos sólo viven gracias á los entierros y bautismos.
Pero aparte de que esto es perfectamente inexacto,
parece que por lo menos es insostenible en lo que á
las horas en que no andan los tranvías se refiere.
Claro es, por otra parte, que es imposible la co-
existencia de *'coches de plaza" y tranvías, desde que
aquellos, por lo general, calesas de construcción
ante-diluviana, ostentan como cocheros á esos jóvenes
flemáticos de pantalón obscuro, chaqueta clara, cor-
19
290 SESEXAS T (3UTICAS
bata celeste, sombrero chambergo, y melena acei-
tada.
Ser conducido por semeiante automedonte en tal
vehículo es ya un martirio que no se hace, por cierto,
más soportable por el pago de la exorbitante suma
de 2 ^ pesos por viaje... > francos, lo que en cualquier
ciudade ja europea vale 1 franco 50 céntimos! —
Concédase, por lo menos, que el abuso es incalifica-
ble. Omito hablar acerca del caso de los rocines, que
para ello parecen transformados en pacíficos bueyes.
Pero á la noche ni eso: hay que ir á pié, sin reme—
dio, por más enormes que sean las distancias.
Si no fuera indudable que eso que en otros países
se llama el medio mundo no existe propiamente aquí,
los que de noche se encuentran envueltos en alguna
galante aventura — lo que puede suceder á cual -
quier hijo de vecino — hacen el papel más ridículo
de este mundo, si la cosa se les presenta tan de sú —
bito que no han podido retener con tiempo alguno
de los descalabrados volantones de plaza.
Nada más curioso que las grandes fiestas munda-
nas que se dan en Buenos Aires, cuando se observa
la concurrencia en el instante de retirarse. Salvo al-
gunas familias acomodadas que tienen carruaje pro-
pio, los demás, fatigados, deshechos por una noche
de baile continuado, se retiran, sin embargo, tran-
UNA NOVELA ARGENTINA 2gi
quilamente á pié. Verdad es que algunos observan
con melancólica resignación que el malísimo empe-
drado de Buenos Aires hace que el andar en coche
por sus calles sea un martirio insoportable ; lo cual
explicaría por qué todos prefieren ó ir en tranvía ó
simplemente á pie.
Aun en las épocas más animadas del año, — en la
season de Buenos Aires — sólo hay movimiento hasta
media noche. Los teatros, por regla general, concluyen
cuando más tarde á esa hora, v á la salida de ellos
es que se puede notar recién algo como un reflejo
de esa vida animadísima y en extremo interesante de
las noches madrileñas. Los porteños son apasiona-
dos por el teatro; las capas superiores, la high-life
y la gomme — ya que se ha dado la manía de usar
nombres extranjeros — se dan cita en Colón ; la
gente tranquila, en la Ópera ; la decente, en la Ale-
gría ; la bulliciosa y los pocos miembros del medio
mundoj en Variedades y en el Politeama.
Colón es el teatro clásico de la alta sociedad por-
teña, y al cual están vinculadas las tradiciones más
caras. Allí se ha formado el gusto por la ópera ita-
liana, y durante la época de las temporadas ^ no hay
nadie que de elegante se precie que allí no acuda,
cueste lo que cueste. Los menos van por la música ó
el canto; los más, por mirarse recíprocamente. ¡Cuan-
2fj2 KESCSAS T CKÍT1CAS
tos nor'izz(;os no han comenzado alÜ ! Mocho po-
dría rerelar al respecto la histórica cazuda.
0
\jaL Opera, á pesar de so* más elegante y más có-
modo como teatro, no puede competir con Colón,
porque no hay número suñcíente de familias para
ello. Se ha hecho el asiento del drama y de la come-
dia italiana, puesto que ahora ha dado á los porte-
ños el furor de ensalzar todo lo italiano.
La Alegría es el teatro clásico de esas venerables
compañías '^ de la legua "\ que dan zarzuelas con esa
sal gruesa, esas risotadas francas y esos chistes como
balas de á ochenta, que tanto divierten á la gente
criolla que allí asiste.
Variedades ha caído en completo descrédito, por-
que jamás ha tenido un empresario hábil, ni buenas
compañías. El público aquí es loco por la ligera ope-
reta ó el picante vaudeville francés, y lo demuestra
protegiendo á ese teatro, aun cuando representen
unos cuantos actores venidos de los cuatro vientos y
unidos por casualidad, hasta que el cajero se fugue
con la actriz más bonita y los deje con un palmo de
narices.
El Foliteama tiene su época de esplendor en el ve-
rano, cuando sus compañías de circo atraen concu-
rrencia masculina. Los jóvenes que se precian de ser
bien^ han dado en la costumbre de entrar á las caba-
UNA NOVELA ARGENTINA 293
Herí zas y hacerse notables por aplausos y regalos á
alguna de las amazonas.
En cuanto al Teatro Nacional, aún nada puede
decirse sobre él, puesto que no se ha inaugurado. El
Coliseum sólo se abre para fiestas ó conciertos.
Antes de entrada completamente la noche, hay su
público especial en los diversos locales conocidos. El
Gimnasio tiene los antiguos jugadores de dominó y.
tresillo que van á hacer su consabida partida, meci-
dos por las armonías del piano que ora baila alegre-
mente con Celestino, ora gime románticamente con
Costa. El Skating-Rink, con su concurrencia infal-
table de patinadores, reúne los jueves y domingos
cantidad de bellezas suburbanas : allí van los que á
la caza del medio-pelo se dedican. El Jardín Florida,
lugar delicioso, en los mismos días reúne una concu-
rrencia bastante distinguida, pero demasiado grave
para semejante lugar, pues se pasean contemplán-
dose como si estuvieran en la avenida de las palme-
ras de Palermo.
Los suburbios ostentan sus curiosos y característi-
cos Pasatiempos, y multitud de teatros de segundo
orden, que, junto con las canchas, reúnen á los habi-
tantes de la parroquia que no son atraídos por perin-
gundines ó algo peor.
Pero, i qué hace el paseante que ha asistido al ridí-
2'j^ »ESE*AS \ cmrrzCAS
zrJ.'j á^Vr.'.t de todo el pr>rtcñ:5zix por esa tabla an-
gosta qu£ «c llama la " acera de la izquierda " de la
ca!Ie Florida r Le queda las conñterías ó cales. Eln
la% primeras só'o pueden mencionarse aquellas, como
U« del Gas j del Águila, que ofrecen á sus clientes
Ia9 apetecibles comodidades, pues afortunadamente
poco á poco los suburbios van atrayendo á sí las tra-
dícíonales de simple mostrador y con despacho de
bebidas.
En cuanto á los cafés, recién últimamente hemos
dado un paso adelante: el de los billares de la calle
Piedad es un café verdaderamente europeo, por el
movimiento que en él se nota, el ruido, la actividad,
la vida misma que allí reina — el parisiense que ex-
trañe su café de la Magdalena podrá, saboreando el
típico mazagran, pensar por un momento que se en-
cuentra en el Garren ó Vachette.
Pero todo esto concluye— i qué queda? Los altares
de Venus Citerea... pero hay que detenerse: se pisa
la arena candente, según una expresión clásica.
Sabido es que la vida social tiene lugar principal-
mente de noche, i pero, existe entre nosotros realmen-
te esa vida cspccialísima? Aquí se necesitaría la pluma
de algún high lifeur, para poder resolver tan graví-
simo punto: algo en ese sentido puede colegirse ate-
niéndose á lo que por los diarios suele entreverse.
UNA NOVELA ARGE.^TINA 2g%
Nuestra alta sociedad no tiene salones, en el sen-
tido europeo déla palabra, es decir, familias que re-
ciban con regularidad la flor y nata en la gente dis-
tinguida, para pasar un par de horas de agradable é
instrutiva conversación. Lo único que hay es que las
familias se quedan en sus casas determinados días de
la semana, durante los meses de invierno. Pero los
porteños — viejos y jóvenes — no tienen la habitud
de visitar, y es curioso recoger los rumores de esos
dias de la high-life bonaerense: seis señoras, cuatro
niñas, dos, á veces tres jóvenes — nada más. i Los se-
ñores ? jugando al hezigue ó al tresillo, i Son éstos,
hábitos sociales?...
Las seis ó nueve familias pudientes que entre nos-
otros forman ess núcleo especial de la alta sociedad
que dá ñestas, sólo abren sus salones cinco ó seis
veces en el año. i Cuántos grandes bailes se dan
aquí anualmente? Cinco ó seis, nada más. Verdad
es que en ellos se despliega gran lujo, que se hace
todo como los porteños saben hacerlo, con rumboso
despilfarro. Pero eso no constituye una alta socie-
dad con vida propia. No se venga, pues, á hablar
de htgh'lí/e^cn el sentido europeo de la palabra —
en una sociedad que no tiene salones verdaderos, ni
vida social activa.
Y sin embargo, el grupo social que asume ese
296 RESEÑAS Y CRÍTICAS
carácter debería justificarlo, implantando las habitu-
des que fueran convenientes. Apenas si de tiempo
en tiempo se dan comidas, como son tan frecuentes
en otras partes. Durante la temporada lírica en
Colon, sólo excepcionalmente se visitan en los palcos,
no recibiendo tampoco en sus casas. No conocen
entre nosotros ni el distinguido té de las $ de la tar-
de, ni la elegante tertulia después del teatro.
Nuestras niñas, sin haber tomado esa adorable li-
bertad de la señorita inglesa de alto tono, tienen
los inconvenientes de la joven francesa de educación
conventual, conservando un recato y una frialdad
extraordinarios, hasta pasado cierto tiempo. Hay
en esto demasiada convención.
En otras partes de la ciudad, los que frecuentan
las amables tertulias del barrio de la Concepción,
pueden notar el abandono, la alegría, la felicidad que
en semejantes reuniones reinan. Y no quiere esto
decir que considere á unas mejor que á otras, sino
que esta es observación oída á más de un extranjero,
de esos privilegiados á quienes es permitido visitar
cuantas veces quieran en una casa, sin que le atri-
buyan novia por el hecho de tocar al llamador!
En resumen, Buenos Aires no es una ciudad de
diversiones, ni una gran ciudad. Es una ciudad
de mucha extensión, pero con todos los -defectos de
UNA NOVELA ARGENTINA 297
las pequeñas agrupaciones. Aquí todo el mundo se
conoce, se espia y se critica recíprocamente. Las
visitas, abandonadas por los hombres — que no por
eso frecuentan los clubs, pues en estos apenas se ven
dos ó tres mesas de juego, — son mantenidas única-
mente por las mujeres, gracias á la chismografía
social, especie de Bolsa terrible donde se cotizan
hasta las reputaciones más seguras.
Tiene Buenos Aires hasta los defectos materiales
de las ciudades pequeñas ; no tiene esa vida flotante
y alegre de las grandes ciudades, y carece de sus
comodidades más indispensables, como ser medios
de transporte en ciertas horas.
Bajo este punto de vista, Buenos Aires, para llegar
á ser el París del Plata, tiene aún mucho que andar: —
siendo ciudad grande, tiene que dejar de ser aldea
para ser gran ciudad.
... Tal es el Buenos Aires donde se desarrolla la
historia que nos refiere el autor de León Saldivar,
III
Ciertamente podrán variar las opiniones acerca del
argumento de León Saldivar y encontrarle tal ó cual
2gS RESEÑAS Y CRÍTICAS
faz más ó menos tachable, ó que revele una pluma
más ó menos experta. Igual cosa sucede con todos los
argumentos posibles, y no es quizá, en nuestro en-
tender, la intriga la parte más completa de este libro.
Pero el fondo del cuadro está admirablemente es-
bozado, y el colorido de las pinceladas revela en el
acto una mano maestra, un observador sagaz, un
analista fino y un criterio seguro. Hay vida en esta
novela, sus cuadros son un espejo de la realidad, y al
través de sus páginas se ve agitarse un mundo so-
cial, algunos de cuyos lados débiles han sido ligera
pero certeramente puestos en relieve, con una ironía
que raya en legítimo humour.
Abre el libro en pleno carnaval, en el carnaval por-
teño de 1 87 3, de inolvidable recuerdo, en una de cu-
yas noches "cabizbajo, las manos á la espalda, el
sombrero sobre los ojos, con un gesto de contrarie-
dad que alteraba la simpática expresión de su fisono-
mía, iba León Saldivar camino de su casa". Era esa
hora vespertina en que " las campanas de Santo Do-
mingo, como viejas soñolentas que, entre bostezo y
bostezo, salmodian una oración", se echaban á tocar
ánimas, como " nota de duelo en medio de la orgía
á que estaba entregada la ciudad". Iba León preo-
cupado con la ausencia de Lucía, que permanecía en
el Tigre "sin lucir en el corso su fino perfil de cama
UNA NOVELA ARGENTINA 299
feo antiguo", cuando de repente sin decir oste ni
moste recibe encima un balde de agua, "que habían
olvidado de perfumar " — dice el autor — lo que da-
mos por muy cierto, pues á esas horas y por la calle
Defensa, sólo á alguna morruda china se le pudo ocu-
rrir una broma tan pesada aunque tan genuinamen-
te porteña.
Quisiera poder transcribir todo lo que el autor di-
ce al describir en el capítulo segundo la noche del lu-
nes de carnaval. Ni una línea hay allí que suprimir
ó que agregar, y comparando esas páginas con las
que á igual tema dedicó el Vago de aquellos Silbi-
dos que hicieron tanto ruido, no sé cuál de las dos es
preferible, aunque la observación es hecha de diver-
so punto de vista. El corso clásico de nuestros car-
navales está allí majestuosamente representado. La
tertulia en casa de don Javier, con las máscaras que
entran y salen, y las intrigas consiguientes, son es-
cenas tan reales, tan llenas de vida, que el más exi-
gente crítico nada podría tacharles. Palpita allí el
carnaval porteño, como igualmente en el baile del
club del Progreso, que refiere el capítulo tercero.
La más estricta justicia obliga á reconocer que el
que ha escrito esas páginas es un novelista de tem-
peramento, y que sabe caracterizar perfectamen-
te las cosas de aspecto más difíciles de analizar.
300 RESEÑAS T CRÍTICAS
En general, en todo el libro sobresalen las descrip-
ciones, pues los capítulos referentes al Tigre, á sus
paseos en bote, y á la vida de las familias que allí
veranean, corren parejas con las páginas que dedica
al carnaval.
No se trata empero de esas descripciones minucio-
sas, pero foritaalistas á estilo de inventario judicial de
escribano, sino que domina la nota del humour y un
sano realismo, sin caer jamás en la vulgaridad de un
naturalismo de convención. Las costumbres criollas
no pasan desapercibidas para el analista escritor, y
ya sea que se refiera á las temporadas en los bailes,
ó algún infeliz encamotado^ ó que pinte — como en la
soberbia escena que sirve de postdata al baile del
Club — alguna borrachera del circulo de la truja, y
deje adivinar á uno de sus miembros caloteando una
que otra botella, se ve que el autor ha cortado en
carne viva, y que ha sabido fustigar las ridiculeces
á su paso con cierta chispa que no excluye el gra-
cejo.
IV
No podría pasar por alto esta faz del libro, pues
tendrá pronto un sabor arqueológico. La vida social
UNA NOVEUk ARGENTINA ^01
de Buenos Aires durante el verano es, efectivamente,
típica, y pronto quizá no quedará ni recuerdo de lo
que hoy nos parece tan encantador .
»
Cierto es que hablar de ello en este momento es
como llevar agua al mar, en el sentido de que todo
el mundo está tan al corriente de las costumbres de
ayer, que parece banalidad el describirlas.
Pero pasa tan pronto la vida en esta parte del
mundo I Ha hecho bien el autor de León Saldivar en
describirnos esa faz de nuestra vida social, y de segu-
ro más adelante más de uno ha de releer esas pági-
nas con la curiosidad de recordar los tiempos felices
de la primera juventud.
Cedamos, pues, á la tentación de contemplar un
momento lo que es el verano porteño.
... Ha existido en todo tiempo una inexplicable con-
juración de poetas — conjuración en la cual, como
en la de Madama Angot, entran pecadores y peca-
doras— paracnzalsar las ventajas, los goces y la
inLnita felicidad 'que á los míseros mortales pro-
cura la canícula. Todos á una declaman contra
el invierno frío, lluvioso, sucio, desagradable, incó-
modo : el verano es vivífico, alegre, hermoso y flo -
rido.
Aun, en la hipérbole del entusiasmo, ha llegado á
decirse :
302 RESEÑAS Y CRITICAS
¡Cuánto siempre te amé, sol refulgente !
...Al rayo vencedor que los deslumbre,
Los anhelantes ojos alzarla,
Y en tu semblante fúlgido, atrevido.
Mirando sin cesar los fijarla.
Pase como licencia poética, pero el que esos versos
escribiera — sin duda en un acceso heliománico — se
habría quedado de seguro ciego, si intentara su des-
cabellado propósito.
El sol ! — Nada más vivificante que el dulce calor
que esparce, c verdad? ¡Oh! Buenos Aires parece
hermosísimo un dia de verano — I qué agradables
emanaciones hace el calor que de nuestro higiénico y
mal empedrado suelo se desprendan !
Aun los adoradores más fanáticos del sol no se
extasían sino ante la aurora y el crepúsculo vesperti-
no, es decir, en los momentos mismos en que todavía
no brilla ó cuando ya desaparece. Y creo que tienen
en ello perfecta razón. Ver á las gentes por las
calles en esos tiempos de verano, es lamentabilísi-
mo espectáculo : ocupados los más, caminan con paso
rápido, con el sombrero en la mano, enjugándose la
sudorosa frente, jadeantes, mal humorados y con
unas fachas!...
¡ Qué épocas para negocios I Por la mañana tem •
prano, en nuestras plazas de frutos, en el Once ó
Constitución, los barraqueros, corredores, comisio-
UNA NOVELA ARGENTINA 303
nistas y todos los que de lanas, cueros y cosas seme-
jantes se ocupan, discuten, vociferan, se enojan, se
arreglan, y se retiran á sus casas en el mismísimo
estado que esas figuras de cera, á las cuales el calor
ha hecho correr los colores, produciendo combina-
ciones realmente maravillosas.
Durante el dia, los bolsistas gritan y disputan más
que los de por la mañana, y sin disimular las con-
tracciones súbitas de sus rostros lívidos, emocionados,
en los cuales brillan unos ojos que parecen descon-
fiar de todo el mundo, y mirar con angustia alguna
desastrosa liquidación ! Sólo estos son insensibles
■
al calor. El juego, en efecto, es quizá la única pa-
sión capaz de hacer completa abstracción de la per-
sonalidad humana.
Los demás SQrps vivientes cruzan las calles sólo
cuando á ello están inevitablemente compelidos, y lo
hacen de una manera que traiciona á la legua el
poquísimo placer que aquello les procura.
A la tarde, las caras, si bien más reposadas, no
per eso aparecen menos disgustadas. Han cesado
los negocios, es verdad, pero viene la noche y aque-
llos á quienes el dia ha fatigado hasta lo imposible,
quisieran divertirse algo antes de descansar.
Vano propósito! Bien saben que el calor impide
diversiones como descanso, y miran con angustia
304 RESEÑAS Y CRÍTICAS
avanzar las horas que les anuncian tormentos de
nueva especie, no menos horribles que los otros.
Ni el dandysmo es posible... como que la elegancia
y el calor son cosas que andan reñidas. < Quién
puede aspirar á la corrección del dandy ó la frescura
de la toilettef cuando el calor, obligándolo á sudar á
mares ^ para emplear la expresión consagrada, des-
hace los pliegues más artísticos, y le hace maldecir
mil veces á Febo }
Cuando más, caida la tarde, se ven en los cafés ó
en los jardines públicos, paseantes desembarazados,
con la corbata apenas anudada, la mirada un tanto
voluptuosa, los labios embriagados por el perfume
del sempiterno cigarro, y que, echados cómodamen-
te en alguna silla, afectan dilatarse como si aspiraran
las brisas eternamente suaves del país de los poetas.
Las familias un tanto acomodadas abandonan la
ciudad para inundar los pueblecillos de campo, llenar
las quintas ó fastidiarse en las estancias. Van de
la ciudad huyendo del calor, de la tierra, de la falta
de aire y de la etiqueta citadina ; — y en los pueblitos
de campo — edificados al estilo de la ciudad, con
calles tiradas á cordel y casas sobre la calle misma,
pegadas unas al lado de otras, — se ven continuamen-
te envueltos en nubes de polvo, peor todavía que el
de Buenos Aires, se visten con arreglo á la misma
UNA NOVELA ARGENTINA 3O5
etiqueta queaiuí y hacen la mismísima vida, tenien-
do todos los inconvenientes del campo sin ninguna
de sus ventajas.
Cuando se va de paseo á San Fernando, centro de
los pueblos de campo donde reside la parte más
aristocrática de esta democrática sociedad, se com-
padece el visitante del martirio de las familias qiic
llegan por la tarde al tonto, pero tradicional paseo
de la plaza; — han debido venir por caminos cubier-
tos por una espesa capa de tierra fina, que durante
una hora los ha envuelto, cambiando el color de sus
trajes, haciendo dudosa la blancura de su tez, é ín-,
filtrándose en los pulmones. ¡Vaya una diversión!
Si se prefiere el Oeste, y se vá á Flores ó Almagro,
de las lindas quintas que á uno y otro lado del cami-
no se hallan, se ven salir familias ahogadas por el
calor y la tierra, sempiternos durante el dia cómo
durante la noche, y sin que haya esperanza de la
más ligera brisa. Verdad es que es un campo,
donde todo hay excepto campo : casas, casas y más
casas, como si aquello fuera un suburbio de la ciudad
grande.
Por el Sud, Barracas se enorgullece de su ancha
avenida, la cuál — fuera de la época de las tradicio-
nales fiestas de la patrona — se extiende melancólica,
en un abandono y una soledad encantadoras.
20
306 RESEÑAS Y CRÍTICAS
Las estancias en el verano son el refugio más cu-
rioso de los bonaerenses incautos. Los pobres creen
ir á respirar aire puro. ¡Que aire ni que bercngenasl
El que no se levanta temprano está condenado á
una reclusión completa durante el dia, si no quiere
asarse vivo ; y, si no lo encierran en esas caracttjrís-
ticas jaulas que simula el enrejado de muchísimas
casas de estancia, las moscas lo aturden, lo fastidian,
y son capaces de acabar con la paciencia del mis mí--
simo Job.
{Por qué se apresuran las familias á salir al cam-
%po? No es tan sólo por el calor; es también por
temor á las epidemias, que, cuando nos han visitado
lo han hecho en verano.
Nadie se explica esto, que, sin embargo, es senci-
llo. La ciudad está ediñcada sobre un suelo compues-
to de basuras, sobre las cuales hay pro-forma una ca-
pa de piedras, malísimamente colocadas, y que pare-
cen destinadas á convertir á los porteños en equili-
bristas japoneses. Las casas son casi todas bajas, edi-
ficadas á flor de tierra, y las cloacas aún no funcionan.
Se levanta una grita general contra la idea de elevar
la altura de los edificios, porque se quitará el sol á
las angostas calles, olvidando que las calles en nin-
guna parte del mundo están destinadas para vivir en
ellas, sino simplemente para por ellas transitar. Y
UNA NOVELA ARGENTINA 307
-«-
justamente la elevación de la altura de los edificios
permitirá que las familias vivan en altos, y abandonen
el malsano parterre . En Europa, el rez-de-chaussé es-
tá destinado á casas de negocio, y cuando está eleva-
do sobre el nivel del suelo, reposando sobre sótanos,
sólo así es habitado por familias.
Aquí, sobre un suelo de basuras, se duerme y se
vive á flor de tierra. ¡ Y se quejan de que haya epi-
demias ! Lo extraño es que, en semejantes condicio-
nes, los veranos no sean continuamente epidémicos.
El verano es el tiempo de los perezosos, y hay al-
guien que ha sostenido que la holgazanería es un be- •
neficio, el resumen de todos los goces solemnes. Tris-
te consuelo ! Pues ni esos gozan en el verano. En es-
tos días del Señor, en que sólo se concibe la vida en
el agiia^ ni el más resignado perezoso aguanta el más
fresco cuarto, si es que prefiere no morir de asfixia.
Lo que es el verano es simplemente el desorgani-
zador de la vida social, el desanimador constante del
más laborioso trabajador.
En esta época del año todos se vuelven huraños,
anti-socialcs, esquivan las visitas, evitan ser ama-
bles, se vuelven egoístas : en una palabra, el hombre
cesa de ser hombre, para convertirse en lo que Zola
califica enérgicamente de bestia humana.
<Qué diversiones trae consigo el verano? Ningu-
3o8 RESEÑAS T CRÍTICAS
na. Pone término á la TÍda verdadera, á la vida agra-
dable y distinguida del invierno, para reemplazar el
todo por un par de docenas de funciones de circo, en
que noche á noche se repiten las mismas piruetas á
caballo, las mismas gracias estereotipadas de los pa-
yasos, las mismas pruebas de los gimnastas ó de los
equilibristas. A la tercer noche, el público toma aque-
llo como pretexto, y se ríe, se fuma y se charla du-
rante la función con la misma libertad que si se es -
tuviera en la plaza pública. Y la gente pretende que
se divierte así !
£1 Jardín Florida, bellísimo local, con una orques-
ta de primer orden, parece ser uno de esos lugares
poéticamente misteriosos donde los soñadores pudie-
ran refugiarse á meditar en alta voz. Nadie les in-
terrumpe : hay un par de alemanes que escuchan em-
bebidos algún aire de Fidelio^ ó una sonata de Mo-
zart, pero público abundante : — damas, niñas, seño-
res, jóvenes — quiá! E^os son domingueros ; solólos
días de fiesta van allí. Y el resto de la semana pre-
fieren aburrirse míseramente en sus casas, ó en algún
café, á ir á gozar de la música y del fresco del Jardín
Florida. Panurgo reina entre nosotros con demasia-
da omnipotencia.
Verdad es que á la misma hora nuestras plazas
públicas ofrecen un raro espectáculo. Por entre las
UNA NOVELA ARGENTINA 309
tupidas calles de la plaza del Parque, ó del Retiro,
vése dibujar de trecho en trecho la silueta de alguna
que otra pareja misteriosa, que viene á sepultar sus
amores, más ó menos poéticos, en la sombra espesa y
el silencio imponente de aquellas plazas semi-solita-
rias. Las maritornes reivindican con orgullo la va-
nidad de ser reinas de la noche — i magas compla-
cientes, cuyo misterioso poder facilita la conquista de
las modernas belles aux bois dormantes I
Queda el muelle.
El muelle, cuyos clásicos agujeros ya por fortuna
no existen, sirve — ¡cosa rara I — de refugio también
á los amantes, que no son, por cierto, siempre como
los de Teruel. La magestad de la noche, el silencio
imponente que reina, el calor relativamente menor
que allí se siente, todo habla á las almas románti-
cas... ó despierta simplemente á los adormecidos sen-
tidos. El hecho es que aquel es un refugium pecca-
torutn.
Añádanse los jardinillos con restaurant y gabine-
tes particulares, situados en los suburbios para el
servicio del centro, y se habrá terminado este catá-
logo.
i Qué más queda > He ahí todo, todo I Esos son los
encantos que ofrece el verano bonaerense. Y cánten-
se después tiernas endechas al verano y diríjanse ar-
3 I o RESEÑAS Y CRITICAS
dientes madrigales á ese gordo astro con ojos de car-
bunclo, y cuya fisonomía, para usar una expresión
que no es poética, parece estar encuadrada en una
aureola de cerillas fosfóricas en combustión !
¡ Pero la noche I He ahí el terror. La noche de ve-
rano es absolutamente insuprimible. £1 día sofocante
puede evitarse durmiendo, pero la noche, < quién
duerme en las noches de verano ? No me refiero, por
cierto, al tranquilo mortal que vive de ilusiones y
contempla embebido la luz de la luna, á que ha dado
en llamarse pálida. Y no existiendo vida fisica, la
intelectual se encuentra aniquilada, c Quién puede
pensar cuando reina el calor ? Ni se tienen ideas ni
se tiene apetito. El cuerpo, como el espíritu, se sien-
te anonadado.
Ni el dulce refugio de los desencantados es posible.
El verano suprime la gastronomía . Los verdaderos
entendidos — y este es un consejo de Roqueplan, el
émulo de Brillat Savarin — es á luz de las bugías
que celebran sus festines: nada es efectivamente más
feo que una salsa vista al sol. Pero, c quién se solaza
al derredor de una mesa cargada de manjares sucu-
lentos, en un salón profusamente iluminado, cuando
la naturaleza entera parece aplastada por esa capa de
plomo que se llama calor ?
Alguien que había observado detenidamente la na-
UNA NOVELA ARGENTINA 3 I I
turaleza humana, dice con razón : en medio de los
calores de enero, cuando cada uno de vuestros poros
filtra lentamente y restituye á una devorante atmós-
fera las limonadas heladas que habéis bebido de un
solo trago, < habéis sentido jamás ese foco de coraje,
ese vigor del pensamiento, esa energía completa que
hacían vuestra existencia tan fácil y tan dulce algu-
nos meses antes r £1 argumento no admite réplica :
la influencia que el medio atmosférico ejerce sobre el
hombre mejor templado es indiscutible, y el verano
es realmente enervante.
Oh ! £1 invierno es la única época en que vive el
hombre ; es recién entonces que su físico adquiere
esc vigor y esa virilidad que lo caracterizan, y sólo
entonces también su espíritu se desenvuelve satisfe-
cho, y brilla y produce, por lo menos, con el grand'
amore, que tanto ha proclamado el poeta.
... Y bien I Ocantos ha descrito con notas justísi-
mas el encanto sui-generis del verano bonaerense, y
esas páginas de LeónSaldivar son de las más intere-
santes del libro.
'^12 RESEÑAS Y CRÍTICAS
AI leer el capitulo cuarto parece, efectivamente,
que se vive en pleno Tigre. El jardín ante-dilu-
viano, con sus rosadas santa ritas, su flor de la pa-
sión y su infaltablc campanilla-^ la antigua casa con
sus habitaciones blanqueadas y encuadradas, sus
muebles de caoba lustrada, su mesa de mármol como
centro de sala, con coloreados floreros que encierran
flores de pluma, Conchitas y escamas; los ensayos
de dibujo de la niña, las planas caligráñcas del niño,
y aquellos retratos de las tías abuelas peinadas de
banana y castaña, escotadas, '*con la mano en el
estómago bien abierta, y caído el brazo izquierdo,
teniendo el abanico ó el pañuelo ", — todo eso es sim-
plemente irreprochable y demuestra en el autor con-
diciones sobresalientes en el género, á tal punto que
es difícil llegar á esa altura recién en la segunda
producción. Porque todo ello está dicho con tal
sencillez y elegancia, en un estilo de buena com-
pañía, fácil, distinguido, sin insistir demasiado,
contentándose con dejar entrever al lector las co-
sas, de manera que éste se vuelve su casi-cola—
borador en la lectura, lo que aumenta el interés de
UNA NOVELA ARGENTINA 3 I 3
ella y redunda por cierto en beneficio de uno y otro.
Ks verdad que el autor ha querido pintarnos una
faz archi-criolla de nuestra sociedad, y que quizá á
ojos extraños pase por lo que la representa, pero to-
mando en su valor relativo la faz estudiada, nada
hay que observar en cuanto á la exactitud de los de-
talles. Y tiempo era de daguerreotipar esa sociedad
que va ya relegándose á los barrios extremos de esta
Santísima Trinidad de Buenos Aires, cuyo mundo
elegante — de memoria de hombre por lo menos —
tiene otro carácter, que si bien es más cosmopolita,
también es más distinguido, de educación, gustos y
costumbres más refinadas que las de D. Javier y doña
Venturita. Pero ésta, cómo está descrita ! El servicio
doméstico de negros, chinos y mulatillos, coscorro-
neados continuamente por la dueña de casa ; ésta,
"sin corsé, en bata, con el pelo enredado ó suelto,
chanclos v media calada " ; tomando amargos con
yerba paraguaya, pero sin cascaras de naranja; ha-
bituada á la carbonada^ al puchero, á la humita^ y
aún á la carne con cuero; todo ello existe, vive, pal-
pita — lo encontramos al doblar cada esquina de
ciertos barrios, donde á la noche las ventanas quedan
abiertas, caídas las persianas, sin luz la sala á pesar
de las visitas ; y en la larga fila de cuartos, dormito-
rios, ed aUn\ todos con las puertas abiertas de par en
pir K^j-, t'-i f:^ t£ íici¿i 12: ZMTT* ¿e zas jMf ii
t! strtxSiTiiti^-s Tiiiírruitt óí ]a raHa L*rmE Vas:
tít-rl-o^- r^no ptr^-ra cl a-l^c ít2.VerIa i^sio — hace
In«:n*;'':lt2it::tc n:i5 arrastra el actcr á referir sa
Kbro página por página : qu:r:éra3X>5 so hacerlo, y
en la n&c£:%:dad de abreviar, cócso deíar en el tintero
la dír%>cr;p::ón de los scñ-disAmts "ciomingos ansto-
crál:cofe*' de San Fernando. — con los coches abicr—
Uj^ j blanqueados de poiro caras j toilettes; — la
misa de nueve en Las Conchas, el inialtable paseo á
lafe l-^las. las casillas de baño sobre el río, en el cual
'* Uj*i trís5tc-% sauces mojan sus largas guedeias y, des-
mayados, agobiado el tronco, parecen llorar la au-
^-ncía de alguien que llevó la corriente ó buscar en
el fondo su ignorada tumba!..." y tantas, tantas
otrai» escenas ! Y las visitas obligadas y oficiales del
festejante convertido en novio, en los meses antes de
la boda, — en las salas solitarias, sentados en una ex-
UNA NOVEUl ARGENTINA 3 1 5
tremidad novio y novia, cuchicheando, diciéndose
mutuamente esas mil y mil cosas tan dulces de de-
cir como de repetir, mientras que en algún sofá la
respetable mamá, profundamente aburrida, tiene que
pasar las horas en el mayor mutismo ó parapetarse
tras la lectura de algún libro ilustrado, para soste-
ner con el sueño que la invade una descomunal
cuanto desigual batalla ! Fríamente considerado, tal
como el autor nos deja entrever su pensamiento —
hay una cierta dosis de ridículo en todo esto... pero
qué encantador parece, cuando se pasa recién por
ello!
Nos lleva el autor á la casa que será de la novia
después, y si bien la coloca en la calle Piedras,
[i por qué la calle Piedras, tratándose de una mansión
del último buen gusto?), nos pasea por el salón
Luís XVI, el comedor Enrique II, cXfumoir chinesco,
pisando alfombras de Bruselas y tropezando con ja-
rrones de Sévres. Quizá el señor barón no dio en ello
muestras de muy distinguido buen gusto, y un ele-
gante de genuina nobleza puede que hubiera evitado
mezclar en una misma casa estilos tan distintos,
épocas tan diversas y países tan diferentes, pero ya
se vé, Cantillac no era en el fondo sino una pseudo-
imitación del vtveur del Bots y del boulevard des
Italiens,
3 I 6 RESEÑAS Y CRÍTICAS
Las bodas de Lucia dánle margen al autor para una
animada pintura. Sin duda Doña Venturita pudo en
tan solemne ocasión haber prescindido de sus fatales
mulatillos, chinos, etc., y ya que empleaba á la Con-
fitería del Gas, haberle pedido un^ servicio á la altura
de las circunstancias. En cambio, mucho le salió
frangollado^ pues las amigas que desde temprano
llegaban para ayudar, en realidad era sólo para co-
madrear^ y Doña Venturita, "en bata y zapatillas,
su trenza de color de ratón suelta á la espalda, an-
daba de cuarto en cuarto dando plumerazos á los
muebles y coscorrones á los mulatos ". Pero toda
esa escena merece leerse íntegra.
La primera noche de bodas, — tema escabroso si
los hubo, — da margen al autor para efectuar un
cambio radical en el escenario, como ya se insinuó
antes. Toda esa escena primorosamente «tratada,
perdería si fuera analizada. Verdad es que la idea
de hacer emborracharse al marido en tan psicoló-
gico momento es, afuerde arriesgada, un tantuelo...
singular, pero el autor ha querido con ello demostrar
el imperio del feo vicio sobre aquel hombre, y ha
aprovechado la oportunidad para analizar el efecto
moral que todo eso produce en la recién casada.
Casi puede asegurarse que allí termina la primera
parte de la novela y que sigue la segunda ; quizá
*
UNA NOVELA ARGENTINA 3 I 7
podría agregarse que hasta aquí el autor ha escrito
con amore y con cierta burlona sonrisa. En adelante
puede decirse que abandona bruscamente su vena
descriptiva y se engolfa de lleno en la parte psicoló-
gica de su libro, en pleno dominio de las pasiones, y
de qué pasiones... !
VI
Hagamos, pues, párrafo aparte. Pisamos aquí la
arena candente: entramos á la parte más difícil de
esta novela, pues se trata del análisis de caracteres,
del estudio de las pasiones y de la observación del
corazón humano. Pero justamente en ésto es que más
necesaria es la experiencia, y ésta sólo se adquiere
en propia carne, cuando la vida nos ha hecho su-
frir esas pasiones tremendas que desgarran las túni-
cas del alma, y que la dejan expuesta á los dolores
más terribles sin defensa alguna.
Hay ciertas páginas que sólo pueden escribirse con
la sangre propia, y es un tristísimo privilegio del
dolor el ser la única puerta que dé acceso al escritor
á los dominios de las pasiones que suelen agostar
el corazón del hombre. Es preciso haber sufrido mu-
cho para poder escribir sobre ciertos temas, y quizá
3 I 8 RESEÑAS Y CRÍTICAS
es necesario haber sufrido también para juzgar y
comprender ciertas páginas que pasan desapercibi-
das á los ojos de la generalidad. Lósanos traen con-
sigo esa ventaja dolorosa, pero á veces el sufrimiento
se antepone á la edad.
Fortuna grande es no adelantarse al tiempo en es-
tas materias, y gozar de la juventud antes que venga
la edad madura, con su cortejo de pasiones y de do-
lores.
El autor de este libro se encuentra ahora en plena
primavera de la vida y goza de los mil privilegios
de la edad florida, que desaparece demasiado pronto.
Que prolongue su feliz juventud largos años todavía!
que su corazón lata generoso al calor de los más no-
bies sentimientos, y que su alma no se marchite al
soplo de las pasiones malsanas y al contacto abra-
sador de los dolores y pesares de este mundo !
De ahí que en esta novela se nota con cuánta frui-
ción nos inicia en el estado de espíritu de León,
desde que ''se hizo hombre, asumiendo la respon-
sabilidad de sus deberes como hijo de viuda, que en-
vejece mucho antes que los otros", entregándose de
lleno al estudio severo : era sin embargo '' un cora-
zón sencillo, con sus visos de indiferente y sus ribe-
tes de romántico, una amalgama curiosa de bondad
y de fiereza, de candida credulidad y de obcecada
UNA NOVELA ARGENTINA ^ I Q
duda". Sin duda, pronto "comenzó la dura tarea de
cortejar hermosas, que en unos es un móvil, en otros
una distracción y en muchos un oficio ; ese diario
espionaje, condimentado con posturas sentimentales,
miradas de través, suspiros de pesadumbre, saludos
de inteligencia y sonrisas de esperanza, duelo ga-
lante de dos almas que las conveniencias alejan y la
simpatía aproxima y estrecha; trotó calles y plazas,
quedó de facción en las esquinas y pasó bajo sus bal-
cones, mirando estúpidamente á las estrellas". En
semejante estado de espíritu no es extraño que per-
diera un poco su ponderado buen criterio, — pues
de este no parece quedarle nada, ni de bueno ni de
malo — y se empeña en adorar y perseguir á Lucía,
exigiendo de ella explicaciones en la ciudad y en el
campo, por doquier la encuentra, hasta donde la
más caprichosa de las casualidades los lleva, como
en la isla I
El autor mismo se asombra un poco de este su hé-
roe que procede tan singularmente, **él, tan serio,
tan meticuloso, envuelto en una atmósfera de gra-
vedad, de hablar reposado, de genio sombrío". De
ahí que, á renglón seguido, 'ante semejante conducta,
exclame el novelista :" ^ es, pues, necesario, indis-
pensable en la vida, pagar tributo al amor?". Par-
diez ! y no á tontas y locas pintó la antigua poesía al
'i 2 o RESEÑAS Y CRÍTICAS
amor bajo la forma aira y ente y iuguetona del capri-
choso Cupido. íY para cuántos es un verdadero
dios f
Pero el hecho es que nuestro León cambió com-
pletamente desde que se vio deshauciado. '* Hubo
dias que no quiso comer, pasando de la mañana á la
noche y de la noche á la mañana tendido en la cama,
de cara á la pared, sin hablar; otros, paseando á lo
largo de su cuarto, en un taconeo que no cesaba ".
Se adivina, por supuesto, el efecto que debió cau-
sarle el casamiento de Lucía .
El autor describe aquella escena y analiza aquel
corazón en ese momento, con una maestría y una
mano tan segura, que admira en sus pocos años.
Casi, casi se diría que el que tal ha escrito, ha sabido
arrancar virilmente parte de sus propias entrañas en
análogas circunstancias — pero qué ! tantos miste-
rios encierra la existencia !... {Cómo es que ha po-
dido el autor, cuya pluma al analizar las pasiones es
generalmente rápida, hacer un análisis tan pro-
fundo, tan completo, tan emocionado, del alma de
León en aquel trance ?
Sea de ello lo que fuere, el hecho es que esas pá-
ginas viven con vida propia, y merecen sincero y ca-
luroso aplauso.
La enfermedad de León, sus alternativas de mejo-
UNA NOVELA ARGENTINA 3 2 1
ría y de recaídas, su convalescencia todo ello — que
ocupa una tercera parte de este libro — está notable -
mente estudiado y perfectamente expresado. Allí se
revela el autor novelista verdadero: no sólo sabe
observar y describir lo que sus ojos ven, sino que su
espíritu sagaz sabe analizar y expresar los fenóme-
nos psíquicos, sólo visibles á los ojos del alma.
Quien tal ha hecho es un novelista, cualesquiera
que sean las debilidades de su libro.
Cuando se tienen esas cualidades y que se da de
ello innegable prueba, no es disculpable cierta pereza
de espíritu que justifica el uso de laiS fiedles, para
ahorrar mayor trabajo. Del que puede, la crítica
debe exigir. Por cierto que se adivina á lo que nos
referimos. El episodio de Cantillac, la intervención
de su mujer Aliñe y su cómplice Martín, habría qui-
zá requerido mayor estudio, y es por cierto parte dé-
bil en el libro.
£1 carácter de Lucía, por el contrario, ha sido bien
observado, aun cuando parezca que el autor ha teni-
do en vista dos tipos distintos según se refiera á an-
tes ó después del casamiento. Nos la pinta al princi-
pio *^ demasiado alta quizá, algo delgada también,
defecto que roba la gracia del andar y el encanto del
busto, pero hermosa sin contradicción, por sus ojos,
su boca y las líneas armoniosas de su rostro " . Es
ai
¡ ^22 RESEÑAS Y CRÍTICAS
cierto que nos dice que ^^ leía á tropezones, escribía á
saltos, embadurnaba lienzos, golpeaba el piano, ras-
caba el violín y arañaba el arpa : sabía decir gui en
francés,^es en inglés, ya en alemán..." En cuanto á
su coquetería, baste saber que, examinada su concien-
cia al ser festejada por el barón, sólo le *^ colocó en el
número de sus adoradores, sin darle preferencia, por-
que su corazoncito de avellana se estaba tan callado
á este respecto como un muerto". Su casamiento se
aproximaba, había dicho sí, ''viendo venir indife-
rente los acontecimientos, sin precipitar su desen-
lace".
Así casó. Pero, apenas su marido le dio el primer
abrazo... *' el tufillo á vino que le tomara un día, su-
bía hasta su olfato". Y el tal tufillo obliga al marido
apenas llegados á la casa nueva, después de la ins-
pección de ordenanza, á invitar á su mujer... á cenar:
con él hasta que... "tambaleándose, una copa llena
en la diestra, que temblaba haciendo correr el líqui-
do, se dirigió á Lucía incitándola á que bebiera ; ella,
espantada, le rechazó, cayendo la copa sobre el man-
tel, donde se hizo trizas..." Y á poco andar, des-
pués de horrible lucha, *' el velo quedó en girones
sobre la alfombra y su blanco traje de desposada
manchado por el vómito vinoso del desgraciado!"
... Pero " tenía Lucía demasiado orgullo para con-
UNA NOVELA ARGENTINA 323
fesar que era desgraciada en su nuevo estado", de
ahí que " su actitud de lánguida indiferencia no se
alteró, y cuando se la vio por primera vez en el pú-
blico, todos notaron su aire tranquilo de felicidad sa-
tisfecha". ^'Cada cual se replegó en sí mismo, aban-
donándose á sus gustos, preocupados de guardar las
apariencias".
Y he ahí cómo Lucía se transforma radicalmente :
en téte-á-téte permanente con un ebrio, lo oculta á
todo el mundo, simula felicidad, viste elegantemen-
te y corre tras el renombre mundanal de ser la helle
ofthe season. Qué voluntad, qué perseverancia, qué
energía, tan diñcilmente sospechables en la joven del
" corazoncito de avellana" !
Huye el marido perseguido por Aliñe, y Lucía re-
fugiada en casa de sus padres, sigue como tal cosa,
siempre con su 'Mánguida indiferencia"...
Hemos visto ya, por otra parte, cómo curó León
de su pasión.
Vil
Tal es el cuadro principal de la novela. Como epi-
sodios secundarios hay muchísimos notables y de
perfecta ley.
324 RESEÑAS Y CRÍTICAS
La pintura del circulo de Manolo es completa, pu-
dicndo decir que el comienzo del capítulo tercero ca-
racteriza una especialidad de la vida porteña que me-
rece analizarse. Ese cuadro está tomado tan del na-
tural, que se ve moverse á los personajes y se adivi-
na cómo piensan y cómo deben expresarse. Es aque-
lla una pequeña pintura hecha al lente^ con la per-
fección de detalles de esos cuadros preciosos de la es-
cuela holandesa, uno de esos interiores de casa pinta-
dos por Teniers.
El retrato de Pepe Gómez es soberbio. Cuando el
autor nos refiere la declaración de Gómez á Amalia \
él, de elegante ulster á la derniére, y usando el idio-
ma francés para tan delicado trance, nos hace son-
rcir involuntariamente la respuesta de Amalia, des-
pués de dejarle pronunciar su largo y estudiado dis-
curso. No musiú, le dice la bromista niña, y lo deja
allí plantado boquiabierto!
... Pero son muchos los incidentes que merecerían
especial mención.
El único consejo es de leerlo íntegro y se reconoce-
rá que este libro es una novela llena de agradable sa-
bor local, con interesantes pinturas de costumbres
porteñas, y con algunas picantes críticas de ciertos
resabios criollos.
Es, en una palabra, una verdadera novela argenti-
UNA NOVELA ARGENTINA 325
na, y en este concepto merece ser saludada con aplau-
so, y pedir al autor dé pronto una nueva muestra de
su ingenio, pues si la distancia entre León Saldivar
y La cruz de la falta es inmensa, lógico es suponer
que este progreso constante se irá acentuando, y que
la literatura argentina tendrá esa rara avis de que
por tanto tiempo ha carecido : un genuino novelista
nacional.
En este concepto y sin incurrir en la exageración,
podrían tenderse al novelista con ambas manos los
lirios de que hablaba el poeta antiguo. Echeverría, en
alguno de sus escritos, ha dicho con profunda verdad:
" La poesía entre nosotros aún no ha llegado á ad-
quirir el influjo y prepotencia moral que tuvo en la
antigüedad y que hoy goza entre las cultas naciones
europeas; preciso es, si quiere conquistarla, que
aparezca revestida de un carácter propio y original,
y que reflejando los colores de la naturaleza física
que nos rodea,' sea á la vez el cuadro vivo de nuestras
costumbres, y la expresión más elevada de las ideas
dominantes, de los sentimientos y pasiones que na-
cen del chocfue inmediato de nuestros intereses so-
ciales, y en cuya esfera se mueve nuestra cultura in-
telectual. Sólo así, campeando libre de los lazos de
toda extraña influencia, nuestra poesía llegará á os-
tentarse sublime como los Andes ; peregrina, her-
326 RESEÜAS T críticas
mosa j Taria en sus omamentos, como la fecunda
tierra que la produzca '\ Tal podría decirse hoy de la
novela. Realizar ese ideal : — hic est labor, hoc est
o pus»
Mavxod* r888.
XI
** apariencias"
(Federico Gamboa, C. de la Real Academia Española. — Apariencus,
Buenos Aires, Pcuser, 1892. 1 vol. en 80 de 6o3 páginas.)
RE comenzado á leer con verdadero encanto el
libro tan anunciado del literato mexicano, que
dignamente representa ante la nuestra á su querida
patria ; y he terminado con verdadera angustia aque-
lla lectura. Me fué imposible coordinar mis impresio-
nes sobre la marcha : sólo conservaba el recuerdo de
una sensación dolorosa, como cuando contra nuestra
voluntad se nos obliga á contemplar un abismo que
nos causa vértigo.
Fuera de diida, es éste un libro que no se confun-
3^8 BÉSELAS T CRÍTICAS
de ooD la tarb^-mnlta de las producciones de su gé-
nero. Es una novela sobre el eterno tema del adul-
terio, tan gastado y malgastado por la avalancha
fastidiosa de los libros que hace tiempo viene pro-
duciendo la literatura erótica firancesa. Pero por
banal que sea el tema, por estudiadas y archiestudia-
das que estén todas sus &ces posibles é imposibles —
tanto que en pocos asuntos se ha llegado más á la
perfección en materia de fabricación literaria, con
r^las y muletillas de cliché, — con todo, el libro de
Gamboa es una nota personal que, buena ó mala,
se destaca de la sinfonía general.
Verdad es que el carácter de miembro de la Real
Academia Española impone al autor deberes y
acuerda á la crítica derechos, que quizá no se hubie-
ran mencionado siquiera al saber que estamos en pre-
sencia del segundo libro de un joven, que no ha
llegado aún á los 30 años.
El autor, además, es una figura extraordinaria-
mente simpática. A su gran juventud une la dicha
de haber tenido una existencia de flores, de gozar de
los encantos de la vida diplomática, y de no presen-
társele por ende el mundo sino bajo una faz seduc-
tora. Todo le sonríe ; nada turba su placidez ; su
porvenir es brillante, y en ese perfecto y feliz equi-
librio de la vida, cultiva con un fervor, que inspira
APARIENCIAS -729
respeto, á la Musa, severa y exigente, pero agrade-
cida, porque retribuye con creces todo lo que por
ella se hace.
De ahí que no debe juzgársele como una esperanza
de las letras, sino como á una realidad.
II
£1 argumento del libro es sencillo.
En la época del imperio maximiliáneo, durante la
invasión francesa, viene á ser ocupada por las fuerzas
extranjeras una aldea de provincia. Un chicuelo,
Pedro, es tomado prisionero por creerlo espía : lo
someten á la corte marcial, ante la cual lo defiende
un abogado del lugar. Su defensor lo recoge á
tiempo para que reciba la bendición de su padre mo-
ribundo. Abreviando : queda Pedro á cargo de D.
Luis, quien lo lleva á México, y lo hace estudiar allí,
para confiarle su bufete más tarde. Lo adopta, pues,
por completo, resultando Pedro un excelente ¡oven.
Don Luis es un caballero ejemplar y que ha pasa-
do ya de los 5 o años. Pero es el caso que al estar
por recibirse su hijo adoptivo como abogado — licen-
ciado, diríamos á la mexicana — emprende Pedro un
3 30 RESEÑAS Y CRÍTICAS
viaje de vacaciones con un su íntimo amigo á Ve-
racruz, donde para en casa de dicho amigo. Resu-
mamos: se enamora perdida y románticamente de
Magdalena, la hermana de su amigo, y se compro-
mete con ella. En el Ínterin, su padre adoptivo pasaba
por análogo trance en México : se enamora prosaica
pero locamente de Elena, la hija de una dienta, y
la pide en matrimonio. Vuelve Pedro; se comuni-
can con D. Luis sus recíprocas aventuras, y como
su padre adoptivo se casara en seguida, llévalo á
presentar en casa de la futura. Se realiza el casa-
miento, produciendo para D. Luis y para los suyos
una felicidad completa ; y continuando Pedro en la
intimidad y confianza que exigían su carácter de hijo
adoptivo y sus revelantes prendas.
Hé ahí la intriga que ya se adivina. La joven
esposa y el hijo adoptivo se enamoran; rompe éste
su compromiso con Magdalena; y tras la lucha
consiguiente, se olvida de la gratitud y del cariño
que debe á su constante protector y padre adoptivo—
y el adulterio se consuma. Un buen día los sorpren-
de el marido — y el desenlace de tan trágica historia
es: condenar á los culpables á que sigan viviendo
como castigo...
Nos encontramos, pues, en presencia de una novela
psicológica de tesis. El autor ha querido estudiar
APARIENCIAS 3 3 I
el adulterio en un caso especial : de un lado las cir-
cunstancias atenuantes — la juventud de los culpa •
bles, la desproporción de edades en el matrimonio,
la ceguera del marido ilusionado; del otro lado, los
vínculos estrechos que ligan al marido, respetado y
respetable, con el adúltero, su hechura, su hijo
adoptivo, y con la esposa, joven sacada de la obscuri-
dad y rodeada de mimos y adoraciones. El interés
grande del libro está en el análisis psicológico de la
pasión naciente, de la resistencia que le oponen
ambos protagonistas, y de los efectos que en los
mismos produce el adulterio consumado en esas
condiciones. Elsa es la médula del libro, ese es el
caso.
Lo demás, — hors-íToeuvre espléndido, pero hors-
(Tosuvre al fin — forma en realidad otro libro distinto,
unido á éste porque las páginas se siguen, pero que
podría prescindirse de ello sin que la intriga, sin
que la novela propiamente dicha, sufra en lo míni-
mo. La primera parte íntegra, cerca del tercio del
volumen, podría compendiarse en pocas páginas, no
sólo sin que con ello pierda la novela, sino ganando
quizá en su carácter de tal. Hay además en el resto
del libro fragmentos descriptivos de la vida de Méxi-
co, que igualmente distraen más bien la atención del
estudio del caso.
3 32 RESEÑAS Y CRITICAS
III
Detengámonos un momento ante lo que, por falta
de término más adecuado, hemos creído poder llamar
hors-<V(£uvre,
La primera parte del libro es simplemente una joya
cincelada por mano maestra. La pintura de la si-
tuación de los espíritus en una aldea del interior,
ocupada sólo por mujeres, por ancianos y por niños,
ya que los hombres válidos estaban alistados en laá
guerrillas republicanas, — esa pintura, hecha con
amore, nos interesa vivamente, nos hace compartir
las emociones de aquellas gentes sencillas, en mo-
mento en que el ejército invasor procede á la ocupa-
ción sistemática del territorio. Hay allí un inciden-
te dramático, intensamente dramático, en su sencillez
misma — el estéril sacrificio del chiflado tio Lucas.
La retirada del ejército francés es realmente una
obra maestra: no es posible pedir mayor sobriedad
en los detalles, mayor perfección en el conjunto,
efecto más patético en el cuadro. Esas páginas están
escritas con profundo patriotismo y tienen una vida
tal, que al lector se le antoja oir aquel matinal lla-
mado de clarines, los ecos marciales de la banda
APARIENCIAS 333
reforzada, y el brillante desfile, con banderas des-
plegadas, de aquellas tropas que evacuaban por
orden superior una tierra generosa, á donde habían
ido á llevar la invasión más inicua y más inexcusa-
ble que recuerde la historia de este siglo.
Hay en esa parte páginas que recuerdan la inten-
sidad de descripción que caracteriza al ya famoso
libro de Zola, La Debácle, y, como éste, esos cua-
dros hacen sufrir. Y si esta impresión producen
en un lector extranjero, iqué eco no evocarán en el
alma dolorida de un mexicano, al recordarle tan á lo
vivo esos dids negros para el patriotismo? Sobre
todo, el capitulo en que describe el funcionamiento
fatalmente sumario y abusivo de los tribunales milita-
res, aquella farsa de procesos, en los cuales jueces y
acusados hablaban idiomas diferentes, sin acertar á
comprenderse I
Paso por alto mil detalles. Asi, la muerte del
padre de Pedro, recuerda á esos cuadros admirable-
mente perfectos de la escuela holandesa, cuando
retrata alguna escena de interior. Lo mismo diríase
de las visitas al cementerio.
En la segunda parte hay trozos notables y que
permiten arrojar una mirada escrutadora hasta el
fondo del alma mexicana, en alguna de sus clases so-
ciales. Asi, aquella partida de tresillo en plena capi-
^34 RESEÑAS Y CRÍTICAS
tal. £1 viaje á Veracruz; la pintura de la familia
de Antonio, el amigo íntimo de Pedro; el retrato de
Magdalena — la figura más fascinadoramente simpá-
tica del libro; el relato de los amoríos de Magdalena
y Pedro, su subsiguiente compromiso: todo ello» for-
ma un todo acabado, que habría podido figurar con
honor entre los Esbozos contemporáneos que el autor
publicara en Guatemala, que le valieron el nombra-
miento de la Real Academia, y que entre nosotros
está ahora popularizando la Revista Nacional de
Vega Belgrano.
En la misma tercera parte, ya en pleno desarrollo
de la intriga, íntimamente unidos á ésta, hay inci-
dentes que permiten al autor desplegar un talento
descriptivo admirable. La celebración -del matrimo-
nio en la Profesa ; el capítulo íntegro del México
noctámbulo y alegre; hasta aquella singularísima
costumbre del almuerzo en sociedad con otros en un
café alegrón, como imagino será el Tivoli de marras,
á raíz de la ceremonia nupcial en la iglesia por la
mañana, y cuando todavía, como dicen los viejos
casuistas, el matrimonio está rato sed non consumato,
— original costubre mexicana ! — todo ello y muchas
otras, son páginas primorosas en puridad de verdad.
APARIENCIAS 3 3 $
IV
Tiempo es ya de que abordemos el fondo del asunto.
Descartados los incidentes, nos encontramos, pues,
con un caso estudiado á la manera de Bourget, ana-
lizado con esa minuciosidad cruel que no perdona
un detalle, que parece querer ensañarse en el dolor,
que clava el puñal en la herida y lo mueve y lo
remueve para destrozar hasta los últimos ligamentos!
Pero Gamboa olvida á Bourget cuando se complace
en seguir y perseguir hasta las emociones más inci-
dentales, y dejándose llevar de la pasión del análisis,
todo lo quiere aclarar, lo incluye todo, lo principal
como lo secundario; tanto, que á las veces esto hace
perder un poco de vista á aquello. Tal sucede en una
selva tropical en la cual las lianas trepadoras y vis-
tosas, los heléchos brillantes é invasores, la vegetación
parasitaria no igualada aún en la tierra, cubre á la
postre los árboles mismos, y hace desaparecer, por
lo. menos empequeñecer, á los gigantes de las selvas.
Ciertamente el autor tiene derecho á rechazar esta
observación, por lo menos en su tendencia crítica,
porque á la postre, ¿qué otra cosa ha hecho el gran-
de, el incomparable Balzac, en su legendario Lysdans
3 3^ RESEÑAS T CRÍTICAS
la vallée^ que tantas lágrimas nos ha hecho derramar
en cierta época de la vida ? EIs ésto muy exacto, y de
seguro que implica un elogio,* y no un elogio baladí,
el reconocer en Gamboa algunos rasgos típicamente
característicos del profundo novelista francés,* del
escritor que quizá ha analizado más á fondo el cora-
zón humano.
Nada ha sido más trillado en la literatura moderna,
que el problema del amor; nada se ha escrutado, nada
se ha analizado con mayor lujo de detalles, sea en la
novela, en la filosofía, en una palabra, en su aspecto
literario y en su faz didáctica. Desde que Goethe des-
nudó el alma de Werther y de Lotte, hasta Mante-
gazza, que pretende descubrir las reglas para clasi-
ficar al amor, los escritores de todos los países oo
han hechosino ahondar, ahondar el eterno problema.
Y como al árabe de la leyenda, que había llegado á la
vejez estudiando las tretas de las mujeres y sobre ello
había escrito sendos libros, siendo el juguete casual
de la última con quien estuvo en contacto, así el estu-
dio del problema amatorio se impone como esfinje mu-
da, cuando más parece desmenuzado y descubierto.
Es la Isis antigua, sempiternamente cubierta con un
velo que mortal alguno había sido bastante osado á
levantar, y que pasará á los siglos de los siglos, velada
siempre, con inquebrantable tenacidad perseguida
APARIENCIAS 337
por SUS fieles, que cuando creen por fin haber logra-
do levantar ana punta del velo, notan sólo que han
tocado únicamente la sombra del mismo!
Pues bien, el autor de Apariencias plantea el
problema sin ambajes, y se muestra resuelto á arrin-
conarle sin piedad, hasta en su más recóndito refu*.
gio, para que se rinda al fin. Es como un médico que
extiende sobre la mesa de anfiteatro el cuerpo de una
mujer otrora perseguida, y, escalpelo en mano, pro-
cede á una autopsia implacable, sin perdonar nada,
sin descuidar detalle alguno — quiere encontrar la
razón de ser del encanto que poseía aquella mujer ; y,
rabioso, perseverante, corta y recorta, despedaza,
seguro de llegar por fin al descubrimiento anhelado.
Vano intento! Hay cosas evidentemente rebeldes al
análisis. El encanto que produce una mujer no puede
descubrirse en la autopsia de su cuerpo, como la
pasión que provoca se escapa de las mallas más finas
del silogismo analítico. Ambas cosas son como esas
mariposas de colores deslumbradores : por Dios, no
intentemos palpar de cerca color por color! Sólo polvo
informe quedará en nuestros dedos ; y el encanto,
desvanecido por siempre.
Algo análogo pasa con el amor, rebelde por su
esencia misma al análisis frío y meticuloso. Porque,
digámoslo de una vez, i es concebible acaso en un
22
3^8 RESEÑAS Y CRÍTICAS
hombre enamorado, más aún, apasionado, el analizar
tranquilamente su pasión, pesar el pro y el contra,
desmenuzarla, calcular metódicamente sus consecuen-
cias, estudiar qué rumbos convenga darla, et sic de
coeteris} Ehl no hagamos juego de palabras; sólo los
franceses, que hacen profesión de tener respuesta á
todo, justifican la teología del caso, diciendo que hay
** amor de cabeza" y ** amor de corazón "; que unos
son ''cerebrales", así como otros son "sentimenta-
les " ; para distinguir á ambos de los puramente
*' sensuales".
Porque, precisando la cuestión y haciendo el debi-
do honor á la sinceridad del realismo del autor — rea-
lismo, para no confundirlo con el naturalismo de pe-
ga, que recurre al gastado incitante pornográfico pa-
ra atraer la turba multa de lectores más ó menos mal
acostumbrados, — la crítica leal no puede menos de
convenir en que aquella sinceridad es esencialmente
literaria, vale decir, que arranca del comercio de los
libros y de las consiguientes elucubraciones, y no de
la experiencia amarga, pero personal, de la vida mis-
ma. Sin duda, no á todos es dado repetir el célebre
símil del pelícano y servir el propio corazón en el fes-
tín divino, pero eso no quita que para que sea exacto
el verso inmortal
APARIENCIAS 3 39
Les plus desesperes sont les chants les plus beaux
Etj'en sais d'inmortels qui sont de purs sanglots,
es indispensable haber vivido, esto es, haber sufrido
aquel duro martirio, del cual, como dice el poeta
. . . le moins quej'en pourrais diré
Si je l'essayais sur ma lire
La briserait comme un roseau.
Y bien ! he ahí justamente el reproche fundamen-
tal de Apariencias : es una obra con todos los ribetes
naturalistas posibles, pero en el fondo es de un aca-
bado romanticismo ; es el sollozo literario de la pre-
coz experiencia de un adolescente, que ha vivido la
vida del mundo en las páginas inflamadas de un
ossianisiho retórico. Porque justamente, el autor al
elejir por tema el adulterio y al escoger su forma pa-
sional, ha querido de antemano presentarnos la faz
más simpática del antipático asunto, en el sentido de
que los futuros adúlteros aparecen como víctimas
votivas en el altar del hado implacable, que sopla en
corazones nobilísimos el huracán desenfrenado de
una pasión irresistible, los hace olvidar poco á poco
todo, los enceguece y los conduce fríamente al preci -
picio, que no pueden, que no está en su mano evitar.
La culpabilidad de los adúlteros queda así tan ami-
norada en esta tesis fatalista, que casi estamos |^por
34 o RESEÑAS Y CRÍTICAS
encontrar natural su actitud, y por asombrarnos si
ocurre á algún ingenuo lector mentar la grave res-
ponsabilidad de los actores del manoseado drama.
Pero para ello seria menester, por lo menos, que los
avasallara una pasión irresistible, de esas que embar-
gan, matan toda reflexión, subyugan... y explican,
aun cuando no excusen.
Pero en Apariencias no hay tal.
El problema planteado por el novelista es senci-
llamente aterrador. No hay sofisma bastante á excu-
sar lo inexcusable.
Se trata de un anciano, que ha sido la encarnación
misma del caballero, y un joven que le debe la vida,
su carrera, todo. Es el vínculo filial perfecto, salvo
el accidente del nacimiento. Y ese hijo adoptivo, en
esas condiciones, comete adulterio con su propia ma-
drastra, escarneciendo el hogar de su protector con
un incesto inmoral que clama al cielo venganza.Yese
hijo adoptivo durante meses enteros se dá cuenta del
resultado fatal, prevé el adulterio incestuoso, analiza
su situación, y, hábil abogado, emplea todas las chi-
canas forenses en disculpar la falta futura. Y durante
esa larga elaboración, la pasión de aquel hombre le
permite darse lúcida cuenta de sus ventajas y des-
ventajas, y estudiar el punto como estudia un pleito
en su bufete de abogado. Y durante ese largo tiempo,
APARIENCIAS ^4 1
sigue demostrando el mismo cariño filial de antes á
su padre adoptivo, víctima segura que él veía inte-
riormente acercarse al precipicio y que, á pesar de
una que otra veleidad, no trepidaba en empujar sua-
vemente para que cayera al abismo!
La mujer adúltera es uno de los caracteres más
poco simpáticos del libro: también es otra cerebral:
también analiza y vuelve áanalizar su pasión naciente
y sus progresos, y al mismo tiempo que acaricia á su
marido legítimo, pesa la consecuencias de su falta
próxima, que está dispuesta á cometer y para lo cual
aguarda sólo el momento oportuno.
Tiene un marido que la adora, una digna madre
que la mima; hasta un confesor para aconsejarla;
tiene la singular lucidez de comprender con la anti-
cipación de medio año que va á ser adúltera con el
hijo adoptivo de su marido... y, sin embargo, conti-
núa analizando y analizando siempre, hasta que llega
el instante fatal— y, sin una palabra, sin un gesto,
como la cosa más natural del mundo, pasa de los
brazos del padre á los del hijo, de los de su marido á
los del amante!
No! El espíritu se subleva ante semejante caso. No
es posible que una persecusión que permite tal lujo de
reflexión y análisis, pueda excusar una acción tan re-
pugnante á la naturaleza. Hay un rebuscamiento
34 2 RESEÑAS Y CRÍTICAS
enfermizo en buscar problemas tan sutiles, dignos
sólo de épocas bizantinas, durante las cuales se per-
vierte el sentido moral y se eclipsa el sentido común.
Hay un peligro grave en estudiar en detalles parcia-
les y sofísticos los estragos de una pasión, cuyos efec-
tos serían en la vida real pervertidores de lo más
santo y de lo más fundamental de la existencia hu-
mana. Pues á ser verdaderos los argumentos capcio-
sos con los cuales el autor va poquito á poco inficio-
nando el ánimo del lector (ó de la lectora, lo que
sería infinitamente lamentable!] y preparándole, sino
á justificar, por lo menos á excusar, el desenlace como
cosa fatal, inevitable, en la cual los protagonistas no
tienen culpa, sino que ésta incumbe por entero al
Hado, al acaso— á ser exactos esos argumentos, dado
que se trata de un caso especialísimo, de un incesto
en cierto modo, cqué queda para el común de loscasos,
qué para los adulterios generales, en los cuales el
amante no conoce al marido, ó es éste un monstruo
humano, ó cosa parecida? Pues, ¡ que sería lo más
natural de este mundo !...
Y la víctima! Aquel cumplido caballero, dechado
de perfecciones, traicionado así por su propia mujer,
y su hijo adoptivo ! El autor al parecer le ha tratado
con piedad, pero al insistir en la persistente ceguera
del Sganarellc mexicano, sin quererlo hace inclinar la
APARIENCIAS 343
balanza en su contra, perfílase una sonrisa un tantico
irónica en los labios del lector y, convencido éste de
que es inevitable el cornúpeto sacrificio, principia á
ver tan sólo el ridículo que cae, cae, y sin cesar sigue
cayendo sobre las canas de aquel malhadado an-
ciano I
Ah! libro terrible y doloroso, pero por suerte sofís-
tico ! El lector se vé obligado á pensar ante esas pá-
ginas escritas con calor, y tiene que estar muy sobre
alerta para no tomar por exactos aquellos dorados
sofismas con que se nos quiere disculpar al vicio y con
los cuales se quiere protejer ala virtud, pero con una
protección tal, que se concluye por clamar porque la
abandonen más bien, porque la ataquen, porque la
escarnezcan, ya que todo ello seria preferible á esa
defensa terrible I
Injusto seria, sin embargo, no reconocer que el
autor caracteriza con una amargura implacable las
consecuencias de aquel monstruoso adulterio, mostran-
do á ios culpables como penados atados á la cadena
del presidario, amantes sin los goces del amor, ya
que la satisfacción material del capricho no puede
entrar en cuenta de tal — presa de vivísimos remordi-
mientos, viviendo en un martirio de todas las horas, en
un verdadero infierno. Pero á pesar de todo, los hace
perseverar en tan falsa situación durante más de un
344 RESENAS Y CRITICAS
año, garantiéndoles que durante tan largo lapso de
tiempo nadie llegará á advinar siquiera sus criminales
relaciones, ni tampoco el servicio, á pesar de que
aquellos singulares amantes se entregan á Venus
Citerea con puertas y ventanas abiertas, obedeciendo
á los impulsos rabiosos de la carne.
i Dónde está en todo esto el amor, aún cuando sea
el amor culpable? Será la pasión sensual, el brutal
impulso del rwí, — pero amor, amor en esas condicio-
nes!... Parece' que con esa pintura de una relación
que repugna, hubiera querido el autor hacer perdo-
nar la atención cariñosa con que ha seguido antes la
marcha de la pasión.
Porque, á ser verdad que el adulterio sólo propor-
ciona las míseras satisfacciones que nos pinta el au-
tor, {vale entonces la pena de cometerlo? — No ha
querido el novelista que sus protagonistas gocen un
día de felicidad criminal, diferenciándose en esto de
la generalidad de los escritores que han dado en juz-
gar ese caso enfermizo de nuestra existencia social
con tan tradicional benevolencia, que el lector casi
estará tentado de creer que en ello residía la verda-
dera felicidad, y no en el matrimonio puro y honesto.
Algo tarde ha reaccionado el autor y toda esa con-
denación del adulterio, á manera de moraleja de
cuento, parece puesta allí para justificar la extraña
APARIENCIAS 345
solución del marido ultrajado, al sorprender á los
criminales tnfraganti delicio : - - que vivan como cas-
tigo!
Singular resolución; inopinada, que sorprende,
porque nada la justifica ni la prepara. Pues qué, un
hombre que no ha tenido empacho en portarse como
un verdadero lagartijo de arrabal, sacrificando sin
escrúpulos la vida purísima de su novia Magdalena,
c acaso tendrá mayor inconveniente en arrojar el re-
cuerdo de Elena al saco sin fondo del pasado? Bah !
lanzado en ese camino, para el don Juan mexicano
aquella mujer es sólo una de las famosas mille e tre
á que se refería Leporello, cuando decía con admira-
ble frescura: Madamina, il catalogo é questo...!
La vida como castigo ! Y < á quién ? A un hombre
que no trepida en violar los vínculos más sagrados
que existen, y que, en medio de su pasión, en su noc-
támbulo paseo al barrio de las irredentas de México,
se le ocurre sin repugnancia que algún día Elena po-
dría convertirse en vulgar hetaira^ y volverse araña,
—para usar un mexicanismo,— sin que tan mons-
truosa idea le haga mayormente cosquillas !
La solución del libro es en realidad sofística, y es
ello lástima grande, pues corona así una tesis desa-
rrollada con tan desgraciada lógica, aún cuando con
un talento tan sutil é innegable.
34 6 RESEÑAS Y CRÍTICAS
Cabría aquí, sia duda, hacer al autor una peque-
ña, aunque sincera observación. Respira su libro por
todos los poros tal prurito de imitación naturalista,
á la manera de Zola, que está tentado el lector por
tomar á lo serio la teoría de aquella escuela, y buscar
en esta novela la parte documentaria. Salta á la vista
lo retórico del desenlace, y confirma así que estamos
en presencia de un caso de Academia, pero no de un
drama real y verdadero. Para disecar la vida, es
necesario por lo menos haber vivido, y aun cuando
no escudaran al autor sus pocos años para demos-
trar que está aún en el prólogo de la vida, la feliz
existencia diplomática que lleva, invirtiendo sus
ocios en cultivar su ideal literario y la amistad de
los que forman el mundo de las letras, no le ha dado
aún ocasión para experimentar tn anima vili esos
dramas crueles que marchitan el corazón y hastian
el alma. Feliz mil veces por ello; pero si le llega el
día cruel, y si en alguno de sus libros posteriores
nos convida al terrible festín del poeta, y nos sirve
en él su corazón, como lo observamos un instante
hace, se convencerá entonces de que Apariencias
es un libro pálido y enfermizo, porque es artificial.
Entonces brotarán espontáneas y vibrantes esas notas
profundamente conmovedoras que arranca del alma
la amarga experiencia de la vida; notas terribles
APARIENCIAS 347
que se imponen al lector más prevenido, que acon-
gojan su espíritu, que le dejan un sedimento cruel,
pero justo, desde que se trata de la realidad, de la
verdad, de lo que acontece. Considerado así el natu-
ralismo, no es sino el verismo de los clásicos, que hu-
yen de lo artificial, de lo rebuscado, de lo amanerado,
casi diría de lo decadente, para ponerme al nivel de
la novísima evolución literaria. Pero en literatura
" la bandera no cubre la mercancía ", para usar el
aforismo jurídico, y no basta imitar las exteriorida-
des de un naturalismo más ó menos exagerado, para
producir una obra realista. No basta tampoco ver la
realidad : es menester saberla ver — el secreto de la
inmortalidad está sencillamente en eso.
* Nadie se asusta de una novela '* naturalista", por
más que principie á pasar de moda, pero se exige
por lo menos que la cosa exista, y sea bien obser-
vada ; que la imaginación del novelista — cuya since-
ridad está fuera de cuestión, porque es en ello vícti-
ma de un exceso natural de la loca de la casa, en
su período exhuberante — no reemplaze á la realidad
de la vida. No quiere ello decir que un libro en
esas condiciones haya forzosamente de ponerse en
todas las manos, pues la vida tiene períodos de en-
cantadora inocencia que sería inhumano profanar
abriendo los ojos antes de tiempo, pero al que ya
34^ RESEÑAS Y críticas
se ha iniciado en las vicisitudes de la existencia no
huelgan hipocresías pretendidas : si condena, es por-
que usando en ello del mismísimo derecho del autor,
dice lo que su sinceridad le impone.
El procedimiento de escuela, llamado "naturalis-
ta", está hoy anticuado : la tendencia yí» ¿e siécle
es, por el contrario, idealista, y la nebulosa evolución
literaria actual, con sus banderías de simbolistas y
decadentes, presagian una reacción indudable y que la
exageración de los imitadores de Zola ha contribuido
á precipitar. Gamboa tiene la felicidad de vivir en la
atmósfera literaria de una década atrás, y de ahí que
su novela esté trabajada según todas las reglas del
gran pontífícc del naturalismo. El realismo será
eterno, como lo será el idealismo, pero las exageraciíi-
nes de una ú otra de ambas tendencias sólo tienen vida
efímera. Apariencias es la obra sincera de un discí-
pulo de Zola y de Flaubert : que se apresure el autor
á ensanchar su horizonte y libertar su espíritu de las
estrechas ligaduras de escuela, si no quiere expo-
nerse á producir obraá que pronto tendrán sólo
sabor arcaico I Pero, concluyamos con esta amis-
tosa chicana : esos defectillos, naturalmente explica-
bles en una obra de la primera juventud, desapa-
recerán en las producciones de una madurez que se
anuncia de manera tan brillante.
APARIENCIAS 340
V
Jamás titulo alguno fué más exacto que el de este
libro. Apariencias í No hay que fiarse en las apa-
riencias de sus raciocinios: estamos ante un abis-
mo artísticamente oculto con rosas y flores fragantes.
Cuidado con el sofisma ; cuidado con las apariencias I
Y qué apariencias! Pocos libros he leído con ma-
yor encanto gracias á su estilo fácil, á sus descripcio-
nes brillantes, al talento innegable con que están
pintadas sus diversas situaciones. Se puede disentir
del autor en cuanto á su argumentación, pero no es
posible desconocer que se encuentra uno en presen-
cia de una personalidad literaria acentuada, de un
estudioso del corazón humano. Ese libro es eminen-
temente sugerente, fuerza á pensar, retiene al lector,
y sea que este simpatize ó no con la tesis expuesta y
con sus conclusiones, terminada la lectura, no se
arroja el volumen al fondo de un estante — como su-
cede con la inmensa generalidad de los libros — sino
que, por el contrario, se reflexiona sobre él, se le dis-
cute, se le vuelve á leer, se encara su texto y se toma
uno cuerpo á cuerpo con la lógica del autor.
^De cuántos libros puede decirse lo mismo? Los
^;0 RESEÑAS Y CRÍTICAS
libros banales nacen y mueren sin de)ar recuerdo si-
quiera de su fugitiva existencia, por glande que sea
la boga momentánea que sus cualidades más ó menos
brillantes hayan podido producir, c Quién se acuerda
hoy de los libros del vizconde de Arlincourt, el autor
más popular de su época ? Y < quién dejará de leer por
los años de los años el Werther de Goethe ? Y eso que
el Werther ha perdido la razón de ser de su popula-
ridad de origen, pero queda en pie el problema eter-
no del alma, desgarradas sus túnicas por mano maes-
tra. Sólo viven en la posteridad los librosque ha-
blan al alma misma, que fuerzan á pensar, que obli-
gan á encarar problemas, acerca de los cuales el co-
mún de los mortales prefiere contentarse con las so-
luciones banales que hay siempre ad usum delphini.
El libro de Gamboa tiende á entrar en la segunda
categoría, y en ello consiste, paréceme, su elogio más
sincero y más profundo.
Agosto de 1892.
Xll
LA OPERA ITALIANA EN BUENOS AIRES
PUESTO que en estos últimos tiempos se ha dado
en tomar á lo serio las críticas musicales, la
pasión de nuestra sociedad por la ópera italiana y la
importancia que, en el mundo del arte, va tomando
el cantar en Buenos Aires, — no se reprochará, quizá,
que se analicen las causas de tal estado de cosas.
Ha llegado á aceptarse sin discusión — ignoro cómo
— que entre nosotros no hay verdaderos críticos de
arte y menos de música, que las crónicas técnicas que
de las representaciones líricas se hacen, son meras
alabanzas ú observaciones nimias. Se ha necesitado
la presencia de un periodista extranjero, tan distin-
guido crítico musical como elegante escritor, para
que recibiéramos esta lección, no sospechada por
cierto en quienes, hace muchos años, el amor á la
3 5 3 RESEÑAS Y CRÍTICAS
Ópera es más biea una pasión intransigente, ayuda-
da por un oído educado, cantores afamados y por au'
diciones clásicas en sociedades reservadas.
Verdad es que se ha dicho que de todas las bellas
artes, la música es, sin duda, la mejor y más gene-
ralmente apreciada ; pero no es, por cierto, la mejor
comprendida por todo el mundo, porque la música
es á la vez un arte y una ciencia : como arte, obra
espontáneamente sobre todo ser bien organizado;
como ciencia, impone la iniciación á los que quieren
profundizar «us misterios.
Resulta, pues, que se ha descubierto que si somos
sensibles al arte musical, debemos probablemente
ignorar la ciencia de la música !
■
A observar, sin embargo, la marcadísima afición
de nuestra sociedad por Colón, la atracción irresisti-
ble que este teatro ejerce sobre los porteños, á pesar
de tener precios exageradamente exorbitantes — más
elevados que los de la grande Opera de París! — la
constancia con que, sin perder una función, asisten
todos á sus localidades durante la temporada teatral ;
— al reflexionar sobre esto, un observador estaría ten-
tado de creer que era éste un público de diletantes
distinguidos.
En pocos teatros del mundo, puede decirse sin hi-
pérbole, se representan óperas tan diversas en la
LA ÓPERA ITALIANA EN BUENOS AIRES -555
í
misma temporada, como tampoco óperas de tan des-
igual valor, las unas sublimes, como Hugonotes, las
otras archivadas ya, como Ernani. No frecuentemen-
te se encuentran compañías tan completas como la
de Ferrari, como tampoco tan desiguales, con partes
muy buenas y partes muy malas. En fin, para con-
clxiir, podrá asegurarse que la orquesta y los coros
no solamente son muy buenos, sino, lo que es una
felicidad, extraordinariamente bien dirigidos.
Se asegura, con todo, que la sociedad bonaerense
frecuenta á Colón en mucha parte por tradición, por-
que allí tienen sus palcos las principales familias, ó
porque hay en el fondo una cuestión de moda. Se
cita el teatro de la Opera, mil veces más elegante,
más cómodo, más apropiado que Colón, pero que
no ha podido mantener la competencia ; se señala
ahora al teatro Nacional, imitación de Colón con sus
incomodidades, salvo algunos defectos corregidos,
y que actualmente lucha por derribar al ya viejo
rival.
Sea de ello lo que fuere, el hecho es que la gente
va á Colón, sea porque así lo quiere la caprichosa
moda, ó la tiránica costumbre, ó porque la compañía
lírica es realmente buena.
Mundanamente hablando, debo confesar que siem*
pre me ha sido difícil comprender cómo la sociedad
33
3 54 RESEÑAS Y críticas
de Buenos Aires se ha esclavizado de tal modo para
con el teatro Colón.
La llegada es algo desagradable, por ser estrecha
la calle, angostas las veredas y grande la agrupación
de gente ; convirtiéndose en pésima en un día lluvio-
so ó húmedo, pues es preciso empaparse ó embarrar-
se, por falta de esas indispensables galerías de cris-
tales que ostenta cualquier teatro europeo. El vestí-
bulo de la entrada siempre se encuentra atestado de
gente, hombres en su mayor parte, que se ocupan en
formar angostas calles para poder ver desfilar á las
bellezas del día, mirándolas de cerca con un desen-
fado curiosamente original. Es una especie de bau-
tismo de fuego que reciben nuestras damas y niñas
antes de alinearse en filas de batalla en los palcos,
tertulias y cazuela, donde se convierten en el foco de
los anteojos de todo hijo de vecino que concurre al
teatro.
El que frecuenta á Colón cree observar que la con-
currencia es siempre la misma, sabiendo de antema-
no qué familias ocuparán los palcos, quiénes estarán
en las tertulias, á quiénes se podrá mirar en la ca-
zuela. Son las mismísimas gentes que se conocen
personalmente ó de vista, que saben recíprocamente
quiénes son, cuáles sus familias y sus medios ; que
Van, con todo, á mirarse con el interés con que se
LA ÓPERA ITALIANA EN BUENOS AIRES 35^
contemplan por vez primera los desconocidos. Y sin
embargo, durante los largos entreactos no se visitan,
no se mueven casi de sus asientos, á no ser los caba-
lleros para fumar un cigarro en el vestíbulo, las ni-
nas para cambiar de posición. A todo trance parece
querer guardarse una tirantez á la verdad exagerada.
Cualquiera diría que las gentes á la moda — Dios
sabe si es elástico el epíteto ! — no van nunca al tea-
tro sino para llegar á mediados del segundo acto, á
fin de atraer las miradas de la concurrencia entera,
sea por el ruido de las puertas de los palcos, sea por
la reclamación del asiento en la platea. Las mismas
personas creerían perder su elegante renombre si
aguardaran el final de la ópera para retirarse, por
cuya razón lo hacen en el último intermedio, ó á la
mitad del último acto. De ahí que el teatro está casi
solo al comenzar ó finalizar una ópera, aunque sea
esta la Semiramis de Rossini, Hugonotes de Meyer-
beer, ó Aida de Ver di.
Los verdaderos aficionados llegan con anticipación
y se retiran con retardo, pero no les es posible es-
cuchar con precisión las oberturas, aunque sean
espléndidas como la del Profeta^ ó atender á los
finales, á pesar de tratarse de Donjuán. En esos
momentos el ruido es tal, las gentes se mueven de
tal manera, que es imposible gozar de la música.
■ tfTTirrgSf^i-rr -Qd ISOCTL AS 311;
- í
■W-f* t lili- ssiLcntriT. *•:- \'"Yn^\'jz. sl ^
^t U «t£T2« fíirijliKm. «^-jo&ie al pUser delirado de la
F-.*:tre iv/t^^tr-ys. el ts^tro no es Tcrdadcfamente
^n X&^Wjtn el «cntsdo cláiízo de la palabra: es ea
rvihásiá un himple lu^ar de paseo.
^»l<rn, á c^tar á apreciaciones competentes, es un
t^^tro que, bajo el punto de TÍsta del arte, tiene de-
iect</i» que v>n hoy reconocidos. Se le acusa de ser de-
mH*^'íudo grande, lo que lo convierte en poco acústico;
%c pretende que es únicamente agradable porque es -
t/imoD habituados á verlo lleno de gente conocida. La
LA ÓPERA ITAUANA EN BUENOS AIRES 3>7
falla, de antepalcos es, sin duda, una incomodidad
reconocida ; la estrechez de la platea un inconve-
niente deplorable ; y las dimensiones del teatro , la
causa de que la impresión que las óperas producen
sea diversa según sea el asiento que se tiene.
La música sólo se goza íntimamente cuando se está
en el medio del teatro ; esto es, se goza con verda-
dera emoción. Cuando uno se encuentra en el ex-
tremo opuesto, se oye bien, no se pierden las notas,
pero no es la misma emoción la que se experimenta :
parece que nos encontrara fríos y quizá difíciles. Los
verdaderos aficionados porteños, que asisten á las
audiciones de la sociedad del Cuarteto, habrán segu-
ramente podido notar la diferencia considerable que
existe, entre el mismo trozo ejecutado en la sala de
aquella sociedad y el tocado en el teatro Colón.
Los cantores mismos se ven obligados á esforzar
su voz para hacerla llegar á todos los ámbitos del
teatro, y el público acostumbrado á oír bien sólo lo
que se exagera, aplaude con furor cuando se fuerza
la voz, aunque se llegue al grito, y permanece indi-
ferente cuando se canta con la voz natural. De ahí
que Gayarre, cuando recién llegó, se quejara amar-
gamente de que el público no lo aplaudía lo bastante:
— cantaba, pero no gritaba, y la mitad de la concu-
rrencia no podía, por lo tanto, apreciar su voz. Por
Tust ^r'*jtx ürrrf frtrmeaac cb i«z de oolar. ▼ k»
£/ru::urrt:r:tc:t fc oottmurrgr art£ la cxtraonfiaara
I 'c^ c/tra pvte. ftaiTc* <a ceu última ¿pota, úaíca'
s>«,r.u pooi» crjTicuTTcnia cooocíaii d aigiuacato de
líit Operatt :,'je cacnrhahan : dd pmfinwla, tampoco.
c/^TT.'^^rA^rVj al cor cantar, sea por la dificultad del
tót'/m^n. M:a por la defectuosa arfimUfióQ de losar-
U^Ut^t. Vcráüá C5 que la mayor parte de las óperas
tienen por bate argumentos realmente ridiculos por
%u í^lta de bCQÚÓo, j que á pocas partituras oontem-
p^/ránca» bc las pueda, llamar dramas musicales,
eD ócc'ir^ texto y música dramáticas. Sucede que
— como en el famoso 4* acto del ProfetA — cuando
el intercí» dramático es tan grande como el musical,
ni el espectador se encuentra demasiado lejos del
proHccnío, no puede apreciar bien el uno ni el otro,
porque se le escapa la expresión dé la fisonomía, y las
modulaciones delicadas: la expresión musical misma
cH preciso exagerarla para hacerla perceptible á tan
gran dÍHtancia, y de ahí que se falsea notablemente
el grado d'j intcnéidad de los sonidos, con virtiendo
ídcuH dulcísimas en frases monstruosas.
Por cHtas razones, los diletantes porteños se han
ncoHtumbrudo involuntariamente á provocar dos de-
LA ÓPERA ITALIANA EN BUENOS AIRES ^ ^ Q
fectos capitales ea sus artistas favoritos. No pudiendo
gozar bien á la distancia de la mímica físionómica,
aplauden los gestos extremados, entusiasmándose
cuando la Borghi-Mamó exagera tan extrañamente
la Valentina del 4* acto de Hugonotes, 6 la Marga-
rita del 2* acto de Mefistó/eles , No siéndoles posi-
ble oír con exactitud las notas rápidas y dulces, obli-
gan á Tamagno á sostener extraordinariamente las
notas sonoras de pecho ; convirtiendo, por ejemplo,
la famosa súplica de Raúl en un ejercicio de canto,
lo que falsea de una manera desastrosa el pensa-
miento de Meyerbeer.
En otros países estas exageraciones están comple-
tamente proscriptas, y quien haya escuchado á Gaya"
rre en el famoso Covent-Garden, después de haberle
oído forzar la voz en su última época de Colón, re-
conocerá que el celebrado tenor se había corregido
del todo de semejante defecto.
Este es tanto más grave, cuanto que así se gasta la
voz de los cantores y se la pierde para siempre : —
es conocido \o que con Lelmi pasó entre nosotros.
Los entendidos en la materia — el maestro Bassi
debe ser, por cierto, de esta opinión — aseguran que
el público aplaude aquí sólo las notas exageradas, y
que escucha arrobado trozos enteros en que la expre-
sión está falseada.
360 RESEÑAS y críticas
Los tenores y las soprano absoluto son los artistas
más expuestos á esta verdadera mistificación. El
público los pervierte. Cierto es que ellos contribu-
yen en algo, pues por regla general retacean impla-
cablemente las óperas, baciendo suprimir trozos,
cambiarlos de un tono á otro, permitiéndose abreviar
ó prolongar las notas, á su buen placer. Es así como
no se oyen, por regla general, las partituras comple-
tas.
Eso explica cómo recién puede decirse que la Seal-
chi-Lolli nos ha hecho conocer el bellísimo trozo de
la contralto en el 2* acto de Hugonotes.
Además, las personas entendidas pretenden q^ue el
defecto de construcción del teatro Colón explica,
quizá, otro fenómeno raro. Mientras que los dile-
tantes bonaerenses son muy exigentes respecto de
las partes primeras, son algo indulgentes con rela-
ción á los coros y orquesta. Y en general sería po-
sible asegurar que lo que más gusta de las óperas
entre nosotros, no son las arias ni las cavatinas, sino
los dúos, cuartetos, coros y ñnales.
Verdad es que casi todas las óperas modernas abu-
san de ese medio, que es más cómodo y fácil para
compositores y ejecutantes, pero es tal vez debido á
las dimensiones de los teatros italianos y franceses.
Los grandes maestros, cuyas óperas se dan en Co-
LA ÓPERA ITALIANA EN BUENOS AIRES 36 1
lón, las han compuesto sea en Italia ó en Francia : —
pues bien, los teatros de la Scala de Milán, y de San
Carlos de Ñapóles, y el de la Grande Ópera, de Pa-
rís, son tan desmesuradamente grandes, que necesi-
tan cautivar la atención del público por medio de
esos efectos combinados. De ahí las bandas y los co-
ros £n el proscenio. Quizá por eso no se dan en Co-
lón las óperas alemanas, ni el Fidelio de Beethovcn,
ni Orfeo de Gluck, ni Freyschütz de Weber, ni Mar-
tha de Flotow, ni Don Juan de Mozart: todas ellas
están, sin embargo, adaptadas al italiano. < Por
qué nos gusta tanto aquí la bellísima ópera Dino-
raA? Debe ser por la misma razón, porque es fama
que el cisne de Pessaro cuando fué á residir á París,
notó el mismo efecto en cuanto á sus primeras ópe-
ras, y, atribuyéndolo también á idéntica causa, com-
puso dos de sus partituras francesas — Moisés y el
Sitio de Corinto, — en un sentido completamente
opuesto.
Entre nosotros el gusto por la ópera es antiguo y
decidido. Con sumarazón se ha dicho que ''la ópera
es la obra musical por excelencia, y exige, para su
ejecución, el concurso de todo lo que hay de más ex-
quisito en las otras ramas de las bellas artes ; hace
acompañar á la música de la poesía, que desenvuelve
la acción dramática; la pintura, que la encuadra
362 RESEÑAS Y críticas
con sus decoraciones : el baile, que es frecuente-
mente su obligado complemento, y la mecánica apa-
rece con todos sus perfeccionamientos en las mara-
villas de los cambios instantáneos y de los efectos
de óptica y otros, que constituyen la ciencia compli-
cada del maquinista".
Wagner ha trazado de la "ópera del porvenir '* un
cuadro que bien pudiera aplicarse á la ópera con-
temporánea. Busca primeramente el poema para que
la música se desarrolle sobre él, y no se contenta
con insulsos libretos. Tras del poema aspira á la
emancipación de la orquesta, dotándola de vida y
arte propios, siguiendo las huellas de Beethoven.
Recurre después al coro, emancipándolo asimismo de
su triste papel secundario, para elevarlo á la catego-
ría de elemento representante de las multitudes más
ó menos tumultuosas. Quiere que concurra también
el baile, como en lo antiguo concurría á todas las
solemnidades. Por último, la arquitectura, la pin-
tura, la escultura y la mecánica, con más todos los
adherentes artísticos que en el día produce la ciencia,
deben ser llamados, según su opinión, á enriquecer y
regenerar la ópera.
Pesd3 luego es evidente que la ópera no consiste
en la simple armonía de la música y de la voz hu-
mana, sino en cantar para expresar un sentimiento
LA ÓPERA ITALIANA EN BUENOS AIRES 363
dramático ó cómico. Al par que cantor es, pues,
preciso ser artista.
Desgraciadamente, se ha observado en casi todas
partes que las ejecuciones correctas son raras. No
basta que los artistas sean buenos cantores ; deben
ser también buenos actores. Deben comenzar por
aprender sus papeles como si fueran á representar
un drama sin música; y el estudio musical no debe
principiar hasta que el significado psicológico del
papel se comprenda y la declamación se halle per-
fectamente ensayada : y sobre todo es nesesario un
director que simpatice con la obra, y la comprenda
hasta en sus más mínimos detalles. Una represen--
tación correcta revela la inmensa ventaja que lleva
el músico al poeta dramático; porque si bien los
efectos del recitado dramático se dejan necesaria-
mente al discernimiento del actor, el arte musical
consigue fijar positivamente cada acento y cada
inflexión.
Estos preceptos de un maestro distinguido se com-
prueban fácilmente, analizando cualquier compañía.
Un tenor con una voz poderosa, de un registro ex-
tenso, puede abusar de las notas de pecho, llenar
con la sonoridad y el timbre de su órgano los ámbi-
tos de un teatro, pero si no tiene la conciencia y el
sentimiento estético del arte, le falta la inspiración.
364 RESEÑAS Y CRÍTICAS
ese tacto exquisito que da vida á la idea y expresión
á la frase ; — los pasajes más bellos serán interpreta-
dos materialmente, pero sin amore, ni la debida en-
tonación de voz. Se dejarán oír notas poderosísimas,
pero se convertirán las escenas más intencionadas
en simples declamaciones de concierto.
El defecto contrario es también deplorable. Un
baje;),' sumamente artista, posesionado de las tablas,
pero cuya voz esté debilitada por el cansancio, á pesar
de todos sus esfuerzos, no logrará jamás interpretar
debidamente la idea del compositor. Y aún los que
tienen el privilegio de poseer esa voz que toca á la
de bajo y á la de tenor, los barítonos mismos, se ven
obligados á redoblar sus esfuerzos, porque el públi -
co es con ellos doblemente exigente.
Lo mismo relativamente puede decirse de las can-
tatrices, de las soprano absoluto, mezzo-soprano y
contraltos. Aquellas tienen siempre registros más
extensos que éstas, pero nada iguala al timbre agra-
dablemente simpático de las últimas.
Como la más leve indisposición en cualquiera de
estas primeras partes es lo suficiente para modificar
de una octava tales ó cuales trozos, alterando por
ese hecho el efecto del conjunto, resulta que sólo se
puede apreciar verdaderamente y en conciencia una
ópera, cuando se ha asistido á ella repetidas veces.
LA ÓPERA ITALIANA EN BUENOS AIRES 365
Es también probablemente la razón por qué los en-
sayos generales pocas veces satisfacen ni permiten
formarse exacta idea de la partitura.
Pero el público de Colón parece contribuir á fal-
rear bajo este punto de vista la recta apreciación de
las óperas. Es fácil observar que se deja arrebatar
con demasiada frecuencia por entusiasmos inconsi-
derados ; aplaude con exageración, exalta al cantor
y lo obliga á pesar suyo á forzar las notas para
arrancar nuevos aplausos. Nuestro público, según
opiniones competentes, aplaude los extremos del re-
gistro, las notas demasiado elevadas y las demasia-
do graves.
No quiere esto decir que participe de la opinión
pesimista de los que creen que en nuestros días el
*'arte del canto" se ha convertido en el '* arte del
grito", como dice Berlioz, pero no puedo menos de
reconocer que el frenesí de los espectadores llega á
su paroxismo ante las notas agudas de Tamagno ó de
Battistini, y las graves de la Borghi-Mamó ó de la
Scalchi-Lolli.
Nadie puede negar que la voz de Tamagno es de
una fuerza extraordinaria, y que si le falta senti-
miento y quizá escuela, le sobra desprendimiento,
pues usa y abusa de un órgano realmente privile-
giado. La Borghi-Mamó, consumada artista como
306 RESEÑAS Y críticas
lo es, y con una voz notable sí bien no muy extensa,
abusa quizá de los gestos dramáticos, pero no de las
notas agudas, complaciéndose más bien en las gra-
ves. Battistini, artista simpático en extremo, tien^
una voz extraordinariamente agradable, y hay en
su manera de cantar tal delicadeza y distinción, que
es de sentirse tan sólo no sea su órgano más pode-
roso. En cuanto á la Scalchi-Lolli, es ésta un con-
tralto tan eximia, una artista tan completa, que
sólo después de haberla oído en Semiramis, puede
decirse que se ha podido apreciar una ópera para
la cual, en su época, no encontró Rossini contralto
bastante poderosa.
Por otra parte, se pretende que el público bonae-
rense está también algo pervertido en sus gustos
musicales. La música italiana — en general, con
sus lindas melodías, pero siempre melodías; la mú-
sica francesa — ^la común — tan incitante por sus
bailes, pero música de los sentidos ; la música espa-
ñola, en que predomina la alegría de las coplas:
ópera italiana, opereta francesa, zarzuela española.
— Colón, Variedades, Alegría, — esos son los tea-
tros para solazar el espíritu, recrear la fatigada ima-
ginación, instruir la 'ávida inteligencia I En los
países germánicos sucede todo lo contrario. Sin
hablar de la escuela wagneriana, ta ópera italiana
LA ÓPERA ITALIANA EN BUENOS AIRES 367
poco es al lado de la profunda música alemana : —
alguien ha pretendido que la profusión de arias y de
cavatinas denota sólo la melodía superGcial, pues la
diñcultad máxima está en expresar los huracanes
tremendos de las pasiones desencadenadas i como los
tiernísimos sentimientos idílicos del alma, por medio
de esas admirables combinaciones de instrumen-
tos que hacen pensar involuntariamente en el cielo,
cuando se escuchan sus acentos desgarradores á veces,
conmovedores siempre. Así, sin mencionar Tanh&u-
ser ó á Tristan und Isolde del gran revolucionario
musical, cuando se ha conocido y apreciado el teatro
clásico alemán, aparecen descoloridos y confusos
los recuerdos de Norma ó de Ruy Blas ; los valses
de Giroflé-Giroflá ó las canciones de la Marina.
De ahí que se explique cómo diletantes porteños,
admirando extraordinariamente á Meyerbeer, prefie-
ren el Roberto el Diablo al Profeta ; en esta última
ópera, hay realmente falta de arias y de cavatinas :
apenas si admiran el sublime arioso de Pides.
La ópera italiana que tanto seduce al dilentantismo
bonaerense, es decir, la de Rossini, Bellini y Doni-
zetti, está á punto de ser preferida por la de Verdi,
Meyerbeer ó Gounod. Estos son los compositores
cuyas obras se suceden siempre en Colon: los otros,
lo ocupan sólo por intervalos.
-jóS KESEXAS T CRÍTICAS
Y bien! iustamente Rossini, Bellini y Donizetti son
los más á propósito para producir un diletantismo
enfermizo. E3 fondo se encuentra, en sus óperas,
sacrificado á la forma. La melodía absorbe toda la
idea musical; el canto predomina, y la orquesta
parece sólo acompañarle de lejos. Sus óperas no son
sino variaciones sobre el tema eterno del amor; apa-
sionado, ardiente, sublime, que 11^^ hasta la deses-
peración— como en Norma \ "pasión terrestre, con
sus desórdenes y sus retornos, sus desesperaciones y
sus delicias", como en la declaración de amor de
Lucrecia Borgia^ el 4® acto de Favorita, 6 en Lucia,
etc. La imaginación se encuentra sobrexcitada, arru-
Hada, los sentidos se adormecen voluptuosamente, y
se goza de una manera inconsciente y arrobadora.
Pero los argumentos!... los hay tan disparatados,
que si las niñas ó matronas que tan conmovidas es-
cuchan ciertas óperas, los comprendieran bien, se
cubrirían pudorosas su rostro ! La melodía es para
los compositores italianos un fin, nunca un medio:
se quiere pasar el momento, jamás producir un efec-
to verdadero. Quizá por esto los teatros en Italia
son más bien un lugar de reunión, donde se visita
en sus palcos á las familias conocidas, se conversa y
se habla de negocios.
De ahí que no se comprendan — ni se quiera com-
LA ÓPERA ITALIANA EN BUENOS AIRES 369
prender — las palabras del canto : lo que se desea es
retener el aire, la tonada. Los cantores, en efecto,
ejecutan únicamente variaciones de la voz; no se
proponen encarnar pasiones más ó menos dramá-
ticas.
Afortunadamente esa música ha pasado al dominio
de los organillos, y á fuerza de vulgarizarse, ha
caído algo en descrédito. Hoy día, los mejores trozos
— como el famoso miserere del Trovador — se han
hecho tan comunes, que nadie quiere recordarlos.
Esta evolución en nuestros gustos musicales se ha
acentuado extraordinariamente desde que hemos
podido apreciar la música meyerbeeriana, y entusias-
marnos por Roberto el Diablo, Hugonotes, Profeta
y Africana. Hoy se escucha con fastidio ó, por lo
menos, con indiferencia las antiguas óperas de los
maestros que en otra época hicieron las delicias de
nuestros padres. Esta evolución lógica no parece
haber sido aún del todo comprendida por el empre-
sario señor Ferrari, á juzgar por la persistencia con
que vuelve á poner en escena óperas como Ernani y
Travtata, que hicieron ya su época. Estas y otras
óperas semejantes — debe convencerse de ello — eran
buenas para aquel tiempo en que, como dice un
crítico distinguido, *'las exigencias del público esta-
ban complacidas con ver á una artista lucir sus
34
370 RESEÑAS Y CRÍTICAS
facultades vocales, su agilidad de garganta, sus in-
trincadas y laberínticas fermafas, sin fijarse en
otra multitud de detalles y circuntancias que nece-
sariamente exigen la índole y naturaleza del drama
lírico, según lo comprenden la estética y el arte, y
así lo han realizado los grandes compositores de
nuestros días. Una ópera valía entonces tanto como
un concierto, donde el cantor iba á exhibir toda su
virtuosité, como dicen los franceses, en una aria,
una romanza, ó una cavatina, que el compositor ya
le había dispuesto para mayor lucimiento. La acción
dramática realizada por medio de los recursos de la
orquesta, coros y demás elementos que entran en la
formación de la ópera moderna, era una cosa secun-
daria que debía subordinarse en un todo al fin capi-
tal, al canto y á la melodía seca, desnuda, y estem-
poránea siempre, mejor dicho, al cantor, cuya tiranía
para el compositor era irresistible é inevitable, si no
quería hacer fiasco en sus obras".
Por eso he encontrado justa la observación del dis-
tinguido periodista brasilero señor Cámara te, que se
quejaba de que hubiera entre nosotros carencia de
críticos musicales, porque no se señalaban los defec-
tos que á los artistas impone este público, ni se
corrige ó encamina el buen gusto de los diletantes
asiduos.
LA ÓPERA ITALIANA EN BUENOS AIRES 3 7 1
Entre tanto, se asiste en' estos momentos entre
nosotros á un espectáculo original. Hasta ahora
las óperas que se representaban habían apasionado
á esta sociedad más por la melodía y el canto» que
por la trama dramática ó la idea desarrollada; lo
que se buscaba era pasar un rato de solaz, recrear
agradablemente el oído y entretener el espíritu. De
ahí que las crónicas musicales se redujeran á las nio-
destas proporciones de meras gacetillas, más ó me-
nos chispeantes, y en las que sólo por vía de excep-
ción se deslizaban algunas notas técnicas sobre el
mérito de la voz ó la belleza de algún pasaje.
Hoy parece que esto cambja : se desea algo más,
se trata de apreciar debidamente la partitura, de
profundizar el pensamiento del compositor; se estu-
dian los argumentos y se juzga el drama á la vez que
la música. De ahí que de un tiempo á esta parte
haya un verdadero interés en discutir los variados
problemas de estética, de crítica artística, de histo-
ria musical y de desarrollo dramático que las óperas
suscitan.
Sin embargo, los concurrentes á la ópera oyen
aquí buenamente lo que el empresario quiere hacer-
les oír, y éste á veces ignora qué es lo que debe
poner en escena, siendo tan vasto el repertorio lírico.
Ahora bien, cuando se pagan los precios elevadísi-
37^ RESEÑAS T CRÍTICAS
mos de Colón, cuando hay familias á quienes el palco
les cuesta 75.000 pesos moneda corriente, y caba-
lleros que pagan 12.000 pesos por su tertulia, parece
que hay un verdadero derecho para ser exigentes, y
para reñnar el gusto, variando el repertorio, oyendo
las óperas contemporáneas, exigiendo que se traigan
compañías para las óperas y no que se arreglen ópe-
ras para las compañías.
i Quién es el culpable de este estado de cosas } La
gran masa del público no está en aptitud de juzgar
tan delicada cuestión; el empresario, aún teniendo
buena voluntad, sigue sus inclinaciones cuando no
sus intereses; — la culpa la tiene esa falta de críticos
verdaderos, que sepan encaminar la opinión musi-
cal y refinarla; contener ó dirigir á los empresarios,
y hacer que, si pagamos bien caro nuestro teatro,
tengamos á lo menos lo que nuestro dinero nos per-
mite exigir.
Agosto de 1883.
Xlll
EL PRIMER ** salón" ARGENTINO
HsiSTiMOS en estos momentos á un espectáculo
verdaderamente interesante. Puede decirse sin
exageración que se acaba de dar un paso decisivo en
el camino de nuestra evolución social. Y ese paso debe
saludarse con tanta mayor satisfacción, cuánto que se
debe al esfuerzo individual, sin sombra de protección
ofícial, más aún, sin que las autoridades cortesmente
invitadas á cooperar con su sola presencia, hayan
creído que la más elemental cortesía imponía, en de-
fecto de su presencia, siquiera la fórmula banal de
un acuse de recibo.
La institución anual del Salón del Ateneo, para
celebrar allí periódicamente exposiciones de pinturas,
dibujos y esculturas, es un acontecimiento de bulto
en un país esencialmente mercante y en el cual todo
374 RESEÑAS Y CRÍTICAS
en este instante se encuentra en plena transformación,
hasta la misma raza nacional, que está recién elabo-
rando su tipo definitivo. El hecho sólo de que en un
centro de más de medio millón de almas, que se dis-
tingue especialmente por su carácter de factoría ul-
tramarina, haya sido posible formar una agrupación
exclusivamente intelectual como es el Ateneo, y éste
á su vez se haya sentido bastante autorizado como
para crear el Salón anual de Bellas Artes, es un sig-
no halagüeño de progreso que no puede tratarse de
modo baladi y que merece fijar nuestra atención. Lo
que ello significa para nuestra sociabilidad en forma-
ción, es lo que desearíamos dejar aquí sentado, si-
quiera en la forma somera que permite un artículo
de diario.
En estos países nuevos, á los que desborda la po-
blación exuberante de las viejas naciones europeas,
tiene forzosamente que predominar por sobre todas
las cosas la actividad material que se afana en procu-
ra de riquezas, soñadas con acendradísimo amor por
todos los que abandonan su hogar natal, para expa-
triarse á países lejanos en busca de la ciega fortuna.
EL PRIMER "salón" ARGENTINO 37$
Es ésta la diosa que preside tiránica la vida de paí-
ses semejantes : absorbe toda la actividad de nativos
y extraños, los aguijonea, los fascina, los precipita en
esa carrera locamente desesperada tras el bíblico be-
cerro, y no les permite instante de reposo para pen-
sar en otras cosas, ni da cabida á necesidades de otro
orden, cuya satisfacción no sea la incesante acumu-
lación^ de la riqueza material. Mientras haya tierra
inculta que aprovechar y siga inundando esta región
virgen el torrente de gentes y capitales que arroja
del Viejo Mundo la superabundancia de las cosas,
ese fenómeno seguirá constante, sin que haya dique
alguno bastante poderoso para contener aquél y sin
que convenga tampoco que se modifique tal corrien-
te. Para que llegue un momento de reposo, es nece-
sario que la ley fatal se cumpla, que se pueblen pri-
mero los territorios desiertos, que se normalice la ac-
tividad desordenada que caracteriza ese primer perío-
do, y recién entonces se dibujen las clases sociales, se
especialicen las tendencias y pueda pensarse en otro
orden de necesidades.
Tal ha pasado en todos los países nuevos : tal acon-
tece hoy en la Argentina.
Nuestro país, afortunadamente, no ha perdido su
tiempo. Medio siglo de sangrientas discordias civiles
le ha permitido realizar su revolución social, formar
37^ RESEÑAS Y CRÍTICAS
una verdadera democracia y preparar asi una base
admirable para recibir la avalancha fecundante de
gentes y capitales, y fundir el todo en un producto
homogéneo. No ha terminado aún esta segunda evo-
lución : priman todavía las preocupaciones y las ocu-
paciones materiales, y es el ambiente ingrato para
necesidades de orden intelectual, como son las artís-
ticas, que presuponen cierta cultura refinada de que
sólo pueden gozar aquellas clases sociales que se en-
cuentran independizadas de la materialidad de la lu-
cha diaria por la vida. El gusto artístico y el criterio
correspondiente que lo forma y depura, no se aviene
con la existencia sudorosa sobre el yunque constante,
sin apartar la vista de la labor que se realiza. Los
que en medio de una sociedad semejante se entregan
á las nobles especulaciones del espíritu ó corren tras
la forma tangible, tan esquiva siempre, de la belleza
eterna, son individuos trasplantados en un medio pa-
ra ellos imposible, existencias del todo artificiales
que se forman al calor de una cultura bebida en los
países viejos, y que al poco tiempo de radicarse en
estas regiones nuevas, por fuerza languidecen y con-
cluyen por renunciar poco á poco á lucha tan des-
igual, faltos de estímulo, del ambiente necesario
que fomenta y estimula la producción que la juzga y
la valora.
EL PRIMER ''salón" ARGENTINO 377
Cultivar las artes en condiciones semejantes, es
pretender desviar con el simple brazo el cauce de los
ríos, es marchar conscientemente al má? penoso de
los sacrificios, al suicidio moral que implica para el
que siente en su pechóla luz divina, tener que dejar-
la apagarse y presenciar impasible las oscilaciones
desesperantes de una llama que se extingue y que
pugna por iluminar.
^ Quién tiene tiempo de más en nuestra vida tan
ocupada, para detenerse ante una obra de arte, es de-
cir, para apreciarla y comprenderla ? Porque para
ello no basta ni la fortuna adquirida ni el ocio mo-
mentáneo : se necesita el criterio y el gusto, y estos
no se improvisan ni en una ni en dos generaciones,
ni adquieren vida propia cuando no existe tradición,
y menos en sociedades que cambian incesantemen-
te, como la superficie del mar perpetuamente movida
por las olas eternas, que se suceden unas á las otras
sin que hayan dos que se parezcan.
De ahí que, olvidando el viejo dicho de que nada
hace la naturaleza á saltos, escollen las tentativas,
repetidas sin cesar, de formar entre nosotros escue-
las artísticas. Los gobiernos han sido más ó menos
pródigos en enviar á Europa á los jóvenes que demos-
traban decididas inclinaciones artísticas, les han da-
do los medios para formarse allí, para producir, y
378 RESEÑAS Y CRÍTICAS
cuando los han creído con alas para volar por sí solos,
los han hecho regresar para que prediquen entre no-
sotros la buena nueva. Pero se ha repetido el sem-
piterno axioma de la voz que clama en el desierto, y
después de luchar en el vacío, comienzan á desespe-
rar, obligados á convertir su arte en industria, ya
que el artista sin medios propios de fortuna, de su
arte debe vivir; y esos *' profesionales "tienen que po-
nerse al unísono con el nivel general, para satisfacer
la demanda de clientes más ó menos rara avis^ que
siempre creen retribuir demasiado pródigamente se-
mejantes trabajos, que parecen valoraran por sus di-
mensiones y no por su contenido.
Es evidente que estamos hablando en tesis general,
y es más que sabido que no hay regla sin excepción y
que, entre nosotros, las hay muy honrosas en ese
sentido.
Más aún : los pintores ó escultores que á pesar de
tan desfavorables circunstancias perseveran aún en
su profesión, concluyen por perder hasta el deseo de
hacer algo que salga de la banalidad, porque ni saben
dónde dar á conocer sus trabajos ni siquiera si habrá
público suficientemente preparado para apreciar y juz-
garlos. De ahí que trabajen como si fueran simples
obreros, á la tarea, á tanto por retrato, y en esto mis-
mo sabiendo que el interesado jamás vendrá á darles
EL PRIMER *' salón" ARGENTINO -J 7 Q
una sola sesión en el taller, porque i de dónde sacar
tiempo para cosa tan inútil ?, sino que se contentará
con darles una fotografía más ó menos buena, y que
trabaje sobre ella el artesano que en mala hora se
metió á artista! Si semejante existencia no es causa
bastante á sofocar los brios más impetuosos, debe de-
cirse que nos encontraríamos en presencia de un ge-
nio verdadero, y asimismo c podría acaso revelarse
un genio en ambiente tan antipático, como si fuera
una aparición misteriosa, sin antecedentes y sin coad-
yuvantes? Tal acontecimiento sería una verdadera
novedad en la historia, y habría que cre^T en los mi-
lagros para admitir tal excepción á la lógica y á la
experiencia de los siglos.
Entonces, pues, con mayor razón no es posible es-
perar que, necesitando de su trabajo para vivir, es-
terilizando sus facultades en la banalidad de una tarea
semi-mecánica, los artistas encuentren musa y tiem-
po y medios para crear obras de arte, para trabajar-
las con il lungo studio ed il grand'amore que exigía
el poeta, y todo ello para arrumbarlas en un rincón de
su taller, á la espera de que las generaciones venide-
ras les hagan justicia, emitiendo un fallo del que se
siente incapaz la generación contemporánea.
Y de ese estado de cosas no hay que culpar á na-
die, ni menos pretender hacer cargos injustos á las
380 RESEÑAS T CRÍTICAS
actuales generaciones. A éstas les toca su tarea his-
tórica: tienen que poblarla tierra, que desenvolver
las industrias y el comercio, que acumular las rique-
zas, que formar la sociedad definitiva y normal que
vendrá más adelante. A esa otra sociedad, ya más
desahogada de la abrumadora tarea material, le toca-
rá ocuparse de las artes, de la inteligencia y de tantas
otras cosas que no son las materiales, ya que es
igualmente ley providencial que el hombre no vive
sólo de pan.
Querer invertir el orden, pedir á la generación ac-
tual un esfuerzo que corresponde á la siguiente, es
desconocer las leyes, que no son sino las relaciones
naturales de las cosas, y es acometer la tarea mitoló-
gica de Sísifo, porque todo lo artificial es enfermizo
y momentáneo, y para darle un falso aspecto de per-
manente, hay que volver á crearlo á cada instante, y
nada bueno se obtiene, sino por el contrario mucho
pernicioso, al querer forzar á sabiendas lo que no pue-
de forzarse.
II
Dadas esas ideas, fácil es comprender con cuan
profundo interés hemos seguido esta nueva tentativa
que se traduce por la formación del Ateneo y la crea-
EL PRIMER ** salón" ARGENTINO 38 I
ción del Salón anual. {Tiene este hecho los caracte-
res de verdad y estabilidad que permitan considerar?
lo como un signo precursor de que nuestra sociedad
entra en un nuevo periodo de evolución , ó se trata
tan sólo de un esfuerzo, noble y generoso sin duda,
pero artificial y por lo tanto falso y condenado á lán-
guida vida ?
Tal es la cuestión interesante que provoca la aper-
tura del Salón de Pinturas y Elsculturas. < Podemos
resolverla sin más trámite, vale decir, ha sido la
prueba suficientemente elocuente para permitir un
juicio claro en un sentido ú otro?
Nos parece que el nuevo esfuerzo aún no ha durado
lo bastante como para distinguir si se trata de algo
real, ó simplemente de una tentativa artificial. To-
das las apariencias hasta ahora inclinan la balanza en
el primer sentido.
El Ateneo se ha formado en medio una balumba
de críticas, de lazzi y de chistes burlescos más ó me-
nos bien imaginados.
Este hecho demuestra que la institución nace vigo-
rosa, enérgica y triunfante: ha respondido, pues, á
una verdadera necesidad social ; ha encontrado el
eterno grupo de hombres de fe que la ha dado vida
y ambición de ir adelante siempre : su marcha serena,
pero firme, prueba que siente que tiene una misión
-fHz UtSESAS T CMÍnCÁS
v>cíal que cumplir, y que está resuelta á ello. En
hMh acto» ha dominado hasta ahora la mayor genero-
hídad y amplitud de miras.
Ke»uclta la creación del Salón anual de Bellas Ar-
tes, ha creído que el primero debía abrirse sin de-
mora, para mostrar lo que existía, sorprendiendo á
los artibtas y al público mismo; á los primeros,
porque no dándoles tiempo para hacer nada ad
hoc^ muestra cuál es su fuerza con arreglo á lo
que silenciosamente producen; al segundo, porque
no tenía hasta ahora cómo formarse idea de lo que
aquí se trabaja en arte, y ni siquiera de si algo se
hace.
Ha ¡o este punto de vista, reviste el presente Salón
una importancia de que carecerán los sucesivos, ya
que á éstos se enviarán obras especialmente prepara-
das para ello, y de que, de hoy en adelante, los artistas
trabajarán con nuevo estímulo y con mayor amores
pues saben que sus obras serán sometidas al juicio
de muchos. Hoy, la apertura át\ Salón á renglón se-
guido del anuncio de su creación, los obliga á exhi-
birse tal como son, sin artificio posible; algunos,
apasionados de su arte aun cuando sea en el silencio
del taller; otros, más descorazonados, produciendo
sólo obras de encargo, hechas un poco á la diable, 6
por lo menos sin ese sello amoroso que imprime á
EL PRIMER *^ salón" ARGENTINO 383
uaa obra el alma misma del artista, cuando trabaja á
la par de la mano.
Juzgar este Salón con el criterio de los críticos de
arte que aprecian un Salón de París, es caer en un
grosero contrasentido, porque es equiparar dos so-
ciedades en polos opuestos, suponer idéntico el am-
biente intelectual de ambos centros, tan afínado y re-
flnado el gusto y el criterio en uno como en otro
punto.
Si para el par de millones de almas que viven en
París, veinte mil pintores trabajan con afán, y en
cada Salón al aceptar unos tres mil cuadros, hay que
rechazar siete mil, i qué se dirá de Buenos Aires, cuyo
medio millón de habitantes encierra apenas una cin-
cuentena de pintores, y en cuyo incipiente Salón
apenas se ha reunido un centenar de telas, muchas
de ellas ya de algunos años de existencia ?
Y para esto mismo el Salón del Ateneo ha tenido
que desplegar una amplia tolerancia : ha aceptado
no sólo obras viejas á la par que nuevas, sin contar
con que entre ellas hay buenas y bastante malas, sino
que ha aceptado artistas profesionales y simples
aficionados, sin contar con los artistas dilettantes
que forman una categoría intermedia.
Cuando hablábamos antes de la condición de los
artistas entre nosotros, es entendido que nos referi-
384 RESEÑAS Y CRÍTICAS
mos á los profesionales y á los dilettantes, pero no á
los pseudo-aficionados. Porque estos tales aficionados
se ocupan del pastiche del arte, lo profanan, lo vili-
pendian, haciéndolo servir como uno.de los tantos
adornos de cultura social, y ocupándose de él de
paso, en el lugar secundario y en la proporción estric-
tamente necesaria para contribuir con ese barniz al
brillo de una educación más ó menos de oropel,
dándole un carácter falso, sin base, verdadero sacri-
legio artístico.
Esos tales aficionados, sin amor por el arte, sin
criterio para apreciarlo, que se contentan con lo
superficial y que aspiran á ser coloristas sin haber
sido dibujantes, constituyen la peor plaga, la más per-
niciosa, porque falsea el gusto, lo corrompe y dá la
más triste idea de esa misma cultura que pretende
realzar.
En esa falange de aficionados se vé á la legua que
el maestro hace las cuatro quintas partes del cuadro,
porque cuando diversos discípulos mandan telas con
composiciones análogas, con los mismos defectos, el
mismo colorido, la misma estereotipia, sube á las
mejillas el rubor ante tal sacrilegio de arte, y no se
explica cómo haya falsos sacerdotes que desnaturali-
cen de tal modo su culto y que se presten á una farsa
tan triste como ingenua.
EL PRIMER "salón'* ARGENTINO 38^
Jamás será sufícientemeate enérgica la condena-
ción de un proceder semejante : si el discípulo tiene
amor al arte, enséñele el maestro á estudiar la técnica
y á encaminar sus tendencias ; si no tiene tal amor,
hágale el servicio de no fomentarlo en una vía
estéril y en la cual lo engaña miserablemente. Se
dirá que el profesor está sometido á la dura lex, sed
lex de la necesidad, y que no puede escoger sus dis-
cípulos ni reaccionar contra la corriente que exige
producir de golpe algo, aún cuando ienga que ha-
cerlo todo él. Tal sucede, por ejemplo, con esos
maestros de piano que tienen discípulos que exigen
se les enseñe piezas más ó menos fáciles, sin coAocer
la música y sin haber ejercitado escalas.
Así se fomentan las mediocridades que ya pululan
demasiado.
Pero si hemos sido enérgicos en estigmatizar esa
plaga de "aficionados", saquémonos el sombrero
ante los artistas dilettantes, es decir, ante aquellos
que no hacen profesión ni medio de vivir del arte,
sino que, poseidos de amoroso culto por él, lo culti-
van con fervor, con pasión; trabajan, viven y se
ensimisman en su estudio, y brilla en sus obras ese
sello característico que, aún á los trabajos más defec-
tuosos, imprime la sinceridad y la pasión.
Esos artistas dilettantes han tenido que hacer el
35
386 RESEÑAS Y CRÍTICAS
estudio técnico á la par de los artistas profesionales,
y sólo después de pasar largos años, — para tomar
el caso de la pintura, — en el estudio del dibujo, en
el yeso, en el modelo, y de haber trabajado en el
taller de los maestros, se permiten cultivar ese divino
arte con la deliciosa fruición de los iniciados y con
esa fíebre especial de los iluminados, olvidándose de
las horas cuando trabaja el pincel sobre el lienzo en
presencia del modelo vivo, ó de la naturaleza, tra-
tando de sorprender infatigables el secreto mismo de
la vida, — para trasladarlo á la tela, y á veces con
un punto, con una pincelada imperceptible, reflejar
el alma misma !
De todo ello hay en el Salón, y esos elementos, un
tantico heterogéneos, se irán armonizando á la
larga, depurándose á las veces en los Salones suce-
sivos.
III
Toca á los críticos de arte analizar debidamente
las obras expuestas en el Salón, Aun apreciando
con benevolencia las del grupo de aficionados, y con
la debida deferencia las de los dilettantes, queda
todavía el conjunto de artistas profesionales, cuyas
EL PRIMER "salón" ARGENTINO 387
obras llenas de interés provocan un juicio técnico
que debemos desear no se haga esperar.
Ver y sentir: parece ser esa la norma que acerta-
damente siguen los artistas que, en el caso presente,
llamaré profesionales. Pues bien: ante ese rasgo,
que implica la máxima sinceridad en el pintor — para
concretar la cuestión á la pintura — deben callar las
críticas de detalle, buscadas quizá para comprobar
que no existe cosa perfecta. Lejos, pues, de la mente
de este articulo entrar en semejante chicana del
oficio.
cQué se adelantaría, por ejemplo, con buscar si
en tal cuadro, en el conjunto la perspectiva es un
tantico defectuosa, no diremos en las proporciones,
por la disminución de los tamaños; pero quizá en
la coloración, que está en tan íntimo consorcio con
la distancia? La misma proporción entre las figuras
del primer plano y de los otros sucesivos, pudiera
no responder exactamente á las exigencias de la
percepción visual. Verdad es que á las veces la
culpa es exclusiva del espectador, según sepa colo-
carse en el justo punto de mira que todo cuadro exige,
y según se aleje de aquél en una ú otra dirección.
{Podría acaso decirse que los juegos de luz emplea-
dos, producen la ilusión del relieve de las figuras
mismas en tal otro cuadro? Para lograr ese trompe-
388 RESEÑAS Y CRÍTICAS
/'cBt7, según el lenguaje de taller, aquel artista no
ha querido usar del procedimiento peligroso que
provoca la ilusión del relieve de ciertas facciones,
gracias al uso del empaste. Tal otro artista, por el
contrario, ha obtenido por ese procedimiento un
éxito lisonjero en cierta pequeña tela.
Una de las telas más simpáticas nos sugiere la
duda de si el artista ha usado acaso, con la discre-
ción debida, del valor de los colores, ya que en
ciertas figuras salientes ha preferido los tonos secun-
darios de la escala cromática. Quizá el uso del color
azul en el primer plano quita en algo la ilusión de
lo lejanos que deben representarse los grupos de
ginetes, ó la masa de casas en el fondo de la tela.
Los ginetes á galope... si es cierto que la represen-
tación del movimiento es la ambición, y á veces la
desesperación, de la pintura — <no ha sacrificado un
poco el artista las actitudes verdaderas, tal cual las
percibe el ojo común, á las convencionales que las
Academias hasta hace poco han tenido en tanto
honor? La impresión de conjunto produce, sin em-
bargo, la sensación de que en realidad están corrien-
do los caballos, pero las actitudes de éstos son tan
aisladas, que es preciso un verdadero esfuerzo del
espíritu para buscar la armonía general, pues la
vista sólo se encuentra solicitada por figuras parcia-
EL PRIMER *' salón" ARGENTINO 389
les. Cierto es que el artista se ha dado cuenta de la
dificultad y, en lugar de atacarla de frente, ha adop-
tado el medio más fácil — y que es á la vez el más
común — de preferir los movimientos oblicuos, que
presentan así las figuras de tres cuartos.
Según el temperamento de los espectadores, le es
más simpático á uno el cuadro pintado con grandes
y vigorosas pinceladas, y á otro aquel en el cual no
se alcanza á distinguir entre si las pinceladas mis-
mas. Tela hay en el Salón que es notable de este úl-
timo punto de vista: hay, es cierto, más conclusión
en ese género, pero falta quizá la inspiración ner-
viosa que guía la mano del artista y que á su turno
se apodera del espectador, sugestionándolo hasta el
punto de que no para mientes en lo inconcluso de
ciertos detalles, en cambio de la ilusión general de
la escena.
En cambio, contémplese tal retrato en el Salón, y
se vé cómo el artista, con líneas quizá inconclusas, ha
logrado trasmitir la expresión del sentimiento mis-
mo de la fisonomía, deteniéndose en el límite peli-
groso que separa esa representación de verdadero
arte, del meticuloso anhelo de completar todas las
líneas, todos los rasgos, todos los detalles — lo que,
aun cuando sea exacto, es infiel, porque no es en
realidad lo que el ojo percibe.
^QO RESEÑAS Y CRÍTICAS
i A qué seguir ? Nada parece más sencillo á un
profano que la pintura, en el sentido de que sabe
que sólo debe emplear el color mismo que tienen
las cosas al verlas. Pero ahí está la dificultad. La
técnica misma del arte contribuye á aumentarla, ya
que obliga á los artistas, al familiarizarlos con la
preparación de los colores de la paleta, á disasociar
los colores que se ven en la naturaleza, y en esa
operación á veces no es el ojo el que domina, sino la
imaginación. De ahí que á las veces los artistas, obe-
deciendo á sugestiones de escuela, vean los colores
bajo un prisma determinado, como si sufrieran de
cierto daltonismo. A eso quizá deben responder esas
coloraciones uniformes que en algunas telas del Sa-
lón se aplican indistintamente á la figura, á los ac-
cesorios, al fondo.
Paisajes hay que son encantadores: uno sobre todo,
en que la sensación misma de la escena representada
se trasmite al espectador, porque el artista sin duda
se había connaturalizado por completo con ella, pro-
duciendo así sin esfuerzo alguno una ilusión comple-
mentaria...
Tiempo es de cerrar este paréntesis ; un observa-
dor profano— en el sentido de que no es artista ni crí-
tico profesional — sólo puede expresar loque siente,
y no le es dado examinar las telas del punto de
EL PRIMER *' salón" ARGENTINO 39 1
vista técnico, vale decir, estudiando la factura y el
procedimiento. Preferimos por nuestra parte con-
servar la ilusión y gozar de lo bello, aplaudiendo de
corazón á los que así saben interpretarlo.
IV
La actual Exposición de Pinturas, Dibujos y Es-
culturas con que inaugura el Ateneo la institución
anual del Salón argentino, tiene una importancia
singular, y probablemente será recordada más ade-
lante como el primer paso dado en una nueva evo-
lución de la cultura nacional.
Cierto es que antes de ahora han habido aquí ex-
posiciones parciales de cuadros, pero no lo es menos
que ninguna ha revestido los caracteres de solemni-
dad de la presente, ya que es también la vez pri-
mera que se ha formado un centro intelectual como
el Ateneo, en el que estén representados los elemen-
tos nacionales de cultura literaria, científica y artís-
tica.
En el presente Salón se encuentran telas de todos
los pintores argentinos, por lo menos sólo uno no ha
podido concurrir por causas ajenas á su deseo. Ex-
39^ RESEÑAS Y CRÍTTCAS
ceptuado, pues, á Mendilaharzu, tenemos en el Salón
á Balleriní, Caraffa, Della Valle, Rodríguez Etchart,
Schiaffino y Si vori. £s la verdadera pléyade artística
argentina y puede decirse que, salvo contadas ex-
cepciones, muchos de ellos han merecido recibir del
Gobierno estipendios para ayudar á costear su educa-
ción técnica en Europa. Pero esa intervención oflcial
ha parado ahí, dejando la obra á mitad de camino,
y mereciendo que se censure tal sistema de estipen-
dios si no ha de ol^edecer á un plan lógico, porque
de lo contrario sería un milagro que no se convir-
tiera en un simple favoritismo, más ó menos inteli-
gente, pero no por eso más justificado.
El método délos estipendios no es el conveniente,
por lo menos en su forma absoluta y exclusiva :
puede servir para perfeccionar, pero no debe em-
plearse para formar. Ciertamente, principio quieren
las cosas y cuando se trata de echar las bases de una
pintura nacional, no había otro temperamento sino
el de los estipendios para poder obtener un núcleo
de artistas argentinos. Pero hoy que dicho núcleo
existe es indispensable utilizarlo, y proseguir la obra
iniciada ya con tanto éxito. Si queremos tener pin-
tura nacional — para concretar una cuestión que en
realidad es la del arte nacional y de la educación ar-
tística correlativa — es el momento de que nos ocu-
EL PRIMER *' salón" ARGENTINO •?93
pernos de ello, so pena de esterilizar él resultado ob-
tenido.
El núcleo de artistas nacionales, al regresar á la
patria, ha sido al parecer sistemáticamente ignorado
por los gobiernos mismos que habían contribuido á
formarlo, costeando su educación en Europa. Se ha
hecho caso omiso de ellos, se ha afectado no recono-
cer sus méritos, y en todos aquellos casos en que el
Estado está virtual mente obligado á proteger el arte
nacional — cuando existe, como en el caso actual —
se ha ido á buscar artistas extranjeros, á veces de
mérito, no pocas, simples fatttcont, según la vigo-
rosa locución italiana, i Se le ocurre al Gobierno de-
corar tal ó cual salón de sus Palacios con cuadros que
representen tal ó cual hecho histórico, ó con retratos
de tal ó cual personaje, ó con pinturas murales ? No
se escatima el dinero:' se paga con munificencia,
pero se recurre generalmente á algún fatticone cos-
mopolita, como si no existieran artistas nacionales!
Pues bien, ese vergonzoso estado de cosas debe cesar.
Esa es justamente la cuestión que plantea elo-
cuente el Salón del Ateneo. Es tiempo de que demos
su lugar en la vida nacional al arte argentino ; es
preciso organizar la enseñanza artística de una ma-
nera formal. < Cómo? He ahí la cuestión que debe
preocupará los que, por su participación en el go-
i
394 RESEÑAS Y CRÍTICAS
bierno, están en actitud de realizar esa reforma.
i Es el núcleo de artistas argentinos suñciente
para basar sobre él toda la organización de la ense-
ñanza técnica, á fin de dar á la misma un carácter
marcada y exclusivamente nacional ? i Deben esta-
blecerse Academias locales de dibujo en algunas
provincias, ó es suficiente la creación de una Es-
cuela Central de Bellas Artes? cNo sería preferi-
ble fomentar más bien, suvencionándolos, talleres li-
bres en que cada artista pudiera tener un número
determinado de discípulos, que estarían así en más
íntimo consorcio con el maestro } i No será indis-
pensable crear Museos escogidos para contribuir á
dicha enseñanza y para formar el gusto general ?
i No exige la índole misma de este país nuevo y
ultramarino que se conserve el sistema de estipen-
dios, pero de estipendios generosos, para coronar la
enseñanza artística premiando á los más meritorios
entre los alumnos? Es preciso solucionar el problema
en una ú otra forma.
Fuera de duda está que ni el genio ni el talento,
ni las aptitudes artísticas por lo tanto, son patrimonio
exclusivo de determinadas naciones ó razas de climas
señalados. Cierto es que el atavismo da la aparien-
cia engañosa de regla al hecho de madurar principal-
mente en las sociedades viejas y normah'zadas, esos
EL PRIMER *' salón" ARGENTINO 395
talentos especiales. Pero eso no implica que no puedan
aparecer á su vez en cualquier rincón de la tierra, aun
cuando sólo fuera en mérito de la misteriosa reacción
atávica, que hace reaparecer en un descendiente cual-
quiera las cualidades ó tendencias de algún antepasado
cuyo recuerdo se había ya borrado. Puede, pues, suce-
der eso: mas ello no bastaría sólo para que pudiera re-
velarse ese talento en germen. Necesitaría que el am-
biente fuera favorable siquiera en el sentido de que
sus inclinaciones ó su vocación no fueran contrariadas.
Para ello, ateniéndonos al caso de la pintura, que es
lo que en estos momentos nos preocupa, sería indis-
pcnsable que aun en los centros más secundarios
las escuelas generales tuvieran cursos de dibujo, y
que en el país hubiera por lo menos una Escuela
Central, donde los maestros locales que hubieran en-
contrado decidida vocación artística en cualquier
educando, pudieran enviarlo, á fin de hacer estudios
especiales y detenidos de la técnica del arte.
De lo contrario, sólo la Providencia sabe cuántos
artistas de genio sucumben en su albor, por no poder
dar á conocer su vocación ó perfeccionarla después.
Y bien c existe algo de eso entre nosotros ? La ense-
ñanza del dibujo en los colegios generales no puede
ser más deficiente, y en cuanto á Escuela Central
i puede darse ese nombre á la titulada Academia de Be-
39^ RESEÑAS Y CRÍTICAS
lias Artes, sostenida por una sociedad privada, lu-
chando continuamente con escasez de recurso ? El
mismo Congreso asi parece considerarlo cuando hasta
le retiró la mísera subvención que, á guisa de limos-
na artística, le acordaba antes. Meritorio esfuerzo
de los maestros que en dicha Academia persisten en
enseñar ; noble y generoso empeño de parte de los
miembros de la sociedad que trata de sostener aquel
lánguido Instituto; todo ello merece el más profundo
respeto, pero desgraciadamente no nos impide reco-
nocer que carecemos de una verdadera Escuela Cen-
tral de Bellas Artes.
Seria menester organizar debidamente una Escuela
semejante, y cuidar en ella de la parte práctica y teó-
rica, vale decir, de las clases de dibujo, de yeso y de-
más cursos, y de la enseñanza del alma misma del
Arte, es decir, de su filosofía, de su estética. De lo
contrario sería como organizar una Escuela de Mú-
sica en la cual sólo se enseñara la ejecución mecánica
y el dominio material de los instrumentos, sin idea
de la composición, del contrapunto, ni de la teoría
misma de la música.
Pero eso sólo no basta. Para formar el gusto la
teoría sola es insuficiente, sobre todo en materia de
pintura. Los mejores tratadistas tropiezan con ese
inconveniente, pues la más fiel reproducción de un
EL PRIMER ** salón" ARGENTINO 397
cuadro —á pesar de la extraordinaria perfección que
en la época contemporánea han alcanzado las artes
gráficas — no llega sino á dar una pálida, muy pá-
lida idea del original, ya que escapa el colorido y
las suavísimas caricias del pincel; sólo queda el di~
bujo y la tonalidad de las masas generales. Es, pues,
necesario ver y ver obras maestras.
He ahí el quid insuperable en países como el nues-
tro.
En el Viejo Mundo, donde las distancias son rela-
tivamente cortas y donde los tesoros artísticos están
profusamente repartidos en múltiples lugares, tanto
que casi, y sin casi, obligan al cultor del arte á lar-
gas peregrinaciones por' todo el continente para po-
der apreciar bien las maravillas de otras edades, —
allí, aun cuando se tropieza con la misma dificultad
en tal ó cual lugar relativamente secundario, es más
fácil subsanar el mal con escursiones frecuentes á
los museos vecinos. Pero en esta región del mundo
la dificultad apuntada reviste caracteres casi insupe-
rables. Hay material imposibilidad de formar nue-
vos museos de ese género, aun cuando para ello se
dispusiera de torrentes de oro. Las naciones viejas
son celosas hasta lo increible en la guarda de sus te-
soros artísticos, y ni aun permiten que las reliquias
de esa naturaleza en poder de los particulares emi-
IfjS UESESAS T CRITICAS
gren al extran)ero : .bastará sólo recordar el reciente
caso de Italia con motivo de la venta de la galería
Borghese, de Roma .
Los Estados Unidos, que se encuentran en análoga
situación á la nuestra, y que ya se han preocupado
hondamente de obviar esa dificultad, han tenido que
recurrir al temperamento de formar vastos j metó-
dicos museos de reproducciones y de copias, y han
empleado para elto á los más meritorios artistas de
esa legión secundaria que llena de caballetes las sa-
las de los museos europeos, copiando y volviendo sin
cesar á copiarlas obras maestras, sea para encarnarse
hasta lo posible la manera venerada, sea para satis-
facer la exigencia de los que desean poseer en sus ca-
sas siquiera el reflejo de la obra que más íntima-
mente hiciera vibrar las fibras de su alma. No se
escapa, sin duda, que tal temperamento es tan sólo un
fis aller, pero < qué hacerle? < existe acaso otro mejor?
Museos de ese género servirán para despertar el
gusto y esbozar el criterio, pero no bastarán para for-
mar al artista, como no han sido bastantes las es-
plendidísimas colecciones de ese género que encierra
el South Kensington Miiseum en Londres, á impedir
que los pintores ingleses emprendan la peregrina-
ción de Flandes ó de Italia, ó corran á los museos
continentales, á empaparse en la muda y ávida con-
EL PRIMER ''salón" ARGENTINO 399
templación de las obras de arte allí guardadas.
De ahí que, más que en parte alguna, fuera indis-
pensable mantener el sistema de los estipendios, co-
mo coronamiento de la educación artística en nues-
tro país, pero acordándolos como premio á las apti-
tudes demostradas y á los esfuerzos hechos durante
largos años de cursos metódicos.
Se comprende en rigor que se acuerden estipendios
á ciegas cuando no existe otro procedimiento y se
quiere formar un núcleo de maestros para entregar-
les la enseñanza técnica. Pero una vez que ese núcleo
existe, es ilógico seguir con el sistema viejo. No sólo
tiene ello todos los inconvenientes de que adolece lo
que tan sólo del favor depende, sino que quizá su re-
sultado fuera contraproducente, como lo ha sido en
varias ocasiones, sin que sea menester citar nombres
propios.
De una vez por todas es preciso aprovechar la
oportunidad, y así como se preocupan los poderes
públicos dé la educación general, de la misma ense-
ñanza técnica, con Escuelas de comercio, etc., debe
hacerlo con la educación artística, y organizar á ésta
de una manera seria. Una vez establecida la Escue-
la Central de Bellas Artes, los estipendios que se de-
terminaran serían acordados en concursos anuales
ó en forma análoga.
40O RESEÑAS Y CRITICAS
Seria desconocer la cuestión misma no adelantarse
al argumento que flota en los labios del lector: ccuál
es el resultado que han producido los famosos prix
de Rome franceses, y los estudios en la Villa Mediéis 1
i No están acaso plagados los museos galos de obras
de aquellos laureados, y no son ellas telas frías,
convencionales y sin interés ?
Ello es exacto en tesis general. Pero el mal no está
en el frix de Rome, sino en la institución misma de
la Villa Mediéis ^ si es que no reside en el carácter es-
trechamente académico, y por lo tanto un algo con-
vencional, de la enseñanza en los diversos talleres de
la Elscuela de Bellas Artes de París. £1 estipendio,
como premio á estudios terminados, es excelente en
cualquier parte, indispensable en nuestro país, pero
á condición deque los quegozen, trabajen libremente
en los talleres de los maestros cuyo estilo más seduz-
ca su espíritu.
Porque también es preciso evitar el caer en ti
error cometido en otras partes, donde las Academias
oficiales sirven sólo á un arte, por decirlo así, oficial,
esto es convencional y alejado de las corrientes de la
vida actual. Ese es el defecto en que fatalmente incu-
rren todas las clases de Academias y que parece resi-
dir en la esencia misma de la institución.
Pero entonces c volveríamos al sistema clásico de
EL PRIMER SALÓN ARGENTINO 4OI
la bottega medieval, en la cual los discipulos de los
pintores eran á la vez aprendices del oficio? Revivir
esa institución sería quizá anacrónico, por más her-
mosos que hayan sido los frutos que diera entonces.
Y los talleres libres contemporáneos sólo pueden
tener vida propia, cuando hay un gran número de
discípulos que se congregan al rededor de famas re-
conocidas. Este es, sin duda, el mejor sistema, pero
{sería acaso aplicable entre nosotros, sobre todo
en el momento presente?...
V
i Puede apreciarse ya el éxito del Salón ? Creemos
que sería prematura la respuesta.
Nuestro público no está habituado á esa clase de
espectáculos, ni nuestra prensa cuenta en su cuerpo
de redacción con los críticos profesionales que guían,
ilustran é interpretan el gusto y el criterio del públi-
co. De ahí que en estos primeros días se note algo
como una sorpresa en el público que puede interesar-
se por ello, y que se haya visto la gestación laboriosa
de críticos de arte en formación, en casi todos nues-
tros diarios.
36
402 RESEÑAS Y CRÍTICAS
No es esto una critica, sino simplemente la exposi-
ción de los hechos. Ni ello podría dar mérito á for-
mular reproche alguno contra el público ó la prensa.
Porque, siendo este espectáculo, con el carácter que
tiene, una verdadera novedad aquí, i cómo habrían
podido existir críticos de arte, cuando nada han teni-
do que juzgar antes, ni ocasión siquiera de formar el
propio criterio con la contemplación de obras maestras
de otras edades, ya que en este país se carece en ab-
soluto de museo de ese género ? Ha sido, pues, me-
nester improvisar, y se ha visto acontecer lo de siem-
pre, que en algunos casos el talento ha suplido á la
experiencia, y que la intuición y la cultura general
han permitido realizar tal tour de forcé, que, á prime-
ra vista, el lector profano ha podido creer que leía el
juicio de un crítico profesional.
Verdad es que á las veces esa misma improvisa-
ción ha obligado al incipiente crítico á usar de una
severidad feroz, para sentar plaza de un gusto difícil
hasta lo amanerado, en vez de exponerse á alabar en
falso alguna obra que pudiera resultar más ó menos
detestable.
De ahí los fallos en estilo de oráculo que han en-
vuelto en la misma condena á tirios y troyanos. Y
todo ello á raíz de una sola y rápida visita al Salón,
exactamente como los que, contando docenas de años
EL PRIAIER ^' salón" ARGENTINO 4O3
de ejercer el oficio de críticos profesionales, tienen al
dedillo todos los detalles, conocen de antemano y de
memoria á todos los artistas, con sus cualidades, sus
defectos y sus trucs, y así en una sola visita pueden
juzgar con más ó menos acierto y emitir sobre la mar-
cha su opinión.
Imitar ese procedimiento en el caso nuestro, era
exponerse á un fracaso, y más de uno ha caído en-
vuelto en las propias redes tendidas involuntaria-
mente.
Pero el año próximo será otra cosa, y así como la
exposición del Salón tendrá un carácter más armóni-
co, así la crítica estará más preparada y podrá ser
más equitativa. Excusado es repetir el eterno estri-
billo de las excepciones honrosas, etc., etc.
Todo ello representa, pues, un verdadero movi-
miento intelectual, pues fuerza al espíritu á ocuparse
de la Belleza, del Arte y de todo lo que hay de más
noble, provocando la aparición de nuevos talentos
que encuentren en la crítica artística una actividad
apropiada á las tendencias de su espíritu.
Y si tal sucede con lo que á la prensa se refiere,
{qué puede decirse del público? Tiene forzosamente
que estar algo desconcertado.
Sin duda entre nosotros se cuentan por centenares
los que en sus viajes han estudiado los museos artís-
404 RESEÑAS Y CRÍTICAS
ticos al visitarlos, como pueden apreciarse por dece-
nas los que de esos mismos viajes han traido colec-
ciones, más ó menos escogidas, de obras de arte, que
adornan sus mansiones, que las convierten á las ve-
ces en museos en miniatura, y que en algunas de
ellas permiten tributar cumplídisimo elogio al buen
gusto del Mecenas. Pero esos grupos no forman sino
una escasa minoría en este medio millón de citadi-
nos.
El resto del público, la inmensa y abrumadora ma-
yoría, sólo aprecia lo que se llama Arte por las exhi-
biciones industriales de pinturerías y bazares, en
que los cuadros están entre surtidos de felpudos ó
de instrumentos de mecánica, ó las esculturas entre
el oropel del article de Parts.
En el Salón, ese público se encuentra ante obras
originales, en el sentido de que no hay copias, y
ante un esfuerzo propio nacional, que no ha llegado
importado al país con el juicio hecho ya en Europa
y con la eterna admiración de cliché. Hay que juz-
gar, y el espíritu, habituado á apreciar el mérito
de lo importado por la firma del autor y por la
rédame más ó menos interesada de allende los mares
y que á veces es fabricada tan sólo pour Vexporta-
tion, se encuentra en figurillas ante obras nuevas,
de autores nuevos, sin existir el juicio previo de
EL PRIMER "salón" ARGENTINO 405
Otros. De ahí que no sepa qué hacer, y es curioso
observar esas indecisiones en los concurrentes al
Salón: no están convencidos de si algo es bueno ó
malo, admiran ó critican un poco al azar, mirando
precaucionalmente al rededor para ver, por el efecto
causado, si están en la buena ó en la mala vía. Es
el criterio naciente que se arrastra gateando, aún
inseguro, pero que se fortificará poco á poco.
Por este lado también es evidente que el Salón
del año próximo tendrá ya un público más •'hecho"
y que experimentará mayor placer en concurrir,
porque tendrá más formado su criterio y podrá apre-
ciar mejor las obras expuestas.
Todas estas razones contribuyen, pues, á robuste-
cer la opinión de que el presente Salón será un éxito,
y que producirá resultados benéficos para la cultura
intelectual del país.
El Ateneo, pues, se ha hecho acreedor al aplauso
de todos los que se interesan en el adelanto nacional,
y sin duda acrecentará sus méritos en este sentido si
sigue realizando, con la misma prudencia y discre-
ción que hasta ahora, el resto de su programa cono-
cido este año : las audiciones de música clásica en
mattnées todos los primeros domingos del mes, y las
conferencias sobre temas generales durante el in-
vierno. Hay en el Ateneo vida y vida robusta:
406 RESEÑAS Y CRÍTICAS
justo es, pues, reconocerlo y desearle el mayor éxito
en su campaña.
i Será ésta efímera como muchos lo suponen ? i Fra-
casará á la larga por el desaliento de los unos ante
la indiierencia de los más> Preguntas son estas
que sería aventurado contestar ahora : demos al
tiempo lo que del tiempo es. Los antiguos acostum-
braban decir : oremus et laboremus — ese lema debe-
ría igualmente ser el del Ateneo.
Mayo de ¡893.
XIV
LA CIENCIA JURÍDICA ARGENTINA
EL DOCTOR MANUEL OBARRIO
Su comentario al Código de Comercio (i)
I A ciencia jurídica argentina está recién en em-
M, k brión : los juriconsultos, puede decirse, aún no
se han asimilado el derecho novísimo. Vamos recién á
entrar en el período brillante de las grandes produc-
ciones, á las que se deberá la formación laboriosa de
rtuestra jurisprudencia y la renovación de la ciencia
argentina.
( ) ) £/ Código de Comercio argentino concordado y comentado^ por
Manuel Obarrio, catedrático de Derecho Comercial y Penal en la Uni-
versidad de Buenos Aires, tomo I, Buenos Aires, 1877. i v. en 8<» de
698-vii páginas; tomo I(, Buenos Aires, 1882 (principió á impri-
mirse en 1880, cuya fecha lleva el volumen}, i volumen en 8"
de 388 páginas.
408 RESEÑAS Y CRÍTICAS
Hace tiempo, sin embargo, que se viene anuncian-
do este movimiento y los precursores de él han deja-
do jalones duraderos en el difícil camino recorrido.
Sin remontar al libro del doctor Somellera sobre De-
recho Civil ; el doctor don Carlos Tejedor ha dejado
dos obras importantes sobre nuestro Derecho Co-
mercial y Criminal; el doctor don Vicente F. López,
sobre el Romano ; el doctor don Carlos Alvárez, sobre
el Canónico; el doctor don Luis V. Várela, sobre De-
recho Civil ; los doctores Zavaleta y Lamarca, sobre
Economía Política ; el doctor don Amancio Alcorta,
sobre Derecho internacional y Economía política ; el
doctor don Antonio E. Malaver, sobre Procedimien-
tos; el doctor don J. J. Montes de Oca, sobre Enciclo-
pedia jurídica ; el doctor Obarrio sobre, Derecho pe-
nal y comercial; el doctor Pérez Gomar, sobre Dere-
cho natural y mercantil ; el doctor Ferreyra, sobre
Derecho administrativo ; el señor don José M. Es-
trada, sobre Derecho constitucional; el doctor Onési-
mo Leguizamón, sobre Derecho internacional; el doc-
tor Vélez Sarsfield, sobre Derecho eclesiástico y tan-'
tos otros que han dejado tras sí obras acabadas ó
simples conferencias de cursos universitarios. Hay,
además, una serie de monografías sueltas debidas á
jurisconsultos notables, otros trabajos forenses de in-
disputable mérito, y entre las numerosas tesis pre-
LA CIENCIA JURÍDICA ARGENTINA 4O9
sentadas en nuestra Facultad de Derecho hay muchas
que han hecho, con justicia, época en la literatura
jurídica argentina: largo sería citar nombres, que
abundan en estas materias, bastaráme recordar como
modelo de monografías la del doctor don José M .
Moreno, sobre Quiebras; de trabajos forenses, el
del doctor don Antonio E. Malaver sobre el pleito
Basavilbaso ; de tesis, la del doctor Pedro Goyena
sobre Posesión.
Hay, pues, una verdadera literatura jurídica ar-
gentina. La legislación patria ha sido ya casi com-
pletamente reformada por Códigos que son ley, ó
Proyectos de Códigos que están en vísperas de ser
sancionados. Puede, por lo tanto, hablarse con jus-
ticia de una ciencia jurídica argentina.
Pero recién entramos en el período de los ver-
daderos Comentarios^ de las obras fundamental-
mente sólidas que sólo pueden venir cuando existe
una jurisprudencia y una literatura jurídica na-
cional.
El doctor don Lisandro Segovia ha llevado á cabo
el primer Comentario completo del Código Civil Ar-
gentino : la ciencia del autor y el mérito de la ejecu-
ción responden, sin duda, á la magnitud de la tarea ;
pero su obra, por ser la primera, es imperfecta y se-
rá sin duda sobrepasada por otras de mérito supe-
4 I o RESEÑAS Y CRÍTICAS
rior, lo que, repito, no hace desmerecer en nada la
importancia del trabajo.
El doctor Obarrio ha emprendido su obra con plan
más vasto y materiales más sólidos. £1 trabajo del
doctor Segovia es más sintético, el del doctor Oba-
rrio más analítico. El primero se compone de una se-
rie de anotaciones, el segundo es un verdadero co-
mentario. El primero es un trabajo de consulta, el
segundo de estudio.
Para examinar detenidamente la obra del doctor
Obarrio, conviene recordar su origen y su alcance.
Preciso es conocer las vicisitudes porque ha pasado
nuestra legislación comercial, y los materiales de que
podía disponer el autor, tanto bajo el punto de vista
de la jurisprudencia como de la literatura jurídica,
para poder asignar á su obra el lugar que le corres-
ponde. Hecho esto, podrá examinarse el trabajo bajo
el punto de vista del método que lo domina, de la ma-
nera que ha sido ejecutado y de las doctrinas que
sostiene. Recién entonces será llegado el momento
de clasificar los méritos como los defectos de una
obra, que merece, á la verdad, muy detenido estu-
dio.
Las páginas que siguen serán, sin embargo, más
de bibliografía que de crítica.
LA CIENCIA JURÍDICA ARGENTINA 4 1 I
Ante todo: ¿quién es el doctor Obarrio? <se halla
preparado para desempeñar la tarea del comentador?
No es mi ánimo trazar la biografía del doctor Oba-
rrio, ni analizar menudamente sus buenas como sus
malas cualidades. Conñeso que procedo un poco sin
el debido método, agolpando datos y recordando de-
talles que servirán más tarde al verdadero crítico.
El doctor don Manuel Obarrio es de aquellos que,
según el poeta, han pasado el clásico mezzo dal ca-
min di nostra vita; nació el 27 de marzo de 1836,
graduándose á los 20 años, si bien se recibió de abo-
gado recién en 1859, en aquella memorable sesión
de la extinguida Academia que tanto ruido hizo, á
juzgar por el encomiástico artículo que al respecto
publicara entonces El Foro, Había pronunciado el
discurso de apertura de las sesiones de la Academia
en 1858, entre el del doctor don Manuel Quintana
( 1 8 5 7 ) y el del doctor don Nicolás Avellaneda ( 1 8 5 9 ) .
Los abogados de la época recuerdan con agrado la
benéfica influencia de la Academia teórico-práctica
de Jurisprudencia y del Colegio de Abogados: el
4 I 2 RESEÑAS Y CRITICAS
doctor Obarrio fué secretario de la primera y cela-
dor fiscal de Ja segunda, junto con los doctores Vé-
lez Sarsfield, Acevedo, Pérez, etc.
En nuestro país las inteligencias que descuellan
están obligadas á pasar fatalmente por la arena po-
lítica; desde 1860, en que el doctor Obarrio fué se-
cretario de la Convención reformadora, ha sido va-
rias veces diputado y senador, y formó parte de la
Convención de 1873.
Juez del Crimen durante la administración de Saa-
vedra, es desde 1872 catedrático de Derecho Penal
y Comercial de nuestra Universidad, formando par-
te de la Facultad de Derecho y Ciencias Sociales des-
pués de la reorganización universitaria de 1874.
Estos datos son siempre útiles para poder apreciar
las aptitudes de un escritor en tanto cuanto demues-
tran la preparación que ha tenido. Los artículos de
El Foro á que he hecho referencia, le muestran como
profundamente versado en las antiguas leyes roma-
nas que forman aún hoy día la base fundamental de
nuestro derecho.
En una época en que las ilustraciones universita-
rias se distinguían por la rapidez con que, á la indi-
cación de las primeras palabras que encabezan una
ley cualquiera de las Partidas ó del Digesto, repetían
incontinenti y sin variar punto ni coma las intermi-
LA CIENCIA JURÍDICA ARGENTINA 4 I 3
nables disposiciones escritas en la fabla antigua del
Rey Sabio ó en el latín bizantino del clásico Justi-
niano ; el doctor Obarrio se hizo notable por la pre-
cisión con que conociera esas venerables legislacio-
nes, cualidad que hasta el día de hoy conserva. Y á
fe que esto no es, en la intención del que estas líneas
escribe, un verdadero elogio : la novísima legislación
argentina, codificado ya en leyes ó en proyectos, ha
tomado á los abogados de la antigua escuela un tanto
desprevenidos, por cuya razón los que han estudiado
los nuevos códigos se han visto obligados á especiali-
zarse en alguno de ellos. De ahí que el doctor Oba-
rrio, si bien sea autoridad en materia comercial y cri-
minal, deje traslucir, tanto en sus conferencias uni-
versitarias como en lo que ha publicado, algunas li-
geras deficiencias en otros ramos de las ciencias so-
ciales, como ser — para no citar sino al acaso — en lo
que al Derecho Internacional Privado, y á la Econo-
mía Política se refiere.
Es el doctor Obarrio un hombre relativamente jo-
ven, que goza de esa buena salud que influye tan ex-
traordinariamente en el carácter. Cualquiera al verle
creería que se encuentra ante uno dé esos hombres
violentos y arrebatados, en los cuales domina la pa-
sión difícil á veces de moderar : y es con asombro
que al poco tiempo se convence el más incrédulo, que
414 RESEÑAS Y CRITICAS
tiene que habérselas coa una bondad y una benevo-
lencia singulares. El doctor Obarrio no es quizá uno
de esos trabajadores fuertes, que haciendo abstracción
de lo que le rodea, pueda seguir un plan con energía
imperturbable ; por el contrario, los asuntos de la
profesión, las mil ocupaciones de la vida diaria dis-
traen demasiado su espíritu, que necesita, para pro-
ducir, la tranquilidad y la calma.
Tiempo es ya, sin embargo, que entre á pecisar los
antecedentes que precedieron la obra de que voy á
ocuparme, señalando las cualidades ó defectos de que
adolece.
Acaba de publicarse el tomo II de la obra. Y con-
viene ante todo decir con franqueza que si algún re-
proche merece es sin duda la lentitud con que se pu-
blica, lo que forzosamente traerá por consecuencia
que el tomo I no esté absolutamente al corriente de
la ciencia y de la jurisprudencia cuando el último —
probablemente tomo VIII ó X — salga á luz. Efecti-
vamente, el tomo I fué impreso en 1877 (i) y si ca-
da volumen requiere cuatro años de intervalo para
aparecer, el último se publicará recién en 1909,68
decir, de aquí 32 años. Como se vé, el autor necesi-
ta proceder con mayor rapidez, tanto más cuanto
(i) Debo observar que habiéndose impreso ambos volúmenes en
ÍTiprcntas distintas, se nota alguna diferencia tipográfica entre ellos.
LA CIENCIA JURÍDICA ARGENTINA 4 I «>
que estando tan empapado en la materia, su trabajo
se halla ciertamente muy adelantado y requiere sólo
un poco de buena voluntad para llegar pronto á su
término.
En estos tiempos en que, según una conocida ex-
presión, no sin razón se reprocha la demasiada pre-
cipitación y el anhelante correr tras un objetivo con
febril actividad, buscando antes que todo el beneñcio
fácil, no podría decirse que el doctor Obarrio es de
los que descuidan el saludable precepto: festina len-
te, que hacía que los antiguos sacrificaran con fre-
cuencia á la perfección la abundancia. Pero sea de ello
loque fuere, 32 años para una obra, es mucho en las
condiciones de la vida moderna; — el inconveniente es,
á la verdad, indiscutible.
Hecha esta ligera observación, se puede entrar de
lleno al examen de esta obra que ha conquistado la
legítima fama de que goza, debido á su propio mé-
rito, pues no ha sido saludada con esos juicios de
diario, á estilo de golpe de bombo equivalente á la
rédame francesa. Verdad es que se ha observado con
justicia que dada la índole de nuestro diarismo, que
corre únicamente tras la noticia del día, llenando
siempre, sin embargo, un par de columnas de edito-
riales que solólos viejos partidarios leen y que única-
mente para ellos se escriben — resulta que no hay lu-
4 I 6 RESEÑAS Y CRÍTICAS
gar alguno para la literatura ni para la crítica. De
vez en cuando aparecen como Variedades artículos
ligeros, cortados de periódicos extranjeros, y como
folletín alguna novela cuyo mérito consiste en lo
complicado de la intriga, y que apasiona á cierta
clase de lectores sin dejar tras sí rastro alguno. Casi
nunca aparecen verdaderos artículos literarios, y
raro es el diario que se ocupe de dar cuenta de los
nuevos libros que se publican: — cuando esto sucede,
lo hacen de carrera, habiendo tomado el trabajo de
hojear el libro para pescar una que otra opinión, y
con ese motivo escriben un artículo á propósito del
libro, donde hablan de onini re scibili et quibusdam
aliis^ elogiando desmesuradamente al autor. El pú-
blico apenas lee semejantes artículos y, si los lee,
queda tan enterado como antes acerca del mérito del
libro nuevo. Resulta, pues, que no hay verdadera crí-
tica literaria. El diarismo se ha transformado en re-
ceptáculo de noticias. De ahí que la obra del doctor
Obarrio no haya sido apreciada como es debido por
la prensa.
El doctor Obarrio se ha propuesto escribir un ver-
dadero Comentario á nuestro Código de Comercio,
concordándolo con la legislación y la doctrina de
otros países. La obra tiene actualmente tanta mayor
importancia cuanto que hace años se trata de refor-
LA CIENCIA JURÍDICA ARGENTINA 4 I 7
mar dicho Código reconocido deficiente en muchas
materias. .
II
Los territorios que hoy componen la actual Repú
blica Argentina estaban gobernados en los tiempos
coloniales, en cuanto al régimen comercial, por las
famosas Ordenanzas de Bilbao. En i 794 principió
á regir la célebre cédula ereccional del consulado^
bajo la cual vivieron los estados del Plata muchas dé-
cadas. La época revolucionaria — tomando esta pala-
bra en su más lata acepción — reformó poco el fondo
de aquella legislación, dictando es cierto, multitud de
medidas dispersas en los Registros oficiales^ pero
casi todas de carácter fiscal. Además, en algunas pro-
vincias de la República fué adoptado el Cdií^oie Fer-
nando VII [i). El mismísimo procedimiento, encar-
nado en el prudente Tribunal del Consulado^ subsis-
tió también y causas complejas fueron las que con-
tribuyeron á su reforma.
El Estado de Buenos Aires encargó á dos eximios
(i) Encuentro esta aseveración en las Lecciones sobre el Código de
Comercio Argentino (Córdoba, 1880, tomo I) del doctor Nicéforo Cas-
tellano, página 106.
27
4 I 8 RESEÑAS Y CRÍTICAS
jurisconsultos— glorias ambas de las ciencias jurídicas
de estos paises — la redacción de un Código de Comer-
cio, con arreglo á los pr'ncipios más adelantados.
Para comprender el alcance de estas últimas pala-
bras, bastaráme recordar que la legislación comercial
respondía entonces á dos tendencias diametralmente
opuestas : á la francesa y á la alemana.
No es de este lugar indagar el origen y tendencias
del Código francés de 1807, al que siguieron tan-
tas legislaciones europeas y americanas, sobre todo
en las naciones de raza latina. Bastará por el mo-
mento á mi objeto, decir que el Código de 1807, tan
adelantado para su época, nada decía sobre contra-
tos, seguros terrestres y muchas otras materias im-
portantes : era más bien, según las palabras de uno
de sus expositores, '*un conjunto de encabezamientos
de capítulos para un Código futuro". En la época
en que los doctores Vélez Sarsiield y Acevedo em-
prendieran la confección de nuestro Código de Co-
mercio, conviene notar que el francés había sufrido
reformas capitales, como la ley de quiebras de 1838
y otras. No estará aquí fuera de su lugar decir que
en España se había procurado resolver las grandes
cuestiones que el derecho mercantil francés había
suscitado, tomándolas ora del clásico Pardessus, ora
de la rica jurisprudencia hispana: — éste es, en efecto
LA CIENCIA JURÍDICA ARGENTINA 419
el carácter generalmente reconocido al Código de
1829, llamado ^'de Sainz de Andino". Puede decirse,
pues, que obedecían y obedecen á la influencia fran-
cesa: el Egipto, Bélgica, Santo Domingo, Grecia,
Haití, Holanda y sus colonias, el Bajo Canadá, la
isla de Malta, la isla Mauricio, Italia, Monaco, Ru-
mania, la Polonia rusa; en Suiza, los cantones de
Berna (nuevo territorio), Friburgo, Ginebra, Neuf-
chátel, Tesino, Vaud y Valais. Es preciso añadir la
Servia, Turquía, España y sus colonias, como así
también los Estados que han imitado su legislación:
México, Perú, Brasil, Portugal y colonias, etc.
La tendencia alemana proviene de la ley cambial
( Wechselordnung) y del Código de Comercio (Han-
delsgesetzbuch). En la época de la redacción de
nuestro Código, sólo había sido dictada la primera
de aquellas leyes en 1848, pero produciendo una
verdadera revolución científica. La ley cambial ale-
mana ha sido, como se sabe, algo modificada por las
Novelas de Nuremberg, Elaborada 40 años después
de la ley francesa, resuelve claramente las cuestiones
que hace nacer aquella, y adopta teorías completa-
mente nuevas respecto de las condiciones esenciales
de la letra de cambio, endoso y otras materias. No
considero pertinente entrar á su examen detenido ni
al del sabio Código de 1 86 1 , ni á las reformas últi-
420 RESEÑAS T CRÍTICAS
mámente propuestas. Como la legislación alemana
es suficientemente conocida, nada nuevo diré al
mencionar la Koncurs-ordnung de 1877, Q^^ esta-
blece principios tan adelantados en materia de quie*
bras.
La tendencia alemana ha eiercido, como es pública
fama, grande influencia en la codificación comercial
argentina. El doctor Vélez Sarsfield redactó la parte
de letras de cambio, siguiendo en un todo las lumi-
nosas teorías que aquel profundo Mittermaier expu-
siera en la Revista de Foelix.
Nuestro Código Comercial está basado principal-
mente en el brasilero, y era muy adelantado para su
época, sobre todo en la parte de letras de cambio.
Redactado en menos de un año, se resiente de esa
inusitada precipitación, y tiene, además, un carácter
original, porque fué preciso legislar multitud de .ma-
terias de orden civil, merced á la deficiencia de las
leyes hispanas. Presentado á la Legislatura oficial-
mente en 1857, se le quiso someter á una comisión
de comerciantes y jurisconsultos. Y más de una vez
he oído que el doctor Ugarte — tan pulcro en cues-
tiones de redacción — se opuso tenazmente á que se
votara sin discusión ; pero como el tiempo pasara,
Sarmiento trabajó activamente hasta que lo hizo san-
cionar á tapa cerrada. Esto tenía sus inconvenientes,
LA CIENCIA JURÍDICA ARGENTINA 42 I
cuando se sabe la precipitación con que fuera hecho,
pero era con todo un verdadero progreso.
En cuanto al procedimiento comercial, es de no-
tarse que el Tribunal del Consulado estaba profun-
damente desacreditado, no á causa de su organiza*
ción teórica — que era bastante buena — sino á cau-
sa de ciertas cosas que se notaban en la práctica.
Hablo ante los contemporáneos, y de hechos dema-
siado conocidos para que en ellos se insista. £1 doc-
tor Barros Pazos atacó en El Plata Literario al Con-
sulado, y éste fué suprimido y reemplazado por dos
jueces letrados de comercio. Eso sucedía por ley de
29 de octubre de 1862, habiendo sido el Código de
Comercio promulgado por ley de 17 de octubre
de 1 8"; 9.
Por ley de 10 de septiembre de 1862, fué declara-
do nacional por el Honorable Congreso, el código
Vélez-Acevedo.
Como se sabe, en nuestra organización federal de
gobierno, las leyes sustantivas corresponden á la
Nación, y las adjetivas á las Provincias. De ahí que
el inciso 1 1, artículo 67 de la Constitución nacional
autorice al Congreso para dictar los Códigos gene-
rales, quedando reservado á las Provincias los de
procedimientos.
En cuanto al procedimiento comercial, la provin-
42 2 RESEÑAS Y CRÍTICAS
cía de Buenos Aires siguió con la organización de
1862 hasta 1874, en que fué reorganizada su admi-
nistración de justicia ; como ley de procedimiento re-
gira ahora la sancionada por la Legislatura en agos-
to 21 de 1880, debiendo tenerse presente la ley de
enjuiciamiento civil y comercial de 3 i de octubre de
1878, la ley de 23 de junio de 1 8 7 5 , y actual-
mente el Código de Procedimientos de 1880 (i).
En cuanto á las demás provincias argentinas, debe
observarse que el procedimiento comercial se rige en
ellas por la ley de enjuiciamiento civil ó por la Cédu-
la ereccional de 1794.
Casi todas las provincias tienen hoy sus leyes de
procedimientos.
San Juan, bajo el gobierno de Godoy, sancionó en
(i) No es de este lugar examinar la serie de trabajos presentados
con motivo de la ley de agosto 10 de 1867, Por eila se nombró al Dr.
José Domínguez para presentar el Proyecto de ley de enjuiciamiaito
civil, precedido de otro sobre organización y competencia de los tribu-
nales(i8ó8, i volumen de xx vi- 188 páginas). La ley de julio 20 de
1869 sometió dicho trabajo á una comisión compuesta de los docto-
res Juan Carlos Gómez, Octavio Garrigósy Juan A. García, quienes
se expidieron en 1870(1 volumen de 221 pág.). La comisión de la
Legislatura, compuesta de los abogados Alcorta, Obarrio, Montes de
Oca, Carranza Viamont é Insiarte, sustituyó el nuevo trabajo por otro
{1873, I volumen de xxix-172 pág.). La Suprema Corte de Justicia en
1875 presentó un nuevo Proyecto (i volumen de 116 pág.), y ese
fué el texto, con ligeras alteraciones, de la ley de 1878, que, debido al
trabajo posterior del diputado Bermejo (i volumen de 141 pág.) fué
transformado en el Código actual de 1880.
LA CIENCIA JURÍDICA ARGENTINA 423
Julio 14 de 1869 *u Ley orgánica del poder judi-
cial (i). Santa Fé, por ley de junio 7 de 1871, orde-
nó la confección de un Código de Procedimientos (2).
Mendoza, por ley de agosto 14 de 1872, hizo lo
mismo, y su ley de diciembre 5 de ese año (3) puede
decirse que reformó benéficamente la vigente de
1860 ; posteriormente, en virtud de la ley de no-
viembre I 5 de 1879 se ha iniciado una reforma ¡4).
Tucumán, por ley de enero 17 de 1872, inició
la codificación, y se nombró á los Dres. Benjamín
Paz, Arsenio Granillo y Ángel M. Gordiüo, los que
confeccionaron un Códigoverdaderamente notable (5),
convertido en ley en noviembre 27 de 1873, la
cual fué reformada en enero 13 de 1875, agregando
algunos títulos. Corrientes encargó al Dr. Lisandro
(i) Un volumen de 132 páginas. El articulo 1097 dice : "Quedan
adoptadas como doctrinas legales en materia criminal y comercial las
obras del doctor Carlos Tejedor, sobre ambas materias ". Tiene 1099
artículos.
(2) El gobierno encomendó la tarea á los doctores Severo Basavil-
baso, Tomás Puig y Pedro L. Funes, quienes se expidieron en Abril de
1872 (Rosario, 1876).
(3) La comisión compuesta de los Dres. Juan C. .\lbarracin, Nica-
nor Larrain y Felipe Correas se expidió en octubre 27 de aquel año.
El trabajo fué impreso en Santiago de Chile (1873, i volumen de
135 páginas*.
(4) La comisión (C. S. de la Torre, José V. Zapata, Federico Cor-
valán), dio á luz su Proyecto en un'volumen de 132 páginas.
(5) Tucumán, 1875, • volumen de xxii-5 26 páginas. Hay 1301 ar-
tículos, 241 notas ilustrativas, formularios, etc.
424 RESEÑAS T CRÍTICAS
Segovia su Proyecto ( i), quien lo basó en el trabajo
antes mencionado del Dr. Domínguez. Santiago del
Estero encomendó en octubre 11 de 1875 análogo
trabajo al Dr. Pedro Rueda [2]. Entre Ríos, en 1875,
se incorporó al movimiento (3) y sancionó su Código
por ley de mayo 9 de 1876. Córdoba, en agosto 2
y octubre 15 de 1875, organizó esa legislación (4},
cuya reforma fué encomendada al Dr. Isaias Cil ea
enero 13 de 188 1 {5).
En la Capital Federal, la administración de Justi-
cia fué organizada por ley de diciembre 15 de
1 88 1 : al instante se inició una reforma, y el mismo
Dr. Manuel Obarrio ha proyectado una parcial ea
materia penal, mientras el Dr. Amancio Alcorta
está encargado de la reforma en lo civil y comercial.
(!) Impreso en Buenos Aires, 1875. i volumen de ix-51 páginas).
Tiene 137 artículos.
(2) Rosario, 1875. i volumen de Lxi-314 páginas. El Dr. Hueda
habla confeccionado otro trabajo parecido por encargo de Santa Fe en
1S67.
(3) La comisión (Miguel M. Ruiz, Manuel ds T. Pinto, Vicente P.
Peralta) presentó e\ Proyecto (Concepción del Uruguay, 1876, 1 volu-
men de xx-378 páginas). Tiene 1000 artículos. Véase al respecto el li-
bro del Dr. Tabossi: Manujl de la prueba en materia civil y mercantil^
Uruguay, 1881, i volumen de 121 páginas.
(4) Córdoba, 1875, i volumen de 121 páginas. En la edición ofi-
cial están incorporadas otras leyes secundarías .
(5) El notable tr^ajo del Dr. Gil se publicó en Córdoba en 1883.
I volumen dexxii-215 páginas.
LA CIENCIA JURÍDICA ARGENTINA 425
Volviendo al Código de Comercio recordaré, por
vía de curiosidad, que atacado el doctor Vélez Sars-
field como si en él nada hubiera trabajado, contestó
en El Nacional poniendo en la imprenta á disposi-
ción de los críticos sus manuscritos sobre letras de
cambio y otras materias. Según he sido informado,
estos manuscritos deben existir en poder de su fami-
lia. £1 doctor Quintana tenía hasta hace poco algu-
nos, pero parece que se referían á citas de Códigos ó
ampliaciones. £1 doctor Moreno tenía también los
manuscritos de Vélez Sarsfíeld referentes á quiebras.
Desde temprano inició el doctor Domínguez una
campaña contra el Código en las columnas de aquel
curioso Foro, hoy casi agotado. Algunas de sus indi-
caciones eran bastante prácticas, mereciendo que aún
hoy día se tengan en cuenta.
Sólo de paso citaré el índice ó repertorio alfabéti-
co del Código de Comercio, por el doctor don Ángel
Navarro, impreso en esta ciudad en 1863 (en 8% 3 i
páginas), y la pequeña publicación de P. V. Goyena :
Cuestionario Comercial ó Tahla analítica, de 1879.
£ncuantoal procedimiento, publicó en 1879 el doc-
tor don Alberto Navarro-Viola sus Términos jurídi-
cos ( en 8*, 34 páginas).
£n ninguna parte se nota más el movimiento de la
critica científica, ó el reflejo de ella, sobre nuestra
4*^
pXet.'A por úexv^ — be ítxítranTrtdo qze: c£ saañcáesto
tríz.'ír, *r* siaíera ^rjsjtrdíí ^a cada áía ea 3ayor
El i:r.^^!.^ fié diio por U ley :shnoaal dt -^o ác
^i^S:c:Cshrt de 1^70. ocóca^adn csta&tr las reSar-
rr^% q ..« fuera aeossarío iatroducxr en el Código Co-
mercial, y el decreto de 14 de octubre del mísiiio año,
n/>rr.hrando para dicho objeto á los doctores don Six-
to Villegas y don Vicente G. Qucsada. Examinaré
hrcvemtntc U>s trabajos de esta Comisión, impresos
en 1875, bajo el título de Proyecto de Reformas al
Código de Comercio de la República Argentina.
(Buenos Aires, 1873, en 8* de 601 páginas].
\ai ley de 27 de septiembre de 1870 estableció
que las reformas debían reducirse alas "actuales
necesidades del comercio de la República, y á la prác-
tica délos tribunales nacionales y provinciales".
l>os doctores Vélez Sarsfíeld y Acevedo, al remitir
en 18 de abril de 1 8 5 7 su Proyecto de Código al
Poder Ejecutivo, exponen claramente las razones que
les obligan á '* suplir todos los títulos del Derecho
(}ivil que á nuestro juicio faltaban para poder compo-
ner el Código de Comercio", por cuya razón interpo-
laron como 30 capítulos de materias exclusivamente
LA CIENCIA jurídica ARGENTINA 427
civiles. Promulgado en 29 de septiembre de 1869
el actual Código Civil de la República, redactado
también por el doctor Vélcz Sarsfield, las disposi-
ciones de ese carácter incluidas en el Código de Co'
mercio se tornaban inútiles ; y como el Código Civil
cataba mucho más adelantado que el de Comercio^
resultaba que muchas disposiciones eran contradic-
torias. En esa situación la jurisprudencia aplicó el
Código Civil, pero era necesario purgar al de Co-
mercio de aquel bagaje inútil. Esta era, pues, la pri-
mera tarea de la Comisión revisora, compuesta de
los doctores Villegas y Qucsada. Estos, en su Pro-
yecto de Reformas, armonizan ambas legislaciones,
conservando sólo las disposiciones de carácter de ex-
cepción, pues llenan objetos especiales, y caen bajo
el dominio de jurisdicción distinta. Elsto ya era consi-
derable, si se recuerda que cerca de 368 artículos de
los 1755 del Código de Comercio estaban incluidos
en el Código Civil,
La Comisión revisora trató de consultar '^ los inte-
reses del comercio *^ como la ley lo exigía, llamando
á su seno repetidas veces á comerciantes acaudala-
dos, á banqueros poderosos ó á corredores entendi-
dos. Proponíales las reformas que creía convenien-
tes, y allí se discutía la teoría controlada por la prác-
tica diaria del comercio. Asi, por ejemplo, fueron re-
4^8 RESEÑAS Y CRÍTICAS
dactados los títulos referentes á cheques, Bolsas de
comercio^ cuentas corrientes^ materias no legisladas
absolutamente en el Código vigente.
Y en cuanto á las demás disposiciones del Código,
la Comisión trató siempre de reformarlas, armoni-
zándolas con la legislación comparada, pues, como
bien lo dice : 'Mas letras de cambio, sociedades mer-
cantiles, el comercio marítimo, los seguros, las quie-
bras, etc., no afectan únicamente á los habitantes de
la República, puesto que se ligan íntimamente con
todos los pueblos con los cuales comercia la Nación".
Elsta tendencia merece, en efecto, sincero aplauso.
Pero debe criticarse la manera cómo tratara la Co-
misión la parte referente al comercio marítimo; quizá
habría sido allí necesario más detenido estudio. Sin
embargo, nada es más fácil que criticar reformas
proyectadas ya, como nada es más difícil que pro-
yectarlas. £1 trabajo de la Comisión revisora tiene,
imparcialmcnJe hablando, un serio y real mérito,
aunque adolezca de bastantes imperfecciones. Los que
han venido después, sembrando sobre un terreno
arado ya, han tenido simplemente la fácil tarea de
perfeccionar y de pulir. De esto debe, con todo, feli-
citarse el país, pues redunda en provecho común.
No entraré á citar ni menos á analizar las nume-
rosas tesis presentadas ante nuestra Facultad sobre
LA CIENCIA JURÍDICA ARGENTINA 429
materias comerciales. Lo he hecho en parte en otro
lugar [ i ), y además habría que hacer á un lado mu-
chas de no gran mérito , y esta clasificación siempre
es odiosa. Me bastará recordar alguna que otra, como
la del doctor don Estanislao S. Zeballos (Apuntes
sobre las Quiebras^ á propósito del proyecto de Re-
formas, Buenos Aires, 1874, ' v. en 8* de 70 pág.),
la dej doctor don Miguel Goyena [Estudios sobre
los seguros maritimos, Buenos Aires, 1872, i v.
en S* de 122 pág.) y tantas otras cuyo mérito cono-
cen los que de estas materias se ocupan.
Las obras clásicas de Derecho Comercial argentino
no son numerosas. £1 doctor don Carlos Tejedor
tiene su Curso de Derecho Mercantil^ arreglado al
Código de Comercio y concordado con el Código
Civil (Buenos Aires, 1863, i vol. en 8* de 445
pág., VI cap.).
El doctor don José María Moreno su interesante
monografía expositiva : Estudio sobre las quiebras ^
disertación leida en la Academia teórico-práctica de
Jurisprudencia [Buenos AWgs, 1864, ' vol. en 8* de
268 pág.). Últimamente el doctor don Amancio Al-
corta publicó sus Estudios sobre el Código de Comer-
cio (Buenos Aires, 1880, i vol. en 8" de 21 1 pági-
(i) En el articulo: ** Una nueva obra de Derecho comercial "publi-
cado en "La Nación" del 25 de Agosto de 1880.
430 RESEÑAS Y CRÍTICAS
ñas), importante obra sobre la que habrá que volver
más de una vez en el curso de este artículo, y que fué
objeto del análisis publicado por el que esto escribe,
en el diario La Nación (i). Y el doctor don Nicéforo
Castellano, que ha dado á la Nueva Revista su ar-
tículo Estudio sobre la quiebra (s), tiene sus Leo
dones sobre el Código de Comercio argentino (Cór-
doba, 1880, tomo I, I vol. en 8* de 357 pág.) (3).
Tales son los antecedentes que existían en el mo-
mento deponerse el doctor Obarrio á la tarea; tal el
estado de nuestra legislación comercial y de nuestra
literatura jurídica. Sobre esta base debía escribirse el
Comentario, en cuyo análisis tiempo es ya de entrar.
III
El doctor don Manuel Obarrio, como fruto de su
enseñanza en la Facultad de Derecho y Ciencias So-
ciales de la Universidad de la Capital, ha venido de
largo tiempo atrás elaborando una obra, de la que
podría decir, parodiando á Ovidio: — Exegi monu-
(t) Articulo citado del 25 de Agosto de 1880.
{1) Nueva ReñsUit tomo II, páginas, 604-63^.
(3) Nueva Revista, tomo I, página 1 $9.
LA CIENCIA JURÍDICA ARGENTINA 43 I
mentu cere perennius^ monumento sí, más duradero
que el bronce, porque tendrá que ser forzosamente
leído por todas las generaciones argentinas que se
dediquen á la noble carrera de la abogacía, perpe-
tuando de esa manera no tan sólo el nombre del
autor, sino el recuerdo de una enseñanza cuyos bene-
ficios hemos podido apreciar los contemporáneos.
£1 método del doctor Obarrio consiste en citar el
texto áz\ artículo, transcribir las concordancias de los
códigos extranjeros, y comentar en seguida la dis-
posición, discutiendo la doctrina de acuerdo con la
jurisprudencia. E^ta cuestión del método, tratándose
de Comentarios á un Código, es de capital impor-
tancia, por cuya razón me permitiré avanzar algunas
reflexiones.
Como se vé, el método del doctor Obarrio es emi-
nentemente exegético, y si bien el estudio de los tex-
tos es indispensable, ya Troplong en uno de sus
sabios prefacios decía con razón: "si el derecho no
fuera sino una ciencia de textos, tendría muchos me-
nos atractivos para las espíritus filosóficos; la exe-
gesis, por más necesaria que sea, no es más que la
parte más árida y más circunscrita. Sobre ella se
eleva, á una grande altura, la indagación de las ver-
dades naturales sobre las cuales reposan las relacio-
nes de los hombres.. ." De ahí los magníficos preja-
432 RESEÑAS Y CRÍTICAS
cios y disertaciones generales de que abunda la obra
inmortal de Troplong, y si causas políticas han lle-
gado hasta decir de esta obra: ^* tenemos ahora la
novela del derecho**, aquel que haya consultado al
eminente jurisconsulto sabrá darle el mérito que en
realidad le corresponde.
Merlin ha dicho con razón : '*la ciencia del Dere-
cho consiste tanto en la refutación de los falsos prin-
cipios, cuanto en el conocimiento de los verdaderos";
de ahí que Marcadé y Pont empleen con frecuencia
un tono agresivo en la controversia, é inscriban con
original satisfacción: error de Delvincourt, de Duran-
ton y etc., pero esto no impide reconocer la excelencia
del consejo de Merlin : — la obra de Marcadé y Pont
goza, en efecto, de grande influencia debido tanto al
valor intrínseco y á la solidez de sus principios, cuan-
to á la forma feliz de la exposición, al giro acerado
de la argumentación y alas cualidades del estilo ( i).
£1 doctor Obarrio sigue la máxima de Merlin sólo á
medias : expone más bien que discute las opiniones
contrarias.
El doctor Obarrio ha preferido ceñirse propia-
mente al Código en la aplicación de su método,
lo que obliga á frecuentes repeticiones, y á jdesar-
(i) Véase Bibliographie raisonnée du Droit Civil, por E. Draroard.
LA CIENCIA JURÍDICA ARGENTINA 433
rollar en un articulo incidental teorías generales.
Fué en vista de ese inconveniente que Demolombe
prefirió escribir una serie de tratados separados en
vez de un curso exegético puro: — '^esa combinación,
dice él, me ha permitido, al mismo tiempo que con-
servaba á mi obra la unidad que me había esforzado
por darle, consagrar á cada materia un estudio más
detallado y más completo". A pesar de que la obra
del doctor Obarrio podría considerarse como una se-
rie de tratados especiales [el tomo \, Las personas
del comercio^ y el II El mandato y la comisión];
sin embargo, el autor sigue demasiado estrictamente
al Código, artículo por artículo, para tener la liber-
tad de desenvolver ampliamente sus teorías en pre-
facios ó bajo rubros generales.
El Comentario del doctor Obarrio está escrito con
criterio elevado, revelando en su desarrollo y en sus
conclusiones, esa firmeza que sólo da la propia y
personal convicción, fruto de larga labor y detenida
meditación. Estudia con claridad las cuestiones, y
expone con acierto el estado actual de la doctrina,
proponiendo todas aquellas perfecciones de detalle
ó cambio de fondo que la lógica sugiere. Es un
libro cuya lectura enseña, pero con demasiados de-
talles— y en esto está, quizá, su principal defecto.
Delvincourt, como es sabido, tuvo por sistema no
38
434 RESEÑAS Y CRÍTICAS
extender ó diluir sus ideas, y no ofrecer á los estu-
diantes — á los que está principalmente dedicada su
obra, como sucede también con la del doctor Obarrio,
— un trabajo demasiado fácil, para no fomentar la
pereza del espíritu; pero en cambio el ilustrado
decano de la Facultad de Paris se vio forzado á añadir
á su texto notas y explicaciones mucho más desarro-
lladas, que forman una verdadera glosa y la parte
realmente exegética de su obra. No podría decirse
esto por cierto del doctor Obarrio.
Un critico argentino, inteligencia de las más claras
en la joven generación literaria, ha dicho con pro-
funda verdad juzgando una obra de distinta índole: —
^^ No deja el autor trabajo alguno á la imaginación
del lector, que sólo aprecia las obras en que se le
permite colaborar. Su libro es un teatro en que se
ve el escenario desde los bastidores. La inteligen-
cia se cansa de encontrarlo todo hecho. Si los artis-
tas cantaran explicando cómo emiten la voz, asistir
á la Opera tendría tres pares de bemoles. Si las
poesías se leyesen contando el número de las sílabas,
se caerían de las manos hasta los poemas de Ossian.
Hay capítulos en que parece vérsele al autor exten-
diendo la mano hacia su biblioteca. Y es sabido
que el arte requiere naturalidad, y que desde el
momento en que se nota el esfuerzo y el procedí-
LA CIENCIA JURÍDICA ARGENTINA 435
miento empleados, el arte desaparece y no queda sino
el taller. Nunca tiene el autor reticencias oportunas,
ni pone en su estilo esas medias tintas delicadas que
conducen al aticismo. Siempre deja al descubierto
los hilos con que ha tejido su asunto, que hacen un
efecto análogo al de los andamios en los edificios y
las caserolas en los banquetes. El autor, en una
palabra, no nos dá nunca la miel sin hacernos pasar
por todas las visceras de la abeja".
Me guardaría bien de decir que el doctor Obarrio
ha incurrido en todos esos defectos, pero por lo me-
nos me ha parecido notar algunos de ellos en la lec-
tura de su obra. Y, en mi opinión, esto proviene
simplemente del método adoptado, que ha de obligar
al autor á incurrir en los mismos inconvenientes por
más que quiera obviarlos.
El tomo I de la obra trata De las personas del co-
mercio, es decir, de los tres primeros títulos del Códi-
go, habiendo agregado un capítulo especial sobre las
Bolsas de comercio, materia legislada en el Proyecto
de Reformas. El tomo II trata De los contratos de
comercio, estudiando el capítulo I del título I, libro
IV (artículos 191-208), salteando los capítulos II y
III que tratan Del efecto y de las diversas especies de
obligaciones (artículos 209-294) por ser materia
regida por el Código Civil, para comentar después
43^ RESEÑAS Y CRÍTICAS
el capítulo W De la interpretación de las conven-
ciones (artículos 295-298). Entra en seguida á
estudiar el título II Del mandato y de las comisiones
(artículos 335-386) omitiendo por lo tanto los ar-
tículos 299-3 34 1 pGTO precediendo la materia de uoas
Observaciones generales perfectamente pertinentes.
Como se vé, el doctor Obarrio ha llegado en su Co-
mentario hasta el artículo 386, y le faltan aún 1369
para terminar con los 1755 artículos del Código,
sin contar los títulos especiales que ha agregado el
Proyecto de Reformas, como ser los de Cuentas cor-
rientes y cheques (39 artículos).
Antes de entrar á examinar especialmente el tomo
segundo, conviene hacer notar que en él se ha corregi-
do en parte un defecto gravísimo del primero: el índi-
ce defícientc. En materias de Derecho es quizá donde
más se necesitan índices copiosos por orden alfabético
de materias, de autores y de casos, á fin de facilitar
la indagación del que tiene que consultar la obra.
Aun cuando se haya leído ésta con detención, pasado
un cierto tiempo, se conserva el recuerdo de que tal
cuestión ha sido tratada de tal ó cual manera, pero
sin saber á punto fijo en qué página : para encontrar
ésta, no habiendo índice adecuado, se pierde un
tiempo precioso, fatigando inútilmente el espíritu.
En cuanto á la ejecución del trabajo en sí, ha-
LA CIENCIA JURÍDICA ARGENTINA 437
bría quizá algunas ligeras observaciones que hacer.
Un maestro en la materia ha expuesto la siguiente
regla: *' antes de la glosa sobre el texto de la ley,
preciso es mencionar los escritos que hacen conocer
las bases filosóficas y económicas sobre que reposa ;
en seguida los precedentes históricos y las faces que
el texto de sus disposiciones ha tenido, antes de
llegar á la fórmula que nos gobierna actualmente.
Por último, las críticas de que es objeto bajo el pun-
to de vista legislativo, al mismo tiempo que los pro-
yectos ó proposiciones de mejoras, de reformas ó de
abrogación, que el estudio profundo de sus principios
ó la experiencia de la práctica han suscitado desde
su promulgación".
(Cómo procede el doctor Obarrio? Toma el Có*
digo, busca una ó dos concordancias, sin señalar las
legislaciones con las que difiere y cuál sea la razón
de esta divergencia; entra en seguida á la doctrina
jurídica pura, y prescindiendo por un instante del
texto de la ley, define la materia, busca sus analogías
ó divergencias con otros, sobretodo con los similares
del Código Civil, y expone las doctrinas jurídicas
cuando hay controversia ; después procede á explicar
la disposición de la ley, y por último á juzgar las
modificaciones del Proyecto de Reformas. En el
tomo II, ya con mayor firmeza en el terreno que pisa.
4^8 RESEÑAS Y CRÍTICAS
ensancha algo esc cuadro: critica la ley, expone las
opiniones controvertidas y las razones por qué adopta
una ú otra ; y en algunas partes, como cuando trata
del Mandato, entra de lleno á un examen tan im-
portante como notable de las relaciones entre el
Derecho Comercial y el Civil, pasando en revista las
principales autoridades. De ahí la evidente supe-
rioridad del tomo II sobre el I. Hay en aquel más
seguridad, mayor amplitud de miras, más libertad
en la critica, más riqueza en las fuentes, que en el
último. En el I notábase bastante descuidada la
legislación comparada; en el II, si bien aún no como
debiera, ha sido ya más profundizada.
Verdad es que en el tomo II el autor se encontraba
con dos nuevos libros argentinos que sobre la mate-
ria que trataba acababan de] aparecer: los de los
doctores Alcorta y Castellano. Esto lo ha aguijo-
neado, lo ha obligado á profundizar su crítica y á
rebatir ó apoyar las doctrinas de esos autores. El
libro del doctor Alcorta ha ejercido considerabilísima
influencia en este tomo II, estando el doctor Obarrio
casi siempre de acuerdo con él ; mientras que casi
continuamente está en desacuerdo con el doctor
Castellano, pero tiene en cuenta, sin embargo, sus
observaciones. Esto era natural.
El libro del doctor Castellano es una obra de ex-
LA CIENCIA JURÍDICA ARGENTINA 439
posición didáctica, en la que se nota no grande
abundancia de fuentes, tanto para la legislación
comparada cuanto para la doctrina. El libro del doc-
tor Alcorta es una obra admirablemente concisa, en
la cual propone reformas originales á casi todos los
artículos del Código en la parte que examina, expo-
niendo el más rico acopio de doctrina y de legisla-
ción comparada que pueda exigirse ; — con sumo
cuidado están compulsadas las principales fuentes,
y es asi cómo en mucbas materias, en lo referente
á transporte por ferro-carriles y al mandato, sobre
todo, hay teorías que merecen detenido estudio.
El doctor Obarrio con esa escrupulosidad y deseo
de no avanzar proposición alguna sin haber agotado
las indagaciones á su alcance — cualidades que tanto
le caracterizan — háse visto obligado á estudiar
propiamente el libro del doctor Alcorta, lo que en
muchas partes del tomo 11 se vé claramente, por el
desarrollo exagerado, con relación al plan gene-
ral del libro, que ha debido dar á ciertas cuestio*
nes que le era imperioso dilucidar en detalle. Es en
esas discusiones en que se revela por completo el
doctor Obarrio : se vé cuan á fondo posee sus auto-
res favoritos, se entusiasma, gesticula, se enardece
en favor de tal ó cual opinión. Parece oírsele hablar
cuando se leen ciertas partes de su libro: corre por
440 RESEÑAS Y CRÍTICAS
éste un soplo de sinceridad que cuando no logra
convencer, impone el debido respeto. Cuando el
doctor Obarrio trata de Troplong y de Delamarre et
Le Poitvin, — sus autores favoritos — sea que di-
sienta ó esté con ellos de acuerdo, se transforma por
un instante en dichos autores, expone y comenta su
doctrina de tal modo, que cuando cree deber atacar-
los — sobre todo á Delamarre et Le Poitvin — pa-
rece realizar el clásico dicho de Térencio : Aman-
tium ircd, amoris integratio ! Se dirá quizá que el
f
jurisconsulto debe revestirse de una capa de estol-
cismo y examinar la materia subjudice, con la misma
sangre fría con que el médico hace la autopsia de un
cadáver — pero nada reemplazará ese soplo vivífico,
esa corriente que levanta, por así decirlo, las pági-
nas que les da animación y vida, y que revela que
el corazón ha trabajado á la par de la cabeza. Es ver-
dad que se ha dicho: ^^ tenemos el romance del
Derecho", porque Troplong escribió sus libros va-
ciando en ellos junto con su saber su alma entera;
pero hoy día se necesita algo más que la fría glosa de
un Gregorio López : se necesita la exposición calu-
rosa y viva.
Por todas estas razones, si bien creo deber alabar
ciertos pasajes de la obra del doctor Obarrio, me
queda el sentimiento de no poderlo hacer con muchos
LA CIENCIA JURÍDICA ARGENTINA 44 1
Otros en los que aún domina el viejo formalismo es-
colástico.
IV
cQué método de crítica emplea el doctor Obarrio ?
Su curso no es arcaico : se apoya sobre el estado
actual de la legislación para remontarse al pasado,
tratando de ver las cosas tal cual son, y mostrando
— sólo de vez en cuando — cómo el tiempo ha po-
dido aumentar, transformar, y hasta perfeccionar, es
decir, reformar mejorando los conocimientos adqui-
ridos, que es lo que constituye el progreso. No per-
tenece, pues, el doctor Obarrio á esa escuela que los
alemanes denominan hypercritica, que consiste en
desdeñar el sendero trillado, ó según la expresión
algo injusta de Guardia: ^* abandonar la recta vía
del sentido común/\ Verdad es que, para usar una
frase famosa: ^^ la erudición marcha constante-
mente entre la conjetura y la hipótesis, y cuando se
detiene encuentra el absurdo en el fin del camino ".
He dicho al comienzo de este articulo que él sería
más de bibliografía que de critica : me veo forzado,
en efecto, á detenerme en la parte general, sin po-
der descender á las cuestiones de detalle, ni exponer
44^ RESEÑAS Y CRÍTICAS
de qué manera el doctor Obarrio ha resuelto tal ó
cual controversia, y hasta qué punto sus argumentos
son ó no aceptables. Esto me llevaría muy lejos, y
debo concretarme. Mi propósito ha sido examinar la
importancia de una obra cuyo principio poseemos
recién, con relación al estado de la legislación y de
la ciencia jurídica entre nosotros. Rastrear así su fí~
liación, permaneciendo dentro de las líneas genera -
les, es la única manera de justificar las exigencias de
la crítica moderna que, al afirmar que '^un autor es
simplemente una frase aislada en una página hu-
mana y social ", exige que se le relacione con los de-
más contemporáneos y se aprecie á grandes rasgos
la influencia de sus obras.
Me quedan aún algunas críticas de detalles que
hacer: nimiedades al parecer, pero que revisten
considerable importancia á los ojos de los eru-
ditos.
Ante todo, un erudito tendría mucho que obser-
var relativamente á la manera cómo el doctor Oba-
rrio hace sus citas. La parte bibliográfica está bas-
tante descuidada en este libro, y es preciso haber es-
tudiado concienzudamente una materia cualquiera,
para saber qué largo y fastidioso trabajo prepara-
torio es indispensable hacer antes que nada, para lo-
grar reunir una parte solamente de los materiales
LA CIENCIA JURÍDICA ARGENTINA 443
que habrá que poner después á la obra (i). De ahí
que se requiera una exactitud escrupulosa de noti-
cias puramente técnicas, como ser el titulo completo
de la obra, el número de ediciones, su fecha y lugar
de publicación, indicaciones que cuando están desfi-
guradas son causa de frecuentes errores, de desenga-
ños ó de indagaciones varias é inútiles. El doctor
Obarrio cita sin método bibliográfico : á veces usa
una clase de abreviaturas, otras las varia ; los nom-
bres salen estropeados» á veces cambian de una pá-
gina á otra ; rara vez se indica ni el lugar ni la fecha
de la edición, de modo que cuando cita tal ó cual
página, se expone á que el lector se desespere inútil-
mente si trata de verificar el dato en una edición
diversa de la consultada por el autor. Todos estos de-
talles parecen supérfluos, pero, si se reflexiona, son
necesarios: (Cuál es el objeto de las citas? Que el
lector pueda verificarlas, sea para profundizar más
la materia, sea para convencerse de que se ha in-
terpretado bien la autoridad que se invoca ; pero,
i cómo podrá hacer esta verificación si los datos bi-
bliográficos son incompletos ó errados? Esto es evi-
dente^ y el que ha tenido que compulsar esta clase
de obras, sabe perfectamente que la cuestión es ca-
(i) Dramard, loe. cit.
444 RESEÑAS Y CIÚTICAS
pital. Se objetará que esto pertenece á la erudición,
pero iustamente la importancia que ésta ha adqui-
rido en los últimos tiempos, exige que todo autor
sea al mismo tiempo un erudito. El doctor Obarrio
que tanto amor profesa á los latinos, no desechará
sin duda el famoso dicho: notitia lihrorutn est
dimidium studiorutn^ et máxima emditionis pars
exactam librorum kabere cognitionem,
Pero debo aún hacer otra observación. Más de
una vez se ha criticado lo poco que nuestra jurispru-
dencia patria — tanto nacional como provincial — es
tomada en consideración por los autores argentinos
que sobre Derecho escriben. Verdad es que lo mis-
mo ha pasado en otros países : para no citar sino
un ejemplo, en Francia, en la época en que la ense-
ñanza de maestros ilustres, como Delvincourt, Po—
thier» Proudhon, creaba el magnífico cuerpo de doc-
trina de que ahora se enorgullece aquel país, todos
manifestaban un desprecio apenas disimulado, por
las decisiones de las Cortes inferiores, y aun de la
Suprema ; después, algunos magistrados, no menos
renombrados por su ciencia que aquellos profesores,
emprendieron exponer y desarrollar los principios
del Derecho, preocupándose más de lo que lo habían
hecho sus rivales; de buscar ejemplos de demostra-
ción en los casos diarios más que en las abstracciones
LA CIENCIA JURÍDICA ARGENTINA 44 ^
de la doctrina, — y fué así que la jurisprudencia
adquirió una influencia preponderante. ¿Cuál es,
pues, la razón de que entre nosotros suceda todo lo
contrario > i Será quizá que las publicaciones téc-
nicas destinadas á recopilar los fallos de nuestros
tribunales nacionales y provinciales, son no sólo
escandalosamente caras sino bastante deficientes?
Todo puede ser : el hecho es que el doctor Obarrio
sólo cita, propiamente hablando, una sentencia,
que puede el lector ver en el Apéndice del tomo 11.
Hay ahí, evidentemente, un gran vacío que llenar,
vacío que se nota, salvo honrosas pero contadas
excepciones, en todos nuestros escritores jurídi-
cos.
Si la crítica debe en realidad ser útil para alguna
cosa, está forzada entonces á indicar al escritor, que
no tiene de ello quizá sino una conciencia confusa,
cuáles son sus cualidades más personales y más
susceptibles de fácil desenvolvimiento, para alentarle
en ese camino. Pues bien, lo que hay el derecho
de exigir del doctor Obarrio, es que con la autoridad
de su talento apoye decididamente la tendencia de
los que estudian nuestra legislación bajo el punto de
vista de la crítica científica y de la jurisprudencia
de los tribunales. Es verdad que la historia tiene
grandes atractivos : historia delectad decían ya los
44 6 RESEÑAS Y CRÍTICAS
antiguos. Pero lo que se necesita es crítica inteli -
gente, elevada, previsora.
Y esta necesidad es doblemente más imperiosa
tratándose de nuestra legislación comercial. '^ Ks
sabido — ha dicho hace tiempo la respetable Revista
de Legislación y Jurisprudencia ( i ) — que nuestro
Código de Comercio se encuentra pésimamente re-
dactado, dando lugar á dudas que generalmente se
transforman en litigios. Nuestros codificadores se
han olvidado que la claridad de la ley depende de
su redacción, manifestando completo desprecio para
con las reglas gramaticales y de buen lenguaje."
Puede que este reproche sea quizá algo exagerado,
pero tiene mucho de verdadero. Y como estamos
en vísperas de sancionar la reforma de dicho Códig^o,
de ahí que sea más imprescindible la verdadera
crítica jurídica.
La cuestión es grave. La legislación -- ha dicho
sabiamente Bluntschli — debe ser conservadora^ debe
respetar lo que existe, pero restaurándolo y ampu-
tando las partes muertas á fin de salvar las partes
sanas y viables. Debe también ser liberal^ teniendo
en cuenta á la par del derecho positivo existente, el
teórico, sacándolo de la fuente viva de la inteligencia
I i) Tomo V, página 291, 1870.
LA CIENCIA JURÍDICA ARGENTINA 447
é inquietándose de las querellas de los sabios: el
legislador debe ser creador y soberano.
Sea de ello lo que fuere, desde que atravesamos en
esto una época de crisis, nuestra doctrina — para
usar una expresión consagrada — debe inspirarse
antes que todo en un conocimiento tan exacto como
completo de las soluciones diversas que ha adoptado
sucesivamente, y una obra del género de la del doc-
tor Obarrio debe ser un inventario perfecto, para
que pueda ser considerada á la vez como testimonio
del pasado y como punto de apoyo para el porvenir.
Voy, pues, á terminar este largo y enmarañado
articulo. Cuando Sainte-Beuve exclamaba: "oh!
qué agradable es leer á veces los antiguos ", no hacía
sino proclamar una vez más su justificada preferen-
cia por el estudio de los muertos. Nada más difícil,
en efecto, que juzgará los contemporáneos. ^Cómo
aplicar con libertad las célebres máximas de Taine?
i Cómo estudiar el temperamento, las pasiones, los
defectos ó las cualidades de un hombre que vive con
nosotros, con quien nos encontramos á cada paso y
44^ RESEÑAS Y CRÍTICAS
con quien tenemos que encontrarnos después de
juzgarlo? Es evidente que el conocimiento de todos
esos antecedentes, relacionados con el espíritu ge-
neral de la época, con la generación á que se perte-
nece, con las aspiraciones del autor, influyen podero-
samente en la mejor inteligencia de una obra y en
su más imparcial juicio. Pero la mejor buena volun-
tad se estrella muchas veces ante lo imposible. La
verdad reside en las medias tintas, y más conviene
dejar adivinar una deducción que expresarla, pues
la palabra, por más que se la atenúe, es á veces
demasiado cruda. De ahí que sea menester dete-
nerse en la mitad del camino, y dejar más bien una
impresión de vaguedad que no de violencia, que
puede frecuentemente ser errada.
Se ha podido ver en las páginas anteriores el mé-
dium y el momento en que apareció el Comentario
del doctor Obarrio, y la razón de ser de sus méritos
ó defectos principales. La influencia que ejercerá
dicha obra no será tan considerable como debiera,
á causa de la lentitud de su publicación. Pero, en
vísperas de reformar el Código de Comercio, cuando
el H. Congreso tiene en carpeta los correspondientes
proyectos, parece de oportunidad estudiar un libro
que tanto puede contribuir á ese anhelado resultado.
. Únicamente cuando la obra esté terminada, y re-
LA CIENCIA JURÍDICA ARGENTINA 449
formada nuestra legislación comercial, podrá recién
apreciarse con equidad la importaecia é influencia
del trabajo meritorio del doctor Obarrio. Mientras
tanto, justo es llamar sobre él la atención pública y
tributar al autor el respetuoso elogio á que con
razón se ha hecho acreedor.
Febrero de 1883.
29
XV
UN PUBLICISTA ARGENTINO EN EUROPA
I o Dictionnaire de Droit tniemational public ei privé^ par Charles
Calvo, Eovoyé Extraordinaire et Ministre Plénipotencíairc de la Ré-
pubiique Argentine auprés de S. M. TEmpereur d'Allemagnc, Mcm-
bre fondateur de Tlnstitut de Droit internationa), Corresponda nt
de rAcadémie de Sciences morales et politiques de l'Institut de
France, de TAcadémie d'Histoire de Madrid, etc. Berlin ( Pullkammer
et Mflhibrecht), 1885. 3 gr. vol. in 8« de viii-517 y 374 páginas.
3* Dictionnaire-manuel de Diplomatie et ds Droit international
fublic et privé, par Charles Calvo, etc., etc. Berlin (ibid), 1885, i vol.
in b* de vii-47; páginas*
no es esta, por cierto, la primera vez que la Nue-
va Revista se ocupa del autor de las dos obras
arriba mencionadas y que acaban de llegar á Buenos
Aires. Con motivo de la tercera edición de su conocido
libro: Le droit international théoriqueet fratique ( i),
(i) He aqui el titulo integro de la obra, que es la verdadera base de
la alta reputación del autor : Le Droit international thiorique et prati-
4 5-2 ft£SCSJiS T
ic h:zo detenida ococáóa óc este puMícwfa i\ EIl
distinguido escritor argentino envió «Icspués á la
SuevA Revista un aiticiilo titulado: Ali&mza [2,
que reproduce en la primera de las dos obras recien-
temente publicadas 3 . Además, está finesca aún en
la memoria de los lectores de esta Revista la polémi-
ca que suscitó el detenido articulo crítico 4) del doc-
tor don Amancio Alcorta, sobre la principal de las
obras del señor Calvo. Este replicó con una carta que
fué á su vez contestada por el doctor Aloorta [5] : en
esa interesante polémica ambos publicistas exponían
sus divergencias, sobre todo en lo relativo á la parte
americana del derecho internacional. La prensa del
Río de la Plata reprodujo dichas cartas .'6¡.
quCí frtcéáé éCnn cxfosé kistorique des frogrés de la sáemce dm droit
des geiu. Pails, 1880-81 (^"^ ¿diiiom com^leUe), 4 rol. gr. in 8».
I^ primen edición de esta obra habla sido pablkada en español, con
el titulo de : El derecho imUmacional teórico y fráctico de EMropa y
América. Paris, 1868. 2 rol. in 8».
(l) Véase el tomo I, páginas 155-159.
{2) \éaae el tomo II, páginas 3-9.
()) Véase páginas 34-56, tomo I, del Dicüonnairc de Droit interna"
tiunal.
(4) Véase el articulo : La ciencia del derecho internacional. A pro-
pósito de la obra de Calvo, tomo VII, páginas 464-485 . Este articulo
fué reproducido por la Revista de Jurisprudencia, por El Nacional j
otros diarios,
(5; Véase ambas cartas en el tomo VIII, páginas 656-658.
(6) Entre otros diarios, El Nacional.
UN PUBLICISTA ARGENTINO EN EUROPA 453
El autor de las obras cuyos títulos sirven de epígra-
fe á estas líneas, ocupa una de las más altas posicio-
nes diplomáticas de nuestro país, pero es de aquellos
que '' honran á su puesto "y no " á quienes su pues-
to honra ''\ Como publicista, el señor Calvo es sim-
plemente europeo, y la fama de que es evidente goza
se la debe tan sólo á sus escritos. La aparición de un
libro suyo no es tan sólo un acontecimiento en nues-
tras letras patrias, como sucedería en el mejor de los
casos con cualquiera otrü producción de los argenti-
nos : lo que publica el señor Calvo tiene adquirida
carta de ciudadanía en el mundo científico, y en Eu-
ropa se comenta la opinión de aquel argentino como
la de una de las eminencias del saber. En esto no hay
exageración: es sencillamente un hecho.
Se puede, pues, juzgar al señor Calvo y á sus obras
de la manera más diversa, pero en cualquier caso for-
zoso es reconocer la existencia de aquel hecho. No
deja de ser singular esa posición científica de un ar-
gentino: ccuál es la explicación de ese fenómeno?
i Cuáles sus verdaderas proporciones ? i qué impor-
tancia tiene ó puede tener ello para nuestro país > He
ahí tres cuestiones que sería no sólo importante, si-
no necesario dilucidar. Sin renunciar á hacerlo qui-
zá próximamente, por ahora fuerza es atenerse á los
límites modestos de una simple noticia bibliográfica.
454 RESEÑAS T CRÍTICAS
PerOi sin emt>argo, no está demás el observar, pa-
ra los pocos que lo ignoran, que la posición conquis-
tada por nuestro compatriota en Europa, se la debe
exclusivamente á sí mismo. Lejos de ser un Roths-
child ó un Van der Bildt, — es decir, sin que su for-
tuna pudiera en nada, ni indirectamente, ayudarle —
el señor Calvo, con su trabajo intelectual y ejemplar
perseverancia, no sólo ha llegado á las alturas, sino
que junto con la fama recoge el provecho, pues las
ediciones de sus obras, á pesar de su precio, desapa-
recen continuamente, retribuyéndole sus fatigas en
luises sonoros y contantes. Ahora bien, cuando el
público paga de esa manera un libro, no hay necesi-
dad de mejor termómetro para apreciar la sólida re-
putación de que goza su autor.
La generación que actualmente nos gobierna es coe-
tánea del señor don Carlos Calvo y parece, por lo
tanto, superfino recordar que nació en esta ciudad
al4á por 1 824. No es de este lugar el hacer una bio-
graña del autor, ni averiguar cuáles han sido ó son
sus convicciones políticas, cuál ha sido ó es su posi-
ción social respecto á nuestros partidos internos y á
nuestra vida nacional. Todos conocen los vínculos que
le ligaron al Estado de Buenos Aires, su prolongada
residencia en Montevideo, y cómo y en qué circuns-
tancias fué á Europa como representante de López,
UN PUBLICISTA ARGENTINO EN EUROPA 455
distinguiéndose sobre todo en la manera cómo trató
la *^ cuestión Canstatt'\ servicio diplomático hecho
al Paraguay y á la América.
Esa cuestión, una de las tantas formas que asume
ó ha asumido el eterno abuso de las intervenciones
europeas, de los reclamos diplomáticos, y de las in-
demnizaciones forzadas, de que está plagada la his-
toria de las naciones latine-americanas, obligó al se-
ñor Calvo á hacer un estudio detenido y profundo del
Derecho internacional y fué, puede decirse, el origen
y causa de su futura carrera de publicista .
En 1862 publicó Calvo una traducción española
de la conocida obra de Wheaton { i ) y dos años des-
pués su libro: Una página de derecho internacio-
nal ¡2]. Al mismo tiempo había ya emprendido su
(i) EnBesan^on (1863), 2 vol. in 8*.
(3) He aqui el titulo de aquella obra, considerada en el momento de
su aparición como la más compacta sobre la materia : Histoire du droit
des gens en Euroffe et en Amériquey dcpuis les te-nps les plus recuUs
jusqu'au traiUde Washington en 1842 ^Leipzi^, 1846). Esa obra, como
es sabido, era la segunda edición de una monografía escrita por el publi-
cista norte-americano para \ 1 84 1 ) el concurso de la Academia de Cien-
cias Morales y Políticas del ** Instituto de Francia ", cuyo tema propues-
to era : Historia de los progresos del derecho de gentes desde la paz de
Westphalia hasta el Congreso de Viena. La obra de Wbeaton, por otra
parte, ha adquirido nuevamente un valor extraordinario con las anota-
ciones que le hizo Lawrence, y que fueron publicadas bajo el titulo de
Commentaires á VHistoiref etc. ( I^ipzig, 1 868, 1 869 y por último en
187^;. Pero la fama de Wheaton como publicista se basa principal-
4^6 RESEÑAS Y CRÍTICAS
monumental Colección histórica y completa de los
tratados de la América Latina (i), obra importantí-
sima que fué traducida al francés. La precede una
monografía sobre el estado actual de la América en-
tonces, y tiene además una noticia histórica sobre ca-
da uno de los tratados más importantes. Antes de
concluir la publicación de aquella obra, emprendió y
llevó á cabo otra no menos conocida é importante :
sus Anales de la revolución de la América Lati"
na (2). Estas dos últimas obras son un tesoro indis-
pensable para el diplomático americano, que encuen-
tra en sus 16 volúmenes el, texto délos documentos
que le son más necesarios y á los que tiene que recu-
rrir continuamente.
Dedicado ya por completo á las cuestiones diplo-
máticas y de Derecho Internacional, publicó en 1868
su obra conocida bajo el título de : El Derecho ínter-
mente en sus Elements of inUmatíonal Icnv, publicados en 1836 y que
cuentan infinitas ediciones, siendo las mejores la americana de Dana
(1866) y la inglesa de Boyd (1878).
( • ) Colección hisiórica y completa de los tratadosp convenciones, ca-
pitulaciones, armisticios, cuestiones de limites y otros actos diplomáti-
cos de todos los Estados comprendidos entre el golfo de México y el Ca-
bo de Hornos, desde el año 149} hasta nuestros dios, etc. Besan^n,
1868-1869. II Tol. in 8«.
(3) Anales de la revolución de la América Launa, desde 1808 hasta
el reconocimiento por los Estados Unidos de la independencia de ese
vasto continente. Besanfon, 1864-1867, 5 vol. in8».
UN PUBLICISTA ARGENTINO EN EUROPA 4^7
•
nacional teórico y práctico. Esos dos volúmenes fue-
ron la base, por asi decirlo, de sus ulteriores trabajos,
y 61 en aquella primera obra se notaban algunas in-
decisiones y demasiada admiración por los trabajos
jde otros escritores, en cambio en la segunda edición,
eecrita en francés, la obra sufrió una transformación
completa, adquiriendo proporciones respetables y
convirtiéndose en un tesoro de hechos y de doctrina.
Pronto el libro de Calvo fué considerado á la altura
de las primeras obras de la materia, y las opiniones.
del autor comenzaron á ser citadas en las decisiones
.de las Cortes de Justicia como la de uno de los trata-
distas más autorizados (i). La tercera edición, por
último, ha ensanchado aún más el plan de la obra y
la ha convertido defacto en la expresión de la última
palabra de la ciencia en el momento de su publica-
cióa.
Sin duda, á pesar de los juicios críticos favorables
y de los calurosos elogios de la prensa europea y ame-
ricana, DO todos creerán perfecta aquella obra, pero
< qué cosa hay perfecta en este mundo? En la ciencia,
(i) No sólo en las Cortes francesas, como puede verse en diversos la-
gares del DalloXt sino especialmente en el famoso tribunal inglés del
Queen*s Bench, de lo que da con frecuencia testimonió el conocido
PJiUlimore^ Igual cosa sucedió con el Reichsgericht de Leipzig, como
lo SMiM» el ilustre Heffter,
458 RESEÑAS Y CRÍTICAS
además, son profundas todavía las divergencias de
opiniones relativamente á los problemas más Impor-
tantes; la doctrina misma varía, y justamente en el
Derecho Internacional son numerosas las sectas disi«
den tes y las iglesias cismáticas con respecto al cuitó
principal. Pobre elogio sería decir de la obra de
Calvo que no tiene defectos que corregir ni deficien»
cias que subsanar, porque el autor mismo sabe que
en la ciencia el trabajo y el estudio son constantes, y
que todos los días se encuentra algo que agregar á
la obra más completa. Pero, tal como es, la obra de
'Calvo goza con justicia de altísima reputación no só-
lo en el mundo científico y académico, sino en las
elevadas esferas diplomáticas. Inútil parece citar los
numerosos hechos que confirman esa aseveración:
bastará recordar la hermosísima carta del conde Sclo-
pis, presidente del famoso tribunal arbitral de Gine?-
bra ( I ), que expresamente reconoce la influencia que
tuvo la obra de Calvo en las decisiones de aquel ar-
bitraje internacional (2); y en cuanto á la considera-
Clon de que goza el publicista argentino en el mundo
(i) Esta carta, tan honrosa para el señor Calvo, se publicó en mu-
chos periódicos, y particularmente en Dalloz, Repertoirejuridique,
cuaderno 9», 1873, y en la Revue de droit intemationalf 187J, pá-
gina 396.
(3) He aquí las palabras textuales del conde Sclópis : — "... Je ne
puis que me rejouir en Toyant dans votre lÍTre un examen préalable
UN PUBLICISTA ARGENTINO EN EUROPA 45^
cientiñco, además de los innumerables artículos de
revistas y periódicos, son decisivas las palabras de
Franck en el ** Instituto de Francia" (i); y por últi-
mo, iqué mayor prueba del aprecio en que lo tienen
las Universidades, que. el ser texto oficial de las fa-
cultades de Derecho en Francia el Manuel de droit
international (a)?
Sin considerar, pues, á esa obra como el escolásti"
go magtste*' dixit^ y reconociendo sus méritos evi-»
dentes y su innegable reputación, es permitido á los
que no profesan todas las doctrinas del autor, disen-
des points capitaux que nous avions á juger, qui s'est trouyé parfaite-
ment d'accord ayec notre sentence. II me parait qu'á tout prendre» no-
tre jugement á été bien compris par la partie sage et raisonable des
deux nations auxquelles il se refere. De notre cote, nous avons la con-
YÍction de ne pas nous étre departís des regles de la justice et de Téqui"»
té. Maintenant i ' nous reste encoré á désirer que les fondements sur
lesquels se trouve assise notre decisión, soicnt trouvés bons aussl pour
les autres nations et puissant servir de point de ralliement aux opiniong
favorables á quelquc progrés dans le droit international. II faudrait
pour cela faire agréer en droit public le sjstéme des arbitrages... Vous
qui avez tracé ¿favance la ligne sur laquelloy aprés un mur examen des
faits les plus compliques^ nous nous sommes rencontrés, prechex dans ce
sens, et vous rendrez service d l'humanité.., **
(i ) Las palabras á que se hizo alusión en la noticia inserta en el tomo
1, páginas 155-195.
(3) Este libro, que es un compendio sucinto de la grande obra del
autor, fué publicado en París en 1881, i vo!. in 8°, siendo necesario
hacer una segunda edición aumentada en 1883. En ese Manual, desti-
nado á servir de base á la enseñanza, los principios de derecho público
7 privado han sido condensados en una forma metódica 7 breve.
460 RESEÑAS Y CRÍTICAS
tir en tal ó cual cosa. Así, algunos quizá no con-
ceptúen aceptables ciegamente las teorías del señor
Calvo en muchas cuestiones de derecho internacio*-
nal privado, 7 partiendo de principios diversos re-
resuelvan de una manera distinta la mayor parte de
los conflictos de legislación interna entre varios pai*
ses. Por otra parte, justamente en el derecho interna-
cional privado, como ciencia novísima, reina todavía
profunda divergencia en las opiniones de los trata-
distas, y pocos son los principios consagrados en tan
difícil materia por medio de tratados diplomáticos (i).
Esa sección de la obra del señor Calvo es también re-
ciente, pues puede decirse que en la tercera edición
es donde la ha expuesto con algún detenimiento, por
cuya razón quizá sea conveniente esperar á una pró-
xima (2) para juzgar definitivamente acerca de las
doctrinas al respecto, del eminente publicista argen-
tino.
Divergencia más radical y más acentuada es, sin
(i) Véase los artículos que á esas interesantes cuestiones de derecho
internacional privado ha consagrado el doctor Alcorta en la Nueva Re-
vistat tomo III, páginas 163-200; tomo IV, páginas 14-67 j páginas
464-483.
(3) La tercera edición hace ya más de un año que está agotada, sien-
do difícil encontrar ejemplares en librería ; es, pues, probable que el
autor, infatigable es la labor, se ocupe de preparar una cuarta edición,
que será seguramente up libro nuevo.
UN PUBLICISTA ARGENTINO EN EUROPA 46 1
embargo, la que dividía al señor Calvo de muchos
en lo relativo ala ley personal ^ porque el señor Cal-
vo acepta y defiende el principio del ortgo, y nosotros
los latino-americanos, aparte del valor teórico de la
lex domicilti^ no podemos lógicamente aceptar aque-
lla otra doctrina. Para nosotros es, además, cuestión
de legislación positiva, pues nuestros Códigos están
basados en el principio de la ciudadanía natural, y
siendo además naciones del porvenir y de inmigra-
ción, sería suicidarnos en el futuro permitir que los
hijos de inmigrantes extranjeros, siguiendo la nacio-
nalidad de sus padres, fueran también extranjeros;
en un siglo, la América latina presentaría el extraño
fenómeno de estar exclusivamente habitada por una
población extranjera, y jamás sería posible constituir
una nación seria. En los países de la Europa, ha-
bitados por pueblos fundidos en el crisol de determi-
nadas nacionalidades por la obra de los siglos, es in-
dudable que parece más conveniente y lógico el prin-
cipio de la nacionalidad de origen, gracias al cual,
además, tratan de conservar permanente influencia
en las tierras lejanas á donde emigran en masa sus
subditos, adquiriendo así especies de colonias ultra-
marinas sin las cargas de las posesiones nacionales.
Pero nosotros recién nos encontramos en el período
de formación, época pasada hacen diez siglos para
462 RESEÑAS Y CRÍTICAS
las naciones europeas, y nuestros publicistas y nues-
tros hombres de Elstado obran lógica y patriótica-
mente haciendo de la cuestión de la lex domicüii^ de
la ciudadanía natural, una conditio sine qua no» de
nuestra existencia presente y futura como nación.
En este punto, pues, ciertamente la divergencia con
el señor Calvo es inconciliable, aunque es indudable
que, si en su cargo diplomático tiene que intervenir
en alguna cuestión relativa á aquella, pospondrá ala
legislación positiva de su país sus doctrinas persona-
les. Pero de esto no se le puede hacer un cargo ni
un reproche de falta de patriotismo. Profesa una
opinión sostenida por los principales tratadistas, de-
fendida por los más notables hombres de Estado, y
que es la base de la legislación de las primeras na-
ciones del mundo. EIs, además, perfectamente natu-
ral que el señor Calvo, viviendo en el mundo científi-
co europeo y escribiendo sobre todo para la Europa,
haya adquirido la convicción de que la doctrina que
sostiene es la mejor y la defienda por lo tanto con el
debido calor. El hecho de que el señor Calvo sea ar-
gentino no le impone la obligación de abrazar tal ó
cual doctrina, y justamente en la omnímoda libertad
de opiniones que caracteriza á la época actual, sería
un grosero contrasentido hacer de eso un reproche al
publicista americano. Pero él también, con la amplia
UN PUBLICISTA ARGENTINO EN EUROPA 463
tolerancia ^^ue es ei rasgo distintivo de la ciencia mo-
derna, comprenderá que otros pueden muy bien te-
ner opiniones contrarias á las suyas y defenderlas
con energía, sin por eso querer amenguar su impor-
tancia como tratadista ó disminuir el mérito de sus
escritos.
La franqueza leal es la mejor norma en las acciones
públicas como en las privadas. La Nueva Revista
hace el debido honor al ilustre publicista, sin abdi-
car por eso sus propias opiniones. Y justamente la
sinceridad con que expone las razones de su diver-
gencia en ciertos puntos, demuestra cuan verdaderos
é imparciales son los elogios que tributa al argentino
que ha logrado conquistar tan encumbrada posición
científica, y cuyas obras merecen el respeto y las ala-
banzas de los más distinguidos políticos y publicistas
de Europa.
La grande obra de Calvo es imprescindible para
el diplomático, el estadista, el escritor y el estudioso.
Aún los que más disientan con el autor en ciertas doc-
trinas, no pueden dejar de consultarla continuamente
con provecho extraordinario. Más aún : en la lite-
ratura universal, puede afirmarse con tranquilidad,
no existe otra obra que reemplace á la de Calvo.
Es el repertorio más completo, más metódico, más
importante que exista en el Derecho Internacional.
464 ' RESEÑAS T críticas
IjOS hechos, los tratados, las cuestiones, las doctri-
nas están expuestas con admirable precisión y luci-
dez : la compulsa de la voluminosa obra, cuatro grue-
sísímos volúmenes, está perfectamente facilitada, y
cualquiera que sea el punto más ó menos expuesto de
Derecho Internacional que se necesita aclarar, se en-
cuentra al instante una imparcial exposición del ori-
gen, historia de diversas opiniones y de las teorías
actuales acerca de él. Esto es un hecho que es im-
posible negar. Por otra parte, el público de los más
diversos países, á pesar de tener en cada uno de ellos
tratadistas más ó menos célebres, obras más ó menos
notables, prefiere el libro de este argentino, que se
ha convertido en un verdadero publicista internacio-
nal, y cuya palabra es escuchada con respeto en to-
das las Naciones. Y en esto está la gran gloria y el
singular mérito del Excelentísimo señor don Carlos
Calvo, nuestro dignísimo Ministro Plenipotenciario
en la Corte de Berlín.
Además, se puede hoy día criticar con tanta ma-
yor libertad las obras de este autor, cuanto que,
consagrado ya en el mundo científico, no puede atri-
buirse á un móvil de envidia imposible ó por cual-
quier concepto indigno, la franqueza de los que ex-
ponen su diferente manera de considerar las cosas.
En la polémica que en esta misma Revista sostu-
UN PUBLICISTA ARGENTINO EN EUROPA 46$
vieron los señores Calvo y Alcorta, con motivo del
artículo de este último sobre la obra de aquél ( i ), el
autor de cuyas obras se ocupan estas páginas aclaró
algunos puntos de su libro, en que de nuevo la di-
vergencia con las doctrinas sostenidas por la Nueva
Revista es también manifiesta. £1 lector que haya
leído aquella polémica comprenderá que se trata del
derecho internacional y de sus teorías, sea que se
ocupe de la Europa, de la América, ó de otro punto
del mundo. El Dr. Alcorta defendía la existencia de
reglas y decisiones de derecho internacional exclusi-
vas y peculiares á la América, basadas en tratados,
congresos, legislaciones y publicistas americanos,
respondiendo á necesidades americanas y preconi-
zando soluciones sólo aplicables en América. Ahora
bien, la Nueva Revista, que fué fundada con el ob-
jeto, entre otros, de estudiar el derecho internacio-
nal público latino-americano, especialmente exami-
nando las cuestiones pendientes entre las diversas
naciones de la América, ha dedicado, en casi todos
sus números, varios artículos á esa materia (2), de-
(i) Véase tomo VII, páginas 461-483, y tomo VIII, páginas 636-658.
(3) Entre los diversos artículos dedicados al estudio de las cuestio-
nes de limites de los países latino-americanos, es conveniente señalar :
a) Entre España y Portugal, como potencias americanas, tomo I,
páginas 99-134; b} entre el Brasil y el Rio de la Plata, tomo I, páginas
190-239 y páginas 5 54-588 ; tomo II, páginas 49-89, páginas 5 10-541,
406 RESEÑAS T CRÍTICAS
bido los más á su ex-redactor, Dr. Vicente G. Que-
sada, actualmente nuestro Ministro Plenipotencia-
rio en la Corte de Rio Janeiro (i). La América La-
tina tiene hoy un derecho internacional sui generis^
no distinto en cuanto á su naturaleza del Derecho
internacional general, sino especialmente afectado á
solucionar sus cuestiones especiales, de carácter ex-
clusivamente continental. El Derecho internacional
público actual hasta hace poco era sólo llamado *^ eu-
ropeo", porque se basaba, según la unánime opi-
nión de los tratadistas: i* en las prescripciones de
carácter positivo provenientes de los tratados firma-
páginas 635-659; tomo III» páginas 46-66; tomo V, páginas 465-
5)3 ; tomo VI, páginas 107-136» páginas 354-387, páginas 417-449;
Cj entre el Brasil y la República Oriental del Uruguay, tomo III, sagi-
nas 316-340, páginas 37B-409, páginas 508-583; tomo IV, páginas
68-95; i) entre Chile y la República Argentina, .orno II, páginas 375-
418; e) entre Venezuela y Nueva Granada, tomo VII, páginas 29-61,
páginas 5 19-56) ; fi entre Ecuador y Nueva Granada, tomo VIII, pá-
ginas 1-37 ; g entre la República Argentina y Solivia, tomo X, pági-
nas 1 1-5), páginas 193-348, oáginas 358-974; tomo XI, página. 3-16,
páginas 185-306; h) entre el Brasil y el Paiaguay, tomo XI, páginas
408-478; i) entre el Brasil y Solivia, tomo XII, páginas 56-82 ; j) en-
tre el Brasil y el Perú, tomo XII, páginas 366-397 k entre el Brasil y
Venezuela, tomo XII, páginas J87-41; : /) entre el Brasi'y la Francia
(por la Guayana Francesa^ tomo XII, páginas 557-559.
( I ) El mismo sefior Calvo, en su reciente DtctiofUMÍre, hablando del
Dr. Quesada (V. G.), dice : " M. Quesada fait autorité en matiére de
droit public sud-américain qu'il cultive de préférence. Ses travaux re-
latifs aux questions de ürcntiéres et á l'histoire Internationale des États
de TAmérique duSud sont nombreux, etc. (tomo II, página 139).
UN PUBLICISTA ARGENTINO EN EUROPA 467
dos entre diversas potencias de la Europa, para di-
rimir sus intereses recíprocos ; 2"" en la legislación
de los países europeos que consagraban tales ó cua-
les principios obligatorios ; 3** en las obras de los pu-
blicistas europeos que estudiaban las cuestiones co-
nocidas, es decir, las referentes á la Europa. Ahora
bien, en este mundo nuevo de la América, cuya exis-
tencia independiente casi no cuenta un siglo, la ló-
gica de los acontecimientos ha ido formando, de
idéntica manera, un conjunto de reglas y principios
que no tienen atingencia ni aplicación en Europa ó
en Oceanía, pero que son simplemente destinados á
las necesidades que se han hecho sentir en nuestro
continente (i}. Los tratados celebrados en Europa,
los Congresos y Conferencias internacionales euro-
peos, no se han ocupado ni se han podido ocupar de
cosas americanas: primero, porque nuestra existen-
cia como nación es de ayer; segundo, porque nues-
tros intereses se mueven en esferas distintas y nada
ó poco tienen con aquellos de común. cQué impor-
tancia europea tiene el principio del uti possidetis de
( I ) Para no citar sino los más importantes artículos relativos ai dere-
cho internacional latino-americano , véase : a) sobre los precedentes
(congresos de Plenipotenciarios, etc.), tomo IV, páginas 575-620; to-
mo V, páginas 1 5-40; b) sobre el principio del uti possidetis, tomo V,
páginas 240-265 ; c) sobre las reglas del dominio territorial en Amé-
rica, tomo IX, páginas 3-59, y páginas 237-272.
468 RESEÑAS Y CRÍTICAS
1810? Ninguna, y sin embargo, sin él no podrían
solucionarse las múltiples é intrincadas cuestiones
de límites de las naciones latino-americanas, i Qué
influencia han tenido ni pueden tener en el equili-
brio ó en la política de la Europa los diversos Con-
gresos latino-americanos, los diversos tratados y pro-
yectos de tratados acerca de los conflictos de la legis-
lación pública y privada de nuestras naciones? Nin-
guna, y sin embargo no se puede desconocer que
debido á nuestro común origen y á nuestra análoga
composición, tengamos en la América latina muchas
cuestiones comunes, en lasque se necesitan soluciones
que en vano se buscarían en el Derecho internacio-
nal de la Europa, ni en los tratados ó Congresos eu-
ropeos, ni en los libros de los publicistas de aquel
continente.
Con todo, defendiendo esta opinión, que para la
Nueva Revista es una convicción inquebrantable,
debe respetarse la del señor Calvo, que es al mismo
tiempo la de la casi totalidad de los tratadistas. Se
comprende perfectamente el por qué de la firmeza del
publicista referido en esta materia, pues para él será
quizá una convicción tan arraigada como lo es en
nuestro ánimo la opinión contraria. Pero respetamos
sus ideas, segures de que él también respetará las
nuestras. Creemos estar en la verdad, pero es posible
UN PUBLICISTA ARGENTINO EN EUROPA 469
que erremos ; en todo caso, defendemos una sin-
cera convicción con la máxima buena fe.
Tales serian, más ó menos, las principales diver-
gencias con la obra de nuestro distinguido compa-
triota: prescindimos de los detalles, tanto más cuanto
que ésta no es la materia especial de este articulo.
El Droit International théorique et pratique de
nuestro compatriota tiene, además de sus méritos
generales y á los que ya se ha hecho referencia, uno
especialisimo y de incalculable importancia para no-
sotros : es la primera vez que un tratadista célebre se
ha ocupado con detención — cum amore et studio —
de la América, y por su conducto el mundo cientí-
fico se ha impuesto de las múltiples cuestiones ame-
ricanas. £1 señor Calvo tiene en esto un mérito que
jamás será bastante ensalzado : es el defensor de
América ante la ciencia ; es el paladín caluroso de
las jóvenes naciones latino-americanas, mal aprecia-
das, poco conocidas, tratadas como faramalla^ veja-
das por intervenciones monstruosamente injustas,
obligadas cobardemente por las grandes naciones á
pagar indemnizaciones exorbitantes por pretendidos
perjuicios sufridos por especuladores extranjeros . La
triste historia de las relaciones de la Europa con la
América latina, de las usurpaciones, de los abusos, de
las humillaciones sufridas por estos países nuevos,
30
470 RESENAS Y CRÍTICAS
ha sido expuesta con verdad y energía ante el tribu-
nal de la ciencia por nuestro compatriota. El señor
Calvo, por eso sólo, ha merecido bien de su patria
y de la América. Su alta autoridad científica ha es-
tado y está á la disposición de estas naciones jóvenes,
y puede decirse que en los últimos años no han in-
fluido poco las doctrinas de la obra de Calvo en la
solución templada de muchas cuestiones con los ga-
binetes europeos. En el Viejo Mundo las grandes na-
ciones están habituadas á tratar á esta pobre South
America con un desprecio irritante, y no trepidan en
abusar vilmente de su fuerza, mandando poderosas
escuadras á naciones pequeñas y débiles para extor-
carles sumas fabulosas exigidas por algún extranjero
insolente y audaz (i). Se ha visto recientemente á
una de las naciones más simpáticas pasar por alto la
escandalosa y descabellada intervención de un va-
liente pero aturdido jefe de una cañonera, en los
asuntos internos de un país vecino (2). Pero pocoá
poco, estos y otros abusos van desapareciendo, por-
que en las cancillerías europeas encuentra ya eco la
exposición imparcial de algunos publicistas. Todavía
falta mucho en este sentido, y es necesario que los
( i) Basta recordar él reciente caso de la Alemania y... Guatemala !
(2) Todos recuerdan la in)ustificable conducta del comandante De
Amezaga, de la cañonera italiana Caracciolo, en Montevideo.
UN PUBLICISTA ARGENTINO EN EUROPA 47 I
gobiernos europeos se convenzan de que á las nacio-
nes americanas deben enviarse diplomáticos serios, y
cónsules instruidos que pierdan la ilusión de que aquí
se encuentran como en la Turquía europea ó el Levan-
te. Y esto lo dice con tanto mayor energía la Nueva
Revista cuanto que la República Argentina es ya uno
délos países americanos más considerados en Europa.
Pues bien, el señor Calvo no deja de poner toda
su actividad al servicio de los intereses americanos.
Y como publicista cada una de sus obras es una nue-
va prueba de ello.
Prescindiendo, por el momento, de analizar su no-
table monografía sobre el tratado de Washington (i),^
por referirse especialmente á cuestiones especiales
á la América Sajona, y de mencionar su importante
libro sobre inmigración y colonización {2), por salir
fuera de los límites de este artículo, basta recorrer las
dos últimas obras que acaba de publicar para con-
vencerse una vez más de los títulos que hacen al se-
ñor Calvo acreedor á la gratitud de la América latina.
(i) Examen des trois regles de droit international f raposees dansle
traite de Washington. Gand, ^874, i volumen in 80. Esta monografía,
escri4a á pedido del " Instituto de Derecho Internacional ", del que es
miembro fundador nuestro compatriota, fué también publicada en la
Rffvue de Droit international.
(2) Étude sur Vémigration et la colonisation. Réponse d la premiére
des questions du groupe V, soumises au Congrés international des
47^ »F!WÍ£*y T CKÍnCAS
Su Dictiammaire de Droit imtermaiiamjU es ima ver-
dadera endclopedía de la ciencia, ^licitando eaor-
roemente la compulsa de todo lo que puede interesar
en el derecho internacional tanto público como priva*
do. Las cuestiones especiales de la acacia, como las
que con ella tienen una relación inmediata ó mediata,
aun cuando pertenezcan á otros ramos del saber, todo
está explicado con claridad y concisión. EH método
empleado en exponer los tratados, las decisiones de
congresos ó conferencias, como las cuestiones de doc-
trina pura, ó las opiniones de los publicistas, es real-
mente notable. Nada de supéríluo: el autor vá ai
fondo del asunto, lo define en pocas palabras, da su-
cintamente las noticias indispensables y trata de
hacerlo en lo posible de una manera impersonal, con
el objeto de dar á la obra un carácter de imparciali-
dad que no permita acusarla de ser ^^el eco ó el órga-
no de ninguna opinión personal, de ninguna escuela
determinada ". Además, da las noticias suficientes
para conocer todo lo resuelto en la larga serie de tra-
tados que forman una de las fuentes de la ciencia y
que, desde la paz de Westphaüa, han ejercido una in-
fluencia internacional seria. Y por último, contiene
Sciences géographiques de 187^. París, 1873, i Tolumen in 4**. £1
señor Calvo era el deleitado argentino en dicho Congreso j en ese
carácter escribió y publicó ese importante libro.
UN PUBLICISTA ARGENTINO EN EUROPA 47^
refundido en el anterior un diccionario bibliográfico,
que es una verdadera novedad en la materia.
Ahora bien, en esta obra que se hace imprescindi-
ble apenas se habitúa uno á su compulsa, se vé en el
acto cuan grande es la parte consagrada á la América
latina. No solamente contiene un extracto y á veces
parte del texto in extenso de las declaraciones de in-
dependencia, sino que da detenida cuenta de los
principales tratados firmados en Bogotá, Buenos Ai-
res, Chuquisaca, Guadalupe Hidalgo, La Paz, Lima,
Río de Janeiro y Santiago de Chile. Además trae
substanciales noticias biográficas acerca de los princi-
pales publicistas latino-americanos que se han ocu-
pado de Derecho internacional, y da á conocer sus
obras sobre la materia, acompañando la indicación
bibliográfica con un juicio breve. De la República
Argentina menciona: á A. Alcorta¡i), F. A. Berra (2),
O. Leguizamón (3), Bartolomé ¡4) y Adolfo Mitre [5),
!i) Tratado de Derecho internacional, tomo I. Buenos Aires, 1878,
I tolumen.
(3; Teoria de las intervenciones. Buenos Aires, 1882. i volumen.
Esa monografía fué publicada por primera vez en la Nueva Revista,
tomo V, páginas 367-465.
(3) Discurso sobre el Derecho internacional, 1873. Apuntes sobre
el programa oficial, 1874.
(4^ Diversos estudios publicados en La Nación, principalmente so-
bre la cuestión nacionalidades.
(')) Derecho internacional privado. Apuntes. 1878.
474 RESEÑAS Y CRITICAS
A. Navarro Viola (i), F. Pinedo [2), N. Pine-
ro í 3), Vicente G. (4) y Ernesto Quesada ;$). Del
Brasil: á J. A. Pi menta Bueno (6) y A. Pereira Pin-
to ¡7). De Bolivia á S. V^aca-Guzmán (8). De Chile :
á M. L. Amunátegui (9), D. Barros Arana ¡ i o) y M.
(i) Por la parte relativa á las cuestiones internacionales del Antu-
rio Bibliogrdfico.
(3) Derecho de gentes.
["}) La letra de cambio ante el Derecho internacional privado, 1883.
I volumen.
(4) La Patagonia y las tierras australes del continente ameri-
cano, 187 5 • I volumen. El vireinato del Rio de la Plata, 1881. i
volumen. Y la serie de artículos publicados en la Nueva Revista
sobre cuestiones de limites j sobre el derecho internacional público
latino-americano. La cuestión de limites con Chile, 1881. i volu-
men.
15) Apuntes sobre derecho internacional privado, 1878. i volumen.
La quiebra de las sociedades anónimas ante el derecho argentino y
extranjero, 1883. i volumen. Publicado también en \a Nueva Revista,
tomo IV» página, 95-156. La quiebra en el derecho internacional
privado según las legislaciones europeas y americanas, 1883. (Es un
capitulo del libro : Estudios sobre quiebras, i88r).
(6) Direito internacional privado. Rio Janeiro, 186^. 1 volumen.
(7) Apontamentos para o direito internacional. Rio Janeiro, 1864-
66, 5 volúmenes.
(8) El derecho de conquista y la teoría del equilibrio en la América
latina. Buenos Aires, 1883. (Véase el juicio critico publicado en la
Nueva Revista, tomo V, páginas 144-149!.
(9) Títulos de Chile d la extremidad austral del continente, San-
tiago, 1853. La cuestión de limites con Bolivia, 1863. (Véase la
Nueva Revista, tomo II, páginas 577-591).
{10) Historia de la guerra del Pacifico. Paris, 1881-82, 3 volúme-
nes. (Véase el juicio critico publicado en la Nueva Revista, tomo
IV, páginas 533-574).
UN PUBLICISTA ARGENTINO EN EUROPA 47$
A. Matta (i). De Cuba: á R. M. de Labra (a). De
México : á J. M. Barras (3), J. üiaz Covarrubias (4),
J. M. Lafragua (5), A. Nuñez Ortega (6), M.
de la Peña y Peña (7^ I. H. Ramírez (8), J. Sier-
ra (9) y J. Vallarla (10). De Colombia : á J. M. Tor-
res Caicedo ( 1 1 ¡. Del Perú: á J. M. de Pando (12), L.
E. Albertini !i 3), F. García Calderón (14). De Vene-
(i) La cuestión de limites con laRefública Argentina. Santiago,
1874.
(2} El derecho internacional y los Estachs Unidos de América.
Madrid, 1877. Derecho internacional público. Introducción histórica .
Madrid, 1878.
(3) Elementos del derecho internacional. México, 1855, 3 volú-
menes. (Es una traducción aplicada al pais, de la obra de Wheaton).
(4) El derecho internacional codificado. (Es una traducción de
Bluntschli, con notas y apéndices sobrecosas mexicanas).
(5) Negociaciones pendientes entre España y México. París, 1859.
(6) Derecho internacional mexicano, 3 volúmenes. Relaciones di-
plomáticas con la América del Sur. México, 1878. Y sus trabajos sobre
la cuestión Belice.
(7) Lecciones de práctica forense. México, 1859,4 volúmenes.
(8) Código de extranjeros. Diccionario del derecho internacional
público y privado de la República Mexicana, 1870, 2 volúmenes.
(9) Derecho internacional maritimo, México, 1854.
(10) El juicio de amparo y el habeas Corpus. México, 1881. (Véase
también Nueva Revista, tomo VI, páginas, 673-679).
(11) Unión latino-americana. Los principios del 8g en América.
i\2) Elementos del derecho internacional. Lima, 1884. (De esta obra
se han hecho numerosas ediciones en Madrid, Caracas, Santiago de
Chile y Lima'.
(13) Tratado de derecho diplomático en sus aplicaciones especiales á
las repúblicas sud-americanas. Paris, > 866. Diplomacia sud-americana.
(14) Diccionario de legislación peruana. Lima, 1859-63. Mediación
de los Estados Unidos en la guerra del Pacifico. Buenos Aires, 1884.
47^ RESEÑAS T CRITICAS
zuela: ¿ A. Bello (i ), R. F. Seyas [2]. Del Uruguay :
á Pérez «Gomar [3 . Tal es, más ó menos (s. e. ú o.]
la lista de nombres latino-americanos que contiene el
Dictionnaire, Elstá muy lejos de ser completa y faltan
autores de peso, pero tal como es revela por primera
vez i la Europa la actividad intelectual de la Amé-
rica latina. EIs el primer ensayo hecho en ese sentido
y tiene el mérito de ser debido ¿ una autoridad en la
materia. O autor ha tenido que luchar con toda clase
de obstáculos por la falta de fuentes á qué recurrir, y
puede decirse que todos los libros de que habla en es-
te sentido los ha tenido que examinar personalmente.
Lo mismo podría decirse de la parte relativa á los
tratados latino-americanos. Si están todos los que
son, ni son todos los que están. Así, de Bogotá sólo
menciona el tratado de alianza entre Colombia y
las Provincias Unidas de la América Central (4) ; de
Buenos Aires, los tratados de alianza con Chile (5),
con Colombia (6; y de la paz con el Paraguay (7) ;
(i) Principios de derecho de gentes. Santiago de Chile (se han pu-
blicado varías ediciones en Santiago, Valparaiso. Madrid y París).
{2) El derecho internacional hispano-americano público y privado.
Caracas, 1884, 4 volúmenes.
(3) Curso de derecho de gentes . Montevideo, 1864, 2 volúmenes.
(4) Marzo 17 de 1825.
(5) Enero de 1819.
(6) Marzo 8 de 1S33.
(7) Febrero } de 1876.
UN PUBLICISTA ARGENTINO EN EUROPA 477
de Chuquisaca, el tratado de federación entre Perú
y Bolivia (i), de Guadalupe Hidalgo, el de límites
entre México y los Estados Unidos (2); de La Paz,
los tratados de alianza entre Bolivia y el Ecuador (3),
y entre Bolivia, Chile y Perú (4); de Lima, los
de alianza entre el Perú y Colombia (^), de comercio
entre Perú y Ecuador ¡6¡, de alianza entre Chile y
Perú (7) ; de Río de Janeiro, los de paz entre Por-
tugal y Brasil (8), de alianza contra Rosas (9); de
Santiago de Chile, los de alianza entre Colombia
y Chile {10), entre Chile y Perú (i i), de comercio
entre el Río de la Plata y Chile (12). Como se vé, la
lista indudablemente no es completa, pues ni contie-
ne todos los tratados, ni todos los más importantes.
El señor Calvo, sin embargo, es demasiado versado
en la historia diplomática americana para que se
atribuya esa omisión á otra causa que no sea la in-
(i) Noviembre (5 de 1826.
(3) Febrero a de 1848.
(3) Mayo 8 de 1842.
(4) Mayo 19 de 1866.
(;) Julio 6 de 1822.
(6) Enero 25 de 1865.
i 7) Diciembre 5 de 1865.
(8) 182:;.
(9) Octubre 12 de 185 1.
(10) Octubre 21 de 1822.
(11) Diciembre 23 de 1822.
(12) Noviembre 20 de 1826.
478 RESEÑAS T CRÍTICAS
mensa labor de ordenar semejante cúmulo de datos
de tan diversa naturaleza, y en la redacción de los
cuales al espíritu más vigilante se le pasan muchas
cosas. Así, para no citar sino un ejemplo conocidísi-
mo : las más grandes guerras contemporáneas de la
América latina han sido al parecer tenidas en poca
cuenta, pues nada se encuentra acerca del tratado
de la triple alianza^ ni de los que ocasionaron el
último drama del Pacífico.
Elsas y otras pequeñas deficiencias de detalle son
inherentes á toda obra de la magnitud de la presen-
te, máxime si se reflexiona que es la primera vez que
sobre la ciencia del Derecho Internacional se publica
un diccionario enciclopédico. La presente edición se
agotará pronto, porque la obra es imprescindible en
la biblioteca de todo hombre instruido, y el autor en
la próxima reimpresión seguramente empleará todo
el material que tiene reunido y que aún no ha podi-
do aprovechar en ésta. El señor Calvo en el prólogo
declara que desde 1862 viene preocupándose de es-
ta obra, y agrega: ^^..los materiales reunidos son
tan abundantes que no podrán ser aprovechados si-
no en las ediciones ulteriores. Querer desde hoy sa-
car de ellos todo el partido posible sería postergar to-
davía una publicación cuya utilidad ha sido demos-
trada al autor, y á la cual cree de su deber no poner
UN PUBLICISTA ARGENTINO EN EUROPA 479
más obstáculos''. Por esa razón, pues, la crítica que
pueda hacerse al autor por deficiencias más ó menos
justificadas, sería prematura para prejuzgar de la
bondad de la obra, además de que, como es natural,
la selección de materiales está estrictamente subordi*
nada al criterio y al método adoptados en este libro.
Tal como es en esta primera edición, aparte de su
mérito intrínseco como enciclopedia histórica, diplo-
mática y doctrinaria, y de su valer en general, tiene
para la América la muy preciosa cualidad de que to-
do lo referente á ella ha sido tratado con evidente
amor por el distinguido publicista argentino. Más
aún : en relación al resto de la obra y á la manera
rápida como se ve obligado el autor á tratar de las
cuestiones generales y europeas, se nota que la parte
americana absorbe un espacio mayor del que, en es-
tricta justicia — dados los límites del libro — le co-
rrespondería.
Y si la Nueva Revista^ al mismo tiempo que se
complace en reconocer lealmente los altos méritos
del autor, ha creído deber insistir en algunos puntos
de detalle, es porque una obra como la presente pa-
rece superior á las fuerzas de un hombre solo, y es
menester ayudar en lo posible al autor y señalarle
tal ó cual deficiencia de detalle, si se quiere tener el
derecho de reprocharle determinadas omisiones. Por
480 RESRÑAS Y CRÍTICAS
más universal que sea el saber de un hombre y por
más enciclopédicos que sean sus conocimientos, es
imposible que haga un estudio original y detenido
sobre todas las cosas, máxime cuando, como en todo
lo que se refiere á la América latina, es necesario un
trabajo preliminar de benedictino para reunir los ele-
mentos dispersos que forman la materia prima que
por primera vez se examina. Si en cada país de la
América se hiciera un estudio de la obra de Calvo
bajo el punto de vista nacional y local, reuniendo
los datos indispensables y dando á conocer las fuen-
tes á las que el estudioso puede recurrir, recién en-
tonces podría decirse que hay elementos para hacer
un estudio fructífero de las cosas latino-americanas, y
para permitir á los grandes publicistas que conozcan
y juzguen á este continente nuevo. Pero en la situa-
ción caótica actual, en la que es punto menos que im-
posible procurarse las publicaciones más vulgares de
un extremo al otro de la América, en ella misma, no
existiendo trabajos especiales que permitan prescindir
de los elementos originales, el estudio de las cuestiones
y la ciencia en la América latina exige la consagración
de muchas inteligencias y tardará mucho antes de
que sea hecho. <i Cómo exigir, pues, á un publicista de
la categoría del señor Calvo, una omnisciencia impo-
sible? Sería esto un contrasentido y una injusticia.
UN PUBLICISTA ARGENTINO EN EUROPA 48 1
De todas maneras, el Dictionnaire de droit inter-
national pronto se habrá hecho imprescindible en el
uso diario de cancillerías, academias y bufetes.
En cuanto á la otra obra, el Dictionnaire-manuel
de Diplomatte, es, puede decirse, un extracto y un
condensamiento de la anterior, omitiendo la parte bi-
bliográfica, y redactando los diversos artículos con
distinto método, á fin de hacer una obra doctrinal
concisa y práctica. E^ más fácil la compulsa de un
volumen que las indagaciones de obras diversas ó de
mayor extensión. Está destinado principalmente pa-
ra el uso diario de las legaciones y consulados, como
para los cursos académicos.
Esas dos últimas obras han sido publicadas en Ber-
lín, en los meses de febrero y marzo del corriente
año, justamente durante la época de la reunión de la
famosa Conferencia Africana. Pues bien, la prensa
europea, en los extractos que ha dado de las discusio-
nes de la conferencia, revela este hecho singular : en
los protocolos oficiales el único nombre citado de tra-
tadista de Derecho Internacional es el del Ministro
Plenipotenciario y Enviado Extraordinario de la Re-
pública Argentina en Alemania.
Julio de 1883.
XVI
LAS CENIZAS DEL GENERAL SAN MARTIN
su TRASLACIÓN DEL HAVRE Á BUENOS AIRES
(relación de un testigo ocular)
KAY ciertos acontecimientos que no deben pa-
sar desapercibidos y la Historia recoge solicita
todo lo que tiene relación con los hombres que han
ejercido una influencia más ó menos considerable en
los destinos de su país ó de su época. El general San
Martin es indudablemente uno de esos hombres. De
ahí que sea un deber de todos los que poseen un dato
importante de cualquier naturaleza que sea, el darlo
á conocer para que sirva al historiador que ha de
ocuparse de aquel notable personaje.
El señor general Mitre acaba de recorrer personal-
484 RESEÑAS Y CRÍTICAS
mente los campos de batalla en que figuró San Mar-
tín. Lo ha hecho con el propósito de dar la última
mano á la historia del héroe, escrita ya y — á estar
á informes fidedignos — lista para la publicidad. El
nuevo trabajo del autor de la Historia de Belgra-
no^ forzosamente ha de ser único en su género, por
la rica y copiosa documentación inédita, correspon-
dencias y papeles originales de que ha podido dispo-
ner. La solemne apoteosis del general San Martín
que tuvo lugar en esta ciudad el 2 5 de Mayo de
1880, ha de figurar seguramente en aquella obra.
Mi propósito en las líneas que siguen es única-
mente referir lo que á la repatriación de los restos
del héroe ilustre toca, por haber tenido el honor de
venir á bordo del buque de guerra argentino que
trajo aquellas cenizas. Al llegar á Buenos Aires,
escribí un artículo publicado en La Nación (i), con-
signando algunos datos respecto del viaje. Pero la
precipitación con que fueron escritas aquellas líneas
me hizo incurrir en omisiones é inexactitudes que
es conveniente rectificar, pues de lo contrario aque-
lla versión será considerada como la única exacta .
Es, pues, un dato más para la Historia del General
San Martin,
(i) Del 25 de Mayo de 1880.
LAS CENIZAS DEL GENERAL SAN MARTÍN 48$
Antecedentes
El general San Martín, nacido en Yapeyú el 25
de Febrero de 1 798, murió en Boulogne-sur-Mer el
17 de Agosto de 1850. Después de retirarse del
ejército de Lima para salvar la independencia de
América, evitando un choque con Bolivar, volvió
San Martin á Buenos Aires en 1 2 de Febrero de
1829. La ingratitud de sus conciudadanos le im-
pidió desembarcar. El héroe de América volvió á
Europa para morir allí. Al morir legó su corazón
á Buenos Aires, demostrando asi que su alma era
demasiado grande para abrigar móviles estrechos.
Treinta años después, por iniciativa del Presidente
Avellaneda, se decide la repatriación de aquellas
cenizas veneradas, y una suscrición nacional auna á
toda la República en este movimiento. En el cente-
nario de su nacimiento, la Capital de la República
presenció festividades regias, y toda la' Nación se
unió de corazón á ellas para tributar á su grande
héroe el más espléndido homenaje de que la gratitud
postuma sea capaz.
31
486 RESEÑAS Y CRÍTICAS
Estos son hechos. Todos lo conocen, porque han
sido actores en ellos los unos, porque su recuerdo
está fresco aún en la mente de los otros. No es de
este lugar referir en detalle cuáles fueron aquellas
pomposas festividades, ni expresar cuáles los méri-
tos del hombre que ha merecido tamaño honor.
Basta á mi objeto decir que el Gobierno Nacional
ordenó que los restos mortales del héroe de los Andes
fueran transportados á su patria en el primer buque
de guerra que bajo bandera argentina y mandado
por gefes y oficiales argentinos cruzara el Atlántico*
Parecía, pues, como si la patria, en aquel acto solem-
ne de justificación postuma, hubiera querido acortar
las inmensas distancias de los mares, yendo un pe-
dazo del suelo argentino á recibir el sagrado depósito,
á las playas mismas de la tierra hospitalaria que
albergara al héroe en sus últimos años.
El buque de guerra destinado á ese objeto, fué el
transporte Villarino,
11
El transporte Villarino
Este hermoso vapor, con aparejo de goleta, mide
1 80 pies de largo por 30 de ancho, con un calado de
LAS CENIZAS DEL GENERAL SAN MARTÍN 487
I ^ pies, conteniendo 7 7 <> toneladas, y con una má-
quina á hélice sistema Compound, de 800 caba-
llos.
Fué construido por encargo del doctor don Manuel
R. García, nuestro Ministro en Londres, en los ta-
lleres de Laird hermanos, Birkenhead, Liverpool,
de donde ya han salido para nosotros las cañoneras
Repühlica y Constitución^ Paraná y Urufruay y los
acorazados Plata y Andes (i).
Tiene 50 hombres de tripulación y puede trans-
portar un batallón entero, llevando 400 toneladas
de carga, y á una velocidad media de 1 1 nudos por
hora. Acerca de la velocidad debe decirse que las
máquinas son excelentes, como muy buenas las con-
diciones marineras del buque, de manera que con-
tratado por 12 millas por hora, dio en la prueba en
el Mercy mucho más. Durante el viaje ha tenido
días de 1 2 nudos por hora.
Su armamento se compone de 2 cañones de á 20,
sistema Armstrong, de retrocarga ; de dos ametralla-
doras sistema Hopkins, y de los remingtons para
la tripulación.
{ 1 ) Los modelos de estos buques de nuestra Armada han sido rega-
lados por la casa Laird hermanos, al Ministerio de la Guerra . Se
encuentran también en el afamado Museo de Marina del "South
Kensigton Museum " en Londres.
488 RESEÑAS Y CRÍTICAS
La oficialidad del buque tal como se compuso defi-
nitivamente en el Havre, era :
Comandante: Don Ceferino Ramírez, comandante
de Los Andes,
Segundo : Don Daniel de Solier, comandante de la
República .
Oficial: Don Manuel J. García Mansilla, subte-
niente de la marina argentina, ex-^uardia marina
de I 'clase de la marina francesa, donde ha hecho
todos sus estudios teóricos y prácticos, y cuyo servi-
cio ha dejado con este motivo.
El oficial de derrota era el comandante Solier,
quien recién deja el observatorio de Toulon, donde,
bajo la excelente dirección de M. Boeuf, ha perfec-
cionado sus estudios de astronomía náutica.
El buque fué lanzado al agua en Liverpool el 24
de Febrero de 1879, y recibido oficialmente el 7 de
Abril por el teniente coronel don Clodomiro Ur-
tubey, jefe de 'la comisión naval argentina en In-
glaterra, y representante en esa circunstancia de
nuestro Ministro el doctor García. En seguida fué
entregado al comandante Ramírez, y desde ese mo-
mento el buque quedó organizado bajo la bandera
argentina.
El comandante Solier y el sub-teniente García
MansiUa se incorporaron recién en el puerto del
LAS CENIZAS DEL GENERAL SAN MARTÍN 489
Havre, habiendo sido conducido el Villarino de
Liverpool á Francia por el comandante Ramírez
y los sub-tenientes Picasso, Del Castillo y Barilari.
Estos oficiales partieron del Havre á ingresar el
primero en la escuadra inglesa y los dos últimos en
la italiana.
III
Entrega de los restos
El Villarino fondeó á principios de abril de 1880,
en el Bassin du Roi^ en el puerto del Havre.
El Ministro argentino en París, don Mariano Bal-
caree, decidió entonces que la ceremonia religiosa
que debía celebrarse con el cuerpo presente, tuvie-
ra lugar en la Catedral del Havre, á fin de trasla-
darse inmediatamente al buque y efectuar allí con
solemnidad la entrega de los restos venerandos.
Este plan ofrecía entre otros inconvenientes el
viaje de 5 horas que median entre Paris y Havre.
Pero el señor Balcarce puso un tren expreso á la dis-
posición de todos los argentinos y americanos que
quisieran concurrir á la ceremonia.
La invitación especial era como sigue:
" Debiendo ser trasladados á Buenos Aires en el
490 RESEÑAS Y CRÍTICAS
buque de guerra Villartno^ por orden del Gobier-
no Argentino, de acuerdo con la Comisión Nacional
de repatriación, los restos mortales del ilustre don
José de San Martín, Brigadier General de la Re-
pública Argentina, Capitán General de la de Chile,
Generalísimo y fundador de la libertad del Perú, se
ruega á V. se sirva asistir á la tónebre ceremonia
que con dicho objeto tendrá lugar el miércoles pro-
ximo 2 1 del corriente en la Catedral del Havre, y
al embarque de los restos del General á bordo del
citado buque.
'*De parte de los señores don Mariano Balcarce,
yerno del General San Martin, Ministro Plenipoten-
ciario de la República Argentina en Paris; doctor don
Manuel R. García, Ministro Plenipotenciario cerca
del gobierno de S. M. B.; doctor don Emilio de
Alvear, antiguo Ministro de Relaciones Exteriores;
coronel don Manuel del Carril; don Fernando Gu-
tiérrez de Elstrada, esposo de la nieta del General
San Martín; Presidente y miembros de la Comisión
oficial nombrada para esa ceremonia.
'*Un tren especial saldrá á las 9 en punto de la
mañana de la Gare Saint- Lazare, ferrocarril del
Oeste, rué d' Amsterdan, y regresará del Havre á
las 5 de la tarde del mismo día. La presentación
de esta esquela de invitación bastará para ser admi-
LAS CENIZAS DEL GENERAL SAN MARTÍN 49 Z
tido, á la ida y á la vuelta, en el referido tren. "
Esta invitación litografiada en un pliego con file-
tes negros fué dirigida á todos los argentinos, cuyo
domicilio en Paris pudo averiguar la Legación, y
á todos los latino-americanos de cierto renombre.
Se tomó especial cuidado en las invitacionos al Mi-
nistro y numeroso personal de la Legación chilena;
pero por una de esas raras casualidades, aconteció
que en la comitiva del tren no se encontraba un solo
CHILENO {
El dia y hora fijados, se hallaba reunida una nu-
merosa comitiva compuesta de unas 5 o personas, en
la estación Saint-Lazare. Se veían á los miembros de
la Comisión, y á los argentinos más distinguidos
de Paris: aquellos que como el señor Carlos Calvo
no pudieron concurrir á causa del mal estado de su
salud, se hicieron excusar y representar. Como lati-
no-americanos, estaban el señor don José M. Torres
Caicedo, Ministro Plenipotenciario del Salvador; doc-
tor don Toribio Sanz, Ministro Plenipotenciario del
Perú; don Andrés R. de Santa-María; don J. M. de
Rojas, don Miguel de Francisco Martín; Ministros
de Colombia, Venezuela y Guatemala; coronel don
Juan J. Díaz, Ministro del Uruguay, y muchas otr^is
notabilidades, como por ejemplo, el señor de Pividal,
Ministro del Perú en Londres y otros.
49 2 HÉSELA» Y CRÍTICAS
Si la comitiva no fué más numerosa, es induda-
blemente á causa del incómodo viaje de cinco horas
en ferrocarril, y porque todos, de frac ó uniforme,
debían así pasar el día entero, pues salidos á las
9 de París, llegaron á la una y media al Havre, allí
hubo no interrumpidas ceremonias de una parte á
otra, y á las 5 debían nuevamente tomar el tren,
hasta las diez de la noche. Era pedir mucho de
personas ocupadas unas, delicadas otras. Se pro-
yectó celebrar la ceremonia en la iglesia de la Made^
leine en París» donde hubieran seguramente asis-
tido no sólo todos los americanos, sino sus numero-
sas familias, el cuerpo diplomático extranjero, y
los representantes del gobierno francés. La cere-
monia habría sido de un esplendor inusitado. Pero
este brillante proyecto se abandonó á causatde la
traslación del féretro en seguida al Havre, conjetu—
rándose, y no sin alguna razón, que serían pocos
los que lo acompañarían, causa por la cual la en-
trega oficial de los restos no tendría toda la solem-
nidad deseable.
El hecho es que la comitiva llegó al Havre cerca
de las dos de la tarde, fatigada en extremo por el
viaje, pues sólo en Rouen se detuvieron para tomar
un ligero lunch. Algunas legaciones, como la del
Uruguay, estaban todas de gran uniforme, en otras;
LAS CENIZAS DEL GENERAL SAN MARTÍN 493
sólo los ministros. De nuestras legaciones, sólo
los ministros vestían uniforme diplomático.
Una serie de coches habían sido preparados por
la comisión, para trasportar la comitiva de la Esta-
ción á la Catedral. En el trayecto se notaba á la
ciudad en un movimiento extraordinario: la gente
se apiñaba en las calles, balcones y techos.
En la Estación la comitiva fué recibida por M.
Maurant, director general de las Pompas fúnebres
en Paris, quien había venido con anticipación al
Havre con el objeto de organizar la ceremonia. Ade-
más se hallaban allí el Estado Mayor y oficialidad
del Vtllartno, y las autoridades del Havre.
La iglesia de Nuestra Señora estaba espléndida-
mente arreglada. La puerta de la basílica había
sido adornada con colgaduras negras con franjas
de plata, como se encontraba el interior del tem-
plo. Sobre un escudo con el monograma del héroe,,
se veía en medio de la puerta central un trofeo de
banderas.
Antes de llegar al coro se elevaba un soberbio
catafalco, donde estaba colocado el féretro del gene-
ral, flotando al rededor las banderas de los Estados
sud-americanos. Sobre el ataúd se veían los emble-
mas representando las cualidades del difunto. Un
número considerable de cirios ardían en torno del
494 RESEÑAS Y CRÍTICAS
catafalco, y en sus cuatro costados, de vasos de forma
antigua, se elevaban llamas verdes.
En la nave central, á más de la comisión oficial y
de la comitiva, se veían á los oficiales del Villartno,
al sub-prefccto del departamento, M. Henry Desai-
res, en representación del gobierno francés; al maire
del Havre, M. Jules Siegfried, representante de las
autoridades municipales; á M. Le Trapeur, comisario
general de marina, representando á S. £. el almi-
rante Jaurreguiberry, Ministro de la Marina y de
las Colonias; al coronel Nismey, director de la arti-
llería, representando las autoridades militares de la
plaza; al cuerpo consular, de gran uniforme; y diver-
sos altos funcionarios de las aduanas y de la marina,
todos de gran uniforme.
El batallón número 119 de infantería de línea,
mandado por su coronel y con su banda de música,
con cajas enlutadas, hacía dentro y fuera de la igle-
sia los honores fúnebres.
Una numerosa concurrencia llenaba las naves del
templo.
La ceremonia religiosa fué muy solemne. Se cantó
el Dtes iroe; y unPieJesu para tenor, fué ejecutado
por M. Tremond; el Libera fué cantado por el coro,
con acompañamiento de órgano. El grande órgano y la
música del I í 9 ejecutaron diversas marchas fúnebres.
LAS CENIZAS DEL GENERAL SAN MARTÍN 495
El responso fué dado por el cura Duval, canónigo
de la Catedral.
Concluida la ceremonia religiosa, se sacó el féretro
á pulso por entre dos hileras de soldados que le
presentaron las armas. El carro fúnebre adornado
con banderas americanas, tirado por cuatro caballos
cubiertos de negro, que eran conducidos de la brida
por picadores enlutados.
La comitiva se puso en marcha á pie detrás del
féretro, cuyos cordones eran llevados por una comi-
sión compuesta de los Ministros del Salvador, de
Venezuela, del Perú y del Uruguay, señores Torres
Caicedo, Rojas, Sanz, Díaz, Santa-María y Francis-
co Martín.
El cortejo era precedido por una compañía del
batallón, y el resto formaba en illas á ambos lados.
Durante el trayecto la banda ejecutó la célebre mar-
cha de Chopin. El gentío que se apiñaba en las
calles del tránsito eran tan grande que el servicio de
trenvías fué suspendido en la rué de París,
Cuando se hubo terminado la marcha de Chopin,
los tambores hicieron oír el triste toque fúnebre,
alternando con las campanas de todas las iglesias
del Havre. Los soldados iban con las armas bajas en
señal de duelo.
Todos los edificios públicos y los consulados tenían
49^ RESEÑAS T críticas
la bandera á inedia asta. AI llegar al quai de Vi-
llecocq^ vimos que los buques de la compañía Ckar-
geurs Reunís tenían igualmente la bandera á media
asta.
Al llegar al Bassin du Roi, el féretro fué descen-
dido á pulso del carro fúnebre á un catafalco provi-
soriamente levantado sobre el puente del buque.
Todos estos detalles habían sido organizados por M.
Maurant, quien fué también el que arreglara los
funerales de la reina Cristina y el de Víctor Ma-
nuel.
Las invitaciones en el Havre habían sido hechas
por D. Zenón Sánchez, cónsul de los Estados Uni-
dos de Colombia y encargado provisoriamente del
consulado de la República Argentina.
El señor Sánchez demostró en esta ocasión el
mayor celo, y es grato deber este servicio á un co-
lombiano.
El Villarino estaba empavesado, con la tripulación
de gala haciendo la guardia militar, y una capilla
toda cubierta de negro, erigida en el centro del buque,
y destinada á recibir los restos directamente del
coche. El comandante y oficialidad, de gala, hacían
los honores de ordenanza.
Trasladado el féretro á la capilla ardiente de sobr^
cubierta, toda la concurrencia subió al puente de
LAS CENIZAS DEL GENERAL SAN MARTÍN 497
popa, donde iban á pronunciarse los discursos ofi-
ciales.
Nuestro Ministro Balcarce, presa de la mayor emo-
ción, leyó una corta alocución en que, trazando á
grandes rasgos algunos méritos sobresalientes del
ilustre argentino, agradeció conmovido ala República
en nombre de la familia del finado, y recordó á los
marinos argentinos el grande honor que les tocaba
en aquella tardía, pero merecida justicia.
Hé aquí el discurso del señor Balcarce :
'* Señores comandante, oficiales y marinos:
" En nombre de la Comisión que tengo el honor
de presidir, entrego á la custodia de vuestro patrio-
tismo los restos mortales del general San Martín.
** Nuestro Gobierno os ha confiado la misión de
conducirlos á Buenos Aires, donde les espera un mo-
numento conmemorativo,! elevado por la gratitud
nacional. Estos restos venerandos han reposado largo
tiempo en el suelo generoso de la Francia, cuyo go-
bierno, apreciador equitativo de todas las glorias que
han servido á la libertad y á la humanidad, se aso-
cia hoy por la presencia de las autoridades prefecto-
rales, municipales y marítimas de la ciudad del Ha-
vre, á los honores que le son tributados.
"Me es muy doloroso separarme de los restos
49^ RESEÑAS Y CRÍTICAS
queridos de mi ilustre padre político, pero me con-
suelo con la esperanza deque, restituidos á su patria,
ellos harán revivir los recuerdos de la época para
siempre gloriosa de nuestra independencia, de los
ejemplos de abnegación austera y de sacrificios de
sus fundadores; y que contribuirán á mantener y á
estrechar, por un servicio postumo, la concordia y la
unión de todos los argentinos !
**Así, aún después de su muerte, el general San
Martín continuará sirviendo á su patria."
En seguida el Dr. García, nuestro Ministro en
Londres, habló en nombre del comandante y oficia-
lidad del Villarino^ quienes le habían confiado tan
honroso encargo, y se extendió en las siguientes
consideraciones :
^'Señores: El pabellón que ilustró con sus victorias
el general San Martin, cubre ya sus restos mortales
en una sección del territorio argentino. Bien venidos
sean ala patria.
^^ Pronto se verán cumplidos los últimos votos del
que legó á la heroica ciudad, cuna y centro del mo-
vimiento de Mayo, un corazón que latió siempre por
nuestra fraternidad y engrandecimiento.
*' No olvidemos, señores, los serios deberes que ese
LAS CENIZAS DEL GENERAL SAU MARTÍN 499
depósito nos impone, y los altos ejemplos que nos
legó el ilustre libertador. El vencedor de San Loren-
zo, de Chacabuco, de Maipo y de Lima, el principal
instigador de nuestra independencia en 1 8 1 6, hecho
que fijó á la revolución un norte, afianzado años
después por victorias inmortales para nuestra histo-
ria, no se mezcló jamás en las discordias civiles ni
puso el peso de su prestigiosa espada al servicio de
^ propias ni de ajenas ambiciones de mando.
. ^^ Renunciando á la gloria ¡ y qué otra podría igua-
larla! de consumar la independencia del continente
{ hispano-americano, por 'exigirlo así la concordia
entre los ejércitos patriotas, el soldado de los Andes
se mostró más grande separándose del teatro de la
guerra que como libertador de tres repúblicas.
" Ese ejemplo de abnegación y desprendimiento
que bastaría para enaltecer su memoria, es una lección
profunda que enseña cómo deben cumplirse los de-
beres que la patria nos impone, y cómo ninguna glo-
ria es superior á la del dominio sobre nosotros mis-
mos, y á la conservación de la armonía entre los
obreros de una noble, justa y generosa causa.
'' Otra lección nos ha legado aún nuestro ilustre
compatriota. Cuando después de una larga ausencia
y de apurar bien amargos desengaños, volvía de Eu-
ropa á Buenos Aires, despedazábanse en lucha fra-
500 RESEÑAS Y CRÍTICAS
tricida dos partidos políticos en que se hallaba divi-
dido el país. Uno de ellos ofreció el gobierno al ge-
neral San Martín : éste, antes de aceptar la oferta,
prefirió la expatriación. Desde entonces, ajeno á las
agitaciones políticas de la América, aunque jamás á
sií gloria, terminaron en paz los años de nuestro
ilustre compatriota, en el dulce regazo de su familia,
donde halló un mundo más afectuoso y reconocido
que aquél que le debió su independencia.
^^ Marinos de la República: Sois los primeros que
conducís al través del Océano un bajel de nuestra
armada, desde la Europa; él va cargado con el depó-
sito más valioso que ninguno condujera al suelo ar-
gentino.
^^ Grande es vuestra responsabilidad.
^^ Cuando lo entreguéis á nuestros compatriotas,
os ruego unáis vuestros votos á los míos, para desear
que mientras guardemos esas reliquias no se despier-
ten en la República los odios y pasiones que tanto
han retardado su engrandecimiento.
" Tal fué la ambición suprema y constante del ge-
neral San Martín, i qué mejor culto podemos ofrecer
á su memoria?
" Cuando sus cenizas reposen bajo las bóvedas de
la Catedral de Buenos Aires, donde ellas faltaban
para completar los trofeos de los más gloriosos días
LAS CENIZAS DEL GENERAL SAN MARTÍN 5OI
de la patria, desead conmigo que el mausoleo que
encierre esos restos, no sólo simbolize un tributo de
gratitud hacia un grande hombre sino también la
concordia de todos los argentinos, quienes sabrán
velar religiosamente el precioso depósito que estáis
encargados de entregarles."
£1 doctor García estaba también en extremo con-
movido.
Entonces se adelantó el doctor Don Emilio de Al-
vear, é inspirado por tan solemne circunstancia, pro-
nunció una brillante improvisación en que abunda-
ron rasgos elocuentes y altos pensamientos.
Recordó la carrera del gigante de los Andes, sus
méritos y sus servicios, y él, hijo de un ilustre gue-
rrero, émulo de San Martín, vino á tributar al que
fuera rival de su padre, una espléndida y sincera
justicia.
El doctor Alvear estuvo oportuno, elocuente.
He aquí su discurso:
*' Señores: Permitidme algunas palabras, más como
desahogo á mi gratitud, que con la pretensión de ha-
ceros un relato de ese grande episodio americano que
se llama la historia del general San Martín.
"Fué allá por el año de 1812 y en una de esas
32
502 RESEÑAS Y CRÍTICAS
bellas tardes de nuestras comarcas, que desembarcó
en la playa de Buenos Aires un grupo de jóvenes
alegres y gallardos; el uno se llamaba Zapiola, el
otro Alvear y el otro San Martin.
** Notábase en la apostura de estos últimos ese aire
marcial y esa mirada penetrante que sólo se adquiere
en los campos de batalla y al calor de los combates ;
era que justamente venían de combatir en defensa de
la libertad de la vieja patria, como si antes de co-
menzar su carrera de argentinos, hubiesen querido
pagar su deuda de origen hispano.
" Poco tiempo después, y ya la ñgura de San
Martín aparece en las barrancas de San Lorenzo,
á orillas del magestuoso Paraná, iluminando con los
destellos de su espada vencedora el derrotero de futu-
ras glorias, y probando que, si bravo había sido al
combatir por la patria de sus abuelos, más bravo era
aún combatiendo por la patria de su nacimiento.
^^ Poco tiempo después (oh! en aquella época no
había vapores ni telégrafos, pero había genio y este
volaba en alas de la gloria); poco tiempo después,
repito, y esa misma fígura reaparece radiante allá en
la cima de los nevados Andes, señalando con su cer-
tera mano á los valientes que le siguen el ancho ca-
mino de todo un mundo á'rcdimir.
'*< Con qué recursos del arte, con qué auxilios de
LAS CENIZAS DEL GENERAL SAN MARTÍN C) O 3
la ciencia, ni tesoros, se encontraban allí ese ejército
y ese gefe ?
''Vosotros sois americanos y lo sabéis.
"Aquello fué un prodigio! Una visión fantástica!
y tenía que ser ó un sueño de patriota ó una de esas
acciones extraordinarias que bastan para imprimir el
sello de la inmortalidad á un hombre y á un pueblo.
Las victorias de Maipo y Chacabuco probaron esto
último, y el mundo supo con sorpresa que si laEuro-
pa tenía su coloso de los Alpes, la joven América
tenía ya también su coloso de los Andes.
''Destrozados fragmentos de una cadena de tres
siglos, diez millones de habitantes elevados á la dig-
nidad de hombres libres, y tres naciones abiertas al
comercio del mundo! Ved ahí, señores, el fondo de
ese grandioso cuadro americano cuya alma y figura
saliente es el general San Martín.
"Qué época aquella! y qué hombres! !
" Para esos gigantes la patria no se estrechabaen
los límites de la geografía moderna, era todo un he-
misferio, y las brisas de los dos inmensos mares que
lo circundan bastaban apenas á la libre respiración
de sus pulmones. No eran colombianos, ni peruanos,
ni chilenos, ni argentinos: eran americanos.
"Señores: Mi patria ha tardado un tanto en recla-
mar estos restos de su héroe; es que, tal vez, ahora
^04 «¿AE^AS T cmtncAS
*tc cncucntrz reden bastante grande y fuerte para
((lardar tan precioso depósito.
*' Iy»r eterno al general San Martín! !
^* ^ «racial mil al pueblo francés por su generoea y
larga hospitalidad. Y, paz, sí, paz entre los pueblos
y lan naciones que surgieron de tantas hazañas.
'* Kstc cft mí más sincero y humilde voto y'crcedme,
«it ñores, sólo á su sombra bienhechora podremos
crecer bastante para hacernos dignos de los héroes
de nuestra independencia.
*^ Americanos * Si vuestra historia, tan fértil en
hcchf^ heroicos y ejemplos de abnegación y de ci-
vismo, no os inspira ya, á fuer de seros familiar, id
li In América del Norte y allí aprenderéis cómo se
interpreta el patriotismo, cómo la unión da la fuer-
za, y como sólo acumulando grandezas sobre gran—
dc/.ns es que un gran pueblo honra la memoria de los
fundadores de su nacionalidad."
Unra coincidcncial Los tres argentinos que habla-
ron en la solemne ceremonia en honor del más gran-
de héroe de la independencia, eran todos hijos de
compañeros y de contemporáneos del ilustre muerto.
Kn seguida la concurrencia bajó á la cámara del
buque, en cuyo fondo había otra capilla destinada á
contener los restos durante el viaje.
LAS CENIZAS DEL GENERAL SAN MARTÍN 50'?
Allí se exteodió el acta siguiente :
'' En el puerto del Havre, á los 2 i dias del mes
de abril del año de 1880, ante mí el infrascripto se-
cretario de la Legación Argentina en Francia, reu -
nidos á bordo del transporte de guerra argentino
VtllartnOy los señores don Mariano Balcarce, yerno
del general San Martín y Ministro Plenipotenciario
de dicha República, en Francia; doctor don Manuel
R. García, Ministro Plenipotenciario de la misma
cerca de S. M. B. ; doctor don Emilio de Alvear, ex-
ministro de Relaciones Exteriores; coronel don Ma-
nuel del Carril; y don Fernando Gutiérrez de Estra-
da, esposo de la nieta del general San Martín, pre-
sidente y miembros de la Comisión encargada del
envío á la patria de los restos mortales del ilustre
argentino, Brigadier General don José de San Martín,
— entregaron solemnemente un féretro conteniendo
aquellos restos á la comisión designada por el gobierno
argentino para recibirlos y transportarlos á Buenos
Aires, la cual se compone de los señores comandante
y oficiales de dicho transporte, teniente coronel don
Ceferino Ramírez, teniente coronel don Daniel de
Solier y sub-teniente don Manuel J. García Mansilla.
" El mencionado féretro está forrado en paño
negro, guarnecido con varillas de metal blanco, y
506 RESEÑAS Y CRÍTICAS
en SUS costados tiene aldabones también plateados.
Sobre la tapa hay una chapa del mismo metal con la
inscripción siguiente : "José de San Martín, gue-
rrero de la Independencia Argentina, Libertador de
Chile y del Perú. Nació el 25 de Febrero de 1778
en Yapeyú, provincia de Misiones, República Argen-
tina ; falleció el i 7 de Agosto de 1850, en Boulogne-
sur-Mer, Pas de Calais, Francia." Cruza dicha chapa
una cinta negra de cuatro pulgadas de ancho, cuyas
extremidades están fijadas con tres sellos en lacre
negro, del timbre oficial de esta Legación.
''En fé de lo cual, y como testimonio de que la
entrega de los restos mortales del Brigadier General
don José de San Martín fué hecha en debida forma,
firman á continuación la presente acta por duplicado,
todos los señores antes nombrados, como igualmente
el señor subprefecto del Havre, el señor alcalde (mairej
de la misma ciudad, y los señores Ministros de las
Repúblicas de Venezuela, de San Salvador, del Perú,
del Uruguay, Colombia, y de Guatemala.
''La comisión: Ministro Argentino en París, M.
Balcarce; en Londres, M. R. García ; Manuel del Ca-
rril ; Emilio de Alvear ; Fernando Gutiérrez Estrada.
" Sub-prefecto del Havre, representante ad-hoc
del gobierno francés, Henry Desaires.
" Maire del Havre, Jules Sicgfried.
LAS CENIZAS DEL GENERAL SAN MARTÍN 5O7
" Comisario General de Marina francesa, Le Tra-
peur.
" Ministro de San Salvador, J. M. Torres Ca i cedo ;
ídem de Venezuela, J. M. de Rojas; idem del Pe-
rú, Toribio Sanz; idem de Uruguay, Juan J. Díaz;
idem de Colombia, Andrés R. de Santa María;
idem de Guatemala, Miguel de Francisco Martín.
" Coronel de artillería del Havre, Nismey.
" Cónsul de Colombia, encargado interino del
Consulado Argentino en el Havre, Zenón Sánchez.
'* Comandante del Villartno, teniente coronel
Ceferino Ramírez.
" Segundo Comandante del Villarino^ teniente
coronel Daniel de Solier.
" Oficial del Villarino, sub-teniente Manuel J.
García y Mansilla.
"Ante mí:
''''Eduardo Ibarhalz.
*' Secretario de la Legación Argentina .
** P. S. — En el momento de entregar el féretro,
se ha constatado que las cintas negras que lo cruzan
están cortadas accidentalmente.
" Eduardo Ibarbalz.
*' Secretario de la Legación Argentina." íi)
( I ) Este documento es copia fiel del original, habiéndose sólo aña-
dido la calidad de los firmantes.
$08 RESEÑAS Y CRÍTICAS
En s^uida la comitiva pasóá examinar el buque,
y poco á poco se fué retirando á la Estación, por
aproximarse la hora de partida.
Una vez que se hubo despe)ado el buque, se pro-
cedió á trasladar el féretro de la capilla provisoria á
la definitiva, manteniéndose una guardia permanente,
con fusil al hombro.
El féretro del general San Martín mide dos metros
de largo por 6o centímetros de anchura máxima.
Fué colocado definitivamente en la capilla mortuo-
ria de la. cámara de popa, rodeado de banderas ar-
gentina, chilena, oriental y paraguaya, y envuelto
en la bandera de guerra argentina.
La familia, por intermedio del señor Balcarce,
había depositado una gran corona de laureles.
En la parte superior del féretro hay una chapa de
plata de i 2 centímetros de ancho por i 2 de largo,
que diee textualmente:
JOSÉ DE SAN MARTIN
GUERRERO DE LA INDEPENDENCIA ARGENTINA
Libertador de Chile y del Perú
Nació el 25 de Febrero de 1778 en Yapeyú
Provincia de Misiones, República Argentina
Falleció el ij de Agosto de 18^0, en
Boulogne-sur-Mer, Pos de Calais,
Francia .
Es el mismo féretro con que fué enterrado en Bou-
LAS CENIZAS DEL GENERAL SAN MARTÍN $09
logne-sur-Mer, y que fué trasladado después á la
propiedad de la familia, en Brunoy, cerca de Paris.
La familia no quiso poner las cenizas en una urna y
se decidió á enviar el féretro mismo, contentándose
con forrarlo de nuevo en paño negro con cintas de
plata.
Durante todo el resto del día un gran gentío
ocupó el muelle, atraído por la ceremonia y con el
objeto de ver el buque.
El doctor García se quedó á bordo con el objeto
de vigilar los últimos preparativos, y el día siguien-
te, jueves 2 2 de abril, á las 9 de la mañana, zarpó
el Villarino con su preciosa carga.
IV
En el viaje
Antes de esto, se habían embarcado todos los cajo-
nes conteniendo las diferentes piezas del monumento
á San Martín, construido por el afamado Garriere
Belleuze, y que debía levantarse en la capilla espe-
cial de la Gatedral.
Al salir del muelle, la batería de la plaza saludó
al cuerpo del general San Martín con una salva de
2 I cañonazos. Se atravesó entonces el Villarino^
5 1 o RESEÑAS Y CRÍTICAS
y se hizo una salva de 2 i cañonazos en honor á la
Francia.
Un gentío inmenso, atraído por las salvas, ocupaba
los docks del noroeste y se extendía por la playa.
El viaje fué muy feliz desde el Havre hasta San
Vicente, donde se llegó el 1 ° de mayo, habiéndose
pasado el 27 de abril por la isla de Madera,* donde
se telegrafío con el faro. Como desde el Havre hasta
San Vicente hay 2377 millas, y se necesitó para
recorrerlas sólo 9 días, resulta que hacíamos 264
millas diarias, lo que dá una velocidad media de i i
nudos. Elste es un excelente resultado.
En San Vicente se tomó el carbón suficiente, reci-
biéndose á bordo la visita del vice-cónsul argentino,
el señor da Ferro, de gran uniforme, pues es al mis-
mo tiempo presidente de la municipalidad.
El 2, á las 2 de la tarde, zarpó el Villarino de San
Vicente, y siguiendo siempre á una velocidad media
de cerca de 1 1 nudos, iba su rumbo tan perfecta-
mente trazado, que el 6 á las 10 Vs ^* ^' se pasó á
una milla del famoso Pedro de San PedrOy esas
rocas aisladas en medio del Atlántico, con las cuales
por lo general se dá muy difícilmente.
Esto era no sólo la prueba patente de la exactitud
de la derrota, sino también del perfecto valor de los
instrumentos de á bordo, especialmente los cronóme-
LAS CENIZAS DEL GENERAL SAN MARTÍN 5 I I
tros. Como se vé, en 5 días se había llegado á la línea.
El viaje siguió admirablemente. El tiempo era
espléndido: los vientos y las corrientes favorables —
parecía que los elementos hubieran querido aunarse
para favorecer la repatriación de los restos del liber-
tador americano !
El 1 3 á la noche se desencadena un fuerte pampero,
y la mar se pone embravecida. Era á la altura del
cabo de Santa Marta. La lluvia, fuertes vientos de
proa y la mar encrespada, ponen á prueba las condi-
ciones marineras del Villarino.
Este se comporta valientemente, y con su máquina
á media fuerza, logra durante los dos días que duró
el mal tiempo, andar de 7 á 5 nudos por hora ! La
amplitud máxima délos balanceos fué de 32*^, la media
de I 5*, y la altura media de las olas, 5 metros.
El lunes i 7 de mayo, á las 6 de la tarde, fondeá-
bamos en Montevideo.
íbamos á tomar simplemente carbón para seguir
viaje á Buenos Aires, pero nos encontramos con que
el gobierno oriental había decretado especiales ho-
nores para el caso de nuestro arribo, y los argentinos
residentes en aquella ciudad reunidos en comisiones
querían hacer también solemnes manifestaciones.
Nuestro rapidísimo viaje del Havre á Montevideo
había sin embargo sorprendido á todo el mundo, y
5 I 2 RESEÑAS Y CRITICAS
nada estaba preparado. Se esperaba al VUlarino re-
cién para junio, sin contar con la excelencia del buque.
El arribo inopinado del VUlarino obligó al go-
bierno argentino á precipitar los preparativos para la
magna fiesta que se iba á celebrar al recibir los res-
tos. El VUlarino permaneció cerca de una semana
en la rada de Montevideo, siendo visitado por nume-
rosas personas, y habiendo sido objeto de bono-
res especiales por parte del gobierno oriental. Este
tiró un decreto poniendo la bandera uruguaya á me-
dia asta mientras permaneciese en la rada el VUla-
rino^ habiendo disparado el primer día de su arribo
un cañonazo cada cuarto de hora...
Pocos días después, la ciudad de Buenos Aires,
entusiasmada aún con las fiestas del solemne cente -
nario de Rivadavia, celebraba con el mayor esplen-
dor la llegada de los restos del general San Martin.
Pero son estos acontecimientos recientes y dema-
siado conocidos : mi objeto era tan sólo salvar del
olvido las peripecias de la traslación de aquellos res-
tos venerados, de Francia á la República Argentina.
El mérito de las líneas anteriores consiste sólo en
su completa exactitud» pues son el testimonio de un
testigo ocular.
Julio de 1883.
XVII
ENSEÑANZA SECUNDARIA
LA REFORMA
Señor ministro de justicia^ culto é instrucción pú-
blica, Dr, Juan Carballido.
Distinguido señor :
m^í^ UÉVEME á escribir á vd. esta carta la pro-
wJLw funda complacencia con que he leído en
La Nación su magistral circular relativa al nuevo
plan de estudios, y creo deber de sinceridad enviar á
vd. la expresión del genuino placer con que he leído
las valientes frases en que la circular ministerial de-
fiende los últimos girones de humanismo, que malen-
tendidas reformas habían poco á poco comenzado á
desterrar de nuestros estudios secundarios.
5 1 4 RESEÑAS Y CRÍTICAS
Quiso el acaso que á mi vuelta de Alemania me
fuera confiada una cátedra en el Colegio Nacional de
la Capital, en aquella época en que la inmensa ma-
yoría de los profesores ostentaba la muestra visible
de haber pasado ya la clásica ^^ mitad del camino de
la vida ", y, en medio de Berg, Rossetti, Lewis, Kyle
y tantos otros, casi estoy tentado de creer que era
la mía la única cabeza que no peinara canas. Regía
entonces el antiguo plan de estudios, bajo la direc-
ción del Sr. Estrada. Y me tocó también, antes
de abandonar como profesor aquellos claustros, ex-
perimentar la primera radicalísima reforma ác la
enseñanza secundaria, bajo el impulso del Dr. Al-
corta. Posteriormente las corrientes de la vida me
han alejado por completo de aquel instituto, al que
me considero vinculado por el cariño y el recuerdo
de largos años de profesorado.
Vale esto decir — y es esta la razón que á recor-
dar dichos antecedentes me ha movido — que he se-
guido siempre con interés sumo lo que á nuestra edu-
cación secundaria se refiere, excusando decirle con
cuánto dolor del alma he visto que, á raíz de una
reforma en mi personal entender equivocada y por
muchos conceptos peligrosa, se fué haciendo recorrer
á los estudios una metamorfosis tan completa y con
tan vertiginosa rapidez, que es de asombrar que las
ENSEÑANZA SECUNDARIA $ 1 5
perturbaciones por ello ocasionadas no sean más hon-
das de lo que aparentan ser y que tan vigorosa-
meate caracteriza su circular de vd.
Cuando se recuerda los hombres de nuestra primera
época pública, cuyos rastros en los parlamentos, en
la prensa y en las letras revelan un sedimento clásico
tan elegante como sólido, y un culto verdadero por
el humanismo, — más que causar pena, sube involun-
tariamente á las mejillas el rubor al considerar que,
medio siglo después, teorías pedagógicas exageradas
por su exclusivismo y quizá mal asimiladas, induje-
ron álos hombres á quienes el vaivén de nuestra vida
democrática confiara la salud intelectual de las gene-
raciones jóvenes, á renegar de aquella sana é ilustre
tradición, y á tratar de implantar un ciego utilita-
rismo, llevando hasta sus más extremas conclusiones
el olvido de que el hombre no sólo de pan se nutre,
y de que su espíritu — para hacerle más llevadera la
vida y digno de que cuente en ella como algo masque
una máquina de producir riqueza — necesita nutrirse
también de esos estudios que, on todas las épocas de
la historia, han contribuido á fomentar el culto de lo
bello y á formar ese tesoro verdaderamente grandioso
que las generaciones se trasmiten : el conjunto que
ha dado en llamarse con una propiedad que revela
su imprescindible importancia ; "las humanidades".
% I 6 RESEÑAS Y CRÍTICAS
Ciertamente que nadie sería bastante osado en
nuestros días, no digo á desconocer sino siquiera á
apreciar mal la innegable importancia délas ciencias
ó á discutir su virtud educatriz. Los progresos asom-
brosos de las últimas décadas, la grandiosa transfor-
mación de la vida moderna, que alcanza día adía una
fórmula más perfecta del bienestar, gracias á los in-
cesantes descubrimientos de las ciencias que revolu-
cionan las industrias y las relaciones todas de la exis-
tencia. Son hechos tan evidentes que no podrían es-
capar al más superficial observador.
Pero prevalerse de esos hechos para considerar
que debe desaparecer la vieja y fuerte cultura clási-
ca, y que el ideal moderno consiste en formar tan só-
lo generaciones al cabo de los últimos progresos de
las ciencias y en aptitud para llenar los talleres de
las fábricas ó los laboratorios de los sabios, prescin-
diendo por completo de la cultura general del espíri-
tu y considerando á las letras como huésped incómo-
do en vez de compañero fiel, es cometer crasísimo
error y producir un mal terrible al pretender suje-
tar á toda una nación en semejante lecho de Pro-
custo.
Si el escolasticismo medieval y el clasicismo pos-
terior al Renacimiento fueron tendencias exclusivas
en la época en que dominaron por completo la ense-
ENSEÑANZA SECUNDARIA % I J
ñanza, débese por cierto á que entonces la cultura
científica estaba aún en germen y no podía ofrecer
ni base ni punto de apoyo para un plan de estudios
general, por carecer de verdadera virtud educa-
cional.
Hoy la ha adquirido sin duda, y más que nadie
respeto y acato ese hecho, que á la par que ha revolu-
cionado las ciencias técnicas mismas, ha transforma-
do radicalmente todos los conocimientos humanos,
gracias á la implantación de sus métodos admirables
y de su severo proceder experimental.
Pero si bien es condenable y aun quizá difícilmen-
te defendible en el día, una educación secundaria que
exclusiva y ciegamente siguiera las huellas del elasi -
cismo de otros tiempos, es igualmente inaceptable y
doblemente perniciosa la intolerancia de la opinión
contraria. En esto, con seguridad podría repetirse
el eterno in medio verttas. •
La enseñanza secundaria, tal cual la fuerza de las
cosas la ha establecido entre nosotros, es en el fondo
principalmente preparatoria del grupo de carreras
liberales, y subsidiariamente destinada á formar la
cultura general de la minoría que la aprovecha. No
seré yo por cierto de los que condenen el proceder
del Elstado al costear con las rentas de la comunidad
la educación de un grupo relativo. A pesar de núes-
33
5 1 H ftfiíetAS T CKíncAS
iru \ íáíá. ¿cmocráúcM.i j quizá á cansa másato de
dio, éínáítt Uft ocMMÜóooes ciycrialíiáinas de nocstxo
paU, lo que ur^e es formar hombres de esa alta
Cultura, que **eooatíusje ana parte de la foerza mo-
ral de ki* pueblos j que ooocurre por ello mismo á
»u poderío y engrandecimiento matmal". No puede,
por desgracia, aieverarse que abunden demasiado
entre nosotros kw hombres de ese temple intelec-
tual.
Pero no es menos cierto que falta aún la enseñan-
za especial que responde quizá á las aspiraciones del
mayor número y que los prepare á las múltiples pro-
fesiones de las industrias y del comercio. Porque
así como sería funesto una sociedad sin una minoría
culta, lo sería la tesis inversa que pugna contra el
sentido común, y asiste perfectísima razón al grupo
numeroso de familias que pide para sus hijos una
instrucción más breve, más práctica, más inmediata-^
monte adaptable á las necesidades materiales de la vi-
da. Absurdo sería forzar á todos á frecuentar uni-
versidades, como sería igualmente absurdo suprimir-
las por completo y querer hacer de todos comercian-
tes ó industriales. Son dos tendencias divergentes
en la sociedad moderna, y ambas tienen los mismos
tí lulos á la consideración del Estado. Pero. querer
hacer servir á los colegios nacionales como molde
ENSEÑANZA SECUNDARIA $ 1 Q
Único para esas dos aspiraciones, es perseguir una
utopía, desconocer la naturaleza de nuestras condi-
ciones especiales de país nuevo, y producir una per-
turbación funesta .
Un sabio ilustre, después de examinar detenida-
mente estas cuestiones en las páginas aún frescas de
una revista europea de universal renombre, ha llega
do á esta conclusión que resume todo el problema :
' ' Dos enseñanzas paralelas y dotadas de las mismas
prerogativas, la una basada esencialmente en las
letras antiguas, pero con cierta cultura científica ;
la otra apoyada principalmente en las ciencias, pero
con cierta cultura literaria moderna, tal me parece
ser la fórmula anhelada de nuestra época y á la cual
nos conducirá la fuerza de las cosas". Este fallo no-
table del ilustre Berthelot tiene ya su confirmación
entre nosotros, en cuanto á su primera parte, con el
nuevo plan de estudios. Falta la segunda parte, que
entrará sin duda en el plan de reformas ulteriores á
que alude la circular ministerial.
Pero querer hacer de ambas tendencias un amasi-
jo heterogéneo para implantar la escuela única y en-
ciclopédica que representaba el plan de estudios an-
terior, era destruir la base existente para crear un
instituto andrógino, y deformar el espíritu de toda
una generación. Bello resultado el de martillar en
530 RESEÑAS Y CRÍTICAS
cerebros tiernos una masa formidable de los conoci-
mientos más diversos y más indigestamente combi-
nados, á fin de producir una aparente soldadura en
el momento del examen, sin fijarse en que la natura-
leza misma se vengaba elocuentemente expulsando
sobre la marcha aquellos conocimientos confusos y
mal asimilados, y dejando á los pocos días de transcu-
rridos los fanales exámenes un verdadero vacío en los
cerebros fatigados, y una lasitud general en el orga-
nismo, no pocas veces traducida por enfermedades
que inquietaban á las familias, atribuyendo á la en-
señanza en sí el vicio que sólo existía en los pésimos
planes de estudio I Y la causa de todo ello reside qui-
zá en la ingénita manía nuestra de consagrar la re-
putación de algunos hombres como buenos para todo
y confiarles con igual sinceridad una aduana ó un co-
legio : un pedagogo no se forma de golpe, á la manera
como Minerva saliera armada de pies á cabeza del ce-
rebro de Júpiter, y cuando esas singulares encarnacio-
nes que parecen recordar las de los dioses del Gan-
ges, ejercen una influencia decisiva en el bienestar
general, conmoviendo, como en el caso presente, las
bases mismas de la enseñanza, es lástima que sólo
quede á la turba-multa que observa y á la vez sufre,
el platónico recurso de lamentar en silencio que se
juegue así con la vida misma de sus hijos, pues que
i
ENSEÑANZA SECUNDARIA S 2 I
se trata de su vida intelectual, mil veces más precio-
sa que la vida material !
De ahi que merezca un sincero aplauso la circular
ministerial, porque es la primera reacción enérgica
contra el enervamiento que iba produciendo en nues-
tro país el tratar de formar á las nuevas generaciones
para una estrecha ** lucha por la vida*\ condensán-
dola á ésta en la frenética corrida tras el bíblico be-
cerro. Quiera la suerte que la palabra autorizada
del ministro logre no sólo contener sino desviar la
corriente misma, y encauzarla poco á poco en el lecho
apropiado, para que la reforma iniciada con franque-
za tan suma no se esterilice ó periclite.
Por desgracia, la excelencia miisma del régimen
nuestro de gobierno justifica el clásico latet anguis
in herbá^ por la constante movilidad de los funciona-
rios y el continuo mutamiento de las personas que
dirigen los públicos oficios, por manera que carecien--
do de estabilidad y no pudiendo reforma alguna lie -
var estampado el sello de una relativa permanencia,
es en general aplicada con frialdad cuando no con
una calculada lentitud, que parecería estar á la espe-
ra del próximo cambio de funcionarios, para lograr
una anulación ó siquiera alguna desviación en lo re-
cientemente resuelto.
Y á fé que si recordamos lo acaecido entre nosotros
5 22 RESEÑAS Y CRÍTICAS
en los últimos años, no hallaremos sino sobrados mo-
tivos para confirmarnos en esa creencia. Hoy que^
por suerte, se ha iniciado un movimiento saludable,
como lo revela la aludida circular, sería lástima
grande que fuera á menos y no sacara de él beneficia
sensible nuestro pais.
Más fácil es destruir que reconstruir. I^s últimas
reformas en la enseñanza, unidas á la desgraciada y
aparente justificación que les prestaba el brillante
pero engañoso periodo porque acaba de atravesar la
nación, tienen que haber producido honda impresión ^
no muy fácil de borrar de la noche á la mañana. Ca-
si todo el profesorado entiendo que ha sido renovado
en los últimos años, y ha respirado por lo tanto la
atmósfera del enciclopedismo utilitario y superficial
de esos planes de estudio.
Pedir que con el mismo ardor con que ha sostenido
aquella tendencia, venga hoy el cuerpo docente, ca-
si sin transición, á defender teorías radicalmente
opuestas, es pretender, no diré una utopía, sino una
especie de sacrificio diílícil de realizar, siquiera por-
que, en la generalidad de los casos, los hombres no
acostumbran justificar el dicho célebre de aquel enér-
gico religioso quien, en su sagrado ardor por el pro-
selitismo, incitaba á ^^ adorar loque se había incen-
diado y á incendiar lo que se había adorado".
ENSEÑANZA SECUNDARIA ■) 2 3
Pero en esto, como en todas las cosas de la vida, el
tiempo es el gran médico que todo lo cura y lo suaviza.
De ahí que lo único que sea licito desear es que el
funcionario encargado de controlar y vigilar la apli-
cación de las reformas, tenga sus ideas vaciadas en
el amplio molde de las que estampa la circular mi-
nisterial.
Nada hay más pernicioso para la juventud que es-
tos cambios frecuentes en el plan de estudios : la in-
culca un cierto dejo de pirronismo intelectual que im-
pulsa á dudar de todo, y á considerar las teorías más
serias por el lado irónico á que desgraciadamente no
escapan las cosas al parecer más invulnerables de la
tierra.
Ese '* respeto" por el cual clama en tan bellas y
apropiadas palabras la circular ministerial, no puede
existir cuando se ve en el transcurso de meses cam-
biar radicalmente las tendencias más fundamentales,
y no se sabe á qué atenerse, porque se espera siempre
que la reforma de hoy sea á su vez reformada maña-
na. Esa ^^ cultura moral'^ en bien de la cual anuncia
vd. algunas reformas radicales, se logra sin duda con
menos facilidad aún que el respeto, tan difícil de
restablecer cuando ha sido una vez zapado por su
base.
Los jefes de familia no pueden menos de quedarse
^34 RESEÑAS Y CRÍTICAS
perplejos al ver con qué pasmosa facilidad se juega
con la salud intelectual de sus hijos, poniendo y de-
poniendo planes y programas, con una rapidez y ar-
te dignos de diestrisimos prestidigitadores japoneses.
Pues ya que entre nosotros hemos resuelto el proble-
ma de la educación secundaria de un modo radical-
mente contrario á nuestro modelo constitucional, los
Elstados Unidos, haciendo que el estado se abrogue
la facultad de establecer, dirigir y fomentar casi ex*
elusivamente aquella enseñanza, sometiendo nolens
volens á las familias á que sus hijos pasen por el
molde ministerial, —reflejo lamas de las veces de
doctrinas más ó menos extremas, — es necesario dar
á todo este conjunto cierta fijeza en los rumbos que
inspire confianza y desvanezca los justísimos temo-
res con que hoy día entregan muchos sus hijos á los
colegios de la nación. Porque es en verdad bien tris-
te cosa para un padre más ó menos inteligente, de-
sear para su hijo una cultura más ó menos avanza-
da, conformar por último sus deseos al molde exis-
tente, y resolver que su hijo se someta á él, para que
al poco andar un cambio ministerial acarree una for-
ma radical y tenga el niño que encaminar su espíri-
tu en otra dirección, muy feliz todavía si antes de la
conclusión de sus estudios, otro nuevo ministro no
implanta una nueva reforma que lo desvíe por otro
ENSEÑANZA SEGUNDARIA $2%
sendero. No sólo ésto carece de seriedad, sino que
gracias á la ligereza indisculpable con que ha soli-
do procedcrse, llega hasta constituir un verdadero
atentado. iQué cultura metódica y seria puede sa-
car el joven que en el curso de sus estudios secun-
darios ha cambiado dos ó tres veces de sistema, pa-
sando con volubilidad de un polo al otro, obedecien-
do á las tendencias más opuestas, y siendo la victima
obligada de esos monstruosos ingertos intelectuales
que se llevan á cabo entre nosotros con admirable
tranquilidad, haciendo que en el tronco apenas for-
mado de una cultura clásica se ingerte la rama de una
enseñanza positiva, para ingertar más tarde en esta
nueva rama la de un enciclopedismo absurdo, et sic
de coeterisi
Demasiado conciliadores son los padres de familia
en la Argentina que miran resignados este vaivén
continuo de los estudios, cuando va en ello la cultura
de sus hijos y todo su porvenir, el que se prepara
sólo en cierta época de la vida, y si ésta se ha mal-
gastado es casi imposible llenar después ese vacio. El
maxtmá debetur fuero rever entta del terrible satírico
latino, debería ser la regla sagrada del estado moder-
no en sus relaciones con la juventud de las escuelas,
á cuya inteligencia se eonsidera con el derecho de
imponer un molde y con la pretensión de dirigir. La
5^6 KfrtAS T cmtncAS
prímefz íoftificación de eM famltad ddie residir cd
el respeto por las geaeracioiics que arranca sin pie-
dad á los bogares familiares.
Siquiera en salvaguardia del arca santa de la ins-
truccidn, deberla grabarse en letras de oro en muchos
despachos ministeriales, c\ festina lente que inspira á
los ingleses en sus sesudas reformas.
Emprende vd*, seftor, una ''obra de romanos" —
< le alcanzarán para ello las fuerzas? ^el acaso le per-
mitirá realizarla desde el sillón ministerial?
1 Quién lo sabe I Entre tanto, si ello no sucediere,
resultaría quizá más perniciosa su- actual reforma,
pues sería una nueva perturbación pasajera, añadida
á las muchas que se han sucedido. La obra comenza-
da debe llevarse á cabo metódica, enérgica, pero rápi-
damente. De lo contrario, mejor hubiera sido no de-
rrumbar un muro del edificio, sino esperar á tener
reunidos los materiales y los elementos que requiere
la reconstrucción del todo, para hacer menos penoso
el período de transición, de por sí ya peligroso.
Entiende vd. llevará cabo con vigor su plan, pues
de él hace desprender con sobradísima razón, la for-
moción de '* argentinos dignos de ser mañana la ca-
bc/.tt y el alma dirigente del país''. Los votos since-
ros do todo patriota han de acompañar á vd. en tan
noble cruiada.
ENSEÑANZA SECUNDARIA 527
Pero si, siguiendo las prácticas abusivas actuales,
tiene vd. la debilidad de consentir más adelante en
mutilaciones parciales del plan de estudios, en su-
presión de materias ó en disminución de otras, vol-
veremos de nuevo al estado vergonzoso de hoy, en
que los estudios universitarios no obedecen á ló*
gica ni á sistema, sino á los girones de un plan cada
día retaceado ó alterado por indebidas complacencias
ministeriales. Terror causa al padre de familia cuyos
hijos están próximos á cursar estudios secundarios,
este monstruoso desorden, i Será vd. capaz de ha-
cerlo cesar una vez por todas? Si así fuera, me-
recería bien de la patria ; de contrario, sería un
nuevo fracaso unido á la serie ya larga de fracasos
anteriores.
No es nada proyectar : la cuestión es realizar.
Quizá, además, el temperamento adoptado es equi-
vocado. £1 plan de estudios no debe ser una si&ple
medida administrativa, que puede modificarse ó cam^
biarse por decreto : la única garantía de estabilidad
consiste en hacer que el Congreso lo sancione como
ley. Así concluirá de una vez esta perpetua tergi-
versación.
£1 tiempo, sobre todo, dirá si esta carta de espon-
tánea felicitación es justificada* De todas maneras es
sincera, y llenados estarían los deseos que la han
528 RESEÑAS Y CRÍTICAS
dictado si pudiera contribuir á obtener alguna vez
la estabilidad de los estudios secundarios bajo un
plan sensato y lógico.
Quedo de V. muy atento compatriota y S.S.
San Rodolfo, abril a6 de 1891 .
índice
Advertencia 5
I. £1 Congreso literario latino-americano y el americanismo». 1 1
II. Las Universidades argentinas. — Su constitución orgánica.. . 41
III. Escuelas y teorías literarias. — £1 clasicismo y el ro-
manticismo 89
IV. El movimiento intelectual argentino. — Revistas y pe-
riódicos 119
V. Los juegos florales en Buenos Aires 143
VI. Carlos Monsalve : Juifenilia ¡ó^
VII. En viaje : Miguel Cañé 181
VIII. Martin García Mérou : Estudios literarios 317
IX. Adolfo Mitre : Poesías 237
X. León Zaldivar : Carlos Maria Ocantos 377
XI. Federico Gamboa : Apariencias 337
XII. La opera italiana en Buenos Aires 351
XIII. £1 Salón del Ateneo 373
XIV. La ciencia jurídica argentina y el doctor Manuel Oba-
rrio 407
XV. Un publicista argentino en Europa : don Carlos Calvo. . . 45 1
XVI. Las cenizas del general San Martín. — Su traslación del
Havre á. Buenos Aires 483
XVII. Enseñanza secundaria . — La reforma 513
ACABÓSE
DE IMPRIMIR ESTA OBRA
EL I 5 DE JULIO
DE 1893
£C 14 1943