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Full text of "Reseñas y críticas"

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RESEÑAS  Y  CRÍTICAS 


PUBLICACIONES  DEL  MISMO  AUTOR 

(en    colaboración     con    el    t>'    NICOLÁS    HASSa) 

Memoria  de  la  Biblioteca  Públicay  correspondiente  al  afio  1876.  Bue- 
nos Aires,  1877.  ivol.  en  8«,  de  222  páginas. 

Memoria  de  la  Biblioteca  Pública  de  la  Provincia,  correspondiente  al 
año  1877.  Buenos  Aires,  1878.  i  vol.  en  8°,  de  389  páginas. 

Informe  sobre  las  colecciones  de  obras  argentinas  que  se  envión  á  la  Ex'^  1 

posición  Universal  de  Paris,  1878.  i  toI.  en  4»,  de  xix-77  págions. 

(en  colaboración  OON  el  D*"  ADOLFO  MITRE)  | 

I 

Derecho  internacional  privado,  1878.  9  vol.  en  8*,  de  iii  páginas. 

DEL  AUTOR 

La  Sociedad  Romana  en  el  primer  siglo  de  nuestra  era.  Estudio  critico 
sobre  Persio  y  Juvenai.   1878.  i  vol.  en  8*,  de  xii-380  páginas. 

Vimprimerie  et  les  livres  dans  VAmériqueEspagnoleaux  XVI^,  XVII^ 
et  XVIII^  siécles.  Discours  prononcé  au  Congrés  International  des 
Américanistes.  Bruxelles,  1879.    1  vol.  en  8*,  de  30  páginas. 

La  recepción  de  Henri  Martin  en  la  Academia  francesa.  Buenos  Aires, 
1880.  i  vol.  en  8»,  de  39  páginas. 

Gathe  :  sus  amores.  —  De  la  influencia  de  la  mujer  en  sus  obras  lite- 
rarias. Buenos  Aires,  1881.  i  vol.  en  80,  de  66  páginas. 

Disraeli :  su  última  novela.  —  De  la  influencia  de  la  politica  en  sus 
obras  literarijis.  Buenos  Aires,  1881.  i  vol.  en  8«,  de  33  páginas. 

La  quiebra  de  las  sociedades  anónimas  en  el  derecho  argentino  y  ex- 
tranjero. Buenos  Aires,  1883.    i  vol.  en  8*,  de  63  páginas. 

La  abogada  en  la  República.  Discurso  pronunciado  en  la  colación  de 
grados  de  1883.  Buenos  Aires,  1883.  i  vol.  en  8°. 

Contribución  al  estudio  del  libro  IV  del  Código  de  Comercio.  Buenos 
Aires,  1883.  1  vol.  en  80,  de  374  ptáginas. 

Estudios  sobri  quiebras.  Con  un  prefacio  del  D^^  .Amancio  Alcorta. 
Buenos  Aires,  i  vol.  en   8^,  de  xxxii-3  74  páginas. 

Las  reformas  del  Código  Civil.  Buenos  Aires,  1883.  i  vol.  en  8». 

Discurso  pronunciado  con  motivo  de  fundarse  la  **  Asociación  de  hom- 
bres  de  letras  del  Brasil  " .  Rio  de  Janeiro,  1883.  i  vol.  en  8*. 

La  politica  americana  y  las  tendencias  yankees.  Buenos  Aires,  1887. 
I  vol.  en  80,  de  34  páginas. 

Un  invierno  en  Rusia.  Buenos  Aires,  1888.  2  vol.  en  8*. 

Dos  novelas  sociológicas.  Buenos  Aires,  1893.  i  vol.  en  Bp,  de  383 
páginas. 

La  Nueva  Revista  de  Buenos  Aires  (Director  de  la).  Publicación  men- 
sual. 1881-85.  13  vol.  en  8». 


y 


E^?^ESTO      OUEScA'DcA 

C.  DB  LA  RSAL  ACADEMIA  ESPAÜOLA 


RESEÑAS 


C  RÍTICAS 


— ••• — 


BUENOS  AIRES 

FÉLIX     LAJOUANE,     EDITOR 

79  —  PERÚ  —  89 


1893 


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De  esta  obra  han  sido  impresos  quince  ejemplares 
en  papel  de  Holanda,  numerados  por  el  autor 


Imprenta  de  Pablo  E.  Coni  é  hijos,  Ferá,  68o 


ADVERTENCIA 


Un  escritor  argentino,  en  una  obra  publicada 
hace  algún  tiempo  y  ha  dicho:   "Es  verdadera- 
mente deplorable  que  la  indiferencia  general  que 
'^  existe  entre  nosotros  para  todo  lo  que  se  refiere  a 
(y^las  letras,  haya  impedido  d  Quesada  reunir  sus 
^  escritos  dispersos  en  multitud  de  diarios  y  revis- 
--^tas.  Ellos  hubieran  dado  varios  tomos  de  sabro- 
-^sa  y  buena  lectura^  como  la  de  Un  invierno  en 
Msidiy  que  publicó  últimamente^  obra  interesante 
yajo  todos  los  aspectos,  llena  de  observaciones 
;agaces^  de  reflexiones  nuevas  y  personales,  y  de 
iestudios  históricos  y  políticos  expuestos  en  un 


RESEÑAS   Y   CRÍTICAS 


estilo  fácil,  corriente  y  verboso  como  lo  es  la  pa- 
labra de  su  autor.  Director  durante  mucho  tiem- 
po de  la  Nueva  Revista  de  Buenos  Aires,  donde 
al  principio  estuvo  acompañado  por  su  ilustre 
padre,  las  letras  argentinas  deben  i  Ernesto  Que- 
sada  largos  y  fieles  servicios,  y  nuestra  generar- 
ción  tiene  en  él  uno  de  sus  miembros  más  ardien- 
temente trabajador  y  erudito,  llamado  á  producir 
obras  notables  y  siempre  dignas  de  su  inteligencia 
y  su  contracción  "  (i). 

Tan  caballerezca  manera  de  decir  galantería 
inmerecida  á  una  persona,  al  mismo  tiempo  que 
obliga  la  gratitud  de  esta^  parecería  deber  poner- 
la en  el  compromiso  de  justificar  amabilidad  ta- 
maña, Pero  desgraciadamente,  en  la  vida  poco 
ordenada  á  que  nos  condena  la  existencia  ame- 
ricana^ no  he  podido  conservar  los  diarios  y  re- 
vistas á  que  aludía  el  escritor,  y  de  ahí  que  el  es- 
fuerzo  ó  las  aspiraciones  de  tantos  años  de  labor 

(i)  Martín  García  Mérou:  Recuerdos  literarios.  Buenos 
Aires,  1 89 1. 


ADVERTENCIA 


literaria  estén  condenados  d  yacer  ^^en  el  fondo 
de  esos  vastos  cementerios  que  se  llaman  períó- 
dicos,  donde  las  producciones  reposan  casi  sin 
epitafio  '\  Quizás  y  aún  sin  quizás  es  mejor  que 
asi  sea. 

Pero  las  mismas  razones  que  me  indujeron  á 
consentir  en  la  publicación  de  Un  invierno  en 
Rusia,  me  obligan  hoy  á  dar  este  volumen,  en  el 
que  no  he  reunido  sino  uno  que  otro  articulo,  de 
épocas  diferentes,  si  bien  se  refieren  todos  i  co- 
sas nacionales.  De  los  capítulos  de  este  libro  po- 
dría decirse,  con  verdad,  que  sint  ut  sunt  vel 
non  sint,  parodiando  el  dicho  célebre. 

No  he  querido  intencionalmente  hacer  selección 
ni  obedecer  á  orden  cronológico  ó  sistemático  : 
los  "  varios  tomos  "  que  pronosticaba  el  autor  de 
los  Recuerdos  literarios,  arredrarían  al  editor 
más  audaz,  en  una  tierra  en  que  aún  es  asunto 
problemático  el  saber  si  no  se  publican  libros  por- 
que  no  hay  lectores,  ó  si  no  hay  lectores  porque 
no  se  publican  libros,  según  la  frase  conocida. 


8  RESEÑAS    Y   CRÍTICAS 

V - , , , 

No  he  quei'ido  tampoco  rever  los  diveisos  ar- 
tículos que  forman  este  libro.  Rever  lo  publica- 
do años  atrás,  es  tarea  ingrata  é  infecunda :  el 
criterio  se  modifica^  la  edad  misma  nos  hace 
ver  las  cosas  con  distinto  color ^  y  hay  hasta  cier- 
to punto  una  falta  de  respeto  por  la  sinceridad 
del  juicio  dé  antes^  al  querer  someterlo  a  la 
calma,  quizá  á  la  ecuanimidad  rayana  en  indi- 
ferencia^ que  suele  traer  consigo  el  transcurso  de 
la  vida.  Por  eso  es  una  verdadera  debilidad  con- 
sentir en  esta  clase  de  exhumaciones  litera-- 
rias. 

En  Europa  las  producciones  del  espíritu  se 
conservan^  se  pulen,  se  revisan^  se  completan  y 
concluyen  por  publicarse  más  tarde  con  cariño 
extremo :  en  América  consideramos  como  un  ac- 
cidente el  escribir^  lo  hacemos,  si,  siempre  que 
podemos,  con  ¡1  luogo  studio  ed  il  grand'  amo- 
re  de  que  hablaba  el  poeta,  pero  no  conservamos 
vanidad  ni  quizá  el  recuerdo  de  lo  hecho.  La 
vida  nos  arrastra  á  la  acción  en  sentido  á  veces 


ADVERTENCIA 


ian  singular  que  no  es  posible  preverlo  de  anie- 
mano  :  es  preciso  que  nos  conformemos  al  medio 
en  que  actuamos  y  á  la  atmósfera  que  respiramos. 
De  ahí  la  diversidad  de  criterio  para  juzgar  un 
volumen  de  esta  Índole. 


E,  Q. 


San  Rodolfo,  1893. 


RESEÑAS  Y  CRÍTICAS 


EL  CONGRESO  LITERARIO  LATINO- AMERICANO 

Y  EL  '*  AMERICANISMO  " 


^^^^ON  motivo  de  la  Exposición  Continental  de 
\s.^  Buenos  Aires,  se  proyecta  celebrar  un  Congreso 
literario  latino-americano  [i).  Si  puede  lograrse  que 

(i>  En  mi  calidad  de  director  de  la  Nueva  Revista,  fui  llamado  para 
formar  parte  de  la  Comistón  que  se  proponía  organizar  un  "  certamen 
literario"  con  motivo  de  la  Exposición  Continental  Sud- Americana  que 
se  celebrará  en  Buenos  Aires  del  i^  de  Marzo  al  !<*  de  Junio  de  i88a. 
Aunque  opuesto  á  la  idea  del  certamen,  por  cuanto  la  historia  enseAa 
el  poco  resultado  práctico  que  esa  clase  de  torneos  ha  producido,  estan- 
do aún  frescos  los  recuerdos  de  los  Juegos  florales  celebrados  aquí  en  el 
año  próximo  pasado,  creí  deber  aceptar,  pero  con  el  propósito  de  pro- 
poner la  realización  de  un  ''Congreso  literario'*,  idea  que  me  parecfa 


I  2  RESENAS    Y    CRITICAS 

tenga  éxito  feliz,  se  habrá  realizado  un  progreso  in- 
calculable. 

Es  increíble  el  extraordinario  aislamiento  intelec- 
tual de  los  paises  latino-americanos  entre  sí :  vivi- 

más  provechosa  y  factible.  Lo  hice,  en  efecto,  y  después  de  algunas 
discusiones  de  detalle,  fué  aprobado  completamente  el  referido  proyecto, 
que  es  como  sigue  : 

CONGRESO  LITERARIO  LATIiNO-AMERICANO 
Sesión  de  Buenos  Aires  (Del  37  al  jg  de  Mayo  1882) 

BAJO  EL   PATROCINIO  DE  LA   CIUDAD  DE  BUENOS    AIRES    Y  EN  OCASIÓN  DE  LA 
EXPOSICIÓN    CONTINENTAL    SUD- AMERICAN  A 

{Buenos  Aires,   /•  Marzo- 1^ Junio) 

INVITACIÓN 

Con  motivo  de  la  Exposición  Continental  que  tendrá  lugar  en  Buenos 
Aires,  del  1°  de  Marzo  al  i*  de  Junio  de  1883,  se  ha  decidido  convocar 
una  reunión  de  personas  que  se  ocupan  del  estudio  de  la  literatura, 
historia  y  ciencias  de  la  América  Latina. 

El  objeto  principal  de  este  Congreso  es  proporcionar  á  los  hombres 
de  letras  que  concurran  á  la  Exposición,  un  medio  fácil  de  formar  ó  de 
estrechar  relaciones  literarias,  á  fin  de  hacer  cesar,  en  lo  posible,  el  la- 
mentable aislamiento  de  las  naciones  latino-americanas  en  lo  que  á  su 
desenvolvimiento  intelectual  se  refiere.  Se  trata  de  poner  en  contacto  á 
los  hombres  de  letras  latino-americanos,  procurando  que  den  á  cpno- 
eer  el  estado  actual  de  la  literatura,  historia  y  ciencias  en  sus  respecti- 
vos paises.  Será  una  reunión  de  verdadera  confraternidad  literaria, de 
laque  se  reportarán  incalculables  beneficios. 

En  Europa,  los  congresos  internacionales  se  repiten  cada  vez  con 
mayor  frecuencia,  y  se  aprovecha  la  celebración  de  las  Exposiciones  para 
facilitar  tan  provechosas  reuniones.  Los  Anales  en  que  se  publican  los 
trabajos  presentados  á  dichos  congresos,  vienen  asi  á  ser  el  compendio 
del  estado  actual  de  tal  ó  cual  ramo  de  los  conocimientos  humanos  > 
inútil  es,  pues,  encarecer  la  importancia  de  estas  reuniones,  que  para 


•     •• 

•  •• 

•  • 


CONGRESO    LATINO-AMERICANO  I  3 


mos  como  si  nos  encontráramos  en  los  polos  opues- 
tos de  la  tierra,  ignorando  el  escado  de  los  conoci- 
mientos en  uno  y  otro  país,  y  sin  conocer  ni  lo  que 
se  publica,    ni  lo  que  se  trabaja,  ni  lo  que   entre 

ios  laríno-amerícanos  son  tanto  más  preciosas,  cuanto  que  TÍven  más 
en  contacto  con  la  Europa,  cuyos  libros  más  recientes  conocen,  que  con 
cualquiera  de  sus  vecinos,  cuyos  trabajos  más  notables  sólo  por  ca- 
sualidad recibe  alguno  que  otro  especialista. 

Toda  persona  que  se  interese  en  esta  reunión,  puede  ser  inscrito  como 
miembro  del  Congreso,  dirigiéndose  á  la  Secretaria  general,  y  envian- 
do :  I*  su  nombre,  apellido  y  profesión  ;  a*  su  dirección  exacta ;  3*  la 
suma  de  dos  pesos  fuertes  como  monto  de  la  suscrición.  Recibirá,  á 
vuelta  de  correo,  la  tarjeta  de  mlembru^  que  da  el  derecho  de  partici- 
par de  todos  los  trabajos  de  la  reunión,  y  de  reclamar  el  volumen  que 
contenga  los  Anales  de  dichos  trabajos . 

ESTATUTOS  DEL  CONGRESO 
I 

£1  G>ngreso  literario  sud-americano  tiene  por  objeto  fomentar  las 
relaciones  de  los  hombres  de  estudio  latino-americanos,  contribuyendo 
al  progreso  de  las  letras  de  este  continente,  por  medio  de  comunicacio- 
nes relativas  á  la  literatura,  historia  y  ciencias  de  las  naciones  ameri- 
canas. 

II 

Harán  parte  del  Congreso,  y  tendrán  derecho  á  todas  sus  publica 
ciones,  las  personas  que  pidan  una  tarjeta  de  miembro  al  secretario 
general.  Se  ruega  á  las  personas  que  hagan  este  pedido,  envíen  con 
exactitud  la  dirección  de  sus  nombres,  apellidos,  profesión  y  dirección, 
adjuntando  dos  pesos  fuertes  como  monto  de  la  suscrición.  Esta  can- 
tidad podrá  ser  abonada  hasta  dos  dias  antes  de  reunirse  el  Congreso 

en  Buenos  Aires. 

III 

Los  trabajos  cuya  lectura  exija  más  de  itelnte  minutos,  serán  entre- 
gados á  la  Secretaria  general^  la  cual  presentará  al  Congreso  un  rcsü- 


14  RESEÑAS   Y   CRÍTICAS 

nosotros  se  estudia.  Entre  los  hombres  de  letras 
latino-americanos  no  hay  casi  intercambio  de  ideas, 
como  no  hay  reciproco  comercio  de  librería,  ni  se  ha 
logrado  hasta  ahora  establecer  mutua  colaboración 

men,  sea  escrito  ú  oral,  que  haga  conocer  el  objeto  del  trabajo,  sus  pun- 
tos culminantes  y  sus  deducciones :  los  autores  que  envíen  esta  clase  de 
memorias  deberán  adjuntar  al  mismo  tiempo  un  resumen  substancial . 

Los  trabajos  de  los  miembros  que  no  pueden  concurrir  personalmente 
al  Congreso,  deberán  dirijirse  á  la  Secretaria  general,  hasta  el  so  de 
Mayo. 

A  los  autores  que  tomen  personalmente  parteen  la  reunión,  seles 
suplica  sustituyan  una  exposición  oral  á  la  lectura . 

IV 

Los  libros,  manuscritos  ú  otros  objetos  presentados  al  Congreso,  se- 
rán entregados  á  la  terminación  de  este«  sea  á  la  Biblioteca  Pública, 
sea  á  uno  de  los  Museos  Nacionales. 


Toda  discusión  extrafia  al  objeto  del  Congreso  queda  terminante- 
mente prohibida.  £1  Comité  decidirá  qué  trabajos  han  de  ser  publica- 
dos en  los  AnaUs, 

Los  miembros  tienen  el  derecho  de  presentar,  con  un  dia  de  antici- 
pación, cuestiones  que  no  estén  incluidas  en  el  programa ;  con  este  ob- 
jeto harán  su  petición  al  Comité,  el  cual  juzgará  si  pueden  ser  ad- 
mitidas. 

VI 

El  Congreso  se  compone :  !<>  de  un  Comité  de  honor ;  a^  de  un  Co- 
mité de  organización ;  3"  de  miembros  protectores  ;  4*  de  miembros 
adherentes. 

El  Comité  de  honor  se  compondrá  de  altos  funcionarios  ar^^entinos, 
de  los  diplomáticos  latino-americanos,  y  de  los  delgados  de  las  na- 
ciones americanas  á  la  Exposición. 

El  Comité  de  organización  estará  compuesto  de  literatos  y  periodis- 
tas argentinos. 


CONGRESO  LATINO-AMfiRICANO  I  $ 


en  revistas  ó  periódicos.  Coando  se  quiere  estudiar 
algo  relativo  á  un  país  latino-americano,  no  se  tiene 
dónde  recurrir  para  saber  qué  hay  hecho  sobre  el 
particular,  ni  con  qué  criterio  debe  elegirse  entre  los 


Son  miembros  protectores  los  qae  hagan  donadón  de  euarmta 
pesos  fuertes  como  mimimmm. 

Son  miembros  adheientes  los  que  llenen  las  condiciones  del  aitl- 
culo  i. 

VII 

Las  sesiones  del  G>ngTeso  durarán  tres  días,  el  97, 38  j  39  de  Mayo, 
7  tendrán  lugar  en  la  SdU  de  fiestas  del  Palacio  de  la  Exposición.  Cada 
dia  se  celebrarán  des  reuniones,  por  la  mafiana  y  á  la  tarde.  El  primer 
día  estará  dedicado  á  la  literatura  latino-americana ;  el  segundo  á  la 
historia,  j  el  tercero  á  las  ciencias. 

VIII 

£1  Comité  de  organiación  publicará  oportunamente  la  orden  del 
dia  y  programa  de  las  fiestas  que  serán  dadas  al  Congreso,  cuyas  se- 
siones terminarán  p<Nr  un  banquete. 

PROGRAMA 
{Rnmidm  del  27  de  Mayo) 

LITERATURA 

I.  ¿  Cuál  es  el  estado  actual  del  movimiento  literario  entes  patees  la- 
tino-americanos ? 

II.  Causas  del  aislamiento  literario  reciproco.  Falta  de  venta  del 
libro  americano.  Remedios  propuestos  á  este  mal. 

III.  Cuadro  del  deaenTolvimiento  ioteiectual  en  cada  pais  latino- 
americano. Influencias  extrañas  á  que  ha  obedecido.  Escuelas  litera- 
rias. Tendencias  dominantes.   Relaciones  mutuas. 

IV.  Los  escritores  americanos  y  sus  editores.  Carencia  de  estos. 

V.  La  bibliografía  latino-americana.  Libros  publicados.  Primeras 
impresiones. 


í  6  RESEÑAS    Y    CRÍTICAS 

libros  que  se  han  publicado.  Este  estado  de  cosas  es 
vergonzoso,  y  es  deber  de  patriotismo  el  hacerlo 
cesar. 

Por  eso  es  benéfica  la  tentativa  de  celebrar  un  Con- 

VI.  La  literatura  dramática  americana  y  los  teatros. 

VIL  El  periodismo  latino-americano.  Importancia  del  diarismo  :  el 
diario  anónimo  y  el  diario  firnlado.  Tendencias  predominantes  en  la 
prensa  nacional  y  continental. 

VIH.  Las  bibliotecas  americanas.  Su  estado  actual.  Intercambios 
literarios.  Riquezas  que  contienen. 

IX.  Sociedades  literarias.  Su  estado  actual.  Relaciones  entre  si. 

(Reunión  del  28  de  Mayo) 

HISTORIA 

I.  Estado  actual  de  los  estudios  históricos  americanos.  Principales 
obras  publicadas.  Carácter  de  ellas. 

II.  Publicaciones  extranjeras  sobre  la  historia  de  América.  Criterio 
con  que  deben  juzgarse. 

III.  Historiadores  americanos.  Historiadores  de  la  época  revolucio- 
naria. Influencia  de  los  grandes  partidos  en  los  escritores  contemporá- 
neos. Materiales  de  q&e  se  dispone. 

IV.  El  patriotismo  en  la  historia.  Polémicas  internacionales.  Las 
grandes  figuras  históricas.  Criterio  con  que  deben  estudiarse  impar— 
cialmente. 

V.  Problemas  históricos  fundamentales,  internacionales,  nacionales 
y  locales.  Elementos  para  su  estudio. 

VI.  Valor  histórico  de  la  prensa  americana.  Las  monografías.  Los 
documentos  oficiales  publicados  ó  inéditos. 

[Reunión  del  2p  de  Mayo) 

CIENC  ¡AS 

I.  Estudio  de  las  ciencias  antes  de  la  Independencia.  Los'  principa- 
les escritores  y  sus  trabajos  de  mayor  importancia  en  las  diversas 
ciencias;  qué  influencia  ejercieron  en  el  dcsenvolvi'viicnto  dentiíico. 


CONGRESO   UITINO-AMERICANO  I  7 

greso  latino-americano,  si  bien  es  probable  que  no 
tenga  todo  el  éxito  que  seria  de  desear.  Aunque  no 
sea  sino  un  ensayo,  se  habrá  adelantado  con  popula- 
rizar la  idea  y  facilitar  el  camino  para  la  celebración 
de  otro  con  preparación  más  detenida,  y  sobre  todo, 
con  mayores  elementos . 

La  situación  actual  de  la  América  Latina  es  poco 
propicia  para  esta  tentativa.  La  idea  ha  surgido  de- 
masiado tarde,  pues  en  los  tres  meses  que  faltan 
para  la  reunión  del  Congreso,  no  hay  verdaderamen- 
te tiempo  de  esperar  cooperación  decidida  de  las  An- 
tillas, de  México,  de  Colombia,  Venezuela,  Ecuador 
y  repúblicas  centro-americanas.  Y  sin  embargo,  es 
sabido  que  en  ninguna  parte  de  América   hay  vida 


II.  Progreso  de  las  ciencias  desde  la  independencia  hasta  ahora.  Aná- 
lisis de  las  obras  publicadas. 

III.  Análisis  de  las  asociaciones  científicas :  beneficio  que  producen. 

IV.  Estudio  físico  de  los  países  americanos,  trabajos  geológicos, 
geognósticos,  etc.  La  hidrografía  y  la  orografía.  La  fauna  y  la  flora. 
Trabajos  publicados  ;  exploraciones  realizadas  y  resultados  obtenidos. 

V.  La  etnografía  y  la  antropología  americanas ;  problemas  discuti- 
dos en  los  Congresos  de  americanistas  de  1875,  1877,  1879  y  i88t. 

VI.  ¿  El  americanismo  es  una  ciencia  ?  Publicaciones  y  sociedades 
americanistas.   Sabios  americanistas. 

VII.  Las  lenguas  indígenas  de  América.  Filología  comparada.  Lin- 
güistas y  libros  publicados.  Estado  actual  de  estos  estudios. 

VIII.  La  ciencia  jurídica  americana.  Estado  actual  de  la  codificación. 
Escritores  más  notables.  Comparación  de  las  diversas  legislaciones 
latino-americanas.  Sistema  penitenciario  latino-americano.  Problemas 
á  resolver. 


I  8  RESEÑAS   Y   CRÍTICAS 

intelectual  tan  intensa  como  en  Colombia,  nación 
inteligente  y  culta  si  las  hay,  donde  existe  una  ver- 
dadera generación  de  literatos,  de  poetas  y  de  ha- 
blistas de  tan  singular  mérito  y  de  tan  sólidos  estu- 
dios, que  la  R.  Academia  Española  ha  encontrado 
preparado  el  terreno  para  establecer  una  hija  suya, 
conocida  hoy  en  el  mundo  de  las  letras  por  la  ''Aca- 
demia Colombiana  ". 

La  malhadada  guerra  del  Pacífico  hace  imposible 
el  concurso  de  los  literatos  peruanos  y  bolivianos,  y 
aun  en  gran  parte  de  los  chilenos. 

Pero  en  el  Brasil  hay  elementos  poderosos  para 
concurrir  con  brillo  á  un  Congreso  Literario.  Re- 
cientemente se.  ha  celebrado  una  Exposición  htstó' 
rica  en  Rio  de  Janeiro,  donde  se  han  discutido  mu- 
chas cuestiones  análogas  á  las  del  programa.  En  la 
República  Oriental,  el  Ateneo  del  Urugay  es  un  nú- 
cleo importantísimo  donde  convergen  las  inteligen- 
cias más  privilegiadas  de  aquel  hermoso  país.  En 
Chile  hay  vida  intelectual  activísima  y  sus  fecundos 
literatos  necesitan  sólo  días  para  producir  volumi- 
nosos libros. 

En  la  República  Argentina  la  vida  intelectual  es 
sumamente  irregular :  ni  se  conocen  todos  los  que 
cultivan  las  letras  residiendo  en  la  misma  localidad, 
ni  tampoco  tienen  correspondencia  los  que  viven  en 


CONGRESO   LATINO-AMERICANO  I  g 


distintas  ciudades.  En  Buenos  Aires  hay  considera- 
ble cantidad  de  hombres  de  estudio,  de  publicistas 
y  de  amantes  de  las  letras  :  la  política  ó  la  vida  so- 
cial los  separa  y  desune,  esterilizando  muchos  tra- 
bajos, alentando  pocos  é  impidiendo  una  fecunda  co- 
operación. En  Córdoba  hay  vida  literaria  activa,  hay 
un  núcleo  de  jóvenes  que  en  sociedades  y  periódicos 
trabajan  con  ardor  :  —  sus  nombres  son  apenas  cono- 
cidos en  la  Capital.  Y  así  sucesivamente  podría  ir 
analizando  pueblo  por  pueblo. 

En  estas  circunstancias  un  Congreso  literario  la- 
tino-americano, por  sus  tendencias  más  que  por  sus 
miembros,  es  un  terreno  neutral  donde^  desapare- 
ciendo las  diferencias  políticas,  sociales  y  religiosas, 
pueden  confraternizar  los  eruditos,  los  publicistas 
y  los  estudiosos,  formando  ó  estrechando  relaciones 
que  han  de  ser  sumamente  fructíferas  para  el  por- 
venir. El  programa,  por  otra  parte,  está  concebido 
en  un  sentido  tan  general,  que  cualquiera  puede 
presentar  una  monografía  más  ó  menos  extensa  so- 
bre muchos  de  sus  puntos. 

Si  el  Congreso  Literario  se  realiza  con  brillo  y 
deja  tras  sí  benéficos  resultados,  será  un  timbre  de 
honor  para  Buenos  Aires  ;  si  no  queda  de  él  sino  el 
proyecto,  habrá  cumplido  su  deber  quien  lo  propuso 
creyendo  con  eso  llenar  una  necesidad  sentida. 


2  0  RESEÑAS   Y   CRÍTICAS 

Hoy  día  todo  el  mupdo  se  preocupa  del  america- 
nismo y  de  ciencia  americanista ;  se  hacen  increí- 
bles trabajos  sobre  la  América,  produciendo  un  ex- 
traordinario movimiento  intelectual,  al  que  queda- 
mos extraños  nosotros  los  americanos  ;  del  que  sólo 
se  dan  cuenta  muy  pocos,  y  es  lamentable  y  ver- 
gonzoso que  no  contribuyamos  á  él.  Para  esto  es 
preciso  antes  que  todo,  conocernos  mutuamente,  en- 
trar en  fructífera  relación  literaria,  darnos  cuenta 
del  estado  de  la  literatura,  historia  y  ciencias  en 
nuestros  respectivos  países,  hacer  el  inventario  de 
lo  que  hemos  logrado  realizar  y  señalar  lo  que  de- 
bemos emprender.  Y  para  llegar  á  este  resultado  no 
hay  otro  medio  sino  la  celebración  de  un  Congreso 
literario  latino-americano,  con  tendencias  generales, 
como  el  que  se  proyecta  para  Buenos  Aires,  es  decir, 
en  el  sentido  de  la  ^^  literatura  de  la  ciencia  "  ;  ó  sea 
para  dar  un  balance  del  estado  presente  del  movi- 
miento intelectual  en  la  América  Latina. 

Pero  se  levantan  objeciones  de  todas  partes  ;  se 
pretende  que  los  Congresos  internacionales  no  son 
fructíferos,  ni  por  su  índole,  ni  por  sus  tendencias; 
que  aún  es  prematuro  hablar  de  ciencia  americanista, 
y  se  llega  hasta  desconocer  la  existencia  ó  la  legiti- 
midad del  americanismo.  Conviene,  pues,  demostrar 
que  en  el  estado  actual  (Je  la  civilización,  los  Con- 


CONGRESO  LATINO-AMERICANO  2  1 


gresos  internacionales  son  el  único  medio  provechoso 
para  facilitar  un  rápido  progreso ;  y  que  para  los 
americanos  es  esto  tanto  más  indispensable  cuanto 
que  debemos  incorporarnos  al  movimiento  america- 
nista, con  cuyo  motivo  se  hace  necesario  una  vez  por 
todas  legitimar  la  existencia  del  americanismo  como 
ciencia. 

A  estos  dos  objetos  tiende  el  presente  articulo, 
creyendo  que  de  ese  modo  contribuye  en  algo  al  me- 
jor éxito  del  Congreso  proyectado,  sin  considerar  ne- 
cesario fundar  un  programa  que  se  justifica  por  sí 
mismo. 


La  multiplicidad  abrumadora  de  las  ciencias,  la 
increíble  diversidad  de  los  estudios,  la  difícultad 
grandísima  de  uniformar  los  trabajos  de  los  estudio- 
sos en  todos  los  puntos  del  globo,  han  hecho  hasta 
hace  poco  que  el  progreso  fuera  más  lento,  porque 
había  menos  ayuda  mutua  ;  que  las  indagaciones  no 
fueran  tan  provechosas,  porque  no  es  dado  á  un  solo 
hombre  estar  al  corriente  del  movimiento  intelec- 
tual del  mundo  entero,  no  en  las  ciencias  todas,  pero 
ni  aún  en  su  propia  especialidad.  De  ahí  resultaba 


2  2  RESEÑAS   Y   CRÍTICAS 

que  espíritus  superiores  gastaban  una  vida  entera 
en  resolver  problemas  que  ya  habían  sido  resueltos, 
ó  en  buscar  soluciones  que  hacía  tiempo  ya  habían 
sido  encontradas.  Para  obviar  á  estas  dificultades 
innegables,  forzoso  era  hacer  posible  el  conocimiento 
recíproco  de  estudios  y  conocimientos,  y  para  eso 
perfeccionar,  completar  y  enriquecer  esos  arsenales 
indispensables  de  labor  intelectual :  las  bibliotecas 
públicas.  Pero  esto  no  fué  aún  suficiente,  pues  ni 
todos  tenían  cerca  esos^tesoros,  ni  les  era  posible 
disponer  del  tiempo  requerido  en  consultas  penosas 
y  largas  :  entonces  se  fundaron  en  todos  los  países 
una  serie  increible  de  publicaciones,  periódicas  las 
unas,  irregulares  las  otras,  abarcando  primero  va- 
rios ramos  del  humano  saber,  obligadas  después  á 
circunscribirse  á  determinadas  especialidades,  y  que 
llevaban  al  conocimiento  del  trabajador  aislado,  el 
resultado  de  los  estudios  y  las  ideas  de  tanto  sabio, 
de  tanto  laborioso  investigador. 

Era  ya  mucho,  pero  aún  no  era  suficiente.  La  vida 
febriciente,  agitada,  rápida,  imposible  de  seguir  en 
sus  múltiples  evoluciones,  la  vida  del  siglo  xix,  ne- 
cesitaba algo  más  poderoso,  más  estimulante,  más 
decisivo: — y  surgió  fecunda  y  brillante  la  idea  de 
esas  reuniones  internacionales,  donde  .se  conocen  y 
se  juzgan  los  estudiosos  todos  de  todo  el  universo. 


CONGRESO   LATINO-AMERICANO  2  3 


donde  se  dá,  por  decirlo  asi,  balance  á  los  conoci- 
mientos existentes,  se  deciden  cuestiones  controver- 
tidas, y  se  indican  las  rutas  futuras  en  que  se  lan- 
zan ardorosos  los  adeptos  para  contribuir  triunfan- 
tes al  progreso  común. 

Los  Congresos  científicos  caracterizan  nuestra  épo- 
ca, se  repiten  hoy  día  con  febril  actividad  y  es  in- 
disputable el  beneficio  incalculable  que  producen, 
los  resultados  prácticos  que  alcanzan. 

Sé  muy  bien  que  se  dice  que  no  debe  esperarse  de- 
masiado de  los  trabajos  de  asambleas  reunidas  ca- 
sualmente por  algunos  días,  porque  las  obras  del 
hombre  para  ser  duraderas  exigen  más  reflexión,  más 
estudios  ^preparatorios,  discusiones  más  profundas. 
No  basta  golpear  ligeramente  con  el  pie  cuando  se 
quiere  destruir  preocupaciones  inveteradas,  injusti- 
cias, costumbres  ó  tradiciones  que  tienen  medio  si- 
glo de  existencia,  sino  más :  para  ello  es  necesario 
armarse  más  vigorosamente,  combatir  con  más  tena- 
cidad, y  si  el  triunfo  no  es  inmediato,  perseverar  en 
la  lucha  hasta  salir  vencedores. 

Es  preciso  ser  demasiado  escéptico  para  creer  que 
en  nuestra  época  las  cosas  van  tan  ligero,  que  se 
carece  de  tiempo  para  profundizarlas.  Es  verdad  que 
hoy  el  diario  ha  reemplazado  al  libro,  los  Congresos 
de  días  á  los  concilios  de  meses,  y  que  en  todo  lo  que 


24  RESEÑAS   Y  CRÍTICAS 

emprendemos  de  más  serio  hay  por  desgracia  algo 
de  dilettantismo. 

Pero  es  inexacto  é  injusto  tachar  de  estériles  á 
esos  Congresos,  á  los  cuales  se  viene  con  sólida  pre- 
paración, cada  uno  en  su  especialidad,  trayendo  de 
todos  los  paises  las  pruebas  del  estado  de  adelanto 
en  que  se  encuentran  las  ciencias,  dando  á  conocer 
tantísimo  trabajo,  tantísima  investigación,  que,  por 
más  meritoria  que  intrínsecamente  sea,  habría  sin 
esa  circunstancia  pasado  desapercibida. 

Allí,  en  presencia  de  las  primeras  notabilidades  en 
la  materia,  los  sabios  avezados  y  los  noveles  aspiran- 
tes exponen  sus  ideas,  dan  á  conocer  sus  estudios, 
seguros  en  la  ilustración  del  tribunal,  y  con  la  plena 
convicción  del  triunfo,  si  están  en  la  verdad,  de  la 
sana  crítica,  si  están  en  el  error. 

Cuántos  trabajos  de  largo  aliento,  que  reposaban 
quizá  sobre  frágil  base,  han  salido  de  esos  Congre- 
sos con  sólidos  fundamentos!  Cuántas  reputaciones 
adquiridas  por  obscuros  trabajadores,  debido  á  su  ta- 
lento y  su  labor !  Y  cuántas  personalidades,  rodea- 
das de  falsa  aureola  de  gloria,  han  sido  desacredita- 
das, anuladas  para  siempre  I 

No  son,  pues,  los  Congresos  reuniones  simplemen- 
te empedradas  de  buenas  intenciones,  para  usar  la 
expresión  bíblica,   ni  son  estas  hijas  de  la  circuns- 


COKCRESO  LATtNO-AMERlCANO  2$ 


tanda,  y  si  es  verdad  que  se  separan  después  de  un 
banquete  en  que  se  bebe  calurosamente  á.  los  futuros 
Congresos,  es  porque  dejan  tras  si  luminosa  huella, 
y  algo  como  un  faro  para  los  estudiosos  todos. 

Muchos  curiosos,  algunos  dilettantes^  se  encuen- 
tran en  esas  reuniones,  pero  se  ven  también  sabios 
ya  conocidos  los  unos,  que  se  revelan  recién  los 
otros. 

Y  es  indubitable  que  ese  choque  de  ideas,  esc  in- 
tercambio de  opiniones,  esas  disputas  científicas,  esos 
trabajos  valiosos,  esos  descubrimientos  ignorados, 
caracterizan  nuestra  era  moderna  :  poco  á  poco,  en 
las  cuestiones  más  arduas  se  forma  una  gran  cor- 
riente, compuesta  de  ideas  á  veces  discordantes,  tu- 
multuosas otras,  y  que  finalmente  obti^e  como  re- 
sultado el  unir  más  estrechamente  las  inteligencias 
y  el  precisar  más  científicamente  los  conocimientos. 
Ninguna  asamblea,  ninguna  discusión  es  absoluta- 
mente estéril.  Desde  el  momento  en  que  los  hom- 
bres se  reúnen  para  tratar  de  cosas  humanas,  debe 
resultar  una  ventaja,  próxima  ó  lejana,  particular  ó 
general.  Es,  por  lo  tanto,  bueno  que  las  costumbres 
protejan  los  Congresos  :  que  la  moda  —  si  se  quiere 
—  llame  de  todos  los  puntos  del  mundo  á  los  hom- 
bres inteligentes  que  ponen  su  labor  y  sus  conoci- 
mientos al  servicio  de  una  idea  :   sólo  los  que  siem- 


2  0  RESEÑAS    Y   CRÍTICAS 

bran  concluyen  por  recojer — es  una  verdad  bíblica 
de  incontestable  importancia. 

Una  vez  reunido  un  Congreso,  los  sabios,  los  es- 
tudiosos y  aun  los  curiosos  que  han  logrado  poder 
asistir,  entran  en  mutua  relación,  estableciéndose 
una  amable  cordialidad  que  facilita  el  intercambio 
de  ideas  y  de  trabajos,  resultando,  por  este  solo  he- 
cho, un  enorme  beneficio  para  la  ciencia,  porque  suá 
adeptos,  puestos  en  contacto,  aprenden  á  apreciarse 
y  á  conocerse  mutuamente.  Como  esos  Congresos  se 
componen  de  hombres  de  todas  las  naciones,  el  tri- 
bunal es  augusto,  pues  allí  están  reunidas  las  mejo- 
res notabilidades  de  la  ciencia,  de  manera  que  los 
autores  de  trabajos  ó  de  Memorias,  se  esfuerzan  en 
sabresalir  lo  más  posible,  pues  saben  que  serán 
apreciados  inmediatamente  sus  méritos,  y  conocidos 
al  instante  los  resultados  de  sus  largas  vigilias. 

Los  libros  publicados  por  particulares,  por  más 
sabios  y  notables  que  sean,  tienen  siempre  una  cir- 
culación más  ó  menos  limitada,  debido  á  mil  causas 
diversas,  mientras  que  un  trabajo  serio  comunicado 
á  estas  Asambleas  científicas,  hace  conocer  inmedia- 
tamente á  su  autor,  y  apreciar  sus  estudios.  La 
publicación  posterior  en  los  anales  del  Congreso  les 
asegura,  por  este  solo  hecho,  un  lugar  en  la  biblio- 
teca de  los  hombres  más  notables,   quienes  pueden 


CONGRESO   LATINO-AMERICANO  2'] 


entonces  criticarlos  ó  hacerles  merecida  justicia. 
Los  Congresos  internacionales  son,  pues,  uno  de 
los  medios  más  seguros  del  progreso:  hacen  conocer 
entre  sí  á  los  hombres  y  apreciar  sus  trabajos  ;  ha- 
cen además,  algo  como  el  inventario  del  estado  actual 
de  la  ciencia,  y  rechazando  lo  malo  preconizan  al 
mismo  tiempo  lo  bueno;  de  manera  que  son  sus  Ana- 
les una  especie  de  Manual  indispensable  de  los  estu- 
diosos, para  garantirles  contra  errores  y  para  se- 
ñalarles las  verdades.  Son  un  producto  de  la 
moderna  civilización,  cuya  más  acabada  manifesta- 
ción forman.  En  esas  Asambleas  los  hombres  de  to- 
das las  razas,  clases  ó  creencias,  discuten  con  la  ma- 
yor libertad,  y  sólo  impera  la  ciencia,  augusta  c  in- 
flexible, distinguiendo  lo  verdadero  de  lo  falso  y 
señalando  nuevas  rutas  ú  otras  más  adecuadas  :  la 
igualdad  más  absoluta  reina  en  esos  Congresos,  y  si 
algún  privilegio  hay,  es  sólo  el  del  talento  y  el  del 
saber.  Muy  pronto  se  conoce  el  grado  de  conocimien- 
tos de  los  miembros,  ó  el  carácter  científico  de  los  tra 
bajos,  y  es  esta  una  de  las  mayores  ventajas.  Por 
cierto  que  el  solo  contacto  de  tanto  sabio,  de  tanto 
hombre  distinguido,  contribuye  también  al  perfeccio- 
namiento de  unos  y  de  otros. 


' 


28  RESEÑAS   Y   CRÍTICAS 


II 


Pues  bien,  para  nosotros  los  americanos,  la  cues- 
tión es  doblemente  más  interesante.  El  mundo  cien- 
tífico hace  tiempo  se  agita  con  eso  que  ha  dado  en 
llamarse  americanismo  y  ha  constituido  sociedades 
especiales  y  celebrado  numerosos  Congresos  para 
ocuparse  exclusivamente  de  ^''ciencia  americanista^\ 
i  Qué  se  entiende,  pues,  por  americanismo?  Conviene 
darse  cuenta  exacta  del  origen  é  índole  de  esa  ciencia 
de  ayer,  pero  que  ya  es  una  ciencia. 

La  América  asombra  hoy  día  al  mundo  por  sus 
progresos  increíbles,  por  los  milagros  que  realiza. 
Un  mundo  entero  dotado  prodigiosamente  por  la  na- 
turaleza, cubierto  de  bosques,  cruzado  de  ríos,  sem- 
brado de  montañas,  lleno  de  minas  ;  clima  ardoroso, 
suave  ó  terrible;  continente  poblado  por  hombres  de  to- 
das las  razas  y  de  todas  las  naciones,  de  todas  las 
creencias  y  de  todas  las  clases,  donde  los  desiertos  se 
convierten  como  por  encanto  en  pobladas  campiñas  ; 
ciudades  monstruosas  se  levantan  de  la  noche  á  la  ma- 
ñana ;  ferrocarriles  en  todas  direcciones,  telégrafos 
hasta  en  sus  confines,  rutas,  canales,  líneas  de  vapo- 


CONGRESO  LATINO-AMERICANO  2g 

res  ;  gobiernos  que  se  suceden  unos  á  otros,  á  veces 
con  incomprensible  rapidez ;  ejércitos  que  pelean, 
armadas  que  se  destrozan,  indios  que  invaden;  inmi- 
grantes pobres  en^^iquecidos  al  otro  día,  colonias  flo- 
recientes  por  doquier,  fábricas  increíbles ;  exposicio- 
nes industriales,  rurales  y  científicas  ;  —  en  una  pa- 
labra, un  Proteo  que  cambia  á  cada  instante  de  for- 
ma, un  camaleón  que  muestra  á  cada  momento  dis- 
tinta coloración ;  una  mezcla  monstruosa,  tremenda, 
que  se  agita,  se  revuelca,  se  destroza  allí,  florece 
acullá,  cambia  de  aspecto,  asume  cuantas  formas  es 
dable  imaginar,  y  constituye  en  definitiva  un  conjun- 
to indefinible  é  incomprensible :  algo  como  la  ebulli- 
ción de  nuevas  eras.  Y  en  efecto,  la  América  es  el 
mundo  del  porvenir,  pero  de  un  porvenir,  cuya  gran- 
diosidad no  nos  es  dado  ni  siquiera  concebir,  de  un 
porvenir  cuya  sola  idea  deslumbra,  fascina. 

La  atención  de  los  hombres  pensadores  del  mundo 
entero  está  fija  en  la  América,  porque  en  ella  se  ela- 
boran actualmente  los  destinos  futuros  de  la  huma- 
nidad. Por  eso  se  nota  una  especie  de  fiebre  por 
conocer  hasta  en  sus  menores  detalles,  por  apreciar 
hasta  en  sus  minuciosidades,  esa  entidad  que  aún 
no  es  posible  caracterizar  con  entera  certeza. 

i  La  América,  como  continente,  es  coetánea  de  la 
Europa?  Sus  razas  numerosas,  diversas,  civilizadas 


30  RESEÑAS    Y   CRITICAS 

t 

hasta  lo  maravilloso  unas,  bárbaras  hasta  lo  increí- 
ble otras,  de  costumbres,  de  ideas   y    de    creencias 
tan  distintas  ;  hablando  lenguas  misteriosas,  sin  co- 
nexión alguna  entre  sí ;  revelando  orígenes  distin- 
tos, con  fabulosas  tradiciones  que  envuelven  su  pa- 
sado en  el  enigma ;  débiles  ó  cobardes  las  unas,  va- 
lerosas ó  indomables  las  otras ;  desapareciendo  unas 
al  empuje  de  razas  superiores,  mezclándose  altivas 
otras  con  razas  que  sólo  como  á  iguales  consideran: 
—  ison   esos   pueblos   primitivos,  indígenas    de    la 
América,  auchtoch tonos  ó   no  auchtochtonos^  es  su 
origen  asiático,  polinésico  ó  europeo?  Y  en  esta  sola 
cuestión  están  ya  comprometidos  los  problemas  más 
fundamentales,    más    interesantes    de    la    moderna 
ciencia  :  la  teoría  bíblica  de  la  descendencia  de  una 
sola  pareja,  la  teoría  darwiniana  del  desarrollo  or- 
gánico de  las  especies.  La  historia  antigua  de    las 
razas    asiáticas,    la   etnografía,    todo   se   encuentra 
allí  envuelto. 

Pero  no  es  esto  sólo,  i  Sus  lenguas  múltiples  y  va- 
riadas derivan  de  otras  ó  son  simplemente  auchto- 
chtonas?  ¿Son  reductibles  á  una  raíz  común?  La  fi- 
lología comparada  tiene  aquí  una  serie  inmensa  de 
problemas  que  estudiar. 

c  Sus  civilizaciones  maravillosas  y  deslumbrado- 
ras,  sus  razas  superiores  del  Perú,  de  Yucatán,  4© 


CONGRESO   LATINO-AMERICANO  3  I 

Bolivia,  de  México,  cómo  eran,  qué  constitución  po- 
lítico-social tenían,  á  qué  principios  obedecían,  cuál, 
en  una  palabra,  su  origen,  su  desenvolviento,  su  im- 
portancia ?  ... 

i  Qué  antigüedad  alcanza  el  hombre  en  América  ? 
c  Els  de  origen  terciario  ó  cuaternario?  Y  á  esta  sola 
cuestión  se  une  toda  una  serie  interminable  de  pro- 
blemas sobre  la  constitución  geológica  y  geognóstica 
del  continente  americano,  sobre  los  restos  que  aún 
nos  quedan  de  la  fauna  y  flora  de  épocas  ya  desapa- 
recidas. La  antropología,  esa  ciencia  que  brilla  hoy 
con  tan  inusitado  esplendor,  tiene  ahí  todo  un  vasto 
campo  de  estudios  y  de  exploraciones  aún  virgen 
casi. 

La  paleontología,  la  craneología,  y  tantas  otras 
ciencias  especiales  encontrarán  allí  fecundísima  fuen- 
te de  serias  observaciones. 

iQué  influencia  ejerció  el  medio  americano  sobre 
la  raza  americana?  i  Por  qué  tan  grande  y  radical  di- 
ferencia entre  las  razas  americanas? 

La  América  prehistórica,  es  decir,  ante-colombia- 
na, se  presenta,  pues,  al  estudio  délos  hombres  inte- 
ligentes preñada  de  misterios,  envuelta  en  el  manto 
impenetrable  de  un  pasado  desconocido,  dejando  tras 
de  sí  un  largo  rastro  de  templos  y  de  ciudades,  de 
inscripciones  y  de  libros,  de  instituciones  y  de  ritos, 


32  RESEÑAS   Y   CRÍTICAS 

de  tradiciones  y  de  progresos,  de  razas  y  de  ruinas, 
que  spn  hasta  hoy  día  un  misterio  indescifrable,  un 
enigma  insoluble  para  los  sabios  del  mundo  entero. 

Hace  años  que  el  mundo  científico  se  conmueve  pro- 
fundamente y  estudia  con  ardor  esos  múltiples  pro- 
blemas. Años  hace  que  numerosos  sabios  se  dedican 
exclusivamente  á  descifrar  esos  misterios,  y  que  di- 
versas sociedades  se  ocupan  especialmente  de  su  es- 
tudio. Y  hace  años  que  la  ciencia  ha  ido  esparciendo 
tal  reguero  de  luz  sobre  esos  velos  impenetrables, 
que  hoy  día  se  sabe  en  parte  lo  que  era  ese  mundo 
desconocido. 

El  movimiento  científico,  gracias  al  impulso  de  se- 
mejantes sabios,  es  hoy  día  tal,  que  las  inteligencias 
más  ilustradas  se  reúnen  periódicamente  en  Congre- 
sos internacionales  para  comunicarse  sus  trabajos, 
para  someterlos  al  saludable  criterio  de  mutua  críti- 
ca, y  completarlos  con  las  recíprocas  investigaciones," 
á  fin  de  resolver  con  admirable  paciencia,  uno  á  uno,, 
el  misterio  de  los  innumerables  factores  de  aquella 
época,  desdeñados  con  injusticia  hasta  ahora  y  rei- 
vindicadas hoy  con  esplendor  sus  glorias. 

Pero  al  lado  de  esas  civilizaciones,  de  esas  razas, 
de  esas  lenguas  exclusivamente  americanas  < qué  in- 
fluencia han  tenido  sobre  ese  mundo  los  pueblos  del 
continente  europeo  ? 


CONGRESO   LATINO-AMERICANO  -)  *) 

La  historia  de  la  humanidad  nos  señala  en  casi 
todas  sus  épocas,  páginas  misteriosas  de  sus  grandes 
pensadores,  alusiones  sibilíticas  á  otros  mundos,  pa- 
sajes, en  fin,  que  dan  á  sospechar  esa  influencia  aún 
hoy  no  conocida.  Colón,  ese  genio  admirable,  ese  es- 
píritu sublime  que  descubriera  la  América,  ignoraba 
que  acababa  de  descubrir  un  mundo  ya  descubierto ; 
y  que  siglos  atrás  la  raza  escandinava  mantenía  re- 
laciones y  colonias  con  la  parte  del  nuevo  continente, 
relaciones  y  colonias  interesantes,  curiosas,  pero  en- 
vueltas también  en  nebulosas  leyendas  y  cuya  histo- 
ria aún  hoy  día  no  está  restablecida. 

Después  de  Colón,  la  raza  española,  soberana  á  la 
sazón  del  Universo,  se  precipitó  sobre  la  América ;  y 
los  aventureros,  los  buscadores  de  oro,  los  soldados  y 
los  frailes,  se  mezclaron  en  confusa  turbulencia  con 
los  indios  y  sus  ídolos,  con  las  razas  indómitas  cuyas 
conquistas  le  costara  raudales  de  sangre,  ó  con  las 
tribus  débiles  que  se  sometieron  mansamente  á  su 
tiránico  yugo.  Y  poco  después,  sacrificados  los  in- 
dios, los  ávidos  conquistadores  principiaron  á  dispu- 
tarse entre  sí  el  oro  y  las  riquezas  de  un  mundo  que 
no  les  pertenecía.  Y  después  de  la  raza  española,  las 
otras  razas  de  la  Europa  á  su  vez  se  desbordaron  so- 
bre la  tierra  virgen,  y  rivalizaron  todas  en  crueldad  y 
avidez,  destruyendo  y  arrasando  todo  cuanto  se  opo- 


34  RESEÑAS    Y    CRÍTICAS 

nía  á  su  paso,  para  fundar  sobre  aquellas  ruinas,  una 
civilización  más  poderosa,  más  irresistible,  más  des- 
lumbradora ! 

En  seguida,  tres  siglos  enteros  de  época  colonial  — 
régimen  español,  inglés,  holandés,  portugués  y  fran- 
cés —  todos  rivalizando  entre  sí  en  la  práctica  de  la 
más  atroz,  de  la  más  bárbara,  de  la  más  impolítica 
de  las  políticas :  el  sacrifício  continuado  de  las  colo- 
nias en  aras  del  mal  entendido  egoísmo  de  la  metró- 
poli. Tres  siglos  gimió  la  América  bajo  ese  yugo  tre- 
mendo, hasta  que  al  fin  principiaron  sus  diversas 
razas  á  sacudir  las  cadenas,  que  cayeron  destrozadas 
en  medio  del  estrépito  y  del  fracaso  de  guerras  es- 
pantosas y  de  luchas  titánicas. 

Una  década  después,  las  razas  americanas  libres 
de  aquellos  grillos  que  hacían  imposibles  sus  adelan- 
tos, se  constituyen  y  forman  sociedades  que  se  desa- 
rrollan y  progresan  con  increíble  rapidez.  Pero  tres 
siglos  de  esclavitud  no  desaparecen  en  diez  años  de 
combates,  —  y  fuera  tal  el  esfuerzo  de  los  oprimidos, 
tal  el  desorden  que  aquella  contienda  homérica  pro- 
dujera, que  varias  décadas  después  aún  se  conmue- 
ven con  lastimosa  frecuencia  las  jóvenes  repúblicas : 
los  fuegos  del  volcán  que  fuera  necesario  encender 
para  su  independencia,  hacen  erupciones  cada  vez 
más  débiles,  cada  vez  más  raras,  que  van  desapare- 


CONGRESO   LATINO-AMERICANO  3$ 


ciendo  poco  á  poco,  no  quedando  de  la  ardiente  lava 
sino  casi  apagadas  cenizas. 

Y  en  medio  de  esas  convulsiones  lógicas,  irreme- 
diables, el  desarrollo  ha  sido  tal,  el  progreso  ha  al- 
canzado un  desenvolvimiento  tal,  que  hoy  día  la 
América  es  el  país  de  las  maravillas,  el  país  del  cos- 
mop->litismo,  la  fragua  del  porvenir  I... 

Se  vé,  pues,  qué  increible  multiplicidad  de  proble- 
mas solicitan  imperiosamente  ser  estudiados,  ser  pro- 
fundizados ;  se  comprende  qué  interés  tan  vivo  tienen 
las  viejas  sociedades  en  conocer  á  fondo  este  mundo 
nuevo,  se  alcanza  la  razón  de  ser  del  movimiento 
americanista,  y  se  comprende  que  cerniéndose  en 
las  regiones  elevadas  de  la  ciencia,  haya  pasado  algo 
desapercibido  para  nosotros  los  americanos,  á  quie- 
nes más  que  á  nadie  interesa. 

Ahora  bien,  {cuál  ha  sido  el  movimiento  america- 
nistce  en  Europa?  cqué  resultado  ha  producido?  <  qué 
repercusión  ha  tenido  en  América  ? 

Hace  24  años,  un  grupo  de  sabios  distinguidos  se 
reunía  en  París  con  el  objeto  de  formar  una  sociedad 
de  arqueólogos,  geógrafos,  historiadores  y  viajeros 
que  bajo  el  nombre  de  Sociedad  Americana  de  Fran- 
cia, contribuyera  al  progreso  de  la  etnografía,  de  la 
lingüística,  de  la  geografía,  y  de  la  historia  civil  y 
natural  del  Nuevo  Mundo. 


30  RESEÑAS   Y   CRÍTICAS 

i  Qué  se  proponía  una  sociedad  fundada  por  sabios 
y  cuyo  círculo  de  acción  parecía  tan  limitado?  Aunar 
los  esfuerzos  aislados  de  tantísimo  estudioso,  para 
llegar  á  un  conocimiento  más  perfecto  de  la  historia 
y  de  las  razas  de  América,  tan  poco  explorada  bajo 
esa  faz  hasta  entonces ;  para  después  publicar  una 
colección  de  gramáticas  y  de  diccionarios  de  las  len- 
guas indígenas  de  América,  por  cuanto  la  extremada 
rareza  y  elevado  costo  de  la  mayor  parte  de  esas 
obras,  habían  sido  los  principales  obstáculos  para 
los  estudios  americanos.  La  sociedad  se  proponía  po- 
ner esos  libros  en  manos  de  todos  los  estudiosos, 
vendiéndolos  á  precios  módicos  ó  donándolos  en  caso 
necesario,  á  fin  de  aumentar  así  el  número  de  los 
adeptos  de  la  ciencia  americana. 

No  contenta  con  ello  se  propuso  fundar  varias  cá- 
tedras de  historia,  de  arqueología  y  de  lengüística 
americana,  á  fin  de  abrir  nuevo  campo  de  acción  á  los 
sabios  que  se  consagraban  especialmente  al  estudio 
de  América,  y  de  facilitar  á  los  indagadores  los  me- 
dios de  iniciarse  en  tan  arduos  trabajos. 

Además  dirigió  sus  esfuerzos  á  fundar  cuatro  Mu- 
seos fuera  de  París,  á  semejanza  del  Museo  de  Saint- 
Germain,  y  que  serían:  i°  Museo  mexicano;  2°  Pe- 
ruano y  de  la  América  del  Sud ;  3*  Etnográfico  de 
la  América  del  Norte;  4*  de  las  Antillas. 


CONGRESO   LATINO-AMERICANO  37 


Los  propósitos  de  la  asociación,  no  podían,  pues, 
ser  más  laudables ;  más  vastos  y  más  completos. 

En  1867  \sL  Sociedad  Americana  propuso  en  Lon- 
dres la  idea  de  una  conferencia  internacional  de  ame- 
ricanistas, bajo  la  presidencia  de  M.  Martin  de Mou- 
ssy  y  del  sabio  inglés  W.  Bollaert. 

La  guerra  franco-alemana  de  1870-71  casi  des- 
truyó tan  floreciente  asociación,  dispersando  sus 
miembros  en  todas  direcciones.  Pero  en  1873  el 
esfuerzo  enérgico  de  unos  cuantos  sabios  distingui- 
dos la  volvió  á  levantar  de  su  postración. 

El  primer  Congreso  Internacional  de  orientalistas 
que  se  reuniera  en  septiembre  de  1873  en  París,  ci- 
tándose para  Londres  en  187  >,  obtuvo  un  éxito  ex- 
traordinario en  relación  á  la  naturaleza  especial  de 
sus  estudios,  y  reunió  una  gran  cantidad  de  docu- 
mentos científicos  de  primer  orden,  que  se  publica- 
ron en  sus  Anales.  Esa  gran  reunión  internacional 
tuvo  además,  como  consecuencia,  el  hacer  conocer  á 
numerosos  sabios  hasta  entonces  obscuros. 

De  ahí  nació  la  idea  fecunda  de  organizar  un  Con- 
greso Internacional  de  todos  los  sabios  y  estudiosos 
que  se  ocupan  de  la  arqueología  y  de  la  etnografía 
del  Nuevo  Mundo.  El  impulso,  la  idea  y  su  realiza- 
ción fueron  la  obra  exclusiva  de  la  Sociedad  Ameri- 
cana de  Francia,  secundada  en  tan  gloriosa  empresa 


38  RESEÑAS   Y    CRITICAS 

por  hombres  como  el  barón   de  Dumast  y  Luciea 
Adam. 

Desde  el  primer  Congreso  Internacional  de  Ame- 
ricanistas celebrado  en  Nancy  en  1875  (li,  han  teni- 
do lugar  el  de  Luxemburgo  en  1877,  el  de  Bru- 
selas en  1879  (2)  y  el  de  Madrid  en  1881.  En  to- 
dos ellos  se  han  discutido  cuestiones  importantísi- 
mas, y  es  recién  ahora  que  el  americanismo^  ó  sea 
la  rama  de  los  conocimientos  humanos  que  se  ocupa 
del  estudio  de  todo  lo  que  se  refiere  á  América  (espe- 
cialmerile  su  arqueología  y  etnografía)  ha  recibido 
verdaderamente  su  carácter  científico.  Los  trabajos 
fructíferos  pero  aislados  de  la  Sociedad  Americana 
de  Francia,  no  habían  logrado  dar  una  forma  estric- 
tamente científica  á   investigaciones  tan  laboriosas, 

(!)  He  historiado  detenidamente  los  trabajos  del  " americanismo ", 
sobre  todo  de  los  Congresos  de  1 875-1 877,  en  la  Revista  de  Cien- 
cias, Artes  y  Letras  (t.  I,  n»»  2  y  ?,  p.  126-148  y  p.  202-219),  Buenos 
Aires,  abril  15  y  mayo  15  de  1879,  por  cuya  razón  no  volveré  sobre 
lo  mismo.  Además,  es  sabido  que  cada  Congreso  ha  publicado  el 
Compte-rendu  de  sus  sesiones,  en  lujosas  ediciones  bibliográficas,  por 
la  casa  Maisonneuve  de  París,  tan  conocida  de  todos  los  aficionados 
á  libros  sobre  América. 

(2)  Tuve  el  honor  de  tomar  personalmente  partéenoste  Congreso, 
donde  presenté  una  memoria  de  mi  padre,  sobre  hs  primeras  impre- 
siones de  la  América  Latina.  Véase:  L'imprimeris  et  les  livres  dans 
VAmirique  Espagnole  au  XVI^.XVIh  et  XVIIl'siécle.  Discours  pro- 
noncé  au  Congrés  International  des  Américanistes  (3™^  session),  séance 
du  2¿\  septzmhre  iS^j^,  au  Palais  des  Académizs,  á  Bruxelles,  par 
Ernesto  Quesada  (Bruxelles,  i  v.  in  8<*  de  34  páginas  ). 


CONGRESO   LATINO-AMERICANO  39 

á  estudios  tan  pacientes,  á  tareas  tan  minuciosas. 
La  gloria  de  haber  creado,  de  haber  cimentado  sóli- 
damente los  estudios  americanistas,  corresponde  á 
los  sabios  decididos  que  acometieron  la  empresa  de 
reunir  un  Congreso  de  adeptos  á  una  ciencia  que 
aun  no  existía. 

La  América  debe  tener  por  esos  hombres  profun- 
da estimación  y  particular  distinción  ;  pues  dedican 
sus  vigilias  á  explorar  detenidamente  su  historia  tan 
desconocida  todavía.  Por  eso  los  estudiosos  ameri- 
canos deberían  concurrir  á  esos  torneos  internacio- 
nales y  celebrarlos  en  sus  propios  países,  pues  se 
trata  de  su  patria,  á  cuyo  conocimiento  debieran  con- 
tribuir con  un  contingente  más  ó  menos  grande. 

Hé  ahí,  pues,  la  razón  de  ser  del  americanismo 
científico  y  del  movimiento  americanista  europeo. 
i  Qué  elementos  tenemos  para  incorporarnos  á  él  ? 
i  Con  qué  sabios  ó  estudiosos  contamos  para  contri- 
buir á  su  adelanto  }  i  Cuál  es  el  estado  actual  de  los 
estudios  que  á  ellos  se  refieren,  tanto  entre  nosotros 
como  en  el  otro  continente  ?  En  una  palabra,  es- 
tán estudiando  la  tierra  en  que  vivimos,  las  razas 
de  que  descendemos,  los  monumentos  que  nos  ro- 
dean, todo  lo  que  encierra  el  continente  americano, 
cuyo  perfecto  conocimiento  tiende  á  resolver  las  más 
arduas  cuestiones  de  la   ciencia    humana,  trazando 


4  o  RESEÑAS   Y   CRITICAS 

la  fíliacíón  del  hombre  sobre  la  tierra  y  solucionando 
así  esos  problemas  misteriosos  de  que  hasta  hace 
poco  las  religiones  sólo  se  ocupaban— y  nosotros,  los 
hijos  de  este  suelo,  los  más  interesados  en  su  estu- 
dio, en  saber  nuestra  historia,  nosotros,  á  quienes  toca 
el  deber  de  descollar  en  semejantes  investigaciones... 
y  bien  !  permanecemos  indiferentes,  aislados,  sin  au- 
nar ni  siquiera  conocer  nuestros  respectivos  esfuer- 
zos ! 

A  modificar  este  estado  de  cosas  tiende  el  proyec- 
tado Congreso  literario  latino-americano,  germen 
que  será  fecundo,  pues  si  no  es  posible  su  realización 
para  la  Exposición  Continental  de  Buenos  Aires,  que- 
da la  esperanza  de  que  lo  sea  más  ó  menos  próxi- 
mamente en  alguna  capital  sud-americana. 


Marzo  de  1883. 


II 


LAS    UNIVERSIDADES   ARGENTINAS 


su   CONSTITUCIÓN    ORGÁNICA 


Memoria  presentada  al  Congreso  Nacional  de  1881  por  el  Ministro  de 
Justicia,  Culto  é  Instrucción  Pública,  doctor  don  Manuel  D.  Pi- 
zarro.  — Buenos  Aires,  1881,  en  8*,  de  51  páginas. 


La  vorágine  de  las  producciones  intelectuales  es 
realmente  aterradora.  Un  día  que  pasa  acumula  de 
tal  manera  la  labor,  que  al  cabo  de  un  cierto  tiempo 
es  ya  imposible  observar  un  método  ó  una  regla 
equitativa.  Lo  que  apasiona  la  curiosidad  durante 
una  semana,  está  ya  olvidado  pocos  días  después,  por 
manera  que  siempre  parece  que  se  refiere  uno  á  co- 
sas ha  tiempo  acaecidas.  Y  sin  embargo,  si  es  exacto 
lo  que  ha  dicho  Goldsmith  :  *'  una  mujer  que  es  pre- 
ciso guardar,  no  merece  ser  guardada  ",  no  es  menos 
verdadero  que  un  libro  del  cual  es  preciso  hablar  in- 


42  RESEÑAS   Y    CRÍTICAS 

mediatamente,  que  es  indispensable  juzgar  en  el 
minuto,  —  porque  un  instante  después  nadie  se 
acuerda  de  él,  —  no  merece  en  realidad  el  honor  de 
ser  juzgado.  Los  buenos  escritores,  se  ha  dicho  con 
razón,  son  pacientes  porque  conocen  que  son,  sino 
eternos,  por  lo  menos  duraderos. 

Algo  de  osto  pasa  con  la  Memoria  del  Ministro  Pi- 
zarro.  Tiempo  hace  que  se  han  apagado  los  ecos  del 
ruido  que  en  la  prensa  y  en  la  pública  opinión  hi- 
ciera este  documento  oficial  — notable  ala  verdad, 
siquiera  por  su  ruda,  pero  agradable  franqueza  — 
que  ha  sido  por  unos  tachado  de  ultramontano, 
acusado  por  otros  de  radicalismo  centralista  ;  alaba- 
do sin  reserva  por  estos,  en  parte  censurado  por 
aquellos.  Y,  con  todo,  estimo  que  esta  producción  no 
es  de  aquellas  que  se  contentan  con  esos  empala- 
gosos aplausos  de  las  crónicas  de  diario,  que  se  apre- 
suran á  concederles  todos  los  méritos  posibles,  ''  sin 
haber  tenido  aún  el  tiempo  de  hojearlas",  como  con 
involuntaria  ironía  suelen  decir  los  burlones  noti-r 
cieros. 

El  momento,  debe  confesarse  con  lealtad,  hace  que 
aquel  documento  tenga  quizá  mayor  actualidad  que 
la  que  por  lo  general  gozan  los  escritos  de  ese  géne- 
ro, destinados  por  lo  común  á  ilustrar  la  opinión  de 
legisladores  que  bien  se  cuidan  de  leerlos,  y  merecien- 


LAS    UNIVERSIDADES    ARGENTINAS  43 

do  sólo  la  atención  de  alguno  que  otro  raro  aficionado 
á  rastrear  la  pobre  verdad,  las  más  de  las  veces  dis- 
frazada con  un  vistoso  oropel  de  cifras  y  palabras  en- 
gañadoras. La  Memoria  del  doctor  Pizzarro  tiene  ese 
mérito  indudable :  desdeñando  el  sistemático  método 
de  la  mentira  oficial,  siempre  optimista,  sempiterna- 
mente color  de  rosa  —  campea  en  ella  una  franqueza 
que  no  trepido  en  calificar  de  brusca,  pero  benéfica. 
Quizá  alguien  encuentre  en  ella  demasiados  vestigios 
de  una  retórica  que  se  pretende  declamatoria,  mas 
yo  sólo  observo  que  toma  por  norma  el  decir  la  ver- 
dad, aunque  lastime  esc  falso  patriotismo  que  con- 
siste en  cerrar  los  ojos  á  la  realidad,  y  creer  que  todo 
entre  nosotros  ha  alcanzado  la  más  hiperbólica  per- 
fección entre  todas  las  perfecciones  posibles. 

El  tener  el  coraje  de  decir  verdades  amargas  desde 
las  cumbres  del  poder,  y  en  presencia  de  un  parti- 
dismo ciego  ó  de  una  oposición  sistemática,  es  real- 
mente un  raro  valor  en  nuestros  hombres  públicos, 
porque  no  es  el  carácter  ciertamente  lo  que  más 
distingue  á  los  que  ansian  los  favores  de  la  multitud 
ó  el  aplauso  de  los  partidos. 

Propóngome  solamente  examinar  á  la  luz  de  tan 
inusitadas  revelaciones  el  estado  de  la  enselñanza 
superior  en  la  República,  siquiera  en  mérito  del  in- 
terés que  ofrece  la  cuestión  universitaria  argentina, 


44  RESEÑAS   Y   CRÍTICAS 

en  vista  de  la  próxima  organización  definitiva  de 
las  dos  grandes  Universidades  nacionales.  La  de 
Córdoba  ha  presentado,  en  efecto,  un  proyecto  de 
Estatuto  orgánico,  y  para  la  de  Buenos  Aires  acaba 
también  de  hacerse  otro  tanto;  pronto,  pues,  se  resol- 
verá para  muchísimo  tiempo  ese  gravísimo  problema, 
por  lo  que  conviene  conocer  el  estado  de  la  cuestión 
que  va  á  debatirse. 

Pero  la  enseñanza  superior  está  tan  íntimamente 
ligada  con  la  secundaria  y  ésta  á  su  vez  con  la  pri- 
maria, que  se  encadenan  y  confunden  de  manera 
que  se  hace  necesario  englobarlas  á  todas  en  la  mis- 
ma consideración.  No  quiere  esto  decir  que  preconize 
el  absoluto  centralismo  que  bajo  la  irregular  deno- 
minación de  '*  Universidad  de  Francia  "  abraza  en 
aquel  país  las  tres  ramas  de  la  pública  instrucción  ; 
quiero  por  el  contrario  que  estén  claramente  separa- 
das las  unas  de  las  otras,  pero  sin  negar  por  ello  que 
son  tan  correlativas  que  es  imposible  el  progreso  de 
la  una  sin  el  de  las  demás. 

Acertado  está  el  Ministro,  por  desgracia  nuestra, 
en  deplorar  el  relativo  abandono  de  la  enseñanza 
primaria  —  acerca  de  la  cual  siempre  han  habido 
palabras  y  teorías,  pero  pocos  hechos  —  y  de  la 
secundaria,  en  busca  del  oropel  brillante  que  ofrece 
generalmente  el   lustre  de  la  instrucción  superior. 


LAS    UNIVERSIDADES    ARGENTINAS  45 


Sólo  se  ha  atendido  hasta  ahora  á  las  carreras  libe- 
rales —  abogacía  y  medicina  —  y  en  los  últimos 
tiempos  á  la  ingeniería,  puesto  que  las  ciencias 
físico-naturales  florecen  mísera  y  precariamente» 
manteniendo  poniposas  Academias  Nacionales  y  des- 
lumbradoras Facultades  de  Ciencias,  casi  sin  estu- 
diantes y  aún  sin  oyentes  !  Se  ha  hecho  mucho  por 
el  ruido,  se  han  gastado  ingentes  sumas  para  mere- 
cer encomiásticos  editoriales,  y  se  ha  empleado  la 
reputación  europea  de  un  especialista,  para  cantar 
en  elevadísimos  tonos  los  milagros  transfor mistas 
que  ha  operado  en  este  paciente  pueblo  el  maravi- 
lloso desarrollo  de  la  pública  instrucción,  á  juzgar 
por  el  llamamiento  de  sabios  extranjeros,  retenidos 
en  el  país  gracias  á  sueldos  colosales  — ...  para  no 
tener  discípulos  á  quienes  enseñar !  —  y  de  estable- 
cimientos lujosamente  científicos,  como  el  notabilísi- 
mo Observatorio  Nacional  de  Córdoba — ...donde 
no  hay  un  solo  argentino  ni  siquiera  de  portero  — 
y  de  altas  Escuelas  técnicas,  como  la  de  Ingeniería 
en  San  Juan  — ...  donde,  como  lo  revela  el  Ministro 
¡pág.  2o¡,  los  profesores  para  mantener  el  único 
alumno  que  tienen,  se  ven  forzados  á  cederle  la  mi- 
tad de  sus  sueldos  I  Y  sin  embargo  las  cifras  oficia- 
les son  abultadísimas,  los  informes  oficiales  elocuen- 
tísimos, —  <  no  habría  algo  de  estrategia  electoral 


40  RESEÑAS   Y   CRÍTICAS 

en  ello  >  —  todo,  en  una  palabra,  se  expresa  en  el 
más  subido  tono  del  más  abusivo  uso  del  superla- 
tivo. M.  Hippeau  compulsa  esos  datos,,  y  los  cree  — 
ccómo  había  de  suponer  su  exageración,  siendo 
oficiales  ?  —  y  escribe  un  libro  tan  laudatorio,  que 
al  menos  prevenido  se  le  viene  á  las  mientes  que 
allí  debe  haber  alguna  mistificación. 

El  Ministro  actual  reacciona  contra  ese  fatal  sis- 
tema de  los  falsos  mirajes,  pero  quizá  en  razón  misma 
de  la  fuerza  de  la  acción  que  ha  debido  resistir, 
retrocede  demasiado,  y  se  expresa  con  un  pesimis- 
mo, quizá  no  del  todo  justificado. 

Está  bien  que  concluya  este  eterno  y  desconsolador 
sistema  de  la  farsa  pública,  creyendo  engañar  á  la 
Nación  y  á  la  opinión  extranjera  con  frases  más  ó 
menos  huecas ;  pero  no  es  necesario  por  ello  arro- 
jarse en  el  extremo  opuesto. 

Debe  decirse  con  lealtad  que  hasta  ahora  se  han 
fomentado  sólo  las  carreras  universitarias,  conside- 
rando erradamente  que  la  educación  secundaria  de- 
bía ser  únicamente  de  preparación  para  ingresar  en 
aquellos  altos  institutos.  De  ahí  que  los  Colegios 
nacionales  —  repartidos  con  una  profusión  exage- 
rada, pues  se  han  esterilizado  ingentes  sumas  por 
satisfacer  preocupaciones  locales  —  sean  únicamente 
establecimientos  de  cursos  preparatorios,  y  de  ense- 


LAS    UNIVERSIDADES    ARGENTINAS  47 


ñanza,  por  lo  tanto,  clásica  :  es  decir,  algo  análogo 
á  lo  que  en  Alemania  se  conoce  bajo  el  nombre  de 
''  gimnasios  ",  pero  no  lo  es  menos  que  ambos  ra- 
mos de  la  instrucción  deben  estar  proporcionados 
los  unos  á  los  otros. 

En  un  país — nuevo,  feraz,  privilegiado  y  casi 
inexplotado  como  el  nuestro — era  imprescindible 
fomentar  esas  admirables  Escuelas  técnicas  que 
tanto  florecen  en  Alemania,  y  que  están  dedica- 
das á  la  ingeniería,  otras  á  la  minería,  y  así  en 
seguida.  Pero  estas  Escuelas  técnicas  necesitan 
igualmente  una  preparación  especial,  y  á  eso  tien- 
den las  real  schulen  alemanas,  donde  la  educa- 
ción secundaria  prescinde  por  completo  del  clasi- 
cismo, y  se  apoya  en  las  ciencias  naturales  y  en  los 
idiomas  vivos.  Pues  bien,  esto —  que  es  el  a,  b,  c, 
en  todas  partes  —  no  ha  sido  comprendido  entre  no- 
sotros: entró  el  furor  por  las  Escuelas  técnicas,  ysc 
fundaron  de  Agronomía  en  varias  provincias,  com- 
prando magníficas  "  quintas  normales  "  —  que,  como 
la  de  Tucuman,  abandonada  hoy,  casi  no  puede  al- 
quilarse!—y  se  plantearon  escuelas  de  Minería  y  de 
Ingeniería,  sin  preocuparse  en  lo  más  mínimo  de  las 
"escuelas  reales",  ó  preparatorias  especiales,  cre- 
yendo que  los  alumnos  iban  á  reclutarse  por  obra  y 
gracia  de  Aladín  —  el   ch  iquillo  de    la  maravillosa 


48  RESEÑAS   Y   CRÍTICAS 

lámpara,  -  ó  más  bien  dicho,  sin  imaginarse  la  po- 
sible necesidad  de  semejantes  establecimientos.  Cla- 
ro está  :  al  poco  andar,  sin  saber  por  qué,  hubo  que 
cerrar  varias  de  esas  Escuelas ;  que  dejar  tirados  por 
el  suelo  costosísimos  instrumentos  técnicos — que 
habían  costado  un  dineral  —  abandonado  á  su  triste 
hado,  lujosos  edificios  y  bien  organizadas  quintas, 
para  que,  con  el  andar  del  tiempo,  se  señalaran  esas 
ruinas  como  convincente  prueba  de  la  existencia  de 
poca  prudencia  administrativa.  Y  las  raras  Escuelas 
técnicas  que  aún  subsisten  llevan  una  vida  tan  en- 
fermiza y  tan  precaria,  que  pronto  morirán  de  ina- 
nición, en  medio  de  la  indiferencia  del  publicó,  para 
el  cuál  podrá  quizá  desacreditarse  tan  benéficas  ins- 
tituciones, i  No  es  acaso  lamentable  que  todo  un  Mi- 
nistro diga  al  Congreso  que  hay  Escuelas  técnicas 
que  tienen  6  asignaturas,  'j  profesores  y  2  alum- 
nos ?...  ¡  Dos  alumnos,  en  toda  una  Escuela  de  Inge- 
niería !  Eso  se  llama  malgastar  el  dinero  del  pue- 
blo, despilfarrar  el  tesoro  común  !  Con  lealtad  d^be, 
sinembargo,  confesarse  que  estos  tristes  resultados 
no  son  la  culpa  de  los  que  de  la  materia  se  han 
ocupado  anteriormente  entre  nosotros,  pues  más 
bien  provienen  del  exceso  de  celo  y  del  encegue- 
cimiento  de  patriotismo.  No  hay  tampoco  que  ol- 
vidar que  nada  es  tan  fácil  como  criticar,  cuando  la 


LAS    UNIVERSIDADES    ARGENTINAS  49 


experiencia  ha  fallado  ya  de  una  manera  inexorable. 

Grande  será,  pues,  siempre  el  honor  de  los  que 
crearon  ó  innovaron,  pero  esto  no  implica  que  no  sea 
imprescindible  corregir. 

cCómo  pueden  prosperar  las  escuelas  técnicas,  si 
no  hay  establecimientos  de  enseñanza  secundaria 
adecuados  r  O  se  cree  que  de  los  colegios  nacionales 
caque  se  les  enseña  latín,  literatura  é historia,  con  tin- 
turas superficiales  de  ciencia,  pueden  salir  alumnos 
con  preparación  suficiente  para|seguir  cursos  de  cálculo 
diferencial  é  integral,  de  álgebra  superior,  mecánica 
ó  construcciones  ?  Esto  es  tan  evidente  que  no  necesi- 
ta demostración.  Se  buscará  en  vano,  con  todo,  que 
lo  indique  la  ^'  Memoria  " . 

Quéjase  la  ''Memoria",  y  con  sobradísima  razón, 
de  que  los  colegios  nacionales  sean  poco  frecuenta- 
dos, ó  de  que  su  nivel  intelectual  sea  relativamente 
bajo.  Triste  es  confesarlo,  pero  desgraciadamente  así 
es.  La  culpa,  dice  el  Ministro,  la  tiene  la  instrucción 
primaria,  demasiado  deficiente.  Convenido. 

Causa  asombro  presenciar  el  reclutamiento  de 
alumnos  en  los  colegios  nacionales.  Preséntanse  chi- 
quillos, inteligentes  los  unos,  más  limitados  los  otros, 
que  no  tienen  aún  ese  ligerísimo  desarrollo  necesario 
para  comprender  una  sencilla  explicación.  Deben  exa- 
minarse en  escritura,  lectura  y  cuentas.  Los  más  es- 

4 


50  RESEÑAS   Y   CRÍTICAS 

cribea  pésimamente,  con  esa  letra  grande  é  irregu- 
lar del  principiante;  leen  sin  puntuación  alguna  y 
por  lo  tanto  sin  comprender  lo  que  leen,  y  suman  y 
restan  á  duras  penas,  multiplicando  y  dividiendo  en 
virtud  de  extraordinario  esfuerzo,  pero  aún  asimis- 
mo, sin  conseguir  leer  una  cantidad  crecida  cualquie- 
ra. Las  mesas  examinadoras  son  demasiado  bonda- 
dosas, los  rectores  están  interesados  en  que  se  abulte 
el  número  de  educandos  —  abreviando,  se  les  admi- 
te... i  Qué  van  á  comprender  los  pobrecillos  de  arit- 
mética, de  historia,  de  geografía  física  —  que  esto  se 
enseña  en  primer  año  —  de  gramática  castellana,  de 
francés  y  de  tantísima  otra  asignatura  con  que  se 
llena  á  esas  cabezas  infantiles,  sin  preparación,  sin 
solidez  y  sin  criterio?  Los  mejores,  no  compren- 
diendo, se  apresuran  á  aprender  todo  de  memoria,  — 
y  resulta  que  la  enseñanza  verdadera  es  en  esas  con- 
diciones punto  menos  que  imposible.  La  paciencia 
del  profesor  se  gasta  en  lucha  tan  desigual,  y  concluye 
por  reemplazarla  un  cierto  indiferentismo,  que  sin 
querer  se  contenta  con  fomentar  unos  cuantos  memo- 
ristas,  para  que  en  la  época  de  exámenes  repitan  co- 
mo papagayos  las  palabras  sacrosantas  del  texto  ! 
De  ahí  que,  por  regla  general,  sólo  una  cuarta  parte 
de  los  alumnos  que  ingresan  á  los  colegios  nacionales 
logran  pasar  á  las  Universidades,  y  de  tan  reducido 


LAS    UNIVERSIDADES    ARGENTINAS  ^  I 


número  sólo  una  tercera  pane  termina  sus  cursos 
superiores !  Y  aquellos  pocos  que  ingresan  á  las  Uni- 
versidades lo  hacen  con  la  base  de  sus  primeros  es- 
tudios mal  hechos,  y  con  la  fatiga  indiferente  que 
causa  la  inmensa  variedad  de  materias  de  las  que  no 
es  á  la  verdad  posible  conocer  sino  la  superficie,  para 
brillar  en  unos  pocos  minutos  de  examen^  simulando 
poseer  serios  y  sólidos  conocimientos.  Todo  esto  es, 
pues,  un  falso  miraje. 

Resulta,  además,  otro  grave  inconveniente.  Los 
que  con  amor  se  dedican  á  la  ruda  pero  fecunda  ta- 
rea de  la  enseñanza,  necesitan  armarse  de  extraordi- 
nario coraje  para  afrontar  esta  situación :  verdad  es 
que  el  profesorado  es  una  vocación,  y  que  si  en  esa 
carrera  erizada  de  dificultades  el  desaliento  suele  ser 
frecuente,  también  es  grande  el  legítimo  orgullo  de 
haber  podido  contribuir  á  formar  la  ilustración  délas 
generaciones  siguientes :  —  ahí  está  la  ambición  del 
verdadero  profesor,  ahí  también  su  recompensa.  Pe- 
ro estos  son  la  excepción  y  no  hay  sino  leer  los  infor^ 
mes  de  los  rectores  de  los  colegios  nacionales,  para 
ver  repetida  en  todos  los  tonos  la  sempiterna  queja 
de  que  el  cuerpo  de  profesores  está  mal  compuesto, 
causa  que  influye  en  el  decaimiento  del  nivel  intelec- 
tual del  colegio.  Y  como  la  instrucción  superior  no 
ofrece  restricción  alguna  de  edad,  —  cosa  que  sucede, 


5  3  RESEÑAS   Y   CRÍTICAS 

sin  embargo,  en  todas  partes,  —  los  mal  preparados 
alumnos  de  los  colegios  nacionales,  en  mérito  de  sim- 
ples certificados,  se  incorporan  á  aquella. 

Desgraciadamente  de  ahí  resulta  que  nuestras  Uni- 
versidades estén  próximas  á  ofrecer  el  desconsolador 
espectáculo  con  que  la  Universidad  de  Madrid  hizo 
decir  á  don  Manuel  de  la  Revilla,  hablando  de  los  es- 
tudiantes madrileños:  **  Son  en  su  mayoría  chi- 
quillos desprovistos  de  juicio,  de  educación  y  de  há- 
bitos universitarios,  cuyo  mayor  empeño  se  cifra  en 
convertir  la  clase  en  una  plaza  de  toros"  ( i).  La  alta 
enseñanza  científica  es  imposible  con  semejante  au- 
ditorio, y  éste,  falto  de  la  necesaria  preparación  para 
comprender  á  sus  profesores,  concluye  por  cansarlos 
y  obligarlos  á  que  bajen  el  nivel  de  la  enseñanza, 
convirtiendo  el  curso  universitario  en  una  clase  de 
preparación  para  el  examen.  Triste  es  decirlo,  pero 
es  la  verdad  :  la  mayor  parte  de  nuestros  profesores, 
salvo  honrosas  excepciones,  se  han  visto  contra  su 
voluntad  reducidos  á  desempeñar  el  papel  de  los  re- 
fetidores  franceses,  maestros  que  sólo  tratan  de  adies- 
trar al  alumno  en  las  respuestas  á  las  preguntas  del 
programa. 


(i)   Véase   La   Instrucción   Pública,  del  15  de  octubre  de    1875, 
Madrid. 


LAS    UNIVERSIDADES   ARGENTINAS  53 


Como  se  vé,  sucede  con  la  instrucción  superior  re- 
lativamente á  la  secundaria,  análoga  cosa  á  lo  que 
acontece  á  esta  última  con   respecto  á  la  primaria. 

Los  eslabones  de  la  cadena  forman,  pues,  un  com- 
pleto engrenaje.  Pero  el  resultado  definitivo  es  que 
el  nivel  intelectual  baja,  y  en  proporciones  desconso- 
ladoramente  aterradoras.  Luego,  pues,  el  mal  hay 
que  curarlo  en  su  misma  raíz,  reformando  la  instruc- 
ción primaria  en  toda  la  República .  —  c  No  es  acaso 
vergonzoso  que  en  Montevideo,  un  país  tan  entrega- 
do á  la  crónica  anarquía,  las  escuelas  primarias  sean 
un  verdadero  modelo  por  su  organización  y  por  su 
método,  y  que  los  niños  que  concluyen  allí  su  inicia- 
ción, sean  más  reflexivos  é  instruidos  que  la  mayoría 
de  los  alumnos  de  nuestros  colegios  nacionales  } 

Pero  aquí  se  presenta  una  grave  cuestión:  cqué 
puede  hacer  el  Gobierno  Nacional  en  la  instrucción 
primaria,  desde  que  ésta  depende  de  las  autonomías 
provinciales?  El  doctor  Pizarro  estima  que  el  artí- 
culo 5*  de  la  Constitución  no  implica  la  prescindencia 
del  Gobierno  General,  y  que,  por  el  contrario,  com- 
binando aquella  disposición  con  el  artículo  67  y  la 
ley  de  2  5  de  septiembre  de  1 87 1 ,  resultaría  que  con- 
trariamente á  lo  que  se  piensa,  corresponde  al  Go- 
bierno Federal  una  superintendencia  diligente  sobre 
el  estado  de  la  instrucción  primaria  en  cada  provincia. 


54  RESEÑAS   V   CRÍTICAS 

debiendo  uniformarla  en  toda  la  Nación,  por  medio  de 
reglamentos  y  planes  de  estudio  generales.  No  nece- 
sito decir  que  no  todos  piensan,  por  cierto,  del  mis- 
mo modo ;  ni  yo  me  atrevería  á  declarar  tanto,  por- 
que parece  que  en  la  armonía  del  sistema  representativo 
federal,  las  autonomías  locales  están  directamente  en- 
cargadas de  satisfacer  sus  necesidades  inmediatas,  — 
c  y  cuál  mayor  que  la  educación  común  ?  —  por  mane- 
ra que  cuando  más,  la  intervención  del  poder  general 
sería  subsidiaria  y  á  título  de  fiscalización  del  empleo 
que  se  da  á  los  auxilios  pecuniarios  con  que  favorece 
su  desarrollo. 

Nadie  ignora  cuánto  se  ha  perorado,  escrito  y  gri- 
tado entre  nosotros  en  favor  de  la  educación  común 
obligatoria  y  gratuita ;  ni  puede  tampoco  negarse  que 
se  han  formulado  bellísimos  planes  y  lógicos  regla- 
mentos, desplegando  gran  lujo  de  teórica  erudición. 

No  quiero  que  se  me  tache  de  exajerado  (i).  En 
1869  —  época  del  único  censo  nacional  —  con  cu— 
rrían  á  las  escuelas  82,689  niños,  quedando  sin  ellas 
330,770.  En  1878  asistían  1 14,780,  quedando  en 
la  ignorancia  438,620  y  habiendo,  por  lo  tanto, 
107,850  niños  sin  escuela  más  que  en  1869.  Y  coma 

(i)  Los  cifras  que  cito  en  el  texto  son  oficiales.  Véase  el /»/brm« 
de  la  Comisión  Nacional  de  Educación  al  Ministerio  de  Instrucción 
Pública,  Buenos  Aires,  1879. 


LAS    UNIVERSIDADES    ARGENTINAS  ^  $ 

la  población  de  la  República  se  calcula  en  2. 457. 455 
habitantes,  resulta  que  hay  un  niño  en  la  escuela 
por  cada  21,41  almas.  Según  el  censo  escolar  de 
1876,  había  en  las  14  provincias  argentinas  1769 
escuelas,  de  las  cuales  237  tenían  edificio  propio  y 
1229  estaban  funcionando  en  casas  particulares, 
merced  á  fuertes  alquileres.  En  la  capital  de  la  Re- 
pública—  con  más  de  250,000  almas  —  sólo  hay 
una  escuela  con  edificio  propio  y  adecuado  I...  He  ahí, 
pues,  el  quid:  el  Ministro  revela  que  *' estamos  re- 
cién por  saber  si  deberemos  ó  no  tener  edificios  ade- 
cuados para  escuelas  de  primera  enseñanza,  ó  si  és- 
tas habrán  de  vegetar  eternamente  en  nuestras  casas 
de  vecindad,  ó  en  el  rancho  de  nuestras  campañas, 
siendo  objeto  de  terror  y  de  muerte  para  el  niño  que 
frecuenta  aquellos  lugares  sombríos  y  malsanos" 
(página  xii).  Cómo!  ¿recién  se  está  ahí?...  Bien 
pobre  resultado  para  veinte  años  de  fantasmagóricos 
discursos,  y  de  bien  redondas  sumas  de  dinero  em- 
pleadas en...?  I 

Y  sin  embargo,  cunde  entre  nosotros  una  escuela 
política  —  sofística  enhorabuena  —  que  sostiene  que 
el  Estado'no  tiene  derecho  para  sufragar  la  educación, 
sino  hasta  el  límite  necesario  para  hacer  comprender 
los  deberes  de  ciudadanos  en  un  país  libre,  goberna- 
do por  el  sufragio  popular :  la  educación  común  es. 


$6  RESEÑAS   Y   CRÍTICAS 


por  lo  tanto,  suñciente.  Además,  la  enseñanza  secun- 
daria —  y  con  mayor  razón  la  superior  —  no  aprove- 
cha sino  á  un  pequeño  número  de  individuos  y  la 
mayoría  no  saca  de  ella  beneficio  alguno :  es,  pues, 
injusto  emplear  en  ella  el  impuesto  de  todos. 

Paréceme  inútil  demostrar  lo  errado  de  semejante 
sofisma  —  del  que  están  imbuidos  muchos  de  nues- 
tros hombres  públicos  —  pues  la  enseñanza  primaria 
depende  absolutamente  de  la  secundaria  y  superior, 
de  la  que  saca  su  personal  docente  y  un  constante 
estimulo;  además  de  que  gracias  á  ellas,  el  Estado  y 
la  sociedad  adquieren  representantes  capaces  en  to- 
das las  clases. 

Obedece  á  esa  doctrina  la  poca  benevolencia  con 
que  algunos  miran  á  las  Universidades,  considerán- 
dolas como  instrumentos  de  privilegio  que  los  estu- 
diantes mismos  debían  costear.  Este  es  un  error  que 
ha  de  llegar  la  ocasión  de  discutir,  porque  parece 
pugnar  por  influir  en  la  próxima  reorganización  uni- 
versitaria argentina.  Si  la  argumentación  en  que  se 
basa  fuera  sólida,  lógicamente  habría  que  suprimir 
los  hospitales  y  los  hospicios,  puesto  que  no  aprove- 
chándolos la  mayoría  del  pueblo,  no  sería  justo  fue- 
ran mantenidos  con  sus  impuestos!... 

Por  manera  que  se  querría  que  el  Estado  mezquine 
su  protección  á  las  Universidades  —  que  entre  noso- 


LAS    UNIVERSIDADES    ARGENTINAS  5  7 

tros  no  tieaea  recursos  propios,  fuera  de  los  relativa- 
mente insignificantes  de  matrículas  y  diplomas  —  en 
mérito  de  una  educación  común,  para  la  cual —  i  ver- 
gonzoso es  confesarlo!  —  no  hay  hasta  ahora  edificios 
adecuados,  y  que  adolece  de  tantísimo  vicio,  que  el 
Ministro  se  ha  visto  obligado  á decir:  *' nosotros  no 
tenemos  que  reformar,  sino  que  crearlo  todo  en  este 
ramo"!  (página  xv). 

Los  partidarios  de  tan  funesta  doctrina  señalan  á 
los  Estados-Unidos,  pero  nadie  ignora  que  si  allí  casi 
todo  el  mundo  sabe  leer  y  escribir,  el  nivel  intelectual 
de  la  Nación  es  por  lo  general  bajo,  causa  á  la  cual 
atribuyen  los  críticos  su  relativa  esterilidad  en  gran- 
des hombres  que  descuellen  en  las  letras  ó  en  las  cien- 
cias. Reina  allí  demasiado  el  humhug  en  todas  las 
esferas  sociales,  para  que  no  se  haya  contaminado 
también  la  enseñanza ;  efectivamente,  la  mayor  par- 
te de  las  tituladas  Universidades  son  tal  vez  empresas 
mercantiles  para  conceder  diplomas  y  certificados  al 
que  mejor  los  pague,  —  deplorable  estado  que  los 
norte-americanos  no  niegan  en  manera  alguna  (i). 

Es  un  deber  imprescindible  del  Estado  el  fomento 
de  la  instrucción   superior,   y  los  dineros  de  todos 


(i)  Staiement  respecting  american  Colleges.   Washington,  1879 
(documento  o6cial). 


58  RESEÑAS   Y  CRÍTICAS 

deben  contribuir  á  la  educación  de  los  menos,  porque 
esto  redunda  en  beneficio  del  país  entero,  cuyo  nivel 
intelectual  se  eleva,  cuyas  instituciones  se  perfeccio- 
nan, cuyas  industrias  adelantan,  cuyas  ciudades  se 
salubrifícan,  cuyos  caminos  se  ven  cruzados  por  ferro- 
carriles y  telégrafos,  cuyas  leyes  se  ven  mejor  inter- 
pretadas y  cuya  salud  está  á  salvo,  por  lo  menos,  de 
los  charlatanes  y  de  los  empíricos.  La  instrucción 
superior,  dice  Carr,  contribuye  á  la  producción  y  á 
la  acumulación  de  la  riqueza,  es  un  medio  de  reme- 
diar el  proletariado  y  de  prevenir  el  crimen,  loque  tam- 
bién es  un  capital.  En  los  mismísimos  Estados-Uni- 
dos se  nota  de  algunos  años  á  esta  parte  una  pode- 
rosa reacción  en  este  sentido,  á  juzgar  por  sus  docu- 
mentos oficiales  ( I ). 

Pero  antes  de  entrar  á  examinar  la  cuestión  uni- 
versitaria puramente  en  sí,  es  necesario  repetir  una 
vez  más  que  su  resolución  es  imposible  si  no  se  re- 
forma antes  la  educación  secundaria,  infundiendo  vi- 
da fructífera  á  los  colegios  nacionales,  algunos  de 
los  cuales,  como  el  de  la  Capital  —  tiene  plétora  de 
alumnos,  y  otros  —  como  el  de  Santiago  —  tiene  ape- 
nas 34  nominales!  Y  aún  hay  que  descartar  otra  cues- 


(i)  Report  of  the  Commissioner  of  Educationfor  iheyear  187 y, 
I,  Lxxxi.  Washington,  1879. 


LAS    UNIVERSIDADES    ARGENTINAS  59 

tióa  incidente:  las  Facultades  aisladas  de  provincia 
son  una  creación  enfermiza  y  maléfica,  porque  no  tie- 
nen vida  propia,  y  porque  el  nivel  de  la  enseñanza 
y  la  estrictez  de  la  disciplina  van  poco  á  poco  descen- 
diendo. Apenas  tienen  alumnos  para  arrastrar  una 
vida  lánguida  é  imposible,  pues  está  hoy  demostra- 
do que  las  Facultades  aisladas  no  prosperan  ni  ade- 
lantan :  la  Francia,  en  estos  momentos,  está  ocupada 
en  refundir  sus  1 6  Facultades  aisladas  en  varios  cen- 
tros universitarios,  pues  ha  reconocido  que  el  decai- 
miento  de  su  enseñanza  superior  provenia  en  gran 
parte  de  eso. 

La  cuestión  universitaria  puede  encararse  bajo 
dos  aspectos,  que  derivan  de  este  fundamental  : 
< dependen  del  Elstadosóson  libres?  Ambos  extremos 
son  perniciosos,  por  manera  que  queda  el  término 
medio  i  son  autonómicas,  y  cuál  es  su  situación 
para  con  el  Estado  >  Resuelto  ef  te  punto,  todo  lo 
demás  es  consecuencia  lógica. 

He  dicho  que  las  dos  primeras  premisas  eran  fal- 
sas. En  efecto,  si  la  Universidad  depende  exclusiva- 
mente del  Estado,  resulta  que  el  gobierno  tiene  el 
derecho  de  modificar  los  planes  de  estudio,  nombrar 
y  remover  profesores,  reformar  ó  restringir  la  orga- 
nización interna,  y  me  parece  escusado  entrar  á  de- 
mostrar los  considerabilísimos  males  que  tan  ilimi- 


6  o  RESEÑAS    Y   CRÍTICAS 

tada  ingerencia  ocasionaría— la  Universidad  quedaría 
convertida  en  Colegio,  y  la  ciencia  sería  así  imposi- 
ble. Y  si  se  las  admite  libres,  sin  ingerencia  alguna 
del  gobierno,  resulta  que,  como  sucede  en  los  Esta- 
dos-Unidos, pudieran  formarse  empresas  mercantiles 
para  explotar  á  los  padres  ó  para  vender  diplomas 
de  mentida  capacidad,  improvisando  médicos,  abo- 
gados é  ingenieros,  mediante  regular  propina;  el 
peligro  no  puede  ser  mayor,  si  se  considera  que  el 
pueblo  entero  queda  así  entregado  indefenso  en  mano 
de  explotadores  sin  conciencia,  que  juegan  con  sus 
fortunas,  su  salud  y  su  honra.  Jamás  el  Estado  de- 
be renunciar  á  su  legítimo  derecho  de  expedir  diplo- 
mas de  capacidad,  que  permitan  ejercer  profesiones 
públicas. 

Luego,  pues,  las  Universidades  deben  ser  autonó- 
micas, y  sólo  pueden  serlo  cuando,  siendo  personas 
jurídicas,  pueden  adquirir  y  administrar  bienes,  de- 
bidos á  la  generosidad  del  Estado  ó  de  los  particu- 
lares. Contando  con  propios  elementos  de  vida,  su 
gobierno  interno  le  pertenece,  pues  la  nación  acadé- 
mica es  una  república  sut-generis.  Puede  suceder 
que  carezca  de  rentas,  ó  que  estas  no  le  sean  sufi- 
cientes y  requiera  la  ayuda  del  Estado,  á  pesar  de 
gozar  de  organización  autonómica.  Cuál  debe  ser  el 
papel  del  Estado  en  estos  casos }  Ciertamente  que  en 


LAS    UNIVERSIDADES    ARGENTINAS  6  I 


la  segunda  de  las  hipótesis  sentadas,  la  cuestión  se 
simplifica,  pero  conviene  encarar  las  dificultades  en 
su  máxima  expresión. 

Dada  una  persona  jurídica  con  rentas  suficientísi- 
mas  y  perfecta  organización,  cqué  ingerencia  debe 
tener  en  ella  el  gobierno  ? 

Hé  ahí  una  cuestión  importante.  Los  intereses  que 
afecta  la  enseñanza  superior  son  tan  vitales,  que  es 
no  sólo  un  derecho  sino  un  deber  del  Estado  ejercer 
una  saludable  vigilancia. 

£n  ningún  pais  del  mundo  la  enseñanza  universi- 
taria ha  alcanzado  mayor  desarrollo  y  vigor  más  lo- 
zano que  en  la  clásica  Alemania,  el  pais,  según  un 
dicho  célebre,  de  los  poetas  y  de  los  filósofos.  Pues 
bien,  allí  las  Universidades  son  verdaderas  corpora- 
ciones privilegiadas,  formando  una  república  aparte, 
y  gobernando  exclusivamente  la  intensísima  vida 
académica  que  en  su  alrededor  se  desarrolla ;  poseen 
cuantiosos  bienes,  y  conservan  aún  innumerables 
privilegios,  restos  de  la  Edad  Media,  que  les  dan 
un  carácter  tan  especial  y  tan  único,  que  son  céle- 
bres en  el  mundo  entero.  Y  sin  embargo,  su  organi- 
zación interior,  los  derechos  del  senado  académico,  y 
todas  las  cuestiones  que  se  refieren  á  la  gestión  de 
negocios  comunes,  están  reglamentadas  por  estatutos 
aprobados  por  el   Estado ;  todos  los  profesores  y  los 


02  RCSEÑAS   Y   CRÍTICAS 


empleados  univjersitarios  son  funcionarios  públicos. 
Allí  funciona  admirablemente  el  * 'sistema  curato- 
rial",  que  consiste  en  hacer  representar  los  intereses 
del  Estado,  bajo  la  dependencia  del  Ministro  de  I. 
P.,  por  un  Curator^  que  ''sin  inmiscuirse  en  la  orga- 
nización interior  de  la  Universidad,  debe  velar  por 
la  ejecución  de  los  estatutos  y  señalar  al  Ministro  las 
irregularidades  que  se  produzcan",  para  usar  las  pa- 
labras de  la  nota  ministerial  prusiana  de  8  de  julio 
de  1819.  El  curador  interviene  en  la  administración 
de  las  rentas  de  la  Universidad,  provee  á  todo  lo  que 
hace  falta,  de  acuerdo  con  el  senado  académico  y  las 
Facultades,  y  es  verdaderamente  el  intermediario 
entre  el  gobierno  y  el  cuerpo  universitario.  Los  di- 
versos gobiernos  de  Alemania  han  considerado  siem- 
pre como  un  grandísimo  honor  el  cooperar  al  brillo 
de  sus  Universidades,  por  cuya  razón  jamás  los  cu- 
radores han  servido  de  opresión,  sino  que,  siendo 
casi  siempre  antiguos  estudiantes  de  la  misma  .Uni- 
versidad, han  propendido  á  la  profusión  maravillosa 
con  que  hasta  la  más  insignificante  Universidad  ale- 
mana está  dotada  de  bibliotecas,  museos,  gabinetes, 
institutos,  instrumentos,  etc.  En  una  palabra,  el 
''sistema  curatorial"  implica  la  reserva  que  hace  el 
Estado  de  la  fijación  del  presupuesto,  nombramiento 
de  profesores,    y    la  decisión  suprema  de   todas  las 


LAS    UNIVERSIDADES    ARGENTINAS  63 

altas  cuestiones  de  interés  general  ó  político.  ^*  Es 
debido  á  esta  organización,  como  lo  dijo  en  ocasión 
solemne  el  ilustre  Helmholtz,  que  las  Universidades 
alemanas  han  salvado  un  núcleo  mayor  de  libertad 
interna  y  de  esta  sus  más  preciosas  prerogativas, 
que  sus  hermanas  en  la  conservadora  Inglaterra,  ó 
en  esa  Francia,  tan  turbulentamente  ansiosa  de  li- 
bertades" (i). 

Hé  ahí,  pues,  una  organización  que  sería  conve- 
niente implantar  entre  nosotros,  para  impedir  que 
suceda  lo  que  ha  pasado  con  la  Universidad  de  esta 
Capital,  que  sin  rentas  propias,  dependiendo  del 
presupuesto  legislativo,  es  tan  completamente  inde- 
pendiente, que  ni  siquiera  da  cuenta  de  la  inversión 
de  los  derechos  de  matrícula  y  de  diplomas,  los 
cuales,  en  alguna  Facultad,  son  empleados  en  ser 
repartidos  entre  los  señores  profesores,  por  el  tra- 
bajo que  se  toman  dignándose  asistir  á  los  exáme- 
nes!... No  es  á  la  verdad  esto  lo  que  más  asombre, 
sino  que  haya  habido  gobiernos  que  permitiesen  se- 
mejante absurdo  :  dar  fondos  para  Universidades  que 
por  su  origen  y  constitución  eran  pura  y  simplemente 
del  Estado,  y  no  merecer  siquiera  por  fórmula  que 

{i)Red€  beim  Antritt  des  RecionUs  an  dar  Friedrich-Wilhelms- 
üniversitdt  zu  Berlín,  am  75  october  iSjft  gehalten  von  doctor  il. 
Helmholtz. 


64  RESEÑAS    Y   CRÍTICAS 


se  le  dé  cuenta  de  la  inversión  de  recursos .  Y  esto 
se  ha  repetido  tantas  veces,  que  últimamente  el  Mi- 
nistro Pizarro,  con  motivo  de  la  nota  del  rector  Ave- 
llaneda acompañando  el  presupuesto,  se  ha  visto 
obligado  á  preguntarle  oficialmente  qué  carácter  era 
el  que  la  Universidad  se  asignaba.  Quieroj  como  el 
que  más,  las  autonomías,  pero  estimo  que  los  abusos 
deben  cortarse  de  raíz. 

Si  nuestras  Universidades  fuesen  tan  fabulosa- 
mente ricas  como  las  de  Oxford  y  Cambridge,  que 
derivan  su  fortuna  de  concesiones  medievales  —  ó 
como  la  de  Harvard,  que  debe  á  la  generosidad  del 
pueblo  norte-americano  una  fortuna  de  8.000,000 
de  dollars  —  se  comprendería  todavía  que,  prescin- 
diendo por  absoluto  del  Estado,  se  gobernaran  á  su 
antojo  y  buen  placer  ;  y  aún  asimismo,  si  bien  el 
Estado  carecería  de  derecho  para  intervenir  en  el 
empleo  de  las  rentas,  conservaría  siempre  el  deber 
de  vigilar  la  marcha  de  la  enseñanza  y  la  concesión 
de  grados  académicos.  La  Universidad,  que  en  el 
clásico  lenguaje  de  las  tradiciones  escolásticas  se  lla- 
ma el  Almamater,  es  á  la  verdad  una  institución 
tan  importante  é  influyente  en  la  vida  de  los  pueblos, 
reviste  en  tantísimos  actos  un  carácter  exclusiva- 
mente oficial,  que  el  Estado  no  puede  abandonar  su 
dirección  á  cuerpos  sin  control,  exponiéndose  á  que 


Las  universidades  argentinas  65 


alguna  vez  —  y  la  sola  posibilidad  constituye  ya  un 
gravísimo  peligro  —  caiga  en  manos  inexpertas  ó  ve- 
nales, como  sucede  alguna  vez,  por  desgracia,  en  la 
gran  república  norte-americana. 

Preciso  es  adoptar  un  sistema  medio.  La  inter- 
vención absoluta  del  Estado,  como  la  ejercía  el 
gobierno  de  Buenos  Aires  en  su  Universidad,  es 
perniciosa ;  como  también  lo  fué  la  excesiva  que 
se  permitió  el  gobierno  de  la  Confederación  cuan- 
do en  1 86 1,  con  motivo  de  la  elección  de  rec- 
tor de  la  Universidad  de  Córdoba,  derogó  y  mo- 
dificó gran  número  de  los  artículos  del  reglamento 
orgánico  universitario.  De  ahí  que  la  autonomía 
universitaria  sea  también  imprescindible.  Y  en  este 
terreno  puede  decirse  que  de  ha  hecho  ya  mucho 
entre  nosotros . 

La  Universidad  de  Buenos  Aires,  como  la  de 
Córdoba,  llevaban  ambas  una  vida  en  extremo  pre- 
caria. 

La  Universidad  Mayor  de  San  Carlos,  hoy  nacio- 
nal de  Córdoba,  era  la  más  antigua  del  Río  de  la 
Plata,  y  si  se  exceptúa  la  de  Lima,  fundada  en  i  5  5  i , 
podría  decirse  que  de  la  América  del  Sud.  Fundada 
por  los  jesuitas  en  161  3,  confirmada  por  el  papa 
Gregorio  XV,  en  su  bula  de  8  de  agosto  de  1621, 
reorganizada  en  1664,  recién  en    1800   recibió   la 

5 


66  RESEÑAS   Y   CRÍTICAS 


constitución  real  que  cumplida  en  1807,  hasta  ha- 
ce poco  la  ha  regido,  teniendo  como  reglamento  in- 
terno el  de  la  de  Lima  (1735),  y  como  plan  de  es- 
tudios el  de  la  de  Salamanca  ( 1 79 1 ) .  Durante  la  época 
de  Rosas  había  caído  en  una  decadencia  sensible, 
y  en  tiempo  de  la  Confederación,  cuando  el  Ministro 
Olmos  la  visitara  (1861),  sólo  tenía  una  Facultad 
de  Derecho  y  Teología.  Los  esfuerzos  hechos  poste- 
riormente para  dotar  al  país  de  una  distinguida  ins- 
trucción superior,  la  llegada  de  los  sabios  alemanes 
que  formaron  la  Academia  Nacional  de  Ciencias, 
contribuyó  á  que  en  1876  se  incorporara  á  la  Fa- 
cultad de  Derecho,  que  con  el  Colegio  de  Monserrat 
constituía  entonces  la  Universidad,  la  Facultad  de 
Ciencias  físico-naturales.  De  ahí  que  en  2  i  de  no- 
viembre de  1878,  se  nombrara  una  comisión  para 
proyectar  una  reorganización  completa  de  la  Uni- 
versidad, creando  las  Facultades  que  aún  no  existían, 
como  la  de  Medicina.  Esa  comisión,  después  de  in- 
tegrada varias  veces  (i),  se  expidió  recién  en  1880, 
aconsejando  la  sanción  del  "Estatuto  orgánico"  que, 
derogando  á   la  ''Constitución  provisoria"  aprobada 


(1)  Su  composición  definitiva  fué  :  doctor  Alejo  C.  Guzmán,  Presi- 
denle,  José  Díaz  Rodri§^iez,  Secretario,  doctores  O.  Doering,  F.  Posse, 
H.Weyembergh,  S.  Cáceres,  L.  Vélez,  C.  R.  Lozano,  F.  Latzina,J. 
B.  Gil  y  T.  Luque. 


LAS    UNIVERSIDADES    ARGENTINAS  67 


el  26  de  enero  de  1858,  respondiera  á  la  nueva 
reorganización  de  la  Universidad,  dividida  en  cuatro 
Facultades  :  Derecho  y  Ciencias  sociales,  Ciencias 
físico-matemáticas,  Medicina,  Filosofía  y  Humani- 
dades. £1  gobierno,  por  decreto  de  4  de  octubre  de 
1880,  aprobó  provisoriamente  aquel  proyecto,  que 
es  el  que  ahora  rige  Ínterin  se  sancione  la  ley  gene* 
ral  orgánica  universitaria. 

La  Universidad  de  Buenos  Aires  tiene  una  larga 
y  variada  historia.  Cuando  Carlos  III  llevó  á  cabo 
la  expulsión  de  los  jesuitas  (noche  del  24  de  julio 
de  1787)  decidió  que  los  bienes  de  temporalidades 
sirvieran  para  el  fomento  de  la  instrucción  :  el  pa- 
triota americano  virey  Vértiz  solicitó  de  los  cabil- 
dos eclesiástico  y  secular  [el  1 6  de  noviembre  de 
1 77 i),  informes  acerca  de  la  fundación  de  una  Uni- 
versidad, y  estos  patrocinaron  con  calor  la  idea.  El 
rey,  guiado  por  el  ilustre  conde  de  Aranda,  por  cé- 
dula real  de  3  i  de  diciembre  de  1779,  reiterada 
en  16  de. enero  de  1784  y  en  22  de  mayo  de  1789, 
ordenó  la  erección  de  dicha  Universidad,  pero  los 
vireyes  fueron  dilatando  dar  cumplimiento  á  esos 
deseos,  hasta  que  el  marqués  de  Aviles  indirecta- 
mente encarpetó  el  asunto.  Y  sin  embargo,  las  clases 
ilustradas  de  esta  ciudad,  por  el  órgano  de  sus  Ca- 
bildos, se  mostraban   afanosas   en   que  aquello   se 


68  RESEÑAS   Y   CRÍTICAS 

realizara  (ij.  Los  gobiernos  patrios,  después  de  la 
independencia,  penetrados  de  aquella  máxima  tan 
sabia  como  elegante  del  emperador  Justiniano : 
^^  que  convenía  que  la  autoridad  imperial  no  sólo 
estuviese  ilustrada  con  las  armas,  sino  también  ar- 
mada con  las  letras  ",  tomó  de  nuevo  con  empe- 
ño aquel  asunto.  El  Director  Pueyrredón,  después 
de  varias  medidas,  solicitó  del  Congreso  (i8  de 
mayo  de  1 8 1 9)  aquella  reforma.  Y  á  pesar  de  la 
luctuosa  crisis  que  en  la  historia  patria  se  conoce 
por  '*  año  veinte  ",  el  efímero  gobierno  de  Sa- 
rratea  (25  de  abril  de  1820)  decidió  la  ansiada 
creación ;  pero  debido  á  los  esfuerzos  del  ilustrado 
salteño  don  Manuel  Antonio  Castro  ( i  5  de  febre- 
ro de  182 i),  el  gobierno  progresista  del  general 
Rodríguez  comisionó  á  don  Antonio  Sáenz  para  la 
instalación  de  la  Universidad,  ceremonia  solemnísi- 
ma que  tuvo  lugar  en  la  iglesia  del  Colegio  [que  era 
el  lugar  tradicional  de  las  grandes  fiestas  de  la 
inteligencia)  el  12  de  agosto  de  1821.  Rivadavia 
no  era  aún  Ministro.  La  Universidad,  según  el  de- 
creto de  8  de  febrero  de  1822,  se  componía  de  los 
siguientes  * 'departamentos"  (léase  facultades) :  Estu- 

( T I  Noticias  hislóri::as  sobre  el  origen  y  desarrollo  de  la  enseñansa 
pública  superior  en  Buenos  Aires,  por  Juan  María  Gutiérrez.  Buenos 
Aires,  1 868,  in  folio. 


LAS    UNIVERSIDADES    ARGENTINAS  ÓQ 


dios  preparatorios,  Ciencias  exactas,  Medicina,  Ju* 
risprudencia  y  Ciencias  sagradas.  Muchos  de  estos 
departamentos  tenían  ya  una  existencia  antigua :  el 
de  Medicina  data  de  1 8o  i  (aunque  el  Tribunal  del 
Proto-medicato  fué    erijido   el  i8  de  setiembre   de 

1799)- 

Difícil  sería  seguir  las  fluctuaciones  de  la  Univer- 
sidad de  Buenos  Aires  durante  la  época  de  la  tira- 
nía de  Rosas,  porque  su  ilustre  historiador  se  de- 
tiene casi  después  de  la  erección,  siendo  á  la  verdad 
lástima  grande  que  no  haya  podido  realizar  el  pro- 
pósito que  abrigaba,  de  seguir  aquella  historia  hasta 
los  días  presentes . 

La  Universidad  de  Buenos  Aires  se  componía, 
pues,  hasta  estos  últimos  tiempos  sólo  de  la  Facultad 
de  Derecho  y  del  departamento  de  estudios  prepa- 
ratorios, bajo  la  exclusiva  dependencia  del  Gobierno 
provincial.  Los  desgraciados  acontecimientos  del  i  *? 
de  diciembre  de  1871  —  el  suicidio  tristemente  do- 
loroso de  Sánchez  y  la  tremenda  manifestación  es- 
tudiantil —  hicieron  que  el  Gobierno  pidiera  al 
rector  doctor  Gutiérrez  un  proyecto  de  ley  orgánica, 
que  presentado  el  9  de  enero  de  1872,  fué  sometido 
auna  comisión.  El  P.  E.  en  3  de  septiembre  de  1872 
presentó  á  la  H.  Legislatura  un  proyecto  provisorio, 
pero  nada  se  hizo,  hasta  que  el  22  de  enero  de  1874 


7  o  RESEÑAS   Y   CRÍTICAS 


se  nombró  una  nueva  comisión  (i)  que  propuso 
las  bases  que  sirvieron  para  el  decreto  orgánico 
de  26  de  marzo  de  1874,  que  reorganiza  la  Uni- 
versidad, dividiéndola  en  5  Facultades  :  Humani- 
dades y  Filosofía,  Ciencias  médicas,  Derecho  y 
Ciencias  sociales,  Matemáticas,  Ciencias  físico-na- 
turales. Y  ese  es  el  estatuto  que  rige  actualmente  á 
la  Universidad. 

Ambos  estatutos  universitarios  encierran  en  ger- 
men todas  las  principales  reformas  que  la  experien- 
cia internacional  ha  aconsejado. 

La  Universidad  constituida  como  persona  jurídica 
y  por  lo  tanto  con  las  prerogativas  de  tal ;  su  divi- 
sión en  varias  Facultades,  con  autonomía  propia,  — 
representada  por  su  cuerpo  académico,  su  decano,  su 
cuerpo  de  profesores  —  pero  unidas  entre  sí  por  un 
Senado,  al  que  entre  nosotros  se  ha  llamado  Consejo 
Superior ;  presidido  el  cuerpo  universitario  por  un 
rector,  elegido  por  la  asamblea  de  académicos  ó, 
como  se  llama  en  Córdoba,  por  el  claustro,  inclu- 
yendo los  doctores;  nombramiento  de  los  profesores 
por  las  Facultades,  etc.,  etc.  Ambas  Universidades, 
tanto  la  de  Buenos  Aires  como  la  de  Córdoba,  están 


íi)  Compuesta  del  rector  don  J,.  M.  Gutiérrez,  de  don  J.  M.  Moreno 
y  don  P.  Goyena. 


LAS    UNIVERSIDADES    ARGENTINAS  7  1 

en  esto  conformes,  pero  la  de  la  Capital  va  más  le- 
jos, y  ahí  reside  en  mi  opinión  el  mal. 

La  organización  de  la  Universidad  de  Buenos  Ai- 
res es,  quizá,  demasiado  autonómica.  £1  decreto  de 
36  de  marzo  de  1874,  fué  un  progreso  inmenso  ve- 
rificado sin  ruido  ni  ostentación,  pero  que  transfor- 
mó radicalmente  nuestra  instrucción  superior,  inocu- 
lándola los  más  sanos  principios  que  la  ciencia  acon- 
seja. El  error,  pues  la  experiencia  parece  haber  de- 
mostrado que  hubo  error,  consistió  en  exagerar  la 
autonomía  universitaria. 

Asi,  las  atribuciones  que  corresponden  á  las  Facul* 
tades  y  al  Consejo  Superior  son  tan  omnimodas,  que 
más  no  puede  ser.  Libertad  sin  control  ni  responsa- 
bilidad en  el  manejo  de  sus  fondos,  sean  rentas  pro- 
pias, cuando  las  haya,  ó  asignaciones  del  presu- 
pu€sto;  ilimitada  facultad  de  elegir  sus  funcionarios 
desde  el  cuaternario  rector  y  decanos,  pasando  por 
el  cuerpo  académico  de  profesores,  hasta  sus  bedeles  y 
porteros ;  dirimir  soberanamente  las  cuestiones  refe- 
rentes á  colación  de  grados  académicos  y  á  la  ense- 
ñanza ;  independencia  absoluta  en  su  actitud  frente  á 
los  más  vitales  intereses  ó  reclamos  más  justificados 
del  país.  { Y  el  Estado  ?  Ni  por  casualidad  se  le  con- 
fiere esa  intervención  oficiosa  que  es  más  bien  corte- 
sía que  otra  cosa.  Y  sin  embargo,  el  Estado  antes 


72  RESEÑAS   Y   CRÍTICAS 

manejaba  á  la  Universidad  como  á  una  oñcina  admi- 
nistrativa ;  y  él  mismo  se  ha  atado  voluntariamente 
las  manos !  Verdaderamente  que  no  es  de  extrañar 
que  hayan  tenido  lugar  los  abusos  de  todos  conoci- 
dos, que  más  de  una  vez  han  amenazado  provocar 
un  conflicto,  sobre  todo  en  cuestiones  de  rendición  de 
cuentas.  El  autor  de  la  constitución  de  la  Universi- 
dad de  esta  ciudad,  ha  sido  uno  de  mis  profesores 
más  queridos  de  la  Facultad  de  Derecho,  pero  como 
en  los  actuales  tiempos  pasó  ya  de  moda  el  jurar  tn 
verha  magistri^  no  tengo  inconveniente  en  criticar 
aquella  organización. 

c  Cuál  ha  sido,  por  otra  parte,  el  resultado  práctico 
que  ha  producido?  Hasta  1877  el  Presupuesto  in- 
cluyó los  gastos  de  la  Universidad,  y  desde  entonces 
se  le  acordó  una  suma  fija  como  subvención,  pero 
aun  cuando  por  el  decreto  orgánico  el  presupuesto  de 
los  gastos  universitarios  debía  ser  aprobado  por  las 
Cámaras,  y  las  Facultades  rendir  cuentas  de  sus  fon- 
dos, nada  de  esto  se  ha  hecho.  El  Consejo  Superior 
no  informa  jamás  sobre  la  marcha  de  la  enseñanza 
ni  sobre  la  situación  ó  empleo  de  las  rentas  que  le 
están  confiadas.  Verdad  es  que  el  Consejo  Superior 
no  ha  dado  casi  señales  de  vida.  —  i  Cuándo  se  reú- 
ne? ¿qué  medidas  ha  tomado?...  Puede  decirse  que 
la  causa  principal  del  falseamiento  del  decreto  orgá— 


LAS    UNIVERSIDADES    ARGENTINAS  73 

nico  de  26  de  marzo  de  1874,  proviene  de  la  incali- 
ficable inercia  del  Consejo  Superior  (i].  Es,  pues, 
una  especie  de  poder  independiente  sin  control  algu* 
no  del  Estado. 

La  Universidad  de  Buenos  Aires,  con  motivo  de  la 
federalización  del  municipio,  debe  ser  próximamente 
reorganizada  por  una  comisión  especial  nombrada  el 
7  de  febrero  último  [2)  encargada  de  armonizar  su 
constitución  con  la  de  Córdoba.  Forzoso  es  esperar 
que  se  conozca  el  proyecto  que  se  anuncia  ya  como 
terminado,  para  entrar  entonces  de  lleno  al  examen 
detenido  de  los  detalles  de  la  cuestión. 

Únicamente  entonces  podrá  precisarse  la  discusión, 
á  fin  de  que  sea  fructífera.  Y  á  fe  que  hay  todo  un 
semillero  de  interesantísimas  cuestiones  que  estudiar : 
en  cuanto  á  la  composición  déla  Universidad,  iqué 
se  entiende  por  asamblea  universitaria  y  por  claus- 
tro (3)?  E^tc  último  está  hoy  día  condenado  por  la 
experiencia.  <  Qué  es  lo  que  corresponde  al  Consejo 
Superior  y  á  las  Facultades,  y  cuál  es  su  composi- 


(1)  Debe  exceptuarse  á  la  Facultad  de  Ciencias  Médicas,  cuyo  deca- 
no ha  observado  la  costumbre  de  publicar  sus  Memorias  anuales. 

(2)  Compuesta  de  los  doctores  don  Nicolás  Avel'aneda,  don  Juan  B. 
Alberdi,  don  Vicente  G.  Quesada,  don  Manuel  Porcel  de  Peralta  y  don 
Eduardo  Wilde. 

(3 }  La  Universidad  de  Córdoba  adopta  el  sistema  del  "  claustro  " ;  la 
de  la  Capital  el  de  la  "asamblea  universitaria". 


74  RESEÑAS   Y   CRITICAS 

ción }  i  Qué  poderes  tienen  el  rector  y  los  decanos  ; 
cómo  son  elegidos ;  es  necesaria  la  confirmación  del 
gobierno,  como  sucede  en  Alemania,  para  ratificar  la 
elección  académica? 

cCómo  se  forma  el  cuerpo  docente  con  su  lógica 
división  en  profesores  titulares,  extraordinarios  y  li- 
bres? Son  inamovibles;  <qué  diferencias  hay  entre 
una  y  otra  categoría ;  tienen  sueldo  fíio  ú  honorarios 
académicos;  hay  diferencias  entre  las  diversas  cáte- 
dras según  sus  asignaciones ;  dónde  se  buscan,  en- 
tre los  especialistas  particulares,  los  agregados,  su- 
plentes ó  profesores  libres;  su  nombramiento  por 
elección  directa,  por  concurso ;  diferencias  entre  la 
agregación  y  la  *'  habilitación  " ;  pueden  enseñar  pri- 
vadamente ó  ejercer  funciones  públicas;  cuáles  son 
sus  obligaciones :  deben  solamente  dictar  cursos,  dar 
lecciones  ó  regentear  institutos  ? 

i  Cuáles  son  las  relaciones  de  las  Facultades  entre  sí 
y  para  con  el  Consejo  Superior;  los  diversos  planes  de 
estudio  deben  complementarse  mutuamente  ;  relacio- 
nes con  corporaciones  extranjeras  ó  con  el  gobierno? 

Vida  académica:  < en  qué  consiste ?  funcionarios 
univeritarios ;  institutos  especiales ;  museos  y  colec- 
ciones, prerogativas  y  deberes  de  los  estudiantes  ofi- 
ciales, libres  y  oyentes ;  condiciones  de  ingreso,  de 
asiduidad ;  exámenes  parciales,  horario,  libreta  uni- 


LAS    UNIVERSIDADES    ARGENTINAS  7$ 

versitaria,  derecho  de  matriculas,  '^dineros  académi- 
cos", cursos  facultativos  ú  obligatorios,  exámenes  fi- 
nales y  de  doctorado ;  exámenes  de  Elstado  para  el 
ejercicio  de  la  medicina,  etc.? 

Hay  además  otra  grave  cuestión  :  la  Universidad 
no  puede  expedir  sino  títulos  académicos,  que  deno- 
ten suficiencia  científica.  Ahora  bien,  es  sabido  que 
un  sabio  eminente  que  haya  obtenido  con  brillo  el 
grado  académico  de  doctor  en  medicina,  y  citaré  al 
acaso  el  conocido  ejemplo  de  Claudio  Bernard  ó  de 
Littré,  puede  en  la  práctica  ser  pésimo  médico  ;  de 
ahí  que  el  título  profesional  tenga  un  alcance  distin- 
to y  deba  reposar  sobre  pruebas  diferentes.  Para 
que  el  público  tenga  fe  en  los  que  poseen  títulos  pro- 
fesionales, es  preciso  que  el  Estado  tome  garantías 
especiales  ;  por  eso  en  Alemania,  después  del  título 
académico,  existe  el  llamado  ^'examen  de  Estado", 
para  obtener  el  título  profesional,  i  De  qué  manera 
deben  reglamentarse  entre  nosotros  estas  categorías 
de  exámenes  y  qué  diferencias  tienen  ambos  títu- 
los ? 

Se  ve,  pues,  que  las  cuestiones  que  se  imponen 
al  estudio  son  numerosas  y  variadas  ;  exigiendo  mu- 
chas de  ellas  reformas  radicales,  y  otras  simplemen- 
te una  juiciosa  reglamentación,  pero  dependiendo  de 
la  manera  cómo  serán  resueltas,  el  porvenir  más  ó 


76  RESEÑAS   Y   CRÍTICAS 


menos   floreciente  de  nuestro  régimen   universita- 
rio. 

La  ley  orgánica  universitaria  deberá  ser,  sin  duda, 
discutida  en  breve  por  el  Honorable  Congreso,  y  es 
de  esperarse  que  muchos  congresales,  cuya  especial 
competencia  es  reconocida,  por  ejercer  ó  haber  ejer- 
cido el  profesorado  universitario,  diluciden  lumino- 
samente esas  mil  pequeneces  que  son,  sin  embargo, 
de  capital  importancia. 

Cúmpleme  observar,  entretanto,  que  por  el  mo- 
mento la  organización  universitaria  está  lamenta- 
blemente falseada  en  la  práctica.  Las  ventajas  del 
sistema  universitario  sobre  las  Facultades  aisladas 
consiste,  justamente,  en  el  contacto  íntimo  é  influen- 
cia recíproca  de  éstas  :  es  indispensable,  por  ejemplo, 
que  el  jurista  conozca  la  medicina  legal  que  se  en- 
seña en  la  Facultad  de  Medicina,  y  que  el  médico 
sea  versado  en  las  ciencias  químicas  y  naturales  que 
se  cultivan  en  la  Facultad  de  Ciencias  ;  y  ni  la  en- 
señanza filosófica  puede  prescindir  de  una  base  cien- 
tífica, como  la  instrucción  científica  debe  apoyarse 
en  sólidas  bases  filosóficas.  Por  eso  los  profesores 
de  París  se  han  pronunciado  abiertamente  contra 
el  aislamiento  de  las  Facultades,  diciendo:  ''...  las 
ramas  todas  del  saber  humano  se  tocan  y  cruzan 
como  los  radios  de  un  círculo,  que  tienden  al    cen- 


LAS    UNIVERSIDADES    ARGENTINAS  77 


tro  desde  los  diversos  puntos  de  la  periferia  ;  hay 
acciones  y  reacciones  continuas  de  una  ciencia  á  otra, 
y  cada  progreso  realizado  en  una  de  ellas,  repercute 
fuertemente  en  las  demás...  Los  filósofos,  los  médi- 
cos, los  juristas,  viviendo  aislados  y  confinados  en 
su  enseñanza  especial,  no  aprenden,  pues,  sino  una 
parte  de  lo  que  deberían  saber ;  sus  estudios  que- 
dan truncos,  incompletos  é  insuficientes  ;  y  el  hori- 
zonte limitado,  como  sus  aptitudes  y  sus  medios  de 
acción"  ( I ).  Pues  bien,  entre  nosotros,  el  sistema  uni- 
versitario existe  sólo  en  el  nombre  :  cada  Facultad 
vive  totalmente  aislada  de  las  demás,  como  si  una 
estuviera  en  Pekin  y  la  otra  en  Lisboa,  sin  contacto 
recíproco  alguno,  sin  conexión  en  sus  cursos,  sin 
que  ni  siquiera  se  conozcan  entre  si  los  estudiantes 
de  las  distintas  Facultades,  ni  sepan  á  veces  dónde 
están  situados  sus  respectivos  edificios  I... 

Nótese  que  prescindo  de  una  multitud  de  irregu- 
laridades, i  á  qué  responde  la  Facultad  de  Matemá- 
ticas que  expide  los  títulos  de  Ingeniero  y  Agrimen- 
sor ?  Eso  no  debe  ser  Facultad  universitaria,  es  pura 
y  simplemente  un  instituto  de  enseñanza  superior 
especial,  un  Politécnico,  si  se  quiere.  Hay  ahí,  pues, 


( I )  SociéU  pour  l'étude  des  questions  d'enseignement  supérieur.  (Bu- 
iletin  de  juillet  1879.  París). 


78  RESEÑAS   Y   CRÍTICAS 

algo  que  se  asemeja  mucho  á  una  confusión  lamen- 
table. 

i  Y  qué  significan  Universidades  sin  local  propio, 
á  veces,  ó  diseminadas  sus  Facultades  en  los  cuatro 
extremos  de  la  ciudad,  sin  bibliotecas,  pues  es  sa- 
bido que  la  titulada  "universitaria"  es  deficicntísi- 
ma,  sin  colecciones  especiales,  sin  museos,  sin  nada, 
en  fin,  que  denote  que  se  trata  de  cultivar  las  cien- 
cias }  Yo  no  pido  que  se  construyan  Paranimfos 
como  el  de  Madrid,  ni  palacios  como  los  de  Leipzig, 
Berlin  y  Viena,  pero  sí  que  se  las  dote  de  local  apro- 
piado, y  que  se  las  provea  de  los  instrumentos  in- 
dispensables de  cultura  intelectual.  <Qué  significa 
una  Facultad  de  Ciencias  físico-naturales  sin  mu- 
seos y  sin  colecciones;  qué  se  entiende  por  una  Fa- 
cultad de  Derecho,  en  la  que  los  estudiantes  no  en- 
cuentran ni  un  mísero  libro  que  consultar?  i  Qué  debe 
decirse  de  una  Facultad  de  Medicina  cuyos  hospita- 
les están  de  tal  manera  saturados,  que  es  inevitable 
la  infección  purulenta,  de  modo  que  de  antemano  se 
sabe,  á  ciencia  cierta,  que  cada  operación  es  peli- 
grosísima, pues  el  operado  muere  con  frecuencia  de 
gangrena  ? 

Los  cursos  universitarios  argentinos  inspiran 
asombro  cuando  se  comparan  con  los  europeos.  En 
Alemania  no  hay  mayor  desdén  en  la  vida  universi- 


LAS    UNIVERSIDADES    ARGENTINAS  79 

taria,  que  el  de  cultivar  el  Brodstudium,  ó  sea  sim- 
plemcQte  contraerse  á  lo  indispensable  para  ganar 
la  vida.  Las  Universidades  están  destinadas  al  cul- 
tivo de  las  ciencias  y  á  propender  á  su  adelanto:  allí 
los  profesores  absorben  su  vida  en  la  enseñanza  y  en 
el  estudio,  y  los  estudiantes  beben  de  sus  labios  la 
ciencia  misma,  según  se  va  perfeccionando.  La  ense- 
ñanza versa  sobre  todos  los  ramos  de  los  conocimien- 
tos humanos,  y  los  cursos  son  puramente  científi- 
cos :  cada  materia  es  enseñada  á  la  vez  por  varios 
profesores  ordinarios,  profesores  extraordinarios, 
y  prtvat-docenien,  encarando  la  cuestión  bajo  múl- 
tiples aspectos.  La  libertad  de  estudios,  tan  ala- 
bada en  nuestro  lenguaje  constitucionalista,  reina 
allí  completísima  bajo  el  nombre  de  ^'  libertad  aca- 
démica " ;  se  considera  á  los  estudiantes  como  jóve- 
nes responsables  y  serios,  que  por  propio  amor  bus- 
can la  ciencia,  y  á  los  cuales  se  les  deja  independien- 
tes en  la  elección  de  sus  cursos,  como  lo  consideren 
conveniente,  pues  apenas  en  las  carreras  profesiona- 
les, y  sólo  en  mérito  de  los  ''  exámenes  de  Estado",  se 
les  imponen  algunos  cursos  obligatorios  {zwangs- 
collegien),  pero  sino  todos  son  facultativos,  pudiendo 
elegir  el  que  mejor  les  convenga,  sea  dado  por  un 
profesor  ordinario  ó  extraordinario,  ó  por  un  privat- 
docent. 


8  o  RESEÑAS   Y   CRÍTICAS 


De  ahí  que  los  cursos  universitarios  europeos,  me 
refiero  especialmente  á  los  de  Berlín  y  París,  que 
son  los  que  he  podido  conocer,  sean  una  verdadera 
enseñanza  en  toda  la  acepción  de  la  palabra,  en  que 
al  estudiante  se  le  inicia  en  todos  los  problemas  del 
saber  humano,  guiándolo  de  tal  modo,  que  pueda 
formarse  una  propia  convicción.  Prescindo  por  aho- 
ra de  discutir  el  método  de  enseñanza,  aunque  pre— 
fiero  mil  veces  el  de  los  profesores  alemanes  que  dic- 
tan ó  leen  sus  apuntes,  por  manera  que  sus  confe- 
rencias son  pesadas,  secas,  pero  nutridas  de  hechos 
y  de  observaciones  propias  y  perfectamente  cientí- 
ficas ;  mientras  que  los  profesores  franceses,  salvo 
raras  excepciones,  son  oradores  elocuentes,  exposito- 
res hábiles,  de  palabra  fácil  y  clara,  por  cuya  razón 
el  menos  preparado  comprende  la  materia  en  su  con- 
junto y  en  sus  detalles,  y  la  abarca  de  un  golpe  de 
vista,  pero  el  fondo  se  sacrifica  así  frecuentemente  á 
la  retórica,  y  en  definitiva  sólo  se  obtiene  una  expo- 
sición generalizadora. 

En  nuestros  cursos  ni  una  ni  otra  cosa  se  vé.  He 
empleado  la  palabra  cursos,  y  he  debido  decir  clases. 
La  enseñanza  está  sujeta  á  textos,  seguidos  demasiado 
servilmente,  y  se  contenta  con  lo  estrictamente  indis- 
pensable para  responder  á  las  preguntas  del  progra- 
ma, según  cuyas  bolillas  el  profesor  ioma  la  lección 


LAS   UNIVERSroADES   ARGENTINAS  8  I 


á  SUS  alumnos...  Aquéllo  en  vez  de  Universidad,  pa- 
rece un  colegio  superior  en  que  los  maestros  encarga- 
dos de  preparar  al  examen,  interrogan  á  los  discípu- 
los para  ver  si  han  aprendido  bien  tantas  páginas  de! 
texto!  Vuelvo  á  repetir  que  hay  excepciones  honro- 
sas, pero  tomo  el  término  medio,  y  por  más  que  tra- 
to de  convencerme  de  lo  contrario,  la  realidad  se  im- 
pone irresistible.  Y  creo  que  esto  no  es  culpa  de  los 
profesores,  por  lo  general,  distinguidísimos,  sino  de 
la  desorganización  universitaria. 

Más  aún:  no  hay  en  nuestra  llamada  "Universi- 
dad" sino  profesores  ordinarios,  encargados  de  una 
ó  varias  cátedras,  con  sueldos  fijados  en  el  presupues- 
to. Luego  no  habiendo  emulación  ni  competencia, 
no  hay  estímulo.  Los  estudiantes  no  tienen  elección 
posible,  cuando  no  hay  sino  una  sola  clase  de  un  solo 
profesor  en  cada  materia,  buena  ó  mala,  á  ella  tie- 
nen que  asistir,  porque  no  hay  otra  y  porque  el  mis- 
mo profesor  será  examinador  más  tarde,  y  porque  si 
no  van,  un  imperturbable  bedel  los  apunta  como 
si  fueran  chiquillos  de  escuela,  no  ya  por  sus  nom- 
bres, sino  por  el  número  de  la  silla  que  se  les  ha 
asignado!...  Causa  pena  tener  que  referir  semejan- 
tes cosas. 

Pero  no  es  esto  todo :  un  mismo  profesor  regentea 
á  veces  varias  cátedras,  por  manera  que  no  pudiendo 

6 


82  RESEÑAS   Y   CRÍTICAS 

desempeñarlas  todas  á  la  vez,  suprime  un  año  unas 
para  enseñar  otras,  y  cuando  —  como  sucede  en  el 
Derecho  Civil  —  hay  varios  cursos  (4  años  distin- 
tos], resulta  que  el  desgraciado  estudiante  que  ingre- 
sa á  la  Facultad  de  Derecho  en  un  año  que  se  enseña 
el  4*  libro  del  Código,  que  trata  de  las  sucesiones,  debe 
iniciarse  en  el  Derecho  por  donde  debiera  lógicamen- 
te concluir,  estudiando  las  herencias  sin  saber  nada 
de  lo  que  son  cosas,  relaciones  de  familia  ó  contra- 
tos! Esto  evidentemente  es  absurdo.  La  culpa  no  es 
por  cierto  del  profesor  —  justamente  el  doctor  More- 
no es  uno  de  los  más  distinguidos  —  sino  porque  es 
ridículo  que  no  haya  sino  un  solo  profesor  para  los 
cuatro  cursos  de  Derecho  Civil !  Y  éste  no  es  masque 
uno  de  tantos  ejemplos. 

El  que  conozca  las  Universidades  europeas,  no  pue- 
de sino  convenir  en  que  las  nuestras  se  hallan  aún  en 
estado  primitivo. 

El  Ministro  Pizarro,  apoyándose  en  una  frase  de 
Cousin,  parece  atribuir  gran  parte  de  estos  males  á 
la  gratuidad  de  los  cursos  fp.  xvii),  pero  paréceme 
que  este  es  un  concepto  inexacto. 

Hay  que  distinguir  :  en  el  sistema  francés,  los  cur- 
sos son  todos  gratuitos,  y  aun  —  desde  la  nueva  ley 
sobre  la  libertad  de  la  enseñanza  superior  —  lo  son 
las  matrículas  mismas;  en  el  sistema  alemán,  la  regla 


LAS   UNIVERSIDADES   ARGENTINAS  83 

es  que  los  cursos  son  públicos  ó  privados,  según  el 
carácter  de  ellos,  debiendo  los  estudiantes  abonar  los 
collegien  gelder  para  asistir  á  los  que  eligen ;  pero 
abundan  también  los  cursos  gratuitos,  sobre  todo, 
entre  los  dados  por  los  prtvat-docenten. 

Sé  muy  bien  que  el  que  haya  frecuentado  los  cur- 
sos franceses,  no  se  olvidará  jamás  del  extraño  es- 
pectáculo que  ofrece  la  invasora  afluencia  de  señoras 
—  como  en  el  curso  de  M.  Caro  en  la  Salle  Gerson ;  — 
ó  de  ese  público  mezclado,  donde  se  ven  viejos,  mu- 
jeres y  niños,  pacíficos  burgueses  y  desocupados  — 
como  en  el  curso  de  M.  Paul  Albert  en  la  salle  nu- 
mero 7  en  el  Collége  de  France ;  —  y  más  de  una  vez 
me  ha  sucedido  no  encontrar  lugar  vacío  minutos 
después  de  abierto  el  anfiteatro ;  pero  al  lado  de  ese 
público  especial,  hay  estudiantes  afanosos  que  siguen 
con  interés  la  palabra  de  maestros  ilustrados,  de  los 
que  forman  la  mayor  parte  de  las  veces  sus  únicos 
oyentes  —  como  sucede  generalmente  en  la  Facultad 
de  Derecho  y  en  l'Ecole  des  haufes  études.  En  cam- 
bio todos  los  que  tienen  buena  voluntad  pueden  ins- 
truirse, como  lo  pueden  hacer  los  que  apenas  posean 
lo  suficiente  para  la  vida  material.  Y  luego  hay  que 
notar  que  sólo  ciertos  cursos  especiales  —  como  los  de 
filosofía  ó  historia,  —  son  los  que  atraen  aquel  público 
original,  que  obliga  quizá  á  los  profesores  en  boga  á 


84  RESEÑAS   Y   CRÍTICAS 

vulgarizar  un  poco  su  enseñanza,  lo  que  ha  merecido 
el  calificativo  de  ** cursos  de  aparato,  especie  de  en- 
señanza secundaria  disfrazada  bajo  el  nombre  de  ins- 
trucción superior  ( i )  ". 

Pero  en  países  como  el  nuestro,  dadas  las  costum- 
bres de  nuestra  vida  nacional,  no  es  de  temerse  en 
muchos,  muchísimos  años,  que  las  damas  ó  tranqui- 
los ciudadanos  desalojen  á  los  estudiantes  de  las  ban- 
cas de  los...  futuros  anfiteatros,  ni  que  por  lo  tanto 
obliguen  á  los  profesores  á  vulgarizar  su  enseñanza. 
La  cuestión  que  toca  el  Ministro,  agita  ya  desde  al- 
gún tiempo  al  mundo  universitario  de  Alemania :  el 
excelente  periódico  estudiantil  Alma  Mater,  de  Vie- 
na,  la  ha  tratado  calurosamente,  y  la  opinión  se  agita 
con  ardor.  El  célebre  Du  Bois-Reymond,  en  su  dis- 
curso del  rectorado  de  la  Universidad  de  Berlín 
(1869)  háse  declarado  partidario  de  conservar  los 
**  di  ñeros  académicos",  trazando  elocuentemente  sus 
ventajas,  pero  el  Parlamento  austriaco  se  decide  por 
la  opinión  contraria,  que  parece  ganar  terreno  cada 
día.  Lorenzo  von  Stein  le  ha  dedicado  un  estudio 
importante  (2),  y  parece  que  bien  pesadas  todas  las 
circunstancias  y  teniendo  en  cuenta  los  antecedentes 

(i)  Revue  internaÜonale de  l'enseignement  ( 15  février  1881.  París). 
(2)  Lehrfréiheit,  Wissenschaft  und  Collegiengeld,  von  Dr.  Lorenz 
vop  Stein.  Wicn,  1875.  { 


LAS   UNrVERSmADES   ARGENTINAS  8$ 


patrios  y  la  tendencia  igualitaria  de  este  país,  la  gra- 
tuidad  debe  ser  preferida. 

Y  no  se  tome  esto  por  una  oratio  pro  domo  sua^ 
pues  los  estudiantes  pagan  ya  demasiado  elevados 
derechos  de  matrículas  y  de  diploma,  por  manera 
que  aún  en  el  estado  actual  de  la  cuestión,  la  ense- 
ñanza superior  no  es  entre  nosotros  gratuita,  sino 
bien  pagada  por  los  mismos  estudiantes.  Un  solo 
ejemplo  bastará :  la  Facultad  de  Derecho  percibe,  por 
término  medio,  63,900  pesos  moneda  corriente  por 
matrículas  y  162,500  por  diplomas,  lo  que  hace  un  to 
tal  de  225,400  pesos  moneda  corriente  (i).  La  Facul- 
tad de  Ciencias  Médicas ~ tomo  al  acaso  el  año  1875- 
1 876 — tiene  una  entrada  que  excede  á  5  09,94  5  P^sos 
moneda  corriente,  de  los  cuales  200,000  provienen 
del  presupuesto  y  más  de  206,000  pesos  de  derechos 
de  matrículas  y  revalidación  y  exámenes :  se  ve,  pues, 
que  los  estudiantes  pagan,  y  que  pagan  bien  (2}. 

Pero  son  tantas  y  tantas  las  cuestiones  que  sur- 
gen al  examinar  el  régimen  universitario  argentino, 
que  me  veo  forzado,  bien  á  mi  pesar,  á  omitir  un 
gran  número.  Pero  no  querría  concluir  sin  hablar 
de  los  estudiantes. 


(1)  Memoria  del  Ministro  de  Gobierno ^  i8j8. 

12)  Memoria  del  Decano  de  la  Facultad  de  Ciencias  Médicas,  1876. 


86  RESEÑAS    Y   CRÍTICAS 

Las  Universidades  argentinas  carecen  de  vida  aca- 
démica ;  fuera  de  las  Facultades,  de  los  profesores 
y  de  los  empleados,  los  estudiantes  son  apenas  con- 
siderados: el  estatuto  provisorio  de  la  Universi- 
dad Nacional  de  Córdoba  ni  siquiera  fija  la  edad 
de  su  admisión  !  Los  estudiantes  argentinos  no  son 
estudiantes,  sino  que,  ó  son  empleados,  ó  viven  de 
la  vida  común  del  resto  de  la  juventud.  No  hay 
entre  ellos  vínculo  de  unión  alguna,  y  apenas  se  co- 
nocen. Debo  exceptuar  á  los  de  Medicina  que,  de- 
bido á  circunstancias  puramente  locales,  hacen  más 
la  vida  de  estudiante  y  tienen  sus  sociedades  —  el 
Circulo  Médico  Argentino  —  perfectamente  organi- 
zadas ;  y  aún  podría  mencionar  á  los  de  Ingeniería 
—  estudiantes  universitarios  !  —  que  tienen  una  so- 
ciedad, aunque  no  muy  floreciente.  Pero  los  de  De- 
recho viven  en  el  indiferentismo  más  completo. 
Los  de  Humanidades  y  Filosofía  son  chiquillos  que 
aprenden...  latin,  historia  antigua  y  demás  ramos 
de  preparatorios ! . . . 

i  No  se  podría  acaso  hacer  algo  para  fomentar  la 
vida  académica,  para  hacer  que  los  estudiantes  sean 
verdaderos  estudiantes  ? 

Pero  téngase  presente  que  si  se  reglamenta  la  ju- 
risdicción académica  y  se  imponen  deberes  á  los  es- 
tudiantes, es  preciso  é   indispensable    reconocerles 


LAS    UNIVERSIDADES    ARGENTINAS  87 


derechos,  el  no  menor  de  los  cuales  es  'Ma  libertad 
académica  "  ó  sea  la  elección  entre  los  cursos  de  los 
profesores  titulares  y  libres:  negarles  este  derecho, 
que  es  el  a,  b,  c,  en  la  organización  universitaria 
alemana  y  francesa,  es  cometer  un  error  funda- 
menta], que  demuestra  que  se  tiene  en  los  labios 
la  palabra  "libertad",  pero  que  en  realidad  sólo 
se  trata  de  asegurar  monopolios  autoritarios  de  pro- 
fesores oñciales  !  Demasiado  se  ha  hablado  ya  en 
todos  los  tonos  de  *'  libertad  de  estudios",  para  que 
sea  posible  dejar  burlada  una  vez  más  tan  legitima 
aspiración,  y  es  de  esperarse  que  esto  no  suceda. 

Todo  ello  debe  reglamentarse,  porque  la  Univer- 
sidad se  compone  :  i  •  de  las  Facultades  y  Consejo 
Universitario,  rector  y  decanos,  ó  sea  los  cuerpos 
académicos ;  de  los  profesores  titulares,  extraordi- 
narios, suplentes,  agregados  ó  frivat-docenten  ;  3"  de 
los  institutos  científicos  que  dependen  de  ella  ¡como 
ser  los  seminarios  de  las  Universidades  alemanas) ; 
4"  de  los  estudiantes  matriculados  y  hasta  cierto 
punto,  de  los  libres  y  oyentes  ;  s"  de  todos  los  em- 
pleados superiores  é  inferiores. 

Poco  tiempo  tardará  el  país  en  saber  cuál  es  la 
marcha  que  seguirá  la  enseñanza  superior  y,  sobre 
todo,  la  universitaria,  cuya  ley  orgánica,  dados  los 
trabajos  que  se  hacen,   no  puede  tardar  en  votarse. 


88  RESEÑAS   Y   CRÍTICAS 

Entonces  habrá  llegado  la  ocasión  de  examinar  si 
la  organización  definitiva  responde  ó  no  á  las  exi- 
gencias de  la  ciencia,  y  á  las  necesidades  nacionales,, 
pues  el  porvenir  de  nuestra  enseñaaza  superior  de- 
pende de  ello.  No  habrá  entonces  inconveniente  en 
emitir  sobre  esa  reorganización  sus  apreciaciones, 
con  la  misma  leal  franqueza  con  que  se  acaba  de  exa- 
minar—  rapidísimamente  por  cierto,  — algunosdelos 
defectos  del  actual  sistema  universitario. 


Julio  de  i88f . 


lil 


ESCUELAS   Y  TEORÍAS   LITERARIAS 

EL   CLASICISMO   Y   EL   ROMANTICISMO 

TT  A  eterna  querella  de  los  antiguos  y  modernos, 
A  ^  de  los  clásicos  y  los  románticos,  renace  siem- 
pre bajo  formas  nuevas,  produciendo  el  mismo  ardo- 
roso efecto,  y  entusiasmando  valientes  campeones 
que  libran  verdaderas  batallas  por  el  triunfo  de  sus 
respectivos  ideales.  Pero  cada  uno  de  los  aspectos 
que  presenta  en  épocas  determinadas,  varía  inmedia- 
tamente, y  desaparece  de  nuevo  para  encarnarse  en 
formas  diversas. 

La  lucha  entre  el  clasicismo  y  el  romanticismo,  cu- 
ya crisis  aguda  tuvo  lugar  en  la  revolución  literaria 
de  1830,  pertenece  ya  á  la  historia.  No  quedan  de 
aquellas  batallas  sino  el  recuerdo  del  ardor  de  los 
adeptos  de  una  ú  otra  escuela,  y  el  mundo  literario 


9  o  RESEÑAS   Y   CRÍTICAS 

se  ha  apasionado  después  por  nuevas  teorías  y  por 
nuevos  ideales.  El  movimiento  de  1830  es,  pues, 
casi  una  reliquia  histórica.  Se  le  estudia  con  el  cri- 
terio de  una  posteridad,  cercana  es  cierto,  pero  que 
tiene  bastante  sangre  fría  para  remover  sin  peligro 
las  cenizas,  tibias  aún,  de  aquella  lucha  memorable. 

Sin  embargo,  entre  nosotros  aquella  época  des- 
pierta aún  juveniles  entusiasmos,  apasiona  los  áni- 
mos y  enardece  los  espíritus,  como  si  en  nuestra  evo- 
lución intelectual  nos  halláramos  todavía  en  1830, 
sin  tener  en  cuenta  las  transformaciones  sucesivas 
que,  desde  entonces  acá,  ha  experimentado  la  litera- 
tura universal.  Este  fenómeno  no  deja  de  ser  curio- 
so, y  como  tal  atrae  la  atención  del  observador  im- 
parcial. 

Nuestra  juventud  lee  con  pasión  á  los  adalides  de 
1 830,  de  los  que  Musset  es  el  ídolo  y  Victor  Hugo  el 
pontífice;  Gautier,  para  muchos  un  modelo,  y  el 
recuerdo  de  Gerardo  de  Nerval  y  del  Cenáculo,  un 
objeto  de  sincero  culto  literario.  Puede  decirse  casi  á 
ciencia  cierta  que  tal  es  la  tendencia  de  una  gran 
parte  de  nuestra  juventud  más  inteligente.  Se  lee 
mucho,  pero  casi  exclusivamente  libros  franceses.  Se 
adora,  pues,  á  dioses  y  á  ídolos  que  fueron.  De  ahí 
que  los  socios  del  extinguido  '*  Círculo  Científico  Li- 
terario" recuerden  aún  las  memorables  sesiones  de 


ESCCTELAS   Y   TEORÍAS    LITERARIAS  QI 

agosto  de  1 878,  en  las  que  se  discutió  con  acaloradí- 
simo entusiasmo  la  famosa  cuestión  del  romanticismo 
de  1830. 

Otra  parte  de  la  joven  generación  argentina  tien- 
de más  bien  á  cultivar  la  literatura  bajo  formas  más 
originales,  es  decir,  no  sólo  americanizándola  sino, 
en  lo  posible,  argentinizándola.  Se  quiere  prescindir 
de  los  ideales  europeos,  contaminados  casi  siempre 
por  tradiciones  impuras,  y  se  levantan  en  su  lugar 
las  divinidades  indígenas  de  esta  América  maravillo- 
sa, cantando  sus  ríos  inmensos,  sus  pampas  incon- 
mensurables, su  esplendorosa  vegetación,  sus  cos- 
tumbres locales.  Esta  tendencia  predominaba  en  la 
antigua  *' Academia  Argentina",  y  sus  adeptos  reco- 
nocían por  jefe  al  venerable  Echeverría. 

Y,  por  fin,  una  tercer  fracción,  indisciplinada,  re- 
partida en  mil  pequeñas  agrupaciones,  frecuentemen- 
te rivales,  casi  siempre  aisladas  unas  de  otras,  culti- 
van el  naturalismo,  otras  el  evolucionismo,  la  mayor 
parte,  empero,  tan  sólo  recolé  butssomére.  Del  cla- 
sicismo puede  decirse,  que  sólo  poquísimos  adora- 
dores cuenta. 

Dos  jóvenes  poetas  argentinos,  cultores  ambos  de 
Musas  diferentes  —  discípulo  de  Echeverría  el  uno, 
adorador  de  los  griegos  el  otro  —  acaban  de  renovar 
la  vieja  controversia  de  clásicos  y  románticos.  En  ele- 


92  RESEÑAS   Y   CRÍTICAS 

gantes  y  sonoros  tercetos  han  roto  ambos  innumera- 
bles lanzas  en  torneo  de  buena  ley.  Solicitado  por  am- 
bos contendores,  el  dulce  y  venerable  bardo,  el  in- 
mortal cantor  del  Lambarea  el  clásico  adorador  de 
Ertnaj  ha  dirimido  la  contienda,  colocando  la  simbó- 
lica corona  de  laurel  en  la  frente  de  los  dos  vates  ( i ) . 
La  cuestión  no  es  indiferente.  Se  trata  de  saber 
cuál  es  la  escuela  literaria  que  ha  ejercido  y  que  de- 
berá ejercer  decisiva  influencia  en  el  movimiento  in- 
telectual argentino.  Se  pretende  que  el  clasicismo  ha 
muerto  entre  nosotros,  y  que  desde  el  traductor  de 
Virgilio,  el  rival  de  Iriarte  y  de  Velazco,  hasta  ahora, 
apenas  se  han  oído  algunas  débiles  notas,  arranca- 
das al  estro  poético  de  los  viejos  bardos  á  guisa  de 
despedida.  Se  ha  llegado  á  sostener  que,  '*  desde  la 
revolución  literaria  que  había  presentido  el  ingenio 
de  Thénier,  inmensa  y  formidable  como  que  llegó 
hasta  las  estepas  de  la  Rusia,  donde  cantó  Pouschkine; 
desde  la  aparición  de  las  armonías  celestes  de  Burns, 
el  escocés,  de  Klopstock,  el  alemán,  bástalas  divinas 
y  cadenciosas  notas  de  Byron,  Hugo,  Espronceda  y 
Echeverría,  el  inmortal  cantor  de  la  pampa^  en  ese 


(i)  R.  Oligado-C.  Otuela.  Justa  literaria,  con  una  carta-prólogo 
de  Carlos  Guido  t  Sfano.  Buenos  Aires,  1885.  i  volumen  de  xvi  y  63 
páginas.  La  polémica  poética  habla  tenido  por  órgano  la  Ilustración 
Argentina. 


I 


ESCUELAS   Y   TEORÍAS   LITERARIAS  Q-J 


bello  poema  de  la  Cautiva,  rival  vencedora  del  Inami 
I        de  Sanfuentes  y  el  Marqueta  de  Samper ;  desde  en- 
I        tonces,  la  musa  clásica  desapareció  de  América  como 
por  encanto:  negro  celaje  que  el  pampero  del  roman- 
ticismo ha  barrido  de  nuestra  constelación  poética !  " 
I  He  ahí,  pues,  la  cuestióiu   Para  saber  hasta  qué 

punto  sea  errada  ó  verdadera  la  afirmación  preceden- 
f        te,  es  preciso  resolver  el  problema  en  sí  mismo :  exa- 
I        minar  las  dos  tendencias;  la  del  " Círculo  Científi- 
co Literario",  inscribiendo  en  su  bandera  en  letras  de 
oro  el  nombre  de  Musset;  la  de  la  **  Academia  Ar- 
gentina ",  abroquelándose  tras  la  fama  de  Exheverría. 
I        Es  preciso  aducir  hechos  y  analizar  con  frialdad. 
Las  consecuencias  que  se  desprendan  se  impondrán 
\       entonces  con  lógica  rigurosa. 


La  cuestión  debatida  en  el  '*  Círculo  Científico  Li- 
terario" estaba  concentrada  en  la  influencia  poética 
de  Alfredo  de  Musset. 

Unos  sostenían  que  Musset  era  la  genuina  expre- 
sión del  romanticismo  moderno,  por  cuanto  Víctor 
Hugo  tuvo  otros  orígenes  y  ha  seguido  más  tarde 


94  RESEÑAS   Y   CRÍTICAS 

Otras  sendas.  Proclamaban  á  Musset  como  *' poeta  de 
la  juventud",  y  sus  ideas,  como  sus  figuras  poéticas, 
eran  consideradas  como  el  más  excelso  modelo  posi- 
ble. 

Ahora  bien,  es  siempre  dilícil  hablar  de  poetas  y 
juzgar  poetas,  porque  '*  la  poesía  no  muere :  tiene  sus 
primaveras,  sus  generaciones  diversas  que  nacen,  se 
suceden,  y  esparcen  cada  una  sus  flores,  sus  armonías, 
sus  cantos".  El  crítico  es,  por  otra  parte,  un  vigía  y 
su  primer  grito  debe  ser  siempre  de  emoción  y  de  go- 
zo: pertenece  ya  á  otra  época  '*esa  crítica  envidiosa 
y  mezquina  de  los  defectos,  y  hoy  debe  reinar  sólo 
la  grande  y  fecunda  crítica  de  las  bellezas".  De  ahí 
que  se  "saluden  con  vivo  placer  esos  nuevos  lumina- 
res, que  se  levantan  sobre  el  horizonte  y  que  están 
destinados  á  apagar  los  antiguos  ". 

Pues  bien,  á  pesar  de  esto,  no  puede  aprobarse 
la  tendencia  á  traducir  y  á  imitar  al  cantor  de  Na— 
mouna  y  de  Rolla.  Se  explica  la  admiración  que 
tiene  la  posteridad  al  leer  á  Don  Juan  y  al  Corsario^ 
pero  sólo  genios  como  Byron  pueden  iluminar  los 
abismos  que    ellos  mismos  cavan. 

Byron  y  Goethe  acababan  de  morir.  La  Inglaterra 
y  la  Alemania  parecían  reposar  tranquilamente  en 
los  laureles  del  siglo  de  Ana  y  del  período  de  We¡- 
mar.  En  Francia,   Chénier  y  Nodier,  con  su  poesía 


ESCUELAS   Y  TEORÍAS    LITERARIAS  9$ 


melancólica  y  sentimental,  entretenían  á  los  espíri- 
tus atónitos  aún  por  el  derrumbamiento  del  imperio 
napoleónico,  y  al  calor  de  las  ideas  religiosas  y  mo- 
nárquicas de  la  restauración  borbónica,  se  notaba  ya 
*'  ese  conjunto  de  preludios,  donde  domina  una  vaga 
malancolía,  un  acento  caballerezco  y  una  gracia  es- 
quisita  de  detalles''.  Elsa  era  la  poesía  de  Lamartine, 
y  en  ella  se  inspiró  Victor  Hugo. 

Los  genios  nunca  son  'pacientes.  Hugo  rompió 
pronto  las  vallas  que  lo  contenían,  é  bizo  flamear 
audazmente  la  bandera  revolucionaria  del  Prefacio 
de  su  ''  Cromwell  ".  Pero  al  repudiar  la  antigüedad, 
se  convirtió  en  ciego  adorador  de  la  Edad  Media. 
Hugo  es  un  genio  —  y  los  genios  pueden  haber  sido 
un  momento  revolucionarios,  pueden  parecerlo  aún, 
pero  en  realidad  no  lo  son  :  no  atacan,  no  derriban 
más  que  lo  que  pone  trabas  á  su  desarrollo,  pero 
es  para  restablecer  en  seguida  un  equilibrio  mejor  y 
más  estable . 

Musset  se  arrojó  de  lleno  en  aquel  movimiento  : 
en  1830,  sus  Cuentos  de  España  y  de  Italia  concen- 
traron en  él  la  pública  atención.  Pero  Musset,  como 
él  mismo  lo  ha  dicho  en  su  Confession  d'un  enfant 
du  siécle,  era  un  espíritu  desequilibrado,  casi  fatal- 
mente destinado  á  ser  presa  de  la  voracidad  insacia- 
ble de  la  corrupción.  Portia  y  Parisina  son  cuadros 


96  RESEÑAS   Y   CRÍTICAS 


admirables,  pero  que  revelan  demasiado  su  tenden- 
cia sensual  y  voluptuosa :  el  ideal  no  lo  busca  ya 
en  el  espíritu  —  lo  encuentra  en  la  carne.  Su  his- 
toria es  conocida.  La  famosa  Belcora  y  la  heroína 
de  Rolla  son  el  producto  de  un  espíritu  calenturiento, 
extraviado  y  perdido  ya  para  el  Bien,  que  en  defi- 
nitiva es  lo  Bello. 

Ya  Musset  vivía  entregado  al  más  horrendo  de- 
senfreno, y  su  libertinaje  era  notable  en  las  orgías 
de  la  moderna  Babilonia.  Todo  estaba,  pues,  perdido; 
él  mismo  lo   ha  dicho  : 

Le  catur  d*un  homme  vierge  est  un  vase  profond 
Lorsque  la  premiére  eau  qu'on  y  verse  est  impure 
La  mer  y  passerait  sans  laver  la  souillure 
Car  l'abime  est  immense,  et  la  tache  est  au  fond. 

No  se  puede,  pues,  proponer  á  Musset  como  un 
modelo  á  la  juventud  que  abre  recién  su  corazón  á 
las  primeras  impresiones  de  la  vida.  Leerlo,  imitarlo 
en  esa  edad  crítica,  no  sólo  es  pernicioso  sino  crimi- 
nal :  se  deposita  por  ese  medio  un  terrible  fermento 
malsano  en  el  alma,  y  la  existencia  entera  se  encue- 
tra  contaminada  por  el  virus. 

Musset  no  es  Hugo,  ni  su  romanticismo  es  el  mis- 
mo de  1830.  Es  mucho  más  horrible,  porque  co- 
rrompe el  alma,   marchita  el  corazón,  seca  la  inteli- 


ESCUELAS   Y   TEORÍAS   LITERARIAS  97 


gencia  y  hastia  los  sentidos.  En  la  plenitud  de  la 
vida,  cuando  bullen  en  el  pecho  las  más  entusiastas 
aspiraciones,  los  planes  más  generosos,  y  que  la  in- 
telig^encia  fresca  y  lozana  se  cree  capaz  de  conquis- 
tar el  mundo,  es  un  verdadero  sacrilegio  inspirarse 
en  el  poeta  que  ha  dicho  : 

Le  doute  I  il  est  fartout,  et  le  courant  VeniralHe 
Ce  linceul  transpareni,  que  Vincredulité 
Sur  le  bord  de  la  tombe  a  laissé  par  piti¿ 
Au  cadavre  flétri  de  Vespérance  humaine  I 

Los  versos  son  admirables.  La  ironía  es  amarga, 
y  desconsoladoras  sus  ideas.  Se  desespera  del  espí- 
ritu y  se  reniega  del  alma,  y  los  sentidos  tratan  de 
acallar  las  inquietudes  de  la  conciencia,  buscando 
la  felicidad  en  báquicas  orgías,  en  medio  de  las  men- 
tidas caricias  de  mujeres  hermosas,  espumosa  la 
copa,  velada  casi  la  mirada,  con  la  frente  calentu- 
rienta, cubierta  de  flores  ya  marchitas...  Namouna  y 
Rolla  han  producido  mayores  males  que  el  horripi- 
lante Gatntani.  El  falaz  filosofismo  que  dora  aquella 
corrupción,  repugnante  en  el  fondo,  puede  cierta- 
mente seducir  con  sus  paradojas  á  lae  imaginaciones 
juveniles,  pero  jamás  constituirá  un  ideal,  jamás  po- 
drá ser  preconizado  como  modelo. 

Rolla  es  la  historia   de  una  meretriz,  ó   de   algo 

7 


q8  reseñas  y  críticas 

peor.  Hay  perlas  en  el  fango,  y  qué  perlas  !  —pero 
el  fango  es  terrible. 

Namouna  es  el  himno  de  gloria  de  ese  tipo  eterno 
de  Don  Juan.  El  poeta  ha  agotado  todas  las  galas 
de  su  imaginación  desenfrenada  para  pintar  á  su 
héroe,  bello  como  Satán,  frío  como  un  reptil,  altivo, 
audaz,  en  cuyo  yerto  corazón  no  palpita  más  que  la 
apariencia  humana,  y  que  convierte  á  la  pasión  en 
simple  manto  dorado  de  su  mísera  ambición  I  Na- 
mouna es  el  monumento  levantado  por  el  delirio  hu- 
mano á  ese  héroe  fantástico,  á  quien  dice  Musset : 

Plus  vaste  que  le  ciel,  et  flus  grand  que  ta  vie 
Tu  perdis  ta  beauté,  ta  gloire  et  ton  génie 
Pouruñ  étre  impossible  et  qui  n'existait  pasf... 

Pero  esa  poesía  no  es,  ni  puede  ser  el  ideal,  el  mo- 
delo de  una  juventud  sana  de  cuerpo  y  de  espíritu. 
Para  gustar  de  esa  poesía  os  preciso  haber  sufrido,  y 
el  dolor  no  llegará  nunca  á  ser  más  sublime  que  en  la 
elegía  de  Manfredo,  en  la  burla  amarga  de  Don  Juan, 
ó  en  los  ensueños  de  Childe  Harold...  Esa  poesía  es 
tan  fugitiva,  que  si  bien  marchita  pronto  el  alma, 
no  basta  para  llenar  la  vida,  pues  pronto  se  exclama 
con  Espronceda : 

Y  encontré  mi  ilusión  desvanecida 

Y  eterno  é  insaciable  mi  deseo: 
Palpé  la  realidad  y  odié  la  vida... 


ESCUEIJV.S   Y   TEORÍAS   LITERARIAS  99 

Esa  poesía  conduce  pronto  al  extremo  en  que  el 
espíritu  más  atrevido  como  el  cuerpo  más  robusto, 
concluyen  por  decir : 

Pasad,  pasad,  mujeres  voluptuosas 
Con  danza  y  algazara  en  confusión  ; 
Pasad  como  visiones  vaporosas 
Sin  conmover  ni  herir  mi  corazón  ! 

Y  aturdan  mi  revuelta  fantasía 

Los  brindis  y  el  estruendo  del  festín 

Y  huya  la  noche  y  me  sorprenda  el  día 
£n  un  letargo  estúpido  y  sin  fin . . . 

Abreviando  estas  reminiscencias  de  la  memorable 
discusión  del  Circulo  Científico  Literario ,  diré 
que  el  que  esto  escribe  fué  de  los  que  combatieron  á 
Musset  como  poeta  modelo  de  la  juventud,  y  de  los 
que  protestaron  contra  una  escuela  literaria  cuyo 
ideal  empequeñecía  de  tal  modo  las  aspiraciones  no- 
bles y  los  sentimientos  generosos.  Hoy  el  tiempo  ha 
pasado.  Cinco  años  hace  que  tuvo  lugar  aquella  po- 
lémica. El  Circulo  no  existe  ya,  y  sus  socios  se  en- 
cuentran esparcidos  á  los  cuatro  vientos  :  el  huracán 
de  la  vida  ha  roto  muchas  amistades  que  parecían 
indisolubles  entonces,  y  ha  variado  muchas  convic- 
ciones que  se  creían  firmes  como  la  roca.  Pero  si  se 
renovaran  nuevamente  aquella  discusión,  creería  aún 
hoy  como  entonces,  que  lejos  de  ser  Musset  el  mo- 


221051 P 


100  RESEÑAS   Y   CRITICAS 


délo  de  la  juventud,  es  un  poeta  pernicioso  en  cierta 
época  de  la  vida,  porque  sus  obras,  como  él  mismo  lo 
dijo: 

. .  .  noirciront  un  large  hréviaire 
Qui  brúlera  les  mains  et  les  cmirs  de  vingt  ans. 

i  Quiere  eso  decir  que  se  desconozcan  los  méritos 
especialísimos  de  Musset } 

No,  en  manera  alguna,  y  casi  se  tomará  por  una 
herejía  del  que  esto  escribe  la  declaración  de  que 
prefiere  Musset  á  Hugo.  Este  último  ha  abusado  de 
la  retórica  y  de  la  exageración  hasta  un  grado  incon- 
cebible :  su  hinchazón,  su  gongortsmo,  no  pueden 
ocultarse  á  un  lector  desapasionado.  Indudable  es 
que  en  los  millares  de  versos  que  ha  producido  y 
produce  hay  páginas  inmortales,  pero  es  preciso  bus- 
carlas, y  el  rart  nantes  in  gurgite  vasto  del  mantua- 
no,  sólo  será  un  hecho  cuando  hayan  pasado  algunas 
generaciones. 

Mientras  tanto,  hay  en  la  obra  reducida  de  Musset 
joyas  primorosas,  páginas  sublimes  que  son  joyas 
engarzadas  de  una  manera  maravillosamente  artís- 
tica; por  eso  los  delicados,  los  refinados,  los  artistas 
verdaderos,  admirarán  más  esas  perlas  preciosas  que 
los  diamantes  más  colosales. 

En  las  batallas  literarias  del  Circulo  hubo  que  ata- 


ESCUELAS   Y   TEORÍAS   LITERARIAS  I  01 


car  rudamente  á  Musset,  porque  se  le  hacia  servir 
como  bandera  de  combate,  tratando  de  revivir  aque- 
llas figuras  del  Cenáculo  parisiense  que,  magnifica- 
das entonces  como  sombras  chinescas,  han  desapa- 
recido  tiempo  hace  sin  dejar  tras  de  sí  el  menor 
rastro,  si  se  exceptúa  el  recuerdo  de  sus  extrava- 
gancias. 

Gautier,  aquel  polígrafo  admirable,  columna  que 
fué  de  la  bohemia  de  la  rué  du  Doyennéj  es  la  única 
figura  que  subsiste  y  que  pasará  á  la  historia  como 
estilista  primoroso.  Convengo  que  los  contemporá- 
neos se  entusiasmaran  por  aquel  fantástico  Petrus 
Borel.  por  el  simpático  Gerardo  de  Nerval,  y  por  los 
demás  "grandes  hombres"  del  Cenáculo,  pero  esa 
fantasmagoría  había  pasado  hacía  medio  siglo,  cuan- 
do quiso  hacerla  revivir  el  grupo  del  Circulo  litera^ 
tio.  Y  puso  todo  su  empeño  en  hacerla  revivir  con 
todas  las  exageraciones  del  primer  momento,  que  si 
bien  eran  toleradas,  explicadas  por  el  ardor  de  la 
primitiva  lucha,  verdaderamente  eran  falsas  y  un 
tantico  ridiculas  en  el  intentado  pastiche.  De  ahí  que 
en  el  Circulo  no  se  discutieran  las  obras  verdaderas 
de  Musset  y  otros  autores :  se  quería  sólo  ver  en 
Musset  al  autor  de  la  balada  á  la  luna,  v  el  fastidioso 
point  sur  un  i  era  el  oriflama  de  combate. 

Adolfo  Mitre  no  encontró  nada  mejor  que  traducir 


102  RESEÑAS   Y  CRÍTICAS 


para  revelar  su  fe  literaria,  que  el  Albertus  de  Gau  - 
tier,  porque  en  toda  la  obra  admirable  de  aquel  es— 
critor  fue  lo  único  que  encontró  de  "un  romanticis- 
mo violento  y  premeditado,  ultra-revolucionario  y 
que  trataba  de  imaginar  todo  lo  que  hubiera  de  más 
abacadabrante,  macabro  y  frenético '\  Es  la  obra 
de  la  juventud  del  autor,  pero  de  la  primera  juven- 
tud, la  del  chaleco  rojo  y  la  contra-seña  Hierro  de 
la  representación  de  Hernanij  la  del  Cenáculo,  de  la 
edad  en  que  sólo  se  soñaba  en  audacias,  escalamien- 
tos y  otras  cosas  por  el  estilo. 

Pero  todo  ello  leído  á  medio  siglo  de  distancia  !... 
No  acertaba  á  comprender  aquel  entusiasmo  en 
frío. 

Todo  ello  me  hizo  ser  indudablemente  exagerado 
en  la  réplica  sobre  Musset,  el  tierno  poeta  de  las 
Noches,  del  Sauce  y  de  aquellas  admirables  stanzas 
á  la  Malibrán  I 


II 


El  romanticismo  de  1830  fué  una  revolución  lo- 
cal, exclusivamente  francesa,  hija  de  las  circunstan- 
cias anormales  que  la  produjeron.  No  tiene  hoy  razón 
de  ser,  ni  menos  de  ser  imitada  entre  nosotros,  donde 


J 


ESCUELAS   Y  TEORÍAS   LITERARIAS  lO^ 

no  existen  las  causas  especiales  que  la  provocaron 
allí.  Y  sin  embargo,  ha  tenido  una  verdadera  reper- 
cusión directa  en  la  República  Argentina,  debido  i 
la  casualidad  de  hallarse  en  aquella  época  en  Paris 
uno  de  los  más  grandes  poetas  del  Plata  :  Echeve- 
rría no  sólo  asistió  á  las  batallas  de  //emaiti,  y  se 
entusiasmó  por  el  Prefacio  del  ^^Cromwell ",  sino  que 
de  vuelta  á  su  país,  fue  ardoroso  propagandista  de 
las  nuevas  teorías. 

Preciso  es,  pues,  entrar  de  lleno  al  examen  de  esta 
cuestión,  encarándola  del  punto  de  vista  de  la  lite- 
ratura argentina. 

Las  doctrinas  literarias  de  1830  son,  á  mi  enten- 
der, no  del  todo  exactas,  y  nos  conducirían  al  ener- 
vamiento de  la  energía  varonil,  al  culto  servil  de  la 
belleza  halagadora  déla  forma.  Apesarde  la  apa- 
rente repulsión  hacia  el  clasicismo,  se  adopta  como 
modelo  á  Horacio  y  Ovidio,  pareciendo  desdeñar  á 
Persio  y  Ju venal. 

En  la  literatura  argentina  se  siente  una  tendencia 
latente  hacia  el  gusto  antiguo^  que  tan  acerbamente 
es  atacado  por  los  discípulos  de  Echeverría.  Para 
convencerse  de  la  verdad  de  este  aserto,  no  hay  más 
que  leer  á  Carlos  Guido  y  Spano,  el  poeta  artístico, 
clásico  por  excelencia,  en  nuestra  literatura  contem- 
poránea. El  entusiasmo  ardiente  con   que  se  leen 


I04  RESEÑAS   Y   CRÍTICAS 


las  bellísimas  composiciones  del  egregio  vate,  de- 
muestra claramente  que,  sin  quererlo,  se  tributa  un 
merecido  culto  al  clasicismo.  Nuestros  críticos  mis- 
mos lo  confiesan,  cuando  dicen  :-  '^es  griega,  es  an- 
tigua, aunque  fresca  y  juvenil,  la  musa  predilecta 
de  Guido...  sus  versos  reflejan  al  cielo,  los  paisajes, 
las  mujeres  de  Grecia :  Myrta,  Corina,  la  blanca  Ar- 
sinoé,  que  no  han  nacido  por  cierto  á  las  márgenes 
del  Plata... ^'  Nadie  como  Guido  ha  poseído  hasta 
ahora  el  secreto  del  acierto  en  las  cosas  del  arte,  y 
sin  embargo,  Guido  es  eminentemente  clásico,  perte- 
nece á  esa  escuela  que  ha  llegado  á  considerarse 
^^como  un  cadáver,  á  quien  se  le  hizo  la  autopsia... 
y  que  fué  despedazado  entre  nosotros  por  Eche- 
verría... eran  formas  aristotélicas  decoradas  por 
Boileau  y  algún  otro  de  sus  costumbres,  que,  ence- 
rrando á  nuestros  ingenios  en  estrechos  carriles, 
detuvieron  el  vuelo  del  genio  americano..."  Pero,  sin 
duda,  no  podría  negarse  que  á  pesar  de  respirar 
Guido  el  clasicismo  en  sus  más  bellas  composicio- 
nes, su  genio  americano  no  ha  sido  detenido  por  él , 
pues  ahí  está  Nenia,  En  el  monte,  Patagonia  y  tan- 
tas otras  I 

Ya  se  vé,  pues,  que  el  desprecio  por  el  clasicismo 
es  más  bien  aparente  que  real.  Y  no  podía  ser  de 
otro  modo,  porque  sino   i  con  qué  regla  de  criterio, 


ESCUELAS   Y  TEORÍAS   LITERARIAS  lO^ 


de  buen  gusto^  se  podría  juzgar  y  apreciar  á  los  poe* 
tas? 

Se  ha  asegurado  entre  otras  cosas,  **que  el  ro- 
manticismo es  la  libre  protesta  contra  el  espíritu 
cortesano  y  tradicional  de  la  literatura  borbónica, 
llamada  clásica..." 

Tengo  para  mí  que  si  algún  poeta  clásico  hubo 
entre  nosotros  fué  el  doctor  Gutiérrez,  y  de  él  se  ha 
dicho:  "  £1  doctor  Gutiérrez  es  un  poeta  clásico,  aun 
cuando  se  nota  en  sus  composiciones  el  espíritu  de 
ese  algo,  de  que  se  vanagloriaba  Chénier  ".  Es  indu- 
dable que  ^^  las  poesías  de  este  vate  son  quizá  de  las 
más  correctas,  tanto  en  el  estilo  como  en  la  forma 
de  que  revisten,  diciendo  á  voz  ^n  grito  que  son  com- 
posiciones hijas  de  una  musa  extranjera  ". 

Pues  bien,  el  doctor  Gutiérrez,  ese  poeta  distin- 
guidísimo que  pertenece  á  la  escuela  clásica,  ó  como 
se  ha  dicho  ''  á  esa  literatura  cortesana,  tradicional 
y...  borbónica  "  merece  á  los  más  encarnizados  ene- 
migos del  clasicismo  los  más  calurosos  y  extremados 
elogios,  llamándole  ''el  primer  literato  de  la  Amé- 
rica española,  el  Fénix  de  la  literatura  del  Plata,  el 
decano  de  los  poetas  de  la  nueva  Atenas..."  y  aun 
señalándolo  como  modelo  á  los  jóvenes  adoradores 
de  las  musas,  le  clasifican  de  maestro  del  buen  gusto 
etc.  Debe  alabarse  muy  de  veras  esa  justa  admiración 


I06  RESEÑAS   Y   CRÍTICAS 

hacia  el  doctor  Gutiérrez,  y  ella  confirma  una  vez 
más,  la  aserción  de  que  los  vehementes  ataques  al 
clasicismo  son  más  aparentes  que  reales. 

Balcarce  es  una  figura  poética  interesante  :  con 
razón  se  alaban  las  bellísimas  estrofas  de  la  Despe- 
dida, inspiración  brillante,  profética,  al  separarse 
para  siempre  de  su  amada  patria.  El  cigarro,  del  mis- 
mo bardo,  uno  de  nuestros  más  sentimentales  poe- 
tas, es  una  composición  delicada,  sencilla  y  profun- 
damente filosófica.  Esos  versos  respiran  un  melan- 
cólico escepticismo,  y  al  leerlos  no  se  puede  menos 
de  estimar  al  autor.  El  malogrado  Berro,  á  quien  se 
compara  con  Balcarce,  en  lo  que  más  se  asemeja  á 
este,  es  en  que,  como  ha  dicho  un  crítico,  ambos 
''  leían  en  los  antiguos,  se  inspiraban  en  la  más  clara 
fuente  de  toda  poesía...",  agregando  con  innegable 
razón,  que  *'  la  inspiración  sola  no  basta  para  alcan- 
zar la  palma  de  poeta  en  las  sociedades  cultas  y  arti- 
ficiales, se  necesita  la  intervención  del  arte,  sin  el 
cual  la  espontaneidad  misma  marcha  tímida  como  si 
le  faltase  luz  y  aplomo". 

Se  compara  frecuentemente  á  Magariños  Cervan- 
tes (Alej.)  con  Guido  y  Spano.  Pero  si  es  verdad  que 
son  contemporáneos,  y  quizá'  coetáneos  en  su  prime- 
ra aparición  literaria,  no  se  puede  menos  de  confesar 
que  mucho  se  diferencian  en  la  índole  poética,  pues 


1 


ESCUELAS   Y  TEORÍAS   LITERARIAS  IO7 


Guido  es  eminentemente  clásico,  mientras  que  Ma- 
gariños  por  su  Plegaria  se  inclina  más  al  romanti- 
cismo  puro,  y  por  su  Mburucuyá,  reviste  un  carácter 
americano,  uruguayo. 

Pero  examínese  á  Echeverría.  Aquí  los  adversarios 
del  clasicismo  parecen  pisar  en  terreno  firme,  porque 
se  apoyan  en  las  páginas  elocuentes  en  que  aquel  gran 
poeta  defiende  con  lamentable  parcialidad  al  roman- 
ticismo, y  ataca  con  bastante  injusticia  al  clasicismo. 

A  la  manera  del  Prefacio  de  Cromwell,  las  pági- 
nas de  Echeverría  estaban  destinadas  á  producir  una 
verdadera  revolución  literaria  entre  nosotros,  pros- 
cribiendo, anatematizando  al  clasicismo,  y  entroni- 
zando un  romanticismo  especial,  original,  grande, 
como  todo  lo  que  produjo  Echeverría. 

£1  calor  inusitado,  el  ardoroso  entusiasmo  con  que 
están  escritas  esas  páginas,  deslumhran  al  lector  y  le 
conducen  engañosamente  de  conclusión  en  conclu- 
sión, á  proclamar  el  advenimiento  de  una  poesía  ra- 
ra, tremenda,  exótica,  que  cual  desbocado  corcel,  sin 
obedecer  á  freno  alguno,  sin  sujetarse  á  la  más  míni- 
ma regla,  ^^  pueble  el  aire  de  silfos,  el  fuego  de  sala- 
mandras, el  agua  de  ondinas,  y  el  cielo  y  el  espacio  de 
gerarquías  de  entes  incorpóreos,  de  genios,  espíritus, 
ángeles,  anillos  invisibles  que  ligan  la  tierra  al  cielo, 
ó  el  hombre  á  Dios...  " 


I08  RESÉ Jí AS   Y   CRÍTICAS 


La  imaginación  más  cuerda,  la  fantasía  más  sen- 
sata .  concluye  por  desbocarse  junto  con  el  autor»  y 
pasando,  con  pasmosa  elocuencia,  por  todos  los  gra- 
dos del  furor  sibilino,  recorren  en  desesperada  carre- 
ra las  modernas  literaturas:  y  por  último,  fatigadas, 
exhaustas,  estenuadas,  á  la  manera  de  las  antiguas 
Pitonisas  de  Delfos,  vienen  á  caer  vencidas  y  jadean- 
tes, á  causa  de  tan  loca  peregrinación! 

Así  Echeverría  dice  al  concluir,  que  la  literatura 
romántica  '*es  un  maravilloso  instrumento,  cuyas 
cuerdas  sólo  tañe  la  mano  del  genio,  que  reúne  la 
inspiración  á  la  reflexión,  y  cuyas  sublimes  é  inago- 
tables armonías  expresan  lo  humano  y  lo  divino". 

i  Qué  otra  cosa  ha  sido  el  clasicismo  en  su  origen  ? 
La  literatura,  como  el  arte  antiguo,  alcanzaron  un 
grado  tan  elevado  de  perfeccionamiento,  que  han  te- 
nido la  misión  histórica  de  servir  de  modelo,  siempre 
fecundo,  á  las  generaciones  sucesivas,  contribuyendo 
á  mantener  siempre  vivo  el  culto  de  lo  bello,  de  lo 
verdadero  y  de  lo  bueno. 

El  clasicismo  ha  sido  y  tiene  que  ser  la  más  pura 
fuente  del  buen  gusto  estético,  por  eso  se  le  llama 
clasicismo,  porque  sus  obras  son  tan  acabadas,  tan 
perfectas,  que  sirven  de  modelo. 

Esto  no  quiere  decir  que  haya  que  sujetarse  á  la 
imitación  servil  de  la  forma  y  del  fondo,  sino  que  no 


ESCUELAS   T   TEORÍAS   LITERARIAS  I  OQ 


debe  prescindirse  de  estos  grandes  modelos,  pues  sin 
ello  no  hubiera  sido  ni  sería  posible  el  progreso  lite- 
rario. Así  como  las  generaciones  se  apoyan  las  unas 
sobre  las  otras,  para  dar  un  paso  adelante,  así  las  li- 
teraturas modernas  deben  forzosamente  apoyarse  en 
las  antiguas,  para  alcanzar  mayor  grado  de  perfec- 
ción. 

d  progreso  no  es  posible  sino  con  el  concurso  de 
todos,  de  todas  las  generaciones ;  querer  aislarse,  es 
retroceder,  porque  es  una  ley  histórica  inexorable  que 
el  adelanto  sólo  es  posible  con  la  ayuda  de  los  demás. 
EIs,  pues,  no  sólo  quimérico,  sino  en  cierto  punto 
peligroso  predicar  esa  independencia  salvaje  del  ais- 
lamiento individual,  porque  es  renegar  del  progreso 
humano  querer  prescindir  de  la  experiencia  de  los 
siglos,  y  marchar  al  acaso,  sin  guia  ni  rumbo.  Es 
anti-liberal  esa  doctrina,  porque  es  anti-progresista, 
porque  la  pública  ni  la  privada  felicidad  puede  al- 
canzarse preconizando  el  reinado  de  la  loca  fantasía. 
c  A  qué  nos  ha  conducido  el  romanticismo?  A  esas 
poesías  que  nos  inundan  y  que  son  cuando  más  ^*  el 
fruto  sencillo  y  espontáneo  del  corazón,  ó  la  expre- 
sión armoniosa  de  los  caprichos  de  la  fantasía". 

El  melancólico  llanto,  el  lacerado  amor,  el  mutila- 
do corazón,  la  fantástica  divagación...  ^es  acaso  ésta 
la  poesía  que  deba  preconizarse  en  nuestro  siglo,  en 


lio  RESENAS   Y   CRITICAS 

pueblos  viriles,  jóvenes  y  enérgicos,  como  el  argenti- 
no?... ¡Y  sin  embargo,  á  ese  precipicio  nos  conduci- 
rían sus  teorías! 

Pero  felizmente  no  se  puede  prohijar  semejante 
principio  sino  aparentemente ;  no  se  puede  preten- 
der que  nuestra  literatura  sea  esa  planta  exótica,  ra- 
ra, extraordinaria,  nueva,  especial,  que  preconizan 
los  que  adoran  demasiado  ciegamente  á  Echeverría. 

Los  que  forman  esta  escuela  quieren  ser  á  todo 
trance  americanos,  con  prescindencia  de  las  tradicio- 
nes antiguas  y  modernas  de  otros  países  del  mundo. 
Alaban  sólo  los  ingenios  y  las  producciones  america- 
nas. Pero  ¿quién  es  el  primer  escritor  de  la  América 
Latina  y  cuyo  mérito  indisputado  é  indisputable,  ni 
la  envidia  siquiera  se  ha  atrevido  á  manchar  con  su 
hálito  impuro?  El  primer  escritor  americano  ha  sido 
Andrés  Bello,  y  Andrés  Bello  es  un  escritor  clásico 
en  toda  la  extensión  de  la  palabra. 


III 


Andrés  Chénier  ha  resuelto  hace  tiempo  esta  con- 
troversia, cuando  dijo: 

Sur  des  pensers  nouveaux  faisons  des  vers  antiques. 


r 


ESCUELAS   Y  TEORÍAS   LITERARIAS  III 

Se  pretende  que  resucitar  los  estudios  clásicos, 
muertos  entre  nosotros  desde  Juan  Cruz  Várela  y 
Exheverria,  equivale  á  un  retroceso  evidente  en  el 
progreso  literario. 

Se  sostiene  que  la  verdadera  escuela  es  la  románti- 
ca, y  se  cree  que  el  porvenir  pertenece  al  romanti- 
cismo, así  como  el  pasado  es  el  patrimonio  exclusivo 
del  clasicismo.  Se  ataca  con  vehemencia  al  clasicismo 
y  se  pretende  con  alguna  injusticia,  que  sólo  nos  ha 
enseñado  '*pura  fraseolc^ía,  mucha  poesía,  poco  de 
estudio  práctico,  nada  de  apostólico,  nada  de  propa- 
gandista (i)". 

Arrastrados  por  una  excusable  sed  de  libertad,  váse 
hasta  exigir  que  nuestra  literatura  deba  ser  nueva, 
independiente  y  diversa  de  todas  las  que  han  existi- 
do, excepcional,  espontánea,  sin  escuela...  El  propó- 
sito es  utópico,  pero  valerosa  la  empresa  ! 

Un  crítico  distinguido  ha  dicho  que  estimular  el 
gusto  por  los  clásicos,  es  poner  el  dedo  en  la  llaga  de 
nuestra  literatura  naciente.  No  es  el  talento  ni  aun 
el  trabajo  lo  que  más  falta,  agrega,  sino  el  gusto :  y 


(i)  Véase  La  Argentina,  por  Benigno  T.  Martínez  (Ensayos  lite- 
rarios sobre  los  vates  contemporáneos JU  ambas  márgenes).  Concepción 
del  Uruguay,  1878.  f  v.  de  335  páginas.  Seguiré  á  este  autor  en  la 
discusión  de  este  párrafo,  de  manera  que  las  citas  que  se  hacen  en 
este  articulo  se   refieren  á  esta  obra. 


112  RESENAS   Y   CRITICAS 


nada  hay  como  el  gusto  antiguo,  que  sea  capaz  de 
formar  entre  nosotros  autores  y  críticos. 

Sin  embargo,  la  literatura,  como  el  arte,  tiene  sus 
tradiciones,  su  historia,  y  para  comprender  el  pro- 
greso moderno,  es  indispensable  apreciar  y  conocer 
todas  las  escuelas :  la  clásica  como  la  romántica,  las 
obras  del  pasado  como  las  contemporáneas. 

Los  frutos  espontáneos  son  á  veces  meritorios,  pero 
es  un  hecho  comprobado  que  las  plantas  mejoran 
por  el  cultivo ;  así  también  con  el  estudio  de  los  gran- 
des modelos,  la  inteligencia  se  disciplina,  se  aquilata 
y  llega  á  conocer  mejor  lo  bello,  una  vez  que  ha  he- 
cho fecundos  por  el  trabajo,  los  dones  que  se  reciben 
de  Dios. 

El  hombre  culto  y  progresista  no  es  ni  puede  ser 
el  que  da  vuelta  inconsciente  la  espalda  al  pasado, 
como  tampoco  puede  ser  ni  en  realidad  lo  es,  el 
que  cree  que  la  humanidad  no  marcha,  no  ade- 
lanta, y  que,  en  medio  del  movimiento  universal, 
queda  parado,  estático  con  la  mirada  fija  en  lo  que 
fué  I 

Se  pretende  que  la  enseñanza  de  los  clásicos  es  con- 
traria á  las  formas  populares  y  espontáneas  que  debe 
revestir  la  inteligencia  en  una  democracia,  pero  esos 
estudios,  cuando  menos^  enriquecen  nuestro  bagaje 
literario,  mejoran  y  educan  el  buen  gusto,  sin  el  cual 


ESCUELAS  Y   TEORÍAS   LITERARIAS  I  I  3 

—  forzoso  es  confesarlo  —  no  hay  ni  puede  haber  li- 
teratura posible. 

Los  grandes  maestros  son  los  grandes  modelos  en 
la  literatura  como  en  el  arte,  y  la  experiencia  fecunda 
de  la  historia  ha  demostrado  que  allí  donde  han  sido 
cultivados  y  estudiados  con  mayor  afán,  han  ejercido 
una  notable  influencia  en  el  desarrollo  del  sentido  es^ 
tético. 

El  que  no  sabe,  es  como  el  que  no  vé :  y  asi  como 
no  vé  el  que  desdeña  los  grandes  modelos  artísticos 
que  los  siglos  nos  han  trasmitido,  asi  tampoco  no  sa- 
be el  que  rompe  bruscamente  con  el  clasicismo,  y 
adopta  esa  escuela  libre  de  toda  traba,  sin  más  ele- 
mento que  las  apreciaciones  inseguras  del  libre  albe- 
drío  de  cada  uno. 

Parece,  pues,  que  un  justo  término  medio  es  lo 
más  aparente  para  el  franco  y  libre  desarrollo  inte- 
lectual :  no  desdeñar  el  romanticismo,  pero  sin  repu- 
diar tampoco  el  clasicismo. 

Suprimir  del  todo  los  estudios  clásicos,  es  renun  - 
ciar  completamente  al  precioso  legado  que  la  anti- 
güedad nos  ha  trasmitido,  y  se  sabe  cuan  fugaz  es  la 
existencia  para  que  cada  hombre,  por  sí  solo,  abraze 
el  vastísimo  campo  que  ofrece  la  literatura. 

La  observación  ha  demostrado  que  los  estudios 
clásicos  influyen  poderosamente  en  la  cultura  de  las 

8 


114  RESEÑAS   Y  CRÍTICAS 

formas,  sin  que  esto  importe  en  lo  más  mínimo  un 
ataque  á  la  libertad,  siempre  fecunda,  de  que  es  sus- 
ceptible el  fondo  de  todo  trabajo  intelectual. 

Hay  entre  el  hombre  que  ha  seguido  sucesivamen- 
te y  con  empeño  todos  los  estudios  que  preparan  para 
la  lucha  intelectual,  y  aquel  que  sólo  cuenta,  con  su 
propio  esfuerzo  y  con  futuras  indagaciones,  la  misma 
diferencia  del  soldado  veterano  y  del  bisoño  recluta : 
el  que  tiene  un  fondo  seguro  de  conocimientos  clási- 
cos, siempre  se  distinguirá  más  que*  el  que  sólo  ha 
cultivado  lo  contemporáneo,  así  como  entre  un  solda- 
do y  un  recluta,  ambos  igualmente  valerosos  y  deci- 
didos, siempre  habrá  un  algo  que  los  diferencie.  Los 
conocimientos  clásicos  de  un  literato  son  como  la 
disciplina  de  un  veterano :  al  bisoño  le  falta  algo,  y 
ese  algo  es  la  disciplina.  El  que  está  armado  del  cla- 
sicismo y  conoce  la  escuela  romántica,  se  asemeja  al 
veterano  que  usa  armas  de  precisión :  el  que  desdeña 
aquellos  estudios,  es,  en  mi  humilde  opinión,  el  re- 
cluta mal  armado,  que,  por  valeroso  que  sea,  no  puede 
luchar  con  ventaja  contra  el  veterano. 
■  El  clasicismo  no  ha  muerto,  ni  puede  morir,  por- 
que el  pasado  es  un  hecho  y  los  hechos  no  se  borran 
jamás. 

No  es  de  este  lugar,  con  todo,  sostener  una  discu- 
sión sobre  el  mérito  relativo  de  estas  escuelas ;  pero 


ESCUELAS   Y   TEORÍAS   LITERARIAS  I  I  5 


paréceme  que  ellas  no  dañan  al  desarrollo  intelectual 
de  la  juventud  argentina:  y,  por  el  contrario,  que 
contribuyen  á  sazonar  los  frutos  de  la  inteligencia  en 
una  nación  tan  favorecida  bajo  este  aspecto. 

En  alguna  de  las  obras  de  Goethe,  á  quien  el  emi- 
nente Sainte-Beuve  llamaba  el  rey  de  la  critica^  se 
lee  que  las  obras  del  día  no  son  románticas  porque 
son  nuevas,  sino  porque  son  débiles,  enfermizas,  y 
sin  vida :  y  que,  por  el  contrario,  las  producciones 
antiguas  no  son  clásicas  porque  son  viejas,  sino  por* 
que  son  enérgicas,  profundas  y  eternamente  juveniles. 

Y  en  efecto,  los  escritores  clásicos  no  sólo  son 
maestros  en  estos  tiempos  en  que  se  escribe  como  se 
vive,  esto  es,  de  carrera,  sino  que  sus  obras  son  el 
modelo  para  cultivar  el  gusto  antiguo  ^  hermanán- 
dolo con  las  exigencias  estéticas  de  la  edad  moderna. 

Un  notable  escritor  contemporáneo,  algo  escéptico 
quizá,  ha  dicho  que  la  poesía  romántica,  donde  sólo 
vagan  melancólicas  imágenes  de  inteligencias  ardo- 
rosas, pero  demasiado  exaltadas,  es  un  lirismo  que 
tjene  eco  únicamente  en  los  corazones  juveniles,  más 
en  la  mujer  que  en  el  hombre.  *'Los  idilios  tristes  y 
sentimentales  se  adaptan  más,  añade,  á  la  naturaleza 
tierna  y  delicada  del  corazón  femenil,  pero  no  cua- 
dran al  carácter  duro  y  viril  de  la  inteligencia  vigo- 
rosa del  hombre. " 


I  1  6  RESEÑAS   Y   CRÍTICAS 

Esa  tierna  y  fantástica  divagación,  ese  lánguido  y 
sollozante  romanticismo,  es  el  patrimonio  exclusivo 
de  '^esa  legión  cuasi  vaporosa  que  sueña  sempiter- 
namente con  el  paraíso  de  la  gloria,  siempre  escon- 
dido en  una  región  de  nieblas,  á  cuya  entrada  está  la 
Esperanza,  con  la  cara  risueña  y  el  ropaje  esplén- 
dido ". 

Pero  las  estrofas  varoniles  de  caracteres  bien  tem- 
plados, de  corazones  fuertes,  no  pueden  menos  de 
interesar  á  todo  hombre  noble,  y  apasionar  el  espíritu 
del  pensador  despreocupado . 

La  democracia  misma  nace  enfermiza,  si  no  levanta 
el  carácter,  en  vez  de  sollozar  eternamente  en  melan- 
cólicos versos  I 

Ese  género  poético,  ese  numen  irritado  y  vigoroso, 
ha  producido  obras  cuya  duración  es  eterna,  y  que 
trasmitidas  de  generación  en  generación,  influencian 
á  la  posteridad  más  remota,  inoculando  sin  cesar  á 
la  humanidad  el  amor  á  la  virtud  y  el  odio  al  vi- 
cio. 

Persio  y  Juvenal  no  sólo  sirven  de  modelo  co^no 
poetas,  sino  que  serán  siempre  leídos  con  creciente  in- 
terés, porque  analizan  costumbres  que  en  el  trans- 
curso de  los  siglos  han  cambiado  sólo  de  forma  y  de 
fecha,  pero  no  de  esencia  ;  porque  estigmatizan  vi- 
cios que  renacen   siempre  con  bríos  cada  vez  mayo- 


ESCUELAS   Y   TEORÍAS   LITERARIAS  I  I  7 


res,  cuando  el  digno  desprecio  de  la  pública  morali- 
dad no  los  mantiene  en  una  saludable  dependencia. 

Han  descrito,  estudiado  y  ridiculizado  una  sociedad 
escepcional  por  sus  hechos,  por  sus  virtudes  como 
por  sus  vicios:  —  pero  las  sociedades  modernas  son, 
en  cierto  modo,  escepcionales,  y  muchas  de  las  virtu- 
des ensalzadas,  como  muchos  de  los  vicios  estigma- 
tizados  por  aquellos  satíricos,  se  enseñorean  hoy 
triunfantes  en  el  escenario  complicado,  pero  deslum- 
brador, del  mundo  contemporáneo. 

Al  recorrer  aquellas  producciones,  escritas  con  un 
calor  y  una  elocuencia  incomparables,  no  puede  me- 
nos de  admirarse  en  esos  clásicos  el  carácter,  —  esa 
cualidad  tan  desmedrada  por  las  bastardas  ambicio- 
nes y  por  el  hábito  cobarde  de  adular  las  muchedum- 
bres, —  sus  preocupaciones  y  hasta  sus  mismas  pa- 
siones asombran  !... 

No  es,  pues,  únicamente  cuestión  de  clasicismo  y 
de  romanticismo,  escuelas  literarias  que  tienen  ya 
sus  adalides  y  sus  mártires... 


Junio  de  1885. 


VI 


EL    MOVIMIENTO    INTELECTUAL   ARGENTINO 

REVISTAS   Y   PERIÓDICOS 

I  A  Nueva  Revista  se  ha  ocupado  de  una  intere- 
JL^  santísima  cuestión,  con  motivo  de  la  reciente 
desaparición  de  la  Revista  de  Chile,  que  no  ha  hecho 
sino  seguir  las  huellas  fatalmente  trazadas  por  la  no- 
table Revista  Brazileira,  El  mal  que  allí  se  señala  es 
más  grave  de  lo  que  á  primera  vista  parece,  pues  no 
sólo  es  local,  sino  antes  por  el  contrario  se  diría  que 
es  endémico  en  la  América  Latina.  En  los  países  de 
origen  latino  en  el  Nuevo  Mundo,  es  imposible  aclima- 
tar las  publicaciones  periódicas  del  carácter  de  Re- 
vistas :  —  hay  apenas  suscritores  suficientes ,  pero 
ni  hay  libreros-editores  que  tomen  con  calor  em- 
presa semejante,  ni  se  encuentra  otro  eco  en  el  pú- 
blico que  el  de  una  indiferencia  realmente  criminal. 


120  RESEÑAS  Y   CRÍTICAS 

Todos  los  esfuerzos  que  en  el  sentido  de  remediar 
este  mal  se  hacen,  son  infructuosos  y  consiguen  sólo 
desalentar  á  los  más  perseverantes,  sin  lograr  con- 
vertir uno  solo  de  los  positivistas  empedernidos  que 
componen  el  mundo  moderno,  al  cual  tan  fielmente 
se  aplica  el  dicho  del  viejo  Horacio:  guoertt  opes, 
pues  todos  se  afanan  tras  la  riqueza,  absorbiendo 
en  dicha  tarea  su  actividad  y  su  inteligencia. 

Un  escritor  distinguidísimo  atribuía  recientemente 
la  decadencia  de  la  crítica  contemporánea  á  la  prensa 
diaria,  que  tan  omnipotente  influencia  ejerce  en  la 
gran  masa  del  público.  *'  La  política  ha  sido  trans- 
portada del  todo,  con  sus  injusticias  y  sus  preocupa- 
ciones, á  la  literatura,  cuyo  carácter  ¡hospitalario  y 
bienhechor  altera  profundamente.  Tal  obra  encanta- 
dora y  fuerte,  aun  una  novela,  por  más  apasionada  y 
sincera  que  sea,  no  encontrará  por  parte  de  cierta 
opinión  más  que  el  silencio  y  el  más  frío  desdén. 
Imagínese  un  libro  de  buena  fe,  maduramente  ela- 
borado, sobre  una  cuestión  importante,  de  esos  que 
se  publican  sólo  de  tiempo  en  tiempo ;  imagínese  que 
ese  libro  cae  de  improviso  en  un  medio  preparado  de 
semejante  manera.  Lo  que  denota  la  intención  for- 
mada previamente  de  antemano  y  la  completa  au- 
sencia de  sinceridad  en  la  crítica,  es  que  se  puede  de 
antemano   prever  el  resultado,  según  el  color  poli- 


MOVIMIENTO   INTELECTUAL  ARGENTINO  12  1 

tico  de  los  diarios,  que  —  mal  que  pese  —  son  toda- 
vía los  dispensadores  del  éxito  del  momento.  Puede 
decirse  que  los  diarios  se  dividirán  infaliblemente  en 
tres  grupos :  aquellos  en  que  el  libro  será  aclamado 
ó  denigrado  en  mérito  del  solo  título  y  antes  de  ser 
leído;  aquellos  donde  se  omitirá  sistemáticamente  el 
mencionar  el  libro,  como  si  fuera  peligroso  hacer  co- 
nocer el  nombre  de  un  autor  que  representa  un  cierto 
caudal  de  ideas  contrarias  á  tal  grupo  ó  partido ;  y 
en  fin,  aquellos  donde  la  acogida  será  más  ó  menos 
fría,  el  favor  ó  el  desdén  más  ó  menos  mitigado. 
Pero  este  sistema  mixto  es  raro —  añade  con  amar- 
gura este  escritor  —  y  el  caso  más  común  es  el  de  la 
opinión  preconcebida  y  de  la  inflexible  excomunión 
recíproca,  lo  que  dispensa  de  leer,  facilita  la  tarea  y 
simplifica  la  crítica  I...  " 

Ignoro  hasta  qué  punto  sean  aplicables  esas  refle- 
xiones á  lo  que  en  la  República  Argentina  pasa.  Lo 
que  sí  es  evidente  —  y  no  hay  mérito  en  confesarlo — 
es  que  el  público  en  general  es  de  una  indiferencia 
curiosa,  y  que  si  bien  lee,  lo  hace  sólo  respecto  de 
producciones  extranjeras,  bastando  que  el  libro  sea 
nacional,  de  un  autor  argentino,  para  desmerecer  en 
la  estimación  general.  Entre  nosotrosse  lée  enorme- 
mente los  diarios,  pero  estos  —  salvo  honrosas  es- 
cepciones  —  buscan  más  bien  el  lucro  que  la  propa- 


122  RESEÑAS   Y   CRÍTICAS 

ganda :  sacrifican  todo  á  las  noticias  más  ó  menos 
picantes,  que  les  es  preciso  desenterrar  ó  inventar  en 
caso  necesario.  Las  gentes  fatigadas  quizá  del  duro 
batallar  de  una  existencia  que  se  torna  día  á  día  más 
diñcil,  quieren  reposar  la  preocupada  imaginación, 
con  lectura  fácil,  corta,  juguetona,  chispeante,  sin 
desdeñar  la  noticia  escandalosa  si  está  brillantemente 
redactada  :  —  cuando  más  lee  los  telegramas  y  la  sec- 
ción de  la  Bolsa  —  <  qué  lugar  queda  para  la  crítica 
inteligente  de  los  hombres  y  de  los  libros  ? 

Por  otra  parte,  aquí  no  hay  —  con  excepción  de 
rarísimos  ejemplos  —  editores  que  puedan  llamarse 
propiamente  así,  es  decir,  que  conciban  tal  ó  cual 
empresa,  encarguen  á  tal  ó  cual  escritor  haga  un  li- 
bro ó  artículo  en  determinado  sentido,  le  paguen  su 
trabajo,  lo  impriman,  lo  hagan  circular  y  lo  coloquen 
ventajosamente.  Sólo  así  recibiría  verdadero  impulso 
la  literatura  nacional,  pues  el  trabajo  intelectual, 
trabajo  difícil  si  lo  hay  y  que  requiere  considerable 
capital  de  conocimientos  anteriores,  —  sólo  así,  re- 
pito, esc  trabajo  sería  remunerado  y  estimulado,  y 
recién  entonces  podría  existir  entre  nosotros  la  pro- 
fesión del  '*  hombre  de  letras ",  que  vive  de  su 
pluma  y  de  su  saber.  En  otros  países,  los  escritores 
hacen  vida  de  tales,  estudiando  continuamente,  y  es- 
cribiendo con  ardor  :  porque  ganan  por  ese  medio  ho- 


MOVIMIENTO   INTELECTUAL   ARGENTINO  I  2  3 


norable  su  vida  y  conquistan  una  posición  espectable 
en  sociedad.  Entre  nosotros,  cada  autor  debe  pagar 
la  impresión  de  sus  propios  libros,  que  se  apolillan  en 
los  estantes  de  los  almacenes-librerías,  si  la  casuali- 
dad no  hace  que  las  gentes  vayan  especialmente  á 
comprarlos  allí  mismo:  nadie  vive,  pues,  de  su  inteli- 
gencia y  de  su  pluma,  si  se  esceptúa  á  los  diaristas.  Y 
sin  embargo  hay  escritores!  pero  sólo  perseveran  los 
que  á  una  vocación  indomable  unen  cualquier  medio 
de  vivir,  pues  las  letras  son  un  lujo  y  un  lujo  caro 
que  sólo  proporciona  satisfacciones  egoístas,  desde 
que  ni  siquiera  regalando  los  libros  se  logra  que  sean 
leídos !  Preciso  es  convencerse,  con  todo,  que  mien- 
tras no  exista  la  profesión  de  "  hombres  de  letras  ", 
no  habrá  verdadera  literatura  nacional. 

Se  podría  decir  de  la  República  Argentina  lo  que 
un  reputado  crítico  ha  dicho  de  la  Bélgica  :  —  que  se 
imprime,  en  efecto  mucho:  obras  de  derecho,  libros 
de  ciencia,  tratados  de  filosofía ;  panfletos  políticos 
llenan  las  oficinas,  y  no  se  pasa  un  día  sin  traer 
nuevo  alimento  á  la  predilección  del  país  por  los  es- 
tudios serios,  pero  **la  vida  política,  profesional  é 
industrial  absorbe  desde  temprano  las  inteligencias  : 
para  un  reducido  núcleo  que  sigue  de  cerca  el  mo- 
vimiento literario  de  las  otras  naciones,  y,  en  las  le- 
tras nacionales,  trata   de  no  permanecer  demasiado 


I  24  RESEÑAS   Y   CRÍTICAS 

atrás  de  los  esfuerzos  realizados  en  otras  partes,  la 
mayor  parte  se  encierra  en  el  círculo  estrecho  de  las 
preocupaciones  inherentes  á  su  carrera.  La  compe- 
tencia por  los  puestos  públicos,  las  posiciones  sociales, 
las  canongías  administrativas,  es  tan  viva,  que  cada 
cual  se  esfuerza  en  adquirir  lo  más  pronto  posible  la 
suma  de  conocimientos  que  le  permitirán  llegar  á  la 
deseada  meta  ".  Verdad  es  que  eso  sucede  siempre  en 
los  países  nuevos,  cuyo  pasado  reciente  no  les  ha 
permitido  constituirse  aún  de  una  manera  defini- 
tiva. 

También  se  ha  dicho  con  razón  examinando  análoga 
situación  en  Holanda,  que  ninguna  publicación  puede 
sostenerse  sin  los  subsidios  que  el  Estado  acuerda 
generosamente:  sin  ello,  ningún  libro  vería  im- 
presa su  última  página,  ni  revista  alguna  llegaría  á 
su  duodécima,  entrega.  ''  Es  triste,  profundamente 
triste,  el  deber  confesar  la  existencia  de  situación  se- 
mejante: es  desesperante  el  no  poder  prever  el  mo- 
mento en  que  esta  situación  pueda  mejorarse  ! " 

Nada,  efectivamente,  es  más  desconsolador  que 
ese  estado  de  cosas.  Hay  urgencia,  hay  verdadero  pa- 
triotismo, en  tratar  de  buscar  remedio  al  mal.  Y  el 
remedio  consiste  únicamente  en  la  sana  crítica,  y  en 
inculcar  en  el  público  el  aprecio  por  las  letras.  El 
famoso  dicho  de  Larra  :  **no  se  lee  porque  no    hay 


MOVIMIENTO   INTELECTUAL  ARGENTINO  I  2  $ 

quien  escriba,  y  no  se  escribe  porque  no  hay  quien 
lea",  es  evidentemente  paradoja  peligrosa.  Es  preciso 
fomentar  el  que  se  lea,  y  sólo  se  obtendrá  esto  por 
medio  de  ana  crítica  inteligente. 

La  prensa  diaria,  por  su  naturaleza  misma,  por 
su  pronunciadísima  tendencia  actual,  es  más  bien  el 
receptáculo  de  las  noticias  del  momento,  de  la  vida 
fugitiva  del  instante.  No  se  le  puede  exigir  que  lleve 
á  cabo  una  empresa  que  no  entra  evidentemente  en 
sus  fines. 

Un  eminente  profesor  ha  dicho  con  razón  que  estu- 
diar un  libro,  es  cuestión  larga  y  con  frecuencia  difí- 
cil; juzgarlo,  es  cosa  complicada  y  en  extremo  delicada. 
"Un libro  provoca  un  mundo  de  ideas,  todo  está  en- 
cadenado en  este  universo  de  las  inteligencias,  por 
analogías  ó  por  contrastes.  Nada  más  que  la  lectura 
material  de  un  in-S"  de  500  páginas  absorbe  tres  ó 
cuatro  días  á  un  espíritu  atento.  ¿Y  quiénes  son  los 
privilegiados  que  pueden  permitirse  semejante  lujo 
de  tiempo?  Raros  son  entre  la  gente  desocupada;  no 
los  hay  entre  los  improvisadores  de  la  imprenta  dia- 
ria. Pero  leer  una  obra  de  esa  talla  y  de  ese  peso,  no 
es  masque  una  parte  —  y  la  más  fácil  —  de  la  tarea 
del  crítico.  Es  preciso  juzgarlo,  y  para  esto,  es  nece- 
sario compararlo.  Indispensable  es  conocer  las  fuen- 
tes y  los  antecedentes:  es  necesario  descubrir  los  nue- 


120  RESEÑAS   Y   CRÍTICAS 


VOS  puntos  de  vista,  la  inspiración,  la  inteligencia, 
discernir  las  conclusiones  manifiestas  y  deducir  las 
consecuencias  posibles.  Para  juzgar  un  libro,  es  ne- 
cesario conocer  veinte  otros  con  los  cuales  aquel  tiene 
puntos  de  contacto...  "  Es  evidente  que  la  prensa 
diaria  no  puede  imponerse  esa  tarea,  pues  ni  el  dia- 
rio ni  el  público  apurado  que  lo  lee,  tienen  pacien- 
cia suficiente  para  apadrinar  una  elucubración  seria. 
De  ahí  que  esa  sea  la  misión  de  la  prensa  periódica, 
de  las  ''revistas",  sean  semanales,  quincenales, 
mensuales,  etc.  Lograr  que  el  público  se  aficione  á 
este  género  de  lectura,  es  hacer  penetrar  la  crítica, 
establecer  el  estímulo,  fomentar  los  buenos  escrito- 
res, corregir  los  malos,  encaminar,  en  una  palabra, 
el  gusto  literario. 

Las  '*  revistas"  son  obras  colectivas  en  que  pue- 
den colaborar  todos,  cuyo  mérito  pertenece  á  mu- 
chos, y  que  podrían  procurar  incalculables  beneficios 
si  tuvieran  la  circulación  que  debieran.  Sea  quien 
fuere  el  que  dirija  una  ''revista",  su  personalidad 
no  hace  al  caso,  desde  que  el  acceso  á  sus  páginas  sea 
fácil  á  cualquier  escritor,  con  prescindencia  del  grupo 
literario  ó  político  á  que  está  afiliado.  En  el  estado 
actual  de  cosas,  una  "revista"  no  sólo  no  es  una 
empresa  de  lucro,  sino  que  frecuentemente  acarrea 
pérdidas,  hasta  que  es  preciso  hacerla  cesar  :  lo  más 


MOVIMIENTO   INTELECTUAL  ARGENTINO  12'J 


á  que  se  aspira  es  á  que  la  suscrición  cubra  los  gas- 
tos. Protejer  empresas  de  esa  naturaleza  es  obra  de 
patriotismo,  pues  redunda  en  beneficio  común  y  en 
honra  de  las  letras  nacionales.  Preciso  es  conven- 
cerse que  si  lo3  precios  usuales  para  la  suscrición  de 
semejantes  publicaciones  son  en  la  América  latina 
más  elevados  que  los  que  se  conocen  en  Europa,  la 
culpa  la  tiene  el  reducido  número  de  abonados :  —  si 
este  aumentara,  no  sólo  disminuiría  el  precio  y  me- 
joraría la  publicación,  sino  que  permitiría  hacer  lo 
que- las  "  revistas  "  europeas  :  pagar  debidamente 
los  artículos  que  se  publiquen.  De  esa  manera  se  ha~ 
bría  llegado  á  crear  la  deseada  profesión  de  ^^  hom- 
bres de  letras  ",  hasta  hoy  desconocida  entre  noso- 
tros. 

En  la  República  Argentina,  debe  decirse  con  orgu- 
llo, se  ha  batallado  con  ardor  por  tan  noble  propó- 
sito desde  el  comienzo  de  este  siglo.  Aún  antes  de 
existir  esta  República,  cuando  estas  comarcas  forma- 
ban el  Vireinato  del  Río  de  la  Plata,  se  logró  sos- 
tener durante  un  año,  el  Telégrafo  mercantil,  ru- 
ral, político,  económico  é  historiógrafo  del  Rio  de  la 
Plata  ¡i)  primer   periódico  que  se  publicó  en  este 

(i)  Buenos  Aires,  i8oi-oa.  El  número  i,  tomo  i»,  corresponde  al 
I®  de  Abril  de  1801.  £1  número  3,  tomo  5*,  al  j  5  de  Octubre  de  1802. 
Este  periódico  es  sumamente  escaso  y  de  gran  precio. 


128  RESEÑAS   Y  CRÍTICAS 

país,  y  que  ha  perpetuado  el  nombre  de  su  fundador: 
el  coronel  don  Francisco  Antonio  Cabello  y  Mesa. 
Siguióle  el  Semcinario  de  Agricultura^  industria  y 
comercio  que  llegó  hasta  t8o6  (i),  El  Diario  del 
Comercio^  etc. 

Proclamada  la  revolución  de  Mayo,  se  fundó  la 
famosa  Gaceta  de  Buenos  Aires  que  ha  sido  uno 
de  los  periódicos  más  interesantes  que  esta  capital 
recuerde  (2). 

Imposible  sería  seguir  paso  á  paso,  dentro  de  los 
límites  de  este  simple  artículo,  el  desenvolvimiento  de 
la  prensa  bonaerense.  Recordaré  sólo  las  *' revistas" 
más  notables,  sin  detenerme  á  caracterizarlas. 

De  1844  a  18$  I  subsistió  el  conocido  Archivo 
americano  y  espíritu  de  la  prensa  del  mundo,  que  por 
encargo  del  dictador  Rosas,  redactara  don  Pedro  de 
Angelis  (3).  Después  de  la  caída  de  Rosas,  vino  El 


(i)  Buenos  Aires,  1803-06.  £1  número  i,  tomo  i^,  corresponde  al 
1»  de  Setiembre  de  1802  ;  y  el  197,  al  35  de  Junio  de  1806.  Fué  el 
tercer  periódico  publicado  en  esta  ciudad . 

(2)  Buenos  Aires,  18 10-21.  Forman  su  colección  ocho  volúmenes  y 
es  importantísima  porque  todo  el  movimiento  de  la  época  puede  se- 
guirse en  sus  páginas. 

(3)  Buenos  Aires,  1843  á  i8;;i,  alcanzó  10  volúmenes.  Publicación 
irregular:  consta  de  33  números  la  primera  serie  ;  y  de  29  la  segunda  ; 
principió  el  12  de  Junio  de  184')  y  dejó  de  aptarecer  el  24  de  Diciembre 
de  1S51.  Con  la  Gace/a  Mercantil  [yxé  el  órgano  oficial  del  gobierno 
de  Rosas. 


MOVIMIENTO  INTELECTUAL  ARGENTINO  I  29 

Plata  ctentificoy  literario,  dirigido  por  el  doctor  don 
Miguel  Navarro  Viola  ( i ) ;  la  Revista  Farmacéutica, 
que  aúa  existe  (2] ;  la  Revista  del  Nuevo  Mundo,  que 
dirigit^  don  Francisco  Bilbao  (3) ;  la  Revista  del  Pa- 
raná, bajo  la  dirección  del  doctor  don  Vicente  G.  Que- 
sáda  (4);  el  Correo  del  Domingo  ($);  el  Labrador 
Argentino  (6) ;  la  revista  filosófica  El  Progreso,  re- 
dactada por  don  Luis  R.  Fors  (7) ;  la  Revista  Médico- 
Quirúrgica,  que  aún  subsiste  (8);  la  Revista  Argén- 
tina  dirigida  por  don  José  M.  Estrada,  y  cuya  segunda 


(i)  Buenos  Aires  1854  a  1855.  Fué  bimestral,  y  alcanzó  siete  to- 
mos. Se  titulaba :  Revista  de  los  Estadas  del  Plata  sobre  Legislación, 
Jurisprudencia,  Economía  Política,  Ciencias  Naturales  y  Litera- 
tura. 

{2)  Es  el  órgano  de  la  "Sociedad  de  Farmacia  Argentina  ".  Princi- 
pió en  Octubre  1*  de  1858  ;  primero  era  trimestral,  ahora  es  mensual. 

(3)  Duró  desde  el  1 1  de  Julio  al  39  de  Diciembre  de  1857. 

(4)  Periódico  mensual  que  duró  desde  el  38  de  Febrero  al  30 
de  Septiembre  de  1 861,  publicado  en  la  ciudad  del  Paraná,  capital 
entonces  de  la  Confederación  Argentina.  Está  hoy  agotado.  Su  ti- 
tulo era :  Periódico  de  lústoria,  literatura,  legislación  y  economia 
folUica, 

(5)  Periódico  literario  ilustrado,  semanal,  que  duró  desde  el  i*  de 
Enero  de  1864  al  5  de  Enero  de  1867.  Forma  8  volúmenes. 

(6)  Era  una  Revista  de  agricultura,  pastoreo,  eoonomia  rural  y  do- 
méstica, artes  y  oficios,  que  se  publicó  en  1867. 

(7)  Periódico  semanal,  que  duró  desde  el  \^  de  Abril  al  37  de  Ju- 
nio de  1869.  Se  titulaba:  Rcfista  filosófica,  social,  contra  las  socieda" 
des  Jesuíticas  y  vicentinas,  y  propagandista  de  las  doctrinas  del  racio- 
nalismo y  de  la  franc-masoneria . 

(8>  Publicación  quincenal,  órgano  de  los  intereses  médicos  argen- 
tinos. Fundada  el  8  de  Abril  de  1864. 


I 


130  RESEÑAS  Y  CRÍTICAS 


época  acaba  de  cesar  (i);  la  Revista  del  Archivo  (2), 
continuada  hoy  por  la  Revista  de  la  Biblioteca; 
la  Revista  de  Buenos  Aires,  dirigida  por  los  docto- 
res Vicente  G.  Quesada  y  Miguel  Navarro  Viola  (3) 
y  cuya  colección  se  encuentra  en  las  principales  bi- 
bliotecas públicas  de  Europa,  siendo  citada  por 
cuantos  se  ocupan  de  estos  países  ;  la  Revista  de  Le^ 
gislación  y  Jurisprudencia  que  fundó  el  doctor  Mon- 
guillot  (4),  y- la  que  bajo  el  mismo  nombre  dirigie- 
ron los  doctores  José  M.  Moreno,  Ceferino  Araujo, 
Antonio  E.  Malaver,  J.  J.  Montes  de  Oca  (5),  y  cuya 
segunda  época  apareció  hace  poco,  pero  parece  haber 
cesado  ;  los  Anales  de  la  Sociedad  Rural  Argentina 
que  aún  se  publican  con  general  aceptación  (6);  la 


(i)  La  primera  época  duró  desde  1861  á  1873,  alcanzando  15  vo- 
lúmenes. La  segunda  época  fué  fundada  en  1879* 

(3)  Su  titulo  es  Hevista  del  Archivo  General  de  Buenos  Aires,  fun- 
dada bajo  la  protección  del  Gobierno  de  la  Provincia,  por  Manuel 
R.   Trelles.  Duró  desde  1869  á  1879.  Alcanzó  4  volúmenes. 

('})  El  titulo  anadia:  Historia  americana.  Literatura  y  Derecho, 
Periódico  destinado  á  la  República  Argentina,  la  Oriental  del  Uru- 
guay y  la  del  Paraguay.  Era  mensual.  El  número  i,  tomo  i**,  corres- 
ponde á  Mayo  de  i8ó?  ;  y  concluye  con  el  número  96,  tomo  74,  año 
VIII,  en  Abril  de  187 1.  El  tomo  35,  se  tituló:  Biblioteca  de  la  Re- 
vista de  Buenos  Aires»  —  Memorias  y  noticias  para  servir  á  la  historia 
antigua  de  la  República  Argentina. 

(4)  Se  publicó  solo  un  volumen  en  1864. 

(;)  Apareció  en  1869,  concluyendo  la  primera  serie  con  el  tomo  9^^ 
en   1873. 

(6)  Apareció  el  50  de  Septiembre  de  1866;  publicación  mensual. 


MOVIMIENTO   INTELECTUAL  ARGENTINO  I  3  I 


Revista  de  Policiaj  que  dirigió  don  Daniel  Flores 
Bclfort  (i);  la  Revista  Criminal,  dirigida  por  don  P. 
Bourel  (2);  los  Anales  de  Agricultura  de  la  Refií- 
hlica  Argentina^  dirigidos  por  don  Ernesto  Olden- 
dorff  (3);  la  Revista  del  Rio  de  la  Plata,  dirigida  por 
Ibd  doctores  Andrés  Lamas,  Vicente  F.  López  y  Juan 
M.  Gutiérrez  (4) ;  la  Revista  Masónica  Americana, 
bajo  la  dirección  de  D.  B.  Victory  y  Suarez  ( 5 ) ;  el 
Ateneo  Argentino,  dirigido  por  don  Luis  T.  Pintos  y 
José  J.  Ballerini  (6);  El  Constitucional,  semanario 
de  Antonio  Halieto  (7);  El  Monitor,  de  D.  A.  Sar- 

El  titulo  afiade  :  Revista  destinada  d  la  defensa  de  los  intereses  rura- 
les del  pais,y  d  la  propagación  de  conocimientos  útiles  día  agricul- 
tura en  todos  sus  ramos.  Está  actualmente  en  el  tomo  XVI. 

(i)  Desde  Septiembre  i*  de  187 1  hasta  Mayo  i*  de  1873.  Tiene 
dos  volúmenes  con  retratos. 

ti)  Alcanzó  á  2  volúmenes.  Duró  desde  Enero  i»  á  Octubre  i^  de 
1873.  Era  mensual. 

(3)  Publicación  bimensual,  desde  Enero  de  1873  hasta  Diciembre 
15  de  1876,  publicó  4  volúmenes.  Continuó  refundida  en  El  Plata 
Industrial  y  Agrícola . 

(^)  Periódico  mensual  de  historia  y  literatura  de  Amiricj.  Princi- 
pió en  1871 ,  concluyó  en  (878. 

(5)  Publicación  quincenal  que  trata  de  cuanto  atañe  d  la  masonería; 
principios,  doctrinas,  kistoriat  legislación,  derecho,  administración, 
noticias  extranjeras  y  locales.  Tuvo  3  volúmenes,  desde  Noviembre 
15   de  1873  á  Febrero  28  de  1876. 

(6)  Periódico  mensual  de  historia,  ciencias,  literatura  y  variedades . 
Principió  en  Abril  de  1873  ;  concluyó  con  el  número  8,  año  II,  en  Oc- 
tubre i«de  1873. 

(7)  Semanario  ele  politica,  literatura  y  ciencias.  Principió  el  16  de 
NoTÍembrc  de  1873 ;  concluye  con  el  número  10,  en  Enero  18  de  1874. 


132  RESEÑAS   Y    CRÍTICAS 


rat¡i);  El  Plata  Ilustrado,  dirigido  por  Carlos  Jan- 
sen  (2);  la  Revista  Universitaria  ¡3);  la  Revista  de 
Derecho  (4);  La  Alborada  del  Plata  (5) ;  La  Ondina 
del  Plata ;  dirigida  por  Luis  T.  Pintos  (6) ;  la  Revista 
del  Domingo  [7];  los  Anales  de  la  Sociedad  Científica 
Argentina  que  aún  se  publican  (8).  Por  cierto  que 
esta  enumeración  es  sumamente  deficiente,  pues  he 
mencionado  sólo  las  más  á  la  mano,  sin  pretender 
agotar  este  curioso  detalle  bibliográfico»  incluyendo 
muchos  efímeros  é  insignificantes,  al  par  que  omi- 
tiendo algunos  famosos  como  La  Abeja  Argentina, 
El  Museo  Americano,  la  Revista  del  Plata  y  muchos 
otros.  Pero  lo  dicho  basta  y  sobra  á   mi  objeto  (9), 


( 1 )  Periódico  mensual  de  educación  y  enseñanza  primaria.  Prin- 
cipió en  Enero  !•  de  1873;  concluye  el  !•  de  Junio  de  1878.  Tuto 
5  años. 

(2)  Semanario  de  literatura,  artes,modas  y  ciencias.  £1  número  i** 
corresponde  al  15  de  Octubre  de  187 1  ;  concluye  con  el  número  }, 
del  I  3  de  Julio  de  1873. 

(3)  Publicación  quincenal,  dirigida  por  una  sociedad  de  estudiantes. 
Duró  desde  Mayo  33  a  Septiembre  15  de  1873. 

(4)  Dirigida  por  una  sociedad  de  estudiantes.  Era  quincenal,  y 
duró  desde  Agosto  i»  de  1875  á  Noviembre  !•  de  1876. 

(5)  Desde  Noviembre  1 6  de  1877  á  Mayo  i*  de   1 878. 

(6)  Revista  semanal  de  literatura  y  moda.  Desde  Febrero  7  de 
1873  ;  duró  varios  años. 

(7)  Desde  Septiembre  16  de  1876  hasta  Octubre  i»  de  1877. 

(8)  Desde  Enero  i«  de  i8;6. 

(9)  El  que  desee  más  detalles  puede  consultar  las  Memorias  de  la 
Biblioteca  Pública  de  1876  (i  vol.  en  80  de  22a  pág.) ;  y  de  1877 


MOVIMIENTO   INTELECTUAL   ARGENTINO  I  3  3 

pues  prueba  elocuentemente  la  tesis  sostenida,  de  que 
si  bien  constantemente  háse  notado  preocupación  por 
fomentar  este  género  de  publicaciones,  las  más  im- 
portantes, las  rodeadas  de  mayores  garantías  han 
tenido  que  sucumbir,  aunque  apoyadas  por  los  go- 
biernos :  tal  ha  sido  la  indiferencia,  la  falta  de  sus- 
cripción, el  desaliento  de  los  escritores !  A  pesar  de 
todos  los  esfuerzos,  de  la  mayor  perseverancia,  no  ha 
sido  posible  hasta  ahora  aclimatar  definitivamente 
las  "revistas"  entre  nosotros: — ese  es  el  hecho 
elocuente  que  resulta  de  los  datos  anteriores. 

< Qué  sucede  en  los  momentos  actuales? 

Pueden  dividirse  las  "revistas"  que  se  publican 
en  Buenos  Aires  [  i)  en  dos  grandes  grupos  :  lasque 
son  órganos  de  sociedades  técnicas,  y  cuyos  lectores 
se  recrutan  entre  los  socios ;  las  que  son  empresas 
particulares,  destinadas  á  satisfacer  las  necesidades 
de  un  gremio. 

O  vol,  en  8»  de  6oo  pág.)  como  tambiéo  el  folleto  ígr.  en  S®  de  Lx- 
70  p.)  publicado  bajo  el  Útu\o  dt  La  Biblioteca  PúblicJi  de  Buenos 
Aires  en  la  Exposición  Universal  de  Paris  de  1878.  Esos  trabajos 
fueron  confeccionados  y  publicados  por  el  que  ésto  escribe  y  el  doctor 
don  Nicolás  Massa,  cuando  les  cupo  la  honra  de  dirigir  la  Biblioteca 
Pública.  De  ahí  que  datos  citados  en  las  notas  anteriores  sean  saca- 
dos de  esos  libros. 

(i)  Prescindo  del  resto  de  la  República,  porque  si  se  exceptúa  á 
Córdoba,  que  tiene  varios  semanarios  como  El  Progreso  y  otros ;  y  á 
Entre  Rios,  que  cuenta  con  su  Revista  de  los  Tribunales,  las  demás  pro- 
vincias argentinas  carecen  de  esie  género  de  publicaciones  periódicas. 


134  RESEÑAS  Y  críticas 


En  el  primer  grupo,  debe  contarse  en  primera  li^ 
nea  á  la  ^^  Sociedad  Nacional  de  Farmacia",  cuya 
quincenal  Revista  FarmacétUica^  fundada  el  i"  do 
octubre  de  i8<)8,  es  una  publicación  tan  floreciente 
como  autorizada,  que  ha  llegado  á  su  año  XXIV,  to** 
mo  XX.  Destinada  á  un  gremio  especial,  ha  insertan- 
do en  sus  páginas  trabajos  originales  de  innegable 
valor  para  la  ciencia,  y  al  mismo  tiempo  que  llena 
cumplidamente  su  objeto,  es  una  gloria  para  la  pren* 
sa  argentina. 

La  importante  "  Sociedad' Rural  Argentina  "  que 
cuenta  entre  sus  miembros  á  los  más  acaudalados 
hacendados  del  país,  costea  igualmente  con  sostenido 
brillo  sus  Anales^  revista  quincenal  que  desde  el  30 
de  septiembre  de  1866,  en  16  volúmenes  que  lleva 
publicados,  ha  dilucidado  las  cuestiones  más  impor-^ 
tantes  relativas  á  la  ganadería  y  agricultura. 

La  *'  Sociedad  Científica  Argentina"  publica  tam- 
bién sus  conocidos  Anales  desde  el  i*  de  enero  de 
1876,  insertando  en  ellos  los  más  interesantes  traba- 
jos relativos  á  investigaciones  originales  hechas  en  el 
país  por  hombres  de  ciencia.  Aunque  por  su  mismo 
carácter,  esta  revista  tiene  una  circulación  limitada, 
sin  embargo  su  mérito  y  su  importancia  son  tales, 
que  hace  verdaderamente  honor  á  la  República. 

El  floreciente  *' Círculo  Médico"  tiene  igualmente 


MOVIMIENTO  INTELECTUAL  ARGENTINO  13^ 


SUS  Anales,  desde  el  a  o  de  agosto  de  1877,  que  quin- 
oenalmente  dan  á  conocer  los  trabajos  de  sus  socios  y 
publican  las  conferencias  que  frecuentemente  se  dan 
en  su  local . 

El  '*  Instituto  Geográfico  Argentino  "  publica  quin- 
cenalmente su  Boletín^  que  se  encuentra  ya  en  su  to- 
mo IV,  habiendo  dado  á  conocer  no  sólo  el  resultado 
de  viajes  y  exploraciones  hechas  en  el  territorio  ar- 
gentino, sino  también  mapas  y  planos  originales. 

í  Las  sociedades  literarias  que  antes  existían,  y  que 

publicaban  interesantes  revistas,    como   la  Revista 

^        Literaria  del  "  Círculo  Científico  Literario",  parece 

I         que  han  enmudecido  de  algún  tiempo  á  esta  parte. 

,  El  *'  Club  Industrial ",  al  que  tanto  debe  la  recien- 

te Exposición  Continental  de  Buenos  Aires  (  marzo 
iS-julio  16  próximo  pasado),  puhWcai El  Industrial , 
desde  el  i  *  de  octubre  de  187$,  ocupándose  de  todo 
lo  que  á  la  industria  nacional  se  refiere. 

En  cuanto  á  las  publicaciones  destinadas  á  servir 
las  necesidades  de  un  gremio  determinado,  son  tam- 
bién algunas. 

El  foro,  que  no  ha  podido  mantener  ninguna  so- 
ciedad jurídica  después  del  antiguo  ^^  Colegio  de 
Abogados '\  tampoco  mantiene  órgano  especial,  como 
El  Foro,  El  Judicial.  Si  bien  no  proviene  direc- 
tamente  de  una   asociación,  la   importante  Revis 


136  RESEÑAS  Y  CRÍTICAS 

ta  de  los  tribunales^  fundada  en  noviembre  de 
1880,  ahora  en  el  tomo  II  de  su  segunda  serie; 
conteniendo  no  sólo  artículos  originales  de  subi- 
do mérito,  sino  extractos  de  los  fallos  más  impor- 
tantes de  las  cortes  y  tribunales  nacionales  y  pro- 
vinciales, y  las  concordancias  del  Código  Civil  arg^en- 
tino :  puede  decirse  que  es  una  revista  indispensable 
para  todo  el  que  directa  ó  indirectamente  se  ocupe 
del  foro  en  nuestro  país.  Además,  pueden  contarse 
entre  estas  publicaciones  los  Fallos  de  la  Suprema 
Corte  Nacional  (ij,  los  Fallos  de  las  Cámaras  de 
Apelaciones  y  los  Acuerdos  y  Sentencias  de  la  Su- 
prema Corte  de  Justicia  de  la  provincia  de  Buenos 
Aires. 

Los  médicos  tienen  además  la  antigua  y  reputada 
Revista  médico-quirúrgica^  publicación  quincenal, 
que  desde  abril  8  de  1864  viene  insertando  trabajos 
notables. 

El  gremio  de  telegrafistas  mantiene  ahora  la  im- 
portante Revista  Cientifica  Ilustrada^  que,  fundada 
el  I**  de  junio  próximo  pasado,  va  adquiriendo  un  de- 
senvolvimiento en  extremo  halagüeño. 

Los  estudiantes  que  tan  infructuosamente  han  tra- 


(i)  La  primera  serie  comprende  de  1864  á  1870;  la  segunda  se- 
rie de  1 87 1  hasta  ahora. 


MOVIMIENTO   INTELECTUAL  ARGENTINO  I  3  7 


tado  siempre  de  dar  vida  á  publicac^nes,  parecen 
querer  mantener  con  brillo  el  interesante  semanario 
El  Estudiante,  que  si  bien  sólo  cuenta  pocos  meses  de 
existencia,  ha  producido  ya  sensibles  beneficios. 

La  masonería  tiene  también  La  Acacia;  y  los  libres 
pensadores,  el  interesante  Libre  Pensador, 

£1  público  musical  sostiene  igualmente  varias  pu- 
blicaciones semanales,  como  ser  El  Mefistófeles,  El 
Mundo  Artístico  y  la  Gaceta  Musical,  que,  fundada 
el  3  de  mayo  de  1874,  aparece  periódicamente  con 
motivo  de  la  temporada  lírica. 

£1  gremio  de*  agricultores  y  ganaderos,  no  sólo 
sostiene  el  Boletín  del  Departamento  Nacional  de 
Agricultura,  sino  otras  publicaciones  como  la  Re- 
vista argentina  de  ganadería  y  agricultura,  el  Pe- 
riódico del  estanciero  y  otros. 

£1  comercio  tiene  una  serie  de  revistas  especiales, 
como  la  Revista  Comercial j  la  Revista  del  mercado 
de  Buenos  Aires  y  otras. 

La  pedagogía  que  tan  importantes  publicaciones  ha 
sostenido  en  este  país,  como  los  Anales  de  la  Edu- 
cación comiin  en  la  República  Argentina,  dirigidos 
por  doña  Juana  Manso  (i),  mantiene  ahora  la  Revis- 
ta de  Educación,  importante  periódico  mensual  diri- 

(i)  Buenos  Aires,  i8;8-i873.  Forman  10  volúmenes. 


138  RESEÑAS  Y  críticas 


gido  por  el  Consejo  de  EIducación  de  la  provincia  de 
Buenos  Aires. 

Algunas  publicaciones,  como  la  Revista  de  1%  Es- 
cuela Normal  de  VaroneSf  tienen  un  público  redu- 
cido por  su  índole  misma;  otras,  como  la  Revista  Mi- 
litar y  Naval,  se  dirije  al  Ejército  y  Armada,  7  es 
sostenida  por  el  Ministerio  de  la  Guerra. 

En  cuanto  á  las  revistas  que  se  dedican  á  la  cultura 
en  general,  unas  son  puramente  literarias,  como  El 
Álbum  del  hogar,  dirigido  por  el  desgraciado  poeta 
Gervasio  Méndez ;  otras  abarcan  la  literatura  y  la 
historia,  como  la  Ilustración  Argentina,  fundada  en 
junio  de  1881  por  don  Pedro  Bourel,  y  que  publica 
grabados  hechos  en  el  país,  y  la  Nueva  Revista  de 
Buenos  AireSj  que  abarca  la  literatura,  historia,  de* 
recho,  ciencias  y  bibliografía  americana. 

Propóngome  en  otro  artículo  examinar  en  detalle 
la  marcha  de  cada  una  de  las  publicaciones  que 
acabo  de  mencionar,  y  aun  de  aquellas  que  invo- 
luntariamente he  omitido.  Por  el  momento  lo  di- 
cho basta  á  mi  objeto :  no  hay  verdaderamente 
publicaciones  destinadas  á  fomentar  las  letras  argen- 
tinas. 

Las  ^^ revistas"  que  se  sostienen  son  aquellas  que 
responden  á  intereses  de  gremio,  siendo  órganos  de 
sociedades  técnicas.  Las  otras,  de  carácter  general, 


MOVIMIENTO  INTELECTUAL  ARGENTINO  I  39 


tienen,  por  desgraoia,  vida  efimera.  ^  Dónde  se  en- 
cuentra la  crítica  > 

Entre  nosotros,  salvo  raras  excepciones,  la  critica 
bibliográfica  del  diarismo  es  sumamente  ligera,  lo 
que  se  explica  suficientemente  por  las  razones  adul- 
cidas al  comenzar  este  articulo.  En  las  publicacio- 
nes periódicas  no  se  ha  dado  hasta  ahora  grande 
importancia  á  este  aspecto  de  la  cuestión :  la  Nueva 
Revista  se  esfuerza,  sin  embargo,  por  reaccionar. 

Verdad  es  que,  gracias  al  doctor  Navarro  Viola,  se 
tiene  un  interesante  Anuario  Bibliográfico^  donde  se 
dan  noticias  de  las  publicaciones  del  año  anterior, 
criticándolas  al  mismo  tiempo.  Pero  siendo  el  Anua- 
rio un  verdadero  libro,  que  aparece  cada  doce  mea- 
ses, no  puede  llenar  la  misión  de  las  Revistas. 

Y  sin  embargo,  la  resolución  de  este  problema  es 
de  excepcional  importancia  para  la  República  Argen- 
tina. No  sólo  ignoramos  hasta  lo  que  se  publica  en 
la  localidad,  sin  tener  criterio  para  apreciar  la  opi- 
nión acerca  del  mérito  de  las  obras,  sino  que  ni  cono- 
cemos los  periódicos  que  se  imprimen  en  el  interior 
del  país.  Ignoramos  hasta  los  nombres  de  los  que, 
fuera  del  lugar  en  que  vivimos,  se  dedican  al  cultivo 
de  las  letras !  Ni  las  sociedades  literarias  ó  científi- 
cas de  las  provincias  mediterráneas  son  bien  conoci- 
das. Entre  nosotros  se  vive  en  un  aislamiento  in- 


140  RESEÑAS   Y   críticas 


comprensible;  no  hay  vida  intelectual  nacional,  los 
escritores  conocidos  son,  ó  de  Buenos  Aires  ó  viven 
aquí.  Muy  pocos  de  los  que  en  las  otras  provincias 
escriben,  llegan  á  hacer  conocer  sus  producciones. 
Obra  de  patriotismo  es,  pues,  hacer  cesar  este  estado 
de  cosas. 

Si  esto  es  deplorable  con  respecto  á  la  República 
misma,  es  peor  todavía  cuando  se  considera  á  la  Amé- 
rica en  general.  Sólo  por  una  gran  casualidad  se  sa- 
be que  en  los  otros  países  americanos  se  ha  publica- 
do tal  ó  cual  obra,  ó  que  ve  la  luz  pública  tal  ó  cual 
revista.  Pocos  son  los  privilegiados  que  conocen  la 
Revista  del  Plata  y  los  Anales  del  Ateneo,  de  Monte- 
video; la  Revista  Paraguaya,  de  la  Asunción;  La 
Patria  y  el  Repertorio  Colombiano,  de  Bogotá ;  la  Re- 
vista Literaria,  de  Quito;  La  Juventud,  de  San  Sal- 
vador ;  la  Revista  Mexicana,  de  México ;  la  Revista 
literaria,  de  la  Habana ;  puesto  que  el  Brasil  ha  deja- 
do sucumbir  la  Revista  Brazileira  y  Chile  su  Revis- 
ta de  Chile ;  Bolivia  y  el  Perú  no  pueden  preocupar- 
se por  el  momento  de  ésto.  En  cuanto  á  los  libros,  la 
Nueva  Revista  lo  ha  hecho  ya  notar  con  amargura, 
ni  los  títulos  se  conocen  sino  por  intermedio  de  los 
libreros  de  Europa ! 

He  ahí,  pues,  la  misión  patriótica  de  las  ^'  revis- 
tas" argentinas :  estrechar  los  vínculos  de  solidaridad 


MOVIMIENTO   INTELECTUAL  ARGENTINO  I4I 

nacional,  creando  una  verdadera  vida  intelectual  en 
toda  la  República ;  hacer  cesar  el  aislamiento  per- 
nicioso conque,  respecto  á  los  otros  países  de  América 
vivimos.  La  tarea  es  demasiado  ardua  v  demasiado 

m 

difícil,  para  que  la  competencia  entre  las  ^^ revistas" 
sea  posible:  las  pocas  que  hay  deberían  aunar  sus 
esfuerzos  para  lograr  ese  resultado,  actuando  cada 
una  en  su  esfera,  en  su  especialidad,  y  en  su  público. 
Ninguna  se  estorba:  todas  están  llamadas  á  prestarse 
mutuo  apoyo  :  la  rivalidad  es  imposible. 


Octubre  de  1883. 


LOS   JUEGOS   FLORALES  EN   BUENOS    AIRES 


€s  profundamente  consolador  asistir  en  medio 
de  la  atmósfera  pesada  del  prosaico  mercanti- 
lismo que  caracteriza  la  edad  contemporánea,  á 
espectáculos  que  levantan  el  espíritu  á  esas  regiones 
serenas,  donde  sólo  respiran  las  almas  nobles  y  los 
corazones  generosos. 

Grande  ha  sido,  á  la  verdad,  el  mérito  del  redu* 
cido  núcleo  de  hombres  de  buena  voluntad  que  han 
logrado  hacer  revivir  en  la  presente  época  la  caba- 
Uerezca  costumbre  de  los  ^'Juegos  Florales",  de  esos 
torneos  poéticos  que  parecían  poder  existir  tan  sólo 
en  aquellas  épocas  legendarias  en  que  los  caballeros 
tenían  por  divisa  este  noble  lema :  patria^  fe,  amor; 
7  en  que  á  la  par  de  sangrientas  batallas  dadas  á  ve- 
ces por  el  honor  de  la  *'dama  de  los  pensamientos", 


144  RESEÑAS   Y  CRITICAS 

se  luchaba  en  los  torneos  por  merecer  una  mirada  de 
la  amada,  ó  se  sometían  obedientes  los  más  rudos  gue- 
rreros á  los  galantes  fallos  de  las  jamás  bastantes 
ponderadas  "Cortes  de  amor".  La  Edad  Media, 
efectivamente,  si  bien  es  una  época  histórica  que  se 
caracteriza  por  la  transición  de  la  barbarie  á  la  civi- 
lización, es  también  la  edad  de  la  caballería,  de  esa 
sublime  institución  á  que  tanto  debe  la  humanidad, 
porque  hizo  una  religión  del  honor,  un  culto  de  los 
sentimientos  nobles,  y  una  adoración  de  la  mujer. 
Era  aquella  una  época  bárbara,  si  se  quiere,  pero  en 
cambio  las  gentes  de  las  primeras  clases  tenían  preo- 
cupaciones y  propósitos  que  provocan  involuntaria- 
mente sonrisas  de  amarga  ironía  en  los  hombres  del 
siglo  XIX -7- no  se  pensaba  entonces  en  sacrificar  to- 
do, nombre,  reposo,  creencias,  dignidad,  por  correr 
presurosos  y  anhelantes  á  engrosar  la  turba  multa  de 
los  míseros  adoradores  del  bíblico  becerro;  el  oro  no 
era  el  señor  exclusivo  de  los  pensamientos ;  la  baja 
sed  de  la  riqueza  no  ahogaba  los  sentimientos  del  al- 
ma ;  el  éxito  no  era  el  dios  omnipotente  que  hoy  ado- 
ra frenética  la  humanidad  para  mancilla  eterna  de 
su  honra.  No ;  en  aquellas  épocas  lejanas  los  hom- 
bres se  armaban  en  defensa  del  suelo  que  les  vio  na- 
cer, de  las  creencias  de  sus  antepasados,  de  la  amada 
del  alma :  había  patriotismo  verdadero,  porque  el  sen- 


4 

JUEGOS    FLORALES   EN    BUENOS    AIRES  14^ 


timiento  de  la  patria  estaba  como  inoculado  en  la 
sangre;  había  creyentes,  porque  los  espíritus  eran 
rectos  y  les  repugnaba  cubrir  con  oropeles  de  falsa 
independencia  sus  vicios  ó  su  orgullo;  había  todavía 
amantes,  porque  los  corazones  latían  al  calor  de  sen- 
timientos puros  y  levantados,  y  porque  cuando  ama- 
ban, celebraban  sólo  la  comunión  de  dos  almas,  y  no 
la  original  combinación  moderna  de  dos  patrimonios ! 
Hoy  todo  esto  ha  desaparecido  casi :  la  patria...  ^ quién 
se  preocupa  de  ella  mientras  no  sea  atacado  el  pro- 
pio bolsillo?...  ubt  bency  ibi  patria^  es  el  lema  moder- 
no; la  fe...  pero  el  ser  creyente  es  casi  sinónimo  de 
ignorante  ó  de  hipócrita,  pues  parece  no  concebirse 
la  ilustración  sin  la  independencia  de  la  religión,  ^^  ha 
quedado  el  culto  para  viejos  ó  mujeres...  sólo  es  po- 
sible la  fe  del  carbonero  \''\  {clamor...!  pero  éste 
se  anida  en  algunas  pocas  almas  escogidas,  que  son 
consideradas  por  los  otros  como  ilusas  y  platónicas ; 
hoy  el  amor  es  simplemente  una  seducción  para  los 
unos,  un  manto  que  encubre  una  especulación  para 
los  otros ! 

De  ahí  que  las  almas  purísimas  que  reciben  el  fue- 
go del  ardor  divino,  lleguen  hasta  exclamar  desespe- 
radas en  versos  inmortales : 

. .  .Arcano  é  tuUo 
Fuor  che  il  nostro  dolor.   NegleUa  prole 

10 


146  RESEÑAS   Y  CRÍTICAS 


Nascemmo  al  pianto,  e  la  ragione  in  gremho 

De'  celesti  si  posa .  Oh  cure,  oh  siente 

De*  piú  verd'  anni/  Alie  senibianie  il  Padre, 

Alie  amcne  sembianse  eterno  regno 

Di¿  nelle  genti ;  e  per  virile  imprese. 

Per  doita  lira  o  canto, 

Virtü  non  luce  in  disadomo  atnmanto  I 


Si,  Leopardi  tiene  razón :  esas  almas  nobles  han  na- 
cido sólo  para  el. dolor;  han  conocido  únicamente  la 
felicidad  en  la  inocente  edad  de  la  primera  juventud  ! 
Apenas  lanzadas  en  el  rudo  torbellino  de  la  diaria  ba- 
talla de  la  vida,  han  perdido  sus  más  caras  ilusiones  ; 
marchitas  las  unas  ante  el  espectáculo  lastimoso  de 
un  mundo  en  que  reina  sólo  la  sed  de  la  riqueza  y 
del  placer,  arrancadas  violentamente  las  otras  por 
esos  crueles  desengaños,  que  al  dejar  el  espíritu  va— 
cío  y  miserable,  lo  obligan  á  contemplar  á  pesar  su- 
yo el  abismo  repugnante  en  que  se  hunden  la  leal- 
tad,  la  amistad,  los  sentimientos  nobles,  en  una  pa- 
labra, que  se  cree  resisten  á  los  embates  del  mundo 
cuando  se  nace  recién  á  la  vida  I  Oh !  cómo  queda 
desesperada  el  alma  al  ver  sangrar  esas  heridas,  que 
la  propia  dignidad  obliga  á  sufrir  en  silencio,  para 
llorar  en  silencio  la  miseria  horrible  de  una  vida  en 
que  los  hombres  son  los  unos  para  los  otros  peor  que 
lobos :  —  homo  hotnini  lupus.  Cuando  se  sufren  esos 
desgarradores  desengaños,  el  alma  acongojada  resis- 


JUEGOS    FLORALES   EN    BUENOS   AIRES  1 47 

te  apenas  al  egoísta  excepticísmo ;  los  más  prefieren 
acorazarse  con  la  fácil  y  acomodaticia  virtud  del  tar- 
tufo, y  sólo  los  menos,  incapaces  de  vivir  en  el  lodo, 
sucumben  lentamente,  como  esas  flores  que  se  mar- 
chitan una  vez  que  les  falta  el  calor  vivificante  del 
sol.  Entonces,  recién  entonces,  se  comprende  el  al- 
cance inmenso  de  esos  versos  tristísimos  y  amargos 
que  han  dejado  escapar  las  cuerdas  gemebundas  de 
un  Leopardi : 

. . .  Ogni  piü  lieío 
Giorno  di  nostra  etd  primo  s'  invola, 
SottetUra  il  morhoj  e  la  vecchietza,  e  V  ombra 
DelU  gellida  morte.  Ecco  di  tante 
Sperate  palme  i  dilettosi  errori, 
II  Tártaro  m*  avanza;  e  il  podre  ingegno 
Han  la  tenaria  Diva, 
E  I*  aira  notte,  e  la  silente  riva. . .  / 

...  Y  bien !  en  semejante  estado  de  espíritu,  obliga- 
dos á  pelear  incansables  en  la  lucha  por  la  vida,  no 
existe  para  huir  de  aquel  amargo  desconsuelo  otro 
remedio  que  aturdirse  con  las  mil  preocupaciones  y 
los  mil  cuidados  de  esta  difícil  existencia,  y,  cerrando 
ios  oídos  á  las  quejas  del  alma,  hacer  que  la  enérgica 
voluntad  se  mueva  sólo  á  impulsos  de  la  ambición, 
único  sentimiento  bastante  poderoso  para  ser  capaz 
de  hacer  latir  un  corazón  cruelmente  desilusionado. 
De  ahí  que  sea  un  bálsamo  saludable,  en  medio  de 


148  RESEÑAS   Y   CRÍTICAS 

una  existencia  tan  mísera,  vivir  por  algunas  horas  de 
la  vida  noble  y  generosa  de  la  inteligencia,  cantando 
en  trovas  que  recuerdan  otros  tiempos,  á  esa  trinidad 
augusta :  patria,  fe,  amor,  que  debiera  ser  el  lema 
de  todo  espíritu  levantado  y  de  todo  caballerezco  co- 
razón. 

<  Quién  creyera,  sin  embargo,  que  hubiera  sido  po- 
sible en  una  ciudad  como  Buenos  Aires,  inmensa  hos*- 
telería  de  gentes  de  todas  las  naciones,  de  todas  las 
creencias  y  de  todas  las  virtudes,  como  de  todos  los 
vicios,  interesar  de  tal  manera  la  adormecida  curio- 
sidad de  un  público  indiferente  para  poder  celebrar 
esas  fiestas  de  la  inteligencia  que  creara  la  Edad  Me- 
dia, con  el  nombre  de  "Juegos  Florales  "  }  La  empre- 
sa era,  á  la  verdad,  ardua  en  extremo.  Pero  nada  hay 
imposible  para  corazones  nobles  y  voluntades  enér- 
gicas. Una  asociación  extranjera,  — el  ''  Centro  Ga- 
llego ",  á  instigación  de  su  digno  presidente  don  Joa- 
quín Castro  Arias  —  se  propuso  realizar  aquella  idea, 
y  con  tenaz  perseverancia,  luchando  contra  toda  clase 
de  obstáculos,  logró  el  año  pasado  celebrar  los  pri- 
meros *' Juegos  Florales"  con  un  éxito  que  sobrepa- 
só las  más  legítimas  esperanzas.  Y  este  año,  en  la 
misma  fecha  —  1 2  de  octubre,  aniversario  del  descu'- 
bri miento  de  América  —  hánse  celebrado  en  el  Tea- 
tro Nacional  de  esta  ciudad,  con  inusitado  esplendor 


JUEGOS   FLORALES    EN    BUENOS   AIRES  1 49 


y  ante  distinguidísima  concurrencia,  los  segundos 
"Juegos  Florales".  La  prensa  diaria  se  ha  ocupado 
de  tan  fausto  acontecimiento  con  una  prodigalidad 
de  detalles,  que  haría  sobre  inútil,  fastidiosa  cual- 
quiera repetición. 

El  poeta  laureado,  el  que  mereció  el  gran  premio 
de  honor,  siendo  su  composición  aclamada  por  el  Ju- 
rado como  la  "mejor  entre  las  mejores",  fué  el  señor 
Calixto  Oyuela.  A  nadie  por  cierto  sorprendió  aquel 
nuevo  merecido  lauro.  Oyuela  había  sido  ya  laurea- 
do en  los  anteriores  ''Juegos  Florales".  Su  compo- 
sición es  tan  noble,  pura  y  delicada,  que  es  difícil  pe- 
dir en  su  género  nada  más  elevado,  más  correctamen- 
te clásico,  más  profundamente  inspirado.  Su  triunfo 
fué  tan  espléndido,  —  mereciendo  no  sólo  el  premio 
del  tema  á  que  concurrió,  sino  el  gran  premio  de 
honor  del  certamen,  designando  él  la  reina  del  tor- 
neo, de  cuyas  manos  recibió  la  simbólica  rosa  na- 
tural y  banda,  —  que  esa  noche  será  para  Oyuela  y 
para  los  que  lo  aplaudieron,  realmente  memorable. 
Hosc  olim  meminisse  juvavit,  como  dijo  el  cisne  de 
Mantua. 

Inútil  es  analizar  críticamente  esa  composición. 
£1  que  la  ha  leído  se  contenta  con  admirarla.  Tal 
ha  sido  el  veredicto  unánime  de  la  pública  opi- 
nión. He  aquí,  por  otra  parte,  el  premiado  canto: 


I  $  o  RESEÑAS   Y   CRITICAS 


EROS 

. .  .V  amorosa  idea. 
Che  gran  parte  d'Olimpo  in  se  reacchiuie. 

(leopardi). 

Hoy  vengo,  dulce  dueño, 
A  arrojar  á  tus  plantas 
Flores  del  corazón.  Si  aroma  esparcen 
Es  porque  al  riego  de  tu  amor  brotaron. 
¿  Cómo  no  amarte  con  amor  del  alma, 
Si  tú  eres  para  mi  la  fuente  viva 
De  donde  manan  en  raudal  perenne 
Las  dulces  ondas  de  sin  par  ventura  ? 
¿Cómo  no  amarte,  si  al  sentir  concordes 
Tu  espíritu  y  el  mío. 
Algo  de  eterno  dentro  el  alma  siento, 
Y  aún  me  parece,  en  solitarias  horas, 
Recibir  en  la  frente 
Tenues  caricias  de  impalpables  alas? 

No  soy  de  aquellos  que  al  surgir  al  mundü 
Las  dulces  musas  con  amor  besaron, 
Difundiendo  en  su  ser  esa  armonía, 
Esa  oculta  virtud  que  doma  y  rinde 
I>o  intangible  y  lo  real,  y  en  áureo  lazo 
Lo  liga,  alzando  la  creada  imagen 
Coronada  de  luz  y  de  hermosura  ; 
Mas  lo  que  no  hizo  la  deidad  sagrada 
Que  holló  del  Pindó  la  radiante  cima. 
Lo  realizó  tu  amor,  la  eterna  Musa 
Que  derrama  en  mis  cantos 
El  suave  aroma  que  en  tu  ser  se  encierra. 
Lo  hiciste  tú  con  tu  mirar  sereno, 
Limpio  reflejo  de  la  luz  que  alumbra 
Tu  corazón  de  virgen  ; 
Con  tus  palabras,  para  mi  más  gratas 
Que  esa  vaga  armonía,  con  que  el  aura 
Suena  en  las  ramas,al  morirla  tarde. 


JUEGOS    FLORALES   EN    BUENOS   AIRES  I  $  I 


Entonces  escuché  brotar  sonora 
I^  voz,  antes  no  oída, 
De  la  inmortal  Naturaleza  ;  entonces 
De  la  alta  estrella  y  de  la  errátil  nube, 

Y  del  clamor  con  que  en  el  ancho  Plata 
Suelen  las  olas  avanzar  rugiendo 

Su  ira  á  estrellaren  mi  natal  ribera. 
Un  mundo  desprendióse  de  armonías. 
Donde  linea  j  color  j  ritmo,  unidos 
A  férvido  sentir,  á  excelsa  idea. 
En  hermandad  sublime 
La  presencia  de  un  Dios  me  revelaban. 

Tu  dulce  amor  cual  generosa  y  amplia 
Onda  de  luz  se  derramó  en  mi  mente, 

Y  fué  mi  corazón  acorde  lira 

Donde  eco  j  forma  halló  el  eterno  ritmo. 

¡  Inefable  emoción,  engendradora 

De  briosa  virtud  y  alto  deseo  ! 

Rica  de  savia  nueva 

£1  hombre  siente  rebullir  la  vida, 

Y,  lleno  el  pecho  de  viril  constancia, 

Al  mundanal  combate  se  apercibe, 

Y  ni  rudo  revés,  ni  arduos  afanes, 
Ni  sirtes  mil  su  intrepidez  doblegan. 
Que,  vencedor,  una  mirada  ardiente 
De  su  amada  feliz  le  aguarda  en  premio. 

¡  Cómo  anhelé  que  tu  adorada  planta 
El  lauro  hollara  á  mi  laúd  ceñido! 

Y  ¡  oh  cuántas,  cuántas  veces 
Vino,  mi  oído  á  acariciar  suave. 
En  ondas  vibradoras 

De  alto  loor  y  de  ruidoso  aplauso. 

Tu  dulce  nombre  entrelazado  al  mió  1 

¡Engañosa  ilusión!  Al  ave  humilde 

D¿  corto  y  débil  vuelo, 

Nunca  el  cóndor  audaz  prestó  sus  alas, 

Ni  alcanzó  á  la  orgullosa 

Copa  del  roble  el  vacilante  junco. 


152  RESEÑAS   Y   CRÍTICAS 


Mas  si  dado  no  me  es  los  ricos  dones 

Aumentar,  que  Fortuna 

Con  mano  avara  j  desigual  reparte, 

Amor  es  vena  írrestañable,  jr  siempre 

Rueda  sonoro  derramando  aromas. 

¡  Feliz  si  puedo  de  tu  amante  labio 

Verle  perenne  desprenderse,  j  lejos 

De  cuanto  el  mundo  en  su  delirio  ensalza. 

Mi  corona  tejer  con  tus  sonrisas  I 

Todo  me  habla  de  tí.  La  flor  que  entreabre 
Su  vivida  corola;  el  aura  leve 
Que  en  tomo  gira  ;  la  onda  rumorosa 
Que  entre  menudos  céspedes  resbala. 

Y  aquella  de  la  tarde 
Voz  intima  y  profunda, 

Que  embarga  el  corazón  é  hincha  la  mente. 

Cuando  el  último  beso 

Naturaleza  de  la  luz  recibe, 

Tráenme,  envuelto  en  delicado  aroma, 

Tu  nombre  j  tu  recuerdo. 

En  la  alta  noche. 

Cuando,  huésped  benigno. 

Sobre  el  mundo  infeliz  vela  el  silencio, 

Y  cual  mudo  lenguaje  al  alma  embriaga 
El  límpido  brillar  de  las  estrellas. 

Yo  siento  que  tu  imagen 
Llena  todo  mi  ser;  viva  y  radiante 
Ella  aparece  en  cuanto  objeto  hermoso 
Mis  o)os  ven,  y  en  ondas  de  ternura 
Inundándome  el  alma,  en  ella  ierguen 
Fresco  y  lozano  el  árbol  de  la  vida. 

Otros  en  pos  de  fútiles  quimeras 
A  la  arena  del  mundo 
Enderecen  sus  férvidos  corceles ; 
Sorprender  quieren  con  tenaz  porfía 
La  verdad  insondable, 
Que  de  ellos  huye  cual  las  frescas  aguas 
De  la  boca  de  Tántalo  sediento; 


JUEGOS   FLORALES   EN   BUENOS   AIRES  1  5  3 

Ó,  en  ansia  ardiente  de  ligeros  goces. 

Viles  arro)en  su  mejor  corona 

A  las  plantas  de  estólido  magnate: 

Yo  anhelo  ycr  la  generosa  lumbre 

Del  sol,  que  el  mundo  y  tus  cabellos  dora. 

Y  aquella,  aún  más  pura, 

De  tu  amante  mirar  á  cuyo  influjo 

Mi  espíritu  se  impregna 

De  olor  de  rosas  y  armoniosos  cantos. 

¡  Todo  está  en  ti  mi  corazón,  que  al  ritmo 
Late  ¡  oh  amada !  que  tu  mente  rige ! 

Y  cuando  lejos  de  tu  vista  vago, 
Tus  recuerdos  en  él  vitos  fulguran, 
Como  al  hundirse  el  sol,  bordan  los  astros 
El  manto  obscuro  del  tendido  cielo. 

i  Tuya  mi  lira  es  !  Tuyo  su  ingenuo, 
Aunque  modesto  son,  y  cuando  envuelta 
En  fúnebres  crespones 
Orne  en  silencio  mi  olvidada  tumba. 
Aún  al  herirla  gemebundo  el  viento 
Entre  sus  cuerdas  vagará  tu  nombre  ! 

Imposible  seria  insertar  en  este  lugar  todas  las 
composiciones  premiadas,  por  su  extraordinaria  ex- 
tensión, y  por  ser  ellas  en  el  momento  en  que  estas 
líneas  se  publiq aen,  muy  bien  conocidas  del  público 
entero.  Inútil,  también,  hacer  otra  vez  la  crónica  de 
aquella  hermosa  fiesta  :  todos  saben  que  después  de 
una  ligera  alocución  del  señor  Antonio  Gómez,  pre- 
sidente del  *^  Centro  Gallego  ",  pronunció  un  elegante 
discurso  el  doctor  Rafael  Calzada,  presidente  del  Ju- 
rado, procediendo  en  seguida  el  señor  Eduardo  Caá- 
maño,  secretario  del  Jurado,  á  leer  una  ligera   alo- 


I  54  RESEÑAS   Y   CRÍTICAS 

cución  y  el  veredicto  del  Jurado  ;  procedióse  enton- 
ces á  repartir  los  premios,  y  á  leer  las  composiciones 
laureadas,  en  este  orden  :    gran  premio  de  honor, 
el  canto  Eros,  del  poeta  argentino  Calixto  Oyuela  ; 
mención  honorífica   con    inserción  en   el  Álbum,  la 
composición  titulada  La  Venganza  de  Narvaez^  déla 
señora  María  de  la  Purificación  C.   Llanzó,  natural 
de  Cataluña,  donde  reside  ;    premio  de  la  sociedad 
'•  La  Marina  ",  el  Canto  de  la  raza,  del  poeta  espa- 
ñol Carlos  M.  Egózcue ;  mención  honorífica,    el  so- 
neto La  República   Argentina  á  España,  del  poeta 
argentino  Juan  Lussich;  premio  déla  ''Sociedad  de 
Beneficencia",  el  Canto  á  Rivadavia,  del  poeta  orien- 
tal Aurelio  Berro  ;  mención  honorífica,   la  composi- 
ción A  Rivadavia^  del  poeta  oriental  Estanislao  Pé- 
rez Nieto;  premio  del  "Club  Español",  el  soneto  A 
España,  del  poeta  argentino  Juan  Lussich  ;  premio 
de  las  sociedades  españolas  de  Socorros  Mutuos,   el 
canto  A  la  Madre  patria,  del  poeta    oriental    Pérez 
Nieto;  mención  honorífica,  el  Canto  del  poeta  argen- 
tino Horacio  C.  Várela;  premio  de  la  Municipalidad, 
la  composición  Al  descubrimiento  de  América,  del 
poeta  argentino  Enrique  E.  Rivarola;  mención  hono- 
rífica, los  Cantos  del  presbítero  Eloy  Valero,  de  Se- 
villa, y  de  los  señores  Melitón  Alfonso,  y  S.  J.    Vi- 
llafañe;  mención  honorífica  al  tema  al  Canto  Amato- 


JUEGOS  FLORALES  EN  BUENOS  AIRES     1  5  $ 

rio^  las  Trovas  á  la  reina  del  torneo,  de  Carlos  M.  de 
Egózcue;  la  composición  Huyamos  al  bosque,  del 
poeta  argentino  Juan  A.  Argerich;  y  un  Caníp  del 
señor  C.  M.  Lárez,  del  Paraná;  premio  del  gobierno 
de  Tucumán,  el  canto  A  Tucumán,  del  poeta  argen- 
tino don  Ramón  01  i  ver;  mención  honorífica,  una 
composición  del  señor  Vallejo;  premio  del  tema  "El- 
cano",  una  composición  A  Juan  Sebastián  Elcano,  del 
señor  S.  J.  Villafañe ;  y  concluida  de  esta  suerte  la 
distribución  de  premios,  el  doctor  Bonifacio  Lastra 
pronunció  un  discurso  de  clausura.  Tal  es  el  breve 
resumen  de  tan  simpática  fíesta. 

Sin  duda,  esta  ñesta  es  una  esperanza.    Ojalá  dé 

frutos   en   el   porvenir  I  Sólo  con  el   transcurso  del 

tiempo  podrá  juzgarse  si  realmente  ha  ejercido  in- 

\        fluencia  decisiva  en  la  cultura  intelectual  de  esta  so- 

'         ciedad,  y  si  ha  contribuido  á  levantar  su  nivel   inte- 

lelectual,  disipando  en  algo  el  mercantilismo,  el  afán 

bursátil,  las  querellas  políticas,  que  por  doquier  nos 

I         circundan  y  nos  abruman. 

Ciertamente  los  **  Juegos  Florales"  producirán  in- 
negables beneficios,  y  las  letras  patrias  conservarán 
profunda  gratitud  por  aquellos  que  han  sabido  acli- 
matarlas. 

Se  cree  generalmente  que  la  poesía  decae  en  la 
época  contemporánea,   y  los  más   discretos    repiten 


156  RESEÑAS  Y  CRÍTICAS 


con  tristesa  el  escépttco  dicho  de  Salomón,  pues  pa- 
rece á  la  verdad  que  los  sentimientos  recónditos  del 
almi^  las  aspiraciones  del  espíritu  ó  las  impresiones 
de  la  inteligencia  no  puedan  encontrar  intérpretes 
más  fíeles,  cantores  más  entusiastas,  amantes  más 
decididos,  que  esos  grandes  é  inmortales  espíritus 
que  se  cuentan  tan  fácilmente  desde  Homero  hasta 
I.eopardi.  Pero  esto  no  es  exacto.  La  poesía  no  muere, 
florece  por  el  contrario  eternamente.  Son  pocos  los 
que  en  realidad  sienten  en  sí  e\  fuego  sagrado^  y  la 
mayor  parte  cree  sólo  sincera  pero  equivocadamente 
en  su  existencia.  La  mayoría  de  los  versificadores 
pasa  desapercibida,  ó  no  deja  tras  sí  sf no  el  recuerdo 
de  uno  de  esos  ruidosos  pero  efímeros  triunfos  del 
momento,  que  se  asemejan  á  las  ondas  fugitivas  que 
produce  al  caer  en  las  aguas  tranquilas  una  piedre- 
cilla  cualquiera.  Los  verdaderos  poetas  son  pocos: 
la  humanidad  los  cuenta  por  unidades,  y  su  influen- 
cia sobre  los  hombres  es  fatal,  aún  cuándo  etí  vida 
hayan  pasado  desapercibidos. 

La  sociedad  contemporánea  desdeña,  con  injusticia 
sin  duda,  la  poesía.  No  es  que  crea  que  las  cuerdas 
de  la  lira  eterna  de  los  poetas  han  producido  todas 
las  melodías  posibles,  sino  porque  en  medio  del  posi- 
tivismo intransigente  de  una  época  en  que  la  lucha 
por  la  existencia  se  torna  cada  vez  más  atroz  y  cruel, 


JUEGOS    FLORALES   EN    BUENOS   AIRES  I  57 

no  se  concibe  cómo  haya  gentes  que  dispongan  del 
reposo  que  exige  imperiosamente  el  manejo  del  plec- 
tro. Un  hombre  absorbido  por  los  mil  afanes  de  una 
existencia  agitadisima,  preocupada  su  inteligencia  en 
buscar  continuamente  la  solución  á  los  problemas  de 
la  vida,  no  puede  materialmente  dejar  que  su  alma 
vague  por  esas  regiones  infinitas  que  son  el  patri- 
monio exclusivo  del  estro  de  los  poetas.  De  ahí  que 
la  poesía  sea  practicada  en  la  primera  juventud,  para 
abandonarla  completamente  una  vez  que  el  hombre 
se  lanza  de  lleno  al  torbellino  del  mundo.  De  ahí  que 
la  poesía,  considerada  como  ejercicio  retórico,  haya 
perdido  algo  en  la  consideración  de  la  sociedad  ac- 
tual. 

Pero  esto  no  es,  no  puede  ser  así .  Los  espíritus  pri- 
vilegiados que  sienten  dentro  de  sí  la  llama  del  arte, 
no  lo  olvidan  jamás.  "Hay,  decía  Anacreonte,  una 
pequeña  señal  en  el  corazón,  por  la  que  se  reconocen 
los  amantes".  Los  que  han  nacido  con  el  quid  divi- 
num,  tarde  ó  temprano  tienen  que  rendirle  culto. 
]  Honor  á  los  poetas ! 

He  ahí,  por  de  pronto,  uno  de  los  resultados  prác* 
ticos  de  los  *' Juegos  Florales":  el  público  se  ha  preo- 
cupado de  poesía,  ha  hecho  gustoso  un  paréntesis  á 
la  afanosa  tarea  diaria,  y  se  ha  complacido  en  oír  can- 
tar los  sentimientos  nobles  con  pureza  ejemplarmente 


I  $  8  RESEÑAS   Y   CRÍTICAS 

delicada.  Hay  poetas  de  buena  ley  entre  nosotros... 
ese  solo  convencimiento  es  tan  importante,  que  se  ha 
podido  decir  de  aquella  fiesta,  que  era  ^^  realmente 
auspiciosa ".  , 

Para  hablar  de  poesía  y  sobre  todo  para  juzgarla, 
es  necesario  amarla,  pero  amarla  "  con  amor  del  al- 
ma". Aún  asimismo,  esto  es  sumamente  difícil.  £1 
poeta  infiltra  en  sus  versos  una  parte  de  sí  mismo,  su 
secreta  quimera,  su  ideal  preferido.  "  Se  penetra  en 
lo  que  pertenece  al  gusto  personal  y  particular,  en  lo 
que  la  ^Moca  de  la  casa''  se  ha  puesto  á  adorar  y  á 
vestir  amorosamente  á  su  manera.  Juzgar  los  versos 
de  los  poetas,  es  casi  como  disputar  con  un  amante 
sobre  su  querida,  con  esta  diferencia  sin  embargo  : 
que  si  no  nos  es  permitido  decir  de  aquélla  el  menor 
mal,  se  lleva  la  benevolencia  hasta  autorizarnos  áque 
nos  enamoremos  de  ella  á  nuestro  turno". 

No  es  mi  propósito  entrar,  pues,  por  el  momento 
en  tan  escabrosa  senda.  Pero  sí  creo  poder  observar 
que  los  ''Juegos  Florales"  señalan  un  curioso  fenó- 
meno: ha  concurrido  principalmente  una  parte  de  la 
joven  generación  poética.  Oyuela,  Rivarola,  Várela, 
Oliver,  están  todavía  en  esa  edad  feliz  en  que  la  his- 
toria del  hombre  no  tiene  aún  su  pasado.  No  quiere 
esto  decir  qué  algunos  de  ellos  ño  fueran  ya  ventajo- 
samente conocidos,  y  que  sus  frentes  no  ostentaran 


JUEGOS  FLORALES  EN  BUENOS  AIRES      I  5  Q 

lauros  legítimamente  ganados  en  las  lides  anteriores, 
ó  que  SUS  nombres  no  gocen  ya  de  una  reputación  tan 
justa  como  merecida:  Oyuela  con  su  Canto  al  Arte, 
Rivarola  con  sus  Primaverales^  no  son  por  cierto 
nombres  de  la  última  hora.  Pero  en  esa  misma  gene- 
ración, exceptuando  á  Martín  García  Mérou,  cuyos 
dos  volúmenes  de  Poesías  demuestran  suficientemen- 
te que  es  de  los  verdaderamente  privilegiados ;  Adol- 
fo Mitre,  cuyas  Poesías  recientemente  publicadas  ha- 
cen sentir  con  mayor  razón  que  dolorosas  desgracias 
de  familia  le  hayan  impedido  ocupar  en  el  torneo  el 
puesto  que  le  correspondía ;  se  ve  á  Saenz,  Monsalve 
y  muchos  otros,  permanecer  alejados  de  la  lid.  A  es- 
ta misma  generación  podría  unirse  Alberto  Navarro 
Viola,  cuyos  Versos  hacen  gemir  tan  violentamente 
algunas  de  las  más  recónditas  fibras  del  alma.  La 
generación  inmediatamente  anterior,  Rafael  Obliga- 
do, Martín  Coronado,  Adolfo  Lamarque  y  otros,  no 
ha  querido  tampoco  tomar  parte  en  la  lucha,  sin  que 
por  eso  haya  enmudecido,  pues  la  Ilustración  Ar- 
gentina lo  demuestra  con  elocuencia :  no  han  hecho 
bien,  por  cierto,  porque  desertan  una  obligación  que 
moralmente  se  han  impuesto:  representar  la  poesía 
nacional,  criolla  (si  es  posible  emplear  esa  expresión) 
enorgulleciéndose  de  ser  los  discípulos  de  Echeverría. 
En  cuanto  á  \^  Otra  generación  anterior,  en  que  bri- 


I  6o  RE8EÑAS   Y  CRÍTICAS 


lian  Carlos  Guido  Spano,  Olegario  V.  Andrade  y  Ri- 
cardo Gutiérrez,  parece  que  la  pérdida  reciente  de 
Encina  los  hubiera  paralizado;  pero  Guido  escribe  y 
publica  en  24  horas  su  bello  y  reciente  canto  á  Amé- 
rica, y  Andrade,  el  poeta  laureado  de  los  ^^  Juegos 
Florales"  anteriores,  continúa  siempre  (irme  ante  el 
altar  de  la  Musa.  Pero  de  todas  maneras  ninguna  de 
esas  generaciones  ha  logrado  ejercer,  ni  ejerce,  la 
influencia  poética  que  en  la  sociedad  de  su  época  ejer- 
cieron Várela,  Echeverría,  Mármol  y  Gutiérrez. 

No  es  posible  ni  acertado  entrar  á  analizar  compa- 
rativa ni  aisladamente  todas  las  composiciones  pre- 
miadas en  el  reciente  certamen.  ^'  Difícil  es  hablar 
de  uno  solo  y  omitir  varios:  la  elección  de  uno  se 
convierte  en  injusticia  para  todos  los  otros.  No  es 
menos  delicado  reunir  á  la  vez  varios  en  una  misma 
corona ;  pues  los  bellos  talentos  son  como  las  hermo- 
sas :  la  alabanza  dividida  pierde  á  sus  ojos  lo  más 
precioso  de  su  valor  ". 

Los  torneos  poéticos  anuales,  siempre  que  el  Jura- 
do sea  estrictamente  imparcial,  y  no  se  cometa  la  la- 
mentable ligereza  de  revelar  con  anticipación  á  los 
cuatro  vientos  el  secreto  del  nombre  de  cada  poeta 
que  concurre,  serán  sumamente  benéficos,  y  marca- 
rán una  fecha  en  la  historia  literaria  argentina. 

En  una  sociedad  tan  extremadamente  cosmopolita 


JUEGOS   FLORALES   EN    BUENOS    AIRES  l6l 


como  la  nuestra,  en  la  que  no  hay  rasgos  típicos  ni 
carácter  nacional,  sino  un  confuso  conglomerado  de 
hombres  y  de  nacionalidades,  la  poesía  tiene  una  sa- 
grada misión  que  cumplir :  mostrar  que,  en  medio 
del  revuelto  torbellino  del  momento,  subsiste  el  espí- 
ritu argentino,  y  que  se  sabe  honrar  como  se  debe  á 
la  patria^  la  fe  y  al  amor.  Sólo  á  ese  precio  se  cono- 
cerá que  existe  aún  una  nación  argentina,  pues  de  lo 
contrario  un  espectador  imparcial  cree  más  bien  que 
lo  que  así  se  llama  no  es  más  que  una  inmensa  fac- 
toria  ultramarina,  donde  acuden  los  hombres  de  to- 
dos los  puntos  del  globo,  con  el  propósito  único  de 
enriquecerse...  y  de  enriquecerse  pronto. 


Noviembre  de  1883. 


)  n 


VI 


EL   LIBRO   DE   MONSALVE 


(Juveniliay  por  Carlos  Monsalve,  t   volumen  en  8<*,  de  300  páginas) 


^^  ONCORDES  están  todos  los  autores  en  colocar  á  la 
V->/  novela  en  el  primer  rango  entre  las  variadas 
producciones  de  la  literatura  moderna.  Desdeñada 
hasta  ahora  por  los  mismos  mentores  del  arte  lite- 
rario, vista  de  reojo  por  mucho  tiempo  en  las  familias 
honestas,  la  novela,  sin   embargo,   es  actualmente 

el  más  perfecto  y  acabado  de  los  géneros  de  la  lite- 
ratura. 

Por  esa  razón,  quizá,  sólo  se  ufanan  de  tener  gran- 
des novelistas  los  pueblos  que  poseen  literatura  glo- 
riosa ya,  y  cuya  civilización  ha  alcanzado  extraordi- 
nario desenvolvimiento. 

La  literatura  argentina,  salvo  raras  excepciones,  ha 


164  RESEÑAS   Y   CRÍTICAS 

ofrecido  el  curioso  fenómeno  de  carecer  casi  por  com- 
pleto de  novelistas.  El  doctor  don  Vicente  F.  López 
con  su  Novia  del  Hereje,  y  don  José  Mármol  con  su 
Amalia,  puede  decirse  que  son  los  dos  principales. 

La  primera  de  esas  novelas  parece  obedecer,  aun- 
que lejanamente,  á  la  influencia  walterscotiana,  sien- 
do al  par  que  histórica  por  su  pronunciado  sabor  ar- 
queológico, también  interesante  por  el  análisis  de  los 
caracteres  y  la  pintura  de  las  pasiones  La  segunda 
es  principalmente  descriptiva,  pero  subordinada  á  la 
demostración  de  una  tesis,  lo  que  sin  embargo  no  ami- 
nora en  nada  las  cualidades  excepcionales  que  para  el 
género  revelaba  su  autor.  Este  dedicóse  más  á  la  poe- 
sía y  su  nombre  será  imperecedero  bajo  este  punto  de 
vista.  El  otro,  sumido  hoy  en  trabajos  profundos  39- 
bre  la  historia  patria,  parece  haberse  desviado  com  - 
pletamente  del  género  que  cultivó  con  tan  brillante 
éxito. 

Ambas  novelas  son  americanas  ert  toda  la  exten- 
sión de  la  palabra.  La  una  se  circunscribe  al  Perú 
durante  la  fastuosa  época  colonial,  deleitándose  en  la 
''ciudad  de  los  reyes",  y  esmerándose  en  la  pintura 
de  aquel  famoso  Drakc,  cuyas  correrías  marítimas 
tanto  mal  hicieron  á  la  metrópoli.  La  otra  es  argen- 
tina, y  pinta  las  costumbres  de  Buenos  Aires  duran- 
te la  tiranía  de  Rosas,  con  una  viveza  de  colorido  y 


EL   LIBRO   DE   MON SALVE  I  6  5 

un  tinte  dramático  tan  pronunciado,  que  obliga  al 
lector  á  no  abandonar  el  libro  cuando  ya  lo  ha  empe- 
zado á  leer. 

No  pretendo  decir,  con  todo.,  que  esas  dos  novelas 
sean  las  únicas  que  presenta  nuestra  literatura.  Fue- 
ra injusta  y  errádisima  semejante  aseveración.  Pres- 
cindiendo de  una  serie  de  novelas-romances  y  de  no- 
velas crónicas,  cuya  lista  es  en  realidad  larga,  no 
puede  dejar  de  nienpionarse  al  Médico  de  San  Luis^ 
cuya  talentosa  autora  semi-oculta  bajo  el  sencillo 
pseudónimo  de  *' Daniel",  ha  logrado  trazar  un  bello 
y  tranquilo  cuadro  de  la  vida  de  provincia,  tan  regu- 
lar en  sus  oscilaciones  y  tan  igual  en  sus  fenómenos. 
Doña  Juana  Manuela  Gorriti,  cuyos  Sueños  y  Reali- 
dades son  populares,  ha  producido  más  bien  ligeros 
cuentos  que  novelas  propiamente  dichas,  si  bien  al- 
gunas narraciones,  como  Un  año  en  California,  pre- 
sentan todos  los  caracteres  del  género.  Si  á  estas 
obras  se  agregan  la  Margarita,  de  la  señora  Josefina 
P.  de  Sagasta,  las  producciones  de  don  Ángel  J. 
Blanco  y  otras,  se  tendrá  casi  completo  el  catálogo  de 
las  novelas  argentinas. 

En  la  joven  generación  literaria,  nótase  igual  fe- 
nómeno. Hay  carencia  y  á  la  vez  necesidad  de  nove- 
listas. Pero  éste  como  el  poeta  del  autor  clásico,  nace, 
pero  no  se  hace.  El  distinguido  naturalista  doctor  E. 


I  66  RESEÑAS   Y   CRÍTICAS 


L.  Holmbcrg,  es,  con  todo,  una  excepción,  porque  ha 
cultivado  el  género  y  sus  Dos  partidos  en  lucha^  pa  - 
ra  no  mencionar  sino  una  sola  de  sus  novelas,  ha  te- 
nido verdadero  éxito.  Carlos  Monsalve  ha  escrito  más 
bien  cuentos  que  novelas,  pero  muchos  de  sus  folleti- 
nes revelan  que  para  producir  aquéllas  sólo  le  falta 
querer... 

.  La  prueba  de  este  acertó  está  justamente  en  el  vo- 
lumen^quc,  con  el  título  de  Juventlta^  acaba  de  pu- 
blicar. 

A  primera  vista  el  libro  de  Monsalve  parece  un  vo- 
lumen recientemente  llegado  de  París,  tal  ha  sido  el 
esmero  con  que  se  han  imitado  todos  los  detalles  que 
caracterizan  los  conocidos  volúmenes  de  Charpentier 
ú  otro  editor  en  voga.  Su  aspecto  externo,  color  de 
las  tapas  y  gusto  tipográfico,  engañan  completamente 
en  ese  sentido. 

El  contenido  del  libro  es  también  un  poco  parisien- 
se, por  lo  menos  en  cuanto  á  su  índole,  pues  son  ar- 
tículos literarios  de  diversa  naturaleza,  publicados  en 
los  diarios  en  diferentes  épocas,  y  que  reunidos  for- 
man uno  de  esos  volúmenes  de  misceláneas,  tan  fre- 
cuentes en  la  moderna  literatura  francesa. 

El  autor  justifica  el  título  y  contenido  de  su  libro 
con  estas  palabras:  ''el  título  de  estas  páginas  de 
veinte  años  es  su  explicación  y  mi  disculpa".  Divide- 


EL   LIBRO    DE   MONSALVE                             167 
™ - í •• 

se  el  libro  en  dos  secciones  desiguales  por  su  conteni- 
do y  aún  por  su  mérito :  en  prosa  y  en  verso.  La  pri- 
mera la  componen  los  siguientes  artículos  :  i*  Gris, 
2*  Mosquito,  y  Moon-ltght,  4*  Cómo  viven,  $*  El  ave 
de  Zeus,  6"  Estela,  7"  El  hombre  de  piedra,  8*  De  un 
mundo  d  otro,  g*  La  botella  de  champagne,  1  o*  El 
gnomo,  1  !•  Historia  de  un  paraguas,  12"  Ibraim, 
-I  3*  Ultima  escena,  14"  La  tentación,  i  5*  E/  vie- 
jo Mullos.  La  segunda  sólo  contiene  :  1  •  Cantó  d 
Eduardo,  2*  En  tramway,  3*  Sin  titulo. 

Prescindiré  de  la  segunda  parte,  pues  si  bien  el  se- 
ñor Monsalve  maneja  con  facilidad  la  rima,  y  emplea 
con  desenvoltura  la  antigua  fabla  de  nuestros  ante- 
pasados, sin  embargo,  no  será  seguramente  como  poe- 
ta que  ha  de  conquistar  en  la  literatura  argentina  un 
nombre  espectable,  pues  sus  cualidades  de  prosista 
son  infinitamente  superiores. 

Sus  artículos  son  en  su  totalidad  cuentos,  peque- 
ñas narraciones,  que  por  la  sencillez  de  la  trama  y  su 
rápido  desarrollo  se  asemejan  á  la  nouvelle  francesa, 
ese  amable  género  literario  que  los  escritores  con- 
temporáneos tratan  de  resucitar  con  éxito.  Las  más 
de  las  veces  sus  cuentos  revelan  una  difícil  fácil 'dad, 
se  entrevé  el  estudio  previo  que  han  necesitado,  y  la 
constante  preocupación  del  modelo  que  da  al  fondo  y 
á  la  forma  una  cierta  tendencia  á  los  efectos  de  lo  ex- 


I  68  RESEÑAS   Y   CRÍTICAS 


traño,  inverosímil,  fantástico  ó  antitético.  Poé  y 
Hawthorne  han  sido  probablemente  autores  favori- 
tos del  que  ha  escrito  El  hombre  de  piedra,  La  bote- 
lla de  champagne,  De  un  mundo  d  otro  y  la  fíts- 
torta  de  un  paraguas.  Baudelaire  ciertamente  es 
también  un  poeta  favorito  del  autor  de  Gris,  El 
gnomo,  y  de  la  conclusión  de  La  tentación  A  veces 
parece  que  la  sombra  de  Gautier  ó  Paul  de  Saint- 
Víctor  hubiera  impulsado  al  autor  á  escribir  artícu- 
los como  El  ave  de  Zeus.  Otras  veces  se  revela  el  ob- 
servador joven  y  alegre,  como  en  Mosquito;  y  tra- 
tando de  ridiculizar,  aunque  algo  exageradamente, 
las  costumbres  de  ciertos  barrios  bonaerenses^  cQmo 
en  Cómo  viven,  La  tentación  y  en  Estela.  Otras,  ha 
sabido  emocionar  al  lector,  como  en  las  páginas  de 
la  Ultima  escena ;  ha  dejado  vagar  su  imaginación, 
como  en  Ibraim  y  El  viejo  Huí  los ;  ó  se  ha  compla- 
cido en  escribir  sencillamente  una  página  literaria, 
como  en  Moon-light. 

En  todos  estos  diversos  artículos,  el  señor  Monsalve 
se  revela  estilista  verdadero  y  demuestra  que  hay  en 
él  tela  para  un  futuro  novelista.  La  mayor  parte  de 
sus  cuentos  son,  es  cierto,  algo  artificiales,  pues  el 
tema  ha  sido  rebuscado,  como  en  El  hombre  de  pie- 
dra y  De  un  mundo  d  otro,  Pero  en  aquéllos  en  que 
ha  observado  á  su  alrededor   y  tratado  de  describir 


EL   LIBRO   DE   MONSALVE  I  69 

escenas  de  la  vida  diaria  y  costumbres  locales,  revela 
que  puede  ser,  si  él  lo  quiere,  un  excelente  escritor 
de  costumbres  —  como  cuando  describe  con  na  tu* 
ralidad  y  acierto  las  aventuras  de  Mosquito, 

Uno  de  sus  artículos  más  aplaudidos,  y  con  suma 
razón,  ba  sido  El  ave  de  Zeus,  Escrito  con  gracia, 
facilidad  y  alardeando  no  frecuente  conocimiento 
de  la  vida  griega  en  la  grande  época,  su  conclusión, 
si  bien  algo  entrevista,  es  de  un  puro  gusto  clásico. 
Su  Ultima  escena  es  verdaderamente  interesante,  si 
bien  débil  su  trama,  pero  la  muerte  del  viejo  cosaco 
y  de  su  fiel  perro  es  dramática  y  conmovedora. 

Tiene  el  señor  Monsalve  una  decidida  tendencia  á 
filosofar  —  pero  á  filosofar  con  ese  escepticismo  y  esa 
precoz  experiencia  de  los  veinte  años,  que  caracteri- 
zan el  romántico  mal  tan  bien  descrito  por  el  autor 
de  La  confession  d'un  enfant  du  siécle.  Las  notas 
amargas  del  que  llamó  á  sus  versos,  Flores  del  mal^ 
se  hacen  sentir  también  en  muchas  páginas  de  este 
libro.  En  Gris  la  antitesis  es  completa :  al  lado  del 
soñador  Augusto,  lleno  de  ilusiones  y  con  el  santo 
entusiasmo  de  la  juventud,  está  Julio,  hastiado  de  la 
vida,  aburrido  de  los  hombres,  seco  el  corazón,  mar- 
chita ya  la  flor  de  la  esperanza.  Es  Gris  uno  de  los 
mejores  capítulos  del  libro,  y  el  autor,  tanto  en  la 
pintura  de  ambos  caracteres,  como  en  la  conversación 


170  RESEÑAS    Y   CRITICAS 


de  los  dos  amigos,  ha  puesto  especialísimo  esmero. 
Augusto,  sin  embargo,  es  demasiado  soñador,  para 
tener  *'el  contrapeso  de  su  razón  clara  y  severa"  ; 
Julio,  más  que  original,  es  un  egoísta  perezoso. 
Analícese  por  un  momento  á  Gris.  La  amistad  de 
caracteres  tan  opuestos  es  un  fenómeno  común ;  Au- 
gusto y  Julio  tenían  que  ser  amigos  tan  sólo  de  la 
manera  como  el  autor  los  pinta.  El  primero  sé  vé 
quc  á  pesar  de  sus  defectos  era  un  leal  y  gran  carác- 
ter, difícil  para  abordarlo  pero  decidido  en  sus  afec- 
tos ;  arrebatado  á  veces,  pero  hombre  poco  común  en 
el  fondo.  El  segundo  es  correcto,  está  bien  con  to- 
dos, y  su  escepticismo  es  más  bien  una  indiferente 
apatía  que  raya  en  egoísmo,  y  que  hace  entrever  que 
eii  el  fondo  poco  le  importa  su  amigo.  Augusto  —  al 
decir  del  autor —  ''  era  apasionado,  tenaz  en  sus 
propósitos,  amigo  de  la  acción  y  dominante;  su  ima- 
ginación exaltada  tenía  el  contrapeso  dé  su  razón 
clara  y  severa  ;  y  la  vehemencia  de  su  carácter  le  ha- 
cía injusto  en  sus  arrebatos,  pero  pasados  los  prime- 
ros ímpetus  se  apresuraba  á  reconocer  la  falta  y  tra- 
taba de  repararla".  Hé  ahí  un  carácter  bien  definido; 
los  colores  son  vigorosos,  las  sombras  y  las  luces  se 
destacan.  Percal  final  del  cuento,  los  desengaños  lo 
hieren  profundamente,  amargan  su  existencia,  lo 
hacen   reconcentrado    y    altivo;    entonces    la  turla 


EL   LIBRO   J>E   MON SALVE  1  7  I 

multa  lo  tachará  de  egoísta,  de  orgulloso  ;  ca  suma, 
no  pudiendo  hacer  de  él  lo  que  se  les  antoja,  prefie- 
ren combatirlo  con  armas  vedadas.  Julio  desde  el 
comienzo  hasta  el  fin  del  cuento,  se  conserva  lo  mis- 
mo: un  hombre  frío,  apático,  egoísta  en  el  fondo  de 
su  alma,  indiferente,  pero  cortés  y  leal  ^^  como  algo 
de  pasivo  y  matemático  ",  con  arranques  infantiles  á 
veces,  escéptico  pour  la  pose,  y  que,  conservando 
siempre  la  apariencia  correcta,  poco  le  importa  de  las 
cosas  y  de  los  hombres,  en  tanto  no  le  perturban  su 
tranquila  vida  diaria. 

.  Tal  sería  la  deducción  final  de  Gris,  dado  el  de- 
senvolvimiento que  su  autor  desde  un  principio  ha 
observado.  Es  cierto  que  tal  no  es  la  conclusión  ex- 
presa del  cuento,  pero  no  es  menos  exacto  que  es  la 
que  lógicamente  se  desprende  de  la  acción  que  en  él 
se  desarrolla.  Se  vé,  pues,  cómo  llevando  hasta  las 
últimas  consecuencias  las  premisas  del  cuento,  se  ob- 
tiene  un  resultado  que  no  trepido  en  clasificar  de  in- 
verosímil, y  que  estoy  seguro  no  ha  tenido  en  vista  el 
autor.  La  complacencia  con  que  se  ocupa  de  Julio 
bastaría  para  demostrarlo.  Ni  Julio  es  en  el  fondo  tan 
egoísta,  ni  tan  indiferente  como  resultaría  serlo,  ni 
parece  posible  encontrar  carácter  de  ese  temple.  El 
análisis  está  demasiado  concretado  á  las  apariencias, 
pues  Julio  por  el  hecho  de  ser  joven,  de  ser  instruido, 


172  RESEÑAS   Y   CRÍTICAS 


y  de  poseer  las  cualidades  que  le  atribuye  el  autor  de 
Gris,  tiene  forzosamente  que  ser  un  hombre  sano  de 
espíritu  y  leal  de  carácter  :  el  Julio  de  Gris  es  más 
bien  un  Julio  de  convención,  que  respira  momentánea- 
mente la  atmósfera  del  Adolphe  de  6.  Constant,  del 
Rene  de  Chateaubriand  ó  del  Rolla  de  Musset. 

Gris  es,  sin  embargo,  un  cuento  sencillo,  pues  evi- 
dentemente el  autor  no  ha  querido  sacar  de  su  tema 
todo  el  partido  posible  y  sin  embargo,  la  tela  están 
rica  !... 

El  señor  Monsalve  aborda,  pues,  la  novela  por  su 
género  más  difícil  que  es  el  psicológico,  poniendo  en 
juego  sólo  las  pasiones  y  la  inteligencia  de  sus  perso- 
najes, y  tratando  de  profundizar  lo  más  posible  el 
análisis  de  sus  caracteres.  Pero  esto  requiere  una  ex- 
periencia variada,  que  sólo  se  obtiene  con  los  años  y, 
necesario  es  decirlo,  con  los  sufrimientos.  La  novela 
psicológica  es  sumamente  difícil,  pues  el  novelista  no 
tiene  allí  nada  que  le  ayude  ni  que  pueda  aminorar 
las  flaquezas  posibles  de  algunos  pasajes;  la  imagi- 
nación del  lector  no  se  distrae  en  accesorio  alguno, 
se  concentra  en  el  fondo  del  asunto  y  sigue  minucio- 
samente la  marcha  de  la  trama,  sus  factores,  su  de- 
senvolvimiento. No  se  le  escapa,  pues,  defecto  algu- 
no. El  novelista  se  encuentra  en  el  durísimo  trance 
de  descollar  por  sus  pinceladas  certeras  y  brillantes. 


EL   LIBRO   DE   MONSALVE  I  7  3 

Ó  de  caer  en  la  banalidad  de  repetir  superficialmente 
los  fenómenos  de  la  vida  diaria.  En  una  palabra,  la 
novela  psicológica  requiere  un  Balzacóun  Stendhal, 
por  lo  profundo  de  su  observación,  ó  más  bien  un  Va- 
lera,  por  lo  dueño  de  sí  y  lo  impecable  en  la  forma; 
pero  un  Valera  realista,  y  que,  como  el  eximio  litera- 
to español,  enamore,  como  se  ha  llegado  á  decir,  á 
los  sibaritas  de  las  letras  juntando  la  flor  y  nata  de 
tres  ideales  de  belleza  literaria:  el  pagano,  el  del  his- 
pano siglo  de  oro  y  el  de  la  refinada  cultura  moderna, 
junto  con  su  inimitable  vena  dicharachera  y  jocosa.  Es- 
tas juiciosas  observaciones  repetidas  recientemente 
por  la  distinguida  señora  Pardo  Bazán,  demuestran 
que  no  podía  exigirse  del  señor  Monsalve  que  de  un 
golpe  alcanzara  á  ponerse  al  mismo  nivel :  su  edad 
por  lo  menos  lo  escuda  suficientemente  contra  seme- 
jante exigencia.  Ha  preferido,  sin  embargo,  iniciarse 
por  el  más  difícil  de  los  géneros,  pues  para  descollar 
en  la  novela  psicológica  se  verá  obligado  no  sólo  á 
adquirir  una  elegante,  castiza  y  pura  dicción,  sino  á 
emplear  el  mayor  esmero  y  atención  en  escrutar  y 
sondear  los  arcanos  misteriosos  del  alma,  para  expli- 
carlos —  parodiando  un  dicho  célebre  —  en  frases  de 
oro  y  párrafos  de  marfil. 

Casi  todos  los  artículos  del  señor  Monsalve  son,  si 
€S  permitido  expresarse  así,  subjetivos,  porque,  con- 


I  74  RESEÑAS   Y   CRÍTICAS 

cluída  su  lectura,  y  dejado  ya  el  libro,  el  pensa- 
miento se  lanza  en  un  dédalo  de  meditaciones,  lie 
gando  quizá  hasta  el  extremo  de  la  ruta  que  el  autor, 
con  malicia  sin  duda,  se  contenta  con  dejar  adivi- 
nar. 

Sé  ha  repetido  con  frecuencia,  que  aun  novelista 
argentino  sólo  le  quedan  dos  caminos  para  adquirir 
verdaderos  méritos  en  nuestra  literatura  nacional : 
dedicarse  á  la  novela  histórica,  exhumando  nuestro 
pasado,  ó  consagrarse  á  la  novela  social,  describiendo 
nuestras  costumbres.  Me  parece  demasiado  exclusiva 
esta  opinión. 

Para  descollar  en  lo  primero  habría  que  seguir  las 
huellas  de  Mesonero  Romanos  ó  de  Pérez  Galdós,  y 
icómó  igualar  las  Memorias  de  un  setentón^  ó  los 
Episodios  nacionales?  En  las  Memorias  ''vemos  los 
retratos  en  miniatura,  los  inmensos  cuadros  al  óleo, 
los  grabados  de  la  época,  autógrafos  y  manuscritos, 
una  reliquia  simbolizando  una  preocupación,  una  al* 
haja  representando  el  pasado  lujo,  una  casaca  desco- 
lorida... cuanto  contuvo,  reflejó  y  conserva  tradición 
ó  memorias  pasadas  y  puede  ayudarnos  á  i*econsti- 
tuir  con  la  imaginación  una  familia  y  adivmar  una 
época,  pero  sin  que  escuchemos  más  voz  que  la  de 
un  respetable  superviviente,  al  cual  oímos  referir, 
con  cierta  tristeza,  pausada  y  severamente,  cómo  pa- 


EL   LIBRO   DE   MONSALVE  1  7  ? 


saronante  él  dinastías,  eminencias,  intrigantes,  genios 
y  malvados  y  cómo  presenció,  lejos  de  toda  lucha  y  to* 
da  preocupación,  triunfos  artísticos,  catástrofes  polí- 
ticas, luchas  fratricidas,  revoluciones  y  restauracio- 
nes ".  El  modelo  es,  como  se  ve,  difícil  no  digode  supe- 
rar, sino  de  imitar.  Quizá  para  ello  estuviera  el  señor 
Monsalve  en  una  verdadera  imposibilidad»  pues  para 
esas  verdaderas  exhumaciones  arqueológicas  se  necesi- 
ta haber  vivido  de  la  vida  de  la  época  pasada  que  se  des- 
cribe, y  pertenecer  por  lo  tanto  al  número  de  los  que 
se  encuentran  en  el  último  tercio  de  la  vida.  No  se 
puede,  en  efecto,  hablar  de  las  cosas  pasadas  con  Jos 
detalles  y  el  colorido  de  Mesonero  Romanos,  sino  cuan- 
do se  ha  visto  ó  se  ha  oído  lo  que  se  refiere.  Ahora 
bien,  el  señor  Monsalve  se  encuentra  recién  en  la  pri- 
mavera de  la  vida,  y  para  desempeñar  el  papel  que 
se  le  quiere  imponer,  ya  que  le  falta  la  edad,  sería 
forzoso  haber  llevado  la  vida  portentosa  del  erudito 
Menéndez  Pelayo,  ó  realizar  la  mistificación  de  Paul 
Lacroix,  quien  en  sus  mocedades  logró  hacer  pasar 
á  su -pseudónimo  **  Bibliophile  Jacob",  como  si  perte- 
neciera á  un  sexagenario.  Y  para  esto  mismo  falta- 
ríale  al  señor  Monsalve  fuentes  fidedignas  donde  be- 
ber los  datos  y  la  erudición  necesaria,  porque  sólo  en 
estos  últimos  años  el  doctor  José  A.  Wilde,  con  su 
Buenos  Aires  setenta  años  atrás,  y  Víctor  Gal  vez. 


IjO  RESEÑAS   Y   críticas 

con  sus  famosas  Memorias  de  un  viejo,  han  demos- 
trado que  comienza  á  haber  alguna  inclinación  á  esa 
clase  de  estudios. 

Por  las  razones  anteriores,  parécemc  obvio  dejar  de 
lado  los  Episodios  nacionales,  que  como  se  ha  dicho, 
es  trabajo  excepcional  por  la  hermosa  verdad  con  que 
está  escrito,  por  la  frescura  de  sus  cuadros,  lo  huma- 
no de  sus  innumerables  actores  de  aquel  hermoso  tea- 
tro, que  hablan,  so  visten,  conspiran,  se  agitan,  aman 
y  viven  en  un  escenario  real,  que  sólo  pudo  detallar 
un  escritor  de  las  condiciones  de  Galdós. 

Parecería,  pues,  que  no  le  queda  al  novelista  ar> 
gentino  sino  la  novela  social  ó  de  costumbres.  Pero, 
en  este  género,  cuan  vasto  campo  y  cuan  variados 
modelos  se  presentan !  Concretándose  simplemente  á 
nuestra  madre  patria  en  su  época  novísima,  puede 
elegir  ser  realista,  á  la  manera  del  eminente  Pereda, 
pero  circunscribiéndose  entonces  á  cantar  sempiter- 
namente al  inagotable  Sabor  de  la  tierruca,  ó  como 
el  alegre  Galdós,  sobrepasando  á  Doña  Perfecta,  Glo- 
ria ^  y  la  Familia  de  León  Rock ;  ó  ser  idealista,  como 
el  ilustre  Valera,  para  tener  siempre  presentes  á  Pe- 
pita Jiménez  y  Doña  Luz,  6  como  Alarcón,  el  román- 
tico autor  de  El  final  de  Norma t  pero  también  del 
soberbio  Sombrero  de  tres  picos.  Prescindo  por  lo  es- 
pecial de  sus  tendencias,  de  Fernán  Caballero,  cuyos 


KL,  LIBRO   DE   MON SALVE  I  7  7 


labriegos,  curas  y  pastores,  se  mueven  en  la  poética 
Andalucía,  iluminados  por  el  sol  del  mediodía,  que 
Fortuny,  para  usar  una  expresión  popular,  conden  - 
só  en  sus  cuadros.  ¿Y  si  la  Gaviota  no  podía  presen  - 
tarse  como  modelo,  lo  serían  acaso  los  Cuentos  de 
Trueba?  Ciertamente  que  no,  porque  con  verdad  se 
ha  dicho  que  si  algunas  escenas  rurales  de  Trueba 
agradan,  es  como  agrada  contemplar  el  curso  de  un 
riachuelo  poco  profundo  y  de  márgenes  amenas.  Sel- 
gas,  por  otra  parte,  aunque  describe,  —  y  quizá  de- 
masiado —  las  costumbres  actuales,  es  más  bien  hu- 
morista, abusando  de  la  paradoja  sutil  envuelta  en 
delicadísimos  arabescos. 

A  pesar,  con  todo,  de  las  dificultades  del  género, 
paréCcme,  sin  embargo,  que  la  novela  social  es  el 
campo  de  acción  más  propicio  para  el  novelista  ar- 
gentino; campo  de  acción  variadísimo,  sea  estudian- 
do la  múltiple  vida  de  nuestras  grandes  y  cosino- 
politas  ciudades,  las  pintorescas  costumbres  de  los 
gauchos  y  de  los  que  habitan  las  campañas  ó  las 
serranías,  sea  penetrando  en  la  singular  vida  de  las 
colonias,  ó  describiendo  la  existencia  patriarcal  y  los 
rasgos  característicos  de  la  vida  de  las  provincias 
mediterráneas. 

Una  novela  de  esas  tendencias  sería  verdaderamen- 
te argentina,  tendría  lugar  imperecedero  en  la  litc- 

12 


J  yB  RESEÑAS    Y   CRÍTICAS 

ratura  nacional,  y  despertaría  la  adormecida  curiosi- 
dad de  nuestro  público  por  esa  clase  de  produccio- 
nes. Una  novela  de  ese  género  sería  ensalzada  y  de- 
primida demasiado  y  á  la  vez,  pero  como  sólo  las 
obras  discutidas  viven  y  valen,  resultaría  siempre 
que  para  el  novelista  quedaría  la  posibilidad  de  im- 
poner á  la  larga  su  opinión  al  público.  Se  activaría 
entonces  el  movimiento  intelectual  argentino,  y  des- 
pertada la  curiosidad,  vendría  el  estímulo,  y  se  reve- 
larían quizá  muchos  novelistas  posibles  que  actual- 
mente por  pereza  intelectual  no  se  resuelven  á  utili- 
zar las  dotes  que  poseen.  Además,  una  novela  de  ese 
orden  sería  un  verdadero  documento  histórico  para 
la  posteridad  y  sería  una  arma  terrible  en  manos  de 
un  escritor  de  chispa  y  de  talento.  En  una  palabra, 
como  las  pequeñas  cosas  producen  los  grandes  resul- 
tados, quizá  la  novela  social,  cultivada  con  éxito,  da- 
ría por  resultado  una  verdadera  revolución  en  nues- 
tra vida  intelectual. 

El  señor  Monsalve,  si  lo  quiere,  será  un  notable 
novelista  argentino.  En  la  generación  joven,  pres- 
cindiendo de  banderías  y  de  aplausos  de  cenáculo, 
ocupa  distinguidísimo  lugar.  Es  observador  pene- 
trante, no  sólo  describe  lo  que  vé  y  lo  que  pasa,  sino 
que  analiza  las  causas,  y  penetra  en  el  resorte  ín- 
timo  de  las  pasiones  con   mano   firme    y   certera. 


EL    LIBRO   DE  MONSALVE  I  79 

Tiempo  es  ya  que  deje  de  concretar  su  productividad 
á  ligeros  artículos,  masó  menos  interesantes  :  está 
en  la  edad  en  que  la  sangre  bulle  generosamente,  la 
inteligencia  es  clara  y  se  encuentran  en  apogeo  sus 
facultades  —  dediqúese  á  la  novela,  ese  género  lite- 
rario que  cada  día  se  enseñorea  más  del  mundo,  y 
aprovechando  la  riquísima  tela  que  le  ofrece  la  cu- 
riosa y  carasterística  vida  de  nuestro  país,  llegue  á 
conquistarse  en  vida  envidiable  fama,  deje  en  la  li- 
teratura argentina  nombre  imperecedero,  y  ejerza 
sobre  su  época  y  sus  contemporáneos  la  justa  in- 
fluencia de  los  que,  como  dice  el  verso  antiguo,  per- 
tenecen á  los  pauci^  quos  equus  Júpiter  amavit. 


Marzo  de  1884. 


vil 


UN    LIBRO   DE   GANÉ 


[Enviaje,  1881-1882.  Paris,  188.1.  1  v.  en  8»  de  xxiv-^aj  pág.) 


TARDE  parece  para  hablar  del  libro  del  Sr.  Mi- 
guel Cañé,  resultado  de  su  escursión  á  Colom- 
bia y  Venezuela  en  el  carácter  de  Ministro  Residente 
de  la  República  Argentina.  Hoy  el  autor  se  encuentra 
en  Viena,  de  Enviado  Extraordinario  y  Ministro  Pleni- 
potenciario de  nuestro  país  cerca  del  gobierno  aus- 
tro húngaro.  Flabrá  quizá  extrañado  que  la  Nueva 
Revista  de  Buenos  Aires  haya  guardado  silencio  so- 
bre su  último  libro,  tanto  más  cuanto  que  —  ¡  rara 
casualidad!  —  á  pesar  de  ser  el  Sr.  Cañé  conocidí- 
simo entre  nosotros,  jamás  lo  ha  sido,  puede  decirse, 
sino  de   vista   por    el    que  ésto    escribe.  Y  eso  que 


l82  RESEf<AS  Y  CRÍTICAS 

siempre  he  tenido  los  mayores  deseos  de  tratarle 
personalmente,  por  las  simpatías  ardientes  que  su 
carácter,  sus  prendas  y  —  sobre  todo  —  sus  escritos 
me  merecían.  De  ahí,  pues,  que  estuviera  obligado  á 
hablar  de  este  libro.  Digo  ésto  para  demostrar  que 
la  demora  en  hacerlo  ha  sido  del  todo  ajena  á  mis  de^ 
seos.  El  Sr.  Cañé,  periodista  de  raza,  sabe  por  expe- 
riencia cuan  absorbente  es  el  periodismo,  máxime 
cuando  es  preciso  hacerlo  todo  personalmente,  como 
sucede  en  empresas  del  género  de  la  Nueva  Re- 
vista. 

Había  leído  el  espiritual  artículo  que  sobre  este 
mismo  libro  publicó  en  El  Diario,  tiempo  ha,  M. 
Groussac  —  otro  escritor  á  quien  todavía  no  me  ha 
sido  dado  tratar.  El  sabor  francés  disfrazado  de 
chispa  castellana,  me  encantó  en  ese  artículo,  en  el 
cual  se  decían  al  Sr.  Cañé  verdades  de  á  puño,  ter- 
minando ala  postre  con  un  merecido  elogio.  Poste- 
riormente, y  en  el  mismo  diarlo,  publicóse  una  carta 
del  criticado  autor,  en  la  que  se  defendía  con  gra- 
cia infinita,  y  con  finísimo  desparpajo  reprodu- 
cía el  bíblico  precepto  del  ^' ojo  por  ojo,  diente  por 
diente". 

Oida  la  acusación  y  la  defensa,  puede,  pues,  abrirse 
juicio  sobre  el  valor  del  libro.  Crítico  y  criticado  pa- 
recen estar  de  acuerdo  acerca  de  algunos  defectillos. 


UN   LIBRO   DE  CAÑÉ  I  83 

disienten  en  otros,   y  parecen  no  haber  querido  re- 
cordar el  verso  clásico : 

Ni  cel  excés  e^honneur,  ni  cette  indigniti. 

Gané  es  un  estilista  consumado*  Dice  en  su 
carta  que  D.  Pedro  Goyena  se  intrigaba  buscando  su 
filiación  literaria,  y  M.  Groussac  formalmente  de- 
clara haberla  encontrado  en  Taine.  Error  completo 
en  mi  concepto.  Si  de  alguien  parece  derivar  directa- 
mente Gané,  es  de  Merimée,  y  elautor  de  Colomba 
comparte  su  influencia  en  esto  con  lo  que  ha  dado  en 
llamarse  el  beylismo.  No  diré  que  tuviera  la  altiva  es- 
crupulosidad de  Merimée  en  limar  hasta  diez  y  siete 
veces  un  mismo  trabajo,  para  no  chocar  con  su  con- 
cepto artístico,  sin  importársele  mucho  de  la  popula- 
ridad :  pero  sí  que  está  impregnado  de  la  desdeñosa 
filosofía  del  autor  del  Rouge  et  noir.  Pero  el  autor 
de  los  Ensayos^  como  de  En  Viaje f  es  más  bien  de  la 
raza  de  Th.  Gautier,  de  P.  de  Saint-Victor,  y  —  i  por 
qué  no  decirlo  ?  —  del  escritor  italiano  á  quien  tanto 
festéjase  ahora  en  Buenos  Aires  :  De  Amicis.  Es  ante 
todo  y  sobre  todo,  estilista.  No  diré  que  para  él  la 
naturaleza,  las  cosas,  y  los  acontecimientos  son 
simplemente  temas  para  desplegar  una  difícil  virluc 
sité  (para  echar  mano  del  idioma  que  tanto  prefiere  el 
autor  de  En  Viaje),  Nó  !  se  ha  dicho  de  De   Amicis 


184  RESEÑAS   Y   CRÍTICAS 


que  es  el  ingenio  más  equilibrado  de  la  nvoderna  li- 
teratura italiana:  su  pensamiento  es  variado  y  de  un 
colorido  potente ;  pero  atraído  por  su  índole  gene- 
rosa y  cortés,  prefiere  las  descripciones  que  se  atanrf^ 
dan  mayormente  con  su  carácter :  se  conmueve  y 
admira.  Creo  que  hay  mucho  de  eso  en  Gané,  per© 
por  cierto  no  es  el  sentimentalismo  lo  que  campea 
en  su  libro,  sino  que  hay  mucha  —  i  demasiada  }  — 
grima  en  juzgar  lo  que  vé  y  hasta  lo  que  hace.  Cané^ 
lo  confiesa  en  su  carta.  Pero  en  cambio,  f  qué  faci- 
lidad !  ¡  cómo  brotan  de  su  pluma  las  descripciones 
brillantes,  los  cuadros  elegantes  I  El  lector  nota  que 
se  encuentra  en  presencia  de  un  artista  del  estilo,  y, 
arrullado  por  el  encanto  que  le  produce  la  magia  de 
la  frare,  se  deja  llevar  por  donde  quiere  el  autor,  y 
prefiere  ver  por  sus  ojos  y  oír  por  sus  oídos. 

He  oído  decir  que  el  carácter  del  Sr.  Gané  es  tan 
jovial  como  bondadoso  y  franco :  en  su  libro  ha  que- 
rido sin  duda  hacer  gala  de  escepticismo,  y  deja  en- 
trever con  mucha —  c demasiada?  —  frecuencia,  la 
nota  siempre  igual  del  eterno  fastidio.  Y  sin  em- 
bargo, qué  amargo  contrasentido  encierra  ese  origi- 
nal deseo  de  aparecer  fastidiado  !  Fastidiado  el  Sr. 
Gané,  cuando,  en  la  flor  de  la  edad,  ha  recorrido  las 
más  altas  posiciones  de  su  país,  no  encontrando  por 
do  quicr  sino  sonrisas,  no  pisando  sino  sobre  flores, 


UN   LIBRO   DE  CAÑÉ  l8^ 

niño  mimado  de  la  diosa  Fortuna !  i  No  será  quizá 
ese  aparente  fastidio  un  verdadero  lujo  de  felici- 
dad?... 

»  * 

Estamos  en  presencia  de  un  libro  de  viajes  escrito 
por  una  persona  que,  á  pesar  dehaber  vi  a;  ado  mucho, 
no  es  verdaderamente  un  viajero.  El  autor  no  siente 
la  pasión  de  los  viajes :  soporta  á  su  pesar  las  inco^ 
modidades  materiales,  se  traslada  de  un  punto  á  otro, 
pero  maldice  los  fastidios  del  viaje  de  mar,  el  cambio 
de  trenes,  los  pésimos  hoteles,  etc.,  etc.  Habla  de 
sus  viajes  con  una  frialdad  que  hiela :  adopta  cierto 
estilo  semi-escéptico,  semi-burlón,  para  reírse  de  los 
que  pretenden  tener  esa  pasión  tan  horripilante. 

'*  Cuántas  veces  —  dice  —  en  un  salón,  brillante  de 
luz,  ó  en  una  mesa  elegante  y  delicada,  he  oído  decir 
á  UQ  hombre,  culto,  fíno,  bien  puesto:  tengo  pasión 
por  los  viajes,  y  tomar  su  rostro  la  expresión  vaga  de 
un  espíritu  que  flota  en  la  perspectiva  de  horizontes 
lejanos;  me  ha  venido  á  la  memoria  el  camarote,  el 
compañero,  el  ordago,  la  pipa,  las  miserias  todas  de 
la  vida  de  mar  y  he  deseado  ver  al  poético  viajero  en- 
tregado á  los  encantos  que  sueña  ! " 

Ah!  el  placer  de  los  viajes  por  los  viajes  mismos, 
sin  preocupación  aíguna,  buscando  contentar  la  curio- 


1  86  RESEÑAS   Y   CRÍTICAS 

sídad  intelectual  siempre  aguzada,  jamás  satisfecha  ! 
No  hay  nada  en  el  mundo  que  pueda  compararse  á 
la  satisfacción  de  la  necesidad  de  ver  y  conocer :  la 
impresión  es  de  una  nitidez,  de  una  sinceridad,  de 
una  fuerza  tal,  que  la  descripción  que  la  encarna  in- 
voluntariamente trasmite  al  lector  aquella  sensación, 
y  al  leer  esas  páginas  parece  verdaderamente  que  se 
recorren  las  comarcas  en  ellas  descriptas. 

Esa  vivacidad  de  la  emoción,  ese  placer  extraordi- 
nario que  se  experimenta,  lo  comprende  sólo  el  via- 
jero verdadero,  el  que  siente  nostalgia  de  los  viajes 
cuando  ne  encuentra  en  su  rincón,  el  que  vive  con  la 
vida  retrospectiva  é  intensa  de  los  años  en  que  reco- 
rriera el  mundo.  Y  para  un  espíritu  culto,  para  una 
inteligencia  despierta  y  con  una  curiosidad  inquieta, 
qué  maldición  es  ese  don  de  la  pasión  de  los  viajes ! 
El  horizonte  le  parece  estrecho  cuando  tiene  que  re- 
nunciar á  satisfacer  aquella  amiga  tiránica ;  la  atmós- 
fera de  la  existencia  rutinaria,  tranquila,  de  esos  mil 
encantos  de  la  vida  burguesa,  lo  sofoca :  sueña  des- 
pierto con  países  exóticos,  con  líneas,  con  colores  lo- 
cales, con  costumbres  que  desaparecen,  con  ciudades 
que  se  transforman,  con  el  placer  de  recorrer  el  mun- 
do  observando,  analizando  y  comparando !  Y  el  mal- 
dito cosmopolitismo  contemporáneo,  con  su  furia 
igualadora,  por  doquier   invade  con  su  sempiterno 


UN   LIBRO   bÉ   CAÑÉ  I  87 

*•«.■■..•...■.■.«■.■...■■■•.■■••...........■..■.■....■...«■■.«.■■..■■.■>■•■•■■■•••••-•••••••••••••••••••••■■*•••••••••••■>••••••••••••■•■■■■•■•-•■•■-■■ 

cant^  su  horrible  vestimenta,  la  superficialidad  de 
costumbres  incoloras — haciendo  desaparecer,  merced 
al  adelanto  de  las  vías  de  comunicación,  el  encanto 
de  lo  natural,  de  lo  local,  el  hombre  con  su  historia  y 
sus  costumbres  según  la  latitud  en  que  se  encuentra. 

El  placer  de  los  viajes  es  un  don  divino:  requiere 
en  sus  adeptos  un  conjunto  de  condiciones  que  no  se 
encuentran  en  cada  bocas^alle,  y  de  ahí  que  el  crite- 
rio común  ó  la  platitud  burguesa  no  alcanzen  á  com- 
prender  que  pueda  haber  en  los  viajes  y  en  las  emi- 
g^racioncs  goce  alguno:  sólo  ven  en  la  traslación  de 
un  punto  á  otro  la  interrupción  de  la  vida  diaria  y 
rutinera,  las  incomodidades  materiales ;  tienen  que 
encontrarse  con  cosas  desconocidas,  y  eso  los  irrita, 
los  incomoda,  porque  tienen  el  intelecto  perezoso  y 
acostumbrado  ya  á  su  trabajo  mecánico  y  conocido. 

Pero  los  pocos  que  saben  apreciar  y  comprender  lo 
que  significan  los  viajes,  viven  de  una  doble  vida, 
pues  les  basta  cerrar  un  instante  los  ojos,  evocar  un 
paisaje  contemplado,  y  éste  revive  con  una  intensidad 
de  vida,  con  un  vigor  de  colorido,  con  una  precisión 
de  los  detalles  que  parece  transportarnos  al  momento 
mismo  en  que  lo  contemplamos  por  vez  primera,  y 
borrar  así  la  noción  del  tiempo  transcurrido  desde 
entonces. 

La  vida  es  tan  fugaz  que  no  es  posible  repetir  las 


I  88  RESEÑAS  Y  CRÍTICAS 

impresiones ;  más  bien  dicho,  que  no  oonviene  repe- 
tirlas. En  la  existencia  del  viajero,  el  recuerdo  de 
una  localidad  determinada  reviste  el  colorido  que  le 
trasmite  la  edad  y  el  criterio  del  observador;  sí,  con 
el  correr  del  tiempo,  regresa  y  quiere  hacer  revivir 
in  natura  la  impresión  de  antaño,  sólo  cosechará  de- 
silusiones, porque  pasan  los  años,  se  modifica  el  crite- 
rio y  las  cosas  cambian.  Mejor  es  no  volver  á  ver : 
conservar  la  ilusión  del  recuerdo,  que  fué  una  reali- 
dad.    Así  se  vive  doblemente. 

El  señor  Cañé  parece  tener  pocas  simpatías  por  esa 
vida,  quizá  porque  la  encuentra  contemplativa,  y 
considera  que  restringe  la  acción  y  la  lucha.  Error! 
El  viajero,  cuyo  temperamento  lo  Hevea  la  lucha,  se 
servirá  de  sus  viajes  para  combatir  en  su  puesto,  y 
lo  hará  quizá  con  mejor  criterio,  con  armas  de  mejor 
precisión  que  el  que  jamás  abandonó  su  tertulia  sem- 
piterna ! 

Es  lastima  que  el  autor  de  En  Viaje  no  tenga  el 
*' fuego  sagrado"  del  viajero,  porque  habría  podido 
llegar  al  máximum  de  intensidad  en  la  observación  y 
en  la  descripción  de  sus  viajes. 

No  puedo  resistir  al  placer  de  trancribir  algunos 
párrafos,  verdadera  excepción  en  el  tono  general  del 
libro,  y  en  los  que  describe  á  Fort-de-France^  en  la 
Martinica: 


ÜN   LIBRO   DE  CANB  I  89 


^^  Las  fantasias  más  atrevidas  de  Goya,  las  auda- 
cias coloristas  de  Fortuny  ó  de  Diaz,  no  podrían  dar 
idea  de  aquel  curiosísimo  cuadro.  El  joven  pintor  ve- 
nezolano que  iba  conmigo,  se  cubría  con  frecuencia 
los  ojos  y  me  sostenía  que  no  podría  recuperar  por 
mucho  tiempo  la  percepción  dei  rapporti,  esto  es,  de 
las  medias  tintas  y  las  gradaciones  insensibles  de  la 
luz,  por  el  deslumbramiento  de  aquella  brutal  cru- 
deza. Había  en  la  plaza  unas  500  negras,  casi  to- 
das jóvenes,  vestidas  con  trajes  de  percal  de  los  colo- 
res «nás  chillones,  rojos,  rosados,  blancos.  Todas  es- 
cotadas,  y  con  los  robustos  brazos  al  aire  ;  los  talles 
fijados  debajo  del  axila  y  oprimiendo  el  saliente  pe- 
cho, recordaban  el  aspecto  de  las  merveilleuses  del 
Directorio.  —  La  cabeza  cubierta  con  un  pañuelo  de 
seda,  cuyas  dos  puntas,  traidas  sobre  la  frente,  for- 
iñaban  como  dos  pequeños  cuernos.  Elsos  pañuelos 
eran  precisamente  los  que  herían  los  ojos ;  todos 
eran  de  diversos  colores,  pero  predominando  siempre 
aquel  rojo  lacre,  ardiente,  más  intenso  aún  que  ese 
llamado  en  Europa  lava  del  Vesuvio;  luego  un  ama- 
rillo rugiente,  un  violeta  tornasolado,  qué  sé  yo  ! 
£n  las  orejas,  unas  gruesas  arracadas  de  oro,  en 
forma  de  tubos  de  órgano,  que  caen  hasta  la  mitad 
de  la  mejilla.  Los  vestidos  de  larga  cola  y  cortos  por 
delante,  dejando  ver  los    pies...    siempre  desnudos. 


XQO  RESEÑAS   Y   CRÍTICAS 

Puedo  asegurar  que,  á  pesar  de  la  distancia  que  se- 
para ese  tipo  de  nuestro  ideal  estético,  no  podía  me- 
nos de  detenerme  por  momentos  á  contemplar  la  ele- 
gancia nativa,  el  andar  gracioso  y  salvaje  de  las  ne- 
gras martiniqueñas. 

*•  Pero  cuando  esas  condiciones  sobresalen  redi- 
mente,  es  cuando  se  las  vé,  despojadas  de  sus  lujos  y 
cubiertas  con  el  porto  y  sucio  traje  del  trabajo,  balan- 
cearse sobre  la  tabla  que  une  al  buque  con  la  tierra, 
bajo  el  peso  de  la  enorme  canasta  de  carbón  que  traen 
en  la  cabeza...  Al  pie  del  buque  y  9obre  la  ribera, 
hormigueaba  una  muchedumbre  confusa  y  negra, 
iluminada  por  las  ondas  del  fanal  eléctrico»  Eran  mu- 
jeres que  traían  carbón  á  bordo,  trepando  sobre  una 
plancha  inclinada  las  que  venían  cargadas,  mientras 
las  que  habían  depositado  su  carga  descendían  por 
otra  tabla  contigua,  haciendo  el  efecto  de  esas  inter- 
minables filas  de  hormigas  que  se  cruzan  en  silencio. 
—  Pero  aquí  todas  cantaban  el  mismo  canto  plañi- 
dero, áspero,  de  melodía  entrecortada.  En  tierra, 
sentado  sobre  un  trozo  de  carbón,  un  negro  viejo,  so- 
bre cuyo  rostro  en  éxtasis  caía  un  rayo  de  luz,  movja 
la  cabeza  con  un  deleite  indecible,  mientras  batía 
con  amba^i  manos  y  de  una  manera  vertiginosa,  el 
parche  de  un  tambor  que  oprimía  entre  las  piernas, 
colocadas  horizontalmente.   Era  un  redoble  perma- 


UN   LIBRO   DE  GANÉ  I  Q  I 

nente,  monótoao,  idéntico,  á  cuyo  compás  se  traba- 
jaba. Aquel  hombre,  retorciéndose  de  placer,  insen- 
sible al  cansancio,  me  pareció  loco"  ... 

Y  termina  el  Sr.  Canesú  descripción  de  Forí-dc 
France  con  estas  líneas  en  que  trasmite  la  impresión 
que  le  causó  un  bamboula : 

*^...Me  será  difícil  olvidar  el  cuadro,  caracteristico 
de  aquel  montón  informe  de  negros  cubiertos  de  car- 
bón, harapientos,  sudorosos,  bailando  cod  un    entu- 
siasmo febril  bajo  los  rayos  de  la  hiz   eléctrica.    El 
tambor  ha  cambiado  ligeramente  el  ritmo  y  bajo  el, 
los  presentes  que  no  bailan    entonan   una    melopea 
lasciva.  Las  mujeres  se  colocan  frente  á  los  hombres 
y  cada  pareja   empieza  á  hacer  contorsiones  lúbricas, 
movimientos  ondeantes,  en  los  que  la  cabeza   queda 
inmóvil,  mientras  las  caderas,  casi  dislocadas,  cule- 
brean sin  cesar.   La  música  y  la  propia  imaginación 
las  embriaga ;  el  negro   del  tambor  se   agita   como 
bajo  un  paroxismo  más  intenso  aún,  y  las  mujeres, 
enloqtiecidas,  pierden  todo    pudor.    Cada  oscilación 
es  una  invitación  á  la  sensualidad,  que  aparece  allí 
bajo  la  forma  mts  brutal  que  he  visto   en   mi   vida  ; 
se  acercan  al  compañero,  se  estrechan,    se  refriegan 
contra  él,  y  el  negfo,  como  los  animales  enardecidos, 
levanta  la  cabeza  al  aire  y  echándola  en   la  espalda, 
muestra  9u  doble  fila  de  dientes  blancos  y    agudos. 


192  RESEÑAS   Y   CRÍTICAS 

No  hay  cansancio  :  parece  increíble  que  esas  mujeres 
lleven  diez  horas  de  un  rudo  trabajo .  La  bamboula 
las  ha  transfigurado.  Gritan,  gruñen,  se  estreme- 
cen, y  por  momentos  se  cree  que  esas  fieras  van  á 
tomarse  á  mordiscos.  Es  la  bacanal  más  bestial  que 
es  posible  idear,  porque  falta  aquel  elemento  que 
purificaba  hasta  las  más  inmundas  orgías  de  las 
fiestas  griegas:  la  belleza  ..." 


El  libro  del  Sr.  Gané  es,  en  apariencia,  una  sen- 
cilla relación  de  viaje.  Dedica  sucesivamente  seis  ca- 
pítulos á  la  travesía  de  Buenos  Aires  á  Burdeos,  á  su 
estadía  en  París  y  en  Londres,  y  á  la  navegación 
desde  Saint-Nazaire  á  La  Guayra.  Entonces  en  un 
capítulo  —  cuya  demasiada  brevedad  se  deplora  ■  - 
habla  de  Venezuela,  pero  más  de  su  pasado  que  de 
su  presente. 

En  seguida,  en  seis  nutridos  y  chispeantes  capítu- 
los, describe  su  pintoresco  viaje  de  Garacas  á  Bogotá; 
su  paso  por  el  mar  Garibe,  el  viaje  en  el  río  Mag- 
dalena, y  las  últimas  jornadas  hasta  llegar  á  la  capi- 
tal de  Golombia.  A  esta  simpática  República  presta 
preferentísima  atención  el  autor :  no  sólo  se  ocupa 
de  su  historia,  describe  á  su  capital,  sino  que  pinta  á 


UN   LIBRO   DE  GANÉ  193 

la  sociedad -bogotana,  sin  olvidar  —  como  lo  ha  dicho 
M.  Groussac  —  el  obligado  párrafo  sobre  el  Tequen- 
dama.  Detiénese  el  autor  en  estudiar  la  vida  intelec- 
tual colombiana  en  el  capitulo,  en  mi  concepto,  más 
interesante  de  su  libro,  y  sobre  el  cual  volveré  más 
adelante.  El  regreso  le  da  tema  para  varios  capitules 
en  que  se  ocupa  de  Colón,  el  canal  de  Panamá,  y  so- 
bre todo  de  Nueva- York.  Y  aquí  vuelve  de  nuevo  la 
clásica  descripción  del  Niágara. 

Tal  es  en  esqueleto  el  libro  de  Gané.  Prescindo  de 
los  primeros  capítulos,  á  pesar  de  que  insistiré  sobre 
el  de  París,  porque  si  bien  su  lectura  es  fácil,  las 
aventuras  á  bordo  del  Vtlle  de  Brest  no  ofrecen  ex- 
traordinario interés.  Poco  tema  da  el  autor  sobre 
Venezuela  :  más  bien  dicho,  deja  al  lector  con  su  cu- 
riosidad íntegra,  sobrexcitada,  pero  no  satisfecha. 
Sus  pinceladas  son  vagas :  parece  como  si  quisiera 
concluir  pronto,  como  si  tuviera  entre  manos  brasas 
ardientes.  <  Por  qué  ? 

En  cambio  sus  pinturas  de  Bogotá,  de  la  sociedad 
y  de  los  literatos  colombianos,  es  realmente  seduc- 
tora: nos  hace  penetrar  en  un  recinto  hasta  ahora 
casi  desconocido  por  la  generalidad,  especie  de^^^ne- 
ceo  original  causado  por  el  relativo  aislamiento  de  la 
vida  de  Colombia.  No  me  cansaré  de  ponderar  esta 
parte  del  libro  de  Cañé.  Pocas  lecturas  más  fructífe- 


I  94  RESEÑAS   Y   CRÍTICAS 

ras,  pocas  más  agradables  :  ejerce  sobre  el  lector  algo 
como  una  fascinación.  Hay  ahí  una  mezcla  sapientí- 
sima del  utile  cumdulci. 

Por  lo  demás,  el  libro  entero  está  salpicado  de  jui- 
cios atrevidos,  de  observaciones  profundas.  La  super- 
ficialidad aparente  es  rebuscada :  el  autor,  sin  que- 
rerlo, se  olvida  con  frecuencia  de  que  se  ha  prometido 
ser  tan  sólo  un  jovial  á  la  vez  que  quejumbroso 
compañero  de  viaje.  Al  correr  de  la  pluma,  ha  emi- 
tido'juicios  de  una  precisión  y  exactitud  admirables. 
Otras  veces  ha  lanzado  ideas  que  van  contra  la  co- 
rriente general.  El  lector  no  se  detiene  mucho  en  los 
capítulos  sobre  París  y  Londres,  cuando  en  la  rá- 
pida lectura  encuentra  tal  ó  cual  opinión  sobre 
Francia  ó  Inglaterra.  Pero  poco  á  poco  comprende 
que  hay  allí  intención  preconcebida,  y  cuando  llega 
á  los  capítulos  sobre  Colombia,  se  encuentra  in- 
sensiblemente engolfado  en  un  análisis  sutil  de  aque- 
lla constitución,  que,  según  el  dicho  de  Castelar, 
''ha  realizado  todos  los  milagros  del  individualismo 
moderno".  Entonces  se  refriega  los  ojos,  vuelve  á 
leer,  y  con  asombro  halla  que  el  autor  critica  —  y 
critica  con*  fuerza  —  el  régimen  federal  de  gobierno. 
Y  no  es  la  única  página  en  que  el  libro  ejerce  una 
influencia  sugestiva,  forzando  á  meditar.  Hay  párra- 
fos al  tratar  del  canal  de  Panamá  y  de  los  Estados- 


UN    LIBRO   DE   CAÑÉ  I  Q  5 


Unidos,  que  hacen  abrir  tamaños  ojos  de  asombro. 

Pero  sobre  algunas  cuestiones  tuvo  ya  el  autor  un 
cambio  de  cartas  con  el  Sr.  Pedro  S.  Lamas,  como 
puede  verse  en  la  Revue  Sud-Americaine.  No  vol- 
veré, pues,  sobre  ello,  siquiera  por  el  vulgarísimo 
precepto  de  non  bis  in  ídem. 

Imposible  me  sería  analizar  con  detención  todas  y 
cada  una  de  las  partes  de  este  libro.  Y  ya  que  he  di- 
cho con  franqueza  cuál  es  la  opinión  que  sobre  él  he 
formado,  séame  permitido  ocuparme  de  algunos  de 
los  variadísimos  tópicos  que  han  merecido  la  atención 
del  autor. 


■M 


Corto  es  el  capítulo  que  dedica  á  su  estadía  en  Pa- 
rís el  Sr.  Gané.  Y  es  lástima.  En  esas  breves  pági- 
nas, hay  dos  ó  tres  cuadros  verdaderamente  de  mano 
maestra.  Pero  el  autor  ha  sido  demasiado  parco  :  su 
pluma  apenas  se  detiene  —  la  Cámara,  el  Senado,  la 
Academia :  he  ahí  lo  único  que  ha  merecido  su  par- 
ticular atención. 

Los  párrafos  dedicados  á  las  Cámaras,  son  bellísi- 
mos: los  retratos  de  Gambetta,  de  Julio  Simón  y  de 
Pelletan,  perfectamente  hechos. 

Es,  en  efecto,  en  sumo  grado  interesante  asistir  á 
los  debates  de  las  Cámaras  francesas.    Guando  aún 


\ 


196  RESEÑAS   Y   CRÍTICAS 


estudiaba  el  que  esto  escribe  en  París  (i  879-1 880), 
acostumbraba  asistir  con  la  religiosidad  que  le  era 
posible,  á  las  discusiones  parlamentarias. 

Entonces  era  necesario  ir  expresamente  por  ferro- 
carril hasta  Versalles,  donde  aún  funcionaba  el  Po- 
der Legislativo. 

Gracias  á  la  nunca  desmentida  amabilidad  del  Sr. 
Balcarce,  nuestro  digno  Ministro  en  París,  conse- 
guía con  frecuencia  entradas  para  la  tribuna  diplo- 
mática, donde,  entonces  como  hoy,  era  necesario  — 
son  palabras  del  Dr.  Gané  —  "  llegar  temprano  para 
obtener  un  buen  sitio  ". 

La  sala  de  sesiones  de  la  Gámara  de  Diputados 
era  realmente  espléndida.  Hace  parte  del  gran  pala- 
cio de  Luis  XIV,  y  es  cuadrilonga.  El  presidente 
estaba  en  frente  de  la  tribuna  diplomática,  en  un 
pupitre  elevado,  teniendo  á  la  misma  altura,  pero  á 
su  espalda,  de  un  lado  á  varios  escribientes,  de  otro 
á  varios  ordenanzas.  Una  escalera  conducía  á  su 
asiento.  Más  abajo  la  celebrada  tribuna  parlamenta- 
ria, á  la  que  se  sube  por  dos  escaleras  laterales.  De- 
trás de  esta,  y  á  ambos  lados,  una  serie  de  secreta- 
rios escribiendo  ó  consultando  libros  ó  papeles,  sea 
para  recordar  al  presidente  qué  es  lo  que  se  hizo  en 
tal  circunstancia,  ó  los  antecedentes  del  asunto,  ó 
cualquier  dato  necesario. 


UN    LIBRO   DE   GANÉ  1 97 


Al  pié  de  la  tribuna  parlamentaria  estaba  el  cuerpo 
de  taquígrafos.  Entre  ellos  y  el  resto  de  la  sala  exis- 
tía un  espacio  por  donde  circulaba  un  mundo  de  di- 
putados, ugieres,  ordenanzas,  etc. 

En  seguida,  formando  un  anfiteatro  en  semicír- 
culo, están  los  asientos  de  los  diputados,  con  peque- 
ñas calles  de  trecho  en  trecho.  Cada  diputado  tiene 
un  sillón  rojo  y  en  el  respaldo  del  sillón  que  se  en- 
cuentra adelante,  hay  una  mesita  saliente  para  colo- 
car la  carpeta  en  la  que  lleva  sus  papeles,  apuntes, 
etc. 

La  derecha  entonces,  como  hoy,  era  minoría  ;  el 
centro  y  la  izquierda,  la  gran  mayoría. 

Frente  al  cuerpo  de  taquígrafos  encontrábanse  los 
asientos  ministeriales  y  para  los  sub-secretarios  de 
Estado. 

Las  fracciones  parlamentarias,  perfectamente  or- 
ganizadas, tienen  sus  espadas  como  sus  soldados  en 
lugares  adecuados,  los  unos  más  cerca,  los  otros  más 
alejados  del  medio.  El  primero  con  quien  tropezaba 
al  entrar  por  la  puerta  de  la  derecha,  era...  M.  Paul 
de  Cassagnac.  El  primero  con  quien  se  encontraba 
uno  al  entrar  por  la  puerta  de  la  izquierda,  era  el 
gran  orador  M.  Clemenceau.  El  duelista  de  la  dere- 
cha: M.  de  Cassagnac;  el  de  la  izquierda:  M.  Pe- 
rrin. 


198  RESEÑAS   Y   CRÍTICAS 

La  tribuna  de  la  prensa  estaba  debajo  de  la  del 
cuerpo  diplomático.  En  la  misma  fila  están  las  desti- 
nadas á  la  presidencia  de  la  República,  á  los  presi- 
dentes de  la  Cámara  y  Senado,  á  los  miembros  del 
Parlamento,  etc :  todos  los  dignatarios  tienen  su  tri- 
buna especial.  Más  arriba  estaban  las  llamadas  gale  - 
rías,  donde  es  admitido  el  público,  siempre  que  pre- 
sente sus  tarjetas  especiales. 

Las  sesiones  son  tumultuosísimas.  Se  camina,  se 
habla,  se  grita,  se  gesticula,  se  ríe,  se  golpea,  se  vo- 
cifera, mientras  habla  el  orador,  al  unísono.  En  pre- 
sencia de  semejante  mar  desencadenado,  se  compren- 
de que  el  orador  no  sólo  debe  tener  talento  sino  san- 
gre fría,  golpe  de  vista  y  audacia  á  toda  prueba.  La 
mímica  le  es  indispensable,  y  la  voz  tiene  que  ser  to- 
nante  y  poderosa  para  dominar  aquella  vociferación 
infernal.  Tiene  que  apostrofar  con  viveza,  que  con- 
mover, que  hacerse  escuchar. 

He  asistido  á  sesiones  agitadísimas,  á  la  del  inci- 
dente Cassagnac-Goblet,  á  la  de  la  interpelación  Bra- 
me, y  á  la  de  la  interpelación  Lockroy,  que  tanto  con- 
movió á  París  en  mayo  del  79.  Tiempo  hace  de  esto, 
pero  mis  recuerdos  son  tan  frescos  que  podría  descri- 
bir aquellos  debates  como  si  recién  los  presenciara. 

He  oído,  ó  más  bien  dicho :  visto,  oradores  que  no 
pudieron  hacerse  escuchar  y  que  bajaron  de  la  tribu- 


UN    LIBRO   DE   GANÉ  I  QQ 


na  entre  los  silbidos  de  los  contrarios  y  las  protestas 
de  los  amigos;  otros,  como  el  bonapartista  Brame,  en 
su  fogosa  interpelación  contra  el  Ministro  del  Inte- 
rior, M.  Lepére,  dominaban  el  tumulto ;  M.  Lepére 
en  la  tribuna  estuvo  durante  un  cuarto  de  hora  sin  po- 
der imponer  silencio,  en  medio  de  una  desordenada  vo- 
ciferación de  la  derecha,  y  de  los  aplausos  y  aprobación 
de  la  izquierda,  hasta  que  haciendo  un  esfuerzo  pode- 
roso, gritando  como  un  energúmeno,  acalló  momen- 
táneamente el  tumulto,  para  apDStrofará  la  derecha, 
diciendo:  '* vociferad,  gritad,  puesto  que  las  inter- 
pelaciones no  son  para  vosotros  sino  pretexto  de  rui- 
dos y  exclamaciones .  No  bajaré  de  la  tribuna  hasta 
que  os  calléis!..." 

¡Qué  tumulto  espantoso!  Presidía  M.  Senard,  el 
viejo  atleta  del  foro  y  del  parlamento  francés,  pero 
tan  viejo  ya  que  su  voz  débil  y  sus  movimientos  pe- 
nosos eran  impotentes :  agitaba  continuamente  una 
enorme  campana  (pues  no  es  aquéllo  una  campani- 
lla ]  de  plata  con  una  mano,  y  con  la  otra  golpeaba  la 
mesa  con  una  regla.  Los  ugieres  con  gritos  estento- 
res  de  **  un  poco  de  silencio,  señores  —  s't7  vous  plzit^ 
iu  silence''  no  lograban  tampoco  dominar  la  agita- 
ción. La  derecha  vociferaba  y  hacía  un  ruido  ensor- 
decedor con  los  pies,  la  izquierda  pedía  á  gritos:  "la 
censura,  la  censura  '*.  Fué  preciso  amonestar  seria- 


3  00  RESEf^AS  Y  CRÍTICAS 

mente  á  un  imperialista,  el  barón  Dufour,  para  que 
se  restableciese  el  silencio... 

Concluye  el  ministro  su  discurso,  y  salta  (mate- 
rialmente: salta)  sobre  la  tribuna  el  interpelante; 
vuelve  á  constestar  el  ministro,  y  torna  de  nuevo  el 
interpelante...  ¡qué  vida  la  de  un  ministro  con  seme- 
jantes parlamentos  1  El  día  entero  lo  pasa  en  esas 
batallas  parlamentarias...  supongo  que  el  verdadero 
ministro  es  el  sub-secretario. 

Gambetta,  el  tan  llorado  y  popular  tribuno,  pre- 
sidía cuando  M.  de  Cassagnac  desafío  en  plena  Cá- 
mara á  M.  Goblet,  sub-secretario  de  Estado.  Estaba 
yo  presente  ese  día.  ¡Qué  escándalo  mayúsculo!  Pe- 
ro Gambetta  dominó  el  tumulto,  hizo  bajar  de  la  tri- 
buna á  Cassagnac,  lo  censuró,  y  calmó  la  agitación. 

He  oído  varias  veces  á  M.  Clemenceau,  el  gran 
orador  radical.  Le  oí  defendiendo  á  Blanqui,  el  con- 
denado comunista,  que  había  sido  electo  diputado  por 
Burdeos.  Es  uno  de  los  oradores  que  mejor  habla  y 
que  posee  dotes  más  notables.  Como  uno  de  los  con- 
trarios ( hay  que  advertir  que  la  izquierda  estaba  en 
ese  caso  en  contra  de  la  extrema  izquierda )  le  grita- 
ra:  '*  basta!  ",  él  contestó  sin  inmutarse :  "Mi  que- 
rido colega,  cuando  vos  nos  fastidiáis,  os  oímos  con 
paciencia.  Nadie  es  juez  en  saber  si  he  concluido,  sal- 
vo yo  mismo",  y  después  de  este  apostrofe  tranquilo, 


UN   LIBRO   DE  GANÉ  201 

continuó  su  discurso...!  Elsa  interpelación  dio  origen 
á  una  respuesta  sumamente  enérgica  por  parte  de  M. 
Le  Royer,  entonces  Ministro  de  Justicia. 

La  organización  administrativa  es  además  admi- 
rable. Las  Cámaras  se  reúnen  diariamente  de  2  á  6 
1/2,  y  el  cuerpo  de  taquígrafos  da  los  originales  de  la 
traducción  estenográfica  á  las  8  p.  m.  A  las  1 2  p.  m. 
se  reparten  las  pruebas  de  la  impresión  y  á  las  6  de 
la  mañana  siguiente  **  todo  París"  puede  leer  integra 
la  sesión  de  la  tarde  anterior  en  el  Journal  Officiel. 

Y  todo  esto  sin  contratos  especiales,  sin  que  cueste 
un  solo  céntimo  más,  sin  que  las  Cámaras  voten  re- 
muneraciones especiales  al  cuerpo  de  taquígrafos,  y 
sin  ninguna  de  esas  demostraciones  ridiculas  para 
aquellos  que  están  habituados  á  la  vida  europea.  Re- 
cuérdese loque  pasó  en  1877  entre  nosotros,  cuando 
se  debatió  la  '* cuestión  Corrientes"  :  La  Tribuna  pu- 
blicó las  sesiones  al  día  siguiente,  y  todos  creyeron 
que  era  un...  milagro. 

Con  el  régimen  parlamentario  francés,  la  tarea 
es  pesadísima  para  los  diputados  ¡  no  tanto  para 
los  senadores],   pero  insostenible  para   los  oradores. 

Y  los  ministros,  que  tienen  que  despachar  los  asun- 
tos de  ministerios  centralizados,  que  atender  á  lo  que 
pasa  en  la  Francia  entera,  que  proyectar  reformas, 
que  estudiar  leyes,  que  contestar  interpelaciones,  que 


20  2  RESEÑAS   Y   CRÍTICAS 


preparar  y  corregir  discursos  :  i  cómo  pueden  hacer 
todo  esto?  A  un  hombre  solo  le  es  materialmente  im- 
posible, y  añádase  á  eso  que  tiene  la  obligación  de 
dar  reuniones  periódicas,  bailes  oficiales,  etc.  ¡Qué 
vida !  Se  comprende  que  sería  ella  imposible  sin  una 
numerosa  legión  de  consejeros  de  Estado,  de  sub-se— 
cretarios,  de  secretarios,  de  directores,  etc.,  que  no 
cambian  con  los  Ministros,  sino  que  están  adscriptos 
á  los  ministerios.  ¡  Qué  diferencia  con  nuestro  modo 
de  ser!  Entre  nosotros,'por  regla  general,  los  minis- 
tros están  solos,  pues  los  empleados  en  vez  de  ser  coo- 
peradores de  confianza  son  meros  escribientes,  salvo, 
bien  entendido,  honrosas  excepciones.  Cuando  se  re- 
flexiona sobre  la  existencia  que  lleva  un  ministro  en 
países  de  aquella  vida  parlamentaria,  parece  difícil 
explicarse  cómo  pueden  atender,  despachar,  contes- 
tar todo ;  y  al  mismo  tiempo  pensar  y  realizar  gran- 
des cosas. 


*  * 


En  el  libro  que  motiva  estas  páginas,  el  autor,  se- 
gún lo  declara,  ha  procurado  contar,  y  contar  ligera- 
mente, "sin  bagajes  pesados".  Este  propósito  pro- 
bablemente ha  hecho  que  no  profundice  nada  de  lo 
que  observa,  sino  que  se  contente  con  rozar  la  super- 
ficie. 


UN    LIBRO   DE   CAÑÉ  2O3 


Uno  de  los  rasgos  más  característicos  de  Colombia, 
es  su  poderosa  literatura.  La  raza  colombiana  es  ra- 
za de  literatos,  de  sabios,  de  profundos  conocedores 
del  idioma :  allí  la  literatura  es  un  culto  verdadero,  y 
no  se  sacrifican  en  su  altar  sino  producciones  casti- 
zas, pulidas,  perfectas  casi.  £1  señor  Gané,  á  pesar 
de  su  malhadado  propósito  de  '^marchar  con  paso 
igual  y  suelto  '\  y  de  su  afectado  desdén  por  los  estu- 
dios serios  y  concienzudos,  llegando  hasta  decir  ^'que 
nada  resiste  en  el  día  á  la  perseverante  consulta  de 
las  enciclopedias*',  no  ha  podido  resistir,  sin  embargo, 
al  deseo  ó  á  la  necesidad  de  ocuparse  de  la  faz  litera- 
ria de  Colombia.  Condensa  en  24  páginas  un  capí- 
tulo que  modestamente  titula...  la  inteligencia,  y  en 
el  cual,  protestando  que  no  es  tal  su  intención,  el  au- 
tor trata  de  perfilar  á  los  primeros  literatos  colom- 
bianos contemporáneos,  en  párrafos  de  redacción  suel- 
ta, á  la  diablcj  para  usar  su  propia  expresión. 

Habla  de  la  facilidad  peligrosa  del  numen  poético 
en  los  colombianos ;  se  ocupa  de  don  Diego  Pombo, 
de  Gutiérrez,  González,  de  Diego  Fallón,  de  José  M. 
Marroquín,  de  Ricardo  Carrasquilla,  de  José  M.  Sam- 
per,  de  Miguel  A.  Caro,  y  por  último  de  Rufino  Cuer- 
vo. Tal  es  el  contenido  de  ese  capítulo,  interesantí- 
simo sin  duda,  pero  incompleto  y  demasiado  á  vuelo 
de  pájaro.    Leí  con  avidez  esa  parte  del  libro :  creí 


2  04  RESEÑAS   Y   CRÍTICAS 


encontrar  mucho  nuevo :  los  recuerdos  de  un  hombre 
que  ha  estado  en  contacto  con  la  flor  y  nata  de  los 
literatos  de  aquella  nación  privilegiada ;  las  picantes 
observaciones  que  presagiaba  el  sostenido  prurito  de 
excepticismo  y  cierta  sal  andaluza  que  campea  con 
galana  finura  en  muchos  pasajes  de  este  libro. 

Mi  curiosidad,  sin  embargo,  no  fué  del  todo  satis- 
fecha. La  Nueva  Revista  había  publicado  ya  (1881) 
un  interesante  artículo  de  D.  José  Caicedo  Rojas,  so- 
bre la  poesía  épica  americana  y  sobre  todo  colom- 
biana (i)  ;  un  importante  y  eruditísimo  (1882)  es- 
tudio de  D.  Salvador  Camacho  Roldan,  sobre  la  poe- 
sía colombiana,  á  propósito  de  Gregorio  Gutiérrez 
González  (2) ;  y  finalmente  ( 1 883)  un  notable  juicio 
de  D.  Adriano  Páez,  sobre  José  David  Guarin  (3).  En 
esos  artículos  se  entrevé  la  riquísima  y  fecunda 
vida  intelectual  de  aquel  pueblo ;  pasan  ante  los  ojos 
atónitos  del  lector  centenares  de  poetas,  literatos, 
historiadores,  críticos,  etc.  ;  se  descubre  una  produc- 
ción asombrosa,  una  plétora  verdadera  de  diarios, 
periódicos,  folletos  y  libros. 

Y  el  que  está  algo  al  cabo  de  las  letras  en  Colom- 
bia, aunque  resida  en  Buenos    Aires,  conoce  su  nu- 

(!)  Véase:  primera  serie,  tomo  III,  pág.  350-377. 

(2)  Véase:  primera  serie,  tomo  IV,  pág.  335-290. 

(3)  Véase:  primera  serie,  tomo  VI,  pág.  161-181. 


UN    LIBRO   DE  GANÉ  20$ 

merosísima  prensa,  sus  periódicos,  sus  revistas,  sus 
escuelas  literarias;  la  lucha  entre  conservadores  y 
liberales,  entre  los  grupos  respectivamente  encabe- 
zados por  el  Repertorio  Colombiano  y  La  Patria.  Y 
por  poco  numerosas  que  sean  las  relaciones  que  se 
cultiven  con  gente  bogotana,  á  poco  el  bufete  se 
llena  con  El  Pasatiempo,  El  Papel  periódico  ilus- 
trado, etc. 

Nada  de  eso  se  encuentra  en  el  libro  de  Gané.  Él , 
periodista,  ha  olvidado  á  la  prensa.  Y  eso  que  la 
prensa  de  Colombia  es  especial,  distinta  bajo  todos 
conceptos  de  la  nuestra. 

Pero  se  busca  en  vano  el  rastro  de  Julio  Arboleda, 
de  José  E.  Caro,  de  Madiedo,  de  Lázaro  María  Pé- 
rez, de...  en  una  palabra,  de  todos  los  que  sobrevi- 
ven de  la  exhuberante  generación  de  1844  y  1846: 
Restrepo,  y  tantos  otros.  Y  si  esa  época  parece  ya 
muy  echada  en  olvido,  queda  ladeiS^i^á  1858,  en 
que  tanto  florecieron  las  letras  colombianas  :  de  esa 
época  datan  José  Joaquín  Ortiz,  Camacho  Roldan, 
Ancizar,  Ricardo  Silva,  Salgar,  Vergara  y  tantos 
otros... !  Verdad  es  que  el  Sr.  Cañé  declara  que  "  no 
es  su  propósito  hacer  un  resumen  de  la  historia  lite- 
raria de  Colombia".  Bien  está,  pero  cuando  se  de- 
dica un  capítulo  á  la  inteligencia  de  un  país,  pre- 
ciso es  presentarla  bajo  todas  sus  faces,  mostrar  su 


2o6  RESEÑAS   Y  CRÍTICAS 

filiación,  recordar  SUS  más  ilustres  representantes... 

£1  autor  de  En  Viaje  añade,  sin  embargo,  á  ren- 
glón seguido  :  *^  si  he  consignado  algunos  nombres, 
si  me  he  detenido  en  el  de  algunas  de  las  personali- 
dades más  notables  en  la  actualidad,  es  porque,  ha- 
biendo tenido  la  suerte  de  tratarlas,  entran  en  mi 
cuadro  de  recuerdos  *'.  Valga  como  escusa,  pero  es 
lástima,  y  grande,  que  no  se  haya  decidido  á  exami- 
nar con  mayor  detención  tema  tan  rico  como  intere- 
sante. 

En  ese  capitulo  falta,  pues,  una  exposición  metó- 
dica, no  digo  de  la  historia  literaria  de  Colombia,  sino 
del  estado  actual  de  la  literatura  en  aquel  país ;  ni 
se  mencionan  nombres  como  los  de  Borda,  Arrieta, 
Isaacs,  Obeso  y  tantos  otros  descollantes  ;  nada  so- 
bre la  Academia,  sus  trabajos,  y,  sobre  todo,  ese 
inexplicable  silencio  acerca  del  periodismo  bogotano! 

Quizá  haya  tenido  el  Sr.  Gané  alguna  razón  para 
incurrir  en  esas  omisiones  :  sea,  pero  confieso  que  no 
alcanzo  cuál  puede  ser.  Lo  deploro  tanto  más  cuanto 
que  por  las  páginas  escritas,  se  deduce  con  qué  hu- 
mour  —  para  emplear  esa  intraducibie  locución  —  se 
habría  ocupado  de  toda  aquella  literatura.  Hay, 
pues,  que  contentarse  con  los  rápidos  bocetos  que  nos 
traza. 

Pero  el  Sr.  Cañé,  con  esa  redacción  á  la  diable  — 


UN    LIBRO   DE   CAÑÉ  20 7 

como  él  mismo  la  califica  —  se  deja  arrastrar  de  su 
predilección  :  acaba  de  decirnos  que  sólo  se  ocupa  de 
las  personalidades  ^*que  ha  tenido  la  suerte  de  tra- 
tar'', y  sin  embargo,  su  entusiasmo  lo  lleva  á  dedi- 
car gran  parte  del  capitulo  á  Gutiérrez  González, 
poeta  notabilísimo,  es  cierto,  pero  que  murió  en  Me- 
dellin.,  el  6  de  Julio  de  1872... 

Se  ocupa  largamente  de  Rafael  Pombo,  el  famoso 
autor  del  canto  de  Edda,  que  dio  la  vuelta  á  América 
y  que  mereció,  entre  la  avalancha  de  contestaciones, 
una  hermosísima  de  Carlos  Guido  y  Spano,  *' Pombo 
—  según  el  Sr.  Gané—  es  feo,  atrozmente  feo.  Una 
cabecita  pequeña,  boca  gruesa,  bigote  y  perilla  rubia, 
ojos  saltones  y  miopes,  tras  unas  enormes  gafas... 
Feo,  muy  feo.  Él  lo  sabe  y  le  importa  un  pito."  Re- 
fiere el  autor  una  aventura  de  la  Sra.  Eduarda  Man- 
siila  de  García  con  Pombo,  y  á  fe,  que  lo  hace  con 
chiste  y  oportunidad. 

Dice  el  Sr.  Gané  que  Rafael  Pombo,  á  pesar  de  las 
reiteradas  instancias  de  sus  amigos  y  de  ventajosas 
propuestas  de  editores,  nunca  ha  querido  publicar 
sus  versos  coleccionados.  Y  hace  con  este  motivo  una 
observación,  que  por  cierto  ha  de  causar  alguna  ex- 
trañeza  entre  nosotros,  porque  la  costumbre  que  se 
observa  es  diametralmente  opuesta.|He  aquí  esa  cu- 
riosa  observación :    ''Cuántas    reputaciones   poéti- 


208  RESEÑAS   Y   CRÍTICAS 

cas  ha  muerto  la  maaia  del  volumen,  y  cuantos  arre- 
pentimientos para  el  porvenir  se  crean  los  jóvenes 
que,  cediendo  á  una  vanidad  pueril,  se  apresuran  á 
coleccionar  prematuramente  las  primeras  é  insípidas 
florecencias  del  espíritu,  ensayos  en  prosa  ó  verso..." 
Pero  el  Sr.  Cañé  es,  á  la  verdad,  un  espiritual  ob- 
servador. Véase  sino  el  siguiente  chispeante  retrato 
de  Diego  Fallón,  cuyos  cantos  A  las  ruinas  de 
Suesca  y  A  la  luna  son  de  tan  extraordinario  mé- 
rito. "  Figuraos  una  cabeza  correcta,  con  dos  gran- 
des ojos  negros,  deux  trous  qui  luí  vont  jusqu^dt 
Vame^  pelo  negro,  largo,  echado  hacia  atrás,  nariz  y 
labios  finos,  un  rostro  de  aquellos  tantas  veces  repro- 
ducidos por  el  pincel  de  Van  Dyck.  Un  cuerpo  del- 
gado, siempre  en  movimiento,  saltando  sobre  la  si- 
lla en  sus  rápidos  momentos  de  descanso.  Oidlo, 
porque  es  difícil  hablar  con  él,  y  bien  tonto  es  el  que 
lo  pretende,  cuando  tiene  la  incomparable  suerte  de 
ver  desenvolverse  en  la  charla  del  poeta  el  más  ma- 
ravilloso kaleidoscopio  que  los  ojos  de  la  inteligencia 
puedan  contemplar...  hasta  que  el  reloj  dá  la  hora  y 
el  visionario,  el  poeta,  el  inimitable  colorista,  baja 
de  un  salto  de  la  nube  dorada  donde  estaba  á  punto 
de  creerse  rey,  y  toma  lastimosamente  su  Ollendorfií 
para  ir  á  dar  su  clase  de  inglés,  en  la  Universidad, 
en  tres  ó  cuatro  colegios  y  qué  sé  yo  donde  más..." 


UN    LIBRO    DE    CAÑÉ  2  09 

El  que  eso  ha  escrito  no  es  sólo  un  estilista,  un 
Vanderbilt  del  idioma  :  es  más  aún,  es  un  humo- 
rista, legítimo  discípulo  de  Sterne,  lector  asiduo 
quizá  del  Tristam  Shandy,  Esa  fácil  ironía,  ese  buen 
humor  inagotable,  esa  fuerza  superior  de  sarcasmo  ; 
por  momentos  alegre,  sonriente,  burlón,  en  una  pa- 
labra "  esa  rapidez  de  impresiones  y  esos  contrastes 
siempre  nuevos,  son  el  secreto  del  humorista  ". 

Y  cuando  pintaá  Rufino  Cuervo,  el  sapientísimo  au- 
tor de  las  Apuntaciones  criticas  sobre  el  lenguaje  bo- 
gotano^ ''trabajando  con  tranquilidad,  sin  interrum- 
pirse sino  para  despachar  un  cajón  de  cerveza...  ",  - 
porque  Cuervo  no  es  ni  más  ni  menos  que  cervecero. 
"  Yo  mismo  he  embotellado  y  tapado,  me  decía  Ru- 
fino" agrega  el  Sr.  Cañé... 

Hablando  de  Carlos  Holguin,  dice  que  "...y  esto  sea 
dicho  aquí  entre  nosotros,  Holguin  fué  uno  de  los  ca- 
chacos más  queridos  de  Bogotá,  que  le  ha  conservado 
siempre  el  viejo  cariño".  Ahora  bien,  <  quiere  saberse 
lo  que  es  un  cachaco}  El  autor  se  encarga  de  expli- 
carlo, y  lo  hace  con  exquisita  claridad.  ''El  cachaco 
es  el  calavera  de  buen  tono,  alegre,  decidor,  con  en- 
tusiasmo comunicativo,  capaz  de  hacer  bailar  á  diez 
esfinges  egipcias,  organizador  de  las  cuadrillas  de  á 
caballo  en  la  plaza,  el  día  nacional,  dispuesto  á  hacer 
trepar  su  caballo  á  un  balcón  para  alcanzar  una  son- 

14 


2  X  o  RESEÑAS   Y   CRITICAS 


risa,  jugador  de  altura,  dejando  hasta  el  último  peso 
en  una  mesa  de  juego,  á  propósito  de  una  rifa;  pronto 
á  tomarse  á  tiros  con  el  que  le  busque,  bravo  hasta  la 
temeridad...  "  Y  apliqúese  ese  retrato  al  respetable 
señor  Holguin  ! 

De  don  José  María  Samper,  trae  un  rápido  boceto : 
^*ha  escrito,  dice,  6  ú  8  tomos  de  historia,  3  ó  4  de 
versos,  i  o  ó  1 2  de  novelas,  otros  tantos  de  viajes, 
de  discursos,  estudios  políticos,  memorias,  polémi- 
cas... qué  se  yo !...  Naturalmente  en  esa  mole  de  li- 
bros sería  inútil  buscar  el  pulimento  del  artista,  la 
corrección  de  lineas  y  de  tonos.  Es  un  rio  americano 
que  corre  tumultuoso,  arrastrando  troncos,  detritus, 
arenas  y  peñascos... ^^ 

En  fin,  largo  sería  seguir  al  autor  en  estos  retra- 
tos, género  literario  en  que  evidentemente  descuella. 
Me  he  detenido  en  este  punto,  porque  parece  que  allí 
se  revela  una  nueva  faz  del  talento  del  señor  Cañé. 
Tiene  el  don  de  daguerreotipar  á  una  personalidad 
en  pocas  líneas,  presenta  la  luz,  la  sombra,  el  claro 
obscuro  que  iluminan  el  retrato,  poniendo  de  relie- 
ve su  lado  serio  y  su  lado  cómico.  Busca  siempre  el 
efecto  del  contraste.  Y  esto  es  lo  que  me  mueve  á  de- 
cir que  tiene  tendencias  á  ser  un  verdadero  humo- 
rista. 

¿Qué  es  efectivamente  el  humour?  Un  crítico  cele- 


UN    LIBRO   DE  CAÑÉ  211 

bre  lo  ha  definido  magistralmente.  Es,  dice,  el  ím- 
petu de  un  espíritu  dotado  de  la  aptitud  más  esqui* 
sita  para  sentir,  comprender  y  explicar  todo :  es  el 
movimiento  libre,  irregular  y  audaz  de  un  pensa- 
miento siempre  dispuesto,  que  ama  esas  trampas  tan 
temidas  de  los  retóricos:  las  digresiones,  y  que  se 
abandona  con  gracia  á  ellas  cuando  por  casualidad 
encuentra  un  misterio  del  corazón  para  aclararlo, 
una  contradicción  de  nuestra  naturaleza  para  estu- 
diarla, una  verdad  despreciada  para  enaltecerla :  un 
pensamiento  al  cual  atrae  lo  desconocido  por  un  se- 
creto magnetismo,  y  que  bajo  apariencias  ligeras  pe- 
netra en  las  más  obscuras  sinuosidades  del  mundo  mo- 
ral, da  á  todo  lo  que  inventa,  á  todo  lo  que  reprodu- 
ce, el  colorido  del  capricho,  y  crea  por  el  poder  de  la 
fantasía,  una  imagen  móvil  de  la  realidad  más  móvil 
aún. 

Ahora  bien;  léase  con  atención  el  último  libro  del 
señor  Cañé  y  se  encontrará  confirmada  la  exactitud 
de  esa  pintura  en  muchos  y  repetidos  pasajes.  Y  ca- 
si me  atrevería  á  asegurar  que  es  justamente  en  los 
pasajes  en  que  el  autor  se  ha  abandonado  con  más 
naturalidad  á  esa  tendencia,  que  el  lector  con  más 
justicia  se  complace. 

Edmundo  De  Amicis  en  algunos  de  sus  libros  afor- 
tunados ha  hablado  de  la  página  magistral,  la  página 


2  I  2  RESEÑAS    Y   CRITICAS 


clásica,  la  página  estupenda  que  todo  escritor  debe 
tener  conciencia  de  haber  escrito  ó  poder  escribir,  pa- 
ra poder  asi  llegar  á  la  posteridad.  Una  de  esas  pá- 
ginaSf  por  ejemplo,  es  la  que  se  reñere  á  la  *'riña  de 
gallos"  en  el  libro  sobre  España,  En  aquellas  5  ó  6 
páginas,  dice  un  crítico,  se  hallan  reunidas,  amalga- 
madas hasta  la  cuarta  potencia,  todas  las  cualidades 
deDe  Amicis:  la  sutileza  del  observador,  el  vigor  del 
colorido,  la  elegancia  del  estilista,  y,  junto  con  todo 
esto,  aquella  variedad,  abundancia  y  riqueza  archi- 
millonaria  del  idioma,  por  lo  cual  es  verdaderamente 
descollante. 

i  Pueden  aplicarse  estas  palabras  de  Barrili  al  se- 
ñor Cañé  ?  <  El  autor  de  En  Viaje  ha  condensado  ya 
todas  sus  cualidades,  ha  dado  su  nota  más  alta  ?  En 
cada  libro  que  escribe  el  señor  Gané,  se  revela  una 
faz  distinta  de  su  espíritu:  esto  hace  difícil  en  extre- 
mo la  tarea  del  crítico  severo,  fácil  á  lo  sumo  la  del 
benévolo,  pues  en  justicia  hay  tanto  que  alabar  I 

Por  eso,  una  crítica  justa  —  á  pesar  de  que  el  señor 
Gané  ha  dicho  que  es  la  *^que  más  difícilmente  se  per- 
dona, como  los  palos  que  más  se  sienten  son  los  que 
caen  donde  duele"  —  en  este  caso,  puede  con  leal  im- 
parcialidad tributar  cumplido  elogio  al  escritor  que 
se  ha  revelado  humorista  de  buena  ley,  confirmando 
su  vieja  reputación  de  estilista  brillante. 


UN    LIBRO   DE   CAÑÉ  2  I  3 


Y  es  lástima  grande  que  con  tan  brillantes  cualida- 
des, no  sea  el  señor  Cañé  más  que  un  dilettante  en 
las  letras.  Se  nota  que  aquel  autor  no  siente  en  sí  la 
vocación  del  escritor ;  escribe  como  un  pis  aller.  Do- 
tado como  pocos  para  ello,  jamás  ha  considerado  á 
las  letras  sino  como  un  accesorio,  y  en  el  fondo  se  me 
ocurre  que  es  el  hombre  más  desprovisto  de  vanidad 
literaria.  Las  letras  son  para  él  queridas  pasajeras, 
que  se  toman  y  se  dejan  rehuyendo  compromisos,  y 
á  las  que  no  se  pide  sino  el  placer  del  momento,  sin 
la  preocupación  del  mañana.  Su  temperamento,  sus 
más  vehementes  inclinaciones  lo  llevan  á  la  vida  polí- 
tica, á  la  acción  :  es  hombre  de  parlamento,  orador 
nato,  á  quien  el  ejercicio  del  poder,  sea  en  ministerios 
ó  á  la  cabeza  de  cualquier  administración,  parece 
producir  una  satisfacción  que  degenera  en  dulce  em- 
briaguez. Es  un  literato  que  desdeña  las  letras,  y  á 
quien  la  política,  como  Minotauro  implacable,  ha  de- 
vorado sin  remedio.  Escribirá  aún  de  vez  en  cuando, 
quizá,  pero  lo  hará  con  la  sonrisa  de  escepticismo  en 
los  labios,  y  como  calaverada  de  gran  señor. 

La  política  es  la  gran  culpable  en  la  vida  america- 
na :  fascina  á  los  talentos  jóvenes,  los  seduce  y  los  es- 
teriliza para  la  producción  intelectual  serena  y  eleva- 


2  1 4  RESEÑAS    Y   CRITICAS 

da ;  los  embriaga  con  la  acción  efímera,  los  gasta  y 
los  deja  desencantados,  imposibilitándolos  para  vol- 
ver al  culto  de  las  letras,  y  esclavizados  por  la  fascina- 
ción de  la  vida  pública.  Sacrifican  así,  esos  espíritus 
escogidos,  una  gloria  seria  y  permanente,  por  una 
gloria  inconsistente  y  del  momento. 

Cañé  principió  por  dejarse  seducir  por  el  diarismo 
político  y  derrochó  un  espléndido  talento  en  escri- 
bir artículos  de  combate  que,  deslumbradores  fuegos 
de  artificio,  vivieron  lo  que  viven  las  rosas,  el  espa- 
cio de  unas  horas.  < Quién  se  acuerda  hoy  de  ellos? 
Su  propio  autor  los  ha  olvidado  quizá,  y  con  razón, 
porque  son  producciones  condenadas  de  antemano  á 
muerte  prematura. 

Pero,  si  bien  se  explica  que  un  hombre  de  ese  tem- 
ple sacrifique  las  letras  por  la  política,  no  se  com- 
prende cómo  sacrifica  la  vida  pública  activa  por  la 
tranquilidad  del  ocio  diplomático.  Puede  que  el  tem- 
peramento un  tanto  epicúreo  del  autor  de  En  viaje 
algo  haya  influido  en  este  súbito  cambio  de  frente,  pe- 
ro renunciar  á  la  vida  parlamentaria,  á  la  prensa  po- 
lítica, al  gobierno  activo,  para  refugiarse  en  un  retiro 
diplomático,  cuando  se  encontraba  en  plena  juventud, 
sin  haber  llegado  siquiera  á  lá  mitad  de  la  vida, 
lleno  de  vigor,  de  aspiraciones,  de  sangre  bullidora...! 
Misterio!   La  vida  diplomática  tiene,  es  cierto,  nobi- 


UN   LIBRO   DE   CAÑÉ  2  1^ 

lísíma  esfera  de  acción,  pero  para  un  hombre  de  esas 
condiciones  se  asemeja  á  un  suicidio  moral.  Por- 
que si  las  funciones  diplomáticas  permiten  disponer 
de  ocios,  es  preciso  llenarlos,  y  si  no  se  les  llena  con 
la  labor  literaria,  un  temperamento  demasiado  acti- 
vo corre  peligro  de  emplearlos  en  apurar  hasta  las  he- 
ces el  cáliz  de  Capua, — y  ese  cáliz  es  fatal. 

Me  hace  acordar  el  señor  Cañé  á  la  figura  tan  sim- 
pática y  tan  análoga  de  aquel  brillantísimo  espíritu 
francés  que  se  llamó  Prevost-Paradol;  también  fué  un 
escritor  que  pudo  haber  fácilmente  traspuesto  las 
más  altas  cumbres:  dotes,  preparación,  ambición, 
todo  poseía.  El  éxito  le  sonrió  siempre...  Pero  aban- 
donó las  letras  por  la  política,  y  cambió  la  lucha  ac- 
tiva por  el  reposo  diplomático.  Aquel  bello  talento 
se  esterilizó  por  completo. 

Se  me  viene  á  la  memoria  un  incidente  verdadera- 
mente gráfico  en  la  vida  de  Prevost-Paradol.  Un  día, 
un  amigo  le  decía:  "<Por  qué  no  escribe  usted  la  his- 
toria de  las  ideas  parlamentarias  ?  Hay  ahí  un  libro 
interesante  y  digno  de  tentar  su  talento.  Y  él  respon- 
dió: Qué  feliz  es  usted  de  creer  todavía  en  los  li- 
bros, en  las  frases,  y  de  encariñarse  con  todos  esos 
juguetes  inútiles  que  sirven  de  pasatiempo  á  los  de- 
socupados ! ...  Y  añadió :  Sólo  el  poder  es  verdade- 
ro. Conducir  á  los  hombres,  dirigir  sus  destinos.  He- 


2  I  6  RESEÑAS   Y   CRÍTICAS 

varios  á  la  grandeza  por  caminos  que  no  se  les  indi- 
ca, preparar  los  acontecimientos,  dominar  á  los  he- 
chos, forzar  á  la  fortuna  á  obedecer — he  ahí  el  objeti 
vo  que  es  preciso  tener  5'  que  sólo  alcanzan  las  volun- 
tades fuertes  y  las  inteligencias  elevadas  !  " 

Se  me  fígura  que  el  diplomático  Gané  más  de  una 
vez  pensará  con  melancolía  en  esas  palabras.  Si  es 
cierto  que  el  epicureismo  le  ha  hecho  desertar  de  la 
lucha  ardiente,  se  ha  vengado  de  tal  cobardía  moral 
ahogándolo  en  ese  fastidio  que  eternamente  pone  de 
manifiesto  el  autor  de  En  Viaje,  Aún  es  tiempo,  sin 
embargo,  de  que  reaccione ;  y  si  la  voz  aislada  de  un 
extraño  pudiera  servir  de  suficiente  profecía,  que  no 
la  considere  como  viniendo  de  una  Casandra  de  al- 
dea, sino  que  trate  de  no  justificar  aquel  verso  fa- 
moso : 

L'armure  qu'il  portait  n'allait  fas  á  sa  taille. 
Elle  était  bonne  au  plus  pour  un  jour  de  bataille 
Et  ce  jour-lafut  court  comme  une  nuit  d'été. 


Mayo  de  1884. 


VIII 


MARTIN     garcía     MEROU 


sus  "estudios  literarios"  (i) 


RACE  poco  que  llegó  al  Río  de  la  Plata  este  libro, 
y  anunciase  ya  otra  nueva  producción  de  tan 
fecundo  cuanto  amable  poeta.  Antes,  sin  embargo,  de 
leer  sus  Impresiones,  que  tratan  del  mismísimo  asunto 
que  sirvió  de  tema  al  reciente  libro  de  Gané  —  En 
Viaje,  —  la  Nueva  Revista,  tardía  aunque  segu- 
ra, tiene  el  deber  de  ocuparse  de  un  volumen,  para 
ella  tanto  más  simpático,  cuanto  que  en  sus  págjnas 
se  publicó  uno  de  los  más  interesantes  capítulos:  El 
alma  de  don  Juan  (2). 

(i)  i  Yoluroen  en    (80  de   II3  páginas  elegantemente   impreso  en 
Madrid.  (Librería  de  Muríllo). 
(2)  Véase  el  tomo  V,  pág.  3-14. 


2  1  8  RESEÑAS   Y   CRITICAS 

Es,  entre  nosotros,  universalmente  conocido  Mar- 
tín García  Mérou.  Perteneciente  á  la  más  joven  ge- 
neración, su  carrera  literaria  es  tan  reciente  como 
rápida.  Sus  Poesías  (i)  fueron  para  el  público  una 
revelación,  y  la  opinión  imparcial  le  saludó  poeta, 
pero  poeta  de  buena  ley,  de  inspiración,  de  esponta- 
neidad. Sus  Nuevas  poestas{2]  confirmaron  con  brillo 
su  merecida  y  no  impugnada  fama.  Sus  Reflejos  (3) 
y  sus  Varias  poesías  (4)  no  hicieron  sino  acre- 
centar su  reputación.  Martín  García  Mérou  es,  efec- 
tivamente, poeta,  pero  no  versificador ;  sus  estrofas 
son  verdaderas  poesías  y  no  trabajados  versos  ;  en 
sus  producciones  poéticas  fluye  la  inspiración  que  no 
se  adquiere  con  el  rebuscamiento  de  rimas  forzadas, 
ni  con  el  pregonamiento  de  tesis  liberalescas  ó  de  teo- 
rías pretendidamente  filosóficas.  En  las  produccio- 
nes de  García  Mérou  la  poesía  habla  al  corazón  y  á  }a 
inteligencia :  jamás  en  sus  versos  se  entrevé  una 
prosa  laboriosamente  rimada  ;  sus  poesías  son  sen- 
cillas, porque  son  verdaderas  :  para  cautivar  al  lec- 
tor sólo  ha  menester  decir  lo  que  siente,  sin  jamás 
entrar  en  el  terreno  vedado  de  excesos  naturalistas. 

(1)  1879-1880.  Buenos  Aires,  1880,  i  volumen. 

(2)  1 880-1881.  Buenos  Aires,  i88[. 

(3)  Un  folleto.  Buenos  Aires,  1881. 

(4)  La  sombra  de  Nani,    Miml,   El   Payaso,  Cuadros  de  la    con^ 
quista  del  Perú,  En  dos  albums.  Buenos  Aires,  1882  . 


MARTÍN   GARCÍA   MÉROU  2  I  Q 


García  Mérou  pertenece  á  la  raza  de  los  "afortu- 
nados ",  de  esos  fauci  sed  selecti  de  que  habla  el 
poeta  antiguo.  En  alguno  de  los  bellos  capítulos  de 
su  último  libro,  el  poeta  —  porque  lo  es,  aun  cuando 
emplea  la  prosa  —  habla  de  las  hadas  y  semi-dioses 
de  las  leyendas  del  Norte:  pues  bien,  en  su  destino 
parece  como  si  alguna  de  esas  poéticas  á  la  par  que 
poderosas  divinidades  hubiera  decidido  velar  por  su 
felicidad.  Su  vida  hasta  ahora  ha  sido  una  marcha 
por  sobre  rosas,  cosechando  triunfos  y  conquistando 
simpatías.  Véase  sino.  Sus  primeros  pasos  en  la  di- 
fícil senda  literaria  fueron  protegidos  por  la  previ- 
sora égida  fraternal,  especie  de  antiguo  pénate,  cuyo 
severo  buen  gusto  y  sólidas  cualidades  se  han  sepul- 
tado más  tarde  en  inexplicable  mutismo.  En  el  mo- 
mento crítico  en  que,  abandonados  los  estudios  aca- 
démicos, se  encontraba  indeciso  acerca  del  rumbo 
que  debía  elegir,  la  hada  que  seguramente  preside 
sus  destinos,  le  deparó  la  fortuna  singular  de  reco- 
rrer el  viejo  y  el  nuevo  mundo  bajo  la  dirección  de 
un  maestro  tan  experimentado  como  hábil ;  conoció 
el  mundo,  llevado  de  la  mano  por  aquel  seguro  guía 
con  cuya  carrera  tiene  tanto  parecido.  El  gobierno 
de  su  país  lo  inviste,  á  su  temprana  edad,  de  un 
alto  cargo  diplomático,  y  en  tal  carácter  frecuenta 
sociedades  cultísimas  en  Europa  y  América.   Y  sin 


2  20  RESEÑAS   Y   CRÍTICAS 

embargo...  García  Mérou  en  este  libro,  estudiando  á 
los  desesperados  en  la  contemporánea  literatura,  se 
lamenta  y  habla  del  dolor,  como  si  durante  su  vida 
hubiera  experimentado  cruentas  desgracias ! 

García  Mérou  ha  hablado  del  mal  del  siglo^  recor- 
dando las  páginas  que  su  poeta  favorito— Musset  — 
le  dedica  en  fus  bellísimas  Confesiones^  pero  ha  ol- 
vidado distinguir  entre  las  diversas  categorías  que 
representan  Werther,  Rene,  Adolphe,  Obermann  y 
otros  tipos  legendarios:  ha  prescindido  de  esa  falange 
dolorida  (en  literatura)  de  los  que  sufren  el  extraño 
mal  denominado  hastio  de  la  felicidad.  El,  que  hasta 
ahora  no  ha  cosechado  sino  aplausos  y  felicitaciones; 
que  ignora  las  crueles  asechanzas  de  la  envidia,  los 
despreciables  manejos  del  odio  ciego,  las  míseras  ca- 
balas de  banderías  literarias,  el  indiferentismo  de  los 
dispensadores  del  ruido  momentáneo  y  de  la  fama 
callejera!... 

Para  él,  poeta,  ^^  las  hadas  son  las  musas  que  lo 
inspiran  y  las  reinas  del  mundo  en  que  se  agita^\  se- 
gún sus  propias  palabras.  Quiera  el  Destino  que 
esas  hadas  lo  protejan  siemprel  Pero  le  falta  esa  nota 
del  dolor  que  como  poeta  admira  en  Leopardi,  y  que 
le  hace  repetir  el  verso  famoso: 

L'homme  est  un  apprcnti;  la  douleur  est  son  maXlre 
Et  nul  ne  s'y  connait,  tant  qu'il  n'a  pas  souffert  /... 


MARTIN    garcía    MEROU  2  2  I 

Ejs  probable;  es  casi  seguro  que  no  le  faltará  en  su 
carrera  esa  nota  terrible.  Abunda  en  este  mundo  la 
pequenez,  y  ¡  ay  de  los  odios  de  los  pequeños !  Son 
tanto  más  terribles  cuanto  mayor  la  pequenez.  Si 
eso  le  sucede,  consuélese  el  poeta :  —  no  se  odia  á  los 
mediocres.  Y  la  carencia  de  enemigos  demuestra 
muchas  veces  tan  sólo  falta  de  superioridad. 


Un  joven  crítico  argentino,  cuya  palabra  debe  te- 
ner especialisimo  valor  para  el  autor  de  este  libro, 
ha  dicho  con  suma  razón  en  ocasión  análoga :  ''  En- 
tiendo que  una  palabra  desapasionada,  que  no  se 
puede  suponer  hija  de  la  envidia  ni  de  la  adulación, 
debe  agradar  á  un  joven  autor  que  ve  sonriente 
el  porvenir,  y  creo  que  aunque  no  le  agrade,  es  la 
única  que  debe  pronunciarse  en  sus  oídos.  De  otra 
manera,  la  crítica,  por  modesta  que  sea,  se  convierte 
en  un  incensario  ó  en  una  diatriba :  incensario, 
cuando  coloca  en  frentes  sin  arrugas  los  laureles  de 
los  que  han  envejecido  cultivando  con  éxito  un  in- 
genio poderoso  ;  y  diatriba,  cuando  desconoce  los 
méritos  verdaderos,  dando  rienda  suelta  á  las  pa- 
siones innobles  que  suelen  agitar  el  corazón  hu- 
mano... 


22  2  RESENAS   Y   CRITICAS 


Es,  pues,  siguiendo  tan  sano  consejo  que  voy  á 
emitir  una  opinión  acerca  de  este  libro. 

García  Mérou,  en  el  elegantísimo  volumen  de  sus 
Estudios  literarios,  principia  por  una  introducción 
acerca  de  la  tendencia  de  la  moderna  crítica  litera- 
ria, é  inserta  en  seguida  una  serie  de  artículos,  ya 
publicados  en  revistas  ó  en  periódicos  \  i"*  El  alma  de 
Donjuán ;  2°  Los  cuentos  ;  3**  Las  baladas ;  4**  Muje- 
res y  autores  \  5*  Forma  é  idea  ;  6*  Nana  y  el  natu- 
ralismo ;  7°  Notas  sobre  un  poema  \  8*  Dos  novelas  ; 
9°  Los  desesperados.  Esos  artículos,  según  él  mismo  lo 
declara  en  el  Prefacio,  tratan  de  ser  más  bien  *'  una 
conversación  divagadora,  amena  é  instructiva,  en  que 
las  cosas,  los  hombres,  las  obras  y  los  hechos  son 
recibidos,  barajados  y  vueltos  á  arrojar  con  habilidad 
y  destreza :   algo  como  un  lawn-tennis  intelectual ". 

El  autor  pertenece,  como  su  ex- jefe  diplomático, 
á  la  escuela  reducida  de  los  estilistas  :  tiene  siempre 
presentes  á  Gautier  y  Saint-Victor,  repite  con  frui- 
ción que  el  ideal  del  primero  fué  **  cincelar  la  frase, 
pintar  con  la  palabra,  hacernos  palpar  la  idea  traspa- 
rente y  alada,  como  se  pueden  palpar  los  contornos 
voluptuosos  de  una  estatua,  y  por  eso,  todas  sus  es- 
trofas están  construidas  con  estos  tres  únicos  mate- 
riales :  el  oro,  el  mármol  y  la  púrpura  ;  es  decir,  bri- 
llo, solidez  y  color  ". 


MARTÍN    GARCÍA   MEROU  22  3 


Su  introducción  caracteriza  las  diversas  escuelas 
de  crítica  literaria.  Y  es  esta  una  cuestión  que  mere- 
ce especialísima  atención. 

En  un  artículo  anterior  he  tenido  ocasión  de  ha- 
blar sobre  los  diversos  métodos  de  la  crítica  literaria* 
No  volveré,  pues,  sobre  lo  dicho.  Baste  á  mi  objeto 
recordar  que  hasta  Sainte-Beuve  la  crítica  era  pura- 
mente estética  :  consideraba  á  la  obra  literaria  en  sí 
misma,  'con  prescindencia  del  autor  y  del  mundo,  y 
la  comparaba  á  los  modelos  clásicos,  según  las  reglas 
de  Horacio  y  Boileau  :  la  obra  maestra  de  esa  escuela 
es  la.  Htstotre  de  la  littérature  frangaise^  por  Nisard. 

Los  progresos  de  la  historia  y  de  las  ciencias  au- 
xiliares han  cambiado  completamente  la  faz  de  la 
cuestión.  El  ilustre  crítico  de  Chateaubriand  et  son 
groupe  revolucionó  el  mundo  literario  con  su  méto- 
do analítico :  las  obras,  para  él,  eran  verdaderas  ema- 
naciones del  autor;  de  ahí  que  para  analizar  y  dise- 
car la  obra  en  su  misma  naturaleza,  le  sea  necesario 
analizar  y  disecar  al  escritor.  Nada  resiste  á  la  mi- 
rada penetrante  y  escrutadora  de  Sainte-Beuve :  su 
riguroso  análisis,  su  lógica  férrea  le  permiten  arri- 
bar siempre  á  conclusiones  definidas.  Después  de  él, 
Scherer  ha  sido  su  mejor  discípulo ;  pero  Taine  es, 
sin  duda,  quien  ha  reformado,  mejor  dicho,  trans- 
formado su  método.  El  sistema  de  Taine  es  conoci- 


2  24  RESEÑAS    Y    CRITICAS 

do :  para  él  no  hay  distinción  entre  fisiología  y  psi- 
cología: las  leyes  biológicas  se  aplican  á  la  literatu- 
ra como  á  la  naturaleza.  El  método  científico,  desde 
entonces,  se  ha  entronizado  totalmente  en  la  crítica 
literaria,  y  Zola,  al  proclamar  su  aparente  reforma, 
el  experimentalismo,  no  trepida  en  invocar  el  nombre 
venerado  de  Claudio  Bernard  y  sus  doctrinas  cientí- 
ficas. 

García  Mérou,  en  las  páginas  que  dedica  á  tratar 
esta  grave  cuestión,  llega  á  inclinarse  á  la  escuela  de 
Julio  Janin  y  Paul  de  Saint-Victor  —  ¡  siempre  la 
adoración  de  estilista  !  —  y  se  alista  en  sus  filas  con 
palabras  calurosas  y  elocuentes. 

Sin  embargo,  la  alta  crítica  literaria  de  nuestra 
época  está  lejos  de  ser  el  patrimonio  de  aquellos  ad- 
mirables cinceladores  de  frases,  mágicos  adoradores 
de  la  forma,  sacerdotes  del  culto  embriagador  de  la 
maestría  de  la  palabra.  La  moderna  crítica  literaria 
está,  puede  decirse,  en  manos  del  naturalismo  de 
Taine  y  del  experimentalismo  de  Zola,  con  Edmond 
Scherer  en  Francia  ;  Hillebrand  y  Lotheisen,  en  Ale- 
mania ;  Morley  y  Saintsbury,  en  Inglaterra ;  De 
Sanctis,  en  Italia.  Sin  embargo,  la  reforma  del  re- 
nombrado autor  de  la  Histoire  de  la  Littérature  an- 
glaise  ha  sufrido  á  su  vez  una  nueva  transformación, 
que  no  ha  repercutido  aún  en  los  pueblos  de  raza  la  - 


lAAllTÍN   GARCÍA   MÉROU  22$ 


tina,  pero  que  es  ya  innegable  en  los  de  raza  germá- 
nica. El  nuevo  reformador  es  un  dinamarqués  cuyo 
nombre  hace  años  viene  provocando  tempestades  en 
su  patria :  Georges  Brandes.  Su  doctrina  ha  sido  for- 
mulada en  su  monumental  obra  sobre  las  corrientes 
literarias  del  siglo  actual :  Dte  Hauptstrdmungen  der 
Literatur  des  neunzenten  J ahrhunderts  ( i ).  Brandes, 
con  todo,  como  él  mismo  lo  reconoce,  es  tan  sólo  el 
continuador  de  Hettner,  quien,  en  su  celebrada  His- 
toria de  la  literatura  del  siglo  xviii,  describe  en  for- 
ma verdaderamente  épica  las  grandes  batallas  por 
las  ideas  reformadoras  de  aquel  siglo.  Brandes,  trans- 
formando ese  método,  considera  á  la  obra  literaria 
no  sólo  como  el  producto  de  su  autor  y  de  su  país, 
sino  del  conjunto  de  la  civilización  de  la  época,  por  la 
acción  recíproca  que  las  ideas  y  escuelas  de  una  na- 
ción ejercen  sobre  las  demás.  Estudia  la  atmósfera 
intelectual  de  la  época,  la  deduce  de  la  comparación 
de  las  diversas  naciones  y  muestra  la  relación  recí- 
proca más  ó  menos  involuntaria  en  que  están  todas 
las  literaturas,  y  juzga  entonces  á  la  obra  literaria 


(i)  Traducción  de  Adolf  Strodtmann.  Berlín  (Duncker,  1872-1876) 
tomos  I-IV.  El  V  acaba  de  aparecer  traducido  al  alemán  por  su 
mismo  autor.  Sólo  conozco  de  él  lo  que  dice  Charles  Simond  en 
su  reciente  articulo  sobre  Brandes  en  la  Revue  Internationale,  que 
dirige  con  universal  aplauso  en  Florencia  el  notable  critico  italiano 
De  Gubsmatis,   adepto  de  la  nueva  escuela. 


2  20  RESEÑAS   Y  CRÍTICAS 

según  la  corriente  intelectual  á  que  pertenece.  Y  co- 
mo el  autor  es  producto  de  su  nación,  ésta  de  la  época, 
y  cada  época  de  las  anteriores,  resulta  que  la  obra  li- 
teraria es  una  imagen  fiel  del  período  que  la  produ- 
ce. De  ahí  que  Brandes  divida  el  siglo  xix  en  seis 
grandes  grupos :  el  primero,  inspirado  por  Rousseau, 
es  francés,  y  lo  denomina  literatura  de  los  emigran- 
tes^ y  bajo  él  comienza  la  reacción  á  las  ideas  avanza- 
das del  89  y  de  los  enciclopedistas ;  el  segundo  es  la 
escuela  romántica  en  Alemania^  y  en  él  la  reacción 
se  acentúa,  divorciándose  de  las  tendencias  liberales 
y  progresistas  del  siglo ;  el  tercero,  la  reacción  en 
Francia^  representa  la  reacción  triunfante,  y  com- 
prende escritores  como  De  Maistre,  Lammenais  (en 
su  período  ortodoxo),  Lamartine  y  Victor  Hugo 
(bajo  la  Restauración);  cuarto,  el  naturalismo  en 
Inglaterra^  lo  compone  Byron  y  sus  coetáneos ;  el 
quinto,  la  escuela  romántica  en  Francia^  movimien- 
to representado  por  Hugo,  Musset,  y  toda  la  pléyade 
de  1830;  el  sexto,  la  joven  Alemania^  compuesto  de 
Heine,  Borne,  Auerbach  y  otros.  Y  como  después  de 
1 848  se  ha  producido  un  nuevo  movimiento,  es  de 
creerse  que  Brandes  agregue  un  séptimo  período. 

Las  teorías  literarias  de  Brandes  no  circulan  sino 
entre  el  público  de  habla  alemana,  porque  sus  libros 
aún  no  han  sido  traducidos  á  un  idioma  latino.  Pero 


MARTÍN   GARCÍA   MÉROU  2  2^ 

entre  sus  adeptos,  cuenta  no  sólo  alemanes  y  dina- 
marqueses como  W.  Scherer,  Rodenberg,  HeysC; 
Leixner,  Ahnfeld,  sino  que  ha  inspirado  al  ilustre 
escritor  De  Gubernatis,  en  su  Storia  della  letteratura 
universales  actualmente  en  curso  de  publicación  (i). 
Más  aún :  en  Alemania,  el  editor  W.  Friedrich,  de 
Leipzig,  ha  emprendido,  bajo  la  dirección  de  eminen- 
tes especialistas,  una  historia  de  la  literatura  univer- 
sal (Geschichte  der  Weltltteratu*-  in  Einzeldarste- 
llungen)  de  la  cual  han  aparecido  ya  los  tomos  relati- 
vos á  Francia,  Italia,  Inglaterra,  Polonia  y  en  parte 
á  Alemania.  Esta  empresa  grandiosa  y  verdadero 
monumento  de  crítica  literaria,  está  inspirado  en  su 
plan  y  en  su  ejecución  por  las  teorías  de  Georges 
Brandes.  Puede,  pues,  con  justicia  asegurarse  que 
en  la  crítica  literaria  contemporánea  la  escuela  rei- 
nante es  la  de  Brandes. 

...  García  Mérou,  sin  embargo,  como  lo  dije  antes, 
se  detiene  en  su  Prólogo  y  en  la  escuela  de  Janin  y 
Saint-Vi  ctor. 


En  los  diversos  capítulos  de  este  libro,  desplega  el 


(i)  Aunque  indirectamente,  un  reciente  critico  francés,  Mr.  Paul 
Bourget  (en  sus  Essais  de  Psyckologie  contemporaine)  se  ha  afiliado 
á  la  escuela  de  Brandes. 


2  28  RESEÑAS   Y   CRÍTICAS 


autor  una  erudición  que  á  primera  vista  fascina,  por- 
que lo  hace  aparecer,  transformarse,  asumir  mil  for- 
mas, desaparecer,  volver  de  nuevo  á  aparecer  :  en  una 
palabra,  produce  la  ilusión  de  un  kaleidoscopio  fan- 
tasmagórico, concluyendo  por  marear  al  lector.  Su 
estilo  es  muchísimo  más  castizo  que  el  de  sus  prime- 
ros escritos  en  prosa,  si  bien  no  lo  es  bastante  aún, 
al  decir  de  los  exigentes  críticos  madrileños. 

Pero,  para  un  discípulo  de  Saint- Victor,  es  inta- 
chable un  párrafo  como  el  siguiente:  "...Ellos 
quieren  mezclar  el  análisis  á  la  inspiración,  y  cuando 
tropiezan  con  la  poesía,  en  vez  de  apresurar  el  paso 
como  un  moralista  escandalizado,  tienen  para  ella 
sonrisas  'estudiantiles,  la  arrullan  y  la  contemplan 
con  la  adoración  de  un  paje  por  una  reina,  le  abren 
sus  brazos  cariñosos,  la  visten  con  los  encajes  más 
diáfanos  del  estilo,  y  la  adornan  con  esas  palabras 
que  llegan  hasta  todas  las  almas,  que  tienen  el  brillo 
de  |los  diamantes,  la  blanca  tersura  del  marfil,  y  ese 
sonido  metálico  y  armonioso  de  perlas  que  se  derra- 
man en  una  copa  de  oro !... " 

García  Mérou,  aspira,  pues,  á  ser  un  Benvenuto 
Cellini  de  la  frase. 

De  ahí  justamente  proviene  la  dificultad  con  que 
se  tropieza  al  querer  analizar  este  libro.  Parece  como 
si  el  autor  quisiera  introducir   en  asuntos  literarios 


MARTIN   garcía  MÉROU  2  29 

el  método  de  esos  pianistas  celebrados  por  sus  varia- 
ciones brillantísimas,  su  agilidad  incomparable  en  el 
teclado,  el  enlace  é  intima  conexión  de  los  sonidos, 
lo  que  demuestra  poseen  una  ejecución  admirable.  Es 
como  el  bellísimo  colorido  de  las  alas  de  las  maripo- 
sas :  es  preciso  contemplarlo  cuando,  revoloteando  és- 
tas á  la  luz,  los  rayos  se  quiebran,  multiplican  y 
transforman,  formando  un  efecto  deslumbrante. 
Pero...  imposible  observar  á  la  mariposa  de  cerca, 
prisionera  entre  los  dedos :  á  poco  andar,  de  tanto 
brillo,  queda  tan  sólo  un  polvo  informe,  inútil.  El 
mismo  poeta  lo  ha  dicho:  *^  Nos  pasa  lo  que  al  árabe 
de  la  leyenda ;  levantó  un  pedazo  cristalino  de  hielo, 
creyéndolo  un  diamante,  y  lo  guardó  cuidadosa- 
mente, i  Ay !  á  la  mañana  siguiente  aquel  trozo  de 
facetas  luminosas,  estaba  convertido  en  unas  misera- 
bles gotas  de  agua  que  se  evaporan  á  los  rayos  del 
sol!..." 

Hablando  seriamente,  el  libro  de  García  Mérou  no 
es  de  aquellos  destinados  al  análisis  detenido  y  se- 
vero :  él  mismo  lo  advierte  en  su  Prefacio, 

Pero  en  cambio  ¡  qué  de  joyas  engarzadas  al  acaso, 
sin  orden  ni  método,  pero  todas  de  buena  ley,  piedras 
preciosas  de  primera  agua,  cuya  luz  es  vivísima! 

Todos  los  capítulos  de  este  libro  merecen  ser  leí- 
dos con  verdadero  placer :  hay  en  los  Cuentos^  en  las 


230  RESEÑAS   Y   CRITICAS 


Baladas f  en  Mujeres  y  autores j  escenas  y  párrafos 
dulcísimos  y  encantadores.  En  Dos  novelas^  hay  cua- 
dros trazados  por  mano  maestra,  pero  siempre  según 
el  mismo  método,  —  método  que  recuerda  el  colibrí 
deteniéndose  apenas  en  cada  flor  lo  necesario  para 
libar  una  gota  de  miel...  Así,  por  ejemplo,  habla  el 
autor  de  Pablo  y  Virginia,  la  deliciosa  y  clásica  no- 
vela de  todos  conocida ;  evoca  los  recuerdos  de  la  pri- 
mera lectura,  y  refiriéndose  á  la  escena  tiernísima 
del  naufragio,  dice  : 

"Y  cuando  las  últimas  olas  enfurecidas  y  azotadas 
por  el  huracán,  han  doblado  sus  crestas  espumosas, 
y,  enronquecidas  todavía  del  largo  combate,  azotan 
con  un  sordo  murmullo  las  rocas  de  la  playa,  —  se 
siente  que  la  esperanza  se  ha  hundido  también  en 
ella,  como  los  restos  del  bajel  que  conducía  á  Virgi- 


nía. 


Ahora  bien,  compárese  un  pasaje  similar  que  con- 
tiene el  reciente  libro  postumo  de  Michelet:  Majeunes- 
se.  y  léanse  los  párrafos  elegantes  y  profundos  en 
que  habla  el  autor  del  valor  moral  de  aquella  escena, 
cuando  Virginia  rehusa  despojarse  de  sus  ropas,  y 
prefiere  la  muerte  al  sacrificio  de  su  pudor... 

Por  otra  parte,  es  curioso  ver  en  las  Notas  sobre 
un  poema  cómo  el  autor,  nutrido  con  la  lectura  de  los 
adalides  de  1830,  tiene  el  coraje  de  juzgar  uno   de 


MARTÍN   GARCÍA   MÉROU  231 


los  Últimos  poemas  que  Víctor  Hugo,  para  su  des- 
gracia, se  empeña  en  producir  en  una  edad  destinada 
taa  sólo  para  recordar.  Pero  el  romántico  se  revela 
con  toda  su  fuerza  al  tratar  de  Nana  y  del  natura- 
lismo. 

Parece  García  Mérou  haber  renunciado  á  su  lira. 
Como  poeta  adquirió  justa  fama ;  pero  al  desdeñar  el 
alado  verso  por  la  prosa  vil,  parece  exclamar  con  su 
maestro  Gautier  : 

O  poetes  divins/je  ne  suis  plus  des  vótres  t 

On  m'a  fait  une  niche  ouje  veille,  tapi 

Dans  le  bas  d'un  journal,  comtne  un  dogue  accrupi, 

si  sustituimos  el  folletín  del  diario  por  la  poltrona 
diplomática. 

Ejs  verdaderamente  sensible.  Hasta  me  atrevería  á 
decir  criminal,  pues  no  se  puede  matar  así  al  hués- 
ped divino  que  la  naturaleza  ha  puesto  en  el  alma 
del  poeta.  Es  casi  inconcebible  que  en  plena  juven- 
tud, sintiendo  extremecerse  el  alma  al  contacto  de  la 
inspiración,  se  prefiera  encauzar  ese  torrente  en  for- 
ma de  esos  mil  artículos  de  un  día,  sobre  temas  más 
6  menos  elegantes,  empleando  así  una  savia  extraor- 
dinaria en  coquetear  con  la  frase  y  en  tejer  frágiles 
coronas  de  palabras.  En  ese  jugaete  literario  hay,  es 
cierto,  la  emoción  de  costear  perpetuamente  el  abismo 


333  RESEÑAS  Y   CRÍTICAS 

de  lo  retórico,  salvando  de  caer  en  él  gracias  á  increí- 
bles ejercicios  de  equilibrio  literario,  pero  todo  ello 
por  brillante,  por  seductor,  por  fascinador  que  sea, 
qué  vale  al  lado  de  una  estrofa,  una  sola  estrofa,  que 
arrancada  de  una  fibra  del  alma,  vuela  á  la  inmorta- 
lidad, porque 

...  Lefántreet  le  foéU 

LaitsetU  en  exfirantt  d'inmorUb  kiritiers  ; 

Jamáis  l'affreuse  nuit  ne  les  frend  tomt  entiers. 

No  ha  dicho  acaso  el  poeta  con  razón  hablando  de 
la  inspiración  divina : 

Sur  sa  toile  en  tnourant,  Raphail  Va  Lxissée  ; 
Et  pour  que  le  néani  ne  touche  point  á  lui, 
C'esl  assez  d'un  enfant  sur  sa  mere  endormi. 

Y  García  Mérou  desdeña  ese  don  celeste,  y  lo  aho- 
ga, y  lo  rechaza,  y  corre  á  cubrirse  con  el  manto  de 
filigrana  de  una  prosa,  poética  es  cierto,  pero  de  una 
prosa  que  difícilmente  reemplazará  á  la  dorada  es- 
trofa, para  desempeñar  el  papel  asignado  por  el  vate 
al  niño  dormido  en  los  brazos  de  la  incomparable 
Madonna  rafaelesca ! 

El  escritor  en  prosa  tropieza  con  insuperables  in- 
convenientes para  llegar  á  la  altura  á  que  se  encuen- 
tra el  poeta,  aún  antes  de  haber  producido  un  solo 


MARTÍN   garcía  MÉROU  233 


verso.  La  forma  rítmica  del  pensamiento  es  un  don 
precioso  que  coloca  desde  un  principio  al  agraciado 
alas  puertas  de  la  inmortalidad,  que  le  atrae  las  más 
vivas  simpatías,  la  más  calurosa  admiración  de  sus 
contemporáneos.  Y  tener  esa  riqueza,  y  desdeñarla  ! 
Es  verdaderamente  ejecutar  un  tour  de  forcé,  pues 
significa  renunciar  á  la  ventaja  inicial  en  esta  ruda 
carrera  hacia  la  gloria,  y  venir  á  confundirse  en  las 
filas  del  común  de  los  aspirantes.  Hay  quizá  en  esto 
más  altivez  si  se  quiere,  pero  qué  de  riesgos  se  co- 
rren!, y  quien  sabe  si  los  dioses  del  Olimpo,  celosos 
como  pocos,  no  castigan  tamaño  atrevimiento! 

García  Mérou,  por  lo  menos,  nada  quiere  dejar  al 
hado  en  esta  noble  lid.  Obrero  infatigable  de  la  pluma, 
jamás  está  ocioso  y  sus  libros  se  multiplican,  y  unos 
á  los  otros  tratan  de  sobrepujarse,  y  con  la  nobleza 
del  que  tiene  conciencia  del  propio  valer,  despliega 
sus  títulos  á  ser  declarado  vencedor,  é  infatigable 
prosigue  su  carrera,  seguro  de  llegar  á  la  deseada 
meta.  El  éxito  hasta  ahora  ha  coronado  sus  esfuerzos, 
y  la  legítima  satisfacción  que  ello  le  produce,  lejos  de 
aminorar  su  ardor,  lo  espolonea  por  el  contrario,  y 
con  su  armadura  reluciente,  visera  levantada  y  plu- 
macho  al  viento,  sigue  gallardo  su  camino,  entre  el 
murmullo  de  aprobación  y  el  ruido  de  los  aplausos... 

Por  de  pronto,  es  indudable  que  García  Mérou  es 


2  34  RESEÑAS   Y   CRÍTICAS 

ante  todo  un  escritor  amable,  fácil,  más  bien  opti- 
mista, y  su  estilo  que  parece  una  tenue  filigrana,  ja- 
más produce  impresión  desagradable.  Ejs  uno  de  esos 
escritores  destinados  á  ser  populares  en  países  de 
raza  latina,  en  los  cuales  predomina  el  elemento  me- 
ridional. 

De  un  afamado  estilista  italiano,  escritor  popular, 
si  los  hay,  en  su  país,  se  ha  dicho  que  era  el  más  á 
propósito  para  satisfacer  los  gustos  literarios  de  sus 
compatriotas,  apoyándose  en  una  razón  singular : 
que  los  italianos  son  ante  tododilettantes,  puesto  que 
cuando  van  á  la  ópera,  en  sus  teatros  organizados 
más  en  vista  de  la  conversación  que  de  la  representa- 
ción, no  es  para  seguir  de  parte  á  otra  el  desarrollo 
de  una  sabia  obra  de  arte,  sino  para  oir  el  trozo  fa- 
vorito, ó  un  cantor  á  la  moda,  el  aire  de  bravura  del 
tenor  ó  la  cavatina  de  la  prima  donna.  Algo  de  eso 
sucede  en  Buenos  Aires.  Por  eso  podría  aplicarse  á 
García  Mérou  las  siguientes  palabras  :  *'  sus  libros 
no  exigen  aplicación  alguna ;  no  está  uno  obligado  á 
principiarlos  en  la  primer  página  y  seguirlos  hasta 
el  fin;  seles  puede  abrir  en  cualquier  parte,  en  la 
seguridad  de  encontrar  siempre  una  bonita  descrip- 
ción, una  anécdota  entretenida,  una  fina  miniatura 
de  una  línea  "  . 

Por  otra  parte,  el  poeta  exclama  en  uno  de  los  ca- 


MARTÍN   garcía   MÉROU  2^^ 


pítulos  de  este  libro:  ''i En  qué  paleta  encontrare- 
mos aquellos  colores,  en  qué  visiones  veremos  cru- 
zar el  comendador,  escucharemos  el  galope  del  caza- 
dor negro  y  del  rey  de  los  Aulnos,  presenciaremos 
los  amores  de  Harald  Harfagar  en  el  fondo  del  océa- 
no, apuraremos  la  copa  del  rey  de  Thule,  ó  veremos 
trabajar  al  aprendiz  de  brujo,  escucharemos  los  es- 
tertores de  Schubert,  el  coro  de  las  ondinas,  las  elfas, 
las  nixis  y  las  willis,  la  coquetería  de  los  espectros 
descarnados  que  giran  en  rápido  torbellino,  la  fuente 
gimiendo  con  acento  moribundo,  la  soledad  con  to- 
dos sus  misterios  y  la  sombra  con  todos  sus  replie- 
gues, la  nereida  pálida  como  un  cadáver  coronándo- 
se con  las  algas  del  lago  y  abriendo  sus  ojos  verdes 
entre  las  ramas  pendientes,  la  luz  desfallecida  de  la 
luna,  el  ruiseñor  cantando  sobre  la  rama  de  un  árbol, 
los  nenúfares  llenos  de  curiosidad  escuchando  su 
acento,  y,  velada  por  el  manto  de  la  noche,  la  esfinge 
que  nos  contempla  atónita,  con  su  mirada  de  fiera  y 
su  sonrisa  de  mujer  > . . . " 

Pues  bien,  todo  eso  y  algo  más,  se  encuentra  en  el 
libro  de  García  Mérou. 


Junio  de  1884. 


IX 


ADOLFO    MITRE 


sus   POESÍAS 


HRREGLANDO  Últimamente  algunos  paquetes  de 
impresos,  quiso  la  casualidad  que  cayera  en  mis 
manos  un  diario  de  los  últimos  días  de  octubre  de 
1884,  en  que  se  hablaba  de  la  reciente  muerte  de 
Adolfo  Mitre.  Un  mundo  de  recuerdos  provocó  aquel 
hallazgo  fortuito,  representándose  á  mi  mente,  como 
si  fuera  ayer,  la  explosión  de  dolor  que  aquel  suceso 
produjo  y  con  cuyo  motivo  se  vio  rivalizar  en  el 
llanto  á  muchos  que  revelaron  entonces  un  cariño 
cuya  intensidad  no  habían  sospechado  aún.  Se  inicia- 
ron suscriciones  para  levantar  un  monumento  sobre 
su  sepulcro,  y  fué  grande  la  actividad  de  viejos  y  de 
jóvenes  en  cooperar  á  honrar  así  la  'memoria  del 
poeta. 


238  RESEÑAS   Y   CRÍTICAS 

Y  á  pesar  de  los  años  transcurridos,  su  mismo  re- 
cuerdo se  conserva  todavía  con  calor  en  el  corazón  de 
los  que  tuvieron  la  dicha  de  conocerle  y  de  amarle,  y 
que,  para  no  olvidar  su  memoria  la  cultivan,  —  según 
el  símil  del  poeta,  —  con  el  fervor  piadoso  de  aquellas 
vírgenes  hebreas  que,  al  atravesar  el  atrio  sagrado 
del  templo,  protegían  cOn  la  mano  la  temblorosa  luz 
de  sus  lámparas  de  oro  !  Sin  embargo,  más  de  uno 
habrá  que  pueda  repetir  en  este  caso  con  el  pensador 
moderno:  ^Mos  amigos  que  yacen  en  la  tumba  agi- 
tan nuestro  espíritu  como  si  estuvieran  vivos,  porque 
si  bien  no  se  les  ve  con  los  ojos  del  cuerpo,  en  cambio 
el  agua-fuerte  de  su  fisonomía  se  incrusta  más  hon- 
damente en  el  corazón  por  el  recuerdo  '\ 

...  Antes,  con  todo,  que  el  correr  del  tiempo  pueda 
borrar  en  algo  ese  recuerdo,  parécenos  útil  rememo- 
rar no  sólo  lo  que  constituye  la  personalidad  carac- 
terística de  Mitre,  sino  la  diversa  índole  de  su  talen- 
to poético,  .analizando  la  atmósfera  intelectual  en  que 
pasó  su  juventud.  De  esa  manera  se  verá  que  las 
poesías  que  de  él  nos  quedan,  cualesquiera  que  sean 
sus  defectos  ó  sus  deficiencias,  le  hacen  acreedor  por 
sus  singulares  cualidades  á  un  lugar  propio  en  la  lite- 
ratura argentina. 


ADOLFO   MITRE  239 


i  Qué  queda,  en  definitiva,  de  Adolfo  Mitre  ?  Salvo 
el  cariño  vivísimo  que  de  su  memoria  guardarán  siem- 
pre los  suyos,  y  de  los  que  no  olvidarán  al  amigo,  su 
temprana  muerte  le  impidió  dejar  un  rastro  profun- 
do en  su  época,  y  los  que  han  venido  después  sólo 
por  el  pequeño  volumen  de  Poesías  pueden  juzgar  al 
que  ya  no  existe. 

Y,  sin  embargo,  para  quien  le  conoció,  ese  libro, 
por  modesto  que  parezca,  exhala  un  perfume  pene- 
trante, porque  revela  la  intensa  personalidad  del 
poeta,  demasiado  altivo  para  no  ser  sincero,  dema- 
siado artista  para  no  distinguirse  del  número  infinito 
de  los  adoradores  de  la  rima.  Adolfo  Mitre  ocupará 
siempre  un  lugar  distinguido  en  la  historia  de  las  le- 
tras argentinas,  y  sus  Poesías  no  serán  por  cierto 
clasificadas  como  ^^  una  de  tantas"  entre  las  numero- 
sísimas que  el  numen  fecundo  de  nuestra  raza  ha 
producido. 

La  lectura  de  su  libro  hace  pensar,  y  permite  re- 
constituir con  la  fuerza  de  la  vida  una  figura  que  fué 
á  la  vez  esencialmente  simpática  y  de  una  corrección 
singular. 


240  RESEÑAS   Y  CRÍTICAS 


Murió  demasiado  joven.  Recién  cerraba,  por  decir- 
lo así,  su  período  juvenil.  Su  vida  de  estudiante,  sus 
ideales  de  los  veinte  años,  fueron  casi  al  mismo  tiem- 
po coronados  por  su  diploma  de  abogado  y  por  la 
publicación  de  sus  Poesías,  El  tiempo  que  desde 
aquel  entonces  transcurrió  hasta  su  muerte  pertenece 
á  su  vida  privada,  porque  durante  él  realizó  su  soña- 
do viaje  á  Europa  y  su  casamiento,  preocupándose  á 
su  vuelta  con  cimentar  su  hogar  por  el  trabajo.  Cuan- 
do ya  esta  faz  de  su  existencia  iba  á  entrar  en  la  vía 
normal  y  que  sus  deberes  de  padre  exigían  de  su  es- 
píritu una  aplicación  seria  y  fecunda  á  las  necesida- 
des de  la  vida,  la  muerte  lo  arrebató  implacable  en 
el  dintel  del  mezzo  del  camin  di  nostra  vita^  en  el 
momento  mismo  en  que  iban  á  realizarse  las  espe- 
ranzas que  su  carácter,  su  talento  y  preparación  jus- 
tificaban con  usura. 

Y  aun  cuando  su  modestia  lo  hiciera  exclamar  : 

Yo  no  sueño  alcanzar  con  mis  estrofas 
para  mi  frente  la  díficil  palma, 
ni  en  la  onda  perpetua  de  la  historia 
dejar  la  vibración  de  mi  palabra, 

no  es  justo  que  su  personalidad,  eminentemente  sub- 
jetiva, se  confunda  con  la  turba  multa.  Deber  sagra- 
do de  los  que  tuvieron  la  fortuna  de  amarle  es  el  ñjar 
los  rasgos  de  su  fisonomía  moral,  antes  que  el  tiempo 


ADOLFO    MITRE  24  I 


torne  confuso  su  recuerdo  en  una  época  en  la  cual, 
más  que  nunca,  los  humanos  parecen  hacer  más  ver- 
tiginosa aún  la  ''rápida  carrera  hacia  la  muerte",  co- 
mo se  ha  llamado  á  la  existencia,  trasmitiéndose  de 
mano  en  mano  la  antorcha  siempre  encendida  de  la 
vida! 

Las  Poesías  fueron  publicadas  en  1882.  Aquella 
época,  en  efecto,  fué  culminante  en  la  vida  de  Adolfo 
Mitre.  Tenía  apenas  un  poco  más  de  veinte  años,  pe- 
ro su  personalidad  se  adivinaba  completa. 

Esbelto  y  elegante  sin  afectación,  su  figura  respi- 
raba un  cierto  aire  de  melancolía  quele  grangeaba 
en  el  instante  mismo  las  simpatías  de  los  que  le 
veían.  Unía  á  su  envidiable  posición  social,  la  esti- 
mación de  caballeros  y  de  damas,  y  el  cariño  de  sus 
compañeros.  Su  felicidad  era,  puede  decirse,  com- 
pleta, porque  amaba  "con  amor  del  alma"  á  la  que 
más  tarde  fué  su  esposa. 

Su  tiempo  lo  dividía  entre  el  estudio  técnico  del 
Derecho,  el  ardoroso  culto  de  las  letras  -en  lo  que 
empleaba  sus  mejores  horas,  —  y  la  conversación  con 
sus  amigos.  Aparte  de  aquellas  ocupaciones  y  de  su 
colaboración  más  ó  menos  frecuente  en  La  Nación^ 
cuando  no  estaba  con  su  familia,  á  la  que  profesaba 
profundo  cariño,  —  sobre  todo  á  su  señora  madre,  tan 
querida  de  todos  cuantos  tuvieron  la  dicha  de  tratar- 
lo 


242  RESEÑAS   Y   críticas 

la,  —  se  entregaba  con  encanto  á  una  reverte  sin  fin, 
dejando  vagar  su  rica  imaginación,  un  tan tuelo  pere- 
zosa, por  los  dominios  de  la  poesía  y  de  los  ensueños 
juveniles. 

Dotado  de  un  temperamento  verdaderamente  ar- 
tístico, correcto  por  naturaleza  y  por  educación,  te- 
nía el  culto  tiránico  de  la  belleza  perfecta,  y  la  busca- 
ba sin  cesar  hasta  en  las  trivialidades  más  insignifi- 
cantes. Hombre  de  mundo  más  por  intuición  que 
por  experiencia,  era  fino  en  su  trato,  teniendo  el  ra- 
ro don  de  una  conversación  subyugadora.  No  se  le 
conocían  enemigos,  porque  su  comportación  no  ofre- 
cía angulosidad  alguna.  La  singular  apatía  de  su  ca- 
rácter que  tanto  le  envidiaban  muchos,  era  más  bien 
un  tranquilo  estoicismo  producido  por  el  dominio  se- 
guro de  una  voluntad  asombrosamente  enérgica,  en 
un  hombre  cuyo  aspecto  físico  le  hacía  parecer  casi 
enfermizo. 

Cuenta  Taine,  tratando  de  explicar  la  índole  par- 
ticularísima de  Merimée,  que  éste,  cuando  tenía 
diez  ó  doce  años,  cometió  alguna  falta  en  la  sala  de 
su  casa  :  fué  reprendido  muy  severamente'y  arrojado 
de  la  sala  ;  lloroso,  arrepentido,  acababa  de  cerrar 
la  puerta,  cuando  oyó  una  carcajada  y  que  alguien  de- 
cía :  *'  Este  niño  candoroso  nos  cree  muy  encoleriza- 
dos !  ".  La  idea  de  haber  sido  engañado,  lo  sublevó,  y 


ADOLFO   MITRE  243 


juró  reprimir  una  sensibilidad  tan  humillante.  Cum- 
plió Merimée  su  palabra  :  —  "  estar  siempre  en 
guardia  contra  la  expansión,  el  entusiasmo  y  la  se- 
ducción, jamás  entregarse  por  entero,  reservar  siem- 
pre una  parte  de  sí  mismo,  no  ser  engañado  ni  por 
otros  ni  por  sí,  obrar  y  escribir  como  si  perpetua- 
mente se  encontrara  en  presencia  de  un  espectador  in- 
diferente y  burlón,  ser  él  mismo  ese  espectador  :  he 
ahí  el  rasgo  que  cada  vez  se  grabó  más  y  más  en  su 
carácter,  hasta  dejar  una  marca  indeleble  en  todas 
partes  de  su  vida,  de  su  obra  y  de  su  talento". 
i  Hasta  qué  punto  serán  exactas  estas  palabras  apli- 
cándolas á  Mitre  ?... 

Poeta  escrupuloso,  amaba  demasiado  la  forma  para 
permitirse  el  lujo  de  la  facilidad,  y  su  severo  criterio 
le  hacía  tocar  y  retocar  sus  versos,  porque  ambicio- 
naba dejarlos  pulidos  y  brillantes,  como  esas  encanta- 
doras figurinas  del  Cellini,  tan  estupendamente  cin- 
celadas. 

Discreto  hasta  en  sus  momentos  de  mayor  ex- 
pansión, era  escéptico  al  juzgar  al  mundo,  porque 
Musset  fué  su  lectura  favorita,  y  el  escepticismo  del 
"hijo  del  siglo "  constituía  para  él  un  evangelio, 
aunque  nebuloso.  Miraba  la  vida  con  ojos  de  filó- 
sofo, y  contenía  por  ello  en  sus  justos  límites  todo 
arranque  extremo    de  pasiones  ó  de    juvenil  entu- 


244  RESEÑAS  Y  CRITICAS 

siasmo.  Sectario  del  romanticismo  del  año  30,  era 
sin  embargo  admirador  de  las  costumbres  pundono- 
rosas de  esa  época  inolvidable  en  que  se  juraba  '"''  por 
Dios,  el  Honor  y  la  Dama'',  siendo  en  su  vida  un 
cumplido  caballero,  esclavo  de  su  palabra,  capaz  de 
cualquier  sacrificio  en  aras  del  deber  bien  enten— 
dido. 

Hasta  en  esto  se  revela  su  fascinación  **hugólatra" 
por  la  antítesis.  Al  mismo  tiempo  que  se  conmovía 
su  alma  por  la  lectura  de  esas  páginas  terribles  de 
Musset,  en  que  Franck  hace  sus  confesiones  horripi- 
lantemcnte  cínicas,  ó  en  que  Octavio  se  complace  en 
marchitar  una  á  una  las  ilusiones  más  puras  y  más 
respetables  de  la  vida,  y  en  que  la  singular  y  ate- 
rradora experiencia  del  autor  de  Rolla  nos  hace  ro  - 
dar  por  el  abismo  más  repugnante  de  la  deprava- 
ción, su  inteligencia  se  embriagaba  con  la  perfección 
sublime  de  la  forma,  y  sólo  veía  al  poeta  que  supo 
como  pocos  hacer  vibrar  las  cuerdas  más  recónditas 
del  alma.  De  ahí  que  á  pesar  de  su  culto  excesivo  por 
Musset,  su  filosofía  fuera  diametralmentc  opuesta,  y 
á  la  fácil  relajación  de  aquel  poeta  infortunado,  opu- 
siera el  inflexible  pundonor  de  una  conducta  inta- 
chable, y  la  pureza  de  una  conciencia  jamás  ofendida 
ni  por  la  sombra  siquiera  de  una  máxima  inco- 
rrecta ! 


ADOLFO  MITRE  2^$ 


Su  precoz  experiencia  de  la  vida  la  había  bebido 
más  en  los  libros  que  en  los  dolores  de  la  existencia 
diaria,  y  la  serena  concepción  del  deber  daba  á  su 
conducta  un  cierto  tinte  de  olímpica  serenidad. 

Los  que  al  tratarle  y  apreciarle  presentían  el  fu- 
turo, se  complacían  en  ver  en  él  una  influencia  mo- 
deradora en  las  luchas  políticas  del  porvenir.  Era 
uno  de  esos  caracteres  poco  frecuentes,  que  son  de  un 
valor  inmenso  en  países  de  vida  febriciente  y  donde 
las  pasiones  turbulentas  de  la  raza  meridional  se  ha- 
cen un  honor  en  no  sufrir  freno  alguno.  De  toda  su 
generación,  era  Mitre  de  los  pocos  que  tuvieran 
aquella  cualidad ;  su  buen  criterio  nunca  lo  abando- 
naba, porque  era  imperturbable  la  sangre  fría  de  su 
carácter.  Voltaire  ha  dicho  en  alguna  parte  que 
pour  faire  de  bons  vers^  il  faut  avoir  le  diable  au 
corfs.  No  era,  sin  embargo.  Mitre  de  los  que  tuvie- 
ran el  atable  au  corps,  pero  i  lo  tuvo  acaso  Rubens 
para  llegar  á  ser  un  gran  pintor  ?  El  famoso  flamenco 
era  el  hombre  más  correctamente  flemático  que  es 
dable  imaginar,  y  con  todo  sus  cuadros  son  verda- 
deramente admirables. 

Aun  en  los  momentos  de  mayor  expansión,  juz- 
gaba Mitre  á  hombres  y  cosas  con  perfecta  serenidad, 
casi. diría:  objetivamente,  con  una  imparcialidad  que 
hacía  creer    se  tratara  de   algo    extraño  al  mundo 


246  RESEÑAS   Y   CRÍTICAS 


en  que  vivía.  No  era,  pues,  de  esos  hombres  que 
flotan  indecisos  á  todos  los  vientos,  y  que  la  opinión 
pública  hace  pasar  sin  cesar  de  un  extremo  á  otro. 
Jamás  habría  capitulado  con  la  popularidad,  si  para 
ello  hubiera  sido  necesario  menoscabar  su  carácter. 
Y  en  los  tiempos  que  corren  eso  no  es,  por  cierto, 
elogio  baladíl 

La** armonía"  que  proclamara  en   sus  versos  di- 
ciendo que  es 


...  la  \ey  universal,  eterna 
que  rige  lo  creado... 


era  para  él,  hasta  en  los  menores  detalles,  una  exi- 
gencia absoluta . 

Así,  las  piezas  mismas  que  habitaba  debían  estar 
en  consonancia  con  su  espíritu.  La  pequeña  salita  en 
que  recibía  á  sus  amigos  era  de  ello  elocuentísima 
prueba.  El  mueble  chino  que  satisfacía  sus  gustos  de 
artista,  le  permitía  reposar  su  vista  después  de  ha- 
ber recorrido  alguno  de  esos  incomparables  volúme- 
nes con  encuademaciones  refinadas  de  amateur ;  el 
par  de  floretes  de  flexible  hoja  y  hermosa  empuña- 
dura que  se  ostentaban  en  la  testera  del  fondo,  reve- 
laban su  maestría  en  el  arte  esencialmente  favorito 
de  todo  gentil-hombre ;  y  en  la  misma  pared  provo- 
caban la  melancólica  divagación  un  cierto  fantástico- 


ADOLFO    MITRE  247 


grabado  de  las  hadas,  cerca  del  cual  brillaban  los 
héroes  griegos  de  un  bajo-relieve  de  bronce.  Hasta 
su  mismo  escritorio,  en  el  que  se  destacaba  su  pe- 
queño y  poético  candelero  —  Luzbel  aplastado  por 
la  luz,  —  y  sus  estantes  cargados  de  libros  de  estu- 
dio, todo  demostraba  que  Mitre  era  un  hombre  de 
espíritu  y  superior  cultura. 

Y  vino  á  desaparecer  cuando  recién  podía  pensar 
en  sus  deberes  para  con  su  patria  y  para  con  su 
nombre ! 


II 


Muy  poco  es  lo  que  ha  dejado  en  prosa,  aparte  de 
algunos  trabajos  universitarios,  como  sus  Apuntes 
de  Derecho  Internacional  Privado,  y  otros,  pero  si  el 
tiempo  le  hubiera  permitido  dejar  una  obra  de  mayor 
aliento  habría  sido  uno  de  los  escritores  más  carac- 
terísticos de  su  generación .  Tenía  dotes  singulares 
de  concentración  y  de  fuerza,  en  la  manera  de  con- 
cebir y  de  expresar  las  cosas.  Su  pluma  habría  sido 
un  cincel,  pero  un  cincel  afilado  en  la  escuela  de 
Saint-Victor.  Con  todo,  si  se  exceptúa  algún  corto 
folletín,  como  En  el  Circo,  y  otros,  la  prosa  literaria 
de  Mitre  se  reduce  á  uno  que  otro  artículo,  por  ma- 


¿4^  RESEÑAS   Y   críticas 


ncra  que  en  las  letras  de  su  patria  será  recordado 
tan   sólo  como  poeta. 

No  ha  dejado  empero  sino  un  volumen  de  T^oe- 
sias,  reuniendo  en  esas  páginas  todas  sus  mejores 
producciones  publicadas  antes  en  diarios  ó  folletos, 
como  las  Armontas,  el  Alberius  y  El  alma  de  un  ar- 
tista. 

Su  libro  no  es  quizá  de  aquellos  que  gozan  de  una 
bulliciosa  popularidad,  ni  aun  de  los  que  á  su  apa- 
rición obtienen  éxitos  ruidosos,  aunque  momentá- 
neos. La  admiración  más  ó  menos  convencional  del 
mayor  número  ha  consagrado  sus  páginas,  pero  no 
es  esa  la  más  segura  prueba  de  su  mérito.  Puede 
que  no  sea  grande  el  número  de  los  que  le  han  leído 
con  diletto  amore  y  han  penetrado  las  bellezas  que 
encierra,  pero  mil  veces  más  valioso  es  el  éxito  dis- 
creto entre  espíritus  literarios, — \os  pauct  sed  selecti 
del  poeta  clásico,  —  que  la  fama  banal  de  los  que  an- 
tes de  leer  saben  ya  que  deben  aplaudir.  El  libro  tuvo 
el  éxito  invidiable  que  deseaba  el  autor :  sus  más  de- 
licados sentimientos  se  hubieran  sublevado  al  saber 
que  la  fama  callejera,  ruidosa  y  un  tantico  vulgar, 
había  mancillado  unos  versos  que  eran  hijos  predi- 
lectos de  su  espíritu,  concebidos  en  esos  momentos 
psicológicos  en  que  produce  el  alma  bajo  el  imperio 
de  una  emoción  profunda. 


ADOLFO   MITRE  249 


'*  Él  conocía  — ha  dicho  un  crítico  ilustre—  los 
serios  deberes  del  literato,  y  sabía  practicarlos  con 
escrupulosa  austeridad.  No  escribía  para  halagar 
preocupaciones  vulgares  y  alcanzar  las  victorias  es- 
truendosas, pero  efímeras,  obtenidas  por  los  que  di- 
cen á  gritos  las  necedades  que  el  vulgo  ama  como  á 
sus  hijos  ;  y  sacriñcaba  siempre  el  efecto  inmediato 
á  las  reglas  del  criterio  artístico,  inaccesible  para  la 
gran  mayoría  de  personas  que  no  tienen  un  gusto 
refinado...  Esperó  los  favores  de  la  musa  en  las  ho- 
ras silenciosas  de  austeras  vigilias,  y  la  invisible 
confidente  bajó  á  su  alma  con  una  frecuencia  y  una 
amabilidad  de  que  pocos  puedan  jactarse,  á  pesar  de 
haberla  invocado  muchas  veces.  " 

La  estrofa  con  que  se  abre  el  volumen  es  la  ex- 
presión verdadera  del  espíritu  del  poeta  y  caracte- 
riza la  nota  dominante  de  su  personalidad :  la  ausen- 
cia de  ambiciones  agresivas,  el  estoico  escepticismo 
de  una  experiencia  precoz, 

Ah !  me  repugna  este  combate  diario 
donde  el  más  fuerte  al  débil  pone  el  yugo, 
donde  el  hombre  del  hombre  es  adversario, 
donde  á  veces  el  premio  es  un  mendrugo. 

i  Por  qué  ?  Lo  ha  dicho  con  encantadora  sinceridad 
en  otra  parte  : 


250  RESEÑAS   Y   CRÍTICAS 


A  otros  dejo  una  gloria  en  que  no  se  halla 
la  dulce  paz  del  cuerpo  j  de  la  mente, 
prefiriendo  con  ánimo  indolente 
los  blandos  linos  á  la  férrea  malla. 


A  pesar  de  ello,  y  de  que  hasta  entonces  el  amor  ha- 
bía sido  su  culto  dominante,  como  se  ve  en  sus  sen- 
tidas IntimaSt  su  mente  se  alzaba  á  grandes  alturas 
en  aquel  magnífico  canto  filosófico  que  tituló  Armo- 
niaSf  dedicándolo  á  Carlos  Encina.  Pero  fiel  al  esta- 
do de  su  alma,  aún  en  medio  del  análisis  estricto  de 
las  fuentes  del  arte,  su  corazón  le  dictaba  la  solución 
final,  exclamando: 

Amor,  tú  solamente 

Puedes  dar  alma  y  forma  á  tus  ideales, 

Darles  un  rayo  de  la  luz  divina, 

La  divina  armonía, 

Y  formas  que  en  la  mente 
Dibujó  la  creadora  fantasía. 

Amor,  tú  eres  el  arte  verdadero. 

La  suprema  verdad  que  el  alma  anhela, 

Y  la  nota  sensible 

Que  la  armonía  universal  revela. 

En  toda  esa  primera  parte  del  libro,  sus  himnos  y 
clamores  revelan  á  un  espíritu  filosófico  y  no  común . 
La  expresión  misma  se  eleva  á  la  altura  del  pensa- 
miento, y  si  bien  no  podría  decirse  que  el^  autor  po- 
seía el  os  magna  sonaturum^  sin  embargo  el  crítico 
más  exigente  poco  tiene  que  observar. 


ADOLFO   MITRE  2  $  I 


Así,  en  una  notable  composición  destinada  á  expli- 
car el  suicidio,  dice  con  profunda  verdad : 

Sufrió,  dudó.  ¡  Quién  sabe  qué  amarguras, 
Qué  indecibles  angustias  sufrirla ! 

Tal  vez,  tal  vez  vela 
Las  horas  del  futuro  aún  más  obscuras 
Sin  la  estrella  polar  de  la  esperanza ! 

agregando  esta  otra  estrofa  verdaderamente  shakes- 
periana : 

Pensar!  dudar!  ¿Sabéis  qué  tempestades 
se  agitan  en  el  cerebro  enfermizo, 
cuando  la  densa  sombra  de  la  duda 
se  cierne  ante  la  luz  de  las  verdades  ? 
¿Sabéis  que  el  resignado  '* Dios  lo  quiso  " 

No  basta  muchas  veces 
cuando  la  suerte  tórnase  sañuda  ? 
Porque  la  fe  del  hombre  se  desquicia 
y  al  apurar  la  copa  hasta  las  heces, 
también  tiene  el  dolor  sus  embriagueces 
que  hacen  dudar  de  Dios  y  su  justicia ! 

Cierto  es  que  para  él  semejante  tema  tenía  una 
atracción  singular,  á  causa  del  respeto  profundo  por 
una  memoria  para  él  querida,  y  cuya  desgracia  expli- 
cara otro  poeta  amigo  en  esta  bella  estrofa : 

No  vivió  con  su  edad :  causó  fastidio 
todo  á  su  fatigado  pensamiento... 
y  cantó  la  sirena  del  suicidio 
en  la  hora  sin  luz  del  desaliento  ! 

A  pesar  de  sus  predilecciones  por  la  pléyade  ro- 
mántica ultra,  el  tipo  literario  de  Mitre  se  acercaba 


2$  2  RESEÑAS  Y  CRÍTICAS 


más  á  la  serenidad  de  Chateaubriand.  Pero  baio  el 
estoicismo  que  imitaba  del  autor  de  Rene,  vibraba 
una  alma  calurosa  y  entusiasta.  Su  misantropía  no 
era  real  sino  literaria ;  nunca  llegó  su  aparente  in- 
diferencia hasta  convertirlo  en  tranquilo  espectador 
del  escenario  del  mundo,  á  la  manera  del  Monsieur 
de  Cormors  de  las  50  primeras  páginas  del  libro  de 
Feuillet;  su  actitud  provenía  más  bien  de  reminis- 
cencias de  Rene,  Werther  y  Rolla,  aún  cuando  com- 
prendía perfectamente  que  esas  obras  habían  hecho 
su  tiempo . 

Una  de  sus  composiciones  de  mayor  aliento,  como 
acabamos  de  decir,  fué  la  titulada  Armonías,  reflejo 
de  las  teorías  literarias  del  autor  del  Canto  al  arte. 
Allí  hace  su  profesión  de  fe  en  estas  vibrantes  estro- 
fas: 

Pero  la  ciencia  humana  tiene  un  limitr. 
No  encontrará  jamás  el  escalpelo 
Dónde  es  que  el  alma  anida ; 
El  hombre  busca  en  vano  ante  un  cadáver, 
Entre  las  fibras  de  la  carne  inerte, 
Cuál  ha  sido  el  secreto  de  la  vida 

Y  cuál  el  secreto  de  la  muerte. 

Problemas  insondables ! 

La  razón  no  pretende  analizarlos. 

El  pensamiento  sólo  los  admira, 

Y  la  postrer  palabra  de  la  ciencia 

Es  un  himno  al  Creador  de  la  conciencia  ! 

Esta  repercusión  del  famoso  tgnorahimus  lanzado 


ADOLFO    MITRE  253 


en  esa  época  por  el  profesor  Du  Bois-Reymond,  en  la 
Universidad  de  Berlín,  muestra  en  el  poeta  un  cre- 
yente ilustrado,  cuya  religión  depurada  caracteriza 
él  en  su  Ecce  Homo  : 

...  Oh  Jesús  I  Ante  mis  ojos 
Sé  mi  eterna  enseñanza  y  pensamiento : 
Aunque  no  caiga  ante  el  altar  de  hinojos 
Tu  religión  dentro  de  mi  alma  siento. 

Los  versos  de  Mitre  no  son  el  producto  directo  de 
una  inspiración  caprichosa.  La  elegancia  de  su  ver- 
sificación demuestra,  por  el  contrario,  que  el  poeta  ha 
pulido  la  forma  para  que  siempre  esté  en  consonancia 
con  el  fondo,  pero  sin  jamás  sacrificar  á  éste.  Así  es 
que  á  pesar  del  culto  que  tenía  por  el  autor  de  Emaux 
et  Carnees,  jamás  llegó  hasta  el  amaneramiento  forza- 
do de  la  forma,  que  sostituye  al  nervio  del  fondo  el 
colorido  de  la  frase,  materializando  las  ideas  hasta 
sacrificar  á  lo  pintoresco  de  un  estilo,  sonoro  pero 
vacío,  la  sencillez  que  es  cualidad  ingénita  de  toda 
belleza. 

Sólo  una  vez  no  fué  el  poeta  consecuente  con  su 
criterio  literario,  y  lo  que  entonces  produjo  es  quizá 
lo  más  débil  de  su  libro.  La  fantasía  El  alma  de  un 
artista  fué  desgraciada,  no  por  su  fondo,  inspirado 
por  la  leyenda  célebre  de  Pigmalión  y  Calatea,  >ino 
por  la  forma,  pues  habiendo  querido  ser  en  ella  na- 


2  54  RESEÑAS   Y   CRÍTICAS 


tur  alista^  al  estilo  del  moderno  autor  de  la  Chanson 
des  Gueux,  descendió  á  prosaísmos  anti-literarios  é 
indignos  de  su  musa.  No  le  hago  cargo  alguno  por- 
que intentara  desviarse  de  la  eterna  cuerda  del  ro- 
manticismo, algo  fatigada  ya  á  causa  de  las  vibra- 
ciones que  de  ella  arranca  cuanto  cabalgante  del  Pe- 
gaso existe,  sino  que  esa  reacción  en  vez  de  encami" 
narse  en  los  rumbos  sanos  de  la  poesía  verista  de  un 
Carducci,  se  perdiera  en  el  ciénago  literario  de  los 
colaboradores  del  Gil  Blas, 

Sin  embargo,  aun  en  esa  misma  composición  hay 
cuartetos  inmaculados,  como  cuando  dice : 

La  Venus  que  David  habia  concluido 
era  el  supremo  esfuerzo  de  su  arte, 
y  al  concluirla  exclamaba  enardecido : 
**  ¡  Por  qué  no  puedo,  mármol,  animarte  I  " 

"  ¡  Qué  esfuerzo  de  mi  espíritu  indeciso 
podrá  infundirte  el  fuego  que  me  exalta ! 
¡  Qué  golpe  de  cincel  será  preciso 
para  incrustarte  el  alma  que  te  falta  ! " 

Esos  versos  nos  lo  pintan  á  lo  vivo.  El  poeta  ja- 
más estuvo  satisfecho  ni  con  sus  mejores  produccio- 
nes; tenía  el  anhelo  de  la  perfección,  y  en  su  prose- 
cución era  tenaz  é  inflexible. 

Su  lirismo  era  esencialmente  personal  y  sus  poe- 
sías parecen  buscar  sólo  los  sufragios  de  los  escogi- 
dos, desdeñando  dirigirse  á  la  gran  masa  del  público. 


ADOLFO   MITRE  255 


Cultivada  así  la  poesía,  se  convierte  en  un  verdadero 
refinamiento  del  espíritu.  Acaso  por  eso  los  inicia- 
dos encuentran  tanto  que  les  interesa  en  este  volu- 
men.   . 

Una  vez  sola  hizo  el  poeta  excepción  á  esta  regla 
de  conducta,  y  debe  decirse  que  obtuvo  un  éxito  rui- 
doso, siendo  aplaudidas  sus  estrofas  por  millares  de 
oyentes.  Se  celebraba  en  el  "  Jardín  Florida "  el 
aniversario  del  14  de  Julio,  fiesta  patriótica  y  popu- 
lar entre  les  franceses.  Mitre  era  entusiasta  admira- 
dor de  la  Francia,  á  la  que  aún  no  conocía,  pero  en 
cuyos  libros  había  bebido  la  mayor  parte  de  sus  co- 
nocimientos, y  al  calor  de  cuya  literatura  había  vi- 
brado su  alma  de  poeta. 

Por  eso  exclamó  entusiasmado: 

Francia,  el  crisol  vivifico  y  fecundo, 

Donde  la  idea  hierve  y  se  difunde 

Con  su  palabra  que  en  la  tierra  cunde. . . 

Y  más  adelante  : 

El  orbe,  el  orbe  entero  es  su  palestra 
Y  la  bandera  augusta  que  tremola, 
Habla  á  todos  los  hombres  y  flamea 
Al  soplo  poderoso  de  la  idea. 

En  esa  composición  supo  ponerse  en  contacto  di- 
recto con  el  público,    é  interpretar  valientemente  el 


256  RESEÑAS  Y   CRÍTICAS 

sentimiento  y  las  ideas  de  todos.  Por  eso  encontró 
un  auditorio  preparado  á  escuchar  y  admirar  la  ex— 
presión  de  lo  que  todos  sentían.  Hizo  en  ello  acto  de 
poeta,  porque  tomando  al  vuelo  la  idea  que  flotaba 
vagamente  en  todos  los  espíritus,  su  imaginación  y 
su  talento  la  dieron  la  forma,  el  colorido,  el  acento  7 
la  vida. 

E^e  acorde  entre  el  alma  del  poeta  y  la  nación  á 
que  pertenece,  ha  sido  bastante  á  cimentar  la  gloria 
de  los  grandes  poetas.  Cierto  es  t)ue  tales  poetas 
enteros,  como  los  llama  en  alguna  parte  Heine,  son 
muy  contados,  y  pertenecen  á  esas  épocas  poco  fre  - 
cuentes,  en  que  los  pueblos  mantienen  aún  viva  la 
conciencia  nacional  por  razón  de  su  estado  político  y 
social,  como  sucedió  en  tiempo  de  Homero  y  de 
Dante.  Pero  hoy  todo  es  sentimiento  y  fantasía  indi- 
vidual, pues  tanto  los  grandes  poetas  de  la  época 
moderna  (sin  excluir  al  mismo  incomparable  Goe- 
the) como  los  numerosos  dn  minores  de  todas  las  H— 
teraturas,  han  cultivado  la  poesía  lírica  personal, 
género  que  caracteriza  al  siglo  actual.  No  quiere 
esto  decir  que  sea  menos  que  otros,  pues  —  como  se 
ha  dicho  con  tanta  elocuencia  como  verdad,  —  á 
pesar  de  la  honda  división  que  producen  las  escue- 
las filosóficas  y  sociales  y  los  sistemas  políticos  en 
incesante  lucha,  todavía  el  placer  y  el  dolor    son  len- 


ADOLFO   MITRE  2$^ 


gua  uai versal  é  inteligible  para  todos  ;  sólo  que  cada 
poeta  habla  esta  lengua  con  las  inflexiones  de  su  pro- 
pio dialecto  ! 

E^tc  es  el  caso  en  Adolfo  Mitre.  Aun  cuando  se 
encontraba  en  la  edad  dorada  de  las  ilusiones  gene- 
rosas y  de  los  ideales  grandilocuentes,  su  espíritu 
estaba  dominado  por  una  razón  fría  y  severa,  por 
la  Razón^  que  eleva  casi  al  rango  de  deidad,  cuando, 
rememorando  la  revolución  del  93,  exclama: 

Ah!  la  Razón  !  Su  resplandor  sublime 
Corona  aquella  obra  que  redime 
Los  hombres,  el  trabajo  y  la  conciencia. 
Si !  la  razón  es  Dios.  La  inteligencia 
Es  caos  envuelto  en  la  penumbra. 

Cuando  un  hombre  concibe  de  esa  manera  á  la  ra> 
2ón,  nada  extraño  tiene  que  esta  avasalle  tiránica- 
mente á  las  otras  formas  del  espíritu.  Pero  la  razón 
es  análisis  severo  que  se  apoya  en  la  experiencia,  y 
cuando  tal  sucede  no  tarda,  como  se  ha  dicho  alguna 
vez,  en  deshojar  poco  á  poco  de  la  frente  inspirada 
del  poeta,  esas  encantadoras  pero  frágiles  coronas 
que  juguetonamente  habían  colocado  sobre  ella  las 
dulces  hadas  de  la  juventud  I 

Acaso  por  ello  no  sería  aventurado  suponer  que  si 
Mitre  hubiera  vivido,  no  habría  cultivado  la  poesía 
sino  en  el  retrete  más  inaccesible   de   su  casa,  guar- 

17 


256  RESEÑAS   Y   CRÍTICAS 

sentimiento  y  las  ideas  de  todos.  Por  eso  encontró 
un  auditorio  preparado  á  escuchar  y  admirar  la  ex- 
presión de  lo  que  todos  sentían.  Hizo  en  ello  acto  de 
poeta,  porque  tomando  al  vuelo  la  idea  que  flotaba 
vagamente  en  todos  los  espíritus,  su  imaginación  y 
su  talento  la  dieron  la  forma,  el  colorido,  el  acento  y 
la  vida. 

Ese  acorde  entre  el  alma  del  poeta  y  la  nación  á 
que  pertenece,  ha  sicio  bastante  á  cimentar  la  gloria 
de  los  grandes  poetas.  Cierto  es  que  tales  poetas 
enteros,  como  los  llama  en  alguna  parte  Heine,  son 
muy  contados,  y  pertenecen  á  esas  épocas  poco  fre- 
cuentes, en  que  los  pueblos  mantienen  aún  viva  la 
conciencia  nacional  por  razón  de  su  estado  político  y 
social,  como  sucedió  en  tiempo  de  Homero  y  de 
Dante.  Pero  hoy  todo  es  sentimiento  y  fantasía  indi- 
vidual, pues  tanto  los  grandes  poetas  de  la  época 
moderna  (sin  excluir  al  mismo  incomparable  Goe- 
the) como  los  numerosos  dtt  minores  de  todas  las  li- 
teraturas, han  cultivado  la  poesía  lírica  personal, 
género  que  caracteriza  al  siglo  actual.  No  quiere 
esto  decir  que  sea  menos  que  otros,  pues  —  como  se 
ha  dicho  con  tanta  elocuencia  como  verdad,  —  á 
pesar  de  la  honda  división  que  producen  las  escue- 
las filosóficas  y  sociales  y  los  sistemas  políticos  en 
incesante  lucha,  todavía  el  placer  y  el  dolor   son  len- 


ADOLFO   MITRE  257 


gua  universal é  inteligible  para  todos;  sólo  que  cada 
poeta  habla  esta  lengua  con  las  inflexiones  de  su  pro- 
pió  dialecto ! 

Elste  es  el  caso  en  Adolfo  Mitre.  Aun  cuando  se 
encontraba  en  la  edad  dorada  de  las  ilusiones  gene- 
rosas y  de  los  ideales  grandilocuentes,  su  espíritu 
estaba  dominado  por  una  razón  fría  y  severa,  por 
la  Razón,  que  eleva  casi  al  rango  de  deidad,  cuando, 
rememorando  la  revolución  del  93,  exclama: 

Ah!  la  Razón  !  Su  resplandor  sublime 
Corona  aquella  obra  que  redime 
Los  hombres,  el  trabajo  y  la  conciencia. 
Si !  la  razón  es  Dios.  La  inteligencia 
Es  caos  envuelto  en  la  penumbra. 

Cuando  un  hombre  concibe  de  esa  manera  á  la  ra> 
zón,  nada  extraño  tiene  que  esta  avasalle  tiránica- 
mente  á  las  otras  formas  del  espíritu.  Pero  la  razón 
es  análisis  severo  que  se  apoya  en  la  experiencia,  y 
cuando  tal  sucede  no  tarda,  como  se  ha  dicho  alguna 
vez,  en  deshojar  poco  á  poco  de  la  frente  inspirada 
del  poeta,  esas  encantadoras  pero  frágiles  coronas 
que  juguetonamente  habían  colocado  sobre  ella  las 
dulces  hadas  de  la  juventud  ! 

Acaso  por  ello  no  sería  aventurado  suponer  que  si 
Mitre  hubiera  vivido,  no  habría  cultivado  la  poesía 
sino  en  el  retrete  más  inaccesible   de   su  casa,  guar- 

17 


2  $8  RESEÑAS   Y   CRÍTICAS 

dando  para  sí  sus  versos,  cuyo  perfume,  mejor  que 
nadie  comprendía,  se  hubiera  evaporado  al  lanzar- 
los á  la  atmósfera  letal  de  un  público  entregado  con 
febriciente  ardor  á  la  tarea  de  su  desarrollo  material 
y  á  la  acumulación  de  la  riqueza.  Pero  aún  cuando  el 
pensador  hubiera  absorbido  al  poeta,  ciertamente  su 
poderoso  temperamento  poético  no  le  hubiera  aban- 
donado jamás,  manifestándose  al  través  de  las  dis- 
quisiciones más  serias  de  cualesquiera  otros  estu- 
dios. 

Por  otra  parte,  dado  el  carácter  de  exigencia  im- 
prescindible que  tienen  en  nuestra  época  los  estu- 
dios científicos,  el  caso  de  Mitre  es  el  de  todos  los 
jóvenes  llegados  á  cierta  altura,  pues  el  numen  poé- 
tico es  una  deidad  caprichosa  y  delicada,  cuyo  pudor 
no  puede  soportar  el  hálito  desapiadado  del  análisis 
y  de  la  ciencia. 

Además,  puede  quizá  aseverarse  que  el  lirismo  en 
nuestra  época  es  sólo  un  período  de  transición  en  la 
vida  de  los  poetas.  Cantar  á  la  amada,  á  la  flor,  á  las 
estrellas,  á  los  bosques  y  al  mar,  es  cosa  que  viene  la 
humanidad  oyendo  en  variaciones  infinitamente  re- 
petidas y  fatalmente  similares  desde  el  comienzo  de 
los  siglos.  La  difusión  maravillosa  del  libro  en  este 
siglo  ha  hecho  penetrar  en  todas  las  capas  sociales 
esas  modulaciones  siempre  iguales,  y    el  lector  con- 


ADOLFO    MITRE  259 


temporáneo  se  encuentra  asediado,  perseguido,  de- 
sesperado, por  esa  nota  eternamente  semejante  que  se 
repite  con  cruel  persistencia  todos  los  días,  porque 
todos  los  jóvenes  se  creen  obligados  á  participar  á  los 
demás,  en  versos  más  ó  menos  sonoros,  lo  que  en  su 
alma  sienten.  ^*  Haber  amado,  haber  sufrido  de  su 
amor,  y  referirlo  de  una  manera  tolerable,  ser  sen- 
sible á  las  armonías  de  los  prados,  de  los  montes  y 
de  los  bosques,  al  encanto  de  oír  el  agua  mansa  sa- 
liendo de  las  fuentes,  ó  de  contemplar  el  gracioso  tra- 
bajo de  los  nidos,  y  expresarlo  con  un  tinte  de  deli- 
cadeza: es  mucho,  en  efecto,  para  uno  mismo,  pero  es 
fuera  de  duda  poco  para  el  público,  al  que  tanto  se  ha 
marcado  con  esas  sencilleces  del  corazón,  y  con  las 
emociones  campestres".  Tal  es  la  opinión  de  un  pen- 
sador de  nuestros  días,  y  sin  suscribirla  por  entero, 
no  se  puede  menos  de  reconocer  que  mucho  hay  en 
ella  de  verdad.  Y  quizá  en  el  fondo  todo  ello  es  cues- 
tión de  temperamento.  £1  foeta  nascitur  será  eterna- 
mente verdadero,  y  el  que  sienta  el  fuego  de  la  divina 
llama,  aun  en  medio  de  la  atmósfera  más  prosaica  y 
de  las  mayores  contrariedades,  ha  de  exclamar : 

J'aime  surtout  les  vers,  —  cetU  langue  immortelle.., 
. . .  Elle  a  cela  pour  elle 

Que  les  sois  d'aucun  temps  n'en  ont  su  faire  cas, 
Que  le  monde  Ventend  et  ne  la  parle  pas. 


200  RESEÑAS   Y  CRÍTICAS 

De  ahí  también  que  hoy  los  verses  más  expontá- 
neos  como  los  más  elaborados,  son  apreciados  por 
un  público  reducido  que  forma  algo  como  la  cohorte 
de  ñeles  de  una  de  las  tantas  pequeñas  iglesias,  que 
nacen  y  prosperan  cuando  la  religión  general  pierde 
su  autoridad  y  su  influencia. 

A  ese  género  pertenece  especialmente  la  parte  del 
libro  que  Mitre  denomina  Intimas  y  Cuerdas  flojas. 
En  ese  himno  dedicado  al  amor  que  absorbió  su  ju- 
ventud, el  poeta  ha  encontrado  sus  acentos  más  dulces 
y  más  tiernos.  Su  inspiración  es  eminentemente  sub- 
jetiva, pero  hace  vibrar  el  alma  del  lector,  sobre  todo 
cuando  éste  se  encuentra  en  esa  época  encantadora 
de  la  vida,  en  la  cual  ama  el  corazón  con  toda  la  ple- 
nitud de  las  fuerzas  juveniles;  el  poeta  ha  expresado 
con  rara  elocuencia  ese  estado  de  espíritu,  y  dado 
forma  gráfica  á  sus  esperanzas  ó  á  sus  presenti- 
mientos. La  historia  de  ese  amor,  reflejada  en  aque- 
llas páginas,  forma  un  conjunto  tan  armónico  pero 
tan  íntimo,  que  la  crítica  trepida  en  analizar  una  á 
una  las  diversas  composiciones.  En  ellas,  por  otra 
parte,  no  se  canta  á  la  Venus  Citérea,  sino  se  deifica 
á  Eros :  no  se  busque  allí  los  acentos  de  la  pasión  de- 
sordenada y  terrible  de  los  habituados  de  la  rué  du 
Doyenné,  sino  el  amor  casto  y  puro.  Cosa  rara!  Es 
en  esta  parte  de  su  obra  que  el  poeta  parece   obedecer 


ADOLFO   MITRE  26  I 


á  una  inspiración  no  francesa.  Se  diría  como  si 
Heine  hubiera  sido  en  alguna  parte  su  modelo,  á  pe- 
sar de  que  no  era  entonces  conocida  la  magistral 
traducción  de  Pérez  Bonalde, 

Su  amor  está  expresado  en  la  forma  sencilla  y  ar- 
moniosa que  aleja  la  afectación  y  la  retórica  •,  se 
siente  que  palpita  allí  un  corazón  y  que  no  es  la  ca- 
beza laque  declama.  El  alma  del  poeta  habla  al  alma 
del  lector.  Y  en  esto  está  implicado  uno  de  los  mayo- 
res méritos  de  Mitre.  Jamás  descendió  á  la  escuela 
de  ''  la  forma  por  la  forma",  á  pesar  de  que  gustaba 
hacer  gala  de  teorías  paradojales ;  aun  cuando  soste- 
nía que  ''de  la  forma  nace  la  idea  ",  jamás  se  atre- 
vió á 

Jongler  cLins  un  sonnet  avec  une  rime  i'or; 

adoraba  el  sentimiento  y  la  idea,  y  se  esforzaba  en 
que  el  ropaje  fuera  digno  de  ella,  poseyendo  el  raro 
don  di  parlar  largo  fiume.  Sin  embargo,  al  oirle  hu- 
biérase  creído  lo  contrario,  porque  su  espíritu  sutil 
se  complacía  á  veces  en  la  paradoja,  y  en  celebrar  la 
sonora  virtuosité  de  un  Banville,  escuela  que  tan 
virilmente  fustigó  Leopardi  en  aquel  verso : 

Sdegno  il  verso  che  suona  e  che  non  crea. 

Su  espíritu,   nutrido  con  sólida  y  abundante  pre- 


2  02  RESEÑAS  Y   CRÍTICAS 

paración,  se  entusiasmaba  ante  los  grandes  proble- 
mas, y  devoraba  entusiasta  las  páginas  de  la  Histo- 
ria, en  que  están  grabadas  las  mil  vicisitudes  que 
han  precedido  á  las  conquistas  gloriosas  del  pensa- 
miento humano.  Entonces  exclamaba : 

Oh  Giordano !  eres  grande,  eres  atleta ; 

I^  Libertad  te  inspira,  te  respeta 

El  mundo,  que  condena  ¿  tus  verdugos, 

Tu  nombre  TÍvirá  como  tu  ¡dea. 

Tu  idea  ya  triunfó,  ¡salve  Giordano! 

í.utero,  tú  mostraste  sin  sus  yugos 
I^  eterna  libertad  de  las  conciencias, 

Y  levantaste  el  látigo,  severo. 

Sobre  los  tra6cantes  de  indulgencian : 
También  triunfaste  tú,  i  salve,  Lutero ! 

Eres  grande  Juan  Hus,  como  Giordano, 
También  debe  á  tu  inmenso  sacrificio 
Un  triunfo  más  el  pensamiento  humano, 

Y  tu  idea  y  tu  nombre  se  levantan 
Mas  grandes  del  crisol  de  tu  suplicio. 

Allá  también  levantan  la  conciencia 
Ncstorius  y  Carpócrates,  que  enseñan 
En  medio  del  error  en  que  se  empeñan 
La  grandeza  de  Dios  y  de  la  ciencia ! ... 


III 


Se  ha  afirmado  alguna  vez  con  plena  razón  que  pa- 
ra  apreciar  á  un  poeta  no  hay  más  que  tomar  sus 


ADOLFO    MITRE  263 


obras  y  leerlas :  pero  que  para  juzgarlo,  para  com- 
prenderlo, es  menester,  además,  transportarse  á  la 
época  en  que  vivió,  indagar  las  influencias  bajo  las 
cuales  se  formó  y  las  que  ejerció  á  su  turno.  No  de 
otra  manera,  en  las  lineas  generales  á  lo  menos,  com- 
prendió la  tarea  de  juzgar  á  Mitre  cuando  aparecie- 
ron las  Poesías^  uno  de  los  miembros  más  discretos 
y  sobresalientes  de  aquella  generación,  publicando 
su  análisis  crítico  en  una  de  nuestras  Revistas  de 
mayor  renombre.  Sólo  el  hecho  de  poder  hablar  del 
mismo  asunto  del  punto  de  vista  puramente  subjeti- 
vo, me  impulsa  á  recordar  el  estado  literario,  especial 
entonces,  de  los  miembros  de  aquella  brillante  gene- 
ración, quorum  fars  parva  fui. 

Hemos  insistido  tanto  en  la  admiración  de  Mitre 
(casi  diría  adoración],  por  la  pléyade  —  si  á  pléyade 
alcanzó  su  número  —  de  los  románticos  france- 
ses del  año  30,  porque  en  esa  atmósfera  literaria 
educó  su  gusto,  escogió  sus  lecturas,  y  alimentó  sü 
imaginación.  Musset  por  un  lado  y  Víctor  Hugo 
por  otro,  eran  para  él  dos  pontífices  indestrona- 
bles;  vivía  intelectualmente  mareado  con  la  doc- 
trina del.  romanticismo,  y  se  expresaba  á  veces 
como  si  fuera  uno  de  los  satélites  de  Gautier  en 
la  noche  famosa  de  la  célebre  contramarca  Hier- 
ro, Con  ese  criterio  literario  juzgaba  al  movimien- 


264  RESEÑA8   Y  CRÍTICAS 

to  intelectual  tanto  del  pasado  como  del  presente. 
Pues  bien,  en  ese  orden  de  ideas  abundaba  la  mar 
y  cría  de  los  de  aquella  generación,  agrupada  bajo  el 
nombre  de  Circulo  Literario,  cuyas  reuniones  sema- 
nales en  casa  de  su  presidente  Julio  E.  Mitre,  no  ol- 
vidarán por  cierto  los  que  en  ella  tomaron  parte  acti- 
va. Las  más  ardientes  discusiones  versaban  justa- 
mente sobre  el  romanticismo,  y  aquel  Circulo  pre- 
sentaba el  curioso  fenómeno  de  asemejarse  algunas 
veces  á  algún  cenáculo  parisiense  del  año  30,  tras- 
plantado por  arte  de  magia  á  través  del  tiempo  y  del 
espacio .  Todos  casi  eran  neófitos  ardorosos  de  la  es- 
cuela romántica,  demolían  sin  piedad  los  viej^os  íá&st- 
les  clásicos  del  *' Apolo  de  peluquín  con  polvos",  y 
declamaban  de  memoria  los  más  atrevidos  pasajes 
del  poeta  de  los  Cuentos  y  de  las  Baladas.  El  famoso 

. . .  point  sur  un  i 

los  hacía  estremecerse  nerviosamente  de  placer,  y  lo 
repetían  entusiastas  como  buscando  quien  se  atre- 
viera á  contradecirles. 

La  época  de  intensa  sobrexcitación  intelectual  que 
se  desarrolló  en  Francia  bajo  Luis  Felipe,  con  su  cor- 
tejo de  entusiasmo  indescriptible,  de  miserias  cruen- 
tas, y  de  las  mil  vicisitudes  de  aquella  ''bohemia  li- 
teraria "  popularizada  por  Mürger,  era  el  ideal  de  la 


ADOLFO    MITRE  265 


juventud  que  se  reunía  en  el  Circulo.  Todas  sus  lec- 
turas se  concentraban  en  aquel  período,  y  devoraban 
no  sólo  las  clásicas  Scénes  de  la  vte  de  bohéme,  sino 
los  jeunes  France^  y  todos  los  libros  que  de  aquella 
época  memorable  tratan.  Se  les  oía  hablar  de  los  ce- 
náculos de  entonces  con  una  precisión  asombrosa,  y  el 
mismo  Arsenio  Houssaye  no  ha  descrito  con  mayor 
lu)o  de  detalles  aquellas  reuniones  famosas  de  la  rué 
du  Doyenné,  en  las  cuales  pasaban  sus  días  y  sus  no- 
ches poetas  y  pintores,  entregados  á  una  absoluta 
holgazanería  material,  pero  espiando  los  vuelos  atre- 
vidos de  su  imaginación  para  concebir  la  obra  que 
pensaban  los  haría  inmortales !  Juntos  conversaban 
y  comían,  juntos  hacían  sempiternas  irrupciones  en 
la  legendaria  Chaumiére.  En  aquella  estrecha  habi- 
tación, Gautier  trabajaba  en  un  rincón  su  Mademoi- 
selle  de  Maupin^  Houssaye  escribía  en  otro  su  Pé- 
cheresse,  Gerardo  de  Nerval  su  Reine  de  Sabd^  y  ca- 
d^i  cual  trabajaba,  reía  y  cantaba  á  la  vez. 

Considerada  bajo  ese  aspecto,  aquella  cruzada  li- 
teraria era  encantadora  y  su  recuerdo  fascina  :  era 
la  lucha  decidida  y  llena  de  fe  de  una  juventud  de 
talento  contra  una  sociedad  semi-aletargada  y  casi 
indiferente. 

Hermoso  espectáculo!...  pero  peligroso  é  infecun- 
do.   Peligroso,  porque  tiende  á  distraer  al  hombre  de 


2  06  RESEÑAS   Y   CRITICAS 

la  acción,  elemento  sirte  qua  non  de  la  vida,  arroján- 
dolo en  brazos  de  una  indolencia  absoluta  so  pretex- 
to de  adorar  tan  sólo  la  inspiración;  infecundo,  por- 
que tras  los  inevitables  desencantos  que  á  los  prime- 
ros pasos  se  experimentan,  entra  el  desaliento,  y  la 
mayoría  de  aquellos  fogosos  cruzados  de  antes  se 
convierte  en  seres  sin  ilusiones,  sin  profesión,  com- 
pletamente estériles,  i  Cuál  ha  sido  el  resultado  prác- 
tico de  aquel  ponderado  cenáculo  ?  i  Cuántos  nom- 
bres quedan?  Musset  mismo  concluye  por  inutilizar- 
se ;  Nerval  se  ahorca  en  un  farol ;  Mürger  muere  en 
un  hospital !...  et  sic  de  coeteris. 

Y  sin  embargo,  los  miembros  del  Circulo  se  em- 
banderaban con  ardor,  con  fuego,  en  aquella  cruzada, 
y  respiraban  la  atmósfera  de  entonces...  hasta  una 
parte  de  ellos,  agrupada  en  banderías,  quizo  ha- 
cer revivir  materialmente  las  reuniones  del  cenáculo^ 
y  se  entregaba  á  orgías  y  báquicos  excesos,  para  imi- 
tar esa  particularidad  de  la  existencia  parisiense 
de  1830  I 

Pero  aquellas  teorías  literarias,  con  su  cortejo  de 
extravagancias  y  exageraciones,  representaban  á  sus 
ojos  la  libertad,  y  por  eso  se  enceguecían  en  su  de- 
fensa con  asombroso  entusiasmo. 

Matienzo,  en  el  artículo  sobre  Mitre  á  que  antes  se 
aludió,  refiere  una  de  aquellas  formidables  batallas 


ADOLFO   MITRE  267 


literarias,  que  se  ha  hecho  casi  legendaria  entre 
nosotros.  Mitre  tradujo  admirablemente  un  frag- 
mento del  Alberlíis  de  Gautier  y  otro  del  Rolla  de 
Musset,  y  otros  miembros  del  Circulo  prepararon  y 
leyeron  sendos  trabajos  en  prosa  y  verso,  amen  de 
las  acaloradísimas  discusiones  que  se  repetían  de  se- 
sión en  sesión.  Tiempos  felices  aquellos  en  que  el  es- 
píritu se  apasionaba  por  ideales  literarios;  y  se  traba- 
jaba con  ardor  por  su  triunfo ! 

Recuerdo  aquí  ese  incidente,  porque  sirve  para  mos- 
trar cuál  era  el  espíritu  literario  de  la  generación  de 
Adolfo  Mitre,  cuál  la  atmósfera  intelectual  en  que 
vivía,  y  cuan  al  unísono  resonaban  las  composicio- 
nes del  poeta  en  medio  de  una  juventud  que  pensa- 
ba como  él  y  como  él  sentía. 

Indudablemente  ese  fenómeno  necesita  explicación. 
Cincuenta  años  después  de  haberse  realizado  aquel 
movimiento  literario  en  Francia,  todavía  repercutía 
con  toda  su  fuerza  entre  nosotros,  y  se  veía  el  singu- 
larísimo espectáculo  de  apasionarse  toda  una  genera- 
ción por  una  lucha  que  hacía  medio  siglo  había  ce- 
sado, reemplazada  por  mil  otras  evoluciones. 

La  razón  de  ello  está  quizá  en  que,  en  un  país  de  es- 
casos ó  ningunos  antecedentes  de  escuelas  literarias, 
como  es  el  nuestro,  debido  sin  duda  á  su  corta  histo- 
ria,   la  cultura    intelectual  por  razones  locales  se  ha 


268  RESEÑAS   T  CRÍTICAS 


bebido  casi  exclusivamente  en  las  fuentes  francesas, 
y  no  hay  duda  que  la  literatura  de  este  siglo  en  Fran- 
cia ha  sido  en  general  precursora  del  romanticismo 
primero,  cuando  con  M"*  de  Stáel  se  empapó  en  el 
romanticismo  germánico  de  los  Schlegel :  romántica 
después  en  todos  los  grados  y  exageraciones,  como 
lo  fué  con  Chateaubriand,  Lamartine,  Hugo  y  Mu- 
sset;  y  por  último,  pasado  ya  el  período  de  secta 
militante  del  romanticismo  de  1830,  romántica 
transformada  y  mitigada,  tentando  nuevas  evolucio- 
nes, realistas  unas  veces,  naturalistas  otras,  y  sin 
haber  encontrado  aún  la  nueva  vía  en  que  se  encarri- 
larán las  letras  de  la  Francia. 

Pero  al  mismo  tiempo  que  todo  ello,  el  mundo  li- 
terario —  que  no  se  compone  exclusivamente  de  la 
Francia  —  presenta  otros  fenómenos  no  menos  inte- 
resantes, estrellas  de  mayor  magnitud,  derivaciones 
de  escuela  de  mayor  trascendencia.  La  sola  presen- 
cia de  Byron  en  Inglaterra  y  de  Leopardi  en  Italia, 
bastan  para  demostrar  que  el  dicho  movimiento  fran- 
cés no  tiene  importancia  exclusiva,  sin  haber  menes- 
ter recordar  que  al  propio  tiempo  brillaba  el  incom- 
parable Goethe  en  Alemania. 

El  romanticismo  francés  de  1830  tomó  de  reflejo 
al  gran  movimiento  á  la  vez  patriótico  y  literario  de 
Alemania,  cuya   fórmula  sintetizaron  los  Schlegel ; 


ADOLFO   MITRE  269 


pero  lo  tomó  M™*  Stáel  dando  igual  valor  á  lo  im- 
portante y  á  lo  mediocre. 

De  lo  demás,  del  movimiento  inglés  é  italiano, 
apenas  se  perciben  rastros  sin  importancia.  Además, 
ese  mismo  romanticismo  francés  trasmitido  á  Es- 
paña, y  engendrando  á  Rivas,  Zorrilla  y  Espron- 
eeda  — .  para  no  mencionar  sino  lo  más  sobresaliente 
—  parece  natural  que  desde  antes  del  año  40  hu- 
biera debido  tener  repercusión  inmensa  en  el  mundo 
de  habla  castellana. 

Pues  .bien,  —  nada  de  eso  había  repercutido  seria- 
mente, en  su  faz  literaria  pura,  en  la  ciudad  que  ha 
dado  en  llamarse  la  Atenas  del  Plata.  Porque, 
cuando  Echeverría  regresó  de  Francia  á  Buenos  Ai- 
res, á  mediados  del  año  30,  la  doctrina  romántica 
que  él  dio  á  conocer  y  en  cuyo  espíritu  escribió  sus 
versos,  repercutió  en  esta  sociedad  más  por  razones 
político-sociales  que  de  escuela  y  teoría  literarias. 
E!cheverría  era  un  pensador  notable:  se  había  for- 
mado en  largos  años  de  residencia  en  París,  estu- 
diando las  ciencias  físico-naturales  y  las  sociales  ;  su 
generoso  ideal  era  el  de  reformador  social,  nutrido 
de  las  ideas  de  la  escuela  liberal  francesa  de  aquella 
época.  Su  obra  capital  es  el  DogmOr  Socialista,  y  su 
transformación  en  el  "dulce  ruiseñor  de  los  Consue- 
los  "  se  debió  al  estado  anómalo  en  que  encontró  á 


270  RESEÑAS   Y  CRÍTICAS 

SU  país.  El  mismo  lo  ha  dicho :  ^^  sólo  la  deplorable 
situación  de  nuestro  país  ha  podido  compelerme  á 
malgastar  en  rimas  estériles  la  substancia  del  crá- 
neo'*. Sus  Consuelos  produjeron  profunda  sensación  1 
porque  estaban  al  unísono  con  el  estado  del  país, 
desalentado,  y  en  el  dintel  de  la  anarquía  que  lo  sumió 
en  la  barbarie  20  años.  ¿Tuvo  influencia  literaria  la 
obra  romántica  de  Echeverría  ?  i  Produjo  acaso  ver- 
dadera renovación  de  escuelas  y  discusión  de  teo- 
rías? El  tiempo  faltó  para  ello:  la  emigración  y  la  lu- 
cha constante  contra  la  tiranía  embargaron  la  activi- 
dad de  aquellas  generaciones»  y  cuando  los  emigra- 
dos, formados  en  el  destierro,  volvieron  á  su  patria, 
la  tarea  de  la  reconstrucción  nacional  absorbió  de 
nuevo  toda  su  atención. 

Por  eso  es  que  la  generación  de  1882  se  apasionó 
de  aquellos  ideales,  como  si  fueran  verdaderas  nove- 
dades. 

Hasta  nosotros  habían  llegado  los  libros  france- 
ses, y  eso  lentamente,  mientras  que  los  españoles  re- 
cién ahora  logran  penetrar,  que  en  cuanto  á  los  in- 
gleses ó  italianos  aún  hoy  día  son  relativamente  es- 
casos. De  ahí  esa  singular  anomalía:  ver  á  toda  una 
generación  en  1882  vivir  de  la  vida  intelectual  de 
un  país  extraño  en  1830,  sin  cuidarse  de  lo  que 
pasó  antes  ni  después,  ni  menos  en  los  demás  pal- 


ADOLFO    MITRE  2'J  I 


ses  !  E&o  explica  la  influencia  de  la  pléyade  del  año 
30,  y  la  casi  indiferencia  con  que  nuestra  genera- 
ción se  ocupó  de  los  otros  movimientos  literarios, 
como  si  tratara  de  cosas  de  escaso  ixiterés  ó  de  lejana 
importancia.  En  ese  medio,  con  esos  ideales  y  ese  cri- 
terio, se  desenvolvió  Adolfo  Mitre. 

Sin  duda  que  seria  error  craso  creer  que  esa  gene- 
ración no  conoció  á  los  grandes  poetas  nombrados 
antes  ;  pero  lo  que  hay  de  cierto  es  que  no  los  supo 
ó  quiso  apreciar,  y  que  no  pudo  ó  quiso  admirar 
nada  fuera  del  circulo  de  Hugo  y  compañia. 

Los  poetas  de  ese  grupo  podrían  repetir  con  el 
bardo  argentino : 

Tú,  numen  de  infelices,  dios  de  olvido, 
Que  á  la  nada  presides  misterioso, 
Encubre  con  tus  alas  silencioso 
El  sepulcro  de  un  ser  no  comprendido. 

i  Podria  aplicárseles  las  palabras  de  un  critico  ame- 
ricano relativas  á  esos  versos  ?  "El  autor,  á  pesar 
de  haber  superado  un  tanto  la  influencia  que  sobre  él 
ejerció  la  escuela  literaria  que  dominaba  en  Francia 
en  la  época  de  la  Restauración  y  que  se  arraigó  más 
en  la  época  de  la  revolución  de  Julio,  no  dejó  por  ello 
de  ser  llorón  ni  de  mostrarse  acosado  por  la  melan- 
colía, fingida  más  bien  que  sentida.  Era  esa  la 
moda." 


2'J2  RESEÑAS   Y  CRÍTICAS 

Cumple,  sin  embargo,  hacer  una  observación.  La 
doctrina  estética  de  Mitre,  con  ser  calcada  sobre  la 
de  esos  ilustres  maestros,  no  se  ataba  con  las  estre- 
chas ligaduras  de  escuela,  sino  que  haciendo  uso  de 
la  omnímoda  libertad  proclamada  en  el  prefacio  de 
Cromwell,  aspiraba  á  lo  Bello,  pero  sin  reconocer 
prototipos  ni  cánones  fijos  fuera  de  su  libérrimo  cri— 
terio.  Por  temperamento  y  por  educación,  era  román- 
tico y  contrario  á  los  clásicos.  Y  sin  embargo  ¡  con 
qué  fervor  quemaba  incienso  en  los  altares  del  poeta 
que  ha  dicho  en  un  arranque  de  entusiasmo  : 

Et  la  jeune  Venus^  filie  de  PraxUéle, 
Sourit  encoré,  debout  dans  sa  diviniU 
Aux  siécles  impuissantSf  qu'a  vaincus  sa  heauié  ! 

Y  aquella  fué  lástima  grande,  sino  en  el  sentir  co- 
mún déla  generalidad,  por  lo  menos  en  el  de  algu- 
nos, que  hubieran  deseado  verle  convertirse  en  uno 
de  esos  fauci  quos  equus  Júpiter  amavit,  es  decir, 
no  clásico  por  el  hecho  sólo  de  conocer  y  estudiar  á 
los  antiguos  y  en  alguna  manera  aspirará  imitarlos, 
sino  —  usando  las  palabras  de  un  prodigioso  estético 
moderno  —  por  el  de  lograr  asimilarse  su  forma 
más  íntima,  substancial  y  velada  á  ojos  profanos  ; 
robando  al  mármol  antiguo  la  fecunda,  imperatoria  y 
alta  serenidad,  y  el  plácido  reposo  con  que  reina  la 
Idea,  soberana  señora  del    mármol ;  por  el  de  procu- 


ADOLFO   MITRE  27) 


rar  bañar  su  espíritu  en  la  severa  á  la  par  que  armo- 
niosa, robusta  y  sana  concepción  de  la  vida  ;  logran- 
do enamorar,  vencer  y  aprisionar  con  abrazo  viril 
esa  sombra  indócil  evocada  del  reino  de  las  sombras, 
como  la  Elena  del  Fausto;  y  hacer  brotar  de  su  seno 
eternamente  fecundo  frutos  de  perfecta  madurez 
y  hermosura,  que  no  sólo  regalan  y  deleitan  sino 
que  nutren  y  vigorizan  el  espíritu,  imponiéndole 
rítmica  y  ordenada  disciplina  ! 


IV 


El  rasgo  principal  de  Mitre  fué,  sin  duda,  su 
preclaro  amor  del  arte,  en  su  acepción  más  abso- 
luta :  era  en  esto  un  verdadero  sectario,  y  esta  cali- 
fícación  honrosa  le  corresponde  tanto  más  cuanto 
que  es  la  piedra  de  toque  de  los  verdaderamente 
iniciados. 

Su  educación  literaria,  metódica  y  profunda,  re- 
quería, para  ser  completa,  la  contemplación  de  las 
obras  maestras  de  otras  edades,  y  que  sólo  había  po- 
dido apreciar  al  través  de  reproducciones  siempre 
pálidas.  Su  supremo  deseo  era,  pues,  completar  esa 
faz  de  su  espíritu,  —  é  hizo  el  viaje  de    Italia  como 

18 


2  74  RESEÑAS   Y  CRÍTICAS 


se  hace  una  peregrinación !  Su  inteligencia,  sin 
duda,  se  elevó  entonces  á  las  más  inaccesibles  regio- 
nes de  lo  Bello,  en  presencia  de  los  cuadros,  de  los 
mármoles  y  de  los  bronces  de  los  grandes  maes- 
tros. 

Pero...  de  esto  no  se  puede  juzgar,  porque  murió 
antes  de  revelarnos  nada  acerca  de  esa  segunda  etapa 
de  su  vida. 

(Cuál  fué  el  fruto  de  su  experiencia  de  la  vida,  de 
la  enseñanza  de  los  viajes,  y  del  comercio  con  libros 
ú  hombres?  Es  lástima  no  conocer  esa  transforma* 
ción  de  su  espíritu,  porque  se  ha  dicho  con  verdad 
que  se  comienza  la  vida  con  sentimientos  calurosos, 
con  perspectivas  soberbias,  pero  que  el  tiempo  va 
desnudándonos  de  nuestras  ilusiones,  privándolas 
de  su  colorido,  y,  como  la  serpiente,  todos  los  años 
alguna  causa  nueva  hace  cambiar  del  todo  la  piel...! 

Todos  esos  versos  se  resienten  de  la  edad  juvenil 
en  que  fueron  escritos.  Nació  Mitre  con  el  don  de  la 
palabra  alada  como  se  nace  con  el  don  del  canto.  Jo- 
ven desapareció;  escapó  al  cruel  suplicio  de  Mezencio, 
de  que  nos  hablaba  la  autora  de  Corina  :  de  la  unión 
de  una  alma  viva  aún  y  un  cuerpo  arruinado,  ene- 
migos irreconciliables  ambos !  Sólo  tuvo  Vair  eco- 
ssaiSf  la  melodía  brillante  del  debut :  le  faltó  el  him- 
no grave,  austero,  de   la  plena   madurez.  Por   eso 


ADOLFO    MITRE  2  J  $ 


SUS  versos  deben  éer  juzgados  con  el  criterio  de  esa 
edad,  en  la  cu«l  ''todo  es  simple,  riguroso,  en  políti- 
ca como  en  amor,  y  lleno  de  resoluciones  solemnes  :  en 
la  cual,  al  mismo  tiempo  que  se  cree  uno  el  más  des- 
graciado de  los  seres,  se  sueña  ardientemente  con  el 
progreso  y  la  felicidad  del  mundo ;  en  esa  edad  que 
día  á  día  se  echa  de  menos  con  amargura  creciente, 
y  en  la  cual  el  exceso  de  confusas  esperanzas,  de  pa- 
siones desconcertadoras,  se  disimula  tras  un  estoicis- 
mo que  se  cree  eterno,  y  se  renuncia  tan  fácilmente 
á  todo  en  razón  misma  de  estar  en  la  víspera  de  sen- 
tirlo todo !  " 

Sus  Poesías  quedan  como  el  recuerdo  de  una  época 
de  preparación,  de  lecturas  diseminadas,  de  aspira- 
ciones vagas,  y  de  esas  mil  incertidumbres  del  espí- 
ritu que  reconoce  encontrarse  en  el  dintel  que  separa 
la  juventud  de  la  edad  madura.  Para  el  alma  de  Mi- 
tre, durante  ese  período  de  su  vida,  la  poesía  había 
sido,  —  para  decirlo  con  las  palabras  de  un  grande 
escritor  —  semejante  á  aquella  ninfa  de  la  leyenda 
eslava,  aérea  al  princio  é  invisible,  hija  de  la  tierra 
luego,  y  cuya  presencia  se  manifiesta  sólo  por  una 
larga  mirada  de  vida  y  de  amor ! 

El  volumen  de  Po3stas  es,  pues,  el  testamento  li- 
terario de  su  juventud :  de  ahí  que  se  le  lea  y  juzgue 
con  el  cariño  y  el  respeto  con  que  se  aprecia  lo  único 


2^6  RESEÑAS   Y   CRÍTICAS 

que  nos  queda  de  los  seres  queridos.  La  nota  do- 
minante allí  es  la  perfecta  sinceridad  del  poeta; 
siente  el  lector  que'  en  esos  versos  palpita  el  alma 
de  un  hombre  que  ha  amado,  creído,  dudado.  Y 
cuando  eso  sólo  fuera 

...  el  oro  fino  extremado, 
en  sus  profundas  venas  escondido, 

sería  lo  suficiente  para  demostrar  que  ese  poeta  fué 
alguno^  con  personalidad  propia,  distinta  de  los  de- 
más. 

Adolfo  Mitre,  desgraciadamente,  perteneció  al  corto 
número  de  mortales  raros  que,  como  dijo  el  poeta, 
parece  haberlos  dado  Dios  á  la  tierra  para  que  desa- 
parezcan al  punto.  Y  si  es  cierto  que  el  espíritu  de 
los  muertos,  según  el  sentir  de  los  antiguos,  vaga 
siempre  cerca  de  sus  despojos  terrenales,  hagámosle 
extremecerse  de  gozo  al  notar  que  la  memoria  de  su 
fugaz  existencia  vive  en  nuestro  recuerdo,  en  débil 
prueba  de  lo  cual  apresurémonos  solícitos  á  arrojar 
flores  á  manos  llenas  sobre  su  tumba. 

...  Manibus  date  lilia  plenis. 


Octubre  21  de  1887. 


X 


UNA   NOVELA  ARGENTINA 


(Carlos     María   Ocantos,     León  Saldivar.— Madrid,    1888,  in  S» 
*  de  321  páginas) 


HCABA  de  llegar  de  Madrid  este  nuevo  libro  del 
secretario  déla  Legación  Argentina  en  aquella 
Corte,  y  su  lectura  ha  sido  una  verdadera  y  gratísima 
sorpresa  para  muchos  de  sus  compatriotas.  No  hace 
aún  un  lastro  que  en  esta  Capital  publicó  el  joven  au- 
tor su  primer  obra,  La  cruz  de  la  falta,  que  fué  acogi- 
da con  aplausos  aunque  con  reservas  por  la  crítica 
sincera;  con  aplausos,  porque  siendo  la  primera  vez 
que  ante  el  público  se  presentaba  el  autor,  miembro 
de  la  novísima  generación,  era  justo  estimular  un  es- 
fuerzo que  denotaba  cualidades  poco  comunes ;  con 
reservas,  porque  era  natural  que  en  un  ensayo  de  esa 
naturaleza    hubiesen  muchos  vacíos  y  no  pocos  de- 


278  RESEÑAS   Y   CRÍTICAS 

fectos,  no  conviniendo  engañar  al  autor  impulsándole 
así  en  una  vía  errada.  De  esa  manera  se  hacía  al  jo- 
ven escritor  un  doble  servicio :  se  le  reconocía /we^o 
sacro,  pero  se  le  arrojaba  á  la  faz  el  viril  grito  que 
oían  los  triunfadores  en  la  antigua  Roma :  cave  ne 
cadas. 

Fortuna  es,  y  no  pequeña,  para  un  escritor  cuando 
en  sus  comienzos  encuentra  alguna  voz  independien- 
te que  le  hable  la  verdad,  si  bien  muchos,  mareados 
quizá  por  el  aplauso  banal  é  hiperbólico  de  los  que 
creen  así  practicar  una  falsa  indulgencia,  s^ conside- 
ran de  buenas  á  primeras  ungidos  ya  por  el  oleo  san- 
to, y  rechazan  como  envidia  ó  injuria  la  más  mínima 
amonestación  subsiguiente.  Es  la  eterna  historia  de 
tanto  talento  lleno  de  promesas  y  que,  debido  á  ese 
atronador  y  peligroso  aplauso,  se  esteriliza  al  poco 
andar  y  se  entrega  en  brazos  de  un  desaliento  te- 
rrible, porque  seca  por  completo  las  fuentes  de  la  ins- 
piración. Sólo  los  pocos  que  sienten  en  su  alma  la 
legítima  ambición  de  llegar  algún  día  á  la  meta,  se 
sobreponen  á  la  impresión  del  momento,  y,  escuchan- 
do las  advertencias  de  amigos  y  más  aún  si  vienen 
de  enemigos,  tratan  de  corregir  los  defectos  señala- 
dos y  de  perfeccionar  las  cualidades  que  se  les  recono- 
cen. Estos  son  los  que  á  la  postre  triunfan,  porque 
nada  resiste  en  este  mundo  á  la  perseverancia  y  á  la 


UNA   NOVELA   ARGENTINA  279 


voluntad,  cuando  se  posee  la  inteligencia   necesaria. 

Y  bien,  he  ahí  la  razón  por  qué  la  sorpresa  que  ha 
producido  León  Saldivar  ha  sido  verdadera  y  gratí- 
sima; verdadera, porque  el  progreso  visible  éntreos- 
te y  el  primer  libro  es  inmenso ;  gratísima,  porque  se 
nota  el  esfuerzo  inteligente  del  escritor  por  aprove- 
char, en  la  medida  que  juzga  opurtuna,  de  las  indica- 
ciones que  la  critica  le  hiciera  entonces.  Esto  sólo 
justificaría  hoy  la  aseveración  de  que  el  autor  llegará 
á  ser  un  novelista  de  primera  fuerza,  y  de  que  puede 
saludársele  ya  como  á  un  escritor  nacional,  que  ilus- 
trará las  letras  de  su  patria. 

Y  si  esto  constituye  en  nuestro  leal  entender  un  al- 
to honor,  no  es  menos  cierto  que,  considerándolo  en- 
tre ^Mos  fuertes^',  la  crítica  se  encuentre  obligada  á 
usar  de  menos  miramientos,  y  á  señalar  dónde  se  en- 
cuentran los  defectos,  segura  de  que  el  autor  es  de  la 
raza  de  aquellos  que  consideran  que  en  la  milicia  de 
esta  vida,  el  hombre  es  un  soldado  obligado  á  retem- 
plar continuamente  sus  armas,  so  pena  de  ser  venci- 
do en  la  primera  oportunidad,  si  se  permite  el  más  le- 
ve descuido. 


^80  RESEÑAS  Y  CRÍTICAS 


El  argumento  de  este  libro  puede  resumirse  en  po- 
cas palabras. 

£1  protagonista,  León  Saldivar,  es  un  joven  de  fa- 
milia acomodada,  huérfano  de  padre,  y  que  vive  mo- 
destamente en  una  casita  en  el  barrio  del  sud,  junto 
con  su  madre,  una]  señora  ya  de  años  y  de  ideas  á  la 
antigua,  y  una  joven  recogida  por  caridad  y  educada 
como  hija  de  la  casa.  El  servicio  de  ésta,  detalle  ca~ 
racterístico,  es  hecho  por  un  mulatillo.  Por  lo  demás, 
León  es  estudioso,  serio,  independiente  y  con  bellas 
prendas  de  carácter  y  de  inteligencia.  Como  es  rico, 
pues  su  padre  le  dejó  la  estancia^  tiene  faetón  y  va  á 
Palermo  los  domingos,  y  al  Club  del  Progreso  con 
frecuencia,  haciendo  parte  de  la  jeunesse  dorée,  si 
bien  no  de  la  haute  ni  de  la  pettte  gomme. 

En  Colón,  —  como  se  ve,  estamos  en  plena  elegan- 
cia bonaerense:  Palermo,  Progreso,  Colón,  —  vio  en 
el  invierno  anterior  al  comienzo  de  esta  historia,  á 
Lucía  Guerra,  preciosa  hija  de  D.  Javier  y  doña  Ven- 
tura. D.  Javier  es  el  tipo  del  antiguo  estanciero  crio- 
llo, scmi-gaucho,  que  pasa  seis  meses  en  el  campo,  y 


UNA   NOVELA  ARGENTINA  28  I 

á  quien  los  botines  hacen  mal,  porque  extraña  la  bota 
de  potro  ;  doña  Ventura  es  el  tipo  de  esas  matronas 
archi-criollas,  un  tantico  guarangas,  exhuberante  de 
formas,  metementodo,  chismosa,  una  de  esas  suegras 
de  las  que  Dios  nos  libre.  Servicio  de  la  familia :  la 
negra  ña  Pancha,  el  mulatillo  Juan  y  la  china  Dolo- 
res. Por  supuesto,  casa  en  la  calle  Florida  y  quinta 
en  el  Tigre. 

£1  carácter  de  Lucia  es  algo  complicado,  como  ve- 
remos más  adelante.  A  veces  parece  ser  el  tipo  de  la 
joven  frivola,  hermosa  pero  sin  seso,  elegante  pero  sin 
corazón,  vanidosa  pero  sólo  con  prendas  artificiales. 
Por  lo  menos  tal  se  nos  presenta  en  los  primeros  epi- 
sodios de  esta  novela. 

El  /estejo  de  León  con  Lucia  habia  sido,  según  se 
colige,  eminentemente  criollo:  de  ojito,  de  paseos 
por  la  calle,  estando  ella  en  el  balcón,  dejando  caer'él 
alguna  vez  con  estrépito  el  bastón  en  la  vereda  para 
atraer  su  atención  y  cambiar  una  sonrisa  al  levantar- 
lo :  de  seguimiento  en  los  paseos,  escoltando  con  su 
faetón  el  lando  de  don  Javier  en  el  camino  de  Paler- 
mo,  y  de  anteojo  permanente  en  el  indispensable 
Colón . 

Cierto  es  que  en  tertulias  y  bailes  hablan  conver- 
sado y  cruzado  galanteos  y  coqueterías.  Pero  en  de- 
finitiva, si  León    estaba  prendadisimo  de  la  esquiva 


282  RESEÑAS   Y   CRÍTICAS 

Lucía,    ésta   no   parecía  dar   mayor,  importancia  á 
nuestro  festejante. 

Casi  son  estos  los  personajes  principales  de  la  no- 
vela, girando  á  su  derredor  muchos  oíros  azás  bien 
analizados,  entre  ellos  la  amiga  de  Lucía,  la  jugue- 
tona Amalia  Ramírez,  el  circulo  de  su  hermano  Ma- 
nolo, sobre  todo  el  de  Pepe  Gómez,  personaje  pin- 
tado sur  le  vtf. 

Se  presenta  después  un  francés,  Louis-Hector  de 
Cantillac,  barón  con  ¿>,  aventurero,  elegantón,  de 
maneras  refinadas,  y  que  á  las  cansadas  resulta  ser 
el  más  redomado  de  los  pillos.  Dicho  señor  se  deja 
convertir  en  festejante  de  Lucía,  gracias  á  la  pueril 
é  intemperante  vanidad  de  la  buena  de  Doña  Ven- 
turita. 

Tales  son  los  personajes.    La    historia   ya   se  adi- 
vina. Busca  León  en  el  primer   baile  —  en  un  baile 
de  carnaval  —  una  explicación  definitiva  de  parte  de 
Lucía,  que  ésta,  por  supuesto,   elude  ;  se  confirma  el 
festejo  del  francés,  y  en  la  temporada  del  Tigre  las 
cosas  van  tomando  cuerpo.  A  Lucía  tanto  le  importa 
León  ó    Cantillac    como   el   gran  turco,  pero   doña 
Venturita  la  obliga  casi  á  aceptar   al  Louis-Hector, 
lo  que  trae  por  consecuencia    una  violenta  explica- 
•cióncon  León  y  consiguiente  rompimiento.  Vuelta  á 
la  ciudad,  é  inmediata  celebración  de  la  boda;  lo  que 


UNA  NOVELA   ARGENTINA  283 

produce  en  León  un  efecto  desastroso,  teniéndolo  en- 
tre la  vida  y  la  muerte  durante  largo  tiempo.  Entre 
tanto  la  noche  de  boda  se  consuma  —  entre  una  bo- 
rrachera del  francés  y  una  transformación  radical 
del  carácter  de  Lucía.  Principia  para  ésta  una  vida 
dura:  casada  con  un  ebrio  consuetudinario,  su 
vanidad  dá  á  su  voluntad  una  energía  singular,  y 
aguza  su  ingenio,  gracias  á  su  orgullo,  para  ocul- 
tar á  los  ojos  del  mundo  su  desastre.  Sigue  la 
vida  social  con  elegancia  redoblada,  y  pretexta  los 
negocios  del  marido  para  explicar  su  continuada  au- 
sencia. 

Vive  con  lujo  europeo  y  rodeada  del  confort  mo- 
derno :  su  casa  es  elegantísima,  su  servicio,  á  la 
última  moda,  y,  para  colmo  de  pschutt,  recibe  un  día 
de  la  semana .  Como  se  vé  —  es  el  contraste  más 
completo  con  el  criollismo  de  la  casa  paterna. 

Por  supuesto,  tal  situación  se  termina  por  un  fra- 
caso singular,  quizá  melodramático.  Candillac  era 
un  presidario  escapado  dé  Tolón,  ya  casado  en  Mar- 
sella, y  cuya  mujer  —  á  la  manera  de  la  inolvidable 
Vanda,  de  las  Memorias  de  Rocambole  —  sigue  y 
persigue  á  su  ingrato  consorte,  le  descubre  ;  y,  ayu- 
dada por  la  policía,  cae  como  bomba  una  noche  en 
casa  del  barón,  y  mientras  lo  apostrofa  y  aparece 
Lucía,  que  por  sospechas  estaba  escuchando  tras  de  la 


284  RESEÑAS   Y  CRÍTICAS 

cortina,  se  escapa  nuestro   Louis-Hector  en  compa- 
ñía de  un  su  cómplice... 

Mientras  tanto  León  ha  ido  mejorando,  pero  está 
en  vísperas  de  hacer  un  viaje  á  Europa  para  olvidar, 
por  consejo  de  médico.  Su  madre,  doña  María,  está 
desesperada,  y  la  huérfana,  Cruzita,  llora  siempre, 
aunque  en  silencio.  León  vá  á  despedirse  de  la  tumba 
de  su  padre  en  la  Recoleta,  y  al  salir  se  detiene  en 
el  paseo  cercano  viendo  regresar  la  concurrencia  ele- 
gante de  Palermo.  De  un  cupé  baja  Lucia,  á  quien 
no  reconoce  aunque  adivina,  y  la  casualidad  los 
pone  frente  á  frente  al  doblar  una  calle.  Sigúese  una 
singularísima  conversación:  Lucía,  coma  si  nada  hu- 
biera acaecido,  lo  saluda  como  á  un  amigo  á  quien 
no  se  ha  visto  hace  tiempo,  y  le  dice  que  igualmente 
vá  á  Europa  á  juntarse  con  su  marido,  que  había  de- 
bido ausentarse  precipitadamente,  pues  su  vieja  ma- 
dre estaba  á  la  muerte.  Aquello  convence  á  León  de 
que  Lucía  no  fué  jamás  sino  una  coqueta  frivola  y 
vacía,  —  y  se  cura  de  su  antiguo  amor. 

De  vuelta  á  su  casa,  en  presencia  del  dolor  de  su 
madre  por  su  anunciado  viaje,  y  del  llanto  de  Cru- 
zita, abre  los  ojos,  véqueesta  es  la  que  le  quiere...  y 
se  casa  con  ella  —  "y  fué  feliz,  dice  el  autor,  que  el 
corazón  es  como  el  árbol  que  cambia  año  por  año 
de  corteza,  y  los  sentimientos  se  modifican,  renue* 


I 


UNA   NOVELA   ARGENTINA  285 


van  ó  transforman,  como  las   hojas  y  las   flores  ". 


II 


Abramos  aquí  un  paréntesis  y  detengámonos  un 
momento  en  lo  que  hemos  llamado  *^el  fondo  del  cua- 
dro". León  Saldivar  traza  de  Buenos  Aires,  y  del 
Buenos  Aires  .nocturno,  pinturas  verdaderamente 
inolvidables.  Se  va  perdiendo  ya  la  memoria  de  lo 
que  es  esta  ciudad  en  tal  ó  cual  época,  porque  sus 
transformaciones  son  tan  radicales  y  tan  rápidas,  que 
sorprenden  al  más  prevenido. 

i  Cuál  era,  pues,  el  Buenos  Aires  en  que  se  desa- 
rrolla esta  novela  ? 

Que  Buenos  Aires  es  una  ciudad  grande,  fuera  de 
duda  está,  pero  tampoco  niega  nadie  que  no  es,  por 
cierto,  una  gran  ciudad.  Contemplada  desde  el  rio, 
sobre  todo  cuando  se  aproxima  el  observador  vi- 
niendo de  balizas  exteriores,  presenta  Buenos  Aires 
un  aspecto,  no  ya  hermoso,  sino  verdaderamente  es- 
pléndido. Situada  la  ciudad  en  una  extensión  increi- 
ble  de  la  costa,  tanto  que  para  el  observador  sus  con  - 
fines  se  pierden  en  las  brumas  del  horizonte,  se  ex- 
tiende tan  desmesuradamente  tierra  adentro,  que  no 


2 86  RESEÑAS    T    CRÍTICAS 


es  dable  abarcar  con  la  simple  vista  la  última  linca 
divisoria  de  sus  suburbios. 

Las  torres  de  sus  numerosas  inglesias,  las  del  Ca- 
bildo y  Aduana,  sus  muelles,  el  viaducto  magnífico 
del  Ferro-carril  del  Sud;  todo  esto  influye  mucho  en 
el  espléndido  golpe  de  vista  que  desde  el  agua  pre- 
senta. 

Pero,  si  se  exceptúan  los  barrios  centrales,  las  ca- 
sas altas  sólo  por  romper  la  especial  monotonía  del 
caserío  de  azotea  parece  que  existieran,  pues  en  la 
inmensa  extensión  de  la  ciudad  dominan  de  una  ma- 
nera desconsoladora  las  casas  bajas,  permitiendo  esa 
original  combinación  de  azoteas  corridas^  que  du- 
plica el  suelo  transitable,  dejando  al  superior  inte- 
rrumpido tan  sólo  por  esos  enormes  patios  embaldo- 
sados que,  cuando  carecen  de  plantas,  parecen  pe- 
queñas plazoletas  de  cuartel.  £1  carácter  hispano- 
americano es,  pues,  dominante  en  la  construcción 
de  la  ciudad,  y  á  pesar  del  número  inmenso  de.  ex- 
tranjeros que  han  afluido,  afluyen  y  siguen  aflu- 
yendo continuamente  á  ella,  el  sistema  de  construc- 
ción de  casas  continúa  invariablemente  lo  mismo  : 
sólo  los  favorecidos  de  la  fortuna  rompen  el  fastidio 
de  una  monotonía,  aún  más  insoportable  á  causa 
de  las  horribles  calles  que  á  guisa  'de  canutos  di- 
vidan á  cordel   esta  ciudad,  con  la  misma   regula— 


UNA   NOVELA   ARGENTINA  287 


ridad  que   si  se  tratara  de   un   tablero  de  ajedrez. 

El  extranjero  habituado  á  la  vida  ardientemente 
sobrexcitada  en  las  grandes  ciudades  de  Europa  y 
Estados  Unidos,  en  las  cuales  el  movimiento  jamás 
cesa,  siendo  tan  activo  de  noche  como  de  día,  si  bien 
ofrece  caracteres  diversos,  se  queda  asombrado 
cuando,  á  la  una  de  la  noche,  la  casualidad  ó  alguna 
ocupación  le  hacen  atravesar  las  calles  de  Buenos 
Aires.  Ni  una  alma  se  vé  por  ellas  á  esas  horas  : 
sólo  el  imperturbable  vigilante  parado  en  la  boca- 
calle escudriña  las  puertas  en  una  ú  otra  direc- 
ción. 

Los  porteños  se  retiran  demasiado  temprano  á  sus 
casas:  no  hay,  propiamente,  vida  nocturna  en  Bue- 
nos Aires.  Que  los  mismos  que  durante  el  día  se  afa- 
nan y  trabajan,  no  malgasten  de  noche  su  tiempo, 
claro  estaque  á  más  de  sensato  es  necesario,  pero 
que  Buenos  Aires  carezca  de  todo  ese  mundo  social 
curioso  que  hace  de  la  noche  día,  es  también  cosa 
que  no  es  fácil  explicarse.  Salvo  uno  que  otro  reza- 
gado, y  algún  par  de  esos  que  creen  imitar  la  vida 
ultramarina,  cenando  á  deshoras  de  la  noche  en  el 
único  café  abierto  entonces  —  la  popular  Róttsserie  ; 
—  no  se  notan  ni  esas  características  parejas  que  se 
retiran  unas  furtivamente,  encubriendo  en  el  miste- 
rio de  la  hora  amores  más  ó  menos  puros,  otras  bu- 


288  RESEÑAS  Y   CRÍTICAS  ' 

lliciosamente,  celebrando  con  alegres  carcajadas  bro- 
mas de  carácter  más  ó  menos  picante. 

Todo  el  mundo,  entre  nosotros,  parece  vivir  con- 
tinuamente preocupado :  el  país  entero  guerit  opes, 
como  diría  el  viejo  Horacio  —  busca  la  fortuna  !  no 
ríe,  pues,  ni  canta.  Entra  en  la  edad  madura,  en  la 
edad  de  los  negocios,  sin  haber  pasado  por  la  alo- 
cada juventud,  por  la  edad  de  los  placeres  ;  —  viejo 
después  de  ser  niño,  sin  haber  sido  joven,  nuestro 
país  carece  de  vida  alegre.  Todo  en  la  vida  diaria 
del  porteño  está  previsto  y  conocido  de  antemano  : 
no  hay  ni  tiempo  ni  gusto  para  correr  tras  esos  deli- 
ciosos placeres,  que  deben  sólo  rozarse  ligeramente 
para  conservar  la  ilusión,  sin  la  cual  no  existe  la 
alegría. 

La  vida  se  ha  hecho  para  nosotros  demasiado  po- 
sitiva ;  el  mercantilismo  nos  ahoga.  El  dios  Dinero 
tiene  cada  día  más  adoradores,  y  su  templo  —  la 
Bolsa  —  se  llena  continuamente  de  sacerdotes,  más 
ó  menos  ardorosos.  En  la  atmósfera  de  las  fínanzas 
—  i  y  quién  no  está  en  algo  complicado  en  ella  hoy 
día  ?  —  no  hay  placer,  ni  alegría  :  la  risa  misma  es 
estridente,  seca,  lúgubre.  La  comedia  de  nuestro 
tiempo,  para  usar  una  frase  célebre,  es  alegre  como 
una  autopsia. 

Las  gentes  se  retiran  al  anochecer  á  sus  casas  coa 


\ñiA   NOVELA  ARGENTINA  289 


la  cabeza  ardiendo  de  los  asuntos  del  día.  i  Qué  vida 
alegre  puede  haber? 
Pero,  ni  coches  hay  siquiera  ! 
Porque  lo  curioso  del  caso  es  que  en  esta    Santí- 
sima Trinidad  del  Puerto  de  Buenos  Aires,  los  co- 
cheros son  seres  que  se  acuestan  con  los  gallos,  por 
manera  que  no  se  les  pesca  exactamente  en  el  mo- 
mento en  que  son  más  necesarios.   Si  un   aconteci- 
miento imprescindible  cualquiera  lo  obliga  á  uno  á  ir 
al  otro  extremo  de  la  ciudad  pasada  media  noche,  no 
hay,  por  más  dinero  que  se  gaste,  más  coche  disponi- 
ble que  el  de  San  Francisco:  pase  si  la  noche  es  bue- 
na, pero  si  es  lluviosa,   maldita  la  gracia  que  tan 
original  habitud  causa  1 

Aquí  se  cree  que  los  tranvías  han  hecho  inútiles  á 
los  coches,  llamados  curiosamente  de  plaza,  tanto 
que  se  sostiene  —  y  con  alguna  razón  práctica  —  que 
éstos  sólo  viven  gracias  á  los  entierros  y  bautismos. 
Pero  aparte  de  que  esto  es  perfectamente  inexacto, 
parece  que  por  lo  menos  es  insostenible  en  lo  que  á 
las  horas  en  que  no  andan  los  tranvías  se  refiere. 

Claro  es,  por  otra  parte,  que  es  imposible  la  co- 
existencia de  *'coches  de  plaza"  y  tranvías,  desde  que 
aquellos,  por  lo  general,  calesas  de  construcción 
ante-diluviana,  ostentan  como  cocheros  á  esos  jóvenes 
flemáticos  de  pantalón  obscuro,  chaqueta  clara,  cor- 

19 


290  SESEXAS   T   (3UTICAS 


bata  celeste,  sombrero  chambergo,    y  melena  acei- 
tada. 

Ser  conducido  por  semeiante  automedonte  en  tal 
vehículo  es  ya  un  martirio  que  no  se  hace,  por  cierto, 
más  soportable  por  el  pago  de  la  exorbitante  suma 
de  2  ^  pesos  por  viaje...  >  francos,  lo  que  en  cualquier 
ciudade ja  europea  vale  1  franco  50  céntimos!  — 
Concédase,  por  lo  menos,  que  el  abuso  es  incalifica- 
ble. Omito  hablar  acerca  del  caso  de  los  rocines,  que 
para  ello  parecen  transformados  en  pacíficos  bueyes. 
Pero  á  la  noche  ni  eso:  hay  que  ir  á  pié,  sin  reme— 
dio,  por  más  enormes  que  sean  las  distancias. 

Si  no  fuera  indudable  que  eso  que  en  otros  países 
se  llama  el  medio  mundo  no  existe  propiamente  aquí, 
los  que  de  noche  se  encuentran  envueltos  en  alguna 
galante  aventura  —  lo  que  puede  suceder  á  cual  - 
quier  hijo  de  vecino  —  hacen  el  papel  más  ridículo 
de  este  mundo,  si  la  cosa  se  les  presenta  tan  de  sú — 
bito  que  no  han  podido  retener  con  tiempo  alguno 
de  los  descalabrados  volantones  de  plaza. 

Nada  más  curioso  que  las  grandes  fiestas  munda- 
nas que  se  dan  en  Buenos  Aires,  cuando  se  observa 
la  concurrencia  en  el  instante  de  retirarse.  Salvo  al- 
gunas familias  acomodadas  que  tienen  carruaje  pro- 
pio, los  demás,  fatigados,  deshechos  por  una  noche 
de  baile  continuado,  se  retiran,   sin  embargo,   tran- 


UNA   NOVELA   ARGENTINA  2gi 

quilamente  á  pié.  Verdad  es  que  algunos  observan 
con  melancólica  resignación  que  el  malísimo  empe- 
drado de  Buenos  Aires  hace  que  el  andar  en  coche 
por  sus  calles  sea  un  martirio  insoportable ;  lo  cual 
explicaría  por  qué  todos  prefieren  ó  ir  en  tranvía  ó 
simplemente  á  pie. 

Aun  en  las  épocas  más  animadas  del  año,  —  en  la 
season  de  Buenos  Aires  —  sólo  hay  movimiento  hasta 
media  noche.  Los  teatros,  por  regla  general,  concluyen 
cuando  más  tarde  á  esa  hora,  v  á  la  salida  de  ellos 
es  que  se  puede  notar  recién  algo  como  un  reflejo 
de  esa  vida  animadísima  y  en  extremo  interesante  de 
las  noches  madrileñas.  Los  porteños  son  apasiona- 
dos por  el  teatro;  las  capas  superiores,  la  high-life 
y  la  gomme  —  ya  que  se  ha  dado  la  manía  de  usar 
nombres  extranjeros  —  se  dan  cita  en  Colón  ;  la 
gente  tranquila,  en  la  Ópera  ;  la  decente,  en  la  Ale- 
gría ;  la  bulliciosa  y  los  pocos  miembros  del  medio 
mundoj  en  Variedades  y  en  el  Politeama. 

Colón  es  el  teatro  clásico  de  la  alta  sociedad  por- 
teña,  y  al  cual  están  vinculadas  las  tradiciones  más 
caras.  Allí  se  ha  formado  el  gusto  por  la  ópera  ita- 
liana, y  durante  la  época  de  las  temporadas ^  no  hay 
nadie  que  de  elegante  se  precie  que  allí  no  acuda, 
cueste  lo  que  cueste.  Los  menos  van  por  la  música  ó 
el  canto;  los  más,  por  mirarse  recíprocamente.  ¡Cuan- 


2fj2  KESCSAS   T   CKÍT1CAS 

tos   nor'izz(;os   no  han   comenzado  alÜ  !    Mocho  po- 
dría rerelar  al  respecto  la  histórica  cazuda. 

0 

\jaL  Opera,  á  pesar  de  so*  más  elegante  y  más  có- 
modo como  teatro,  no  puede  competir  con  Colón, 
porque  no  hay  número  suñcíente  de  familias  para 
ello.  Se  ha  hecho  el  asiento  del  drama  y  de  la  come- 
dia italiana,  puesto  que  ahora  ha  dado  á  los  porte- 
ños el  furor  de  ensalzar  todo  lo  italiano. 

La  Alegría  es  el  teatro  clásico  de  esas  venerables 
compañías  '^  de  la  legua  "\  que  dan  zarzuelas  con  esa 
sal  gruesa,  esas  risotadas  francas  y  esos  chistes  como 
balas  de  á  ochenta,  que  tanto  divierten  á  la  gente 
criolla  que  allí  asiste. 

Variedades  ha  caído  en  completo  descrédito,  por- 
que jamás  ha  tenido  un  empresario  hábil,  ni  buenas 
compañías.  El  público  aquí  es  loco  por  la  ligera  ope- 
reta ó  el  picante  vaudeville  francés,  y  lo  demuestra 
protegiendo  á  ese  teatro,  aun  cuando  representen 
unos  cuantos  actores  venidos  de  los  cuatro  vientos  y 
unidos  por  casualidad,  hasta  que  el  cajero  se  fugue 
con  la  actriz  más  bonita  y  los  deje  con  un  palmo  de 
narices. 

El  Foliteama  tiene  su  época  de  esplendor  en  el  ve- 
rano, cuando  sus  compañías  de  circo  atraen  concu- 
rrencia masculina.  Los  jóvenes  que  se  precian  de  ser 
bien^  han  dado  en  la  costumbre  de  entrar  á  las  caba- 


UNA   NOVELA   ARGENTINA  293 


Herí  zas  y  hacerse  notables  por  aplausos  y  regalos  á 
alguna  de  las  amazonas. 

En  cuanto  al  Teatro  Nacional,  aún  nada  puede 
decirse  sobre  él,  puesto  que  no  se  ha  inaugurado.  El 
Coliseum  sólo  se  abre  para  fiestas  ó  conciertos. 

Antes  de  entrada  completamente  la  noche,  hay  su 
público  especial  en  los  diversos  locales  conocidos.  El 
Gimnasio  tiene  los  antiguos  jugadores  de  dominó  y. 
tresillo  que  van  á  hacer  su  consabida  partida,  meci- 
dos por  las  armonías  del  piano  que  ora  baila  alegre- 
mente con  Celestino,  ora  gime  románticamente  con 
Costa.  El  Skating-Rink,  con  su  concurrencia  infal- 
table  de  patinadores,  reúne  los  jueves  y  domingos 
cantidad  de  bellezas  suburbanas :  allí  van  los  que  á 
la  caza  del  medio-pelo  se  dedican.  El  Jardín  Florida, 
lugar  delicioso,  en  los  mismos  días  reúne  una  concu- 
rrencia bastante  distinguida,  pero  demasiado  grave 
para  semejante  lugar,  pues  se  pasean  contemplán- 
dose como  si  estuvieran  en  la  avenida  de  las  palme- 
ras de  Palermo. 

Los  suburbios  ostentan  sus  curiosos  y  característi- 
cos Pasatiempos,  y  multitud  de  teatros  de  segundo 
orden,  que,  junto  con  las  canchas,  reúnen  á  los  habi- 
tantes de  la  parroquia  que  no  son  atraídos  por  perin- 
gundines  ó  algo  peor. 

Pero,  i  qué  hace  el  paseante  que  ha  asistido  al  ridí- 


2'j^  »ESE*AS  \  cmrrzCAS 

zrJ.'j  á^Vr.'.t  de  todo  el  pr>rtcñ:5zix  por  esa  tabla  an- 
gosta qu£  «c  llama  la  "  acera  de  la  izquierda  "  de  la 
ca!Ie  Florida  r  Le  queda  las  conñterías  ó  cales.  Eln 
la%  primeras  só'o  pueden  mencionarse  aquellas,  como 
U«  del  Gas  j  del  Águila,  que  ofrecen  á  sus  clientes 
Ia9  apetecibles  comodidades,  pues  afortunadamente 
poco  á  poco  los  suburbios  van  atrayendo  á  sí  las  tra- 
dícíonales  de  simple  mostrador  y  con  despacho  de 
bebidas. 

En  cuanto  á  los  cafés,  recién  últimamente  hemos 
dado  un  paso  adelante:  el  de  los  billares  de  la  calle 
Piedad  es  un  café  verdaderamente  europeo,  por  el 
movimiento  que  en  él  se  nota,  el  ruido,  la  actividad, 
la  vida  misma  que  allí  reina  —  el  parisiense  que  ex- 
trañe su  café  de  la  Magdalena  podrá,  saboreando  el 
típico  mazagran,  pensar  por  un  momento  que  se  en- 
cuentra en  el  Garren  ó  Vachette. 

Pero  todo  esto  concluye—  i  qué  queda?  Los  altares 
de  Venus  Citerea...  pero  hay  que  detenerse:  se  pisa 
la  arena  candente,  según  una  expresión  clásica. 

Sabido  es  que  la  vida  social  tiene  lugar  principal- 
mente de  noche,  i  pero,  existe  entre  nosotros  realmen- 
te esa  vida  cspccialísima?  Aquí  se  necesitaría  la  pluma 
de  algún  high  lifeur,  para  poder  resolver  tan  graví- 
simo punto:  algo  en  ese  sentido  puede  colegirse  ate- 
niéndose á  lo  que  por  los  diarios  suele  entreverse. 


UNA   NOVELA   ARGE.^TINA  2g% 

Nuestra  alta  sociedad  no  tiene  salones,  en  el  sen- 
tido europeo  déla  palabra,  es  decir,  familias  que  re- 
ciban  con  regularidad  la  flor  y  nata  en  la  gente  dis- 
tinguida, para  pasar  un  par  de  horas  de  agradable  é 
instrutiva  conversación.  Lo  único  que  hay  es  que  las 
familias  se  quedan  en  sus  casas  determinados  días  de 
la  semana,  durante  los  meses  de  invierno.  Pero  los 
porteños  —  viejos  y  jóvenes  —  no  tienen  la  habitud 
de  visitar,  y  es  curioso  recoger  los  rumores  de  esos 
dias  de  la  high-life  bonaerense:  seis  señoras,  cuatro 
niñas,  dos,  á  veces  tres  jóvenes  —  nada  más.  i  Los  se- 
ñores ?  jugando  al  hezigue  ó  al  tresillo,  i  Son  éstos, 
hábitos  sociales?... 

Las  seis  ó  nueve  familias  pudientes  que  entre  nos- 
otros forman  ess  núcleo  especial  de  la  alta  sociedad 
que  dá  ñestas,  sólo  abren  sus  salones  cinco  ó  seis 
veces  en  el  año.  i  Cuántos  grandes  bailes  se  dan 
aquí  anualmente?  Cinco  ó  seis,  nada  más.  Verdad 
es  que  en  ellos  se  despliega  gran  lujo,  que  se  hace 
todo  como  los  porteños  saben  hacerlo,  con  rumboso 
despilfarro.  Pero  eso  no  constituye  una  alta  socie- 
dad con  vida  propia.  No  se  venga,  pues,  á  hablar 
de  htgh'lí/e^cn  el  sentido  europeo  de  la  palabra  — 
en  una  sociedad  que  no  tiene  salones  verdaderos,  ni 
vida  social  activa. 

Y  sin   embargo,   el  grupo  social  que  asume  ese 


296  RESEÑAS   Y   CRÍTICAS 

carácter  debería  justificarlo,  implantando  las  habitu- 
des que  fueran  convenientes.  Apenas  si  de  tiempo 
en  tiempo  se  dan  comidas,  como  son  tan  frecuentes 
en  otras  partes.  Durante  la  temporada  lírica  en 
Colon,  sólo  excepcionalmente  se  visitan  en  los  palcos, 
no  recibiendo  tampoco  en  sus  casas.  No  conocen 
entre  nosotros  ni  el  distinguido  té  de  las  $  de  la  tar- 
de, ni  la  elegante  tertulia  después  del  teatro. 

Nuestras  niñas,  sin  haber  tomado  esa  adorable  li- 
bertad de  la  señorita  inglesa  de  alto  tono,  tienen 
los  inconvenientes  de  la  joven  francesa  de  educación 
conventual,  conservando  un  recato  y  una  frialdad 
extraordinarios,  hasta  pasado  cierto  tiempo.  Hay 
en  esto  demasiada  convención. 

En  otras  partes  de  la  ciudad,  los  que  frecuentan 
las  amables  tertulias  del  barrio  de  la  Concepción, 
pueden  notar  el  abandono,  la  alegría,  la  felicidad  que 
en  semejantes  reuniones  reinan.  Y  no  quiere  esto 
decir  que  considere  á  unas  mejor  que  á  otras,  sino 
que  esta  es  observación  oída  á  más  de  un  extranjero, 
de  esos  privilegiados  á  quienes  es  permitido  visitar 
cuantas  veces  quieran  en  una  casa,  sin  que  le  atri- 
buyan novia  por  el  hecho  de  tocar  al  llamador! 

En  resumen,  Buenos  Aires  no  es  una  ciudad  de 
diversiones,  ni  una  gran  ciudad.  Es  una  ciudad 
de  mucha  extensión,  pero  con  todos  los  -defectos  de 


UNA   NOVELA   ARGENTINA  297 


las  pequeñas  agrupaciones.  Aquí  todo  el  mundo  se 
conoce,  se  espia  y  se  critica  recíprocamente.  Las 
visitas,  abandonadas  por  los  hombres  —  que  no  por 
eso  frecuentan  los  clubs,  pues  en  estos  apenas  se  ven 
dos  ó  tres  mesas  de  juego, — son  mantenidas  única- 
mente por  las  mujeres,  gracias  á  la  chismografía 
social,  especie  de  Bolsa  terrible  donde  se  cotizan 
hasta  las  reputaciones  más  seguras. 

Tiene  Buenos  Aires  hasta  los  defectos  materiales 
de  las  ciudades  pequeñas ;  no  tiene  esa  vida  flotante 
y  alegre  de  las  grandes  ciudades,  y  carece  de  sus 
comodidades  más  indispensables,  como  ser  medios 
de  transporte  en  ciertas  horas. 

Bajo  este  punto  de  vista,  Buenos  Aires,  para  llegar 
á  ser  el  París  del  Plata,  tiene  aún  mucho  que  andar: — 
siendo  ciudad  grande,  tiene  que  dejar  de  ser  aldea 
para  ser  gran  ciudad. 

...  Tal  es  el  Buenos  Aires  donde  se  desarrolla  la 
historia  que  nos  refiere  el  autor  de  León  Saldivar, 


III 


Ciertamente  podrán  variar  las  opiniones  acerca  del 
argumento  de  León  Saldivar  y  encontrarle  tal  ó  cual 


2gS  RESEÑAS   Y   CRÍTICAS 


faz  más  ó  menos  tachable,  ó  que  revele  una  pluma 
más  ó  menos  experta.  Igual  cosa  sucede  con  todos  los 
argumentos  posibles,  y  no  es  quizá,  en  nuestro  en- 
tender, la  intriga  la  parte  más  completa  de  este  libro. 

Pero  el  fondo  del  cuadro  está  admirablemente  es- 
bozado, y  el  colorido  de  las  pinceladas  revela  en  el 
acto  una  mano  maestra,  un  observador  sagaz,  un 
analista  fino  y  un  criterio  seguro.  Hay  vida  en  esta 
novela,  sus  cuadros  son  un  espejo  de  la  realidad,  y  al 
través  de  sus  páginas  se  ve  agitarse  un  mundo  so- 
cial, algunos  de  cuyos  lados  débiles  han  sido  ligera 
pero  certeramente  puestos  en  relieve,  con  una  ironía 
que  raya  en  legítimo  humour. 

Abre  el  libro  en  pleno  carnaval,  en  el  carnaval  por- 
teño de  1 87  3,  de  inolvidable  recuerdo,  en  una  de  cu- 
yas noches  "cabizbajo,  las  manos  á  la  espalda,  el 
sombrero  sobre  los  ojos,  con  un  gesto  de  contrarie- 
dad que  alteraba  la  simpática  expresión  de  su  fisono- 
mía, iba  León  Saldivar  camino  de  su  casa".  Era  esa 
hora  vespertina  en  que  "  las  campanas  de  Santo  Do- 
mingo, como  viejas  soñolentas  que,  entre  bostezo  y 
bostezo,  salmodian  una  oración",  se  echaban  á  tocar 
ánimas,  como  "  nota  de  duelo  en  medio  de  la  orgía 
á  que  estaba  entregada  la  ciudad".  Iba  León  preo- 
cupado con  la  ausencia  de  Lucía,  que  permanecía  en 
el  Tigre  "sin  lucir  en  el  corso  su  fino  perfil  de  cama 


UNA   NOVELA   ARGENTINA  299 


feo  antiguo",  cuando  de  repente  sin  decir  oste  ni 
moste  recibe  encima  un  balde  de  agua,  "que  habían 
olvidado  de  perfumar  "  —  dice  el  autor  —  lo  que  da- 
mos  por  muy  cierto,  pues  á  esas  horas  y  por  la  calle 
Defensa,  sólo  á  alguna  morruda  china  se  le  pudo  ocu- 
rrir una  broma  tan  pesada  aunque  tan  genuinamen- 
te  porteña. 

Quisiera  poder  transcribir  todo  lo  que  el  autor  di- 
ce al  describir  en  el  capítulo  segundo  la  noche  del  lu- 
nes de  carnaval.  Ni  una  línea  hay  allí  que  suprimir 
ó  que  agregar,  y  comparando  esas  páginas  con  las 
que  á  igual  tema  dedicó  el  Vago  de  aquellos  Silbi- 
dos que  hicieron  tanto  ruido,  no  sé  cuál  de  las  dos  es 
preferible,  aunque  la  observación  es  hecha  de  diver- 
so punto  de  vista.  El  corso  clásico  de  nuestros  car- 
navales está  allí  majestuosamente  representado.  La 
tertulia  en  casa  de  don  Javier,  con  las  máscaras  que 
entran  y  salen,  y  las  intrigas  consiguientes,  son  es- 
cenas tan  reales,  tan  llenas  de  vida,  que  el  más  exi- 
gente crítico  nada  podría  tacharles.  Palpita  allí  el 
carnaval  porteño,  como  igualmente  en  el  baile  del 
club  del  Progreso,  que  refiere  el  capítulo  tercero. 
La  más  estricta  justicia  obliga  á  reconocer  que  el 
que  ha  escrito  esas  páginas  es  un  novelista  de  tem- 
peramento, y  que  sabe  caracterizar  perfectamen- 
te   las   cosas  de  aspecto  más  difíciles   de    analizar. 


300  RESEÑAS   T   CRÍTICAS 


En  general,  en  todo  el  libro  sobresalen  las  descrip- 
ciones, pues  los  capítulos  referentes  al  Tigre,  á  sus 
paseos  en  bote,  y  á  la  vida  de  las  familias  que  allí 
veranean,  corren  parejas  con  las  páginas  que  dedica 
al  carnaval. 

No  se  trata  empero  de  esas  descripciones  minucio- 
sas, pero  foritaalistas  á  estilo  de  inventario  judicial  de 
escribano,  sino  que  domina  la  nota  del  humour  y  un 
sano  realismo,  sin  caer  jamás  en  la  vulgaridad  de  un 
naturalismo  de  convención.  Las  costumbres  criollas 
no  pasan  desapercibidas  para  el  analista  escritor,  y 
ya  sea  que  se  refiera  á  las  temporadas  en  los  bailes, 
ó  algún  infeliz  encamotado^  ó  que  pinte  —  como  en  la 
soberbia  escena  que  sirve  de  postdata  al  baile  del 
Club  —  alguna  borrachera  del  circulo  de  la  truja,  y 
deje  adivinar  á  uno  de  sus  miembros  caloteando  una 
que  otra  botella,  se  ve  que  el  autor  ha  cortado  en 
carne  viva,  y  que  ha  sabido  fustigar  las  ridiculeces 
á  su  paso  con  cierta  chispa  que  no  excluye  el  gra- 
cejo. 


IV 


No  podría   pasar  por  alto  esta  faz  del  libro,  pues 
tendrá  pronto  un  sabor  arqueológico.  La  vida  social 


UNA   NOVEUk   ARGENTINA  ^01 

de  Buenos  Aires  durante  el  verano  es,  efectivamente, 
típica,  y  pronto  quizá  no  quedará  ni  recuerdo  de  lo 
que  hoy  nos  parece  tan  encantador . 

» 

Cierto  es  que  hablar  de  ello  en  este  momento  es 
como  llevar  agua  al  mar,  en  el  sentido  de  que  todo 
el  mundo  está  tan  al  corriente  de  las  costumbres  de 
ayer,  que  parece  banalidad  el  describirlas. 

Pero  pasa  tan  pronto  la  vida  en  esta  parte  del 
mundo  I  Ha  hecho  bien  el  autor  de  León  Saldivar  en 
describirnos  esa  faz  de  nuestra  vida  social,  y  de  segu- 
ro más  adelante  más  de  uno  ha  de  releer  esas  pági- 
nas con  la  curiosidad  de  recordar  los  tiempos  felices 
de  la  primera  juventud. 

Cedamos,  pues,  á  la  tentación  de  contemplar  un 
momento  lo  que  es  el  verano  porteño. 

...  Ha  existido  en  todo  tiempo  una  inexplicable  con- 
juración de  poetas — conjuración  en  la  cual,  como 
en  la  de  Madama  Angot,  entran  pecadores  y  peca- 
doras—  paracnzalsar  las  ventajas,  los  goces  y  la 
inLnita  felicidad  'que  á  los  míseros  mortales  pro- 
cura la  canícula.  Todos  á  una  declaman  contra 
el  invierno  frío,  lluvioso,  sucio,  desagradable,  incó- 
modo :  el  verano  es  vivífico,  alegre,  hermoso  y  flo  - 
rido. 

Aun,  en  la  hipérbole  del  entusiasmo,  ha  llegado  á 
decirse : 


302  RESEÑAS   Y   CRITICAS 

¡Cuánto  siempre  te  amé,  sol  refulgente  ! 
...Al  rayo  vencedor  que  los  deslumbre, 
Los  anhelantes  ojos  alzarla, 
Y  en  tu  semblante  fúlgido,  atrevido. 
Mirando  sin  cesar  los  fijarla. 

Pase  como  licencia  poética,  pero  el  que  esos  versos 
escribiera — sin  duda  en  un  acceso  heliománico  —  se 
habría  quedado  de  seguro  ciego,  si  intentara  su  des- 
cabellado propósito. 

El  sol !  —  Nada  más  vivificante  que  el  dulce  calor 
que  esparce,  c verdad?  ¡Oh!  Buenos  Aires  parece 
hermosísimo  un  dia  de  verano  —  I  qué  agradables 
emanaciones  hace  el  calor  que  de  nuestro  higiénico  y 
mal  empedrado  suelo  se  desprendan  ! 

Aun  los  adoradores  más  fanáticos  del  sol  no  se 
extasían  sino  ante  la  aurora  y  el  crepúsculo  vesperti- 
no, es  decir,  en  los  momentos  mismos  en  que  todavía 
no  brilla  ó  cuando  ya  desaparece.  Y  creo  que  tienen 
en  ello  perfecta  razón.  Ver  á  las  gentes  por  las 
calles  en  esos  tiempos  de  verano,  es  lamentabilísi- 
mo espectáculo :  ocupados  los  más,  caminan  con  paso 
rápido,  con  el  sombrero  en  la  mano,  enjugándose  la 
sudorosa  frente,  jadeantes,  mal  humorados  y  con 
unas  fachas!... 

¡  Qué  épocas  para  negocios  I  Por  la  mañana  tem  • 
prano,  en  nuestras  plazas  de  frutos,  en  el  Once  ó 
Constitución,  los  barraqueros,  corredores,   comisio- 


UNA   NOVELA   ARGENTINA  303 

nistas  y  todos  los  que  de  lanas,  cueros  y  cosas  seme- 
jantes se  ocupan,  discuten,  vociferan,  se  enojan,  se 
arreglan,  y  se  retiran  á  sus  casas  en  el  mismísimo 
estado  que  esas  figuras  de  cera,  á  las  cuales  el  calor 
ha  hecho  correr  los  colores,  produciendo  combina- 
ciones realmente  maravillosas. 

Durante  el  dia,  los  bolsistas  gritan  y  disputan  más 
que  los  de  por  la  mañana,  y  sin  disimular  las  con- 
tracciones súbitas  de  sus  rostros  lívidos,  emocionados, 
en  los  cuales  brillan  unos  ojos  que  parecen  descon- 
fiar de  todo  el  mundo,  y  mirar  con  angustia  alguna 
desastrosa  liquidación !     Sólo   estos  son    insensibles 

■ 

al  calor.  El  juego,  en  efecto,  es  quizá  la  única  pa- 
sión capaz  de  hacer  completa  abstracción  de  la  per- 
sonalidad humana. 

Los  demás  SQrps  vivientes  cruzan  las  calles  sólo 
cuando  á  ello  están  inevitablemente  compelidos,  y  lo 
hacen  de  una  manera  que  traiciona  á  la  legua  el 
poquísimo  placer  que  aquello  les  procura. 

A  la  tarde,  las  caras,  si  bien  más  reposadas,  no 
per  eso  aparecen  menos  disgustadas.  Han  cesado 
los  negocios,  es  verdad,  pero  viene  la  noche  y  aque- 
llos á  quienes  el  dia  ha  fatigado  hasta  lo  imposible, 
quisieran  divertirse  algo  antes  de  descansar. 

Vano  propósito!  Bien  saben  que  el  calor  impide 
diversiones  como  descanso,   y  miran   con   angustia 


304  RESEÑAS   Y   CRÍTICAS 


avanzar  las  horas  que  les  anuncian  tormentos  de 
nueva  especie,  no  menos  horribles  que  los  otros. 

Ni  el  dandysmo  es  posible...  como  que  la  elegancia 
y  el  calor  son  cosas  que  andan  reñidas.  <  Quién 
puede  aspirar  á  la  corrección  del  dandy  ó  la  frescura 
de  la  toilettef  cuando  el  calor,  obligándolo  á  sudar  á 
mares ^  para  emplear  la  expresión  consagrada,  des- 
hace los  pliegues  más  artísticos,  y  le  hace  maldecir 
mil  veces  á  Febo } 

Cuando  más,  caida  la  tarde,  se  ven  en  los  cafés  ó 
en  los  jardines  públicos,  paseantes  desembarazados, 
con  la  corbata  apenas  anudada,  la  mirada  un  tanto 
voluptuosa,  los  labios  embriagados  por  el  perfume 
del  sempiterno  cigarro,  y  que,  echados  cómodamen- 
te en  alguna  silla,  afectan  dilatarse  como  si  aspiraran 
las  brisas  eternamente  suaves  del  país  de  los  poetas. 

Las  familias  un  tanto  acomodadas  abandonan  la 
ciudad  para  inundar  los  pueblecillos  de  campo,  llenar 
las  quintas  ó  fastidiarse  en  las  estancias.  Van  de 
la  ciudad  huyendo  del  calor,  de  la  tierra,  de  la  falta 
de  aire  y  de  la  etiqueta  citadina ;  —  y  en  los  pueblitos 
de  campo — edificados  al  estilo  de  la  ciudad,  con 
calles  tiradas  á  cordel  y  casas  sobre  la  calle  misma, 
pegadas  unas  al  lado  de  otras,  —  se  ven  continuamen- 
te envueltos  en  nubes  de  polvo,  peor  todavía  que  el 
de   Buenos  Aires,  se  visten  con  arreglo  á  la  misma 


UNA   NOVELA    ARGENTINA  3O5 

etiqueta  queaiuí  y  hacen  la  mismísima  vida,  tenien- 
do todos  los  inconvenientes  del  campo  sin  ninguna 
de  sus  ventajas. 

Cuando  se  va  de  paseo  á  San  Fernando,  centro  de 
los  pueblos  de  campo  donde    reside   la    parte  más 
aristocrática  de  esta  democrática  sociedad,    se  com- 
padece el  visitante  del  martirio  de  las   familias  qiic 
llegan  por  la  tarde  al  tonto,  pero   tradicional  paseo 
de  la  plaza;  — han  debido  venir  por  caminos  cubier- 
tos por  una  espesa  capa  de  tierra  fina,  que  durante 
una  hora  los  ha  envuelto,  cambiando  el  color  de  sus 
trajes,  haciendo  dudosa  la  blancura  de  su  tez,  é  ín-, 
filtrándose  en  los  pulmones.     ¡Vaya   una  diversión! 
Si  se  prefiere  el  Oeste,  y  se  vá  á  Flores  ó  Almagro, 
de  las  lindas  quintas  que  á  uno  y  otro  lado  del  cami- 
no se  hallan,  se  ven  salir  familias  ahogadas  por  el 
calor  y  la  tierra,   sempiternos  durante  el  dia  cómo 
durante  la  noche,   y  sin  que  haya  esperanza  de   la 
más    ligera  brisa.     Verdad    es    que    es  un    campo, 
donde  todo  hay  excepto  campo :   casas,  casas  y  más 
casas,  como  si  aquello  fuera  un  suburbio  de  la  ciudad 
grande. 

Por  el  Sud,  Barracas  se  enorgullece  de  su  ancha 
avenida,  la  cuál  — fuera  de  la  época  de  las  tradicio- 
nales fiestas  de  la  patrona  —  se  extiende  melancólica, 
en  un  abandono  y  una  soledad  encantadoras. 

20 


306  RESEÑAS   Y    CRÍTICAS 


Las  estancias  en  el  verano  son  el  refugio  más  cu- 
rioso de  los  bonaerenses  incautos.  Los  pobres  creen 
ir  á  respirar  aire  puro.  ¡Que  aire  ni  que  bercngenasl 
El  que  no  se  levanta  temprano  está  condenado  á 
una  reclusión  completa  durante  el  dia,  si  no  quiere 
asarse  vivo ;  y,  si  no  lo  encierran  en  esas  caracttjrís- 
ticas  jaulas  que  simula  el  enrejado  de  muchísimas 
casas  de  estancia,  las  moscas  lo  aturden,  lo  fastidian, 
y  son  capaces  de  acabar  con  la  paciencia  del  mis  mí-- 
simo  Job. 

{Por  qué  se  apresuran  las  familias  á  salir  al  cam- 
%po?    No  es  tan  sólo  por  el    calor;   es  también   por 
temor  á  las  epidemias,  que,  cuando  nos  han  visitado 
lo  han  hecho  en  verano. 

Nadie  se  explica  esto,  que,  sin  embargo,  es  senci- 
llo. La  ciudad  está  ediñcada  sobre  un  suelo  compues- 
to de  basuras,  sobre  las  cuales  hay  pro-forma  una  ca- 
pa de  piedras,  malísimamente  colocadas,  y  que  pare- 
cen destinadas  á  convertir  á  los  porteños  en  equili- 
bristas japoneses.  Las  casas  son  casi  todas  bajas,  edi- 
ficadas á  flor  de  tierra,  y  las  cloacas  aún  no  funcionan. 
Se  levanta  una  grita  general  contra  la  idea  de  elevar 
la  altura  de  los  edificios,  porque  se  quitará  el  sol  á 
las  angostas  calles,  olvidando  que  las  calles  en  nin- 
guna parte  del  mundo  están  destinadas  para  vivir  en 
ellas,  sino  simplemente  para  por  ellas  transitar.  Y 


UNA   NOVELA    ARGENTINA  307 


-«- 


justamente  la  elevación  de  la  altura  de  los  edificios 
permitirá  que  las  familias  vivan  en  altos,  y  abandonen 
el  malsano  parterre .  En  Europa,  el  rez-de-chaussé  es- 
tá destinado  á  casas  de  negocio,  y  cuando  está  eleva- 
do sobre  el  nivel  del  suelo,  reposando  sobre  sótanos, 
sólo  así  es  habitado  por  familias. 

Aquí,  sobre  un  suelo  de  basuras,  se  duerme  y  se 
vive  á  flor  de  tierra.  ¡  Y  se  quejan  de  que  haya  epi- 
demias !  Lo  extraño  es  que,  en  semejantes  condicio- 
nes, los  veranos  no  sean  continuamente  epidémicos. 

El  verano  es  el  tiempo  de  los  perezosos,  y  hay  al- 
guien que  ha  sostenido  que  la  holgazanería  es  un  be-  • 
neficio,  el  resumen  de  todos  los  goces  solemnes.  Tris- 
te consuelo !  Pues  ni  esos  gozan  en  el  verano.  En  es- 
tos días  del  Señor,  en  que  sólo  se  concibe  la  vida  en 
el  agiia^  ni  el  más  resignado  perezoso  aguanta  el  más 
fresco  cuarto,  si  es  que  prefiere  no  morir  de  asfixia. 

Lo  que  es  el  verano  es  simplemente  el  desorgani- 
zador de  la  vida  social,  el  desanimador  constante  del 
más  laborioso  trabajador. 

En  esta  época  del  año  todos  se  vuelven  huraños, 
anti-socialcs,  esquivan  las  visitas,  evitan  ser  ama- 
bles, se  vuelven  egoístas  :  en  una  palabra,  el  hombre 
cesa  de  ser  hombre,  para  convertirse  en  lo  que  Zola 
califica  enérgicamente  de  bestia  humana. 

<Qué  diversiones  trae  consigo  el  verano?  Ningu- 


3o8  RESEÑAS   T  CRÍTICAS 


na.  Pone  término  á  la  TÍda  verdadera,  á  la  vida  agra- 
dable y  distinguida  del  invierno,  para  reemplazar  el 
todo  por  un  par  de  docenas  de  funciones  de  circo,  en 
que  noche  á  noche  se  repiten  las  mismas  piruetas  á 
caballo,  las  mismas  gracias  estereotipadas  de  los  pa- 
yasos, las  mismas  pruebas  de  los  gimnastas  ó  de  los 
equilibristas.  A  la  tercer  noche,  el  público  toma  aque- 
llo como  pretexto,  y  se  ríe,  se  fuma  y  se  charla  du- 
rante la  función  con  la  misma  libertad  que  si  se  es  - 
tuviera  en  la  plaza  pública.  Y  la  gente  pretende  que 
se  divierte  así ! 

£1  Jardín  Florida,  bellísimo  local,  con  una  orques- 
ta de  primer  orden,  parece  ser  uno  de  esos  lugares 
poéticamente  misteriosos  donde  los  soñadores  pudie- 
ran refugiarse  á  meditar  en  alta  voz.  Nadie  les  in- 
terrumpe :  hay  un  par  de  alemanes  que  escuchan  em- 
bebidos algún  aire  de  Fidelio^  ó  una  sonata  de  Mo- 
zart,  pero  público  abundante :  —  damas,  niñas,  seño- 
res, jóvenes  — quiá!  E^os  son  domingueros ;  solólos 
días  de  fiesta  van  allí.  Y  el  resto  de  la  semana  pre- 
fieren aburrirse  míseramente  en  sus  casas,  ó  en  algún 
café,  á  ir  á  gozar  de  la  música  y  del  fresco  del  Jardín 
Florida.  Panurgo  reina  entre  nosotros  con  demasia- 
da omnipotencia. 

Verdad  es  que  á  la  misma  hora  nuestras  plazas 
públicas  ofrecen  un  raro  espectáculo.  Por  entre  las 


UNA   NOVELA   ARGENTINA  309 

tupidas  calles  de  la  plaza  del  Parque,  ó  del  Retiro, 
vése  dibujar  de  trecho  en  trecho  la  silueta  de  alguna 
que  otra  pareja  misteriosa,  que  viene  á  sepultar  sus 
amores,  más  ó  menos  poéticos,  en  la  sombra  espesa  y 
el  silencio  imponente  de  aquellas  plazas  semi-solita- 
rias.  Las  maritornes  reivindican  con  orgullo  la  va- 
nidad de  ser  reinas  de  la  noche  —  i  magas  compla- 
cientes, cuyo  misterioso  poder  facilita  la  conquista  de 
las  modernas  belles  aux  bois  dormantes  I 
Queda  el  muelle. 

El  muelle,  cuyos  clásicos  agujeros  ya  por  fortuna 
no  existen,  sirve  —  ¡cosa  rara  I  —  de  refugio  también 
á  los  amantes,  que  no  son,  por  cierto,  siempre  como 
los  de  Teruel.  La  magestad  de  la  noche,  el  silencio 
imponente  que  reina,  el  calor  relativamente  menor 
que  allí  se  siente,  todo  habla  á  las  almas  románti- 
cas... ó  despierta  simplemente  á  los  adormecidos  sen- 
tidos. El  hecho  es  que  aquel  es  un  refugium  pecca- 
torutn. 

Añádanse  los  jardinillos  con  restaurant  y  gabine- 
tes particulares,  situados  en  los  suburbios  para  el 
servicio  del  centro,  y  se  habrá  terminado  este  catá- 
logo. 

i  Qué  más  queda  >  He  ahí  todo,  todo  I  Esos  son  los 
encantos  que  ofrece  el  verano  bonaerense.  Y  cánten- 
se después  tiernas  endechas  al  verano  y  diríjanse  ar- 


3  I  o  RESEÑAS    Y  CRITICAS 


dientes  madrigales  á  ese  gordo  astro  con  ojos  de  car- 
bunclo, y  cuya  fisonomía,  para  usar  una  expresión 
que  no  es  poética,  parece  estar  encuadrada  en  una 
aureola  de  cerillas  fosfóricas  en  combustión ! 

¡  Pero  la  noche  I  He  ahí  el  terror.  La  noche  de  ve- 
rano es  absolutamente  insuprimible.  £1  día  sofocante 
puede  evitarse  durmiendo,  pero  la  noche,  <  quién 
duerme  en  las  noches  de  verano  ?  No  me  refiero,  por 
cierto,  al  tranquilo  mortal  que  vive  de  ilusiones  y 
contempla  embebido  la  luz  de  la  luna,  á  que  ha  dado 
en  llamarse  pálida.  Y  no  existiendo  vida  fisica,  la 
intelectual  se  encuentra  aniquilada,  c Quién  puede 
pensar  cuando  reina  el  calor  ?  Ni  se  tienen  ideas  ni 
se  tiene  apetito.  El  cuerpo,  como  el  espíritu,  se  sien- 
te anonadado. 

Ni  el  dulce  refugio  de  los  desencantados  es  posible. 
El  verano  suprime  la  gastronomía .  Los  verdaderos 
entendidos  —  y  este  es  un  consejo  de  Roqueplan,  el 
émulo  de  Brillat  Savarin  —  es  á  luz  de  las  bugías 
que  celebran  sus  festines:  nada  es  efectivamente  más 
feo  que  una  salsa  vista  al  sol.  Pero,  c quién  se  solaza 
al  derredor  de  una  mesa  cargada  de  manjares  sucu- 
lentos, en  un  salón  profusamente  iluminado,  cuando 
la  naturaleza  entera  parece  aplastada  por  esa  capa  de 
plomo  que  se  llama  calor  ? 

Alguien  que  había  observado  detenidamente  la  na- 


UNA   NOVELA   ARGENTINA  3  I  I 

turaleza  humana,  dice  con  razón :  en  medio  de  los 
calores  de  enero,  cuando  cada  uno  de  vuestros  poros 
filtra  lentamente  y  restituye  á  una  devorante  atmós- 
fera las  limonadas  heladas  que  habéis  bebido  de  un 
solo  trago,  <  habéis  sentido  jamás  ese  foco  de  coraje, 
ese  vigor  del  pensamiento,  esa  energía  completa  que 
hacían  vuestra  existencia  tan  fácil  y  tan  dulce  algu- 
nos meses  antes  r  £1  argumento  no  admite  réplica  : 
la  influencia  que  el  medio  atmosférico  ejerce  sobre  el 
hombre  mejor  templado  es  indiscutible,  y  el  verano 
es  realmente  enervante. 

Oh !  £1  invierno  es  la  única  época  en  que  vive  el 
hombre ;  es  recién  entonces  que  su  físico  adquiere 
esc  vigor  y  esa  virilidad  que  lo  caracterizan,  y  sólo 
entonces  también  su  espíritu  se  desenvuelve  satisfe- 
cho, y  brilla  y  produce,  por  lo  menos,  con  el  grand' 
amore,  que  tanto  ha  proclamado  el  poeta. 

...  Y  bien  I  Ocantos  ha  descrito  con  notas  justísi- 
mas el  encanto  sui-generis  del  verano  bonaerense,  y 
esas  páginas  de  LeónSaldivar  son  de  las  más  intere- 
santes del  libro. 


'^12  RESEÑAS   Y   CRÍTICAS 


AI  leer  el  capitulo   cuarto  parece,  efectivamente, 
que  se  vive   en   pleno  Tigre.  El  jardín   ante-dilu- 
viano, con  sus  rosadas  santa  ritas,  su  flor  de  la  pa- 
sión  y  su  infaltablc  campanilla-^  la  antigua  casa  con 
sus  habitaciones    blanqueadas    y  encuadradas,    sus 
muebles  de  caoba  lustrada,  su  mesa  de  mármol  como 
centro  de  sala,  con  coloreados  floreros  que  encierran 
flores  de  pluma,  Conchitas   y  escamas;    los  ensayos 
de  dibujo  de  la  niña,  las  planas  caligráñcas  del  niño, 
y  aquellos  retratos   de    las  tías  abuelas  peinadas  de 
banana  y  castaña,  escotadas,  '*con   la   mano  en  el 
estómago  bien  abierta,  y    caído  el  brazo   izquierdo, 
teniendo  el  abanico  ó  el  pañuelo  ",  —  todo  eso  es  sim- 
plemente irreprochable  y  demuestra  en  el  autor  con- 
diciones sobresalientes  en  el  género,   á  tal  punto  que 
es  difícil  llegar  á  esa    altura  recién  en   la    segunda 
producción.    Porque    todo   ello   está   dicho  con    tal 
sencillez  y  elegancia,  en  un   estilo   de    buena  com- 
pañía,   fácil,    distinguido,    sin   insistir    demasiado, 
contentándose  con  dejar  entrever  al    lector  las    co- 
sas,   de   manera  que    éste    se   vuelve  su  casi-cola— 
borador  en  la  lectura,  lo  que  aumenta  el  interés  de 


UNA    NOVELA    ARGENTINA  3  I  3 

ella  y  redunda  por  cierto  en  beneficio  de  uno  y  otro. 
Ks  verdad  que  el  autor  ha  querido  pintarnos   una 
faz  archi-criolla  de    nuestra  sociedad,  y  que  quizá  á 
ojos  extraños  pase  por  lo  que  la  representa,  pero  to- 
mando en  su  valor  relativo  la   faz  estudiada,  nada 
hay  que  observar  en  cuanto  á  la  exactitud  de  los  de- 
talles. Y  tiempo  era  de  daguerreotipar  esa   sociedad 
que  va  ya  relegándose  á  los  barrios  extremos  de  esta 
Santísima  Trinidad  de  Buenos   Aires,  cuyo  mundo 
elegante  —  de  memoria  de  hombre  por  lo  menos  — 
tiene  otro  carácter,  que  si  bien  es  más  cosmopolita, 
también  es  más  distinguido,  de  educación,  gustos  y 
costumbres  más  refinadas  que  las  de  D.  Javier  y  doña 
Venturita.  Pero  ésta,  cómo  está  descrita  !  El  servicio 
doméstico  de    negros,  chinos  y  mulatillos,  coscorro- 
neados   continuamente  por  la  dueña  de    casa  ;  ésta, 
"sin  corsé,   en  bata,  con  el  pelo  enredado    ó  suelto, 
chanclos    v  media  calada  "  ;  tomando  amargos  con 
yerba  paraguaya,  pero  sin  cascaras  de  naranja;   ha- 
bituada á  la  carbonada^  al  puchero,  á   la  humita^  y 
aún  á  la  carne  con  cuero;  todo  ello  existe,  vive,  pal- 
pita —  lo  encontramos  al  doblar  cada  esquina    de 
ciertos  barrios,  donde  á  la  noche  las  ventanas  quedan 
abiertas,  caídas  las  persianas,  sin  luz  la  sala  á  pesar 
de  las  visitas  ;  y  en  la  larga  fila  de  cuartos,  dormito- 
rios, ed  aUn\  todos  con  las  puertas  abiertas  de  par  en 


pir   K^j-,  t'-i  f:^  t£  íici¿i   12:  ZMTT*  ¿e  zas  jMf  ii 

t!  strtxSiTiiti^-s    Tiiiírruitt  óí    ]a  raHa    L*rmE  Vas: 

tít-rl-o^-  r^no  ptr^-ra  cl  a-l^c  ít2.VerIa    i^sio  —  hace 

In«:n*;'':lt2it::tc  n:i5  arrastra  el  actcr  á  referir  sa 
Kbro  página  por  página  :  qu:r:éra3X>5  so  hacerlo,  y 
en  la  n&c£:%:dad  de  abreviar,  cócso  deíar  en  el  tintero 
la  dír%>cr;p::ón  de  los  scñ-disAmts  "ciomingos  ansto- 
crál:cofe*'  de  San  Fernando.  —  con  los  coches  abicr— 
Uj^  j  blanqueados  de  poiro  caras  j  toilettes; —  la 
misa  de  nueve  en  Las  Conchas,  el  inialtable  paseo  á 
lafe  l-^las.  las  casillas  de  baño  sobre  el  río,  en  el  cual 
'*  Uj*i  trís5tc-%  sauces  mojan  sus  largas  guedeias  y,  des- 
mayados, agobiado  el  tronco,  parecen  llorar  la  au- 
^-ncía  de  alguien  que  llevó  la  corriente  ó  buscar  en 
el  fondo  su  ignorada  tumba!..."  y  tantas,  tantas 
otrai»  escenas !  Y  las  visitas  obligadas  y  oficiales  del 
festejante  convertido  en  novio,  en  los  meses  antes  de 
la  boda,  —  en  las  salas  solitarias,  sentados  en  una  ex- 


UNA   NOVEUl   ARGENTINA  3  1  5 


tremidad  novio  y  novia,  cuchicheando,  diciéndose 
mutuamente  esas  mil  y  mil  cosas  tan  dulces  de  de- 
cir como  de  repetir,  mientras  que  en  algún  sofá  la 
respetable  mamá,  profundamente  aburrida,  tiene  que 
pasar  las  horas  en  el  mayor  mutismo  ó  parapetarse 
tras  la  lectura  de  algún  libro  ilustrado,  para  soste- 
ner con  el  sueño  que  la  invade  una  descomunal 
cuanto  desigual  batalla !  Fríamente  considerado,  tal 
como  el  autor  nos  deja  entrever  su  pensamiento  — 
hay  una  cierta  dosis  de  ridículo  en  todo  esto...  pero 
qué  encantador  parece,  cuando  se  pasa  recién  por 
ello! 

Nos  lleva  el  autor  á  la  casa  que  será  de  la  novia 
después,  y  si  bien  la  coloca  en  la  calle  Piedras, 
[i  por  qué  la  calle  Piedras,  tratándose  de  una  mansión 
del  último  buen  gusto?),  nos  pasea  por  el  salón 
Luís  XVI,  el  comedor  Enrique  II,  cXfumoir  chinesco, 
pisando  alfombras  de  Bruselas  y  tropezando  con  ja- 
rrones de  Sévres.  Quizá  el  señor  barón  no  dio  en  ello 
muestras  de  muy  distinguido  buen  gusto,  y  un  ele- 
gante de  genuina  nobleza  puede  que  hubiera  evitado 
mezclar  en  una  misma  casa  estilos  tan  distintos, 
épocas  tan  diversas  y  países  tan  diferentes,  pero  ya 
se  vé,  Cantillac  no  era  en  el  fondo  sino  una  pseudo- 
imitación  del  vtveur  del  Bots  y  del  boulevard  des 
Italiens, 


3  I  6  RESEÑAS   Y   CRÍTICAS 

Las  bodas  de  Lucia  dánle  margen  al  autor  para  una 
animada  pintura.  Sin  duda  Doña  Venturita  pudo  en 
tan  solemne  ocasión  haber  prescindido  de  sus  fatales 
mulatillos,  chinos,  etc.,  y  ya  que  empleaba  á  la  Con- 
fitería del  Gas,  haberle  pedido  un^  servicio  á  la  altura 
de  las  circunstancias.  En  cambio,  mucho  le  salió 
frangollado^  pues  las  amigas  que  desde  temprano 
llegaban  para  ayudar,  en  realidad  era  sólo  para  co- 
madrear^ y  Doña  Venturita,  "en  bata  y  zapatillas, 
su  trenza  de  color  de  ratón  suelta  á  la  espalda,  an- 
daba de  cuarto  en  cuarto  dando  plumerazos  á  los 
muebles  y  coscorrones  á  los  mulatos  ".  Pero  toda 
esa  escena  merece  leerse  íntegra. 

La  primera  noche  de  bodas,  —  tema  escabroso  si 
los  hubo, —  da  margen  al  autor  para  efectuar  un 
cambio  radical  en  el  escenario,  como  ya  se  insinuó 
antes.  Toda  esa  escena  primorosamente  «tratada, 
perdería  si  fuera  analizada.  Verdad  es  que  la  idea 
de  hacer  emborracharse  al  marido  en  tan  psicoló- 
gico momento  es,  afuerde  arriesgada,  un  tantuelo... 
singular,  pero  el  autor  ha  querido  con  ello  demostrar 
el  imperio  del  feo  vicio  sobre  aquel  hombre,  y  ha 
aprovechado  la  oportunidad  para  analizar  el  efecto 
moral  que  todo  eso  produce  en  la  recién  casada. 

Casi  puede  asegurarse  que  allí  termina  la  primera 
parte  de  la    novela    y  que  sigue  la    segunda  ;  quizá 


* 


UNA    NOVELA   ARGENTINA  3  I  7 

podría  agregarse  que  hasta  aquí  el  autor  ha  escrito 
con  amore  y  con  cierta  burlona  sonrisa.  En  adelante 
puede  decirse  que  abandona  bruscamente  su  vena 
descriptiva  y  se  engolfa  de  lleno  en  la  parte  psicoló- 
gica de  su  libro,  en  pleno  dominio  de  las  pasiones,  y 
de  qué  pasiones... ! 


VI 


Hagamos,  pues,  párrafo  aparte.  Pisamos  aquí  la 
arena  candente:  entramos  á  la  parte  más  difícil  de 
esta  novela,  pues  se  trata  del  análisis  de  caracteres, 
del  estudio  de  las  pasiones  y  de  la  observación  del 
corazón  humano.  Pero  justamente  en  ésto  es  que  más 
necesaria  es  la  experiencia,  y  ésta  sólo  se  adquiere 
en  propia  carne,  cuando  la  vida  nos  ha  hecho  su- 
frir esas  pasiones  tremendas  que  desgarran  las  túni- 
cas del  alma,  y  que  la  dejan  expuesta  á  los  dolores 
más  terribles  sin  defensa  alguna. 

Hay  ciertas  páginas  que  sólo  pueden  escribirse  con 
la  sangre  propia,  y  es  un  tristísimo  privilegio  del 
dolor  el  ser  la  única  puerta  que  dé  acceso  al  escritor 
á  los  dominios  de  las  pasiones  que  suelen  agostar 
el  corazón  del  hombre.  Es  preciso  haber  sufrido  mu- 
cho para  poder  escribir  sobre  ciertos  temas,  y  quizá 


3  I  8  RESEÑAS    Y   CRÍTICAS 

es  necesario  haber  sufrido  también  para  juzgar  y 
comprender  ciertas  páginas  que  pasan  desapercibi- 
das á  los  ojos  de  la  generalidad.  Lósanos  traen  con- 
sigo esa  ventaja  dolorosa,  pero  á  veces  el  sufrimiento 
se  antepone  á  la  edad. 

Fortuna  grande  es  no  adelantarse  al  tiempo  en  es- 
tas materias,  y  gozar  de  la  juventud  antes  que  venga 
la  edad  madura,  con  su  cortejo  de  pasiones  y  de  do- 
lores. 

El  autor  de  este  libro  se  encuentra  ahora  en  plena 
primavera  de  la  vida  y  goza  de  los  mil  privilegios 
de  la  edad  florida,  que  desaparece  demasiado  pronto. 
Que  prolongue  su  feliz  juventud  largos  años  todavía! 
que  su  corazón  lata  generoso  al  calor  de  los  más  no- 
bies  sentimientos,  y  que  su  alma  no  se  marchite  al 
soplo  de  las  pasiones  malsanas  y  al  contacto  abra- 
sador de  los  dolores  y  pesares  de  este  mundo ! 

De  ahí  que  en  esta  novela  se  nota  con  cuánta  frui- 
ción nos  inicia  en  el  estado  de  espíritu  de  León, 
desde  que  ''se  hizo  hombre,  asumiendo  la  respon- 
sabilidad de  sus  deberes  como  hijo  de  viuda,  que  en- 
vejece mucho  antes  que  los  otros",  entregándose  de 
lleno  al  estudio  severo  :  era  sin  embargo  ''  un  cora- 
zón sencillo,  con  sus  visos  de  indiferente  y  sus  ribe- 
tes de  romántico,  una  amalgama  curiosa  de  bondad 
y  de  fiereza,   de  candida  credulidad    y   de  obcecada 


UNA    NOVELA    ARGENTINA  ^  I  Q 


duda".  Sin  duda,  pronto  "comenzó  la  dura  tarea  de 
cortejar  hermosas,  que  en  unos  es  un  móvil,  en  otros 
una  distracción  y  en  muchos  un  oficio ;  ese  diario 
espionaje,  condimentado  con  posturas  sentimentales, 
miradas  de  través,  suspiros  de  pesadumbre,  saludos 
de  inteligencia  y  sonrisas  de  esperanza,  duelo  ga- 
lante de  dos  almas  que  las  conveniencias  alejan  y  la 
simpatía  aproxima  y  estrecha;  trotó  calles  y  plazas, 
quedó  de  facción  en  las  esquinas  y  pasó  bajo  sus  bal- 
cones, mirando  estúpidamente  á  las  estrellas".  En 
semejante  estado  de  espíritu  no  es  extraño  que  per- 
diera un  poco  su  ponderado  buen  criterio,  —  pues 
de  este  no  parece  quedarle  nada,  ni  de  bueno  ni  de 
malo  —  y  se  empeña  en  adorar  y  perseguir  á  Lucía, 
exigiendo  de  ella  explicaciones  en  la  ciudad  y  en  el 
campo,  por  doquier  la  encuentra,  hasta  donde  la 
más  caprichosa  de  las  casualidades  los  lleva,  como 
en  la  isla  I 

El  autor  mismo  se  asombra  un  poco  de  este  su  hé- 
roe que  procede  tan  singularmente,  **él,  tan  serio, 
tan  meticuloso,  envuelto  en  una  atmósfera  de  gra- 
vedad, de  hablar  reposado,  de  genio  sombrío".  De 
ahí  que,  á  renglón  seguido, 'ante  semejante  conducta, 
exclame  el  novelista  :"  ^  es,  pues,  necesario,  indis- 
pensable en  la  vida,  pagar  tributo  al  amor?".  Par- 
diez  !  y  no  á  tontas  y  locas  pintó  la  antigua  poesía  al 


'i  2  o  RESEÑAS   Y   CRÍTICAS 


amor  bajo  la  forma  aira  y  ente  y  iuguetona  del  capri- 
choso Cupido.  íY  para  cuántos  es  un  verdadero 
dios  f 

Pero  el  hecho  es  que  nuestro  León  cambió  com- 
pletamente desde  que  se  vio  deshauciado.  '*  Hubo 
dias  que  no  quiso  comer,  pasando  de  la  mañana  á  la 
noche  y  de  la  noche  á  la  mañana  tendido  en  la  cama, 
de  cara  á  la  pared,  sin  hablar;  otros,  paseando á  lo 
largo  de  su  cuarto,  en  un  taconeo  que  no  cesaba  ". 
Se  adivina,  por  supuesto,  el  efecto  que  debió  cau- 
sarle el  casamiento  de  Lucía . 

El  autor  describe  aquella  escena  y  analiza  aquel 
corazón  en  ese  momento,  con  una  maestría  y  una 
mano  tan  segura,  que  admira  en  sus  pocos  años. 
Casi,  casi  se  diría  que  el  que  tal  ha  escrito,  ha  sabido 
arrancar  virilmente  parte  de  sus  propias  entrañas  en 
análogas  circunstancias  —  pero  qué  !  tantos  miste- 
rios encierra  la  existencia  !...  {Cómo  es  que  ha  po- 
dido el  autor,  cuya  pluma  al  analizar  las  pasiones  es 
generalmente  rápida,  hacer  un  análisis  tan  pro- 
fundo, tan  completo,  tan  emocionado,  del  alma  de 
León  en  aquel  trance  ? 

Sea  de  ello  lo  que  fuere,  el  hecho  es  que  esas  pá- 
ginas viven  con  vida  propia,  y  merecen  sincero  y  ca- 
luroso aplauso. 
La  enfermedad  de  León,  sus  alternativas  de  mejo- 


UNA   NOVELA  ARGENTINA  3  2  1 


ría  y  de  recaídas,  su  convalescencia  todo  ello  —  que 
ocupa  una  tercera  parte  de  este  libro  —  está  notable  - 
mente  estudiado  y  perfectamente  expresado.  Allí  se 
revela  el  autor  novelista  verdadero:  no  sólo  sabe 
observar  y  describir  lo  que  sus  ojos  ven,  sino  que  su 
espíritu  sagaz  sabe  analizar  y  expresar  los  fenóme- 
nos psíquicos,  sólo  visibles  á  los  ojos  del  alma. 

Quien  tal  ha  hecho  es  un  novelista,  cualesquiera 
que  sean  las  debilidades  de  su  libro. 

Cuando  se  tienen  esas  cualidades  y  que  se  da  de 
ello  innegable  prueba,  no  es  disculpable  cierta  pereza 
de  espíritu  que  justifica  el  uso  de  laiS  fiedles,  para 
ahorrar  mayor  trabajo.  Del  que  puede,  la  crítica 
debe  exigir.  Por  cierto  que  se  adivina  á  lo  que  nos 
referimos.  El  episodio  de  Cantillac,  la  intervención 
de  su  mujer  Aliñe  y  su  cómplice  Martín,  habría  qui- 
zá requerido  mayor  estudio,  y  es  por  cierto  parte  dé- 
bil en  el  libro. 

£1  carácter  de  Lucía,  por  el  contrario,  ha  sido  bien 
observado,  aun  cuando  parezca  que  el  autor  ha  teni- 
do en  vista  dos  tipos  distintos  según  se  refiera  á  an- 
tes ó  después  del  casamiento.  Nos  la  pinta  al  princi- 
pio *^  demasiado  alta  quizá,  algo  delgada  también, 
defecto  que  roba  la  gracia  del  andar  y  el  encanto  del 
busto,  pero  hermosa  sin  contradicción,  por  sus  ojos, 
su  boca  y  las  líneas  armoniosas  de  su  rostro  " .  Es 

ai 


¡  ^22  RESEÑAS   Y   CRÍTICAS 


cierto  que  nos  dice  que  ^^  leía  á  tropezones,  escribía  á 
saltos,  embadurnaba  lienzos,  golpeaba  el  piano,  ras- 
caba el  violín  y  arañaba  el  arpa :  sabía  decir  gui  en 
francés,^es  en  inglés,  ya  en  alemán..."  En  cuanto  á 
su  coquetería,  baste  saber  que,  examinada  su  concien- 
cia al  ser  festejada  por  el  barón,  sólo  le  *^ colocó  en  el 
número  de  sus  adoradores,  sin  darle  preferencia,  por- 
que su  corazoncito  de  avellana  se  estaba  tan  callado 
á  este  respecto  como  un  muerto".  Su  casamiento  se 
aproximaba,  había  dicho  sí,  ''viendo  venir  indife- 
rente los  acontecimientos,  sin  precipitar  su  desen- 
lace". 

Así  casó.  Pero,  apenas  su  marido  le  dio  el  primer 
abrazo...  *'  el  tufillo  á  vino  que  le  tomara  un  día,  su- 
bía hasta  su  olfato".  Y  el  tal  tufillo  obliga  al  marido 
apenas  llegados  á  la  casa  nueva,  después  de  la  ins- 
pección de  ordenanza,  á  invitar  á  su  mujer...  á  cenar: 
con  él  hasta  que...  "tambaleándose,  una  copa  llena 
en  la  diestra,  que  temblaba  haciendo  correr  el  líqui- 
do, se  dirigió  á  Lucía  incitándola  á  que  bebiera ;  ella, 
espantada,  le  rechazó,  cayendo  la  copa  sobre  el  man- 
tel, donde  se  hizo  trizas..."  Y  á  poco  andar,  des- 
pués de  horrible  lucha,  *'  el  velo  quedó  en  girones 
sobre  la  alfombra  y  su  blanco  traje  de  desposada 
manchado  por  el   vómito  vinoso  del  desgraciado!" 

...  Pero  "  tenía  Lucía  demasiado  orgullo  para  con- 


UNA  NOVELA   ARGENTINA  323 

fesar  que  era  desgraciada  en  su  nuevo  estado",  de 
ahí  que  "  su  actitud  de  lánguida  indiferencia  no  se 
alteró,  y  cuando  se  la  vio  por  primera  vez  en  el  pú- 
blico, todos  notaron  su  aire  tranquilo  de  felicidad  sa- 
tisfecha". ^'Cada  cual  se  replegó  en  sí  mismo,  aban- 
donándose á  sus  gustos,  preocupados  de  guardar  las 
apariencias". 

Y  he  ahí  cómo  Lucía  se  transforma  radicalmente : 
en  téte-á-téte  permanente  con  un  ebrio,  lo  oculta  á 
todo  el  mundo,  simula  felicidad,  viste  elegantemen- 
te y  corre  tras  el  renombre  mundanal  de  ser  la  helle 
ofthe  season.  Qué  voluntad,  qué  perseverancia,  qué 
energía,  tan  diñcilmente  sospechables  en  la  joven  del 
"  corazoncito  de  avellana"  ! 

Huye  el  marido  perseguido  por  Aliñe,  y  Lucía  re- 
fugiada en  casa  de  sus  padres,  sigue  como  tal  cosa, 
siempre  con  su  'Mánguida  indiferencia"... 

Hemos  visto  ya,  por  otra  parte,  cómo  curó  León 
de  su  pasión. 


Vil 


Tal  es  el  cuadro  principal  de  la  novela.  Como  epi- 
sodios secundarios  hay  muchísimos  notables  y  de 
perfecta  ley. 


324  RESEÑAS   Y   CRÍTICAS 


La  pintura  del  circulo  de  Manolo  es  completa,  pu- 
dicndo  decir  que  el  comienzo  del  capítulo  tercero  ca- 
racteriza una  especialidad  de  la  vida  porteña  que  me- 
rece analizarse.  Ese  cuadro  está  tomado  tan  del  na- 
tural, que  se  ve  moverse  á  los  personajes  y  se  adivi- 
na cómo  piensan  y  cómo  deben  expresarse.  Es  aque- 
lla una  pequeña  pintura  hecha  al  lente^  con  la  per- 
fección de  detalles  de  esos  cuadros  preciosos  de  la  es- 
cuela holandesa,  uno  de  esos  interiores  de  casa  pinta- 
dos por  Teniers. 

El  retrato  de  Pepe  Gómez  es  soberbio.  Cuando  el 
autor  nos  refiere  la  declaración  de  Gómez  á  Amalia  \ 
él,  de  elegante  ulster  á  la  derniére,  y  usando  el  idio- 
ma francés  para  tan  delicado  trance,  nos  hace  son- 
rcir  involuntariamente  la  respuesta  de  Amalia,  des- 
pués de  dejarle  pronunciar  su  largo  y  estudiado  dis- 
curso. No  musiú,  le  dice  la  bromista  niña,  y  lo  deja 
allí  plantado  boquiabierto! 

...  Pero  son  muchos  los  incidentes  que  merecerían 
especial  mención. 

El  único  consejo  es  de  leerlo  íntegro  y  se  reconoce- 
rá que  este  libro  es  una  novela  llena  de  agradable  sa- 
bor local,  con  interesantes  pinturas  de  costumbres 
porteñas,  y  con  algunas  picantes  críticas  de  ciertos 
resabios  criollos. 

Es,  en  una  palabra,  una  verdadera  novela  argenti- 


UNA  NOVELA   ARGENTINA  325 

na,  y  en  este  concepto  merece  ser  saludada  con  aplau- 
so, y  pedir  al  autor  dé  pronto  una  nueva  muestra  de 
su  ingenio,  pues  si  la  distancia  entre  León  Saldivar 
y  La  cruz  de  la  falta  es  inmensa,  lógico  es  suponer 
que  este  progreso  constante  se  irá  acentuando,  y  que 
la  literatura  argentina  tendrá  esa  rara  avis  de  que 
por  tanto  tiempo  ha  carecido :  un  genuino  novelista 
nacional. 

En  este  concepto  y  sin  incurrir  en  la  exageración, 
podrían  tenderse  al  novelista  con  ambas  manos  los 
lirios  de  que  hablaba  el  poeta  antiguo.  Echeverría,  en 
alguno  de  sus  escritos,  ha  dicho  con  profunda  verdad: 
"  La  poesía  entre  nosotros  aún  no  ha  llegado  á  ad- 
quirir el  influjo  y  prepotencia  moral  que  tuvo  en  la 
antigüedad  y  que  hoy  goza  entre  las  cultas  naciones 
europeas;  preciso  es,  si  quiere  conquistarla,  que 
aparezca  revestida  de  un  carácter  propio  y  original, 
y  que  reflejando  los  colores  de  la  naturaleza  física 
que  nos  rodea,'  sea  á  la  vez  el  cuadro  vivo  de  nuestras 
costumbres,  y  la  expresión  más  elevada  de  las  ideas 
dominantes,  de  los  sentimientos  y  pasiones  que  na- 
cen del  chocfue  inmediato  de  nuestros  intereses  so- 
ciales, y  en  cuya  esfera  se  mueve  nuestra  cultura  in- 
telectual. Sólo  así,  campeando  libre  de  los  lazos  de 
toda  extraña  influencia,  nuestra  poesía  llegará  á  os- 
tentarse sublime   como  los  Andes ;  peregrina,  her- 


326  RESEÜAS   T  críticas 


mosa  j  Taria  en  sus  omamentos,  como  la  fecunda 
tierra  que  la  produzca '\  Tal  podría  decirse  hoy  de  la 
novela.  Realizar  ese  ideal :  —  hic  est  labor,  hoc  est 
o  pus» 


Mavxod*  r888. 


XI 


**  apariencias" 


(Federico  Gamboa,  C.  de  la  Real  Academia  Española.  —  Apariencus, 
Buenos  Aires,  Pcuser,  1892.     1  vol.  en  80  de  6o3  páginas.) 


RE  comenzado  á  leer  con  verdadero  encanto  el 
libro  tan  anunciado  del  literato  mexicano,  que 
dignamente  representa  ante  la  nuestra  á  su  querida 
patria ;  y  he  terminado  con  verdadera  angustia  aque- 
lla lectura.  Me  fué  imposible  coordinar  mis  impresio- 
nes sobre  la  marcha :  sólo  conservaba  el  recuerdo  de 
una  sensación  dolorosa,  como  cuando  contra  nuestra 
voluntad  se  nos  obliga  á  contemplar  un  abismo  que 
nos  causa  vértigo. 

Fuera  de  diida,  es  éste  un  libro  que  no  se  confun- 


3^8  BÉSELAS  T  CRÍTICAS 

de  ooD  la  tarb^-mnlta  de  las  producciones  de  su  gé- 
nero. Es  una  novela  sobre  el  eterno  tema  del  adul- 
terio, tan  gastado  y  malgastado  por  la  avalancha 
fastidiosa  de  los  libros  que  hace  tiempo  viene  pro- 
duciendo la  literatura  erótica  firancesa.  Pero  por 
banal  que  sea  el  tema,  por  estudiadas  y  archiestudia- 
das  que  estén  todas  sus  &ces  posibles  é  imposibles — 
tanto  que  en  pocos  asuntos  se  ha  llegado  más  á  la 
perfección  en  materia  de  fabricación  literaria,  con 
r^las  y  muletillas  de  cliché, — con  todo,  el  libro  de 
Gamboa  es  una  nota  personal  que,  buena  ó  mala, 
se  destaca  de  la  sinfonía  general. 

Verdad  es  que  el  carácter  de  miembro  de  la  Real 
Academia  Española  impone  al  autor  deberes  y 
acuerda  á  la  crítica  derechos,  que  quizá  no  se  hubie- 
ran mencionado  siquiera  al  saber  que  estamos  en  pre- 
sencia del  segundo  libro  de  un  joven,  que  no  ha 
llegado  aún  á  los   30  años. 

El  autor,  además,  es  una  figura  extraordinaria- 
mente simpática.  A  su  gran  juventud  une  la  dicha 
de  haber  tenido  una  existencia  de  flores,  de  gozar  de 
los  encantos  de  la  vida  diplomática,  y  de  no  presen- 
társele por  ende  el  mundo  sino  bajo  una  faz  seduc- 
tora. Todo  le  sonríe  ;  nada  turba  su  placidez  ;  su 
porvenir  es  brillante,  y  en  ese  perfecto  y  feliz  equi- 
librio de  la  vida,  cultiva  con  un  fervor,  que   inspira 


APARIENCIAS  -729 


respeto,  á  la  Musa,  severa  y  exigente,  pero  agrade- 
cida, porque  retribuye  con  creces  todo  lo  que  por 
ella  se  hace. 

De  ahí  que  no  debe  juzgársele  como  una  esperanza 
de  las  letras,  sino  como  á  una  realidad. 


II 


£1  argumento  del  libro  es  sencillo. 

En  la  época  del  imperio  maximiliáneo,  durante  la 
invasión  francesa,  viene  á  ser  ocupada  por  las  fuerzas 
extranjeras  una  aldea  de  provincia.  Un  chicuelo, 
Pedro,  es  tomado  prisionero  por  creerlo  espía :  lo 
someten  á  la  corte  marcial,  ante  la  cual  lo  defiende 
un  abogado  del  lugar.  Su  defensor  lo  recoge  á 
tiempo  para  que  reciba  la  bendición  de  su  padre  mo- 
ribundo. Abreviando :  queda  Pedro  á  cargo  de  D. 
Luis,  quien  lo  lleva  á  México,  y  lo  hace  estudiar  allí, 
para  confiarle  su  bufete  más  tarde.  Lo  adopta,  pues, 
por  completo,  resultando  Pedro  un  excelente  ¡oven. 

Don  Luis  es  un  caballero  ejemplar  y  que  ha  pasa- 
do ya  de  los  5  o  años.  Pero  es  el  caso  que  al  estar 
por  recibirse  su  hijo  adoptivo  como  abogado  —  licen- 
ciado, diríamos  á  la  mexicana  —  emprende  Pedro  un 


3  30  RESEÑAS   Y   CRÍTICAS 


viaje  de  vacaciones  con  un  su  íntimo  amigo  á  Ve- 
racruz,  donde  para  en  casa  de  dicho  amigo.  Resu- 
mamos: se  enamora  perdida  y  románticamente  de 
Magdalena,  la  hermana  de  su  amigo,  y  se  compro- 
mete  con  ella.  En  el  Ínterin,  su  padre  adoptivo  pasaba 
por  análogo  trance  en  México :  se  enamora  prosaica 
pero  locamente  de  Elena,  la  hija  de  una  dienta,  y 
la  pide  en  matrimonio.  Vuelve  Pedro;  se  comuni- 
can con  D.  Luis  sus  recíprocas  aventuras,  y  como 
su  padre  adoptivo  se  casara  en  seguida,  llévalo  á 
presentar  en  casa  de  la  futura.  Se  realiza  el  casa- 
miento, produciendo  para  D.  Luis  y  para  los  suyos 
una  felicidad  completa  ;  y  continuando  Pedro  en  la 
intimidad  y  confianza  que  exigían  su  carácter  de  hijo 
adoptivo  y  sus  revelantes  prendas. 

Hé  ahí  la  intriga  que  ya  se  adivina.  La  joven 
esposa  y  el  hijo  adoptivo  se  enamoran;  rompe  éste 
su  compromiso  con  Magdalena;  y  tras  la  lucha 
consiguiente,  se  olvida  de  la  gratitud  y  del  cariño 
que  debe  á  su  constante  protector  y  padre  adoptivo— 
y  el  adulterio  se  consuma.  Un  buen  día  los  sorpren- 
de el  marido  —  y  el  desenlace  de  tan  trágica  historia 
es:  condenar  á  los  culpables  á  que  sigan  viviendo 
como  castigo... 

Nos  encontramos,  pues,  en  presencia  de  una  novela 
psicológica  de  tesis.     El  autor  ha  querido  estudiar 


APARIENCIAS  3  3  I 

el  adulterio  en  un  caso  especial :  de  un  lado  las  cir- 
cunstancias atenuantes  —  la  juventud  de  los  culpa  • 
bles,  la  desproporción  de  edades  en  el  matrimonio, 
la  ceguera  del  marido  ilusionado;  del  otro  lado,  los 
vínculos  estrechos  que  ligan  al  marido,  respetado  y 
respetable,  con  el  adúltero,  su  hechura,  su  hijo 
adoptivo,  y  con  la  esposa,  joven  sacada  de  la  obscuri- 
dad y  rodeada  de  mimos  y  adoraciones.  El  interés 
grande  del  libro  está  en  el  análisis  psicológico  de  la 
pasión  naciente,  de  la  resistencia  que  le  oponen 
ambos  protagonistas,  y  de  los  efectos  que  en  los 
mismos  produce  el  adulterio  consumado  en  esas 
condiciones.  Elsa  es  la  médula  del  libro,  ese  es  el 
caso. 

Lo  demás,  —  hors-íToeuvre  espléndido,  pero  hors- 
(Tosuvre  al  fin  —  forma  en  realidad  otro  libro  distinto, 
unido  á  éste  porque  las  páginas  se  siguen,  pero  que 
podría  prescindirse  de  ello  sin  que  la  intriga,  sin 
que  la  novela  propiamente  dicha,  sufra  en  lo  míni- 
mo. La  primera  parte  íntegra,  cerca  del  tercio  del 
volumen,  podría  compendiarse  en  pocas  páginas,  no 
sólo  sin  que  con  ello  pierda  la  novela,  sino  ganando 
quizá  en  su  carácter  de  tal.  Hay  además  en  el  resto 
del  libro  fragmentos  descriptivos  de  la  vida  de  Méxi- 
co, que  igualmente  distraen  más  bien  la  atención  del 
estudio  del  caso. 


3  32  RESEÑAS   Y   CRITICAS 


III 


Detengámonos  un  momento  ante  lo  que,  por  falta 
de  término  más  adecuado,  hemos  creído  poder  llamar 
hors-<V(£uvre, 

La  primera  parte  del  libro  es  simplemente  una  joya 
cincelada  por  mano  maestra.  La  pintura  de  la  si- 
tuación de  los  espíritus  en  una  aldea  del  interior, 
ocupada  sólo  por  mujeres,  por  ancianos  y  por  niños, 
ya  que  los  hombres  válidos  estaban  alistados  en  laá 
guerrillas  republicanas,  —  esa  pintura,  hecha  con 
amore,  nos  interesa  vivamente,  nos  hace  compartir 
las  emociones  de  aquellas  gentes  sencillas,  en  mo- 
mento en  que  el  ejército  invasor  procede  á  la  ocupa- 
ción sistemática  del  territorio.  Hay  allí  un  inciden- 
te dramático,  intensamente  dramático,  en  su  sencillez 
misma  —  el  estéril  sacrificio  del  chiflado  tio  Lucas. 
La  retirada  del  ejército  francés  es  realmente  una 
obra  maestra:  no  es  posible  pedir  mayor  sobriedad 
en  los  detalles,  mayor  perfección  en  el  conjunto, 
efecto  más  patético  en  el  cuadro.  Esas  páginas  están 
escritas  con  profundo  patriotismo  y  tienen  una  vida 
tal,  que  al  lector  se  le  antoja  oir  aquel  matinal  lla- 
mado de  clarines,  los    ecos  marciales  de  la  banda 


APARIENCIAS  333 


reforzada,  y  el  brillante  desfile,  con  banderas  des- 
plegadas, de  aquellas  tropas  que  evacuaban  por 
orden  superior  una  tierra  generosa,  á  donde  habían 
ido  á  llevar  la  invasión  más  inicua  y  más  inexcusa- 
ble que  recuerde  la  historia  de  este  siglo. 

Hay  en  esa  parte  páginas  que  recuerdan  la  inten- 
sidad de  descripción  que  caracteriza  al  ya  famoso 
libro  de  Zola,  La  Debácle,  y,  como  éste,  esos  cua- 
dros hacen  sufrir.  Y  si  esta  impresión  producen 
en  un  lector  extranjero,  iqué  eco  no  evocarán  en  el 
alma  dolorida  de  un  mexicano,  al  recordarle  tan  á  lo 
vivo  esos  dids  negros  para  el  patriotismo?  Sobre 
todo,  el  capitulo  en  que  describe  el  funcionamiento 
fatalmente  sumario  y  abusivo  de  los  tribunales  milita- 
res, aquella  farsa  de  procesos,  en  los  cuales  jueces  y 
acusados  hablaban  idiomas  diferentes,  sin  acertar  á 
comprenderse  I 

Paso  por  alto  mil  detalles.  Asi,  la  muerte  del 
padre  de  Pedro,  recuerda  á  esos  cuadros  admirable- 
mente perfectos  de  la  escuela  holandesa,  cuando 
retrata  alguna  escena  de  interior.  Lo  mismo  diríase 
de  las  visitas  al  cementerio. 

En  la  segunda  parte  hay  trozos  notables  y  que 
permiten  arrojar  una  mirada  escrutadora  hasta  el 
fondo  del  alma  mexicana,  en  alguna  de  sus  clases  so- 
ciales.   Asi,  aquella  partida  de  tresillo  en  plena  capi- 


^34  RESEÑAS  Y   CRÍTICAS 


tal.  £1  viaje  á  Veracruz;  la  pintura  de  la  familia 
de  Antonio,  el  amigo  íntimo  de  Pedro;  el  retrato  de 
Magdalena  —  la  figura  más  fascinadoramente  simpá- 
tica del  libro;  el  relato  de  los  amoríos  de  Magdalena 
y  Pedro,  su  subsiguiente  compromiso:  todo  ello»  for- 
ma un  todo  acabado,  que  habría  podido  figurar  con 
honor  entre  los  Esbozos  contemporáneos  que  el  autor 
publicara  en  Guatemala,  que  le  valieron  el  nombra- 
miento de  la  Real  Academia,  y  que  entre  nosotros 
está  ahora  popularizando  la  Revista  Nacional  de 
Vega  Belgrano. 

En  la  misma  tercera  parte,  ya  en  pleno  desarrollo 
de  la  intriga,  íntimamente  unidos  á  ésta,  hay  inci- 
dentes que  permiten  al  autor  desplegar  un  talento 
descriptivo  admirable.  La  celebración -del  matrimo- 
nio en  la  Profesa ;  el  capítulo  íntegro  del  México 
noctámbulo  y  alegre;  hasta  aquella  singularísima 
costumbre  del  almuerzo  en  sociedad  con  otros  en  un 
café  alegrón,  como  imagino  será  el  Tivoli  de  marras, 
á  raíz  de  la  ceremonia  nupcial  en  la  iglesia  por  la 
mañana,  y  cuando  todavía,  como  dicen  los  viejos 
casuistas,  el  matrimonio  está  rato  sed  non  consumato, 
—  original  costubre  mexicana !  —  todo  ello  y  muchas 
otras,  son  páginas  primorosas  en  puridad  de  verdad. 


APARIENCIAS  3  3  $ 


IV 


Tiempo  es  ya  de  que  abordemos  el  fondo  del  asunto. 
Descartados  los  incidentes,  nos  encontramos,  pues, 
con  un  caso  estudiado  á  la  manera  de  Bourget,  ana- 
lizado con  esa  minuciosidad  cruel  que  no  perdona 
un  detalle,  que  parece  querer  ensañarse  en  el  dolor, 
que  clava  el  puñal  en  la  herida  y  lo  mueve  y  lo 
remueve  para  destrozar  hasta  los  últimos  ligamentos! 

Pero  Gamboa  olvida  á  Bourget  cuando  se  complace 
en  seguir  y  perseguir  hasta  las  emociones  más  inci- 
dentales, y  dejándose  llevar  de  la  pasión  del  análisis, 
todo  lo  quiere  aclarar,  lo  incluye  todo,  lo  principal 
como  lo  secundario;  tanto,  que  á  las  veces  esto  hace 
perder  un  poco  de  vista  á  aquello.  Tal  sucede  en  una 
selva  tropical  en  la  cual  las  lianas  trepadoras  y  vis- 
tosas, los  heléchos  brillantes  é  invasores,  la  vegetación 
parasitaria  no  igualada  aún  en  la  tierra,  cubre  á  la 
postre  los  árboles  mismos,  y  hace  desaparecer,  por 
lo.  menos  empequeñecer,  á  los  gigantes  de  las  selvas. 

Ciertamente  el  autor  tiene  derecho  á  rechazar  esta 
observación,  por  lo  menos  en  su  tendencia  crítica, 
porque  á  la  postre,  ¿qué  otra  cosa  ha  hecho  el  gran- 
de, el  incomparable  Balzac,  en  su  legendario  Lysdans 


3  3^  RESEÑAS   T   CRÍTICAS 


la  vallée^  que  tantas  lágrimas  nos  ha  hecho  derramar 
en  cierta  época  de  la  vida  ?  EIs  ésto  muy  exacto,  y  de 
seguro  que  implica  un  elogio,*  y  no  un  elogio  baladí, 
el  reconocer  en  Gamboa  algunos  rasgos  típicamente 
característicos  del  profundo  novelista  francés,*  del 
escritor  que  quizá  ha  analizado  más  á  fondo  el  cora- 
zón humano. 

Nada  ha  sido  más  trillado  en  la  literatura  moderna, 
que  el  problema  del  amor;  nada  se  ha  escrutado,  nada 
se  ha  analizado  con  mayor  lujo  de  detalles,  sea  en  la 
novela,  en  la  filosofía,  en  una  palabra,  en  su  aspecto 
literario  y  en  su  faz  didáctica.  Desde  que  Goethe  des- 
nudó el  alma  de  Werther  y  de  Lotte,  hasta  Mante- 
gazza,  que  pretende  descubrir  las  reglas  para  clasi- 
ficar al  amor,  los  escritores  de  todos  los  países  oo 
han  hechosino  ahondar,  ahondar  el  eterno  problema. 
Y  como  al  árabe  de  la  leyenda,  que  había  llegado  á  la 
vejez  estudiando  las  tretas  de  las  mujeres  y  sobre  ello 
había  escrito  sendos  libros,  siendo  el  juguete  casual 
de  la  última  con  quien  estuvo  en  contacto,  así  el  estu- 
dio del  problema  amatorio  se  impone  como  esfinje  mu- 
da, cuando  más  parece  desmenuzado  y  descubierto. 
Es  la  Isis  antigua,  sempiternamente  cubierta  con  un 
velo  que  mortal  alguno  había  sido  bastante  osado  á 
levantar,  y  que  pasará  á  los  siglos  de  los  siglos,  velada 
siempre,   con  inquebrantable  tenacidad  perseguida 


APARIENCIAS  337 


por  SUS  fieles,  que  cuando  creen  por  fin  haber  logra- 
do levantar  ana  punta  del  velo,  notan  sólo  que  han 
tocado  únicamente  la  sombra  del  mismo! 

Pues  bien,  el  autor  de  Apariencias  plantea  el 
problema  sin  ambajes,  y  se  muestra  resuelto  á  arrin- 
conarle sin  piedad,  hasta  en  su  más  recóndito  refu*. 
gio,  para  que  se  rinda  al  fin.  Es  como  un  médico  que 
extiende  sobre  la  mesa  de  anfiteatro  el  cuerpo  de  una 
mujer  otrora  perseguida,  y,  escalpelo  en  mano,  pro- 
cede á  una  autopsia  implacable,  sin  perdonar  nada, 
sin  descuidar  detalle  alguno — quiere  encontrar  la 
razón  de  ser  del  encanto  que  poseía  aquella  mujer  ;  y, 
rabioso,  perseverante,  corta  y  recorta,  despedaza, 
seguro  de  llegar  por  fin  al  descubrimiento  anhelado. 
Vano  intento!  Hay  cosas  evidentemente  rebeldes  al 
análisis.  El  encanto  que  produce  una  mujer  no  puede 
descubrirse  en  la  autopsia  de  su  cuerpo,  como  la 
pasión  que  provoca  se  escapa  de  las  mallas  más  finas 
del  silogismo  analítico.  Ambas  cosas  son  como  esas 
mariposas  de  colores  deslumbradores :  por  Dios,  no 
intentemos  palpar  de  cerca  color  por  color!  Sólo  polvo 
informe  quedará  en  nuestros  dedos  ;  y  el  encanto, 
desvanecido  por  siempre. 

Algo  análogo  pasa  con  el  amor,  rebelde  por  su 
esencia  misma  al  análisis  frío  y  meticuloso.  Porque, 
digámoslo  de  una    vez,  i  es  concebible   acaso  en  un 

22 


3^8  RESEÑAS   Y   CRÍTICAS 

hombre  enamorado,  más  aún,  apasionado,  el  analizar 
tranquilamente  su  pasión,  pesar  el  pro  y  el  contra, 
desmenuzarla,  calcular  metódicamente  sus  consecuen- 
cias, estudiar  qué  rumbos  convenga  darla,  et  sic  de 
coeteris}  Ehl  no  hagamos  juego  de  palabras;  sólo  los 
franceses,  que  hacen  profesión  de  tener  respuesta  á 
todo,  justifican  la  teología  del  caso,  diciendo  que  hay 
**  amor  de  cabeza"  y  **  amor  de  corazón  ";  que  unos 
son  ''cerebrales",  así  como  otros  son  "sentimenta- 
les " ;  para  distinguir  á  ambos  de  los  puramente 
*'  sensuales". 

Porque,  precisando  la  cuestión  y  haciendo  el  debi- 
do honor  á  la  sinceridad  del  realismo  del  autor  —  rea- 
lismo, para  no  confundirlo  con  el  naturalismo  de  pe- 
ga, que  recurre  al  gastado  incitante  pornográfico  pa- 
ra atraer  la  turba  multa  de  lectores  más  ó  menos  mal 
acostumbrados,  —  la  crítica  leal  no  puede  menos  de 
convenir  en  que  aquella  sinceridad  es  esencialmente 
literaria,  vale  decir,  que  arranca  del  comercio  de  los 
libros  y  de  las  consiguientes  elucubraciones,  y  no  de 
la  experiencia  amarga,  pero  personal,  de  la  vida  mis- 
ma. Sin  duda,  no  á  todos  es  dado  repetir  el  célebre 
símil  del  pelícano  y  servir  el  propio  corazón  en  el  fes- 
tín divino,  pero  eso  no  quita  que  para  que  sea  exacto 
el  verso  inmortal 


APARIENCIAS  3  39 


Les  plus  desesperes  sont  les  chants  les  plus  beaux 
Etj'en  sais  d'inmortels  qui  sont  de  purs  sanglots, 

es  indispensable  haber  vivido,  esto  es,  haber  sufrido 
aquel  duro  martirio,  del  cual,  como  dice  el  poeta 

. . .  le  moins  quej'en  pourrais  diré 
Si  je  l'essayais  sur  ma  lire 
La  briserait  comme  un  roseau. 

Y  bien !  he  ahí  justamente  el  reproche  fundamen- 
tal de  Apariencias :  es  una  obra  con  todos  los  ribetes 
naturalistas  posibles,  pero  en  el  fondo  es  de  un  aca- 
bado romanticismo ;  es  el  sollozo  literario  de  la  pre- 
coz experiencia  de  un  adolescente,  que  ha  vivido  la 
vida  del  mundo  en  las  páginas  inflamadas  de  un 
ossianisiho  retórico.  Porque  justamente,  el  autor  al 
elejir  por  tema  el  adulterio  y  al  escoger  su  forma  pa- 
sional, ha  querido  de  antemano  presentarnos  la  faz 
más  simpática  del  antipático  asunto,  en  el  sentido  de 
que  los  futuros  adúlteros  aparecen  como  víctimas 
votivas  en  el  altar  del  hado  implacable,  que  sopla  en 
corazones  nobilísimos  el  huracán  desenfrenado  de 
una  pasión  irresistible,  los  hace  olvidar  poco  á  poco 
todo,  los  enceguece  y  los  conduce  fríamente  al  preci  - 
picio,  que  no  pueden,  que  no  está  en  su  mano  evitar. 
La  culpabilidad  de  los  adúlteros  queda  así  tan  ami- 
norada en  esta  tesis  fatalista,   que  casi  estamos  |^por 


34 o  RESEÑAS    Y   CRÍTICAS 

encontrar  natural  su  actitud,  y  por  asombrarnos  si 
ocurre  á  algún  ingenuo  lector  mentar  la  grave  res- 
ponsabilidad de  los  actores  del  manoseado  drama. 
Pero  para  ello  seria  menester,  por  lo  menos,  que  los 
avasallara  una  pasión  irresistible,  de  esas  que  embar- 
gan, matan  toda  reflexión,  subyugan...  y  explican, 
aun  cuando  no  excusen. 

Pero  en  Apariencias  no  hay  tal. 

El  problema  planteado  por  el  novelista  es  senci- 
llamente aterrador.  No  hay  sofisma  bastante  á  excu- 
sar lo  inexcusable. 

Se  trata  de  un  anciano,  que  ha  sido  la  encarnación 
misma  del  caballero,  y  un  joven  que  le  debe  la  vida, 
su  carrera,  todo.  Es  el  vínculo  filial  perfecto,  salvo 
el  accidente  del  nacimiento.  Y  ese  hijo  adoptivo,  en 
esas  condiciones,  comete  adulterio  con  su  propia  ma- 
drastra, escarneciendo  el  hogar  de  su  protector  con 
un  incesto  inmoral  que  clama  al  cielo  venganza.Yese 
hijo  adoptivo  durante  meses  enteros  se  dá  cuenta  del 
resultado  fatal,  prevé  el  adulterio  incestuoso,  analiza 
su  situación,  y,  hábil  abogado,  emplea  todas  las  chi- 
canas  forenses  en  disculpar  la  falta  futura.  Y  durante 
esa  larga  elaboración,  la  pasión  de  aquel  hombre  le 
permite  darse  lúcida  cuenta  de  sus  ventajas  y  des- 
ventajas, y  estudiar  el  punto  como  estudia  un  pleito 
en  su  bufete  de  abogado.  Y  durante  ese  largo  tiempo, 


APARIENCIAS  ^4 1 


sigue  demostrando  el  mismo  cariño  filial  de  antes  á 
su  padre  adoptivo,  víctima  segura  que  él  veía  inte- 
riormente acercarse  al  precipicio  y  que,  á  pesar  de 
una  que  otra  veleidad,  no  trepidaba  en  empujar  sua- 
vemente para  que  cayera  al  abismo! 

La  mujer  adúltera  es  uno  de  los  caracteres  más 
poco  simpáticos  del  libro:  también  es  otra  cerebral: 
también  analiza  y  vuelve  áanalizar  su  pasión  naciente 
y  sus  progresos,  y  al  mismo  tiempo  que  acaricia  á  su 
marido  legítimo,  pesa  la  consecuencias  de  su  falta 
próxima,  que  está  dispuesta  á  cometer  y  para  lo  cual 
aguarda  sólo  el  momento  oportuno. 

Tiene  un  marido  que  la  adora,  una  digna  madre 
que  la  mima;  hasta  un  confesor  para  aconsejarla; 
tiene  la  singular  lucidez  de  comprender  con  la  anti- 
cipación  de  medio  año  que  va  á  ser  adúltera  con  el 
hijo  adoptivo  de  su  marido...  y,  sin  embargo,  conti- 
núa analizando  y  analizando  siempre,  hasta  que  llega 
el  instante  fatal— y,  sin  una  palabra,  sin  un  gesto, 
como  la  cosa  más  natural  del  mundo,  pasa  de  los 
brazos  del  padre  á  los  del  hijo,  de  los  de  su  marido  á 
los  del  amante! 

No!  El  espíritu  se  subleva  ante  semejante  caso.  No 
es  posible  que  una  persecusión  que  permite  tal  lujo  de 
reflexión  y  análisis,  pueda  excusar  una  acción  tan  re- 
pugnante  á    la  naturaleza.    Hay  un   rebuscamiento 


34 2  RESEÑAS   Y   CRÍTICAS 

enfermizo  en  buscar  problemas  tan  sutiles,  dignos 
sólo  de  épocas  bizantinas,  durante  las  cuales  se  per- 
vierte el  sentido  moral  y  se  eclipsa  el  sentido  común. 
Hay  un  peligro  grave  en  estudiar  en  detalles  parcia- 
les y  sofísticos  los  estragos  de  una  pasión,  cuyos  efec- 
tos serían  en  la  vida  real  pervertidores  de  lo  más 
santo  y  de  lo  más  fundamental  de  la  existencia  hu- 
mana. Pues  á  ser  verdaderos  los  argumentos  capcio- 
sos con  los  cuales  el  autor  va  poquito  á  poco  inficio- 
nando el  ánimo  del  lector  (ó  de  la  lectora,  lo  que 
sería  infinitamente  lamentable!]  y  preparándole,  sino 
á  justificar,  por  lo  menos  á  excusar,  el  desenlace  como 
cosa  fatal,  inevitable,  en  la  cual  los  protagonistas  no 
tienen  culpa,  sino  que  ésta  incumbe  por  entero  al 
Hado,  al  acaso— á  ser  exactos  esos  argumentos,  dado 
que  se  trata  de  un  caso  especialísimo,  de  un  incesto 
en  cierto  modo,  cqué  queda  para  el  común  de  loscasos, 
qué  para  los  adulterios  generales,  en  los  cuales  el 
amante  no  conoce  al  marido,  ó  es  éste  un  monstruo 
humano,  ó  cosa  parecida?  Pues,  ¡  que  sería  lo  más 
natural  de  este  mundo  !... 

Y  la  víctima!  Aquel  cumplido  caballero,  dechado 
de  perfecciones,  traicionado  así  por  su  propia  mujer, 
y  su  hijo  adoptivo  !  El  autor  al  parecer  le  ha  tratado 
con  piedad,  pero  al  insistir  en  la  persistente  ceguera 
del  Sganarellc  mexicano,  sin  quererlo  hace  inclinar  la 


APARIENCIAS  343 


balanza  en  su  contra,  perfílase  una  sonrisa  un  tantico 
irónica  en  los  labios  del  lector  y,  convencido  éste  de 
que  es  inevitable  el  cornúpeto  sacrificio,  principia  á 
ver  tan  sólo  el  ridículo  que  cae,  cae,  y  sin  cesar  sigue 
cayendo  sobre  las  canas  de  aquel  malhadado  an- 
ciano I 

Ah!  libro  terrible  y  doloroso,  pero  por  suerte  sofís- 
tico !  El  lector  se  vé  obligado  á  pensar  ante  esas  pá- 
ginas escritas  con  calor,  y  tiene  que  estar  muy  sobre 
alerta  para  no  tomar  por  exactos  aquellos  dorados 
sofismas  con  que  se  nos  quiere  disculpar  al  vicio  y  con 
los  cuales  se  quiere  protejer  ala  virtud,  pero  con  una 
protección  tal,  que  se  concluye  por  clamar  porque  la 
abandonen  más  bien,  porque  la  ataquen,  porque  la 
escarnezcan,  ya  que  todo  ello  seria  preferible  á  esa 
defensa  terrible  I 

Injusto  seria,  sin  embargo,  no  reconocer  que  el 
autor  caracteriza  con  una  amargura  implacable  las 
consecuencias  de  aquel  monstruoso  adulterio,  mostran- 
do á  ios  culpables  como  penados  atados  á  la  cadena 
del  presidario,  amantes  sin  los  goces  del  amor,  ya 
que  la  satisfacción  material  del  capricho  no  puede 
entrar  en  cuenta  de  tal  —  presa  de  vivísimos  remordi- 
mientos, viviendo  en  un  martirio  de  todas  las  horas,  en 
un  verdadero  infierno.  Pero  á  pesar  de  todo,  los  hace 
perseverar  en  tan  falsa  situación  durante  más  de  un 


344  RESENAS    Y   CRITICAS 

año,  garantiéndoles  que  durante  tan  largo  lapso  de 
tiempo  nadie  llegará á  advinar  siquiera  sus  criminales 
relaciones,  ni  tampoco  el  servicio,  á  pesar  de  que 
aquellos  singulares  amantes  se  entregan  á  Venus 
Citerea  con  puertas  y  ventanas  abiertas,  obedeciendo 
á  los  impulsos  rabiosos  de  la  carne. 

i  Dónde  está  en  todo  esto  el  amor,  aún  cuando  sea 
el  amor  culpable?  Será  la  pasión  sensual,  el  brutal 
impulso  del  rwí,  —  pero  amor,  amor  en  esas  condicio- 
nes!... Parece'  que  con  esa  pintura  de  una  relación 
que  repugna,  hubiera  querido  el  autor  hacer  perdo- 
nar la  atención  cariñosa  con  que  ha  seguido  antes  la 
marcha  de  la  pasión. 

Porque,  á  ser  verdad  que  el  adulterio  sólo  propor- 
ciona las  míseras  satisfacciones  que  nos  pinta  el  au- 
tor, {vale  entonces  la  pena  de  cometerlo?  —  No  ha 
querido  el  novelista  que  sus  protagonistas  gocen  un 
día  de  felicidad  criminal,  diferenciándose  en  esto  de 
la  generalidad  de  los  escritores  que  han  dado  en  juz- 
gar ese  caso  enfermizo  de  nuestra  existencia  social 
con  tan  tradicional  benevolencia,  que  el  lector  casi 
estará  tentado  de  creer  que  en  ello  residía  la  verda- 
dera felicidad,  y  no  en  el  matrimonio  puro  y  honesto. 

Algo  tarde  ha  reaccionado  el  autor  y  toda  esa  con- 
denación del  adulterio,  á  manera  de  moraleja  de 
cuento,   parece   puesta   allí  para  justificar  la  extraña 


APARIENCIAS  345 


solución  del  marido  ultrajado,  al  sorprender  á  los 
criminales  tnfraganti  delicio :  -  -  que  vivan  como  cas- 
tigo! 

Singular  resolución;  inopinada,  que  sorprende, 
porque  nada  la  justifica  ni  la  prepara.  Pues  qué,  un 
hombre  que  no  ha  tenido  empacho  en  portarse  como 
un  verdadero  lagartijo  de  arrabal,  sacrificando  sin 
escrúpulos  la  vida  purísima  de  su  novia  Magdalena, 
c  acaso  tendrá  mayor  inconveniente  en  arrojar  el  re- 
cuerdo de  Elena  al  saco  sin  fondo  del  pasado?  Bah  ! 
lanzado  en  ese  camino,  para  el  don  Juan  mexicano 
aquella  mujer  es  sólo  una  de  las  famosas  mille  e  tre 
á  que  se  refería  Leporello,  cuando  decía  con  admira- 
ble frescura:  Madamina,  il  catalogo  é  questo...! 

La  vida  como  castigo  !  Y  <  á  quién  ?  A  un  hombre 
que  no  trepida  en  violar  los  vínculos  más  sagrados 
que  existen,  y  que,  en  medio  de  su  pasión,  en  su  noc- 
támbulo paseo  al  barrio  de  las  irredentas  de  México, 
se  le  ocurre  sin  repugnancia  que  algún  día  Elena  po- 
dría convertirse  en  vulgar  hetaira^  y  volverse  araña, 
—para  usar  un  mexicanismo,—  sin  que  tan  mons- 
truosa idea  le  haga  mayormente  cosquillas  ! 

La  solución  del  libro  es  en  realidad  sofística,  y  es 
ello  lástima  grande,  pues  corona  así  una  tesis  desa- 
rrollada con  tan  desgraciada  lógica,  aún  cuando  con 
un  talento  tan  sutil  é  innegable. 


34 6  RESEÑAS   Y  CRÍTICAS 


Cabría  aquí,  sia  duda,  hacer  al  autor  una  peque- 
ña, aunque  sincera  observación.  Respira  su  libro  por 
todos  los  poros  tal  prurito  de  imitación  naturalista, 
á  la  manera  de  Zola,  que  está  tentado  el  lector  por 
tomar  á  lo  serio  la  teoría  de  aquella  escuela,  y  buscar 
en  esta  novela  la  parte  documentaria.  Salta  á  la  vista 
lo  retórico  del  desenlace,  y  confirma  así  que  estamos 
en  presencia  de  un  caso  de  Academia,  pero  no  de  un 
drama  real  y  verdadero.  Para  disecar  la  vida,  es 
necesario  por  lo  menos  haber  vivido,  y  aun  cuando 
no  escudaran  al  autor  sus  pocos  años  para  demos- 
trar que  está  aún  en  el  prólogo  de  la  vida,  la  feliz 
existencia  diplomática  que  lleva,  invirtiendo  sus 
ocios  en  cultivar  su  ideal  literario  y  la  amistad  de 
los  que  forman  el  mundo  de  las  letras,  no  le  ha  dado 
aún  ocasión  para  experimentar  tn  anima  vili  esos 
dramas  crueles  que  marchitan  el  corazón  y  hastian 
el  alma.  Feliz  mil  veces  por  ello;  pero  si  le  llega  el 
día  cruel,  y  si  en  alguno  de  sus  libros  posteriores 
nos  convida  al  terrible  festín  del  poeta,  y  nos  sirve 
en  él  su  corazón,  como  lo  observamos  un  instante 
hace,  se  convencerá  entonces  de  que  Apariencias 
es  un  libro  pálido  y  enfermizo,  porque  es  artificial. 
Entonces  brotarán  espontáneas  y  vibrantes  esas  notas 
profundamente  conmovedoras  que  arranca  del  alma 
la  amarga  experiencia   de   la  vida;  notas   terribles 


APARIENCIAS  347 

que  se  imponen  al  lector  más  prevenido,  que  acon- 
gojan su  espíritu,  que  le  dejan  un  sedimento  cruel, 
pero  justo,  desde  que  se  trata  de  la  realidad,  de  la 
verdad,  de  lo  que  acontece.  Considerado  así  el  natu- 
ralismo, no  es  sino  el  verismo  de  los  clásicos,  que  hu- 
yen de  lo  artificial,  de  lo  rebuscado,  de  lo  amanerado, 
casi  diría  de  lo  decadente,  para  ponerme  al  nivel  de 
la  novísima  evolución  literaria.  Pero  en  literatura 
"  la  bandera  no  cubre  la  mercancía  ",  para  usar  el 
aforismo  jurídico,  y  no  basta  imitar  las  exteriorida- 
des de  un  naturalismo  más  ó  menos  exagerado,  para 
producir  una  obra  realista.  No  basta  tampoco  ver  la 
realidad  :  es  menester  saberla  ver  —  el  secreto  de  la 
inmortalidad  está  sencillamente  en  eso. 
*  Nadie  se  asusta  de  una  novela  '*  naturalista",  por 
más  que  principie  á  pasar  de  moda,  pero  se  exige 
por  lo  menos  que  la  cosa  exista,  y  sea  bien  obser- 
vada ;  que  la  imaginación  del  novelista  —  cuya  since- 
ridad está  fuera  de  cuestión,  porque  es  en  ello  vícti- 
ma de  un  exceso  natural  de  la  loca  de  la  casa,  en 
su  período  exhuberante  —  no  reemplaze  á  la  realidad 
de  la  vida.  No  quiere  ello  decir  que  un  libro  en 
esas  condiciones  haya  forzosamente  de  ponerse  en 
todas  las  manos,  pues  la  vida  tiene  períodos  de  en- 
cantadora inocencia  que  sería  inhumano  profanar 
abriendo  los  ojos  antes  de  tiempo,    pero  al  que  ya 


34^  RESEÑAS   Y   críticas 


se  ha  iniciado  en  las  vicisitudes  de  la  existencia  no 
huelgan  hipocresías  pretendidas :  si  condena,  es  por- 
que usando  en  ello  del  mismísimo  derecho  del  autor, 
dice  lo  que  su  sinceridad  le  impone. 

El  procedimiento  de  escuela,  llamado  "naturalis- 
ta", está  hoy  anticuado :  la  tendencia  yí»  ¿e  siécle 
es,  por  el  contrario,  idealista,  y  la  nebulosa  evolución 
literaria  actual,  con  sus  banderías  de  simbolistas  y 
decadentes,  presagian  una  reacción  indudable  y  que  la 
exageración  de  los  imitadores  de  Zola  ha  contribuido 
á  precipitar.  Gamboa  tiene  la  felicidad  de  vivir  en  la 
atmósfera  literaria  de  una  década  atrás,  y  de  ahí  que 
su  novela  esté  trabajada  según  todas  las  reglas  del 
gran  pontífícc  del  naturalismo.  El  realismo  será 
eterno,  como  lo  será  el  idealismo,  pero  las  exageraciíi- 
nes  de  una  ú  otra  de  ambas  tendencias  sólo  tienen  vida 
efímera.  Apariencias  es  la  obra  sincera  de  un  discí- 
pulo de  Zola  y  de  Flaubert :  que  se  apresure  el  autor 
á  ensanchar  su  horizonte  y  libertar  su  espíritu  de  las 
estrechas  ligaduras  de  escuela,  si  no  quiere  expo- 
nerse á  producir  obraá  que  pronto  tendrán  sólo 
sabor  arcaico  I  Pero,  concluyamos  con  esta  amis- 
tosa chicana  :  esos  defectillos,  naturalmente  explica- 
bles en  una  obra  de  la  primera  juventud,  desapa- 
recerán en  las  producciones  de  una  madurez  que  se 
anuncia  de  manera  tan  brillante. 


APARIENCIAS  340 


V 


Jamás  titulo  alguno  fué  más  exacto  que  el  de  este 
libro.  Apariencias  í  No  hay  que  fiarse  en  las  apa- 
riencias de  sus  raciocinios:  estamos  ante  un  abis- 
mo artísticamente  oculto  con  rosas  y  flores  fragantes. 
Cuidado  con  el  sofisma ;  cuidado  con  las  apariencias  I 

Y  qué  apariencias!  Pocos  libros  he  leído  con  ma- 
yor encanto  gracias  á  su  estilo  fácil,  á  sus  descripcio- 
nes brillantes,  al  talento  innegable  con  que  están 
pintadas  sus  diversas  situaciones.  Se  puede  disentir 
del  autor  en  cuanto  á  su  argumentación,  pero  no  es 
posible  desconocer  que  se  encuentra  uno  en  presen- 
cia de  una  personalidad  literaria  acentuada,  de  un 
estudioso  del  corazón  humano.  Ese  libro  es  eminen- 
temente sugerente,  fuerza  á  pensar,  retiene  al  lector, 
y  sea  que  este  simpatize  ó  no  con  la  tesis  expuesta  y 
con  sus  conclusiones,  terminada  la  lectura,  no  se 
arroja  el  volumen  al  fondo  de  un  estante  —  como  su- 
cede con  la  inmensa  generalidad  de  los  libros  —  sino 
que,  por  el  contrario,  se  reflexiona  sobre  él,  se  le  dis- 
cute, se  le  vuelve  á  leer,  se  encara  su  texto  y  se  toma 
uno  cuerpo  á  cuerpo  con  la  lógica  del  autor. 

^De  cuántos  libros  puede  decirse  lo  mismo?   Los 


^;0  RESEÑAS   Y   CRÍTICAS 


libros  banales  nacen  y  mueren  sin  de)ar  recuerdo  si- 
quiera de  su  fugitiva  existencia,  por  glande  que  sea 
la  boga  momentánea  que  sus  cualidades  más  ó  menos 
brillantes  hayan  podido  producir,  c  Quién  se  acuerda 
hoy  de  los  libros  del  vizconde  de  Arlincourt,  el  autor 
más  popular  de  su  época  ?  Y  <  quién  dejará  de  leer  por 
los  años  de  los  años  el  Werther  de  Goethe  ?  Y  eso  que 
el  Werther  ha  perdido  la  razón  de  ser  de  su  popula- 
ridad de  origen,  pero  queda  en  pie  el  problema  eter- 
no del  alma,  desgarradas  sus  túnicas  por  mano  maes- 
tra. Sólo  viven  en  la  posteridad  los  librosque ha- 
blan al  alma  misma,  que  fuerzan  á  pensar,  que  obli- 
gan á  encarar  problemas,  acerca  de  los  cuales  el  co- 
mún de  los  mortales  prefiere  contentarse  con  las  so- 
luciones banales  que  hay  siempre  ad  usum  delphini. 
El  libro  de  Gamboa  tiende  á  entrar  en  la  segunda 
categoría,  y  en  ello  consiste,  paréceme,  su  elogio  más 
sincero  y  más  profundo. 


Agosto  de  1892. 


Xll 


LA  OPERA  ITALIANA  EN  BUENOS  AIRES 


PUESTO  que  en  estos  últimos  tiempos  se  ha  dado 
en  tomar  á  lo  serio  las  críticas  musicales,  la 
pasión  de  nuestra  sociedad  por  la  ópera  italiana  y  la 
importancia  que,  en  el  mundo  del  arte,  va  tomando 
el  cantar  en  Buenos  Aires,  —  no  se  reprochará,  quizá, 
que  se  analicen  las  causas  de  tal  estado  de  cosas. 

Ha  llegado  á  aceptarse  sin  discusión  —  ignoro  cómo 
—  que  entre  nosotros  no  hay  verdaderos  críticos  de 
arte  y  menos  de  música,  que  las  crónicas  técnicas  que 
de  las  representaciones  líricas  se  hacen,  son  meras 
alabanzas  ú  observaciones  nimias.  Se  ha  necesitado 
la  presencia  de  un  periodista  extranjero,  tan  distin- 
guido crítico  musical  como  elegante  escritor,  para 
que  recibiéramos  esta  lección,  no  sospechada  por 
cierto  en  quienes,  hace  muchos  años,  el  amor  á  la 


3  5  3  RESEÑAS   Y    CRÍTICAS 

Ópera  es  más  biea  una  pasión  intransigente,  ayuda- 
da por  un  oído  educado,  cantores  afamados  y  por  au' 
diciones  clásicas  en  sociedades  reservadas. 

Verdad  es  que  se  ha  dicho  que  de  todas  las  bellas 
artes,  la  música  es,  sin  duda,  la  mejor  y  más  gene- 
ralmente apreciada ;  pero  no  es,  por  cierto,  la  mejor 
comprendida  por  todo  el  mundo,  porque  la  música 
es  á  la  vez  un  arte  y  una  ciencia  :  como  arte,  obra 
espontáneamente  sobre  todo  ser  bien  organizado; 
como  ciencia,  impone  la  iniciación  á  los  que  quieren 
profundizar  «us  misterios. 

Resulta,  pues,  que  se  ha  descubierto  que  si  somos 
sensibles  al  arte  musical,  debemos  probablemente 
ignorar  la  ciencia  de  la  música  ! 

■ 

A  observar,  sin  embargo,  la  marcadísima  afición 
de  nuestra  sociedad  por  Colón,  la  atracción  irresisti- 
ble que  este  teatro  ejerce  sobre  los  porteños,  á  pesar 
de  tener  precios  exageradamente  exorbitantes  —  más 
elevados  que  los  de  la  grande  Opera  de  París!  — la 
constancia  con  que,  sin  perder  una  función,  asisten 
todos  á  sus  localidades  durante  la  temporada  teatral ; 
—  al  reflexionar  sobre  esto,  un  observador  estaría  ten- 
tado de  creer  que  era  éste  un  público  de  diletantes 
distinguidos. 

En  pocos  teatros  del  mundo,  puede  decirse  sin  hi- 
pérbole, se  representan  óperas  tan   diversas    en  la 


LA   ÓPERA   ITALIANA    EN    BUENOS   AIRES  -555 


í 


misma  temporada,  como  tampoco  óperas  de  tan  des- 
igual valor,  las  unas  sublimes,  como  Hugonotes,  las 
otras  archivadas  ya,  como  Ernani.  No  frecuentemen- 
te se  encuentran  compañías  tan  completas  como  la 
de  Ferrari,  como  tampoco  tan  desiguales,  con  partes 
muy  buenas  y  partes  muy  malas.  En  fin,  para  con- 
clxiir,  podrá  asegurarse  que  la  orquesta  y  los  coros 
no  solamente  son  muy  buenos,  sino,  lo  que  es  una 
felicidad,  extraordinariamente  bien  dirigidos. 

Se  asegura,  con  todo,  que  la  sociedad  bonaerense 
frecuenta  á  Colón  en  mucha  parte  por  tradición,  por- 
que allí  tienen  sus  palcos  las  principales  familias,  ó 
porque  hay  en  el  fondo  una  cuestión  de  moda.  Se 
cita  el  teatro  de  la  Opera,  mil  veces  más  elegante, 
más  cómodo,  más  apropiado  que  Colón,  pero  que 
no  ha  podido  mantener  la  competencia ;  se  señala 
ahora  al  teatro  Nacional,  imitación  de  Colón  con  sus 
incomodidades,  salvo  algunos  defectos  corregidos, 
y  que  actualmente  lucha  por  derribar  al  ya  viejo 
rival. 

Sea  de  ello  lo  que  fuere,  el  hecho  es  que  la  gente 
va  á  Colón,  sea  porque  así  lo  quiere  la  caprichosa 
moda,  ó  la  tiránica  costumbre,  ó  porque  la  compañía 
lírica  es  realmente  buena. 

Mundanamente  hablando,  debo  confesar  que  siem* 
pre  me  ha  sido  difícil  comprender  cómo  la  sociedad 

33 


3  54  RESEÑAS  Y  críticas 


de  Buenos  Aires  se  ha  esclavizado  de  tal  modo  para 
con  el  teatro  Colón. 

La  llegada  es  algo  desagradable,  por  ser  estrecha 
la  calle,  angostas  las  veredas  y  grande  la  agrupación 
de  gente ;  convirtiéndose  en  pésima  en  un  día  lluvio- 
so ó  húmedo,  pues  es  preciso  empaparse  ó  embarrar- 
se, por  falta  de  esas  indispensables  galerías  de  cris- 
tales que  ostenta  cualquier  teatro  europeo.  El  vestí- 
bulo  de  la  entrada  siempre  se  encuentra  atestado  de 
gente,  hombres  en  su  mayor  parte,  que  se  ocupan  en 
formar  angostas  calles  para  poder  ver  desfilar  á  las 
bellezas  del  día,  mirándolas  de  cerca  con  un  desen- 
fado  curiosamente  original.  Es  una  especie  de  bau- 
tismo de  fuego  que  reciben  nuestras  damas  y  niñas 
antes  de  alinearse  en  filas  de  batalla  en  los  palcos, 
tertulias  y  cazuela,  donde  se  convierten  en  el  foco  de 
los  anteojos  de  todo  hijo  de  vecino  que  concurre  al 
teatro. 

El  que  frecuenta  á  Colón  cree  observar  que  la  con- 
currencia es  siempre  la  misma,  sabiendo  de  antema- 
no qué  familias  ocuparán  los  palcos,  quiénes  estarán 
en  las  tertulias,  á  quiénes  se  podrá  mirar  en  la  ca- 
zuela. Son  las  mismísimas  gentes  que  se  conocen 
personalmente  ó  de  vista,  que  saben  recíprocamente 
quiénes  son,  cuáles  sus  familias  y  sus  medios ;  que 
Van,  con    todo,  á  mirarse  con  el  interés  con  que  se 


LA  ÓPERA  ITALIANA  EN   BUENOS  AIRES  35^ 

contemplan  por  vez  primera  los  desconocidos.  Y  sin 
embargo,  durante  los  largos  entreactos  no  se  visitan, 
no  se  mueven  casi  de  sus  asientos,  á  no  ser  los  caba- 
lleros para  fumar  un  cigarro  en  el  vestíbulo,  las  ni- 
nas para  cambiar  de  posición.  A  todo  trance  parece 
querer  guardarse  una  tirantez  á  la  verdad  exagerada. 

Cualquiera  diría  que  las  gentes  á  la  moda  —  Dios 
sabe  si  es  elástico  el  epíteto !  —  no  van  nunca  al  tea- 
tro sino  para  llegar  á  mediados  del  segundo  acto,  á 
fin  de  atraer  las  miradas  de  la  concurrencia  entera, 
sea  por  el  ruido  de  las  puertas  de  los  palcos,  sea  por 
la  reclamación  del  asiento  en  la  platea.  Las  mismas 
personas  creerían  perder  su  elegante  renombre  si 
aguardaran  el  final  de  la  ópera  para  retirarse,  por 
cuya  razón  lo  hacen  en  el  último  intermedio,  ó  á  la 
mitad  del  último  acto.  De  ahí  que  el  teatro  está  casi 
solo  al  comenzar  ó  finalizar  una  ópera,  aunque  sea 
esta  la  Semiramis  de  Rossini,  Hugonotes  de  Meyer- 
beer,  ó  Aida  de  Ver  di. 

Los  verdaderos  aficionados  llegan  con  anticipación 
y  se  retiran  con  retardo,  pero  no  les  es  posible  es- 
cuchar con  precisión  las  oberturas,  aunque  sean 
espléndidas  como  la  del  Profeta^  ó  atender  á  los 
finales,  á  pesar  de  tratarse  de  Donjuán.  En  esos 
momentos  el  ruido  es  tal,  las  gentes  se  mueven  de 
tal  manera,  que  es  imposible  gozar  de  la  música. 


■  tfTTirrgSf^i-rr    -Qd     ISOCTL    AS     311; 


-  í 


■W-f*  t  lili-  ssiLcntriT.  *•:-   \'"Yn^\'jz.  sl  ^ 


^t  U  «t£T2«  fíirijliKm.  «^-jo&ie  al  pUser  delirado  de  la 

F-.*:tre  iv/t^^tr-ys.  el  ts^tro  no  es  Tcrdadcfamente 
^n  X&^Wjtn  el  «cntsdo  cláiízo  de  la  palabra:  es  ea 
rvihásiá  un  himple  lu^ar  de  paseo. 

^»l<rn,  á  c^tar  á  apreciaciones  competentes,  es  un 
t^^tro  que,  bajo  el  punto  de  TÍsta  del  arte,  tiene  de- 
iect</i»  que  v>n  hoy  reconocidos.  Se  le  acusa  de  ser  de- 
mH*^'íudo  grande,  lo  que  lo  convierte  en  poco  acústico; 
%c  pretende  que  es  únicamente  agradable  porque  es  - 
t/imoD  habituados  á  verlo  lleno  de  gente  conocida.  La 


LA   ÓPERA  ITAUANA   EN   BUENOS   AIRES  3>7 

falla,  de  antepalcos  es,  sin  duda,  una  incomodidad 
reconocida ;  la  estrechez  de  la  platea  un  inconve- 
niente deplorable ;  y  las  dimensiones  del  teatro ,  la 
causa  de  que  la  impresión  que  las  óperas  producen 
sea  diversa  según  sea  el  asiento  que  se  tiene. 

La  música  sólo  se  goza  íntimamente  cuando  se  está 
en  el  medio  del  teatro  ;  esto  es,  se  goza  con  verda- 
dera emoción.  Cuando  uno  se  encuentra  en  el  ex- 
tremo opuesto,  se  oye  bien,  no  se  pierden  las  notas, 
pero  no  es  la  misma  emoción  la  que  se  experimenta  : 
parece  que  nos  encontrara  fríos  y  quizá  difíciles.  Los 
verdaderos  aficionados  porteños,  que  asisten  á  las 
audiciones  de  la  sociedad  del  Cuarteto,  habrán  segu- 
ramente podido  notar  la  diferencia  considerable  que 
existe,  entre  el  mismo  trozo  ejecutado  en  la  sala  de 
aquella  sociedad  y  el  tocado    en   el    teatro   Colón. 

Los  cantores  mismos  se  ven  obligados  á  esforzar 
su  voz  para  hacerla  llegar  á  todos  los  ámbitos  del 
teatro,  y  el  público  acostumbrado  á  oír  bien  sólo  lo 
que  se  exagera,  aplaude  con  furor  cuando  se  fuerza 
la  voz,  aunque  se  llegue  al  grito,  y  permanece  indi- 
ferente cuando  se  canta  con  la  voz  natural.  De  ahí 
que  Gayarre,  cuando  recién  llegó,  se  quejara  amar- 
gamente de  que  el  público  no  lo  aplaudía  lo  bastante: 
—  cantaba,  pero  no  gritaba,  y  la  mitad  de  la  concu- 
rrencia no  podía,  por  lo  tanto,  apreciar  su  voz.  Por 


Tust  ^r'*jtx   ürrrf  frtrmeaac  cb  i«z  de  oolar.  ▼  k» 
£/ru::urrt:r:tc:t    fc  oottmurrgr  art£  la  cxtraonfiaara 

I 'c^  c/tra  pvte.  ftaiTc*  <a  ceu  última  ¿pota,  úaíca' 
s>«,r.u  pooi»  crjTicuTTcnia  cooocíaii  d  aigiuacato  de 
líit  Operatt  :,'je  cacnrhahan  :  dd  pmfinwla,  tampoco. 
c/^TT.'^^rA^rVj  al  cor  cantar,  sea  por  la  dificultad  del 
tót'/m^n.  M:a  por  la  defectuosa  arfimUfióQ  de  losar- 
U^Ut^t.  Vcráüá  C5  que  la  mayor  parte  de  las  óperas 
tienen  por  bate  argumentos  realmente  ridiculos  por 
%u  í^lta  de  bCQÚÓo,  j  que  á  pocas  partituras  oontem- 
p^/ránca»  bc  las  pueda,  llamar  dramas  musicales, 
eD  ócc'ir^  texto  y  música  dramáticas.  Sucede  que 
—  como  en  el  famoso  4*  acto  del  ProfetA  —  cuando 
el  intercí»  dramático  es  tan  grande  como  el  musical, 
ni  el  espectador  se  encuentra  demasiado  lejos  del 
proHccnío,  no  puede  apreciar  bien  el  uno  ni  el  otro, 
porque  se  le  escapa  la  expresión  dé  la  fisonomía,  y  las 
modulaciones  delicadas:  la  expresión  musical  misma 
cH  preciso  exagerarla  para  hacerla  perceptible  á  tan 
gran  dÍHtancia,  y  de  ahí  que  se  falsea  notablemente 
el  grado  d'j  intcnéidad  de  los  sonidos,  con  virtiendo 
ídcuH  dulcísimas  en  frases  monstruosas. 

Por  cHtas  razones,  los  diletantes  porteños    se  han 
ncoHtumbrudo  involuntariamente  á  provocar  dos  de- 


LA  ÓPERA   ITALIANA   EN   BUENOS   AIRES  ^  ^  Q 


fectos  capitales  ea  sus  artistas  favoritos.  No  pudiendo 
gozar  bien  á  la  distancia  de  la  mímica  físionómica, 
aplauden  los  gestos  extremados,  entusiasmándose 
cuando  la  Borghi-Mamó  exagera  tan  extrañamente 
la  Valentina  del  4*  acto  de  Hugonotes,  6  la  Marga- 
rita del  2*  acto  de  Mefistó/eles ,  No  siéndoles  posi- 
ble oír  con  exactitud  las  notas  rápidas  y  dulces,  obli- 
gan á  Tamagno  á  sostener  extraordinariamente  las 
notas  sonoras  de  pecho ;  convirtiendo,  por  ejemplo, 
la  famosa  súplica  de  Raúl  en  un  ejercicio  de  canto, 
lo  que  falsea  de  una  manera  desastrosa  el  pensa- 
miento de  Meyerbeer. 

En  otros  países  estas  exageraciones  están  comple- 
tamente proscriptas,  y  quien  haya  escuchado  á  Gaya" 
rre  en  el  famoso  Covent-Garden,  después  de  haberle 
oído  forzar  la  voz  en  su  última  época  de  Colón,  re- 
conocerá que  el  celebrado  tenor  se  había  corregido 
del  todo  de  semejante  defecto. 

Este  es  tanto  más  grave,  cuanto  que  así  se  gasta  la 
voz  de  los  cantores  y  se  la  pierde  para  siempre :  — 
es  conocido  \o  que  con  Lelmi  pasó  entre  nosotros. 

Los  entendidos  en  la  materia  —  el  maestro  Bassi 
debe  ser,  por  cierto,  de  esta  opinión  —  aseguran  que 
el  público  aplaude  aquí  sólo  las  notas  exageradas,  y 
que  escucha  arrobado  trozos  enteros  en  que  la  expre- 
sión está  falseada. 


360  RESEÑAS   y  críticas 


Los  tenores  y  las  soprano  absoluto  son  los  artistas 
más  expuestos  á  esta  verdadera  mistificación.  El 
público  los  pervierte.  Cierto  es  que  ellos  contribu- 
yen en  algo,  pues  por  regla  general  retacean  impla- 
cablemente las  óperas,  baciendo  suprimir  trozos, 
cambiarlos  de  un  tono  á  otro,  permitiéndose  abreviar 
ó  prolongar  las  notas,  á  su  buen  placer.  Es  así  como 
no  se  oyen,  por  regla  general,  las  partituras  comple- 
tas. 

Eso  explica  cómo  recién  puede  decirse  que  la  Seal- 
chi-Lolli  nos  ha  hecho  conocer  el  bellísimo  trozo  de 
la  contralto  en  el  2*  acto  de  Hugonotes. 

Además,  las  personas  entendidas  pretenden  q^ue  el 
defecto  de  construcción  del  teatro  Colón  explica, 
quizá,  otro  fenómeno  raro.  Mientras  que  los  dile- 
tantes bonaerenses  son  muy  exigentes  respecto  de 
las  partes  primeras,  son  algo  indulgentes  con  rela- 
ción á  los  coros  y  orquesta.  Y  en  general  sería  po- 
sible asegurar  que  lo  que  más  gusta  de  las  óperas 
entre  nosotros,  no  son  las  arias  ni  las  cavatinas,  sino 
los  dúos,  cuartetos,  coros  y  ñnales. 

Verdad  es  que  casi  todas  las  óperas  modernas  abu- 
san de  ese  medio,  que  es  más  cómodo  y  fácil  para 
compositores  y  ejecutantes,  pero  es  tal  vez  debido  á 
las  dimensiones  de  los  teatros  italianos  y  franceses. 
Los  grandes  maestros,  cuyas   óperas  se  dan  en  Co- 


LA   ÓPERA  ITALIANA   EN    BUENOS   AIRES  36 1 

lón,  las  han  compuesto  sea  en  Italia  ó  en  Francia  :  — 
pues  bien,  los  teatros  de  la  Scala  de  Milán,  y  de  San 
Carlos  de  Ñapóles,  y  el  de  la  Grande  Ópera,  de  Pa- 
rís, son  tan  desmesuradamente  grandes,  que  necesi- 
tan cautivar  la  atención  del  público  por  medio  de 
esos  efectos  combinados.  De  ahí  las  bandas  y  los  co- 
ros £n  el  proscenio.  Quizá  por  eso  no  se  dan  en  Co- 
lón las  óperas  alemanas,  ni  el  Fidelio  de  Beethovcn, 
ni  Orfeo  de  Gluck,  ni  Freyschütz  de  Weber,  ni  Mar- 
tha  de  Flotow,  ni  Don  Juan  de  Mozart:  todas  ellas 
están,  sin  embargo,  adaptadas  al  italiano.  <  Por 
qué  nos  gusta  tanto  aquí  la  bellísima  ópera  Dino- 
raA?  Debe  ser  por  la  misma  razón,  porque  es  fama 
que  el  cisne  de  Pessaro  cuando  fué  á  residir  á  París, 
notó  el  mismo  efecto  en  cuanto  á  sus  primeras  ópe- 
ras, y,  atribuyéndolo  también  á  idéntica  causa,  com- 
puso dos  de  sus  partituras  francesas  —  Moisés  y  el 
Sitio  de  Corinto,  —  en  un  sentido  completamente 
opuesto. 

Entre  nosotros  el  gusto  por  la  ópera  es  antiguo  y 
decidido.  Con  sumarazón  se  ha  dicho  que  ''la  ópera 
es  la  obra  musical  por  excelencia,  y  exige,  para  su 
ejecución,  el  concurso  de  todo  lo  que  hay  de  más  ex- 
quisito en  las  otras  ramas  de  las  bellas  artes  ;  hace 
acompañar  á  la  música  de  la  poesía,  que  desenvuelve 
la    acción  dramática;  la  pintura,  que    la    encuadra 


362  RESEÑAS   Y   críticas 

con  sus  decoraciones :  el  baile,  que  es  frecuente- 
mente su  obligado  complemento,  y  la  mecánica  apa- 
rece con  todos  sus  perfeccionamientos  en  las  mara- 
villas de  los  cambios  instantáneos  y  de  los  efectos 
de  óptica  y  otros,  que  constituyen  la  ciencia  compli- 
cada del  maquinista". 

Wagner  ha  trazado  de  la  "ópera  del  porvenir  '*  un 
cuadro  que  bien  pudiera  aplicarse  á  la  ópera  con- 
temporánea.  Busca  primeramente  el  poema  para  que 
la  música  se  desarrolle  sobre  él,  y  no  se  contenta 
con  insulsos  libretos.  Tras  del  poema  aspira  á  la 
emancipación  de  la  orquesta,  dotándola  de  vida  y 
arte  propios,  siguiendo  las  huellas  de  Beethoven. 
Recurre  después  al  coro,  emancipándolo  asimismo  de 
su  triste  papel  secundario,  para  elevarlo  á  la  catego- 
ría de  elemento  representante  de  las  multitudes  más 
ó  menos  tumultuosas.  Quiere  que  concurra  también 
el  baile,  como  en  lo  antiguo  concurría  á  todas  las 
solemnidades.  Por  último,  la  arquitectura,  la  pin- 
tura, la  escultura  y  la  mecánica,  con  más  todos  los 
adherentes  artísticos  que  en  el  día  produce  la  ciencia, 
deben  ser  llamados,  según  su  opinión,  á  enriquecer  y 
regenerar  la  ópera. 

Pesd3  luego  es  evidente  que  la  ópera  no  consiste 
en  la  simple  armonía  de  la  música  y  de  la  voz  hu- 
mana, sino  en  cantar  para   expresar  un  sentimiento 


LA   ÓPERA   ITALIANA   EN    BUENOS   AIRES  363 

dramático  ó  cómico.  Al  par  que  cantor  es,  pues, 
preciso  ser  artista. 

Desgraciadamente,  se  ha  observado  en  casi  todas 
partes  que  las  ejecuciones  correctas  son  raras.  No 
basta  que  los  artistas  sean  buenos  cantores ;  deben 
ser  también  buenos  actores.  Deben  comenzar  por 
aprender  sus  papeles  como  si  fueran  á  representar 
un  drama  sin  música;  y  el  estudio  musical  no  debe 
principiar  hasta  que  el  significado  psicológico  del 
papel  se  comprenda  y  la  declamación  se  halle  per- 
fectamente ensayada :  y  sobre  todo  es  nesesario  un 
director  que  simpatice  con  la  obra,  y  la  comprenda 
hasta  en  sus  más  mínimos  detalles.  Una  represen-- 
tación  correcta  revela  la  inmensa  ventaja  que  lleva 
el  músico  al  poeta  dramático;  porque  si  bien  los 
efectos  del  recitado  dramático  se  dejan  necesaria- 
mente al  discernimiento  del  actor,  el  arte  musical 
consigue  fijar  positivamente  cada  acento  y  cada 
inflexión. 

Estos  preceptos  de  un  maestro  distinguido  se  com- 
prueban fácilmente,  analizando  cualquier  compañía. 

Un  tenor  con  una  voz  poderosa,  de  un  registro  ex- 
tenso, puede  abusar  de  las  notas  de  pecho,  llenar 
con  la  sonoridad  y  el  timbre  de  su  órgano  los  ámbi- 
tos de  un  teatro,  pero  si  no  tiene  la  conciencia  y  el 
sentimiento  estético  del  arte,  le  falta  la   inspiración. 


364  RESEÑAS   Y   CRÍTICAS 


ese  tacto  exquisito  que  da  vida  á  la  idea  y  expresión 
á  la  frase ;  —  los  pasajes  más  bellos  serán  interpreta- 
dos materialmente,  pero  sin  amore,  ni  la  debida  en- 
tonación de  voz.  Se  dejarán  oír  notas  poderosísimas, 
pero  se  convertirán  las  escenas  más  intencionadas 
en  simples  declamaciones  de  concierto. 

El  defecto  contrario  es  también  deplorable.  Un 
baje;),' sumamente  artista,  posesionado  de  las  tablas, 
pero  cuya  voz  esté  debilitada  por  el  cansancio,  á  pesar 
de  todos  sus  esfuerzos,  no  logrará  jamás  interpretar 
debidamente  la  idea  del  compositor.  Y  aún  los  que 
tienen  el  privilegio  de  poseer  esa  voz  que  toca  á  la 
de  bajo  y  á  la  de  tenor,  los  barítonos  mismos,  se  ven 
obligados  á  redoblar  sus  esfuerzos,  porque  el  públi  - 
co  es  con  ellos  doblemente  exigente. 

Lo  mismo  relativamente  puede  decirse  de  las  can- 
tatrices, de  las  soprano  absoluto,  mezzo-soprano  y 
contraltos.  Aquellas  tienen  siempre  registros  más 
extensos  que  éstas,  pero  nada  iguala  al  timbre  agra- 
dablemente simpático  de  las  últimas. 

Como  la  más  leve  indisposición  en  cualquiera  de 
estas  primeras  partes  es  lo  suficiente  para  modificar 
de  una  octava  tales  ó  cuales  trozos,  alterando  por 
ese  hecho  el  efecto  del  conjunto,  resulta  que  sólo  se 
puede  apreciar  verdaderamente  y  en  conciencia  una 
ópera,  cuando  se  ha  asistido    á  ella  repetidas  veces. 


LA  ÓPERA   ITALIANA   EN   BUENOS   AIRES  365 

Es  también  probablemente  la  razón  por  qué  los  en- 
sayos generales  pocas  veces  satisfacen  ni  permiten 
formarse  exacta  idea  de  la  partitura. 

Pero  el  público  de  Colón  parece  contribuir  á  fal- 
rear  bajo  este  punto  de  vista  la  recta  apreciación  de 
las  óperas.  Es  fácil  observar  que  se  deja  arrebatar 
con  demasiada  frecuencia  por  entusiasmos  inconsi- 
derados ;  aplaude  con  exageración,  exalta  al  cantor 
y  lo  obliga  á  pesar  suyo  á  forzar  las  notas  para 
arrancar  nuevos  aplausos.  Nuestro  público,  según 
opiniones  competentes,  aplaude  los  extremos  del  re- 
gistro, las  notas  demasiado  elevadas  y  las  demasia- 
do graves. 

No  quiere  esto  decir  que  participe  de  la  opinión 
pesimista  de  los  que  creen  que  en  nuestros  días  el 
*'arte  del  canto"  se  ha  convertido  en  el  '*  arte  del 
grito",  como  dice  Berlioz,  pero  no  puedo  menos  de 
reconocer  que  el  frenesí  de  los  espectadores  llega  á 
su  paroxismo  ante  las  notas  agudas  de  Tamagno  ó  de 
Battistini,  y  las  graves  de  la  Borghi-Mamó  ó  de  la 
Scalchi-Lolli. 

Nadie  puede  negar  que  la  voz  de  Tamagno  es  de 
una  fuerza  extraordinaria,  y  que  si  le  falta  senti- 
miento y  quizá  escuela,  le  sobra  desprendimiento, 
pues  usa  y  abusa  de  un  órgano  realmente  privile- 
giado.    La  Borghi-Mamó,  consumada   artista    como 


306  RESEÑAS  Y   críticas 

lo  es,  y  con  una  voz  notable  sí  bien  no  muy  extensa, 
abusa  quizá  de  los  gestos  dramáticos,  pero  no  de  las 
notas  agudas,  complaciéndose  más  bien  en  las  gra- 
ves. Battistini,  artista  simpático  en  extremo,  tien^ 
una  voz  extraordinariamente  agradable,  y  hay  en 
su  manera  de  cantar  tal  delicadeza  y  distinción,  que 
es  de  sentirse  tan  sólo  no  sea  su  órgano  más  pode- 
roso. En  cuanto  á  la  Scalchi-Lolli,  es  ésta  un  con- 
tralto tan  eximia,  una  artista  tan  completa,  que 
sólo  después  de  haberla  oído  en  Semiramis,  puede 
decirse  que  se  ha  podido  apreciar  una  ópera  para 
la  cual,  en  su  época,  no  encontró  Rossini  contralto 
bastante  poderosa. 

Por  otra  parte,  se  pretende  que  el  público  bonae- 
rense está  también  algo  pervertido  en  sus  gustos 
musicales.  La  música  italiana  —  en  general,  con 
sus  lindas  melodías,  pero  siempre  melodías;  la  mú- 
sica francesa — ^la  común — tan  incitante  por  sus 
bailes,  pero  música  de  los  sentidos ;  la  música  espa- 
ñola, en  que  predomina  la  alegría  de  las  coplas: 
ópera  italiana,  opereta  francesa,  zarzuela  española. 
—  Colón,  Variedades,  Alegría,  —  esos  son  los  tea- 
tros para  solazar  el  espíritu,  recrear  la  fatigada  ima- 
ginación,  instruir  la  'ávida  inteligencia  I  En  los 
países  germánicos  sucede  todo  lo  contrario.  Sin 
hablar  de  la   escuela  wagneriana,   ta  ópera  italiana 


LA  ÓPERA   ITALIANA   EN    BUENOS   AIRES  367 

poco  es  al  lado  de  la  profunda  música  alemana :  — 
alguien  ha  pretendido  que  la  profusión  de  arias  y  de 
cavatinas  denota  sólo  la  melodía  superGcial,  pues  la 
diñcultad  máxima  está  en  expresar  los  huracanes 
tremendos  de  las  pasiones  desencadenadas i  como  los 
tiernísimos  sentimientos  idílicos  del  alma,  por  medio 
de  esas  admirables  combinaciones  de  instrumen- 
tos que  hacen  pensar  involuntariamente  en  el  cielo, 
cuando  se  escuchan  sus  acentos  desgarradores  á  veces, 
conmovedores  siempre.  Así,  sin  mencionar  Tanh&u- 
ser  ó  á  Tristan  und  Isolde  del  gran  revolucionario 
musical,  cuando  se  ha  conocido  y  apreciado  el  teatro 
clásico  alemán,  aparecen  descoloridos  y  confusos 
los  recuerdos  de  Norma  ó  de  Ruy  Blas ;  los  valses 
de  Giroflé-Giroflá  ó  las  canciones  de  la  Marina. 

De  ahí  que  se  explique  cómo  diletantes  porteños, 
admirando  extraordinariamente  á  Meyerbeer,  prefie- 
ren el  Roberto  el  Diablo  al  Profeta ;  en  esta  última 
ópera,  hay  realmente  falta  de  arias  y  de  cavatinas : 
apenas  si  admiran  el  sublime  arioso  de  Pides. 

La  ópera  italiana  que  tanto  seduce  al  dilentantismo 
bonaerense,  es  decir,  la  de  Rossini,  Bellini  y  Doni- 
zetti,  está  á  punto  de  ser  preferida  por  la  de  Verdi, 
Meyerbeer  ó  Gounod.  Estos  son  los  compositores 
cuyas  obras  se  suceden  siempre  en  Colon:  los  otros, 
lo  ocupan  sólo  por  intervalos. 


-jóS  KESEXAS  T  CRÍTICAS 


Y  bien!  iustamente  Rossini,  Bellini  y  Donizetti son 
los  más  á  propósito  para  producir  un  diletantismo 
enfermizo.  E3  fondo  se  encuentra,  en  sus  óperas, 
sacrificado  á  la  forma.  La  melodía  absorbe  toda  la 
idea  musical;  el  canto  predomina,  y  la  orquesta 
parece  sólo  acompañarle  de  lejos.  Sus  óperas  no  son 
sino  variaciones  sobre  el  tema  eterno  del  amor;  apa- 
sionado, ardiente,  sublime,  que  11^^  hasta  la  deses- 
peración— como  en  Norma \  "pasión  terrestre,  con 
sus  desórdenes  y  sus  retornos,  sus  desesperaciones  y 
sus  delicias",  como  en  la  declaración  de  amor  de 
Lucrecia  Borgia^  el  4®  acto  de  Favorita,  6  en  Lucia, 
etc.  La  imaginación  se  encuentra  sobrexcitada,  arru- 
Hada,  los  sentidos  se  adormecen  voluptuosamente,  y 
se  goza  de  una  manera  inconsciente  y  arrobadora. 
Pero  los  argumentos!...  los  hay  tan  disparatados, 
que  si  las  niñas  ó  matronas  que  tan  conmovidas  es- 
cuchan ciertas  óperas,  los  comprendieran  bien,  se 
cubrirían  pudorosas  su  rostro !  La  melodía  es  para 
los  compositores  italianos  un  fin,  nunca  un  medio: 
se  quiere  pasar  el  momento,  jamás  producir  un  efec- 
to verdadero.  Quizá  por  esto  los  teatros  en  Italia 
son  más  bien  un  lugar  de  reunión,  donde  se  visita 
en  sus  palcos  á  las  familias  conocidas,  se  conversa  y 
se  habla  de  negocios. 

De  ahí  que  no  se  comprendan  —  ni  se  quiera  com- 


LA   ÓPERA    ITALIANA   EN    BUENOS   AIRES  369 


prender  —  las  palabras  del  canto  :  lo  que  se  desea  es 
retener  el  aire,  la  tonada.  Los  cantores,  en  efecto, 
ejecutan  únicamente  variaciones  de  la  voz;  no  se 
proponen  encarnar  pasiones  más  ó  menos  dramá- 
ticas. 

Afortunadamente  esa  música  ha  pasado  al  dominio 
de  los  organillos,  y  á  fuerza  de  vulgarizarse,  ha 
caído  algo  en  descrédito.  Hoy  día,  los  mejores  trozos 
—  como  el  famoso  miserere  del  Trovador  —  se  han 
hecho  tan  comunes,  que  nadie  quiere  recordarlos. 

Esta  evolución  en  nuestros  gustos  musicales  se  ha 
acentuado  extraordinariamente  desde  que  hemos 
podido  apreciar  la  música  meyerbeeriana,  y  entusias- 
marnos por  Roberto  el  Diablo,  Hugonotes,  Profeta 
y  Africana.  Hoy  se  escucha  con  fastidio  ó,  por  lo 
menos,  con  indiferencia  las  antiguas  óperas  de  los 
maestros  que  en  otra  época  hicieron  las  delicias  de 
nuestros  padres.  Esta  evolución  lógica  no  parece 
haber  sido  aún  del  todo  comprendida  por  el  empre- 
sario señor  Ferrari,  á  juzgar  por  la  persistencia  con 
que  vuelve  á  poner  en  escena  óperas  como  Ernani  y 
Travtata,  que  hicieron  ya  su  época.  Estas  y  otras 
óperas  semejantes  —  debe  convencerse  de  ello  —  eran 
buenas  para  aquel  tiempo  en  que,  como  dice  un 
crítico  distinguido,  *'las  exigencias  del  público  esta- 
ban complacidas    con  ver    á    una  artista  lucir   sus 

34 


370  RESEÑAS   Y   CRÍTICAS 


facultades  vocales,  su  agilidad  de  garganta,  sus  in- 
trincadas y  laberínticas  fermafas,  sin  fijarse  en 
otra  multitud  de  detalles  y  circuntancias  que  nece- 
sariamente exigen  la  índole  y  naturaleza  del  drama 
lírico,  según  lo  comprenden  la  estética  y  el  arte,  y 
así  lo  han  realizado  los  grandes  compositores  de 
nuestros  días.  Una  ópera  valía  entonces  tanto  como 
un  concierto,  donde  el  cantor  iba  á  exhibir  toda  su 
virtuosité,  como  dicen  los  franceses,  en  una  aria, 
una  romanza,  ó  una  cavatina,  que  el  compositor  ya 
le  había  dispuesto  para  mayor  lucimiento.  La  acción 
dramática  realizada  por  medio  de  los  recursos  de  la 
orquesta,  coros  y  demás  elementos  que  entran  en  la 
formación  de  la  ópera  moderna,  era  una  cosa  secun- 
daria que  debía  subordinarse  en  un  todo  al  fin  capi- 
tal, al  canto  y  á  la  melodía  seca,  desnuda,  y  estem- 
poránea  siempre,  mejor  dicho,  al  cantor,  cuya  tiranía 
para  el  compositor  era  irresistible  é  inevitable,  si  no 
quería  hacer  fiasco  en  sus  obras". 

Por  eso  he  encontrado  justa  la  observación  del  dis- 
tinguido periodista  brasilero  señor  Cámara  te,  que  se 
quejaba  de  que  hubiera  entre  nosotros  carencia  de 
críticos  musicales,  porque  no  se  señalaban  los  defec- 
tos que  á  los  artistas  impone  este  público,  ni  se 
corrige  ó  encamina  el  buen  gusto  de  los  diletantes 
asiduos. 


LA   ÓPERA   ITALIANA   EN    BUENOS   AIRES  3  7  1 


Entre  tanto,  se  asiste  en'  estos  momentos  entre 
nosotros  á  un  espectáculo  original.  Hasta  ahora 
las  óperas  que  se  representaban  habían  apasionado 
á  esta  sociedad  más  por  la  melodía  y  el  canto»  que 
por  la  trama  dramática  ó  la  idea  desarrollada;  lo 
que  se  buscaba  era  pasar  un  rato  de  solaz,  recrear 
agradablemente  el  oído  y  entretener  el  espíritu.  De 
ahí  que  las  crónicas  musicales  se  redujeran  á  las  nio- 
destas  proporciones  de  meras  gacetillas,  más  ó  me- 
nos chispeantes,  y  en  las  que  sólo  por  vía  de  excep- 
ción se  deslizaban  algunas  notas  técnicas  sobre  el 
mérito  de  la  voz  ó  la  belleza  de  algún  pasaje. 

Hoy  parece  que  esto  cambja :  se  desea  algo  más, 
se  trata  de  apreciar  debidamente  la  partitura,  de 
profundizar  el  pensamiento  del  compositor;  se  estu- 
dian los  argumentos  y  se  juzga  el  drama  á  la  vez  que 
la  música.  De  ahí  que  de  un  tiempo  á  esta  parte 
haya  un  verdadero  interés  en  discutir  los  variados 
problemas  de  estética,  de  crítica  artística,  de  histo- 
ria musical  y  de  desarrollo  dramático  que  las  óperas 
suscitan. 

Sin  embargo,  los  concurrentes  á  la  ópera  oyen 
aquí  buenamente  lo  que  el  empresario  quiere  hacer- 
les oír,  y  éste  á  veces  ignora  qué  es  lo  que  debe 
poner  en  escena,  siendo  tan  vasto  el  repertorio  lírico. 
Ahora  bien,  cuando  se   pagan  los  precios  elevadísi- 


37^  RESEÑAS  T  CRÍTICAS 


mos  de  Colón,  cuando  hay  familias  á  quienes  el  palco 
les  cuesta  75.000  pesos  moneda  corriente,  y  caba- 
lleros que  pagan  12.000  pesos  por  su  tertulia,  parece 
que  hay  un  verdadero  derecho  para  ser  exigentes,  y 
para  reñnar  el  gusto,  variando  el  repertorio,  oyendo 
las  óperas  contemporáneas,  exigiendo  que  se  traigan 
compañías  para  las  óperas  y  no  que  se  arreglen  ópe- 
ras para  las  compañías. 

i  Quién  es  el  culpable  de  este  estado  de  cosas  }  La 
gran  masa  del  público  no  está  en  aptitud  de  juzgar 
tan  delicada  cuestión;  el  empresario,  aún  teniendo 
buena  voluntad,  sigue  sus  inclinaciones  cuando  no 
sus  intereses;  —  la  culpa  la  tiene  esa  falta  de  críticos 
verdaderos,  que  sepan  encaminar  la  opinión  musi- 
cal y  refinarla;  contener  ó  dirigir  á  los  empresarios, 
y  hacer  que,  si  pagamos  bien  caro  nuestro  teatro, 
tengamos  á  lo  menos  lo  que  nuestro  dinero  nos  per- 
mite exigir. 


Agosto  de  1883. 


Xlll 


EL    PRIMER    **  salón"   ARGENTINO 


HsiSTiMOS  en  estos  momentos  á  un  espectáculo 
verdaderamente  interesante.  Puede  decirse  sin 
exageración  que  se  acaba  de  dar  un  paso  decisivo  en 
el  camino  de  nuestra  evolución  social.  Y  ese  paso  debe 
saludarse  con  tanta  mayor  satisfacción,  cuánto  que  se 
debe  al  esfuerzo  individual,  sin  sombra  de  protección 
ofícial,  más  aún,  sin  que  las  autoridades  cortesmente 
invitadas  á  cooperar  con  su  sola  presencia,  hayan 
creído  que  la  más  elemental  cortesía  imponía,  en  de- 
fecto de  su  presencia,  siquiera  la  fórmula  banal  de 
un  acuse  de  recibo. 

La  institución  anual  del  Salón  del  Ateneo,  para 
celebrar  allí  periódicamente  exposiciones  de  pinturas, 
dibujos  y  esculturas,  es  un  acontecimiento  de  bulto 
en  un  país  esencialmente  mercante  y  en  el  cual  todo 


374  RESEÑAS   Y   CRÍTICAS 

en  este  instante  se  encuentra  en  plena  transformación, 
hasta  la  misma  raza  nacional,  que  está  recién  elabo- 
rando su  tipo  definitivo.  El  hecho  sólo  de  que  en  un 
centro  de  más  de  medio  millón  de  almas,  que  se  dis- 
tingue especialmente  por  su  carácter  de  factoría  ul- 
tramarina, haya  sido  posible  formar  una  agrupación 
exclusivamente  intelectual  como  es  el  Ateneo,  y  éste 
á  su  vez  se  haya  sentido  bastante  autorizado  como 
para  crear  el  Salón  anual  de  Bellas  Artes,  es  un  sig- 
no halagüeño  de  progreso  que  no  puede  tratarse  de 
modo  baladi  y  que  merece  fijar  nuestra  atención.  Lo 
que  ello  significa  para  nuestra  sociabilidad  en  forma- 
ción, es  lo  que  desearíamos  dejar  aquí  sentado,  si- 
quiera en  la  forma  somera  que  permite  un  artículo 
de  diario. 


En  estos  países  nuevos,  á  los  que  desborda  la  po- 
blación exuberante  de  las  viejas  naciones  europeas, 
tiene  forzosamente  que  predominar  por  sobre  todas 
las  cosas  la  actividad  material  que  se  afana  en  procu- 
ra de  riquezas,  soñadas  con  acendradísimo  amor  por 
todos  los  que  abandonan  su  hogar  natal,  para  expa- 
triarse á  países  lejanos  en  busca  de  la  ciega  fortuna. 


EL   PRIMER   "salón"    ARGENTINO  37$ 

Es  ésta  la  diosa  que  preside  tiránica  la  vida  de  paí- 
ses semejantes :  absorbe  toda  la  actividad  de  nativos 
y  extraños,  los  aguijonea,  los  fascina,  los  precipita  en 
esa  carrera  locamente  desesperada  tras  el  bíblico  be- 
cerro, y  no  les  permite  instante  de  reposo  para  pen- 
sar en  otras  cosas,  ni  da  cabida  á  necesidades  de  otro 
orden,  cuya  satisfacción  no  sea  la  incesante  acumu- 
lación^ de  la  riqueza  material.  Mientras  haya  tierra 
inculta  que  aprovechar  y  siga  inundando  esta  región 
virgen  el  torrente  de  gentes  y  capitales  que  arroja 
del  Viejo  Mundo  la  superabundancia  de  las  cosas, 
ese  fenómeno  seguirá  constante,  sin  que  haya  dique 
alguno  bastante  poderoso  para  contener  aquél  y  sin 
que  convenga  tampoco  que  se  modifique  tal  corrien- 
te. Para  que  llegue  un  momento  de  reposo,  es  nece- 
sario que  la  ley  fatal  se  cumpla,  que  se  pueblen  pri- 
mero los  territorios  desiertos,  que  se  normalice  la  ac- 
tividad desordenada  que  caracteriza  ese  primer  perío- 
do, y  recién  entonces  se  dibujen  las  clases  sociales,  se 
especialicen  las  tendencias  y  pueda  pensarse  en  otro 
orden  de  necesidades. 

Tal  ha  pasado  en  todos  los  países  nuevos :  tal  acon- 
tece hoy  en  la  Argentina. 

Nuestro  país,  afortunadamente,  no  ha  perdido  su 
tiempo.  Medio  siglo  de  sangrientas  discordias  civiles 
le  ha  permitido  realizar  su  revolución  social,  formar 


37^  RESEÑAS   Y   CRÍTICAS 


una   verdadera  democracia  y  preparar  asi  una  base 
admirable  para  recibir  la  avalancha  fecundante  de 
gentes  y  capitales,  y  fundir  el  todo  en  un  producto 
homogéneo.  No  ha  terminado  aún  esta  segunda  evo- 
lución :  priman  todavía  las  preocupaciones  y  las  ocu- 
paciones  materiales,  y   es  el  ambiente  ingrato  para 
necesidades  de  orden  intelectual,  como  son  las  artís- 
ticas, que  presuponen  cierta  cultura  refinada  de  que 
sólo  pueden  gozar  aquellas  clases  sociales  que  se  en- 
cuentran independizadas  de  la  materialidad  de  la  lu- 
cha diaria  por  la  vida.  El  gusto  artístico  y  el  criterio 
correspondiente  que  lo  forma  y  depura,  no  se  aviene 
con  la  existencia  sudorosa  sobre  el  yunque  constante, 
sin  apartar  la  vista  de  la  labor  que  se  realiza.  Los 
que  en  medio  de  una  sociedad  semejante  se  entregan 
á  las  nobles  especulaciones  del  espíritu  ó  corren  tras 
la  forma  tangible,  tan  esquiva  siempre,  de  la  belleza 
eterna,  son  individuos  trasplantados  en  un  medio  pa- 
ra ellos  imposible,    existencias  del  todo  artificiales 
que  se  forman  al  calor  de  una  cultura  bebida  en  los 
países  viejos,  y  que  al   poco  tiempo  de  radicarse  en 
estas  regiones  nuevas,  por  fuerza  languidecen  y  con- 
cluyen por  renunciar  poco  á   poco   á  lucha  tan  des- 
igual,  faltos    de  estímulo,    del    ambiente  necesario 
que  fomenta  y  estimula  la  producción  que  la  juzga  y 
la  valora. 


EL   PRIMER    ''salón"    ARGENTINO  377 


Cultivar  las  artes  en  condiciones  semejantes,  es 
pretender  desviar  con  el  simple  brazo  el  cauce  de  los 
ríos,  es  marchar  conscientemente  al  má?  penoso  de 
los  sacrificios,  al  suicidio  moral  que  implica  para  el 
que  siente  en  su  pechóla  luz  divina,  tener  que  dejar- 
la apagarse  y  presenciar  impasible  las  oscilaciones 
desesperantes  de  una  llama  que  se  extingue  y  que 
pugna  por  iluminar. 

^  Quién  tiene  tiempo  de  más  en  nuestra  vida  tan 
ocupada,  para  detenerse  ante  una  obra  de  arte,  es  de- 
cir, para  apreciarla  y  comprenderla  ?  Porque  para 
ello  no  basta  ni  la  fortuna  adquirida  ni  el  ocio  mo- 
mentáneo :  se  necesita  el  criterio  y  el  gusto,  y  estos 
no  se  improvisan  ni  en  una  ni  en  dos  generaciones, 
ni  adquieren  vida  propia  cuando  no  existe  tradición, 
y  menos  en  sociedades  que  cambian  incesantemen- 
te, como  la  superficie  del  mar  perpetuamente  movida 
por  las  olas  eternas,  que  se  suceden  unas  á  las  otras 
sin  que  hayan  dos  que  se  parezcan. 

De  ahí  que,  olvidando  el  viejo  dicho  de  que  nada 
hace  la  naturaleza  á  saltos,  escollen  las  tentativas, 
repetidas  sin  cesar,  de  formar  entre  nosotros  escue- 
las artísticas.  Los  gobiernos  han  sido  más  ó  menos 
pródigos  en  enviar  á  Europa  á  los  jóvenes  que  demos- 
traban decididas  inclinaciones  artísticas,  les  han  da- 
do los  medios  para   formarse  allí,  para  producir,  y 


378  RESEÑAS   Y   CRÍTICAS 

cuando  los  han  creído  con  alas  para  volar  por  sí  solos, 
los  han  hecho  regresar  para  que  prediquen  entre  no- 
sotros la  buena  nueva.  Pero  se  ha  repetido  el  sem- 
piterno axioma  de  la  voz  que  clama  en  el  desierto,  y 
después  de  luchar  en  el  vacío,  comienzan  á  desespe- 
rar, obligados  á  convertir  su  arte  en  industria,  ya 
que  el  artista  sin  medios  propios  de  fortuna,  de  su 
arte  debe  vivir;  y  esos  *'  profesionales  "tienen  que  po- 
nerse al  unísono  con  el  nivel  general,  para  satisfacer 
la  demanda  de  clientes  más  ó  menos  rara  avis^  que 
siempre  creen  retribuir  demasiado  pródigamente  se- 
mejantes trabajos,  que  parecen  valoraran  por  sus  di- 
mensiones y  no  por  su  contenido. 

Es  evidente  que  estamos  hablando  en  tesis  general, 
y  es  más  que  sabido  que  no  hay  regla  sin  excepción  y 
que,  entre  nosotros,  las  hay  muy  honrosas  en  ese 
sentido. 

Más  aún :  los  pintores  ó  escultores  que  á  pesar  de 
tan  desfavorables  circunstancias  perseveran  aún  en 
su  profesión,  concluyen  por  perder  hasta  el  deseo  de 
hacer  algo  que  salga  de  la  banalidad,  porque  ni  saben 
dónde  dar  á  conocer  sus  trabajos  ni  siquiera  si  habrá 
público  suficientemente  preparado  para  apreciar  y  juz- 
garlos. De  ahí  que  trabajen  como  si  fueran  simples 
obreros,  á  la  tarea,  á  tanto  por  retrato,  y  en  esto  mis- 
mo sabiendo  que  el  interesado  jamás  vendrá  á  darles 


EL  PRIMER  *' salón"  ARGENTINO       -J  7  Q 

una  sola  sesión  en  el  taller,  porque  i  de  dónde  sacar 
tiempo  para  cosa  tan  inútil  ?,  sino  que  se  contentará 
con  darles  una  fotografía  más  ó  menos  buena,  y  que 
trabaje  sobre  ella  el  artesano  que  en  mala  hora  se 
metió  á  artista!  Si  semejante  existencia  no  es  causa 
bastante  á  sofocar  los  brios  más  impetuosos,  debe  de- 
cirse que  nos  encontraríamos  en  presencia  de  un  ge- 
nio verdadero,  y  asimismo  c  podría  acaso  revelarse 
un  genio  en  ambiente  tan  antipático,  como  si  fuera 
una  aparición  misteriosa,  sin  antecedentes  y  sin  coad- 
yuvantes? Tal  acontecimiento  sería  una  verdadera 
novedad  en  la  historia,  y  habría  que  cre^T  en  los  mi- 
lagros para  admitir  tal  excepción  á  la  lógica  y  á  la 
experiencia  de  los  siglos. 

Entonces,  pues,  con  mayor  razón  no  es  posible  es- 
perar que,  necesitando  de  su  trabajo  para  vivir,  es- 
terilizando sus  facultades  en  la  banalidad  de  una  tarea 
semi-mecánica,  los  artistas  encuentren  musa  y  tiem- 
po y  medios  para  crear  obras  de  arte,  para  trabajar- 
las con  il  lungo  studio  ed  il  grand'amore  que  exigía 
el  poeta,  y  todo  ello  para  arrumbarlas  en  un  rincón  de 
su  taller,  á  la  espera  de  que  las  generaciones  venide- 
ras les  hagan  justicia,  emitiendo  un  fallo  del  que  se 
siente  incapaz  la  generación  contemporánea. 

Y  de  ese  estado  de  cosas  no  hay  que  culpar  á  na- 
die, ni    menos  pretender  hacer  cargos  injustos  á  las 


380  RESEÑAS   T  CRÍTICAS 


actuales  generaciones.  A  éstas  les  toca  su  tarea  his- 
tórica: tienen  que  poblarla  tierra,  que  desenvolver 
las  industrias  y  el  comercio,  que  acumular  las  rique- 
zas, que  formar  la  sociedad  definitiva  y  normal  que 
vendrá  más  adelante.  A  esa  otra  sociedad,  ya  más 
desahogada  de  la  abrumadora  tarea  material,  le  toca- 
rá ocuparse  de  las  artes,  de  la  inteligencia  y  de  tantas 
otras  cosas  que  no  son  las  materiales,  ya  que  es 
igualmente  ley  providencial  que  el  hombre  no  vive 
sólo  de  pan. 

Querer  invertir  el  orden,  pedir  á  la  generación  ac- 
tual un  esfuerzo  que  corresponde  á  la  siguiente,  es 
desconocer  las  leyes,  que  no  son  sino  las  relaciones 
naturales  de  las  cosas,  y  es  acometer  la  tarea  mitoló- 
gica de  Sísifo,  porque  todo  lo  artificial  es  enfermizo 
y  momentáneo,  y  para  darle  un  falso  aspecto  de  per- 
manente, hay  que  volver  á  crearlo  á  cada  instante,  y 
nada  bueno  se  obtiene,  sino  por  el  contrario  mucho 
pernicioso,  al  querer  forzar  á  sabiendas  lo  que  no  pue- 
de forzarse. 


II 


Dadas  esas  ideas,  fácil  es  comprender  con  cuan 
profundo  interés  hemos  seguido  esta  nueva  tentativa 
que  se  traduce  por  la  formación  del  Ateneo  y  la  crea- 


EL  PRIMER  **  salón"  ARGENTINO       38  I 

ción  del  Salón  anual.  {Tiene  este  hecho  los  caracte- 
res  de  verdad  y  estabilidad  que  permitan  considerar? 
lo  como  un  signo  precursor  de  que  nuestra  sociedad 
entra  en  un  nuevo  periodo  de  evolución ,  ó  se  trata 
tan  sólo  de  un  esfuerzo,  noble  y  generoso  sin  duda, 
pero  artificial  y  por  lo  tanto  falso  y  condenado  á  lán- 
guida vida  ? 

Tal  es  la  cuestión  interesante  que  provoca  la  aper- 
tura del  Salón  de  Pinturas  y  Elsculturas.  <  Podemos 
resolverla  sin  más  trámite,  vale  decir,  ha  sido  la 
prueba  suficientemente  elocuente  para  permitir  un 
juicio  claro  en  un  sentido  ú  otro? 

Nos  parece  que  el  nuevo  esfuerzo  aún  no  ha  durado 
lo  bastante  como  para  distinguir  si  se  trata  de  algo 
real,  ó  simplemente  de  una  tentativa  artificial.  To- 
das las  apariencias  hasta  ahora  inclinan  la  balanza  en 
el  primer  sentido. 

El  Ateneo  se  ha  formado  en  medio  una  balumba 
de  críticas,  de  lazzi  y  de  chistes  burlescos  más  ó  me- 
nos bien  imaginados. 

Este  hecho  demuestra  que  la  institución  nace  vigo- 
rosa, enérgica  y  triunfante:  ha  respondido,  pues,  á 
una  verdadera  necesidad  social ;  ha  encontrado  el 
eterno  grupo  de  hombres  de  fe  que  la  ha  dado  vida 
y  ambición  de  ir  adelante  siempre :  su  marcha  serena, 
pero  firme,  prueba  que  siente  que  tiene  una  misión 


-fHz  UtSESAS  T   CMÍnCÁS 

v>cíal  que  cumplir,  y  que  está  resuelta  á  ello.  En 
hMh  acto»  ha  dominado  hasta  ahora  la  mayor  genero- 
hídad  y  amplitud  de  miras. 

Ke»uclta  la  creación  del  Salón  anual  de  Bellas  Ar- 
tes, ha  creído  que  el  primero  debía  abrirse  sin  de- 
mora, para  mostrar  lo  que  existía,  sorprendiendo  á 
los  artibtas  y  al  público  mismo;  á  los  primeros, 
porque  no  dándoles  tiempo  para  hacer  nada  ad 
hoc^  muestra  cuál  es  su  fuerza  con  arreglo  á  lo 
que  silenciosamente  producen;  al  segundo,  porque 
no  tenía  hasta  ahora  cómo  formarse  idea  de  lo  que 
aquí  se  trabaja  en  arte,  y  ni  siquiera  de  si  algo  se 
hace. 

Ha  ¡o  este  punto  de  vista,  reviste  el  presente  Salón 
una  importancia  de  que  carecerán  los  sucesivos,  ya 
que  á  éstos  se  enviarán  obras  especialmente  prepara- 
das para  ello,  y  de  que,  de  hoy  en  adelante,  los  artistas 
trabajarán  con  nuevo  estímulo  y  con  mayor  amores 
pues  saben  que  sus  obras  serán  sometidas  al  juicio 
de  muchos.  Hoy,  la  apertura  át\  Salón  á  renglón  se- 
guido del  anuncio  de  su  creación,  los  obliga  á  exhi- 
birse tal  como  son,  sin  artificio  posible;  algunos, 
apasionados  de  su  arte  aun  cuando  sea  en  el  silencio 
del  taller;  otros,  más  descorazonados,  produciendo 
sólo  obras  de  encargo,  hechas  un  poco  á  la  diable,  6 
por  lo  menos  sin  ese  sello   amoroso  que  imprime  á 


EL   PRIMER    *^  salón"   ARGENTINO  383 

uaa  obra  el  alma  misma  del  artista,  cuando  trabaja  á 
la  par  de  la  mano. 

Juzgar  este  Salón  con  el  criterio  de  los  críticos  de 
arte  que  aprecian  un  Salón  de  París,  es  caer  en  un 
grosero  contrasentido,  porque  es  equiparar  dos  so- 
ciedades en  polos  opuestos,  suponer  idéntico  el  am- 
biente intelectual  de  ambos  centros,  tan  afínado  y  re- 
flnado  el  gusto  y  el  criterio  en  uno  como  en  otro 
punto. 

Si  para  el  par  de  millones  de  almas  que  viven  en 
París,  veinte  mil  pintores  trabajan  con  afán,  y  en 
cada  Salón  al  aceptar  unos  tres  mil  cuadros,  hay  que 
rechazar  siete  mil,  i  qué  se  dirá  de  Buenos  Aires,  cuyo 
medio  millón  de  habitantes  encierra  apenas  una  cin- 
cuentena de  pintores,  y  en  cuyo  incipiente  Salón 
apenas  se  ha  reunido  un  centenar  de  telas,  muchas 
de  ellas  ya  de  algunos  años  de  existencia  ? 

Y  para  esto  mismo  el  Salón  del  Ateneo  ha  tenido 
que  desplegar  una  amplia  tolerancia :  ha  aceptado 
no  sólo  obras  viejas  á  la  par  que  nuevas,  sin  contar 
con  que  entre  ellas  hay  buenas  y  bastante  malas,  sino 
que  ha  aceptado  artistas  profesionales  y  simples 
aficionados,  sin  contar  con  los  artistas  dilettantes 
que  forman  una  categoría  intermedia. 

Cuando  hablábamos  antes  de  la  condición  de  los 
artistas  entre  nosotros,  es  entendido  que  nos  referi- 


384  RESEÑAS   Y   CRÍTICAS 

mos  á  los  profesionales  y  á  los  dilettantes,  pero  no  á 
los  pseudo-aficionados.  Porque  estos  tales  aficionados 
se  ocupan  del  pastiche  del  arte,  lo  profanan,  lo  vili- 
pendian, haciéndolo  servir  como  uno.de  los  tantos 
adornos  de  cultura  social,  y  ocupándose  de  él  de 
paso,  en  el  lugar  secundario  y  en  la  proporción  estric- 
tamente necesaria  para  contribuir  con  ese  barniz  al 
brillo  de  una  educación  más  ó  menos  de  oropel, 
dándole  un  carácter  falso,  sin  base,  verdadero  sacri- 
legio artístico. 

Esos  tales  aficionados,  sin  amor  por  el  arte,  sin 
criterio  para  apreciarlo,  que  se  contentan  con  lo 
superficial  y  que  aspiran  á  ser  coloristas  sin  haber 
sido  dibujantes,  constituyen  la  peor  plaga,  la  más  per- 
niciosa, porque  falsea  el  gusto,  lo  corrompe  y  dá  la 
más  triste  idea  de  esa  misma  cultura  que  pretende 
realzar. 

En  esa  falange  de  aficionados  se  vé  á  la  legua  que 
el  maestro  hace  las  cuatro  quintas  partes  del  cuadro, 
porque  cuando  diversos  discípulos  mandan  telas  con 
composiciones  análogas,  con  los  mismos  defectos,  el 
mismo  colorido,  la  misma  estereotipia,  sube  á  las 
mejillas  el  rubor  ante  tal  sacrilegio  de  arte,  y  no  se 
explica  cómo  haya  falsos  sacerdotes  que  desnaturali- 
cen de  tal  modo  su  culto  y  que  se  presten  á  una  farsa 
tan  triste  como  ingenua. 


EL   PRIMER    "salón'*   ARGENTINO  38^ 

Jamás  será  sufícientemeate  enérgica  la  condena- 
ción de  un  proceder  semejante :  si  el  discípulo  tiene 
amor  al  arte,  enséñele  el  maestro  á  estudiar  la  técnica 
y  á  encaminar  sus  tendencias ;  si  no  tiene  tal  amor, 
hágale  el  servicio  de  no  fomentarlo  en  una  vía 
estéril  y  en  la  cual  lo  engaña  miserablemente.  Se 
dirá  que  el  profesor  está  sometido  á  la  dura  lex,  sed 
lex  de  la  necesidad,  y  que  no  puede  escoger  sus  dis- 
cípulos ni  reaccionar  contra  la  corriente  que  exige 
producir  de  golpe  algo,  aún  cuando  ienga  que  ha- 
cerlo todo  él.  Tal  sucede,  por  ejemplo,  con  esos 
maestros  de  piano  que  tienen  discípulos  que  exigen 
se  les  enseñe  piezas  más  ó  menos  fáciles,  sin  coAocer 
la  música  y  sin  haber  ejercitado  escalas. 

Así  se  fomentan  las  mediocridades  que  ya  pululan 
demasiado. 

Pero  si  hemos  sido  enérgicos  en  estigmatizar  esa 
plaga  de  "aficionados",  saquémonos  el  sombrero 
ante  los  artistas  dilettantes,  es  decir,  ante  aquellos 
que  no  hacen  profesión  ni  medio  de  vivir  del  arte, 
sino  que,  poseidos  de  amoroso  culto  por  él,  lo  culti- 
van con  fervor,  con  pasión;  trabajan,  viven  y  se 
ensimisman  en  su  estudio,  y  brilla  en  sus  obras  ese 
sello  característico  que,  aún  á  los  trabajos  más  defec- 
tuosos, imprime  la  sinceridad  y  la  pasión. 

Esos   artistas  dilettantes  han  tenido  que  hacer  el 

35 


386  RESEÑAS   Y   CRÍTICAS 

estudio  técnico  á  la  par  de  los  artistas  profesionales, 
y  sólo  después  de  pasar  largos  años,  —  para  tomar 
el  caso  de  la  pintura,  —  en  el  estudio  del  dibujo,  en 
el  yeso,  en  el  modelo,  y  de  haber  trabajado  en  el 
taller  de  los  maestros,  se  permiten  cultivar  ese  divino 
arte  con  la  deliciosa  fruición  de  los  iniciados  y  con 
esa  fíebre  especial  de  los  iluminados,  olvidándose  de 
las  horas  cuando  trabaja  el  pincel  sobre  el  lienzo  en 
presencia  del  modelo  vivo,  ó  de  la  naturaleza,  tra- 
tando de  sorprender  infatigables  el  secreto  mismo  de 
la  vida,  —  para  trasladarlo  á  la  tela,  y  á  veces  con 
un  punto,  con  una  pincelada  imperceptible,  reflejar 
el  alma  misma ! 

De  todo  ello  hay  en  el  Salón,  y  esos  elementos,  un 
tantico  heterogéneos,  se  irán  armonizando  á  la 
larga,  depurándose  á  las  veces  en  los  Salones  suce- 
sivos. 


III 


Toca  á  los  críticos  de  arte  analizar  debidamente 
las  obras  expuestas  en  el  Salón,  Aun  apreciando 
con  benevolencia  las  del  grupo  de  aficionados,  y  con 
la  debida  deferencia  las  de  los  dilettantes,  queda 
todavía  el  conjunto  de  artistas  profesionales,  cuyas 


EL   PRIMER    "salón"    ARGENTINO  387 


obras  llenas  de  interés  provocan  un  juicio  técnico 
que  debemos  desear  no  se  haga  esperar. 

Ver  y  sentir:  parece  ser  esa  la  norma  que  acerta- 
damente siguen  los  artistas  que,  en  el  caso  presente, 
llamaré  profesionales.  Pues  bien:  ante  ese  rasgo, 
que  implica  la  máxima  sinceridad  en  el  pintor  —  para 
concretar  la  cuestión  á  la  pintura  —  deben  callar  las 
críticas  de  detalle,  buscadas  quizá  para  comprobar 
que  no  existe  cosa  perfecta.  Lejos,  pues,  de  la  mente 
de  este  articulo  entrar  en  semejante  chicana  del 
oficio. 

cQué  se  adelantaría,  por  ejemplo,  con  buscar  si 
en  tal  cuadro,  en  el  conjunto  la  perspectiva  es  un 
tantico  defectuosa,  no  diremos  en  las  proporciones, 
por  la  disminución  de  los  tamaños;  pero  quizá  en 
la  coloración,  que  está  en  tan  íntimo  consorcio  con 
la  distancia?  La  misma  proporción  entre  las  figuras 
del  primer  plano  y  de  los  otros  sucesivos,  pudiera 
no  responder  exactamente  á  las  exigencias  de  la 
percepción  visual.  Verdad  es  que  á  las  veces  la 
culpa  es  exclusiva  del  espectador,  según  sepa  colo- 
carse en  el  justo  punto  de  mira  que  todo  cuadro  exige, 
y  según  se  aleje  de  aquél  en   una  ú  otra  dirección. 

{Podría  acaso  decirse  que  los  juegos  de  luz  emplea- 
dos, producen  la  ilusión  del  relieve  de  las  figuras 
mismas  en  tal  otro  cuadro?     Para  lograr  ese  trompe- 


388  RESEÑAS  Y  CRÍTICAS 

/'cBt7,  según  el  lenguaje  de  taller,  aquel  artista  no 
ha  querido  usar  del  procedimiento  peligroso  que 
provoca  la  ilusión  del  relieve  de  ciertas  facciones, 
gracias  al  uso  del  empaste.  Tal  otro  artista,  por  el 
contrario,  ha  obtenido  por  ese  procedimiento  un 
éxito  lisonjero  en  cierta  pequeña  tela. 

Una  de  las  telas  más  simpáticas  nos  sugiere  la 
duda  de  si  el  artista  ha  usado  acaso,  con  la  discre- 
ción debida,  del  valor  de  los  colores,  ya  que  en 
ciertas  figuras  salientes  ha  preferido  los  tonos  secun- 
darios de  la  escala  cromática.  Quizá  el  uso  del  color 
azul  en  el  primer  plano  quita  en  algo  la  ilusión  de 
lo  lejanos  que  deben  representarse  los  grupos  de 
ginetes,  ó  la  masa  de  casas  en  el  fondo  de  la  tela. 
Los  ginetes  á  galope...  si  es  cierto  que  la  represen- 
tación del  movimiento  es  la  ambición,  y  á  veces  la 
desesperación,  de  la  pintura  —  <no  ha  sacrificado  un 
poco  el  artista  las  actitudes  verdaderas,  tal  cual  las 
percibe  el  ojo  común,  á  las  convencionales  que  las 
Academias  hasta  hace  poco  han  tenido  en  tanto 
honor?  La  impresión  de  conjunto  produce,  sin  em- 
bargo, la  sensación  de  que  en  realidad  están  corrien- 
do los  caballos,  pero  las  actitudes  de  éstos  son  tan 
aisladas,  que  es  preciso  un  verdadero  esfuerzo  del 
espíritu  para  buscar  la  armonía  general,  pues  la 
vista  sólo  se  encuentra  solicitada  por  figuras  parcia- 


EL   PRIMER    *' salón"    ARGENTINO  389 


les.  Cierto  es  que  el  artista  se  ha  dado  cuenta  de  la 
dificultad  y,  en  lugar  de  atacarla  de  frente,  ha  adop- 
tado el  medio  más  fácil  —  y  que  es  á  la  vez  el  más 
común — de  preferir  los  movimientos  oblicuos,  que 
presentan  así  las  figuras  de  tres  cuartos. 

Según  el  temperamento  de  los  espectadores,  le  es 
más  simpático  á  uno  el  cuadro  pintado  con  grandes 
y  vigorosas  pinceladas,  y  á  otro  aquel  en  el  cual  no 
se  alcanza  á  distinguir  entre  si  las  pinceladas  mis- 
mas. Tela  hay  en  el  Salón  que  es  notable  de  este  úl- 
timo punto  de  vista:  hay,  es  cierto,  más  conclusión 
en  ese  género,  pero  falta  quizá  la  inspiración  ner- 
viosa que  guía  la  mano  del  artista  y  que  á  su  turno 
se  apodera  del  espectador,  sugestionándolo  hasta  el 
punto  de  que  no  para  mientes  en  lo  inconcluso  de 
ciertos  detalles,  en  cambio  de  la  ilusión  general  de 
la  escena. 

En  cambio,  contémplese  tal  retrato  en  el  Salón,  y 
se  vé  cómo  el  artista,  con  líneas  quizá  inconclusas,  ha 
logrado  trasmitir  la  expresión  del  sentimiento  mis- 
mo de  la  fisonomía,  deteniéndose  en  el  límite  peli- 
groso que  separa  esa  representación  de  verdadero 
arte,  del  meticuloso  anhelo  de  completar  todas  las 
líneas,  todos  los  rasgos,  todos  los  detalles  —  lo  que, 
aun  cuando  sea  exacto,  es  infiel,  porque  no  es  en 
realidad  lo  que  el  ojo  percibe. 


^QO  RESEÑAS  Y   CRÍTICAS 

i  A  qué  seguir  ?  Nada  parece  más  sencillo  á  un 
profano  que  la  pintura,  en  el  sentido  de  que  sabe 
que  sólo  debe  emplear  el  color  mismo  que  tienen 
las  cosas  al  verlas.  Pero  ahí  está  la  dificultad.  La 
técnica  misma  del  arte  contribuye  á  aumentarla,  ya 
que  obliga  á  los  artistas,  al  familiarizarlos  con  la 
preparación  de  los  colores  de  la  paleta,  á  disasociar 
los  colores  que  se  ven  en  la  naturaleza,  y  en  esa 
operación  á  veces  no  es  el  ojo  el  que  domina,  sino  la 
imaginación.  De  ahí  que  á  las  veces  los  artistas,  obe- 
deciendo á  sugestiones  de  escuela,  vean  los  colores 
bajo  un  prisma  determinado,  como  si  sufrieran  de 
cierto  daltonismo.  A  eso  quizá  deben  responder  esas 
coloraciones  uniformes  que  en  algunas  telas  del  Sa- 
lón se  aplican  indistintamente  á  la  figura,  á  los  ac- 
cesorios, al  fondo. 

Paisajes  hay  que  son  encantadores:  uno  sobre  todo, 
en  que  la  sensación  misma  de  la  escena  representada 
se  trasmite  al  espectador,  porque  el  artista  sin  duda 
se  había  connaturalizado  por  completo  con  ella,  pro- 
duciendo así  sin  esfuerzo  alguno  una  ilusión  comple- 
mentaria... 

Tiempo  es  de  cerrar  este  paréntesis  ;  un  observa- 
dor profano— en  el  sentido  de  que  no  es  artista  ni  crí- 
tico profesional  — sólo  puede  expresar  loque  siente, 
y  no  le  es  dado    examinar  las    telas    del   punto  de 


EL  PRIMER   *' salón"   ARGENTINO  39 1 

vista  técnico,  vale  decir,  estudiando  la  factura  y  el 
procedimiento.  Preferimos  por  nuestra  parte  con- 
servar la  ilusión  y  gozar  de  lo  bello,  aplaudiendo  de 
corazón  á  los  que  así  saben  interpretarlo. 


IV 


La  actual  Exposición  de  Pinturas,  Dibujos  y  Es- 
culturas con  que  inaugura  el  Ateneo  la  institución 
anual  del  Salón  argentino,  tiene  una  importancia 
singular,  y  probablemente  será  recordada  más  ade- 
lante como  el  primer  paso  dado  en  una  nueva  evo- 
lución de  la  cultura  nacional. 

Cierto  es  que  antes  de  ahora  han  habido  aquí  ex- 
posiciones parciales  de  cuadros,  pero  no  lo  es  menos 
que  ninguna  ha  revestido  los  caracteres  de  solemni- 
dad de  la  presente,  ya  que  es  también  la  vez  pri- 
mera que  se  ha  formado  un  centro  intelectual  como 
el  Ateneo,  en  el  que  estén  representados  los  elemen- 
tos nacionales  de  cultura  literaria,  científica  y  artís- 
tica. 

En  el  presente  Salón  se  encuentran  telas  de  todos 
los  pintores  argentinos,  por  lo  menos  sólo  uno  no  ha 
podido  concurrir  por  causas  ajenas  á  su  deseo.    Ex- 


39^  RESEÑAS   Y   CRÍTTCAS 


ceptuado,  pues,  á  Mendilaharzu,  tenemos  en  el  Salón 
á  Balleriní,  Caraffa,  Della  Valle,  Rodríguez  Etchart, 
Schiaffino  y  Si  vori.  £s  la  verdadera  pléyade  artística 
argentina  y  puede  decirse  que,  salvo  contadas  ex- 
cepciones, muchos  de  ellos  han  merecido  recibir  del 
Gobierno  estipendios  para  ayudar  á  costear  su  educa- 
ción técnica  en  Europa.  Pero  esa  intervención  oflcial 
ha  parado  ahí,  dejando  la  obra  á  mitad  de  camino, 
y  mereciendo  que  se  censure  tal  sistema  de  estipen- 
dios si  no  ha  de  ol^edecer  á  un  plan  lógico,  porque 
de  lo  contrario  sería  un  milagro  que  no  se  convir- 
tiera en  un  simple  favoritismo,  más  ó  menos  inteli- 
gente, pero  no  por  eso  más  justificado. 

El  método  délos  estipendios  no  es  el  conveniente, 
por  lo  menos  en  su  forma  absoluta  y  exclusiva : 
puede  servir  para  perfeccionar,  pero  no  debe  em- 
plearse para  formar.  Ciertamente,  principio  quieren 
las  cosas  y  cuando  se  trata  de  echar  las  bases  de  una 
pintura  nacional,  no  había  otro  temperamento  sino 
el  de  los  estipendios  para  poder  obtener  un  núcleo 
de  artistas  argentinos.  Pero  hoy  que  dicho  núcleo 
existe  es  indispensable  utilizarlo,  y  proseguir  la  obra 
iniciada  ya  con  tanto  éxito.  Si  queremos  tener  pin- 
tura nacional  —  para  concretar  una  cuestión  que  en 
realidad  es  la  del  arte  nacional  y  de  la  educación  ar- 
tística correlativa  —  es  el  momento  de  que  nos  ocu- 


EL   PRIMER    *' salón"  ARGENTINO  •?93 


pernos  de  ello,  so  pena  de  esterilizar  él  resultado  ob- 
tenido. 

El  núcleo  de  artistas  nacionales,  al  regresar  á  la 
patria,  ha  sido  al  parecer  sistemáticamente  ignorado 
por  los  gobiernos  mismos  que  habían  contribuido  á 
formarlo,  costeando  su  educación  en  Europa.  Se  ha 
hecho  caso  omiso  de  ellos,  se  ha  afectado  no  recono- 
cer sus  méritos,  y  en  todos  aquellos  casos  en  que  el 
Estado  está  virtual  mente  obligado  á  proteger  el  arte 
nacional  —  cuando  existe,  como  en  el  caso  actual  — 
se  ha  ido  á  buscar  artistas  extranjeros,  á  veces  de 
mérito,  no  pocas,  simples  fatttcont,  según  la  vigo- 
rosa locución  italiana,  i  Se  le  ocurre  al  Gobierno  de- 
corar tal  ó  cual  salón  de  sus  Palacios  con  cuadros  que 
representen  tal  ó  cual  hecho  histórico,  ó  con  retratos 
de  tal  ó  cual  personaje,  ó  con  pinturas  murales  ?  No 
se  escatima  el  dinero:'  se  paga  con  munificencia, 
pero  se  recurre  generalmente  á  algún  fatticone  cos- 
mopolita, como  si  no  existieran  artistas  nacionales! 
Pues  bien,  ese  vergonzoso  estado  de  cosas  debe  cesar. 

Esa  es  justamente  la  cuestión  que  plantea  elo- 
cuente  el  Salón  del  Ateneo.  Es  tiempo  de  que  demos 
su  lugar  en  la  vida  nacional  al  arte  argentino  ;  es 
preciso  organizar  la  enseñanza  artística  de  una  ma- 
nera formal.  <  Cómo?  He  ahí  la  cuestión  que  debe 
preocupará  los  que,  por  su  participación   en  el   go- 


i 


394  RESEÑAS  Y  CRÍTICAS 


bierno,  están  en  actitud  de  realizar  esa  reforma. 

i  Es  el  núcleo  de  artistas  argentinos  suñciente 
para  basar  sobre  él  toda  la  organización  de  la  ense- 
ñanza técnica,  á  fin  de  dar  á  la  misma  un  carácter 
marcada  y  exclusivamente  nacional  ?  i  Deben  esta- 
blecerse Academias  locales  de  dibujo  en  algunas 
provincias,  ó  es  suficiente  la  creación  de  una  Es- 
cuela Central  de  Bellas  Artes?  cNo  sería  preferi- 
ble fomentar  más  bien,  suvencionándolos,  talleres  li- 
bres en  que  cada  artista  pudiera  tener  un  número 
determinado  de  discípulos,  que  estarían  así  en  más 
íntimo  consorcio  con  el  maestro  }  i  No  será  indis- 
pensable crear  Museos  escogidos  para  contribuir  á 
dicha  enseñanza  y  para  formar  el  gusto  general  ? 
i  No  exige  la  índole  misma  de  este  país  nuevo  y 
ultramarino  que  se  conserve  el  sistema  de  estipen- 
dios, pero  de  estipendios  generosos,  para  coronar  la 
enseñanza  artística  premiando  á  los  más  meritorios 
entre  los  alumnos?  Es  preciso  solucionar  el  problema 
en  una  ú  otra  forma. 

Fuera  de  duda  está  que  ni  el  genio  ni  el  talento, 
ni  las  aptitudes  artísticas  por  lo  tanto,  son  patrimonio 
exclusivo  de  determinadas  naciones  ó  razas  de  climas 
señalados.  Cierto  es  que  el  atavismo  da  la  aparien- 
cia engañosa  de  regla  al  hecho  de  madurar  principal- 
mente en  las  sociedades  viejas  y  normah'zadas,  esos 


EL   PRIMER   *' salón"  ARGENTINO  395 

talentos  especiales.  Pero  eso  no  implica  que  no  puedan 
aparecer  á  su  vez  en  cualquier  rincón  de  la  tierra, aun 
cuando  sólo  fuera  en  mérito  de  la  misteriosa  reacción 
atávica,  que  hace  reaparecer  en  un  descendiente  cual- 
quiera las  cualidades  ó  tendencias  de  algún  antepasado 
cuyo  recuerdo  se  había  ya  borrado.  Puede,  pues,  suce- 
der eso:  mas  ello  no  bastaría  sólo  para  que  pudiera  re- 
velarse ese  talento  en  germen.  Necesitaría  que  el  am- 
biente fuera  favorable  siquiera  en  el  sentido  de  que 
sus  inclinaciones  ó  su  vocación  no  fueran  contrariadas. 

Para  ello,  ateniéndonos  al  caso  de  la  pintura,  que  es 
lo  que  en  estos  momentos  nos  preocupa,  sería  indis- 
pcnsable  que  aun  en  los  centros  más  secundarios 
las  escuelas  generales  tuvieran  cursos  de  dibujo,  y 
que  en  el  país  hubiera  por  lo  menos  una  Escuela 
Central,  donde  los  maestros  locales  que  hubieran  en- 
contrado decidida  vocación  artística  en  cualquier 
educando,  pudieran  enviarlo,  á  fin  de  hacer  estudios 
especiales  y  detenidos  de  la  técnica  del  arte. 

De  lo  contrario,  sólo  la  Providencia  sabe  cuántos 
artistas  de  genio  sucumben  en  su  albor,  por  no  poder 
dar  á  conocer  su  vocación  ó  perfeccionarla  después. 

Y  bien  c  existe  algo  de  eso  entre  nosotros  ?  La  ense- 
ñanza del  dibujo  en  los  colegios  generales  no  puede 
ser  más  deficiente,  y  en  cuanto  á  Escuela  Central 
i  puede  darse  ese  nombre  á  la  titulada  Academia  de  Be- 


39^  RESEÑAS  Y  CRÍTICAS 


lias  Artes,  sostenida  por  una  sociedad  privada,  lu- 
chando continuamente  con  escasez  de  recurso  ?  El 
mismo  Congreso  asi  parece  considerarlo  cuando  hasta 
le  retiró  la  mísera  subvención  que,  á  guisa  de  limos- 
na artística,  le  acordaba  antes.  Meritorio  esfuerzo 
de  los  maestros  que  en  dicha  Academia  persisten  en 
enseñar ;  noble  y  generoso  empeño  de  parte  de  los 
miembros  de  la  sociedad  que  trata  de  sostener  aquel 
lánguido  Instituto;  todo  ello  merece  el  más  profundo 
respeto,  pero  desgraciadamente  no  nos  impide  reco- 
nocer que  carecemos  de  una  verdadera  Escuela  Cen- 
tral de  Bellas  Artes. 

Seria  menester  organizar  debidamente  una  Escuela 
semejante,  y  cuidar  en  ella  de  la  parte  práctica  y  teó- 
rica, vale  decir,  de  las  clases  de  dibujo,  de  yeso  y  de- 
más cursos,  y  de  la  enseñanza  del  alma  misma  del 
Arte,  es  decir,  de  su  filosofía,  de  su  estética.  De  lo 
contrario  sería  como  organizar  una  Escuela  de  Mú- 
sica en  la  cual  sólo  se  enseñara  la  ejecución  mecánica 
y  el  dominio  material  de  los  instrumentos,  sin  idea 
de  la  composición,  del  contrapunto,  ni  de  la  teoría 
misma  de  la  música. 

Pero  eso  sólo  no  basta.  Para  formar  el  gusto  la 
teoría  sola  es  insuficiente,  sobre  todo  en  materia  de 
pintura.  Los  mejores  tratadistas  tropiezan  con  ese 
inconveniente,  pues  la  más  fiel  reproducción  de  un 


EL  PRIMER   **  salón"   ARGENTINO  397 

cuadro —á  pesar  de  la  extraordinaria  perfección  que 
en  la  época  contemporánea  han  alcanzado  las  artes 
gráficas — no  llega  sino  á  dar  una  pálida,  muy  pá- 
lida idea  del  original,  ya  que  escapa  el  colorido  y 
las  suavísimas  caricias  del  pincel;  sólo  queda  el  di~ 
bujo  y  la  tonalidad  de  las  masas  generales.  Es,  pues, 
necesario  ver  y  ver  obras  maestras. 

He  ahí  el  quid  insuperable  en  países  como  el  nues- 
tro. 

En  el  Viejo  Mundo,  donde  las  distancias  son  rela- 
tivamente cortas  y  donde  los  tesoros  artísticos  están 
profusamente  repartidos  en  múltiples  lugares,  tanto 
que  casi,  y  sin  casi,  obligan  al  cultor  del  arte  á  lar- 
gas peregrinaciones  por' todo  el  continente  para  po- 
der apreciar  bien  las  maravillas  de  otras  edades,  — 
allí,  aun  cuando  se  tropieza  con  la  misma  dificultad 
en  tal  ó  cual  lugar  relativamente  secundario,  es  más 
fácil  subsanar  el  mal  con  escursiones  frecuentes  á 
los  museos  vecinos.  Pero  en  esta  región  del  mundo 
la  dificultad  apuntada  reviste  caracteres  casi  insupe- 
rables. Hay  material  imposibilidad  de  formar  nue- 
vos museos  de  ese  género,  aun  cuando  para  ello  se 
dispusiera  de  torrentes  de  oro.  Las  naciones  viejas 
son  celosas  hasta  lo  increible  en  la  guarda  de  sus  te- 
soros artísticos,  y  ni  aun  permiten  que  las  reliquias 
de  esa  naturaleza  en  poder  de  los  particulares  emi- 


IfjS  UESESAS  T   CRITICAS 

gren  al  extran)ero :  .bastará  sólo  recordar  el  reciente 
caso  de  Italia  con  motivo  de  la  venta  de  la  galería 
Borghese,  de  Roma . 

Los  Estados  Unidos,  que  se  encuentran  en  análoga 
situación  á  la  nuestra,  y  que  ya  se  han  preocupado 
hondamente  de  obviar  esa  dificultad,  han  tenido  que 
recurrir  al  temperamento  de  formar  vastos  j  metó- 
dicos museos  de  reproducciones  y  de  copias,  y  han 
empleado  para  elto  á  los  más  meritorios  artistas  de 
esa  legión  secundaria  que  llena  de  caballetes  las  sa- 
las de  los  museos  europeos,  copiando  y  volviendo  sin 
cesar  á  copiarlas  obras  maestras,  sea  para  encarnarse 
hasta  lo  posible  la  manera  venerada,  sea  para  satis- 
facer la  exigencia  de  los  que  desean  poseer  en  sus  ca- 
sas siquiera  el  reflejo  de  la  obra  que  más  íntima- 
mente hiciera  vibrar  las  fibras  de  su  alma.  No  se 
escapa,  sin  duda,  que  tal  temperamento  es  tan  sólo  un 
fis  aller,  pero  < qué  hacerle?  < existe  acaso  otro  mejor? 

Museos  de  ese  género  servirán  para  despertar  el 
gusto  y  esbozar  el  criterio,  pero  no  bastarán  para  for- 
mar al  artista,  como  no  han  sido  bastantes  las  es- 
plendidísimas colecciones  de  ese  género  que  encierra 
el  South  Kensington  Miiseum  en  Londres,  á  impedir 
que  los  pintores  ingleses  emprendan  la  peregrina- 
ción de  Flandes  ó  de  Italia,  ó  corran  á  los  museos 
continentales,  á  empaparse  en  la  muda  y  ávida  con- 


EL   PRIMER   ''salón"  ARGENTINO  399 

templación  de  las   obras    de    arte    allí   guardadas. 

De  ahí  que,  más  que  en  parte  alguna,  fuera  indis- 
pensable mantener  el  sistema  de  los  estipendios,  co- 
mo coronamiento  de  la  educación  artística  en  nues- 
tro país,  pero  acordándolos  como  premio  á  las  apti- 
tudes demostradas  y  á  los  esfuerzos  hechos  durante 
largos  años  de  cursos  metódicos. 

Se  comprende  en  rigor  que  se  acuerden  estipendios 
á  ciegas  cuando  no  existe  otro  procedimiento  y  se 
quiere  formar  un  núcleo  de  maestros  para  entregar- 
les la  enseñanza  técnica.  Pero  una  vez  que  ese  núcleo 
existe,  es  ilógico  seguir  con  el  sistema  viejo.  No  sólo 
tiene  ello  todos  los  inconvenientes  de  que  adolece  lo 
que  tan  sólo  del  favor  depende,  sino  que  quizá  su  re- 
sultado fuera  contraproducente,  como  lo  ha  sido  en 
varias  ocasiones,  sin  que  sea  menester  citar  nombres 
propios. 

De  una  vez  por  todas  es  preciso  aprovechar  la 
oportunidad,  y  así  como  se  preocupan  los  poderes 
públicos  dé  la  educación  general,  de  la  misma  ense- 
ñanza técnica,  con  Escuelas  de  comercio,  etc.,  debe 
hacerlo  con  la  educación  artística,  y  organizar  á  ésta 
de  una  manera  seria.  Una  vez  establecida  la  Escue- 
la Central  de  Bellas  Artes,  los  estipendios  que  se  de- 
terminaran serían  acordados  en  concursos  anuales 
ó  en  forma  análoga. 


40O  RESEÑAS  Y   CRITICAS 


Seria  desconocer  la  cuestión  misma  no  adelantarse 
al  argumento  que  flota  en  los  labios  del  lector:  ccuál 
es  el  resultado  que  han  producido  los  famosos  prix 
de  Rome  franceses,  y  los  estudios  en  la  Villa  Mediéis  1 
i  No  están  acaso  plagados  los  museos  galos  de  obras 
de  aquellos  laureados,  y  no  son  ellas  telas  frías, 
convencionales  y  sin  interés  ? 

Ello  es  exacto  en  tesis  general.  Pero  el  mal  no  está 
en  el  frix  de  Rome,  sino  en  la  institución  misma  de 
la  Villa  Mediéis ^  si  es  que  no  reside  en  el  carácter  es- 
trechamente académico,  y  por  lo  tanto  un  algo  con- 
vencional, de  la  enseñanza  en  los  diversos  talleres  de 
la  Elscuela  de  Bellas  Artes  de  París.  £1  estipendio, 
como  premio  á  estudios  terminados,  es  excelente  en 
cualquier  parte,  indispensable  en  nuestro  país,  pero 
á  condición  deque  los  quegozen,  trabajen  libremente 
en  los  talleres  de  los  maestros  cuyo  estilo  más  seduz- 
ca su  espíritu. 

Porque  también  es  preciso  evitar  el  caer  en  ti 
error  cometido  en  otras  partes,  donde  las  Academias 
oficiales  sirven  sólo  á  un  arte,  por  decirlo  así,  oficial, 
esto  es  convencional  y  alejado  de  las  corrientes  de  la 
vida  actual.  Ese  es  el  defecto  en  que  fatalmente  incu- 
rren todas  las  clases  de  Academias  y  que  parece  resi- 
dir en  la  esencia  misma  de  la  institución. 

Pero  entonces  c volveríamos  al  sistema  clásico  de 


EL   PRIMER        SALÓN       ARGENTINO  4OI 

la  bottega  medieval,  en  la  cual  los  discipulos  de  los 
pintores  eran  á  la  vez  aprendices  del  oficio?  Revivir 
esa  institución  sería  quizá  anacrónico,  por  más  her- 
mosos que  hayan  sido  los  frutos  que  diera  entonces. 
Y  los  talleres  libres  contemporáneos  sólo  pueden 
tener  vida  propia,  cuando  hay  un  gran  número  de 
discípulos  que  se  congregan  al  rededor  de  famas  re- 
conocidas. Este  es,  sin  duda,  el  mejor  sistema,  pero 
{sería  acaso  aplicable  entre  nosotros,  sobre  todo 
en  el    momento    presente?... 


V 


i  Puede  apreciarse  ya  el  éxito  del  Salón  ?  Creemos 
que  sería  prematura  la  respuesta. 

Nuestro  público  no  está  habituado  á  esa  clase  de 
espectáculos,  ni  nuestra  prensa  cuenta  en  su  cuerpo 
de  redacción  con  los  críticos  profesionales  que  guían, 
ilustran  é  interpretan  el  gusto  y  el  criterio  del  públi- 
co. De  ahí  que  en  estos  primeros  días  se  note  algo 
como  una  sorpresa  en  el  público  que  puede  interesar- 
se por  ello,  y  que  se  haya  visto  la  gestación  laboriosa 
de  críticos  de  arte  en  formación,  en  casi  todos  nues- 
tros diarios. 

36 


402  RESEÑAS   Y   CRÍTICAS 


No  es  esto  una  critica,  sino  simplemente  la  exposi- 
ción de  los  hechos.  Ni  ello  podría  dar  mérito  á  for- 
mular reproche  alguno  contra  el  público  ó  la  prensa. 
Porque,  siendo  este  espectáculo,  con  el  carácter  que 
tiene,  una  verdadera  novedad  aquí,  i  cómo  habrían 
podido  existir  críticos  de  arte,  cuando  nada  han  teni- 
do que  juzgar  antes,  ni  ocasión  siquiera  de  formar  el 
propio  criterio  con  la  contemplación  de  obras  maestras 
de  otras  edades,  ya  que  en  este  país  se  carece  en  ab- 
soluto  de  museo  de  ese  género  ?  Ha  sido,  pues,  me- 
nester improvisar,  y  se  ha  visto  acontecer  lo  de  siem- 
pre, que  en  algunos  casos  el  talento  ha  suplido  á  la 
experiencia,  y  que  la  intuición  y  la  cultura  general 
han  permitido  realizar  tal  tour  de  forcé,  que,  á  prime- 
ra vista,  el  lector  profano  ha  podido  creer  que  leía  el 
juicio  de  un  crítico  profesional. 

Verdad  es  que  á  las  veces  esa  misma  improvisa- 
ción ha  obligado  al  incipiente  crítico  á  usar  de  una 
severidad  feroz,  para  sentar  plaza  de  un  gusto  difícil 
hasta  lo  amanerado,  en  vez  de  exponerse  á  alabar  en 
falso  alguna  obra  que  pudiera  resultar  más  ó  menos 
detestable. 

De  ahí  los  fallos  en  estilo  de  oráculo  que  han  en- 
vuelto en  la  misma  condena  á  tirios  y  troyanos.  Y 
todo  ello  á  raíz  de  una  sola  y  rápida  visita  al  Salón, 
exactamente  como  los  que,  contando  docenas  de  años 


EL   PRIAIER    ^' salón"    ARGENTINO  4O3 

de  ejercer  el  oficio  de  críticos  profesionales,  tienen  al 
dedillo  todos  los  detalles,  conocen  de  antemano  y  de 
memoria  á  todos  los  artistas,  con  sus  cualidades,  sus 
defectos  y  sus  trucs,  y  así  en  una  sola  visita  pueden 
juzgar  con  más  ó  menos  acierto  y  emitir  sobre  la  mar- 
cha su  opinión. 

Imitar  ese  procedimiento  en  el  caso  nuestro,  era 
exponerse  á  un  fracaso,  y  más  de  uno  ha  caído  en- 
vuelto en  las  propias  redes  tendidas  involuntaria- 
mente. 

Pero  el  año  próximo  será  otra  cosa,  y  así  como  la 
exposición  del  Salón  tendrá  un  carácter  más  armóni- 
co, así  la  crítica  estará  más  preparada  y  podrá  ser 
más  equitativa.  Excusado  es  repetir  el  eterno  estri- 
billo de  las  excepciones  honrosas,  etc.,  etc. 

Todo  ello  representa,  pues,  un  verdadero  movi- 
miento intelectual,  pues  fuerza  al  espíritu  á  ocuparse 
de  la  Belleza,  del  Arte  y  de  todo  lo  que  hay  de  más 
noble,  provocando  la  aparición  de  nuevos  talentos 
que  encuentren  en  la  crítica  artística  una  actividad 
apropiada  á  las  tendencias  de  su  espíritu. 

Y  si  tal  sucede  con  lo  que  á  la  prensa  se  refiere, 
{qué  puede  decirse  del  público?  Tiene  forzosamente 
que  estar  algo  desconcertado. 

Sin  duda  entre  nosotros  se  cuentan  por  centenares 
los  que  en  sus  viajes  han  estudiado  los  museos  artís- 


404  RESEÑAS   Y    CRÍTICAS 


ticos  al  visitarlos,  como  pueden  apreciarse  por  dece- 
nas los  que  de  esos  mismos  viajes  han  traido  colec- 
ciones, más  ó  menos  escogidas,  de  obras  de  arte,  que 
adornan  sus  mansiones,  que  las  convierten  á  las  ve- 
ces en  museos  en  miniatura,  y  que  en  algunas  de 
ellas  permiten  tributar  cumplídisimo  elogio  al  buen 
gusto  del  Mecenas.  Pero  esos  grupos  no  forman  sino 
una  escasa  minoría  en  este  medio  millón  de  citadi- 
nos. 

El  resto  del  público,  la  inmensa  y  abrumadora  ma- 
yoría, sólo  aprecia  lo  que  se  llama  Arte  por  las  exhi- 
biciones industriales  de  pinturerías  y  bazares,  en 
que  los  cuadros  están  entre  surtidos  de  felpudos  ó 
de  instrumentos  de  mecánica,  ó  las  esculturas  entre 
el  oropel  del  article  de  Parts. 

En  el  Salón,  ese  público  se  encuentra  ante  obras 
originales,  en  el  sentido  de  que  no  hay  copias,  y 
ante  un  esfuerzo  propio  nacional,  que  no  ha  llegado 
importado  al  país  con  el  juicio  hecho  ya  en  Europa 
y  con  la  eterna  admiración  de  cliché.  Hay  que  juz- 
gar, y  el  espíritu,  habituado  á  apreciar  el  mérito 
de  lo  importado  por  la  firma  del  autor  y  por  la 
rédame  más  ó  menos  interesada  de  allende  los  mares 
y  que  á  veces  es  fabricada  tan  sólo  pour  Vexporta- 
tion,  se  encuentra  en  figurillas  ante  obras  nuevas, 
de  autores   nuevos,    sin  existir   el  juicio  previo  de 


EL   PRIMER    "salón"    ARGENTINO  405 

Otros.  De  ahí  que  no  sepa  qué  hacer,  y  es  curioso 
observar  esas  indecisiones  en  los  concurrentes  al 
Salón:  no  están  convencidos  de  si  algo  es  bueno  ó 
malo,  admiran  ó  critican  un  poco  al  azar,  mirando 
precaucionalmente  al  rededor  para  ver,  por  el  efecto 
causado,  si  están  en  la  buena  ó  en  la  mala  vía.  Es 
el  criterio  naciente  que  se  arrastra  gateando,  aún 
inseguro,  pero  que  se  fortificará  poco  á  poco. 

Por  este  lado  también  es  evidente  que  el  Salón 
del  año  próximo  tendrá  ya  un  público  más  •'hecho" 
y  que  experimentará  mayor  placer  en  concurrir, 
porque  tendrá  más  formado  su  criterio  y  podrá  apre- 
ciar mejor  las  obras  expuestas. 

Todas  estas  razones  contribuyen,  pues,  á  robuste- 
cer la  opinión  de  que  el  presente  Salón  será  un  éxito, 
y  que  producirá  resultados  benéficos  para  la  cultura 
intelectual  del  país. 

El  Ateneo,  pues,  se  ha  hecho  acreedor  al  aplauso 
de  todos  los  que  se  interesan  en  el  adelanto  nacional, 
y  sin  duda  acrecentará  sus  méritos  en  este  sentido  si 
sigue  realizando,  con  la  misma  prudencia  y  discre- 
ción que  hasta  ahora,  el  resto  de  su  programa  cono- 
cido este  año  :  las  audiciones  de  música  clásica  en 
mattnées  todos  los  primeros  domingos  del  mes,  y  las 
conferencias  sobre  temas  generales  durante  el  in- 
vierno.    Hay    en   el  Ateneo  vida    y   vida   robusta: 


406  RESEÑAS   Y   CRÍTICAS 

justo  es,  pues,  reconocerlo  y  desearle  el  mayor  éxito 
en  su  campaña. 

i  Será  ésta  efímera  como  muchos  lo  suponen  ?  i  Fra- 
casará á  la  larga  por  el  desaliento  de  los  unos  ante 
la  indiierencia  de  los  más>  Preguntas  son  estas 
que  sería  aventurado  contestar  ahora :  demos  al 
tiempo  lo  que  del  tiempo  es.  Los  antiguos  acostum- 
braban decir :  oremus  et  laboremus  —  ese  lema  debe- 
ría igualmente  ser  el  del  Ateneo. 


Mayo  de   ¡893. 


XIV 


LA   CIENCIA  JURÍDICA  ARGENTINA 

EL  DOCTOR   MANUEL   OBARRIO 
Su  comentario   al  Código  de  Comercio  (i) 

I  A  ciencia  jurídica  argentina  está  recién  en  em- 
M,  k  brión :  los  juriconsultos,  puede  decirse,  aún  no 
se  han  asimilado  el  derecho  novísimo.  Vamos  recién  á 
entrar  en  el  período  brillante  de  las  grandes  produc- 
ciones, á  las  que  se  deberá  la  formación  laboriosa  de 
rtuestra  jurisprudencia  y  la  renovación  de  la  ciencia 
argentina. 


( ) )  £/  Código  de  Comercio  argentino  concordado  y  comentado^  por 
Manuel  Obarrio,  catedrático  de  Derecho  Comercial  y  Penal  en  la  Uni- 
versidad de  Buenos  Aires,  tomo  I,  Buenos  Aires,  1877.  i  v.  en  8<»  de 
698-vii  páginas;  tomo  I(,  Buenos  Aires,  1882  (principió  á  impri- 
mirse en  1880,  cuya  fecha  lleva  el  volumen},  i  volumen  en  8" 
de  388  páginas. 


408  RESEÑAS   Y   CRÍTICAS 


Hace  tiempo,  sin  embargo,  que  se  viene  anuncian- 
do este  movimiento  y  los  precursores  de  él  han  deja- 
do jalones  duraderos  en  el  difícil  camino  recorrido. 
Sin  remontar  al  libro  del  doctor  Somellera  sobre  De- 
recho Civil ;  el  doctor  don  Carlos  Tejedor  ha  dejado 
dos  obras  importantes  sobre  nuestro  Derecho  Co- 
mercial y  Criminal;  el  doctor  don  Vicente  F.  López, 
sobre  el  Romano  ;  el  doctor  don  Carlos  Alvárez,  sobre 
el  Canónico;  el  doctor  don  Luis  V.  Várela,  sobre  De- 
recho Civil ;  los  doctores  Zavaleta  y  Lamarca,  sobre 
Economía  Política  ;  el  doctor  don  Amancio  Alcorta, 
sobre  Derecho  internacional  y  Economía  política  ;  el 
doctor  don  Antonio  E.  Malaver,  sobre  Procedimien- 
tos; el  doctor  don  J.  J.  Montes  de  Oca,  sobre  Enciclo- 
pedia jurídica  ;  el  doctor  Obarrio  sobre,  Derecho  pe- 
nal y  comercial;  el  doctor  Pérez  Gomar,  sobre  Dere- 
cho natural  y  mercantil ;  el  doctor  Ferreyra,  sobre 
Derecho   administrativo ;  el  señor  don  José  M.  Es- 
trada, sobre  Derecho  constitucional;  el  doctor  Onési- 
mo  Leguizamón,  sobre  Derecho  internacional;  el  doc- 
tor Vélez  Sarsfield,  sobre  Derecho  eclesiástico  y  tan-' 
tos  otros  que  han   dejado  tras  sí  obras  acabadas  ó 
simples  conferencias  de  cursos  universitarios.    Hay, 
además,   una  serie  de  monografías  sueltas  debidas  á 
jurisconsultos  notables,  otros  trabajos  forenses  de  in- 
disputable  mérito,  y  entre  las  numerosas  tesis  pre- 


LA   CIENCIA   JURÍDICA   ARGENTINA  4O9 

sentadas  en  nuestra  Facultad  de  Derecho  hay  muchas 
que  han  hecho,  con  justicia,  época  en  la  literatura 
jurídica  argentina:  largo  sería  citar  nombres,  que 
abundan  en  estas  materias,  bastaráme  recordar  como 
modelo  de  monografías  la  del  doctor  don  José  M . 
Moreno,  sobre  Quiebras;  de  trabajos  forenses,  el 
del  doctor  don  Antonio  E.  Malaver  sobre  el  pleito 
Basavilbaso ;  de  tesis,  la  del  doctor  Pedro  Goyena 
sobre  Posesión. 

Hay,  pues,  una  verdadera  literatura  jurídica  ar- 
gentina. La  legislación  patria  ha  sido  ya  casi  com- 
pletamente reformada  por  Códigos  que  son  ley,  ó 
Proyectos  de  Códigos  que  están  en  vísperas  de  ser 
sancionados.  Puede,  por  lo  tanto,  hablarse  con  jus- 
ticia de  una  ciencia  jurídica  argentina. 

Pero  recién  entramos  en  el  período  de  los  ver- 
daderos Comentarios^  de  las  obras  fundamental- 
mente sólidas  que  sólo  pueden  venir  cuando  existe 
una  jurisprudencia  y  una  literatura  jurídica  na- 
cional. 

El  doctor  don  Lisandro  Segovia  ha  llevado  á  cabo 
el  primer  Comentario  completo  del  Código  Civil  Ar- 
gentino :  la  ciencia  del  autor  y  el  mérito  de  la  ejecu- 
ción responden,  sin  duda,  á  la  magnitud  de  la  tarea ; 
pero  su  obra,  por  ser  la  primera,  es  imperfecta  y  se- 
rá sin  duda   sobrepasada  por  otras  de  mérito  supe- 


4  I  o  RESEÑAS  Y  CRÍTICAS 


rior,  lo  que,  repito,  no  hace  desmerecer  en  nada  la 
importancia  del  trabajo. 

El  doctor  Obarrio  ha  emprendido  su  obra  con  plan 
más  vasto  y  materiales  más  sólidos.  £1  trabajo  del 
doctor  Segovia  es  más  sintético,  el  del  doctor  Oba- 
rrio más  analítico.  El  primero  se  compone  de  una  se- 
rie de  anotaciones,  el  segundo  es  un  verdadero  co- 
mentario. El  primero  es  un  trabajo  de  consulta,  el 
segundo  de  estudio. 

Para  examinar  detenidamente  la  obra  del  doctor 
Obarrio,  conviene  recordar  su  origen  y  su  alcance. 
Preciso  es  conocer  las  vicisitudes  porque  ha  pasado 
nuestra  legislación  comercial,  y  los  materiales  de  que 
podía  disponer  el  autor,  tanto  bajo  el  punto  de  vista 
de  la  jurisprudencia  como  de  la  literatura  jurídica, 
para  poder  asignar  á  su  obra  el  lugar  que  le  corres- 
ponde. Hecho  esto,  podrá  examinarse  el  trabajo  bajo 
el  punto  de  vista  del  método  que  lo  domina,  de  la  ma- 
nera que  ha  sido  ejecutado  y  de  las  doctrinas  que 
sostiene.  Recién  entonces  será  llegado  el  momento 
de  clasificar  los  méritos  como  los  defectos  de  una 
obra,  que  merece,  á  la  verdad,  muy  detenido  estu- 
dio. 

Las  páginas  que  siguen  serán,  sin  embargo,  más 
de  bibliografía  que  de  crítica. 


LA   CIENCIA  JURÍDICA   ARGENTINA  4  1  I 


Ante  todo:  ¿quién  es  el  doctor  Obarrio?  <se  halla 
preparado  para  desempeñar  la  tarea  del  comentador? 

No  es  mi  ánimo  trazar  la  biografía  del  doctor  Oba- 
rrio,  ni  analizar  menudamente  sus  buenas  como  sus 
malas  cualidades.  Conñeso  que  procedo  un  poco  sin 
el  debido  método,  agolpando  datos  y  recordando  de- 
talles que  servirán  más  tarde  al  verdadero  crítico. 

El  doctor  don  Manuel  Obarrio  es  de  aquellos  que, 
según  el  poeta,  han  pasado  el  clásico  mezzo  dal  ca- 
min  di  nostra  vita;  nació  el  27  de  marzo  de  1836, 
graduándose  á  los  20  años,  si  bien  se  recibió  de  abo- 
gado recién  en  1859,  en  aquella  memorable  sesión 
de  la  extinguida  Academia  que  tanto  ruido  hizo,  á 
juzgar  por  el  encomiástico  artículo  que  al  respecto 
publicara  entonces  El  Foro,  Había  pronunciado  el 
discurso  de  apertura  de  las  sesiones  de  la  Academia 
en  1858,  entre  el  del  doctor  don  Manuel  Quintana 
( 1 8  5  7 )  y  el  del  doctor  don  Nicolás  Avellaneda  ( 1 8  5  9 ) . 

Los  abogados  de  la  época  recuerdan  con  agrado  la 
benéfica  influencia  de  la  Academia  teórico-práctica 
de  Jurisprudencia    y  del  Colegio  de  Abogados:  el 


4  I  2  RESEÑAS   Y   CRITICAS 

doctor  Obarrio  fué  secretario  de  la  primera  y  cela- 
dor fiscal  de  Ja  segunda,  junto  con  los  doctores  Vé- 
lez  Sarsfield,  Acevedo,  Pérez,  etc. 

En  nuestro  país  las  inteligencias  que  descuellan 
están  obligadas  á  pasar  fatalmente  por  la  arena  po- 
lítica; desde  1860,  en  que  el  doctor  Obarrio  fué  se- 
cretario de  la  Convención  reformadora,  ha  sido  va- 
rias veces  diputado  y  senador,  y  formó  parte  de  la 
Convención  de  1873. 

Juez  del  Crimen  durante  la  administración  de  Saa- 
vedra,  es  desde  1872  catedrático  de  Derecho  Penal 
y  Comercial  de  nuestra  Universidad,  formando  par- 
te de  la  Facultad  de  Derecho  y  Ciencias  Sociales  des- 
pués de  la  reorganización  universitaria  de  1874. 

Estos  datos  son  siempre  útiles  para  poder  apreciar 
las  aptitudes  de  un  escritor  en  tanto  cuanto  demues- 
tran la  preparación  que  ha  tenido.  Los  artículos  de 
El  Foro  á  que  he  hecho  referencia,  le  muestran  como 
profundamente  versado  en  las  antiguas  leyes  roma- 
nas que  forman  aún  hoy  día  la  base  fundamental  de 
nuestro  derecho. 

En  una  época  en  que  las  ilustraciones  universita- 
rias se  distinguían  por  la  rapidez  con  que,  á  la  indi- 
cación de  las  primeras  palabras  que  encabezan  una 
ley  cualquiera  de  las  Partidas  ó  del  Digesto,  repetían 
incontinenti  y  sin  variar  punto  ni  coma  las  intermi- 


LA   CIENCIA   JURÍDICA   ARGENTINA  4  I  3 

nables  disposiciones  escritas  en  la  fabla  antigua  del 
Rey  Sabio  ó  en  el  latín  bizantino  del  clásico  Justi- 
niano ;  el  doctor  Obarrio  se  hizo  notable  por  la  pre- 
cisión con  que  conociera  esas  venerables  legislacio- 
nes, cualidad  que  hasta  el  día  de  hoy  conserva.  Y  á 
fe  que  esto  no  es,  en  la  intención  del  que  estas  líneas 
escribe,  un  verdadero  elogio :  la  novísima  legislación 
argentina,  codificado  ya  en  leyes  ó  en  proyectos,  ha 
tomado  á  los  abogados  de  la  antigua  escuela  un  tanto 
desprevenidos,  por  cuya  razón  los  que  han  estudiado 
los  nuevos  códigos  se  han  visto  obligados  á  especiali- 
zarse en  alguno  de  ellos.  De  ahí  que  el  doctor  Oba- 
rrio, si  bien  sea  autoridad  en  materia  comercial  y  cri- 
minal, deje  traslucir,  tanto  en  sus  conferencias  uni- 
versitarias como  en  lo  que  ha  publicado,  algunas  li- 
geras deficiencias  en  otros  ramos  de  las  ciencias  so- 
ciales, como  ser  —  para  no  citar  sino  al  acaso  —  en  lo 
que  al  Derecho  Internacional  Privado,  y  á  la  Econo- 
mía Política  se  refiere. 

Es  el  doctor  Obarrio  un  hombre  relativamente  jo- 
ven, que  goza  de  esa  buena  salud  que  influye  tan  ex- 
traordinariamente en  el  carácter.  Cualquiera  al  verle 
creería  que  se  encuentra  ante  uno  dé  esos  hombres 
violentos  y  arrebatados,  en  los  cuales  domina  la  pa- 
sión difícil  á  veces  de  moderar :  y  es  con  asombro 
que  al  poco  tiempo  se  convence  el  más  incrédulo,  que 


414  RESEÑAS   Y   CRITICAS 


tiene  que  habérselas  coa  una  bondad  y  una  benevo- 
lencia singulares.  El  doctor  Obarrio  no  es  quizá  uno 
de  esos  trabajadores  fuertes,  que  haciendo  abstracción 
de  lo  que  le  rodea,  pueda  seguir  un  plan  con  energía 
imperturbable ;  por  el  contrario,  los  asuntos  de  la 
profesión,  las  mil  ocupaciones  de  la  vida  diaria  dis- 
traen demasiado  su  espíritu,  que  necesita,  para  pro- 
ducir, la  tranquilidad  y  la  calma. 

Tiempo  es  ya,  sin  embargo,  que  entre  á  pecisar  los 
antecedentes  que  precedieron  la  obra  de  que  voy  á 
ocuparme,  señalando  las  cualidades  ó  defectos  de  que 
adolece. 

Acaba  de  publicarse  el  tomo  II  de  la  obra.  Y  con- 
viene ante  todo  decir  con  franqueza  que  si  algún  re- 
proche merece  es  sin  duda  la  lentitud  con  que  se  pu- 
blica, lo  que  forzosamente  traerá  por  consecuencia 
que  el  tomo  I  no  esté  absolutamente  al  corriente  de 
la  ciencia  y  de  la  jurisprudencia  cuando  el  último  — 
probablemente  tomo  VIII  ó  X  —  salga  á  luz.  Efecti- 
vamente, el  tomo  I  fué  impreso  en  1877  (i)  y  si  ca- 
da volumen  requiere  cuatro  años  de  intervalo  para 
aparecer,  el  último  se  publicará  recién  en  1909,68 
decir,  de  aquí  32  años.  Como  se  vé,  el  autor  necesi- 
ta proceder  con  mayor   rapidez,   tanto  más  cuanto 

(i)  Debo  observar  que  habiéndose  impreso  ambos  volúmenes  en 
ÍTiprcntas  distintas,  se  nota  alguna  diferencia  tipográfica  entre  ellos. 


LA   CIENCIA  JURÍDICA   ARGENTINA  4  I  «> 


que  estando  tan  empapado  en  la  materia,  su  trabajo 
se  halla  ciertamente  muy  adelantado  y  requiere  sólo 
un  poco  de  buena  voluntad  para  llegar  pronto  á  su 
término. 

En  estos  tiempos  en  que,  según  una  conocida  ex- 
presión, no  sin  razón  se  reprocha  la  demasiada  pre- 
cipitación y  el  anhelante  correr  tras  un  objetivo  con 
febril  actividad,  buscando  antes  que  todo  el  beneñcio 
fácil,  no  podría  decirse  que  el  doctor  Obarrio  es  de 
los  que  descuidan  el  saludable  precepto:  festina  len- 
te, que  hacía  que  los  antiguos  sacrificaran  con  fre- 
cuencia á  la  perfección  la  abundancia.  Pero  sea  de  ello 
loque  fuere,  32  años  para  una  obra,  es  mucho  en  las 
condiciones  de  la  vida  moderna; — el  inconveniente  es, 
á  la  verdad,  indiscutible. 

Hecha  esta  ligera  observación,  se  puede  entrar  de 
lleno  al  examen  de  esta  obra  que  ha  conquistado  la 
legítima  fama  de  que  goza,  debido  á  su  propio  mé- 
rito, pues  no  ha  sido  saludada  con  esos  juicios  de 
diario,  á  estilo  de  golpe  de  bombo  equivalente  á  la 
rédame  francesa.  Verdad  es  que  se  ha  observado  con 
justicia  que  dada  la  índole  de  nuestro  diarismo,  que 
corre  únicamente  tras  la  noticia  del  día,  llenando 
siempre,  sin  embargo,  un  par  de  columnas  de  edito- 
riales que  solólos  viejos  partidarios  leen  y  que  única- 
mente para  ellos  se  escriben — resulta  que  no  hay  lu- 


4  I  6  RESEÑAS   Y   CRÍTICAS 

gar  alguno  para  la  literatura  ni  para  la  crítica.  De 
vez  en  cuando  aparecen  como  Variedades  artículos 
ligeros,  cortados  de  periódicos  extranjeros,  y  como 
folletín  alguna  novela  cuyo  mérito  consiste  en  lo 
complicado  de  la  intriga,  y  que  apasiona  á  cierta 
clase  de  lectores  sin  dejar  tras  sí  rastro  alguno.  Casi 
nunca  aparecen  verdaderos  artículos  literarios,  y 
raro  es  el  diario  que  se  ocupe  de  dar  cuenta  de  los 
nuevos  libros  que  se  publican:  — cuando  esto  sucede, 
lo  hacen  de  carrera,  habiendo  tomado  el  trabajo  de 
hojear  el  libro  para  pescar  una  que  otra  opinión,  y 
con  ese  motivo  escriben  un  artículo  á  propósito  del 
libro,  donde  hablan  de  onini  re  scibili  et  quibusdam 
aliis^  elogiando  desmesuradamente  al  autor.  El  pú- 
blico apenas  lee  semejantes  artículos  y,  si  los  lee, 
queda  tan  enterado  como  antes  acerca  del  mérito  del 
libro  nuevo.  Resulta,  pues,  que  no  hay  verdadera  crí- 
tica literaria.  El  diarismo  se  ha  transformado  en  re- 
ceptáculo de  noticias.  De  ahí  que  la  obra  del  doctor 
Obarrio  no  haya  sido  apreciada  como  es  debido  por 
la  prensa. 

El  doctor  Obarrio  se  ha  propuesto  escribir  un  ver- 
dadero Comentario  á  nuestro  Código  de  Comercio, 
concordándolo  con  la  legislación  y  la  doctrina  de 
otros  países.  La  obra  tiene  actualmente  tanta  mayor 
importancia  cuanto  que  hace  años  se  trata  de  refor- 


LA  CIENCIA  JURÍDICA   ARGENTINA  4  I  7 

mar  dicho  Código  reconocido  deficiente   en   muchas 
materias.  . 


II 


Los  territorios  que  hoy  componen  la  actual  Repú 
blica  Argentina  estaban  gobernados  en  los  tiempos 
coloniales,  en  cuanto  al  régimen  comercial,  por  las 
famosas  Ordenanzas  de  Bilbao.  En  i  794  principió 
á  regir  la  célebre  cédula  ereccional  del  consulado^ 
bajo  la  cual  vivieron  los  estados  del  Plata  muchas  dé- 
cadas.  La  época  revolucionaria — tomando  esta  pala- 
bra en  su  más  lata  acepción — reformó  poco  el  fondo 
de  aquella  legislación,  dictando  es  cierto,  multitud  de 
medidas  dispersas  en  los  Registros  oficiales^  pero 
casi  todas  de  carácter  fiscal.  Además,  en  algunas  pro- 
vincias de  la  República  fué  adoptado  el  Cdií^oie  Fer- 
nando VII [i).  El  mismísimo  procedimiento,  encar- 
nado en  el  prudente  Tribunal  del  Consulado^  subsis- 
tió también  y  causas  complejas  fueron  las  que  con- 
tribuyeron á  su  reforma. 

El  Estado  de  Buenos  Aires  encargó  á   dos  eximios 


(i)  Encuentro  esta  aseveración  en  las  Lecciones  sobre  el  Código  de 
Comercio  Argentino  (Córdoba,  1880,  tomo  I)  del  doctor  Nicéforo  Cas- 
tellano, página  106. 

27 


4  I  8  RESEÑAS   Y   CRÍTICAS 


jurisconsultos— glorias  ambas  de  las  ciencias  jurídicas 
de  estos  paises — la  redacción  de  un  Código  de  Comer- 
cio, con  arreglo  á  los  pr'ncipios  más  adelantados. 

Para  comprender  el  alcance  de  estas  últimas  pala- 
bras, bastaráme  recordar  que  la  legislación  comercial 
respondía  entonces  á  dos  tendencias  diametralmente 
opuestas  :   á  la   francesa  y  á  la  alemana. 

No  es  de  este  lugar  indagar  el  origen  y  tendencias 
del  Código  francés  de  1807,  al  que  siguieron  tan- 
tas legislaciones  europeas  y  americanas,  sobre  todo 
en  las  naciones  de  raza  latina.  Bastará  por  el  mo- 
mento á  mi  objeto,  decir  que  el  Código  de  1807,  tan 
adelantado  para  su  época,  nada  decía  sobre  contra- 
tos, seguros  terrestres  y  muchas  otras  materias  im- 
portantes :  era  más  bien,  según  las  palabras  de  uno 
de  sus  expositores,  '*un  conjunto  de  encabezamientos 
de  capítulos  para  un  Código  futuro".  En  la  época 
en  que  los  doctores  Vélez  Sarsiield  y  Acevedo  em- 
prendieran la  confección  de  nuestro  Código  de  Co- 
mercio, conviene  notar  que  el  francés  había  sufrido 
reformas  capitales,  como  la  ley  de  quiebras  de  1838 
y  otras.  No  estará  aquí  fuera  de  su  lugar  decir  que 
en  España  se  había  procurado  resolver  las  grandes 
cuestiones  que  el  derecho  mercantil  francés  había 
suscitado,  tomándolas  ora  del  clásico  Pardessus,  ora 
de  la  rica  jurisprudencia  hispana: — éste  es,  en  efecto 


LA   CIENCIA   JURÍDICA   ARGENTINA  419 


el  carácter  generalmente  reconocido  al  Código  de 
1829,  llamado  ^'de  Sainz  de  Andino".  Puede  decirse, 
pues,  que  obedecían  y  obedecen  á  la  influencia  fran- 
cesa: el  Egipto,  Bélgica,  Santo  Domingo,  Grecia, 
Haití,  Holanda  y  sus  colonias,  el  Bajo  Canadá,  la 
isla  de  Malta,  la  isla  Mauricio,  Italia,  Monaco,  Ru- 
mania, la  Polonia  rusa;  en  Suiza,  los  cantones  de 
Berna  (nuevo  territorio),  Friburgo,  Ginebra,  Neuf- 
chátel,  Tesino,  Vaud  y  Valais.  Es  preciso  añadir  la 
Servia,  Turquía,  España  y  sus  colonias,  como  así 
también  los  Estados  que  han  imitado  su  legislación: 
México,  Perú,  Brasil,  Portugal  y  colonias,  etc. 

La  tendencia  alemana  proviene  de  la  ley  cambial 
(  Wechselordnung)  y  del  Código  de  Comercio  (Han- 
delsgesetzbuch).  En  la  época  de  la  redacción  de 
nuestro  Código,  sólo  había  sido  dictada  la  primera 
de  aquellas  leyes  en  1848,  pero  produciendo  una 
verdadera  revolución  científica.  La  ley  cambial  ale- 
mana ha  sido,  como  se  sabe,  algo  modificada  por  las 
Novelas  de  Nuremberg,  Elaborada  40  años  después 
de  la  ley  francesa,  resuelve  claramente  las  cuestiones 
que  hace  nacer  aquella,  y  adopta  teorías  completa- 
mente nuevas  respecto  de  las  condiciones  esenciales 
de  la  letra  de  cambio,  endoso  y  otras  materias.  No 
considero  pertinente  entrar  á  su  examen  detenido  ni 
al  del  sabio  Código  de  1 86 1 ,  ni  á  las  reformas  últi- 


420  RESEÑAS  T   CRÍTICAS 


mámente  propuestas.  Como  la  legislación  alemana 
es  suficientemente  conocida,  nada  nuevo  diré  al 
mencionar  la  Koncurs-ordnung  de  1877,  Q^^  esta- 
blece principios  tan  adelantados  en  materia  de  quie* 
bras. 

La  tendencia  alemana  ha  eiercido,  como  es  pública 
fama,  grande  influencia  en  la  codificación  comercial 
argentina.  El  doctor  Vélez  Sarsfield  redactó  la  parte 
de  letras  de  cambio,  siguiendo  en  un  todo  las  lumi- 
nosas teorías  que  aquel  profundo  Mittermaier  expu- 
siera en  la  Revista  de  Foelix. 

Nuestro  Código  Comercial  está  basado  principal- 
mente en  el  brasilero,  y  era  muy  adelantado  para  su 
época,  sobre  todo  en  la  parte  de  letras  de  cambio. 
Redactado  en  menos  de  un  año,  se  resiente  de  esa 
inusitada  precipitación,  y  tiene,  además,  un  carácter 
original,  porque  fué  preciso  legislar  multitud  de  .ma- 
terias de  orden  civil,  merced  á  la  deficiencia  de  las 
leyes  hispanas.  Presentado  á  la  Legislatura  oficial- 
mente en  1857,  se  le  quiso  someter  á  una  comisión 
de  comerciantes  y  jurisconsultos.  Y  más  de  una  vez 
he  oído  que  el  doctor  Ugarte  — tan  pulcro  en  cues- 
tiones de  redacción  —  se  opuso  tenazmente  á  que  se 
votara  sin  discusión ;  pero  como  el  tiempo  pasara, 
Sarmiento  trabajó  activamente  hasta  que  lo  hizo  san- 
cionar á  tapa  cerrada.  Esto  tenía  sus  inconvenientes, 


LA   CIENCIA   JURÍDICA   ARGENTINA  42  I 


cuando  se  sabe  la  precipitación  con  que  fuera  hecho, 
pero  era  con  todo  un  verdadero  progreso. 

En  cuanto  al  procedimiento  comercial,  es  de  no- 
tarse que  el  Tribunal  del  Consulado  estaba  profun- 
damente desacreditado,   no  á  causa  de  su  organiza* 
ción  teórica  —  que  era  bastante  buena  —  sino  á  cau- 
sa   de  ciertas  cosas  que  se  notaban  en  la  práctica. 
Hablo  ante  los  contemporáneos,  y  de  hechos  dema- 
siado conocidos  para  que  en  ellos  se  insista.  £1  doc- 
tor Barros  Pazos  atacó  en  El  Plata  Literario  al  Con- 
sulado,  y  éste  fué  suprimido  y  reemplazado  por  dos 
jueces  letrados  de  comercio.  Eso  sucedía  por  ley  de 
29  de  octubre  de  1862,  habiendo  sido  el  Código  de 
Comercio    promulgado   por   ley  de    17    de   octubre 
de  1 8";  9. 

Por  ley  de  10  de  septiembre  de  1862,  fué  declara- 
do nacional  por  el  Honorable  Congreso,  el  código 
Vélez-Acevedo. 

Como  se  sabe,  en  nuestra  organización  federal  de 
gobierno,  las  leyes  sustantivas  corresponden  á  la 
Nación,  y  las  adjetivas  á  las  Provincias.  De  ahí  que 
el  inciso  1 1,  artículo  67  de  la  Constitución  nacional 
autorice  al  Congreso  para  dictar  los  Códigos  gene- 
rales, quedando  reservado  á  las  Provincias  los  de 
procedimientos. 

En  cuanto  al  procedimiento  comercial,  la  provin- 


42  2  RESEÑAS   Y   CRÍTICAS 


cía  de  Buenos  Aires  siguió  con  la  organización  de 
1862  hasta  1874,  en  que  fué  reorganizada  su  admi- 
nistración de  justicia  ;  como  ley  de  procedimiento  re- 
gira  ahora  la  sancionada  por  la  Legislatura  en  agos- 
to 21  de  1880,  debiendo  tenerse  presente  la  ley  de 
enjuiciamiento  civil  y  comercial  de  3  i  de  octubre  de 
1878,  la  ley  de  23  de  junio  de  1 8 7 5 ,  y  actual- 
mente el  Código  de  Procedimientos  de  1880  (i). 

En  cuanto  á  las  demás  provincias  argentinas,  debe 
observarse  que  el  procedimiento  comercial  se  rige  en 
ellas  por  la  ley  de  enjuiciamiento  civil  ó  por  la  Cédu- 
la ereccional  de  1794. 

Casi  todas  las  provincias  tienen  hoy  sus  leyes  de 
procedimientos. 

San  Juan,  bajo  el  gobierno  de  Godoy,  sancionó  en 

(i)  No  es  de  este  lugar  examinar  la  serie  de  trabajos  presentados 
con  motivo  de  la  ley  de  agosto  10  de  1867,  Por  eila  se  nombró  al  Dr. 
José  Domínguez  para  presentar  el  Proyecto  de  ley  de  enjuiciamiaito 
civil,  precedido  de  otro  sobre  organización  y  competencia  de  los  tribu- 
nales(i8ó8,  i  volumen  de  xx vi- 188  páginas).  La  ley  de  julio  20  de 
1869  sometió  dicho  trabajo  á  una  comisión  compuesta  de  los  docto- 
res Juan  Carlos  Gómez,  Octavio  Garrigósy  Juan  A.  García,  quienes 
se  expidieron  en  1870(1  volumen  de  221  pág.).  La  comisión  de  la 
Legislatura,  compuesta  de  los  abogados  Alcorta,  Obarrio,  Montes  de 
Oca,  Carranza  Viamont  é  Insiarte,  sustituyó  el  nuevo  trabajo  por  otro 
{1873,  I  volumen  de  xxix-172  pág.).  La  Suprema  Corte  de  Justicia  en 
1875  presentó  un  nuevo  Proyecto  (i  volumen  de  116  pág.),  y  ese 
fué  el  texto,  con  ligeras  alteraciones,  de  la  ley  de  1878,  que,  debido  al 
trabajo  posterior  del  diputado  Bermejo  (i  volumen  de  141  pág.)  fué 
transformado  en  el  Código  actual  de  1880. 


LA   CIENCIA  JURÍDICA  ARGENTINA  423 


Julio  14  de  1869  *u  Ley  orgánica  del  poder  judi- 
cial (i).  Santa  Fé,  por  ley  de  junio  7  de  1871,  orde- 
nó la  confección  de  un  Código  de  Procedimientos  (2). 
Mendoza,  por  ley  de  agosto  14  de  1872,  hizo  lo 
mismo,  y  su  ley  de  diciembre  5  de  ese  año  (3)  puede 
decirse  que  reformó  benéficamente  la  vigente  de 
1860  ;  posteriormente,  en  virtud  de  la  ley  de  no- 
viembre I  5  de  1879  se  ha  iniciado  una  reforma  ¡4). 
Tucumán,  por  ley  de  enero  17  de  1872,  inició 
la  codificación,  y  se  nombró  á  los  Dres.  Benjamín 
Paz,  Arsenio  Granillo  y  Ángel  M.  Gordiüo,  los  que 
confeccionaron  un  Códigoverdaderamente  notable  (5), 
convertido  en  ley  en  noviembre  27  de  1873,  la 
cual  fué  reformada  en  enero  13  de  1875,  agregando 
algunos  títulos.  Corrientes  encargó  al  Dr.  Lisandro 

(i)  Un  volumen  de  132  páginas.  El  articulo  1097  dice  :  "Quedan 
adoptadas  como  doctrinas  legales  en  materia  criminal  y  comercial  las 
obras  del  doctor  Carlos  Tejedor,  sobre  ambas  materias  ".  Tiene  1099 
artículos. 

(2)  El  gobierno  encomendó  la  tarea  á  los  doctores  Severo  Basavil- 
baso,  Tomás  Puig  y  Pedro  L.  Funes,  quienes  se  expidieron  en  Abril  de 
1872  (Rosario,  1876). 

(3)  La  comisión  compuesta  de  los  Dres.  Juan  C.  .\lbarracin,  Nica- 
nor Larrain  y  Felipe  Correas  se  expidió  en  octubre  27  de  aquel  año. 
El  trabajo  fué  impreso  en  Santiago  de  Chile  (1873,  i  volumen  de 
135  páginas*. 

(4)  La  comisión  (C.  S.  de  la  Torre,  José  V.  Zapata,  Federico  Cor- 
valán),  dio  á  luz  su  Proyecto  en  un'volumen  de  132  páginas. 

(5)  Tucumán,  1875,  •  volumen  de  xxii-5 26  páginas.  Hay  1301  ar- 
tículos, 241  notas  ilustrativas,  formularios,  etc. 


424  RESEÑAS   T  CRÍTICAS 


Segovia  su  Proyecto  ( i),  quien  lo  basó  en  el  trabajo 
antes  mencionado  del  Dr.  Domínguez.  Santiago  del 
Estero  encomendó  en  octubre  11  de  1875  análogo 
trabajo  al  Dr.  Pedro  Rueda  [2].  Entre  Ríos,  en  1875, 
se  incorporó  al  movimiento  (3)  y  sancionó  su  Código 
por  ley  de  mayo  9  de  1876.  Córdoba,  en  agosto  2 
y  octubre  15  de  1875,  organizó  esa  legislación  (4}, 
cuya  reforma  fué  encomendada  al  Dr.  Isaias  Cil  ea 
enero  13  de  188 1  {5). 

En  la  Capital  Federal,  la  administración  de  Justi- 
cia fué  organizada  por  ley  de  diciembre  15  de 
1 88 1  :  al  instante  se  inició  una  reforma,  y  el  mismo 
Dr.  Manuel  Obarrio  ha  proyectado  una  parcial  ea 
materia  penal,  mientras  el  Dr.  Amancio  Alcorta 
está  encargado  de  la  reforma  en  lo  civil  y  comercial. 


(!)  Impreso  en  Buenos  Aires,  1875.  i  volumen  de  ix-51  páginas). 
Tiene  137  artículos. 

(2)  Rosario,  1875.  i  volumen  de  Lxi-314  páginas.  El  Dr.  Hueda 
habla  confeccionado  otro  trabajo  parecido  por  encargo  de  Santa  Fe  en 
1S67. 

(3)  La  comisión  (Miguel  M.  Ruiz,  Manuel  ds  T.  Pinto,  Vicente  P. 
Peralta)  presentó  e\  Proyecto  (Concepción  del  Uruguay,  1876,  1  volu- 
men de  xx-378  páginas).  Tiene  1000  artículos.  Véase  al  respecto  el  li- 
bro del  Dr.  Tabossi:  Manujl  de  la  prueba  en  materia  civil  y  mercantil^ 
Uruguay,  1881,  i  volumen  de  121  páginas. 

(4)  Córdoba,  1875,  i  volumen  de  121  páginas.  En  la  edición  ofi- 
cial están  incorporadas  otras  leyes  secundarías . 

(5)  El  notable  tr^ajo  del  Dr.  Gil  se  publicó  en  Córdoba  en  1883. 
I  volumen  dexxii-215  páginas. 


LA   CIENCIA  JURÍDICA   ARGENTINA  425 


Volviendo  al  Código  de  Comercio  recordaré,  por 
vía  de  curiosidad,  que  atacado  el  doctor  Vélez  Sars- 
field  como  si  en  él  nada  hubiera  trabajado,  contestó 
en  El  Nacional  poniendo  en  la  imprenta  á  disposi- 
ción de  los  críticos  sus  manuscritos  sobre  letras  de 
cambio  y  otras  materias.  Según  he  sido  informado, 
estos  manuscritos  deben  existir  en  poder  de  su  fami- 
lia. £1  doctor  Quintana  tenía  hasta  hace  poco  algu- 
nos, pero  parece  que  se  referían  á  citas  de  Códigos  ó 
ampliaciones.  £1  doctor  Moreno  tenía  también  los 
manuscritos  de  Vélez  Sarsfíeld  referentes  á  quiebras. 

Desde  temprano  inició  el  doctor  Domínguez  una 
campaña  contra  el  Código  en  las  columnas  de  aquel 
curioso  Foro,  hoy  casi  agotado.  Algunas  de  sus  indi- 
caciones eran  bastante  prácticas,  mereciendo  que  aún 
hoy  día  se  tengan  en  cuenta. 

Sólo  de  paso  citaré  el  índice  ó  repertorio  alfabéti- 
co del  Código  de  Comercio,  por  el  doctor  don  Ángel 
Navarro,  impreso  en  esta  ciudad  en  1863  (en  8%  3  i 
páginas),  y  la  pequeña  publicación  de  P.  V.  Goyena  : 
Cuestionario  Comercial  ó  Tahla  analítica,  de  1879. 
£ncuantoal  procedimiento,  publicó  en  1879  el  doc- 
tor don  Alberto  Navarro-Viola  sus  Términos  jurídi- 
cos ( en  8*,  34  páginas). 

£n  ninguna  parte  se  nota  más  el  movimiento  de  la 
critica  científica,  ó  el  reflejo  de  ella,  sobre  nuestra 


4*^ 


pXet.'A  por  úexv^  —  be  ítxítranTrtdo  qze:  c£  saañcáesto 


tríz.'ír,  *r*  siaíera  ^rjsjtrdíí  ^a   cada  áía  ea  3ayor 

El  i:r.^^!.^  fié  diio  por  U  ley  :shnoaal  dt  -^o  ác 
^i^S:c:Cshrt  de  1^70.  ocóca^adn  csta&tr  las  reSar- 
rr^%  q ..«  fuera  aeossarío  iatroducxr  en  el  Código  Co- 
mercial, y  el  decreto  de  14  de  octubre  del  mísiiio  año, 
n/>rr.hrando  para  dicho  objeto  á  los  doctores  don  Six- 
to Villegas  y  don  Vicente  G.  Qucsada.  Examinaré 
hrcvemtntc  U>s  trabajos  de  esta  Comisión,  impresos 
en  1875,  bajo  el  título  de  Proyecto  de  Reformas  al 
Código  de  Comercio  de  la  República  Argentina. 
(Buenos  Aires,  1873,  en  8*  de  601  páginas]. 

\ai  ley  de  27  de  septiembre  de  1870  estableció 
que  las  reformas  debían  reducirse  alas  "actuales 
necesidades  del  comercio  de  la  República,  y  á  la  prác- 
tica délos  tribunales  nacionales  y  provinciales". 

l>os  doctores  Vélez  Sarsfíeld  y  Acevedo,  al  remitir 
en  18  de  abril  de  1 8  5  7  su  Proyecto  de  Código  al 
Poder  Ejecutivo,  exponen  claramente  las  razones  que 
les  obligan  á  '*  suplir  todos  los  títulos  del  Derecho 
(}ivil  que  á  nuestro  juicio  faltaban  para  poder  compo- 
ner el  Código  de  Comercio",  por  cuya  razón  interpo- 
laron como  30  capítulos  de  materias  exclusivamente 


LA  CIENCIA  jurídica  ARGENTINA  427 


civiles.  Promulgado  en  29  de  septiembre  de  1869 
el  actual  Código  Civil  de  la  República,  redactado 
también  por  el  doctor  Vélcz  Sarsfield,  las  disposi- 
ciones de  ese  carácter  incluidas  en  el  Código  de  Co' 
mercio  se  tornaban  inútiles ;  y  como  el  Código  Civil 
cataba  mucho  más  adelantado  que  el  de  Comercio^ 
resultaba  que  muchas  disposiciones  eran  contradic- 
torias. En  esa  situación  la  jurisprudencia  aplicó  el 
Código  Civil,  pero  era  necesario  purgar  al  de  Co- 
mercio  de  aquel  bagaje  inútil.  Esta  era,  pues,  la  pri- 
mera tarea  de  la  Comisión  revisora,  compuesta  de 
los  doctores  Villegas  y  Qucsada.  Estos,  en  su  Pro- 
yecto de  Reformas,  armonizan  ambas  legislaciones, 
conservando  sólo  las  disposiciones  de  carácter  de  ex- 
cepción, pues  llenan  objetos  especiales,  y  caen  bajo 
el  dominio  de  jurisdicción  distinta.  Elsto  ya  era  consi- 
derable, si  se  recuerda  que  cerca  de  368  artículos  de 
los  1755  del  Código  de  Comercio  estaban  incluidos 
en  el  Código  Civil, 

La  Comisión  revisora  trató  de  consultar  '^  los  inte- 
reses del  comercio  *^  como  la  ley  lo  exigía,  llamando 
á  su  seno  repetidas  veces  á  comerciantes  acaudala- 
dos, á  banqueros  poderosos  ó  á  corredores  entendi- 
dos. Proponíales  las  reformas  que  creía  convenien- 
tes, y  allí  se  discutía  la  teoría  controlada  por  la  prác- 
tica diaria  del  comercio.  Asi,  por  ejemplo,  fueron  re- 


4^8  RESEÑAS   Y  CRÍTICAS 

dactados  los  títulos  referentes  á  cheques,  Bolsas  de 
comercio^  cuentas  corrientes^  materias  no  legisladas 
absolutamente  en  el  Código  vigente. 

Y  en  cuanto  á  las  demás  disposiciones  del  Código, 
la  Comisión  trató  siempre  de  reformarlas,  armoni- 
zándolas con  la  legislación  comparada,  pues,  como 
bien  lo  dice :  'Mas  letras  de  cambio,  sociedades  mer- 
cantiles, el  comercio  marítimo,  los  seguros,  las  quie- 
bras, etc.,  no  afectan  únicamente  á  los  habitantes  de 
la  República,  puesto  que  se  ligan  íntimamente  con 
todos  los  pueblos  con  los  cuales  comercia  la  Nación". 
Elsta  tendencia  merece,  en  efecto,  sincero  aplauso. 

Pero  debe  criticarse  la  manera  cómo  tratara  la  Co- 
misión la  parte  referente  al  comercio  marítimo;  quizá 
habría  sido  allí  necesario  más  detenido  estudio.  Sin 
embargo,  nada  es  más  fácil  que  criticar  reformas 
proyectadas  ya,  como  nada  es  más  difícil  que  pro- 
yectarlas. £1  trabajo  de  la  Comisión  revisora  tiene, 
imparcialmcnJe  hablando,  un  serio  y  real  mérito, 
aunque  adolezca  de  bastantes  imperfecciones.  Los  que 
han  venido  después,  sembrando  sobre  un  terreno 
arado  ya,  han  tenido  simplemente  la  fácil  tarea  de 
perfeccionar  y  de  pulir.  De  esto  debe,  con  todo,  feli- 
citarse el  país,  pues  redunda  en  provecho  común. 

No  entraré  á  citar  ni  menos  á  analizar  las  nume- 
rosas tesis  presentadas  ante  nuestra  Facultad   sobre 


LA  CIENCIA  JURÍDICA  ARGENTINA  429 


materias  comerciales.  Lo  he  hecho  en  parte  en  otro 
lugar  [  i ),  y  además  habría  que  hacer  á  un  lado  mu- 
chas de  no  gran  mérito ,  y  esta  clasificación  siempre 
es  odiosa.  Me  bastará  recordar  alguna  que  otra,  como 
la  del  doctor  don  Estanislao  S.  Zeballos  (Apuntes 
sobre  las  Quiebras^  á  propósito  del  proyecto  de  Re- 
formas, Buenos  Aires,  1874,  '  v.  en  8*  de  70  pág.), 
la  dej  doctor  don  Miguel  Goyena  [Estudios  sobre 
los  seguros  maritimos,  Buenos  Aires,  1872,  i  v. 
en  S*  de  122  pág.)  y  tantas  otras  cuyo  mérito  cono- 
cen los  que  de  estas  materias  se  ocupan. 

Las  obras  clásicas  de  Derecho  Comercial  argentino 
no  son  numerosas.  £1  doctor  don  Carlos  Tejedor 
tiene  su  Curso  de  Derecho  Mercantil^  arreglado  al 
Código  de  Comercio  y  concordado  con  el  Código 
Civil  (Buenos  Aires,  1863,  i  vol.  en  8*  de  445 
pág.,  VI  cap.). 

El  doctor  don  José  María  Moreno  su  interesante 
monografía  expositiva  :  Estudio  sobre  las  quiebras ^ 
disertación  leida  en  la  Academia  teórico-práctica  de 
Jurisprudencia  [Buenos  AWgs,  1864,  '  vol.  en  8*  de 
268  pág.).  Últimamente  el  doctor  don  Amancio  Al- 
corta  publicó  sus  Estudios  sobre  el  Código  de  Comer- 
cio (Buenos  Aires,  1880,  i  vol.  en  8" de  21 1   pági- 

(i)  En  el  articulo:  **  Una  nueva  obra  de  Derecho  comercial  "publi- 
cado en  "La  Nación"  del  25  de  Agosto  de  1880. 


430  RESEÑAS   Y   CRÍTICAS 

ñas),  importante  obra  sobre  la  que  habrá  que  volver 
más  de  una  vez  en  el  curso  de  este  artículo,  y  que  fué 
objeto  del  análisis  publicado  por  el  que  esto  escribe, 
en  el  diario  La  Nación  (i).  Y  el  doctor  don  Nicéforo 
Castellano,  que  ha  dado  á  la  Nueva  Revista  su  ar- 
tículo Estudio  sobre  la  quiebra  (s),  tiene  sus  Leo 
dones  sobre  el  Código  de  Comercio  argentino  (Cór- 
doba, 1880,  tomo  I,  I  vol.  en  8*  de  357  pág.)  (3). 
Tales  son  los  antecedentes  que  existían  en  el  mo- 
mento deponerse  el  doctor  Obarrio  á  la  tarea;  tal  el 
estado  de  nuestra  legislación  comercial  y  de  nuestra 
literatura  jurídica.  Sobre  esta  base  debía  escribirse  el 
Comentario,  en  cuyo  análisis  tiempo  es  ya  de  entrar. 


III 


El  doctor  don  Manuel  Obarrio,  como  fruto  de  su 
enseñanza  en  la  Facultad  de  Derecho  y  Ciencias  So- 
ciales de  la  Universidad  de  la  Capital,  ha  venido  de 
largo  tiempo  atrás  elaborando  una  obra,  de  la  que 
podría  decir,  parodiando  á  Ovidio: — Exegi   monu- 

(t)  Articulo  citado  del  25  de  Agosto  de  1880. 
{1)  Nueva  ReñsUit  tomo  II,  páginas,  604-63^. 
(3)  Nueva  Revista,  tomo  I,  página  1  $9. 


LA   CIENCIA   JURÍDICA   ARGENTINA  43  I 


mentu  cere  perennius^  monumento  sí,  más  duradero 
que  el  bronce,  porque  tendrá  que  ser  forzosamente 
leído  por  todas  las  generaciones  argentinas  que  se 
dediquen  á  la  noble  carrera  de  la  abogacía,  perpe- 
tuando de  esa  manera  no  tan  sólo  el  nombre  del 
autor,  sino  el  recuerdo  de  una  enseñanza  cuyos  bene- 
ficios hemos  podido  apreciar   los  contemporáneos. 

£1  método  del  doctor  Obarrio  consiste  en  citar  el 
texto  áz\  artículo,  transcribir  las  concordancias  de  los 
códigos  extranjeros,  y  comentar  en  seguida  la  dis- 
posición, discutiendo  la  doctrina  de  acuerdo  con  la 
jurisprudencia.  E^ta  cuestión  del  método,  tratándose 
de  Comentarios  á  un  Código,  es  de  capital  impor- 
tancia, por  cuya  razón  me  permitiré  avanzar  algunas 
reflexiones. 

Como  se  vé,  el  método  del  doctor  Obarrio  es  emi- 
nentemente exegético,  y  si  bien  el  estudio  de  los  tex- 
tos es  indispensable,  ya  Troplong  en  uno  de  sus 
sabios  prefacios  decía  con  razón:  "si  el  derecho  no 
fuera  sino  una  ciencia  de  textos,  tendría  muchos  me- 
nos atractivos  para  las  espíritus  filosóficos;  la  exe- 
gesis,  por  más  necesaria  que  sea,  no  es  más  que  la 
parte  más  árida  y  más  circunscrita.  Sobre  ella  se 
eleva,  á  una  grande  altura,  la  indagación  de  las  ver- 
dades naturales  sobre  las  cuales  reposan  las  relacio- 
nes de  los  hombres.. ."   De  ahí  los  magníficos  preja- 


432  RESEÑAS   Y   CRÍTICAS 

cios  y  disertaciones  generales  de  que  abunda  la  obra 
inmortal  de  Troplong,  y  si  causas  políticas  han  lle- 
gado hasta  decir  de  esta  obra:  ^* tenemos  ahora  la 
novela  del  derecho**,  aquel  que  haya  consultado  al 
eminente  jurisconsulto  sabrá  darle  el  mérito  que  en 
realidad  le  corresponde. 

Merlin  ha  dicho  con  razón  :  '*la  ciencia  del  Dere- 
cho consiste  tanto  en  la  refutación  de  los  falsos  prin- 
cipios, cuanto  en  el  conocimiento  de  los  verdaderos"; 
de  ahí  que  Marcadé  y  Pont  empleen  con  frecuencia 
un  tono  agresivo  en  la  controversia,  é  inscriban  con 
original  satisfacción:  error  de  Delvincourt,  de  Duran- 
ton  y  etc.,  pero  esto  no  impide  reconocer  la  excelencia 
del  consejo  de  Merlin  :  —  la  obra  de  Marcadé  y  Pont 
goza,  en  efecto,  de  grande  influencia  debido  tanto  al 
valor  intrínseco  y  á  la  solidez  de  sus  principios,  cuan- 
to á  la  forma  feliz  de  la  exposición,  al  giro  acerado 
de  la  argumentación  y  alas  cualidades  del  estilo  ( i). 
£1  doctor  Obarrio  sigue  la  máxima  de  Merlin  sólo  á 
medias :  expone  más  bien  que  discute  las  opiniones 
contrarias. 

El  doctor  Obarrio  ha  preferido  ceñirse  propia- 
mente al  Código  en  la  aplicación  de  su  método, 
lo  que  obliga  á  frecuentes  repeticiones,    y  á  jdesar- 

(i)  Véase  Bibliographie  raisonnée  du  Droit  Civil,  por  E.  Draroard. 


LA   CIENCIA  JURÍDICA   ARGENTINA  433 


rollar  en   un  articulo  incidental  teorías  generales. 

Fué  en  vista  de  ese  inconveniente  que  Demolombe 
prefirió  escribir  una  serie  de  tratados  separados  en 
vez  de  un  curso  exegético  puro: — '^esa  combinación, 
dice  él,  me  ha  permitido,  al  mismo  tiempo  que  con- 
servaba á  mi  obra  la  unidad  que  me  había  esforzado 
por  darle,  consagrar  á  cada  materia  un  estudio  más 
detallado  y  más  completo".  A  pesar  de  que  la  obra 
del  doctor  Obarrio  podría  considerarse  como  una  se- 
rie de  tratados  especiales  [el  tomo  \,  Las  personas 
del  comercio^  y  el  II  El  mandato  y  la  comisión]; 
sin  embargo,  el  autor  sigue  demasiado  estrictamente 
al  Código,  artículo  por  artículo,  para  tener  la  liber- 
tad de  desenvolver  ampliamente  sus  teorías  en  pre- 
facios ó  bajo  rubros  generales. 

El  Comentario  del  doctor  Obarrio  está  escrito  con 
criterio  elevado,  revelando  en  su  desarrollo  y  en  sus 
conclusiones,  esa  firmeza  que  sólo  da  la  propia  y 
personal  convicción,  fruto  de  larga  labor  y  detenida 
meditación.  Estudia  con  claridad  las  cuestiones,  y 
expone  con  acierto  el  estado  actual  de  la  doctrina, 
proponiendo  todas  aquellas  perfecciones  de  detalle 
ó  cambio  de  fondo  que  la  lógica  sugiere.  Es  un 
libro  cuya  lectura  enseña,  pero  con  demasiados  de- 
talles—  y  en  esto  está,  quizá,  su  principal  defecto. 
Delvincourt,   como  es  sabido,  tuvo  por   sistema    no 

38 


434  RESEÑAS   Y   CRÍTICAS 


extender  ó  diluir  sus  ideas,  y  no  ofrecer  á  los  estu- 
diantes  —  á  los  que  está  principalmente  dedicada  su 
obra,  como  sucede  también  con  la  del  doctor  Obarrio, 
—  un  trabajo  demasiado  fácil,  para  no  fomentar  la 
pereza  del  espíritu;  pero  en  cambio  el  ilustrado 
decano  de  la  Facultad  de  Paris  se  vio  forzado  á  añadir 
á  su  texto  notas  y  explicaciones  mucho  más  desarro- 
lladas, que  forman  una  verdadera  glosa  y  la  parte 
realmente  exegética  de  su  obra.  No  podría  decirse 
esto  por  cierto  del  doctor  Obarrio. 

Un  critico  argentino,  inteligencia  de  las  más  claras 
en  la  joven  generación  literaria,  ha  dicho  con  pro- 
funda verdad  juzgando  una  obra  de  distinta  índole:  — 
^^  No  deja  el  autor  trabajo  alguno  á  la  imaginación 
del  lector,  que  sólo  aprecia  las  obras  en  que  se  le 
permite  colaborar.  Su  libro  es  un  teatro  en  que  se 
ve  el  escenario  desde  los  bastidores.  La  inteligen- 
cia se  cansa  de  encontrarlo  todo  hecho.  Si  los  artis- 
tas cantaran  explicando  cómo  emiten  la  voz,  asistir 
á  la  Opera  tendría  tres  pares  de  bemoles.  Si  las 
poesías  se  leyesen  contando  el  número  de  las  sílabas, 
se  caerían  de  las  manos  hasta  los  poemas  de  Ossian. 
Hay  capítulos  en  que  parece  vérsele  al  autor  exten- 
diendo la  mano  hacia  su  biblioteca.  Y  es  sabido 
que  el  arte  requiere  naturalidad,  y  que  desde  el 
momento  en  que  se  nota  el    esfuerzo  y  el  procedí- 


LA   CIENCIA  JURÍDICA   ARGENTINA  435 


miento  empleados,  el  arte  desaparece  y  no  queda  sino 
el  taller.  Nunca  tiene  el  autor  reticencias  oportunas, 
ni  pone  en  su  estilo  esas  medias  tintas  delicadas  que 
conducen  al  aticismo.  Siempre  deja  al  descubierto 
los  hilos  con  que  ha  tejido  su  asunto,  que  hacen  un 
efecto  análogo  al  de  los  andamios  en  los  edificios  y 
las  caserolas  en  los  banquetes.  El  autor,  en  una 
palabra,  no  nos  dá  nunca  la  miel  sin  hacernos  pasar 
por  todas  las  visceras  de  la  abeja". 

Me  guardaría  bien  de  decir  que  el  doctor  Obarrio 
ha  incurrido  en  todos  esos  defectos,  pero  por  lo  me- 
nos me  ha  parecido  notar  algunos  de  ellos  en  la  lec- 
tura de  su  obra.  Y,  en  mi  opinión,  esto  proviene 
simplemente  del  método  adoptado,  que  ha  de  obligar 
al  autor  á  incurrir  en  los  mismos  inconvenientes  por 
más  que  quiera  obviarlos. 

El  tomo  I  de  la  obra  trata  De  las  personas  del  co- 
mercio, es  decir,  de  los  tres  primeros  títulos  del  Códi- 
go, habiendo  agregado  un  capítulo  especial  sobre  las 
Bolsas  de  comercio,  materia  legislada  en  el  Proyecto 
de  Reformas.  El  tomo  II  trata  De  los  contratos  de 
comercio,  estudiando  el  capítulo  I  del  título  I,  libro 
IV  (artículos  191-208),  salteando  los  capítulos  II  y 
III  que  tratan  Del  efecto  y  de  las  diversas  especies  de 
obligaciones  (artículos  209-294)  por  ser  materia 
regida  por  el   Código  Civil,  para  comentar  después 


43^  RESEÑAS   Y   CRÍTICAS 


el  capítulo  W  De  la  interpretación  de  las  conven- 
ciones (artículos  295-298).  Entra  en  seguida  á 
estudiar  el  título  II  Del  mandato  y  de  las  comisiones 
(artículos  335-386)  omitiendo  por  lo  tanto  los  ar- 
tículos 299-3  34 1  pGTO  precediendo  la  materia  de  uoas 
Observaciones  generales  perfectamente  pertinentes. 
Como  se  vé,  el  doctor  Obarrio  ha  llegado  en  su  Co- 
mentario hasta  el  artículo  386,  y  le  faltan  aún  1369 
para  terminar  con  los  1755  artículos  del  Código, 
sin  contar  los  títulos  especiales  que  ha  agregado  el 
Proyecto  de  Reformas,  como  ser  los  de  Cuentas  cor- 
rientes y  cheques  (39  artículos). 

Antes  de  entrar  á  examinar  especialmente  el  tomo 
segundo,  conviene  hacer  notar  que  en  él  se  ha  corregi- 
do en  parte  un  defecto  gravísimo  del  primero:  el  índi- 
ce defícientc.  En  materias  de  Derecho  es  quizá  donde 
más  se  necesitan  índices  copiosos  por  orden  alfabético 
de  materias,  de  autores  y  de  casos,  á  fin  de  facilitar 
la  indagación  del  que  tiene  que  consultar  la  obra. 
Aun  cuando  se  haya  leído  ésta  con  detención,  pasado 
un  cierto  tiempo,  se  conserva  el  recuerdo  de  que  tal 
cuestión  ha  sido  tratada  de  tal  ó  cual  manera,  pero 
sin  saber  á  punto  fijo  en  qué  página :  para  encontrar 
ésta,  no  habiendo  índice  adecuado,  se  pierde  un 
tiempo  precioso,  fatigando   inútilmente   el  espíritu. 

En  cuanto   á  la  ejecución  del  trabajo  en  sí,  ha- 


LA  CIENCIA  JURÍDICA  ARGENTINA  437 


bría  quizá  algunas  ligeras  observaciones  que  hacer. 

Un  maestro  en  la  materia  ha  expuesto  la  siguiente 
regla:  *' antes  de  la  glosa  sobre  el  texto  de  la  ley, 
preciso  es  mencionar  los  escritos  que  hacen  conocer 
las  bases  filosóficas  y  económicas  sobre  que  reposa ; 
en  seguida  los  precedentes  históricos  y  las  faces  que 
el  texto  de  sus  disposiciones  ha  tenido,  antes  de 
llegar  á  la  fórmula  que  nos  gobierna  actualmente. 
Por  último,  las  críticas  de  que  es  objeto  bajo  el  pun- 
to de  vista  legislativo,  al  mismo  tiempo  que  los  pro- 
yectos ó  proposiciones  de  mejoras,  de  reformas  ó  de 
abrogación,  que  el  estudio  profundo  de  sus  principios 
ó  la  experiencia  de  la  práctica  han  suscitado  desde 
su  promulgación". 

(Cómo  procede  el  doctor  Obarrio?  Toma  el  Có* 
digo,  busca  una  ó  dos  concordancias,  sin  señalar  las 
legislaciones  con  las  que  difiere  y  cuál  sea  la  razón 
de  esta  divergencia;  entra  en  seguida  á  la  doctrina 
jurídica  pura,  y  prescindiendo  por  un  instante  del 
texto  de  la  ley,  define  la  materia,  busca  sus  analogías 
ó  divergencias  con  otros,  sobretodo  con  los  similares 
del  Código  Civil,  y  expone  las  doctrinas  jurídicas 
cuando  hay  controversia ;  después  procede  á  explicar 
la  disposición  de  la  ley,  y  por  último  á  juzgar  las 
modificaciones  del  Proyecto  de  Reformas.  En  el 
tomo  II,  ya  con  mayor  firmeza  en  el  terreno  que  pisa. 


4^8  RESEÑAS   Y  CRÍTICAS 


ensancha  algo  esc  cuadro:  critica  la  ley,  expone  las 
opiniones  controvertidas  y  las  razones  por  qué  adopta 
una  ú  otra ;  y  en  algunas  partes,  como  cuando  trata 
del  Mandato,  entra  de  lleno  á  un  examen  tan  im- 
portante como  notable  de  las  relaciones  entre  el 
Derecho  Comercial  y  el  Civil,  pasando  en  revista  las 
principales  autoridades.  De  ahí  la  evidente  supe- 
rioridad del  tomo  II  sobre  el  I.  Hay  en  aquel  más 
seguridad,  mayor  amplitud  de  miras,  más  libertad 
en  la  critica,  más  riqueza  en  las  fuentes,  que  en  el 
último.  En  el  I  notábase  bastante  descuidada  la 
legislación  comparada;  en  el  II,  si  bien  aún  no  como 
debiera,  ha  sido  ya  más  profundizada. 

Verdad  es  que  en  el  tomo  II  el  autor  se  encontraba 
con  dos  nuevos  libros  argentinos  que  sobre  la  mate- 
ria que  trataba  acababan  de] aparecer:  los  de  los 
doctores  Alcorta  y  Castellano.  Esto  lo  ha  aguijo- 
neado, lo  ha  obligado  á  profundizar  su  crítica  y  á 
rebatir  ó  apoyar  las  doctrinas  de  esos  autores.  El 
libro  del  doctor  Alcorta  ha  ejercido  considerabilísima 
influencia  en  este  tomo  II,  estando  el  doctor  Obarrio 
casi  siempre  de  acuerdo  con  él ;  mientras  que  casi 
continuamente  está  en  desacuerdo  con  el  doctor 
Castellano,  pero  tiene  en  cuenta,  sin  embargo,  sus 
observaciones.     Esto  era  natural. 

El  libro  del  doctor  Castellano  es  una  obra  de  ex- 


LA   CIENCIA  JURÍDICA   ARGENTINA  439 


posición  didáctica,  en  la  que  se  nota  no  grande 
abundancia  de  fuentes,  tanto  para  la  legislación 
comparada  cuanto  para  la  doctrina.  El  libro  del  doc- 
tor Alcorta  es  una  obra  admirablemente  concisa,  en 
la  cual  propone  reformas  originales  á  casi  todos  los 
artículos  del  Código  en  la  parte  que  examina,  expo- 
niendo el  más  rico  acopio  de  doctrina  y  de  legisla- 
ción comparada  que  pueda  exigirse ;  —  con  sumo 
cuidado  están  compulsadas  las  principales  fuentes, 
y  es  asi  cómo  en  mucbas  materias,  en  lo  referente 
á  transporte  por  ferro-carriles  y  al  mandato,  sobre 
todo,  hay  teorías  que  merecen  detenido  estudio. 
El  doctor  Obarrio  con  esa  escrupulosidad  y  deseo 
de  no  avanzar  proposición  alguna  sin  haber  agotado 
las  indagaciones  á  su  alcance  —  cualidades  que  tanto 
le  caracterizan  —  háse  visto  obligado  á  estudiar 
propiamente  el  libro  del  doctor  Alcorta,  lo  que  en 
muchas  partes  del  tomo  11  se  vé  claramente,  por  el 
desarrollo  exagerado,  con  relación  al  plan  gene- 
ral del  libro,  que  ha  debido  dar  á  ciertas  cuestio* 
nes  que  le  era  imperioso  dilucidar  en  detalle.  Es  en 
esas  discusiones  en  que  se  revela  por  completo  el 
doctor  Obarrio :  se  vé  cuan  á  fondo  posee  sus  auto- 
res favoritos,  se  entusiasma,  gesticula,  se  enardece 
en  favor  de  tal  ó  cual  opinión.  Parece  oírsele  hablar 
cuando  se  leen  ciertas  partes  de  su  libro:    corre  por 


440  RESEÑAS  Y  CRÍTICAS 


éste  un  soplo  de  sinceridad  que  cuando  no  logra 
convencer,  impone  el  debido  respeto.  Cuando  el 
doctor  Obarrio  trata  de  Troplong  y  de  Delamarre  et 
Le  Poitvin,  —  sus  autores  favoritos  —  sea  que  di- 
sienta ó  esté  con  ellos  de  acuerdo,  se  transforma  por 
un  instante  en  dichos  autores,  expone  y  comenta  su 
doctrina  de  tal  modo,  que  cuando  cree  deber  atacar- 
los —  sobre  todo  á  Delamarre  et  Le  Poitvin  —  pa- 
rece realizar  el  clásico  dicho  de  Térencio :  Aman- 
tium  ircd,  amoris  integratio !  Se  dirá  quizá   que  el 

f 

jurisconsulto  debe  revestirse  de  una  capa  de  estol- 
cismo  y  examinar  la  materia  subjudice,  con  la  misma 
sangre  fría  con  que  el  médico  hace  la  autopsia  de  un 
cadáver  —  pero  nada  reemplazará  ese  soplo  vivífico, 
esa  corriente  que  levanta,  por  así  decirlo,  las  pági- 
nas que  les  da  animación  y  vida,  y  que  revela  que 
el  corazón  ha  trabajado  á  la  par  de  la  cabeza.  Es  ver- 
dad que  se  ha  dicho:  ^^ tenemos  el  romance  del 
Derecho",  porque  Troplong  escribió  sus  libros  va- 
ciando en  ellos  junto  con  su  saber  su  alma  entera; 
pero  hoy  día  se  necesita  algo  más  que  la  fría  glosa  de 
un  Gregorio  López  :  se  necesita  la  exposición  calu- 
rosa y  viva. 

Por  todas  estas  razones,  si  bien  creo  deber  alabar 
ciertos  pasajes  de  la  obra  del  doctor  Obarrio,  me 
queda  el  sentimiento  de  no  poderlo  hacer  con  muchos 


LA   CIENCIA  JURÍDICA  ARGENTINA  44  1 


Otros  en  los  que  aún  domina  el  viejo   formalismo  es- 
colástico. 


IV 


cQué  método  de  crítica  emplea  el  doctor  Obarrio  ? 
Su  curso  no  es  arcaico :  se  apoya  sobre  el  estado 
actual  de  la  legislación  para  remontarse  al  pasado, 
tratando  de  ver  las  cosas  tal  cual  son,  y  mostrando 
—  sólo  de  vez  en  cuando  —  cómo  el  tiempo  ha  po- 
dido aumentar,  transformar,  y  hasta  perfeccionar,  es 
decir,  reformar  mejorando  los  conocimientos  adqui- 
ridos, que  es  lo  que  constituye  el  progreso.  No  per- 
tenece, pues,  el  doctor  Obarrio  á  esa  escuela  que  los 
alemanes  denominan  hypercritica,  que  consiste  en 
desdeñar  el  sendero  trillado,  ó  según  la  expresión 
algo  injusta  de  Guardia:  ^*  abandonar  la  recta  vía 
del  sentido  común/\  Verdad  es  que,  para  usar  una 
frase  famosa:  ^^  la  erudición  marcha  constante- 
mente entre  la  conjetura  y  la  hipótesis,  y  cuando  se 
detiene  encuentra  el  absurdo  en  el  fin  del  camino  ". 

He  dicho  al  comienzo  de  este  articulo  que  él  sería 
más  de  bibliografía  que  de  critica  :  me  veo  forzado, 
en  efecto,  á  detenerme  en  la  parte  general,  sin  po- 
der descender  á  las  cuestiones  de  detalle,  ni  exponer 


44^  RESEÑAS   Y   CRÍTICAS 


de  qué  manera  el  doctor  Obarrio  ha  resuelto  tal  ó 
cual  controversia,  y  hasta  qué  punto  sus  argumentos 
son  ó  no  aceptables.  Esto  me  llevaría  muy  lejos,  y 
debo  concretarme.  Mi  propósito  ha  sido  examinar  la 
importancia  de  una  obra  cuyo  principio  poseemos 
recién,  con  relación  al  estado  de  la  legislación  y  de 
la  ciencia  jurídica  entre  nosotros.  Rastrear  así  su  fí~ 
liación,  permaneciendo  dentro  de  las  líneas  genera  - 
les,  es  la  única  manera  de  justificar  las  exigencias  de 
la  crítica  moderna  que,  al  afirmar  que  '^un  autor  es 
simplemente  una  frase  aislada  en  una  página  hu- 
mana y  social  ",  exige  que  se  le  relacione  con  los  de- 
más contemporáneos  y  se  aprecie  á  grandes  rasgos 
la  influencia  de  sus  obras. 

Me  quedan  aún  algunas  críticas  de  detalles  que 
hacer:  nimiedades  al  parecer,  pero  que  revisten 
considerable  importancia  á  los  ojos  de  los  eru- 
ditos. 

Ante  todo,  un  erudito  tendría  mucho  que  obser- 
var relativamente  á  la  manera  cómo  el  doctor  Oba- 
rrio hace  sus  citas.  La  parte  bibliográfica  está  bas- 
tante descuidada  en  este  libro,  y  es  preciso  haber  es- 
tudiado concienzudamente  una  materia  cualquiera, 
para  saber  qué  largo  y  fastidioso  trabajo  prepara- 
torio es  indispensable  hacer  antes  que  nada,  para  lo- 
grar  reunir  una  parte  solamente   de  los  materiales 


LA   CIENCIA  JURÍDICA   ARGENTINA  443 

que  habrá  que  poner  después  á  la  obra  (i).  De  ahí 
que  se  requiera  una  exactitud  escrupulosa  de  noti- 
cias puramente  técnicas,  como  ser  el  titulo  completo 
de  la  obra,  el  número  de  ediciones,  su  fecha  y   lugar 
de  publicación,  indicaciones  que  cuando  están  desfi- 
guradas son  causa  de  frecuentes  errores,  de  desenga- 
ños ó  de  indagaciones   varias  é  inútiles.   El   doctor 
Obarrio  cita  sin    método   bibliográfico :  á  veces  usa 
una  clase  de  abreviaturas,  otras  las  varia  ;  los  nom- 
bres salen  estropeados»   á  veces  cambian  de  una  pá- 
gina á  otra  ;  rara  vez  se  indica  ni  el  lugar  ni  la  fecha 
de  la   edición,    de  modo  que  cuando  cita  tal  ó  cual 
página,  se  expone  á  que  el  lector  se  desespere  inútil- 
mente si  trata  de   verificar  el   dato  en  una  edición 
diversa  de  la  consultada  por  el  autor.  Todos  estos  de- 
talles parecen  supérfluos,  pero,  si  se  reflexiona,  son 
necesarios:  (Cuál  es  el  objeto  de  las  citas?    Que    el 
lector  pueda  verificarlas,    sea  para  profundizar  más 
la  materia,  sea  para  convencerse  de    que  se    ha  in- 
terpretado bien  la  autoridad  que   se  invoca  ;  pero, 
i  cómo  podrá   hacer  esta  verificación  si  los  datos  bi- 
bliográficos son  incompletos  ó  errados?   Esto  es  evi- 
dente^  y  el  que  ha  tenido   que  compulsar   esta  clase 
de  obras,  sabe  perfectamente  que  la  cuestión  es  ca- 

(i)  Dramard,  loe.  cit. 


444  RESEÑAS  Y  CIÚTICAS 


pital.  Se  objetará  que  esto  pertenece  á  la  erudición, 
pero  iustamente  la  importancia  que  ésta  ha  adqui- 
rido en  los  últimos  tiempos,  exige  que  todo  autor 
sea  al  mismo  tiempo  un  erudito.  El  doctor  Obarrio 
que  tanto  amor  profesa  á  los  latinos,  no  desechará 
sin  duda  el  famoso  dicho:  notitia  lihrorutn  est 
dimidium  studiorutn^  et  máxima  emditionis  pars 
exactam  librorum  kabere  cognitionem, 

Pero  debo  aún  hacer  otra  observación.  Más  de 
una  vez  se  ha  criticado  lo  poco  que  nuestra  jurispru- 
dencia patria  —  tanto  nacional  como  provincial  —  es 
tomada  en  consideración  por  los  autores  argentinos 
que  sobre  Derecho  escriben.  Verdad  es  que  lo  mis- 
mo ha  pasado  en  otros  países :  para  no  citar  sino 
un  ejemplo,  en  Francia,  en  la  época  en  que  la  ense- 
ñanza de  maestros  ilustres,  como  Delvincourt,  Po— 
thier»  Proudhon,  creaba  el  magnífico  cuerpo  de  doc- 
trina de  que  ahora  se  enorgullece  aquel  país,  todos 
manifestaban  un  desprecio  apenas  disimulado,  por 
las  decisiones  de  las  Cortes  inferiores,  y  aun  de  la 
Suprema ;  después,  algunos  magistrados,  no  menos 
renombrados  por  su  ciencia  que  aquellos  profesores, 
emprendieron  exponer  y  desarrollar  los  principios 
del  Derecho,  preocupándose  más  de  lo  que  lo  habían 
hecho  sus  rivales;  de  buscar  ejemplos  de  demostra- 
ción en  los  casos  diarios  más  que  en  las  abstracciones 


LA   CIENCIA   JURÍDICA   ARGENTINA  44  ^ 


de  la  doctrina,  —  y  fué  así  que  la  jurisprudencia 
adquirió  una  influencia  preponderante.  ¿Cuál  es, 
pues,  la  razón  de  que  entre  nosotros  suceda  todo  lo 
contrario  >  i  Será  quizá  que  las  publicaciones  téc- 
nicas destinadas  á  recopilar  los  fallos  de  nuestros 
tribunales  nacionales  y  provinciales,  son  no  sólo 
escandalosamente  caras  sino  bastante  deficientes? 
Todo  puede  ser :  el  hecho  es  que  el  doctor  Obarrio 
sólo  cita,  propiamente  hablando,  una  sentencia, 
que  puede  el  lector  ver  en  el  Apéndice  del  tomo  11. 
Hay  ahí,  evidentemente,  un  gran  vacío  que  llenar, 
vacío  que  se  nota,  salvo  honrosas  pero  contadas 
excepciones,  en  todos  nuestros  escritores  jurídi- 
cos. 

Si  la  crítica  debe  en  realidad  ser  útil  para  alguna 
cosa,  está  forzada  entonces  á  indicar  al  escritor,  que 
no  tiene  de  ello  quizá  sino  una  conciencia  confusa, 
cuáles  son  sus  cualidades  más  personales  y  más 
susceptibles  de  fácil  desenvolvimiento,  para  alentarle 
en  ese  camino.  Pues  bien,  lo  que  hay  el  derecho 
de  exigir  del  doctor  Obarrio,  es  que  con  la  autoridad 
de  su  talento  apoye  decididamente  la  tendencia  de 
los  que  estudian  nuestra  legislación  bajo  el  punto  de 
vista  de  la  crítica  científica  y  de  la  jurisprudencia 
de  los  tribunales.  Es  verdad  que  la  historia  tiene 
grandes  atractivos :  historia  delectad  decían  ya  los 


44 6  RESEÑAS  Y  CRÍTICAS 

antiguos.     Pero  lo  que  se  necesita  es  crítica  inteli  - 
gente,  elevada,  previsora. 

Y  esta  necesidad  es  doblemente  más  imperiosa 
tratándose  de  nuestra  legislación  comercial.  '^  Ks 
sabido — ha  dicho  hace  tiempo  la  respetable  Revista 
de  Legislación  y  Jurisprudencia  ( i )  —  que  nuestro 
Código  de  Comercio  se  encuentra  pésimamente  re- 
dactado, dando  lugar  á  dudas  que  generalmente  se 
transforman  en  litigios.  Nuestros  codificadores  se 
han  olvidado  que  la  claridad  de  la  ley  depende  de 
su  redacción,  manifestando  completo  desprecio  para 
con  las  reglas  gramaticales  y  de  buen  lenguaje." 
Puede  que  este  reproche  sea  quizá  algo  exagerado, 
pero  tiene  mucho  de  verdadero.  Y  como  estamos 
en  vísperas  de  sancionar  la  reforma  de  dicho  Códig^o, 
de  ahí  que  sea  más  imprescindible  la  verdadera 
crítica  jurídica. 

La  cuestión  es  grave.  La  legislación -- ha  dicho 
sabiamente  Bluntschli  —  debe  ser  conservadora^  debe 
respetar  lo  que  existe,  pero  restaurándolo  y  ampu- 
tando las  partes  muertas  á  fin  de  salvar  las  partes 
sanas  y  viables.  Debe  también  ser  liberal^  teniendo 
en  cuenta  á  la  par  del  derecho  positivo  existente,  el 
teórico,  sacándolo  de  la  fuente  viva  de  la  inteligencia 

I  i)  Tomo  V,  página  291,  1870. 


LA   CIENCIA  JURÍDICA   ARGENTINA  447 

é  inquietándose   de  las  querellas  de   los  sabios:  el 
legislador  debe  ser  creador  y  soberano. 

Sea  de  ello  lo  que  fuere,  desde  que  atravesamos  en 
esto  una  época  de  crisis,  nuestra  doctrina  —  para 
usar  una  expresión  consagrada  —  debe  inspirarse 
antes  que  todo  en  un  conocimiento  tan  exacto  como 
completo  de  las  soluciones  diversas  que  ha  adoptado 
sucesivamente,  y  una  obra  del  género  de  la  del  doc- 
tor Obarrio  debe  ser  un  inventario  perfecto,  para 
que  pueda  ser  considerada  á  la  vez  como  testimonio 
del  pasado  y  como  punto  de  apoyo  para  el  porvenir. 


Voy,  pues,  á  terminar  este  largo  y  enmarañado 
articulo.  Cuando  Sainte-Beuve  exclamaba:  "oh! 
qué  agradable  es  leer  á  veces  los  antiguos  ",  no  hacía 
sino  proclamar  una  vez  más  su  justificada  preferen- 
cia por  el  estudio  de  los  muertos.  Nada  más  difícil, 
en  efecto,  que  juzgará  los  contemporáneos.  ^Cómo 
aplicar  con  libertad  las  célebres  máximas  de  Taine? 
i  Cómo  estudiar  el  temperamento,  las  pasiones,  los 
defectos  ó  las  cualidades  de  un  hombre  que  vive  con 
nosotros,  con  quien  nos  encontramos  á  cada  paso  y 


44^  RESEÑAS   Y   CRÍTICAS 


con  quien  tenemos  que  encontrarnos  después  de 
juzgarlo?  Es  evidente  que  el  conocimiento  de  todos 
esos  antecedentes,  relacionados  con  el  espíritu  ge- 
neral de  la  época,  con  la  generación  á  que  se  perte- 
nece, con  las  aspiraciones  del  autor,  influyen  podero- 
samente en  la  mejor  inteligencia  de  una  obra  y  en 
su  más  imparcial  juicio.  Pero  la  mejor  buena  volun- 
tad se  estrella  muchas  veces  ante  lo  imposible.  La 
verdad  reside  en  las  medias  tintas,  y  más  conviene 
dejar  adivinar  una  deducción  que  expresarla,  pues 
la  palabra,  por  más  que  se  la  atenúe,  es  á  veces 
demasiado  cruda.  De  ahí  que  sea  menester  dete- 
nerse en  la  mitad  del  camino,  y  dejar  más  bien  una 
impresión  de  vaguedad  que  no  de  violencia,  que 
puede  frecuentemente  ser  errada. 

Se  ha  podido  ver  en  las  páginas  anteriores  el  mé- 
dium y  el  momento  en  que  apareció  el  Comentario 
del  doctor  Obarrio,  y  la  razón  de  ser  de  sus  méritos 
ó  defectos  principales.  La  influencia  que  ejercerá 
dicha  obra  no  será  tan  considerable  como  debiera, 
á  causa  de  la  lentitud  de  su  publicación.  Pero,  en 
vísperas  de  reformar  el  Código  de  Comercio,  cuando 
el  H.  Congreso  tiene  en  carpeta  los  correspondientes 
proyectos,  parece  de  oportunidad  estudiar  un  libro 
que  tanto  puede  contribuir  á  ese  anhelado  resultado. 
.  Únicamente  cuando  la  obra  esté  terminada,  y  re- 


LA   CIENCIA   JURÍDICA   ARGENTINA  449 


formada  nuestra  legislación  comercial,  podrá  recién 
apreciarse  con  equidad  la  importaecia  é  influencia 
del  trabajo  meritorio  del  doctor  Obarrio.  Mientras 
tanto,  justo  es  llamar  sobre  él  la  atención  pública  y 
tributar  al  autor  el  respetuoso  elogio  á  que  con 
razón  se  ha  hecho  acreedor. 


Febrero  de  1883. 


29 


XV 


UN  PUBLICISTA  ARGENTINO  EN  EUROPA 


I  o  Dictionnaire  de  Droit  tniemational  public  ei  privé^  par  Charles 
Calvo,  Eovoyé  Extraordinaire  et  Ministre  Plénipotencíairc  de  la  Ré- 
pubiique  Argentine  auprés  de  S.  M.  TEmpereur  d'Allemagnc,  Mcm- 
bre  fondateur  de  Tlnstitut  de  Droit  internationa),  Corresponda nt 
de  rAcadémie  de  Sciences  morales  et  politiques  de  l'Institut  de 
France,  de  TAcadémie  d'Histoire  de  Madrid,  etc.  Berlin  ( Pullkammer 
et  Mflhibrecht),    1885.  3  gr.  vol.  in   8«  de  viii-517  y  374  páginas. 

3*  Dictionnaire-manuel  de  Diplomatie  et  ds  Droit  international 
fublic  et  privé,  par  Charles  Calvo,  etc.,  etc.  Berlin  (ibid),  1885,  i  vol. 
in  b*  de  vii-47;  páginas* 


no  es  esta,  por  cierto,  la  primera  vez  que  la  Nue- 
va Revista  se  ocupa  del  autor  de  las  dos  obras 
arriba  mencionadas  y  que  acaban  de  llegar  á  Buenos 
Aires.  Con  motivo  de  la  tercera  edición  de  su  conocido 
libro:  Le  droit  international  théoriqueet  fratique  ( i), 

(i)  He  aqui  el  titulo  integro  de  la  obra,  que  es  la  verdadera  base  de 
la  alta  reputación  del  autor :  Le  Droit  international  thiorique  et  prati- 


4  5-2  ft£SCSJiS   T 


ic  h:zo  detenida  ococáóa  óc  este  puMícwfa  i\  EIl 
distinguido  escritor  argentino  envió  «Icspués  á  la 
SuevA  Revista  un  aiticiilo  titulado:  Ali&mza  [2, 
que  reproduce  en  la  primera  de  las  dos  obras  recien- 
temente publicadas  3  .  Además,  está  finesca  aún  en 
la  memoria  de  los  lectores  de  esta  Revista  la  polémi- 
ca que  suscitó  el  detenido  articulo  crítico  4)  del  doc- 
tor don  Amancio  Alcorta,  sobre  la  principal  de  las 
obras  del  señor  Calvo.  Este  replicó  con  una  carta  que 
fué  á  su  vez  contestada  por  el  doctor  Aloorta  [5] :  en 
esa  interesante  polémica  ambos  publicistas  exponían 
sus  divergencias,  sobre  todo  en  lo  relativo  á  la  parte 
americana  del  derecho  internacional.  La  prensa  del 
Río  de  la  Plata  reprodujo  dichas  cartas  .'6¡. 


quCí  frtcéáé  éCnn  cxfosé  kistorique  des  frogrés  de  la  sáemce  dm  droit 
des  geiu.  Pails,  1880-81  (^"^  ¿diiiom  com^leUe),  4  rol.  gr.  in  8». 
I^  primen  edición  de  esta  obra  habla  sido  pablkada  en  español,  con 
el  titulo  de :  El  derecho  imUmacional  teórico  y  fráctico  de  EMropa  y 
América.  Paris,  1868.  2  rol.  in  8». 

(l)  Véase  el  tomo  I,  páginas  155-159. 

{2)  \éaae  el  tomo  II,  páginas  3-9. 

())  Véase  páginas  34-56,  tomo  I,  del  Dicüonnairc  de  Droit  interna" 
tiunal. 

(4)  Véase  el  articulo :  La  ciencia  del  derecho  internacional.  A  pro- 
pósito  de  la  obra  de  Calvo,  tomo  VII,  páginas  464-485 .  Este  articulo 
fué  reproducido  por  la  Revista  de  Jurisprudencia,  por  El  Nacional  j 
otros  diarios, 

(5;  Véase  ambas  cartas  en  el  tomo  VIII,  páginas  656-658. 

(6)  Entre  otros  diarios,  El  Nacional. 


UN    PUBLICISTA   ARGENTINO   EN    EUROPA        453 

El  autor  de  las  obras  cuyos  títulos  sirven  de  epígra- 
fe á  estas  líneas,  ocupa  una  de  las  más  altas  posicio- 
nes diplomáticas  de  nuestro  país,  pero  es  de  aquellos 
que  ''  honran  á  su  puesto  "y  no  "  á  quienes  su  pues- 
to honra  ''\  Como  publicista,  el  señor  Calvo  es  sim- 
plemente europeo,  y  la  fama  de  que  es  evidente  goza 
se  la  debe  tan  sólo  á  sus  escritos.  La  aparición  de  un 
libro  suyo  no  es  tan  sólo  un  acontecimiento  en  nues- 
tras letras  patrias,  como  sucedería  en  el  mejor  de  los 
casos  con  cualquiera  otrü  producción  de  los  argenti- 
nos :  lo  que  publica  el  señor  Calvo  tiene  adquirida 
carta  de  ciudadanía  en  el  mundo  científico,  y  en  Eu- 
ropa se  comenta  la  opinión  de  aquel  argentino  como 
la  de  una  de  las  eminencias  del  saber.  En  esto  no  hay 
exageración:  es  sencillamente  un  hecho. 

Se  puede,  pues,  juzgar  al  señor  Calvo  y  á  sus  obras 
de  la  manera  más  diversa,  pero  en  cualquier  caso  for- 
zoso es  reconocer  la  existencia  de  aquel  hecho.  No 
deja  de  ser  singular  esa  posición  científica  de  un  ar- 
gentino: ccuál  es  la  explicación  de  ese  fenómeno? 
i  Cuáles  sus  verdaderas  proporciones  ?  i  qué  impor- 
tancia tiene  ó  puede  tener  ello  para  nuestro  país  >  He 
ahí  tres  cuestiones  que  sería  no  sólo  importante,  si- 
no necesario  dilucidar.  Sin  renunciar  á  hacerlo  qui- 
zá próximamente,  por  ahora  fuerza  es  atenerse  á  los 
límites  modestos  de  una  simple  noticia  bibliográfica. 


454  RESEÑAS  T  CRÍTICAS 


PerOi  sin  emt>argo,  no  está  demás  el  observar,  pa- 
ra los  pocos  que  lo  ignoran,  que  la  posición  conquis- 
tada por  nuestro  compatriota  en  Europa,  se  la  debe 
exclusivamente  á  sí  mismo.  Lejos  de  ser  un  Roths- 
child  ó  un  Van  der  Bildt,  — es  decir,  sin  que  su  for- 
tuna pudiera  en  nada,  ni  indirectamente,  ayudarle  — 
el  señor  Calvo,  con  su  trabajo  intelectual  y  ejemplar 
perseverancia,  no  sólo  ha  llegado  á  las  alturas,  sino 
que  junto  con  la  fama  recoge  el  provecho,  pues  las 
ediciones  de  sus  obras,  á  pesar  de  su  precio,  desapa- 
recen continuamente,  retribuyéndole  sus  fatigas  en 
luises  sonoros  y  contantes.  Ahora  bien,  cuando  el 
público  paga  de  esa  manera  un  libro,  no  hay  necesi- 
dad de  mejor  termómetro  para  apreciar  la  sólida  re- 
putación de  que  goza  su  autor. 

La  generación  que  actualmente  nos  gobierna  es  coe- 
tánea del  señor  don  Carlos  Calvo  y  parece,  por  lo 
tanto,  superfino  recordar  que  nació  en  esta  ciudad 
al4á  por  1 824.  No  es  de  este  lugar  el  hacer  una  bio- 
graña  del  autor,  ni  averiguar  cuáles  han  sido  ó  son 
sus  convicciones  políticas,  cuál  ha  sido  ó  es  su  posi- 
ción social  respecto  á  nuestros  partidos  internos  y  á 
nuestra  vida  nacional.  Todos  conocen  los  vínculos  que 
le  ligaron  al  Estado  de  Buenos  Aires,  su  prolongada 
residencia  en  Montevideo,  y  cómo  y  en  qué  circuns- 
tancias  fué  á  Europa  como  representante  de  López, 


UN   PUBLICISTA  ARGENTINO   EN    EUROPA         455 

distinguiéndose  sobre  todo  en  la  manera  cómo  trató 
la  *^ cuestión  Canstatt'\  servicio  diplomático  hecho 
al  Paraguay  y  á  la  América. 

Esa  cuestión,  una  de  las  tantas  formas  que  asume 
ó  ha  asumido  el  eterno  abuso  de  las  intervenciones 
europeas,  de  los  reclamos  diplomáticos,  y  de  las  in- 
demnizaciones forzadas,  de  que  está  plagada  la  his- 
toria de  las  naciones  latine-americanas,  obligó  al  se- 
ñor Calvo  á  hacer  un  estudio  detenido  y  profundo  del 
Derecho  internacional  y  fué,  puede  decirse,  el  origen 
y  causa  de  su  futura  carrera  de  publicista . 

En  1862  publicó  Calvo  una  traducción  española 
de  la  conocida  obra  de  Wheaton  { i )  y  dos  años  des- 
pués su  libro:  Una  página  de  derecho  internacio- 
nal ¡2].    Al  mismo  tiempo  había  ya  emprendido  su 


(i)  EnBesan^on  (1863),  2  vol.  in  8*. 

(3)  He  aqui  el  titulo  de  aquella  obra,  considerada  en  el  momento  de 
su  aparición  como  la  más  compacta  sobre  la  materia  :  Histoire  du  droit 
des  gens  en  Euroffe  et  en  Amériquey  dcpuis  les  te-nps  les  plus  recuUs 
jusqu'au  traiUde  Washington  en  1842  ^Leipzi^,  1846).  Esa  obra, como 
es  sabido,  era  la  segunda  edición  de  una  monografía  escrita  por  el  publi- 
cista norte-americano  para  \  1 84 1  )  el  concurso  de  la  Academia  de  Cien- 
cias Morales  y  Políticas  del  **  Instituto  de  Francia  ",  cuyo  tema  propues- 
to era :  Historia  de  los  progresos  del  derecho  de  gentes  desde  la  paz  de 
Westphalia  hasta  el  Congreso  de  Viena.  La  obra  de  Wbeaton,  por  otra 
parte,  ha  adquirido  nuevamente  un  valor  extraordinario  con  las  anota- 
ciones que  le  hizo  Lawrence,  y  que  fueron  publicadas  bajo  el  titulo  de 
Commentaires  á  VHistoiref  etc.  ( I^ipzig,  1 868,  1 869  y  por  último  en 
187^;.  Pero  la  fama  de  Wheaton  como  publicista  se  basa  principal- 


4^6  RESEÑAS   Y  CRÍTICAS 


monumental  Colección  histórica  y  completa  de  los 
tratados  de  la  América  Latina  (i),  obra  importantí- 
sima que  fué  traducida  al  francés.  La  precede  una 
monografía  sobre  el  estado  actual  de  la  América  en- 
tonces, y  tiene  además  una  noticia  histórica  sobre  ca- 
da uno  de  los  tratados  más  importantes.  Antes  de 
concluir  la  publicación  de  aquella  obra,  emprendió  y 
llevó  á  cabo  otra  no  menos  conocida  é  importante  : 
sus  Anales  de  la  revolución  de  la  América  Lati" 
na  (2).  Estas  dos  últimas  obras  son  un  tesoro  indis- 
pensable para  el  diplomático  americano,  que  encuen- 
tra en  sus  16  volúmenes  el, texto  délos  documentos 
que  le  son  más  necesarios  y  á  los  que  tiene  que  recu- 
rrir continuamente. 

Dedicado  ya  por  completo  á  las  cuestiones  diplo- 
máticas y  de  Derecho  Internacional,  publicó  en  1868 
su  obra  conocida  bajo  el  título  de :  El  Derecho  ínter- 


mente  en  sus  Elements  of  inUmatíonal  Icnv,  publicados  en  1836  y  que 
cuentan  infinitas  ediciones,  siendo  las  mejores  la  americana  de  Dana 
(1866)  y  la  inglesa  de  Boyd  (1878). 

( • )  Colección  hisiórica  y  completa  de  los  tratadosp  convenciones,  ca- 
pitulaciones, armisticios,  cuestiones  de  limites  y  otros  actos  diplomáti- 
cos de  todos  los  Estados  comprendidos  entre  el  golfo  de  México  y  el  Ca- 
bo de  Hornos,  desde  el  año  149}  hasta  nuestros  dios,  etc.  Besan^n, 
1868-1869.  II  Tol.  in  8«. 

(3)  Anales  de  la  revolución  de  la  América  Launa,  desde  1808  hasta 
el  reconocimiento  por  los  Estados  Unidos  de  la  independencia  de  ese 
vasto  continente.  Besanfon,  1864-1867,  5  vol.  in8». 


UN   PUBLICISTA   ARGENTINO   EN   EUROPA         4^7 

• 

nacional  teórico  y  práctico.  Esos  dos  volúmenes  fue- 
ron la  base,  por  asi  decirlo,  de  sus  ulteriores  trabajos, 
y  61  en  aquella  primera  obra  se  notaban  algunas  in- 
decisiones y  demasiada  admiración  por  los  trabajos 
jde  otros  escritores,  en  cambio  en  la  segunda  edición, 
eecrita  en  francés,  la  obra  sufrió  una  transformación 
completa,  adquiriendo  proporciones  respetables  y 
convirtiéndose  en  un  tesoro  de  hechos  y  de  doctrina. 
Pronto  el  libro  de  Calvo  fué  considerado  á  la  altura 
de  las  primeras  obras  de  la  materia,  y  las  opiniones. 
del  autor  comenzaron  á  ser  citadas  en  las  decisiones 
.de  las  Cortes  de  Justicia  como  la  de  uno  de  los  trata- 
distas más  autorizados  (i).  La  tercera  edición,  por 
último,  ha  ensanchado  aún  más  el  plan  de  la  obra  y 
la  ha  convertido  defacto  en  la  expresión  de  la  última 
palabra  de  la  ciencia  en  el  momento  de  su  publica- 
cióa. 

Sin  duda,  á  pesar  de  los  juicios  críticos  favorables 
y  de  los  calurosos  elogios  de  la  prensa  europea  y  ame- 
ricana, DO  todos  creerán  perfecta  aquella  obra,  pero 
< qué  cosa  hay  perfecta  en  este  mundo?  En  la  ciencia, 


(i)  No  sólo  en  las  Cortes  francesas,  como  puede  verse  en  diversos  la- 
gares del  DalloXt  sino  especialmente  en  el  famoso  tribunal  inglés  del 
Queen*s  Bench,  de  lo  que  da  con  frecuencia  testimonió  el  conocido 
PJiUlimore^  Igual  cosa  sucedió  con  el  Reichsgericht  de  Leipzig,  como 
lo  SMiM»  el  ilustre  Heffter, 


458  RESEÑAS   Y   CRÍTICAS 


además,  son  profundas  todavía  las  divergencias  de 
opiniones  relativamente  á  los  problemas  más  Impor- 
tantes; la  doctrina  misma  varía,  y  justamente  en  el 
Derecho  Internacional  son  numerosas  las  sectas  disi« 
den  tes  y  las  iglesias  cismáticas  con  respecto  al  cuitó 
principal.  Pobre  elogio  sería  decir  de  la  obra  de 
Calvo  que  no  tiene  defectos  que  corregir  ni  deficien» 
cias  que  subsanar,  porque  el  autor  mismo  sabe  que 
en  la  ciencia  el  trabajo  y  el  estudio  son  constantes,  y 
que  todos  los  días  se  encuentra  algo  que  agregar  á 
la  obra  más  completa.  Pero,  tal  como  es,  la  obra  de 
'Calvo  goza  con  justicia  de  altísima  reputación  no  só- 
lo en  el  mundo  científico  y  académico,  sino  en  las 
elevadas  esferas  diplomáticas.  Inútil  parece  citar  los 
numerosos  hechos  que  confirman  esa  aseveración: 
bastará  recordar  la  hermosísima  carta  del  conde  Sclo- 
pis,  presidente  del  famoso  tribunal  arbitral  de  Gine?- 
bra  ( I ),  que  expresamente  reconoce  la  influencia  que 
tuvo  la  obra  de  Calvo  en  las  decisiones  de  aquel  ar- 
bitraje internacional  (2);  y  en  cuanto  á  la  considera- 
Clon  de  que  goza  el  publicista  argentino  en  el  mundo 

(i)  Esta  carta,  tan  honrosa  para  el  señor  Calvo,  se  publicó  en  mu- 
chos periódicos,  y  particularmente  en  Dalloz,  Repertoirejuridique, 
cuaderno  9»,  1873,  y  en  la  Revue  de  droit  intemationalf  187J,  pá- 
gina 396. 

(3)  He  aquí  las  palabras  textuales  del  conde  Sclópis :  —  "...  Je  ne 
puis  que  me  rejouir  en  Toyant  dans  votre  lÍTre  un  examen  préalable 


UN    PUBLICISTA   ARGENTINO    EN    EUROPA         45^ 

cientiñco,  además  de  los  innumerables  artículos  de 
revistas  y  periódicos,  son  decisivas  las  palabras  de 
Franck  en  el  ** Instituto  de  Francia"  (i);  y  por  últi- 
mo, iqué  mayor  prueba  del  aprecio  en  que  lo  tienen 
las  Universidades,  que. el  ser  texto  oficial  de  las  fa- 
cultades de  Derecho  en  Francia  el  Manuel  de  droit 
international  (a)? 

Sin  considerar,  pues,  á  esa  obra  como  el  escolásti" 
go  magtste*'  dixit^  y  reconociendo  sus  méritos  evi-» 
dentes  y  su  innegable  reputación,  es  permitido  á  los 
que  no  profesan  todas  las  doctrinas  del  autor,  disen- 


des  points  capitaux  que  nous  avions  á  juger,  qui  s'est  trouyé  parfaite- 
ment  d'accord  ayec  notre  sentence.  II  me  parait  qu'á  tout  prendre»  no- 
tre  jugement  á  été  bien  compris  par  la  partie  sage  et  raisonable  des 
deux  nations  auxquelles  il  se  refere.  De  notre  cote,  nous  avons  la  con- 
YÍction  de  ne  pas  nous  étre  departís  des  regles  de  la  justice  et  de  Téqui"» 
té.  Maintenant  i '  nous  reste  encoré  á  désirer  que  les  fondements  sur 
lesquels  se  trouve  assise  notre  decisión,  soicnt  trouvés  bons  aussl  pour 
les  autres  nations  et  puissant  servir  de  point  de  ralliement  aux  opiniong 
favorables  á  quelquc  progrés  dans  le  droit  international.  II  faudrait 
pour  cela  faire  agréer  en  droit  public  le  sjstéme  des  arbitrages...  Vous 
qui  avez  tracé  ¿favance  la  ligne  sur  laquelloy  aprés  un  mur  examen  des 
faits  les  plus  compliques^  nous  nous  sommes  rencontrés,  prechex  dans  ce 
sens,  et  vous  rendrez  service  d  l'humanité..,  ** 

(i  )  Las  palabras  á  que  se  hizo  alusión  en  la  noticia  inserta  en  el  tomo 
1,  páginas  155-195. 

(3)  Este  libro,  que  es  un  compendio  sucinto  de  la  grande  obra  del 
autor,  fué  publicado  en  París  en  1881,  i  vo!.  in  8°,  siendo  necesario 
hacer  una  segunda  edición  aumentada  en  1883.  En  ese  Manual,  desti- 
nado á  servir  de  base  á  la  enseñanza,  los  principios  de  derecho  público 
7  privado  han  sido  condensados  en  una  forma  metódica  7  breve. 


460  RESEÑAS  Y  CRÍTICAS 


tir  en  tal  ó  cual  cosa.  Así,  algunos  quizá  no  con- 
ceptúen aceptables  ciegamente  las  teorías  del  señor 
Calvo  en  muchas  cuestiones  de  derecho  internacio*- 
nal  privado,  7  partiendo  de  principios  diversos  re- 
resuelvan  de  una  manera  distinta  la  mayor  parte  de 
los  conflictos  de  legislación  interna  entre  varios  pai* 
ses.  Por  otra  parte,  justamente  en  el  derecho  interna- 
cional privado,  como  ciencia  novísima,  reina  todavía 
profunda  divergencia  en  las  opiniones  de  los  trata- 
distas, y  pocos  son  los  principios  consagrados  en  tan 
difícil  materia  por  medio  de  tratados  diplomáticos  (i). 
Esa  sección  de  la  obra  del  señor  Calvo  es  también  re- 
ciente, pues  puede  decirse  que  en  la  tercera  edición 
es  donde  la  ha  expuesto  con  algún  detenimiento,  por 
cuya  razón  quizá  sea  conveniente  esperar  á  una  pró- 
xima (2)  para  juzgar  definitivamente  acerca  de  las 
doctrinas  al  respecto,  del  eminente  publicista  argen- 
tino. 
Divergencia  más  radical  y  más  acentuada  es,  sin 


(i)  Véase  los  artículos  que  á  esas  interesantes  cuestiones  de  derecho 
internacional  privado  ha  consagrado  el  doctor  Alcorta  en  la  Nueva  Re- 
vistat  tomo  III,  páginas  163-200;  tomo  IV,  páginas  14-67  j  páginas 
464-483. 

(3)  La  tercera  edición  hace  ya  más  de  un  año  que  está  agotada,  sien- 
do difícil  encontrar  ejemplares  en  librería ;  es,  pues,  probable  que  el 
autor,  infatigable  es  la  labor,  se  ocupe  de  preparar  una  cuarta  edición, 
que  será  seguramente  up  libro  nuevo. 


UN    PUBLICISTA    ARGENTINO    EN    EUROPA         46 1 


embargo,  la  que  dividía  al  señor  Calvo  de  muchos 
en  lo  relativo  ala  ley  personal  ^  porque  el  señor  Cal- 
vo acepta  y  defiende  el  principio  del  ortgo,  y  nosotros 
los  latino-americanos,  aparte  del  valor  teórico  de  la 
lex  domicilti^  no  podemos  lógicamente  aceptar  aque- 
lla otra  doctrina.  Para  nosotros  es,  además,  cuestión 
de  legislación  positiva,  pues  nuestros  Códigos  están 
basados  en  el  principio  de  la  ciudadanía  natural,  y 
siendo  además  naciones  del  porvenir  y  de  inmigra- 
ción, sería  suicidarnos  en  el  futuro  permitir  que  los 
hijos  de  inmigrantes  extranjeros,  siguiendo  la  nacio- 
nalidad de  sus  padres,  fueran  también  extranjeros; 
en  un  siglo,  la  América  latina  presentaría  el  extraño 
fenómeno  de  estar  exclusivamente  habitada  por  una 
población  extranjera,  y  jamás  sería  posible  constituir 
una  nación  seria.  En  los  países  de  la  Europa,  ha- 
bitados por  pueblos  fundidos  en  el  crisol  de  determi- 
nadas nacionalidades  por  la  obra  de  los  siglos,  es  in- 
dudable que  parece  más  conveniente  y  lógico  el  prin- 
cipio de  la  nacionalidad  de  origen,  gracias  al  cual, 
además,  tratan  de  conservar  permanente  influencia 
en  las  tierras  lejanas  á  donde  emigran  en  masa  sus 
subditos,  adquiriendo  así  especies  de  colonias  ultra- 
marinas sin  las  cargas  de  las  posesiones  nacionales. 
Pero  nosotros  recién  nos  encontramos  en  el  período 
de  formación,    época  pasada  hacen  diez  siglos  para 


462  RESEÑAS  Y  CRÍTICAS 


las  naciones  europeas,  y  nuestros  publicistas  y  nues- 
tros hombres  de  Elstado  obran  lógica  y  patriótica- 
mente haciendo  de  la  cuestión  de  la  lex  domicüii^  de 
la  ciudadanía  natural,  una  conditio  sine  qua  no»  de 
nuestra  existencia  presente  y  futura  como  nación. 
En  este  punto,  pues,  ciertamente  la  divergencia  con 
el  señor  Calvo  es  inconciliable,  aunque  es  indudable 
que,  si  en  su  cargo  diplomático  tiene  que  intervenir 
en  alguna  cuestión  relativa  á  aquella,  pospondrá  ala 
legislación  positiva  de  su  país  sus  doctrinas  persona- 
les. Pero  de  esto  no  se  le  puede  hacer  un  cargo  ni 
un  reproche  de  falta  de  patriotismo.  Profesa  una 
opinión  sostenida  por  los  principales  tratadistas,  de- 
fendida por  los  más  notables  hombres  de  Estado,  y 
que  es  la  base  de  la  legislación  de  las  primeras  na- 
ciones del  mundo.  EIs,  además,  perfectamente  natu- 
ral que  el  señor  Calvo,  viviendo  en  el  mundo  científi- 
co europeo  y  escribiendo  sobre  todo  para  la  Europa, 
haya  adquirido  la  convicción  de  que  la  doctrina  que 
sostiene  es  la  mejor  y  la  defienda  por  lo  tanto  con  el 
debido  calor.  El  hecho  de  que  el  señor  Calvo  sea  ar- 
gentino no  le  impone  la  obligación  de  abrazar  tal  ó 
cual  doctrina,  y  justamente  en  la  omnímoda  libertad 
de  opiniones  que  caracteriza  á  la  época  actual,  sería 
un  grosero  contrasentido  hacer  de  eso  un  reproche  al 
publicista  americano.  Pero  él  también,  con  la  amplia 


UN    PUBLICISTA   ARGENTINO   EN   EUROPA         463 


tolerancia  ^^ue  es  ei  rasgo  distintivo  de  la  ciencia  mo- 
derna, comprenderá  que  otros  pueden  muy  bien  te- 
ner opiniones  contrarias  á  las  suyas  y  defenderlas 
con  energía,  sin  por  eso  querer  amenguar  su  impor- 
tancia como  tratadista  ó  disminuir  el  mérito  de  sus 
escritos. 

La  franqueza  leal  es  la  mejor  norma  en  las  acciones 
públicas  como  en  las  privadas.  La  Nueva  Revista 
hace  el  debido  honor  al  ilustre  publicista,  sin  abdi- 
car por  eso  sus  propias  opiniones.  Y  justamente  la 
sinceridad  con  que  expone  las  razones  de  su  diver- 
gencia en  ciertos  puntos,  demuestra  cuan  verdaderos 
é  imparciales  son  los  elogios  que  tributa  al  argentino 
que  ha  logrado  conquistar  tan  encumbrada  posición 
científica,  y  cuyas  obras  merecen  el  respeto  y  las  ala- 
banzas de  los  más  distinguidos  políticos  y  publicistas 
de  Europa. 

La  grande  obra  de  Calvo  es  imprescindible  para 
el  diplomático,  el  estadista,  el  escritor  y  el  estudioso. 
Aún  los  que  más  disientan  con  el  autor  en  ciertas  doc- 
trinas, no  pueden  dejar  de  consultarla  continuamente 
con  provecho  extraordinario.  Más  aún :  en  la  lite- 
ratura universal,  puede  afirmarse  con  tranquilidad, 
no  existe  otra  obra  que  reemplace  á  la  de  Calvo. 
Es  el  repertorio  más  completo,  más  metódico,  más 
importante  que  exista  en  el  Derecho  Internacional. 


464  '        RESEÑAS   T   críticas 


IjOS  hechos,   los  tratados,  las  cuestiones,  las  doctri- 
nas están  expuestas  con  admirable  precisión  y  luci- 
dez :  la  compulsa  de  la  voluminosa  obra,  cuatro  grue- 
sísímos  volúmenes,  está  perfectamente  facilitada,  y 
cualquiera  que  sea  el  punto  más  ó  menos  expuesto  de 
Derecho  Internacional  que  se  necesita  aclarar,  se  en- 
cuentra al  instante  una  imparcial  exposición  del  ori- 
gen,  historia  de  diversas  opiniones  y  de  las  teorías 
actuales  acerca  de   él.    Esto  es  un  hecho  que  es  im- 
posible negar.    Por  otra  parte,  el  público  de  los  más 
diversos  países,  á  pesar  de  tener  en  cada  uno  de  ellos 
tratadistas  más  ó  menos  célebres,  obras  más  ó  menos 
notables,  prefiere  el  libro  de  este  argentino,  que  se 
ha  convertido  en  un  verdadero  publicista  internacio- 
nal, y  cuya  palabra  es  escuchada  con  respeto  en  to- 
das las  Naciones.    Y  en  esto  está  la  gran  gloria  y  el 
singular  mérito  del  Excelentísimo  señor  don  Carlos 
Calvo,  nuestro  dignísimo  Ministro  Plenipotenciario 
en  la  Corte  de  Berlín. 

Además,  se  puede  hoy  día  criticar  con  tanta  ma- 
yor libertad  las  obras  de  este  autor,  cuanto  que, 
consagrado  ya  en  el  mundo  científico,  no  puede  atri- 
buirse á  un  móvil  de  envidia  imposible  ó  por  cual- 
quier concepto  indigno,  la  franqueza  de  los  que  ex- 
ponen su  diferente    manera  de  considerar  las  cosas. 

En  la  polémica  que  en  esta  misma   Revista  sostu- 


UN    PUBLICISTA  ARGENTINO    EN    EUROPA  46$ 

vieron  los  señores  Calvo  y  Alcorta,  con  motivo  del 
artículo  de  este  último  sobre  la  obra  de  aquél  ( i ),  el 
autor  de  cuyas  obras  se  ocupan  estas  páginas  aclaró 
algunos  puntos  de  su  libro,  en  que  de  nuevo  la  di- 
vergencia con  las  doctrinas  sostenidas  por  la  Nueva 
Revista  es  también  manifiesta.  £1  lector  que  haya 
leído  aquella  polémica  comprenderá  que  se  trata  del 
derecho  internacional  y  de  sus  teorías,  sea  que  se 
ocupe  de  la  Europa,  de  la  América,  ó  de  otro  punto 
del  mundo.  El  Dr.  Alcorta  defendía  la  existencia  de 
reglas  y  decisiones  de  derecho  internacional  exclusi- 
vas y  peculiares  á  la  América,  basadas  en  tratados, 
congresos,  legislaciones  y  publicistas  americanos, 
respondiendo  á  necesidades  americanas  y  preconi- 
zando soluciones  sólo  aplicables  en  América.  Ahora 
bien,  la  Nueva  Revista,  que  fué  fundada  con  el  ob- 
jeto, entre  otros,  de  estudiar  el  derecho  internacio- 
nal público  latino-americano,  especialmente  exami- 
nando las  cuestiones  pendientes  entre  las  diversas 
naciones  de  la  América,  ha  dedicado,  en  casi  todos 
sus  números,  varios  artículos  á  esa  materia  (2),    de- 

(i)  Véase  tomo  VII,  páginas  461-483,  y  tomo  VIII, páginas  636-658. 

(3)  Entre  los  diversos  artículos  dedicados  al  estudio  de  las  cuestio- 
nes de  limites  de  los  países  latino-americanos,  es  conveniente  señalar : 

a)  Entre  España  y  Portugal,  como  potencias  americanas,  tomo  I, 
páginas  99-134;  b}  entre  el  Brasil  y  el  Rio  de  la  Plata,  tomo  I,  páginas 
190-239  y  páginas  5  54-588 ;  tomo  II,  páginas  49-89,  páginas  5 10-541, 


406  RESEÑAS  T  CRÍTICAS 

bido  los  más  á  su  ex-redactor,  Dr.  Vicente  G.  Que- 
sada,  actualmente  nuestro  Ministro  Plenipotencia- 
rio en  la  Corte  de  Rio  Janeiro  (i).  La  América  La- 
tina tiene  hoy  un  derecho  internacional  sui  generis^ 
no  distinto  en  cuanto  á  su  naturaleza  del  Derecho 
internacional  general,  sino  especialmente  afectado  á 
solucionar  sus  cuestiones  especiales,  de  carácter  ex- 
clusivamente continental.  El  Derecho  internacional 
público  actual  hasta  hace  poco  era  sólo  llamado  *^  eu- 
ropeo", porque  se  basaba,  según  la  unánime  opi- 
nión de  los  tratadistas:  i*  en  las  prescripciones  de 
carácter  positivo  provenientes  de  los  tratados  firma- 


páginas  635-659;  tomo  III»  páginas  46-66;  tomo  V,  páginas  465- 
5)3 ;  tomo  VI,  páginas  107-136»  páginas  354-387,  páginas  417-449; 
Cj  entre  el  Brasil  y  la  República  Oriental  del  Uruguay,  tomo  III,  sagi- 
nas 316-340,  páginas  37B-409,  páginas  508-583;  tomo  IV,  páginas 
68-95;  i)  entre  Chile  y  la  República  Argentina,  .orno  II,  páginas  375- 
418;  e)  entre  Venezuela  y  Nueva  Granada,  tomo  VII,  páginas  29-61, 
páginas  5 19-56) ;  fi  entre  Ecuador  y  Nueva  Granada,  tomo  VIII,  pá- 
ginas 1-37 ;  g  entre  la  República  Argentina  y  Solivia,  tomo  X,  pági- 
nas 1 1-5),  páginas  193-348,  oáginas  358-974;  tomo  XI,  página.  3-16, 
páginas  185-306;  h)  entre  el  Brasil  y  el  Paiaguay,  tomo  XI,  páginas 
408-478;  i)  entre  el  Brasil  y  Solivia,  tomo  XII,  páginas  56-82  ;  j)  en- 
tre el  Brasil  y  el  Perú,  tomo  XII,  páginas  366-397  k  entre  el  Brasil  y 
Venezuela,  tomo  XII,  páginas  J87-41;  :  /)  entre  el  Brasi'y  la  Francia 
(por  la  Guayana  Francesa^  tomo  XII,  páginas  557-559. 

( I )  El  mismo  sefior  Calvo,  en  su  reciente  DtctiofUMÍre,  hablando  del 
Dr.  Quesada  (V.  G.),  dice  :  "  M.  Quesada  fait  autorité  en  matiére  de 
droit  public  sud-américain  qu'il  cultive  de  préférence.  Ses  travaux  re- 
latifs  aux  questions  de  ürcntiéres  et  á  l'histoire  Internationale  des  États 
de  TAmérique  duSud  sont  nombreux,  etc.  (tomo  II,  página  139). 


UN   PUBLICISTA  ARGENTINO   EN  EUROPA         467 

dos  entre  diversas  potencias  de  la  Europa,  para  di- 
rimir sus  intereses  recíprocos ;  2""  en  la  legislación 
de  los  países  europeos  que  consagraban  tales  ó  cua- 
les principios  obligatorios ;  3**  en  las  obras  de  los  pu- 
blicistas europeos  que  estudiaban  las  cuestiones  co- 
nocidas, es  decir,  las  referentes  á  la  Europa.  Ahora 
bien,  en  este  mundo  nuevo  de  la  América,  cuya  exis- 
tencia independiente  casi  no  cuenta  un  siglo,  la  ló- 
gica de  los  acontecimientos  ha  ido  formando,  de 
idéntica  manera,  un  conjunto  de  reglas  y  principios 
que  no  tienen  atingencia  ni  aplicación  en  Europa  ó 
en  Oceanía,  pero  que  son  simplemente  destinados  á 
las  necesidades  que  se  han  hecho  sentir  en  nuestro 
continente  (i}.  Los  tratados  celebrados  en  Europa, 
los  Congresos  y  Conferencias  internacionales  euro- 
peos, no  se  han  ocupado  ni  se  han  podido  ocupar  de 
cosas  americanas:  primero,  porque  nuestra  existen- 
cia como  nación  es  de  ayer;  segundo,  porque  nues- 
tros intereses  se  mueven  en  esferas  distintas  y  nada 
ó  poco  tienen  con  aquellos  de  común.  cQué  impor- 
tancia europea  tiene  el  principio  del  uti  possidetis  de 

( I )  Para  no  citar  sino  los  más  importantes  artículos  relativos  ai  dere- 
cho internacional  latino-americano ,  véase :  a)  sobre  los  precedentes 
(congresos  de  Plenipotenciarios,  etc.),  tomo  IV,  páginas  575-620;  to- 
mo V,  páginas  1 5-40;  b)  sobre  el  principio  del  uti  possidetis,  tomo  V, 
páginas  240-265  ;  c)  sobre  las  reglas  del  dominio  territorial  en  Amé- 
rica, tomo  IX,  páginas  3-59,  y  páginas  237-272. 


468  RESEÑAS   Y  CRÍTICAS 

1810?  Ninguna,  y  sin  embargo,  sin  él  no  podrían 
solucionarse  las  múltiples  é  intrincadas  cuestiones 
de  límites  de  las  naciones  latino-americanas,  i  Qué 
influencia  han  tenido  ni  pueden  tener  en  el  equili- 
brio ó  en  la  política  de  la  Europa  los  diversos  Con- 
gresos latino-americanos,  los  diversos  tratados  y  pro- 
yectos de  tratados  acerca  de  los  conflictos  de  la  legis- 
lación pública  y  privada  de  nuestras  naciones?  Nin- 
guna, y  sin  embargo  no  se  puede  desconocer  que 
debido  á  nuestro  común  origen  y  á  nuestra  análoga 
composición,  tengamos  en  la  América  latina  muchas 
cuestiones  comunes,  en  lasque  se  necesitan  soluciones 
que  en  vano  se  buscarían  en  el  Derecho  internacio- 
nal de  la  Europa,  ni  en  los  tratados  ó  Congresos  eu- 
ropeos, ni  en  los  libros  de  los  publicistas  de  aquel 
continente. 

Con  todo,  defendiendo  esta  opinión,  que  para  la 
Nueva  Revista  es  una  convicción  inquebrantable, 
debe  respetarse  la  del  señor  Calvo,  que  es  al  mismo 
tiempo  la  de  la  casi  totalidad  de  los  tratadistas.  Se 
comprende  perfectamente  el  por  qué  de  la  firmeza  del 
publicista  referido  en  esta  materia,  pues  para  él  será 
quizá  una  convicción  tan  arraigada  como  lo  es  en 
nuestro  ánimo  la  opinión  contraria.  Pero  respetamos 
sus  ideas,  segures  de  que  él  también  respetará  las 
nuestras.  Creemos  estar  en  la  verdad,  pero  es  posible 


UN    PUBLICISTA  ARGENTINO   EN    EUROPA  469 

que   erremos ;  en  todo  caso,  defendemos  una  sin- 
cera convicción  con  la  máxima  buena  fe. 

Tales  serian,  más  ó  menos,  las  principales  diver- 
gencias con  la  obra  de  nuestro  distinguido  compa- 
triota: prescindimos  de  los  detalles,  tanto  más  cuanto 
que  ésta  no  es  la  materia  especial  de  este  articulo. 

El  Droit  International  théorique  et  pratique  de 
nuestro  compatriota  tiene,  además  de  sus  méritos 
generales  y  á  los  que  ya  se  ha  hecho  referencia,  uno 
especialisimo  y  de  incalculable  importancia  para  no- 
sotros :  es  la  primera  vez  que  un  tratadista  célebre  se 
ha  ocupado  con  detención  —  cum  amore  et  studio  — 
de  la  América,  y  por  su  conducto  el  mundo  cientí- 
fico se  ha  impuesto  de  las  múltiples  cuestiones  ame- 
ricanas. £1  señor  Calvo  tiene  en  esto  un  mérito  que 
jamás  será  bastante  ensalzado :  es  el  defensor  de 
América  ante  la  ciencia ;  es  el  paladín  caluroso  de 
las  jóvenes  naciones  latino-americanas,  mal  aprecia- 
das, poco  conocidas,  tratadas  como  faramalla^  veja- 
das por  intervenciones  monstruosamente  injustas, 
obligadas  cobardemente  por  las  grandes  naciones  á 
pagar  indemnizaciones  exorbitantes  por  pretendidos 
perjuicios  sufridos  por  especuladores  extranjeros .  La 
triste  historia  de  las  relaciones  de  la  Europa  con  la 
América  latina,  de  las  usurpaciones,  de  los  abusos,  de 
las   humillaciones  sufridas  por  estos  países  nuevos, 

30 


470  RESENAS    Y   CRÍTICAS 


ha  sido  expuesta  con  verdad  y  energía  ante  el  tribu- 
nal de  la  ciencia  por  nuestro  compatriota.  El  señor 
Calvo,  por  eso  sólo,    ha  merecido  bien  de  su  patria 
y  de  la  América.  Su  alta  autoridad    científica  ha  es- 
tado y  está  á  la  disposición  de  estas  naciones  jóvenes, 
y  puede  decirse  que  en  los  últimos   años  no  han  in- 
fluido poco  las  doctrinas  de  la  obra  de  Calvo  en  la 
solución  templada  de  muchas  cuestiones  con  los  ga- 
binetes europeos.  En  el  Viejo  Mundo  las  grandes  na- 
ciones están  habituadas  á  tratar  á  esta  pobre  South 
America  con  un  desprecio  irritante,  y  no  trepidan  en 
abusar  vilmente  de   su  fuerza,  mandando  poderosas 
escuadras  á  naciones  pequeñas  y  débiles  para  extor- 
carles sumas  fabulosas  exigidas  por  algún  extranjero 
insolente  y  audaz  (i).  Se   ha  visto    recientemente  á 
una  de  las  naciones  más  simpáticas   pasar  por  alto  la 
escandalosa  y  descabellada   intervención  de  un  va- 
liente pero   aturdido    jefe  de  una  cañonera,  en  los 
asuntos  internos  de  un  país  vecino  (2).  Pero  pocoá 
poco,  estos  y  otros  abusos  van  desapareciendo,  por- 
que en  las  cancillerías  europeas  encuentra  ya  eco  la 
exposición  imparcial  de  algunos  publicistas.  Todavía 
falta  mucho  en  este  sentido,  y  es   necesario  que  los 

(  i)  Basta  recordar  él  reciente  caso  de  la  Alemania  y...  Guatemala  ! 
(2)  Todos  recuerdan  la  in)ustificable  conducta  del  comandante  De 
Amezaga,  de  la  cañonera  italiana  Caracciolo,  en  Montevideo. 


UN    PUBLICISTA   ARGENTINO   EN    EUROPA  47  I 

gobiernos  europeos  se  convenzan  de  que  á  las  nacio- 
nes americanas  deben  enviarse  diplomáticos  serios,  y 
cónsules  instruidos  que  pierdan  la  ilusión  de  que  aquí 
se  encuentran  como  en  la  Turquía  europea  ó  el  Levan- 
te. Y  esto  lo  dice  con  tanto  mayor  energía  la  Nueva 
Revista  cuanto  que  la  República  Argentina  es  ya  uno 
délos  países  americanos  más  considerados  en  Europa. 

Pues  bien,  el  señor  Calvo  no  deja  de  poner  toda 
su  actividad  al  servicio  de  los  intereses  americanos. 
Y  como  publicista  cada  una  de  sus  obras  es  una  nue- 
va prueba  de  ello. 

Prescindiendo,  por  el  momento,  de  analizar  su  no- 
table monografía  sobre  el  tratado  de  Washington  (i),^ 
por  referirse  especialmente  á  cuestiones  especiales 
á  la  América  Sajona,  y  de  mencionar  su  importante 
libro  sobre  inmigración  y  colonización  {2),  por  salir 
fuera  de  los  límites  de  este  artículo,  basta  recorrer  las 
dos  últimas  obras  que  acaba  de  publicar  para  con- 
vencerse una  vez  más  de  los  títulos  que  hacen  al  se- 
ñor Calvo  acreedor  á  la  gratitud  de  la  América  latina. 


(i)  Examen  des  trois  regles  de  droit  international  f raposees  dansle 
traite  de  Washington.  Gand,  ^874,  i  volumen  in  80.  Esta  monografía, 
escri4a  á  pedido  del  "  Instituto  de  Derecho  Internacional  ",  del  que  es 
miembro  fundador  nuestro  compatriota,  fué  también  publicada  en  la 
Rffvue  de  Droit  international. 

(2)  Étude  sur  Vémigration  et  la  colonisation.  Réponse  d  la  premiére 
des  questions  du  groupe   V,  soumises  au  Congrés  international  des 


47^  »F!WÍ£*y  T  CKÍnCAS 

Su  Dictiammaire  de  Droit  imtermaiiamjU  es  ima  ver- 
dadera endclopedía  de  la  ciencia,  ^licitando  eaor- 
roemente  la  compulsa  de  todo  lo  que  puede  interesar 
en  el  derecho  internacional  tanto  público  como  priva* 
do.  Las  cuestiones  especiales  de  la  acacia,  como  las 
que  con  ella  tienen  una  relación  inmediata  ó  mediata, 
aun  cuando  pertenezcan  á  otros  ramos  del  saber,  todo 
está  explicado  con  claridad  y  concisión.  EH  método 
empleado  en  exponer  los  tratados,  las  decisiones  de 
congresos  ó  conferencias,  como  las  cuestiones  de  doc- 
trina pura,  ó  las  opiniones  de  los  publicistas,  es  real- 
mente notable.  Nada  de  supéríluo:  el  autor  vá  ai 
fondo  del  asunto,  lo  define  en  pocas  palabras,  da  su- 
cintamente las  noticias  indispensables  y  trata  de 
hacerlo  en  lo  posible  de  una  manera  impersonal,  con 
el  objeto  de  dar  á  la  obra  un  carácter  de  imparciali- 
dad que  no  permita  acusarla  de  ser  ^^el  eco  ó  el  órga- 
no de  ninguna  opinión  personal,  de  ninguna  escuela 
determinada  ".  Además,  da  las  noticias  suficientes 
para  conocer  todo  lo  resuelto  en  la  larga  serie  de  tra- 
tados que  forman  una  de  las  fuentes  de  la  ciencia  y 
que,  desde  la  paz  de  Westphaüa,  han  ejercido  una  in- 
fluencia internacional  seria.  Y  por  último,  contiene 

Sciences  géographiques  de  187^.  París,  1873,  i  Tolumen  in  4**.  £1 
señor  Calvo  era  el  deleitado  argentino  en  dicho  Congreso  j  en  ese 
carácter  escribió  y  publicó  ese  importante  libro. 


UN    PUBLICISTA   ARGENTINO    EN    EUROPA  47^ 


refundido  en  el  anterior  un  diccionario  bibliográfico, 
que  es  una  verdadera  novedad  en  la  materia. 

Ahora  bien,  en  esta  obra  que  se  hace  imprescindi- 
ble apenas  se  habitúa  uno  á  su  compulsa,  se  vé  en  el 
acto  cuan  grande  es  la  parte  consagrada  á  la  América 
latina.  No  solamente  contiene  un  extracto  y  á  veces 
parte  del  texto  in  extenso  de  las  declaraciones  de  in- 
dependencia, sino  que  da  detenida  cuenta  de  los 
principales  tratados  firmados  en  Bogotá,  Buenos  Ai- 
res, Chuquisaca,  Guadalupe  Hidalgo,  La  Paz,  Lima, 
Río  de  Janeiro  y  Santiago  de  Chile.  Además  trae 
substanciales  noticias  biográficas  acerca  de  los  princi- 
pales publicistas  latino-americanos  que  se  han  ocu- 
pado de  Derecho  internacional,  y  da  á  conocer  sus 
obras  sobre  la  materia,  acompañando  la  indicación 
bibliográfica  con  un  juicio  breve.  De  la  República 
Argentina  menciona:  á  A.  Alcorta¡i),  F.  A.  Berra  (2), 
O.  Leguizamón  (3),  Bartolomé  ¡4)  y  Adolfo  Mitre  [5), 


!i)  Tratado  de  Derecho  internacional,  tomo  I.  Buenos  Aires,  1878, 
I  tolumen. 

(3;  Teoria  de  las  intervenciones.  Buenos  Aires,  1882.  i  volumen. 
Esa  monografía  fué  publicada  por  primera  vez  en  la  Nueva  Revista, 
tomo  V,  páginas  367-465. 

(3)  Discurso  sobre  el  Derecho  internacional,  1873.  Apuntes  sobre 
el  programa  oficial,  1874. 

(4^  Diversos  estudios  publicados  en  La  Nación,  principalmente  so- 
bre la  cuestión  nacionalidades. 

('))  Derecho  internacional  privado.  Apuntes.  1878. 


474  RESEÑAS    Y   CRITICAS 

A.  Navarro  Viola  (i),  F.  Pinedo  [2),  N.  Pine- 
ro í  3),  Vicente  G.  (4)  y  Ernesto  Quesada  ;$).  Del 
Brasil:  á  J.  A.  Pi menta  Bueno  (6)  y  A.  Pereira  Pin- 
to ¡7).  De  Bolivia  á  S.  V^aca-Guzmán  (8).  De  Chile  : 
á  M.  L.  Amunátegui  (9),  D.  Barros  Arana  ¡  i  o)  y  M. 


(i)  Por  la  parte  relativa  á  las  cuestiones  internacionales  del  Antu- 
rio  Bibliogrdfico. 

(3)  Derecho  de  gentes. 

["})  La  letra  de  cambio  ante  el  Derecho  internacional  privado,  1883. 
I   volumen. 

(4)  La  Patagonia  y  las  tierras  australes  del  continente  ameri- 
cano, 187 5 •  I  volumen.  El  vireinato  del  Rio  de  la  Plata,  1881.  i 
volumen.  Y  la  serie  de  artículos  publicados  en  la  Nueva  Revista 
sobre  cuestiones  de  limites  j  sobre  el  derecho  internacional  público 
latino-americano.  La  cuestión  de  limites  con  Chile,  1881.  i  volu- 
men. 

15)  Apuntes  sobre  derecho  internacional  privado,  1878.  i  volumen. 
La  quiebra  de  las  sociedades  anónimas  ante  el  derecho  argentino  y 
extranjero,  1883.  i  volumen.  Publicado  también  en  \a  Nueva  Revista, 
tomo  IV»  página,  95-156.  La  quiebra  en  el  derecho  internacional 
privado  según  las  legislaciones  europeas  y  americanas,  1883.  (Es  un 
capitulo  del  libro  :  Estudios  sobre  quiebras,  i88r). 

(6)  Direito  internacional  privado.  Rio  Janeiro,  186^.  1  volumen. 

(7)  Apontamentos  para  o  direito  internacional.  Rio  Janeiro,  1864- 
66,  5  volúmenes. 

(8)  El  derecho  de  conquista  y  la  teoría  del  equilibrio  en  la  América 
latina.  Buenos  Aires,  1883.  (Véase  el  juicio  critico  publicado  en  la 
Nueva  Revista,  tomo  V,  páginas  144-149!. 

(9)  Títulos  de  Chile  d  la  extremidad  austral  del  continente,  San- 
tiago, 1853.  La  cuestión  de  limites  con  Bolivia,  1863.  (Véase  la 
Nueva  Revista,  tomo  II,  páginas  577-591). 

{10)  Historia  de  la  guerra  del  Pacifico.  Paris,  1881-82,  3  volúme- 
nes. (Véase  el  juicio  critico  publicado  en  la  Nueva  Revista,  tomo 
IV,  páginas  533-574). 


UN    PUBLICISTA  ARGENTINO   EN    EUROPA  47$ 


A.  Matta  (i).  De  Cuba:  á  R.  M.  de  Labra  (a).  De 
México  :  á  J.  M.  Barras  (3),  J.  üiaz  Covarrubias  (4), 
J.  M.  Lafragua  (5),  A.  Nuñez  Ortega  (6),  M. 
de  la  Peña  y  Peña  (7^  I.  H.  Ramírez  (8),  J.  Sier- 
ra (9)  y  J.  Vallarla  (10).  De  Colombia :  á  J.  M.  Tor- 
res Caicedo  ( 1 1  ¡.  Del  Perú:  á  J.  M.  de  Pando  (12),  L. 
E.  Albertini  !i  3),  F.  García  Calderón  (14).  De  Vene- 

(i)  La  cuestión  de  limites  con  laRefública  Argentina.  Santiago, 
1874. 

(2}  El  derecho  internacional  y  los  Estachs  Unidos  de  América. 
Madrid,  1877.  Derecho  internacional  público.  Introducción  histórica . 
Madrid,  1878. 

(3)  Elementos  del  derecho  internacional.  México,  1855,  3  volú- 
menes. (Es  una  traducción  aplicada  al  pais,  de  la  obra  de  Wheaton). 

(4)  El  derecho  internacional  codificado.  (Es  una  traducción  de 
Bluntschli,  con  notas  y  apéndices  sobrecosas  mexicanas). 

(5)  Negociaciones  pendientes  entre  España  y  México.  París,  1859. 

(6)  Derecho  internacional  mexicano,  3  volúmenes.  Relaciones  di- 
plomáticas con  la  América  del  Sur.  México,  1878.  Y  sus  trabajos  sobre 
la  cuestión  Belice. 

(7)  Lecciones  de  práctica  forense.  México,  1859,4  volúmenes. 

(8)  Código  de  extranjeros.  Diccionario  del  derecho  internacional 
público  y  privado  de  la  República  Mexicana,  1870,  2  volúmenes. 

(9)  Derecho  internacional  maritimo,  México,  1854. 

(10)  El  juicio  de  amparo  y  el  habeas  Corpus.  México,  1881.  (Véase 
también  Nueva  Revista,  tomo  VI,  páginas,  673-679). 

(11)  Unión  latino-americana.  Los  principios  del  8g  en  América. 
i\2)  Elementos  del  derecho  internacional.  Lima,  1884.  (De  esta  obra 

se  han  hecho  numerosas  ediciones  en  Madrid,  Caracas,  Santiago  de 
Chile  y  Lima'. 

(13)  Tratado  de  derecho  diplomático  en  sus  aplicaciones  especiales  á 
las  repúblicas  sud-americanas.  Paris,  >  866.  Diplomacia  sud-americana. 

(14)  Diccionario  de  legislación  peruana.  Lima,  1859-63.  Mediación 
de  los  Estados  Unidos  en  la  guerra  del  Pacifico.  Buenos  Aires,  1884. 


47^  RESEÑAS  T  CRITICAS 


zuela:  ¿  A.  Bello  (i ),  R.  F.  Seyas  [2].  Del  Uruguay : 
á  Pérez  «Gomar  [3  .  Tal  es,  más  ó  menos  (s.  e.  ú  o.] 
la  lista  de  nombres  latino-americanos  que  contiene  el 
Dictionnaire,  Elstá  muy  lejos  de  ser  completa  y  faltan 
autores  de  peso,  pero  tal  como  es  revela  por  primera 
vez  i  la  Europa  la  actividad  intelectual  de  la  Amé- 
rica latina.  EIs  el  primer  ensayo  hecho  en  ese  sentido 
y  tiene  el  mérito  de  ser  debido  ¿  una  autoridad  en  la 
materia.  O  autor  ha  tenido  que  luchar  con  toda  clase 
de  obstáculos  por  la  falta  de  fuentes  á  qué  recurrir,  y 
puede  decirse  que  todos  los  libros  de  que  habla  en  es- 
te sentido  los  ha  tenido  que  examinar  personalmente. 
Lo  mismo  podría  decirse  de  la  parte  relativa  á  los 
tratados  latino-americanos.  Si  están  todos  los  que 
son,  ni  son  todos  los  que  están.  Así,  de  Bogotá  sólo 
menciona  el  tratado  de  alianza  entre  Colombia  y 
las  Provincias  Unidas  de  la  América  Central  (4) ;  de 
Buenos  Aires,  los  tratados  de  alianza  con  Chile  (5), 
con  Colombia  (6;  y  de  la  paz  con  el  Paraguay  (7)  ; 

(i)  Principios  de  derecho  de  gentes.  Santiago  de  Chile  (se  han  pu- 
blicado varías  ediciones  en  Santiago,  Valparaiso.  Madrid  y  París). 

{2)  El  derecho  internacional  hispano-americano  público  y  privado. 
Caracas,  1884,  4  volúmenes. 

(3)  Curso  de  derecho  de  gentes .  Montevideo,  1864,  2  volúmenes. 

(4)  Marzo  17  de  1825. 

(5)  Enero  de  1819. 

(6)  Marzo  8  de  1S33. 

(7)  Febrero  }  de  1876. 


UN    PUBLICISTA   ARGENTINO   EN    EUROPA  477 

de  Chuquisaca,  el  tratado  de  federación  entre  Perú 
y  Bolivia  (i),  de  Guadalupe  Hidalgo,  el  de  límites 
entre  México  y  los  Estados  Unidos  (2);  de  La  Paz, 
los  tratados  de  alianza  entre  Bolivia  y  el  Ecuador  (3), 
y  entre  Bolivia,  Chile  y  Perú  (4);  de  Lima,  los 
de  alianza  entre  el  Perú  y  Colombia  (^),  de  comercio 
entre  Perú  y  Ecuador  ¡6¡,  de  alianza  entre  Chile  y 
Perú  (7) ;  de  Río  de  Janeiro,  los  de  paz  entre  Por- 
tugal y  Brasil  (8),  de  alianza  contra  Rosas  (9);  de 
Santiago  de  Chile,  los  de  alianza  entre  Colombia 
y  Chile  {10),  entre  Chile  y  Perú  (i  i),  de  comercio 
entre  el  Río  de  la  Plata  y  Chile  (12).  Como  se  vé, la 
lista  indudablemente  no  es  completa,  pues  ni  contie- 
ne todos  los  tratados,  ni  todos  los  más  importantes. 
El  señor  Calvo,  sin  embargo,  es  demasiado  versado 
en  la  historia  diplomática  americana  para  que  se 
atribuya  esa  omisión  á  otra  causa  que  no  sea  la  in- 

(i)  Noviembre  (5  de  1826. 
(3)  Febrero  a  de  1848. 

(3)  Mayo  8  de  1842. 

(4)  Mayo  19  de  1866. 
(;)  Julio  6  de  1822. 
(6)  Enero  25  de  1865. 

i  7)  Diciembre  5  de  1865. 

(8)  182:;. 

(9)  Octubre  12  de  185 1. 

(10)  Octubre  21  de  1822. 

(11)  Diciembre  23  de  1822. 

(12)  Noviembre  20  de  1826. 


478  RESEÑAS   T   CRÍTICAS 


mensa  labor  de  ordenar  semejante  cúmulo  de  datos 
de  tan  diversa  naturaleza,  y  en  la  redacción  de  los 
cuales  al  espíritu  más  vigilante  se  le  pasan  muchas 
cosas.  Así,  para  no  citar  sino  un  ejemplo  conocidísi- 
mo :  las  más  grandes  guerras  contemporáneas  de  la 
América  latina  han  sido  al  parecer  tenidas  en  poca 
cuenta,  pues  nada  se  encuentra  acerca  del  tratado 
de  la  triple  alianza^  ni  de  los  que  ocasionaron  el 
último  drama  del  Pacífico. 

Elsas  y  otras  pequeñas  deficiencias  de  detalle  son 
inherentes  á  toda  obra  de  la  magnitud  de  la  presen- 
te, máxime  si  se  reflexiona  que  es  la  primera  vez  que 
sobre  la  ciencia  del  Derecho  Internacional  se  publica 
un  diccionario  enciclopédico.  La  presente  edición  se 
agotará  pronto,  porque  la  obra  es  imprescindible  en 
la  biblioteca  de  todo  hombre  instruido,  y  el  autor  en 
la  próxima  reimpresión  seguramente  empleará  todo 
el  material  que  tiene  reunido  y  que  aún  no  ha  podi- 
do aprovechar  en  ésta.  El  señor  Calvo  en  el  prólogo 
declara  que  desde  1862  viene  preocupándose  de  es- 
ta obra,  y  agrega:  ^^..los  materiales  reunidos  son 
tan  abundantes  que  no  podrán  ser  aprovechados  si- 
no en  las  ediciones  ulteriores.  Querer  desde  hoy  sa- 
car de  ellos  todo  el  partido  posible  sería  postergar  to- 
davía una  publicación  cuya  utilidad  ha  sido  demos- 
trada al  autor,  y  á  la  cual  cree  de  su  deber  no  poner 


UN    PUBLICISTA  ARGENTINO    EN    EUROPA  479 


más  obstáculos''.  Por  esa  razón,  pues,  la  crítica  que 
pueda  hacerse  al  autor  por  deficiencias  más  ó  menos 
justificadas,  sería  prematura  para  prejuzgar  de  la 
bondad  de  la  obra,  además  de  que,  como  es  natural, 
la  selección  de  materiales  está  estrictamente  subordi* 
nada  al  criterio  y  al  método  adoptados  en  este  libro. 
Tal  como  es  en  esta  primera  edición,  aparte  de  su 
mérito  intrínseco  como  enciclopedia  histórica,  diplo- 
mática y  doctrinaria,  y  de  su  valer  en  general,  tiene 
para  la  América  la  muy  preciosa  cualidad  de  que  to- 
do lo  referente  á  ella  ha  sido  tratado  con  evidente 
amor  por  el  distinguido  publicista  argentino.  Más 
aún :  en  relación  al  resto  de  la  obra  y  á  la  manera 
rápida  como  se  ve  obligado  el  autor  á  tratar  de  las 
cuestiones  generales  y  europeas,  se  nota  que  la  parte 
americana  absorbe  un  espacio  mayor  del  que,  en  es- 
tricta justicia  —  dados  los  límites  del  libro  —  le  co- 
rrespondería. 

Y  si  la  Nueva  Revista^  al  mismo  tiempo  que  se 
complace  en  reconocer  lealmente  los  altos  méritos 
del  autor,  ha  creído  deber  insistir  en  algunos  puntos 
de  detalle,  es  porque  una  obra  como  la  presente  pa- 
rece superior  á  las  fuerzas  de  un  hombre  solo,  y  es 
menester  ayudar  en  lo  posible  al  autor  y  señalarle 
tal  ó  cual  deficiencia  de  detalle,  si  se  quiere  tener  el 
derecho  de  reprocharle  determinadas  omisiones.  Por 


480  RESRÑAS   Y  CRÍTICAS 


más  universal  que  sea  el  saber  de  un  hombre  y  por 
más  enciclopédicos  que  sean  sus  conocimientos,  es 
imposible  que  haga  un  estudio  original  y  detenido 
sobre  todas  las  cosas,  máxime  cuando,  como  en  todo 
lo  que  se  refiere  á  la  América  latina,  es  necesario  un 
trabajo  preliminar  de  benedictino  para  reunir  los  ele- 
mentos dispersos  que  forman  la  materia  prima  que 
por  primera  vez  se  examina.  Si  en  cada  país  de  la 
América  se  hiciera  un  estudio  de  la  obra  de  Calvo 
bajo  el  punto  de  vista  nacional  y  local,  reuniendo 
los  datos  indispensables  y  dando  á  conocer  las  fuen- 
tes á  las  que  el  estudioso  puede  recurrir,  recién  en- 
tonces podría  decirse  que  hay  elementos  para  hacer 
un  estudio  fructífero  de  las  cosas  latino-americanas,  y 
para  permitir  á  los  grandes  publicistas  que  conozcan 
y  juzguen  á  este  continente  nuevo.  Pero  en  la  situa- 
ción caótica  actual,  en  la  que  es  punto  menos  que  im- 
posible procurarse  las  publicaciones  más  vulgares  de 
un  extremo  al  otro  de  la  América,  en  ella  misma,  no 
existiendo  trabajos  especiales  que  permitan  prescindir 
de  los  elementos  originales,  el  estudio  de  las  cuestiones 
y  la  ciencia  en  la  América  latina  exige  la  consagración 
de  muchas  inteligencias  y  tardará  mucho  antes  de 
que  sea  hecho.  <i  Cómo  exigir,  pues,  á  un  publicista  de 
la  categoría  del  señor  Calvo,  una  omnisciencia  impo- 
sible? Sería  esto  un  contrasentido  y  una  injusticia. 


UN    PUBLICISTA   ARGENTINO    EN    EUROPA  48 1 

De  todas  maneras,  el  Dictionnaire  de  droit  inter- 
national  pronto  se  habrá  hecho  imprescindible  en  el 
uso  diario  de  cancillerías,  academias  y  bufetes. 

En  cuanto  á  la  otra  obra,  el  Dictionnaire-manuel 
de  Diplomatte,  es,  puede  decirse,  un  extracto  y  un 
condensamiento  de  la  anterior,  omitiendo  la  parte  bi- 
bliográfica, y  redactando  los  diversos  artículos  con 
distinto  método,  á  fin  de  hacer  una  obra  doctrinal 
concisa  y  práctica.  E^  más  fácil  la  compulsa  de  un 
volumen  que  las  indagaciones  de  obras  diversas  ó  de 
mayor  extensión.  Está  destinado  principalmente  pa- 
ra el  uso  diario  de  las  legaciones  y  consulados,  como 
para  los  cursos  académicos. 

Esas  dos  últimas  obras  han  sido  publicadas  en  Ber- 
lín, en  los  meses  de  febrero  y  marzo  del  corriente 
año,  justamente  durante  la  época  de  la  reunión  de  la 
famosa  Conferencia  Africana.  Pues  bien,  la  prensa 
europea,  en  los  extractos  que  ha  dado  de  las  discusio- 
nes de  la  conferencia,  revela  este  hecho  singular :  en 
los  protocolos  oficiales  el  único  nombre  citado  de  tra- 
tadista de  Derecho  Internacional  es  el  del  Ministro 
Plenipotenciario  y  Enviado  Extraordinario  de  la  Re- 
pública Argentina  en  Alemania. 

Julio  de  1883. 


XVI 


LAS  CENIZAS  DEL  GENERAL  SAN  MARTIN 


su  TRASLACIÓN  DEL  HAVRE  Á  BUENOS  AIRES 
(relación  de  un  testigo  ocular) 

KAY  ciertos  acontecimientos  que  no  deben  pa- 
sar desapercibidos  y  la  Historia  recoge  solicita 
todo  lo  que  tiene  relación  con  los  hombres  que  han 
ejercido  una  influencia  más  ó  menos  considerable  en 
los  destinos  de  su  país  ó  de  su  época.  El  general  San 
Martin  es  indudablemente  uno  de  esos  hombres.  De 
ahí  que  sea  un  deber  de  todos  los  que  poseen  un  dato 
importante  de  cualquier  naturaleza  que  sea,  el  darlo 
á  conocer  para  que  sirva  al  historiador  que  ha  de 
ocuparse  de  aquel  notable  personaje. 

El  señor  general  Mitre  acaba  de  recorrer  personal- 


484  RESEÑAS   Y  CRÍTICAS 


mente  los  campos  de  batalla  en  que  figuró  San  Mar- 
tín. Lo  ha  hecho  con  el  propósito  de  dar  la  última 
mano  á  la  historia  del  héroe,  escrita  ya  y  —  á  estar 
á  informes  fidedignos — lista  para  la  publicidad.  El 
nuevo  trabajo  del  autor  de  la  Historia  de  Belgra- 
no^  forzosamente  ha  de  ser  único  en  su  género,  por 
la  rica  y  copiosa  documentación  inédita,  correspon- 
dencias y  papeles  originales  de  que  ha  podido  dispo- 
ner. La  solemne  apoteosis  del  general  San  Martín 
que  tuvo  lugar  en  esta  ciudad  el  2  5  de  Mayo  de 
1880,  ha  de  figurar  seguramente  en  aquella  obra. 

Mi  propósito  en  las  líneas  que  siguen  es  única- 
mente referir  lo  que  á  la  repatriación  de  los  restos 
del  héroe  ilustre  toca,  por  haber  tenido  el  honor  de 
venir  á  bordo  del  buque  de  guerra  argentino  que 
trajo  aquellas  cenizas.  Al  llegar  á  Buenos  Aires, 
escribí  un  artículo  publicado  en  La  Nación  (i),  con- 
signando algunos  datos  respecto  del  viaje.  Pero  la 
precipitación  con  que  fueron  escritas  aquellas  líneas 
me  hizo  incurrir  en  omisiones  é  inexactitudes  que 
es  conveniente  rectificar,  pues  de  lo  contrario  aque- 
lla versión  será  considerada  como  la  única  exacta . 

Es,  pues,  un  dato  más  para  la  Historia  del  General 
San  Martin, 


(i)  Del  25  de  Mayo  de  1880. 


LAS   CENIZAS   DEL   GENERAL   SAN    MARTÍN        48$ 


Antecedentes 

El  general  San  Martín,  nacido  en  Yapeyú  el  25 
de  Febrero  de  1 798,  murió  en  Boulogne-sur-Mer  el 
17  de  Agosto  de  1850.  Después  de  retirarse  del 
ejército  de  Lima  para  salvar  la  independencia  de 
América,  evitando  un  choque  con  Bolivar,  volvió 
San  Martin  á  Buenos  Aires  en  1 2  de  Febrero  de 
1829.  La  ingratitud  de  sus  conciudadanos  le  im- 
pidió desembarcar.  El  héroe  de  América  volvió  á 
Europa  para  morir  allí.  Al  morir  legó  su  corazón 
á  Buenos  Aires,  demostrando  asi  que  su  alma  era 
demasiado  grande  para  abrigar  móviles  estrechos. 
Treinta  años  después,  por  iniciativa  del  Presidente 
Avellaneda,  se  decide  la  repatriación  de  aquellas 
cenizas  veneradas,  y  una  suscrición  nacional  auna  á 
toda  la  República  en  este  movimiento.  En  el  cente- 
nario de  su  nacimiento,  la  Capital  de  la  República 
presenció  festividades  regias,  y  toda  la'  Nación  se 
unió  de  corazón  á  ellas  para  tributar  á  su  grande 
héroe  el  más  espléndido  homenaje  de  que  la  gratitud 
postuma  sea  capaz. 

31 


486  RESEÑAS   Y   CRÍTICAS 


Estos  son  hechos.  Todos  lo  conocen,  porque  han 
sido  actores  en  ellos  los  unos,  porque  su  recuerdo 
está  fresco  aún  en  la  mente  de  los  otros.  No  es  de 
este  lugar  referir  en  detalle  cuáles  fueron  aquellas 
pomposas  festividades,  ni  expresar  cuáles  los  méri- 
tos del  hombre  que  ha  merecido  tamaño  honor. 

Basta  á  mi  objeto  decir  que  el  Gobierno  Nacional 
ordenó  que  los  restos  mortales  del  héroe  de  los  Andes 
fueran  transportados  á  su  patria  en  el  primer  buque 
de  guerra  que  bajo  bandera  argentina  y  mandado 
por  gefes  y  oficiales  argentinos  cruzara  el  Atlántico* 
Parecía,  pues,  como  si  la  patria,  en  aquel  acto  solem- 
ne de  justificación  postuma,  hubiera  querido  acortar 
las  inmensas  distancias  de  los  mares,  yendo  un  pe- 
dazo del  suelo  argentino  á  recibir  el  sagrado  depósito, 
á  las  playas  mismas  de  la  tierra  hospitalaria  que 
albergara  al  héroe  en  sus  últimos  años. 

El  buque  de  guerra  destinado  á  ese  objeto,  fué  el 
transporte  Villarino, 


11 


El  transporte  Villarino 

Este  hermoso  vapor,  con  aparejo  de  goleta,  mide 
1 80  pies  de  largo  por  30  de  ancho,  con  un  calado  de 


LAS   CENIZAS   DEL   GENERAL   SAN    MARTÍN       487 


I  ^  pies,  conteniendo  7  7  <>  toneladas,  y  con  una  má- 
quina á  hélice  sistema  Compound,  de  800  caba- 
llos. 

Fué  construido  por  encargo  del  doctor  don  Manuel 
R.  García,  nuestro  Ministro  en  Londres,  en  los  ta- 
lleres de  Laird  hermanos,  Birkenhead,  Liverpool, 
de  donde  ya  han  salido  para  nosotros  las  cañoneras 
Repühlica  y  Constitución^  Paraná  y  Urufruay  y  los 
acorazados  Plata  y  Andes  (i). 

Tiene  50  hombres  de  tripulación  y  puede  trans- 
portar un  batallón  entero,  llevando  400  toneladas 
de  carga,  y  á  una  velocidad  media  de  1 1  nudos  por 
hora.  Acerca  de  la  velocidad  debe  decirse  que  las 
máquinas  son  excelentes,  como  muy  buenas  las  con- 
diciones marineras  del  buque,  de  manera  que  con- 
tratado por  12  millas  por  hora,  dio  en  la  prueba  en 
el  Mercy  mucho  más.  Durante  el  viaje  ha  tenido 
días  de  1 2  nudos  por  hora. 

Su  armamento  se  compone  de  2  cañones  de  á  20, 
sistema  Armstrong,  de  retrocarga ;  de  dos  ametralla- 
doras sistema  Hopkins,  y  de  los  remingtons  para 
la  tripulación. 


{ 1 )  Los  modelos  de  estos  buques  de  nuestra  Armada  han  sido  rega- 
lados por  la  casa  Laird  hermanos,  al  Ministerio  de  la  Guerra .  Se 
encuentran  también  en  el  afamado  Museo  de  Marina  del  "South 
Kensigton  Museum  "  en  Londres. 


488  RESEÑAS   Y  CRÍTICAS 


La  oficialidad  del  buque  tal  como  se  compuso  defi- 
nitivamente en  el  Havre,  era : 

Comandante:  Don  Ceferino  Ramírez,  comandante 
de  Los  Andes, 

Segundo :  Don  Daniel  de  Solier,  comandante  de  la 
República . 

Oficial:  Don  Manuel  J.  García  Mansilla,  subte- 
niente de  la  marina  argentina,  ex-^uardia  marina 
de  I 'clase  de  la  marina  francesa,  donde  ha  hecho 
todos  sus  estudios  teóricos  y  prácticos,  y  cuyo  servi- 
cio ha  dejado  con  este  motivo. 

El  oficial  de  derrota  era  el  comandante  Solier, 
quien  recién  deja  el  observatorio  de  Toulon,  donde, 
bajo  la  excelente  dirección  de  M.  Boeuf,  ha  perfec- 
cionado sus  estudios  de  astronomía  náutica. 

El  buque  fué  lanzado  al  agua  en  Liverpool  el  24 
de  Febrero  de  1879,  y  recibido  oficialmente  el  7  de 
Abril  por  el  teniente  coronel  don  Clodomiro  Ur- 
tubey,  jefe  de 'la  comisión  naval  argentina  en  In- 
glaterra, y  representante  en  esa  circunstancia  de 
nuestro  Ministro  el  doctor  García.  En  seguida  fué 
entregado  al  comandante  Ramírez,  y  desde  ese  mo- 
mento el  buque  quedó  organizado  bajo  la  bandera 
argentina. 

El  comandante  Solier  y  el  sub-teniente  García 
MansiUa   se  incorporaron   recién  en  el    puerto  del 


LAS   CENIZAS   DEL   GENERAL  SAN    MARTÍN       489 

Havre,  habiendo  sido  conducido  el  Villarino  de 
Liverpool  á  Francia  por  el  comandante  Ramírez 
y  los  sub-tenientes  Picasso,  Del  Castillo  y  Barilari. 
Estos  oficiales  partieron  del  Havre  á  ingresar  el 
primero  en  la  escuadra  inglesa  y  los  dos  últimos  en 
la  italiana. 


III 


Entrega  de  los  restos 

El  Villarino  fondeó  á  principios  de  abril  de  1880, 
en  el  Bassin  du  Roi^  en  el  puerto  del  Havre. 

El  Ministro  argentino  en  París,  don  Mariano  Bal- 
caree,  decidió  entonces  que  la  ceremonia  religiosa 
que  debía  celebrarse  con  el  cuerpo  presente,  tuvie- 
ra lugar  en  la  Catedral  del  Havre,  á  fin  de  trasla- 
darse inmediatamente  al  buque  y  efectuar  allí  con 
solemnidad  la  entrega  de  los  restos  venerandos. 

Este  plan  ofrecía  entre  otros  inconvenientes  el 
viaje  de  5  horas  que  median  entre  Paris  y  Havre. 
Pero  el  señor  Balcarce  puso  un  tren  expreso  á  la  dis- 
posición de  todos  los  argentinos  y  americanos  que 
quisieran  concurrir  á  la  ceremonia. 

La  invitación  especial  era  como  sigue: 

"  Debiendo  ser  trasladados  á  Buenos   Aires  en  el 


490  RESEÑAS   Y   CRÍTICAS 


buque  de  guerra  Villartno^  por  orden  del  Gobier- 
no Argentino,  de  acuerdo  con  la  Comisión  Nacional 
de  repatriación,  los  restos  mortales  del  ilustre  don 
José  de  San  Martín,  Brigadier  General  de  la  Re- 
pública Argentina,  Capitán  General  de  la  de  Chile, 
Generalísimo  y  fundador  de  la  libertad  del  Perú,  se 
ruega  á  V.  se  sirva  asistir  á  la  tónebre  ceremonia 
que  con  dicho  objeto  tendrá  lugar  el  miércoles  pro- 
ximo  2 1  del  corriente  en  la  Catedral  del  Havre,  y 
al  embarque  de  los  restos  del  General  á  bordo  del 
citado  buque. 

'*De  parte  de  los  señores  don  Mariano  Balcarce, 
yerno  del  General  San  Martin,  Ministro  Plenipoten- 
ciario de  la  República  Argentina  en  Paris;  doctor  don 
Manuel  R.  García,  Ministro  Plenipotenciario  cerca 
del  gobierno  de  S.  M.  B.;  doctor  don  Emilio  de 
Alvear,  antiguo  Ministro  de  Relaciones  Exteriores; 
coronel  don  Manuel  del  Carril;  don  Fernando  Gu- 
tiérrez de  Elstrada,  esposo  de  la  nieta  del  General 
San  Martín;  Presidente  y  miembros  de  la  Comisión 
oficial  nombrada  para  esa  ceremonia. 

'*Un  tren  especial  saldrá  á  las  9  en  punto  de  la 
mañana  de  la  Gare  Saint- Lazare,  ferrocarril  del 
Oeste,  rué  d'  Amsterdan,  y  regresará  del  Havre  á 
las  5  de  la  tarde  del  mismo  día.  La  presentación 
de  esta  esquela  de  invitación  bastará  para  ser  admi- 


LAS   CENIZAS   DEL  GENERAL   SAN   MARTÍN       49  Z 


tido,  á  la  ida  y  á  la  vuelta,  en  el  referido  tren.  " 
Esta  invitación  litografiada  en  un  pliego  con  file- 
tes negros  fué  dirigida  á  todos  los  argentinos,  cuyo 
domicilio  en  Paris  pudo  averiguar  la  Legación,  y 
á  todos  los  latino-americanos  de  cierto  renombre. 
Se  tomó  especial  cuidado  en  las  invitacionos  al  Mi- 
nistro y  numeroso  personal  de  la  Legación  chilena; 
pero  por  una  de  esas  raras  casualidades,  aconteció 
que  en  la  comitiva  del  tren  no  se  encontraba  un  solo 

CHILENO  { 

El  dia  y  hora  fijados,  se  hallaba  reunida  una  nu- 
merosa comitiva  compuesta  de  unas  5  o  personas,  en 
la  estación  Saint-Lazare.  Se  veían  á  los  miembros  de 
la  Comisión,  y  á  los  argentinos  más  distinguidos 
de  Paris:  aquellos  que  como  el  señor  Carlos  Calvo 
no  pudieron  concurrir  á  causa  del  mal  estado  de  su 
salud,  se  hicieron  excusar  y  representar.  Como  lati- 
no-americanos, estaban  el  señor  don  José  M.  Torres 
Caicedo,  Ministro  Plenipotenciario  del  Salvador;  doc- 
tor don  Toribio  Sanz,  Ministro  Plenipotenciario  del 
Perú;  don  Andrés  R.  de  Santa-María;  don  J.  M.  de 
Rojas,  don  Miguel  de  Francisco  Martín;  Ministros 
de  Colombia,  Venezuela  y  Guatemala;  coronel  don 
Juan  J.  Díaz,  Ministro  del  Uruguay,  y  muchas  otr^is 
notabilidades,  como  por  ejemplo,  el  señor  de  Pividal, 
Ministro  del  Perú  en  Londres  y  otros. 


49 2  HÉSELA»  Y  CRÍTICAS 


Si  la  comitiva  no  fué  más  numerosa,  es  induda- 
blemente á  causa  del  incómodo  viaje  de  cinco  horas 
en  ferrocarril,  y  porque  todos,  de  frac  ó  uniforme, 
debían  así  pasar  el  día  entero,  pues  salidos  á  las 
9  de  París,  llegaron  á  la  una  y  media  al  Havre,  allí 
hubo  no  interrumpidas  ceremonias  de  una  parte  á 
otra,  y  á  las  5  debían  nuevamente  tomar  el  tren, 
hasta  las  diez  de  la  noche.  Era  pedir  mucho  de 
personas  ocupadas  unas,  delicadas  otras.  Se  pro- 
yectó celebrar  la  ceremonia  en  la  iglesia  de  la  Made^ 
leine  en  París»  donde  hubieran  seguramente  asis- 
tido no  sólo  todos  los  americanos,  sino  sus  numero- 
sas familias,  el  cuerpo  diplomático  extranjero,  y 
los  representantes  del  gobierno  francés.  La  cere- 
monia habría  sido  de  un  esplendor  inusitado.  Pero 
este  brillante  proyecto  se  abandonó  á  causatde  la 
traslación  del  féretro  en  seguida  al  Havre,  conjetu— 
rándose,  y  no  sin  alguna  razón,  que  serían  pocos 
los  que  lo  acompañarían,  causa  por  la  cual  la  en- 
trega oficial  de  los  restos  no  tendría  toda  la  solem- 
nidad deseable. 

El  hecho  es  que  la  comitiva  llegó  al  Havre  cerca 
de  las  dos  de  la  tarde,  fatigada  en  extremo  por  el 
viaje,  pues  sólo  en  Rouen  se  detuvieron  para  tomar 
un  ligero  lunch.  Algunas  legaciones,  como  la  del 
Uruguay,  estaban  todas  de  gran  uniforme,  en  otras; 


LAS    CENIZAS  DEL  GENERAL  SAN   MARTÍN       493 

sólo  los  ministros.     De  nuestras    legaciones,  sólo 
los  ministros  vestían  uniforme  diplomático. 

Una  serie  de  coches  habían  sido  preparados  por 
la  comisión,  para  trasportar  la  comitiva  de  la  Esta- 
ción á  la  Catedral.  En  el  trayecto  se  notaba  á  la 
ciudad  en  un  movimiento  extraordinario:  la  gente 
se  apiñaba  en  las  calles,  balcones  y  techos. 

En  la  Estación  la  comitiva  fué  recibida  por  M. 
Maurant,  director  general  de  las  Pompas  fúnebres 
en  Paris,  quien  había  venido  con  anticipación  al 
Havre  con  el  objeto  de  organizar  la  ceremonia.  Ade- 
más se  hallaban  allí  el  Estado  Mayor  y  oficialidad 
del  Vtllartno,  y  las  autoridades  del  Havre. 

La  iglesia  de  Nuestra  Señora  estaba  espléndida- 
mente arreglada.  La  puerta  de  la  basílica  había 
sido  adornada  con  colgaduras  negras  con  franjas 
de  plata,  como  se  encontraba  el  interior  del  tem- 
plo. Sobre  un  escudo  con  el  monograma  del  héroe,, 
se  veía  en  medio  de  la  puerta  central  un  trofeo  de 
banderas. 

Antes  de  llegar  al  coro  se  elevaba  un  soberbio 
catafalco,  donde  estaba  colocado  el  féretro  del  gene- 
ral, flotando  al  rededor  las  banderas  de  los  Estados 
sud-americanos.  Sobre  el  ataúd  se  veían  los  emble- 
mas representando  las  cualidades  del  difunto.  Un 
número  considerable   de  cirios  ardían  en  torno  del 


494  RESEÑAS  Y  CRÍTICAS 


catafalco,  y  en  sus  cuatro  costados,  de  vasos  de  forma 
antigua,  se  elevaban  llamas  verdes. 

En  la  nave  central,  á  más  de  la  comisión  oficial  y 
de  la  comitiva,  se  veían  á  los  oficiales  del  Villartno, 
al  sub-prefccto  del  departamento,  M.  Henry  Desai- 
res, en  representación  del  gobierno  francés;  al  maire 
del  Havre,  M.  Jules  Siegfried,  representante  de  las 
autoridades  municipales;  á  M.  Le  Trapeur,  comisario 
general  de  marina,  representando  á  S.  £.  el  almi- 
rante Jaurreguiberry,  Ministro  de  la  Marina  y  de 
las  Colonias;  al  coronel  Nismey,  director  de  la  arti- 
llería, representando  las  autoridades  militares  de  la 
plaza;  al  cuerpo  consular,  de  gran  uniforme;  y  diver- 
sos altos  funcionarios  de  las  aduanas  y  de  la  marina, 
todos  de  gran  uniforme. 

El  batallón  número  119  de  infantería  de  línea, 
mandado  por  su  coronel  y  con  su  banda  de  música, 
con  cajas  enlutadas,  hacía  dentro  y  fuera  de  la  igle- 
sia los  honores  fúnebres. 

Una  numerosa  concurrencia  llenaba  las  naves  del 
templo. 

La  ceremonia  religiosa  fué  muy  solemne.  Se  cantó 
el  Dtes  iroe;  y  unPieJesu  para  tenor,  fué  ejecutado 
por  M.  Tremond;  el  Libera  fué  cantado  por  el  coro, 
con  acompañamiento  de  órgano.  El  grande  órgano  y  la 
música  del  I  í  9  ejecutaron  diversas  marchas  fúnebres. 


LAS   CENIZAS   DEL   GENERAL   SAN   MARTÍN        495 

El  responso  fué  dado  por  el  cura  Duval,  canónigo 
de  la  Catedral. 

Concluida  la  ceremonia  religiosa,  se  sacó  el  féretro 
á  pulso  por  entre  dos  hileras  de  soldados  que  le 
presentaron  las  armas.  El  carro  fúnebre  adornado 
con  banderas  americanas,  tirado  por  cuatro  caballos 
cubiertos  de  negro,  que  eran  conducidos  de  la  brida 
por  picadores  enlutados. 

La  comitiva  se  puso  en  marcha  á  pie  detrás  del 
féretro,  cuyos  cordones  eran  llevados  por  una  comi- 
sión compuesta  de  los  Ministros  del  Salvador,  de 
Venezuela,  del  Perú  y  del  Uruguay,  señores  Torres 
Caicedo,  Rojas,  Sanz,  Díaz,  Santa-María  y  Francis- 
co Martín. 

El  cortejo  era  precedido  por  una  compañía  del 
batallón,  y  el  resto  formaba  en  illas  á  ambos  lados. 
Durante  el  trayecto  la  banda  ejecutó  la  célebre  mar- 
cha de  Chopin.  El  gentío  que  se  apiñaba  en  las 
calles  del  tránsito  eran  tan  grande  que  el  servicio  de 
trenvías  fué  suspendido  en  la  rué  de  París, 

Cuando  se  hubo  terminado  la  marcha  de  Chopin, 
los  tambores  hicieron  oír  el  triste  toque  fúnebre, 
alternando  con  las  campanas  de  todas  las  iglesias 
del  Havre.  Los  soldados  iban  con  las  armas  bajas  en 
señal  de  duelo. 

Todos  los  edificios  públicos  y  los  consulados  tenían 


49^  RESEÑAS  T  críticas 


la    bandera  á  inedia   asta.  AI  llegar  al  quai  de  Vi- 
llecocq^  vimos  que  los  buques  de  la  compañía  Ckar- 
geurs  Reunís  tenían  igualmente  la  bandera  á  media 
asta. 

Al  llegar  al  Bassin  du  Roi,  el  féretro  fué  descen- 
dido á  pulso  del  carro  fúnebre  á  un  catafalco  provi- 
soriamente levantado  sobre  el  puente  del  buque. 
Todos  estos  detalles  habían  sido  organizados  por  M. 
Maurant,  quien  fué  también  el  que  arreglara  los 
funerales  de  la  reina  Cristina  y  el  de  Víctor  Ma- 
nuel. 

Las  invitaciones  en  el  Havre  habían  sido  hechas 
por  D.  Zenón  Sánchez,  cónsul  de  los  Estados  Uni- 
dos de  Colombia  y  encargado  provisoriamente  del 
consulado  de  la  República  Argentina. 

El  señor  Sánchez  demostró  en  esta  ocasión  el 
mayor  celo,  y  es  grato  deber  este  servicio  á  un  co- 
lombiano. 

El  Villarino  estaba  empavesado,  con  la  tripulación 
de  gala  haciendo  la  guardia  militar,  y  una  capilla 
toda  cubierta  de  negro,  erigida  en  el  centro  del  buque, 
y  destinada  á  recibir  los  restos  directamente  del 
coche.  El  comandante  y  oficialidad,  de  gala,  hacían 
los  honores  de  ordenanza. 

Trasladado  el  féretro  á  la  capilla  ardiente  de  sobr^ 
cubierta,  toda   la  concurrencia   subió  al  puente  de 


LAS    CENIZAS   DEL   GENERAL   SAN    MARTÍN         497 

popa,  donde  iban  á  pronunciarse  los  discursos  ofi- 
ciales. 

Nuestro  Ministro  Balcarce,  presa  de  la  mayor  emo- 
ción, leyó  una  corta  alocución  en  que,  trazando  á 
grandes  rasgos  algunos  méritos  sobresalientes  del 
ilustre  argentino,  agradeció  conmovido  ala  República 
en  nombre  de  la  familia  del  finado,  y  recordó  á  los 
marinos  argentinos  el  grande  honor  que  les  tocaba 
en  aquella  tardía,  pero  merecida  justicia. 

Hé  aquí  el  discurso  del  señor  Balcarce  : 

'*  Señores  comandante,  oficiales  y  marinos: 

"  En  nombre  de  la  Comisión  que  tengo  el  honor 
de  presidir,  entrego  á  la  custodia  de  vuestro  patrio- 
tismo los  restos  mortales  del  general  San  Martín. 

**  Nuestro  Gobierno  os  ha  confiado  la  misión  de 
conducirlos  á  Buenos  Aires,  donde  les  espera  un  mo- 
numento conmemorativo,!  elevado  por  la  gratitud 
nacional.  Estos  restos  venerandos  han  reposado  largo 
tiempo  en  el  suelo  generoso  de  la  Francia,  cuyo  go- 
bierno, apreciador  equitativo  de  todas  las  glorias  que 
han  servido  á  la  libertad  y  á  la  humanidad,  se  aso- 
cia hoy  por  la  presencia  de  las  autoridades  prefecto- 
rales, municipales  y  marítimas  de  la  ciudad  del  Ha- 
vre, á  los  honores  que  le  son  tributados. 

"Me   es  muy  doloroso    separarme    de  los  restos 


49^  RESEÑAS  Y   CRÍTICAS 


queridos  de  mi  ilustre  padre  político,  pero  me  con- 
suelo con  la  esperanza  deque,  restituidos  á  su  patria, 
ellos  harán  revivir  los  recuerdos  de  la  época  para 
siempre  gloriosa  de  nuestra  independencia,  de  los 
ejemplos  de  abnegación  austera  y  de  sacrificios  de 
sus  fundadores;  y  que  contribuirán  á  mantener  y  á 
estrechar,  por  un  servicio  postumo,  la  concordia  y  la 
unión  de  todos  los  argentinos  ! 

**Así,  aún  después  de  su  muerte,  el  general  San 
Martín  continuará  sirviendo  á  su  patria." 

En  seguida  el  Dr.  García,  nuestro  Ministro  en 
Londres,  habló  en  nombre  del  comandante  y  oficia- 
lidad del  Villarino^  quienes  le  habían  confiado  tan 
honroso  encargo,  y  se  extendió  en  las  siguientes 
consideraciones : 

^'Señores:  El  pabellón  que  ilustró  con  sus  victorias 
el  general  San  Martin,  cubre  ya  sus  restos  mortales 
en  una  sección  del  territorio  argentino.  Bien  venidos 
sean  ala  patria. 

^^  Pronto  se  verán  cumplidos  los  últimos  votos  del 
que  legó  á  la  heroica  ciudad,  cuna  y  centro  del  mo- 
vimiento de  Mayo,  un  corazón  que  latió  siempre  por 
nuestra  fraternidad  y  engrandecimiento. 

*'  No  olvidemos,  señores,  los  serios  deberes  que  ese 


LAS   CENIZAS   DEL   GENERAL   SAU   MARTÍN        499 


depósito  nos  impone,  y  los  altos  ejemplos  que  nos 
legó  el  ilustre  libertador.  El  vencedor  de  San  Loren- 
zo, de  Chacabuco,  de  Maipo  y  de  Lima,  el  principal 
instigador  de  nuestra  independencia  en  1 8 1 6,  hecho 
que  fijó  á  la  revolución  un  norte,  afianzado  años 
después  por  victorias  inmortales  para  nuestra  histo- 
ria, no  se  mezcló  jamás  en  las  discordias  civiles  ni 
puso  el  peso  de  su  prestigiosa   espada  al  servicio  de 

^  propias  ni  de  ajenas  ambiciones  de  mando. 

.  ^^  Renunciando  á  la  gloria  ¡  y  qué  otra  podría  igua- 

larla! de  consumar  la  independencia  del  continente 

{  hispano-americano,    por  'exigirlo    así   la  concordia 

entre  los  ejércitos  patriotas,  el  soldado  de  los  Andes 
se  mostró  más  grande  separándose  del  teatro  de  la 
guerra  que  como  libertador  de  tres  repúblicas. 

"  Ese  ejemplo  de  abnegación  y  desprendimiento 
que  bastaría  para  enaltecer  su  memoria,  es  una  lección 
profunda  que  enseña  cómo  deben  cumplirse  los  de- 
beres que  la  patria  nos  impone,  y  cómo  ninguna  glo- 
ria es  superior  á  la  del  dominio  sobre  nosotros  mis- 
mos, y  á  la  conservación  de  la  armonía  entre  los 
obreros  de  una  noble,  justa  y  generosa  causa. 

''  Otra  lección  nos  ha  legado  aún  nuestro  ilustre 
compatriota.  Cuando  después  de  una  larga  ausencia 
y  de  apurar  bien  amargos  desengaños,  volvía  de  Eu- 
ropa á  Buenos  Aires,   despedazábanse  en  lucha  fra- 


500  RESEÑAS   Y  CRÍTICAS 


tricida  dos  partidos  políticos  en  que  se  hallaba  divi- 
dido el  país.  Uno  de  ellos  ofreció  el  gobierno  al  ge- 
neral San  Martín  :  éste,  antes  de  aceptar  la  oferta, 
prefirió  la  expatriación.  Desde  entonces,  ajeno  á  las 
agitaciones  políticas  de  la  América,  aunque  jamás  á 
sií  gloria,  terminaron  en  paz  los  años  de  nuestro 
ilustre  compatriota,  en  el  dulce  regazo  de  su  familia, 
donde  halló  un  mundo  más  afectuoso  y  reconocido 
que  aquél  que  le  debió  su  independencia. 

^^  Marinos  de  la  República:  Sois  los  primeros  que 
conducís  al  través  del  Océano  un  bajel  de  nuestra 
armada,  desde  la  Europa;  él  va  cargado  con  el  depó- 
sito más  valioso  que  ninguno  condujera  al  suelo  ar- 
gentino. 

^^  Grande  es  vuestra  responsabilidad. 

^^  Cuando  lo  entreguéis  á  nuestros  compatriotas, 
os  ruego  unáis  vuestros  votos  á  los  míos,  para  desear 
que  mientras  guardemos  esas  reliquias  no  se  despier- 
ten en  la  República  los  odios  y  pasiones  que  tanto 
han  retardado  su  engrandecimiento. 

"  Tal  fué  la  ambición  suprema  y  constante  del  ge- 
neral San  Martín,  i  qué  mejor  culto  podemos  ofrecer 
á  su  memoria? 

"  Cuando  sus  cenizas  reposen  bajo  las  bóvedas  de 
la  Catedral  de  Buenos  Aires,  donde  ellas  faltaban 
para  completar  los  trofeos  de  los  más  gloriosos  días 


LAS   CENIZAS   DEL   GENERAL    SAN    MARTÍN        5OI 

de  la  patria,  desead  conmigo  que  el  mausoleo  que 
encierre  esos  restos,  no  sólo  simbolize  un  tributo  de 
gratitud  hacia  un  grande  hombre  sino  también  la 
concordia  de  todos  los  argentinos,  quienes  sabrán 
velar  religiosamente  el  precioso  depósito  que  estáis 
encargados  de  entregarles." 

£1  doctor  García  estaba  también  en  extremo  con- 
movido. 

Entonces  se  adelantó  el  doctor  Don  Emilio  de  Al- 
vear,  é  inspirado  por  tan  solemne  circunstancia,  pro- 
nunció una  brillante  improvisación  en  que  abunda- 
ron rasgos  elocuentes  y  altos  pensamientos. 

Recordó  la  carrera  del  gigante  de  los  Andes,  sus 
méritos  y  sus  servicios,  y  él,  hijo  de  un  ilustre  gue- 
rrero, émulo  de  San  Martín,  vino  á  tributar  al  que 
fuera  rival  de  su  padre,  una  espléndida  y  sincera 
justicia. 

El  doctor  Alvear  estuvo  oportuno,  elocuente. 

He  aquí  su  discurso: 

*'  Señores:  Permitidme  algunas  palabras,  más  como 
desahogo  á  mi  gratitud,  que  con  la  pretensión  de  ha- 
ceros un  relato  de  ese  grande  episodio  americano  que 
se  llama  la  historia  del  general  San  Martín. 

"Fué  allá  por  el  año  de  1812  y  en  una  de   esas 

32 


502  RESEÑAS   Y   CRÍTICAS 


bellas  tardes  de  nuestras  comarcas,  que  desembarcó 
en  la  playa  de  Buenos  Aires  un  grupo  de  jóvenes 
alegres  y  gallardos;  el  uno  se  llamaba  Zapiola,  el 
otro  Alvear  y  el  otro  San  Martin. 

**  Notábase  en  la  apostura  de  estos  últimos  ese  aire 
marcial  y  esa  mirada  penetrante  que  sólo  se  adquiere 
en  los  campos  de  batalla  y  al  calor  de  los  combates ; 
era  que  justamente  venían  de  combatir  en  defensa  de 
la  libertad  de  la  vieja  patria,  como  si  antes  de  co- 
menzar su  carrera  de  argentinos,  hubiesen  querido 
pagar  su  deuda  de  origen  hispano. 

"  Poco  tiempo  después,  y  ya  la  ñgura  de  San 
Martín  aparece  en  las  barrancas  de  San  Lorenzo, 
á  orillas  del  magestuoso  Paraná,  iluminando  con  los 
destellos  de  su  espada  vencedora  el  derrotero  de  futu- 
ras glorias,  y  probando  que,  si  bravo  había  sido  al 
combatir  por  la  patria  de  sus  abuelos,  más  bravo  era 
aún  combatiendo  por  la  patria  de  su  nacimiento. 

^^  Poco  tiempo  después  (oh!  en  aquella  época  no 
había  vapores  ni  telégrafos,  pero  había  genio  y  este 
volaba  en  alas  de  la  gloria);  poco  tiempo  después, 
repito,  y  esa  misma  fígura  reaparece  radiante  allá  en 
la  cima  de  los  nevados  Andes,  señalando  con  su  cer- 
tera mano  á  los  valientes  que  le  siguen  el  ancho  ca- 
mino de  todo  un  mundo  á'rcdimir. 

'*<  Con  qué  recursos  del  arte,  con  qué  auxilios  de 


LAS   CENIZAS   DEL   GENERAL    SAN    MARTÍN        C)  O  3 

la  ciencia,  ni  tesoros,  se  encontraban  allí  ese  ejército 
y  ese  gefe  ? 

''Vosotros  sois  americanos  y  lo  sabéis. 

"Aquello  fué  un  prodigio!  Una  visión  fantástica! 
y  tenía  que  ser  ó  un  sueño  de  patriota  ó  una  de  esas 
acciones  extraordinarias  que  bastan  para  imprimir  el 
sello  de  la  inmortalidad  á  un  hombre  y  á  un  pueblo. 
Las  victorias  de  Maipo  y  Chacabuco  probaron  esto 
último,  y  el  mundo  supo  con  sorpresa  que  si  laEuro- 
pa  tenía  su  coloso  de  los  Alpes,  la  joven  América 
tenía  ya  también  su  coloso  de  los  Andes. 

''Destrozados  fragmentos  de  una  cadena  de  tres 
siglos,  diez  millones  de  habitantes  elevados  á  la  dig- 
nidad de  hombres  libres,  y  tres  naciones  abiertas  al 
comercio  del  mundo!  Ved  ahí,  señores,  el  fondo  de 
ese  grandioso  cuadro  americano  cuya  alma  y  figura 
saliente  es  el  general  San  Martín. 

"Qué  época  aquella!  y  qué  hombres! ! 

"  Para  esos  gigantes  la  patria  no  se  estrechabaen 
los  límites  de  la  geografía  moderna,  era  todo  un  he- 
misferio, y  las  brisas  de  los  dos  inmensos  mares  que 
lo  circundan  bastaban  apenas  á  la  libre  respiración 
de  sus  pulmones.  No  eran  colombianos,  ni  peruanos, 
ni  chilenos,  ni  argentinos:  eran  americanos. 

"Señores:  Mi  patria  ha  tardado  un  tanto  en  recla- 
mar estos  restos  de  su  héroe;  es  que,    tal  vez,  ahora 


^04  «¿AE^AS  T  cmtncAS 

*tc  cncucntrz  reden  bastante  grande  y  fuerte  para 
((lardar  tan  precioso  depósito. 

*'  Iy»r  eterno  al  general  San  Martín! ! 

^*  ^ «racial  mil  al  pueblo  francés  por  su  generoea  y 
larga  hospitalidad.  Y,  paz,  sí,  paz  entre  los  pueblos 
y  lan  naciones  que  surgieron  de  tantas  hazañas. 

'*  Kstc  cft  mí  más  sincero  y  humilde  voto  y'crcedme, 
«it ñores,  sólo  á  su  sombra  bienhechora  podremos 
crecer  bastante  para  hacernos  dignos  de  los  héroes 
de  nuestra  independencia. 

*^  Americanos  *  Si  vuestra  historia,  tan  fértil  en 
hcchf^  heroicos  y  ejemplos  de  abnegación  y  de  ci- 
vismo, no  os  inspira  ya,  á  fuer  de  seros  familiar,  id 
li  In  América  del  Norte  y  allí  aprenderéis  cómo  se 
interpreta  el  patriotismo,  cómo  la  unión  da  la  fuer- 
za, y  como  sólo  acumulando  grandezas  sobre  gran— 
dc/.ns  es  que  un  gran  pueblo  honra  la  memoria  de  los 
fundadores  de  su  nacionalidad." 

Unra  coincidcncial  Los  tres  argentinos  que  habla- 
ron en  la  solemne  ceremonia  en  honor  del  más  gran- 
de héroe  de  la  independencia,  eran  todos  hijos  de 
compañeros  y  de  contemporáneos  del  ilustre  muerto. 

Kn  seguida  la  concurrencia  bajó  á  la  cámara  del 
buque,  en  cuyo  fondo  había  otra  capilla  destinada  á 
contener  los  restos  durante  el  viaje. 


LAS    CENIZAS    DEL   GENERAL   SAN    MARTÍN        50'? 

Allí  se  exteodió  el  acta  siguiente  : 

''  En  el  puerto  del  Havre,  á  los  2  i  dias  del  mes 
de  abril  del  año  de  1880,  ante  mí  el  infrascripto  se- 
cretario de  la  Legación  Argentina  en  Francia,  reu  - 
nidos  á  bordo  del  transporte  de  guerra  argentino 
VtllartnOy  los  señores  don  Mariano  Balcarce,  yerno 
del  general  San  Martín  y  Ministro  Plenipotenciario 
de  dicha  República,  en  Francia;  doctor  don  Manuel 
R.  García,  Ministro  Plenipotenciario  de  la  misma 
cerca  de  S.  M.  B. ;  doctor  don  Emilio  de  Alvear,  ex- 
ministro de  Relaciones  Exteriores;  coronel  don  Ma- 
nuel del  Carril;  y  don  Fernando  Gutiérrez  de  Estra- 
da, esposo  de  la  nieta  del  general  San  Martín,  pre- 
sidente y  miembros  de  la  Comisión  encargada  del 
envío  á  la  patria  de  los  restos  mortales  del  ilustre 
argentino,  Brigadier  General  don  José  de  San  Martín, 
—  entregaron  solemnemente  un  féretro  conteniendo 
aquellos  restos  á  la  comisión  designada  por  el  gobierno 
argentino  para  recibirlos  y  transportarlos  á  Buenos 
Aires,  la  cual  se  compone  de  los  señores  comandante 
y  oficiales  de  dicho  transporte,  teniente  coronel  don 
Ceferino  Ramírez,  teniente  coronel  don  Daniel  de 
Solier  y  sub-teniente  don  Manuel  J.  García  Mansilla. 

"  El    mencionado  féretro  está    forrado    en    paño 
negro,  guarnecido  con  varillas  de  metal  blanco,   y 


506  RESEÑAS   Y    CRÍTICAS 

en  SUS  costados  tiene  aldabones  también  plateados. 
Sobre  la  tapa  hay  una  chapa  del  mismo  metal  con  la 
inscripción  siguiente  :  "José  de  San  Martín,  gue- 
rrero de  la  Independencia  Argentina,  Libertador  de 
Chile  y  del  Perú.  Nació  el  25  de  Febrero  de  1778 
en  Yapeyú,  provincia  de  Misiones,  República  Argen- 
tina ;  falleció  el  i  7  de  Agosto  de  1850,  en  Boulogne- 
sur-Mer,  Pas  de  Calais,  Francia."  Cruza  dicha  chapa 
una  cinta  negra  de  cuatro  pulgadas  de  ancho,  cuyas 
extremidades  están  fijadas  con  tres  sellos  en  lacre 
negro,  del  timbre  oficial  de  esta  Legación. 

''En  fé  de  lo  cual,  y  como  testimonio  de  que  la 
entrega  de  los  restos  mortales  del  Brigadier  General 
don  José  de  San  Martín  fué  hecha  en  debida  forma, 
firman  á  continuación  la  presente  acta  por  duplicado, 
todos  los  señores  antes  nombrados,  como  igualmente 
el  señor  subprefecto  del  Havre,  el  señor  alcalde  (mairej 
de  la  misma  ciudad,  y  los  señores  Ministros  de  las 
Repúblicas  de  Venezuela,  de  San  Salvador,  del  Perú, 
del  Uruguay,  Colombia,  y  de  Guatemala. 

''La  comisión:  Ministro  Argentino  en  París,  M. 
Balcarce;  en  Londres,  M.  R.  García  ;  Manuel  del  Ca- 
rril ;  Emilio  de  Alvear ;  Fernando  Gutiérrez  Estrada. 

"  Sub-prefecto  del  Havre,  representante  ad-hoc 
del  gobierno  francés,  Henry  Desaires. 

"  Maire  del  Havre,  Jules  Sicgfried. 


LAS    CENIZAS   DEL   GENERAL   SAN   MARTÍN         5O7 


"  Comisario  General  de  Marina  francesa,  Le  Tra- 
peur. 

"  Ministro  de  San  Salvador,  J.  M.  Torres  Ca  i  cedo ; 
ídem  de  Venezuela,  J.  M.  de  Rojas;  idem  del  Pe- 
rú, Toribio  Sanz;  idem  de  Uruguay,  Juan  J.  Díaz; 
idem  de  Colombia,  Andrés  R.  de  Santa  María; 
idem  de  Guatemala,   Miguel  de  Francisco  Martín. 

"  Coronel  de  artillería  del  Havre,  Nismey. 

"  Cónsul  de  Colombia,  encargado  interino  del 
Consulado  Argentino  en  el  Havre,  Zenón  Sánchez. 

'*  Comandante  del  Villartno,  teniente  coronel 
Ceferino  Ramírez. 

"  Segundo  Comandante  del  Villarino^  teniente 
coronel  Daniel  de  Solier. 

"  Oficial  del  Villarino,  sub-teniente  Manuel  J. 
García  y  Mansilla. 

"Ante  mí: 

''''Eduardo  Ibarhalz. 
*'  Secretario  de  la  Legación  Argentina . 

**  P.  S.  —  En  el  momento  de  entregar  el  féretro, 
se  ha  constatado  que  las  cintas  negras  que  lo  cruzan 
están  cortadas  accidentalmente. 

"  Eduardo  Ibarbalz. 
*'  Secretario  de  la  Legación  Argentina." íi) 


( I )  Este  documento  es  copia  fiel  del  original,  habiéndose  sólo  aña- 
dido la  calidad  de  los  firmantes. 


$08  RESEÑAS   Y   CRÍTICAS 


En  s^uida  la  comitiva  pasóá  examinar  el  buque, 
y  poco  á  poco  se  fué  retirando  á  la  Estación,  por 
aproximarse  la  hora  de  partida. 

Una  vez  que  se  hubo  despe)ado  el  buque,  se  pro- 
cedió á  trasladar  el  féretro  de  la  capilla  provisoria  á 
la  definitiva,  manteniéndose  una  guardia  permanente, 
con  fusil  al  hombro. 

El  féretro  del  general  San  Martín  mide  dos  metros 
de  largo  por  6o  centímetros  de  anchura  máxima. 

Fué  colocado  definitivamente  en  la  capilla  mortuo- 
ria de  la. cámara  de  popa,  rodeado  de  banderas  ar- 
gentina, chilena,  oriental  y  paraguaya,  y  envuelto 
en  la  bandera  de  guerra  argentina. 

La  familia,  por  intermedio  del  señor  Balcarce, 
había  depositado  una  gran  corona  de  laureles. 

En  la  parte  superior  del  féretro  hay  una  chapa  de 
plata  de  i  2  centímetros  de  ancho  por  i  2  de  largo, 
que  diee  textualmente: 

JOSÉ  DE  SAN  MARTIN 

GUERRERO  DE  LA  INDEPENDENCIA  ARGENTINA 

Libertador  de  Chile  y  del  Perú 

Nació  el   25   de  Febrero  de    1778  en  Yapeyú 

Provincia  de  Misiones,  República  Argentina 

Falleció  el  ij  de  Agosto  de  18^0,  en 

Boulogne-sur-Mer,  Pos  de  Calais, 

Francia . 

Es  el  mismo  féretro  con  que  fué  enterrado  en  Bou- 


LAS   CENIZAS   DEL   GENERAL   SAN   MARTÍN        $09 

logne-sur-Mer,  y  que  fué  trasladado  después  á  la 
propiedad  de  la  familia,  en  Brunoy,  cerca  de  Paris. 
La  familia  no  quiso  poner  las  cenizas  en  una  urna  y 
se  decidió  á  enviar  el  féretro  mismo,  contentándose 
con  forrarlo  de  nuevo  en  paño  negro  con  cintas  de 
plata. 

Durante  todo  el  resto  del  día  un  gran  gentío 
ocupó  el  muelle,  atraído  por  la  ceremonia  y  con  el 
objeto  de  ver  el  buque. 

El  doctor  García  se  quedó  á  bordo  con  el  objeto 
de  vigilar  los  últimos  preparativos,  y  el  día  siguien- 
te, jueves  2  2  de  abril,  á  las  9  de  la  mañana,  zarpó 
el  Villarino  con  su  preciosa  carga. 

IV 
En  el  viaje 

Antes  de  esto,  se  habían  embarcado  todos  los  cajo- 
nes conteniendo  las  diferentes  piezas  del  monumento 
á  San  Martín,  construido  por  el  afamado  Garriere 
Belleuze,  y  que  debía  levantarse  en  la  capilla  espe- 
cial de  la  Gatedral. 

Al  salir  del  muelle,  la  batería  de  la  plaza  saludó 
al  cuerpo  del  general  San  Martín  con  una  salva  de 
2  I  cañonazos.     Se  atravesó   entonces  el   Villarino^ 


5  1  o  RESEÑAS   Y   CRÍTICAS 


y  se  hizo  una   salva  de  2  i  cañonazos  en  honor  á  la 
Francia. 

Un  gentío  inmenso,  atraído  por  las  salvas,  ocupaba 
los  docks  del  noroeste  y  se  extendía  por  la  playa. 

El  viaje  fué  muy  feliz  desde  el  Havre  hasta  San 
Vicente,  donde  se  llegó  el  1  °  de  mayo,  habiéndose 
pasado  el  27  de  abril  por  la  isla  de  Madera,*  donde 
se  telegrafío  con  el  faro.  Como  desde  el  Havre  hasta 
San  Vicente  hay  2377  millas,  y  se  necesitó  para 
recorrerlas  sólo  9  días,  resulta  que  hacíamos  264 
millas  diarias,  lo  que  dá  una  velocidad  media  de  i  i 
nudos.     Elste  es  un  excelente  resultado. 

En  San  Vicente  se  tomó  el  carbón  suficiente,  reci- 
biéndose á  bordo  la  visita  del  vice-cónsul  argentino, 
el  señor  da  Ferro,  de  gran  uniforme,  pues  es  al  mis- 
mo tiempo  presidente  de  la  municipalidad. 

El  2,  á  las  2  de  la  tarde,  zarpó  el  Villarino  de  San 
Vicente,  y  siguiendo  siempre  á  una  velocidad  media 
de  cerca  de  1 1  nudos,  iba  su  rumbo  tan  perfecta- 
mente trazado,  que  el  6  á  las  10  Vs  ^*  ^'  se  pasó  á 
una  milla  del  famoso  Pedro  de  San  PedrOy  esas 
rocas  aisladas  en  medio  del  Atlántico,  con  las  cuales 
por  lo  general  se  dá  muy  difícilmente. 

Esto  era  no  sólo  la  prueba  patente  de  la  exactitud 
de  la  derrota,  sino  también  del  perfecto  valor  de  los 
instrumentos  de  á  bordo,  especialmente  los  cronóme- 


LAS    CENIZAS   DEL   GENERAL    SAN    MARTÍN        5  I  I 

tros.  Como  se  vé,  en  5  días  se  había  llegado  á  la  línea. 

El  viaje  siguió  admirablemente.  El  tiempo  era 
espléndido:  los  vientos  y  las  corrientes  favorables  — 
parecía  que  los  elementos  hubieran  querido  aunarse 
para  favorecer  la  repatriación  de  los  restos  del  liber- 
tador americano ! 

El  1  3  á  la  noche  se  desencadena  un  fuerte  pampero, 
y  la  mar  se  pone  embravecida.  Era  á  la  altura  del 
cabo  de  Santa  Marta.  La  lluvia,  fuertes  vientos  de 
proa  y  la  mar  encrespada,  ponen  á  prueba  las  condi- 
ciones marineras  del  Villarino. 

Este  se  comporta  valientemente,  y  con  su  máquina 
á  media  fuerza,  logra  durante  los  dos  días  que  duró 
el  mal  tiempo,  andar  de  7  á  5  nudos  por  hora !  La 
amplitud  máxima  délos  balanceos  fué  de  32*^,  la  media 
de  I  5*,  y  la  altura  media  de  las  olas,  5  metros. 

El  lunes  i  7  de  mayo,  á  las  6  de  la  tarde,  fondeá- 
bamos en  Montevideo. 

íbamos  á  tomar  simplemente  carbón  para  seguir 
viaje  á  Buenos  Aires,  pero  nos  encontramos  con  que 
el  gobierno  oriental  había  decretado  especiales  ho- 
nores para  el  caso  de  nuestro  arribo,  y  los  argentinos 
residentes  en  aquella  ciudad  reunidos  en  comisiones 
querían  hacer  también  solemnes  manifestaciones. 

Nuestro  rapidísimo  viaje  del  Havre  á  Montevideo 
había  sin  embargo  sorprendido  á  todo  el  mundo,    y 


5  I  2  RESEÑAS   Y   CRITICAS 


nada  estaba  preparado.  Se  esperaba  al  VUlarino  re- 
cién para  junio,  sin  contar  con  la  excelencia  del  buque. 

El  arribo  inopinado  del  VUlarino  obligó  al  go- 
bierno argentino  á  precipitar  los  preparativos  para  la 
magna  fiesta  que  se  iba  á  celebrar  al  recibir  los  res- 
tos. El  VUlarino  permaneció  cerca  de  una  semana 
en  la  rada  de  Montevideo,  siendo  visitado  por  nume- 
rosas personas,  y  habiendo  sido  objeto  de  bono- 
res  especiales  por  parte  del  gobierno  oriental.  Este 
tiró  un  decreto  poniendo  la  bandera  uruguaya  á  me- 
dia asta  mientras  permaneciese  en  la  rada  el  VUla- 
rino^ habiendo  disparado  el  primer  día  de  su  arribo 
un  cañonazo  cada  cuarto  de  hora... 

Pocos  días  después,  la  ciudad  de  Buenos  Aires, 
entusiasmada  aún  con  las  fiestas  del  solemne  cente  - 
nario  de  Rivadavia,  celebraba  con  el  mayor  esplen- 
dor la  llegada  de  los  restos  del  general  San  Martin. 
Pero  son  estos  acontecimientos  recientes  y  dema- 
siado conocidos :  mi  objeto  era  tan  sólo  salvar  del 
olvido  las  peripecias  de  la  traslación  de  aquellos  res- 
tos venerados,  de  Francia  á  la  República  Argentina. 

El  mérito  de  las  líneas  anteriores  consiste  sólo  en 
su  completa  exactitud»  pues  son  el  testimonio  de  un 
testigo  ocular. 


Julio   de    1883. 


XVII 


ENSEÑANZA   SECUNDARIA 


LA    REFORMA 


Señor  ministro  de  justicia^  culto   é  instrucción  pú- 
blica, Dr,  Juan  Carballido. 

Distinguido  señor : 

m^í^  UÉVEME  á  escribir  á  vd.  esta  carta  la  pro- 
wJLw  funda  complacencia  con  que  he  leído  en 
La  Nación  su  magistral  circular  relativa  al  nuevo 
plan  de  estudios,  y  creo  deber  de  sinceridad  enviar  á 
vd.  la  expresión  del  genuino  placer  con  que  he  leído 
las  valientes  frases  en  que  la  circular  ministerial  de- 
fiende los  últimos  girones  de  humanismo,  que  malen- 
tendidas reformas  habían  poco  á  poco  comenzado  á 
desterrar  de  nuestros  estudios  secundarios. 


5  1  4  RESEÑAS   Y   CRÍTICAS 


Quiso  el  acaso  que  á  mi  vuelta  de  Alemania  me 
fuera  confiada  una  cátedra  en  el  Colegio  Nacional  de 
la  Capital,  en  aquella  época  en  que  la  inmensa  ma- 
yoría de  los  profesores  ostentaba  la  muestra  visible 
de  haber  pasado  ya  la  clásica  ^^  mitad  del  camino  de 
la  vida  ",  y,  en  medio  de  Berg,  Rossetti,  Lewis,  Kyle 
y  tantos  otros,  casi  estoy  tentado  de  creer  que  era 
la  mía  la  única  cabeza  que  no  peinara  canas.  Regía 
entonces  el  antiguo  plan  de  estudios,  bajo  la  direc- 
ción del  Sr.  Estrada.  Y  me  tocó  también,  antes 
de  abandonar  como  profesor  aquellos  claustros,  ex- 
perimentar la  primera  radicalísima  reforma  ác  la 
enseñanza  secundaria,  bajo  el  impulso  del  Dr.  Al- 
corta.  Posteriormente  las  corrientes  de  la  vida  me 
han  alejado  por  completo  de  aquel  instituto,  al  que 
me  considero  vinculado  por  el  cariño  y  el  recuerdo 
de  largos  años  de  profesorado. 

Vale  esto  decir  —  y  es  esta  la  razón  que  á  recor- 
dar dichos  antecedentes  me  ha  movido  —  que  he  se- 
guido siempre  con  interés  sumo  lo  que  á  nuestra  edu- 
cación secundaria  se  refiere,  excusando  decirle  con 
cuánto  dolor  del  alma  he  visto  que,  á  raíz  de  una 
reforma  en  mi  personal  entender  equivocada  y  por 
muchos  conceptos  peligrosa,  se  fué  haciendo  recorrer 
á  los  estudios  una  metamorfosis  tan  completa  y  con 
tan  vertiginosa  rapidez,  que  es  de  asombrar  que  las 


ENSEÑANZA    SECUNDARIA  $  1  5 

perturbaciones  por  ello  ocasionadas  no  sean  más  hon- 
das de  lo  que  aparentan  ser  y  que  tan  vigorosa- 
meate  caracteriza  su  circular  de  vd. 

Cuando  se  recuerda  los  hombres  de  nuestra  primera 
época  pública,  cuyos  rastros  en  los  parlamentos,  en 
la  prensa  y  en  las  letras  revelan  un  sedimento  clásico 
tan  elegante  como  sólido,  y  un  culto  verdadero  por 
el  humanismo,  —  más  que  causar  pena,  sube  involun- 
tariamente á  las  mejillas  el  rubor  al  considerar  que, 
medio  siglo  después,  teorías  pedagógicas  exageradas 
por  su  exclusivismo  y  quizá  mal  asimiladas,  induje- 
ron álos  hombres  á  quienes  el  vaivén  de  nuestra  vida 
democrática  confiara  la  salud  intelectual  de  las  gene- 
raciones jóvenes,  á  renegar  de  aquella  sana  é  ilustre 
tradición,  y  á  tratar  de  implantar  un  ciego  utilita- 
rismo, llevando  hasta  sus  más  extremas  conclusiones 
el  olvido  de  que  el  hombre  no  sólo  de  pan  se  nutre, 
y  de  que  su  espíritu  —  para  hacerle  más  llevadera  la 
vida  y  digno  de  que  cuente  en  ella  como  algo  masque 
una  máquina  de  producir  riqueza  —  necesita  nutrirse 
también  de  esos  estudios  que,  on  todas  las  épocas  de 
la  historia,  han  contribuido  á  fomentar  el  culto  de  lo 
bello  y  á  formar  ese  tesoro  verdaderamente  grandioso 
que  las  generaciones  se  trasmiten :  el  conjunto  que 
ha  dado  en  llamarse  con  una  propiedad  que  revela 
su  imprescindible  importancia  ;  "las  humanidades". 


%  I  6  RESEÑAS   Y   CRÍTICAS 


Ciertamente  que  nadie  sería  bastante  osado  en 
nuestros  días,  no  digo  á  desconocer  sino  siquiera  á 
apreciar  mal  la  innegable  importancia  délas  ciencias 
ó  á  discutir  su  virtud  educatriz.  Los  progresos  asom- 
brosos de  las  últimas  décadas,  la  grandiosa  transfor- 
mación de  la  vida  moderna,  que  alcanza  día  adía  una 
fórmula  más  perfecta  del  bienestar,  gracias  á  los  in- 
cesantes descubrimientos  de  las  ciencias  que  revolu- 
cionan las  industrias  y  las  relaciones  todas  de  la  exis- 
tencia. Son  hechos  tan  evidentes  que  no  podrían  es- 
capar al  más  superficial  observador. 

Pero  prevalerse  de  esos  hechos  para  considerar 
que  debe  desaparecer  la  vieja  y  fuerte  cultura  clási- 
ca, y  que  el  ideal  moderno  consiste  en  formar  tan  só- 
lo generaciones  al  cabo  de  los  últimos  progresos  de 
las  ciencias  y  en  aptitud  para  llenar  los  talleres  de 
las  fábricas  ó  los  laboratorios  de  los  sabios,  prescin- 
diendo por  completo  de  la  cultura  general  del  espíri- 
tu y  considerando  á  las  letras  como  huésped  incómo- 
do en  vez  de  compañero  fiel,  es  cometer  crasísimo 
error  y  producir  un  mal  terrible  al  pretender  suje- 
tar á  toda  una  nación  en  semejante  lecho  de  Pro- 
custo. 

Si  el  escolasticismo  medieval  y  el  clasicismo  pos- 
terior al  Renacimiento  fueron  tendencias  exclusivas 
en  la  época  en  que  dominaron  por  completo  la  ense- 


ENSEÑANZA    SECUNDARIA  %  I  J 

ñanza,  débese  por  cierto  á  que  entonces  la  cultura 
científica  estaba  aún  en  germen  y  no  podía  ofrecer 
ni  base  ni  punto  de  apoyo  para  un  plan  de  estudios 
general,  por  carecer  de  verdadera  virtud  educa- 
cional. 

Hoy  la  ha  adquirido  sin  duda,  y  más  que  nadie 
respeto  y  acato  ese  hecho,  que  á  la  par  que  ha  revolu- 
cionado las  ciencias  técnicas  mismas,  ha  transforma- 
do radicalmente  todos  los  conocimientos  humanos, 
gracias  á  la  implantación  de  sus  métodos  admirables 
y  de  su  severo  proceder  experimental. 

Pero  si  bien  es  condenable  y  aun  quizá  difícilmen- 
te defendible  en  el  día,  una  educación  secundaria  que 
exclusiva  y  ciegamente  siguiera  las  huellas  del  elasi  - 
cismo  de  otros  tiempos,  es  igualmente  inaceptable  y 
doblemente  perniciosa  la  intolerancia  de  la  opinión 
contraria.  En  esto,  con  seguridad  podría  repetirse 
el  eterno  in  medio  verttas.  • 

La  enseñanza  secundaria,  tal  cual  la  fuerza  de  las 
cosas  la  ha  establecido  entre  nosotros,  es  en  el  fondo 
principalmente  preparatoria  del  grupo  de  carreras 
liberales,  y  subsidiariamente  destinada  á  formar  la 
cultura  general  de  la  minoría  que  la  aprovecha.  No 
seré  yo  por  cierto  de  los  que  condenen  el  proceder 
del  Elstado  al  costear  con  las  rentas  de  la  comunidad 
la  educación  de  un  grupo  relativo.  A  pesar  de  núes- 

33 


5  1  H  ftfiíetAS  T  CKíncAS 


iru  \  íáíá.  ¿cmocráúcM.i  j  quizá  á  cansa  másato  de 
dio,  éínáítt  Uft  ocMMÜóooes  ciycrialíiáinas  de  nocstxo 
paU,  lo  que  ur^e  es  formar  hombres  de  esa  alta 
Cultura,  que  **eooatíusje  ana  parte  de  la  foerza  mo- 
ral de  ki*  pueblos  j  que  ooocurre  por  ello  mismo  á 
»u  poderío  y  engrandecimiento  matmal".  No  puede, 
por  desgracia,  aieverarse  que  abunden  demasiado 
entre  nosotros  kw  hombres  de  ese  temple  intelec- 
tual. 

Pero  no  es  menos  cierto  que  falta  aún  la  enseñan- 
za especial  que  responde  quizá  á  las  aspiraciones  del 
mayor  número  y  que  los  prepare  á  las  múltiples  pro- 
fesiones de  las  industrias  y  del  comercio.  Porque 
así  como  sería  funesto  una  sociedad  sin  una  minoría 
culta,  lo  sería  la  tesis  inversa  que  pugna  contra  el 
sentido  común,  y  asiste  perfectísima  razón  al  grupo 
numeroso  de  familias  que  pide  para  sus  hijos  una 
instrucción  más  breve,  más  práctica,  más  inmediata-^ 
monte  adaptable  á  las  necesidades  materiales  de  la  vi- 
da. Absurdo  sería  forzar  á  todos  á  frecuentar  uni- 
versidades, como  sería  igualmente  absurdo  suprimir- 
las por  completo  y  querer  hacer  de  todos  comercian- 
tes ó  industriales.  Son  dos  tendencias  divergentes 
en  la  sociedad  moderna,  y  ambas  tienen  los  mismos 
tí  lulos  á  la  consideración  del  Estado.  Pero. querer 
hacer  servir  á  los  colegios  nacionales  como  molde 


ENSEÑANZA   SECUNDARIA  $  1  Q 

Único  para  esas  dos  aspiraciones,  es  perseguir  una 
utopía,  desconocer  la  naturaleza  de  nuestras  condi- 
ciones especiales  de  país  nuevo,  y  producir  una  per- 
turbación funesta . 

Un  sabio  ilustre,  después  de  examinar  detenida- 
mente estas  cuestiones  en  las  páginas  aún  frescas  de 
una  revista  europea  de  universal  renombre,  ha  llega 
do  á  esta  conclusión  que  resume  todo  el  problema : 
' '  Dos  enseñanzas  paralelas  y  dotadas  de  las  mismas 
prerogativas,  la  una  basada  esencialmente  en  las 
letras  antiguas,  pero  con  cierta  cultura  científica ; 
la  otra  apoyada  principalmente  en  las  ciencias,  pero 
con  cierta  cultura  literaria  moderna,  tal  me  parece 
ser  la  fórmula  anhelada  de  nuestra  época  y  á  la  cual 
nos  conducirá  la  fuerza  de  las  cosas".  Este  fallo  no- 
table del  ilustre  Berthelot  tiene  ya  su  confirmación 
entre  nosotros,  en  cuanto  á  su  primera  parte,  con  el 
nuevo  plan  de  estudios.  Falta  la  segunda  parte,  que 
entrará  sin  duda  en  el  plan  de  reformas  ulteriores  á 
que  alude  la  circular  ministerial. 

Pero  querer  hacer  de  ambas  tendencias  un  amasi- 
jo heterogéneo  para  implantar  la  escuela  única  y  en- 
ciclopédica que  representaba  el  plan  de  estudios  an- 
terior, era  destruir  la  base  existente  para  crear  un 
instituto  andrógino,  y  deformar  el  espíritu  de  toda 
una  generación.     Bello  resultado  el  de  martillar  en 


530  RESEÑAS   Y   CRÍTICAS 

cerebros  tiernos  una  masa  formidable  de  los  conoci- 
mientos más  diversos  y  más  indigestamente  combi- 
nados, á  fin  de  producir  una  aparente  soldadura  en 
el  momento  del  examen,  sin  fijarse  en  que  la  natura- 
leza misma  se  vengaba  elocuentemente  expulsando 
sobre  la  marcha  aquellos  conocimientos  confusos  y 
mal  asimilados,  y  dejando  á  los  pocos  días  de  transcu- 
rridos los  fanales  exámenes  un  verdadero  vacío  en  los 
cerebros  fatigados,  y  una  lasitud  general  en  el  orga- 
nismo, no  pocas  veces  traducida  por  enfermedades 
que  inquietaban  á  las  familias,  atribuyendo  á  la  en- 
señanza en  sí  el  vicio  que  sólo  existía  en  los  pésimos 
planes  de  estudio  I  Y  la  causa  de  todo  ello  reside  qui- 
zá en  la  ingénita  manía  nuestra  de  consagrar  la  re- 
putación de  algunos  hombres  como  buenos  para  todo 
y  confiarles  con  igual  sinceridad  una  aduana  ó  un  co- 
legio :  un  pedagogo  no  se  forma  de  golpe,  á  la  manera 
como  Minerva  saliera  armada  de  pies  á  cabeza  del  ce- 
rebro de  Júpiter,  y  cuando  esas  singulares  encarnacio- 
nes que  parecen  recordar  las  de  los  dioses  del  Gan- 
ges, ejercen  una  influencia  decisiva  en  el  bienestar 
general,  conmoviendo,  como  en  el  caso  presente,  las 
bases  mismas  de  la  enseñanza,  es  lástima  que  sólo 
quede  á  la  turba-multa  que  observa  y  á  la  vez  sufre, 
el  platónico  recurso  de  lamentar  en  silencio  que  se 
juegue  así  con  la  vida  misma  de  sus  hijos,  pues  que 


i 


ENSEÑANZA   SECUNDARIA  S  2  I 


se  trata  de  su  vida  intelectual,  mil  veces  más  precio- 
sa que  la  vida  material ! 

De  ahi  que  merezca  un  sincero  aplauso  la  circular 
ministerial,  porque  es  la  primera  reacción  enérgica 
contra  el  enervamiento  que  iba  produciendo  en  nues- 
tro país  el  tratar  de  formar  á  las  nuevas  generaciones 
para  una  estrecha  **  lucha  por  la  vida*\  condensán- 
dola á  ésta  en  la  frenética  corrida  tras  el  bíblico  be- 
cerro. Quiera  la  suerte  que  la  palabra  autorizada 
del  ministro  logre  no  sólo  contener  sino  desviar  la 
corriente  misma,  y  encauzarla  poco  á  poco  en  el  lecho 
apropiado,  para  que  la  reforma  iniciada  con  franque- 
za tan  suma  no  se  esterilice  ó  periclite. 

Por  desgracia,  la  excelencia  miisma  del  régimen 
nuestro  de  gobierno  justifica  el  clásico  latet  anguis 
in  herbá^  por  la  constante  movilidad  de  los  funciona- 
rios y  el  continuo  mutamiento  de  las  personas  que 
dirigen  los  públicos  oficios,  por  manera  que  carecien-- 
do  de  estabilidad  y  no  pudiendo  reforma  alguna  lie  - 
var  estampado  el  sello  de  una  relativa  permanencia, 
es  en  general  aplicada  con  frialdad  cuando  no  con 
una  calculada  lentitud,  que  parecería  estar  á  la  espe- 
ra del  próximo  cambio  de  funcionarios,  para  lograr 
una  anulación  ó  siquiera  alguna  desviación  en  lo  re- 
cientemente resuelto. 

Y  á  fé  que  si  recordamos  lo  acaecido  entre  nosotros 


5  22  RESEÑAS   Y   CRÍTICAS 


en  los  últimos  años,  no  hallaremos  sino  sobrados  mo- 
tivos para  confirmarnos  en  esa  creencia.  Hoy  que^ 
por  suerte,  se  ha  iniciado  un  movimiento  saludable, 
como  lo  revela  la  aludida  circular,  sería  lástima 
grande  que  fuera  á  menos  y  no  sacara  de  él  beneficia 
sensible  nuestro  pais. 

Más  fácil  es  destruir  que  reconstruir.  I^s  últimas 
reformas  en  la  enseñanza,  unidas  á  la  desgraciada  y 
aparente  justificación  que  les  prestaba  el  brillante 
pero  engañoso  periodo  porque  acaba  de  atravesar  la 
nación,  tienen  que  haber  producido  honda  impresión  ^ 
no  muy  fácil  de  borrar  de  la  noche  á  la  mañana.  Ca- 
si todo  el  profesorado  entiendo  que  ha  sido  renovado 
en  los  últimos  años,  y  ha  respirado  por  lo  tanto  la 
atmósfera  del  enciclopedismo  utilitario  y  superficial 
de  esos  planes  de  estudio. 

Pedir  que  con  el  mismo  ardor  con  que  ha  sostenido 
aquella  tendencia,  venga  hoy  el  cuerpo  docente,  ca- 
si sin  transición,  á  defender  teorías  radicalmente 
opuestas,  es  pretender,  no  diré  una  utopía,  sino  una 
especie  de  sacrificio  diílícil  de  realizar,  siquiera  por- 
que, en  la  generalidad  de  los  casos,  los  hombres  no 
acostumbran  justificar  el  dicho  célebre  de  aquel  enér- 
gico religioso  quien,  en  su  sagrado  ardor  por  el  pro- 
selitismo,  incitaba  á  ^^  adorar  loque  se  había  incen- 
diado y  á  incendiar  lo  que  se  había  adorado". 


ENSEÑANZA    SECUNDARIA  ■)  2  3 

Pero  en  esto,  como  en  todas  las  cosas  de  la  vida,  el 
tiempo  es  el  gran  médico  que  todo  lo  cura  y  lo  suaviza. 
De  ahí  que  lo  único  que  sea  licito  desear  es  que  el 
funcionario  encargado  de  controlar  y  vigilar  la  apli- 
cación de  las  reformas,  tenga  sus  ideas  vaciadas  en 
el  amplio  molde  de  las  que  estampa  la  circular  mi- 
nisterial. 

Nada  hay  más  pernicioso  para  la  juventud  que  es- 
tos cambios  frecuentes  en  el  plan  de  estudios :  la  in- 
culca un  cierto  dejo  de  pirronismo  intelectual  que  im- 
pulsa á  dudar  de  todo,  y  á  considerar  las  teorías  más 
serias  por  el  lado  irónico  á  que  desgraciadamente  no 
escapan  las  cosas  al  parecer  más  invulnerables  de  la 
tierra. 

Ese  '*  respeto"  por  el  cual  clama  en  tan  bellas  y 
apropiadas  palabras  la  circular  ministerial,  no  puede 
existir  cuando  se  ve  en  el  transcurso  de  meses  cam- 
biar radicalmente  las  tendencias  más  fundamentales, 
y  no  se  sabe  á  qué  atenerse,  porque  se  espera  siempre 
que  la  reforma  de  hoy  sea  á  su  vez  reformada  maña- 
na. Esa  ^^ cultura  moral'^  en  bien  de  la  cual  anuncia 
vd.  algunas  reformas  radicales,  se  logra  sin  duda  con 
menos  facilidad  aún  que  el  respeto,  tan  difícil  de 
restablecer  cuando  ha  sido  una  vez  zapado  por  su 
base. 

Los  jefes  de  familia  no  pueden  menos  de  quedarse 


^34  RESEÑAS   Y   CRÍTICAS 


perplejos  al  ver  con  qué  pasmosa  facilidad  se  juega 
con  la  salud  intelectual  de  sus  hijos,  poniendo  y  de- 
poniendo planes  y  programas,  con  una  rapidez  y  ar- 
te dignos  de  diestrisimos  prestidigitadores  japoneses. 
Pues  ya  que  entre  nosotros  hemos  resuelto  el  proble- 
ma de  la  educación  secundaria  de  un  modo  radical- 
mente contrario  á  nuestro  modelo  constitucional,  los 
Elstados  Unidos,  haciendo  que  el  estado  se  abrogue 
la  facultad  de  establecer,  dirigir  y  fomentar  casi  ex* 
elusivamente  aquella  enseñanza,  sometiendo  nolens 
volens  á  las  familias  á  que  sus  hijos  pasen  por  el 
molde  ministerial, —reflejo  lamas  de  las  veces  de 
doctrinas  más  ó  menos  extremas,  —  es  necesario  dar 
á  todo  este  conjunto  cierta  fijeza  en  los  rumbos  que 
inspire  confianza  y  desvanezca  los  justísimos  temo- 
res con  que  hoy  día  entregan  muchos  sus  hijos  á  los 
colegios  de  la  nación.  Porque  es  en  verdad  bien  tris- 
te cosa  para  un  padre  más  ó  menos  inteligente,  de- 
sear para  su  hijo  una  cultura  más  ó  menos  avanza- 
da, conformar  por  último  sus  deseos  al  molde  exis- 
tente, y  resolver  que  su  hijo  se  someta  á  él,  para  que 
al  poco  andar  un  cambio  ministerial  acarree  una  for- 
ma radical  y  tenga  el  niño  que  encaminar  su  espíri- 
tu en  otra  dirección,  muy  feliz  todavía  si  antes  de  la 
conclusión  de  sus  estudios,  otro  nuevo  ministro  no 
implanta  una  nueva  reforma  que  lo  desvíe  por  otro 


ENSEÑANZA   SEGUNDARIA  $2% 

sendero.  No  sólo  ésto  carece  de  seriedad,  sino  que 
gracias  á  la  ligereza  indisculpable  con  que  ha  soli- 
do procedcrse,  llega  hasta  constituir  un  verdadero 
atentado.  iQué  cultura  metódica  y  seria  puede  sa- 
car el  joven  que  en  el  curso  de  sus  estudios  secun- 
darios ha  cambiado  dos  ó  tres  veces  de  sistema,  pa- 
sando con  volubilidad  de  un  polo  al  otro,  obedecien- 
do á  las  tendencias  más  opuestas,  y  siendo  la  victima 
obligada  de  esos  monstruosos  ingertos  intelectuales 
que  se  llevan  á  cabo  entre  nosotros  con  admirable 
tranquilidad,  haciendo  que  en  el  tronco  apenas  for- 
mado de  una  cultura  clásica  se  ingerte  la  rama  de  una 
enseñanza  positiva,  para  ingertar  más  tarde  en  esta 
nueva  rama  la  de  un  enciclopedismo  absurdo,  et  sic 
de  coeterisi 

Demasiado  conciliadores  son  los  padres  de  familia 
en  la  Argentina  que  miran  resignados  este  vaivén 
continuo  de  los  estudios,  cuando  va  en  ello  la  cultura 
de  sus  hijos  y  todo  su  porvenir,  el  que  se  prepara 
sólo  en  cierta  época  de  la  vida,  y  si  ésta  se  ha  mal- 
gastado es  casi  imposible  llenar  después  ese  vacio.  El 
maxtmá  debetur  fuero  rever entta  del  terrible  satírico 
latino,  debería  ser  la  regla  sagrada  del  estado  moder- 
no en  sus  relaciones  con  la  juventud  de  las  escuelas, 
á  cuya  inteligencia  se  eonsidera  con  el  derecho  de 
imponer  un  molde  y  con  la  pretensión  de  dirigir.  La 


5^6  KfrtAS  T  cmtncAS 


prímefz  íoftificación  de  eM  famltad  ddie  residir  cd 
el  respeto  por  las  geaeracioiics  que  arranca  sin  pie- 
dad á  los  bogares  familiares. 

Siquiera  en  salvaguardia  del  arca  santa  de  la  ins- 
truccidn,  deberla  grabarse  en  letras  de  oro  en  muchos 
despachos  ministeriales,  c\  festina  lente  que  inspira  á 
los  ingleses  en  sus  sesudas  reformas. 

Emprende  vd*,  seftor,  una  ''obra  de  romanos"  — 
<  le  alcanzarán  para  ello  las  fuerzas?  ^el  acaso  le  per- 
mitirá realizarla  desde  el  sillón  ministerial? 

1  Quién  lo  sabe  I  Entre  tanto,  si  ello  no  sucediere, 
resultaría  quizá  más  perniciosa  su- actual  reforma, 
pues  sería  una  nueva  perturbación  pasajera,  añadida 
á  las  muchas  que  se  han  sucedido.  La  obra  comenza- 
da debe  llevarse  á  cabo  metódica,  enérgica,  pero  rápi- 
damente. De  lo  contrario,  mejor  hubiera  sido  no  de- 
rrumbar un  muro  del  edificio,  sino  esperar  á  tener 
reunidos  los  materiales  y  los  elementos  que  requiere 
la  reconstrucción  del  todo,  para  hacer  menos  penoso 
el  período  de  transición,  de  por  sí  ya  peligroso. 

Entiende  vd.  llevará  cabo  con  vigor  su  plan,  pues 
de  él  hace  desprender  con  sobradísima  razón,  la  for- 
moción  de  '*  argentinos  dignos  de  ser  mañana  la  ca- 
bc/.tt  y  el  alma  dirigente  del  país''.  Los  votos  since- 
ros do  todo  patriota  han  de  acompañar  á  vd.  en  tan 
noble  cruiada. 


ENSEÑANZA  SECUNDARIA  527 

Pero  si,  siguiendo  las  prácticas  abusivas  actuales, 
tiene  vd.  la  debilidad  de  consentir  más  adelante  en 
mutilaciones  parciales  del  plan  de  estudios,  en  su- 
presión de  materias  ó  en  disminución  de  otras,  vol- 
veremos de  nuevo  al  estado  vergonzoso  de  hoy,  en 
que  los  estudios  universitarios  no  obedecen  á  ló* 
gica  ni  á  sistema,  sino  á  los  girones  de  un  plan  cada 
día  retaceado  ó  alterado  por  indebidas  complacencias 
ministeriales.  Terror  causa  al  padre  de  familia  cuyos 
hijos  están  próximos  á  cursar  estudios  secundarios, 
este  monstruoso  desorden,  i  Será  vd.  capaz  de  ha- 
cerlo cesar  una  vez  por  todas?  Si  así  fuera,  me- 
recería bien  de  la  patria ;  de  contrario,  sería  un 
nuevo  fracaso  unido  á  la  serie  ya  larga  de  fracasos 
anteriores. 

No  es  nada  proyectar :  la  cuestión  es  realizar. 
Quizá,  además,  el  temperamento  adoptado  es  equi- 
vocado. £1  plan  de  estudios  no  debe  ser  una  si&ple 
medida  administrativa,  que  puede  modificarse  ó  cam^ 
biarse  por  decreto  :  la  única  garantía  de  estabilidad 
consiste  en  hacer  que  el  Congreso  lo  sancione  como 
ley.  Así  concluirá  de  una  vez  esta  perpetua  tergi- 
versación. 

£1  tiempo,  sobre  todo,  dirá  si  esta  carta  de  espon- 
tánea felicitación  es  justificada*  De  todas  maneras  es 
sincera,  y  llenados   estarían  los  deseos  que  la    han 


528  RESEÑAS   Y   CRÍTICAS 


dictado  si  pudiera  contribuir  á  obtener  alguna   vez 
la   estabilidad  de  los  estudios    secundarios  bajo  un 
plan  sensato  y  lógico. 
Quedo  de  V.  muy  atento  compatriota  y  S.S. 


San  Rodolfo,  abril  a6  de  1891 . 


índice 


Advertencia 5 

I.  £1  Congreso  literario  latino-americano  y  el  americanismo».  1 1 

II.  Las  Universidades  argentinas.  —  Su  constitución  orgánica.. .  41 

III.  Escuelas  y   teorías  literarias.  —  £1  clasicismo  y  el  ro- 
manticismo   89 

IV.  El  movimiento   intelectual  argentino.  —  Revistas  y  pe- 
riódicos   119 

V.  Los  juegos  florales   en  Buenos  Aires 143 

VI.  Carlos   Monsalve :  Juifenilia ¡ó^ 

VII.  En  viaje :  Miguel  Cañé 181 

VIII.  Martin  García  Mérou  :  Estudios  literarios 317 

IX.  Adolfo  Mitre :  Poesías 237 

X.  León  Zaldivar :  Carlos  Maria  Ocantos 377 

XI.  Federico  Gamboa  :  Apariencias 337 

XII.  La  opera  italiana  en  Buenos  Aires 351 

XIII.  £1  Salón  del  Ateneo 373 

XIV.  La  ciencia  jurídica  argentina  y  el  doctor  Manuel  Oba- 

rrio 407 

XV.  Un  publicista  argentino  en  Europa  :  don  Carlos  Calvo. . .  45 1 

XVI.  Las  cenizas  del  general  San  Martín.  —  Su  traslación  del 
Havre  á.  Buenos  Aires 483 

XVII.  Enseñanza  secundaria .  —  La  reforma 513 


ACABÓSE 

DE   IMPRIMIR    ESTA   OBRA 

EL    I  5    DE   JULIO 

DE   1893 


£C  14   1943