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Full text of "Revista de la Facultad de Letras y Ciencias"

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REVISTA DE LA FACULTAD DE LETRAS Y CIENCIAS 


UNIVERSIDAD DE LA HABANA 


REVISTA 


DE LA 


FACULTAD DE LETRAS Y CIENCIAS 


Dres. 


VOLUMEN XVI, 1913 


DIRECTOR: 
Dr. EVELIO RODRIGUEZ LENDIAN. 
REDACTORES JEFES: 
Dr. ARISTIDES MESTRE. _ Dr. JUAN MIGUEL DIHIGO. 


COMITÉ DE REDACCION: 
ENRIQUE J. VARONA, GUILLERMO DOMINGUEZ ROLDAN, MANUEL VAL- 


DES RODRIGUEZ, SANTIAGO DE LA HUERTA, LUIS MONTANE, ALEJANDRO 
RUIZ CADALSO, AURELIO SANDOVAL, JOSE CADENAS Y FRANCISCO HENARES 


————-$B39 
ED 
: LIBRARY 
NEW Y RA 
BOTANICAL 
GARDEN 


IMPRENTA “EL SiaLo XXx>” 
DE AURELIO MIRANDA 
TENIENTE REY 27 


HABANA 


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Ñ e? Ñ . 
7” Da 


INDICE 


DE LAS MATERIAS DEL DECIMO SEXTO VOLUMEN 


NUMERO 1, ENERO 


Páginas 

Noruega. Estudio sobre emigración......... Sr. Gonzalo de Quesada.. 1 
La atención en el niño: su desarrollo y edu- | E a 1 
y ADS EAN 10 

CA tido de ste aa ) 

JOAQUIN renzo Lac altares Dr. Emilio Blanchet.... 23 
Controversia científica. —Réplica....... -.... Dr. A. R. Morejón... 46 
El Maestro; sus versos; su biografía......... Sr. J. F. Campillo...... 98 
ll ESO os A O. DT IMM ESA lil 


TADA e A A A RS OOOO Ls 119 


VI 


10 
V 


vI 


VII 


INDICE 


Étude morphologique sur les pronomg> 
personnels dans les parlers du Niver- 

nais par J. M. Mennier +... uo. q. 

Monographie du parler de Chaulgnes | 
pard. M. Meunier. a eel 
Arcipreste de Hita.—Libro de Buen 
Amor.—Edición y Notas de Julio Ce- | 


Zoologisches Adressbuch. Berlín, 1911. ) 
Jonvergence in evolution by Arthur | 
O iS a 
La Fécondation chimique par Jacob ' 


oO ade 
La Vie dans les Océans par le Dr. L. 
TOUDIO. 0 e e ] 


VIII Alle fonti della vita; Dr. W. Mackenzie. 


Homenaje a José de la Luz y Caballero. Dis- 


CUESO: ¡Ein io o dal aa) mates le 


Dr. A. Mestre 


NUMERO 2, MARZO 


GUESO 2.00. o eli olaa elo io aio a ale J 


Homenaje a José de la Luz y Caballero. Dis- ) 


Factores de la Pedagogía Moderna........... 
El egoísmo (conclusión) 


La enseñanza técnica en Alemania 


Diario de Viaje. Por España..............- 
BIBLIOGRAFÍA +. leo o loci 
TI Studi Glottologici Italiani diretti da Gia- ) 


CUESO tala tale catalana fo aro ateo aia de tala y 


como de Gregorio. Volume Sesto, To- ( 


) 


Homenaje a José de la Luz y Caballero. Dis- Al 


OOOO OI 


Sr. Manuel Sanguily.... 


Ldo. Raimundo Cabrera, 


Ldo. Alfredo Zayas..... 


Dr. Rafael Altamira.... 
Dr. J. M. Mestre 
Sr. Gonzalo de Quesada. 


Sr. Eusebio Guiteras .... 


Dr. J. M. Dihigo 


e. ..oo.oo 


Páginas 


129 


14 


INDICE VII 


NUMERO 3, MAYO 


Páginas 
La Isla de Pinos según el tratado de París) Dr. Erelio Rodríguez Len- 
(COnfutorapado) anses ) MASAS Ad NOE 241 
Diario de Viaje. Por España ........... an... Sr. Busebio Guiteras.... 263 
La Facultad de Medicina de Beirut (con un y 5 
SUD TAM UNO ONE 329 
A nana) 
Lecciones de lengua griega sobre el texto de y 
> Srta. Laura Mestre...... 328 


o A A S 


Mastiscuelas Nuevas atera ias aleeajea ele,=le Dra. Carmen O. Tagle... 331 


VoL. XVI. UNIVERSIDAD DE LA HABANA. Núm. 1. 


REVISTA 


DE LA 


FACULTAD DE LETRAS Y CIENCIAS 


DIRECTOR: 
Dr. EVELIO RODRIGUEZ LENDIAN. 
REDACTORES JEFES: 
Dr. ARISTIDES MESTRE. Dr. JUAN MIGUEL DIHIGO. 
COMITÉ DE REDACCION: 
Dres. ENRIQUE J. VARONA, GUILLERMO DOMINGUEZ ROLDAN, MANUEL VAL- 


DES RODRIGUEZ, SANTIAGO DE LA HUERTA, LUIS MONTANE, ALEJANDRO 
RUIZ. CADALSO, AURELIO SANDOVAL, JOSE CADENAS Y FRANCISCO HENARES 


ld 


€ ENERO» DE ..1915: 


SUMARIO: 
—NORUEGA—Estudio sobre emigración. .... cooooooomoo o... Gonzalo de Quesada. 
—L,A ATENCIÓN EN EL NIÑO: SU DESARROLLO Y EDUCACIÓN... Dr. Luis Padró. 
—JOAQUÍN LORENZO LUACES......o.o0ociocarer rr Dr. Emilio Blanchet. 
—CONTROVERSIA CIENTÍFICA. —RépliCA.......o.o ..oooooooo.- Dr. A. R. Morejón. 
—EL MAESTRO; SUS: VERSOS; SU BIOGRAFÍA .......o.o.coooo..o Sr. J. F. Campillo. 
ET TA, A AS NN Dr. J. M. Mestre. 


—BIBLIOGRAFÍA.—Étude morphologique sur les pronoms per- | 
sonnels dans les parlers du Nivernais par J. M. Meunier. | 
—Monographie du parler de Chaulgnes par J. M. Meunier. ¿Dr. /. M. Dihigo. 
--Arcipreste de Hita.—Libro de Buen Amor.—Edición y | 
Notas de Julio Cejador 
—Zoologisches Adressbuch. - Convergence in evolution par Ar- | 
thur Willey.—La Fécondation chimique par Jacques I,ceb. í 
—La Vie dans les Océans par L. Joubin.—Alle fonti della | 
yita, ¿par W! Mackenzie 0.0.) 


Dr. A. Mestre. 


IMPRENTA “EL SiGLo XX” 
DE AURELIO MIRANDA 
TENIENTE REY 27 


HABANA 


ENSEÑANZA DE LA FACULTAD DE LETRAS Y CIENCIAS. 


Decano: Dr. Evelio Rodríguez Lendián. 
Secretario: Dr. Juan Miguel Dihigo. 


Il. ESCUELA - DE. LETRAS /Y . FILOSOFIA. 


Lengua y Literatura Latinas (3 cursos)........ Profesor Dr. Adolfo Aragón. 

Lengua y Literatura Griegas (3 cursos)........ Y Dr. Juan F. de Albear. 

Vaineuistica (MUIQUESO). cano... MEA OO 2 . Edo 

Filología (CULO Ms ol E AO 2 Dr, Juam Miguel Diigo, 

Historia de la Literatura Española (1 curso)... : 4 

Historia de las literaturas modernas extranjeras de ce EE TEIINES DAN 
REP DOS LNo r AS  A a o 

Historia de América (l.curso) Dr. Evelio Rodríguez Len- 

, FE gu 

Historia moderna del resto del mundo (2 cursos) / dián. 

PSICO UNCUESON 2 0 A e palo No ] 

Fxosotia Moral (T curso). IA daa re -% Dr. Enrique José Varona. 

Sociología ML CUESTE Le $ 

CONFERENCIAS 

História:de, la Eiosotíd. telnet a ene ro bas Dr. Sergio Cuevas Zequeira (Aux.) 

a A AA A E BAS Dr. Ezequiel García Enseñat (Aux.) 

Reteuas clásicast. Mi... o e A A Dr. Sixto López Miranda (Aux.> 


2. ESCUELA. DE CIENCIAS. 
(a) Sección de Ciencias Físico-Matemáticas. 


Análisis matemático (Algebra Superior) 1 curso. 1 
Análisis matemático (Cálculo diferencial éinte- + Profesor Sr. José R. Villalón. 
DTAICULSO,.. - ar A Oe a 


Geometría superior y analítica 11 curso)....... 

Geometría descriptiva (1 Curso). ..........0..: > Dr. Claudio Mimó. 
Rewonometriad curso) 0 le q o 

Física Superior (der airsO A aa ¡AE 2d : 

Física Superior (22 a E f ds a uo a: 
Química general (1 curso) SO E se Sr. Carlos Theye. 

Biología (1 CAES) MA E ALE TI ER E Dr. Arístides Mestre. 
Zoología (1 curso)..... A id SN ES Dr. Carlos de la Torre. 
Dio ineal LUCES e ene La a 2 2 o 1 a e 
Dibujo Natural (Li0anrso)- 1 e rió ¡A Sr: Pedro Córdova. 
Costimalogía .Ecurso lalo ida Lo A A ) > 

Mecánica Racional (1 CULO noe 51 Dr. Victorino Trelles. 
'Astronomiía: PLE) a e E A ) 

Geodesia (U CUINA a e Si po Dr. Alejandro Ruiz Cadalso. 
Mineralogía y Cristalografía (1. curso)..... . és Dr. Santiago de la Huerta. 
Botanica general (discurso atada a ide pacta das 


ds Dr. Manuel Gómez de la Maza. 


(b) Sección de Ciencias Físico-Químicas. 


Análisis matemático (Algebra Superior)....... Profesor Sr. José R. Villalón: 

Geometría Superior (sin la Analítica)......... 1 . E 

Trigonometría (plana y esférica)......c0oo.... ) E Dr. Ei: MIMAS. 

Física Superioniiler? Curso) a dorados ) A : 

¡Bísica Superior (28 Curso atte ds as » Ds. Plácido ¡Blases, 

Química Inorgánica y Analítica (1 curso)...... ) z ON 

Quimica. Orgánica (curso) e lada > a O 

Dibujo añeal EL cmo ett a ta ecos 1 : Y E 

Dibujo Natural (Ltrs) ie oda ed es ' da Sr. Pedro Córdova. 

Mineralogía y Cristalografía (1 curso)......... E Dr. Santiago de la Huerta. 

BrologTa INCA) dana o be ar» a a Dr. Arístides Mestre. 

Zoolosia ll Ar arts 2 a. Nota A Dr. Carlos dé la Torre, 

Botánica ¡general (A CUESO Sd o reimos lar e Dr. Manuel Gómez de la Maza. 
En 3) . . 

Cosmologia ll Curso Mi a ete ds 59 Dr. Victorino Trelles. 


(c) Sección de Ciencias Naturales. 


Análisis matemático (Algebra Superior) 1 curso Profesor Sr. José R. Villalón. 


Geon etría Superior (sin la Analítica)......... ly ve ae NS 
Trigonometría (plana y esférica)........ coo... DN Dr, Claudio, Mimoó. 
Química general (1 curso)....:.... REA E sl Sr. Carlos Theye. 
Dibujo! Emnealr (MuCHESO) er ios da 1 ] 
Dibujo Nataral (TT COESO A ls Pa E: y »1. Pedro Córdova. 
Física Fmeral (EQUINA es AAA al e Y Dr. Plácido Biosca. 

log o , 
a O grafía (1 Curso)... y le De Santiapode la Huéna: 
Botánica Semeral (CIAO A ito E o l y: 
Fitografía y Herborización (Ll curso).......... j db ness Manuel Gómez dela Maza, 


Vol. XVI ENERO DE, 1913 Núm 1. 


REVISTA 


DE LA 


FACULTAD DE LETRAS Y CIENCIAS 


NORUEGA * 
ESTUDIO SOBRE EMIGRACION 


POR GONZALO DE QUESADA 


Ministro de Cuba en Berlún 


ANTECEDENTES HISTÓRICOS 


La leyenda, la historia, las sagas antiguas relatan las hazañas de 
los audaces navegantes de Escandinavia, los viajes de los vikings 
en sus ligeros bareos que aun quedan, reveladores de pasmoso arro- 
Jo, indomable voluntad y fenomenal fuerza física. Estos hombres del 
Norte (Norsmen)—noruegos, suecos, daneses—llevan por doquier 
su espíritu enamorado de la independencia, su corazón palpitante 
de libertad. Los descendientes de Odin abandonan su tierra—reco- 
rrida con rebaños y trineos por los nómades laponeses—y en sus 
buques piratas atraviesan los procelosos mares occidentales y godos 
o jutes. anglos o normandos, penetran y vencen en Francia, en In- 
elaterra, en España. Trasponen en sus naves airosas los Pilares de 
Hércules; a la vanguardia de las cruzadas van a rescatar el Santo 
Sepulero; no se paran en Grecia para admirar la belleza y el arte, 
y con sus hachas de doble filo ábrense paso en la opulenta y magní- 
fica Constantinopla. 

Son ellos los que exploran el Atlántico; los que llegan a Islandia 


* Sexto de la serie, 


LIBR 
NEW 
BOTA! 

GAR] 


2 GONZALO DE QUESADA 


en 860, y allí fundan en 874 una república que dura 400 años y, 
siempre en busca de aventuras y lo desconocido, establece Erik el 
Rojo una colonia en Groenlandia. Mas no se detienen; en el año 
1000 adquieren noticias de tierras, más allá, hacia el Oeste, las mis- 
mas que Bjorne Herjulfson en 986 había divisado. Con treinta y 
cinco de sus compañeros, el hijo del Rojo, Leif Erikson, sucesiva- 
mente arriba a Terranova, a Nueva Escocia, y al fin, en 1065, a un 
país de uvas, que llamó Vinland, parte del Nuevo Mundo, tres siglos 
antes que Colón y Vespueci. Como testimonio irrecusable de su es- 
tadía, aun perduran piedras cubiertas de hiedra de las torres que 
construyeron y una inscripción rúnica con la fecha de 1135. 

En 1887, para conmemorar todas estas proezas, erigióse en los 
Estados Unidos una estatua al intrépido marino. En el Economista 
Americano de Diciembre de aquel año, así escribía José Martí del 
descubridor: *“Leif Erikson fué el que, según cuentan los sagas 
noruegos, puso el primero el pie fuerte en América, que él llamó 
Vinland, en el año de 1065. Salió de Islandia en uno de aquellos 
barcos de roble de los vikines, labrados todos de la quilla al borde. 
Con aquel barco, que en vida servía al héroe de trono y en muerte 
de sepultura, vino hasta Massachusetts, que tiene prueba de su vi- 
sita en los nombres singulares, ni ineleses ni indios, de aleunas de 
las puntas y playas de su áspera costa, y en memoria de su atrevi- 
miento acábase de levantar una estatua, hecha de mano de mujer: 
““A Leif, el Descubridor, hijo de Erik, que salió de Islandia y des- 
embarcó en este continente en el año de 1065””. 

““La estatua, de tamaño heroico, representa a Le1f como un atlé- 
tico mancebo, vestido de malla recia que realza sus formas: va sin 
duda en su buque: el viento le tiene revueltos los cabellos. Hace do- 
sel con una mano como para ver más claramente la tierra: en la 
otra mano lleva asido el cuerno de mando. Así viajaban los reyes del 
mar, Jos que 1000 años hace afilaban sus quillas como las que ahora 
en vano le disputan la delantera en rapidez y gracia. Proa y popa 
iban doradas y talladas finamente, figurando cabeza y cola de dra- 
cón: las alas del dragón eran las velas; y al entrar en el puerto, 
imitaban las escamas del monstruo colgando afuera a los pechos del 
barco los escudos de madera de los guerreros de a bordo, amarillos 
y negros, ó blancos con eruz roja, azul o de oro.?” 

““Leif vió el país de cielo azul y costas tormentosas. Bebiendo 
cerveza en vasos de roble contó a la vuelta, acaso al fulgor de una 
aurora boreal, aquel viaje al mar nuevo de olas rizadas como la 


ESTUDIO SOBRE EMIGRACION DS 


lana, y de tempestades, gratas al atrevido marinero. Luego vino 
Thorwald, en el bareo de Leif, y murió a manos de indios mientras 
le reponían el rostro 21 buque. Luego vino Thorfin, de gigantesca 
estatura, con Gudrid, su mujer, y siete mujeres más, todas de ca- 
bellos de oro. Vinland, allá muy al Norte, comerciaba con Islandia 
y Groenlandia. Siglos después, por mares más serenos, venía un 
ilustre ambicioso, en busca de estas tierras, con tres barcos carga- 
dos de hidalgos sin ocupación y criminales redimidos de las gale- 
ras. La estatua de Leif, hijo de Erik, se levanta sobre un pedestal 
de piedra de Lone Meadow, grabado en letras rúnicas: No se levan- 
ta, bamboleante y culpable, sobre una raza muerta. ”? 

El último viaje lo hacen en 1347. Después no hay oportunidad 
para lejanas empresas. Rodeados por poderosos vecinos ahora hay 
que velar por la propia salvación. Hasta el siglo vr no vuelven los 
escandinavos a dejar su fjords y sus montañas: buscan la liber- 
tad religiosa; pero no conquistan: sólo dejan huella de su bondad. 
Y la raza que, a través de los siglos, ha conservado su valor legen- 
dario, tórnase en una de las más pacíficas y trabajadoras del orbe. 


ÁREA Y POBLACIÓN 


Noruega ocupa la parte occidental de la península' escandinava; 
larga y estrecha, se extiende de 58” latitud Norte unas 300 millas 
hacia la zona ártica. Cubre una superficie de 329,987 kilómetros 
cuadrados y, según cáleulos de 1911, contaba con 3.411,694 almas, 
habiendo 1076 mujeres para cada 1,000 hombres. La densidad de 
la población es de 7 habitantes por kilómetro cuadrado y alcanza 
su máximo en el Sur. El crecimiento lo ha impedido, en mucho, la 
emigración; de 1835 a 1865 fué de 1.18 % anual, y bajó de 1865 a 
1890, á 0.65 %, aumentando un poco recientemente. 

Los lagos figuran en 4 % del área, y cuatro quintas partes de 
Noruega son montañas y bosques; de lo cultivable del país, una 
cuarta, sólo se explota la quinta o el 5 % del total. 

El elima, aunque de crudos y largos inviernos, es saludable en 
extremo y uno de los más del mundo. El 1 % de la población cum- 
ple la edad de 90 á 100 años; un 7 %, de 60 á 70, y el promedio 
vive 50, notable cifra cuando se compara con la de otras naciones; 
como por ejemplo Italia, donde sólo es 35. 


OS GONZALO DE QUESADA 


CARÁCTER DE LA EMIGRACIÓN 


El noruego es uno de los emigrantes más apetecibles. Robustos, 
sanos y recios, resisten bien y se acostumbran a los diferentes cli- 
mas. No existe el analfabetismo entre ellos, y todos poseen una re- 
gular educación, pues en su patria es libre, obligatoria y universal. 
El pueblo es inteligente, laborioso, frugal, amante del orden. En 
política sustenta ideas avanzadas, gozando de instituciones de las 
más democráticas y, durante un siglo, de paz, sin que haya pasado 
por sacudimientos de ningún género. Las ideas socialistas han in- 
fluído e influyen mucho en las masas. 

Asimílase pronto al país donde emigra, se identifica con sus as- 
piraciones, acata sus leyes y está dispuesto á defender su nuevo ho- 
gar y patria con el mismo fervor con que lo hiciera por los suyos, 
inculeando en sus hijos—invariablemente mandados al colegio y no 
al trabajo—la lealtad y el amor a la tierra hospitalaria que, solíci- 
ta, lo acoge. 


CAUSAS DE LA EMIGRACIÓN 


La persecución religiosa o política y el servicio militar en nada 
han motivado la emigración. Sus causas son otras. La tendencia na- 
tural de los germanos a las aventuras, la esperanza de mejorar sus 
condiciones materiales que en Noruega presenta limitado horizonte, 
la adquisición de fincas más productivas a bajos precios, las crisis 
condiciones materiales que en Noruega presenta limitado horizonte, 
económicas con sus secuelas de pobres cosechas, trabajo escaso y 
mayores cargas sobre la propiedad, todos éstos han sido los princi- 
pales alicientes. 

Las cartas y las visitas de los que prosperan en América, pin- 
tando el éxito obtenido, son los mejores anuncios. Todos los años, 
cerca de un millón de pesos viene de los Estados Unidos; la mitad 
para pagar los pasajes de los parientes y amigos que han quedado. 
El Gobierno noruego no se vale de esta corriente para deshacerse 
de los mendigos y criminales; los impuestos que cobra anualmente 
para aliviar las necesidades de sus infelices bastan para ello. 

En un tiempo, los mormones—como en toda Escandinavia—*fo- 
mentaron la emigración noruega a Utah, haciendo prosélitos tam- 
bién para su religión, pero hoy no es tanta su influencia a pesar 
que tienen iglesia abierta en Cristianía, pues aunque la poligamia 
está prohibida por la Ley, hay completa libertad de cultos. 


ESTUDIO SOBRE EMIGRACION 5 
LA EMIGRACIÓN 


Según Colciamini, de 1880 a 1905, la emigración de Alemania 
fué 2.128,291; la de Suecia, 655,332; la de Noruega, 408,949, y la 
de Dinamarca, 175,563, números que prueban cuán grande es la 
proporción respecto a los habitantes en los países escandinavos. 
Alemania, con 25 veces la población de Noruega, sólo envía 5 ve- 
ves el total de emigrantes que ésta. 

Las cifras oficiales de la oficina de Cristianía de 1901 a 1911 
inclusive, son éstas: 


AÑO EMIGRANTES AÑO EMIGRANTES 
1901 12,745 1907 22,135 
1902 20,343 1908 8,497 
1903 26,784 1909 16,152 
1904 22,264 1910 18,912 
1905 21,059 1911 12,478 
1906 21.967 


Como se ve, sube a más de 26,000 en 1903 y baja hasta 8,500 en 
1908, oscilando con la situación económica del país y de los Esta- 
dos Unidos. 

- Cuatro quintas partes de los emigrantes proceden de los distri- 
tos rurales, donde la mitad de ta población total se dedica a la agri- 
cultura, la ganadería y a explotar los montes seculares. Hombres 
avezados a estas faenas en difíciles condiciones son labriegos inme- 
jorables que convierten terrenos ingratos en campos florecientes. 

Un 25 % de los noruegos empléanse en las minas, y muchos de 
ellos trabajan en esa misma ocupación en los Estados Unidos; un 
8 % es gente de mar y a ella van como pescadores o en la tripula- 
ción y oficialidad de los buques, admirablemente preparados, como 
lo están, por la tradición y por la configuración del país con exten- 
sas costas. La marina mercante noruega en 1909 contaba con 1,574 
toneladas por cada 1,000 habitantes, o séase casi el doble de los que 
corresponde a igual número a la Gran Bretaña. 

El resto de los emigrantes son obreros, artesanos, escribientes y 
eriados, distinguiéndose estos últimos por su honradez, buen genio 
y fidelidad. 

Los informes acerca de la edad arrojan una extraordinaria pro- 


6 GONZALO DE QUESADA 


porción de jóvenes en pleno desarrollo, de 19 a 30 años, lo cual sig- 
nifica una útil savia regeneradora para la nación a que trasladan sus 
tranquilos hogares. 


DESTINO DE LA EMIGRACIÓN 


El 97 % de la emigración se dirige a los Estados Unidos; el res- 
to a Suecia y Dinamarca en Europa, y al Canadá, donde fueron 
unos 10,000 desde 1901 á 1908. En el Canadá occidental se caleu- 
lan unos 50,000 escandinavos; grandes colonias se han establecido 
en Manitoba y Saskatchewan; pero el mayor número se encuentra 
en Alberta y son labriegos. Muchos noruegos empiezan a radicarse 
en esas regiones, y de los Estados americanos limítrofes, miles eru- 
zan en busca de tierras vírgenes y baratas. 

En los primeros años de los 70 fueron algunos centenares a 
Australia y después á Chile y Sud-Africa; pero no continuó la emi- 
eración a estos pueblos. Centenares también han fundado sus ho- 
gares en Cuba, en Oriente, a lo largo del Ferrocarril Central, y re- 
socija ver lo cuidado de los campos y la nitidez de las cómodas vi- 
viendas. 


ESTADOS UNIDOS 


En proporción a sus habitantes, y hasta principios del siglo xx, 
Noruega contribuyó más que ningún país al crecimiento de los Es- 
tados Unidos. En la población de Europa, los escandinavos repre- 
sentan un 21% %, y en la de los Estados Unidos, un 10 %. De 
1821 a 1903, llegaron a las playas americanas 1.609,922, sólo exce- 
didos por Alemania y la Gran Bretaña. 

La corriente comienza en 1825, cuando sale de Stavenger, puer- 
to en la parte occidental de Noruega, un pequeño barco con cua- 
queros que, como los Puritanos del Mayfower, preferían arrostrar 
los peligros de una ignota travesía a someterse a la restringida li- 
bertad de su patria. Aleunos se establecieron en New-York; otros 
fueron hasta Texas. En 1840 sólo había 1,200; en 1860 subieron a 
60,000, y en 1870 triplicaban la última cifra. 

Atraídos por la semejanza del clima y la baratura de los terre- 
nos, sientan sus reales en las fértiles praderas de Illinois, las Da- 
kotas, Iowa, Wisconsin y Minnesotta. En los tres últimos Estados 
hay un millón de escandinavos; debido a ellos prosperan y maravi- 
llan con sus inmensas cosechas. Recientemente han ido todavía más 


al Oeste, a Washington y a Oregon, empleándose como marineros, 
leñadores y mineros. 

Las siguientes cifras dan una idea del movimiento emigratorio : 
de 1871 a 1880 entran en los Estados Unidos 94,823 noruegos; de 
1881 a 1880—época de depresión económica en Europa—, 170,686, 


y de 1891 a 1900, 97,264. 


La tabla a continuación muestra la emigración a los Estados 
Unidos por sexos, de 1880 a 1903 inclusive, y por ella se ve que 


más v menos la tercera parte son mujeres: 


ESTUDIO SOBRE EMIGRACION 


AÑO HOMBRES MUJERES 
1880 14.511 8,194 
1881 17,929 11,172 

1882 13,799 9,599 
1883 9,986 6,988 
1884 7,054 5,302 
1885 10,523 5,746 
1886 11,888 6,376 
1887 7,572 5,818 
1888 7,890 4.869 
1889 Me a 
1890 6,601 4.769 
1891 7,644 4.924 
1892 30n O 
1893 8,936 4.924 
1894 9,800 6,279 
1895 5,193 3,674 
1896 4.401 2,972 
1897 5,581 3,274 
1898 3,535 2,307 
1899 3,007 1,931 
1900 ge MON | 
1901 6,456 3,119 
1902 7,899 4.349 
1903 16,249 8,212 


TOTAL 


22,705 
29,101 
23,398 
16,974 
12,356 
16,269 
18,264 
13,390 
12,759 
11,370 
12,568 
12,568 
16,079 
8,867 
7,373 
8,855 
5,842 
4.935 
6,705 
9,575 
12,248 
24.461 


S GONZALO DE QUESADA 


El promedio fué por lo tanto de: 


1880 2.1800 O Ros vay 1 1d 090 
1890 2,1900 7 a oros 0 0 O01 
1900 a IIA E e o. y 20,613 
Y. de TIO ARI a 11,498 


Según las últimas estadísticas, en 1907 llegaron a los Estados 
Unidos 22,133; en 1908, 12,412; en 1909, 13,627, y en 1910, 17,538. 

La emigración escandinava es muy bien vista en la gran repú- 
blica. Los suecos y los noruegos abrieron a la civilización el Noroes- 
te, convirtiendo sus inmensos bosques en los graneros del mundo. 
Hace algunos años fueron preguntados un número de gobernado- 
res y hombres públicos en los Estados Unidos, cuál era la mejor 
emigración; quince favorecieron la alemana, catorce la escandina- 
va; dos la inglesa, escocesa e irlandesa; tres la francesa; dos la 
suiza e italiana, y uno la holandesa, belga, norte de Europa y ame- 
ricana; demostrándose así la alta estima en que tienen en los Es- 
tados Unidos a los noruegos, suecos y daneses. 

Y con razón, pues aparte de las cualidades que los caracterizan, 
está su patriotismo, que los convierte en buenos ciudadanos, sin que 
su afecto por la espléndida tierra adoptiva les haga olvidar la bru- 
mosa de sus padres. Cuando en la Unión Americana se combatía 
por redimir a los esclavos, todo noruego estuvo al lado de los aboli- 
cionistas, y regimientos enteros de ellos, con el uniforme azul fe- 
deral, lucharon voluntariamente por la libertad y la justicia. Y 
por ellas también, como marineros en las dotaciones de las escua- 
dras americanas de Dewey, Sehley y Sampson, contribuyendo así a 
la independencia de Cuba. 


ACTITUD DEL PUEBLO Y GOBIERNO 


La opinión pública está dividida en la cuestión de si es conve- 
niente a Noruega que sus hijos emigren; las clases pobres son par- 
tidarias de la emigración; las altas, no. En cuanto a la prensa, siem- 
pre y casi unánime, se opone a ella, sosteniendo que es una pérdi- 
da nacional. El Gobierno no le ha puesto trabas; ni la alienta ni la 
dificulta, y solamente se limita a vigilar a los agentes y cuidar de 


las condiciones en que embarcan sus súbditos. En un tiempo, y en 
vista de lo que representaban de merma para el país los brazos que 


¡STUDIO SOBRE INMIGRACION y 


le restaba la emigración, pensóse en imponer a todo emigrante una 
contribución; pero la medida encontró poca acogida y fué des- 
echada. 

El único trámite que hay que llenar es para los individuos que 
cuentan la edad de servicio militar; éstos deben obtener un permi- 
so para ausentarse, lo cual se consigue fácilmente. Los noruegos 
que han abandonado el país sin cumplir sus deberes militares, son 
obligados a ello a su regreso, y a los inscritos ya, o a los que salen 
del país sin permiso, se les puede perseguir criminalmente. 


LEGISLACIÓN 


La primera ley sobre el transporte de pasajeros para ultramar 
es de 23 de Mayo de 1863, y se modificó en 22 de Junio de 1863. En 
22 de Mayo de 1869 se puso en vigencia la que reza con la vigilan- 
cia de la emigración. La circular del Ministerio del Interior de 7 
de Mayo de 1870, se ocupa de la ejecución de la ley de 1863 en lo 
tocante a los vapores destinados a los emigrantes; la del 22 de Ju- 
nio de 1872 se refiere al equipaje de los mismos, y la del 2 de Agos- 
to de 1884, prohibe que los fósforos formen parte del cargamento 
de los buques que conducen la emigración. 

La ley de 5 de Junio de 1897—muy semejante a la de Suecia— 
modifica la de 1869 en cuanto a lo de las agencias de emigración y 
lo que hay que pagar por cada emigrante. Finalmente, el regla- 
mento del 18 de Diciembre de 1899 dispone la forma en que se ha 
de aplicar la ley de 1869. 

El Departamento de Comercio lleva una estadística completa. A 
todo emigrante se le inscribe en un registro a cargo de la policía en 
el puerto de salida, y oportunamente se eleva a Cristianía copia de 
los datos adquiridos. Estos incluyen el nombre y apellido del emi- 
erante, sexo, edad, estado civil, profesión, lugar de nacimiento, de 
dónde procede, adónde se dirige, cantidad de dinero en su poder, si 
ha recibido recurso del extranjero para emigrar y motivo por el 
cual sale del país. 


LA ATENCION EN EL NIÑO 
SU DESARROLLO Y EDUCACION 1 


POR EL DR. LUIS PADRÓ 
Maestro Público 


INTRODUCCIÓN 


En un trabajo de esta índole y dado el escaso tiempo de que 
disponemos, es Conveniente advertir que en fenómeno tan comple- 
jo, sólo cabe, para señalamiento y estudio de sus puntos principa- 
les, examinar someramente sus distintas fases. La importancia de 
la atención ha sido siempre reconocida por todos los psicólogos, 
pero insuficientemente apreciada por los educadores. Hay algunos, 
muchos de éstos, que descuidan función tan compleja, al extremo 
de que se dificulta encontrar en textos y autores opiniones concre- 
tas y determinadas. La atención es, a pesar de todo eso, de esa ca- 
rencia, la primera de las funciones psíquicas. Domina a todas las 
restantes actividades; preside a todas nuestras adquisiciones in- 
telectivas, a la forja de nuestro carácter y de nuestros hábitos, y 
es, sin duda alguna, que por ella el hombre se eleva por cima de 
los restantes individuos de la escala zoológica. La acción de este 
complejo psíquico repercute en toda la vida mental y orgánica; 
es, en suma, una función general del ser que se manifiesta mediante 
los fenómenos más elevados. Neyraec la denomina el motor del es- 
píritu porque guía nuestras inducciones y deducciones; permite la 
abstracción y hace más diáfanas y claras nuestras percepciones. 
William James, el insigne filósofo de Harvard, tiene razón cuan- 
do afirma “que el ejercicio de la atención debe ser contado como 
la parte esencial de la educación ””. 

Por estas causas y siendo muy difícil el problema que acome- 
temos, lo examinaremos a la luz de la psicología general anotando 
sus diversas fases. Adoptaremos el método de comparación entre 
los estados del adulto y los del niño; con esas comparaciones de 


1 Tema desarrollado el día 23 de Enero de 1913, como aspirante a la Cátedra de auxiliar 
de la Escuela de Pedagogía. 


LA ATENCION EN EL NIÑO 11 


procedimientos de psicología normal, aclararemos las diferencias 
entre uno y otro estado. También a la luz del método genético pro- 
curaremos dilucidar el fenómeno, porque de ese modo la evolu- 
ción quedará mejor dilucidada en todas sus etapas. Primeramente 
determinaremos su concepto, sus formas y desenvolvimiento; des- 
pués examinaremos por su orden las relaciones que la especifican, 
como fenómenos de conciencia; las distintas y variadas doctrinas 
que han tratado de explanarla hasta terminar, si el tiempo “alcan- 
za, con lo que a su cultivo se refiere. Este opúsculo lo resumiremos 
exponiendo aleunas conclusiones de carácter práctico aplicables 
al aula, guiados por la mano inteligente y experta del profesor 
Arnold. 


CONCEPTO: FORMAS, DESARROLLO Y EXPLANACIÓN 


Es costumbre hablar de la atención como si fuera un fenóme- 
no indivisible y poco analizable. Suele estudiársele como si fuera 
realmente un fenómeno único y no una complicada urdimbre de fe- 
nómenos. No existe esa abstracción, y para comprenderlo basta 
meditar un tanto sobre cada una de sus fases. Inmediatamente ad- 
quirimos la convicción de que no existe una sola forma, sino muy 
variadas y múltiples formas de atención. Baldwin dice: '“No tene- 
mos una sola atención, sino muchas y muy complejas.?”? ““La aten- 
ción advierte, por su complicado funcionalismo, que es una activi- 
dad de formas y contenidos muy variados. Según el estado presen- 
te de la psicología, se reconocen diversos concomitantes en la aten- 
ción visual, auditiva, motriz, etc. 

A causa de esta diversificación de funcionalismo, mucho varía 
su concepto de autor a autor, de investigador a investigador. Para 
la escuela del Profesor Ribot, la atención no es más que un fenó- 
meno motor. Esta la estima un monoideísmo con adaptación mo- 
triz Gel sujeto. Los concomitantes que la acompañan y manifiestan 
objetivamente som los que la sustantivan y caracterizan. La escue- 
la sentimentalista aprecia en ella sólo los elementos de carácter 
afectivo y no otra modalidad de la misma. 

Por este hecho la define, diciendo “que es la fijación de un 
acto vepresentativo mediante un sentimiento o una emoción””. 

Los intelectualistas difieren en mucho de lo que sustentan las 
escuelas anteriores. Ziehen, su representante más autorizado, au- 
tor del conocido texto de Psicología Fisiológica, opina que la aten- 


12 LUIS PADRO 


ción es el resultado de una lucha entre representaciones diversas 
que quieren dominar en nuestro psiquismo. 

Ninguna de esas definiciones da conceptos cabales del fenómeno, 
y mucho menos aclara o ilumina sus fases y modalidades. El senti- 
mentalista sólo encuentra una modalidad afectiva, de carácter sen- 
timental o emotiva, excluyendo en la explanación o interpreta- 
ción del fenómeno, otros factores tan interesantes como decisivos. 
A su tiempo y vez, incurren en exclusivismos los que sólo ven en 
ella un acto volitivo, atendiendo sólo a representaciones y per- 
cepciones. 

Van-Biervliet expresa que la atención es una tensión volitiva 
del espíritu, ya sobre una modificación consciente, o ya hacia la 
misma, como término directo o indirecto de una sensación. Es 
también comienzo próximo o remoto de un movimiento, ya sobre 
una modificación sensorial o una contracción muscular. Para Fé- 
lix Arnold, la atención es un proceso sensorio-motriz, dominado 
por el sujeto, del cual se derivan claridad creciente, diferenciación 
y persistencia de un determinado estímulo o de una situación 
determinada. 

Esas teorías, como no aclaran el concepto de la atención, son 
todas buenas, pero convenimos con Pillsbury, en que adolecen de 
defectos y son todas imperfectas. El concepto, antes que en estas 
definiciones incompletas, conviene buscarlo en la explanación y 
descripción del proceso y su morfología, como a la vez, en las dis- 
tintas fases de su evolución o desarrollo. 

Para este empeño huscaremos los resultados de los métodos 
analíticos y genéticos. 

(a) Morfología—A fin de caracterizarlas debidamente esas 
variedades de la atención han sido diversamente clasificadas, y sus 
aspectos también diversamente discutidos. James los clasifica en 
sensoriales cuando la atención es dirigida a objetos de sensación, O 
intelectuales cuando se aplican a objetos de representación. Tam- 
bién puede ser inmediata o derivada. La primera tiene esa forma 
cuando lo objetivo interesa al sujeto, por sí mismo; derivada, cuan- 
do provoca el interés por asociación con otro proceso ú objeto. 

Existen otras dos formas generales, pero más ambiguas, que 
los psicólogos diferencian con las denominaciones de atención in- 
voluntaria o espontánea y atención suscitada o voluntaria. En la 
primera, un estímulo externo, de sensación, ocupa predominante 
posición en la conciencia. Abstraemos toda otra percepción, y no 


LA ATENCION EN EL NIÑO 13 


tenemos más que un estado único, consciente, dominante por dos 
cualidades características: claridad y fijeza. En la segunda inter- 
viene la volición proporcionando los estímulos y dominando sobre 
los otros estados de conciencia. Una y otra—primera y segunda— 
difieren entre sí por la posición del sujeto. En el primer caso es 
pasivo y obedece a estímulos externos; en segundo, activo, provo- 
cando por sí mismo, por fenómenos internos, las determinaciones de 
la atención. Estas formas son genéricas, existen en todos los suje- 
tos y en cada acto de atención. Sin embargo, exhiben variaciones 
muy dignas de notarse en el niño y en el adulto. 

La facultad de adaptación es muy varia: unos, en la atención 
voluntaria, se caracterizan por la calidad y diversidad de los estímu- 
los que la provocan o excitan; otros—como lo prueba cierta experi- 
mentación adecuada, —manifiestan ciertas fluctuaciones, alterna- 
tivas y cambios peculiares. Unos y otros tienen un campo de aten- 
ción muy estrecho, dentro del cual las representaciones son más 
claras y definidas. 

(b) Descripción —Para describir el fenómeno es necesario va- 
lerse de los datos aportados por el método introspectivo. Una ojeada 
nos enseña que el foco de la conciencia comprende un plano princi- 
pal y otro accesorio; un punto central y otro periférico, marginal, 
donde los elementos son difusos, muy diferentes del primer plano 
donde todo es claridad y viveza. Debido a esto, en el proceso de la 
atención entran un complejo de fenómenos, donde uno de ellos ad- 
quiere mayor claridad. 

Cuando escribo estos renglones me son indiferentes la algazara 
y bullicio de los niños en el recreo; pero si suspendo el trabajo y 
fijo la atención en ellos, entonces todos se destacan en el máximo 
nivel] de la conciencia con vigor y claridad extraordinarios. 

A más de esa cualidad existen otras muy importantes que de- 
bemos mencionar aquí. El complejo psíquico cuyo análisis efectua- 
mos, tiene otras características que lo peculiarizan mucho, entran- 
do especialmente en el número de éstas, la fijeza de las impresio- 
nes por la estabilidad de éstas, y por su duración y permanencia 
en el foco consciente. Esta duración comprende una unidad espe- 
cial. Después se pueden generar un curso de representaciones su- 
cesivas, una serie de asociaciones que desvíen o aparten al sujeto 
del objeto atendido. Y nada de esto interrumpe la unidad caracte- 
rística, porque ésta sólo estriba en el enlace armónico de los fenó- 
menos conscientes y en su unificación o identificación. Meumann, 


14 LUIS PADRO 


citado por Rusk, advierte por esta causa, por estos aspectos y tales 
? 


modalidades, que la atención se rige por una constitución mo- 


nárquica. 

La atención produce una intensificación en las percepciones, 
como a la vez en todos esos restantes fenómenos. Esa cualidad 
po se acepta de jenal manera por todos los investigadores. Unos, 
como Pillsbury y Kilpe, la niegan; otros como Buell y Titchener 
la sostienen. Este psicólogo opina que la mayor diferencia entre 
dos impresiones recibidas, una más fuerte y otra más débil, depen- 
de de la mayor atención prestada en cada caso. 

A más de las cualidades tan someramente indicadas conviene 
señalar para hacer más clara esta deseripción, que la atención 
comprende una función muy interesante, característica que no de- 
bemos olvidar. Aludimos a la función analítica que separa y par- 
tieulariza ciertas percepciones e imágenes, ocultas en lo subconscien- 
te, y luego las coloca a pléna luz. Esa función analítica, como pue- 
de suponerse, es de gran valor en nuestra vida psíquica, porque 
sin ella no elaboraríamos ideas ni habríamos de efectuar nuestros 
procesos de abstracción. 

Haciendo un resumen que sintetice esta descripción, diremos 
que la atención se caracteriza por la mayor claridad, por la exacti- 
tud o fijeza de las impresiones, por la discutida intensificación de 
los estímulos periféricos y por la función analítica y electiva que 
realiza. 

(e) Condiciones. —El proceso que estudiamos está determina- 
do y caracterizado por ciertos estados que la preceden y acompañan. 
Esos estados que la especializan son de dos clases: unos objetivos, 
periféricos, y otros, internos o subjetivos. Pillsbury enumera entre 
los primeros la intensidad, la extensión y la duración del estímulo, y 
entre los segundos, la idea presente en el instante mismo del fenó- 
meno, en la educación, en el ambiente social y en la herencia del 
sujeto. Las condiciones externas dependen de las sensaciones porque 
cuando más vivo e intenso es un estímulo más violentamente se im- 
pone a la atención. A esta intensidad se agrega la extensión, con 
ciertas y determinadas excepciones, por razones biológicas, dado 
que un estímulo pequeño, de mínima extensión, puede provocar una 
reaceión muy dolorosa. 

La sucesiva presentación o exhibición de un estímulo, la rapi- 
dez, a su vez, condiciona la atención, como puede comprobarse 
diariamente en la escuela. Todo objeto que se agita rápidamente 


LA ATENCION EN EL NIÑO 15 


se impone a la atención infantil. Siempre esta sucesión de estímu- 
lcs visuales hace muy interesantes todas las presentaciones. 

Las condiciones subjetivas exigen una enumeración muy larga, 
puesto que cada psicólogo buscando originalidad descubre y apor- 
ta una nueva. La idea directriz existente en la conciencia es la que 
por regla fija determina las preferencias. Esto es de fácil compro- 
bación mediante una introspección adecuada. 

Otro valor subjetivo que a su vez condiciona la atención es la 
actitud mental del sujeto. Su orientación psíquica previa a la ex- 
periencia, ante el estímulo objetivo, genera la dirección u orienta- 
ción de la atención. Ante un hecho semejante no atienden de igual. 
modo un naturalista y un poeta. Un paseo a la campiña los hace 
anotar distintas apercepciones derivadas de sus orientaciones 
previas. 

Los hábitos adquiridos, la educación directa o indirecta, y—se- 
eún Pillsbury—hasta la herencia por su modo condicionan la aten- 
ción. No atiende lo mismo un producto refinado de nuestros más 
altos niveles sociales que un ineducado, un analfabeto, un campesino 
de contenidos mentales muy exiguos. 

El factor interés ha sido muy discutido, y muchos textos le ex- 
eluyen como determinante de la atención. Mientras Pillsbury nie- 
a su existencia, demostrando que no depende de condiciones obje- 
tivas, sino de disposiciones subjetivas (el interés está en el objeto 
y no en el sujeto), otros psicólogos afirman su entidad real como 
determinante de la atención. 

Herbart, por su parte, lo afirma explicándolo como una activi- 
dad que no satisfecha de su saber, retiene los conceimientos y tra- 
ta de interpretarlos, Ribot asegura que por el interés la atención 
voluntaria se hace reductible y educable. Spencer afirma que las 
cosas leídas, oídas o vistas con interés, son mejor retenidas que las 
vistas, 0ídas y leídas apáticamente. Bain estima que el interés es 
como el placer proporcionado en el instante mismo del trabajo y 
de la acción. 

A pesar de todo William James con toda autoridad opina 
como Pillsbury, y sólo discrepan en palabras. Nosotros, en este 
punto, tomamos una actitud definida y concreta. Asentimos con 
Félix Arnold, aseverando que el interés no es más que una acti- 
tud motriz guiada o conducida por un contenido ideal o subjetivo. 
En la educación existe, de él se obtienen provechosos frutos, y con 
su auxilio se hace la labor didáctica más atrayente y divertida. 


16 LUIS PADRO 


(d) Concomitantes.—Existe en la investigación psicológica 
una metodología rigurosa que aplicada convenientemente arroja 
siempre luz extraordinaria. Afirma el Dr. Varona que todo fenó- 
meno mental tiene concomitantes orgánicos. La atención es un com- 
plejo de fenómenos que se manifiestan al exterior por signos somá- 
ticos especiales y característicos. Aplicando el método objetivo- 
subjetivo señalaremos los concomitantes orgánicos de la atención. 

Es sabido que cuando deseamos atender a una presentación vi- 
sual volvemos la cabeza en dirección del objeto, y además, que este 
movimiento envuelve la convergencia y la acomodación de los ór- 
ganos de la visión. El proceso orgánico también es afectado: con la 
acomodación visiva, la respiración va uniformemente decreciendo 
en amplitud hasta una detención determinada. Estos cambios son 
de adaptación. En la atención central como opuesta a la sensorial, 
poco se altera. El pulso aumenta en velocidad, y los latidos del eo- 
'azón disminuyen o acrecen, respectivamente, en la atención sen- 
sorial y en la central o interna. 

Todos esos síntomas de carácter orgánico o anatómico han 
sido convenientemente agrupados y clasificados por Meumann, se- 
eún cuenta Rusk. El psicólogo alemán establece cuatro grupos: 
1. Los puros o primarios: procesos de acomodación de los senti- 
dos superiores. 2.2 Procesos secundarios de acomodación, en la 
actitutd y en el gesto, cuando se mueven las extremidades supe- 
riores, el tronco y la cabeza. 3.” Procesos primarios de expresión, 
cuyos signos son cambios en el ritmo cardíaco; en la velocidad del 
pulso, en la respiración, en los músculos torácicos. Todos éstos 
son principalmente de carácter reflejo, y son orgánicos. Intervie- 
nen en esas imervaciones músculos lisos. 4.2 Procesos secundarios 
de expresión, que consisten en gestos, mímica, de carácter bioló- 
sico, ya perdidos por la evolución filogénica, como las arrugas 
frontales, las erispaturas digitales, etc. Existen en el niño que 
usa de todo el cuerpo para atender, pero el tiempo y el factor edu- 
cativo los hacen desaparecer. 

(e) Medición. —Existen distintos procedimientos para la de- 
terminación cuantitativa. Los principales que pueden hallarse en 
los manuales al uso son cinco, y unos determinan la concentración 
y otros la amplitud de la atención. 

El primero el comúnmente usado se conoce con el nom- 
bre de método de cancelación de letras. Este consiste en tachar 
una letra, en un hoja impresa, donde se han puesto cien de cada 


LA ATENCION EN EL NIÑO 17 


una de las letras escogidas. Se mide el tiempo con el cronómetro 
de pausa (stop-wath) y luego se determinan por cálculo los índi- 
ces de eficiencia y exactitud, en virtud de las relaciones existentes 
entre el número de letras canceladas y el tiempo invertido. 

El segundo se llama método de lectura complicada y su técni-. 
ea consiste en lo siguiente: Se hacen dos textos impresos de prosa 
filosófica difícil: uno de forma corriente y en otro se suprimen los 
signos, los espacios y las mayúsculas. El sujeto de experiencia lee 
el primer texto y se anota el tiempo; luego hace la lectura del se- 
eundo y se cuentan los errores, las faltas cometidas, y al final se 
señala también el tiempo invertido. El índice de concentración 
está en este caso determinado por el tanto por ciento existente entre 
los tiempos invertidos en la primera y segunda lectura. 

El método de las variaciones medias consiste en tomar 12 ob- 
servaciones de comparación de una línea recta. Hay dos estímulos: 
uno permanente y otro variable El primero consiste en una línea 
horizontal de un decímetro, sobre un cuadrado, y eolocada a 50 
centímetros de distancia. El segundo es una reglita eraduada de 
20 em. de largo con una línea horizontal de la misma longitud. La 
práctica consiste en hacer seis observaciones a un lado de la luz y 
seis al lado opuesto, como para rectificar el error de espacio en 
eada una de estas seis observaciones. Tres aumentando y tres dis- 
minuyendo el estímulo variable para corregir el error de tiempo. 

Los dos últimos procedimientos son también muy interesantes. 
Consiste uno en la adición simultánea de tres dígitos durante tres 
minutos; se cuentan los errores, y el operador cubre con una car- 
tulina las cifras que acaban de escribirse. El otro, de muy difícil 
aplicación en la escuela, mide la amplitud de la atención, me- 
diante el taquitoscopio, aparato de exposición rápida donde se 
exhiben como material, puntos, letras, palabras, figuras geométri- 
cas, ete., que el sujeto nombra inmediatamente. 

Los cuatro primeros se recomiendan por su sencillez y pueden 
usarse en cualquier aula a poco costo. 

(£) Desarrollo de la atención en el nño.—Para poder apre- 
ciar la evolución de esta actividad ereímos necesaria la exposición 
anterior para que, por comparación, se puedan comprender las 
diferencias entre el estado adulto y el infantil. Ahora usaremos el 
método genético, y con su aplicación señalaremos las etapas dis- 
tintas de su desarrollo. 

Preyer en su conocida obra estudió el alma del niño, pero 


18 : LUIS PADRO 


como la atención requiere mucha, demasiada introspección, se hace 
imposible examinarla en los primeros años de la vida infantil. A pe- 
sar de esta imposibilidad, y de la carencia de medios algunos datos 
han podido acumularse. Ribot denominó primarias las formas más 
simples de la atención; todo estímulo, cuando es intenso, encadena 
la atención y la voluntad del niño. Los primeros motivos que le 
atraen y divierten son los objetos brillantes, los colores llamativos 
y cuantos estímulos pueden satisfacer sus necesidades corporales. 
Después se amplía a límites mayores el círculo, y entonces enfoca 
otros estímulos distintos, de mayor fuerza intensiva, y más ricos en 
contenidos subjetivos. Según Messmer—citado por Rusk,—la fija- 
ción no aparece en el niño hasta los once años. Para Meumann (vid 
Rusk), sin embargo, esa aptitud aparece más temprano, a los cin- 
co o seis años, como hubo de comprobarlo mediante el taquitos- 
copio. 

En cuanto a las concomitancias orgánicas, es evidente que el niño 
exhibe mayor cantidad de procesos motores. Todo maestro sabe 
con cuánta energía atiende el niño: cómo arruga la frente, mueve 
los labios y agita la lengua cuando escribe. Estos signos no eviden- 
cian una atención perfecta, sino expresan y condicionan estados 
primarios de la misma. En experimentos sobre la memoria se ob- 
serva que solamente los sujetos no adiestrados son los que acompa- 
ñan su atención con movimientos o tensiones musculares exage- 
radas. Todo exceso de tensión motriz representa un gasto inútil 
de energía, y es nocivo, por tanto, para el desarrollo mental. 

Esto indica generalmente las diferencias existentes entre las 
formas de atención del niño y del adulto. En el curso de su evo- 
lución las diferencias van gradualmente desapareciendo hasta que 
el niño adquiere las cualidades típicas del adulto. Todos los méto- 
dos comprueban que la amplitud es muy escasa en los infantes, 
mientras es mayor en los niños de edad más avanzada. Los segun- 
dos perciben más cantidad de objetos que los primeros. durante la 
exposición hecha en el taquitoscopio. Por estas razones Griffing 
llega a la conclusión de que la atención es una función de crecimien- 
to individual, cuyo máximo desarrollo sólo se alcanza cuando el 
observador está bien desarrollado. 

Senet entiende, y para comprobarlo anota observaciones muy 
curiosas de distintos investigadores, que la atención sufre una evo- 
lución ascendente desde el nacimiento, y sólo se detiene en los al- 
bores de la senectud. Ese desarrollo creciente concuerda con la ma- 


LA ATENCION EN EL NIÑO 19 


vor complejidad del tejido nervioso. El trabajo mental continuado 
en una dirección determinada, favorece el desarrollo de las ex- 
pansiones protoplásmicas y colaterales nerviosas, acreciendo las 
aptitudes para el trabajo intenso. El desarrollo de la atención, es 
paralelo al de los lóbulos frontales, según han confirmado las expe- 
riencias de Fleichsig. 

Por esas razones y los datos expuestos la evolución puede con- 
cebirse fácilmente a través de las siguientes fases. Esto es, atrave- 
sando las etapas que se exponen a renglón seguido. Primero se en- 
cuentran las características de la atención con su numeroso cortejo 
de fenómenos motores. Luego se complica y aparece la atención 
sostenida, menos rica en dinamismo. En las formas primarias del 
tipo infantil, la atención es sensorial, periférica enfocando sólo ob- 
jetos de sensación. En las superiores se enfocan estímulos internos, 
hechos de representación, y la atención es central o subjetiva. En 
la evolución, primero la atención se adapta con dificultad; luego 
toma fácilmente los estímulos e inhibe sin dificultad todos los mo- 
tivos de distracción. 

Como puede fácilmente observarse en el niño, las formas de la 
atención acusan una excesiva movilidad o instabilidad, un dina- 
mismo exagerado. En el adulto los datos de observación comprue- 
ban estados opuestos. No hay movilidad, se presentan menos pro- 
cesos motores y la atención es estática. 

Haciendo un breve resumen que compendie lo anteriormente 
indicado diremos que hasta los doce o trece años la atención infan- 
til presenta los caracteres siguientes. Es más simple y primaria 
que activa y volitiva. Más apta a las influencias disolventes de la 
distracción; no ofreciendo obstáculos ni resistencias, donde los fe- 
nómenos motores pueden engañar fácilmente. Es fluctuante, torna- 
diza y versátil. Cambia fácilmente de motivos y muy dinámica 
porque aplica todo el cuerpo para atender. 

(e) Educación.—Esta última parte constituye lo más inte- 
resante de toda la cuestión y también lo insoluble del problema. 
Se afirma por pedagogos de indiscutida experiencia que el método 
es el arte de suscitar, mantener y hacer evolucionar la atención es- 
pontánea. Y esta triple finalidad es muy difícil obtenerla. Cabe 
preguntarse: ¿cómo se alcanza, de qué modo se consigue, cómo se 
produce ? 

Para concebir la respuesta es preciso tener a la mano ciertos 
informes y datos que aún carecen de veracidad y exactitud. Antes 


20 LUIS PADRO 


que todo, conviene conocer qué actividades, o qué objetos in- 
teresan la atención infantil dentro de cada una de las fases 
de su evolución ya expuesta anteriormente. Con datos no muy 
comprobados se conoce primeramente que en la primera fase tie- 
nen su aparición y desarrollo las primeras modalidades del instinto. 
Esa fase ciertamente discurre desde el nacimiento hasta los cuatro 
años como parecen evidenciarlo los datos de Preyer y de Griffling. 
En la segunda etapa pueden observarse la aparición e iniciación de 
ciertos hábitos que se fortalecen cuando actúa sobre los instintos una 
ejercitación adecuada. Esta discurre desde la edad anterior hasta 
los catorce años, con las variaciones del caso, teniendo en cuenta las 
influencias climatéricas y la virtualidad de la intervención docente. 

En la última etapa los hábitos se transforman mediante la ac- 
ción educativa, en sus dos formas, mediata e inmediata, y ciertos 
aspectos de la abstracción en superiores normas de conducta. Y al 
establecer ciertas harmonías entre la educación de la atención y 
las fases indicadas, el procedimiento más adecuado, estriba en do- 
sificar atinadamente los estímulos ofreciendo situaciones intere- 
santes. La educación suministrada, en cada caso, por los distin- 
tos establecimientos docentes, con especialidad los kindergartens 
y las escuelas primarias y superiores, aprovecha los instintos, 
substituye los hábitos o introduce otros nuevos aprovechando la 
espontaneidad variable en cada niño. La escuela debe situarse en 
local apropiado, pleno de luz y de aire, ¿onde el trabajo se realice 
en ambiente propicio, y donde no abunden las caras foscas y adus- 
tas que impongan terror o miedo, fortaleciendo ciertas inhibicio- 
nes y constriñendo la libre movilidad infantil. Deben abundar los 
estímulos, las situaciones de ambiente, los cambios de situación, y 
en suma, eliminar todo cuanto engendre monotonía y cansancio. 

Van-Biervliet, conocido pedagogo, ha propuesto como solución 
para educar debidamente esta actividad mental, una serie de ejer- 
ciclos, o mejor dicho, una serie de normas que a nuestro humilde 
juicio, no tienen una comprobación adecuada en la práctica. En- 
tiende ese autor que el desarrollo y cultivo de la atención se consi- 
gue a virtud de las prácticas siguientes, que sumariamos a fin de 
que pueda apreciarse su efectividad. 

1.2) Obligando al sujeto de experiencia a vencer todos los obs- 
táculos que se oponen a la orientación de su actividad útil. 

2.2) Enseñando a dirigir con prontitud la atención sobre ob- 
jetos o estímulos que el sujeto ha aceptado voluntariamente. 


LA ATENCION EN EL NIÑO 21 


3.2) Enseñando por medio de esfuerzos eraduados y SUCesivos, 
de acuerdo con el desarrollo mental y físico del sujeto, a prestar 
atención. De este modo se va alcanzando en series sucesivas y as- 
cendentes la complejidad del proceso. 

4.) Adiestrando con prácticas convenientes a fin de que 
los esfuerzos aumenten por grados la intensidad y la amplitud de 
la atención. Este último en edad más avanzada teniendo a la vista 
las disposiciones naturales del sujeto y los resultados obtenidos en 
los ejercicios anteriores. 

Arnold lleva sus normas hasta especificar la atención por ma- 
terias en cada disciplina escolar. Ante el discípulo que atiende 
debemos suministrar algo que sostenga esa atención. El verbalis- 
mo excesivo se opone a los buenos resultados, los estímulos visua- 
les son incompletos; lo único razonable sería poner bajo el alcance 
del niño algún trabajo que pudiera realizar. Todo esto es un pro- 
blema de metodología antes que de psicología tal como lo expone 
el autor que hemos citado. 

Bagley, por su parte, discurre también sobre el particular y 
pone a contribución su vasta ciencia y su ilimitada experiencia 
para solución del problema. 

Expone diversas leyes del fenómeno y estudia en cada una de- 
terminados factores, como el juego, la curiosidad, los contrastes, 
los incentivos, etec., que influyen en la educación y evolución de la 
atención. Sus normas como las de los dos autores anteriores, no 
resuelven el asunto de manera satisfactoria. Sin embargo convie- 
ne tenerlas a la vista y aplicarlas corrigiendo sus deficiencias. Los 
de Van-Biervliet son los mejor sistematizados y los más concordan- 
tes con el desarrollo infantil 

A pesar de todo la educación de la atención es aún un proble- 
ma insoluble para la Pedagogía. El maestro con unas cuantas re- 
glas o múltiples normas, no sale airoso y triunfante de su cometido. 
La Psicología le ha prestado algunos auxilios, le ha proporcionado 
datos valiosos; pero nunca podrá suministrarle el sello de divini- 
dad necesario para someter varios corazones infantiles al imperio 
absoluto de sus labios. 


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JOAQUIN LORENZO * LUACES 


POR EL DR. EMILIO BLANCHET 


Catedrático del Instituto de Matanzas 


Oportuno sería que al siguiente ligero estudio sobre las pro- 
ducciones poéticas de Luaces precediera la biografía de éste; mas, 
por carencia de suficientes datos, me limitaré a escasas noticias. 
En 1826, nació en la Habana; durante algún tiempo, estudió el 
Derecho; y, al cabo, dedicóse enteramente a la poesía, olvidando 
que ésta, en los países de lengua española, recompensa con exigua 
eloria y scbradas privaciones y amarguras hasta los más esclare- 
cidos ingenios. Cariñosamente forzado por la amistad, publicó 
Luaces sus primeras composiones. 

Amantísimo de Grecia antigua, esplendoroso templo de las be- 
llas artes y letras, así como de la filosofía, evocaba con su fogosa y 
rica imaginación á Leónidas inmolándose en las Termópilas, las 
batallas de Maratón y Salamina; escuchaba a Sócrates y Demóste- 
nes; se embelesaba en el incomparable Partenón. Agonía moral 
sin término debió ser la suya, viviendo en una sociedad indife- 
rente casi toda a los encantos estéticos, entregada al mercantilis- 
mo o la molicie, servilmente sumisa a los gobernantes; oyendo con 
frecuencia el estallido del látigo y los ayes del esclavo. ¡Y él, ge- 
nuino poeta, idealista sincero, ansiaba proezas para asuntos de sus 
odas, los tesoros artísticos de Italia, los paisajes de Suiza, la vida 
intelectual de París o Alemania! Alcanzó la trágica época de 
O'Donnell; sintió, por decirlo así, estremecerse bajo sus plantas la 
tierra cubana, anunciando el gran terremoto social de 1868, tan 
fecundo en santas aspiraciones, en desengaños, en desventuras, en 
horrores! En vez de excitar indirectamente el patriotismo cele- 
brando a héroes erjegos, apetecía ser el Tirteo de sus compatriotas, 
combatir por su libertad; pero no se lo permitía su endeble salud. 
Destino cruel! Falleció días antes de celebrarse en el Liceo haba- 


* Este era su apellido paterno. 


94 EMILIO BLANCHET 


nero la victoria literaria por él obtenida con su oda El trabajo! 

Con deliciosa naturalidad, fluida versificación, buen colorido 
local, lindos rasgos de ternura, sobre asuntos campestres, cubanos, 
compuso Luaces romances, tan recomendables, por lo menos, cual 
análogas producciones de Vélez Herrera, afamado por su destreza 
en pintar escenas y tipos de nuestros campos. Gracioso es El sinm- 
sonte; bello, Nobleza; muy sentido y amoroso, Confianza; admira- 
bles, Soberbia, Desquite, Celos; qué bien expresa Quejas el rendi- 
miento de un enamorado no correspondido! En Desdenes, juicio- 
samente y con punzante burla reprende una ¡joven a interesado 
pretendiente, como prueba este fragmento: 


Que preguntaste en el pueblo 
si es de mi padre la estancia 
y que hiciste un gesto amargo 
al saber que era arrendada; 
mas que luego te animaste 
al ver lo que redituaba 
y lo fértil de las tierras 
que hay del valle a la cañada. 
Sé que también indagaste 
si las piedras de mi adorno 
eras finas o eran falsas... 

No son esos los informes 
que inquiere el hombre que ama, 
si la avaricia no ha echado 
honda raíz en su alma. 

Por nadie has averiguado 
si soy ¡joven recatada; 
si mi padre es hombre honrado * 
ni si fué mi madre casta; 
si tengo el genio apacible; 
si hay en mi conducta mancha; 
si soy una buena amiga 
y seré buena casada. 


Y esperas mal, esperando 
que a ti vuelva la mirada, 
porque un alma que se vende 
ninguno debe comprarla 
y si la quisiera alguna, 
sólo por extravagancia, 
un doblón daría por ella, 
no el amor de una muchacha. 


* Se descuidó Luaces, terminando en ado tres versos impares seguidos; antes, usó un verso 
libre donde correspondía uno asonantado. 


JOAQUIN LORENZO LUACES 25 
En La ausencia ocurre este recomendable trozo: 


Aquella palma criolla, 
la palma de los recuerdos, 
a cuyo pie se elevaba 
aquel agradable asiento 
donde, fingiendo decirme 
traidoramente un secreto, 
en la abrasada mejilla 
recibí tu primer beso, 
del cereado forma parte 
que encierra el limpio terreno 
donde las vacas retozan 
con sus manchados terneros. 


. 


Si no me adoras, ingrato, 
no me lo digas, al menosj 


En El ¡uerto de Guanajay, cuadrito excelente, figura un galle- 
ro que, en un minuto, había jueado hasta dos años del sueldo que 
eanaba trabajando de mayoral; descríbese acertadamente una pe- 
lea de gallos. Preseripciones y Provocación parecen páginas del 
romancero de El Cid; en el comienzo de Casiigo, epílogo de la últi- 
ma poesía mentada, leemos: 


Puedes decir a tu padre 
que el insulto está vengado! 
Puedes decir que me quieres! 
Puedes vestirte de blanco! 


J"en passe et des meilleurs. Indudablemente son los romances 
de Luaces uno de sus más seguros títulos á la gloria. Sin embargo, 
quién los recuerda en Cuba? 

Como Lupercio Argeñnsola y Arquijo, sabía Luaces cincelar 
sonetos; de manera palpitante, describe en La salida del cafetal 
un caballo: 


Tasca espumante el argentino freno 
El bridón principeño generoso; 
Enarca el cuello en ademán rijoso, 
De noble ardor y de soberbia lleno. 

La dura boca en el membrudo seno 
Exhela un resoplido estertoroso 
Y bate con estrépito ruidoso 
Con fuerte callo el desigual terreno. 


26 EMILIO BLANCHET 


Suelta la crin de la ondulante cola, 
Abierta la nariz, el ojo esquivo, 
Poco es el llano a su impaciencia sola. 
Salta mi bien, al fin; toma el estribo, 
El restallante látigo enarbola 
Y parte el bruto, con su carga, altivo. 


En el séptimo verso, deploro dos lunares: el de parecer boca 
sujeto de dos oraciones, siéndolo de una solamente; es ripio gran- 
de calificar de ruidoso el estrépito. La orgía romana, célebre cua- 
dro de Couture, inspiró a Luaces el soneto de igual título; en el 
dedicado a Junio Bruto, se atribuye a este cónsul la siguiente ex- 
clamación, oportuna y bella: 


Jmuerecia ha muerto, pero Roma es libre! 


¿Cómo pudo el autor llamar a Marco Bruto Atlante que la pa- 
trig sostenta? Ni hubo tal cosa ni con él murió la libertad romana, 
extinta desde mucho antes. En el cuadrito La muerte de la bacan- 
le, ésta, yacente en un camino, a efecto de la embriaguez, y ardien- 
do en lubricidad, rabia de verse sola y, sin embargo, expira go- 
zando: contradicción reparable! 

Con este raseo hermoso termina el soneto sobre el levanta- 
miento del país lombardo-veneciano contra el Austria: 


Y exhaustas ya las generosas venas, 
Sólo pueden alzar en monumento 
Venecia ruinas y Milán cadenas. 


Casi la mitad de los sonetos de Luaces permanece inédita, se- 
eún he leído. 

Con poca fortuna, escribió Luaces poestas morales, tal vez por 
rivalizar con Milanés. Al oir el nombre del mentado género, frun- 
cen muchos el ceño, recelando sermoneo fastidioso; pero es injus- 
ticia notoria, cuando sabe el autor ofrecer cuadros interesantes, 
ensalzar dignamente hechos heroicos, de donde infiera por sí mis- 
mo el lector saludables enseñanzas y le resulten estímulos nobles. 
En artístico plato de oro, ha encontrado manjar provechoso y ex- 
quisito. Recuérdese a Píndaro, águila del lirismo; al reflexivo Ho- 
racio, tan dado a consejos; a Schiller, con su Infanticida y La 
Campana; a Víctor Hugo y su Oración por todos, Mirada a una 
boardilla; Lonefellow y su Excelsior, Salmo de vida, La construc- 


JOAQUÍN LORENZO LUACES 27 


ción del barco. ¡En esencia, qué son las odas heroicas y las filosófi- 
cas, sino excitaciones a la virtud, a cuanto ennoblece la humani- 
dad? Siga el poeta el rumbo que le plazca, siempre que nos haga 
“sentir, pensar, nos cautive con la belleza u hondamente nos mue- 
va, nos lleve a vislumbrar lo infinito, en la sublimidad. 

No descuellan las poesías morales de Luaces, como atestiguan 
La madre infame, La aguja y los alfileres, La joven mendiga, La 
flor en el cieno, Rosa, la hija del artesano. Sin embargo, en la pri- 
mera leemos: y 


Que no oculta la huella del delito 
El brillo temblador de los diamantes. 
La doncella que presta al loco amante 
La llave del honor, en el misterio, 
Fácil es prostituya, en adelante, 
El tálamo nupcial al adulterio. 


Hablando del expósito, exclama el autor: 


Y es fruto del amor; entre placeres 
. Y apasionados raptos concebido! 
Y luego... ¡y tales madres son mujeres! 
Abandorado al hambre y al olvido! 


Por extremo sorprende encontrar en la composición este verso: 


Miréis espectro de apostura umbría 


y lo mismo sucede con tormenta borrascosa, en La joven mendiga. 
¿Cómo no advirtió esas eraves faltas escritor tan esmerado e ins- 
truído? No fué acierto, ni con mucho, en La aguja y los alfileres, 
convertir éstos en distintivo de la aristócrata opulenta, con visos 
de liviana. Apruebo esta máxima: 


Que la mujer esclava de las modas 
Las alas tiende con que vuela al vicio, 


no así la interjección fina 
Alfiler tentador, yo te desprecio! 


¿No usan acaso alfileres la dama y la hija del pueblo? 


28 EMILIO BLANCHET 


Contemplando a una joven mendiga, con fundamento sobrado 
dice el poeta: 
Que no tiene el honor en nuestra vida 
Enemigo mayor que la pobreza. 


Más adelante agrega: 


¿Mirarla no es terrible 
Sola y hermosa... joven... y mendiga? 


La mejor composición de la serie que vengo examinando es La 
vida, muy celebrada por Mitjans. 

El poema Cuba, de cuatrocientas octavas reales, distribuídas en 
cuatro cantos, es brillante y oriental derroche de fantasía y her- 
mosas estancias, imitando el autor al millonario que, en sólo una 
fiesta, disipa inútil e irreflexivamente un caudal. Ni en manos de 
tan verdadero y hábil poeta como Luaces, produce hoy efecto la 
Mitología. El, procurando justificar su error, dijo en una adver- 
tencia: “Como he tratado de rendir culto a las exigencias del siglo 
en las más de mis composiciones, he creído que podía dar algún 
esparcimiento al espíritu, emprendiendo una obra de mera fan- 
tasía. ” * 

Mostrando a diversas personas ilustradas el trabajo, opinaron 
unas que debía conservarse; otras, lo contrario, condenando la vo- 
laptuosidad de varios trozos y el empleo de la Mitología. Substan- 
cialmente, dicho poema es una alegoría tocante a la formación de 
Cuba, desprendiéndose de Yucatán. 


140 


La molicie de la sociedad cubana en aquella época, según sos- 
pechó Fornaris; a mi parecer, el entusiasmo por Grecia antigua, 
sugirieron a Luaces 116 anacreónticas (locales, 85; mitológicas, 
las restantes), granjeándole, si bien era extemporáneo el género, 
más lectores que sus obras capitales. Están escritas en armoniosos 
heptasílabos y ofrecen fugaz y grato pasatiempo, sin desmerecer 
de Villegas ni Meléndez, como puede comprobarse con la La estatua 
de Cupido, El secreto, Las ciencias, La copa, Invitación al amor, 
La abeja y los panales. Dadas las diferencias mil entre el siglo de 


* Revista de Cuba, t. Xx, págs. 4123. 


JOAQUIN LORENZO LUACES 29 


Anacreonte y el nuestro, sólo muy lejos puede un poeta moderno 
seguir las huellas del placentero cantor nacido en Teos; bástale 
conservar la índole de sus composiciones. En la tarea, no faltan a 
Luaces travesura ni gracia. En semejantes retozos y vuelos de ma- 
riposa, se nos presenta como Hércules entretenido en tejer guir- 
naldas. 

Unánimemente conceden a Luaces eminencia en las odas filosó 
ficas y las heroicas. Poeta legítimo, de alto vuelo, de la estirpe de 
Herrera, Quintana y la Avellaneda, puso a disposición de su estro 
versificación espléndida, amplios conocimientos, dominio del idio- 
ma, envidiable gusto, sólida cordura. Canta por espontánea inspi- 
ración, por imperiosa necesidad de comunicar nobles pensamientos, 
profundas meditaciones, sentimientos generosos; canta como en- 
tre solemnes murmullos; alza el cedro del Líbano su copa, cual se 
remonta el cóndor, victorioso rival del águila; jamás pulsa la lira 
por aplausos y dinero, indiferente el alma. En sus odas percíbese el 
trabajo del poeta erudito; no suelen embelesarnos la ternura ni 
aquel amor al campo que dictó a Virgilio deleitables versos; mas, 
si anheláis el belicoso ardor de Tirteo, pindárico homenaje a las 
grandezas de la civilización y sus campeones, quedaréis satisfechos. 

Creyérase salmo de David la Oración de Matatías; respira el 
bélico ardor, el fanatismo, de un sectario de Mahoma, en la época 
de la propaganda con el alfanje, el Canto de Kaled; se le asemeja 
el del Cosaco, en brío. Rebosa éste en la estrofa última, que dice: 


A la muerte, al combate, al saqueo! 
hurra al ezar, al señor de la tierra! 
rompa audaz nuestro canto de guerra 
de los cielos el cóncavo azul! 

El vapor de la sangre vertida 
yergue al fuerte y al débil agobia... 
como a Varna, París y Varsovia, 
hollaremos la regia Stambul. 


¡Cuán estérilmente lanzó Luaces una Invitación al trabajo y la 
concordia, donde se encuentran estos versos: 


Atrás! atrás! espíritus mezquinos, 
Almas sin fe, generación bastarda; 
De vosotros no espera sus destinos 
La patria que, por ásperos caminos, 
Con firme pecho al porvenir aguarda, 


30 EMILIO BLANCHET 


En la celebrada Caída de Missolonghi, palpitante de vida 
energía, señalo estos lugares: 


V 


Primero que la mano a las esposas, 
Presentar al acero el corazón! 


Antes que el cuerpo al vencedor lascivo, 
El alma dar econ entereza a Dios. 


Las sombras ya palpitan de entusiasmo 
De vuestros nobles, bravos ascendientes. 
AMí está Maratón! Mirad, valientes, 

Dónde Platea y Salamina están! 

Cuando triunfantes del Islam impuro 

La santa eruz elevaréis, gloriosa, 
Rompiendo el mármol de la tumba honrosa, 
Vilopemén la frente asomará. 


Duele tropezar en poesía tal con este galicismo: “Si el turco 
se debate.?” 

¡Con qué maestría y cuánta elevación de numen pintó Luaces el 
hundimiento de Varsovia y el último día de Babilonia! Austero 
como Daniel y pregonando importantes verdades, contempla el 
poeta la orgía final de Baltasar en salón deslumbrante, los encan- 
tos y atavíos de beldades, la pompa de los magnates; aspira los 
aromas de flores, exquisitos manjares y pebeteros; deléitase con la 
música de instrumentos y armoniosas voces. Súbito, resuenan la 
oritería de los persas invasores, el choque de las armas; surcan lla- 
mas la humareda del incendiado alcázar, cúmulo de preciosidades; 
por fin, encadena Ciro a la soberana del Eufrates, ciudad de mura- 
llas y pensiles prodiglosos. 

Place en La luz cómo describe Luaces la creación, bañada por 
tan mágico finido, fuente de bellezas infinitas; pero causa penosa 
extrañeza que, entre sus beneficios, puerilmente mencione el de 
facilitar a enamorado mancebo la delectación de ir contando las 
hebras que forman la cabellera de su amada; * hasta es inverosí- 
mil entretenimiento semejante. En cambio, apenas habla del iris 
el autor, del iris, puente quizás ideado para que bajen a la tierra 
las ilusiones más puras y poéticas; olvídase el espejismo, singular 
fantasmagoría, pasatiempo de hadas traviesas, el arte fotográfico, 

* No pudiera el garzón, hebra por hebra, 


De la virgen hermosa 
Contar, rizo, el magnífico cabello. 


JOAQUIN LORENZO LUACES 31 


hoy auxiliar de industrias, de ciencias, por ejemplo, la astronomía, 
para copiar instantáneamente fenómenos de los astros. ¿Cómo se 
olvidó la aurora boreal, hija de la electricidad ciertamente; pero 
que de la luz recibe atractivo incomparable ? 

Bien merecido homenaje tributó Luaces al ilustre D. Felipe 
Poey, dedicándole su oda filosófica o poemita. didáctico La natura- 
leza, ya descripción, ya elogio del universo. A la par que celebra 
Mitjans su estro y pompa, confiesa que, hasta cierto punto, es un 
inventario de los reinos animal, vegetal y mineral. * En el preám- 
bulo dice el autor fundadamente: 


El verso desbordado 
Se precipita audaz y se resiste, 
Aunque mi pecho fatigado gima, 
Al verse entre las redes subyugado 
Con que humilla al poeta electrizado 
La pompa estéril de la inútil rima. 


¿Para qué vate, aun de los mayores, no ha sido muchas veces el 
verso un lecho de Procusto y, el consonante, una sirena pernicio- 
sa? Al punto que, en manos de Chateubriand y Lamartine, ha 
llegado la prosa, con ésta cumplidamente se expresa la poesía, 
quiero decir, cuanta belleza o sublimidad atesoran el mundo físico 
y el moral. 

- Por abarcar demasiados seres y objetos, casi nunca principales, 
resultó frío y vago un bosquejo para cuyos trazos era tan adecua- 
da la musa de Luaces. ¿Por qué no se detuvo en el sol, regulador 
y alma de planetas, manantial de bellezas y beneficios innumera- 
bles; en la Vía láctea, donde se aglomeran millones de estrellas, ca- 
mino de las almas en su regreso a Dios, conforme a bella supers- 
tición india; en las providenciales corrientes oceánicas, proveedo- 
ras de frescura o calor a diversos países? Olvidó los huracanes, 
que desarraigan, cual yerbecilla, árboles corpulentos, derriban edi- 
ficios, estrellan enormes bajeles; las inundaciones del Nilo, anti- 
guamente atribuídas a una piadosa lágrima de la diosa Isis y que 
salvan de esterilidad y muerte a Egipto; los terremotos, que ma- 
tan a millares de personas, reducen a escombros ciudades populo- 
sas y hacen desaparecer en dilatada grieta del terreno una aldea, 
como en las fauces de la ballena mísero pececillo. ¡Qué bien hu- 
biera descrito el poeta las cascadas del Ieuazú, el salto del Te- 


* Ob. cit., pág. 300. 


* 


32 EMILIO BLANCHET 


quendama, lagos tan divinos cual el de Como, el de Zurich, el Le- 
mán, los arrebatos del Amazonas, que arrasan caseríos y selvas, el 
manto imperial de sus aguas, donde lucen seiscientas islas y la in- 
mensa Victoria regia; los Andes, con sus páramos, sus abismos, 
sus tremendas borrascas de nieve, sus portentosos volcanes, por 
ejemplo, el Cotopaxi, el Sangay, y el recuerdo del sublime general 
San Martín. 
La bella oda Ultimo amor, concluye dignamente así: 


El corazón, con rápido latido, 
““Cantor, con una amante, 
Así me dice, encontrarás consuelo. ?? 
Yo quiero obedecer. ¡Arda incesante 
El fuego del amor! Venid con rosas, 
Ch, driadas de mis campos, amorosas! 
Alzad al cielo un himno delirante! 
Mirad mi desposada! Lluevan flores! 
Yo, Cuba, te proclamo 
La virgen de mis últimos amores! 


A instancias de D. José Ramón Betancourt, autor de la novela 
La feria de la Caridad, compuso Luaces un canto en honor de Ci- 
ro Field, y muy merecidamente obtuvo el primer premio en los 
juegos florales celebrados en 1859 por el Liceo de la Habana. En 
la brillante estrofa primera, nótase la incorrecta transposición: 


De buena voluntad paz a los hombres! 


Sin duda sería preferible llamar puente y no sierpe al cable sub- 
marino, por existir mayor semejanza en su destino y, también, 
porque implica maldad el segundo nombre mentado. 

Celebro el rasgo contenido en este renglón, refiriéndose al An- 
tieno y el Nuevo Mundo: 


S1 Dios los separó, Field los enlaza. 
Propios son de la oda heroica los siguientes versos: 


A tu sonoro acento, 
El eléctrico alambre se escondía 
Y al encendido oriente 
Y pálido occidente 
Como rayo flamígero corría, 
Los ocultos abismos visitaba 


JOAQUIN LORENZO LUACES 33 


Y a las opuestas playas se acercaba. 
Llegó, por fin, llegó! De lo profundo, + 
Incólume surgió! Cielos, victoria! 

Oh, triunfo digno de eternal memoria! 
Cumplida está la comunión del mundo! 


Continuando la estrofa, dice el autor que las naciones, ligadas 
por el poder magnético, se agrupan en legiones y, aunque perezcan 
todas las naves del mundo, quedarán congregadas. Juzeo inadmisi- 
bles, por impropias, las palabras subrayadas. Á veces incurre Lua- 
ces en defectos fácilmente evitables y que no se esperaban de eseri- 
tor tan bien dotado y estudioso y que mucho se esmeraba en sus 
producciones. 

En la misma composición merecen recordarse los siguientes 
Versos: 


Ciro, Cambises, Alejandro, César! 
Pasad en vuestros carros y corceles, 
Que de cien pueblos la eerviz hollaron! 
Pasad! Vuestros estériles laureles 
El incendio y la muerte marchitaron, 
Pero no los de Field... Ellos florecen 
Y sin sangre ni llanto reverdecen. 
Vedlo si no! Con diestra inmaculada 
Del sabio ilustre conquistando el solio, 
Ha subido al moderno Capitolio, 
Laureado y solo, sin pavés ni espada. 


No creo a Cambises digno de citarse con Ciro, Alejandro 
Magno ni César. No era Field un sabio, sino un hombre emprende- 
dor, de perseverancia y energía sumas, gracias a las cuales realizó 
una maravilla, dando extensión inaudita a un medio de comunica- 
ción ya usado en varios países. 

Infinído Luaces por el notable abogado y filósofo D. José Ma- 
nuel Mestre, escribió en doce día, para los juegos florales del Liceo 
habanero, en 1867, su oda El trabajo, que, sin haberla leído, alaban 
algunos. Unánimemente y con entusiasmo, asignóle el primer pre- 
mio el jurado, en que figuraban Mestre y Piñeyro. 

En admirables estancias, contrasta el autor los recursos de que 
nacen provistos los animales y, en igual caso, los del hombre, quien 
desquítase después, dominando el mundo con su inteligencia y el 
trabajo, Bien dice Luaces: 


34 EMILIO BLANCHET 


Y ¡guay del pueblo que, en quietud culpable 
Y en enervante ociosidad, dormita! 
Mirad la feria estable 
Del profanado golfo de Guinea!... 
AMí donde sus ramos vigorosos 
Extiende el baobab; con anchos ríos, 
Profundos lagos y altaueros montes; 
Bajo un sol esplendente, 
Perfumes aspirando en el ambiente; 
Selvático, feroz, sórdido, insano, 
Parece herido en la tostada frente 
De eternal maldición el africano. 


Danle en vano sus tierras a porfía 
Los frutos de más precio, 
Que desdeña con rudo menosprecio 
Su selvática y rústica apatía... 


*“Derriba el árbol por lograr el fruto?”, 

Y rendido a medroso vasallaje, 

Déspota en el hogar, siervo en la plaza, 
Por esposas austeras * 

Adopta esclavas, yermos por fronteras, 

Por víctima aceptable, al menos fuerte, 
Monstruos por dicses; por monarcas, fieras; 
Por código el terror, por ¿juez la muerte. 


En Síbaris vemos las grandezas del trabajo reemplazadas por 
la infelicidad y el envilecimiento, amareuísimos frutos de la moli- 
cie y ociosidad. Gallardamente describe el poeta los bienes y mara- 
villas que, de su laboriosidad, obtienen las naciones cultas y aeti- 
vas; en arranque propio de su patriotismo, pide a los cubanos que 
imiten modelos tan nobles. 

Al proclamarse el nombre del vencedor preeminente en los 
juegos florales antedichos, el brillante concurso reunido en el Li- 
ceo habanero supo con emoción profunda que ya dormía en el se- 
pulero el digno cantor del trabajo. Cual guerrero que perece ape- 
nas realizada una hazaña, expiró Luaces legando a su patria gelo- 
riosas rimas. No le permitió la muerte escribir su proyectada com- 
posición en alabanza de Juárez. 

Afanóse Mitjans en demostrar que, por sus odas, a Luaces y no 
a Heredia corresponde ser colocado después de la insigne Avella- 


* Opino que, por la tiranía del consonante, impropiamente usó aquí el autor la palabra 
austeras. 


JOAQUIN LORENZO LUACES 35 


neda. Creo vanas y aun expuestas a injusticias comparaciones se- 
mejantes, por cuanto no puede medirse con matemática exactitud 
el mérito literario. ¿No basta con saber que era notable el de 
Luaces? Con asombro del sentido común, aseguró D. José Forna- 
ris que principalmente dimana la energía poética de aquel de 
usar muchos adjetivos rotundos y onomatopéyicos, como triforme, 
rijoso, membrudo, truculento; sustantivos tomados de la historia 
y la mitología, como Eumérides, Tebaida, trípodes, hecatombes; 
frases que expresan con vigor la acción, como taladra el Suez, fata- 
ga a los dioses, lanza el Egeo al Arábico. * ¡De qué hubiera servi- 
do indumentaria tal a un cuerpo mezquino y feo? 

Según Piñeyro, “ascendía (Luaces) en su vuelo lírico a cum- 
bres a que Heredia y la Avellanada únicamente llegaron, a que 
no alcanzó ningún otro poeta cubano, pero faltáronle las gracias 
seductoras de estilo y de lenguaje que van derechamente al cora- 
zón. No nos ha legado una sola de esas composiciones espontáneas, 
armoniosas en todas sus partes, que se graban en la memoria y pa- 
san de boca á boca.?” 

Escuchemos a Menéndez y Pelayo, coloso de la literatura espa- 
ñola: ““Nos parece el tercero en mérito entre los poetas de la isla, 
inferior a la Avellaneda, a quien por todo género de razones co- 
rresponde el primer lugar: inferior también a Heredia, pero su- 
perior a todos los restantes. Su entonación es la de Quintana o más 
bien la de Tassara, cuya influencia en la poesía americana ha sido 
extraordinaria. * Versificador robustísimo Luaces y enamorado 
en demasía de la pompa y rotundidad del período poético, suele 
abusar de su fuerza y caer en lo enfático y deelamatorio, que son 
el escollo del género en que principalmente hubo de ejercitarse. 
Pero es grande la pujanza de su fantasía e irresistible el empuje 
con que corre en sus estancias el raudal de la palabra sonora, ven- 
ciendo todas las esquiveces y reparos del gusto. La sobriedad era 
incompatible con su índole; pero en medio de su abundancia des- 
pilfarrada y viciosa y del continuo alarde que hace del vocabula- 
rio descriptivo, tiene, mo obstante, relativa corrección de gusto y 
de lengua, muy rara en los poetas cubanos de la última era. Por 
naturaleza propende a las regiones más elevadas del arte lírico...?” * 

Para la sección cubana de la Antología de poetas hispano-ame- 


* Revista de Cuba, t. X., págs. 562-3. 
* Esto es inexacto relativamente a Cuba. 
* Antología de poetas hispano-americanos, t. 11, Introducción, págs. XLVI y VII. 


36 EMILIO BLANCHET 


ricanos escogió Menéndez y Pelayo La naturaleza, el Canto de Ka- 
led, La muerte de bacante, El último día de Babilonia, Caída de 
Missolonghi, La luz, La oración de Matatías, El trabajo. 


HI 


En Europa, un triunfo escénico recompensa al autor con lau- 
reles y considerables ganancias; en Cuba, si por gran casualidad 
se representa la producción de un hijo del país, mezquino por ex- 
tremo resulta el fruto en gloria y dinero. Las huenas compañías 
dramáticas, a su paso más o menos rápido, no suelen prestarse a 
estudiar obras nuevas, porque traen repertorio ya sancionado en 
Madrid, y muy practicado; por otra parte, el público siente des- 
vío por las piezas que la antedicha capital no haya refrendado. Vo- 
cación irresistible necesitó Luaces para escribir composiciones tea- 
trales sin probabilidad de que pasaran por el erisol de la represen- 
tación. 

En la primera de las tres guerras suscitadas por la ambición 
lacedemonia a Mesenia, * llesó ésta a verse en situación desespera- 
da. Consultado el oráculo de Delfos, exigió la inmolación de una 
virgen de regia estirpe, señalada por la suerte. Anulado, por erró- 
neo, el primer sorteo, brindó su hija el valeroso príncipe Aristo- 
demo, impulsado por fanatismo patriótico y religioso; quizá bus- 
cando popularidad que, en futuro día, le encumbrase al trono. En 
vano, el amante de la doncella manifestó ficticiamente,, por salvar- 
la, que ella le había sacrificado su honra. Enfurecido Aristodeme, 
consumó la inmolación. Por ésta y su mérito militar, le ciñeron la 
corona, así que, en una batalla, pereció el soberano. Aunque mejo- 
ró para Mesenia la lucha, como en premio celestial a su terrible 
holocausto, en sueños vió Aristodemo a su hija, vestida de negro y 
mostrándole su herida, en reconvención abrumadora y silenciosa, 
que le movió a suicidarse, expiatoriamente, sobre la tumba de la 
víctima sin mancha. 

Como al insigne poeta italiano Monti, a Luaces parecieron los 
referidos sucesos adecuado asunto para una tragedia; pero, consi- 
derando fundadamente que la sencillez de Sófocles y Eurípides no 
eustaría, en análogas obras, a un público moderno, complicó su 
trama, introduciendo el criminal y frenético amor de Theon, sumo 


* País fértil, hermoso, abundante en ganado, inmediato a Laconia; la primera lucha con 
ésta duró de 744 a 724 A.C, y le resultó adversa, 


JOAQUIN LORENZO LUACES Ey 


sacerdote de Júpiter, y el enlace de Cleonte y Aretea, hija del pro- 
tagonista. Por no haber sido fiel al molde helénico, tachan de fra- 
casado a Luaces los notables literatos D. Aurelio Mitjans y D. En- 
rique Piñeyro. Es verdad, si él intentó, lo cual no consta, una com- 
posición digna de incorporarse a la serie de Edipo rey, Antígona, 
Medea, Hécuba, Prometco encadenado, etc. Para ningún género li- 
terario existe un patrón exclusivo, invariable: si consiste la trage- 
dia en una acción desarrollada entre personas de alta categoría y 
donde la puera de las pasiones e intereses alcanza la mayor vio- 
lencia y produce temerosos efectos, ¿quién podrá, con justicia, ne- 
gar a Luaces la gloria de haber escrito, en Aristodemo, una verda- 
dera tragedia, que subyuga nuestra atención y conquista nuestros 
aplausos con bien trazado plan, oportunos incidentes, admirables 
peripecias, caracteres muy verosímiles y bien sostenidos, diálogo 
vivo, natural, versificación sobria, robusta? Esta peca por dura en 
alguna que otra ocasión; los que en ella censuran poca melodía ol- 
vidan que, en una obra de teatro, es menos necesaria que en la 
oda, en la elegía. 

Aunque someramente, analizaré la mejor producción dramática 
de Luaces, comprobando mis asertos. Comienza el primer acto do- 
liéndose el príncipe Aristodemo y el sumo sacerdote Theon de los 
desastres patrios y se van indicando el carácter de cada personaje. 
Al querer el último atribuir a los dioses irritados el infortunio de 
Mesenia, cual harían en semejante caso colegas de cualesquiera 
otras religión y tierra, ya en la antigúedad, ya en nuestra centuria, 
prorrampe enérgicamente Aristodemo: 


Qué!, los dioses? Calla, 
Sacerdote de Júpiter, y escucha, 
Que a hablarte voy como los buenos hablan. 
Tú sabes mi piedad... Del fiel, del justo 
Apito descendiente, aquí en mi alma 
Reina la religión. En los consejos, 
En el duro estridor de las batallas, 
En el hogar doméstico, me has visto 
Venerar a los dioses. En sus aras 
Perfumes exquisitos he quemado, 
Sus paredes cubrieron mis guirnaldas, 
Mis trípodes sus pisos; sus columnas 
Con mis victorias su labor esmaltan, 
Y de cien hecatombes con la sangre, 
Por mi entusiasta mano derramada, 
He bañado, en solemnes sacrificios, 


38 EMILIO BLANCHET 


El blanco pedestal de sus estatuas. 

Pues bien... Si yo creyese un solo instante 
Que esas deidades, por mi amor honradas, 
Entregasen la mísera Mesenia 

Al yugo de ese pueblo que levanta 

Sobre el Eurotas la soberbia frente, 

Que herir debiera celestial venganza, 

Si esos dioses, repito... 


¡Dioses que hicieran con Laconia alianza 
No pueden ser mis dioses! 


Deseando Aristodemo alejar del teatro de la guerra a su hija 
Aretea, por él adorada, proyecta casarla con el hijo del soberano 
de Arcadia; pero ella, secretamente esposa de Cleonte, rechaza el 
enlace, que desaprueba el infame Theon, apasionado de la joven. 
De momento en momento, se van vislumbrando próximas catástro- 
fes y desventuras. Arrepentida Aretea de haber contraído vínculos 
no sancionados por Aristodemo, dice: 


Desde entonces, oh, cielo, desde entonces 
Por las Furias sin tregua atormentada, 
Ni un instante consigue de reposo 
La hija criminal... Ni mis plegarias 
Ni mis ofrendas ni mi llanto pueden 
Tranquilizar mi espíritu. Asustada 
Me encuentro siempre, y al ligero ruido 
Que forma en estas bóvedas el aura, 

Me parece que el rayo del Tonante 
Sobre mi frente criminal estalla. 

En todas partes la terrille sombra 
Contemplo, de mi padre; su mirada 

Me llena de pavor, y su voz ruda 
Retumbando cual trueno en la montaña, 
Me grita sin cesar: ** Maldita seas, 


, 


Hija cobarde, corazón de esclava! ?” 


Anunciando los clarines que ya se encaminan al combate los 
guerreros, despídese de su esposa Cleonte, mostrándose ambos tan- 
to cariño, que excitan la rabia del sacerdote. 

En el segundo acto, conferenciando Theon con su inferior Me- 
las, dócil instrumento suyo, revela más su iniquidad, pues confie- 
sa que él mismo facilitó la secreta unión de Aretea ,quien, ligada 
a él como cómplice, accedería sin duda a sus deseos. Va a recibir 
un oráculo de Apolo, por él amañado, nueva malla de la red que 


JOAQUIN LORENZO LUACES 39 


está preparando contra su víctima futura. En la escena III, exi- 
giendo Theon los favores de Aretea, estréllase en su ingénita hon- 
radez y fidelidad conyugal. Amenazada con estas palabras: 


La humilde sierpe 
Que hollaste con el pie, de rabia henchida, 


Sacude el estupor, se desenrosca, 
Espesa espuma y tósigo destila 


Y se revuelve... y amenaza... y muerde, 
responde ella : 
Más horrible parece cuando silba. 
Después, altivamente, al oir esta jactancia, 


Los hombres y los dioses me obedecen... 
Sacerdote soy yo! 


replica: 
Y yo... Apetida, 


esto es, de regia cuna. 

Sobrevienen Critias, presidente del Senado, varios miembros 
de éste y Cleonte y tras participar a Theon el primero derrota re- 
ciente y la muerte del monarca, peleando con denuedo, pídele que 
sugiera un medio salvador. Aquel sacerdote, siempre fijo en su 
recóndito designio contra Aretea, indica un sacrificio humano para 
propiciar a Júpiter. Fundadamente responde Critias que hazañas, 
no imploraciones al cielo, necesita en aquel conflicto la patria. En 
hermoso arranque, así se expresa la mujer de Cleonte: 


¿Y olvidadas 
Dejáis vuestras mujeres, vuestras hijas? 
Qué! Nosotras, mujeres de Mesenia, 
Por infamante miedo pavoridas, 
Veremos impasibles que sucumba 
El último baluarte donde brilla 
La santa libertad?... Sólo daremos 
A tanta sangre con furor vertida, 
De los ojos el llanto miserable, 
Que nunca supo rescatar cautivas? 


40 EMILIO BLANCHET 


A mi acento, 
Las mujeres mesenias reiinidas, 
Volarán a salvar a sus esposos 
Y a sus padres con noble valentía, 
Transportando a sus pechos desmayados 
El patriótico ardor que nos domina. 
Armas tenemos! 


Después de vigorosa descripción de la antedicha batalla, hecha por 
Aristodemo y Cleonte, sucesivamente, es aclamado rey el primero. 


o 


En el tercer acto, entrega Melas a Theon el rollo de papiro don- 
de está el falso oráculo encargado por él a su deudo Sofonisbo, 
sumo sacerdote en Delfos, y en el cual, para salvación de Mesenia, 
preseríbese el holocausto de una virgen por cuyas venas corra san- 
ere de Alcides y Apito. Entretanto, aconseja Critias al nuevo sobe- 
rano el casamiento de su hija y Cleonte, a fin de formar dinastías. 
Examinado bien el asunto, consiente Aristodemo. En una confe- 
rencia con Aretea, fíngese arrepentido Theon y logra ser perdo- 
nado y, además, el juramento por la Estigia, el más formidable, 
aun a los dioses, de no revelar jamás, jamás, que, por ministerio 
suyo, estaba ella casada con Cleonte. ¡Cuán propia de la tragedia 
antigua es la horrible imprecación del sacerdote en tal cireuns- 
tancia! 


¡Parcas, furias, 
Divinidades todas del Cocito, 
Testigos sed! Si al juramento falta , 
Despedazad su cuerpo endurecido; 
Que escuche siempre el moribundo acento 
De las sombras del Tártaro; en su cinto 
Entretejed mil hórridas serpientes 
Que en su vil corazón encuentra nido; 
Que la persigan en la noche y día 
Clamores tristes, espantables silbos, 
Ayes de muerte, llantos infernales, 
Carcajadas, lamentos y rugidos... 
Que al morir, en su cuerpo, abandonado, 
Sin fúnebres honores, hunda el pico 
Bandada espesa de voraces buitres. 
En tanto que su sombra, con gemidos, 
Vague por las regiones del Erebo, 
Sin reposo encontrar siglos y siglos. 


¡Cuántos diabólicos artificios contra una mujer inocente! No 
satisfecho el monstruo, exige a Melas, en nombre de Júpiter, que 


» JOAQUIN LORENZO LUACES 41 


en el próximo sorteo de la víctima, aunque empleando fraude, sal- 
ga designada Aretea. Concluye el acto comunicando Critias a 
Theon, de parte de Aristodemo, el mandato de casar, al siguiente 
día, a dicha princesa con Cleonte. Regocíjase Theon viendo aproxi- 
marse la realización de su venganza. 

El sorteo de la hostia propiciatoria sirve de materia al cuarto 
acto. Ensañado Aristodemo por Theon, cree seguro el sacrificio de 
su hija y, en elocuente monólogo, muestra la lucha entre el amor 
paternal, en él muy vehemente, y el patriotismo, victorioso, al 
cabo. Considero sublime la exclamación final: 


Alza la frente! 
Yo soy Aristodemo! 


Las justas objeciones de Critias a la proyectada inmolación no 
corresponden a un griego de aquella centuria, sino a un filósofo 
de nuestros tiempos. Por inexplicable ofuscación de Melas, no co- 
mete el último la superchería dispuesta por Theon y, en conse- 
cuencia, sale de la urna el nombre de Ifita, hija de Licisco. Feliz 
pincelada de Luaces! Atribuyendo Melas su insistente error a Mi- 
nerva, afirma a Theon haber visto el airado semblante de aquella 
diosa, la cual reprobaba el engaño. Contesta el sacerdote: 


Miserable! 
Tú te burlas de mí! 


Grandioso y muy terrible es el quinto acto, donde revienta la 
tempestad, cuyas nubes han venido acumulándose. En la primera 
escena, oprime a Theon profunda tristeza, quizá por espirante 
destello de conciencia; quizás pensando en la definitiva desapari- 
ción de la mujer codiciada. Creyendo Aristodemo segura la inmo- 
lación de Hita, exáltase con la esperanza de que luzcan para Mese- 
nia días mejores. Descorrida una cortina, vemos el santuario donde 
la execrable superstición ofrecerá un espectáculo, digno, por su 
salvaje ferocidad, de los templos aztecas; ante la imagen de Júpi- 
ter están las ínfulas, la corona, la cuchilla, el ara, la leña; a en- 
trambos lados, trípodes de bronce, plata u oro. Manda Theon que 
mancebos y doncellas entonen los himnos de ritual y se traiga la 
víctima: al Rey, como a presidente del acto, pide una invocación. 
He aquí una parte de ella: 


42 EMILIO BLANCHET 


¡Purifiquen sus almas religiosas 

- Las libaciones que en tus aras vierto, 
Derramando en sus miembros sabatidos 
Del noble Alcides el potente esfuerzo! 
Que al levantar en la robusta mano 
De la Mesenia el centelleante acero, 
Presenten al contrario aborrecible, 

En el combate atroz, almas de hierro! 
Que mire, en sus campiñas rescatadas, 
Del espartano los desnudos huesos, 
Blanqueando al sol, alzar, amontonados, 
A su gloria inmortal, nobles trofeos! 


La noticia de haber huído Ifita con su padre, origina en el con- 
curso divergencia grave, pues anhelan Critias y algunos más que se 
desista del sacrificio y por éste aboga, entre otros, el implacable 
Theon. Apoyándole, dice Aristodemo, extraviado lastimosamente 
por su religiosidad y patriotismo: 


A dondequiera que los ojos vuelvo, 
Buscando mis antiguos capitanes, 
Sólo cobardes y mujeres veo... 
Oh, dioses inmortales!, ¿es mi raza 
Esa manada tímida de siervos 
Que ya apresta de Esparta a las cadenas 
Los pies robustos y los brazos recios? 


Marchad a Esparta a recibir el premio 
De tan vil abyección!... No os necesita 
Ithome en su recinto... Huid, pigmeos! 
Nada exige la patria de vosotros... 
Sobra, para salvarla, Aristodemo! 


Después, pronunciando estas palabras: 


Hija del corazón!, los dioses crueles 
En tan borrible situación me han puesto... 
Muere por la salud de la Mesenia! 


separa del grupo de las vírgenes a Áretea para entregarla al vic- 
timario. Quiere aquélla descubrir su enlace, mas la contiene una 
mirada de Theon, quien se desentiende, al rogarle Aretea que ma- 
nifieste la verdad salvadora. Sumamente pálido, convulso, entre 
sollozos, abraza el Rey a su hija y, desprendiéndose de ella a duras 
penas, grita a los sacerdotes que la víctima está pronto. Condúcela 


/ 


JOAQUIN LORENZO LUACES 45 


Theon al sitio fatal; se arrodilla la joven, empuña el arma homici- 
da el victimario... ¡Qué momento de emociones para el especta- 
dor! Llega a su colmo el terror trágico. Brotan de grupos diferen- 
tes estas exclamaciones: “Gloria a Aretea!”” 


““Salud al Rey!?”” ““Perezcan los ateos 
Que a Jove han insultado! ??” 


En tan críticas cireunstancias, promete el abominable Theon a 
la princesa librarla, a trueque de un adulterio; mas recibe despre- 
ciativa contestación. Llega Cleonte, se apodera de Aretea y decla- 
ra que es su marido, lo cual no confirma ella, a causa del juramen- 
to por la Estigia, y niega Theon, aunque él mismo los había unido. 
Exasperado Aristodemo por lo que juzga artificio de Cleonte, 
aséstale una estocada que, interponiéndose, recibe Aretea, murien- 
do en breve. Mata el infortunado consorte al satánico sacerdote y 
aparece Melas, noticiando la retirada de los espartanos, atribuída 
por la imbécil muchedumbre a premio de la Divinidad por la 
muerte de Aretea. En todas épocas, ha engendrado la supersti- 
ción análogos delirios; habiendo florecido, excepcionalmente, un 
espino blanco, apenas comenzada la carnicería de hugonotes pres- 
erita por Carlos 1X Valois, figuróse el pueblo que así demostraba 
su aprobación la Providencia. 

Acaba la tragedia con suicidarse Aristodemo, después de expre- 
sar que, redimida la patria con sangre suya, debíase él a los manes 
de Aretea. No advirtió Luaces que tres muertes sucesivas en la es- 
cena, son peligrosas, contraproducentes. Además, alteró la ver- 
dad histórica. 

Por su plan hábilmente combinado, por la pintura de carac- 
teres, por sus situaciones y peripecias, es, en mi humildísima opi- 
nión, Aristodemo una de las mejores tragedias escritas en caste- 
llano. Según el notable literato D. Aurelio Mitjans, “cada acto, 
cada escena, cada discurso, encierra un interés vivísimo y crecien- 
te... Los detalles pasman, atraen, interesan y conquistan el aplau- 
so de nuestra admiración. Hay movimiento, hay vida, en los per- 
sonajes; hay verdad y elevación en sus palabras; hay arte y es- 
fuerzo felices en los puntos culminantes.?”? * Sin embargo, ni a 
D. Enrique Piñeyro ni a D. Martín González del Valle, autor de 


* «Estudio sobre el movimiento científico y literario de Cuba», por D. Aurelio Mitjans 
DÁgs. 358 y 359. 


44 EMILIO BLANCHET 


La poesía lírica en Cuba, parece autor dramático Luaces: juzgo el 
primero ** que, por la naturaleza de su talento, vigoroso y elevado, 
pero poco flexible no poseía grandes disposiciones para el arte de 
Shakespeare ni, tampoco, ciertas especies del lírico. Su inspira- 
ción, valiente, al mismo tiempo que contenida, no abrazaba de una 
vez muchos sentimientos, sino que marchaba directamente a la ex- 
presión de uno solo, ganando en energía y vigor lo que perdía en 
variedad e interés. La admiración y la indignación eran lo más 
adecuado a su temperamento de poeta y por eso descuella en las 
odas a Ciro Field, Lincoln, la caída de Varsovia, la de Missolonghi, 
un canto al Trabajo. Injustamente, a mi ver, censura Piñeyro el 
haber complicado la trama con el tipo de Theon: cabalmente influ- 
ye muchísimo en los terribles sucesos de la pieza. También tacha 
aquel literato la dureza de los versos y la extremada concisión: no 
me adhiero a tal sentencia. 

Refiere la historia que guerreando el rey escocés Jacobo 1V, go- 
bernante distinguido, pero inhábil militar, contra Enrique VIII 
Tudor, fué vencido y muerto en la batalla de Flodden * (1513). 
Por tener solamente un año y cinco meses su hijo y sucesor, encar- 
góse de la regencia la viuda. Casándose, en breve, con el conde 
Angus, quiso darle participación en el mando; mas se opuso la 
nobleza y confirióse el cargo al duque de Albany, causa de mucho 
descontento por sus arbitrariedades. Posteriormente, rigió Angus 
y mantuvo en estrecha dependencia a Jacobo V, quien, por que- 
brantarla ,retiróse al castillo de Stirling, donde numerosos próce- 
res se le unieron. Llegado a su mayoría, intentó el castigo del con- 
de Angus, no consiguiéndolo por la fuga del último a Inglaterra. 
Guerreó contra Enrique VIIT, por tratar éste osadamente de im- 
poner a Escocia el nuevo dogma británico; pero, faltándole el 
apoyo de su aristocracia, murió de tristeza (1542). Fué padre de 
la infortunada María Estuardo. Su propensión a la voluptuosidad 
no amortiguó su amor a la ley y la patria. 

Fundó Luaces su drama El mendigo rojo, en verso y cinco ae- 
tos, en la ficción de que, habiendo sobrevivido Jacobo IV a la derrota 
de Flodden, durante años estuvo escondido, haciéndese pasar por 
menesteroso, envuelto en raída capa, cuyo color originó su sobre- 
nombre, y preparando el momento de poner en el trono a su hijo. 
Le constituyó el autor en Deus cx machiná de tres acciones, a sa- 


** «Estudios y conferencias», págs. 2456. 
* Luaces pone erróneamente Feldon. 


JOAQUIN LORENZO LUACES 45 


ber, derribar en pro de Jacobo V al regente Angus, frustrar la ten- 

_tativa de este para volver al perdido puesto, conseguir que aho- 
gando el nuevo monarca su ardiente cariño a Clary, no estorbe la 
unión y felicidad de ella y el ex-paje John, quien resulta hijo bas- 
tardo del providencial Mendigo. En la sociedad literaria, habane- 
ra, El Ateneo, se discutió sobre la unidad de acción en dicha obra, 
impuenada por los Sres. Fornaris, Saavedra y Costales, sostenien- 
do el primero que había en el drama tres acciones, ninguna, el se- 
gundo; el tercero, que obscurecía el paje John al protagonista. En 
la sesión del 12 de Marzo, 1865, leyó el autor su defensa, más ¿jul- 
ciosa que las expresadas inculpaciones. Puede afirmarse que en 
los cuatro primeros actos se desarrolla el suceso principal o sea el 
definitivo advenimiento de Jacobo V al trono; convertido en epí- 
logo el quinto acto, mejoraría la composición. Reina en ésta gran 
movimiento; hay escenas y peripecias de vivo interés, ideas y sen- 
timientos bellamente enunciados; pero, en conjunto, merece más 
encomios Aristodemo. Hxagerada, inverosímiles, propias de una 
parodia, son la soberbia de Jacobo V y la altivez de John. ¿Qué 
soberano entabla duelo con un súbdito? Ocurren entradas y sali- 
das no justificadas; a distancia de pocas palabras, una persona em- 
plea, con el mismo individuo, el tratamiento de tú y el de vos. * 
Dada la gran diferencia de asunto entre El mendigo rojo y Trai- 
dor, imconfeso y mártir, de Zorrilla, no considero atinada la si- 
guiente aserción de Mitjans: ** “*Il pastelero de Madrigal es más 
interesante y majestuoso que el mendigo escocés, y, sus situacio- 
nes y conflictos, más dramáticos. ?” 

Compuso también Luaces la defectuosa tragedia Arturo de Os- 
berg, el descolorido drama El conde y el capitán, las comedias, fal- 
tas de las condiciones del género, El fontasmón de Aravaca, La es- 
cuela de los parientes, Dos amigas, El becerro de oro, A tigre y 
zorra, bulldog. ¡Cuánto afán completamente perdido! Puede afir- 
marse que en Aristodemo estriba la gloria dramática de Luaces: 
pero ¿son muchos los capaces de igualarla ? 


* Escena entre lord Seyton Walter. 
** Ob. cit., pág. 356. 


CONTROVERSIA CIENTÍFICA ? 


RÉPLICA 


POR EL DR. ALFREDO RODRÍGUEZ MOREJÓN 


Sr. Presidente de la Sociedad Cubana de Ingenieros; querido y 
admirado contrincante; señoras y señores. ' 

La primera noche que tuve el honor de dirigirme a vosotros 
para leer mis modestísimos trabajos, causa de esta polémica, 0s 
anuncié que en esta sesión explicaría las razones que la han moti- 
vado, así como también os pondría al corriente del porqué hube de 
esforzarme en definir las pirámides rectas y oblicuas. Consecuente 
con esta oferta daré lectura a la carta muy estimada que me diri- 
vió el querido amigo Juan Planas y que tiene fecha de 26 de Di- 
ciembre de 1911: 

““Pinar del Río 26 de Diciembre de 1911.—Dr. Alfredo Rodrí- 
euez Morejón.—Mi distinguido amigo: Han llegado a mis manos, 
aleo tarde, es verdad, pero no es por mi culpa, los números de Ju- 
lio 1910 y Julio 1911, de la Revista DE LA FACULTAD DE LETRAS Y 
CreNCcIaAsS, ambos con meritísimos trabajos de usted, en que se ve la 
cosecha que saca de sus afanes y desvelos. He admirado su tesis para 
el Doctorado por la tarea de pesquisas científicas que representa, 
y sobre todo, por lo atrevido de sus concepciones, de las cuales no 
soy partidario, auncue las admiro. Usted sabe, amigo Rodríguez, 
que de la discusión sale la luz. Yo quisiera poder discutir con usted, 
haciéndole ver los principios, opuestos a los suyos, que yo sustento. 
Le pido, pues, su autorización para entablar con usted una polémi- 
ca pública sobre sus dos trabajos citados, para impugnarle el pri- 
mero y demostrarle que lo que asegura en el segundo, o sea el va- 
lor del áneulo formado por dos tangentes, era ya conocido. El re- 
sultado de esta polémica no ha de influir para nada en la amistad 
que, sin conocerlo, le profesé, y que le sigo profesando, hoy que le 
conozco y que puedo apreciar sus méritos.—De usted affmo. ami- 
go, Juan Manuel Planas.—S. C. Martí 132.?” 


1 El presente trabajo es una réplica a la refutación hecha por el Sr. Juan Manuel Planas 
a la tesis por mí sustentada al optar al grado de Doctor en Ciencias (sección de las Físico-Ma- 


> 


temáticas) y al artículo titulado «Curiosidades Científicas». 


CONTROVERSIA CIENTÍFICA 47 


En los primeros momentos transcurridos después de la lectura 
de esta misiva, pensé contestar a mi querido amigo, negándome 
a aceptar la controversia que me proponía, pues ni mis numerosí- 
simas ocupaciones, ni los cuidados de mi familia, a la que dedica- 
ba todo el tiempo disponible, pues la enfermedad que aquejaba a 
mi padre se agravaba por días, ni el estado de mi espíritu profun- 
damente abatido por recientes deseracias, ni mis escasas condicio- 
nes de polemista, pues no estoy habituado a hablar en público, 
como lo prueba el hecho de ser ésta la cuarta o quinta vez que lo 
hago, no obstante que mi ¿juventud está ya en sus postrimerías; 
todas estas razones eran bastantes para negarme a echar sobre mí 
tan pesada carga, máxime cuendo después de todo, dado mi modo 
de pensar, nada absolutamente habría de ganar ni perder en esta 
contienda, perfectamente inútil si se tiene en cuenta que mis opi- 
niones, precisamente por ser mías, no han de tener valor alguno ni 
las ciencias han menester de ellas en lo adelante, como no leas nece- 
sitaron hasta ahora. Por otra parte, refractario por naturaleza a 
desempeñar el papel de actor y enamorado ferviente del de espec- 
tador, me aterraba la idea de desempeñar aquél y dejar éste; así 
es que pensé escribir a mi distinguido amigo todo lo antes expues- 
to y añadirle que en vista de que él no aceptaba mis opiniones, po- 
día, en uso de su pertfectísimo derecho, rebatirlas en la forma que 
estimare conveniente, que después de todo no sería más que la pri- 
mera, y para mí muy respetable, opinión en contra; que desde 
luego tampoco sería la última, pues tengo muy poca fe en mis po- 
bres facultades, por lo cual, si algo me admiraba, era la tardanza, 
año y medio, desde que se publicó mi tesis, en manifestarse las 
opiniones contrarias a ellas, atribuyéndolo al poco interés que des- 
pertaran mis lucubraciones científicas. Disponíame a hacerlo así, 
cuando me asaltó la idea contraria, pues siendo el trabajo impug- 
nado la tesis que sirvió para graduarme, podría alguien entender, 
aunque muy erróneamente, que el Tribunal de examen, y por ende 
a la Universidad, pudiere afectar que mi tesis fuera un conglome- 
rado de errores y falsedades. Al principio deseché tal idea por 
absurda, pero luego reflexioné que el temor remoto de que por al-' 
guien pudiere estimarse que de rais fracasos habría de ser respon- 
sable el competentísimo tribunal que me juzgara, y por consiguien- 
te nuestra Universidad; por fuera de razón que tal idea estuviera, 
me obligaba a velar por los fueros y justificar, llegando, si preciso 
fuere, a este sacrificio, todos los actos de mi ““Alma Mater””, porque 


48 ALFREDO RODRÍGUEZ MOREJÓN 


la Universidad es nuestra patria intelectual y a la defensa de ella 
estamos tan obligados como a la de nuestra patria civil, y así como 
ésta no la constituye sólo el hecho de haber nacido en determinado 
lugar, sino que la forma también ese adorable conjunto de hechos 
y recuerdos unidos imperecederamente a nuestra existencia, así 
también nuestra patria intelectual no puede constituirla sólo el 
hecho de ostentar un título de tal o cual centro de enseñanza, sino 
que la constituye ese inagotable caudal de hechos y recuerdos de 
nuestros mejores años, por los cuales nos vemos siempre con los 
libros bajo el brazo, siguiendo el camino que nos conduce al vetusto 
edificio, donde cada muro es un testigo de nuestras vacilaciones y 
anenstias en días de examen. o inmenso pizarrón donde trazába- 
bamos la fórmula rebelde junto al nombre de la beldad que inspira- 
ra la estrofa tan pletórica de amor como falta de los preceptos de 
la métrica; donde cada compañero es un hermano con quien tan 
pronto reñimos como estamos prestos a ayudarlo en sus trances 
difíciles; donde discutíamos, sin preparación alguna, exento de pre- 
tensiones y de aires académicos, lo mismo leyes de la mecánica ce- 
leste que los sistemas filosóficos más intrincados, conjuntamente con 
las jugadas hechas en el último juego de base ball y terminando 
con las típicas canciones que, ya son lamentos del alma cubana, o 
eróticos boleros; donde las aulas nos recuerdan tantos goces al 
contestar acertadamente al profesor, como sufrimientos contando 
los minutos que faltaban para terminar la clase los días que no 
preparábamos debidamente nuestras lecciones, y ocultándonos tras 
la bien situada columna que felizmente nos eclipsaba_a la vista 
escrutadora del siempre querido profesor, a costa de contener 
nuestra respiración 'y deseando tan sólo que por cualquier causa 
se viera precisado a interrumpir la clase. Son aquellos corredores 
donde dábamos las últimas leídas a nuestras lecciones, y aquellos 
árboles amados a cuya sombra nos cobijábamos para recibir las ca- 
ricias del céfiro que constantemente juega alrededor de nuestra 
isla, mimándola y acariciándola como niña preferida y merecedora 
de tales halagos; .son aquellos profesores, ya adustos o francos, 
taciturnos. o alegres, pero siempre queridos y respetados, que vela- 
ban por nuestra cultura y se afanaban por facilitarnos el camino 
que había de conducirnos al fin de nuestras aspiraciones; siempre 
prestos a aclarar nuestras dudas y a resolvernos con el más grande 
desinterés, las dificultades que se nos presentaran; son aquellos 
laboratorios, museos y biblioteca, donde cada aparato nos recuerda 


CONTROVERSIA CIENTÍFICA 49 


un éxito alcanzado o una decepción sufrida, y donde cada libro 
guarda entre sus páginas huella indeleble de nuestras angustias O 
alegrías; la constituyen también aquellos bondadosos sirvientes 
que, a pesar de su aspecto autoritario y sus constantes regaños, re- 
sultaban nuestros mejores amigos y los llamados a sufrir nuestras 
guasas y majaderías, motejáncdolos con exquisito donaire, todo lo 
cual no impedía que estuviéramos prestos a recibir gustosos y 
atender, según el estado de nuestra escuálida bolsa, los asaltos que 
a ella intentaban; fórmala, por último, el recuerdo de las horas 
pasadas vigilando la hermosa flor que destacándose de las demás 
por su espléndida belleza, nos sugirió la idea de llevarla a la mujer 
objeto de nuestros amores, quien habría de recoger los frutos de 
nuestra incesante labor, la que en el porvenir compartiría la glo- 
ria que en esa edad se piensa que es siempre accesible, por la que 
redoblábamos nuestros esfuerzos, para evitarnos el sonrojo de pa- 
recer ante ella un mal estudiante, y cuyos halagos y sonrisas, con 
indisculpable ingratitud, estimábamos más que el de nuestros pro- 
pios padres; y así, hora tras hora, esperábamos que se distrajeran 
los bedeles, para arrancarla de su tallo, a fin de verla sobre el busto 
de nuestra amada meciéndose al ritmo de su anhelante respiración, 
. perfumando el arrullo de nuestro amor y manchada con la sangre 
que vertieran nuestras venas en la lucha sostenida para arrancarla 
de su tallo, como símbolo de que toda correría a torrentes, si preciso 
fuere por satisfacer los caprichos de la dueña y señora de nuestra 
voluntad. Ese conjunto es lo que forma nuestra patria intelectual, 
nuestra Universidad queridísima, la que estamos obligados, no a 
defender, que nada ni nadie, por muy alto que esté, podrá atacarla 
con más éxito que el de las embravecidas olas al chocar con el in- 
dómito arrecife; pero sí estamos en el deber de velar por que ni 
directa ni indirectamente pueda creerse, por los que a ella no están 
ligados por tales vínculos, que todos los actos allí realizados no los 
ha inspirado siempre la rectitud de principios y la estricta Justicia 
que ha caracterizado a los prestigiosos y muy doctos profesores que 
la integran. Por estas razones acepté esta polémica, y que no me 
equivocaba al pensar así hace ocho meses, lo prueba el hecho de que 
una revista como Cuba y América, tan seria, tan culta y celosa de 
nuestras instituciones, que tanto laboró por nuestra independencia 
y que en la paz tanto se ha esforzado por elevar el prestigio de 
nuestra patria, dice en su número correspondiente al 29 de Junio 
de 1912, con motivo de esta discusión, lo siguiente: “Original con- 


50 ALFREPO RODRÍGUEZ MOREJÓN 


troversia.—Por la prensa diaria se ha anunciado ya la polémica 
científica que, en la Sociedad Cubana de Ingenieros, va a sostener 
próximamente, con un doctor de nuestra Universidad, el Sr. Juan 
Manuel Planas, Ingeniero belga, Catedrático titular del Instituto 
de Pinar del Río. 

““Esto, al parecer, no tiene más importancia que la de mostrar 
que aun en estos tiempos turbados, hay ¿jóvenes en nuestro país 
que se afanan por el progreso de las ciencias, dedicándoles sus ma- 
yores ratos. Y, éstos de que se trata, son, ambos, profesores y am- 
bos ostentan más de un título universitario. Pero, a más de eso, la 
controversia anunciada tiene gran importancia, porque en ella re- 
futará el Sr. Planas la tesis que para graduarse de doctor en Cien- 
cias Físicas y Matemáticas, presentó y sostuvo su contricante en 
la Universidad Nacional. Y aquí está la importancia del asunto; 
porque la refutación de esa tesis, aprobada por un tribunal de cin- 
co profesores de la Universidad, y por ellos recomendada para que 
se publicase en la Revista de la Facultad de Letras y Ciencias, su- 
pone en el Sr. Planas la idea de que el tribunal no supo lo que hizo. 

“No vaticinamos nada en favor del Sr. Plaras, antiguo amigo 
nuestro y colaborador de Cuba y América; pero, conociéndolo 
como lo conocemos, no creemos que vaya a jugarse, sin profundos 
conocimientos de causa, el renombre científico que como vulgariza- 
dor se ha conquistado en Cuba y en el extranjero. 

“El Sr. Planas es el mismo que en no léjanas oposiciones a una 
cátedra de Electricidad de nuestra Universidad, vió defraudadas 
sus esperanzas más legítimas por motivos de que no es del caso re- 
cordar.?” 

““Supone en el Sr. Planas la idea de que el tribunal no supo lo 
que hizo””; como quiera que mi querido contrincante no ha rectifica- 
do esa suposición que se le atribuye, y esa misma idea se repite en un 
artículo publicado en la edición de la tarde del Diario de la Ma- 
rina, correspondiente al día 8 de Julio del presente año, y suscrito 
por las iniciales J. G. P., que son las mismas de un correcto eaba- 
llero y distinguido periodista que concurrió a la primera sesión 
celebrada el día 5 del mes próximo pasado, y a quien hago presente 
mi gratitud por los inmerecidos elogios que me dedica; en esa, por 
su forma, brillante reseña, se lee lo que sigue: **Dijo además el Sr. 
Planas, que la controversia que se proponía sostener con el Sr. Ro- 
dríguez Morejón era de carácter puramente técnico, y eneaminada 
a dilucidar ciertos puntos de vista en que no estaba de acuerdo con 


CONTROVERSIA CIENTÍFICA 51 


su tesis y, por ende, con los señores que componían el tribunal exa- 
minador, toda vez que hicieron suyas las teorías en ellas sustenta- 
das como lo demuestra el hecho de que hubiera recomendado «e 
una manera especial la publicación de dicha tesis en la ReEvIsTA DE 
FACULTAD DE LETRAS Y CIENCIAS, de la Universidad de la Habana.?”” 

Es preciso un desconocimiento absoluto de la misión de un tri- 
bunal que juzga una tesis, presentada por un aspirante al grado 
de Doetor, para hacer semejante afirmación, y véome obligado a 
declarar muy alto, para que llegue a oídos de todos aquellos que 
lo ignoran, que el Tribunal en este caso, como siempre, supo per- 
fectamente lo que hizo, aun en el caso de que mis opiniones, que 
no tienen por qué ser las del Tribunal, fueran declaradas erróneas 
o falsas, que no lo han sido hasta ahora por mi estimado contrin- 
cante, como lo demostraré esta noche. En efecto: afirmar que el 
Tribunal “no supo lo que hizo””, significa tanto como que yo no 
soy Doctor, ni los ilustres profesores que me juzgaron saben cum- 
plir con su deber; y, por consiguiente, así como yo estaría prestó 
a pedir que se anulasen los ejercicios y someterme nuevamente a 
otros para probar que mis títulos los be ganado en buena lid, sin 
que los deba nada a favores ni influencias, sino única y exelusiva- 
mente a mi esfuerzo personal, ellos también, tened la seguridad 
de que mi afirmación es cierta, renunciarían sus puestos que tan 
honrosamente adquirieron y tan dignamente han desempeñado, sl 
el hecho de no aceptarse la opiniones que sustento significara que 
el Tribunal que las juzgó debía de caer con ellas. Nada más lejos 
de la verdad que tal stiposición, los que de ellos me escuchan, o 
habrán de sonreirse al oirme, creyendo que no hablo en serio, o 
han de quedarse estupefactos al saber que pueda pensarse tal cosa. 
Para probar lo expuesto, basta recordar que los ejercicios para 
obtener el grado de Doctor, son tres: el primero consiste en la: re- 
solución de unos problemas, con los cuales prueba el candidato la 
utilidad práctica que ha sacado de sus estudios; el segundo, con- 
siste en explicar una lección, previamente preparada, a fin de jus- 
tificar sus condiciones pedagógicas, y para ello se exige al candi- 
dato que la exponga, no como si estuviera ante un tribunal, sino 
ante una clase. Bastaban estos dos ejercicios para probar la capa- 
cidad del aspirante puesto que quien es capaz de aplicar y transmi- 
tir sus conocimientos, es porque conoce la carrera; pero se ha que- 
rido estimular el espíritu investigador, apreciar las condiciones del 
aspirante, no para repetir lo aprendido en las clases, y aplicar esos 


2 ALFREDO RODRÍGUEZ MOREJÓN 


conocimientos a las necesidades de la vida, y para ello es que se 
dispuso el tercer ejercicio; es decir, la tesis, la cual debe ser origi- 
nal, y con eso ya está dicho que no ha de consistir en repetir un 
capítulo de un libro, sino algo nuevo, aunque sólo sea en la manera 
de exponerlo, muy contrario este concepto al de mi querido con- 
trincante, que estima no hay novedad en exponer las cosas de dis- 
tinto modo al generalmente conocido. De lo único que el tribunal 
tiene que ocuparse en este caso es de que en la tesis no se cometan 
errores que acusen un olvido o un desconocimiento completo de 
los principios científicos reconocidos como indiscutibles, y en tal 
concepto, rechazará una tesis, cuando ella adolece de esas faltas, 
como seguramente hubiera rechazado la refutación de mi distin- 
guido contrincante, si se hubiese presentado con el objeto de aspi- 
rar al grado de Doctor, pues los errores son de tal naturaleza que 
acusan un olvido lamentable—aquí sí cabe bien la palabra lamenta- 
ble—de los principios y definiciones más sencillos de la ciencia de 
Euclides. No siendo así, el tribunal acepta la tesis y la califea con 
la más alta nota, sin que por ello se haga coopartícipe de las opi- 
niones que en ella se sustenten. Tan sabido es esto, y tan universal- 
mente reconocido, que ya se suprime, al imprimirlas, la aclaración 
pertinente al caso y en la que de un modo expreso se hacía constar 
lo que afirmo, según puede verse en estas dos tesis que presento y 
en las que se lee lo siguiente: ““El claustro de Medicina (y por ende 
el tribunal que pertenece a dicho claustro) no se hace solidario de 
las ideas sustentadas en las Tesis?”; si se tiene en cuenta que en los 
casos a que me refiero se trata de hombres eminentes, legítimas glo- 
rias de nuestra medicina, que fueron brillantísimos estudiantes de 
nuestra Universidad, y que en el examen de Doctor obtuvieron la 
calificación de Sobresaliente y el premio extraordinario que en- 
tonces se confería, se comprenderá la razón que tengo al sostener 
lo que afirmo. Aquí sobre la mesa tengo otras tesis, de la misma 
época de la Colonia, y en las cuales se suprime la referida aclara- 
ción, lo cual prueba que estaba de más por ser de todos conocida. 
Lo mismo exactamente tengo entendido que ocurre en todas par- 
tes, y no puede ser de otro modo, pues supongamos que ante un 
tribunal formado por profesores partidarios de la filosofía de H. 
Spencer, Kant o Compte se presente un sacerdote aspirante al 
erado de Doctor, y en su tesis trata un punto conforme a los pre- 
ceptos aceptados por la lelesia, ¿qué ocurrirá?, ¿lo suspende el 
tribunal? De nineún modo; le aceptará el trabajo y lo calificará 


CONTROVERSIA CIENTÍFICA 53 


debidamente, siempre que la cuestión esté bien tratada conforme 
a los preceptos de la Flosofía que sustenta; y eso, no significará 
nunca que el tribunal, por ese hecho, haya aceptado las opiniones 
allí desarrolladas. Lo mismo ocurriría en mediciana, si el candida- 
to presentase un trabajo basado sobre la teoría de Koch, respecto 
a que la tuberculosis bovina es otra distinta a la humana y que, 
por lo tanto no se transmite de uno a otro ser, opinión que, como 
es sabido, rechaza la inmensa mayoría de los médicos; o si un dis- 
cípulo de: Cuvier y Agassiz presentase un trabajo contrario a la 
teoría de la transformación de las especies; o un admirador de 
Gustavo Le Bon desarrollara su tesis fundada en las opiniones sus- 
tentadas por este sabio respecto de la materia; opiniones completa- 
mente opuestas a las admitidas hasta hoy. Pero a qué insistir más 
sobre una cuestión clara como la luz meridiana, y de la cual nadie 
puede tener duda alguna, y para los que creyeron lo contrario con 
lo expuesto, ereo haberlos convencido de que en la lucha por adqui- 
rir los conocimientos humanos, yo no soy més que un soldado que 
podré caer vencido, empuñando mi tesis deshecha después de ha- 
berla blandido con honor, que otros (y desde luego que entre ésos 
no se cuenta mi querido cóntrincante) podrán anular pasando por 
encima de ella; pero la caída de un esforzado combatiente no podrá 
afectar nunca al ejército triunfante, que en este caso lo representa 
el Tribunal. 

Aclarado este punto, para mí el que más me interesa, pasemos 
a defender mi tesis de los ataques infructuosos que le ha dirigido 
mi querido contrincante, quien, más que un formal combate, se ha 
contentado con hacerle ligeros tiroteos, y abandonando el lugar por 
ella señalado, para la lucha, se ha retirado a campo distinto; y allí, 
lleno de júbilo, pregona su triunfo como consecuencia de esas esca- 
ramuzas, que le permiten formular una opinión completamente 
distinta a la sustentada por mí; pero fácil me será hacerle ver a 
mi estimado amigo, que tácticamente procedió mal, pues al lugar 
que él cree haber llegado triunfante después de la jornada, está 
lleno de peligros, perque allí tiene cortada la retirada. 

No os extrañéis que yo, el más pacífico de los hombres, me 
muestre esta noche tan adicto a los símiles militares; pero eso se 
debe a que habiéndose llamado a esta controversia la **Batalla de 
las Pirámides””, mi fantasía sólo ve por doquiera ejércitos comba- 
tientes, generales aguerridos, cañones, fusiles, trofeos y aprestos 


54 ALFREDO RODRÍGUEZ MGREJÓN 


militares, y si en medio del fragor de la batalla veo alguna pirá- 
mide, apenas si recuerdo nada de ellas, como no sea la famosa frase 
del portentoso militar que a su presencia arengara a sus solados di- 
ciéndoles: ““Desde las elevadas cúspides de estos monumentos, cua- 
renta siglos os contemplan.”? Quién le hubiera predicho al genio 
de la guerra que sólo un siglo después, aquella su famosa batalla 
habría de compararse con esta modestísima polémica. 

Comienza mi querido amigo y distinguido contrincante, llaman- 
que el centro de 
un polígono irregular inscripto, es el mismo que el del círculo que 


el 


do la atención del error en que incurro al decir 


lo cireunscribe””. Basta leer en mi tesis los párrafos que el Sr. Pla- 
nas copia en su trabajo de refutación para comprender que eso no 
es un error, sino simplemente una errata, que no voy a recurrir 
para defenderla, al gastado recurso de atribuirla al cajista, simo 
que voy a aceptar gustoso la culpa de ella, para demostrar a mi que- 
rido amigo la poca importancia de la misma, como lo prueba el 
hecho de que ni el Tribunal, ni las muchas personas que han leído, 
o se han ocupado de mi trabajo, la han notado, seguramente por no 
olvidar el precepto elemental de todo buen leyente, que debe saber 
distinguir los errores de las erratas, para no estimar nunca a éstas 
como la expresión de las ideas del autor, precepto que nuestros 
maestros de lectura sintetizaban diciéndonos: *“El lector enmien- 
da””. Si se tiene en cuenta que yo no me valgo para nada del centro 
de los polígonos para deducir de las propiedades inherentes a ellos 
las posiciones de las pirámides, se ve claramente en mi querido ami- 
go el deseo de poner de manifiesto lo que él estima errores, sólo por 
tener ese gusto y no porque a ello le obligue el razonamiento cien- 
tífico, pues no basándome para nada en el supuesto error, claro 
está que pudo haber prescindido de él, sin que por ello se debilita- 
ran sus argumentos, ni se reforzaran los míos, ni más ni menos 
que si se tratara de una falta gramatical; ahora bien, me alegro del 
incidente, porque me permitirá salvar la errata en futura edición, 
si a ello hubiere lugar, y poder poner, en vez de una “fe de erra- 
tas 
te no hay ninguna más, cuando mi querido amigo no las ha en- 
contrado. 

Veamos lo que dicen los párrafos de mi tesis, que el Sr. Planas 


”, esta afirmación rotunda: “Sin erratas””; porque seguramen- 


QU 


CONTROVERSIA CIENTÍFICA 5 


copia en su trabajo (pág. 2) (“ “Siendo la altura de una pirámi- 
de la perpendicular trazada desde el vértice o cúspide a la base, 
ésta es una pirámide recta, pues en toda pirámide regular el pie 
de la altura se encuentra en el centro del polígono de la base; 
pues son dos las condiciones necesarias para que una pirámide sea 
regular: la que su base sea un polígono regular y la de que el pie 
de la altura esté en el centro del polígono de la base.”” 

Si mi querido amigo no hubiera copiado solamente el último 
párrafo de los que dedico a definir e indicar el trazado de la pirá- 
mide regular, sino que se hubiera fijado en los dos dedicados a ese 
asunto, vería que yo comienzo por trazar un círculo inscribiendo en 
él un polígono regular, y por el centro del círculo trazo una per- 
pendieular, y luego uno, un punto de esta perpendicular con los 
vértices del polígono “para formar la pirámide. Copiemos total- 


mente lo que sobre este punto digo en la pág. 20: (1 “Una pirá- 

mide se llama regular: cuando su base es un polígono regular, y 

sus caras laterales triángulos (equiláteros o isósceles) iguales.?” 
Es ésta definición sobre la que nos hemos de basar para definir 


1 Toda la paginación está hecha conforme a la copia firmada por el Sr. Planas y que me 
entregó, la noche del 5 de Julio del corriente año según lo estipulado en las bases para lleyar 
acabo esta polémica, por lo que pondremos en notas las páginas correspondientes a la Revista. 
de la Sociedad Cubana de Ingenieros en que se publicó el trabajo del Sr. Planas y al folleto en que 
publiqué mi tesis pues los folios que de ésta se citan en el texto se refieren a los de la REVISTA 
DE La FACULTAD DE LETRAS Y CIENCIAS de la Universidad de Ja Habana, en que se dió a co- 
nocer. Corresponde pues esta pág, 2, a la núm. 273 de la R. S.C. de I., vol. Iv, núm, $, mes de 
Agosto, 1912. 

1 Corresponde a la pág. 9 del folleto cit. y a la núm. 260 R. $. C. I. cit. 


56 ALFREDO RODRÍGUEZ MOREJÓN 


la pirámide recta y la oblicua. Para ello supongamos un círculo 
O, fig. 1.2, y en él inscribamos un polígono regular, A, B, C, D, E, F; 
por el centro O del círculo tracemos a dicho círculo una perpendi- 
cular indefinida, y tomando en ella un punto cualquiera, S, uná- 
moslo con los vértices del polígono por las rectas AS, BS, FS. Con 
lo que habremos construído una pirámide regular, pues la base es 
un polígono regular, y las caras laterales son todas triángulos isós- 
celes iguales, pues las aristas AS, BS, CS, DS, son iguales por obli- 
uas trazadas a un plano desde un punto S fuera de dicho plano, y 


equidistantes del pie de la perpendicular trazada al mismo plano 
desde el punto mencionado 5. 

Siendo la altura de una pirámide la perpendicular trazada des- 
de el vértice o cúspide a la base, esta pirámide es una pirámide 
recia, pues en toda pirámide regular, el pie de la altura se encuen- 
tra en el centro del polígono de la base; pues son dos las condicio- 
nes necesarias para que una pirámide sea regular: “La de que su 
base sea un polígono regular, y la de que el pie de la altura esté 
en el centro del polígono de la base. ”” 

Es decir, que aún en este caso particularísimo en que el centro 
del círculo coincide con el del polígono, por ser éste regular, yo 
prescindo del centro del polígono y me refiero al del círculo cir- 
eunseripto, al trazar la altura de la pirámide. 


CONTROVERSIA CIENTÍFICA 


Qi 
=J 


Veamos ahora lo que digo respecto al trazado de una pirámide 
irregular recta, pág. 22: (1) 

““Consideremos ahora otro círculo, fig. 2. y en él inscribamos 
un polígono irregular cualquiera, A”, B”, C”, D?, E?, y como en el 
caso anterior, tracemos por el centro O? (2 una perpendicular 
indefinida al plano de dicho círculo, y unamos un punto cualquie- 
“a, S?, de esta perpendicular con los vértices A”, C?, D”, E”, con lo 
cual habremos construído una pirámide irregular, cuyas aristas 
laterales son todas iguales, por la razón expuesta, y esta pirámide 
es recta también, porque lo mismo que la representada en la fig. 1.2, 
el pie de la altura equidista de los vértices del polígono de la base.?” 

““Son éstos los casos indiscutibles de pirámides rectas; veamos 
lo que en ellos ocurre para tratar de definir la pirámide oblicua, 
que es lo que nos proponemos en este trabajo.”?” 

Observando las figuras 1 y 2 encontramos que en ellas ocurre lo 
siguiente: 1.2 El vértice o cúspide se proyecta en el centro del polí- 
gono de la base; 2. El pie de la altura se proyecta en los puntos 
medios de los lados y en los de las diagonales de los polígonos de las 
bases; puesto que tanto los lados como las diagonales mencionadas, 
son cuerdas de la circunferencia en que están inscriptas dichas 
bases, y por consiguiente, los radios perpendiculares a ellas las divi- 
den en dos partes iguales; luego en todos esos puntos medios se 
proyecta el pie de la altura, que a su vez es el centro de la circunfe- 
rencia cirreunscripta a la base. 

Tampoco en este caso copla mi querido amigo los dos primeros 
párrafos en los que me refiero insistentemente al centro del círculo 
de la base, sin ocuparme para nada del centro del polígono, porque, 
repito una vez más, para nada lo necesito como fundamento de mis 
opiniones. Sólo copia mi estimado contrincante el tercero, donde se 
lee (pág. 2): (“1 “Observando las figuras 1.? y 2.2, encontramos 
que ellas ocurre lo siguiente: 1. El vértice o cúspide se proyecta 
en el centro del polígono de la base, etc., ete.?” 

Si se tiene en cuenta que ya había dicho antes, por dos veces, 
que la altura la tracé desde el centro del círculo cireunseripto a la 
base, y no desde el centro de ésta, ni aún en el caso particularísimo 
de que ambos centros se confundieran, y que en ese párrafo hablo 
conjuntamente de las dos pirámides: la regular y la irregular, y 


y 


Pág. 11 folleto y 261 de la R.C. $. TI. cits. 
El centro del círculo que es como se hizo en el caso anterior. 
Pág. 274 R. $. €. I. cit. 


RDA 


58 ALFREDO RODRÍGUEZ MOREJÓN 


que la idea sostenida desde el principio es la de que el pie de altura 
se encuentra en el centro del círculo cireunseripto a la base, y que 
por rara casualidad resultan consonantes las palabras dentro y cen- 
tro, se explica perfectamente que yo pusiera en el centro del polí- 
gono de la base donde debí poner dentro del polígono de la base; y 
si no bastaran estas aclaraciones, no hay más que seguir leyendo el 
párrafo transcripto por mi estimado contrincante y se verá que 
termina así: “luego en todos esos puntos medios se proyecta el pie 
de la altura que a su vez es el centro de la circunferencia cireuns- 
cripta a la base (pág. 23).?”” Por tercera vez menciona el centro del 
círculo en que está inscripta la hase o el de la circunferencia que 
lo limita, prescindiendo en lo absoluto del centro del polígono, que 
sólo menciono al definir la pirámide regular y que para nada me 
hace falta, ni he contado con él, al trazar la figura, ni definir las 
posiciones de los cuerpos mencionados; y se comprenderá que es 
sólo una errata, bien excusable por cierto, lo que he cometido y no 
un error, como infundadamente afirma mi querido amigo. Pusié- 
rame a caza de erratas en el luminoso trabajo de mi contrincante 
y pronto encontraría algunas mucho menos disculpables que esta 
única que él me ha señalado; así, por ejemplo, en la página 4 Y) se 
lee lo siguiente. ““Lo mismo ocurriría si la base fuese un rombo per- 
fecto.”” Desde que tal cosa leí, me he preguntado varias veces ¿qué 
cosa creerá mi querido contrincante que es un rombo perfecto?, 
porque en Geometría se llama simplemente rombo, al paralelógra- 
mo que tiene sus lados iguales y sus ángulos son: dos agudos y dos 
obtusos. No hay tales rombos perfecto, por la sencilla razón de que 
no existen los imperfectos. Más adelante, en la página 5.2, (Y al 
hablar de las pirámides que tienen por base trapecios, dice mi dis- 
tinguido contrincante lo que sigue: ““Examinaremos los casos de 
pirámides a bases trapezoidales. Nosotros opinamos que por exten- 
sión de lo que hemos dicho respecto a las pirámides irregulares, 
sean o no inseriptibles, las pirámides a base trapezoidal son rectas 
cuando su altura contiene su centro de gravedad, ete., ete.””; y más 
adelante, en el mismo párrafo, añade: **Si cualquiera de las cua- 
tro pirámides, fig. 6 y 7, del autor, a base trapezoidal, que el autor 
supone rectas, ete., etc.” Es decir, que en un mismo párrafo se 
dice tres veces a base trapezordal, en vez de base trapecial, porque 


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1 Pág-121 
2 Pág. 275 
1 Pág: 27 


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CONTROVERSIA CIENTÍFICA 59 


trapecial, según el Diccionario, es el adjetivo derivado del sustan- 
tivo trapecio, y trapezoidal es el adjetivo derivado del sustantivo 
trapezoide, y en español y en francés, se llama trapecio al cuadri- 
látero que tiene dos lados paralelos, que es la figura que tienen las 
bases de las pirámides a que se refiere mi estimado amigo; en caim- 
bio, trapezoide es el cuadrilátero que no tiene ningún lado parale- 
lo; es decir, que mi estimado contrincante gonfunde la figura geo- 
métrica trapecio, con la figura geométrica también, llamada trape- 
zoide, y esto no es ya una errata, como la de rombo perfecto, sino 
que es ya un error manifiesto y repetido tres veces en un mismo 
párrafo y sin rectificación en todo el trabajo. 

Solamente en inglés se llama trapezoid al cuadrilátero que nos- 
otros y los franceses llamamos trapecio, pero es porque no se conoce 
la palabra trapecio para designar figura geométrica alguna, mien- 
tras que en español, la palabra cuadrilátero es el nombre genérico 
que sirve para designar una figura cualquiera formada por cuatro 
líneas, y las palabras paralelógramos, trapecios y trapezoidles, para 
distineuir a los cuadriláteros según las posiciones de sus lados res- 
pectivos. El anglicismo estaría diseulpado, nunca ¡justificado, si el 
Sr. Planas fuera un individuo que hubiera hecho sus estudios en 
países donde la lengua nativa fuera el inglés; pero no siendo así, 
pues todos sabemos que ha cursado brillantemente su carrera en 
Lieja, y que por consiguiente sus estudios los ha hecho en la lengua 
de Víctor Hugo, lo que le ha permitido dominar ese idioma, hasta 
el punto de tener a su cargo la cátedra de francés, en el Instituto 
de Pinar del Río, la cual adquirió tras lucidas oposiciones; si ade- 
más de eso se tiene en cuenta que, seeún el reelamento de esta So- 
ciedad de Ingenieros, las discusiones que en ella se verifiquen han 
de ser precisamente en español, idioma que es el nativo de mi 
querido amigo, quien por su carácter oficial de profesor de idiomas 
en un centro docente, está obligado a poseer, como él posee, el 
debido conocimiento de las eramáticas castellana y francesa; todo 
esto, así como por el hecho de mencionar en su trabajo indistinta- 
mente las palabras trapecios y trapezoiwdales, nos impide aceptar 
como anglicismo, indisculpable también en él, lo que es un error 
geométrico claro y manifiesto. 

Pero yo no necesito recurrir a estos errores para defender mi 
tesis y demostrar lo equivocado que está mi querido contrincante 
en sus afirmaciones, y tened la seguridad que no los mencionaría 
si no me hubiera obligado a proceder así mi querido amigo, lla- 


60 ALFREDO RODRÍGUEZ MOREJÓN 


mando la atención inútilmente, sobre una simple errata cometida 
por mí, tan excusable y natural que nadie se había fijado en ella 
hasta ahora. Son tantos los errores de concepto que se encuentran 
en el trabajo de mi distinguido contrincante, que me sobra mate- 
rial para esta refutación. 0 

Pasemos, pues, a ocuparnos del argumento más efectista usado 
por mi distinguido amigo para rebatir mis opiniones, el cual lo 
encontramos en la página 3.2, (Ddonde se hace referencia a lo que 
yo afirmo en la página 25 (2) del número 1. del volumen XI de 
la RevisTa DE La FACULTAD DE LETRAS Y CIENCIAS de la Universi- 
dad de la Habana. Mi querido contrincante escribe en la página 3.* 
de su refutación lo siguiente: “Según el autor, pág. 25, la pirámi- 
de será recta cuando pudiendo inscribirse en un círculo el polágo- 
no de la base, todas sus aristas laterales son iguales.?? El pone entre 
comas, como dicho por mí, lo que yo subrayo, poniendo punto final 
en la palabra 2guales. 

Esta manera de citarme le permite entrar en las siguientes con- 
sideraciones: “Esta aserción cae por su peso si examinamos las 
fies. A y B adjuntas, en que tenemos un triángulo inscripto como 
base de una pirámide cuyo vértice se proyecta en el centro del 
círculo cireunscripto. En ellas representamos una pirámide que 
no es recta, pues bien clara está su oblicuidad, tan manifiesta que 
hasta la altura cae fuera del triángulo de la base; y, sin embargo, 
esta pirámide obedece a las leyes del autor, pues las aristas latera- 
les son iguales, y el pie de la altura equidista de los vértices del 
polígono de la base.”? Esto dice el Sr. Planas, como consecuencia 
de lo que me atribuye haber afirmado yo. Copiemos íntegro el párra- 
fo de la pág. 25 “1 del número de las REvIsTA citada: 

“De lo expuesto se deduce que cuando el polígono de la base 
de una pirámide pueda inscribirse en un círculo, la pirámide será 
recta, “cuando todas sus aristas laterales seam ¡iguales””, porque 
entonces se verificará : 1.” Que el vértice o cúspide se proyecta den- 
tro del polízono de la base. 2. Que el pie de la altura se proyecta 
sobre todos los puntos medios de los lados y diagonales de la base. 
Estos casos particulares o tipos nos van a permitir el estudio de los 
casos generales, o séanse los de pirámides cuyas bases son polígo- 
nos que no pueden inscribirse en un círculo. ”” 


Pág. 274 R. S. C. I. cit. 
Pág. 14 folleto cit. o 262 R. $. C. I. cit. 
Pág. 14 folleto cit. o 262 R. S. C. I. cit. 


RNA 


CONTROVERSIA CIENTÍFICA 61 


Se ve claramente que el Sr. Planas pone punto final en la pa- 
labra 2guales, donde sólo aparece una coma, y suprime la primera 
de las condiciones que yo digo han de verificarse; es decir: la de 
que el vértice o cúspide se proyecte, dentro del poligono de la base; 
fíjense que no se dice en el centro del polígono de la base, sino 
dentro; aquí aparece ya subsanada la errata de que hablé al prin- 
cipio y que mi estimado contrincante estimaba como un error. 
Hace más el Sr. Planas, dice que esa pirámide indiscutiblemente 
oblicua, satisface les condiciones que yo digo deben satisfacer las 
pirámides rectas; y ¿cuáles son las condiciones ésas según mi que- 
rido contrincante?, pues repitamos lo que dice al final del párrafo 
antes citado: “Esta pirámide obedece a las leyes del autor, pues sus 
aristas laterales son iguales, y el pie de la altura equidista de los 
vértices del polígono de la base.””? ¿Y qué se hizo de la primera 
condición, de la que sigue después de la frase “porque entonces se 
verificará: 1.”, que el vértice o cúspide se proyectará dentro del 
polígono de la base? Claro, como mi querido amigo puso punto 
final en la palabra 2gucles, donde sólo hay una coma, probablemen- 
te no siguió leyendo. Porque no es posible pensar que un polemista 
de su talla, y un vulearizador científico de reconocido nombre 
aquí y en el extranjero, según se afirma, y que yo por mi parte no 
dudo en lo absoluto, apele a estos recursos, más propios de un le- 
trado que defiende urna causa perdida, que de un investigador cien- 
tífico tan docto como mi querido amigo. 

Por otra parte, ¿pero es que puede haber la más remota duda 
acerea de la oblicuidad de una pirámide cuya altura se proyecte 
fuera de la base? Si eso no se diseute, si precisamente las pirámi- 
des que yo considero eomo oblicuas indiscutiblemente, son las que 
su altura se proyecta fuera de la base; lea, mi querido amigo, lo 
que afirmo en las páginas 24 y 25 (1 al referirme a las págs. 3 y 4, 
y que es lo siguiente: 

““Resulta, pues, que estas dos pirámides (las representadas en 
las figs. 3.? y 4?) no reunen ninguna de las condiciones de las re- 
presentadas en las ñgs. 1. y 2.2 pues el véríice no se proyecta den- 
tro del polígono de la base, sino fuera de él; tampoco se proyecta 
el pie de altura en todos los puntos medios de las diagonales y lados 
del polígono de la base, y si en ciertos y determinados casos se cum- 
ple esta condición en aleunos puntos medios, ni es en todos, ni se 
proyecta la cúspide en un punto de la base, sino fuera de ella, 


1 Pág.213 folleto cit. o 262.R. S. C. I. cit. 


62 ALFREDO RODRÍGUEZ MOREJÓN 


como hemos hecho ver anteriormente. Resulta, pues, que estas pi- 
rámides que no poseen ninguna de las propiedades de las represen- 
tadas en las figs. 1.* y 2.2, y que ese cambio lo ha producido sola- 
mente el cambio de posición del vértice, pues las bases permanecen 
siendo las mismas, y con las mismas propiedades, hay que dedu- 
cir que la posición de las pirámides de las figs. 3.* y 4.%.es comple- 
tamente contraria a las representadas en las figs. 1.2 y 2.2; y como 
estas últimas son rectas, forzosamente han de ser oblicuas las de 
las figs. 3.2 y 4,2” 

Lo mismo afirmo en las páginas 31 y 32 (1 al hablar del cono 
considerado como indiscutiblemente oblicuo, representado en la 
fie. 11. y que copio a continuación : 

““Supongamos ahora un cono circular, fig. 11.?, cuyo vértice S 


p1ó 


e 


no se proyecte en el centro O del círeulo de la base, sino fuera de 
él, en otro punto del plano de éste, tal como N. El cuerpo que resul- 
ta no reune ninguna de las condiciones del cono circular recto an- 
tes descripto, puesto que: 1. Las generatrices no son iguales; 2." 
El vértice no se proyecta en el centro del círculo de la base; 3. Log 
planos determinados por dos generatrices no son perpendiculares 
a la base y las intersecciones de ellos con la referida base no son 
siempre diámetros, sino que pueden ser cuerdas cualesquiera, y 4.2 
El pie de la altura no es el centro del círculo de la base, como en 


1 Pág. 20 folleto cit. o 266 R. $. C. I. cit. 


CONTROVERSIA CIENTÍFICA 63 


el caso anterior. Resulta, pues, que este cono no reune ninguna de 
las condiciones del anterior, debido al hecho de haber cambiado de 
lugar el vértice, luego no puede considerarse de igual posición que 
aquél, que hemos llamado recto, luego forzosamente éste será 
oblicuo. ?” j 

Y en la página 30, (2) al definir la pirámide oblicua, digo y 
subrayo, para fijar bien en ello la atención, que: 

““La pirámide será oblicua cuando no se verifiquen esas con- 
diciones, es decir, en los casos siguientes: 1. Cuando el pie de la 
altura está situada fuera del polígono de la base, pues en ese caso 
la cúspide no ete., ete.?” 

¿Cómo es posible que se discuta semejante cosa y mucho menos 
que se me atribuya el haberlo dicho? Si la posición de la pirámide 
es discutible únicamente cuando el pie de la altura se encuentra 
dentro del polígono de la base, es entonces que podrá ser recta u 
oblicua, pero cuando el pie de altura esté situado fuera de la base, 
a nadie se le ha ocurrido pensar que pueda haber duda alguna res- 
pecto de su posición, y sólo confundiendo de modo inexplicable lo 
que digo y citando los párrafos míos de modo incompleto, es decir, 
tronchando a voluntad mis ideas y conceptos, callando unos y atri- 
buyéndome otros que no he expuesto en ninguna parte, puede afir- 
marse que yo haya dicho semejante desatino. Fácilmente podréis 
comprobar lo que digo, revisando todas las figuras de mi tesis, a 
ver en cuál de ellas se considera recta una pirámide o cono cuyo 
vértice no se proyecte dentro de la figura de la base, y en cuál de 
ellas no se considera oblicuo el cuerpo cuando ocurre lo contrario, 
como pasa en las figs. 3.2, 4? y 11.2, en la que se representan cuer- 
pos que son forzosamente oblicuos; esta palabra forzosamente es la 
que empleo, véase la pág. 25, (1) dos líneas más arriba del párrafo 
citado por mi distinguido contrincante, de modo incompleto, ha- 
ciendo punto donde sólo hay coma y tronchando, por consiguiente, 
la idea expuesta, lo cual le ha permitido hacer tales afirmaciones. 
Asimismo digo en la pág. 32 (2) que cuando el vértice de un cono 
se proyecte fuera de la base, forzosamente será oblicuo. 

A todo lo antes expuesto, añádese este dato, que cualquiera pue- 
de comprobar. La tesis consta de veinte y tres páginas de la RE- 
vIsTa; de ellas están dedicadas al desarrollo de la misma sólo quin- 


Pág. 19 folleto cit.'o 265 R. S. € 
Pág. 14 folleto cit. o 262 R. $ 
Pág. 21 folleto cit. o 267 R. $: C. I. cit. 


N PH wn 


64 ALFREDO RODRÍGUEZ MOREJÓN 


ce, pues las restantes la ocupan el exordio y la pequeña nota bi- 
bliográfica que la acompaña; pues bien, en esas quince páginas, 
repito veinte veces que el pie de la altura ha de encontrarse dentro 
de la base para que la pirámide sea recta; nueve veces digo que 
ha de encontrarse, en el punto medio de las mayores diagona- 
les, cuerdas, ejes de simetría, etc., etc., líneas que todas ellas han 
de estar contenidas en la figura de la base, lo cual es lo mismo que 
lo anterior, dicho de otro modo, y por último, repito ocho veces, 
que cuando el pie de altura está situado fuera de la base, la pirá- 
mide o cono serán oblicuos. Nada menos que ¡treinta y siete veces 
en quince páginas!, afirmo lo contrario de lo que me atribuye mi 
distinguido contrincante; es decir, que resulta una misma cosa re- 
petida a razón de más de dos veces en cada foja; y este recuento 
me obliga a dar una satisfacción al ilustre Tribunal que me juzgó, 
porque sin darme cuenta de ello, y habituado por mis condiciones 
de profesor a decir y repetir las cosas, hasta lograr grabarlas en 
la mente de mis discípules, olvidé que me dirigía a ellos, y hube de 
expresarme como si estuviera en una clase formada por alumnos 
del primer año de Geometría; y sirva como explicación a esa con- 
ducta, saber lo que fácilmente puede suponerse, que es ahora cuan- 
do yo me he ocupado de hacer tal cuenta. No obstante eso, señoras 
y señores, afirma mi estimado contrincante que una pirámide cuya 
cúspide se proyecta fuera de la base, es recta! -porque satisface 
todas las condiciones que yo atribuyo a las pirámides rectas!! 
Aun en el caso de que dejara aleuna vez de repetir lo ya dicho tan- 
tas veces, ¿puede nadie fundamentar un razonamiento, no ya cien- 
tífico, sino de aleuna fuerza al menos, basándose en que dejo de- 
decir una vez, lo que afirmo treinta y siete? Pero ni eso ocurre, ya 
habéis visto que ha sido preciso cortar un párrafo para afirmar cosa 
semejante, porque de no haberlo hecho así, en el mismo párrafo 
está la refutación más terminante y clara a tal suposición. No tenía, 
pues, necesidad mi estimado amigo, de esforzarse tanto en hacer- 
nos ver que le fué preciso pegar por su base, para que no se callera, 
la pirámide de cartulina que nos mostró, pues este auditorio es 
en extremo culto y no necesita, por consiguiente, que se le demues- 
tre de un modo objetivo que los cuerpos caen del lado hacia dende 
se inclinan, según la categórica afirmación de la sentencia popular 
basada en las leyes que rigen el equilibrio de los cuerpos, y en cuan- 
to a mí, que no alcanzo, ni con mucho, la cultura del último de mis 
oyentes, tampoco necesitaba mi culto contrincante de hacerme ver 


CONTROVERSIA CIENTÍFICA 65 


que un cuerpo cae siempre que su centro de gravedad se proyecte 
fuera de la base que lo sostiene, como ocurre en la pirámide a que 
hacía referencia. y 

No he de terminar esta parte sin llamar la atención del audito- 
rio sobre otro lamentable error que comete el Sr. Planas, al repre- 
sentar gráficamente la pirámide a que se refiere su trabajo (fig. A), 


y consiste en que la proyección horizontal del cuerpo no correspon- 
de con la vertical del mismo, como claramente se manifiesta obser- 
vando la mencionada fig. A, donde se ve en la proyección hori- 
zontal un círculo que, por su posición sobre el plano horizontal o 
paralelo a él, debió aparecer representado en el vertical, según una 
recta, proyección de un diámetro cualquiera ,tal como el DE, fig. 3, 


66 ALFREDO RODRÍGUEZ MOREJÓN 


cuya recta debió ser de trazo continuo, pero más fino, en toda la 
parte que no es común con las proyecciones de los lados del trián- 
gulo que forman la base de la pirámide; para distinguir los cua- 
les faltan las correspondientes letras, colocadas según la anotación 
generalmente adoptada en todas las obras de Geometría Descrip- 


—S 


o” 


tiva. También se confundirán en la proyección vertical del diáme- 
tro mencionado, las proyecciones verticales de los radios que en la 
horizontal coinciden en toda su magnitud con las proyecciones de 
las aristas laterales, los cuales debieron ser determinados por medio 
de proyectantes y con las letras en este caso de imprescindible ne- 
cesidad para interpretar debidamente la figura. 


CONTROVERSIA CIENTÍFICA 67 


Para que se vean las deficiencias de que adolece este trazado, me 
he permitodo hacerlo debidamente en la fig. 3.2 expuesta. 

Tal vez esta deficiencia sea la causa que impedía a mi ilustrado 
contrincante reproducir esta figura en el encerado la noche que 
nos leyó su hermoso trabajo, y que él atribuía a la falta de compás. 

Defendida debidamente mi tesis de los ataques a ella dirigidos 
por mi querido contrincante, y justificada la actitud del tribunal 
que la juzgó, paso a ocuparme ahora de demostrar lo absurdo de 
la teoría sustentada por el Sr. Planas como fundamento de las defi- 
niciones de pirámides y conos rectos y oblicuos. 

Comienza su trabajo mi culto contrincante haciendo referencia 
a lo extraño que me pareció no haber encontrado semejantes defi- 
niciones en los libros de Geometría, y dice respecto de este parti- 
cular lo siguiente, pág. 1: (1 “Esto causa extrañeza al autor, que 
dice, en la pág. 18: ““Creemos debida la omisión a lo difícil que re- 
sulta definir bien la pirámide recta y la oblicua.?” 

““Eso mismo (continúa el Sr. Planas) no nos ha causado extra- 
ñeza a nosotros, por dos razones :?” 

“1,7 Porque una pirámide, sea recta u oblicua, tendrá el mis- 
mo volumen, siempre que tenga la misma base y la misma altura.”” 

**2,2 Porque, basándose la oblicuidad de las pirámides en la 
oblicuidad de su eje de gravedad, es inútil buscar en libros de Geo- 
metría ¡definiciones que sólo encajan en tratados de Mecánica ?” 

Confesamos lealmente, que no hemos entendido en lo absoluto 
la primera de las razones expuestas; porque explicar la extrañeza 
que me ha producido el no encontrar las definiciones mencionadas, 
en las obras de Geometría por mí consultadas, diciendo: **Porque 
una pirámide, sea recta u oblicua, tendrá el mismo volumen siem- 
pre que tenga la misma base y la misma altura?””, es tanto como 
afirmar que no he encontrado esas definiciones en las obras men- 
cionadas, porque el cuadrado de la hipotenusa, es igual a la suma 
de los cuadrados de los catetos, o porque el área del círculo es 
igual a  R?, o por cualquiera otra verdad geométrica por el estilo. 
¿Qué tiene que ver la omisión de esas definiciones con que el vo- 
lumen de una pirámide recta, es equivalente al de otra oblicua de 
1guales base y altura; Como no se me alcanza la razón de esta sin- 
razón, pasemos a ocuparnos de la segunda de las expuestas. 

Por ella afirma categóricamente el Sr. Planas que la oblicuidad 
de las pirámides se basa en la oblicuidad de su eje de gravedad y 


1 Pág: 213 KR. 5, CL. el, 


68 ALFREDO RODRÍGUEZ MOREJÓN 


que, por lo tanto, es inútil buscar en libros de Geometría definicio- 
nes que sólo encajan en tratados de Mecánica. Pero mi estimado 
amigo no cita un solo tratado de Mecánica en que se encuentren 
tales definiciones y no ya las relativas a las pirámides y conos, sino 
que tampoco encontrará en los tratados de Mecánica las que se 
hallan en todas, absolutamente en todas, las obras de Geometría; 
esto es, las definiciones de prismas, y cilindros rectos y oblicuos. 
Esta sola razón justifica que es en las obras de Geometría, y no en 
las de Mecánica, donde debieran hallarse. Pero no es mía la culpa 
de haber querido encontrar, donde no lo hallé, lo que mi distingui- 
do contrincante afirma que se encuentra en otra parte, donde tam- 
poco lo ha encontrado él; la culpa sí es en este caso de todos los pro- 
fesores y de todas las obras de Geometría, que me han enseñado que 
esta ciencia es la que se ocupa del tamaño, forma y posición de los 
cuerpos; y para que no se crea que soy yo quien afirmo tal cosa, 
citaré algunas definiciones de ella, las cuales ha olvidado mi dis- 
tinguido contrincante. 

En la página 2.? de la obra Elements de Géometrie, por A. 
Amiot, profesor de Matemáticas del Liceo de San Luis en París, 
corregida y aumentada por F. Vintejoux, profesor también del 
mismo Liceo. Se dice: ““La Geometría es la ciencia de la extensión, 
de la forma y de la posición, considerada de una manera absiracta?” 
(fíjense bien en esto, que es muy importante y que habré de utili- 
zar luego ““de una manera abstracta). En los Principios y proble- 
mas de Geometría, por el Dr. Eduardo Fontseré, catedrático de la 
Facultad de Ciencias de la Wniversidad de Barcelona, se lee en la 
pág. 9: “La Ciencia ave estudia la forma, posición y magnitud de 
los cuerpos, de las superficies, de las líneas y de los puntos, se llama 
Geometría.” El prefación de la obra Tratado elemental de Geome- 
tría, de los Sres. F Rouche y Ch. Comberousse, dedicado, como 
todos vosotros sabés. a hacer una reseña histórica de esta ciencia, 
comienza así: “Las ideas de extensión, posición y forma son natu- 
rales al hombre. S= atrilmye a los egipcios y caldeos el primer en- 
sayo para precisar y coordinar esas ideas.”” “La Geometría apare- 
ció entre los griegos importada de Egipto por el fenicio Thales, 
ete., ete. Es decir. que para estos. famosos autores, la Geometría, 
cuyo origen, como todos sabéis, se atribuye a los egipcios y caldeos, 
no es otra cosa que la coordinación y precisión de las ideas de ex- 
tensión, forma y posición de los cuerpos. 

Pero ¿a qué rontinuar citando autores?, la lista se haría inter- 


CONTROVERSIA CIENTÍFICA 69 


minable, basta recordar que es en la Geometría y no en la Mecá- 
vica donde se estudian las posiciones de las líneas y de los planos, 
en el espacio y entre sí; que es en la Geometría, y no en la Mecáni- 
ea, donde se estudia la simetría de los puntos, líneas, figuras o cuer- 
pos con relación a un punto, a una recta o a un plano, y que esto 
no es otra cosa sino el estudio de las propiedades que se deducen 
de las posiciones de esos elementos, figuras o cuerpos geométricos 
econ relación al centro, eje o plano de simetría; que es en la Greo- 
metría, y no en la Mecánica, donde se estudian las posiciones de 
una línea con relación a un plano, y que es en la Geometría, y no 
en la Mecánica, donde se estudian y defiren los prismas y cilindros 
rectos y oblicuos. ¿Qué razón hay para que todo esto se estudie en 
la ciencia que se ocupa de la posición de los cuerpos geométricos, y 
la de los elementos que los constituyen, y no se estudie en ella la 
posición de esos otros cuerpos geométricos que se llaman conos y 
pirámides? Absolutamente ninguna, como no sea la afirmación ro- 
tunda, y sin pruebas, de mi ilustrado contrincante, quien, para ha- 
cerla, ha tenido que prescindir de la definición de la ciencia de 
Euclides. 

En la página 3.2 (1) del trabajo que comento, dice y subraya el 
Sr. Planas: “Una pirámide no puede ser recta sino cuando, const- 
derada como volumen homogéneo, y suspendida libremente por su 
vértice, su base sigue siendo horizontal, esto es, cuando su eje de 
gravedad, por comcidir con su altura, queda vertical, como sucede 
en las pirámides regulares.?” 

Todos vosotros sabéis que “un cuerpo es homogéneo, siempre 
que volúmenes iguales de dicho cuerpo, tienen pesos iguales por 
pequeños que sean estos volúmenes””. Según esto, cuando el volu- 
men de la pirámide no sea homogéneo, ¿cómo podrá determinarse 
su posición? Hasta ahora teníamos grandes dificultades para de- 
finir las posiciones rectas y oblicuas; yo he tratado de definirlas 
dentro de los preceptos de la Geometría, que considera los cuerpos 
geométricos, como volúmenes abstractos, y en tal concepto, ereo 
que las definiciones dadas por mí, satisfacen todas las condiciones 
y se verifican en todos los casos; por lo menos me he cuidado al 
darlas, de que ellas dependan, única y exclusivamente, de la posi- 
ción del pie de la altura, respecto de la base de la pirámide; pres- 
cindiendo de toda otra circunstancias, pues la materia de que está 
formado el cuerpo es cosa de la que hay que prescindir en Geome- 


1 Pág. 2714 R. 8. C. IL cit. 


70 ALFREDO RODRÍGUEZ¿MOREJÓN 


tría, y las propiedades geométricas de los cuerpos hay que dedu- 
cirlas considerando a éstos y a sus elementos en abstracto. 

Así lo afirman Phillips y Fisher, profesores de la Universidad 
de Yale, en su libro Elements of Geometry, donde se lee en la pá- 
gina 3: “La porción de espacio que ocupa un cuerpo, considerada 
independientemente de la materia de que está compuesto, es un 
sólido geométrico.?? “El cuerpo material es un sólido físico.”? Ama- 
deo Guillemin, en el tomo primero de su conocidísima obra El 
Mundo Físico, y en la nota (2) de la página 6, dice: ““Los mate- 
máticos estudian las propiedades de los cuerpos geométricos, es 
decir, de la extensión figurada o de una porción del espacio cir- 
cunseripto en límites ideales.?? (Fijarse bien en la palabra ¿dea- 
les.) “La Geometría hace abstracción de la materia que constitu- 
yen, por el contrario, los cuerpos físicos. ”” 

También A. Amiot y F. Vintejoux, al definir la Geometría, ha- 
blan de la extensión, forma y posición en abstracto, como ya hube 
de llamar la atención, al referirme por primera vez a estos autores; 
H. Sonnet, en sus Primeros elementos de Geometría, dice (pág. 1.?) : 
““Para estudiar la forma de los cuerpos, la Geometría hace abstrac- 
ción de todas sus demás propiedades físicas, como son el peso, el 
color, etc.?? G. M. Bruño, en la pág. 1.? de sus Elementos de (Greo- 
metría, dice: ““La Geometría estudia las propiedades de estos ob- 
jetos abstractos que se llaman figuras geométricas??; pero ¿a qué 
continuar si en idéntico sentido se expresan todos los que han culti- 
vado estas ciencias desde sus orígenes hasta nuestros días? Basta 
con lo expuesto para notar este nuevo error en que incurre mi cul- 
tísimo contrincante, y vamos a ver a qué resultados tan desastro- 
sos nos ha de llevar semejante afirmación. 

He aquí dos pirámides equivalentes, (1) puesto que tienen igua- 
les bases y alturas, construídas de alambres; en la núm. 1, fig. 4.2, 
el pie de la altura está en el centro de la circunferencia circunserip- 
ta a la base; pues bien, esta pirámide que yo considero recta, pues 
satisface todas las condiciones que estimo necesarias para ello, es 
oblicua, según lo afirmado por mi querido contrincante, pues el 
eje de gravedad no se confunde con la altura, y el volumen de la 
misma no es homogéneo, pues está formada de hierro, estaño, aire, 
ete. Es decir, que no obstante que su cúspide y el pie de su altura 
equidistan de los vértices de la base y de reunir todas las demás 


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1 Las pirámides que representamos en la fig. 4, las expusimos al auditorio, no dibujadas 
sino construídas con alambres para hacer más visible lo que afirmamos. 


CONTROVERSIA CIENTÍFICA 71 


condiciones necesarias, a mi juicio, para considerar recta a una 
pirámide, y que a la vista salta esta afirmación, eso no obstante, es 
una pirámide oblicua, según mi estimado amigo. 

He aquí ahora la pirámide núm. 2, fie. 4, de igual base y altura 
que la anterior, e inscripta también dicha base, y colocada de idén- 
tico modo que ella en un círculo. Según mi modo de pensar, esta 
pirámide es oblicua, pues bien claro: se ve que su cúspide, por el 
hecho de no equidistar de los vértices de base, se acerca, inclinán- 
dose hacia dos de ellos y alejándose del tercero; me parece que na- 


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die dudaría viendo y comparando a ambas, cuál de las dos es la 
que debe considerarse recta, por acercarse más a la regular; sin 
embargo, dado que en esta pirámide el eje de gravedad coincide 
con la altura, será recta, según el Sr. Planas, siempre que su volu- 
men sea homogéneo; pero como en este caso el volumen no es ho- 
mogéneo, supongo que por no reunir todas las condiciones necesa- 
rias para ser recta, según mi estimado contrincante, debemos con- 
siderarla oblicua; y otra exactamente igual a ella en forma y po- 
sición, pero cuyo volumen sea homógeneo, será una pirámide recta. 
Llegamos, pues, a esta conclusión: que dos pirámides exactamente 
iguales en forma y dimensiones, una podrá ser recta, y la otro obli- 
cua, según que la materia de que estén formadas sea o no homo- 


génea. 


72 ALFREDO RODRÍGUEZ MOREJÓN 


Figuraos ahora otra pirámide regular, y recta por consiguien- 
te; pero cuyo volumen no sea homogéneo, por estar formada de 
cartulina y aire en su interior; sin embareo, al suspenderla libre- 
mente por su vértice su base, se conservará horizontal, debido a 
que el peso está repartido de modo uniforme. 

Suponed del mismo modo otra exactamente igual a la anterior 
en forma y dimensiones, cuyo volumen, tampoco sea homogéneo, 
sino que esté construída con cartulina, yeso, acero y aire, y al sus- 
penderla, no obstante que su altura pasa por el centro de gravedad 
de la base, ésta no se conservará horizontal, sino que se inclinará 
sensiblemente, si el peso no está repartido de un modo uniforme. 

Haced otra igual a las anteriores en forma y dimensiones, pero 
cuyo. volumen sea homogéneo por ser de yeso y maciza; por ejem- 
plo, al suspenderla libremente por la cúspide, su base se conser- 
vará horizontal, lo mismo que la de volumen no homogéneo, pero 
cuyo peso estaba repartido de modo uniforme. 

Resumiendo, tenemos: pirámides regulares de volúmenes homo- 
séneos, que al suspenderlas por el vértice o cúspide, se conservará 
su base en posición horizontal; pirámides regulares de igual forma 
y dimisiones, de volúmenes no homogéneos, en las que la base per- 
manecerá también horizontal ,debido a que el peso está repartido 
de modo uniforme; pirámides regulares de igual forma y dimen- 
siones que las anteriores, pero de volúmenes no homogéneos, cuyas 
bases se inclinarán al suspenderlas, debido a que el peso en ellas no 
está repartido de modo uniforme. 

He escogido estas pirámides por ser las que no ofrecen duda 
aleuna, ni al Sr. Planas ni a mí, respecto de su posición, la cual es 
recta para ambos por satisfacer las condiciones exigidas para ello 
por nosotros. Véase a qué caos hemos llegado ya, y eso que estamos 
en presencia del caso más sencillo, de aquel que no ofrecía antes 
dudas de ninguna clase, es decir, que en vez de aclarar ese punto de 
la ciencia, hemos apagado la única lámparilla que nos iluminaba. 

Todavía podéis construir otra más curiosa, tal como una pirá- 
mide hueca, de cartulina y oblicua sin discusión, puesto que satis- 
faga las condiciones necesarias para ello, según mi querido con- 
trincante y yo, esto es, que la altura no coincida con el eje de gra- 
vedad y el pie de dicha altura, aunque esté dentro de la base, no 
se encuentre donde debiera para ser recta, según mis creencias; al 
suspenderla, observamos que su base se inclina, no obstante que su 
volumen no es homogéneo, debido a que el peso está repartido uni- 


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[dls] 


CONTROVERSIA CIENTÍFICA 


formemente. En cambio, otra igual en forma y dimensiones a la an- 
terior conservaría horizontal su base al suspender el cuerpo por la 
cúspide, si no siendo homogéneo su volumen, se tiene cuidado de 
que el peso esté repartido de un modo no uniforme. 

En síntesis, tenemos pirámides oblicuas, homogéneas y no ho- 
mogéneas, que al suspenderla por su cúspide, y en virtud de que 
su altura no pasa por el centro de gravedad de la base, ésta se inli- 
na con relación a la altura, y pirámides oblicuas también, de igua- 
les formas y condiciones que la anteriores, en las que, al suspen- 
derlas, la base se conserva perpendicular a la altura debida a que el 
peso no está repartido de un modo uniforme. 

Perdonadme, señoras y señores, esta fatiga mental que os obli- 
eo a sufrir, pero sírvame de excusa que yo también estoy extenua- 
do mentalmente, viendo subir, bajar, inclinarse, permanecer hori- 
zontal y qué sé yo cuántas variaciones más, a tantas pirámides 
como puede concebir la mente, formada de tantas y tan diferentes 
materias, repartidas de modo infinito, y todo esto para saber si las 
pirámides son rectas u oblicuas, lo cual no sabremos nunca si ello 
ha de depender de que el volumen sea homogéneo y que la altura 
pase por el centro de gravedad de la base; yo, por mi parte, renun- 
cio gustosísimo a seguir investigando esta cuestión, porque me re- 
sultaría imposible llegar a definirlas, no ya debidamente, pero ni 
siquiera de un modo aproximado, y en aleunos casos, está fuera de 
las facultades del hombre poder comprobar si una pirámide reune 
todas las condiciones que, según mi culto y estimado contrincante, 
se necesitan para que sea recta u oblicua. Así, por ejemplo: Su- 
pongamos por un instante que me trasladara al pie de la famosa 
pirámide de Cheops, acompañado de aleunos de estos discípulos 
míos, que con tanto interés han seguido esta polémica, y me pre- 
euntaran si aquella pirámide es recta u oblicua; en el acto podría 
contestarles, según mis opiniones, es recta, porque su base es una 
fieura que puede inseribirse en un círculo, sus aristas laterales son 
iguales, y el pie de altura se encuentra situado dentro de la base. 
Aceptando las teorías de mi querido contrincante, no podría con- 
testarles ni tan pronto, ni de modo tan preciso, sino que tendría 
que decirles: vamos a verlo: empecemos por determinar el centro 
de gravedad de la base; los alumnos, que cuando estudian Geo- 
metría, no han estudiado Mecánica, pues como afirma Schopen- 
hauer, aquélla es una ciencia a priori, mientras que ésta lo es a 
posteriori, y por eso, en todos los centros de enseñanza del mundo se 


o 


74 ALFREDO RODRÍGUEZ MOREJÓN 


estudia la Mecánica, que tiene como una de sus principales bases 
la Geometría, después de conocer .ésta, los alumnos, repito, que no 
han oído hablar de centros de gravedad, se mirarán unos a los otros, 
como para preguntarse, y ¿esto qué es? Eso no me impedirá conti- 
nuar mis investigaciones, y al llegar al pie de masa rocosa, pasaré 
no pocos trabajos para trazar las diagonales de la base y determi- 
nar el centro de gravedad de misma, el cual está oculto bajo la 
enorme masa que lo cubre. Conseguido este objeto, difícil, material 
y hasta políticamente hablando, pues no es fácil que el Gobierno 


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de Egipto permitiera tal cosa, es preciso ver si satisface la otra 
condición, es decir, la de que la altura pase por dicho centro de 
eravedad; para ello, después de haber pasado muchas horas con la 
cabeza baja cavando y buscando el punto mencionado, volveremos 
la vista hacia arriba para buscar el vértice, y sobre nosotros sólo 
hay otra mole inmensa que lo cubre; ¡imposible!, pues, determinar 
su altura; pero por eso no he de dejar de satisfacer su legítima cu- 
riosidad, y volviéndome a ellos, les diré: vamos ahora, utilizando 
los medios de que dispone la Topografía (otra ciencia a priori, 
fundada también en la Geometría), a trazar una línea que, pasan- 


CONTROVERSIA CIENTÍFICA 7 


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do por el centro de gravedad de la base, se prolongue hasta fuera 
de ella; en este momento, los alumnos, que no saben una palabra 
de Topografía, ya no me siguen, a pesar del interés y la atención 
que me prestaban al principio, pues nadie atiende cuando no en- 
tiende. Determinada esa línea, tendremos que hacer pasar una ver- 
tical por un punto cualquiera de ella, tal como el B (fig. 5.2), con 
lo cual habremos determinado un plano vertical, que pasa por el 
centro de gravedad O; si el vértice S está situado fuera de este 
plano, indiscutiblemente la altura no pasará por el centro de gra- 
vedad; pero si, por el contrario, se encuentra en ese plano, podrán 
ocurrir dos casos: o bien la altura pasa por el punto O centro de 
eravedad, lo que resultará siempre que por los procedimientos, 
bien complicados por cierto, de la Topografía pedamos compro- 
bar que estando la altura contenida en el plano OBAS, resulta OB 
igual a SA; o bien pudiera resultar que estando la altura conteni- 
da en dicho plano, el pie de ella se encontrará en un punto cual- 
quiera de OB sin poder determinar cuál es; entonces será preciso 
hacer pasar por O otra línea horizontal cualquiera, OB”, y haciendo 
que por un punto de ella pase la vertical B”A”, habremos determi- 
nado otro plano vertical, y si el punto S se encuentra también en 
dicho plano, entonces, forzosamente, la intersección de estos pla- 
nos verticales que pasan por S y por O, será una vertical también, 
perpendicular, por consiguiente, a la base horizontal, y dicha rec- 
ta es la altura de la pirámide, la cual pasa por el centro de gra- 
vedad. ; 

No obstante que este procedimiento en la práctica resulta más 
sencillo, no dejan de ofrecer, tanto uno como otro, serias dificulta- 
des y un conocimiento completo de muchas materias que es preci- 
so estudiar después de saber la Geometría. 

Al llegar aquí habrá que suspender la sesión, porque el sol abra- 
sador de aquellas regiones y los trabajos llevados a cabo, tendrán 
desfallecidos al profesor y los alumnos. Sin embargo, falta lo más 
erave, ver si reune la tercera de las condiciones que han de satis- 
facer las pirámides rectas, falta nada menos que ver si ¡¡suspendi- 
da por su vértice, la base se conserva horizontal!! Arquímedes se 
comprometía a desquiciar el mundo si le daban una palanca ade- 
cuada y un punto fuera del elobo. El problema planteado por mi 
querido y culto contrincante, a quien quiera saber si las pirámides 
de Egipto son rectas, no tiene menos dificultades que el legado a 
la posteridad por el sabio de Siracusa. Y no es esto lo más grave, 


76 ALFREDO RODRÍGUEZ MOREJÓN 


sino que las pirámides serán oblicuas, porque no satisfarán esta ter- 
cera condición, pues como todos sabéis, el volumen de ellas no es ho- 
mogéneo, pues descartando el hecho de que no todas las piedras 
han de tener igual peso específico, todos vosotros sabéis que en el 
interior de ellas.hay galerías, salas para los sepuleros y excavacio- 
nes de distintas clases: no hay, pues, ni el recurso de contruir unas 
semejantes, pero mucho más pequeñas, y deducir la posición de 
las de Egipto por la posición que tengan las semejantes a ellas, pues 
como mi estimado contrincante hace depender la posición de di- 
chos cuerpos de la materia de que están formados, confundiendo 
así, de modo lastimoso, el cuerpo geométrico, que es la más pura 
abstracción, con el cuerpo físico, claro está que se llega a las con- 
clusiones tremendas desde el punto de la generalización científica 
a que hemos llegado; es decir, que dos pirámides exactamente igua- 
les por su forma y dimensiones podrán ser una recta (si el volumen 
es homogéneo, y la otra oblicua, si no es homogéneo el volumen); 
puesto que una satisfará la tercera de las condiciones exigidas por 
el Sr. Planas a las pirámides rectas, es decir la que su base se con- 
serve horizontal al suspenderia por su vértice, y la otra no llenará 
esa condición, como ya lo hemos visto, condición esta última que 
podrán reunir también en aleunos casos las pirámides oblicuas. 
Pero es mucho más grave la dificultad que nos ha creado el Sr. 
Planas, y es que generalizando sus teorías, a los otros cuerpos geo- 
métricos, prismas y cilindros, los cuales también tendremos que 
considerar como volúmenes homogéneos, porque no hay razón cien- 
tífica para que las pirámides lo sean y ellos no, cuando tan sólidos 
geométricos son unos como otros ,nos encontramos con que no sa- 
bemos, lo que hasta ahora era una verdad indiscutible, es decir, lo 
que son prismas y cilindros rectos y oblicuos; pues supongamos 
un prisma de volumen no homogéneo, V.G., de cartulina y aire por 
ser hueco, suspendido por su eje de gravedad, que suponemos coin- 
cida con la altura, conservará su base en posición horizontal, pero 
en cambio, otro igual exactamente al anterior en forma y dimen- 
siones, cuyo volumen tampoco sea homogéneo, pero en el cual el 
peso no esté repartido de modo uniforme, al suspenderlo por su 
eje de gravedad, su base no se conservará horizontal. ¿Qué serán 
estos dos cilindros? ¿Serán rectos los dos? Imposible, puesto que 
la diferencia de la materia que los constituye les da propiedades di- 
ferentes, y como la materia es factor importantísimo para deter- 
minar la posición, según mi docto contrincante, resulta que estos 


CONTROVERSIA CIENTÍFICA 77 


dos cilindros no pueden tener la misma posición, luego si uno es 
recto, el otro es oblicuo. A esta conclusión llegamos, sólo tomando 
como altura del prisma, el eje de gravedad del mismo; pero todos 
vosotros sabéis que por la altura de éste, o del cilindro, puede to- 
marse una cualquiera de las infinitas perpendiculares comprendidas 
entre ambas bases, así es que si al primero de los prismas menciona- 
dos, los suspendemos por uno de sus vértices o por un punto cual- 
quiera de sus bases, que no sea el centro de gravedad, pero que será 
siempre el extremo de una recta, que es altura del cuerpo, también 
se inclinará la base, como fácilmente se comprende. Consideremos 
ahora un prisma oblicuo hueco, de cartón, cuya base sea un polí- 
sono regular, suspendámosle por el centro de una de sus bases, ex- 
tremo del eje de gravedad del mismo, sus bases se inclinarán. no 
obstante que su volumen no es homogéneo; en cambio, otro prisma. 
exactamente igual al anterior, en forma y dimensión de volumen 
no homogéneo, podrá conservar su base horizontal, si el peso del 
cuerpo no está repartido de modo uniforme. Estos dos prismas, has- 
ta ahora, eran indiscutiblemente oblicuos; desde ahora, no sabemos 
lo que son. 

Otra afirmación categórica, pues en todo el trabajo de mi que- 
rido amigo no hay ni la más remota duda respecto de lo que dice, 
pues lo que expone son sus convicciones profundamente arraiga- 
das, según lo que se desprende de la lectura del mismo; otra afir- 
mación, repito, la expone en la pág. 5.2, (D donde se lee: ““Si cual- 
quiera de las cuatro pirámides, figs. 6 y 7 del autor, a base trape- 
zoidal, que el autor supone rectas, fuese suspendida libremente por 
su vértice, no tardaría su altura en oscilar bajo el punto de sus- 
pensión, haciendo que terminase la horizontalidad del plano de 
su base.?? 

Pues bien, todos vosotros podéis concebir una pirámide de base 
trapecial, recta según mis creencias, suspendida por el vértice li- 
bremente, y su base permanecerá horizontal, si no siendo homo- 
géneo el volumen se tiene cuidado de repartir el peso del cuerpo 
de modo uniforme, pero no por eso dejará de ser una pirámide de 
base trapecial. 

Después de lo expuesto, yo pregunto, ¿pero es que la posición 
geométrica de un cuerpo puede en modo aleuno depender de la 
acción de una fuerza sobre él? ¿Qué tiene que ver la posición que 
toma un cuerpo debida a una o varias fuerzas actuando sobre él, 


1 :P£g. 276 KR. 8. C. IT cif. 


78 ALFREDO RODRÍGUEZ MOREJÓN 


con la posición geométrica del mismo? Un prisma geométricamente 
considerado, ¿dejará de ser recto, porque yo lo coloque de modo 
que el plano de su base sea oblicuo con relación a otro plano cual- 
quiera? Respecto a este particular, me decía un discípulo, muy in- 
teligente y estudioso, que se encuentra en este lugar: ““Sr. More- 
jón, desde el momento que la posición de una pirámide dependa de 
la que le haga tomar la fuerza de gravedad al suspenderla libre- 
mente por su cúspide, y no habiendo razón alguna para escoger 
esta fuerza y no otra cualquiera, pues saliendo de la Greometría 
para resolver una cuestión puramente geométrica, lo mismo se está 
fuera saliendo por la puerta de la gravedad que por otra puerta 
cualquiera, yo creo que no hay razón para que yo no pueda some- 
ter una pirámide de volumen homogéneo (v. g., de acero) regular 
y suspendida por su cúspide a la acción de un potente imán, la 
pirámide en este caso no conservará su base horizontal; yo creo, 
Sr. Morejón, que la acción de las fuerzas sobre los cuerpos, no tie- 
ne nada que ver con la posición geométrica de los mismos.?? Eso 
creíamos hasta ahora, le respondí, y lo creíamos, porque así nos 
lo vienen diciendo todos los geómetras, desde los tiempos de Thales 
de Mileto, hasta hoy que hemos oído lo contrario. No es preciso que 
apele usted a fuerzas, ni a cuerpos materiales, no salga de la abs- 
tracción base de la Geometría; suponga usted el cono visual, o el 
cono de luz proyectado por una linterna mágica, o por los rayos 
del sol al penetrar por un pequeño agujero en una cámara obseu- 
ra; ¿eree usted que vamos a suspenderlos por la cúspide para ver 
si la base se conserva horizontal, o piensa usted que esos conos elt- 
culares, inmateriales y que, por consiguiente, su volumen no es, 
ni homogéneo ni heterogéneo, no han de ser rectos cuando todas sus 
generatrices sean iguales y oblieuos en caso contrario, o bien piensa 
usted que no teniendo volumen homogéneo no pueden tener po- 
sición geométrica, porque, como dice mi distinguido amigo y con- 
trincante: “Una pirámide (y un cono no es más que una pirá- 
mide de infinito número de caras) no puede ser recta sino cuando, 
considerada como un volumen homogéneo y suspendida libremen- 
te por su vértice, su base sigue siendo horizontal, esto es, cuando 
su eje de gravedad, por coincidir con su altura, queda vertical, 
como sucede con las pirámides regulares??? 

En la página 6 del trabajo de mi ilustrado contrincante, se lee 
lo siguiente: “Cuanto a troncos y trozos de pirámides y conos, 


1" Pág. 276 R./S. C. E. cit. 


CONTROVERSIA CIENTÍFICA 19 


estimamos también que el autor se equivoca, al afirmar que los 
trozos son rectos u oblicuos según procedan de pirámides y conos 
rectos u oblicuos.?? En efecto, de una pirámide recta o de un cono 
recto, siempre podremos obtener un tronco recto; y de una pirámi- 
de oblicua, o de un cono oblicuo, siempre podremos obtener un 
tronco oblicuo; pero de una pirámide oblicua o de un cono obli- 
euo, podremos extraer un trozo recto siempre que efectuemos la 
separación por medio de un plano perpendicular al eje de grave- 
dad, "porque así obtendremos una nueva pirámide más pequeña, O 
un nuevo cono más pequeño en el que la altura coincida con el eje 
de gravedad. Igualmente, de una pirámide recta o de un cono 
recto, podremos extraer un trozo oblicuo, siempre que efectuemos 
la separación por medio de un plano que no sea perpendicular al 
eje de gravedad, porque así obtendremos una nueva pirámide más 


Fig. 6a 


pequeña, o un nuevo cono más pequeño, en que la altura no commct- 
da con el eje de gravedad. El Sr. Planas ilustraba estas sus afir- 
maciones, objeticamente, con los cuerpos que tengo el honor de 
poner a vuestra disposición para que los examinéis si así lo deseáis. 
Y he llegado, señoras y señores, a la parte más penosa y difícil de 
mi trabajo, porque cuando aquella noche veía yo a mi distinguido 
contrincante afirmar resueltamente lo que queda expuesto, y le- 
vantar como trofeo de triunfo de esta controversia, que él com- 
paró con la **Batalla de las Pirámides?””, este cuerpo, fig. 6.2, al 
que llamaba “trozo recto cortado del modelo oblicuo?”, fig. 7?, que 
os presento, al que designaba “pirámide oblicua””, de donde **se 
ha cortado un trozo recto””, y luego mostraba, siempre en lo alto, 


s0 ALFREDO RODRÍGUEZ MOREJÓN 


este “trozo recto cortado del modelo oblicuo””, que también os pre- 
sento, fig. 8.*, y al que llamó “cono oblicuo de donde se ha cortado 
un trozo recto””, fig. 9.2; cuando mi querido y muy ilustrado con- 


Fig. 7a 


trincante mostraba todo esto con la satisfacción propia del que ha 
arrollado al contrario, y “su briosa refutación””, según la calificó 
con notable acierto el distinguido periodista a que antes me he 


Fig. Sa 


referido, la hacía con palabra tan fogosa como tal vez no lo fueran 
aquellas con que Napoleón alentara a sus soldados en el fragor de 
la verdadera Batalla de las Pirámides; yo, que en esos momentos 


CONTROVERSIA CIENTÍFICA | 81 


veía la sonrisa que se dibujaba en muchos de los oyentes, y la cara 
de espanto que ponían mis alumnos, al ver que lo que mi querido 
y muy culto compañero llamaba trozos de pirámide y cono, no eran 
sino pirámides y conos deficientes, y que los trozos eran, figuras 
7,2 y 9.2, éstos que él dejó sobre la mesa y a los que llamaba pi- 
rámide y como oblicuo; creedme, señoras y señores, mis deseos fue- 


Fig. 9a 


ron, y de haberlos podido realizar hubiera sentido con ello una 
eran satisfacción, porque yo estimo mucho al Sr. Planas, mis de- 
seos fueron, repito, poder quitarle, sin que nadie lo notase, la pirá- 
mide y el cono deficiente que a todos mostraba como trozos de cono 
y pirámide, respectivamente, y colocar en su diestra a los verda- 
deros trozos que él dejó sobre la mesa y a los que llamaba, según 
se lee escrito por él en una de sus caras, pirámide y cono oblicuo, 
respectivamente; porque dado lo estruendoso de aquel fracaso, yo 
veía a mi amigo meritísimo, no como al Napoleón de las Pirámides, 
sino como al caído de Waterloo, y luego, cuando al terminar su 
luminoso trabajo, mis alumnos, que no conocían su refutación a mi 
tesis, como no la conocía yo, se acercaron a la mesa, y cogiendo los 
cuerpos, que tuve que quitarles y guardar, mostraban a todos los 
concurrentes el tremendo e incomprensible error en que incurría, 
al confundir los troncos y trozos de pirámides y conos, con las pi- 
rámides y conos deficientes; cuando tal cosa ocurría, yo sólo me 
acordaba, al ver aquella caída, del prisionero, cien veces ilustre, de 
Santa Elena!! 

Ha sido para mí tarea penosísima encontrar una palabra que, 
sin lastimar a mi querido amigo, a quien debo toda clases de respe- 


82 ALFREDO RODRÍGUEZ MOREJÓN 


tos por sus condiciones personales y por la amistad que a él me une 
me ha sido imposible, digo, poder calificar este hecho sin herir su 
susceptibilidad; porque esto no es una errata, ni tampoco es un 
error, y de ahí mi dificultad para calificarlo, y como no encuentro 
palabra apropiada al caso, renuncio a ello y dejo a vosotros la pe- 
nosa encomienda de hacerlo si lo queréis. ¿Cómo es posible que mi 
contrincante haga extensivo el sienificado de la palabra trozo en 
castellano, que quiere decir, según el Diccionario: “Pedazo o par- 
te de alguna cosa cortada o separada de otra””, con el significado, 
particularísimo, de esa misma palabra al designar un trozo de pi- 
rámide o de cono? ¿Es que un trozo de cono o de pirámide es un 
pedazo cualquiera de un cono o de una pirámide como cree mi es- 
timado contrincante cuando afirma, pág. 6, (2 que: “de una pirá- 
mide oblicua, o de un cono oblicuo, podremos extraer un trozo rece- 
to, siempre que efectuemos la separación por medio de un plano 
perpendicular al eje de gravedad, porque así obtenemos una nueva 
pirámide más pequeña, o un nuevo cono más pequeño en que la al- 
tura coincida con el eje de gravedad ””? ¿Pero es que eso es el trozo 
de pirámide o de cono, como ratifica en los cuerpos presentados y 
en los cuales, de su puño y letra ha escrito mi querido contrincante 
lo mismo que afirma en su trabajo y que yo acabo de repetir? Todos 
vosotros sabéis que eso no es un cuerpo nuevo, sino que es otra pirá- 
mide, u otro cono que se llama pirámide o cono deficiente. Pero, es 
que hay más todavía, señoras y señores, no siempre que un plano 
corte todas las aristas laterales de una pirámide o todas las genera- 
trices de un cono, la parte de la pirámide o del cono comprendida 
entre el plano secante y la base del cuerpo dado se llama trozo de 
cono, ni en español ni en inglés, sino que en castellano se llama tro- 
zo de pirámide o de cono, según los casos, la parte de pirámide o 
de cono, respectivamente, comprendida entre la base y la sección 
que determina un plano, oblicuo a dicha base y que corta a todas 
las aristas laterales o a las generatrices. Eso es lo que los ingleses 
lMaman truncated piramid o truncad cone; y algunos autores espa- 
ñoles, también llaman al trozo de cono, cono truncado, y pirámide 
truncada al trozo de pirámide. Ahora bien, cuando el plano sector 
es paralelo a la base, el cuerpo que se obtiene (siempre el compren- 
dido entre la base y el plano sector, nunca entre la base y el vérti- 
ce como afirma mi distinguido contrincante), se llama tronco de 
pirámide o tronco de cono, según los casos; y los ingleses le lla- 


INP ES EL Cro: 


CONTROVERSIA CIENTÍFICA 83 


man frustun of a piramid y frustun cone, respectivamente. Los 
franceses llaman indistintamente pyramide tronquée o tronc de 
pyramide o bien cone tronquée o tronc de cono a estos Cuerpos, es- 
pecificando si las bases son o no paralelas, para distinguir ambos 
casos; pero lo que no ocurre, ni en inglés, ni en español, ni en fran 
cés, ni en ningún idioma, es llamar por estos nombres a las pirámi 
des o conos deficientes como hace mi distinguido contrincante. 

Perdonadme, señoras y señores, que repita estas sencillísimas de- 
finiciones que todos vosotros conocéis perfectamente y no me ten- 
eáis a mal que, dada vuestra cultura, me ponga a repetir lo que vos- 
otros conocéis muy bien desde que aprendisteis los rudimentos de 
la Geometría; pero como quiera que mi querido contrincante lleg.: 
a la conclusión de que los troncos y trozos son rectos y oblicnos 
conforme a lo que él sustenta, y afirma que yo me equivoco al decir 
que los troncos serán rectos u oblicuos según procedan de cuerpos 
(pirámides o conos) que sean rectos u oblicuos, me he visto obli- 
gado a llamar la atención de mi querido contrincante respecto de 
que, sólo tomando por trozos de pirámides y trozos de conos a las 
pirámides y conos deficientes rectos, que él obtiene, puede afirmar 
lo que dice, porque a no ser por esa equivocación, vería mi culto 
amigo, que los trozos y troncos procedentes de pirámides o cónos 
oblicuos, son oblicuos, como claro se ve en ls cuerpos, fig. 7.* y 9.2, 
por él presentados y que vosotros podéis comprobar. 

Suponiendo que todo lo dicho por mi distinguido contrinconte 
fuera cierto, dando por sentado que ninguno de los errores anterio- 
res los hubiera cometido, bastaba esta absurda conclusión a que 
llega, para que toda su teoría venga abajo, no por los esfuerzos 
que yo haya hecho, sino por el peso de sus propios errores, los cua- 
les, si se me permite el símil, han sido para dicha teoría, la fuerza 
de gravedad, que la ha precipitado en tierra, cuando él la había sus- 
pendido libremente ante vosotros, a fin de observar la posición que 
tomaba el fundamente o la base de ella en el concierto de los cono- 
cimientos humanos. 

Réstame, para terminar esta parte de mi trabajo, referir, según 
ofrecí la primera noche que tuve el honor de dirigiros la palabra, 
la causa que motivó este, tan discutido como modestísimo, trabajo 
mío. Explicaba a mis alumnos la lección relativa a los poliedros, y 
les indicaba que según la costumbre establecida en mis clases, de- 
bían traerme al otro día un tema escrito sobre el asunto tratado. Al 
día siguiente, y conforme a lo dispuesto por mí, comenzaron a leer 


84 ALFREDO RODRÍGUEZ MOREJÓN 


sus respectivos trabajos, y noté que, con diferentes palabras, todos 
daban la misma definición errónea de pirámide oblicua; respecto 
de ese error hube de llamarles la atención, pero al notar que todos 
incurrían en él, ereí lo que siempre he creído en esos casos, que el 
error era mío, y dirigiéndome a ellos, hube de preguntarles, si de 
ese modo les había yo definido la pirámide oblicua, a lo que respon- 
dieron afirmativamente. Pues bien, les repliqué; si lo he dicho así, 
lo he dicho muy mal, y deben tachar eso y poner lo que voy a die- 
tarles. Me disponía a darles, la para mí sencilla definición, cuando 
noté que de ningún modo podía hacerlo debidamente, por lo que 
me vi obligado a decirles: en estos momentos no se me ocurre una 
definición clara y precisa, así es que se las daré mañana. 
Difícilmente me sería poder expresar el disgusto y la decepción 
erandísima que se apoderó de mí aquella tarde de constante re- 
cuerdo. Resulta que, me decía a mí mismo, yo, profesor de Geome- 
tría, no sé lo que es una pirámide oblicua, cosa que sabe cualquier 
alumno de la escuela primaria. Lo honrado es que renuncié mi 
puesto de profesor. Estas reflexiones las hacía en el trayecto de la 
Escuela a mi casa. Llegué a ésta y comencé a hojear obras de Geo- 
metría buscando la deseada definición, y nada encontré en ellas, y 
lejos de tranquilizarme por no hallarla, me dije: claro, es tan sen- 
cilla que no se consigna en los libros de puro sabida. Confieso que 
no se me ocurrió buscar en ningún libro de Mecánica. De todos 
modos, aquélla fué noche de insomnio horrible en que mi cuerpo 
se extenuaba a causa de la tremenda lucha entablada entre mis de- 
beres de padre y esposo, obligado a buscar el sustento de seres que- 
ridísimos, a los del ciudadano digno que no quería engañar a sus 
discípulos ni defraudar la confianza que en él se depositara al en- 
comendarle la instrucción de aquellos jóvenes que constituían la 
más legítima esperanza de la patria. Rendido al fin, dejaron de 
atormentarme las tristezas de la vida real, para ser víctima de ho- 
rribles pesadillas. A la mañana siguiente fuí a ver algunos amigos 
y antiguos profesores para que me ayudaran a salir en bien del 
compromiso contraído con mis discípulos, y cuál no sería mi asom- 
bro al ver que ellos, como-yo, tampoco sabían lo que era una pirámi- 
de oblicua; esto ya me tranquilizó, pues comprendí que mi igno- 
rancia era, por rara excepción, justificada en este caso. Referí a 
mi discípulos lo ocurrido, y desde entonces comencé una busqueda 
infatigable para ver si encontraba en algún libro lo que ya comen- 
zaba a despertar mi curiosidad. No quedó biblioteca pública, libre- 


CONTROVERSIA CIENTÍFICA 85 


ría ni biblioteca de amigos, en que no estuviera buscando y rebus- 
cando durante tres años largos. Convencido de que la definición 
faltaba, intenté encontrarla, pues era para mí muy penoso tener 
que omitirla curso tras curso en mis explicaciones. Si largo fué el 
tiempo empleado en convencerme de que la definición no existía, 
no fué más corto el empleado en llegar a las conclusiones que he 
llegado; entonces y después de consultado con varios compañeros y 
profesores de Matemáticas, fué que me decidí a verificar mis ejer- 
cicios del Doctorado, y presentarlo como tesis, porque, como digo 
en el comienzo de ella, estimaba que era un estudio, s. no ¿Mportan- 
te, por lo menos original. Lo ocurrido después, vosotros lo sabéis; 
al año y medio de publicada, recibí el reto de mi querido amigo 
para esta polémica, y con ese motivo he vuelto a ocuparme del 
asunto; he mandado algunos ejemplares de mi trabajo a profeso- 
res y amigos inquiriendo el juicio que les mereciera, y como resul- 
tado de esas consultas, leeré algunas de las opiniones que he ob- 
tenido: 

El Dr. Pedro Córdova, Arquitecto de la Escuela de San Fer- 
nando, de Madrid, y profesor de Dibujo en nuestra Universidad, 
acaba de publicar una obra tan repleta de conocimientos útiles 
como bien expuestos, y titulada Curso Práctico de Dibujo Geomé-- 
trico, y en ella me hace el honor, sólo comparable en su magnitud a 
lo inmerecido que resulta, de citar (pág. 72) mi trabajo, en térmi- 
nos tan encomiásticos, que me veo imposibilitado de leer los párra- 
fos que me dedica, pues aunque esos elogios los inspira la bondad 
más excesiva y la amistad que desde antaño me une al dignísimo 
catedrático, no me parece propio leerlos, máxime cuando todos vos- 
otros sabéis que son injustificados; ahora bien, aprovecho esta opor- 
tunidad para hacer público testimonio de mi agradecimiento a mi 
ilustrado profesor, con quien habría de compartir gustoso mis éxi- 
tos, si por casualidad aleún día los tuviere, pues a él los debería en 
parte. 

El Dr. Antonio Rosell y Carbonell, ex-alumno laureado del 
Liceo de San Luis, en París; Catedrático, por oposición, de Mate- 
máticas en el Instituto de Matanzas, y una autoridad competentí- 
sima en estas cuestiones, a quien consideramos y respetamos como 
tal todos los que nos dedicamos a estos estudios, me dice en carta 
fechada en 1. de Abril de 1912: ““He leído con vivo interés su fo- 
lleto “Tesis sobre pirámides””. Si puede serle satisfactorio he de 
manifestarle que en mi clase, al tratar del estudio de los poliedros, 


86 ALFREDO RODRÍGUEZ MOREJÓN 


señalaré su nombre, año tras año, mientras viva, como el primero 
que ha tenido la honra de aclarar ese punto de la Ciencia. Para mí 
no hay en ciencias puntos menos importantes, en ese cielo como en 
la bóveda celeste todo es importante y las más pequeñas estrellas, 
suelen ser inmensos soles. ?? 

El sabio matemático F. Vintejoux, autor de innumerables obras, 
que todos conocemos, Profesor del Liceo de San Luis, en París, y 
el único que en Francia ha obtenido por dos veces consecutivas el 
““Premio Nacional””, conferido al mejor profesor de Matemáti- 
cas, le dice al Dr. Rosell, en carta fechada en París el 8 de Junio 
de 1912: “Yo os doy las gracias por haberme enviado el trabajo 
del Dr. Morejón, y os suplico de transmitir a él mi agradacimiento 
y mi felicitación. A causa de que la lengua española no me es ha- 
bitualmente familiar, yo no he podido seguir en todos sus detalles 
el desarrollo de esta tesis; pero me ha parecido que la cuestión ha 
sido estudiada con cuidado y con discernimiento y que hay en ella, 
desde el punto de vista de la enseñanza, ideas útiles. 

““Yo debo ver próximamente a uno de mis colegas que lee muy 
bien el español y yo tendré el placer, con su ayuda, de profundizar 
este trabajo, del cual yo no he podido tener más que una idea ge- 
nera.?? 

Con motivo de esta carta, me dice el propio Dr. Rosell, con 
fecha 24 de .Tunio de 1972: “Le envío mi más cordial felicitación 
por la opinión de Vintejoux: “la question a été étudiée avec soin et 
disernement??, pues la emite un célebre maestro premiado dos veces 
por la Sorbona.”” 

No son éstas las únicas cartas, ni las únicas felicitaciones, que 
ya por escrito o verbalmente he recibido por mi trabajo; pero no 
he de citarlas todas, porque algunas lo están en términos tan enco- 
miásticos, que puena con mi modo de ser el darlas personalmente 
publicidad, y permanecerán guardadas en las gavetas de mi escri- 
torio como seguramente hubieran permanecido éstas, si no me obli- 
garan a publicarlas el hecho de haberse dudado de la justicia y ree- 
titud del tribunal que juzgó mi modesto trabajo. Esas cartas prue- 
ban una vez más lo que no necesitaba probarse, por ser un axioma, 
y es que, dadas la competencia y honorabilidad de los miembros 
que constituyeron el tribunal, en este caso, como siempre, supieron 
lo que hicieron, aun suponiendo que ocurra lo que no es nada difí- 
cil que suceda; esto es, que las opiniones sustentadas en mi trabajo 
fueran erróneas, y de ningún valor científico, por consiguiente, pues 


CONTROVERSIA CIENTÍFICA 87 


bastaba que el tribunal formara de ellas el mismo juicio que le ha 
merecido a mi distinguido contricante en la carta que me dirigió 
retándome a esta polémica, para que estuviera justificado el fallo 
que dictó. 

De todo lo expuesto se deduce: 

1. Que mi querido amigo no ha probado, como afirma que lo 
ha hecho, nada que pueda afectar ni poco ni mucho a las opiniones 
que sustento. 

2. Que el Tribunal ha procedido, como no podía por menos 
que suceder, con pleno conocimiento de lo que hacía al dictar su 
fallo. 

3. Que cualquiera que sea el resultado de mis opiniones en el 
futuro, ya favorable o adverso, sólo a mí, única y exclusivamente, 
podría afectar, pero nunca al Tribunal, que no hizo más que dar su 
sanción al trabajo, por reunir los requisitos legales; pero que ese 
acto no significa que aceptaba mis opiniones, como tampoco que las 
rechazaba, reservándose cada uno de ellos el derecho de aceptarlas 
o RO, según su propio criterio le indicara. 

Podrá mi tesis, cual débil barquichuelo, tratar de conservarse 
a flote sobre el proceloso mar de los conocimientos humanos, reci- 
biendo, como acaba de recibir, el espumoso oleaje de una refuta- 
ción que se ha deshecho al chocar con su débil borda, y que lejos de 
sumergirla, la ha elevado más, permitiendo a su acerada quilla 
pasar por encima de la onda que la amenazara; pero eso no quiere 
decir que otras opiniones, más fundadas y más científicas, cual in- 
mensa montaña del mar, no la haga sumergir en el abismo más 
profundo, sin dejar ninguna huella de su existencia, lo cual no 
habrá afectado en lo absoluto la sublime grandeza del océano, que 
al permitirle flotar sobre él, mo se hizo responsable de su estabili- 
dad; así también podrán mis opiniones sumergirse en el olvido más 
completo, sin que por eso sufra las consecuencias el tribunal que 
las juzgara, ni se afecte en lo más mínimo la augusta majestad de 
nuestra prestigiosa Alma Mater. - 


Si el resultado, favorable o adverso de esta polémica, en lo que 
a mi tesis se refiere, es cosa que no me ha preocupado en lo absoluto, 
pues el no aceptar como verdades científicas lo que en ella expongo 
no significaría sino el fracaso de un esfuerzo, cosa tan común que a 
nadie sorprendería, y mucho menos a mí, que lo espero siempre, y 
desde luego sus efectos los amenguaría mucho la satisfacción del 


88 ALFREDO RODRÍGUEZ MOREJÓN 


deber cumplido, por virtud de lo cual he tenido el gusto de ser el 
primero que ha llamado la atención sobre ese punto obscuro de la 
ciencia, lo que ha motivado esta polémica, que me honra en alto 
erado, pues me ha permitido hacer oir mi desautorizada palabra en 
esta prestigiosa '“Sociedad Cubana de Ingenieros””, honor que nun- 
ca me hubiera proporcionado mi falta absoluta de mérito para ello, 
y que lo debo única y exclusivamente al hecho de haber pretendido 
cumplir con exceso mi deber de profesor, no dejando ignorar a los 
alumnos lo que estimé que pudiera enseñarles. Si el éxito no coro- 
nara mi labor, de nada tendría de que arrepentirme y sí mucho de 
que alegrarme. 

No resulta así respecto de mi otro trabajo **Curiosidades Cien- 
tíficas””, publicado también en la RevisTa DE LA FACULTAD DE LE- 
TRAS Y CIENCIAS, de la Universidad de la Habana, en el número co- 
rrespondiente al mes de Julio de 1911; pues en la carta de mi es- 
timado y culto contrincante, que he tenido el gusto de leer, me ase- 
euraba que, lo demostrado por mí, “era ya conocido””, lo cual me 
probaría en el curso de esta polémica. ¡ Pensad cuál no sería la pre- 
ocupación que me ha embargado durante los seis meses transcurri- 
dos desde que recibí dicha carta hasta que tuve el gusto de oir la 
lectura del brillante trabajo de mi querido amigo! Bien sabía yo 
que no tenía importancia científica alguna lo que en ese artículo 
demuestro, y bien claro digo que el título de **Curiosidades?” expli- 
ca perfectamente el concepto que me merecía mi pobre producción, 
y hasta llego a afirmar (pág. 25) (1 que la fórmula que encuentro 
para expresar el valor del ángulo de dos tangentes, es de ““eviden- 
cia tanta, que tampoco justifica estas líneas (me refiero al trabajo 
publicado en la REVISTA), si no fuera que ella nos permitirá dedu- 
cir la propiedad que ha de tener todo cuadrilátero circunscripto a 
un círculo cuya propiedad no deja de ser curiosa, aunque .sólo sea 
porque no la hemos visto consignada en ninguna obra de Geome- 
tria?”. 

En el párrafo siguiente, digo: “Ahora bien, nos importa mucho 
hacer constar que la publicación de este trabajo no obedece a que 
creamos se trate en él de una cuestión importante, mi. mucho menos 
que vamos a dar a la ciencia un nuevo teorema. El título que enca- 
beza estas líneas explica claramente el alcance de esta cuestión.?? Es 
decir, que lo único que motivaba aquel trabajo era la originalidad 


1 Vol. xt, núm. 1 de la REVISTA DE LA FACULTAD DE LETRAS Y CIENCIAS, mes de Julio 
de 1911 y 270 de la R. S..C. I. cit. 


CONTROVERSIA CIENTÍFICA 89 


del asunto, y esto no era nuevo, sino que ya se conocía, según afir- 
maba de modo terminante mi querido amigo... ¡Figuraos vosotros, 
que sois hombres de honor, cuánto no habré sufrido, pensando que 
mi estimado amigo iba a traer aquí el libro en el que se publicó, 
siquiera algunas horas antes de haberlo hecho yo, la fórmula y con- 
secuencia por mí deducidas y dadas a una Revista seria como ori- 
vinales, para que las honrara haciéndolas figurar en sus páginas! 
De hecho resultaba yo un plagiario, que me entretenía en buscar 
en libros raros cuestiones no vulgares, para sorprender la buena fe 
de los directores de una prestigiosísima publicación y darlas como 
mías; pues no hay que pensar en una coincidencia científica, no; 
dada mi insignificante personalidad como hombre de ciencias, con 
relación a la del autor de la obra en que apareciera previamente 
publicado mi trabajo, sólo cabía pensar en lo primero y no en lo 
segundo, pues las coincidencias se estiman que resultan siempre 
que a dos prestigios científicos se les ocurre la misma cosa simultá- 
neamente, pero nuca cuando uno de los que discuten la paternidad 
de un asunto es, como en este caso resulto yo, simple y obscurecido 
profesor de Matemáticas elementales, y el otro fuera por lo menos 
el autor de una obra científica, que por modesta que fuera, su au- 
tor valdría mucho más que yo. ¡Qué de torturas y qué de angustias 
no he sufrido, pensando, no ya en la tesis, que nada me preocupaba, 
sino en el momento en que mi amigo queridísimo, dirigiéndose a 
vosotros, os dijera en estas o parecidas palabras: '“Ved aquí en la 
obra tal, página tantos, editada por Fulano, lo que el Sr. Rodrí- 
guez Morejón da como suyo en el núm. 1.* del vol. XIII, pág. 25, 
de la REVISTA DE La FACULTAD DE LETRAS Y CIENCIAS, de la Univer- 
sidad de la Habana, correspondiente al mes de Julio de 1911. A 
pesar de que son muchos y muy rudos los golpes que mi mala for- 
tuna me ha obligado a sufrir, y que mi alma forjada en el yunque 
del dolor, con el martillo de la adversidad, tiene, por consiguiente, 
el temple del acero, creedme que mucho dudé de poder soportar 
tan tremenda prueba. 

Cual no sería mi tranquilidad y con qué libertad no latiría mi 
corazón oprimido, cuando oí decir a mi docto contrincante estas 
palabras, pág. 9: (Y “Nosotros confesamos ingenuamente que no 
recordamos haberla leído nunca en mngún tratado de Geometria.?” 
Pero como el espíritu ha de estar constantemente hostigado por al- 
guna. preocupación, tras la tranquilidad grande, sí, muy grande, 


IPs 2795: 5. 0: Ls elb: 


90 ALFREDO RODRÍGUEZ MOREJÓN 


que aquellas palabras me produjeron, libre ya de la temida acusa- 
ción de impostor, fuí presa en el acto por la duda que me propor- 
cionaron las mismas palabras de mi amigo. En efecto, me decía: 
¿Si ni él ni yo hemos visto esta fórmula y esta consecuencia en nin- 
euna obra de Geometría, antes de publicarlas con mi firma en la 
RevisTa, cómo es que este trabajo no es nuevo, no es original, sino 
que, por el contrario, era ya conocido? ¿Pero en dónde se publicó 
antes para que fuera conocido, o es que puede ser conocido lo que 
nadie ha visto? Verdaderamente, la duda trocóse en el más grande 
interés, para ver cómo amigo demostraba que era conocido una fór- 
mula y una consecuencia que ni él ni yo habíamos visto publicada 
antes en ninguna parte, como tampoco la conocían los profesores a 
quienes las consulté antes de publicarse por mí en la REvISTA men- 
cionada, como tampoco nadie recordaba haberla oído a ningún pro- 
fesor en sus explicaciones. ¿Es raro, verdad? Por fortuna, mi que- 
rido y docto contrincante no se hizo esperar mucho, y afirmó re- 
sueltamente, que esa fórmula encontrada por mí no era nueva, por 
ser, según dice en la pág. 9: (Y “Una simple transformación de la 
fórmula que indican todas las obras de Geometría al considerar el 
ángulo de dos tangentes como el límite del ángulo formado por dos 
secantes a una circunferencia??; y más adelante, pág. 10, Y) dice: 
““Se llega a la fórmula del Dr. Rodríguez Morejón por medio de una 
fórmula general que la contiene implícitamente.?”? Si se tiene en 
cuenta que precisamente lo que nos proponíamos demostrar, según 
afirmamos en nuestro trabajo, era encontrar una fórmula que nos 
diera directamente el valor del ángulo de las dos tangentes sin re- 
currir a considerarlo eomo un caso particular del formado por dos 
secantes, lo que a nuestro juicio tiene la ventaja de ser más práctico, 
porque se obtiene con sólo medir el areo menor de los dos, determi- 
nados en la circunferencia por los puntos de contacto, y restando 
esta cantidad de la constante 180%, cosa mucho más fácil de hacer y, 
por consiguiente, más práctica que medir los dos arcos dados y res- 
tar el menor del mayor para obtener el valor del ángulo buscado; 
si ése es únicamente el objeto que se perseguía en esa fórmula en- 
contrada por mí, no hay más que dos caminos para demostrar que 
no io alcancé: o bien probar que ya otro lo había encontrado, o bien 
probar que es falso ese valor; ni una ni otra cosa ha probado mi que- 
rido contrincante, y lo que ha hecho es una cosa muy sencilla de 


1 Pág: 279 -R..9:.C: Lo Cit. 
2 “Pág. 280 R..8..C. E. Cib. 


CONTROVERSIA CIENTÍFICA 01 


hacer siempre que hay una tangente, esto es: escaparse por ella; 
supongan ustedes lo extremadamente sencillo que le habrá sido es- 
caparse de la cuestión, habiendo dos tangentes. En efecto, ¿qué es 
lo que hace mi estimado amigo para probar que mi fórmula no es 
original? pues llegar a ella por otro camino, largo y fatigoso, como 
lo son todos aquellos en que hay que recurrir a artificios de cálculo, 
los cuales sólo deben emplearse en caso de absoluta e imprescindi- 
ble necesidad, pero nunca cuando se puede llegar a una fórmula del 
modo sencillísimo y directo que lo hago. Pero aceptemos el camino 
que mi contrincante sigue y nos encontramos, y por ello le estoy 
muy agradecido, con que sólo sirve para confirmar la verdad de la 
fórmula dada; pues una cosa no deja de ser original porque se de- 
muestre la verdad de ella de varios modos. Difícil será en matemá- 
ticas no encontrar una fórmula cuva veracidad no haya sido de- 
mostrada de varias maneras; por no citar más que una conocidísi- 
ma, y salvado el espacio inmenso que separa la importancia de ella, 
como de todas las verdades científicas que más adelante citaré, con 
la escasísima importancia de la encontrada por mí, mencionaré el 
teorema de Pitágoras, del que se han dado innumerables demostra- 
ciones diferentes, hasta el punto de que, si no me engaña mi memo- 
ria, conté en una obra más de veinte, y hasta se deduce como coro- 
lario por simples operaciones algebraicas; es decir, sumando los 
valores de los cuadrados de los catetos en función de la hipotenusa 
entera, y de la proyección de cada cateto sobre la referida hipote- 
nusa, lo cual es tanto como afirmar que el famoso teorema se halla 
implícitamente contemido en las fórmulas generales que nos dan el 
valor de los dos catetos del triangulo en función de los elementos 
referidos. Pero es más, señoras y señores, es que aceptando el eri- 
terio de mi contrincante, llegamos a la conclusión de que todos los 
corolarios y consecuencias que se conocen en matemáticas, existían 
ya, mucho antes de que por alguien se hicieran patentes, pues to- 
dos están ¿mplícitamente contenidos en el teorema o en la fórmula 
de donde se han deducido, y, por consiguiente, habrá que estimar- 
los como cosa que no merece atención, no obstante que aleunos de 
ellos son más importantes que el teorema o fórmula de donde pro- 
vienen. Según eso, quien hizo ver que en todo triángulo isósceles, 
la línea que une el vértice con el punto medio de la base, es altura 
del triángulo y bisectriz del áneulo opuesto, no demostró nada 
nuevo, pues esa verdad estaba ¿/mplicitamente contemda en el 
teorema general, que dice: “En todo triáneulo isósceles los 


92 ALFREDO RODRÍGUEZ MOREJÓN 


ángulos opuestos a los lados iguales son iguales””; tampoco 
demostró nada nuevo quien hizo ver que un triángulo no 
puede tener dos ángulos rectos, ni dos obtusos, ni uno recto 
y otro obtuso, ni quien probó que los ángulos agudos de un 
triáneulo rectángulo son- complementarios, e iguales si el trián- 
gulo es además isósceles, pues todas esas verdades están ¿mplici- 
tamente contenidas en el teorema general relativo al valor de los 
tres ángulos de un triángulo; tampoco dedujo nada nuevo quien 
hizo ver que la línea quebrada que une los extremos de una recta, 
es mayor que ésta, pues esa consecuencia está ¿mplicitamente con- 
tenida en la definición de línea recta; tampoco demostró nada nue- 
vo quien hizo ver que es necesario que los ángulos opuestos de un 
cuadrilátero sean suplementarios, para que el cuadrilátero pueda 
inscribirse en un círculo, pues esa verdad está ¿mplícitamente con- 
tenida en la fórmula que nos da el valor del ángulo inscripto; 
tampoco demostró nada nuevo quien nos dió a conocer los valores 
del cuadrado y cubo de la suma o diferencia de dos cantidades, ni 
el famoso corolario relativo al cuadrado o cubo de un número 
formado por decenas y unidades; como tampoco demostró ¡nada 
nuevo Newton! al darnos la fórmula famosísima del binomio, pues 
todas estas verdades están ¿implícitamente contenidas en la fórmu- 
la general dada para multiplicar expresiones algebraicas; tampoco 
demostró nada nuevo Maclaurin al darnos a conocer la fórmula que 
lo ha inmortalizado, pues eso, como el mismo Maclaurin dice, no 
es más que un caso particular de la fórmula de Taylor, puesto que 
obtenida esta última no hay más que hacer sencillísimas operacio- 
nes algebraicas, consistentes, como todos sabéis, en permutar la 
variable x y el incremento h y dar a este último el valor O : ¡nada 
de eso es nuevo!, porque estaba ya implícitamente contemido en la 
fórmula de Taylor; así razonando, llegaremos a la conclusión de 
que todos los libros de Matemáticas están plegados de cosas que 
no deben figurar en ellos, pues son perfectamente conocidas por 
estar implicitamente contemidas en las fórmulas o teoremas genera- 
les, y extendiendo más el razonamiento, llevándolo fuera de las 
matemáticas puras, deduciremos que Leverrier no descubrió ¡nada 
nuevo! cuando dió a conocer la existencia del planeta Neptuno, 
porque este hecho estaba implícitamente contenido en las leyes de 
la Mecánica celeste, pues fué preciso que aparentemente infringie- 
ra Urano la Ley de la Atracción Universal, encontrándose en otro 
Ingar de la bóveda celeste, distinto al en que debiera estar, según 


CONTROVERSIA CIENTÍFICA 93 


dicha ley, en aquellos momentos, para que buscando la causa de 
aquella simulada infracción apareciera Neptuno, no a los ojos del 
observador, sino revelándose en los cálculos que hiciera el sabio ma- 
temático; pero esto ¡no es nada nuevo!, porque estaba implicita- 
mente contemido en la Ley de la Atracción Universal; y extendien- 
do aún más el razonamiento y llevándolo hasta la Cosmografía y 
la navegación, conocimientos también basados en las matemáticas, 
llezgaremos a la consecuencia de que Colón, al descubrir la América, 
¡no descubrió nada nuevo!, pues la existencia de este continente 
era una verdad implícitamente contenida en la gran verdad de la 
redondez de la tierra, y tanto es esto así, que el mismo Colón fué el 
primero que no creyó nunca haber descubierto un nuevo mundo, 
sino que se encontraba en aquel Cipango tan bien descripto por 
Marco Polo. 

Permitidme, señoras y señores, repetir una vez más que al citar 
estos hechos grandiosos y estos nombres de ilustres varones que 
nos permiten ereer que fueron ellos, y no nosotros, los formados a 
imagen y semejanza de Dios; permitidme, repito, aclarar bien el 
concepto de que al citarlos no he ereído, lo que sólo loco y atacado 
de delirio de grandeza pudiera ereer, esto es, que pueden comparar- 
se con el misérrimo trabajo mío objeto de estas líneas; no, y mil 
veces no; nadie, a excepción de mi querido contrincante, lo ha esti- 
mado de menos importancia que yo mismo, como puede comprobar- 
se leyéndolo; el objeto al citar tales descubrimientos ha sido única 
y exclusivamente hacer ver adónde llesaríamos aplicando el razo- 
namiento de mi querido amigo, cue estima no es nueva una fórmula 
científica deducida directamente, sin tener para nada en cuenta 
otra fórmula anterior, y sin que la dada por mí fuera antes cono- 
cida, por el hecho de que él, siguiendo un camino más largo y com- 
plicado, llegue a la misma fórmula que yo encontrara antes. Añá- 
dase a lo anterior, que el objeto principal del trabajo no era, como 
claramente se dice en él, dar a conocer esa fórmula del valor del 
ángulo de dos tangentes, sino como también se dice, deducir la pro- 
piedad que tienen los ángulos opuestos de un cuadrilátero circuns- 
eripto a un círeulo, cosa la cual tampoco estima nueva mi contrin- 
cante, a pesar de no figurar en los textos de Geometría, y de no 
haber razón, como no sea el que se desconociera antes esa propie- 
dad que yo encuentro, para no mencionarla, lo mismo que se men- 
ciona la del cuadrilátero inscripto. 

Animado con mis trabajos mi distinguido contendiente, encuen- 


94 ALFREDO RODRÍGUEZ MOREJÓN 


tra él como valor del mismo ángulo, el arco mayor menos ciento 
ochenta gramos; mas como para ello emplea análogos artificios de 
cáleulo y operaciones aleebraicas, para transformar la fórmula 
que da el valor del ángulo de dos secantes, camino que fué el se- 
euido para llegar también a la fórmula que yo directamente, y con 
sólo sumar dos igualdades sencillísimas encuentro; ese valor dado 
por mi estimado amigo, con ser cierto, no desmerita el mío, puesto 
que en la práctica siempre es más fácil obtener el que yo doy direc- 
tamente, sin tener para nada en cuenta el ángulo de las dos se- 
cantes, que era precisamente lo que me proponía, que no llegar tras 
aleunas operacienes y artificios, a deducir la que encuentra mi 
amigo, fundado en el ángulo de dos secantes, pues para ello es mu- 
cho más fácil considerar al ángulo de dos tangentes como caso par- 
ticular del de dos secantes; pero eso precisamente es lo contrario de 
lo que nos proponíamos demostrar. 

Por otra parte, mi estimado contrincante dice (pág. 10): 
“Expresar, como lo expresan los libros de Geometría, que el ángu- 
lo de las tangentes es igual a la semidiferencia de los arcos com- 
prendidos, es lo mismo que decir que dicho ángulo es igual a 180” 
menos el arco más pequeño.?” Tal afirmación no se le había ocurri- 
do ni al mismo Sr. Planas antes que yo hiciera ver la equivalencia 
de esos dos valores y la ventaja de tomar uno en vez del otro, no 
sólo por ser más fácil determinar el valor del ángulo dado, pues 
sólo hay que medir un arco en vez de dos, sino porque me permite 
deducir la propiedad de los ángulos opuestos del cuadrilátero cir- 
eunsceripto, propiedad que el Sr. Planas también comprueba. 

Por último, resulta muy particular que mi estimado contendien- 
te, que me niega haber encontrado tal fórmula, a la hora de uti- 
lizarla en sus cáleulos, no encuentra modo de designarla de otra 
manera que llamándola “fórmula del Dr. Rodríguez Morejón”, 
- con lo cual mi querido amigo me honra en alto grado al contraer el 
parentesco espiritual que contrae erigiéndose en padrino de mis 
hijos intelectuales, y me es grato declarar que ninguno hubiera 
escogido yo que lo mejorara, y muy pocos que lo igualaran, por 
lo que doy las gracias más expresivas por el honor que me dispensa. 

Queda, pues, demostrado de modo concluyente, que mi distin- 
guido amigo no ha probado que mi trabajo “Curiosidades Geomé- 
tricas”” no es original, sino, muy al contrario, ha confirmado lo que 
yo demuestro. 


1 Pág. 280 R. $. C. 1. cit. 


CONTROVERSIA CIENTÍFICA 05 


Antes de abandonar este puesto de honor, quiero hacer presen- 
te a todos vosotros mi agradecimiento por haber impreso a este 
acto el sello de distinción y cultura que os caracteriza, y no es el 
cumplimiento de un elemental deber de cortesía lo que inspira estas 
palabras, sino la profunda convicción de que sólo a vuestros pres- 
tigios y a los de mi distinguido contrincante, se debe el éxito de 
esta polémica, que por lo que a mí respecta, hubiera pasado sin 
dejar la más leve huella, como ha ocurrido siempre con el fárrago 
de mis pobres producciones. Sois vosotros los que iluminando con 
el brillo que emana de vuestras personalidades, este acto, le pro- 
porcionáis el esplendor que se irradia desde este lugar de honores 
y prestigios, al que nunea me hubiera traído mi precaria eondi- 
ción intelectual; y como vosotros, hbenévolamente, habéis prescin- 
dido de esta cireunstancia y os habéis prestado a honrarme dis- 
pensándome vuestra valiosa atención, a la que no soy acreedor en 
lo absoluto, es por lo que de mi corazón se desborda la justificada 
gratitud que mansamente corre hacia vosotros. No impide el estar 
a todos igualmente agradecido, dedicar un recuerdo especial a las 
damas que engalanan el acto, y a mis queridos discípulos que con 
tanto interés me han acompañado en esta jornada para mí llena de 
dificultades, siguiéndome y brindándome el entusiasmo de sus años 
juveniles, hasta el punto de que me hubiera sido imposible desfa- 
llecer, pues lograron contaminarme sus ilusiones y sus esperanzas 
al verlos tan interesados en estos debates, por asistir a los cuales 
dejaban gustosos los paseos y fiestas propias de su edad. Creedme, 
señores y señores, que cuando se ha perdido casi por completo la 
fe en la generación presente y es preciso volver la vista a la pasada, 
para confortarnos el espíritu y encontrar ejemplos de desinterés, 
abnegación y heroísmos sin límites, resulta consolador ver que en 
esos jóvenes que han de formar la del porvenir, está la única espe- 
ranza de la patria, de esta patria lacerada cuyas heridas, manando 
sangre todavía, están pronto a dar salida por ellas a la vida que 
aún le resta; y que en sus torturas, clama y pide a sus hijos que 
la asistan y atiendan debidamente, mientras éstos tratan de sacarles 
las entrañas, cual lo harían las fieras en la selva con inmaculada 
virgen. 

Otra eran satisfacción espiritual, me la ha proporcionado esta 
brillante “Sociedad Cubana de Ingenieros””, a la que tantos hono- 
res debo, pues ella, al querer reunir a todos los compañeros para la 
defensa común y velar por los prestigios profesionales elevando el 


96 ALFREDO RODRÍGUEZ MOREJÓN 


nivel intelectual de la clase, sieue el único camino que conduce a 
la verdadera rectificación de nuestros procedimientos. Sí, señoras 
y señores, cuando todas las clases que constituyen el pueblo cuba- 
no, se agrupan con el objeto de defenderse mutuamente y estudiar, 
plantear y resolver los problemas que afecten a nuestro desarrollo 
¡intelectual y económico, es entonces que se irá consolidando el pres- 
tigio nacional; porque esas clases perfectamente organizadas para 
ese fin, serán para Cuba lo que deban ser los hijos cariñosos para 
aquella mujer a quien deben la existencia, que todos trabajan y se 
afanan por proporcionarles la dicha y el honor. Cuando esto ocu- 
rra, no deberá intimidarnos el engrandecimiento de los demás pue- 
blos de la tierra y mucho menos los progresos humanos, sintetiza- 
dos en la apertura del Canal de Panamá; lejos de eso, será propli- 
cia nuestra situación, porque al surcar nuestros mares las naves 
que comunican a todos los pueblos del elobo, podrá erguirse nuestra 
patria independiente y en verdad soberana, para devolver con el 
pabellón del triángulo escarlata y las salvas de nuestra artillería, 
el saludo respetuoso y cortés que le dirijan las demás naciones, y 
el estampido del cañón parecerá decir a los navegantes: “Id pro- 
clamando por todos los pueblos de la tierra, que existe en este lugar 
de la América una república soberana, nacida merced al esfuerzo 
titánico de su pueblo y consolidada por la cordura de sus ciudada- 
nos, los que con sus innumerables virtudes y rectificando sus erro- 
res, se proponen hacer de la Perla de las Antillas un modelo de 
pueblos libres. ”?” 


Como apéndice del anterior trabajo, damos a conocer las cartas 
que, al Dr. Manuel Serafín Pichardo, han dirigido los ilustres ma- 
temáticos Antonio y Bernardo Portuondo, legítimas glorias de este 
país, que los cuenta entre sus hijos predilectos, y cuyas cartas no 
fueron leídas por el Sr. Rodríguez Morejón la noche en que refutó 
las opiniones del Sr. Planas con la réplica que hoy publicamos. 


““San Vicente de la Barquera, Agosto 13 de 1912. 


Sr. D. Manuel Pichardo. 


Mi distinguido y querido amigo: Recibo hoy su atenta carta 
de ayer, con la adjunta—que le devuelvo—del Dr. Rodríguez Mo- 
rejón. 

No es exacto que el juicio que mi hermano y yo formamos de 


CONTROVERSIA CIENTÍFICA 97 


su trabajo científico le fuera adverso ni desfavorable. Estimamos 
mi hermano y yo que es un trabajo apreciable y digno de encomio 
por el espíritu investigador y rigorista que en él revela su autor, 
aunque no crea yo que sea un estudio de trascendencia. Creo que 
el señor Rodríguez Morejón puede hacer trabajos de más alcance. 
Esta fué la impresión que saqué de la lectura en Madrid, pues no 
disponía entonces del tiempo necesario para hacer un estudio dete- 
nido, como lo requiere verdaderamente aquel concienzudo trabajo. 

Devuelva usted a nuestro amigo Justo el saludo afectuoso, que 
también le envía Juan Francisco. 

Aprovecha esta ocasión para reiterarle su afecto y conside- 
ración.—Antomio Portuondo.?” 

/ 

““Sr. D. Manuel Pichardo. | 

Mi querido y distinguido amigo: Tengo el gusto de remitir a 
usted la carta que me envía mi hermano Antonio para que yo la 
haga llegar a sus manos. Como el asunto a que ella se refiere mi 
hermano fué ya objeto de correspondencia entre usted y yo, ereo 
oportuno añadir ahora.mi absoluta conformidad con el juicio que 
va expresado en la adjunta carta, y afirmar de nuevo mi opinión 
favorable a las condiciones de alta inteligencia y de laboriosidad 
que revela el trabajo científico del señor Rodríguez Morejón, y que 
hace de dicho estudio una obra por todo extremo digna de especial 
estimación y de sincero elogio. 

Sabe usted cuánto le quiere su buen amigo y paisano.—Bernar- 
do Portuondo.—Agosto 16 de 1912.”” 


EL MAESTRO; SUS VERSOS: SU BIOGRAFIA 1! 
POR J. F. CAMPILLO | 


«Dígase la verdad; mas dígase 


sin ira.» 
Martí. 


Las páginas del volumen XI de las obras de Martí—que viene 
publicando Gonzalo de Quesada, de trece años a la fecha,—son pá- 
ginas de júbilo; y de júbilo tanto para los adoradores del sublime 
Maestro, como para los admiradores del Discípulo, en quien aplau- 
den la constante devoción y su ““imperecedero amor?” al gran des- 
aparecido de Dos Ríos. 

En el Maestro, no sólo muéstrase, una vez más y en toda su 
pujanza al cubano sinsonte y cóndor, sudario y espada que van 
conociendo los martiólogos modernos—felizmente en aumento, siem- 
pre que aparece un nuevo tomo—sino que también, y con más re- 
fulgente aureola, al inquieto poeta simbolista que renovó su idioma 
con vibrantes y proféticas estrofas, dejando revelado en ellas el 
carácter de su alma sensitiva, dulce, escrutadora, casta, rebelde... 
““tajos de sus propias entrañas?” que son la más auténtica, amplia 
y sentimental de todas sus biografías presentes. Sí; lo escribiré: una 
autobiografía única de aquel candoroso mortal, que bien *““pensa- 
tivo, febril, pálido y grave””, ““rebanando su pan en solitaria mesa, 
pidiendo al aire sordo modo de libertar de su infortunio al siervo””, 
ó, de otro modo, echándose en brazos de la muerte ““con los buenos, 
los tristes, los burlados que serán en otra parte burladores””, re- 
quiere, amorosamente, se le lea no en salones de ciudad grande, 
““donde el amor, sin pompa ni misterio, muere, apenas nacido, de 
saciado””; no ““entre el andamiaje y las nacientes paredes...; no 
en el ““circo... donde lucen, cual daga cruel que hiere al que la 
blande, los vicios, y cual límpido escudo las virtudes””...; no don- 
de “las carrozas, las ropillas blancas, risueñas y alegres, el relu- 
ciente corcel de crin trenzada y riendas, y la albarda de plata sun- 
tuosa prendida, y el menudo zapatillo cárcel a un tiempo de los 
pies y el alma”” son... sino con mirada de atento vigía, y en 


1 Dedicado al Dr. Gonzalo Aróstegui. 


EL.MAESTRO; SUS VERSOS; SU BIOGRAFIA 99 


Í 


calma de hijo bueno, en la soledad del campo, bajo una palma, cer- 
ca de la tumba de un héroe o de mañanita a la orilla del mar, fren- 
te a un trozo de pared rodeado de coronas y acribillado a balazos... 

El Discípulo—su albacea literario, más de lo poco que de su 
personalidad cura; y cómo prescinde de sí mismo y del orgullo 
natural en todo hombre de letras, —enseña su proverbial humil- 
dad al dar cabida, en el citado volumen XI, a la no implacable, 
pero sí injusta, crítica del conocido escritor y eminente antillano 
Américo Lugo. Esta crítica a que me refiero es el Prólogo a Flor y 
Lava—volumen impreso en París en 1909, y que bien puede consi- 
derarse una hábilmente razonada, cuidadosa selección—si se quie- 
re—de las obras del Maestro, publicadas por Quesada sólo hasta 
el volumen VII; pero, en cambio, fácil labor ordenada con mate- 
rial ya dado a la estampa por aquel a quien tacha, allí mismo, de 
impaciente, desordenado... inepto, en una palabra! 

Cuando leí tal de Lugo—sin conocerle,—me sucedió lo mismo 
que a otros equivocados de por acá: me lo imaginé un oportunista 
de esos que necesitan ponerse bajo la augusta sombra del Maestro 
para, rodeados de la ternura de que carecen, herir corazones, en 
vez de mitigarles las penas y sacarles del error, poniéndoles otro 
corazón junto al pecho. Y luego que le traté sentí tal atracción por 
él, que ya no buscaba sino—ceomo al fin lo encontré—el error de 
Lugo en alguna serpiente que, por infernal sortilegio, había tro- 
cado su rica pluma de marfil y oro en áspera bayoneta de cobre. 
Al verlo tan puro hubiera querido hacer mías todas las injusticias 
suyas... l 

Néstor Carbonell, hermano en Martí de cuantos le amamos por 
su blancura de alma, por la religiosa unción que le inflama cuando 
del Maestro habla, por el reverente culto que de sus doctrinas guar- 
da y—sobre todo—por la modestia con que mide su propia labor, 
sin arañar a los buenos ni sentir tristeza por el triunfo ajeno, nos 
deleitó, no ha mucho, por segunda vez, recordándonos El Poeta en 
todo su esplendor, en toda su portentosa magnitud de Atlas, al ge- 
nio y rapsoda de la lliada Libertadora. Y hablándonos de aquel 
genio, de aquel genio que “hubiera conquistado en la tranquilidad 
de una existencia sin luchas la gloria de Platón, el renombre de 
Píndaro, la fama de Demóstenes”, hizo, entre aplausos, asomar el 
asombro en más de un rostro incrédulo o ignorante, dibujarse la in- 
voluntaria mueca de arrepentimiento, o de ira, en alguno de esos 
que se proclaman ungidos—por no se sabe quién—para dar paten- 


100 J. F. CAMPILLO 


te de gloria patria, y se ríen de aquello que no admiten, por no ne- 
garse a sí mismos... Pero Carbonell hizo más que eso: hizo mo- 
ver generosos brazos y manos que, estrechando nuestra bandera, 
pareciéronme más nobles y más blancos... Y si Carbonell procla- 
maba en voz alta, con frase arrebatadora de confirmado creyente 
las excelencias del impoluto Maestro, ¿por qué, poniendo mi insu- 
ficiencia y buena voluntad donde Carbonell pone toda su modestia, 
no habré yo de refutar errores históricos sobre El que se cometen 
en el Prólogo de Flor y Lava? 

Dice Lugo en sus Datos Biográficos que “al nacer José Martí 
en la Habana el 28 de enero de 1853, su padre, oficial de artillería 
español, se arrancó los galones para que el hijo no lo viera de es- 
clavo de nadie.?”? Y continúa: ““Lo educó con el propósito de que 
fuera un hombre libre??; y—cual si tratara sutilmente de ensalzar 
a Don Mariano,—con menoscabo del patriotismo del Maestro para 
hacerlo aparecer luego como émulo del poeta Heredia (a quien 
pone como dominicano), agrega de Don Mariano: “en una oca- 
sión le dijo: “Porque no me extrañaría verte peleando un día 
por la independencia de tu tierra?”... Está muy bien presenta- 
da, casi imperceptiblemente, esta peregrina idea; pero se la ve, por- 
que al comentar a Martí Poeta escribe: “Cuando se pone a const- 
derar a un escritor cubano (Heredia, Bachiller y Morales, etc.), lo 
primero que le mira es el patriotismo. Heredia que *““AcAso des- 
pertó en su alma, como en la de los cubanos todos, la pasión inez- 
tinguible por la Libertad”” fué tema favorito de su palabra de agi- 
tador. ¡Y Heredia era domimicano de origen y su nacimiento en 
Cuba mero accidente!!!”” 

Luego pasaré a la iniciación y juramento del Maestro y a lo 
que llamaría la génesis de su amor a la Libertad; volvamos ahora a 
Don Mariano: ““Cuando tenía un año Martí de nacido lo llevaron 
a España y no sólo le inculcaban la sumisión más absoluta a su 
Gobierno””, (2) sino que la aspiración del padre era hacer del hijo 
un escribientillo de la policía española; esto es: un cubano nativo 
dispuesto a perseguir a sus compatriotas amantes de la indepen- 
dencia. Lo mismo puede afirmarse de sus primicias literarias. Martí 
encontró siempre la oposición más intransigente a la exterioriza- 
ción de su genio literario. Para convencer a Lugo de que estaba equi- 
vocado, bastará copiar aquí lo que el Dr. Viondi acaba de publi- 


2 Carbonell. la Conferencia. 


EL MAESTRO; SUS VERSOS; SU BIOGRAFIA 101 


car... “Tales procedimientos (el castigo) aplicados a personalidad 
tan artística y delicada como la de Martí, en el período de su adoles- 
cencia, habrían necesariamente de desgarrarle el alma y sumirlo en 
el más profundo desconsuelo, como lo revela su carta (y se publica 
íntegra una carta de Martí al *““Señor Mendive””) y continúa así: 

““Pero transcurrieron los años, y con ellos la transformación del 
viejo conquistador, que de tirano de su hijo pasó a ser, deslumbrado 
por los fulgores del genio, su admirador más entusiasta, y el ado- 
lescente maltratado y sórdidamente explotado, sintió a su vez, por 
ley de reciprocidad, trocados sus sentimientos de víctima por otros 
nobles y generosos de piedad y cariño hacia su padre. 

““Recuerdo haber oído en distintas ocasiones, a Martí hablar de 
su padre, y siempre lo hizo con indulgente benevolencia. ”” 

La confirmación de lo que el Dr. Viondi escribe—y dió a la pren- 
sa el poeta Díaz Silveira para sacar de error a alguien—está en es- 
tos versos sencillos—pág. 160, vol. XI—G. de Q.—-: 

““Si quieren que de este mundo 
Lleve una memoria grata, 


Llevaré, padre profundo, 
Tu cabellera de plata.?? 


y estos otros: 


Cuando me vino el honor 
De la tierra generosa, 
No pensé en Blanca ni en Rosa 
Ni en lo grande del favor. 


Pensé en el pobre artillero 
Que está en su tumba callado: 
Pensé en mi padre el soldado: 
Pensé en mi padre el obrero. 


Cuando llegó la pomposa 
Carta, en su noble cubierta, 
Pensé en la tumba desierta, 
No pensé en Blanca ni en Rosa. 


Sigue Lugo: “Rafael María Mendive fué maestro suyo””, y cita 
luego el caso en que éste ““le dió una vez a empeñar su reloj para 

+ ¡prestarle seis onzas a un poeta necesitado””; pero pasa por alto la 
prisión de Mendive—por separatista—olvidando la escuela de que 
salió Martí a los nueve años, (3) así como el Colegio del Dr. Casado, 


3 Carbonell, la Conferencia, 


102 J. F. CAMPILLO 


donde conoció a Valdés Domínguez—su ángel consolador, hermano 
en el destierro,—y el hecho de que un amigo de su padre, a espaldas 
de éste, le alentara para seguir sus estudios. 

Vamos ahora a la génesis del Maestro como patriota; el amor a 
““lo que acaso despertó en su alma, como en la de los cubanos todos, 
pasión inertinguible por la Libertad””; eso que en Martí fué una 
obsesión primero y una completa consagración después no tuvo 
El, ni tuvimos nosotros, que aprenderlo de Heredia, como adu- 
ce Lugo aun después de haber tenido en sus manos el vo- 
lumen VÍ (Hombres), páginas 97 a 100—donde el propio Maes- 
tro confiesa que el Señor Mendive “no escribió jamás sino sobre 
verdades de su corazón o sobre penas de la patria””, y continúa así: 
““ .. porque sabe bien poco de Cuba quien no sabe cómo peleó él 
por ella desde su juventud, con sus sonetos clandestinos y Sus sátt- 
ras impresas, cómo dió EL EJEMPLO... ¿Por qué quitarle su gloria 
al Sr. Mendive? Este es un lamentable error de mi recordado ami- 
go Lugo: dedicar un cortísimo párrafo a los años de 1868 a 1873, 
porque en ellos fué que el neófito profesó en su fe para con la tris- 
te patria esclava. Carbonell, que no quiere a Heredia por Mecenas 
o impulsor de Martí, valiéndose de una frase suya, ni admitiría la 
peregrina idea de que el egregio cantor del Niágara fuese domini- 
cano—porque, en tal caso, Martí mismo hubiera sido español—por- 
que el padre de Heredia era oriundo de Santo Domingo—y por- 
que sosteniendo eso no fuera ni argentino San Martín...—Car- 
bonell no comete ese error; y dice así en su primera conferen- 
cia: “El toque de clarín de Yara, primero, haciendo vibrar 
su alma de patriota (descontando de esto que el amor a la 
Libertad no es planta exótica, sino indígena en Cuba, desde los 
tiempos de Hatuey) la prisión de su viejo amigo, (Y los sucesos de 
Villanueva (5) y otros desmanes y abusos por el Gobierno de Espa- 

4 De yersos sencillos: 

Con los pobres de la tierra 
Quiero yo mi suerte echar: 


El arroyo de la sierra 
* Me complace más que el mar. 


5 El enemigo brutal 
nos pone fuego á la casa; 
El sable la calle arrasa 
A la luna tropical. 


No hay bala que no taladre 
El portón: y la mujer 
Que llama, me ha dado el ser; 
Me viene a buscar mi madre, (sigue) 


EL MAESTRO; SUS VERSOS; SU BIOGRAFIA 103 


ña fueron, seguramente, los que fijaron en su mente la divina 
idea de la Libertad y la necesidad de conquistarla. Fué en- 
tonces—ceontinúa—como su despertar glorioso. Fué entonces ACASO 
que se juró en secreto a ella y celebró sus bodas con la patria; fué 
entonces que recibió esa consagración del dolor que sublima el alma 
y señala cumbres desconocidas al pensamiento.”? Y en su segunda 
conferencia llama “la voz de una promesa de un juramento?” al 
profético verso libre Yuao Y ESTRELLA que aparece en la pág. 241 
del volumen XI; pero el propio Martí emplea, varias veces, 
el vocablo juramento, no en ese verso libre—que es de 1882,— 
sino en 1871, cuando el fusilamiento y deportación de los estudian- 
tes de Medicina de la Universidad de la Habana (entre los que se 
hallaba Valdés Domínguez, que fué el noble rehabilitador de ellos) ; 
en estas estrofas que copio del volumen 1 de las obras publicadas 
por Quesada, se lee: 


Lloré, lloré de espanto y de amargura: 
Cuando el amor o el entusiasmo llora 
Se siente a Dios, y se idolatra, y se ora; 
¡Cuando se llora como yo, se jura! 

¡Y yo juré. Fué tal un juramento 

Que si el fervor patriótico muriera 

Si Dios puede morir, nuevo surgiera 

Al soplo arrebatado de su aliento! 

Tal fué, que si el honor y la venganza 
Y la indomable furia 

Perdieran su poder y su pujanza, 

Y el odio se extinguiese, y de la injuria 
Los recuerdos ardientes se extraviaran, 
De mi fiera promesa surgirían 

Y con nuevo poder se levantaran 

E indómita pujanza cobrarían. 


La prueba más concluyente de mi aserto es que en la hoja fir- 
mada por Pedro de la Torre y Valdés Domínguez, que escribió Mar- 
tí, y fué fijada en algunas de las esquinas más públicas de Madrid 


5 (sigue) A la boca de la muerte, 
Los valientes habaneros 
Se quitaron los sombreros 
Ante la matrona fuerte. 

Y después que nos besamos 

Como dos locos, me dijo: 
«Vamos pronto, vamos hijo: 
La niña está sola; vamos! 


104 J. F. CAMPILLO 


en 1872—págs. 63 a 66, vol 1,—dice... “que no lloremos dema- 
siado, poque hay un límite al llanto sobre la sepultura de los muer- 
tos, y el amor infinito a la patria que se jura sobre sus cuerpos y 
que no teme ni se abate 11 se debilita jamás, porque los cuerpos de 
los mártires son el altar de la honra...?? (6) 

Tan es así lo que digo; tan es así, repito, que el mismo Carbo- 
nell, en su primera Conferencia, en la que no se sabe qué admirar 
más, si la precisión en lo que narra o el discreto cuidado de no 
presentar al Mártir en todo su inacabable, multiplicado y hondo 
martirio, estuvo casi a punto de llegar a igual parecer al decir estas 
palabras emocionantes : 

“Una noche en que para tratar del asesinato de los estudiantes 
de Medicina se reunieron los cubanos allí (en Madrid) residentes, 
Martí habló; y recuerda uno que estuvo en aquella reunión, que 
fué su discurso relampagueante, encendido, arrebatador: y recuer- 
da, también, que sucedió esa noche una cosa sobranatural. Colgado 
de la pared, sobre la tribuna, había un mapa de Cuba y cuando 
Martí lleno del más tierno lirismo hacía una invocación a su patria 
llorosa y rodeada de cadenas, cuando la concurrencia suspensa tem- 
blaba de emoción, el mapa cayó como una corona sobre su cabeza. 
¡Fué como si su tierra toda entera, respondiera a su llama- 
miento!...?” 

Veamos en los Versos Sencillos—pág. 190, vol XI—cómo el 
Maestro—que, a mi entender, no quería que alguien, que no sé 
quién pueda ser, cantara en la iglesia, escribía después de aquella 
horrible matanza: 


La imagen del rey, por ley, 
Lleva el papel del Estado: 
El niño fué fusilado 
Por los fusiles del rey. 

Festejar el santo es ley 
Del rey: y en la fiesta santa 
¡La hermana del niño canta 
Ante la imagen del rey! 


( 


Lugo dice que Martí “pasó a Guatemala, donde fué nombrado 
Catedrático de la Universidad”? (en 1877); pero no advierte que 
fué entonces por segunda vez. El Maestro estuvo en Guatemala 
en 1876, volviendo (en 1877), de México, ya casado, con Doña Car- 
men Zayan Bazán. Y agrega Lugo: “Volvió a su patria (en 1878) 


6 Solían loz madrileños motejar a Martí «Cuba llora», 


EL MAESTRO; SUS VERSOS; SU BIOGRAFIA 105 


y establecióse como abogado en la Habana con Don Miguel Viondi””. 
Martí nunca ejerció su profesión por no prestar juramento de aca- 
tar las leyes de la Corona. Trabajó en el bufete del Dr. Viondi 
mientras conspiraban los dos. 

Por lo demás, Lugo, en verdad y con justicia, desperdició 
bien poco del material con que, en 1909, contaba—volúmenes del 
I al Vll—para su trabajo que, como él lo confiesa, resulta hecho 
de prisa y como para cubrir una exigencia de momento. La gallar- 
día de su pluma veterana no se ve en Flor y Lava; pero, por otra 
parte, su concisión y profundo análisis del patriota nos trae a la 
mente aquella noble frase del Maestro: ““Las palabras pomposas 
son innecesarias para hablar de los hombres sublimes. ?” 

No obstante, el descuido de Lugo no está en asegurar que el 
Maestro obró por. impulsión ajena—cuando los genios como Martí 
toman del ambiente que les rodea, aquello que les conviene, en vez 
de asimilirsa a él;—no está en proclamar lo que debemos a Heredia 
(pues si Heredia era cubano como Lugo lo sabía, la espada liberta- 
dora de Máximo Gómez nos vino de Santo Domingo); (7) no está 
en creer que, “como la de Zorrilla, su gloria*”—la literaria del 
Maestro— “brotó a los pies de un cadáver?”, cuando es bien notorio 
que brotó del Arte y la Literatura mismos; no está en decir que 
“era raro que no redactase aleún periódico, cuando redacta dos 
y dirigía uno (*); no está en quitar al Señor Mendive—poeta 
también—parte de lo que en la gloria del sublime Poeta le cabe; 
ni en olvidar a Don José de la Luz, a Ramón Zambrana, Don 
José de Armas y Céspedes... No; Martí no copió a nadie; era 
un hombre poliédrico. Si (8) “sintiendo bullir en su cerebro un 
pensamiento de fuego, desarrolló, de día en día, a la luz de la re- 
flexión y de los años, sus ideas; si mirándose como constreñido y re- 
ducidas a estrechísimo círculo sus latentes facultades, concibió el 
plan de recorrer el mundo en pos de útiles conocimientos y con la 
esperanza de ser útil algún día a su patria””; si, Martí, “joven aún, 


7 Versos del poeta Heredia al habanero J. M. Unzueta ansiando volyer a Cuba: 
«El bárbaro destino 
Del Texcoco en las márgenes ingratas 
Me condena tal vez hasta la muerte. 
Hermoso cielo de mi hermosa patria 
¿No tornare yo á verte? 


* La América, El Economista Americano y La Edad de Oro. Luego Patria. 


8 Bolívar descrito por Coundé: que copio al pia de la letra por parecerme exacto el pa- 
recido, 


106 J. F. CAMPILLO 


con la conciencia íntima de su ser”” y alentado por su natural mis- 
ticismo, creyó llevar en sí un espíritu que le movía a obrar como 
obró, ese espíritu no fué el de Heredia, sino el espíritu de Bolívar. 
¿Se olvidó Lugo del artículo Tres Héroes del volumen V, páginas 15 
a 21? Y aun así—suponiendo que copiara,—no fué émulo de Bolívar 
sólo, sino que se dejó guiar por los manes de Bolívar, Hidalgo y 
San Martín. ¡Hermosa trimidad digna de ser imitada! 

A mi modo de ver, el error, incomprensible en un hombre de la 
mentalidad de Lugo, estuvo en no darse cuenta de que no ha lle- 
gado el momento propicio para la biografía real y verdadera—cui- 
dadosamente documentada—del gran Iluminado continental; y con- 
sidero una injusticia la que nos hace en decir que “al cabo de quin- 
ce años, tal omisión acusa ingratitud de parte (?) de Cuba hacia el 
mejor de sus bienhechores””. Aparte de otras razones—las históri- 
cas, —(9) ninguna me parece de más peso que ésta: la biografía de 
Martí no puede nadie escribirla al calor latente de la evolución, o 
efervescencia, de su propia obra, incompleta, tronchada si se quiere, 
porque no todos han visto ni ven tan lejos como El; pero su biogra- 
fía está casi hecha con lo publicado por Quesada, quien, con las 
proclamas, discursos, escritos, polémicas, correspondecias, gaceti- 
llas, bosquejos, versos... del Maestro, lo ha ido mostrando cual si 
tomara parte activa en arduos problemas que a todos nos afectan. 
Lo que, leyendo de prisa y sin buscarle el meollo, ha creído Lugo 
““de momentáneo interés político”? en aquel entonces, es, todavía, 
consejo profundo y desinteresado del más ingenuo de los hombres 
para resolver problemas político-sociales que aun hoy subsisten, por 
desgracia, y que a todos nos atañen... Haga mi amigo Lugo un 
paralelo entre las “breves notas—de Quesada—““en que se ciñe, 
por lo general a consignar su eterno recuerdo e imperecedero amor 
y que no nos permiten suponer en su autor las dotes de escritor qué 
requeriría la empresa que le señala la opinión general”? y nuestra 
accidentada vida y los peligros que nos amenazan y entonces aplau- 


9 Washington Irving, publicó su vida de George Washington—que es obra la más com- 
pleta—y no defectuosa como las de Marshall o Sparks, a los cincuenta y seis años de 
muerto el Libertador del Norte. 


* Larrazábal quiso completar su vida del Libertador Simón Bolivar en 1873, teniendo 
entonces datos mejores que los de los Restrepos, Baralt, etc., contemporaneos del Libertador 
del Sur. 


* La biografía del General San Martín, más completa es de D. Bartolomé Mitre que vió 
la luz en 1890. 


EL MAESTRO; SUS VERSOS; SU BIOGRAFIA 107 


dirá lo que no le permitió medir su prisa; aplaudirá la labor de 
Quesada con igual entusiasmo que aplaudió éste—aun después 
de haber leído el Prólogo de Flor y Lava—aquel magno discur- 
so continental de Buenos Aires en que Lugo cerró “besando las 
manos a Cuba”” luego que hubo intentado, en vano, salvar a nues- 
tra América de las garras del agio y la absorción... ¡De aquel 
discurso de brioso antillano y valiente americanista en que, Lugo, 
hizo salir ““de los escombros volando las mariposas””, cuando—ante 
el miedo y la lisonja—reclamaba la base del Bienestar general de 
toda la América! ¡De aquel Lugo martiniano! 

Paréceme que, por cariño, por ese afecto filial que nace y se hace 
indestructible en el servicio a la patria en el destierro, he ido al 
Discípulo como río al mar o como, por lejos que esté la playa, va 
hacia ella la ola. ¿Habrá el Discípulo de enojarse porque le defien- 
da de lo que él miró como producto natural que recoge todo aquel 
que hace algo útil? ¿Le molestará que proclame, sin miedo, que 
sin su labor no remunerativa y sí altamente patriótica, ni cubanos 
ni extranjeros podrían conocer a José Martí el maravilloso artista ? 
Elo no me detiene y vuelvo a Lugo y no por inquina a Lugo, a 
quien admiro y siempre recuerdo con afecto sincero, sino porque su 
crítica pudiera ser producto de críticas de envidiosos de por acá y 
por eso—y porque no había podido hacerlo antes—le contesto en 
Cuba. A Rubén Darío y Figarola-Caneda les sobraba razón; y la 
razón hay que dársela a quien la tiene. Hay que decir “la verdad, 
mas sin ira?”, como lo aconsejaba el Maestro. Al novel autor de Mi 
Primera Ofrenda, al que sacó tan gallardamente del olvido a Igna. 
cio Mora, al que ha hecho una leyenda de Los Chinos y la Revolu- 
ción Cubana, al que labró un símbolo en Che Díaz, Mirandita... y 
echó a un lado la pluma del escritor romántico para tomar la dis- 
creta y razonada de representante de un país débil ante países 
fuertes y absorbentes y salió siempre airoso en sus empeños... le 
sobra erudición—una erudición sólida de la que no hace alarde— 
para triunfar en la labor del historiógrafo. Gonzalo de Quesada es 
un torbellino de trabajo y sabrá multiplicarse y vencer. Pero ¿dón- 
de están sus Memorias Diplomáticas? ¡Cuándo saca Las Conferen- 
cias Pan-Americanas, de donde El Arbitraje en la América Lati- 
na es sólo un capítulo preparado, impreso, encuadernado, repar- 
tido y muy buscado, en El Haya, en tres semanas? ¡Dónde están 
sus Discursos que, desde edad temprana, fueron una mina para el 
Partido Revolucionario Cubano? ¿Dónde sus artículos de Patria? 


108 J. F. CAMPILLO 


¿Dónde las Conferencias sobre Reciprocidad Comercial que, a ve- 
ces, hacía escribir a máquina, en el mismo vagón de ferrocarril, 
con un mundo de cifras, un celemín de sentido común y hasta su 
poco de buen humor? ¿Por qué no ha acabado sus Estudios Socio- 
lógicos Americanos que le han llevado a publicar pequeños e intere- 
santes opúsrulos sobre Emigración, como base de la soberanía y pro- 
greso de nuestros países? ¿Por qué... tiene a su lado gente indis- 
creta y parlanchina? Todo abandonado por “servir a Cuba, darla a 
conocer y mostrar que somos dignos de la Libertad”? y al mismo 
tiempo recoger pacientemente la obra dispersa de José Martí. 

La biografía del Maestro—más interesante para el Discípulo 
que sus cosas del pasado—está haciéndose. Sobrarán brazos y hasta 
colores para acabarla, pero 


Hay montes y hay que subir 
Los montes altos; ¡después 
Veremos, alma, quién es 
Quien te me ha puesto al morir! 


Evitando que el tiempo, la desidia, la polilla u otro accidente 
cualquiera destruya lo que es y será imprescindible para todo aquel 
que del Maestro saber quiera, el Discípulo ha fabricado—a sabien- 
das—alas en que aleunos se remontan y le motejan como desde lo 
aito. Y ahí está la obra buena; en dar la miel; en sacar el oro de las 
entrañas de la Tierra; en poner en movimiento a los admiradores 
y amigos del Maestro en la América toda; y luego aparecer como un 
descuidado, o un nervioso, que guarda en una gaveta los volúme- 
nes ya hechos y los publica cuando le conviene o le viene en ganas! 

Los once volúmenes dados a la estampa, hasta hoy, han servido 
para que en Cuba se conozca al Maestro; para que Cuba, que no 
parecía darse cuenta exacta de esa pérdida, mida a José Martí en 
toda su grandeza. 

La generación nueva opina como Rubén Darío, Román Vélez y 
el mismo Lugo. Todos palpan la sublime piedad y el genio del Maes- 
tro y saben que nunca se le llorará bastante, aunque nuestros ayes 
enternezcan la tierra. 

Encanta volver a la patria y ver a la generación nueva dando 
conferencias o recitando algo del Gran muerto... Llena de gozo el 
alma oir a la gente del pueblo cantar en tristes octosílabos: 


Martí no debió de morir!... 


EL MAESTRO; SUS VERSOS; SU BIOGRAFIA 109 


El Maestro—aristócrata de maneras y de gustos—se impone a 
la aristocracia literaria por los fulgores de su genio. 

El Maestro—demócrata por su afán de elevar al pueblo y no de 
levantarlo inútilmente—se entra en el corazón del pueblo, por su 
amor infinito a los que sufren. 

¿Quiénes le entenderán mejor? 

Los amantes de la dulzura, el amor paternal, la delicadeza en 
todas sus manifestaciones, la virtud o el dolor rimados, preferirán 
su Ismaelillo y sus Versos Sencillos, porque, dentro de la novedad, 
no rompen moldes que consideran sagrados. 

Mas los que no saben medir, los que quieran estrofas escritas no 
en tinta de academia sino en su propia sangre, los que no crean que 
esos endecasílabos hirsutos nacidos de grandes miedos o de grandes 
esperanzas, son un esfuerzo del dulce tro 'ador que rehuye el con- 
sonante o el asonante, esos entenderán mejor y apreciarán más los 
Versos Libres... Los padres que en la lucha diaria por el pan hu- 
bieren bebido el amargo vino de la vida, verán brillar con intensi- 
dad, luz de héroe en el Padre Suizo! Quienes de los montes de oro 
hayan tenido o tengan que bajar y aguardan cabe el duro ronzal la 
gruesa albarda, se sentirán más ligeros del peso de ella, comparan- 
do la propia pena con la de su 4lma, llegada la hora del trabajo. 
Los que tengan ganado el pan y hecho el verso sin postrarse, sín ca- 
llar, ceder, lamer manos de potentado y se sientan viriles para no 
ensalzar, excusar defectos, tenerlos—en demasía—que es manera de 
excursalos y ni mansa y temerariamente hayan celebrado vicios O 
encumbrado vanidades, comerán con gusto su plato de pobre y com- 
prendiendo que a sus mejoros hijos desgracia la Naturaleza, senti- 
rán que los fecunda el golpe como en Hierro!... 

Con los versos del Maestro, repito, nos queda su autobiografía 
más amplia, más bella y sonora, más dulce e ingenua. En esas estro- 
fas tajos de sus propias entrañas, están sus ansias de niño que ama 
la Libertad (como en los del 27 de Noviembre su juramento de don- 
cel que promete morir por ella); está su amor de padre y su dolor 
de hijo; su queja de hombre lastimado por quienes, careciendo de 
valor para seguirlo en su Calvario, no supieron o no quisieron com- 
prenderlo; la ira del apóstol que desprecia la vana pompa, y el per- 
dón del filósofo que conoce el peso de los vicios y siente el estupor 
de la carne y del oro; están los ayes del proscripto y los lamentos del 
patriota en la inercia; los consejos del sabio, el ruego del vidente. .. 
su ternura constante! 


110 : -J. F. CAMPILLO 


... No se bata 
Sino el que odie el amor! Unjanse presto 
Soldados del amor los hombres todos! 
La tierra entera marcha a la conquista 
De este rey y señor que guarda el cielo! 


En el Siglo de la Ciencia, que unas veces nos turba y enardece, 
otras nos asombra, las más nos desencanta, y muy pocas nos con- 
suela; en el ambiente investigador en que existimos, resulta lógico, 
irresistible, el anhelo de saberlo todo, de conocer la biografía del 
Maestro, para orientarnos sobre la formación y desenvolvimiento 
de su genio ponderoso!... Mas pintarlo como lo pintan sus pro- 
pios versos, o como se retrata El en su joyante prosa (*), copiarlo 
siquiera, paréceme tan imposible como pintar o copiar la Naturale- 
za toda en un sólo lienzo, aunque este lienzo se remontase, por lo 
alto, hasta lo infinito de los espacios y se perdiese en lo ancho de 
los horizontes! 


A meditar inclinan sus estrofas que llegan al alma. Veámoslo 
en estas de Luz de Luna: 


. . . Oh, 81 vieras 
Cuando sobre los trigos requemados, 
Su ejército de rayos el Sol lanza, 
Cómo chispean, cómo relucen, cómo, 
Asta al aire, el hinchado campamento 
Los cascos mueve y el plumón lustrosos! 
S1 vieras cómo el mar, roto y negruzco 
Vuelca el barco infeliz y encumbra al fuerte; 
Si vieses, infeliz, cómo la Tierra 
Cuando la Luna llena la ilumina, 
Desposada parece que en los aires 
Buscando va, con planta perezosa, 
La casa florecida de su amado! 
—Ha de ser, ha de ser como quien toca 
La cabeza de un niño! 
—-Calla, ciego. 
Es como asir en una flor la vida. 
De súbito vió el ciego. —Esta que esplende, 
Dijéronle, es la Luna. Mira, mira 
Que mar de luz! Abismos, ruinas, cuevas, 


* Martí acostumbrado a «sajar en sí mismo», retratando hombres y cosas, solía, volunta- 
ria oinvoluntariamente, retratarse a sí propio. No un artículo, sino muchos artículos buenos 
pudiéranse escribir sobre este punto, en que no ahondo por eyitar el amontonamiento a que su 
pasmosa fecundidad nos lleva, o por miedo a la demasiada extensión en este trabajillo. 


EL MAESTRO; SUS VERSOS; SU BIOGRAFIA 111 


Todo por ella casto y blando luce 

Como de noche el pecho de las tórtolas! 
—¿Nada más?—dijo el ciego, y retornando 
A su amada celosa los ya abiertos 

Ojos, besóle la temblante mano 
Humildemente, y díjole: —No es nueva, 
Para el que sabe amar, la luz de luna. 


EL EGOISMO ? 


POR EL DR. JOSÉ MANUEL MESTRE 


Fag est, jus non est. 


Trahit sua quemque voluptas—(VirG. Ecl 11). 


Señores: Nada me parece más impropio de la gravedad del mo- 
mento que comenzar mi tesis con ridículas cuanto hipócritas excla- 
maciones de modestia, que suelen prodigarse en proporción de 
los quilates de amor propio: estoy muy lejos de intentar hacerlo 
así, y sólo por cortos instantes molestaré la benévola atención de 
vuestras señorías para hablar un poco de mí mismo. Indudablemen- 
te que a primera vista no dejará de calificarse de inexplicable osa- 
día que el que aún no ha sido, sino apenas, iniciado en los sublimes 
misterios del templo de Minerva, pretenda sentarse en la cátedra 
de Filosofía; sin duda que no faltará quien crea que me lanzo con- 
fiado en que haya para mí una longanimidad que, excesiva, pudie- 
ra ser llamada generosa injusticia; pero unos y otros se equivocan: 
soy bastante franco para decirlo. El neófito viene impelido por vi- 
vísimo entusiasmo, conoce que puede poco, que vale menos; mas 
¿qué hará si se siente poderosamente atraído por los mágicos acor- 
des que oye resonar dentro del templo de la Sabiduría? ¿Qué hará 
si su mano se levanta a pesar suyo para llamar a sus puertas, ce- 
rradas ante los profanos? Sí, he ahí la explicación de mi atrevl- 
miento; conozco la bondad con que este ilustre claustro alienta a 
la juventud amante del saber, y no he temido que pueda suponerse 
necia presunción, que jamás halló a sabiendas cabida en mi pecho, 
lo que no tiene más origen que el entusiasmo de que me siento 
animado. 

Confieso que a pesar de que temía no tratar dignamente el asun- 
to que había elegido para este acto, su trascendencia, por una parte, 
y por otra el considerar tal cuestión del género de aquellas que 
tras ser muy discutidas poco se dan a la práctica, me animaron 


1 Discurso leído y sostenido por su autor en el primer ejercicio de los exigidos para 
optar al grado de Doctor en Filosofía de esta Universidad; se publica a petición de algunas 
personas amantes de estos estudios. 


EL EGOISMO 113 


a decidirme por ella con una temeridad que acaso sólo encontrará 
satisfactoria excusa en mis buenos deseos. Voy, pues, a buscar en 
las páginas de la historia de la Filosofía cuáles son las doctrinas 
qué, prescindiendo de dos de los tres motivos que determinan las 
acciones del hombre, esto es, del motivo apasionado y del moral, 
sólo reconocen en él, aquel que lo impele a verificar sus acciones 
por la sola consideración del bien que de ellas pudiera reportar. Yo 
procuraré fijar el carácter de las más nobles filosofías que precedie- 
ron y siguieron al cristianismo, bajo el punto de vista en que me 
he colocado, y a la vez que exponga ciertas doctrinas como dema- 
siado calumniadas por sus detractores, mostraré otras, que, so agra- 
dable aspecto, encubren asquerosa la lepra del egoísmo, que puede 
ofrecerse y preconizarse con tan diferentes matices: ora más oO 
menos sensual, ora más o menos racional, ya tratando de deslum- 
brar con protestas de tener por base el interés general, ya presen- 
tándose descaradamente para proclamar los principios del indivi- 
dualismo más refinado. Baste con estos preliminares, en que de 
propósito he sido tan sucinto, por no anticipar ideas que serán 
desenvueltas, tan debidamente como me sea posible, en el lugar que 
le corresponde: en cuanto a la palabra egoísmo está usada en el 
curso de esta disertación en su sentido más lato. 


J 


O 


leyes de Manu, y podremos comprender esa poética y nebulosa filo- 
sofía de la India, que Brama reveló a los Indus nacidos en la cuna 
de la humanidad. ¡Cuánta grandeza y magnificencia! El espee- 
táculo de una naturaleza de gigantescas proporciones, aquellas 
montañas inmensas que majestuosamente y por los siglos parecen 
enseñar al hombre del Asia el lugar de la eterna morada con sus 
empinadísimas cúspides, todo debió contribuir para que elevándose 
éste a la concepción de una causa que produjera tantas maravillas, 
llegara a preocuparse en tales términos por la idea de la umdad, 
que no viera en los seres y objetos de la naturaleza más que una 
manifestación del alma universal del mundo. Pero en primer lugar 
consideremos al Bramenismo, ya que según recibida opinión a él 
pueden referirse todas las doctrinas de la India; considerémoslo 
bajo el punto de vista que nos corresponde. ¿Encontramos en él 
reconocido el principio egoísta? He aquí cómo responde un autor 


Abramos respetuosamente los Vedas, leamos los Puranas y las 


114 JOSE MANUEL MESTRE 


moderno (Brunel): “El Braman es un egoísta que no vive sino 
para sí mismo, que no se ocupa más que de su salud personal, que 
desdeña la vida activa y de relación, que atraviesa el mundo co- 
rriendo, y que se apresura a aislarse para vivir a su sabor, solita- 
rio y ocioso.”? Las palabras son bien terminantes, pero no me pa- 
rece que puedan tomarse a la letra; pues bien estudiado el egoís- 
mo del Braman no es el principio individual que buscamos. En 
efecto, ¿hay personalidad acaso? “La personalidad no existe real- 
mente, dice Manú (1, 14), cuando se contiene la acción de Maya, 
los seres se pierden en el sér, como el aire de un vaso en la atmós- 
fera.”” “Como es uno el fuego de todos los leños en que se mani- 
fiesta, así el espíritu único, alma del Universo, contenido en cada 
uno de los seres en que reside, aparece como si fuese múltiplo””;— 
dice el Bhagavata-purana (Il, 32). No pudiéramos procurarnos 
más esplícita respuesta: no comprendo cómo puede haber egoísmo 
en el hombre que se mira a sí propio y mira a sus semejantes, que 
mira a la creación como un juego engañador. “Sin la ilusión de 
que dispone el Espíritu Supremo, que es todo inteligencia, no se 
verificaría la alianza del espíritu con las cosas; pero esta alianza 
no tiene más realidad que la del alma con las imágenes que per- 
cibe en sueños.”” (B.-pur., II, 9. 1.) El Braman ve a Dios por 
dondequiera; la tierra, las aguas, los árboles, los animales, los as- 
tros, todo es para él sagrado y digno de veneración. Ni debe soplar 
con su boca el fuego, ni marchar con la frente levantada, porque 
sus pies pueden causar la muerte de algún animal. “Ciertas gentes, 
dice Manú, aprueban la agricultura; pero tal medio de existencia 
repuena a los hombres de bien, porque el arado con un hierro cor- 
tante destroza la tierra y los animales que contiene.?”” El que pro- 
fesa el bramanismo no debe por lo tanto experimentar otro deseo 
que el de identificarse con Brahm, y evitar la metempsícosis; así 
sus deberes en la vida de relación sólo se reducen a engrosar un 
poco “ese río temible del mundo; cumplido este deber, puede el 
hombre esperar en la inacción, en la inmovilidad, en el silencio, 
el momento en que libre de las trabas que le aprisionaban en la 
carne, “pueda su alma, djivatma, decir: —Yo soy atma, el alma 
divina.”” (Brunel.) Esa es la vida bramánica, una aspiración cons-, 
tante hacia la divinidad: ¿cómo pensará en sus semejantes? La va- 
riedad desaparece en la unidad, el hombre se pierde en el seno de 
Brahm, la ilusión se eclipsa ante la realidad. Esa horrible división 
de castas es una patente comprobación de cómo niega el bramanis- 


EL EGOISMO 115 


mo la conciencia individual y destruye la vida práctica. Excusado 
me parece ocuparme de las diferentes doctrinas hijas del brama- 
nismo, porque, espiritualistas o materialistas, todas se reducen fun- 
damentalmente a un panteísmo más o menos explícito, y eso nos 
impediría marchar directamente al fin que nos proponemos. 

Del bramanismo a la filosofía persa, al mazdeísmo, hay bas- 
tante diferencia, y ambos abren la serie de las religiones conocidas 
de la humanidad, y según la opinión más admitida ambos debieron 
tener un origen común, perdido en los abismos del pasado. **Des- 
pués de alguna profunda escisión sin duda, dice el autor que me ha 
proporcionado algunas de las citas anteriores, el mazdeísmo se ex- 
tendió por el Occidente, tendiendo la mano al mosaísmo, mientras 
que el bramanismo se estacionaba en el Asia meridional descar- 
gándose de la acción exterior en dos de sus derivaciones, el og2pcia- 
nismo desde luego, y en seguida el budhismo.”? El mazdeísmo es 
una religión más humana que el bhramanismo. Zoroastro no es 
más que un hombre, pero un hombre dotado de admirable sabidu- 
ría, que es el eco de la voz divina y que exige que el hombre sea 
bueno. Ya esto es reconocer el libre albedrío, la libertad subjetiva. 
El mazdeísman tiene un fin en sus acciones: buscar la luz que es 
el cuerpo de Ormuzd y evitar las tinieblas, el cuerpo de Ahriman, 
más claro, hacer que el bien alcance victoria sobre el mal, mientras 
llega el día en que, vencido completamente Abriman, la virtud 
reine tranquilamente sobre la tierra, y los hombres gocen de una 
felicidad perfecta. El mazdeísmo no mira con indiferencia a sus 
semejantes, y suplica por ellos cuando entona sus plegarias. “*¡ Que 
mi deseo se cumpla !, exclama, ¡oh, Ormuzd!, que los malos lleguen 
a ser mazdeismanes, que se borren sus pecados, y que donde esté 
el pecado, en lo adelante no se vean más que obras puras!”” La carl- 
dad no se detiene ahí, se extiende hasta el perdón de las ofensas 
cuando media el arrepentimiento. “Si el hombre os irrita con sus 
pensamientos, palabras o acciones, y se humilla profundamente 
ante vosotros, sed su amigo.”” ¡Qué bello precepto! 

Así como la filosofía índica toma una dirección 2dealista, espe- 
culativa y sintética, la filosofía china muestra tendencias reflexi- 
vas, prácticas, experimentales. En efecto, Confucio o Khoung-fou- 
tzcu, anuncia su doctrina, no comunicada por Dios de un modo ex- 
traordinario e inmediato, sino como expresión de la más alta sabi- 
duría humana : el confuceísmo no es más que un consejo de la filoso- 
fía, y eso lo distingue de las demás doctrinas de Oriente: ¿qué 


116 JOSE MANU£L MESTRE 


carácter presenta por la faz que nos toca? El principio que debe 
guiar al hombre en sus acciones, la ley de su naturaleza es su per- 
feccionamiento; el deber está en el corazón de todos lós hombres y 
es obligatorio y absoluto. “Lo perfecto es por sí mismo perfecto, 
absoluto; la ley del deber es por sí misma ley del deber. El hombre 
perfecto no se limita a perfeccionarse a sí mismo y a detenerse en 
seguida: por esa razón debe tratar también de perfeccionar a los 
otros seres. Perfeccionarse a sí mismo es sin duda una virtud; per- 
feccionar a los demás es alta ciencia; ambos perfeccionamientos 
son virtudes de la naturaleza o de la facultad racional pura. Re- 
unir el perfeccionamiento exterior y el interior constituye la regla 
del deber.”” (Tehoungyoung, 25, traducción de Pauthier.) Eso es 
hermoso; esa moral es exacta, pero fría, sin emoción, como dice 
Brunel, sin religión. ¿Cuál es en resumen la moral de Confucio? 
Dice este escritor: “una mezcla de la sequedad estoica y del for- 
malismo farisaico””. Si el hombre tiene por ley su perfeccionamien- 
to, claro es que ha de estudiar su naturaleza antes que todo para 
buscar allí los preceptos que deban conducirlo. El que conoce su 
naturaleza racional. conoce el cielo o la razón suprema, cuyos de- 
eretos son inmutables. Es cierto que la doctrina de Confucio como 
la de Mencio preconizan ideas fraternizadoras, es cierto que en 
ellas la personalidad adquiere un valor que no le concede el pan- 
teísmo indio, es cierto que el fin que se señala a las acciones huma- 
nas es el soberano bien, el desenvolvimiento; pero ¿se negará que 
tan morales principios sólo se extienden a los hombres que tienen 
la fortuna de gozar de ciertos privilegios? ““Nada ha pedido Con- 
fucio, dice M. Buchez, en nombre de las mujeres, en nombre de los 
hijos, en nombre de los esclavos*”, y en ese sentido nada más egoísta 
que una doctrina que reserva todas las ventajas de sus principios 
para una clase, mientras otras se veían expuestas a las abominacio- 
nes que la constitución del celeste imperio autorizaba. 

Detengamos por un momento el curso de nuestras observacio- 
nes, ya que hemos considerado bajo el prisma conveniente esa filo- 
sofía del Oriente tan llena de grandeza y de debilidad; contemple- 
mos por un momento en conjunto esas tres grandes faces que cree- 
mos bastan para darnos idea de las más primitivas especulaciones 
de la humanidad, y tratemos de percibir por entre la confusión de 
la religión con la filosofía si el egoísmo era el principio que debía 
servir de norma a las acciones del hombre. Sin creer que tales sis- 
temas puedan nunca considerarse como verdaderamente morales, 


¿ EL" EGOISMO 117 


por desconocer, como llevamos indicado, el carácter positivo de la 
personalidad y libertad humanas, tampoco me parece por la misma 
razón que pueden ser mirados como egoístas, pues en el confuceís- 
mo, que es en el que más importancia se concede a esa personalidad, 
hemos encontrado que la moral, aunque más política que religiosa, 
es pura y severa, y preseribiendo al hombre su perfeccionamiento, 
le manda al mismo tiempo, si quiere realizar la doctrina de la hu- 
manidad, que tenga bastante imperio sobre sí mismo para juzgar a 
los otros como a sí propio, y para obrar respecto a sus semejantes 
como quisiera que éstos obraran con él. 

No nos detendremos a examinar el budismo, ni el egipcianismo, 
ya que hemos procurado trazar a vuela pluma la fisonomía moral 
de la filosofía de Oriente, presentando sus más principales siste- 
mas; pero no creemos deber dejar de ocuparnos de un nuevo prin- 
cipio que aparece en la historia representado por el pueblo fenicio; 
así como del mosaísmo, antes de trasladarnos a la filosofía de la 
Grecia. 

Sobre la angosta ribera dominada por los cedros del Líbano, y 
en las que por aquellas proximidades se encuentran, pululaba un 
pueblo numeroso, que valiente y emprendedor no temía ir en pos 
del horizonte y recorrer sobre sus buques todos los puertos de los 
mares conocidos. Ese pueblo se hace el símbolo de la actividad y 
levanta un altar a la industria... El principio sensual predomina 
allí; seguramente se encuentra el egoísmo, y “ésa es la explicación 
del aborrecimiento y repugnancia que en la antigúedad se profesa- 
ba a los pueblos comerciales”?”. (Michelet.) En efecto, los fenicios 
habían declarado una celosa guerra a todos los que pretendiesen 
arrebatarles el cetro de los mares. ““Ellos y aun más los cartagine- 
ses, como dice un filósofo de nuestros días, cultivaban el elemento 
egoísta del comercio con exclusión de los demás elementos sociales. 
Amando sobre todo el oro, el placer, subordinaban Minerva a Mo- 
loch, esto es, el desenvolvimiento de la naturaleza espiritual del 
hombre a la sed insaciable del lucro. ”” 

En medio de la borrasca deshecha que corrían las ideas y las 
creencias, levantadas por el soplo de destrucción del paganismo 
Oriental, la nave pudo al fin encontrar un áncora de que asirse 
para contrarrestar algún tanto los embates de la tormenta. El án- 
cora de esperanza fué el mosaísmo. El vino a prometer el orden en 
medio de la más repugnante anarquía, a prometer la luz en medio 
de densísimas tinieblas, a dar figuras mientras llegaba el figurado, 


118 JOSE MANUEL MESTRE 


a preparar la tierra donde debía encarnar el Hijo de Dios. Moisés 
sube al Sinaí para hacerse eco de la Voz divina y dominando los 
truenos y el terremoto y el sonido tremendo de la trompeta divina, 
hacer oir los mandatos del Eterno. ¡Gran día! ¡Tú desplegaste el 
porvenir a la vista de los hombres, y colocaste en cierto modo la 
primera piedra de la civilización ! 

Moisés separa la vista del pueblo escogido de esas brillantes 
lumbreras que iluminan las tinieblas insondables del espacio, de 
todas las maravillas de la creación, para hacérsela fijar en Artífice 
Omnipotente que las fabricara; y evita el politeísmo, el sabeísmo 
y el fetichismo: prohibe las imágenes que pretendían representar 
las cosas del cielo y huye del materialismo en el culto; y, en verdad, 
¿cómo podrían la pintura y la escultura dar una idea del Dios 
de los profetas? ““Levanté mis ojos, dice Daniel (cap. X), y via 
un hombre cuyo vestido era blanco como la nieve y ceñido por un 
cinturón de oro: su cuerpo era como de cerisólito, su rostro brillaba 
como el relámpago, sus ojos brillaban como antorchas encendidas, 
sus brazos y pies parecían de bronce pulido.” Moisés predica la 
unidad de Dios y desecha la metempsícosis y el panteísmo: Moisés 
anuncia su doctrina no para que fuera patrimonio de una casta 
privilegiada, sino para todo Israel; no para Israel solamente, sino 
para bien de los pueblos de la tierra. No obstante, en medio de 
todo, el mosaísmo ofrece un carácter de egoísmo que no podemos 
menos de percibir: aun no se había llegado a una concepción pura 
de la Divinidad, aun no se había visto a Jesús, en el festín postrero, 
reclinar la cabeza en el seno de su discípulo amado, ni pagar desde 
la cruz las ofensas con el perdón, y el pueblo judío pasaba a cuchi- 
llo a los que oraban al pie de los ídolos, derrocando a éstos sobre 
charcos de sangre. 

(Continuará.) 


BIBLIOGRAFIA 


1. Étude morphologique sur les pronoms personnels dans les parlers actuels 
du Nivernais, par J. M. MEuNtER. Paris, 1912. 

II. Monographie du parler de Chaulgnes, canton de La Charíté-sur-Loire 
(Nidvre), par J. M. MeuntEr. Paris, 1912. 


La casualidad de haber llegado a París para hacer su erado de 
Doctor en Letras, cuando nos hallábamos de paso en esa ciudad y 
la circunstancia de ser gran amigo del Abate Rousselot, nos permi- 
tieron estrechar la mano del distinguido lingiista Meunier, trabaja- 
dor infatigable, a quien conocíamos mucho por los escritos que había 
dado a la publicidad. De inteligencia viva, conversación amena y 
espíritu alegre impresiona Meunier agradablemente desde el primer 
momento, mucho más cuando se le llega a tratar con relativa intimi- 
dad. No nos ocuparemos de sus múltiples trabajos que dan relieve 
a su carácter de lingilista, aunque bueno es que se sepa entre nosotros 
que ha discurrido sobre el dialecto del Nivernais estudiado en el fonó- 
metro, acerca del método gráfico para la educación de los sordos-mu- 
dos, sobre la pronunciación del latín clásico, la pronunciación normal 
de este idioma, orígen e historia del habla del Nivernais y otros mu- 
chos asuntos de carácter especial en los que ha expuesto su punto de 
vista. Esta bibliografía concrétase a las dos Tesis ya indicadas, sien- 
do la segunda complementaria según él mismo indica, pues fueron la 
materia de su grado de Doctor que tuvimos el gusto de presenciar 
en compañía de Rousselot, en la Sala de grados de la Universidad de 
París y en cuyo acto pudimos advertir sus conocimientos exterioriza- 
dos para la necesaria defensa de su doctrina frente a la crítica que le 
hicieran personalidades tan sobresalientes como Thomas, Brunot, 
Roques y otros. Eligió Meunier como tema de su disertación el estu- 
dio de los pronombres personales en el habla del Departamento del 
Nióyre y después de presentar la carta de dicho Distrito, la biblio- 
grafía, el sistema gráfico que empleara, una lista de las localidades 
en que el lenguaje ha sido estudiado y los nombres de las personas 
interrogadas, analiza los pronombres de la primera série: ego, tu, se 
y dentro del de primera persona las formas tónicas y átonas, las ex- 
presiones del plural en ambos casos, el régimen directo: me, te,*se y 


120 BIBLIOGRAFIA 


el indirecto miha, tibi, sibi con la enumeración de las localidades del 
Niéóvre en que la se tónica ha sido empleada en vez del pronombre 
lui, ala. 

Siguiendo la misma orientación estudia los pronombres de la se- 
gunda persona bien con el carácter de pronombre tónico o átono sin 
olvidar las variantes morfológicas advertidas en te, t, así como otras 
formas de no menor interés. En cuanto a Nos nos, uos uos consigna 
las evoluciones observadas en Saint-Péreuse, Les Grains, Gué-Girauld, 
Les Michots, Chitry, Ruages, Orbigny, Le Breuil, Saint-Sulpice, 
Chaulgnes, Beaubery, Abrest, terminando esta parte con el orígen de 
los pronombres de la primera persona de plural y con el de la segun- 
da persona de igual número. Al ocuparse de los pronombres de la 
segunda serie, analiza el demostrativo de la tercera persona señalan- 
do las formas tónicas y átonas del género masculino tanto en singu- 
lar como en plural para demostrar después cómo “li ha dado 41. 
Expuesto ésto trata sobre el régimen directo masculino, tanto tó- 
nico como átono, haciendo lo mismo con el régimen indirecto mas- 
culino; consigna que la forma átona es menos resistente que la 
forma tónica presentando ejemplos de Lormes, Metzle-Comte, Moissy- 
Monulinot, €; manifiesta la evolución de 21% átono en el habla Ni- 
vernais, y en los otros Departamentos para terminar esta materia 
con la indicación de los posesivos. La forma pronominal neutra 
illum aparece expuesta en su carácter de forma acentuada y de for- 
ma átona y como se advierte desde el principio del libro hay riqueza 
de ejemplos, sobre todo en cuanto a este último aspecto, de Tamnay, 
Huis Bary, Metz-le-Comte, Mouchy, Les Granges, Huis-Blondeau, 
Ouroux, Blismes, Saint-Hilaire-en-Morvan, Les Michots y Le Breuil. 
Al referirse al pronombre de la tercera persona o artículo expone su 
declinación en francés antiguo presentando las conclusiones de que el 
estudio morfológico por él realizado en el Departamento del Niévre 
demuestra que los pronombres latinos de la primera persona ego y 
de la segunda tu se han extendido y que surgió la creación del de ter- 
cera persona; que muchos de estos pronombres han conservado for- 
mas variadas de la antigua declinación latina, siendo menos resisten- 
tes las formas átonas que las tónicas; que el pronombre ego tiene aún 
formas tónicas representadas por ¿je , uje , je, jo; que las formas áto- 
nas de ego son muy numerosas tanto en la llanura como en los Amognes 
y en el Haut-Morvan; que el plural nos átono ha desaparecido en todas 
las hablas del Niévre siendo reemplazado por las diferentes formas del 
singular según los lugares; que Nos y uos tónicos han seguido un des- 


BIBLIOGRAFIA 121 


arrollo paralelo siendo nó, vé en ciertas partes de Morvan, no, vó en 
otras, nu, vu también en otras y nd, ví en la mayor parte del Nidvre 
sobre todo al oeste, en las márgenes del Loira, y que me, te, se átonos se 
han hecho me, te, se y m, t, s; en algunas localidades el se átono ha 
sido substituído por illorum, y que me, te, setónicas han degenerado en 
mae, twe, swe; que las locuciones populares como vous se portez bien, vous 
se battez no pueden explicarse por el empleo abusivo de se pronombre 
de a persona por vous pronombre de 2a persona, dado que el dialecto 
Nivernais enseña que se representa aquí el segundo uos latino; que el 
desenvolvimiento prodigioso del pronombre de 3a persona demuestra 
cómo las vocales son el elemento más movible del lenguaje; que en 
las hablas del Nivernais se encuentran vivo aún los tres l¿ del antiguo 
francés; y que los gramáticos que en el siglo xvrr condenaron el empleo 
de £ e y para representar una persona pretextando ser el adverbio 
1—1bi se equivocaron; que en Morvan el pronombre neutro *¿llum 
(állud) en nominativo no se distingue actualmente del masculino ¿lle 
no siendo posible afirmar que el neutro *2llum viva aún en esta región ; 
que el pronombre *(21) lum en acusativo se emplea todavía en Mor- 
van bajo la forma de le, l, y en ciertas localidades ha sido substituído 
por 2 — 1bi; que el artículo tiene formas numerosas en Nidvre y que el 
antiguo artículo compuesto as en vez de a les reemplazado en francés 
a partir del siglo x1tH1 por «us, aux es muy usado en ciertas partes de 
Morvan con las formas 4 y €. 

En la Tesis complementaria concrétase Meunier a hacer la histo- 
ria del habla de Chaulgnes discurriendo tanto sobre la lengua latina 
entre los Aediu, como acerca del latín vulgar en el Nivernais, de la 
lengua griega en las hablas de Morvan, de la lengua germánica en el 
Nivernais para terminar preguntándose si existen dialectos y señalar 
no sólo la utilidad del estudio del chaulgnard sino el método que ha 
empleado en el análisis de su dialecto, en las pesquisas efectuadas en 
las hablas de Morvan como elementos necesarios para su trabajo sobre 
_los Pronombres personales. En la segunda parte después de exponer 
la pronunciación del latín, analiza en el capítulo de las vocales, co- 
menzando por las tónicas, cuanto se refiere a la a latina y romana 
con la serie de elementos perturbadores; a la e abierta del latín vul- 
gar en su tratamiento normal, y elementos perturbadores; a la é cerra- 
da del latín vulgar en la misma forma, así como todo cuanto se rela- 
ciona con la í, la o, la ó, la ú del latín vulgar sin olvidar los dipton- 
908 Qu, «£, (2, como tampoco las vocales átonas, ni las postónicas, 
postónicas iniciales, ni iniciales. En la segunda Sección nos habla 


122 BIBLIOGRAFIA 


de las consonantes latinas como de las palatales actuales de Chaulgnes 
estudiadas por medio del paladar artificial, las linguales, las labiales, 
las sonantes y los grupos constituídos en cada uno de los aspectos fi- 
siológicos de las consonantes. 

Junto con el Estudio morfológico y con la Monografía ha publi- 
cado, Meunier, para mejor ilustración de su tesis, un hermoso atlas en 
que reune cartas linguísticas que precisan los lugares del habla peculiar 
siguiendo para ello la excelente inspiración de Gillieron, colocando 
como lo hace éste, al lado de cada localidad las formas del pronom- 
bre pero con la singular diferencia de que mientras Gillieron usa 
como palabras-tipos únicamente las francesas, Meunier emplea la 
forma latina. Para realizar su pensamiento toma las formas de los 
pronombres personales que atribuye al latín vulgar exponiendo la 
manera cómo se han representado en el habla actual del Nivernais. 
Partiendo del latín vulgar consigna los paradigmas del francés anti- 
guo y los del latín clásico sin que resulten siempre claras las síntesis 
expuestas. En el análisis de las formas actuales de la localidad se 
nota la adición de formas recogidas en distintos lugares distantes del 
Niéyre y que en modo alguno pueden servir para la explicación de 
las formas de esta localidad en atención ú4lo apartado en que se hallan 
del lugar del origen. 

Ha sido motivo de crítica la clasificación de las formas tal como 
las presenta Meunier, fúndase ella en que su insuficiencia impide 
apreciar con toda minuciosidad los rasgos que caracterizan la diversa 
clase de habla dentro del dominio motivo de la pesquisa, y de ahí 
sin duda las observaciones que se le han hecho en cuanto a las for- 
mas je, nous, vous. Respecto a su segundo trabajo o sea el relativo a 
la fonética del habla de Chaulgnes, la materia por ser menos nueva 
resulta de interés secundario comparada con la primera. En este 
trabajo el autor consigna que su objeto es la lengua latina vulgar, tal 
como se ha desenvuelto mediante una serie no interrumpida de trans- 
formaciones lentas e inconscientes desde la conquista de César hasta 
nuestros días, no exclusivamente en toda la extensión del lugar ele- 
gido por Mennier para su estudio, pues en cada punto se comprue- 
ban diferencias, sino en Chaulgnes donde nació. 

Cualquiera que sea el juicio que haya merecido esta Tesis nadie 
dejará de reconocer el esfuerzo realizado como tampoco el mérito de 
haber reunido datos linguísticos que demuestran la ventaja de la 
especialización. 


BIBLIOGRAFIA. 193 


III. Arcipreste de Hita. —Libro de Buen Amor. Edición y Notas de 
Julio Cejador. Ediciones de “La Lectura». Madrid, 1913. 


Acaba de publicarse para solaz de los amantes de la literatura y 
para los investigadores en el campo del lenguaje una elegante y bien 
impresa edición del libro, que a juicio de su prologuista, resulta el 
más valiente que se ha escrito en lengua castellana y que por su mé- 
rito intrínseco y extrínseco ocupa lugar prominente entre el Quijote 
y La Celestina. Este libro que revela en alto grado un carácter ori- 
ginal, que es obra personalísima, es a su vez artístico e irónico como 
que perteneciendo al segundo período del primer ciclo de los tiempos 
antiguos que comprende el siglo x111 refleja el género carácterístico 
de la época, la sátira, que hace señalados progresos, introducida en la 
literatura castellana por el notable escritor Juan Ruiz llamado gene- 
ralmente el Arcipreste de Hita. Wxpónese en dicha obra la vida so- 
cial de su época, pinta al hombre mundano, sobre todo cristiano y 
clérigo, como dice el ilustre Cejador, el cual conoce el mal que hace 
y se arrepiente pero que vuelve a caer en los lazos del loco amor que 
acaba señoreándole. 

La crítica no ha estado muy de acuerdo en la manera de juzgarle, 
pues mientras para uno llegó a ser este autor el Petronio español, 
para otros estan insignificante lo producido por él en el campo de. 
la poesía que hasta resulta excluído del catálogo de los poetas. Para 
Cejador «es el gigantazo aquel llamado Polifemo, que nos pintó Ho- 
mero, metido a escritor. Los sillares en que levanta su obra son 
vivos peñascos arrancados de la cumbre de las montañas y hacinados 
sin argamasa ni trabazones convencionales de las que no pueden 
prescindir los más celebrados artistas». Aplaude Cejador la fran- 
queza de su decir cuando manifiesta que exterioriza “todo lo que en- 
cierra su pecho, y el pecho de este poeta primitivo es grande como 
el universo. ¡Una verdad tan sin tapujos, que tumba de espaldas 
al más arrojado! ¡Un realismo tan cimarrón, que ciega y acobarda 
al más atrevido!» 

Mas si interesante es el Prólogo y el Libro de buen Amor lo 
son en demasía las notas puestas al pie de cada página porque ellas 
van encaminadas a aclarar la idea que expresa el vocablo castellano de 
la época; y realmente hemos gozado leyéndolas y meditando sobre 
ellas pues son reveladoras de la cultura del gran lingiiista y literato 
Cejador y de la labor paciente que ha realizado en obsequio de los 
estudiosos. 1] en esas notas se exponen el cambio de la vocales ex- 


124 BIBLIOGRAFIA 


plicando sus transformaciones con la referencia latina correspon- 
diente, la influencia morisca en la presencia de ciertas letras, el uso 
de unos adverbios por otros, los casos de metátesis advertidos en la 
substitución de 1 por r, la causa de la duplicación de las consonantes 
iniciales, los casos de sinalefa, de aféresis, los de contracción, la ex- 
presión de la forma vulgar en que se ve el respeto etimológico no 
advertido en la forma correcta, los usos de silbante por gutural, la 
s parásita etc., etc. y tantas útiles indicaciones que benefician mu- 
cho la otra de aquel Arcipreste de ingenio fácil, satírico y libre que 
fué comparado con Cervantes pero sin su honestidad, su extremada 
profundidad y su grandeza como ha dicho Fernández Espino y de 
quien dijo Menéndez y Pelayo que fué «un clérigo libertino y taber- 
nario,» considerándolo Puymaigre «un libre pensador, un enemigo 
de la Iglesia» mientras Amador de los Ríos pensó que era (un severo 
moralista y clérigo ejemplar, que si es cierto que cuenta de si pro- 
pio mil picardías lo hace para ofrecerse como víctima expiatoria de 
los pecados de su tiempo, acomulándolos sobre su eminente cabeza.» 

La obra de erudición realizada por Cejador merece el mayor 
encomio, pues descifrar el enigma, poner claro el libro de modo que 
puedan leerlo y juzgarlo doctos e indoctos ha sido empresa, si digna 
de acometerse, como Cejador confiesa, justo es que asimismo digamos 
que no para efectuarla cualquiera sino aquél que une a sus conoci- 
mientos lingilísticos los literarios indispensables para ello. Lamén- 
tase el distinguido prologuista que sea él quien la acometiese porque 
hubiera querido encuadrar la sátira maravillosa de la clerecía y aun de 
toda la sociedad del siglo XV en marco digno que pintase y pusiese 
ante los ojos del lector, añade, aquella corrompida edad del cautive- 
rio babilónico. En verdad que así lo ha hecho con maestría, y en 
justicia debemos reconocerlo. —Suum cwique. 

Dr. J. M. Druico, 


Prolesor de Lingúística y de Filología. 


BIBLIOGRAFIA 125 


IV. Zoologisches Adressbuch. Berlín, 1911. Friédlander und Sohn, 
edit. 

V.  Convergence in evolution; by Arthur Willey. London, 1911, John 

Murray, Albemarle St. W. 

VI. La Fécondation chimíque (PARTHENOGENESES ARTIFICIELLE); par 
Jacques Loeb. París, 1911, Mercure de France. 

VII. La Vie dans les Océans; par le Dr. L. Joubin. París, 1912, E. 
Flanmarion, editeur. 

VII. Alle fonti della vita; Dr. W. Mackenzie, Genova, 1912, A. For- 
míiggini, editore. 


Bajo los auspicios de la Sociedad Zoológica Alemana publicóse en 
1895, por primera vez, el Zoologisches Adressbuch, almanaque inter- 
nacional de zoólogos; despues, en 1901, se completó esa primera edi- 
ción. Este volumen de 1911, de más de mil páginas, contiene los 
nombres y direcciones de zoólogos, anatómicos, fisiólogos y paleontó- 
logos de muy diversos países, indicándose al mismo tiempo los esta- 
blecimientos científicos y técnicos. La utilidad del libro es innega- 
ble; no debe faltar en las bibliotecas dedicadas a las ciencias naturales. 

Cuando en el verano de 1912 visité la M'Gill University, en Mon- 
treal, Canadá, tuve el gusto de conocer al Dr. Willey, Profesor de 
Zoologia, y de recibir de sus manos un ejemplar de su obra Conver- 
gence in evolution, que publicada en Londres en 1911, la dedica así a 
su eminente maestro Ray Lankester: «To you, with your intimate 
and apostolic knowledge of the situation, and mastery of this facts 
which govern it, it may seem rash to attempt anything like a revi- 
sion of first principles; but having regard to the actual state of zoo- 
logical speculation, yesterday or to-day, it is clear that much re- 
mains to be done before the ground can be freed from many of the 
qualities which favour the growth of error.» Mucho, en efecto, dice 
Willey, queda por hacer para que desaparezcan las causas que con- 
tribuyen a desarrollar el error. 

En el Preface el Profesor Willey expresa que en las páginas del li- 
bro trata de mostrar cómo la homoplasia no comprende todos los ca- 
sos incluídos en la convergencia, en la amplia aceptación del término. 
En diez capítulos se ocupa: 1. The art of morphology, being a dis- 
course upon organic form; 2. Physiological classification: 3. Exposed, 
and concealed animals (phanerozoa and criptozoa); 4. Free and Fixed 
Animals (eleutherozoa and statozoa); 5. Mimiery and homoplasy; 6. 
Divergence and paralelism; 7. Special convergence; 8. Habitudes 
and attitudes (bionomical convergence); 9. The ways of breathing 


126 BIBLIOGRAFIA 


(respiratory convergence); 10. Convergence in minute structures (his- 
togenetic convergence). Varios dibujos ilustran la obra, cuyo frontis- 
picio adorna la fotografía de la cabeza del Herpestes smithii, viéndose 
su pupila horizontal. “El progreso de la morfología—escribe el 
Profesor Willey al final de ese estudio donde acumula hechos intere- 
santes y se destacan eruditas apreciaciones biológicas doctrinarias— 
depende de la substitución de ideas más que de la promulgación de 
leyes»; para él, es polifilético el árbol de la vida y no se anastomosan 
las ramas sino cuando el desarrollo en zigzag haya comenzado.... 
Agreguemos, para terminar esta nota bibliográfica, que el mencionado 
zoólogo no desdeña los problemas de la antropología: dígalo si no su 
artículo Swastika and Udaliya in Ceylon publicado en Man, la revista 
mensual del Instituto Real de Antropología de la Gran Bretaña e 
Irlanda. 


La Srta. Anna Drzewina ha traducido del aleman el volumen de 
Loeb sobre la Fécondation Chimique ( Parthénogénese artificielle), fruto 
del “esfuerzo experimental de más de diez años, realizado por un 
biólogo eminente y de una actividad prodigiosa.» Despues de reco- 
rrer una por una las páginas del libro compréndese cuanta razón le 
asiste al Decano de la Facultad de Ciencias de Dijon para decir que de 
aquél es imposible dar un resumen que satisfaga; en efecto, (las ideas 
directoras son tan simples y dominan de tan alto los hechos, que no 
dan en ningun modo la medida del trabajo analítico maravilloso 
efectuado por el autor sobre los procesos de la fecundación». En 
su libro, Loeb expone los resultados de las investigaciones que han 
tenido por fin trasladar el magno problema de la fecundación desde 
el dominio de la morfología al campo de la químico-física: resulta- 
dos que aprecia sintéticamente en la Introduction; y desde los prime- 
los capítulos Remarques preliminaires sur les développement de l'euf 
d'Oursine, La chimie de la fecondation y la partenogenesis natural, 
hasta el último, el vigésimo nono, sobre La nature de la mort et la 
prolongation de la vie de 1"euf par la fecondation (pág. 340), revélase 
la intensa labor del sabio empeñado en ilustrar los misterios de la 
ciencia genética por medio de su experimentación infatigable. A 
pesar de los particulares que han merecido la crítica, júzgase atina- 
damente el libro de Loeb como “un brillante mosáico de sus obras 
anteriores»; háse reunido con maravilloso arte todo lo que existe de 
esencial, de fundamental, en sus trabajos anteriores, en esas publi- 
caciones que por la naturaleza del asunto vienen hace tiempo intere- 
sando vivamente al mundo sabio. 


BIBLIOGRAFTA 127 


Es suficiente decir cuales materias son objeto del pequeño libro de 
Joubin sobre La wie dans les Océams para estimular a su lectura aun 
a los mismos que no se preocupen de esa clase de investigaciones: el 
origen del mar y de los seres vivos, los medios marinos y sus carac- 
teres fisicos; los movimientos de las aguas del mar y las modifica” 
ción que originan en las faunas y las flores, los fondos marinos, la 
luz animal, la visión en los seres marinos, los habitantes de las ro- 
cas y de las playas; las faunas abisales, los arrecifes de coral. . El exa- 
men del medio donde evolucionan esos seres conduce al conocimien- 
to de las faunas y de las floras marinas: forman estas las dos partes 
en que puede dividirse la obra de Jubin a que nos referimos y que se 
ha considerado como un resumen de oceanografía biológica. Los seres 
vivos que habitan el vasto dominio de los mares, constituyen tres 
categorías de faunas: la de los que se alejan poco de las costas, la de 
los que se encuentran en las grandes profundidades y la de los que 
flotan en la superficie de las aguas, donde tanto los animales como 
numerosas plantas presentan curiosísimas adaptaciones. El artículo 
sobre los ar -cifes de coral y de las teorias emitidas para explicar su 
formación atraen con justo título: es que los corales han jugado 
siempre importante papel en la historia de los mares; hoy mismo, 
ellos preparan nuevos terrenos, y, obligados por el gradual enfria- 
miento polar, buscan regiones nuevas donde refugiarse. 

Y este estudio de oceanografía de Joubin, dedicado al Príncipe 
Alberto de Mónaco, nos conduce facilmente al capítulo VI del li- 
bro del Dr. W. Mackenzie titulado Alle fonti della vita.  Prolego- 
mena di scienza e d'arte per una filosofia della natura, y cuyo autor 
nos ha enviado atentamente. Dicho capítulo es el que se refiere 
a la Vita ed estetica degli abissi; siendo los demás: Le generazioni 
atternanti, Alla ricerca della persona, L'unúta biologica, Energía psí- 
chica e teleología y La morale della natura. La obra, que consta de 
387 páginas, tiene varias ilustraciones de color intercaladas fuera 
del texto; y presenta, al final, un índice bibliográfico—HKlenco di 
alcune opere citate—relacionado con los problemas científicos que 
trata y que sirven de base a múltiples elucubraciones filosóficas. 

Punto de partida de las consideraciones que hace Mackenzie al 
referirse a la Vita ed estetica degli abissi es el estudio del plancton 
(mhayxrós, vagante), «la incomensurabile nube di esseri vaganti», la 
fauna a que alude Joubin de seres que flotan en las aguas, y que al 
decir de Virchow son ellos para el biólogo lo que las nebulosas 
para el astrónomo: los unos y las otras llevan al hombre a los um- 


128 BIBLIOGRAFIA 


brales de lo infinito! La vida del oceano está llena de grandiosas 
escenas. (Una lenta, continua, inmensa pioggia organica, piove 
dagli strati superiori nei piú profondi. 1 campi del mare fecondano 
gli abissi!.... Por otra parte, la relación de los organismos que 
constituyen el plancton no puede ser más extensa: noctilucas, fora- 
miníferos, radiolarios, actinias, sifonóforos ctenóforos, nemertes, 
sagittas, holoturias, pterópodos, cefalópodos, crustáceos, tunicados, 
peces.... y el fitoplancton: plantas pelágicas, diatomeas, algas, etc. 
Después el Profesor de Génova analiza lás formas artísticas que ofre- 
cen esos seres y recuerda la famosa expedición del Challenger en la 
que solo la clasificación de los radiolarios recogidos le hizo invertir a 
Hoeckel diez años de su vida. El inmenso número de aquéllos, su 
condensación local, así como la extraordinaria producción de belleza 
en el seno del océano, le hacen exclamar al pensador: (Forse, non a 
caso ritroviam a queste armonie qualche assonanza del mito ellenico 
di Afrodite Anadioméne sorgente dal mare!» Chispa del genio ilu- 
minando el porvenir; presagio que ha justificado la ciencia de nues- 
tros días con sus maravillosos medios de investigación. 


Dr. A. MESTRE, 
Profesor Auxiliar de Biología, Zoología y Antropología. 


ITO TAL CUBALSO) Te MATAS a a ia ii Profesor Dr. Arístides Mestre. 
rotura UL. CUESODA xa e sacan cia a Te Do Mas JO SJ 

DOSEATA CICLO) 1. Mt A e de 
Antropología general (Í-curso)............... e Dr. Luis Montané. 


“Dr. Carlos de la Torre. 


CONFERENCIAS 


Y Histología y Embriología Zoológicas.......... | 
Aratomía Comparada A A do ds Dr. Arístides Mestre (Aux.) 


Los profesores auxiliares de esta Escuela son: Dr. Arístides Mestre (Jefe de los traba- 
jos prácticos del Laboratorio de Biología, etc.); Dr. Pablo Miquel (Jefe del Gabinete de 
Astronomía); Dr. Nicasio Silverio (Jefe del Gabinete de Física); Dr. Gerardo Fernández 
Abren (Jefe del Laboratorio de Química); y Dr. Jorge Hortsmann (Director del Jardín 
Botánico). Estos diversos servicios tienen sus respectivos ayudantes.—El «Museo An- 
tropológico Montané» y el Laboratorio de Antropología tienen por Jefe al Profesor 


titular de la asignatura. 
3 ESCUELA DE ' PEDAGOGIA 


Psicología Pedagógica (1 curso)...,.0......... ] 
Historia de la Pedagogía (1 'curso)............ Profesor Dr. Alfredo M. Aguayo. 
PERS EScolar (1 turbo domo. ds do J 
Metología Pedagógica (2 Cursos) dd dE A Dr. Manuel Valdés Rodríguez. 
ao meat CAiCUESOS in AE a e 1 Sei Podés Córdos 
mba natural CLeburso ns cada Ne J 32 $5. Pedro. Córdova; 

; CONFERENCIAS 


'I. - Crítica de la Educación Contemporánea...) 
La Pedagogía Experimental... : L 
TI. Lectura é interpretación de las obras de los A A O CIO AO 
grandes pedagogos contemporáneos .. 


Agrupada la carrera de Pedagogía en ES cursos, comprende también asignaturas 
“que se estudian en-otras Escuelas de la misma Facultad. 


4. ESCUELA DE INGENIEROS, ELECTRICISTAS Y ARQUITECTOS 
Dibujo Topográfico estructural y arquitectónico. 


CAEN o AR Id AN A > Profesor Sr. Eugenio Rayneri. 
Estereotomía. (Í CUISO). dt ) 3 
Aermensura aro) If y DE Alejandro Ruiz Cadalso. 
Materiales de Construcción (1 curso)..... E 
a A 
Construciones Civiles y Sanitarias (1 curso)... ) 

A A 
e de oe ceo Pri 1, Di 1 de Asoc 


Enseñanza especial dela Electricidad (3 cursos) 

Arquitectura é Higiene de los Edificios (1 curso) 

Historia de la Arquitectura (1 curso) .......... 

Contratos, Presupuestos y Legislación especial ( de 
á la Ingeniería y Arquitectura (1 curso)..... ¿ 

Esta Escuela comprende las carreras de Ingeniero Civil, Ingeniero, Electricista y 
Arquitecto; y son sus profesores Auxiliares: Dr. Andrés Castellá, Sr. A. Fernández de 
Castro (Jefe del Laboratorio y Taller Mecánicos); y Sr. Plácido Jordán (Jefe del Labo- 
ratorio y Taller Eléctricos); con sus correspondientes ayudantes. En dicha Escuela se 
estudia la: carrera de /aestro de Obras; exigiéndose asignaturas que corresponden á 


otras Escuelas. 
5. ESCUELA DE AGRONOMIA 
Química Agrícola é Industrias Rurales (1 curso). 


5 Sr. Ovidio Giberga. 


Dr. Antonio Espinal. 


' Profesor Dr. Francisco Henares. 


Fabricación de azúcar (1 CHRep] A 
ARTOnOnta ME GUS is rl y ara di e o cóce | 
POOLE OTa JASNCUBSO cias lO AI ta di > Sr. José Cadenas. 
Eñtdtecia (Didac le A APA E j 
Economía Rural y Contabilidad Agrícola (1 cur- 
ARA ARE IL O SAS ] . ! 
Legislación Rural y formación de Proy ectos AA, or -aJORA Comallon gs 
LSO a NO SR A a ) 


El profesor auxiliar de esta Escuela es el Dr. Buenaventura Rueda (Jefe de los Mu- 
seos y Laboratorios). 

Para los grados de Perito químico agrónómo y de Ingeniero agrónomo, se exigen 
estudios que se cursan en otras Escuelas. 


En la Secretaría de la Facultad, abierta al público todos los días hábiles de 1 45 
de la tarde, se dan informes respecto á los detalles de la organización de sus diferentes 
Escuelas, distribución de los cursos en las carreras que se estudian, títulos, grados, dis- 
posiciones reglamentarias, incorporación de títulos extranjeros, etc. 


AWISO 


LA REVISTA DE LA FACULTAD DE LETRAS Y CIENCIAS €s bimestral. 

Se solicita de las publicaciones literarias ó científicas que reciban la REVISTA, el canje co- 
rrespondiente; y de los centros de instrucción ó Corporaciones á quienes se la remitamos, el 
envío de los periódicos, catálogos, etc., que publiquen: de ellos daremos cuenta en nuestra 
sección bibliográfica. 

Para todo lo concerniente á la REvISTA (administración, canje, remisión de obras, etc.) 
dirigirse al Sr. Secretario de la Facultad de Letras y Ciencias, Universidad de la Habana, Re- 
pública de Cuba. 


NO'TTOE 


The REVISTA DE LA FACULTAD DE LETRAS Y CIENCIAS, will be issued every other 
month. 

We respectfully solicit the corresponding exchange, and ask the Centres of Instruction and 
Corporations receiving it, to kindly send periodicals, catalogues, etc., published by them. A 
detailed account of work thus received will be published in our bibliographical section. 

Address all communications whether on business or otherwise, as also periodicals, printed 
matter, etc., to the Secretario de la Facultad de Letras y Ciencias, Universidad de la Habana, 
República de Cuba. 


AVWVIS 


La REVISTA DE LA FACULTAD DE LETRAS Y CIENCIAS parait tous les deux mois. On 
demande l'échange des publications littéraires et scientifiques: il en sera fait un compte rendu 
dans notre partie bibliographique. E 

Pour tout ce qui concerne la Revue au point de vue de 1'administration, échanges, envoi 
d'ouvrages, etc., on est prié de s'addresser au Secretario de la Facultad de Letras y Ciencias, 
Universidad de la Habana, República de Cuba. 


VorL. XVI. UNIVERSIDAD DE LA HABANA. Núm. 2. 


REVISTA 


DE LA 


FACQUETAD DE-LEPRAS Y:ETENCIAS 


DIRECTOR: 
Dr. EVELIO RODRIGUEZ LENDIAN. 
REDACTORES JEFES: 
Dr, ARISTIDES MESTRE. Dr. JUAN MIGUEL DIHIGO. 
COMITÉ DE REDACCION: 
Dres. ENRIQUE J. VARONA, GUILLERMO DOMINGUEZ ROLDAN, MANUEL VAL- 


DES RODRIGUEZ, SANTIAGO DE LA HUERTA, LUIS MONTANE, ALEJANDRO 
RUIZ CADALSO, AURELIO SANDOVAL, JOSE CADENAS Y FRANCISCO HENARES. 


MARZO DE. 1913. % 


SUMARIO: 
—HOMENAJE A JosÉ DE LA LUZ Y CABALLERO—Discurso.... Manuel Sanguily. 
= = —Discurso.... Ldo. Raimundo Cabrera. 
= = —Discurso.... Ldo. Alfredo Zayas. 
 FACTORÉES-DB 1,4, PEDAGOGÍA MODERNA 050000 edo Dr. Rafael Altamira. 
SL EDS MON CORCISION) Mo a Ts Má eo Dr. J. M. Mestre: 
—LA ¡ENSEÑANZA TÉCNICA; EN ALEMANÍA 00 ..oomoceo.o no... Gonzalo de Ouesada. 
DIARIO DESVIATE =D OR: ESPADAS: 00serrobole odo aero PTA + oe Eusebio Gutteras. 
—BIBLIOGRAFÍA.—Studi  Glottologici  ftaliami diretti da] 7, Te MÓDIRICO: 
ARAN A AO RN AO O ANA ) ; 
IMPRENTA “EL SiaLo XX>” 
DE AURELIO MIRANDA 
> TENIENTE REY 27 


HABANA 


ENSEÑANZA DE LA FACULTAD DE LETRAS Y CIENCIAS. 


Decano: Dr. Evelio Rodríguez Lendián. 
Secretario: Dr. Juan Miguel Dihigo. 


|. ESCUELA DE LETRAS Y FILOSOFIA. 


Lengua y Literatura Latinas (3 cursos)....,... Profesor Dr. Adolfo Aragón. 


Lengua y Literatura Griegas (3 cursos)....... 53 Dr. Juan F. de Albear. 
Eanpuisticad año ig a cs a a E ena 
Elología (CETHTSO) >. a e e apa dia Dr. Juan Miguel Dihigo. 
Historia de la Literatura Española (1 curso)... : p > 
Historia de las literaturas modernas extranjeras de De. Guillesmo Dombgatay 

Roldán. 

PES CUESOS) AA O aaa a NN oa 
Historia de América (1 curso)................ 1 $ Dr. Evelio Rodríguez Len- 
Historia moderna del resto del mundo (2 cursos) $ dián. 
PICOlOB1A EL. CUESO rt PA 
Eiosotía Moral (Curso) ata Pdo És Dr. Enrique José Varona. 
Sociologia (il c4tsO).e... ces a e 

CONFERENCIAS 

Elistoria-de la Pilosoña.. qt. a ie dan Dr. Sergio Cuevas Zequeira (Aux.) 
PAtera turas. Dl as RP SO Dr. Ezequiel García Enseñat (Aux.) 
Ly ENPRAS SCÍÁSICADS . 20. da Dr. Sixto López Miranda (Aux.) 


2. ESCUELA -DE- CIENCIAS. 
[a] Sección de Ciencias Físico-Matemáticas. 


Análisis matemático (Algebra Superior) 1 curso. 
Análisis matemático (Cálculo diferencial é inte- + Profesor Sr. José R. Villalón. 
ral) A: CUE A O O 


Geometría superior y analítica (1 curso)....... 

Geometría descriptiva (1 curso)............... | Se Dr. Claudio Mimó. 
Trgeonontetría Ll” Curso o nba e ai de eos 

Básica Superior Chercos ctas To ecc E : 

Física Supetor (LECUELSO) ns AA AO j de DE 
Ouímicaspeneral; ECcuEso) a e oe ad a Sr. Carlos Theye. 

Broto ta ECU) RR o Ia a a Ez Dr. Arístides Mestre. 
Zoología (1 curso)..... A A Dr. Carlos de la Torre. 
Dibujo Timeal Ecurso da canica Le Ad RATO ee , 

Dibujo Natura (E Cro) a o: ) 20 Sr. Pedro Córdova. 
Cosmología (l:CUFSO) A A 

Mecánica Racional (6ecnESo).... lesa. 2 to. se Dr. Victorino Trelles. 
INSFEONORMA ARTES A O A da 

(eodesta (Uictrso e li Rs $ Dr. Alejandro Ruiz Cadalso. 
Mineralogía y Cristalografía (1 curso)..... ... > Dr. Santiago de la Huerta. 
Botánica. general' (LEO) 2.00 ale ne 53 Dr. Manuel Gómez de la Maza. 


[b[ - Sección de Ciencias Físico-Químicas. 


Análisis matemático (Algebra Superior)....... Profesor Sr. José R. Villalón. 
Geometría Superior (sin la Analítica)......... 1 E 
Trigonometría (plana y esférica).............. J 2 Dr. Claudio Mimó. 

¡Eisica; Superior (er. Corso) mas ers: ralons !] de ; 

STCA AD APeriorn (Ze GUESO) ES ade iaa S de Dr. Plácido Biosca. 
Química Inorgánica y Analítica (1 curso)...... » 6 

Química DVrgáñica (curso. e. el A E 
Dibujo:Líineal! eL CULSO) +. oe ate erat 2 - 
Dibujo-Natutal (L.CUso A ) y) pr. Esdro Cordoye 
Mineralogía y Cristalografía (1 curso)......... 2 Dr. Santiago de la Huerta. 
Biolosía (EcursO) E. en ra a Dr. Arístides Mestre. 

ZOO lOLTA ECU ON ae IA RO a al Se Dr. Carlos de la Torre. 
Botánica general E Curso o ia > Dr. Manuel Gómez de la Maza. 
Cosmología: EL iCursoO!) db ds as dr E Dr. Victorino Trelles. 


(c) Sección de Ciencias Naturales. 


Anál'sis matemático (Algebra Superior) 1 curso Profesor Sr. José R. Villalón. 


Geon etría Superior (sin la Analítica)....... l Dr. Claudio Mimó 
Trigonometría (plana y esférica).. ........... S de SA 0 IE 

uímica genera CUESO AA il otero 4 r. Carlos Theye. 

ími 1 (1 Sr. Carlos Thes 

Dibujo Lineal EL Curso). tes e > 1 DE 
Dibujo, Natural (Ll Curso) ts o e Sr. Pedro Córdova. 
Fisica enerallol: CASO) 2 a a > Dr. Plácido Biosca. 
Mineralogía y Cristalografía (1 curso)......... 1 . 
Geologia (ECHESO) ada oie e PE oi J y Dr. Santiago de la Huerta. 
Botámiica:ceneral: (1: Cuts coca ato 1 


Fitografía y Herborización (1 curso).......... EL Dr. Manuel Gómez de la Maza, 


CS y 


A 1 


Vol. XVI MARZO DE 1913 Núm 2. 


LIBRARY 
NEW YORK 
BOTANICAL 

¿ARDEN 


REVISTA 


DE; LA 


FACULTAD DE LETRAS Y CIENCIAS 


HOMENAJE 
A JOSÉ DE LA LUZ Y CABALLERO 


DISCURSO * 


POR EL SR. MANUEL SANGUILY 


Señoras y señores: 

Un generoso sentimiento de solidaridad, sin duda, nos junta 
esta noche, que por el hecho viene a ser así como punto de inter- 
sección de lo porvenir, con lo pasado—nos congrega en una fies- 
ta,—por su objeto esencialmente cubano—por su naturaleza esen- 
cialmente familiar, y por su origen e inspiración esencialmente 
patriótica; —que aquí, y ahora se demuestra—por herencia natu- 
ral de esclarecidas memorias y santas aspiraciones—la compenetra- 
ción de dos edades muy diferentes de nuestra historia, se realiza 
una manifestación de carácter a un tiempo social y psicológica, por 
donde—al través de largos años y vicisitudes portentosas—revéla- 
se e ilumínase la unidad moral, el enlace espiritual de varias gene- 
raciones, a virtud de ese profundo instintivo impulso que nos obli- 
ga de vez en cuando, que ahora con más motivo que otras veces nos 
fuerza, antes de proseguir la incierta jornada, a volver la vista ha- 


1 Discurso pronunciado en la velada que celebró la «Asociación de maestros, maestras y 
amantes de la niñez cubana», el 22 de Febrero de 1900. 


130 MANUEL SANGUILY 


cia atrás, como si percibiendo dilatado y oscuro el tortuoso y abrup- 
to sendero. necesitáramos apoyarnos para no tropezar y caer, pedir 
alientos, estímulos y perseverancia, a los que lo recorrieron con 
gloria resplandeciente y por lo mismo, desde lejos, como astros be- 
nignos, irradian hacia nosotros, sus cuitados sucesores, la lumbre 
bendita de su amor y de su fe. 

Que esa sombra querida de nuestro insigne compatriota no fué 
como las de quienes, tal vez más venturosos, vienen al mundo para 
no dejar ni huella de su paso, pruébalo de modo inconcuso e irre- 
cusable la causa que aquí os reúne y a mí me compromete a dirigi- 
ros la palabra. 

En vísperas de partir a tierra extraña los maestros de nuestras 
escuelas públicas, en excursión de pocas semanas de la que desco- 
nozco los motivos y propósitos en tanto grado como dudo de la rea- 
lidad de sus beneficios, si descontamos los naturales que ocasionará 
la contemplación de pueblos diversos y costosos monumentos, el 
Círculo Pedagógico ha considerado necesario y oportuno evocar la 
dulce imagen de uno de los más erandes mentores de la juventud 
que el mundo haya producido jamás, de un inspirado apóstol de la 
educación, de un excelso y purísimo patriota, del hombre angélico 
y cuasi divino que, a haber nacido fuera de esta isla sin ventura, 
aparecería ante la humanidad reconocida y reverente como uno de 
los más eximios representantes de la virtud y de la ciencia, como 
uno de los más egregios servidores de la verdad y de la civiliza- 
ción de que debiera envanecerse el siglo x1x, y—en tal concepto— 
le ha parecido también conveniente y útil que alguien recordara 
—bien o mal—sus títulos a nuestro cariño y nuestra veneración, 
sus títulos incomparables a que se le recuerde siempre, a que se le 
ame siempre en esta tierra, al menos Bientras la habiten como sus 
únicos dueños hombres de nuestra estirpe que cumplan con el de- 
ber de transmitirse de padres a hijos nuestra lengua, nuestras glo- 
rias y nuestra nacionalidad, pasando de mano en mano la lámpara 
de alabastro en que arda y resplandezca con llama inmortal el es- 
píritu y la vida del pueblo cubano. 

Debo desde luego advertir 
deslustrada palabra no corresponde en manera alguna a la grave- 
dad del difícil asunto, ni menos a la alteza de aquel varón mara- 
villoso; ya que sé que en ocasiones como ésta suelen no bastar amor 
tan sincero y filial como sentí hacia él cuando vivía, y «veneración 
tan respetuosa y tan tierna como me inspira su dulce memoria en- 


aun cuando no se necesita, —que mi 


DISCURSO 131 


tretegida—cual yedra del alma—a las primeras y mejores impre- 
siones de mi vida. 

Acaso por esta cireunstancia, al surgir delante de mí en este 
momento mismo su imagen augusta, enseñoréase del ánimo pláci- 
do, aunque amarga tristeza, pues nunca fué más cierta la obser- 
vación de que no hay pena tan intensa como recordar los tiempos 
felices en horas de incertidumbre y agonía. De entonces acá he dado 
aleunos pasos demasiado largos por la tenebrosa selva del poeta, 
dejando caer unas tras otras, como pétalos descoloridos de perfu- 
mada flor que se marchita, esas que creímos encantos de la existen- 
cia, deliciosas mentiras de la juventud que son los espejismos de la 
mente, a la manera que son los mirajes las mentiras del desierto; y 
al contemplar la enmarañada vía obstruída por los despojos de la 
lucha y como empedrada de tantos infelices que se afanaron y 
combatieron sin dejar ni nombre ni recuerdo, llégase, en trágica 
cavilación. a sospechar con ira tal vez, cuando menos con angustia 
resignada, que la refriega al cabo ha sido inútil, estéril el sacrificio; 
que comúnmente el esfuerzo resulta perdido; que en el mundo todo 
es relativo y todo en el fondo insignificante; que los mayores em- 
peños son dolores inmensos, tormentos horribles para el individuo, 
pero que nadie conoce, o que nadie puede medir ni comprender; 
que en la lucha del vivir todos a la postre resultamos vencidos, cae- 
mos, vamos hundiéndonos y por encima, bravía y formidable, se 
levanta y pasa la eterna ola que borra cuanto existe: la alegría, el 
heroísmo, el martirio, pueblos, reyes, revoluciones, todo eso que 
produce aleún ruido, que parece constituir lo que llamamos la 
erandeza humana, y que en definitiva no es más que el mezquino 
bullir de necias o vanas ilusiones, la burbuja misteriosa que brota 
de improviso, lanza instantáneo reflejo tornasolado y desaparece en 
el océano sin fondo ni riberas. 

Y —sin embargo—lo mejor, lo único en realidad grande, ama- 
ble y fecundo son cabalmente esas quimeras, ilusiones y delirios 
que pueblan y alegran, como enjambres de abejas de oro, los años 
juveniles; pero que en la edad viril o en la edad provecta sólo son 
el patrimonio excepcional y privilegio exclusivo de las almas so- 
beranas y santas. Ahuyentadlas de la mísera existencia humana y 
decretáis de un golpe el predominio de la animalidad en el mundo, 
a tiempo de apagar todos los luminares de la historia. En cambio, 
en esas fulgentes personalidades que se imponen por misión sentir 
continuamente afanes indecibles y ansias inapagables, desdén por 


132 MANUEL SANGUILY 


todo lo terreno y solicitud por todo lo celeste, empeño constante 
por realizar lo que parece utópico, por encarnar lo que parece 
ideal, es donde se muestra realmente sublime la humanidad; por- 
que si hay en el universo algo sin disputa superior, algo porten- 
toso en que el frágil mortal penetra en la esfera de la excelsitud 
divina que nuestra mente concibe, es el espectáculo inefable de 
esa mísera desheredada que en el encierro y aislamiento de un 
grano de tierra, y sometida por ley ineludible a las flaquezas y fe- 
rocidades de la materia viviente, vence las exigencias brutales de 
la carne, domeña como a alimañas salvajes las violentas pasiones y, 
enaltecida y transfigurada por la virtud y por el amor, se somete 
inquebrantable y voluntariamente al tormento de escudriñar en 
el misterio impenetrable, a las durezas del ascetismo, a la regla de 
hierro del deber, a la insania bienaventuranza del sacrificio! 

¿Qué milagro mayor ni más pasmoso puede realizarse que ese 
perpetuo milagro de la bestia que se doma a sí misma, para con- 
vertirse, purificada de su vil escoria, ora en el sabio que consume 
su juventud y sus fuerzas persiguiendo lo que no se encuentra 
nunca; ora en el santo que todo lo desprecia soñando en lo que no 
será jamás; ora, en fin, en el mártir ofreciéndose en holocausto 
ante las aras de nobles anhelos que no ha de ver realizados, que 
probablemente no han de realizarse en tiempo alguno?... 

Y por ventura el empleo más útil de la existencia, la misión 
más fecundante aún cuando más áspera y espinosa, ¿no consiste 
en andar entre los demás hombres, remedando al sol del firmamen- 
to, con una antorcha en la mano para alumbrarles el camino; con- 
sumirse para que haya quien vea y no caiga, empeñarse con ar- 
dorosa, piedad en que el bruto que se enrosca y hospeda en el fon- 
do de nuestras entrañas, como enorme oruga, despierte de su som- 
nolencia de larva, respire el ambiente embalsamado por los aro- 
mas de la idealidad y el sentimiento, y en nueva y magnífica trans- 
formación tienda las alas nacaradas en pos de la región serena y 
radiante del bien, de la belleza y la verdad ? 

Si todo ello no fuera al cabo sino engañoso y falso devaneo, ¿no 
vale, sin embargo, la pena de intentarse? ¿No evidencia cuando 
menos una naturaleza exquisita en quien se propone tan supremo 
fin, un alma superior que nos da la medida de nuestra grandeza, 
que revela—sobre todo—la capacidad de nuestra organización hu- 
mana para mejorar, para ascender en la infinita escala de los seres 
y las ideas, para no desesperar nunca completamente ni de nuestra 


DISCURSO 33 


condición ni de nuestro destino? ¿No es un consuelo fortificante el 
que resulta mirando de cerca a esos escogidos o predestinados que 
siquiera, al menos, nos reconcilian con nuestra miseria, inspirán- 
donos lástima por los que se arrastran en el crimen o yacen sumi- 
dos en el cieno, y respeto y amor por esta pobre acongojada hu- 
manidad ? 

Empero, mientras solamente debamos contemplar y reveren- 
ciar, yo me siento animado de igual si no mayor devoción que los 
demás y singularmente ante la plácida y beatífica memoria del su- 
blime educador y patriota; aunque, francamente, señores, no acier- 
to cómo presentarlo a vuestros ojos, aun en lo que sólo tendría que 
ser rapidísimo bosquejo, deseando—pues que es consiguiente—ser 
exacto y completo en cuanto me sea dable; porque, ¿cómo descri- 
bir y exponer la personalidad de ningún hombre? ¿Quién sería 
capaz de no temblar al intentarlo? ¿Quién tampoco puede jamás 
penetrar hasta el sedimento último del sér humano, hasta la esfe- 
ra íntima, recóndita y siempre arcana de la conciencia, ni percibir 
con lucidez la relación cabal y la influencia cierta de cualquier 
hombre, por notoria que haya sido su participación en el desen- 
volvimiento de su país y en un momento determinado de su his- 
toria ? 

Por otra parte, aun renunciando como tengo que hacerlo—a 
un examen siquiera somero de sus doctrinas como educador y 
como filósofo, por más que son éstas las fases más luminosas y 
originales en que se ofrece a la admiración y al respeto de sus con- 
ciudadanos, sería siempre muy difícil narrar brevemente, a pesar 
de haber sido tan sencilla, la noble vida de José de la Luz Caba- 
llero; porque corre parejas, está enlazada, identificada con la his- 
toria de esta isla, y no es hacedero—como veis—encerrarla en los 
límites naturales de una conferencia. 

Empieza ella con el siglo y termina hace treinta y ocho años: 
abraza, pues, extenso período de esplendor material, mercantil y 
agrícola; de sensualidad ruda y bárbara; de miserias sociales y 
alternativas políticas: primero igualdad de condición a ambos la- 
dos del océano durante largo espacio de tiempo entre los españoles 
y sus descendientes, y luego brutal militarismo y tiranía cada vez 
más odiosa y funesta; dos razas superpuestas, el colono oprimien- 
do al esclavo, y a su vez oprimido por el forastero; y de ahí la ger- 
minación más o menos sorda de pasiones sombrías, el fermento de 
la rebeldía o la inconformidad, la confusión natural de tendencias 


134 MANUEL SANGUILY 


incipientes y vagas; período obscuro, generador de embriones de 
escasa viabilidad, en que el pueblo—aquella masa de esclavos y 
explotadores—semeja, vista desde aquí, un pólipo informe y colo- 
sal arrastrándose y hozando en una tierra primaveral y exube- 
“ante, en sus mayores proporciones sin roturación ni cultivo; po- 
blación abigarrada que erecía con dificultad, viviendo, ya disemi- 
nada por los campos en incomunicación casi completa; ya apiñán- 
dose en ciudades costeras o como perdidas—aquí entre fragas— 
allí en medio de inmensas llanuras, bajo la ley impuesta desde la 
capital, pequeña Babilonia, emporio militar, traficante y supersti- 
cioso: en resumen, una verdadera colonia de plantación, con su 
aristocracia de fastuosos hacendados y su burguesía de comercian- 
tes; laboratorio sin arte ni ciencia consagrado a fabricar azúcar 
rutinariamente; sociedad de tipo más o menos primitivo, donde 
toda aspiración se cifraba en hacer fortuna o en despilfarrar en 
el deleite malhadados caudales como ofrenda a la vanidad impre- 
visora y al egoísmo desenfrenado; donde la grandeza se fundaba 
en la desigualdad de condición o de dinero; donde el Estado todo 
lo centralizaba, todo lo absorbía y lo agostaba todo; donde la auto- 
ridad no se manifestaba sino por la fuerza avasalladora y opresi- 
va; donde, en fin, ningún ideal rasgaba con un rayo tibio la espe- 
sa obscuridad de las almas, pues que abajo apenas si asomaba toda- 
vía la conciencia humana, mientras arriba casi había desaparecido. 
En esta atmósfera caliginosa, en este medio social sin virtud y 
sin poesía, situado entre una república demasiado joven y ya co- 
rroídas por un cáncer sus entrañas, y viejas tierras españolas en 
que razas diversas amontonadas dormitaban como monstruos pere- 
zosos e inofensivos, vino al mundo, en esta ciudad de la Habana, 
hace un siglo, el 11 de Julio de 1800, José de la Luz y Caballero. 
Pudiera de un rasgo hacer el compendio de su existencia, en lo 
que tuvo de exclusivamente personal, diciéndoos que pasó de ella 
unos veinte años en el Seminario y el retiro del claustro; que lue- 
eo—y en dos diferentes ocasiones, aunque por diversos motivos— 
viajó un tiempo relativamente largo, siempre investigando, estu- 
diando y aprendiendo, y que, maestro de profesión, por sus ineli- 
naciones y por su patriotismo, después de predicar una filosofía 
tan sólida como brillante, fundó; en su edad madura, un gran Co- 
legio, dentro del cual transcurrió, en beneficio y para honra de 
los cubanos, la última parte de una vida fecunda e inmaculada. 
Un examen breve, pero atento de toda ella, me impone contem- 


DISCURSO 135 


plarlo aunque sólo sea en dos de sus aspectos generales que se 
completan, el de su personalidad interior—moral e intelectual—y 
el de su personalidad social, o sea, su individualidad y su influencia. 

Desde luego, no vacilo en declarar que en él—a mi jJuicio—lo 
singular, lo exquisito, lo grande, muy grande ciertamente, fué su 
persona, el hombre, el sér extraordinario ornado por próvida na- 
turaleza con todas las dotes y todas las excelencias humanas, pues 
que realizó en medio de nosotros un tipo moral incomparable en 
que se fundieron, como dos perfumes mezclados en vaso de pre- 
cioso metal, la virtud antigua y la virtud cristiana, el alma de un 
discípulo de Sócrates con el alma de un discípulo de Cristo, la se- 
renidad de un sabio de la Grecia de los estoicos y el amoroso des- 
interés de un hombre del Evangelio, sobre los cuales debió haberse 
cernido constantemente la mística paloma de la Inspiración divina. ' 

Había nacido con el espíritu preparado para la virtud, con el 
cerebro preparado para la sabiduría, con el corazón preparado 
para el amor. En el blando regazo de la santa matrona que fué 
su madre, bebió a raudales, como a ubérrimos pechos, la caridad, 
el sentimiento fraternal de la familia, los afectos delicados y tier- 
nos. Su naturaleza sensible y su carácter bondadoso, en el ardor de 
su temperamento y de su raza, decidieron su inclinación a la vida 
estudiosa y meditativa, en que pareció como consagrado a la con- 
templación de la verdad suprema y la adoración del soberano bien. 

Aquellos tiempos eran sosegados, monótonos y prosaicos sobre- 
manera. España por entonces era la patria madre de la inmensa 
mayoría de los cubanos. Unos y otros españoles, los de allende y 
aquende el mar, constituían una misma nación, sin las injuriosas 
diferencias posteriores, el primer efecto de las cuales habría de 
ser la gran revolución en que se desprendiera la América latina 
tras largo e intenso estremecimiento que partió en pedazos la re- 
gia corona con que los monarcas de España ceñían a modo de in- 
menso zodiaco los dos hemisferios de su dominación. 

La juventud de Luz y Caballero pudo, por lo mismo, florecer en 
la tranquilidad y el reposo, al abrigo de las tempestades políticas, 
y deslizarse quieta y sin preocupaciones bajo la égida del sereno 
hogar de su familia, perfumado de oraciones como un santuario, 
y bajo las bóvedas del claustro donde, como lumbre del cielo, como 
se filtraban multicolores los rayos solares al través de los vidrios 
de las ojivas, recibía la enseñanza de los sacerdotes, oyendo junta- 
mente de sus labios la palabra de la iglesia que le imponía sus 


136 MANUEL SANGUILY 


dogmas, y la palabra de la filosofía que le imsinuaba sus nega- 
ciones. 

La doctrina de la iglesia católica, la religiosidad de su madre, 
aquella vida de preces y recogimiento, el comercio continuo con 
las cosas sagradas, sus prácticas rituales, los estudios escolásticos 
del Seminario, el empleo del latín, rudo verbo de un pensamiento 
petrificado, fueron lenta, pero firmísimamente formando los funda- 
mentos de su carácter. Y así, por su índole propia y aquellas pecu- 
liares condiciones de su educación primera, no llegará a ser un 
eran eseritor ni un gran artista el que hablando con elocuencia 
ingenua y arrastradora mostrará el fuego y la unción de los admi- 
rables padres del siglo 1v; porque su imaginación habrá perdido la 
paleta mágica que decora y aviva las ideas, sin que pueda yo afir- 
mar si con salud menos quebrantada desde tan temprano hubiera 
desplegado la potencia constructora de esos escasos poetas del pen- 
samiento que asombraron al mundo por la audacia y la simetría 
de sus sistemas filosóficos, ya que atesoraba, con la fe más viva en 
el porvenir de la humanidad en razón a su creencia en la bondad 
infinita de una Providencia divina, como suprema síntesis, talen- 
to perspicuo y poderoso, verdadera autonomía mental, y saber tan 
vasto como profundo, a extremo—bien lo recordaréis—que al fin 
de sus días se le llamaba **el maestro de todas las ciencias?””. 


Jamás tampoco será hombre de acción en el sentido que vul- 
garmente se da a este vocablo. Nada en él, ni fuera de él le ineli- 
naba ni podía inclinarle hacia el lado violento y trágico de la vida. 
Por su genio apacible y sus hábitos sedentarios habría de tomar 
otros rumbos su actividad, bien que la época tampoco consentía 
ni exigía mucho más, y en este concepto cabe decirse que fué cuan- 
to podía y debía ser un hombre de su condición y de su tiempo 


Cuando llegaron hasta Cuba los sacudimientos de la Península 
y de sus colonias continentales, el efecto fué muy pasajero y él 
—por otra parte—era apenas un adolescente. Más tarde, cuando 
ya hubo alcanzado la mayoría de su edad, Cuba no había alcanza- 
do aún la mayoría de la suya; era entonces menos que un pueblo 
moderno, era un inmenso bazar de esclavos, y para serlo perpe- 
tuamente acaso—o para continuar siéndolo algún tiempo más, — 
vió con la imprevisión de su ignorancia sorprendida, o con el des- 
abrimiento de su sensualidad perturbada, la eran catástrofe de 
la Tierra Firme; por lo que fué vano intento el de que aquí clava- 


DISCURSO 137 


ra sus garras El Aguila Negra, o que brillaran en el horizonte cu- 
bano Los Soles de Bolívar. 

Posteriormente todavía, si ese pueblo materializado llegaba a 
aspirar a un cambio en su condición política, la idea capital, el sen- 
timiento originario y propulsivo habían de ser la idea y el senti- 
miento de salvar inicuas riquezas materiales a trueque del man- 
tenimiento por tiempo indefinido de la institución de la esclavitud. 

¿Era posible, en tales cireunstancias, que un hombre inteli- 
gente, justo y tan bueno, tan humano como Luz y Caballero, sim- 
patizara con aquel espíritu político que, por su forma, era enton- 
ces desnaturalizado, y por sus móviles abominable? ¿No era legí- 
timo también que no creyese viable ninguna tentativa que hubie- 
ra de ser forzosamente la tentativa de muy reducida minoría ? 

Por supuesto que habréis comprendido qu aludo únicamente a 
las tendencias políticas de la primera mitad del siglo, cuando la 
mayor parte de los revolucionarios cubanos solicitaba el amparo 
y ayuda del extranjero—de México, Colombia y a la postre de los 
Estados Unidos—nmo por odio a España, ni por amor a la libertad 
y a la independencia; sino por conservar con el latifundio del inge- 
nio la situación privilegiada de los señores feudales de la colonia 
que vivían y querían seguir viviendo felizmente a expensas del eri- 
men infame de la esclavitud y de la trata africana. 

Luego que Cuba, por causas diversas y remotas, haya elabo- 
rado y acariciado otra aspiración más legítima y más castiza, ya 
él será un anciano, afligido por tenaces achaques, pobrísimo de 
fuerzas físicas, desligado casi de la tierra, preocupado fervorosa- 
mente del cielo, sin confianza apenas en los suyos, y muy escasa 
si alguna fe en el inmediato porvenir de su país. 

Se ha publicado—entre esos aforismos suyos que, por lo co- 
mún, eran sólo ideas sueltas que habrían de desenvolverse luego, — 
uno que—obscuro y todo como tenía que ser—permite columbrar 
algo así como su filosofía de la historia cubana, en que se muestra 
su punto de vista general, explicando de paso su actitud y sus pro- 
fundas miras. Consideraba que los pueblos no podían modificarse 
sino por la fuerza o por la educación, y que sin la oportunidad, 
sin la concurrencia de hechos físicos y morales, el genio mismo, 
porque es incapaz de crearlos a su antojo, sería absolutamente im- 
potente como descuidara—arrastrado por el deseo y las opiniones 
de su partido—el estudio de todas las circunstancias exteriores e 
interiores del problema, y por la observación de las que determina- 


138 MANUEL SANGUILY 


ban el nuestro, creía que ni el propio Napoleón Bonaparte—al que 
en cierto sentido ponía tan alto como Jorge Washington—hubiera 
podido producir con éxito una revolución en la isla de Cuba por 
entonces. En su concepto, era su pueblo una oveja que sólo amena- 
zada en sus propiedades materiales se hubiera convertido en león; 
por lo que ante su juicioso y sereno civismo no había más que dos 
procedimientos que seguir—o la incierta violencia, o la perseve- 
'ante preparación; —o “golpes de cuerda*”—como decía—o el guta 
cavat lapidem; y, naturalmente, para él la elección no pudo ser 


él 


dudosa. 

De ahí que su carácter, su vocación y las condiciones públicas 
enderezaran por mejores rumbos su patriotismo ardiente, pero re- 
flexivo,—que comprendiera que la obra que debía proponerse era 
de regeneración, de creación lenta y difícil, porque había de em- 
pezarse, si se quería fundar con solidez, por lo interior y no por 
lo externo, por dentro, por el alma misma de la gente cubana. Solía 
repetir la máxima de Shelling: '“Dad al hombre la conciencia de lo 
que es, y pronto será lo que debe ser.”” Por todas partes veía sólo 
esclavos negros y blancos esclavos, una muchedumbre egoísta, fría 
y envilecida. Palpando tantas miserias sociales su perspicacia no 
podía engañarle. Era preciso iluminar las conciencias, purificar- 
las, sanear aquella podredumbre, infundir un alma nueva en aquel 
cuerpo gangrenado. 

El era capaz de abnegación y desinterés para desdeñar todos 
los atractivos de la vida, a fin de acometer la magna empresa de 
restauración intelectual y moral; pero sus deseos ardientes no pu- 
dieron realizarse en seguida, y aunque el mal estado de su salud 
le obligó a ausentarse de la patria, regresó, sin embargo, a poco, 
por habérsele complicado inicuamente—como sabéis—en la céle- 
bre causa de conspiración de 1844. 

Este grave incidente en que tuvo ocasión de patentizar la ente- 
reza y rectitud de su carácter, si naturalmente aumentó su presti- 
sio, en cambio, agravó sus dolencias, a punto de que en lo sucesi- 
vo, débil y muy delicado siempre, le será imposible todo esfuerzo 
erande y sostenido. Esto explica que no concluyera la impuena- 
ción famosa del eclecticismo de Cousin y el doctrinarismo políti- 
co de que el ilustre Guizot era el elocuente corifeo, la cual había 
emprendido resueltamente desde 1839 en ruidosa polémica; así 
como que nos veamos privados de otros trabajos que había anun- 
ciado y preparaba, entre ellos un estudio relativo al cerebro, otro 


DISCURSO 139 


acerca de la metafísica de Maine de Biran y sobre todo el que de- 
bía ser la exposición sistemática de su propia filosofía. 

Pero esos tenaces achaques que tantos propósitos y beneficios 
malograron, no le impidieron abandonar al cabo su retiro e inac- 
ción forzada, para fundar, como lo hizo en 1848, el por muchos 
conceptos incomparable colegio de “El Salvador””, desde donde, 
hasta el fin de sus días y durante catorce años, consagrado a la 
educación de la juventud cubana, ejerció influencia poderosa, di- 
rectamente en sus discípulos e indirectamente en la sociedad toda. 

Es verdad que se había desatendido de intervenir por modo 
inmediato en las cuestiones de actualidad, de plantear por su par- 
te y pretender resolver los problemas complicados o pavorosos de 
que dependía la suerte futura del país. No predicó, por lo mismo, 
declarada y abiertamente ningún programa político ni se permitió 
manifestación alguna en este sentido. Y aunque tampoco abogó en 
público contra la trata y la esclavitud, ni hubiese podido—por lo 
demás, intentarlo siquiera,—fué sincero abolicionista, y todos lo 
sabían, como que en el círculo de sus amigos condenaba aquellas 
abominaciones en que lo menos negro que veía era la piel del in- 
feliz africano. Su acción, por tal manera, fué indirecta, como lo 
explica su ilustrado biógrafo, el cual manifiesta no abrigar el temor 
de cometer irreverencia comparándola con la acción del Evan- 
gelio. 

Porque en su esfera, y conforme a los dictados de su buen jui- 
cio, propagó con serena conciencia José de la Luz y Caballero contra 
todas las iniquidades y siempre predicó en el mismo asiento de los 
Capitanes Generales recelosos y omnipotentes, en el antro mismo 
de los negreros oligarcas, los principios fecundos de moralidad pú- 
blica y privada que llevan en sí, como forzosas naturales consecuen- 
cias, la ruina de la tiranía, la afirmación viril de la dignidad del 
hombre, la inequívoca condenación de aquel régimen de despo- 
tismo y envilecimiento... 

¡Quién como él se atrevió a tanto? ¿Quién como él santificó la 
elocuencia convirtiéndola, no en instrumento de vulgares ambi- 
ciones personales, sino en bálsamo y panacea de las desventuras de 
la patria y verbo divino de las más santas aspiraciones de la vir- 
tud?... El mundo no puede, no debe olvidar jamás que aquel an- 
ciano sencillo, fuerte en la verdad y sin más amparo que la pureza 
de su conciencia—una noche por siempre memorable, en sublime 
arranque de justificación y de piedad, profirió una palabra inmor- 


140 MANUEL SANGUILY 


tal. ardiente como las obyurgaciones de los profetas, terrible como 
la maldición del justo a la ciudad infame,—palabra esencial, pro- 
funda, positivamente revolucionaria!... 

Ah!, bien me acuerdo. Yo estaba allí, si bien era demasiado 
niño; pero pude oirla, y no se me ha olvidado nunca. Vivíamos en 
la colonia militar, y en la sala espaciosa del colegio encontrábanse 
reunidos el representante de la autoridad pública, y los amos de 
esclavos. los señores afortunados y satisfechos... El maestro ha- 
blaba en el silencio imponente y el recogimiento del concurso sub- 
yugado... No sé lo que iba diciendo; mas, de repente, le vi erguir- 
se iluminado y casi sobrenatural, alzó hacia el cielo entrambas ma- 
nos y resonó en el espacio, como voz descendida de lo alto, esta 
sentencia formidable: *“Antes quisiera yo, no digo que se desplo- 
““maran las instituciones de los hombres—reyes y emperadores, — 
““los astros mismos del firmamento, que ver caer del pecho humano 
““el sentimiento de la justicia, ese sol del mundo moral.?” 

Entonces—no fué más que un instante; pero creí que por los 
aires retumbaba el trueno divino y que la tierra toda temblaba es- 
tremecida en el fragor relampagueante de un apocalipsis;— y hoy, 
cuando ya han pasado tantos años y tantos acontecimientos, no 
puedo menos sino figurarme aquel cologio como una montaña altí- 
sima y sagrada, pedestal gigantesco y esplendoroso sobre el cual el 
patriota cubano alza la frente coronada, como por una diadema, de 
los resplandores del cielo; porque aquellas expresiones suyas paré- 
cenme el verbo de una nueva creación en los espacios o en la his- 
toria, y difícilmente concibe pasmado el pensamiento que no fue- 
ran proferidas desde la tribuna tempestuosa de la Convención o 
sobre la cima inflamada del Sineí. 

Agrupábase a vir aquella elocuencia majestuosa y dignifica- 
dora lo más selecto de la población. Naturalmente, de esa manera, 
no enseñaba ni podía enseñar ninguna ciencia especial. Era antes 
que un profesor, el maestro, el educador, un escultor de almas, un 
artista de hombres, y así—ni más ni menos—consideraba y enten- 
día él la gran misión que voluntariamente se impusiera. 

El colegio, en consecuencia, fué más que una academia libre o 
una escuela fructífera de ciencia; fué una como pequeña iglesia, 
a la manera de aquellas primeras beatíficas comunidades eristia- 
nas; un hogar en que hermanos todos los discípulos se desenvol- 
vían al calor de las sonrisas del maestros de cuyos labios manaban 
la doctrina y el consejo como un rocío de bendición y de vida. 


DISCURSO 141 


Porque él cuidaba de sembrar en los corazones la buena semilla, 
a la vez de nutrir con sano alimento las inteligencias—en consonan- 
cia con los reclamos del tiempo.—“* Hombres, más bien que acadé- 
micos—solía decir,—es la necesidad de la época!””, ya que para él, 
educar era templar el alma, fortalecerla para la lucha de la vida; 
formar antes que pedantescos doctores que conociesen las materias 
de los libros, que sólo poseyeran la ciencia enteca que cuando más 


) 


llega a crear los homúnculos de Vagner, hombres que viviesen del 
espíritu de rectitud y no del espíritu del temor, fuertes de ánimo 
y prudentes y enteros en todas las vicisitudes y alternativas de la 
existencia. 

Figuracs, señores, una sociedad en que predominaran tales ca- 
racteres y comprenderéis que una parte de ella no podría ser es- 
clava de la otra parte; sino que juntas, en la suprema dignidad del 
derecho, en vez de formar una ruín manada constituirían un pue- 
blo libre y dueño de sí mismo. 

Esta consideración explica cómo el dulce maestro mereció de 
unos el anatema, mientras reviste para otros su veneranda memo- 
ria los caracteres de las cosas sagradas; y por qué aquéllos le mi- 
ran, al modo que los fariseos a Cristo, como el enemigo de la ley 
vigente, el adversario actual y vencedor futuro de todas las in¿jus- 
ticias y maldades; en tanto que los demás le bendicen como sím- 
bolo de las más nobles aspiraciones de su patria, como un reforma- 
dor, como un enviado, el amigo de su pueblo, el buen consejero, el 
guía infalible y generoso que en la noche obscura presiente y anun- 
cia la próxima festividad de la mañana, el genio que concibe una 
idea salvadora y consagra su existencia a sembrarla en el surco 
de la historia. 

Pero si en substancia el tipo sublime de hombres que el educa- 
dor cubano concibiera para amoldar a él el alma de sus com- 
patriotas, fué inspirado en las páginas del Evangelio, no puede 
inferirse que hubiera ni soñado siquiera convertir su país en un 
convento de frailes ensimismados en extática contemplación, mien- 
tras los extraños y los perversos se repartieran como botín de gue- 
rra las prosperidades terrenales. Yo sé que se ha dicho, funda- 
damente en algún sentido, que la lógica interna, que la dialéctica 
de la idea cristiana conduce al monacato, al despego de la vid: 
social, al desasimiento y despreocupación respecto de los grande: 
e inmediatos intereses de la colectividad; yo sé también que no) 
rompió el cristianismo desde luego las cadenas de los siervos; per> 


142 MANUEL SANGUILY 


sé al mismo tiempo que si infunde humildad hasta el envilecimien- 
to, como en Jacopone de Todi, despierta también el sentido políti- 
eo y el ardor republicano, como en Arnaldo de Brescia; porque el 
reformador de Galilea al cabo no trajo al mundo la paz sino la 
guerra, y su propia doctrina, que consiente tantas interpretacio- 
nes, sin otras armas a veces que la palabra puede producir pro- 
fundas y trascendentales conmociones. ¿No recordáis a aquel pon- 
tífice Inocencio III, que montado en una mula y empuñando un 
crucifijo estremeció la cristiandad a la manera de un terremoto? 
Porque la verdad es que si no siempre una doctrina esgrime el 
acero, casi siempre una espada ensangrentada hasta el puño no es 
otra cosa en la historia humana que el buril inconsciente y tremen- 
do que esculpe en la carne del mundo un ideal distante concebido 
en la serenidad apacible del pensamiento. 

Observaciones semejantes explican también cómo no siendo ni 
político ni menos revolucionario José de la Luz y Caballero, fué—no 
obstante—un precursor. Después de su muerte ocurrieron sucesos 
que seguramente él no esperaba. Pero las semillas habían germi- 
nado y al fin, hemos aprendido y debemos tener siempre muy pre- 
sente, con más motivos ahora mismo, en esta confusión y zozobra 
en que vivimos, que no se debe desesperar por completo, en ningu- 
na circunstancia, de la humana virtud y dignidad. 

Por eso para mí la gran contienda de 1868 surgiendo de la po- 
dredumbre colonial y como sorprendente derivación, fué un ver- 
dadero milagro. Pero notad, señores, que sobrevino como fruto de 
la enseñanza de *aquellos maestros admirables que fueron faros 
altísimos que desde el alborear del siglo irradiaron sobre Cuba 
durante cincuenta años la luz de su estupenda inteligencia y el 
calor vivificante de sus grandes corazones: el Padre Caballero, el 
Padre Varela, José Antonio Saco, y los pocos que les acompañaron 


o siguieron. Ellos sí fueron realmente el pasmoso milagro de nues- 
tra historia, a punto de parecernos incomprensibles su aparición y 
su ministerio. Y él mismo, ese adorable y excelso José de la Luz y 
Caballero, ¿cómo explicar su personalidad en nuestro suelo sin 
apelar a los prodigios? ¿Cómo concebir entre tanta miseria su pure- 
za, entre tanta abyección su rectitud, entre tantos apetitos sus ge- 
nerosas ansias? Porque, ¿ quién como él fué bueno y dulce, sin man- 
cilla, sin vanidad ni soberbia, todo amor y virtud, sabiduría y forta- 
leza? Yo no sé, señores, de ningún hijo de mujer que en justicia 
pudiera más que él merecer que se le llame “hijo de Dios””; y entre 


DISCURSO 143 


tantos beneficios como derramó en torno suyo, tengo por más in- 
apreciable el idealismo que infundió en nuestras arterias como antí- 
doto enérgico de la degradante e inhumana brutalidad de su época! 

Fué, pues, por lo que he podido deciros, una gloria humana, y 
la gloria personal más alta y más pura de la isla de Cuba. Han co- 
rrido muchos años, después de él que fué la santidad y la sabi- 
duría—flor divina que no parece nacida en el cieno de la tierra sino 
caída por acaso de un mundo mejor, —vinieron otros que representa- 
ron el heroísmo y la gloria, sobrevinieron mudanzas y trastornos, y 
—ya lo estáis viendo—su nombre se guarda, sin embargo, en el 
corazón cubano como guardan los hijos las sagradas cenizas de sus 
padres, y ¡ojalá todos le vieran siempre en la sucesión de los tiem- 
pos tan grande como le contempla mi cariño, tan vivo como le ten- 
go ante mis ojos: anciano cuando no era muy viejo todavía; do- 
blado por la enfermedad y la fatiga de penoso vivir, demacrado 
como el anacoreta de la Tebaida; pero de voz robusta y vibradora 
como si debiera resonar en el fondo mismo de la almas; de as- 
pecto sencillo y venerable y tan limpio por fuera como por dentro, 
de mirar penetrante y húmedo, circuída la soberbia cabeza con el 
místico halo que ciñe la frente de los bienaventurados!, porque en 
un largo período de nuestra historia fué su grande espíritu cifra 
y compendio del espíritu cubano! 

Quizás por lo mismo se sintiera al fin desfallecer. Aleuien ha 
afirmado que a punto de morir hubo de exclamar con melancolía : 
““Muero de cansancio, de cansancio!”” Mas ¿quién no se cansa al- 
guna vez de la vida? ¿Qué cubano que piense en las vicisitudes de 
su patria no ha querido en más de una ocasión lanzar un grito de 
angustia inmortal o de suprema cólera y caer en el acto en el re- 
poso y en la nada? ¿Quién es tan desventurado que no haya senti- 
do una vez sola siquiera, nuestra miseria humana, la inmensidad 
de nuestro orgullo, la erudeza de nuestras pasiones, y nuestra fra- 
gilidad y nuestra impotencia? ¿Quién, a menudo, no medita som- 
bríamente sobre la brutalidad de la lucha y los triunfos escanda- 
losos de la protervia? ¿Quién, en fin, como el poeta, no cree que la 
historia del mundo es la condenación del mundo? Empero, hom- 
bre del temple de Luz y Caballero, jamás hubiera—como Fausto— 
tendido la mano, a impulso del desencanto, buscando la copa de 
eristal que convida a la última solemne libación; y si alguna vez 
sintió en su ánimo el frío del desaliento—él, que mientras más 
viejo se sentía más espartano—sería seguramente sólo cuando hu- 


144 RAIMUNDO CABRERA 


biera observado motivos que le hicieran desconfiar de la virtud de 
sus paisanos y temblar por el porvenir de la patria, entre tanta fla- 
queza, ignorancia y desunión—esa desunión nuestra que parece 
nuestro pecado original, que pudiera ser nuestro delito y nuestra 
ruina, —y contra la cual clamaba, contra la cual—si viviese aho- 
ra—clamaría con toda sus fuerzas, como cuando repetía el famoso 
verso del Cancionero de Petrarca, pidiendo Paz—Paz entre los 
eubanos—en un gemido de angustia y desesperación ! 


DISCURSO 


POR EL LDO. RAIMUNDO CABRERA 


Señor Presidente de la República: 

La Sociedad Económica de Amigos del País tiene en esta fecha 
memorable y en este momento solemne, la gloria y la dicha de ofren- 
dar al pueblo de Cuba y a su gobierno republicano, este monumen- 
to modesto, severo y sujestivo que recuerda a una de las más gran- 
des eminencias intelectuales del país, entre aquellas que bajo las 
rudezas del régimen colonial, presintieron, desearon y prepararon 
con sus labores esforzadas e inteligentes. nuestro estado actual de 
ciudadanos de una nación libre. 

Cincuenta años de suspicacias, o de revoluciones o inquietudes 
mantuvieron en olvido relativo y aparente el nombre venerado 
del filósofo, el sabio, el educador y repúblico enérgico, a quien pro- 
pios y extraños atribuyeron la magna labor de haber formado en 
la atmósfera viciada de las servidumbres, hombres conscientes y 
caracteres templados para las reivindicaciones heroicas de la Jus- 
ticia y el Derecho. 

Si ése fué su timbre y por él se le consagró el dictado expresivo 
de Maestro de la Juventud Cubana, la Patria entera debía levantar 
sobre sólidos cimientos un homenaje de gratitud duradero al va- 
rón insigne en cuya personalidad ejemplar y sublime se aunaron 
la Sabiduría y la Virtud, la mansedumbre y la fortaleza en su 
abnegada y perseverante consagración al futuro bienestar de su 
pueblo. 

A la Sociedad Económica, por su historia y sus tradiciones edu- 


DISCURSO 145 


cadoras correspondían las iniciativas de este propósito, y si cir- 
eunstancias ocasionales impidieron su realización con la magnifi- 
cencia que concibió en el proyecto primero, debe declarar regocija- 
da que ha contado con el concurso de todas las clases sociales, de 
todos los elementos y organismos del país. 

En el granito y el bronce de este monumento, el escultor y el 
arquitecto han fundido y tallado las dádivas amorosas de todo un 
pueblo; las de los pobres y los ricos, las de los niños y los ancianos, 
las de los ciudadanos viriles y las de nuestras hermosas y sensi- 
bles mujeres, las de los alumnos y los maestros de las escuelas pri- 
marias, las de los estudiantes y catedráticos de Institutos y Univer- 
sidad; las de los nacionales y extranjeros y hasta las de los que 
fueron enemigos apasionados en las lidias de la soberanía de la 
Metrópoli contra la colonia rebelde, envueltos todos ahora en los 
pliegues de unión, de paz y concordia de nuestras instituciones re- 
publicanas. 


Con las dádivas populares están fundidas en el metal y la pie- 
dra, las de las asociaciones privadas y públicas, las de legisladores 
y jueces, de los empleados civiles y militares, de los Consejos pro- 
vinciales y Ayuntamientos y con recomendable largueza las del 
Ayuntamiento de la Habana y la del Gobierno nacional. 

"Todos esos donativos han formado esta masa que dice y dirá a 
los actuales y a los venideros, que el pueblo de Cuba tiene una 
conciencia nacional ilustrada por el conocimiento de su propia his- 
toria, la veneración a sus grandes hombres, el aprecio de su estado 
político presente y el ansia inextinguible de futuros mejoramientos. 

Don José de la Luz y Caballero por su propia grandeza, por la 
trascedencia de sus labores sacerdotales y patrióticas, por las ala- 
banzas de sus compatriotas y las abominaciones de sus contrarios, 
fué un símbolo; un Mesías en el corazón de sus contemporáneos 
que le amaron y en la imaginación de sus discípulos que le com- 
prendieron. 

Su estatua, con sus excelencias o deficiencias artísticas simbo- 
lizará en lo adelante el amor del cubano a su pasado, su reverencia 
a sus mentores intelectuales y sobre todo el culto patriótico a los 
sacrosantos ideales de cultura e independencia. 

Honorable Presidente, a vos que personalizando el sentimiento 
del país y dando cauce a vuestros propios impulsos personales, ha- 
béis prestado generoso y decisivo concurso a esta obra de civismo; 
a vos que podréis ufanaros de dejar en sitio espléndido de la capi- 


146 ALFREDO ZAYAS 


tal de la República un recuerdo hermoso y emulador de vuestro 
paso por el Gobierno, os invito a que descorráis el velo que cubre 
la estatua de Luz y Caballero. 

En esta brillante concurrencia que presidís, donde no estamos 
solos los cubanos, sino nos acompañan y estimulan prestigiosas re- 
presentaciones de pueblos amigos, cada corazón se agitará con un 
latido de gratitud o admiración ante la efigie del Maestro y en cada 
labio habrá una frase de aplauso sincero para el gobernante que 
honrándose a sí mismo ha sabido honrar la memoria de uno de los 
más grandes hombres de su pueblo. 

He dicho. 


' 


DISCURSO *! 
POR EL LDO. ALFREDO ZAYAS 


Señor Presidente de la República; señor Gobernador de la Pro- 
vincia; señor Alcalde municipal; Autoridades militares y civiles; 
representación de extranjeras naciones, y pueblo de Cuba: 

Allí, ante nuestras miradas, se levanta al fin, la estatua de Luz y 
Caballero. No en la actitud arrogante y altiva del vencedor en cruen- 
tas batallas, ni siquiera en la postura de legítimo orgullo, de quien 
recoge lauros por los acordes de su plectro o por los rasgos de su 
pluma, o los trazos de su pincel, o los golpes de su buril, o cosecha 
frutos en el campo, árido a veces, de las ciencias, o desentraña 
misterios de la materia, en descubrimientos útiles al progreso de 
la humanidad, no; preséntase en la actitud modesta y sencilla del 
Maestro de una juventud, del filósofo pensativo, laborando silente 
y tenaz sobre la materia impalpable del espíritu y sobre la dúctil 
masa del cerebro humano, en actitud modesta y sencilla, repito, 
sosteniendo en una mano el libro de donde arranca raudales de 
ciencia, y en la otra mano, el lápiz con que dejara trazado pensa- 
mientos profundos de lacónica expresión, llenos del candor de su 
su alma y del amor inextinguible a su patria y a sus semejantes; 
con la mirada perdida allá en las brumas lejanas del horizonte, 


1 Pronunciado el día 24 de Febrero de 1913 en el Parque de la Punta de la Habana, al 
inaugurarse la estatua de D. José de la Luz Caballero. 


DISCURSO 147 


como queriendo, en ese éxtasis, en que seguramente se encontró 
en múltiples ocasiones, dar al brillo de su mirada fulgurante, la 
potencia, incógnita todavía, de esos rayos misteriosos que transpa- 
rentan la opacidad, como ansiando ver él, a través del denso velo, 
el porvenir, y en éste la suerte que guardaba el destino a su patria 
amada, a sus hermanos queridos, y a los hijos de su espíritu y de 
su enseñanza. 

Y así es como debía presentarse al pueblo de Cuba al que fué 
su mentor hace ya más de media centuria, al que vivió sin hiel 
en el alma, lleno de amor para todo lo que significaba humanidad, 
viviendo en una tierra esclava, sintiendo ansias de libertad; vi- 
viendo en el seno de una sociedad donde la corrupción imperaba, 
y manteniéndose él puro e inmaculado, como la flor que brota en 
lodazal inmundo, y, sin embargo, abre sus cándidos pétalos, sin 
mancharse, y esparce su perfume, que embalsama el ambiente, y 
lleva en sus alas la brisa que la besa. 

Ese, que la técnica social llamara José de la Luz y Caballero, que 
el cariño de un pueblo denominó simplemente Don Pepe, filósofo 
que se adelantó a su época, exponiendo ideas y doctrinas que aún 
no se enseñaban, y que más tarde surgieron de labios de autoriza- 
dos propagadores de las mismas, lo que pudo dar lugar a que un 
eseritor francés manifestara que los filósofos españoles de Cuba 
se habían adelantado un cuarto de siglo, a sus colegas de Europa. 

Ese hombre fué el que lleno de cariño por la ¡uventud, le incul- 
có el sagrado sentimiento del amor a la patria por encima de todos 
los amores; y la necesidad de hacerla erande y fuerte; fué el que 
vivió predicando la paz entre nosotros, acaso lo que predicaría, 
desde el alto pedestal en que se asienta su estatua, si sus labios de 
bronce pudieran, por mágico impulso, abrirse un momento, y de 
su helada garganta brotara la palabra que, emocionante, renovaba, 
más que en los oídos, en los corazones de sus conciudadanos y de 
sus discípulos. 

Cuando hace poco más de cuatro años, en solemne festividad 
análoga, tuve el honor de hacer uso de la palabra frente a la esta- 
tua del inmortal Cervantes, evoqué el recuerdo imperecedero de 
Luz y Caballero y aplaudiendo la iniciativa de colocar en uno de 
nuestros parques la estatua de aquel qtie fué Príncipe de la len- 
gua española, del inmortal autor del Quijote, dije al propio tiem- 
po que aquel acto debía estimularnos a la erección de la estatua de 
José de la Luz y Caballero en otro parque de nuestra populosa ca- 


148 ALFREDO ZAYAS 


pital. La Sociedad Económica, aquella Corporación en que su voz 
resonó enérgica en inolvidable ocasión, recogió mis palabras, y en 
solemne sesión que presidí, se designó una Comisión que bajo la 
dirección entusiasta de su dignísimo actual Presidente, entonces 
Presidente de la Sección de Educación, acometió el empeño de lle- 
var adelante la obra, venciendo dificultades mil, por lo que es de 
justicia que en este momento tributemos nuestros aplausos a la 
Sociedad, a la Comisión, y en especial al Ldo. Raimundo Cabrera, 
amante de nuestras glorias y obrero eficaz de nuestra cultura. 
José de la Luz y Caballero ha sido examinado ya en todos sus aspec- 
tos, por plumas y palabras mucho más autorizadas que las mías; 
no son tampoco ni la ocasión ni el lugar y ni aun la molesta lluvia 
que cae, circunstancia que me autoricen a distraer vuestra aten- 
ción, con un examen sintético de la obra y labor de Luz y Caballero: 
haríalo gustoso en otro lugar y en otras condiciones, y aquí debo 
limitarme a decir que su obra educativa fué más bien de ejemplo y 
práctica que de escritos y teorías; que él fué un caso animado, un 
ejemplo que observaron sus conciudadanos, viéndolo impasible 
ante la adversidad, sin miedo en el corazón, y con dulzura en los 
labios, con amor entrañable en el alma y con esperanzas, sin ocaso 
ni vacilaciones, en el porvenir de su patria; que él comprendió 
que los niños de aquel entonces, hombres del mañana, habían de 
ser la piedra angular del edificio nacional, y abandonando el faus- 
to y la comodidad, dejando a un lado todo lo que era bullicio y luz, 
se retiró a las aulas de su Calegio, para allí inculcar en el alma del 
sér humano en desarrollo, el principio del sentimiento del deber, 
el del sentimiento de la justicia, el de la religión en su contacto 
con la filosofía, el amor a la humanidad y a la patria..., y consi- 
guió, por una parte, ser el blanco de todos los que aborrecían la 
libertad política, que transforma hombres en ciudadanos, y la liber- 
tad social, que cambia esclavos en hombres y que ambas habían 
de aunarse en la independencia de nuestra patria; y en cambio, 
fué el culto de todos aquellos corazones nobles y generosos que vie- 
ron en él, no al apóstol de una enseñanza simplemente, sino al obre- 
ro de un mañana, al cimentador de una patria, en una tierra dota- 
da por la Naturaleza con inefables bellezas del mundo físico, pero 
donde abundaban las tristézas y amarguras del mundo moral. 

Y Luz y Caballero enseñando la necesidad de aspirar para con- 
siderarse digno de vivir, enseñando que primero debían caer los 
astros del firmamento que el sentimiento de justicia, sol del mundo 


DISCURSO 149 


moral, del corazón del hombre; enseñando que educar no es dar 
una carrera para vivir, sino era templar el alma para la vida; 
enseñando todo lo que era freno de las pasiones, y aliento a la 
pureza de las ideas, y amor al progreso, dejó tras sí, como el astro 
rey cuando desaparece en occidente, según la inspirada cantora de 
Cuba, un astro fúlgido de luz, que no se ha apagado, que no pue- 
de apagarse, a menos que una tormenta horrible de pasiones des- 
atadas, pase sobre nuestra tierra, borre el recuerdo del pasado, e 
invada con sombra impenetrable los caminos que llevan a los 
ideales. 

Y él, Luz y Caballero, fué, de esta suerto, mentor de la juventud, 
educador de su pueblo, admiración de propios y extraños, alma 
pura donde no cabían malas pasiones, donde para nadie hubo odio 
ni rencor, y, a pesar de los años, se levanta más hermosa y esplen- 
dente su figura amable, a través de los años que pasan, y que nos 
parecen más largos o numerosos de lo que fueron, a fuer de pletó- 
ricos de sucesos tristes, porque son los alegres los que menos im- 
presionan nuestra mente y emocionan nuestras almas. A la dis- 
tancia nos parece Luz y Caballero como un faro esplendente que he- 
mos dejado atrás, pero que nos obliga a volver la vista de rato en 
rato para mirar y admirar en el horizonte su luz que brilla con el 
fulgor del lucero vespertino, y que irradia desde la pasada centu- 
ria, evocando recuerdos de todo lo que aquí vale y significa, y se 
nos antoja que nos dice que es necesario que impere su doctrina, 
que viva su recuerdo, y que llegue la etapa, por él soñada, donde 
en la prosperidad, la libertad y moralidad de la patria, que él co- 
noció entristecida y esclava, sea permitido a sus hijos reposar de 
la tarea de formarla. 

No debo terminar estas palabras, sin decir que he sido alta- 
mente honrado al designárseme para que en nombre del gobierno 
de la República haga constar la recepción, de manos de la Comi- 
sión de la Sociedad Económica, de este monumento, que honrará 
en lo adelante a nuestra ciudad. Recibido queda por el gobierno 
de la República, y en su nombre yo doy las gracias expresivas a 
todos, absolutamente a todos cuantos a él contribuyeron; así a los 
que aportaron el valioso concurso de su voluntad perseverante 
como a los que trajeron el pequeño óbolo; lo mismo al rico que 
al pobre, al poderoso que al desvalido, porque estoy seguro que 
si palpitara el corazón en esa estatua, lo que más le satisfaría sería 
ver unidos y mezclados, sin diferencia de clases, ni cosa que los 


150 ALFREDO ZAYAS 


distinga, a los habitantes todos de esa patria que él tanto amara, 
y que no sería posible que existiera divididos y subdivididos por 
pasiones y rencores los llamados a mantenerla. 

Cuando estaban de cuerpo presente los restos mortales del filó- 
sofo, cuando en la casa del colegio El Salvador, en la Calzada del 
Cerro, yacía rodeado de sus discípulos, y besado por la ola de 
amor y veneración que nacía del corazón palpitante del pueblo 
aglomerado e iban a ser trasladados a la necrópolis, uno de sus 
discípulos, al que me ligan vínculos de afecto de sangre y que 
aún vive, llevando sobre sus hombros erguida todavía la cabeza 
pensadora, coronada por la nieve de los años, hubo de tomar la 
palabra, y en presencia del pueblo acongojado, exclamó: **; To- 
davía está aquí nuestro Don Pepe!” Y cuando tal frase vertía, no 
sienificaba que estaban allí los despojos mortales de aquel hom- 
bre insigne, no significaba que aun no había llegado el momento 
de dejarlos en la huesa sombría; quería decir que el cuerpo vol. 
vería a la tierra, y el barro se confundiría con el barro, y la mate- 
ria deleznable iría a animar a otros seres por las arterias recón- 
ditas de la tierra o en el laboratorio sin tregua de la Naturaleza; 
pero que la esencia de su sér flotaba en aquella atmósfera, que la 
enseñanza estaba en aquellas almas, que el ejemplo estaba ante 
aquellos ojos, y que bien podían desaparecer bajo la tierra los hu- 
manos despojos, porque todavía se podía seguir diciendo: ““¡ Aún 
está aquí nuestro Don Pepe!”” Y yo, en este instante, frente a la 
naturaleza de la patria, ante el mar inmenso y esplendente, ante 
el verdor de nuestros árboles, ante el espectáculo de nuestro pue- 
blo, ¡ah!, sólo hago un voto: que hoy, mañana y siempre, pueda 
aleuna voz levantarse para exclamar: ““¡ Todavía está aquí nuestro 
Don Pepe!””; porque todavía esté palpitante su enseñanza, imitán- 
dose su ejemplo, amándose su recuerdo, y sobre todo, llenando los 
corazones aquel amor sin máculas, purísimo, que puso a la patria 
por encima de todos los amores. 


FACTORES DE LA PEDAGOGIA MODERNA 1 


POR EL DR. RAFAEL ALTAMIRA 


Catedrático de la Universidad de Oviedo 


Señor Rector, señores profesores, señoras y señores: 

De igual manera que la conferencia anterior tuvo por motivo 
el hecho de haber organizado la Universidad de la Habana una for- 
ma de Extensión Universitaria y de existir en la de Oviedo otra 
forma distinta, la conferencia de hoy responde a otro hecho de la 
Universidad de la Habana que debe enorgullecerla y que a mí me 
ha llenado de satisfacción: el hecho de que ella haya intervenido, 
con una actuación importante, en el desarrollo de la Escuela Pri- 
maria, el hecho de que exista aquí, de igual manera que en la ma- 
yoría de las Universidades del mundo entero y en la misma Uni- 
versidad de Madrid, una Sección, un grupo, una asignatura al me- 
nos, dedicado al estudio de la pedagogía. 

El renacimiento moderno de la educación, no sólo de la pedago- 
gía como ciencia, como doctrina, sino de la educación como práctica, 
nos ha hecho en España tener, precisamente, algo de este carácter, 
que viene a dar representación especial a las relaciones establecidas 
entre un organismo de enseñanza superior, como la Universidad, y 
al establecimiento y desarrollo de la enseñanza primaria. Y por esa 
relación, yo he creído que podía tener interés aquí el que yo dijese 
algo respecto del modo cómo allí ha cooperado lo que diríamos el 
grupo de los reformadores de la enseñanza española, a esta unión 
entre la Universidad y la primera enseñanza de una parte, y de 
otro lado a la formación de los núcleos pedagógicos especiales, que 
se llaman Museos pedagógicos. Realmente, nosotros no tenemos una 
historia, ni de nuestra pedagogía ni de nuestra enseñanza; el libro 
clásico que ha corrido de mano en mano en todo el mundo, que ha 
servido de información y que pretende representar la historia de la 
enseñanza nuestra, el libro de Gil y Zárate es, como todos saben, 


un libro muy somero, en el cual faltan noticias importantísimas y, 
PS 


1 Conferencia pronunciada en la Universidad Nacional el día 5 de Marzo de 1910. 


152 RAFAEL ALTAMIRA 


sobre todo, la consideración de lo que han representado en la histo- 
ria de la civilización española momentos importantes, momentos 
esenciales en el desarrollo de nuestras instituciones educativas y 
de las ideas de ese género; y ni el libro de Sánchez de la Campa, 
que quiso sustituirlo, ni la Historia de las Universidades escrita por 
don Vicente de la Fuente, pueden en manera alguna, llenar el va- 
cío, a tal punto que cabe establecer como una característica de 
nuestra historiografía en relación con la enseñanza, que a no dedi- 
carse de una manera original e inmediata al estudio de los docu- 
mentos originales en que se puedan encontrar los diferentes he- 
chos que caracterizan la historia de la enseñanza de nuestra peda- 
eogía, una persona que carezca de preparación para leer los docu- 
mentos, no podría, en manera alguna, enterarse de lo substancial de 
ellos, porque no están aprovechados en los libros manuales que he 
citado y que son los únicos que poseemos. Por estas razones, preci- 
samente hay todavía, en lo que se refiere a la historia de nuestra 
enseñanza y a la historia de las disposiciones espirituales del pue- 
blo español con relación a la cultura, muchos errores históricos. 
Yo he tratado, porque era deber mío, cuando intenté escribir una 
historia de la eivilización española, de estudiar a fondo, en lo po- 
sible, este movimiento como uno de aquellos que integran la activi- 
dad histórica del pueblo español, y creo haber conseguido fijar 
aleunas de las líneas fundamentales de la historia de ese desarrollo 
especial de nuestro pueblo, y haber contribuído a que los lectores 
de mi libro se formen una idea distinta de la idea que corre ordi- 
nariamente, tocante a este particular. Así, por ejemplo, la aten- 
ción preferente y casi exclusiva que el pueblo español ha tenido 
que prestar durante casi todo el siglo xIx a los problemas de orden 
político, primero, el problema grave de su independencia en la 
lucha con Napoleón, después el problema de su organización políti- 
ca por la negativa loca de Fernando VI! a reconocer la impor- 
tancia que tenía el movimiento de las Cortes de Cádiz, hizo que 
las fuerzas vivas de nuestro pais descuidasen toda otra cosa que 
no fuese la resolución de aquellas luchas políticas que duraron 
'asi cien años y que tuvieron que decidirse con gran derramamien- 
to de sangre; de donde, y como quiera que es una característica del 
movimiento mundial en el siglo xIx, las actuaciones de todo el pro- 
ceso español quedan retrasadas en el orden de la enseñanza, y sobre 
todo podrán presentar a los ojos del observador el cuadro de un 
país distraído de la importancia fundamental que tiene el orden 


FACTORES DE LA PEDAGOGIA MODERNA 153 


educativo y no prestando a la resolución del problema que a él 
se refiere, toda la energía, todo el interés que necesita. Pero esto, 
que es un hecho actual, que es un hecho del siglo x1x, contradicho, 
sin embargo, por otros hechos que luego diré, se ha elevado a siste- 
ma de interpretación de la Historia de España y, en general, de la 
historia de todos los países que toman como exponente de todo el 
proceso secular los fenómenos producidos en una época determina- 
da, generalizándose precipitadamente y trajo consigo la estimación 
de que ese apartamiento del problema de la cultura como problema 
fundamental de un pueblo, era lo genuino, lo tradicional del espíri- 
tu español, digeámoslo en honor, no de España, sino de la huma- 
nidad, porque, al fin y al cabo, España un pueblo de ella es y la 
integra, y sería muy grave que la humanidad hubiera descontado 
desde los comienzos de su constitución a un grupo de muchos mi- 
llones de hombres que no tuviesen el concepto de la importancia 
que representa la cultura en el mundo, digámoslo en honor de 
la humanidad, que éste es un error, porque lo tradicional, lo pro- 
piamente español, es la preocupación y el afán de cultura, que 
bastaría que nosotros dirigiéramos los ojos a aquellos movimien- 
tos en los cuales se inicia la constitución de nuestra nueva naciona- 
lidad al calor de los diferentes núcleos de origen político que se 
constituyeron en la Península para que observáramos con qué inte- 
rés apenas salimos de la primera crisis propiamente política de la 
vieja Edad Media, cuando comienza a alborear en Europa entera 
el renacimiento propiamente dicho desde fines del siglo xt, cómo 
España acude con el contingente de sus alumnos, muchos de los 
cuales se elevan pronto a la categoría de maestros, a todas las escue- 
las en las cuales se había iniciado ese renacimiento, en aquellos paí- 
ses en que había alboreado anteriormente que en el nuestro, cómo 
en Italia, en Francia, y cómo en ellos, por su parte, desde el mo- 
mento en que se reconquista la ciudad de Toledo, desde el momento 
en que puede decirse que el movimiento de recuperar el suelo patrio 
del poáer de los árabes está conseguido, cómo ella, también, con es- 
píritu amplio y liberal, con espíritu de transigencia, que es hoy 
otra de las características de nuestra historia, detenida sólo por un 
corto número de tiempo que no hemos sido así, cómo, digo, movida 
por este espíritu, los Reyes nuestros fundan la escuela de Toledo, a 
la cual acuden los hombres de toda Europa, y traen allí—como 
poco tiempo después trajera a la Universidad de Murcia Alfon- 
so X—profesores judíos, cristianos y mulsumanes, pidiéndole a 


154 RAFAEL ALTAMIRA 


cada uno “de ellos la ciencia y no preguntándole la fe que profesa- 
ban. Y así vemos cómo las Escuelas de Italia, cómo las Escuelas de 
Francia, cómo las Escuelas de Toledo y después las primitivas Uni- 
versidades españolas, están todas ellas henchidas de alumnos, y 
cómo todas las colectividades, las municipales por una parte, las del 
clero en sus diferentes manifestaciones por otra, no sólo se esmeran 
en fundar sitios en los cuales pueda adquirir cultura el pueblo es- 
pañol a la manera y en la dirección como se entendía entonces, sino 
que envían pródigamente nuestros alumnos al extranjero, y es un 
hecho curioso éste, de que apenas hay cabildos en España en los 
siglos XI, XIV y xv, que no tengan becas de estudios y de viajes 
para todos aquellos que después de haber hecho los estudios preli- 
minares en los establecimientos españoles, deseen ampliarlos, de- 
seen elevar su espíritu al contacto de aquellos grandes maestros que 
hacían célebres las escuelas italianas, francesas e inglesas. Y esto 
que pasó en la Edad Media, se repite en aquel final de este período, 
en aquel final de los tiempos medioevales en que España camina a 
la unidad política y tiene como representación de su dirección en 
este orden a Isabel I, en Castilla, a Fernando II, en Aragón, y es 
de ver-—el cuadro es, por otra parte, bien conocido—con qué afán 
todas las clases sociales, aun aquellas a las cuales se tacha, ordina- 
riamente, y no sin razón muchas veces, de ligeras y superficiales, 
cómo todas ellas se apresuran a fundar academias, a llevar a sus 
hijos, a ir las mismas mujeres adultas, a recibir la enseñanza de los 
sabios italianos, franceses e ingleses, que son llamados a España. o 
bien verificar viajes para elevar su espíritu con el trato de los 
erandes profesores. Y el movimiento sigue, es excusado que yo lo 
detalle, porque es el más conocido de todos aquellos ciclos durante 
los siglos XVI y XVH, que tienen una manifestación tan esplendoro- 
sa que llegan a ser nocivas en aquellas funciones innumerables de 
Universidades, mayores y menores, que produjeron un conflicto en 
aquella que primeramente se había fundado, y necesitaba contar, 
no sólo con eran claustro de profesores, sino con un gran número 
de alumnos, conflicto que explicó la disposición de Felipe II, que 
quería a todo trance, restaurar el movimiento de nuestros alumnos, 
que se dispersaban por todas partes y que en un número considera- 
ble iban a Ffutrir los claustros, las agrupaciones escolares de Univer- 
sidades extranjeras, con daño de las Universidades españolas. 

A fines del siglo xvIr, desde su mitad, se produce aquella deca- 
dencia de todos conocida y no explicada todavía por nadie, Esa de- 


FACTORES DE LA PEDAGOGIA MODERNA 155 


cadencia es un paréntesis en este movimiento de cultura, en este 
deseo de producir una educación del espíritu que sirviese para la 
perfección de la vida y para la lucha misma de ella; pero ese 
intervalo es sumamente breve, y apenas en el siglo XvHI viene 
España a ser reconfortada en el orden político internacional por 
la unión con la casa de Borbón, por las relaciones, que por otra 
parte le fueron tan funestas, con los reyes absolutos de la Casa 
francesa, el movimiento tradicional sale otra vez a la superficie, re- 
cobra la superioridad que le corresponde, y vuelve a ser la España 
del siglo xvmi la España preocupada de la cultura. En esta nota se 
distingue el movimiento del siglo xvur de los anteriores. En ellos, 
Europa, y España con ella, se había preocupado casi exclusivamente 
de la enseñanza superior, de las Universidades, y un poco de lo que 
diríamos de la cultura general en su grado superior como preparato- 
ria para la Universidad; el siglo xvHmi se preocupa de la educación 
popular, se preocupa de la escuela primaria y, semejantemente, de la 
escuela técnica para el obrero, de la escuela que puede capacitar a 
los hijos del pueblo para el ejercicio de su oficio, de su profesión, 
que restauraría aquello que importaba a los economistas del si- 
elo xvrmr: la agricultura y la industria españolas. 

Existe otra nota interesantísima también, y es que en el si- 
elo xv la doctrina fisiocrática dominó en la Europa entera, y es 
España quien en mitad del siglo xvI1, antes que adquiriera fuerza 
en el mundo la escuela industrial, se preocupa por la voz de Campo- 
manes y Jovellanos, de la industria fabril, de la manufacturera, de 
la minera, poniéndola al lado de la agricultura y templando con 
eso el radicalismo de una escuela que quería reducir puramente a la 
actividad agrícola todo el movimiento económica en la península. 

Este proceso del siglo XVIII, que trae consigo la fundación de 
tantas escuelas interesantes, entre ellas el Real Seminario Pestalo- 
ziano, se señala por una efervescencia grande en todas las gentes 
que se preocupan del porvenir en España dirigiendo, en el orden de 
la educación, y que llevan otra vez nuestros estudiantes al extranje- 
ro, y traen, otra vez, profesores extranjeros a nuestro país. Este 
movimiento queda detenido con la guerra de la independencia; 
pero es curioso observar que en cuanto se constituyen las Cortes 
de Cádiz, con aquellos patriotas que entendían que la España nue- 
va, la España progresiva, sería lo que deseaban los verdaderos 
patriotas cuando la hicieran ellos, no cuando la recibiesen hecha 
de un rey extranjero (que fué el error de los afrancesados); como 


156 RAFAEL ALTAMIRA 


cuando se constituyeron aquellas Cortes, atacan de una manera es 
pecial el problema de la educación, y lo coloca entre los preceptos 
constitucionales, y como todo movimiento liberal de restauración 
de los partidos liberales, va acompañado en España, constante- 
mente, con la fundación de escuelas, a tal punto, que puede decirse 
que uno de los principios fundamentales de nuestros partidos libe- 
rales, cualquiera que sea la orientación, es considerar que la edu- 
cación constituye uno de los principales deberes del Estado, y que 
es preciso atender a eilos con toda liberalidad. Y en nuestros días 
hay una nota que viene a confirmar cómo el proceso continúa y se 
mantiene vivo; y es que nuestros grandes reformistas en el orden 
social, como Costa, Salmerón, Samá, todos estos que han interveni- 
do en el movimiento político o social de España, son, al propio tiem- 
po, pedagogos, educadores, y combinan su papel de agitadores, a 
veces apocalípticos, como Costa, con el programa de la educación 
como primer deber de todos los pueblos y con sentencias como 
esta de Costa, que resume, perfectamente, su orientación en este 
sentido, la sentencia de que así como hay un artículo en la Consti- 
tución española que obliga a los españoles a defender a la patria 
con las armas en la mano, debiera haber otro que dijera: todo 
español está obligado a defender a la patria con los libros en la 
mano. (Aplausos. ) 

Al propio tiempo que esto, con todas estas demostraciones y he- 
chos, se venía expresando como una tradición viva en el espíritu es- 
pañol, oscurecida por períodos de decadencia, por períodos de 
atracción de otros problemas, pero que surge a la superficie inme- 
diatamente al mismo tiempo que las escuelas, aparece la otra nota 
que ordinariamente se atribuye a muestro modo de ser; a saber, el 
sentido del aislamiento, de la incomunicación con el extranjero, 
desmentida, también, por los hechos. He referido antes varios de 
éstos, al explicar la tradición del afán por la cultura, porque 
nos da a entender cómo constantemente desde los primeros tiempos 
de la Edad Media el español ha ido al extranjero y ha recibido pro- 
fesores del extranjero, y no hay más que este lapso, que esta inte- 
rrupción, la interrupción que viene y no de una manera absoluta, 
que nos cerrase a toda comunicación con el extranjero, si no de una 
manera limitada en el concepto de la ley, de una manera todavía 
más limitada en la práctica, el lapso de tiempo que va desde la 
caída de Felipe 11, a fines del siglo xvI, hasta el rompimiento de esa 
incomunicación, ya en el siglo xvn, cuando la visión clara de las 


FACTORES DE LA PEDAGOGIA MODERNA 157 


necesidades del país llegaba hasta declarar que la necesidad de re- 
forzar nuestra industria y mejorar nuestra agricultura y los órde- 
nes de la vida económica, obligaba a que se llamasen a agricultores, 
industriales, capataces y obreros preparados, sin mirar su origen, ni 
la religión que tuviesen, saltando por encima de todo el sentido de 
exclusión que había traído la expulsión de los judíos primero y de 
los moriscos después. 

Y esto que ocurre entonces, ocurre en todos los momentos de la 
vida española cuando vuelve el siglo xvI11, nuestro renacimiento pe- 
dagógico; aquí vienen profesores ingleses, alemanes, italianos, de 
todas partes, y nuestros institutos políticos, nuestras municipalida- 
des, muestras Sociedades de Amigos del país, toda entidad que se le- 
vanta con programa patriótico, funda inmediatamente pensiones 
de estudios para el extranjero, de la cual salen a veces hombres 
de la importancia científica universal del académico Orfila, que 
fué hijo de una de esas pensiones de estudios en territorio es- 
pañol. Pues esa misma característica de nuestra manera de enten- 
der la obra educativa, no cerrándose, sino abriéndose a la influen- 
cia ajena, viene en demostración de que eso mismo caracteriza el 
movimiento actual en los que estimamos que uno de los factores 
principales de nuestro progreso será el aumento, cada día mayor, de 
las pensiones de estudio en el extranjero, que hemos establecido, en 
cuanto el espíritu liberal ha podido abrir camino en el orden en 
que estamos, a las pensiones de estudios para alumnos y para pro- 
fesores, con objeto de que no se pierda la comunicación entre el es- 
píritu español que quiere conservar su nota propia y que quiere 
encontrar aleo progresivo, aleo grande, algo que pueda hacer frue- 
tificar su obra. 

Por último, nos encontramos con esta nueva nota que importa 
señalar por la relación que tienen con el cuerpo principal de mi 
conferencia. 

Se ha dicho, durante mucho tiempo, que es una característica 
de los pueblos latinos esperarlo todo del Estado y en interesarse 
poco en su representación social en las cosas que, sin embargo, com- 
peten a la sociedad de una manera predominante, por lo menos, de 
una manera en la cual deben colaborar activamente, en la obra 
oficial, y que una de esas manifestaciones es la enseñanza. Pues 
bien, la nota tradicional de la historia nuestra, es todo lo contrario, 
es la fundación particular; la inmensa mayoría de nuestras Uni- 


158 RAFAEL ALTAMIRA 

versidades, la inmensa mayoría de nuestras escuelas, son fundacio- 
nes de hombres particulares, de individuos que, al morir, o en vida, 
legan su fortuna o parte considerable de ella para fomentar esta- 
blecimientos de enseñanza. No hay más que recordar este ejemplo. 
La historia de las Universidades está llena de ellos. Pero basta esto: 
la fundación de la Universidad de Alcalá por Cisneros, y la de 
Oviedo por el legado de un Obispo. Esta es la iniciativa particular 
y lo que predomina en la historia de nuestra Pedagogía, en vez de 
predominar la acción del Estado. 

El momento actual, tiene exactamente el mismo carácter: las 
cosas más importantes para una persona que viniese a España y 
quisiese estudiar el movimiento pedagógico nuestro, serían las fun- 
daciones particulares, y sin salir de nuestro mundo universitario, 
aun nuestra misma Universidad de Oviedo, es un ejemplo de ello, 
porque lo más que hacemos en aquella casa no es lo que pedimos al 
Estado, sino lo que hemos hecho por iniciativa propia; y las mejores 
escuelas, los mejores organismos de ese tipo en el territorio asturia- 
no como en el gallego, son de particulares que se han interesado en 
la obra de la enseñanza, son instituciones particulares de indivi- 
duos que se han interesado en la obra de la enseñanza y que han 
querido aportar a ella su espíritu, su entusiasmo, su vida. ¿Qué es 
lo que falta en este orden? Sencillamente fortalecer esa corriente y 
hacer que lo que se manifiesta hoy como una expresión débil de la 
nota principal, adquiera las proporciones que adquiriera en los si- 
glos xv y xvi y en las relaciones de riqueza en que nosotros pode- 
mos estar con otros pueblos, la fundación de enseñanzas debidas a 
particulares o a los auxilios de ellos en la obra educativa, lleguen a 
tener toda la potencia económica, toda la potencia de organización 
de que es capaz el pueblo español. 

Y la otra nota a que me refería, es la de la libertad de nuestra 
enseñanza, respecto a la cual no se puede tener una idea clara fuera 
de muestro país. Yo he podido observar esto en países europeos. 
Esta libertad se caracteriza, importa decirlo, aun cuando sea bre- 
vemente, por tres notas, referente una de ellas a la fundación de 
establecimientos y a la posibilidad de verificar estudios fuera de 
los establecimientos oficiales y sin sujetarse a la disciplina de ellos. 
En esto tenemos también nuestra particularidad, y es que todo es- 
pañol que tenga un título profesional que lo habilite, y sin títulos, 
muchas veces, pueda fundar un establecimiento de enseñanza, des- 
de la escuela primaria a la Universidad, y todo individuo que quie- 


FACTORES DE LA PEDAGOGIA MODERNA 159 


ra estudiar, pueda hacerlo en su casa o acudiendo a la Universidad, 
puede no ser alumno oficial y entrar en las aulas universitarias, 
dándose “una facilidad tan completa, que ha llegado a ser un pe- 
ligero por diferentes consideraciones, las cuales no me he de detener 
a exponer y a considerar, porque ellas se relacionan con problemas 
de orden político y religioso en nuestro país en los que yo no puedo 
entrar; pero tenemos, además, la libertad de la Cátedra en una si- 
tuación que excede a la situación de libertad de otros países, que 
quizás en otras direcciones de la vida la tiene mayor que nosotros, 
pero que en este punto son inferiores a ella. 

Yo preguntaba a un profesor alemán, con motivo de una cues- 
tión grave que hubo allí poco antes de llegar yo, a propósito de las 
ideas del profesor, yo le preguntaba: ¿Si un profesor de una Uni- 
versidad alemana, con toda la autonomía que ellos tienen, manifes- 
tase ideas contrarias al Kaiser-o a la política fundamental domi- 
nante, qué le pasaría? Y me dijo: Sería inmediatamente expulsado 
de la Universidad. Pues, en nuestras Universidades tenemos profe- 
sores republicanos, ultrarradicales, que están hablando todos los 
días contra las instituciones del país y están todos los días haciendo 
manifestación franca de las ideas suyas, y nadie se mete con ellos, 
continúan siendo profesores. Yo les preguntaba a los franceses qué 
pasaría si un profesor de Derecho Internacional manifestase ideas 
iguales a las manifestadas por Herbert, qué le pasaría. Pues le pasa- 
ría lo que le pasó a Herbert, sería expulsado. Pues nosotros tene- 
mos profesores que han expresado esas ideas y no han sido ex- 
pulsados. 

Y podemos decir eso en honor de nuestro pueblo actual, que él 
ha sabido respetar la libertad completa de la Cátedra, de la cual no 
suelen quejarse sino aquellos que no hacen uso de ella, porque yo 
puedo testimoniar por mí propio, que yo he podido exponer, en el 
terreno científico, en el que tiene el deber de contenerse todo profe- 
sor, que sea profesor, y no utilice la Cátedra para propaganda de 
nineún género, sino de lo que entiende que es la verdad, yo puedo 
decir que he votado con absoluta libertad y sigo votando, que ja- 
más he recibido amonestación de mis superiores ni en el medio so- 
cial en el cual mis ideas han brotado, porque yo entiendo que la 
Cátedra del profesor español es una propiedad tan sagrada como 
la tierra que puede comprar con su oro cualquier ciudadano, y 
mientras no incurra en ninguna de las faltas que taxativamente 
marca el Reglamento, tiene que ser muy hondamente respetado en 


160 RAFAEL ALTAMIRA 


el aprovechamiento y la utilización de la ciencia suya, en la misión 
que le ha indicado el Estado. 

Y, por último, la libertad nuestra se representa en este otro he- 
cho, que no deja de tener importancia al señalarlo en todas partes, 
por lo mismo que la tradición nuestra, la leyenda referente a nues- 
tras mujeres, es aquella que podía condensarse en un refrán caste- 
llano, que dice: “La mujer, la pierna quebrada y en casa.?? (Ri- 
sas.) Esto podía suponer que ha habido dificultades para que 
la mujer se instruya, se cultive; por el contrario, en España ha 
ocurrido lo que ocurre en Cuba, la mujer ha entrado en la segunda 
enseñanza, en el Instituto, en la Universidad, y no se han conmovi- 
do las esferas celestes, todo el mundo ha aceptado aquello como un 
hecho natural, y no ha producido ni movimiento de extrañeza ni 
desagrado en el cuerpo de los estudiantes varones, en los que re- 
presentan, hasta ahora, la exclusiva en los centros de enseñanza, 
ni extrañeza, tampoco, en el cuerpo social; lo que le falta a este 
movimiento en España, es que sea la mujer misma quien se capaci- 
te y se lleve a conciencia de que la cultura es para ella una nece- 
sidad. 

Pues bien, señores, la expresión moderna actual de esta nota 
que yo considero característica, porque la historia me lo está de- 
mostrando continuamente, de nuestros centros, en materia de ense- 
ñanza; las instituciones, digo, que presentan y vienen a completar 
esta nota fundamental de nuestros tiempos, son varias, pero en la 
imposibilidad de que yo tratase todas ellas aquí, he escogido dos, 
una porque representa el núcleo de que ha partido todo el movi- 
miento moderno en este sentido; la otra porque es un museo peda- 
gógico cuyo problema se relaciona con el que acaba de fundar la 
Universidad de la Habana. 

La primera es la Institución libre de enseñanza. Muchas perso- 
nas de las que me escuchan habrán oído hablar de ella; probable- 
mente muchas, también, no tendrán de ella más que el nombre, y 
convienen decir lo que es y cómo es hoy nuestra realidad en la vida 
pedagógica. 

La Institución libre de enseñanza toma su nombre, pura y sen- 
cillamente, porque es una institución que no tiene nada que ver con 
el Estado, que no ha recibido jamás subvención de él, y que no quie- 
re recibirla nunca. Esa institución se fundó en el año de 1876, 
cuando por motivos de intransigencia del Gobierno que había traí- 
do la restauración, el Gobierno que se constituyó inmediatamente 


FACTORES DE LA PEDAGOGIA MODERNA 161 


después de la restauración borbónica, aquellos profesores de la 
Universidad de Madrid y de otros centros españoles, fueron expul- 
sados de ellas y algunos fueron a las cárceles. Lo que les interesaba 
a ellos era el mantenimiento del principio de la libertad de la Cáte- 
dra y por esto se colocaron en oposición con el. Gobierno, que les 
exigía un juramento que limitaba esa libertad, y una vez lanzados 
de la Universidad ellos, lo que trataron es de que la corriente educa- 
tiva, amplia, libre, abierta a todos los vientos del espíritu, no se 
interrumpiese en España, y entonces todos se reunieron y se consti- 
tuyó la Institución libre de enseñanza con el propósito de fundar 
una Universidad libre e independiente del Estado. Allí estaban al- 
gunos de los que viven todavía, como Moret, Monteros Ríos, Eche- 
garay; allí estaban algunos de los que han muerto, como Gabriel 
Rodríguez, Salmerón, Calderón, Gamazo; allí estaban una porción 
de muchachos que comenzaban entonces su vida intelectual y que 
se encendieron inmediatamente en el amor de la gran obra que se 
preparaba; allí estaban esos que luego se han llamado Cossío, Ru- 
bio, Caso, Machado, y tantos otros que ilustran la vida intelectual 
de España en los últimos años. Se constituyeron las clases tomando 
cada uno de los profesores la especialidad a que se habían dedicado 
preferentemente, no construyendo un cuadro rígido a la manera 
de los programas de las Universidades oficiales, empeñándose en 
que hubiera cátedras aunque no hubiera profesores, sino, por el 
contrario, supeditando por completo el programa a la existencia de 
hombres: cuando no había asunto, no se explicaba. Pero si esto fué 
el año de 1876, y durante algunos años la Institución libre de en- 
señanza, pronto se advirtieron los hombres que trabajaban en ella, 
no con un sentido político, sino con un sentido profundamente 
educativo, que aleo cojeaba en su obra, y era la falta de prepara- 
ción de los alumnos que venían a aquellas cátedras de tipo universi- 
tario, en que ,por ejemplo, se introdujo nuevamente en el programa 
de la Universidad, por D. Gabriel Rodríguez, que era un espe- 
cialista, la música, que se había perdido en la tradición, se encon- 
traron, digo, que los alumnos que iban a aquellas clases universita- 
rias, no tenían preparación de cultura general, y era imposible tra- 
bajar con ellos, y lógicamente, fueron a esto: hay que preparar a 
esos muchachos, y vino entonces un curso, un período preparatorio, 
con objeto de que aquellos jóvenes se formasen en el espíritu de la 
casa y pudiesen rápidamente adelantar en el proceso propiamente 
universitario superior; pero los muchachos que tomaban en el pe- 


162 RAFAEL ALTAMIRA 


ríodo de enseñanza secundaria que diríamos, padecían ellos, a su 
vez, lo que se había encontrado que padecían los muchachos del pe- 
ríodo universitario, y es que venían mal preparados de las escuelas; 
es decir, a tomar al niño desde el comienzo a sembrar la semilla 
desde el primer instante, para así colocarlo en aquellas condiciones 
en que Goethe coloca a Wilhelm Meister e indicaba como necesario 
para obtener una verdadera formación educativa del espíritu, el 
colocar a los muchachos, desde los primeros instantes, en un medio 
homogéneo, y preparar el tipo de educación que se quería, con 
objeto de que el educando no recibiese desvío de“otro medio dis- 
tinto y que se pudiese sacar de él todo el provecho posible. Y cuando 
se llegó a este instante y se tomó al niño desde los primeros años y 
se fundó la escuela de párvulos, y se comenzó a trabajar en aquellos 
espíritus, se comprendió que el problema fundamental de un país 
no está en la Universidad; el problema fundamental de un país 
está en la Escuela y en el Instituto, está en el período de cultura 
ceneral, y que era mucho más importante que la fuerza de todos 
aquellos hombres se dedicaran a la labor de formar espíritus, de 
producirlos, para que luego ellos, con aquella preparación, pudie- 
ran hacer la educación profesional suya en pocos años; era más 
importante que gastar las fuerzas inútilmente en constituir, sobre 
los cerebros tranquilos de gentes que no tenían preparación sufi- 
ciente, profesionales que siempre flaquearían de aleún lado; y aque- 
llos hombres, que eran todos profesores universitarios, que podían, 
por lo tanto, tener lo que muchas veces tienen los hombres colocados 
en lado superior en las fuerzas de la vida, que se divide en grados, 
el orgullo de estar arriba y de no ocuparse de las cosas de abajo, 
como los profesores de la Universidad de la Habana, se constituye- 
ron en maestros de escuelas aquí y allí, y explicaban filosofía, dere- 
cho o ciencias de la administración, como Moret, o metafísica, como 
Salmerón; fueron a enseñar estas cosas en la medida que deben 
ser enseñadas, porque para el niño, la realidad tiene exactamente 
los mismos problemas que el adulto; fueron a enseñarles a aquellos 
niños a formarse en el primer instante en el espíritu que se quería 
que tuviesen. 

Tal ha sido el proceso de la Institución libre de enseñanza, la 
cual es hoy, no una Universidad, sino una escuela de cultura gene- 
ral, en la cual se han venido a condensar aquellos caracteres de la 
pedagogía moderna, que rápidamente quiero explicar yo. 

En primer lugar, si me preguntaseis, cuál es la pedagogía en la 


FACTORES DE LA PEDAGOGIA MODERNA 165 


Institución libre de enseñanza, yo os diría. Si preguntáis, con esto, 
qué sistema, qué doctrina, qué orientación entre las varias que se 
puede dividir el mundo pedagógico, científico, es la que sigue la 
institución o dónde está el libro en el cual un grupo de profesores 
de ella hayan explicado desde el primer instante el sistema que se 
proponían desarrollar, y que ha continuado desarrollándose, yo 
diría: no hay pedagogía de la Institución. ¿ Y por qué? Porque ella 
ha querido que su doctrina no fuese una doctrina sistemática e in- 
flexible, que fuese, por el contrario, una práctica real y viva en la 
cual la teoría, que es interpretación de los hechos, saliera, a cada 
instante, rectificando, en vivo, con los hechos mismos en vez de 
examinarlos, y así, el que quiera conocer la pedagogía de la Insti- 
tución, tiene que irla a buscar en la serie de rectificaciones y tanteos 
por los cuales ha pasado el sistema y los procedimientos de la en- 
señanza, y en la vida de sus cátedras, que no se parece a nada, por 
lo mismo que no puede tener sistema nineuno; que no quieren en- 
cerrarse y eristalizarse en un núcleo determinado, que viene a ser, 
al fin y al cabo, como una pared sin condiciones elásticas por las 
cuales tuviera que moverse un cuerpo que está en crecimiento con- 
tinuo. 

Dentro de estas condiciones fundamentales de la doctrina peda- 
gógica de la Institución, ella se caracteriza en todos estos puntos 
en primer lugar, por una neutralidad absoluta profesional; a la 
Institución pueden ir los hijos de familias de todas las religiones; 
ni se le pregunta esto al niño ni se influye sobre su conducta en 
educación religiosa; la educación religiosa; la educación religiosa 
la sigue haciendo la familia con absoluto respeto por parte de la 
Institución: absoluta neutralidad política, porque aun cuando al 
niño se le enseñan ciencias políticas, se le enseñan ciencias, y no 
se le inscribe y se descoyunta el espíritu suyo dirigiéndole, desde el 
primer instante, en el sentido de una propaganda interesada de la 
política activa del país; es más, cada uno de los profesores que allí 
concurren, pueden pertenecer y pertenecen, efectivamente, a dife- 
rentes direcciones políticas: así no dificulta, absolutamente nada, 
ni la inteligencia y ordenación de la práctica pedagógica de la casa; 
neutralidad, incluso patriótica, porque la Institución ha querido de 
tal manera crear espíritus libres preparados para la obra de coope- 
ración humana, que ella se ha levantado contra la doctrina que 
de Francia nos viene y que tanto ha hecho: con los batallones esco- 
lares para no leyantar en el niño el espíritu de agresión contra na- 


164 RAFAEL ALTANIRA 


die ni espíritu militarista, que no es el momento de hacer despertar 
en el espíritu del niño. Juntamente con esto no hay por qué decir 
que es otra nota de la obra de la Institución libre de enseñanza, la 
libertad absoluta de la Universidad. La Institución no es escolásti- 
'a ni positivista ni neokantiana; es sencillamente un grupo de hom- 
bres que de una manera libre, amplia, desinteresada, sin prejuicios, 
creyendo que su espíritu sea siempre lo más objetivo posible, in- 
vestiga la verdad y se la comunica a los otros por el mismo espí- 
ritu de libertad y de amor. La Institución tiene como tercera nota, 
ésta: no instruye, educa. Lo que le importa, lo fundamental para 
ella, es todo lo que va implícito en la palabre educación: y la ins- 
trucción es para ella un medio que utiliza en la medida que le 
sirve y hasta donde le sirve, sabiendo, perfectamente, que cuando 
se ha indicado en una dirección moral o sentimental al individuo 
todo lo que es instrucción, que no es más que una relación de 
cosas hechas, eso lo puede adquirir en un momento dado con una 
rapidez extraordinaria, al paso que aquel que no tiene dirección en 
la fuerza del espíritu suyo, la instrucción siempre resultará una 
cosa postiza, de la cual no podrá aprovecharse para las grandes 
erisis de la vida. La educación ésta no la ha entendido la Institu- 
ción en un sentido unilateral, sino en un sentido verdaderamente 
integral; ella ha acudido, desde el primer instante, a todas las ma- 
nifestaciones de la vida y del espíritu del niño; no ha tenido pre- 
ferencia por ninguna de ellas y ha procurado llevarlas al unísono, y 
lo mismo se ha ocupado de la educación física que de la intelectual 
y la moral, haciendo que se compenetren y se auxilien mutuamente, 
como en la realidad del espíritu del niño y en la del hombre tam- 
bién, y entendiendo que de igual manera que la Universidad, los 
erandes colegios clásicos ingleses tienen por lema no el hacer sa- 
bios, sino el hacer caballeros, una escuela que piense en lo que 
puede significar la influencia de un espíritu mal formado respecto 
a su país, tiene que pensar en ofrecerle como la obra suya más alta, 
esos caballeros, hombres en toda la integridad y en todas las direc- 
ciones de la vida. (Aplausos. ) 

Existe un peligro que corremos los hombres de profesión inte- 
lectual, que consideran que lo nuestro, aquello a que nos dedica- 
mos, es lo más importante del mundo, y por lo tanto, influímos en 
el ánimo de nuestros alumnos para que ellos sigan el mismo cami- 
no que hemos seguido nosotros y sacrifiquen la vida suya a aque- 


u 


llas cosas que a nosotros nos han interesado; y esto ha producido 


FACTORES DE LA PEDAGOGIA MODERNA 165 


la consecuencia terrible de que muchachos que no tenían vocación 
ni aptitud para una profesión de orden intelectual, la hayan se- 
guido, y hayan concluído por ser seres completamente inútiles 
para ella y para el país en que viven, y en cambio, si se les dejara 
desarrollar su actividad según sus propios deseos, resultaría mu- 
cho mejor que en el caso contrario, pues en éste serán malos abo- 
gados, malos jueces o ingenieros. La Institución ha tenido buen 
cuidado en eso, porque ella no quiere hacer sabios a todo trance 
y hombres que cultiven la nota intelectual, quiere que cada uno de 
éstos demuestre la vocación y aptitudes que tiene, lo eual exige, 
de parte del profesor, un estudio detenido, para que tome en el 
mundo el camino que será más fácil para ellos, con objeto de seguir 
aquella regla económica en virtud de la cual hay que tener el 
mayor resultado con el-menor esfuerzo, y el menor esfuerzo, en el 
orden de las actividades, está en la dirección de la vocación y de la 
aptitud, y si esa vocación y esa aptitud es tal que el muchacho ten- 
ga que seguir siendo harinero o agricultor como su padre, o fa- 
bricante de telas, la Institución no se opone a ello, sino, por el 
contrario, lo impulsa a que siga aquella dirección, dándole con 
esto, además, una lección de sentido democrático, la lección de ha- 
cerle entender que tan digno es ocuparse en estas cosas como en el 
descubrimiento de las más altas cosas científicas. 

Otra nota de su educación es el sentido psicológico, a saber: 
el niño, desde el primer día, desde el primer año, desde el pri- 
mer período de sus estudios, empieza a ver, que es lo único que 
puede hacer entonces, a ver el mundo, la realidad en todas sus 
manifestaciones; no hay esta graduación forzada que durante 
algún tiempo ha querido establecer la psicología pedagógica 
inglesa, en la cual el niño no es apto para ciertas ciencias, para 
ciertos desempeños, sino hasta ciertas edades; que es preciso em- 
pezar por uno y luego seguir por otro, cuando la experiencia ha 
demostrado que, por el contrario, como decía antes, el niño tiene, 
y no hay más que atender a las preguntas suyas, tiene el cuadro 
entero de los problemas que puede tener la humanidad, todo le 
interesa y todo, le sugiere algún interrogatorio, y es preciso apro- 
vechar esa disposición, ese abrir espontáneo del espíritu a todas 
las explicaciones objetivas de la realidad para poner en cada una 
de esas preguntas, en la medida en que él ve, los problemas muy 
chiquitos, pero al fin y al cabo, el problema en lo fundamental, 
para poner en ellos la iniciación de una corriente que poco a poco 


166 RAFAEL ALTAMIRA 


irá ensanchando y profundizando el conocimiento hasta que llegue 
a una penetración propiamente científica del problema. Por eso 
las cosas todas que el niño pueda admirar, todas las disciplinas que 
el niño pueda adquirir, las fundamentales de la vida, las lleva de 
frente constantemente, desde el principio hasta el final de la obra 
educativa, y esto se hace incluso en estas direcciones que ahora 
comienzan a ser una novedad en todas partes, a saber: la de que 
el trabajo manual ha comenzado en la escuela, continúa en todos 
los grados, y los muchachos que terminan su cultura en la Institu- 
ción, siguien haciendo trabajos manuales como los niños del pri- 
mer erado de la enseñanza, una vez que se establece dicho trabajo 
manual en todo su desarrollo y en un sentido propiamente educa- 
tivo, como Rousseau pensaba. 

Otra nota es el sentido realista, absoluto de su educación, que 
el otro día os decía cuando hablaba de la manera de entender los 
procedimientos de la educación en la Institución; toda teoría en el 
sentido de explicación o interpretación del fenómeno, está pos- 
puesta a la observación del fenómeno mismo, de manera que el niño 
es conducido por la presencia de las cosas hacia el conocimiento 
* científico de ellas, y a la formación de la teoría, o sea de la inter- 
pretación de aquel fenómeno con otro fenómeno, para formar una 
serie, y los procedimientos, que se aplican lo mismo al arte que a 
la historia, que a las ciencias naturales, que a la ciencia física, que 
a todas las manifestaciones de la cultura, han sido tan grandes, que 
yo he podido observar en la materia de arte la agudeza de obser- 
vación que han adquirido los niños por haber sido conducidos al 
conocimiento de la característica de obras de arte individualmen- 
te, considerado por cada uno de los maestros, y luego en la serie de 
la corriente que se llama escuela; la agudeza, digo, de precisión, 
por haber partido siempre de la cosa misma, en vez de haber par- 
tido de una cosa teórica, no de una explicación en la cual se dice 
que el Greco o Velázquez se caracteriza con tales colores, para que 
luego venga la observación del cuadro, sino que han empezado por 
la observación del cuadro. Yo he comprobado v. gr. el hecho de una 
observación deducida de obras escultóricas, completamente nue- 
vas, por unos muchachos que llevaban ya dos o tres años de traba- 
jo en los museos, unos muchachos de diez a doce años de edad; ha- 
bían traído al Museo de Madrid unos vaciados de escultura de 
Donatello y de Luca della: Robbia; estaban todavía confundidos; no 
se habían clasificado ni ordenado, y el profesor de arte llevó el 


FACTORES DE LA PEDAGOGIA MODERNA 167 


grupo de sus muchachos al Museo para que viesen aquello. ¿En qué 
consistió la lección? En esto sencillamente. Ahí tienen ustedes estas 
piezas, vean si son iguales o si pueden señalar caracteres y si pue- 
den clasificarlas en grupos; y el profesor se hizo el distraído y se 
puso a mirar otras cosas, y los muchachos comenzaron a observar 
y al poco tiempo habían hecho la elasificación necesaria; no sabían 
lo que aquello significaba; no sabían más que había una porción de 
piezas, cada una con su propia significación, respecto de las cua- 
les se había aguzado la atención suya, e hicieron inmediatamente 
la clasificación: aquí hay una escultura, de quienquiera que sea, 
que es muy dulce, muy suave, un poco amanerada, afeminada, que 
diríamos empleando esta palabra en el uso corriente, que a mí me 
parece que no es verdad, y hay otras esculturas, por el contrario, 
sombrías, vigorosas, con cierta dureza, con verdad. Esas son las 
notas que distinguen estas dos esculturas del Renacimiento ita- 
liano, y son las dos primitivas. Y vino entonces la segunda pre- 
gunta. ¿Cuál les gusta a ustedes más? ¿Cuál creen ustedes supe- 
rior? Inmediatamente, y éste es un fenómeno que se repite cons- 
tantemente en la historia de la humanidad y de la crítica artística, 
el fino, el afeminado, el acabado, el bonito, en suma, porque la 
humanidad ha empezado por lo bonito, fué el preferido. El pro- 
fesor no hizo observación de ningún género, se limitó a decir: 
Sigan ustedes mirando. Alseuien le preguntó: ¿Es que a usted no 
le parece bien esto? Y empezó a defender la superioridad de aquel 
acabadito, limado. —Yo no digo absolutamente nada, no digo más 
sino que sigan mirando a ver si ven algo más. Y los muchachos 
siguieron mirando, y al poco rato, ellos, que habían visto ya obras 
de importancia en el arte, en las cuales se había inspirado su gus- 
to, empezaron a raciocinar y empezaron a decir: A la verdad que 
éste es un poco falso; acaso estas líneas estén demasiado lamidas; 
acaso este acuse del músculo es poco verdad, algo dulzón, todo esto; 
puede que sea mejor el otro; y empezaron a declinar hacia la con- 
sideración de la otra escultura, y concluyeron los mismos que ha- 
bían comenzado de una manera radical a defender al escultor que 
representaba la nota lamida, que antes habían eriticado, y dijeron: 
En cambio, el otro tiene en su sobriedad, una valentía extraordi- 
naria que lo acerca más a la realidad, e indudablemente éste es 
mejor escultor que aquél. Y ésa fué la lección, no más, completa- 
mente objetiva, por la cual los alumnos fueron llevados ellos mis- 
mos mediante la observación a rectificar la primera opinión suya. 


y 


168 RAFAEL ALTAMIRA 


Juntamente con esto, la Institución se ha preocupado, prefe- 
rentemente, del sentido educativo de su obra que desenvuelve la 
personalidad de los muchachos. La Institución no se asusta de la 
personalidad; por el contrario, no desea que el muchacho sea lo 
que se suele decir en los términos de la primitiva educación, la 
educación clásica, para la cual el mejor niño es el más calladito, el 
que no se revela; la Institución quiere que se revele, porque enton- 
ces significa que tiene personalidad, que ven con sus propios 0jos 
y que no aceptan el criterio de la gente sino después de razona- 
mientos, y sostienen el suyo propio, y por eso aspira a que los alum- 
nos pregunten, discutan siempre, que el alumno, en suma, vaya 
desenvolviendo su propia personalidad y tenga el carácter nece- 
sario para la vida. Así lo hace la Institución, sabiendo, perfecta- 
mente, que la educación no crea jamás, que la educación no pue- 
de dar al individuo lo que no tiene, que ella, lo que puede hacer, 
es sacar y desarrollar las cosas que hay dentro del individuo, y 
ésta es la función más augusta que le corresponde. 

En fin, la Institución se preocupa de una manera grandísima 
por ese mismo sentido a que aludía antes, de hacer hombres, de 
comunicar al espíritu de sus alumnos el profundo sentido ético de 
la vida; ha querido que ellos viesen, constantemente, la responsa- 
bilidad que hay en todos nuestros actos, aun los que parecen más 
insignificantes, respecto de la vida de los demás, y que es preci- 
so inspirar absolutamente la conducta nuestra en un alto sentido 
ético, moral, sin el cual serían inútiles y aun nocivas en la vida 
todas las culturas y todas las profesiones y todas las cosas que en 
mano del que no tiene ese sentido son armas sólo aplicadas al pro- 
vecho propio y al egoísmo. 

Por último, señores, la Institución ha tenido como principio, 
desde el comienzo de ella, la coeducación; en sus aulas todas, desde 
el principio hasta el fin, se sientan los niños y las niñas, los varo- 
nes y las mujeres, y ellos tienen la experiencia de que esta comu- 
nicación fraternal y amistosa en el trabajo ha producido un más 
alto sentido moral en unas y otros, y han sabido respetarse más a 
medida que han hecho más vida común y se han conocido. 

Tal es la Institución libre de la enseñanza, la cual ha venido a 
difundir con el espíritu suyo y a desarrollar en los alumnos suyos 
también en la Península, y ha venido a difundir toda la obra que 
pueda considerarse como moderna en el desarrollo pedagógico es- 
pañol. Una de esas obras es el Museo pedagógico a que yo me refe- 


FACTORES DE LA PEDAGOGIA MODERNA 169 


ría. El Museo pedagógico es una obra de la Institución en este do- 
ble sentido: que los hombres que lo crearon, que lo organizaron, 
aun cuando la iniciativa viene de parte del Gobierno, son hombres 
salidos de la Institución, es ese mismo Cossío de que os hablaba 
antes, el cual es su primer director; es Ricardo Rubio; son otros 
discípulos más jóvenes de la Institución; he sido yo durante nueve 
años; y en otro sentido, también, es hijo el Museo de aquella casa, 
porque continúa su significación fundamental, el criterio funda- 
mental en la educación, llevando a aquella esfera en la cual el 
Museo pedagógico fué creado. El Museo pedagógico fué fundado en 
el año 1882, para llenar una función que se consideraba necesaria 
en la formación del magisterio. Esta función, si no al concepto de 
esta misión que el museo pedagógico iba a llenar, correspondía a 
un sentido en el cual habían nacido en Europa todos los museos 
pedagógicos anteriores al nuestro. En efecto, todos los de la pri- 
mera época, que diríamos, son museos que se han fundado de una 
parte para llenar deficiencias en las normales; es decir, para dis- 
cutir el programa o la dirección, o rectificar el sentido de la forma- 
ción del magisterio en las escuelas públicas. ¿Por qué se hizo esto 
en vez de acometer la formación de las normales? Sencillamente 
por un procedimiento político o de mano izquierda—que suele ser 
una mano muy aprovechada en la vida presente (Risas. ),—cuando 
se quiere reformar una institución que tiene ya intereses creados, 
como quien dice, de no acometerlos de frente, porque entonces es 
casi seguro que se estrella uno; sino, como hizo Duruy en la refor- 
ma de la enseñanza francesa, creando al lado de la institución 
vieja que se cae a pedazos, la institución nueva. Ese es el significa- 
do de los Museos pedagógicos, lo que sienificaba también la con- 
centración del material, del mobiliario, de los modelos, del edificio 
de escuelas, una concentración de todo lo mejor y más moderno, 
para que estuviese allí, como está en un museo; por eso se llamaron 
museos, a disposición del que quiera ir a verlos, y se interesen por 
las cosas que hay en el material, en el mobiliario de las escuelas 
de diferente género o modelos de edificación de escuelas en las re- 
laciones con la higiene. 

Por esto los museos primitivos fueron, en cuanto a los materia- 
les, museos de vitrinas, museos en los cuales o se comprobaba o se sa- 
caba de la casa industrial dedicada a la fabricación de materiales 
que enviasen allí sus alumnos, que eran al mismo tiempo un anun- 
cio para ella; y luego se dirigió también en el sentido de consti- 


170 RAFAEL ALTAMIRA 


tuir la biblioteca pedagógica, que no existía hasta entonces, un 
sitio en el cual se coleccionasen libros de orden pedagógico para el 
público que se dedicaba a estas profesiones. Por ejemplo, el Museo 
pedagógico de París se constituyó con estos dos caracteres perfec- 
tamente claros: el museo de vitrinas y el museo biblioteca, que lue- 
eo se desdobló de dos maneras. 

Por estas razones, por haber nacido así los museos pedagógicos 
en el mundo, han atendido a estas cosas: primero, al material de 
la escuela que comprende estos tres grupos que yo indicaba antes: 
el material de enseñanza, el mobiliario y los planos de edificación; 
segundo, a crear bibliotecas especiales pedagógicas, ya en tiempos 
normales, ya en tiempos revolucionarios, prestando libros a todas 
partes, como se hizo en Madrid y se ha hecho en muchos museos 
pedagógicos del mundo, a organizar una oficina de consejo y de 
información para todos los menesteres de las colecciones pedagó- 
gicas, y para que las personas que no tienen tiempo, que no tienen 
preparación para averiguar por sí mismo qué es lo que les convie- 
ne en cuanto a todos los particulares de la fundación de una es- 
cuela, vayan a los técnicos, a los especiales, y reciban de ellos todos 
los consejos concretos, necesarios, en vista de los datos, del proble- 
ma, para que la fundación fructifique. La reforma llegó realmente 
a cumplir con su fin. Esta primitiva oficina de consejo, se desdobló 
después en dos: una oficina de consejo para las iniciativas naciona- 
les, y una oficina de información y de intercomunicación, es decir 
internacional, con objeto de corresponder a las noticias de enseñan- 
za entre todas las naciones del mundo entero, que hiciesen que la 
obra de cada una de ellas viniese a irradiar a todas partes. Esta 
forma primitiva de los museos se cambia bien pronto en otras, y 
los museos han evolucionado, han llegado a una segunda etapa, 
que se caracteriza por esta nota, que rápidamente voy a indicar: 
en primer lugar, por establecer en ella conferencias de metodolo- 
gía sobre los materiales existentes en los museos, empezando a 
sacarlos ya de la simple consideración visual. Las cosas no están 
allí esperando a que se venga a verlas. Las cosas están en vida, en 
función, mediante conferencias metodológicas, y los profesores para 
enseñar cómo se utiliza el material aquél, en conferencias genera- 
les metodológicas, en las cuales el material entra como tantas fun- 
ciones O sirve para afirmar los procedimientos de enseñanza, tales 
como el Museo de París, que lo constituyen estas clases, semejan- 
temente al de Madrid, que las ha tenido para todos los órdenes de 


FACTORES DE LA PEDAGOGIA MODERNA 171 


la enseñanza; segundo, la vivificación del material depositado allí, 
no ya en conferencias pedagógicas para los maestros, sino en leccio- 
nes modelos para los alumnos, singularmente en aquellos países en 
los cuales la carencia de presupuesto para este orden de cosas no 
permite que las escuelas estén dotadas con suficiente y buen ma- 
terial. Es, por ejemplo, el problema que he encontrado en la Argenti- 
na, en la provincia de que es capital la Plata, la provincia de Bue- 
nos Aires, en la cual el presupusto no ha podido dotar todavía a 
todas las escuelas de un material moderno, y lo que hacen las es- 
cuelas es ir a los museos pedagógicos para dar sus lecciones, cons- 
tituyendo un lugar de excursiones muy interesantes. 

Tercero, el cambio de material hecho por los alumnos. En la 
Argentina es muy frecuente que los alumnos de las escuelas nor- 
males de mujeres intervengan en las clases de trabajo manual, en 
las clases de ciencias naturales, ete., o formen colecciones de obje- 
tos reales, ya vivos o ya disecados, de animales, por ejemplo, o 
series referentes a las lecciones de cosas, ete., que suman al cabo 
del año una serie de trabajos que llegarían a constituir un archivo, 
que se empolvaría, que se destruiría y no serviría para nada. Com- 
prendiéndolo así, han vivificado eso en la Argentina, en mi sentir 
muy bien, mediante el intercambio de los trabajos, y el Museo de 
Buenos Aires es el centro de comunicación; allí van a parar los de 
todas las escuelas normales, y se envían de allí a las demás, con lo 
cual consiguen dos cosas: que las escuelas se conozcan entre sí; que 
las colecciones de cosas que se pueden obtener en una localidad 
fácilmentente vayan a otras y, por lo tanto, se aumente el museo 
escolar, y luego que el material escolar venga a tener una organiza- 
ción viva por medio de los profesores de mañana. De aquí se ha ido 
en Montevideo y en Madrid también, a esta otra cosa: a construlr 
el material de enseñanza en el museo mismo. En este sentido, el 
Museo pedagógico de Montevideo me parece un modelo, porque ha 
instalado taller en su local, y construye allí mismo el material de 
enseñanza en casi todas las direcciones de la cultura de la es- 
cuela, y lo hace acomodándose a este principio, que importa difun- 
dir mucho: del material bruto, poco costoso, del material que es 
ejemplo, ese precioso gabinete de física hecho por el Museo peda- 
gógico de Tokio que posee el Museo de Madrid, gabinete hecho con 
pedazos de bambú, con hojas de lata y con botellas, que se tiran 
una vez que se ha bebido el contenido, y que tiene todos los apara- 
tos de física que se pueden enseñar, incluso una máquina eléctrica 


172 RAFAEL ALTAMIRA 


que produce chispas. Esta simplificación del material tiene dos 
ventajas grandes: la primera es que lo hace flexible: el material 
que producen las casas industriales es rígido. Pues bien, es pre- 
ciso flexibilizar el material preparando al maestro para que lo 
construya, para que lo sepa hacer, para que lo improvise en el mo- 
mento oportuno, dándole la preparación técnica para que esto 
pueda verificarse; y en segundo lugar, es preciso ir a esto otro, a 
esto que ha enunciado Cossío en una admirable conferencia de 
hace dos años ante los maestros de Bilbao, en una frase paradógica 
a primera vista, pero que tiene su explicación, una frase alarman- 
te: a desacreditar el material. ¿ Y qué quieren decir estas palabras 
de desacreditar el material? No quiere decir que se puedan hacer 
clases sin tener ciertos materiales, lo que quiere decir es esto: que 
hay que arrancar a la gente la preocupación que tienen, no sólo los 
maestros de instrueción primaria, sino los Catedráticos de la Uni- 
versidad, de que no se puede hacer ciencia ni se puede explicar a la 
sente nada si no se tiene un riquísimo material de lo más caro y 
costoso del mundo, que no siempre se puede utilizar, y que sin eso 
no se puede hacer física ni historia ni nada, es romper el descanso 
que la pereza de nuestra voluntad pone cuando tenemos un rico 
material, creyendo que eso lo va a traer todo y que podemos cru- 
zarnos de brazos poniéndonos en frente de eso; por el contrario, 
este otro principio de que el material es nada, como el profesor no 
sepa usarlo, no sepa aplicarlo determinadamente a cada problema 
del momento y como no sepa corregir la deficiencia de la lección 
suya en relación con el problema particular que cada día pueda 
ofrecer en la clase y le ofrece la curiosidad del alumno, inventando 
ellos los materiales necesarios en los términos de sencillez, y pensa- 
mos que es absolutamente indispensable para que la enseñanza sea 
fructífera, y en virtud de los cuales yo he escuchado una de las lee- 
ciones más maravillosas de geografía hecha con cáscaras de naran- 
ja vacía, con caña y con un relieve hecho de yeso delante de los 
alumnos. 

Por último, el Museo pedagógico ha constituído allá, alrededor 
de este núcleo primitivo de su acción, otra porción de cosas inte- 
resantes; por ejemplo, ha procurado llevar a las Normales que ca- 
recen de ellos, los juegos al aire libre, oreanizando paseos y excur- 
siones con los normalistas, ha constituído la biblioteca infantil a 
la manera, por ejemplo, como la Universidad de la Plata, con un 
eran sentido y con un gran éxito hasta ahora. Ahora bien, de todas 


FACTORES DE LA PEDAGOGIA MODERNA 13 


estas cosas, para mí, las dos más importantes que el Museo pe- 
dagógico pueda tener, siendo todas ellas fundamentales, siendo 
todas ellas las que deben constituir el programa ideal de un Museo 
pedagógico, serían éstas: la oficina de informaciones y consejos 
técnicos para evitar estos errores, en virtud de los cuales se derro- 
cha mucho dinero inútilmente, que personas que quieren crear 
un establecimiento de enseñanza, lo hagan sin atenerse a los prin- 
cipios fundamentales de la pedagogía, y la higiene no tenga en 
cuenta los consejos necesarios con respecto al material que debe se- 
leccionarse y tirar su dinero a la calle sin conseguir fundar aquello 
que ellos quisieron fundar; y en segundo lugar, porque estas ofici- 
nas de consejo hacen falta, de una manera especialísima, para la 
dirección en la cultural individual. Todo el que ha trabajado en la 
vida, sabe cuánto tiempo se pierde leyendo libros inútiles; todos 
hemos sufrido esto alguna vez. Ahora bien, esto hay que corregirlo 
en lo posible, sobre todo para el niño y para el maestro; y al niño, 
por el mal efecto que pueden hacerle lecturas que no sirvan para 
la formación de su espíritu, sobre todo por el tiempo que le hace 
perder. ¿Cómo pueden los museos pedagógicos proveer a éstos? Un 
catálogo no basta, porque es una lista de libros que no puede llegar 
a hacer crítica de ninguna manera y en la cual, por lo tanto, el 
título y el nombre del autor, no dice nada: hace falta otra cosa. 
El Museo pedagógico de París lo ha logrado. ¿Cómo? Creando el 
Boletín de las bibliotecas populares, en el cual se da cuenta de las 
obras nuevas, de todas las publicaciones nuevas que puedan inte- 
resar al maestro y al pueblo que acude a las bibliotecas de este 
carácter, con una nota crítica de tres o cuatro renglones, diciendo 
sencillamente así: Este libro es bueno o malo, o este libro sirve 
para tal cosa; es vano para tal o cual propósito, y el libro, a pesar 
de su título, no sirve para eso. Y no se contenta con las publicacio- 
nes del día, sino que de vez en cuando trae listas escogidas de los 
libros que deben leerse con relación a un asunto, por ejemplo, con 
relación a la historia de Francia, con relación a la Revolución fran- 
cesa, y los problemas particulares de la geografía en los tiempos 
modernos en relación a la zoología, con relación a la ingeniería 
eléctrica, ete. Con lo cual tienen los lectores una publicación que 
les sirve de guía perfecta y mediante la cual ellos pueden escoger los 
libros que le interesan, sin pérdida de tiempo. Una publicación de 
este género, hecha por un grupo de personas inteligentes, en que hay 
que buscar especialistas y que resulte económica, como hacen los 


174 RAFAEL ALTAMIRA 


pedagogos de París, euya publicación cuesta ocho francos al año 
nada más. 

La otra cosa fundamental es la oficina de comunicación inter- 
nacional: muchas veces nos hace falta grandísima para momentos 
de apuro, para momentos de crisis, de reformas en la legislación 
saber qué se hace en el mundo y cómo el mundo está marchando. 

Por último, la tercera cosa son las conferencias metodológicas, 
a saber: en este sentido, la enseñanza de la metodología se ha ins- 
tituído durante mucho tiempo de esta manera: un profesor sube 
a su cátedra y explica o se remite a un libro para que lo consulte 
el que quiera saber cómo se enseña la física con una serie de pre- 
ceptos, o el que quiera saber cómo se enseña la historia con una 
serie de hechos notorios, y el material que debe usarse en esta 
forma o la otra. Este es el sentido perfectamente teórico; después 
de eso, el sentido que ha precedido a las conferencias metodológi- 
cas del museo moderno, que debe recomendarse, es éste: hacer de- 
lante de los maestros lecciones modelos, que los profesores que van 
a enseñar metodología, enseñen a la manera del que la enseña, to- 
mando aquellos alumnos de las escuelas normales como si fueran 
alumnos primarios, y él, como si fuera el maestro, porque no hay 
mejor manera de enseñar a hacer las cosas que haciéndolas delante 
de la gente. j 

Ahora bien, este ideal de los museos pedagógicos, que se for- 
man reuniendo las notas de diferentes museos, cada uno de los cua- 
les ha ido resolviendo los problemas fundamentales que tenía pre- 
sente en su país, ideal éste es el que debe desear cada uno de nos- 
otros para el Museo pedagógico de nuestro país. Yo sé bien que en 
la mente del Museo pedagógico de la Habana está el llegar a hacer 
todo eso y mucho más, y yo tengo la firme confianza de que con el 
afán de la cultura, que con el interés individual que ponéis en la 
obra de vuestra enseñanza, vuestros museos serán todo esto, y que 
vosotros, maestros, cooperaréis constantemente hacia ese fin. Y en 
virtud de esto, vosotros hallaréis que no hay dificultad ninguna 
que os impida hacer lo que quisierais hacer en todo tiempo. (Gran- 
des aplausos.) 


EL EGOISMO 
POR EL DR. JOSÉ MANUEL MESTRE 


(Continuación.) 1 


Entremos en la Grecia: la humanidad salta de su cuna, y plan- 
ta en Europa la enseña de la filosofía oriental: la Grecia escribe en 
ella una palabra, y esa palabra vino a añadir a la idea de lo ¿mfimito, 
que traía consigo la filosofía primitiva, la de lo finito, la de indivi- 
dualización, para que resultase de ahí la armonía y la estética. En 
el Oriente el politeísmo resulta de la divinización de los atributos 
del Sér; en la Grecia el hombre coloca al hombre sobre los altares, 
y la imaginación lo adorna con las dotes de la belleza y de la poe- 
sía. Conformándonos para el caso con las épocas en que divide la 
historia de la filosofía griega un distinguido alumno de la Univer- 
sidad de Bruselas, examinaremos rápidamente, según nuestro pun- 
to de vista, su período de formación, el de madurez, y el de deca- 
dencia. 

El primer período se extiende hasta Sócrates: es período de des- 
envolvimiento, el espíritu obedece a la ley de la espontancidad. 
'Tiberghien lo divide en cinco partes, que sólo nos detendrán en sus 
más notables representantes. Prescindiendo de la escuela jónica, 
““que es naturalista sin ser sensualista”” (Tib.), veamos cuáles son 
las consecuencias de la escuela ¿tálica o pitagórica (580 A. C.). “El 
bien consiste en la semejanza del alma con la divinidad : el hombre 
debe procurar que exista en el mundo la unidad y reine el amor, la 
virtud, la igualdad—la comunidad social debía ser la traducción 
de esa unidad.'”—De la escuela eleática sólo hablaremos refirién- 
donos a su parte física. lios eleatas transportan la unidad a la na- 
turaleza, y la consideran de un modo mecánico y materialista. De- 
mócrito, según observa M. Lafaist (Dissert. sur la Ph. atom.), no 
puede menos de confesar que el soberano bien está en esta vida, 
puesto que no admite la inmortalidad del alma, ni la Providencia 
divina. El soberano bien consiste en estar exento de los disgustos 
que puedan provenirle al hombre a consecuencia de sus propias 
pasiones, y por lo tanto deben emplearse los medios oportunos para 


1 Véase el número de Enero. 


176 JOSÉ MANUEL MESTRE 


evitar esos disgustos; por ejemplo, la prudencia, la indiferencia 
por los asuntos públicos. ¿Eso no se parece mucho al egoísmo? Las 
escuelas intermediarias tratan de combinar y conciliar los diferen- 
tes principios de las escuelas anteriores—Anazágoras, Heráclito y 
Empédocles.-—Las escuelas sofísticas son constituídas por los hom- 
bres que hacían de la filosofía un oficio y que ponían mezquina- 
mente a sueldo la ciencia. Según sus doctrinas no había más prin- 
cipio de moral y de derecho que la satisfacción de las pasiones. Pro- 
tágoras, Gorgias. En el segundo período la filosofía griega estudia 
la conciencia humana y tiende a la unidad. “Sócrates (470-400) 
es el primero que haya dado al hombre el sentimiento de su valor 
moral y de su dignidad personal.?”? La moral fué objeto preferente 
de sus estudios y el conócete a ti mismo (gnóthi seautón) fué la 
enseña de su filosofía. Pero si Sócrates dió dirección al movimiento 
filosófico, su filosofía sólo adquirió el mayor desenvolvimiento fe- 
cundada por los genios de Platón y de Aristóteles, después de 
haberse comenzado a desarrollar por Antístenes, Pirron, Arísti- 
po, ete., para decaer más tarde en el epicurismo. 

La escuela cínica fundada por Antístenes, es eminentemente 
egoísta. Para Antístenes el bien supremo está en la independencia, 
pero en la independencia completa: el cónico sólo ve turbada su 
felicidad por la sombra de Alejandro, y el tonel es la utopia de la 
felicidad porque en aquel asilo el hombre se ve libre de sus padres, 
de sus hermanos, de sus semejantes, y cree haber cortado el nudo 
eordiano que une al individuo con la sociedad. Los cínicos prelu- 
dian el estoicismo. Para Arístipo, el fundador de la escuela crre 
naca, el bien consiste en la posesión de todos los placeres; se olvida 
del deber para no percibir más que el goce, y no como quiera, sino 
el goce presente e inmediato—hedonismo.—La escuela cirenaica 
anuncia el epicurismo. 

Platón y Aristóteles constituyen la época de organización, y sus 
fiosofías, completándose recíprocamente, producen una gran sín- 
tesis filosófica, la idea y la realidad. A no recordar el semper ad. 
eventum festinat, me dejaría llevar del deseo que experimento de 
detenerme algún tanto en Platón, pero su moral mucho más eleva- 
da que la de los demás filósofos griegos nos haría trabajar demasia- 
do para poder encontrar las huellas del egoismo. En sus obras la 
noción del derecho se ve confundida con la de la moral. Aristóteles 
no abandona los principios de su maestro Platón; los reviste con 
nuevas apariencias; pero difiere en cuanto considera que el hombre 


EL EGOISMO 177 


debe ocuparse, no del bien en sí, sino del bien relativo y realizable 
en la tierra; en una palabra, el bien para Aristóteles estriba en los 
goces del espíritu. (Tib. 260, P. Vent. 86.) 

Con la filosofía socrática, toda la griega anda velozmente en la 
decadencia. Tres escuelas caracterizan esta decadencia, el estoicis- 
mo, el epicurismo y el escepticismo. El estoicismo tal vez puede 
considerarse como una degeneración del peripato; concedió, es cier- 
to, al yo más dignidad y libertad; pero esa orgullosa indiferencia 
respecto de todo lo ajeno, esa reconcentración desdeñosa no es otra 
cosa que el egoísmo, con una de las mil y una fisonomías de que pue- 
de revestirse—--Zenón, Crisipo. El epicurismo define la filosofía una 
actividad que procura por ideas y pruebas, una vida feliz.—Eude- 
monismo.—Para Epicuro el bien consiste en la felicidad y la feli- 
cidad en el placer; ““el bien del alma, dice Ritter, no es más para 
esta escuela que el estado sano y tranquilo de la carne, es un bien- 
estar físico de que el alma goza por anticipación y que tiene la es- 
peranza, si no la seguridad, de conservar en lo futuro.?” La 'socie- 
dad existe por el ¿mterés que tienen los hombres en aumentar la 
suma de sus goces y en disminuir sus sufrimientos, y ésta es la úni- 
ca consideración que debió presidir en el contrato social: la injus- 
ticia nada significa si de ella no resulta aleuna turbación en los go- 
ces del hombre. 

El escepticismo cierra la filosofía griega e inaugura la alejan 
drina: su valor es negativo (Tib.) La escuela alejandrina nace de 
la fusión de la filosofía griega y de la del Oriente, y se funda en 
el sincretismo que Ammonto Saccas (200 A. C.) primeramente, y 
después Plotino, Porfirio, ete., produjeron con semejante alianza. 
La moral de la escuela de Alejandría tiene un carácter religioso y 
panteísta. 

Terminaría en este punto la breve reseña que de la filosofía 
de la antigiiedad me había propuesto hacer para ir consignando los 
diversos matices que el principio egoísta ha ido adquiriendo duran- 
te esa majestuosa marcha de la humanidad que se llama el progreso; 
pero no quisiera dejar de investigar rápidamente el mismo prinei- 
pio en las ereencias de algunos hombres notables de Roma, la domi- 
nadora del mundo, ya que hemos hablado tan someramente del epi- 
curismo, y ya que la de Cicerón puede ser considerada como la últi- 
ma escuela filosófica de la antigiedad. Cualquiera que haya estu- 
diado con aleuna atención las obras monumentales del Genio roma- 
no no habrá dejado de encontrar, y no pocas veces, desenvueltos 


178 JOSÉ MANUEL MESTRE 


en ellas los principios del estoicismo y del epicurismo: fácilmente 
se comprenden las tendencias egoístas de ambos sistemas. Abrid por 
dondequiera esas páginas inspiradas que ha legado a la admira- 
ción de la posteridad el poeta Venusino: ¿qué nos dice del severo y 
estoico Catón? Ese gran santo del pagamsmo, como lo llama el 
Padre Ventura, daba a menudo fuerza a su austeridad con la copa 
del placer: 
Narratur ut prisci Catonis 
soepe mero caluisse virtus. 
(Oda 21—Libro 30 ) 

Y el mismo Horacio, ¿cómo se presenta a nosotros al través de 
los siglos? Vedle pidiendo verde mirto y flores olorosas, de esas que 
se abren a los cálidos rayos del sol, para entretejer sus cabellos per- 
fumados: 


Nunc decet a“t viridi nitidam caput impedire myrto, 
Aut flore, terre quem ferunt solutee. 
(Oda ¿—Libro 10 ) 

Oidle cómo recuerda a Sextio que la vida es corta y que las es- 
peranzas son fugaces como el humo; cómo aconseja a Planco que 
deseche, como sabio, la tristeza, y olvide en el vino las agitaciones 
de la vida. 

¿Qué es el mañana, oh, epicúreo? No te inquietes, no te inquie- 
tes, nos responde, aprovecha los días que el destino te concede, 
recoge esas flores, porque son efímeras y pueden marchitarse, y no 
pienses en mañana: si el presente nos sonríe, ¿a qué pensar en el 
porvenir? Si es sombrío, es preciso gozar... Filtra tus vinos, Leu- 
conoe, y mide la esperanza por la corta duración de la existencia... 

Y no se detiene ahí, señores, vosotros lo sabéis aún mejor que 
yo, el que se vanagloriaba de ser un puereo de la piara de Epicuro, 
Epicun de grege porcus (lib. 1. Ep. 4), no podía menos de expresar- 
se de un modo tan claro que nos ahorrase el trabajo de formar nues- 
tras deducciones. En efecto, no puede darse nada más explícito que 
sus palabras en una de sus sátiras (3.2, lib. 2.) : “Todo eso repug- 
na, dice refiriéndose a lo que antes ha expuesto, al sentido común, a 
la moral y hasta el interés, que casi es el único origen de la justicia 
y de la equidad.”” : 


At Sensus moresque repugnant, 
Atque ipsa utilitas, justi prope mater et cequi. 


Y nada tampoco más circunstanciado que su exposición de la 


EL EGOISMO 179 


doctrina de Epicuro en lo que respecta al estado primitivo del hom- 
bre, y al origen de las instituciones sociales. (Sat. 3.2, lib. 1.) 

¡Qué desconsoladoras doctrinas! ¡Qué consecuencias tan tristes! 
Horacio es consecuente: para él sus padres valían menos que sus 
abuelos, él vale menos que sus padres, y sus hijos deberían ser más 
depravados todavía. Es indudable que el Cisne de Venosa no deja 
de vez en cuando de enunciar sentencias de intachable moralidad; 
pero además de ser como margaritas escondidas entre escoria, 0 
solitarias flores sofocadas por el ramaje, mi objeto ha sido trazar 
con la exactitud posible la fisonomía de un epicúreo romano. 

En cuanto a Cicerón, el último filósofo de la antigiedad, nos 
ha dejado en esa galería tan llena de magnificencia y de maestría, 
bellos cuadros que gustaríamos de contemplar si eumpliese a nues- 
tro objeto, pero que no podremos negar que se muestra incrédulo 
y sin fe más de una vez. Cicerón es noble delante de Epicuro, sen- 
sato en presencia de Zenón, discreto admirador de Platón (de los 
Verd. Bienes v de los Verd. Males), es cierto: nos ha dejado en su 
tratado de los Deberes el libro de moral más completo, y más sólido 
tal vez de la antigiiedad ; pero en cambio “ha concluído por confe- 
sar, en una de sus académicas, que el hombre puede formar concep- 
ciones verdaderas y falsas; mas que en él no existe ningún medio 
de distineuir éstas de aquéllas; y supuesto que el mismo criterio 
que conduce a la verdad lleva también al error, es necesario mante- 
nerse en una suspensión de todo asentimiento.?”? (P. Vent.) ¿Que- 
réis ver, dice un célebre orador sagrado, cuál era la moral de ese 
hombre que nos ha dejado un tan bello tratado de los Deberes? En 
un fragmento del libro de la República, que Lactancio nos ha con- 
servado, encontramos que la máxima fundamental de la moral de 
Cicerón era ésta: “es preciso pensar como filósofo, y vivir como 
hombre político; Philosophiae quidem praecevta noscenda, vivenda 
autem civiliter?”” (Laect. IV. 14). 

Coneluyamos, pues, nuestra investigación del principio egoísta o 
interesado en la filosofía que precedió al cristianismo, que tiempo es 
ya de pasar a examinar la influencia que bajo ese respecto tuvo la 
aparición de éste sobre la tierra, 


180 JOSÉ MANUEL MESTRE 


¡ql 


La filosofía antigua se perdía en el intrincado laberinto de las 
especulaciones. Tras de tantos siglos, tras de tantos conatos, algo so 
lamente había adelantado el hombre en el conocimiento de su propia 
naturaleza y en la concepción de la divinidad. Cicerón se separa de 
sus interlocutores en su De Natura Deorum, sin que hubiesen varia- 
do, casi en nada, las disposiciones con que éstos se habían reunido. 
Pero llegó al fin el día fijado en las profecías para el cumplimiento 
de tantas promesas, y el Bautista oyó aquella voz, que según Isaías, 
debía clamar desde el desierto : ** Aparejad el camino del Señor y ha- 
ced derechas sus sendas.”” (S. Luce. HI.) El Verbo se hizo carne. En 
ese momento el mundo antiguo sufrió una conmoción profunda, el 
temblor de la tierra cerró las puertas del templo de Jano, el viejo 
edificio que habitaron tantas generaciones se estremeció desde los - 
cimientos desplomándose con tremendo fracaso y sobre los escom- 
bros levantóse una Cruz, de donde pendía el Hijo del Hombre. La 
redención del pecado $e había verificado al fin y la sangre del Cor- 
dero tenía el ara del holocausto. Paz para la humanidad desde ese 
instante, porque el Mesías había traído la Buena Nueva y había 
dicho con su boca divina: “un mandamiento nuevo os doy: amaos 
unos «a otros; como yo os he amado, amaos también entre vosotros 
mismos. (Juan 13.) La paz os dejo, la paz os doy (14.”) que vos- 
otros estáis limpios por la palabra que os he dado.?” (15.) Desde 
ese instante resuena por primera vez por los ámbitos del mundo, 
los verdaderos preceptos de la moralidad: el libre albedrío, sin el 
cual no puede existir la ley moral, es reconocido; el hombre, que 
hasta entonces cuando más, sólo tenía limitada su personalidad a 
la cualidad de ciudadano, tuvo personalidad como hombre, las 
jerarquías, que trazaban profundas líneas divisorias en la sociedad 
antigua, se disiparon para que todos los miembros de la humanidad 
fuesen considerados de un origen igual y común; y los hombres pu- 
dieron de ese modo darse el abrazo de amor y el ósculo de paz. 

Larga y enojosa sería la tarea de recorrer, por brevemente que 
fuera, todas las fases que después del cristianismo ha presentado 
la filosofía, y sobre enojosa y difícil me apartaría de mi objeto. El 
hombre ha tratado siempre de conocer su naturaleza; pero aun 
yendo a estudiarla sin ideas preconcebidas ha visto más o menos 
bien en ella, a veces, y otras su imaginación le ha forjado ilusio- 
nes que ha llegado a tomar por realidades. De ahí provienen tan- 


EL EGOISMO 181 


tos sistemas filosóficos además de que mientras más va adelantando 
la humanidad en su marcha, mayor desenvolvimiento adquieren 
las ideas y con más exactitud se van explicando los fenómenos del 
espíritu. Me ceñiré, por lo tanto, a examinar aquellas doctrinas que 
distintamente han reconocido al móvil interesado como el que debe 
conducir a la humanidad hacia su fin, y al exponerlas fácil será 
percibir, cómo a pesar de partir de semejantes principios, tienen 
cierto aspecto distinto los sistemas egoístas posteriores, de los an- 
teriores a la predicación del Evangelio. 

Nada diremos por lo tanto de aquella filosofía que alcanzó tan 
brillante victoria sobre todas las herejías, que amenazaban la exis- 
tencia de la doctrina cristiana, ni de la filosofía de la Edad Media, 
cuya misión fué reducir los elementos del cristianismo a un cuerpo 
de sistema; trasladémonos a la época en la filosofía moderna, adqui- 
riendo un desenvolvimiento metódico, se emancipa de la autoridad 
de la griega, como de toda autoridad extraña, y pretende descubrir 
la verdad por sí sola, y detengámonos, como en nuestro correspon- 
diente puesto, en algunos de los que descollaron más en aquella 
escuela sensualista, inaugurada por Bacon de Verulamio, a fines 
del siglo xvI y principios del xvr. 

Comencemos con Hobbes (1588-1 679), que en los tiempos mo- 
dernos ha fundado la moral y la política del sensualismo, y ha sido 
el más distinguido representante del sistema del interés o del bien- 
estar, y procuremos exponer en breves términos su doctrina. Hobbes 
asienta como motivo universal de todas las acciones humanas el 
bienestar. El bienestar es el fin del hombre; es decir, aquel motivo 
que nos impele a practicar cualquier acción, o meramente a tener 
un deseo, teniendo a la mira el placer que de ello podemos repor- 
tar; de manera que en fórmula pudiera decirse: “El placer es el 
fin último de toda acción, y el amor o deseo del placer el móvil uni- 
versal de la conducta humana.”” Todos los que han estudiado el sis- 
tema de Hobbes convienen en concederle esa fuerza lógica, en el 
desenvolvimiento de los principios que sienta como fundamenta- 
les, que le ha dado justamente tanta celebridad: nosotros sólo lo 
seguiremos por ahora en aquellas consecuencias que más contribu- 
yan a darlo a conocer brevemente, pues sólo más adelante, cuando 
tratemos de refutarlo, nos aprovecharemos de algunas otras de 
sus deducciones, conforme lo han hecho los que mejor se han ocu- 
pado de la materia. Si el placer es el fin último de las acciones, 
¿qué es el placer? Oigamos cómo lo expone M. Renouvier (M. Ph. 


182 JOSÉ MANUEL MESTRE 


moderne): ““La sensación producida en el cerebro y acompañada 
de un esfuerzo exterior constituye la percepción; esta misma sen- 
sación acompañada de un esfuerzo interior hacia el corazón, cons- 
tituye ya el placer, ya el dolor, según que los movimientos sensibles 
favorecen o contrarían el organismo vital. Ahora bien, si el es- 
fuerzo o la reacción se verifica hacia la causa de la sensación, hay 
apetito; en el caso contrario hay aversión. El objeto del apetito 
es el bien; el de la aversión es el mal. No puede existir regla común 
sobre el bien y el mal en la Naturaleza; ese punto se deja a la 
decisión del juez. Lo bello y lo feo son los signos aparentes y pro- 
bables del bien y del mal: belleza, bondad, placer, son especies de 
bienes, el uno en promesa, el otro en hecho, el último como fin. El 
mal se divide de un modo análogo, y todas las pasiones resultan 
de esos primeros elementos combinados de diversos modos y desig- 
nados con diferentes nombres.” Jouffroy, al estudiar el sistema 
de Hobbes, saca aleunas consecuencias más o menos inmediatas, 
de las que unas son metafísicas y teóricas, y otras se refieren a la 
práctica moral y al derecho político: entre las primeras es una, 
que el principio único de las calificaciones de los actos y de las 
cosas estriba en la existencia o no existencia de la propiedad de 
producir placer o dolor; y otra, que todas las pasiones que en nos- 
otros existen, no son en el fondo más que transformaciones de una 
que es la única que pueda existir «en nosotros: el amor del bien- 
estar personal. Todo lo que conduzca a tal fin será legítimo y 
bueno: el hombre tiene el derecho de hacer y de apropiarse por to- 
dos los medios posibles cuanto pueda contribuir a su bienestar. 
Si todos tienen derecho a todo, son inevitables las colisiones, y por 
lo tanto la guerra será el estado de naturaleza, “guerra sin tre- 
guas, como dice Hobbes, de cada cual contra todos, y de todos 
contra cada uno””; pero ese estado de combates continuos y de lu- 
cha sin término, no puede ser la felicidad; y Hobbes explica de 
un modo consecuente con sus principios, la formación de la socie- 
dad y el advenimiento de la paz de dos maneras posibles: la pri- 
mera... pero ¿a qué fatigar la benévola atención de mi ilustrado 
auditorio? ¿Quién no conoce las ideas contenidas en el libro del 
Ciudadano? Creo que con lo que dejo expuesto se puede probar 
que el filósofo inglés establece principios no distintos de los del 
sensualismo antiguo, aunque mejor eslabonados y desenvueltos con 
más extensión. Tiberghien, al hacer el juicio crítico de esta doctri- 
na, la considera como un imponente ejemplo de un sistema sen- 


EL EGOISMO 1 


go 
(de) 


sualista puro, rigurosamente desenvuelto en sus consecuencias mo- 
“ales, políticas y religiosas. 

No trataré de escudriñar las tendencias más o menos egoístas 
de la filosofía que después de Hobbes se han inclinado al sensualis- 
mo; me limitaré a bosquejar ligeramente las doctrinas de Helvecio 
para pasar a Bentham, que en nuestros días ha renovado aquel 
atrevido sistema dándole nuevas aplicaciones, y desenvolviéndolo 
también de una manera rigurosa, y con esto creeré haber trazado 
el esqueleto del desarrollo del principio esoísta en la historia de 
la Filosofía. Pero antes de hablar de Helvecio creo deber decir dos 
palabras sobre La-Rochefocauld, el eminente autor de las Mári- 
más. El duque de La-Rochefoucauld no puede colocarse en la mis- 
ma línea que Hobbes y Helvecio, sus doctrinas no pueden propia- 
mente considerarse como un sistema; él escribe al dictado de los 
tristes desengaños, su voz tiene la entonación melancólica de la de 
aquellos que han levantado algún tanto el velo que encubre el co- 
razón humano, y han descubierto debajo, las más veces, lepra y 
podredumbre. He aquí en el fondo la apreciación que hace Jouf- 
froy de este espiritual y admirable escritor. Ocupémonos de Hel- 
vecio. 

El libro del Espíritu produjo en el siglo xv una grande sen- 
sación: los principios del sensualismo de Condillac, aunque ten- 
diendo naturalmente al egoísmo, no habían sido aún desarrollados 
por un raciocinador valeroso que no se arredrara ante las conse- 
cuencias; era preciso, como da a entender Jouffroy, que la metafí- 
sica de Condillac tuviera su moral; y Helvecio, como Saint-Lam- 
bert, no temió desenvolver todas las consecuencias de la filosofía 
de la sensación. En el libro del Espíritu encontramos toda la doc- 
trina del hijo de Condillac, así como la profesión más clara y po- 
sitiva de las máximas morales de Hobbes. Dejémosle hablar. “Si 
la Naturaleza, dice, en vez de dedos y manos flexibles, hubiese ter- 
minado nuestros puños por pezuñas, ¿quién duda que los hombres 
no estuvieran aún errantes por las selvas como ganados fugitivos ?”” 
La sensibilidad física es su punto de partida, y su moral ha de 
resentirse de tal fundamento. El placer es el único motivo y la 
única ley de nuestras acciones: este principio se deduce no sólo de 
la naturaleza misma del hombre, sino también de la experiencia, 
que atestigua de un modo innegable que lo útil es el bien y que el 
interés es la verdadera medida de nuestros juicios, y el solo princi- 
pio de nuestros actos. ““Si el universo físico, dice (Disc. 11 cap: Ll); 


184 JOSÉ MANUEL MESTRE 


está sometido a las leyes del movimiento, el universo moral no lo está 
menos a las del interés.?? Nos detendremos aquí: muy pronto echa- 
remos mano de aleunos desenvolvimientos de la doctrina de Hel- 
vecio, como la mejor refutación que de ella pudiéramos hacer; por 
ahora quede Helvecio consignado entre los campeones de la filoso- 
fía egoísta. 

Tócanos exponer, según nuestro plan, el sistema de Jeremías 
Bentham (murió en 1833), que enunciando el antiguo principio 
egoísta, le dió, como creo haberlo dicho ya, otras aplicaciones, y 
fundó esa escuela utilitaria que no pocos han abrazado, y cuyos 
efectos han sido tan importantes. Bentham no es para Jouffroy, 
que ha hecho una de las mejores apreciaciones de su teoría, un 
filósofo, sino un legista. No entra como Hobbes en análisis y estu- 
dios de la naturaleza humana, para encontrar científicamente la 
solución del problema moral, sino que establece como axioma el 
principio utilitario “como si la Filosofía no tuviera que ver con 
tal proposición y no pudiese suministrar ningún hecho para des- 
mentirla o confirmarla.”? El primer capítulo de la obra de Ben- 
tham titulada Principios de Legislación, está dedicado a la expo- 
sición del axioma. “La Naturaleza, dice, ha colocado al hombre 
bajo el imperio del placer y del dolor: a estas impresiones debemos 
todas nuestras ideas, les referimos todos nuestros juicios, las deter- 
minaciones todas de nuestra vida.”? El hombre tiene por único ob- 
jeto buscar el placer y evitar el dolor, y esos sentimientos eternos 
e irresistibles deben ser el grande estudio del moralista y del legis- 
lador. El principio de la utilidad subordina todo a estos dos mó- 
viles. Mal, es dolor o causa de dolor: bien, es placer o causa de 
placer. La virtud no es bien sino por los placeres que de ella se de- 
rivan: el vicio no es un mal sino a causa de sus consecuencias do- 
lorosas. El bien moral no es bien sino por su tendencia a producir 
bienes físicos: el mal moral no es mal sino por producir males físi- 
cos; “pero cuando digo físicos, agrega Bentham, entiendo las pe- 
nas y placeres del alma, tanto como las penas y placeres de los sen- 
tidos””. Bentham creía que su doctrina era nueva y original; pero 
por lo que llevamos dicho ya puede comprenderse que no es otra que 
la que hemos encontrado en el corazón de esas filosofías de otros 
tiempos que yacen en el magnífico panteón de la historia de la 
Filosofía y que hemos ido examinando tan rápidamente. Bentham 
trata de establecer una aritmética moral para determinar cuáles 
son los elementos según los cuales es necesario apreciar las dife- 


EL EGOISMO 185 


rentes especies de placeres y de penas, y al mismo tiempo indica 
las principales circunstancias que influyen en las sensaciones y 
las modifican en los diversos individuos, y examina los efectos que 
puede producir una acción. Además de la aritmética moral, el 
lesista inglés procura investigar los medios de que el legislador 
puede disponer para determinar a los hombres a verificar más ac- 
ciones útiles, y menos acciones perjudiciales a la sociedad, y de 
esas investigaciones resulta su dinámica moral, que da a conocer 
los móviles que pueden influir en la voluntad humana, o hasta 
qué punto las sensaciones pueden obligar a la observancia de las 
leyes. No pretenderemos desenvolver en todas sus fases la doctrina 
utilitaria; bástenos el fijar las relaciones de este sistema con los 
demás egoístas y delinear su fisonomía particular. Permítaseme 
trasladar algunas líneas de la citada apreciación del sistema egoís- 
ta de Jouffroy para concluir mi breve exposición. “Bentham no 
disfraza el principio de la utilidad en lo más mínimo, lo establece 
en toda su desnudez, declarando que es el único que influye real- 
mente cn las acciones humanas: lanza contra los otros principios 
de conducta, argumentos llenos de ironía y de desprecio sin tran- 
sigir absolutamente con ninguno; y una vez establecido su prin- 
cipio, acepta franca y rigurosamente todas las consecuencias sin 
la menor incertidumbre. Esa decisión es la que da a Bentham cier- 
ta originalidad, y la que le ha procurado discípulos fanáticos y 
apasionados enemigos, porque no se podía ser a medias adversario 
o partidario de semejante filósofo. La intrepidez de Bentham le 
hace acreedor a ser colocado al nivel de Hobbes. Ambos, como ver- 
daderos ingleses, prosigue Jouffroy, han sido igualmente intré- 
pidos y francos en sus opiniones, por más contrarias que fuesen 
al sentido común de la humanidad.”” 

Detengámonos por un momento, antes de pasar a la refutación 
de las doctrinas egoístas, en examinar las diversas fases bajo las 
cuales puede presentarse el principio que las anima, al paso que 
procuraremos precisar el carácter constituyente de todas esas doc- 
trinas. El hombre puede ser guiado en sus operaciones por tres 
móviles que pueden encontrarse más o menos combinados y que en 
ciertos casos pueden influir separadamente; estos tres móviles son: 
el apasionado, el moral y el egoísta: cuando nosotros buscamos la 
verdad, cuando, por ejemplo, ayudamos a nuestros semejantes, 
únicamente por amor a la verdad y al prójimo, sin tener en cuen- 
ta para nada nuestro propio bien, obramos bajo la influencia del 


186 JOSÉ MANUEL MESTRE 


primer motivo: cuando practicamos ciertas acciones porque son 
buenas en sí mismas, haciendo abstracción del bien que de prac- 
ticarlas podemos reportar, influye en nosotros el segundo motivo: 
euando sólo tenemos por mira nuestro bien personal, cuando éste 
es el único móvil y el solo fin de nuestras acciones, la estrella del 
Ego es la que nos conduce, y he ahí el carácter de todo sistema 
egoísta: negar los otros dos motivos de nuestras determinaciones. 
Fácilmente se comprenderá que siendo el bien personal un hecho 
tan complejo debe haber habido gran divergencia entre los mismos 
filósofos partidarios del sistema egoísta, porque unos han desco- 
nocido ciertos elementos, mientras otros los han proclamado; éstos 
se han colocado bajo puntos de vista más extensos, esotros se han 
contentado con estudiar algunos elementos tan sólo. Del profundo 
análisis que hace Jouffroy de la naturaleza del bien personal, re- 
sultan tres hechos distintos: primero la satisfacción de nuestra 
naturaleza, que es el bien; segundo el placer que acompaña a esa 
satisfacción, que es la felicidad; tercero los objetos propios para 
producir esa satisfacción y el placer que de ello resulta, que son 
lo útil. ¡Cuántas mutilaciones puede sufrir la idea del bien per- 
sonal! ¡Cuánto puede variar de aspecto la doctrina egoísta! Ya 
puede definirse el bien, el placer, confundiendo el primer elemento 
con el segundo: ya ha podido darse por fin del egoísmo el verda- 
dero bien, esto es, la satisfacción de las diferentes necesidades y 
facultades de nuestra naturaleza, revistiendo al egoísmo de su for- 
ma más severa y más próxima a la moralidad: ya por último, si 
no para los filósofos, al menos para muchos, aquellos objetos que 
sirven para proporcionarnos el bienestar, son el mismo bien, y en 
vez de aplicarlos a los fines para que están destinados sólo tratan 
de conservarlos. Y no,es eso sólo; cada una de estas formas princi- 
pales del egoísmo, puede ofrecer variados matices según el diverso 
modo de comprender los hechos dominantes. No pasaré por alto, 
sin embargo, algunas especies de sistemas egoístas, porque mere- 
cen una atención especial. Ciertos filósofos han notado que al cum- 
plimiento de un deber seguía siempre una agradable sensación, y 
han llegado a creer que tales sensaciones debían ser procuradas 
con preferencia a cualquiera de las otras: su teoría ha podido pa- 
recer moral, pero sólo a los que no la consideraron atentamente, . 
porque desde luego es tan egoísta como cualquiera de las otras, 
considerándose en ella a la virtud como medio, y al placer como 
fin. No hablaré de los que creen que debe seguirse la virtud por lo 


EL EGOISMO 187 


que tiene de bello y delicado: ése es el refinamiento del egoísmo + 
““muchos se conducen con toda las delicadezas del desinterés, no 
por elevación de alma, sino por susceptibilidad de gusto; repug- 
nan el egoísmo como los malos olores, únicamente porque afecta 
desagradablemente sus sentidos, y son egoístas en esa repugnancia 
misma que el egoísmó les inspira, pudiendo ser reducidos por el 
vicio si se les presenta cubierto de flores y perfumes””. (Jouff.) 
Para concluir sólo mencionaré las tentativas que se han hecho 
para deducir del egoísmo la regla del interés general: unos han tra- 
tado de sustituir el interés general al personal por los fenóme- 
nos de la simpatía, otros por la necesidad de respetar y servir al 
interés de los demás, para que a su vez éstos respeten y sirvan 
al nuestro. De cualquier modo que sea, por diverso que sea el as- 
pecto que ofrezcan esas doctrinas, pertenecen siempre a un tipo 
fundamental. “Que el individuo, dice Jouffroy, busque la satis- 
facción de las tendencias de su naturaleza, o el placer que viene 
con ellas, o los diferentes objetos que pueden producirla; que pre- 
fiera la satisfacción de tales tendencias a la de tales otras, y tal 
clase de placeres a cual otra en el mayor interés de su bien' o de su 
felicidad; que tome en fin para alcanzar ese objeto, la vía del 
interés general, o que marche directamente, poco importa; lo que 
lo decide a obrar es siempre aquello que considera como su bien 
particular. El móvil, por lo tanto, es siempre personal y reflexivo, 
esto es, interesado; permanece profundamente distinto del motivo 
apasionado, que es personal sin ser reflexivo, pues, no es intere- 
sado ni desinteresado, y del motivo moral, que es reflexivo, pero 
impersonal, es decir, desinteresado. ”” 

Ahora bien, ya que hemos examinado el principio egoísta en 
las más notables formas con que ha precedido y seguido al eristia- 
nismo, ya que hemos fijado sus caracteres distintivos y posibles, 
no sólo en los hechos sino en abstracto, pasemos a su refutación en 
general, y en particular a la de aleunas de las teorías más tras- 
cendentales. En la dificultad de presentar las que he tratado de 
exponer de un modo que no me hiciera salir de los límites que me 
había trazado, y que a la vez me permitiera ofrecerlas sin adulte- 
rarlas, he procurado valerme de las propias palabras de sus auto- 
res y no perder nunca de vista la crítica que de ellas hayan formado 
distinguidos escritores. Esas son las garantías que ofrezco, y tales 
son también las que me han animado a mí mismo a pensar sobre 
tales cuestiones, y a tratar de formular mi humilde dictamen. 


111 


No ha mucho dije que, según lo comprueba la observación, exis- 
ten tres móviles que son la brújula de las acciones humanas; el 
apasionado, el moral y el egoísta; que movidos por el primero pro- 
cedíamos sin reflexión aleuna, guiados por un impulso directo y 
sin tener en cuenta para nada nuestro propio bien; que por el 
segundo íbamos en pos de lo bueno, aun a costa de lo que para 
nosotros lo es; que por el tercero nos procurábamos ciertas cosas 
o practicábamos ciertas acciones no precisamente atendiendo a su 
naturaleza sino al provecho que de ellas podríamos reportar. Pues 
bien, desde el momento en que una doctrina filosófica prescinda de 
aleuno o aleunos de esos móviles, puede ser considerada como de- 
fectuosa. Pareceríame excusado, señores, tratar de demostrar que 
los sistemas egoístas pasan por alto los dos primeros móviles, si no 
fuera que en estas materias nunca deben preferirse pruebas que 
pudieran controvertirse: aplazo, pues, para cuando me ocupe en 
particular de ciertos sistemas, el demostrar que la consecución de 
nuestro bien, reconocida y proclamada como único fin de las accio- 
nes humanas, es el carácter dogmático de todo sistema egoísta. 

Veamos, entretanto, si el interés puede ser aceptado como nor- 
ma de las acciones humanas. Señores, me parece imposible que a 
menos de tener metalizado el corazón haya quien profese opinión 
semejante. Pero... a un lado el patético y vayan algunas razones. 
Hay una época en la vida del hombre en que lo vemos como aban- 
donado a sus propios instintos; viviendo sin saber que vive, verifi- 
cando ciertos actos sin conciencia, parece que el pobre y débil ani- 
mal debe perecer sin remedio: pero brilla sobre él la mirada de la 
Providencia; poco a poco el velo que cubría su mente va hacién 
dose más y más transparente, su cuerpo se desarrolla, su inteligen- 
cia va cobrando vigor y llega un día en que el velo se rasga y el 
hombre exclama: “yo siento, yo pienso, yo quiero””; desde aquel 
momento, momento indefinido de vaporosos límites, comienza una 
nueva vida para él, su medro en su mano está y aunque dueño de 
sí propio, hay alguna voz allá en sus adentros, que no es del metal 
de las voces humanas y que le manda ir siempre adelante y preten- 
de dirigirlo en el camino de la vida. El hombre recibe la misión 
de continuar, digámoslo así, la obra que Dios había comenzado. 
¿Qué libro le han enseñado ciertas cosas? Ve un crimen; eso es 


EL EGOISMO 189 


perjudicial, pudiera decirse; pero es demasiado poco: eso es amjusto, 
eso es i1mmoral, exclama la conciencia. El desenvolvimiento espon- 
táneo de ciertos elementos, esos secretos impulsos, esas aspiraciones 
hacia un estado distinto del presente. todo atestigua que el hom- 
bre tiene una tarea sobre la tierra y esa tarea no es otra que el 
dirigirse hacia el fin que le está asignado, esto es, el perfeccionarse 
según todas sus fases. Dios le ayuda, lo ha dotado de los elementos 
necesarios, y lo ha hecho libre para hacerlo responsable. El prin- 
cipio egoísta, bajo ningún aspecto que pueda ser considerado, pue- 
de exclusiva y directamente llevar al hombre hacia ese fin. La 
naturaleza del hombre es de tender a la perfección: Dios le dice 
al hombre: “ven a mí””, y le ha escrito sus sacrosantos mandatos 
por doquiera que vuelva los ojos; los lee en la bóveda celeste, los 
percibe entre el murmullo de las brisas, los escucha al través del 
bramido del huracán: Dios está en todas partes y de todas partes 
viene esa luz que ilumina la conciencia humana y completa lo re- 
lativo con lo absoluto, lo finito con lo infinito. Verifica el hombre 
cualquier acción, “es conveniente?”, “a nadie perjudica””: no bas- 
ta eso, algo vemos además, en ella que podrá no oponerse a las de- 
más circunstancias, pero que sólo percibimos bajo otro punto de 
vista. Pero entremos en otras consideraciones. La utilidad es un 
principio muy relativo y deleznable: nadie tiene derecho a negar 
a Otro que tal cosa le sea útil por muy inútil que le parezca. Jamás 
podrá establecerse un sistema de derecho y de justicia basado sobre 
un principio que permite a cada uno obrar conforme calcula que 
conviene a sus intereses y cuya individualidad es tal que, probable- 
mente, difícil será encontrar a dos que, partidarios de la doctri- 
na egoísta, estén perfectamente de acuerdo acerca del modo de 
comprender su interés. Este tendrá por objeto solamente satisfa- 
cer las tendencias de su naturaleza, aquél buscará el placer que 
acompaña a esa satisfacción, y ¿no habrá mil y una especie de 
placeres?: estotro, entretanto, manga arriba, sumerge las manos 
en el oro y remueve las amontonadas piezas o computa afanoso la 
dotación de su ingenio. 

Otro carácter del móvil interesado que al propio tiempo sirve 
de argumento en contra del sistema, es el de no implicar obliga- 
ción: en efecto, por mucho que nos convenza tal o cual acción no 
comprendemos que eso signifique que estamos obligados a practi- 
carla, es preciso que aquello que es bueno para mí sea esencialmen- 
te bueno y solamente en ese caso me sentiré en el deber de ejecutarlo, 


190 JOSÉ MANUEL MESTRE 


es decir, “que el motivo del egoísmo puede ser legitimado por el mo- 
tivo moral, pero no recibe su legitimidad de sí propio?””. “*¿ Obra- 
ré o no?, se pregunta el distinguido discípulo de Cousin: el egoís- 
mo responde: Obrad, porque vuestra naturaleza lo desea. Para 
que la respuesta fuese una razón, sería preciso que expresase una 
verdad evidente y la expresa tan poco, que mi inteligencia pide al 
punto demostración de esa pretendida verdad. Cuando me con- 
tento con la respuesta del egoísmo no obedezco, por lo tanto a una 
razón, sino al deseo de mi naturaleza. En la verdad de las cosas, 
el egoísta no obra por razón sino por pasión; razone los medios 
de satisfacer su pasión, y, bajo ese aspecto, su conducta es razona- 
da, es cierto; pero regida por un impulso de la pasión y no por una 
convicción de la razón, y aunque razonada, su conducta no es 
razonable. No se obra racionalmente sino cuando se obra moral- 
mente, porque sólo entonces se obedece a una razón, esto es, a una 
verdad evidente; hela aquí: Lo que es bueno es obligatorio.?” 

Muy pronto restringiré más aún los argumentos: por ahora me 
figuro estar oyendo a algunos decir: todo eso es muy cierto, esos 
sistemas no pueden ser aceptados porque se asientan sobre funda- 
mentos absolutos; pero la utilidad bien entendida ¿por que ha 
de considerarse del mismo modo? Una utilidad moderada, que no 
pretenda invadir la esfera de acción de las demás, que se refiera a 
objetos que favorezcan el desarrollo y satisfagan las necesidades 
naturales, ¿por qué no ha de servir de fin a nuestras acciones, de 
guía a nuestra conducta? Permítaseme responder con las palabras 
de un malogrado catedrático de esta Universidad, cuya dulce elo- 
cuencia tantas veces resonó en este mismo lugar y cuya existencia 
tronchó la parca en hora demasiado temprana para que los que tuvi- 
mos ocasión de conocer el grado privilegiado con que brillaban en 
él, el talento y la virtud: rendiré así, en cierto modo, un tributo a 
la memoria del digno maestro y del excelente amigo, no del que 
habla solamente, sino de muchos de los que componen este ilustrado 
auditorio. 

““Se quiere sostener por algunos, decía José Zacarías G. del 
Valle (Rase. Hist. de la Fil. Nota.), que mediante la añadidura 
bien entendida ya tiene pase la utilidad y la disputa es de pala- 
bras. No hay tal: la disputa subsiste porque se refiere a la substan- 
cia, a la esencia del bien, y el carácter de toda substancia es ser 
idéntica a sí propia, no poderse expresar sino por su mismo nom- 
bre y rechazar en consecuencia los demás, a no ser como accidentes. 


EL EGOISMO 191 


Los ejemplos son un medio de aclarar oscuridades. En la calle me 
detiene un infeliz en cuya cara sombría ha grabado su sello la mi- 
seria: me pide un pedazo de pan, y con espontánea misericordia 
le doy una moneda. Voy a llevar el cálculo de las utilidades tan 
lejos como pueda; pero haré una advertencia preliminar que ani- 
quile el sistema. Oir al hombre, examinarlo rápidamente, sentir 
movido el ánimo, poner la mano en el bolsillo y socorrerlo, todo 
fué un punto: protesto ante Dios y los hombres, y así lo declara- 
rán cuantos han experimentado lo mismo, que el arranque de mi 
benevolencia fué tan espontáneo que ni daba lugar a cálculos, ni 
en realidad hubo el más mínimo. Mil acciones hay como ésta; luego, 
o extrae de ellas químicamente el utilitario su interés, o el móvil 
de todas las acciones no es el que él supone.?” Prosigue después con 
el cálculo que promete y prueba de un modo terminante que aun 
concediendo que las acciones virtuosas puedan proporcionarle al 
hombre utilidad, tomando esta palabra en su más lato sentido, no 
puede deducirse de ahí que virtud y utilidad sean términos sinó- 
nimos, sino que cuando más estarán entre sí en una relación de 
causa y efecto, que, por más necesaria que pueda suponerse, no es 
suficiente para que se confundan ambos términos. ¡Divina virtud, 
la frente de los que te practican brilla con un fuleor celeste, por- 
que el dedo de Dios ha puesto en ella la señal de los escogidos, tú 
inundas su espíritu de dulcísimos deleites; pero yo no quisiera 
seguirte por disfrutarlos: tú debes ser amada como te amaban los 
mártires, porque Dios te ha colocado en el cielo como la estrella de 
los Reyes Magos, para servir de norte y guía a la humanidad!... 
¿Podrá serlo, por ventura, el interés personal? He dejado expues- 
tas razones generales que parecen suficientes para que se pueda 
contestar negativamente. Vaya una todavía antes de pasar a otro 
punto de la cuestión. Según observa Balmes, que gusta mucho de 
observaciones semejantes y con no escasa razón según comprendo, 
poco fundamento debe tener una doctrina cuyos principios ex- 
puestos en toda su desnudez repuenan a la conciencia del género 
humano: “Este hombre es un egoísta; para él no hay bueno sino 
lo que le ofrece utilidad””; es una bien terrible acusación para todo 
el que no esté preocupado con el espíritu de sistema. Tal observa- 
ción, que he reproducido en substancia, aislada podrá no ser de 
gran fuerza; pero, añadida a las demás razones, puede servir como 
de ratificación a la opinión que sostengo. 

Ya que hemos presentado los anteriores argumentos para ata- 


192 JOSÉ MANUEL MESTRE 


car al sistema egoísta en general, prosigamos en particular con 
Hobbes, Helvecio y Bentham para concluir nuestra refutación : sl 
tales doctrinas son falsas, averigúemos el error en que descansan. 
La refutación de Hobbes puede hacerse directamente, esto es, yen- 
do a buscar la diferencia que existe entre su doctrina y la verdad; 
e indirectamente colocándonos en el seno de su opinión y examl- 
nando si es o no consecuente. Hobbes, en primer lugar, mutila no 
sólo el fenómeno total de las determinaciones humanas, sino tam- 
bien la determinación egoísta; y no sólo ésta, porque asimismo mu- 
tila el placer, cuya mira es la única que percibe en la determina- 
ción egoísta. 

No reconoce más que el móvil egoísta, porque todo lo explica 
negando los sentimientos contrarios, y partiendo de ese principio; 
““es cosa bien averiguada, dice, que la formación de las mayorés y 
más duraderas sociedades, no resulta de que los hombres se profe- 
sen una recíproca benevolencia, sino de que se temen mutuamente?”. 
Los hombres, según este filósofo, tienen la voluntad de dañarse 
unos a los otros y de ahí resulta naturalmente el combate. El peor 
de todos los males es la muerte y por lo tanto nada hay que censu- 
rar, ni hay nada contra el uso de la recta razón, cuando “*por toda 
suerte de medios trabajamos por nuestra propia conservación”. 
Pero la guerra perpetua y universal, que debe resultar de tales 
y de otras premisas, es intolerable y el derecho de conquista y de 
servidumbre es el medio único de salir de tal estado. No entremos 
en pormenores que no cabrían en las dimensiones a que debo ce- 
ñirme, me contentaré con llamar la atención sobre el principio de 
sociabilidad que Hobbes echa abajo tan terminantemente. ““Los 
hombres, dice, se asocian por accidente y no por una disposición 
necesaria de la Naturaleza.*? ¡Extraña hipótesis aunque inexpli- 
cable por las circunstancias personales de Hobbes! ¿ Habéis sor- 
prendido alguna vez, le pregunta un filósofo, a la naturaleza hu- 
mana desenvolviéndose en aleuna otra parte distinta de la socie- 
dad?; y con razón le hace tal pregunta, porque el espíritu humano 
por su esencia, el cuerpo mismo del hombre y la historia de la hu- 
manidad, todo proclama altamente su naturaleza social. La socie- 
dad será ventajosa, pero no la amamos por eso únicamente; somos 
llevados a ella por un movimiento instintivo. 

Además, el egoísmo de Hobbes no es el egoísmo en toda su inte- 
eridad, porque en el interés bien entendido existen dos cosas; des- 
de luego la mira de nuestro bien, después la del placer que en nos- 


EL EGOISMO 193 


otros resulta, y el filósofo inglés sólo tienen en cuenta este último 
elemento que es la consecuencia del otro. 

Por fin, Hobbes prescinde de varios placeres, de que es sus- 
ceptible el hombre, porque olvida que existe un gran número que 
proviene de la felicidad de los demás hombres y es debido a la sim- 
patía; y digo que deseonoce esa clase de placeres, porque a suceder 
lo contrario nunca hubiera llegado a establecer que la guerra es 
el estado natural. 

Refutemos esa doctrina bajo otro punto de vista. He aquí un 
argumento bien poderoso, que se le ha presentado otras veces: si 
el hombre comprende que el estado de guerra es el más opuesto al 
interés personal, ¿cómo es posible que haya podido existir el 
estado natural, que se supone?; es claro que, por las mismas 
razones que Hobbes lo hace cesar, nunca debió nacer. ¡Notable 
contradicción! Por otra parte, es bien rara y distinta de la común 
la acepción que da a la palabra derecho: en el estado natural na- 
die está obligado y todos tienen derecho a todo: los deberes no co- 
mienzan en esa teoría sino cuando el fuerte ha vencido al débil, y 
no comienzan sino para éste. Baste de Hobbes, que parece suficien- 
te lo que llevo dicho. 

Helvecio, como expuse antes, abrazó de la manera más clara, 
las máximas morales de Hobbes y, por lo tanto no me detendré para 
refutarlo; contentaréme con trasladar aleunes fragmentos de su 
libro del Espíritu, que quizás sean su más elocuente refutación. 
Veamos cómo explica la virtud de la beneficencia: ““El hombre hu- 
mano es aquel para quien la vista de la desgracia ajena es insopor- 
table, y que, para evitar tal espectáculo, se ve, por decirlo así, for- 
zado a socorrer al deseraciado. El hombre inhumano, por el con- 
trario, es aquel para quien la miseria de otro es un espectáculo 
agradable y que para prolongar sus placeres rehusa todo socorro a 
los que padecen. Así, pues, ambos, tan diferentes entre sí, bus- 
can el placer igualmente, siendo movidos por el mismo resorte.?” 
¿Qué son el amor y la amistad para el autor del libro del Espíritu? 
““Amar, es necesitar... La fuerza de la amistad es proporcionada 
a la necesidad que tienen los hombres unos de otros. Si amáramos 
a nuestro amigo por él solo, jamás consideraríamos otra cosa que 
su bienestar y no nos quejaríamos del tiempo que pasa sin vernos 
o escribirnos.”? Añádase esto a lo que dijimos de Hobbes, ¿para 
qué más? 

Pudiera decirse lo mismo de Bentham, señores, porque estable- 


194 JOSÉ MANUEL MESTRE 


ciendo axiomáticamente el principio de la utilidad, sin creer que 
necesitase de pruebas, en sus bases su doctrina es exactamente 
como la de Hobbes. Empero, el Sistema utilitario de Bentham, por 
efecto de una confusión que procuraremos poner en claro, ha tra- 
tado de sustituir en el sistema egoísta la regla del interés general 
a la del interés individual, como si la primera pudiera salir legí- 
timamente del principio fundamental de ese sistema. Efectivamen- 
te, Jeremías Bentham, desde el capítulo en que analiza “el bien 
y el mal político (no ereo que sea antes), olvida la utilidad indi- 
vidual, para no ocuparse más que de la general. “La sociedad está 
de tal modo constituída que trabajando por nuestra felicidad par- 
ticular, trabajamos por la general. No pueden aumentarse nues- 
tros propios medios de goce sin aumentar los ajenos.?”? (Pág. 82, 
ed. de Dumont.) Ahora bien, ¿es compatible la regla del interés 
general con la idea fundamental del sistema egoísta? De que el 
sistema de Bentham es uno de éstos, no puede caber duda, pues él 
sostiene que “la naturaleza ha colocado al hombre bajo el imperio 
del placer y del dolor (cap. 1.? Princ. de Leg.) y no sabe lo que 
dice el que pretenda sustraerse de esa ley, pues tiene por único 
objeto buscar el placer y evitar el dolor?”, y tales sentencias no des- 
lucirían por cierto, ningún sistema egoísta. Y el de Bentham ¿po- 
drá admitir legítimamente la regla del interés general? No lo pa- 
rece; en primer lugar, porque si se dice que el placer y el dolor lo 
rigen todo, será con referencia a lo que sintamos, y en ese caso esos 
placeres y dolores no son enteramente personales, porque los que 
experimenten los demás deben ser para nosotros como si no exis- 
tieran. En segundo, ya se diga que nos complacemos con el placer 
de que otros gozan y sentimos cuando ellos padecen por una espe- 
cie de simpatía; ya que propendiendo a la utilidad de los demás, 
éstos propenderán a la nuestra; en último resultado, ¿eso no viene a 
ser tener por mira predilecta el interés personal? ¿ Y no resulta de 
ahí que esa regla del interés general es un contrasentido en un sis- 
tema egoísta? He aquí que la doctrina de Bentham queda propia- 
mente reducida a la regla del interés particular. Y en verdad que, 
como observan algunos moralistas, el modo con que explica aleu- 
nas acciones atestiguan hasta no más que su sistema es goísta. Se- 
eún él existen siempre ciertos motivos naturales que se refieren al 
propio interés y que median para que verifiquemos nuestras' ac- 
ciones torciendo su legítima vía, como sucedería si pagásemos para 
tener crédito o fuéramos verídicos para obtener la confianza. No 


EL EGOISMO 195 


debe cometerse un crimen ni aun oculto, bien porque podemos con- 
traer un mal hábito que tarde o temprano puede descubrirnos, bien 
porque esos secretos nos ponen en inquietudes que amargan nues- 
tros placeres. ¿Podrá violarse una ley inconveniente? Es preciso 
calcular “si los males probables de la obediencia son menores que 
los males probables de la desobediencia”?. Nada más terminante, 
y nada más cierto en mi concepto que si se traen a la memoria 
los argumentos que hemos opuesto a las doctrinas anteriores y a 
la del interés en general, quedará victoriosamente refutado el 
sistema utilitario de Bentham. 


IV 


Después de haber eserimido, aunque con mano bisoña, la espa- 
da de la moral contra los sistemas egoístas, después de haber com- 
probado, como ha estado a mis alcances, que el principio que les 
sirve de base no puede tender hacia el fin que Dios ha asignado 
a la humanidad, réstame aun el entrar en algunas aclaraciones con 
las que pondré fin a mi trabajo. 

Ante todo téngase presente no sólo que no niego que el móvil 
egoísta influya en las determinaciones humanas, sino que admito 
también que la moralidad no excluye a la utilidad y viceversa, que 
están en no pocos casos íntimamente unidas, y asimismo que 
ciertos filósofos, fundadores de doctrinas egoístas, han prestado 
servicios a la causa de la verdad. En efecto, Hobbes, que sienta 
claramente su principio, que deduce sencilla y valientemente sus 
consecuencias, ha puesto la doctrina al descubierto, ha disipado la 
niebla con que la habían envuelto otros filósofos y franca y leal- 
mente la ha ofrecido a los ataques de la sana filosofía. En cuanto a 
Bentham ha prestado grandes servicios a la ciencia del derecho y 
de la legislación, pues con su sistema ha abierto nuevas vías, hecho 
eran número de juiciosas observaciones y contribuído al desarrollo 
de esas ciencias. Quede, pues, sentado que cuando el amor al bien 
subyuga al amor de sí mismo, lo adopta, lo transforma y lo purifi- 
ca; pero que permanece en guerra abierta con el egoísmo, esto es, 
con la personalidad grosera, absoluta, salvaje, exclusiva, porque 
está llamada a combatirla, a vencerla y exterminarla. 

Juraría que oigo, en este momento, a aleuno de esos hombres 
que blasonan de positivistas decirme: Todo eso es muy bello, pero 


196 JOSÉ MANUEL MESTRE 


no pasa de ser una especulación; echad una ojeada en torno de vos: 
¿qué es lo que divisáis? Al individuo haciéndose centro único de 
sus acciones, al fuerte oprimiendo al débil, al rico volviendo desde- 
ñoso el rostro cuando el mendigo le alarga una mano trémula, a 
las naciones engrosando sus ejércitos y procurando repartirse los 
despojos de las menos poderosas, al mercantilismo sobre un trono 
de oro, y a la humanidad moviéndose como para llegar aleún día 
a la completa absorción del elemento social por el elemento indivi- 
dual. Con vuestras ideas de amor al bien y de fraternización no 
sois más que un utopista; alimentaos de ilusiones. Esas expresiones 
caracterizan, señores, a una multitud de fríos calculadores, de bue- 
nas intenciones si se quiere, pero de maleadas creencias. ¿ Utopista 
yo?, les contestaría, ¿utopista porque no quisiera que se arrebata- 
se a las acciones humanas la más bella aureola que pueda adornar- 
las, porque no quisiera que para verificarlas necesitásemos de cóm- 
putos matemáticos, antes que de todo? Vosotros sí que sois hombres 
de poca fe, que dudáis del cristianismo. Cristo nos ha mandado ser 
hermanos y perdonar a nuestros enemigos, y yo creo en el porve- 
nir... Llegará un día en que el hombre no odiará ya al hombre y 
en que la gran muralla se derrumbe, y los límites que dividen las 
naciones se borren para siempre, y hasta los océanos desaparezcan. 
Llegará un día, repito, en que lleewen a armonizarse el elemento 
individual y el elemento social: ved lo que ha sucedido con la pa- 
labra; primero la tradición; luego la escritura; después la ¿mpren- 
ta; ¿y hoy? Vedla montar en el telégrafo y recorrer en un instante 
el mundo... El hombre se postra hoy ante el ídolo de Baal; pero 
alguna vez lo destrozará con desprecio y lavará después sus manos 
para purificarse. Más todavía: ¿pretendéis, acaso, que os permita 
someter los principios de la moral a los hechos? No puedo aceptar 
absurdo semejante. 

Mi tarea está terminada, señores, o mejor dicho, bosquejada; 
el asunto era arduo y mi mano es demasiado novicia para haber 
podido trazar siquiera un rasgo digno. 

He dicho. 


LA ENSEÑANZA TÉCNICA EN ALEMANIA 
POR GONZALO DE QUESADA 


Ministro de Cuba en Berlín 


El acontecimiento culminante de la educación en Alemania 
durante el siglo x1x, fué la creación de la Escuela Superior Técnica. 

Si antes pudo creerse en el extranjero que Alemania era un 
pueblo de poetas y pensadores, cuya única preocupación consistía 
en la producción de obras intelectuales de reconocido mérito, apar- 
tado de todo lo práctico y perdiendo la energía para lo real y lo 
positivo en la lucha económica de las naciones, el moderno desarro- 
llo industrial y comercial de Alemania ha venido a demostrar que 
aquella preferencia del germano por lo intelectual no entorpeció el 
progreso económico, sino que, antes bien, lo fomentó. En ningún 
país han tenido tan íntimo contacto los estudios científicos y la 
práctica industrial como en Alemania. La ciencia, que no ha cesado 
de adelantar, se ha hecho la poderosa aliada de la industria y en 
todos sus ramos se nota la influencia alentadora, fecunda y pene- 
trante de aquélla. Una nueva era trajo consigo nuevas necesidades. 
Los erandes descubrimientos revolucionaron los métodos antiguos 
de producción y con ellos las relaciones comerciales de los diferen- 
tes estados de Europa. El Gobierno, por una parte, exigía funcio- 
narios mejor instruídos en los asuntos a su cargo, tales como bos- 
ques, minas y vías de comunicaciones y marítimas; por otra parte, 
la competencia industrial con Inglaterra hizo que los planteles tée- 
nicos se esforzaran en llegar a la altura actual y, desde los princi- 
pios del siglo xIx, se establecieron en varios lugares escuelas de ar- 
quitectura, politécnicas e industriales. Posteriormente se concen- 
traron en diferentes ciudades, constituyendo núcleos de gran méri- 
to científico. 

En 1869, a fin de que las masas que no podían seguir estos 
estudios superiores, pudieran, sin embargo, mejorar sus conoci- 
mientos en este sentido, se promulgó una ley que obliga a los pa- 
tronos a dejar libres a sus empleados el tiempo necesario para 
asistir a los cursos profesionales, y en 1902 se dió a los patronos 
el derecho de obligar a sus aprendices a concurrir, haciéndolos res- 


198 GONZALO DE QUESADA 


ponsables de sus ausencias. Baviera y Sajonia fueron los primeros 
que adoptaron este sistema y reglamentaron la enseñanza técnica, 
dictando severas multas para los contraventores de la ley. Los 
aprendices se agrupan por categorías, por artes y oficios simila- 
res. El cuerpo de profesores es de lo más variado que puede dar- 
se; son maestros, mecánicos, ingenieros, obreros mismos que se han 
escogido para la enseñanza. Más de ocho millones pagan las muni- 
cipalidades y otras corporaciones en beneficio de esta labor, sin 
contar con lo que el Estado contribuye. 

De 1899 data el paso decisivo en realzar los centros técnicos; 
fué entonces que se estableció la escuela superior técnica de Char- 
lottenburgo, resultante de la fusión de dos instituciones, de la Aca- 
demia de Arquitectos y de la Escuela de Ingenieros; hasta entonces 
las politéenicas eran tan varias en su forma que fué preciso reor- 
eanizarlas hasta ponerlas en el admirable pie en que se encuentran 
hoy, como ésta de Charlottenburgo y las de Dresde. Brunswick, 
Darmstadt, Hanover, Karlsruhe, Munich, Stuttgart, Aquisgrán, 
Breslau y Danzig. 

Los planteles técnicos alemanes pueden dividirse en dos gru- 
pos: los técnicos industriales y los técnicos comerciales. Los indus- 
triales, a su vez, son de cuatro clases: las escuelas superiores, las 
escuelas intermedias, las elementales y las de perfeccionamiento 
profesional. 

Las facultades son, por lo común, de arquitectura, ingeniería 
civil, mecánica, química, construcción de barcos y arquitectura na- 
val, metalurgia y ciencias naturales y no se admiten como estu- 
diantes sino a los que poseen el “certificado?” y a los extranjeros 
que muestren un atestado de su país y prueben que es equivalente 
al certificado alemán. Un número extraordinario de estudiantes se 
admiten como oyentes, con tal de que con ello no sufra la enseñan- 
za. A los extranjeros se les concede asimismo, la entrada en idéntica 
forma, con tal de que demuestren tener hase científica para conti- 
nuar los estudios. Estos ocupan treinta y tres horas a la semana, 
para los arquitectos y hasta treinta y ocho para los ingenieros civi- 
les, mecánicos y eléctricos. Las cuotas son de M. 2,50 a M. 4.— por 
conferencia y de M. 2— a M. 3.— por los experimentos y ejer- 
cicios. La matrícula de entrada varía de M. 10.— a M. 30.— para 
los alemanes y en ciertas escuelas, donde los extranjeros pagan 
más, lleza a M. 40.— para éstos. Estos planteles, tan renombrados en 
otros países, se ven concurridos por un número crecido de extran- 


LA ENSEÑANZA TÉCNICA EN ALEMANIA 199 


jeros; en los politécnicos hay un veinte por ciento; en los de selvi- 
cultura, 30; en los de minería, 40; mientras que a las universida- 
des sólo acuden un ocho por ciento. 

Las instalaciones materiales de estas escuelas son inmejorables, 
a veces suntuosas, y los laboratorios, en particular, son de los me- 
jores del mundo. 

Además de los centros que hemos enumerado, hay escuelas su- 
periores que especializan, como las de minería, de pintura, de mú- 
sica y, sobre todo, las comerciales, situadas en Berlín, Francfort, 
Colonia, Manheim, Leipzig y Aquisgrán. 

La de Colonia, considerada como la de más renombre y mejor 
dotada en Alemania, tiene una facultad compuesta de cincuenta 
profesores y maestros. No sólo se enseñan las asignaturas de un 
plan de estudios muy completo, sino que durante el período escolar 
celébranse conferencias sobre otros asuntos, a las cuales pueden 
concurrir todos los que así lo deseen, mediante el pago de $2.30 
por el semestre, o $0.25 por cada conferencia. La enseñanza cuesta 
un poco menos de cien pesos al año y hay clases nocturnas gratis. 

Hay también en el ramo del comercio, las escuelas inferiores 
que pasan de 600 y tienen más de 40,000 estudiantes, en que se 
combina la teoría con la práctica y se destinan ciertas horas para 
que los discípulos asistan a las casas de comercio de las ciudades 
a darse cuenta cabal de la labor del comerciante o del industrial. 

Como en las otras enseñanzas, hay escuelas intermediarias e 
inferiores de cursos técnicos para los diferentes oficios, como de 
cerámica, electricidad, tapicería, artes aplicadas, industrias tex- 
tiles y navegación. A los quince o diez y seis años de edad, se ingre- 
sa en estos planteles intermediarios y los estudios duran de dos a 
tres años. Los establecimientos primarios pasan de 2,500 con más 
de 300,000 asistentes y su número ha erecido considerablemente 
desde 1904, cuando el Emperador Guillermo, al inaugurar la Uni- 
versidad técnica de Danzig, expresaba su deseo de “aumentar el 
número de estas escuelas, porque el progreso de la técnica es lo 
que conduce a la victoria en la lucha entre las naciones?”. 

Por lo que significa para los países de América la enseñanza 
agrícola, creemos útil extendernos aleo más sobre ella. 

En Prusia, las escuelas superiores de agricultura son la base 
de esa educación y exigen, para ingresar en ellas el haber aprobado 
seis clases en una escuela de segunda enseñanza y un curso prác- 
tico en dos años. 


200 GONZALO DE QUESADA 


La instrucción se extiende a poco más de dos años y al final de 
éstos, los estudiantes obtienen el diploma de grado, después del 
examen correspondiente. El plan de estudios abarca las siguientes 
materias: Física, Química, Botánica, Zoología, Mineralogía y Geo- 
logía, Economía Política, con preferencia a asuntos referentes a 
la agricultura, como, por ejemplo, la valorización de productos mi- 
nerales, máquinas y aperos de labranza, tecnología agrícola, abonos 
de la tierra de distintas especies, pastos y alimentación del ganado, 
ete., ete., habiendo, además, gran interés en los cursos llamados de 
inspectores de tierras, de sistema de regadío y de drenaje. 

Las principales escuelas superiores o universidades agrícolas 
están en los lugares siguientes: Berlín, que en 1911 tenía 916 es- 
tudiantes; Bonn-Popelsdorf, con 589; Weinhenstephan, 216, y 
Hohenheim, con 197. 

En Prusia, al finalizar el año de 1903, había 16 escuelas en 
conjunto. 

Las universidades de Breslau, Gottingen, Kónigsberg, Hall, 
Jena, Leipzig y Giessen, tienen anexos, institutos arrendatarios O 
administradores de fincas rústicas pueden adquirir los conocimien- 
tos necesarios en cualquier ramo científico que mejor les conven- 
ga para el manejo de las propiedades a su cargo; después de tres 
años de estudios satisfactorios, a los estudiantes se les da un cer- 
tificado, según el cual el Gobierno les autoriza a ejercer el magis- 
terio en las escuelas agrícolas y cuando solamente siguen un curso 
de dos años, un certificado que los autoriza a ser inspectores de 
terrenos. 

Hay también escuelas superiores de veterinaria en los siguientes 
lugares: en Berlín, que en 1911 contaba con 387 alumnos; Hanover, 
con 249; Munich, con 330; Dresde, con 214, y Stuttgart, con 94. 

Luego vienen los planteles de agricultura práctica, donde los 
educandos son, por lo regular, muchachos de 15 a 20 años de edad, 
en su mayoría hijos de hacendados arrendatarios de fincas. Unos 
están establecidos por agricultores, otros por sociedades, otros por 
donativos heghos al efecto; pero todos bajo la jurisdicción y am- 
paro del Gobierno, pues casi todos reciben ayuda del Estado o de 
organizaciones públicas. Estas escuelas se llaman *“*Ackerbauschu- 
len”? y están situadas en el campo, siempre unidas a una finca pe- 
queña o mediana. El jefe es algunas veces propietario, otras arren- 
datario o director de la institución; los estudiantes son internos, 
teniendo que abonar su comida, alojamiento, ete., a más de la ense- 


LA'ENSEÑANZA TÉCNICA EN ALEMANIA 201 


hanza. Muchas, sin embargo, admiten estudiantes a media paga o 
sin paga alguna. 

La instrucción es práctica y teórica al mismo tiempo, prefirién- 
dose la primera durante el verano y la segunda durante el invier- 
no debido al clima. La enseñanza práctica se refiere a toda clase 
de labores agrícolas que los pupilos deben llevar a cabo con sus 
propias manos. La enseñanza teórica reza con la economía rural, 
ciencias naturales, horticultura, cultivo de árboles frutales y ve- 
terinaria, y con frecuencia cursos de economía política y leyes para 
la agricultura. Para estas escuelas no se requiere más que la ense- 
ñanza elemental y ciertos conocimientos prácticos, simples, de agri- 
cultura. Los cursos duran un par de años. Solamente en Prusia hay 
hoy día 21 de estos planteles. 

Existen, además, otras instituciones llamadas “Escuelas de In- 
vierno de Agricultura””; como en las otras, los alumnos son de 15 a 
20 años de edad, pero la enseñanza es puramente teórica, durando 
los cursos completos un par de estaciones. En el verano los mucha- 
chos trabajan en las fincas de sus padres o en otras, ganándose la 
subsistencia. Como en estas escuelas no hay instrucción práctica, 
los estudiantes desde luego, pueden dedicar mayor número de ho- 
ras a las clases y, en cuanto a la parte teórica, aprenden en dos es- 
taciones de invierno lo mismo que los que asisten a las escuelas con 
enseñanza práctica en dos años. Estos planteles, por lo regular, están 
situados en ciudades pequeñas; los muchachos se alojan en casas 
particulares a módico precio y el costo de la matrícula no es mayor 
de 20 a 30 marcos o sean $5 a $7.50, con ligerísimas variaciones en 
una que otra institución. Para ser Director de una de estas escuelas, 
se requiere haber pasado el examen final en una de las superiores a 
que antes me he referido; y el Director tiene siempre un ayudante 
con título de Maestro de Agricultura. Las clases se dividen en pri- 
mera y segunda. En Prusia, el número de estos planteles era en 
1908 de 184 con 1382 maestros y 7273 estudiantes. Es de notarse 
que los profesores de estas instituciones dedican su tiempo, en ve- 
rano, a dar conferencias entre los campesinos; esto es, el maestro 
rural ambulante de que ya nos hablaba Martí, en 1884, en “La 
América?”, como necesidad imperiosa en nuestros pueblos, para lle- 
var la luz del saber al hogar del campesino. 

Pero hay también en este ramo de la agricultura, el moderno 
sistema de la especialización. Para ello están las escuelas para cul- 
tivo de praderas, horticultura, lechería, albeitería y apicultura y 


202 GONZALO DE QUESADA 


de selvicultura, a lo que se da gran importancia en el Imperio, por 
el cuidado que merecen sus extensísimos y valiosos bosques. De 
estas últimas hay dos superiores, como las de Eberswalde, Munden, 
cuatro de segundo orden y una para principiantes en Templin, en 
Prusia; existen departamentos para esta ciencia en las universida- 
des de Munich, Tubingen y Giessen; en la escuela superior técnica 
de Karlsruhe y unas diez escuelas más, esparcidas por todo el 
Imperio. 

Para los que no pueden asistir a clase, debido a sus ocupaciones, 
hay escuelas dedicadas especialmente a la propagación de la ense- 
ñanza elemental agrícola en los distritos rurales y en las que se da 
instrucción técnica. Las clases son en invierno durante la noche, 
en marcados días de la semana y los domingos por la tarde. En 
Prusia había, en 1908, 3871 instituciones con 55,889 estudiantes. 

En 1912, en el Imperio había en total catorce escuelas politéc- 
nicas y escuelas de minas, con 16,717 alumnos y oyentes, y trece aca- 
demias de bosques, escuelas superiores agrícolas y veterinarias, con 
3424; seis escuelas superiores de comercio, con 7,335, y 27 conserva- 
torios de música y escuelas de Bellas Artes, con 7,758. 

Para que no parezca parcial nuestra opinión acerca de lo que 
debe Alemania a estas instituciones técnicas y cómo se ha realizado 
la profecía del príncipe imperial Federico, cuando, a raíz del tra- 
tado de Francfort, en la inauguración del Museo de las Artes In- 
dustriales en Berlín, dijo: “Hemos vencido en los campos de bata- 
lla de la guerra; venceremos ahora sobre los campos de batalla del 
comercio y la industria””; citaremos el parecer de los franceses 
Astier y Cuminal, en su interesante obra acerca de la enseñanza 
técnica, industrial y comercial, en Francia y en otros países, que 
así se expresan: “Las escuelas técnicas alemanas, al crear una men- 
talidad práctica que orienta las actividades hacia el comercio y la 
industria, ha tenido incontestablemente la parte principal en la ex- 
pansión maravillosa de ese país. Ellas han despertado, provocado, 
como una consecuencia inevitable, mejoras de toda especie que res- 
ponden a un estado de espíritu de la sociedad, a un concepto espe- 
cial del papel que debían desempeñar, a una verdadera necesidad. ”” 
Ya el profesor Blondel de París, en 1898 había declarado: “Para 
llegar a la supremacía económica, Alemania prosigue su marcha 
hacia adelante, sin descuidar medio alguno conducente a asegurar 
el éxito y de estos medios, el de más trascendencia son las escuelas: 
las escuelas industriales y las escuelas comerciales””, y contrayén- 


LA ENSEÑANZA TÉCNICA EN ALEMANIA 205 


dose a las industriales primarias y a los cursos de perfeccionamien- 
to, añadía: “Los hombres de Estado de esa nación comprendieron 
que se trataba de una obra eminentemente patriótica, pensaron que 
la verdadera causa del peligro social no reside tanto en la diferen- 
cia de las riquezas como en el antagonismo de la educación. Elevar 
los conocimientos y las aptitudes de las clases bajas, he ahí una de 
las condiciones indispensables en la reforma social. Los gobiernos 
todos de Alemania se dan cuenta hoy de lo que implica la enseñan- 
za profesional que no solamente acelera el movimiento ya extra- 
ordinario de la industria alemana, sino que mantiene la pequeña 
industria frente a la grande y permite a un cierto número de jóve- 
nes de la burguesía, de otra suerte inactivos, encontrar, ora en su 
país, ora en el extranjero, empleos lucrativos. El desarrollo de las 
escuelas profesionales, bajo otro aspecto, contribuye al progreso 
científico de la industria que aprovecha todas sus innovaciones. ”” 
Y finalmente, Torau-Bayle, hablando de la enseñanza comercial y 
del adelanto económico del Imperio, después de estudiarlo deteni- 
damente, llega a esta conclusión: *“Es el conocimiento muy espar- 
cido de las lenguas vivas, unido la instrucción comercial muy per- 
peccionada que ha suministrado a Alemania estos agentes viajeros 
notables que hacen una competencia tan ruda a sus colegas fran- 
ceses e ingleses. ”” 


DIARIO DE VIAJE ? 
POR EUSEBIO GUITERAS 
POR ESPAÑA 
I 


El Domingo de Ramos de 1843—9 de Abril—salí de Matanzas 
para la Habana; y el martes 11 me embarqué en la fragata Apolo 
econ dirección a Cádiz. La tierra desapareció muy pronto de mis 
ojos, que la veían desaparecer con dolor amargo, y ya el Jueves 
Santo desembocamos el canal de Bahama: aquí nos abandonó el 
viento en popa y quedamos en calma Viernes y Sábado Santo, sin 
que el buque obedeciese el timón y dando vueltas en medio de un 
esposo horizonte de neblina. 

Al oscurecer del 21 vimos las Bermudas a gran distancia, y el 29 
se nos declaró un noroeste fuerte que nos obligó a aferrar todas 
las velas, menos las gavias, sobre sus tres rizos y mantenernos a la 
capa 6 horas desde las dos de la madrugada hasta las 8 que sufri- 
mos toda la fuerza del temporal. 

El 17 de mayo tuvimos un día divertido; porque en su madru- 
gada eritaron tierra y durante toda la mañana estuvimos mirando 
la isla de Santa María, una de las Terceras pertenecientes a los 
portugueses. Tiene la isla seis leguas de circuito solamente y su 
terreno, aunque quebrado y aleunas veces formado de riscos, sobre 
todo por la parte oriental, presenta también la verdura de la ve- 
getación. Como estábamos sólo a 3 millas al sur, distinguíamos cla- 
ramente la ciudad capital de la Isla, muy bien colocada en anfitea- 
tro a la orilla del mar y sus alredores cultivados. Al ponerse el sol 
ya veíamos apenas la Isla como una nube azulada. Cada día se me 
hacía más insoportable la vida monótona y fastidiosa, mucho más 
cuando las calmas y la poca ligereza de nuestra fragata nos esta- 


1 Gracias a la bondad de nuestro querido amigo y compañero el Dr. Juan Guiteras, co- 
menzamos a publicar el interesante Diario de viaje que escribiera su señor padre y quese ha 
conservado inédito hasta ahora, 


DIARIO DE VIAJE 205 


ban mostrando claramente que el viaje se alargaba demasiado. Un 
noroeste fresco alegró nuestros ánimos, llevándonos hasta que en la 
madrugada del 25 de Mayo se oyó el grito hermoso de “tierra!??; 
grito cuya impresión sólo conoce el que lo oiga; grito que nos hace 
olvidar en un momento todos los malos que hayan pasado. Ansioso 
de ver por mis propios ojos la tierra, subí a la toldilla ya cuando 
se distinguió claramente el cabo de San Vicente. Allí estaba el con- 
tinente europeo: allí está esa vieja Europa; allá está ese antiguo 
mundo con su historia de 50 siglos, con sus soberbios monumentos. 
¡Cuánta transformación! ¡Cuánta grandeza y cuánta miseria! Tal 
pensaba yo y recordaba las grandes épocas que han pasado por el 
mundo antiguo. La creación del hombre—Adán; los imperios que 
se levantan y caen y se hunden y se vuelven nada.—La fuente de 
la civilización que nace con el sol en el Oriente y que vemos nos- 
otros cada día pasar al Occidente: cuántos nombres ilustres están 
eseritos en la portada de ese inmenso espléndido teatro! Estos pen- 
samientos aumentaban más y más el deseo de poner el pie en la 
tierra europea, deseo que no se me cumplió hasta el día en cuya 
madrugada descubrimos la farola de San Sebastián de Cádiz. Lo 
único que la sobrepuja, y con ventaja, es Constantinopla. 

De en medio de las ondas, como por encanto, se nos presentó la 
bellísima y antigua Gades; sus torres y sus casas blamquísimas se 
dibujaban en el fondo de un claro y sereno cielo de azul; formá- 
banle una hermosa faja las negruzcas murallas bañadas por las 
olas del mar. Con dificultad creo que se encuentre una ciudad que 
presente un golpe de vista tan gracioso y tan magnífico a la vez. 
A medida que nos acercábamos se levantaba el sol iluminándonos 
el precioso paisaje que todos nos deleitábamos en contemplar. 


1181 


A las 9 de la mañana salimos de la fragata, donde había- 
mos pasado 46 días a merced de los elementos, y pisamos la tierra 
—tierra de Europa!-—Dos días solamente estuve en Cádiz gozando, 
aunque de paso, de las bellezas que en su reducido recinto encierra, 
y ayer *1 de Mayo me embarqué para la andaluza Sevilla. Surcan- 
do las ondas del pintoresco Betis, del Betis, fuente de inspiracio- 
nes felices, llegamos a las 6 de la tarde a la corte de los magníficos 
reyes moros; y corte también del rey Don Pedro. Descúbreme tus 


206 EUSEBIO GUITERAS 


encantos, ciudad insigne; descúbreme tus mil recuerdos, corte es- 
pléndida: el hijo de las tierras nuevas viene a tocar a la puerta 
de tus soberbios monumentos. 


TT 


Desde el momento que pusimos el pie en la imperial Sevilla, nos 
lanzamos ansiosos a la magnífica catedral y elevamos nuestras al- 
mas por las elegantes, altísimas columnas que las inmensas bóvedas 
sostienen, y admiramos las soberbias capillas de preciosos mármoles 
y las delicadas molduras arabescas, y las bellas imágenes, y los 
magníficos cuadros de Murillo, Zurbarán y Vargas y toda la gran- 
deza, en fin, de ese espléndido monumento de los pasados siglos. 
Después de gozar de la primera impresión subimos al gigante de 
Sevilla, a la famosa, la morisca Giralda, cuya atrevida construc- 
ción es muy diena de admirarse. La catedral de Sevilla es una obra 
maravillosa, cuya descripción no emprendo hasta haberla visto mu- 
chas más veces. La antigua Hispalis fué, según tradición, fundada 
por Hércules; y Arias Montano, poeta célebre, hace derivar aquel 
nombre de la voz fenicia Spala, que quiere decir tanto como valle 
o llanura; por serlo efectivamente el lugar en que está situada la 
ciudad, llamada después por César Julia Rómula, y por fin Sevilla, 
nombre que, según el parecer de Rodrigo Caro, es el mismo de His- 
palis, corrompido primero por los godos, por los árabes y finalmen- 
te por los castellanos. 

Créese que la fundación de Hispalis data de una fecha anterior 
a la dominación romana, como he dicho; y en verdad que yo no 
comprendo cómo había dos ciudades a tan poca distancia y tan 
erandes y maeníficas como la fama las encarece—Hispalis e Itá- 
lica.—La situación, el clima, el suelo fértil, presagiaban sin duda 
un porvenir de grandeza a la ciudad de Hércules, y lo tuvo, como 
nos lo muestran los monumentos soberbios que en distintas épocas 
se han levantado en ella y el distinguido lugar que ocupa en la 
historia de la península ibérica. 

Los que han dejado más recuerdos en Sevilla fueron los 
moros, cuya soberbia, trabajosa y atrevida arquitectura se echa de 
ver todavía a pesar del tiempo y de las añadiduras que posterior- 
mente se han hecho, y a pesar de la poca inteligencia en conservar- 
los y de la mucha ignorancia a veces y poco respeto en destruirlas. 


DIARIO DE VIAJE 207 


IV 


De los romanos poco es lo que conserva su antigua colonia, y 
eso no se sabe con harta seguridad. Según Rodrigo Caro las mura- 
llas fueron obra de Julio César, y efectivamente debe ser creencia 
antigua según una vieja inseripción que hay en la puerta de la 
Carne y que dice: 


Condidit Alcides, renovavit Julius urbem 
Restituit Christo Fernandus Tertius Heros. 


y también en español en la puerta de Jerez: 


Hércules me edificó, 
Julio César me cercó 
de muros y torres altas, 
y el rey santo me ganó 
con Garci Pérez de Vargas. 


Dos estatuas se conservan de la antigua Hispalis en Sevilla, y re- 
presentan, la una a Hércules y a Julio César la otra: ambas se co- 
locaron en la alameda vieja el año 1574 bajo Felipe IT. 

Créese también que sea romano el cuerpo principal de la torre 
del Oro; cuya situación a la orilla del Guadalquivir, da a conocer 
claramente su objeto de resguardar las embarcaciones que surza- 
ban las ondas del poético Betis. Su figura es un octágono coronado 
de almenas. Posteriormente le han añadido un cuerpo más pequeño, 
rematando con otro todavía más pequeño, y concluyendo el todo 
con una cúpula de azulejos. Todo el edificio es de sillares unidos 
con gran solidez. En él gimió D.? Aldonza Coronel, querida del 
rey D. Pedro, que tuvo presa allí. La tradición cuenta que el 
nombre del Oro trae su origen de que sirvió para almacén del 
oro que se importaba de América; y también que en ella guardaba 
sus tesoros 1D. Pedro. El interior no ofrece nada de particular: 
dos salas rodean el edificio con balcones a la calle abiertos el siglo 
pasado. 

Asegúrase, y es la causa de hallarse pocos monumentos romanos 
en Sevilla, que los árabes echaron mano de casi todas las lápidas y 
eran número de piedras pertenecientes a las obras de aquellos seño- 
res de la tierra para construir los cimientos de su gigantesca torre, 
la atalaya de Sevilla. 


208 EUSEBIO GUITERAS 


y 


Sevilla entró en poder del musulmán a los 716 años después 
de la venida de nuestro Redentor. Desde entonces establecieron allí 
su corte, siendo el primer rey Abdalasis; suntuosa corte de que 
todavía se conservan restos admirables, aunque descompuestos en 
la dominación posterior. En 1246 emprendió conquistar la ciudad 
morisca el rey San Fernando, y después de un largo sitio en que 
de una y otra parte sobresalieron ilustres guerreros, cuyos nom- 
bres la fama ha traído hasta nuestros días, se rindió al poder. eris- 
tiano, habiendo estado 534 años bajo los árabes. Fué el conquista- 
dor D. Fernando, rey que subió a ser santo y que tiene en gran 
veneración Sevilla. 

El monumento más grande que conserva esta ciudad del tiem- 
po de los moros y el más entero, es la torre de la antigua mezquita. 
llamada después la Giralda. Lo atrevido de su elevación, la elegan- 
cia de su forma, la gracia de sus adornos, dan una buena idea del 
gusto de la arquitectura árabe. Mudo gigante que ha combatido 
fuerte con los tremendos huracanes, y por ocho siglos ha sido tes- 
tigo de grandes y repetidos acontecimientos que lo hacen más inte- 
resante. 

Construyóse el año de 1000, y su elevación se contaba hasta 250 
pies, terminando con cuatro grandes globos dorados, colocados uno 
sobre otro, y cue fueron substituídos a fines del siglo XIv por tres 
cuerpos que van en disminución y que levantan la Giralda a cien 
pies más de-altura. Su forma es un cuadrado perfecto con 50 pies 
por cada lado, y su material de sillería, hasta unos seis pies sobre 
el suelo y lo demás de ladrillo. De trecho en trecho se ven ventanas 
con balconcillos, compuestas de dos arcos en forma de herradura 
con una columnita de mármol en el medio; y a los 87 pies de altura 
empiezan dos fajas de dibujos arabescos que dan gracia y variedad 
a la torre. Al llegar al primer cuerpo aparecen los muros laterales 
abiertos por arcos en que están colocadas 25 campanas, y coneclu- 
ye con una balaustrada a cuyos cuatro ángulos se levantan cua- 
tro pedestales de piedra en figura de campana que rematan con 
jarrones de azucenas de hierro. La puerta es tan pequeña que un 
hombre no pasa con comodidad, y la subida, por cuestas de ladri- 
llos, construídas sobre bóvedas, que van disminuyendo su ancho, de 


más de seis pies, hacia arriba, porque aumenta el espesor de los 
/ 


DIARIO DE VIAJE 209 


muros exteriores. Por el centro de la fábrica corre en toda su 
altura un vano cuadrado que llega hasta más arriba de las cam- 
panas. Sobre el cuerpo donde éstas están colocadas empiezan los 
cien pies que añadieron el siglo xtv. El primer cuerpo tiene el 
mismo ancho cuadrado que el vano de la parte morisca, remata con 
una balaustrada, y sirve como de base al segundo cuerpo moderno 
que también es cuadrado, con columnas dóricas y cornisa, en cuyo 
friso, con letras tan grandes que se leen desde la calle, está escrita 
esta inseripción : 


Turris—fortissima nomen—dni—Prov. $. 


En la bóveda está la campana del magnífico reloj colocado en el 
primer cuerpo y que es obra de Fray José Cordero, del siglo pasado. 
El tercero es jónico y esférico, cerrado por una graciosa cúpula, 
que remata con un globo de bronce sosteniendo el llamado Giral- 
dillo: es ésta una gallarda estatua de bronce dorado que representa 
la fe, y tiene en la mano derecha un gran lábaro y en la izquierda 
una palma; y movida por el viento que bate en aquél, gira sobre un 
perno de hierro, sirviendo de veleta. El de 14 pies de alto, y su peso 
de 28 quintales. 

Unido al frente norte de la catedral está el patio de los naran- 
jos en el mismo lugar que ocupó la antigua mezquita, y después de 
la conquista, catedral por el santo rey. No quedan de este edificio 
más que los muros al norte y oriente, y eso renovados y sin el me- 
nor aire de antigúedad. La entrada principal está por el lienzo del 
norte, formada con tres arcos de herradura: el primero está ador- 
nado de hermosos arabescos, que una mano jenorante ha renovado 
y pintado con lechada amarilla: cierra este arco una soberbia puer- 
ta forrada a la parte exterior con curiosas planchas de hierro dibu- 
Jjadas de relieve. Llámase esta puerta, del Perdón, por una capillita 
que se ve a la izquierda, toda de jaspes hermosos, con una estatua 
del Ecce homo de tamaño natural. 

El hermoso areo de la mezquita fué posteriormente adornado 
con varias estatuas, que son: a los lados, las erándes de San Pedro 
y San Pablo, la Anunciación de Nuestra Señora más arriba, y so- 
bre el arco, Cristo arrojando del templo a los mercaderes. 

El patio está sembrado de naranjos, con una fuente en el me- 
dio: tiene 455 pies de largo, y de ancho, 350. Por la parte del 
oriente está la que llaman nave del lagarto, por uno que está frente - 


210 EUSEBIO GUITERAS 


a una puerta practicada en el muro de la catedral, y casi cubierta 
por un arco de la antigua mezquita. En la parte alta de esta nave 
se halla la biblioteca fundada por D. Fernando Colón, hijo del 
inmortal descubridor del Nuevo Mundo, que puso allí todos sus 
libros y que, aumentada, cuenta hoy de 18 a 20,000 volúmenes, to- 
dos antiguos. Mucho extrañé no ver apenas libros modernos, y 
mucho más que en una biblioteca pública no se reciba un solo pe- 
riódico de ninguna clase. Vi en ella tres manuscritos anteriores a 
la invención de la imprenta, y cuya letra preciosa imita el delica- 
do grabado con perfección: uno de ellos es un misal que perteneció 
al cardenal Mendoza, y es el más rico en adornos de pinturas ex- 
quisitas en miniatura, y dorados con unas sutilísimas láminas de 
oro; otro es la biblia que regaló a D. Alonso el Sabio San Luis 
rey de Francia. Vi además, y tuve en mis manos, la poderosa espa- 
da con que peleó en la conquista de Sevilla Garci Pérez de Vargas, 
de aleo más de 5 cuartas de largo, y toda de muy fino y bien tem- 
plado acero. Con ella se enseña un viejo pergamino con estos versos : 


De Fernán González fuí, 
de quien recibí el valor, 
y no le adquirí menor 
de un Vargas a quien serví. 
Soy la Octava maravilla 
en cortar Moras gargantas: 
no sabré yo decir cuántas, 
más sé que gané a Sevilla. 


El último manuserito es otra biblia, hermosa por lo pequeño de la 
perfecta escritura. Sobre los estantes de libros corre una galería 
de retratos de arzobispos y personas ilustres; entre ellas D. Fer- 
nando el Santo, pintado por Murillo; el retrato de éste, el del 
poeta sevillano Arias Montano; la serie de arzobispos de Sevilla, 
el marqués de Santillana, ete. En el primer descanso de la escalera 
que conduce a la biblioteca, hay dos lápidas encajadas en la pared: 
la una es de D. Iñigo de Mendoza, capellán de los Reyes Católicos: 
está su cuerpo de medio relieve, acostado y vestido de sacerdote. 
La otra es una lápida antiquísima del tiempo de los romanos y que 
dedicaron los navegantes de Julia Rómula al emperador Adriano. 

En una de las columnas de la nave del lagarto está apoyado 
un púlpito de piedra y sin adorno alguno, sostenido por una colum- 


DIARIO DE VIAJE 211 


nata de mármol. En el muro de la columna está encajada una lápi- 
da que dice así: 


AO AVI 
En este sitio 
predicaban 
S. Vicente Ferrer 
S. Francisco de Borja, 
El venerable padre Fernando 
de Contreras 
El V. P. M. Juan de Avila 
El V. P. Fernando 
de Mata 
y otros grandes , 
varones 
que con su apostólico 
celo 
lograron 
maravillosos frutos 
en esta ciudad. 


En la misma nave está colgado, como he dicho, un lagarto de ma- 
dera, y además un cuerno, un freno que dicen fué del caballo de 
San Fernando, y la vara que, según se cree, perteneció al primer 
asistente que tuvo Sevilla. 


vI 


Verdaderamente los orientales muestran en todas sus cosas una 
riqueza y suntuosidad de galas que admira a la vista y deleita los 
sentidos: en todo se echa de ver una variedad pintoresca y licen- 
ciosa, hija tal vez del ardor del clima, que los hace muelles y co- 
diciosos de todo aquello que mueve los sentidos exteriormente: así 
lo vemos en sus costumbres, en sus trajes, en su manera de ha- 
blar, rica de poesía, y por fin en su arquitectura, que es lo que 
más me ha sugerido esta idea, contemplando por vez primera la 
gala y suntuosidad arábiga en los bellos alcázares de Sevilla. Cons- 
truyéronlo los moros bajo el reinado de Abdalasis, hijo de Muza; 
fué entregado en 1248 a San Fernando, el cual lo habitó y dió en 
él-su alma al Criador, Los eristianos, desde que fueron sus dueños, 
empezaron a hacer alteraciones en el palacio árabe, y sobre todos 
el rey D. Pedro el Cruel, que casi lo reedificó completamente; 


212 EUSEBIO GUITERAS 


bien es verdad que siguió el gusto oriental y aun se valió de arqui- 
tectos árabes para la obra. 

Una mañana que acababa yo de hacer mi visita diaria a la 
soberbia catedral, salíme a ver el exterior del edificio por la parte 
del sur, y como mis ojos andan siempre a caza de manjares que sa- 
cien su grandísima curiosidad, descubrieron un lienzo de mura- 
lla que daba sobre la plaza, adornado de torres con almenas, y con 
un arco por entrada sin adorno ninguno. Al momento atravesé la 
plaza y me hallé bajo una puerta formada con tres arcos que con- 
ducen a un patio pequeño y rodeado de mezquinas casas; seguí 
adelante y atravesando otros dos areos se me presentó de repente 
un espectáculo magnífico, inesperado y nuevo enteramente para 
mí. Estaba frente a la entrada del palacio árabe. Es su altura de 
55 pies, toda cubierta de ricos y graciosos arabescos de estuco, cuyos 
dorados y colores vivísimos es gran lástima que hayan desaparecido. 
La puerta es cuadrilonga y tiene a ambos lados dos arcos embu- 
tidos con lindos dibujos en la parte superior; sobre esta parte co- 
rre una faja de arabescos sostenidos por arcos pequeños con colum- 
nas del mismo estuco y trabajo; y más arriba están los balcones 
formados con columnitas de varios mármoles que sostienen gra- 
ciosos arcos de herradura muy laboreados, sobre los cuales en dos 
líneas alrededor de un caprichoso y raro dibujo de líneas anchas 
que llaman greca, se lee en letras góticas esta inscripción : 


El muy alto e muy noble, e muy poderoso, 
e muy conqueridor don Pedro por la gra- 
cia de Dios, rey de Castiella e de Leon, 
mandó facer estos alcázares, e estos pala- 
cios e estas portadas que fue fecho en 
la era de mil e cuatrocientos e dos. Año de 1364. 


Siguen a la inscripción las exquisitas labores, y remata el todo con 
una especie de dosel formado por un precioso artesonado de alerce, 
madera muy usada en Sevilla y que es incorruptible y fuerte. Se- 
paran esta trabajosa entrada del resto del frente dos pilares de 
ladrillo cuadrados que arrancan desde el artesonado y están sos- 
tenidos por dos pequeñas columnas de mármol. Los dos cuerpos 
laterales de la fachada son iguales y no ofrecen nada de particu- 
lar más que los balcones en la misma línea que los principales, y 
adornados cada uno con un grande arco perfecto y tres pequeños 
a los lados de herradura, y labores arabescas. Una plaza bastante 


DIARIO DE VIAJE 213 


erande se extiende frente al palacio, rodeada de edificios moder- 
nos, y en ella daba el rey D. Pedro audiencia sobre un, trono ele- 
vado por gradas de piedra. La admiración que sentimos al ver tan 
lujosa entrada nos sigue y se aumenta recorriendo el interior del 
edificio: echemos una mirada por el salón que está al entrar, por 
sus brillantes arabescos que son de los pocos que milagrosamente 
han escapado a la ignorante mano del que apagó los vivos colores 
esmaltados con cal, apagando la riqueza y lucimiento que hacía 
antes parecer un ascua de oro, como dice el anticuario Caro. Atra- 
vesando este salón entré por un arco magnífico al soberbio patio. 
Admira tanta grandeza, trabajo tan delicado y tan lleno de gra- 
cia; tanta variedad de dibujos, y trabajados con tan exquisito 
ousto; la elegancia de los arcos cuyos contornos forman graciosas 
conchas; el continuo y deleitoso juego de las labores que en mil 
formas seductoras cubren las paredes hasta morir en el también 
riquísimo artesonado de maderas esculpidas con la más delicada 
minuciosidad: el zócalo hermosísimo hecho de menudas piezas de 
pintados azulejos formando las raras grecas. Todo sorprende y en- 
canta en este patio, lo mismo que en el resto del edificio, que hacen 
todavía más interesante sus recuerdos históricos entre los que con 
negro esplendor brillan los de D. Pedro el Cruel. 

Tiene el patio de largo 70 pies y 54 de ancho: 24 arcos, de los 
cuales son más altos los que están en los centros; ostentan cala- 
dos primorosos figurando como conchas y hojas: los sostienen dos 
columnas a cada lado y tres en los cuatro ángulos. El pavimento 
es de lozas de mármol, y en el centro se levanta una sencilla y gra- 
ciosa pila. Cuatro grandes puertas dan a este patio y varias ven- 
tanas con dos arcos y una columnita de jaspes en el medio. Las 
puertas son del más delicado trabajo, todas de alerce y formadas de 
pedacitos de esta madera, tallados y después embutidos, haciendo 
dibujos de muchísimo gusto, y cuya gracia resalta más con los co- 
lores pintados: en las puertas que dan al patio se ve en todo el 
rededor una línea de letras árabes que un embajador moro tradujo 
posteriormente y son sentencias muy principales según dijo. 

En la parte oriental del patio está la pieza más suntuosa del 
palacio, la de más gusto y más exquisito trabajo: el espléndido sa- 
lón de los Embajadores. Desde el pavimento que es de mármol 
blanco, hasta el arranque de la cúpula o media naranja, formada 
toda de relucientes casetones dorados, todo está cubierto de los 
más finos arabescos que puede ostentar la arquitectura rica de los 


214 EUSEBIO GUITERAS 


hijos de Mahoma, y los más perfectos calados y más lucientes azu- 
lejos en mosaico; en todo respirando los más bellos y variados ca- 
prichos pintados de azul y oro. 

Por la parte del patio da entrada a esta riquísima y admira- 
ble obra un soberbio arco, y por los tres otros lados conducen a 
las habitaciones interiores tres arcos pequeños sostenidos por dos 
columnas. Cuatro balcones de hierro dan ai salón y corresponden al 
piso alto: a la altura de ellos corre una galería de retratos de re- 
yes de España con un escudo de armas debajo. 

Admirado estaba yo contemplando trabajo tan maravilloso; y 
solo, no interrumpía el silencio del viejo alcázar más que el ruido 
de los árboles del vecino jardín que gemían con el viento. Un re- 
cuerdo terrible me asaltó allí; un recuerdo de sangre; y yo tal vez 
pisaba el lugar mismo donde se cometió un fratricidio y rodó la 
cabeza ensangrentada de una mujer. Temblé; y miré las columnas 
y miré el balcón, y... todo estaba mudo... 

En e casó el rey D. Pedro con D.* Blanca de Borbón, 
pero antes que ésta llegara de su patria la vecina Francia, ardía 
el licencioso príncipe en amores por la hermosa D.?* María de 
Padilla; así es que aquélla fué abandonada y puesta en prisiones. 
D. Pedro Fadrique, maestre de Santiago y hermano político de D. 
Pedro, vino por aquel tiempo a Sevilla y entró en el alcázar a ver 
a su hermano, que no lo quisiera, porque le odiaba de muerte, lla- 
mándole el Bastardo; y sin duda este odio, unido al que ya pro- 
fesaba a la desventurada francesa, hizo suponer "relaciones entre 
los dos o realmente existieron, que no me acuerdo bien; pero lo 
que de cierto se conserva es que el Rey dió orden a sus maceros 
para que asesinara a D. Fadrique al entrar en el salón de Em- 
bajadores por las columnas que están frente al arco de entrada, y 
al mismo tiempo subía a las habitaciones que dan al salón, y tron- 
chaba la hermosa cabeza de la infeliz D.? Blanca, que echó des- 
de un balcón, el que está a la derecha entrando al salón por el 
patio, al pavimento, y fué a dar junto al cuerpo moribundo del 
maestre. 

Casóse D. Pedro con D.* Juana de Castro, que no quiso sa- 
ciar los deseos del rey sin una corona en las sienes; y como todas, 
recogió despego y abandono. De otras dos cuenta la historia que 
fueron requeridas por el libertino D. Pedro, hermanas las dos, y 
de una de ellas se conserva gran veneración a su cuerpo incorrup- 
to sepultado en la iglesia de Santa Inés, de Sevilla. Llamáronse 


DIARIO DE VIAJE 215 


D.* Aldonza y D.* María Coronel, y ésta es la venerada. Casó con 
D. Juan de la Cerda, que el Rey envió a pelear contra su hermano 
D. Enrique; pero sabedor de que el Rey quería manchar su claro 
nombre, voló a sus estados y le declaró la guerra, que concluída 
en favor de D. Pedro, hizo éste prisionero a D. Juan y le encerró 
en la torre del Oro: a los pocos días fué condenado a muerte como 
rebelde, y entonces fué cuando la desolada esposa corrió a postrar- 
se ante los pies del Rey y pedirle el perdón que aquél le dió di- 
ciendo fuera ella misma a la torre a darle la libertad. Vuela, y su 
corazón palpita de alegría; entra en la prisión y encuentra sólo 
el frío cadáver de D. Juan. El bárbaro rey tuvo ánimo aún para 
seguir sus crueles galanteos con D.? María, que desesperada des- 
truyó su hermosura, objeto de su desdicha, echando aceite hirvien- 
do sobre su rostro. D.* Aldonza fué más débil y cedió al Rey, que 
la abandonó y encerró en la torre del Oro. 

Tales sucesos cruzaban por mi miaginación al pasear las de- 
siertas salas del alcázar sombrío y misterioso. Entréme por un sa- 
lón bajo que llaman del Príncipe y dicen fué habitación de los asis- 
tentes de Sevilla: es bastante espacioso y dividido en tres partes 
por dos arcos que llegan hasta el artesonado, mezquinamente reto- 
cado con dibujos pintados y unas fajas anchas de dorado que des- 
dicen en gran manera de la delicadeza del menudo trabajo árabe. 

En el segundo cuerpo del edifiecio hay dos habitaciones, las 
más ricas después del salón de Embajadores: una es la que corres- 
ponde a los balcones de la fachada, es pequeña y elegante, rodeada 
de arcos con columnitas de muy varios y preciosos jaspes: la otra 
es el dormitorio del rey Cruel, también pequeña y con un balcón 
que da a los jardines: en uno de sus ángulos hay una especie de 
nicho grande formando un arco, que parece ser el lugar que ocu- 
paba el lecho donde se agitaría el fratricida en sueño interrumpido; 
en el mismo nicho hay una puertecita que conduce a la capilla del 
palacio. En la línea del dormitorio corren dos salones hermosos, 
uno de los cuales, más espacioso, servía de comedor, y ostentan los 
dos muy ricos artesonados. Así en éstos como en los demás salones 
de segundo orden, siguen uno mismo los adornos, que empiezan 
con un zócalo de vara y media de altura de azulejos, y sobre él una 
ancha vaja de arabescos que sigue caprichosamente los contornos 
de las puertas y ventanas, y cubriendo los ángulos del aposento se 
une a otra faja del mismo ancho que acaba donde empieza el arte- 
sonado. Pero la caprichosa variedad de los dibujos, siempre dife- 


216 EUSEBIO GUITERAS 


rentes, y su delicada elegancia, obligan a que se fije la vista en 
cada pedazo del rico arabesco, y del trabajo artesonado. 

Las renovaciones hechas posteriormente a D. Pedro ofrecen 
muy poco o nada de particular. Muchas hizo el emperador Carlos V 
cuando celebró en el alcázar sus bodas con D.* Isabel de Portugal. 
y que muestran el poco gusto del insigne padre de D. Juan de Aus- 
tria. Encaramó sobre el magnífico corredor del patio principal, 
otro con una balaustrada de mármol, y arcos sobre columnas tam- 
bién de mármol que afean la parte árabe y merecían se echaran 
abajo. Cerca del salón de Embajadores está el patio llamado de 
las Muñecas, porque dicen era el departamento de las mujeres: 
tiene 21 pies de largo sobre 17 de ancho, y lo rodean sobre sus 
correspondientes columnas de mármol blanco diez hermosos arcos 
calados: las paredes están cubiertas de arabescos; y el artesonado 
que cubre el corredor es precioso. 

Encantado y lleno de impresiones dejé el árabe alcázar, y volví 
después con Antonio; segunda visita en que ví los hermosos jar- 
dines cubiertos de flores hermosas, atravesado de calles entre cuyos 
ladrillos hay surtidores imperceptibles que elevan finos chorros de 
agua hasta la altura de unos seis pies. Los cuadros están cercados 
de arrayanes y en el centro de algunos se ven formados artificiosa- 
mente con una planta compacta llamada boje, algunos escudos de 
armas reales de España y las cruces de diversas órdenes militares. 
De trecho en trecho aumentan la belleza de los jardines sencillas 
pilas. Muy inmediato al palacio están los baños, ya abandonados. 
Rodea todo el jardín una galería abierta, cuyo frente erotesco pre- 
senta aleunas pinturas al fresco, y que llegaba no hace mucho 
hasta la torre del Oro. 


varl 


¿Quién será capaz de descifrar los misterios de una ciudad como 
Sevilla que cuenta tantos siglos de existencia? Encuéntrase a cada 
paso los míos con restos que indican una grandeza pasada, y en 
vano quiero conocer su historia; porque esos viejos paredones cu- 
biertos de musgo, esas torres coronadas de almenas, esa multitud 
de columnas que se hallan esparcidas hasta en las casas miserables, 
esos restos no hablan, y a todos me parece siempre que acompaña 
aleún recuerdo; y me separo de ellos desconsolado de no haber 
satisfecho mi curiosidad. Repaso los anales de Sevilla y noticias 


DIARIO DE VIAJE 217 


de viajeros y anticuarios, y la misma ignorancia; bien es verdad 
que ¿cómo he de encontrar libros que descubran los misterios de 
los monumentos de Sevilla, cuando lo que queda a esta genera- 
«ción, los mismos que debían conservarlo, .lo destruyen o des- 
componen? 

Aun en las tradiciones más sabidas encuentro motivo de queja, 
pues las noticias que me da éste las contradice aquél, y no me 
queda más remedio que ir a buscar en los libros las tradiciones po- 
pulares de Sevilla. 

Hoy vi por primera vez el lugar en que lo tuvo una de las más 
decantadas y que conserva un monumento para testificarla—El 
'andilejo. 

Por no me acuerdo qué motivos, una noche, en una callejuela 
de Sevilla, un hombre embozado atacó a un caballero muy principal 
de la corte del rey D. Pedro: defendióse el atacado con fuerza y 
ánimo, pero no pudo resistir a las del encubierto, y cayó atravesa- 
do en el suelo, clamando: ““Favor, muerto soy.” A las voces que 
daba el moribundo y el ruido que hizo el cuerpo al caer, asomó 
una vieja su tez morena y arrugada, y su candil prendido de una 
mano descarnada, por la ventanilla, a tiempo que a pasos acelera- 
dos se retiraba el matador; y aleo impresionó a la vieja del fugi- 
tivo, en tal manera, que con gran rapidez apagó el candil y cerró 
su ventana, quedando la calle a oscuras con un cuerpo muerto y 
revolcado en su sangre. Al amanecer el día y descubrirse el mise- 
rable espectáculo, la familia del muerto, con la mayor actividad, 
empezó a tratar de descubrir aquel asesinato a toda costa, pues era 
familia muy principal: vanas se hacían todas las pesquisas, y el 
mismo Rey, conociendo el caso, trató con empeño de que se encon- 
trara el delincuente. Un zapatero de viejo que tenía su humilde 
tienda en la plaza de palacio, se dejó decir, lleno de la indignación 
que todo el pueblo sentía, que ya no había justicia, pues no la en- 
contraban los tristes parientes del finado: dejáranme hacer a mí, 
y yo prometo que ese muerto no queda sin venganza. Lo cual, ha- 
biendo llegado a oídos de D. Pedro, mandó venir al que tales razo- 
nes decía, y revistiendo al humilde zapatero con la dignidad de 
asistente y todos los poderes necesarios, le intimó la orden de que 
había de amanecer al día siguiente colgado de la pared su cuerpo 
o el de la persona que tan grave delito cometiera, en el mismo sitio 
tenido aún con la sangre del muerto caballero. 

El imfeliz zapatero que quisiera haber sido mudo, salió a prae- 


218 EUSEBIO GUITERAS 


ticar cuantas diligencias sugerirle pudiera el deseo de conservar 
su vida, y clamaba desesperado, preguntando al cielo lo que nadie 
sabía, cuando una voz que parecía salir de la tierra, le llamó por 
su nombre: volvió la cabeza el pobre asistente, encontrándose con» 
la vieja, único testigo de la escena sangrienta que tenía ocupada 
toda Sevilla. Conocíala él, y fué a buscar consuelo contándole su 
evita, y al parecer le halló, pues se dice que le vieron salir satis- 
fecho y contento y dirigirse al alcázar a anunciarle al Rey cómo 
todo estaba descubierto; y guardó secreto, diciendo que a la ma- 
ñana siguiente se vería. ¡Cuál fué la sorpresa de todo el pueblo 
enrioso que se había amontonado en el lugar del crimen, y sobre 
todo del Rey, al ver un retrato de éste colgado en la pared! Y 
efectivamente, había sido el matador D. Pedro, que conoció la vieja 
cuando huía por el crujido que formaban los huesos de las rodi- 
llas del Rey, que ordenó permaneciese allí su retrato, mudado des- 
pués por lo que existe hoy y es una estatua de medio cuerpo con 
armadura, corona y cetro, puesta en un nicho arqueado con algu- 
nos sencillos adornos alrededor y un escudo de armas debajo. La 
calle en que está este busto se llama del Rey Don Pedro, y del Can- 
dilejo la immediata, donde estuvo la ventana de la vieja descu- 
bridora. 

Al pie de la torre del Oro se conserva otra tradición del mismo 
Rey. Cuentan que en ciertas controversias con el clero, fué conde- 
nado a excomunión; pero no había quién se atreviera a intimarle 
la sentencia, hasta que un clérigo atrevido se encargó del negocio, 
y tomando un barco listo para darse a la vela, púsose una tarde 
a esperar al Rey, que solía pasearse a caballo a la orilla del río 
Comunicóle osado la excomunión y se dió a la vela a toda prisa por 
el río abajo: cuentan que fué tan grande la ira que se apoderó del 
Rey, que obligó al caballo con todo su vigor a lanzarse al agua tras 
del que huía, y con gran peligro de su vida se adelantó casi hasta 
la mitad del río. 

Extraño carácter por cierto es el del rey D. Pedro, tan célebre 
en los anales de Sevilla: orgulloso y altanero por naturaleza, jJus- 
to a veces y con rareza, y siempre valiente y atrevido, bañó muchas 
veces sus manos en sangre, y sanere de la suya misma. Alcanzó en 
la historia por unos el título de Cruel, por otros, de Justiciero; y 
sin duda pesa más el platillo de la crueldad que el de la justicia. 
Hízola Dios marcándole su hora final el año y expiró a ma- 
nos de su hermano D, Enrique. No ha habido en España un per- 


DIARIO DE VIAJE 219 


sonaje, incluso el Cid, que haya sido más trabajado por los inge- 
nios que el rey D. Pedro. ¿Qué poeta español, dramático o roman- 
cero no ha siquiera una vez presentado en sus obras algún rasgo 
de la agitada vida del nieto de San Fernando? 


VIII 


Una de esas hermosas tardes de Junio en que el cielo de Anda- 
lucía me representa el querido de mi tierra, y en que un airecillo 
fresco mitiga los rayos del sol de la tarde, salí de mi casa sin más 
compañía que la alegre y entretenida de mi curiosidad y sin más 
intención que la de satisfacer y dar gusto a mi compañera. 

Dirijo mis pasos desde luego a la plaza de San Francisco, que 
presenta alrededor de su espacio irregular la casa de la Audien- 
cia, que no ofrece nada de particular, y la del Ayuntamiento, que 
con razón mantiene la fama de ser uno de los principales edificios 
de la ciudad. Presenta a la plaza una extensa fachada de altura 
mediana y cuyas dos mitades, enteramente distintas, fueron en di- 
versas épocas construídas. La parte antigua, que es la famosa, está 
formada de dos cuerpos; el primero, una galería arqueada; soste- 
niendo el segundo compuesto de cinco ventanas; y aunque el todo 
no presente una hermosa vista, sin embargo, de cerca, los detalles 
ofrecen las galas de la arquitectura plateresca a que pertenece el 
edificio; una multitud de esculturas representando ángeles, flores, 
animales, trabajadas con maestría, rodean las columnas y las ven- 
tanas, capiteles, frisos y cornisas, todo exquisito y al gusto plateres- 
eo, que tengo para mí debía haber sido propiedad exclusiva de sus 
introductores los plateros que lo usaban en sus trabajos, pero eu 
verdad no debía haber ejercido su costosa y difícil influencia sobre 
los grandes edificios. Salíme de la plaza por la calle de las Sierpes, 
la más concurrida de la ciudad, y siguiéndola llegué al Duque, 
plaza sembrada de árboles sombríos con una fuente en el medio, de 
cuya taza se levanta sobre monstruos egipcios un obelisco de me- 
diana altura. Atravesé la plaza y tomé por la calle de las Armas 
hasta llegar a la puerta Real, que es una de las más antiguas de la 
ciudad, y por donde entró la procesión triunfal del Santo Rey 
cuando sacó a Sevilla de manos de infieles. Fórmala un arco coro- 
nado por un medallón que representa a San Fernando en medio 
de los patronos de Sevilla San Leandro y San Isidro. Muy cerca 


220 EUSEBIO GUITERAS 


de esta puerta se entra ya en el extenso paseo que corre mucha par- 
te de la ciudad bañada por el río, y ciertamente es cosa deliciosa 
pasearse por las anchas calles de árboles contemplando el Gruuadal- 
quivir, el Betis cantado por los poetas; y la linda llanura verde 
que del otro lado se extiende limitada por fértiles y graciosas coli- 
nas, más hermosas que nunca a aquella hora en que sobre ellas des- 
cansaba la suave luz del sol poniente. Deleitándome con paisaje 
tan pintoresco caminé hasta llegar a la romana torre del Oro; y de- 
jándola a mi espalda, y a mi derecha el salón de Cristina rodeado 
de jardines y árboles coposos con su enlozado suspendido algunos 
pies del piso y cercado de asientos con respaldo de hierro, fuíme 
orillando el foso por donde corre un arroyuelo besando las viejas 
negruscas murallas de los romanos coronadas de almenas y ador- 
nadas a pocas distancias de torres pequeñas. Iba mi cabeza ocu- 
pada de los pasados tiempos y contemplaba estos lugares con gran- 
de interés, pues en todo este espacio que hay entre la torre del 
Oro, la fábrica del tabaco, la extensa muralla que cerca las huer- 
tas del alcázar y las márgenes del río, fué el teatro de los más con- 
tinuados y reñidos encuentros de los árabes con los eristianos, du- 
rante el cerco que duró aleunos meses. Y como de todos aquellos 
tiempos se cuentan fábulas caballerescas que de boca en boca han 
eruzado los siglos, hasta llegar al nuestro aumentadas y a veces 
totalmente distintas, me eusta recorrer los lugares en que pasaron 
aquellos hechos, hijos sólo tal vez de la superstición, o también 
cantos alegóricos de los poetas. Así es que con estos pensamientos 
divertía yo mi paseo, y recordaba las hazañas que cuentan del ca- 
ballero Garci Pérez de Vargas, que ayudó a D. Fernando en la 
conquista de Sevilla, y de quien he leído un viejo romance que 
dice cómo peleó una vez contra siete moros y los derrotó; y otra 
en compañía de dos valientes caballeros, que enviaron al Rey ára- 
be un cartel diciéndole que a la mañana siguiente irían los tres 
caballeros a tocar las puertas de la ciudad con las puntas de sus 
lanzas; y antes que amaneciera el sol ya estaban los moros sobre 
las armas y dispuestos a apoderarse de los arrojados valientes, que 
se lanzaron en medio de la turba enemiga peleando por llevar a 
cabo su temerario intento. Pero tantos fueron los contrarios, que 
tuvieron que retirarse sin conseguir su objeto; no sin dejar en el 
campo infiel sangrientas muestras de su osado esfuerzo. 
Cuéntase también que en este cerco, estando persiguiendo a los 
moros el maestre de Santiago, y viendo éste que aquéllos se esca- 


DIARIO DE VIAJE 221 


paban y la noche a más andar se venía, extendió los brazos al cielo, 
exclamando: “Santa María, detén tu día””; y el día, deteniéndose, 
le dió ccasión de derrotar a los infieles. A obras de Josué parece 
que el buen maestre añadió también+las de Moisés, pues dicen que 
sacó en cierta ocasión agua de una peña para dar de beber a sus 
sedientos soldados. 

Cuéntanse estas anéedotas muy comúnmente y con muchos vi- 
sos de verdad. ¿ Y quién rontradecirá al hombre del pueblo, igno- 
rante, poético y enpersticioso que nos cuente esas extrañas histo- 
rias con que arrullaron sus sueños al nacer, y que luego se lo qui- 
taron en las lareas noches del invierno? 

Mientras pasaban por mi cabeza todas estas cosas ya dejaba de- 
trás la fábrica del tabaco y el lienzo de muralla que rodea el alcá- 
zar, y me hallaba a poca distancia de la puerta de la Carne, tan 
vieja que he leído tuvo el nombre de Ahoar y lo conservó hasta el 
año de 1262. 

Siguiendo el lienzo de la muralla vi muy pronto los arcos del 
acueducto romano que llaman Caños de Carmona, y me acer- 
qué pronto a aquella sólida obra de tantos sielos, admirando la 
soberbia arquería de uno o dos cuerpos, según la desigualdad del 
terreno, y que va a morir en la muralla junto a la puerta de Car- 
mona. La calzada que arranca de ésta es también obra de los anti- 
guos romanos. Aquí puse término a mi largo paseo, y entréme en 
la ciudad, y metíme en las sevillanas callejuelas, que a mí me pa- 
rece no hay nada más enrevesado que las calles éstas, haciendo de 
Sevilla un laberinto verdadero. 

A poco rato de caminar me hallé frente a una portada gótica; 
pregunté qué edificio era, dijéronme ser la iglesia de San Esteban, 
y me metí; y dentro tuve motivos de aleszrarme, pues lo primero 
que vi fué un hermoso retablo en el altar mayor. Fórmanlo dos 
cuerpos con seis columnas corintias cada uno y adornado todo, 
aunque sin cargazón, de adornos platerescos. 

En el primer cuerpo se ven dos hermosos cuadros de Zurbarán, 
de grande efecto, representando a San Pedro y San Pablo. En el 
medio hay otros cuadros que, lo mismo que los otros del retablo, son 
obras de los Polaneos, discípulos de Zurbarán, y representa el mar- 
tirio de San Esteban. Sobre éste, en el segundo cuerpo, hay un naci- 
miento que me gustó mucho, sobre todo por el ropaje, y a los lados 
otros dos cuadros representan a San Fernando y San Hermene- 
gildo; rematando el todo del retablo con un crucifijo en el ático. En 


222 EUSEBIO GUITERAS 


el lado del evangelio hay una pintura muy antigua de la Virgen. 
Salí de la iglesia con dirección a casa, pero al pasar por una pla- 
zuela llamóme la atención un edificio de rara fachada. En el cen- 
tro de un muro coronado de una hermosa balaustrada calada al 
gusto gótico, se levantan dos pilastras corintias de mármol blanco 
con escudos y bustos con una inseripción sobre el arco, rematando 
con tres pedestales en que se lee entre eruces en cada uno: 


4 de agosto de 1519 entró en Hierusalem. 


A la derecha de la puerta hay una cruz a algunos pies del suelo, 
puesta en un nicho todo de exquisitos jaspes. 

No sabiendo qué era aquella portada ni teniendo quien me diera 
cuenta, tuve por lc mejor entrarme, y así lo hice, sin ver más que 
un patio sembrado con algunas flores. Un viejo que había allí me 
dijo que aquélla era la casa de Pilatos, y muy contento de haber 
dado con ella, entré en el antiguo palacio de la familia de Ribera y 
hoy de los duques de Medina-Celi, y a que el pueblo ha dado el 
nombre de aquel juez de Judea; porque habiendo hecho D. Fadri- 
que de Ribera un viaje a los santos lugares, volvió cuando se estaba 
construyendo este palacio, y se encargó de disponer a su gusto la 
fachada: la gente dió en decir que era igual a la de Pilatos, que 
D. Fadrique acababa de ver, y tanto se dió, que esa voz ha atrave- 
sado los siglos, y, todos los sevillanos dicen que el nombre de Pila- 
tos le viene de que la vista del palacio es igual a la del juez en 
Jerusalén. A la derecha de la entrada hay una puerta que da a 
un elegante patio: tiene 62 pies de largo y 60 de ancho, y lo forman 
24 arcos sobre columnas de mármol: todos los adornos son arabes- 
cos en yeso, a imitación de los del alcázar, sobre zócalos de azulejos 
de relieve y con hermosos artesonados. Sobre esta galería se levan- 
tan las columnas y arcos de otra alta que también está adornada de 
arabescos, y presenta al patio una gótica balaustrada con calados 
de gusto. Es muy digno de notarse en la galería baja una colección 
de bustos, colocados en nichos y que representan diferentes ilus- 
tres romanos, entre ellos Rómulo, Quirino, Trajano, etc. 

Estos bustos fueron regalados por el papa Pío V a D. Perafán 
Enríquez de Ribera, virrey de Nápoles, y también otras estatuas, de 
las cuales vi cuatro que hay a los cuatro ángulos del patio: dos son 
colosales y representan a Minerva con casco y escudo. Largo rato 
las estuve contemplando porque, en verdad, nunca mis ojos habían 


DIARIO DE VIAJE 223 


visto tanta animación en el mármol: la hermosa y erguida cabeza, 
la postura llena de majestad, el airoso ropaje que cae en mil plie- 
gues, todo recrea la vista y da motivos de admiración. Las otras 
dos estatuas, aleo mutiladas, representan a Ceres y una Musa, con- 
ecluyendo el magnífico adorno de patio tan interesante, una pila 
que se levanta 'en el centro y cuya taza sostienen tres delfines. 

Entrando se halla hacia la izquierda la escalera adornada de 
arabescos hasta el arranque de la cúpula formada de casetones do- 
rados. Alrededor del patio hay salas espaciosas adornadas con ara- 
bescos y azulejos; en la que está frente a la entrada hay un precio- 
so arco que conduce a la capilla del palacio. Las puertas que dan 
al patio son iguales a las del alcázar, y hasta tienen su inscripción 
latina alrededor. 

La noche no me permitió seguir mi paseo y dirigirme hacia el 
Duque a gozar de las últimas luces del crepúsculo que alumbraban 
todavía los puestos que rodeaban la plaza, y en que los montañeses, 
bajo cuatro tablas muy pintadas, presentan sus grandes cántaros 
de fresquísima agua: divertíame en observar el pintoresco traje 
de algunos campesinos que conversaban, compuesto de la chaque- 
tilla con mil adornos y bordados, el calzón ceñido a la rodilla con 
cordones y sujeto con ancha, encarnada faja a la cintura, cubierta 
la pierna con especies de botas abiertas a un lado como las de nues- 
tros caleseros, llamadas polainas, y rematando todo con el calañés 
de copa alta y una manta doblada sobre un hombro; más allá se 
paseaban algunos caballeros con capa y calañés; por allí cruza un 
ciego proclamando un parte que se acaba de recibir o el periódico 
que trae tales y cuales noticias; y más acá y más allá, chiquillos 
rotos y descalzos, ancianos, inválidos, y también los recatados ver- 
gonzantes, algunas o las más veces desveregonzados, que todos tien- 
den al paseante la limosnera mano. Estando sentado en uno de 
los poyos que rodean la plaza se acercó a mí un joven descalzo, 
vestido de un remendado pantalón y una mala camisa, sucio y con 
una manta de lana al hombro y en la cabeza un traído calañés. 
Encaróseme con una risa imbécil y necia, pero sin poder desmen- 
tir en medio de la expresión de simple que cubría su rostro, un 
cierto aire de tuno, de esos que se pierden de vista, y me dijo: 

Zeñorito, déme zu merzé un ochavito y le toco a aquella zeñora 
que viene por allí. 

Prometíselo, y fuése con aire muy indiferente a colocarse por 
donde debía pasar la buena señora, que muy seria y descuidada se 


224 EUSEBIO GUITERAS 


acercaba; y al momento de enfrentarse los dos, vase el pillo y le 
corta el paso imitando el toque del tambor y tocando fuertemente 
con los pies en el suelo y en.los muslos con las manos con grande 
asombro de la vieja, que se asusta, da un paso atrás y, gruñendo, 
sigue su camino, mientras el pillo le enseña los dientes con imbécil 
risa. Á no mucha distancia pasaban varias señoritas en grupo, y 
con su acostumbrado toque se metió entre ellas, y las dispersó, siem- 
pre sin dejar la risa de los labios. No pude contener la mía y fuíme a 
mi cuarto considerando modo tan arrastrado de ganar el pan. 


IX 


Infinitas son las ielesias que posee Sevilla dentro y fuera de su 
recinto y que con sus torres dan más hermosura a la vista lejana de 
Sevilla. ¿ Y habrá aleuna por mezquina que sea que no se adorne 
con alyuna obra de pintura o escultura de tantos artistas que flo- 
recieron, particularmente en Andalucía, los siglos xv1 y xvi? Al- 
gunas he visitado yo, y elertamente debo poner en primer lugar la 
Caridad. La fachada de esta iglesia no ofrece en su arquitectura 
nada de particular, sino los azulejos que representan la Caridad; 
a los lados la Fe y Esperanza, y bajo estos dos, San Jorge y San- 
tiago, euyos dibujos se atribuyen a Murillo. Entremos a admirar 
el tesoro de gloria que este artista ha encerrado en la Caridad. 

Tiene esta lelesia una sola nave bastante espaciosa, trabajada 
con gusto. El retablo mayor es de mucho mérito, representando en 
primer término, con figuras aisladas, el santo entierro, y en el 
fondo, el Calvario, de relieve, de Pedro Roldán, discípulo de Mon- 
tañez. En el muro del lado de la epístola hay un cuadro de Muri- 
llo de tres varas de alto sobre siete de largo, y representa el mila- 
ero del pan y los peces. La figura de Jesucristo sentado es magní- 
fica; la expresión de su rostro es divina: también son muy dignos de 
observarse un niño que está de pie cerca de Jesús con dos peces en 
la mano, y un viejo israelita que está sentado con la cabeza recli- 
nada en una mano, lleno de naturalidad. De Murillo es también 
un cuadrito del niño San Juan que está bajo este último, y otro 
enfrente, que es el niño Jesús, en los cuales se admira la gracia 
y naturalidad con que pintaba sus niños el divino Murillo. 

De la misma mano se ve en el lado del evangelio una bellísima 
Anunciación, y otra obra de maravilloso efecto que figura a San 


DIARIO DE VIAJE 225 


Juan de Dios cargando a un pobre con ayuda de un ángel: el ros- 
tro del santo en actitud de levantarse con el peso caritativo está 
lleno de bondad y dulzura: es admirable el efecto con que los sua- 
ves tintes de los tres personajes resaltan en medio del fondo oscuro. 

Pero la más bella obra con que aquel inmortal pintor enrique- 
ció la modesta iglesia de la Caridad es el cuadro que está frente al 
milagro de los panes y que tiene las mismas dimensiones que éste. 
Le dan el nombre de la sed de Murillo y representa a Moisés mi- 
tigando la del pueblo de Dios. En medio del cuadro se levanta la 
persona magnífica y llena de majestad e inspiración del primer 
legislador, cuya cabeza rodea una brillante aureola de suavísima 
luz: a su izquierda está una negruzca roca de donde brota un 
manantial, cuyas clarísimas y perfectamente ejecutadas aguas se 
esparcen por el suelo: por fin, en el resto del cuadro está el pueblo 
sediento, cuyas figuras, muy unidas y muy llenas de expresión, 
hacen este cuadro superior al de los peces. El hombre que recoge 
agua del manantial con un jarro es de un admirable efecto de 
elaroseuro, y no lo es menos el que delante de éste está en primer 
término haciendo la misma operación en el agua que azulea en “el 
suelo. Detrás de éste se ve una matrona dando de beber a un niño,: 
a cuyo lado está otro mayorcito esperando ansioso que acabe su 
hermano. ¡ Cuánta expresión en el rostro del muchacho que espera! : 
en todas sus facciones se ve marcado el deseo de apagar la sed ar- 
diente; sus manos y ojos se tienden al jarro de agua; se percibe, se 
admira la sequedad de sus labios entreabiertos—pincel divino !— 
Digno de observarse es también el niño a caballo que está en pri- 
mer término y la mujer bebiendo con un niño en brazos, el cual 
tiende las manecitas al jarro con la sencillez y naturalidad más 
perfectas. ¿Quién será el que no conozca el mérito de esta obra 
sublime? ¿Quién no admirará la perfecta expresión de todos los 
rostros, la sencillez y naturalidad de los ropajes, el suavísimo colo- 
rido difundido por todas partes? Bastaba sólo este cuadro para 
inmortalizar a su autor. 

Y aunque en vano pretenderá lucir Juan de Valdés Leal al 
lado de esas flores de la inmortal corona de Murillo, sin embargo, 
quiero citar los dos cuadros de aquel artista que se hallan a los pies 
de la iglesia y cuyas alegorías desempeñó bien su autor. Representa 
uno de los trofeos de la muerte y en él se ven coronas, tiaras, ar- 
maduras, libros y otros atributos, todos esparcidos en confusión y 
dominados por un negro esqueleto. El otro es la misma alegoría, 


226 EUSEBIO GUITERAS 


pero desenvuelta de una manera distinta y bastante rara; pues 
figura en primer término dos ataúdes con los cadáveres roídos y 
descarnados de un obispo y un caballero de Santiago; en medio 
del cuadro se desprende de lo alto, en una suave luz, la mano de 
la justicia con una balanza, en cuyos platillos se distinguen: en 
uno, atributos de vicios con este lema: 


Ni más. 
y en otro de virtudes con el de 
Ni menos. 
Al pie del cuadro hay una anta en que se lee: 
Finis elorie mundi. 


Las iglesias de San Marcos y Santa Catalina son notables por 
sus torres árabes del mismo tiempo que la Giralda: son cuadradas 
como ésta y adornadas de ventanillas con arcos de herradura: las 
dos Jlevan el sello de su antigiiedad marcado en sus negros paredo- 
nes cubiertos de musgo. 

La capilla de la Universidad se atribuye al célebre arquitecto 
D. Juan de Herrera: compónese de una cruz latina, y fué construí- 
da por los primeros jesuítas que hubo en Sevilla. La única nave tie- 
ne 139 pies de largo hasta la primera grada del presbiterio: súbese 
por cinco de mármol, que ocupan todo el ancho de la nave, al altar 
mayor, compuesto de cuatro pilastras corintias con una columna del 
mismo orden a los dos lados en que se apoya el segundo cuerpo for- 
mado por tres entrepaños con dos pilastras cada uno: remata el 
todo con adornos que llegan a la bóveda y que son de madera do- 
rada, lo mismo que todo lo demás de la obra, excepto el zócalo y 
base, que son de jaspe. Llenan los entrepaños del primer cuerpo 
tres de las mejores obras de Juan de las Roelas, que representan 
la sacra familia: cuadro muy estimado; el coro de ángeles adoran- 
do a Jesús es magnífico, y por todas partes se admira el suavísimo 
colorido: a los lados se ven un nacimiento y una adoración, cuya 
luz le da muy buen efecto. Tres cuadros de mucho mérito tam- 
bién adornan el segundo cuerpo: en medio la Anunciación, de 
Francisco Pacheco, y a los lados San Juan Bautista y San Juan 
Evangelista, de Alonso Cano, Añádase a esto dos preciosas estatuas 


DIARIO DE VIAJE 227 


de la hábil mano de Montañez, que están sobre las dos columnas sa- 
lientes, y figuran a San Pedro y San Pablo, y acaba este retablo 
uno de los más hermosos de Sevilla. 

De muy poco tiempo a esta parte se han trasladado a la iglesia 
de la Universidad varios sepuleros que pertenecen a la familia anti- 
gua de Ribera, ascendientes de los duques de Medina-Celi. Son 
muy dienos de observarse los magníficos mausoleos de D. Pedro 
Enríquez y su mujer, trabajados con exquisito gusto en Italia 
Fórmanlos dos grandes nichos arqueados con medallones represen- 
tando pasajes de la Santa Escritura, dentro de los cuales se halla 
la urna cineraria con la estatua echada del muerto. Bajo el nicho 
corre un pedestalón con tres escudos de armas y otras figuras, so- 
bre el cual descansan cuatro columnas con sus pilastras detrás, que 
sostienen el friso y corneja, rematando en figura triangular. ÁAm- 
bas obras son de mármol y están colocadas una frente a otra; los 
adornos son diferentes, luciendo por todas partes el trabajo y ga- 
las de la arquitectura plateresca. La altura será de 11 varas sobre 
6 de ancho. Otros sepuleros más sencillos cubren las paredes de la 
nave, y en que el viajero no se para, porque ni el exterior llama la 
atención, ni las frías cenizas de aquellos muertos nos recuer- 
dan nada. 

Lo contrario sucede al contemplar la modesta loza que cubre 
los preciosos restos de D. Juan de Arguijo, cuya lira dió a España 
los bellísimos y acabados sonetos que dieron gloria a su autor, con- 
servando aún en nuestros días la merecida primacía de cuantos 
han usado aquella difícil composición. 

También encierra las cenizas de un poeta el sepulero de már- 
mol que forma un nicho con una estatua, rodeado de mármol blan- 
co con los contornos negros. Son las del eminente Benito Arias 
Montano, muerto en 1598. 


La iglesia del Salvador ofrece una alta fachada de ladrillo y 
piedra a que se sube por gradas de todo el ancho del templo, y ador- 
nada con pilastras corintias, rematando con un ático. La arqui- 
tectura churrigueresca tomó posesión de este edificio construído 
en el lugar mismo en que hubo una mezquita hasta fines del si- 
glo xv1 que se desplomó. El coro, como en la catedral, quitando 
toda la vista del templo, cuyos retablos cansa mirar, porque fasti- 
dian verdaderamente esas masas de madera dorada que tocan hasta 
las bóvedas y cargadas de adornos con tanta profusión y tan poco 


228 EUSEBIO GUITERAS 
tino, que no se puede menos de maldecir a D. José Churriguera, 
inventor de estilo tan pesado y que cansa la vista sin recrearla. 

De lado de la epístola están las obras con que embellecieron los 
artistas esta parroquial. La primera capilla encierra a Santas Jus- 
ta y Rufina, con la Giralda, estatuas que trabajó muy bien Pedro 
Duque Cornejo, discípulo de Roldán. Las dos que siguen están de- 
dicadas a San Cristóbal y San Fernando, cuyas estatuas son de la 
mano del maestro de aquellos dos: D. Juan Martínez Montañez. 

Venérase, y ciertamente con mucha devoción, en la capilla si- 
guiente, la antigua imagen de Nuestra Señora de las Aguas, y como 
de más nombradía y más historia, quisieron obsequiarla recargando 
de más adorno que a otras su tremenda capilla. A aquella imagen 
va unida una tradición de San Fernando. Cuentan que una vez 
se apareció a este santo Rey una visión figurando una mujer con 
un niño en la falda. Retúvola él a la memoria y envió después por 
dos muy célebres artífices que se comprometieron a copiar aquella 
imagen según la descripción que del original el Rey hacía. Al cabo 
de aleún tiempo presentóse uno con su obra concluída, que vista 
por el monarca la tuvo por de ningún mérito. y no quiso guardar- 
la. Preséntase después con su imagen el compañero, y D. Fernan- 
do, aunque no muy satisfecho, la conservó porque decía que estaba 
entre dos aguas: y de aquí toma su nombre la vireen del Salvador, 
que es la misma. El santo Rey no guardó mucho la imagen ésta, 
porque se le aparecieron un día dos mancebos, pintor y escultor, 
para copiar la visión, lo que hicieron muy pronto y muy a gusto 
del Rey. ¿Y cómo no, si dicen que eran dos ángeles? Esta última 
imagen se conserva con gran veneración en la capilla Real de la 
catedral, y he leído que nadie ha podido averiguar de qué materia 
está hecha, que se conserva con los mismos vestidos que la pusie- 
ron los celestiales espíritus, y que no hay quien ose levantarlos, 
porque “no está muy lejos, me decía un viejo en la catedral, el 
día en que un atrevido que quiso averiguar cómo estaba construída 
Nuestra Señora de los Reyes, perdió la vida?”. 

Cháchara y no más. Episodio de la historia sevillana. Desde 
el domingo pasado 4 se corrió que Sevilla iba a pronunciarse, a 
imitación de otras provincias, contra la regencia del reino, con mo- 
tivo de haber dado ésta al traste con el Ministerio benéfico de Ló- 
pez y puesto a Mendizábal. Aquel día se reforzaron las guardias, 
se armaron retenes y... 


—po hubo nada.— 


DIARIO DE VIAJE 229 


Ayer la cosa fué más formal. Al oscurecer empezaron a reunirse 
en corrillos, y a cirse los gritos de “Viva la libertad! Muera Es- 
partero!””; y unos 30 ó 40 armados y el pueblo, se lanzaron a la 
plaza de San Francisco, donde está el Ayuntamiento, pero fueron 
arroyados y heridos por un escuadrón de caballería. Las calles 
principales estaban bien animadas: corros por todas partes, y por 
todas partes resonaba el trote de la caballería rondando. Salimos 
nosotros y fuimos a un café: las casas estaban cerradas; la gente 
todo alborotada. Al volver a casa vimos en la calla parados un es- 
cuadrón de caballería y un piquete de infantería; estaban reunidos 
para leer, según costumbre en un tumulto, la ley marcial, que 
prohibe se formen corrillos y se hable política: nadie la quiso leer, 
y no se leyó, y el pueblo que estaba alrededor se quedó tranquilo. 
Y después del alboroto, tiros—algunos, —conversaciones, COrros, es- 
cuadrones, ete., ete. ¿Qué hubo? 


nada! 


La cosa se formalizó, y antes de ayer jueves 15, la tropa cargó sobre 
el pueblo, porque éste empezó a tirar piedras, y aquélla les tiró 
una descarga cerrada, de que resultaron dos muertes; volvió el 
pueblo a atacar a la tropa, y a ladrillazos la hizo retroceder; vino 
la caballería y corrió el telón de este teatro en la calle de las 
Sierpes, y ayer vi las balas clavadas en las paredes de las casas. 

Ayer al oscurecer salimos y reinaba la mayor agitación : la plaza 
de San Francisco estaba sobre las armas, y lo mismo las puertas en 
que había artillería: todo anunciaba un gran rompimiento; y nos- 
otros fuimos a tomar una taza de café. Cuando salimos, todo había 
mudado: la tropa desfilaba para sus cuarteles, los balcones estaban 
iluminados, y las 25 campanas de la Giralda daban al viento su 
tremendo repique, y por todas partes los gritos de viva la libertad, 
viva la Constitución, viva la milicia nacional, muera Espartero, 
mueran los tiranos. El Ayuntamiento parece que había hablado al 
general en sentido de que aquella noche el pueblo estaba decidido 
a atacar las tropas y que correría sangre. Ello es que Sevilla se 
pronunció independiente y ahora la gobierna una junta nombrada 
por el pueblo. 

¡Qué aspecto tan triste presenta hoy (20 de Julio) la corte an- 
tigua de los árabes—Sevilla!—Qué silencio! Qué consternación ! 
Sólo interrumpe el silencio el ruido del cañón que envía desde la 


230 EUSEBIO GUITERAS 


muralla balas y granadas al enemigo bando de Espartero capita- 
neado por Van-Hallen y situado a poca distancia de la ciudad en 
Cruz del Campo y la casa de la cera. Esta mañana comenzó el 
bombardeo. Subimos a la azotea dudosos de esta nueva, y con efec- 
to, a poco oímos sobre nosotros un fuerte silbido y después, a algu- 
na distancia, el estallido de la cruel granada. Salimos a la calle, 
ocupada casi sólo por mujeres llorando y lamentándose, y sentidos 
volvimos a casa. ¿Dónde ir? ¡Triste situación! Tres campanadas 
de la Giralda anuncian cada bomba que envía el enemigo. ¡Oh, 
Dios!, calma tu ira: perdón! 


20 de julio. 
Xx 


Al sur de la catedral levantó el famoso Juan de Herrera uno 
de los más bellos y elegantes edificios que posee la ciudad bañada 
por el cantado Betis, y destinado por la reunión de mercaderes que 
antes se congregaban en la catedral profanando la santidad de 
templo tan suntuoso. El viajero se deleita contemplando la lonja 
de Sevilla en que se ve con el gusto de Herrera la sencillez, severi- 
dad y elegancia de arquitectura grecoromana. 

El edificio está aislado, formando un cuadrado perfecto de 200 
pies de largo con 63 de alto. Súbese por 4 o 5 gradas al enlozado 
ancho que lo rodea, adornado de trecho en trecho con columnas 
pequeñas, unidas por cadenas. Forman la obra dos cuerpos de 
orden toscano compuesto de pilastras de piedra martelilla de las 
canteras de Jerez, teniendo los entrepaños de ladrillo. El cuerpo 
primero presenta por las partes de norte y poniente tres puertas y 
ocho ventanas intercaladas de dos en dos: por el sur tiene dos 
puertas y una por levante; el adorno del segundo cuerpo forma 
once ventanas por cada lado, rematando con una balaustrada que 
coronan cuatro torrecillas en forma de obelisco en los cuatro ángu- 
los y un globo correspondiente a cada pilastra. 

Se entra por la puerta de poniente que está junto a la escalera; 
pero antes de subir, el viajero se detiene a contemplar la elegante 
sencillez del patio, cuya planta cuadrada tiene por cada lado 72 
pies: fórmanlo veinte arcos en ambos cuerpos del edificio con eo- 
lumnas dóricas en el primero y en el segundo ¡jónicas, rematando 
con una balaustrada, bello conjunto lleno de majestad y hermosura 


DIARIO DE VIAJE 231 


que aumentan las grandes lozas de mármol blanco y negro de que 
están cubiertos patio y corredores, levantándose en medio de aquél 
una pila sencilla. La escalera es ancha y hecho toda de jaspes riquí- 
simos que cubren también el muro formando labores irregulares 
con una especie de escudo en el descanso principal compuesto de 
una lápida o tarjetón entre dos columnitas y rematando con una 
corona. Cubre la escalera una bóveda con casetones sencillos y con- 
cluye con linterna. 

Por los años de 1785 se cerró la galería superior por orden de 

Carlos 111 para establecer el magnífico archivo de Indias, colee- 
ción interesantísima que con buen orden encierra tantos preciosos 
documentos desde que el ilustre y atrevido Colón trató en Granada 
con los católicos reyes su proyecto gigantesco y temerario llevado 
a cabo por divina inspiración, hasta nuestros días, que sólo queda 
apenas la triste Cuba, mi adorada patria. Ocupa el archivo tres 
alas del edificio, que admiran por la elegancia y sencillez de los 
adornos. El pavimento es de mármoles y jaspes formando dibujos, 
que se aumentan con graciosos mosaicos en los ángulos: cubre los 
muros la hermosa estantería de caoba construída al estilo dórico 
con sencillez y adornando el friso relieves figurando trajes, ídolos, 
armas, etc., de los desventurados indios. Una bóveda remata los 
espaciosos salones, hermoseada con muy sencillos casetones. A la 
entrada se ve un retrato de Colón de tamaño natural con un elobo 
en la mano y a los pies una tarjeta que refiere las fechas de su 
nacimiento y muerte y su arrojada empresa. Al concluir los salo- 
nes del archivo se encuentra una pequeña sala en que se ve un 
retrato de Colón, otro de Hernán Cortés y un busto de Vasco de 
Gama. Allí, en estantes, con cristales, está encerrado lo más pre- 
cioso que posee el archivo: todos los papeles concernientes al des- 
cubrimiento y conquista; pero, ah!, no se ven más que paquetes y 
no se permite ver más! 
La escalera que conduce a las azoteas de la Lonja es muy ad- 
mirada por estar construída en el aire; los gruesos escalones de 
granito con pasamanos de lo mismo, suben unidos a las paredes sin 
más apoyo en el centro que la artificiosa trabazón de los cantos. 


5 


XI 


La catedral de Sevilla es el primer monumento espléndido le- 
vantado por el hombre que han visto hasta ahora mis ojos: templo 


Lo 
e 
15] 


EUSEBIO GUITERAS 

espléndido digno del Sér augusto que la habita, obra soberbia ins- 
pirada por el cielo. Sus levantadas balaustradas y finas agujas y 
fuertes botareles, y sobre todo la torre altísima dominan las ori- 
llas del Guadalquivir; y de lejos se dibujan con mágico efecto en 
el cielo azul de Andalucía. ¿Quién no siente conmovido el cora- 
zón; quién no llena su alma de grandes impresiones al pisar el 
rico pavimento de ese soberbio templo de Dios? Yo no dejo un 
día de visitar obra tan suntuosa y me place sorprenderla a todas 
horas y bajo todos aspectos, pues en cada visita ofrece al curioso 
viajero una nueva gala de tantas que encierra. Ya cuando los pri- 
meros albores del día van alejando de sus inmensas naves la oscu- 
ridad, iluminándose gradualmente hasta que los rayos del sol pene- 
tran por las pintadas ventanas, cuyos cristales descomponen la luz 
y colorean los objetos que hieren aquellos débiles rayos: ya cuando 
la fuerte claridad del mediodía presenta a los ojos encantados el 
templo lleno de luz; ya en fin cuando viene el sol con sus rayos 
descompuestos a pintar de azul y verde y encarnado las preciosas 
esculturas doradas de la capilla mayor. Entonces es cuando acu- 
den más emociones a agitar el alma; entonces es cuando la catedral 
gótica desenvuelve su magia triste y consoladora. Las sombras em- 
piezan a extenderse por las bóvedas altísimas: apenas el sol forma 
entrando por las elevadas ventanas un rayo que cruza iluminando 
el aire—es el último!:—la luz se desvanece, y sentimos que con la 
última claridad se desvanecen los mundanos pensamientos, y la 
vista atónita busca a Dios por todas partes: ya las inmensas colum- 
nas casi se pierden en las bóvedas. Y vemos los santos que se des- 
prenden del lienzo animado por Murillo, Zurbarán; y vemos la 
divina Concepción de Montañez levantar sus manos y ojos al cielo 
y abrir sus labios; y el San Antonio de Murillo tiende los brazos 
al niño Dios que en los suyos lo estrecha; y la luz inmortal de la 
eloria que los rodea hiere nuestra pupila atónita. Y sentimos el 
perfume suavísimo del incienso, nuestros ojos siguen su voluptuo- 
sa ondulación, y nos parece que se mueven los ángeles del altar y 
baten sus brillantes alas. El alma enmudecida teme y goza y presta 
atenta oído al dulce y lejano rumor de los instrumentos celestiales 
y habla con Dios en silencioso pasmo. 

Y más opulento, más espléndido el santo templo se ostenta 
cuando se viste las ricas alhajas de oro y plata y sedas; cuando 
cubre sus eallardas columnas de rico terciopelo con franjas de oro, 
y oculta bajo estos adornos su puerta principal que cierra magnífi- 


DIARIO DE VIAJE 


189) 
¡2e] 
ds] 


co cancel de madera dorada y terciopelo carmesí con hermosos ca- 
lados; entonces lucen los ricos atriles y bancos en gran número ha- 
ciendo juego con el cancel: y el brillante altar de plata resplandece 
a la luz de cien cirios en candelabros de plata; y el incienso, como 
una nube, oscila en el espacio, y los armoniosos sonidos del mag- 
nífico óreano se esparcen por las anchas naves; y las campanas 
de la gigante Giralda dan al aire estrepitosos ecos que van a perder- 
se en la lejana llanura del Guadalquivir. 

Cuando el rey San Fernando conquistó en 1248 a Sevilla, esta- 
bleció la iglesia católica en la mezquita de Mahoma; y fué ésta 
la catedral hasta 1401 que se reunió el cabildo y dijeron: ““Faga- 
mos una iglesia que los del porvenir nos tengan por locos”; y 
llevando a cabo su proyecto, el año de 1519 se puso fin a la gigan- 
tesca obra consagrándola a Dios. 


La forma del edificio es un cuadrilongo * y tiene de largo co- 
““rriendo de oriente a poniente 378 pies y de ancho de norte a sur 
254, sin contar el fondo de las capillas laterales ni la Real que sale 
““del cuadrilongo. Tiene el edificio cinco espaciosas naves y dos 
“además en que están las capillas. La del medio con el intercolum- 
“*nio que corre entre las puertas norte y sur forman lo que se llama 
“el crucero y tiene de ancho 59 pies con 134 de alto. Las naves la- 
““terales cuentan 39 15 con 96 y las capillas 37 con 49. En el cen- 
““tro del crucero está el cimborrio de 143 pies y medio de al- 
ura” 


Sostienen las 68 hóvedas que cubren el edificio, 36 pilares for- 
mados de varios grupos unidos de columnitas además de los medios 
pilares correspondientes a las bóvedas que arrancan del muro del 
edificio. Los adornos son pocos y muy sencillos: alrededor de toda 
la obra y del crucero corren andenes calados con mucho gusto; y 
lo son también las labores resaltadas que adornan las cuatro bóve: 
das del centro del erucero. Las ventanas, que casi todas rematan en 
figura triangular, están rodeadas de adornos góticos, cerrándolas 
hermosos cristales pintados representando pasajes religiosos. El 
pavimento es todo de grandes lozas de mármol, formando dibujos 
en algunos puntos, particularmente bajo el cimborrio, que mues- 
tra hermosos mosaicos de jaspes figurando la Giralda con dos ja- 
rros de azucenas a los lados. Y ciertamente es lástima que hayan 
quitado a tan suntuoso templo gran parte de su grandeza y majes- 


1 Colón.—Sevyilla artística. 


Ax 


34 EUSEBIO GUITERAS 


tad, colocando en medio del edificio el inmenso coro en que se de- 
tienen las miradas que se extenderían con encanto vagando entre 
las gallardas columnas. Son nueve las puertas que dan entrada a 
la magnífica catedral, y la principal da a poniente: fórmala un 
atrevido arco gótico de grandes dimensiones adornado de gracio- 
sos doseletes, sobre el cual, después de aleunos adornos, se levanta 
un muro coronado de una elegante balaustrada con una cruz en el 
medio y abierto por una claraboya circular con calados, cerrada 
por vidrios de colores. A la derecha de esta principal, que no se 
abre más que al rey o al arzobispo en gran ceremonia, se halla la 
puerta del bautismo, y a la izquierda la de San Miguel. Las dos 
presentan sus bellos arcos laboreados con sus estatuas de barro 
cocido a los lados, que representan los patronos, evangelistas y 
otros santos: cubre el medio punto de la primera un medallón del 
bautismo, que así como el de la puerta de San Miguel, que figura 
el nacimiento, y los que se ven a oriente, son muy estimados. For- 
man estas tres puertas la fachada, que presenta un aspecto gran- 
dioso y lleno de belleza y elegancia, vista sobre todo desde alguna 
altura inmediata en que a la fachada se une el techo de la catedral; 
y como las naves son de alturas diferentes, todas están unidas por 
erandes arbotantes, y todas con sus caladas balaustradas y por 
todas partes levantándose las cien graciosas agujas góticas que se 
dibujan en el azul del cielo. 

Por la parte de oriente, correspondientes a las de San Miguel y 
el Bautismo, hay otras dos puertas de la misma construcción con la 
adoración de los Reyes y la entrada de Jesucristo en Jerusalén en 
los medallones, y a los lados, estatuas de ángeles, patriarcas y 
profetas. 

Corresponden a los brazos del crucero otras dos grandes puer- 
tas, cuyas fachadas no están concluídas: las cierran hermosos can- 
celes de caoba al estilo gótico. Las dos restantes son la que conduce 
al sagrario y la que sale a la nave del Lagarto, cuyo arco está cu- 
bierto por uno de la antigua mezquita. 

Entremos ya a descubrir las preciosidades que en su recinto 
encierra el templo de Dios. 

Ocho bóvedas encierra su nave principal, sin contar la capilla 
Real y el cimborrio, y dejando una en el medio, entre la Real y la 
Mayor, está la capilla Mayor, que ocupa dos bóvedas; síguese el 
cimborrio, bajo el cual está la crujía o paso al coro que llena las 
bóvedas cuarta y quinta, quedando limpias las tres siguientes que 


DIARIO DE VIAJE 235 


forman el trascoro hacia la entrada principal. Las cuatro naves 
laterales están desocupadas y da magnífica vista su limpio espacio, 
donde los ojos se deleitan en vagar. A ambos lados limitan el edifi- 
cio dos naves bajas en que están colocadas las capillas. 

Súbese por cuatro gradas a la Mayor, y después de atravesar 
un espacioso pavimento cercado por tres partes de rejas doradas, 
se sube al altar por 10 gradas de mármol de todo el ancho de aquél, 
que es el mismo de la nave. El magnífico retablo está cerrado por 
tres muros, en cuya parte exterior y a bastante altura corre una 
faja de estatuas con doseletes góticos que son tenidas en grande 
estima. El altar mayor es de extraordinaria altura y ocupa todo el 
frente de la nave y parte de los costados. Fórmanlo 44 nichos se- 
parados por pilares góticos y cuatro fajas que los atraviesan, ador- 
nados de doseletes y mil menudos y preciosos adornos; en cada ni- 
cho se representa, con muy buenas esculturas, un pasaje de la vida 
de Jesucristo. Encima se desprende un dosel con artesonado, en 
cuyo frontispicio se ve una faja de estatuas con peanas y doseletes, 
que representan los doce apóstoles y la Virgen en medio con su 
hijo en los brazos, muerto; rematando el todo con un Calvario bajo 
dosel de terciopelo carmesí. Este trabajoso y hermosísimo retablo 
es todo de alerce dorado: la delicadeza y prolijidad de los góticos 
adornos es admirable. Sobre la mesa del altar está la imagen de 
plata con dorados de Nuestra Señora de la Sede, antigua y venera- 
da imagen que perteneció a San Fernando, el cual la puso en la 
mezquita para la primera misa que se dijo en ella. Debajo de ella 
se levanta el gran tabernáculo con que hacen juego los dos atriles, 
todo de plata con buenos relieves. 

Atravesando la crujía éntrase al coro por una gran reja dora- 
da. Ocupa dos bóvedas. El intercolumnio de la primera está cerrado 
por dos vestíbulos de ricos mármoles y jaspes, con seis demasiado 
gruesas columnas, cuyas bases y chapiteles, dóricos, son de bronce. 
En el medio del muro hay como un altarito con pila de agua ben- 
dita, y a los lados dos puertas que conducen al coro. Sobre estos 
vestíbulos se levantan los dos magníficos órganos, cuya admirable 
construcción admira al viajero y que inundan de armonía el templo 
con los melodiosos acentos de sus enormes tubos que bien imita la 
música lejana del cielo y las tempestades de la tierra. Sus adornos 
son objeto de grande erítica para los inteligentes: pertenecen al 
gusto plateresco y llegan con profusión hasta la bóveda, aumen- 
tando el defecto que ya el coro tiene de por sí de quitar la vista a 


* 


236 EUSEBIO GUITERAS 


las naves. Junto a cada vestíbulo hay dos capillas góticas con muy 
exquisitas labores trabajadas todas en alabastro. Las que están del 
lado de la epístola encierran varias esculturas del Montañez, y en- 
tre ellas la divina Concepción. Qué hermosa es! Qué hermosos los 
ángeles que tiene al pie! Qué ternura y colorido en aquel rostro de 
virgen lleno de expresión, de vida! Qué ropaje! La delicadeza de 
las facciones... ¿Quién inspiraría a aquel genio composición tan 
brillante ? 

La capilla dedicada a Nuestra Señora de los Remedios cierra 
el corro por la parte que da a la puerta principal. Está toda hecha 
de muy raros mármoles jaspeados siguiendo con elegancia el estilo 
dórico. En el medio está el altar de la santa, que es una antiquí- 
sima pintura con dorados: a derecha e izquierda se ven dos rejas 
que dan' entrada al coro, y sobre ellas, en dos nichos, los bustos en 
bronce de Santas Justa y Rufina: siguen a cada lado un cuerpo de 
arquitectura con cuatro bajorelieves, trabajados en Génova con 
mucha propiedad. El interior del coro es todo de aleree y pertenece 
al estilo gótico, que ostenta sobre todo sus finas labores de encaje 
en la del arzobispo, que está al frente coronada de un exquisito 
dosel. Las demás sillas altas están todas separadas por columnas 
con dos nichos, donde se ven estatuitas de santos, y en el medio, 
caprichosas grecas: cúbrelas un dosel también con estatuitas y 
todo corrido; las sillas bajas muestran en sus respaldos medallones 
hermosos representando pasajes de la Santa Escritura, que están 
trabajados con mucho gusto, lo mismo que todos los demás capri- 
chosos adornos. Levántase en el medio el facistol de madera con 
adcrnos de bronce coronado por un templete, dentro del cual hay 
una Concepción. Allí vi algunos de los muchos y costosos libros de 
canto-llano que posee esta catedral y que son muy apreciados por 
las pinturas que contienen en miniatura y las letras mayúsculas 
tan llenas de adornos exquisitos. 


(Continuará. ) 


BIBLIOGRAFIA 


I. Studi Glottologici Italiani diretti da Gracomo De GREGORIO, Volume 
Sesto, Torino 1912. 


El distinguido profesor Giacomo De Gregorio, de la Universidad 
de Palermo, nos ha obsequiado con un ejemplar de sus Studi Glottolo- 
gici Iteliani, vólamen VI, atención que mucho agradecemos pues nos 
permite conocer los interesantes trabajos que contituyen este libro, 
nuevo esfuerzo plausible de su meritoria labor en el campo de los 
estudios lingúísticos, especialmente en la rama de los dialectos de su 
lengua nativa. Este volumen, como los anteriores, es hermoso ex- 
ponente del éxito de la especialización para el mejor conocimiento 
de determinada materia. Revisando el sumario de la obra nos en- 
contramos con un artículo de Sapienza acerca de la Etimologie po- 
polari e fenoment affini del dialetto siciliano con particolare riguardo alla: 
20nacatenese; otro de Bertoni sobre Note etimologiche emiliane, y dos del 
profesor De Gregorio, uno sobre 1 dialetto fiorentino volgare e la lingua 
italiana y otro sobre ll dialetto romanesco, curiosos estudios que reve- 
lan el saber de su autor y contribuyen á mejorar el conocimiento que 
hasta el presente se ha tenido de ambas formas dialectales. 

Afirma rotundamente el autor, al tratar sobre el dialecto florentino 
vulgar, que el carácter toscano de la lengua italiana no puede ser con- 
tradicho por la particularidad fonética y morfológica de dicho dialee- 
to; que el prototipo de la lengua italiana no fué aquella tosca forma 
dialectal oída en boca del vulgo ignorante, sino aquella delicada que 
utilizó toda pers3na culta. Sin negar el profesor De Gregorio el carác- 
ter toscano de la lengua italiana propónese en dicho trabajo recoger 
algunos de los principales resultados, tanto fonéticos como morfológi- 
cos, del dialecto florentino que señalan diferencias con los correspon- 
dientes obtenidos en la lengua italiana. Indica, en el capítulo de 
la sintáxis, las variantes advertidas entre el dialecto florentino y la 
lengua italiana, vése en aquél el empleo del sujeto plural con un 
verbo en singular al igual que pasa en griego; consigna el uso de 
avere por essere en la construcción del participio pasado; el empleo 
de la forma oblícua del pronombre personal por la del nominativo; 


238 BIBLIOGRAFIA 


el la puesto como sujeto del imperativo que la lengua común omite o 
pospone al verbo, así como también discurre sobre la forma plural 
del posesivo sus por la plural loro. Es curioso notar cómo en cier- 
tas construcciones sintácticas coinciden idiomas que morfológicamen- 
te tienen sus especiales características; así pues, al reparar que el 
dialecto florentino añade pleonásticamente el artículo determinativo 
trás el sustantivo y el adjetivo en: 2 libro il piu bello, pensamos en 
idéntica construcción en la lengua árabe en la frase el ¿2mratu el jasá- 
natu; la mujer la) hermosa. 

Refiriéndose el profesor De Gregorio a la particularidad léxica o 
gramatical del dialecto florentino frente a la lengua común italiana, 
no vacila en afirmar que no es grande, que es mayor en la fonética, 
porque no se trata de simples vicios de pronunciación como hubo de 
creerse, suponiéndose que el pueblo había alterado o corrompido la 
voz de una lengua ya bella y formada, sino que se trata de caracteres 
fonéticos genuinos, muy especiales. Para demostrar las diferencias 
fonéticas estudia las vocales y dentro de ellas los casos de diptonga- 
ción, la substitución en el colorido vocálico, Ja elisión de la átona fi- 
nal, como a veces se advierte en el dialecto cubano y en tantos otros 
idiomas. Al hacer el análisis de las consonantes así como de los 
grupos que en ellas se forman consigna el valor de fricativa palatal 
de la ec antes de e, 2 tanto en el florentino como en el toscano; que la 
¿ inicial ante e o 7 se convierte en el florentino en fricativa sonora 
del mismo orden, como el grupo qu + vocal traysftórmase en k y el 
skj en stj. Al estudiar el sonido de t, d, afirma que no es netamente 
dental sino más bien alveolar representándose por t, d, y llama la 
atención sobre el muy importante hecho de la t de la terminación 
verbal ate, ete (22 pers. plur. del Pres.,) ato, ito, uto que se presenta en 
el florentino cambiada por el sonido fricativo sordo de la gutural. Más 
adelante manifiesta que el grupo B + D en el florentino se ha asi- 
milado a dd; que el nexo L + consonante se resuelve en este dialecto 
de dos modos en completo desacuerdo con el italiano y que R+con- 
sonante se asimila a la consonante siguiente. Es curioso observar 
dentro de los fenómenos sintácticos lo que pasa en el dialecto flo- 
rentino con esas pequeñas voces que han perdido algún elemento 
final y se las denomina proclíticas, igual que resulta en griego con 
sus proclíticos, el artículo, %, ot, ai; las preposiciones els (és?, éE (éx), év, 
las conjunciones el y 6s y la negación o% (ox, ovx). No obstante estas 
semejanzas la unión en el florentino aparece más efectiva según se ve 
en pekkanto, pemmese, ibbastone. Ocúpase asimismo el profesor De 


BIBLIOGRAFIA 239 


Gregorio de la metátesis de sílaba, de los simples fonemas, etc., ete. 
Para terminar su estudio analiza la forma de las voces al través de 
las categorías gramaticales consignando que los cambios de declina- 
ción son bastante frecuentes. 

El segundo trabajo que publica el profesor De Gregorio se con- 
ereta a 11 díaletto romanesco afirmando que ha sido poco estudiado des- 
de el punto de vista glotológico y que por virtud de su gran concor- 
dancia con la lengua italiana debe prestársele la debida atención. 
Refiérese al estudio hecho por Tellenbach expresando las semejanzas 
y diferencias que se nota entre ésta y la suya, no creyendo en la 
transformación por alguien señalada del romano hacia el toscano. 
Al exp»mner las consideraciones generales sobre el dialecto romano 
discurre sobre la influencia del toscano en la modificación de éste 
diciendo que no es de esta opinión, 19 perche la storia non ci dice 
affatto che la popolazione romana sia stata in quella congiuntura sostituita 
da popolazione toscana; anzi ci dice che la Toscana non ebbe gran fatto 
ad ingerirsi negli affari politici di Roma; 29 perche il vero centro d'irra- 
diazione linguistica, sia nel periodo classico che nel romanzo e Roma; si 
eché se noi troviamo forme di voci, di origine latina, che esistono oggi a 
Roma ed esistono anche in altre zone, non abbiamo menomamente al dritto 
di supporre che a Roma sieno state importate da queste zone, a meno che 
le forme corrispondenti dell'ant. rom. non sieno addirittura divergenti; 
nel qual caso, del resto, la supposizione non potrebbe mai elevarsi a verita 
storica. 

Esfuérzase el profesor De Gregorio por indicar la importancia 
del romano en la lexicografía italiana, lamentándose que en el die- 
cionario no se hubiesen tenido en cuenta centenares de vocablos 
romanos, porque para la compilación de los vocabularios generales 
de la lengua italiana resulta de utilidad comprobada el léxico ro- 
mano. El romano es a su juicio un elemento de unión entre los 
dialectos toscanos y meridionales; que en el vocalismo es aquél 
casi idéntico al toscano, especialmente al florentino, salvo las va- 
riantes vocalarias que presenta. Tras ésto nuestro distinguido. 
compañero va estudiando detalladamente dentro de la fonética las 
vocales tónicas, señalando los casos tanto de invariabilidad como de 
substitución, manifiesta lo poco que hay que observar en los dipton- 
gos, la particularidad de las vocales átonas, las consonantes en sus 
clasificaciones como los casos de prótesis, epéntesis, aféresis, metáte- 
sis, contaminación, etc., ete. 

Estas son, a grandes rasgos, las ideas sustentadas por el muy 


240 BIBLIOGRAFIA 


competente profesor de la Universidad de Palermo. Todo lo expues- 
to en sus notables trabajos resulta de utilidad grande y agradecidos 
tienen que sentirse para con él cuantos aficionados a las pesquisas 
glotológicas quieran conocer estos puntos de vista, porque a la clari- 
dad de la exposición se une un saber profundo y un método digno 
del mayor encomio. 


. Dr. J. M. Diuico, 


Profesor de Lingúística y de Filología. 


BLOOD A E ... Profesor Dr. Arístides Mestre. 


Zoología LLC a A AE, ERES ) ol Des iadá ore 

ZODSLAta” (Ll CUSCO 

Antropología general (1 curso).............. Y Dr. Luis Montané, 
CONFERENCIAS 

Histología y Embriología Zoológicas.......... / Dr Aríétides Mestre (Xux: ) 

Anatomía Comparidasi a e as | 


Los profesores auxiliares de esta Escuela son: Dr. Arístides Mestre (Jefe de los traba- 
jos prácticos del Laboratorio de Biología, etc.); Dr. Pablo Miquel (Jefe del Gabinete de 
Astronomía); Dr. Nicasio Silverio (Jefe del Gabinete de Física); Dr. Gerardo Fernández 
Abreu (Jefe del Laboratorio de Química); y Dr. Jorge Hortsmann (Director del Jardín 
Botánico). Estos diversos servicios tienen sus respectivos ayudantes.—El «Museo An- 
tropológico Montané » y el Laboratorio de Antropología tienen por Jefe al Profesor 


titular de la asignatura. 
3 ESCUELA DE PEDAGOGIA 


Psicología Pedagógica (1 Curso)............... 1 
Historia de la Pedagogía (1 curso).........:.. j 


- Profesor Dr. Alfredo M. Aguayo. 
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Dibdujo naturab(l. curso) io y S 12 Sr. Pedro Córdova. 
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La Pedagogía Experimental. . 
TI. Lectura é interpretación de las obras de los 
grandes pedagogos contemporáneos .. ) 
Aerupada la carrera de Pedagogía en ES cursos, comprende también asignaturas 
que se estudian en otras Escuelas de la misma Facultad. 


4. ESCUELA DE INGENIEROS, ELECTRICISTAS Y ARQUITECTOS 
Dibujo Topográfico estructural y arquitectónico. | 


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So) de Materiales. Estática Gráfica ta Sí Añfeho Sandoval 
Construciones Civiles y Sanitarias (1 curso)... ) 
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rrocarriles; “callesiy> Carreteras ias aro oda ' 2 Dr. Luis de-Arozarena. 
Enseñanza especial de la Electricidad (3 cursos) E Sr. Ovidio Giberga. 


Historia de la Arquitectura (1 curso).......... 

Contratos, Presupuestos y Legislación especial 
á la Ingeniería y Arquitectura (1 curso)..... ) 
Esta Escuela comprende las carreras de Ingeniero Civil, Ingeniero Electricista y 
Arquitecto; y son sus profesores Auxiliares: Dr. Andrés Castellá, Sr. A. Fernández de 
Castro Jefe del Laboratorio y Taller Mecánicos); y Sr. Plácido Jordán (Jefe del Labo- 
ratorio y Taller Eléctricos); con sus correspondientes ayudantes. En dicha Escuela se 
estudia la carrera de lZaestro de Obras; exigiéndose asignaturas que corresponden á 


otras Escuelas. 
5. ESCUELA DE AGRONOMIA 
Química Agrícola é Industrias Rurales (1 curso). 


Arquitectura é Higiene de los Edificios (1 curso) 
Dr. Antonio Espinal. 


( Profesor Dr. Francisco Henares. 


Fabficación de azúcar (1 curso). .............. y 
PEO NOAS A VACUTTO e bis a ola e 1 
ZAPLANA E a do dos de E Sr. José Cadenas. 
EMO LCEnia MEL CULSO Melo RAS atacar j 


A A A O O RO 
Legislación Rural y formación de Proyectos / 
(RELE SO o E TA E A A o NA ) 
El profesor auxiliar de esta Escuela es el Dr. Buenaventura Rueda (Jefe de los Mu- 
seos y Laboratorios). 
Para los grados de Perito químico agrónomo y de Ingeniero agrónomo, se exigen 
estudios que se cursan en otras Escuelas. 


Economía Rural y Contabilidad Agrícola (1 cur- | 
| sis Sr. José Comallonga. 


En la Secretaría de la Facultad, abierta al público todos los días hábiles de 1 45 
de la tarde, se dan informes respecto á los detalles de la organización de sus diferentes 
Escuelas, distribución de los cursos en las carreras que se estudian, títulos, grados, dis- 
posiciones reglamentarias, incorporación de títulos extranjeros, etc. 


AWVISO 


La REVISTA DE LA FACULTAD DE LETRAS Y CIENCIAS es bimestral. 

Se solicita de las publicaciones literarias Ó científicas que reciban la REVISTA, el canje co- 
rrespondiente; y de los Centros de instrucción Ó Corporaciones á quienes se la remitamos, el 
envío de los periódicos, catálogos, etc., que publiquen: de ellos daremos cuenta en nuestra 
sección bibliográfica. 

Para todo lo concerniente á la REVISTA (administración, canje, remisión de obras, etc.) 
dirigirse al Sr. Secretario de la Facultad de Letras y Ciencias, Universidad de la Habana, Re- 
pública de Cuba. 


NOTLCIE 


The REVISTA DE LA FACULTAD DE LETRAS Y CIENCIAS, will be issued every other 
month. 

We respectfully solicit the corresponding exchange, and ask the Centres of Instruction and 
Corporations receiving it, to kindly send periodicals, catalogues, etc., published by them. A 
detailed account of work thus received will be published in our bibliographical section. 

Address all communications whether on business or otherwise, as also periodicals, printed 
matter, etc., to the Secretario de la Facultad de Letras y Ciencias, Universidad de la Habana, 
República de Cuba. 


AVWVIS 


La REVISTA DE LA FACULTAD DE LETRAS Y CIENCIAS parait tous les deux mois. On 
demande l'échange des publications littéraires et scientifiques: 1l en sera fait un compte rendu 
dans notre partie bibliographique. 

Pour tout ce qui concerne la Revue au point de vue de 1'administration, échanges, envoi 
d'ouvrages, etc., on est prié de s'addresser au Secretario de la Facultad de Letras y Cienciasr 
Universidad de la Habana, República de Cuba. 


VoL. XV] UNIVERSIDAD DE LA HABANA. Núm. 3, 


REVISTA 


DE LA 


FACULTAD DE LETRAS Y CIENCIAS 


DIRECTOR: 
Dr. EVELIO RODRIGUEZ LENDIAN., 
REDACTORES JEFES: 
Dr. ARISTIDES MESTRE. Dr. JUAN MIGUEL DIHIGO,. 
COMITÉ DE REDACCION: 
Dres. ENRIQUE J. VARONA, GUILLERMO DOMINGUEZ ROLDAN, MANUEL VAL 


DES RODRIGUEZ, SANTIAGO DE LA HUERTA, LUIS MONTANE, ALEJANDRO 
RUIZ CADALSO, AURELIO SANDOVAL, JOSE CADENAS Y FRANCISCO HENARES- 


MAYO DE 1913. 


SUMARIO: 
—LA ISLA DE PINOS SEGÚN EL TRATADO DE París (con un : s 
CEADACO) La ao á Eta IPR RO  Lo Y80 En Dr. Evelio Rodríguez Lendián, 
ESDIARIO DEXVIAJE—POR ESPAÑA. m.lo ocio cr Sr. Eusebio Guiteras. 


—LA FACULLAD DE MEDICINA EN BEIRUT (con un grabado).. Dr. /. M. Dihigo. 
—LECCIONES DE LENGUA GRIEGA SOBRE EL TEXTO DE HOMERO. Sría. Laura Mestre. 
AE EDASNUBVAS dio ainia loa mc ca Dra. Carmen O. Tagle. 


IMPRENTA “EL SiGLo XxXx>” 
DE AURELIO MIRANDA 
TENIENTE REY 27 
HABANA 


ENSEÑANZA DE LA FACULTAD DE LETRAS Y CIENCIAS. 


Decano: 
Secretario: Dr. Juan Miguel Dihigo. 


l. ESCUELA DE LETRAS Y FILOSOFIA. 

Lengua y Literatura Latinas (3 cursos)........ Profesor Dr. Adolfo Aragón. 
Lengua y Literatura Griegas (3 cursos)....... o Dr. Juan F. de Albear. 
Tanguistica E CUESO) Ulea UTE ad : Ade 
Eilología DÁÚPUESO) corona a plo Rede de letal Algo ea dd Dr. Juax; Miguel Dibigo, 
Historia de la Literatura Española (1 curso)... : » 
Historia de las literaturas modernas extran js] 3) eS DE DOMncre a 

CENCHESOS IEA a le e RN ticas lao a" 
Historia de América (1 curso)..........o.o.o.... ) Dr. Evelio Rodríguez Len: 
Historia moderna del resto del mundo (2 cursos) dián. 
Paurotagía-(E CUÉSOD”, omo rd ea ea sr 
Eilosofía Moral (ll CULSO) 2. 97 ee ooo 3 Dr. Enrique José Varona. 
Sociología (E CUrSO) ¿a Ii tae Is PE hee 

CONFERENCIAS 

Historia:de la BLOSOAA nde ade pois Dr. Sergio Cuevas Zequeira (Aux.) 
IIteraturasa e aire llo tl G Toi Dr. Ezequiel García Enseñat (Aux. 
Denguas clásicas. dba a o gta DO O aa Dr. Sixto López Miranda (Aux.)> 


2. ESCUELA DE CIENCIAS. 


Dr. Evelio Rodríguez Lendián. 


José R. Villalón. 


Claudio Mimó. 


. Plácido Biosca. 


. Carlos Theye. 
. Arístides Mestre. 
. Carlos de la Torre. 


. Pedro Córdova. 


. Victorino Trelles. 


Alejandro Ruiz Cadalso. 
Santiago de la Huerta. 
Manuel Gómez de la Maza 


José R. Villalón. 


. Claudio Mimó. 
. Plácido Biosca. 
. Carlos Theye. 


. Pedro Córdova. 


. Santiago de la Huerta, 

. Arístides Mestre. 

. Carlos de la Torre. 

. Manuel Gómez de la Maza 
. Victorino Trelles. 


[a] Sección de Ciencias Físico-Matemáticas. 

Análisis matemático (Algebra Superior) 1 curso. 
Análisis matemático (Cálculo diferencial éinte- Profesor Sr. 

a A A A 
Geometría superior y analítica (1 curso)....... 
Geometría descriptiva (1 curso)...........o... ) 5 Dr. 
Trigonometría ELCUrESO). Dit e e 
Física: Superior (Ter, Curso) .¿2e. Fal ee D 
Fisica Superior (20 CUrSO ato. e A e ) de % 
Otámica general (Ll CUrso). dotadas so eo me Sr 
Bioldpía (1 TAS) temas da e e ara 7 Dr 
ZOO lOgía CÍ-CURSO) + mo decai eo pa lea ej aa 53 Dr 
Dibujo A mealGUSCUuESO: toa ajo he so A ateo y S 
Dibujo Natural? (LÍGUESO DA mods aloe diras E z 
Cosmología (1 Curso)... o ol 
Mecánica Racional (INCUESO) Honas mostro eo cacelezo o 7 Dr 
Astronontía VÍ Curso) ni note lato 
Geodesia (Acuse rta E Dr. 
Mineralogía y Cristalografía (1 curso)..... A Dr. 
Botánica general (Licurso). e. ii a sd Dr, 

[b[ Sección de Ciencias Físico-Químicas. 
Análisis matemático (Algebra Superior)....... Profesor Sr. 
Geometría Superior (sin la Analítica)......... Ñ D 
Trigonometría (plana y esférica) ....oo.oo.o..... J 00 5 
Física. Superior; (ler; CULSO) >. 52 marie. e y D 
Física Superior; (22 Curso)... occiso. 2. 20 $ 
Química Inorgánica y Analítica (1 curso)...... y Sr 
Química Orgánica (A Curs) 2. domos to ee 
Dibujo mea (curso) alegada Sa de y h S 
Dibujo Natural (Icaro) 10 ca ss ls y E 
Mineralogía y Cristalografía (1 curso)......... ee Dr 
Bioldría(l. CUORE e Dr 
Zoologia (biCUESO). .lonmsadt ca ote to ls 0 a 5% Dr 
Botánica general (UCUESO li... loa aata dae ee ao 5d Dr 
Cosmologla UL. CURSO)... Sian 0d cie EN do Dr 
(c) Sección de Ciencias Naturales. 


Análisis matemático (Algebra Superior) 1 curso Profesor Sr. 


Geon etría Superior (sin la Analítica)......... » D 
Trigonometría (plana y esférica).............. y > 
Química, genétral (L CULSO). bl bro ea yn Sr 
Dibujo EmealsCICUrSso):yezar ae topa br 0 o ao o de ' S 
Dibujo Natural CUBO) ac ii ea yes e > 


Física general (1 curso) 
Mineralogía y Cristalografía (1 curso)......... 
Geología (1 curso) 
Botánica general (1 curso), +... coo... e. 1% y 
Fitografía y Herborización (1 curso).......... 


e ao ojo ao ora. q...» 4. 


José R. Villalón. 


. Claudio Mimó. 

. Carlos Theye. 

. Pedro Córdova. 

. Plácido Biosca. 
. Santiago de la Huerta. 


. Manuel Gómez de la Maza 


Vol. XVI MAYO DE 1913 Núm 3. 


REVISTA 


DE EA 


FACULTAD DE LETRAS Y CIENCIAS 


LA ISLA DE PINOS SEGUN EL TRATADO DE PARIS ! 


POR EL DR. EVELIO RODRÍGUEZ LENDIÁN 


Decano de la Facultad de Letras y Ciencias 


Señor Rector de esta Universidad : 

Señoras y señores: 

Nunca me he encontrado en situación más difícil como al 
aproximarse el instante en que debía cumplir mi compromiso, en 
mí más ineludible que en otro alguno, de pronunciar la conferen- 
cia final de la serie de este año, no ya sólo por el excesivo trabajo 
que sobre mí ha pesado últimamente, que ha consumido un gran 
caudal de mis fuerzas, dejándome poco menos que agotado, sino 
por mi perplejidad al tratar de escoger el tema que había de ser- 
virme de asunto para la misma. He tenido siempre por norma ele- 
gir aquellos que han de tener interés para todos, por sí mismos, 
porque estando muy seguro de mis pobres facultades, de ese modo 
los que me prestan el favor de su atención, pueden llegar a olvi- 
darse ante la importancia y el interés del asunto, de las dotes del 
que habla. Y cuando me eché a buscar, en estos últimos días, el que 
hoy habría de tratar, realmente, no lo encontré, creándome una si- 


tuación tanto más violenta para mi modo de ser, cuanto que el 


tiempo corría con vertiginosa rapidez, cada vez mayor, a medida 
que más cerca me encontraba del día previamente señalado. 


1 Conferencia pronunciada en el Aula Magna de la Universidad el día 26 de Abril de 1913. 


242 EVELIO RODRÍGUEZ LENDIÁN 


Y una de estas tardes, al descender de esta Universidad, ter- 
minada mi labor, en compañía de mi muy querido amigo el Dr. 
Juan Miguel Dihigo, y expresarle mi apurada situación, hubo 
de decirme: “¿Por qué no hablas de la cuestión palpitante de Isla 
de Pinos?”” ““Es asunto muy vidrioso—respondíle—y además, no 
tengo estudio sobre el mismo, ni poseo antecedentes ni datos bas- 
tantes para tratarlo.” Pero os confieso, que desde aquel día no dejé 
de pensar en ello, hasta el punto de irse abriendo en mi cerebro 
camino la idea de acometer tal empresa, y acabar por decidirme 
con la reflexión siguiente: que en efecto, antes que hablar, por 
ejemplo, del conflicto de los Balkanes, o la transformación política 
de la China, a pesar de su importancia, debía ocuparme de asuntos 
que fueran nuestros, aunque no me fuera dable considerarlo en 
toda su integridad, pues para perdonar mis faltas y todas mis de- 
ficiencias, estaríais vosotros, siempre generosos, siempre dispuestos 
a otorgarme la mayor benevolencia, hoy para mí más necesaria que 
nunca, ya que en las más desfavorables condiciones, sólo me guía 
el propósito de deciros, conversando en alta voz con vosotros, sin 
pretensiones oratorias de que carezeo, ni alarde de conocimien- 
tos, que no tengo, lo que pienso sobre tal particular que hoy pre- 
ocupa a los cubanos. 

Pero es que había además motivos sobrados para decidirme a 
tratar esta cuestión. Después de transcurridos varios años—los 
que van de 1905 a la fecha—desde el fracaso sufrido por los em- 
peñados en la anexión de Isla de Pinos, elementos americanos que 
a ella acudieron a raíz del cese de la soberanía española adqui- 
riendo a bajo precio tierras para venderlas después, realizando de 
ese modo un fabuloso negocio, ha resurgido en estos días esta im- 
portante cuestión, aprovechando, sin duda, que aún se halla pen- 
diente de resolverse de modo definitivo en el Senado Americano el 
Status de dicha isla, y que se ha inaugurado la Administración del 
Presidente Mr. Wilson, que representa en los Estados Unidos el 
triunfo del Partido Democrático. Así lo demuestra lo que la Re- 
vista mensual The Times of Cuba, que en primero del año corrien- 
te comenzó a publicar en esta ciudad, en idioma inglés, el señor 
Edward F. O*Brien, dijo en la siguiente nota: ““El buen pueblo 
de la Isla de Pinos no ha abandonado todavía su esperanza de que 
algún día pueda ser cobijado bajo los pliegues de las barras y las 
estrellas, y los principales residentes de la Isla esperan que su 


. 


sueño pueda realizarse durante la venidera administración demo- 


LA ISLA DE PINOS SEGUN EL TRATADO DE PARIS 243 


erática de los Estados Unidos y la administración de Menocal en 
Cuba. ”” 

De ese nuevo movimiento en sentido anexionista, se ha hecho 
eco, además, la prensa de esta ciudad. El valiente periódico El 
Comercio, que ha seguido siempre con interés y cuidado todo cuan- 
to con este asunto referente a Isla de Pinos se relaciona, dedicando 
al estudio de todos sus antecedentes la más preferente atención, 
inspirado en la defensa de los altos intereses del país, daba a cono- 
cer en su edición de la mañana del 25 de Marzo último, por creerlo 
de palpitante actualidad, dadas la corrientes de anexionismo exis- 
tentes en la Colonia americana residente en Isla de Pinos, lo pu- 
blicado en contra de tales aspiraciones por el periódico The Even- 
ing Fulletin, de Filadelfia. La Lucha, por su parte, publicaba, y 
La Prensa, diario de la noche, la comentaba también, una informa- 
ción titulada ““La Anexión de Isla de Pinos””, que en síntesis de- 
cía que el Presidente de la Asociación de Americanos de dicha Isla, 
el coronel F. J. Keeman, preparaba una extensa exposición que 
sería enviada al gobierno de Washington, autorizada por 500 mil 
firmas, solicitando la anexión definitiva a los Estados Unidos, de 
la Isla, y que el día 10 del corriente serían puestas en circulación 
ciertas planillas, con objeto de recoger tan considerable número 
de firmas. 

La Discusión, representante como el que más de los altos inte- 
reses del país, periódico genuinamente cubano y consagrado a 


la defensa de esos caros intereses, con el título “La Isla de Pinos. 


y la Soberanía de Cuba””, insertaba, para explicar los móviles de 
esos elementos anexionistas, el trabajo publicado por la notable 
Revista Cuba Contemporánea, en la sección titulada “Notas Edi- 
toriales””, redactada por su Director, mi estimado amigo Carlos de 
Velasco, con referencia a la nota contenida en la Revista The 
Times of Cuba de que dejo hecha mención, y en otro artículo con 
el título *“El Derecho de Cuba sobre la Isla de Pinos?””, daba a co- 
nocer aleunos antecedentes que confirman el derecho inalienable 
de Cuba sobre la expresada Isla. 

Se ha vuelto a poner, pues, sobre el tapete, el asunto de la so- 
beranía de Cuba sobre la Isla de Pinos, y de ahí que yo estimara 
que no podía haber tema de mayor interés que éste, y que resolvie- 
ra tratarlo alentado por la brillante información periodística a 
que he hecho referencia. + 

Me propongo, pues, señoras y señores, abordarlo, y tratarlo, no 


* 


244 EVELIO RODRÍGUEZ LENDIÁN 


sé si podré conseguirlo, sin pasión, olvidándome de que soy cubano, 
para hablar imparcialmente y desde puntos de vista exclusiva- 
mente doctrinales, científicos, no patrióticos, a fin de que no se 
vea en mis ideas, sino el resultado del estudio razonado, sereno, des- 
apasionado e imparcial de tan importante asunto. Pero antes de 
comenzar nuestro estudio, debo de hacer una honrada declaración. 

El año de 1909, y con motivo de un artículo publicado en Sep- 
tiembre de dicho año por la importante Revista The North 
American Review, con el título “*¿ Hemos perdido una posesión va- 
liosa??”?, y debido al honorable senador M. A. Clapp, artículo en 
el cual se trataba de revivir el interés del pueblo americano, acer- 
ca de la cuestión debatida del derecho de los Estados Unidos sobre 
la Isla de Pinos, haciendo ver que ella no pertenecía geográfica- 
mente a Cuba y que no había estado anteriormente bajo su admi- 
nistración, publicó en el número de Noviembre de la propia inte- 
resante Revista, otro artículo luminoso y oportuno, como suyo, un 
compatriota nuestro, que si en los tiempos de la conspiración y 
la guerra fué un infatigable colaborador de Martí, en los tiempos 
de la paz ha honrado el nombre de Cuba, trabajando sin descanso 
con sus excepcionales dotes de hombre de mundo, su patriotismo, 
inteligencia y cultura en los distintos cargos que ha desempeñado 
como Ministro de nuestra República en América y Europa, el 
señor Gonzalo de Quesada. 

Y lo que yo quiero decir y debo decir, es, que dicho artículo 
constituye un acabado trabajo de refutación al del senador Clapp, 
y que de él he obtenido los datos y antecedentes más preciosos para 
tratar este asunto, reduciéndose mi labor, por consiguiente, a la 
ampliación de algunos puntos de vista, con perjuicio, sin duda, de 
la claridad y la precisión en los conceptos, y de la galanura y la 
elegancia en la forma. 

Siguiendo el plan que él se traza, que me parece el mejor, voy 
a comenzar estudiando la cuestión desde el punto de vista geográ- 
fico, pero antes digamos por qué, y con qué motivo se ha plantea- 
do esta cuestión. 

Sabido es que por el tratado de París firmado en 10 de Di- 
ciembre de 1898 entre España y los Estados Unidos, y ratificado 
en 11 de Abril de 1899, España renunciaba todo derecho de so- 
beranía y propiedad sobre Cuba, y que por su artículo segundo 
cedía a los Estados Unidos la Isla de Puerto Rico y las demás que 
están ahora, decía, bajo su soberanía en las Indias occidentales. De 


LA ISLA DE PINOS SEGUN EL TRATADO DE PARIS 245 


aquí dedujeron los interesados en que la Isla de Pinos fuera terri- 
torio americano, sobre todo, después de la publicación del mapa 
en que figuraba como posesión de los Estados Unidos, que ella esta- 
ba comprendida entre estas islas cedidas a los Estados Unidos, por 
lo que es evidente que entendían y sostenían que el término Cuba no 
abarcaba en su concepto la expresada Isla de Pinos. Importa, pues, 
demostrar, que la Isla de Pinos no pudo ser comprendida entre 
las islas cedidas a los Estados Unidos, porque ella, y por eso no se 
la menciona, está implícitamente comprendida en el término Cuba, 
como parte de la misma, como tierra a ella adyacente y respecto de 
la cual, renunció España, expresamente, a su soberanía y pro- 
piedad. 

En el examen político sobre ja Isla de Cuba del Barón Alejan- 
dro de Humboldt, estudio interesantísimo que contiene las sabias 
observaciones de aquel eminente hombre de ciencia, acerca de 
nuestra tierra, hechas con el conocimiento directo de la misma, 
recorriendo sus campiñas, navegando por sus costas, visitando sus 
ciudades, estudiando su rica flora y su variada fauna, se dice al tra- 
tar de la extensión que ““como la Isla de Cuba está rodeada de en- 
calladeros y arrecifes en más de dos tercios de su largo, y como la 
navegación se hace por fuera de estos tropiezos, la verdadera con- 
figuración de la Isla fué ignorada por mucho tiempo””. Y agrega: 
““la figura de la Isla de Pinos y las costas meridionales entre Puer- 
to Casilda y Cabo Cruz (detrás de los Cayos de las Doce Leguas), 
han tenido un aspecto muy diferente en nuestros mapas. El Sr. 
Lindeneau había observado después de lo que había publicado el 
depósito hasta 1807, que la superficie de la Isla de Cuba, sin los 
islotes vecinos, era de 2,255 leguas geográficas cuadradas (de 15 
al grado), y con los islotes que la rodean, de 2,318. Este último re- 
sultado equivale a 4,102 leguas marítimas cuadradas (de 20 al 
erado).?” 

Yrefiriéndose a la que él da en su obra, después de hacer notar 
que deseando presentar el resultado más exacto, había encargado 
al sabio geógrafo señor Bausá que calculara el área conforme al 
mapa de la Isla en cuatro pliegos que acabaría bien pronto, dice, 
que dicho geógrafo halló en Junio de 1825, que la superficie de 
la Isla de Cuba, sin la de Pinos, era de 3,520 leguas marítimas 
cuadradas, y con ella de 3,615. 

Por último, para dar a conocer mejor la fuerza territorial de 
la Isla de Cuba en proporción al resto del archipiélago de las Anti- 


946 EVELIO RODRÍGUEZ LENDIÁN 


llas, presenta una tabla en la que aparece la superficie en leguas 
marítimas cuadradas de las islas que constituyen el Archipiélago 
Antillano, y en ella figura Cuba con la de 3,615, que es la asignada 
por Bausá, incluyendo la Isla de Pinos. Es, pues, evidente, que para 
Humboldt el territorio de la Isla de Cuba comprendía también los 
islotes y cayos que la rodean, y que al determinar de modo especial 
su extensión superficial, acepta la calculada por el geógrafo Bausá, 
de 3,615 leguas marítimas, cuadradas, que es la de Cuba, inclu- 
yendo la Isla de Pinos. 

Esta opinión y este cálculo de Humboldt, se encuentran corro- 
borados más adelante, al deseribir, con sobrio y brillante estilo, las 
peripecias y emociones del viaje que realizó fuera de la Habana por 
la costa sur de la Isla, y donde refiriéndose a la parte de ella que 
comprende el Archipiélago de los Canarreos, dice lo que sigue: 
““En medio de este laberinto (se refiere a los cayos y encalladeros) 
se levanta una isla grande, única, cuya área excede cuatro veces la 
de la Martinica, y cuyos áridos montes están coronados de majes- 
tuosos coníferos. Esta es la Isla de Pinos, llamada el Evangelista 
por Colón, y después Isla de Santa María por otros pilotos del 
siglo xvI; es célebre por la excelente caoba (Swietonia Mahagoni) 
que el comercio toma allí. Navegamos al E. S. E. atravesando la 
embocadura de Don Cristóbal para llegar al islote rocalloso de 
Cayo de Piedra y salir de aquel archipiélago que los pilotos espa- 
ñoles llaman desde los primeros tiempos de la conquista, Jardines 
y Jardinillos.?” 

Y esta opinión de Humboldt es la de tedos los geógrafos y car- 
tógrafos de todas las nacionalidades. 

En el término geográfico *“Cuba”” hase comprendido siempre 
a los centenares de islotes, cayos y archipiélagos que la rodean. Son 
islas, islotes, cayos, adyacentes, palabra que conforme al dicciona- 
rio de la lengua castellana, quiere significar tanto como próximo, 
inmediato, junto, y en el teenicismo propio de la Geografía, tierra 
próxima a otra, y que políticamente de ella forma parte. Tal es 
el concepto con que han figurado en todos los mapas, desde los pri- 
meros de 1492 a 1502, hasta el día de hoy, esos innumerables islo- 
tes, cayos y archipiélagos que rodean la Isla de Cuba, tales como 
el de los Canarreos en que se halla la Isla de Pinos, la cual ha sido 
siempre considerada como parte de Cuba, del mismo modo que 
las Baleares de España, Sicilia y Cerdeña de Italia, Lone Island 
del Estado de New York y la Isla de Wight de Inglaterra. Todas 


47 


90) 


LA ISLA DE PINOS SEGUN EL TRATADO DE PARIS 


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248 EVELIO RODRÍGUEZ LENDIÁN 


las geografías, así las de texto en las escuelas de nuestro país, como 
en las de los Estados Unidos, corroboran ese hecho. La de nuestros 
compañeros los doctores Aguayo y Latorre, consigna que un gran 
bajo, muy rico en esponjas, se extiende hasta muchos kilómetros de 
la costa sur próximo a Batabanó, y sirve de asiento al archipiéla- 
go de los Canarreos, formado por la Isla de Pinos y los 270 cayos, 
divididos en varios grupos; el primero, formado por los cayos ad- 
yacentes a la península de Zapata y que se extiende desde la punta 
del Padre hasta el cabo Matahambre; el segundo, más al Sur, lla- 
mado de los Jardines y Jardinillos, situado en el banco de su nom- 
bre y que está separado del grupo anterior por el canal de los 
Canarreos y del de Isla de Pinos por el canal del Rosario; y el 
tercero, formado por los cayos de Batabanó, atravesado por el canal 
de la Hacha y enlazado por los Petatillos y los cayos del Hambre 
y otros a las adyacentes a la Isla de Pinos. Esta Isla, según dichos 
compañeros ,tiene 2,200 kilómetros cuadrados de superficie y está 
rodeada al N. por una serie de cayos y bajos que forman un arco 
desde los cayos de Dios hasta el canal del Inglés. Al. O. de la Isla 
se encuentran los cayos de los Indios, y los cayos de San Felipe, 
frente a la ensenada de Cortés. 

Pero de mayor importancia para nuestro asunto, es, sin duda, 
que el Departamento de la Guerra de los Estados Unidos, en sus 
mapas militares, al igual que los que aparecen en el Censo que 
bajo su dirección se llevó a cabo en esta Isla en 1899, y los Depar- 
tamentos de Marina, Hacienda y Comercio y Trabajo en las cartas 
hidrográficas, publicaciones de la oficina de cartas y medidas geo- 
désicas de los Estados Unidos, tienen a la Isla de Pinos como parte 
de Cuba. 

En la Biblioteca del Congreso de Washington, dice el señor 
Quesada en el aludido artículo de la The North American Review, 
hay cerca de 100 mapas que el Senador Clapp pudo haber consul- 
tado antes de declarar que la Isla de Pinos, geográficamente, no es 
parte de Cuba. Estos mapas incluyen ediciones oficiales y parti- 
culares de la Gran Bretaña, Francia, Alemania, España, Holanda, 
Italia, México, los Estados Unidos y otros países, y abrazan un 
período de más de cuatro siglos en intervalos de unos cinco años, 
conteniendo todos a la Isla de Pinos como perteneciente a la en- 
tidad geográfica de Cuba. 

No podemos dejar de citar aquí por la fuerza que tiene, a tal 
punto que resuelve en favor nuestro el aspecto geográfico de esta 


LA ISLA DE PINOS SEGUN EL TRATADO DE PARÍS 249 


cuestión de si en el término Cuba deben entenderse comprendidos 
todos los islotes y cayos que la rodean y entre ellos la Isla de Pinos, 
la opinión de un escritor inglés, verdadera autoridad en Derecho 
Internacional, consignada por Quesada en su mencionado artículo, 
la de William Edward Hall, el cual, en la cuarta edición de sus 
obras publicadas en Londres en 1895, y por tanto mucho tiempo an- 
tes de que se pusiera en duda y se discutiese el derecho de Cuba, 
decía lo siguiente: '“La propiedad territorial de un Estado con- 
siste en el territorio ocupado por la comunidad del Estado y sujeto 
a su soberanía, incluyendo toda el área, ya de tierra, ya de agua, 
comprendida dentro de los límites fijos que se conocen por la ocu- 
pación, prescripción o tratado, juntamente con aquellas tierras ha- 
bitadas e inhabitadas que se considera que han pertenecido al te- 
rritorio conocido, por ocupación o anexión, cuando este territorio 
linda con el mar, junto con cierta margen de agua.”” 

“Dejando a un lado las cuestiones que se relacionan con la ex- 
tensión de las aguas territoriales, lo cual se tratará más adelante, 
ciertas peculiaridades físicas de las costas en varias partes del 
mundo, en donde la tierra cae en el mar de una manera inusitada, 
requiere que se tome nota de ella en cuanto afecten al límite te- 
rritorial. En la costa de la Florida, en el grupo de las Bahamas, a 
lo largo de las playas de Cuba y en el Pacífico, se encuentran gru- 
pos de numerosas islas e islotes que surgen de vastos bancos cu- 
biertos de muy poca agua, y que forman una línea más o menos pa- 
ralela con la tierra, o componen sistemas por sí propios, incluyen- 
do en ambos casos considerables extensiones de agua que algunas 
veces son poco profundas y otras relativamente profundas. La en- 
trada de estas bahías o lagunas interiores pueden ser anchas en 
cuanto a la extensión superficial del agua, pero angostas en cuan- 
to al agua navegable. El siguiente es un caso específico: en la 
costa S. de Cuba, el archipiélago de los Canarreos se extiende de 
60 a 80 millas de la tierra firme de Isla de Pinos. La longitud de 
los bancos de los Jardines al Cabo Francés es más de unas 100 mi- 
llas; está rodeado en parte por algunas islas, en su mayoría por 
bancos bañados siempre por el mar, pero sobre los cuales, como las 
mareas son muy ligeras, la profundidad del agua nunca es sufi- 
ciente para permitir la navegación; a lo largo de estos bancos exis- 
ten espacios de muchas millas sin la más pequeña entrada; el agua 
se extiende sin interrupción; pero el acceso al golfo interior o al 
mar, es imposible. En el extremo occidental hay un estrecho de 


259 EVELIO RODRÍGUEZ LENDIÁN 


unas 20 millas de ancho, pero no más de seis millas de canal entre 
los dos bancos que se levantan a unos 7 u 8 pies de la superficie, y 
que, por lo tanto, no permiten el paso de buques de alta mar. En 
estos casos, la cuestión de si las aguas interiores son o no lagos en- 
cerrados dentro de su territorio debe siempre depender de la 
profundidad que exista sobre los bancos y de la extensión de las 
entradas. Cada cosa debe juzgarse según sus méritos naturales. 
Pero en el caso citado, escasas dudas pueden existir de que todo 
el archipiélago de los Canarreos es un mero lago de agua salada y 
que el límite de la tierra de Cuba corre a lo largo de la orilla ex- 
terior de los bancos.?? 

Como único argumento geográfico contra prueba tan conclu- 
yente y abrumadora se menciona el hecho de que en un mapa te- 
rritorial de los Estados Unidos correspondiente a 1899, la Isla 
de Pincs estaba colocada entre las posesiones de aquéllos; pero este 
mapa fué el mandado a hacer por el Subsecretario de la Guerra Mr. 
Meieklejohn, que fué desautorizado poco después, toda vez que 
según parece procedió por órdenes verbales, sin que jamás se haya 
sostenido que existiera una orden escrita del Secretario de la Gue- 
rra ni del Presidente McKinley para realizarlo. 

Pasemos a estudiar esta cuestión desde el punto de vista histó- 
rico, administrativo y político. 

La historia de la Isla de Pinos es, sencillamente, una parte de la 
historia de Cuba, Es, desde luego, erróneo, sostener, como lo hace 
el senador Clapp, de que en tiempos pasados la Isla de Pinos no 
estaba incluída en la Administración española de Cuba, pues Cuba 
fué una división política del reino de España, comprendiéndose en 
ella a Cuba, Pinos y los centenares de islotes y cayos adyacentes, 
tales como cayo Romano, cayo Coco y los Jardines del Rey, según 
lo comprueba la serie de estatutos, reales decretos, órdenes y dis- 
posiciones del Parlamento y del Trono en que se confería de modo 
expreso autoridad y jurisdicción al gobierno de Cuba sobre la Isla 
de Pinos. 

Desde la época en que Colón descubrió dicha Isla en 1494, era 
considerada, por los mismos indios, como parte de la entidad Cuba, 
siendo la duodécima de las trece divisiones de ésta, y según el señor 
Joaquín de Miranda y Madariaga, en su interesante memoria so- 
bre la Isla de Pinos, el nombre indio de dicha Isla, que los españo- 
les llamaron Evangelista, era Camarcó. Desde entonces la Isla 
figuró siempre en la división política de Cuba, y cuando en 1511 


y 
LA ISLA DE PINOS SEGUN EL TRATADO DE PARIS 251 


fué nombrado Diego Velázquez Teniente Gobernador, sus pode- 
res eran sobre Cuba y las islas y cayos dependientes. 

Desde esa fecha, 1511, ha sido la Isla de Pinos una parte de la 
provincia de la Habana, a pesar de los cambios políticos y admi- 
nistrativos ocurridos, ya en esa fecha, cuando dicha provincia de 
la Habana era una sola provincia de la Metrópoli; ya en 1607, cuan- 
do se llamó Departamento Occidental; ya en 1827, cuando Cuba se 
dividió en tres departamentos, Oriente, Centro y Occidente, co- 
rrespondiendo este último a la Habana; ya en 1850, cuando vol- 
vió a dividirse en dos departamentos, Oriente y Occidente, llamán- 
dose a la Habana con el último; ya, en fin, en 1879, cuando Cuba 
fué dividida en seis provincias, como lo está ahora, tomando de nue- 
vo la de la Habana su nombre propio. Lo mismo acontece con el go 
bierno local de la Isla de Pinos, pues siempre ha estado sujeto a 
la jurisdicción de la Habana; en 1765, cuando fué declarado un 
partido de la Habana; en 1828, cuando por un Real Decreto se 
convirtió en Colonia Reina Amelia; y en 1880, cuando se transfor- 
mó en Ayuntamiento, tal como se encuentra hoy día. ? 

Por lo que respecta a la administración judicial, desde 1855 
hasta hace poco, ha pertenecido al distrito judicial de Bejucal, 
provincia de la Habana; y en lo que se refiere a la administración 
marítima, eclesiástica, fiscal y militar, ha pertenecido siempre a 
dicha provincia o a alguna de sus subdivisiones. 

En los Registros oficiales del Gobierno español en Cuba, desde 
1774 hasta 1898, se encuentra, pues, la Isla de Pinos formando 
parte de la división política de Cuba y comprendida en la misma; 


1 La Isla de Pinos fué mercedada en 1630 al capitán Hernando Pedroso; éste tuvo una 
hija llamada Inés, que casó con don Manuel Duarte y Acosta, la que heredó de su padre la 
expresada isla, que poseyó hasta su fallecimiento, ocurrido en 17 de Diciembre de 1722, habien- 
do testado el mismo día; falleciendo antes, su esposo don Manuel Duarte y Acosta, o sea el 20 
de Enero de 1705, el que testó en 30 de Mayo de 1704. Por diferentes arreglos de familia la Isla 
quedó de la propiedad de don José y don Nicolás Duarte y Pedros; al fallecimiento de don 
José, su viuda doña Nicolasa Durín permutó con su cuñado don Nicolás Duarte y Pedroso 
dueño de una mitad de la Isla, la otra mitad que le pertenecía, cuya escritura de permuta se 
otorgó en 1745 ante Cristóbal Leal, quedando entonces la Isla de Pinos de la propiedad exclu- 
siva de don Nicolás Duarte y Pedroso; en 1748 don Nicolás Duarte y Pedroso encargó al inge- 
niero Mr. Gelabert que estableciera dos haciendas, San Juan y Santa Fe, situadas al sudoeste 
de la isla y asimismo encargó a don Francisco Abella el establecimiento de otras cinco hacien- 
das al Norte y Noroeste para que esas siete haciendas fueran a su fallecimiento adjudicadas a 
cada uno de sus siete hijos. En 1760 tomaron posesión de sus respectivas haciendas siete hijos 
de don Nicolás Duarte y Pedroso, que había fallecido en 1758, para cuyo efecto otorgaron escri . 
tura de división ante Rodríguez. Los hijos de don Nicolás Duarte y Pedroso eran: don Fran 
cisco, don Felipe, don Nicolás, doña Inés, doña Manuela, doña Melchora, y don José Duarte y 
Gómez Pita. La parte de la isla que está al Sur del llamado «Cayo Piedra» de la ensenada de 
Siguanea y la ciénaga de «Lamar» quedó proindiviso, dado su poco valor entonces y así ha 
continuado hasta nuestros días. 


252 | EVELIO RODRÍGUEZ LENDIÁN 


así lo comprueba el plano estadístico de 1827, los presupuestos de 
ingresos y egresos desde entonces en adelante y la inclusión de la 
Isla en todos los censos oficiales, comenzando por el primero con- 
feccionado en 1774 y continuando con los de 1841, 1861, 1877 y 1887, 
documentos de un efecto en derecho internacional indiscutible y 
que acreditan que en la designación ““Cuba”” quedaba comprendida 
la Isla de Pinos, como distrito municipal de la provincia de la 
Habana. 

Por lo que respecta a los derechos de los habitantes de Pinos en 
el orden político, gozaron siempre de los mismos que disfrutaban 
los cubanos de la Isla de Cuba, y por ello fueron a las urnas en 
todas las elecciones celebradas durante el régimen español, de 
acuerdo con una Ley Electoral promulgada para la Isla de Cuba 
en 1879, 1890 y 1898, cuando se estableció el régimen autonómico, 
votando también en las elecciones para la Diputación Provincial de 
la Habana. 

Hasta aquí hemos visto todo lo que en nuestro sentir demuestra 
la soberanía de Cuba sobre la Isla de Pinos, con anterioridad a la 
guerra hispano-americana. Réstanos estudiar lo que quizás tenga 
más importancia, y es el reconocimiento de esa soberanía, hecho 
posteriormente por el propio gobierno de los Estados Unidos, pero 
antes nos importa dejar sentado, que por virtud de todos estos 
antecedentes, de lo qúe se desprende del texto mismo de la ley de 
25 de Abril de 1898 que declaraba la guerra contra España, cuyo 
propósito no era otro sino obligarla a abandonar su autoridad y 
sobierno en Cuba-—gobierno que comprendía el de Pinos,—y la 
retirada de sus fuerzas de Cuba y de las aguas cubanas, en las 
cuales está la Isla de Pinos, los artículos primero y segundo del 
Protocolo firmado en Washington en 12 de Agosto de 1898 y los 
primero y segundo del Tratado de París, no tienen ni pueden tener 
otra inteligencia, que la de que la soberanía de Cuba se renuncia- 
ba por España, para en su día cumplir los Estados Unidos, como 
cumplieron, la solemne promesa contenida en la jommt resolution de 
20 de Abril de 1898, de dejar el gobierno y dominio de Cuba a su 
propio pueblo, una vez obtenida la pacificación, y se cedía a los 
Estados Unidos la Isla de Puerto Rico y las demás que estaban en- 
tonces bajo la soberanía de España en las Indias occidentales, sin 
que pueda entenderse comprendida entre éstas la de Pinos, porque 
ésta estaba bajo la administración de Cuba, y sí, las de Vieques, 
Culebra y Mona, adyacentes a Puerto Rico y con cuya cesión los 


LA ISTA DE PINOS SEGUN EL TRATADO DE PARIS 253 


Estados Unidos dejaban a España sin un solo palmo de tierra en 
el hemisferio occidental. le 

En primero de Enero de 1899, fecha inolvidable para todos los 
cubanos, tomó posesión del gobierno de Cuba, el honorable gene- 
ral Brooke, de grata recordación para esta Isla, y tanto bajo su go- 
bierno, como bajo el de su sucesor el honorable general Wood, de 
no menos grata recordación, y hasta el 20 de Mayo de 1902, en 
que fué inaugurada la República cubana, la Isla de Pinos continuó 
siendo, como había sido hasta entonces, una subdivisión de la pro- 
vincia de la Habana. El señor Quesada cita el hecho de haber rea- 
lizado el Mayor General Fitzhugh Lee, una visita de inspección a 
dicha Isla, en 1899, en cumplimiento de órdenes superiores, y que 
encontró allí—así aparece en su informe oficial —60 insurrectos 
cubanos al mando de un capitán. 

Y aunque en este año “señores, comenzó ya a despertarse la am- 
bición de algunos interesados en que la Isla de Pinos fuera tierra 
americana, porque unos cuantos especuladores americanos com- 
praron a bajo precio grandes extensiones de terrenos en ella, que 
repartidos en lotes vendieron después con fabulosas ganancias, y 
en 14 de Agosto del propio año, el Subsecretario de la Guerra, en 
contestación a una pregunta, dijo (nadie sabe por orden de quién 
y habiendo sido desautorizado después) “que la Isla fué cedida por 
España, y era por tanto parte del territorio americano, aunque en 
aquel momento estaba agregada a la División de Cuba para fines 
gubernamentales””, es lo cierto que el Gobierno de Washington, sin 
desviarse de la línea de conducta honrada y digna que se había 
trazado, tres días después, el 17 de Agosto de 1899, ordenó la for- 
meción del Censo de Cuba, censo que se realizó, y al dividirse la Isla 
de Cuba para ese efecto en distritos de enumeración, se incluyó la 
Isla de Pinos en Cuba y tres enumeradores formaron su censo, los 
señores José S. Amat, Claudio Díaz y Narciso Carcasés. En los docu- 
mentos oficiales se describía la Isla de Cuba como distrito municipal 
del distrito judicial de Bejucal en la provincia de la Habana, tal 
como luego figuró en el apéndice décimotercero del informe sobre el 
censo publicado por el Departamento de la Guerra en 1900. En dicho 
informe se declara ““que el Gobierno de Cuba no solamente tiene 
jurisdicción sobre dicha Isla, sino también sobre la Isla de Pinos, 
situada precisamente al S. de ella y sobre más de mil cayos e is- 
litas esparcidas a lo largo de sus costas del N. y del $S.?”” 

En 16 de Enero de 1900, se celebró una elección en Cuba para 


254 EVELIO RODRÍGUEZ LENDIÁN 


elegir las autoridades municipales y la Isla de Pinos eligió los su- 
yos, votando el pueblo de Isla de Pinos, como parte de la Provin- 
cia de la Habana, cuando el 15 de Septiembre del propio año se 
eligieron delegados para la Convención Constituyente de Cuba, 
siendo los últimos actos de reconocimiento de nuestra soberanía, 
realizados por el gobierno interventor, la división de la Isla en seis 
barrios y la creación del término municipal para el censo que bajo 
los auspicios de Mr. Magoon se realizó en 1907. 

Por último, el informe que Mr. Olmsted, Director de ese 
Censo, elevó a la Secretaría de la Guerra de los Estados Unidos, y 
las elecciones que dieron la presidencia al General José Miguel 
Gómez, en las cuales intervinieron los cubanos de aquella Isla, 
como acaban de intervenir en las que han elevado a la suprema ma- 
oistratura al General Mario Gr. Menocal, prueban de modo que no 
deja lugar a duda, la soberanía de Cuba sobre aquella porción de 
tierra. 

Pero, señores, en el año de 1901, y adoptada por la Asamblea 
Constituyente la Constitución por la que debía regirse la Repúbli- 
ca cubana, llegó el momento de abordar el problema de las rela- 
ciones permanentes entre Cuba y los Estados Unidos. Vosotros co- 
nocéis perfectamente aquel proceso que culminó en la aceptación 
de la llamada Enmienda Platt, que es una ley de los Estados Uni- 
dos, y que figura como apéndice a nuestra constitución. No voy a 
ocuparme en ella, sino tan sólo en el particular en ella relaciona- 
do con la Isla de Pinos, pues el artículo sexto de la misma consig- 
na que “la Isla de Pinos queda omitida de los límites de Cuba pro- 
puestos por la Constitución, dejándose para un futuro Tratado la 
fijación de su pertenencia?”. 

Como veis, aquí en la enmienda, se modifica el artículo segundo 
de nuestra Constitución, que estatuye expresamente que **Compo- 
nen el territorio de la República, la Isla de Cuba, así como las is- 
las y cayos adyacentes que con ella estaban bajo la soberanía de 
España hasta la ratificación del Tratado de París de 10 de Di- 
ciembre de 1898””, eriterio igual al que predominó en las constitu- 
ciones de Jimaguayú y de la Yaya, y en las que los patriotas in- 
cluían en el territorio de Cuba, ““las islas y cayos adyacentes””. 

¿Qué había ocurrido para que el Gobierno de los Estados Uni- 
dos, sin negar todavía el derecho de Cuba sobre esta posesión, obli- 
gase a los cubanos a omitirla de los límites de Cuba y a dejar para 
un futuro tratado la fijación de su pertenencia? 


LA ISLA DE PINOS SEGUN EL TRATADO DE PARIS 255 


En este punto vamos a decir lo que el señor Gonzalo de Quesa- 
da expresa en el artículo por mí ya mencionado, porque sus pala- 
bras tienen toda la autoridad que le da el haber sido miembro de 
la Convención Constituyente y de la Comisión encargada de fijar 
las relaciones políticas entre los Estados Unidos y Cuba. Dice él, 
que recuerda que cuando las otras estipulaciones se indicaron y fue- 
ron más tarde incluídas en la Enmienda Platt, no se dijo nada acerca 
de la Isla de Pinos, pero la oposición general demostrada por el 
pueblo cubano tocante a conceder las carboneras, fueron indudable- 
mente la causa de que el asunto de la Isla de Pinos se incluyera, ere- 
yendo algunos en los Estados Unidos, que la Isla de Pinos podría ser 
la base de defensa para los intereses americanos en el Mar Caribe, 
o que si se encontrase que la Isla de Pinos no convenía, como se 
demostró más tarde, para fines navales o como carbonera, podría 
ser la base de negociaciones para la adquisición de otros lugares. 
Seguramente, señores, este criterio es exacto, porque es evidente 
que en un principio se pensó por el Gobierno de los Estados Unidos 
en la Isla de Pinos para fines defensivos, y que después se aban- 
donó esta idea y se decidió por Bahía Honda y Guantánamo. Y ya 
sea por esa idea que se tuvo, ya por reclamaciones de los america- 
nos residentes en la Isla, el 16 de Febrero de 1903 el Senado de 
los Estados Unidos pidió al Presidente que le informara sobre el 
Status o condición legal de la Isla de Pinos en aquel entonces y 
qué gobierno ejercía la autoridad y dominio de la misma. El 
Presidente Roosevelt envió un informe al Secretario de la Guerra 
Mr. Root, con una providencia del General Leonard Wood, anti- 
guo Gobernador Militar de Cuba, fechada el día 20 de Febrero de 
1903, y de la cual forma parte lo que sigue: ““El Gobierno de la 
Isla está hoy en manos de sus autoridades municipales debidamen- 
te elegidas por el pueblo bajo la jurisdicción general del Goberna- 
dor Civil de la Provincia de la Habana y la República de Cuba. A 
lo que entiendo, el Gobierno de la Isla de Pinos reside en la Repú- 
blica de Cuba, mientras recaiga una disposición cabal de parte de 
los Estados Unidos y Cuba respecto a la disposición final de la 
Isla. No se ha dado ningún paso especial para proteger los: inte- 
reses de los ciudadanos de los Estados Unidos que residen y han 
comprado propiedades en la Isla de Pinos, por la razón de que tal 
acción no es necesaria. Todos los americanos en la Isla viven exac- 
tamente bajo las mismas condiciones que los demás extranjeros, y 
si cumplen con las leyes en vigor, se puede decir que no tendrán 


256 EVELIO RODRÍGUEZ LENDIÁN 


dificultad alguna ni necesidad de ninguna protección especial. En 
la época en que estos individuos compraron propiedades sabían 
perfectamente que la cuestión de la pertenencia de la Isla de Pi- 
nos estaba pendiente de arreglo y al establecerse allí asumieron los 
riesgos naturales de la situación.?” 

Confirmando, señores, lo que pensaba el señor Quesada sobre 
la inclusión del artículo referente a la Isla de Pinos en el texto 
del apéndice constitucional, el día 2 de Julio de 1905, el Gobierno 
de Cuba arrendó a los Estados Unidos las áreas terrestres y marí- 
timas para el establecimiento de Estaciones navales y carboneras 
en Bahía Honda y Guantánamo, y en la misma fecha y como parte 
de la misma transacción, se firmó un Tratado por el cual los Estados 
Unidos, en el artículo primero, “renuncian a favor de la Repúbli- 
ca de Cuba toda la reclamación que acerca del derecho a la Isla de 
Pinos, situada en el Mar Caribe, hacia la parte S. O. de la Isla de 
Cuba se haya hecho o hiciere en virtud de los artículos I y II del 
Tratado de Paz entre los Estados Unidos y España, firmado en 
París el día 10 de diciembre de 1898””. Y por el artículo II se pres- 
eribe lo siguiente: “Esta renuncia, por parte de los Estados Uni- 
dos, de reclamación de propiedad sobre dicha Isla de Pinos, se hace 
en consideración a las concesiones de estaciones carboneras y na- 
vales en la Isla de Cuba que antes de ahora se han hecho a los Es- 
tados Unidos de América.”” 

El Convenio de Arrendamiento, señores, fué ratificado en Wash- 
ington en 6 de Octubre de 1903, pero no así el tratado sobre la 
Isla de Pinos. Si el Gobierno cubano, dice el señor Gonzalo de Que- 
sada, hubiera dudado por un momento, que fuera ratificado el de 
arrendamiento y no lo fuera el Tratado sobre Pinos, habría refun- 
dido los dos documentos en uno, haciendo depender el convenio, 
del éxito del Tratado. Y habiéndose fijado en éste, tiempo para el 
canje de ratificaciones, fué esto causa de que expirase el Tratado por 
caducidad, firmándose otro de idéntico tenor, en el cual los Esta- 
dos Unidos renunciaban el derecho de propiedad de la Isla de 
Pinos, pero sin fijar el tiempo para el canje de ratificaciones, entre 
el Honorable Mr. Hay y el señor Gonzalo de Quesada, Ministro de 
Cuba en Washineton, en 2 de Marzo de 1904. 

Para que se vea la manera de pensar del gran estadista ame- 
ricano que era entonces Secretario de Estado, el Honorable Elihu 
Root, quien había rechazado la acción del Subsecretario de la Gue- 
rra como hecha sin su conocimiento, oigamos cómo replicó en parte 


LA ISLA DE PINOS SEGUN EL TRATADO DE PARIS 257 


a una comunicación del Presidente del Club Americano de la Isla 
de Pinos, en 27 de Noviembre de 1905: ““La Isla de Pinos se halla 
legalmente sujeta a la jurisdicción y Gobierno de la República de 
Cuba, y usted y sus asociados están obligados a obedecer las leyes 
del país en tanto permanezcan en la Isla. Si ustedes dejan de pres- 
tar dicha obediencia se verán justamente perseguidos por los tri- 
bunales cubanos y castigados conforme a las leyes de Cuba por los 
delitos que cometan. Ustedes, probablemente, no tendrán mayor 
fuerza en el porvenir. El Tratado que se halla actualmente pen- 
diente ante el Senado, si se aprueba por ese Cuerpo, renunciará 
a todo derecho de parte de los Estados Unidos a la Isla de Pinos. A 
mi juicio, los Estados Unidos no tienen ningún derecho funda- 
mental sobre la Isla de Pinos. El Tratado únicamente concede a 
Juba lo que es suyo, de acuerdo con el derecho internacional y la 
justicia. ?” 

““En la fecha del Tratado de Paz que puso término a la guerra 
entre los Estados Unidos y España, la Isla de Pinos era y había 
sido por varios siglos una parte de Cuba. No abrigo duda alguna 
de que continúa siendo parte de Cuba y de que no es ni ha sido 
nunca territorio de los Estados Unidos. Este es el modo de ver 
con que el Presidente Roosevelt autorizó el Tratado pendiente, lo 
firmó el señor Hay y yo espero apresurar su confirmación. Ni aun 
el rechazar el Tratado pendiente pondría fin al dominio de Cuba 
sobre la Isla. Un Tratado directamente contrario al que ahora se 
halla pendiente sería necesario para lograr eso y no hay la más 
ligera posibilidad de que semejante Tratado se haga. Usted pue- 
de estar bien seguro de que Cuba nunca consentirá en entregar la 
Isla de Pinos y de que los Estados Unidos nunca tratarán de com- 
pelerla a entregarla en contra de su voluntad.”” 

El Tratado, al fin fué presentado en 16 de Febrero de 1906 con 
un informe favorable del senador Foraker, de la Comisión de Re- 
laciones Exteriores, informe luminoso y concluyente, y los sena- 
dores Morgan y Clark presentaron otro informe de la minoría en 
contra de su ratificación, sin que hasta la fecha se haya presentado 
a votación. Ymientras tal tratado está pendiente de ratificación en 
el Senado, se presentó un caso verdaderamente providencial, pues 
de un modo indirecto provocó una resolución del más alto Tribunal, 
del Tribunal Supremo. El caso es el de Pearey contra Stranahan. 
El demandante estableció un juicio ante el Tribunal del circuito de 
los Estados Unidos del Distrito Sur de New York, contra el en- 


258 EVELIO ROIRÍGUEZ LENDIÁN 


tonces Administrador de Aduanas del Puerto de New York en co- 
bro del valor de algunos tabacos confiscados por el demandado que 
habían sido traídos a dicho puerto desde la Isla de Pinos, donde 
se habían producido y elaborado. Esta confiscación se llevó a cabo 
de acuerdo con la Ley Dingley y los Reglamentos del Secretario 
de Hacienda acerca de la citada Ley, la cual disponía la imposición 
de derechos sobre artículos importados de países extranjeros. El 
demandante alegó que la Isla de Pinos estaba en posesión y era 
parte de los Estados Unidos y por lo tanto, era territorio nacional. 
El Gobierno objetó, y la objeción fué sostenida, la demanda no 
fué aceptada y el caso llevado al Tribunal Supremo como infrac- 
ción de ley. En el curso de la sentencia pronunciada por el Juez 
Fuller ,el respetable y sabio Tribunal sostuvo que la Isla de Pinos 
era territorio extranjero, y declaró que cuando los Estados Unidos 
intervinieron en Cuba “todo el mundo sabía que la Isla de Pinos 
era parte integral de Cuba.”” / 

Después de esta resolución del Tribunal Supremo, único que 
allá como aquí tiene la interpretación de las leyes, después de la 
opinión del gran estadista Root, de la opinión de Taft, según el 
cual cualquiera separación de Cuba y la Isla de Pinos sería una 
violación de un fideicomiso sagrado, la ratificación por el Senado 
del Tratado pendiente que reconoce nuestra soberanía sobre la 
Isla de Pinos, se impone. Se impone, desde un punto de vista legal, 
porque, y como habéis visto, el Tratado es una secuela del conve- 
nio de arrendamiento de los terrenos de Cuba para las estaciones 
carboneras y navales, ya que la renuncia que por él se hace a favor 
de Cuba de toda reclamación de propiedad sobre la Isla de Pinos, 
se hace en consideración a las concesiones de dichas estaciones car- 
boneras y navales, según dicen sus artículos, hechas por nuestra 
República a los Estados Unidos; y siendo, por tanto, una parte de 
la misma transacción y cumplida la otra parte relativa al arrenda- 
miento de los terrenos cubanos, es ineludible el cumplimiento de 
aquella que se contrae a la expresada renuncia, de tal modo, que 
si el Tratado no fuera ratificado, el señor Quesada entiende, y así 
lo dice en su artículo, que lo que la razón pide es que los Estados 
Unidos deben devolver a Cuba las estaciones carboneras y navales. 

Y se impone desde un punto de vista moral, porque los cuba- 
nos han cumplido lo que fué mutuamente convenido bajo la base 
de recíprocas cesiones, dieron, pero para que les diesen, el do ut des 
de los romanos, y en tal estado las cosas, obligados se hallan los Es- 


LA ISLA DE PINOS SEGUN EL TRATADO DE PARIS 259 


tados Unidos a dar ellos por su parte aquello que prometieron, y 
que los americanos no han cumplido todavía. 

No abrigo duda alguna de que así sucederá, porque la opinión 
pública y la justicia americana son los mejores defensores del de- 
recho de Cuba en este caso, pero la demora en ratificar el Trata- 
do que desde 1906 fué presentado al Senado es lo que ha provocado 
la reciente agitación al advenir la Administración democrática de 
Wilson, porque mientras esté pendiente dicha ratificación, tendrán 
esperanza los americanos residentes en Isla de Pinos, de que ésta se 
anexe definitivamente a los Estados Unidos, y lucharán y se move- 
rán con el fin de conseguirlo. 

Tan cierto es que esa demora es la que mantiene esa agitación 
funesta y deplorable dadas las estrechas y cordiales relaciones que 
hoy existen entre Cuba y los Estados Unidos y las simpatías de 
nuestro pueblo para el pueblo americano inspiradas en la más 
profunda y sincera gratitud, que cuando en día no lejano trataron 
esos especuladores de celebrar un arreglo con el Gobierno de Cuba 
a fin de que éste admitiera sus pretensiones y les comprara sus 
terrenos a precios exorbitantes, dedicando las tierras a fines públi- 
cos, llegaron a usar como amenaza la no ratificación del Tratado 
pendiente aun en el Senado. 

Con tal agitación, pues, se persigue que no se ratifique el Tra- 
tado y puedan prosperar sus pretensiones, pero en vano se agi- 
tarán esos elementos interesados en que se viole nuestro derecho, 
alegando que confiados en la fuerza legal del acto realizado por 
el Subsecretario de la Guerra al publicar un mapa de los E. Unidos 
y sus posesiones, incluyendo la Isla de Pinos entre éstas, habían 
afluído los americanos en gran número a dicha Isla por estimar que 
el Status de ésta era el mismo que el de Puerto Rico y comprado 
erandes extensiones de terreno, a extremo tal de poseer más del 
99 por 100 de la propiedad inmueble de la Isla, porque no podrán 
arrancar de la administración democrática de Wilson, lo que no 
pudieron obtener de la Administración republicana de Taft. 

Perdidas casi por completo para esos elementos la esperanza 


1 Confecha posterior ala de esta conferencia, publicó el Herald de New York. confir- 
mando nuestra opinión, las importantes declaraciones siguientes: 

El Secretario de Estado Mr, William J. Bryan no tomará en consideración, ninguna de las 
distintas peticiones elevadas al Gobierno de los Estados Unidos por los residentes americanos 
de Isla de Pinos. Como se recordará dicho Secretario visitó esa Isla el invierno pasado, poco 
antes de asumir la cartera de Estado. 

La opinión que prevalece entre los altos funcionarios federales es la de mantener la sen- 
tencia dictada por el Tribunal Supremo de los Estados Unidos por la cual se declaró que la 


260 EVELIO RODRÍGUEZ LENDIÁN 


de que el Senado americano no ratifique el Tratado, y sin gran fe 
tampoco en el triunfo de sus propósitos anexionistas, insinúase el 
plan de hacer que los Estados Unidos entren en amistosas nega- 
ciaciones con Cuba para comprar la Isla de Pinos—dando por sen- 
tado que ella es territorio cubano,—y en consideración a que la 
mayor parte de los americanos establecidos en la referida Isla, lo 
hicieron en la creencia, para ellos justificada, de que habían ad- 
quirido tierras bajo la protección de su gloriosa bandera. 

Bien se ve, señores, que la culpa es de los «ubanos, y el mal está 
en la venta de las tierras. Asegúrase que actualmente poseen los 
americanos más del 99 por 100 de la propiedad inmueble de la 
Isla y de hecho son dueños de todas las líneas de transporte que de 
ella parten y a ella llegan, así como de aquellas que están dentro 
de sus límites. De este modo, lo que está pasando en Pinos, pasará 
mañana en toda Cuba, y cuando ellos tengan la posesión de las 
tierras, ¿qué será de nuestra Patria? 

Remedio para ese mal no existe otro, sino el no vender la tierra, 
y como no es posible evitar que los cubanos poseedores de tierras 
las vendan en uso de su perfecto derecho como tales propietarios, 
no queda otra conclusión sino la de que el Estado prohiba a los 
extranjeros la adquisición de tierras, como medio de defensa. 

A ese fin, sin duda alguna, tendía la Ley que en el Senado pro- 
puso el compatriota eminente señor Manuel Sanguily y que no 
llegó a aceptarse por motivos que todos recordaréis, pero que esto 
no obstante, demuestra cuánta razón asistía al ilustre Senador, al 
pensar en la necesidad de evitar, por el peligro que entrañaba, que 
el extranjero adquiriese tierras en nuestro país. 

Pero no somos nosotros los únicos que tenemos este problema 
planteado, pues se da el caso, señores, de que igualmente lo tengan 
en los Estados Unidos. Y esto al menos debe servirnos de consuelo, 
y al propio tiempo de justificación en la defensa que hacemos de 
nuestra tierra. Todos vosotros sabéis que existe un grave conflicto 
en los Estados Unidos, originado por la actitud adoptada por la 
legislatura del Estado de California, en la cual se presentó un 
proyecto de ley encaminado a impedir que los japoneses pudieran 
poseer o arrendar tierras dentro de los límites de su Estado. 


Isla de Pinos forma parte del territorio cubano y por ello no puede ser anexada a la Unión 
americana sin el preyio consentimiento del gobierno y del pueblo de Cuba. 

La nueva administración cubana es opuesta a la propaganda que vienen haciendo los 
americanos de Isla de Pinos para lograr la anexión de esa Isla a este país. Según informes 
recibidos en Washington, el Presidente Menocal declaró hace poco, que se opondría a la venta 
de la Isla de Pinos a los Estados Unidos. 


LA ISLA DE PINOS SEGUN EL TRATADO DE PARIS 261 


Los japoneses son ya dueños en dicho Estado de 52,000 acres y 
tienen arrendado 400,000 más. Ante esta amenaza la Legislatura 
se proponía aprobar una ley en sentido restrictivo, que aunque 
se modificó después haciéndola extensiva a todos los extranjeros, 
iba dirigida contra el elemento japonés que poco a poco se iba ha- 
ciendo dueño de las tierras californianas. 

Ante la protesta del Japón por medio de su Embajador en 
Washington, se ereó una situación muy difícil al Presidente de la 
Unión Americana, porque su Gobierno desea complacer al japo- 
nés, y por la Constitución debe abstenerse de toda intromisión en 
los asuntos locales, de todo lo que signifique invasión del derecho 
soberano de los Estados. 

Y como los californianos, justamente alarmados, hanse mostra- 
do inflexibles, firmes, decididos, a tal punto que en telegrama di- 
rigido a Mr. Raker representante demócrata por el Estado de Ca- 
lifornia, firmado por uno de los.miembros de la Legislatura de di- 
cho Estado, se decía que el pueblo exigía la aprobación de la Ley 
y de no*hacerlo tomaría la iniciativa, el Presidente como represen- 
tante del Poder Central, teniendo en cuenta que obligaciones pro- 
cedentes de Tratados con diferentes naciones hacía imposible la 
aprobación de la Ley, ha enviado a California al Secretario de Es- 
tado Mr. Bryan como mensajero de paz. ! 


(1) Como consecuencia de esta visita, el Procurador General Mr. Webb a indicación del 
Gobernador del Estado Mr. Johnson redactó un nueyo proyecto de ley sobre la tenencia de te- 
rrenos por los extranjeros en California, en él no figuraba'el término «no elegible para la ciu- 
dadanía» que según declaraba Mr. Bryan era odioso a los japoneses, y con lo que creyeron tan- 
to los leaders progresistas como los republicanos haber llegado a una solución del problema 
que merecería la aprobación del Presidente Wilson. Así que estuyo terminado se puso un ejem- 
plar en manos del Secretario de Estado Mr. Bryan. 

Los principales preceptos de ese Bill Webb son los siguientes: 

19 Todos los extranjeros elegibles para ciudadanía pueden adquirir y conservar tierras 
de igual manera que si fuesen ciudadanos de los Estados Unidos. 

20 Todos los demás extranjeros podrán adquirir y conseryar tierras «de la manera, hasta 
el límite y para los fines preseritos por cualquiera de los tratados ahora existentes entre el go- 
bierno de los Estados Unidos y la nación o país del cual el referido extranjero sea ciudadano 
o súbdito». 

30 Las corporaciones compuestas por extranjeros de otras nacionalidades que aquellas 
que resulten elegibles para la ciudadanía, pueden adquirir tierras y conservarlas solo de acuer- 
do con los términos de los tratados existentes. 

409 Esta medida no reza con las tierras poseídas actualmente por extranjeros, tengan estos 
derecho, o no, aser elegidos ciudadanos. 

50 El Estado, de una manera específica, se reserva su soberano derecho a poner en vigor 
cualquiera ley y también todas las leyes relativas a la adquisición y tenencia de bienes raíces 
por los extranjeros. 

“Cree Mr. Webb que todos los derechos de los súbditos japoneses a la propiedad de terrenos 
en los Estados Unidos, son los que les reconocen las estipulaciones hechas en el tratado japo- 
nés de 1911, según el cual se les permite poseer “casas y terrenos para establecer en ellas sus re- 
sidencias, fábricas, manufacturas y tiendas» y arrendar terrenos para «residencias y para fines 
comerciales», por lo cual según él no pueden poseer terrenos, nitampoco ariendarlos, para 


262 EVELIO RODRÍGUEZ LENDIAN 


No deben, pues, tener a mal los Estados Unidos, ya que tienen 
el mismo conflicto planteado con el Japón, que ante las pretensiones 
de los poseedores de tierras en Isla de Pinos, de que ésta sea decla- 
rada territorio americano, los cubanos se defiendan y hagan valer 
sus derechos, sobre todo, cuando éstos son tan claros, que así lo han 
reconocido sus más grandes estadistas, lo ha sancionado su més 
alto Tribunal, lo apoya la prensa en su inmensa mayoría, que sos- 
tiene no existe razón alguna que justifique se vea lanzado el país 
a una tirantez de relaciones con Cuba sólo porque un determinado 
número de americanos se hayan posesionado de Pinos y deseen sea 
anexada a los Estados Unidos, y ha sido además expresamente 
aceptado en el Tratado pendiente. Sí, señores, la nación america- 
na no puede extrañarse de esta defensa de nosotros los cubanos, 
porque ella responde a los mismos sentimientos y a la misma ne- 
cesidad que la actual de California, a los sentimientos de amor y 
veneración a la tierra en que se nace, y a la necesidad de defen- 
derla contra todo propósito de absorción por parte del extranjero, 
sacando a salvo para el porvenir los altos intereses de la Patria. 


fines agrícolas (excepto aquellos terrenos que ya poseen), nitampoco para ningún otro propó- 
sito, excepto para los consignados en el convenio entre ambas naciones. ; 

Ni la presión oficial del Presidente Wilson ni las gestiones de su Secretario de Estado, pu- 
dieron impedir la actitud resuelta de los legisladores de California, pues la Asamblea de este 
Estado. después de prolongado debate, aprobó en su sesión de 3 de Mayo último, el proyecto de 
ley redactado por el procurador general Mr. Webb, que contiene las cláusulas restrictivas 
acerca de la posesión de tierras por extranjeros y que dió lugar a la protesta del Japón, y a la 
intervención del Presidente quien llegó a manifestar al Gobernador Johnson por medio de un 
telegrama, y en su empeño de evitar su aprobación por la Legislatura del Estado, que tal pro- 
yecto daría por resultado una apelación ante los tribunales para que éstos decidieran sobre la 
interpretación del tratado entre el Japón y los Estados Unidos, lo que podría significar una 
pérdida considerable de tiempo en un delicado litigio judicial que no produciría bien alguno. 

Para que el proyecto fuera ley solo faltaba la sanción del Gobernador del Estado, y 
aunque éste no la firmó inmediatamente, por haber contraído el compromiso con el Secretario 
de Estado de tomarse todo el tiempo que la Constitución del Estado le autorizaba a fin de dar 
tiempo suficiente a que las autoridades federales pudieran hacer las objeciones que estimasen 
oportunas antes de ser sancionadas, y no obstante el telegrama del Presidente dándole cuenta 
de la nota-protesta presentada por el Embajador japonés, Vizconde de Chinda y participán- 
dole que colocaba en sus manos la solución definitiva del conflicto que entrañaba suma graye- 
dad para todo el país, Mr. Hiram Johnson sancionó al fin dicha ley, mostrándose así tiel a los 
compromisos por él contraídos durante la campaña electoral, uno de los cuales fué precisa- 
mente el gestionar la aprobación de una ley encaminada a prohibir a los chinos y japoneses, 
que adquiriesen tierras en el Estado de California. 

También la Legislatura del Estado de Arizona aprobó una ley, que fué sancionada en 16 
de Mayo del año en eurso por el Gobernador Mr. George W. P. Hunt, y la cual prohibe a todo 
extranjero poseer tierras en el Estado de Arizona, a no ser que preste juramento legal de que 
tiene el propósito de obtener la ciudadanía americana, 


DIARIO DE VIAJE (2 


POR EUSEBIO GUITERAS 
(Continuación.) 


La capilla Real, fórmanla tres arcos de círculo, fuera del cuadri- 
longo de la catedral, divididos en dos cuerpos, con pilastras corin- 
tias y dóricas, entre las cuales se ven en la parte superior escudos 
de armas: remata con un antepecho calado y cuatro torrecillas pi- 
ramidales: tiene 81 pies de largo, 59 de ancho, y de alto 130. En- 
trase a ella por un arco de la misma altura y ancho que la nave 
principal del templo, rodeado de estatuas en nichos, muy aprecia- 
das, y cerrado por una grande reja mal trabajada en hierro dora- 
do y que concluye con una estatua ecuestre de San Fernando re- 
cibiendo del rey moro arrodillado las llaves de Sevilla. Esta mag- 
nífica capilla pertenece al gusto plateresco y en ella se venera a la 
Virgen de los Reyes y al rey San Fernando. Rodea la fábrica un 
zócalo sobre el cual se levantan ocho altas pilastras con capiteles 
arbitrarios, que sostienen el cornisamento, de donde arranca la 
cúpula adornada con varias fajas de recuadros que presentan bus- 
tos de reyes de Castilla en los primeros y ángeles en los últimos, 
donde se abre una linterna con ventanas. Forman lo material de 
la capilla un cuadrado y un medio círculo: en el primero se ve, a 
la derecha, el sepulero de D.* Beatriz, esposa de San Fernando, en 
un nicho alto forrado de terciopelo carmesí con la inscripción aba- 
jo, cubierta la caja que contienen las cenizas, con un manto anti- 
euo de seda y corona y cetro; y en otro sepulero igual, a la iz- 
quierda, está sepultado el hijo del rey santo, D. Alfonso X el Sa- 
bio. Ocupa el medio círculo el altar mayor, al que se sube por diez 
eradas de todo el ancho de la capilla : compónese de un nicho gótico, 
donde está sentada la Vireen de los Reyes, cuyo original vió San 
Fernando en éxtasis, y cuya imagen fué obra de dos ángeles. En- 
cima hay un dosel con este lema: 


Per me reges regnant. 


1 Véase Vol. XVI, núm. 2 pág. 204 y siguientes. 


264 EUSEBIO GUITERAS 


concluyendo con una estatua del Padre Eterno. Las de San Pedro 
y San Pablo están a los lados y otras en diferentes sitios del medio 
círculo, que concluye con una bóveda en figura de concha, subiendo 
hasta el arranque de la cúpula. 

Al pie de las gradas del altar mayor se levanta sobre un pedes- 
tal la urna donde está el cuerpo de San Fernando, de eristal, ence- 
rrada dentro de otra de plata sobredorada con muy buenos ador- 
nos. En el pedestal está la inscripción puesta en castellano, latín, 
hebreo y árabe. 


Inscripción castellana que se ve en el pedestal de la urna de 
San Fernando: 


Aquí yace el Rey muy ondrado Don 
Errando, Señor de Castiella, é de To- 
ledo, de León, de Galicia, de Sevilla, 
de Córdova, de Murcia, de Jaén, el 
que conquistó toda España, el más 
leal, é el más verdadero, é el más 
franco, é el más esforzado, é el más 
apuesto, é el más granado, é el más 
sofrido, é el más homildoso, é el que más 
temía á Dios, é el que más le facía 
servicio, é el que quebrantó y destruyó 
á todos sus enemigos, é el que alzó é 
ondró todos sus amigos, é conquistó la 
cibdat de Sevilla, que es cabeza de toda 
España é púsose hi en el postrimero día 
de mayo en la era de mil et docientos 
et noventa años. 

A los lados hay dos puertas que dan al panteón, en cuyo tes- 
tero principal hay un altarito con la virgen de marfil que el santo 
Rey llevaba siempre fija con un perno al arzón de la silla: tendrá 
media vara de alto. A un lado y otro hay dos nichos, de los cuales 
el del lado de la epístola encierra los ataúdes en que estuvieron los 
cuerpos del maestre D. Fadrique y D.? María de Padilla. En el 
otro nos enseñaron, encerrada en una caja, la en que estuvo el 
cuerpo de San Fernando, que tiene la figura de un baúl, forrada 
de terciopelo y con una eruz de plata afiligranada de todo su largo: 
por dentro está cubierta de tafetán carmesí. Vimos después, su- 
biendo al nicho en que está la imagen de Nuestra Señora de los 
Reyes con la espléndida corona que ciñó San Fernando para en- 
trar triunfante en Sevilla; y es de oro toda sembrada de diaman- 


DIARIO DE VIAJE 265 


tes, perlas, esmeraldas y otras piedras preciosas: cubre todo el 
pecho de la virgen un magnífico adorno de plata y diamantes. 

A la derecha de la capilla Real, obscura y triste, está la de San 
Pedro, cuyo magnífico retablo merece por cierto más digno lugar, 
donde se admiren los rasgos que en él dejó el delicado pincel de 
Zurbarán. Fórmanlo tres cuerpos con seis lienzos separados por 
sencillas columnas corintias y que representan pasajes de la vida 
de aquel santo apóstol y una Concepción, siendo muy digno de no- 
tarse el que está en medio del primer cuerpo, por la actitud noble 
y respetuosa y sencilla, la natural expresión, el esmerado ropa- 
je, con que está retratado el pobre pescador en la silla papal ci- 
ñendo la tiara. 

Inútil es que yo describa todas las capillas, entre las cuales 
algunas nada ofrecen de muy bueno: sólo quiero conservar el 
recuerdo de aquellas que obligan a uno a detenerse y a contemplar 
y que más gustan cuando se contemplan más; aquellas a que se 
encaminan directamente mis pasos cuando llego a la «catedral, ca- 
pillas donde Murillo y Zurbarán, Montañez, Cano y Vargas han 
dejado aleuna flor de sus coronas inmortales. 

Dejando, pues, algunas de por medio, vamos a la pequeña que 
está junto a la puerta del Norte adornada al estilo gótico, que es 
la de nuestra Señora de Belén, cuya imagen pintó con suave eolo- 
rido Alonso Cano, animando el lienzo con el medio cuerpo de la 
Virgen, teniendo el niño en los brazos, llena de ternura y amor. 
Sigue a ésta la de San Francisco en que está el gran cuadro del 
santo subiendo al cielo de rodillas sobre una nube y rodeado de 
un coro de ángeles que difunde viva luz. La figura gallarda de 
San Francisco con los brazos abiertos y los ojos vueltos al cielo 
fué ideada en un momento de inspiración por su autor Francis- 
co de Herrera el mozo. 

Juan de las Roelas pintó el animado cuadro de la siguiente 
capilla de Santiago, que representa al santo guerrero matando 
moros en la famosa batalla de Clavijo. Su brazo, movido por divina 
fuerza, blande la espada terrible, celestial; el manto se revuelve 
agitado; en sus ojos brilla el ardor de su alma, y su negro cabello 
ondea con el viento rodeado de luz pura que aterra a los infieles 
hollados por el brioso caballo blanco. 

Sigue la capilla de Escala, cuyo altar de mármol blanco fué 
traído de Italia y es muy estimado. Fórmanlo dos cuerpos de ar- 


o 


quitectura plateresca, de los cuales el primero contiene cuatro co- 


266 EUSEBIO GUITERAS 


luamnas separadas sosteniendo una cornisa en que se lee el epitafio 
del obispo Escala, cuyas cenizas descansan en una grande urna 
con la estatua encima acostada ocupando el hueco de un nicho, que 
presenta al frente un medallón de la Virgen y el niño J esús, y a 
los lados dos estatuitas de San Pedro y San Pablo. Súbese por dos 
caracoles al segundo cuerpo, formado por un arco en cuyo centro 
hay un magnífico medallón de la venida del Espíritu Santo; re- 
matando con una estatua del Padre Eterno y dos ángeles orando 
a los lados. Toda la obra es de mucho gusto y mérito, presentando 
un conjunto ciertamente soberbio. 

Capilla de San Antonio.— Cuántas veces mis ojos han contem- 
plado el gran cuadro de Murillo que adorna este altar! San Anto- 
nio está arrodillado en su celda con los brazos extendidos para re- 
cibir al niño Dios que baja del cielo en medio de una gloria ad- 
mirable. Oh!, qué dulce encanto llena el alma al contemplar el 
lienzo animado por el pincel inmortal de Murillo. Cuando en él 
se fijan los ojos extasiados, aislándolo, se ve con admiración y 
encanto difundirse la vida por el mudo lienzo, y que la luz se 
hace más viva, y al ruido que forman los ángeles batiendo sus 
lucientes alas, baja el niño divino. Y el santo tiende a él sus ma- 
nos, lleno de éxtasis, anhelante, respetuoso... Cuánta vida hay 
en ese cuadro! Murillo, nombre inmortal! Suyo es un cuadro que 
está encima y representa el bautismo; pero la magia del primero 
no da lugar para contemplar el segundo. 

En un rincón de la catedral, sólo, en medio de una capilla ma- 
lísima hay un cuadro de Roelas que representa la Virgen de la 
Quinta Angustia. La mala situación hace que el cuadro no tenga 
lucimiento; porque en verdad no se distingue más que un borrón 
negro; pero el que va a verlo cuando declina el sol penetrando sus 
rayos por un ventanita de la capilla, que se ilumina el cuadro, 
con cuánta admiración se ve la madre dolorosa con el hijo adorado, 
muerto en sus brazos. Cuánta tristeza, cuánto silencio hay espar- 
cido por el cuadro todo. 

La capilla siguiente de la Visitación contiene un buen retablo 
de Pedro Villegas Marmolejo representando aquella escena con 
mucha y muy verdadera naturalidad. Los otros cuadros son de 
santos y algunos retratos, y entre ellos sobresale el martirio de 
San Sebastián y un San Roque. Encima del altar, dentro de una 
caja con cristales está una hermosa estatua pequeña de mérito 


DIARIO DE VIAJE 267 


figurando a San Jerónimo orando sobre una roca. Remata el re- 
tablo el niño Dios en medio de una brillante gloria. 

A los lados de la puerta principal hay dos capillas góticas, en- 
teramente iguales, que contienen la una un cuadro de Murillo y la 
segunda otro de sus discípulo y feliz imitador Miguel de Tovar. 
Aquél representa al ángel de la Guarda llevando de la una mano un 
niño, y señalando con la otra hacia lo alto, de donde se desprende 
una suavísima ráfaga de luz que ilumina el cuadro. ¡Cuánta ex- 
presión en las dos figuras! Qué ternura, qué serenidad en el bello 
rostro del ángel! Qué inocencia, qué dulzura, qué naturalidad en 
el niño! 

El cuadro de Tovar representa a Nuestra Señora del Consuelo 
sentada: en el fondo hay dos figuras magníficas y en primer tér- 
mino el medio cuerpo de un clérigo orando: su autor estaba al ha- 
cerlo inspirado por su inmortal maestro. 

Unida a la puerta de San Miguel está la capilla que encierra 
uno de los más bellos cuadros de la catedral, dedicado al nacimien- 
to de Jesús. Hízolo Luis de Vargas, siguiendo la escuela italiana, 
y es admirable así por el suave colorido como por la perfección y 
naturalidad de los grupos y el atrevimiento de los escorzos. La 
figura de María es bellísima y más aún la de Santa Ana, cuya mag- 
nífica cabeza sobresale entre un grupo de pastores, grupo que de- 
leita largo rato la vista, porque no hay un objeto que no sea de 
erandísimo mérito; sobre todo el pastor que está arrodillado en 
primer término, el que tiene en sus hombros una ovejita que está 
balando, y un haz de paja que está junto a la sagrada cuna. En lo 
alto del cuadro se descubre al Padre Eterno, cuya mano, extendi- 
da hacia su divino hijo, es de una atrevida ejecución. 

Del mismo autor y del mismo mérito es el cuadro que está 
junto a la puerta de los Naranjos, y representa la genealogía de 
Jesucristo. En lo alto, hacia un lado, está la Virgen sentada sobre 
nubes con el hijo en los brazos, cubriendo lo restante del cuadro 
un grupo de los antepasados del Rendentor hasta Adán, cuya her- 
mosa figura se ve en primer término, y es admirada por el magní- 
fico escorzo de su pierna derecha, que ha dado el nombre de la 
Gamba al cuadro, porque Mateo Pérez Alesio, pintor italiano, ex- 
clamó al verlo: —Piúu vale la tua gamba che il mio San Cristóforo. 
Este San Cristóbal es un fresco que pintó Alesio junto a la mis- 
ma puerta de los Naranjos, representando a aquel santo al vadear 
el río con el niño al hombro. Tiene de alto 30 pies, y es muy esti- 


268 EUSEBIO GUITERAS 


mado por las buenas formas y brillante colorido. La capilla de San- 
ta Ana es digna de visitarse por su retablo que perteneció a la 
mezquita consagrada y en el cual se ve el estado de la pintura en 
aquella época en que se acabó, por los años de 1504. Fórmanlo 
cuatro cuerpos con columnas y adornos góticos: en el primero se 
ve un lienzo moderno de escuela romana que representa la sacra 
familia: el segundo lo componen un Salvador con dos santos a 
los lados; otros seis el tercero; rematando con una estatuita de la 
santa. : 

En el testero de esta capilla se levanta un cuerpo de arquitec- 
tura corintia de jaspe con capiteles de bronce, en el cual se vene- 
ra un crucifijo llamado de Maracaibo. Llamóme mucho la atención 
este nombre mejicano, y sólo he podido averiguar que aquel lienzo 
fué traído de América. Debe estimarse por la postura del cuerpo, 
que ciertamente representa con mucha verdad la languidez y aban- 
dono de los miembros de un cuerpo muerto. 

Capilla de San José—La construcción de su altar es elegantísi- 
ma y sencilla, preciosos son los mármoles y jaspes de que está he- 
cha. Se compone de un cuerpo de arquitectura corintia con dos pi- 
lastras y sus correspondientes columnas con bases y capitales de 
bronce formando un nicho donde está la estatua del santo titular: 
en el ático se ven dos estatuitas de Santas Lucía y Teresa con un 
medallón que representa a la Virgen y Santo Domingo; y en el 
zócalo, a los lados, las estatuas de San Miguel y San Blas. El todo 
forma un bellísimo conjunto en que se ostenta la severa elegancia 
de la arquitectura greco-romana. Frente al retablo hay dos magní- 
ficos cuadros: el uno grande y de la brillante escuela de Rubens, 
que representa la degollación de los inocentes, obra llena de ani- 
mación y difíciles y bien ejecutadas actitudes: el grupo del medio 
es admirable; un bárbaro soldado en cuya desnuda y atezada 
espalda se ve la musculatura de un fornido atleta que está arre- 
batando un niño de los brazos de la madre, que se arrastra por el 
suelo con el dolor desesperado de madre: la pierna izquierda de 
ésta es un magnífico escorzo. El otro cuadro es de Francisco Anto- 
línez Sarabia, discípulo de Murillo, y hace raro contraste con el 
cruel y desigual combate de aquél, la sencillez, paz y dulzura del 
último que representa el nacimiento apaisado: qué suavidad! Qué 
bien pintada la sencillez y gozo de los personajes! Qué natura- 
lidad! 

En el testero de enfrente hay un lienzo de Juan de Valdés Leal 


DIARIO DE VIAJE 269 


que figura los desposorios del Sor. S. José, haciendo gala de su 
maestría en la perspectiva. 

La capilla de Nuestra Señora de la Antigua fué mandada ensan- 
char y alzar hasta la altura de las naves por el cardenal D. Diego 
Hurtado de Mendoza, que la eligió para su enterramiento. El pue- 
blo sevillano es gran devoto de esta Virgen por su historia tradi- 
cional. Es un fresco pintado sobre un muro que se da por cierto 
perteneció a la iglesia de los godos. Cuando los árabes ocuparon a 
Sevilla y construyeron la mezquita, intentaron destruir la pintu- 
ra y la borraban, pero milagrosamente volvía otra vez a su primer 
estado; lo que sucedió muchas veces hasta que le levantaror un 
muro por delante; y así se mantuvo hasta aleunos años antes de 
la conquista, que se abrió y desplomó el muro, mostrándose la vir- 
gen cubierta de brillante luz, y obligando a caer de rodillas a los 
infieles que la miraban. 

Al construirse la catedal que existe se colocó con grandes fies- 
tas en ella, y por fin el cardenal Mendoza le levantó el gran retablo 
de jaspes y bronce en que está hoy, compuesto de dos cuerpos en- 
tre cuyas columnas se ven estatuas de mármol blanco, rematando 
con un ático que coronan las estatuas de la Fe, Esperanza y Ca- 
ridad. El tabernáculo que está sobre el altar es de plata con muy 
buenas esculturas; de plata es la balaustrada que cierra el pres- 
biterio; y del mismo metal las 48 lámparas que alumbran la ca- 
pilla. 

Una rica puerta de carey con molduras de bronce conduce a la 
sacristía de esta capilla, donde entre muchos cuadros se ve una 
tabla en que pintó Morales un Ecce homo: el asunto y el autor son 
suficiente recomendación. Hay también un San Juan Bautista de 
Zurbarán, un San Jerónimo, magnífico en expresión y valentía de 
colorido, y un lienzo que representa el martirio de no sé qué santo, 
con mucha expresión en las figuras. 

La última capilla del lado del Norte está dedicada a la Purifica- 
ción: el retablo es de Campaña y consta de siete cuadros; pero el 
que más Hama la atención es el principal, perteneciente a su buen 
tiempo: la mujer que con un niño en brazos baja las gradas está 
ejecutada en un momento feliz: su actitud no puede ser más na- 
tural. 

Sirve esta capilla de entrada al cabildo de la catedral trazado 
por Diego Riaño en 1530. Primero se pasa por el antecabildo, que 
es un cuadrilongo de 46 pies de largo, 22 de ancho y de alto 34. 


270 EUSEBIO GUITERAS 


Levántase a 7 pies del pavimento de mármol un cuerpo de arqui- 
tectura cuyas pilastras dóricas separan diez exquisitos medallones 
de mármol blanco, traídos de Génova, cuyos asuntos sagrados ex- 
plican dísticos del humanista Pacheco, y que alternan con ocho 
hermosas estatuas de lo mismo representando las virtudes. 

Por una galería estrecha se pasa a la sala capitular, estimada 
por la mejor de España. Su figura es elíptica, con 42 pies de altura 
sobre 135 de circunferencia. A unas dos varas del suelo corre una 
cornisa sosteniendo colgeaduras de damasco, sobre la cual se levan- 
ta un cuerpo de arquitectura jónica con diez y seis columnas sepa- 
rando medallones del mismo género y procedencia que los del ante- 
cabildo y en cuyo basamento corren tablas pintadas por Pedro de 
Céspedes, que representan niños y virtudes. De la cornisa de este 
cuerpo arranca la bóveda formada por fajas de recuadros, en la 
primera de las cuales hay siete claraboyas que iluminan la sala y 
que alternan con ocho círeulos cubiertos con igual número de pin- 
turas de Murillo¿que representa a San Fernando y San Hermene- 
gildo, Santos Leandro e Isidoro, Santas Justa y Rufina y otros dos 
santos. Sobre la silla del prelado hay otro cuadro de Murillo, be- 
Mísimo, que representa la Concepción. 

Por la capilla que está al lado de la dedicada a la Purificación 
se entra a la sacristía mayor de la catedral, obra hermosa de gusto 
plateresco trazada por Diego Riaño y dirigida por el célebre Mar- 
tín de Gainza. Tiene la forma de una cruz griega con 70 pies de 
largo y 49 de ancho: la altura es de 120. Rodea toda la obra un 
grueso pedestal corrido en que se sientan ocho columnas soste- 
niendo la media naranja, con sus correspondientes pilastras en el 
muro. En el del frente está sobre un pedestal de piedra la caja de 
madera dorada que contiene las reliquias de la catedral; y encima el 
tan famoso cuadro del descendimiento, de Campaña, para cuya re- 
comendación basta sólo contar que cuando el cuadro estaba en la 
lelesia de la Santa Cruz, el inmortal Murillo pasaba horas enteras 
contemplándolo; y con tanto enajenamiento, éxtasis tan grande, que 
respondía a los que le avisaban se iban a cerrar las puertas: 

—Estoy esperando que acaben de bajar de la cruz a ese divi- 
no Señor. 

En los muros laterales se levanta un cuerpo de arquitectura 
compuesto, con otro más pequeño en el medio, que encierran cada 
uno un lienzo de Murillo en su mejor época, representando los san- 
tos tutelares de Sevilla, San Leandro y San Isidoro, sentados con 


DIARIO DE VIAJE 271 


vestido pontifical. La bondadosa y dulce expresión de las caras; 
el porte sencillo y respetuoso; la suavidad de los tintes, que reinan 
en los dos lienzos animados, resplandecen aún más en el San Lean- 
dro. El manto de éste es un escorzo admirable. 

Bajo estos cuadros están los hermosos cajones donde están 
guardados los ornamentos que sirven para los divinos oficios, y 
que excitaron nuestra admiración por los riquísimos y trabajosos 
bordados de seda, oro y plata. Enseñáronnos una capa con dos 
figuritas de medio cuerpo figurando a Santas Rosa y Lucía, y Cier- 
tamente no puede llegar más allá el bordado de seda: la extra- 
ordinaria delicadeza de los perfiles, la suavidad de las sombras 
más tenues, la perfección de aquellos ojos, todo, todo claro y lhur- 
moso como puede producirlo el más fino grabado. 

Junto a estos cajones está guardada en su caja, forradu de 
terciopelo carmesí, la gran custodia de Arfe que sale en la pro 
cesión del Corpus. 

Preciosas son las reliquias que encierra esta sacristía formando 
el mayor tesoro de la catedral. He aquí las más notables que re 
cuerdo: 

Una espina de la corona del Señor. Dos llaves, que son las que 
entregó el rey moro de Sevilla Ajataf al santo rey en la conquista. 
Tienen este lema: 


Dios abrirá, 
Rey entrará. 


una en árabe y otra en castellano. El signum crucis regalado por 
Santa Elena al emperador Constantino, puesto en una cruz de oro. 
Un corazón de oro en que se da el viático a su Eminencia. Huesos 
de San Cristóbal, y de otros muchos santos, en urnitas de oro con 
cristales. Un dedo de San Fernando. El vaso de campaña del mis- 
mo, que es una taza de cristal de roca con los bordes y pedestal de 
plata dorada. Una cruz de Grecia como de pie y medio de alto, cuyas 
labores microscópicas, representando la pasión y muerte de Nuestro 
Señor, son del trabajo más delicado y prolijo. En una caja de oro 
y piedras preciosas, un pedazo de la mesa de piedra en que Jesu- 
cristo celebró la cena. Un caliz de los primeros tiempos del eristia- 
nismo. El vaso es de ágata y el pedestal de oro, lo mismo que la 
tapa coronada por una estauita de San Pedro en la silla pontifical. 
Una custodia de inmenso valor y trabajo: es de oro afiligranado y 


272 EUSEBIO GUITERAS 


piedras preciosas sin cuento: encima y debajo del viril resaltan dos 
hermosas perlas poco más chicas que una avellana. Otra custodia 
más grande, aunque no tan costosa y elegante como la anterior; pen- 
den racimos de perlas y la adornan también muchas piedras precio- 
sas. Alrededor del viril hay un coro de ángeles de rodillas, orando, 
muy bien trabajados. Una eruz como de un pie de alto y sin adornos, 
hecha, según nos dijeron, en América, y fué del primer oro que 
vino de allí. Vimos en esta sacristía el tenebrario, o candelabro que 
sirve para los maitines del Jueves Santo. Es igual en su forma al 
que había en el templo de Jerusalén. Tiene ocho varas de alto y 
presenta una vista airosa y elegante. Sobre el pedestal que forman 
cuatro figuras como egipcias, se levanta un cuerpo de cuatro co- 
lumnas con adornos que sostienen el triángulo, en el cual se ven 
estatuitas de la Virgen, los apóstoles y otros santos. 

La gran custodia que sale en procesión de Corpus es una de las 
obras más perfectas en su clase; admirada de todos por el gusto que 
desplegó en ella su autor Juan de Arfe en los exquisitos adornos de 
imaginación del estilo plateresco. Cada pieza llama la atención por 
su delicado trabajo, y todas forman un brillante conjunto, suntuo- 
so, elegante, que recrea los ojos con admiración. 

Tiene cuatro varas de alto y es toda de plata, formada por 
cuatro cuerpos. La traza es circular con los embasamentos resal- 
tados. El primer cuerpo es jónico, y tiene 24 columnas; sosteniendo 
seis arcos, en cuyos encasamentos hay seis alegorías de los sacra- 
mentos: en el centro se levanta una estatua de la Concepción, y a 
los lados, las de San Pedro y San Pablo, con otras alegóricas: en 
los seis resaltes de la base están los cuatro doctores de la Telesia; 
Santo Tomás y el papa Urbano VII, en bellas estatuas de algo 
más de media vara: corona este cuerpo una barandilla con pedes- 
tales que sostienen doce ángeles llevando atributos de la Pasión. 
Las bases de las columnas y las enjutas de las columnas están cu- 
biertas de bajorelieves históricos, ángeles y otros adornos trabaja- 
dos con la delicada prolijidad que luce en toda la obra. El segundo 
cuerpo es corintio, con las columnas laboreadas en los extremos, y 
el medio istriado oblicuamente: en el medio va el viril rodeado de 
los cuatro evangelistas, y entre los arcos, por la parte exterior, doce 
estatuas de santos. Doce figuras sobre la cornisa de este cuerpo, re- 
presentan los dones y frutos del Santísimo; y sigue el tercero, que 
pertenece al orden compuesto, encerrando el cordero de los siete 
sellos con los cuatro animales del Apocalipsis, y encima del cual 


DIARIO DE VIAJE 273 


se eleva el último, perteneciente al mismo orden, con una Trinidad 
sobre un arco iris, rematando el todo con una eupulilla coronada 
por la estatua de la Fe. 

Yo tuve el gusto de ver otra vez esta obra maravillosa, cuando 
saludaba los balcones de las casas en la gran procesión de Corpus, 
fiesta que celebra la catedral de Sevilla con opulenta solemnidad. 
En ella salen guiando la custodia otras obras de gran riqueza y 
exquisito gusto, cuya plata brillaba en la carrera cubierta de gen- 
te y adornada de damascos que ocultaban toda la pared de las 
casas formando pabellones en puertas y ventanas. Y alternando 
con las corporaciones y el pueblo y el sinnúmero de cruces de las 
parroquias, iban: primero, las dos imágenes de Santas Justa y 
Rufina llevando en medio una Giralda de madera hecha con eu- 
riosidad, grupo que compone las armas de la catedral; seguíalas 
el niño Jesús con un cáliz en la mano en medio de un templo de 
plata compuesto de cuatro columnas sosteniendo una cúpula de 
hermosos calados. Detrás, precedida de un busto de San Isidro 
con mitra y vestiduras de plata, iba una pequeña custodia de plata 
de unos cinco pies de alto. Sobre la base cireular se elevan cuatro 
grupos de dos columnas en que se sostiene una cúpula: en el centro 
el viril; y siguen dos cuerpos en la misma forma, con un ramo de 
azucenas de plata en el segundo rematando con una Fe el todo de 
esta graciosa y delicada obra. La custodia de Arfe, digno templo 
del cuerpo del Redentor, ostentaba su gallarda forma a la cabeza 
de la procesión. 

La capilla del Sagrario.—Por la parte del Sur está unida a la 
catedral, comunicándose con esta por una magnífica puerta ador- 
nada al gusto romano con dos columnas a cada lado y ático trian- 
gular, delante del cual se ven en el medio una estatua de San Fer- 
nando, y a los lados las de Santas Justa y Rufina, San Leandro y 
San Isidoro. Otra puerta del mismo gusto da entrada por la parte de 
poniente. Tiene el edifiio 191 pies de largo, 64 de ancho, contando 
las capillas, y 83 de largo. Tocó a la capilla del Sagrario la época 
del mal gusto (siglo xvI11) y así es que sólo ofrece asunto para cen- 
surar, salvándose de ella para ponerlo en las nubes el hermoso re- 
tablo de Pedro Roldán, discípulo del Montañez. Representa en 
figuras independientes el santo entierro en el momento de sepul- 
tar a Jesús, formando un bellísimo grupo en que sobresale el cuer- 
po divino por su natural actitud abandonada de un cadáver: la 


974 | EUSEBIO GUITERAS 


Virgen es también de mérito, y lo mismo el compasivo rostro del 
n| 


que está en primer término. En el fondo, un bajorelieve del Cal- 


vario. 
KM 


Una fresca, deliciosa mañana, cuando apenas comenzaba el sol 
a dorar el casco de la Fe que corona la alta torre árabe de Sevilla, 
salíme de casa solo y a pie a visitar los restos de la ciudad romana 
que inspiró al poeta sevillano Riojas una de las más sentidas com- 
posiciones—/tálica!—Dirigíme hacia la torre del Oro, donde me 
embarqué en un botecillo, y subiendo por las mansas ondas del 
Betis, llegué al destruído convento de cartujos; y después de pa- 
sear sus anchos y extendidos claustros, y su iglesia convertidos hoy 
en fábrica de loza, y después de admirar el magnífico coro de aler- 
ce, cubierto de ricas esculturas, y las que adornan la capilla del 
Sagrario con pavimento de plata y ébano, atravesé la huerta del 
convento, y salí por una puerta falsa a tomar el camino de Santi- 
ponce. Hacianme grata compañía las yerbas y flores del camino, 
los olivos que encontraba de vez en cuando, las siembras, el cielo 
azul y sereno, y sobre todo el deseo vivo de contemplar las ruinas 
de Itálica. Llegué por fin a Santiponce y reposé un poco la fati- 
sa del camino y el sol en una venta, oyendo con gusto la conver- 
sación de tres o cuatro labradores que me hablaban de Sevilla la 
weja y de lo que en sus escombros se encontraban, mientras me 
preparaban un frugal almuerzo, que tomé de prisa, echando a an- 
dar en seguida hacia el interesante objeto de mi excursión, en 
compañía de un aguador que iba por el mismo camino que yo y 
con quien trabé conversación hasta llegar al pie de una loma, don- 
de me dejó. Seguí más adelante, y entre dos cuestas, vi levantarse 
varias moles de piedra, destruidas y amontonadas por la fuerza de 
un terremoto: el caminante que no supiera había allí tal tesoro, 
ereería ver un montón de peñascos, porque veinte siglos han es- 
tampado allí su huella destructora. Paréme a contemplar los infor- 
mes fragmentos, y lleno de recogimiento entré por un arco a una 
bóveda de cerca de 20 varas, a cuyo extremo di con diez o doce 
eradas, por donde subí, hallándome sin esperarlo en el anfiteatro: 
alrededor de su espaciosa arena corren las gradas carcomidas y des- 
hechas, rematando la fábrica con una galería abovedada ya des- 
truída, y por todas partes la capa negra de la antigiiedad, y la 


DIARIO DE VIAJE 275 


yerba creciendo allí mismo, donde se sentaba el pueblo romano. 
A alguna distancia del anfiteatro, en medio de un olivar, ve el 
viajero con dolor los restos de casas, los baños espaciosos rodeados 
de inmensas bóvedas cerradas por la tierra de tantos siglos que el 
agua y el viento han amontonado allí; la fuente de agua pura y 
eristalina cubierta por una bóveda de mármol blanco, con una ins- 
eripción que nos fué imposible descifrar; el foro, en donde se ven 
fragmentos de columnas, cornisas y chapiteles y pedazos de mo- 
saico con adornos de flores de lis hechos de mármol blanco y o0s- 
curo, y un muro aquí, y más allá un roto pedestal de mármol, y 
allí una bóveda, y por todas partes el sello de la antigiledad, y... 
nada más. Eso es Itálica! Pero el que fija los ojos en los tristes 
restos y los contempla largo rato, y vuelve cuando la luna las 
hace más interesantes, y entrega a ellas el pensamiento... oh!, 
entonces se exalta la fantasía; entonces se hunden los árboles 
arrastrando tras sí la yerba; la imaginación hace sacudir el polvo 
de 200 años, y los peñascos vuelven a tomar sus formas, y alrosas 
se levantan las columnas y pilastras y elevados capiteles, y las 
gigantescas estatuas, y cúbrese el espacio y resplandecen los már- 
moles. Y la ciudad recobra su suntuosidad y animación, y se ve 
bullir en las calles el pueblo conquistador del mundo, vistiendo el 
duro casco y el ancho manto, y hablar en el foro, y adorar en el 
suntuoso templo al alto Jove, y combatir en la arena con el fiero 
león, y presentarse los fornidos atletas, y presentarse también el 
ardiente joven a disputar un premio en los certámenes, en la mis- 
ma lengua de Virgilio y Horacio. Y con entusiasmo, se ve llegar 
con sus valientes legiones a la ciudad fundada por Scipión, el afri- 
cano, el invencible descendiente del troyano Eneas, que tal vez en 
el lugar mismo que pisa un cubano después de tantos siglos, aren- 
ga a sus soldados para partir a acabar en Munda con su rival 
Pompeyo, combatiendo por la vida, y entrar después triunfante en 
Roma, dueño del universo. Para ocupar el trono de este mismo 
primer emperador de la ciudad de Rómulo, se ven salir de Itálica 
sus hijos Adriano, Trajano, Teodosio a formar parte del siglo de 
oro del imperio romano. 

Pero, ah!, la tierra tiembla, se estremece, abriendo profundas 
grietas, y los soberbios monumentos balancean, chocan y se hunden 
y desaparece la visión fantástica, y pasa un siglo y otro siglo, y 
silencio y soledad reinan eternos en la colonia de Scipión y sólo 


276 EUSEBIO GUITERAS 


queda la brillante luna que tranquila reposa sus rayos melancóli- 
cos sobre la tumba de la soberbia Itálica. 

No volví a Sevilla sin entrar en el monasterio de Santiponce, 
trasladado del sitic en que estuvo antes, lo mismo que el pueblo, 
a no mucha distancia, por una inundación que los destruyó. El 
edificio es gótico y fué antes el palacio de los fundadores. Tiene la 
1glesia dos naves espaciosas de las cuales una sola llama la aten- 
ción por el altar mayor y el coro. Hizo Montañez el retablo, que 
consta de dos cuerpos con tres grupos de dos columnas corintias, 
entre las cuales se admiran preciosísimas obras de aquel grande 
escultor, representando con su original perfección y naturalidad 
un San Jerónimo de rodillas sobre una roca haciendo penitencia; 
un San Isidoro de pontifical, admirable por los pliegues del ropaje; 
cuatro hermosos medallones que representan el Nacimiento, la Ado- 
ración, la Resurrección y la Ascensión, con hermosos y perfectos 
erupos. En el basamento de la obra, que presenta un conjunto su- 
mamente elegante, sencillo, se ven a los lados dos estatuas de los 
dos Juanes, y en el ático, la Ascensión de la Virgen. A los lados del 
altar hay dos sepuleros formados, erandes nichos adornados con 
pilastras; ático en que se ven escudos de anoras; en el de la épísto- 
la hay una mujer arrodillada delante de un oratorio con una lápi- 
da en que se lee esta inscripción : 


«Aquí yace Da María Alfonso Coronel 
que Dios perdone, mujer que fué de 
D. Alonso Perez de Guzmán el Bue- 
no, y madre del segundo Isaac. 
Finó era de 1360 que fué año de X P O 
de 1322. 
Oh ínelita Roma si desta suspiras, 
Cuando mandabas el gran universo; 
que glorias, que fama, que prosa, que verso. 
Que templo vestal a la tal hicieras. 


En el lado del Evangelio se ve un hombre armado en la misma 
actitud y debajo esta inscripción : 


«Aquí yace D. Alonso Perez de Guzmán 
el Bueno, que Dios perdone, que fué 
bienaventurado y que pensó siempre 
en servir a Dios y a los reyes, y 
fué con el más noble rey Dn. Fer- 
nando en la cerca de Algecira, y 


DIARIO DE VIAJE 21 


estando el rey en esta cerca, fué en 
ganar a Gibraltar, y despues que la 
ganó entró en cabalgada en la sier- 
va de Gausin, y oro y facienda con 
los moros, e mataronlo en ella, vier- 
nes 13 de Septe, era de 1347 que fué 
año del Señor de 1309. 


Los dos sepuleros son de piedra pintada. 

El coro es de construcción sencillísima, presentando una vista 
muy agradable, sin más adornos que un cuerpo de arquitectura 
dórico vigoroso, cuyas pilastras separan los asientos. Los lienzos de 
la pared están cubiertos con seis cuadros, que representan la vida 
de San Isidoro, santo que, según nos contó, entre otras cosas, un 
discreto y amable monje, fué el primero que trajo a España la 
luz del Evangelio, estableciéndose en aquellos alrededores. La sala 
del capítulo contiene varios frescos de mucho mérito y perfecta- 
mente conservados. Sobre el altar, un Jesús a la columna de 
bellísimas formas; pero con una robustez que no están los ojos 
acostumbrados a mirar en quien tanto padeció por el hombre. 

Y recibiendo todo el sol de medio día, tomé contento y satisfe- 
cho el camino de Sevilla, y al cabo de una hora vi con gusto la ori- 
lla del Guadalquivir y me detuve en una choza a descansar, con- 
templando la hermosa vista que se presentaba a mis ojos. El río, 
cuyas ondas separa una islita cubierta de verde, besa un gran 
lienzo de muralla que remata en un ancho espacioso terrado llama- 
do Patín de las Damas, porque allí concurría la caballerosa socie- 
dad de capa y espada y manto y dueña, con cuyas aventuras nos 
deleitan hoy Lope y Calderón, Moreto y Tirso, y allí habían lugar 
los galanteos, las tramoyas, los celos y las riñas que en tan dulcí- 
simos versos aquellos genios nos dejaron escritos. La ancha facha- 
da del hospital de la Sangre, ostenta sus dos cuerpos de arquitectu- 
ra jónica y dórica y sus dos torrecillas, aumentando la belleza de 
aquel pintoresco sitio. Y a lo lejos, entre cien torres, y saliendo de 
entre las casas de la Alameda Vieja, habitadas por la gente prin- 
cipal en aquellos tiempos de galanteos, se ve la gótica torre de 
D. Fadrique, edificada por este hermano de Alonso X en 1252. Es 
cuadrada, y sólo se ve, porque está en la huerta del convento de 
Santa Clara, el cuerpo superior con cuatro ventanillas góticas y co- 
ronado de almenas. 

Después de gozar un rato de tan pintoresca perpectiva, entré 


278 EUSEBIO GUITERAS 


en una barca, para ir hasta frente de Triana, volví a turbar las 
ondas del Betis, no sin examinar la orilla, y ver con gozo el lugar 
en que fueron construídas las tres naves en que se lanzó Colón al 
Océano en busca de un mundo nueyo. 


XIII 


La iglesia de Santa Inés es digna de citarse para ver el cuerpo de 
la fundadora doña María Coronel. Y sin embargo de que no se 
muestra al público más que el 2 de Diciembre, hubo no obstante 
una excepció para nosotros en gracia de ser forasteros y de una 
limosna que dimos a las pobres monjas. 

Está el cadáver dentro de una urna de cristal conservado mi- 
lagrosamente y de manera que nos admiró, pues se nota perfecta- 
mente la tersura y rosado color del cutis de la cara, manchado con 
el aceite que se echó, para destruir su belleza perseguida por el li- 
cencioso rey don Pedro. Las monjas nos contaron cómo se andaba 
en beatificar a doña María, porque además de hallarse de tal ma- 
nera conservada, ha obrado además varios milagros de curar ins- 
tantáneamente enfermos desahuciados, '“cosa que nosotros vimos, 
añadió la madre abadesa; además, no ha mucho que le vestimos ese 
hábito de plata y seda, y varias personas respetables y médicos 
vieron el venerable cuerpo muerto del mismo color, la misma mor- 
bidez y elasticidad de un vivo, con la particularidad que despedía 
un olor desconocido en la tierra?”. 


XIV 


Ayer, después de dos meses y dos días dejamos las verdes olo- 
ríferas orillas del Guadalquivir, y al alejarme de Sevilla, sentado 
en la popa del vapor, los monumentos de la ciudad romana se agol- 
paron a mis ojos para recibir un adiós, un adiós tal vez eterno. 

La patria de Herrera y Rioja, de San Leandro y San Herme- 
negildo, de Guzmán el Bueno, de Bartolomé de las Casas, patria 
de Murillo, Sevilla rica de recuerdos, Sevilla bañada por el Betis, 
Sevilla será siempre un grato recuerdo para mí; porque en ella 
recibí las primeras impresiones que causan los monumentos de la 
vieja Europa. 


DIARIO DE VIAJE 279 


Nos embarcamos en el vapor Teodosio, junto a la torre del 
Oro, a las 8 de la mañana, y poco a poco fuimos perdiendo a la 
ciudad hasta sólo distinguir las agujas de la catedral y la gigante 
torre donde el árabe proclamaba la unidad de Dios. Las orillas 
del Guadalquivir son sumamente bajas y arenosas y cubiertas de 
olivos y pinos. A poca distancia de Sevilla está San Juan de Aznal- 
farache, pueblo situado al pie de un alto cerro donde existió la 
colonia romana «Julia Constantia, llamada Osset, cuyos robustos 
muros y torreones se conservan aún coronando el monte, desde cuya 
cima contempla con entusiasmo el viajero una espléndida vista de 
Sevilla y sus alrededores, vista encantadora, variadísimo paisaje 
que ofrece una risueña llanura perdida en el horizonte y en que 
serpentea el río; al otro lado el aspecto selvático y sombrío de cien 
cuestas sembradas de olivos, y por fin en el medio... Sevilla! 

Sigue a San Juan de Aznalfarache, Gelves, y más adelante Co- 
ria, que nada ofrecen de particular. En la boca del río está Bo- 
nanzas, y en seguida la antigua Sanlúcar, junto a cuya hermosa 
playa hay una fortaleza árabe, y cuyas tierras son famosas por 
los delicados melones, las dulcísimas uvas, las ricas peras, las bre- 
chas, duraznos y toda clase de frutas. Ya en el mar está el pueblo 
de Chipiona, y más adelante el gracioso de Rota, célebre por la 
Tintilla. A las 3 llegamos a Cádiz, Cádiz, la hija del mar, que 
duerme al rumor de las olas que baten sus murallas. Hermosa na- 
turalmente, mucho más nos pareció cuando ya la vista se había 
acostumbrado a la fealdad del caserío de Sevilla y sus estrechas y 
tortuosas calles que hacen de esta ciudad un intrincado laberinto, 
cuyo conocimiento, según el dicho de no sé quién, puede envane- 
cer a cualquiera de poseer una ciencia. Y es verdad. Lo único bue- 
no que ostenta el caserío de la antigua corte árabe es el cuidado 
con que se adornan los patios en el verano: como esta estación pasa 
sin llover, los cubren toldos; los adornan con flores, fuentes, esta- 
tuas, cuadros, etc., que se descubren desde la calle al través de la 
cancela, que así llama a la entrada formada de columnas de már- 
moles, jaspes con gracioso enrejado. 

Cádiz no desmiente al viajero la idea que precisamente se for- 
me contemplándola desde el mar: sus calles, aunque estrechas, y 
en diferentes direcciones, son todas rectas, bien empedradas; las 
casas, de cuatro y cinco cuerpos, con balcones cubiertos de erista- 
les, cierros y flores; armadas de almenas guardan una agra- 
dable y variada semejanza; aleunos establecimientos están mon- 


280 EUSEBIO GUITERAS 


tados con gusto y lucimiento; entre las varias plazas llaman la aten 
ción, en primer lugar, la concurrida de San Antonio, muy espacio- 
sa, pero sin más adorno que los asientos de piedra con respaldo 
de hierro y antiguos árboles que dan gracia y sombra; la plaza de 
Mina es moderna y los asientos que la cercan son de muy buen 
gusto; junto a ellos corre un emparrado. 

La alameda y salón de Cristina son hermosos paseos rodeados 
de jardines, desde donde se goza la dilatada vista y fresco am- 
biente del mar. 

Y si es grande la diferencia que se nota en el caserío de Sevilla 
y el de Cádiz, no menos llama la atención el pueblo que discurre 
por las calles de esas dos reinas de Andalucía. En Cádiz hay un 
aspecto más fino, más decente; el calañés y la capa no abundan 
tanto, y sí mucho el aseo y la comodidad. Raro es el pobre que pide 
limosna en Cádiz, y en Sevilla, raro el paso que se da sin dar con 
una mano limosnera desprendida de un cuerpo sucio, cubierto de 
infinitos andrajos. Sevilla para el artista, Cádiz para vivir en 
sociedades. 


XV 


Un pueblo inmenso cubría la ancha plaza de toros de Cádiz, sin 
más separación que la de pobres que tienen que estarse divertidos 
con el sol, al paso que para el otro lado ya se ha ocultado el para 
aquellos importuno padrastro de la noche. Una corrida de toros en 
Andalucía es un pelea de gallos en Cuba, una carrera de caballos 
en Inglaterra; así es que sólo por ser en Andalucía, asistí hoy a 
la plaza y más que por esto en verdad, por ver a D. Francisco 
Montes (a) Paquiro, primer espada sin rival de España, notabi- 
lidad célebre y famoso en Europa. 

El pueblo gaditano espera que salga el primer toro molestando 
suciamente a cualquiera persona que lleve sobre su cuerpo algo 
que le llame la atención; y no se entienda por pueblo a lo más bajo, 
no; el que está en la sombra, el que ese día y para esa diversión 
cúbrese con un calañés y viste bordada chaqueta, y adorna el cue- 
llo con encarnada corbata cogida con un anillo y ciñe la cintura con 
ancha faja del mismo color; gente toda que al parecer es decente y 
civilizada; pero que lo desmienten con hacer todos los días lo que 
al siguiente de desembarcarnos lo hicieron con nosotros. 

Se nos antojó vestirnos con las frescas yholgadas chupas para 


DIARIO DE VIAJE 281 


ir a los toros, y como es un traje raro, no hicimos más que presen- 
tarnos y fijó la atención de tres o cuatro que corrieron la voz, y 
al momento, a modo de letanía, empezaron con la cantinela de: 
“Los del frac blanco, que se lo quiten.”? A nosotros no nos cogió 
de nuevo esta gracia tan pulida, porque estábamos prevenidos; 
así es que los dejamos gritar un buen rato hasta que nos cansamos, 
y desnudándonos de las chupas, comenzó al instante otra can- 
tinela de: “Los de frac blanco, que se lo pongan?””, hasta que nos 
lo pusimos. 

Pero no le fué tan bien a un cabaliero con quien después la 
tomaron, gritándole en el mismo tono que se quitara los espejue- 
los, y como se las quiso sostener mudaron las palabras del canto en 
otras desvengonzadas e insultantes que hacían por cierto mucho 
honor al pueblo que las profería. 

A la hora fijada se presentaron en la arena hasta seis u ocho 
entre espadas, capeadores y banderilleros, que se dirigieron al palco 
de presidencia para recibir la llave del toril, y en medio de ellos, 
con rico vestido celeste y plata, el arrojado Paquiro: hicieron su 
saludo y se esparcieron por la plaza en que ocupaban ya sus pues- 
tos en nada buenos caballos, los picadores destinados a romper la 
lid con la fiera, cuya salida anunciaron dos trompetas. Lánzase el 
bruto de su oscuro y desierto encierro en busca de libertad y aco- 
mete al primer caballo y le echa al suelo, y corre furioso, sediento 
de sangre, sin que baste a contenerlo la lanza del picador abriendo 
sus carnes; su primer impulso es terrible, la gritería que se alza 
en la plaza, lo espanta, lo azora, y rinde a sus pies, uno tras otro, 
hasta diez y siete caballos. Y el osado sucesor de Pepe-hillo, sereno 
y firme, espera el bravo, que se detiene, brama y escarba el suelo, 
y se lanza a Paquiro, que le vuelve la espalda cubriéndose con la 
encarnada capa, y lo ase de los cuernos o del rabo y lo arrastra, 
y con desprecio se aleja del toro, dándole un puntapié. La sereni- 
dad y la confianza de ese famoso torero admiran, y el estudio par- 
ticular de evitar las arremetidas del bruto con un simple movimien- 
to, es muy digno de observarse con asombro. 


XVI 


Nuestro amigo Ienacio Canibell, Antonio y yo, salimos de Cádiz 
una mañana, a la una, en un ómnibus, con dirección a la isla de 


282 EUSEBIO GUITERAS 


San Fernando, atravesando el arrecife de dos leguas que separa 
esas dos ciudades y en cuya escasa anchura se levanta una her- 
mosa calzada de unas 15 varas de ancho con muros a los lados de 
una de alto, cortada, y cerca de su mitad, por la sólida fortaleza 
llamada la Cortadura. Pero poco más de una hora empleamos en 
nuestro viaje, viendo nosotros con gozo la ciudad de San Fernan- 
do, por recordarnos sus casas bajas y de grandes ventanas, las de 
nuestra tierra. Entramos por la calle Real, bastante ancha y bas- 
tante mal empedrada, en la cual hay dos plazas, una con arboleda, 
frente a la casa del General de Marina, y la otra la del Ayunta- 
miento. La hora inoportuna nos impidió visitar el observatorio, 
única notabilidad de la Isla, y después de comer tomamos una ca- 
lesa, y aunque molestos los tres en ella, alegremente tomamos el 
camino del que fué Arsenal de la Carraca, reminiscencia del anti- 
guo poder español en los mares. Retrocediendo de allí echamos a 
andar hacia Puerto-Real, divirtiéndonos con los canales que co- 
rren a uno y otro lado del camino correspondientes a las salinas, in- 
dustria muy explotada en Cádiz. En este viaje tuvimos lugar de 
saludar y admirar una obra respetada por los siglos—el Puente de 
Suazo—levantada por los cartagineses, y digno de admirarse por 
su graciosa solidez. 

A las 9 de la noche llegamos a Puerto-Real, villa situada al ex- 
tremo del caño del Trocadero, y memorable por ser el punto hasta 
donde llegaron las tropas del duque de Angulema. Desde el Tro- 
cadero, pueblo enteramente arruinado por los franceses, fué Cá- 
diz bombardeada, a pesar de las dos leguas que hay en línea recta: 
allí se ven las desnudas paredes agujereadas por las balas que 
arrojaban las baterías gaditanas. 

En Puerto nos detuvimos un rato en casa de Canibell y volvi- 
mos a ponernos en marcha para el Puerto de Santa María, acom- 
pañados de una brillantísima luna que nos permitía gozar la vista 
de la campiña que atravesábamos sembrada de altos pinos. 

Las 11 de la noche eran ya cuando llegamos a la ciudad céle- 
bre por sus corridas de toros, y dimos descanso al cuerpo hasta el 
aclarar de la mañana siguiente que montamos a caballo tomando el 
camino de Jerez, dos leguas del Puerto. Hacia la mitad nos des- 
viamos para visitar la famosa Cartuja, uno de los más célebres 
monasterios de España, desierto hoy, empezando a arruinarse. 

Fué fundado hacia mediados del siglo xv por D. Alvaro Ober- 
cos de Valeto, y su situación es bellísima, sobre un cerro, rodeada de 


DIARIO DE VIAJE 285 


una poco fértil campiña, llena de cierto silencio y tristeza, a pro- 
pósito para la vida retraída y contemplativa; una ancha portada 
con cuatro columnas da entrada a un gran patio sobre el cual se 
levanta la elegante fachada del edificio, formada por dos cuerpos 
de arquitectura corintia con airosas columnas y adornados con 
nichos en que se ven estatuas de la Virgen, San Bruno y otros 
santos, y rematando con un medallón que representa al Padre 
Eterno. 

Entramos por una hermosa cancela cubierta de primorosos em- 

butidos, todo de madera, a la iglesia abandonada, que no ofreció 
a nuestra curiosidad más que las hermosas mesas de altar, hechas 
de exquisitos mosaicos, y el coro de alerce con 44 asientos, en cuyos 
respaldos hay buenas estatuas grandes como de vara y media. De 
la iglesia salimos a un pequeño patio, en cuya galería gótica vimos 
algunos malos frescos de la vida de San Bruno, y de allí pasamos a 
otro grande sembrado de flores que dominan verdes cipreses. Corre 
en todo el rededor una vistosa galería de 156 a 60 varas, con bóve- 
das y columnas góticas a que dan las celdas de los cartujos, com- 
puestas de cuatro habitaciones y un jardincito, y en número de 28, 
sin contar la del prior, de más capacidad, con mucho, que las otras 
y con un mirador en el jardín desde el cual se goza de un intere- 
sante paisaje limitado por una vista de Cádiz a cuatro leguas de 
distancia. 
La fuerza del sol nos hizo dejar más pronto la casa de San 
Bruno, y volviendo a montar a eso de las 10 de la mañana, llegamos 
a Jerez de la Frontera, ciudad de 34,000 almas, a ocho leguas de 
Cádiz, célebre, famosa por sus exquisitos vinos. 

Haciendo hora para visitar las interesantes bodegas, nos fuimos 
a recorrer las calles, entre las cuales alabamos la de la Corredera 
por su anchura, y la de las enlosadas aceras, admirándonos por 
dondequiera del infinito número de ociosos sosteniendo las es- 
quinas y haciendo por cierto desagradable la estancia en Jerez. 

Posee esta ciudad una colegiata, edificio hermoso, cuya planta 
es por el estilo de la gigante catedral de Sevilla, participando de 
la distribución que hay en la de Cádiz. Consta la obra de tres na- 
ves, sin contar las dos de las capillas, y llama la atención el eru- 
cero por sus bóvedas cubiertas de labores, y la airosa cúpula. 

De la colegiata nos dirigimos a la bodega de D. Pedro Domecq, 
francés, una de las mejores, si no la mejor, de Jerez. El encargado, 
con cortesía, nos llevó a los inmensos almacenes, distribuídos con 


284 EUSEBIO GUITERAS 


altas arquerías en seis naves, donde caben hasta 200 pipas; el 
último que vimos fué el más respetable, y la atmósfera vivificante 
que respiramos al entrar nos hizo formar una alta idea del bálsa- 
mo que encierran las pipas cubiertas de polvo de tantos años, idea 
que confirmamos cuando el encargado nos dió a probar vino seco 
de 20 y 60 años y pajarete de 70. Para gustar de estos espíritus 
deliciosos es preciso ir a las bodegas de Jerez, porque según nos dijo 
nuestro acompañante, semejantes vinos no se venden, sirviendo sólo 
para encabezar los nuevos. La bodega de Domecq es un edificio in- 
menso dividido en dos partes: la una que es donde se depositan los 
vinos; la segunda, destinada a herrería, carpintería, tonelería y de- 
más trabajos necesarios que tienden a que todo se haga allí mismo, y 
efectivamente es así. La parte de tonelería sólo bastaría para formar 
un gran taller independiente; y da una alta idea de la riqueza in- 
mensa del establecimiento. 

La misma tarde volvimos a emprender nuestro viaje al Puerto 
de Santa María, al ponerse el sol y gozando de una pintoresca y 
muy variada vista de Cádiz y los pueblos vecinos, limitada por una 
línea que formaba las ondas azules del mar. La línea de vapores 
que van de Cádiz al Puerto no empezaban a correr hasta las 9 de 
la mañana, y así tuvimos lugar de recorrer aquella ciudad, ver su 
nueva plaza de toros capaz para 1,200 personas, su hermoso pa- 
seo de la Victoria y su alameda cercada de ¿jardines junto al 
muelle. 


XVII 


Cádiz ofrece muy pocos o ningún grande edificio que merezca 
un recuerdo detenido. La catedral, empezada a principios del siglo 
pasado, lo fué con una grandeza y esplendidez que desgraciada- 
mente hizo parar la obra hasta que en estos últimos años la piedad 
y el celo del actual obispo de Cádiz consiguieron concluir el edi- 
ficio, pero sin seguir con la primera suntuosidad y lujo. Tiene tres 
naves, y cinco con las dos de las capillas: sostienen sus bóvedas 
gruesos pilares adornados con columnas corintias de mármol blan- 
co, trabajadas con mucho gusto e inteligencia. La capilla mayor 
está aislada, formando un grande arco de círculo con elegante cú- 
pula, cuyos pilares, cubiertos de ricos jaspes, adornan columnas 
iguales al resto del edificio. La esbeltez, la gallardía de estas colum- 
nas en gran número, dan una apariencia majestuosa y ligera a la 


e 


DIARIO DE VIAJE 285 


vez a este templo, donde se ve toda la severa elegancia, las tan 
agradables proporciones de la arquitectura griega, la cual domina 
también en todos los adornos de la iglesia, particularmente en las 
capillas, puestas entre las corintias columnas que sostienen las bó- 
vedas. La más notable es la única que se construyó en el principio 
de la obra dedicada a la Purísima Concepción. Formaba un nicho, 
donde está la imagen tutelar, que es una bellísima estatua de már- 
mol blanco, hecha no se sabe por quién, pero sin duda era una ins- 
pirada mano la que animó al duro mármol, imprimiendo en aquel 
divino rostro la severa majestad de la Virgen sin mancilla. ¡Cuán- 
ta naturalidad y movimiento en la postura! ¡Cuánto aire en el 
bien plegado ropaje! A los lados del nicho se levantan dos colum- 
nas salomónicas sosteniendo una como concha, y todo, todo, de 
ricos y diferentes jaspes, de que también está hecho el pie del al- 
tar en forma de urna y que cubren el pavimento en delicado mo- 
saico. Las demás poco ofrecen: imágenes regulares, algunas copias 
de cuadros y otros originales de varios gaditanos y gaditanas tam- 
bién. Del exterior del edificio se goza apenas por estar éste metido 
entre una porción de casuchos. El frente es de mucho gusto y bri- 
llantez, formando arcos de círculo en que se levantan las tres 
puertas y dos torres que no se han concluido. 

La parroquia del Rosario es una de las cosas más preciosas que 
posee; sus capillas son todas de preciosos jaspes y con adornos de 
gusto. Al lado de esta parroquia está el sagrario, edificio pequeño, 
acabado, de mármoles y jaspes, cuya entrada se permite solamente 
a los hombres. Su figura es un óvalo con ocho columnas jónicas, en- 
tre las cuales se ven dos medallones colosales representando pasa- 
jes de comunión, y que llegan desde el pavimento de mármoles 
hasta la cornisa, de donde arranca una proporcionada cúpula. El 
único altar de este templo es el sagrario, aislado y compuesto de 
ocho columnitas sosteniendo una cúpula coronada por la estatua de 
la Fe. La iglesia más rica en pintura es la de Capuchinos, donde 
hay varios cuadros buenos, y entre ellos una Concepción de Mu- 
rillo, que... es Concepción y es de Murillo. De este inmortal ar- 
tista vi en el altar mayor el último lienzo que animó su pincel divi- 
no. Estando Murillo haciendo en la mismo iglesia este cuadro, cayó 
de un andamio, caída que a poco tiempo le ocasionó la muerte en 
su patria de Sevilla.. La parte inferior del lienzo que estaba ade- 
lantada, ha quedado intacta; el resto del retablo lo concluyó Me- 
risis. El Hospicio y la Academia de Bellas Artes, son dos estable- 


286 EUSEBIO GUITERAS 


cimientos que honran a Cádiz. El primero, situado a la orilla del 
mar, es un espacioso y elegante edificio donde encuentran soberbia 
acogida el anciano enfermo, el desdichado loco, el niño desvalido. 

La Academia, antes un convento, ocupa un lado de la plaza de 
Mina, y dentro, con el mayor orden y buen método, se pone a in- 
finidad de jóvenes en la senda que honraron Murillo y Herrera. 


XVIII 


Granada, tus alfanjes, tus turbantes, tus mediaslunas, han des- 
aparecido y los descendientes de tus árabes hijos suspiran por ti 
y esperan ver el cielo que encantaban los sentidos de sus padres. 
Bella enamorada de los hijos del desierto, con estandarte extraño 
agitó el viento en las torres de tu Alhambra, y desde el vecino mon- 
te un doloroso suspiro parte de un oprimido pecho. 

Adiós!, te dice, encanto del árabe, adiós: y las lágrimas cu- 
brieron sus morenas mejillas. 

Y cómo no suspirar si tú eras su paraíso; si su vida era el per- 
fume de sus jardines? Si tú eras la eterna oasis de su árido desier- 
to? La verdura de ese valle cercado de montañas altísimas se tiñó 
de sangre africana. Los africanos te adoraban, bella Granada, y 
te adornaron con sus galas suntuosas llenas de magia encantadora. 

Porque tú eras la más bella flor de sus jardines, porque tú eras 
su lirda enamorada, y ellos se embebecían con el bálsamo de tus 
flores y el dulce susurrar de tus fuentes. 


XIX 


Alhambra! Alhambra! ¿Dónde están tus turbantes, hija anda- 
luza del Oriente? ¡Dónde están tus mujeres embriagadas con el 
bálsamo de tus flores y de tus perfumes? ¿Dónde están tus aben- 
cerrajes, tus gomeles llenos de ardor y de poesía? 

Desierta estás, hija del Oriente. Desiertos esos magníficos salo- 
nes donde un día brillaba la pompa espléndida oriental, y que res- 
piran voluptuosidad y delicioso encanto. 

Nadie, flor de Granada, se acerca al estanque de Arrayanes y 
se adormece contemplando como si dibujase los ansiosos arcos en 
las serenas aguas. 


DIARIO DE VIAJE 287 


Nadie se acerca a respirar el ambiente embalsamado de las 
flores de ese patio soberbio, entre cuyas 100 columnas un hijo de 
la linda Cuba, de ese paraíso por que yo suspiro, como por ti, Al- 
hambra, el ardiente africano, se estaría consagrando este recuerdo. 

Oh!, todo desierto y triste! 

Alhambra, palacio de Boabdil, qué magia indefinible se inspira 
en tu encantado recinto? 

¿Lloras, Alhambra, porque tus turbantes, tus mediaslunas se 
perdieron? 

(Escrito en el patio de los Leones.—Alhambra.) 


XX 


El 22 de Agosto, a: las 7 de la tarde, salimos de Cádiz en el 
vapor Balear. Apenas echamos a andar, me quedé dormido, hasta 
que por la mañana me despertaron frente a Algeciras. Una linda 
vista se ofreció a mis ojos al subir sobre la cubierta. Aislado, negro 
el Peñón de Gibraltar a un lado; al otro Algeciras, situado al pie 
de las montañas, y por fin las de Africa, que azuladas se levanta- 
ban en medio del mar. Inglaterra, España, Marruecos: ilustración, 
elvilización, semicivilización. 

Una hora pasamos en Algeciras, y a las 8, en una barca, nos 
dimos a la vela para la ciudad inglesa, euyo caserío fuimos poco a 
poco descubriendo recostado sobre la inmensa peña, el temible vol- 
cán artificial, y sobre cuyas murallas, besadas por el mar, ondeaba 
el pabellón de la Gran Bretaña. 


Gibraltar, a unas 4 leguas de Algeciras y 24 de Cádiz, es ciu- 
dad de extraordinario comercio, y ciertamente, las 6 u 8 horas que 
pasamos allí, fueron para mí de una continua novedad, nacida de 
la gran concurencia de extranjeros. Sus buenas calles están cubier- 
tas de moros, turcos, griegos, judíos, genoveses, todos con sus pin- 
torescos trajes orientales; y además, de estos mismos, una multi- 
tud de almacenes cubiertos de géneros de aquellos países, que son 


raras curiosidades para el que acaba de llegar de la virgen Cuba. 

Pero lo más extraordinario que posee esta tierra británica son 
sin duda las fortificaciones. Además de las muchas y buenas he- 
chas de cantería a la orilla del mar y en el camino que conduce a 
España, el viajero ve con asombro la inmensa y escarpada roca 


288 EUSEBIO GUITERAS 


minada y llena de troneras por donde asoman los cañones sus bo- 
cas de bronce hasta la sima del fortísimo peñón. 

A las 4 de la tarde nos volvimos en la misma barca, que nos 
dejó a bordo del vapor para seguir nuestro viaje. Esta línea de 
vapores van desde Cádiz a Marsella, caminando de noche y dete- 
niéndose todo el día en los principales puertos del Mediterráneo, 
así es que salimos de Algeciras a las 8 de la noche y amanecimos en 
Málaga (25 leguas). 

Esta ciudad está situada en una hermosa y fértil llanura al pie de 
las montañas. La vista desde el puerto es preciosa: un muello bueno 
con hermosas casas y magnífica aduana al frente; luego la catedral 
dominando la ciudad, y la loma donde está la Alcazaba, barrio en que 
pronto se echa de ver la morisca antigitedad. A la izquierda, en la 
orilla, hay buena fábrica de hierro, y a no mucha distancia, una cruz 
de piedra en el lugar donde el año 31 fueron fusilados el General 
Forrijos y sus 49 compañeros. El interior de Málaga no correspon- 
de nada a la idea que uno se forma por la vista del puerto: las 
calles son infernales por su distribución y empedrado. 

La Catedral es obra de bastante mérito: sus tres espaciosas na- 
ves, con pilares y medias columnas corintias, están bien alumbra- 
das por tres ventanas en cada intercolumnios y ojivas: las otras 
dos de la capilla no ofrecen nada de particular. La fachada del 
edificio es elegante; los adornos de las tres entradas son de her- 
mosos mármoles: a los dos lados se elevan las dos torres, una de 
las cuales solamente está concluída. 

En este viaje tuvimos el gusto de hacer amistad con un joven 
pintor ruso, hombre de excelentes sentimientos que hace cuatro 
años que viaja por Europa. Como nosotros, salió de Cádiz para 
visitar a Granada—la Alhambra de Granada—y nos unimos el 
hijo de la Crimea los dos cubanos, para hacer juntos el viaje a la 
corte de Abdalla. 

En su agradable compañía y la del cónsul de Suecia, dimos 
una hermosa tarde en Málaga un paseo delicioso por los alrede- 
dores. 

Le comenzamos atravesando el barrio del Perchel, famoso por 
la quinta esencia de Andalucía que vive allí, famoso por las ri- 
ñas de sus valentones que encajan una navaja como quien rebanea 
el pan, y ensiñan una guiña que... na, ño es cosa, no es na. De allí 
sale el gracioso charrán con las dos cestas de boquerones colgando 
con largas cuerdas que casi tocan al suelo, del codo, puestos los 


DIARIO DE VIAJE 289 


brazos en jarra, y de allí también el contrabandista atrevido, con 
su calzón azul turquí, cerrados a los lados con abotonadura de 
plata y ajustado a la rodilla con grande cordón de seda y rematan- 
do en borlas: sus polainas son de finos bordados; la corbata y an- 
cha faja, de encarnada seda; buen chaleco, y sobre el hombro iz- 
quierdo, la chaqueta con adorno de retazos de colores, cordones 
con agujetas de plata y las mangas de fino cuero, unida a la cha- 
queta con trencilla de seda, rematando el todo con el calañés, fo- 
rrada la copa de terciopelo, y una bola en ella y otra en el ala 
acanalada. 

Del barrio del Perchel pasamos al de la Trinidad, y por éste 
salimos del recinto de la ciudad subiendo al convento que le da 
su nombre y desde donde se goza de una vista deliciosa. Málaga, 
con su catedral, su Alcazaba y sus cerros fortificados por los mo- 
ros, reposando tranquila al pie de las montañas que se esparcen 
por el horizonte formada de ligerísimas columnas, cuyas sombras 
con el sol poniente, maravilloso efecto hacía: paisaje interesantísi- 
mo que encantaba al hijo de Rusia y que a mí me recordaba la 
rica y bella naturaleza de mi tierra Cuba. 

De otro no menos hermoso gozamos sobre el cerro donde está 
situado el Cementerio, presentándose la ciudad bajo otro aspecto 
y siempre dominada por las corintias de la catedral, y siempre 
cerrando el paisaje las aguas serenas del Mediterráneo, del Me- 
diterráneo, cuyas ondas agitaban los remos de las antiguas naves, 
de ese mar que baña las costas de Italia y Grecia, del Egipto y 
Asia. Quién sabe, pensé al pasear mis ojos por su espacio dilatado, 
si Colón, contemplando la lejana raya de su inmenso horizonte, 
recibió la inspiración del Nuevo Mundo. 

Ya caído el sol, volvimos a la ciudad, y antes de llegar a ella 
entramos en el convento de la Victoria. Los Reyes Católicos, en el 
sitio de Málaga, tenían allí su campamento, y fundaron el Mo- 
nasterio. 

El apreciable Cónsul quiso que concluyéramos viendo dos mo- 
numentos, los dos bien diferentes y de bien diferentes sielos. Es 
la plaza de Riego, el Obelisco sobre elegante pedestal levantado a 
la memoria del General Torrijos y sus 49 compañeros, mártires de 
la libertad. A no mucha distancia, la antigua mezquita, cuyo arco 
moruno han tapiado. 


290 EUSEBIO GUITERAS 


XXI 


Al día siguiente 26 de Agosto, a las 7 de la noche, salimos de 
Málaga Aiwazonsky, Antonio y yo, montados en mulas, guiados por 
Pepe Lanza, famoso conductor, alto, moreno, serio, ricamente ves- 
tido, amigo de los ladrones de camino que lo estiman y respetan, 
corto de razones y largo de calma. 

Tomamos por la parte E. de Málaga, orillando la costa al paso 
y lento y cómodo de las mulas, que hacía más romántica nuestra 
peregrinación a la poética Granada. Las tierras áridas que atra- 
vesábamos no nos dejaron hasta llegar a un lugar lleno de melan- 
cólica, terrible poesía, cuya belleza nos dejaba contemplar la elara 
luz de las estrellas. Una inmensa roca negra se levanta escarpada 
junto a la llanura blanca y dilatada del mar, cuyas ondas no rizaba 
el viento más ligero. El camino por donde íbamos era todo peñas- 
cos, que a veces teníamos que dejar entrando en el agua. Pero la 
calma del sitio, la blancura del mar, la oscuridad de la roca que 
forma la costa y el silencio triste no interrumpido más que por 
la masa de agua que lentamente venía a estrellarse sobre las peñas, 
brillando la espuma como luciente cinta de plata, todo imprimía en 
el corazón doloroso recogimiento. 

A las 12 de la noche llezamos a Vélez Málaga, es decir, a legua 
por hora, y en este pueblo, que nada tiene más que unas riquísimas 
uvas, pasamos el día siguiente hasta las 2 de la tarde que monta- 
mos otra vez. Desde Vélez a Alhama hay 7 leguas, viaje pin- 
toresco en que continuamente estuvimos subiendo montañas altas 
y cubierta de vegetación. Las campanas de Alhama, ciudad mo- 
risca enteramente y una de las que hay en Europa más elevadas 
sobre el nivel del mar, tocaban a Animas cuando llegamos a ella 
para dormir un par de horas y seguir el camino hasta las 8 de la 
mañana que olvidamos nuestras fatigas al subir a la cima de un 
cerro y descubrir de repente la vega de Granada. 

A las 9, nuestro deseo se había cumplido. Estábamos en Gra- 
nada. 

En Granada, el encanto de los moros que dominaron en ella y 
cuyos hijos suspiran por la que fué delicia de sus padres, y con- 
servan las llaves de las casas que éstos habitaron; Granada, recos- 
tada sobre una loma en medio de su fértil y pintoresca vega ro- 
deada de altas montañas, que domina la Sierra Nevada, entre cuyo 


DIARIO DE VIAJE 291 


azul brilla todo el año plateada nieve. La misma tarde del día que 
llegamos a Granada, ansiosos de admirar la perla de esta ciudad 
moruna, subimos a la Alhambra y paseando sus espléndidos salo- 
nes, estuvimos hasta que el sol iba ya a esconderse, y nos fuimos a 
la alta torre llamada de la Vela. Sobre uno de los muros de su 
azotea, y en el centro de un arco morisco, hay una campana, y al 
pie una lápida de mármol con esta curiosa inscripción: 


El dia 2 de Enero de 1492, de la Era Cristiana 
a los 777 de la dominación árabe 
declarada la victoria y hecha entrega de esta ciudad 
a los S. S. Reyes Católicos 
se colocaron en esta torre 
como una de las mas elevadas de esta fortaleza 
los tres estandartes insignia del Ejercito Castellano 
y enarbolando el cardenal Gonzalez de Mendoza y J. Gutierrez de Cárdenas 
los Santos Pendones 
se tremoló el Estandarte Real por el Conde de Tendilla 
diciendo en altas voces los Reyes de armas 
«Granada, Granada por los ínclitos Reyes de Castilla 
Dn. Fernando y D? Isabel. 


XXII 


Luis Salomón, soldado del ejército de Napoleón cuando la in- 
vasión francesa en España, es el que tiene la llave de los secretos 
de Granada, cicerone activo y discreto que en los 30 años que hace 
está en Granada, ha aprendido a descubrir al viajero curioso las 
maravillas que encierra la ciudad de Boabdil. 

Con él salimos esta mañana, a las 6, por la calle que llaman ca- 
rrera del Darro, porque sigue la orilla de este río, y nos dirigimos 
al Albaicin, pasando por el frente de la casa de monedas árabe, 
sobre cuya puerta, con adornos de ladrillo cortado, hay una lápida 
en forma de arco morisco que conserva en buenas letras una larga 
inscripción. ES 

El Albaicin es un barrio alto donde no se ven más que casas 
de los moros, de ladrillo, que continuamente están echando abajo 
para que no lo hagan ellas de por sí. Desde la cumbre del cerro, a 
cuya falda está situado el barrio, se goza de una hermosa vista de 
la ciudad y de la vega, y sobre todo vista de la Alhambra, que pre- 
senta desde alto sus murallas y sus torres, y sus altos miradores. 


292 EUSEBIO GUITERAS 


En aquellas inmediaciones se ven las llamadas Cuevas, casas 
subterráneas abiertas en gran número en la falda de las lomas, y 
por cuyas mugrientas entradas en forma de arco no se ve asomar 
más que la mala cara de un gitano o gitana con su pelo laso y des- 
greñado, o bien la de algún infeliz que guarda allí tal vez de la 
intemperie su pobre familia. 

Del otro lado del cerro de Albaicin está en una situación bella 
la Cartuja de Granada, pobre en el edificio y riquísima en sus 
adornos. 

La iglesia es gótica con multitud de adornos de yeso en las pa- 
redes, rodeando erandes cuadros inferiores. Detrás de su único 
altar, el mayor está a la entrada, a la capilla del Sagrario, cuyo ta- 
hernéculo de dos cuerpos es todo de preciosos mármoles, forman- 
do mosaicos en el basamento y las cúpulas. Extraordinario es el 
lujo derramado en esta iglesia y sobre todo en su sacristía. La 
planta de ésta es un cuadrilongo. Sobre un zócalo de vara y media 
de alto, hecho de mármol sumamente raro por sus caprichosas 
veias carmelitas, se levantan hasta el techo los adornos platerescos 
er. yeso con profusión desagradable a la vista, que por otra parte 
se detiene en el hermoso altar dedicado a San Bruno, hecho del 
mismo mármol del zócalo, y adornado de preciosas ágatas, rodeadas 
de jaspe oscuro. Entre las pilastras de la obra están las cómodas. 
que lo mismo que dos estantes que hay allí mismo, la puerta de la sa- 
eristía y la que en la iglesia separa del coro de los padres cartujos, 
el de los legos son de un trabajo y riqueza inmensos cubiertos de 
embutidos perfectamente unidos, formando estrellas, cuadros y 
otras figuras con menudas piezas de nácar y carey, de marfil y 
ébano, y coriendo en todo el rededor una guirnalda de plata. 

En esta cartuja, escondidas y oscuras, están dos curiosidades 
artísticas de extraordinario mérito. 

La una está en el refectorio y es una cruz simple con sus tres 
clavos, pintada groseramente en la pared a bastante altura; pero 
es tal el artificio de la sombra y tan perfecto el escorzo de los clavos 
que cualquiera piensa que aquella cruz es de madera. La pintó 
Sánchez Cotan, lego cartujo, el mismo que hizo con igual perfee- 
ción las puertas y cómodas de la Sacristía, y el que junto al mismo 
refectorio pintó en una capilla dos columnas corintias con basa- 
mento y ático, y en verdad que al entrar iba a exclamar: “Qué dos 
pedazos de mármol!””, cuando al acercarme vi que eran pintados. 
Completa ilusión que admira. 


DIARIO DE VIAJE 293 


Volviendo a la ciudad entramos por una gran plaza donde está 
la mentada puerta de Elvira formada por un arco morisco con 
almenas. 

En la misma plaza hay una columnita de mármol ¿on cruz en- 
cima levantada en el mismo lugar donde murió en infame cadalso 
doña Mariana Pineda. Esta heroína de la revolución constitucio- 
nal de 831, la que bordó el pendón de libertad, llevó a la tumba con 
una firmeza el secreto de la conspiración liberal. 

Granada, en una de sus hermosas plazas, en el centro de la ciu- 
dad, le ha levantado un monumento, que consiste en un airoso pe- 
destal de mármol oscuro con inseripeiones a los cuatro lados, y en 
la base varios escudos con los nombres de otros mártires de la li- 
bertad: Riego, Torrijos, Laci, el Empecinado, ete. 

Concluimos nuestro paseo visitando la ielesia de San Juan de 
Dios, fundada por este santo lego portugués. Tiene la figura de 
una cruz, y sus adornos son agradables, sobre todo un lujoso zócalo 
de jaspes en mosaico con jarras de flores de relieve bajo las pi- 
lastras. 

Por una puerta que está en el presbiterio se sube al camarín 
del santo, compuesto de tres salas, llena de pobrísimos frescos y 
cuadros, exceptuando el magnífico lienzo de la Virgen con el hijo 
muerto en brazos, pintado por el delicado pincel suavísimo de 
Alonso Cano. 

En la sala del medio, dentro de un templete, vimos la urna de 
plata labrada que encierra los restos del padre de los pobres, que 
de noche salía por la calle con una grosera espuerta que nos ense- 
ñaron, pidiendo limosna con estas bellas palabras: 


«Haced para vosotros mismos» 


Hay allí además una infinidad de reliquias de santos mártires 
en urnas de cristal, y entre ellas el esqueleto vestido de San Feli- 
ciano, traídas todas de las catacumbas de Roma. Guárdase allí tam- 
bién una carta autógrafa del santo a la duquesa de Cesa, cuya 
firma saqué sobre el original, y parece quiere decir: Valete Christo. 
Después he visto en una casa particular el lugar donde el santo, 
gravemente enfermo, y sintiendo morirse, tomó un crucifijo y se 
arrodilló, exhalando el último aliento en esta postura, que dicen 
conservó por seis horas. 


294 EUSEBIO GUITERAS 


XXIII 


Ei monte Santo es una de las grandes curiosidades que se ven 
en los alrededores de Granada. En el siglo xvi, unos labradores co- 
diciosos de dar con un tesoro, que decían habían dejado los mo- 
ros, encontraron en sus excavaciones unas lápidas de plomo, que 
traducidas por un letrado, se vió eran las que cubrían los restos 
del obispo San Cecilio y 11 compañeros mártires de las persecu- 
ciones de Nerón. El arzobispo continuó en las excavaciones que 
hoy se ven adornadas de pequeñas capillas, visitadas muy devota- 
mente por los granadinos que tienen por patrono a aquel santo 
obispo, el primero que trajo a estos lugares la palabra de Jesucris- 
to. Allí nos enseñaron el horno en que fué él quemado con seis de 
sus discípulos, y a cuya entrada han colocado una cruz grande de 
madera que servía a San Juan de Dios, y el otro donde sufrieron 
el mismo martirio los demás compañeros. 

La última capilla de estas cuevas es la más adornada ,recibien- 
do la luz por una cúpula labrada sobre la tierra: en ella se ha- 
llaron cruces, vinajeras, libros y otros utensilios de decir misa. Al- 
rededor hay una galería subterránea circular, donde en sus nichos 
se ven dos enormes piedras que cubrían las lápidas de plomo. A 
la vuelta de nuestro paseo al monte sacro, atravesamos el río por 
una hacienda sembrada de avellanos y llegamos a uno de los puntos 
de vista más interesantes de la cercanía de Granada: la Fuente del 
Avellano. 

Está situado ese manantial a bastante altura en la falda de 
una montaña, a cuyo pie corre el Darro entre los cármenes, que 
así llaman en Granada a los jardines deliciosos adornados con flo- 
res y fuentes y árboles frutales que dan grata sombra, y con an- 
chas calles cubiertas de espesas parras de que penden los hermo- 
sos racimos de la dulce uva. A la derecha teníamos el monte sacro 
y el de San Miguel, horadados con las puertas de una infinidad de 
casas subterráneas que dan un aspecto raro al paisaje, en cuyo 
centro se levantan los techos morunos de Albaicin, sin que dejara 
ver nada más de la ciudad la continuación del cerro en que está- 
bamos y a cuyo extremo se levantan los gruesos muros, las altas 


DY 


torres, los arqueados miradores de la Alhambra. 


DIARIO DE VIAJE 295 


XXIV 


Nadie se pasée, hable con 

Mujeres, ni esté en corrillos 

en estas Naves, pena de 

excomunión y dos ducados 
para obras pías. 


Esta inscripción, puesta en grandes letras en las pilastras de 
las naves laterales, es lo primero que salta a la vista y choca al 
que entra en la catedral de Granada. 

La planta de este edificio es igual a la de Cádiz, con la dife- 
rencia que aquélla tiene dos naves más y el coro más al centro, de- 
fecto atroz que hay en las catedrales que hasta ahora he visto en 
España. 

Varias capillas muy lujosas y adornadas con buenas obras ar- 
tísticas. La de San Miguel, con un gran medallón que representa 
al santo en actitud sencilla y majestuosa echando los monstruos del 
infierno a las llamas, todo de mármol blanco. 

La de la Antigua, por una virgen que acompañaba a los Reyes 
_ Católicos, en cuyo altar se ven seis medallas de madera represen- 
tando en pequeño y con notable perfección escenas de la vida del 
Redentor. La capilla de Nuestra Señora del Pilar con un medallón 
de la misma mano y bellezas que el de San Miguel. Y esparcidas 
por lo restante del edificio, varias otras obras de mérito, entre las 
que sobresale una magnífica estatua de barro de la Caridad con 
seis niños graciosamente agrupados, y su rostro de dulzura, bondad 
y calma; el cuadro de la virgen de la Soledad, de rodillas, obra del 
racionero Caus, de cuya mano posee esta catedral dos cabezas de 
busto, una de Adán y otra de San Pablo, que sostienen una compa- 
ración con lo mejor que produjo él genio de Martínez Montañez. 

Por una magnífica puerta, cuyo arco es de lo más bello y más 
elegante que produjo la gótica arquitectura, se entra a la capilla 
Real, casi del largo de la catedral, y en cuyo altar mayor se con- 
servan interesantes memorias de la conquista de Granada. 

Dos soberbios monumentos se levantan en el medio, trabajados 
en Italia, todo de mármol. Sobre uno están acostadas las estatuas 
de Isabel y Fernando, y sobre el otro, las de doña Juana la Loca y 
Felipe el Hermoso. 

Los dos están ricamente adornados con ángeles, santos, etc., 


296 EUSEBIO GUITERAS 


hechos con extrema perfección. A los pies del monumento de los 
Reyes Católicos, y sostenido por dos ángeles, hay un tarjetón donde 
se lee: 


Mahumeticae sectae prostratores 
et hereticae pervicatiae extinctores 
Ferdinandus Aragonum, 
Helisabetha Castillae 
Vir et uxor: unanimis catholici 
appellati 
marmoreo clauduntur hoe tumulo 


Por una escalera de piedra bajamos al oscuro panteón, donde 
vimos las dos cajas de plomo que encierran los cuerpos de los ilus- 
tres conquistadores de Granada, de doña Juana y D. Felipe y el 
príncipe D. Miguel. 

Después pasamos a la sacristía de la capilla, adornada con re- 
tratos de reyes españoles, y un cuadro regular que representa al 
ilustre Fernando despidiéndose de Boabdil con un consolador 
abrazo. 

En ella nos enseñaron el cetro y corona de aquel rey, de plata 
dorada; la bien templada espada del mismo con sencilla empuñadu- 
ra de oro, y su libro de oración, precioso manuscrito adornado de * 
curiosas minaturas. 


XXV 


Baja el sol al Occidente, su rojizo disco, que pone un velo de 
púrpura sobre las montañas, desaparece ya, y sólo una débil luz, 
el magnífico crepúsculo de la tarde, tiene el horizonte de ligero 
azul, último aliento digno del padre de la luz. 

La Alhambra de Granada sobre su alta loma es la muestra, la 
magnífica, la más soberbia huella que dejó impresa la sarracena 
eente cuando lanzándose del árido desierto a la voz de Mahoma, 
amenazaron invadir la Europa. Alzase en Oriente el poder suyo 
en Bagdad brillante y poderoso, y atravesando la costa de Africa, 
inúndase la España, y la Francia; la Europa va a someterse a su 
yugo sin el violento choque de Carlos Martel que los derrota en la 
batalla de Poitiers y los confina en el reino de los Godos. Cerca de 
ocho siglos dominan en España, luchando cerca de ocho siglos la 
eruz contra la medialuna, y hartas señales conservan la historia y 


DIARIO DE VIAJE 297 


los monumentos que muestran su grande e ilustrado poderío que 
ejerció benéfica influencia en la Europa entera. 

Y por fin, después de la obstinada lucha, la constante cruzada, 
sólo Granada les queda, Granada que el árabe adora; y a los Reyes 
Católicos Fernando e Isabel tocó el echarlos de su último asilo. 

Nueve meses en la hermosa vega de Granada, teatro sangriento 
de un obstinado sitio, en que cien caballeros de ambas partes tiñen 
en enemiga sangre sus pesadas lanzas y el silencio y calma de la 
vega se interrumpen con el correr de los caballos, el erujir de las 
aceradas armas, hasta que en la alta torre de la Alhambra ondea 
el eristiano estandarte. 

En vano el más bravo adalid sarraceno quiere levantar el caído 
ánimo de los sitiadores cuando el rey les dice que es preciso ren- 
dirse; sus valientes palabras tocan en desanimados corazones, y 
por esta puerta entran Isabel y Fernando en Granada, reciben sus 
llaves de manos del rey moro Abi-Abdalla, y parte éste de la ciudad 
recibiendo en abrazos consoladoras palabras del cristiano rey. 

A poca distancia de Granada se enseña al viajero el monte Pa- 
dul, por donde el vencido se dirigió a la costa, despidiéndose en su 
cuna de la querida Granada con amargas lágrimas, y que por esto 
lleva el nombre de El Suspiro del moro. 


XXVI 


En la cima del monte, a cuya falda se levanta el Generalife, se 
ven las ruinas de una torre árabe que servía a los moros de atalaya 
para reconocer el campo de los cristianos sitiadores. Llaman en 
Granada a este sitio, la silla del moro, y ciertamente no debe es- 
caparse a la curiosidad del viajero, porque desde su altura domina 
la vista toda la espaciosa pintoresca vega y la ciudad. 

Al pie está la Alhambra con sus murallas y torres cuadradas; 
más abajo Granada con sus torres y techos morunos, y ceñida de 
cármenes y huertas que muestran el sombrío bosque formado por 
los árboles frutales, los extendidos emparrados, segados por innu- 
merables acequías que hacen entrar tristes en la moruna ciudad, 
esos dos cantados ríos, el Genil y el Darro, los cuales la atraviesan 
murmurando entre las blancas y pardas piedras de su escaso lecho, 
y al salir de ella, entre un bosque de blancos álamos, muere el 


298 EUSEBIO GUITERAS 


Darro en las aguas del triste compañaro, y unidas sus corrientes 
piérdense entre una calle de espesos mimbres. 

El valle de Granada tiene 7 leguas de circunferencia, en cuyo 
fértil suelo cubierto de variadas plantas, que de distintos verdes lo 
matizan, se levantan algunos pueblos, entre los cuales es el más 
distinguido Santa Fe, fundada por los Reyes Católicos durante 
el sitio, célebre también por ser allí donde llegó el inmortal Colón 
demandando protección para llevar a cabo la gigantesca idea que 
en su mente guardaba y que tan sazonados frutos produjo en el 
descubrimiento del Nuevo Mundo. 

La vega pintoresca naturalmente más bella parece y majes- 
tuosa limitado su horizonte por todas partes con el azulado dibujo 
de altas sierras, que sostienen su reluciente cúpula, la bóveda del 
cielo. 


XXVII 


Grande es el contento que recibe el viajero cuando llega a tocar 
a la puerta de uno de esos monumentos famosos y sin semejantes, 
enya visita forma una de sus deseos, es uno de sus objetos. Con 
este pensamiento el mismo día que llegamos a Granada caminaba 
yo en compañía del hijo de Crimea y Antonio por la cuesta que 
conduce a la Alhambra, cubierto de álamos y olmos, lleno el pen- 
samiento de la imagen que en el mío me había formado de la obra 
maravillosa de los moros. A lo alto de la loma dimos con un ancho 
torreón abierto por un gigantesco arco morisco sin más adorno que 
una gran mano encima, y otro más adentro de no tan grandes di- 
mensiones, pero sí más elegante, hecho todo de mármol blanco con 
una llave grabada en la parte superior y encima una inscripción 
árabe pintada de azul; y del mismo color un lienzo del muro ador- 
nado de arabescos que remata tan lucida portada; sin detenernos 
apenas, seguimos adelante, pasando por el oratorio donde los R. GC. 
hicieron decir la primera misa en la morisca fortaleza; y después 
de atravesar una ancha calle cerrada por altos muros, salimos a 
una explanada a cuyo extremo se levanta el mezquino palacio de 
Carlos V. Por uno de sus costados, retirada, hay una, miserable 
puerta: la abrimos y nos hallamos en el patio de los arrayanes. 

Un tanque inmenso abierto en el centro, de figura cuadrilonga, 
con dos fuentes a los lados, y matizado con los vivos colores de 
preciosos peces, retrata en sus serenas aguas los dos cenadores que 


DIARIO DE VIAJE 299 


a dos lados se levantan. El más cercano a la entrada y que tiene 
una galería alta, acaba de ser restaurada con primor y delicadeza 
dignos de la casa real árabe. Sobre sus columnas de mármol blanco 
suben cinco airosos arcos calados, concluyendo con una cornisa y 
cenefas de arabescos con inscripciones. Igual es el cenador del 
frente que da paso al salón de Comares, y, como aquél, tiene a sus 
extremos unos grandes nichos que servían a los centinelas, ador- 
nados de azulejos, arabescos y eupulillas. Las cenefas que rodean 
esta galería son arabescos de letras enlazadas caprichosamente con 
adornos curiosos, las cuales dicen estas palabras, arriba: 


Dios es el bien, amparador, y el tiene 
piedad de los piadosos. 


y en la cenefa baja: 
Y no vence mas que Dios. 


En otra: 


La conformidad y honra a nuestro Señor 
Abi-Abd-Allah. 


Y en la pared la bellísima poesía siguiente, llena de pensamientos 
inspirados por el cielo oriental: 


Engrandecido el gran Dios que proveyó a su gente de un tal Gobernador, 

que puso a la Morisma y su honra en un alto grado. 

¡Oh, de cuanta heregía libró a mucha gente! 

Y los dejó con afección en sus tierras y haciendas! Y los que rehusaron esto 
los redujo a la prisión y los compeleó a servir a sus reinos y a su labor, y con 
la cortadora espada y ánimo invencible ganó las provincias. 

Y tú, oh Nazar! hiciste entradas desconocidas como valientes, y tomastes! 
oh, ánimo santo! veinte lugares nombrados. Y tragiste victoria y bienes con 
que refrigeraste la gente: y si saben dirigir bien sus ruegos teniendo el voto 
alcanzado, pedirian vida larga para tí y salvación para tu estado, a Dios el 
grande y sublime. 

Y tú engendrado de gente de magestad y alteza; y eres fortaleza y abrigo; 
y tienes un celo vivo como la luz de una hermosa estrella, y gobiernas como 
lucero en signo de nobleza, viva lumbre que es contra la oscuridad, tus brillos 
dan a conocer tus deleitosos frutos; te temen las estrellas en su curso; te hace 
reverencia el lucero; y el mas alto árbol que se sabe humillar, gana mas 
contigo. 


300 EUSEBIO GUITERAS 


Adornan el patio, además, un soberbio enlozado de mármol 
blanco, y a dos lados del estanque, dos filas de arrayanes mezclados 
con cipreses. 

Por la parte del cenador que da al Oeste ábrese un magnífico 
arco ricamente adornado y con un nicho en cada pilastra de menos 
de vara en cuadro, formado por una losa de mármol, delicadamen- 
te grabada y abierta por un arquito morisco. Por él se entra a la 
suntuosa sala del Comares, obra espléndida que más que otra nin- 
guna en la Alhambra da magnífica idea del lujo oriental, porque 
es la que con más viveza conserva el dorado de los arabescos. Su 
largo es igual al ancho del patio y está dividido en tres departamen- 
tos por dos grandes arcos adornados con cupulillas de realce, una 
faja de los cuales rodea la sala formando una bella cornisa de la 
que arranca el artesonado en figura de bóveda, obra magnífica de 
alerce hecha de pedazos de esta madera pintados formando estre- 
llas enlazadas con caprichosas líneas. Las paredes están adorna- 
das de los más caprichosos y magníficos arabescos sembrados de 
escudos resaltados en estrellados rosetones. La faja de inseripcio- 
nes que, como en todas partes, cerca los arabescos, ostentan el salón 
de Comares como en ningún otro el brillante dorado que resalta 
en fondo encarnado y azul, dando gran esplendidez a esta preciosí- 
sima pieza, que sirve como de antesala al más grande y soberbio 
salón de la moruna Alhambra: el Salón de Embajadores. 

Su figura es cuadrada, con unas 15 o 16 varas por cada lado. 
Un magnífico arco que da al salón de Comares es su entrada prin- 
cipal, y el viajero se detiene a contemplar su maravilloso trabajo, 
la viveza de sus colores, sobre todo en tres arquitos como de una 
vara de alto, trabajados en la parte superior con exquisita delica- 
deza. 

El Salón de Embajadores, a pesar de no estar bien conservado, 
muestra el lujo oriental en toda su licenciosa pompa. 

Sus paredes, cubiertas de finísimos arabescos en fondo encar- 
nado, sobre un hermoso zócalo de estrellados azulejos, están abier- 
tas con nueve arcos medianos que corresponden a otros tantos ce- 
nadores de 4 o 5 varas de largo adornados también de caprichosos 
arabescos diferentes en cada uno de ellos. 

Poco más arriba de aquellos arcos corre una faja ancha de 
greca de estrellas pintadas de verde y azul, sobre la cual hay 
abiertas cinco ventanas en cada lado que dominan la sala: encima 
resalta una cornisa de alerce en casetones, de la cual arranca el 


DIARIO DE VIAJE 301 


rico artesonado de la misma madera embutido y pintado de diver- 
sos colores y de plata. 

Lástima que hayan sustituído en esta pieza admirable un suelo 
de ladrillo a las losas de mármol que antes le daban mayor grandeza 
y majestad. 

Por uno de los dos cenadores se pasa a una galería descubierta 
que conduce al llamado tocador de la reina, porque efectivamente 
sirvió de tal a Isabel la Católica. Es un mirador rodeado de co- 
luamnitas de mármol con una pequeña habitación en el centro a que 
dan luz nueve ventanillas. En uno de los ángulos se ve una losa 
de mármol agujereada para los perfumes. Esta pieza es notable 
por la vista que ofrece de campo y pueblo, y sobre todo por las 
pinturas al fresco que la adornan, y en que con bastante extrañeza 
se ven asuntos sagrados y mitológicos. El Tocador de la Reina es 
un lugar escogido por los viajeros para depositar un recuerdo de- 
jando sus nombres. Así están los frescos echados a perder y des- 
compuestos los mármoles con los millares de nombres y fechas. 
Un extranjero tuvo que venir a la Alhambra a poner coto a seme- 
jante descuido: un príncipe ruso regaló un altar a la real casa ára- 
be, y aún no se cumplió su intención porque el conserje del palacio 
no presenta el libro si no se lo piden; de manera que en muchos 
años pocas son las hojas ocupadas por los nombres de viajeros a 
cuya cabeza está el ilustre americano Washington Irving. 

Inmediato al patio de los arrayanes está el de los Leones. 

Qué dulce me es recordar las sensaciones que experimenté en 
ese deleitoso jardín ya alumbrado por la alegre luz de la montaña 
y por la suave y melancólica de la tarde cuando el sol ha dejado 
de iluminar la extendida vega y apenas brilla en el picacho de 
Veleta. 

Cuántas veces sentado sobre los leones he sentido pasarse dul- 
cemente los momentos encantados con aquella magia deliciosa que 
consuela y da calma con una tristeza indefinible. Los aéreos arcos 
morunos, el olor de las flores y aromas, el susurrar de las fuentes, 
los recuerdos que fingían en el aire claro un soberbio trofeo de tur- 
bantes y cimitarras cubiertos con un sangriento estandarte en que 
brilla la medialuna, y todo dominado por un humilde leño rodeado 
de luz resplandeciente. Alhambra! Granada! Cuánto ha sentido 
mi alma en tu encantado recinto, vagando los ojos por esos esplén- 
didos salones un tiempo habitado por la gente musulmana, gene- 
rosa, valiente, poética. El blanco y azul del abencerraje se retra- 


302 EUSEBIO GUITERAS 


taba en tus fuentes que ahora arrojan débilmente sus aguas llo- 
rando la ausencia de los que se embriagaban con su dulce susurrar. 

La figura del patio de los Leones es un cuadrilongo más pequeño 
que el de los Arrayanes. Más de 80 arcos ligerísimos sostenidos por 
140 columnas de mármol blanco forman una galería toda de arabes- 
cos calados figurando alfajores con conchas y hojas en el centro, dan- 
do un aspecto ligero, aéreo y al mismo tiempo grande, magnífico. 
A los dos lados angostos del cuadrilongo salen dos cenadores como 
de cinco varas en cuadro con 22 columnas de mármol, cubiertos 
por una graciosa media naranja adornada de pintados dibujos de 
alerce embutidos. 

En el centro del patio cuatro cuadros ostentan lindas flores 
cercados de aromático verde arrayán, formando brillante alfombra 
matizada con los vivos colores del clavel y la rosa. Y en el centro se 
levanta la fuente que da su nombre al patio. Doce leones deformes 
de piedra sostienen una gran taza de mármol de una sola pieza. 
sobre la cual se levanta otra más pequeña rematando con el sur- 
tidor. 

Las tazas están adornadas con dibujos perfectamente cincela- 
dos, y la mayor con una inscripción, cuya traducción es la si- 
guiente: 


Oh, tú, el que miras los leones fijos sobre su asiento, repara que solo le 
falta la vida para ser perfecto. Y tú el que heredas este alcazar con el reino 
tómalo señoreado de nobles sin disgusto ni resistencia. Sálvete Dios por la 
obra que de nuevo has labrado y no permitas que jamás se vengue de tí tu 
enemigo. La alabanza mas dichosa sea a tí, oh Mahomed, rey nuestro, que 
estás adornado de virtudes honestas con que todo lo has logrado. Y no con- 
sientas Dios que este vergel hermoso que representa tus virtudes tenga segundo 
que se le aventaje. La maza que lo matiza es alforjar, en que brilla el agua 
clara: como plata derretida en la fuente, porque la blancura de la piedra y la 
del agua son sus semejantes. Parece licor de hojas en su rostro blanco: será 
dificil advertir su carrera: mira el agua y mira la pila para discernir la corrien- 
te; y al fin sentenciarás o que una y otra corren o que una y otra están para- 
das. Como el cautivo de Amor, euyo rostro se baña de enojo y temor que le 
ha causado el envidioso; así el agua se viste de celos de la piedra y la piedra 
se enoja contra el agua. En la corriente abundante de esta comparo la mano 
del rey que es mas liberal dadivosa que fuerte un bravo león. 


Dan a este patio tres salones: el de Justicia, el de los Abence- 
rrajes y el llamado las Dos Hermanas. El primero, situado al fren- 
te, está dividido por cinco arcos sobre cuyas columnas de azulejos 
embutidas en la pared, se levantan las cupulillas hasta acabar en 


DIARIO DE VIAJE 303 


punto junto al artesonado. Conducen a él tres entradas formadas 
cada una por tres airosos arquitos con columnas de mármol que 
aumentan al patio su luz y gracia y a cuyo frente hay tres cena- 
dores abiertos en el muro con sus areos correspondientes, cubier- 
tos con una bóveda donde se ven pinturas sobre cuero; dos de ellas 
son árabes, y la tercera, del tiempo de los Reyes Católicos; repre- 
sentando las dos primeras una reunión de jueces y una fiesta en 
la plaza de Vivarambla. Concluyen el adorno del salón los riquí- 
simos techos, lo más trabajoso, más magnífico y más bello que en 
esta clase posee la Alhambra. Innumerables cupulillas de apenas 
dos pasartas de circunferencia van subiendo unidas por pilares 
de menos de cuarta, hasta acabar en punta. Todo hecho con tal 
artificio y simetría que los pilares pintados de un solo color azul 
o encarnado forman caprichosas figuras enlazadas disminuyendo 
hasta rematar en una linda estrellita. Las eupulillas tienen hojas 
pintadas de azul sobre fondo blanco. Imposible se hace explicar 
el artificioso juego, el delicado trabajo de estos techos admirables, 
cuyos vivísimos colores el tiempo ha respetado. 

Colocado uno a un extremo de la pieza goza de una vista sor- 
prendente, riquísima. Los diez arcos que la adornan ostentan sus 
pendientes cupulillas formando una perspectiva brillante. 

El salón de los Abencerrajes está a un lado del patio y entráse 
a él por dos grandes arcos. Forma un cuadro abierto a derecha y 
a izquierda por cuatro areos que dan a dos cenadores, y es lo único 
que esta interesante pieza conserva con los antiguos colores. 

El testero del frente está adornado de arabescos con estrellas 
resaltadas en cuyo centro se ven escudos. El techo es todo de ecupu- 
lillas. Sea porque la sala de los Abencerrajes lleva impresa la hue- 
lla de los siglos que sobre ella han pasado, o por el recuerdo misera- 
ble que su vista despierta en el alma, le encuentro un no sé qué de 
severo y triste que me hacía pensar en la magnífica dominación de 
los hijos de Mahomed. 

Los Abencerrajes, la flor de los guerreros granadinos, la fami- 
lia más noble y más valiente y generosa se reunía allí llena de 
guerrero ardimiento, y allí la bárbara venganza de sus implacables 
enemigos, los zegries, consumó un horroroso asesinato que tiñó en 
sangre el pavimento de mármol blanco; la caliente sangre se deslizó 
fría mezclada con el agua de la fuente que allí gime con murmullo 
doliente. Las cabezas de 36 abencerrajes rodaron palpitantes por 
el suelo vilmente separadas del noble tronco. Uno a uno entraron 


304 EUSEBIO GUITERAS 


engañados a recibir muerte traicionera, pero el generoso paje de 
uno de ellos, como voz del cielo, les anuncia que su departamento 
es una sangrienta tumba, y la noble estirpe no cayó toda entera 
bajo la mortal cimitarra. 

La fuente que bebió la sangre lamenta la muerte de los que se 
adormecían con su dulce susurro, y el mármol conserva en man- 
chas rojizas un recuerdo del funesto día. 

Frente al salón de los Abencerrajes está el de las Hermanas, lla- 
mado así por dos princesas que lo habitaron y cuyos dormitorios, 
que están a los lados, sirvieron a los reyes Fernando e Isabel. Otros 
dan la causa de aquel nombre a dos grandes losas de mármol blan- 
co que adornan el pavimento. 

Cuatro lienzos de pared de 12 varas y un arco en cada uno, 
forman esta preciosa pieza, la más bella y elegante de la Alhambra 
y la mejor conservada. Una faja de letras corre sobre el zócalo de 
pintados azulejos que forman simétricas figuras caprichosamente 
enlazadas. Sobre aquella otra más pequeña y también: de letras, 
rodea por los cuatro ángulos hasta la altura de los arcos, haciendo 
un cuadro en cuyo centro se admira el más delicado arabesco y 
más variado que presenta cuatro grandes estrellas enlazadas con 
lindas figuras y pintadas de azul y carmelita. Los arcos son igua- 
les y adornados de arabescos de gran relieve figurando hojas con 
fondo azul, y sobre ellos se ve una graciosa ventanilla con reja de 
madera primorosamente calado y en forma de arco con arabescos 
de hojas de parras grandes a los lados, que hacen juego con las 
pinturas de cuatro pabellones de cupulillas que salen en los cuatro 
angulos del salón y que dan la figura de un octógono al techo, el 
cual sigue elevándose con millares de cupulillas hasta acabar en 
punta, dando paso a la luz por diez y seis ventanillas. 

¿Cómo pintar, cómo dar una idea de la magnífica belleza, la ri- 
queza de imaginación que pasma al contemplar esa brillante sala ? 
Los arabescos pintados de azul, encarnado y carmelita, tan llenos 
de primorosos caprichos; las delicadas líneas que se unen y se se- 
paran y vuelven a enlazarse con artificioso juego que deleita la vis- 
ta; las fajas de delicadas labores que rodean los lienzos de arabes- 
cos y que al llegar a formar un ángulo se unen con una pieza de 
caprichosa estrella; los ligeros airosos arcos haciendo conchitas y 
formando otros arcos imitados cuyos adornos varían; esa profu- 
sión de labores a cual más delicadas y caprichosas... no los puede 
trasladar la pluma: la más bella descripción será indudablemente 


DIARIO DE VIAJE 305 


fría y monótona, cuando en el bello original todo respira la rica 
imaginación, la variedad caprichosa del estilo oriental que encanta 
los sentidos. Parece el delirio la realización de una pintura hija 
de una brillante fantasía. 

Sigue otro salón al de las Dos Hermanas con techo de cupuli- 
llas y por un lindo areo con zócalo del más menudo y precioso azu- 
lejo que he visto se entra a un cenador abierto por seis arquitos 
con columnas de mármol que da al patio llamado de Lindaraja; 
eracioso cenador con arcos imitados en que se ven arabescos de hoja 
de gran relieve en fondo encarnado. El cielo es una caprichosa 
ereca de alerce calada. 

Sentado junto a las columnitas de mármol de este cenador pasé 
algunas mañanas deleitado con la brillante perspectiva que desde 
allí se presenta a los encantados ojos. Rodeado de su hermosura 
contemplaba en segundo término la perla de la Alhambra, el lin- 
dísimo salón de las Dos Hermanas, divisando al fondo por entre 
sus elegantes arcos la fuente de los Leones y las flores que con sus 
aguas se mojan. Cuadro magnífico, el más seductor de la Alhambra 
y cuya magia más se siente con el débil ruido de la vecina fuente 
que levanta su bordada taza en medio de las flores y arrayanes del 
jardín de Lindaraja. 

Bajo las alas de las Dos Hermanas está la llamada de los Se- 
eretos, cuya bóveda hueca hace que una persona oiga claramente 
desde un ángulo lo que dice en voz baja otro colocada en el del 
frente. 

Inmediata a ella está otra arruinada que servía para recogerse 
después del baño; siguiendo la de éstos, dividida en varios depar- 
tamentos y en cada uno su tanque de azulejos con frente de una 
pieza de mármol. De lo mismo es el pavimento y el techo de piedra 
con claraboyas en forma de estrellas. Otras piezas tiene la Alham- 
bra por las que el viajero pasa indiferente, bien con el ansia de 
llegar a las principales, bien distraído con el brillante lujo que 
acaba de herir su pupila. 

De sorpresa en sorpresa el viajero recorre con indecible encanto 
el antiguo alcázar de los reyes musulmanes. Sabrosas sensaciones 
de dulce abandono, de consoladora melancolía agitan el alma que 
contempla la mansión deleitosa bañada un tiempo por los orienta- 
les perfumes y animada con el animado ropaje de la valiente y 
generosa gente árabe; y hoy... desierto! Es un recuerdo, es una 
de las más preciosas hojas del soberbio álbum de Europa. 


306 EUSEBIO GUITERAS 


Los moros, siempre ex continua lucha con los soldados de Cristo, 
daban a sus obras un aspecto de fortificación, rodeándolas de ma- 
cizas y gruesas murallas. La Alhambra es una fortaleza, una ciu- 
dadela, en medio de la cual está el palacio sin presentar en su parte 
exterior más que lienzos altos de ladrillo y torreones abiertos esca- 
samente por arquitos de herradura, como luciente ópalo engastado 
en plomo. 

Inmensa es la extensión que ocupa esta antigua forteleza. Si- 
tuada en la cima de un monte vese ésta cercada de muros, sembra- 
das de cuadradas torres, como una fuerte corona de ese soberbio 
imperio lanzado de las arenas del desierto para remover en sus 
cimientos la bárbara Europa: corona magnífica de la reina Gra- 
nada recostada en la rica alfombra de verde y plata,«dormida so- 
bre sus trofeos de gloria. 


XXVIII 


Sobre el cerro de la Alhambra otro se levanta, en el cual está 
situado un morisco palacio, pobre, y más pobre al lado de su gigan- 
te compañero. Una tradición muy popular y los bellos jardines 
han hecho digno de una gustosa visita al Generalife. 

Su exterior está compuesto de muros. Una pequeña puerta da 
entrada a una larga galería abierta que conduce al salón princi- 
pal adornado de destruidos blanqueados arabescos, cubiertos en 
parte por una interesante galería de retratos pintados en lienzos. 

Uno de ellos es el del Rey Chico de Granada, con una inserip- 
ción que dice: 

Aben-Hul, Rey de Granada. 
¡Córdova lo mas 

de Andalucía; del linaje 

de los reyes de Zaragoza 

de Aragón y de los Godos, 


Fué prominente Rey. 
en justicia, verdad ¡liberalidad! 


Otro retrato es de 


Sidy-Aya el Nazar 
infante de Granada 
Se bautizó en Santa Fe; a 
presencia de los Sres. reyes Católicos. 


Los demás son de reyes, infantes y caballeros de Granada. 


DIARIO DE VIAJE 307 


A esta sala da el jardín principal rodeado de una graciosa ar- 
quería hecha con cipreses doblados formando juego con otras cuyas 
puntas están recortadas figurando jarras, copas penachos. El 
interior del jardín forma un estanque con dos cuadros en el 
centro, en los cuales se levantan dos gigantescas matas de 
adelfas, encarnada la una y la otra blanca. Á sus pies, como alrede- 
dor del estanque, crecen las flores, cuyas pintadas hojas se retratan 
en las serenas aguas matizadas también con el oro, y esmeralda, el 
carmín y plata de mansos pececillos. 

A uno de los lados de este elegante jardín se levanta el grueso 
troneo con la triste copa del viejo ciprés de Zoraida. El recuerdo de 
la bella enamorada amante del abencerraje Aben-Hamet me hizo 
contemplarle con respetuoso sentimiento, y arranqué una astilla del 
árbol más viejo sin duda que cubre el hermoso cielo de la vega de 
Granada; del testigo de un desventurado amor. 

La niña de Granada y el noble abencerraje Aben-Hamet se ama- 
ban. El ardiente árabe de Andalucía, el hijo de los reyes veía en su 
amada la encantadora maga del palacio real de Granada, y le entre- 
gó su corazón noble y generoso. 

Cuando ya la noche había tendido su oscuridad sobre el valle, y 
las montañas como masas negras dibujaban su ondeado perfil en el 
cielo; cuando todo en la Alhambra dormía sin más ruido que el de 
las fuentes, y el movimiento del centinela cuya lanza en la alta 
torre resplandecía; cuando todo era silencio y calma, veía el Gene- 
ralife acercarse a los dos amantes al terrado en cuyo muro descansa 
todavía el ciprés que oía los apasionados acentos de Zoraida y Aben- 
Hamet. 

Oh, qué hermoso amar y ser amado! (Qué hermoso fijar los ojos 
en la mujer amada, y dejar a ellos el explicar lo que siente el eo- 
razón, que se estaría con la calma del campo, con la brisa de la 
noche. La Naturaleza ejerce sobre el alma enamorada una influen- 
cia dulcísima, inexplicable... Pero, adónde me lleva mi corazón 
que tantas veces ha sentido esas impresiones en la encantadora na- 
turaleza de mi Cuba! 

Muchas noches recogió el ciprés del Generalife en sus hojas 
verdes las amorosas expresiones de los árabes amantes, pero un 
moro importuno vino a derramar la amargura en aquellos cora- 
zones, vendidos por la hasta entonces protectora noche. Los celos 
oprimen el pecho del rey y es preciso que Zoraida sucumba. 

Levántase el cadalso, llega el día, llega el momento, y la her- 


308 EUSEBIO GUITERAS 


mosa cabeza de la sultana va a caer teñida en su sangre, cuando 
por la plaza de Vivarrambla óyese el galope de caballos, y al mo- 
mento varios caballeros cristianos se presentan vestidos de todas 
armas dando al aire las pintadas plumas de sus cascos relucientes. 
Páranse al pie del cadalso y declaran que la reina es inocente, 
ofreciendo la punta de la enemiga lanza al que defienda lo contra- 
rio. Preséntase igual número de árabes, y al día siguiente trábase 
el combate, tiñéndose la yerba en sangre mora. Zoraida se salvó. 

Después de hacerme esta relación el guía, me dijo: el caldalso 
se levantó en la plaza Nueva, junto a la calle de los Pomeles, casi 
al pie del balcón del cuarto en que usted vive, lugar destinado por 
los moros para sus ejecuciones. 


XXIX 


En uno de los extremos de la ciudad de Granada hay una igle- 
sia gótica construída en tiempo de los Reyes Católicos bajo la 
advocación de San Jerónimo. En la cabeza del crucero, por la 
parte de afuera hay dos matronas, con los lemas al pie, de: Portitu- 
do; Industria; las cuales sostiene un tarjetón en que se lee: 


Consac, Ferdinand G 
a Corduba, magno 
Hispaniarum ducl. 
gallorom ac tur 
carum terrorl. 


Solicitamos entrar para visitar la tumba del famoso vencedor 
de Granada y de Italia, y nuestro curioso empeño fué vano. La 
iglesia estaba cerrada y abandonada y nadie sabía de la llave más 
de que el presidente tal y el alcalde tal, la habían tenido en su 
poder. 

—Y qué piensan ustedes ver?—nmos dijeron.—Los restos del 
Gran Capitán no están allí. Han sido trasladados no se sabe 
adónde. 

—Pero, su sepulero, su lápida... 

—Todo está destruído... 


(99) 
[o] 
O 


DIARIO DE VIAJE 


XXX 


El 15 de Septiembre fué el último día que estuvimos en Gra- 
nada. Fuimos a ver la Alhambra por última vez, y a las 12 de la 
noche, la diligencia a Madrid empezó a rodar por las desiertas ca- 
lles de la ciudad interesante, donde acababa de pasar 19 días en- 
tregado totalmente a los árabes recuerdos de Granada, la moruna 
Granada con sus ríos murmurantes que platean la vega deliciosa, 
con sus lindas alamedas, sus bosques adornados de flores, regados 
por los arroyos que bajan corriendo de las montañas y por las 
fuentes que forman en el aire columnas de cristal. 

Salimos por el barrio de Gracia, donde están los callejones del 
mismo nombre, verdadero laberinto formado por las calles que se- 
paran centenares de huertas cubiertas de árboles frutales, regados 
por innumerables acequias que hacen pasar por allí, pobre y triste, 
el claro Tenis, ya unido con el Darro. 

Nuestra primera parada fué en Campillo de Arenas, y aquí 
ya empecé a conocer qué gentes nos acompañaban: una duquesa 
viuda con sus dos hijas, sus vestidos negros, sus inseparables som- 
brillas; un oidor alto, seco, con su mujer alta y gorda, con su ca- 
chucha de viaje, su jalque y su frasco de vino eruzado con un cor- 
dón al pecho; un manchego ya de edad, hombre sencillo y bueno; 
un oficial de ingenieros; un retrato de Sancho Panza, porque tal 
ena un mozo rollizo y gordo, de baja estatura, vestido todo de ne- 
ero, simple que venía a Madrid a hacerse cura. 

A pesar de esta amalgama, lo más agradable de nuestro viaje 
fué la reunión, pues en todos reinaba franqueza y amabilidad. El 
16 por la tarde llegamos a Jaén, capital de provincia. Apenas ba- 
jamos de la diligencia y mientras nos preparaban la comida, sali- 
mos a recorrer la antigua corte de un reino moro. La catedral es 
bonita: dos altas torres adornan su fachada de orden compuesto. 
Dentro llama la atención el espacioso coro cubierto de buenos relieves 
representando vidas de santos. Nos enseñaron las alhajas y ornamen- 
tos y salimos a aprovechar lo poco que'ya nos quedaba de día. 
Jaén presenta el aspecto más miserable, sus calles desiguales, tor- 
tuosas, sin aceras, mal caserío; apenas se ve un alma, sólo aleún 
labrador con su horrica, y en la plaza aleuna partida de chiquillos 
jueando al toro. 

Lo que más llama la atención del viajero que pasa por Jaén es 


310 EUSEBIO GUITERAS 


la vista hermosísima que se goza desde la venta del Chaval a unas 
dos leguas antes de llegar a aquel pueblo. Un fértil valle sembra- 
do de árboles frutales se extiende bañado por un arroyuelo y ro- 
deado de montañas vestidas de áridos peñascos y que se abren en 
el fondo para mostrar la ciudad dominada por las fachadas y las 
torres de la catedral. Esta vista alumbrada por el sol de una her- 
mosa tarde, causa una sorpresa agradable. 


Después de descansar, apenas a las dos de la madrugada, sali- 
mos de Jaén, y el sol nos vino a salir a orillas del Guadalquivir, 
cerca del pueblo de Menjíbar, dominado por un alto torreón árabe 
cuadrado. Pasamos el río en una barca: nosotros bien y la diligen- 
cia mal, porque se atascó al pasar a tierra y los esfuerzos de las 
mulas para arrancarla de allí fueron inútiles. No hubo más re- 
medio que resignarse a esperar un nuevo tiro y a esperarlo al des- 
campado, sobre las orillas del río, formadas por enormes peñas- 
eos, y con el estómago vacío, y sin tener con qué llenarlo. Doce ho- 
ras pasamos en esta situación fastidiosa, y gracias que pudimos 
hallar en las cercanías pimientos y tomates, con los cuales la seño- 
ra duquesa hizo un guiso que llaman pisto y que añadido a algunas 
pocas provisiones particulares fué fraternal y alegremente repar- 
tido entre los quince pasajeros por el oidor. El sol bajaba ya y el 
tiro no parecía y la paciencia se acabó, tanto que el joven ingenie- 
ro, Antonio y yo nos resolvimos a hacer a pie las dos leguas que 
nos separaban de Bailén y echamos a andar, pero afortunadamen- 
te a poco nos hallamos con las nuevas mulas y volvimos atrás. La 
trompeta de la diligencia anunció la buena noticia, todo se puso en 
movimiento, hasta la diligencia; y al cuarto de hora íbamos cami- 
no de Bailén, adonde llegamos a las 8 de la noche pisando el sue- 
lo que se regó con sangre en la famosa batalla decisiva contra las 
tropas francesas al mando del mariscal Dupont, capitaneadas las 
españolas por el general que hoy lleva en su ducado el nombre de 
aquella villa fundada por los godos. 


Almorzamos, comimos y cenamos a un tiempo en Bailén, dor- 
mimos un par de horas, y a la una de la madrugada echamos a 
andar, atravesando con luz de una hermosa luna las poblaciones 
coloniales fundadas por el rey Carlos 11! para poblar la Sierra 
Morena, a cuyo efecto vinieron familias extranjeras, en particu- 
lar alemanas. Estas poblaciones son bonitas, las casas iguales, ca- 
lles rectas y anchas. La Carolina es la principal de ellas y está 


. 


DIARIO DE VIAJE 311 


adornada a su entrada con dos torres y una espaciosa plaza cer- 
cada de galerías de piedra. 

Al salir el sol estábamos junto a Despeñaperros. Mucho había 
oído yo hablar de este paraje y mucho me habían ponderado su 
peligro, tanto que con ansia deseaba vernos fuera de él. Empero 
nada de eso encontré: admiréme sí, de la magnífica construcción 
atrevida de este camino, empresa grande y fruto también del pro- 
ductivo reinado de Carlos 111. 

El camino llamado Despeñaperros tiene dos leguas de largo: su 
ancho será de unas 15 varas. Está construído en la falda de la cor- 
dillera, que es toda de peñascos, con un declive más considerable y 
dando infinitas vueltas. A un lado se levantan las crestas escabro- 
sas de las montañas, las rocas salientes, las estalacticas, las conca- 
vidades sombrías, las puntas empinadas de negruzcas peñas que 
hacen un paisaje raro, magnífico, una fantasía selvática, desespera- 
da, digna del pincel terrible de Salvator Rosa. Al lado opuesto del 
camino está el precipicio poco considerable cubierto de plantas 
silvestres que crecen entre las peñas regadas por un pobre arroyo. 
Sin embargo, puede gozarse de este bellísimo paisaje con calma y 
seguridad. Yo no sé de donde puede nacer la fama que de muy 
peligroso se da a Despeñaperros. 

Al fin de este paso se ve un poste de piedra cuadrado con dos 
relieves que representan: el que mira hacia Andalucía, a Dios y a 
la Virgen María; el otro formando el lindero que separa las tierras 
andaluzas de las de la Mancha. A poca distancia de aquí pasamos 
por las destruídas ventas de Cárdenas, e hicimos alto en una que 
ya era manchega; ya estábamos en la tierra que Cervantes ha hecho 
tan interesante, haciéndola patria de su Don Quijote y teatro de sus 
primeras hazañas. Llevaba yo conmigo el libro inmortal, y con su 
lectura divertía el camino de la Mancha, capaz de fastidiar al más 
santo. Esas llanuras inmensas, amarillas por el trigo de que están 
sembradas, abruman al viajero, que apenas encuentra un árbol, 
una casa, alguno que otro molino de viento en que reposar la vista. 
Así pasamos la mañana hasta las 3 que llegamos a comer a Val- 
depeñas, célebre por su sabroso vino, el mejor de su clase que se 
produce en España. Más adelante volvimos a hacer alto, ya de no- 
che, en Manzanares. Una joven de aleo más de 20 años se nos 
presentó allí, guiada por una turba de chiquillos, que nos saludó 
con una décima a la felicidad del viaje. Esta joven, que se llama 
María Francisca Carralero, es ciega de nacimiento, pero dotada de 


312 EUSEBIO GUITERAS 


una memoria extraordinaria y de un talento claro, se ha hecho 
una mujer instruída, hasta el punto de improvisar en versos con 
una facilidad pronta muy rara; y con no menos habla correcta- 
mente el latín, pero con la mayor facilidad; recita trozos de la 
Encida, odas de Horacio, y sin embargo este prodigio yace retirado 
en el pueblo de Manzanares viviendo de las limosnas que le dan 
los pasajeros de la diligencia, a cuyo encuentro sale humildemente 
vestida mostrándoles el tesoro que en su cabeza encierra. 

Seguimos nuestro viaje toda la noche, y a la mañana siguiente 
(día 19) pasamos por el pueblo de la Guardia, en que se ven ruil- 
nas de antiguas fortalezas para contener a los moros, y una ermita 
llamada del Santo niño, por uno cuyo cuerpo reposa allí y que fué 
robado por los judíos de Toledo, los cuales le hicieron pasar el 
mismo martirio y muerte de Jesucristo. De la Guardia seguimos 
hasta Ocaña, y a las 3 de la tarde entrábamos en el real sitio de 
Aranjuez. 

Mientras mudaban de tiro nos apresuramos todos a recorrer lo 
que se pudiera de la real mansión en tan poco tiempo. Vimos el 
exterior del palacio construído por Felipe II y bajo la dirección 
de San Juan de Herrera; mis 0jos, por primera vez, siguieron las 
ondas del cantado 


Tajo profundo que en arenas de oro 
la rubia espalda deslizando.... 


El río tranquilo y sosegado murmura en Aranjuez formando 
una caída artificial y allí recibe las aguas del Jarama. 

Fertilísimo es el terreno de esta casa de campo, calles extensí- 
simas de árboles, bosques, jardines, que ecruzábamos de prisa con 
la vista, deteniéndola también apenas en las estatuas, en la fuente 
hermosa de Hércules que está a la entrada con la estatua del dios en 
el momento de separar los montes Calpe y Avila y estampar el No 
más allá, lema de las armas de España. 

A la salida pasamos por el puente suspendido que Fernan- 
do VII hizo construir cuando vino Cristina, y fuimos a la plaza 
principal, hermosa y elegante como toda la población. Cércala una 
calería de piedra abovedada, y en el medio se levanta la estatua 
de Carlos III. 

La diligencia no nos dejó ver más, y por una ancha alameda 
de gigantescos árboles echamos a andar la última tirada de nues- 


DIARIO DE VIAJE 313 


tro viaje de 68 leguas. A las ocho y media de la noche llegábamos 
a la corte española atravesando el gran puente de Toledo y en- 
trando por la puerta de Atocha. A poco paramos en la calle de 
Alcalá, despidiéndonos con grandísimo contento de la diligencia. 


XXXI 


Juan Gallo, Pedro Figueredo, amigos ambos y paisanos; Anto- 
nio y yo, el 8 de Noviembre salimos de Madrid para visitar el real 
sitio de El Escorial, situado a 7 leguas de aquella ciudad y al pie 
de la siempre nevada sierra de Guadarrama. Una sola parada hi- 
cimos, que fué en Las Rosas, pueblo de unas 20 malas casas. En- 
tramos en el mesón y sobre una tabla clavada en dos rústicos hor- 
cones, almorzamos mal y caro lo único que había, que fueron hue- 
vos y uvas. Las Rosas, que no debiera por cierto llevar tal nombre, 
está sin embargo a tres leguas de Madrid y es parada de dili- 
gencias. 

Ya de noche llegamos al pueblo de El Escorial, y así es que no 
salimos hasta la mañana siguiente a cumplir el objeto de nues- 
tro viaje. 

Felipe II, el sucesor de Carlos V, ganó en 1557 la batalla de 
San Quintín el día de San Lorenzo, cuya efigie de plata y oro en- 
contró en aquella plaza. El rey ofreció entonces construir una er- 
mita para el santo y para él una choza. 

Artistas y artesanos se reúnen al pie del Guadarrama en medio 
de un campo triste, sombrío que el sol abandona pronto, ocultán- 
dose detrás de una inmensa montaña de peñascos; artistas y arte- 
sanos trabajan, y al cabo de 20 años el vencedor de San Quintín 
oye en la opulenta ermita la primera misa y reposa bajo los dorados 
techos de la soberbia choza. 

El edificio de El Escorial ocupa una extensión de terreno con- 
siderable. Los españoles lo llaman la octava maravilla; y maravi- 
lla es que llamen así a una obra que, como edificio, no admira se- 
guramente por su mérito puramente artístico. El que quiera ver 
esto último en El Escorial, se equivoca, y satisfará su gusto de ver 
una cosa grande: lienzos inmensos de cantería, galerías extensas, 
patios, escaleras, bóvedas, todo hay allí y en buen orden y pro- 
porciones. Yo no le quito su mérito a El Escorial, no; lo tiene; 
vale la pena extrema de probar los huevos y el vino de Arganda 


314 EUSEBIO GUITERAS 


con que ayuna el viajero en Las Rosas, pero yo no puedo pasar por 
el tremendo fallo que echan los españoles llamándolo el primer 
edificio del mundo. 

En su figura siguieron sus arquitectos Juan Bautista de Tole- 
do y Juan de Herrera, la de unas parrillas, instrumentos de mar- 
tirio del santo a que está dedicado. Presenta cuatro frentes a los 
enatro vientos, siendo principal el que mira a poniente y cuenta 
774 pies de largo por 62 de alto hasta la cornisa. Este inmenso pa- 
redón horadado por un sinnúmero de ventanas, no ofrecen más 
trabajo artístico que el de la entrada general del edificio. Formán- 
la dos cuerpos de arquitectura: el primero dórico, compuesto de 
ocho medias cañas, y jónico el segundo, que sólo cuenta 4, en medio 
de los cuales se ve un medallón de las armas de España bajo un 
nicho en que está la estatua colosal de San Lorenzo con unas pa- 
rrillas de bronce dorado en la mano. Remata el todo con un ático 
triangular coronado de tres esferas sobre sus pedestales. 

La fachada del Norte es un lienzo de muro con ventanas y tres 
puertas, una de las cuales es la del palacio. Igual a ella es la del 
Sur, pero más vistosa porque la desigualdad del terreno la hace 
de mayor altura. A su pie están los jardines en un espacioso terra- 
do y en que se ven diferentes flores matizar los caprichosos dibu- 
jos formados per el verde y apretado boj. El terrado, con jardines, 
rodea también la parte oriental del edificio, que presenta un cuer- 
po saliente formando el mango de las parrillas, y por el resto corre 
una lonja de más de 40 varas, cerrada por un muro bajo que 
adornan pedestales y esferas. 

Lo primero que encuentra el viajero al penetrar en el edificio 
es el patio llamado de los Reyes por seis que adornan la parte del 
frente, la cual puede considerarse como la fachada de la iglesia 
formada por tres areos entre los cuales salen seis medias cañas sos- 
teniendo una ancha y encima las seis estatuas colosales de Josafat, 
Ezequías, David, Salomón, Tobías, Manasés, con coronas de bronce 
dorado. Cada una de ellas tiene 17 pies de altura y fueron todas y 
además el San Lorenzo de la fachada, sacadas de un canto. 

Hermosean este patio dos torres de más de 300 pies que salen 
del interior del edificio a ambos lados del pórtico de los Reyes. 
Atravesando éste pásase a un vestíbulo oscuro cuyo cielo es de si- 
llería, pero con la particularidad de no formar bóveda, obra que 
llama más la atención cuando se sabe que está sosteniendo el peso 
enorme del coro. 


DIARIO DE VIAJE 315 


Por este vestíbulo se entra al templo a que dan paso tres arcos 
con elegantes rejas de bronce dorado. 

Tiene aquél 320 pies de largo y 230 de ancho con tres naves. 
Enormes pilares las separan adornados con pilastras dóricas, y 
sostienen la airosa cúpula de 330 pies de altura desde el pavimento 
de mármol blanco y oscuro que adorna la iglesia hasta el remate de 
la gran eruz sostenida por una enorme esfera de bronce que corona 
aquélla. Por lo demás poco se detienen los ojos en el conjunto del 
templo, al paso que gustosos se fijan en dos obras preciosas que en- 
cierra, y son el altar mayor y el coro. Levántase aquel majestuoso, 
elegante, sobre doce gradas de mármol jaspeado de todo el ancho 
de la nave. Fórmanlo cuatro cuerpos de arquitectura. El primero 
es dórico, y entre sus columnas se ve un magnífico tabernáculo 
cireular con ocho columnas y una linda cúpula coronada por la 
Fe todo de madera y bronce dorada. De esta materia son cuatro 
estatuas de los padres de la Iglesia que llenan en nichos los otros 
intercolumnios, concluyendo con dos cuadros que representan el 
nacimiento de Jesús y la Adoración de los Reyes. Sigue el segundo 
"cuerpo del mismo largo que el primero, pero con columnas jónicas 
que separan un cuadro del martirio de San Lorenzo, dos de la 
vida de Jesús y las cuatro estatuas de los evangelistas. De dos ceo- 
lumnas menos el cuerpo tercero (corintio) llena el hueco de ellas 
con dos estatuas de apóstoles, cubriendo tres cuadros los interco- 
lumnios. Y por fin, ya junto a la bóveda de la nave, remata el her- 
moso retablo con su cuerpo de dos columnas compuestas y en me- 
dio de ellas un calvario de bronce dorado: a los lados las estatuas 
de San Pedro y San Pablo. 

Sencillez, magnificencia, respira este altar. Todo de un veteado 
mármol oscuro alimentan su belleza las bases y capiteles de bronce 
dorado. Lástima que a obra tan buena no hayan concedido cua- 
dros de mano más conocida. El viajero quita pronto sus ojos de 
ellos por detenerlos en las 15 estatuas de bronce esparcidas por el 
retablo. Fueron traídas de Italia: admira la delicadeza e inteli- 
gencia con que están hechas. Van siendo más altas a medida que 
se alzan del suelo, así los cuatro padres de la Iglesia son de tama- 
ño natural y San Pedro y San Pablo del remate son colosales, de 
manera que el que mira el conjunto todas las ve de igual grandeza. 

A ambos lados del altar mayor y siguiendo el gusto de éste, 
hay dos cuerpos de arquitectura dórica levantados aleunas varas 
del suelo, formando un pequeño pórtico o tribuna en que están 


316 EUSEBIO GUITERAS 


arrodillados y orando al lado de la epístola Felipe II y su familia, 
y al frente Carlos V con la suya, estatuas todas de bronce dorado 
perfectamente trabajadas. Sobre cada pórtico y entre dos columni- 
tas se ven las armas del Emperador y las de su hijo, también de 
bronce. Sirven como de base a estas dos obras dos capillitas ves- 
tidas de mármol con ventanas de cristales al presbiterio, las cua- 
les comunican con el palacio, destinadas a las personas reales para 
oir misa. La del lado de la epístola es para los reyes y conserva un 
interesante recuerdo histórico. Felipe TI, enfermo, en los últimos 
meses de su vida vivía en aquella capilla, y allí le dejó el alma 
para dar a su Dios cuenta de una existencia manchada por san- 
eriento fanatismo. Cuando visitamos el palacio, el conserje nos in- 
trodujo en la capilla y allí nos enseñó un sillón de cuero con grandes 
clavos de bronce, un escritorio, dos bancos, una carpeta de campaña, 
objetos todos de que se servía Felipe Il, excepto un banco de cam- 
paña que fué de su ministro Antonio Pérez. 

El coro del templo es también una obra digna de atención. Está 
situado en el alto a los pies de la Iglesia. La sillería en que entran 
siete preciosas maderas es sencilla, elegante, siguiendo el orden * 
corintio. Las columnitas desprendidas del fondo lo hacen parecer 
el modelo de un templo antiguo. En medio del coro cuelga una 
lámpara magnífica de eristal de roca cargadas de adornos de esta 
materia, fieurando aves y flores. El suelo es de mármol. El sacer- 
dote que nos guiaba, intercalando sentencias en sus explicaciones, 
nos llevó a un rincón del coro, el que está del lado de la epístola y 
““aquí—nmos dijo-——venía por esa puerta que ven ustedes embutida 
ahí, sin querer admitir la silla principal que como fundador le 
correspondía al rey D. Felipe II, a orar todos los días; y ahí mis- 
mo, estando en oración, llegaron a noticiarle la victoria de JLe- 
panto”?”. 

En el macizo de la pared que forma el testero principal del 
coro, corre una galería con una capilla donde nos hicieron entrar 
para ver un crucifijo de mármal blanco en cruz negra, obra del 
famoso Benvenuto Cellini. Las formas perfectas, la expresión del 
divino rostro de Jesús hacen admirar esta obra preciosa, sobre todo 
cuando una corta claridad disipa un tanto la blancura del mármol, 
animando más el dolorido rostro del Salvador. 

El Padre Guadalupe, que así se llamaba nuestro atento cice- 
rone, nos llevó a un altar dedicado a San Jerónimo y cuyo retablo 
formado de tablas pintadas nos abrió, dejando ver un estante con 


DIARIO DE VIAJE 317 


los entrepaños cubiertos de cajas y urnas, de bronce y eristal, y 
antes según decía, de plata, oro y piedras preciosas. Encierran 
huesos y otras reliquias de santos, entre las cuales recuerdo parti- 
cularmente como más curiosas el mango de las parrillas en que 
fué quemado el santo mártir patrono de El Escorial, y el cráneo 
de San Jerónimo. 

Después pasamos, acompañados siempre del Padre, que todo 
minuciosamente nos lo explicaba, a la sacristía, cuyos objetos más 
notabies son un cuadro pintado por Claudio Coello que representa 
a Carlos TI asistiendo a una ceremonia religiosa efectuada en El 
Escorial; cuadro que añade a su mérito artístico la particularidad 
de que los numerosos personajes que en él se ven son todos retra- 
tos. Detrás del muro donde está colocado hay un lindo camarín 
vestido de mármoles y jaspes er el cual se.conservan dos estandar- 
tes viejos y rompidos que ondearon en la batalla de San Quintín. 
Pero lo más precioso que encierra la sacristía son los ricos orna- 
mentos: admirables por los bordados de seda que ostentan algunos, 
representando pasajes del Nuevo Testamento con figuras en que la 
vista no se cansa de mirar imitadas con seda toda la verdad y la 
delicadeza del más fino pincel. 

De la sacristía pasamos al patio de los Evangelistas, la más 
bella parte de toda la obra de El Escorial, del edificio solamente. 
Su figura es cuadrada, y alrededor de su grande espacio corre una 
elegante alquería con columnas dóricas, sobre la cual otra se levanta 
de estilo jónico rematando con un gracioso antepecho calado, for- 
mando un conjunto sencillo, airoso, magnífico. En medio del patio, 
entre cuadros de flores, se levanta un templete circular con cuatro 
arcos, vestido interiormente de mármol y coronado por una media 
naranja. Por fuera están en nichos las estatuas de los cuatro lvan- 
celistas. 

En uno de los lado de este patio está la sala de cabildo, dividi- 
da en tres partes, todas con techos de bóveda pintado desde el 
tiempo de la fundación por los hermanos Granello y Fabricio, el 
estilo que llaman gruteseo y euyos colores se conservan vivos re- 
presentando en pequeño hombres, animales, monstruos, flores, tem- 
pletes enlazados con labores caprichosas resaltando en fondo dora- 
do. Hay varios cuadros de Ribera en esta sala y cuatro medallones 
cincelados en pórfido que representan a Jesús y María. 

A otro lado del patio está la iglesia vieja porque allí se celebra- 
ba al principio, en la que hay tres cuadros del Ticiano y varios de 


318 EUSEBIO GUITERAS 


Ribera. Y al mismo lado está la hermosa escalera principal del mo- 
nasterio, grande y espaciosa con una gloria muy bien pintada al 
fresco en el techo por Lucas Jordán, italiano que pintó también 
bajo este fresco otros cuadros figurando lienzo que representan la 
batalla de San Quintín. 

El Padre Guadalupe nos hizo subir y se separó de nosotros, 
dejándono en la biblioteca. El espacioso salón que ocupa ésta da 
al patio de los Reyes y su techo abovedado está cubierto de frescos 
alegóricos alusivos al departamento que adornan. La estantería es 
de buena madera y fué hecha por un diseño de Juan de Herrera. 
Los libros con el canto dorado vuelto hacia afuera le dan una vista 
más lujosa y elegante. 

La mejor riqueza de la biblioteca de El Escorial son los manus- 
eritos, de los cuales nos enseñaron tres, los más preciosos así por 
su antigúedad como por la delicadeza del trabajo. El Apocalipsis 
escrito en la primera mitad del siglo xt, es un folio con miniatura 
bastante buena del Salvador en la portada, y además una gran 
viñeta a la cabeza de cada página con paisajes semejantes a los 
que vemos ahora chinos por las figuras y la viveza de los colores 
que tantos siglos no han podido apagar; las letras son negras. Otro 
manuscrito es el alcorán con los dibujos que sólo se permiten a 
tres ejemplares de los califas. Este con una infinidad de libros 
árabes vinieron a mano de Felipe II en la batalla de Lepanto. Los 
adornos al estilo de arabescos y las letras están pintadas de azul, 
negro y encarnado, pero la más notable curiosidad que encierra 
la librería es el libro de los Evangelios llamado el Código de oro y 
fué mandado hacer por el Emperador Conrado en el siglo xmr. Es 
un folio con las letras de oro y un número considerable de viñetas 
primorosamente trabajadas. Allí se admira un objeto que ha ido 
dejando atrás los siglos y al mismo tiempo un precioso trabajo 
artístico. 

Cerca de la biblioteca hay un camarín que encierra curiosísi- 
mas reliquias de santos. Recuerdo particularmente las siguientes: 
El esqueleto de un niño víctima de la bárbara degollación de He- 
rodes. Los evangelios escritos por San Agustín. Otro libro de San 
Jerónimo. Una de las jarras en que Jesús hizo el milagro de con- 
vertir el agua en vino en las bodas de Canaan. Una piedra de la 
mitra de Santo Tomás. Pedazos del velo de Santa Agueda. Una 
eruz de más de vara de alto, toda vestida con retazos de vestidos 
de santos. Hay además cuatro libros escritos de manos de Santa 


DIARIO DE VIAJE 319 


Teresa con letra clara y corrida; la escribanía de la ilustre santa, 
acondicionada dentro de una caja en figura de libro. Cubren las 
paredes del camarín varios cuadros entre los que se ven con más 
gusto tres pintados sobre mármol, el uno por Ticiano y los otros 
por Cairacio. 

Después de visitar estas piezas nos echamos a caminar para re- 
correr el edificio guiados por Cornelio; es éste, hombre de más de 
50 años, bajo de cuerpo, buena fisonomía, cabellos blancos, atento: 
hace 36 años que cegó, y así ciego es el cicerone de El Escorial, sin 
que en sus relaciones se eche de notar la falta de la luz. Efectiva- 
mente, nosotros estábamos asombrados de ver a nuestro ciego, 
delante, sin hacer uso apenas del bastón, guiándonos por galerías 
y pasadizos por las bóvedas abiertas en los muros, por las estrechas 
escaleras que conducen al techo del edificio, y a la cúpula, sin 
equivocarse nunca, sin titubear y siempre haciéndonos notar algo 
de particular que halláramos a nuestro paso. 

Un fuerte ventarrón frío nos dejó apenas ver desde la cúpula 
del templo la triste campiña de El Escorial que se extiende des- 
igual al pie del Guadarrama cubierto de nieve que parecía de es- 
puma; y volvimos al templo, donde nos esperaba un sacristán para 
enseñarnos el panteón. Guiados por él, bajamos algunos escalones 
hasta llegar a una puerta de jaspes cerrada por una reja de bron- 
ce sobre la cual se ven dos matronas del mismo metal sentadas y 
sosteniendo el escudo de las armas de España. Pasada esta puerta 
éntrase en una escalera abovedada toda vestida de mármoles re- 
lucientes que reflejaban la luz de los cirios que nos alumbraban 
la subterránea mansión. Hacia la mitad hay un descanso donde 
está la puerta del panteón para las reinas que no han dejado suce- 
sión y para los infantes. Bajamos más y entramos en el panteón 
de los reyes de España, en la brillante fosa donde han ido a estre- 
llarse tantas coronas. Estaba oscuro y frío, las urnas sombrías de- 
cían cada una un nombre... y, cosa rara!, debajo del nombre las 
palabras “rey, reina”?. Ni nombre debía haber en los sepulcros. 

El panteón está exactamente bajo el altar mayor; su figura es 
circular con una bóveda; tiene 36 pies de diámetro y 38 de alto. 
Alrededor y en nichos están colocadas las urnas de mármol oscuro, 
iguales todas, sencilas y con un tarjetón de bronce donde está 
grabado el nombre. La obra está toda vestida de mármol, y la 
adornan 16 pilastras puestas de dos en dos con un ángel de bron- 
ce en ellas; y en el techo, de lo mismo, guirnaldas de laurel que van 


320 EUSEBIO GUITERAS 


a unirse al vértice de la bóveda del cual cuelga una elegante lámpare 
de bronce dorado rodeada de estatuitas de santos. La sencillez y seve- 
ridad de la arquitectura, el silencio, la oscuridad, las ideas en fin 
que allí se eruzan en el pensamiento, todo obliga al viajero a dejar 
caer silencioso la cabeza sobre el pecho y alejarse impresionado 
de esas urnas que tienen un montón de huesos dentro y por fuera 
un nombre de rey. 

Y son los cadáveres allí depositados, ocupando el primer lugar 
Carlos 1 el Emperador; después Felipe II, 1! y IV y el último 
Fernando VII. Al frente están las mujeres, dejando un hueco en 
el medio que ocupa un altar, el cual consiste sólo en un gran cru- 
cifijo de bronce y mármol negro sobre fondo de pórfido. 

A la mañana siguiente de haber visitado el monasterio volvi- 
mos para recorrer el palacio, el cual ocupa la parte de Oriente 
y tiene la entrada por la que mira al Norte; el portero encargado 
de mostrarnos la choza de D. Felipe nos encaminó desde luego a 
la sala llamada de Batalla, que es la más espaciosa del palacio. 
Llámanla así por los frescos que cubren sus paredes, los cuales 
representa con bastante inteligencia y en fignras pequeñas cuatro 
erandes batallas. En un testero la que el rey D. Juan II dió a los 
moros de Granada capitaneando sus tropas el condestable D. Al- 
varo de Luna. Primero presenta el pintor el ejército cristiano or- 
denado para salir al campo y al frente el musulmán en el mismo 
estado. Después se ve ya trabado el combate y por fin la ciudad de 
Granada con los soldados cristianos entrando vencedores por sus 
calles. Esta pintura dicen ser copias de un lienzo viejo y carcomi- 
do, obra de moros, que se encontró dentro de unas antiguas arcas 
en el Alcázar de Segovia. En el testero del frente están representa- 
das por el estilo de la anterior las batallas de San Quintín y de 
Pavía; y en los otros dos el combate de Lepanto. El techo de esta 
sala está pintado por el mismo gusto y los mismos pintores que la 
sala de cabildo del monasterio. Llevónos en seguida el portero a 
las estancias de los reyes pasando por las que ocupan los infantes. 

Largo sería de contar por menudo algunas preciosidades que 
vimos esparcidas por las habitaciones aquéllas, vestidas ya de 
delicados tapices flamencos, representando escenas campestres y 
otras de costumbres, ya de rico tisú o seda, bordada a veces y siem- 
pre haciendo juego con las sillas y sofás y con las cortinas cuyos 
pliegues forman elegantes pabellones en puertas y ventanas. Todo 
respira el lujo y la magnificencia, la ostentación que en aquellos 


DIARIO DE VIAJE 321 


tiempos daba el absolutismo al trono. Lujosos muebles adornan las 
habitaciones, y a veces también magníficos cuadros de Rafael y 
Guido, de Ribera y Jordán. La sala comedor de Isabel II está 
cubierta de raso amarillo, un raso doble y brillante; otra hay de 
azul, otras bordadas y en muchas los tapices flamencos cuyos vivos 
colores y correctos dibujos están en seda y estambre. Mesas de 
mármol se ven a cada paso y sobre cada una un reloj; pianos, es- 
eritorios de ricos embutidos, elegante reclinatorio. Mi memoria 
apenas me recuerda ya los ricos atavíos del palacio de El Escorial : 
sólo conserva impresa la que más nos admiró por su lujoso trabajo: 
el despacho de Fernando VII. Fórmanlo una sala en que está el 
bufete, una alcoba, un oratorio y el retrete y todas las cuatro pie- 
zas están vestidas de embutidos de las más preciosas maderas for- 
mando paisajes, flores y mil variados adornos de exquisito gusto. 
Difícil es formarse una idea de lo rico de esta habitación, del in- 
menso trabajo de tantas menudas piezas perfectamente unidas 
formando un conjunto hermoso, elegante. Es a cuanto puede llegar 
el trabajo de esta clase. Pero lo más rico que poseen los reyes en 
El Escorial es la casa de campo llamada del Príncipe, situada 
fuera del pueblo, en medio de un eran bosque y rodeada de jardi- 
nes. Los salones están vestidos de seda con gusto y elegancia y sus 
techos por la mayor parte adornados de delicados relieves de estuco 
con asuntos fabulosos y además labores doradas. La escalera es 
toda de preciosos y bien bruñidos jaspes. La vista sin embargo se 
fija poco en estos objetos para recrearse en los cuadros que ador- 
nan todas las paredes de la casa. En el gracioso salón de entrada hay 
un San Juan Bautista de Murillo y en el siguiente dos niños y una 
Santa Catalina de Rafael. Entre todos los cuadros de este salón 
lucen y arrebatan toda la atención dos de Guido Reni. Represen- 
tan a Santa Catalina y Santa Cecilia. Esta sobre todo es hija de 
un momento de inspiración sublime, divina. Lia santa está de pie 
sencillamente vestida y con un turbante en la cabeza: su hermosí- 
simo rostro tiene una expresión indefinible. Los ojos vueltos al 
cielo; los brazos caídos sostienen el violín, levantado el arco como 
si suspendiese sus melodías extasiada, encantada con una música 
maravillosa que hiriese sus oídos, la música de los coros celestiales. 
¡Cuánta expresión hay en aquel rostro lleno de suave arrobamien- 
to, lleno de una deleitosa y santa sensación. 

En la misma sala hay una hermosa degollación del Bautista 
pintada por Ribera y un cuadro grande de la caída de San Pablo 


322 EUSEBIO GUITERAS 


por Jordán. Hay al lado un gabinete con miniaturas en marfil pin- 
tadas con toda la suavidad y delicadeza que cabe en esta clase de 
trabajos y entre ellas admira un San José con Jesús en brazos. 
El único lienzo que hay en este gabinete es uno precioso de Muri- 
llo representando en medio cuerpo a la Virgen Dolorosa llena de 
dulzura y amargo sentimiento. 

Entre las otras salas dos hay ricas. La una adornada con cua- 
dros de una pasta blanca que dice en china figurando con delicado 
trabajo paisajes, fábulas, ninfas, etc., y la otra llena de obras de 
marfil representando asuntos semejantes. El exquisito trabajo del 
buril que se advierte en estas obras es admirable, siendo la mayor 
parte de ellas de una sola pieza. Recuerdo particularmente como 
las más atrevidas y al mismo tiempo la que el autor desempeñó con 
más lucimiento. Una mujer cubierta con un velo, al través del 
cual se notan con exactitud las facciones. Un ángel de medio relie- 
ve, magnífico por las plumas de las alas. Un hombre envuelto en 
una red. Difícil es concebir, aun viéndolo, cómo ha podido hacer-. 
se ese trabajo. Todo de una pieza, el buril ha tenido que librar las 
formas del cuerpo al través de los menudos cuadros de la red, que 
por un lado está separada de él más de una pulguda, y ahuecando 
este espacio. La forma sin embargo son excelentes. lxquisito tra- 
bajo, atrevidísimo. 

Cinco días pasamos en El Escorial observando estas curiosida- 
des, y el día 13, a las 7 de la mañana, nos pusimos en el camino de 
Madrid embutidos en una diligencia. Oyendo los cuentos, dichos, 
cantos de uno de los pasajeros, llegamos a las 2 a Madrid, no sin 
parar en el bendito poblado de Las Rosas y ver su indecente mesón. 


LA FACULTAD DE MEDICINA DE BEIRUT 


POR JUAN M. DIHIGO 


Profesor de Lingúástica y de Filología 


La Universidad “San José” radicada en Beirut, Siria, ha 
inaugurado solemnemente los nuevos edificios que levantara para 
el mejor desenvolvimiento de su Facultad de Medicina. El año pa- 
sado, cuando en cumplimiento de orden superior, acudimos a ese 
Jentro de reputación acreditada para estudiar la organización de 
su enseñanza, pudimos pensar, al ver desde la calle Damas, que linda 
con el terreno donde la nueva Institución se asienta, lo que se estaba 
haciendo, que en no lejana época celebraríase una fiesta que dijera 
urbi el orbe cuánto puede el esfuerzo humano al servicio de una 
causa hermosa y de beneficio general. Y nosotros, que interiormente 
hemos aplaudido la enseñanza que allí se hace y a la vez meditá- 
bamos sobre lo que aun nos falta por hacer para dotar a nuestra 
Universidad de edificios adecuados para su Facultad de Medicina, 
nos sentíamos satisfechos con lo que en tierra tan lejana se reali- 
zaba en pro de la cultura, vislumbrando la aproximación de un 
momento de júbilo para los Directores de la Universidad *“San 
José””, para los Gobiernos especialmente interesados en la obra que 
se ejecutaba y para ese rincón del Asia Menor donde se desenvuelve 
la ciencia médica en manos de expertos profesores, acentuada cada 
vez más la excelente dirección que allí se advierte, gracias al ta- 
lento de los que tan sabiamente rigen la famosa Institución. 

Cuenta, pues, la Universidad con edificios ad hoc, con pabello- 
nes que contienen anfiteatros y departamentos especiales para Ana- 
tomía y Disección, Bacteriología, Histología, Fisiología, Química 
biológica, Farmacia, Servicio antirrábico, enseñanza de la Historia 
Natural así como con un edificio central, en parte de carácter ad- 
ministrativo, donde hállanse instaladas, junto al salón correspon- 
diente para la Física y Electricidad, las bibliotecas de profesores y 
de estudiantes y el Museo. 

A esa inauguración concurrieron las Comisiones francesa y oto- 
mana; aquélla compuesta por los Profesores de Lapersonne, de la 


DIHIGO 


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LA FACULTAD DE MEDICINA DE BEIRUT 325 


Facultad de París, y de los Profesores Euziére, de Burdeos, y Ne- 
veu-Lemaire, de Lyon, y ésta del Dr. loussouf Bey, Profesor de la 
Facultad Imperial de Constantinopla, y de los Dres. Nichat Omer 
Bey y Zaborini, Profesores adjuntos de Patología interna y de Fi- 
siología de la misma Facultad. Pronunciáronse discursos alusivos 
a las ceremonias que se celebraron; a continuación traducimos el 
que dijera, en medio de una calurosa ovación, el Profesor de La- 
personne como Presidente del Jurado que apreciara las pruebas 
rendidas por los candidatos al grado de Doctor en Medicina y Ci- 
rugía. Dice así: “Señores y jóvenes colegas: En nombre de mis 
compañeros del Jurado de Examen, os damos las gracias más ex- 
presivas por la viva acogida que nos habéis dispensado, así como por 
las frases halagiúeñas que nos ha dirigido vuestro camarada. Aun- 
que debidamente informados por los profesores que tuvieron antes 
que nosotros esta misión, hemos sido sorprendidos agradablemente, 
conmoviéndonos en gran modo vuestra recepción cordial de la que 
nos llevamos un recuerdo encantador. ?”” 

“Señores, si he solicitado el honor de presidir esta sesión de 
exámenes, es porque soy amigo más viejo y más fiel de vuestra Fa- 
cultad. Desde su fundación he seguido su maravilloso desenvolvi- 
miento con aquel interés singular que deben tener todos los buenos 
franceses por cuanto tienda a aumentar su influencia en Oriente, 
sobre todo cuando esta influencia se manifiesta por medio de lo que 
hay de más noble en el espíritu francés, por la enseñanza, que eleva 
la inteligencia de los hombres hacia una mejor humanidad. ”” 

“*Deseaba en extremo hallarme en medio de vuestros Maestros, 
por quienes siento desde hace mucho tiempo la más alta estimación. 
En 1896, cuando era Decano de la Facultad de Medicina de Lille, 
tuve el placer de recibir al Padre Cattin y de servirle de guía en 
nuestros anfiteatros y laboratorios. Preveía él el vuelo que tendría 
vuestra Facultad y hasta soñaba con una Institución más vasta. 
Con una tenacidad paciente ha esperado catorce años y cuando 
halló propicio el momento, cual otro Moisés, golpeó con su varilla 
el suelo de Beirut haciendo surgir esta nueva fuente de ciencia y 
de verdad. Cuando se piensa que la primera piedra de esta Facultad 
fué puesta el año pasado en época semejante, siéntese uno confun- 
dido por los prodigios realizados no sólo para que la colmena pudie- 
ra mantenerse siempre en plena actividad sino para que los cursos 
y exámenes se efectuasen en los nuevos edificios. De lejos seguimos 
y admiramos la obra de vuestro venerable Decano, y como vosotros, 


326 4 JUAN M, DIHIGO 


hemos aplaudido de corazón, el año último, su nombramiento de 
Caballero de la Legión de Honor.”” 

““Desde hace mucho tiempo conozco al Profesor de Brun; reci- 
bidos a la vez de internos de los hospitales de París, hemos estado 
juntos en el hospital de San Luis, y en ese medio de trabajo de 
franca familiaridad nos hemos unido merced a una amistad cor- 
dial, y aunque separados al fin de nuestros estudios médicos, he- 
mos conservado con singular fidelidad el recuerdo del internado 
que hicimos. Cuando, en Julio último, los alumnos del Profesor de 
Brun, presentes en París, le ofrecieron un banquete para festejar 
su nombramiento de miembro de la Academia de Medicina, solicité 
tomar parte en tan conmovedora manifestación, complaciéndome 
hallarle con fisonomía apenas variada y con un corazón siempre 
igual. ?? 

“Personalmente o por medio de sus trabajos científicos conocía 
a todos vuestros profesores que os proporcionan con tan grande 
autoridad la enseñanza que se les ha confiado; los pocos días que 
he pasado en su compañía han hecho que aumente más la muy alta 
estimación, la profunda simpatía que sentía por ellos. ?” 

““Señores, una obra dirigida de forma tan maravillosa pide más 
que un simple estímulo, exige buenas voluntades que actúen y una 
devoción siempre despierta. Por lo que he visto y oído en derredor 
mío puedo asegurar que no os faltarán. El Gobierno de la Repúbli- 
ca francesa se interesa muy especialmente por vuestra Facultad. 
Tenéis la mejor garantía en la persona de su ilustre representante 
el Sr. Cónsul General. Durante mi viaje he tenido la buena fortuna 
de conversar largamente con él y he podido apreciar la alta protee- 
ción que os dispensa. En Francia todo el mundo quiere a la Facul- 
tad de Beirut. La suscripción que hace algunos meses se abrió tanto 
por la Prensa política como por la médica, ha proporcionado una 
contribución importante. El Profesor Letulle me ha confiado una 
rica colección de piezas histológicas. Madame Dieulafoy, viuda del 
ilustre Profesor de París, ha donado a vuestra Facultad la rica 
biblioteca de su esposo; me ha rogado de ser portador del catálogo, 
que será enriquecido con varios ejemplares del célebre Manuel de 
Dieulafoy y con otras obras clásicas. Esas amistades sólidas que 
giran en torno de vuestra Facultad, redundarán en provecho de 
vosotros, mis jóvenes camaradas, y en nombre de ellas deseo daros 
algunos consejos... ?” 

Como se ve, el acto de la inauguración de los nuevos edificios de 


LA FACULTAD DE MEDICINA DE BEIRUT 327 


la Facultad de Medicina de Beirut, con todo el esplendor que le 
correspondía, fué la expresión genuina de un solo sentimiento, el de 
elevar la mente de los que se aproximan a recibir sus enseñanzas 
para el mayor bien de la humanidad. Plácemes merecen todos cuan- 
tos han puesto sus esfuerzos, por pequeños que sean, para la conse- 
eución de una obra tan hermosa. 


LECCIONES DE LENGUA GRIEGA SOBRE EL TEXTO 
DE HOMERO 


POR LA SRTA. LAURA MESTRE 


CarítuLO I. 
Principio de la Ilíada. 


Máñviv úeide, Beá, lininiádeo AxiAños, 
ovioptvnv, Y pupl' *Axaroís úAye ¿Onke, 
rroAhás E lpBlpovs puxas Aid rpotarev 
npówv, aúvrods e ¿hópia Tedxe kúveroi 
olovoící re ráoi (Aros E ¿rehelero BovA?)" 

¿E 0d 5n Ta mpóora Suacrárnv ¿ploavre 
"Arpelóns re, ¿val ávópov, kal Sios * Axikheús. 


Traducción. 


Canta ¡oh Musa! de Aquiles, hijo de Peleo, la cólera funesta que 
causó infinitos males a los griegos, que precipitó a los infiernos las 
almas valerosas de muchos héroes, y los hizo servir de pasto a los 
perros y a las aves de rapiña, —así se cumplió la voluntad de Júpiter 
—desde que por primera vez separó una disputa al hijo de Atreo, 
jefe de los griegos y al divino Aquiles. 


Lexiología. * 


Artículo: rá, ac pl. neut: (kara) rá pora. 

Nombres: pñvis, tos O 1805, y, ac. sing. de la 32 decl. 

Oeá, ás, y, voc. sing. de la 1? decl. 

lnAniá8ns, ov O ev, poet. de IImkcións IInkelóns TinAnións. 

El gen. o es jon; eu ático; 1? dec]. 

"Axudaecús, dos. La forma prim. es Axideús, 'AxiAños, gen. jon. por 
"Axikéos, también jon. en vez de 'Axiktos. Contr. de la 32 decl. 

"Axarolí óv oi; dat. pl. de la 2? decl. 

”Ahyos, eos, 7ó, pl. neut. cont. 32 decl. 

Vuxfñ, fs, $ ac. pl. de la 1? decl. 


1 Alindicarse los vocablos empleados en los versos de la lliada, unas veces se ha puesto 
el nominativo y a continuación el caso en que ha sido empleado en el poema, y otros sólo la 
forma, tal como aparece en el texto con indicación del caso o de la persona en seguida. 


LECCIONES DE LENGUA GRIEGA 329 


”Aís, u$0s, y; por á8ns, ov, 6, dat. sin. 32 decl. 

“Hpos, wos, 6; gen. pl. 32 decl. Ac. fpwa y por apoc. po. 

“Edápiov, ov, ró, ac. pl. neut. 22 decl. 

Kúov, ó y; gen. kvovos y por sinc. kúvos; dat. pl. kúveros, 32 decl. 

Oltwvós, 00 ó, dat. pl. 28 decl. 

Zeús, gen. Avós, at. Zñv, Znvós; lor. Záv, .Zavós; gen. de la 32 decl. 

BovAr, %s, y, nom. sing. 1% decl. 

“O "Arpelóms, ou, y Arpeíwv, wvos, ó, «le *Arpeús, ds, 6; NOM. sing. 12% decl, 

"Avaé, axros, 6, NOM. sing. 1% decl. 

"Avñp, épos y Spos, ó, gen. pl. 32 dec]. 

"AxiAdeús, nom. sing. 32 decl. 

Adjetivos: Mvpío., tar, ía, ac. pl. n. de la 1% clase; conc. con úayea. 
Tokús, roMñ, rroAú. Menos el nom. y el ac. sing. masc. y neut. los 
demás casos se derivan del prim. roMós. Los poetas usan a veces 
roMós, y también declinan rokús, regularmente: gen. rokéos, nom. pl. 
trokées, etc. Ac. pl. fem. conc. cón duxás. De la 32 clase en el nom. 
y ac. sing. masc. y neut.; de la 12 clase en las demás terminaciones. 

"Ip0uuos (7, 6, tb0ipov) de la 1% clase, con una terminación para el 
masc. y fem.; ac. pl. 

Aúrós, ri ró, adj]. demostrativo; ac. pl. masc. (ref. a fpóvv) de la 
12 clase. 

Más, ráca, ráv; lat. pl. (con. con olevoíai) 32 clase. 

poros, n, ov, ac. pl. neut. (kara rá Tpóra) ordinal. 

Atos, Sta, Siov (contr. «de 8tios) nom. sing. masc.; 12 clase. 

Pronombres: $ (és, q, 6) nom. sing. y fem. 

O%ú. gen. sing. masc. (xpóvov, é£ oú.) 

Verbos: "Acido, f. rw, at. ácoopar, poet. Imp. 22 pers. sing. 

"E0nxe (aor. 19 de rí8nur) fut 19 Oroo; p. réBea, colocar, causar. 

Tpotaye (v) 32 pers. sing. aor. 19 Ind. de rpoiárro, arrojar. 

Tevxe, imperf. 3% pers. sing. por érevxe fut. Eu, del verbo revúxo, for- 
mar, hacer. 

“Erekeiero, imperf. pas. 3% pers. sing. del v. rekeíw, jon. poet. por 
rekéo; fut. reco. 

Avacrrárnv (por Sworárav) 32 pers. dual del aor. ind. act. de 
Actora; f. 19 dorico, separarse (Sua y tornpe). 

Participios: Oúkopévnv (oviópevos, y, ov, DOI ókópevos, n, ov) aor. med. 
jon. de óhw y ólkéo; ac. sing. fem. conc. con. paviw. 

“Epícavre, dual, nom. aor. act. del verbo é¿ptto; fut. ve, disputar, 
habiendo disputado. 

Adverbio: (xará) rá rpóra, modo adverbial. 


330 LAURA MESTRE 


Preposición: ¿x antes de consonante, ¿E antes de vocal, de, desde; 
e, ex, lat. 

Conjunciones: St, a veces adversativa, casi siempre conjuntiva, 
pero, porque, y, entonces; 8" —8- 8. 

An, conj. o adverbio, ú la verdad. Los poetas la usan como prefija. 

Te, y. 

Kal, y. 


Composición. 


"Aecíoro piviv Aros, y "Aiór mpotampe rohhás ip0ljovs Yuxas qpówv, dE od SLaoTñATNV 
Arpelóns kal * AxukMAeús. 

BovAn Avós 'Axavoís GAyea ¿Onke, aúrovs Se Ehópia Tedxe kúveoroiv olwvoid Te 
TÁCTIL. 

Atos” AxuAdeds ebrre TÁ Tpóra *Arpelón kal múoi Trois ivópúoi Bracricw. 


Cantaré la cólera de Júpiter que arrojó en los infiernos las almas 
valerosas de tantos héroes, desde que se separaron el hijo de Atreo y 
Aquiles. 

El decreto de Júpiter causó males a los griegos y los hizo servir 
de pasto a los perros y a las aves de rapiña. 

El divino Aquiles dijo por primera vez al hijo de Atreo y a todos 
los guerreros: me separaré. 


(Continuará...) 


LAS ESCUELAS NUEVAS ! 


EXPOSICIÓN Y CRÍTICA DE LOS PRINCIPIOS PEDAGÓGICOS QUE LES 
SIRVEN DE BASE 


POR LA SRTA. CARMEN OTILIA TAGLE 


La educación ha sido en todos los tiempos y países motivo de 
serias y hondas discusiones entre los miembros más preclaros de los 
mismos, cuyas diferentes concepciones acerca de ideales tan im- 
portantes como los religiosos, épicos y filosóficos, influyendo y co- 
municando una determinada dirección a esta indispensable ciencia 
y arte de la vida, han dado lugar a múltiples y variados sistemas 
de educación, de los cuales ha dependido el avance y la cultura de 
los pueblos o la estancación y retroceso de los mismos. 

Y es indudable que las escuelas nuevas, basadas, pudiéramos 
decir, en los principios de la educación griega, mejorados y refor- 
mados por el adelanto y la experiencia, constituyen un verdadero 
avance hacia el progreso y la perfección de la enseñanza. 

Ahora bien, estudiándose en esta tesis particularmente las es- 
cuelas nuevas, parece natural que algo se diga, aunque brevemente, 
de la evolución por que ha pasado el concepto filosófico de la edu- 
cación a través de las edades, a fin de que se vea a qué necesidades 
responden estas escuelas; ya que ellas surgen cuando al presente 
ese concepto se asienta sobre más sólidas bases, como un producto 
purificado, digámoslo así, del progreso en feliz enlace con la ex- 
periencia y el más exacto conocimiento de la psicología infantil. 

Consecuente, pues, con el plan que nos hemos trazado y para 
no hacer confuso este trabajo, lo coneretaremos a tres puntos, di- 
vidiéndolo, por tanto, en tres partes que comprendan lo siguiente: 

1.—Breve resumen de la evolución que ha sufrido el concepto 
filosófico de la educación desde el pasado a la época actual. 

2.—Descripción y enumeración de las principales escuelas nue- 
vas que existen en la actualidad. 


1 Tesis para el grado de Doctor en Pedagogía, leída y sostenida en 17 de Abril de 1913. 
Se publica por recomendación del tribunal examinador. 


332 CARMEN OTILIA TAGLE 


d. 
gicos que les sirven de base. 

Y hecha esta división que he creído necesaria para la claridad 
de la tesis, entraré de lleno en el desarrollo de este modestísimo 
trabajo. 


Juicio de las escuelas descritas y de los principios pedagó- 


v 


Breve resumen de la evolución que ha sufrido el concepto filosófico 
de la educación desde el pasado a la época actual. 


La civilización, al imprimir un sello característico de cultura y 
de bienestar en el alma de una nación, nos está demostrando de un 
modo palpable que ese país, llegado a tan gran altura, tuvo que 
pasar por todas las sucesivas etapas de la evolución del progreso, y 
que levantándose del negro y siniestro fondo de la barbarie y de 
la incultura, ha cruzado por todos los eslabones de una difícil ca- 
dena, dejando para siempre atrás el abismo de la ignorancia, donde 
se encuentran en toda su horrible desnudez las más bajas pasiones 
humanas. 

Pero, ¿qué es lo que ha ayudado al hombre a alcanzar fin tan 
brillante? La educación, que atendiendo al alma del individuo, ha 
creado y desarrollado en él preciosas facultades. 

Mas ella es obra y producto de los hombres, y por eso está su- 
jeta a progresos, a desviaciones, a altos, a cambios. 

Cuando la vida primitiva, la vida salvaje impera en los pue- 
blos, no hay más que una clase de educación, la que podemos lla- 
mar propiamente indirecta. Formados por pequeños grupos de in- 
dividuos donde sólo existe una autoridad ejercida por un jefe que 
los dirige y gobierna, los salvajes de una tribu se ven impelidos 
por sus mismas necesidades perentorias, a transmitir de padres a 
hijos por el ejemplo primero, y más tarde por éste y las leyes de 
herencia, aquellas cualidades que ellos consideran más necesarias 
e importantes, como son el manejo de las armas, la habilidad para 
la caza y la pesca, ete. Es decir, que el niño, mediante las múltiples 
y constantes impresiones que recibe diariamente, aunque de un 
modo inconsciente, se forma su ideal y tiene y siente los mismos 
ideales y las mismas aspiraciones que todos los de la tribu, por lo 
que, ya hombre, será simplemente un miembro más de ésta. 

Pero a medida que las sociedades evolucionan y progresan, van 


LAS ESCUELAS NUEVAS 339 


siendo mucho más complejas sus necesidades, más varios sus idea- 
les, más complicada su organización y sus funciones, y de ahí la 
necesidad de la educación directa y la creación de centros docentes 
encargados de transmitir las necesidades, los conceptos e ideales 
que las caracterizan en determinadas épocas, encaminando al niño 
hacia un marcado fin. Porque, como todos sabemos, el ideal de la 
educación depende en gran parte, si no todo, del ideal filosófco, 
por lo que al variar éste varía también el concepto de educación. 

Por eso, a medida que los hombres se educan y según la forma 
en que esta educación se lleva a cabo, se observa el adelanto y el 
progreso de los pueblos. 

Pero como nuestro propósito al escribir esta primera parte no 
es hacer una historia de la enseñanza, sino bosquejar someramen- 
te las sucesivas modificaciones que ha tenido el concepto de la edu- 
cación, desde que aparece claramente marcado en un pueblo de 
civilización relacionada con la nuestra y respondiendo a un ideal 
de vida semejante al que parece animar el movimiento de las es- 
cuelas nuevas, pasaremos a describir la educación griega, que nos 
presenta una forma más natural de lo que nosotros entendemos hoy 
día por educación, y debida a la cual llegó el pueblo griego a una 
notable civilización. 

Los griegos, conforme a las reglas de la naturaleza, atendían 
tanto al espíritu como al cuerpo, sobre todo en Atenas, donde la 
educación tenía por objeto aunar a la robustez, resistencia y be- 
lleza de las formas, la vivacidad y perspicacia de la inteligencia y 
la elegancia y pulidez en el lenguaje. 

En Esparta, la educación física adquirió preponderancia sobre 
la intelectual y moral, porque como sabemos muy bien, el propósito 
del espartano era formar un pueblo de guerreros, y aun podemos 
decir, hablando en sentido general, que en Grecia, más cuidado se 
prodigaba a la parte física o animal del hombre que a la espiritual 
del mismo, aunque no por eso quedaba ésta abandonada, pues 
bien nos lo revela el carácter del pueblo griego, cuya educación 
clara, sencilla y concreta, era perfectamente natural, en la que el 
joven griego daba expansión a su cuerpo con ejercicios tan conve- 
nientes y sencillos como la carrera, la equitación, el salto, la es- 
grima y la natación. Así se desarrollaba y se fortalecía todo su 
organismo, mientras sus facultades se desenvolvían y aumentaban 
con medios tan naturales como era la observación de las cosas, la 
reflexión, el juicio y el razonamiento sutil que los hacía grandes 


334 CARMEN OTILIA TAGLE 


pensadores. Y como el trabajo intelectual que ejecutaban se veía 
sostenido por la salud y vitalidad de ese organismo, nunca se sen- 
tían aniquilados, mientras la contemplación de la belleza elevaba 
su alma y la hacía sensible para comprender y amar lo verdadero, 
lo bueno y lo bello. 

Su educación fué verdaderamente integral; no así la del pue- 
blo romano, que al adoptar la educación griega asimiló mal el her- 
moso concepto que la animaba, puesto que el pueblo romano no 
tuvo ni se formó el ideal de vida de los atenienses, que hizo a éstos 
no buscar en la educación física el endurecimiento y la resistencia 
del cuerpo para la fatiga y la guerra, sino más bien el desarrollo 
de la agilidad y la destreza del cuerpo así como la gracia y la ele- 
svancia en los movimientos; y aunque modificaron igualmente el 
concepto artístico de la misma por un marcado espíritu de utili- 
dad, ello, en verdad, no impidió que sus hombres más notables tra- 
taran de imitar a los ilustres sabios griegos. Roma, sí, alcanzó 
eran preponderancia en el mundo, pero su gloria fué debida más 
bien a sus éxitos militares, pues en el dominio del espíritu, la ven- 
cida Grecia continuó siendo superior a los valientes adalides ro- 
manos. 

Después, el espíritu filosófico del cristianismo empieza a domi- 
nar la sociedad romana, y cuando su dominio llega a ser completo 
sobre ésta, la educación sufre entonces cambios más radicales 
aún eu un sentido puramente espiritualista, influída por el misti- 
cismo de la religión cristiana. Esta consideraba en el individuo 
dos entidades: una espiritual, que era así como una especie de par- 
tícula del Divino Hacedor, como un soplo de su espíritu, que era 
lo que constituía el alma, y una envoltura transitoria de esa alma, 
que era el cuerpo, al que no se debía atender y sí despreciar. 

Y esto vino a constituir un nuevo factor de los varios que con- 
ecurrieron a caracterizar la Edad Media, que se distinguió por la 
preponderancia que siguió teniendo sobre la decadente civilización 
ereco-latina el espíritu austero de la nueva religión, que, como sa- 
bemos, consideraba el cuerpo despreciable y mísero. 

Con tal estado de cosas y de ideas, la educación debía tomar 
y tomó, como ya hemos dicho, un aspecto completamente distinto 
al que había tenido en Atenas, no rindiéndose culto ya al animal- 
hombre como en tiempos anteriores. Ante todo era sumamente 
rigurosa y represiva. No podían los educadores medioevales, dado 
lo basto de su inteligencia, puesto que salían de la barbarie, com- 


LAS ESCUELAS NUEVAS 330 


prender ni asimilar la filosofía ni el pensamiento de los griegos, y 
mucho menos podían hacer capaces de tal adquisición a sus dis- 
cípulos, a quienes se la imponían por medio de esa educación re- 
presiva, cruel y obligatoria, que consistía en forzar al alumno a 
hacer un estudio que no comprendía, ejercitando sólo su memoria 
y supliendo la pobreza imaginativa con la riqueza de datos. Y de 
aquí esta nueva tendencia de la misma, que torturaba a los imfe- 
lices niños con lecciones extensísimas, con una severa disciplina y 
con el abandono completo de lo que a las exigencias y cuidados del 
cuerpo requiere la naturaleza humana. 

Por eso era doloroso el espectáculo de una escuela medioeval, 
que Carlos Octavio Bunge en su libro Evolución de la Educación, 
describe así: “Más que escuela es una cárcel, y de trabajos forza- 
““dos; su lema de pedagogía es que “la letra con sangre entra””; 
““su principio de religión, que el cuerpo es despreciable podredum- 
““bre; sus horas de labor duran cuanto se pueda soportar en la 
“*vigilia; sus locales son obseuros y húmedos; su disciplina, claus- 
““tral; sus textos, mamotretos interminables; sus estudios, los más 
““áridos, porque se aprende de memoria el texto, sin que el espí- 
““ritu penetre en el cerebro, se arguye con palabras y se desprecian 
““las razones; hasta el idioma materno es sustituído por lenguas 
““muertas, cuyos suaves matices no puede representarse la rudeza 
““de educantes y educandos, y, para colmo, toda actividad o goce 
““que no sea ascético, queda proscrito. 

Vino después el Renacimiento, que no fué otra cosa sino una 
vuelta hacia el espíritu griego, hacia el espíritu filosófico de aquel 
pueblo por todos conceptos notable. Tres insignes pedagogos, Luis 
Vives, Montaigne y Rabelais, trataron de suprimir ese divorcio 
existente entre la naturaleza y los fines que se proponía la educa- 
ción. Escribieron mucho acerca de una educación que estuviera 
basada en el conocimiento del individuo, abogaron con ardor por el 
triunfo de sus nuevas ideas, pero ni sus teorías ni sus trabajos 
tuvieron éxito, y el espíritu austero del cristianismo siguió pre- 
ponderante. a 

En el orden práctico, Victorino de Feltre creó, llamémosle así, 
la Escuela Nueva del Renacimiento, pues parecidas ideas a las ex- 
puestas por los tres célebres pedagogos de que acabamos de hablar, 
las llevó él a la práctica, obteniendo el mismo resultado que los 
que habían solamente especulado sobre tan trascendental cuestión. 
Su fracaso quizás fué debido a que por aquel entonces estalló la 


350 CARMEN OTILIA TAGLE 


eran revolución religiosa del siglo xvt, y por tal motivo el eristia- 
nismo, para luchar y sobreponerse a las nuevas ideas que triunfa- 
ban, se hizo aún más austero, su disciplina era verdaderamente 
tiránica, mientras los sustentadores de la Reforma también im- 
primían a ésta un sello de severidad, aumentando en ambos este 
espíritu de intolerancia hacia lo que llamamos la educación natu- 
ral, el deseo manifiesto que tenían los dos partidos de salir victorio- 
sos y realizar los ideales que se habían propuesto. Esto no obstante, 
puede decirse que el carácter de la Reforma fué esencialmente edu- 
cativo, creando el principio de la instrucción primaria gratuita y 
obligatoria. 

Aparece después la gran figura de Juan Jacobo Rousseau, apa- 
sionado idealista, que también trató de volver los espíritus hacia 
el naturismo, pero de un modo demasiado exaltado. Sus opiniones 
eran extremas; su ideal, a fuerza de exageraciones, era irrealiza- 
ble, y en aleunos puntos llegó a ser extravagante. Sin embargo, 
muchos de sus principios tuvieron eco, y sus ideas más de una vez 
inspiraron los actos de la Revolución francesa, que cambió en par- 
te el espíritu de la época, y, por tanto, los ideales de la educación. 

Más tarde, e inspirado en Rousseau, se hizo célebre el gran pe- 
dagogo Enrique Pestalozzi, que preconizó la enseñanza objetiva 
y la educación por un método natural, basado en el conocimiento 
de la individualidad del niño, en su naturaleza física, es decir, 
abriendo ya camino para la enseñanza educacional a dos importan- 
tes ciencias, la Psicología, o sea el estudio del modo como funciona 
el pensamiento y de la manera en que van verificando su evolu- 
ción los poderes mentales, y la Higiene, que viene a ser la aplica- 
ción de los principios fisiológicos, que son los que tienen por objeto 
el estudio de nuestra parte física y de las funciones que desempe- 
ña nuestro organismo. En una palabra, sustentaba el gran prinei- 
pio de los griegos, atender del mismo modo tanto nuestra parte 
espiritual como corporal. Pero en la práctica no llevaba a cabo sus 
geniales ideas, sino que, influido por las predominantes en su épo- 
ca, caía las más de las veces en la rutina. Además, era de espíritu 
pobre, falto de energía y de organización. 

Surge después Froebel, quien con su brillante talento creó una 
enseñanza especial para la primera infancia, con objeto de dar a 
ésta una educación que estuviera perfectamente de acuerdo con 
sus gustos y necesidades. 

Pero la crítica de la educación, reñida con los principios natu- 


LAS ESCUELAS NUEVAS 397 


rales, fué llevada a cabo de un modo sistemático y verdadera- 
mente notable por el eran filósofo Herbert Spencer, quien reco- 
mendaba un estudio detallado de la naturaleza del niño, de los 
aspectos que presenta éste durante su desarrollo, de la necesidad 
del descanso puesto que el niño tiene un organismo sensible a la 
fatiga, como todo organismo animal; y en una crítica seria, acen- 
tuada y firme, señaló con gran lucidez, energía y claridad, las 
deficiencias y el ideal absurdo de la educación producto del es- 
píritu ascético del cristianismo, y que continuó reinando durante 
toda la Edad Media. 

Es bien sabido que la educación ha sido siempre considerada 
como un asunto importante en los pueblos civilizados; pero, cuan- 
do se le ha dado atención preferente y se la ha considerado como 
un instrumento de modificación y perfección social poderoso, ha 
sido en los tiempos modernos. La Alemania, vencida por Napoleón, 
recobró su vigor y la plenitud de su fuerza educándose según los 
consejos de Fichte, cuya obra de regeneración fué de una poten- 
cialidad asombrosa. 

Sabido es que Pestalozzi fundó la escuela primaria, la escuela 
popular, y que ésta era una de las instituciones más importantes 
que respecto a materia de educación se habían creado. Pues bien, 
la labor de Fichte fué extender por toda la Prusia estas escuelas, 
hacer que se instruyera el pueblo para que alcanzara así por medio 
de la cultura y de la educación un bienestar social y material que 
nunca había antes experimentado; quería levantar el concepto de 
patria y hacer de su país una nación rica, fuerte y temida, fundan- 
do tan caros ideales en la preparación que en las escuelas popula- 
res habían de recibir las nuevas generaciones. De aquí sus notables 
discursos y su propaganda activa; de aquí también, al parecer. el 
éxito que coronara su empresa; pues vemos más tarde cómo en el 
año 1866 la Prusia derrota al Austria en Sadowa, y después, en el 
año 70, cómo en nueva guerra tenida con Francia vence a ésta en 
Sedan y en Metz. A tal extremo llegó la creencia de que la educa- 
ción recibida por los prusianos era lo que les había proporcionado 
tan notables victorias, que se dijo en frase más tarde célebre: 
““Los maestros alemanes fueron los vencedores de Sadowa y de 
Sedan. ?” 

Conformes todos con tal criterio, debióse al mismo que las per- 
sonalidades más salientes de todos los países creyeran conveniente 
imitar y llevar a la práctica la obra realizada por Fichte, teniendo 


338 CARMEN OTILIA TAGLE 


esta tendencia mucho auge y buena acogida en Francia, de la cual 
puede decirse que toda la labor de la tercera República fué dedicada 
a la creación, organización y propagación de las escuelas primarias. 

A ese fin se encaminaron todas las inteligencias y energías de 
la Francia, observándose ese mismo movimiento en casi todos los 
demás países, por lo cual: puede decirse que fué una tendencia ge- 
neral y universal. Todos abrigaban la misma idea, es decir, todos 
pensaban y creían que la educación era la panacea destinada a 
curar todos los males sociales. 

Veinte años pasaron abrigándose en Francia ese mismo ideal, 
sin escatimarse dinero ni energías para la fundación de esos esta- 
blecimientos donde habían de instruirse los niños. Pero se notó con 
sorpresa que durante todo ese tiempo transcurrido, lejos de dismi- 
nuir, habían aumentado los males sociales, se comprobó que a me- 
dida que se instruían los niños aumentaba la criminalidad infantil, 
que los casos de locura eran más frecuentes, así como los de suici- 
dios; que la neurastenia se apoderaba de los hombres, siendo pocos 
los que sabían abrirse camino en la vida de un modo recto y digno; 
que era mayor el número de los raquíticos, de los débiles e incapa- 
ces de hacer el menor esfuerzo, ete.; y entonces fué cuando se 
pensó que la educación, lejos de ser esa panacea de virtud maravi- 
llosa como se había considerado, era más bien un mal terrible que 
había producido en el orden moral, perdida ya la fe en las creen- 
cias religiosas que habían contribuído a producir una moralidad 
normal, el descenso del nivel que ocupaba ésta, dando por resulta- 
do el aumento de la eriminalidad en los niños; en el orden intelee- 
tual, el trastorno, el surmenage, y en el físico, el agotamiento y 
la debilidad que los hacía incapaces de ningún esfuerzo propio. 
ls verdad que era menor el número de analfabetos existentes en 
un país, pero en cambio, la mayoría de sus habitantes se encontra- 
han cansados y decepcionados; así es que al convencerse de su 
error, con el mismo finpetu y vigor con que habían abogado por la 
extensión y el predominio de la educación, quisieron echarla abajo, 
porque decían que si ella era causa de tantos males como acarrea- 
ba en aquella época a la sociedad, era preferible volver a la vida 
primitiva, casi salvaje, como había indicado con anterioridad 
Rousseau.. 

Pero frente a estos reaccionarios se opusieron enérgicamente 
otros de pensamiento más claro, que basándose en las indicaciones 


LAS ESCUELAS NUEVAS 339 


hechas por Herbert Spencer, trataron de ver cómo mejoraban o 
daban otro sentido más recto a la educación. 

Se estudiaron entonces con detenimiento los preceptos de la 
Higiene, y se observó que las bases de la educación estaban reñi- 
das con los mismos; convenciéndose por eso de su fracaso y de la 
inutilidad de sus esfuerzos. Se pensó en seguida y como era natu- 
ral, en mejorar los establecimientos escolares, así como su ma- 
terial. 

También se llevaron a cabo serias investigaciones acerca de la 
naturaleza del niño y cómo efectuaban su evolución los poderes 
mentales. 

Pero la Psicología era entonces una ciencia pobre, que comen- 
zaba por aquellos tiempos a dar sus primeros pasos; pasos que, aun- 
que cortos al principio, permitieron después avanzar mucho, lle- 
gando por fin a alcanzar cierto desarrollo que permite hoy día 
emprender nuevas pesquisas, así como resolver muchos problemas 
que antes se consideraban insolubles. 

Y estos descubrimientos y adelantos científicos demostraron que 
no era la educación, sino la forma en que ésta se verificaba, lo que 
había producido los males de que nos hemos ocupado anteriormen- 
te, y dándose cuenta de las deficiencias existentes, comprendieron 
todos la necesidad de una reforma. Pero, si les era difícil mejorar 
los métodos que ya conocían y que habían practicado, esta difi- 
cultad aumentaba al tratar de implantar métodos completamente 
nuevos y que estuvieran de acuerdo con lo que ya ellos habían in- 
vestigado. 

Sin embargo, atendiendo a los preceptos de la Higiene, como 
ya dijimos, se trató por todos motivos de mejorar los locales, el mo- 
hiliario y material escolar, y, mientras hombres notables se dedi- 
caron a profundizar el estudio del niño por medio de propias ob- 
servaciones, enriqueciendo de ese modo la Psicología Pedagógica, 
lo mismo que la Historia de la Pedagogía, estudiando, analizando y 
comparando los métodos que hasta entonces se habían empleado 
con los nuevos conocimientos que adquirían, otros trataron de po- 
ner en práctica los principios y métodos que se inauguraban, pro- 
ducto de ideas más sólidas y base más firme que la que existía antes; 
y entonces fué cuando surgió en Inglaterra la primera escuela 


nueva en el año 1889. k 


y 


340 CARMEN OTILIA TAGLE 


TI 


Descripción y enumeración de las principales escuelas nuevas que 
existen en la actualidad. 


Según Priederich Grunder, “se entiende en nuestros días por 
“escuela nueva un establecimiento libre, situado en el campo, en 
““e] cual los niños de las clases acomodadas reciben una educación 
“racional, en la cual la cultura física, intelectual y moral, son 
““armoniosamente desarrolladas y se adaptan a las necesidades de 
““la sociedad contemporánea??. 

“Esta definición—dice el Profesor Edward Peeters—nos sa- 
““tisface completamente, exceptuando lo que concierne a la con- 
““dición de los niños. La escuela nueva se dirige generalmente a 
“*los niños de las clases acomodadas, es verdad, pero la existencia 
“de la Escuela Humanitaria de Laren, prueba suficientemente 
“que no es ésta una condición sine qua non. Admitimos volunta- 
“riamente que Laren es una excepción brillante de la regla gene- 
““ral, pero este ejemplo fecundo de una educación verdaderamen- 
““te nueva a niños del pueblo, no puede menos que suscitar dis- 
““cípulos, porque es ahí donde hay que llegar. 1 

Fué Abhotsholme la primera escuela nueva, fundada por el 
Dr. Cecil Reddie en el segundo tercio del siglo pasado. 

Vamos a transcribir lo que de ella dijo el eminente pensador 
Edmond Demolins: “La escuela fundada por el Dr. Reddie fué 
“abierta en el mes de Octubre del año 1889 en Abbotsholme, en 
“el Derbyshire: está situada en pleno campo, en medio de un 
““dominio rural, cireunstancia que es, como se ha de ver, uno de 
““los factores importantes de este nuevo sistema de educación. La 
“escuela produce la sensación de la vida real y no de una vida 
“artificial: reproduce el aspecto del hogar y no de un cuartel o 
““de una prisión. Por todas partes hay aire, luz, espacio y verdor, 
“en lugar de patios estrechos y cerrados entre altos muros. La 
““primera impresión exterior es la de una residencia agradable. 
““Esta impresión persiste cuando se penetra en el interior. Com- 
““paradla con los odiosos refectorios de muestros colegios, y este 


1 Minerva, Edward Peeters, Colección de la Revista. 


LAS ESCUELAS NUEVAS 941 


““primer aspecto de las cosas ya os dará una idea del diferente sis- 
““tema de educación que debe seguirse aquí.?? 1 

Situada, pues, como hemos visto, la escuela de Reddie en pleno 
campo, en un lugar verdaderamente seductor, cuya impresión agra- 
dable convida a amar la escuela e inspira deseos de poder habitar 
en tan soberbio y bellísimo lugar, respírase allí un aire puro, sin 
fábricas que lo vicien ni aglomeración de casas cuyos altos pisos 
impidan su circulación, y con un bello panorama a la vista y go- 
zando de la naturaleza, que los hace fuertes y vigorosos, los niños 
de esta famosa escuela se educan en medio de una sencillez encan- 
tadora. Llevan en ella una vida familiar en la que los profesores 
juegan y estudian con sus discípulos; son, pues, maestros y ami- 
os a un mismo tiempo, por lo que los niños no se sienten cohibi- 
dos ni molestos. Ellos practican todos los sports. El río Dove. que 
a corta distancia de la escuela se encuentra, forma a milla y media 
un lugar a propósito para que los alumnos se ejerciten en nadar y 
remar, y cerca de él se encuentra el campo de juego donde los ni- 
ños se entretienen en jugar al tennis, al foot ball, montar en bici- 
eleta, pasear a caballo y patinar. Ellos son los que aplicando de 
un modo directo las nociones que reciben de geometría y aritmé- 
tica, miden y construyen los pabellones que son necesarios para 
presenciar desde los mismos diferentes clases de deportes; así 
como llevan las cuentas que ocasiona la adquisición y el consumo 
de las provisiones y el gasto que causa el material escolar; ellos 
los que, después de talados, miden los árboles y cortan la leña; los 
que ejecutan libremente, aplicando sus conocimientos a las necesi- 
dades de la vida, trabajos de carpintería y de albañilería; los que 
llevando a la práctica las nociones que reciben de botánica, culti- 
van con esmero el jardín y la huerta de la escuela. Allí también 
se recrea el espíritu con el cultivo del arte, pues se enseña al niño 
la música y la pintura, y se verifican representaciones teatrales, y, 
por último, aprovechando que en los alrededores del Derbyshire, 
donde está situada la escuela, se encuentran minas de cobre, hie- 
rro y carbón, se organizan a ellas verdaderas excursiones indus- 
triales que aumentan práctica y gradualmente la siempre progre- 
siva cultura del alumno. En suma, llevan una vida de expansión 
y de libertad al aire libre, en medio de la gran naturaleza de Dios. 

El Doctor Reddie ha hecho tres divisiones del día bien distin- 


1 Science Sociale, Edmond Demolins, 90 año, tomo XVIIT Octubre. Fermín Didot. París. 


342 CARMEN OTILIA TAGLE 


tas; la mañana se dedica al cultivo de la inteligencia. Además de 
la directa aplicación que hacen los niños de la aritmética, geome- 
tría y matemáticas, como ya con anterioridad indicamos, se dedi- 
can a aprender las lenguas extranjeras del mismo modo que se 
adquiere el conocimiento de la materna, dejando para después la 
eramática y dedicando dos años al francés, dos al alemán y dos 
al griego o al latín. Se enseña la historia de un modo práctico, ha- 
ciendo que el alumno se dé cuenta y descubra la causa y el efecto 
de los hechos, en relación con el lugar donde se encuentre el país 
y su situación política, económica y social, aprendiendo a conocer 
los caracteres y dejando a un lado las narraciones y los hechos se- 
eundarios, fijándose, podemos decir, casi en la filosofía de la histo- 
ria, puesto que se estudian las costumbres, las creencias popula- 
res, etc., comenzando dicho estudio por la historia de Inglaterra. 

En las ciencias naturales se ve también el espíritu de la propia 
observación que caracteriza los procedimientos de esta escuela, 
atendiendo a la vida, a las costumbres y órganos externos de los 
animales antes que a la clasificación y órganos internos de los 
mismos. En los vegetales atienden a su forma, color y crecimiento 
por medio de la observación directa de ejemplos naturales, antes 
que a la nomenclatura y divisiones de los mismos. En una pala- 
bra, se pasa de lo concreto a lo ubstracto por la observación y el 
esfuerzo propio. 

Al medio día tiene lugar la educación física, dedicándose los 
niños al taller o a la granja, como ya hemos visto, siendo ellos los 
que han fabricado casi todo el mobiliario escolar, levantando la 
cerca o empalizada que la rodea, construído caminos y puentes, y 
en la última visita que a la escuela hizo Beveridge, vió que los 
niños medían el terreno y trazaban los planos para la construe- 
ción de nuevos edificios indispensables a la misma. 

Por la noche es un pequeño nundo social, donde se ponen de 
relieve la corrección y buenas maneras que constituyen una de las 
características del pueblo inglés. Además, los niños redactan un 
periódico que lleva por nombre 4bbottholmin y que contiene es- 
critos científicos y literarios y representaciones gráficas de obje- 
tos y lugares de la misma institución, cuyas condiciones sanitarias 
son excelentes, existiendo un departamento para enfermos. 

La disciplina de Abbotsholme es más bien severa. “La libertad 
es la obediencia a la ley””, dice la divisa de la escuela, y por eso 
todos los alumnos deben cumplir estrictamente con las reglas esta- 


LAS ESCUETAS NUEVAS 343 


blecidas en ellas; reglas que no sólo son justas sino naturales y ra- 
zonables. Deben ejercitar ante todo su voluntad, y tratar por ella 
de hacerse dueños de su carácter y de dominarse a sí mismos. Tam- 
bién se les obliga a seguir las reglas sociales, cuyo profundo sentido 
educador no será tal vez comprendido, al principio, por el niño, 
pero cuya beneficiosa influencia se hará sentir en su carácter, ayu- 
dándolo a modificar y a sobreponerse a sus deseos y malas intencio- 
nes, consiguiendo así la disciplina interna, fin a que debe tender 
toda educación moral. 

El horario que a continuación copio es una breve exposición 
del régimen y métodos que se siguen en dicha escuela : 


HORARIOS 


6 horas y 15 minutos (7 en invierno).—Se levantan los educan- 
dos y toman un ligero desayuno. 


IN 5 e Almuerzo, después del cual los alumnos 
levantan las camas. 

A O E Segunda lección. 

LO de Lunch ligero. Si el tiempo está bueno, 
ejercicios al aire libre desnudos hasta la 
eimtura. 

O > Tercera lección. 

II pl Canto o natación, según el tiempo. 

As Comida. 

ns Ol a Ejercicios en el órgano o en el piano. 

A s Juegos y trabajos en el jardín, en el cam- 
po o excursiones a pie o en bicicleta. 

Lie Trabajos en el taller. 

HERE Té. 

AR 10) - Cena y capilla. 

9 Se retiran los niños a sus dormitorios. 


Se dedican al trabajo intelectual cinco horas. A los ejercicios 
físicos y trabajos manuales, cuatro y media. Á las ocupaciones ar- 
tísticas y recreos de sociedad, dos y medio. A las comidas y tiem- 
po libre, tres horas. Al sueño, nueve. Total: 24 horas. 

El Dr. Reddie resume en las siguientes palabras los propósitos 
que persigue en su escuela: “Nuestro fin—dice—es llegar a un des- 
“arrollo armónico de todas las facultades humanas. El niño debe 


344 CARMEN OTILTA TAGLE 


““convertirse en un hombre completo a fin de que llegue a estar en 
“situación de realizar todos los fines de la vida. Para esto, la es- 
““cuela no debe ser un medio artificial en el cual no se está en con- 
““tacto con la vida y sí con los libros, sino que debe ser un pequeño 
““mundo real, práctico, que ponga al niño tanto como sea posi- 
““ble frente a la naturaleza y a la realidad de las cosas. No se debe 
““aprender solamente la teoría de los fenómenos, sino también su 
““práctica, y estos dos elementos deben estar unidos íntimamente 
““en la escuela como lo están en torno nuestro, a fin de que al en- 
““trar en la vida, el joven no penetre en un mundo nuevo para el 
““que no ha sido preparado y en el cual está como desorientado. El 
“hombre no es pura inteligencia, sino inteligencia unida a un 
““cuerpo, y se deben formar la energía, la voluntad, la fuerza físi- 
““ca, la habilidad manual y la agilidad.”” ? 

El Dr. Reddie visitó y viajó por Alemania, en donde conoció 
al Dr. Rein, recibiendo de éste muy valiosos consejos, y, después de 
estudiar la educación que se impartía en las Universidades de Jena 
y de Oxford, el Dr. Reddie reorganizó en 1893 el plan de su ense- 
ñanza sin variar las líneas fundamentales de su primitiva orga- 
nización. 

En 1896 la escuela fué visitada por el Profesor Rein, y por 
recomendaciones de éste, vino de Alemania y estuvo algún tiempo 
en compañía del Dr. Reddie el Profesor Hermann Lietz, por cuyos 
consejos se llevaron a cabo nuevas variaciones en el primitivo plan 
de la escuela. 

Otro famoso visitante lo fué el sociólogo francés Edmond De- 
molins, que la dió a conocer en Francia. 

Al principio no se admitió en esta escuela más que 50 alumnos, 
exigiéndoseles una pensión bastante crecida, por lo cual sólo se 
pueden educar en la misma los niños de las familias pudientes. Mas 
como desde su fundación ha ido en aumento su prosperidad, se han 
construído nuevos y amplios edificios, existiendo actualmente tres 
establecimientos de esta naturaleza dirigidos por el ya citado Pro- 
fesor Reddie y en el cual no se admiten más de 100 alumnos. 

No menos célebre e importante que esta escuela de Abbots- 
holme es la de Roches, fundada en Francia diez años después, o 
sea el 1. de Octubre del año 1899, por el eminente pensador 
Edmond Demolins, el mismo que en su libro titulado En qué con- 


1 Abbotsholme by Cecil Reddie, pág. 195. London, 1900. 


LAS ESCUELAS NUEVAS 345 


siste la superioridad de los anglosajones, le habló de ella a los fran- 
Ceses. 

Se encuentra situada en el castillo de su nombre, en Norman- 
día, departamento de 1'Eure, a 3 kilómetros de la estación de Ver- 
neuil-sur-Avre, sobre la línea de París a Granville; en el campo, 
en lugar hermoso con jardines, parques y praderas. Debióse su or- 
ganización al esfuerzo generoso de algunos filántropos franceses, 
quienes hicieron hermosos donativos para la realización de tan 
bello ideal. Por tal motivo se constituyó una sociedad que suminis- 
tró los fondos que eran necesarios, para la compra del castillo, pri- 
mero, después para adaptar el mismo a las condiciones escolares y 
construir además un taller de carpintería, una casa-escuela donde 
debían darse exclusivamente las clases, un laboratorio, un depar- 
tamento para enfermos y otras dependencias no menos útiles e 
importantes. 

Los profesores debían, antes de consagrarse a su labor en la 
nueva escuela de Roches, pasar varios meses en compañía del Dr. 
Reddie hasta adquirir la experiencia y la práctica que les eran 
necesarias. Al principio sólo se admitió, como en Abbotsholme, 
nada más que 50 alumnos; pero bien pronto las solicitudes de in- 
greso y las peticiones de los padres de familia que deseaban para sus 
hijos esta nueva educación, hizo necesaria la construcción de dos 
nuevos edificios que se llamaron la Casa de los Pinos y la Man- 
sión Couteau, y que, como el primero, se asemejaban a una gran 
asa de familia por el ambiente tan natural que allí se respiraba, 
por la presencia de las damas y por la encantadora confianza en- 
tre maestros y alumnos, los que, así los anteriores como los que 
entraron más tarde en número de 50, daban las clases en el local 
destinado exclusivamente para las mismas. Pero mientras se Ccons- 
truían estos dos edificios más, Demolins tomó el acuerdo de en- 
viar a Inglaterra los alumnos excedentes con el objeto de acos- 
tumbrarlos también al nuevo régimen, por lo cual la adaptación 
de dichos alumnos, como deseaba Demolins, fué bastante rápida, 
no tropezándose con grandes dificultades. 

Mas a pesar de la buena acogida que por partes de personas 
ilustres tuvo esta escuela, sus detractores decían que allí los niños 
iban a dedicar más tiempo a los juegos y ejercicios de deportes 
que al trabajo intelectual. Muchos niños ingresaron creyendo real- 
mente que así sucedería; pero bien pronto se convencieron de lo 
contrario, y sin que demostraran disgusto, se les vió entregarse 


346 CARMEN OTILIA TAGLE 


con ardor a los trabajos intelectuales que necesariamente habían 
de figurar en el programa de la escuela, debido quizás al trata- 
miento familiar que se usaba en Roches. 

Casi todos los niños que llegaban allí procedentes de otros co- 
legios donde se empleaba el sistema corriente, ingresaban con cier- 
to recelo, porque traían, según Demolins, la idea fija en su mente 
de que todos eran una especie de prisión donde se sometía al niño 
a un verdadero tormento. Pero bien pronto, y debido a la disci- 
plina tan opuesta que impera en este plantel, los niños que ingre- 
saban en él cambiaban de parecer, llegando por el contrario hasta 
serles éste realmente agradable. En él la costumbre de acusarse 
mutuamente los compañeros unos a otros, desapareció al poco tiem- 
po, así como la mentira, pues el maestro reprendía conveniente- 
mente a los que incurrían en tan censurables defectos. 


En la escuela de Roches comprende el año escolar tres perío- 
dos bien distintos, abarcando cada uno de ellos cerca de tres me- 
ses. El primero, o sea el período de otoño, comienza en la segunda 
quincena de Septiembre y termina antes de Navidad. El segundo, 
que es el del invierno, principia en la segunda quincena de Enero 
y concluye en Pascuas de Resurrección; el tercer período, que es 
el de primavera, comprende el tiempo que transcurre tres sema- 
nas después de Pascuas y los últimos días del mes de Julio. 


Consta, pues, de tres grandes vacaciones, habiéndose suprimi- 
do las de mediados de mes y el cierre del colegio en días festivos, 
con lo cual se obtiene, según Demolins, que las clases sean dadas 
con más regularidad y, por lo tanto, que aprovechen más. 


Se admiten alumnos al comienzo de cada uno de estos perío- 
dos, pero con una condición especial, y es que fijen la edad del 
ingreso. Primeramente se señaló la de ocho años como indispen- 
sable para la admisión del escolar en Roches, pero esta edad se 
ha aumentado actualmente hasta los doce, así como tampoco se 
admiten niños de catorce años en adelante. El precio de la pen- 
sión es de 2,250 francos por año, o sean $400, aumentando ésta 
cuando el niño ingresa después de los trece años, pues entonces es 
de $500, o sean 2,500 francos anuales. Se hace una rebaja, como 
en casi todos los colegios, cuando a un mismo tiempo entran dos o 
más hermanos. 

La escuela proporciona cama, ropas, servilleta, y están com- 
prendidas en la pensión ya señalada, las clases de música, pintu- 


LAS ESCUELAS NUEVAS St 


ra y canto, salvo las lecciones especiales que dan sobre las mismas 
profesores llamados expresamente de París. 

Para la enseñanza que se recibe en Roches, organizó Demo- 
lins dos grandes secciones que abarcan completamente el plan de 
estudios que se propone la misma. Una general, que comprende 
los tres primeros años, o sea el sexto, quinto y cuarto grados, y 
otra particular en la cual incluye los otros tres superiores y últi- 
mos grados. 

En la primera se dan nociones generales de todo lo que ur 
hombre, cualquiera que sea la profesión o carrera a que más tarde 
se dedique, debe conocer; es decir, que en ella el niño adquier> 
los conocimientos generales que todo hombre debe poseer; y en 
la sección particular, como su nombre lo indica, se atiende pre- 
ferentemente a la vocación que manifiesta cada niño, en que ss 
procura hacerlo apto, dirigiéndose todos los esfuerzos hacia un 
punto y fin determinado. 

Las horas de la mañana se dedican a la enseñanza intelectual, 
en la que figuran asignaturas tan importantes como la aritmética, 
que se enseña por medio de un método práctico objetivo y natu- 
ral; las matemáticas tiene, como en Abbotsholme, una aplicación 
directa e inmediata en todo lo que a la escuela se refiere; las cien- 
cias naturales, cuyo conocimiento se adquiere por medio de la ob- 
servación directa y bien dirigida del escolar, el cual sentirá por 
este estudio verdadero interés, pues tiene por objeto no sólo des- 
pertar la curiosidad del niño, sino al mismo tiempo su amor pro- 
pio, puesto que se le piden deducciones de todo lo que ha observa- 
do de ese modo inteligente y provechoso; por lo que se ve obliga- 
do a fijarse bien en cada planta o animal que a su paso encuentre, 
y en todos los detalles, a fin de elevarse así a la generalización y 
más tarde a la clasificación. La geografía y la historia se estu- 
dian aquí bajo un aspecto completamente nuevo y distinto al que 
se le ha atribuído hasta ahora. La primera se estudia relacionada 
con los intereses familiares y administrativos en el momento ar- 
tual; la historia, en relación con las diversidades de medios y cir- 
eunstancias de épocas pasadas. En una palabra, Demolins, como 
eminente sociólogo, creía hallar en los hombres y en la sociedad, es 
decir, en las bases mismas de la sociología, la base principal y la 
unidad de todo conocimiento humano, y de abí que diera ese 
carácter sociológico a estas dos importantes ciencia. 

Se enseñan también las lenguas extranjeras, dedicándose dos 


348 JARMEN OTILIA TAGLE 


horas a cada idioma, y la escuela envía por cuenta suya, alumnos 
de distintas edades y clases, a que pasen un tiempo en el extran- 
jero a fin de que aprendan allí correctamente el idioma. Estos 
escolares van a la escuela de Abbotsholme o a la de Lietz en Ale- 
mania. En un principio temió Demolins que la estancia del esco- 
lar en el extranjero no se podría efectuar por la oposición de los 
padres franceses, pero después de la primera tentativa obtuvo un 
completo éxito, teniéndose ahora que contrarrestar el ardor de 
los padres franceses que desean tal innovación. 

En la sección especial que comprende desde el cuarto año en 
adelante, se estudian: letras, ciencias, agricultura y colonización, 
industria y comercio. 

El mediodía se dedica a los trabajos prácticos y ejercicios al 
aire libre, y juegos como el foot ball o el tennis. Los primeros se 
hacen en madera y en hierro, no sólo para ejercitar y desarrollar 
los músculos y adquirir vigor físico, habilidad y destreza de la 
mano y paciencia, sino para despertar el gusto artístico y hacerles 
adquirir el dominio necesario de sí mismos. En el taller de carpin- 
tería aprenden a hacer trípodes, ruedas, cuadros y muebles Tie- 
nen además una herrería y un laboratorio donde llevan a la práce- 
tica las nociones que reciben de física y química. Los niños llevan 
a cabo excursiones científicas, en las cuales se consagran con espe- 
cialidad al estudio de la botánica, cultivan también la huerta y el 
jardín y se dedican a la crianza de animales domésticos, como ga- 
llinas, ovejas, conejos, ete. Hacen además frecuentes visitas a di- 
versas haciendas y recogen en ella ejemplares de animales, mine- 
rales y vegetales. 

En la Normandía hay numerosos bosques con pastos para el 
ganado, y los niños lo cultivan y siembran cereales, dedicándose 
también a operaciones agrícolas. Hacen también variadas observa- 
ciones sobre las materias primas y las transformaciones que éstas 
experimentan por medio de la industria y del arte. La agrimensu- 
ra la enseñan de un modo práctico, puesto que los niños miden el 
terreno y levantan planos. Durante la noche se leen trozos esco- 
gidos o se representa alguna obra notable, y los niños aprenden 
a tocar el violín. Se han dado cuenta de la influencia beneficiosa 
que esta enseñanza ejerce en el espíritu de los niños, la cual le va 
formando el sentimiento, el gusto y ese amor a lo bello y a lo 
grande que debe sentir toda persona culta y distinguida. 

En 1904 se llevó a cabo una notable reforma en esta escuela al 


LAS.ESCUELAS NUEVAS 349 


hacerse cargo de su dirección M. Georges Bertier, que habiéndose 
formado en ella, estaba penetrado del espíritu de la misma. 

La enseñanza obtuvo con el cambio de dirección más unidad y 
uniformidad, no sólo por la coordinación de todas las materias, 
sino por la relación entre éstas y el conjunto de las mismas. Las 
modificaciones y mejoras en su plan de estudios pueden resumirse 
en estas palabras: “Proceder siempre de la aplicación a la teoría, 
de los hechos a las leyes, de las cosas a las ideas, de lo concreto a 
lo abstracto”?”, todo por el esfuerzo propio, haciendo que el niño 
descubra la verdad antes de enseñársela ya resuelta, y que se dé 
cuenta de las relaciones entre las causas y las funciones. 

Han establecido además una explotación agrícola con el objeto . 
de enseñar a obtener el mejor provecho de la tierra y de los culti- 
vos. Consta esta explotación de 115 hectáreas: 30, pertenecientes a 
la escuela en las que se realizan toda clase de experimentos agrí- 
colas, y las 85 restantes, arrendadas, donde se siembra y se cultiva 
del modo que la experiencia y la práctica, hechas ya en el anterior 
terreno, indican como los mejores, más perfectos y acabados pro- 
cedimientos. 

El horario de las escuelas después de verificada la reforma, es 
el siguiente: 


HORARIO 


6 horas y 20 minutos.—Rezan una plegaria, se levantan y se dan 
una ducha. 


A Pa El timbre eléctrico avisa que deben rea- 
lizar una caminata de 5 minutos. 

Da e e 0) E Desayuno. 

A Pa) ES Van al dormitorio y cada alumno orde- 
na su lecho. 

TAREA NE E Estudio. 


De las 8 a las 12 y 25.—Cuatro clases de una hora o de 55 mi- 
nutos. Un recreo de 5 minutos las separa. 


Durante todas esas horas existe un tiempo libre de 20 minutos, 
de las 10 a las 10 y 20 para los pequeños. 


12 horas y 30 minutos.—Lavado y lunch. 

1 A. 0) A Van al vestuario. En 10 minutos deben 
salir con los trajes de juego. 
Después 50 minutos de libertad. 


350 CARMEN OTILIA TAGLE 


AN Juego para los grandes, trabajos prácti- 
cos para los pequeños o viceversa. 

a AUS A Se dan un baño o una ducha y se ponen 
otra vez sus uniformes. 

A AMLO > Té, tres veces por semana, otros días 
pan y chocolate. 

De las 41 a las 6. Estudio. 


De las5 5 a las 6 y 40.—Recreo. 
6 horas y 30 minutos.—Baños. 


e Comida. 
De las 715 a las 8 15% .—Segundo tiempo libre. 
A las 8 15. Llamada, para oir la lectura de ejem- 


plos viriles y consejos morales. 
8 horas y 40 minutos.—Entrada en el dormitorio, donde rezan y 
piden el auxilio de Dios. 


Se ha establecido además una sección especial con el objeto de 
completar el estudio del escolar. En ella pasan dos años los alum- 
nos que ya han terminado y que quieren salir mejor preparados 
para la lucha por la vida. 

“Durante ese tiempo, se consagran a dar a los jóvenes un co- 
“nocimiento tan exacto como sea posible, del mundo actual y de 
““los diversos problemas contemporáneos en todos los órdenes de 
“actualidad, y en vista del mejor camino que se puede segnir 
“para escoger úna carrera. Esta enseñanza comprende los siguien- 
“tes CUTSOS: 

“Lenguas vivas: cursos de inglés y de alemán, para perfeccio- 
““narse principalmente en la conversación y en las necesidades de 
““la vida. 

““Historia y Geografía: estudio de la historia contemporánea 
““y del mundo actual para el mejor conocimiento de las cuestiones 
““del día; estudio del movimiento colonial. 

“Literatura: curso completo. 

“Ciencias y sus aplicaciones a la industria, la agricultura y el 
“comercio. 

““Curso de Contabilidad y de Taquigrafía. 

““Filosofía de la vida: estudio de los problemas actuales. 

““Curso de Economía Política y de Sociología. 

““Ejercicios prácticos sobre el método de trabajo y de ense 
“fianza. 


LAS ESCUELAS NUEVAS 351 


““Se harán aplicaciones al estudio de ciertas cuestiones jurídi- 
““cas, según los autores que mejor la hayan tratado. 

“Agricultura y trabajos agrícolas en la granja de la escuela, 
““para los alumnos que se dediquen a la agricultura y colonización. 

““2.—Una estancia en América.?” 1! 

Se envían a los Estados Unidos para que adquieran allí ,en con- 
tacto con los jóvenes americanos, tan adictos al trabajo, el hábito 
de éste y desarrollen su voluntad, su energía, su iniciativa y el 
espíritu de perseverancia que los sostendrá en las grandes empre- 
sas, y siendo dueños de sí mismos, sabrán labrar o crearse una si- 
tuación independiente que les permita vivir del mejor modo po- 
sible. 


% 
* 


Más importante aún que las dos anteriores es la escuela de 
Hermann Lietz en Alemania. Nació el talentoso organizador de la 
educación nueva en esta célebre nación, el 28 de Abril de 1868, en 
Dumgenewitz, cerca de Garz, en la Isla de Riigen. Niño todavía, a 
los 9 años, Lietz abandonó la casa paterna—su padre era propie- 
tario rural,-—e ingresó como alumno interno en el Colegio de Stral- 
sund, adonde llegó después de haber estado poco tiempo en la es- 
cuela de Greifswald. 

“Una naturaleza toda fuerza e individualidad—escribe M. A. 
““Ferriére,—una voluntad indómita y suspicaz como la suya, no 
““podía plegarse al régimen de cuartel en el cual el maestro, como 
“Tarquino, tenía la tendencia de recortar las cabezas que rebasa- 
“ban de la medida. Hermann Lietz fué lo que se llamaba en la 
“esfera oficial de los gimnasios un alumno indisciplinado y el 
“Director no ocultó a sus padres los pronósticos sombríos que hacía 
““sobre el porvenir de un joven de carácter tan difícil. El mismo 
““Lietz reconoce que esta primera estancia o vida lejos de su fami- 
““lia, le fué más dura sin duda que a otros muchos niños. Su natu- 
““raleza vigorosa y sana se acomodaba mal a las largas horas que 
““debía pasar sentado. El recuerdo penoso de estas horas de re- 
““clusión en la atmósfera seca del pupilaje, ha estimulado pro- 
“fundamente su simpatía por los jóvenes que estudian, y le han 
““dictado las reglas de conducta que ha seguido respecto de los 


1 Le programme de la Section speciale, por E. Demolins. Journal de l'école des Roches de 
Junio de 1904, 


352 CARMEN OTILIA TAGLE 


“mismos. “El niño—escribe él —tiene necesidad de que se ocupen 
““de él, de que se interesen en lo que a él le interesa, de que se le 
““ofrezca ocasión de gustar aleserías sanas y fuertes, y de entregarse 
“libremente a ocupaciones que pongan su cuerpo en movimiento.?? * 

Habiendo terminado sus estudios de segunda enseñanza ingre- 
só en la Universidad, estudiando en la de Halle teología y filoso- 
fía, y después en la de Jena, donde obtuvo el grado de Doctor en 
Fiiosofía. 

El recuerdo de las mortificaciones pasadas en la escuela bajo 
un régimen completamente artificial y tan opuesto a los gustos, 
intereses y necesidades del niño, así como la experiencia que de 
sus propias observaciones había adquirido, determinaron y robus- 
tecieron en él la idea de llevar a cabo una reforma, imperiosa e 
indispensable ya, y que había de romper para siempre el estrecho 
círeulo de la educación medioeval, dando por resultado una que 
concordase más con la naturaleza, la aspiración y el sentimiento de 
la niñez y de la juventud. 

Una de las observaciones que más poderosamente le llevaron a 
introducir esas modificaciones en las ideas educativas de su época, 
la expone él así: **... en las colonias de vacaciones que venían to- 
““dos los años de Berlín a establecerse en la finca de mi padre, y 
““por mis experiencias personales durante mis años de juventud 
“y estudio, pude convencerme del inmenso beneficio que propor- 
““cionan el campo y la vida sencilla del campo, a la evolución inte- 
“geral del niño y del adolescente. Entonces formé la firme decisión 
““de procurar a la juventud lo que no había podido encontrar más 
““que a medias en la ciudad, y de la que estaba privada la mayo- 
“ría de mis contemporáneos, sobre todo los que vivían lejos de la 


casa paterna: una vida sana en la gran naturaleza de Dios.?” 2 


ed 

Vué por aquella época que conoció a Enriqueta Schrader, nieta 
de Froebel, y a Mauricio von Egidy, el célebre autor alemán. Am- 
hos de verdadero espíritu educador, con su sana influencia contri- 
huyeron a afianzar el espíritu educativo de ese notable pedagogo 
que se llama Hermann Lietz, y aque deseando adquirir la experien- 
cia profesional que le era necesaria para la reforma que había con- 
cebido, dió clases en diversas escuelas de Alemania y en el extran- 


1 Bibliothéque Universelle el Revue Suisse. Lausanne 1909. L'École nouvelle en Allemagne, 
Hermann Lietz par le prof, Ad, Ferrieére. 
2 Revista de Educación, Dr. Alíredo M. Aguayo. pág, 3, Agosto 1, 1912. 


LAS ESCUELAS NUEVAS 393 


jero, y por consejos del Dr. Rein fué a la escuela de Abbotsholme, 
a cuyo Director conocía desde 1893. La enseñanza que en aquel 
plantel se daba causó eran admiración en el ánimo de Lietz, quien 
a las pocas semanas de su estancia en la misma escribió un libro 
titulado Emlohstobba (¡ Fieción o realidad?) En él expuso los sa- 
nos principios pedagógicos que constituyen la base de la nueva 
educación, cómo atiende ésta a todos los aspectos del hombre, y cómo 
procurar formar el espíritu de independencia y de iniciativa que da 
lugar a la verdadera personalidad. Es un libro donde además de 
señalar todas las ventajas introducidas en la primera escuela nue- 
va por el genio del creador de Abbotsholme, expone él nuevas mo- 
dificaciones y cambia de un modo más completo y radical el derro- 
tero seguido hasta aquel momento por la educación, siendo por sus 
miras altas y elevadas un libro que bien puede considerarse como 
un suceso. 

De regreso en Alemania, adonde llegó sintiendo eran cariño y 
profunda admiración por el Dr. Cecil Reddie, fundó el 28 de 
Abril de 1898 en Ilsemburg, al pie del Hartz, su primer Deuts- 
ches Land-Erziehúnesheim (Hogar alemán de la educación es- 
tablecido en el campo). Los comienzos fueron muy pobres, no con- 
tando al principio más que con diez alumnos que dormían en la 
finca de Pulvermuhle y que por la mañana se trasladaban a pie o 
en bicicleta a la escuela de lsembure; pero pronto aumentó el nú- 
mero de pensionistas y la escuela se trasladó a Pulvermuhle, es- 
tando los niños a cargo de diversos maestros. Más tarde, en 1901, 
Lietz inauguró su segunda escuela, la de Haubinda, y tres años 
después, en las Pascuas de 1904, abrió sus puertas la de Bierhers- 
tein. Estas tres no son en realidad más que un solo y único esta- 
blecimiento; residiendo los alumnos más jóvenes en Ilsemburg 
(sexta a cuarta clase), los mayores y más adelantados en Haubinda, 
y los que quieren completar sus estudios habitaban en Bierh- 
erstein. 

Se atiende por la mañana y como es debido, a la enseñanza in- 
telectual. Los conocimientos se adquieren mediante el esfuerzo 
propio del niño, ayudado por métodos prácticos sencillos y natura- 
les, figurando en su programa, como en las escuelas anteriores. las 
matemáticas, física, química, historia, geografía, ete. Al medio 
día se hacen frecuentes excursiones, se realizan ejercicios de sports 
y se ejecutan trabajos prácticos en el taller, en la granja y en la 


. 


huerta. Por la noche, mediante el cultivo del arte y la lectura de 


3504 CARMEN OTILIA TAGLE 


ejemplos morales, se atiende a la educación del espíritu y al brote 
y desarrollo de los buenos sentimientos. 

““Se comprende fácilmente que la actividad práctica del peda- 
“gogo alemán, repartida en sus tres establecimientos, no le permi 
“ta publicar muchas obras de Pedagogía. Pero si su obra teórica 
““es corta, su obra práctica, directa en sus escuelas e indirecta por 
““el alcance mundial de sus escritos, hacen del Dr. Hermann Lietz 


Eco 


““no de los pedagogos más célebres de nuestra época. *“Con una 
“abnegación completa y una consagración a su obra que fuerza 
““a la admiración de sus mismos enemigos, el gran Pestalozzi mo- 
““derno sostiene casi solo sus tres escuelas. 

“Terribles incendios, uno de los cuales destruyó en parte el an- 
““tiguo castillo de Bierberstein; la defección de tres directores que 
““¿l había colocado al frente de sus escuelas y que partieron con 
““maestros y alumnos a fundar escuelas rivales; el no poder ser 
“comprendido por la mayor parte de sus colaboradores y la fre- 
““cuente hostilidad de los gobiernos, han acumulado sobre su ca- 
““mino obstáculos que para otros hubieran sido infranqueables. El 
“Dr. Lietz vence todas las dificultades, sale victorioso de la lucha 
““más ruda y en doce años realiza con serenidad y buen humor 
“una tarea que hubiera aplastado a cualquier otro que no fuera 
“61, Es él quien ha puesto en la base de su obra estas palabras del 
““epitafio de Fichte: Licht, Liebe, Leben (Luz, amor, vida), y las 
““ha personificado él mismo.?? 1 

Otra famosa escuela es la de Bedales, cuyo Director es Badley. 
En ella, como en Roches, existe una sección general, donde se en- 
seña a los niños múltiples y variados conocimientos, y otra espe- 
cial, en la cual entra el alumno al cumplir 15 o 16 años, para ya 
decidirse de una vez por la vocación futura de su vida. 

El programa que fieura en la primera sección es sumamente 
extenso y variado, pues comprende un gran número de asignatu- 
ras tan importantes como las matemáticas, lenguas extranjeras, 
geografía, historia, ciencias naturales, y, además, trabajos ma- 
nuales que se realizan en el taller o la granja y también trabajos 
de quesería, de cocina, de modelado, ete. Esto lo hacen con el fin 
de descubrir y desarrollar los poderes del niño, sus gustos e ineli- 
naciones y favorecerlo en el sentido de una amplia y provechosa 
educación. 


1 Minerva, Edward Peeters. 10 de Diciembre, 1910, Ostende, Belgica. 


LAS ESCUELAS NUEVAS 305 


También dedican la noche a las recreaciones de sociedad, y, por 
tanto, en Bedales se pronuncian conferencias, se organizan socie- 
dades para fines intelectuales o artísticos, se leen pasajes morales, 
se ejecutan piezas de música, etc., dándose preferencia a todo aque- 
llo que sea de verdadera importancia y contribuya a hacer del 
educando una persona culta y sociable, de fino y delicado espíri- 
tu, que sepa tratar con respeto y consideración a todos sus seme- 
jantes. o 

Viven en el campo, donde tienen aire puro y una sana alimenta- 
ción, y consagran al sueño las horas que son necesarias, llevando 
además una vida completamente sencilla y natural. 

Se distingue de las otras escuelas por haberse establecido en 
ella la coeducación. Niños y niñas dan las clases juntos; reunidos 
'an a almorzar y comer, y juntos también juegan y realizan excur- 
siones; pero no por eso ejecutan los mismos trabajos ni reciben la 
misma educación, y cuando son ya mayorcitos, las diferencias de 
las mismas se acentúan aún más, recibiendo ya marcadamente la 
que es propia al sexo de cada uno. 

* 
E * 

Fué fundada la escuela de Aquitania el 3 de Octubre del año 
1903 por M. Contou—antiguo colaborador y amigo del Dr. Lietz— 
en compañía de un reducido número de profesores y alumnos. 

Se halla situada en Chalais (Charente), sobre la línea de Pa- 
rís a Burdeos, y aunque instalada higiénica y cómodamente con 
alumbrado de acetileno y calefacción central, se carece en ella de 
todas las demás ventajas y conveniencias que proporciona el con- 
fort moderno. 

La escuela es propietaria de una finca que consta de 14 hectá- 
reas, comprendiendo viñas, bosques, prados y huertas. Hay ade- 
más un establo con aleunas vacas lecheras, cabras, ovejas, un ga- 
llinero y una cochiquera. 

En Aquitania se combate el lujo y se aspira a la simplifica- 
ción de la vida. Su precio de pensión, comprendiendo el material 
escolar y el cuidado de la ropa, es de 1,200 francos al año. 

Sus alumnos, durante el estío, llevan los pies casi desnudos, un 
pantalón abierto hasta las rodillas y una camisa que sirve al mis- 
mo tiempo de blusa, y todos usan una boina roja que es el signo 
distintivo de los discípulos de los doctores Lietz y Reddie. Su ali- 


306 CARMEN OTILIA TAGLE 


mentación es sumamente sencilla y racional, favoreciendo esta úl- 
tima cireunstancia el carácter familiar de la escuela. Los' niños 
toman leche, huevos, viandas, y se prohibe por completo el uso de 
bebidas fermentadas. Se dan diariamente, y previa consulta del 
médico, duchas de cascada durante todo el año. 

Hay en Aquitania cuatro profesores que se dedican cada uno 
de ellos a un ramo especial de la enseñanza, como letras, ciencias, 
idiomas y medicina. Casi todos son casados y, tienen relaciones de 
parentesco entre sí, lo que permite a la escuela, con esta vida ínti- 
ma y sencilla y el reducido número de alumnos, el continuar siendo 
une pequeña familia. 

A la enseñanza intelectual se le dedican tres horas de la ma- 
ñana, durando cada clase tres cuartos de hora; recibiendo los ni- 
ños según su edad, sus conocimientos o necesidades, las lecciones 
que los han de poner en aptitud de recibir un certificado de estudio 
que les permita salir de la escuela. 

Los trabajos manuales son dirigidos por un carpintero, un jar- 
dinero y varios agricultores. Los niños se dedican con afán, tanto 
a los trabajos agrícolas más elementales, como a los más compli- 
cados, teniendo todos un marcado interés vital. 

Por la noche, a las ocho, se reúnen los niños para escuchar la 
lectura de asuntos edificantes, especialmente de historia, hacién- 
doles también un eran bosquejo de los hechos nacionales y extran- 
jeros para evitar así el falso sentido político. 

Durante las vacaciones, los niños, acompañados del Director, 
realizan excursiones en bicicletas, recorriendo a veces de 50 a SO 
kilómetros por día. Estas excursiones duran de 15 a 20 días y 
tienen por objeto conocer los distintos lugares de la Francia. 

““Fundada en 1905 con cuatro alumnos y sin capital, tenía 7 
““alumnos en Octubre de 1906, 12 en Octubre de 1907 y 17 en 
“Julio de 1908. 

““En esta época, la escuela sufrió una reorganización completa, 
““a consecuencia de la cual, entre otras cosas, se resolvió enviar a 
““sus padres los niños mayores de 15 años y no admitir en lo suce- 
““sivo niños de esa edad. La escuela de Aquitania trata de no ser con- 
““fesional. 1l día se comienza por la lectura de un pasaje de la 
“Biblia y cada comida por la lectura de un pensamiento moral.?? 1 


X 
RX * 


1 Colección de la Revista Minerva dirigida por Edward Peeters, 


LAS ESCUELAS NUEVAS 397 


Muy importante también es la Escuela Humanitaria de Laren, 
que se encuentra situada en el campo, a media hora de la aldea de 
su nombre. Los comienzos de esta institución fueron muy sencillos. 
Al principio sirvió de quinta de recreo al Director Cor Bruyn, y 
más tarde las habitaciones fueron transformadas en aulas, y la 
eranja minúscula, en taller de Sloyd. 

Una de las particularidades de la escuela es que en ella se prac- 
tica la coeducación, pero no como se lleva a cabo en otros plante- 
les o centros de educación, sino de un modo completamente nuevo, 
porque niñas y niños realizan los mismos trabajos. Ambos, bajo 
las órdenes de la institutriz, aprenden a coser, a hacer punto de 
media, a zurcir, y las niñas, en el taller de Sloyd, ejecutan traba- 
Jos de aserrar y acepillar maderas, exactamente igual que los va- 
rones. Se ve, pues, que la coeducación, que por sí sola constituye la 
característica de la escuela nueva de Bedales, presenta en esta de 
Laren un aspecto completamente nuevo y original, propio de dicha 
escuela. 

Su programa es muy extenso y variado, pero se vence sin esas 
erandes dificultades con que suele tropezarse en las escuelas urba- 
nas, primero, porque además de realizarse con las debidas limitacio- 
nes, se adquiere el conocimiento de las distintas materias de un 
modo práctico y, sencillo, y, segundo, porque se dan la mayoría de 
las clases en plena naturaleza, de un modo intuitivo, despertando 
con ello gran eptusiasmo e interés en los alumnos ,a los cuales se 
les hace intervenir directamente en las mismas. 

Se enseña la lectura, escritura, aritmética, historia, geogra- 
fía, ciencias naturales, física y química. 

Comprende dos secciones: una general, donde se da una educa- 
ción liberal, es decir, donde se adquieren conocimientos generales 
de todas aquellas cuestiones más importantes de la vida real, y otra 
especial, donde se da una educación vocacional, o sea donde se 
atiende preferentemente a las inclinaciones de cada niño y trata de 
hacérsele apto en la materia que ha escogido. 

Otro aspecto interesante es, que cada profesor no tiene a su 
cargo más que doce alumnos, los cuales puede conocer perfecta- 
mente, y dándose cuenta de su individualidad, tratar a cada uno de 
la manera más conveniente y adecuada al mismo, y ejercer así una 
influencia moralizadora de las más eficaces y provechosas en el 
alma de cada niño. 

La vida religiosa también penetra en esta escuela, donde no im- 


358 : CARMEN OTILIA TAGLE 


pera como obligación, pues los niños cumplen con los mandamien- 
tos de la ley de Dios y con la parte verdaderamente substancial de 
la religión cristiana, por el ejemplo de sus profesores y por la lec- 
tura de la Biblia y de la vida de Jesús. Enseñada de este modo, la 
religión no es un aprendizaje de fórmulas y convencionalismos, 
sino que forma parte del espíritu del niño, por el modo que em- 
plean los profesores al inculcarles la misma y su ejemplo moral, 
siempre eficaz y provechoso. 

Se realizan también trabajos manuales, y se dedica tiempo y 
atención a la música, al canto y a otras recreaciones del espíritu 
no menos bellas y útiles. 

En su folleto Ondervijs en Gemecenschappelijk GErondbezit, Cor 
Bruyn, explica del siguiente modo las aspiraciones de la escuela: 

““En clases de 10 a 12 alumnos a lo sumo, que ingresan a los 
““T años, se echan las bases del desarrollo ulterior tomando la 
““vida real como punto de partida. A los 10 u 11 años, a más de 
““profundizar la enseñanza ya impartida, se prosigue el estudio 
““de las asignaturas, y entonces comienza la visita a los talleres. A 
“los 13 Ó 14 años se puede establecer la división de los trabajado- 
““res de mano y los que trabajan con la inteligencia. Los que de- 
““Sean hacerse trabajadores manuales reciben entonces una instruc- 
““ción teórica y práctica en el ramo que escogieren, y están así en 
““disposición de llegar a ser buenos obreros. Los otros siguen el 
““plan de estudios de carácter siempre general, pero, tienen libertad 
““para profundizar las materias que más le agraden, de suerte que 
““a los 17 o 18 años pueden comenzar los estudios especiales, sin 
“abandonar por eso el trabajo de las manos. De esta suerte forma- 
““remos ambas clases de trabajadores, que tendrán placer y entu- 
““siasmo en la tarea especial que han escogido.?” * 

Aunque los profesores son de opinión que hasta los siete años no 
se separe al niño del hogar paterno, han organizado, no obstante, 
una clase Froebel para aquellos niños a quienes sus padres no pue- 
dan atender, y para los que tengan en su hogar un ejemplo mo- 
ral funesto. 

Una de las características de esta escuela, es que no establece 
diferencia alguna entre los niños admitidos, ya sus padres se en- 
cuentren en un estado económico tal que no les permita costear la 
educación de sus hijos, o bien puedan pagar 100 florines de pen- 


1 Revista de Educación, Dr. Alfredo M. Aguayo. Septiembre 19 de 1911, pág, 45. 


LAS ESCUELAS NUEVAS 359 


sión, sino que todos son tratados igualmente, sin privilegios, reci. 
biendo la misma educación que los hará aptos para triunfar en 
la vida. 

Los niños de Laren aman tanto su escuela, se encuentran tan 
felices en aquel medio moral y material que les presenta la misma, 
que por la noche algunos regresan a ella *“para ver si queda algo 
““que hacer en el jardín. Dos jovencitas aspiraban a ser institu- 
““trices de la escuela, y un niño deseaba tener mucho dinero para 
“fundar una escuela mayor??. * 

Los jóvenes maestros de Laren tienen que luchar mucho con los 
caracteres de los padres o familiares de los niños, pues existe a 
veces verdadera oposición entre los ideales que persigue la escuela 
y el proceder vulgar y mezquino de los que envían sus hijos a ella. 
Sin embargo, el éxito ha coronado sus esfuerzos, y esta excelente 
institución humanitaria marcha por las vías del progreso y las 
prosperidad. 


e 

Entre las principales escuelas nuevas fundadas en Inglaterra, 
nos encontramos con: 

The Home School for Boys and Girls, Bishopswood Road, 
Highgate. N. Director: M. J. C. Hudson. 

Fielden Demostration Schools connected with Department of 
Education, the University of Manchester, Rusholme Place, Victoria 
Park, Manchester. Director: Profesor J. J. Findlay. 

Ruskin School Home, Heacham-on Sea, Norfolk. Director: Mr 
Harry Lowerison. 


En Francia existen las siguientes : 

La escuela de la Isla de Francia, Liancourt (Oise). Director: 
Sres. Leplat y Scott. 

El colegio de Normandía, Cleres (Seine Inf). Director: M. J 
Duhamel. 

“La escuela de Gulleva, Cháteau Dulamon, Blanquefort, Bor- 
deaux. Director: M. Enrique Picard. 

L”Avenir social, Epone (Set O.). Directora: Mme. Mad. Vernet. 


1 Revista de Educación, Dr. Alír.do M. Aguayo, pág. 48. 


360 CARMEN OTILIA TAGLE 


La escuela de Planchoury (para jóvenes), St. Michel sur Loire 
(Indre et Loire). Directora: Mme. Lemesle. 
' Escuela de Chénes-Verts, Loundun, Vienne. Director: M. Niclot. 
Escuela La Ruche, Rambouillet, París. Director: M. Sebastian 
Faure. 


(Concluirá.) 


olla ¿EE CULO ALA A a Profesor Dr. Arístides Mestre. 
Eoología. (1 curso): E A e e 


MoOBratiaS (IICUESO) AE A e Ad did Dr. Carlos de la Torre, 

Antropología general (1 curso)............... 5 Dr. Luis Montané. 
CONFERENCIAS 

Histología y Embriología Zoológicas.......... 5 

Aatomía Comparadas ino. td E Dr. Arístides Mestre (Aux.) 


Los profesores auxiliares de esta Escuela son: Dr. Arístides Mestre (Jefe de lostraba- 
jos prácticos del Laboratorio de Biología, etc.); Dr. Pablo Miquel (Jefe del Gabinete de 
Astronomía); Dr. Nicasio Silverio (Jefe del Gabinete de Física), Dr. Gerardo Fernández 
Abreu (Jefe del Laboratorio de Química); y Dr. Jorge Hortsmann (Director del Jardín 
Botánico). Estos diversos servicios tienen sus respectivos ayudantes.—El «Museo An- 
tropológico Montané » y el Laboratorio de Antropología tienen por Jefe al Profesor 


titular de la asignatura. 
3 ESCUELA DE PEDAGOGIA 


Psicología Pedagógica (1 curso)............... 1 

Historia de la Pedagogía (1 curso)............ Profesor Dr. Alfredo M. Aguayo. 
Higiene Escolar: (di Curso) da | 

Metología Pedagógica (2 cursos) ............. E Dr. Manuel Valdés Rodríguez. 
Dibrjoineal (ECU A AS 

Dibajo natural (Leneso) ri , ” Sr. Pedro Córdova. 


CONFERENCIAS 


I. Crítica de la Educación Contemporánea... 
La Pedagogía Experimental............. z 
TI. Lectura é interpretación de las obras de los Profesor Dr. Luis Padró. 
grandes pedagogos contemporáneos ..... 
Agrupada la carrera de Pedagogía en tres cursos, comprende también asignaturas 
que se estudian en otras Escuelas de la misma Facultad. 


4. ESCUELA DE INGENIEROS, ELECTRICISTAS Y ARQUITECTOS 


Dibujo Topográfico estructural y arquitectónico. 
ERCUESOS) a ie 7 e 
EsStereotomía ¡EL CUESO A  as 
A O A 
Materiales de Construcción (1 curso)......... 1 
Resistencia de Materiales. Estática Gráfica 
ACRUESON NS ia E a RO E IO a a Tí 
Construciones Civiles y Sanitarias (1 curso)... ) 
Eludromecánica (ECUrSO +. de nana 0 di e 
Maquinaria CUCUESO): Da darte area a ero e 
Ingeniería de Caminos (3 cursos: puentes, fe- ) 
rrocarriles, calles y carreteras )............ 
Enseñanza especial de la Electricidad (3 cursos? pS Sr. Ovidio Giberga. 
Arquitectura é Higiene de los Edificios (1 curso) 
Historia de la Arquitectura (1 curso).......... 
Contratos, Presupuestos y Legislación especial de 
á la Ingeniería y Arquitectura (1 curso)..... 

Esta Escuela comprende las carreras de Ingeniero Civil, Ingeniero Electricista y 
Arquitecto; y son sus profesores Auxiliares: Dr. Andrés Castellá, Sr. A. Fernández de 
Castro (Jefe del Laboratorio y Taller Mecánicos); y Sr. Plácido Jordán (Jefe del Labo- 
ratorio y Taller Eléctricos); con sus correspondientes ayudantes. En dicha Escuela se 
estudia la carrera de Maestro de Obras; exigiéndose asignaturas que corresponden á 


otras Escuelas. 
5. ESCUELA DE AGRONOMIA 


Química Agrícola é Industrias Rurales (1 curso). 
Fabricación de azúcar (l CUrSO) 0. o... coo. oie 
Nro TmMa: (CL EBYrSO ). e ida ham OS ! 
Aro tren (TI CUTSO). did AS Vr es o Sr. José Cadenas. 
EXOfecaIia IESO a go tl io ea. 
Economía Rural y Contabilidad Agrícola (1 cur- 
O A E O ao ao, cas S 20 1 
Legislación Rural y formación de Proyectos 22 r. José Comallonga. 
(eii y ARS NG ER AS E o SS AAA 
El profesor auxiliar de esta Escuela es el Dr. Buenaventura Rueda (Jefe de los Mu- 
seos y Laboratorios). 
Para los grados de Perito químico agrónomo y de Ingeniero agrónomo, se exigen 
estudios que se cursan en otras Escuelas. 


Profesor Sr. Eugenio Rayneri. 


57 Sr. Aurelio Sandoval. 


pe Sr. Eduardo Giberga. 


e Dr. Luis de Arozarena. 


Dr. Antonio Espinal. 


Profesor Dr. Francisco Henares. 


En la Secretaría de la Facultad, abierta al público todos los días hábiles de 1 á 5 
de la tarde, se dan informes respecto á los detalles de la organización de sus diferentes 
Escuelas, distribución de los cursos en las carreras que se estudian, títulos, grados, dis- 
posiciones reglamentarias, incorporación de títulos extranjeros, etc. 


AVISO 


— 


LA REVISTA DE LA FACULTAD DE LETRAS Y CIENCIAS es bimestral. 

Se solicita de las publicaciones literarias Ó científicas que reciban la REVISTA, el canje co- 
rrespondiente; y de los Centros de instrucción Ó Corporaciones á quienes se la remitamos, el 
envío de los periódicos, catálogos, etc., que publiquen: de ellos daremos cuenta en nuestra 
sección bibliográfica. / 

Para todo lo concerniente á la REVISTA (administración, canje, remisión de obras, etc.) 
dirigirse al Sr. Secretario de la Facultad de Letras y Ciencias, Universidad de la Habana, Re- 
pública de Cuba. 


NOTICE 


The REVISTA DE LA FACULTAD DE LETRAS Y CIENCIAS, will be issued every other 
month, 

We respectfully solicit the corresponding exchange, and ask the Centres of Instruction and 
Corporations receiving it, to kindly send periodicals, catalogues, etc., published by them. A 
detailed account of work thus received will be published in our bibliographical section, 

Address all communications whether on business or otherwise, as also periodicals, printed 
matter, etc., to the Secretario de la Facultad de Letras y Ciencias, Universidad de la Habana, 
República de Cuba. 


AWVIS 


La REVISTA DE LA FACULTAD DE LETRAS Y CIENCIAS parait tous les deux mois. On 
demande 1'échange des publications littéraires et scientifiques: il en sera fait un compte rendu 
dans notre partie bibliographique. 

Pour tout ce qui concerne la Revue au point de vue de 1'administration, échanges, envoj 
d'ouvrages, etc., on est prié de s'addresser au Secretario de la Facultad de Letras y Cienciasr 
Universidad de la Habana, República de Cuba. 


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