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Full text of "Romancero gitano (1924-1927)"

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Garcia  Lorca,  Federico 
Romancero  gitano 


00 


FEDERICO      garcía      LORCA 


ROMANCERO 
GITAKO 


•  1924-1927 


\ 


EDITORIAL       MODERNA 

CALLE     MONJITAS    47 
•  SANTIAGO    CHILE  • 


FEDERICO     garcía    LORCA 


ROMANCERO 
GITANO 

(Í924  -  Í92T) 

SÉPTIMA  EDICIÓN 


EDITORIAL  MODERNA 

CALLE  MONJITAS  47 
S  \NTlAGO  DE  CHILE 


íY- 


1 


1 

ROMANCE  DE  LA  LUNA,  LUNA 

A  Ccmchita  García  Lorca 


ROMANCE  DE  LA  LUNA,  LUNA 


JL/A  luna  vino  a  la  fragua 
con  su  polisón  de  nardos. 
El  niño  la  mira,  mira. 
El  niño  la  está  mirando. 
En  el  aire  conmovido 
mueve  la  luna  sus  brazos 
y  enseña,  lúbrica  y  pura, 
sus  senos  de  duro  estaño. 
Huye  luna,  luna,  luna. 
Si  vinieran  los  gitanos, 

^  9  -- 


harían  con  tu  corazón 
collares  y  anillos  blancos. 
Niño,  déjame  que  baile. 
Cuando  vengan  los  gitanos, 
te  encontrarán  sobre  el  yunque 
con  los  ojillos  cerrados. 
Huye  luna,  luna,  luna, 
que  ya  siento  sus  caballos. 
Niño,  déjame,  no  pises 
mi  blancor  almidonado. 


El  jinete  se  acercaba 
tocando  el  tambor  del  llano. 
Dentro  de  la  fragua  el  niño 
tiene  los  ojos  cerrados. 

—  10  — 


Por  el  olivar  venían, 
bronce  y  sueño,  los  gitanos. 
Las  cabezas  levantadas 
y  los  ojos  entornados. 


Cómo  canta  la  zumaya, 
¡ay,  cómo  canta  en  el  árbol! 
Por  el  cielo  va  la  luna 
con  un  niño  de  la  mano. 


Dentro  de  la  fragua  lloran, 
dando  gritos,  los  gitanos. 
El  aire  la  vela,  vela. 
El  aire  la  está  velando. 


11 


PRIMER  ROMANCERO  GITANO 
(1924-1927) 


2 
PRECIOSA  Y  EL  AIRE 


A   Dámaso  Alonso 


PRECIOSA  Y  EL  AIRE 


^^U  luna  de  pergamino 
Preciosa  tocando  viene, 
por  un  anfibio  sendero 
de  cristales  y  laureles. 
Él  silencio  sin  estrellas, 
huyendo  del  sonsonete, 
cae  donde  el  mar  bate  y  canta 
su  noche  llena  de  peces. 
En  los  picos  de  la  sierra 
los  carabineros  duermen 


15 


guardando  las  blancas  torres 
donde  viven  los  ingleses. 
Y  los  gitanos  del  agua 
levantan  por  distraerse  , 

glorietas  de  caracolas 
y  ramas  de  pino  verde. 


Su  luna  de  pergamino 
preciosa  tocando  viene. 
Al  verla  se  ha  levantado 
el  viento,  que  nunca  duerme. 
San  Cristobalón  desnudo, 
lleno  de  lenguas  celestes, 
mira  a  la  niña  tocando 
una  dulce  gaita  ausente. 


16 


Niña,  deja  que  levante 
tu  vestido  para  verte. 
Abre  a  mis  dedos  antiguos 
la  rosa  azul  de  tu  vientre. 


Preciosa  tira  el  pandero 
y  corre  sin  detenerse. 
El  viento-hombrón  la  persigue 
con  una  espada  caliente. 


Frunce  su  rumor  el  mar. 
Los  olivos  palidecen. 
Cantan  las  flautas  de  umbría 
y  el  liso  gong  de  la  nieve. 


17 


¡Preciosa,  corre,  Preciosa, 
que  te  coge  el  viento  verde! 
¡Preciosa,  corre.  Preciosa! 
¡Míralo  por  dónde  viene! 
Sátiro  de  estrellas  bajas 
con  sus  lenguas  relucientes. 


Preciosa,  llena  de  miedo, 
entra  en  la  casa  que  tiene, 
más  arriba  de  los  pinos, 
el  cónsul  de  los  ingleses. 


Asustados  por  los  gritos 
tres  carabineros  vienen. 


18 


sus  negras  capas  ceñidas 
y  los  gorros  en  las  sienes. 


El  inglés  da  a  la  gitana 
un  vaso  de  tibia  leche, 
y  una  copa  de  ginebra 
que  Preciosa  no  se  bebe. 


Y  mientras  cuenta,  llorando, 
su  aventura  a  aquella  gente, 
en  las  tejas  de  pizarra 
el  viento,  furioso,  muerde. 


19 


3 
REYERTA 


A  Rafael  Méndez 


REYERTA 


N  la  mitad  del  barranco 
las  navajas  de  Albacete, 
bellas  de  sangre  contraria, 
relucen  como  los  peces. 
Una  dura  luz  de  naipe 
recorta  en  el  agrio  verde 
caballos  enfurecidos 
y  perfiles  de  jinetes. 
En  la  copa  de  un  olivo 
lloran  dos  viejas  mujeres. 


23 


El  toro  de  la  re3^erta 
se  sube  por  las  paredes. 
Angeles  negros  traían 
pañuelos  y  agua  de   nieve. 
Angeles  con  grandes  alas 
de  navajas  de  Albacete. 
Juan  Antonio  el  de  Montilla 
rueda  muerto  la  pendiente, 
su  cuerpo  lleno  de  lirios 
y  una  granada  en  las  sienes. 
Ahora  monta  cruz  de  fuego 
carretera  de  la  muerte. 


El  juez,  con  guardia  civil, 
por  los  olivares  viene. 


24 


Sangre  resbalada  gime 
muda  canción  de  serpiente. 
Señores  guardias  civiles: 
aquí  pasó  lo  de  siempre. 
Han  muerto  cuatro  romanos 
y  cinco  cartagineses. 


La  tarde  loca  de  higueras 
y  de  rumores  calientes 
cae  desmayada  en  los  muslos 
heridos  de  los  jinetes. 
Y  ángeles  negros  volaban 
por  el  aire  de  poniente. 
Angeles  de  largas  trenzas 
y  corazones  de  aceite. 


25 


4 
ROMANCE  SONAMBULO 

A  Gloria  Giner 

y 

A  Fernando  de  los  Ríos 


ROMANCE  SONAMBULO 


Y  ERDE  que  te  quiero  verde. 
Verde  viento.  Verdes  ramas. 
El  barco  sobre  la  mar 
y  el  caballo  en  la  montaña. 
Con  la  sombra  en  la  cintura, 
ella  sueña  en  su  baranda, 
verde  carne,  pelo  verde, 
con  los  ojos  de  fría  plata. 
Verde  que  te  quiero  verde. 
Bajo  la  luna  gitana, 


29 


I 


las  cosas  la  están  mirando 
y  ella  no  puede  mirarlas. 


Verde  que  te  quiero  verde. 
Grandes  estrellas  de  escarcha 
vienen  con  el  pez  de  sombra 
que  abre  el  camino  del  alba. 
La  higuera  frota  su  viento 
con  la  lija  de  sus  ramas, 
y  el  monte,  gato  garduño, 
eriza  sus  pitas  agrias. 
Pero  ¿quién  vendrá?  ¿Y  por  dónde?... 
Ella  sigue  en  su  baranda, 
verde  carne,  pelo  verde, 


30 


soñando  en  la  mar  amarga. 

— Compadre,  quiero  cambiar 
mi  caballo  por  su  casa, 
mi  montura  por  su  espejo, 
mi  cuchillo  por  su  manta. 
Compadre,  vengo  sangrando, 
desde  los  puertos  de  Cabra. 

— Si  yo  pudiera,  mocito, 
este  trato  se  cerraba. 
Pero  yo  ya  no  soy  yo, 
ni  mi  casa  es  ya  mi  casa. 

— Compadre,  quiero  morir 
decentemente  en  mi  cama. 
De  acero,  si  puede  ser, 
con  las  sábanas  de  holanda. 
¿No  ves  la  herida  que  tengo 
desde  el  pecho  a  la  garganta? 


31 


— Trescientas  rosas  morenas 
lleva  tu  pechera  blanca. 
Tu  sangre  rezuma  y  huele 
alrededor  de  tu  faja. 
Pero  yo  ya  no  soy  yo, 
ni  mi  casa  es  ya  mi  casa. 

— Dejadme  subir  al  menos 
hasta  las  altas  barandas; 
— ¡Dejadme  subir!  dejadme 
hasta  las  verdes  barandas, 
Barandales  de  la  luna 
por  donde  retumba  el  agua. 


Ya  suben  los  dos  compadres 
hacia  las  altas  barandas. 


32 


Dejando  un  rastro  de  sangre. 
Dejando  un  rastro  de  lágrimas. 
Temblaban  los  tejados 
farolillos  de  hojalata. 
Mil  panderos  de  cristal 
herian  la  madrugada. 


Verde  que  te  quiero  verde, 
verde  viento,  verdes  ramas. 
Los  dos  compadres  subieron. 
El  largo  viento,  dejaba 
en  la  boca  un  raro  gusto 
de  hiél,  de  menta  y  de  albahaca. 
¡Compadre!   ¿Dónde  está,  dime, 
dónde  está  tu  niña  amarga? 


33 


¡Cuántas  veces  te  esperó! 
¡Cuántas  veces  te  esperara 
cara  fresca,  negro  pelo, 
en  esta  verde  baranda! 


Sobre  el  rostro  del  aljibe 
se  mecía  la  gitana. 
Verde  carne,  pelo  verde, 
con  ojos  de  fría  plata. 
Un  carámbano  de  luna 
la  sostiene  sobre  el  agua. 
La  noche  se  puso  íntima 
como  una  pequeña  plaza. 
Guardias  civiles  borrachos 
en  la  puerta  golpeaban. 


34 


Verde  que  te  quiero  verde. 
Verde  viento.  Verdes  ramas. 
El  barco  sobre  la  mar. 
Y  el  caballo  en  la  montaña. 


35 


5 
LA  MONJA  GITANA 

A  José  Moreno  Villa 


LA  MONJA  GITANA 


Silencio  de  cal  y  mirto. 
Malvas  en  las  hierbas  finas. 
La  monja  borda  alhelies 
sobre  una  tela  pajiza. 
Vuelan  en  la  araña  gris 
siete  pájaros  del  prisma. 
La  iglesia  gruñe  a  lo  lejos 
como  un  oso  panaz  arriba. 
¡Qué  bien  borda!   ¡Con  qué  gracia! 
Sobre  la  tela  pajiza. 


39 


ella  quisiera  bordar 
flores  de  su  fantasía. 
¡Qué  girasol!  ¡Qué  magnolia 
de  lentejuelas  y  cintas! 
¡Qué  azafranes  y  qué  lunas, 
en  el  mantel  de  la  misma! 
Cinco  toronjas  se  endulzan 
en  la  cercana  cocina. 
Las  cinco  llagas  de  Cristo 
Cortadas  en  Almería. 
Por  los  ojos  de  la  monja 
galopan  dos  cabalistas. 
Un  rumor  último  y  sordo 
le  despega  la  camisa, 
y  al  mirar  nubes  y  montes 
en  las  yertas  lejanías, 
se  quiebra  su  corazón 
de  azúcar  y  yerbaluisa. 


40 


¡Oh,  qué  llanura  empinada 
con  veinte  soles  arriba! 
¡Qué  ríos  puestos  de  pie 
vislumbra  la  fantasía! 
Pero  sigue  con  sus  flores, 
mientras  que  de  pie,  en  la  brisa, 
la  luz  juega  al  ajedrez 
alto  de  la  celosía. 


41 


6 
LA   CASADA   INFIEL 

A   Lydia   Cabrera  y  a  su   negrita 


LA   CASADA   INFIEL 


X.    que  yo  me  la  llevé  al  río 
creyendo  que  era  mozuela, 
pero  tenía  marido. 
Fué  la  noche  de  Santiago 
y  casi  por  compromiso. 
Se  apagaron  los  faroles 
y  se  encendieron  los  grillos. 
En  las  últimas  esquinas 
toqué  sus  pechos  dormidos, 
y  se  me  abrieron  de  pronto 


45 


como  ramos  de  jacintos. 
El  almidón  de  su  enagua 
me  sonaba  en  el  oido 
como  una  pieza  de  seda 
rasgada  por  diez  cuchillos. 
Sin  luz  de  plata  en  sus  copas 
los   árboles  han  crecido 
y  un  horizonte  de  perros 
ladra  muy  lejos  el  río. 


Pasadas  las  zarzamoras, 
los  juncos  y  los  espinos, 
bajo  su  mata  de  pelo 
hice  un  hoyo  sobre  el  limo. 
Yo  me  quité  la  corbata. 


46 


Ella  se  quitó  el  vestido. 
Yo  el  cinturón  con  revólver. 
Ella  sus  cuatro  corpinos. 
Ni  dardos  ni  caracolas 
tienen  el  cutis  tan  fino, 
ni  los  cristales  con  luna 
relumbran  con  ese  brillo. 
Sus  muslos  se  me  escapaban 
como  peces  sorprendidos, 
la  mitad  llenos  de  lumbre, 
la  mitad  llenos  de  frió. 
Aquella  noche  corri 
el  mejor  de  los  caminos, 
montado  en  potra  de  nácar 
sin  bridas  y  sin  estribos. 
No  quiero  decir,  por  hombre, 
las  cosas  que  ella  me  dijo. 
La  luz  del  entendimiento 


47 


me  hace  ser  muy  comedido. 
Sucia  de  besos  y  arena 
yo  me  la  llevé  al  rio. 
Con  el  aire  se  batían 
las  espadas  de  los  lirios. 


Me  porté  como  quien  soy. 
Como  un  gitano  legítimo. 
La  regalé  un  costurero 
grande,  de  raso  pajizo, 
y  no  quise  enamorarme 
porque  teniendo  marido 
me  dijo  que  era  mozuela 
cuando  la  llevaba  al  rio. 


48 


7 
ROMANCE  DE  LA  PENA  NEGRA 

A  José  Ncpvarr^  Pardo 


ROMANCE  DE  LA  PENA  NEGRA 


\  ^  AS  piquetas  de  los  gallos 
cavan  buscando  la  aurora, 
cuando  por  el  monte  oscuro 
baja  Soledad  Montoya. 
Cobre  amarillo,  su  carne 
huele  a  caballo  y  a  sombra. 
Yunques  ahumados  sus  pechos, 
gimen  canciones  redondas. 
— ^Soledad:  ¿por  quién  preguntas 
sin  compaña  y  a  estas  horas? 


51 


— Pregunte  por  quien  pregunte, 

dime:   ¿a  ti  qué  se  te  importa? 

Vengo  a  buscar  lo  que  busco, 

mi  alegria  y  mi  persona. 

— Soledad  de  mis  pesares, 

caballo  que  se  desboca, 

al  fin  encuentra  la  mar 

y  se  lo  tragan  las  olas. 

— No  me  recuerdes  el  mar 

que  la  pena  negra,  brota 

en  las  tierras  de  aceituna 

bajo  el  rumor  de  las  hojas. 

— ¡Soledad,  qué  penas  tienes! 

¡Qué  pena  tan  lastimosa! 

Lloras  zumo  de  limón 

agrio  de  espera  y  de  boca. 

— ¡Qué  pena  tan  grande!  Corro 


62 


mi  casa  como  una  loca, 
mis  dos  trenzas  por  el  suelo 
de  la  cocina  a  la  alcoba. 
¡Qué  pena!  Me  estoy  poniendo 
de  azabache,  carne  y  ropa. 
¡Ay,  mis  camisas  de  hilo! 
¡Ay,  mis  muslos  de  amapola! 
— Soledad:  lava  tu  cuerpo 
con  agua  de  las  alondras, 
y  deja  tu  corazón 
en  paz,  Soledad  Montoya. 


Por  abajo  canta  el  río: 
volante  de  cielo  y  hojas. 


53 


Con  flores  de  calabaza 
la  nueva  luz  se  corona. 
¡Oh,  pena  de  los  gitanos! 
Pena  limpia  y  siempre  sola. 
¡Oh,  pena  de  cauce  oculto 
y  madrugada  remota! 


54 


8 

SAN  MIGUEL 
(Granada)] 

A  Diego  Buigas  de  Dalmá»^ 


SAN      MIGUEL 


^E  ven  desde  las  barandas, 
por  el  monte,  monte,  monte, 
mulos  y  sombras  de  mulos 
cargados  de  girasoles. 


Sus  ojos  en  las  umbrías 
se  empañan  de  inmensa  noche. 
En  los  recodos  del  aire 
cruje  la  aurora  salobre. 


57 


Un  cielo  de  mulos  blancos 
cierra  sus  ojos  de  azogue 
dando  a  la  quieta  penumbra 
un  final  de  corazones. 
Y  el  agua  se  pone  fría 
para  que  nadie  la  toque. 
Agua  loca  y  descubierta 
por  el  monte,  monte,  monte. 


San  Miguel,  lleno  de  encaja 
en  la  alcoba  de  su  torre, 
enseña  sus  bellos  muslos 
ceñidos  por  los  faroles. 

Arcángel  domesticado 


58 


en  el  gesto  de  las  doce, 

finge  una  cólera  dulce 

de  plumas  y  ruiseñores. 

San  Miguel  canta  en  los  vidrios; 

Efebo  de  tres  mil  noches, 

fragante  de  agua  colonia 

y  lejano  de  las  flores. 


El  mar  baila  por  la  playa 
un  poema  de  balcones. 
Las  orillas  de  la  luna 
pierden  juncos,  ganan  voces. 
Vienen  manólas  comiendo 
semillas  de  girasoles, 
los  culos  grandes  y  ocultos 


59 


como  planetas  de  cobre. 
Vienen  altos  caballeros 
y  damas  de  triste  porte, 
morenas  por  la  nostalgia 
de  un  ayer  de  ruiseñores. 
Y  el  obispo  de  Manila 
ciego  de  azafrán  y  pobre, 
dice  misa  con  dos  filos 
para  mujeres  y  hombres. 


San  Miguel  se  estaba  inquieto 
en  la  alcoba  de  su  torre, 
con  las  enaguas  cuajadas 
de  espejitos  y  entredoses. 


60 


San  Migue!,  rey  de  los  globos 
y  de  los  números  nones, 
en  el  primor  berberisco 
de  gritos  y  miradores. 


61 


I 


9 

SAN  RAFAEL 
(Córdoba) 

A  Juan  Izquierdo  Croselles 


J 


SAN      RAFAEL 


^_^OCHES  cerrados  llegaban 
a  las  orillas  de  juncos 
donde  las  ondas  alisan 
romano  torso  desnudo. 
Coches  que  el  Guadalquivir 
tiende  en  su  cristal  maduro, 
entre  láminas  de  flores 
y  resonancias  de  nublos. 
Los  niños  tejen  y  cantan 
el  desengaño  del  mundo 


65 


cerca  de  los  viejos  coches 
perdidos  en  el  nocturno. 
Pero  Córdoba  no  tiembla 
bajo  el  misterio  confuso, 
pues  si  la  sombra  levanta 
la  arquitectura  del  humo, 
un  pie  de  mármol  afirma 
su  casto  fulgor  enjuto. 
Pétalos  de  lata  débil 
recaman  los  grises  puros 
de  la  brisa,  desplegada 
sobre  los  arcos  de  triunfo. 
Y  mientras  el  puente  sopla 
diez  rumores  de  Neptuno, 
vendedores  de  tabaco 
huyen  por  el  roto  muro. 


66 


II 


Un  solo  pez  en  el  agua 
que  a  las  dos  Córdobas  junta: 
Blanda  Córdoba  de  juncos. 
Córdoba  de  arquitectura. 
Niños  de  cara  impasible 
en  la  orilla  se  desnudan, 
aprendices  de  Tobias 
y  Merlines  de  cintura, 
para  fastidiar  al  pez 
en  irónica  pregunta 
si  quiere  flores  de  vino 
o  saltos  de  media  luna. 


67 


Pero  el  pez  que  dora  el  agua 
y  los  mármoles  enluta, 
les   da  lección   y   equilibrio 
de  solitaria  columna. 
El  Arcángel  aljamiado 
de  lentejuelas  oscuras, 
en  el  mitin  de  las  ondas 
buscaba  rumor  y  cuna. 


Un  solo  pez  en  el  agua. 
Dos  Córdobas  de  hermosura. 
Córdoba  quebrada  en  chorros. 
Celeste  Córdoba  enjuta. 


68 


10 

SAN  GABRIEL 
(Sevilla) 


w 

A  D,  Agustín  Viñuales 


SAN      GABRIEL 


I^J^  N  bello  niño  de  junco, 
anchos  hombros,  fino  talle, 
piel  de  nocturna  manzana, 
boca  triste  y  ojos  grandes, 
nervio  de  plata  caliente, 
ronda  la  desierta  calle. 
Sus  zapatos  de  charol 
rompen  las  dalias  del  aire 
con  los  dos  ritmos  que  cantan 
breves  lutos  celestiales. 


71 


En  la  ribera  del  mar 

no  hay  palma  que  se  le  iguale, 

ni  emperador  coronado, 
ni  lucero  caminante. 
Cuando  la  cabeza  inclina 
sobre  su  pecho  de  jaspe, 
la  noche  busca  llanuras 
porque  quiere  arrodillarse. 
Las  guitarras  suenan  solas 
para  San  Gabriel  Arcángel, 
domador  de  palomillas 
y  enemigo  de  los  sauces. 
— San  Gabriel:  El  niño  llora 
en  el  vientre  de  su  madre. 
No  olvides  que  los  gitanos 
te  regalaron  el  traje. 


72 


II 


Anunciación  de  los  Reyes, 
bien  lunada  y  mal  vestida, 
abre  la  puerta  al  lucero 
que  por  la  calle  venia. 
El  Arcángel  San  Gabriel, 
entre  azucena  y  sonrisa, 
bisnieto  de  la  Giralda, 
se  acercaba  de  visita. 
En  su  chaleco  bordado 
grillos  ocultos  palpitan. 
Las  estrellas  de  la  noche, 
se  volvieron  campanillas. 


73 


— San  Gabriel,  aquí  me  tienes 

con  tres  clavos  de  alegría. 

Tu  fulgor  abre  jazmines 

sobre  mi  cara  encendida. 

— Dios  te  salve,  Anunciación. 

Morena  de  maravilla. 

Tendrás  un  niño  más  bello 

que  los  tallos  de  la  brisa. 

— ¡Ay,  San  Gabriel  de  mis  ojos! 

¡Gabrielillo  de  mi  vida! 

Para  sentarte  yo  sueño 

un  sillón  de  clavellinas. 

— Dios  te  salve,  Anunciación, 

bien  lunada  y  mal  vestida. 

Tu  niño  tendrá  en  el  pecho 

un  lunar  y  tres  heridas. 


74 


— ijAy,  San  Gabriel  que  reluces! 
¡Gabrielillo  de  mi  vida! 
En  el  fondo  de  mis  pechos 
ya  nace  la  leche  tibia. 
— Dios  te  salve,  Anunciación. 
Madre  de  cien  dinastías. 
Áridos  lucen  tus  ojos, 
paisajes  de  caballista. 


El  niño  canta  en  el  seno 
de  Anunciación  sorprendida. 
Tres  balas  de  almendra  verde 
tiemblan  en  su  vocecita. 


75 


Ya  San  Gabriel  en  el  aire 
por  una  escala  subía. 
Las  estrellas  de  la  noche 
se  volvieron  siemprevivas. 


76 


11 

PRENDIMIENTO  DE  ANTOÑITO 

EL  CAMBORIO  EN  EL  CAMINO 

DE  SEVILLA 

A  Margarita  Xirgu, 


I 


PRENDIMIENTO  DE  ANTOÑITO 

EL  CAMBORIO  EN  EL  CAMINO 

DE  SEVILLA 


Antonio  Torres  Heredia, 
hijo  y  nieto  de  Camborios, 
con  una  vara  de  mimbre 
va  a  Seviila  a  ver  los  toros. 
Moreno  de  verde  luna 
anda  despacio  y  garboso. 
Sus  empavonados  bucles 
le  brillan  entre  los  ojos. 
A  la  mitad  del  camino 
cortó  limones  redondos. 


79 


y  los  fué  tirando  al  agua 
hasta  que  la  puso  de  oro, 
Y  a  la  mitad  del  camino, 
bajo  las  ramas  de  un  olmo, 
guardia  civil  caminera 
lo  llevó  codo  con  codo. 


El  día  se  va  despacio, 
la  tarde  colgada  a  un  hombro, 
dando  una  larga  torera 
sobre  el  mar  y  los  arroyos. 
Las  aceitunas  aguardan 
la  noche  de  Capricornio, 
y  una  corta  brisa,  ecuestre, 
salta  los  montes  de  plomo. 


80 


Antonio  Torres  Heredia, 
hijo  y  nieto  de  Camborios, 
viene  sin  vara  de  mimbre 
entre  los  cinco  tricornios. 


— Antonio,  ¿quién  eres  tú? 
Si  te  llamaras  Camborio, 
hubieras  hecho  una  fuente 
de  sangre  con  cinco  chorros. 
Ni  tú  eres  hijo  de  nadie, 
ni  legitimo  Camborio. 
jSe  acabaron  los  gitanos 
que  iban  por  el  monto  solos! 
están  los  viejos  cuchillos 
tiritando  bajo  el  polvo. 


81 


A  las  nueve  de  la  noche 
lo  llevan  al  calabozo, 
mientras  los  guardias  civiles 
beben  limonada  todos. 
Ya  las  nueve  de  la  noche 
le  cierran  el  calabozo, 
mientras  el  cielo  reluce 
como  la  grupa  de  un  potro. 


82 


12 

MUERTE  DE  ANTOÑITO 
EL  CAMBORIO 

A  José  Antonia  Rubio  Sacristán 


MUERTE  DE  ANTOÑITO 
EL  CAMBORIO 


V  OCES  de  muerte  sonaron 
cerca  del  Guadalquivir. 
Voces  antiguas  que  cercan 
voz  de  clavel  varonil. 
Les  clavó  sobre  las  botas 
mordiscos  de  jabalí. 
En  la  lucha  daba  saltos 
jabonados  de  delfín. 
Bañó  con  sangre  enemiga 
su  corbata  carmesí, 


85 


pero  eran  cuatro  puñales 
y  tuvo  que  sucumbir. 
Cuando  las  estrellas  clavan 
rejones  al  agua  gris, 
cuando  los  erales  sueñan 
verónicas  de  alhelí, 
voces  de  muerte  sonaron 
cerca  del  Guadalquivii*. 


— Antonio  Torres  Heredia, 
Camborio  de  dura  crin, 
moreno  de  verde  luna, 
voz  de  clavel  varonil: 
¿Quién  te  ha  quitado  la  vida 
cerca  del  Guadalquivir? 


86 


— ^Mis  cuatro  primos  Heredias 

hijos  de  Benamejí. 

Lo  que  en  otros  envidiaban, 

ya  lo  envidiaban  en  mí. 

Zapatos  color  corinto, 

medallones  de  marfil, 

y  ese  cutis  amasado 
con  aceituna  y  jazmín. 
— ¡Ay,  Antoñito  Camborio 
digno  de  una  Emperatriz! 
Acuérdate  de  la  Virgen 
porque  te  vas  a  morir. 
— ;Ay,  Federico  García, 
llama  a  la  Guardia  civil! 
Ya  mi  talle  se  ha  quebrado 
como  caña  de  maíz. 


87 


Tres  golpes  de  sangre  tuvo 
y  se  murió  de  perfil. 
Viva  moneda  que  nunca 
se  volverá  a  repetir. 
Un  ángel  marchoso  pone 
su  cabeza  en  un  cojín. 
Otros  de  rubor  cansado 
encendieron  un  candil. 
Y  cuando  los  cuatro  primos 
llegan  a  Benamejí, 
voces  de  muerte  cesaron 
cerca  del  Guadalquivir. 


88 


*t  13 

MUERTO  DE  AMOR 


MUERTO  DE  AMOR 


^Vo/UE  es  aquello  que  reluce 
por  los  altos  corredores? 
-—Cierra  la  puerta,  hijo  mío; 
acaban  de  dar  las  once. 
— En  mis  ojos  sin  querer, 
relumbran  cuatro  faroles. 
— Será  que  la  gente  aquella 
estará  fregando  el  cobre. 


91 


Ajo  de  agónica  plata 
la  luna  menguante,  pone 
cabelleras  amarillas 
a  las  amarillas  torres. 
La  noche  llama  temblando 
al  cristal  de  los  balcones 
perseguidas  por  los  mil 
perros  que  no  la  conocen, 
y  un  olor  de  vino  y  ámxbar 
viene  de  los  corredores. 


Brisas  de  caña  mojada 
y  rumor  de  viejas  voces 
resonaban  por  el  arco 
roto  de  la  media  noche. 


92 


Bueyes  y  rosas  dormían. 
Sólo  por  los  corredores 
las  cuatro  luces  clamaban 
con  el  furor  de  San  Jorge. 
Tristes  mujeres  del  valle 
bajaban  su  sangre  de  hombre, 
tranquila  de,  flor  cortada 
y  amarga  de  muslo  joven. 
Viejas  mujeres  del  río 
lloraban  al  pie  del  monte 
un  minuto  intransitable 
de  cabelleras  y  nombres. 
Fachadas  de  cal  ponían 
cuadrada  y  blanca  la  noche. 
Serafines  y  gitanos 
tocaban  acordeones. 
— Madre,  cuando  yo  me  muera 


93 


que  se  enteren  los  señores. 
Pon  telegramas  azules 
que  vayan  del  Sur  al  Norte. 
Siete  gritos,  siete  sangres, 
siete  adormideras  dobles 
quebraron  opacas  lunas 
en  los  oscuros  salones. 
Lleno  de  manos  cortadas 
y  coronitas  de  flores, 
el  mar  de  los  juramentos 
resonaba,  no  sé  dónde. 
Y  el  cielo  daba  portazos 
al  brusco  rumor  del  bosque, 
mientras  clamaban  las  luces 
en  los  altos  corredores. 


94 


14 
EL    EMPLAZADO 


Para  Emilio  Aladren 


ROMANCE    DEL    EMPLAZADO 


JxXtl  soledad  sin  descanso! 
Ojos  chicos  de  mi  cuerpo 
y  grandes  de  mi  caballo, 
no  se  cierran  por  la  noche 
ni  miran  al  otro  lado 
donde  se  aleja  tranquilo 
un  sueño  de  trece  barcos. 
Sino  que  limpios  y  duros 
escuderos  desvelados, 
mis  ojos  miran  un  norte 


97 


de  metales  y  peñascos 
donde  mi  cuerpo  sin  venas 
consulta  naipes  helados. 


Los  densos  bueyes  del  agua 
embisten  a  los  muchachos 
que  se  bañan  en  las  lunas 
de  sus  cuernos  ondulados. 
Y  los  mantillos  cantaban 
sobre  los  yunques  sonámbulos 
el  insomnio  del  jinete 
y  el  insomnio  del  caballo. 


El  veinticinco  de  junio 


98 


le  dijeron  a  el  Amargo: 
— 'Ya  puedes  cortar  si  gustas 
las  adelfas  de  tu  patio. 
Pinta  una  cruz  en  la  puerta 
y  pon  tu  nombre  debajo, 
porque  cicutas  y  ortigas 
y  agujas  de  cal  mojada 
nacerán  en  tu  costado, 
te  m.orderán  los  zapatos. 
Será  de  noche,  en  lo  oscuro, 
por  los  montes  imantados 
donde  los  bueyes  del  agua 
beben  los  juncos  soñando. 
Pide  luces  y  campanas. 
Aprende  a  cruzar  las  manos, 
y  gusta  los  aires  fríos 
de  metales  y  peñascos. 


99 


Porque  dentro  de  dos  meses 
yacerás  amortajado. 


Espadón  de  nebulosa 
mueve  en  el  aire  Santiago. 
Grave  silencio,  de  espalda, 
manaba  el  cielo  combado. 


El  veinticinco  de  junio 
abrió  sus  ojos  Amargo, 
y  el  veinticinco  de  agosto 
se  tendió  para  cerrarlos. 
Hombres  bajaban  la  calle 

100 


para  ver  al  emplazado, 
que  fijaba  sobre  el  muro 
su  soledad  con  descanso. 
Y  la  sábana  impecable, 
de  duro  acento  romano, 
daba  equilibrio  a  la  muerte 
con  las  rectas  de  sus  paños. 


101 


i 


15 

ROMANCE  DE  LA  GUARDIA 
CIVIL  ESPAÑOLA 

A  Juan  Guerrero 


m 


ROMANCE  DE  LA  GUARDIA 
CIVIL  ESPAÑOLA 


J_^OS  caballos  negron  son. 
Las  herraduras  son  negras. 
Sobre  las  capas  relucen 
manchas  de  tinta  y  de  cera. 
Tienen,  por  eso  no  lloran, 
de  plomo  las  calaveras. 
Con  el  alma  de  charol 
vienen  por  la  carretera. 
Jorobados  y  nocturnos, 
por  donde  animan  ordenan 

105 


silencios  de  goma  oscura 
y  miedos  de  fina  arena. 
Pasan,  si  quieren  pasar, 
y  ocultan  en  la  cabeza 
una  vaga  astronomía 
de  pistolas  inconcretas. 


¡Oh,  ciudad  de  los  gitanos! 
en  las  esquinas  banderas. 
La  luna  y  la  calabaza 
con  las  guindas  en  conserva. 
¡Oh,  ciudad  de  los  gitanos! 
£  Quién  te  vio  y  no  te  recuerda? 
Ciudad  de  dolor  y  almizcle, 
con  las  torres  de  canela. 

106 


Cuando  llegaba  la  noche 
noche  que  noche  nochera, 
los  gitanos  en  sus  fraguas 
forjaban  soles  y  flechas. 
Un  caballo  malherido 
llamaba  a  todas  las  puertas. 
Gallos  de  vidrio  cantaban 
por  Jerez  de  la  Frontera. 
El  viento  vuelve  desnudo 
la  esquina  de  la  sorpresa, 
en  la  noche  platinoche 
noche,  que  noche  nochera. 


La  Virgen  y  San  José 
perdieron  sus  castañuelas, 


107 


y  buscan  a  los  gitanos 
para  ver  si  las  encuentran. 
La  Virgen  viene  vestida 
con  un  traje  de  alcaldesa 
de  papel  de  chocolate 
con  los  collares  de  almendras. 
San  José  mueve  los  brazos 
bajo  una  capa  de  seda. 
Detrás  va  Pedro  Domecq 
con  tres  sultanes  de  Persia. 
La  media  luna  soñaba 
un  éxtasis  de  cigüeña. 
Estandartes  y  faroles 
invaden  las  azoteas. 
Por  los  espejos  sollozan 
bailarinas  sin  caderas. 


108 


Agua,  y  sombra,  sombra  y  agua 
por  Jerez  de  la  Frontera. 


i  Oh,  ciudad  de  los  gitanos 
En  las  esquinas,  banderas. 
Apaga  tus  verdes  luces 
que  viene  la  benemérita. 
¡Oh,  ciudad  de  los  gitanos! 
¿Quién  te  vio  y  no  te  recuerda? 
Dejadla  lejos  del  mar 
sin  peines  para  sus  crenchas. 


Avanzan  de  dos  en  fondo 
a  la  ciudad  de  la  fiesta. 

Í09 


Un  rumor  de  siemprevivas 
invade  las  cartucheras. 
Avanzan  de  dos  en  fondo. 
Doble  nocturno  de  tela. 
El  cielo,  se  les  antoja, 
una  vitrina  de  espuelas. 


La  ciudad,  libre  de  miedo, 
multiplicaba  sus  puertas. 
Cuarenta  guardias  civiles 
entran  a  saco  por  ellas. 
Los  relojes  se  pararon, 
y  el  coñac  de  las  botellas 
se  disfrazó  de  noviembre 
para  no  infundir  sospechas. 

110 


Un  vuelo  de  gritos 
se  levantó  en  las  veletas. 
Los  sables  cortan  las  brisas 
que  los  cascos  atropellan. 
Por  las  calles  de  penumbra 
huyen  las  gitanas  viejas 
con  los  caballos  dormidos 
y  las  orzas  de  maneda. 
Por  las  calles  empinadas 
suben  las  capas  siniestras, 
dejando  detrás  fugaces 
remolinos  de  tijeras. 


En  el  portal  de  Belén 
los  gitanos  se  congregan. 


111 


San  José,  lleno  de  heridas, 
amortaja  a  una  doncella. 
Tercos  fusiles  agudos 
por  toda  la  noche  suenan. 
La  Virgen  cura  a  los  niños 
con  salivilla  de  estrella. 
Pero  la  Guardia  civil 
avanza  sembrando  hogueras, 
donde  joven  y  desnuda 
la  imaginación  se  quema. 
Rosa  la  de  los  Camborios 
gime  sentada  en  su  puerta 
con  sus  dos  pechos  cortados 
puestos  en  una  bandeja. 
Y  otras  muchachas  corrían 
perseguidas  por  sus  trenzas 
en  un  aire  donde  estallan 
rosas  de  pólvora  negra. 

112 


Cuando  todos  los  tejados 
eran  surcos  en  la  tierra, 
el  alba  meció  sus  hombros 
en  largo  perfil  de  piedra. 


¡Oh,  ciudad  de  los  gitanos! 
La  Guardia  civil  se  aleja 
por  un  túnel  de  silencio 
mientras  las  llamas  te  cercan. 


¡Oh,  ciudad  de  los  gitanos! 
< Quién  te  vio  y  no  te  recuerda? 


113 


Que  te  busquen  en  mi  frente. 
Juego  de  luna  y  arena. 


114 


TRES  ROMANCES   HISTÓRICOS 


16 
MARTIRIO  DE  SANTA  OLALLA 


MARTIRIO  DE  SANTA  OLALLA 


PANORAMJV  DE  HERIDA 

±fOK  la  calle  brinca  y  corre 
caballo  de  larga  cola, 
mientras  juegan  o  dormitan 
viejos  soldados  de  Roma. 
Medio  monte  de  Minervas 
abre  sus  brazos  sin  hojas. 
Agua  en  vilo  redoraba 
las  aristas  de  las  rocas. 


119 


Noche  de  torsos  yacentes 

y  estrellas  de  nariz  rota 

aguarda  grietas  del  alba 

para  derrumbarse  toda. 

De  cuando  en  cuando  sonaban 

blasferias  de  cresta  roja. 

Al  gemir,  la  santa  niña 

quiebra  el  cristal  de  las  copas 

La  rueda  afila  cuchillos 

y  garfios  de  aguda  comba: 

Brama  el  toro  de  los  yunques, 

y  Mérida  se  corona 

de  nardos  casi  despiertos 

y  tallos  de  zarzamora. 


120 


II 


EL  MARTIRIO 

Flora  desnuda  se  sube 
por  escalerillas  de  agua. 
El  Cónsul  pide  bandeja 
para  los  senos  de  Olalla. 
Un  chorro  de  venas  verdes 
le  brota  de  la  garganta. 
Su  sexo  tiembla  enredado 
como  un  pájaro  en  las  zarzas. 
Por  el  suelo,  ya  sin  norma, 

121 


brincan  sus  manos  cortadas 

que  aún  pueden  cruzarse  en  teniae 

oración  decapitada. 

Por  los  rojos  agujeros 

donde  sus  pechos  estaban 

se  ven  cielos  diminutos 

y  arroyos  de  leche  blanca. 

Mil  arbolillos  de  sangre 

le  cubren  toda  la  espalda 

y  oponen  húmedos  troncos 

al  bisturí  de  las  llamas. 

Centuriones  amarillos 

de  carne  gris,  desvelada, 

llegan  al. cielo  sonando 

sus  armaduras  de  plata. 

Y  mientras  vibra  confusa 

pasión  de  crines  y  espadas, 


122 


el  Cónsul  porta  en  bandeja 
senos  ahumados  de  Olalla. 


III 


INFIERNO  Y  GLORIA 


Nieve  ondulada  reposa. 
Olalla  pende  del  árbol. 
Su  desnudo  de  carbón 
tizna  los  aires  helados. 
Noche  tirante  reluce. 
Olalla  muerta  en  el  árbol. 
Tinteros  de  las  ciudades 
vuelcan  la  tinta  despacio. 

123 


Negros  maniquíes  de  sastre 
cubren  la  nieve  del  campo 
en  largas  filas  que  gimen 
su  silencio  mutilado. 
Nieve  partida  comienza 
Olalla  blanca  en  el  árbol. 
Escuadras  de  níquel  juntan 
los  picos  en  su  costado. 


Una  Custodia  reluce 
sobre  los  cielos  quemados 
entre  gargantas  de  arroyo 
y  ruiseñores  en  ramos. 
¡Saltan  vidrios  de  colores; 


124 


Olalla  blanca  en  lo  blanco. 

Angeles  y  serafines 

dicen:  Santo,  Santo,  Santo. 


125 


I 


17 

BURLA  DE  DON  PEDRO 

A  CABALLO 

ROMANCE  CON  LAGUNAS 


BURLA  DE   DON  PEDRO 
A  CABALLO 

ROMANCE  CON  LAGUNAS 

Jnf  OR  Vina  vereda 
venía  Don  Pedro. 
|Ay  cómo  lloraba 
el  caballero! 
Montado  en  un  ágil 
caballo  sin  freno, 
venía  en  la  busca 
del  pan  y  del  beso. 
Todas  las  ventanas 
preguntan  al  viento 
por  el  llanto  oscuro 
del  caballero. 


129 


PRIMERA  LAGUNA 


Bajo  el  agua 
siguen  las  palabras. 
Sobre  el  agua 
una  luna  redonda 
se  baña, 

dando  envidia  a  la  otra 
¡tan  alta! 
En  la  orilla, 
un  niño 

ve  las  lunas  y  dice: 
¡Noche;  toca  los  platillos! 

130 


SIGUE 


A  una  ciudad  lejana 
ha  llegado  Don  Pedro. 
Una  ciudad  lejana 
entre  un  bosque  de  cedros. 
£Es  Belén?  Por  el  aire 
yerbaluisa  y  romero. 
Brillan  las  azoteas 
y  las  nubes.  Don  Pedro 
pasa  por  arcos  rotos. 
Dos  mujeres  y  un  viejo 
con  velones  de  plata 

131 


le  salen  al  encuentro. 
Los  chopos  dicen:  No. 
Y  el  ruiseñor:  Veremos. 


SEGUNDA   LAGUNA 


Bajo  el  agua 
siguen  las  palabras. 
Sobre  el  peinado  del  agua 
un  círculo  de  pájaros  y  llamas. 
Y  por  los  cañaverales, 
testigos  que  conocen  lo  que  falta. 
Sueño  concreto  y  sin  norte 
de  madera  de  guitarra. 


132 


SIGUE 


Por  el  camino  llano 
dos  mujeres  y  un  viejo 
con  velones  de  plata 
van  al  cementerio. 
Entre  los  azafranes 
han  encontrado  muerto 
el  sombrío  caballo 
de  Don  Pedro. 
Voz  secreta  de  tarde 
balaba  por  el  cielo. 
Unicornio,  de  ausencia 
rompe  en  cristal  su  cuerno, 


La  gran  ciudad  lejana 

está  ardiendo 

y  un  hombre  va  llorando 

tierras  adentro. 

Al  Norte  hay  una  estrella. 

Al  Sur  un  marinero. 


ULTIMA  LAGUNA 


Bajo  el  agua 
están  las  palabras. 
Limo  de  voces  perdidas. 
Sobre  la  flor  enfriada, 
está  Don  Pedro  olvidado 
¡ay!  jugando  con  las  ranas. 

134 


18 

THAMAR  Y  AMNON 


TRAMAR      y       AMNON 


A  luna  gira  en  el  cielo 
sobre  las  tierras  sin  agua 
mientras  el  verano  siembra 
rumores  de  tigre  y  llama. 
Por  encima  de  los  techos 
nervios  de  metal  sonaban. 
Aire  rizado  venia 
con  los  balidos  de  lana. 
La  tierra  se  ofrece  llena 
de  heridas  cicatrizadas, 

137 


o  estremecida  de  agudos 
cauterios  de  luces  blancas. 


H- 


Thamár  estaba  soñando 
pájaros  en  su  garganta, 
al  son  de  panderos  frios 
y  citaras  enlunadas. 
Su  desnudo  en  el  alero, 
agudo  norte  de  palma, 
pide  copos  a  su  vientre 
y  granizo  a  sus  espaldas. 
Thamár  estaba  cantando 
desnuda  por  la  terraza. 
Alrededor  de  sus  pies, 
cinco  palomas  heladas. 

138 


Amnón,  delgado  y  concreto, 
en  la  torre  la  miraba 
llenas  las  ingles  de  espuma 
y  oscilaciones  la  barba. 
Su  desnudo  iluminado 
se  tendía  en  la  terraza, 
con  un  rumor  entre  dientes 
de  flecha  recién  clavada. 
Amnón  estaba  mirando 
la  luna  redonda  y  baja, 
y  vio  en  la  luna  los  pechos 
durisimos  de  su  hermana. 


^ 


Amnón  a  las  tres  y  media 
se  tendió  sobre  la  cama. 


•<« 


139 


Toda  la  alcoba  sufría 
con  los  ojos  llenos  de  alas. 
La  luz.  maciza,  sepulta 
pueblos  en  la  arena  parda, 
o  descubre  transitorio 
coral  de  rosas  y  dalias. 
Linfa  de  pozo  oprimida 
brota  silencio  en  las  jarras. 
En  el  musgo  de  los  troncos 
la  cobra  tendiera  canta. 
Amnón  gime  pox  la  tela 
fresquísima  de  la  cama. 
Yedra  del  escalofrío 
cubre  su  carne  quemada. 
Thamár  entró  silenciosa 
en  la  alcoba  silenciada, 
color  de  vena  y  Danubio 
turbia  de  huellas  lejanas. 

140 


— Tliamár,  bórrame  los  ojos 
con  tu  fija  madrugada. 
Mis  hilos  de  sangre  tejen 
volantes  sobre  tu  falda. 
— Déjame  tranquila,  hermano. 
Son  tus  besos  en  mi  espalda 
avispas  y  vientecillos 
en  doble  enjambre  de  flautas. 
— -Tham.ár,  en  tus  pechos  altos 
hay  dos  peces  que  me  llaman 
y  en  las  yemas  de  tus  dedos 
rumor  de  rosa  encerrada. 


141 


Los  cien  caballos  del  rey 
en  el  patio  relinchaban. 
Sol  en  cubos  resistía 
la  delgadez  de  la  parra. 
Ya  la  coge  del  cabello, 
ya  la  camisa  le  rasga. 
Corales  tibios  dibujan 
arroyos  en  rubio  mapa. 


¡Oh,  qué  gritos  se  sentían 
por  encima  de  las  casas! 
Qué  espesura  de  puñales 
y  túnicas  desgarradas. 
Por  las  escaleras  tristes 
esclavos  suben  y  bajan. 

142 


Émbolos  y  muslos  juegan 
bajo  las  nubes  paradas. 
Alrededor  de  Thamár 
gritan  vírgenes  gitanas 
y  otras  recogen  las  gotas 
de  su  flor  martirizada. 
Paños  blancos  enrojecen 
en  las  alcobas  cerradas. 
Rumores  de  tibia  aurora 
pámpanos  y  peces  cambian. 


H- 


Violador  enfurecido, 
Amnón  huye  con  su  jaca. 
Negros  le  dirigen  flechas 
en  los  muros  y  atalayas. 


143 


Y  cuando  los  cuatro  cascos 
eran  cuatro  resonancias, 
David  con  unas  tijeras 
cortó  las  cuerdas  del  arpa. 


144 


índice 


N    D 


1.  ROMANCE  DE  LA  LUNA,  LUNA. 

(A  Conchita  García  Lorca.)    ....  7 

2.  PRECIOSA  Y  EL  AIRE.  (A  Dámaso 

Alonso.) 13 

3.  REYERTA.    (A   Rafael   Méndez.)    ..         21 

4.  ROMANCE  SONAMBULO.  (A  Gloria 

Giner  y  a  Femando  de  los  Ríos.)        27 

5.  LA  MONJA  GITANA.   (A  José  Mo- 

reno Villa.) 37 

6.  LA  CASADA  INFIEL.  (A  Lydia  Ca- 

brera  y  a  sn  negrita.) 43 


147 


7.  ROMANCE  DE  LA  PENA  NEGRA. 

(A  José  Navarro  Pardo.) 49 

8.  SAN  MIGUEL.   (A  Diego  Buigas  de 

Dalmáu.) 55 

9.  SAN    RAFAEL.    (A    Juan    Izquierdo 

Croselles.) 68 

10.  SAN   GABRIEL.    (A   D.  Agustín  Vi- 

ñuales.) 69 

11.  PRENDIMIENTO     DE     ANTOÑITO 

EL  CAMBORIO  EN  EL  CAMINO 

DE  SEVILLA.    (A  Margarita  Xir- 

gri.) 77 

12.  MUERTE  DE  ANTOÑITO  EL  CAM- 

BORIO. (A  José  Antonio  Rubio  Sa- 
cristán.)             83 

13.  MUERTO  DE  AMOR 89 

14.  EL  EMPLAZADO.  (Para  Emilio  Ala- 

dren.)             95 

15.  ROMANCE  DE  LA  GUARDIA  CIVIL 

ESPAÑOLA.    (A    Juan    Guerrero.)       103 


148 


16.  MARTIRIO    DE    SANTA    OLALLA. 

(A  Rafael  Martínez  Nadal.)    ....       127 

17.  BURLA  DE  DON  PEDRO  A  CABA- 

LLO. (A  Jean  Cassou.) 127 

18.  THAMAR  Y  AMNON.  (Para  Alfonso 

García- Valdecasas.) 135 


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