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LOS GRANDES ESPAÑOLES
FaÍbs
LUIS ANTÓN DEL OLMET
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JOSÉ DE TORRES BERNAL
LOS GRANDES ESPAÑOLES
ROMANONES
Libro que resume la vida interesante,
racial, de este sagaz, demócrata e in-
signe político español.
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MADRID
IMPRENTA DE JUAN PUEYO
Calle de la Luna, 29.
1922
-vCfH
A la memoria del teniente de Inge-
nieros D. José de Figueroa y
Alonso Martínez, muerto glorio-
samente en Xauen por bala enemi-
ga, dedican este libro, como home-
naje a su sacrificio honroso,
Los Autores
PRÓLOGO
DEL
MARQUES DE DOSFUENTES
PROFESOR DE INSTITUCIONES IBERAS EN LA FACULTAD DE LEYES
Y CIENCIAS POLÍTICAS DE LA UNIVERSIDAD DE CHILE
EL CONDE DE ROMANONES
A juicio de los britanos, nada ni nadie tiene va-
lor ni interés espiritual si no refleja o encarna el
sentido nacional del país al cual la persona o cosa
pertenecen. Tan sólo, pues, un alto u hondo senti-
do racial, según el criterio inglés, abona a cosas y
personas. De este principio fluye, lógicamente, que
todo aquello que suena a cosmopolita, en el sentido
de bazar de este vocablo, carece de transcendencia,
es una vulgaridad desde el punto de vista de la
psicología y no merece los honores de un examen
jV, mucho menos, de la critica histórica. En resolu-
ción: la estimación de un hombre píiblico en Ingla-
terra se halla en razón directa del contenido re--
presentativo de él.
Ahora bien: si adoptamos esta mensura moral
para tallar a los hombres públicos de España, no
creo que pueda atribuirse a parcialidad en su fa-
vor si se afirma que el señor Conde de Románenles
es el de más contenido racial en nuestra patria.
En medio de esta clorosis anímica que constitu-
I o ANTÓN DEL OLMET. — TORRES SERNAL
ye la caracterización estigmática del presente mo-
mento clínico en España^ en el desvaido conjunto
de esta decoloración de raquitismo escrofular del
alma ibera, la silueta ética del Conde de Romano^
nes se destaca virilmente definida, con la firmeza
delineada de una estilización de piedra.
Los enemigos del Conde de Romanones podrán
atribuirle todos los defectos que les plazca. Lo que
no podrán jamás es, no ya negarle, pero ni siquie*
ra discutirle su condición genuina de español.
El señor Conde de Romanones no es tan sólo un
español por mera razón geográfica o en virtud de
su estado civil: el Conde de Romanones es un espa-
ñol de estirpe, cuya alma está troquelada con el
módulo secular de nuestro etnos. Por eso, el Conde
de Romanones es por derecho propio, por juro de
nacimiento, Jefe del Partido Liberal español.
El señor Conde de Romanones, en efecto, es la
encarnación simbólica del espíritu liberal español,
de la democracia ibérica, que es lo que constituye
el sello característico de nuestra raza a través de
los siglos. Tcdo español representativo ha sido
siempre un liberal, fué un demócrata, sean las que
fueren las denominaciones que se le atribuyeran y
hasta los rótulos que él mismo se aplicase.
Cuando leemos la obra clásica del Señor de Ba-
tres, en el desfile de severas semblanzas que Fernán
Pérez de Guzmán trazara con firme mano de los
magnates del siglo XV, sus coevos, observamos que
la nota que unifica a aquellos claros varones— y
CONDE DE ROMANONES II
claros digo por ser muy pocos los turbios — es la
llaneza que los caracteriza»
Tan sólo alguno que otro, los procedentes de
plebeya extracción, aparecen engolados, almidona-
dos, tiesos y secos, petulantes y rígidos. Aquellos
Reyes, Principes y Señores, aquellos proceres y dig-
natarios máximos, son, todos ellos, por encima de
todo y más que todo, lo que la fórmula de Séneca
pedia, esto es, hombres. Con ello quiero decir, al
mismo tiempo, que, al ser humanos, fueron afables%
sencillos. Aquellos hombres de armas, aristócratas,
pertenecían, por fuero espiritual^ a la clase del Es-
tado general, eran todos Hombres Llanos en el sen-
tido moral de la palabra.
Este concepto de la liberalidad, este sentido ne-
tamente democrático, es de tal modo consubstancial
a España, que, todavía en el siglo XVII, cuando el
morbo de la decadencia lia penetrado hasta en las
mismas entrañas nacionales, cuando el microbio de
la degeneración ha corroído la envoltura de la mé-
dula, los preceptistas peninsulares inculcan, como
aforismos de pedagogía, estos conceptos que for-
muló Vicente Espinel corno esenciales para la edu-
cación de los hijos de los nobles:
*Al hijo del caballero hanie de enseñar... corte-
sía con el superior, amistad con el igual, llaneza y
bondad con el inferior.* <Así, el caballero... ha de
tener valor con humildad, estimación sin desvaneci-
miento, cortesía y circuspección en sus actos; de
suerte que no le falte cosa para cabal señor.*
12 ANTÓN DEL OLMET. — TORRES BERNAL
El señor Conde de Romanones, que es un Prínci-
pe por su abolengo y por su rango social, que lleva
al pecho la roja Cruz de Santiago, es el símbolo
de la llaneza señoril de nuestra estirpe; el prototi-
po de aquella democracia que consistía— como ob-
servó Max Nordau en el prólogo a mi obra El
alma nacional — en una nivelación por arriba^ no
desde abajo; es decir y en una igualdad social en el
sentido de ser todos caballeros, no en el de ser lo-
dos villanos, que es tan fácil.
El señor Conde de Romanones simboliza algo
muy grande y muy hermoso que se va, que se ha
ido casi, que está desapareciendo: el señorío aris-
tocrático español todo llaneza, que era todo demo -
cracia, con la elegancia del gesto patinado, la dis-
tinción de lo que hace secular el patriciado de lo
que siempre fué así.
Discutían en una tienda de campaña de un ejér-
cito francés del tiempo antiguo dos guerreros. Era
uno de ellos — dicese — un Montmorency, mientras el
otro era sólo un pobre hidalgo, pero nacido en las
montañas de Vasconia. Llegó a irritarse el Duque
con la polémica, y las alcurnias salieron a relucir.
— Nosotros — dijo — datamos de tal fecha. — Lo
oyó el hidalgo: — Pues nosotros, los vascos, no da-
tamos—replicó.
En esa ausencia de fechas está el secreto de la
innata elegancia de nuestra raza, cuando la raza
existía, de aquel señorío español tan sin igual,
cuando un mendigo se decía, sin causar risa: *lan
CONDE DE ROMA NONES 1$
hidalgo como el rey, dineros menos*, y hasta ex-
clamaba sin caer en lo ridiculo: « Tan hidalgo
como el rey, y un poco más.*
Pues ese espíritu que fué peculiar de España,
que los de fuera llamaban arrogancia y entre nos-
otros se decía sencillez, siéndolo asi, ese sentido
de aristocracia democrática o de democracia aris-
tocrática, ese concepto de la igualdad humana con-
siderando que todo hombre es un Señor, que todos
somos igualmente caballeros — no el soez igualita-
rismo de uíM plebe analfabeta o tma ramplona
burguesía ftlistea— es el que encarna todavía entre
nosotros don Alvaro de Figueroa, cuyo blasón
rememora la Edad Media, con sus Maestres de la
Orden de Santiago y con los duques de Feria, que
en aquel tiempo llevaron su apellido.
Cuando Daudet retrató en El Nabab, en la figu-
ra de su Duque de Mora, al de Morny, del que ha-
bía sido secretario, explicó, con penetrante sutileza,
cómo Morny se improvisó un gran político. El
secreto de su éxito consistió sólo en cambiar de
escenario. Morny aplicó a la política su tacto de
hombre de mundo, y le bastó para destacarse en
ella.
Así también el Conde de Romanones ha actuado
en la política española teniendo aciertos de inmensa
transcendencia para los destinos vitales de su pa-
tria, sin haber necesitado, en ocasiones ^ de otra
cosa más que su instinto natural de gran señor.
Hay quien conjura una tempestad con una frase,
14 ANTÓN DEL OLMET. — TORRES BERNAL
deshaciendo todo un conflicto con un gesto. El se-
ñor Conde de Romanones posee el don de que care-
cen no pocos profesionales, aun cuando sean dipló-
malas de oficio. El Conde de Romanones lo es in-
nato°,porque su temple de magnate le hace serlo.
Si a ello se une esa chispa intelectual que fuera
antaño propio de nuestro linaje, envidiable enten-
dimiento natural que fuera otrora nuestra carac-
terística, aquella clarividencia que nuestra raza
probó en todo momento, por la cual fuimos superio-
res a todos en la esfera de las ciencias y las artes,
de los progresos en todas las disciplinas, del ade-
lanto en todo ramo de cultura, encontraremos que
el señor Conde de Romanones simboliza lo más cas-
tizo del espíritu ibero, lo más genuino de la psicolo-
gía española, lo más racial, lo más representativo.
Pero, a la vez que eso es lo más nacional, es lo
que hace al conde de Romanones, como hizo antaño
a nuestros más grandes cerebros, un espíritu que
puede ser universal, en el que cabe todo cosmopo-
litismo, como el poliglota domina su propia lengua.
Porque lo español vernáculo no es el moderno
castellano viejo Braulio, no significa lo zafio, la
carroña, la aldea pestífera, la carreta atascada, la
olla podrida y la basura a la puerta. No. Lo cas-
tizo fué siempre lo esmerado, fué lo pulido, no en
forma relamida, sino en el modo con que reluce el
acero, sin moho ni mugre, tizona que templó Tajo,
que el uso bruñe y la labor acicala.
El señor Conde de Romanones tiene algo que es
CONDE DE ROMANONES I5
también parte del alma tradicional: su dmt de
gentes, su simpatía dinámica, aquella espontanei-
dad que es derivado de ese su señorío^ de esa ele -
ganda espiritual que le es propia, de ese su corte
liberal, democrático, de ese su estilo igualitario
por lo alto, quiere decir desde arriba, de que ya
hablamos, de empaque quevedesco.
Y aquí me obligo a poner punto a estas lineas
que, de un tirón, han salido de mi pluma sin pre-
tensiones de nada literario y, mucho menos, de
dogmatismo alguno. Me he permitido trazar la
silueta del Conde de Romanones situándome única-
mente en ciertos puntos de vista de la psicología
nacional. El señor Conde, con su genial y prover-
bial perspicacia, comprenderá las razones que me
impiden entrar de lleno, ni aun rozar otros aspec-
tos, y tendrá a bien ser indulgente conmigo al re -
ducir a este boceto mi obra.
Tan sólo recalcaré que, en el momento más grave
por que ha pasado la vida nacional en el más grande
de los conflictos del mundo, el señor Conde de Ro-
manones prestó a España servicio tal que, por sí
solo, merece bien de la patria.
Pero, antes de enmudecer, Qomo es ya hora,
quiero decir que el Conde de Romanones, a fuer
también de gran señor español, ama las letras y
las artes, practicándolas y rodeándose de doctos
cultivadores. Asi fué siempre la tradición ibérica,
desde los Régulos citados por Polibio hasta los
reyes de Castilla y de Aragón que, como el Sabio,
l6 ANTÓN DEL OLMET.— TORRES BERNAL
redactaban las Partidas, o, como el Conquistador ^
ponían en Crónicas escritas con su pluma las recias
gestas realizadas por su espada.
No orador ni amanerado — raro mérito y plau-
sible condición en un ambiente de habladores y
retóricos — , claro de juicio, sereno de criterios, ojo
de águila, infatigable en la lucha, más peligroso
vencido que vencedor, sutil y alerta, sin odios ni
rencores, indulgente y compasivo, asi por tempera-
mento como por obra de la realidad escéptica que
nos dan las enseñanzas de la vida, el señor Conde
de Romanones enlaza, con su atrayente personali-
dad simbólica, nuestros inciertos anocheceres an-
gustiosos, grises, monótonos, saturados de polvo
que ciega, asfixia, empequeñece y ensucia, con otros
días melancólicos ya, pero en los cuales todavía
había horizontes, jugo en los campos, arrebol en
las nubes, fuego en las almas, en el cerebro ideas
y, en los jóvenes, jirones de ilusión.
El MARQUÉS DE DOSFUENTBS.
Madrid, 20 de marzo de 192 1.
CAPÍTULO PRIMERO
LA FIGURA DEL CONDE
El ilustre estadista.— Breve síntesis preliminar.— «Los grandes
españoles.»— Obra adentro.
No publican sus autores este libro guiados
por la enorme popularidad que el señor conde
de Romanones tiene en su patria — que ya sería
suficiente motivo éste—, sino porque creen que
su figura política es de las pocas a quienes debe
España gratitud.
Nimban al ilustre estadista, a quien se Dama
travieso injustamente— pues el señor conde de
Romanones es todo lo contrario de aquello q«e
la gente se imagina — , enormes aciertos como
gobernante.
Primeramente, su acción en la colonización de
nuestra zona de influencia en Marruecos, a la
que ha rendido el tributo sagrado de un hijo
heroico allí muerto. Continuador de Moret, de
Maura y de Canalejas en esa obra optimista y
2
l8 ANTÓN DEL OLMET. — TORRES BCRNAL
afírmadora del genio español, a Romanones se
debe la toma de Tetuán, realizada por mandato
suyo, que se hizo sin una baja en el Ejército, y
desde cuya fecha tanto adelantaron nuestras ar-
mas en la realización de ese ideal nobilísimo.
Porque debe afirmarse. Nosotros hemos con-
sagrado dos libros y varias campañas periodís-
ticas a esto que ya las mismas izquierdas aplau-
den. Si España se hubiese desentendido del
problema marroquí, habría renunciado a la po-
sibilidad de ser otra vez gran potencia, país co-
lonizador, y hubiera hecho saldo de su historia
militar y de su augusto pasado.
Esa zona es el único blasón de gran rango
nacional que nos queda a los españoles, dueños
un día de medio planeta. Y aun cuando nos-
otros, quienes este libro trazamos, somos tan
avanzados en ideas políticas y sociales, que na-
die, ni el más radical, nos aventaja — no quere-
mos ocultar lo que consideramos honroso—,
sabemos que las razas dormidas perecen. Uni-
versalistas, somos patriotas porque los otros
pueblos también lo son. Y en esa lucha de en-
tusiasmos y de poderíos que los Estados no lle-
van camino de olvidar, no queremos para nues-
tra estirpe el envilecimiento de la cobardía ni la
negativa inhibición.
Otro enorme servicio que el señor conde de
Romanones le ha prestado al país, fué su actitud
aliadófila durante la gran guerra. De ello habla-
CONDE DE RÓMANONES I9
remos detenidamente en su capítulo adecuado.
Éste es como una especie de prolegómeno so-
mero, que sólo sirve para encuadrar la ilustre
figura de nuestro biografiado. ¡Su aliadofilia!
Gracias a ella tuvo España un político monár-
quico que dialogase con los países vencedores
en la hora decisiva. Gracias a los actos abnega-
dos y de un valor cívico peregrino que el con-
de realizó durante la pugna universal, no le fue-
ron exigidas cuentas a España por la neutrali-
dad un poco germanizante que siguieron otros
Gobiernos. Merced a la conducta de este sagaz
estadista español, hubo quien fué a París en el
momento crítico, quien allí pudo alegar, sonreír,
hacer diplomacia salvadora, evitar la hecatom-
be. Aquel viaje, en el que acompañó a Romano-
nes la nación entera, fué la cosecha magna que
para su patria había recolectado en días difíci-
les este político de extraordinario talento y pe-
regrino golpe de vista, y en cuya labor lo arries-
gó todo: popularidad, influencia, la jefatura de
un partido y hasta su misma vida amenazada.
Es, además, el señor conde de Romanones el
estadista constitucional evolutivo, el único evo-
lutivo, el que puede salvar al régimen de su
anquilosamiento suicida. Romanones, que es un
alma bien orientada y que tiene un corazón leal,
tuvo, antes que nadie, el valor de ponerse en-
frente de los viejos partidos turnantes, ya cadu-
cos, de proclamarlo así, buscándole a la nación
20 ANTÓN DEL OLMET. —TORRES BERNAL
y a la monarquía, a la que tan sinceramente ha
servido siempre, un camino nuevo de posibili-
dades. Y llevó su nobleza a tanto, que ha sido
ministro varias veces en Gabinetes no presidi-
dos por él, después de haber gobernado como
jefe y de haber gobernado con éxito, para dar
una prueba fehaciente de modestia, de sentido
nacional y de amor a sus convicciones personales.
Liberal verdadero, liberal de raza, hombre li-
beral por temperamento, por doctrina, acaso el
único liberal que conocemos, Romanones ha le-
gislado para su tiempo, modernizando en Espa-
ña las relaciones sociales, avanzando en el ca-
mino del progreso, siendo nuestro Doyd Geor-
ge, animado por el espíritu generoso y verdade-
ramente conservador del insigne político inglés.
Porque ser conservador no equivale al estanca-
miento. Ser conservador es adelantarse a las re-
voluciones, y conservando el alma nacional y las
esencias históricas, adaptarlas a las inquietudes
que el progreso humano demanda.
Romanones, así como vio el fin de la gran
guerra, vio también que ya no es posible vivir
socialmente como en el si glo xix. Que las cla-
ses ínfimas quieren participar en los beneficios
de la civiliza ción y de la cultura. Que la distri-
bución de la riqueza no puede continuar reali-
zándose por un sistema egoísta y patronal her-
mético. Que no el comunismo utópico a la rusa,
pero sí una gran reforma, se impone.
CONDE DE ROMANONSS 21
Y este gran señor de la nobleza y del caudal,
del talento y de la política, tuvo el viril denue-
do de proclamarlo y de iniciar en la Gaceta la
obra de equidad que podrá contener la revolu-
ción y darles sosiego a nuestras contemporá-
neas inquietudes.
* **
Realizamos, pues, los autores de este modes-
to libro, una labor de patriotismo y de justicia,
dedicando sus páginas a plasmar la vida fecun-
da y nobilísima de este gobernante a quien Es-
paña debe aciertos por todos reconocidos. Las
páginas de este volumen aspiran a reflejar la
historia de un estadista inteligente, simpático,
popularísimo, el más racial de todos, útil a su
nación, evolutivo, digno del instante, a la altura
de los grandes estadistas contemporáneos, hom-
bre de realidad y no de entelequias, bondadoso
y de sano corazón hidalgo, dotado de nobles
prendas espirituales, nacido en la altura y co-
nocedor de los pesares ajenos, carente de toda
vanidad, adaptable, avizor, amigo del arte, pro-
pulsor de la cultura, amparador de toda noble
iniciativa, optimista, laborioso, y tan patriota,
que supo inmolar a un hijo de sus entrañas en
el martirio de una guerra colonial, para demos-
trar así que la sangre de los Figueroa sabe co-
rrer con la sangre de los pobres y de los humil-
22 ANTÓN DEL OLMET. — TORRES BERNAL
des ante el enemigo y como holocausto al futu-
ro de la raza española.
* *
Catorce volúmenes, con el actual, lleva edi-
tados esta galería de "Grandes españoles". Es-
caso provecho han obtenido sus autores. En otro
país, una obra tan difícil, compleja y patriótica
les habría enriquecido. Pero los escritores no
desmayan. Saben que su labor es afirmativa,
creadora, y esperan el premio con la fe del de-
ber cumplido.
La España grande y representativa, casi toda
ella, ha desfilado ya por estas páginas. Galdós,
Echegaray, Maura, Alfonso XIII (dos tomos),
Moret, Canalejas, Menéndez Pelayo, el general
Marina, Costa, Cajal, Palacio Valdés, María
Guerrero, Romanones. Es decir, el arte y la
ciencia, la política, la milicia, la erudición, la
elocuencia, el patriotismo.
Y ahora, lector, trazado este pequeño introito,
vayamos obra adentro para dejar retratada, si
tenemos esa fortuna, la ilustre figura, jtan espa-
fiolal, del conde de Romanones.
CAPITULO II
NACIMIENTO Y PRIMEROS DÍAS
Los padres.— Los hermanos.— En la casa de Cisneros.— La re-
volución.- El asesinato de Prim.
Don Alvaro de Figueroa y Torres, conde de
Romanones, grande de España, caballero de
Santiago, jefe del partido liberal, varias veces
presidente del Consejo de Ministros, pertenece
a ilustre y nobilísima familia.
La casa Figueroa tiene dos ramas: la gallega
y la extremeña, radicada en Llerena. De esta
rama proviene nuestro biografiado.
Enemigo el señor conde de Romanones de
toda vanidad y exhibicionismo, demócrata de
temperamento, verdadero gran señor, ha re-
huido hablar con nosotros de blasones y de per-
gaminos. Nos ha sido, pues, necesario consultar
a Piferrer, el tratadista de cuestiones nobilia-
rias, para dotar a este libro de ese detalle, que
dejaría incompleta nuestra obra.
24 ANTÓN DEL OLMET.— TORRES BERNAL
He aquí lo que dice Piferrer:
*Consta y aparece por el nobiliario que escri-
bió el cronista donjuán Baños de Velasco, y ade.
más por gran número de certificados y asigna-
ciones de muchos reyes de armas, que el origen
de la familia de Figueroa es muy antiguo, y su
nobleza tradicional; y que su primitivo solar fué
en el Reino de Galicia, a dos leguas de la villa
de Betanzos; y que tuvo por tronco y principal
ascendiente a un valeroso y distinguido caballe-
ro de la muy antigua casa de Suárez, el cual, no
sólo se opuso siempre por su parte a que se pa-
gase el tributo de las cien doncellas, sino que,
puesto al frente de otros no menos decididos y
esforzados guerreros, estaba constantemente al
acecho de los moros que las llevaban cautivas,
para arrebatárselas y llevarlas al seno de sus
atribuladas familias; y en uno de los encuentros
que con ellos tuvo, fué la pelea tan ardiente y
pertinaz, tan porfiada y desesperada, que, rotas
las lanzas, agarraron unos troncos de higueras
que a mano les vinieron, con los cuales conti-
nuaron tan encarnizadamente la lucha, que al fin
alcanzaron completa victoria; y desde entonces
tomó Suárez por armas cinco hojas de higuera
ojtguera y el apellido de Figueroa."
Su madre, doña Ana Torres y Romo, mar-
quesa de Villamejor, entre otros títulos, había
nacido en Giiadalajara, donde tenía su familia
grandes propiedades. Era una dama bellísima»
CONDE DE ROMANONES 2$
muy afícionada al arte, coleccionista de antigüe-
dades peregrinas. Su padre, don Ignacio Figue-
roa y Mendieta, fué aquel famoso caballero que
dio cincuenta mil duros por un palco del teatro
Real en una función dada para sostener nuestra
guerra con los Estados Unidos.
Soldé villa, en E¿ Año Político de 1899, dice en
la fecha correspondiente al 11 de marzo:
"A las cuatro y media de la tarde falleció el
opulento capitalista señor marqués de Villa-
mejor.
^Estaba afiliado al partido conservador.
;,E1 marqués de Villamejor fué trabajador in-
cansable; hasta su muerte dirigió personalmente
sus extensos negocios.
^Empezó éstos modestamente en Adra (Alme-
ría), comerciando en plomos.
„Después se trasladó a Cartagena; de allí a
Marsella y volvió a España, y dedicó su activi-
dad a la explotación de importantes minas, so-
bre todo la llamada de "Arrayanes", en Linares.
„Era el primer contribuyente por fincas urba-
nas en Madrid, y su fortuna se calculaba en más
de 125 millones de pesetas.
«Recientemente adquirió gran popularidad por
su donativo para la suscripción nacional, pues
dio 50.000 duros por un palco del teatro Real.
«Tenía noventa y dos años."
El padre de don Ignacio, don Luis de Figue-
roa, fué militar, y tenía una saneada hacienda,
26 ANTÓN DEL OLMET. — TORRE5 EERNAL
que el padre de nuestro biografiado aumentó
considerablemente.
Era don Ignacio lo que se llama un hombre de
empresa, un hombre de acción. Vivió durante
cuarenta años en Francia, donde tenía importan-
tes fundiciones de plomo. Poseía una fuerza
hercúlea. Era habilísimo jinete, gran tirador de
florete, y poseyó los mejores caballos de carre-
ras de su tiempo. Murió de noventa y dos años,
siempre optimista y entusiasta y de un vigor
físico y mental extraordinarios.
Doña Ana y don Ignacio contrajeron matrimo-
nio en Marsella, ciudad en la que a la sazón vi-
vía el marqués. Les separaba una diferencia im-
portante de años, alrededor de veinte.
Años después de la boda trasladáronse los
marqueses de Villamejor a España, donde na-
cieron los hijos menores. Detalle curioso del se-
ñor marqués de Villamejor es que fué dos veces
senador vitalicio. Una con Isabel II y luego con
Alfonso XII después de la restauración bor-
bónica.
Hijos de este ilustre matrimonio son doña
Francisca, condesa de Almodóvar, grande de
España y dama de la reina doña Victoria; don
José, vizconde de Irueste, que siguió en política
a Cánovas, y que obtuvo, entre otros cargos, la
subsecretaría de Instrucción pública y el Go-
bierno civil de Madrid; fallecido en 1903 a causa
de las lesiones que se produjo en Francia con
CONDE DE ROMANONTS 27
motivo de un descarrilamiento de trenes; hom-
bre hercúleo, valiente, casado con doña María
Loring; don Gonzalo, marqués de Villamejor y
duque de las Torres, simpático y noble caballe-
ro; don Rodrigo, duque de Tovar, entusiasta del
arte, autor de muy interesantes obras, y don Al-
varo, conde de Romanones, grande de España,
como todos sus hermanos.
* * ii¡
Nació don Alvaro el día 15 de agosto de 1863,
en la casa de Cisneros, existente en la plaza de la
Villa madrileña. No cabe, pues, nada más casti-
zo. La casa, no revocada entonces, según su vie-
jo estilo tan español, era un caserón enorme que
el marqués de Villamejor tenía alquilado. No es,
pues, el conde de Guadalajara, como cree la
gente, sino madrileño, y de un barrio bien po-
pular. De Guadalajara era su madre, como ya
hemos dicho, así como su abuela materna, a la
que el conde debe no poco en su carrera po-
lítica.
La niñez de Romanones transcurre durante
el período revolucionario. Desde el balcón de su
casa puede decirse que presenció la revolu-
ción, el pnso de los batallones de nacionales, los
motines, el acto de ser quemado por la muche-
dumbre un retrato de la reina doña Isabel.
A los cinco años presenció la llegada a Ma-
drid de Prim, triunfador. Por poco muere estru-
28 ANTÓN DEL OLMET. — TORRES BERNAL
jado entre aquella imponente y frenética multi-
tud. Dos años después era asesinado el caudi-
llo. El conde recuerda los detalles borrosos de
aquello. Era de noche cuando entró en el des-
pacho del marqués un mayordomo suyo, muy
dado a la política, exclamando:
—¡Acaban de asesinar al general Prim!
Al conde, a pesar de sus siete años, le produ-
jo aquello una impresión vivísima.
En 1870 dejó el marqués de Villamejor la casa
de Cisneros para trasladarse a su palacio de la
calle de Barrionuevo, número 12, calle que desde
hace años lleva como título el de Romanones.
Ya allí empezó la educación de aquel niño
que había de ser más tarde una gloria política
de su patria.
CAPÍTULO III
PRIMEROS ESTUDIOS
En el Colegio de San Luis Gonzaga.— Don Juan Gonzalo Mar-
tín.—Ei Instituto de San Isidro.— Afición a la pintura—Estu-
diante de Leyes.— Una observación.
Estudió el conde de Romanones las primeras
letras en un colegio popular llamado de San
Luis Gonzaga, que existía en la calle de Cañiza-
res. Era un excelente colegio, bien dotado, con
profesores inteligentes e inspirado en principios
cristianos, pero sin mojigatería, ni lujos, ni va-
nidades ridiculas.
¡Cuánta influencia ejercen en nosotros los pri-
meros ejemplos que recibimos en la vida! Nada
tan peligroso para la formación de un carácter
como apartar a un niño, endiosarlo desde peque-
ño, hacerle creer que pertenece a una clase
social superior. El conde, educándose entre toda
clase de muchachos, entre ricos y pobres, hijos
de grandes señores y de modestos menestrales,
30 ANTÓN DEL OLBÍET. — TORRES BERNAL
aprendió desde pequeño a sentir la democracia,
a amar al pueblo, a conocer sus dolores y sus
penas. ¿Tendría el conde la campechanía seño-
ril que le distingue y lo realza si hubiera recibi-
do una educación gazmoña, si le hubieran infil-
trado, desde arrapiezo, ideas de superioridad, de
vanidad?
Su primer profesor, quien le enseñó a leer y a
escribir, llamábase don Juan Gonzalo Martín.
Por cierto — y este es un curioso detalle — que
siendo el conde en 1901 ministro de Instrucción
Pública en el último Gobierno de Sagasta, nom-
bró a don Juan inspector de primera enseñanza
en Avila, colmando las aspiraciones de aquel
excelente y probo maestro.
A los diez años ingresó el conde en el Instituto
de San Isidro para hacer el bachillerato. Hablan-
do de esto con nuestro biografiado ilustre, le
preguntamos si fué en su niñez buen estudiante.
—Y ¿qué remedio me quedaba?— nos contes-
tó—. Mi padre era muy exigente en esto. A las
ocho de la mañana ya andaba, de alcoba en alco-
ba, obligándonos a salir de la cama. Mi padre
dividía a la humanidad en dos bandos: los que
están levantados a las ocho de la mañana y los
que duermen a esa hora.
Los primeros años del bachillerato los cursó
el conde con gran aprovechamiento. No así los
últimos. ¿Por qué? Porque le habla entrado al
futuro estadista una irresistible afición por la
CONDE DE ROMANONFS 3I
pintura, y en vez de acudir al Instituto y de es-
tudiar química y agricultura, se iba al Museo
del Prado y se ponía a copiar viejos cuadros.
Ya bachiller, y deseando seguir una carrera
académica, eligió la de Leyes, que cursó en Ma-
drid y en Bolonia. Por cierto que el conde, al
evocar esto en una de las muchas entrevistas
que ha tenido la bondad de concedernos a los
autores de este libro, hízonos una observación
que no deja de ser exacta:
— Yo no fui nunca — díjonos— el estudiante
más aventajado de mi aula. Tampoco resulté de
los peores; mas siempre tenía delante siete u ocho.
Por cierto — añadió el ex presidente del Con-
sejo—que ninguno de aquellos estudiantes mo-
delos ha salido a flote. Se quedaron por ahí obs-
curecidos.
Y es verdad. Generalmente, los muchachos
demasiado aplicados en la adolescencia, harto
apegados al libro, acaban no descollando con
exceso.
Y es que el gran envión en el camino de la
vida se ha de dar luego, cuando la juventud ha
cristalizado y la inteligencia está despierta del
todo. Un exceso de aplicación en la niñez des-
gasta, atrofia. Pocas veces los premios extraor-
dinarios del aula son, como el conde de Roma-
nones, premios extraordinarios del munda
CAPÍTULO IV
LA LESIÓN DEL CONDE
Infundios y patraflas.— Tumbo de un coche.— El estimulo.
Un pabellón modelo.— La caridad simpática de S. E.
Mucho se ha fantaseado acerca de la lesión
que desde muy niño padece el señor conde de
Romanones. Se llegó a decir, entre otras cosas,
que se la había producido su padre en un mo-
mento de mal humor, de cólera arrebatada.
—En un periódico francés he leido algo así —
nos dice el conde de Romanones cuando insi-
nuamos esto.
Luego, riéndose, exclamó:
—No digo que mi padre fuera nada blando,
aunque siempre era cariñoso. Nos educó a todos
virilmente. En cuanto era posible nos hacía mon-
tar a caballo, y el que caía, caía. Pero, no. Mi pa-
dre es ajeno a toda culpa. Vean ustedes.
Cuando el conde tenía unos seis años solía
5
34 ANTÓN DEL OLMET. — TORRES BERNAL
llevarlo el marqués de Villamejor de paseo en
coche a casa de don Luis Escosura, que tenía
una fábrica de aibayalde en la calle de Bravo
Murillo. Escosura tenía hijos de la misma edad
que el conde, y allí, mientras los padres platica-
ban, ellos, los chicos, se dedicaban a jugar y a
alborotar.
En uno de estos paseos acaeció la desgracia.
Fué al regreso, ya de noche. El marqués de Vi-
llamejor, que guiaba el cochecito por la calle,
pésimamente pavimentada entonces, no vio una
zanja que existia allí, y el vehículo dio un tumbo
espantoso, rompiéndose el conde la pierna dere-
cha, que, aunque firmemente curada, quedó le-
sionada para siempre.
Y ahora decimos nosotros: ¿qué corazón y qué
entereza revela en el señor conde de Romano-
nes esta pequeña pero entristecedora desgracia?
Otro niño cualquiera, al verse así, se hubiera
acongojado, abatido, habría arrinconado quizás
sus sueños. Éste, no. Sacando energía de su mis-
mo quebranto, desafía a la vida, se impone, y
triunfa con la firmeza de su talento y el brío de
su masGulinidad. Ocupa los más altos puestos de
su patria. Llega a ellos, vencedor, con las armas
de su ingenio, de su voluntad y de su inteli-
gencia. ¡Qué hermoso ejemplo optimista de for-
taleza varonill
Y luego ¡cuánta bondad 1 Porque el señor
conde de Romanones —de esto se sabe poco, ya
CONDE DE ROMANONES 35
que nuestro biografiado no hace gala de ello — ha
fundado en la Moncloa, y lo sostiene de su pecu-
lio, un pabellón de cojos pobres, cuya historia
queremos relatar.
* « *
Y ahora, para completar este interesante as-
pecto del conde, daremos algunos detalles acerca
del filantrópico pabellón, que hemos visitado y
fotografiado, admirando su esplendidez. Luego,
el doctor Peña, secretario del Instituto Rubio,
donde el pabellón Romanones se halla asentado,
y mientras nosotros charlamos con algunas po-
bres niñas enfermas que allí son curadas mer-
ced a la bondad del conde, redacta la siguiente
lacónica nota que publicamos con gusto.
Dice así:
Pabellón Romanones
en el Instituto Rubio*
Este pabellón fué costeado por el excelentísi-
mo señor conde de Romanones en el año 1913,
mes de enero; se construyó a semejanza de los
que ya existían, siendo capaz para doce camas:
seis para niños y otras seis para niñas.
Está dedicado, por voluntad expresa del do-
nante, a la curación de las cojeras de los niños,
hasta diez y siete años, siendo el orden de
preferencia el de menor edad, los naturales de
36 ANTÓN DEL OLMET. — TORRES BERNAL
Madrid y la provincia de Guadalajara y los que
padezcan la cojera de la pierna derecha.
Además del sostenimiento de las doce camas,
dedica una cantidad para aparatos ortopédicos,
con el fin de que a los infelices a quienes aqueje
esta desgracia puedan curarla o prevenirla a
tiempo, y que los niños no tengan que estar
mezclados con los mayores ni esperar turno de
ingreso. — Dr. Peña Galarza."
¡Ejemplo ilustre es este de caridad y de no-
bles sentimientosl Y ejemplo, además, de fina y
sutil donosura.
Nadie, claro está, ha zaherido jamás al conde
por su lesión, que en el fondo le hizo más sim-
pático aún, más popular. Haría falta ser un mi-
serable y un idiota. Pero si cualquier menguado
lo hiciera, ¡qué soberana respuesta muda le da-
ría el conde de Romanones con su pabellónl
Otras muchas obras de caridad realiza el se-
ñor conde de Romanones. Lo hace, empero, de
forma tan discreta y poniendo tanto interés en
que permanezcan ignoradas, que no creemos
oportuno dedicarnos a descubrirlas y publi-
carlas.
Citaremos, sin embargo, la que se refiere a la
Casa de Caridad de María Inmaculada, sita en
CONDE DE ROMANONES 37
el número i8 del paseo del General Martínez
Campos.
De un modo casual llegó a nuestro conoci-
miento esta nueva manifestación de la bondad
del conde. Una hermana que nos mostraba el
benéfico edificio y nos daba noticias acerca de su
funcionamiento admirable, nos dijo al llegar al
comedor conocido con el nombre del Ángel Cus-
todio:
—Este lo sostiene el señor conde de Romano-
nes. Se construyó a expensas de la señora mar-
quesa del Águila Real, hace unos cinco años, y
desde entonces todos los días comen aquí trein-
ta y tres madres lactantes, gracias a la generosi-
dad del señor conde.
La hermana hizo una pausa, y añadió, refirién-
dose al conde:
—¡Es tan bueno! Todo lo que le pedimos nos
lo da. Pero con una condición. Dice que si se
entera de que lo decimos, no vuelve a darnos
nada. Antes de sostener este comedor, nos da-
ba i.ooo pesetas todos los meses, hasta que un
día dijo que deseaba costear él solo un co-
medor.
— La señora condesa — continúa diciéndonos
la hermana— viene todos los miércoles a servir
la comida, y la hija, la condesa de Velayos, todos
los días. jSi vieran ustedes qué bello resulta ver
a todas esas damas y señoritas de la aristocracia
sirviendo la mesa de los pobres, de guante blan-
38 ANTÓN DEL OLMET.— TORBES BERNAL
co, y enteramente igual que son ellas servidas
en sus casas por sus criados!
La hermana termina de darnos sus interesan-
tes detalles con uno verdaderamente entriste-
cedor:
— Al comedor de vergonzantes viene todos
los días la...— Aquí cita un nombre que, piadosa-
mente, nos encarga omitir. — Fué una dama famo-
sísima en su tiempo por su lujo verdaderamente
fastuoso y el esplendor de sws trenes. Come des-
pués que los demás, y para cenar le damos aquí
todos los días el dinero. Es una caridad más que
hace el señor conde de Romanones.
Con posterioridad a esta conversación con la
aludida hermana de San Vicente de Paúl, los
autores de este libro han celebrado otras entre-
vistas con personas que conocen a fondo el pen-
samiento del ilustre hombre público en esta ma-
teria, y he aquí algunas de las manifestaciones
que sobre este punto hemos recogido de sus
labios:
No es solamente un fin caritativo el que mue-
ve al conde a realizar esta obra benéfica de sos-
tener un comedor de madres lactantes; es tam-
bién un fin patriótico. Alta y admirablemente
patriótico y digno de un estadista, tan atento
siempre, como él, a las realidades de la vida y a
las necesidades del momento.
Estimaos. E. que una de las más fundamenta-
les causaSj^de la depauperación de esta raza
CONDE DE ROMANONES 39
nuestra, es la mala alimentación de las madres
durante el período de la lactancia. Y como no
ignora que todas esas instituciones que tienen
por objeto atender a este mal no cumplen su co-
metido, no por falta de buena intención, sino por
desconocimiento del problema, ha querido evi-
tar en su obra las deficiencias de que adolecen
las similares, a fin de que el resultado de ella
sea todo lo más benéfico posible.
Por ejemplo: es notorio que esas instituciones
que facilitan a las madres la leche con que han
de alimentar a sus hijos no cumplen su misión
sino a medias. Porque no siempre ese alimento
nutre a las criaturas para las que va desti-
nado. Hay muchos casos en los que esa leche
que la caridad destina a los niños es el único ali-
mento que entra en la casa. Y hay padres en
quienes puede más el instinto de la propia con-
servación que el amor a los hijos y que el deber
de su cuidado.
Por eso el comedor de madres lactantes es
insustituible. Porque evita esta posible desvia-
ción del fin a que está destinada la institución,
ya que la madre pobre y sin recursos es alimen-
tada en el citado establecimiento, a presencia
de las hermanas de San Vicente y de las da-
mas aristocráticas que allí concurren diaria-
mente. Con lo que la alimentación del bebé que
da garantizada y a salvo de egoísmos vergon-
zosos.
40 ANTÓN DEL OLMET.— TORRES BERNAL
Otro detalle interesante recogimos de nuestro
interlocutor sobre este mismo asunto.
Nos referimos a la condición expresa que el
señor conde de Romanones ha impuesto a las
hermanas de San Vicente de Paúl que tienen a
su cargo este comedor, y que, según referencias
auténticas que tenemos, queda reducida a la si-
guiente frase:
—Yo sostengo un comedor de madres lactan-
tes; de madres, no de esposas. Así es que, para
comer aquí, la única documentación precisa es
el bebé.
Rasgo es éste de tal nobleza que se comenta
por sí solo.
Y damos con esto por terminado este capí-
tulo, que no necesita comentario, y del que esta-
mos orgullosos porque divulga una de las face-
tas más admirables de este espíritu tan grande y
tan racial.
CAPITULO V
EN BOLONIA
La vacante del seflor Cierva.— Un curso de Carducct— Colegas
moceriles.— Premios.
Terminado el bachillerato en el Instituto del
Cardenal Cisneros, eligió el conde, como ya he-
mos dicho, la carrera de abogado, que hizo en
cuatro años por enseñanza oficial, si bien el úl-
timo curso lo aprobó en exámenes extraordina-
rios, concedidos con motivo de cierto fausto su-
ceso, siendo ésta la causa de que no figure en
ninguna promoción de letrados.
El único catedrático de Romanones que vive
aún (escribimos este libro en marzo de 1921) es
don Tomás Montejo y Rica, ministro de Instruc-
ción pública del último Gabinete presidido por
el señor Dato.
Licenciado en Derecho, obtuvo el conde una
plaza de colegial en Bolonia, precisamente la
plaza que dejara vacante don Juan de la Cierva
42 ANTÓN DEL OLMET.—TORRES BERNAL
y Peñafiel, y allí fué para doctorarse, ocupando
la misma habitación que había tenido el perso-
naje conservador.
Como todo el mundo sabe, la escuela españo-
la de Bolonia es una residencia de estudiantes
que fundó con bienes propios el cardenal Carri-
llo de Albornoz durante el siglo xv. Los escola-
res viven allí, y asisten, como alumnos oficiales,
a la Universidad. Los títulos por esta Universi-
dad expedidos son válidos en España.
En Bolonia, pues, hízose doctor el conde de
Romanones, aprobando diez y seis asignaturas
en doce meses con otros tantos sobresalientes y
siete premios.
Iba diariamente a clase y asistía al curso de Li-
teratura italiana que explicaba Carducci. Alcan-
zó la borla de doctor, el premio de Víctor Manuel
y un accésit. El temja escogido por S. E. para
doctorarse fué "Los Gobiernos de Gabinete**.
Compañeros del conde durante aquella simpá-
tica etapa juvenil fueron, entre otros, don Juan
Pérez Caballero, don Isidro Pérez Oliva, el di-
plomático señor Muetedo, don Pedro Dorado
Montero, todos ellos victoriosos de la vida, con-
quistadores de eminentes cargos. También fué
compañero dci' conde en Bolonia el que des-
pués ha sido embajador de Italia en Madrid,
marqués Carlotti, y a quien S. K. saludó en la
corte de España después de treinta años.
* !¥ *
CONDE DE ROM ANONES 43
A los diez y ocho años, estudiante aún en la
Facultad de Derecho de Madrid, el conde fundó
y dirigió una revista, titulada Heraldo Escolar ,
en la que publicó artículos que llamaron la aten-
ción y en los que ya apuntaban las dotes que
más tarde habían de darle la insigne personali-
dad que hoy tiene.
CAPITULO VI
EL CONDE, ABOGADO
Pasante de Muñoz Rivero— El crimen de la Guindalera.— Un
duro macabro.— El atentado contra Bazalne.— Romanones,
francófilo.
Al llegar a este capítulo de nuestra obra, he-
mos celebrado, para ilustrarnos, una grata entre-
vista con el eminente criminalista, gloria del
foro y amigo personal del señor conde de Ro-
manones, don Gerardo Doval.
— El conde — nos dice — no ha ejercido real-
mente la carrera de abogado. Rico y muy entre-
gado a la política, no le empujó a ella ningún
estímulo.
Y no deja de ser curioso— decimos nosotros —
esta indiferencia del conde por el bufete. Con
su enorme influencia, con sus dotes preclaras de
talento, pudo hallar en el ejercicio de esa profe-
sión grandes ingresos, que supo desdeñar. Ejem-
plo raro— añadimos — en este país de las togas.
46 ANTÓN DEL OLMET. — TORRES BERNAL
Luego, el señor Doval nos ha narrado una
anécdota entre macabra y humorística, que des-
pués nos ratificó el propio conde, y que vamos
a relatar por lo curiosa que resulta.
Don Alvaro de Figueroa tenía veintitrés aflos
y era pasante del gran criminalista Muñoz Rive-
ro, a cuyo lado seguía, sin gran interés, los
azares jurídicos.
Por entonces ocurrió un crimen tremendo,
llamado *el crimen de la Guindalera*. Un bárba-
ro, cuyo alias no recuerda el conde, dio, previo
el cobro de dos pesetas, muerte al marido de
cierta mujer que tenía un amante, y que había
decidido, por tan expeditivo y siniestro cami-
no, quedarse viuda. El crimen fué espantoso,
sin atenuación posible, lleno de horripilantes
detalles.
— ¿Quiere usted encargarse de defender al
asesino? — preguntó al novel letrado Muñoz
Rivero.
— No hay inconveniente.
Entrevistóse el conde con aquel forajido, y
procuró sacarlo adelante por irresponsable. Mas
no era posible hacer nada, y el criminal fué con-
denado a muerte y ejecutado en la Cárcel Mode-
lo de Madrid, acabada de contruir.
—De la capilla salí para Guadalajara — nos
dice S. E. — , por donde me presentaba diputado
a Cortes.
Pero esto no es lo curioso. Lo curioso es que
CONDE DE RÜMANONES 47
años después, muchos años después, el conde
cobraba aquella minuta suya, percibiendo por
sus trabajos una moneda de a duro.
Acaeció aquello de la manera siguiente. Sien-
do ya ministro S. E,, había colocado como con-
serje del cementerio de la Almudena a un señor
ligarte, que fué amigo suyo de la niñez, pero al
cual, como el propio conde nos dice gráficamen-
te, "le había venido la mala". Diez años después
de haber sido ajusticiado y enterrado aquel
monstruoso criminal que el conde defendiera
inútilmente, se hizo una monda en el camposan-
to, y al ser sacado el cadáver del sujeto aquel se
le cayeron dos duros, negros, horribles, que te-
nía entre la faja.
— Como dicen que esas cosas dan la suerte —
exclama el conde — , Ugarte se quedó con una
de aquellas monedas, y me entregó la otra. Así
cobré mi minuta. Es espantoso ¿verdad?
—Y ¿conserva usted aquel tremendo duro,
aquella siniestra mascota?
—Durante algunos años llevé el duro en uno
de mis bolsillos. Pero se fué poniendo blanco, y
un día lo di sin querer. Comprenderán ustedes
que una carrera tan macabramente seguida no
podía agradarme. Jamás sentí afición por el bu-
fete. Soy abogado por disciplina mental, por
cultura.
—¿Recuerda usted, señor conde, alguna otra
anécdota de su vida forense?
48 ANTÓN DEL OLMET. — TOBRES BERNAL
— Sí. Antes habla defendido yo a un francés,
Hillairand, que atentó en Madrid contra la vida
del ex mariscal Bazaine. Fué en el Retiro, donde
aquel sujeto le disparó dos tiros al general. £n
mi defensa hice un caluroso elogio de Francia.
Tanto, que lloraron los franceses que acudieron
a presenciar la vista de aquella causa.
El conde hace una pausa breve.
—Ha sido aquél mi primer acto francófilo. Re-
cientemente lo recordó no sé qué periódico de
París.
El informe del conde de Romanones en la de-
fensa de Hillairand fué publicado íntegro en la
Revista de Legislación.
CAPITULO VII
LA PRIMER ACTA
Antes de la edad reglamentaria.— Por Guadalajara siempre.
Romanones, inquieto diputado de la mayoría liberal.— Un
turno en contra.— Capdepón, estupefacto.
El día i6 de mayo del año 1888, y teniendo
veinticuatro de edad, fué diputado a Cortes por
vez primera el conde de Romanones. Trajo el
acta de Guadalajara (1.558 votos), que desde en-
tonces ostenta sin interrupción. Maura y Roma-
nones son los únicos diputados que vienen sién-
dolo por un solo distrito y durante tanto tiempo.
Fué en las llamadas "Cortes largas" de la Re-
gencia, y no existía entonces el sufragio univer-
sal, pues sólo votaban quienes pagaban alguna
clase de contribución.
—¿Y cómo pudo usted tomar posesión del
cargo de diputado no teniendo aún la edid? —
interrogamos.
—Me las arreglé como pude, empleando una
4
50 ANTÓN DEL OLMET. — TORRES BERNAL
habilidad. Consistió ésta en ocultar prudente-
mente mis años. Como nadie me los preguntó,
callé. Burell, que los conocía, no me acusó. Pero,
después de todo, sólo me faltaban meses para
cumplir ios veinticinco. Luego ha habido dispen-
sa de edad para no pocos diputados.
—¿Y qué tal diputado de la mayoría hizo
usted?
— Deplorable. Yo no he sido jamás, sobre todo
en mis años juveniles, un modelo de disciplina
política. Deseando darme a conocer y estándose
discutiendo los presupuestos, pregunté qué que-
daba por debatir, y como me dijeran que los
gastos de Fernando Poo, me encerré durante
cuatro días en casa y estudié aquello tan a con-
ciencia, que me hice un técnico de las cuestiones
coloniales.
Ríe S. E.
—Pero lo curioso es que hice un verdadero
discurso de oposición contra el Gobierno, y es-
pecialmente contra Capdepón, que me había
arreglado la combinación de Guadalajara. Cap-
depón, y Tirso Rodrigáñez, que hubo de contes-
tarme, y que no esperaban aquella actitud mía,
ni mis profusos conocimiento en la materia, se
hicieron un taco al oirme.
Por ser el primer discurso de la vida parla-
mentaria del conde y por el efecto que produjo
CONDE DE ROMANONES 5I
en la Cámara la circunstancia de ser quien lo
pronunciara un joven diputado de la mayoría,
casi desconocido, creemos oportuno reproducir
las palabras con que apoyó su primera enmienda
referente al presupuesto de Fernando Poo.
Firmaban con el conde la enmienda los seño-
res D. Manuel de la Torre Gil, D. Manuel Gar-
cía Prieto, D. Francisco Ansaldo, el marqués de
Castel-Moncayo, D. C. Groizard y D. Francisco
Gorostidi.
Dijo así:
''Señores diputados: La humilde y triste con-
dición de diputado ministerial, que es la que
tengo, me obliga en estas circunstancias, al apo-
yar la enmienda que tengo presentada, a ser muy
breve. Así es que no voy a gastar tiempo con
exordios, por más que bien fueran menester por
ser la primera vez que hablo en el Congreso;
pero prefiero, ya que voy a ser breve, emplear
todo el tiempo en la defensa de la enmienda que
tengo presentada, porque entiendo que se trata
de un asunto de grandísimo interés, de un asun-
to, sobre todo, tan descuidado como quizá no
haya otro en el presupuesto.
Antes de entrar de lleno en la explicación y
apoyo de la enmienda que tengo presentada, no
puedo menos de manifestar al Congreso la pro-
funda extrañeza que he experimentado leyendo
el presupuesto de gastos y viendo que acerca de
Fernando Poo no dice más que lo siguiente:
52 ANTÓN DEL OLMET.— TORRES BERNAL
"Sección décima, capítulo único, artículo único.**
Aquí todo es único, menos las pesetas, que son
666.000. Yo creí que correspondiendo los gastos
de este presupuesto a lo que está taxativamente
mandado por la ley de Contabilidad, habría algún
detalle, algún pormenor de! mismo; porque efec-
tivamente, cualquiera que conozca la ley de Con-
tabilidad en la parte que se refiere a los presu-
puestos, única disposición legal que hay refe-
rente a esto, verá que el art. 30, dice: "No podrá
incluirse en una sección obligaciones correspon-
dientes a distintos Ministerios, ni en capítulo di-
versos servicies, ni tampoco los gastos del per-
sonal y material del mismo servicio."
Pues aquí, en un mismo capitulo y artículo,
se han encerrado todos los servicios, absoluta-
mente todos, siendo tan diversos, que no pueden
serlo más todos los que se refieren a las atencio-
nes de la colonia de Fernando Poo; aquí se
ha cometido un grave quebrantamiento de las
disposiciones terminantes de la ley, que exige,
como es natural, que no pueda someterse a la
aprobación de las Cortes ninguna ley pidien-
do cantidad alguna sin saber para lo que se
destina. Pues ¿qué es el presupuesto si no se
hace eso? Si ese Ministerio presentara en igual
forma todos los presupuestos del Estado, ¿po-
drían siquiera discutirse? No; y sin embargo,
aquí todo se engloba en la cantidad que se pide,
y que puede ser escasa con arreglo a los ser-
CONDE DE ROMAN0NES 53
vicios que allí se prestan, pero que puede tam-
bién ser excesiva, como a mi juicio lo es en el
caso presente y con arreglo al detalle del des-
tino que se le dio el año pasado. For consi-
guiente, tal como se presenta, no haj^ términos
hábiles ni legales para discutir el presupuesto
de Fernando Poo.
Yo fui al Ministerio y pregunté por este de-
talle; me dijeron que en tanto que las Cortes no
aprobaran la cantidad que se les pedía, no po-
dían darlo. Esta contestación es tan inocente, que
no creo que dqba hacer sobre ella comentario de
ninguna clase.
Nadie podrá negar ni dejar de reconocer la
importancia grandísima que tiene la colonia de
Fernando Poo, que es la mejor de todas las po-
sesiones europeas que hay en la costa de África.
El viajero Stanley, a quien se ha referido el señor
Morales, dice que es la perla del Océano, pero
una perla pulimentada, que, por el estado en que
la han dejado los españoles, no daría por ella ni
siquiera loo guineas. Pues bien; esta perla, cuyo
valor se ha calculado por Stanley en loo guineas,
nos cuesta a los españoles 1,200.000 pesetas.
Su importancia política es grandísima, puesto
que, por decirlo así, es la llave del Níger, y en
el porvenir ha de jugar un papel importante, si
el Gobierno se fija, como ya debiera haberse
fijado, en darle mayor desarrollo y atenderla
con mayor cuidado.
54 ANTÓN DEL OLMET.— TORRES BERNAL
Si estuviera aquí el actual ministro de Ultra-
mar, antes de entrar de lleno en el apoyo de mi
enmienda, habría de preguntarle: ¿Es que el se-
ñor ministro de Ultramar tiene algún plan colo-
nial, algún pensamienio acerca de lo que la po-
lítica colonial debe ser? Yo creo que el señor
ministro deberá tener algún plan de política co-
lonial, porque es uno de los ramos más impor-
tantes de su Ministerio; de su antecesor, el señor
Balaguer, cuyas dotes personales no desmere-
cen al lado de las del actual, sólo puedo decir
que no debía tener ninguno, ni siquiera debía
tener idea de lo que era, porque no ha hecho
nada en punto tan trascendental.
Y yo pregunto al Gobierno, si es que tiene al-
gún plan de política colonial: ¿Por qué en este
caso, ya que en esta discusión había de jugar un
papel importante el detalle de este presupuesto,
no lo ha presentado desde luego a las Cortes, en
vez de reservarse para después de aprobado el
presupuesto, como sucedió el año anterior? No
teniendo otro a mi disposición, al del año ante-
rior he tenido que recurrir; y, señores, declaro
que no hay que examinarlo con mucha deten-
ción para convencerse de que el presupuesto no
obedece a plan alguno fijo; más aún, de que está
falto por completo de sentido común.
Lo natural sería que, en un presupuesto que
se destina a favorecer los intereses de una colo-
nia como la de Fernando Poo, la mayor parte
CONDE DE ROMANONES 5$
del crédito se consagrara al fomento de la mis-
ma. Pues sucédele absolutamente lo contrario.
No voy a fijarme en todos los pormenores de
la enmienda que tengo presentada; me bastará
decir que hago una rebaja considerable en el
personal, porque, señores, se gastan tres mil y
pico de duros en el personal de la colonia en
Madrid, y yo no sé que tengan nada que ver los
empleados de Madrid con lo que pasa en Fer-
nando Poo; y se gastan catorce mil y pico de du-
ros en los empleados que están en Fernando
Poo; y digo que están en Fernando Poo, porque
legalmente están allí, pero realmente la mayor
parte de aquellos empleados pasan la mayor
parte del tiempo en la Península, cobrando sin
embargo los sueldos que se les asignan por es-
tar allí .
Cincuenta y nueve mil y pico de duros se
destinan para la Marina; y yo pregunto: ¿No se
acaba de aprobar el presupuesto de Marina?
¿Para qué sirve entonces que paguemos a la
Marina? ¿Acaso no es uno de los servicios de la
Marina el ir a proteger allí nuestros intereses?
Al contrario, yo creo que es quizá una de las
pocas cosas de utilidad que la Marina española
puede realizar. La Marina tiene su presupuesto,
y sin embargo, por ir a prestar aquel servicio,
que está dentro del concepto de su propio fin,
se le ha de pagar de lo que las Cortes debían
conceder para fomento de la colonia. Después
56 ANTÓlí DEL OLMET. -TORRES BERNAL
de todo no seria esto lo peor ni lo que más deba
llamar la atención del Congreso; lo peor es que
se asignan 59.000 duros para la Marina y hay
que ver qué marina. No basta decir, como ha
dicho el señor Morales Díaz, que la lancha Tri-
nidad se cambiará por otra mejor; lo que por el
pronto hay que hacer notar es que están asig-
nados 22.000 duros para el sostenimiento del
pontón FerrolanOf al cual le han sido cortados
los palos, y casi desmantelado e inútil le tene-
mos, hecho un lanchón completamente abando-
nado. Era necesario más; era necesario tener
una lancha de vapor para recreo, y no más que
para recreo, y en estos momentos yo estoy se-
guro que si se trajera aquí, no serviría ni aun
para pasearse por el estanque del Retiro, y sin
embargo cuesta 10.000 duros. Además figura en
presupuesto una cantidad de 20.000 duros para
una goleta de segundo orden, que sólo ha per-
manecido allí muy poco tiempo, y hoy no en-
cuentra el ministro de Marina otra con que re-
emplazarla.
En culto y clero se gastan en Fernando Poo
cuarenta y cinco mil y pico de duros. Yo es-
toy conforme con el señor Villalba Hervás y
con el señor Morales Díaz en que el fin que
allí realizan los misioneros es muy santo y muy
digno de tenerse en cuenta; pero misioneros
de esa especie, yo creo que no necesitarán mu-
cha fe evangélica para catequizar a los sal-
CONDE HE RCMAN-^^NES 57
vajes, porque son misioneros a los cuales se
les asigna un sueldo de 800 duros, y yo creo que
con 800 duros de sueldo podrían ir alii aun
aquellos que no tuvieran la menor fe en la reli-
gión católica. Además, allí hay quizá más misio-
neros que católicos, cosa rara; y no es esto lo
peor, sino que allí, en vez de dedicarse esos mi-
sioneros a difundir la doctrina de Cristo, se en-
tretienen en cultivar una nermosa finca que les
produce 12.000 duros anuales, y es claro, ante
tan pingües ganancias, la doctrina de Cristo
quizá ande un doco descuidada, y los pobres ne-
gros creyendo todavía en los dioses salvajes.
Lo único que pido es que la asignación de
cada misionero se rebaje a 500 pesos, y creo
que con 500 pesos, que es lo mismo que se asig-
na a los misioneros que están en las Carolinas,
podríiíxi tener lo necesario para subsistir. Tam-
bién se podría rebajar algo el número de ellos.
Yo propongo que se introduzca en todo el
presupuesto una economía de más del 50 por 100,
quedando sin desatender la instrucción pública
y el cuitó y clero, que una cosa es la instrucción
pública y otra el culto y clero. El Gobierno debe
fijarse en esta cuestión, y ver cuál es el mejor
sistema que puede seguirse para fomentar la co-
lonia.
Hay que hacer un presupuesto que tenga si-
quiera sentido común. No se pueden olvidar los
58 ANTÓN DEI. OLMET. — TORRES BERNA L
capítulos relativos a la Marina y al culto y clero,
mas la parte principal del presupuesto debe des-
tinarse al fomento de la colonia; asi es que, en la
enmienda que tengo presentada, las únicas va-
riaciones que he introducido han sido las si-
guientes: he rebajado doscientas mil y pico de
pesetas en la Marina, en los sueldos de los em-
pleados y en el culto y clero, pero en cambio, en
lo que se refiere al fomento de la colonia, que
según el presupuesto del año pasado tenía asig-
nados 21.000 duros, he asignado ahora 66.000. El
fomento de la colonia, es claro que debe formar
la única base, el único objeto de este presupues-
to. Hay que formar un plan de colonización, hay
que favorecer a los emigrantes españoles que
quieren ir allí; y por eso, en el proyecto presen-
tado por mí pido que se lleven allí cada año 20
familias y 100 kunnares de la costa de África
para que vayan fomentando el terreno.
De esta manera, aquello será una verdadera
colonia. A este propósito tengo que hacer men-
ción de una circunstancia, circunstancia en la
que debe fijar especial atención el señor minis-
tro de Ultramar: parece ser que 250 familias de
españoles residentes en Argel, por efecto de los
cambios que han ocurrido en las condiciones
de la colonia francesa, no pueden continuar en
aquel país, y no teniendo recursos para regre-
sar a la patria, acuden en una respetuosa instan-
cia al señor ministro de Ultramar para que les
CONDE DE ROMANONES 59
conceda los medios de ir a establecerse a Fer-
nando Poo. Esto, entre otras ventajas, tendría la
de que se trata de gente ya habituada al clima
africano, y debería aprovecharse esta ocasión
tan favorable para la colonización de la isla.
Y no hay que hablar de las inclemencias del
clima de Fernando Poo, eso es una preocu-
pación vulgar que está desmentida por todos
los viajeros y exploradores; lo único que hay de
cierto es que los pccos españoles que allí van
se establecen a las orillas del mar, donde suelen
contraer, en efecto, varias enfermedades; pero
en el interior, la isla tiene un clima enteramente
benigno, hasta el punto de que varios extranje-
ros que residen en África, cuando su salud su-
fre alteración van a reponerse a Fernando Poo,
y consideran a nuestra colonia como una verda-
dera estación sanitaria, teniendo en ella estable-
cimientos con este fin higiénico.
Pues bien, señores: si esto es asi, ¿por qué se
niega la comisión a admitir mi enmienda, que no
tiende más que a disminuir el excesivo número
de empleados, no dejando más que los necesa-
rios, y a rebajar un tanto la cantidad que se paga
a los misioneros, ya que sólo ejercen su cometi-
do por espíritu evangélico, destinando toda la
mayor suma posible al verdadero fomento de la
colonia? Pero la Comisión no quiere admitir
esto que parece tan natural y conveniente y pre-
fiere que el Congreso apruebe ese crédito de
6o ANTÓN DEL OI-MET.— TORRES BERNAL
666.00O pesetas, a las que luego por alto se les
da el destino que parece más conveniente. He
terminado."
Contestó al orador, por la Comisión, el señor
Morales y Rodríguez. Y al rectificar, el conde
aludió al subsecretario de Ultramar, señor Ro-
drigáñez, quien hubo de contestar al discurso
del joven diputado, aunque sin lograr desvane-
cer sus argumentos.
CAPITULO VIII
LA BODA Y LOS HIJOS
Dofta Casilda Alonso Martínez, condesa de Ronianones.— Una
dama ejemplar.— Sagasta, testigo de la boda —Los hijos.
Poco después de ser elegido diputado a Cor-
tes, contrajo matrimonio el insigne político con
dona Casilda Alonso Martínez, hija del muy
ilustre ex ministro de Gracia y Justicia, gran
orador y memorable jurisconsulto, don Manuel
Alonso Martínez, gloria del foro español.
El conde habíase enamorado de la belleza pere-
grina y de las altas virtudes de aquella encanta-
dora señorita, que ha sido leal compañera de su
vida y madre de sus amantes hijos.
Es la señora condesa de Romanones el más
alto premio que Dios quiso otorgarle al ilustre
estadista. Constituye tan egregia dama un envi-
diable consorcio de distinción y de hermosura,
de bondad y de discreción, de encanto y de gen-
tileza. Tiene una voz angelical y posee verdade-
62 ANTÓN DEL OLMET.- -TORRES BERNAL
ra maestría como aficionada al canto. Rara vez,
modestísima, luce galas tan exquisitas, que pro-
cura ocultar con timidez. Nada ambiciosa, la
mayor desgracia de su vida es ver a su esposo
en el Poder. Caritativa, preside diversas y aris-
tocráticas asociaciones de damas para llevar so-
corro a los necesitados, enjugar lágrimas y evi-
tar dolores.
Los autores de este modesto homenaje al se-
ñor conde de Romanones quieren rendir desde
aquí respetuosa pleitesía a la señora tantas veces
ilustre que es su digna y amantísima esposa.
La boda celebróse en San Sebastián, el día
21 de septiembre de 1888, siendo, entre otros,
testigo de la ceremonia nupcial, don Práxedes
Mateo Sagasta.
Monte- Cristo, en el número de El Imparcial
correspondiente al 22 de septiembre, da cuenta
de haberse celebrado en San Sebastián el día
antes la boda «de la señorita doña Casilda Alonso
Martínez, hija del señor ministro de Gracia y
Justicia, con el joven diputado don Alvaro de
Figueroa, uno de los hijos de los marqueses de
Villamejor, realzando la belleza de la novia las
preciosas galas con que se adornaba».
Siete han sido los hijos de este ilustre matri-
monio: doña Casilda, casada con el señor duque
de Pastrana; don Luis, conde de Velayos, casado
con doña María, hija de los condes de Torre-
Arias; don Alvaro, marqués de Villabrágima,
CONDE DE ROMANONES 63
casado con doña Ana, hija de la marquesa viuda
de Donadío; don Carlos, marqués de San Da-
mián; don José, teniente de Ingenieros, muerto
gloriosamente en Xauen; don Eduardo y don
Agustín.
Los tres mayores han dado a los condes de
Romanones la alegría de unos nietos que ponen
en la tranquilidad del suntuoso palacio de la
Castellana el cascabeleo de sus risas y el estré-
pito de sns llantos infantiles. Con sus lindas ca-
becitas rubias, sus ojos azules y eF palmoteo de
sus manos, esos ángeles han disipado, o cuando
menos atenuado, más de una tristeza en aquella
señorial mansión y constituyen acaso la mayor y
más intensa felicidad de sus insignes abuelos.
Quieren los autores de esta biografía dar una
breve noticia acerca de los hijos de los condes
de Romanones: de doña Casilda, duquesa de
Pastrana, sólo habremos de consignar la dulzura
de carácter, la belleza y la distinción heredadas
de su ilustre madre. Del marqués de San Da-
mián, de don Eduardo (para el que ha sido pedi-
da la mano de una hija de los condes de la Vina-
za) y de don Agustín, la caballerosidad y la apli-
cación que hace esperar de ellos la brillante
continuación de la obra de su progenitor.
El primogénito, don Luis, conde de Velayos,
diputado a Cortes e ''ngeniero heredó de su
abuelo el marqués de Villamejor, la iniciativa
industrial y la formidable aptitud para los negó-
64 ANTÓN DEL OLMET. — TORRES BERNAL
cios. Es director de importantes empresas, y tie-
ne ya, a pesar de sus pocos años, una respetabi-
lidad y una consideración en el mundo de los
negocios, que han dado a su nombre gran relie-
ve entre los más significados financieros de Es-
paña. jHorabres como este conde de Velayos,
trabajadores, audaces e inteligentes, son los que
necesita España para que la obra de su resurgi-
miento industrial y económico sea en breve pla-
zo una realidad halagadora!
El marqués de Villabrágima quedaría perfec-
tamente definido diciendo que es igual que su
padre. No cabe semejanza mayor. Como si obe-
deciese a un presentimiento, hasta lleva el mis-
mo nombre que el señor conde de Romanones.
Y el mismo camino. Como él, fué diputado a
Cortes antes de cumplir la edad reglamentaria;
y concejal y teniente alcalde del Ayuntamiento
de Madrid tan pronto reunió las condiciones le-
gales. Recientemente y después de no haber
aceptado la Dirección General de la Deuda, que
le ofrecía el señor Cambó, fué elegido Alcalde
Presidente del Ayuntamiento madrileño, por
mayoría dentro del Concejo. Su gestión desde
dicho puesto ha merecido la general aproba-
ción. Siente, como el conde, la misma vocación
irresistible por la política. Y hasta su voz y su
ademán y su oratoria se confunden. No cabe,
repetimos, parecido físico y moral más comple-
to. Por todo ello, y por la personalidad que en
CONDE DE ROMANONES 65
SUS breves años de vida política ha conquista-
do personalidad tan relevante y que se destaca
de modo tan brioso, nos complacemos en recoger
en estas páginas el augurio popular: el mar-
qués de Villabrágima, que es ya, por sus méritos,
el alcalde que Madrid necesita, alcalde del que,
como de su padre, quedarán para el vecindario
madrileño recuerdos inolvidables, será ministro,
y ministro trabajador que llevará a cabo una la-
bor meritísima. Y será presidente del Consejo
de Ministros y jefe del partido liberal. Lo será,
y España tendrá en él al político demócrata y
estudioso, previsor y sagaz que un día pueda
prestarla el servicio inmenso que en la gran
guerra supo prestarla su admirable padre.
Mientras tanto el marqués de Villabrágima,
gran apasionado también de su carrera, atiende
con actividad y acierto enormes su ya famoso
bufete, uno de los más importantes de España.
Trabajador infatigable, estudioso, elocuente y
poseedor de una dialéctica maravillosa, denota
en ello la vocación heredada de su ilustre abue-
lo, el que fué insigne jurisconsulto don Manuel
Alonso Martínez.
Y a propio intento hemos dejado para final de
este capítulo el recuerdo de don José de Figue-
roa y Alonso Martínez, del teniente Figueroa,
que hizo a la Patria el sacrificio de su vida moza
en los campos de África, en las inmediaciones
de Xauen, el día 19 de octubre de 1920.
5
66 ANTÓN DEL OLMET.— -TORRES BERNAL
Aunque no vamos a recordar detalles de esta
inmensa desgracia que llenó de angustia a la
ilustre familia y que España entera acogió con
un duelo unánime, queremos, sin embargo, con-
signar algún detalle que glorifica aún más la
figura insigne de este heroico teniente Figue-
roa, sacrificado al patriotismo y a la igualdad
humana.
El teniente Figueroa siguió la carrera miiitar
sin vocación y sólo por seguir los consejos de
su padre, quien a su vez obedecía las indicacio-
nes de una augusta personalidad.
El conde de Romanones conserva, y nosotros
la hemos leído, una carta del alto comisario de
España en Marruecos, general Berenguer, en la
que le da el pésame y le dice estas palabras tan
elocuentes: "¿Quién creerá que, dada nuestra
gran amistad, la primera noticia que ha llegado
a mí de que su infortunado hijo estaba en Ma-
rruecos ha sido la de que había muerto?**
iQué gran ejemplo de hidalguía y de verda-
dera democracia tanto en el padre como en el
hijol
Uno de nosotros publicó en Heraldo de Ma-
drid, a raíz de este triste suceso, la siguiente
crónica con que ponemos fin a este capítulo.
Dice así:
"El cronista conoce algunos detalles íntimos
acerca del teniente Figueroa, que ha muerto
gloriosamente en Xauen.
CONDE DE ROMANONBS 67
Más que nada, el teniente Figueroa es un sa-
crificio que su padre el conde de Romanones le
ha tributado a España, al Ejército y a la demo-
cracia universal.
Creía el ilustre ex presidente del Consejo de-
ber suyo que alguno de sus vastagos siguiese la
carrera de las armas. Y eligió para ello a su hijo
Pepe, en quien inculcó las ideas más liberales y
más gallardas.
El hijo no tenía una ingénita vocación mili-
tar. Tan es así, que pensaba, una vez hechos dos
años de campaña en guerra, quedar de super-
numerario durante algún tiempo y dedicarse a
trabajos de ingeniería civil. No. Su inclinación
belicosa fué obra de su padre, consejo, persua-
sión paternal. ¡Oh!, ¡pero era valiente, pundono-
roso, y estaba escrito en su destino su final épi-
co, lleno de heroísmo y de tragedia!
Como si el pobre mozo lo presintiera, dedicó
el verano último a divertirse con la alegría de
un casi adolescente que se despide de la vida.
Su padre le decia con írecuencia:
—En otoño te incorporarás al Ejército de Ma-
rruecos. Y allí, sin más personalidad que la de
tu grado, serás un oficial modelo.
Se incorporó. Fué destinado a un servicio
poco peligroso. Mas el teniente Figueroa, sin
vocación, sin ambición, hijo de un magnate, sólo
guiado por la hidalguía, pidió trabajos más ar-
duos y audaces, en los que pudiera recibirse
68 ANTÓN DEL OLMET.— TORRES BERNAL
como regalo de una novia suprema el beso de la
muerte.
Y así ocurrió. Fortificando las avanzadas de
Xauen, y a pecho descubierto, recibió el tenien-
te Figueroa, hijo del conde de Romanones, un
balazo en la cabeza, del que falleció horas más
tarde.
Esta es la breve y gloriosa historia de un aris-
tócrata español, cuyo nombre prestigia a la clase
social donde naciera, y cuyo sacrificio enaltece
al conde de Romanones, tan liberal, tan español,
tan generoso en sus más hondos sentimientos,
que es capaz de inmolar al hijo, acaso más que-
rido, ante el altar de la igualdad humana.
El gesto de Romanones tiene entronque con
la vieja hidalguía racial, y es idéntico, aunque
más noble aún, al de aquellos lores ingleses que
enviaron durante la gran guerra a sus primogé-
nitos a sucumbir en el frente, luchando por In-
glaterra y por la civilización."
CAPÍTULO IX
ROMANONES ES UN YERNO DÍSCOLO
El sufragio universal.— Romanones, candidato contra su sue-
gro.—Lna crisis.— "A fuerza de puños.»— La aventura del
bastón de estoque.— Romero Robledo contra Romanones.—
Un acta.
A poco de ser diputado, y después de haberse
distinguido desde la mayoría como tribuno de
oposición el joven Figueroa, aspiró a ser nom-
brado individuo de una comisión parlamentaria.
Era a la sazón ministro de Gracia y Justicia el
ilustre suegro del conde de Romanones, don
Manuel Alonso Martínez, el cual había presenta-
do a las Cortes su proyecto sobre el sufragio
universal.
— Yo— nos dice S. E. — quise pertenecer a
aquella comisión parlamentaria, que era lucida,
y cuyos temas a debatir me interesaban. Así se
lo comuniqué a mi suegro. Pero éste se opuso,
diciéndome que aspiraban a lo mismo hombres
de altura.
70 ANTÓN DEL OLMET. — TOBRES BERNAL
Pero aquel muchacho inteligente y audaz,
de noble y viril audacia, que no era un yerno
arribista al uso de ahora, que se sentía con tan-
ta personalidad como el más relevante, no se
conformó con aquello, y ¡zas! en la primera re-
unión de secciones que hubo, presentó su candi-
datura a individuo de la apetecida comisión en
contra de Alonso Martínez. Aquello produjo una
crisis que le costó la cartera a su insigne padre
político, entrando a formar parte del nuevo Go-
bierno los señores Canalejas y Maura.
Comentando este rasgo tan varonil como in-
quieto, nos dice el conde:
— Yo no llegué a lo que llegué por mi pacien-
cia resignada, sino a fuerza de puños. Ahora
bien; si a mí me hace eso un yerno, lo mato.
Durante aquellas Cortes, que fueron muy mo-
vidas contra don Venancio González, tuvo e) se-
ñor conde de Romanones, además de las expues-
tas, varias intervenciones parlamentarias de me-
nos interés. El primer gran jaleo de que fué
protagonista — nos referimos a la curiosa aven-
tura del bastón de estoque— merece que le de-
diquemos alguna extensión.
Durante una de aquellas sesiones agitadas,
que tuvieron el "Cristineo** como cumbre — ya
hemos descrito el "Cristineo" en otros libros de
nuestra galería de grandes españoles— y presi-
diendo el señor Alonso Martínez, elevado a la
Presidencia, precisamente por haber abandona-
CONDE DE ROMANONES 7 1
do la cartera de Gracia y Justicia—, acaeció un
enorme escándalo parlamentario, del que fué el
señor conde de Romanones uno de sus más in-
tensos protagonistas.
Se había levantado en el banco azul el mar-
qués de la Vega de Armijo para contestar al se-
ñor Martos. Romanones estaba subido en la pla-
taforma presidencial, cerca de su suegro, y te-
nía un bastón en la mano. De pronto se incre-
pan unos a otros los diputados, se alzan garrotes,
suenan insultos, y Felipe Ducazcal, perteciente
al grupo que acaudillaba don Francisco Romero
Robledo, y que estaba situado en los escaños de
primera fila, se levanta airado, y avanza contra
el marqués de la Vega de Armijo en actitud de
agresión. Romanones baja entonces de la presi-
dencia para darle un palo a Ducazcal. Lo suje-
tan. Romero Robledo pide que la sesión sea se-
creta, y en ella solicita la expulsión del diputado
Figueroa "por sacar el estoque que tenía oculto
su bastón".
Al día siguiente tratóse del asunto en el Con-
greso, ejerciendo de acusador contra Romano-
nes el diputado don Octavio Cuartero. Pero el
señor Figueroa se defendió contra todos biza-
rramente, demostró la falsedad de las imputa-
ciones que se le dirigían, mostró a la Cámara su
bastón, que carecía de estoque, y la proposición
que se blandía sobre él quedó retirada. El señor
García Prieto— justo es consignarlo— fué uno de
72 ANTÓN DEL OLMET. —TOREES BERNAL
los diputados que más se distinguieron en la
defensa de Romanones.
Otra versión atribuye a D. Máximo Chuvi el
papel de agradecido y al marqués de Pidal uno
de los discursos más duros contra el Sr. Fi-
gueroa.
Con tal motivo envió el conde de Romanones
sus padrinos al señor Romero Robledo por sus
palabras agresivas durante el debate. Eran don
Amallo Gimeno y don Fermín Calbetón, a los
cuales nombró ministros más tarde, siendo jefe
del partido liberal.
* * *
He aquí ahora un documento curioso que puso
fin al incidente Romero-Romanones:
Acta cou motivo del incidente en
el Congrreso con Romero Robledo*
Reunidos hoy los señores don Francisco Ber-
gamín y donjuán UUoa, en representación de
don Francisco Romero Robledo, y los señores
don Fermín Calbetón y don Amalio Gimeno, en
representación de don Alvaro Figueroa, para
discutir y resolver sobre el incidente ocurrido
en la sesión secreta celebrada hoy día de la fe-
cha en el Congreso de Diputados, a propósito de
afirmaciones hechas por el señor Romero Ro-
bledo sobre actos acaecidos en la sesión pública
de ayer, en los que tuvo participación el señor
Figueroa, y resultando:
CONDE DE ROMANONES 73
I.** Que el señor Figueroa ha negado termi-
nantemente en dicha sesión secreta que tratara
de hacer uso de armas al intervenir en uno de
los incidentes tumultuosos de la citada sesión
pública del día de ayer, así como el que tuviera
y usara bastón que contenga estoque, puesto que
el que llevaba ayer es el mismo que tenía hoy y
éste no lo contiene, lamentando además que di-
cha versión, sostenida por algún diputado fuera
del Congreso, hubiere hecho necesario que la
Prensa la contradijera, versión que por otra par-
te él consideraba ofensiva en alto grado.
2.° Que el señor Romero Robledo hubo de
intervenir, en la creencia de que le fuera atri-
buida aquella versión por haberla expuesto mo-
mentos después de la sesión a algún otro señor
diputado, y declaró que, según el testimonio de
sus sentidos, entendía haber visto el movimien-
to de sacar un estoque y hasta ver parte de él
fuera del bastón que le contenía, declaración
que, hecha en la sesión secreta, sólo ha tenido
por objeto no ocultar su anterior concepto verti-
do en otro sitio; y
3.° Que por el mismo testimonio de sus sen-
tidos y sólo como confirmación de su primer
juicio, llegó hasta creer que el bastón presenta-
ba distinta forma en su puño del que tenía en la
sesión secreta el señor Figueroa, que era el mis-
mo que éste le ha asegurado que llevaba en la
sesión de ayer.
74 ANTÓN DEL OLMET.— TORRES BERNAL
Los abajo firmados, teniendo en cuenta todo
esto, y considerando:
I.** Que negado honradamente por el señor
Figueroa en la sesión secreta el hecho de haber
intentado hacer uso de un estoque y el de que
su bastón lo contuviera, por ser incapaz de ha-
cerlo primero en circunstancias iguales a las de
referencia, no tiene inconveniente el señor Ro-
mero Robledo, como hombre de honor que es,
en prestar asentimiento a aquella solemne de-
claración y en admitir la posibilidad del error
de sus sentidos al apreciar lo acaecido, porque
la exaltación en las pasiones, el estado de los
ánimos y hasta el tumulto pudieran explicar el
hecho y el juicio equivocado de este hecho; y
2.* Que estas mismas circunstancias expli-
can también que se creyera ver en manos del
señor Figueroa un bastón distinto del que habi-
tualmente usa y en aquella ocasión usaba dicho
señor.
Declaran que la leal manifestación de lo que
por el testimonio de los sentidos se aprecia, no
puede ser ofensiva cuando el est'\do de las pa-
siodes influye en los hechos y en ^1 juicio que
de estos hechos se forma, y sólo lo sería en el
caso de no prestar asentimiento a la j^alabra de
honor del que como supuesto autor los niega y
de no tener en cuenta las circunstancias en que
el juicio se ha formado, cosas ambas que no
concurren en el presente caso.
CONDE DE ROMANONES 75
Y en su virtud consignan que después de esta
declaración queda terminado este incidente, sin
que por ello se entienda lastimado en lo más
mínimo el honor de sus representados ni que
exista motivo suficiente para entibiar sus rela-
ciones particulares.
Madrid, 6 de julio de iQ8g.—Juan Ulloa, Ama-
lio Gimeno^ Fermín Calbetón, h. Bergantín.
CAPITULO X
LUCHA POLÍTICA ENTRE HERMANOS
Cae el Gobierno.— El acta de Guadalajara.— La abuela por su
nieto Alvaro.— Dos Figueroa se disputan una representa-
ción.—Romanones vuelve a ser diputado.
Después de la "corazonada" de Martínez Cam-
pos cayó el Gobierno presidido por Sagasta, su-
cediéndole en el poder don Antonio Cánovas del
Castillo.
Nuestro biografiado, claro está, aspiró a con-
servar el acta liberal de Guadalajara, que tuvo
en las Cortes anteriores. Y aquí surgió una lucha
curiosa, interesante, entre dos hermanos Figue-
roa: el señor conde de Romanones y el vizconde
(le Irueste, que había ostentado la representación
de aquel distrito electoral durante la última si-
tuación conservadora.
Silvela, que pudo solucionar aquello, no quiso
arreglarlo. Y como la bondadosa abuela materna
del conde, que tenía en él una fe ciega, y al que
78 ANTÓN DEL OLMET. — TORRES BERNAL
amaba con locura, lo estimulase a luchar, Roma-
nones presentó su candidatura enfrente del viz-
conde de Irueste, que luchaba como canovista.
Romanones— lo decimos porque es cierto —
sentía gran repugnancia combatiendo politica-
mente a su hermano. Tanto es así, que gestionó
el acta de Pinar del Río, poniendo su decisión en
conocimiento de Sagasta. Pero éste se opuso,
respondiéndole a una comisión que de Guadala-
jara vino a Madrid para tratar del asunto, que
"Figueroa no se retiraba* y que era preciso vo-
tarle.
Ya en plena contienda, los hermanos pelearon
con ardimiento en una lucha que fué célebre por
lo extraordinario de los combatientes y por la
violencia política que en ella se desarrolló.
Romanones trajo al Congreso dos actas: la de
Guadalajara y la de Pinar del Río, conservando
aquélla.
La vida de las referidas Cortes fué efímera,
pues sólo duraron un año. Desde entonces, como
ya hemos dicho, el señor conde de Romanones
ha venido ostentando la representación de la
nombrada ciudad castellana, habiendo tenido
luchas enconadas, como, por ejemplo, la que
sostuvo contra el señor Chávarri, a quien de-
rrotó.
CAPITULO XI
CONCEJAL POR MADRID
Concejal y teniente-alcalde.— «La Corte de los milagros».—
Una intervención parlamentaria.— El conde, amenazado por
una dama.— Piedad con el caído.
El señor conde de Romanones fué elegido con-
cejal del Ayuntamiento de Madrid por el distri-
to de la Audiencia en 1889, desempeñando el
cargo hasta 1892, en que lo renunció.
Durante esos tres años fué teniente alcalde de
de los distritos de Buenavista y la Audiencia;
regidor-patrono del Colegio de San Ildefonso,
concejal-director del Servicio de Mataderos y
Mercados y de Vías y Obras.
En 1890 perteneció a la Comisión de Consumos
con Betegón, Núñez y Martínez Yillasante. Re-
nunció al cargo de concejal en 15 de julio de 1892.
Su primer nombramiento de alcalde tiene
fecha 15 de marzo de 1894 y duró hasta el 24 de
marzo de 1895.
8o ANTÓN DEL OLMET.— TORRES BERNAL
La actuación de Romanones como concejal fué
muy interesante, y de ella vamos a dar en este
capitulo noticia somera.
Siendo el conde teniente alcalde, realizó El
Imparcial una famosa campaña contra el Ayunta-
miento y contra el alcalde sagastino señor Abas-
cal. Aquella campaña, que tenía por titulo "La
Corte de los Milagros", estaba redactada por
don Andrés Mellado, y no podía ser más violen-
ta. Se habló de "Pepe el Huevero", matutero fa-
moso, de su amistad con el alcalde, y de algunos
concejales a quienes El Imparcial atacaba con
furia. Compañeros en concejalía del conde eran
entonces, entre otros, nuestro ilustre y exce-
lente amigo el gran caballero don Joaquín Ruiz
Jiménez, Francos Rodríguez, Esquerdo y Ramón
Chíes.
Romanones, ajeno a todo aquello, no tomó
parte activa en nada. Pero planteado en el Con-
greso por el diputado don Manuel Azcárraga el
asunto, el señor Figueroa se lanzó en formida-
ble diatriba contra los mangoneadores del Ayun-
tamiento, contra Villasante, contra el propio
Abascal, contra los amigos del señor Sagasta. Y
ello a pesar de ser diputado de la mayoría.
Por cierto que aquel discurso parlamentario,
del que quedó hecho trizas el Ayuntamiento, le
pudo costar la vida al conde; pues la esposa de
CONDE DE ROMANONES 8l
uno de los combatidos, como después hizo con-
tra Calmette la de cierto memorable ex minis-
tro francés, tomó un revólver y se propuso ase-
sinar a nuestro biografiado. En la puerta de la
casa del señor Alonso Martínez la sujetaron pa-
rientes suyos en terrible estado de excitación.
Años después, piadoso siempre el conde con
el caído, dióle al aludido concejal un destino,
del que vivió en su vejez con tranquilidad,
agradecido a su favorecedor, reconociendo la
justicia de sus ataques anteriores.
CAPÍTULO XII
LA CAMPANA CONTRA BOSCH Y FUSTEGUERAS
•Manos blancas no ofenden.*— Sendos padrinos.— Un desafio
a pistola— Actas del lance.
En la sesión celebrada en el Congreso el día 8
de julio de 1892, pronunció el señor conde de
Romanones un violentísimo discurso contra el
entonces alcalde de Madrid, don Alberto Bosch
y Fustegueras. Como es sabido, aquel impopu-
lar alcalde fué objeto de grandes ataques por
parte de la opinión pública. Digna de recuerdo
fué la grandiosa manifestación pública que alen-
tó y dirigió el ilustre marqués de Cabriflana
para protestar contra las demasías municipales.
A aquella manifestación grandiosa, que tuvo lu-
gar en el Prado, asistió uno de los autores de
esta obra, yendo de la mano de su padre.
Combatido el señor Bosch por unos y por
otros, aludió en el Senado a don Alvaro de Fi-
gueroa, en términos que el conde consideró pre-
84 ANTÓN DEL OLMET.— TORRES BERNAL
ciso recoger. Y efectivamente, durante la ya alu-
dida sesión, dijo el diputado liberal cosas terri-
bles acerca de aquel alcalde, y entre ellas, esto:
— No voy a recoger los agravios del señor
Bosch y Fustegueras, porque manos blancas no
ofenden.
Enterado de ello el señor Bosch, envió sus
padrinos al conde (don Vicente Sanchiz y don
Francisco Roldan), el cual designó a los señores
don Manuel Becerra y don Agustín de la Serna
para que le representaran.
£1 duelo, a pistola, celebróse en una fínca que
tenía en Leganés el señor duque de Tamames.
A continuación publicamos las actas de com-
bate y de encuentro referentes a aquel célebre
desafío:
Actas de la cuestión
con don Alberto Bosch.
En Madrid, a nueve de julio de mil ochocien-
tos noventa y dos, los señores don Vicente San-
chiz y don Francisco Roldan, en representación
de don Alberto Bosch y Fustegueras, y don Ma-
nuel Becerra y don Agustín de Laserna, en re-
presentación de don Alvaro Figueroa Torres; la
representación del primero manifestó que el
objeto de la reunión era el de que^ con motivo
de las palabras pronunciadas en el Congreso en
la tarde de ayer por el señor Figueroa, el señor
Bosch consideraba que estas palabras eran ofen-
CONDE DE ROMANONES 85
sivas para su persona y reclamaba de la repre-
sentación del señor Figueroa un retractación
completa o una reparación en el terreno de las
armas.
Discutido ampliamente el asunto por los cua-
tro representantes de los señores Bosch y Fi-
gueroa, puestos en juego todos los medios para
llegar a una solución satisfactoria, y reconocida
por ambas partes la imposibilidad de un acuer-
do, se decidió recurrir al segundo de los me-
dios propuestos por la representación del señor
Bosch, concertándose un encuentro entre éste y
el señor Figueroa, en las condiciones siguientes
y previo el reconocimiento por parte de los se-
ñores Becerra y Laserna de que a los señores
Roldan y Sanchiz correspondía la forma en que
debía verificarse, como representantes de la
parte ofendida.
Condiciones del encuentro.
I.* El lance tendrá lugar a las cinco de la
mañana del día diez del actual y en el sitio que
los padrinos determinen y del cual sólo tendrán
conocimiento los señores Bosch y Figueroa en
el momento de dirigirse a él.
2.^ El arma elegida será la pistola de com-
bate, cruzándose un solo disparo a la distancia
de veinticinco pasos.
3.^ Los disparos tendrán lugar a la voz que
dará el director del combate, y que será la si-
86 ANTÓN DEL OLMET.— TORRES BKRNAL
guíente: "Estén ustedes listos." Dada la res-
puesta afirmativa por los combatientes, el direc-
tor del combate dará las voces siguientes: "Fue-
go.** "Uno." "Dos." "Tres." Debiendo verificarse
los disparos antes o coincidiendo con la última
palabra, pero de ningún modo después de pro-
nunciada ésta.
4.* Entiéndase que el tiro fallido se conside-
rará como válido.
5.* La dirección del combate y las armas que
hayan de usarse lo decidirá la suerte.
6.^ Dos de los padrinos se ocuparán de
la medición de los pasos y colocación de los
combatientes en el terreno, y los otros dos de la
carga de las pistolas.
7.* Leída por el director del combate el acta
del duelo, no se permitirá observación alguna
sobre el terreno.
8.* Cada uno de los combatientes podrá ir
acompañado de un señor médico de su con-
fianza.
En fe de lo expuesto, firman el acta presente
los cuatro señores indicados, en Madrid, fecha
ut supra.
Francisco Roldan^ Manuel Becerra^ Vicente
Sanchis, Agustín Laserna.
Acta.
En el día diez de julio de mil ochocientos no-
venta y dos, y a la hora convenida de antemano,
CONDE DE ROMANONES 87
se reunieron, en la quinta que en el pueblo de
Leganés posee el señor duque de Tamames, los
señores don Alberto Bosch y Fustegueras y don
Alvaro de Figueroa Torres, acompañados de
sus testigos los señores don Manuel Becerra,
don Agustín de Laserna, don Vicente Sanchiz y
don Francisco Roldan, asistiendo, además, los
doctores señores Camisón y Moreno Pozo, lle-
vándose a cabo el encuentro concertado entre
aqu«llos dos señores, sin que ocurriera percance
alguno que lamentar y cumpliéndose en todas
sus partes las condiciones estipuladas en el acta
del día anterior. Los señores Becerra, Laserna,
Sanchiz y Roldan declararon, bajo palabra de
honor, que el asunto quedaba terminado honro-
samente y que, al ventilarle, habían dado prue-
bas los señores Bosch y Figueroa de una co-
rrección y caballerosidad dignas del mayor
encomio.
Y para que así conste, firman la presente acta
en Madrid, a once de julio de mil ochocientos
noventa y dos.
Vicente Sanchiz, Manuel Becerra, Francisco
Roldan, Agustín Laserna.
Entre los combatientes se cruzaron dos dispa-
ros, pasando una bala del señor Bosch cerquísi-
ma de su rival.
CAPITULO XIII
ROMANONES, HOMBRE DE ARMAS
El dudo coa el marqaés de Valdeiglesias.— El incidente con el
conde de San Luis.— La cuestión con el señor Gálvez Holguin.
Además del desafío que tuvo el conde de
Romanones con el señor Bosch y Fustegueras,
celebró otro con el señor marqués de Valdeigle-
sías, director de La Época, muy amigo de nues-
tro biografiado.
También debe anotarse un incidente acaecido
entre el ilustre estadista y el señor conde de San
Luis, y que no llegó al terreno por impedirlo
con su autoridad y elocuencia el presidente del
Congreso, señor Pidal, que hizo empeñar a am-
bos su palabra de honor de que la cuestión ha-
bía quedado zanjada en la agresión mutua que
motivara el asunto.
Creemos también oportuno incluir en este ca-
pítulo el incidente con el señor Gálvez Holguín,
y que fué así:
90 ANTÓN DEL OLMET.— TORRES BERNAL
Se puso a discusión el acta de Castuera en
las Cortes conservadoras de 1896.
Resultaba elegido por el mencionado distrito
el señor Gálvez Holguín, que se hallaba a la sa-
zón procesado por abusos cometidos en el Muni-
cipio de Madrid y que alcanzaron gran resonan-
cia, como resultado de la brillantísima y popu-
lar campaña que el marqués de Cabriñana ini-
ciara.
Al ponerse a discusión el acta de dicho señor,
se levantó a impugnarla el conde de Romano-
nes, fundándose en la incapacidad moral del di-
putado electo.
El discurso del conde fué el comienzo de un
apasionado debate que duró dos días, en el que
intervinieron los señores Silvela,Sagasta,Gasset
(D. R.), Romero Robledo, Sánchez Guerra y Cá-
novas. Este último se vio en el trance de hacer
de la aprobación del acta cuestión de Gabinete
para conseguir que fuese admitido al ejercicio
del cargo el señor Gálvez Holguín.
Como consecuencia de este debate, el señor
Gálvez Holguín envió sus padrinos, que eran
los señores Luque, director de El Resumen, y Bar-
quero, diputado extremeño, al conde de Roma-
nones. Este respondió que ínterin estuviese pro-
cesado el señor Gálvez por defraudación, no le
consideraba capacitado para llevar el asunto por
los trámites que pretendía.
El señor Sánchez Guerra, a quien también en-
CONDE DE ROMANONES 9I
vio SUS padrinos, por la misma causa, el señor
Gálvez Holguín, contestó que no respondía sino
ante el Parlamento de los actos que como dipu-
tado realizara.
CAPÍTULO XÍV
ALCALDE DE MADRID
Dos veces alcalde.— «Los rotnanones.»— Grandes reformas
El Laboratorio Municipal.
£1 señor conde de Romanones ha sido dos ve-
ces alcalde de Madrid. La primera, ocupó el car-
go desde el 15 de mayo de 1894 hasta el 24 de
mayo de 1895, Y ^^ segunda, desde el 4 de octu-
bre de 1897 hasta el comienzo del 99, ambas con
el partido liberal, naturalmente.
Su obra al frente del Ayuntamiento fué acti-
va, eficaz, popularísima.
Al conde le debe la capital de España grandes
reformas . Creó el Cuerpo de guardias de a ca-
ballo, llamados por la gente "los romanones".
Quitó de la Puerta del Sol la famosa fuente, que
era allí un estorbo, y que ahora se halla en la
plaza de los Cuatro Caminos. Arregló la plaza de
Castelar, haciendo que se pusiera en medio de la
plaza la estatua que representa a la diosa Cibe-
94 ANTÓN DEL OLMET. — TORRES BERNAL
les. Reformó el servicio de incendios, dotándolo
a la moderna y trocándolo en uno de los mejores
de Europa. Hizo un arreglo importantísimo de
la Deuda municipal, creando el papel "resultas".
Realizó eficacísima campaña sobre salubridad e
higiene, creando el Laboratorio Municipal, de
brillante historia, y poniendo en su dirección al
doctor Chicote. Ensanchó calles, como la de Ba-
rrionuevo (hoy Romanones). Fué un alcalde nada
parlanchín, muy activo, muy amante de la ciu-
dad, reformador, verdadero e intenso madrile-
ñista. Conocedor de las grandes urbes, quiso
elevar a Madrid al gran rango a que tenía dere-
cho, y puede decirse que, en unión de O. Alber-
to Aguilera, ha sido Romanones el propulsor de
la Corte española.
Sólo la creación del Laboratorio Municipal
fué acierto extraordinario, por el que Madrid
debe profunda gratitud al castizo y popular al-
calde.
Niveló la Hacienda municipal, elevando la re-
caudación de consumos de 17 a 22 millones de
pesetas; cifra esta última que sirvió de tipo para
el arriendo de impuesto tan importante entonces
para el Municipio.
Tanto de concejal como de alcalde, fué un
enérgico y decidido moralizador del Ayunta-
miento madrileño.
Refiriéndose a esta gestión del conde en el
Municipio, decía la Gaceta de la Banca:
CONDE DE ROMANONES 95
"Desde que tomó posesión de su cargo, el im-
puesto de consumos, principal fuente de ingre-
sos del Municipio, comenzó a elevarse, merced
a disposiciones acertadísimas que han reducido,
ya que no extirpado, el matute, y de día en día
aumentan los rendimientos de tales aduanas in-
teriores, merced a la activa persecución que se
hace al fraude, no sólo en los fielatos, sino en las
demás dependencias municipales.*
Fué también por esta misma época cuando el
conde hizo, desde las columnas de El Globo, cuya
propiedad adquirió, una de las más briosas cam-
pañas que en favor de la democracia ha hecho la
Prensa.
CAPITULO XV
MINISTRO POS PRIMERA VEZ
Sagasta, único jefe.— La cartera de Instrucción pública, con-
quistada en pleno Parlamento.— Enorme labor del conde al
frente del Ministerio.— Discursos y viajes.
— Yo no he tenido en política— nos dice el se-
ñor conde de Romanones — otro jefe que el señor
Sagasta. Cuando falleció, di por terminada toda
subordinación de esta índole.
— ¿Tuvo usted — preguntamos — algún cargo
político subalterno, director general, subsecre-
tario?
S. E. nos mira con estupor:
— Yo he sido alcalde, ministro, presidente del
Congreso y presidente del Consejo.
—La primera cartera...
— Instrucción pública, en el último Gobierno
de Sagasta. Juramos en marzo de 190 1. Mi ges-
tión al frente del Ayuntamiento fué premiada
con aquel cargo. El Gabinete estaba constituido
7
93 ANTÓN DEL OLMET, — TORRES BERNAL
en la siguiente forma: Presidente, Sagasta; Es-
tado, duque de Almodóvar del Río; Gracia y
Justicia, marqués de Teverga; Gobernación, Mo-
ret; Hacienda, Urzáiz; Guerra, Weyler; Fomen-
to, Villanueva; Instrucción, yo.
* * *
No fué solamente— aunque ya bastara- su ges-
tión al frente del Ayuntamiento de Madrid, lo
que valió al señor conde de Romanones la car-
tera de Instrucción pública.
El acierto, la actividad, la energía y el talento
demostrados por nuestro ilustre biografiado en
la Alcaldía de Madrid merecían sin duda una
cartera. Empero, ¿por qué había de ser la de Ins-
trucción, y no la de Fomento o la de Goberna-
ción o la de Hacienda?
Fué la de Instrucción porque el conde la con-
quistó en pleno Parlamento, a plena luz, de un
modo notorio. Y fué el 5 de enero de 1900, con
motivo de la discusión del presupuesto de Ins-
trucción, en la que intervino tan brillantemente,
con un discurso tan elocuente, tan concienzudo,
minucioso y razonado, que era la consagración
indiscutible de su preparación para el cargo.
* ♦ ♦
Y así lo demostró la realidad: al ser nombra-
do, un año después, ministro de Instrucción pú-
blica, el conde inicia en su departamento una
CONDE DE ROMANONES. 99
obra tan radical, tan completa y tan patriótica,
que, a pesar de los años transcurridos, nadie ha
logrado aún, no ya superarla, sino igualarla.
Por la imposibilidad material de recogerla ín-
tegra, ya que ello requeriría varios volúmenes,
habremos de limitarnos a consignar lo más sa-
líente de ella, como el Real decreto de 26 de oc-
tubre de 1901, que llevó al Estado el pago de las
obligaciones de la Primera enseñanza.
Es éste uno de los más grandes éxitos que el
conde de Romanones ha tenido en su triunfal
carrera política.
Habían fracasado en esta empresa políticos de
la altura de Montero Ríos, Gamazo y Canalejas.
Todos ellos, al intentar la transcendental refor-
ma, habían tenido que ceder ante los obstáculos
tradicionales. El conde, empero, logró vencerlos,
consagrando a ello su energía indomable y li-
brando tremendas batallas en el Parlamento y
en los Consejos de Ministros.
Gracias a esta magna y admirable reforma, tan
sañudamente combatida por los conservadores,
que llegaron hasta amenazar con derogarla tan
pronto llegasen al Poder, el conde de Romano-
nes, a los ocho meses de desempeñar la cartera
de Instrucción pública, hizo desaparecer de Es-
paña el tipo, bochornoso para el país, del maestro
de escuela hambriento.
La cifra a que se elevaba oficialmente la deu-
da del Estado para con estos funcionarios era
loo ANTÓN DEL OLMET. — TORRES BERNAL
de nueve millones de pesetas. En la realidad era
mucho mayor.
Hay en este mismo Real decreto de 26 de octu-
bre de 1901 otra reforma transcendentalísima
también y que injustamente no ha tenido la re-
sonancia que indiscutiblemente merece.
Nos referimos al plan de enseñanza en la es-
cuela primaria española. Era éste el dotado por
la ley de 1857, en el que existían las llamadas es-
cuelas incompletas, donde la educación se redu-
cía a leer y escribir de mala manera, catecismo,
doctrina cristiana y unas levísimas nociones de
aritmética. La reforma del señor conde de Roma-
nones puso fin a esto, dando a la enseñanza pri-
maria española un notable impulso, dentro de
las más modernas normas pedagógicas y al ni-
vel de los países más adelantados de Europa.
En 17 de agosto del mismo año, es decir, con
anterioridad a esto, había organizado los estudios
de la segunda enseñanza y los del magisterio de
instrucción primaria, y creado enseñanzas téc-
nicas prácticas, como las de peritos mecánicos,
peritos químicos y agrimensores, entre otras.
Preciso es también consignar en este capítulo
el proyecto de reforma estableciendo la autono-
mía universitaria. Este proyecto, presentado a
las Cortes, no llegó a ser discutido, por lo que
fué reproducido ante el Parlamento cinco años
después.
De esta su primera etapa ministerial es el Re-
CONDE DE ROMANONES lOI
glamento para la provisión de Cátedras me-
diante oposición; el de provisión de Escuelas
primarias; el de exámenes y grados para demos-
trar el aprovechamiento en los estudios; el de
nueva organización de las Juntas provinciales y
locales que han de impulsar la enseñanza prima-
ria, y otras muchas disposiciones, que dieron a
la personalidad del conde de Romanones un ex-
traordinario relieve y en las que se destacaba con
brío el formidable temperamento de estadista
que es preciso reconocer en la figura de este
insigne patricio.
* « «
A continuación recogemos por separado algo
de lo más importante de la labor realizada por el
conde durante su permanencia al frente del mi-
nisterio de Instrucción pública:
—Con fecha 20 de marzo de 1901 el conde de
Romanones dio cuenta al Consejo de ministros
de una circular que dirigía a los rectores de las
Universidades, restableciendo en toda su inte-
gridad el espíritu de la R. O. de 3 de marzo
de 1881, declarando la libertad e independencia
de la Cátedra y anunciando suprimir el carácter
de obligatoria a la enseñanza de la Religión.
Decía en uno de los párrafos lo siguiente:
"El sentido de la R. O. de 3 de marzo de
1881 ha de mantenerse; en ella se prescribía que
de ningún modo se pusieran impedimentos al
I02 ANTÓN DEL OLMET.— TORRES BERNAL
libre, entero y tranquilo desarrollo del estudio,
ni menos sé prescindiera del derecho, igual para
todos los españoles, con el intento de poner tra-
bas a la autoridad de los encargados de la ense-
ñanza pública. El criterio de ayer prevalece, y la
libertad, que es derecho reconocido en las le-
yes, no puede regatearse a quienes viven para
abrir en la juventud los surcos de la educación
y para arrojar en ellos la simiente de las ideas.
— lo de abril de 1901. El señor conde de Ro-
manones leyó en Consejo de ministros un pro-
yecto de decreto, que fué defendido y apoyado
con entusiasmo por el señor Sagasta, sobre exá-
menes y libros de texto.
En síntesis venía a decir:
Que la aspiración del Estado en materia de
enseñanza no debe ser la de dar títulos acadé-
micos, sino la de imbuir en los alumnos las ma-
terias que estudian.
Ocupándose de los exámenes, decía que tie-
nen algo de teatral y que no siempre prueban
la suficiencia del alumno. Ésta sólo puede cono-
cerla el catedrático que durante todo el cur-
so ha estado en trato íntimo y diario con los
alumnos.
Al referirse a las Comisiones de catedráticos
que iban a los Colegios particulares a examinar
a los alumnos, las califica de trashumantes, jus-
tificando con sólidos razonamientos la necesidad
de que se prohiban en lo sucesivo.
CONDE DE ROMANONES IO3
Señala algunos de los abusos que con los libros
de texto se cometían.
Dispone que todo alumno que pierda cuatro
exámenes en una materia quede imposibilitado
de seguir aquella carrera.
Establece que en los Institutos se verifiquen
los exámenes de ingreso en el bachillerato, de
grado y de ingreso en las Facultades.
Los alumnos libres sufrirán — añade— dos exá-
menes, uno oral y otro escrito.
Se suprimía en los Institutos la enseñanza
doméstica, disponiendo que, en lo sucesivo, no
pudiese formar parte de ningún Tribunal de
examen quien no fuese doctor o licenciado.
— 12 de julio de 1901 . En esta fecha, el señor
conde de Romanones pronunció en el Senado un
elocuente y razonado discurso, contestando a los
ataques de que habían sido objeto sus reformas
sobre enseñanza por parte de los señores mar-
qués de Pidal y obispo de Tarazona.
En párrafos llenos de espíritu liberal mani-
festó el ilustre hombre público que nada había
en sus reformas de jacobinismo y que se había
limitado a afirmar el espíritu democrático, res-
tableciendo en toda su pureza la circular de Al-
bareda. Afirmó que a ello le habían impulsado
poderosamente los continuos golpes asestados a
la libertad de la Cátedra.
Razonó su criterio en cuestión de exámenes ,
fundado en la experiencia, diciendo que no se
I04 ANTÓN DKI. OLMET. — TORRES BERNAL
estudia para saber, sino para salir bien del exa-
men y, a la larga, obtener un título.
Y terminó manifestando que eso precisamente
es lo que había querido combatir al dejar al pro-
fesor que califique al alumno a quien conoce de
todo el curso.
— En este mismo mes de julio hizo público un
proyecto de decreto creando pensiones en el
extranjero para ios alumnos del Doctorado de
todas las Facultades, y de las Escuelas Centrales
de Maestros, pensiones que serían concedidas
mediante oposición.
— El Real decreto reformando la segunda en-
señanza, que lleva la firma del señor conde de
Romanones, tiene fecha i6 de agosto de 1901.
Tiene la mencionada disposición un preámbulo
tan bien intencionado y oportuno, que mereció
elogios hasta de aquellos que no estaban con-
formes con sus doctrinas.
Decía en él nuestro insigne biografiado, entre
otras cosas, que no pretendía resolver el pleito
entablado entre el bachillerato clásico y el ba-
chillerato moderno, que aspiraba tan sólo a or-
ganizar la enseñanza de modo que responda al
complejo estado social del momento y a las va-
rias necesidades de la moderna vida comercial,
industrial y científica.
Añadía que al querer llevar como savia nueva
a nuestras instituciones antiguas los elementos
recién creados de las enseoaiizas técnicas, hu-
CONDE DE ROMANONES IO5
biera convenido hacerlo en centros distintos,
separados y autónomos; pero la penuria del
Erario no lo consentía.
En su virtud, reorganizábanse los Institutos
bajo la denominación de generales y técnicos,
abarcando, juntamente con los estudios que hasta
entonces, los del Magisterio, Agricultura, In-
dustria, Comercio, Bellas Artes y Artes indus-
triales, así como las enseñanzas para trabaja-
dores.
— Una de las más discutidas reformas del se-
ñor conde de Romanones desde la cartera de
Instrucción pública es la que lleva fecha 4 de
septiembre de 1901.
Es el siguiente Real decreto:
"Artículo primero. Cuando un individuo per-
teneciente al profesorado de Universidades o
Institutos cometiese actos deshonrosos para sí o
para la institución a que pertenece, procederá
la constitución de un tribunal de honor para juz-
gar dichos actos, previas las formalidades que
se determinan en este decreto."
— El discurso pronunciado por el señor conde
de Romanones con motivo de la apertura del
curso, en 1° de octubre de 1901, constituyó una
brillante defensa de las grandes reformas por él
llevadas a cabo en la enseñanza, y un admirable
y razonado programa de las que pensaba reali-
zar, de importancia indiscutible.
El seaor conde fué muy aplaudido y su dis-
Io6 ANTÓN DEL OLMET.— TORRES BKRNAL
curso mereció de la Prensa y de la opinión uná-
nimes y calurosos elogios.
He aquí la interesantísima oración:
Señores catedráticos y doctores de este Claustro.
Señores alumnos.
Señores:
Apenas han transcurrido diez y seis años des-
de aquellos en los cuales asistía como alumno a
esta Universidad, hasta el momento presente, en
que, por pertenecer al Claustro de Doctores, pre-
sencio, y por ser ministro presido, la fiesta
solemne que precede a la inauguración de las ta-
reas escolares.
Mis primeras palabras han de servir para en-
viar un saludo de respeto y de consideración a
los que fueron mis maestros, y un recuerdo de
cariño a los que fueron mis compañeros.
A los estudiantes de ayer, a los estudiantes de
hoy, a los estudiantes de mañana, principalmen-
te, me dirijo; nadie tiene mejor derecho a oir mi
palabra; nadie tiene mejor derecho que vosotros
a exigirla. ¿Por qué? Porque vosotros venís sien-
do materia de experimentos en que los ministros
ejercitan sus iniciativas desde hace tiempo; por
eso, a vosotros os debo la verdad completa, ex-
presada con franqueza y sentida con sinceridad.
Podrá el cirujano realizar una operación doloro-
sísima que ponga, quizá, en peligro la vida del
paciente; pero no podrá hacerlo sin que éste sepa
CONDE DE ROMANONES IO7
por qué la hace, conociendo los móviles que im-
pulsan su mano y con plena conciencia de que la
operación cruenta que va a sufrir obedece al no-
ble intento de salvar su vida, por la enfermedad
gravemente amenazada. Pues dtl mismo modo
vosotros, estudiantes, sujeto en quien se prue-
ban todos los planes de enseñanza, tenéis dere-
cho a saber cuáles son los móviles que inspira-
ron al ministro al decretar esta o la otra reforma,
adquiriendo el convencimiento de que aquél, al
llevar a la Gaceta las disposiciones legislativas,
lo hace con el solo, exclusivo, único objeto de
mejorar vuestra condición como hombres para lo
porvenir.
Cuando en la vida política y social se ve que
determinados hechos se repiten con insistencia,
debe deducirse que existe una causa a la cual
obedecen, causa que desde luego puede conside-
rarse independiente de la voluntad individual.
Así, al contemplar las múltiples y continuas re-
formas que en Instrucción pública se vienen
realizando en España con una rapidez trastorna-
dora, sería pueril atribuirlo tan sólo al vano mo-
tivo de que unos ministros, obedeciendo exclu-
sivamente a sus aspiraciones personales, desean
deshacer lo que sus predecesores establecieron.
No; tales cambios, tales múltiples transformacio-
nes obedecen a la necesidad, por todos sentida,
de imprimir a nuestra cultura una orientación
que responda a las necesidades del país, y, ade-
I08 ANTÓN DEL OLMET. — TORRES BERNAL
más, al convencimiento de que no habiéndose
dado a las cuestiones de enseñanza y de educa-
ción la capital importancia que en realidad tie-
nen, muchos, casi todos sus más vitales proble-
mas no han sido aún estudiados con la profundi-
dad y la calma que requieren, por lo cual, en
conjunto, puede afirmarse que, con relación a la
Instrucción pública, estamos en un período cons-
tituyente. Esto explica, y en cierto modo discul-
pa, los cambios y las transformaciones experi-
mentadas, al mismo tiempo que razona la nece-
sidad urgente de determinar, para en adelante,
y para un largo período de tiempo, los rumbos
que llevarán las leyes reguladoras de cuanto
concierne a la enseñanza.
Llegado yo al Ministerio de Instrucción públi-
ca en esta difícil ocasión, me encontraba en el
trance de tener que responder a las demandas,
cada vez más exigentes y reiteradas, de la opi-
nión pública, aun careciendo para ello de los
datos de observación necesarios para fundamen-
tar una obra total que cerrara de una manera
definitiva el ciclo de las mudanzas anteriores.
Llega, pues, para mí, en este solemne momen-
to, el de explicar cuáles han sido los móviles de
mi conducta, aquellos en que he inspirado la
obra hasta el presente realizada y los que infor-
man mis propósitos para lo futuro^
CONDE DE ROMANONES IO9
Encontraba ante todo en mi camino un obs-
táculo casi insuperable que vencer. Érame pre-
ciso huir de algo que la opinión había calificado
con dureza, y sin incurrir en sus justas censuras
no podía deshacer por completo la obra de mis
predecesores. No pocos de mis propósitos han
sido detenidos por este valladar insuperable, y
he procurado, en vez de destruir, confirmar, al-
terando sólo en lo accidental mucho de lo que
mis antecesores hicieron. Así, no he modificado
las disposiciones de reforma de las Facultades;
antes por el contrario, uno de mis más recientes
decretos, aquel que se refiere al Doctorado de
Filosofía y Letras, tiende a poner de acuerdo los
derechos adquiridos por los alumnos del plan
antiguo con el plan vigente; el examen de ingre-
so en las Facultades, en principio, también ha
sido respetado por mí, con pequeñas variantes;
el ingreso en el Profesorado, respetado también
de modo absoluto; el plan de estudios de la se-
gunda enseñanza, variado tan sólo en dos puntos
casi de detalle; ratificadas las disposiciones sobre
asistencia a clase de profesores y alumnos; mo-
dificado en parte accidental el reglamento de
oposiciones a Cátedras; alterada la disposición
respecto a Facultades libres únicamente para
conceder una prórroga a las Corporaciones que
sostienen Facultades y Escuelas profesionales, a
fin de que puedan sujetarse en todo a los prin-
cipios de la legislación vigente. Bien puede afir-
IIp ANTÓN DEL OLMET.— TORRES BKRNAL
marse, por tanto, que, lejos de rectificar en lo
esencial la obra de mi antecesor, la he confirma-
do en sus aspectos más importantes.
Sin embargo, no dejo de reconocer que en
algún punto concreto me vi obligado a alterarla.
No pude desoir los deseos de una gran parte de
la opinión, ni desatender las justas quejas del
Profesorado; y rindiendo a éste tributo de con-
sideración, persuadido además de que en ningún
sitio como en los centros de enseñanza es me-
nester contrapesar la idealidad científica de los
jóvenes con la severa experiencia de los ancia-
nos, me vi precisado a dejar sin efecto el Real
decreto sobre jubilación, lo cual, si bien ha limi-
tado algún tanto por el momento la entrada en
el Profesorado de los muchos jóvenes que están
haciéndose o que ya son dignos de ella, ha de-
vuelto a éste la confianza y la seguridad que tan
necesarias son para el mejor cumplimiento del
deber profesional, al cual está consagrada toda
la vida del catedrático.
El respeto a la libertad del profesor, libertad
que yo considero elemento indispensable y ne-
cesario para la comunicación científica, y alma
mater de toda enseñanza, hubo de ser amplia-
mente ratificado por mí. Lo hice sin ninguna
clase de vacilaciones, sin temor a que ningún
catedrático español abusara de esta libertad que
eONDX DE ROMANONES III
le reconoce el Estado, con plena confianza en la
independencia de su criterio y con la seguridad
de que todos nuestros profesores tienen clara
conciencia del cumplimiento de su deber, y que
cuanta mayor libertad se les conceda para la
realización del mismo, más firme será la garan-
tía para el Estado de que no han de excederse
de la esfera de sus atribuciones y de que no han
de usar de este precioso derecho sino en bien de
la ciencia misma y como instrumento para la in-
vestigación de la verdad.
Es claro que la circular por mi suscrita resta-
bleciendo lo acordado en época pasada por mi
antecesor ilustre, el señor Albareda, no podía ni
puede significar, como acaso los apasionados
suponen, nada que ni de cercü ni de lejos toque
al respeto que a todos los españoles merece la
Iglesia católica, en la cual se engendraron glo -
riosas tradiciones, en la cual se perpetúan vene-
randos recuerdos, y en la que vive y se mani-
fiesta constantemente la fe de nuestra Patria.
Confiando en la vitalidad de esa fe, dispuse lo
relativo a la enseñanza de la Religión en los
Institutos. No es preciso que se imponga obliga-
toriamente lo que atañe a las creencias, porque
lo impuesto no tiene eficacia en lo que a la fe se
refiere. Son tan sagrados ciertos derechos, que
al convertirlos en deberes más parece daño in-
ferido a los intereses religiosos que no deseo de
acrecentarlos. Sería una ofensa inferida a la fa-
112 ANTÓN DEL OLMET.— TORRES B£.RNAL
milia española, católica por excelencia, el supo-
ner que las cátedras de Religión no tendrán
oyentes no siendo obligatoria la asistencia a las
mismas.
sje * *
Nadie que con serenidad de juicio, con abso-
luto desapasionamiento examine el estado de
cultura de nuestro país, mida la extensión y fir-
meza de los conocimientos que posee nuestra
juventud, en el momento de dejar las aulas del
Instituto o de la Universidad, dejará de recono-
cer su completa falta de consistencia. Yo en este
punto, y antes de haber tomado determinación
ninguna, procedí a recoger en mi espíritu las
observaciones debidas a mi propia vida de es-
tudiante. Volví los ojos a aquellos tiempos en
que, estudiante como vosotros, acudía a las
aulas, aprendía en los libros de texto, me some-
tía a los exámenes, y procurando juzgarme con
desapasionamiento y con justicia, deduje que yo
podía estar clasificado en el término medio de
los que estudian, en ese término medio que no
da en parte alguna los genios ni los hombres
brillantes, pero que en todos los países propor-
ciona la masa grande de los hombres cultos y
útiles a su Patria, y que, por tanto, cuantas con-
sideraciones pudieran hacerse respecto de los
estudiantes en general, o en orden al estado de
su aprendizaje y cultura, a la eficacia de los exá-
CONDE DE ROMÁN ONES II3
menes, del tiempo empleado y del esfuerzo con-
sumido, podría yo contrastarlas en mí propio.
Entonces vi con claridad evidente cómo había
gastado los años de mi juventud, no en aprender,
no en adquirir, por virtud del propio esfuerzo y
con la ayuda del profesor, conocimientos sóli-
dos, de utilidad directa en el vivir y en la so-
ciedad; sino en apropiarme, mediante esfuerzos
de memoria y mediante trabajos desecadores de
la inteligencia y lesivos a la individualidad es-
colar, unas cuantas nociones, las precisas tan
sólo para examinarme; que solamente un anhelo
había guiado mi voluntad, el de aprobar el cur-
so; que en la mayor parte de los libros que se
me habían dado o que se me habían impuesto,
no se perseguía el fin superior de la instrucción
y de la educación, sino única y exclusivamente
el de la clasificación y ordenación mecánica de
algunos principios que nadie me demostró, y de
algunas reglas cuya eficacia, aun a mi cerebro
joven, casi infantil, no lograban imponerse. Pre-
sentábase entonces a mi imaginación el triste
espectáculo de aquellos años, los mejores y más
fecundos de la vida, perdidos o esterilizados, no
ya sólo para mí, sino para millares de jóvenes
que eran como yo ciudadanos del porvenir, cu-
yas facultades, a no reaccionar enérgicamente
sobre ellas la voluntad, quedarían ya para siem-
pre atrofiadas, sujetas y constreñidas en los lími-
tes de los cánones escolásticos, como estratifica-
8
114 ANTÓN DEL OLMET.— TORBES BERNAL
das por el aluvión de las reglas no razonadas,
corao cohibidas por la tiranía de los principios
no demostrados. Y tornando aún más atrás la
vista, dirigíala a los años primeros de mi infan-
cia, y recordaba que el único estímulo, el único
aliciente, el único empuje de vida que se sentía
en aquel colegio donde aprendí la suprema raho
de que todos, muchachos y mancebos, alumnos y
profesores, nos viéramos, principalmente en los
últimos meses del curso, aguijoneados por ex-
traños acicates y dominados por insólita fiebre,
era el malsano afán de la preparación para el
examen, el tiránico deseo de que puesto en pa-
rangón el resultado de las pruebas examinato-
rias de aquellos alumnos con el de los que se
preparaban en otros centros de enseñanza, por
inútil victoria de la estéril competencia, el nú-
mero de aprobados y el número de notas fuera
siempre superior en nuestro Colegio. Estas re-
membranzas de mi juventud, esta franca auto-
biografía que yo, quizá en forma no disculpa-
ble, me he creído obligado a trazar ante vosotros,
ha sido lo que con verdadero apresuramiento
me movió a planear y publicar mi Decreto rela-
tivo a exámenes y grados.
He adquirido el firmísimo convencimiento de
que no se conseguirá poner remedio decisivo a
males tan notorios, ni se logrará la apetecida efi-
cacia para las disposiciones legislativas, sin que
a ello contribuya la acción de) tiempo. No basta
CONDE DE ROMANONES II5
reformar las leyes; es necesario reformar las
costumbres, y eso es precisamente lo que se pro-
pone el Decreto de exámenes y grados. Hay que
preparar en este punto un cambio profundo,
cuyo natural comienzo está en la determinación
de la edad en que el alumno puede empezar los
estudios de la segunda enseñanza, y para esto
hay necesidad de vencer la resistencia creada
por el interés egoísta de las familias, cuya única
pretensión consiste en que sus hijos terminen
su carrera, sea como fuere, en el plazo más bre-
ve posible, aunque este aceleramiento perju-
dique a la salud fisiológica y al desarrollo inte-
lectual de los niños.
Era necesario convertir el examen en una
prueba seria, especialmente respecto de aquellos
alumnos desconocidos para el examinador, quien,
no teniendo de ellos antecedente ninguno, nece-
sitaba adquirir un criterio y formular un juicio
en el breve espacio de tiempo que los tenía ante
si. Por esto forzosamente había de ser una prue-
ba insignificante en el orden didáctico e injusta
en el orden mora!, por gr^«nde que fuera el celo
de los examinadores, puesto que en tal prueba
no prosperaba ni el más estudioso ni el dotado
de más claro talento, sino aquel que había reci-
bido una preparación especial artificiosamente
dirigida sólo a este fin, en el que además que-
daba muchas veces suplantado el criterio peda-
gógico del profesor con las contingencias del
Il6 ANTÓN BEL OLMET.— TORRES BERNAL
azar. Se imponía, pues, la necesidad de la prue-
ba escrita, que seguramente arraigará por com-
pleto y producirá en la enseñanza resultados
beneficiosos.
Por desgracia, en el presente curso no pudo
imponerse en absoluto con carácter obligatorio,
porque los alumnos no estaban preparados (tris-
te es decirlo, ni siquiera los de las Facultades)
para un ejercicio que supone rudimentos de
composición gramatical y literaria, enseñanza
que no existía ni aun en los planes anteriores;
pero de aquí en adelante, sabiendo que el exa-
men tiene forzosamente que verificarse por es-
crito, y existiendo en la segunda enseñanza es-
pañola, como en la de todos los países extran-
jeros, el estudio de la lengua unido al de la com-
posición, es de esperar que no se descuide esta
parte principalísima de la cultura, sino que se la
atienda de un modo preferente.
Una diferencia esencial se establece en esta
reforma, diferencia determinada ya de antemano
por la misma naturaleza de las cosas: la diferen-
cia entre los alumnos oficiales y los alumnos no
oficiales, lo cual no constituye desigualdad ni
privilegio; antes por el contrario, tiende al res-
tablecimiento de un principio de equidad que
resulta lesionado al sumar indistintamente can-
tidades tan heterogéneas.
£1 alumno oficial, que debe estar en constante
relación con el catedrático durante todo el cur-
CONDE DE ROMANONES 1 17
SO, no ha menester del examen para ser juzgado,
y mi anhelo acaso hubiera sido suprimir esta
prueba, evitando de este modo las consecuencias
lastimosas e inevitables que trae consigo; pero
ya que ésta era una medida que, por el pronto,
no podía prosperar, hube de dejar por completo
al juicio del catedrático el determinar la forma
en que había de realizarse, y estoy muy tranqui-
lo después de la primera tentativa, estoy muy
satisfecho del éxito obtenido, aunque (y aprove-
cho esta ocasión para decirlo) tal vez el verda-
dero sentido de la reforma no haya sido inter-
pretado por todos en su completa extensión. Yo
espero que en cursos sucesivos esta libertad que
para el examen se ha concedido a los catedráti-
cos será íntegramente comprendida, de tal suer-
te, que no pueda ni deba establecerse un crite-
rio uniforme para todos los alumnos de una Fa-
cultad o Instituto, no siendo necesario que los
profesores se pongan de acuerdo para determi-
nar la forma y manera de examinar a sus alum-
nos, pues cada profesor ha de hacerlo, y debe
hacerlo, del modo que tenga por conveniente,
sobrentendiéndose que cada alumno de una
misma clase debe ser examinado por el profesor
en distinta forma, pues entre el alumno que ha
asistido constantemente durante todo el curso
con aprovechamiento ostensible, y el alumno
que, por falta de asistencia o de aplicación, ape-
nas es conocido por el catedrático, hay una dife-
Il8 ANTÓN DEL OLMET.— TOBRES BERNAL
renda enorme, en virtud de la cual no deben
ser sometidos al mismo procedimiento examina-
torio: el uno no requerirá tanteo de ninguna
clase para ser aprobado; el otro quizá tenga que
ser sujeto a tan rigurosa prueba como el alumno
no oficial.
Se combate este principio diciendo que ha
constituido un privilegio para la enseñanza ofi-
cial; yo entiendo, como antes he dicho, que no lo
constituye; pero si lo constituyera, bien necesi-
tada está la enseñanza oficial de apoyo para que
vuelva a tener el esplendor que nunca debió fal-
tarle, y justo es que el Estado confíe más en sus
propios Establecimientos de enseñanza que en
aquellos otros que no están directamente bajo su
jurisdicción.
Demasiado conocida es la diferencia que mar-
can las cifras proporcionadas por la estadística
entre la enseñanza oficial y la no oficial. Tal di-
ferencia es causa de que aquí en Madrid, por
ejemplo, en una sola Facultad se hayan exami-
nado como alumnos oficiales 2.084 y como alum-
nos no oficiales 3.797, siendo lo más extraño que
cosa análoga suceda en enseñanzas meramente
prácticas; para las cuales, si los medios de que
dispone la enseñanza oficial son escasos, es de
suponer que los de la no oficial sean nulos.
Hoy tengo la satisfacción de ver que mis pro-
pósitos en este punto han sido coronados por el
éxito, toda vez que la matrícula hecha en el mes
CONDE DE ROMANONES II9
que acaba de terminar acusa una gran ventaja
en favor de la enseñanza oficial.
¿Y qué he de decir cuando se estudia este pro-
blema en relación con la segunda enseñanza?
¿Qué he de decir cuando se ve que en ciudades
populosas de más de loo.ooo habitantes apenas
resultan examinados como alumnos oficiales en
el Instituto 300 estudiantes, y, en cambio, pasan
de 2.000 los pertenecientes a los colegios parti-
culares?
No ignoro que todas estas reformas han de te-
ner un enemigo implacable, un enemigo que se
agita y trabaja con toda la fuerza y el empeño
con que lo hace aquel que defiende sus intereses
personales, en aquellos que se dedican a la in-
dustria de la enseñanza; pero ni su resistencia
contrariará mis propósitos, ni su animosidad me
hará retroceder en el camino emprendido. Doy
yo una importancia capitalísima a esta cuestión;
entiendo que en ella está la causa principal de
los grandes males que nos afligen. Establecido
el examen como fin y no como medio, resultaba
que todo el mecanismo de la enseñanza se fun-
daba en facilitar al alumno la adquisición de las
mejores notas en el espacio de tiempo más bre-
ve, y esto convirtió la mayor parte de las insti-
tuciones privadas en verdaderos centros de pre-
paración para los exámenes; de aquí nació que
éstos fueran siempre prueba insuficiente, basada
en proporcionar al alumno el medio de obtener
I20 ANTÓN DEL OLMET. — TORRES BERNAL
la aprobación de la asignatura con el menor es-
fuerzo posible; y no bastando que formaran par-
te de los tribunales de exámenes los profesores
particulares, aun cuando no tuviesen siquiera ti-
tulo, fué preciso que la augusta misión del exa-
minador se sacara del centro oficial y se convir-
tiese en una misión ambulatoria y se obligase al
catedrático a ir recorriendo los diversos lugares
y los diversos colegios, arrastrando su toga por
el camino, con desprestigio evidente de la digni-
dad profesional. Así se da el caso de que en el
curso pasado el resultado de los exámenes haya
sido el siguiente, según lo que yo, para que apre-
ciéis con más rapidez y percibáis en todo su vi-
gor la lección deducida de las cifras, he reducido
en esta forma:
Podrá haber sido combatida por algunos la re-
forma por mí establecida en los exámenes; pero
mi conciencia está muy tranquila con la convic-
ción de que ahora todo hombre desapasionado
que conozca estas cifras, volverá la vista con es-
tupor hacia el pasado, y verá con claridad meri-
diana cómo se estaba siguiendo un sistema que,
fundado en una prueba artificiosa, daba por con-
secuencia en la práctica una verdadera burla;
burla por la cual resultaban engañados igual-
mente el profesor y el alumno, la Universidad y
las familias, el Estado y ia sociedad, sin otros
CONDE DE ROMANONES 121
beneficios que los que pudiese obtener la indus-
tria privada de la enseñanza. Por este sistema
se sorprendía en primer término al niño o al jo-
ven, a quien de una manera oficial se le declara-
ba que sabía una asignatura, y que la sabía en la
mayor parte de los casos de modo sobresaliente,
cuando, en la generalidad de las ocasiones, ig-
noraba los principios fundamentales de la cien-
cia que había estudiado; se engañaba al padre,
que poco atento y menos solícito, en vez de me-
dir el grado de instrucción de su hijo por los
medios que él había adquirido, la medía tan sólo
por el documento oficial que le declaraba en po-
sesión de ella íntegra y completamente; y, por
último, se engañaba, y esto es lo más triste, a la
sociedad entera, porque si fuéramos a dar cré-
dito a esas cifras, se contaría por millares el nú-
mero de abogados sobresalientes merecedores
del dictado de jurisconsultos, y el número de
médicos sobresalientes también que habrían de
emular con exceso la ciencia de aquellos que sa-
len de las Universidades más reputadas del Ex-
tranjero; y sin embargo, en la práctica contrasta
la diferencia entre la verdad real y la verdad
oficial, pues todos sabemos y todos tenemos con-
ciencia de que el excesivo número de títulos aca-
démicos no significa aumento de cultura ni co-
rresponde a ningún progreso intelectual para
nuestra nación. Es necesario que la juventud se
persuada de que la dureza del examinador es
122 ANTÓN DEL OLMET.— TORRES BERNAL
para ella un bien y la blandura un grave daño.
Sin haber sido, como no podían ser, por la
precipitación con que la medida se ha aplicado,
y además, como antes decía, por la falta de cos-
tumbre; sin haber representado los exámenes
verificados este año lo que representarán en lo
sucesivo, sin embargo, comparándolos con los
del curso pasado, se percibe una diferencia muy
elocuente que prueba el mayor rigor y, por tan-
to, la mayor bondad del sistema, como se de-
muestra por las siguientes estadísticas, aun es-
tando como están incompletas por la premura
del tiempo con que han tenido que formarse:
Ved que ya ha comenzado a disminuir el
número de sobresalientes, y que comienza a
aumentar el de los suspensos.
Y no quiere esto decir que la vigente reforma
introducida en los exámenes sea acabada, ni si-
quiera que ella haya definido lo que esta prueba
deba ser en lo futuro; la dirección está señalada,
pero nada más que la orientación; y si no debe
tenderse a suprimir el examen en absoluto, debe
trabajarse, sí, para reducir en todo lo posible el
número de veces que el alumno se examina,
siendo quizás el ideal en esta importante y tras-
cendental materia que el Estado se reservara el
derecho de verificar tan sólo un examen al final
de cada grado de enseñanza, con tal de que este
CONDE DE ROMANOMES 123
examen fuese de tal manera serio, fuese de tal
manera riguroso, que por el tamiz establecido
no pudiesen pasar sino quienes realmente hu-
bieran adquirido el caudal de conocimientos ne-
cesarios para obtener el título o la aprobación
de los estudios que persiguieran. Quizás fuera
también un ideal asequible el establecer una di-
visión radical, completa, sustancial, entre el ca-
tedrático y el examinador, para que de los exá-
menes juzgaran personas completamente ajenas
a la enseñanza activa; pero a este ideal, ni los
recursos de la nación ni el estado actual de la
enseñanza nos permiten por ahora llegar.
Es opinión por todos admitida la de que serán
infructuosas cuantas reformas se intenten en la
enseñanza si al mismo tiempo no se verifica la
renovación del personal que ha de llevar a cabo
las proyectadas. Si, como ya he dicho, no basta
modificar las leyes si al mismo tiempo no se mo-
difican las costumbres, simultánea a la reforma
de la enseñanza debe ser la renovación del Pro-
fesorado, toda vez que si aquélla es una función,
éste es el órgano adecuado para cumplirla.
Entre los medios para la realización de esta
obra, el más importante de todos, según lo acre-
dita el ejemplo de las naciones más cultas, es el
que éstas han puesto constantemente en práctica
para conseguir el doble fin de no quedar retra-
sadas en la vida científica y acelerar el desarro-
llo de la cultura nacional, y que consiste en la
124 ANTÓN DEL OLMET.— TORRES BERNAL
comunicación intelectual con otros pueblos, a
los cuales han acudido en demanda de cultura
que viniera a perfeccionar la obtenida en el pro-
pio país.
Es signo característico de la vida moderna el
haber sustituido el alejamiento internacional de
la primitiva incultura, la aproximación del pen-
samiento científico en todos los pueblos civili-
zados. Aún quedan, y yo por mis propios ojos lo
he visto, señores; aún quedan en Italia rastros
de la comunicación científica y artística en qu^
en tiempos de grandeza convivieron aquella na-
ción y la nuestra: ¡ese ejemplo debe servir para
demostrarnos cómo si decaemos mucho con el
error de aislarnos de aquellas luminosas ciuda-
des italianas, alemanas y francesas, insistiendo
en tamaño error, acabaríamos de perder todo
contacto con la Europa culta, con el mundo inte-
lectual y civilizado, y quedaríamos relegados a
la condición de una nación muerta! Nuestra acci-
dental inferioridad en todo lo que se refiere a la
enseñanza, depende principalmente del aisla-
miento en que vivimos, de nuestra poca o nin-
guna comunicación con el extranjero. Siempre
fué de absoluta necesidad para el desarrollo de
todas las actividades humanas el cambio mutuo
de ideas, el conocimiento directo de los diversos
métodos, el estudio inmediato de los varios pro-
cedimientos que en otras partes se conocen y se
aplican; en una palabra, las direcciones que en
CONDE DE ROMANOMES 135
los diferentes países se emprenden o se siguen
en la marcha ascendente del progreso.
Convencido de ello, he procurado, dentro de
los medios de que podía disponer, la creación de
pensiones en el extranjero, no tan numerosas ni
siquiera tan completas como fuera de desear,
pero que según pienso señalarán el principio de
un camino que de seguro, por los resultados que
se han de obtener, será seguido en lo porvenir
con toda la amplitud, con toda la suñciencia de
medios que sus altos ñnes de cultura demandan.
Aun cuando sólo luera por estas razones, es
ya de netoria conveniencia el que a toda refor-
ma preceda una pública información, como me-
dio de que el legislador se ponga en contacto
con la opinión pública y lleve a sus disposicio-
nes el espíritu de los deseos y las aspiraciones
de todos. A este procedimiento he acudido yo
con gran utilidad en dos distintas ocasiones:
una, abriendo una información sobre el proble-
ma relativo al pago de las atenciones del magis-
terio; otra, la que ha servido de precedente al
establecimiento de los estudios técnicos en los
Institutos.
Sentíase ya en el país hace tiempo, y cegue-
dad hubiera sido no advertir la tendencia, lo
necesario que era organizar la enseñanza de
modo que respondiera a las necesidades múlti-
ples de la moderna vida comercial, industrial y
científica; la práctica de la vida me había ense-
126 ANTÓN DEL OLMET.— TORRES BERNAL
nado mucho, antes de que yo pudiese ni soñar
siquiera en que llegara un día en que pesase
sobre mí la responsabilidad de dirigir los des-
tinos de la instrucción pública en España, que
existía una notoria diferencia (habéis de permi-
tirme la frase, verdaderamente impropia, ha-
blando de cuestiones de enseñanza, pero que es
la más gráfica para expresar la idea); que exis-
tía, digo, una notable diferencia entre lo que
España demandaba y consumía en orden a la
enseñanza y lo que nuestras Universidades y
nuestros centros docentes producían. Es decir,
que la ley eterna del consumo y de la produc-
ción imponía también con inexorable dureza en
esta materia todos sus resultados. Las necesida-
des de nuestra vida industrial y mercantil exi-
gían y exigen un número dado de personal téc-
nico que no producían ni nuestras Escuelas ni
nuestros Institutos, y al propio tiempo las nece-
sidades de otro orden no son tan grandes que
consuman el número que se produce de los de-
dicados a las profesiones liberales.
Una estadística abierta al efecto, y que ya to-
dos conocéis, prueba que, siguiendo la ley del
consumo y de la producción en estas condicio-
nes, era necesario importar del extranjero un
número considerable de individuos técnicos que
aquí faltaban, y se importaba en proporción tal,
que constituía una verdadera riqueza el capital
empleado en ello.
CONDE DE ROMANONES I27
Era, pues, necesario organizar la segunda en-
señanza de modo que respondiera a un estado
social tan complejo como el presente, a unas ne-
cesidades tan varias como son las de la vida
moderna.
Fuera ridicula pretensión en mí creer que
esta labor precisa ha sido ya realizada, cuando
ella es de tal alcance que sus múltiples desen-
volvimientos han de constituir necesariamente
la continua tarea de generaciones venideras.
Quedaría yo altamente complacido si con lo
hecho hubiese sólo logrado dejar establecidos
los fundamentos de la obra, señalando por me-
dio de las reformas, hoy posibles, la dirección y
el rumbo de las de mañana.
No quiero aprovechar este momento solemne
para contestar a aquellos, pocos en número por
fortuna, que han combatido los principios subs-
tanciales de esta reforma; soy el primero en re-
conocer los vicios de que adolece; he procurado
evitarlos en lo posible, pero los principales no
estaba en mi mano el corregirlos. Yo no he po-
dido hacer lo que he creído que era mejor; he
hecho lo que he podido, dentro de las condicio-
nes en que la reforma se producía.
Cabe contra esto la objeción de que hubiera
sido mejor no hacer nada; pero a eso sí que ha
de serme lícito contestar, con todas las energías
de mi alma, que lo peor de todo era continuar
como estábamos, en él estancamiento de la acti-
128 ANTÓN DEL OLMET.— TORRES BEBNAL
vidad intelectual y sin abrir nuevos horizontes
a nuestra juventud, en consonancia con las ne-
cesidades de la vida moderna.
Se oponía ante todo al amplio desenvolvimien-
to e implantación de las enseñanzas técnicas, un
obstáculo casi insuperable: la penuria de nues-
tro Tesoro, que no consiente, al menos por
ahora, nuevos y pesados gravámenes. Yo tengo
la creencia, más que la creencia la firme convic-
ción, de que, implantadas las enseñanzas técni-
cas en España, cuando se comience a ver su
resultado, que ha de ser por todo extremo bene-
ficioso, seguramente se atenderá a su desenvol-
vimiento del modo que sea preciso, sin que en-
tonces pueda ser argumento incontestable el
aumento de gastos. Fácil me hubiera sido a mí,
y más que fácil, grato por todos conceptos, ha-
ber implantado la reforma de que tan necesita-
dos están todos 'os órdenes de la enseñanza en
España, con aquf 1 aumento en las cifras de gas-
tos indispensable j y que en todas las demás na-
ciones de Europa se satisfacen con general aplau-
so del país. Claro está que la exigüidad de las
cifras de nuestro presupuesto de Instrucción pú-
blica está en relación directa con la inferioridad
de nuestra cultura respecto a la de otros pueblos
de Europa, y que el aumento exigible no podrá
demorarse largo tiempo si hemos de rehabilitar-
nos como nación progresiva, y si no hemos de
quedarnos completamente rezagados respecto de
CONDI DE ROMANONES I29
cuanto significa y representa la verdadera civi-
lización; pero si yo en el momento actual hubie-
ra querido de una sola vez recorrer el camino,
empresa que ha debido ser obra de varios años;
si hubiera ouerido saltar desde las cifras de un
presupuesto exiguo a las cifras del presupuesto
necesario, seguramente no lo hubiera podido lo-
grar. Por eso, al crear las nuevas enseñanzas,
he tenido que aprovechar todos los medios ins-
tructivos y educativos ya existentes, llevando al
viejo tronco de nuestras antiguas instituciones
docentes, como savia nueva, los elementos re-
cién creados en las enseñanzas técnicas.
Quizás hubiera sido mejor implantar estas en-
señanzas en centros completamente distintos y
separados, con un cuadro de profesores comple-
to, con todas aquellas condiciones que exigen
los principios de especialización predominantes
hoy en el orden pedagógico y científico; quizás
hubiera sido mejor conservar las Normales com-
pletamente separadas de los Institutos, aun cuan-
do la experiencia de los muchos años que han
permanecido separadas aconsejaba y aun impo-
nía hacer lo que se ha hecho: conservar las Es-
cuelas de Comercio y de Artes y Oficios inde-
pendientes; pero esto, para que en su enseñanza
tuviera toda la extensión que hoy se impone
como un deber, requeriría el gasto de sumas
enormes. Por lo mismo, aprovechando la exis-
tencia en cada provincia de un Instituto, me pro-
9
130 ANIÓN DEL OLMET. — ^TORRES BERNAL
puse convertir éste en una amplia unidad edu-
cativa en la que se reuniesen todas las aludidas
enseñanzas.
No ha sido solamente la necesidad de limitar
los gastos lo que me ha inducido a realizar esta
reforma; ha sido también el ver que algunos de
aquellos centros no tenían vida real y efectiva
más que en el anuario oficial. Porque, en efecto,
yo no comprendo que se combata la supresión
de las Escuelas elementales de Maestros, cuando
ia estadística demuestra el escaso número de
alumnos que a la mayor parte de ellas ha acudi-
do en el último curso.
Yo espero que, cuando en los Institutos, ade-
más de los estudios de cultura general, que ter-
minan en el grado de Bachiller, puedan estu-
diarse los elementales de Agricultura, Industria,
Comercio, Bellas Artes y del Magisterio, la ju-
ventud, iniciada ya en estos nuevos caminos, no
se dirigirá tan sólo a las Facultades universita-
rias, sino que éstas, con notorias ventajas de sus
enseñanzas, qne exigen una verdadera selección
de inteligencias superiores, se verán descarga-
das de alumnos, en tanto que podrán ir siendo
sustituidos los técnicos extranjeros por técnicos
españoles.
Existirá el técnico español, que, en las múlti-
ples ocupaciones que la moderna vida industrial
le brinda, encontrará empleo adecuado a su acti-
vidad y satisfacción decorosa a las necesidades
CONDE DE ROMANONES I3I
de SU vida, y disminuirá en la misma proporción
el número aterrador de bachilleres, cantidad que
en el pasado curso ha llegado a la cifra de 4.692.
A los Institutos va, por la índole de cultura
general que corresponde a estos centros de en-
señanza, toda o la mayor parte de la juventud
española; y yo abrigo el íntimo convencimiento
de que, con la nueva organización dada a los
mismos, podrán los escolares salir de los cen-
tros docentes preparados para el cumplimiento
de los deberes que se les exigen y para los que
de ellos espera nuestra Patria.
* • ■!:
Confiada por completo al juicio del catedráti-
co la misión de juzgar a sus alumnos; descar-
gando sobre él la responsabilidad de este acto;
dándole, en suma, la mayor libertad y autono-
mía posibles, era preciso al mismo tiempo esta-
blecer un procedimiento en virtud del cual aquel
que faltara a sus deberes fuese castigado. En-
tendiéndolo así; entendiendo que la institución
de los Tribunales de honor en los Cuerpos de
escala cerrada es una medida indispensable para
su higiene moral, porque aumenta la confianza
que el Estado tiene depositada en los individuos
que los constituyen, opté por esta medida.
Reconozco y declaro que ofrece graves incon-
venientes. El primero de ellos es que hará falta
quizás el transcurso de largo período de tiempo
132 ANTÓN DEL OLMET.— TORRES BERNAL
para que este procedimiento vaya infiltrándose
en las costumbres, pueda tener eficacia y no
quede convertido en letra muerta.
Hay quien combate los Tribunales de honor
por entender que son contrarios al espíritu libe-
ral, por creerlos una regresión a tiempos por
ventura ya pasados, y que constituyen una de
las páginas más negras de la Historia. Tomada
sólo en uno de sus sentidos la acepción del ho-
nor; confundiendo éste con la de caballerosidad,
en el concepto más usual, pero menos verdadero,
de la palabra, se ha pensado que puede haber un
catedrático que falte a sus deberes, y, sin embar-
go, no falte a las leyes a que ajustan su conducta
en la vida los hombres de honor.
Pero no es ésta, ciertamente, la intención que
rae ha guiado al crear la nueva Institución. Exis-
ten multitud de hechos que, por su naturaleza,
o no son penables, aun en el orden legal, o no
pueden ser probados nunca con pruebas plenas
y materiales, como las exigidas por los Tribu-
nales de justicia para condenar al procesado;
pero que, sin embargo, constituyen verdaderas
faltas aun en aquel orden, faltas mayores en
quienes ejercen el ministerio (mejor diré, el
sacerdocio) de dirigir la educación de la ju-
ventud.
Más de una vez, os lo aseguro, he tenido co-
nocimiento de hechos que, no obstante su gra-
vedad y trascendencia, no he podido someter,
CONDE DE ROMANONBS I33
no ya al juicio de los Tribunales, pero ni siquie-
ra al procedimiento del expediente administra-
tivo, entre otras razones porque los mismos de-
nunciantes, al revelar esos hechos, declaraban
no poseer pruebas plenas, visibles, irrefraga-
bles, confesando, por tanto, la imposibilidad de
sostener las acusaciones según el procedimien-
to ordinario, aun cuando afirmasen, como afir-
maban con la energía de la veracidad, tener
convencimiento moral de que era cosa cierta lo
denunciado por ellos, cosa que habían visto y
acerca de la cual no les cabía duda alguna.
Pues bien; yo pregunto: en este caso, ¿qué
camino puede seguirse? ¿Hay algún medio más
expansivo, más democrático que el de someter
al acusado al juicio de sus propios compañeros,
al juicio de quienes tienen supremo interés en
conservar inmaculada la dignidad de la toga
que visten? Si esos Tribunales de honor están
admitidos sin protesta alguna en otros Cuerpos
de escala cerrada, y si una parte muy respetable
del Profesorado viene reclamando hace tiempo
su implantación, ¿hay motivo serio, justo, para
protestar? ¿En nombre de quién? Porque hasta
ahora la protesta no viene de los profesores.
* * *
Como necesario complemento de la cultura
general, urge estimular la educación artística de
nuestro pueblo, que por el arte supo hacerse
134 ANTÓN DEL OLMET.— TORRES BERNAL
grande y en el terreno del arte no ha perdido
sus antiguos esplendores.
A este fin se encamina la disposición que
abre las puertas de todos los Museos, dando li-
bre entrada en ellos a todos los ciudadanos, con
las mayores facilidades posibles. En un país
como el nuestro, evidentemente superior a otros
muchos en sentimiento artístico, pero inferior
en cuanto a la cultura propia d¿l mismo arte
atañe, es indispensable evitar las dificultades
con que suele tropezar la difusión de los cono-
cimientos artísticos, presentar en el mayor gra-
do posible el amor a tales centros de cultura,
procurando que la masa del país encuentre fran-
ca y sin obstáculo alguno la entrada en los Mu-
seos; que los considere como cosa propia, y que
dejando de ser depósito de ejemplares raros y
de meras curiosidades, sean verdaderos labora-
torios de enseñanza práctica y positiva.
Era necesario también, a este mismo fin, obli-
gar a los alumnos de las enseñanzas oficiales, y
lo mismo a sus profesores, a que consideren los
Museos como medios principalísimos de la en-
señanza, y cumplan, al visitarlos, una obligación
escolar que más tarde se convertirá en un placer
de los más nobles y útiles.
Nada he de decir acerca de los motivos que
demandaban una pronta y radical reorganización
de nuestra Escuela Superior de Música, y estoy
seguro de que la reforma en ella introducida
CONDE DE ROMANONEft 135
habrá de producir rápido y satistactorio resulta-
do, coadyuvando poderosamente al fomento de
la cultura artística en nuestra Patria y al mayor
prestigio del Conservatorio.
* * 'f?
De intento he dejado casi para lo último aque-
llo que, por su importancia, es lo primero y prin-
cipal: rae refiero a la reforma de la primera en-
señanza.
Fundamento la primera enseñanza de todas las
demás, a ella debe principalmente el Estado de-
dicar todos sus afanes, todos sus cuidados; en el
terreno de la teoría, si puede haber duda en
punto a que la función de la enseñanza sea o no
sea función del Estado, cuando se trata de este
orden de ella, ya no caben dudas ni vacilaciones
de ningún género. Todos, absolutamente todos
cuantos sabios, estadistas y hombres de buena
voluntad se dedican al estudio de esta cuestión»
afirman que la primera enseñanza, base de la
cultura general, es una de las principales funciu-,
nes sociales que al Estado incumbe realizar o tu-
telar. Por eso la primera enseñanza debe tener
el carácter de gratuita, de obligatoria y de inte-
gral, porque ella es la que mayor y más decisiva
influencia ejerce en el cuerpo social, en el grado
de poder, de cultura y de riqueza de los pue-
blos; ella es la que se impone a los Gobiernos
como uno de sus principales deberes; ella es la
136 ANTÓN DEL OLMET. — TORÍ^ES BERNAL
que demanda mayores sacrificios por parte del
contribuyente. Las naciones de antaño median el
grado de su fuerza por el número y por la orga-
nización de Ig3 ejércitos; hoy le miden además,
y más principalmente, por la extensión de su
primera enseñanza; por eso, con verdadero sen-
tido práictico, los anuarios destinados a los hom-
bres que estudian las cuestiones de política, con*
tienen al reseñar la situación y los recursos de
todas y cada una de las naciones civilizadas, dos
datos: uno, el número y organización de sus
ejércitos; otro, la organización y el número de
sus enseñanzas.
Y ¡qué consecuencias se desprenden de estos
datos! iQué lecciones para nosotros tan amargas
y tan cruelesl Ved, por ejemplo, lo que gastan en
Instrucción pública las grandes y aun las peque-
ñas naciones de Europa; ved el aumento progre-
sivo de este presupuesto en los Estado-? Unidos
de la América del Norte; ved cómo allí se gas-
tan 197.281.000 dollars, y cómo el número de sus
maestros de instrucción primaria ascendía el pa-
sado año a 415,660 para una población de habi-
tantes 76.356.000; en tanto que nosotros, para
una población de 17.000.000, apenas tenemos
veinticuatro mil; así, al paso que en España el
número de analfabetos es el de 66 por 100, en
los Estados Unidos solamente es el de 10 por 100.
¿Habrá nadie que, cerrando los ojos a lo que
se presenta bañado por luz del medio día, no vea
CONDE DE ROMANONES I37
en estas cifras precisamente la explicación más
clara, más terminante, y al propio tiempo más
amarga y más triste, de las desgracias que llora-
mos, y que eran inevitables y fatales como resul-
tado de la decadencia e inferioridad de todo
nuestro estado social?
No hay palabras suficientes para detender la
necesidad, la urgencia suprema de que cuantos
sacrificios se hagan para difundir la cultura en
nuestro país, serán pocos por muy grandes que
parezcan, y deben ser admitidos por todos con
el mayor contentamiento, con la interior satis-
facción de quien cimenta la Patria grande y re-
generada del porvenir, con el gozo inefable de
quien arroja al surco la simiente que mañana
será cosecha.
En los demás grados de la enseñanza, aun sin
alcanzar el desenvolvimiento y desarrollo que
en otros países, sin embargo no se requiere tan
honda transformación ni mucho mayor aumento
en los gastos; pero en la primera enseñanza es
preciso hacerlo todo, absolutamente todo. No
necesito recargar lo sombrío de las tintas para
trazar una pintura de lo que es en la actualidad
en España; bastará tan sólo expresar lo que está
en la conciencia de cada uno de nosotros. Yo,
señores, lo confieso: las mayores amarguras, las
más graves preocupaciones que he tenido y ten-
go desde que inmerecidamente me fué conferido
el cargo de ministro de Instrucción Pública, me
138 ANTÓN DEL OLMET. —TORRES BERNAL
han sido acarreadas por la idea de cuanto era
indispensable realizar en orden a la instrucción
primaria, y de la escasez de medios disponibles
para llevarla a cabo. Ha habido momentos en
que, meditando sobre tan grave y trascendental
asunto, excitada la imaginación por el espec-
táculo de lo que en otros países sucede, compe-
lida mi voluntad por el estímulo poderoso de la
comparación, anhelando hacer esfuerzos más
que humanos por que nuestro país llegase a pa-
recerse a ellos, veía como en un sueño lo que
podía ser la España de mañana, lo que debía ser
la España de hoy; cuando reducido a su menor
grado el número de los que no saben leer ni es-
cribir; cuando difundida la cultura general por
todos los ámbitos del país; cuando poseyendo
todos los ciudadanos nociones claras y concre-
tas de los grandes adelantos modernos relativos
a la Agricultura, a la Industria y al Comercio;
cuando desarrolladas las vigorosas aptitudes de
nuestra raza para cuanto se refiere al trabajo
mecánico y a la labor intelectual, salieran de
nuestras Universidades, como coronamiento de
este grado de extensión en la cultura, pocos gra-
duados, menos que los que hoy salen; pero es-
tos pocos profundamente instruidos, seriamente
apercibidos para la lucha científica y aptos para
resolver los más sublimes y complejos proble-
mas de todas las enseñanzas en sus grados su-
periores. Y cuando yo estaba entregado a esta
CONDE DE ROMANONES 139
visión verdaderamente halagüeña, volvía a la
realidad al tener que abrir un telegrama o una
carta, en la cual el mísero maestro de una apar-
tada aldea se dirigía al ministro de Instrucción
Pública, no para reclamar nada que se refiriese
a la enseñanza, sino— ¡confesémoslo con rubor,
señoresl para rogar, como quien pide una limos-
na, que el ministro hiciera cumplir lo que pare-
ce debía ser la obligación más sencilla: el pago
de lo que se le debía. Y ante este llamamiento
tan triste y tan rudo a la realidad, caían al suelo
todos aquellos ensueños de ventura a los que se
ofrecía tan lamentable contraste.
¿A qué pensar en enseñanza integral, a qué
pensar en enseñanza técnica, a qué soñar en ma-
yores desarrollos de la cultura y de la instruc-
ción, si yo, pomposamente llamado ministro de
Instrucción Pública, no tenia, en suma, faculta-
des, ni recursos, ni medios, ni arbitrios, aunque
bríos y voluntad me sobrasen, para resolver una
reclamación tan sencilla y tan justa como es la
de los adeudos al Magisterio, dándose la coinci-
dencia de que al mismo tiempo me fuera nece-
sario resolver acerca de las reclamaciones que
me hacían los Ayuntamientos, acusando a los
maestros de no cumplir con sus deberes, por ig-
norancia o por malicia? Y ¿qué medios tenía yo
de imponer la autoridad y la disciplina, qué me-
dios tenía yo, cuando aquella escuela estaba ce-
rrada meses y años, para obligar a quien oficial-
I40 ANTÓN DEL OLMET. — TORB«S BEt^NAL
mente debía desempeñarla a que cumpliera con
su deber? Pues esta escena se viene repitiendo
en España desde hace muchos años, no obstante
los esfuerzos de tantas generaciones, no obstan-
te el impulso general del progreso humano.
Con verdadera premura, como una obligación
ineludible, se ha impuesto a mis antecesores la
necesidad de procurar remedio a este mal, sin
que hasta el presente se haya podido conseguir.
Es la base principal de toda reorganización,
es el primer elemento y el más indispensable de
toda cultura en una nación el tener maestros; y
para poderlos tener, lo primero que se necesita
es pagarlos. Sin esto, todas las disposiciones,
todos los planes de enseñanza serán completa-
mente baldíos e inútiles. Pero ¿es acaso, se pue-
de afirmar que tan sólo con pagar a los maestros
puntualmente como se paga a todos los demás
funcionarios del Estado, quedaría resuelto el
problema de la primera enseñanza? No; existe
una suprema necesidad, la de formar maestros,
y a ello deben tender todos nuestros esfuerzos.
Y no es esto solo: existe también la necesidad de
aumentar el número de nuestras escuelas; y
dado que esto no lo podamos conseguir inmedia"
tamente, nuestros esfuerzos deben tender a pro-
curar que las actuales no se hallen cerradas en
el número verdaderamente aterrador en que lo
están en la actualidad.
« • «
CONDE DE ROMANONES I4I
En ocasión solemne el Gobierno puso en los
augustos labios de S. M. la Reina, dirigiéndose
a las Cortes, las siguientes palabras:
"Los intereses morales y económicos recibi-
rán un impulso análogo. Los primeros, con la
presentación de un proyecto de ley, verdadero
Código de la Instrucción pública, en la cual se
consolidarán las reformas ya realizadas, se dará
a la enseñanza en todos sus ramos el carácter
esencialmente práctico que reclaman las condi-
ciones de la vida moderna, y se harán desapare-
cer la incertidumbre y la instabilidad que hoy
reinan en nuestras escuelas.**
Pues bien; este compromiso, contraído ante la
Representación nacional, está decidido a cum-
plirlo el Gobierno, y en representación del Go-
bierno el que os dirige la palabra.
No se me ocultan las graves, gravísimas difi-
cultades que esto ofrece; son ellas tan graves y
trascendentales, que han hecho que, a los vein-
ticinco años de dictarse la vigente Constitución,
aún esté incumplido el párrafo 4.° del art. 12 del
Código fundamental de la nación.
La principal de éstas dificultades es, sin duda,
una, de tanta trascendencia, que puede llevar la
vacilación al ánimo, y la de que no deben crista-
lizarse en las leyes sino aquellos principios que
ya estén completamente admitidos, después de
haber pasado por un largo período constituyen-
te. Posible será que acierten los que aseguran
142 ANTÓN DEL OLMET. — TORRES BERNAL
que ese período constituyente aún no ha pasado
para nosotros, como no ha pasado para la mayor
parte de las naciones de Europa, y que, por tan-
to, no ha llegado el momento de entrar en el pe-
ríodo constituido, en cuanto hace relación a las
materias de enseñanza.
Mas al lado de estas dificultades y objeciones
es preciso reconocer que ha llegado a tal extre-
mo la confusión que reina en la legislación de
Instrucción pública, a fuerza de estar en vigor
múltiples disposiciones que no han tenido la
sanción del legislador, que el proyecto de ley
que se presentara a la aprobación de las Cortes,
aunque no fuese obra perfecta ni acabada, siem-
pre reportaría un beneficio y un resultado posi-
tivo: el de determinar con firmeza y para un lar-
go período la órbita en que se habían de mover
todas las enseñanzas, haciendo que desaparecie-
ran por tanto las vacilaciones y las dudas en que
hoy vivimos, y que redundan en perjuicio evi-
dente de todos los intereses comprendidos en
este aspecto de la vida nacional.
Hora es ya de que quede perfectamente deis-
lindado lo que hoy se encuentra en un verdade-
ro estado de indefinición, dando origen a que
aún se susciten dudas acerca de lo que ya den-
tro de la realidad de la vida no deja lugar a con-
troversias. Me refiero a la determinación y des-
linde de las atribuciones y relaciones de la Igle-
sia y del Estado en materias de enseñanza.
CONDE DE ROM ANONES 143
No menos necesario es fijar el desarrollo de
los principios establecidos en el art. 12 de la
Constitución, principalmente en lo que se refiere
a la finalidad y alcance de la libertad de ense-
ñanza y de las facultades y funciones del Estado
en la misma.
Son éstos puntos que han dado lugar a mayo-
res divergencias de criterio. Sin duda por no ha-
berse fijado bien los términos de la cuestión, o
por no haberse determinado claramente el ver-
dadero concepto de la libertad de enseñanza, lo
cierto es que en el momento presente, con el
mismo empeño y convencimiento sostienen unos
que hoy la libertad de enseñanza es letra muer-
ta y precepto totalmente ineficaz, como otros en-
tendemos, como la mayor parte de mis anteceso-
res, y yo mismo, que al dictar las disposiciones
que regulan este principio, en nada se ha me-
noscabado lo fundamental de su contenido. La
íntima relación que debe existir entre la costum-
bre, entre el hecho social y la ley, hace que
cuando se pierde de vista esta conexión, se pue-
da caer fácilmente en los mayores extravíos.
Querer aplicar a España el principio anglo-sajón
de la libertad de enseñanza, reducir a su míni-
mum la misión del Estado, llevando a su máxi-
mum la de la iniciativa privada, cuando nuestras
costumbres son tan distintas, nuestro régimen
actual tan diferente, nuestras condiciones de raza
tan diversas, sería olvidar la realidad e inferir
144 ANTÓN DEL OLMET.— TORRfiS BERNAL
grave daño a este mismo principio de libertad '
Por eso entre nostros, a la hora presente, para
poder dar condiciones de desarrollo a este prin-
cipio, se hace preciso robustecer en el mayor
grado posible las corporaciones oficiales, para
que una vez que éstas adquieran su más comple-
to desenvolvimiento y alcancen el más alto con-
cepto de prestigio y autoridad, puedan adquirir
condiciones de vida autónoma, a fin de que vaya
después gradualmente el Estado inhibiéndose de
la función de la enseñanza, y se pueda conse-
guir, por la propaganda y el ejemplo que estos
Cuerpos dan, que la iniciativa individual venga a
llenar por completo el cumplimiento de este fin
que no es esencial del Estado.
* itf *
A no pocas deducciones se presta el fenómeno
verdaderamente singular que en los actuales
momentos se observa. Al mismo tiempo que to-
dos los principios fundamentales de nuestras
libertades públicas son combatidos por la escue-
la conservadora, o admitidos a forítori, para
después a toda hora escarnecerlos, proclamando
sus defectos y ocultando sus ventajas, los parti-
darios más extremados de esta escuela defienden
con verdadero ardor y como doctrina propia el
principio de libertad en lo que se relaciona con
la enseñanza. Yo entiendo, y no puede atribuirse
a exceso de malicia, que si los enemigos de la
CONDE DE ROMANONES I45
libertad defienden con tanta insistencia la de en-
señanza, será seguramente porque ésta habrá de
beneficiar sus propios intereses. Por eso no po-
demos incautamente dejarnos seducir por el ar-
gumento que en nombre de la libertad hacen, de
que el Estado debe en la hora presente favore-
cer, dejándolos sin freno de ninguna clase entre*-*
gados por completo a su autonomía, a los esta-^
blecimientos de enseñanza creados por la inicia*
tiva particular.
Pero sea cualquiera el grado de extensión con'
que se ha de llevar al futuro código fundamen-
tal de la Instrucción pública la facultad para la
ciudadanía española de fundar, dirigir y soste-
ner los establecimientos de enseñanza, no caben
dudas ni vacilaciones de ningún género en cuan-
to a la necesidad suprema de consagrar y confir-
mar una ve?; más cuanto se refiere al derecho
que el Estado se reserva respecto a la colación
de grados, derecho para él tan fundamental y
necesario como lo es, por ejemplo, el de la acu-
ñación de la moneda.
En esta facultad, que el Estado tiene que con-
servar por entero y sin limitación alguna; que
constituye, a no dudarlo, el principio sustancial
en que ha de descansar toda nuestra instrucción
pública, están conformes los partidarios de las
más opuestas escuelas, y por tanto la concordia
en este punto habrá de ser facilísima. Mayor di-
ficultad hnhr.á C.'^ encontrarse cuando se abórde-
lo
146 ANTÓN DEL OLMET.— TORRES BERNAL
el problema relativo al cumplimiento de lo ins-
tatuído en el apartado último del art. 12, o sea
en lo que se refiere a la determinación de los
deberes de los profesores, y a las reglas a que
ha de sometrse la enseñanza en los estableci-
mientos oficiales de instrucción pública; pero es-
toy seguro de que el Profesorado español, por
los actos de su conducta, sabrá hacerse acreedor
a la confianza verdaderamente omnímoda que
en sus funciones en la hora presente ha deposi-
tado el Estado, y sabrá imponer a todos esta
misma confianza.
El proyecto de ley de Instrucción pública que
ha de someterse a la deliberación de las Cortes,
no puede reducirse tan sólo a unificar y reunir
lo que actualmente está disperso; es preciso que
en él se desarrollen las ideas fundamentales; es
preciso que se fije, como antes decía, la orienta-
ción general de nuestra enseñanza; pero sería
cerrar los ojos a la evidencia el creer que puede
ni intentarse siquiera obra tan magna sin una
amplia, amplísima transacción previa, no ya sólo
entre todos los elementos que concurren a la
obra de la cultura, sino entre todas las escuelas
y partidos políticos. Una ley de enseñanza no
puede ni debe improvisarse como una ley de ca-
rácter político; es necesario que se conciba y se
establezca sin espíritu alguno de bandería, pues-
ta la vista muy en lo alto, fija tan sólo en lo que
constituye el supremo interés de toda la Nación;
CONDE DE ROMANONES 1 47
sin este amplio espíritu de concordia no debe
acometerse tal obra, no pueden darse siquiera
los primeros pasos en el camino que se ha de
recorrer. Por eso se intenta en la hora presente,
con la convicción de que se trata de una obra
de pacificación y de armonía entre todas las as-
piraciones y entre todos los intereses legítimos,
y que el Gobierno puede contar de antemano
con la cooperación de todas las voluntades e in-
teligencias, aunque ellas procedan de los más
opuestos campos y convivan en las más opues-
tas escuelas.
« • »
Aparte de esta obra total de codificación en
materia de enseñanza, en ocasión muy próxima
pienso presentar a la sanción de las Cortes, pre-
via la venia de S. M., un proyecto regulando las
condiciones en que han de vivir las Facultades
llamadas libres.
Los privilegios otorgados a los establecimien-
tos no oficiales dedicados a las enseñanzas uni-
versitarias han sido de tal índole, constituyen
una transgresión tan completa de los preceptos
legales vigentes, que es hora ya de ponerles de-
finitiva corrección. Y digo que hay que impo-
nerles terminante correctivo, porque las dispo-
siciones contenidas en el último Decreto sobre
exámenes vienen a limitar el régimen abusivo
en que vivían. Y con no menos premura se re-
quiere que los establecimientos de enseñanza
148 ANTÓN DEL OLMET.— TORRES BCRNAL
sostenidos por las Diputaciones y Ayuntamien-
tos amolden en absoluto su organización a la de
los estudios similares costeados por el Estado y
ofrezcan la garantía conveniente para evitar los
abusos que hoy perduran.
A este fin me propongo, repito, presentar a
las Cortes un proyecto de ley, partiendo de los
principios fundamentales del Decreto de 29 de
julio de 1874, para que desarrollándose dentro
de la verdadera libertad de enseñanza no se con-
funda ésta con la profesional, y reservándose
siempre el Estado la colación de los grados aca-
démicos, se den facilidades a las Corporaciones
locales, a las Asociaciones y hasta a los indivi-
duos para que desenvuelvan sus iniciativas en
la creación de establecimientos de enseñanza.
Además de estos proyectos, en plazo no lejano
presentaré el que se refiere a la organización de
las Universidades.
Es necesario que éstas, volviendo a ser lo que
fueron, sean, a la vez que escuelas profesiona-
les, centros pedagógicos y de cultura nacional; y
para que la Universidad cumpla la totalidad de
sus fines, para que pueda ir evolucionando en el
sentido ya dicho de sustituir la acción oficial por
la acción social, es preciso reconocerlas para su
administración y régimen el carácter de perso-
nas jurídicas, tal y como éstas se hallan defini-
das en el Código civil; es necesario que ellas ad-
ministren sus fondos^ formen su presupuesto
CONDE DE ROMA NONES I 49
anual, y lo es también que las Facultades y Es-
cuelas a ellas agregadas sean, del propio modo,
personas jurídicas, para que puedan gobernarse
y regirse por sí propias.
Enaltecida la personalidad de las Universida-
des, a ellas corresponderá en primer término la
misión de fomentar las iniciativas individuales,
para que, a semejanza de lo que acontece en
otros países, los poseedores de grandes fortunas
puedan dejar grato recuerdo de su paso por el
mundo, dedicando parte de su caudal a la im-
plantación de aquellos centrtts e instituciones
docentes necesarios para el desarrollo de la cul-
tura general de su país.
Claro es que estas reformas que se refieren a
la reorganización del régimen universitario no
pueden plantearse de una vez, sino que deberán
irse desarrollando gradualmente a me (a. que
la transformación de su personalidad lo le-
quiera.
Formado así el concepto de la Universidad,
debe intentar todos los medios posibles para la
realización de sus fines educativos en sus tres
aspectos: enseñar, instruir y educar; a ella debe
estar confiada por completo la obra de la cultura
general del país, y a ella acudo en estos momen-
tos, confiado, seguro de que poseída de verdade-
ro entusiasmo, dándose cuenta exacta de las res-
ponsabilidades que sobre sí pesan y las obliga-
ciones que contrae ante el país, sabrá responder
150 ANTÓN DFL OI.MET.— TORRES BERNAL
a la confianza depositada, difundiendo la instruc-
ción entre todas las clases sociales, formando a
la juventud con aquellas condiciones de capaci-
dad necesarias para la realización de sus fines
dentro de las exigencias de la vida moderna.
Debe procurar el mayor desarrollo de los cono-
cimientos que constituyen la base de las espe-
cialidades científicas y profesionales. No impor-
ta que, puesta la vista en el pasado, procure
conservar, dándoles la mayor solidez posible,
único medio de que sean útiles, los estudios clá-
sicos, estudios que constituirán en todo tiempo
la verdadera aristocracia de la cultura de los
pueblos. Yo, defensor entusiasta de la llamada
enseñanza moderna, que creo se impone a todos
como una verdadera ley de vida, no quiero que
mi país deje por eso de trabajar en el estudio y
perfeccionamiento de su literatura y de sus ar-
tes. Yo no concibo nada más triste que una na-
ción sin tradición literaria, que una nación sin
historia artística: una España así no sería Espa-
ña; pero hay que fijar, principalmente en estos
momentos, la atención en el desarrollo de las
enseñanzas técnicas, porque en ellas más que en
ningunas otras puede encontrarse la regenera-
ción de nuestra Patria.
Es necesario elevar la cultura general como
medio de aumentar la capacidad de las clases
productoras, porque de la capacidad de estas
clases depende el mayor grado de riqueza y
CONDE DE ROMANONES I5I
prosperidad de los pueblos. Cuando se instruye
al labrador, no se realiza sólo una obra de cultu-
ra, sino que se aumenta también la producción
de la riqueza agrícola; cuando se extienden los
conocimientos del industrial y del comerciante,
no es la obra de cultura la única que se realiza,
sino que a la par se ensancha la industria y se
desarrolla el comercio. Los grandes movimien-
tos industriales y mercantiles realizados en el
mundo, de los que principalmente da ejemplo
vigorosísimo la América del Norte, son debidos
a la instrucción del obrero y a la aplicación de
las ciencias y de las artes a los oficios manuales.
En la lucha gigantesca entablada a la hora pre-
sente en el terreno de los productos manufactu-
rados entre Inglaterra, Alemania y los Estados
UnidoS; llevan la ventaja y la superioridad éstos,
precisamente por el desarrollo que han sabido
dar a las enseñanzas técnicas y a la cultura de
sus obreros.
Pero la Universidad sola no puede realizar,
por mucho que sea su esfuerzo y grande su vo-
luntad, esta inmensa obra de transformación so-
cial; se requiere también para ello el concurso y
la cooperación de la juventud española, y a ella
me dirijo principalmente en este instante, dicién*
dola: es menester que empleéis el tiempo de
vuestros estudios en forma que cada uno de vos-
otros represente una verdadera fuerza útil para
vosotros mismos y útil para vuestra Patria; es
152 ANTÓN DEL OLMLT. — TORRES BERNAL
necesario, ante todo y sobre todo, que seáis
hombres, hombres aptos para la lucha por la
vida, cosa que no es hoy tan fácil como se cree;
también que dirijáis todos vuestros esfuerzos a
hacer resaltar vuestra personalidad; en suma:
que seáis individuos independientes, capaces de
realizar una vida de trabajo, cuya recompensa es
por todos conceptos más agradable que la de
aquella otra sometida a la merced del Estado; es
indispensable que desechéis todo cuanto encon-
tréis en vosotros de apatía y de indiferencia;
fortaleced vuestra voluntad, despertad vuestras
energías, y eso sólo lo podréis conseguir apro-
vechando los años que vais a vivir bajo la tutela
de la Universidad, durante el tiempo que habréis
de permanecer aquí^ y que no debéis desear
abreviar; poned la mira en saber, y saber mu-
cho, único medio para que dentro de la sociedad
podáis ser considerados; no os fijéis en la obten-
ción de los títulos académicos como medio de
conseguir un destino, como medio para ser fun-
cionarios del Estado. Esto ya ha concluido: el pri-
vilegio concedido en 1876, ha sido reducido; ya
en adelante no podrá subsistir de una manera
importante, y la nueva ley de empleados es se-
guro que cerrará definitivamente las puertas,
antes abiertas para entrar por asalto y merced al
favor ministerial en la de la Administración pú-
blica.
Y al expresarme en este sentido, no me dirijo
CONDK DE ROMANONES I53
solamente a vosotros, sino que me dirijo también
a vuestros padres. Comete un grave error de
cálculo aquel que emprende unos estudios, cuya
duración es larga y costosa, con el solo fin de
obtener después, y con la esperanza del favor»
un destino misérrimo. Capitalizad vuestro traba-
jo, vuestro tiempo y el dinero empleado, y ve-
réis que habéis hecho un negocio ruinoso. ¿Cuál
va a ser en definitiva el destino de los 4.500 ba-
chilleres, de los 780 abogados, de los 470 médi-
cos que han terminado sus estudios en este cur-
so? Reflexionad sobre ello los que me escucháis,
vosotros los que empezáis hoy, y apartaos por
completo de este camino y no contribuyáis por
más tiempo a vuestra propia desgracia, que a la
par es la desgracia de vuestra Patria; tened fe
en el porvenir, que debe presentarse para vos-
otros lleno de esperanzas; tened fe en la España
nueva, y no hagáis caso de aquellos pesimistas
que os hablan de un próximo fin de nuestra na-
cionalidad; preparaos, por el contrario, para
contribuir a que las páginas venideras de nues-
tra Historia perpetúen vuestros nombres como
los de sucesores dignos de nuestro glorioso pasa-
do; ayudadnos, en una palabra, a preparar den-
tro de la Universidad, con desinterés y con ener-
gías, en el amor a la ciencia y con el culto al
trabajo, la España de mañana.
He dicho.
154 ANTÓN DEL OLMET. — TORRF-S BERNAL
5 de octubre de 1901. En el Consejo de Mi-
nistros celebrado en esta fecha, se aprobó el
proyecto del ministro de Instrucción pública,
señor conde de Romanones, para que las obli-
gaciones de primera enseñanza queden a cargo
del Estado.
La forma de reintegrarse el Tesoro quedó
también acordada, efectuándolo con el 16 por 100
de recargo sobre las contribuciones que los
Ayuntamientos perciben.
Manifestó el conde en esta fecha su propósito
de que no hubiera maestro con sueldo inferior a
500 pesetas, ya que, por otra parte, se propo-
nía ser escrupuloso al exigir a dichos funciona-
rios el cumplimiento de sus deberes.
Con estas reformas, el presupuesto de Instruc-
ción pública resultaba elevado a unos 46 millo-
nes de pesetas.
—En la sesión del 8 de noviembre de 1901,
contestando al arzobispo de Sevilla, hizo el se-
ñor conde de Romanones otro gran discurso que
mereció grandes elogios de la mayor parte de
los senadores que asistían a la sesión.
Para final de su discurso dijo, recogiendo una
frase del citado arzobispo, que precisamente
porque cuando alguien quiere apoderarse de un
pueblo se apodera de la enseñanza, es por lo
que ha querido que ésta se eleve sobre bases
liberales.
— Otra de las más brillantes intervenciones
CONDE DE ROM ANONES 1 55
parlamentarias del señor conde de Romanones,
durante esta primera etapa ministerial, fué su
contestación al señor García Alix, que había
consumido el primer turno en contra del capítulo
primero del presupuesto de Instrucción Pública.
Sostuvo S. E. que la enseñanza, en su parte
fundamental, tiene que ser dogma de partido,
incitando por ello al señor Silvela para que ex-
pusiera el criterio del partido conservador.
No hay que confundir — dijo — la enseñanza
libre con la libertad de enseñanza, que yo siem-
pre he defendido. Esa enseñanza privada era
una máquina de fabricar alumnos sólo para cum-
plir. (Muy bien, muy bien.) Había, y yo lo he
hecho, que terminar con las comisiones de cole-
gios particulares.
Se daba el caso de estar las aulas oficiales
casi desiertas. Con mi decreto, la matrícula ofi-
cial ha aumentado extraordinariamente.
Defiende la absorción por el Estado de las
atribuciones de la enseñanza, sin que le conven-
zan en este punto los ejemplos de otros países.
El Estado no puede abandonar la enseñanza,
porque tendría consecuencias aterradoras, es-
pecialmente para los verdaderos amantes de la
libertad.
Aun siendo insuficiente el presupuesto, hay
que reconocer que representa un adelanto con
respecto a los anteriores, y es el pago a los
maestros por el Estado.
156 ArJTÓN DEI. OJM- T.— TORRES BERNAL
Esta reforma la hice cuestión de gabinete, y
debo declarar ahora solemnemente que estoy
agradecidísimo al ministro de Hacienda por la
valiosísima ayuda que me ha prestado.
Afirma que la Iglesia no tiene misión ninguna
que realizar en la enseñanza, opinión que tam-
bién sostuvo el señor García Alix. Bueno será
que esto conste, porque si es esa la opinión del
partido conservador, tengo el gusto de ir en
buena compañía y me congratulo de tal unidad
de criterio. (Muy bien, muy bien.)
Ministro por segunda vez.
El día II de marzo de 1902 surgió la crisis,
que tardó ocho días en resolverse.
Ratificados los poderes al señor Sagasta, éste
reconstituyó el Ministerio, quedando en la car-
tera de Instrucción pública nuestro biografiado,
quien juró el cargo por segunda vez el día 19
del referido mes.
El nuevo Gobierno quedaba constituido así:
Presidencia, Sagasta.
Estado, duque de Almodóvar del Río.
Guerra, Weyler.
Marina, duque de Veragua.
Gracia y Justicia, Montilla.
Hacienda, Rodrigáñez.
Gobernación» Moret.
CONDE DE ROMANONES I57
Instrucción pública, conde de Romanones.
Obras públicas, Canalejas.
—Entre los actos realizadospor el señor conde
dtí Romanones en el desempeño de la cartera
de Instrucción pública, debe figurar, por su im-
portancia, el viaje a Tarrasa en mayo de 1912.
Fué a inaugurar las obras de una Escuela de
Artes e Industrias y tuvo un éxito personalísimo
que nadie pudo regatearle.
Como nota característica conviene consignar
la nota monárquica dada por el alcalde de Bar-
celona, quien después de mostrar su españolis-
mo en los brindis, invitó a S. E. a hacer un viaje
a la ciudad condal.
— Con objeto de inaugurar la Escuela Superior
de Valencia, el señor conde de Romanones hizo
en la segunda decena de enero de 1902 un viaje
oficial a la capital levantina.
La ciudad del Turía hizo a nuestro insigne
biografiado un recibimiento entusiasta.
Su Excelencia pronunció en los diferentes ac-
tos a que asistió elocuentes discursos, que fue-
ron muy aplaudidos.
—Para conmemorar la mayoría de edad de
Su Majestad el Rey Don Alfonso XIII, se cele-
bró el 24 de mayo de 1902 un solemne festival
académico en el Palacio de la Biblioteca Na-
eional.
Fué el señor conde de Romanones, por su
sondición de ministro de Instrucción pública, el
158 ANTÓN DEL OLMET.— TORRES BERNAL
encargado de presentar al Soberano en tal so-
lemnidad a las Academias y Universidades.
Hízolo con el siguiente discurso:
Señor:
Alzanse en la edad moderna los Tronos y ios
Monarcas, no ataviados con los férreos atributos
que en otro tiempo daban idea material y tangi-
ble de su poder, sino con aquellas galanas ves-
tiduras con que los adorna cuanto es en las na-
ciones progresivas, en los pueblos enamorados
de un ideal de bienandanzas y de paz, eflores-
cencio del espíritu, aroma de la cultura, áurea
luz emanada del pensamiento y del saber.
No permanece, Señor, la Monarquía española
extraña a ese vivificador movimiento intelectual
que satura el ambiente del mundo culto contem-
poráneo. El alma patria ha renacido, ha desper-
tado tras largo sueño, y al incorporarse, al alzar-
se en demanda de luz que la oriente y guíe por
los horizontes de un porvenir siempre incierto,
ha vuelto el pensamiento a las horas de sus gran-
dezas pasadas, anhelando ser en lo moderno ia
continuadora de lo que fué en lo antiguo: tesoro
del saber, espejo de la ciencia.
Y España, Señor, recuerda, entre los albores
de una nueva esperanza, que allá en la noche de
la incultura medioeval, cuando el saber humano
huía amedrentado por las convulsiones sangrien-
tas de un mundo roto y vencido, el mundo latino
CONDE DE ROMANONES 1 59
fué la España de San Leandro y San Isidoro,
que resumieron y salvaron desde la Sede sevi-
llana el saber de su tiempo; fué la España de la
Universidad Salmantina y de la Universidad
Complutense; la España que compartía con las
de París, Oxford y Bolonia el señorío de la inte-
ligencia universal; la España, en fin, que desde
los siglos XII y XIII hasta el siglo xvi, recogió
solícita y respetuosa de manos de la Iglesia el
tesoro de la cultura por ésta custodiado y lo en-
tregó a los Reyes para que ellos lo acrecentaran
y abrillantasen, como lo hicieron.
Señor: Al volver la vista a nuestro pasado, se
conforta el ánimo; él nos estimula a proseguir la
obra emprendida en lo presente y nos mueve a
la fe en lo porvenir. De los anales de nuestra
historia veneranda recogemos esos nombres
ilustres y esos hechos insignes, mas no para re-
posar sobre ellos, sino para convertirlos en aci-
cate de nuestro brío y en poderoso incentivo de
nuestra emulación por igualarlos y aun por su-
perarlos si posible fuera. Y nos infunde confian-
za en el logro de ese designio el contemplar el
cuadro de la moderna cultura española, que ya
ha adquirido sello de universalidad, donde se
advierte la huella de la solidaria unión con to-
dos los pueblos cultos, que hace recibir a la con-
ciencia española la inspiración y las auras uni-
versales, bajo cuya fecunda presión palpita la
humanidad toda. Y unos y otros avanzan hacia
l6o ANTÓN DEL OLMET. — TORRES BERNAL
las conquistas que más enaltecen a los hombres,
hacia la exploración de las tierras vírgenes del
pensamiento y del saber, librando con terca y
sañuda porfía rudos combates contra la ignoran-
cia. A ellos está hoy entregada nuestra Patria,
con el noble y generoso ímpetu que es el sello
distintivo de la raza al través de las vicisitudes
históricas.
El ejército glorioso que tiene empeñada esa
perenne lucha es éste, Señor, que tengo el honor
de presentaros en este instante: los hombres de
la Universidad y de las Academias, apellidos
ilustres de la ciencia, cuyos timbres y blasones
más puros y brillantes son los lauros que el es-
fuerzo de su espíritu robusto les granjeó; hom-
bres absortos en la investigación de las grandes
y eternas verdades de la ciencia, tan absortos,
que muchos de ellos no sintieron la nieve de los
años que caía silenciosa sobre sus cabellos blan-
queándolos, mientras el espíritu perduraba en-
galanado por la juventud inmarcesible, que es el
galardón de los predilectos; hombres que repar-
tieron su actividad fecunda y los jugos vivifica-
dores de su cerebro poderoso o de su palabra
mágica entre las arduas tareas de la más pura
especulación y las labores fatigosas que con la
política o el magisterio reclaman e imponen las
ineludibles realidades de la vida; hombres, en
fin, Señor, elegidos del arte, sobre cuyas almas
la belleza depositó su beso fecundo, creadores
eONDE DE ROMANONES l6l
insignes de las formas inmortales, que son para
los hombres como anticipo de lo increado, per-
fume de lo divino, trasunto de lo eterno.
Yo os los presento, Señor, porque ellos vie-
nen, en la fecha solemnísima que celebramos, a
renovar ante la grandeza y majestad del trono
de Alfonso X, que hoy ocupáis, los timbres de
su esplendor, y a impetrar el auxilio que vuestro
augusto poder puede dispensarles.
Señor: Las naciones modernas se acrecientan
y agigantan por la cultura; los Reyes se enalte-
cen por el amor que al saber de sus pueblos
profesan. Cuando el espíritu nacional luce con
intenso resplandor, los Tronos resplandecen
abrillantados en medio de su pompa; los Monar-
cas que legan a sus pueblos nuevos tesoros de
cultura, como fruto de un reinado próspero, de-
jan en la historia áureo surco, estela de gloria
que el tiempo, al pasar, no amortigua, sino que
aumenta e ilumina, porque sobre su nombre cae
la gratitud y la bendición de las generaciones
futuras. Así debe ser el vuestro, Señor; así será
de cierto; la Patria lo espera y nosotros todos
hacemos votos por que se realicen esas espe-
ranzas, para que la España futura, continuadora
de la de ayer, heredera de la de hoy, alcance en
lo venidero las alturas excelsas del pensamiento
y del poderío que la ciencia promete a cuantos
la buscan y practican en el seno de la hermosa
libertad.
11
l62 ANTÓN DEL OLMET. — TORRES BERNAL
— El 14 de junio del mismo año fué a Barcelo-
na para asistir al entiero del gran poeta catalán
Mosén Jacinto Verdaguer.
Su Excelencia estuvo en la Ciudad Condal so-
lamente horas.
—Pocos días después, el «9, fué el conde a
Zamora, acompañado del subsecretario de su
departamento, señor Requejo, para inaugurar las
aulas del nuevo Instituto.
En dicho acto pronunció un discurso que fué
muy aplaudido y elogiado.
— Para inaugurar las obras del Instituto (4 sep-
tiembre 902), fué el conde a Guadalajara acom-
pañado del subsecretario señor Requejo, los di-
putados y senadores por la provincia y gran nú-
mero de amigos particulares.
En el banquete con que le obsequiaron pro-
nunció un discurso del que son las siguientes
palabras:
"Sueño en que no haya nadie en España sin
saber leer y escribir; en que nuestro país esté a
la altura de las naciones privilegiadas, y en una
escuela con un maestro modelo en cada pueblo.
Todo ello — añadió — al amparo de una hermo-
sa y verdadera libertad."
CAPITULO XVI
EN LA OPOSICIÓN
Fundación del «Diario Universal».— Muere Sagasta.— Trabajos
para la designación de jefe.— En pro de la unión de los libe-
rales.-Brillantes intervenciones parlamentarias.— Contra
Nozaleda y contra el Concordato.
El año 1903 y en primero de enero, funda el
conde el Diario Universal y da la dirección del
mismo a aquel gran periodista que se llamó don
Augusto Suárez de Figueroa.
Poco después el partido liberal pierde a su
ilustre jefe, el señor Sagasta.
Desde aquel momento el conde consagra su
actividad a la obra ardua del nombramiento de
jefe de los liberales.
Tiene, desde su escaño de diputado, bastantes
intervenciones parlamentarias en defensa de su
magna labor al frente del Ministerio de Instruc-
ción pública.
Firma con don Fernando Merino la famosa
carta en que se pedía la reunión de una asam-
164 ANTÓN DEL OLMET. — TORRES BERNAL
blea que pusiese fin al pleito de la jefatura que
minaba al partido, y apoya con todo entusiasmo
al señor Moret, cuyo triunfo logra en los co-
mienzos del año siguiente.
Hace en el año 1904 el viaje a Sevilla con don
Segismundo, y poco después defiende en el Con-
greso una proposición contra el nombramiento
del P. Nozaleda para el arzobispado de Valencia.
Comenzó su discurso con estas palabras:
"Aquí, con luz y con taquígrafos, y frente a
un Gobierno de tanta acometividad como el que
preside el señor Maura, es necesario que se diga
si sólo los enemigos de la Religión y de la Pa-
tria son los que pueden combatir el nombra-
miento, pues eso no se puede tolerar.*
Demostró con razonamientos de índole políti-
ca, religiosa y jurídica, que en ningún concepto
estaba justificado el hecho, a no ser por el afán
del señor Maura de ir contra la corriente y do-
minar las olas embravecidas de la opinión,
Con don Fernando Merino trabajó en pro de
ia unión de los liberales.
Se ocupó en el Congreso con insistencia del
saneamiento de la moneda e intervino en el de-
bate sobre Marruecos, tan brillante y acertada-
mente, que creemos oportuno reproducir algu-
nos de los párrafos de aquel discurso:
"El Gobierno— dijo— lo conoce todo, pero se
escuda con la reserva diplomática, que ha traído
ios mayores males a España."
CONDE DE ROMaNoNFS 165
"Así se ha dado el caso de que España, per
ejemplo, haya estado comprometida durante cin-
co años en la Triple Alianza, sin que nadie lo
haya sabido, sin que apenas estuvieran en el se-
creto más que dos o tres personas; que España
no continuara dentro de la Triple Alianza, con
lo cual acaso se produjeron gravísimos males,
también por la reserva de dos o tres personas,
sin conocimiento ninguno, no ya del Parlamen-
to, sino de aquellas que ocupan las más altas po-
siciones políticas..."
Hizo a continuación historia de la negociación
que se entablara tres años antes por el partido
liberal, y en la que se defendían todos los inte-
reses de España.
Recordó que el señor Silvela, desde el banco
azul, declaró que no podía continuar el staiu
quo en Marruecos y que los intereses de España
estaban con Francia.
"Quizá— añadió — para la retirada del señor
Silvela haya influido la cuestión de Marruecos.
^Nosotros queremos que España reclame lo
mismo que se pedía en la negociación comenza-
da por el duque de Almodóvar del Río y cuyo
expediente conoce el Gobierno.
^Existen en esta cuestión dos políticas, como
dijo el señor Abarzuza en el Senado. Para mí es
la buena la del partido liberal, que estuvo a pun-
to de obtener de Francia un tratado que segura-
mente no obtendrá el Gobierno actual."
r66 ANTÓN DEL OLMET.— TORRES BERNAL
El discurso produjo gran sensación.
Combatió el Concordato.
Y en la misma legislatura disintió del señor
Moret con motivo de unas manifestaciones de
éste sobre la no inserción en el Diario de las
Sesiones de un discurso de don Alejandro Le-
rroux.
CAPITULO XVII
UNA ETAPA FECUNDA
Ministro de Fomento.— El viaje a Andalucía.— La cartera de
Gobernación.— Actividad sorprendente.- En Gracia y Justi-
cia.—La R. O. del Matrimonio civil.
En junio de 1905 el señor Montero Ríos nom-
bra al conde ministro de Fomento.
Atravesaba por entonces Andalucía aquella
crisis gravísima que conmovió a España entera.
Con objeto de estudiarla sobre el terreno y co-
nocer el mal en toda su intensidad y en todos
sus detalles, el señor conde de Romanones hizo
un viaje a la región andaluza; pero no uno de
esos viajes oficiales en los qu« el ministro nada
ve, ni se entera más que de aquello que antes de
abandonar el Ministerio ya. sibía, sino un viaje
de investigación y de estudio, recorriendo el
campo, visitando cortijos, hablando con los cam-
pesinos. Y todo ello con una temperatura de cua-
renta y dos y cuarenta y cuatro grados.
l68 ANTÓN DEL OLMET.— TORRES BERNAL
Consecuencia de este viaje fué una magnífica
Memoria en la que el conde de Romanones, lue-
go de describir en toda su crudeza la magnitud
formidable del problema gravísimo que minaba
a las provincias andaluzas, hacía frente al con-
flicto con la clara inteligencia de un verdade-
ro estadista, señalando todos los medios, de
conjurarlo que estaba decidido a llevar a la
práctica.
Durante el tiempo que el conde permaneció
en este departamento, su labor no pudo ser ni
más provechosa ni más intensa. Fomentó con
entusiasmo el crédito agrícola, promoviendo la
formación de sociedades que obtengan la ayuda
del Banco de España; ordenó la creación de
campos de demostración agrícola en todos los
Municipios de España; creó el Instituto Superior
de Agricultura, Industria y Comercio; logró que
las Cortes aprobasen una ley de Sindicatos Agrí-
colas, obra varias veces intentada y que las cla-
ses rurales necesitaban con urgencia; organizó
una comisión encargada de estudiar las corrier.-
tes de agua subterráneas, que p'jeden ser en
muchas regiones de España la solución del pro-
blema de ri::gos, e hizo, en suma, una labor tan
Vctria y tan completa que sólo su simple enun-
ciación convertiría este libro en un trabajo de-
masiado extenso.
No queremos, sn embargo, pasar por alto la
iniciativa feliz de aquella "Conferencia ferro-
CONDE DE ROMANONES 169
viaria* cuya utilidad fué unánimemente reco-
nocida.
Circunstancias difíciles de orden público hi-
cieron por entonces precisa la personalidad del
conde en el Ministerio de la Gobernación, de
cuya cartera tomó posesión en los primeros días
de diciembre del mismo año 1905.
Dicha etapa fué fecunda y una de las más ac-
tivas del ilustre hombre público cuya biografía
trazamos.
Mantuvo el orden en toda la nación con gran
habilidad y energía; hizo un viaje oficial a Bar-
celona de positivo resultado para el país; defen-
dió en el Parlamento su gestión con singular
acierto y sinceridad, y acompañó al rey a Ca-
narias.
Propuso el restablecimiento de las garantías
constitucionales en Cataluña , dando con ello
una prueba elocuente de sus ideas liberales; re-
formó los Cuerpos de Policía y Seguridad; pre-
sentó un proyecto admirable con un plan com-
pleto de reformas para Canarias, y otro concien-
zudamente estudiado sobre administración lo-
cal, lleno de ese espíritu práctico que caracteri-
za toda la obra de gobernante del conde.
En julio del año siguiente (1906) pasó a Gracia
y Justicia, donde también dejó huellas intensas.
Defendió los fueros del Poder civil y la rec-
titud de los Tribunales de Justicia. Dispuso que
los autos de procesamiento fuesen reflejo fiel de
170 ANTÓN DEL OLMET. — TORRES BERNAL
las actuaciones y no incógnitas indescifrables;
que los sumarios no se prolongasen innecesaria-
mente y que las empresas periodísticas, en caso
de denuncia, sólo sufriesen los perjuicios inevi-
tables y no otros que pudieran parecer buscados
con intención.
Dictó disposiciones para perseguir la adulte-
ración de vinos, y otras en relación con la vacu-
na, el uso de armas, etc., etc.
Con fecha 28 de agosto de 1906 publicó la fa-
mosa Real orden llamada del Matrimonio civil,
que produjo gran revuelo entre los elomentos
clericales, y fué objeto de una gran campaña.
En septiembre, y con motivo de la solemne
apertura de los Tribunales, leyó un discurso ad-
mirable, en el que señalaba las deficiencias de
la Administración de justicia, estudiaba el régi-
men penitenciario y se ocupaba de las medidas
de represión necesarias, ante las nuevas formas
dé delito, surgidas de la exaltación de las ideas
anarquistas. Todo ello dentro de la doctrina libe-
ral más amplia.
Poco después volvió el conde a la cartera de
Gobernación, en la que estuvo hasta la caída del
Gobierno en los comienzos de 1907.
CAPITULO XVIII
PRESIDENTE DEL CONSEJO
Nuevamente a Instrucción pública.— Cuatro meses bien apro-
vechados.—La Presidencia del Congreso.— La del Consejo
de Ministros.
El conde de Romanones siente de tal modo la
política y es de una actividad tan constante, que
no puede afirmarse de una manera categórica si
es en la oposición o en el Poder donde más tra-
baja.
Nos sugiere esta consideración el repaso de
la inversión dada por el conde a los tres años de
oposición que siguieron a la fecunda etapa de
gobierno que en el capítulo anterior queda so-
meramente consignada.
Tan pronto sale del Gobierno, S. E. consagra
especial atención al cuidado y organización de
las fuerzas liberales. Y no hay reunión ni mitin
dé importancia al que falte su ayuda valiosísima.
Realiza una formidable campaña contra el
172 ANTÓN DEL OLMET. — TORRES BERNAL
proyecto de ley contra el terrorismo, presenta-
do por el Gobierno del señor Maura.
Y el 14 de octubre de 1908 se levanta en su
escaño de diputado y explana una de las más
formidables interpelaciones que se han oído en
la Cámara popular sobre la política económica
del partido conservador.
El resto de estos tres años de oposición los
emplea el conde, aparte sus siempre brillantes
intervenciones parlamentarias, en trabajos de
organización y preparativos de elecciones.
En febrero de 19 10, al formar Gobierno el se-
ñor Canalejas, el conde acepta la cartera de Ins-
trucción pública.
Permanece en dicho departamento cuatro me-
ses. Y en dicho tiempo reforma el sistema de
provisión de cátedras y escuelas especiales, a fin
de evitar aquellas largas interinidades tan poco
provechosas para la cultura en general; organiza
la Inspección de enseñanza de todos los ramos;
modifica los servicios administrativos provincia-
les de la Instrucción primaria y funda el Centro
de Estudios Históricos, la Escuela de Roma, ei
Instituto Nacional de Ciencias Físicas y Natura-
les, la Residencia de Estudiantes y otros, que
pone todos bv^jo el Patronato de la Junta para
ampliación de estudios.
A esta época también corresponden los decre-
tos que llevan lecha 6 de mayo y 8 de junio,
dando a la Escuela Primaria organización gra-
CONDE DE ROMANONES I73
duada, declarándola nacional y fijando el sueldo
de los maestros con su correspondiente escala-
fón que evitaba la antigua movilidad del Magis-
terio, tan poco provechosa para la enseñanza.
Los cuatro millones de pesetas a que ascendía
la cifra de este aumento, fueron justificados por
el conde en una interesantísima Memoria.
Al constituirse las Cortes poco después, pasa
el conde de Romanones a ocupar, por derecho
propio de sus méritos indiscutibles, la Presiden-
cia del Congreso.
Y desde ese cargo, tan delicado y tan difícil,
el conde de Romanones robustece su personali-
dad política, destacándose desde el primer mo-
mento como el futuro jefe del partido.
Dos años después, cuando Canalejas, en no-
viembre del 12, muere cobardemente asesinado,
sucede al gran estadista en la Presidencia del
Consejo y en la jefatura del partido.
Da desde la cabecera del banco azul nuevas
pruebas de su talento de gobernante y de su ha-
bilidad parlamentaria. Aprueba los presupues-
tos. Firma el Tratado Franco-Español sobre
Marruecos. Y logra un presupuesto extraordi-
nario de trescientos millones.
Le sucede el señor Dato, y poco después so-
breviene la guerra europea. Esto ocurre el 4 de
agosto del 14. Quince días después, el 19, Diario
Universal publica "Neutralidades que matan", al
que dedicamos capítulo aparte.
CAPITULO XIX
NEUTRALIDADES QUE MATAN
Texto del célebre articulo, tan comentado y disentido, y al
que tanto debió España el dia de la paz.
En esta fecha publicó el Diario Universal el
célebre artículo "Neutralidades que matan".
Advertía el citado diario que el artículo no era
suyo, sino de uno de sus colaboradores, '*de los
que tienen y merecen más alta consideración",
pero que lo publicaba porque consideraba con-
veniente en aquellas circunstancias abrir camino
a toda idea que patrióticamente fuese expuesta.
Más tarde el conde de Romanones, hablando
con los autores de este libro, no sólo nos ha con-
fesado la paternidad de tan ruidoso artículo, sino
que ha ido en su amabilidad hasta el extremo de
explicarnos dónde y cómo lo escribió.
Fué en Sigüenza, durante uno de esos días
que el conde pasa todos los veranos en dicho
punto, dedicado a la caza.
176 ANTÓN DEL OLMET. — TORRES BERNAL
El artículo, como todos los que el ilustre jefe
del partido liberal escribe, fué dictado por el
conde a su secretario taquígrafo, señor Entre -
rrías, y enviado directamente a Diario Universal.
—Después, cuando vi que el artículo hacía
que se me fuese el partido — le hemos oído decir
al señor conde — estuve a punto de arrepentirme.
Pero la satisfacción de haber cumplido con mi
conciencia no dejó lugar al arrepentimiento.
El artículo decía así:
"España, pues, aunque se proclame otra cosa
desde la Gaceta, está, por fatalidades económi-
cas y geográficas, dentro de la órbita de acción
de la Triple inteligencia; el asegurar lo contra-
rio es cerrar los ojos a la evidencia; España,
además, no puede ser neutral, porque, llegado
el momento decisivo, la obligarían a dejar de
serlo.
„La neutralidad que no se apoya en la propia
fuerza, está a merced del primero que siendo
fuerte necesite violarla; no es la hora oportuna
para hablar de la indefensión en que se halla
España. Baleares, Canarias, las rías bajas y las
altas rías de Galicia, si pudieran hab'ar, si les
fuera dable quejarse, ¡qué cosas diríanl, jqué
tremendas imprecaciones habríamos de escu-
char! Cualquiera de los beligerantes que necesi-
te de estos puntos, ¿quién le impedirá ocuparlos?
Y entonces sucederá que los llamamientos y
protestas del débil neutral por nadie serán escu-
CONDE DE ROMAMONES l^^
chados, y quedaremos a merced de los aconteci-
mientos sin tener a quién volver la vista ni pe-
dir amparo en la hora de la suprema angustia.
„Si triunfa el interés germánico, ¿se mostrará
agradecido a nuestra neutralidad? Seguramente
no. La gratitud es una palabra que no tiene sen-
tido cuando se trata del interés de las naciones.
Germania triunfante aspirará a dominar el Me-
diterráneo, no pedirá a cambio de su victoria a
Francia, como en el año 70, la anexión de una
sola pulgada del territorio continental; la lección
de Alsacia y de Lorena no es para olvidada; pe-
dirá como compensación el litoral africano des-
de Trípoli hasta Fernando Póo, y entonces no
solamente perderemos la esencia de nuestra in-
dependencia, que radica en la neutralidad del
Mediterráneo; rota ésta, quedaremos a merced
del Imperio germánico; no podremos sostener
como nuestras, no podremos substraer a su codi-
cia las Baleares, y en el orden económico y finan-
ciero, la mira de aquellas naciones con cuyos
intereses estuvimos compenetrados, no podrán
ser compensados ni substituidos por la expan-
sión germánica.
„Por el contrario, si fuese vencida Alemania,
los vencedores nada tendrían que agradecernos;
en la hora suprema no tuvimos para ellos ni una
palabra de consuelo; nos limitamos tan sólo a
proclamar nuestra neutralidad; y entonces ellos,
triunfantes, procederán a la variación del mapa
12
178 ANTÓN DEL OLMET.— TORRES BERNAL
de Europa como crean más adecuado a sus inte-^
reses.
.fi»La hora es decisiva; hay que tener el valor
de las responsabilidades ante los pueblos y ante
la Historia; la neutralidad es un convencionalis-
mo que sólo puede convencer a aquellos que se
contentan con palabras y no con realidades; es
necesario que tengamos el valor de hacer saber
a Inglaterra y a Francia que con ellas estamos;
que consideramos su triunfo como el nuestro y
su vencimiento como propio; entonces España,
si el resultado de la contienda es favoi able para
la Triple Inteligencia, podrá afianzar su posi-
ción en Europa, podrá obtener ventajas positi-
vas; si no hace esto, cualquiera que sea el resul-
tado de la guerra europea, fatalmente habrá de
sufrir muy graves daños.
„La suerte está echada: no hay más remedio
que jugarla; la neutralidad no es un remedio;
por el contrario, hay neutralidades que matan/'
CAPÍTULO XX
UN GRAN DISCURSO SOBRE REFORMAS
MILITARES
La rebaja de edades— En defensa del soldado.— El principio
de selección.— Necesidad de la reorganización militar.
Es, sin duda, el conde de Romanones uno de
los pocos políticos españoles que siendo hom-
bre civil ha estudiado con interés el desarrollo
de los problemas militares. Y es que el insigne
hombre público cuya biografía trazamos sabe
que el Ejército es, por ley fatal de nuestra civili-
zación, el factor que más directamente intervie-
ne en la suerte de los pueblos.
Pero aún más estimable que esta atención,
prestada a problema tan importante como aban-
donado, es la sinceridad y el valor cívico admi-
rables con que, una vez estudiadas a fondo estas
cuestiones, supo el insigne político exponer en
pleno Parlamento su opinión, siempre atenta a
las necesidades más perentorias de la realidad,
l8o ANTÓN DEL OLMBT.— TORRES BERNAL
y las soluciones que a su juicio debían dársele.
He a continuación, y como prueba de lo que
decimos, el notabilísimo discurso pronunciado
por el conde en el Congreso el ii de noviembre
de 1915, siendo jefe del Gobierno el Sr. Dato y
ministro de la Guerra el conde del Serrallo.
Dice así la admirable oración:
No puede discutirse aislada-
mente la rebaja de edades.
,Jii^e estado vacilando, señores diputados, si
convendría comenzar esta discusión planteando
una cuestión previa, dirigiéndome al Gobierno
para rogarle que suspendiera el debate que aho-
ra ha comenzado, por entender que era más
lógico que el proyecto de ley de rebaja de eda-
des se discutiera, no ahora, sino después de los
otros proyectos que su señoría ha leído; porque
es mucho más capital, tratándose de la organiza-
ción militar, el proyecto de bases presentado
por su señoría que este otro de edades, que no
tiene ningún contenido sustancial y que es de
un aspecto interesante, pero secundario. Por
otra parte, este proyecto, que se refiere a las
plantillas en el Estado Mayor Central, parece
más lógico que su señoría no lo hubiera traído
por separado, sino al mismo tiempo que las ba-
ses de organización militar, pues allí tiene lugar
CONDE DE ROMANONES l8l
y su sitio adecuado, cuando hubiera su señoría
de fijar las demás plantillas. Pero no me decido
a plantear esta cuestión previa porque, enten-
diendo el Gobierno que las reformas presenta-
das por el señor ministro de la Guerra son ur-
gentes por referirse a la defensa nacional, quizá
habría de producir mal efecto que esta mino-
ría contestara a esa urgencia planteando una
excepción dilatoria. Yo no quiero excepciones
dilatorias.
£1 proyecto de rebaja de edades no puede
discutirse ni examinarse de un modo aislado:
forma parte, y en esto seguramente convendrá
el señor ministro de la Guerra, del total de las
reformas sometidas a nuestra deliberación. Por
eso, al examinarlo, forzosamente tendremos que
referirnos a la obra total presentada por el Go-
bierno, y, por lo tanto, al discutirse la totalidad
de este proyecto, necesariamente vamos a tener
también que discutir la totalidad de la obra pre-
sentada por su señoría. Por eso también hubiera
sido mejor no precipitar esta discusión, porque
tenemos que relacionar la rebaja de edades con
los proyectos que leyó su señoría hace tres días,
y siendo éstos tan extensos, la Cámara no ha te-
nido tiempo de formar concepto acerca de ellos.
Si al menos hubiera su señoría dejado pasar al-
gunos días, habríamos podido entrar en el deba-
te mucho mejor preparados.
l8& ANTÓN OEU OLMBT» — TORRES BERNAL
Orisfen de las reformas militares.
Tiene este proyecto, y toda la obra del señor
ministro de la Guerra, un precedente del cual
yo tengo que derivar todas las observaciones (y
procuraré que sean brevísimas) que voy a expo-
ner a la Cámara. El año pasado, en el mes de
diciembre, su señoría y el señor presidente del
Consejo requirieron el concurso de las minorías.
Tuvimos una reunión de carácter confidencial
y privado, y en aquella reunión, tanto el señor
presidente del Consejo, como el señor ministro
de la Guerra, dijeron a las minorías: "El presu-
puesto presentado y que vamos a discutir es un
presupuesto muy deficiente, no responde a las
necesidades del Ejército. Si las oposiciones lo
van a discutir, quizá en esa discusión se expon-
gan observaciones que puedan ser contrarias al
interés de la Patria. Nosotros pedimos a los je-
fes de las minorías que dejen pasar el proyecto
sin discusión." Su señoría hizo muy atinadas
observaciones acerca de la organización militar,
que oímos todos con gran respeto y considera-
ción, y todos, unánimemente, convinimos en de-
jar pasar en silencio el presupuesto del Ministe-
rio de la Guerra.
Pero ¿qué significa aquel acto, que envolvía
un compromiso recíproco? Pues era un pacto,
CONDE DE ROMANONES 183
un convenio entre el Gobierno y las minorías;
era la declaración de que el presupuesto era tari
malo que ni siquiera podía ser reformado y que
para que hubiera un presupuesto de Guerra
verdad era necesario presentar antes una serie
de proyectos de ley que abarcaran el conjunto
de las bases sobre las cuales tiene que desarro-
llarse la organización militar.
El compromiso del Gobierno*
Hecho esto, nosotros creíamos que era nece-'
sario consignarlo de una manera que no diera
lugar a duda alguna, y así se concertó con el
Gobierno; y en sesión pública, requerido el se-
ñor ministro de la Guerra por el señor Alba, se
convino aquí en que antes que se leyera un nue-
vo presupuesto de la Guerra se había de preseri''^
tar una serie de reformas. Admitido este princi-
pio por el señor ministro de la Guerra, el pre- *
supuesto se aprobó en el acto, sin que nadie pi- '
diera la palabra. Aquel silencio era la expresión
más elocuente que la Cámara podía adoptar para
juzgar el presupuesto que aprobaba. Y el pacto, '
señor ministro de la Guerra, se consignó en un '
artículo del presupuesto, redactado por su seño- '
ría, y que voy a leer:
Art. 15 del presupuesto, párrafo 2.°: «El Gó^i*
bierno, en el plazo más breve posible (han pasa* '
do diez meses), y en todo caso antes de que se
184 ANTÓN DEL OLMET. — TORRES BERNAL
discuta un nuevo presupuesto, presentará a las
Cortes proyectos de ley sobre organización de
un Estado Mayor y alto mando.
Organización militar, comprendiendo las re-
servas y la instrucción de las mismas.
Plantillas definitivas del Ejército.
Estadística y requisición.
Aprovisionamiento, municiones, vestuario, ar-
mamento, equipo, atalajes, etc., etc.
Reducción de Centros burocráticos.
Fomento de material, y muy especialmente
de artillería.
Recompensas en tiempo de paz y en guerra.
Campos de tiro y maniobras.
Nacionalización de industrias militares y fo- '
mentó de las fábricas nacionales.
Reorganización de la Junta de Defensa del
Reino.
Pensiones que tiendan especialmente a mejo-
rar la situación de las familias de los muertos
en campaña.
Igualmente se autoriza al ministro de la Gue-
rra para cuantas modificaciones requiera el pre-
supuesto de su Ministerio para 1915, con el fin
de que pueda llevar a cabo las reducciones ofre-
cidas de las cifras votadas."
Este extenso enunciado dice bien claramente
que no tenemos presupuesto de Guerra ni tene-
mos una organización militar que merezca en
realidad el nombre de Ejército.
CONDE DE ROMANONES tO^
Necesidad de un estudio detenido.
Partiendo de estos hechos que acabo de expo-
ner, se deduce con toda lógica que al examinar
y aprobar las reformas presentadas por su seño-
ría discutimos y aprobamos el futuro presu-
puesto de la Guerra. Por eso no podemos ir a
una discusión abstracta; tenemos que relacionar
la discusión de las reformas presentadas por su
señoría con el presupuesto: como que lo vamos
votando al mismo tiempo que lo vamos discu-
tiendo y vamos aprobando las bases presenta-
das por su señoría. De aquí la conexión que
tiene que existir entre la obra presentada por su
señoría y los presupuestos; de aquí la necesidad
de que tengamos que ser extensos en este debate
y al examinar la obra del señor ministro.
Cuando yo hablo del presupuesto de la Gue-
rra, cuando hago notar los defectos enormes
que contiene, me conviene, antes de seguir ade-
lante, hacer una declaración. No me refiero al
presupuesto de Guerra presentado por el gene-
ral Echagüe: me refiero a todos los presupues-
tos anteriores, incluso, como es natural, a aque-
llos presupuestos presentados cuando yo era
presidente del Consejo de Ministros y durante
el tiempo que me sentaba en ese banco como
ministro. Claro es que se me objetará que todas
esas observaciones que yo pueda hacer debí ha-
l86 ANTÓN DEL OI.MET. — TORRES BERNAL
cerlas cuando tenía la responsabilidad del Po-
der. Esto es muy cierto; pero esto no me hará
callar; porque ante la magnitud de la obra hay
que tener el valor de reconocer y proclamar los
errores, porque si no se reconocen nunca se po-
drá rectificar el yerro. (Muy bien, muy bien.)
En Eapaña no ha habido
política militar.
Ha llegado la hora de examinar el presupues-
to de la Guerra y la organización militar de Es-
paña y de proclamar que todos los procedimien-
tos seguidos hasta ahora para modificarla han
fracasado, señor ministro de la Guerra. Y no ha
fracasado la política militar de España porque,
desgraciadamente, España no ha tenido política
militar de ninguna clase. ¿Quién tiene la culpa
de que esto ocurra? ¿A quiénes corresponde en
primer término la responsabilidad? Las respon-
sabilidades en primer termino nos corresponden
a nosotros los hombres políticos, a nosotros los
hombres civiles; hemos pecado gravemente, he-
mos pecado por omisión: durante muchos años
se han dejado pasar los presupuestos de la Gue-
rra sin examinarlos; hemos aprobado unas ci-
fras sin saber lo que había detrás de ellas; han
venido aquí proyectos del Ministerio de la Gue-
rra y apenas si se han discutido; ha habido por
Conde de romanones 187
parte de todo elemento político una inhibición
completa de los grandes problemas militares, y
eso ha traído como consecuencia la situación
grave y penosa en que nos encontramos, y eso
no puede continuar y eso no continuará.
For eso nosotros ante estos proyectos no po-
demos ofrecer al Gobierno nuestro silencio, no
podemos ofrecer al Gobierno un debate somero
o un debate breve; nosotros ofrecemos al Go-
bierno nuestra colaboración, pero discutiremos
cuanto sea necesario para que la Cámara forme
un detallado concepto de la obra presentada por
el señor ministro, para que tengamos conciencia
de lo que votamos, para que no suceda lo que
ha sucedido hasta la hora presente. (Muy bien,
muy bien, en la minoría liberal.) Claro es que
ha habido excepciones: hay aquí diputados que
han discutido a fondo el presupuesto de la Gue-
rra; hubo discursos pronunciados por los orado-
res más elocuentes de la Cámara, como el gran
Salmerón, como el insigne Moret; pero esas
fueron obras aisladas, no tuvieron repercusión;
el ejemplo suyo no se siguió. (El Sr. Burell:
Y Canalejas. — El señor ministro de la Goberna-
ción: Y muchos otros.) También el señor Cana-
lejas, y agradezco al señor Burell la indicación
que me hace; pero no tuvieron repercusión, y
por eso nos hallamos en las condiciones en que
nos encontramos.
l88 \^~fy^ DEl. OLMET. -TORRES BERNAL
Hay que hacer ambien-
te para las reformas*
¿Por qué muchos de los proyectos presenta-
dos por los ministros de la Guerra fracasaban?
Fracasaban precisamente por los motivos que
estoy exponiendo ahora a la Cámara: porque
como aquí no se discutían los problemas milita-
res, como no hacíamos nada para que se forma<
ra un estado de opinión que pudiera colocarse
detrás defendiendo la obra de los ministros, los
ministros, que han sido siempre en España capi-
tanes generales o tenientes generales, cuando
presentaban su obra al Parlamento no tenían el
apoyo de la opinión, y en cambio tenían que lu-
char con los intereses creados, y esos intereses
creados les cerraban el paso por completo y de
una manera absoluta. Por eso no han prospera-
do reformas muy parecidas a las presentadas
por el señor ministro de la Guerra.
Yo me temo mucho que a pesar del empeño
del Gobierno no prospere la obra presentada
por su señoría, porque la opinión no se forma
más que con la difusión de las ideas, con la dis-
cusión, dentro y fuera del Parlamento; antes de
traer los proyectos al Parlamento, fuera de él, en
campañas de Prensa. Los proyectos para los
cuales no se ha preparado antes el terreno, con
CONDE DE ROMANONES 189
objeto de que sean conocidos por todo el mun-
do y puedan ser acogidos después, son proyec-
tos llamados a no prosperar; su señoría no ha
hecho nada para que se formase opinión, ni aun
entre los militares, y la opinión de aquellos a
quienes las reformas han de afectar principal-
mente debía haberse manifestado; era algo in-
dispensable; era una válvula de expansión, con
la cual su señoría no ha contado, y sin ella pue-
de ser que su señoría tenga graves, gravísimos
disgustos.
El anmento de los sr<uito« de Guerra.
He dicho que al e.\aminar las reformas de su
señoría tenía que referirme constantemente al
presupuesto. No temáis que vaya a entrar en
detalles, porque no sería oportuno y cansaría
vuestra atención; pero tengo que establecer ba-
ses para desarrollar las ideas que voy a expo-
ner brevemente. Lo primero que necesitamos
saber nosotros los diputados, es cuánto gasta-
mos en el presupuesto de Guerra. No voy a to-
mar como cifra exacta la cifra del presupuesto,
porque entre ésta y la realidad de las sumas
pagadas hay una diferencia enorme. Yo lo que
quiero es fijar bien este concepto: lo que en el
día de hoy gasta España en las atenciones de
Guerra y lo que ha gastado en los últimos años.
Para ello voy a leer las cifras de lo pagado por
igO ANTÓN DEL OLMET.— TORRES BERNAL
cuenta del departamento de Guerra desde 1905.
En el año de 1905 se pagaron por el presu-
puesto de la Península 145.569.182 pesetas.
En 1906, 163.774.925.
En 1907, 162.967.819.
En 1908, 169281.367.
En 1909, 218.207.196.
En 1910, 216.352.648.
En 1911,226.657.017.
En 1912, 197.066.137.
En 1913 se pagaron por el presupuesto de la
Península 211. 895.150 pesetas, y por el de Ma-
rruecos, IÜI.086.40Ü, que hacen un total de pese-
ta.s 312.981. 155.
En 1914 se pagaron por (^ I presupuesto de la
Península 171.912.391 pesetas, y por ti de Ma-
rruecos, 134.042.457, que hacen un total de pe-
setas 305.954.848.
Esta es la cifra exacta; sin embargo, podría
aumentarla sin que se me pudiera tachar de exa-
gerado, porque a esta cifra habría que añadir los
gastos de la Guardia civil y de Carabineros, que
importan 35 y 20 millones, respectivamente, y
lo que se paga por Clases pasivas militares, que
llegan a 60 millones. Es decir, que lo que paga
España por su presupuesto de Guerra asciende
a 400 millones, y este año seguramente la cifra
será mayor. (Expectación.) Yo, señor ministro
de la Guerra, no expongo estas cifras para pro-
ducir ningún efecto, ni tampoco quiero subra-
CONDE DS ROMANONE5 I9I
yarlas. A mí no me parece exagerado ni tampoco
me parece reducido el gasto. Claro está que ex-
traña que en los diez últimos años haya aumen-
tado el presupuesto de la Guerra en no por loo,
y al ver esto surge en seguida en el ánimo el
deseo de averiguar si al aumento de no por loo
en el presupuesto ha correspondido una mejora
de no por loo, y esto es lo que vamos a exa-
minar.
Forma defectuosa de pre-
sentación de los proyectos.
La cifra del presupuesto de la Guerra yo creo
que se determina por dos factores: por la nece-
sidad mínima de la defensa nacional y por la ne-
cesidad de obtener el máximo rendimiento útil
de la suma que se gaste. Así, pues, establecido
que gastamos, no ios 400 millones, no quiero
apoyarme en esta cifra, sino 300 millones, yo
quiero averiguar, si es posible, el rendimiento
útil de estos 300 millones; y claro es que esto
me servirá para después examinar las reformas
de su señoría, que, como decía antes, no las po-
demos examinar ni discutir en abstracto, sino
que las tenemos que relacionar con el presu-
puesto.
Esto era lo que yo me proponía: me proponía,
señores diputados, a mi entender con buena ló-
gica, al examinar la obra presentada por su se-
192 ANTÓN DEL OLMET.— TORRES BERNAL
floría, examinar también las repercusiones que
tuviera en el presupuesto, porque recordaba que
cuando el general Luque presentó unas refor-
mas muy parecidas a éstas, al propio tiempo
presentó a la Cámara un anteproyecto del pre-
supuesto, para que la Cámara tuviera idea, tu-
viera concepto y noción de lo que esas reformas
iban a costar. Su señoría había leído las refor-
mas el lunes a primera hora, e inmediatamente
después leyó el señor ministro de Hacienda el
presupuesto; y al día siguiente vine yo a la Cá-
mara, y recordando lo que dispone la ley gene-
ral de Contabilidad, pedí al Negociado corres-
pondiente que me diera el detalle del presupues-
to de la Guerra por artículos y capítulos y la
Memoria correspondiente. Tardaron en dárme-
lo, y yo insistí, no en mi curiosidad, sino en mi
necesidad de examinarlo, y al fin hube de ave-
riguar que se había dado por presentada y leída
una cosa que no se había presentado ni leído, y
que no existía presupuesto de la Guerra. (Ru-
mores.) Se habían leído los resúmenes por capí-
tulos y por artículos; pero ese no es el presu-
puesto que manda y dispone el art. 35 de la ley
de Contabilidad, que define bien los requisitos
que deben tener los presupuestos que se pre-
senten. Pregunté si había antecedentes de esto,
si en alguna ocasión en vez de presupuestos se
había enviado una hoja en blanco, y me dijeron
en el Negociado que no recordaban un prece-
CONDE DE ROMANONKS 1 93
dente como éste. (Nuevos rumores.) Yo no lo
censuro; pero paréceme que esto, por parte del
Ministerio de la Guerra, es una familiaridad ex-
cesiva para con el Parlamento.
Claro es que a mí se me dirá que como este,
presupuesto, el que ha presentado su señoría,/
contiene la cifra exacta del presupuesto vigente,
su señoría no tenía necesidad de presentar el
presupuesto ni de explicarlo en la Memoria;
pero es que esto no constituye justificación bas-
tante, porque aunque su señoría presentara un
presupuesto idéntico, su señoría estaba en la
obligación de presentarlo a las Cortes tal y como
lo exige la ley de Contabilidad, y su señoría no
lo ha hecho:"su señoría ha presentado una hoja
en blanco. Y además, no podía ser idéntico el
presupuesto, porque su señoría recordará el pá-
rrafo 1° del art. 5.° de este presupuesto, que
dispone: "Si hay bajas en lo consignado en la
sección 12, "Marruecos", esas bajas deben tener
su repercusión en la sección 4.*, "Ministerio de
la Guerra*. Y como ha habido cambios y modi-
ficaciones en el presupuesto de Guerra en Ma-
rruecos, ésas forzosamente tienen que traducir-
se en la sección 4.* del presupuesto de la Pen-
ínsula, y por eso el presupuesto de Guerra para
la Península para el año próximo no puede ser
el mismo que está rigiendo ahora: eso no es po-
sible. (Aprobación en la izquierda.) ¡Ah, esto
indica mucho: esa hoja en blanco es simbólical
13
194 ANTÓN DEL OLMET. — TORRES BERNAL
Eso quiere decir que como en el Ministerio de
la Guerra estaban acostumbrados a que el pre-
supuesto de aquel departamento se aprobara sin
discusión, creían que era innecesario tomarse
un trabajo más. Pero indica también otra cosa,
y es que su señoría no se ha dado cuenta de la
importancia que tienen sus reformas; no se ha
dado cuenta de que para nosotros lo principal
son esas repercusiones que van a tener en el
presupuesto, por lo cual, en realidad, nosotros
no podemos discutir estas reformas sin conocer
el presupuesto, y su señoría no ha debido pre-
sentar el presupuesto en la forma que lo ha
hecho : en eso ha sido su señoría poco respe-
tuoso para la Cámara.
Rendimiento de los gautou
de Guerra en España y
en las demás naciones.
Además, el pacto a que me he referido, de
diciembre del año pasado, decía que el señor
ministro de la Guerra presentaría una serie de
proyectos con antelación al presupuesto, con la
mayor antelación posible, para que se discutie-
ran, y después de ser discutidos tnvieran su
repercusión en el presupuesto. Y es que el se-
ñor ministro de la Guerra tiene, sin duda, de
la organización militar y de las reformas que ha
CONDE DE ROMANONES 195
presentado, un concepto completamente distinto
al que yo tengo: yo no separo las reformas del
presupuesto, y por eso insisto en la necesidad
de que al discutirse estas reformas esté en la
Cámara a disposición de los diputados el presu-
puesto. Esa hoja que su señoría ha dejado en
blanco es precisamente la que tiene que llenar
la voluntad soberana del Parlamento (Muy bien),
y solamente la voluntad del Parlamento. Esa
hoja está a disposición nuestra, y nadie más que
nuestra voluntad es la que puede dictar las cifras
que ha de contener. (Muy bien, muy bien.) No
es llegada la hora, lo haremos cuando se discu-
tan otros proyectos, de hablar de la repercusión
que en el presupuesto van a tener las reformas
presentadas por su señoría; pero si ahora lo
examináramos, veríamos que las economías que
encierran esas reformas son solamente aparen-
tes, porque en realidad entrañan un aumento de
gastos, y cuando estuvieran aprobadas y des-
arrolladas en el espacio de los años que su seño-
ría fíja, en vez de 400 millones gastaría España
en su Ejército 600 ó 700 millones. (Grandes ru-
mores.) Decía antes que lo que nos interesaba
más era determinar el rendimiento útil del pre-
supuesto, norma y criterio para examinar las
reformas de su señoría. Se gastan 300 millones.
¿En qué se gastan? ¿Qué hay detrás de esos 300
millones? ¿Qué servicio, qué dotación, qué orga-
nización?
196 ANTÓN DEL OLMET. — TORRES BERNAL
Cualquiera que se tome el trabajo de hojear
el presupuesto de la Guerra de los demás países
deduce en seguida un principio que puede ser-
virnos de canon: por cada millón de pesetas
gastadas debe haber i.ooo hombres y seis ca-
ñones.
Esto sucede en los ejércitos de la mayoría de
los países balkánicos y en Italia.
Yo no voy a esas cifras, porque se me dirá
que eso sucede en países nuevos que no tienen
las cargas que nosotros; pero aun no admitiendo
esas cifras, sustituyéndolas por la de 800, o, si
queréis, 600 hombres y cuatro cañones, que es
el rendimiento mínimo de todos los demás pre-
supuestos, va a ver la Cámara qué Ejército ten-
dríamos o qué es lo que debiéramos gastar en el
que tenemos.
España gasta 300 millones de pesetas para
tener —pongo el máximum de las cifras porque
algunas de éstas podrán ser discutidas— 140.000
hombres y 488 cañones. Si obtuviera de su pre-
supuesto no ya i.ooo hombres, ni 800 hombres,
sino sólo 600 hombres y cuatro cañones por mi-
llón (cifra límite del menor rendimiento admisi-
ble), tendríamos 180.000 hombres y 1.200 caño-
nes, o sea 78.000 hombres y 712 cañones más de
los que hoy tenemos. Después de estas cifras yo
creo que sería inútil hacer otra clase de comenta-
rios: se hacen por sí solos.
CONDE DE ROMANONCS I97
En defensa del soldado*
¿Y a qué es esto debido? Habría, señores, no
para hacer una exposición de una hora, para es-
tar hablando meses, si fuéramos a determinar las
causas por las cuales el presupuesto de la Gue-
rra español tiene el mínimum de rendimiento de
todos los presupuestos conocidos; y a mí me ha
parecido mejor, para facilitar mi trabajo y evitar
molestias a los señores diputados, proceder por
el sistema de eliminación. ¿Es que en España
los sueldos de los generales, jefes y oficiales son
superiores a los que disfrutan en los demás paí-
ses? No: poco más o menos son los mismos. ¿Es
que en España se destina al mantenimiento de
cada soldado una cantidad mayor quejen los de-
más países? Todo lo contrario: en Alemania el
sostenimiento de cada soldado cuesta 1.300 pe-
setas; en Francia, i.ooo; en Austria, 1.200; en
España, ¡ahí, en España quien lo paga es el sol-
dado; en España esa cifra no llega a 600 pesetas,
con lo cual el soldado no está bien atendido, el
soldado no está bien alimentado; cifra que no se
puede mantener, cuyo aumento nosotros tene-
mos que pedir. (Muy bien, ímuy bien, en las mi-
norías.— El señor Iglesias: ¡Muy bienl— El señor
Soriano: ¡Ya era hora de que se oyeran estas
cosas!— El señor Barriobero: Lo que hay es que
hacerlo cuando manden.)
198 ANTÓN DEL OLilET.— TORRliS BERNAL
¿En qué se invierte el
presupuesto de Guerra?
¿Es que para instruir a nuestro soldado -que
es lo principal en el Ejército— se gasta más que
en otros países? Pues si examinamos el presu-
puesto vemos que para la instrucción del soldado
no hay nada, o apenas nada, ni para la instruc-
ción individual ni para la instrucción por unida-
des. Nosotros no tenemos campos de instrucción,
no hay cifras para maniobras, no hay cifras para
ejercicios de tiro ni para nada de todo aquello
que son los elementos necesarios en los demás
países a fin de que el soldado esté instruido*
Aquí nuestros soldados se instruyen en los patios
de los cuarteles o en los paseos que los rodean»
y ésa no es la instrucción militar que se requiere
hoy. (Aprobación.)
¿Es que se gasta en material de guerra? ¿Te-
nemos ahora un material de guerra tan esplén-
dido que pudiéramos hacer economías en él? Yo
no quiero hablar de esto; comprenderán los
señores diputados los motivos que cierran en ab-
soluto mis labios: no quiero decir una sola pala-
bra que se refiera al material de guerra. (Rumo-
res.) Pero, ¡ah!, ¿por ventura tendremos prepa-
CONDE DE ROM ANONES 199
rada de tal modo la movilización de nuestro
Ejército que pueda ser para el día de mañana
una ventaja inmensa? Tampoco quiero hablar
de la movilización; lo único que hago es com-
padecer a los ministros de la Guerra, a su
señoría y a sus antecesores, por las preocupa-
ciones gravísimas que habrán tenido en su espí-
ritu cuando hayan pensado en lo que sería una
movilización en España.
Sin duda es que nuestro lujo han sido los
cuarteles; tenemos en éstos a nuestros soldados
alojados en tales condiciones como no se hallan
en ningún país del mundo. Está bien; al fin
y al cabo, si así fuera sería una compensación.
Pero el estado de los cuarteles lo conoce toda
España; lo conoce y lo deplora. Pero ha}' más: el
presupuesto que existe en Guerra para atender
a la terminación de las obras y edificaciones
destinadas a cuarteles, a las más urgentes y ne-
cesarias, asciende a 105 millones de pesetas.
Es decir, que viendo el presupuesto se puede
hacer la afirmación de que en esa materia todo
está por hacer.
Se nos dirá: No gastamos el dinero en la ali-
mentación del soldado, ni en su instrucción, ni
en material, ni en construcción de cuarteles;
pero en cambio tenemos un sistema de defen-
sas y de fortificaciones que son el asombro de
todos, y que además deben de dar al país una
seguridad inmensa de que su integridad ha de
200 ANTÓN DEL OLMET. — TORRES BBRNAL
ser respetada. No pongo a esto más que un
comentario: que las obras más urgentes para
fortificaciones están cifradas en el presupuesto
con 75 millones de pesetas, y esa cifra viene
rodando de año en año en el presupuesto del
Ministerio de la Guerra; y cuando se ha atendi-
do a otras cosas no se ha atendido a necesidad
ttan perentoria como ésta, sin duda porque se ha
creído que las fortificaciones podían esperar.
Agreguemos a esto que 25 millones consigna
el presupuesto para aumentar la potencia de
nuestras fábricas nacionales para material de
guerra.
Y respecto a nuestro sistema de comunicacio-
nes, que hoy es más principal, más necesario,
más esencial aún que el sistema de fortificacio-
nes, se puede afirmar que también carecemos
de él.
Las plantíllas*
Pero si no tenemos nada de esto, tenemos otra
cosa que puede ser envidia del extranjero: tene-
mos unas plantillas con las que podría haber su-
ficiente para un Ejército tres veces mayor. (Muy
bien.) Ya sé que a eso acude su señoría con su
proyecto, y estoy conforme. El exceso de plan-
tillas de nuestros generales, jefes y oficiales,
que tiene una explicación bien sencilla y bien
clara (que su señoría da en el preámbulo de su
CONDE DE ROMANONES 20I
pioyecto), ha producido en España gravísimos
daños; porque no ha sido lo peor tener un nú-
mero excesivo de generales, jefes y oficiales; si
todos hubiéramos tenido el valor de darles el
sueldo y no darles ocupación, la cosa no hubiera
tenido tanta transcendencia: lo peor es que te-
níamos que inventar la ocupación, y por inven-
tarla hemos llegado a una organización militar
deplorabilísima, y por eso se han causado males
tan grandes a España. (Muy bien.)
España es el único país del mundo donde las
reservas están mandadas exclusivamente por
jefes y oficiales de la escala activa, y esa es una
de las causas de aumento de personal. En los
demás países las reservas tienen una parte de
jefes en activo y otra parte, la mayor, de jefes y
oficiales de la escala de reserva: jefes y oficiales
que en tiempo de paz no son un peso para el
presupuesto y que en tiempo de guerra están
pagados como los de activo.
Se suele decir que si se reducen las plantillas
ahora, en caso de guerra no habría suficiente nú-
mero de jefes y oficiales, y todo eso que ahora
parece excesivo resultaría muy poco. Es verdad;
ya se sabe el desgaste que tienen en la guerra
ios cuadros de jefes y oficiales; pero es que si
hubiera una preparación de reservas suficiente
para darnos las fuentes de esa oficialidad no
sería necesario tener esos cuadros de activo.
Para eso se hizo la ley de Reclutamiento^ con
202 ANIÓN DEL OLMET.— TORPES BERNAL
admirable previsión, por el general Aznar, que
preparaba el medio de tener oficialidad en la
reserva. Mas para que esto hubiera sido efectivo»
era precisodesenvoiver los principios contenidos
en esa ley, y su señoría, en dos años, no ha he-
cho nada que conduzca a ese fin.
Falta proporción entre los cuadros y los con-
tingentes. Es también canon fundamental que no
exista compañía con menos de cien hombres; de
este número no se puede bajar. Pues en España
tenemos compañías en cuarenta y tt ntos bata-
llones con cien hombres; luego tenemos un gran
«lúmero de batallones con 70 hombres por com-
pañía, y después tenemos compañías en todos
los terceros batallones con dos hombres, y al
lado de esos dos hombres hay un cuadro com-
pleto de oficialidad.
Los Centros burocráticos*
También se nos puede envidiar por el lujo
de nuestros Centros burocráticos. Tenemos un
Ministerio de la Guerra que es una perfección,
que es una maravilla.
En el Ministerio de la Guerra, desde hace mu-
cho tiempo, no hay más que el personal que va
a conocer el Congreso: un capitán general, cuatro
tenientes generales, ocho generales de división,
14 generales de brigada, 42 coroneles, 67 tenien-
CONDE DE ROMANONES 2O3
tes coroneles, 133 comandantes, 277 capitanes;
total: generales, 27; jefes y oficiales, 519. (El
señor ministro de la Guerra: Todo eso lo quito
en mis reformas: de modo que ya cuento con el
voto de su señoría.) Por eso lo estoy exami-
nando.
Es decir, que tenemos un personal en el Mi-
nisterio de la Guerra que yo creo (puede ser que
la cifra esté equivocada) doble del personal que
existe en el Ministerio de la Guerra del imperio
alemán. Esto, sobre lo cual llamo la atención de
la Cámara, trae consecuencias muy gravea: una
de ellas, el afán inmoderado que se siente por
estar en Madrid, por vivir en Madrid: no parece
sino que en Madrid se vive de balde. (Risas.)
Todas las presiones que se hacen sobre los mi-
nistros de la Guerra son para vivir en Madrid,
hasta el punto de que después de haber dado es-
tas cifras, que tengo la seguridad de que no se-
rán rectificadas por su señoría, he de decir que
me he equivocado, porque hay que añadir algu-
nos otros jefes y oficiales que están también en
Madrid, en condiciones de agregados a ésta o a
la otra Comisión. De modo que esos 275 puede
que se aumenten en cien más, aquí donde existe
en el Ministerio de la Guerra un batallón de or-
denanzas que tiene cinco capitanes; porque en
el Ministerio de la Guerra los ordenanzas tienen
que ser mandados por capitanes, y para cuidar
del Palacio de Buenavista hay un coronel. (El
204 ANTÓN DEL OLMET.-- TORRES BEPNAL
señor ministro de la Guerra: Que lo quito.) ¡Ha
estado demasiado tiempo! (Risas.)
De todo esto, señores diputados, se deduce
con claridad meridiana, que no tenemos un ejér-
cito, que tenemos dos^ ejércitos: un ejército que
es el activo, el verdadero Ejército en la acep-
ción literal de la palabra, elemento en ejercicio,
elemento en efectivo, elemento combatiente, y
otro el ejército constituido por el elemento pa-
sivo, que es un verdadero peso muerto; y como
en el presupuesto se atiende quizá con más pro-
digalidad al elemento pasivo que al elemento
activo, resulta que surgen esas comparaciones a
que antes he aludido. (Muy bien.)
Es necesario también que su señoría medite si
ha llegado la hora de que los destinos se den en
forma distinta de como se han venido dando
hasta aquí, porque quizá si hubiera un turno en
ellos no se engendrarían esas dos castas que
hoy existen: la de los privilegiados y la de aque-
llos que están olvidados y consumen su vida en
las guarniciones de provincias. Parecía natural
que hubiera más peticiones, que su señoría se
viera más apremiado para dar destinos en aque-
llas guarniciones que tienen más importancia
estratégica: las guarniciones, por ejemplo, del
Pirineo.
Pues, por el contrario, todos sabemos que esas
guarniciones, que desde el punto de vista de la
defensa nacional tienen tanta importancia, son
CONDE DE ROM A NONES 205
las guarniciones que se pueden llamar guarni-
ciones de castigo.
Hay que reducir todas las
plantillas militares y civiles.
Quizá he subrayado demasiado los males que
se deducen del exceso del personal, del exceso
de plantillas en el Ejército, y no quiero conti-
nuar más por este camino sin hacer una afirma-
ción categórica: el Parlamento no tiene derecho
a reducir el exceso de personal en el Ejército si
al mismo tiempo no adopta igual criterio para
los demás departamentos ministeriales. (Apro-
bación.)
Nosotros tenemos que dar el ejemplo, porque
de lo contrario, se produciría en el elemento
militar un sentimiento que acompaña siempre a
la injusticia. (Muy bien.) Es excesivo el número
de generales, jefes y oficiales; no lo puede so-
portar el país; pero es igualmente excesivo, y en
idéntica proporción, el personal que existe en
todos los departamentos ministeriales. Desde el
año 1905 hasta la fecha el personal de los depar*
lamentos ministeriales se ha aumentado en un
13 por 100. (£1 señor ministro de la Guerra: En
40 millones.)jY si era ya excesivo el que había
el que hoy existe es imposible.
Pero yo no quiero que esto quede reducido a
una simple protesta: yo le digo al Gobierno lo
206 ANTÓN DEL OLMET. — TORí^ES BERN VL
siguiente: ¿Varaos a aprobar esa reducción de
plantillas? Pues esa reducción de plantillas no
puede tener eficacia mientras no queden reduci-
das las de todos los departamentos ministeria-
les. (Muy bien.) Y yo hago esta afirmación: el
partido liberal, en este presupuesto, en éste, no
en otro, exige esa reducción de las plantillas.
(Muy bien. Rumores prolongados.)
Pero, señores diputados, cuando yo hablo de
la amortización de las plantillas y digo que va-
mos a rogar al Gobierno primero, y a exigirle
después, que se aplique también la amortización
de un 50 por 100 a todas las vacantes en todos
los departamentos ministeriales, yo tengo que
confesar que me siento con muy poca fe para
que esto se consiga; porque en este mismo año,
en que el señor ministro de Hacienda declara
un déficit como el que ya conocemos; en que el
señor ministro de Hacienda declara que es ne-
cesario castigar los gastos; cuando estamos con-
vencidos todos de que el exceso de personal en
todos los Ministerios es evidente, se crea, a pe-
tición nuestra — fuimos muy inocentes cuando
formulamos esta exigencia al Gobierno — , se
crea en la Presidencia del Consejo de Ministros
la Intervención civil de los gastos de Guerra y
Marina, y sobrando personal en todos los Minis-
terios y teniendo que cumplir una misión que
hoy está realizada por otros funcionarios que
dependen del Ministerio de la Guerra, como son
CONDE DE ROMANONES 207
los que forman el Cuerpo administrativo de In-
tervención militar, era natural que las plantillas
de este nuevo Centro que se creaba en la Presi-
dencia del Consejo fuera recogiendo el sobran-
te de otros Ministerios, puesto que el sobrante
es evidente. Pero no. ¡Ah! Es que ésta era una
ocasión que se brindaba para complacer a unos
amigos, y no se podía desaprovechar; y, en
efecto, se creó la Intervención civil, de cuya
eficacia habré de ocuparme en otro momento,
con un aumento de gastos de 237.000 pesetas,
de las cuales 200.000 se destinan al personal, y
a un personal que conocemos todos. Claro es
que cuando esto se ve, ¿qué confianza podemos
tener en que el Gobierno de S. M. vaya a acep-
tar ese camino de las economías y de la reduc-
ción de plantillas?
Incumplimiento de las leyes*
•»
No puedo, señores diputados, callarme alga>
que late en el fondo de mi espíritu: cuando se-
discuten proyectos que se refieren al Ministe-
rio de la Guerra siento un recelo y una descon-
fianza muy grandes. Vamos a aprobar una ley
que, ciertamente, va a corregir grandes abusos
y defectos; pero como he visto tantas cosas no
puedo menos de pensar: ¿Es que en España bas-
ta con que una ley se apruebe por el Parí amen-
2o8 ANTÓN DEL OLMET, — TORRES BERNAL
to, se sancione por el Rey y se publique en la
Gaceta para que se cumpla? Porque yo he visto
muchos casos en que siendo los preceptos de la
ley terminantes, no se cumplen; y voy a expo-
ner un caso que creo tiene una gran relación con
el proyecto de su señoría y con el presupuesto.
El señor ministro de la Guerra, en las bases de
organización militar, trae, quizá como principal
fundamento, como fin primordial, la rebaja de
las plantillas, y esto parece una novedad que nc
tiene precedentes; parece como si hasta este mo-
mento ninguno de los ministros de la Guerra
que han ocupado ese puesto hubieran pensado
en la necesidad de reducir las plantilLa, como
si esta fuera una novedad que nos reservaba el
señor Echagüe. Pues no es así: desde los tiem-
pos del ilustre general Martínez Campos se vie-
nen dictando disposiciones para la rebaja de las
plantillas; lo que ha ocurrido es que se dictaban
las disposiciones y no se cumplían. Puedo estar
equivocado, señor ministro de la Guerra, y en
cuanto su señoría me lo demuestre me apresu-
raré a reconocerlo; estas materias son para mí
nuevas, y con facilidad puedo caer en error. Yo
creo que existe una ley de 19 de julio de 1889,
adicional a la Constitutiva del Ejército, y que
esa ley dice, refiriéndose a la amortización ("Co-
lección Legislativa" del año 89, pág. 550), lo si-
guiente:
"Las vacantes que por cualquier concepto
CONDE DE ROMANONES 2O9
ocurran en las plantillas orgánicas de todo el
Ejército durante el período de guerra las cubri-
rán en primer término los ascendidos por méri-
tos de guerra, y si terminada ésta hubiera al-
gún excedente, se aplicará a su amortización
el 50 por 100 de todas las vacantes, quedando el
otro 50 por 100 para el ascenso por antigüedad."
Esta ley no podía modificarse sino por otra
ley especial; pero como en Guerra ocurren co-
sas tan singulares y nuestra fiscalización está
tan descuidada, por culpa de todos, este precep-
to terminante de la ley vino a ser modificado
por un Real decreto que, manteniendo el princi-
pio, redujo la amortización al 25 por 100. Tuvo,
sin embargo, el ministro que dictó ese decreto
un gran acierto, que fué fijar el concepto de lo
que debía amortizarse, de las plazas que debían
considerarse vacantes; y a mayor abundamien-
to, en la ley de Presupuestos de 1907 se dispuso
que se amortizara el 25 por 100 de las vacantes,
bajo la responsabilidad personal del ordenador
e interventor del Ministerio de la Guerra. De-
cía con toda solemnidad la ley de Presupuestos
de 1907:
"El ordenador e interventor de Guerra, bajo
su responsabilidad personal, no hará abono al-
guno de haberes por ascensos que infrinjan los
preceptos de la ley adicional a la Constitutiva
del Ejercito o las de amortización establecidas
por este artículo."
14*
2IO ANTÓN DEL OLMET.— TORRES BERNAL
Aumento de personal desde 1907*
En esa misma ley se fijaban las plantillas en
la forma que voy a leer ai Congreso: 536 coro-
neles, 1.064 tenientes coroneles, 2.157 coman-
dantes. Esto es lo que mandó la ley, la ley, que
además había previsto la manera de hacer la
amortización; y, en efecto, desde 1907 se ha res-
petado de tal manera la voluntad del Parlamen-
to, que hoy existen, según el último "Anuario
Militar*, 655 coroneles, 1.3 19 tenientes corone-
les y 2.506 comandantes. Es decir, que des-
de 1907, rigiendo preceptos tan rigurosos, se
han aumentado las plantillas en 119 coroneles,
255 tenientes coroneles y 349 comandantes.
(Grandes rumores.)
Yo creo que el proyecto de ley presentado
por su señoría lo aprobaremos con toda clase de
requisitos, y será ley; pero ¿es que su señoría
cree que esa ley va a tener, por ser de su seño-
ría, una mayor virtualidad que ha tenido la adi-
cional a la Constitutiva del Ejército? Pues si la
ley Constitutiva del Ejército no se ha cumplido,
¿podemos nosotros, los diputados de la Nación,
tener confianza en que se va a cumplir la que su
señoría trae? Yo no tengo esa confianza (Rumo-
res), y mucho menos porque ésta es una ley de
Bases, que habrá de desarrollar el Ministerio, y
aquélla era una ley preceptiva.
CONDE DE ROM ANONES 211
Y me perdonará el señor ministro de la Gue-
rra que yo diga que no siento confianza; pero si
no se cumplió en épocas anteriores la voluntad
del legislador, con preceptos tan claros, no hay
razón alguna para que su señoría se crea supe-
rior a los demás ministros que le han precedido;
tanto más, cuanto que su señoría tiene un ante-
cedente que no es para inspirar confianza en
este particular: porque el señor ministro de la
Guerra, paladín hoy de la reforma de plantillas,
de la rebaja del personal, en el proyecto de pre-
supuesto que presentó al Congreso para 1915,
no solamente olvidaba el cumplimiento de las
leyes que acabo de citar, sino que sobre las ci-
fras que he leído traía el aumento de un gene-
ral y 61 jefes. De manera que su señoría tiene
en su historia ministerial este precedente, y no
creo que sea ofender a su señoría decirle que
no se puede tener mucha confianza en sus pro-
pósitos ulteriores.
La rebaja de edades*
Voy a referirme ahora concretamente al pro-
yecto que se discute: la rebaja de edades. Yo
no estoy conforme, antes lo he dicho, en consi-
derar, como su señoría lo proclama en su pro-
yecto de ley, que este proyecto de rebaja de
edades sea requisito indispensable para toda re-
forma y para toda reorganización.
212 ANTÓN DEL OLMET.— TOBRES BERNAL
Los pareceres sobre las edades están muy di-
vididos; en realidad, es un principio por todos
admitido que no hay juventud ni vejez, que hay
jóvenes y viejos, y que fundamentar solamente
en la rebaja de edades el tener un personal de
aptitud física necesaria para cumplir con sus
obligaciones, no es resolver el problema, por-
que puede haber hombres jóvenes que en reali-
dad estén llenos de achaques, que no tengan
aptitud física y que no posean lo que tiene tanta
importancia como la aptitud física, que es la
aptitud militar. Su señoría, como los demás mi-
nistros, ha salido al paso de esta objeción, y en
su proyecto incluye un artículo, el 7.", si no re-
cuerdo mal, que dice que "el ministro de la
Guerra podrá hacer que pasen a la reserva o pi-
dan el retiro los jefes y oficiales que sin haber
llegado a la edad no reúnan, sin embargo, las
condiciones de aptitud física necesarias", y de-
termina en qué forma se ha de proceder.
El principio de selección.
Me pasa con esto lo mismo que con la reduc-
ción de las plantillas, absolutamente lo mismo:
que no tengo ninguna confianza en que se cum-
pla, que anticipo que no se cumplirá. Este es un
principio, el de la selección, que está en todos
los Ejércitos. Yo he oído decir, no sé si estaré
CONDE DE ROMANONES 213
equivocado, que en Alemania, después de las
maniobras, si hay un general que no ha tenido
suerte, cuyas tropas no se han presentado en
buenas condiciones, que ha cometido faltas en
las maniobras, recibe del Ministerio de la Gue-
rra un pliego encerrado en un sobre; que este
sobre tiene un color determinado, verde o azul
y el general o el jefe que lo recibe no lo abre:
ya sabe que aquello quiere decir que inmedia-
tamente pida el pase a la reserva o el retiro.
Hasta ahora nuestros generales y jefes no han
recibido más que sobres blancos. (Risas.) Este
principio no es una novedad, no es una cosa que
se le haya ocurrido al señor ministro de la Gue-
rra ni a su Gabinete militar: este principio, con-
tenido en el art. 7.°, es una redundancia; y yo
siento desconfianza cuando se repiten esta clase
de preceptos. Su señoría lo único que hace es
reproducir el art. 32 de la ley Constitutiva del
Ejército, y yo le pregunto: Si esa ley, que es
fundamental, contiene un artículo tan claro como
el que voy a leer, y no se ha cumplido, ¿por qué
se va a cumplir ahora el mismo artículo, tan sólo
porque llévela firniade su señoría? Dice el art. 32
de la ley Constitutiva del Ejército, que además
se confirmó en una ley de 13 de febrero de 1912,
y que se repitió en una Real orden del general
Luque: «El ministro de la Guerra dispondrá el
pase a la sección de reserva del Estado Mayor
General y a la situación de retirados, respecti-
214 ANTÓN DEL OLMET. — TORRES BERNAL
vamente, de los generales, jefes y oficiales que
por carecer de aptitudes físicas y militares (su
señoría en su proyecto ha omitido «lo de milita-
res>) no se hallen en disposición de prestar ser-
vicio en filas>.
Pues si esto es disposición de la ley Constitu-
tiva del Ejército, que, además, no hace más que
recoger un principio que está consignado en las
Ordenanzas militares, que dicen que «cada ca-
pitán, por lo que respecta a su compañía, tendrá
la misma obligación que los coroneles en su re-
gimiento de enterarse bien de la conducta de
cada uno y solicitará la separación de los que sean
inútiles o pernÍGÍosos>; si este precepto tan claro
no se ha cumplido, ¿por qué se va a cumplir
ahora? Yo sé que no hay muchos casos, pero sí
que hay algunos en el Ministerio de la Guerra,
donde en documentos oficiales consta la falta de
aptitud física y militar (me refiero a tiempos an-
teriores), de algunos generales y jefes. El mi-
nistro de la Guerra debió resolver con arreglo a
este artículo de la ley Constitutiva del Ejército,
haciéndolos pasar a la reserva. No ha habido en
España un solo ministro de la Guerra que haya
cumplido el art. 32 de la ley Constitutiva del
Ejército; no se ha separado contra su voluntad a
ningún general ni jefe. Si se hubiera separado a
aquellos que no tenían aptitudes físicas ni apti-
tudes militares; si se hubiera cumplido este pre-
cepto de la ley, yo os puedo asegurar que el pro-
CONDE DE ROMANONES 215
yecto de rebaja de edades no sería, como es hoy,
una necesidad urgente.
Los liberales no opondrán gran-
des dificultades al proyecto.
No tema su señoría que el partido liberal
ofrezca grandes dificultades al proyecto que
ahora se discute. El fin que persigue lo persi-
guieron también otros dignos ministros de la
Guerra pertenecientes al partido liberal; lo cre-
yó esencial el digno general Weyler, y el gene-
ral Luque presentó proyectos con la misma fina-
lidad en tres períodos distintos: en 1906, en 1912
y en 1913; proyectos que casi son iguales^ idén-
ticos, al de su señoría. Por eso nosotros no po-
demos combatir este proyecto; de antemano tie-
ne el apoyo de la minoría liberal.
Si se hubiera hecho la selecci.n, vuelvo a de-
cir que ese proyecto sería innecesario. Además,
la guerra actual ha demostrado que el criterio
de la rebaja de edades no es el criterio mejor
para tener un personal selecto. Generales hay
hoy en los ejércitos que combaten que habían
pasado, por exceso de edad, a la escala de reser-
va. Tres meses antes de declararse la guerra, en
el mes de abril, se publicaba en Francia un de-
creto declarando que el general Gallieni conti-
nuara en el servicio activo sin limitación de
2l6 ANTÓN DEL OLMET.— TORRES BERNAL
edad. Esto demuestra que el cumplimiento de
esa condición no es indispensable para tener un
Estado Mayor apto.
Decía yo que este precepto de la selección no
se había cumplido, y se me olvidó decir por qué
no se cumplía. No se ha cumplido, ni es posible
que se cumpla, por un mal entendido compañe-
rismo: porque los ministros de la Guerra no pue-
den olvidar que si son consejeros de la Corona,
responsables ante el Parlamento, representantes
del Poder ejecutivo, son al mismo tiempo tenien-
tes generales, y la pesadumbre del compañeris-
mo es tal que cuando llega el momento de cum-
plir lo que la ley establece la pluma se detiene y
el ánimo vacila. Mal entendido compañerismo,
porque lo que puede favorecer a unos pocos per-
judica grandemente a la generalidad del Ejército.
El partido liberal, frente a las reformas que
habéis presentado no va a oponer una resistencia
sistemática. Recuerda sus antecedentes; recuer-
da que en los archivos del Congreso y del Se-
nado están muchos proyectos de ley semejantes
a los presentados por su señoría, y que no
pudieron discutirse o aprobarse por distintas
causas.
Necesidad de la reorganización militar*
Del programa del partido liberal forma parte
la necesidad absoluta y suprema de proceder a
CONDE DE ROMANONES 217
una organización militar en España; es decir, en
lo que respecta al Ejército, una obra de trans-
formación profunda: que tenga España ios ele-
mentos necesarios para defenderse. Nosotros en
este punto no ponemos límite, no nos asustan las
cifras. Sin embargo, nosotros no podemos olvi-
dar una ley que es fundamental: la relación es-
trecha que debe guardar el desenvolvimiento de
la potencia militar y el desenvolvimiento de la
riqueza nacional; porque olvidando este princi-
pio no se hace una obra útil ni duradera, no se
hace nada que pueda redundar en beneficio de
los intereses del país. ¿Es necesario aumentar
los gastos en Guerra? Con tal de que sea útil, a
ello vamos; pero al mismo tiempo, mejor dicho,
antes, tienen que preceder todas aquellas leyes
que tengan como consecuencia el desenvolvi-
miento de la riqueza nacional; porque no se pue-
de olvidar el ejemplo de Alemania.
Si Alemania desde el año 70 perfeccionó su
Ejército, y lo perfeccionó en la forma que hoy
contemplamos, no hizo ni se dedicó exclusiva-
mente a esta sola obra, sino que al propio tiem-
po desarrollaba, por todos los medios que a su
alcance estaban, la riqueza nacional; organizaba
su crédito; hacía que su comercio aumentase en
esta proporción: Alemania desde 1900 a 1910
aumentó su comercio en 7.300 millones; bien es
verdad que al propio tiempo aumentaba su pre-
supuesto en 2.700 millones. En cambio, nosotros
2l8 ANTÓN DEL OLMET.— TORRES BERNAL
en ese mismo período de tiempo aumentábamos
nuestro comercio en 155 millones y nuestro pre-
supuesto en 400; y claro es que cuando no se
conserva la proporción y la medida necesaria
entre factores tan esenciales como éstos, no se
puede hacer obra útil. Tenemos que rendirnos a
la verdad, a la realidad: reformas militares, sí,
con urgencia; pero al mismo tiempo el presu-
puesto que nos dé los medios necesarios para
sostener el Ejército; porque lo que no se conci-
be ni se puede concebir es un Ejército viviendo
a expensas del país; si esto se propusiera, el po-
derío del Ejército desaparecería, con la ruina de
la Nación. Si no hubiera tenido Alemania la or-
ganización financiera, la organización de crédito
que tiene, la organización de su riqueza nacio-
nal, a estas horas estaría vencida; porque a las
naciones no se las defiende sólo con los elemen-
tos armados, sino que se las defiende también
con la organización económica. (Aplausos.)
Frente a estas reformas que se han presenta-
do, yo digo al Gobierno: Si queréis que prospe-
ren, es necesario un período de preparación que
no se ha hecho, es necesario formar la opinión,
es necesario que os resignéis a una discusión
que sea detenida. En todos los países, en todos
los Parlamentos del mundo, las leyes que más se
han discutido han sido las leyes militares: aun
en aquellos países que no están sometidos al ré-
gimen parlamentario en absoluto, las leyes mili-
CONDE DE ROMANONES 2ig
tares se han discutido por todos los partidos, to-
dos han dado su opinión. Si su señoría no logra
convencernos de la utilidad de las reformas, esas
reformas no prosperarán, esas reformas están
irremisiblemente perdidas. El caso es tan grave
que conviene considerar que no es lícito some-
ter al Ejército a un período constituyente indefi-
nido, porque esto engendra más la desconfianza,
la inquietud y el recelo, y esto puede tener con-
secuencias graves. Si sus señorías se sienten
con fuerzas para llegar al fin del camino, ade-
lante; si sus señorías creen que podemos quedar-
nos a la mitad, no comencemos; esta clase de
obras no se hacen por etapas ni por partes, sino
que se hagan de una vez o no se hacen. (El se-
ñor presidente del Consejo de Ministros: A eso
aspiramos, a que se hagan de una vez.)
El Ejército no es responsable de todos los vi-
cios de organización que he apuntado. El Ejérci-
to es la primera materia, de condición tal que es
insuperable; lo que resulta es que esta primera
materia no ha sido bien moldeada por nosotros.
Por eso cuando hablo de vicios y defectos y de
la necesidad de reorganización para nada vuelvo
la vista al Ejército, que no tiene responsabilidad
alguna; en cambio, su lealtad está tan bien pro-
bada, que seguro estoy que todos, sin protesta
alguna, se habrán de someter a lo que el Parla-
mento decida en su voluntad soberana. Pero yo
difiero de su señoría en una cosa. Yo creo que las
220 ANTÓN DEL OLMET. — TORRES BERNAL
reformas que su señoría ha presentado no son
bastante radicales; que va quizá a corregir algu-
nos defectos de los que hemos señalado; pero
que, una vez aprobadas, en lo sustancial, la or-
ganización quedará la misma, y la hora es deci-
siva y no se puede desaprovechar.
El dilema para nosotros es tener Ejército o no
tenerlo. Frente a esas reformas presentadas por
su señoría, afirmo que hay que tener el valor,
aprovechando la hora presente, de arrojar el
molde y romperlo para hacer otro nuevo: sobre
los cimientos actuales no se puede edificar nada
seguro. Eso lo demanda algo que está por enci-
ma de todos, que es el supremo interés de la
Patria,
(Muy bien, muy bien. Prolongados aplausos
en la minoría liberal.)
CAPITULO XXI
DESDB EL PODER Y DESDE LA OPOSICIÓN
Francófilos y germanófilos.— El viaje a París.— El Gobierno
Nacional.— Su libro «El Ejército y la Política», en que anun-
ciaba todo lo que después le ha ocurrido a España en Ma-
rruecos.
Mediaba la guerra europea cuando el conde
de Romanones sucedió al señor Dato en la Pre-
sidencia del Consejo de Ministros. Eran aque-
llos momentos en que España, dividida en fran-
cófilos y germanófilos, más que a las necesida-
des propias atendía al espectáculo europeo con
el mismo frivolo entusiasmo y la misma incons-
ciencia que despiertan los partidismos entre los
aficionados a las corridas de toros.
El conde obtuvo el decreto de disolución del
Parlamento y convocó las elecciones generales.
Constituidas las Cortes, el ilustre hombre pú-
blico abandonó el Poder por entender, según
nota que hizo pública, que, existiendo una
222 ANTÓN DEL OLMET.— TORRES BERNAL
patente disconformidad entre la opinión del
país y la suya propia en la forma de apreciar
nuestra posición respecto a Europa, y creyendo
que no se debe gobernar a un pueblo en sentido
contrario al de su voluntad, dejaba la Presiden-
cia del Consejo de Ministros.
Gracias a este noble gesto, España tuvo en el
conde de Romanones el político de la Monar-
quía que, al firmarse la paz, pudiese encaí garse
del Poder e ir a París para dialogar en beneficio
de nuestra Patria con Wilson, Clemenceau y
Lloyd George.
S ílucionada con todo patriotismo y todo acier-
to la cuestión internacional— a más de la Presi-
dencia del Consejo, el conde se reservó en esta
ocasión la cartera de Estado—, consagró su aten-
ción al problema social, que iniciaba, especial-
mente en Barcelona, una nueva fase extraordi-
nariamente compleja.
Dueño siempre de sí mismo y consecuente
con los principios liberales de toda su vida, el
conde de Romanones hizo frente a este conflicto
con la elevación de miras de un verdadero go-
bernante europeo. Es decir, que antes que el
castigo el estadista quería ahondar en el proble-
ma y buscarle una solución y dar al proletario
aquello a que tenía derecho, para luego, eso sí,
con mayor autoridad, poder ser inflexible al exi-
girle el cumplimiento del deber.
Se opusieron a ello obstáculos de una extra-
CONDE DE ROMANONES 223
mada delicadeza, y el jefe del partido liberal,
antes que claudicar, abandonó el Poder.
En el Gobierno Nacional, que presidió el se-
ñor Maura, el conde desempeñó la cartera de
Estado. I
Al abandonarla pasó a la oposición, desde
la que, como siempre, su labor en el Parlamento
y fuera de él se destacó con brío.
Durante este tiempo— en los comienzos del
año 21— el conde ha publicado un interesantí-
simo libro titulado El Ejército y la Poliíüa,
tan interesante que toda la Prensa, con unanimi-
dad más elocuente por tratarse de político tan
combatido como el conde de Romanones, tuvo
para él elogios calurosos.
¡Lástima que los gobernantes españoles que
regían a nuestro país al publicarse ese admira-
ble libro, no acertasen a sacar de sus páginas
toda la sustancia que encierran!
Porque el conde de Romanones, en su libro
El Ejército y la Política, vaticinaba todo lo que
después ha ocurrido,
Y si grave es que un gobernante no sepa mi-
rar al porvenir, ¡qué no será que ni siquiera es-
cuche las voces autorizadas de alarma y los con*
sejos que tan directamente afectan al honor y a
la salud de España!
CAPITULO XXU
influencia de la guerra en los partidos
políticos
Notabilisimo discurso leido por el conde de Romanones,
como presidente del Ateneo de Madrid, el día 18 de enero
de 1919, en la sesión Inaugural del curso, sobre el tema «In-
fluencia de la guerra en la transformación de los partidos
políticos y en la composición de los Gobiernos*.
Notorio es que fué el conde de Romanones el
primer político español de la Monarquía que
tuvo, ante la gran catástrofe que conmovió al
mundo durante cuatro años, y cuyas consecuen-
cias aún no apreciamos en toda su intensidad,
una visión más rápida y más exacta del conflic-
to en toda su enorme magnitud.
Es también innegable — y aunque de ello nos
ocupamos con más detenimiento en otro lugar
de este libro, preciso es consignarlo aquí — que
las dotes geniales de estadista que adornan a
nuestro biografiado tienen su manifestación
más elocuente en las cuestiones internacionales,
15
226 ANTÓN DEL OLMÉT. — TORRES BERNAL
donde su fina perspicacia, el profundo conoci-
miento que tiene de la política extranjera, su
don de gentes y su tacto exquisito y enérgico a
un tiempo mismo, adquieren una tan espléndida
luminosidad que se imponen con la fuerza de lo
indiscutible.
Por todo ello, y más qué nada como la más
elocuente demostración, aunque innecesaria por
notoria, reproducimos el célebre discurso que
leyó en el Ateneo de Madrid sobre el tema que
encabeza este capítulo, discurso que reprodujo
en gran parte toda la Prensa de España, y que
mereció tales elogios y tan unánimes, que hu-
bieran constituido una consagración solemne,
si el ilustre jefe liberal no estuviese consagrado
ya como el primer estadista español.
Dice así la admirable pieza oratoria:
Señores:
Comienzo por confesar, con sinceridad naci-
da del fondo de mi alma, que no debiera ocupar
este puesto; por eso, al saludaros desde esta tri-
buna que tan altas figuras honraron, embarga
mi ánimo honda emoción. No debiera ocupar
este puesto, repito, poique no reúno aquellas
CONDE DE ROMANONES 227
condiciones que enaltecieron a mis predeceso-
res. Vuestra libérrima voluntad dispuso otra
cosa, y yo, acatándola, voy esta noche, en cum-
plimiento del precepto reglamentario, a inaugu-
rar el curso de J918 a 1919.
Constituye este acto para mí el honor más
grande de mi vida; la satisfacción que me pro-
duce rivaliza con la gratitud que os debo; fué
siempre la voluble Fortuna pródiga conmigo en
la vida pública. Aunque no sin ásperas y obsti-
nadas luchas, colmó con exceso todos mis anhe-
los; pero la política es... la política: cooperan a
ella factores tan especiales y heterogéneos que
no es extraño que, a veces, no resulten aciertos
sus preferencias al encumbrar a los hombres y
que puedan sus juicios ser reputados parciales
por falta de independencia; en cambio, llevada a
la máxima expresión, independencia que me
atrevería yo a calificar de bravia, es la caracte-
rística del Ateneo, refractaria al influjo de toda
clase de prejuicios y jerarquías externas. Por
eso, vuestra designación para presidiros debie-
ra llenarme de explicable orgullo, haciéndome
creer que en mí habíais encontrado, aunque yo
no las conozca, cualidades análogas a las que
adornaron a quienes me antecedieron en este
sitio. No temáis, sin embargo, que me engría;
no me queda ni la ilusión de la duda; veo claro
por qué me habéis elegido: quisisteis abandonar,
siquiera por una vez, el sistema de selección y
228 ANTÓN DEL OLMET.— TORRES BERNAL
ensayar el de la antigüedad: la escala cerrada.
Entonces recordasteis que hace treinta y cuatro
años, por vuestro voto, fui elegido secretario
cuarto de la sección de Ciencias Morales y Polí-
ticas; aquí hice mis primeros ensayos de discu-
sión política defendiendo mi Memoria: "El Ré-
gimen parlamentario y los Gobiernos de Gabi-
nete**; ocupé después, sucesivamente, todos los
puestos de la Junta de gobierno. Habéis querido
completar vuestra obra, y heme aquí.
Con demasía hablé de mi persona: perdonad-
me; os reitero mi profunda gratitud y paso a
tratar el tema que me propongo examinar esta
noche.
U
¿Podrá nuestro espíritu, al escoger un asunto
sobre el cual meditar, permanecer alejado por
un instante siquiera del hecho que durante cua-
tro años ha dominado por igual al mundo y a la
Historia? ¿Quién es capaz de sustraerse a la
emoción de esa tragedia inmensa? A pesar de
todos los horrores, de todos los sufrimientos
que hemos presenciado y padecido, son tan
grandes los hechos contemplados, tan sublimes
los ejemplos de abnegación y sacrifícío que a
CONDE DE ROMANÜNFS 229
cada hora se han ofrecido a nuestra vista, tan
extraordinarias las manifestaciones de la inteli-
gencia humana, que debemos sentirnos felices y
honrados por haber vivido estas horas sin par
en la Historia. Más de cuatro años han estado
casi todos los pueblos de Europa combatiendo
con encarnizamiento jamás superado; a torren-
tes se ha derramado la sangre; sucumbieron los
hombres a millones, segadas por la metralla las
juventudes y las generaciones viriles de los
grandes pueblos; los campos devastados y las
ciudades en ruina muestran al cielo su desola-
ción; los ayes de dolor atronaron los espacios y
tan de continuo se han repetido que ya no nos
conmovían; un pueblo joven y vigoroso de otro
continente rompió sus tradiciones y vino a Euro-
pa a intervenir en la horrenda lucha, a decidir-
la; mientras tanto, la conmoción revolucionaria
pasó como un huracán sobre países gigantes;
instituciones seculares se derrumbaron súbita-
mente; grandes naciones están siendo descuar-
tizadas; surgen Estados nuevos, trémulos y va-
cilantes aún, como hijos del estrago; las fronte-
ras se borran, se ensanchan o se reducen; hay
pueblos mártires, orladas sus frentes por el
laurel de la gloria, y reyes errantes limbados
por la desventura; los hechos trágicos se agol-
pan con fragor y tumulto de tempestad; la so-
ciedad tiembla; los fundamentos que creíamos
más inconmovibles se agrietan; los principios
230 ANTÓN DEL OLMr;T.— TORRES BERNaL
más inconcusos, base del gobierno de los pue-
blos, se quebrantan o desaparecen; una edad
histórica se ha hundido en ese piélago de san-
gre. Ante tal conflagración, ante tantos dolores
y estragos, el alma del creyente afirma que
ellos eran necesarios, indispensables para el
progreso de la Humanidad, para que de una vez y
para siempre la ley de la justicia quedara senta-
da sobre fundamentos inconmovibles, y resulta-
ra definitivamente vencedora de la fuerza, con-
dición única del respeto al derecho y a la liber-
tad, supremo bien, eterno ideal de todos los hu-
manos.
Caminamos rápidamente hacia una renova-
ción total de las viejas sociedades; la transfor-
mación ha comenzado ya, podemos ver sus aso-
mos tanto en el orden político como en el eco-
nómico y en el social; estudiarla plenamente en
sus relaciones con los principios que hasta aho-
ra han servido de cimiento a las organizaciones
humanas es empeño tentador, pero excesivo
para mis fuerzas, y acaso también prematuro:
me limitaré a señalar algunos hechos, significa-
tivos a mi juicio, y a exponer algunas conside-
raciones acerca de la "Influencia de la guerra
en la transformación de los partidos políticos y
en la composición de los Gobiernos". Este será,
pues, el tema que, en obediencia al reglamento,
procuraré desarrollar ante vosotros, con la bre-«
vedad posible,
CONDE DE ROMANONES 23!
III
jTransformación de los partidosl El tema es
aventurado, quizá obscuro y evidentemente pe-
ligroso, sobre todo para mí, que no puedo ol-
vidar que tengo mi libertad coartada por las
responsabilidades del Poder. Me decido, sin
embargo, a arrostrar el peligro, recordando que
en situación semejante a la mía se encontró
alguna de las más eminentes personalidades que
presidieron esta Casa (i). De esta transforma-
ción, ya comenzada pero aún no cumplida, so-
mos todos, en mayor o menor medida, actores,
espectadores o pacientes; a todos nos compren-
de la realidad perennemente en marcha; con
ella caminamos a través de los tiempos y apenas
si podemos darnos cuenta de sus cambios de
rumbo, como quienes navegan a bordo de un
barco difícilmente aprecian las variaciones de
ruta, tan ostensibles para quienes las contem-
plan de lejos; para apreciar plena y claramente
esa transformación nos hace falta la perspectiva
histórica, la visión panorámica de los hechos
sociales; pero esa complejidad y oscuridad del
tema añade importancia al fenómeno que me
propongo examinar.
(i) Don Antonio Cánovas del Castillo.
232 ANTÓN DEL OLMET.— TORRES BERNAL
Como quiero embargar vuestra atención el
menor tiempo posible, dejo a un lado las consi-
deraciones preliminares que el tema me sugiere
y acudo a fijar el punto de partida.
¿Qué son los partidos? ¿Estamos de acuerdo
sobre lo que unos y otros queremos expresar
con la palabra partido? Para evitar errores de
interpretación conviene asegurarse previamente
del sentido en que se emplean las palabras capi-
tales del razonamiento. La identidad de concep-
tos y de vocablos es condición esencial para en-
tenderse fácilmente; mucha parte de las discre-
pancias en las discusiones son imputables, no a
divergencias de pensamiento, sino a diversidad
de sentido en el empleo de una misma palabra.
Para evitar ese inconveniente yo recogería las
definiciones aceptadas por los teóricos y los
dogmatizantes; mas, cuando acudo a ellas, me
encuentro en mayor perplejidad, porque esas
definiciones— cuya transcripción omito por anti-
patía a todo alarde de erudición fácil — , aun te-
niendo algo común, varían entre sí conforme a
la subjetiva concepción de sus autores.
Adolecen casi todas ellas de atender más a lo
que debieran ser los partidos que a lo que son
en realidad; por esto me inclino a pensar que el
mejor medio de entendernos esta noche es decir
lisa y llanamente que empleo la palabra partido
con su sentido y alcance vulgares, el propio sen-
tido que estamos acostumbrados a darle en la
GONDE DE ROMANONES 233
conversación corriente; de esta manera es im-
posible la confusión. Hablo, pues, de las agrupa-
ciones de hombres que, actuando en la vida pú-
blica, con una organización y por tanto una dis-
ciplina más o menos perfecta y un ideal común,
usualmente denominamos partidos.
No he de hacer aquí una disquisición históri-
ca acerca de su e;íistencia y funcionamiento: bas-
taría refugiarse en la biblioteca de esta Casa
unas horas para saber mucho más de lo que yo
pudiera decir sobre este punto. Muchos son los
investigadores que se han ocupado en todos los
países en darnos la historia política de su Pa-
tria; pero en esta hora no es para mí de gran
utilidad la visión escueta de la Historia; no es el
hecho lü que importa, sino la explicación y la
interpretación del hecho; ¿y cuáles pueden supe-
rar en magnitud y trascendencia a los que con-
templamos en los días presentes?
Lo único que interesa consignar es que parti-
dos ha habido siempre, sean cuales fueren las
formas que revistiesen y los apellidos que lle-
varan. Para encontrar época o nación donde no
hubiere partidos, sería necesario hallar una co-
lectividad completamente muerta; donde hay vida
humana hay pasión y pensamiento; donde hay
pensamiento y pasión hay partidos. No toméis a
paradoja lo que voy a decir. ¿Sabéis cuándo na-
cieron los partidos en realidad? Cuando nació
el segundo hombre, en el supuesto de que no se
234 ANTÓN DEL OLMET. — TORRES BERNAL
le hubiese adelantado la primera mujer; porque
seguramente este segundogénito discrepó del
juicio del primer hombre, apreció las cosas de
distinto modo y aspiró a que prevaleciera su
criterio. He ahí el embrión de la lucha política,
de los partidos y del Poder. Si me apuráis un
poco afirmaría que los partidos existían antes,
aunque potencialmente, en el primer hombre;
porque el espíritu de contradicción es congéni-
to con la naturaleza humana; y la discusión crea
y justifica los partidos.
Por el crecimiento y mayor complejidad de las
sociedades humanas se hizo más varia e intensa
la actuación del hombre en la política; fueron
separándose los menesteres de la vida pública y
los de la privada y adquiriendo aquélla una vi-
bración correspondiente al progreso de las re-
laciones sociales, siquiera pesaran sobre ella,
para ocultarla o descubrirla, las oscilaciones de
la libertad y del despotismo, que, sucesivamen-
te, han inspirado el gobierno de las naciones. El
desarrollo de esa vida pública y de los partidos,
que son sus agentes, tomó paso de gigante en el
siglo xix; la instauración del sistema parlamen-
tario y la creación de la Prensa periódica fue-
ron los elementos que más contribuyeron a la
mayor intensidad de la vida de los partidos (i).
(i) Los partidos políticos son, en verdad, el producto
natural y propio del régimen constitucional y representa-
tivo. (Adolfo Posada, Ciencia polittca.)
CONDE DÉ ROMANONES 235
Merced a esta mayor intensidad de la vida polí-
tica surgieron y se fortificaron, convirtiéndose
de hecho, no sólo en los órganos de propaganda
de las ideas y fórmulas de gobierno, sino en ins-
trumentos ineludibles y necesarios para la cons-
titución y funcionamiento de esos Gobiernos.
IV
El mecanismo político de los países donde im-
peraba el régimen parlamentario funcionaba an-
tes de la guerra bajo dos sistemas. El más anti-
guo y autorizado encontraba su modelo en Ingla-
terra; los viejos núcleos influyentes en la vida
pública de aquel país se habían llegado a con-
centrar, casi a principios del siglo xix, en dos
grandes partidos: los tories y los wihgs, los con-
servadores y los liberales. Los grandes proble-
mas planteados durante esa centuria — protec-
ción y librecambio, autonomía de Irlanda, re-
forma agraria, reforma electoral, régimen colo-
nial, leyes confesionales— habían agrupado las
clases sociales de la nación británica en dos zo-
nas bien definidas, cada una de las cuales ocu-
paba una posición concreta respecto de esos pro-
blemas; las fórmulas defendidas por cada uno de
dichos bandos respondían¡a principios comunes,
236 ANTÓN DEL OLMET. — TOKRES BERNAL
teniendo una afinidad doctrinal que contribuía
poderosamente al mantenimiento y acción de los
dos grandes partidos. Disputábanse éstos la po-
sesión del Gobierno y alternativamente lo ocu-
paban, según el gradual crecimiento de sus fuer-
zas en la oposición: lo que gráfica y significati-
vamente se ha denominado régimen rotativo en
el disfrute del Poder. Este sistema ha sido co-
piado, ya deliberadamente, ya por impulso o
presión de circunstancias políticas, en otros paí-
ses con muy varios resultados y siempre con
manifiesta inferioridad, respecto de Inglaterra,
fundadora y maestra del sistema; porque si les
era fácil copiar de aquélla el sistema, les era im-
posible alcanzar la actividad y vigor de su opi-
nión pública, resorte indispensableparamantener
la cohesión y utilidad de los verdaderos partidos.
El otro sistema era el de grupos, cuyo modelo
más acabado ofreció la Francia del último perío-
do. Ausentes los grandes partidos, las fuerzas
parlamentarias se descomponían en fracciones
relativamente pequeñas, impotentes cada una
por sí y aun asistidas por algunas otras, para
asimir el Gobierno en condiciones de normali-
dad política. Así los Gabinetes tenían que ser
producto de las diversas combinaciones de esas
fracciones parlamentarias, provocando toda alte-
ración en la coincidencia de esos grupos una
obligada mutación en el Gobierno, aquejado así
de una inestabilidad extrema.
CONDE DE ROMANONES 237
No he de hacer aquí un examen crítico y com-
parativo de ambos sistemas; me basta con enun-
ciar el hecho, como antecedente, y casi conside-
ro baldías las discusiones encaminadas a decidir
cuál debiera haber predominado, porque ni el
régimen político ni los caracteres de la vida pú-
blica son fruto de la predilección consciente, a
veces caprichosa, de uno o varios hombres, por
muy poderosos e influyentes que se les imagine
y muy oligarcas que se les llame. El régimen
político es una emanación fatal e inexorable,
una expresión fiel y sintética de la estructura
social y la espiritual de un pueblo; cambia cuan-
do éstas se modifican; permanece mientras sub-
sisten.
Es alterando la estructura social y espiri-
tual, generalmente, al través de transformacio-
nes económicas, como los hechos históricos han
transformado la vida política de los pueblos, y
como, en mi sentir, la transformará de la manera
más honda la guerra europea.
Merecen quedar aparte, porque pertenecen a
un tipo constitucional distinto, los pueblos regi-
dos por el sistema representativo, de los cuales
son ejemplo Alemania y los Estados Unidos. La
diversa organización política y la existencia de
Estados autónomos, con intereses privativos,
complicaba su juego extraordinariamente y les
imprimía caracteres inadecuados aun para servir
de ilustración a un estudio sobre política de los
238 ANTÓN DEL OLMET.— TORRES BERNAL
países de tipo centralista y régimen constitucio-
nal (i).
Los partidos, grandes o chicos, en los países a
que me refiero, antes de agosto de 1914, tenían
un rasgo común: el proponerse como finalidad
inmediata la conquista del Poder. De esta suerte
(i) Los partidos nacionales (en Alemania) están dividí-
dos en todos sentidos por los sentimientos y los intereses
diferentes de los diversos Estados de un Imperio tan des-
igual. Prusia sostiene la monarquía que irrita a los Esta-
dos de menos importancia; sus hombres de Estado se opo-
nen a los progresos del liberalismo que los representantes
de los pequeños Estados verían con gusto desenvolverse.
Sin embargo, no puede haber allí ni partido de Gobierno
responsable, ni regla alguna constitucional determinada.
(Woodrov Wilson.— £■/ Estado, § 529.)
«En el régimen político de los Estados Unidos— dice La-
veleye— , los ministros nombrados por el presidente no
dependen de las Cámaras, en las cuales no tienen derecho
a entrar, ni aun para defender sus proyectos. Los Gobier-
nos de Gabinete no existen, pues, de ninguna forma en
América. Así, el mecanismo gubernamental difiere total-
mente del de Inglaterra y délos nuestros. Las Cámaras y
los ministros obran en esferas separadas y no tienen, por
decirlo así, acción alguna los unos sobre los otros. Una vo-
tación del Parlamento no puede derribar al Ministerio; en
realidad, no hay sino secretarios de Estado, que dependen
del presidente,
•Este sistema tan contrario a todas nuestras ideas sobre
el régimen representativo, ofrece, sin embargo, diversas
ventajas. El presidente puede nombrar ministros a las
personas de más capacidad para cada servicio o función,
sin tener que atender a las exigencias de los grupos y a las
intrigas parlamentarias. Los ministros, no hallándose ab-
CONDE DE ROMANONES 239
el medio se convertía en fin, falseando la natu-
raleza del partido como instrumento social y vi-
ciando todas las actividades políticas. El acha-
que no era privativo de España, sino general en
los Estados constitucionales (i).
Inicialmente los partidos son concreciones de
sorbidos por el incesante cuid .do exigido en Europa para
conservar las mayorías, tienen tiempo de 'ocuparse en los
asuntos del país. Pueden contar con un plazo de cuati o años,
y aun tal vez de ocho, si el presidente es reelegido, en vez
de ser renovados cada seis meses como en Francia y en
Italia. Nü se hallan a merced de las exigencias de los dipu-
tados porque éstos no pueden despedirlos. Las luchas par-
lamentarias no agitan apenas al país, porque los discursos
pronunciados en las Cámaras son leídos como trozos de
elocuencia o disertaciones instructivas que ilustran al pú-
blico, pero que no terminando por votaciones que cambien
la dirección de los negocios públicos, no apasionan a la
opinión. La soberanía del pueblo se manifiesta periódica-
mente y entonces es absoluta, puesto que elige a todos los
altos funcionarios; pero en los intervalos, aquellos a quie-
nes ha elegido pueden gobernar en el límite de los poderes
que les son conferidos.» — (Emile de Laveleye. — Le gouvgr-
mment datts la dentocraíie.—Lih. K, cap. IL— París, 1891,
página 120.)
(i) En las democracias, gobernadas por mayoría, la
conservación del Poder, cuando ya se posee, o su conquis-
ta, cuando se ha perdido, son la primera necesidad de los
hombres políticos. Este cuidado predomina sobre los de-
más. La batalla interior absorbe todas las fuerzas, y las
negociaciones de fuera se subordinan a la estrategia de
dentro. Se arriesga la pérdida de un Imperio por ganar o
salvar un voto.— (Vicomte D'Avenel. —Les frangais d«
mon temps.—Farís, pág. 58.)
240 ANTÓN DEL OLMET. — TORRES BERNAL
la opinión pública que aspira a la realización de
un ideal político o a imprimir determinada di-
rección a la obra del Gobierno; su razón de ser
y su fin primordial es, por consiguiente, la con-
secución de aquellos ideales que los han forja-
do. Medio para la realización de esos ideales, no
único, pero si el más directo, es el desempeño
del Gobierno. Por una substitución muy huma-
na y casi inevitable en la dinámica espiritual
cuando no actúan los frenos adecuados, el egoís-
mo personal y el interés propio reemplazan a
toda función delegada y los ideales son pos-
puestos al ansia de ocupar el Poder, transigien-
do en aquéllos para conseguir éste y conser-
varlo. Este proceso se realiza inevitablemente
apenas la opinión pública, la masa de un partido
ajena a la función gobernante, se inhibe (i). Tro-
cado el medio en ñn, toda conducta de los par-
tidos responde a dos necesidades: mientras está
en la oposición, vencer al contrario y obtener el
Poder como premio de la victoria; y, cuando lo
ha obtenido, conservarse en él durante el ma-
(i) Expresando este mismo concepto, hacía don Anto-
nio Maura esta insuperable pintura eo el discurso pronun-
ciado el 21 de abril de 1915 en el teatro Real: "Pero desde
el instante en que la opinión se ausenta y la ciudadanía se
eclipsa y quedan sólo los intereses y los egoísmos y la
labor interna que, de abajo arriba, va labrando natural-
mente la contextura de un partido, ¡ah!, entonces el pano-
rama es totalmente diverso; entonces las abnegaciones en
pro del bien público no tienen recompensa; entonces ya
CONDE DE ROMANONES 24!
yor tiempo posible, defendiéndolo como se de-
fiende la propiedad más querida y sagrada.
A estas dos necesidades se acomodaba, no
pocas veces, la conducta de los partidos, lo mis-
mo la de aquellos que lo confesaban llanamente,
que la de cuantos hacían parada de austeridad,
fingiendo, de buena íe, desprendimientos y abne-
gaciones más justificadas en los deseos que eii
los actos y en las realidades.
Muchas y muy dolorosas consecuencias se
derivaban de esta desviación de la actividad po-
lítica de los partidos; la más inmediata era Ja
permanencia en la vida pública de una organi?
zación forzosamente estéril cuando el partidO|
forjado originariamente para la realización de
un ideal, quedaba falto de un fin noble, ya por-
que este ideal era conseguido, ya porque era
abandonado; mientras que, consagrado el par-
tido a la conquista y posesión del Poder, care-
ciendo de todo jugo doctrinal y de todo aliento
romántico, que es como la levadura indispensa-
ble en todos los movimientos sociales, continua-
ba ocupando su sitio y actuando como instru-
se sabe que el partido no se mueve por la opinión, sino por
la dominación, y tiene que sacar de la dominación la fuer-
za. De modo que el Estado, el Poder, la jurisdicción, el pre-
supuesto, los intereses, son un botín de guerra y una in-
tendencia los Gobiernos, pero para el Ejército, para la
clientela, para los del partido y contra los demás. Y se
ka eclipsado y ha muerto toda idea de justicia y ds bien
público".
16
642 ANTÓN DEL OLMÉT. — TOftRES fiERNAL
mentó de gobierno al cual inevitablemente co-
municaba su propia esterilidad (i). Su esfuerzo
se aplicaba por entero a mantener la máquina, a
hacer marchar la máquina cuando ya no tenía
trabajo que realizar. Seguro de llegar al Poder,
¿a qué pensar en la renovación de su programa
ni en buscar solución a los problemas que las
nuevas realidades presentaban? Y ¡cuan difícil
era, aun queriéndolo, acomodarse a las exigen-
cias de éstas! Cuando los partidos llegan a cris-
talizar y el llamado espíritu de partido, el parti-
dismo, se exacerba, sin darse cuenta pierden su
contacto con la opinión pública; creen que la si-
guen representando cuando de ella están ya
muy lejos; toman por verdadera opinión públi-
ca el conjunto de sus propios intereses trabados
entre sí, intereses cuyo servicio constituye la
razón capital de la existencia del partido, y
esto es lo que principalmente dificulta su adap-
tación sincera, su compenetración necesaria con
las nuevaa realidades de la vida pública.
Aunque el partido quiera transformarse, con-
vertido en máquina para el disfrute del Poder,
(i) Véase lo que ocurría en Francia: «Lo que debe con-
solarles es que, fueran diputados o ministros, no realiza-
rían ninguna de las reformas que proyectan. Intimidados
por los peligros que ofrecen sus opiniones incoherentes,
los eligidos del pu«blo han tomado el partido de buscar la
salud en la impotencia».— (D'Avenel: Les franfaia de nton
temps, pág. 39.)
CONDE DE R MAN NES 243
resulta incompatible con los nuevos programas,
a los cuales tiene inevitablemente que cerrar el
paso; y los intereses creados (i), los eternos in-
tereses creados, con toda su fuerza, por instinto
de conservación, atajan el camino a todos aque-
llos otros elementos juveniles y capaces que, in-
jertados en el viejo tronco, podrían dar a éste el
vigor necesario para afrontar los nuevos proble-
mas y las nuevas luchas.
El abandono de los ideales políticos y la pre-
ocupación exclusiva de realidades egoístas traen
consigo el escepticismo en la doctrina, el sofis-
ma en la política y la ambigüedad en la conducta;
bastardean los principios a fin de darles la flexi-
bilidad precisa para poder esquivar los estorbos
en el avance hacia el Poder y para hacerlos
adaptables a todas las situaciones y circunstan-
cias de momento.
Pero los partidos para defenderse, fortificarse
y luchar necesitan satisfacer constantemente el
afán de dominación de sus componentes: de
ahí los abusos a que el interés de partido llevó
casi siempre, contra la voluntad de sus elemen-
tos directivos, a todas las agrupaciones políticas
hasta la hora trágica en que comenzó la guerra;
abusos que, sistematizados y personificados, dan
por resultado el régimen de vida pública que
(i) Los partidos— dice Mr. Harold Spender en The Con-
ttmporary Review, refiriéndose a losbritánicos— se han con-
vertido en «intereses creados». Febrero 1918.
244 ANTÓN DEL OLMET.— TORRES BERNAL
solemos anatematizar con la palabra "caciquis-
mo" (i).
En esta misma desviación de los partidos se
engendraban las causas de su decadencia y di-
solución. Porque el ideal político agrupa a los
hombres y mantiene su cohesión de dos mane-
ras: por el impulso interno de cada uno de ellos,
que desinteresadamente les mueve a cooperar
en la realización de nobles aspiraciones comu-
nes, y por la presión externa ejercida sobre ellos
por aquella parte de la opinión pública en cuyo
nombre actúan y cuyos adalides declaran ser.
Pero desvanecido o eclipsado el ideal, trocada
(i) El conjunto de los abusos cometidos por los partidos
políticos para asegurar su dominación, constituye la reali-
dad jurídica política en España. Su denuncia forma la
ocupación diaria de la Prensa periódica. Para apuntarlos
y anatematizarlos se ha escrito literatura tan copiosa que,
no ya citarla, sino sencillamenta enumerarla, consumiría
más espacio del que puedo disponer. Séame lícito, sin em-
bargo, recordar la información abierta en esta casa, por
iniciativa del insigne Costa, sobre Oligarquía y Caciquis-
mo, y hacer una referencia a palabras pronunciadas por
Maura en su ya citado discurso del teatro Real: "fín reali-
dad, el ciudadano español vive sometido a un género de
tiranías que no habían conocido los siglos, porque los más
truculentos tiranos, no ya de la Historia, no ya del Teatro,
sino de la leyenda, por feroces que fuesen, tenían un radio
de acción limitado, y los pobres diablos, y muchos que no
eran ni pobres ni diablos, se libraban de la tiranía; pero
ahora, no. Ahora la tiranía está enroscada al cuerpo so-
cial, en un contacto insolente, con todas las partes de su
cuerpo; porque es una jerarquía; porque empieza en la
CONDE DE ROMANONES 345
la finalidad del partido, desaparece la más pura
fuerza aglutinante. Queda sólo como sostén el
propio interés de cada partidario; y como la
masa no profesional de la política no recibe be-
neficio directo de la conquista del Poder, se
ausenta del partido y quedan sólo los profesio-
sionales. Y de esta situación se derivan dos efec-
tos ineludibles: uno, la ineficacia del partido
para toda obra importante, aunque sea acometi-
da con la mejor voluntad y el más recto propó-
sito, y otro, la necesidad en que se encuentra el
director de esa fuerza política de hacer a cada
instante el recuento de los que le siguen y ana-
lizar el valor cuantitativo de cada uno de ellos,
última aldea y acaba en lo más alto, formando una jerar-
quía tal que, cuando hay un tropiezo en la dominación del
inferior, por grados hasta donde sea menester se llega a la
imposición suprema con una potencia formidable, como
que, al cabo, por el engranaje de obligaciones, tiene que
resultar apoyada la voluntad, la tropelía, el deseo, el im-
pulso del último de los caciques de la última aldea, por el
más encumbrado personaje, que suele ignorar lo que apo-
ya, pero que lo tiene que apoyar, y ya lo he dicho, es una
vinculación inversa, es la obligación del superior de apo-
yar las cosas que ha discurrido e implantado el infe-
rior.»
Acerca de la política en Francia, puede consultarse el
interesante capítulo I del libro II de Fremitres fonséqutn-
c«s de la guerrt, de Gustave Le Bon,
Un fácil espigueo por la literatura política de otros paí-
ses proporciona numerosos bosquejo» análogos a los de
Maura y Le Bon.
246 ANTÓN DEL ÜLIÍET.-TORRIS BERNAL
valor que debe predominar sobre el cualitativo,
so pena de debilidad y vencimiento.
Antes de pasar adelante en este análisis, un
poco doloroso para mí — vosotros noblemente lo
reconoceréis — , de la situación de los partidos al
sobrevenir la guerra, quiero hacer una salvedad:
es evidente que no me refiero a España exclusi-
vamente, que hablo de los partidos políticos de
casi todos los países del mundo civilizado.
Una de las cosas que al principio sorprenden
cuando se repasa la literatura crítica de la vida
pública en los diversos países, es la identidad de
las quejas, la uniformidad de las censuras, la
igualdad de los reproches y la semejanza de los
vicios denunciados y condenados. De lejos todos
los paisajes son hermosos; lo mismo acontece
con la vida pública. A la mente acuden los nom-
bres de varias naciones cuyos partidos parecen,
vistos a distancia, llenos de vigor y lozanía, y,
sin embargo, los hombres más autorizados de
esas mismas naciones los declaran caducos y
agotados (i). Pero es seguro que, a pesar de mi
propósito, cuantos me escuchan, al ver esta di-
sección que de los partidos políticos hago llevan
su pensamiento a España. Acaso si pudiera evi-
(l) El verdadero vicio de los partidos (se refiere el
autor a los partidos ingleses) es hacer del partido una fina-
lidad y no una política; es rehusar la lenovación de la po-
lítica cuando está exhausta. Es persistir en mantenerla
máquina cuando no tiene ningún trabajo que realizar.—
Harold Spender: The Contemporary Revüw. Febrero 19 18.
CONDE DE UOMANCNES 247
tarlo tampoco lo evitaría, porque España, por ser
lo que más amo, es la que absorbe más mi pen-
samiento puesto en su presente y en su porve-
nir; llevo el ensueño de su renovación y engran-
decimiento más que en la mente en el corazón.
Con mis palabras no me propongo zaherir a na-
die: ¿cómo iba a hacerlo, si al estampar esta crí-
tica tengo que hacer examen de conciencia y no
debo olvidar las que pudieran ser mis propias
culpas y responsabilidades? Pero ante vosotros
sería indigno que yo atenuara mis juicios, o que
diera en ellos paso a la mentira.
No sería justo tampoco, al formular estos jui-
cios de los partidos, a) hacer su disección impla-
cable, no recordar que si sus pasadas culpas fue-
ron muchas, si sus responsabilidades fueron
grandes, tienen derecho también a que se reco-
nozca que a ellos se debe principalmente el pro-
greso político de los pueblos; que al lado de las
concupiscencias y de las debilidades, escribieron
páginas hermosísimas de desinterés y sacrificio
y que sería además negar la evidencia lanzar
sobre ellos exclusivamente todas las responsa-
bilidades, porque los partidos políticos y los ele-
mentos que los componen sólo son parte de un
todo, facetas de un mismo cuerpo, elementos de
un mismo estado social y que, por lo tanto, las
responsabilidades, en justicia, a todos por igual
deben imputarse,
248 ANTÓN DEL OLWET. — TORRES BERNAL
La guerra evidenció el fracaso de los partidos
como órganos de gobierno. Mientras se realiza-
ba la evolución de los partidos, que he diseña-
do, los pueblos progresaban rápidamente en el
orden científico, artístico y económico; el ve-
loz avance de las principales naciones durante
el último tercio del siglo xix maravilla; pero
quedaban rezagadas en el orden político. La
ciencia ha hecho prodigios, ha despejado miste-
rios que parecían arcanos insondables, y resuel-
to problemas al parecer fuera del alcance de las
fuerzas humanas; la poh'tica y la administración,
en cambio, siguen teniendo frente a ellas, sin
resolver, todos los grandes problemas que en-
contraron en su camino hace muchas décadas,
Al estallar la guerra, en la mayoría de los pue-
blos, subsistían los problemas internos de cons-
titución política que los han atormentado, a ve-
ces durante siglos; seguían sin resolver los pro-
blemas de la cultura, de la miseria, de la sani-
dad, de la independencia del sufragio, de la jus-
ticia, de la responsabilidad administrativa y tan-
tos otros; y mientras la política se mostraba im-
potente para resolver esos viejos problemas,
surgían otros nuevos como aquellos que afectan
a la organización del proletariado y su coparti-
cipación normal en las funciones de gobierno;
problemas amenazadores para los cuales no se
ha acertado aún con la solución, ni siquiera con
paliativos que a ella en su día pudieran conducir.
CONDE DE ROMANONES 249
En este fracaso de la política pudieran no es-
tar exentos de responsabilidad los antiguos par-
tidos. En 1914 los viejos partidos, aquellos par-
tidos que tantos días de gloria alcanzaron, se
sentían caducos, ellos mismos reconocían su
impotencia para afrontar la resolución de los
nuevos problemas que se presentaban en la vida
de los pueblos; en todas partes se acusaba la
anemia que los minaba; se mantenían en pie por
la incertidumbre e inmensa dificultad de su
reemplazo y por la fuerza del instinto de con-
servación, que en las organizaciones morales
como en los seres vivos parece inagotable.
En este período lento de desintegración délos
partidos se hallaban éstos cuando sobrevino la
guerra. La sacudida fué brutal; la realidad im-
placable barrió los artificios; el presente cruelí-
simo ahuyentó el pasado quimérico; la vida pi-
dió su puesto para defenderse a sí propia. Y los
pueblos no vacilaron. A la repentina y fulgu-
rante luz de la tragedia contemplaron con es-
panto que los que habían sido hasta aquel mo-
mento órganos directivos de la vida nacional
eran impotentes para salvarlos de la ruina que
les amenazaba; las armazones de los viejos par-
tidos crepitaron; el soplo del heroísmo aventó de
la plaza pública las concupiscencias y no las
destruyó porque son indestructibles, pero las
proscribió para siempre de toda actividad polí-
tica; los Gobiernos se translormaron rápida-
250 ANTÓN DEL Oí MET. — TORRES líERNAL
mente; y, como declaración de que los partidos
no podían ser por sí solos instrumentos de go-
bierno, surgió, impuesta por un deseo unánime
de la opinión en los pueblos beligerantes, una
fórmula, una frase prodigiosamente dinámica:
la "unión sagrada".
* * *
¿Qué había ocurrido para tan total y resuelta
mutación? La realidad, apremiante e implacable,
había roto súbitamente los artificios ideados y
aprovechados por los partidos para sus luchas
y restablecido brutalmente la arquitectura lógi-
ca de los fines y de los medios dentro de la vida
nacional.
Como he dicho antes, los partidos habían he-
cho de la conquista del Poder cosa diferente de
la conquista del Gobierno, su principal finalidad,
y este fué su error, pues a esta mudanza de los
fines del partido corresponde otra análoga en los
programas inmediatos y convencionales de esos
mismos partidos. Las fórmulas políticas, las con-
cepciones constitucionales, que no deben ser
sino medios para procurar el bien y el engran-
decimiento de la patria, fueron consideradas
como verdaderos fines; y cuando se luchaba por
la reforma electoral, por la representación pro-
porcional, por el impuesto sobre la renta, por la
organización centralista o autonomista, por la
reforma de este o del otro artículo de las leyes
CUNDE DE ROM ANONES «5 I
fundamentales, por esta o por aquella otra forma
de gobierno, por tantos y tantos problemas como
han llenado con su estrépito los ámbitos de la
vida pública durante los últimos años, peleábase
no con el pensamiento puesto únicamente en la
congruencia de esas fórmulas con la realidad y
en sus pensamientos finales para la nación, sino
por lo que tales problemas o fórmulas eran en sí
propias y por lo que significaban con relación a
las convencionales divisiones políticas y a lo que
cada grupo u hombre aparentaba representar en
la batalla de la vida pública. Entonces, y coinci-
diendo con ello, sobrevino la sustitución del va-
lor dialéctico de las razones por la simple sono-
ridad de los vocablos. La guerra irrumpió en la
vida pública instalando en su centro un verda-
dero fin nacional, dominador e inaplazable y
todos los medios disfrazados de fines huyeron
despavoridos como servidores infieles a quienes
sorprende en plena orgía el inesperado regreso
de su señor.
A este fin nacional respondió inmediatamente,
con la presteza que la necesidad imponía, la or-
ganización de las fuerzas políticas y su reflejo
en el órgano director. Este es el significado de
la unión sagrada en todos los pueblos, no inven-
ción de un hombre genial ni fruto de abnegacio-
nes espontáneas, sino imposición de la realidad
y de la lógica; la unión sagrada, compuesta por
dos manifestaciones correlativas: la suspensión
252 ANTÓN DEL OLMET. — TORRES BERNAL
en la lucha de las facciones políticas y la cola-
boración de sus hombres representativos en el
gobierno de la nación.
Insisto en el análisis de este hecho porque he
querido hacer resaltar dos conceptos que, bien
iluminados, nos han de guiar eficazmente en
nuestras conjeturas sobre la ulterior transfor-
mación política una vez pasada la guerra. Esos
dos conceptos son que la conjunción de las dis-
tintas fuerzas políticas en un solo órgano de
gobierno no es el resultado de un explicable
pero transitorio fervor patriótico, por el cual los
hombres deponen sus antagonismos como com-
penetrados e impelidos por una corriente senti-
mental e irresistible, sino el efecto incontrasta-
ble del cambio sobrevenido en la realidad nacio-
nal con motivo de la guerra, de tal suerte que
el grupo o grupos de hombres políticos que hu-
bieran pretendido la continuación del régimen
anterior habrían sido arrollados y deshechos; y
que esa nueva realidad tiene su expresión supre-
ma en la aspiración de un fin nacional, superior
en extensión y transcendencia a aquellos fines
subalternos y convencionales que, más como
herencia de tiempos anteriores que como anhelo
y preocupación de las generaciones nuevas, ser-
vían para explicar la actividad de los partidos y
para prestarles una divisa que les diferenciara
en el revuelto campo de la lucha por el Poder.
Y mientras ese fin nacional subsista, el fenómeno
CONDE DE ROMANONES 253
que ha originado subsistirá también con uno u
otro nombre aunque con diversas gradaciones.
Ese fin nacional supremo ha sido distinto se-
gún se haya tratado de países beligerantes o
neutrales. En los primeros ni fué ni podía ser
más que uno: vencer y vencer pronto al enemi-
go. Pero ese fin único y en apariencia sencillo
resulta muy complejo si se considera que para
lograrlo es necesario organizar las fuerzas todas
del país, obteniendo de ellas el máximo rendi-
miento posible, para lo cual había de acudirse a
medios que los hechos imponían como absoluta-
mente ineludibles, aunque fueran contrarios a
determinados principios políticos de los que
hasta entonces constituyeron la base doctrinal
de los partidos o el contenido principal de sus
programas.
Respondiendo a esa necesidad, se constituye-
ron los nuevos Gobiernos. Adelantóse a todos
Francia, porque ella sintió primero el choque de
la guerra en toda su intensidad. Sin vacilación
ni tardanza, el pueblo francés dióse cuenta en el
primer instante de que los Gobiernos de partido
o grupo no eran instrumento adecuado para la
defensa de los intereses patrios ni para respon-
der a las enormes resultancias del esfuerzo béli-
co, y se constituyó un Gobierno nacional inte-
grado por todos los representantes de las fuer-
zas políticas; y aunque después este Gobierno,
en cuanto mecanismo ministerial, se ha ido sim-
254 ANTÓN DEL OLMET.-TO RES BERNAL
pliftcando, lo apoyan y con él colaboran parla-
mentariamente todas las fuerzas del país.
Análogo camino siguieron los demás belige-
rantes, más o menos pronto, según el grado de
intensidad con que sucesivamente se han sentido
en ellos las necesidades de la guerra. Algunos
lo comprendieron demasiado tarde por no reco-
nocer desde el primer momento que la única y
legítima dirección de los pueblos, el único poder
que debe disponer de sus destinos es la volun-
tad nacional, exenta de toda clase de ligaduras.
En las determinaciones de estos Gobiernos
nacionales han sido sacrificadas tendencias que
parecían incorporadas a una tradición nacional
y significaciones que constituían la razón de ser
de los más fuertes partidos. Así, en Inglaterra,
se implantó el servicio militar obligatorio y se
llevó el intervencionismo del Estado en la vida
económica hasta sus más extremos límites, y
ambas cosas, constante y secularmente resistidas
por el pueblo británico, parecían repugnar a la
complexión espiritual, no sólo de aquella nación,
sino de toda su raza fervientemente orientada
hacia la máxima expansión de la libertad indi-
vidual, orientación en que residía el secreto de
su grandeza, la historia de sus triunfos en la
vida y de sus desbordamientos colonizadores en
todo el planeta. Y cedieron los conservadores
en los aumentos extraordinarios del incom» iax;
los ulsterianos en las soluciones para Irlanda;
CONDE DE ROMANONES «55
los liberales de la escuela de Manchester en las
restricciones a la libertad comercial, y los labo-
ristas en la aplicación de las leyes restrictivas
de la jornada y fortificación de la organización
de la clase obera; suspendió el gobernante más
genial de Inglaterra en los actuales tiempos los
desenvolvimientos del presupuesto de 1909 en
sus aplicaciones de los nuevos tributos a la tierra
y las grandes reformas agrarias preparadas y
divulgadas precisamente al estallar la guerra;
pudo hacerse la reforma electoral llegando al
sufragio universal, supresión del voto plural y
concesión del voto a la mujer, reforma cuyos
términos son la proclamación solemne de que en
la nueva era a todos, hombres y mujeres, ricos
y pobres, pide la patria el concurso de sus es-
fuerzos, y a todos también ha de reconocer el
correlativo derecho a intervenir políticamente
en la dirección de sus destinos.
Y esto que aconteció en Inglaterra ha sucedi-
do igualmente en todos los países, porque en to-
dos la ley funcional de los nuevos Gobiernos
fué, no la transacción en el sentido que aquí
suele darse a esta palabra aplicada a la política,
sino el postergamiento de los ideales particula-
ristas.
No hay uno entre los países no beligerantes
en que la guerra no haya repercutido con gran
intensidad; y si en el orden material la repercu-
sión ha sido enorme, como todos podemos apre-
256 ANTÓN DEL OLMET. - TORREá BERNAL
ciar por la propia experiencia, aún más grande
ha sido en el orden moral, en las ideas y en el
espíritu de los pueblos. El tremendo espectácu-
lo de la guerra arrancó de su sueño aun a los
pueblos más aletargados; ante la tragedia era
imposible la indiferencia y este sacudimiento
moral es uno de los pocos bienes que, en com-
pensación de los grandes males y tremendos
dolores, nos ha traído la guerra; recordemos la
frase de un escritor inglés: "La única cosa mor-
tal para un Estado es la indiferencia." Los dor-
midos se pusieron en pie; el estruendo de la ba-
talla despertó a las gentes; comenzaron a sentir
simpatías o antipatías por uno u otro bando; si-
guieron el curso de la lucha con atención cre-
ciente, y se vieron impelidos a tomar partido
por una de las dos grandes concepciones de la
ética y de la organización del mundo, cuyo cho-
que ha constituido el fondo espiritual de la pa-
sada guerra.
Fenómeno digno de ser registrado es que el
conflicto universal no ha herido en los neutra-
les debidamente el sentimiento de solidaridad
humana; el instinto de conservación se ha so-
brepuesto en el individuo y en las colectivida-
des; los neutrales sólo pensaron en salvarse del
naufragio, en evitar que a ellos llegaran los ho-
rrores que estaban presenciando, y cada neutral
hizo de este anhelo el fin nacional de su políti-
ca; fin nacional que ha operado sobre la sitúa-
CONDE DE ROMANONES 257
ción y relaciones de los partidos de igual suerte
que en los beligerantes el de vencer al enemigo,
produciendo efecto análogo. La diferencia está
en que el anhelo de vencer comprende por igual
al presente y al porvenir, porque ambos están
comprometidos en la lucha, mientras que el an-
sia de esquivar los sufrimientos a toda costa mi-
raba sólo al presente y cerraba los ojos al por-
venir, supeditándolo y tal vez sacrificándolo a
la efímera comodidad de las generaciones ac-
tuales.
Pero así tenía que ser en la mayoría de
los pueblos neutrales, porque para seguir otro
camino y adoptar resoluciones más esforzadas,
hace falta vigorosa confianza en las propias
fuerzas, y aquella alta y clarividente espirituali-
dad que impulsa irresistiblemente a los pueblos
a poner el pensar y el corazón, no en la hora
furtiva cuyas campanadas escuchan las genera-
ciones vivientes, sino en aquellas otras horas
transcendentales y definitivas que han de sonar
mucho después en el mañana eterno de los pue-
blos.
El único fin de los neutrales ha sido no dejar
de serlo. Pero esta suprema ansiedad, que en
momentos ha llegado a los confines de la an-
gustia y ha bastado para arruinar definitivamen-
te el viejo edificio de los partidos políticos, no
ha sido suficiente para resolver ninguno de los
problemas con que los neutrales son confronta-
17
358 ANTÓN DEL OLMET. — TORRES BERNAL
dos a ]a hora, para ellos crítica, de la paz; éstos
siguen en pie, terribles y enigmáticos.
A quienes consideren la fuerza sentimental
con que esos fines actúan sobre la opinión pú-
blica no puede sorprenderles que en unos y en
otros pueblos las divisiones intestinas cesaran,
pero cabe preguntar si después de la paz conti-
nuarán o no, si serán o no posibles las nuevas
modalidades de gobierno que hemos visto sur-
gir. Que los viejos partidos se transformarán
totalmente es indudable; más aún: ya ha comen-
zado su transformación; persistirá de ellos qui-
zás el nombre, posiblemente su estructura; pero
cada día la nación percibirá con más claridad
que es necesario e ineludible a nuevos tiempos
nuevos partidos, levantados de nueva planta:
la realidad pone los cimientos; los hombres han
de poner las ideas congruentes con rquella rea-
lidad.
Pero no hay que forjarse ilusiones: la fantasía
camina más de prisa que los tiempos; la trans-
formación de los partidos no se verificará de
golpe y los actuales han de recibir muchos antes
de perder totalmente su estructura y organiza-
ción actuales; les favorece el instinto gregario,
tan común y vigoroso en los hombres. Repre-
sentan, además, la gran fuerza que acompaña
siempre a los intereses creados, resorte el más
CONDE DE ROMANONES 259
fuerte en todas las sociedades y, además, el
arrastre atávico de su primitiva formación.
El período de transición de los antiguos a los
nuevos partidos no podrá ser breve; pero de
antemano puede descontarse la inutilidad de los
esfuerzos, por muy bien intencionados que sean,
para restaurar por completo las organizaciones
rotas. Dificultades poderosas para esa restaura-
ción serán la creciente participación que en la
vida pública ha ido tomando la clase popular du-
rante estos cuatro años y la mayor agudeza de
su sentido crítico, que la induce a buscar la
substancia real bajo las palabras sonoras y las
fórmulas brillantes que tanto la enamoraban an-
taño.
Únese a esto la percepción clara de la respon-
sabilidad en que los antiguos partidos incurrie-
ron y que, tácita o expresamente, les será exigi-
da después de la tragedia, cuando se amorti-
güen, por el lapso del tiempo, los entusiasmos
que la victoria ha producido, ya por no haber
sabido evitar la guerra, ya por haber ido a ella
sin haber presentido sus irreparables conse-
«uencias (i).
(i) «No existe acaso en la Historia un ejemplo de oíus-
cación tan completa como ia de nuestro Parlamento antes
de la guerra. La ceguera mental de nuestros legisladores
era absoluta. Sería incomprensible si no se supiera hasta
qué punto el fanatismo obscurece el espíritu.»— (G. Le
Bon: Premieres conséquencts dt laguerre, pág. 58.)
26o ANTÓN DEL OLMET.— TORRES BERNAL
Será otro obstáculo, casi insuperable, la evi-
dencia, iluminada por la guerra, de que la ma-
yor parte de los antiguos programas, aun soste-
nidos por hombres y partidos -nuevos, carecen
de peso específico, por decirlo así^ de substan-
cia; en una palabra: de vida. Muchas de las
grandes cuestiones que apasionaban a la opi-
nión, acaso las que más servían de línea diviso-
ria a unos y otros hombres, las que hicieron in-
cluso correr la sangre, problemas religioso, di-
nástico, etc., hoy dejan insensible a la opinión;
mañana, aún más, no se comprenderá que la Hu-
manidad fuera capaz de tanto candor.
Seguro estoy de que, tras la paz, cuando se
haya asentado definitivamente la organización
política y social de los pueblos, todo lo anterior
a la guerra nos parecerá tan viejo, tan lejano,
tan extraño a la nueva mentalidad, que a veces
creeremos transcurridos no meses, siglos (i).
Circunstancia es ésta para no olvidada, te-
niendo presente que ya hemos entrado en el pe-
riodo de transformación y que debe nuestro
ánimo estar dispuesto a seguirla y facilitarla, a
fin de que el cambio radical que fatalmente ha
(i) «¿Quién osaría actualmente hablar aún de retorno
a la ley de los dos años, de persecuciones religiosas, de
defensa laica, de lucha de clases, de socialización de las
riquezas, de pacifismo, de huelga en caso de guerra, del
programa de Pau, etc.? ¡Cuan lejano, obscuro, anticuado y,
sobre todo, bochornoso parece hoy todo esol» — (G. Le Bon:
Premiires conséqmnces de la gutrrt, pág. 58.)
CONDE DE ROMANONKS 201
de operarse no nos coja de sorpresa y despre-
venidos.
Y junto a estas dificultades y remoras de todo
intento de reconstitución de las antiguas orga-
nizaciones, surge otra, la mayor y decisiva: el
planteamiento de nuevos problemas inaplaza-
bles e ineludibles; problemas que han de crista-
lizar en nuevos órganos de la vida pública y
nuevos instrumentos de gobierno. Permitidme
que me detenga a considerar los rasgos de esa
naciente realidad.
* 4> »
Al esbozar el cuadro de los problemas, o por
mejor decir, grupos de ellos, que han de afron-
tar las naciones con ineludible urgencia, surge
en primer término el de la política internacio-
nal. Ninguno le aventaja en apremio y en trans-
cendencia, porque en ninguno depende la vida
y la muerte, el ser o no ser de cada pueblo, tan
estrechamente del acierto o del error en que
ellos y sus respectivos Gobiernos incurran al
resolverlo. Ni el aislamiento ni la inhibición son
posibles; el mundo se acerca a pasos rápidos a
la unidad de organismos económicos y avanza
hacia la unidad espiritual; el ordenado funcio-
namiento de todos y cada uno de los órganos
componentes de esa grande y soñada federación
universal de grupos humanos será, no sólo una
conveniencia, sino una imperativa necesidad.
202 ANTÓN DEL OLMET. — TOR3ES BERNAL
La evolución colectiva de la Humanidad sigue
el mismo proceso que la evolución de los seres
vivientes; va de lo homogéneo e independiente
a lo heterogéneo e interdependiente; los orga-
nismos simples están en el comienzo de la esca-
la donde figuran las categorías de los seres vi-
vientes; los organismos más complejos en el
otro extremo: la cúspide es el hombre.
Con igual perspectiva se despliega el panora-
ma de la evolución social. En el primer escalón
están los grupos de hombres independientes
entre sí, sin vida de relación con los demás; en
el otro extremo estará la incorporación de todos
los seres humanos a un solo organismo. Y así
como a medida que se hacen más complejos los
seres, van adquiriendo una más aguda sensibi-
lidad, así, a medida que las sociedades se van
haciendo más amplias y complejas, van adqui-
riendo una más íntima solidaridad.
En los primeros siglos de la Historia un gru-
po humano podía ser aniquilado sin que el resto
del mundo se sintiera dañado; hoy ninguno de
esos grupos puede ser herido sin que el estrago
repercuta en el mundo entero. Bien lo ha de-
mostrado la guerra; esa es la razón de que el
desencadenamiento de la guerra, que acaso un
siglo atrás hubiera quedado circunscrita a los
Baikanes, se haya propagado por todas las lati-
tudes y resonara en todos los rincones del pla-
neta.
CONDE DE ROMANONES 263
El mundo ha llegado a ser solidario en lo eco-
nómico, en lo moral, en lo intelectual; esa ha
sido la labor de ese glorioso siglo xix, siglo de
grandes luchas y dolores, en el cual, a través de
las contiendas por la democracia y la libertad,
se realizó algo por que vanamente lucharan los
hombres en centurias anteriores; en él tuvo
cumplimiento un hecho decisivo en el desen-
volvimiento de nuestro linaje: la Humanidad ad-
quirió conciencia de sí misma y llegó a la sen-
sación de su ineluctable unidad. Ha sido la obra
del ferrocarril, del telégrafo, del teléfono y de
la Prensa; un siglo atrás, una parte del género
humano podía padecer sin que el resto se ente-
rara; hoy los combates del extremo Oriente, las
batallas del Norte europeo, las luchas en las sel-
vas africanas, los encuentros en las más remo-
tas orillas del mar, hacen vibrar al mismo tiem-
po los nervios y las almas de todos: todos vivi-
mos en un mismo ambiente espiritual, con inte-
reses y responsabilidades comunes.
Antes del siglo xix, el "género humano* era
sólo una frase; hoy es una realidad, un ser con
vida pujante, superior a la de cada uno de sus
componentes. Ese es el cambio operado en el
curso de la última centuria, y puesto tan de re-
lieve por la guerra que ha terminado, que sólo
puede negarlo un insensato o un loco. Cuando
este fenómeno se inició hablábamos vagamente
de él; era sólo un vagido; poco a poco se con-
264 ANTÓN DEL OLMEt. — TOBRES BERNAL
virtió en corriente de aire sutil que, traspasan-
do las fronteras, llevaba de uno a otro pueblo
gérmenes de una misma espiritualidad. Más tar-
de, tomando formas más concretas, ha encarna-
do en las Conferencias y acuerdos internacio-
nales que regulaban aspectos jurídicos o servi-
cios administrativos de interés común. Adquirió
después fisonomía más identificable en las Con-
ferencias de carácter permanente, en los tribu-
nales mixtos y arbitrales, en tantas manifesta-
ciones, fruto del mismo impulso, que están en la
memoria de todos; pero durante la guerra, el
derrumbamiento de tantos artificios como man-
tenían antes una organización internacional que,
por no corresponder a las realidades económi-
cas y morales, ha determinado la guerra, permi-
tió que esa tendencia de la evolución humana
cristalizase en una fórmula llamada felizmente
al más glorioso desarrollo; la fórmula es la con-
tenida en esta frase, que tanto dice a los hom-
bres de ideales y de corazón: la "Sociedad de
Naciones".
El más vehemente afán de los pueblos en lu-
cha fué alcanzar la paz y hacer imposible otra
guerra semejante. Han sido tantos los estragos
y dolores de la actual contienda, tan enormes
los sacrificios que impuso y las aflicciones y car-
gas con que abrumó a todos, que deja, más que
rendida, extenuada a la Humanidad. Otra guerra
análoga no será posible en varias generaciones,
CONDE DE ROMANONES 265
y el horror de lo sufrido impelerá a los hombres
a utilizar todos los medios para hacerla más im-
posible aún. "Una paz durable" está siendo el
grito general; una paz durable, cuyo asegura-
miento es el único ideal que ha merecido la pena
de continuar la contienda y que consue' . de los
horrendos sacrificios que impuso, ya que el ser
durable lleva implícito el estar cimentada sobre
el triunfo de la justicia.
El sistema internacional de alianzas por gru-
pos de naciones a que se dio el nombre de equi-
librio europeo no asegura la paz durable, la paz
por que todos suspiran; respondió a una realidad
ya muerta. La evolución de la Humanidad en el
siglo XIX la hizo inútil y por haber sobrevivido
a las circunstancias que la generaron ha contri-
buido acaso a hacer más irremisible la guerra
universal; por eso resultarán estériles los esfuer-
zos de aquellos que se afanan en preconizar
como mejor este sistema.
Frente al problema del equilibrio se alza una
nueva concepción política, la utopia de ayer, pro-
yecto de hoy, realidad de mañana: la formación
de la "Sociedad de Naciones". He aquí el conte-
nido de U política internacional para todos los
pueblos; a ellos se impone con una realidad im-
placable (i).
(i) Esta Sociedad de Naciones, cuya formación consti-
tuye una de las condiciones de paz, fué bosquejada por el
Presidente de los Estados Unidos en su Mensaje al Senado
266 ANTÓN DEL OLMET. — TORRES BERNAL
£n adelante, los hombres de Estado del mun-
do deben forjar todas sus concepciones mirando
a la paz como antes lo hicieron mirando a la
de su nación, el 22 de enero del año pasado: «Una paz du-
rable— dijo — no puede fundarse sobre simples convenios-
necesita una garantía, que no puede ser sino la creación de
una fuerza colectiva superior a la de cada una de las na-
ciones. Para consagrarse al mantenimiento de una paz du-
rable es menester que esa paz, por su naturaleza y calidad,
lo merezca.»
«Sólo puede durar— decía textualmente — una paz entre
iguales, una paz cuyos principios esenciales sean la igual-
dad y una participación común en un beneficio común.» Y
añadía: «La igualdad de las naciones sobre la cual debe
estar fundada la paz para ser duradera, debe ser una
iguadad de los derechos; las garantías cambiadas no deben
ni reconocer, ni consagrar una diferencia entre grandes y
pequeñas naciones, entre las poderosas y las débiles. El
derecho debe estar fundado sobre la fuerza colectiva, y no
sobre la fuerza individual de las naciones; y del acuerdo
entre ellas dependerá la paz.» «Hay — proseguía, y no debe
omitirse este concepto por su excepcional importancia
para la política futura— en las naciones organizadas algo
más profundo "^ún que la igualdad de los derechos. Nin-
guna paz puede durar, o no deberá durar, si no reconoce y
acepta el principio de que los Gobiernos reciben todos sus
justos poderes del consentimiento de los pueblos goberna-
dos y que no existe en ninguna parte derecho alguno que
permita transferir los pueblos de un dueño a otro dueño
como si fueran una propiedad.
>La Sociedad de Naciones implica la rectificación ds\
derecho internacional vigente al estallar la guerra; la liber-
tad de lo?, mares y la limitación de los armamentos navales
y terrestres. Sobre este último punto la declaración del
Presidente de los Estados Unidos es terminante.»
CONDE DE ROMANONES 267
guerra; la cuestión de los armamentos es, entre
todas las cuestiones prácticas, la que tiene más
inmediata y más considerable importancia para
los destinos de la nación y de la Humanidad.
Para los pueblos fuertes y para los que no lo
son, la constitución de la Sociedad de Naciones,
esto es, la federación de los pueblos con que so-
ñaran todos los espíritus liberales desde la revo-
lución francesa hasta nuestros días, ha salido ya
de la región de las utopias y ha entrado en el
campo de las realidades. La Sociedad de Nacio-
nes se hará con mayor o menor perfección, y
para lograrlo, habrá que tomar como fundamen-
to, no solamente las relaciones exteriores de los
pueblos comprendidos en el área de la civiliza-
ción, sino también la política interna de estos
pueblos, que tendrá que buscar el fundamento
de su organización política en las más puras
fuentes del sentido democrático. Por esto puede
afirmarse sin vacilación, que si antes de la gue-
rra era difícil, era peligroso para todo pueblo
vivir en el aislamiento, después de la guerra es
absolutamente imposible (i). Habrá que estar
con la Sociedad de Naciones o frente a ella; vi-
vir fuera de la comunidad civilizada, sobre im-
(i) Acerca de la posibilidad del aislamiento de España,
dijo el Sr. Maura en su discurso de Beranga (lo septiem-
bre de 1916): cEl mundo, notorio es, va a quedar dividido
en grupos de naciones. ¿Cómo puede España excusar la
opción entre ellos? España no puede permanecer equidis-
268 ANTÓN DEL OLMET. — TORRES BERNAL
plicar la renuncia a todas las nobles y legítimas
aspiraciones de una raza, acarrearía la asfixia
económica; el aislamiento económico impondría
al pueblo que la padeciera el retorno a etapas
muy rudimentarias de su desarrollo social, y,
excluyéndole de la solidaridad de los pueblos
civilizados, lo expondría a los más terribles con-
tratiempos.
Ll segundo grupo de grandes problemas ofre-
cidos por la vida inexcusablemente a la contem-
plación y resoluciones de los Gobiernos, está
constituido por los problemas económico-socia-
les. La reforma económica y la reforma social,
nombres diversos de lo que, en definitiva, en-
cierra una misma substancia, han de ef( ctuarse
necesariamente en estos primeros tiempos pos-
teriores a la guerra. La opción está, únicamen-
te, entre que se realicen sólo por un desborda-
miento de las nuevas fuerzas, más pujantes y
arrolladoras que los mezquinos cauces anterio-
res, o que lo sean bajo la dirección de los Go-
biernos, reflexiva y evolutivamente, sin que el
desenfreno ds la violencia neutralice la fecundi-
dad de la renovación. La actividad económica
ha de pasar de la anarquía anterior a la guerra
tante de todos; España necesita resolver lo que durante
siglos ha eludido. A esta opinión la acercó la liquidación
del Imperio marroquí. Se inició ya entonces la quiebra de
nuestro aislamiento, pero lo que del aislamiento quedara
eso caducó totalmente desde agosto de 1914.»
Conde de romanones 269
a la organización coordinadora que, sin excluir
la competencia, evite el despilfarro de fuerzas
característico del período predecesor de la gue-
rra. Y la vida social ha de ser alejada de esta
situación de discordia intestina que tiene su ex-
presión en la lucha de clases, perniciosa para
los combatientes de uno y otro bando y nociva
para el aumento de la producción y del bienes-
tar; porque en vez de asentar el orden social
sobre el sólido cimiento de la solidaridad y la
justicia lo fundamenta sobre la base fragilísima
de la fuerza material. Las reformas económico-
sociales han de ser, pues, el principal contenido
de la obra de gobierno después de la guerra. Por
eso será cada vez más necesaria la colaboración
en ellos de los representantes de las fuerzas or-
ganizadas de los partidos obreros, fuerzas que
por si solas no pueden aspirar a la gobernación
de los pueblos, pero cuyo concurso es de valor
inapreciable.
Creo innecesario detenerme en una exposi-
ción más amplia; basta a mi propósito indicarlo,
para estar seguro de que nadie rehusará su
asentimiento a esta afirmación.
« « *
La proyección de nuevas fórmulas de vida in-
ternacional a que antes me referia, suscitará un
problema y acentuará otro, de resolución inelu-
dible en la política interior. Con el primero alu-
270 ANTÓN DEL OLMET.— TORRES BERNAL
do a la fijación y características de los contin-
gentes armados y de los elementos de la defensa
nacional. Con el otro me refiero a la expansión
autonómica de las colectividades contenidas den-
tro de los Estados y que aspiran a la autonomía
de su vida interior.
No he de tratar de esos problemas, suscepti-
bles por su transcendencia de muy amplia con-
sideración. Los enuncio tan sólo por hacer resal-
tar su magnitud y apremio, y consignar que nin-
guno de ellos puede ser resuelto con el criterio
íntegro, total y exclusivo de un partido; su re-
solución ha de ser fórmula desprendida de un
acuerdo nacional y, por tanto, no incorporada a
la vida de un Gobierno de partido, que cuente
sólo con las fuerzas de éste, sino por un Gobier-
no cuyas resoluciones puedan tener el apoyo de
diversos sectores de la conciencia pública.
V
Estos cuatro grupos de problemas enuncia-
dos— política exterior, reforma económica y so-
cial, organización militar y autonomías regiona-
les y locales — no pueden encerrarse plenamente,
como ya he dicho, en los programas de partido,
están por encima de los partidos. Por eso habrá
CONDE DE ROMANONES 27 1
que gobernar con la mirada puesta más allá y
más alto que los intereses de los partidos.
En esta ocasión, la de la guerra, como siem-
pre cuando se intenta esclarecer el complicado
mecanismo de los Gobiernos y de los partidos,
tenemos que volver la vista a Inglaterra, maes-
tra insuperable del arte de gobernar; ella nos
enseña de qué modo son compatibles en la fun-
ción ministerial, y no transitoriamente, sino por
largo tiempo, los hombres de ideas más encon-
tradas, de antecedentes más antagónicos y, como
para defender principios fundamentales, a unos
y otros comunes, se confunden después de la
victoria, y para hacer frente a los problemas na-
cionales más intensos que produce el período de
la postguerra los directores de los partidos libe-
ral y conservador cómo se coligan para deman-
dar el voto a los electores. Las enseñanzas de la
última lucha electoral en Inglaterra tienen que
ser recogidas y estudiadas.
Elias enseñan que aquella tradicional línea di-
visoria entre liberales y conservadores, que fué
el eje fundamental sobre el que por tantos años
girara toda la política inglesa, después de una
serie no breve de tanteos se ha borrado, segura-
mente para siempre. Y es que la práctica del Go-
bierno en relación con ios nuevos grandes pro-
blemas, cuya solución se presenta y apremia,
está fuera del alcance de los partidos políticos
exclusivamente herméticos, que descansaban en
272 ANTÓN DEL OLMET. — TORRES I3ERNAL
tres ideas básicas: un jefe, un programa, una
disciplina.
Encierran los Gobiernos de esta clase un de-
fecto de gran transcendencia para los intereses
nacionales; su vida inevitablemente en el Poder
es efímera. En todos los países constitucionales,
salvo Inglaterra, han durado breve plazo. En
este punto nuestra nación es ejemplar insupera-
ble. Asombra contemplar la relación de los Go-
biernos que se han sucedido desde el comienzo
del reinado de doña Isabel II hasta la fecha.
Dada la lentitud de la máquina burocrática, no
ha llegado a implantarse, ni mucho menos a des-
arrollarse, la iniciativa de un ministro, cuando
éste desaparece del Poder. Por punto general,
su sucesor tiene iniciativas contrarias que detie-
nen o anulan, como es natural, las de quien le
antecedió, resultando un entrechoque de inicia-
tivas, un vaivén de proyectos tan continuo como
estéril. Por eso existen tantas leyes incumplidas;
el arraigo de la función legislativa requiere
como uno de esos factores principales el concur-
so del tiempo; y tanto somo éste, acaso más aún,
la sensación de firmeza, es decir, la impresión de
que las leyes, una vez promulgadas, han de per-
manecer y durar largo plazo. La facilidad con
que se derogan, la frecuencia con que resultan
ligadas, no a una necesidad pública durable, sino
a una situación política transitoria, les quitan
autoridad y eficacia.
CONDE DE ROMANONES 273
Pues más dañosa es todavía la falta de conti-
nuidad en los Gobiernos cuando se trata de re-
formas en el orden económico y social. No hay
reformas económicas parciales, fragmentarias,
que puedan ser fecundas. Las reformas econó-
micas deben obedecer a determinados principios
y suponen siempre una organización fundamen-
tal. Su planteamiento necesita una asistencia
continua y su desarrollo una perseverancia pro-
longada. La modificación substancial, orgánica y
científicamente sistemática de los regímenes tri-
butarios; la transformación de las regulaciones
jurídicas en lo agrario; la organización del cré-
dito, la armonización de las hoy dispersas, anár-
quicas actividades industrial y mercantil, la crea-
ción de un amplio sistema nacional de comuni-
caciones y transportes, ¿cómo ha de ser compati-
ble con Gobiernos efímeros que cuenten exclu-
sivamente con el apoyo de solo uno de los diver-
sos sectores de la opinión pública? Pues cosa
análoga deberá decirse de las reformas sociales,
que no pueden ser obra discontinua ni de parti-
do si han de ser suficientes y durables, sino re-
sultante de un concierto de fuerzas nacionales y
de aspiraciones coincidentes, inspiradas por un
ideal de paz social y de progreso nacional y
practicado con una persistencia incompatible
con las oscilaciones y alternativas de la lucha
partidista.
Política internacional que sólo tenga por base
18
Í274 ANTÓN DEL OLMET.— TORRES BERNAL
el apoyo de un partido es política que no llega a
inspirar la confianza necesaria para contraer la-
zos y compromisos que necesariamente tienen
que ser por largos períodos de tiempo. Las orien-
taciones internacionales han de tener por base
una fuerte corriente de opinión que dé la sensa-
ción de que la obra que se realiza puede desa-
fiar el curso de los acontecimientos y el correr
de los años.
El día último de la guerra ha sido también el
día primero de una etapa en que se decidirá la
suerte de todos los países. Y para ese momento,
todos, incluso los que no han sido beligerantes,
tienen que estar preparados a salvar su presen-
te y mejorar su porvenir. ¿Serán instrumento
adecuado para ellos los Gobiernos de partido?
Necesariamente no, si los partidos han de mo-
verse en el marco estrecho en que hasta ahora
se produjeron.
Los Gobiernos de partido, aun de los partidos
más fuertes, siempre son fugaces en compara-
ción con la tarea, cada día más grande, que les
está encomendada. Excepción de esta regla ge-
neral han sido los Gobiernos en Inglaterra y
Bélgica, y ya, sin embargo, estas mismas nacio-
nes rectifican, como antes he dicho. Los Gobier-
nos engendrados tan sólo para dar satisfacción a
las necesidades de un partido, no pueden acome-
ter empresas cuya realización exija el concurso
y la asistencia de toda la energía nacional. Y he
CONDE DE ROMANONES 275
aquí la modificación inicial que, en mi sentir, ha
de experimentar la política: los Gobiernos que
no cuenten con más fuerza que la de un solo
partido, desaparecerán. Acaso retornen momen-
táneamente por esas incertidumbres y alternati-
vas que en las épocas de transición tiene la rea-
lidad; pero están definitivamente condenados.
A medida que la función electoral se purifique
y vaya eliminando todos los vicios que hoy la
corroen; a medida que la resultante electoral
guarde más exacta medida con la verdadera vo-
luntad nacional, los Parlamentos ofrecerán una
mayor variedad de opiniones y matices, no po-
drá preponderar una sola fuerza homogénea
como ha venido sucediendo durante los últimos
tiempos, sobre todo en España; preponderará,
sí, una tendencia, pero compuesta de diversidad
de elementos no sujetos a una sola dirección, y,
por tanto, los Gobiernos, buscando el apoyo de
estas fuerzas coincidentes, tendrán que adaptar
su estructura a ellas mismas.
VI
¿Significa esto la desaparición de los partidos
políticos? Lejos de mi pensamiento semejante
absurdo. Al afirmar que los partidos en su es-
276 ANTÓN DEL OLMET.— TORRES BERNAL
tructura actual desparecerán, no digo que no
surjan nuevos partidos, todo lo contrario; preci-
samente la necesidad de que estos nuevos parti-
dos surjan, es una de las causas que impedirán
la subsistencia de los antiguos. Pero esos nue-
vos partidos surgirán, no en torno de persona-
lidades, sino alzándose de las entrañas de la
conciencia pública sobre los problemas capitales
de la era nueva, y tendrán por objeto, además de
la ocupación del Poder, la propaganda de las
ideas y la organización de las fuerzas de opinión
pública.
Partidos, sí; donde hay vida hay lucha y don-
de hay lucha habrá siempre partidos; pero entre
las luchas entabladas por difundir un criterio y
esclarecer la conciencia colectiva y conquistar
finalmente la opinión pública, granjeando para
las propias soluciones el asenso de la mayoría
de los ciudadanos y la lucha dirigida sólo a al-
canzar el dominio y la mera posesión y disfrute
del Poder, hay una fundamental diferencia.
No desconozco que para actuar directa y efi-
cazmente sobre la opinión hace falta una cultura
general y política muy extendida. Por eso la ins-
trucción pública, cuya necesidad y transcenden-
cia apareció evidentemente al cundir por Euro-
pa el sufragio universal, ha de ser en adelante el
auxiliar más preciso del político y del gober-
nante. La propaganda de las ideas es más difícil
y delicada que la propaganda de los intereses.
CONDE DE ROMANONES QT]']
El lenguaje del interés es comprendido por to-
dos; el de las ideas, y más aún el de aquellos
conceptos que tienen alcance y valor universa-
les, sólo puede tener acceso al espíritu de los
hombres preparados intelectualmente para reci-
bir la semilla del ideal.
La obra de los partidos será, pues, más difícil,
pero más fecunda que hasta ahora. La prepara-
ción electoral consistirá en labor muy diversa
de la realizada antes, sobre todo en España. La
íntima estructura de los partidos, su naturaleza
quedará transformada y su función ennoblecida.
Volverán a ser lo que siempre debieron ser: los
órganos por los cuales la sociedad adquiere con-
ciencia de sus necesidades y de los remedios
que éstas reclaman; lazo de unión entre dos zo-
nas sociales: la que sufre y la que piensa, la que
aspira y la que idea, aquella que soporta el peso
de la organización social y aquella a quien la
vocación o el azar movieron a asumir la función
directora. De este modo, los partidos, recupera-
da la función propia, serán fundente y reactivo
al propio tiempo, de la voluntad nacional. No
aspirando como fin único e inmediato a la pose-
sión y disfrute del Poder, no necesitarán apo-
yarse exclusivamente en el personalismo: por lo
contrario, serán sus más eficaces y terribles ene-
migos. Necesitando para vivir y dilatarse la re-
moción de ideas, la propaganda incesante, serán,
no elementos auxiliares, sino factores esencia-
278 ANTÓN DEL OLMET.— TORRES BERNAL
les de los partidos, la Cátedra, el libro, la tribu-
na y la Prensa.
Comprenderéis, señores, que unos partidos
políticos cuya función sea la que he diseñado,
necesitan imprescidiblemente para vivir, como
los seres orgánicos el oxígeno, la más amplia li-
bertad del pensamiento y de la tribuna; porque
su campo de acción no estará en las clandestinas
componendas, sino en todo el ámbito inmenso
del espíritu. Y decidme si una lógica fatal, inde-
clinable e indefectible de los fenómenos socia-
les^ una lógica tan inexorable como la que regu-
la el encadenamiento de los hechos físicos no
hace de esos partidos la expresión, el instru-
mento y la garantía genuina de una verdadera
democracia, de esa democracia que ha de ser el
contenido, la substancia de los nuevos tiempos
sociales, si éstos han de ser de evolución fecun-
da, no de revolución destructora.
Sería incompleto este bosquejo de la función
de los nuevos partidos, tal como yo la percibo —
no me atrevo a decir si en mis predicciones o en
mis ensueños — si yo circunscribiera la tarea de
aquéllos a esta labor de evocación y propagan-
da del ideal. Circunscrita a eso, su obra sería
una cruzada romántica, no una acción de instru-
mentos políticos.
La difusión de ideas, que será, a mi juicio, la
fundamental de unos partidos no codiciosos del
Poder, aun(j[ue sí del influjo en la dirección de
CONDE DE ROMANCNES 279
los negocios públicos, se completará con una la-
bor de organización tan vasta y compleja como
la permita la energía del ideal sustentado y la
actividad de los partidarios: organización para
establecer el contacto entre gentes identificadas,
acaso sin saberlo, en los propósitos, para agru-
par a los afines, para vencer la inercia de los es-
cépticos, los indiferentes o los adormilados; en
una palabra, para dar conscientemente eficacia a
la acción .
VII
Es evidente que los partidos de esta índole,
aquellos constituidos tan sólo por el vínculo de
un ideal común, no podrán ser instrumentos
adecuados de gobierno. La entrega del Poder a
un partido de esta índole lo volvería a desviar
de su recto camino para empujarlo por los mis-
mos senderos que llevaron la política de todos
los países a la situación en que se hallaba antes
de la guerra.
Otro mal se seguiría. Por fuerza, partidos de
ideales, tienen que sustentarlos íntegramente;
su propaganda, libre del contrapeso del interés,
habría de ser en cualquier dirección doctrinal,
radical, extremista. Y los criterios radicales son
28o ANTÓN DEL OLMET.— TORRES BERNAL
siempre nocivos cuando se trasladan de los sec-
tores sociales a la función del Gobierno. Entre
la propaganda de ideas y la función del Gobier-
no habrá siempre, y debe haberla, la distancia
que media entre lo ideal y lo posible, lo absolu-
to y lo relativo, lo eterno y el momento históri-
co en que aquello ha de convertirse en realidad.
Son muchos los que perciben esta diferencia, y
en no haberla percibido está la explicación del
fracaso de muchos Gobiernos, llenos del más no-
ble anhelo, asistidos por las más altas capacida-
des, pero desconocedores de la verdadera natu-
raleza de la función gobernante.
Las páginas políticas inmediatas a la maj'oria
de las revoluciones triunfantes, con todos sus
desengaños, son lección ejemplar. Y es que se
suele olvidar que los partidos son energías so-
ciales aisladas que actúan en concurrencia con
otras energías divergentes, mientras que el Go-
bierno es un órgano armónico que actúa como
resultante de la composición y concurrencia, sis-
temáticamente coordinada, de esas energías.
Cuando el Gobierno quiere obrar unilateralmen-
te, como ocurre con los Gobiernos de un solo
partido, o es un factor de perturbación y des-
equilibrio perjudicial y peligroso por los estados
de violencia social que engendra, o se consume
y agota en una perdurable infecundidad hasta
divorciarse de la nación y acarrear la asfixia y
decadencia de la vida pública.
CONDE DE ROMANONES 28 1
Los partidos no poseerán aislados el Gobierno;
pero los Gobiernos saldrán de los partidos, los
Gobiernos serán resultado de una transacción.
Sólo por este medio se obtendrán dos cosas in-
dispensables: la fuerza para afrontar problemas
superiores a los partidos, problemas real y pro-
fundamente nacionales, y la continuidad necesa-
ria para asegurar los resultados y perseverar en
el esfuerzo, continuidad y perseverancia en que
consiste, juntamente con la apreciación serena de
la realidad, lo que se llama sentido de gobierno.
Serán, pues, los Gobiernos venideros, según
yo racionalmente conjeturo, no el producto de
una sola fuerza política, sino la resultante de un
armónico sistema de fuerzas políticas. Mas so-
brentendido queda — y no sería menester acla-
rarlo si no estuviera la conciencia española tan
apartada de estos conceptos, que ya comienzan
a ser familiares en países más afortunados— que
esa concentración tiene un requisito imprescin-
dible, a saber: que la resultante sea dinámica,
no estática; que no sea el equilibrio, sino la
acción. Por eso no pueden coligarse normal-
mente las fuerzas políticas cuyos criterios sean
contrapuestos en los problemas capitales, de
carácter nacional, que hay que resolver, sino
aquellas que en esos problemas tengan puntos
de convergencia y afinidad, sean cuales fueren
sus disparidades en los problemas subalternos
o menos apremiantes.
282 ANTÓN DEL OLMET.— TOBRES BERNAL
De esta suerte, quedará, en el campo de las
ideas, la lucha; en el de la acción, la armonía.
Constituidos así los Gobiernos, su base se en-
sancha enormemente en proporción a la mayor
amplitud de los problemas que les sirven de
causa y de norte; la acción directiva toma una
base realista, sin perder el impulso idealista que
la lucha de los partidos le comunicaría.
Permitiría esto, además, dar entrada en las
funciones gobernantes, sin abdicaciones ni apos-
tasías, a elementos hoy excluidos de aquéllas
por intransigencias de partido; robustecer el
Poder público, trocándolo, de instrumento de
dominación, en órgano de cooperación; hacer
del Gobierno una obra nacional en vez de una
hechura de facciones; comunicarle, además, una
flexibilidad fecunda, que hoy apenas concebimos
Gomo posible, habituados a las destructoras alter-
nativas de los partidos, y devolviendo a las So-
ciedades esa capacidad para la evolución y la
transformación característica de las verdaderas
democracias; prevenir toda apelación a la fuerza
en los descontentos y los oprimidos y alejar el
peligro de que los avances políticos sociales se
efectúen por el brutal y aciago procedimiento
de la revolución.
Cuanto acabo de expresaros es la visión de lo
que yo conceptúo el término de la transforma-
ción ya iniciada en los partidos y en los sistemas
de gobierno. ¿Cuánto tiempo se tardará en reco-
CONDE DE ROMANONES 283
rrer la totalidad del ciclo evolutivo y en asen-
tarse las fórmulas definitivas? Difícil es conjetu-
rarlo; dependerá en cada país del estado de su
cultura política; por eso no sería prudente inten-
tar violentar la marcha del proceso de transfor-
mación, querer que se implante hoy violenta-
mente lo que mañana se le impondrá como resul-
tado lógico y fatal de los hechos mismos, y sería
en extremo peligroso destruir la cimbra hasta
que la nueva forma esté perfectamente consoli-
dada. Procediendo de otro modo nos expondría-
mos a encontrarnos en una situación caótica:
habríamos destruido los antiguos moldes cuando
todavía los nuevos no podían ser utilizados.
• * •
Llego al término de mi propósito. Al escribir
las últimas palabras, todavía el pensamiento boga
hacia más vastos horizontes espirituales. Tras
de estos problemas de primer plano, otros más
amplios y complejos se divisan. Pero es fuerza
concluir, y no quiero hacerlo sin resumir sinté-
ticamente las conclusiones alcanzadas en esta
hora en que me he complacido en discurrir ante
vosotros en alta voz. Helas aquí:
Los partidos políticos antes de la guerra se
hallaban, por punto general y en todas partes,
agotados, habían perdido el ideal, y eran incapa-
ces de responder a las necesidades sociales; la
284 ANTÓN DEL OLMET. — TORRES BERNAL
guerra, trayendo a la vida pública un ideal na-
cional, superior a los partidos mismos, precipitó
la descomposición de éstos.
Pasada la guerra, no resurgirán los partidos
viejos. Lo impide la deficiente fuerza de las or-
ganizaciones aún en pie; las responsabilidades
contraídas por los que no quisieron y los que no
pudieron preparar sus respectivos partidos para
la guerra; y, sobre todo, la aparición de los gran-
des problemas de carácter nacional, y, por ende,
superiores a las fuerzas de los partidos que la
paz plantea ante los pueblos.
Esos problemas capitales son la restauración
del mecanismo internacional, expresado por el
nobilísimo anhelo de formar la Sociedad de Na-
ciones, ya esbozada por los pueblos más pode-
rosos, lo cual hace imposible el aislamiento; so-
ciedad de naciones que trae ccmo secuela inelu-
dible la limitación de los armamentos y la trans-
formación político-administrativa y social de los
pueblos, cuya estructura interna está hoy cimen-
tada más sobre la fuerza que sobre la volunta-
ria y cordial cooperación de todas las energías
sociales; el resurgir vehemente de los anhelos
autonomistas de las personalidades colectivas
que integran los grandes Estados modernos y la
reforma económica y social.
La resolución de estos problemas exige una
continuidad de la acción directora. Por eso, para
acometerla, se distinguirá entre la obra de los
CONDE DE ROMANONES 285
partidos y la función de gobierno. Aquéllos de-
jarán de ser instrumento de conquista del Poder
para asumir la tarea de remover ideas y propa-
garlas, recogiendo las necesidades y las fórmu-
las de remedio y convirtiéndose en expresión
y órganos, al propio tiempo, de la democracia
por venir.
Los Gobiernos forzosamente tendrán que en-
sanchar su base para constituir un Poder público
tan fuerte como corresponde a la magnitud de
los problemas planteados. Poder público que
actúe, no con el imperio de una fuerza vence-
dora, sino como resultante de un sistema de
fuerzas. Las concentraciones posibles están limi-
tadas y condicionadas por la convergencia de
todos los elementos temporalmente coligados
hacia una misma orientación de ideal.
¿Se confirmarán estas conclusiones? Toda pre-
dicción humana es falible, y lo son más aún las
formuladas en los tiempos obscuros y revueltos
que alcanzamos; pero el trabajo empleado en
indagarlas nunca es perdido; el pensamiento y
el esfuerzo comunes, guiando la voluntad, cola-
boran con el destino en la creación de los he-
chos; no son lo que, durante la guerra, se ha
llamado "Valores imponderables*, las fuerzas
menos decisivas en la dirección de los pueblos.
Y aunque fueran estas meditaciones esfuerzos
perdidos, ni vosotros, señores ateneístas, consa-
grados por vocación propia a las altas especula-
286 ANTÓN DEL OLMET.— TORRES BERNA L
ciones desinteresadas, ni yo, hemos de sentirlo,
que, al fin y al cabo, hemos consagrado estas
horas a cosas nobles, y durante ellas hemos he-
cho ofrenda de generosas preocupaciones de
nuestro espíritu en el altar de la Patria.
He dicho.
CAPITULO XXIII
EL CONDE, ateneísta
Enumeración de los diferentes cargos que el conde de Ro-
tnanones ha tenido en el Ateneo de Madrid desde su ingre-
so hasta su elevación a la Presidencia del mismo.— «Biolo-
gía de los partidos políticos».
La fecha de ingreso del conde de Romanones
en el Ateneo de Madrid tiene una antigüedad de
más de cuarenta años.
Y tanto por ello como por la significación e
importancia de la docta casa en la vida intelec-
tual española, creen oportuno los autores de este
libro dedicar el presente capítulo a la obra del
conde dentro de la misma. Obra tanto más dig-
na de consignar, si se tiene en cuenta que al
Ateneo de Madrid han pertenecido los hombres
más insignes de la literatura, de la política y de
la ciencia; que por su tribuna, siempre ecléctica
y hospitalaria, como corresponde a un verdade-
ro centro de cultura, han desfilado las más altas
288 ANTÓN DEL OLMET. — TORRES BERNAL
mentalidades del mundo, y que su biblioteca y
sus salones han conocido a las más ilustres figu-
ras de la intelectualidad del siglo xix y lo que
va del XX.
Ingresó el conde en el Ateneo siendo aún muy
joven. Y fué el primer cargo que en él desem-
peñó el de secretario tercero de la Sección de
Ciencias Morales y Políticas en 1883.
En junio del 86 fué elegido secretario prime-
ro de la misma Sección, y dos años después, es
decir, el 88, fué nombrado para el cargo de se-
cretario primero.
Fué entonces cuando el conde de Romanones
leyó su magistral discurso sobre "El régimen
parlamentario y la biología de los partidos po-
líticos", trabajo interesantísimo que fué muy
elogiado por los intelectuales y la crítica, y que
con gran dolor dejamos de reproducir por no
dar a este volumen unas proporciones excesivas.
* « *
En 1899 fué elegido vicepresidente segundo,
cargo que volvió a desempeñar en 1902 y para
el que fué reelegido en 1904.
Desde esta fecha hasta 1913 nada hay digno
de especial mención en la obra del conde como
ateneísta, ya que absorbido por la política, a ella
consagrara toda su actividad.
En dicho año, un grupo numeroso del Ateneo
acordó presentar la candidatura del conde de
CONDE DE ROMANONES 289
Romanones, a la sazón presidente del Consejo
de Ministros, para la presidencia de la docta
Corporación, vacante por fallecimiento de aquel
ilustre patricio que se llamó don Segismundo
Moret.
La candidatura del conde fué derrotada por
la del insigne biólogo don Santiago Ramón y
Cajal, que no aceptó el cargo por imposibilidad
material de atenderlo.
Y al dar cuenta de ello la Prensa de Madrid,
dio a conocer la frase con que el conde acogió
la noticia de su derrota:
— Ha sido preciso que llegue a presidente del
Consejo de Ministros para que me derroten en
unas elecciones.
Frase nobilísima que honra por igual los sen-
timientos democráticos del conde de Romano-
nes y del Ateneo de Madrid.
En marzo del presente año fué elegido presi-
dente del Ateneo, siendo uno de sus primeros
actos, al tomar posesión del cargo, el de conse-
guir del Gobierno que fuesen puestos en liber-
taid aquellos escritores ateneístas, entre ellos el
señor Núñez Arenas, que habían sido detenidos
y encarcelados a raíz del atentado de que fué
víctima el señor Dato.
19
CAPÍTULO XXIV
HONORES Y RECOMPENSAS
Grandes cruces.— Nombramientos de que ha sido objete-
Testimonios de gratitud.
No vamos a publicar la lista interminable de
condecoraciones y honores que ostenta el insig-
ne estadista. Sí, empero, haremos somera rela-
ción para que nuestra obra no quede incomple-
ta, y a título de información., diríamos que pe-
riodística.
Tiene el señor conde de Romanones la Gran
Cruz de Carlos III, la de Isabel la Católica, la de
Alfonso XII, la del Mérito Naval.
Iniciativa suya fué crear la Condecoración del
Mérito Agrícola, para premiar con ella a los
hombres ilustres que dedican su inteligencia y
sus desvelos al campo.
Posee el conde el Gran Cordón de la Legión
de Honor, que S. E. estima profundísimamente.
Cruces extranjeras. Además de la citada,
292 ANTÓN DEL OLMET.— TORRES BERNAL
ostenta muchas, y entre ellas de Portugal, de
Italia, de Grecia, de Austria, de Servia, de la
Rusia anterior al bolchevismo, de Suecia, de
Siam.
Pero, acaso lo que más enorgullece al conde
son las pruebas de estimación y devoción de que
ha sido objeto por la clase obrera y a causa de
sus donativos al Estado.
En 18 de junio de 1904 fué nombrado conse-
jero del Montepío General Obrero de España,
y antes, en 14 de junio de 1902, socio honorario
del x\teneo Obrero de Barcelona.
Es socio protector de ia Asociación de Escri-
tores y Artistas por el eficaz concurso que pres-
tó para la creación del panteón de hombres ilus-
tres, y el traslado a él de los restos de Larra,
Espronceda y Rosales.
Varias veces le han sido dadas gracias de
Real orden por donativos hechos al Estado. He
aquí dos documentos alusivos a este aspecto
de Su Excelencia:
"Excmo. Sr.:
Con esta fecha me comunica el excelentísimo
sefloi ministro de Instrucción Pública y Bellas
Arles la siguiente Real orden:
limo. Sr.: El señor conde de Romanones, dan-
do nuevo testimonio de su grande interés por
el fomento de la cultura patria, ha ofrecido
al Estado, con destino al Museo Arqueológico
CONDE DE ROMANONES 293
Nacional, el donativo de una interesante colec-
ción de objetos procedentes de las excavaciones
realizadas a sus expensas en las ruinas celtíbe-
ras y romRnas de la antigua ciudad de Termes,
en la provincia de Soria.
Dicha colección, que consta de 209 objetos, la
constituyen vasos primitivos, ladrillos, mosai"
eos, puntas de lanza de hierro, fíbulas, armas y
utensilios de hierro y bronce, anillos, aretes,
fragmentos arquitectónicos, etc., y doce mone-
das, algunas de bastante mérito.
En vista de ello, S. M. el Rey (q. D. g.) se ha
servido disponer que se acepte este importante
donativo, con destino al Museo Arqueológico
Nacional, como es la voluntad del donante, a
quien se dan las gracias por su liberalidad, y
que se ordene al director del referido Museo
que de acuerdo con el señor conde de Romano-
nes disponga la traslación de aquellos objetos al
establecimiento que dirige.
Lo que de la propia Real orden traslado a
V. E. para su conocimiento y demás efectos.
Dios guarde a V. E. muchos años. Madrid,
30 de octubre de 1909.— El subsecretario, P. O.,
A. Castro (rubricado).
Sr. Conde de Romanones."
"Excmo. Sr.:
Habiendo dado cuenta el señor presidente de
la Junta Directiva de este Museo en la sesión úl-
294 ANTÓN DEL OLMET.— TORRES BERNAL
tima de la impresión en relieve de la pata posterior
izquierda de un Cheirotherium, que como gene-
roso donativo de V. E. forma ya parte de las co-
lecciones de Paleontología, la Junta acordó por
unanimidad otorgar a V. E. un voto de gracias
hecho constar en el acta y que se perpetúe ade-
más el nombre del generoso donante en el libro
de registro y en el letrero público del ejemplar.
Lo que tengo el honor de comunicar a V. E.
para su conocimiento y satisfacción.
Dios guarde a V. E. muchos años. Madrid,
25 de febrero de 1902.— El secretario, Manuel
Antón (rubricado).
Excmo. Sr. Conde de Romanones.*
Fué el conde presidente del Fomento de las
Artes por nombramiento de 18 de febrero
de 1893.
Y — detalle curioso — preside la Asociación
General de Cazadores y Pescadores de Espafla
desde el i de febrero de 1904.
Podríamos estar enumerando los nombra-
mientos y cargos honoríficos de nuestro insigne
biografiado durante largo tiempo, y podríam s
llenar con ello muchas páginas de esta obra.
España ha sabido muchas veces premiar la
actividad incansable de este hombre tan racial
y tan inteUgente, al que debe intensos y fecun-
dos bienes.
CAPÍTULO XXV
GRANDE DE ESPAÑA
El condado de Romanones, de insigne prosa-
pia, fué agraciado con la grandeza por Su Majes-
tad el Rey Don Alfonso XIII. La merced fué justi-
ciera, porque así|se hacía honor, no sólo al ve-
tusto aristocraticismo de casa tan linajuda y tan
ilustre, sino a los grandes merecimientos del
egregio estadista.
La ceremonia de la cobertura condal tuvo lu-
gar, con las ceremonias usuales en Palacio, el
día 30 de enero de 191 1. Apadrinó a nuestro
biografiado su ilustre hermano el duque de las
Torres.
He aquí ahora el bello discurso que pronunció
ante el Rey con motivo de tan importante acto:
Señor:
Las grandezas que V. M. ha concedido a los
Figueroas son distinciones y altos honores que
someten para nosotros y nuestros sucesores toda
la gratitud, ya debida, adelantada y perdurable, a
296 ANTÓN DEL OLMET.— TORRES BERNAL
la generosidad augusta que las hubo de otorgar.
No llamo en estos momentos, que serán inol-
vidables para mí, ni a la memoria ni al discurso
para el enaltecimiento de mis antepasados. Ya
de mi abolengo dijeron aquellos que honran mis
apellidos todo lo necesario. Hermanos míos son,
que mantendrán con los suyos la devoción he-
redada a la dinastía de V. M., y yo con ellos.
Vengo, señor, del hombre de ayer, de aquel
marqués de Villamejor que luchó con empeño
en las lides del trabajo y de la industria. En ellas
vencedor, el sentimiento de amor a la patria fué
palpitación constante de su alma, y en la adhe-
sión a las instituciones educó a sus hijos para
servir al Rey con sus medios, su esfuerzo y su
trabajo en la vida política y gobernante, y al país,
en el desarrollo de los intereses materiales.
Es razón y fundamento para esta alta consa-
gración la mayor nobleza, la gloria cifrada en el
nombre de los conquistadores, de los servidores
lealísimos de los reyes, de los fundadores y afi-
liados a las Órdenes militares, de los más heroi-
cos detensores de la patria y del trono, de los
más solícitos y valientes guardadores de la per-
sona del Monarca.
También lo es aquella fortuna en los aciertos
diplomáticos de los que afirmaron las conquis-
tas, alegando los derechos que las defendieron;
los grandes progresos y los descubrimientos afa-
mados, las ganancias de territorios, los hechos
CONDE DE ROMANONES 297
heroicos, y las memorables hazañas de señores
y caballeros.
Pero yo vengo ahora a representar una nueva
excepción por la bondad de V. M., y tanto como
me confunde y abruma la gratitud, el enalteci-
miento de mi persona me penetra el ánimo de
grandes obligaciones y deberes.
La grandeza de España la recibo, señor, como
un estímulo.
Las histonas ilustres de las familias la mere-
cen como afirmación de sus cualidades. Mi fami-
lia las ha obtenido; pero bien dice la Filosofía
que el tiempo es la íorma del mudar; y premia-
dos los timbres de nuestra casa por la regia
munificencia, la distinción y el honor supremos
que V. M. me confiere, más me señalan el camino
del porvenir que me invitan a memorar los re-
cuerdos de lo antiguo.
No recibo este honor para la contemplación
ni para el descanso de las luchas que fueron,
porque V. M., al conceder la grandeza de Espa-
ña, declara un derecho constitucional, preclaro
y único en los de tal manera favorecidos. Son
ellos, desde este momento, presuntos legislado-
res; mañana lo serán por derecho propio; se les
otorga la mayor distinción contemporánea, algo
como una prolongación de la soberanía de V. M.,
que con ellos quieren compartirla, y a este dere-
cho va íntimamente ligado un deber, el primeroi
el más grande, el más obligado en la convicción
298 ANTÓN DEL OLMET.— TORRES BERNAL
y el más propio de las casas nobles en todos los
días de la historia: la defensa de las institucio-
nes, de la dinastía y de la persona de V. M,, que
hoy, por la transformación de las costumbres y
de las condiciones de la vida, tiene que hacerse,
aún más que en los campos de batalla, en los
comicios, en el Parlamento, en el Gobierno, en
el foro, en las propagandas y hasta en las agita-
ciones, y yo siento el deber, he de cumplirlo,
aunque no haga uso del derecho. Y mirando el
ejemplo que ofrece aquella gran nación, maestra
de los pueblos libres y parlamentarios, entiendo
como principalísimo en la condición a que V. M.
me ha elevado, la acción constante y ardorosa
en las luchas de la política. Por eso, el honor
que V. M. me otorga lo ciño a mi nombre para
las contiendas gobernantes, pero no como la
espada al cinto, sino como enseña que rodea
los blasones para alentar en las empresas y sos-
tener en los arrestos al que la proclama y la
defiende, con el entusiasmo firme y la voluntad
convencida.
Esta leyenda, mote y lema que siente mi alma
y que adora mi corazón, que absorbe íntegra
toda mi vida pública, me hará Grande, señor,
si a sostenerla para triunfar acierto; y la fe pro-
funda asegura a la conciencia que en la empresa
jurada ante V. M. sólo falta a los labios procla-
marla en los tres símbolos inmortales: por la
Patria, por la Libertad y por el Rey.
CAPITULO XXVI
UN ARTICULO DE ARGENTE
El conde, estudiado por el ilustre periodista y ex ministro.—
Sinceras y veraces palabras.
En la revista Cosmópolis, que dirigía Gómez
Carrilío, nuestro querido e ilustre colega, publi-
có don Baldomcro Argente, no menos ilustre
compañero en lides periodísticas, un hermoso
artículo dedicado a la figura preclara del señor
conde de Romanones, y que aquí reproducimos
porque es fiel retrato de nuestro biografiado in-
signe.
Dice así el artículo del señor Argente:
FIGURAS CONTEMPORÁNEAS
El conde de Romanones*
Mi amigo, el preclaro escritor Gómez Carri-
llo, me pide que trace una semblanza del conde
300 ANTÓN DEL OLMET.— TORRES BERNAL
de Romanones. Su petición me ha dejado per-
plejo. De una parte siento el impulso de escri-
birla. Creo conocer al conde de Romanones más
fiel y exactamente que ningún otro de quienes
pudieran escribir acerca de su compleja y febril
personalidad. No ignoro tampoco, porque vivo
en el mundo real, cuáles son los trazos cardina-
les de la silueta psicológica que en el vulgo— al
vulgo de nuestra política me refiero — evoca el
nombre del conde de Romanones. Y encuentro
tan dispares la realidad y la fantasía, la real fiso-
nomía del conde de Romanones con su fisono-
mía imaginaria, que la tentación de desvanecer
errores es demasiado fuerte, sobre todo cuando
de esa depuración había de resultar más enalte-
cida la figura del actual presidente del Consejo,
y quien había de hacerla está unido a él, desde
hace muchos años, por los más efusivos y fuer-
tes vínculos de admiración y cariño.
De otra parte, refrena mi impulso el temor de
que toda alabanza o todo rasgo halagüeño que
salieran de mi pluma podrían parecer, o expre-
sión propia y plausible, pero apasionada, de mi
afecto, o dictado de la adulación hacia un amigo
poderoso, de quien se reciben inmerecidos ga-
lardones. Y si de lo primero estoy a salvo por-
que el mayor afecto no suele turbar mi visión
serena de la realidad, lo segundo me dolería por
la certeza de que si algo proviniente de mí po-
día causar enojo al conde de Romanones, era el
CONDE DE ROMANONES 3OI
ditirambo adulador, incienso amado por los ma-
jaderos, impertinencia y agravio para los espíri-
tus sutilmente penetrantes y suavemente ironis-
tas como el del jefe del partido liberal español.
Afortunadamente, de la perplejidad me saca
un recuerdo. Hace doce años escribí para cierta
revista unas cuartillas bosquejando la silueta
política del conde de Romanones, a la sazón
apenas aventurado en las altas posiciones políti-
cas. En aquella época, mis relaciones con el hoy
más notorio de los hombres de Estado españoles,
sufrían un echpse. Las cuartillas se escribieron
para ser publicadas anónimas, como lo fueron
en efecto. Reunían, pues, todas las garantías de
imparcialidad. Hoy las he releído y las encuen-
tro deficientes, pero justas. Después he aprendido
a conocerle mejor. Los años, además, no han pa-
sado en vano por un alma tan rica en matices
como la del conde de Romanones. Con trasladar
lo que escribí en 1906, y ponerle unas apostillas,
defiero al deseo, para mí imperioso, de mi insig-
ne colega en periodismo. Helas aquí:
El hombre.
El conde de Romanones es una de las figuras
jóvenes más salientes y prestigiosas del partido
liberal, y después del insigne jefe del partido
liberal, señor Moret, la más significada persona-
302 ANTÓN DEL OLMET. — TORRES BERNAL
lidad de aquél. Vivo, inquieto, incansable, su
temperamento no le consiente apacibles sosie-
gos de bufete; ávido de lucha, hostiga a sus ad-
versarios sin cesar, y cuando no necesita defen-
derse, los ataca. Radical de ideas, persuadido de
que un gobernante es una voluntad y una volun-
tad no puede ser más que una acción no inte-
rrumpida, su relieve en la política española, no
ha mucho comenzado, se acompañó de tormen-
tas y encrespamientos.
No hay hombre público más combatido por con-
servadoresy reaccionarios, ni más fervientemen-
te apoyado por cuantos sienten amores democrá-
ticos. La masa neutra, que es el gran núcleo de la
opinión dormida, reposaba indiferente a las lu-
chas políticas de los últimos. El aislamiento par-
lamentario era un hecho, dolorosamente recono-
cido por personajes de todos los campos. Dos
nombres vienen sonando como clarines de gue-
rra en los oídos de esa opinión y sustrayéndola
a su sueño: el de Maura y el del conde de Roma-
nones. En aquél encuentran su caudillo las cla-
ses conservadoras y los elementos clericales,
cuantos suspiran por la España de la quietud, de
los Estamentos y de los Corregidores. En éste
ponen su bandera los hijos de quienes lucharon
en Alcolea e hicieron la revolución, cuantos sus-
piran por una España del porvenir y apetecen
un orden social inspirado y mantenido por la
libertad, no por el arbitrio del poder. Y poco a
CONDE DE ROMANONES 303
poco, lentamente, el estruendo de los combates
entre esas dos tendencias va despertando la opi-
nión, atrayendo las conciencias alejadas de la
vida pública e incorporándolas a los dos bandos.
Fué Romanones ministro de Instrucción pú-
blica, y su obra revolucionaria, febrilmente rea-
lizada y perseverantemente defendida, fué el
tuétano de la educación nacional, abordando el
problema en sus tres aspectos principales: secu-
larización educativa, mecanismo docente y ense-
ñanza profesional. La política liberal tuvo en
aquel Gobierno su órgano doctrinal eficacísimo
en el Ministerio de Instrucción pública; y el Es-
tado reivindicó los derechos, harto descuidados
entonces, que le pertenecen en la dirección hasta
y tutela del espíritu de las nuevas generaciones.
Ocupó recientemente el Ministerio de Fomen-
to y conjuró patrióticamente, con energía y
prontitud, la peligrosa crisis andaluza; estudió
sobre el terreno el problema visitando aquella
región, a despecho de los rigores caniculares
del mes de agosto; inauguró múltiples vías de
comunicación; convocó una gran Asamblea fe-
rroviaria para la rebaja y modificación de las ta-
rifas; creó campos de experimentación agrícola
en todas las comarcas; preparó la explotación de
la abandonada industria del turismo en España,
y planteó la reforma de su Ministerio para dar
una unidad a todos los servicios, antes disper-
sos, que cooperan al desenvolvimiento de la
304 ANTÓN DEL OLMET.— TORRES BERNAL
riqueza agraria. Y esto en sólo cuatro meses.
Su paso, pues, se señala predominantemente
por obras. Sus ideas, sus piincipios de gobier-
no, sus aspiraciones más inmediatas, hay, pues,
que deducirlas tanto de sus obras como de sus
discursos. Dos sillares lo sustentan: la fe en la
energía y la confianza en todas las derivaciones
fecundísimas de la doctrina liberal. A partir de
estos puntos, sus conceptos se acomodan a los
daños que la realidad proporciona en cada ins-
tante. Ensayaremos a sintetizarlos, advirtiendo
que las fuentes de que para ese trabajo nos ser-
vimos son anteriores todas a su presente etapa
ministerial.
Las ideas. -La acción gobernante.
Entre el gobernante y el sabio — opina Roma-
nones — hay la diferencia de que éste busca una
realidad que se acomode a su doctrina, y aquél
una doctrina aplicable a la realidad. Al gober-
nante, son los hechos quienes le dan planteados
los problemas. Espíritu que no establezca pronta
y claramente la relación entre los datos objeti-
vos de la vida y las subjetivas inspiraciones de
las ideas, no sirve para gobernar. El arte del
hombre de gobierno consiste en deslindar esos
problemas y en comprenderlos en su totalidad y
en aplicarles, no la mejor solución doctrinal, sino
CONDE DE ROMANONES 305
la mejor solución posible. Las transformaciones
sociales se realizan paso a paso; lo que importa
es conservar el camino y recorrerlo, no con la
celeridad del deseo, precursora del inevitable
fracaso, sino con la mayor celeridad que los he-
chos consientan.
En ese camino, el hombre de gobierno no
debe olvidar que ha de incorporarse la opinión
pública. La opinión es el aire necesario para
las obras políticas. Moverse fuera de ella es
moverse en el vacío y condenarse a la asfixia.
Hasta nuestros reyes absolutos, en los tiempos
de mayor esplendor para aquel linaje de monar-
quía, necesitaron inspirarse en los sentimientos
y en la conciencia nacionales; porque estos son
los veneros de la íuerza, y el gobernante no es
más que la mano que lo aplica. En España la
opinión es débil, va despertando poco a poco,
recobrando su perdida actividad; obra de ver-
dadera democracia es adelantarse hacia todas
sus manifestaciones, rebustecerlas y encau-
zarlas.
Y en esta labor ha de ponerse los ojos en un
aspecto importantísimo: las iniciativas y costum-
bres locales. Estas, en lo que tienen relación con
la vida pública, son la supervivencia de la Espa-
ña castiza. En lo legislativo, en lo agrario, en lo
comunal hay tradiciones puramente locales, ela-
boradas por la historia, por el correr de la vida,
y que, como tales, responden a condiciones dena-
20
3o6 ANTÓN DEL OLMET. — TORRES BERNAL
turaleza y de vida de nuestro pueblo. No hay que
destruirlas, sino concertarlas con la índole del
vivir moderno para impedir que, atrofiadas, sean
obstáculo, mientras que, rejuvenecidas, pueden
ser depósito de la originalidad de nuestro pue-
blo y despertadores de la fértil y sana iniciativa
popular.
Obra política*
Tan inertes nos han hallado las últimas déca-
das del pasado siglo, que decir obra política es
decir obra social. El Estado no tiene más fin di-
recto que definir el derecho y hacerlo cumplir;
esa es la doctrina pura y perfectamente liberal.
Pero el Estado tiene fines tutelares comprensi-
vos de los demás fines de la vida, misión subsi-
diaria en defecto de la iniciativa privada. Y cuan-
do la atonía es tan grande como lo ha sido, y aun
lo es, entre nosotros, el Estado no puede renun-
ciar al cumplimiento de ninguno de esos fines
indirectos, no puede inhibirse de ninguno de
ellos, porque dejarlos desamparados equivale a
una punible deserción. Por eso la obra política
comprende totalmente los dos grandes aspectos
humanos: la vida moral y la vida material. Hay
que rehacer moral y materialmente la España de
ayer, para que resulte la España del porvenir.
CONDE DE ROMANONES 3O7
Obra moral.
Tiene dos tases: saneamiento de la política,
difusión de la cultura.
El saneamiento de la política está integrado
por dos reformas: una, de las fuentes mediatas
del Poder público, la Administración local; otra,
de los caminos por donde ese poder se constitu-
ye, el procedimiento electoral.
La reforma de la Administración local, para
que sea fecunda, está sujeta a dos bases: el re-
conocimiento de la autonomía administrativa en
la esfera de los intereses locales; la intervención
del Estado para restablecer las perturbaciones
que la incapacidad o la malicia de los adminis-
tradores introduzcan en aquella esfera, y para
concertar la relación de éstas entre sí conforme
al interés nacional. Y necesita dos condiciones:
libertad garantizada de los Municipios para des-
envolverse, energía y eficacia en el Estado para
intervenir cuando sea exigible. La vida de una
Administración local así regulada trae consigo la
simplificación del expedienteo y la disminución
de los recursos y dilaciones, cuyas últimas con-
secuencias han de llevarse a la jurisdicción de
lo Contencioso.
La reforma electoral es consecuencia de lo
anterior: deslinde entre la Administración y las
funciones electorales; organización de éstas para
3o8 ANTÓN DEL OLMET.— TORRES BERNAL
que, automáticamente, se realicen sin ingeren-
cias extrajoas; consagración de la independencia
del voto.
Difusión de la cultura.
La obra social docente tiene dos grandes ra-
mas: la educación y la instrucción. Aquélla se
realiza al par que se inculcan los conocimientos
elementales, y respecto de ella, el Estado no pue-
de admitir otro sustituto o delegado de la potes-
tad paterna que el propio. El Estado tiene inte-
rés en que sus ciudadanos se formen moralmen-
te de manera que cooperen mañana al engran-
decimiento de la Patria y a la progresiva evolu-
ción humana. El derecho de vida y de defensa
que el Estado tiene, se antepone en este orden
a toda otra intervención. En este punto el Poder
civil debe ser inexorable y la reforma educativa
debe converger a tal fin.
La instrucción propiamente dicha comprende
dos fases: de humanidades y profesional o téc-
nica. Y en aquélla es muerta o viva, entendien-
do por ésta la que tiene una directa e inmediata
aplicación a la realidad. Nuestro organismo do-
cente tradicional está fundado sobre la primera,
y las necesidades de la vida moderna van recla-
mando la pronta evolución hacia la segunda. Las
humanidades hicieron la gloria de nuestros gran-
des centros intelectuales: Salamanca, Alcalá; la
CONDE DE R0MANOWES 309
enseñanza técnica ha hecho la grandeza de las
tres naciones que más resueltamente la han
abrazado: Inglaterra, Alemania, los Estados Uni-
dos; hay que imitar los Institutos técnicos ale-
manes y realizar prontamente en España la mis-
ma obra que Millerand ha realizado en Francia.
Las bases están puestas en el Decreto de 17
de agosto de 1902.
Reconstitución material.
Son tres los grupos en que puede clasificarse
los elementos de esa reconstitución: factores
económicos, factores financieros y factores so-
ciales.
Factores económicos.
Se refieren a la Agricultura, a la Industria y
al Comercio. Respecto a la Agricultura, hoy,
como en los tiempos en que Jovellanos redacta-
ba el informe del Consejo de Castilla sobre la
ley agraria, son tres los órdenes de medidas re-
clamadas por la necesidad, relativas a las leyes,
al agricultor y al suelo. En las primeras, toda la
misión se reduce a derogar disposiciones para
simplificar la situación jurídica de la propiedad
inmueble y a modificar el sistema hipotecario
para movilizar la riqueza rústica, ya por el pro-
cedimiento del Acta Torrens, ya por el de algu-
3IO ANTÓN DEL OLMET. — TORRES BERNAL
no de sus derivados, que hasta el número de
cinco han sido expuestos en España por los se-
ñores Moret, Montero Ríos y Costa. En cuanto
al agricultor, necesita con la enseñanza técnica
la tutela y asistencia continua que proporcionan
las granjas agrícolas de los Estados Unidos, de
lo que en España ha dado brillante ejemplo la
granja de Zaragoza; deben ser éstas como la ca-
pitalidad de zonas agrarias homogéneas, a ma-
nera de Universidad práctica del campo; y junta-
mente la difusión del crédito agrícola en la for-
ma elemental siraplicísima en que ya ha comen-
zado a extenderse entre nosotros en combina-
ción con el Banco de España.
Por lo que toca al suelo, las obras fundamen-
tales son la irrigación y la construcción de ca-
minos vecinales. Para una y otra hay que estu-
diar una ley que enlace y coordine forzosamen-
te por causa de utilidad pública el interés gene-
ral y el provecho particular.
Después, para una fecha ya remota, habrá que
pensar en la repoblación de las comarcas de-
siertas, reproduciendo la obra de Carlos III, ya
por alguno de los procedimientos estudiados
admirablemente por don Fermín Caballero, ya
previos ensayos de colonias agrícolas de pena-
dos, en la forma expuesta por el señor Moret.
Para la agricultura y la industria juntamente,
hay que redactar con urgencia unos Aranceles,
prolijamente articylados, según requiere la com-
CONDE DE ROMANONES 311
plejidad de la producción moderna. El espíritu
de esos Aranceles ha de ser proteccionista, has-
ta donde lo exijan las necesidades de la defensa
del trabajo nacional, pero en manera alguna pro-
hibicionista, para que no mate el estímulo del
progreso patrio.
El comercio requiere la reforma de las tarifas
ferroviarias y de la legislación sobre Marina
mercante. Aquéllas reclaman, ante todo, adapta-
ción minuciosa al tráfico mercantil; ésta, desgra-
ve de los derechos fiscales, jurisdicción rápida y
simplificación de los trámites consulares. De
aquí dimana una reforma que comprende desde
los derechos de abanderamiento hasta la organi-
zación práctica de los centros de información y
Museos comerciales.
El complemento de esta obra ha de ser los
Tratados de comercio, que no deben ser privi-
legio para un ramo de la riqueza pública, sino
acicate para la producción integral, a fin de que
la nación llegue un día a bastarse a sí propia.
Factores financieros*
Son muy complejos: la reforma fiscal, con su-
presión del impuesto de consumos; el catastro;
arreglo de las clases pasivas; unificación de la
Deuda; liquidación con el Banco; solución al pro-
blema de los cambios, dividiendo la cuestión en
312 ANTÓN DEL OLMET.— TORRES BERNAL
SU aspecto monetario y su aspecto económico,
para acometerlos parcialmente; aquél tiene como
premisas indispensables la liquidación con el
Banco, la norma de la circulación fiduciaria y la
paulatina desmonetización de la plata.
Factores sociales.
Comprenden éstos todas las relaciones del ca-
pital y el trabajo, por un lado, y la creación de
los organismos intermedios entre el individuo y
la Administración pública, reemplazando la an-
tigua organización gremial.
Las relaciones entre el capital y el trabajo im-
plican: la ley sobre el contrato de trabajo, los
tribunales arbitrales, el fomento de la coopera-
ción, para el consumo principalmente, las pen-
siones o retiros obreros sobre el principio de la
mutualidad, y la construcción de casas obreras.
Más adelante se podrá acaso pensar en la consti-
tución de los "huertos obreros", existentes ya en
Jaca, y del patrimonio obrero, organizado en al-
gunos Estados de la América del Norte; hoy
nuestra pobreza y el bajo nivel de la cultura me-
dia no lo consiente.
CONDE DE ROMANONES 313
Institutos armados*
Nuestra política internacional presente es: en
lo terrestre, de defensa, y en lo marítimo, de
cooperación. En consonancia, debemos reorga-
nizar el Ejército con la mira puesta en la defen-
sa territorial, poniendo sus bases en la rápida
movilidad y en el conocimiento exacto de la to-
pografía patria, y la Marina, empezando por cons-
tituir bases de operaciones en los tres arsenales
del Estado. Debemos pensar que aislados somos
impotentes para conservar nuestros territorios
más expuestos, por la fuerza sólo; por consi-
guiente, hemos de obtener que nuestros apres-
tos navales puedan completar los elementos
ofensivos de otra u otras potencias en luchacon-
tra quien pudiera ser nuestro agresor.
Hasta aquí lo escrito entonces, donde se re-
fleja el que era entonces pensamiento del conde
de Roraanones. Algunos de sus deseos han co-
menzado a tener realidad. Otros subsisten aún
y son norte de nuestra obra política. El curso de
doce años no los ha dislocado. Es que la realidad
cambia lentamente, y aquellos pensamientos es-
taban apoyados fuertemente en la realidad.
¿Qué ha añadido al espíritu del conde de Ro-
manones el curso de estos doce años? Desde lúe-
314 ANTÓN DEL OLMET.— TORRES BERNAL
go, paciencia, paciencia, moderación, calma. Era
impetuoso en demasía. Es hoy hombre reflexivo
por esencia; espíritu que aquilata hasta el últi-
mo extremo el alcance de cada gesto, de cada
palabra,, de cada resolución. Antes de adoptarlas
se pregunta siempre cuáles serán las consecuen-
cias, y esto le preserva de llevar la nación o sus
huestes a tantos embarrancaderos como vienen
siendo expiación y sepultura de muchos presti-
gios políticos de la España contemporánea.
La contemplación de las miserias y las vani-
dades humanas desde las alturas sociales y polí-
ticas a que el conde de Romanones llegó, le ha
infundido el hondo convencimiento de que sólo
hay una fortuna apetecible y hondamente con-
fortadora: estar en paz con la propia conciencia,
sentirse asistido por la indestructible confianza
de estar cumpliendo un alto deber. Esta disposi-
ción espiritual, que lleva al renunciamiento go-
zoso de muchos pequeños egoísmos, ha sido
puesta a prueba reiteradas veces durante los dos
últimos años: primero, con el divorcio entre su
conveniencia personal y la política exterior es-
pañola; después, entre su legítimo amor propio
y las vicisitudes de la política interior. En todas
ellas ha salido victorioso. Los que vivimos en su
intimidad sabemos que no tuvo siquiera una va-
cilación. La victoria sobre sí mismo era tan com-
pleta, que no tuvo siquiera los dolores de la lu-
cha. Las gentes, que habituadas a nuestra poli-
eONDE DE ROM ANONES 315
tica tradicional esperaban otra cosa, han ido cla-
mando sorprendidas: "Este es otro conde de Ro-
manones, nos lo han cambiado/' No; es el mismo
conde de Romanones, trabajado por la experen-
cia, libre de trabas, desasido de ligaduras políti-
cas, en quien los nativos impulsos, las genuinas
tendencias, su fondo permanente y personalísi-
mo espiritual viene al fin ai primer plano y se
despliega tal como siempre fué.
A su pensamiento han añadido los sucesos
otra cosa: la firme convicción de que nuestro
aislamiento es fatal, y que España, para el en-
grandecimiento de su pueblo, tiene que asociarse
espiritualmente al Occidente de Europa y a Amé-
rica, sobre todo la América latina, donde están
nuestra prole, nuestra gloria, nuestro orgullo y
nuestra esperanza. Y no es idea reciente, poste-
rior a la paz; es idea consignada expresamente
en su dimisión al Rey, de abril de 1917. Con una
más vasta comprensión de la solidaridad del
mundo que la usual entre nuestros hombres po-
líticos, percibe cómo se ha creado en el universo
un ambiente común, que pone a los pueblos en
esta disyuntiva: adaptarse o morir. Quiere que
nos adaptemos, pero como asociados de los gran-
des países y como cabeza de nuestra raza, para
que en el mañana de la Humanidad, España no
sea un poder subalterno, sino un elemento di-
rector.
Tal es el hombre; tal es el espíritu. Le llaman
3l6 ANTÓN DEL OLMET.— TORRES BEBNAL
habilidad a su clarividencia, travesura a la fer-
tilidad de su mente. Hay en él un gran hombre
de Estado que comienza ahora a rendir frutos a
la Patria. Para que sean tan copiosos como nece-
sitamos le basta vivir, porque aun cuando él ha-
bla muchas veces de retirarse a la vida privada,
yo Ho lo creo nunca. Se lo impide la propia com-
plexión psicológica. En él, vivir es luchar. Y la
lucha le enamora cuando es como hoy: lucha por
un generoso, un altísimo ideal.
Baldomero Argente.
CAPÍTULO XXVII
QUÉ VIDA HACE ROMANONES
Madrugador— No fuma.— Es abstemio y no ha jugado nun-
ca.—fcl campo y la política.— Otros detalles.
Ya hemos dicho al principio de este libro que
el conde de Romanones adquirió desde niño, y
por el ejemplo de su padre el marqués de Villa-
mejor, el hábito de madrugar. Y con él sigue.
£1 conde se levanta todos los días a las ocho de
la mañana.
Hasta hace unos años, a esa hora ya esperaba
al conde su barbero, el simpático Paco Pulver,
para afeitarle. Cuando Paco, a causa de los años,
se creyó obligado a aconsejar al conde que lo
substituyese por otro más joven, Romanones,
lejos de seguir sus indicaciones, le dio orden de
comprarle una máquina de afeitar para hacerlo
él por sí propio.
Dedica la primera parte de la mañana a despa-
ohar sus asuntos particulares, y luego recibe in-
3l8 ANTÓN V>EL OLMET. — TORRES BERNAL
numerables visitas, pues el conde, aparte la can-
tidad de amigos particulares y políticos que tie-
ne, recibe a todo el mundo.
A las dos reúne en su mesa a todos los hijos y
nietos, con los que luego se encierra en el salón
de su palacio, consagrándoles cerca de una hora
de intimidad absoluta. Ya sabe todo el mundo
en la casa que a esa hora el señor conde no está
para nadie.
Pasa luego a su despacho, donde se dedica al
estudio durante un par de horas. Y el resto de
la tarde lo dedica a recibir gente. Acostumbra a
acosta.se siempre a las once, cuando no tiene
cargo público, a menos que vaya al Real o la
Princesa.
Sus costumbres son de una austeridad asom-
brosa. No fuma, ni ha fumado nunca. No bebe
vinos, ni jugó jamás a nada. Sus dos únicos vi-
cios son la política y el campo.
Tiene una gran afición a los negocios, y gran-
des condiciones para ellos. Pero puede más
en él la política y no ha podido por eso aten-
derlos.
Entre su hermano el señor duque de las To-
rres y él, conservan todos los negocios de su
padre: como Peñarroya, el Banco de Cartagena,
etcétera. En las minas del Rif tiene acciones,
pero la mayor parte están en manos de bil-
baínos.
Fundó la primera fábrica mecánica de pan que
CONDE DE ROMANONES 319
hubo en Madrid, y perdió en ella varios miles
de duros.
Su fortuna personal es enorme. En Madrid es
el número uno de los contribuyentes. Paga mu-
cho más de lo que se necesita para ser senador
por derecho propio. Y es tal el número de casas
que tiene, que si aplicase el vigente decreto so-
bre alquileres — no ha subido un céntimo a sus
inquilinos— saldría beneficiado.
Este es el conde de Romanones en su aspecto
privado.
CAPITULO XXVIII
ROMANONES, PINTOR
Su profesor.— Sus condiscípulos.— Admiración por los clásicos
e idolatría por Velázquez.— Detalles curiosos.
Como don Antonio Maura, este ilustre políti-
co español, cuya biografía tenemos el honor de
hacer, es muy aficionado a la pintura. Ahora ya
no se ejercita en ese arte; pero hubo un tiempo
juvenil que dedicó enteramente a tan gratas y
nobles tareas.
Sintiendo grandes aficiones por la pintura y
estimulado por su abuela materna doña Inés,
que idolatraba a aquel nieto, empezó el conde a
emborronar lienzos.
Fué profesor del conde don Manuel Arroyo,
profesor de la Escuela de Pintura, Escultura y
Grabado.
Los clásicos españoles constituían la predi-
lección del conde en materia pictórica. Se pasa-
ba la vida copiándolos, sobre todo a Velázquez,
21
322 ANTÓN DEL OLMET. — TORRES BERNAL
por el que tiene una admiración sin límites.
Los compañeros de S. E. fueron Juan Antonio,
Benlliure, Cecilio Pía, Balcorva, Nájera, Ma-
teo Silvela y otros.
— ¿Y cómo fué dejar la pintura?— pregunta-
mos un día al conde.
—Porque me convencí de que no me llamaba
Dios enteramente por ese camino. Cuando em-
pecé a sentir la política abandoné aquel sublime
y querido arte.
De todos modos, siempre ha vivido un poco
cerca de estas cosas. Las ha protegido.
Es en la actualidad presidente de la Academia
de Bellas Artes, y tiene y tendrá siempre una
viva afición por tan nobles tareas.
Hacemos una breve pausa.
— ¿Conserva usted, señor conde, algún cua-
dro pintado por usted?
S. E. ríe juvenilmente, lleno de un simpáti-
co agrado evocador.
^Sí.
CAPITULO XXIX
DON MANUEL BROCAS
Una amistad de la infancia.— Las primeras elecciones.— Per«
siguiendo el matute.— Brocas se levanta a las seis.— La in-
vestidura parlamentaria.— Un acto de justicia.
Sería éste un libro incompleto, estando consa-
grado al conde de Romanones, si no hubiese en
él unas páginas dedicadas a don Manuel Brocas.
Es Brocas, cuya simpática personalidad no
vamos a describir ahora, por ser sobradamente
conocida, uno de esos hombres que tienen por
característica de su temperamento la lealtad.
Unido al conde por una amistad de la infancia
y por un cariño y una admiración sin límites,
Brocas no ha tenido en su vida más que una am-
bición: la de serle útil a su jefe, del que más que
secretario particular y político y amigo de total
confianza, es como una prolongación.
*Se conocieron en la Universidad Central, don-
de el señor Brocas era condiscípulo del duque
324 ANTÓN DEL OLMET. — TORRES BERNAL
de Tovar, hermano menor del conde. Más tarde
estas relaciones se estrecharon con motivo de
unas elecciones parciales a diputados a Cor-
tes por el distrito de Alcalá de Henares. Bro-
cas ayudó a S. E. con todo entusiasmo, y aun-
que el éxito no coronó el esfuerzo por la des-
igualdad de la partida, en la que el contrin-
cante llevaba todas las ventajas. Brocas quedó
ya unido al conde y fué uno de sus más podero-
sos auxiliares en la lucha que un año después,
el 88, tuvo que sostener Romanones para salir
concejal por el distrito de la Audiencia de esta
corte.
A partir de esta fecha, la vida de Brocas que-
da ya reseñada en las páginas de este libro.
Cuando el conde fué alcalde de Madrid, Brocas
consagraba sus días a secundar la obra de su
jefe, velando por que sus órdenes se cumpliesen.
Llegó en su celo hasta a constituirse en vigilante
de consumos para impedir el matute, que por
entonces minaba la Haciencia municipal.
Ei año 10, en las Cortes de Canalejas, el se-
ñor Brocas fué elegido diputado a Cortes por el
distrito de Pastrana; desde entonces, en el Sena-
do o en el Congreso, el señor Brocas ha tenido
siempre representación parlamentaria.
Brocas es aún más madrugador que su jefe.
Todos los días, cualquiera que sea la hora a que
el exceso de trabajo que sobre él pesa le obligue
a acostarse, a las seis de la mañana está en pie.
CONDE DE ROMA NONES 325
A esto se debe en gran parte que el conde de
Romanones conserve el mismo distrito que le
trajo por primera vez al Congreso. Pues es muy
difícil que un personaje político, cuando llega a
la altura del conde de Romanones, pueda con-
servar y atender a las necesidades del distrito
que lo elige.
Y para terminar este capítulo, que no puede
ser extenso porque la obra de Brocas es la obra
de todos los días, silenciosa y constante, bastan
pocas palabras: don Manuel Brocas, secretario
particular y político del conde de Romanones,
amigo de toda su confianza, auxiliar insustitui-
ble, caballero intachable, es, sencillamente, el
trabajo, la constancia, la lealtad y el desinterés.
Los autores de este libro tienen una viva sa-
tisfacción en proclamarlo así, llevando a cabo
con ello un acto de justicia.
CAPITULO ULTIMO
EL CONDE, VISTO POR SUS AMIGOS
A continuación, y por creerlo interesante, pu-
blicamos unas cuantas opiniones personales de
los amigos del conde de Romanones acerca de
la manera de ser del ilustre hombre público.
¿Una semblanza del conde de Romanones? No
caeré en la tentación de trazarla. Soy demasiado
amigo suyo para juzgar imparcialmente al poli-
tico y al hombre. Además, está tan llena su vida
que no sabría kacer resaltar los hechos que sue-
len dibujar con fuerza un carácter.
De todas las condiciones sobresalientes que
posee, las que más admiro son la discreción y la
cautela. No hablo de su sagacidad y su perspica-
cia porque entraría de lleno en los lugares co-
munes.
Conversando Cánovas un día con Castelar so-
328 ANTÓN DEL OLMET. — TORRES BERNAL
bra los méritos de los hombres preeminentes de
la política española, al llegar el turno a Sagasta
hubo de decir: "No olvides una cosa: Sagasta
tiene una condición de hombre de Estado que ni
tú ni yo tenemos: Sagasta no habla ni ha hablado
nunca mal de nadie, y tú y yo despellejamos a
los que se nos ponen por delante."
Ignoro si el conde conoce este juicio, pero en
sus relaciones políticas y en las privadas pro-
cede como si lo llevara esculpido en la me-
moria.
Somos amigos el conde de Roraanones y yo
desde hace largos años. He tenido ocasión, en
nuestras pláticas íntimas, de comentar palabras,
actitudes y hechos mortificantes para él. Delibe-
radamente y para tratar de conocer el suyo, he
extremado a veces mis juicios. Todo en vano:
jamás ha salido de sus labios ni una sola expre-
sión que revelara intención de causar molestias
a los que se las producían .
Así era Sagasta. Tampoco Sagasta se quejó
nunca de las injusticias de los hombres ni aun
de sus propios amigos.
Esta discreción, mejor diría, esta resignación
¿fué cálculo en Sagasta y lo es en Romanones?
Lo ignoro y no me importa averiguarlo. Me li-
mito a consignar el hecho, que demuestra, según
Cánovar, una cualidad de hombre de Estado.
Mil veces habrá bendecido el conde de Ro-
manones la semejanza que en este punto y en
CONDE DE RüMANONES 329
muchos otros tienen sus actos con los del gran
caudillo del antiguo partido liberal.
De las aptitudes del conde, de sus éxitos, de
sus felices atisbos en materias del más hondo
interés nacional, de su carácter, quizá también
de sus tristezas, hablará seguramente el presen-
te libro.
Yo me limito a trazar estas líneas, que no tie-
nen otro valor que el de un pobre homenaje al
liberal de siempre, al querido amigo y al jefe
que ha prestado, y todavía ha de prestar, gran-
des servicios a su Patria.
Antonio Aura Boronat.
Abril 1 92 1.
Una instantánea.
Si hablase de su perspicacia política, de su vi-
veza en las polémicas parlamentarias, de su po-
der imaginativo para sugestionar en momentos
determinados al cuerpo electoral; si dijese que
adivina las soluciones de las crisis gubernamen-
tales; si afirmase que su habilidad y clarividen-
cia lo mismo se extiende a las sinuosidades de
la vida política que a la vida de las finanzas, es-
timo que no diría nada nuevo, sino que me limi-
taría a ser un vulgar repetidor de lo que todos
reconocen y ensalzan; pero si declarase a toda
voz, si mantuviese con ardores de temperamen-
330 ANTÓN DEL GLMET. — TORRES BERNAL
to sanguíneo, que su silueta mundana, de hom-
bre de sociedad, está abrillantada por su genero-
sidad en días de apuro, ya personal, ya colectivo,
de sus amistades, por su altruismo ante un Cen-
tro benéfico que pide su intervención económi-
ca, o por sus órdenes de pago frente a un candi-
dato próximo a la retirada; si en expresión grá-
fica dijese que su caja no es un tanque blinda-
do, acaso los inconscientes que la maledicencia
utiliza en sus propagandas o los conscientes que
saben disimular lo que piensan y sienten, me
contestarían con una sonrisa o un gesto de duda
o despectivo.
Por eso, tengo a gala ser, en esta oportuna in-
formación del señor Antón del Olraet, vocero
de la verdad y mantenedor de lo que he visto y
me consta.
Eduardo Vimcenti.
Abril 1921.
CONDE DE ROMANONES 33I
LOS PREJUICIOS
CÓMO ES Y CÓMO DICEN QUE ES EL CONDE DE ROMANONES
Manera de dmentar una fama.— «Inquieto, sagaz, travieso.»—
Sordidez, veleidad. — Psicología íntima.— Clarividencia.—
Sobre la verdad del hoy se fundamenta la del mañana. —
Algo por encima de todo.— El más grande defecto del conde
de Romanones.— La más definida idealidad.
Nadie podrá negar que nuestro pueblo, más
quizás que ningún otro, es aficionado en extremo
a juzgar de ligero a los hombres, y rodearles
caprichosamente, sólo por lo que ofrecen las
apariencias, de una fama definida, y lo que es
peor, duradera, tan duradera que suele acom-
pañarlos durante toda la existencia.
Así ocurre en nuestro país con todos aquellos
que hacen "vida pública*: artistas, literatos, tore-
ros, y más que con ninguno de ellos, con los
políticos.
Durante muchos años fué del dominio popu-
lar un concepto por el que un ilustre polígrafo,
admiración de propios y extraños por sus traba-
jos de filología e incomparable erudición y cri-
332 ANTÓN DEL OLMET. — TORRES BERNAL
tica literaria, era encasillado como un conse-
cuente adorador de Baco.
El primero de nuestros dramaturgos actua-
les sufre el balajn de merecer de la opinión
pública un concepto depresivo, en algo que
afecta extraordinariamente a su personalidad
física como individuo del sexo fuerte. De cier-
to jefe de grupo izquierdista, asombro de elo-
cuencia, se dio en decir que "aprendía sus
maravillosos discursos d« memoria"...; y así su-
cesivamente.
Cuando estos conceptos, a las veces lanzados
con no santa intención por enemigos o rivales
de los motejados, y en gracia a la idiosincrasia
de los españoles, que les hace acoger como
exacto y propalar como "buena nueva" cuanto
significa oprobio, crítica o mortificación para los
triunfadores; cuando estos conceptos depresivos
llegan al estado llano, al dominio público, ya no
hay manera de destruir la vulgar patraña, y el
sabio será, para el pueblo, sabio, pero borracho,
y el dramaturgo, eminente comediógrafo, pero
hombre de débil masculininidad, y el famoso
orador, cantor elocuente de ideas, pero con auto-
matismo memorista.
El conde de Romanones, que empezó su vida
pública cuando aún apenas le apuntaba el bozo,
fué para las gentes de España, desde el primer
momento, lo es ahora, y lo será por lo visto siem-
pre, un político travieso, inquieto, sagaz. Dieron
CONDE DE ROMANONES 333
las gentes, desde los primeros pasos de su vida
política, en admirarse de la extraordinaria acti-
vidad, vehemencia, diligencia y espontaneidad
del nuevo político. Vivíanse entonces aquellos
famosos tiempos del balduque y el expedienteo.
Los problemas de más apremiante urgencia, los
más angustiosos pleitos de la vida pública, su-
frían la enervante oposición del criterio buró •
crata, la inacabable acción letal de los trámites;
y ocurrió que en puesto de tantos apremios cir-
cunstanciales como el de la Alcaldía de Madrid,
el conde de Roraanones, en breves días, casi en
horas^ resolvió cuestiones como las del pan y el
alumbrado, que llevaban planteadas decenas de
años, y lo que es más, sus resoluciones sorpren-
dieron a todos por lo justas, por lo equitativas,
por lo valientes y beneficiosas para el interés
público.
Y empezaron los políticos, asombrados de la
diligencia, valentía y acierto, a pronunciar estas
palabras: "Este conde... Este condecito... ¡Es el
diablol... ¡Lo que no se le ocurra a éil..."
No hay que negar que esta actividad y firmeza
de actuación fué acogida con generales mues-
tras de simpatía, y aureolado por ellas salió el
conde de Romanones de la Alcaldía, tenido ya
en consideración de político de talla.
Y fué a Instrucción Pública; y una vez más,
pulsando la realidad, alzó en su pecho la ñrme
decisión de abordar el vergonzoso problema
334 ANTÓN DEL OLMET. — TORRES BERNAL
del pago de los maestros de escuela, aquellos
maestros que, a últimos del pasado siglo, eran
personajes imprescindibles en todos nuestros
saínetes y revistas, y aparecían siempre en la
escena raídos, exhaustos, dando desconsolado-
res bostezos. ¡No existía farándula que no con-
tratase en el cuadro a un actor inverosímilmente
delgado para interpretar adecuadamente a los
maestros de escuela!...
Como se lo propuso, realizó el eonde de Ro-
manones su empeño, y con una rotunda, radical
disposición, rompió las cadenas que sujetaban
vergonzosamente a la miseria a nuestros maes-
tros nacionales. Y todo ello sin ruido, sin alha-
racas, cuando nadie se lo esperaba, y cuando
los que conocían el propósito del ministro se
complacían en propalar de antemano un seguro
fracaso.
El inquieto^ el travieso conde, 'después de este
triunfo, empezó a ser tenido y considerado
como un punto más allá por sus enemigos, que
ante su obra de afirmación le concedieron el
título de sagaz. En otro cualquier país, aquellas
muestras de *saber gobernar" hubieran valido
al político que las ejecutó el título de vidente,
de comprensivo, y puede que de estadista. El
conde de Romanones ascendió a sagaz, sin dejar
de ser inquieto y travieso.
Al mismo tiempo que se rodeaba la vida polí-
tica de este hombre público de tales falsas con-
CONDE DE ROMANONES 335
ceptuaciones, en su vida privada empezaba tam-
bién a penetrar la mirada inquisitorial de los
atisbadores de flaquezas ajenas. Era difícil, muy
difícil encontrar en un mal paso político al conde
de Romanones; los que se veían de continuo
derrotados, o peor aún, pospuestos, o aún peor,
anulados por los éxitos públicos del político,
buscaron nuevos campos para darle la batalla, y
entraron a saco en la vida particular de don
Alvaro Figueroa.
Al conde de Romanones no se le podía tildar
de "logrero" de la política; cuando a ella llegó
contaba con una cuantiosa fortuna, un capital
fuerte, de los primeros de España. Hacerle apa-
recer como deseoso de ganancias abogaciles era
ridículo; nadie lo hubiera creído. Presentarle
como deseando figurar en los grandes Consejos
de las Compañías, absurdo, porque nada signifi-
caban para él las dietas que pudiera percibir,
aun siendo respetables y por tantos ambicio-
nadas.
Había que ir más al fondo, y se fué. Un hom-
bre que gozaba de fabulosa fortuna y que no
dilapidaba su dinero, que vivia con todas las
comodidades, pero sin fastuosidad, que no era
de los necios potentados a quienes el primer
martingalista, al uso de los de España, puede
sablear y explotar a su gusto; que trabajaba doce
y diez y ocho horas diarias; que ofrecía constan-
temente actitudes lógicas de hombre previsor y
336 ANTÓN DEL OLMET. — TORRES BERNAL
ecuánime, todo ello era algo que podía servir a
la malicia para asentar las máquinas de guerra
que conmovieran ios muros de la buena fama
del triunfador político.
Y se dijo y propaló con extraño empeño esta
especie:
*E1 conde de Romanones es tacaño, sórdido,
avaro."
Y los sablistas, una y cien veces defraudados
en sus ataques al bolsillo de Alvaro 1 igueroa, y
los negociantes que diez y cincuenta veces fue-
ron a proponerle fantásticas empresas industria-
les y económicas y se encontraron con que el
procer con una sola observación dejaba al des-
cubierto la trampa de la patrañuela, pusieron en
moda el dichj: "Eso es más ditícil que sacarle
un duro a Romanones."
Su clarividencia en los negocios asombraba a
estos buenos financieristas de mesa de café, que
en las tertulias planean con fruición y rapidez
las más prodigiosas empresas. Romanones era
un lince, un águila; no se le conocía negocio
malo. Minero por sangre y por herencia, a sus
trabajos mineros prestaba atención preferente.
Minero fué su padre y sus hermanos, y la Casa
Figueroa, la primera en explotación de yaci-
mientos plomíferos desde muchos años antes
de que el conde de Romanones tuviera uso de
razón para regentarlos. ¡Ah, pues Romanones
era un negociante de los que todo lo pospo-
CONDE DE ROMANONES 337
nen al lucro y a la prosperidad de sus negocios!
Volvieron los atacantes a fijarse en la vida
pública del político. Romanones había ya pasado
por casi todos los ministerios, y en todos ellos
había ido dejando huellas imborrables de su po-
lítica vidente, sirviendo a las necesidades de la
nación, atento a las reclamaciones imperiosas de
la realidad. En el partido liberal era figura pre-
eminente. Dirigíalo Moret, y a su lado el conde
de Romanones era el constante acicate de aquel
hombre tan culto, tan inteligente, pero... tan
lleno de desfallecimientos, por exceso de bon-
dad y exaltación de su espíritu prudente.
Llegaron momentos críticos para el partido
liberal, y el conde de Romanones no dudó un
momento en ponerse al frente de un movimiento
nacido en los Comités de Madrid con tal fuerza
y unanimidad, que no era lícito desdeñarlo o
desatenderlo. Y aquel acto, venido de abajo, de
lo que en buena doctrina liberal constituye la
fuerza de los partidos políticos, sirvió de nueva
arma para combatir al conde de Romanones,
que como jefe de los Comités lo acogió y ofreció
al jefe.
Fué una nueva travesura del sagaz conde, al
decir de sus "amigos" políticos, y se le presentó
como inconstante y veleidoso en la política.
Surgió, con todo el esplendor y la autoridad
de su talento y de sus actos democráticos, la
figura de don José Canalejas. La bandera del
22
338 ANTÓN DEL OLMET. — TORRES ÜERNAL
partido pasó a sus manos. Su política de reali-
dades, de afirmaciones, daba vigor y nervio al
debilitado programa del partido liberal. El conde
de Ramanones fué un constante y leal coad-
yuvador de aquella obra de confirmación en la
fe y en los procedimientos liberales de gobierno,
que encauzó el gran estadista. Con su habitual
clarividencia, sin titubeos espirituales, el conde
de Romanones se percató de que el partido libe-
ral tenía que ser como decía y pensaba Canale-
jas, o tenía que dejar de ser algo positivo y útil
en la política española.
Y Romanones, lugarteniente de Moret, lo fué
por derecho propio de Canalejas, y aquel acto
suyo, lógico y natural, se reputó como nueva
habilidad y expresión de piruetismo político.
Elevado a la Presidencia de la Cámara popu-
lar, desde ella demostró constantemente su pon-
deración de espíritu. Asombrados andaban los
cronistas de la vida del "inquieto** y "sagaz"
político, al ver cómo se deslizaban los días y los
meses, y el conde de Romanones no creaba di-
ficultad alguna al Gobierno del señor Canalejas,
antes bien, le ayudaba a franquear los pasos di-
fíciles y lograba en no pocas ocasiones que las
lanzas parlamentarias que contra los ministros
se esgrimían furibundamente, se trocasen en
quebradizas cañas.
Llegó el día, verdaderamente luctuoso para
España, en que una mano criminal puso fin a la
CONDE DE ROMANO NES 339
existencia de aquel ilustre estadista, que lograba
ya ver florecer su semilla de evolución demo-
crática.
El vil atentado marcó un momento de estupor
en el ánimo de no pocos políticos... Y fué en
aquella sesión memorable, cuando al dar cuenta
a la Cámara popular del execrable crimen, cuan-
do el conde de Romanones fustigó el espíritu de
la grey política, levantando con acento valeroso
sobre el dolor ante el crimen la afirmación del
valor cívico, de la abnegación ante el servicio
de la Patria, por la que todos los gobernantes
debían de sentirse dichosos en ser sacrificados.
Jefe del Gobierno el conde de Romanones,
sólo tuvo un propósito y una voluntad: el de se-
guir el camino trazado por Canalejas, la de per-
severar en su programa político y llevar a buen
puerto los ideales de libertad y democracia.
Pero al conde de Romanones no le dejaron
gobernar. Cuanto mayores eran sus aciertos,
más trabas se le ponían para seguir adelante.
Nadie le discutía sus proyectos, nadie podía se-
ñalar flaquezas en su ánimo o desviaciones en la
práctica con los actos de gobierno, de lo que
constituía la idealidad del partido, aquella idea-
lidad definida por Canalejas, y en la que pare-
cían haber coincidido todos los comulgantes en
el credo liberal.
Días de intensa amargura hubo de pasar el
conde de Romanones a! sentir cómo los afectos
340 ANTÓN DEL OLMET. — TORRES BERNAL
al personalismo político minaban el terreno so-
bre el que se asentaba su obra de gobierno. Los
que de su intimidad disfrutábamos le veíamos
llegar un día y otro, tras de la fatigosa jornada,
con la tristeza retratada en el rostro. Una inci-
dencia minúscula, una observación enojosa, un
distingo banal, un alfilerazo mortificante... no
pasaba hora sin que sus amigos, sus afines, los
llamados a sostener la situación, y aun a veces
los que personalmente dentro de ella estaban,
hicieran objeto de alguna de aquellas "habili-
dades" amargantes al político "habilidoso".
Salió del gobierno con la íntima convicción de
que dentro del partido liberal había muerto para
siempre la unidad de voluntades. No le perdo-
naban, no, sus enemigos de siempre su exalta-
ción al primer puesto de la política. Se le rega-
teaban méritos en todo y por todo. Se le nega-
ban otras condiciones que la de su ya antigua
habilidad. Sobre aquella verdad de los persona-
lismos liberales, fundamentó el conde de Roma-
nones la verdad del mañana, y como siempre,
fiel a la realidad, declaró muertos a los grandes
partidos políticos, porque en el antiguo conser-
vador había surgido análogo cisma de aquel que
se registraba en el liberal. Y la declaración cla-
ra y rotunda de lo que estaba, no sólo en las
mentes, sino en los labios de la mayoría de los
políticos, fué sólo, para los comentaristas, una
nueva habilidad del sagaz conde. Al principio
CONDE DE ROMANONES 34I
SU opinión fué rechazada, discutida, abominada.
Aquello sólo era "arrimar el ascua a su sardi-
na*... Y sin embargo, cuando hombre de tanta
autoridad política— única en España, y más por
aquella fecha— como don Antonio Maura, vino
a declarar, no sólo con sus discursos y escritos,
sino con sus actos, la absoluta conformidad con
este criterio, las "buenas almas" de la política
convinieron en que el conde de Romanones ha-
bía dado una nueva muestra de su travesura. Y,
en efecto, una vez más el jefe liberal, merced a
a su visión perfecta de la realidad, al estudio
que hacía de los orígenes de los hechos, había
podido, con lógicas consecuencias, adelantándo-
se a los acontecimientos, poner de relieve la
existencia real de una crisis honda, grave, trans-
cendental; la más honda, grave y transcenden-
tal que registra la historia de la política españo-
la. Los grandes partidos, en efecto, eran y son
unos cadáveres, y cuantos intentos se hicieron y
se hagan por galvanizarlos sólo servirán para
darles apariencia de vida, sólo apariencia. Arras-
trarán su mortaja sobre la política, pero no lo-
grarán que caiga ya en lo sucesivo el sudario
que cubre sus hombros.
Pero hubo más. El político habilidoso cometió
la inhabilidad más grande que se registra en los
fastos de la política, y por ella dio pretexto para
que los que permanecían "emboscados* respec-
to a su actuación como gobernante, le volviesen,,.
342 ANTÓN DEL OLMET. — TORRES BERNAL
con gestos de horror, nada menos que de ho-
rror, la espalda.
Cometió la inhabilidad a ciencia y paciencia
de lo que le iba a suceder, no ignorando a lo
que se exponía, dándose cuenta de las conse-
cuencias políticas que había de acarrear forzo-
samente su acto. Pero su conciencia, su patrio-
tismo, le obligaba a ello, y por encima de todo
se consideró obligado a ser una vez más leal y
sincero frente a su país.
Ocupaba el Poder, y dadas las circunstancias
por que el mundo atravesaba a consecuencia de
la conflagración europea, en España se había
creado una a modo de tregua política. Nada
da tantos amigos, en materia política, como el
ser dueño y señor de la Gaceta, Porque lo era,
alrededor del conde de Romanones se habían
ido agrupando aquellos mismos que le hicieron,
a raíz de la muerte de Canalejas, imposible la
vida en el Gobierno. La personalidad de Roma-
nones anulaba, obscurecía la de los demás pro-
hombres liberales. Y sin embargo... por propia
voluntad, obedeciendo sólo a los dictados de su
conciencia, sacrificó su preponderancia, su auto-
ridad, el Poder mismo, al decir a los políticos y
a la nación entera lo que su conciencia honrada
le dictaba respecto a la política que España de-
bía de seguir frente a la situación internacional.
Y en un documento, modelo de claridad y sen-
cillez, aquel hombre, jefe de un Gobierno, posi-
CONDE DE ROMANONES 343
ble jefe del más fuerte partido político^ indicó a
su nación y a sus amigos el camino a seguir, tal
y como él lo entendía honrada y patrióticamen-
te; y lo que es más, sabedor de que su criterio no
era compartido unánimemente por la opinión pú-
blica y sobre todo por la política, hacía renuncia
del Poder para no gobernar ni en contra de su
conciencia ni en contra de la conciencia nacional.
Pues.,, aun después de este acto, el conde de
Romanones sigue siendo inquieto^ travieso y há-
bil. Y sin embargo, nada tan leal, tan lleno de
civismo y claro concepto de la responsabilidad,
tan abnegado como este acto de gran patriota,
por el que el conde de Romanones vio sus re-
laciones políticas reducidas en las cuatro quin-
tas partes de su efectivo.
"¡Qué locura! ¡Qué insensatezl..." Estas y pa-
recidas exclamaciones salían de todas las bocas,
incluso de las de algunos de los leales que que-
daron al lado del conde de Romanones. Éste,
con su vehemencia acostumbrada, sólo respon-
día: "He procedido con arreglo a mi leal saber y
entender. He advertido a mi patria de lo que
era fruto de mi convicción. Que España decida
sobre su suerte. Yo he cumplido mi deber, y por
cumplirle cualquier sacrificio me parecerá y me
parece de una nimiedad perfecta."
No debía de estar muy equivocado el ilustre
político en las orientaciones de política interna-
cional que señalaba, cuando en el Gabinete lia-
344 ANTÓN DEL OLMBT.— TORRES BERNAL
mado Nacional fué designado para ocupar la
cartera de Estado, y precisamente cuando aquel
Gabinete hizo crisis en horas bien dificultosas,
volvió el Gobierno a sus manos, ¡y en qué cir-
cunstancias y con qué clase de apremios!
"Tantas horas como he pasado de insomnio
pensando en que llegaría este momento — me
dijo la noche misma en que por fin tuvo que
aceptar el Poder— y ¡cómo me iba a figurar que
me produciría tanta amargura!"
De todos los servicios que el conde de Roma-
nones ha prestado a la Corona y al País, ningu-
no como este de aceptar el Gobierno, cuando
nadie, nadict nadie, quería asumir las responsa-
bilidades de aquellos días. La historia, cuando
pueda hablar con toda claridad, hará justicia al
conde de Romanones, el heibilidosOf el inquieto,
el sagaz, por aquel acto de acendrado monar-
quismo y del más alto espíritu patriótico.
¡La Patria! ¡El Rey! He aquí los dos grandes
amores del conde de Romanones. Por si algo le
faltaba que dar a la Patria y al Rey, le ofrendó
la vida de su hijo predilecto, igual que daría la
suya propia. ¡Cómo lo pudieron olvidar quienes,
en momentos de ofuscada pasión, dura e injus-
tamente contra él se concertaron, y trataron no
menos que de residenciarlo por peligroso al ré-
gimen por quien tantas cosas había hecho el
conde de Romanones!
* tt «
CONDE DE ROMANONES 345
No queremos terminar estas líneas sin seña-
lar lo que, a nuestro juicio, ha constituido el de-
fecto más grave que en su vida política ha teni-
do el conde de Romanones.
Lleva el ilustre político — al fin y a la postre,
como todo hombre — en sí mismo su mayor ene-
migo. El conde de Romanones es lo que en buen
castellano se llama 'un facilitón*, asequible para
todos, atento a todas las peticiones, no sabiendo
nunca decir que no a nada; y por ello este hom-
bre que a tantos y tantos españoles ha servido
tiene más enemigos que ningún otro político.
El porqué es sencillo. En la secretaría del
conde de Romanones, modelo de organizaciónr
hay aproximadamente millón y medio de fichas
de personas de todas las categorías y linajes,
que se dirigieron al conde de Romanones en so-
licitud de las más extrañas cosis.
El conde de Romanones no tuvo jamás el va-
lor de cerrar sus puertas a nadie ni negar su
influencia a fuere quien fuere. Pero... las gentes
viven equivocadas respecto al poder de los p»-
líticos. Ni éstos pueden lo que quieren, ni les es
dable hacer otra cosa que mostrarse propicios a
proteger lo que sea de razón y justicia. Por cada
mil peticiones, sólo a uno es dable complacer.
Los otros novecientos noventa y nueve se sien-
ten defraudados, postergados, y si se acogió cor-
tésmente su solicitud, engañados y hasta es-
tafados.
34^ ANTÓN DEL OLMET. — TORRES BERNAL
Los mayores enemigos del conde de Romano-
nes son estos cientos de miles de ciudadanos
que acudieron a él con absurdas pretensiones y
que no pudieron ser atendidos. Si nunca hubie-
ra recibido a ninguno, las gentes no le hubieran
acosado con sus demandas; pero como cuando le
era dable servía a éste, al otro y al de más allá,
el que luego se veía no complacido se constituía
ya para siempre en irreconciliable adversario
del bondadoso político.
* * *
¿Cuál es la más defínida idealidad del conde
de Romanones?... Sacar a España de ese aparta-
miento pernicioso en que durante siglos ha vi-
vido. Incorporarnos a la vida del mundo. Hacer
que se nos tenga en cuenta en el consorcio de
los países cultos y trabajadores.
El día más grande, en que revelaba su rostro
la íntima satisfacción del triunfo, fué aquel en
que el presidente Wilson le honró con una en-
trevista de la más alta transcendencia político-
internacional para España.
Era aquel acto la consecución del fin de toda
su obra política. Era el primer paso en firme
para llegar al soñado porvenir de España.
De tantas amarguras como sufrió este hombre
le liberó aquel acto transcendental. Se conside-
ra bien pagado si en este sentido persevera la
CONDE DE ROMANONKS 347
política española. Para que ello sea un hecho
sigue aún en la política activa el conde de Ro-
manones.
¡Una habilidad más, una verdadera diablura
de político sagaz!
* if *
Días antes de solicitar mi buen amigo Luis
Antón del Olmet unas cuartillas mías para su
libro El Conde de Romanones, vimos a este
ilustre hombre en este lugar y en estas circuns-
tancias:
Cierta mañana (sabido es que el conde es
gran madrugador), en un día muy frío del in-
vierno, nos le encontramos en el pabellón que
lleva su nombre en el Instituto Rubio. Había
acudido allí para visitar a un pequeñín, hijo de
un labrador de Guadalajara, gran amigo suyo y
su compañero en las vegas alcarreñas durante
la caza de codornices.
Junto al niño, a quien iba a operar el doctor
López Duran, estaba la condesa de Romanones,
la virtuosa dama que comparte su actividad en-
tre sus deberes de mujer de su casa y sus aten-
ciones de verdadera y no clamoreada filantropía.
El conde y la condesa visitaron el pabellón que
sostienen, y tomaron nota de los nuevos apara-
tos ideados por la Ciencia para el tr itamiento
de las afecciones de los huesos, con objeto de
348 ANTÓN DEL OLJÍET.— TORRES BERNAL
pedirlos y ponerlos a disposición del doctor Ló-
pez Duran.
En aquel momento, viendo a este hombre que
lo ha sido todo ocuparse de la verdadera des-
gracia, comprendimos más que nunca la condi-
ción de su alma. Su cojera, esa típica cojera ro-
manonista,a diario ridiculizada en cuplés, chistes
y caricaturas, esa cojera suya que tantos dolores
físicos y morales le ha hecho padecer, sólo le
inspiró una idea, un sentimiento: la de fundar y
sostener una institución exclusivamente destina-
da a tratar, operar y curar a los niños cojos...
jSi les digo a ustedesl ¡Hay que ver qué tra-
vesuras se le ocurren al inquieto conde de Ro-
manonesl
Víctor Ruiz Albéniz.
El estudio de la política española, donde las
revoluciones sociales, nacidas y fomentadas al
calor de las luchas intestinas de los grandes par-
tidos históricos, segaron en flor el generoso es-
fuerzo de los gobernantes, se destaca en los mo-
mentos actuales en la plenitud de su valoración
y significación la figura del ilustre jefe del par-
tido liberal, conde de Romanones, con los presti-
gios de su limpia ejecutoria de político "fuerte
como el roble y flexible como la palmera*.
Siguiendo paso a paso su vida política, se nos
revela en este momento el patricio fiel a la Mo-
narquía hasta el sacrificio, que enarbclando la
CONDE DE ROMANONES 349
gloriosa bandera del liberalismo tradicional, na-
cido en las Cortes de Cádiz, y a despecho de
toda injusticia y malquerencia, satisfechos ya en
él las ambiciones del político y del estadista, que
a éstas no debe llamárselas así cuando por en-
cima de toda vanidad flamea el amor a la pa-
tria, es en la actualidad el centro obligado de
gravitación en la reconstrucción del viejo parti-
do, siempre apto para el ejercicio del Poder.
Único y legítimo testamentario de Canalejas,
el conde de Romanones continuó la política del
malogrado estadista, laborando en beneñcio de
su país y recogiendo como fruto la amarga rea-
lidad de las escisiones producidas por quienes
abandonaron la casa solariega del partido para
levantar pabellones personalísimos en momentos
que la cohesión era necesaria para gobernar,
más aún cuando el partido conservador, des-
orientado y dividido, litigaba fórmulas y per-
sonas.
El momento más interesante de la vida políti-
ca del caudillo liberal, cuando se nos revela en
toda la feliz intensidad de su videncia de esta-
dista y de gobernante, es sin duda alguna aquel
que calificaron sus adversarios de genial aven-
tura.
La guerra mundial conmovía las potencias co-
locadas al margen de la conflagración; indecisa
la victoria; imprecisas las consecuencias de ésta;
sacudida España ipor Jilias y /odias, a despecho
350 ANTÓN DEL OLMET. — TORRES BERNAL
del prudente decreto que el malogrado Dato
llevó al editorial de la Gaceta, el conde de Ro-
manones, vidente de la liquidación definitiva de
la guerra, inspiró aquel artículo "Neutralidades
que matan", tan discutido y glosado hasta el día
de la paz, coronando entonces el indiscutible
triunfo del acierto su viaje a París como minis-
tro de Estado para conversar con los más altos
prestigios de la causa aliada.
La realidad del momento exige el sacrificio de
personalismos y sectarismos en aras del bien
patrio, para acabar, dentro de los moldes san-
cionadores de la ley, con la ola terrorista; el
partido liberal, guiado por su legítimo jefe, es
el llamado a llevar a cabo esta patriótica empre*
sa, porque el partido liberal como instrumento
de gobierno será siempre, según frase feliz del
conde de Romanones, "fuerte como el roble y
flexible como la palmera".
Simón Núñez Maturana.
CONDE DE ROMANONES 35 1
UNA PROFECÍA DE NOCEDAL
En el año 1903, el señor Nocedal anuncia, en plena sesión dtí
Congreso, al conde de Romanones, su exaltación a la jefa-
tura del partido liberal.
Uno de los detalles más interesantes de la
vida política del conde de Romanones, es al que
se refiere el presente capítulo.
Hallábase a la sazón sin jefe el partido libe-
ral, por fallecimiento del señor Sagasta. Discu-
tíase el pleito de la jefatura. Los nombres ilus-
tres de los señores Moret, marqués de la Vega
de Armijo, Montero Ríos y Canalejas, eran mo-
tivos de otras tantas candidaturas. Por otra par-
te, el señor conde de Romanones, con el señor
Merino, trabajaba por la unión de las distintas
ramas del partido bajo un solo jefe.
Y fué entonces cuando aquel insigne parla-
mentario que se llamó Nocedal anunció al conde
de Romanones que llegaría a jefe del partido
liberal.
He aquí las palabras del señor Nocedal, co-
piadas del Diario de Sesiones del día 15 de julio
de 1903.
352 ANTÓN DEL OLMET.— TORRES BERNAL
Dicen así:
«... Y al hablar de sinceridad y de franqueza,
sin poderlo remediar, mis ojos se vuelven ellos
solos hacia el señor conde de Romanones, al
cual voy a dar una buena noticia, que, en cam-
bio, es mala para otros. Mala noticia para mi an-
tiguo y respetado maestro (aunque maestro fra-
casado, porque no llegó a comunicarme su cien-
cia económica, gracias a Dios), don Segismundo
Moret. El señor Moret parece que se ha enva-
lentonado bastante contra las Ordenes religio-
sas en la oposición; pero, como todos recordáis,
andaba en eso bastante tibio cuando estaba en el
banco azul; con que no está a la altura ni a la
temperatura de su partido en el asunto; y como
quiera, además, que el individualismo económi-
co del señor Moret ha hecho ya todo el daño
que podía hacer en el mundo, y pasó de moda,
por todo lo cual presumo que la jefatura de los
liberales no va a ser para S. S. Muchos son los
méritos liberales, grande la seriedad diplomáti-
ca y política del señor marqués de la Vega de
Armijo, pero se me figura que tampoco están
los tiempos para esas políticas diplomáticas;
tampoco me parece que se va a llevar la jefatura.
El señor Montero Ríos, indudablemente, en es-
tos últimos tiempos, ha sido el verbo jurídico de
la revolución en España: él hizo las leyes más
revolucionarias, sobre todo en el orden civil; él
hizo, además, el Código penal, que no solamen-
CONDE DE ROMANONES 353
te fué garantía de la libertad en la revolución
de septiembre, sino que ha servido para perpe-
tuar su imperio y hacer completamente nulas las
escasas y dudosas reacciones católicas de la
Constitución de 1876; pero también su indivi-
dualismo progresista pasó de moda hace tiempo,
y no va a servir para adjudicarle el mando. El
señor Canalejas, que podía aspirar todavía a re-
coger en sus manos todas esas falanges libera-
les, se apresuró a dejarse echar del Ministerio
liberal; unas veces se mostró algo tímido en el
banco azul, junto al señor Moret, y otras tuvo
excesiva arrogancia en estos escaños frente al
señor Sagasta; con sus tendencias socialistas
asustó a los burgueses liberales; delante de las
muchedumbres republicanas que le aclamaban
en Valencia, retrocedió irresoluto; y cuando
quiso volver a las filas monárquicas le recibie-
ron recelosas. Me parece, me parece, que nin-
guno de vosotros va a ser el jefe del partido
liberal .
Hay una ley que no falta: los Reyes nombran
los jefes de sus Gobiernos; los partidos eligen
sus jefes de pelea; pero las jefaturas permanen-
tes, las verdaderas jefaturas las da el enemigo.
Y, así como estos días habéis visto que vuestra
furiosa oposición, vuestros desaforados gritos y
el encono, la rabia y los terribles ataques de les
periódicos han ido elevando y sublimando al
señor Maura, hasta hacerle el verdadero jefe de
23
354 ANTÓN DEL OLMET. — TORRES BERNAL
esa mayoría; de igual manera el efecto que en
sus adversarios tienen que producir la arrogan-
cia, la decisión, la intrepidez del señor conde
de Romanones, le están haciendo el jefe nece-
sario, único e indiscutible del partido liberal.
(Grandes risas.)
El señor conde de Romanones va a la cabeza
del movimiento liberal, y él es quien ha plan-
teado en sus verdaderos términos el problema
de la enseñanza. La enseñanza, ha dicho con
sinceridad y franqueza nunca bastante alabada,
no es una obra de concordia, es una obra políti-
ca, es una lucha, y lucha a muerte. Y esa es la
verdad notoria y manifiesta; pero, ¿quién son
los combatientes?
CAPÍTULO GRÁFICO
Algunas fotografías de la familia de nuestro insigne
biografiado.
Excma. Cr^. Condesa de Rcmano.-.ss.
Exento. Sr. Conde de !n Dehesa de Velayos.
Sr. Marqués de Vil.abrágima.
Sr. Marqués de San Damián.
t D. José de Figueroa.
Sr. Conde de Yebe.
Excmo. Sr. Di que de Tovar.
índice
Páginas.
Capítulo primero.— La figura del Conde i7
— II.— Nacimiento y primeros días 23
— III.— Primeros estudios 29
— IV.— La lesión del Conde 33
— V. — En Bolonia 41
— VI.— El Conde, abogado 45
— VII. — La primer acta 49
— VIII. — La boda y los hijos 61
— IX. — Romanones es un yerno díscolo 69
— X.— Lucha política entre hermanos 77
XI. — Concejal por Madrid 79
— XII. — La campaña contra Bosch y Fuste-
gueras 83
— XIII. — Romanones, hombre de armas — 89
— XIV.— Alcalde de Madrid 93
— XV.— Ministro por primera vez 9^
— XVI.— En la oposición 163
— XVII. — Una etapa fecunda 167
— XVIIL— Presidente del Consejo 171
— XIX. — Neutralidades que matan 175
— XX. — Un gran discurso sobre reformas
militares 179
— . XXI. — Desde el poder y desde la oposición. 221
35^ ÍNDICE
PágiBfiS.
Capítulo XXII. — Influencia de la guerra en los par-
tidos políticos 225
— XXIII. — El Conde, ateneísta 287
— XXIV. — Honores y recompensas . 291
— XXV.— Grande de España 295
— XXVI,— Un artículo de Argente 299
— XXVII. — Qué vida hace Romanones 317
— XXVIII. — Romanones, pintor 32 1
— XXIX.— Don Manuel Brocas 323
— ÚLTIMO. — El Conde, vipto por sus amigos. . 327
NOTA
Desde que los autores de este libro terminaron de
redactarlo, hasta que ha terminado de imprimirse, la
vida, siempre activa, del conde de Romanones, ha dado
motivo a nuevos capítulos que, en su día, constituirán
un segundo tomo de esta biografía.
Registraremos, empero, la brillantez con que ha ini-
ciado S. E. su gestión al frente del Ministerio de Gracia
y Justicia, en el Gabinete de concentración liberal
que preside actualmente el ilustre señor marqués de
Alhucemas.
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THIS
POCKET
Acmé Library Card Pocket
Ijnüer Pat. "Reí. Indez FUe"
Made by LIBRARY BUREAU
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