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Full text of "Romanones; libro que resume la vida interesante, racial, de este sagaz, demócrata e insigne político español"

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LOS  GRANDES  ESPAÑOLES 


FaÍbs 

LUIS  ANTÓN   DEL  OLMET 


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JOSÉ  DE  TORRES  BERNAL 


LOS  GRANDES  ESPAÑOLES 


ROMANONES 


Libro  que  resume  la  vida  interesante, 
racial,  de  este  sagaz,  demócrata  e  in- 
signe político  español. 


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MADRID 

IMPRENTA   DE  JUAN   PUEYO 
Calle  de  la  Luna,  29. 

1922 


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A  la  memoria  del  teniente  de  Inge- 
nieros D.  José  de  Figueroa  y 
Alonso  Martínez,  muerto  glorio- 
samente en  Xauen  por  bala  enemi- 
ga, dedican  este  libro,  como  home- 
naje a  su  sacrificio  honroso, 

Los  Autores 


PRÓLOGO 


DEL 


MARQUES  DE  DOSFUENTES 

PROFESOR  DE  INSTITUCIONES  IBERAS  EN  LA  FACULTAD  DE  LEYES 
Y  CIENCIAS  POLÍTICAS  DE  LA  UNIVERSIDAD  DE  CHILE 


EL   CONDE  DE  ROMANONES 


A  juicio  de  los  britanos,  nada  ni  nadie  tiene  va- 
lor ni  interés  espiritual  si  no  refleja  o  encarna  el 
sentido  nacional  del  país  al  cual  la  persona  o  cosa 
pertenecen.  Tan  sólo,  pues,  un  alto  u  hondo  senti- 
do racial,  según  el  criterio  inglés,  abona  a  cosas  y 
personas.  De  este  principio  fluye,  lógicamente,  que 
todo  aquello  que  suena  a  cosmopolita,  en  el  sentido 
de  bazar  de  este  vocablo,  carece  de  transcendencia, 
es  una  vulgaridad  desde  el  punto  de  vista  de  la 
psicología  y  no  merece  los  honores  de  un  examen 
jV,  mucho  menos,  de  la  critica  histórica.  En  resolu- 
ción: la  estimación  de  un  hombre  píiblico  en  Ingla- 
terra se  halla  en  razón  directa  del  contenido  re-- 
presentativo  de  él. 

Ahora  bien:  si  adoptamos  esta  mensura  moral 
para  tallar  a  los  hombres  públicos  de  España,  no 
creo  que  pueda  atribuirse  a  parcialidad  en  su  fa- 
vor si  se  afirma  que  el  señor  Conde  de  Románenles 
es  el  de  más  contenido  racial  en  nuestra  patria. 

En  medio  de  esta  clorosis  anímica  que  constitu- 


I  o  ANTÓN  DEL  OLMET. —  TORRES  SERNAL 

ye  la  caracterización  estigmática  del  presente  mo- 
mento clínico  en  España^  en  el  desvaido  conjunto 
de  esta  decoloración  de  raquitismo  escrofular  del 
alma  ibera,  la  silueta  ética  del  Conde  de  Romano^ 
nes  se  destaca  virilmente  definida,  con  la  firmeza 
delineada  de  una  estilización  de  piedra. 

Los  enemigos  del  Conde  de  Romanones  podrán 
atribuirle  todos  los  defectos  que  les  plazca.  Lo  que 
no  podrán  jamás  es,  no  ya  negarle,  pero  ni  siquie* 
ra  discutirle  su  condición  genuina  de  español. 

El  señor  Conde  de  Romanones  no  es  tan  sólo  un 
español  por  mera  razón  geográfica  o  en  virtud  de 
su  estado  civil:  el  Conde  de  Romanones  es  un  espa- 
ñol de  estirpe,  cuya  alma  está  troquelada  con  el 
módulo  secular  de  nuestro  etnos.  Por  eso,  el  Conde 
de  Romanones  es  por  derecho  propio,  por  juro  de 
nacimiento,  Jefe  del  Partido  Liberal  español. 

El  señor  Conde  de  Romanones,  en  efecto,  es  la 
encarnación  simbólica  del  espíritu  liberal  español, 
de  la  democracia  ibérica,  que  es  lo  que  constituye 
el  sello  característico  de  nuestra  raza  a  través  de 
los  siglos.  Tcdo  español  representativo  ha  sido 
siempre  un  liberal,  fué  un  demócrata,  sean  las  que 
fueren  las  denominaciones  que  se  le  atribuyeran  y 
hasta  los  rótulos  que  él  mismo  se  aplicase. 

Cuando  leemos  la  obra  clásica  del  Señor  de  Ba- 
tres,  en  el  desfile  de  severas  semblanzas  que  Fernán 
Pérez  de  Guzmán  trazara  con  firme  mano  de  los 
magnates  del  siglo  XV,  sus  coevos,  observamos  que 
la  nota  que  unifica  a  aquellos  claros  varones— y 


CONDE   DE   ROMANONES  II 

claros  digo  por  ser  muy  pocos  los  turbios — es  la 
llaneza  que  los  caracteriza» 

Tan  sólo  alguno  que  otro,  los  procedentes  de 
plebeya  extracción,  aparecen  engolados,  almidona- 
dos, tiesos  y  secos,  petulantes  y  rígidos.  Aquellos 
Reyes,  Principes  y  Señores,  aquellos  proceres  y  dig- 
natarios máximos,  son,  todos  ellos,  por  encima  de 
todo  y  más  que  todo,  lo  que  la  fórmula  de  Séneca 
pedia,  esto  es,  hombres.  Con  ello  quiero  decir,  al 
mismo  tiempo,  que,  al  ser  humanos,  fueron  afables% 
sencillos.  Aquellos  hombres  de  armas,  aristócratas, 
pertenecían,  por  fuero  espiritual^  a  la  clase  del  Es- 
tado  general,  eran  todos  Hombres  Llanos  en  el  sen- 
tido moral  de  la  palabra. 

Este  concepto  de  la  liberalidad,  este  sentido  ne- 
tamente democrático,  es  de  tal  modo  consubstancial 
a  España,  que,  todavía  en  el  siglo  XVII,  cuando  el 
morbo  de  la  decadencia  lia  penetrado  hasta  en  las 
mismas  entrañas  nacionales,  cuando  el  microbio  de 
la  degeneración  ha  corroído  la  envoltura  de  la  mé- 
dula, los  preceptistas  peninsulares  inculcan,  como 
aforismos  de  pedagogía,  estos  conceptos  que  for- 
muló Vicente  Espinel  corno  esenciales  para  la  edu- 
cación de  los  hijos  de  los  nobles: 

*Al  hijo  del  caballero  hanie  de  enseñar...  corte- 
sía con  el  superior,  amistad  con  el  igual,  llaneza  y 
bondad  con  el  inferior.*  <Así,  el  caballero...  ha  de 
tener  valor  con  humildad,  estimación  sin  desvaneci- 
miento, cortesía  y  circuspección  en  sus  actos;  de 
suerte  que  no  le  falte  cosa  para  cabal  señor.* 


12  ANTÓN  DEL  OLMET.  — TORRES    BERNAL 

El  señor  Conde  de  Romanones,  que  es  un  Prínci- 
pe por  su  abolengo  y  por  su  rango  social,  que  lleva 
al  pecho  la  roja  Cruz  de  Santiago,  es  el  símbolo 
de  la  llaneza  señoril  de  nuestra  estirpe;  el  prototi- 
po de  aquella  democracia  que  consistía—  como  ob- 
servó Max  Nordau  en  el  prólogo  a  mi  obra  El 
alma  nacional — en  una  nivelación  por  arriba^  no 
desde  abajo;  es  decir  y  en  una  igualdad  social  en  el 
sentido  de  ser  todos  caballeros,  no  en  el  de  ser  lo- 
dos  villanos,  que  es  tan  fácil. 

El  señor  Conde  de  Romanones  simboliza  algo 
muy  grande  y  muy  hermoso  que  se  va,  que  se  ha 
ido  casi,  que  está  desapareciendo:  el  señorío  aris- 
tocrático español  todo  llaneza,  que  era  todo  demo  - 
cracia,  con  la  elegancia  del  gesto  patinado,  la  dis- 
tinción  de  lo  que  hace  secular  el  patriciado  de  lo 
que  siempre  fué  así. 

Discutían  en  una  tienda  de  campaña  de  un  ejér- 
cito  francés  del  tiempo  antiguo  dos  guerreros.  Era 
uno  de  ellos — dicese — un  Montmorency,  mientras  el 
otro  era  sólo  un  pobre  hidalgo,  pero  nacido  en  las 
montañas  de  Vasconia.  Llegó  a  irritarse  el  Duque 
con  la  polémica,  y  las  alcurnias  salieron  a  relucir. 

—  Nosotros — dijo  —  datamos  de  tal  fecha.  — Lo 
oyó  el  hidalgo:  — Pues  nosotros,  los  vascos,  no  da- 
tamos—replicó. 

En  esa  ausencia  de  fechas  está  el  secreto  de  la 
innata  elegancia  de  nuestra  raza,  cuando  la  raza 
existía,  de  aquel  señorío  español  tan  sin  igual, 
cuando  un  mendigo  se  decía,  sin  causar  risa:  *lan 


CONDE   DE   ROMA  NONES  1$ 

hidalgo  como  el  rey,  dineros  menos*,  y  hasta  ex- 
clamaba sin  caer  en  lo  ridiculo:  « Tan  hidalgo 
como  el  rey,  y  un  poco  más.* 

Pues  ese  espíritu  que  fué  peculiar  de  España, 
que  los  de  fuera  llamaban  arrogancia  y  entre  nos- 
otros  se  decía  sencillez,  siéndolo  asi,  ese  sentido 
de  aristocracia  democrática  o  de  democracia  aris- 
tocrática, ese  concepto  de  la  igualdad  humana  con- 
siderando que  todo  hombre  es  un  Señor,  que  todos 
somos  igualmente  caballeros — no  el  soez  igualita- 
rismo de  uíM  plebe  analfabeta  o  tma  ramplona 
burguesía  ftlistea— es  el  que  encarna  todavía  entre 
nosotros  don  Alvaro  de  Figueroa,  cuyo  blasón 
rememora  la  Edad  Media,  con  sus  Maestres  de  la 
Orden  de  Santiago  y  con  los  duques  de  Feria,  que 
en  aquel  tiempo  llevaron  su  apellido. 

Cuando  Daudet  retrató  en  El  Nabab,  en  la  figu- 
ra de  su  Duque  de  Mora,  al  de  Morny,  del  que  ha- 
bía sido  secretario,  explicó,  con  penetrante  sutileza, 
cómo  Morny  se  improvisó  un  gran  político.  El 
secreto  de  su  éxito  consistió  sólo  en  cambiar  de 
escenario.  Morny  aplicó  a  la  política  su  tacto  de 
hombre  de  mundo,  y  le  bastó  para  destacarse  en 
ella. 

Así  también  el  Conde  de  Romanones  ha  actuado 
en  la  política  española  teniendo  aciertos  de  inmensa 
transcendencia  para  los  destinos  vitales  de  su  pa- 
tria, sin  haber  necesitado,  en  ocasiones ^  de  otra 
cosa  más  que  su  instinto  natural  de  gran  señor. 
Hay  quien  conjura  una  tempestad  con  una  frase, 


14  ANTÓN  DEL  OLMET.  — TORRES  BERNAL 

deshaciendo  todo  un  conflicto  con  un  gesto.  El  se- 
ñor Conde  de  Romanones  posee  el  don  de  que  care- 
cen no  pocos  profesionales,  aun  cuando  sean  dipló- 
malas de  oficio.  El  Conde  de  Romanones  lo  es  in- 
nato°,porque  su  temple  de  magnate  le  hace  serlo. 

Si  a  ello  se  une  esa  chispa  intelectual  que  fuera 
antaño  propio  de  nuestro  linaje,  envidiable  enten- 
dimiento natural  que  fuera  otrora  nuestra  carac- 
terística, aquella  clarividencia  que  nuestra  raza 
probó  en  todo  momento,  por  la  cual  fuimos  superio- 
res a  todos  en  la  esfera  de  las  ciencias  y  las  artes, 
de  los  progresos  en  todas  las  disciplinas,  del  ade- 
lanto en  todo  ramo  de  cultura,  encontraremos  que 
el  señor  Conde  de  Romanones  simboliza  lo  más  cas- 
tizo del  espíritu  ibero,  lo  más  genuino  de  la  psicolo- 
gía española,  lo  más  racial,  lo  más  representativo. 

Pero,  a  la  vez  que  eso  es  lo  más  nacional,  es  lo 
que  hace  al  conde  de  Romanones,  como  hizo  antaño 
a  nuestros  más  grandes  cerebros,  un  espíritu  que 
puede  ser  universal,  en  el  que  cabe  todo  cosmopo- 
litismo, como  el  poliglota  domina  su  propia  lengua. 

Porque  lo  español  vernáculo  no  es  el  moderno 
castellano  viejo  Braulio,  no  significa  lo  zafio,  la 
carroña,  la  aldea  pestífera,  la  carreta  atascada,  la 
olla  podrida  y  la  basura  a  la  puerta.  No.  Lo  cas- 
tizo fué  siempre  lo  esmerado,  fué  lo  pulido,  no  en 
forma  relamida,  sino  en  el  modo  con  que  reluce  el 
acero,  sin  moho  ni  mugre,  tizona  que  templó  Tajo, 
que  el  uso  bruñe  y  la  labor  acicala. 

El  señor  Conde  de  Romanones  tiene  algo  que  es 


CONDE   DE   ROMANONES  I5 

también  parte  del  alma  tradicional:  su  dmt  de 
gentes,  su  simpatía  dinámica,  aquella  espontanei- 
dad que  es  derivado  de  ese  su  señorío^  de  esa  ele  - 
ganda  espiritual  que  le  es  propia,  de  ese  su  corte 
liberal,  democrático,  de  ese  su  estilo  igualitario 
por  lo  alto,  quiere  decir  desde  arriba,  de  que  ya 
hablamos,  de  empaque  quevedesco. 

Y  aquí  me  obligo  a  poner  punto  a  estas  lineas 
que,  de  un  tirón,  han  salido  de  mi  pluma  sin  pre- 
tensiones de  nada  literario  y,  mucho  menos,  de 
dogmatismo  alguno.  Me  he  permitido  trazar  la 
silueta  del  Conde  de  Romanones  situándome  única- 
mente en  ciertos  puntos  de  vista  de  la  psicología 
nacional.  El  señor  Conde,  con  su  genial  y  prover- 
bial perspicacia,  comprenderá  las  razones  que  me 
impiden  entrar  de  lleno,  ni  aun  rozar  otros  aspec- 
tos, y  tendrá  a  bien  ser  indulgente  conmigo  al  re  - 
ducir  a  este  boceto  mi  obra. 

Tan  sólo  recalcaré  que,  en  el  momento  más  grave 
por  que  ha  pasado  la  vida  nacional  en  el  más  grande 
de  los  conflictos  del  mundo,  el  señor  Conde  de  Ro- 
manones prestó  a  España  servicio  tal  que,  por  sí 
solo,  merece  bien  de  la  patria. 

Pero,  antes  de  enmudecer,  Qomo  es  ya  hora, 
quiero  decir  que  el  Conde  de  Romanones,  a  fuer 
también  de  gran  señor  español,  ama  las  letras  y 
las  artes,  practicándolas  y  rodeándose  de  doctos 
cultivadores.  Asi  fué  siempre  la  tradición  ibérica, 
desde  los  Régulos  citados  por  Polibio  hasta  los 
reyes  de  Castilla  y  de  Aragón  que,  como  el  Sabio, 


l6  ANTÓN  DEL  OLMET.— TORRES   BERNAL 

redactaban  las  Partidas,  o,  como  el  Conquistador ^ 
ponían  en  Crónicas  escritas  con  su  pluma  las  recias 
gestas  realizadas  por  su  espada. 

No  orador  ni  amanerado — raro  mérito  y  plau- 
sible condición  en  un  ambiente  de  habladores  y 
retóricos  — ,  claro  de  juicio,  sereno  de  criterios,  ojo 
de  águila,  infatigable  en  la  lucha,  más  peligroso 
vencido  que  vencedor,  sutil  y  alerta,  sin  odios  ni 
rencores,  indulgente  y  compasivo,  asi  por  tempera- 
mento como  por  obra  de  la  realidad  escéptica  que 
nos  dan  las  enseñanzas  de  la  vida,  el  señor  Conde 
de  Romanones  enlaza,  con  su  atrayente  personali- 
dad simbólica,  nuestros  inciertos  anocheceres  an- 
gustiosos, grises,  monótonos,  saturados  de  polvo 
que  ciega,  asfixia,  empequeñece  y  ensucia,  con  otros 
días  melancólicos  ya,  pero  en  los  cuales  todavía 
había  horizontes,  jugo  en  los  campos,  arrebol  en 
las  nubes,  fuego  en  las  almas,  en  el  cerebro  ideas 
y,  en  los  jóvenes,  jirones  de  ilusión. 

El  MARQUÉS  DE  DOSFUENTBS. 
Madrid,  20  de  marzo  de  192 1. 


CAPÍTULO   PRIMERO 


LA  FIGURA  DEL  CONDE 

El  ilustre  estadista.— Breve  síntesis  preliminar.— «Los  grandes 
españoles.»— Obra  adentro. 

No  publican  sus  autores  este  libro  guiados 
por  la  enorme  popularidad  que  el  señor  conde 
de  Romanones  tiene  en  su  patria — que  ya  sería 
suficiente  motivo  éste—,  sino  porque  creen  que 
su  figura  política  es  de  las  pocas  a  quienes  debe 
España  gratitud. 

Nimban  al  ilustre  estadista,  a  quien  se  Dama 
travieso  injustamente— pues  el  señor  conde  de 
Romanones  es  todo  lo  contrario  de  aquello  q«e 
la  gente  se  imagina — ,  enormes  aciertos  como 
gobernante. 

Primeramente,  su  acción  en  la  colonización  de 
nuestra  zona  de  influencia  en  Marruecos,  a  la 
que  ha  rendido  el  tributo  sagrado  de  un  hijo 
heroico  allí  muerto.  Continuador  de  Moret,  de 
Maura  y  de  Canalejas  en  esa  obra  optimista  y 

2 


l8  ANTÓN    DEL    OLMET. — TORRES   BCRNAL 

afírmadora  del  genio  español,  a  Romanones  se 
debe  la  toma  de  Tetuán,  realizada  por  mandato 
suyo,  que  se  hizo  sin  una  baja  en  el  Ejército,  y 
desde  cuya  fecha  tanto  adelantaron  nuestras  ar- 
mas en  la  realización  de  ese  ideal  nobilísimo. 

Porque  debe  afirmarse.  Nosotros  hemos  con- 
sagrado dos  libros  y  varias  campañas  periodís- 
ticas a  esto  que  ya  las  mismas  izquierdas  aplau- 
den. Si  España  se  hubiese  desentendido  del 
problema  marroquí,  habría  renunciado  a  la  po- 
sibilidad de  ser  otra  vez  gran  potencia,  país  co- 
lonizador, y  hubiera  hecho  saldo  de  su  historia 
militar  y  de  su  augusto  pasado. 

Esa  zona  es  el  único  blasón  de  gran  rango 
nacional  que  nos  queda  a  los  españoles,  dueños 
un  día  de  medio  planeta.  Y  aun  cuando  nos- 
otros, quienes  este  libro  trazamos,  somos  tan 
avanzados  en  ideas  políticas  y  sociales,  que  na- 
die, ni  el  más  radical,  nos  aventaja — no  quere- 
mos ocultar  lo  que  consideramos  honroso—, 
sabemos  que  las  razas  dormidas  perecen.  Uni- 
versalistas, somos  patriotas  porque  los  otros 
pueblos  también  lo  son.  Y  en  esa  lucha  de  en- 
tusiasmos y  de  poderíos  que  los  Estados  no  lle- 
van camino  de  olvidar,  no  queremos  para  nues- 
tra estirpe  el  envilecimiento  de  la  cobardía  ni  la 
negativa  inhibición. 

Otro  enorme  servicio  que  el  señor  conde  de 
Romanones  le  ha  prestado  al  país,  fué  su  actitud 
aliadófila  durante  la  gran  guerra.  De  ello  habla- 


CONDE   DE   RÓMANONES  I9 

remos  detenidamente  en  su  capítulo  adecuado. 
Éste  es  como  una  especie  de  prolegómeno  so- 
mero, que  sólo  sirve  para  encuadrar  la  ilustre 
figura  de  nuestro  biografiado.  ¡Su  aliadofilia! 
Gracias  a  ella  tuvo  España  un  político  monár- 
quico que  dialogase  con  los  países  vencedores 
en  la  hora  decisiva.  Gracias  a  los  actos  abnega- 
dos y  de  un  valor  cívico  peregrino  que  el  con- 
de realizó  durante  la  pugna  universal,  no  le  fue- 
ron exigidas  cuentas  a  España  por  la  neutrali- 
dad un  poco  germanizante  que  siguieron  otros 
Gobiernos.  Merced  a  la  conducta  de  este  sagaz 
estadista  español,  hubo  quien  fué  a  París  en  el 
momento  crítico,  quien  allí  pudo  alegar,  sonreír, 
hacer  diplomacia  salvadora,  evitar  la  hecatom- 
be. Aquel  viaje,  en  el  que  acompañó  a  Romano- 
nes  la  nación  entera,  fué  la  cosecha  magna  que 
para  su  patria  había  recolectado  en  días  difíci- 
les este  político  de  extraordinario  talento  y  pe- 
regrino golpe  de  vista,  y  en  cuya  labor  lo  arries- 
gó todo:  popularidad,  influencia,  la  jefatura  de 
un  partido  y  hasta  su  misma  vida  amenazada. 

Es,  además,  el  señor  conde  de  Romanones  el 
estadista  constitucional  evolutivo,  el  único  evo- 
lutivo, el  que  puede  salvar  al  régimen  de  su 
anquilosamiento  suicida.  Romanones,  que  es  un 
alma  bien  orientada  y  que  tiene  un  corazón  leal, 
tuvo,  antes  que  nadie,  el  valor  de  ponerse  en- 
frente de  los  viejos  partidos  turnantes,  ya  cadu- 
cos, de  proclamarlo  así,  buscándole  a  la  nación 


20  ANTÓN  DEL  OLMET. —TORRES  BERNAL 

y  a  la  monarquía,  a  la  que  tan  sinceramente  ha 
servido  siempre,  un  camino  nuevo  de  posibili- 
dades. Y  llevó  su  nobleza  a  tanto,  que  ha  sido 
ministro  varias  veces  en  Gabinetes  no  presidi- 
dos por  él,  después  de  haber  gobernado  como 
jefe  y  de  haber  gobernado  con  éxito,  para  dar 
una  prueba  fehaciente  de  modestia,  de  sentido 
nacional  y  de  amor  a  sus  convicciones  personales. 

Liberal  verdadero,  liberal  de  raza,  hombre  li- 
beral por  temperamento,  por  doctrina,  acaso  el 
único  liberal  que  conocemos,  Romanones  ha  le- 
gislado para  su  tiempo,  modernizando  en  Espa- 
ña las  relaciones  sociales,  avanzando  en  el  ca- 
mino del  progreso,  siendo  nuestro  Doyd  Geor- 
ge,  animado  por  el  espíritu  generoso  y  verdade- 
ramente conservador  del  insigne  político  inglés. 
Porque  ser  conservador  no  equivale  al  estanca- 
miento. Ser  conservador  es  adelantarse  a  las  re- 
voluciones, y  conservando  el  alma  nacional  y  las 
esencias  históricas,  adaptarlas  a  las  inquietudes 
que  el  progreso  humano  demanda. 

Romanones,  así  como  vio  el  fin  de  la  gran 
guerra,  vio  también  que  ya  no  es  posible  vivir 
socialmente  como  en  el  si  glo  xix.  Que  las  cla- 
ses ínfimas  quieren  participar  en  los  beneficios 
de  la  civiliza  ción  y  de  la  cultura.  Que  la  distri- 
bución de  la  riqueza  no  puede  continuar  reali- 
zándose por  un  sistema  egoísta  y  patronal  her- 
mético. Que  no  el  comunismo  utópico  a  la  rusa, 
pero  sí  una  gran  reforma,  se  impone. 


CONDE  DE  ROMANONSS  21 

Y  este  gran  señor  de  la  nobleza  y  del  caudal, 
del  talento  y  de  la  política,  tuvo  el  viril  denue- 
do de  proclamarlo  y  de  iniciar  en  la  Gaceta  la 
obra  de  equidad  que  podrá  contener  la  revolu- 
ción y  darles  sosiego  a  nuestras  contemporá- 
neas inquietudes. 

*  ** 

Realizamos,  pues,  los  autores  de  este  modes- 
to libro,  una  labor  de  patriotismo  y  de  justicia, 
dedicando  sus  páginas  a  plasmar  la  vida  fecun- 
da y  nobilísima  de  este  gobernante  a  quien  Es- 
paña debe  aciertos  por  todos  reconocidos.  Las 
páginas  de  este  volumen  aspiran  a  reflejar  la 
historia  de  un  estadista  inteligente,  simpático, 
popularísimo,  el  más  racial  de  todos,  útil  a  su 
nación,  evolutivo,  digno  del  instante,  a  la  altura 
de  los  grandes  estadistas  contemporáneos,  hom- 
bre de  realidad  y  no  de  entelequias,  bondadoso 
y  de  sano  corazón  hidalgo,  dotado  de  nobles 
prendas  espirituales,  nacido  en  la  altura  y  co- 
nocedor de  los  pesares  ajenos,  carente  de  toda 
vanidad,  adaptable,  avizor,  amigo  del  arte,  pro- 
pulsor de  la  cultura,  amparador  de  toda  noble 
iniciativa,  optimista,  laborioso,  y  tan  patriota, 
que  supo  inmolar  a  un  hijo  de  sus  entrañas  en 
el  martirio  de  una  guerra  colonial,  para  demos- 
trar así  que  la  sangre  de  los  Figueroa  sabe  co- 
rrer con  la  sangre  de  los  pobres  y  de  los  humil- 


22  ANTÓN  DEL  OLMET. — TORRES  BERNAL 

des  ante  el  enemigo  y  como  holocausto  al  futu- 
ro de  la  raza  española. 

*  * 

Catorce  volúmenes,  con  el  actual,  lleva  edi- 
tados esta  galería  de  "Grandes  españoles".  Es- 
caso provecho  han  obtenido  sus  autores.  En  otro 
país,  una  obra  tan  difícil,  compleja  y  patriótica 
les  habría  enriquecido.  Pero  los  escritores  no 
desmayan.  Saben  que  su  labor  es  afirmativa, 
creadora,  y  esperan  el  premio  con  la  fe  del  de- 
ber cumplido. 

La  España  grande  y  representativa,  casi  toda 
ella,  ha  desfilado  ya  por  estas  páginas.  Galdós, 
Echegaray,  Maura,  Alfonso  XIII  (dos  tomos), 
Moret,  Canalejas,  Menéndez  Pelayo,  el  general 
Marina,  Costa,  Cajal,  Palacio  Valdés,  María 
Guerrero,  Romanones.  Es  decir,  el  arte  y  la 
ciencia,  la  política,  la  milicia,  la  erudición,  la 
elocuencia,  el  patriotismo. 

Y  ahora,  lector,  trazado  este  pequeño  introito, 
vayamos  obra  adentro  para  dejar  retratada,  si 
tenemos  esa  fortuna,  la  ilustre  figura,  jtan  espa- 
fiolal,  del  conde  de  Romanones. 


CAPITULO  II 


NACIMIENTO  Y  PRIMEROS  DÍAS 


Los  padres.— Los  hermanos.— En  la  casa  de  Cisneros.— La  re- 
volución.- El  asesinato  de  Prim. 


Don  Alvaro  de  Figueroa  y  Torres,  conde  de 
Romanones,  grande  de  España,  caballero  de 
Santiago,  jefe  del  partido  liberal,  varias  veces 
presidente  del  Consejo  de  Ministros,  pertenece 
a  ilustre  y  nobilísima  familia. 

La  casa  Figueroa  tiene  dos  ramas:  la  gallega 
y  la  extremeña,  radicada  en  Llerena.  De  esta 
rama  proviene  nuestro  biografiado. 

Enemigo  el  señor  conde  de  Romanones  de 
toda  vanidad  y  exhibicionismo,  demócrata  de 
temperamento,  verdadero  gran  señor,  ha  re- 
huido hablar  con  nosotros  de  blasones  y  de  per- 
gaminos. Nos  ha  sido,  pues,  necesario  consultar 
a  Piferrer,  el  tratadista  de  cuestiones  nobilia- 
rias, para  dotar  a  este  libro  de  ese  detalle,  que 
dejaría  incompleta  nuestra  obra. 


24    ANTÓN  DEL  OLMET.— TORRES  BERNAL 

He  aquí  lo  que  dice  Piferrer: 

*Consta  y  aparece  por  el  nobiliario  que  escri- 
bió el  cronista  donjuán  Baños  de  Velasco,  y  ade. 
más  por  gran  número  de  certificados  y  asigna- 
ciones de  muchos  reyes  de  armas,  que  el  origen 
de  la  familia  de  Figueroa  es  muy  antiguo,  y  su 
nobleza  tradicional;  y  que  su  primitivo  solar  fué 
en  el  Reino  de  Galicia,  a  dos  leguas  de  la  villa 
de  Betanzos;  y  que  tuvo  por  tronco  y  principal 
ascendiente  a  un  valeroso  y  distinguido  caballe- 
ro de  la  muy  antigua  casa  de  Suárez,  el  cual,  no 
sólo  se  opuso  siempre  por  su  parte  a  que  se  pa- 
gase el  tributo  de  las  cien  doncellas,  sino  que, 
puesto  al  frente  de  otros  no  menos  decididos  y 
esforzados  guerreros,  estaba  constantemente  al 
acecho  de  los  moros  que  las  llevaban  cautivas, 
para  arrebatárselas  y  llevarlas  al  seno  de  sus 
atribuladas  familias;  y  en  uno  de  los  encuentros 
que  con  ellos  tuvo,  fué  la  pelea  tan  ardiente  y 
pertinaz,  tan  porfiada  y  desesperada,  que,  rotas 
las  lanzas,  agarraron  unos  troncos  de  higueras 
que  a  mano  les  vinieron,  con  los  cuales  conti- 
nuaron tan  encarnizadamente  la  lucha,  que  al  fin 
alcanzaron  completa  victoria;  y  desde  entonces 
tomó  Suárez  por  armas  cinco  hojas  de  higuera 
ojtguera  y  el  apellido  de  Figueroa." 

Su  madre,  doña  Ana  Torres  y  Romo,  mar- 
quesa de  Villamejor,  entre  otros  títulos,  había 
nacido  en  Giiadalajara,  donde  tenía  su  familia 
grandes  propiedades.  Era  una  dama  bellísima» 


CONDE   DE   ROMANONES  2$ 

muy  afícionada  al  arte,  coleccionista  de  antigüe- 
dades peregrinas.  Su  padre,  don  Ignacio  Figue- 
roa  y  Mendieta,  fué  aquel  famoso  caballero  que 
dio  cincuenta  mil  duros  por  un  palco  del  teatro 
Real  en  una  función  dada  para  sostener  nuestra 
guerra  con  los  Estados  Unidos. 

Soldé  villa,  en  E¿  Año  Político  de  1899,  dice  en 
la  fecha  correspondiente  al  11  de  marzo: 

"A  las  cuatro  y  media  de  la  tarde  falleció  el 
opulento  capitalista  señor  marqués  de  Villa- 
mejor. 

^Estaba  afiliado  al  partido  conservador. 

;,E1  marqués  de  Villamejor  fué  trabajador  in- 
cansable; hasta  su  muerte  dirigió  personalmente 
sus  extensos  negocios. 

^Empezó  éstos  modestamente  en  Adra  (Alme- 
ría), comerciando  en  plomos. 

„Después  se  trasladó  a  Cartagena;  de  allí  a 
Marsella  y  volvió  a  España,  y  dedicó  su  activi- 
dad a  la  explotación  de  importantes  minas,  so- 
bre todo  la  llamada  de  "Arrayanes",  en  Linares. 

„Era  el  primer  contribuyente  por  fincas  urba- 
nas en  Madrid,  y  su  fortuna  se  calculaba  en  más 
de  125  millones  de  pesetas. 

«Recientemente  adquirió  gran  popularidad  por 
su  donativo  para  la  suscripción  nacional,  pues 
dio  50.000  duros  por  un  palco  del  teatro  Real. 

«Tenía  noventa  y  dos  años." 

El  padre  de  don  Ignacio,  don  Luis  de  Figue- 
roa,  fué  militar,  y  tenía  una  saneada  hacienda, 


26  ANTÓN    DEL    OLMET. — TORRE5   EERNAL 

que  el  padre  de  nuestro  biografiado  aumentó 
considerablemente. 

Era  don  Ignacio  lo  que  se  llama  un  hombre  de 
empresa,  un  hombre  de  acción.  Vivió  durante 
cuarenta  años  en  Francia,  donde  tenía  importan- 
tes fundiciones  de  plomo.  Poseía  una  fuerza 
hercúlea.  Era  habilísimo  jinete,  gran  tirador  de 
florete,  y  poseyó  los  mejores  caballos  de  carre- 
ras de  su  tiempo.  Murió  de  noventa  y  dos  años, 
siempre  optimista  y  entusiasta  y  de  un  vigor 
físico  y  mental  extraordinarios. 

Doña  Ana  y  don  Ignacio  contrajeron  matrimo- 
nio en  Marsella,  ciudad  en  la  que  a  la  sazón  vi- 
vía el  marqués.  Les  separaba  una  diferencia  im- 
portante de  años,  alrededor  de  veinte. 

Años  después  de  la  boda  trasladáronse  los 
marqueses  de  Villamejor  a  España,  donde  na- 
cieron los  hijos  menores.  Detalle  curioso  del  se- 
ñor marqués  de  Villamejor  es  que  fué  dos  veces 
senador  vitalicio.  Una  con  Isabel  II  y  luego  con 
Alfonso  XII  después  de  la  restauración  bor- 
bónica. 

Hijos  de  este  ilustre  matrimonio  son  doña 
Francisca,  condesa  de  Almodóvar,  grande  de 
España  y  dama  de  la  reina  doña  Victoria;  don 
José,  vizconde  de  Irueste,  que  siguió  en  política 
a  Cánovas,  y  que  obtuvo,  entre  otros  cargos,  la 
subsecretaría  de  Instrucción  pública  y  el  Go- 
bierno civil  de  Madrid;  fallecido  en  1903  a  causa 
de  las  lesiones  que  se  produjo  en  Francia  con 


CONDE   DE   ROMANONTS  27 

motivo  de  un  descarrilamiento  de  trenes;  hom- 
bre hercúleo,  valiente,  casado  con  doña  María 
Loring;  don  Gonzalo,  marqués  de  Villamejor  y 
duque  de  las  Torres,  simpático  y  noble  caballe- 
ro; don  Rodrigo,  duque  de  Tovar,  entusiasta  del 
arte,  autor  de  muy  interesantes  obras,  y  don  Al- 
varo, conde  de  Romanones,  grande  de  España, 
como  todos  sus  hermanos. 

*  *  ii¡ 

Nació  don  Alvaro  el  día  15  de  agosto  de  1863, 
en  la  casa  de  Cisneros,  existente  en  la  plaza  de  la 
Villa  madrileña.  No  cabe,  pues,  nada  más  casti- 
zo. La  casa,  no  revocada  entonces,  según  su  vie- 
jo estilo  tan  español,  era  un  caserón  enorme  que 
el  marqués  de  Villamejor  tenía  alquilado.  No  es, 
pues,  el  conde  de  Guadalajara,  como  cree  la 
gente,  sino  madrileño,  y  de  un  barrio  bien  po- 
pular. De  Guadalajara  era  su  madre,  como  ya 
hemos  dicho,  así  como  su  abuela  materna,  a  la 
que  el  conde  debe  no  poco  en  su  carrera  po- 
lítica. 

La  niñez  de  Romanones  transcurre  durante 
el  período  revolucionario.  Desde  el  balcón  de  su 
casa  puede  decirse  que  presenció  la  revolu- 
ción, el  pnso  de  los  batallones  de  nacionales,  los 
motines,  el  acto  de  ser  quemado  por  la  muche- 
dumbre un  retrato  de  la  reina  doña  Isabel. 

A  los  cinco  años  presenció  la  llegada  a  Ma- 
drid de  Prim,  triunfador.  Por  poco  muere  estru- 


28         ANTÓN  DEL  OLMET. — TORRES  BERNAL 

jado  entre  aquella  imponente  y  frenética  multi- 
tud. Dos  años  después  era  asesinado  el  caudi- 
llo. El  conde  recuerda  los  detalles  borrosos  de 
aquello.  Era  de  noche  cuando  entró  en  el  des- 
pacho del  marqués  un  mayordomo  suyo,  muy 
dado  a  la  política,  exclamando: 

—¡Acaban  de  asesinar  al  general  Prim! 

Al  conde,  a  pesar  de  sus  siete  años,  le  produ- 
jo aquello  una  impresión  vivísima. 

En  1870  dejó  el  marqués  de  Villamejor  la  casa 
de  Cisneros  para  trasladarse  a  su  palacio  de  la 
calle  de  Barrionuevo,  número  12,  calle  que  desde 
hace  años  lleva  como  título  el  de  Romanones. 

Ya  allí  empezó  la  educación  de  aquel  niño 
que  había  de  ser  más  tarde  una  gloria  política 
de  su  patria. 


CAPÍTULO  III 


PRIMEROS    ESTUDIOS 

En  el  Colegio  de  San  Luis  Gonzaga.— Don  Juan  Gonzalo  Mar- 
tín.—Ei  Instituto  de  San  Isidro.— Afición  a  la  pintura—Estu- 
diante de  Leyes.— Una  observación. 

Estudió  el  conde  de  Romanones  las  primeras 
letras  en  un  colegio  popular  llamado  de  San 
Luis  Gonzaga,  que  existía  en  la  calle  de  Cañiza- 
res. Era  un  excelente  colegio,  bien  dotado,  con 
profesores  inteligentes  e  inspirado  en  principios 
cristianos,  pero  sin  mojigatería,  ni  lujos,  ni  va- 
nidades ridiculas. 

¡Cuánta  influencia  ejercen  en  nosotros  los  pri- 
meros ejemplos  que  recibimos  en  la  vida!  Nada 
tan  peligroso  para  la  formación  de  un  carácter 
como  apartar  a  un  niño,  endiosarlo  desde  peque- 
ño, hacerle  creer  que  pertenece  a  una  clase 
social  superior.  El  conde,  educándose  entre  toda 
clase  de  muchachos,  entre  ricos  y  pobres,  hijos 
de  grandes  señores  y  de  modestos  menestrales, 


30  ANTÓN   DEL   OLBÍET. — TORRES  BERNAL 

aprendió  desde  pequeño  a  sentir  la  democracia, 
a  amar  al  pueblo,  a  conocer  sus  dolores  y  sus 
penas.  ¿Tendría  el  conde  la  campechanía  seño- 
ril que  le  distingue  y  lo  realza  si  hubiera  recibi- 
do una  educación  gazmoña,  si  le  hubieran  infil- 
trado, desde  arrapiezo,  ideas  de  superioridad,  de 
vanidad? 

Su  primer  profesor,  quien  le  enseñó  a  leer  y  a 
escribir,  llamábase  don  Juan  Gonzalo  Martín. 
Por  cierto — y  este  es  un  curioso  detalle — que 
siendo  el  conde  en  1901  ministro  de  Instrucción 
Pública  en  el  último  Gobierno  de  Sagasta,  nom- 
bró a  don  Juan  inspector  de  primera  enseñanza 
en  Avila,  colmando  las  aspiraciones  de  aquel 
excelente  y  probo  maestro. 

A  los  diez  años  ingresó  el  conde  en  el  Instituto 
de  San  Isidro  para  hacer  el  bachillerato.  Hablan- 
do de  esto  con  nuestro  biografiado  ilustre,  le 
preguntamos  si  fué  en  su  niñez  buen  estudiante. 

—Y  ¿qué  remedio  me  quedaba?— nos  contes- 
tó—. Mi  padre  era  muy  exigente  en  esto.  A  las 
ocho  de  la  mañana  ya  andaba,  de  alcoba  en  alco- 
ba, obligándonos  a  salir  de  la  cama.  Mi  padre 
dividía  a  la  humanidad  en  dos  bandos:  los  que 
están  levantados  a  las  ocho  de  la  mañana  y  los 
que  duermen  a  esa  hora. 

Los  primeros  años  del  bachillerato  los  cursó 
el  conde  con  gran  aprovechamiento.  No  así  los 
últimos.  ¿Por  qué?  Porque  le  habla  entrado  al 
futuro  estadista  una  irresistible  afición  por  la 


CONDE   DE   ROMANONFS  3I 

pintura,  y  en  vez  de  acudir  al  Instituto  y  de  es- 
tudiar química  y  agricultura,  se  iba  al  Museo 
del  Prado  y  se  ponía  a  copiar  viejos  cuadros. 

Ya  bachiller,  y  deseando  seguir  una  carrera 
académica,  eligió  la  de  Leyes,  que  cursó  en  Ma- 
drid y  en  Bolonia.  Por  cierto  que  el  conde,  al 
evocar  esto  en  una  de  las  muchas  entrevistas 
que  ha  tenido  la  bondad  de  concedernos  a  los 
autores  de  este  libro,  hízonos  una  observación 
que  no  deja  de  ser  exacta: 

— Yo  no  fui  nunca — díjonos— el  estudiante 
más  aventajado  de  mi  aula.  Tampoco  resulté  de 
los  peores;  mas  siempre  tenía  delante  siete  u  ocho. 

Por  cierto — añadió  el  ex  presidente  del  Con- 
sejo—que ninguno  de  aquellos  estudiantes  mo- 
delos ha  salido  a  flote.  Se  quedaron  por  ahí  obs- 
curecidos. 

Y  es  verdad.  Generalmente,  los  muchachos 
demasiado  aplicados  en  la  adolescencia,  harto 
apegados  al  libro,  acaban  no  descollando  con 
exceso. 

Y  es  que  el  gran  envión  en  el  camino  de  la 
vida  se  ha  de  dar  luego,  cuando  la  juventud  ha 
cristalizado  y  la  inteligencia  está  despierta  del 
todo.  Un  exceso  de  aplicación  en  la  niñez  des- 
gasta, atrofia.  Pocas  veces  los  premios  extraor- 
dinarios del  aula  son,  como  el  conde  de  Roma- 
nones,  premios  extraordinarios  del  munda 


CAPÍTULO  IV 


LA  LESIÓN  DEL  CONDE 


Infundios  y  patraflas.— Tumbo  de  un  coche.— El  estimulo. 
Un  pabellón  modelo.— La  caridad  simpática  de  S.  E. 


Mucho  se  ha  fantaseado  acerca  de  la  lesión 
que  desde  muy  niño  padece  el  señor  conde  de 
Romanones.  Se  llegó  a  decir,  entre  otras  cosas, 
que  se  la  había  producido  su  padre  en  un  mo- 
mento de  mal  humor,  de  cólera  arrebatada. 

—En  un  periódico  francés  he  leido  algo  así — 
nos  dice  el  conde  de  Romanones  cuando  insi- 
nuamos esto. 

Luego,  riéndose,  exclamó: 

—No  digo  que  mi  padre  fuera  nada  blando, 
aunque  siempre  era  cariñoso.  Nos  educó  a  todos 
virilmente.  En  cuanto  era  posible  nos  hacía  mon- 
tar a  caballo,  y  el  que  caía,  caía.  Pero,  no.  Mi  pa- 
dre es  ajeno  a  toda  culpa.  Vean  ustedes. 

Cuando  el  conde  tenía  unos  seis  años  solía 

5 


34  ANTÓN    DEL    OLMET.  — TORRES   BERNAL 

llevarlo  el  marqués  de  Villamejor  de  paseo  en 
coche  a  casa  de  don  Luis  Escosura,  que  tenía 
una  fábrica  de  aibayalde  en  la  calle  de  Bravo 
Murillo.  Escosura  tenía  hijos  de  la  misma  edad 
que  el  conde,  y  allí,  mientras  los  padres  platica- 
ban, ellos,  los  chicos,  se  dedicaban  a  jugar  y  a 
alborotar. 

En  uno  de  estos  paseos  acaeció  la  desgracia. 
Fué  al  regreso,  ya  de  noche.  El  marqués  de  Vi- 
llamejor,  que  guiaba  el  cochecito  por  la  calle, 
pésimamente  pavimentada  entonces,  no  vio  una 
zanja  que  existia  allí,  y  el  vehículo  dio  un  tumbo 
espantoso,  rompiéndose  el  conde  la  pierna  dere- 
cha, que,  aunque  firmemente  curada,  quedó  le- 
sionada para  siempre. 

Y  ahora  decimos  nosotros:  ¿qué  corazón  y  qué 
entereza  revela  en  el  señor  conde  de  Romano- 
nes  esta  pequeña  pero  entristecedora  desgracia? 
Otro  niño  cualquiera,  al  verse  así,  se  hubiera 
acongojado,  abatido,  habría  arrinconado  quizás 
sus  sueños.  Éste,  no.  Sacando  energía  de  su  mis- 
mo quebranto,  desafía  a  la  vida,  se  impone,  y 
triunfa  con  la  firmeza  de  su  talento  y  el  brío  de 
su  masGulinidad.  Ocupa  los  más  altos  puestos  de 
su  patria.  Llega  a  ellos,  vencedor,  con  las  armas 
de  su  ingenio,  de  su  voluntad  y  de  su  inteli- 
gencia. ¡Qué  hermoso  ejemplo  optimista  de  for- 
taleza varonill 

Y  luego  ¡cuánta  bondad  1  Porque  el  señor 
conde  de  Romanones  —de  esto  se  sabe  poco,  ya 


CONDE  DE   ROMANONES  35 

que  nuestro  biografiado  no  hace  gala  de  ello — ha 
fundado  en  la  Moncloa,  y  lo  sostiene  de  su  pecu- 
lio, un  pabellón  de  cojos  pobres,  cuya  historia 
queremos  relatar. 

*  «  * 

Y  ahora,  para  completar  este  interesante  as- 
pecto del  conde,  daremos  algunos  detalles  acerca 
del  filantrópico  pabellón,  que  hemos  visitado  y 
fotografiado,  admirando  su  esplendidez.  Luego, 
el  doctor  Peña,  secretario  del  Instituto  Rubio, 
donde  el  pabellón  Romanones  se  halla  asentado, 
y  mientras  nosotros  charlamos  con  algunas  po- 
bres niñas  enfermas  que  allí  son  curadas  mer- 
ced a  la  bondad  del  conde,  redacta  la  siguiente 
lacónica  nota  que  publicamos  con  gusto. 

Dice  así: 

Pabellón  Romanones 
en  el  Instituto  Rubio* 

Este  pabellón  fué  costeado  por  el  excelentísi- 
mo señor  conde  de  Romanones  en  el  año  1913, 
mes  de  enero;  se  construyó  a  semejanza  de  los 
que  ya  existían,  siendo  capaz  para  doce  camas: 
seis  para  niños  y  otras  seis  para  niñas. 

Está  dedicado,  por  voluntad  expresa  del  do- 
nante, a  la  curación  de  las  cojeras  de  los  niños, 
hasta  diez  y  siete  años,  siendo  el  orden  de 
preferencia  el  de  menor  edad,  los  naturales  de 


36    ANTÓN  DEL  OLMET. — TORRES  BERNAL 

Madrid  y  la  provincia  de  Guadalajara  y  los  que 
padezcan  la  cojera  de  la  pierna  derecha. 

Además  del  sostenimiento  de  las  doce  camas, 
dedica  una  cantidad  para  aparatos  ortopédicos, 
con  el  fin  de  que  a  los  infelices  a  quienes  aqueje 
esta  desgracia  puedan  curarla  o  prevenirla  a 
tiempo,  y  que  los  niños  no  tengan  que  estar 
mezclados  con  los  mayores  ni  esperar  turno  de 
ingreso. — Dr.  Peña  Galarza." 


¡Ejemplo  ilustre  es  este  de  caridad  y  de  no- 
bles sentimientosl  Y  ejemplo,  además,  de  fina  y 
sutil  donosura. 

Nadie,  claro  está,  ha  zaherido  jamás  al  conde 
por  su  lesión,  que  en  el  fondo  le  hizo  más  sim- 
pático aún,  más  popular.  Haría  falta  ser  un  mi- 
serable y  un  idiota.  Pero  si  cualquier  menguado 
lo  hiciera,  ¡qué  soberana  respuesta  muda  le  da- 
ría el  conde  de  Romanones  con  su  pabellónl 


Otras  muchas  obras  de  caridad  realiza  el  se- 
ñor conde  de  Romanones.  Lo  hace,  empero,  de 
forma  tan  discreta  y  poniendo  tanto  interés  en 
que  permanezcan  ignoradas,  que  no  creemos 
oportuno  dedicarnos  a  descubrirlas  y  publi- 
carlas. 

Citaremos,  sin  embargo,  la  que  se  refiere  a  la 
Casa  de  Caridad  de  María  Inmaculada,  sita  en 


CONDE   DE    ROMANONES  37 

el   número  i8  del   paseo  del  General  Martínez 
Campos. 

De  un  modo  casual  llegó  a  nuestro  conoci- 
miento esta  nueva  manifestación  de  la  bondad 
del  conde.  Una  hermana  que  nos  mostraba  el 
benéfico  edificio  y  nos  daba  noticias  acerca  de  su 
funcionamiento  admirable,  nos  dijo  al  llegar  al 
comedor  conocido  con  el  nombre  del  Ángel  Cus- 
todio: 

—Este  lo  sostiene  el  señor  conde  de  Romano- 
nes.  Se  construyó  a  expensas  de  la  señora  mar- 
quesa del  Águila  Real,  hace  unos  cinco  años,  y 
desde  entonces  todos  los  días  comen  aquí  trein- 
ta y  tres  madres  lactantes,  gracias  a  la  generosi- 
dad del  señor  conde. 

La  hermana  hizo  una  pausa,  y  añadió,  refirién- 
dose al  conde: 

—¡Es  tan  bueno!  Todo  lo  que  le  pedimos  nos 
lo  da.  Pero  con  una  condición.  Dice  que  si  se 
entera  de  que  lo  decimos,  no  vuelve  a  darnos 
nada.  Antes  de  sostener  este  comedor,  nos  da- 
ba i.ooo  pesetas  todos  los  meses,  hasta  que  un 
día  dijo  que  deseaba  costear  él  solo  un  co- 
medor. 

— La  señora  condesa — continúa  diciéndonos 
la  hermana— viene  todos  los  miércoles  a  servir 
la  comida,  y  la  hija,  la  condesa  de  Velayos,  todos 
los  días.  jSi  vieran  ustedes  qué  bello  resulta  ver 
a  todas  esas  damas  y  señoritas  de  la  aristocracia 
sirviendo  la  mesa  de  los  pobres,  de  guante  blan- 


38    ANTÓN  DEL  OLMET.— TORBES  BERNAL 

co,  y  enteramente  igual  que  son  ellas  servidas 
en  sus  casas  por  sus  criados! 

La  hermana  termina  de  darnos  sus  interesan- 
tes detalles  con  uno  verdaderamente  entriste- 
cedor: 

— Al  comedor  de  vergonzantes  viene  todos 
los  días  la...— Aquí  cita  un  nombre  que,  piadosa- 
mente, nos  encarga  omitir. — Fué  una  dama  famo- 
sísima en  su  tiempo  por  su  lujo  verdaderamente 
fastuoso  y  el  esplendor  de  sws  trenes.  Come  des- 
pués que  los  demás,  y  para  cenar  le  damos  aquí 
todos  los  días  el  dinero.  Es  una  caridad  más  que 
hace  el  señor  conde  de  Romanones. 

Con  posterioridad  a  esta  conversación  con  la 
aludida  hermana  de  San  Vicente  de  Paúl,  los 
autores  de  este  libro  han  celebrado  otras  entre- 
vistas con  personas  que  conocen  a  fondo  el  pen- 
samiento del  ilustre  hombre  público  en  esta  ma- 
teria, y  he  aquí  algunas  de  las  manifestaciones 
que  sobre  este  punto  hemos  recogido  de  sus 
labios: 

No  es  solamente  un  fin  caritativo  el  que  mue- 
ve al  conde  a  realizar  esta  obra  benéfica  de  sos- 
tener un  comedor  de  madres  lactantes;  es  tam- 
bién un  fin  patriótico.  Alta  y  admirablemente 
patriótico  y  digno  de  un  estadista,  tan  atento 
siempre,  como  él,  a  las  realidades  de  la  vida  y  a 
las  necesidades  del  momento. 

Estimaos.  E.  que  una  de  las  más  fundamenta- 
les causaSj^de  la  depauperación  de  esta  raza 


CONDE   DE   ROMANONES  39 

nuestra,  es  la  mala  alimentación  de  las  madres 
durante  el  período  de  la  lactancia.  Y  como  no 
ignora  que  todas  esas  instituciones  que  tienen 
por  objeto  atender  a  este  mal  no  cumplen  su  co- 
metido, no  por  falta  de  buena  intención,  sino  por 
desconocimiento  del  problema,  ha  querido  evi- 
tar en  su  obra  las  deficiencias  de  que  adolecen 
las  similares,  a  fin  de  que  el  resultado  de  ella 
sea  todo  lo  más  benéfico  posible. 

Por  ejemplo:  es  notorio  que  esas  instituciones 
que  facilitan  a  las  madres  la  leche  con  que  han 
de  alimentar  a  sus  hijos  no  cumplen  su  misión 
sino  a  medias.  Porque  no  siempre  ese  alimento 
nutre  a  las  criaturas  para  las  que  va  desti- 
nado. Hay  muchos  casos  en  los  que  esa  leche 
que  la  caridad  destina  a  los  niños  es  el  único  ali- 
mento que  entra  en  la  casa.  Y  hay  padres  en 
quienes  puede  más  el  instinto  de  la  propia  con- 
servación que  el  amor  a  los  hijos  y  que  el  deber 
de  su  cuidado. 

Por  eso  el  comedor  de  madres  lactantes  es 
insustituible.  Porque  evita  esta  posible  desvia- 
ción del  fin  a  que  está  destinada  la  institución, 
ya  que  la  madre  pobre  y  sin  recursos  es  alimen- 
tada en  el  citado  establecimiento,  a  presencia 
de  las  hermanas  de  San  Vicente  y  de  las  da- 
mas aristocráticas  que  allí  concurren  diaria- 
mente. Con  lo  que  la  alimentación  del  bebé  que 
da  garantizada  y  a  salvo  de  egoísmos  vergon- 
zosos. 


40    ANTÓN  DEL  OLMET.— TORRES  BERNAL 

Otro  detalle  interesante  recogimos  de  nuestro 
interlocutor  sobre  este  mismo  asunto. 

Nos  referimos  a  la  condición  expresa  que  el 
señor  conde  de  Romanones  ha  impuesto  a  las 
hermanas  de  San  Vicente  de  Paúl  que  tienen  a 
su  cargo  este  comedor,  y  que,  según  referencias 
auténticas  que  tenemos,  queda  reducida  a  la  si- 
guiente frase: 

—Yo  sostengo  un  comedor  de  madres  lactan- 
tes; de  madres,  no  de  esposas.  Así  es  que,  para 
comer  aquí,  la  única  documentación  precisa  es 
el  bebé. 

Rasgo  es  éste  de  tal  nobleza  que  se  comenta 
por  sí  solo. 

Y  damos  con  esto  por  terminado  este  capí- 
tulo, que  no  necesita  comentario,  y  del  que  esta- 
mos orgullosos  porque  divulga  una  de  las  face- 
tas más  admirables  de  este  espíritu  tan  grande  y 
tan  racial. 


CAPITULO    V 


EN  BOLONIA 


La  vacante  del  seflor  Cierva.— Un  curso  de  Carducct— Colegas 
moceriles.—  Premios. 


Terminado  el  bachillerato  en  el  Instituto  del 
Cardenal  Cisneros,  eligió  el  conde,  como  ya  he- 
mos dicho,  la  carrera  de  abogado,  que  hizo  en 
cuatro  años  por  enseñanza  oficial,  si  bien  el  úl- 
timo curso  lo  aprobó  en  exámenes  extraordina- 
rios, concedidos  con  motivo  de  cierto  fausto  su- 
ceso, siendo  ésta  la  causa  de  que  no  figure  en 
ninguna  promoción  de  letrados. 

El  único  catedrático  de  Romanones  que  vive 
aún  (escribimos  este  libro  en  marzo  de  1921)  es 
don  Tomás  Montejo  y  Rica,  ministro  de  Instruc- 
ción pública  del  último  Gabinete  presidido  por 
el  señor  Dato. 

Licenciado  en  Derecho,  obtuvo  el  conde  una 
plaza  de  colegial  en  Bolonia,  precisamente  la 
plaza  que  dejara  vacante  don  Juan  de  la  Cierva 


42    ANTÓN  DEL  OLMET.—TORRES  BERNAL 

y  Peñafiel,  y  allí  fué  para  doctorarse,  ocupando 
la  misma  habitación  que  había  tenido  el  perso- 
naje conservador. 

Como  todo  el  mundo  sabe,  la  escuela  españo- 
la de  Bolonia  es  una  residencia  de  estudiantes 
que  fundó  con  bienes  propios  el  cardenal  Carri- 
llo de  Albornoz  durante  el  siglo  xv.  Los  escola- 
res viven  allí,  y  asisten,  como  alumnos  oficiales, 
a  la  Universidad.  Los  títulos  por  esta  Universi- 
dad expedidos  son  válidos  en  España. 

En  Bolonia,  pues,  hízose  doctor  el  conde  de 
Romanones,  aprobando  diez  y  seis  asignaturas 
en  doce  meses  con  otros  tantos  sobresalientes  y 
siete  premios. 

Iba  diariamente  a  clase  y  asistía  al  curso  de  Li- 
teratura italiana  que  explicaba  Carducci.  Alcan- 
zó la  borla  de  doctor,  el  premio  de  Víctor  Manuel 
y  un  accésit.  El  temja  escogido  por  S.  E.  para 
doctorarse   fué  "Los  Gobiernos  de  Gabinete**. 

Compañeros  del  conde  durante  aquella  simpá- 
tica etapa  juvenil  fueron,  entre  otros,  don  Juan 
Pérez  Caballero,  don  Isidro  Pérez  Oliva,  el  di- 
plomático señor  Muetedo,  don  Pedro  Dorado 
Montero,  todos  ellos  victoriosos  de  la  vida,  con- 
quistadores de  eminentes  cargos.  También  fué 
compañero  dci'  conde  en  Bolonia  el  que  des- 
pués ha  sido  embajador  de  Italia  en  Madrid, 
marqués  Carlotti,  y  a  quien  S.  K.  saludó  en  la 
corte  de  España  después  de  treinta  años. 

*    !¥    * 


CONDE   DE   ROM  ANONES  43 

A  los  diez  y  ocho  años,  estudiante  aún  en  la 
Facultad  de  Derecho  de  Madrid,  el  conde  fundó 
y  dirigió  una  revista,  titulada  Heraldo  Escolar , 
en  la  que  publicó  artículos  que  llamaron  la  aten- 
ción y  en  los  que  ya  apuntaban  las  dotes  que 
más  tarde  habían  de  darle  la  insigne  personali- 
dad que  hoy  tiene. 


CAPITULO  VI 


EL  CONDE,  ABOGADO 

Pasante  de  Muñoz  Rivero— El  crimen  de  la  Guindalera.— Un 
duro  macabro.— El  atentado  contra  Bazalne.— Romanones, 
francófilo. 

Al  llegar  a  este  capítulo  de  nuestra  obra,  he- 
mos celebrado,  para  ilustrarnos,  una  grata  entre- 
vista con  el  eminente  criminalista,  gloria  del 
foro  y  amigo  personal  del  señor  conde  de  Ro- 
manones, don  Gerardo  Doval. 

— El  conde — nos  dice — no  ha  ejercido  real- 
mente la  carrera  de  abogado.  Rico  y  muy  entre- 
gado a  la  política,  no  le  empujó  a  ella  ningún 
estímulo. 

Y  no  deja  de  ser  curioso— decimos  nosotros — 
esta  indiferencia  del  conde  por  el  bufete.  Con 
su  enorme  influencia,  con  sus  dotes  preclaras  de 
talento,  pudo  hallar  en  el  ejercicio  de  esa  profe- 
sión grandes  ingresos,  que  supo  desdeñar.  Ejem- 
plo raro— añadimos — en  este  país  de  las  togas. 


46  ANTÓN   DEL   OLMET. — TORRES   BERNAL 

Luego,  el  señor  Doval  nos  ha  narrado  una 
anécdota  entre  macabra  y  humorística,  que  des- 
pués nos  ratificó  el  propio  conde,  y  que  vamos 
a  relatar  por  lo  curiosa  que  resulta. 

Don  Alvaro  de  Figueroa  tenía  veintitrés  aflos 
y  era  pasante  del  gran  criminalista  Muñoz  Rive- 
ro,  a  cuyo  lado  seguía,  sin  gran  interés,  los 
azares  jurídicos. 

Por  entonces  ocurrió  un  crimen  tremendo, 
llamado  *el  crimen  de  la  Guindalera*.  Un  bárba- 
ro, cuyo  alias  no  recuerda  el  conde,  dio,  previo 
el  cobro  de  dos  pesetas,  muerte  al  marido  de 
cierta  mujer  que  tenía  un  amante,  y  que  había 
decidido,  por  tan  expeditivo  y  siniestro  cami- 
no, quedarse  viuda.  El  crimen  fué  espantoso, 
sin  atenuación  posible,  lleno  de  horripilantes 
detalles. 

— ¿Quiere  usted  encargarse  de  defender  al 
asesino?  —  preguntó  al  novel  letrado  Muñoz 
Rivero. 

— No  hay  inconveniente. 

Entrevistóse  el  conde  con  aquel  forajido,  y 
procuró  sacarlo  adelante  por  irresponsable.  Mas 
no  era  posible  hacer  nada,  y  el  criminal  fué  con- 
denado a  muerte  y  ejecutado  en  la  Cárcel  Mode- 
lo de  Madrid,  acabada  de  contruir. 

—De  la  capilla  salí  para  Guadalajara — nos 
dice  S.  E. — ,  por  donde  me  presentaba  diputado 
a  Cortes. 

Pero  esto  no  es  lo  curioso.  Lo  curioso  es  que 


CONDE   DE   RÜMANONES  47 

años  después,  muchos  años  después,  el  conde 
cobraba  aquella  minuta  suya,  percibiendo  por 
sus  trabajos  una  moneda  de  a  duro. 

Acaeció  aquello  de  la  manera  siguiente.  Sien- 
do ya  ministro  S.  E,,  había  colocado  como  con- 
serje del  cementerio  de  la  Almudena  a  un  señor 
ligarte,  que  fué  amigo  suyo  de  la  niñez,  pero  al 
cual,  como  el  propio  conde  nos  dice  gráficamen- 
te, "le  había  venido  la  mala".  Diez  años  después 
de  haber  sido  ajusticiado  y  enterrado  aquel 
monstruoso  criminal  que  el  conde  defendiera 
inútilmente,  se  hizo  una  monda  en  el  camposan- 
to, y  al  ser  sacado  el  cadáver  del  sujeto  aquel  se 
le  cayeron  dos  duros,  negros,  horribles,  que  te- 
nía entre  la  faja. 

— Como  dicen  que  esas  cosas  dan  la  suerte — 
exclama  el  conde — ,  Ugarte  se  quedó  con  una 
de  aquellas  monedas,  y  me  entregó  la  otra.  Así 
cobré  mi  minuta.  Es  espantoso  ¿verdad? 

—Y  ¿conserva  usted  aquel  tremendo  duro, 
aquella  siniestra  mascota? 

—Durante  algunos  años  llevé  el  duro  en  uno 
de  mis  bolsillos.  Pero  se  fué  poniendo  blanco,  y 
un  día  lo  di  sin  querer.  Comprenderán  ustedes 
que  una  carrera  tan  macabramente  seguida  no 
podía  agradarme.  Jamás  sentí  afición  por  el  bu- 
fete. Soy  abogado  por  disciplina  mental,  por 
cultura. 

—¿Recuerda  usted,  señor  conde,  alguna  otra 
anécdota  de  su  vida  forense? 


48    ANTÓN  DEL  OLMET. — TOBRES  BERNAL 

— Sí.  Antes  habla  defendido  yo  a  un  francés, 
Hillairand,  que  atentó  en  Madrid  contra  la  vida 
del  ex  mariscal  Bazaine.  Fué  en  el  Retiro,  donde 
aquel  sujeto  le  disparó  dos  tiros  al  general.  £n 
mi  defensa  hice  un  caluroso  elogio  de  Francia. 
Tanto,  que  lloraron  los  franceses  que  acudieron 
a  presenciar  la  vista  de  aquella  causa. 

El  conde  hace  una  pausa  breve. 

—Ha  sido  aquél  mi  primer  acto  francófilo.  Re- 
cientemente lo  recordó  no  sé  qué  periódico  de 
París. 


El  informe  del  conde  de  Romanones  en  la  de- 
fensa de  Hillairand  fué  publicado  íntegro  en  la 
Revista  de  Legislación. 


CAPITULO    VII 


LA  PRIMER  ACTA 


Antes  de  la  edad  reglamentaria.— Por  Guadalajara  siempre. 
Romanones,  inquieto  diputado  de  la  mayoría  liberal.— Un 
turno  en  contra.— Capdepón,  estupefacto. 

El  día  i6  de  mayo  del  año  1888,  y  teniendo 
veinticuatro  de  edad,  fué  diputado  a  Cortes  por 
vez  primera  el  conde  de  Romanones.  Trajo  el 
acta  de  Guadalajara  (1.558  votos),  que  desde  en- 
tonces ostenta  sin  interrupción.  Maura  y  Roma- 
nones  son  los  únicos  diputados  que  vienen  sién- 
dolo por  un  solo  distrito  y  durante  tanto  tiempo. 

Fué  en  las  llamadas  "Cortes  largas"  de  la  Re- 
gencia, y  no  existía  entonces  el  sufragio  univer- 
sal, pues  sólo  votaban  quienes  pagaban  alguna 
clase  de  contribución. 

—¿Y  cómo  pudo  usted  tomar  posesión  del 
cargo  de  diputado  no  teniendo  aún  la  edid?  — 
interrogamos. 

—Me  las  arreglé  como  pude,  empleando  una 

4 


50  ANTÓN    DEL    OLMET. — TORRES   BERNAL 

habilidad.  Consistió  ésta  en  ocultar  prudente- 
mente mis  años.  Como  nadie  me  los  preguntó, 
callé.  Burell,  que  los  conocía,  no  me  acusó.  Pero, 
después  de  todo,  sólo  me  faltaban  meses  para 
cumplir  ios  veinticinco.  Luego  ha  habido  dispen- 
sa de  edad  para  no  pocos  diputados. 

—¿Y  qué  tal  diputado  de  la  mayoría  hizo 
usted? 

— Deplorable.  Yo  no  he  sido  jamás,  sobre  todo 
en  mis  años  juveniles,  un  modelo  de  disciplina 
política.  Deseando  darme  a  conocer  y  estándose 
discutiendo  los  presupuestos,  pregunté  qué  que- 
daba por  debatir,  y  como  me  dijeran  que  los 
gastos  de  Fernando  Poo,  me  encerré  durante 
cuatro  días  en  casa  y  estudié  aquello  tan  a  con- 
ciencia, que  me  hice  un  técnico  de  las  cuestiones 
coloniales. 

Ríe  S.  E. 

—Pero  lo  curioso  es  que  hice  un  verdadero 
discurso  de  oposición  contra  el  Gobierno,  y  es- 
pecialmente contra  Capdepón,  que  me  había 
arreglado  la  combinación  de  Guadalajara.  Cap- 
depón, y  Tirso  Rodrigáñez,  que  hubo  de  contes- 
tarme, y  que  no  esperaban  aquella  actitud  mía, 
ni  mis  profusos  conocimiento  en  la  materia,  se 
hicieron  un  taco  al  oirme. 


Por  ser  el  primer  discurso  de  la  vida  parla- 
mentaria del  conde  y  por  el  efecto  que  produjo 


CONDE   DE   ROMANONES  5I 

en  la  Cámara  la  circunstancia  de  ser  quien  lo 
pronunciara  un  joven  diputado  de  la  mayoría, 
casi  desconocido,  creemos  oportuno  reproducir 
las  palabras  con  que  apoyó  su  primera  enmienda 
referente  al  presupuesto  de  Fernando  Poo. 

Firmaban  con  el  conde  la  enmienda  los  seño- 
res D.  Manuel  de  la  Torre  Gil,  D.  Manuel  Gar- 
cía Prieto,  D.  Francisco  Ansaldo,  el  marqués  de 
Castel-Moncayo,  D.  C.  Groizard  y  D.  Francisco 
Gorostidi. 

Dijo  así: 

''Señores  diputados:  La  humilde  y  triste  con- 
dición de  diputado  ministerial,  que  es  la  que 
tengo,  me  obliga  en  estas  circunstancias,  al  apo- 
yar la  enmienda  que  tengo  presentada,  a  ser  muy 
breve.  Así  es  que  no  voy  a  gastar  tiempo  con 
exordios,  por  más  que  bien  fueran  menester  por 
ser  la  primera  vez  que  hablo  en  el  Congreso; 
pero  prefiero,  ya  que  voy  a  ser  breve,  emplear 
todo  el  tiempo  en  la  defensa  de  la  enmienda  que 
tengo  presentada,  porque  entiendo  que  se  trata 
de  un  asunto  de  grandísimo  interés,  de  un  asun- 
to, sobre  todo,  tan  descuidado  como  quizá  no 
haya  otro  en  el  presupuesto. 

Antes  de  entrar  de  lleno  en  la  explicación  y 
apoyo  de  la  enmienda  que  tengo  presentada,  no 
puedo  menos  de  manifestar  al  Congreso  la  pro- 
funda extrañeza  que  he  experimentado  leyendo 
el  presupuesto  de  gastos  y  viendo  que  acerca  de 
Fernando  Poo  no  dice  más  que  lo  siguiente: 


52    ANTÓN  DEL  OLMET.— TORRES  BERNAL 

"Sección  décima,  capítulo  único,  artículo  único.** 
Aquí  todo  es  único,  menos  las  pesetas,  que  son 
666.000.  Yo  creí  que  correspondiendo  los  gastos 
de  este  presupuesto  a  lo  que  está  taxativamente 
mandado  por  la  ley  de  Contabilidad,  habría  algún 
detalle,  algún  pormenor  de!  mismo;  porque  efec- 
tivamente, cualquiera  que  conozca  la  ley  de  Con- 
tabilidad en  la  parte  que  se  refiere  a  los  presu- 
puestos, única  disposición  legal  que  hay  refe- 
rente a  esto,  verá  que  el  art.  30,  dice:  "No  podrá 
incluirse  en  una  sección  obligaciones  correspon- 
dientes a  distintos  Ministerios,  ni  en  capítulo  di- 
versos servicies,  ni  tampoco  los  gastos  del  per- 
sonal y  material  del  mismo  servicio." 

Pues  aquí,  en  un  mismo  capitulo  y  artículo, 
se  han  encerrado  todos  los  servicios,  absoluta- 
mente todos,  siendo  tan  diversos,  que  no  pueden 
serlo  más  todos  los  que  se  refieren  a  las  atencio- 
nes de  la  colonia  de  Fernando  Poo;  aquí  se 
ha  cometido  un  grave  quebrantamiento  de  las 
disposiciones  terminantes  de  la  ley,  que  exige, 
como  es  natural,  que  no  pueda  someterse  a  la 
aprobación  de  las  Cortes  ninguna  ley  pidien- 
do cantidad  alguna  sin  saber  para  lo  que  se 
destina.  Pues  ¿qué  es  el  presupuesto  si  no  se 
hace  eso?  Si  ese  Ministerio  presentara  en  igual 
forma  todos  los  presupuestos  del  Estado,  ¿po- 
drían siquiera  discutirse?  No;  y  sin  embargo, 
aquí  todo  se  engloba  en  la  cantidad  que  se  pide, 
y  que  puede  ser  escasa  con  arreglo  a  los  ser- 


CONDE   DE   ROMAN0NES  53 

vicios  que  allí  se  prestan,  pero  que  puede  tam- 
bién ser  excesiva,  como  a  mi  juicio  lo  es  en  el 
caso  presente  y  con  arreglo  al  detalle  del  des- 
tino que  se  le  dio  el  año  pasado.  For  consi- 
guiente, tal  como  se  presenta,  no  haj^  términos 
hábiles  ni  legales  para  discutir  el  presupuesto 
de  Fernando  Poo. 

Yo  fui  al  Ministerio  y  pregunté  por  este  de- 
talle; me  dijeron  que  en  tanto  que  las  Cortes  no 
aprobaran  la  cantidad  que  se  les  pedía,  no  po- 
dían darlo.  Esta  contestación  es  tan  inocente,  que 
no  creo  que  dqba  hacer  sobre  ella  comentario  de 
ninguna  clase. 

Nadie  podrá  negar  ni  dejar  de  reconocer  la 
importancia  grandísima  que  tiene  la  colonia  de 
Fernando  Poo,  que  es  la  mejor  de  todas  las  po- 
sesiones europeas  que  hay  en  la  costa  de  África. 
El  viajero  Stanley,  a  quien  se  ha  referido  el  señor 
Morales,  dice  que  es  la  perla  del  Océano,  pero 
una  perla  pulimentada,  que,  por  el  estado  en  que 
la  han  dejado  los  españoles,  no  daría  por  ella  ni 
siquiera  loo  guineas.  Pues  bien;  esta  perla,  cuyo 
valor  se  ha  calculado  por  Stanley  en  loo  guineas, 
nos  cuesta  a  los  españoles  1,200.000  pesetas. 

Su  importancia  política  es  grandísima,  puesto 
que,  por  decirlo  así,  es  la  llave  del  Níger,  y  en 
el  porvenir  ha  de  jugar  un  papel  importante,  si 
el  Gobierno  se  fija,  como  ya  debiera  haberse 
fijado,  en  darle  mayor  desarrollo  y  atenderla 
con  mayor  cuidado. 


54    ANTÓN  DEL  OLMET.— TORRES  BERNAL 

Si  estuviera  aquí  el  actual  ministro  de  Ultra- 
mar, antes  de  entrar  de  lleno  en  el  apoyo  de  mi 
enmienda,  habría  de  preguntarle:  ¿Es  que  el  se- 
ñor ministro  de  Ultramar  tiene  algún  plan  colo- 
nial, algún  pensamienio  acerca  de  lo  que  la  po- 
lítica colonial  debe  ser?  Yo  creo  que  el  señor 
ministro  deberá  tener  algún  plan  de  política  co- 
lonial, porque  es  uno  de  los  ramos  más  impor- 
tantes de  su  Ministerio;  de  su  antecesor,  el  señor 
Balaguer,  cuyas  dotes  personales  no  desmere- 
cen al  lado  de  las  del  actual,  sólo  puedo  decir 
que  no  debía  tener  ninguno,  ni  siquiera  debía 
tener  idea  de  lo  que  era,  porque  no  ha  hecho 
nada  en  punto  tan  trascendental. 

Y  yo  pregunto  al  Gobierno,  si  es  que  tiene  al- 
gún plan  de  política  colonial:  ¿Por  qué  en  este 
caso,  ya  que  en  esta  discusión  había  de  jugar  un 
papel  importante  el  detalle  de  este  presupuesto, 
no  lo  ha  presentado  desde  luego  a  las  Cortes,  en 
vez  de  reservarse  para  después  de  aprobado  el 
presupuesto,  como  sucedió  el  año  anterior?  No 
teniendo  otro  a  mi  disposición,  al  del  año  ante- 
rior he  tenido  que  recurrir;  y,  señores,  declaro 
que  no  hay  que  examinarlo  con  mucha  deten- 
ción para  convencerse  de  que  el  presupuesto  no 
obedece  a  plan  alguno  fijo;  más  aún,  de  que  está 
falto  por  completo  de  sentido  común. 

Lo  natural  sería  que,  en  un  presupuesto  que 
se  destina  a  favorecer  los  intereses  de  una  colo- 
nia como  la  de  Fernando  Poo,  la  mayor  parte 


CONDE    DE    ROMANONES  5$ 

del  crédito  se  consagrara  al  fomento  de  la  mis- 
ma. Pues  sucédele  absolutamente  lo  contrario. 

No  voy  a  fijarme  en  todos  los  pormenores  de 
la  enmienda  que  tengo  presentada;  me  bastará 
decir  que  hago  una  rebaja  considerable  en  el 
personal,  porque,  señores,  se  gastan  tres  mil  y 
pico  de  duros  en  el  personal  de  la  colonia  en 
Madrid,  y  yo  no  sé  que  tengan  nada  que  ver  los 
empleados  de  Madrid  con  lo  que  pasa  en  Fer- 
nando Poo;  y  se  gastan  catorce  mil  y  pico  de  du- 
ros en  los  empleados  que  están  en  Fernando 
Poo;  y  digo  que  están  en  Fernando  Poo,  porque 
legalmente  están  allí,  pero  realmente  la  mayor 
parte  de  aquellos  empleados  pasan  la  mayor 
parte  del  tiempo  en  la  Península,  cobrando  sin 
embargo  los  sueldos  que  se  les  asignan  por  es- 
tar allí . 

Cincuenta  y  nueve  mil  y  pico  de  duros  se 
destinan  para  la  Marina;  y  yo  pregunto:  ¿No  se 
acaba  de  aprobar  el  presupuesto  de  Marina? 
¿Para  qué  sirve  entonces  que  paguemos  a  la 
Marina?  ¿Acaso  no  es  uno  de  los  servicios  de  la 
Marina  el  ir  a  proteger  allí  nuestros  intereses? 
Al  contrario,  yo  creo  que  es  quizá  una  de  las 
pocas  cosas  de  utilidad  que  la  Marina  española 
puede  realizar.  La  Marina  tiene  su  presupuesto, 
y  sin  embargo,  por  ir  a  prestar  aquel  servicio, 
que  está  dentro  del  concepto  de  su  propio  fin, 
se  le  ha  de  pagar  de  lo  que  las  Cortes  debían 
conceder  para  fomento  de  la  colonia.  Después 


56  ANTÓlí   DEL   OLMET.  -TORRES   BERNAL 

de  todo  no  seria  esto  lo  peor  ni  lo  que  más  deba 
llamar  la  atención  del  Congreso;  lo  peor  es  que 
se  asignan  59.000  duros  para  la  Marina  y  hay 
que  ver  qué  marina.  No  basta  decir,  como  ha 
dicho  el  señor  Morales  Díaz,  que  la  lancha  Tri- 
nidad se  cambiará  por  otra  mejor;  lo  que  por  el 
pronto  hay  que  hacer  notar  es  que  están  asig- 
nados 22.000  duros  para  el  sostenimiento  del 
pontón  FerrolanOf  al  cual  le  han  sido  cortados 
los  palos,  y  casi  desmantelado  e  inútil  le  tene- 
mos, hecho  un  lanchón  completamente  abando- 
nado. Era  necesario  más;  era  necesario  tener 
una  lancha  de  vapor  para  recreo,  y  no  más  que 
para  recreo,  y  en  estos  momentos  yo  estoy  se- 
guro que  si  se  trajera  aquí,  no  serviría  ni  aun 
para  pasearse  por  el  estanque  del  Retiro,  y  sin 
embargo  cuesta  10.000  duros.  Además  figura  en 
presupuesto  una  cantidad  de  20.000  duros  para 
una  goleta  de  segundo  orden,  que  sólo  ha  per- 
manecido allí  muy  poco  tiempo,  y  hoy  no  en- 
cuentra el  ministro  de  Marina  otra  con  que  re- 
emplazarla. 

En  culto  y  clero  se  gastan  en  Fernando  Poo 
cuarenta  y  cinco  mil  y  pico  de  duros.  Yo  es- 
toy conforme  con  el  señor  Villalba  Hervás  y 
con  el  señor  Morales  Díaz  en  que  el  fin  que 
allí  realizan  los  misioneros  es  muy  santo  y  muy 
digno  de  tenerse  en  cuenta;  pero  misioneros 
de  esa  especie,  yo  creo  que  no  necesitarán  mu- 
cha fe  evangélica  para  catequizar  a   los  sal- 


CONDE    HE    RCMAN-^^NES  57 

vajes,  porque  son  misioneros  a  los  cuales  se 
les  asigna  un  sueldo  de  800  duros,  y  yo  creo  que 
con  800  duros  de  sueldo  podrían  ir  alii  aun 
aquellos  que  no  tuvieran  la  menor  fe  en  la  reli- 
gión católica.  Además,  allí  hay  quizá  más  misio- 
neros que  católicos,  cosa  rara;  y  no  es  esto  lo 
peor,  sino  que  allí,  en  vez  de  dedicarse  esos  mi- 
sioneros a  difundir  la  doctrina  de  Cristo,  se  en- 
tretienen en  cultivar  una  nermosa  finca  que  les 
produce  12.000  duros  anuales,  y  es  claro,  ante 
tan  pingües  ganancias,  la  doctrina  de  Cristo 
quizá  ande  un  doco  descuidada,  y  los  pobres  ne- 
gros creyendo  todavía  en  los  dioses  salvajes. 

Lo  único  que  pido  es  que  la  asignación  de 
cada  misionero  se  rebaje  a  500  pesos,  y  creo 
que  con  500  pesos,  que  es  lo  mismo  que  se  asig- 
na a  los  misioneros  que  están  en  las  Carolinas, 
podríiíxi  tener  lo  necesario  para  subsistir.  Tam- 
bién se  podría  rebajar  algo  el  número  de  ellos. 

Yo  propongo  que  se  introduzca  en  todo  el 
presupuesto  una  economía  de  más  del  50  por  100, 
quedando  sin  desatender  la  instrucción  pública 
y  el  cuitó  y  clero,  que  una  cosa  es  la  instrucción 
pública  y  otra  el  culto  y  clero.  El  Gobierno  debe 
fijarse  en  esta  cuestión,  y  ver  cuál  es  el  mejor 
sistema  que  puede  seguirse  para  fomentar  la  co- 
lonia. 

Hay  que  hacer  un  presupuesto  que  tenga  si- 
quiera sentido  común.  No  se  pueden  olvidar  los 


58  ANTÓN   DEI.   OLMET. — TORRES   BERNA  L 

capítulos  relativos  a  la  Marina  y  al  culto  y  clero, 
mas  la  parte  principal  del  presupuesto  debe  des- 
tinarse al  fomento  de  la  colonia;  asi  es  que,  en  la 
enmienda  que  tengo  presentada,  las  únicas  va- 
riaciones que  he  introducido  han  sido  las  si- 
guientes: he  rebajado  doscientas  mil  y  pico  de 
pesetas  en  la  Marina,  en  los  sueldos  de  los  em- 
pleados y  en  el  culto  y  clero,  pero  en  cambio,  en 
lo  que  se  refiere  al  fomento  de  la  colonia,  que 
según  el  presupuesto  del  año  pasado  tenía  asig- 
nados 21.000  duros,  he  asignado  ahora  66.000.  El 
fomento  de  la  colonia,  es  claro  que  debe  formar 
la  única  base,  el  único  objeto  de  este  presupues- 
to. Hay  que  formar  un  plan  de  colonización,  hay 
que  favorecer  a  los  emigrantes  españoles  que 
quieren  ir  allí;  y  por  eso,  en  el  proyecto  presen- 
tado por  mí  pido  que  se  lleven  allí  cada  año  20 
familias  y  100  kunnares  de  la  costa  de  África 
para  que  vayan  fomentando  el  terreno. 

De  esta  manera,  aquello  será  una  verdadera 
colonia.  A  este  propósito  tengo  que  hacer  men- 
ción de  una  circunstancia,  circunstancia  en  la 
que  debe  fijar  especial  atención  el  señor  minis- 
tro de  Ultramar:  parece  ser  que  250  familias  de 
españoles  residentes  en  Argel,  por  efecto  de  los 
cambios  que  han  ocurrido  en  las  condiciones 
de  la  colonia  francesa,  no  pueden  continuar  en 
aquel  país,  y  no  teniendo  recursos  para  regre- 
sar a  la  patria,  acuden  en  una  respetuosa  instan- 
cia al  señor  ministro  de  Ultramar  para  que  les 


CONDE    DE   ROMANONES  59 

conceda  los  medios  de  ir  a  establecerse  a  Fer- 
nando Poo.  Esto,  entre  otras  ventajas,  tendría  la 
de  que  se  trata  de  gente  ya  habituada  al  clima 
africano,  y  debería  aprovecharse  esta  ocasión 
tan  favorable  para  la  colonización  de  la  isla. 

Y  no  hay  que  hablar  de  las  inclemencias  del 
clima  de  Fernando  Poo,  eso  es  una  preocu- 
pación vulgar  que  está  desmentida  por  todos 
los  viajeros  y  exploradores;  lo  único  que  hay  de 
cierto  es  que  los  pccos  españoles  que  allí  van 
se  establecen  a  las  orillas  del  mar,  donde  suelen 
contraer,  en  efecto,  varias  enfermedades;  pero 
en  el  interior,  la  isla  tiene  un  clima  enteramente 
benigno,  hasta  el  punto  de  que  varios  extranje- 
ros que  residen  en  África,  cuando  su  salud  su- 
fre alteración  van  a  reponerse  a  Fernando  Poo, 
y  consideran  a  nuestra  colonia  como  una  verda- 
dera estación  sanitaria,  teniendo  en  ella  estable- 
cimientos con  este  fin  higiénico. 

Pues  bien,  señores:  si  esto  es  asi,  ¿por  qué  se 
niega  la  comisión  a  admitir  mi  enmienda,  que  no 
tiende  más  que  a  disminuir  el  excesivo  número 
de  empleados,  no  dejando  más  que  los  necesa- 
rios, y  a  rebajar  un  tanto  la  cantidad  que  se  paga 
a  los  misioneros,  ya  que  sólo  ejercen  su  cometi- 
do por  espíritu  evangélico,  destinando  toda  la 
mayor  suma  posible  al  verdadero  fomento  de  la 
colonia?  Pero  la  Comisión  no  quiere  admitir 
esto  que  parece  tan  natural  y  conveniente  y  pre- 
fiere que  el  Congreso  apruebe  ese  crédito  de 


6o    ANTÓN  DEL  OI-MET.— TORRES  BERNAL 

666.00O  pesetas,  a  las  que  luego  por  alto  se  les 
da  el  destino  que  parece  más  conveniente.  He 
terminado." 


Contestó  al  orador,  por  la  Comisión,  el  señor 
Morales  y  Rodríguez.  Y  al  rectificar,  el  conde 
aludió  al  subsecretario  de  Ultramar,  señor  Ro- 
drigáñez,  quien  hubo  de  contestar  al  discurso 
del  joven  diputado,  aunque  sin  lograr  desvane- 
cer sus  argumentos. 


CAPITULO  VIII 


LA  BODA  Y  LOS  HIJOS 

Dofta  Casilda  Alonso  Martínez,  condesa  de  Ronianones.— Una 
dama  ejemplar.— Sagasta,  testigo  de  la  boda —Los  hijos. 

Poco  después  de  ser  elegido  diputado  a  Cor- 
tes, contrajo  matrimonio  el  insigne  político  con 
dona  Casilda  Alonso  Martínez,  hija  del  muy 
ilustre  ex  ministro  de  Gracia  y  Justicia,  gran 
orador  y  memorable  jurisconsulto,  don  Manuel 
Alonso  Martínez,  gloria  del  foro  español. 

El  conde  habíase  enamorado  de  la  belleza  pere- 
grina y  de  las  altas  virtudes  de  aquella  encanta- 
dora señorita,  que  ha  sido  leal  compañera  de  su 
vida  y  madre  de  sus  amantes  hijos. 

Es  la  señora  condesa  de  Romanones  el  más 
alto  premio  que  Dios  quiso  otorgarle  al  ilustre 
estadista.  Constituye  tan  egregia  dama  un  envi- 
diable consorcio  de  distinción  y  de  hermosura, 
de  bondad  y  de  discreción,  de  encanto  y  de  gen- 
tileza. Tiene  una  voz  angelical  y  posee  verdade- 


62    ANTÓN  DEL  OLMET.- -TORRES  BERNAL 

ra  maestría  como  aficionada  al  canto.  Rara  vez, 
modestísima,  luce  galas  tan  exquisitas,  que  pro- 
cura ocultar  con  timidez.  Nada  ambiciosa,  la 
mayor  desgracia  de  su  vida  es  ver  a  su  esposo 
en  el  Poder.  Caritativa,  preside  diversas  y  aris- 
tocráticas asociaciones  de  damas  para  llevar  so- 
corro a  los  necesitados,  enjugar  lágrimas  y  evi- 
tar dolores. 

Los  autores  de  este  modesto  homenaje  al  se- 
ñor conde  de  Romanones  quieren  rendir  desde 
aquí  respetuosa  pleitesía  a  la  señora  tantas  veces 
ilustre  que  es  su  digna  y  amantísima  esposa. 

La  boda  celebróse  en  San  Sebastián,  el  día 
21  de  septiembre  de  1888,  siendo,  entre  otros, 
testigo  de  la  ceremonia  nupcial,  don  Práxedes 
Mateo  Sagasta. 

Monte- Cristo,  en  el  número  de  El  Imparcial 
correspondiente  al  22  de  septiembre,  da  cuenta 
de  haberse  celebrado  en  San  Sebastián  el  día 
antes  la  boda  «de  la  señorita  doña  Casilda  Alonso 
Martínez,  hija  del  señor  ministro  de  Gracia  y 
Justicia,  con  el  joven  diputado  don  Alvaro  de 
Figueroa,  uno  de  los  hijos  de  los  marqueses  de 
Villamejor,  realzando  la  belleza  de  la  novia  las 
preciosas  galas  con  que  se  adornaba». 

Siete  han  sido  los  hijos  de  este  ilustre  matri- 
monio: doña  Casilda,  casada  con  el  señor  duque 
de  Pastrana;  don  Luis,  conde  de  Velayos,  casado 
con  doña  María,  hija  de  los  condes  de  Torre- 
Arias;  don  Alvaro,  marqués  de  Villabrágima, 


CONDE   DE   ROMANONES  63 

casado  con  doña  Ana,  hija  de  la  marquesa  viuda 
de  Donadío;  don  Carlos,  marqués  de  San  Da- 
mián; don  José,  teniente  de  Ingenieros,  muerto 
gloriosamente  en  Xauen;  don  Eduardo  y  don 
Agustín. 

Los  tres  mayores  han  dado  a  los  condes  de 
Romanones  la  alegría  de  unos  nietos  que  ponen 
en  la  tranquilidad  del  suntuoso  palacio  de  la 
Castellana  el  cascabeleo  de  sus  risas  y  el  estré- 
pito de  sns  llantos  infantiles.  Con  sus  lindas  ca- 
becitas  rubias,  sus  ojos  azules  y  eF  palmoteo  de 
sus  manos,  esos  ángeles  han  disipado,  o  cuando 
menos  atenuado,  más  de  una  tristeza  en  aquella 
señorial  mansión  y  constituyen  acaso  la  mayor  y 
más  intensa  felicidad  de  sus  insignes  abuelos. 

Quieren  los  autores  de  esta  biografía  dar  una 
breve  noticia  acerca  de  los  hijos  de  los  condes 
de  Romanones:  de  doña  Casilda,  duquesa  de 
Pastrana,  sólo  habremos  de  consignar  la  dulzura 
de  carácter,  la  belleza  y  la  distinción  heredadas 
de  su  ilustre  madre.  Del  marqués  de  San  Da- 
mián, de  don  Eduardo  (para  el  que  ha  sido  pedi- 
da la  mano  de  una  hija  de  los  condes  de  la  Vina- 
za) y  de  don  Agustín,  la  caballerosidad  y  la  apli- 
cación que  hace  esperar  de  ellos  la  brillante 
continuación  de  la  obra  de  su  progenitor. 

El  primogénito,  don  Luis,  conde  de  Velayos, 
diputado  a  Cortes  e  ''ngeniero  heredó  de  su 
abuelo  el  marqués  de  Villamejor,  la  iniciativa 
industrial  y  la  formidable  aptitud  para  los  negó- 


64  ANTÓN    DEL    OLMET.  — TORRES    BERNAL 

cios.  Es  director  de  importantes  empresas,  y  tie- 
ne ya,  a  pesar  de  sus  pocos  años,  una  respetabi- 
lidad y  una  consideración  en  el  mundo  de  los 
negocios,  que  han  dado  a  su  nombre  gran  relie- 
ve entre  los  más  significados  financieros  de  Es- 
paña. jHorabres  como  este  conde  de  Velayos, 
trabajadores,  audaces  e  inteligentes,  son  los  que 
necesita  España  para  que  la  obra  de  su  resurgi- 
miento industrial  y  económico  sea  en  breve  pla- 
zo una  realidad  halagadora! 

El  marqués  de  Villabrágima  quedaría  perfec- 
tamente definido  diciendo  que  es  igual  que  su 
padre.  No  cabe  semejanza  mayor.  Como  si  obe- 
deciese a  un  presentimiento,  hasta  lleva  el  mis- 
mo nombre  que  el  señor  conde  de  Romanones. 
Y  el  mismo  camino.  Como  él,  fué  diputado  a 
Cortes  antes  de  cumplir  la  edad  reglamentaria; 
y  concejal  y  teniente  alcalde  del  Ayuntamiento 
de  Madrid  tan  pronto  reunió  las  condiciones  le- 
gales. Recientemente  y  después  de  no  haber 
aceptado  la  Dirección  General  de  la  Deuda,  que 
le  ofrecía  el  señor  Cambó,  fué  elegido  Alcalde 
Presidente  del  Ayuntamiento  madrileño,  por 
mayoría  dentro  del  Concejo.  Su  gestión  desde 
dicho  puesto  ha  merecido  la  general  aproba- 
ción. Siente,  como  el  conde,  la  misma  vocación 
irresistible  por  la  política.  Y  hasta  su  voz  y  su 
ademán  y  su  oratoria  se  confunden.  No  cabe, 
repetimos,  parecido  físico  y  moral  más  comple- 
to. Por  todo  ello,  y  por  la  personalidad  que  en 


CONDE   DE   ROMANONES  65 

SUS  breves  años  de  vida  política  ha  conquista- 
do personalidad  tan  relevante  y  que  se  destaca 
de  modo  tan  brioso,  nos  complacemos  en  recoger 
en  estas  páginas  el  augurio  popular:  el  mar- 
qués de  Villabrágima,  que  es  ya,  por  sus  méritos, 
el  alcalde  que  Madrid  necesita,  alcalde  del  que, 
como  de  su  padre,  quedarán  para  el  vecindario 
madrileño  recuerdos  inolvidables,  será  ministro, 
y  ministro  trabajador  que  llevará  a  cabo  una  la- 
bor meritísima.  Y  será  presidente  del  Consejo 
de  Ministros  y  jefe  del  partido  liberal.  Lo  será, 
y  España  tendrá  en  él  al  político  demócrata  y 
estudioso,  previsor  y  sagaz  que  un  día  pueda 
prestarla  el  servicio  inmenso  que  en  la  gran 
guerra  supo  prestarla  su  admirable  padre. 

Mientras  tanto  el  marqués  de  Villabrágima, 
gran  apasionado  también  de  su  carrera,  atiende 
con  actividad  y  acierto  enormes  su  ya  famoso 
bufete,  uno  de  los  más  importantes  de  España. 

Trabajador  infatigable,  estudioso,  elocuente  y 
poseedor  de  una  dialéctica  maravillosa,  denota 
en  ello  la  vocación  heredada  de  su  ilustre  abue- 
lo, el  que  fué  insigne  jurisconsulto  don  Manuel 
Alonso  Martínez. 

Y  a  propio  intento  hemos  dejado  para  final  de 
este  capítulo  el  recuerdo  de  don  José  de  Figue- 
roa  y  Alonso  Martínez,  del  teniente  Figueroa, 
que  hizo  a  la  Patria  el  sacrificio  de  su  vida  moza 
en  los  campos  de  África,  en  las  inmediaciones 
de  Xauen,  el  día  19  de  octubre  de  1920. 

5 


66    ANTÓN  DEL  OLMET.— -TORRES  BERNAL 

Aunque  no  vamos  a  recordar  detalles  de  esta 
inmensa  desgracia  que  llenó  de  angustia  a  la 
ilustre  familia  y  que  España  entera  acogió  con 
un  duelo  unánime,  queremos,  sin  embargo,  con- 
signar algún  detalle  que  glorifica  aún  más  la 
figura  insigne  de  este  heroico  teniente  Figue- 
roa,  sacrificado  al  patriotismo  y  a  la  igualdad 
humana. 

El  teniente  Figueroa  siguió  la  carrera  miiitar 
sin  vocación  y  sólo  por  seguir  los  consejos  de 
su  padre,  quien  a  su  vez  obedecía  las  indicacio- 
nes de  una  augusta  personalidad. 

El  conde  de  Romanones  conserva,  y  nosotros 
la  hemos  leído,  una  carta  del  alto  comisario  de 
España  en  Marruecos,  general  Berenguer,  en  la 
que  le  da  el  pésame  y  le  dice  estas  palabras  tan 
elocuentes:  "¿Quién  creerá  que,  dada  nuestra 
gran  amistad,  la  primera  noticia  que  ha  llegado 
a  mí  de  que  su  infortunado  hijo  estaba  en  Ma- 
rruecos ha  sido  la  de  que  había  muerto?** 

iQué  gran  ejemplo  de  hidalguía  y  de  verda- 
dera democracia  tanto  en  el  padre  como  en  el 
hijol 

Uno  de  nosotros  publicó  en  Heraldo  de  Ma- 
drid, a  raíz  de  este  triste  suceso,  la  siguiente 
crónica  con  que  ponemos  fin  a  este  capítulo. 

Dice  así: 

"El  cronista  conoce  algunos  detalles  íntimos 
acerca  del  teniente  Figueroa,  que  ha  muerto 
gloriosamente  en  Xauen. 


CONDE   DE  ROMANONBS  67 

Más  que  nada,  el  teniente  Figueroa  es  un  sa- 
crificio que  su  padre  el  conde  de  Romanones  le 
ha  tributado  a  España,  al  Ejército  y  a  la  demo- 
cracia universal. 

Creía  el  ilustre  ex  presidente  del  Consejo  de- 
ber suyo  que  alguno  de  sus  vastagos  siguiese  la 
carrera  de  las  armas.  Y  eligió  para  ello  a  su  hijo 
Pepe,  en  quien  inculcó  las  ideas  más  liberales  y 
más  gallardas. 

El  hijo  no  tenía  una  ingénita  vocación  mili- 
tar. Tan  es  así,  que  pensaba,  una  vez  hechos  dos 
años  de  campaña  en  guerra,  quedar  de  super- 
numerario durante  algún  tiempo  y  dedicarse  a 
trabajos  de  ingeniería  civil.  No.  Su  inclinación 
belicosa  fué  obra  de  su  padre,  consejo,  persua- 
sión paternal.  ¡Oh!,  ¡pero  era  valiente,  pundono- 
roso, y  estaba  escrito  en  su  destino  su  final  épi- 
co, lleno  de  heroísmo  y  de  tragedia! 

Como  si  el  pobre  mozo  lo  presintiera,  dedicó 
el  verano  último  a  divertirse  con  la  alegría  de 
un  casi  adolescente  que  se  despide  de  la  vida. 
Su  padre  le  decia  con  írecuencia: 

—En  otoño  te  incorporarás  al  Ejército  de  Ma- 
rruecos. Y  allí,  sin  más  personalidad  que  la  de 
tu  grado,  serás  un  oficial  modelo. 

Se  incorporó.  Fué  destinado  a  un  servicio 
poco  peligroso.  Mas  el  teniente  Figueroa,  sin 
vocación,  sin  ambición,  hijo  de  un  magnate,  sólo 
guiado  por  la  hidalguía,  pidió  trabajos  más  ar- 
duos y  audaces,  en  los  que  pudiera  recibirse 


68  ANTÓN   DEL   OLMET.— TORRES   BERNAL 

como  regalo  de  una  novia  suprema  el  beso  de  la 
muerte. 

Y  así  ocurrió.  Fortificando  las  avanzadas  de 
Xauen,  y  a  pecho  descubierto,  recibió  el  tenien- 
te Figueroa,  hijo  del  conde  de  Romanones,  un 
balazo  en  la  cabeza,  del  que  falleció  horas  más 
tarde. 

Esta  es  la  breve  y  gloriosa  historia  de  un  aris- 
tócrata español,  cuyo  nombre  prestigia  a  la  clase 
social  donde  naciera,  y  cuyo  sacrificio  enaltece 
al  conde  de  Romanones,  tan  liberal,  tan  español, 
tan  generoso  en  sus  más  hondos  sentimientos, 
que  es  capaz  de  inmolar  al  hijo,  acaso  más  que- 
rido, ante  el  altar  de  la  igualdad  humana. 

El  gesto  de  Romanones  tiene  entronque  con 
la  vieja  hidalguía  racial,  y  es  idéntico,  aunque 
más  noble  aún,  al  de  aquellos  lores  ingleses  que 
enviaron  durante  la  gran  guerra  a  sus  primogé- 
nitos a  sucumbir  en  el  frente,  luchando  por  In- 
glaterra y  por  la  civilización." 


CAPÍTULO  IX 


ROMANONES  ES  UN  YERNO  DÍSCOLO 

El  sufragio  universal.— Romanones,  candidato  contra  su  sue- 
gro.—Lna  crisis.— "A  fuerza  de  puños.»— La  aventura  del 
bastón  de  estoque.— Romero  Robledo  contra  Romanones.— 
Un  acta. 

A  poco  de  ser  diputado,  y  después  de  haberse 
distinguido  desde  la  mayoría  como  tribuno  de 
oposición  el  joven  Figueroa,  aspiró  a  ser  nom- 
brado individuo  de  una  comisión  parlamentaria. 
Era  a  la  sazón  ministro  de  Gracia  y  Justicia  el 
ilustre  suegro  del  conde  de  Romanones,  don 
Manuel  Alonso  Martínez,  el  cual  había  presenta- 
do a  las  Cortes  su  proyecto  sobre  el  sufragio 
universal. 

— Yo— nos  dice  S.  E. — quise  pertenecer  a 
aquella  comisión  parlamentaria,  que  era  lucida, 
y  cuyos  temas  a  debatir  me  interesaban.  Así  se 
lo  comuniqué  a  mi  suegro.  Pero  éste  se  opuso, 
diciéndome  que  aspiraban  a  lo  mismo  hombres 
de  altura. 


70  ANTÓN    DEL    OLMET. — TOBRES   BERNAL 

Pero  aquel  muchacho  inteligente  y  audaz, 
de  noble  y  viril  audacia,  que  no  era  un  yerno 
arribista  al  uso  de  ahora,  que  se  sentía  con  tan- 
ta personalidad  como  el  más  relevante,  no  se 
conformó  con  aquello,  y  ¡zas!  en  la  primera  re- 
unión de  secciones  que  hubo,  presentó  su  candi- 
datura a  individuo  de  la  apetecida  comisión  en 
contra  de  Alonso  Martínez.  Aquello  produjo  una 
crisis  que  le  costó  la  cartera  a  su  insigne  padre 
político,  entrando  a  formar  parte  del  nuevo  Go- 
bierno los  señores  Canalejas  y  Maura. 

Comentando  este  rasgo  tan  varonil  como  in- 
quieto, nos  dice  el  conde: 

— Yo  no  llegué  a  lo  que  llegué  por  mi  pacien- 
cia resignada,  sino  a  fuerza  de  puños.  Ahora 
bien;  si  a  mí  me  hace  eso  un  yerno,  lo  mato. 

Durante  aquellas  Cortes,  que  fueron  muy  mo- 
vidas contra  don  Venancio  González,  tuvo  e)  se- 
ñor conde  de  Romanones,  además  de  las  expues- 
tas, varias  intervenciones  parlamentarias  de  me- 
nos interés.  El  primer  gran  jaleo  de  que  fué 
protagonista — nos  referimos  a  la  curiosa  aven- 
tura del  bastón  de  estoque— merece  que  le  de- 
diquemos alguna  extensión. 

Durante  una  de  aquellas  sesiones  agitadas, 
que  tuvieron  el  "Cristineo**  como  cumbre — ya 
hemos  descrito  el  "Cristineo"  en  otros  libros  de 
nuestra  galería  de  grandes  españoles— y  presi- 
diendo el  señor  Alonso  Martínez,  elevado  a  la 
Presidencia,  precisamente  por  haber  abandona- 


CONDE   DE   ROMANONES  7 1 

do  la  cartera  de  Gracia  y  Justicia—,  acaeció  un 
enorme  escándalo  parlamentario,  del  que  fué  el 
señor  conde  de  Romanones  uno  de  sus  más  in- 
tensos protagonistas. 

Se  había  levantado  en  el  banco  azul  el  mar- 
qués de  la  Vega  de  Armijo  para  contestar  al  se- 
ñor Martos.  Romanones  estaba  subido  en  la  pla- 
taforma presidencial,  cerca  de  su  suegro,  y  te- 
nía un  bastón  en  la  mano.  De  pronto  se  incre- 
pan unos  a  otros  los  diputados,  se  alzan  garrotes, 
suenan  insultos,  y  Felipe  Ducazcal,  perteciente 
al  grupo  que  acaudillaba  don  Francisco  Romero 
Robledo,  y  que  estaba  situado  en  los  escaños  de 
primera  fila,  se  levanta  airado,  y  avanza  contra 
el  marqués  de  la  Vega  de  Armijo  en  actitud  de 
agresión.  Romanones  baja  entonces  de  la  presi- 
dencia para  darle  un  palo  a  Ducazcal.  Lo  suje- 
tan. Romero  Robledo  pide  que  la  sesión  sea  se- 
creta, y  en  ella  solicita  la  expulsión  del  diputado 
Figueroa  "por  sacar  el  estoque  que  tenía  oculto 
su  bastón". 

Al  día  siguiente  tratóse  del  asunto  en  el  Con- 
greso, ejerciendo  de  acusador  contra  Romano- 
nes el  diputado  don  Octavio  Cuartero.  Pero  el 
señor  Figueroa  se  defendió  contra  todos  biza- 
rramente, demostró  la  falsedad  de  las  imputa- 
ciones que  se  le  dirigían,  mostró  a  la  Cámara  su 
bastón,  que  carecía  de  estoque,  y  la  proposición 
que  se  blandía  sobre  él  quedó  retirada.  El  señor 
García  Prieto— justo  es  consignarlo— fué  uno  de 


72  ANTÓN   DEL   OLMET. —TOREES  BERNAL 

los  diputados  que  más  se  distinguieron  en  la 
defensa  de  Romanones. 

Otra  versión  atribuye  a  D.  Máximo  Chuvi  el 
papel  de  agradecido  y  al  marqués  de  Pidal  uno 
de  los  discursos  más  duros  contra  el  Sr.  Fi- 
gueroa. 

Con  tal  motivo  envió  el  conde  de  Romanones 
sus  padrinos  al  señor  Romero  Robledo  por  sus 
palabras  agresivas  durante  el  debate.  Eran  don 
Amallo  Gimeno  y  don  Fermín  Calbetón,  a  los 
cuales  nombró  ministros  más  tarde,  siendo  jefe 

del  partido  liberal. 

*  *  * 

He  aquí  ahora  un  documento  curioso  que  puso 
fin  al  incidente  Romero-Romanones: 

Acta  cou  motivo  del  incidente  en 
el  Congrreso  con  Romero  Robledo* 

Reunidos  hoy  los  señores  don  Francisco  Ber- 
gamín  y  donjuán  UUoa,  en  representación  de 
don  Francisco  Romero  Robledo,  y  los  señores 
don  Fermín  Calbetón  y  don  Amalio  Gimeno,  en 
representación  de  don  Alvaro  Figueroa,  para 
discutir  y  resolver  sobre  el  incidente  ocurrido 
en  la  sesión  secreta  celebrada  hoy  día  de  la  fe- 
cha en  el  Congreso  de  Diputados,  a  propósito  de 
afirmaciones  hechas  por  el  señor  Romero  Ro- 
bledo sobre  actos  acaecidos  en  la  sesión  pública 
de  ayer,  en  los  que  tuvo  participación  el  señor 
Figueroa,  y  resultando: 


CONDE   DE   ROMANONES  73 

I.**  Que  el  señor  Figueroa  ha  negado  termi- 
nantemente en  dicha  sesión  secreta  que  tratara 
de  hacer  uso  de  armas  al  intervenir  en  uno  de 
los  incidentes  tumultuosos  de  la  citada  sesión 
pública  del  día  de  ayer,  así  como  el  que  tuviera 
y  usara  bastón  que  contenga  estoque,  puesto  que 
el  que  llevaba  ayer  es  el  mismo  que  tenía  hoy  y 
éste  no  lo  contiene,  lamentando  además  que  di- 
cha versión,  sostenida  por  algún  diputado  fuera 
del  Congreso,  hubiere  hecho  necesario  que  la 
Prensa  la  contradijera,  versión  que  por  otra  par- 
te él  consideraba  ofensiva  en  alto  grado. 

2.°  Que  el  señor  Romero  Robledo  hubo  de 
intervenir,  en  la  creencia  de  que  le  fuera  atri- 
buida aquella  versión  por  haberla  expuesto  mo- 
mentos después  de  la  sesión  a  algún  otro  señor 
diputado,  y  declaró  que,  según  el  testimonio  de 
sus  sentidos,  entendía  haber  visto  el  movimien- 
to de  sacar  un  estoque  y  hasta  ver  parte  de  él 
fuera  del  bastón  que  le  contenía,  declaración 
que,  hecha  en  la  sesión  secreta,  sólo  ha  tenido 
por  objeto  no  ocultar  su  anterior  concepto  verti- 
do en  otro  sitio;  y 

3.°  Que  por  el  mismo  testimonio  de  sus  sen- 
tidos y  sólo  como  confirmación  de  su  primer 
juicio,  llegó  hasta  creer  que  el  bastón  presenta- 
ba distinta  forma  en  su  puño  del  que  tenía  en  la 
sesión  secreta  el  señor  Figueroa,  que  era  el  mis- 
mo que  éste  le  ha  asegurado  que  llevaba  en  la 
sesión  de  ayer. 


74     ANTÓN  DEL  OLMET.— TORRES  BERNAL 

Los  abajo  firmados,  teniendo  en  cuenta  todo 
esto,  y  considerando: 

I.**  Que  negado  honradamente  por  el  señor 
Figueroa  en  la  sesión  secreta  el  hecho  de  haber 
intentado  hacer  uso  de  un  estoque  y  el  de  que 
su  bastón  lo  contuviera,  por  ser  incapaz  de  ha- 
cerlo primero  en  circunstancias  iguales  a  las  de 
referencia,  no  tiene  inconveniente  el  señor  Ro- 
mero Robledo,  como  hombre  de  honor  que  es, 
en  prestar  asentimiento  a  aquella  solemne  de- 
claración y  en  admitir  la  posibilidad  del  error 
de  sus  sentidos  al  apreciar  lo  acaecido,  porque 
la  exaltación  en  las  pasiones,  el  estado  de  los 
ánimos  y  hasta  el  tumulto  pudieran  explicar  el 
hecho  y  el  juicio  equivocado  de  este  hecho;  y 

2.*  Que  estas  mismas  circunstancias  expli- 
can también  que  se  creyera  ver  en  manos  del 
señor  Figueroa  un  bastón  distinto  del  que  habi- 
tualmente  usa  y  en  aquella  ocasión  usaba  dicho 
señor. 

Declaran  que  la  leal  manifestación  de  lo  que 
por  el  testimonio  de  los  sentidos  se  aprecia,  no 
puede  ser  ofensiva  cuando  el  est'\do  de  las  pa- 
siodes  influye  en  los  hechos  y  en  ^1  juicio  que 
de  estos  hechos  se  forma,  y  sólo  lo  sería  en  el 
caso  de  no  prestar  asentimiento  a  la  j^alabra  de 
honor  del  que  como  supuesto  autor  los  niega  y 
de  no  tener  en  cuenta  las  circunstancias  en  que 
el  juicio  se  ha  formado,  cosas  ambas  que  no 
concurren  en  el  presente  caso. 


CONDE    DE   ROMANONES  75 

Y  en  su  virtud  consignan  que  después  de  esta 
declaración  queda  terminado  este  incidente,  sin 
que  por  ello  se  entienda  lastimado  en  lo  más 
mínimo  el  honor  de  sus  representados  ni  que 
exista  motivo  suficiente  para  entibiar  sus  rela- 
ciones particulares. 

Madrid,  6  de  julio  de  iQ8g.—Juan  Ulloa,  Ama- 
lio  Gimeno^  Fermín  Calbetón,  h.  Bergantín. 


CAPITULO  X 


LUCHA  POLÍTICA  ENTRE  HERMANOS 

Cae  el  Gobierno.— El  acta  de  Guadalajara.— La  abuela  por  su 
nieto  Alvaro.— Dos  Figueroa  se  disputan  una  representa- 
ción.—Romanones  vuelve  a  ser  diputado. 

Después  de  la  "corazonada"  de  Martínez  Cam- 
pos cayó  el  Gobierno  presidido  por  Sagasta,  su- 
cediéndole  en  el  poder  don  Antonio  Cánovas  del 
Castillo. 

Nuestro  biografiado,  claro  está,  aspiró  a  con- 
servar el  acta  liberal  de  Guadalajara,  que  tuvo 
en  las  Cortes  anteriores.  Y  aquí  surgió  una  lucha 
curiosa,  interesante,  entre  dos  hermanos  Figue- 
roa: el  señor  conde  de  Romanones  y  el  vizconde 
(le  Irueste,  que  había  ostentado  la  representación 
de  aquel  distrito  electoral  durante  la  última  si- 
tuación conservadora. 

Silvela,  que  pudo  solucionar  aquello,  no  quiso 
arreglarlo.  Y  como  la  bondadosa  abuela  materna 
del  conde,  que  tenía  en  él  una  fe  ciega,  y  al  que 


78  ANTÓN  DEL   OLMET. — TORRES  BERNAL 

amaba  con  locura,  lo  estimulase  a  luchar,  Roma- 
nones  presentó  su  candidatura  enfrente  del  viz- 
conde de  Irueste,  que  luchaba  como  canovista. 

Romanones— lo  decimos  porque  es  cierto — 
sentía  gran  repugnancia  combatiendo  politica- 
mente a  su  hermano.  Tanto  es  así,  que  gestionó 
el  acta  de  Pinar  del  Río,  poniendo  su  decisión  en 
conocimiento  de  Sagasta.  Pero  éste  se  opuso, 
respondiéndole  a  una  comisión  que  de  Guadala- 
jara  vino  a  Madrid  para  tratar  del  asunto,  que 
"Figueroa  no  se  retiraba*  y  que  era  preciso  vo- 
tarle. 

Ya  en  plena  contienda,  los  hermanos  pelearon 
con  ardimiento  en  una  lucha  que  fué  célebre  por 
lo  extraordinario  de  los  combatientes  y  por  la 
violencia  política  que  en  ella  se  desarrolló. 

Romanones  trajo  al  Congreso  dos  actas:  la  de 
Guadalajara  y  la  de  Pinar  del  Río,  conservando 
aquélla. 

La  vida  de  las  referidas  Cortes  fué  efímera, 
pues  sólo  duraron  un  año.  Desde  entonces,  como 
ya  hemos  dicho,  el  señor  conde  de  Romanones 
ha  venido  ostentando  la  representación  de  la 
nombrada  ciudad  castellana,  habiendo  tenido 
luchas  enconadas,  como,  por  ejemplo,  la  que 
sostuvo  contra  el  señor  Chávarri,  a  quien  de- 
rrotó. 


CAPITULO  XI 


CONCEJAL  POR  MADRID 

Concejal  y  teniente-alcalde.— «La  Corte  de  los  milagros».— 
Una  intervención  parlamentaria.— El  conde,  amenazado  por 
una  dama.— Piedad  con  el  caído. 

El  señor  conde  de  Romanones  fué  elegido  con- 
cejal del  Ayuntamiento  de  Madrid  por  el  distri- 
to de  la  Audiencia  en  1889,  desempeñando  el 
cargo  hasta  1892,  en  que  lo  renunció. 

Durante  esos  tres  años  fué  teniente  alcalde  de 
de  los  distritos  de  Buenavista  y  la  Audiencia; 
regidor-patrono  del  Colegio  de  San  Ildefonso, 
concejal-director  del  Servicio  de  Mataderos  y 
Mercados  y  de  Vías  y  Obras. 

En  1890  perteneció  a  la  Comisión  de  Consumos 
con  Betegón,  Núñez  y  Martínez  Yillasante.  Re- 
nunció al  cargo  de  concejal  en  15  de  julio  de  1892. 

Su  primer  nombramiento  de  alcalde  tiene 
fecha  15  de  marzo  de  1894  y  duró  hasta  el  24  de 
marzo  de  1895. 


8o    ANTÓN  DEL  OLMET.— TORRES  BERNAL 

La  actuación  de  Romanones  como  concejal  fué 
muy  interesante,  y  de  ella  vamos  a  dar  en  este 
capitulo  noticia  somera. 


Siendo  el  conde  teniente  alcalde,  realizó  El 
Imparcial  una  famosa  campaña  contra  el  Ayunta- 
miento y  contra  el  alcalde  sagastino  señor  Abas- 
cal.  Aquella  campaña,  que  tenía  por  titulo  "La 
Corte  de  los  Milagros",  estaba  redactada  por 
don  Andrés  Mellado,  y  no  podía  ser  más  violen- 
ta. Se  habló  de  "Pepe  el  Huevero",  matutero  fa- 
moso, de  su  amistad  con  el  alcalde,  y  de  algunos 
concejales  a  quienes  El  Imparcial  atacaba  con 
furia.  Compañeros  en  concejalía  del  conde  eran 
entonces,  entre  otros,  nuestro  ilustre  y  exce- 
lente amigo  el  gran  caballero  don  Joaquín  Ruiz 
Jiménez,  Francos  Rodríguez,  Esquerdo  y  Ramón 
Chíes. 

Romanones,  ajeno  a  todo  aquello,  no  tomó 
parte  activa  en  nada.  Pero  planteado  en  el  Con- 
greso por  el  diputado  don  Manuel  Azcárraga  el 
asunto,  el  señor  Figueroa  se  lanzó  en  formida- 
ble diatriba  contra  los  mangoneadores  del  Ayun- 
tamiento, contra  Villasante,  contra  el  propio 
Abascal,  contra  los  amigos  del  señor  Sagasta.  Y 
ello  a  pesar  de  ser  diputado  de  la  mayoría. 

Por  cierto  que  aquel  discurso  parlamentario, 
del  que  quedó  hecho  trizas  el  Ayuntamiento,  le 
pudo  costar  la  vida  al  conde;  pues  la  esposa  de 


CONDE   DE   ROMANONES  8l 

uno  de  los  combatidos,  como  después  hizo  con- 
tra Calmette  la  de  cierto  memorable  ex  minis- 
tro francés,  tomó  un  revólver  y  se  propuso  ase- 
sinar a  nuestro  biografiado.  En  la  puerta  de  la 
casa  del  señor  Alonso  Martínez  la  sujetaron  pa- 
rientes suyos  en  terrible  estado  de  excitación. 

Años  después,  piadoso  siempre  el  conde  con 
el  caído,  dióle  al  aludido  concejal  un  destino, 
del  que  vivió  en  su  vejez  con  tranquilidad, 
agradecido  a  su  favorecedor,  reconociendo  la 
justicia  de  sus  ataques  anteriores. 


CAPÍTULO  XII 


LA   CAMPANA  CONTRA  BOSCH  Y  FUSTEGUERAS 

•Manos  blancas  no  ofenden.*— Sendos  padrinos.— Un  desafio 
a  pistola— Actas  del  lance. 

En  la  sesión  celebrada  en  el  Congreso  el  día  8 
de  julio  de  1892,  pronunció  el  señor  conde  de 
Romanones  un  violentísimo  discurso  contra  el 
entonces  alcalde  de  Madrid,  don  Alberto  Bosch 
y  Fustegueras.  Como  es  sabido,  aquel  impopu- 
lar alcalde  fué  objeto  de  grandes  ataques  por 
parte  de  la  opinión  pública.  Digna  de  recuerdo 
fué  la  grandiosa  manifestación  pública  que  alen- 
tó y  dirigió  el  ilustre  marqués  de  Cabriflana 
para  protestar  contra  las  demasías  municipales. 
A  aquella  manifestación  grandiosa,  que  tuvo  lu- 
gar en  el  Prado,  asistió  uno  de  los  autores  de 
esta  obra,  yendo  de  la  mano  de  su  padre. 

Combatido  el  señor  Bosch  por  unos  y  por 
otros,  aludió  en  el  Senado  a  don  Alvaro  de  Fi- 
gueroa,  en  términos  que  el  conde  consideró  pre- 


84  ANTÓN   DEL  OLMET.— TORRES  BERNAL 

ciso  recoger.  Y  efectivamente,  durante  la  ya  alu- 
dida sesión,  dijo  el  diputado  liberal  cosas  terri- 
bles acerca  de  aquel  alcalde,  y  entre  ellas,  esto: 

— No  voy  a  recoger  los  agravios  del  señor 
Bosch  y  Fustegueras,  porque  manos  blancas  no 
ofenden. 

Enterado  de  ello  el  señor  Bosch,  envió  sus 
padrinos  al  conde  (don  Vicente  Sanchiz  y  don 
Francisco  Roldan),  el  cual  designó  a  los  señores 
don  Manuel  Becerra  y  don  Agustín  de  la  Serna 
para  que  le  representaran. 

£1  duelo,  a  pistola,  celebróse  en  una  fínca  que 
tenía  en  Leganés  el  señor  duque  de  Tamames. 

A  continuación  publicamos  las  actas  de  com- 
bate y  de  encuentro  referentes  a  aquel  célebre 
desafío: 

Actas    de    la    cuestión 
con  don  Alberto  Bosch. 

En  Madrid,  a  nueve  de  julio  de  mil  ochocien- 
tos noventa  y  dos,  los  señores  don  Vicente  San- 
chiz y  don  Francisco  Roldan,  en  representación 
de  don  Alberto  Bosch  y  Fustegueras,  y  don  Ma- 
nuel Becerra  y  don  Agustín  de  Laserna,  en  re- 
presentación de  don  Alvaro  Figueroa  Torres;  la 
representación  del  primero  manifestó  que  el 
objeto  de  la  reunión  era  el  de  que^  con  motivo 
de  las  palabras  pronunciadas  en  el  Congreso  en 
la  tarde  de  ayer  por  el  señor  Figueroa,  el  señor 
Bosch  consideraba  que  estas  palabras  eran  ofen- 


CONDE  DE   ROMANONES  85 

sivas  para  su  persona  y  reclamaba  de  la  repre- 
sentación del  señor  Figueroa  un  retractación 
completa  o  una  reparación  en  el  terreno  de  las 
armas. 

Discutido  ampliamente  el  asunto  por  los  cua- 
tro representantes  de  los  señores  Bosch  y  Fi- 
gueroa, puestos  en  juego  todos  los  medios  para 
llegar  a  una  solución  satisfactoria,  y  reconocida 
por  ambas  partes  la  imposibilidad  de  un  acuer- 
do, se  decidió  recurrir  al  segundo  de  los  me- 
dios propuestos  por  la  representación  del  señor 
Bosch,  concertándose  un  encuentro  entre  éste  y 
el  señor  Figueroa,  en  las  condiciones  siguientes 
y  previo  el  reconocimiento  por  parte  de  los  se- 
ñores Becerra  y  Laserna  de  que  a  los  señores 
Roldan  y  Sanchiz  correspondía  la  forma  en  que 
debía  verificarse,  como  representantes  de  la 
parte  ofendida. 

Condiciones  del  encuentro. 

I.*  El  lance  tendrá  lugar  a  las  cinco  de  la 
mañana  del  día  diez  del  actual  y  en  el  sitio  que 
los  padrinos  determinen  y  del  cual  sólo  tendrán 
conocimiento  los  señores  Bosch  y  Figueroa  en 
el  momento  de  dirigirse  a  él. 

2.^  El  arma  elegida  será  la  pistola  de  com- 
bate, cruzándose  un  solo  disparo  a  la  distancia 
de  veinticinco  pasos. 

3.^  Los  disparos  tendrán  lugar  a  la  voz  que 
dará  el  director  del  combate,  y  que  será  la  si- 


86    ANTÓN  DEL  OLMET.— TORRES  BKRNAL 

guíente:  "Estén  ustedes  listos."  Dada  la  res- 
puesta afirmativa  por  los  combatientes,  el  direc- 
tor del  combate  dará  las  voces  siguientes:  "Fue- 
go.** "Uno."  "Dos."  "Tres."  Debiendo  verificarse 
los  disparos  antes  o  coincidiendo  con  la  última 
palabra,  pero  de  ningún  modo  después  de  pro- 
nunciada ésta. 

4.*  Entiéndase  que  el  tiro  fallido  se  conside- 
rará como  válido. 

5.*  La  dirección  del  combate  y  las  armas  que 
hayan  de  usarse  lo  decidirá  la  suerte. 

6.^  Dos  de  los  padrinos  se  ocuparán  de 
la  medición  de  los  pasos  y  colocación  de  los 
combatientes  en  el  terreno,  y  los  otros  dos  de  la 
carga  de  las  pistolas. 

7.*  Leída  por  el  director  del  combate  el  acta 
del  duelo,  no  se  permitirá  observación  alguna 
sobre  el  terreno. 

8.*  Cada  uno  de  los  combatientes  podrá  ir 
acompañado  de  un  señor  médico  de  su  con- 
fianza. 

En  fe  de  lo  expuesto,  firman  el  acta  presente 
los  cuatro  señores  indicados,  en  Madrid,  fecha 
ut  supra. 

Francisco  Roldan^  Manuel  Becerra^  Vicente 
Sanchis,  Agustín  Laserna. 

Acta. 

En  el  día  diez  de  julio  de  mil  ochocientos  no- 
venta y  dos,  y  a  la  hora  convenida  de  antemano, 


CONDE   DE   ROMANONES  87 

se  reunieron,  en  la  quinta  que  en  el  pueblo  de 
Leganés  posee  el  señor  duque  de  Tamames,  los 
señores  don  Alberto  Bosch  y  Fustegueras  y  don 
Alvaro  de  Figueroa  Torres,  acompañados  de 
sus  testigos  los  señores  don  Manuel  Becerra, 
don  Agustín  de  Laserna,  don  Vicente  Sanchiz  y 
don  Francisco  Roldan,  asistiendo,  además,  los 
doctores  señores  Camisón  y  Moreno  Pozo,  lle- 
vándose a  cabo  el  encuentro  concertado  entre 
aqu«llos  dos  señores,  sin  que  ocurriera  percance 
alguno  que  lamentar  y  cumpliéndose  en  todas 
sus  partes  las  condiciones  estipuladas  en  el  acta 
del  día  anterior.  Los  señores  Becerra,  Laserna, 
Sanchiz  y  Roldan  declararon,  bajo  palabra  de 
honor,  que  el  asunto  quedaba  terminado  honro- 
samente y  que,  al  ventilarle,  habían  dado  prue- 
bas los  señores  Bosch  y  Figueroa  de  una  co- 
rrección y  caballerosidad  dignas  del  mayor 
encomio. 

Y  para  que  así  conste,  firman  la  presente  acta 
en  Madrid,  a  once  de  julio  de  mil  ochocientos 
noventa  y  dos. 

Vicente  Sanchiz,  Manuel  Becerra,  Francisco 
Roldan,  Agustín  Laserna. 


Entre  los  combatientes  se  cruzaron  dos  dispa- 
ros, pasando  una  bala  del  señor  Bosch  cerquísi- 
ma  de  su  rival. 


CAPITULO  XIII 


ROMANONES,  HOMBRE  DE  ARMAS 

El  dudo  coa  el  marqaés  de  Valdeiglesias.— El  incidente  con  el 
conde  de  San  Luis.— La  cuestión  con  el  señor  Gálvez  Holguin. 

Además  del  desafío  que  tuvo  el  conde  de 
Romanones  con  el  señor  Bosch  y  Fustegueras, 
celebró  otro  con  el  señor  marqués  de  Valdeigle- 
sías,  director  de  La  Época,  muy  amigo  de  nues- 
tro biografiado. 

También  debe  anotarse  un  incidente  acaecido 
entre  el  ilustre  estadista  y  el  señor  conde  de  San 
Luis,  y  que  no  llegó  al  terreno  por  impedirlo 
con  su  autoridad  y  elocuencia  el  presidente  del 
Congreso,  señor  Pidal,  que  hizo  empeñar  a  am- 
bos su  palabra  de  honor  de  que  la  cuestión  ha- 
bía quedado  zanjada  en  la  agresión  mutua  que 
motivara  el  asunto. 

Creemos  también  oportuno  incluir  en  este  ca- 
pítulo el  incidente  con  el  señor  Gálvez  Holguín, 
y  que  fué  así: 


90    ANTÓN  DEL  OLMET.— TORRES  BERNAL 

Se  puso  a  discusión  el  acta  de  Castuera  en 
las  Cortes  conservadoras  de  1896. 

Resultaba  elegido  por  el  mencionado  distrito 
el  señor  Gálvez  Holguín,  que  se  hallaba  a  la  sa- 
zón procesado  por  abusos  cometidos  en  el  Muni- 
cipio de  Madrid  y  que  alcanzaron  gran  resonan- 
cia, como  resultado  de  la  brillantísima  y  popu- 
lar campaña  que  el  marqués  de  Cabriñana  ini- 
ciara. 

Al  ponerse  a  discusión  el  acta  de  dicho  señor, 
se  levantó  a  impugnarla  el  conde  de  Romano- 
nes,  fundándose  en  la  incapacidad  moral  del  di- 
putado electo. 

El  discurso  del  conde  fué  el  comienzo  de  un 
apasionado  debate  que  duró  dos  días,  en  el  que 
intervinieron  los  señores  Silvela,Sagasta,Gasset 
(D.  R.),  Romero  Robledo,  Sánchez  Guerra  y  Cá- 
novas. Este  último  se  vio  en  el  trance  de  hacer 
de  la  aprobación  del  acta  cuestión  de  Gabinete 
para  conseguir  que  fuese  admitido  al  ejercicio 
del  cargo  el  señor  Gálvez  Holguín. 

Como  consecuencia  de  este  debate,  el  señor 
Gálvez  Holguín  envió  sus  padrinos,  que  eran 
los  señores  Luque,  director  de  El  Resumen,  y  Bar- 
quero, diputado  extremeño,  al  conde  de  Roma- 
nones.  Este  respondió  que  ínterin  estuviese  pro- 
cesado el  señor  Gálvez  por  defraudación,  no  le 
consideraba  capacitado  para  llevar  el  asunto  por 
los  trámites  que  pretendía. 

El  señor  Sánchez  Guerra,  a  quien  también  en- 


CONDE   DE   ROMANONES  9I 

vio  SUS  padrinos,  por  la  misma  causa,  el  señor 
Gálvez  Holguín,  contestó  que  no  respondía  sino 
ante  el  Parlamento  de  los  actos  que  como  dipu- 
tado realizara. 


CAPÍTULO  XÍV 


ALCALDE  DE  MADRID 

Dos  veces  alcalde.— «Los  rotnanones.»— Grandes  reformas 
El  Laboratorio  Municipal. 

£1  señor  conde  de  Romanones  ha  sido  dos  ve- 
ces alcalde  de  Madrid.  La  primera,  ocupó  el  car- 
go desde  el  15  de  mayo  de  1894  hasta  el  24  de 
mayo  de  1895,  Y  ^^  segunda,  desde  el  4  de  octu- 
bre de  1897  hasta  el  comienzo  del  99,  ambas  con 
el  partido  liberal,  naturalmente. 

Su  obra  al  frente  del  Ayuntamiento  fué  acti- 
va, eficaz,  popularísima. 

Al  conde  le  debe  la  capital  de  España  grandes 
reformas .  Creó  el  Cuerpo  de  guardias  de  a  ca- 
ballo, llamados  por  la  gente  "los  romanones". 
Quitó  de  la  Puerta  del  Sol  la  famosa  fuente,  que 
era  allí  un  estorbo,  y  que  ahora  se  halla  en  la 
plaza  de  los  Cuatro  Caminos.  Arregló  la  plaza  de 
Castelar,  haciendo  que  se  pusiera  en  medio  de  la 
plaza  la  estatua  que  representa  a  la  diosa  Cibe- 


94  ANTÓN   DEL  OLMET. — TORRES   BERNAL 

les.  Reformó  el  servicio  de  incendios,  dotándolo 
a  la  moderna  y  trocándolo  en  uno  de  los  mejores 
de  Europa.  Hizo  un  arreglo  importantísimo  de 
la  Deuda  municipal,  creando  el  papel  "resultas". 
Realizó  eficacísima  campaña  sobre  salubridad  e 
higiene,  creando  el  Laboratorio  Municipal,  de 
brillante  historia,  y  poniendo  en  su  dirección  al 
doctor  Chicote.  Ensanchó  calles,  como  la  de  Ba- 
rrionuevo  (hoy  Romanones).  Fué  un  alcalde  nada 
parlanchín,  muy  activo,  muy  amante  de  la  ciu- 
dad, reformador,  verdadero  e  intenso  madrile- 
ñista.  Conocedor  de  las  grandes  urbes,  quiso 
elevar  a  Madrid  al  gran  rango  a  que  tenía  dere- 
cho, y  puede  decirse  que,  en  unión  de  O.  Alber- 
to Aguilera,  ha  sido  Romanones  el  propulsor  de 
la  Corte  española. 

Sólo  la  creación  del  Laboratorio  Municipal 
fué  acierto  extraordinario,  por  el  que  Madrid 
debe  profunda  gratitud  al  castizo  y  popular  al- 
calde. 

Niveló  la  Hacienda  municipal,  elevando  la  re- 
caudación de  consumos  de  17  a  22  millones  de 
pesetas;  cifra  esta  última  que  sirvió  de  tipo  para 
el  arriendo  de  impuesto  tan  importante  entonces 
para  el  Municipio. 

Tanto  de  concejal  como  de  alcalde,  fué  un 
enérgico  y  decidido  moralizador  del  Ayunta- 
miento madrileño. 

Refiriéndose  a  esta  gestión  del  conde  en  el 
Municipio,  decía  la  Gaceta  de  la  Banca: 


CONDE    DE   ROMANONES  95 

"Desde  que  tomó  posesión  de  su  cargo,  el  im- 
puesto de  consumos,  principal  fuente  de  ingre- 
sos del  Municipio,  comenzó  a  elevarse,  merced 
a  disposiciones  acertadísimas  que  han  reducido, 
ya  que  no  extirpado,  el  matute,  y  de  día  en  día 
aumentan  los  rendimientos  de  tales  aduanas  in- 
teriores, merced  a  la  activa  persecución  que  se 
hace  al  fraude,  no  sólo  en  los  fielatos,  sino  en  las 
demás  dependencias  municipales.* 


Fué  también  por  esta  misma  época  cuando  el 
conde  hizo,  desde  las  columnas  de  El  Globo,  cuya 
propiedad  adquirió,  una  de  las  más  briosas  cam- 
pañas que  en  favor  de  la  democracia  ha  hecho  la 
Prensa. 


CAPITULO  XV 


MINISTRO  POS  PRIMERA  VEZ 

Sagasta,  único  jefe.— La  cartera  de  Instrucción  pública,  con- 
quistada en  pleno  Parlamento.— Enorme  labor  del  conde  al 
frente  del  Ministerio.— Discursos  y  viajes. 

—  Yo  no  he  tenido  en  política— nos  dice  el  se- 
ñor conde  de  Romanones — otro  jefe  que  el  señor 
Sagasta.  Cuando  falleció,  di  por  terminada  toda 
subordinación  de  esta  índole. 

— ¿Tuvo  usted — preguntamos  — algún  cargo 
político  subalterno,  director  general,  subsecre- 
tario? 

S.  E.  nos  mira  con  estupor: 

— Yo  he  sido  alcalde,  ministro,  presidente  del 
Congreso  y  presidente  del  Consejo. 

—La  primera  cartera... 

— Instrucción  pública,  en  el  último  Gobierno 
de  Sagasta.  Juramos  en  marzo  de  190 1.  Mi  ges- 
tión al  frente  del  Ayuntamiento  fué  premiada 
con  aquel  cargo.  El  Gabinete  estaba  constituido 

7 


93  ANTÓN   DEL   OLMET, — TORRES  BERNAL 

en  la  siguiente  forma:  Presidente,  Sagasta;  Es- 
tado, duque  de  Almodóvar  del  Río;  Gracia  y 
Justicia,  marqués  de  Teverga;  Gobernación,  Mo- 
ret;  Hacienda,  Urzáiz;  Guerra,  Weyler;  Fomen- 
to, Villanueva;  Instrucción,  yo. 

*  *  * 

No  fué  solamente— aunque  ya  bastara-  su  ges- 
tión al  frente  del  Ayuntamiento  de  Madrid,  lo 
que  valió  al  señor  conde  de  Romanones  la  car- 
tera de  Instrucción  pública. 

El  acierto,  la  actividad,  la  energía  y  el  talento 
demostrados  por  nuestro  ilustre  biografiado  en 
la  Alcaldía  de  Madrid  merecían  sin  duda  una 
cartera.  Empero,  ¿por  qué  había  de  ser  la  de  Ins- 
trucción, y  no  la  de  Fomento  o  la  de  Goberna- 
ción o  la  de  Hacienda? 

Fué  la  de  Instrucción  porque  el  conde  la  con- 
quistó en  pleno  Parlamento,  a  plena  luz,  de  un 
modo  notorio.  Y  fué  el  5  de  enero  de  1900,  con 
motivo  de  la  discusión  del  presupuesto  de  Ins- 
trucción, en  la  que  intervino  tan  brillantemente, 
con  un  discurso  tan  elocuente,  tan  concienzudo, 
minucioso  y  razonado,  que  era  la  consagración 
indiscutible  de  su  preparación  para  el  cargo. 

*  ♦  ♦ 

Y  así  lo  demostró  la  realidad:  al  ser  nombra- 
do, un  año  después,  ministro  de  Instrucción  pú- 
blica, el  conde  inicia  en  su  departamento  una 


CONDE  DE  ROMANONES.  99 

obra  tan  radical,  tan  completa  y  tan  patriótica, 
que,  a  pesar  de  los  años  transcurridos,  nadie  ha 
logrado  aún,  no  ya  superarla,  sino  igualarla. 

Por  la  imposibilidad  material  de  recogerla  ín- 
tegra, ya  que  ello  requeriría  varios  volúmenes, 
habremos  de  limitarnos  a  consignar  lo  más  sa- 
líente  de  ella,  como  el  Real  decreto  de  26  de  oc- 
tubre de  1901,  que  llevó  al  Estado  el  pago  de  las 
obligaciones  de  la  Primera  enseñanza. 

Es  éste  uno  de  los  más  grandes  éxitos  que  el 
conde  de  Romanones  ha  tenido  en  su  triunfal 
carrera  política. 

Habían  fracasado  en  esta  empresa  políticos  de 
la  altura  de  Montero  Ríos,  Gamazo  y  Canalejas. 
Todos  ellos,  al  intentar  la  transcendental  refor- 
ma, habían  tenido  que  ceder  ante  los  obstáculos 
tradicionales.  El  conde,  empero,  logró  vencerlos, 
consagrando  a  ello  su  energía  indomable  y  li- 
brando tremendas  batallas  en  el  Parlamento  y 
en  los  Consejos  de  Ministros. 

Gracias  a  esta  magna  y  admirable  reforma,  tan 
sañudamente  combatida  por  los  conservadores, 
que  llegaron  hasta  amenazar  con  derogarla  tan 
pronto  llegasen  al  Poder,  el  conde  de  Romano- 
nes, a  los  ocho  meses  de  desempeñar  la  cartera 
de  Instrucción  pública,  hizo  desaparecer  de  Es- 
paña el  tipo,  bochornoso  para  el  país,  del  maestro 
de  escuela  hambriento. 

La  cifra  a  que  se  elevaba  oficialmente  la  deu- 
da del  Estado  para  con  estos  funcionarios  era 


loo   ANTÓN  DEL  OLMET. — TORRES  BERNAL 

de  nueve  millones  de  pesetas.  En  la  realidad  era 
mucho  mayor. 

Hay  en  este  mismo  Real  decreto  de  26  de  octu- 
bre de  1901  otra  reforma  transcendentalísima 
también  y  que  injustamente  no  ha  tenido  la  re- 
sonancia que  indiscutiblemente  merece. 

Nos  referimos  al  plan  de  enseñanza  en  la  es- 
cuela primaria  española.  Era  éste  el  dotado  por 
la  ley  de  1857,  en  el  que  existían  las  llamadas  es- 
cuelas incompletas,  donde  la  educación  se  redu- 
cía a  leer  y  escribir  de  mala  manera,  catecismo, 
doctrina  cristiana  y  unas  levísimas  nociones  de 
aritmética.  La  reforma  del  señor  conde  de  Roma- 
nones  puso  fin  a  esto,  dando  a  la  enseñanza  pri- 
maria española  un  notable  impulso,  dentro  de 
las  más  modernas  normas  pedagógicas  y  al  ni- 
vel de  los  países  más  adelantados  de  Europa. 

En  17  de  agosto  del  mismo  año,  es  decir,  con 
anterioridad  a  esto,  había  organizado  los  estudios 
de  la  segunda  enseñanza  y  los  del  magisterio  de 
instrucción  primaria,  y  creado  enseñanzas  téc- 
nicas prácticas,  como  las  de  peritos  mecánicos, 
peritos  químicos  y  agrimensores,  entre  otras. 

Preciso  es  también  consignar  en  este  capítulo 
el  proyecto  de  reforma  estableciendo  la  autono- 
mía universitaria.  Este  proyecto,  presentado  a 
las  Cortes,  no  llegó  a  ser  discutido,  por  lo  que 
fué  reproducido  ante  el  Parlamento  cinco  años 
después. 

De  esta  su  primera  etapa  ministerial  es  el  Re- 


CONDE   DE   ROMANONES  lOI 

glamento  para  la  provisión  de  Cátedras  me- 
diante oposición;  el  de  provisión  de  Escuelas 
primarias;  el  de  exámenes  y  grados  para  demos- 
trar el  aprovechamiento  en  los  estudios;  el  de 
nueva  organización  de  las  Juntas  provinciales  y 
locales  que  han  de  impulsar  la  enseñanza  prima- 
ria, y  otras  muchas  disposiciones,  que  dieron  a 
la  personalidad  del  conde  de  Romanones  un  ex- 
traordinario relieve  y  en  las  que  se  destacaba  con 
brío  el  formidable  temperamento  de  estadista 
que  es  preciso  reconocer  en  la  figura  de  este 
insigne  patricio. 

*  «  « 

A  continuación  recogemos  por  separado  algo 
de  lo  más  importante  de  la  labor  realizada  por  el 
conde  durante  su  permanencia  al  frente  del  mi- 
nisterio de  Instrucción  pública: 

—Con  fecha  20  de  marzo  de  1901  el  conde  de 
Romanones  dio  cuenta  al  Consejo  de  ministros 
de  una  circular  que  dirigía  a  los  rectores  de  las 
Universidades,  restableciendo  en  toda  su  inte- 
gridad el  espíritu  de  la  R.  O.  de  3  de  marzo 
de  1881,  declarando  la  libertad  e  independencia 
de  la  Cátedra  y  anunciando  suprimir  el  carácter 
de  obligatoria  a  la  enseñanza  de  la  Religión. 

Decía  en  uno  de  los  párrafos  lo  siguiente: 

"El  sentido  de  la  R.  O.  de  3  de  marzo  de 
1881  ha  de  mantenerse;  en  ella  se  prescribía  que 
de  ningún  modo  se  pusieran  impedimentos  al 


I02   ANTÓN  DEL  OLMET.— TORRES  BERNAL 

libre,  entero  y  tranquilo  desarrollo  del  estudio, 
ni  menos  sé  prescindiera  del  derecho,  igual  para 
todos  los  españoles,  con  el  intento  de  poner  tra- 
bas a  la  autoridad  de  los  encargados  de  la  ense- 
ñanza pública.  El  criterio  de  ayer  prevalece,  y  la 
libertad,  que  es  derecho  reconocido  en  las  le- 
yes, no  puede  regatearse  a  quienes  viven  para 
abrir  en  la  juventud  los  surcos  de  la  educación 
y  para  arrojar  en  ellos  la  simiente  de  las  ideas. 

—  lo  de  abril  de  1901.  El  señor  conde  de  Ro- 
manones  leyó  en  Consejo  de  ministros  un  pro- 
yecto de  decreto,  que  fué  defendido  y  apoyado 
con  entusiasmo  por  el  señor  Sagasta,  sobre  exá- 
menes y  libros  de  texto. 

En  síntesis  venía  a  decir: 

Que  la  aspiración  del  Estado  en  materia  de 
enseñanza  no  debe  ser  la  de  dar  títulos  acadé- 
micos, sino  la  de  imbuir  en  los  alumnos  las  ma- 
terias que  estudian. 

Ocupándose  de  los  exámenes,  decía  que  tie- 
nen algo  de  teatral  y  que  no  siempre  prueban 
la  suficiencia  del  alumno.  Ésta  sólo  puede  cono- 
cerla el  catedrático  que  durante  todo  el  cur- 
so ha  estado  en  trato  íntimo  y  diario  con  los 
alumnos. 

Al  referirse  a  las  Comisiones  de  catedráticos 
que  iban  a  los  Colegios  particulares  a  examinar 
a  los  alumnos,  las  califica  de  trashumantes,  jus- 
tificando con  sólidos  razonamientos  la  necesidad 
de  que  se  prohiban  en  lo  sucesivo. 


CONDE    DE    ROMANONES  IO3 

Señala  algunos  de  los  abusos  que  con  los  libros 
de  texto  se  cometían. 

Dispone  que  todo  alumno  que  pierda  cuatro 
exámenes  en  una  materia  quede  imposibilitado 
de  seguir  aquella  carrera. 

Establece  que  en  los  Institutos  se  verifiquen 
los  exámenes  de  ingreso  en  el  bachillerato,  de 
grado  y  de  ingreso  en  las  Facultades. 

Los  alumnos  libres  sufrirán — añade— dos  exá- 
menes, uno  oral  y  otro  escrito. 

Se  suprimía  en  los  Institutos  la  enseñanza 
doméstica,  disponiendo  que,  en  lo  sucesivo,  no 
pudiese  formar  parte  de  ningún  Tribunal  de 
examen  quien  no  fuese  doctor  o  licenciado. 

— 12  de  julio  de  1901 .  En  esta  fecha,  el  señor 
conde  de  Romanones  pronunció  en  el  Senado  un 
elocuente  y  razonado  discurso,  contestando  a  los 
ataques  de  que  habían  sido  objeto  sus  reformas 
sobre  enseñanza  por  parte  de  los  señores  mar- 
qués de  Pidal  y  obispo  de  Tarazona. 

En  párrafos  llenos  de  espíritu  liberal  mani- 
festó el  ilustre  hombre  público  que  nada  había 
en  sus  reformas  de  jacobinismo  y  que  se  había 
limitado  a  afirmar  el  espíritu  democrático,  res- 
tableciendo en  toda  su  pureza  la  circular  de  Al- 
bareda.  Afirmó  que  a  ello  le  habían  impulsado 
poderosamente  los  continuos  golpes  asestados  a 
la  libertad  de  la  Cátedra. 

Razonó  su  criterio  en  cuestión  de  exámenes , 
fundado  en  la  experiencia,  diciendo  que  no  se 


I04        ANTÓN    DKI.    OLMET.  — TORRES   BERNAL 

estudia  para  saber,  sino  para  salir  bien  del  exa- 
men y,  a  la  larga,  obtener  un  título. 

Y  terminó  manifestando  que  eso  precisamente 
es  lo  que  había  querido  combatir  al  dejar  al  pro- 
fesor que  califique  al  alumno  a  quien  conoce  de 
todo  el  curso. 

— En  este  mismo  mes  de  julio  hizo  público  un 
proyecto  de  decreto  creando  pensiones  en  el 
extranjero  para  ios  alumnos  del  Doctorado  de 
todas  las  Facultades,  y  de  las  Escuelas  Centrales 
de  Maestros,  pensiones  que  serían  concedidas 
mediante  oposición. 

— El  Real  decreto  reformando  la  segunda  en- 
señanza, que  lleva  la  firma  del  señor  conde  de 
Romanones,  tiene  fecha  i6  de  agosto  de  1901. 

Tiene  la  mencionada  disposición  un  preámbulo 
tan  bien  intencionado  y  oportuno,  que  mereció 
elogios  hasta  de  aquellos  que  no  estaban  con- 
formes con  sus  doctrinas. 

Decía  en  él  nuestro  insigne  biografiado,  entre 
otras  cosas,  que  no  pretendía  resolver  el  pleito 
entablado  entre  el  bachillerato  clásico  y  el  ba- 
chillerato moderno,  que  aspiraba  tan  sólo  a  or- 
ganizar la  enseñanza  de  modo  que  responda  al 
complejo  estado  social  del  momento  y  a  las  va- 
rias necesidades  de  la  moderna  vida  comercial, 
industrial  y  científica. 

Añadía  que  al  querer  llevar  como  savia  nueva 
a  nuestras  instituciones  antiguas  los  elementos 
recién  creados  de  las  enseoaiizas  técnicas,  hu- 


CONDE   DE   ROMANONES  IO5 

biera  convenido  hacerlo  en  centros  distintos, 
separados  y  autónomos;  pero  la  penuria  del 
Erario  no  lo  consentía. 

En  su  virtud,  reorganizábanse  los  Institutos 
bajo  la  denominación  de  generales  y  técnicos, 
abarcando,  juntamente  con  los  estudios  que  hasta 
entonces,  los  del  Magisterio,  Agricultura,  In- 
dustria, Comercio,  Bellas  Artes  y  Artes  indus- 
triales, así  como  las  enseñanzas  para  trabaja- 
dores. 

— Una  de  las  más  discutidas  reformas  del  se- 
ñor conde  de  Romanones  desde  la  cartera  de 
Instrucción  pública  es  la  que  lleva  fecha  4  de 
septiembre  de  1901. 

Es  el  siguiente  Real  decreto: 

"Artículo  primero.  Cuando  un  individuo  per- 
teneciente al  profesorado  de  Universidades  o 
Institutos  cometiese  actos  deshonrosos  para  sí  o 
para  la  institución  a  que  pertenece,  procederá 
la  constitución  de  un  tribunal  de  honor  para  juz- 
gar dichos  actos,  previas  las  formalidades  que 
se  determinan  en  este  decreto." 

— El  discurso  pronunciado  por  el  señor  conde 
de  Romanones  con  motivo  de  la  apertura  del 
curso,  en  1°  de  octubre  de  1901,  constituyó  una 
brillante  defensa  de  las  grandes  reformas  por  él 
llevadas  a  cabo  en  la  enseñanza,  y  un  admirable 
y  razonado  programa  de  las  que  pensaba  reali- 
zar, de  importancia  indiscutible. 

El  seaor  conde  fué  muy  aplaudido  y  su  dis- 


Io6   ANTÓN  DEL  OLMET.— TORRES  BKRNAL 

curso  mereció  de  la  Prensa  y  de  la  opinión  uná- 
nimes y  calurosos  elogios. 
He  aquí  la  interesantísima  oración: 

Señores  catedráticos  y  doctores  de  este  Claustro. 

Señores  alumnos. 
Señores: 

Apenas  han  transcurrido  diez  y  seis  años  des- 
de aquellos  en  los  cuales  asistía  como  alumno  a 
esta  Universidad,  hasta  el  momento  presente,  en 
que,  por  pertenecer  al  Claustro  de  Doctores, pre- 
sencio, y  por  ser  ministro  presido,  la  fiesta 
solemne  que  precede  a  la  inauguración  de  las  ta- 
reas escolares. 

Mis  primeras  palabras  han  de  servir  para  en- 
viar un  saludo  de  respeto  y  de  consideración  a 
los  que  fueron  mis  maestros,  y  un  recuerdo  de 
cariño  a  los  que  fueron  mis  compañeros. 

A  los  estudiantes  de  ayer,  a  los  estudiantes  de 
hoy,  a  los  estudiantes  de  mañana,  principalmen- 
te, me  dirijo;  nadie  tiene  mejor  derecho  a  oir  mi 
palabra;  nadie  tiene  mejor  derecho  que  vosotros 
a  exigirla.  ¿Por  qué?  Porque  vosotros  venís  sien- 
do materia  de  experimentos  en  que  los  ministros 
ejercitan  sus  iniciativas  desde  hace  tiempo;  por 
eso,  a  vosotros  os  debo  la  verdad  completa,  ex- 
presada con  franqueza  y  sentida  con  sinceridad. 
Podrá  el  cirujano  realizar  una  operación  doloro- 
sísima  que  ponga,  quizá,  en  peligro  la  vida  del 
paciente;  pero  no  podrá  hacerlo  sin  que  éste  sepa 


CONDE   DE   ROMANONES  IO7 

por  qué  la  hace,  conociendo  los  móviles  que  im- 
pulsan su  mano  y  con  plena  conciencia  de  que  la 
operación  cruenta  que  va  a  sufrir  obedece  al  no- 
ble intento  de  salvar  su  vida,  por  la  enfermedad 
gravemente  amenazada.  Pues  dtl  mismo  modo 
vosotros,  estudiantes,  sujeto  en  quien  se  prue- 
ban todos  los  planes  de  enseñanza,  tenéis  dere- 
cho a  saber  cuáles  son  los  móviles  que  inspira- 
ron al  ministro  al  decretar  esta  o  la  otra  reforma, 
adquiriendo  el  convencimiento  de  que  aquél,  al 
llevar  a  la  Gaceta  las  disposiciones  legislativas, 
lo  hace  con  el  solo,  exclusivo,  único  objeto  de 
mejorar  vuestra  condición  como  hombres  para  lo 
porvenir. 

Cuando  en  la  vida  política  y  social  se  ve  que 
determinados  hechos  se  repiten  con  insistencia, 
debe  deducirse  que  existe  una  causa  a  la  cual 
obedecen,  causa  que  desde  luego  puede  conside- 
rarse independiente  de  la  voluntad  individual. 
Así,  al  contemplar  las  múltiples  y  continuas  re- 
formas que  en  Instrucción  pública  se  vienen 
realizando  en  España  con  una  rapidez  trastorna- 
dora,  sería  pueril  atribuirlo  tan  sólo  al  vano  mo- 
tivo de  que  unos  ministros,  obedeciendo  exclu- 
sivamente a  sus  aspiraciones  personales,  desean 
deshacer  lo  que  sus  predecesores  establecieron. 
No;  tales  cambios,  tales  múltiples  transformacio- 
nes obedecen  a  la  necesidad,  por  todos  sentida, 
de  imprimir  a  nuestra  cultura  una  orientación 
que  responda  a  las  necesidades  del  país,  y,  ade- 


I08        ANTÓN    DEL   OLMET.  — TORRES   BERNAL 

más,  al  convencimiento  de  que  no  habiéndose 
dado  a  las  cuestiones  de  enseñanza  y  de  educa- 
ción la  capital  importancia  que  en  realidad  tie- 
nen, muchos,  casi  todos  sus  más  vitales  proble- 
mas no  han  sido  aún  estudiados  con  la  profundi- 
dad y  la  calma  que  requieren,  por  lo  cual,  en 
conjunto,  puede  afirmarse  que,  con  relación  a  la 
Instrucción  pública,  estamos  en  un  período  cons- 
tituyente. Esto  explica,  y  en  cierto  modo  discul- 
pa, los  cambios  y  las  transformaciones  experi- 
mentadas, al  mismo  tiempo  que  razona  la  nece- 
sidad urgente  de  determinar,  para  en  adelante, 
y  para  un  largo  período  de  tiempo,  los  rumbos 
que  llevarán  las  leyes  reguladoras  de  cuanto 
concierne  a  la  enseñanza. 


Llegado  yo  al  Ministerio  de  Instrucción  públi- 
ca en  esta  difícil  ocasión,  me  encontraba  en  el 
trance  de  tener  que  responder  a  las  demandas, 
cada  vez  más  exigentes  y  reiteradas,  de  la  opi- 
nión pública,  aun  careciendo  para  ello  de  los 
datos  de  observación  necesarios  para  fundamen- 
tar una  obra  total  que  cerrara  de  una  manera 
definitiva  el  ciclo  de  las  mudanzas  anteriores. 

Llega,  pues,  para  mí,  en  este  solemne  momen- 
to, el  de  explicar  cuáles  han  sido  los  móviles  de 
mi  conducta,  aquellos  en  que  he  inspirado  la 
obra  hasta  el  presente  realizada  y  los  que  infor- 
man mis  propósitos  para  lo  futuro^ 


CONDE   DE   ROMANONES  IO9 

Encontraba  ante  todo  en  mi  camino  un  obs- 
táculo casi  insuperable  que  vencer.  Érame  pre- 
ciso huir  de  algo  que  la  opinión  había  calificado 
con  dureza,  y  sin  incurrir  en  sus  justas  censuras 
no  podía  deshacer  por  completo  la  obra  de  mis 
predecesores.  No  pocos  de  mis  propósitos  han 
sido  detenidos  por  este  valladar  insuperable,  y 
he  procurado,  en  vez  de  destruir,  confirmar,  al- 
terando sólo  en  lo  accidental  mucho  de  lo  que 
mis  antecesores  hicieron.  Así,  no  he  modificado 
las  disposiciones  de  reforma  de  las  Facultades; 
antes  por  el  contrario,  uno  de  mis  más  recientes 
decretos,  aquel  que  se  refiere  al  Doctorado  de 
Filosofía  y  Letras,  tiende  a  poner  de  acuerdo  los 
derechos  adquiridos  por  los  alumnos  del  plan 
antiguo  con  el  plan  vigente;  el  examen  de  ingre- 
so en  las  Facultades,  en  principio,  también  ha 
sido  respetado  por  mí,  con  pequeñas  variantes; 
el  ingreso  en  el  Profesorado,  respetado  también 
de  modo  absoluto;  el  plan  de  estudios  de  la  se- 
gunda enseñanza,  variado  tan  sólo  en  dos  puntos 
casi  de  detalle;  ratificadas  las  disposiciones  sobre 
asistencia  a  clase  de  profesores  y  alumnos;  mo- 
dificado en  parte  accidental  el  reglamento  de 
oposiciones  a  Cátedras;  alterada  la  disposición 
respecto  a  Facultades  libres  únicamente  para 
conceder  una  prórroga  a  las  Corporaciones  que 
sostienen  Facultades  y  Escuelas  profesionales,  a 
fin  de  que  puedan  sujetarse  en  todo  a  los  prin- 
cipios de  la  legislación  vigente.  Bien  puede  afir- 


IIp   ANTÓN  DEL  OLMET.— TORRES  BKRNAL 

marse,  por  tanto,  que,  lejos  de  rectificar  en  lo 
esencial  la  obra  de  mi  antecesor,  la  he  confirma- 
do en  sus  aspectos  más  importantes. 

Sin  embargo,  no  dejo  de  reconocer  que  en 
algún  punto  concreto  me  vi  obligado  a  alterarla. 
No  pude  desoir  los  deseos  de  una  gran  parte  de 
la  opinión,  ni  desatender  las  justas  quejas  del 
Profesorado;  y  rindiendo  a  éste  tributo  de  con- 
sideración, persuadido  además  de  que  en  ningún 
sitio  como  en  los  centros  de  enseñanza  es  me- 
nester contrapesar  la  idealidad  científica  de  los 
jóvenes  con  la  severa  experiencia  de  los  ancia- 
nos, me  vi  precisado  a  dejar  sin  efecto  el  Real 
decreto  sobre  jubilación,  lo  cual,  si  bien  ha  limi- 
tado algún  tanto  por  el  momento  la  entrada  en 
el  Profesorado  de  los  muchos  jóvenes  que  están 
haciéndose  o  que  ya  son  dignos  de  ella,  ha  de- 
vuelto a  éste  la  confianza  y  la  seguridad  que  tan 
necesarias  son  para  el  mejor  cumplimiento  del 
deber  profesional,  al  cual  está  consagrada  toda 
la  vida  del  catedrático. 


El  respeto  a  la  libertad  del  profesor,  libertad 
que  yo  considero  elemento  indispensable  y  ne- 
cesario para  la  comunicación  científica,  y  alma 
mater  de  toda  enseñanza,  hubo  de  ser  amplia- 
mente ratificado  por  mí.  Lo  hice  sin  ninguna 
clase  de  vacilaciones,  sin  temor  a  que  ningún 
catedrático  español  abusara  de  esta  libertad  que 


eONDX   DE   ROMANONES  III 

le  reconoce  el  Estado,  con  plena  confianza  en  la 
independencia  de  su  criterio  y  con  la  seguridad 
de  que  todos  nuestros  profesores  tienen  clara 
conciencia  del  cumplimiento  de  su  deber,  y  que 
cuanta  mayor  libertad  se  les  conceda  para  la 
realización  del  mismo,  más  firme  será  la  garan- 
tía para  el  Estado  de  que  no  han  de  excederse 
de  la  esfera  de  sus  atribuciones  y  de  que  no  han 
de  usar  de  este  precioso  derecho  sino  en  bien  de 
la  ciencia  misma  y  como  instrumento  para  la  in- 
vestigación de  la  verdad. 

Es  claro  que  la  circular  por  mi  suscrita  resta- 
bleciendo lo  acordado  en  época  pasada  por  mi 
antecesor  ilustre,  el  señor  Albareda,  no  podía  ni 
puede  significar,  como  acaso  los  apasionados 
suponen,  nada  que  ni  de  cercü  ni  de  lejos  toque 
al  respeto  que  a  todos  los  españoles  merece  la 
Iglesia  católica,  en  la  cual  se  engendraron  glo  - 
riosas  tradiciones,  en  la  cual  se  perpetúan  vene- 
randos recuerdos,  y  en  la  que  vive  y  se  mani- 
fiesta constantemente  la  fe  de  nuestra  Patria. 

Confiando  en  la  vitalidad  de  esa  fe,  dispuse  lo 
relativo  a  la  enseñanza  de  la  Religión  en  los 
Institutos.  No  es  preciso  que  se  imponga  obliga- 
toriamente lo  que  atañe  a  las  creencias,  porque 
lo  impuesto  no  tiene  eficacia  en  lo  que  a  la  fe  se 
refiere.  Son  tan  sagrados  ciertos  derechos,  que 
al  convertirlos  en  deberes  más  parece  daño  in- 
ferido a  los  intereses  religiosos  que  no  deseo  de 
acrecentarlos.  Sería  una  ofensa  inferida  a  la  fa- 


112       ANTÓN   DEL   OLMET.— TORRES   B£.RNAL 

milia  española,  católica  por  excelencia,  el  supo- 
ner que  las  cátedras  de  Religión  no  tendrán 
oyentes  no  siendo  obligatoria  la  asistencia  a  las 
mismas. 

sje  *  * 

Nadie  que  con  serenidad  de  juicio,  con  abso- 
luto desapasionamiento  examine  el  estado  de 
cultura  de  nuestro  país,  mida  la  extensión  y  fir- 
meza de  los  conocimientos  que  posee  nuestra 
juventud,  en  el  momento  de  dejar  las  aulas  del 
Instituto  o  de  la  Universidad,  dejará  de  recono- 
cer su  completa  falta  de  consistencia.  Yo  en  este 
punto,  y  antes  de  haber  tomado  determinación 
ninguna,  procedí  a  recoger  en  mi  espíritu  las 
observaciones  debidas  a  mi  propia  vida  de  es- 
tudiante. Volví  los  ojos  a  aquellos  tiempos  en 
que,  estudiante  como  vosotros,  acudía  a  las 
aulas,  aprendía  en  los  libros  de  texto,  me  some- 
tía a  los  exámenes,  y  procurando  juzgarme  con 
desapasionamiento  y  con  justicia,  deduje  que  yo 
podía  estar  clasificado  en  el  término  medio  de 
los  que  estudian,  en  ese  término  medio  que  no 
da  en  parte  alguna  los  genios  ni  los  hombres 
brillantes,  pero  que  en  todos  los  países  propor- 
ciona la  masa  grande  de  los  hombres  cultos  y 
útiles  a  su  Patria,  y  que,  por  tanto,  cuantas  con- 
sideraciones pudieran  hacerse  respecto  de  los 
estudiantes  en  general,  o  en  orden  al  estado  de 
su  aprendizaje  y  cultura,  a  la  eficacia  de  los  exá- 


CONDE  DE   ROMÁN ONES  II3 

menes,  del  tiempo  empleado  y  del  esfuerzo  con- 
sumido, podría  yo  contrastarlas  en  mí  propio. 

Entonces  vi  con  claridad  evidente  cómo  había 
gastado  los  años  de  mi  juventud,  no  en  aprender, 
no  en  adquirir,  por  virtud  del  propio  esfuerzo  y 
con  la  ayuda  del  profesor,  conocimientos  sóli- 
dos, de  utilidad  directa  en  el  vivir  y  en  la  so- 
ciedad; sino  en  apropiarme,  mediante  esfuerzos 
de  memoria  y  mediante  trabajos  desecadores  de 
la  inteligencia  y  lesivos  a  la  individualidad  es- 
colar, unas  cuantas  nociones,  las  precisas  tan 
sólo  para  examinarme;  que  solamente  un  anhelo 
había  guiado  mi  voluntad,  el  de  aprobar  el  cur- 
so; que  en  la  mayor  parte  de  los  libros  que  se 
me  habían  dado  o  que  se  me  habían  impuesto, 
no  se  perseguía  el  fin  superior  de  la  instrucción 
y  de  la  educación,  sino  única  y  exclusivamente 
el  de  la  clasificación  y  ordenación  mecánica  de 
algunos  principios  que  nadie  me  demostró,  y  de 
algunas  reglas  cuya  eficacia,  aun  a  mi  cerebro 
joven,  casi  infantil,  no  lograban  imponerse.  Pre- 
sentábase entonces  a  mi  imaginación  el  triste 
espectáculo  de  aquellos  años,  los  mejores  y  más 
fecundos  de  la  vida,  perdidos  o  esterilizados,  no 
ya  sólo  para  mí,  sino  para  millares  de  jóvenes 
que  eran  como  yo  ciudadanos  del  porvenir,  cu- 
yas facultades,  a  no  reaccionar  enérgicamente 
sobre  ellas  la  voluntad,  quedarían  ya  para  siem- 
pre atrofiadas,  sujetas  y  constreñidas  en  los  lími- 
tes de  los  cánones  escolásticos,  como  estratifica- 

8 


114       ANTÓN  DEL   OLMET.— TORBES  BERNAL 

das  por  el  aluvión  de  las  reglas  no  razonadas, 
corao  cohibidas  por  la  tiranía  de  los  principios 
no  demostrados.  Y  tornando  aún  más  atrás  la 
vista,  dirigíala  a  los  años  primeros  de  mi  infan- 
cia, y  recordaba  que  el  único  estímulo,  el  único 
aliciente,  el  único  empuje  de  vida  que  se  sentía 
en  aquel  colegio  donde  aprendí  la  suprema  raho 
de  que  todos,  muchachos  y  mancebos,  alumnos  y 
profesores,  nos  viéramos,  principalmente  en  los 
últimos  meses  del  curso,  aguijoneados  por  ex- 
traños acicates  y  dominados  por  insólita  fiebre, 
era  el  malsano  afán  de  la  preparación  para  el 
examen,  el  tiránico  deseo  de  que  puesto  en  pa- 
rangón el  resultado  de  las  pruebas  examinato- 
rias  de  aquellos  alumnos  con  el  de  los  que  se 
preparaban  en  otros  centros  de  enseñanza,  por 
inútil  victoria  de  la  estéril  competencia,  el  nú- 
mero de  aprobados  y  el  número  de  notas  fuera 
siempre  superior  en  nuestro  Colegio.  Estas  re- 
membranzas de  mi  juventud,  esta  franca  auto- 
biografía que  yo,  quizá  en  forma  no  disculpa- 
ble, me  he  creído  obligado  a  trazar  ante  vosotros, 
ha  sido  lo  que  con  verdadero  apresuramiento 
me  movió  a  planear  y  publicar  mi  Decreto  rela- 
tivo a  exámenes  y  grados. 

He  adquirido  el  firmísimo  convencimiento  de 
que  no  se  conseguirá  poner  remedio  decisivo  a 
males  tan  notorios,  ni  se  logrará  la  apetecida  efi- 
cacia para  las  disposiciones  legislativas,  sin  que 
a  ello  contribuya  la  acción  de)  tiempo.  No  basta 


CONDE   DE   ROMANONES  II5 

reformar  las  leyes;  es  necesario  reformar  las 
costumbres,  y  eso  es  precisamente  lo  que  se  pro- 
pone el  Decreto  de  exámenes  y  grados.  Hay  que 
preparar  en  este  punto  un  cambio  profundo, 
cuyo  natural  comienzo  está  en  la  determinación 
de  la  edad  en  que  el  alumno  puede  empezar  los 
estudios  de  la  segunda  enseñanza,  y  para  esto 
hay  necesidad  de  vencer  la  resistencia  creada 
por  el  interés  egoísta  de  las  familias,  cuya  única 
pretensión  consiste  en  que  sus  hijos  terminen 
su  carrera,  sea  como  fuere,  en  el  plazo  más  bre- 
ve posible,  aunque  este  aceleramiento  perju- 
dique a  la  salud  fisiológica  y  al  desarrollo  inte- 
lectual de  los  niños. 

Era  necesario  convertir  el  examen  en  una 
prueba  seria,  especialmente  respecto  de  aquellos 
alumnos  desconocidos  para  el  examinador,  quien, 
no  teniendo  de  ellos  antecedente  ninguno,  nece- 
sitaba adquirir  un  criterio  y  formular  un  juicio 
en  el  breve  espacio  de  tiempo  que  los  tenía  ante 
si.  Por  esto  forzosamente  había  de  ser  una  prue- 
ba insignificante  en  el  orden  didáctico  e  injusta 
en  el  orden  mora!,  por  gr^«nde  que  fuera  el  celo 
de  los  examinadores,  puesto  que  en  tal  prueba 
no  prosperaba  ni  el  más  estudioso  ni  el  dotado 
de  más  claro  talento,  sino  aquel  que  había  reci- 
bido una  preparación  especial  artificiosamente 
dirigida  sólo  a  este  fin,  en  el  que  además  que- 
daba muchas  veces  suplantado  el  criterio  peda- 
gógico del  profesor  con  las  contingencias  del 


Il6       ANTÓN   BEL  OLMET.— TORRES  BERNAL 

azar.  Se  imponía,  pues,  la  necesidad  de  la  prue- 
ba escrita,  que  seguramente  arraigará  por  com- 
pleto y  producirá  en  la  enseñanza  resultados 
beneficiosos. 

Por  desgracia,  en  el  presente  curso  no  pudo 
imponerse  en  absoluto  con  carácter  obligatorio, 
porque  los  alumnos  no  estaban  preparados  (tris- 
te es  decirlo,  ni  siquiera  los  de  las  Facultades) 
para  un  ejercicio  que  supone  rudimentos  de 
composición  gramatical  y  literaria,  enseñanza 
que  no  existía  ni  aun  en  los  planes  anteriores; 
pero  de  aquí  en  adelante,  sabiendo  que  el  exa- 
men tiene  forzosamente  que  verificarse  por  es- 
crito, y  existiendo  en  la  segunda  enseñanza  es- 
pañola, como  en  la  de  todos  los  países  extran- 
jeros, el  estudio  de  la  lengua  unido  al  de  la  com- 
posición, es  de  esperar  que  no  se  descuide  esta 
parte  principalísima  de  la  cultura,  sino  que  se  la 
atienda  de  un  modo  preferente. 

Una  diferencia  esencial  se  establece  en  esta 
reforma,  diferencia  determinada  ya  de  antemano 
por  la  misma  naturaleza  de  las  cosas:  la  diferen- 
cia entre  los  alumnos  oficiales  y  los  alumnos  no 
oficiales,  lo  cual  no  constituye  desigualdad  ni 
privilegio;  antes  por  el  contrario,  tiende  al  res- 
tablecimiento de  un  principio  de  equidad  que 
resulta  lesionado  al  sumar  indistintamente  can- 
tidades tan  heterogéneas. 

£1  alumno  oficial,  que  debe  estar  en  constante 
relación  con  el  catedrático  durante  todo  el  cur- 


CONDE  DE  ROMANONES  1 17 

SO,  no  ha  menester  del  examen  para  ser  juzgado, 
y  mi  anhelo  acaso  hubiera  sido  suprimir  esta 
prueba,  evitando  de  este  modo  las  consecuencias 
lastimosas  e  inevitables  que  trae  consigo;  pero 
ya  que  ésta  era  una  medida  que,  por  el  pronto, 
no  podía  prosperar,  hube  de  dejar  por  completo 
al  juicio  del  catedrático  el  determinar  la  forma 
en  que  había  de  realizarse,  y  estoy  muy  tranqui- 
lo después  de  la  primera  tentativa,  estoy  muy 
satisfecho  del  éxito  obtenido,  aunque  (y  aprove- 
cho esta  ocasión  para  decirlo)  tal  vez  el  verda- 
dero sentido  de  la  reforma  no  haya  sido  inter- 
pretado por  todos  en  su  completa  extensión.  Yo 
espero  que  en  cursos  sucesivos  esta  libertad  que 
para  el  examen  se  ha  concedido  a  los  catedráti- 
cos será  íntegramente  comprendida,  de  tal  suer- 
te, que  no  pueda  ni  deba  establecerse  un  crite- 
rio uniforme  para  todos  los  alumnos  de  una  Fa- 
cultad o  Instituto,  no  siendo  necesario  que  los 
profesores  se  pongan  de  acuerdo  para  determi- 
nar la  forma  y  manera  de  examinar  a  sus  alum- 
nos, pues  cada  profesor  ha  de  hacerlo,  y  debe 
hacerlo,  del  modo  que  tenga  por  conveniente, 
sobrentendiéndose  que  cada  alumno  de  una 
misma  clase  debe  ser  examinado  por  el  profesor 
en  distinta  forma,  pues  entre  el  alumno  que  ha 
asistido  constantemente  durante  todo  el  curso 
con  aprovechamiento  ostensible,  y  el  alumno 
que,  por  falta  de  asistencia  o  de  aplicación,  ape- 
nas es  conocido  por  el  catedrático,  hay  una  dife- 


Il8       ANTÓN   DEL  OLMET.— TOBRES  BERNAL 

renda  enorme,  en  virtud  de  la  cual  no  deben 
ser  sometidos  al  mismo  procedimiento  examina- 
torio:  el  uno  no  requerirá  tanteo  de  ninguna 
clase  para  ser  aprobado;  el  otro  quizá  tenga  que 
ser  sujeto  a  tan  rigurosa  prueba  como  el  alumno 
no  oficial. 

Se  combate  este  principio  diciendo  que  ha 
constituido  un  privilegio  para  la  enseñanza  ofi- 
cial; yo  entiendo,  como  antes  he  dicho,  que  no  lo 
constituye;  pero  si  lo  constituyera,  bien  necesi- 
tada está  la  enseñanza  oficial  de  apoyo  para  que 
vuelva  a  tener  el  esplendor  que  nunca  debió  fal- 
tarle, y  justo  es  que  el  Estado  confíe  más  en  sus 
propios  Establecimientos  de  enseñanza  que  en 
aquellos  otros  que  no  están  directamente  bajo  su 
jurisdicción. 

Demasiado  conocida  es  la  diferencia  que  mar- 
can las  cifras  proporcionadas  por  la  estadística 
entre  la  enseñanza  oficial  y  la  no  oficial.  Tal  di- 
ferencia es  causa  de  que  aquí  en  Madrid,  por 
ejemplo,  en  una  sola  Facultad  se  hayan  exami- 
nado como  alumnos  oficiales  2.084  y  como  alum- 
nos no  oficiales  3.797,  siendo  lo  más  extraño  que 
cosa  análoga  suceda  en  enseñanzas  meramente 
prácticas;  para  las  cuales,  si  los  medios  de  que 
dispone  la  enseñanza  oficial  son  escasos,  es  de 
suponer  que  los  de  la  no  oficial  sean  nulos. 

Hoy  tengo  la  satisfacción  de  ver  que  mis  pro- 
pósitos en  este  punto  han  sido  coronados  por  el 
éxito,  toda  vez  que  la  matrícula  hecha  en  el  mes 


CONDE  DE  ROMANONES  II9 

que  acaba  de  terminar  acusa  una  gran  ventaja 
en  favor  de  la  enseñanza  oficial. 

¿Y  qué  he  de  decir  cuando  se  estudia  este  pro- 
blema en  relación  con  la  segunda  enseñanza? 
¿Qué  he  de  decir  cuando  se  ve  que  en  ciudades 
populosas  de  más  de  loo.ooo  habitantes  apenas 
resultan  examinados  como  alumnos  oficiales  en 
el  Instituto  300  estudiantes,  y,  en  cambio,  pasan 
de  2.000  los  pertenecientes  a  los  colegios  parti- 
culares? 

No  ignoro  que  todas  estas  reformas  han  de  te- 
ner un  enemigo  implacable,  un  enemigo  que  se 
agita  y  trabaja  con  toda  la  fuerza  y  el  empeño 
con  que  lo  hace  aquel  que  defiende  sus  intereses 
personales,  en  aquellos  que  se  dedican  a  la  in- 
dustria de  la  enseñanza;  pero  ni  su  resistencia 
contrariará  mis  propósitos,  ni  su  animosidad  me 
hará  retroceder  en  el  camino  emprendido.  Doy 
yo  una  importancia  capitalísima  a  esta  cuestión; 
entiendo  que  en  ella  está  la  causa  principal  de 
los  grandes  males  que  nos  afligen.  Establecido 
el  examen  como  fin  y  no  como  medio,  resultaba 
que  todo  el  mecanismo  de  la  enseñanza  se  fun- 
daba en  facilitar  al  alumno  la  adquisición  de  las 
mejores  notas  en  el  espacio  de  tiempo  más  bre- 
ve, y  esto  convirtió  la  mayor  parte  de  las  insti- 
tuciones privadas  en  verdaderos  centros  de  pre- 
paración para  los  exámenes;  de  aquí  nació  que 
éstos  fueran  siempre  prueba  insuficiente,  basada 
en  proporcionar  al  alumno  el  medio  de  obtener 


I20       ANTÓN    DEL   OLMET. — TORRES  BERNAL 

la  aprobación  de  la  asignatura  con  el  menor  es- 
fuerzo posible;  y  no  bastando  que  formaran  par- 
te de  los  tribunales  de  exámenes  los  profesores 
particulares,  aun  cuando  no  tuviesen  siquiera  ti- 
tulo, fué  preciso  que  la  augusta  misión  del  exa- 
minador se  sacara  del  centro  oficial  y  se  convir- 
tiese en  una  misión  ambulatoria  y  se  obligase  al 
catedrático  a  ir  recorriendo  los  diversos  lugares 
y  los  diversos  colegios,  arrastrando  su  toga  por 
el  camino,  con  desprestigio  evidente  de  la  digni- 
dad profesional.  Así  se  da  el  caso  de  que  en  el 
curso  pasado  el  resultado  de  los  exámenes  haya 
sido  el  siguiente,  según  lo  que  yo,  para  que  apre- 
ciéis con  más  rapidez  y  percibáis  en  todo  su  vi- 
gor la  lección  deducida  de  las  cifras,  he  reducido 
en  esta  forma: 


Podrá  haber  sido  combatida  por  algunos  la  re- 
forma por  mí  establecida  en  los  exámenes;  pero 
mi  conciencia  está  muy  tranquila  con  la  convic- 
ción de  que  ahora  todo  hombre  desapasionado 
que  conozca  estas  cifras,  volverá  la  vista  con  es- 
tupor hacia  el  pasado,  y  verá  con  claridad  meri- 
diana cómo  se  estaba  siguiendo  un  sistema  que, 
fundado  en  una  prueba  artificiosa,  daba  por  con- 
secuencia en  la  práctica  una  verdadera  burla; 
burla  por  la  cual  resultaban  engañados  igual- 
mente el  profesor  y  el  alumno,  la  Universidad  y 
las  familias,  el  Estado  y  ia  sociedad,  sin  otros 


CONDE   DE   ROMANONES  121 

beneficios  que  los  que  pudiese  obtener  la  indus- 
tria privada  de  la  enseñanza.  Por  este  sistema 
se  sorprendía  en  primer  término  al  niño  o  al  jo- 
ven, a  quien  de  una  manera  oficial  se  le  declara- 
ba que  sabía  una  asignatura,  y  que  la  sabía  en  la 
mayor  parte  de  los  casos  de  modo  sobresaliente, 
cuando,  en  la  generalidad  de  las  ocasiones,  ig- 
noraba los  principios  fundamentales  de  la  cien- 
cia que  había  estudiado;  se  engañaba  al  padre, 
que  poco  atento  y  menos  solícito,  en  vez  de  me- 
dir el  grado  de  instrucción  de  su  hijo  por  los 
medios  que  él  había  adquirido,  la  medía  tan  sólo 
por  el  documento  oficial  que  le  declaraba  en  po- 
sesión de  ella  íntegra  y  completamente;  y,  por 
último,  se  engañaba,  y  esto  es  lo  más  triste,  a  la 
sociedad  entera,  porque  si  fuéramos  a  dar  cré- 
dito a  esas  cifras,  se  contaría  por  millares  el  nú- 
mero de  abogados  sobresalientes  merecedores 
del  dictado  de  jurisconsultos,  y  el  número  de 
médicos  sobresalientes  también  que  habrían  de 
emular  con  exceso  la  ciencia  de  aquellos  que  sa- 
len de  las  Universidades  más  reputadas  del  Ex- 
tranjero; y  sin  embargo,  en  la  práctica  contrasta 
la  diferencia  entre  la  verdad  real  y  la  verdad 
oficial,  pues  todos  sabemos  y  todos  tenemos  con- 
ciencia de  que  el  excesivo  número  de  títulos  aca- 
démicos no  significa  aumento  de  cultura  ni  co- 
rresponde a  ningún  progreso  intelectual  para 
nuestra  nación.  Es  necesario  que  la  juventud  se 
persuada  de  que  la  dureza  del  examinador  es 


122   ANTÓN  DEL  OLMET.— TORRES  BERNAL 

para  ella  un  bien  y  la  blandura  un  grave  daño. 
Sin  haber  sido,  como  no  podían  ser,  por  la 
precipitación  con  que  la  medida  se  ha  aplicado, 
y  además,  como  antes  decía,  por  la  falta  de  cos- 
tumbre; sin  haber  representado  los  exámenes 
verificados  este  año  lo  que  representarán  en  lo 
sucesivo,  sin  embargo,  comparándolos  con  los 
del  curso  pasado,  se  percibe  una  diferencia  muy 
elocuente  que  prueba  el  mayor  rigor  y,  por  tan- 
to, la  mayor  bondad  del  sistema,  como  se  de- 
muestra por  las  siguientes  estadísticas,  aun  es- 
tando como  están  incompletas  por  la  premura 
del  tiempo  con  que  han  tenido  que  formarse: 


Ved  que  ya  ha  comenzado  a  disminuir  el 
número  de  sobresalientes,  y  que  comienza  a 
aumentar  el  de  los  suspensos. 

Y  no  quiere  esto  decir  que  la  vigente  reforma 
introducida  en  los  exámenes  sea  acabada,  ni  si- 
quiera que  ella  haya  definido  lo  que  esta  prueba 
deba  ser  en  lo  futuro;  la  dirección  está  señalada, 
pero  nada  más  que  la  orientación;  y  si  no  debe 
tenderse  a  suprimir  el  examen  en  absoluto,  debe 
trabajarse,  sí,  para  reducir  en  todo  lo  posible  el 
número  de  veces  que  el  alumno  se  examina, 
siendo  quizás  el  ideal  en  esta  importante  y  tras- 
cendental materia  que  el  Estado  se  reservara  el 
derecho  de  verificar  tan  sólo  un  examen  al  final 
de  cada  grado  de  enseñanza,  con  tal  de  que  este 


CONDE    DE   ROMANOMES  123 

examen  fuese  de  tal  manera  serio,  fuese  de  tal 
manera  riguroso,  que  por  el  tamiz  establecido 
no  pudiesen  pasar  sino  quienes  realmente  hu- 
bieran adquirido  el  caudal  de  conocimientos  ne- 
cesarios para  obtener  el  título  o  la  aprobación 
de  los  estudios  que  persiguieran.  Quizás  fuera 
también  un  ideal  asequible  el  establecer  una  di- 
visión radical,  completa,  sustancial,  entre  el  ca- 
tedrático y  el  examinador,  para  que  de  los  exá- 
menes juzgaran  personas  completamente  ajenas 
a  la  enseñanza  activa;  pero  a  este  ideal,  ni  los 
recursos  de  la  nación  ni  el  estado  actual  de  la 
enseñanza  nos  permiten  por  ahora  llegar. 

Es  opinión  por  todos  admitida  la  de  que  serán 
infructuosas  cuantas  reformas  se  intenten  en  la 
enseñanza  si  al  mismo  tiempo  no  se  verifica  la 
renovación  del  personal  que  ha  de  llevar  a  cabo 
las  proyectadas.  Si,  como  ya  he  dicho,  no  basta 
modificar  las  leyes  si  al  mismo  tiempo  no  se  mo- 
difican las  costumbres,  simultánea  a  la  reforma 
de  la  enseñanza  debe  ser  la  renovación  del  Pro- 
fesorado, toda  vez  que  si  aquélla  es  una  función, 
éste  es  el  órgano  adecuado  para  cumplirla. 

Entre  los  medios  para  la  realización  de  esta 
obra,  el  más  importante  de  todos,  según  lo  acre- 
dita el  ejemplo  de  las  naciones  más  cultas,  es  el 
que  éstas  han  puesto  constantemente  en  práctica 
para  conseguir  el  doble  fin  de  no  quedar  retra- 
sadas en  la  vida  científica  y  acelerar  el  desarro- 
llo de  la  cultura  nacional,  y  que  consiste  en  la 


124   ANTÓN  DEL  OLMET.— TORRES  BERNAL 

comunicación  intelectual  con  otros  pueblos,  a 
los  cuales  han  acudido  en  demanda  de  cultura 
que  viniera  a  perfeccionar  la  obtenida  en  el  pro- 
pio país. 

Es  signo  característico  de  la  vida  moderna  el 
haber  sustituido  el  alejamiento  internacional  de 
la  primitiva  incultura,  la  aproximación  del  pen- 
samiento científico  en  todos  los  pueblos  civili- 
zados. Aún  quedan,  y  yo  por  mis  propios  ojos  lo 
he  visto,  señores;  aún  quedan  en  Italia  rastros 
de  la  comunicación  científica  y  artística  en  qu^ 
en  tiempos  de  grandeza  convivieron  aquella  na- 
ción y  la  nuestra:  ¡ese  ejemplo  debe  servir  para 
demostrarnos  cómo  si  decaemos  mucho  con  el 
error  de  aislarnos  de  aquellas  luminosas  ciuda- 
des italianas,  alemanas  y  francesas,  insistiendo 
en  tamaño  error,  acabaríamos  de  perder  todo 
contacto  con  la  Europa  culta,  con  el  mundo  inte- 
lectual y  civilizado,  y  quedaríamos  relegados  a 
la  condición  de  una  nación  muerta!  Nuestra  acci- 
dental inferioridad  en  todo  lo  que  se  refiere  a  la 
enseñanza,  depende  principalmente  del  aisla- 
miento en  que  vivimos,  de  nuestra  poca  o  nin- 
guna comunicación  con  el  extranjero.  Siempre 
fué  de  absoluta  necesidad  para  el  desarrollo  de 
todas  las  actividades  humanas  el  cambio  mutuo 
de  ideas,  el  conocimiento  directo  de  los  diversos 
métodos,  el  estudio  inmediato  de  los  varios  pro- 
cedimientos que  en  otras  partes  se  conocen  y  se 
aplican;  en  una  palabra,  las  direcciones  que  en 


CONDE  DE   ROMANOMES  135 

los  diferentes  países  se  emprenden  o  se  siguen 
en  la  marcha  ascendente  del  progreso. 

Convencido  de  ello,  he  procurado,  dentro  de 
los  medios  de  que  podía  disponer,  la  creación  de 
pensiones  en  el  extranjero,  no  tan  numerosas  ni 
siquiera  tan  completas  como  fuera  de  desear, 
pero  que  según  pienso  señalarán  el  principio  de 
un  camino  que  de  seguro,  por  los  resultados  que 
se  han  de  obtener,  será  seguido  en  lo  porvenir 
con  toda  la  amplitud,  con  toda  la  suñciencia  de 
medios  que  sus  altos  ñnes  de  cultura  demandan. 

Aun  cuando  sólo  luera  por  estas  razones,  es 
ya  de  netoria  conveniencia  el  que  a  toda  refor- 
ma preceda  una  pública  información,  como  me- 
dio de  que  el  legislador  se  ponga  en  contacto 
con  la  opinión  pública  y  lleve  a  sus  disposicio- 
nes el  espíritu  de  los  deseos  y  las  aspiraciones 
de  todos.  A  este  procedimiento  he  acudido  yo 
con  gran  utilidad  en  dos  distintas  ocasiones: 
una,  abriendo  una  información  sobre  el  proble- 
ma relativo  al  pago  de  las  atenciones  del  magis- 
terio; otra,  la  que  ha  servido  de  precedente  al 
establecimiento  de  los  estudios  técnicos  en  los 
Institutos. 

Sentíase  ya  en  el  país  hace  tiempo,  y  cegue- 
dad hubiera  sido  no  advertir  la  tendencia,  lo 
necesario  que  era  organizar  la  enseñanza  de 
modo  que  respondiera  a  las  necesidades  múlti- 
ples de  la  moderna  vida  comercial,  industrial  y 
científica;  la  práctica  de  la  vida  me  había  ense- 


126   ANTÓN  DEL  OLMET.— TORRES  BERNAL 

nado  mucho,  antes  de  que  yo  pudiese  ni  soñar 
siquiera  en  que  llegara  un  día  en  que  pesase 
sobre  mí  la  responsabilidad  de  dirigir  los  des- 
tinos de  la  instrucción  pública  en  España,  que 
existía  una  notoria  diferencia  (habéis  de  permi- 
tirme la  frase,  verdaderamente  impropia,  ha- 
blando de  cuestiones  de  enseñanza,  pero  que  es 
la  más  gráfica  para  expresar  la  idea);  que  exis- 
tía, digo,  una  notable  diferencia  entre  lo  que 
España  demandaba  y  consumía  en  orden  a  la 
enseñanza  y  lo  que  nuestras  Universidades  y 
nuestros  centros  docentes  producían.  Es  decir, 
que  la  ley  eterna  del  consumo  y  de  la  produc- 
ción imponía  también  con  inexorable  dureza  en 
esta  materia  todos  sus  resultados.  Las  necesida- 
des de  nuestra  vida  industrial  y  mercantil  exi- 
gían y  exigen  un  número  dado  de  personal  téc- 
nico que  no  producían  ni  nuestras  Escuelas  ni 
nuestros  Institutos,  y  al  propio  tiempo  las  nece- 
sidades de  otro  orden  no  son  tan  grandes  que 
consuman  el  número  que  se  produce  de  los  de- 
dicados a  las  profesiones  liberales. 

Una  estadística  abierta  al  efecto,  y  que  ya  to- 
dos conocéis,  prueba  que,  siguiendo  la  ley  del 
consumo  y  de  la  producción  en  estas  condicio- 
nes, era  necesario  importar  del  extranjero  un 
número  considerable  de  individuos  técnicos  que 
aquí  faltaban,  y  se  importaba  en  proporción  tal, 
que  constituía  una  verdadera  riqueza  el  capital 
empleado  en  ello. 


CONDE   DE  ROMANONES  I27 

Era,  pues,  necesario  organizar  la  segunda  en- 
señanza de  modo  que  respondiera  a  un  estado 
social  tan  complejo  como  el  presente,  a  unas  ne- 
cesidades tan  varias  como  son  las  de  la  vida 
moderna. 

Fuera  ridicula  pretensión  en  mí  creer  que 
esta  labor  precisa  ha  sido  ya  realizada,  cuando 
ella  es  de  tal  alcance  que  sus  múltiples  desen- 
volvimientos han  de  constituir  necesariamente 
la  continua  tarea  de  generaciones  venideras. 
Quedaría  yo  altamente  complacido  si  con  lo 
hecho  hubiese  sólo  logrado  dejar  establecidos 
los  fundamentos  de  la  obra,  señalando  por  me- 
dio de  las  reformas,  hoy  posibles,  la  dirección  y 
el  rumbo  de  las  de  mañana. 

No  quiero  aprovechar  este  momento  solemne 
para  contestar  a  aquellos,  pocos  en  número  por 
fortuna,  que  han  combatido  los  principios  subs- 
tanciales de  esta  reforma;  soy  el  primero  en  re- 
conocer los  vicios  de  que  adolece;  he  procurado 
evitarlos  en  lo  posible,  pero  los  principales  no 
estaba  en  mi  mano  el  corregirlos.  Yo  no  he  po- 
dido hacer  lo  que  he  creído  que  era  mejor;  he 
hecho  lo  que  he  podido,  dentro  de  las  condicio- 
nes en  que  la  reforma  se  producía. 

Cabe  contra  esto  la  objeción  de  que  hubiera 
sido  mejor  no  hacer  nada;  pero  a  eso  sí  que  ha 
de  serme  lícito  contestar,  con  todas  las  energías 
de  mi  alma,  que  lo  peor  de  todo  era  continuar 
como  estábamos,  en  él  estancamiento  de  la  acti- 


128   ANTÓN  DEL  OLMET.— TORRES  BEBNAL 

vidad  intelectual  y  sin  abrir  nuevos  horizontes 
a  nuestra  juventud,  en  consonancia  con  las  ne- 
cesidades de  la  vida  moderna. 

Se  oponía  ante  todo  al  amplio  desenvolvimien- 
to e  implantación  de  las  enseñanzas  técnicas,  un 
obstáculo  casi  insuperable:  la  penuria  de  nues- 
tro Tesoro,  que  no  consiente,  al  menos  por 
ahora,  nuevos  y  pesados  gravámenes.  Yo  tengo 
la  creencia,  más  que  la  creencia  la  firme  convic- 
ción, de  que,  implantadas  las  enseñanzas  técni- 
cas en  España,  cuando  se  comience  a  ver  su 
resultado,  que  ha  de  ser  por  todo  extremo  bene- 
ficioso, seguramente  se  atenderá  a  su  desenvol- 
vimiento del  modo  que  sea  preciso,  sin  que  en- 
tonces pueda  ser  argumento  incontestable  el 
aumento  de  gastos.  Fácil  me  hubiera  sido  a  mí, 
y  más  que  fácil,  grato  por  todos  conceptos,  ha- 
ber implantado  la  reforma  de  que  tan  necesita- 
dos están  todos  'os  órdenes  de  la  enseñanza  en 
España,  con  aquf  1  aumento  en  las  cifras  de  gas- 
tos indispensable j  y  que  en  todas  las  demás  na- 
ciones de  Europa  se  satisfacen  con  general  aplau- 
so del  país.  Claro  está  que  la  exigüidad  de  las 
cifras  de  nuestro  presupuesto  de  Instrucción  pú- 
blica está  en  relación  directa  con  la  inferioridad 
de  nuestra  cultura  respecto  a  la  de  otros  pueblos 
de  Europa,  y  que  el  aumento  exigible  no  podrá 
demorarse  largo  tiempo  si  hemos  de  rehabilitar- 
nos como  nación  progresiva,  y  si  no  hemos  de 
quedarnos  completamente  rezagados  respecto  de 


CONDI   DE   ROMANONES  I29 

cuanto  significa  y  representa  la  verdadera  civi- 
lización; pero  si  yo  en  el  momento  actual  hubie- 
ra querido  de  una  sola  vez  recorrer  el  camino, 
empresa  que  ha  debido  ser  obra  de  varios  años; 
si  hubiera  ouerido  saltar  desde  las  cifras  de  un 
presupuesto  exiguo  a  las  cifras  del  presupuesto 
necesario,  seguramente  no  lo  hubiera  podido  lo- 
grar. Por  eso,  al  crear  las  nuevas  enseñanzas, 
he  tenido  que  aprovechar  todos  los  medios  ins- 
tructivos y  educativos  ya  existentes,  llevando  al 
viejo  tronco  de  nuestras  antiguas  instituciones 
docentes,  como  savia  nueva,  los  elementos  re- 
cién creados  en  las  enseñanzas  técnicas. 

Quizás  hubiera  sido  mejor  implantar  estas  en- 
señanzas en  centros  completamente  distintos  y 
separados,  con  un  cuadro  de  profesores  comple- 
to, con  todas  aquellas  condiciones  que  exigen 
los  principios  de  especialización  predominantes 
hoy  en  el  orden  pedagógico  y  científico;  quizás 
hubiera  sido  mejor  conservar  las  Normales  com- 
pletamente separadas  de  los  Institutos,  aun  cuan- 
do la  experiencia  de  los  muchos  años  que  han 
permanecido  separadas  aconsejaba  y  aun  impo- 
nía hacer  lo  que  se  ha  hecho:  conservar  las  Es- 
cuelas de  Comercio  y  de  Artes  y  Oficios  inde- 
pendientes; pero  esto,  para  que  en  su  enseñanza 
tuviera  toda  la  extensión  que  hoy  se  impone 
como  un  deber,  requeriría  el  gasto  de  sumas 
enormes.  Por  lo  mismo,  aprovechando  la  exis- 
tencia en  cada  provincia  de  un  Instituto,  me  pro- 

9 


130         ANIÓN   DEL   OLMET. — ^TORRES  BERNAL 

puse  convertir  éste  en  una  amplia  unidad  edu- 
cativa en  la  que  se  reuniesen  todas  las  aludidas 
enseñanzas. 

No  ha  sido  solamente  la  necesidad  de  limitar 
los  gastos  lo  que  me  ha  inducido  a  realizar  esta 
reforma;  ha  sido  también  el  ver  que  algunos  de 
aquellos  centros  no  tenían  vida  real  y  efectiva 
más  que  en  el  anuario  oficial.  Porque,  en  efecto, 
yo  no  comprendo  que  se  combata  la  supresión 
de  las  Escuelas  elementales  de  Maestros,  cuando 
ia  estadística  demuestra  el  escaso  número  de 
alumnos  que  a  la  mayor  parte  de  ellas  ha  acudi- 
do en  el  último  curso. 

Yo  espero  que,  cuando  en  los  Institutos,  ade- 
más de  los  estudios  de  cultura  general,  que  ter- 
minan en  el  grado  de  Bachiller,  puedan  estu- 
diarse los  elementales  de  Agricultura,  Industria, 
Comercio,  Bellas  Artes  y  del  Magisterio,  la  ju- 
ventud, iniciada  ya  en  estos  nuevos  caminos,  no 
se  dirigirá  tan  sólo  a  las  Facultades  universita- 
rias, sino  que  éstas,  con  notorias  ventajas  de  sus 
enseñanzas,  qne  exigen  una  verdadera  selección 
de  inteligencias  superiores,  se  verán  descarga- 
das de  alumnos,  en  tanto  que  podrán  ir  siendo 
sustituidos  los  técnicos  extranjeros  por  técnicos 
españoles. 

Existirá  el  técnico  español,  que,  en  las  múlti- 
ples ocupaciones  que  la  moderna  vida  industrial 
le  brinda,  encontrará  empleo  adecuado  a  su  acti- 
vidad y  satisfacción  decorosa  a  las  necesidades 


CONDE   DE   ROMANONES  I3I 

de  SU  vida,  y  disminuirá  en  la  misma  proporción 
el  número  aterrador  de  bachilleres,  cantidad  que 
en  el  pasado  curso  ha  llegado  a  la  cifra  de  4.692. 
A  los  Institutos  va,  por  la  índole  de  cultura 
general  que  corresponde  a  estos  centros  de  en- 
señanza, toda  o  la  mayor  parte  de  la  juventud 
española;  y  yo  abrigo  el  íntimo  convencimiento 
de  que,  con  la  nueva  organización  dada  a  los 
mismos,  podrán  los  escolares  salir  de  los  cen- 
tros docentes  preparados  para  el  cumplimiento 
de  los  deberes  que  se  les  exigen  y  para  los  que 
de  ellos  espera  nuestra  Patria. 

*  •  ■!: 

Confiada  por  completo  al  juicio  del  catedráti- 
co la  misión  de  juzgar  a  sus  alumnos;  descar- 
gando sobre  él  la  responsabilidad  de  este  acto; 
dándole,  en  suma,  la  mayor  libertad  y  autono- 
mía posibles,  era  preciso  al  mismo  tiempo  esta- 
blecer un  procedimiento  en  virtud  del  cual  aquel 
que  faltara  a  sus  deberes  fuese  castigado.  En- 
tendiéndolo así;  entendiendo  que  la  institución 
de  los  Tribunales  de  honor  en  los  Cuerpos  de 
escala  cerrada  es  una  medida  indispensable  para 
su  higiene  moral,  porque  aumenta  la  confianza 
que  el  Estado  tiene  depositada  en  los  individuos 
que  los  constituyen,  opté  por  esta  medida. 

Reconozco  y  declaro  que  ofrece  graves  incon- 
venientes. El  primero  de  ellos  es  que  hará  falta 
quizás  el  transcurso  de  largo  período  de  tiempo 


132       ANTÓN   DEL   OLMET.— TORRES  BERNAL 

para  que  este  procedimiento  vaya  infiltrándose 
en  las  costumbres,  pueda  tener  eficacia  y  no 
quede  convertido  en  letra  muerta. 

Hay  quien  combate  los  Tribunales  de  honor 
por  entender  que  son  contrarios  al  espíritu  libe- 
ral, por  creerlos  una  regresión  a  tiempos  por 
ventura  ya  pasados,  y  que  constituyen  una  de 
las  páginas  más  negras  de  la  Historia.  Tomada 
sólo  en  uno  de  sus  sentidos  la  acepción  del  ho- 
nor; confundiendo  éste  con  la  de  caballerosidad, 
en  el  concepto  más  usual,  pero  menos  verdadero, 
de  la  palabra,  se  ha  pensado  que  puede  haber  un 
catedrático  que  falte  a  sus  deberes,  y,  sin  embar- 
go, no  falte  a  las  leyes  a  que  ajustan  su  conducta 
en  la  vida  los  hombres  de  honor. 

Pero  no  es  ésta,  ciertamente,  la  intención  que 
rae  ha  guiado  al  crear  la  nueva  Institución.  Exis- 
ten multitud  de  hechos  que,  por  su  naturaleza, 
o  no  son  penables,  aun  en  el  orden  legal,  o  no 
pueden  ser  probados  nunca  con  pruebas  plenas 
y  materiales,  como  las  exigidas  por  los  Tribu- 
nales de  justicia  para  condenar  al  procesado; 
pero  que,  sin  embargo,  constituyen  verdaderas 
faltas  aun  en  aquel  orden,  faltas  mayores  en 
quienes  ejercen  el  ministerio  (mejor  diré,  el 
sacerdocio)  de  dirigir  la  educación  de  la  ju- 
ventud. 

Más  de  una  vez,  os  lo  aseguro,  he  tenido  co- 
nocimiento de  hechos  que,  no  obstante  su  gra- 
vedad y  trascendencia,  no  he  podido  someter, 


CONDE   DE   ROMANONBS  I33 

no  ya  al  juicio  de  los  Tribunales,  pero  ni  siquie- 
ra al  procedimiento  del  expediente  administra- 
tivo, entre  otras  razones  porque  los  mismos  de- 
nunciantes, al  revelar  esos  hechos,  declaraban 
no  poseer  pruebas  plenas,  visibles,  irrefraga- 
bles, confesando,  por  tanto,  la  imposibilidad  de 
sostener  las  acusaciones  según  el  procedimien- 
to ordinario,  aun  cuando  afirmasen,  como  afir- 
maban con  la  energía  de  la  veracidad,  tener 
convencimiento  moral  de  que  era  cosa  cierta  lo 
denunciado  por  ellos,  cosa  que  habían  visto  y 
acerca  de  la  cual  no  les  cabía  duda  alguna. 

Pues  bien;  yo  pregunto:  en  este  caso,  ¿qué 
camino  puede  seguirse?  ¿Hay  algún  medio  más 
expansivo,  más  democrático  que  el  de  someter 
al  acusado  al  juicio  de  sus  propios  compañeros, 
al  juicio  de  quienes  tienen  supremo  interés  en 
conservar  inmaculada  la  dignidad  de  la  toga 
que  visten?  Si  esos  Tribunales  de  honor  están 
admitidos  sin  protesta  alguna  en  otros  Cuerpos 
de  escala  cerrada,  y  si  una  parte  muy  respetable 
del  Profesorado  viene  reclamando  hace  tiempo 
su  implantación,  ¿hay  motivo  serio,  justo,  para 
protestar?  ¿En  nombre  de  quién?  Porque  hasta 
ahora  la  protesta  no  viene  de  los  profesores. 

*  *  * 

Como  necesario  complemento  de  la  cultura 
general,  urge  estimular  la  educación  artística  de 
nuestro  pueblo,  que  por  el  arte  supo  hacerse 


134   ANTÓN  DEL  OLMET.— TORRES  BERNAL 

grande  y  en  el  terreno  del  arte  no  ha  perdido 
sus  antiguos  esplendores. 

A  este  fin  se  encamina  la  disposición  que 
abre  las  puertas  de  todos  los  Museos,  dando  li- 
bre entrada  en  ellos  a  todos  los  ciudadanos,  con 
las  mayores  facilidades  posibles.  En  un  país 
como  el  nuestro,  evidentemente  superior  a  otros 
muchos  en  sentimiento  artístico,  pero  inferior 
en  cuanto  a  la  cultura  propia  d¿l  mismo  arte 
atañe,  es  indispensable  evitar  las  dificultades 
con  que  suele  tropezar  la  difusión  de  los  cono- 
cimientos artísticos,  presentar  en  el  mayor  gra- 
do posible  el  amor  a  tales  centros  de  cultura, 
procurando  que  la  masa  del  país  encuentre  fran- 
ca y  sin  obstáculo  alguno  la  entrada  en  los  Mu- 
seos; que  los  considere  como  cosa  propia,  y  que 
dejando  de  ser  depósito  de  ejemplares  raros  y 
de  meras  curiosidades,  sean  verdaderos  labora- 
torios de  enseñanza  práctica  y  positiva. 

Era  necesario  también,  a  este  mismo  fin,  obli- 
gar a  los  alumnos  de  las  enseñanzas  oficiales,  y 
lo  mismo  a  sus  profesores,  a  que  consideren  los 
Museos  como  medios  principalísimos  de  la  en- 
señanza, y  cumplan,  al  visitarlos,  una  obligación 
escolar  que  más  tarde  se  convertirá  en  un  placer 
de  los  más  nobles  y  útiles. 

Nada  he  de  decir  acerca  de  los  motivos  que 
demandaban  una  pronta  y  radical  reorganización 
de  nuestra  Escuela  Superior  de  Música,  y  estoy 
seguro  de  que  la  reforma  en  ella  introducida 


CONDE  DE   ROMANONEft  135 

habrá  de  producir  rápido  y  satistactorio  resulta- 
do, coadyuvando  poderosamente  al  fomento  de 
la  cultura  artística  en  nuestra  Patria  y  al  mayor 
prestigio  del  Conservatorio. 

*  *  'f? 

De  intento  he  dejado  casi  para  lo  último  aque- 
llo que,  por  su  importancia,  es  lo  primero  y  prin- 
cipal: rae  refiero  a  la  reforma  de  la  primera  en- 
señanza. 

Fundamento  la  primera  enseñanza  de  todas  las 
demás,  a  ella  debe  principalmente  el  Estado  de- 
dicar todos  sus  afanes,  todos  sus  cuidados;  en  el 
terreno  de  la  teoría,  si  puede  haber  duda   en 
punto  a  que  la  función  de  la  enseñanza  sea  o  no 
sea  función  del  Estado,  cuando  se  trata  de  este 
orden  de  ella,  ya  no  caben  dudas  ni  vacilaciones 
de  ningún  género.  Todos,  absolutamente  todos 
cuantos  sabios,  estadistas  y  hombres  de  buena 
voluntad  se  dedican  al  estudio  de  esta  cuestión» 
afirman  que  la  primera  enseñanza,  base  de  la 
cultura  general,  es  una  de  las  principales  funciu-, 
nes  sociales  que  al  Estado  incumbe  realizar  o  tu- 
telar. Por  eso  la  primera  enseñanza  debe  tener 
el  carácter  de  gratuita,  de  obligatoria  y  de  inte- 
gral, porque  ella  es  la  que  mayor  y  más  decisiva 
influencia  ejerce  en  el  cuerpo  social,  en  el  grado 
de  poder,  de  cultura  y  de  riqueza  de  los  pue- 
blos; ella  es  la  que  se  impone  a  los  Gobiernos 
como  uno  de  sus  principales  deberes;  ella  es  la 


136   ANTÓN  DEL  OLMET.  —  TORÍ^ES  BERNAL 

que  demanda  mayores  sacrificios  por  parte  del 
contribuyente.  Las  naciones  de  antaño  median  el 
grado  de  su  fuerza  por  el  número  y  por  la  orga- 
nización de  Ig3  ejércitos;  hoy  le  miden  además, 
y  más  principalmente,  por  la  extensión  de  su 
primera  enseñanza;  por  eso,  con  verdadero  sen- 
tido práictico,  los  anuarios  destinados  a  los  hom- 
bres que  estudian  las  cuestiones  de  política,  con* 
tienen  al  reseñar  la  situación  y  los  recursos  de 
todas  y  cada  una  de  las  naciones  civilizadas,  dos 
datos:  uno,  el  número  y  organización  de  sus 
ejércitos;  otro,  la  organización  y  el  número  de 
sus  enseñanzas. 

Y  ¡qué  consecuencias  se  desprenden  de  estos 
datos!  iQué  lecciones  para  nosotros  tan  amargas 
y  tan  cruelesl  Ved,  por  ejemplo,  lo  que  gastan  en 
Instrucción  pública  las  grandes  y  aun  las  peque- 
ñas naciones  de  Europa;  ved  el  aumento  progre- 
sivo de  este  presupuesto  en  los  Estado-?  Unidos 
de  la  América  del  Norte;  ved  cómo  allí  se  gas- 
tan 197.281.000  dollars,  y  cómo  el  número  de  sus 
maestros  de  instrucción  primaria  ascendía  el  pa- 
sado año  a  415,660  para  una  población  de  habi- 
tantes 76.356.000;  en  tanto  que  nosotros,  para 
una  población  de  17.000.000,  apenas  tenemos 
veinticuatro  mil;  así,  al  paso  que  en  España  el 
número  de  analfabetos  es  el  de  66  por  100,  en 
los  Estados  Unidos  solamente  es  el  de  10  por  100. 

¿Habrá  nadie  que,  cerrando  los  ojos  a  lo  que 
se  presenta  bañado  por  luz  del  medio  día,  no  vea 


CONDE   DE  ROMANONES  I37 

en  estas  cifras  precisamente  la  explicación  más 
clara,  más  terminante,  y  al  propio  tiempo  más 
amarga  y  más  triste,  de  las  desgracias  que  llora- 
mos, y  que  eran  inevitables  y  fatales  como  resul- 
tado de  la  decadencia  e  inferioridad  de  todo 
nuestro  estado  social? 

No  hay  palabras  suficientes  para  detender  la 
necesidad,  la  urgencia  suprema  de  que  cuantos 
sacrificios  se  hagan  para  difundir  la  cultura  en 
nuestro  país,  serán  pocos  por  muy  grandes  que 
parezcan,  y  deben  ser  admitidos  por  todos  con 
el  mayor  contentamiento,  con  la  interior  satis- 
facción de  quien  cimenta  la  Patria  grande  y  re- 
generada del  porvenir,  con  el  gozo  inefable  de 
quien  arroja  al  surco  la  simiente  que  mañana 
será  cosecha. 

En  los  demás  grados  de  la  enseñanza,  aun  sin 
alcanzar  el  desenvolvimiento  y  desarrollo  que 
en  otros  países,  sin  embargo  no  se  requiere  tan 
honda  transformación  ni  mucho  mayor  aumento 
en  los  gastos;  pero  en  la  primera  enseñanza  es 
preciso  hacerlo  todo,  absolutamente  todo.  No 
necesito  recargar  lo  sombrío  de  las  tintas  para 
trazar  una  pintura  de  lo  que  es  en  la  actualidad 
en  España;  bastará  tan  sólo  expresar  lo  que  está 
en  la  conciencia  de  cada  uno  de  nosotros.  Yo, 
señores,  lo  confieso:  las  mayores  amarguras,  las 
más  graves  preocupaciones  que  he  tenido  y  ten- 
go desde  que  inmerecidamente  me  fué  conferido 
el  cargo  de  ministro  de  Instrucción  Pública,  me 


138       ANTÓN    DEL    OLMET.  —TORRES   BERNAL 

han  sido  acarreadas  por  la  idea  de  cuanto  era 
indispensable  realizar  en  orden  a  la  instrucción 
primaria,  y  de  la  escasez  de  medios  disponibles 
para  llevarla  a  cabo.  Ha  habido  momentos  en 
que,  meditando  sobre  tan  grave  y  trascendental 
asunto,  excitada  la  imaginación  por  el  espec- 
táculo de  lo  que  en  otros  países  sucede,  compe- 
lida  mi  voluntad  por  el  estímulo  poderoso  de  la 
comparación,  anhelando  hacer  esfuerzos  más 
que  humanos  por  que  nuestro  país  llegase  a  pa- 
recerse a  ellos,  veía  como  en  un  sueño  lo  que 
podía  ser  la  España  de  mañana,  lo  que  debía  ser 
la  España  de  hoy;  cuando  reducido  a  su  menor 
grado  el  número  de  los  que  no  saben  leer  ni  es- 
cribir; cuando  difundida  la  cultura  general  por 
todos  los  ámbitos  del  país;  cuando  poseyendo 
todos  los  ciudadanos  nociones  claras  y  concre- 
tas de  los  grandes  adelantos  modernos  relativos 
a  la  Agricultura,  a  la  Industria  y  al  Comercio; 
cuando  desarrolladas  las  vigorosas  aptitudes  de 
nuestra  raza  para  cuanto  se  refiere  al  trabajo 
mecánico  y  a  la  labor  intelectual,  salieran  de 
nuestras  Universidades,  como  coronamiento  de 
este  grado  de  extensión  en  la  cultura,  pocos  gra- 
duados, menos  que  los  que  hoy  salen;  pero  es- 
tos pocos  profundamente  instruidos,  seriamente 
apercibidos  para  la  lucha  científica  y  aptos  para 
resolver  los  más  sublimes  y  complejos  proble- 
mas de  todas  las  enseñanzas  en  sus  grados  su- 
periores. Y  cuando  yo  estaba  entregado  a  esta 


CONDE   DE   ROMANONES  139 

visión  verdaderamente  halagüeña,  volvía  a  la 
realidad  al  tener  que  abrir  un  telegrama  o  una 
carta,  en  la  cual  el  mísero  maestro  de  una  apar- 
tada aldea  se  dirigía  al  ministro  de  Instrucción 
Pública,  no  para  reclamar  nada  que  se  refiriese 
a  la  enseñanza,  sino— ¡confesémoslo  con  rubor, 
señoresl  para  rogar,  como  quien  pide  una  limos- 
na, que  el  ministro  hiciera  cumplir  lo  que  pare- 
ce debía  ser  la  obligación  más  sencilla:  el  pago 
de  lo  que  se  le  debía.  Y  ante  este  llamamiento 
tan  triste  y  tan  rudo  a  la  realidad,  caían  al  suelo 
todos  aquellos  ensueños  de  ventura  a  los  que  se 
ofrecía  tan  lamentable  contraste. 

¿A  qué  pensar  en  enseñanza  integral,  a  qué 
pensar  en  enseñanza  técnica,  a  qué  soñar  en  ma- 
yores desarrollos  de  la  cultura  y  de  la  instruc- 
ción, si  yo,  pomposamente  llamado  ministro  de 
Instrucción  Pública,  no  tenia,  en  suma,  faculta- 
des, ni  recursos,  ni  medios,  ni  arbitrios,  aunque 
bríos  y  voluntad  me  sobrasen,  para  resolver  una 
reclamación  tan  sencilla  y  tan  justa  como  es  la 
de  los  adeudos  al  Magisterio,  dándose  la  coinci- 
dencia de  que  al  mismo  tiempo  me  fuera  nece- 
sario resolver  acerca  de  las  reclamaciones  que 
me  hacían  los  Ayuntamientos,  acusando  a  los 
maestros  de  no  cumplir  con  sus  deberes,  por  ig- 
norancia o  por  malicia?  Y  ¿qué  medios  tenía  yo 
de  imponer  la  autoridad  y  la  disciplina,  qué  me- 
dios tenía  yo,  cuando  aquella  escuela  estaba  ce- 
rrada meses  y  años,  para  obligar  a  quien  oficial- 


I40        ANTÓN   DEL   OLMET. — TORB«S   BEt^NAL 

mente  debía  desempeñarla  a  que  cumpliera  con 
su  deber?  Pues  esta  escena  se  viene  repitiendo 
en  España  desde  hace  muchos  años,  no  obstante 
los  esfuerzos  de  tantas  generaciones,  no  obstan- 
te el  impulso  general  del  progreso  humano. 

Con  verdadera  premura,  como  una  obligación 
ineludible,  se  ha  impuesto  a  mis  antecesores  la 
necesidad  de  procurar  remedio  a  este  mal,  sin 
que  hasta  el  presente  se  haya  podido  conseguir. 

Es  la  base  principal  de  toda  reorganización, 
es  el  primer  elemento  y  el  más  indispensable  de 
toda  cultura  en  una  nación  el  tener  maestros;  y 
para  poderlos  tener,  lo  primero  que  se  necesita 
es  pagarlos.  Sin  esto,  todas  las  disposiciones, 
todos  los  planes  de  enseñanza  serán  completa- 
mente baldíos  e  inútiles.  Pero  ¿es  acaso,  se  pue- 
de afirmar  que  tan  sólo  con  pagar  a  los  maestros 
puntualmente  como  se  paga  a  todos  los  demás 
funcionarios  del  Estado,  quedaría  resuelto  el 
problema  de  la  primera  enseñanza?  No;  existe 
una  suprema  necesidad,  la  de  formar  maestros, 
y  a  ello  deben  tender  todos  nuestros  esfuerzos. 
Y  no  es  esto  solo:  existe  también  la  necesidad  de 
aumentar  el  número  de  nuestras  escuelas;  y 
dado  que  esto  no  lo  podamos  conseguir  inmedia" 
tamente,  nuestros  esfuerzos  deben  tender  a  pro- 
curar que  las  actuales  no  se  hallen  cerradas  en 
el  número  verdaderamente  aterrador  en  que  lo 
están  en  la  actualidad. 

«  •  « 


CONDE   DE   ROMANONES  I4I 

En  ocasión  solemne  el  Gobierno  puso  en  los 
augustos  labios  de  S.  M.  la  Reina,  dirigiéndose 
a  las  Cortes,  las  siguientes  palabras: 

"Los  intereses  morales  y  económicos  recibi- 
rán un  impulso  análogo.  Los  primeros,  con  la 
presentación  de  un  proyecto  de  ley,  verdadero 
Código  de  la  Instrucción  pública,  en  la  cual  se 
consolidarán  las  reformas  ya  realizadas,  se  dará 
a  la  enseñanza  en  todos  sus  ramos  el  carácter 
esencialmente  práctico  que  reclaman  las  condi- 
ciones de  la  vida  moderna,  y  se  harán  desapare- 
cer la  incertidumbre  y  la  instabilidad  que  hoy 
reinan  en  nuestras  escuelas.** 

Pues  bien;  este  compromiso,  contraído  ante  la 
Representación  nacional,  está  decidido  a  cum- 
plirlo el  Gobierno,  y  en  representación  del  Go- 
bierno el  que  os  dirige  la  palabra. 

No  se  me  ocultan  las  graves,  gravísimas  difi- 
cultades que  esto  ofrece;  son  ellas  tan  graves  y 
trascendentales,  que  han  hecho  que,  a  los  vein- 
ticinco años  de  dictarse  la  vigente  Constitución, 
aún  esté  incumplido  el  párrafo  4.°  del  art.  12  del 
Código  fundamental  de  la  nación. 

La  principal  de  éstas  dificultades  es,  sin  duda, 
una,  de  tanta  trascendencia,  que  puede  llevar  la 
vacilación  al  ánimo,  y  la  de  que  no  deben  crista- 
lizarse en  las  leyes  sino  aquellos  principios  que 
ya  estén  completamente  admitidos,  después  de 
haber  pasado  por  un  largo  período  constituyen- 
te. Posible  será  que  acierten  los  que  aseguran 


142        ANTÓN   DEL   OLMET.  — TORRES   BERNAL 

que  ese  período  constituyente  aún  no  ha  pasado 
para  nosotros,  como  no  ha  pasado  para  la  mayor 
parte  de  las  naciones  de  Europa,  y  que,  por  tan- 
to, no  ha  llegado  el  momento  de  entrar  en  el  pe- 
ríodo constituido,  en  cuanto  hace  relación  a  las 
materias  de  enseñanza. 

Mas  al  lado  de  estas  dificultades  y  objeciones 
es  preciso  reconocer  que  ha  llegado  a  tal  extre- 
mo la  confusión  que  reina  en  la  legislación  de 
Instrucción  pública,  a  fuerza  de  estar  en  vigor 
múltiples  disposiciones  que  no  han  tenido  la 
sanción  del  legislador,  que  el  proyecto  de  ley 
que  se  presentara  a  la  aprobación  de  las  Cortes, 
aunque  no  fuese  obra  perfecta  ni  acabada,  siem- 
pre reportaría  un  beneficio  y  un  resultado  posi- 
tivo: el  de  determinar  con  firmeza  y  para  un  lar- 
go período  la  órbita  en  que  se  habían  de  mover 
todas  las  enseñanzas,  haciendo  que  desaparecie- 
ran por  tanto  las  vacilaciones  y  las  dudas  en  que 
hoy  vivimos,  y  que  redundan  en  perjuicio  evi- 
dente de  todos  los  intereses  comprendidos  en 
este  aspecto  de  la  vida  nacional. 

Hora  es  ya  de  que  quede  perfectamente  deis- 
lindado  lo  que  hoy  se  encuentra  en  un  verdade- 
ro estado  de  indefinición,  dando  origen  a  que 
aún  se  susciten  dudas  acerca  de  lo  que  ya  den- 
tro de  la  realidad  de  la  vida  no  deja  lugar  a  con- 
troversias. Me  refiero  a  la  determinación  y  des- 
linde de  las  atribuciones  y  relaciones  de  la  Igle- 
sia y  del  Estado  en  materias  de  enseñanza. 


CONDE   DE   ROM  ANONES  143 

No  menos  necesario  es  fijar  el  desarrollo  de 
los  principios  establecidos  en  el  art.  12  de  la 
Constitución,  principalmente  en  lo  que  se  refiere 
a  la  finalidad  y  alcance  de  la  libertad  de  ense- 
ñanza y  de  las  facultades  y  funciones  del  Estado 
en  la  misma. 

Son  éstos  puntos  que  han  dado  lugar  a  mayo- 
res divergencias  de  criterio.  Sin  duda  por  no  ha- 
berse fijado  bien  los  términos  de  la  cuestión,  o 
por  no  haberse  determinado  claramente  el  ver- 
dadero concepto  de  la  libertad  de  enseñanza,  lo 
cierto  es  que  en  el  momento  presente,  con  el 
mismo  empeño  y  convencimiento  sostienen  unos 
que  hoy  la  libertad  de  enseñanza  es  letra  muer- 
ta y  precepto  totalmente  ineficaz,  como  otros  en- 
tendemos, como  la  mayor  parte  de  mis  anteceso- 
res, y  yo  mismo,  que  al  dictar  las  disposiciones 
que  regulan  este  principio,  en  nada  se  ha  me- 
noscabado lo  fundamental  de  su  contenido.  La 
íntima  relación  que  debe  existir  entre  la  costum- 
bre, entre  el  hecho  social  y  la  ley,  hace  que 
cuando  se  pierde  de  vista  esta  conexión,  se  pue- 
da caer  fácilmente  en  los  mayores  extravíos. 
Querer  aplicar  a  España  el  principio  anglo-sajón 
de  la  libertad  de  enseñanza,  reducir  a  su  míni- 
mum la  misión  del  Estado,  llevando  a  su  máxi- 
mum la  de  la  iniciativa  privada,  cuando  nuestras 
costumbres  son  tan  distintas,  nuestro  régimen 
actual  tan  diferente,  nuestras  condiciones  de  raza 
tan  diversas,  sería  olvidar  la  realidad  e  inferir 


144       ANTÓN   DEL   OLMET.— TORRfiS   BERNAL 

grave  daño  a  este  mismo  principio  de  libertad ' 
Por  eso  entre  nostros,  a  la  hora  presente,  para 
poder  dar  condiciones  de  desarrollo  a  este  prin- 
cipio, se  hace  preciso  robustecer  en  el  mayor 
grado  posible  las  corporaciones  oficiales,  para 
que  una  vez  que  éstas  adquieran  su  más  comple- 
to desenvolvimiento  y  alcancen  el  más  alto  con- 
cepto de  prestigio  y  autoridad,  puedan  adquirir 
condiciones  de  vida  autónoma,  a  fin  de  que  vaya 
después  gradualmente  el  Estado  inhibiéndose  de 
la  función  de  la  enseñanza,  y  se  pueda  conse- 
guir, por  la  propaganda  y  el  ejemplo  que  estos 
Cuerpos  dan,  que  la  iniciativa  individual  venga  a 
llenar  por  completo  el  cumplimiento  de  este  fin 
que  no  es  esencial  del  Estado. 

*  itf  * 

A  no  pocas  deducciones  se  presta  el  fenómeno 
verdaderamente  singular  que  en  los  actuales 
momentos  se  observa.  Al  mismo  tiempo  que  to- 
dos los  principios  fundamentales  de  nuestras 
libertades  públicas  son  combatidos  por  la  escue- 
la conservadora,  o  admitidos  a  forítori,  para 
después  a  toda  hora  escarnecerlos,  proclamando 
sus  defectos  y  ocultando  sus  ventajas,  los  parti- 
darios más  extremados  de  esta  escuela  defienden 
con  verdadero  ardor  y  como  doctrina  propia  el 
principio  de  libertad  en  lo  que  se  relaciona  con 
la  enseñanza.  Yo  entiendo,  y  no  puede  atribuirse 
a  exceso  de  malicia,  que  si  los  enemigos  de  la 


CONDE    DE   ROMANONES  I45 

libertad  defienden  con  tanta  insistencia  la  de  en- 
señanza, será  seguramente  porque  ésta  habrá  de 
beneficiar  sus  propios  intereses.  Por  eso  no  po- 
demos incautamente  dejarnos  seducir  por  el  ar- 
gumento que  en  nombre  de  la  libertad  hacen,  de 
que  el  Estado  debe  en  la  hora  presente  favore- 
cer, dejándolos  sin  freno  de  ninguna  clase  entre*-* 
gados  por  completo  a  su  autonomía,  a  los  esta-^ 
blecimientos  de  enseñanza  creados  por  la  inicia* 
tiva  particular. 

Pero  sea  cualquiera  el  grado  de  extensión  con' 
que  se  ha  de  llevar  al  futuro  código  fundamen- 
tal de  la  Instrucción  pública  la  facultad  para  la 
ciudadanía  española  de  fundar,  dirigir  y  soste- 
ner los  establecimientos  de  enseñanza,  no  caben 
dudas  ni  vacilaciones  de  ningún  género  en  cuan- 
to a  la  necesidad  suprema  de  consagrar  y  confir- 
mar una  ve?;  más  cuanto  se  refiere  al  derecho 
que  el  Estado  se  reserva  respecto  a  la  colación 
de  grados,  derecho  para  él  tan  fundamental  y 
necesario  como  lo  es,  por  ejemplo,  el  de  la  acu- 
ñación de  la  moneda. 

En  esta  facultad,  que  el  Estado  tiene  que  con- 
servar por  entero  y  sin  limitación  alguna;  que 
constituye,  a  no  dudarlo,  el  principio  sustancial 
en  que  ha  de  descansar  toda  nuestra  instrucción 
pública,  están  conformes  los  partidarios  de  las 
más  opuestas  escuelas,  y  por  tanto  la  concordia 
en  este  punto  habrá  de  ser  facilísima.  Mayor  di- 
ficultad hnhr.á  C.'^  encontrarse  cuando  se  abórde- 
lo 


146   ANTÓN  DEL  OLMET.— TORRES  BERNAL 

el  problema  relativo  al  cumplimiento  de  lo  ins- 
tatuído  en  el  apartado  último  del  art.  12,  o  sea 
en  lo  que  se  refiere  a  la  determinación  de  los 
deberes  de  los  profesores,  y  a  las  reglas  a  que 
ha  de  sometrse  la  enseñanza  en  los  estableci- 
mientos oficiales  de  instrucción  pública;  pero  es- 
toy seguro  de  que  el  Profesorado  español,  por 
los  actos  de  su  conducta,  sabrá  hacerse  acreedor 
a  la  confianza  verdaderamente  omnímoda  que 
en  sus  funciones  en  la  hora  presente  ha  deposi- 
tado el  Estado,  y  sabrá  imponer  a  todos  esta 
misma  confianza. 

El  proyecto  de  ley  de  Instrucción  pública  que 
ha  de  someterse  a  la  deliberación  de  las  Cortes, 
no  puede  reducirse  tan  sólo  a  unificar  y  reunir 
lo  que  actualmente  está  disperso;  es  preciso  que 
en  él  se  desarrollen  las  ideas  fundamentales;  es 
preciso  que  se  fije,  como  antes  decía,  la  orienta- 
ción general  de  nuestra  enseñanza;  pero  sería 
cerrar  los  ojos  a  la  evidencia  el  creer  que  puede 
ni  intentarse  siquiera  obra  tan  magna  sin  una 
amplia,  amplísima  transacción  previa,  no  ya  sólo 
entre  todos  los  elementos  que  concurren  a  la 
obra  de  la  cultura,  sino  entre  todas  las  escuelas 
y  partidos  políticos.  Una  ley  de  enseñanza  no 
puede  ni  debe  improvisarse  como  una  ley  de  ca- 
rácter político;  es  necesario  que  se  conciba  y  se 
establezca  sin  espíritu  alguno  de  bandería,  pues- 
ta la  vista  muy  en  lo  alto,  fija  tan  sólo  en  lo  que 
constituye  el  supremo  interés  de  toda  la  Nación; 


CONDE   DE   ROMANONES  1 47 

sin  este  amplio  espíritu  de  concordia  no  debe 
acometerse  tal  obra,  no  pueden  darse  siquiera 
los  primeros  pasos  en  el  camino  que  se  ha  de 
recorrer.  Por  eso  se  intenta  en  la  hora  presente, 
con  la  convicción  de  que  se  trata  de  una  obra 
de  pacificación  y  de  armonía  entre  todas  las  as- 
piraciones y  entre  todos  los  intereses  legítimos, 
y  que  el  Gobierno  puede  contar  de  antemano 
con  la  cooperación  de  todas  las  voluntades  e  in- 
teligencias, aunque  ellas  procedan  de  los  más 
opuestos  campos  y  convivan  en  las  más  opues- 
tas escuelas. 

«  •  » 

Aparte  de  esta  obra  total  de  codificación  en 
materia  de  enseñanza,  en  ocasión  muy  próxima 
pienso  presentar  a  la  sanción  de  las  Cortes,  pre- 
via la  venia  de  S.  M.,  un  proyecto  regulando  las 
condiciones  en  que  han  de  vivir  las  Facultades 
llamadas  libres. 

Los  privilegios  otorgados  a  los  establecimien- 
tos no  oficiales  dedicados  a  las  enseñanzas  uni- 
versitarias han  sido  de  tal  índole,  constituyen 
una  transgresión  tan  completa  de  los  preceptos 
legales  vigentes,  que  es  hora  ya  de  ponerles  de- 
finitiva corrección.  Y  digo  que  hay  que  impo- 
nerles terminante  correctivo,  porque  las  dispo- 
siciones contenidas  en  el  último  Decreto  sobre 
exámenes  vienen  a  limitar  el  régimen  abusivo 
en  que  vivían.  Y  con  no  menos  premura  se  re- 
quiere que  los  establecimientos  de  enseñanza 


148   ANTÓN  DEL  OLMET.— TORRES  BCRNAL 

sostenidos  por  las  Diputaciones  y  Ayuntamien- 
tos amolden  en  absoluto  su  organización  a  la  de 
los  estudios  similares  costeados  por  el  Estado  y 
ofrezcan  la  garantía  conveniente  para  evitar  los 
abusos  que  hoy  perduran. 

A  este  fin  me  propongo,  repito,  presentar  a 
las  Cortes  un  proyecto  de  ley,  partiendo  de  los 
principios  fundamentales  del  Decreto  de  29  de 
julio  de  1874,  para  que  desarrollándose  dentro 
de  la  verdadera  libertad  de  enseñanza  no  se  con- 
funda ésta  con  la  profesional,  y  reservándose 
siempre  el  Estado  la  colación  de  los  grados  aca- 
démicos, se  den  facilidades  a  las  Corporaciones 
locales,  a  las  Asociaciones  y  hasta  a  los  indivi- 
duos para  que  desenvuelvan  sus  iniciativas  en 
la  creación  de  establecimientos  de  enseñanza. 

Además  de  estos  proyectos,  en  plazo  no  lejano 
presentaré  el  que  se  refiere  a  la  organización  de 
las  Universidades. 

Es  necesario  que  éstas,  volviendo  a  ser  lo  que 
fueron,  sean,  a  la  vez  que  escuelas  profesiona- 
les, centros  pedagógicos  y  de  cultura  nacional;  y 
para  que  la  Universidad  cumpla  la  totalidad  de 
sus  fines,  para  que  pueda  ir  evolucionando  en  el 
sentido  ya  dicho  de  sustituir  la  acción  oficial  por 
la  acción  social,  es  preciso  reconocerlas  para  su 
administración  y  régimen  el  carácter  de  perso- 
nas jurídicas,  tal  y  como  éstas  se  hallan  defini- 
das en  el  Código  civil;  es  necesario  que  ellas  ad- 
ministren sus  fondos^  formen  su  presupuesto 


CONDE    DE    ROMA NONES  I 49 

anual,  y  lo  es  también  que  las  Facultades  y  Es- 
cuelas a  ellas  agregadas  sean,  del  propio  modo, 
personas  jurídicas,  para  que  puedan  gobernarse 
y  regirse  por  sí  propias. 

Enaltecida  la  personalidad  de  las  Universida- 
des, a  ellas  corresponderá  en  primer  término  la 
misión  de  fomentar  las  iniciativas  individuales, 
para  que,  a  semejanza  de  lo  que  acontece  en 
otros  países,  los  poseedores  de  grandes  fortunas 
puedan  dejar  grato  recuerdo  de  su  paso  por  el 
mundo,  dedicando  parte  de  su  caudal  a  la  im- 
plantación de  aquellos  centrtts  e  instituciones 
docentes  necesarios  para  el  desarrollo  de  la  cul- 
tura general  de  su  país. 

Claro  es  que  estas  reformas  que  se  refieren  a 
la  reorganización  del  régimen  universitario  no 
pueden  plantearse  de  una  vez,  sino  que  deberán 
irse  desarrollando  gradualmente  a  me  (a.  que 
la  transformación  de  su  personalidad  lo  le- 
quiera. 

Formado  así  el  concepto  de  la  Universidad, 
debe  intentar  todos  los  medios  posibles  para  la 
realización  de  sus  fines  educativos  en  sus  tres 
aspectos:  enseñar,  instruir  y  educar;  a  ella  debe 
estar  confiada  por  completo  la  obra  de  la  cultura 
general  del  país,  y  a  ella  acudo  en  estos  momen- 
tos, confiado,  seguro  de  que  poseída  de  verdade- 
ro entusiasmo,  dándose  cuenta  exacta  de  las  res- 
ponsabilidades que  sobre  sí  pesan  y  las  obliga- 
ciones que  contrae  ante  el  país,  sabrá  responder 


150   ANTÓN  DFL  OI.MET.— TORRES  BERNAL 

a  la  confianza  depositada,  difundiendo  la  instruc- 
ción entre  todas  las  clases  sociales,  formando  a 
la  juventud  con  aquellas  condiciones  de  capaci- 
dad necesarias  para  la  realización  de  sus  fines 
dentro  de  las  exigencias  de  la  vida  moderna. 
Debe  procurar  el  mayor  desarrollo  de  los  cono- 
cimientos que  constituyen  la  base  de  las  espe- 
cialidades científicas  y  profesionales.  No  impor- 
ta que,  puesta  la  vista  en  el  pasado,  procure 
conservar,  dándoles  la  mayor  solidez  posible, 
único  medio  de  que  sean  útiles,  los  estudios  clá- 
sicos, estudios  que  constituirán  en  todo  tiempo 
la  verdadera  aristocracia  de  la  cultura  de  los 
pueblos.  Yo,  defensor  entusiasta  de  la  llamada 
enseñanza  moderna,  que  creo  se  impone  a  todos 
como  una  verdadera  ley  de  vida,  no  quiero  que 
mi  país  deje  por  eso  de  trabajar  en  el  estudio  y 
perfeccionamiento  de  su  literatura  y  de  sus  ar- 
tes. Yo  no  concibo  nada  más  triste  que  una  na- 
ción sin  tradición  literaria,  que  una  nación  sin 
historia  artística:  una  España  así  no  sería  Espa- 
ña; pero  hay  que  fijar,  principalmente  en  estos 
momentos,  la  atención  en  el  desarrollo  de  las 
enseñanzas  técnicas,  porque  en  ellas  más  que  en 
ningunas  otras  puede  encontrarse  la  regenera- 
ción de  nuestra  Patria. 

Es  necesario  elevar  la  cultura  general  como 
medio  de  aumentar  la  capacidad  de  las  clases 
productoras,  porque  de  la  capacidad  de  estas 
clases  depende  el  mayor  grado  de  riqueza  y 


CONDE   DE    ROMANONES  I5I 

prosperidad  de  los  pueblos.  Cuando  se  instruye 
al  labrador,  no  se  realiza  sólo  una  obra  de  cultu- 
ra, sino  que  se  aumenta  también  la  producción 
de  la  riqueza  agrícola;  cuando  se  extienden  los 
conocimientos  del  industrial  y  del  comerciante, 
no  es  la  obra  de  cultura  la  única  que  se  realiza, 
sino  que  a  la  par  se  ensancha  la  industria  y  se 
desarrolla  el  comercio.  Los  grandes  movimien- 
tos industriales  y  mercantiles  realizados  en  el 
mundo,  de  los  que  principalmente  da  ejemplo 
vigorosísimo  la  América  del  Norte,  son  debidos 
a  la  instrucción  del  obrero  y  a  la  aplicación  de 
las  ciencias  y  de  las  artes  a  los  oficios  manuales. 
En  la  lucha  gigantesca  entablada  a  la  hora  pre- 
sente en  el  terreno  de  los  productos  manufactu- 
rados entre  Inglaterra,  Alemania  y  los  Estados 
UnidoS;  llevan  la  ventaja  y  la  superioridad  éstos, 
precisamente  por  el  desarrollo  que  han  sabido 
dar  a  las  enseñanzas  técnicas  y  a  la  cultura  de 
sus  obreros. 

Pero  la  Universidad  sola  no  puede  realizar, 
por  mucho  que  sea  su  esfuerzo  y  grande  su  vo- 
luntad, esta  inmensa  obra  de  transformación  so- 
cial; se  requiere  también  para  ello  el  concurso  y 
la  cooperación  de  la  juventud  española,  y  a  ella 
me  dirijo  principalmente  en  este  instante,  dicién* 
dola:  es  menester  que  empleéis  el  tiempo  de 
vuestros  estudios  en  forma  que  cada  uno  de  vos- 
otros represente  una  verdadera  fuerza  útil  para 
vosotros  mismos  y  útil  para  vuestra  Patria;  es 


152        ANTÓN    DEL   OLMLT. — TORRES    BERNAL 

necesario,  ante  todo  y  sobre  todo,  que  seáis 
hombres,  hombres  aptos  para  la  lucha  por  la 
vida,  cosa  que  no  es  hoy  tan  fácil  como  se  cree; 
también  que  dirijáis  todos  vuestros  esfuerzos  a 
hacer  resaltar  vuestra  personalidad;  en  suma: 
que  seáis  individuos  independientes,  capaces  de 
realizar  una  vida  de  trabajo,  cuya  recompensa  es 
por  todos  conceptos  más  agradable  que  la  de 
aquella  otra  sometida  a  la  merced  del  Estado;  es 
indispensable  que  desechéis  todo  cuanto  encon- 
tréis en  vosotros  de  apatía  y  de  indiferencia; 
fortaleced  vuestra  voluntad,  despertad  vuestras 
energías,  y  eso  sólo  lo  podréis  conseguir  apro- 
vechando los  años  que  vais  a  vivir  bajo  la  tutela 
de  la  Universidad,  durante  el  tiempo  que  habréis 
de  permanecer  aquí^  y  que  no  debéis  desear 
abreviar;  poned  la  mira  en  saber,  y  saber  mu- 
cho, único  medio  para  que  dentro  de  la  sociedad 
podáis  ser  considerados;  no  os  fijéis  en  la  obten- 
ción de  los  títulos  académicos  como  medio  de 
conseguir  un  destino,  como  medio  para  ser  fun- 
cionarios del  Estado.  Esto  ya  ha  concluido:  el  pri- 
vilegio concedido  en  1876,  ha  sido  reducido;  ya 
en  adelante  no  podrá  subsistir  de  una  manera 
importante,  y  la  nueva  ley  de  empleados  es  se- 
guro que  cerrará  definitivamente  las  puertas, 
antes  abiertas  para  entrar  por  asalto  y  merced  al 
favor  ministerial  en  la  de  la  Administración  pú- 
blica. 
Y  al  expresarme  en  este  sentido,  no  me  dirijo 


CONDK    DE    ROMANONES  I53 

solamente  a  vosotros,  sino  que  me  dirijo  también 
a  vuestros  padres.  Comete  un  grave  error  de 
cálculo  aquel  que  emprende  unos  estudios,  cuya 
duración  es  larga  y  costosa,  con  el  solo  fin  de 
obtener  después,  y  con  la  esperanza  del  favor» 
un  destino  misérrimo.  Capitalizad  vuestro  traba- 
jo, vuestro  tiempo  y  el  dinero  empleado,  y  ve- 
réis que  habéis  hecho  un  negocio  ruinoso.  ¿Cuál 
va  a  ser  en  definitiva  el  destino  de  los  4.500  ba- 
chilleres, de  los  780  abogados,  de  los  470  médi- 
cos que  han  terminado  sus  estudios  en  este  cur- 
so? Reflexionad  sobre  ello  los  que  me  escucháis, 
vosotros  los  que  empezáis  hoy,  y  apartaos  por 
completo  de  este  camino  y  no  contribuyáis  por 
más  tiempo  a  vuestra  propia  desgracia,  que  a  la 
par  es  la  desgracia  de  vuestra  Patria;  tened  fe 
en  el  porvenir,  que  debe  presentarse  para  vos- 
otros lleno  de  esperanzas;  tened  fe  en  la  España 
nueva,  y  no  hagáis  caso  de  aquellos  pesimistas 
que  os  hablan  de  un  próximo  fin  de  nuestra  na- 
cionalidad; preparaos,  por  el  contrario,  para 
contribuir  a  que  las  páginas  venideras  de  nues- 
tra Historia  perpetúen  vuestros  nombres  como 
los  de  sucesores  dignos  de  nuestro  glorioso  pasa- 
do; ayudadnos,  en  una  palabra,  a  preparar  den- 
tro de  la  Universidad,  con  desinterés  y  con  ener- 
gías, en  el  amor  a  la  ciencia  y  con  el  culto  al 
trabajo,  la  España  de  mañana. 
He  dicho. 


154        ANTÓN    DEL    OLMET.  — TORRF-S    BERNAL 

5  de  octubre  de  1901.  En  el  Consejo  de  Mi- 
nistros celebrado  en  esta  fecha,  se  aprobó  el 
proyecto  del  ministro  de  Instrucción  pública, 
señor  conde  de  Romanones,  para  que  las  obli- 
gaciones de  primera  enseñanza  queden  a  cargo 
del  Estado. 

La  forma  de  reintegrarse  el  Tesoro  quedó 
también  acordada,  efectuándolo  con  el  16  por  100 
de  recargo  sobre  las  contribuciones  que  los 
Ayuntamientos  perciben. 

Manifestó  el  conde  en  esta  fecha  su  propósito 
de  que  no  hubiera  maestro  con  sueldo  inferior  a 
500  pesetas,  ya  que,  por  otra  parte,  se  propo- 
nía ser  escrupuloso  al  exigir  a  dichos  funciona- 
rios el  cumplimiento  de  sus  deberes. 

Con  estas  reformas,  el  presupuesto  de  Instruc- 
ción pública  resultaba  elevado  a  unos  46  millo- 
nes de  pesetas. 

—En  la  sesión  del  8  de  noviembre  de  1901, 
contestando  al  arzobispo  de  Sevilla,  hizo  el  se- 
ñor conde  de  Romanones  otro  gran  discurso  que 
mereció  grandes  elogios  de  la  mayor  parte  de 
los  senadores  que  asistían  a  la  sesión. 

Para  final  de  su  discurso  dijo,  recogiendo  una 
frase  del  citado  arzobispo,  que  precisamente 
porque  cuando  alguien  quiere  apoderarse  de  un 
pueblo  se  apodera  de  la  enseñanza,  es  por  lo 
que  ha  querido  que  ésta  se  eleve  sobre  bases 
liberales. 

— Otra  de  las  más  brillantes  intervenciones 


CONDE   DE    ROM  ANONES  1 55 

parlamentarias  del  señor  conde  de  Romanones, 
durante  esta  primera  etapa  ministerial,  fué  su 
contestación  al  señor  García  Alix,  que  había 
consumido  el  primer  turno  en  contra  del  capítulo 
primero  del  presupuesto  de  Instrucción  Pública. 

Sostuvo  S.  E.  que  la  enseñanza,  en  su  parte 
fundamental,  tiene  que  ser  dogma  de  partido, 
incitando  por  ello  al  señor  Silvela  para  que  ex- 
pusiera el  criterio  del  partido  conservador. 

No  hay  que  confundir  —  dijo  — la  enseñanza 
libre  con  la  libertad  de  enseñanza,  que  yo  siem- 
pre he  defendido.  Esa  enseñanza  privada  era 
una  máquina  de  fabricar  alumnos  sólo  para  cum- 
plir. (Muy  bien,  muy  bien.)  Había,  y  yo  lo  he 
hecho,  que  terminar  con  las  comisiones  de  cole- 
gios particulares. 

Se  daba  el  caso  de  estar  las  aulas  oficiales 
casi  desiertas.  Con  mi  decreto,  la  matrícula  ofi- 
cial ha  aumentado  extraordinariamente. 

Defiende  la  absorción  por  el  Estado  de  las 
atribuciones  de  la  enseñanza,  sin  que  le  conven- 
zan en  este  punto  los  ejemplos  de  otros  países. 

El  Estado  no  puede  abandonar  la  enseñanza, 
porque  tendría  consecuencias  aterradoras,  es- 
pecialmente para  los  verdaderos  amantes  de  la 
libertad. 

Aun  siendo  insuficiente  el  presupuesto,  hay 
que  reconocer  que  representa  un  adelanto  con 
respecto  a  los  anteriores,  y  es  el  pago  a  los 
maestros  por  el  Estado. 


156        ArJTÓN    DEI.    OJM-  T.— TORRES    BERNAL 

Esta  reforma  la  hice  cuestión  de  gabinete,  y 
debo  declarar  ahora  solemnemente  que  estoy 
agradecidísimo  al  ministro  de  Hacienda  por  la 
valiosísima  ayuda  que  me  ha  prestado. 

Afirma  que  la  Iglesia  no  tiene  misión  ninguna 
que  realizar  en  la  enseñanza,  opinión  que  tam- 
bién sostuvo  el  señor  García  Alix.  Bueno  será 
que  esto  conste,  porque  si  es  esa  la  opinión  del 
partido  conservador,  tengo  el  gusto  de  ir  en 
buena  compañía  y  me  congratulo  de  tal  unidad 
de  criterio.  (Muy  bien,  muy  bien.) 


Ministro  por  segunda  vez. 

El  día  II  de  marzo  de  1902  surgió  la  crisis, 
que  tardó  ocho  días  en  resolverse. 

Ratificados  los  poderes  al  señor  Sagasta,  éste 
reconstituyó  el  Ministerio,  quedando  en  la  car- 
tera de  Instrucción  pública  nuestro  biografiado, 
quien  juró  el  cargo  por  segunda  vez  el  día  19 
del  referido  mes. 

El  nuevo  Gobierno  quedaba  constituido  así: 

Presidencia,  Sagasta. 

Estado,  duque  de  Almodóvar  del  Río. 

Guerra,  Weyler. 

Marina,  duque  de  Veragua. 

Gracia  y  Justicia,  Montilla. 

Hacienda,  Rodrigáñez. 

Gobernación»  Moret. 


CONDE    DE    ROMANONES  I57 

Instrucción  pública,  conde  de  Romanones. 

Obras  públicas,  Canalejas. 

—Entre  los  actos  realizadospor  el  señor  conde 
dtí  Romanones  en  el  desempeño  de  la  cartera 
de  Instrucción  pública,  debe  figurar,  por  su  im- 
portancia, el  viaje  a  Tarrasa  en  mayo  de  1912. 

Fué  a  inaugurar  las  obras  de  una  Escuela  de 
Artes  e  Industrias  y  tuvo  un  éxito  personalísimo 
que  nadie  pudo  regatearle. 

Como  nota  característica  conviene  consignar 
la  nota  monárquica  dada  por  el  alcalde  de  Bar- 
celona, quien  después  de  mostrar  su  españolis- 
mo en  los  brindis,  invitó  a  S.  E.  a  hacer  un  viaje 
a  la  ciudad  condal. 

— Con  objeto  de  inaugurar  la  Escuela  Superior 
de  Valencia,  el  señor  conde  de  Romanones  hizo 
en  la  segunda  decena  de  enero  de  1902  un  viaje 
oficial  a  la  capital  levantina. 

La  ciudad  del  Turía  hizo  a  nuestro  insigne 
biografiado  un  recibimiento  entusiasta. 

Su  Excelencia  pronunció  en  los  diferentes  ac- 
tos a  que  asistió  elocuentes  discursos,  que  fue- 
ron muy  aplaudidos. 

—Para  conmemorar  la  mayoría  de  edad  de 
Su  Majestad  el  Rey  Don  Alfonso  XIII,  se  cele- 
bró el  24  de  mayo  de  1902  un  solemne  festival 
académico  en  el  Palacio  de  la  Biblioteca  Na- 
eional. 

Fué  el  señor  conde  de  Romanones,  por  su 
sondición  de  ministro  de  Instrucción  pública,  el 


158   ANTÓN  DEL  OLMET.— TORRES  BERNAL 

encargado  de  presentar  al  Soberano  en  tal  so- 
lemnidad a  las  Academias  y  Universidades. 
Hízolo  con  el  siguiente  discurso: 

Señor: 

Alzanse  en  la  edad  moderna  los  Tronos  y  ios 
Monarcas,  no  ataviados  con  los  férreos  atributos 
que  en  otro  tiempo  daban  idea  material  y  tangi- 
ble de  su  poder,  sino  con  aquellas  galanas  ves- 
tiduras con  que  los  adorna  cuanto  es  en  las  na- 
ciones progresivas,  en  los  pueblos  enamorados 
de  un  ideal  de  bienandanzas  y  de  paz,  eflores- 
cencio  del  espíritu,  aroma  de  la  cultura,  áurea 
luz  emanada  del  pensamiento  y  del  saber. 

No  permanece,  Señor,  la  Monarquía  española 
extraña  a  ese  vivificador  movimiento  intelectual 
que  satura  el  ambiente  del  mundo  culto  contem- 
poráneo. El  alma  patria  ha  renacido,  ha  desper- 
tado tras  largo  sueño,  y  al  incorporarse,  al  alzar- 
se en  demanda  de  luz  que  la  oriente  y  guíe  por 
los  horizontes  de  un  porvenir  siempre  incierto, 
ha  vuelto  el  pensamiento  a  las  horas  de  sus  gran- 
dezas pasadas,  anhelando  ser  en  lo  moderno  ia 
continuadora  de  lo  que  fué  en  lo  antiguo:  tesoro 
del  saber,  espejo  de  la  ciencia. 

Y  España,  Señor,  recuerda,  entre  los  albores 
de  una  nueva  esperanza,  que  allá  en  la  noche  de 
la  incultura  medioeval,  cuando  el  saber  humano 
huía  amedrentado  por  las  convulsiones  sangrien- 
tas de  un  mundo  roto  y  vencido,  el  mundo  latino 


CONDE    DE   ROMANONES  1 59 

fué  la  España  de  San  Leandro  y  San  Isidoro, 
que  resumieron  y  salvaron  desde  la  Sede  sevi- 
llana el  saber  de  su  tiempo;  fué  la  España  de  la 
Universidad  Salmantina  y  de  la  Universidad 
Complutense;  la  España  que  compartía  con  las 
de  París,  Oxford  y  Bolonia  el  señorío  de  la  inte- 
ligencia universal;  la  España,  en  fin,  que  desde 
los  siglos  XII  y  XIII  hasta  el  siglo  xvi,  recogió 
solícita  y  respetuosa  de  manos  de  la  Iglesia  el 
tesoro  de  la  cultura  por  ésta  custodiado  y  lo  en- 
tregó a  los  Reyes  para  que  ellos  lo  acrecentaran 
y  abrillantasen,  como  lo  hicieron. 

Señor:  Al  volver  la  vista  a  nuestro  pasado,  se 
conforta  el  ánimo;  él  nos  estimula  a  proseguir  la 
obra  emprendida  en  lo  presente  y  nos  mueve  a 
la  fe  en  lo  porvenir.  De  los  anales  de  nuestra 
historia  veneranda  recogemos  esos  nombres 
ilustres  y  esos  hechos  insignes,  mas  no  para  re- 
posar sobre  ellos,  sino  para  convertirlos  en  aci- 
cate de  nuestro  brío  y  en  poderoso  incentivo  de 
nuestra  emulación  por  igualarlos  y  aun  por  su- 
perarlos si  posible  fuera.  Y  nos  infunde  confian- 
za en  el  logro  de  ese  designio  el  contemplar  el 
cuadro  de  la  moderna  cultura  española,  que  ya 
ha  adquirido  sello  de  universalidad,  donde  se 
advierte  la  huella  de  la  solidaria  unión  con  to- 
dos los  pueblos  cultos,  que  hace  recibir  a  la  con- 
ciencia española  la  inspiración  y  las  auras  uni- 
versales, bajo  cuya  fecunda  presión  palpita  la 
humanidad  toda.  Y  unos  y  otros  avanzan  hacia 


l6o       ANTÓN    DEL    OLMET. — TORRES    BERNAL 

las  conquistas  que  más  enaltecen  a  los  hombres, 
hacia  la  exploración  de  las  tierras  vírgenes  del 
pensamiento  y  del  saber,  librando  con  terca  y 
sañuda  porfía  rudos  combates  contra  la  ignoran- 
cia. A  ellos  está  hoy  entregada  nuestra  Patria, 
con  el  noble  y  generoso  ímpetu  que  es  el  sello 
distintivo  de  la  raza  al  través  de  las  vicisitudes 
históricas. 

El  ejército  glorioso  que  tiene  empeñada  esa 
perenne  lucha  es  éste,  Señor,  que  tengo  el  honor 
de  presentaros  en  este  instante:  los  hombres  de 
la  Universidad  y  de  las  Academias,  apellidos 
ilustres  de  la  ciencia,  cuyos  timbres  y  blasones 
más  puros  y  brillantes  son  los  lauros  que  el  es- 
fuerzo de  su  espíritu  robusto  les  granjeó;  hom- 
bres absortos  en  la  investigación  de  las  grandes 
y  eternas  verdades  de  la  ciencia,  tan  absortos, 
que  muchos  de  ellos  no  sintieron  la  nieve  de  los 
años  que  caía  silenciosa  sobre  sus  cabellos  blan- 
queándolos, mientras  el  espíritu  perduraba  en- 
galanado por  la  juventud  inmarcesible,  que  es  el 
galardón  de  los  predilectos;  hombres  que  repar- 
tieron su  actividad  fecunda  y  los  jugos  vivifica- 
dores de  su  cerebro  poderoso  o  de  su  palabra 
mágica  entre  las  arduas  tareas  de  la  más  pura 
especulación  y  las  labores  fatigosas  que  con  la 
política  o  el  magisterio  reclaman  e  imponen  las 
ineludibles  realidades  de  la  vida;  hombres,  en 
fin,  Señor,  elegidos  del  arte,  sobre  cuyas  almas 
la  belleza  depositó  su  beso  fecundo,  creadores 


eONDE   DE   ROMANONES  l6l 

insignes  de  las  formas  inmortales,  que  son  para 
los  hombres  como  anticipo  de  lo  increado,  per- 
fume de  lo  divino,  trasunto  de  lo  eterno. 

Yo  os  los  presento,  Señor,  porque  ellos  vie- 
nen, en  la  fecha  solemnísima  que  celebramos,  a 
renovar  ante  la  grandeza  y  majestad  del  trono 
de  Alfonso  X,  que  hoy  ocupáis,  los  timbres  de 
su  esplendor,  y  a  impetrar  el  auxilio  que  vuestro 
augusto  poder  puede  dispensarles. 

Señor:  Las  naciones  modernas  se  acrecientan 
y  agigantan  por  la  cultura;  los  Reyes  se  enalte- 
cen por  el  amor  que  al  saber  de  sus  pueblos 
profesan.  Cuando  el  espíritu  nacional  luce  con 
intenso  resplandor,  los  Tronos  resplandecen 
abrillantados  en  medio  de  su  pompa;  los  Monar- 
cas que  legan  a  sus  pueblos  nuevos  tesoros  de 
cultura,  como  fruto  de  un  reinado  próspero,  de- 
jan en  la  historia  áureo  surco,  estela  de  gloria 
que  el  tiempo,  al  pasar,  no  amortigua,  sino  que 
aumenta  e  ilumina,  porque  sobre  su  nombre  cae 
la  gratitud  y  la  bendición  de  las  generaciones 
futuras.  Así  debe  ser  el  vuestro,  Señor;  así  será 
de  cierto;  la  Patria  lo  espera  y  nosotros  todos 
hacemos  votos  por  que  se  realicen  esas  espe- 
ranzas, para  que  la  España  futura,  continuadora 
de  la  de  ayer,  heredera  de  la  de  hoy,  alcance  en 
lo  venidero  las  alturas  excelsas  del  pensamiento 
y  del  poderío  que  la  ciencia  promete  a  cuantos 
la  buscan  y  practican  en  el  seno  de  la  hermosa 
libertad. 

11 


l62        ANTÓN    DEL    OLMET.  — TORRES    BERNAL 

— El  14  de  junio  del  mismo  año  fué  a  Barcelo- 
na para  asistir  al  entiero  del  gran  poeta  catalán 
Mosén  Jacinto  Verdaguer. 

Su  Excelencia  estuvo  en  la  Ciudad  Condal  so- 
lamente horas. 

—Pocos  días  después,  el  «9,  fué  el  conde  a 
Zamora,  acompañado  del  subsecretario  de  su 
departamento,  señor  Requejo,  para  inaugurar  las 
aulas  del  nuevo  Instituto. 

En  dicho  acto  pronunció  un  discurso  que  fué 
muy  aplaudido  y  elogiado. 

— Para  inaugurar  las  obras  del  Instituto  (4  sep- 
tiembre 902),  fué  el  conde  a  Guadalajara  acom- 
pañado del  subsecretario  señor  Requejo,  los  di- 
putados y  senadores  por  la  provincia  y  gran  nú- 
mero de  amigos  particulares. 

En  el  banquete  con  que  le  obsequiaron  pro- 
nunció un  discurso  del  que  son  las  siguientes 
palabras: 

"Sueño  en  que  no  haya  nadie  en  España  sin 
saber  leer  y  escribir;  en  que  nuestro  país  esté  a 
la  altura  de  las  naciones  privilegiadas,  y  en  una 
escuela  con  un  maestro  modelo  en  cada  pueblo. 

Todo  ello — añadió — al  amparo  de  una  hermo- 
sa y  verdadera  libertad." 


CAPITULO  XVI 


EN    LA   OPOSICIÓN 

Fundación  del  «Diario  Universal».— Muere  Sagasta.— Trabajos 
para  la  designación  de  jefe.— En  pro  de  la  unión  de  los  libe- 
rales.-Brillantes  intervenciones  parlamentarias.— Contra 
Nozaleda  y  contra  el  Concordato. 

El  año  1903  y  en  primero  de  enero,  funda  el 
conde  el  Diario  Universal  y  da  la  dirección  del 
mismo  a  aquel  gran  periodista  que  se  llamó  don 
Augusto  Suárez  de  Figueroa. 

Poco  después  el  partido  liberal  pierde  a  su 
ilustre  jefe,  el  señor  Sagasta. 

Desde  aquel  momento  el  conde  consagra  su 
actividad  a  la  obra  ardua  del  nombramiento  de 
jefe  de  los  liberales. 

Tiene,  desde  su  escaño  de  diputado,  bastantes 
intervenciones  parlamentarias  en  defensa  de  su 
magna  labor  al  frente  del  Ministerio  de  Instruc- 
ción pública. 

Firma  con  don  Fernando  Merino  la  famosa 
carta  en  que  se  pedía  la  reunión  de  una  asam- 


164       ANTÓN    DEL    OLMET. — TORRES   BERNAL 

blea  que  pusiese  fin  al  pleito  de  la  jefatura  que 
minaba  al  partido,  y  apoya  con  todo  entusiasmo 
al  señor  Moret,  cuyo  triunfo  logra  en  los  co- 
mienzos del  año  siguiente. 

Hace  en  el  año  1904  el  viaje  a  Sevilla  con  don 
Segismundo,  y  poco  después  defiende  en  el  Con- 
greso una  proposición  contra  el  nombramiento 
del  P.  Nozaleda  para  el  arzobispado  de  Valencia. 

Comenzó  su  discurso  con  estas  palabras: 

"Aquí,  con  luz  y  con  taquígrafos,  y  frente  a 
un  Gobierno  de  tanta  acometividad  como  el  que 
preside  el  señor  Maura,  es  necesario  que  se  diga 
si  sólo  los  enemigos  de  la  Religión  y  de  la  Pa- 
tria son  los  que  pueden  combatir  el  nombra- 
miento, pues  eso  no  se  puede  tolerar.* 

Demostró  con  razonamientos  de  índole  políti- 
ca, religiosa  y  jurídica,  que  en  ningún  concepto 
estaba  justificado  el  hecho,  a  no  ser  por  el  afán 
del  señor  Maura  de  ir  contra  la  corriente  y  do- 
minar las  olas  embravecidas  de  la  opinión, 

Con  don  Fernando  Merino  trabajó  en  pro  de 
ia  unión  de  los  liberales. 

Se  ocupó  en  el  Congreso  con  insistencia  del 
saneamiento  de  la  moneda  e  intervino  en  el  de- 
bate sobre  Marruecos,  tan  brillante  y  acertada- 
mente, que  creemos  oportuno  reproducir  algu- 
nos de  los  párrafos  de  aquel  discurso: 

"El  Gobierno— dijo— lo  conoce  todo,  pero  se 
escuda  con  la  reserva  diplomática,  que  ha  traído 
ios  mayores  males  a  España." 


CONDE    DE    ROMaNoNFS  165 

"Así  se  ha  dado  el  caso  de  que  España,  per 
ejemplo,  haya  estado  comprometida  durante  cin- 
co años  en  la  Triple  Alianza,  sin  que  nadie  lo 
haya  sabido,  sin  que  apenas  estuvieran  en  el  se- 
creto más  que  dos  o  tres  personas;  que  España 
no  continuara  dentro  de  la  Triple  Alianza,  con 
lo  cual  acaso  se  produjeron  gravísimos  males, 
también  por  la  reserva  de  dos  o  tres  personas, 
sin  conocimiento  ninguno,  no  ya  del  Parlamen- 
to, sino  de  aquellas  que  ocupan  las  más  altas  po- 
siciones políticas..." 

Hizo  a  continuación  historia  de  la  negociación 
que  se  entablara  tres  años  antes  por  el  partido 
liberal,  y  en  la  que  se  defendían  todos  los  inte- 
reses de  España. 

Recordó  que  el  señor  Silvela,  desde  el  banco 
azul,  declaró  que  no  podía  continuar  el  staiu 
quo  en  Marruecos  y  que  los  intereses  de  España 
estaban  con  Francia. 

"Quizá— añadió — para  la  retirada  del  señor 
Silvela  haya  influido  la  cuestión  de  Marruecos. 

^Nosotros  queremos  que  España  reclame  lo 
mismo  que  se  pedía  en  la  negociación  comenza- 
da por  el  duque  de  Almodóvar  del  Río  y  cuyo 
expediente  conoce  el  Gobierno. 

^Existen  en  esta  cuestión  dos  políticas,  como 
dijo  el  señor  Abarzuza  en  el  Senado.  Para  mí  es 
la  buena  la  del  partido  liberal,  que  estuvo  a  pun- 
to de  obtener  de  Francia  un  tratado  que  segura- 
mente no  obtendrá  el  Gobierno  actual." 


r66   ANTÓN  DEL  OLMET.— TORRES  BERNAL 

El  discurso  produjo  gran  sensación. 

Combatió  el  Concordato. 

Y  en  la  misma  legislatura  disintió  del  señor 
Moret  con  motivo  de  unas  manifestaciones  de 
éste  sobre  la  no  inserción  en  el  Diario  de  las 
Sesiones  de  un  discurso  de  don  Alejandro  Le- 
rroux. 


CAPITULO  XVII 


UNA    ETAPA    FECUNDA 


Ministro  de  Fomento.— El  viaje  a  Andalucía.— La  cartera  de 
Gobernación.— Actividad  sorprendente.- En  Gracia  y  Justi- 
cia.—La  R.  O.  del  Matrimonio  civil. 


En  junio  de  1905  el  señor  Montero  Ríos  nom- 
bra al  conde  ministro  de  Fomento. 

Atravesaba  por  entonces  Andalucía  aquella 
crisis  gravísima  que  conmovió  a  España  entera. 
Con  objeto  de  estudiarla  sobre  el  terreno  y  co- 
nocer el  mal  en  toda  su  intensidad  y  en  todos 
sus  detalles,  el  señor  conde  de  Romanones  hizo 
un  viaje  a  la  región  andaluza;  pero  no  uno  de 
esos  viajes  oficiales  en  los  qu«  el  ministro  nada 
ve,  ni  se  entera  más  que  de  aquello  que  antes  de 
abandonar  el  Ministerio  ya.  sibía,  sino  un  viaje 
de  investigación  y  de  estudio,  recorriendo  el 
campo,  visitando  cortijos,  hablando  con  los  cam- 
pesinos. Y  todo  ello  con  una  temperatura  de  cua- 
renta y  dos  y  cuarenta  y  cuatro  grados. 


l68        ANTÓN    DEL    OLMET.— TORRES    BERNAL 

Consecuencia  de  este  viaje  fué  una  magnífica 
Memoria  en  la  que  el  conde  de  Romanones,  lue- 
go de  describir  en  toda  su  crudeza  la  magnitud 
formidable  del  problema  gravísimo  que  minaba 
a  las  provincias  andaluzas,  hacía  frente  al  con- 
flicto con  la  clara  inteligencia  de  un  verdade- 
ro estadista,  señalando  todos  los  medios,  de 
conjurarlo  que  estaba  decidido  a  llevar  a  la 
práctica. 

Durante  el  tiempo  que  el  conde  permaneció 
en  este  departamento,  su  labor  no  pudo  ser  ni 
más  provechosa  ni  más  intensa.  Fomentó  con 
entusiasmo  el  crédito  agrícola,  promoviendo  la 
formación  de  sociedades  que  obtengan  la  ayuda 
del  Banco  de  España;  ordenó  la  creación  de 
campos  de  demostración  agrícola  en  todos  los 
Municipios  de  España;  creó  el  Instituto  Superior 
de  Agricultura,  Industria  y  Comercio;  logró  que 
las  Cortes  aprobasen  una  ley  de  Sindicatos  Agrí- 
colas, obra  varias  veces  intentada  y  que  las  cla- 
ses rurales  necesitaban  con  urgencia;  organizó 
una  comisión  encargada  de  estudiar  las  corrier.- 
tes  de  agua  subterráneas,  que  p'jeden  ser  en 
muchas  regiones  de  España  la  solución  del  pro- 
blema de  ri::gos,  e  hizo,  en  suma,  una  labor  tan 
Vctria  y  tan  completa  que  sólo  su  simple  enun- 
ciación convertiría  este  libro  en  un  trabajo  de- 
masiado extenso. 

No  queremos,  sn  embargo,  pasar  por  alto  la 
iniciativa  feliz  de  aquella  "Conferencia  ferro- 


CONDE   DE   ROMANONES  169 

viaria*  cuya  utilidad  fué  unánimemente  reco- 
nocida. 

Circunstancias  difíciles  de  orden  público  hi- 
cieron por  entonces  precisa  la  personalidad  del 
conde  en  el  Ministerio  de  la  Gobernación,  de 
cuya  cartera  tomó  posesión  en  los  primeros  días 
de  diciembre  del  mismo  año  1905. 

Dicha  etapa  fué  fecunda  y  una  de  las  más  ac- 
tivas del  ilustre  hombre  público  cuya  biografía 
trazamos. 

Mantuvo  el  orden  en  toda  la  nación  con  gran 
habilidad  y  energía;  hizo  un  viaje  oficial  a  Bar- 
celona de  positivo  resultado  para  el  país;  defen- 
dió en  el  Parlamento  su  gestión  con  singular 
acierto  y  sinceridad,  y  acompañó  al  rey  a  Ca- 
narias. 

Propuso  el  restablecimiento  de  las  garantías 
constitucionales  en  Cataluña ,  dando  con  ello 
una  prueba  elocuente  de  sus  ideas  liberales;  re- 
formó los  Cuerpos  de  Policía  y  Seguridad;  pre- 
sentó un  proyecto  admirable  con  un  plan  com- 
pleto de  reformas  para  Canarias,  y  otro  concien- 
zudamente estudiado  sobre  administración  lo- 
cal, lleno  de  ese  espíritu  práctico  que  caracteri- 
za toda  la  obra  de  gobernante  del  conde. 

En  julio  del  año  siguiente  (1906)  pasó  a  Gracia 
y  Justicia,  donde  también  dejó  huellas  intensas. 

Defendió  los  fueros  del  Poder  civil  y  la  rec- 
titud de  los  Tribunales  de  Justicia.  Dispuso  que 
los  autos  de  procesamiento  fuesen  reflejo  fiel  de 


170        ANTÓN    DEL    OLMET. — TORRES   BERNAL 

las  actuaciones  y  no  incógnitas  indescifrables; 
que  los  sumarios  no  se  prolongasen  innecesaria- 
mente y  que  las  empresas  periodísticas,  en  caso 
de  denuncia,  sólo  sufriesen  los  perjuicios  inevi- 
tables y  no  otros  que  pudieran  parecer  buscados 
con  intención. 

Dictó  disposiciones  para  perseguir  la  adulte- 
ración de  vinos,  y  otras  en  relación  con  la  vacu- 
na, el  uso  de  armas,  etc.,  etc. 

Con  fecha  28  de  agosto  de  1906  publicó  la  fa- 
mosa Real  orden  llamada  del  Matrimonio  civil, 
que  produjo  gran  revuelo  entre  los  elomentos 
clericales,  y  fué  objeto  de  una  gran  campaña. 

En  septiembre,  y  con  motivo  de  la  solemne 
apertura  de  los  Tribunales,  leyó  un  discurso  ad- 
mirable, en  el  que  señalaba  las  deficiencias  de 
la  Administración  de  justicia,  estudiaba  el  régi- 
men penitenciario  y  se  ocupaba  de  las  medidas 
de  represión  necesarias,  ante  las  nuevas  formas 
dé  delito,  surgidas  de  la  exaltación  de  las  ideas 
anarquistas.  Todo  ello  dentro  de  la  doctrina  libe- 
ral más  amplia. 

Poco  después  volvió  el  conde  a  la  cartera  de 
Gobernación,  en  la  que  estuvo  hasta  la  caída  del 
Gobierno  en  los  comienzos  de  1907. 


CAPITULO  XVIII 


PRESIDENTE  DEL  CONSEJO 


Nuevamente  a  Instrucción  pública.— Cuatro  meses  bien  apro- 
vechados.—La  Presidencia  del  Congreso.— La  del  Consejo 
de  Ministros. 


El  conde  de  Romanones  siente  de  tal  modo  la 
política  y  es  de  una  actividad  tan  constante,  que 
no  puede  afirmarse  de  una  manera  categórica  si 
es  en  la  oposición  o  en  el  Poder  donde  más  tra- 
baja. 

Nos  sugiere  esta  consideración  el  repaso  de 
la  inversión  dada  por  el  conde  a  los  tres  años  de 
oposición  que  siguieron  a  la  fecunda  etapa  de 
gobierno  que  en  el  capítulo  anterior  queda  so- 
meramente consignada. 

Tan  pronto  sale  del  Gobierno,  S.  E.  consagra 
especial  atención  al  cuidado  y  organización  de 
las  fuerzas  liberales.  Y  no  hay  reunión  ni  mitin 
dé  importancia  al  que  falte  su  ayuda  valiosísima. 

Realiza  una  formidable  campaña  contra  el 


172    ANTÓN  DEL  OLMET.  — TORRES  BERNAL 

proyecto  de  ley  contra  el  terrorismo,  presenta- 
do por  el  Gobierno  del  señor  Maura. 

Y  el  14  de  octubre  de  1908  se  levanta  en  su 
escaño  de  diputado  y  explana  una  de  las  más 
formidables  interpelaciones  que  se  han  oído  en 
la  Cámara  popular  sobre  la  política  económica 
del  partido  conservador. 

El  resto  de  estos  tres  años  de  oposición  los 
emplea  el  conde,  aparte  sus  siempre  brillantes 
intervenciones  parlamentarias,  en  trabajos  de 
organización  y  preparativos  de  elecciones. 

En  febrero  de  19 10,  al  formar  Gobierno  el  se- 
ñor Canalejas,  el  conde  acepta  la  cartera  de  Ins- 
trucción pública. 

Permanece  en  dicho  departamento  cuatro  me- 
ses. Y  en  dicho  tiempo  reforma  el  sistema  de 
provisión  de  cátedras  y  escuelas  especiales,  a  fin 
de  evitar  aquellas  largas  interinidades  tan  poco 
provechosas  para  la  cultura  en  general;  organiza 
la  Inspección  de  enseñanza  de  todos  los  ramos; 
modifica  los  servicios  administrativos  provincia- 
les de  la  Instrucción  primaria  y  funda  el  Centro 
de  Estudios  Históricos,  la  Escuela  de  Roma,  ei 
Instituto  Nacional  de  Ciencias  Físicas  y  Natura- 
les, la  Residencia  de  Estudiantes  y  otros,  que 
pone  todos  bv^jo  el  Patronato  de  la  Junta  para 
ampliación  de  estudios. 

A  esta  época  también  corresponden  los  decre- 
tos que  llevan  lecha  6  de  mayo  y  8  de  junio, 
dando  a  la  Escuela  Primaria  organización  gra- 


CONDE    DE    ROMANONES  I73 

duada,  declarándola  nacional  y  fijando  el  sueldo 
de  los  maestros  con  su  correspondiente  escala- 
fón que  evitaba  la  antigua  movilidad  del  Magis- 
terio, tan  poco  provechosa  para  la  enseñanza. 

Los  cuatro  millones  de  pesetas  a  que  ascendía 
la  cifra  de  este  aumento,  fueron  justificados  por 
el  conde  en  una  interesantísima  Memoria. 

Al  constituirse  las  Cortes  poco  después,  pasa 
el  conde  de  Romanones  a  ocupar,  por  derecho 
propio  de  sus  méritos  indiscutibles,  la  Presiden- 
cia del  Congreso. 

Y  desde  ese  cargo,  tan  delicado  y  tan  difícil, 
el  conde  de  Romanones  robustece  su  personali- 
dad política,  destacándose  desde  el  primer  mo- 
mento como  el  futuro  jefe  del  partido. 

Dos  años  después,  cuando  Canalejas,  en  no- 
viembre del  12,  muere  cobardemente  asesinado, 
sucede  al  gran  estadista  en  la  Presidencia  del 
Consejo  y  en  la  jefatura  del  partido. 

Da  desde  la  cabecera  del  banco  azul  nuevas 
pruebas  de  su  talento  de  gobernante  y  de  su  ha- 
bilidad parlamentaria.  Aprueba  los  presupues- 
tos. Firma  el  Tratado  Franco-Español  sobre 
Marruecos.  Y  logra  un  presupuesto  extraordi- 
nario de  trescientos  millones. 

Le  sucede  el  señor  Dato,  y  poco  después  so- 
breviene la  guerra  europea.  Esto  ocurre  el  4  de 
agosto  del  14.  Quince  días  después,  el  19,  Diario 
Universal  publica  "Neutralidades  que  matan",  al 
que  dedicamos  capítulo  aparte. 


CAPITULO  XIX 


NEUTRALIDADES  QUE  MATAN 


Texto  del  célebre  articulo,  tan  comentado  y  disentido,  y  al 
que  tanto  debió  España  el  dia  de  la  paz. 


En  esta  fecha  publicó  el  Diario  Universal  el 
célebre  artículo  "Neutralidades  que  matan". 

Advertía  el  citado  diario  que  el  artículo  no  era 
suyo,  sino  de  uno  de  sus  colaboradores,  '*de  los 
que  tienen  y  merecen  más  alta  consideración", 
pero  que  lo  publicaba  porque  consideraba  con- 
veniente en  aquellas  circunstancias  abrir  camino 
a  toda  idea  que  patrióticamente  fuese  expuesta. 

Más  tarde  el  conde  de  Romanones,  hablando 
con  los  autores  de  este  libro,  no  sólo  nos  ha  con- 
fesado la  paternidad  de  tan  ruidoso  artículo,  sino 
que  ha  ido  en  su  amabilidad  hasta  el  extremo  de 
explicarnos  dónde  y  cómo  lo  escribió. 

Fué  en  Sigüenza,  durante  uno  de  esos  días 
que  el  conde  pasa  todos  los  veranos  en  dicho 
punto,  dedicado  a  la  caza. 


176         ANTÓN  DEL  OLMET.  — TORRES    BERNAL 

El  artículo,  como  todos  los  que  el  ilustre  jefe 
del  partido  liberal  escribe,  fué  dictado  por  el 
conde  a  su  secretario  taquígrafo,  señor  Entre - 
rrías,  y  enviado  directamente  a  Diario  Universal. 

—Después,  cuando  vi  que  el  artículo  hacía 
que  se  me  fuese  el  partido — le  hemos  oído  decir 
al  señor  conde — estuve  a  punto  de  arrepentirme. 
Pero  la  satisfacción  de  haber  cumplido  con  mi 
conciencia  no  dejó  lugar  al  arrepentimiento. 

El  artículo  decía  así: 

"España,  pues,  aunque  se  proclame  otra  cosa 
desde  la  Gaceta,  está,  por  fatalidades  económi- 
cas y  geográficas,  dentro  de  la  órbita  de  acción 
de  la  Triple  inteligencia;  el  asegurar  lo  contra- 
rio es  cerrar  los  ojos  a  la  evidencia;  España, 
además,  no  puede  ser  neutral,  porque,  llegado 
el  momento  decisivo,  la  obligarían  a  dejar  de 
serlo. 

„La  neutralidad  que  no  se  apoya  en  la  propia 
fuerza,  está  a  merced  del  primero  que  siendo 
fuerte  necesite  violarla;  no  es  la  hora  oportuna 
para  hablar  de  la  indefensión  en  que  se  halla 
España.  Baleares,  Canarias,  las  rías  bajas  y  las 
altas  rías  de  Galicia,  si  pudieran  hab'ar,  si  les 
fuera  dable  quejarse,  ¡qué  cosas  diríanl,  jqué 
tremendas  imprecaciones  habríamos  de  escu- 
char! Cualquiera  de  los  beligerantes  que  necesi- 
te de  estos  puntos,  ¿quién  le  impedirá  ocuparlos? 
Y  entonces  sucederá  que  los  llamamientos  y 
protestas  del  débil  neutral  por  nadie  serán  escu- 


CONDE  DE  ROMAMONES  l^^ 

chados,  y  quedaremos  a  merced  de  los  aconteci- 
mientos sin  tener  a  quién  volver  la  vista  ni  pe- 
dir amparo  en  la  hora  de  la  suprema  angustia. 

„Si  triunfa  el  interés  germánico,  ¿se  mostrará 
agradecido  a  nuestra  neutralidad?  Seguramente 
no.  La  gratitud  es  una  palabra  que  no  tiene  sen- 
tido cuando  se  trata  del  interés  de  las  naciones. 
Germania  triunfante  aspirará  a  dominar  el  Me- 
diterráneo, no  pedirá  a  cambio  de  su  victoria  a 
Francia,  como  en  el  año  70,  la  anexión  de  una 
sola  pulgada  del  territorio  continental;  la  lección 
de  Alsacia  y  de  Lorena  no  es  para  olvidada;  pe- 
dirá como  compensación  el  litoral  africano  des- 
de Trípoli  hasta  Fernando  Póo,  y  entonces  no 
solamente  perderemos  la  esencia  de  nuestra  in- 
dependencia, que  radica  en  la  neutralidad  del 
Mediterráneo;  rota  ésta,  quedaremos  a  merced 
del  Imperio  germánico;  no  podremos  sostener 
como  nuestras,  no  podremos  substraer  a  su  codi- 
cia las  Baleares,  y  en  el  orden  económico  y  finan- 
ciero, la  mira  de  aquellas  naciones  con  cuyos 
intereses  estuvimos  compenetrados,  no  podrán 
ser  compensados  ni  substituidos  por  la  expan- 
sión germánica. 

„Por  el  contrario,  si  fuese  vencida  Alemania, 
los  vencedores  nada  tendrían  que  agradecernos; 
en  la  hora  suprema  no  tuvimos  para  ellos  ni  una 
palabra  de  consuelo;  nos  limitamos  tan  sólo  a 
proclamar  nuestra  neutralidad;  y  entonces  ellos, 
triunfantes,  procederán  a  la  variación  del  mapa 

12 


178       ANTÓN    DEL   OLMET.— TORRES  BERNAL 

de  Europa  como  crean  más  adecuado  a  sus  inte-^ 
reses. 

.fi»La  hora  es  decisiva;  hay  que  tener  el  valor 
de  las  responsabilidades  ante  los  pueblos  y  ante 
la  Historia;  la  neutralidad  es  un  convencionalis- 
mo que  sólo  puede  convencer  a  aquellos  que  se 
contentan  con  palabras  y  no  con  realidades;  es 
necesario  que  tengamos  el  valor  de  hacer  saber 
a  Inglaterra  y  a  Francia  que  con  ellas  estamos; 
que  consideramos  su  triunfo  como  el  nuestro  y 
su  vencimiento  como  propio;  entonces  España, 
si  el  resultado  de  la  contienda  es  favoi  able  para 
la  Triple  Inteligencia,  podrá  afianzar  su  posi- 
ción en  Europa,  podrá  obtener  ventajas  positi- 
vas; si  no  hace  esto,  cualquiera  que  sea  el  resul- 
tado de  la  guerra  europea,  fatalmente  habrá  de 
sufrir  muy  graves  daños. 

„La  suerte  está  echada:  no  hay  más  remedio 
que  jugarla;  la  neutralidad  no  es  un  remedio; 
por  el  contrario,  hay  neutralidades  que  matan/' 


CAPÍTULO  XX 


UN   GRAN   DISCURSO   SOBRE  REFORMAS 
MILITARES 

La  rebaja  de  edades— En  defensa  del  soldado.— El  principio 
de  selección.— Necesidad  de  la  reorganización  militar. 

Es,  sin  duda,  el  conde  de  Romanones  uno  de 
los  pocos  políticos  españoles  que  siendo  hom- 
bre civil  ha  estudiado  con  interés  el  desarrollo 
de  los  problemas  militares.  Y  es  que  el  insigne 
hombre  público  cuya  biografía  trazamos  sabe 
que  el  Ejército  es, por  ley  fatal  de  nuestra  civili- 
zación, el  factor  que  más  directamente  intervie- 
ne en  la  suerte  de  los  pueblos. 

Pero  aún  más  estimable  que  esta  atención, 
prestada  a  problema  tan  importante  como  aban- 
donado, es  la  sinceridad  y  el  valor  cívico  admi- 
rables con  que,  una  vez  estudiadas  a  fondo  estas 
cuestiones,  supo  el  insigne  político  exponer  en 
pleno  Parlamento  su  opinión,  siempre  atenta  a 
las  necesidades  más  perentorias  de  la  realidad, 


l8o        ANTÓN  DEL  OLMBT.— TORRES  BERNAL 

y  las  soluciones  que  a  su  juicio  debían  dársele. 

He  a  continuación,  y  como  prueba  de  lo  que 
decimos,  el  notabilísimo  discurso  pronunciado 
por  el  conde  en  el  Congreso  el  ii  de  noviembre 
de  1915,  siendo  jefe  del  Gobierno  el  Sr.  Dato  y 
ministro  de  la  Guerra  el  conde  del  Serrallo. 

Dice  así  la  admirable  oración: 


No  puede  discutirse  aislada- 
mente  la  rebaja  de  edades. 

,Jii^e  estado  vacilando,  señores  diputados,  si 
convendría  comenzar  esta  discusión  planteando 
una  cuestión  previa,  dirigiéndome  al  Gobierno 
para  rogarle  que  suspendiera  el  debate  que  aho- 
ra ha  comenzado,  por  entender  que  era  más 
lógico  que  el  proyecto  de  ley  de  rebaja  de  eda- 
des se  discutiera,  no  ahora,  sino  después  de  los 
otros  proyectos  que  su  señoría  ha  leído;  porque 
es  mucho  más  capital,  tratándose  de  la  organiza- 
ción militar,  el  proyecto  de  bases  presentado 
por  su  señoría  que  este  otro  de  edades,  que  no 
tiene  ningún  contenido  sustancial  y  que  es  de 
un  aspecto  interesante,  pero  secundario.  Por 
otra  parte,  este  proyecto,  que  se  refiere  a  las 
plantillas  en  el  Estado  Mayor  Central,  parece 
más  lógico  que  su  señoría  no  lo  hubiera  traído 
por  separado,  sino  al  mismo  tiempo  que  las  ba- 
ses de  organización  militar,  pues  allí  tiene  lugar 


CONDE   DE   ROMANONES  l8l 

y  su  sitio  adecuado,  cuando  hubiera  su  señoría 
de  fijar  las  demás  plantillas.  Pero  no  me  decido 
a  plantear  esta  cuestión  previa  porque,  enten- 
diendo el  Gobierno  que  las  reformas  presenta- 
das por  el  señor  ministro  de  la  Guerra  son  ur- 
gentes por  referirse  a  la  defensa  nacional,  quizá 
habría  de  producir  mal  efecto  que  esta  mino- 
ría contestara  a  esa  urgencia  planteando  una 
excepción  dilatoria.  Yo  no  quiero  excepciones 
dilatorias. 

£1  proyecto  de  rebaja  de  edades  no  puede 
discutirse  ni  examinarse  de  un  modo  aislado: 
forma  parte,  y  en  esto  seguramente  convendrá 
el  señor  ministro  de  la  Guerra,  del  total  de  las 
reformas  sometidas  a  nuestra  deliberación.  Por 
eso,  al  examinarlo,  forzosamente  tendremos  que 
referirnos  a  la  obra  total  presentada  por  el  Go- 
bierno, y,  por  lo  tanto,  al  discutirse  la  totalidad 
de  este  proyecto,  necesariamente  vamos  a  tener 
también  que  discutir  la  totalidad  de  la  obra  pre- 
sentada por  su  señoría.  Por  eso  también  hubiera 
sido  mejor  no  precipitar  esta  discusión,  porque 
tenemos  que  relacionar  la  rebaja  de  edades  con 
los  proyectos  que  leyó  su  señoría  hace  tres  días, 
y  siendo  éstos  tan  extensos,  la  Cámara  no  ha  te- 
nido tiempo  de  formar  concepto  acerca  de  ellos. 
Si  al  menos  hubiera  su  señoría  dejado  pasar  al- 
gunos días,  habríamos  podido  entrar  en  el  deba- 
te mucho  mejor  preparados. 


l8&       ANTÓN   OEU  OLMBT» — TORRES   BERNAL 


Orisfen  de  las  reformas  militares. 

Tiene  este  proyecto,  y  toda  la  obra  del  señor 
ministro  de  la  Guerra,  un  precedente  del  cual 
yo  tengo  que  derivar  todas  las  observaciones  (y 
procuraré  que  sean  brevísimas)  que  voy  a  expo- 
ner a  la  Cámara.  El  año  pasado,  en  el  mes  de 
diciembre,  su  señoría  y  el  señor  presidente  del 
Consejo  requirieron  el  concurso  de  las  minorías. 
Tuvimos  una  reunión  de  carácter  confidencial 
y  privado,  y  en  aquella  reunión,  tanto  el  señor 
presidente  del  Consejo,  como  el  señor  ministro 
de  la  Guerra,  dijeron  a  las  minorías:  "El  presu- 
puesto presentado  y  que  vamos  a  discutir  es  un 
presupuesto  muy  deficiente,  no  responde  a  las 
necesidades  del  Ejército.  Si  las  oposiciones  lo 
van  a  discutir,  quizá  en  esa  discusión  se  expon- 
gan observaciones  que  puedan  ser  contrarias  al 
interés  de  la  Patria.  Nosotros  pedimos  a  los  je- 
fes de  las  minorías  que  dejen  pasar  el  proyecto 
sin  discusión."  Su  señoría  hizo  muy  atinadas 
observaciones  acerca  de  la  organización  militar, 
que  oímos  todos  con  gran  respeto  y  considera- 
ción, y  todos,  unánimemente,  convinimos  en  de- 
jar pasar  en  silencio  el  presupuesto  del  Ministe- 
rio de  la  Guerra. 

Pero  ¿qué  significa  aquel  acto,  que  envolvía 
un  compromiso  recíproco?  Pues  era  un  pacto, 


CONDE   DE   ROMANONES  183 

un  convenio  entre  el  Gobierno  y  las  minorías; 
era  la  declaración  de  que  el  presupuesto  era  tari 
malo  que  ni  siquiera  podía  ser  reformado  y  que 
para  que  hubiera  un  presupuesto  de  Guerra 
verdad  era  necesario  presentar  antes  una  serie 
de  proyectos  de  ley  que  abarcaran  el  conjunto 
de  las  bases  sobre  las  cuales  tiene  que  desarro- 
llarse la  organización  militar. 

El  compromiso  del  Gobierno* 

Hecho  esto,  nosotros  creíamos  que  era  nece-' 
sario  consignarlo  de  una  manera  que  no  diera 
lugar  a  duda  alguna,  y  así  se  concertó  con  el 
Gobierno;  y  en  sesión  pública,  requerido  el  se- 
ñor ministro  de  la  Guerra  por  el  señor  Alba,  se 
convino  aquí  en  que  antes  que  se  leyera  un  nue- 
vo presupuesto  de  la  Guerra  se  había  de  preseri''^ 
tar  una  serie  de  reformas.  Admitido  este  princi- 
pio por  el  señor  ministro  de  la  Guerra,  el  pre-  * 
supuesto  se  aprobó  en  el  acto,  sin  que  nadie  pi-  ' 
diera  la  palabra.  Aquel  silencio  era  la  expresión 
más  elocuente  que  la  Cámara  podía  adoptar  para 
juzgar  el  presupuesto  que  aprobaba.  Y  el  pacto,  ' 
señor  ministro  de  la  Guerra,  se  consignó  en  un  ' 
artículo  del  presupuesto,  redactado  por  su  seño-  ' 
ría,  y  que  voy  a  leer: 

Art.  15  del  presupuesto,  párrafo  2.°:  «El  Gó^i* 
bierno,  en  el  plazo  más  breve  posible  (han  pasa*  ' 
do  diez  meses),  y  en  todo  caso  antes  de  que  se 


184    ANTÓN  DEL  OLMET. — TORRES  BERNAL 

discuta  un  nuevo  presupuesto,  presentará  a  las 
Cortes  proyectos  de  ley  sobre  organización  de 
un  Estado  Mayor  y  alto  mando. 

Organización  militar,  comprendiendo  las  re- 
servas y  la  instrucción  de  las  mismas. 

Plantillas  definitivas  del  Ejército. 

Estadística  y  requisición. 

Aprovisionamiento,  municiones,  vestuario,  ar- 
mamento, equipo,  atalajes,  etc.,  etc. 

Reducción  de  Centros  burocráticos. 

Fomento  de  material,  y  muy  especialmente 
de  artillería. 

Recompensas  en  tiempo  de  paz  y  en  guerra. 

Campos  de  tiro  y  maniobras. 

Nacionalización  de  industrias  militares  y  fo- ' 
mentó  de  las  fábricas  nacionales. 

Reorganización  de  la  Junta  de  Defensa  del 
Reino. 

Pensiones  que  tiendan  especialmente  a  mejo- 
rar la  situación  de  las  familias  de  los  muertos 
en  campaña. 

Igualmente  se  autoriza  al  ministro  de  la  Gue- 
rra para  cuantas  modificaciones  requiera  el  pre- 
supuesto de  su  Ministerio  para  1915,  con  el  fin 
de  que  pueda  llevar  a  cabo  las  reducciones  ofre- 
cidas de  las  cifras  votadas." 

Este  extenso  enunciado  dice  bien  claramente 
que  no  tenemos  presupuesto  de  Guerra  ni  tene- 
mos una  organización  militar  que  merezca  en 
realidad  el  nombre  de  Ejército. 


CONDE   DE   ROMANONES  tO^ 


Necesidad  de  un  estudio  detenido. 

Partiendo  de  estos  hechos  que  acabo  de  expo- 
ner, se  deduce  con  toda  lógica  que  al  examinar 
y  aprobar  las  reformas  presentadas  por  su  seño- 
ría discutimos  y  aprobamos  el  futuro  presu- 
puesto de  la  Guerra.  Por  eso  no  podemos  ir  a 
una  discusión  abstracta;  tenemos  que  relacionar 
la  discusión  de  las  reformas  presentadas  por  su 
señoría  con  el  presupuesto:  como  que  lo  vamos 
votando  al  mismo  tiempo  que  lo  vamos  discu- 
tiendo y  vamos  aprobando  las  bases  presenta- 
das por  su  señoría.  De  aquí  la  conexión  que 
tiene  que  existir  entre  la  obra  presentada  por  su 
señoría  y  los  presupuestos;  de  aquí  la  necesidad 
de  que  tengamos  que  ser  extensos  en  este  debate 
y  al  examinar  la  obra  del  señor  ministro. 

Cuando  yo  hablo  del  presupuesto  de  la  Gue- 
rra, cuando  hago  notar  los  defectos  enormes 
que  contiene,  me  conviene,  antes  de  seguir  ade- 
lante, hacer  una  declaración.  No  me  refiero  al 
presupuesto  de  Guerra  presentado  por  el  gene- 
ral Echagüe:  me  refiero  a  todos  los  presupues- 
tos anteriores,  incluso,  como  es  natural,  a  aque- 
llos presupuestos  presentados  cuando  yo  era 
presidente  del  Consejo  de  Ministros  y  durante 
el  tiempo  que  me  sentaba  en  ese  banco  como 
ministro.  Claro  es  que  se  me  objetará  que  todas 
esas  observaciones  que  yo  pueda  hacer  debí  ha- 


l86       ANTÓN   DEL   OI.MET. — TORRES   BERNAL 

cerlas  cuando  tenía  la  responsabilidad  del  Po- 
der. Esto  es  muy  cierto;  pero  esto  no  me  hará 
callar;  porque  ante  la  magnitud  de  la  obra  hay 
que  tener  el  valor  de  reconocer  y  proclamar  los 
errores,  porque  si  no  se  reconocen  nunca  se  po- 
drá rectificar  el  yerro.  (Muy  bien,  muy  bien.) 


En  Eapaña  no  ha  habido 
política  militar. 

Ha  llegado  la  hora  de  examinar  el  presupues- 
to de  la  Guerra  y  la  organización  militar  de  Es- 
paña y  de  proclamar  que  todos  los  procedimien- 
tos seguidos  hasta  ahora  para  modificarla  han 
fracasado,  señor  ministro  de  la  Guerra.  Y  no  ha 
fracasado  la  política  militar  de  España  porque, 
desgraciadamente,  España  no  ha  tenido  política 
militar  de  ninguna  clase.  ¿Quién  tiene  la  culpa 
de  que  esto  ocurra?  ¿A  quiénes  corresponde  en 
primer  término  la  responsabilidad?  Las  respon- 
sabilidades en  primer  termino  nos  corresponden 
a  nosotros  los  hombres  políticos,  a  nosotros  los 
hombres  civiles;  hemos  pecado  gravemente,  he- 
mos pecado  por  omisión:  durante  muchos  años 
se  han  dejado  pasar  los  presupuestos  de  la  Gue- 
rra sin  examinarlos;  hemos  aprobado  unas  ci- 
fras sin  saber  lo  que  había  detrás  de  ellas;  han 
venido  aquí  proyectos  del  Ministerio  de  la  Gue- 
rra y  apenas  si  se  han  discutido;  ha  habido  por 


Conde  de  romanones  187 

parte  de  todo  elemento  político  una  inhibición 
completa  de  los  grandes  problemas  militares,  y 
eso  ha  traído  como  consecuencia  la  situación 
grave  y  penosa  en  que  nos  encontramos,  y  eso 
no  puede  continuar  y  eso  no  continuará. 

For  eso  nosotros  ante  estos  proyectos  no  po- 
demos ofrecer  al  Gobierno  nuestro  silencio,  no 
podemos  ofrecer  al  Gobierno  un  debate  somero 
o  un  debate  breve;  nosotros  ofrecemos  al  Go- 
bierno nuestra  colaboración,  pero  discutiremos 
cuanto  sea  necesario  para  que  la  Cámara  forme 
un  detallado  concepto  de  la  obra  presentada  por 
el  señor  ministro,  para  que  tengamos  conciencia 
de  lo  que  votamos,  para  que  no  suceda  lo  que 
ha  sucedido  hasta  la  hora  presente.  (Muy  bien, 
muy  bien,  en  la  minoría  liberal.)  Claro  es  que 
ha  habido  excepciones:  hay  aquí  diputados  que 
han  discutido  a  fondo  el  presupuesto  de  la  Gue- 
rra; hubo  discursos  pronunciados  por  los  orado- 
res más  elocuentes  de  la  Cámara,  como  el  gran 
Salmerón,  como  el  insigne  Moret;  pero  esas 
fueron  obras  aisladas,  no  tuvieron  repercusión; 
el  ejemplo  suyo  no  se  siguió.  (El  Sr.  Burell: 
Y  Canalejas. — El  señor  ministro  de  la  Goberna- 
ción: Y  muchos  otros.)  También  el  señor  Cana- 
lejas, y  agradezco  al  señor  Burell  la  indicación 
que  me  hace;  pero  no  tuvieron  repercusión,  y 
por  eso  nos  hallamos  en  las  condiciones  en  que 
nos  encontramos. 


l88        \^~fy^   DEl.   OLMET.    -TORRES   BERNAL 


Hay  que  hacer  ambien- 
te  para   las   reformas* 

¿Por  qué  muchos  de  los  proyectos  presenta- 
dos por  los  ministros  de  la  Guerra  fracasaban? 
Fracasaban  precisamente  por  los  motivos  que 
estoy  exponiendo  ahora  a  la  Cámara:  porque 
como  aquí  no  se  discutían  los  problemas  milita- 
res, como  no  hacíamos  nada  para  que  se  forma< 
ra  un  estado  de  opinión  que  pudiera  colocarse 
detrás  defendiendo  la  obra  de  los  ministros,  los 
ministros,  que  han  sido  siempre  en  España  capi- 
tanes generales  o  tenientes  generales,  cuando 
presentaban  su  obra  al  Parlamento  no  tenían  el 
apoyo  de  la  opinión,  y  en  cambio  tenían  que  lu- 
char con  los  intereses  creados,  y  esos  intereses 
creados  les  cerraban  el  paso  por  completo  y  de 
una  manera  absoluta.  Por  eso  no  han  prospera- 
do reformas  muy  parecidas  a  las  presentadas 
por  el  señor  ministro  de  la  Guerra. 

Yo  me  temo  mucho  que  a  pesar  del  empeño 
del  Gobierno  no  prospere  la  obra  presentada 
por  su  señoría,  porque  la  opinión  no  se  forma 
más  que  con  la  difusión  de  las  ideas,  con  la  dis- 
cusión, dentro  y  fuera  del  Parlamento;  antes  de 
traer  los  proyectos  al  Parlamento,  fuera  de  él,  en 
campañas  de  Prensa.  Los  proyectos  para  los 
cuales  no  se  ha  preparado  antes  el  terreno,  con 


CONDE   DE   ROMANONES  189 

objeto  de  que  sean  conocidos  por  todo  el  mun- 
do y  puedan  ser  acogidos  después,  son  proyec- 
tos llamados  a  no  prosperar;  su  señoría  no  ha 
hecho  nada  para  que  se  formase  opinión,  ni  aun 
entre  los  militares,  y  la  opinión  de  aquellos  a 
quienes  las  reformas  han  de  afectar  principal- 
mente debía  haberse  manifestado;  era  algo  in- 
dispensable; era  una  válvula  de  expansión,  con 
la  cual  su  señoría  no  ha  contado,  y  sin  ella  pue- 
de ser  que  su  señoría  tenga  graves,  gravísimos 
disgustos. 

El  anmento  de  los  sr<uito«  de  Guerra. 

He  dicho  que  al  e.\aminar  las  reformas  de  su 
señoría  tenía  que  referirme  constantemente  al 
presupuesto.  No  temáis  que  vaya  a  entrar  en 
detalles,  porque  no  sería  oportuno  y  cansaría 
vuestra  atención;  pero  tengo  que  establecer  ba- 
ses para  desarrollar  las  ideas  que  voy  a  expo- 
ner brevemente.  Lo  primero  que  necesitamos 
saber  nosotros  los  diputados,  es  cuánto  gasta- 
mos en  el  presupuesto  de  Guerra.  No  voy  a  to- 
mar como  cifra  exacta  la  cifra  del  presupuesto, 
porque  entre  ésta  y  la  realidad  de  las  sumas 
pagadas  hay  una  diferencia  enorme.  Yo  lo  que 
quiero  es  fijar  bien  este  concepto:  lo  que  en  el 
día  de  hoy  gasta  España  en  las  atenciones  de 
Guerra  y  lo  que  ha  gastado  en  los  últimos  años. 
Para  ello  voy  a  leer  las  cifras  de  lo  pagado  por 


igO   ANTÓN  DEL  OLMET.— TORRES  BERNAL 

cuenta  del  departamento  de  Guerra  desde  1905. 

En  el  año  de  1905  se  pagaron  por  el  presu- 
puesto de  la  Península  145.569.182  pesetas. 

En  1906,  163.774.925. 

En  1907,  162.967.819. 

En  1908, 169281.367. 

En  1909,  218.207.196. 

En  1910, 216.352.648. 

En  1911,226.657.017. 

En  1912, 197.066.137. 

En  1913  se  pagaron  por  el  presupuesto  de  la 
Península  211. 895.150  pesetas,  y  por  el  de  Ma- 
rruecos, IÜI.086.40Ü,  que  hacen  un  total  de  pese- 
ta.s  312.981. 155. 

En  1914  se  pagaron  por  (^  I  presupuesto  de  la 
Península  171.912.391  pesetas,  y  por  ti  de  Ma- 
rruecos, 134.042.457,  que  hacen  un  total  de  pe- 
setas 305.954.848. 

Esta  es  la  cifra  exacta;  sin  embargo,  podría 
aumentarla  sin  que  se  me  pudiera  tachar  de  exa- 
gerado, porque  a  esta  cifra  habría  que  añadir  los 
gastos  de  la  Guardia  civil  y  de  Carabineros,  que 
importan  35  y  20  millones,  respectivamente,  y 
lo  que  se  paga  por  Clases  pasivas  militares,  que 
llegan  a  60  millones.  Es  decir,  que  lo  que  paga 
España  por  su  presupuesto  de  Guerra  asciende 
a  400  millones,  y  este  año  seguramente  la  cifra 
será  mayor.  (Expectación.)  Yo,  señor  ministro 
de  la  Guerra,  no  expongo  estas  cifras  para  pro- 
ducir ningún  efecto,  ni  tampoco  quiero  subra- 


CONDE   DS   ROMANONE5  I9I 

yarlas.  A  mí  no  me  parece  exagerado  ni  tampoco 
me  parece  reducido  el  gasto.  Claro  está  que  ex- 
traña que  en  los  diez  últimos  años  haya  aumen- 
tado el  presupuesto  de  la  Guerra  en  no  por  loo, 
y  al  ver  esto  surge  en  seguida  en  el  ánimo  el 
deseo  de  averiguar  si  al  aumento  de  no  por  loo 
en  el  presupuesto  ha  correspondido  una  mejora 
de  no  por  loo,  y  esto  es  lo  que  vamos  a  exa- 
minar. 

Forma  defectuosa  de  pre- 
sentación de  los  proyectos. 

La  cifra  del  presupuesto  de  la  Guerra  yo  creo 
que  se  determina  por  dos  factores:  por  la  nece- 
sidad mínima  de  la  defensa  nacional  y  por  la  ne- 
cesidad de  obtener  el  máximo  rendimiento  útil 
de  la  suma  que  se  gaste.  Así,  pues,  establecido 
que  gastamos,  no  ios  400  millones,  no  quiero 
apoyarme  en  esta  cifra,  sino  300  millones,  yo 
quiero  averiguar,  si  es  posible,  el  rendimiento 
útil  de  estos  300  millones;  y  claro  es  que  esto 
me  servirá  para  después  examinar  las  reformas 
de  su  señoría,  que,  como  decía  antes,  no  las  po- 
demos examinar  ni  discutir  en  abstracto,  sino 
que  las  tenemos  que  relacionar  con  el  presu- 
puesto. 

Esto  era  lo  que  yo  me  proponía:  me  proponía, 
señores  diputados,  a  mi  entender  con  buena  ló- 
gica, al  examinar  la  obra  presentada  por  su  se- 


192       ANTÓN  DEL   OLMET.— TORRES  BERNAL 

floría,  examinar  también  las  repercusiones  que 
tuviera  en  el  presupuesto,  porque  recordaba  que 
cuando  el  general  Luque  presentó  unas  refor- 
mas muy  parecidas  a  éstas,  al  propio  tiempo 
presentó  a  la  Cámara  un  anteproyecto  del  pre- 
supuesto, para  que  la  Cámara  tuviera  idea,  tu- 
viera concepto  y  noción  de  lo  que  esas  reformas 
iban  a  costar.  Su  señoría  había  leído  las  refor- 
mas el  lunes  a  primera  hora,  e  inmediatamente 
después  leyó  el  señor  ministro  de  Hacienda  el 
presupuesto;  y  al  día  siguiente  vine  yo  a  la  Cá- 
mara, y  recordando  lo  que  dispone  la  ley  gene- 
ral de  Contabilidad,  pedí  al  Negociado  corres- 
pondiente que  me  diera  el  detalle  del  presupues- 
to de  la  Guerra  por  artículos  y  capítulos  y  la 
Memoria  correspondiente.  Tardaron  en  dárme- 
lo, y  yo  insistí,  no  en  mi  curiosidad,  sino  en  mi 
necesidad  de  examinarlo,  y  al  fin  hube  de  ave- 
riguar que  se  había  dado  por  presentada  y  leída 
una  cosa  que  no  se  había  presentado  ni  leído,  y 
que  no  existía  presupuesto  de  la  Guerra.  (Ru- 
mores.) Se  habían  leído  los  resúmenes  por  capí- 
tulos y  por  artículos;  pero  ese  no  es  el  presu- 
puesto que  manda  y  dispone  el  art.  35  de  la  ley 
de  Contabilidad,  que  define  bien  los  requisitos 
que  deben  tener  los  presupuestos  que  se  pre- 
senten. Pregunté  si  había  antecedentes  de  esto, 
si  en  alguna  ocasión  en  vez  de  presupuestos  se 
había  enviado  una  hoja  en  blanco,  y  me  dijeron 
en  el  Negociado  que  no  recordaban  un  prece- 


CONDE    DE    ROMANONKS  1 93 

dente  como  éste.  (Nuevos  rumores.)  Yo  no  lo 
censuro;  pero  paréceme  que  esto,  por  parte  del 
Ministerio  de  la  Guerra,  es  una  familiaridad  ex- 
cesiva para  con  el  Parlamento. 

Claro  es  que  a  mí  se  me  dirá  que  como  este, 
presupuesto,  el  que  ha  presentado  su  señoría,/ 
contiene  la  cifra  exacta  del  presupuesto  vigente, 
su  señoría  no  tenía  necesidad  de  presentar  el 
presupuesto  ni  de  explicarlo  en  la  Memoria; 
pero  es  que  esto  no  constituye  justificación  bas- 
tante, porque  aunque  su  señoría  presentara  un 
presupuesto  idéntico,  su  señoría  estaba  en  la 
obligación  de  presentarlo  a  las  Cortes  tal  y  como 
lo  exige  la  ley  de  Contabilidad,  y  su  señoría  no 
lo  ha  hecho:"su  señoría  ha  presentado  una  hoja 
en  blanco.  Y  además,  no  podía  ser  idéntico  el 
presupuesto,  porque  su  señoría  recordará  el  pá- 
rrafo 1°  del  art.  5.°  de  este  presupuesto,  que 
dispone:  "Si  hay  bajas  en  lo  consignado  en  la 
sección  12,  "Marruecos",  esas  bajas  deben  tener 
su  repercusión  en  la  sección  4.*,  "Ministerio  de 
la  Guerra*.  Y  como  ha  habido  cambios  y  modi- 
ficaciones en  el  presupuesto  de  Guerra  en  Ma- 
rruecos, ésas  forzosamente  tienen  que  traducir- 
se en  la  sección  4.*  del  presupuesto  de  la  Pen- 
ínsula, y  por  eso  el  presupuesto  de  Guerra  para 
la  Península  para  el  año  próximo  no  puede  ser 
el  mismo  que  está  rigiendo  ahora:  eso  no  es  po- 
sible. (Aprobación  en  la  izquierda.)  ¡Ah,  esto 
indica  mucho:  esa  hoja  en  blanco  es  simbólical 

13 


194   ANTÓN  DEL  OLMET. — TORRES  BERNAL 

Eso  quiere  decir  que  como  en  el  Ministerio  de 
la  Guerra  estaban  acostumbrados  a  que  el  pre- 
supuesto de  aquel  departamento  se  aprobara  sin 
discusión,  creían  que  era  innecesario  tomarse 
un  trabajo  más.  Pero  indica  también  otra  cosa, 
y  es  que  su  señoría  no  se  ha  dado  cuenta  de  la 
importancia  que  tienen  sus  reformas;  no  se  ha 
dado  cuenta  de  que  para  nosotros  lo  principal 
son  esas  repercusiones  que  van  a  tener  en  el 
presupuesto,  por  lo  cual,  en  realidad,  nosotros 
no  podemos  discutir  estas  reformas  sin  conocer 
el  presupuesto,  y  su  señoría  no  ha  debido  pre- 
sentar el  presupuesto  en  la  forma  que  lo  ha 
hecho :  en  eso  ha  sido  su  señoría  poco  respe- 
tuoso para  la  Cámara. 


Rendimiento  de  los  gautou 
de  Guerra  en  España  y 
en    las    demás    naciones. 


Además,  el  pacto  a  que  me  he  referido,  de 
diciembre  del  año  pasado,  decía  que  el  señor 
ministro  de  la  Guerra  presentaría  una  serie  de 
proyectos  con  antelación  al  presupuesto,  con  la 
mayor  antelación  posible,  para  que  se  discutie- 
ran, y  después  de  ser  discutidos  tnvieran  su 
repercusión  en  el  presupuesto.  Y  es  que  el  se- 
ñor ministro  de  la  Guerra  tiene,  sin  duda,  de 
la  organización  militar  y  de  las  reformas  que  ha 


CONDE  DE    ROMANONES  195 

presentado,  un  concepto  completamente  distinto 
al  que  yo  tengo:  yo  no  separo  las  reformas  del 
presupuesto,  y  por  eso  insisto  en  la  necesidad 
de  que  al  discutirse  estas  reformas  esté  en  la 
Cámara  a  disposición  de  los  diputados  el  presu- 
puesto. Esa  hoja  que  su  señoría  ha  dejado  en 
blanco  es  precisamente  la  que  tiene  que  llenar 
la  voluntad  soberana  del  Parlamento  (Muy  bien), 
y  solamente  la  voluntad  del  Parlamento.  Esa 
hoja  está  a  disposición  nuestra,  y  nadie  más  que 
nuestra  voluntad  es  la  que  puede  dictar  las  cifras 
que  ha  de  contener.  (Muy  bien,  muy  bien.)  No 
es  llegada  la  hora,  lo  haremos  cuando  se  discu- 
tan otros  proyectos,  de  hablar  de  la  repercusión 
que  en  el  presupuesto  van  a  tener  las  reformas 
presentadas  por  su  señoría;  pero  si  ahora  lo 
examináramos,  veríamos  que  las  economías  que 
encierran  esas  reformas  son  solamente  aparen- 
tes, porque  en  realidad  entrañan  un  aumento  de 
gastos,  y  cuando  estuvieran  aprobadas  y  des- 
arrolladas en  el  espacio  de  los  años  que  su  seño- 
ría fíja,  en  vez  de  400  millones  gastaría  España 
en  su  Ejército  600  ó  700  millones.  (Grandes  ru- 
mores.) Decía  antes  que  lo  que  nos  interesaba 
más  era  determinar  el  rendimiento  útil  del  pre- 
supuesto, norma  y  criterio  para  examinar  las 
reformas  de  su  señoría.  Se  gastan  300  millones. 
¿En  qué  se  gastan?  ¿Qué  hay  detrás  de  esos  300 
millones?  ¿Qué  servicio,  qué  dotación,  qué  orga- 
nización? 


196   ANTÓN  DEL  OLMET. — TORRES  BERNAL 

Cualquiera  que  se  tome  el  trabajo  de  hojear 
el  presupuesto  de  la  Guerra  de  los  demás  países 
deduce  en  seguida  un  principio  que  puede  ser- 
virnos de  canon:  por  cada  millón  de  pesetas 
gastadas  debe  haber  i.ooo  hombres  y  seis  ca- 
ñones. 

Esto  sucede  en  los  ejércitos  de  la  mayoría  de 
los  países  balkánicos  y  en  Italia. 

Yo  no  voy  a  esas  cifras,  porque  se  me  dirá 
que  eso  sucede  en  países  nuevos  que  no  tienen 
las  cargas  que  nosotros;  pero  aun  no  admitiendo 
esas  cifras,  sustituyéndolas  por  la  de  800,  o,  si 
queréis,  600  hombres  y  cuatro  cañones,  que  es 
el  rendimiento  mínimo  de  todos  los  demás  pre- 
supuestos, va  a  ver  la  Cámara  qué  Ejército  ten- 
dríamos o  qué  es  lo  que  debiéramos  gastar  en  el 
que  tenemos. 

España  gasta  300  millones  de  pesetas  para 
tener —pongo  el  máximum  de  las  cifras  porque 
algunas  de  éstas  podrán  ser  discutidas— 140.000 
hombres  y  488  cañones.  Si  obtuviera  de  su  pre- 
supuesto no  ya  i.ooo  hombres,  ni  800  hombres, 
sino  sólo  600  hombres  y  cuatro  cañones  por  mi- 
llón (cifra  límite  del  menor  rendimiento  admisi- 
ble), tendríamos  180.000  hombres  y  1.200  caño- 
nes, o  sea  78.000  hombres  y  712  cañones  más  de 
los  que  hoy  tenemos.  Después  de  estas  cifras  yo 
creo  que  sería  inútil  hacer  otra  clase  de  comenta- 
rios: se  hacen  por  sí  solos. 


CONDE   DE   ROMANONCS  I97 


En  defensa  del  soldado* 

¿Y  a  qué  es  esto  debido?  Habría,  señores,  no 
para  hacer  una  exposición  de  una  hora,  para  es- 
tar hablando  meses,  si  fuéramos  a  determinar  las 
causas  por  las  cuales  el  presupuesto  de  la  Gue- 
rra español  tiene  el  mínimum  de  rendimiento  de 
todos  los  presupuestos  conocidos;  y  a  mí  me  ha 
parecido  mejor,  para  facilitar  mi  trabajo  y  evitar 
molestias  a  los  señores  diputados,  proceder  por 
el  sistema  de  eliminación.  ¿Es  que  en  España 
los  sueldos  de  los  generales,  jefes  y  oficiales  son 
superiores  a  los  que  disfrutan  en  los  demás  paí- 
ses? No:  poco  más  o  menos  son  los  mismos.  ¿Es 
que  en  España  se  destina  al  mantenimiento  de 
cada  soldado  una  cantidad  mayor  quejen  los  de- 
más países?  Todo  lo  contrario:  en  Alemania  el 
sostenimiento  de  cada  soldado  cuesta  1.300  pe- 
setas; en  Francia,   i.ooo;  en  Austria,   1.200;  en 
España,  ¡ahí,  en  España  quien  lo  paga  es  el  sol- 
dado; en  España  esa  cifra  no  llega  a  600  pesetas, 
con  lo  cual  el  soldado  no  está  bien  atendido,  el 
soldado  no  está  bien  alimentado;  cifra  que  no  se 
puede  mantener,  cuyo  aumento  nosotros  tene- 
mos que  pedir.  (Muy  bien,  ímuy  bien,  en  las  mi- 
norías.— El  señor  Iglesias:  ¡Muy  bienl— El  señor 
Soriano:  ¡Ya  era  hora  de  que  se  oyeran  estas 
cosas!— El  señor  Barriobero:  Lo  que  hay  es  que 
hacerlo  cuando  manden.) 


198       ANTÓN   DEL   OLilET.— TORRliS   BERNAL 


¿En  qué  se  invierte  el 
presupuesto  de  Guerra? 

¿Es  que  para  instruir  a  nuestro  soldado  -que 
es  lo  principal  en  el  Ejército— se  gasta  más  que 
en  otros  países?  Pues  si  examinamos  el  presu- 
puesto vemos  que  para  la  instrucción  del  soldado 
no  hay  nada,  o  apenas  nada,  ni  para  la  instruc- 
ción individual  ni  para  la  instrucción  por  unida- 
des. Nosotros  no  tenemos  campos  de  instrucción, 
no  hay  cifras  para  maniobras,  no  hay  cifras  para 
ejercicios  de  tiro  ni  para  nada  de  todo  aquello 
que  son  los  elementos  necesarios  en  los  demás 
países  a  fin  de  que  el  soldado  esté  instruido* 
Aquí  nuestros  soldados  se  instruyen  en  los  patios 
de  los  cuarteles  o  en  los  paseos  que  los  rodean» 
y  ésa  no  es  la  instrucción  militar  que  se  requiere 
hoy.  (Aprobación.) 


¿Es  que  se  gasta  en  material  de  guerra?  ¿Te- 
nemos ahora  un  material  de  guerra  tan  esplén- 
dido que  pudiéramos  hacer  economías  en  él?  Yo 
no  quiero  hablar  de  esto;  comprenderán  los 
señores  diputados  los  motivos  que  cierran  en  ab- 
soluto mis  labios:  no  quiero  decir  una  sola  pala- 
bra que  se  refiera  al  material  de  guerra.  (Rumo- 
res.) Pero,  ¡ah!,  ¿por  ventura  tendremos  prepa- 


CONDE   DE   ROM  ANONES  199 

rada  de  tal  modo  la  movilización  de  nuestro 
Ejército  que  pueda  ser  para  el  día  de  mañana 
una  ventaja  inmensa?  Tampoco  quiero  hablar 
de  la  movilización;  lo  único  que  hago  es  com- 
padecer a  los  ministros  de  la  Guerra,  a  su 
señoría  y  a  sus  antecesores,  por  las  preocupa- 
ciones gravísimas  que  habrán  tenido  en  su  espí- 
ritu cuando  hayan  pensado  en  lo  que  sería  una 
movilización  en  España. 

Sin  duda  es  que  nuestro  lujo  han  sido  los 
cuarteles;  tenemos  en  éstos  a  nuestros  soldados 
alojados  en  tales  condiciones  como  no  se  hallan 
en  ningún  país  del  mundo.  Está  bien;  al  fin 
y  al  cabo,  si  así  fuera  sería  una  compensación. 
Pero  el  estado  de  los  cuarteles  lo  conoce  toda 
España;  lo  conoce  y  lo  deplora.  Pero  ha}'  más:  el 
presupuesto  que  existe  en  Guerra  para  atender 
a  la  terminación  de  las  obras  y  edificaciones 
destinadas  a  cuarteles,  a  las  más  urgentes  y  ne- 
cesarias, asciende  a  105  millones  de  pesetas. 
Es  decir,  que  viendo  el  presupuesto  se  puede 
hacer  la  afirmación  de  que  en  esa  materia  todo 
está  por  hacer. 

Se  nos  dirá:  No  gastamos  el  dinero  en  la  ali- 
mentación del  soldado,  ni  en  su  instrucción,  ni 
en  material,  ni  en  construcción  de  cuarteles; 
pero  en  cambio  tenemos  un  sistema  de  defen- 
sas y  de  fortificaciones  que  son  el  asombro  de 
todos,  y  que  además  deben  de  dar  al  país  una 
seguridad  inmensa  de  que  su  integridad  ha  de 


200       ANTÓN   DEL  OLMET. — TORRES  BBRNAL 

ser  respetada.  No  pongo  a  esto  más  que  un 
comentario:  que  las  obras  más  urgentes  para 
fortificaciones  están  cifradas  en  el  presupuesto 
con  75  millones  de  pesetas,  y  esa  cifra  viene 
rodando  de  año  en  año  en  el  presupuesto  del 
Ministerio  de  la  Guerra;  y  cuando  se  ha  atendi- 
do a  otras  cosas  no  se  ha  atendido  a  necesidad 
ttan  perentoria  como  ésta,  sin  duda  porque  se  ha 
creído  que  las  fortificaciones   podían   esperar. 

Agreguemos  a  esto  que  25  millones  consigna 
el  presupuesto  para  aumentar  la  potencia  de 
nuestras  fábricas  nacionales  para  material  de 
guerra. 

Y  respecto  a  nuestro  sistema  de  comunicacio- 
nes, que  hoy  es  más  principal,  más  necesario, 
más  esencial  aún  que  el  sistema  de  fortificacio- 
nes, se  puede  afirmar  que  también  carecemos 
de  él. 

Las  plantíllas* 

Pero  si  no  tenemos  nada  de  esto,  tenemos  otra 
cosa  que  puede  ser  envidia  del  extranjero:  tene- 
mos unas  plantillas  con  las  que  podría  haber  su- 
ficiente para  un  Ejército  tres  veces  mayor.  (Muy 
bien.)  Ya  sé  que  a  eso  acude  su  señoría  con  su 
proyecto,  y  estoy  conforme.  El  exceso  de  plan- 
tillas de  nuestros  generales,  jefes  y  oficiales, 
que  tiene  una  explicación  bien  sencilla  y  bien 
clara  (que  su  señoría  da  en  el  preámbulo  de  su 


CONDE  DE   ROMANONES  20I 

pioyecto),  ha  producido  en  España  gravísimos 
daños;  porque  no  ha  sido  lo  peor  tener  un  nú- 
mero excesivo  de  generales,  jefes  y  oficiales;  si 
todos  hubiéramos  tenido  el  valor  de  darles  el 
sueldo  y  no  darles  ocupación,  la  cosa  no  hubiera 
tenido  tanta  transcendencia:  lo  peor  es  que  te- 
níamos que  inventar  la  ocupación,  y  por  inven- 
tarla hemos  llegado  a  una  organización  militar 
deplorabilísima,  y  por  eso  se  han  causado  males 
tan  grandes  a  España.  (Muy  bien.) 

España  es  el  único  país  del  mundo  donde  las 
reservas  están  mandadas  exclusivamente  por 
jefes  y  oficiales  de  la  escala  activa,  y  esa  es  una 
de  las  causas  de  aumento  de  personal.  En  los 
demás  países  las  reservas  tienen  una  parte  de 
jefes  en  activo  y  otra  parte,  la  mayor,  de  jefes  y 
oficiales  de  la  escala  de  reserva:  jefes  y  oficiales 
que  en  tiempo  de  paz  no  son  un  peso  para  el 
presupuesto  y  que  en  tiempo  de  guerra  están 
pagados  como  los  de  activo. 

Se  suele  decir  que  si  se  reducen  las  plantillas 
ahora,  en  caso  de  guerra  no  habría  suficiente  nú- 
mero de  jefes  y  oficiales,  y  todo  eso  que  ahora 
parece  excesivo  resultaría  muy  poco.  Es  verdad; 
ya  se  sabe  el  desgaste  que  tienen  en  la  guerra 
ios  cuadros  de  jefes  y  oficiales;  pero  es  que  si 
hubiera  una  preparación  de  reservas  suficiente 
para  darnos  las  fuentes  de  esa  oficialidad  no 
sería  necesario  tener  esos  cuadros  de  activo. 
Para  eso  se  hizo  la  ley  de  Reclutamiento^  con 


202    ANIÓN  DEL  OLMET.—  TORPES  BERNAL 

admirable  previsión,  por  el  general  Aznar,  que 
preparaba  el  medio  de  tener  oficialidad  en  la 
reserva.  Mas  para  que  esto  hubiera  sido  efectivo» 
era  precisodesenvoiver  los  principios  contenidos 
en  esa  ley,  y  su  señoría,  en  dos  años,  no  ha  he- 
cho nada  que  conduzca  a  ese  fin. 

Falta  proporción  entre  los  cuadros  y  los  con- 
tingentes. Es  también  canon  fundamental  que  no 
exista  compañía  con  menos  de  cien  hombres;  de 
este  número  no  se  puede  bajar.  Pues  en  España 
tenemos  compañías  en  cuarenta  y  tt  ntos  bata- 
llones con  cien  hombres;  luego  tenemos  un  gran 
«lúmero  de  batallones  con  70  hombres  por  com- 
pañía, y  después  tenemos  compañías  en  todos 
los  terceros  batallones  con  dos  hombres,  y  al 
lado  de  esos  dos  hombres  hay  un  cuadro  com- 
pleto de  oficialidad. 


Los  Centros  burocráticos* 

También  se  nos  puede  envidiar  por  el  lujo 
de  nuestros  Centros  burocráticos.  Tenemos  un 
Ministerio  de  la  Guerra  que  es  una  perfección, 
que  es  una  maravilla. 

En  el  Ministerio  de  la  Guerra,  desde  hace  mu- 
cho tiempo,  no  hay  más  que  el  personal  que  va 
a  conocer  el  Congreso:  un  capitán  general,  cuatro 
tenientes  generales,  ocho  generales  de  división, 
14  generales  de  brigada,  42  coroneles,  67  tenien- 


CONDE   DE   ROMANONES  2O3 

tes  coroneles,  133  comandantes,  277  capitanes; 
total:  generales,  27;  jefes  y  oficiales,  519.  (El 
señor  ministro  de  la  Guerra:  Todo  eso  lo  quito 
en  mis  reformas:  de  modo  que  ya  cuento  con  el 
voto  de  su  señoría.)  Por  eso  lo  estoy  exami- 
nando. 

Es  decir,  que  tenemos  un  personal  en  el  Mi- 
nisterio de  la  Guerra  que  yo  creo  (puede  ser  que 
la  cifra  esté  equivocada)  doble  del  personal  que 
existe  en  el  Ministerio  de  la  Guerra  del  imperio 
alemán.  Esto,  sobre  lo  cual  llamo  la  atención  de 
la  Cámara,  trae  consecuencias  muy  gravea:  una 
de  ellas,  el  afán  inmoderado  que  se  siente  por 
estar  en  Madrid,  por  vivir  en  Madrid:  no  parece 
sino  que  en  Madrid  se  vive  de  balde.  (Risas.) 
Todas  las  presiones  que  se  hacen  sobre  los  mi- 
nistros de  la  Guerra  son  para  vivir  en  Madrid, 
hasta  el  punto  de  que  después  de  haber  dado  es- 
tas cifras,  que  tengo  la  seguridad  de  que  no  se- 
rán rectificadas  por  su  señoría,  he  de  decir  que 
me  he  equivocado,  porque  hay  que  añadir  algu- 
nos otros  jefes  y  oficiales  que  están  también  en 
Madrid,  en  condiciones  de  agregados  a  ésta  o  a 
la  otra  Comisión.  De  modo  que  esos  275  puede 
que  se  aumenten  en  cien  más,  aquí  donde  existe 
en  el  Ministerio  de  la  Guerra  un  batallón  de  or- 
denanzas que  tiene  cinco  capitanes;  porque  en 
el  Ministerio  de  la  Guerra  los  ordenanzas  tienen 
que  ser  mandados  por  capitanes,  y  para  cuidar 
del  Palacio  de  Buenavista  hay  un  coronel.  (El 


204        ANTÓN    DEL   OLMET.--  TORRES   BEPNAL 

señor  ministro  de  la  Guerra:  Que  lo  quito.)  ¡Ha 
estado  demasiado  tiempo!  (Risas.) 

De  todo  esto,  señores  diputados,  se  deduce 
con  claridad  meridiana,  que  no  tenemos  un  ejér- 
cito, que  tenemos  dos^  ejércitos:  un  ejército  que 
es  el  activo,  el  verdadero  Ejército  en  la  acep- 
ción literal  de  la  palabra,  elemento  en  ejercicio, 
elemento  en  efectivo,  elemento  combatiente,  y 
otro  el  ejército  constituido  por  el  elemento  pa- 
sivo, que  es  un  verdadero  peso  muerto;  y  como 
en  el  presupuesto  se  atiende  quizá  con  más  pro- 
digalidad al  elemento  pasivo  que  al  elemento 
activo,  resulta  que  surgen  esas  comparaciones  a 
que  antes  he  aludido.  (Muy  bien.) 

Es  necesario  también  que  su  señoría  medite  si 
ha  llegado  la  hora  de  que  los  destinos  se  den  en 
forma  distinta  de  como  se  han  venido  dando 
hasta  aquí,  porque  quizá  si  hubiera  un  turno  en 
ellos  no  se  engendrarían  esas  dos  castas  que 
hoy  existen:  la  de  los  privilegiados  y  la  de  aque- 
llos que  están  olvidados  y  consumen  su  vida  en 
las  guarniciones  de  provincias.  Parecía  natural 
que  hubiera  más  peticiones,  que  su  señoría  se 
viera  más  apremiado  para  dar  destinos  en  aque- 
llas guarniciones  que  tienen  más  importancia 
estratégica:  las  guarniciones,  por  ejemplo,  del 
Pirineo. 

Pues,  por  el  contrario,  todos  sabemos  que  esas 
guarniciones,  que  desde  el  punto  de  vista  de  la 
defensa  nacional  tienen  tanta  importancia,  son 


CONDE   DE   ROM  A  NONES  205 

las  guarniciones  que  se  pueden  llamar  guarni- 
ciones de  castigo. 

Hay  que  reducir  todas   las 
plantillas  militares  y  civiles. 

Quizá  he  subrayado  demasiado  los  males  que 
se  deducen  del  exceso  del  personal,  del  exceso 
de  plantillas  en  el  Ejército,  y  no  quiero  conti- 
nuar más  por  este  camino  sin  hacer  una  afirma- 
ción categórica:  el  Parlamento  no  tiene  derecho 
a  reducir  el  exceso  de  personal  en  el  Ejército  si 
al  mismo  tiempo  no  adopta  igual  criterio  para 
los  demás  departamentos  ministeriales.  (Apro- 
bación.) 

Nosotros  tenemos  que  dar  el  ejemplo,  porque 
de  lo  contrario,  se  produciría  en  el  elemento 
militar  un  sentimiento  que  acompaña  siempre  a 
la  injusticia.  (Muy  bien.)  Es  excesivo  el  número 
de  generales,  jefes  y  oficiales;  no  lo  puede  so- 
portar el  país;  pero  es  igualmente  excesivo,  y  en 
idéntica  proporción,  el  personal  que  existe  en 
todos  los  departamentos  ministeriales.  Desde  el 
año  1905  hasta  la  fecha  el  personal  de  los  depar* 
lamentos  ministeriales  se  ha  aumentado  en  un 
13  por  100.  (£1  señor  ministro  de  la  Guerra:  En 
40  millones.)jY  si  era  ya  excesivo  el  que  había 
el  que  hoy  existe  es  imposible. 

Pero  yo  no  quiero  que  esto  quede  reducido  a 
una  simple  protesta:  yo  le  digo  al  Gobierno  lo 


206        ANTÓN    DEL    OLMET.  — TORí^ES    BERN  VL 

siguiente:  ¿Varaos  a  aprobar  esa  reducción  de 
plantillas?  Pues  esa  reducción  de  plantillas  no 
puede  tener  eficacia  mientras  no  queden  reduci- 
das las  de  todos  los  departamentos  ministeria- 
les. (Muy  bien.)  Y  yo  hago  esta  afirmación:  el 
partido  liberal,  en  este  presupuesto,  en  éste,  no 
en  otro,  exige  esa  reducción  de  las  plantillas. 
(Muy  bien.  Rumores  prolongados.) 

Pero,  señores  diputados,  cuando  yo  hablo  de 
la  amortización  de  las  plantillas  y  digo  que  va- 
mos a  rogar  al  Gobierno  primero,  y  a  exigirle 
después,  que  se  aplique  también  la  amortización 
de  un  50  por  100  a  todas  las  vacantes  en  todos 
los  departamentos  ministeriales,  yo  tengo  que 
confesar  que  me  siento  con  muy  poca  fe  para 
que  esto  se  consiga;  porque  en  este  mismo  año, 
en  que  el  señor  ministro  de  Hacienda  declara 
un  déficit  como  el  que  ya  conocemos;  en  que  el 
señor  ministro  de  Hacienda  declara  que  es  ne- 
cesario castigar  los  gastos;  cuando  estamos  con- 
vencidos todos  de  que  el  exceso  de  personal  en 
todos  los  Ministerios  es  evidente,  se  crea,  a  pe- 
tición nuestra — fuimos  muy  inocentes  cuando 
formulamos  esta  exigencia  al  Gobierno — ,  se 
crea  en  la  Presidencia  del  Consejo  de  Ministros 
la  Intervención  civil  de  los  gastos  de  Guerra  y 
Marina,  y  sobrando  personal  en  todos  los  Minis- 
terios y  teniendo  que  cumplir  una  misión  que 
hoy  está  realizada  por  otros  funcionarios  que 
dependen  del  Ministerio  de  la  Guerra,  como  son 


CONDE   DE   ROMANONES  207 

los  que  forman  el  Cuerpo  administrativo  de  In- 
tervención militar,  era  natural  que  las  plantillas 
de  este  nuevo  Centro  que  se  creaba  en  la  Presi- 
dencia del  Consejo  fuera  recogiendo  el  sobran- 
te de  otros  Ministerios,  puesto  que  el  sobrante 
es  evidente.  Pero  no.  ¡Ah!  Es  que  ésta  era  una 
ocasión  que  se  brindaba  para  complacer  a  unos 
amigos,  y  no  se  podía  desaprovechar;  y,  en 
efecto,  se  creó  la  Intervención  civil,  de  cuya 
eficacia  habré  de  ocuparme  en  otro  momento, 
con  un  aumento  de  gastos  de  237.000  pesetas, 
de  las  cuales  200.000  se  destinan  al  personal,  y 
a  un  personal  que  conocemos  todos.  Claro  es 
que  cuando  esto  se  ve,  ¿qué  confianza  podemos 
tener  en  que  el  Gobierno  de  S.  M.  vaya  a  acep- 
tar ese  camino  de  las  economías  y  de  la  reduc- 
ción de  plantillas? 


Incumplimiento  de  las  leyes* 

•» 

No  puedo,  señores  diputados,  callarme  alga> 
que  late  en  el  fondo  de  mi  espíritu:  cuando  se- 
discuten  proyectos  que  se  refieren  al  Ministe- 
rio de  la  Guerra  siento  un  recelo  y  una  descon- 
fianza muy  grandes.  Vamos  a  aprobar  una  ley 
que,  ciertamente,  va  a  corregir  grandes  abusos 
y  defectos;  pero  como  he  visto  tantas  cosas  no 
puedo  menos  de  pensar:  ¿Es  que  en  España  bas- 
ta con  que  una  ley  se  apruebe  por  el  Parí  amen- 


2o8   ANTÓN  DEL  OLMET, — TORRES  BERNAL 

to,  se  sancione  por  el  Rey  y  se  publique  en  la 
Gaceta  para  que  se  cumpla?  Porque  yo  he  visto 
muchos  casos  en  que  siendo  los  preceptos  de  la 
ley  terminantes,  no  se  cumplen;  y  voy  a  expo- 
ner un  caso  que  creo  tiene  una  gran  relación  con 
el  proyecto  de  su  señoría  y  con  el  presupuesto. 
El  señor  ministro  de  la  Guerra,  en  las  bases  de 
organización  militar,  trae,  quizá  como  principal 
fundamento,  como  fin  primordial,  la  rebaja  de 
las  plantillas,  y  esto  parece  una  novedad  que  nc 
tiene  precedentes;  parece  como  si  hasta  este  mo- 
mento ninguno  de  los  ministros  de  la  Guerra 
que  han  ocupado  ese  puesto  hubieran  pensado 
en  la  necesidad  de  reducir  las  plantilLa,  como 
si  esta  fuera  una  novedad  que  nos  reservaba  el 
señor  Echagüe.  Pues  no  es  así:  desde  los  tiem- 
pos del  ilustre  general  Martínez  Campos  se  vie- 
nen dictando  disposiciones  para  la  rebaja  de  las 
plantillas;  lo  que  ha  ocurrido  es  que  se  dictaban 
las  disposiciones  y  no  se  cumplían.  Puedo  estar 
equivocado,  señor  ministro  de  la  Guerra,  y  en 
cuanto  su  señoría  me  lo  demuestre  me  apresu- 
raré a  reconocerlo;  estas  materias  son  para  mí 
nuevas,  y  con  facilidad  puedo  caer  en  error.  Yo 
creo  que  existe  una  ley  de  19  de  julio  de  1889, 
adicional  a  la  Constitutiva  del  Ejército,  y  que 
esa  ley  dice,  refiriéndose  a  la  amortización  ("Co- 
lección Legislativa"  del  año  89,  pág.  550),  lo  si- 
guiente: 

"Las  vacantes   que  por  cualquier  concepto 


CONDE   DE   ROMANONES  2O9 

ocurran  en  las  plantillas  orgánicas  de  todo  el 
Ejército  durante  el  período  de  guerra  las  cubri- 
rán en  primer  término  los  ascendidos  por  méri- 
tos de  guerra,  y  si  terminada  ésta  hubiera  al- 
gún excedente,  se  aplicará  a  su  amortización 
el  50  por  100  de  todas  las  vacantes,  quedando  el 
otro  50  por  100  para  el  ascenso  por  antigüedad." 

Esta  ley  no  podía  modificarse  sino  por  otra 
ley  especial;  pero  como  en  Guerra  ocurren  co- 
sas tan  singulares  y  nuestra  fiscalización  está 
tan  descuidada,  por  culpa  de  todos,  este  precep- 
to terminante  de  la  ley  vino  a  ser  modificado 
por  un  Real  decreto  que,  manteniendo  el  princi- 
pio, redujo  la  amortización  al  25  por  100.  Tuvo, 
sin  embargo,  el  ministro  que  dictó  ese  decreto 
un  gran  acierto,  que  fué  fijar  el  concepto  de  lo 
que  debía  amortizarse,  de  las  plazas  que  debían 
considerarse  vacantes;  y  a  mayor  abundamien- 
to, en  la  ley  de  Presupuestos  de  1907  se  dispuso 
que  se  amortizara  el  25  por  100  de  las  vacantes, 
bajo  la  responsabilidad  personal  del  ordenador 
e  interventor  del  Ministerio  de  la  Guerra.  De- 
cía con  toda  solemnidad  la  ley  de  Presupuestos 
de  1907: 

"El  ordenador  e  interventor  de  Guerra,  bajo 
su  responsabilidad  personal,  no  hará  abono  al- 
guno de  haberes  por  ascensos  que  infrinjan  los 
preceptos  de  la  ley  adicional  a  la  Constitutiva 
del  Ejercito  o  las  de  amortización  establecidas 
por  este  artículo." 

14* 


2IO        ANTÓN   DEL   OLMET.— TORRES  BERNAL 


Aumento  de  personal  desde  1907* 

En  esa  misma  ley  se  fijaban  las  plantillas  en 
la  forma  que  voy  a  leer  ai  Congreso:  536  coro- 
neles, 1.064  tenientes  coroneles,  2.157  coman- 
dantes. Esto  es  lo  que  mandó  la  ley,  la  ley,  que 
además  había  previsto  la  manera  de  hacer  la 
amortización;  y,  en  efecto,  desde  1907  se  ha  res- 
petado de  tal  manera  la  voluntad  del  Parlamen- 
to, que  hoy  existen,  según  el  último  "Anuario 
Militar*,  655  coroneles,  1.3 19  tenientes  corone- 
les y  2.506  comandantes.  Es  decir,  que  des- 
de 1907,  rigiendo  preceptos  tan  rigurosos,  se 
han  aumentado  las  plantillas  en  119  coroneles, 
255  tenientes  coroneles  y  349  comandantes. 
(Grandes  rumores.) 

Yo  creo  que  el  proyecto  de  ley  presentado 
por  su  señoría  lo  aprobaremos  con  toda  clase  de 
requisitos,  y  será  ley;  pero  ¿es  que  su  señoría 
cree  que  esa  ley  va  a  tener,  por  ser  de  su  seño- 
ría, una  mayor  virtualidad  que  ha  tenido  la  adi- 
cional a  la  Constitutiva  del  Ejército?  Pues  si  la 
ley  Constitutiva  del  Ejército  no  se  ha  cumplido, 
¿podemos  nosotros,  los  diputados  de  la  Nación, 
tener  confianza  en  que  se  va  a  cumplir  la  que  su 
señoría  trae?  Yo  no  tengo  esa  confianza  (Rumo- 
res), y  mucho  menos  porque  ésta  es  una  ley  de 
Bases,  que  habrá  de  desarrollar  el  Ministerio,  y 
aquélla  era  una  ley  preceptiva. 


CONDE  DE   ROM  ANONES  211 

Y  me  perdonará  el  señor  ministro  de  la  Gue- 
rra que  yo  diga  que  no  siento  confianza;  pero  si 
no  se  cumplió  en  épocas  anteriores  la  voluntad 
del  legislador,  con  preceptos  tan  claros,  no  hay 
razón  alguna  para  que  su  señoría  se  crea  supe- 
rior a  los  demás  ministros  que  le  han  precedido; 
tanto  más,  cuanto  que  su  señoría  tiene  un  ante- 
cedente que  no  es  para  inspirar  confianza  en 
este  particular:  porque  el  señor  ministro  de  la 
Guerra,  paladín  hoy  de  la  reforma  de  plantillas, 
de  la  rebaja  del  personal,  en  el  proyecto  de  pre- 
supuesto que  presentó  al  Congreso  para  1915, 
no  solamente  olvidaba  el  cumplimiento  de  las 
leyes  que  acabo  de  citar,  sino  que  sobre  las  ci- 
fras que  he  leído  traía  el  aumento  de  un  gene- 
ral y  61  jefes.  De  manera  que  su  señoría  tiene 
en  su  historia  ministerial  este  precedente,  y  no 
creo  que  sea  ofender  a  su  señoría  decirle  que 
no  se  puede  tener  mucha  confianza  en  sus  pro- 
pósitos ulteriores. 

La  rebaja  de  edades* 

Voy  a  referirme  ahora  concretamente  al  pro- 
yecto que  se  discute:  la  rebaja  de  edades.  Yo 
no  estoy  conforme,  antes  lo  he  dicho,  en  consi- 
derar, como  su  señoría  lo  proclama  en  su  pro- 
yecto de  ley,  que  este  proyecto  de  rebaja  de 
edades  sea  requisito  indispensable  para  toda  re- 
forma y  para  toda  reorganización. 


212   ANTÓN  DEL  OLMET.— TOBRES  BERNAL 

Los  pareceres  sobre  las  edades  están  muy  di- 
vididos; en  realidad,  es  un  principio  por  todos 
admitido  que  no  hay  juventud  ni  vejez,  que  hay 
jóvenes  y  viejos,  y  que  fundamentar  solamente 
en  la  rebaja  de  edades  el  tener  un  personal  de 
aptitud  física  necesaria  para  cumplir  con  sus 
obligaciones,  no  es  resolver  el  problema,  por- 
que puede  haber  hombres  jóvenes  que  en  reali- 
dad estén  llenos  de  achaques,  que  no  tengan 
aptitud  física  y  que  no  posean  lo  que  tiene  tanta 
importancia  como  la  aptitud  física,  que  es  la 
aptitud  militar.  Su  señoría,  como  los  demás  mi- 
nistros, ha  salido  al  paso  de  esta  objeción,  y  en 
su  proyecto  incluye  un  artículo,  el  7.",  si  no  re- 
cuerdo mal,  que  dice  que  "el  ministro  de  la 
Guerra  podrá  hacer  que  pasen  a  la  reserva  o  pi- 
dan el  retiro  los  jefes  y  oficiales  que  sin  haber 
llegado  a  la  edad  no  reúnan,  sin  embargo,  las 
condiciones  de  aptitud  física  necesarias",  y  de- 
termina en  qué  forma  se  ha  de  proceder. 


El  principio  de  selección. 

Me  pasa  con  esto  lo  mismo  que  con  la  reduc- 
ción de  las  plantillas,  absolutamente  lo  mismo: 
que  no  tengo  ninguna  confianza  en  que  se  cum- 
pla, que  anticipo  que  no  se  cumplirá.  Este  es  un 
principio,  el  de  la  selección,  que  está  en  todos 
los  Ejércitos.  Yo  he  oído  decir,  no  sé  si  estaré 


CONDE   DE   ROMANONES  213 

equivocado,  que  en  Alemania,  después  de  las 
maniobras,  si  hay  un  general  que  no  ha  tenido 
suerte,  cuyas  tropas  no  se  han  presentado  en 
buenas  condiciones,  que  ha  cometido  faltas  en 
las  maniobras,  recibe  del  Ministerio  de  la  Gue- 
rra un  pliego  encerrado  en  un  sobre;  que  este 
sobre  tiene  un  color  determinado,  verde  o  azul 
y  el  general  o  el  jefe  que  lo  recibe  no  lo  abre: 
ya  sabe  que  aquello  quiere  decir  que  inmedia- 
tamente pida  el  pase  a  la  reserva  o  el  retiro. 
Hasta  ahora  nuestros  generales  y  jefes  no  han 
recibido  más  que  sobres  blancos.  (Risas.)  Este 
principio  no  es  una  novedad,  no  es  una  cosa  que 
se  le  haya  ocurrido  al  señor  ministro  de  la  Gue- 
rra ni  a  su  Gabinete  militar:  este  principio,  con- 
tenido en  el  art.  7.°,  es  una  redundancia;  y  yo 
siento  desconfianza  cuando  se  repiten  esta  clase 
de  preceptos.  Su  señoría  lo  único  que  hace  es 
reproducir  el  art.  32  de  la  ley  Constitutiva  del 
Ejército,  y  yo  le  pregunto:  Si  esa  ley,  que  es 
fundamental,  contiene  un  artículo  tan  claro  como 
el  que  voy  a  leer,  y  no  se  ha  cumplido,  ¿por  qué 
se  va  a  cumplir  ahora  el  mismo  artículo,  tan  sólo 
porque  llévela  firniade  su  señoría?  Dice  el  art. 32 
de  la  ley  Constitutiva  del  Ejército,  que  además 
se  confirmó  en  una  ley  de  13  de  febrero  de  1912, 
y  que  se  repitió  en  una  Real  orden  del  general 
Luque:  «El  ministro  de  la  Guerra  dispondrá  el 
pase  a  la  sección  de  reserva  del  Estado  Mayor 
General  y  a  la  situación  de  retirados,  respecti- 


214       ANTÓN  DEL   OLMET. — TORRES  BERNAL 

vamente,  de  los  generales,  jefes  y  oficiales  que 
por  carecer  de  aptitudes  físicas  y  militares  (su 
señoría  en  su  proyecto  ha  omitido  «lo  de  milita- 
res>)  no  se  hallen  en  disposición  de  prestar  ser- 
vicio en  filas>. 

Pues  si  esto  es  disposición  de  la  ley  Constitu- 
tiva del  Ejército,  que,  además,  no  hace  más  que 
recoger  un  principio  que  está  consignado  en  las 
Ordenanzas  militares,  que  dicen  que  «cada  ca- 
pitán, por  lo  que  respecta  a  su  compañía,  tendrá 
la  misma  obligación  que  los  coroneles  en  su  re- 
gimiento de  enterarse  bien  de  la  conducta  de 
cada  uno  y  solicitará  la  separación  de  los  que  sean 
inútiles  o  pernÍGÍosos>;  si  este  precepto  tan  claro 
no  se  ha  cumplido,  ¿por  qué  se  va  a  cumplir 
ahora?  Yo  sé  que  no  hay  muchos  casos,  pero  sí 
que  hay  algunos  en  el  Ministerio  de  la  Guerra, 
donde  en  documentos  oficiales  consta  la  falta  de 
aptitud  física  y  militar  (me  refiero  a  tiempos  an- 
teriores), de  algunos  generales  y  jefes.  El  mi- 
nistro de  la  Guerra  debió  resolver  con  arreglo  a 
este  artículo  de  la  ley  Constitutiva  del  Ejército, 
haciéndolos  pasar  a  la  reserva.  No  ha  habido  en 
España  un  solo  ministro  de  la  Guerra  que  haya 
cumplido  el  art.  32  de  la  ley  Constitutiva  del 
Ejército;  no  se  ha  separado  contra  su  voluntad  a 
ningún  general  ni  jefe.  Si  se  hubiera  separado  a 
aquellos  que  no  tenían  aptitudes  físicas  ni  apti- 
tudes militares;  si  se  hubiera  cumplido  este  pre- 
cepto de  la  ley,  yo  os  puedo  asegurar  que  el  pro- 


CONDE   DE   ROMANONES  215 

yecto  de  rebaja  de  edades  no  sería,  como  es  hoy, 
una  necesidad  urgente. 


Los  liberales  no  opondrán  gran- 
des  dificultades  al  proyecto. 

No  tema  su  señoría  que  el  partido  liberal 
ofrezca  grandes  dificultades  al  proyecto  que 
ahora  se  discute.  El  fin  que  persigue  lo  persi- 
guieron también  otros  dignos  ministros  de  la 
Guerra  pertenecientes  al  partido  liberal;  lo  cre- 
yó esencial  el  digno  general  Weyler,  y  el  gene- 
ral Luque  presentó  proyectos  con  la  misma  fina- 
lidad en  tres  períodos  distintos:  en  1906,  en  1912 
y  en  1913;  proyectos  que  casi  son  iguales^  idén- 
ticos, al  de  su  señoría.  Por  eso  nosotros  no  po- 
demos combatir  este  proyecto;  de  antemano  tie- 
ne el  apoyo  de  la  minoría  liberal. 

Si  se  hubiera  hecho  la  selecci.n,  vuelvo  a  de- 
cir que  ese  proyecto  sería  innecesario.  Además, 
la  guerra  actual  ha  demostrado  que  el  criterio 
de  la  rebaja  de  edades  no  es  el  criterio  mejor 
para  tener  un  personal  selecto.  Generales  hay 
hoy  en  los  ejércitos  que  combaten  que  habían 
pasado,  por  exceso  de  edad,  a  la  escala  de  reser- 
va. Tres  meses  antes  de  declararse  la  guerra,  en 
el  mes  de  abril,  se  publicaba  en  Francia  un  de- 
creto declarando  que  el  general  Gallieni  conti- 
nuara en  el  servicio  activo  sin  limitación  de 


2l6   ANTÓN  DEL  OLMET.— TORRES  BERNAL 

edad.  Esto  demuestra  que  el  cumplimiento  de 
esa  condición  no  es  indispensable  para  tener  un 
Estado  Mayor  apto. 

Decía  yo  que  este  precepto  de  la  selección  no 
se  había  cumplido,  y  se  me  olvidó  decir  por  qué 
no  se  cumplía.  No  se  ha  cumplido,  ni  es  posible 
que  se  cumpla,  por  un  mal  entendido  compañe- 
rismo: porque  los  ministros  de  la  Guerra  no  pue- 
den olvidar  que  si  son  consejeros  de  la  Corona, 
responsables  ante  el  Parlamento,  representantes 
del  Poder  ejecutivo,  son  al  mismo  tiempo  tenien- 
tes generales,  y  la  pesadumbre  del  compañeris- 
mo es  tal  que  cuando  llega  el  momento  de  cum- 
plir lo  que  la  ley  establece  la  pluma  se  detiene  y 
el  ánimo  vacila.  Mal  entendido  compañerismo, 
porque  lo  que  puede  favorecer  a  unos  pocos  per- 
judica grandemente  a  la  generalidad  del  Ejército. 

El  partido  liberal,  frente  a  las  reformas  que 
habéis  presentado  no  va  a  oponer  una  resistencia 
sistemática.  Recuerda  sus  antecedentes;  recuer- 
da que  en  los  archivos  del  Congreso  y  del  Se- 
nado están  muchos  proyectos  de  ley  semejantes 
a  los  presentados  por  su  señoría,  y  que  no 
pudieron  discutirse  o  aprobarse  por  distintas 
causas. 

Necesidad  de  la  reorganización  militar* 

Del  programa  del  partido  liberal  forma  parte 
la  necesidad  absoluta  y  suprema  de  proceder  a 


CONDE   DE    ROMANONES  217 

una  organización  militar  en  España;  es  decir,  en 
lo  que  respecta  al  Ejército,  una  obra  de  trans- 
formación profunda:  que  tenga  España  ios  ele- 
mentos necesarios  para  defenderse.  Nosotros  en 
este  punto  no  ponemos  límite,  no  nos  asustan  las 
cifras.  Sin  embargo,  nosotros  no  podemos  olvi- 
dar una  ley  que  es  fundamental:  la  relación  es- 
trecha que  debe  guardar  el  desenvolvimiento  de 
la  potencia  militar  y  el  desenvolvimiento  de  la 
riqueza  nacional;  porque  olvidando  este  princi- 
pio no  se  hace  una  obra  útil  ni  duradera,  no  se 
hace  nada  que  pueda  redundar  en  beneficio  de 
los  intereses  del  país.  ¿Es  necesario  aumentar 
los  gastos  en  Guerra?  Con  tal  de  que  sea  útil,  a 
ello  vamos;  pero  al  mismo  tiempo,  mejor  dicho, 
antes,  tienen  que  preceder  todas  aquellas  leyes 
que  tengan  como  consecuencia  el  desenvolvi- 
miento de  la  riqueza  nacional;  porque  no  se  pue- 
de olvidar  el  ejemplo  de  Alemania. 

Si  Alemania  desde  el  año  70  perfeccionó  su 
Ejército,  y  lo  perfeccionó  en  la  forma  que  hoy 
contemplamos,  no  hizo  ni  se  dedicó  exclusiva- 
mente a  esta  sola  obra,  sino  que  al  propio  tiem- 
po desarrollaba,  por  todos  los  medios  que  a  su 
alcance  estaban,  la  riqueza  nacional;  organizaba 
su  crédito;  hacía  que  su  comercio  aumentase  en 
esta  proporción:  Alemania  desde  1900  a  1910 
aumentó  su  comercio  en  7.300  millones;  bien  es 
verdad  que  al  propio  tiempo  aumentaba  su  pre- 
supuesto en  2.700  millones.  En  cambio,  nosotros 


2l8       ANTÓN   DEL   OLMET.— TORRES   BERNAL 

en  ese  mismo  período  de  tiempo  aumentábamos 
nuestro  comercio  en  155  millones  y  nuestro  pre- 
supuesto en  400;  y  claro  es  que  cuando  no  se 
conserva  la  proporción  y  la  medida  necesaria 
entre  factores  tan  esenciales  como  éstos,  no  se 
puede  hacer  obra  útil.  Tenemos  que  rendirnos  a 
la  verdad,  a  la  realidad:  reformas  militares,  sí, 
con  urgencia;  pero  al  mismo  tiempo  el  presu- 
puesto que  nos  dé  los  medios  necesarios  para 
sostener  el  Ejército;  porque  lo  que  no  se  conci- 
be ni  se  puede  concebir  es  un  Ejército  viviendo 
a  expensas  del  país;  si  esto  se  propusiera,  el  po- 
derío del  Ejército  desaparecería,  con  la  ruina  de 
la  Nación.  Si  no  hubiera  tenido  Alemania  la  or- 
ganización financiera,  la  organización  de  crédito 
que  tiene,  la  organización  de  su  riqueza  nacio- 
nal, a  estas  horas  estaría  vencida;  porque  a  las 
naciones  no  se  las  defiende  sólo  con  los  elemen- 
tos armados,  sino  que  se  las  defiende  también 
con  la  organización  económica.  (Aplausos.) 

Frente  a  estas  reformas  que  se  han  presenta- 
do, yo  digo  al  Gobierno:  Si  queréis  que  prospe- 
ren, es  necesario  un  período  de  preparación  que 
no  se  ha  hecho,  es  necesario  formar  la  opinión, 
es  necesario  que  os  resignéis  a  una  discusión 
que  sea  detenida.  En  todos  los  países,  en  todos 
los  Parlamentos  del  mundo,  las  leyes  que  más  se 
han  discutido  han  sido  las  leyes  militares:  aun 
en  aquellos  países  que  no  están  sometidos  al  ré- 
gimen parlamentario  en  absoluto,  las  leyes  mili- 


CONDE   DE   ROMANONES  2ig 

tares  se  han  discutido  por  todos  los  partidos,  to- 
dos han  dado  su  opinión.  Si  su  señoría  no  logra 
convencernos  de  la  utilidad  de  las  reformas,  esas 
reformas  no  prosperarán,  esas  reformas  están 
irremisiblemente  perdidas.  El  caso  es  tan  grave 
que  conviene  considerar  que  no  es  lícito  some- 
ter al  Ejército  a  un  período  constituyente  indefi- 
nido, porque  esto  engendra  más  la  desconfianza, 
la  inquietud  y  el  recelo,  y  esto  puede  tener  con- 
secuencias graves.  Si  sus  señorías  se  sienten 
con  fuerzas  para  llegar  al  fin  del  camino,  ade- 
lante; si  sus  señorías  creen  que  podemos  quedar- 
nos a  la  mitad,  no  comencemos;  esta  clase  de 
obras  no  se  hacen  por  etapas  ni  por  partes,  sino 
que  se  hagan  de  una  vez  o  no  se  hacen.  (El  se- 
ñor presidente  del  Consejo  de  Ministros:  A  eso 
aspiramos,  a  que  se  hagan  de  una  vez.) 

El  Ejército  no  es  responsable  de  todos  los  vi- 
cios de  organización  que  he  apuntado.  El  Ejérci- 
to es  la  primera  materia,  de  condición  tal  que  es 
insuperable;  lo  que  resulta  es  que  esta  primera 
materia  no  ha  sido  bien  moldeada  por  nosotros. 
Por  eso  cuando  hablo  de  vicios  y  defectos  y  de 
la  necesidad  de  reorganización  para  nada  vuelvo 
la  vista  al  Ejército,  que  no  tiene  responsabilidad 
alguna;  en  cambio,  su  lealtad  está  tan  bien  pro- 
bada, que  seguro  estoy  que  todos,  sin  protesta 
alguna,  se  habrán  de  someter  a  lo  que  el  Parla- 
mento decida  en  su  voluntad  soberana.  Pero  yo 
difiero  de  su  señoría  en  una  cosa.  Yo  creo  que  las 


220        ANTÓN   DEL    OLMET. — TORRES   BERNAL 

reformas  que  su  señoría  ha  presentado  no  son 
bastante  radicales;  que  va  quizá  a  corregir  algu- 
nos defectos  de  los  que  hemos  señalado;  pero 
que,  una  vez  aprobadas,  en  lo  sustancial,  la  or- 
ganización quedará  la  misma,  y  la  hora  es  deci- 
siva y  no  se  puede  desaprovechar. 

El  dilema  para  nosotros  es  tener  Ejército  o  no 
tenerlo.  Frente  a  esas  reformas  presentadas  por 
su  señoría,  afirmo  que  hay  que  tener  el  valor, 
aprovechando  la  hora  presente,  de  arrojar  el 
molde  y  romperlo  para  hacer  otro  nuevo:  sobre 
los  cimientos  actuales  no  se  puede  edificar  nada 
seguro.  Eso  lo  demanda  algo  que  está  por  enci- 
ma de  todos,  que  es  el  supremo  interés  de  la 
Patria, 

(Muy  bien,  muy  bien.  Prolongados  aplausos 
en  la  minoría  liberal.) 


CAPITULO  XXI 


DESDB  EL  PODER  Y  DESDE  LA  OPOSICIÓN 


Francófilos  y  germanófilos.— El  viaje  a  París.— El  Gobierno 
Nacional.— Su  libro  «El  Ejército  y  la  Política»,  en  que  anun- 
ciaba todo  lo  que  después  le  ha  ocurrido  a  España  en  Ma- 
rruecos. 


Mediaba  la  guerra  europea  cuando  el  conde 
de  Romanones  sucedió  al  señor  Dato  en  la  Pre- 
sidencia del  Consejo  de  Ministros.  Eran  aque- 
llos momentos  en  que  España,  dividida  en  fran- 
cófilos y  germanófilos,  más  que  a  las  necesida- 
des propias  atendía  al  espectáculo  europeo  con 
el  mismo  frivolo  entusiasmo  y  la  misma  incons- 
ciencia que  despiertan  los  partidismos  entre  los 
aficionados  a  las  corridas  de  toros. 

El  conde  obtuvo  el  decreto  de  disolución  del 
Parlamento  y  convocó  las  elecciones  generales. 
Constituidas  las  Cortes,  el  ilustre  hombre  pú- 
blico abandonó  el  Poder  por  entender,  según 
nota    que    hizo   pública,    que,    existiendo   una 


222   ANTÓN  DEL  OLMET.— TORRES  BERNAL 

patente  disconformidad  entre  la  opinión  del 
país  y  la  suya  propia  en  la  forma  de  apreciar 
nuestra  posición  respecto  a  Europa,  y  creyendo 
que  no  se  debe  gobernar  a  un  pueblo  en  sentido 
contrario  al  de  su  voluntad,  dejaba  la  Presiden- 
cia del  Consejo  de  Ministros. 

Gracias  a  este  noble  gesto,  España  tuvo  en  el 
conde  de  Romanones  el  político  de  la  Monar- 
quía que,  al  firmarse  la  paz,  pudiese  encaí  garse 
del  Poder  e  ir  a  París  para  dialogar  en  beneficio 
de  nuestra  Patria  con  Wilson,  Clemenceau  y 
Lloyd  George. 

S  ílucionada  con  todo  patriotismo  y  todo  acier- 
to la  cuestión  internacional— a  más  de  la  Presi- 
dencia del  Consejo,  el  conde  se  reservó  en  esta 
ocasión  la  cartera  de  Estado—,  consagró  su  aten- 
ción al  problema  social,  que  iniciaba,  especial- 
mente en  Barcelona,  una  nueva  fase  extraordi- 
nariamente compleja. 

Dueño  siempre  de  sí  mismo  y  consecuente 
con  los  principios  liberales  de  toda  su  vida,  el 
conde  de  Romanones  hizo  frente  a  este  conflicto 
con  la  elevación  de  miras  de  un  verdadero  go- 
bernante europeo.  Es  decir,  que  antes  que  el 
castigo  el  estadista  quería  ahondar  en  el  proble- 
ma y  buscarle  una  solución  y  dar  al  proletario 
aquello  a  que  tenía  derecho,  para  luego,  eso  sí, 
con  mayor  autoridad,  poder  ser  inflexible  al  exi- 
girle el  cumplimiento  del  deber. 

Se  opusieron  a  ello  obstáculos  de  una  extra- 


CONDE   DE   ROMANONES  223 

mada  delicadeza,  y  el  jefe  del  partido  liberal, 
antes  que  claudicar,  abandonó  el  Poder. 

En  el  Gobierno  Nacional,  que  presidió  el  se- 
ñor Maura,  el  conde  desempeñó  la  cartera  de 
Estado.  I 

Al  abandonarla  pasó  a  la  oposición,  desde 
la  que,  como  siempre,  su  labor  en  el  Parlamento 
y  fuera  de  él  se  destacó  con  brío. 

Durante  este  tiempo— en  los  comienzos  del 
año  21—  el  conde  ha  publicado  un  interesantí- 
simo libro  titulado  El  Ejército  y  la  Poliíüa, 
tan  interesante  que  toda  la  Prensa,  con  unanimi- 
dad más  elocuente  por  tratarse  de  político  tan 
combatido  como  el  conde  de  Romanones,  tuvo 
para  él  elogios  calurosos. 

¡Lástima  que  los  gobernantes  españoles  que 
regían  a  nuestro  país  al  publicarse  ese  admira- 
ble libro,  no  acertasen  a  sacar  de  sus  páginas 
toda  la  sustancia  que  encierran! 

Porque  el  conde  de  Romanones,  en  su  libro 
El  Ejército  y  la  Política,  vaticinaba  todo  lo  que 
después  ha  ocurrido, 

Y  si  grave  es  que  un  gobernante  no  sepa  mi- 
rar al  porvenir,  ¡qué  no  será  que  ni  siquiera  es- 
cuche las  voces  autorizadas  de  alarma  y  los  con* 
sejos  que  tan  directamente  afectan  al  honor  y  a 
la  salud  de  España! 


CAPITULO  XXU 


influencia  de  la  guerra  en  los  partidos 
políticos 


Notabilisimo  discurso  leido  por  el  conde  de  Romanones, 
como  presidente  del  Ateneo  de  Madrid,  el  día  18  de  enero 
de  1919,  en  la  sesión  Inaugural  del  curso,  sobre  el  tema  «In- 
fluencia de  la  guerra  en  la  transformación  de  los  partidos 
políticos  y  en  la  composición  de  los  Gobiernos*. 


Notorio  es  que  fué  el  conde  de  Romanones  el 
primer  político  español  de  la  Monarquía  que 
tuvo,  ante  la  gran  catástrofe  que  conmovió  al 
mundo  durante  cuatro  años,  y  cuyas  consecuen- 
cias aún  no  apreciamos  en  toda  su  intensidad, 
una  visión  más  rápida  y  más  exacta  del  conflic- 
to en  toda  su  enorme  magnitud. 

Es  también  innegable — y  aunque  de  ello  nos 
ocupamos  con  más  detenimiento  en  otro  lugar 
de  este  libro,  preciso  es  consignarlo  aquí — que 
las  dotes  geniales  de  estadista  que  adornan  a 
nuestro  biografiado  tienen  su  manifestación 
más  elocuente  en  las  cuestiones  internacionales, 

15 


226        ANTÓN    DEL    OLMÉT.  — TORRES   BERNAL 

donde  su  fina  perspicacia,  el  profundo  conoci- 
miento que  tiene  de  la  política  extranjera,  su 
don  de  gentes  y  su  tacto  exquisito  y  enérgico  a 
un  tiempo  mismo,  adquieren  una  tan  espléndida 
luminosidad  que  se  imponen  con  la  fuerza  de  lo 
indiscutible. 

Por  todo  ello,  y  más  qué  nada  como  la  más 
elocuente  demostración,  aunque  innecesaria  por 
notoria,  reproducimos  el  célebre  discurso  que 
leyó  en  el  Ateneo  de  Madrid  sobre  el  tema  que 
encabeza  este  capítulo,  discurso  que  reprodujo 
en  gran  parte  toda  la  Prensa  de  España,  y  que 
mereció  tales  elogios  y  tan  unánimes,  que  hu- 
bieran constituido  una  consagración  solemne, 
si  el  ilustre  jefe  liberal  no  estuviese  consagrado 
ya  como  el  primer  estadista  español. 

Dice  así  la  admirable  pieza  oratoria: 


Señores: 

Comienzo  por  confesar,  con  sinceridad  naci- 
da del  fondo  de  mi  alma,  que  no  debiera  ocupar 
este  puesto;  por  eso,  al  saludaros  desde  esta  tri- 
buna que  tan  altas  figuras  honraron,  embarga 
mi  ánimo  honda  emoción.  No  debiera  ocupar 
este  puesto,  repito,  poique  no  reúno  aquellas 


CONDE  DE    ROMANONES  227 

condiciones  que  enaltecieron  a  mis  predeceso- 
res. Vuestra  libérrima  voluntad  dispuso  otra 
cosa,  y  yo,  acatándola,  voy  esta  noche,  en  cum- 
plimiento del  precepto  reglamentario,  a  inaugu- 
rar el  curso  de  J918  a  1919. 

Constituye  este  acto  para  mí  el  honor  más 
grande  de  mi  vida;  la  satisfacción  que  me  pro- 
duce rivaliza  con  la  gratitud  que  os  debo;  fué 
siempre  la  voluble  Fortuna  pródiga  conmigo  en 
la  vida  pública.  Aunque  no  sin  ásperas  y  obsti- 
nadas luchas,  colmó  con  exceso  todos  mis  anhe- 
los; pero  la  política  es...  la  política:  cooperan  a 
ella  factores  tan  especiales  y  heterogéneos  que 
no  es  extraño  que,  a  veces,  no  resulten  aciertos 
sus  preferencias  al  encumbrar  a  los  hombres  y 
que  puedan  sus  juicios  ser  reputados  parciales 
por  falta  de  independencia;  en  cambio,  llevada  a 
la  máxima  expresión,  independencia  que  me 
atrevería  yo  a  calificar  de  bravia,  es  la  caracte- 
rística del  Ateneo,  refractaria  al  influjo  de  toda 
clase  de  prejuicios  y  jerarquías  externas.  Por 
eso,  vuestra  designación  para  presidiros  debie- 
ra llenarme  de  explicable  orgullo,  haciéndome 
creer  que  en  mí  habíais  encontrado,  aunque  yo 
no  las  conozca,  cualidades  análogas  a  las  que 
adornaron  a  quienes  me  antecedieron  en  este 
sitio.  No  temáis,  sin  embargo,  que  me  engría; 
no  me  queda  ni  la  ilusión  de  la  duda;  veo  claro 
por  qué  me  habéis  elegido:  quisisteis  abandonar, 
siquiera  por  una  vez,  el  sistema  de  selección  y 


228       ANTÓN    DEL   OLMET.— TORRES    BERNAL 

ensayar  el  de  la  antigüedad:  la  escala  cerrada. 
Entonces  recordasteis  que  hace  treinta  y  cuatro 
años,  por  vuestro  voto,  fui  elegido  secretario 
cuarto  de  la  sección  de  Ciencias  Morales  y  Polí- 
ticas; aquí  hice  mis  primeros  ensayos  de  discu- 
sión política  defendiendo  mi  Memoria:  "El  Ré- 
gimen parlamentario  y  los  Gobiernos  de  Gabi- 
nete**; ocupé  después,  sucesivamente,  todos  los 
puestos  de  la  Junta  de  gobierno.  Habéis  querido 
completar  vuestra  obra,  y  heme  aquí. 

Con  demasía  hablé  de  mi  persona:  perdonad- 
me; os  reitero  mi  profunda  gratitud  y  paso  a 
tratar  el  tema  que  me  propongo  examinar  esta 
noche. 


U 


¿Podrá  nuestro  espíritu,  al  escoger  un  asunto 
sobre  el  cual  meditar,  permanecer  alejado  por 
un  instante  siquiera  del  hecho  que  durante  cua- 
tro años  ha  dominado  por  igual  al  mundo  y  a  la 
Historia?  ¿Quién  es  capaz  de  sustraerse  a  la 
emoción  de  esa  tragedia  inmensa?  A  pesar  de 
todos  los  horrores,  de  todos  los  sufrimientos 
que  hemos  presenciado  y  padecido,  son  tan 
grandes  los  hechos  contemplados,  tan  sublimes 
los  ejemplos  de  abnegación  y  sacrifícío  que  a 


CONDE   DE   ROMANÜNFS  229 

cada  hora  se  han  ofrecido  a  nuestra  vista,  tan 
extraordinarias  las  manifestaciones  de  la  inteli- 
gencia humana,  que  debemos  sentirnos  felices  y 
honrados  por  haber  vivido  estas  horas  sin  par 
en  la  Historia.  Más  de  cuatro  años  han  estado 
casi  todos  los  pueblos  de  Europa  combatiendo 
con  encarnizamiento  jamás  superado;  a  torren- 
tes se  ha  derramado  la  sangre;  sucumbieron  los 
hombres  a  millones,  segadas  por  la  metralla  las 
juventudes  y  las  generaciones  viriles  de  los 
grandes  pueblos;  los  campos  devastados  y  las 
ciudades  en  ruina  muestran  al  cielo  su  desola- 
ción; los  ayes  de  dolor  atronaron  los  espacios  y 
tan  de  continuo  se  han  repetido  que  ya  no  nos 
conmovían;  un  pueblo  joven  y  vigoroso  de  otro 
continente  rompió  sus  tradiciones  y  vino  a  Euro- 
pa a  intervenir  en  la  horrenda  lucha,  a  decidir- 
la; mientras  tanto,  la  conmoción  revolucionaria 
pasó  como  un  huracán  sobre  países  gigantes; 
instituciones  seculares  se  derrumbaron  súbita- 
mente; grandes  naciones  están  siendo  descuar- 
tizadas; surgen  Estados  nuevos,  trémulos  y  va- 
cilantes aún,  como  hijos  del  estrago;  las  fronte- 
ras se  borran,  se  ensanchan  o  se  reducen;  hay 
pueblos  mártires,  orladas  sus  frentes  por  el 
laurel  de  la  gloria,  y  reyes  errantes  limbados 
por  la  desventura;  los  hechos  trágicos  se  agol- 
pan con  fragor  y  tumulto  de  tempestad;  la  so- 
ciedad tiembla;  los  fundamentos  que  creíamos 
más  inconmovibles  se  agrietan;  los  principios 


230         ANTÓN  DEL  OLMr;T.— TORRES    BERNaL 

más  inconcusos,  base  del  gobierno  de  los  pue- 
blos, se  quebrantan  o  desaparecen;  una  edad 
histórica  se  ha  hundido  en  ese  piélago  de  san- 
gre. Ante  tal  conflagración,  ante  tantos  dolores 
y  estragos,  el  alma  del  creyente  afirma  que 
ellos  eran  necesarios,  indispensables  para  el 
progreso  de  la  Humanidad,  para  que  de  una  vez  y 
para  siempre  la  ley  de  la  justicia  quedara  senta- 
da sobre  fundamentos  inconmovibles,  y  resulta- 
ra definitivamente  vencedora  de  la  fuerza,  con- 
dición única  del  respeto  al  derecho  y  a  la  liber- 
tad, supremo  bien,  eterno  ideal  de  todos  los  hu- 
manos. 

Caminamos  rápidamente  hacia  una  renova- 
ción total  de  las  viejas  sociedades;  la  transfor- 
mación ha  comenzado  ya,  podemos  ver  sus  aso- 
mos tanto  en  el  orden  político  como  en  el  eco- 
nómico y  en  el  social;  estudiarla  plenamente  en 
sus  relaciones  con  los  principios  que  hasta  aho- 
ra han  servido  de  cimiento  a  las  organizaciones 
humanas  es  empeño  tentador,  pero  excesivo 
para  mis  fuerzas,  y  acaso  también  prematuro: 
me  limitaré  a  señalar  algunos  hechos,  significa- 
tivos a  mi  juicio,  y  a  exponer  algunas  conside- 
raciones acerca  de  la  "Influencia  de  la  guerra 
en  la  transformación  de  los  partidos  políticos  y 
en  la  composición  de  los  Gobiernos".  Este  será, 
pues,  el  tema  que,  en  obediencia  al  reglamento, 
procuraré  desarrollar  ante  vosotros,  con  la  bre-« 
vedad  posible, 


CONDE  DE   ROMANONES  23! 


III 


jTransformación  de  los  partidosl  El  tema  es 
aventurado,  quizá  obscuro  y  evidentemente  pe- 
ligroso, sobre  todo  para  mí,  que  no  puedo  ol- 
vidar que  tengo  mi  libertad  coartada  por  las 
responsabilidades  del  Poder.  Me  decido,  sin 
embargo,  a  arrostrar  el  peligro,  recordando  que 
en  situación  semejante  a  la  mía  se  encontró 
alguna  de  las  más  eminentes  personalidades  que 
presidieron  esta  Casa  (i).  De  esta  transforma- 
ción, ya  comenzada  pero  aún  no  cumplida,  so- 
mos todos,  en  mayor  o  menor  medida,  actores, 
espectadores  o  pacientes;  a  todos  nos  compren- 
de la  realidad  perennemente  en  marcha;  con 
ella  caminamos  a  través  de  los  tiempos  y  apenas 
si  podemos  darnos  cuenta  de  sus  cambios  de 
rumbo,  como  quienes  navegan  a  bordo  de  un 
barco  difícilmente  aprecian  las  variaciones  de 
ruta,  tan  ostensibles  para  quienes  las  contem- 
plan de  lejos;  para  apreciar  plena  y  claramente 
esa  transformación  nos  hace  falta  la  perspectiva 
histórica,  la  visión  panorámica  de  los  hechos 
sociales;  pero  esa  complejidad  y  oscuridad  del 
tema  añade  importancia  al  fenómeno  que  me 
propongo  examinar. 

(i)    Don  Antonio  Cánovas  del  Castillo. 


232       ANTÓN   DEL   OLMET.— TORRES  BERNAL 

Como  quiero  embargar  vuestra  atención  el 
menor  tiempo  posible,  dejo  a  un  lado  las  consi- 
deraciones preliminares  que  el  tema  me  sugiere 
y  acudo  a  fijar  el  punto  de  partida. 

¿Qué  son  los  partidos?  ¿Estamos  de  acuerdo 
sobre  lo  que  unos  y  otros  queremos  expresar 
con  la  palabra  partido?  Para  evitar  errores  de 
interpretación  conviene  asegurarse  previamente 
del  sentido  en  que  se  emplean  las  palabras  capi- 
tales del  razonamiento.  La  identidad  de  concep- 
tos y  de  vocablos  es  condición  esencial  para  en- 
tenderse fácilmente;  mucha  parte  de  las  discre- 
pancias en  las  discusiones  son  imputables,  no  a 
divergencias  de  pensamiento,  sino  a  diversidad 
de  sentido  en  el  empleo  de  una  misma  palabra. 
Para  evitar  ese  inconveniente  yo  recogería  las 
definiciones  aceptadas  por  los  teóricos  y  los 
dogmatizantes;  mas,  cuando  acudo  a  ellas,  me 
encuentro  en  mayor  perplejidad,  porque  esas 
definiciones— cuya  transcripción  omito  por  anti- 
patía a  todo  alarde  de  erudición  fácil — ,  aun  te- 
niendo algo  común,  varían  entre  sí  conforme  a 
la  subjetiva  concepción  de  sus  autores. 

Adolecen  casi  todas  ellas  de  atender  más  a  lo 
que  debieran  ser  los  partidos  que  a  lo  que  son 
en  realidad;  por  esto  me  inclino  a  pensar  que  el 
mejor  medio  de  entendernos  esta  noche  es  decir 
lisa  y  llanamente  que  empleo  la  palabra  partido 
con  su  sentido  y  alcance  vulgares,  el  propio  sen- 
tido que  estamos  acostumbrados  a  darle  en  la 


GONDE   DE   ROMANONES  233 

conversación  corriente;  de  esta  manera  es  im- 
posible la  confusión.  Hablo,  pues,  de  las  agrupa- 
ciones de  hombres  que,  actuando  en  la  vida  pú- 
blica, con  una  organización  y  por  tanto  una  dis- 
ciplina más  o  menos  perfecta  y  un  ideal  común, 
usualmente  denominamos  partidos. 

No  he  de  hacer  aquí  una  disquisición  históri- 
ca acerca  de  su  e;íistencia  y  funcionamiento:  bas- 
taría refugiarse  en  la  biblioteca  de  esta  Casa 
unas  horas  para  saber  mucho  más  de  lo  que  yo 
pudiera  decir  sobre  este  punto.  Muchos  son  los 
investigadores  que  se  han  ocupado  en  todos  los 
países  en  darnos  la  historia  política  de  su  Pa- 
tria; pero  en  esta  hora  no  es  para  mí  de  gran 
utilidad  la  visión  escueta  de  la  Historia;  no  es  el 
hecho  lü  que  importa,  sino  la  explicación  y  la 
interpretación  del  hecho;  ¿y  cuáles  pueden  supe- 
rar en  magnitud  y  trascendencia  a  los  que  con- 
templamos en  los  días  presentes? 

Lo  único  que  interesa  consignar  es  que  parti- 
dos ha  habido  siempre,  sean  cuales  fueren  las 
formas  que  revistiesen  y  los  apellidos  que  lle- 
varan. Para  encontrar  época  o  nación  donde  no 
hubiere  partidos,  sería  necesario  hallar  una  co- 
lectividad completamente  muerta;  donde  hay  vida 
humana  hay  pasión  y  pensamiento;  donde  hay 
pensamiento  y  pasión  hay  partidos.  No  toméis  a 
paradoja  lo  que  voy  a  decir.  ¿Sabéis  cuándo  na- 
cieron los  partidos  en  realidad?  Cuando  nació 
el  segundo  hombre,  en  el  supuesto  de  que  no  se 


234         ANTÓN  DEL  OLMET.  — TORRES    BERNAL 

le  hubiese  adelantado  la  primera  mujer;  porque 
seguramente  este  segundogénito  discrepó  del 
juicio  del  primer  hombre,  apreció  las  cosas  de 
distinto  modo  y  aspiró  a  que  prevaleciera  su 
criterio.  He  ahí  el  embrión  de  la  lucha  política, 
de  los  partidos  y  del  Poder.  Si  me  apuráis  un 
poco  afirmaría  que  los  partidos  existían  antes, 
aunque  potencialmente,  en  el  primer  hombre; 
porque  el  espíritu  de  contradicción  es  congéni- 
to  con  la  naturaleza  humana;  y  la  discusión  crea 
y  justifica  los  partidos. 

Por  el  crecimiento  y  mayor  complejidad  de  las 
sociedades  humanas  se  hizo  más  varia  e  intensa 
la  actuación  del  hombre  en  la  política;  fueron 
separándose  los  menesteres  de  la  vida  pública  y 
los  de  la  privada  y  adquiriendo  aquélla  una  vi- 
bración correspondiente  al  progreso  de  las  re- 
laciones sociales,  siquiera  pesaran  sobre  ella, 
para  ocultarla  o  descubrirla,  las  oscilaciones  de 
la  libertad  y  del  despotismo,  que,  sucesivamen- 
te, han  inspirado  el  gobierno  de  las  naciones.  El 
desarrollo  de  esa  vida  pública  y  de  los  partidos, 
que  son  sus  agentes,  tomó  paso  de  gigante  en  el 
siglo  xix;  la  instauración  del  sistema  parlamen- 
tario y  la  creación  de  la  Prensa  periódica  fue- 
ron los  elementos  que  más  contribuyeron  a  la 
mayor  intensidad  de  la  vida  de  los  partidos  (i). 

(i)  Los  partidos  políticos  son,  en  verdad,  el  producto 
natural  y  propio  del  régimen  constitucional  y  representa- 
tivo. (Adolfo  Posada,  Ciencia  polittca.) 


CONDE   DÉ    ROMANONES  235 

Merced  a  esta  mayor  intensidad  de  la  vida  polí- 
tica surgieron  y  se  fortificaron,  convirtiéndose 
de  hecho,  no  sólo  en  los  órganos  de  propaganda 
de  las  ideas  y  fórmulas  de  gobierno,  sino  en  ins- 
trumentos ineludibles  y  necesarios  para  la  cons- 
titución  y  funcionamiento  de  esos  Gobiernos. 


IV 


El  mecanismo  político  de  los  países  donde  im- 
peraba el  régimen  parlamentario  funcionaba  an- 
tes de  la  guerra  bajo  dos  sistemas.  El  más  anti- 
guo y  autorizado  encontraba  su  modelo  en  Ingla- 
terra; los  viejos  núcleos  influyentes  en  la  vida 
pública  de  aquel  país  se  habían  llegado  a  con- 
centrar, casi  a  principios  del  siglo  xix,  en  dos 
grandes  partidos:  los  tories  y  los  wihgs,  los  con- 
servadores y  los  liberales.  Los  grandes  proble- 
mas planteados  durante  esa  centuria — protec- 
ción y  librecambio,  autonomía  de  Irlanda,  re- 
forma agraria,  reforma  electoral,  régimen  colo- 
nial, leyes  confesionales— habían  agrupado  las 
clases  sociales  de  la  nación  británica  en  dos  zo- 
nas bien  definidas,  cada  una  de  las  cuales  ocu- 
paba una  posición  concreta  respecto  de  esos  pro- 
blemas; las  fórmulas  defendidas  por  cada  uno  de 
dichos  bandos  respondían¡a  principios  comunes, 


236        ANTÓN   DEL   OLMET. — TOKRES   BERNAL 

teniendo  una  afinidad  doctrinal  que  contribuía 
poderosamente  al  mantenimiento  y  acción  de  los 
dos  grandes  partidos.  Disputábanse  éstos  la  po- 
sesión del  Gobierno  y  alternativamente  lo  ocu- 
paban, según  el  gradual  crecimiento  de  sus  fuer- 
zas en  la  oposición:  lo  que  gráfica  y  significati- 
vamente se  ha  denominado  régimen  rotativo  en 
el  disfrute  del  Poder.  Este  sistema  ha  sido  co- 
piado, ya  deliberadamente,  ya  por  impulso  o 
presión  de  circunstancias  políticas,  en  otros  paí- 
ses con  muy  varios  resultados  y  siempre  con 
manifiesta  inferioridad,  respecto  de  Inglaterra, 
fundadora  y  maestra  del  sistema;  porque  si  les 
era  fácil  copiar  de  aquélla  el  sistema,  les  era  im- 
posible alcanzar  la  actividad  y  vigor  de  su  opi- 
nión pública,  resorte  indispensableparamantener 
la  cohesión  y  utilidad  de  los  verdaderos  partidos. 
El  otro  sistema  era  el  de  grupos,  cuyo  modelo 
más  acabado  ofreció  la  Francia  del  último  perío- 
do. Ausentes  los  grandes  partidos,  las  fuerzas 
parlamentarias  se  descomponían  en  fracciones 
relativamente  pequeñas,  impotentes  cada  una 
por  sí  y  aun  asistidas  por  algunas  otras,  para 
asimir  el  Gobierno  en  condiciones  de  normali- 
dad política.  Así  los  Gabinetes  tenían  que  ser 
producto  de  las  diversas  combinaciones  de  esas 
fracciones  parlamentarias,  provocando  toda  alte- 
ración en  la  coincidencia  de  esos  grupos  una 
obligada  mutación  en  el  Gobierno,  aquejado  así 
de  una  inestabilidad  extrema. 


CONDE   DE   ROMANONES  237 

No  he  de  hacer  aquí  un  examen  crítico  y  com- 
parativo de  ambos  sistemas;  me  basta  con  enun- 
ciar el  hecho,  como  antecedente,  y  casi  conside- 
ro baldías  las  discusiones  encaminadas  a  decidir 
cuál  debiera  haber  predominado,  porque  ni  el 
régimen  político  ni  los  caracteres  de  la  vida  pú- 
blica son  fruto  de  la  predilección  consciente,  a 
veces  caprichosa,  de  uno  o  varios  hombres,  por 
muy  poderosos  e  influyentes  que  se  les  imagine 
y  muy  oligarcas  que  se  les  llame.  El  régimen 
político  es  una  emanación  fatal  e  inexorable, 
una  expresión  fiel  y  sintética  de  la  estructura 
social  y  la  espiritual  de  un  pueblo;  cambia  cuan- 
do éstas  se  modifican;  permanece  mientras  sub- 
sisten. 

Es  alterando  la  estructura  social  y  espiri- 
tual, generalmente,  al  través  de  transformacio- 
nes económicas,  como  los  hechos  históricos  han 
transformado  la  vida  política  de  los  pueblos,  y 
como,  en  mi  sentir,  la  transformará  de  la  manera 
más  honda  la  guerra  europea. 

Merecen  quedar  aparte,  porque  pertenecen  a 
un  tipo  constitucional  distinto,  los  pueblos  regi- 
dos por  el  sistema  representativo,  de  los  cuales 
son  ejemplo  Alemania  y  los  Estados  Unidos.  La 
diversa  organización  política  y  la  existencia  de 
Estados  autónomos,  con  intereses  privativos, 
complicaba  su  juego  extraordinariamente  y  les 
imprimía  caracteres  inadecuados  aun  para  servir 
de  ilustración  a  un  estudio  sobre  política  de  los 


238   ANTÓN  DEL  OLMET.— TORRES  BERNAL 

países  de  tipo  centralista  y  régimen  constitucio- 
nal (i). 

Los  partidos,  grandes  o  chicos,  en  los  países  a 
que  me  refiero,  antes  de  agosto  de  1914,  tenían 
un  rasgo  común:  el  proponerse  como  finalidad 
inmediata  la  conquista  del  Poder.  De  esta  suerte 

(i)  Los  partidos  nacionales  (en  Alemania)  están  dividí- 
dos  en  todos  sentidos  por  los  sentimientos  y  los  intereses 
diferentes  de  los  diversos  Estados  de  un  Imperio  tan  des- 
igual. Prusia  sostiene  la  monarquía  que  irrita  a  los  Esta- 
dos de  menos  importancia;  sus  hombres  de  Estado  se  opo- 
nen a  los  progresos  del  liberalismo  que  los  representantes 
de  los  pequeños  Estados  verían  con  gusto  desenvolverse. 
Sin  embargo,  no  puede  haber  allí  ni  partido  de  Gobierno 
responsable,  ni  regla  alguna  constitucional  determinada. 
(Woodrov  Wilson.— £■/  Estado,  §  529.) 

«En  el  régimen  político  de  los  Estados  Unidos— dice  La- 
veleye— ,  los  ministros  nombrados  por  el  presidente  no 
dependen  de  las  Cámaras,  en  las  cuales  no  tienen  derecho 
a  entrar,  ni  aun  para  defender  sus  proyectos.  Los  Gobier- 
nos de  Gabinete  no  existen,  pues,  de  ninguna  forma  en 
América.  Así,  el  mecanismo  gubernamental  difiere  total- 
mente del  de  Inglaterra  y  délos  nuestros.  Las  Cámaras  y 
los  ministros  obran  en  esferas  separadas  y  no  tienen,  por 
decirlo  así,  acción  alguna  los  unos  sobre  los  otros.  Una  vo- 
tación del  Parlamento  no  puede  derribar  al  Ministerio;  en 
realidad,  no  hay  sino  secretarios  de  Estado,  que  dependen 
del  presidente, 

•Este  sistema  tan  contrario  a  todas  nuestras  ideas  sobre 
el  régimen  representativo,  ofrece,  sin  embargo,  diversas 
ventajas.  El  presidente  puede  nombrar  ministros  a  las 
personas  de  más  capacidad  para  cada  servicio  o  función, 
sin  tener  que  atender  a  las  exigencias  de  los  grupos  y  a  las 
intrigas  parlamentarias.  Los  ministros,  no  hallándose  ab- 


CONDE   DE    ROMANONES  239 

el  medio  se  convertía  en  fin,  falseando  la  natu- 
raleza del  partido  como  instrumento  social  y  vi- 
ciando todas  las  actividades  políticas.  El  acha- 
que no  era  privativo  de  España,  sino  general  en 
los  Estados  constitucionales  (i). 
Inicialmente  los  partidos  son  concreciones  de 

sorbidos  por  el  incesante  cuid  .do  exigido  en  Europa  para 
conservar  las  mayorías,  tienen  tiempo  de  'ocuparse  en  los 
asuntos  del  país.  Pueden  contar  con  un  plazo  de  cuati  o  años, 
y  aun  tal  vez  de  ocho,  si  el  presidente  es  reelegido,  en  vez 
de  ser  renovados  cada  seis  meses  como  en  Francia  y  en 
Italia.  Nü  se  hallan  a  merced  de  las  exigencias  de  los  dipu- 
tados porque  éstos  no  pueden  despedirlos.  Las  luchas  par- 
lamentarias no  agitan  apenas  al  país,  porque  los  discursos 
pronunciados  en  las  Cámaras  son  leídos  como  trozos  de 
elocuencia  o  disertaciones  instructivas  que  ilustran  al  pú- 
blico, pero  que  no  terminando  por  votaciones  que  cambien 
la  dirección  de  los  negocios  públicos,  no  apasionan  a  la 
opinión.  La  soberanía  del  pueblo  se  manifiesta  periódica- 
mente y  entonces  es  absoluta,  puesto  que  elige  a  todos  los 
altos  funcionarios;  pero  en  los  intervalos,  aquellos  a  quie- 
nes ha  elegido  pueden  gobernar  en  el  límite  de  los  poderes 
que  les  son  conferidos.» — (Emile  de  Laveleye. — Le  gouvgr- 
mment  datts  la  dentocraíie.—Lih.  K,  cap.  IL— París,  1891, 
página  120.) 

(i)  En  las  democracias,  gobernadas  por  mayoría,  la 
conservación  del  Poder,  cuando  ya  se  posee,  o  su  conquis- 
ta, cuando  se  ha  perdido,  son  la  primera  necesidad  de  los 
hombres  políticos.  Este  cuidado  predomina  sobre  los  de- 
más. La  batalla  interior  absorbe  todas  las  fuerzas,  y  las 
negociaciones  de  fuera  se  subordinan  a  la  estrategia  de 
dentro.  Se  arriesga  la  pérdida  de  un  Imperio  por  ganar  o 
salvar  un  voto.— (Vicomte  D'Avenel.  —Les  frangais  d« 
mon  temps.—Farís,  pág.  58.) 


240        ANTÓN   DEL   OLMET.  — TORRES   BERNAL 

la  opinión  pública  que  aspira  a  la  realización  de 
un  ideal  político  o  a  imprimir  determinada  di- 
rección a  la  obra  del  Gobierno;  su  razón  de  ser 
y  su  fin  primordial  es,  por  consiguiente,  la  con- 
secución de  aquellos  ideales  que  los  han  forja- 
do. Medio  para  la  realización  de  esos  ideales,  no 
único,  pero  si  el  más  directo,  es  el  desempeño 
del  Gobierno.  Por  una  substitución  muy  huma- 
na y  casi  inevitable  en  la  dinámica  espiritual 
cuando  no  actúan  los  frenos  adecuados,  el  egoís- 
mo personal  y  el  interés  propio  reemplazan  a 
toda  función  delegada  y  los  ideales  son  pos- 
puestos al  ansia  de  ocupar  el  Poder,  transigien- 
do en  aquéllos  para  conseguir  éste  y  conser- 
varlo. Este  proceso  se  realiza  inevitablemente 
apenas  la  opinión  pública,  la  masa  de  un  partido 
ajena  a  la  función  gobernante,  se  inhibe  (i).  Tro- 
cado el  medio  en  ñn,  toda  conducta  de  los  par- 
tidos responde  a  dos  necesidades:  mientras  está 
en  la  oposición,  vencer  al  contrario  y  obtener  el 
Poder  como  premio  de  la  victoria;  y,  cuando  lo 
ha  obtenido,  conservarse  en  él  durante  el  ma- 

(i)  Expresando  este  mismo  concepto,  hacía  don  Anto- 
nio Maura  esta  insuperable  pintura  eo  el  discurso  pronun- 
ciado el  21  de  abril  de  1915  en  el  teatro  Real:  "Pero  desde 
el  instante  en  que  la  opinión  se  ausenta  y  la  ciudadanía  se 
eclipsa  y  quedan  sólo  los  intereses  y  los  egoísmos  y  la 
labor  interna  que,  de  abajo  arriba,  va  labrando  natural- 
mente la  contextura  de  un  partido,  ¡ah!,  entonces  el  pano- 
rama es  totalmente  diverso;  entonces  las  abnegaciones  en 
pro  del  bien  público  no  tienen  recompensa;  entonces  ya 


CONDE  DE  ROMANONES  24! 

yor  tiempo  posible,  defendiéndolo  como  se  de- 
fiende la  propiedad  más  querida  y  sagrada. 

A  estas  dos  necesidades  se  acomodaba,  no 
pocas  veces,  la  conducta  de  los  partidos,  lo  mis- 
mo la  de  aquellos  que  lo  confesaban  llanamente, 
que  la  de  cuantos  hacían  parada  de  austeridad, 
fingiendo,  de  buena  íe,  desprendimientos  y  abne- 
gaciones más  justificadas  en  los  deseos  que  eii 
los  actos  y  en  las  realidades. 

Muchas  y  muy  dolorosas  consecuencias  se 
derivaban  de  esta  desviación  de  la  actividad  po- 
lítica de  los  partidos;  la  más  inmediata  era  Ja 
permanencia  en  la  vida  pública  de  una  organi? 
zación  forzosamente  estéril  cuando  el  partidO| 
forjado  originariamente  para  la  realización  de 
un  ideal,  quedaba  falto  de  un  fin  noble,  ya  por- 
que este  ideal  era  conseguido,  ya  porque  era 
abandonado;  mientras  que,  consagrado  el  par- 
tido a  la  conquista  y  posesión  del  Poder,  care- 
ciendo de  todo  jugo  doctrinal  y  de  todo  aliento 
romántico,  que  es  como  la  levadura  indispensa- 
ble en  todos  los  movimientos  sociales,  continua- 
ba ocupando  su  sitio  y  actuando  como  instru- 

se  sabe  que  el  partido  no  se  mueve  por  la  opinión,  sino  por 
la  dominación,  y  tiene  que  sacar  de  la  dominación  la  fuer- 
za. De  modo  que  el  Estado,  el  Poder,  la  jurisdicción,  el  pre- 
supuesto, los  intereses,  son  un  botín  de  guerra  y  una  in- 
tendencia los  Gobiernos,  pero  para  el  Ejército,  para  la 
clientela,  para  los  del  partido  y  contra  los  demás.  Y  se 
ka  eclipsado  y  ha  muerto  toda  idea  de  justicia  y  ds  bien 
público". 

16 


642        ANTÓN    DEL    OLMÉT.  — TOftRES   fiERNAL 

mentó  de  gobierno  al  cual  inevitablemente  co- 
municaba su  propia  esterilidad  (i).  Su  esfuerzo 
se  aplicaba  por  entero  a  mantener  la  máquina,  a 
hacer  marchar  la  máquina  cuando  ya  no  tenía 
trabajo  que  realizar.  Seguro  de  llegar  al  Poder, 
¿a  qué  pensar  en  la  renovación  de  su  programa 
ni  en  buscar  solución  a  los  problemas  que  las 
nuevas  realidades  presentaban?  Y  ¡cuan  difícil 
era,  aun  queriéndolo,  acomodarse  a  las  exigen- 
cias de  éstas!  Cuando  los  partidos  llegan  a  cris- 
talizar y  el  llamado  espíritu  de  partido,  el  parti- 
dismo, se  exacerba,  sin  darse  cuenta  pierden  su 
contacto  con  la  opinión  pública;  creen  que  la  si- 
guen representando  cuando  de  ella  están  ya 
muy  lejos;  toman  por  verdadera  opinión  públi- 
ca el  conjunto  de  sus  propios  intereses  trabados 
entre  sí,  intereses  cuyo  servicio  constituye  la 
razón  capital  de  la  existencia  del  partido,  y 
esto  es  lo  que  principalmente  dificulta  su  adap- 
tación sincera,  su  compenetración  necesaria  con 
las  nuevaa  realidades  de  la  vida  pública. 

Aunque  el  partido  quiera  transformarse,  con- 
vertido en  máquina  para  el  disfrute  del  Poder, 

(i)  Véase  lo  que  ocurría  en  Francia:  «Lo  que  debe  con- 
solarles es  que,  fueran  diputados  o  ministros,  no  realiza- 
rían ninguna  de  las  reformas  que  proyectan.  Intimidados 
por  los  peligros  que  ofrecen  sus  opiniones  incoherentes, 
los  eligidos  del  pu«blo  han  tomado  el  partido  de  buscar  la 
salud  en  la  impotencia».— (D'Avenel:  Les  franfaia  de  nton 
temps,  pág.  39.) 


CONDE   DE   R    MAN    NES  243 

resulta  incompatible  con  los  nuevos  programas, 
a  los  cuales  tiene  inevitablemente  que  cerrar  el 
paso;  y  los  intereses  creados  (i),  los  eternos  in- 
tereses creados,  con  toda  su  fuerza,  por  instinto 
de  conservación,  atajan  el  camino  a  todos  aque- 
llos otros  elementos  juveniles  y  capaces  que,  in- 
jertados en  el  viejo  tronco,  podrían  dar  a  éste  el 
vigor  necesario  para  afrontar  los  nuevos  proble- 
mas y  las  nuevas  luchas. 

El  abandono  de  los  ideales  políticos  y  la  pre- 
ocupación exclusiva  de  realidades  egoístas  traen 
consigo  el  escepticismo  en  la  doctrina,  el  sofis- 
ma en  la  política  y  la  ambigüedad  en  la  conducta; 
bastardean  los  principios  a  fin  de  darles  la  flexi- 
bilidad precisa  para  poder  esquivar  los  estorbos 
en  el  avance  hacia  el  Poder  y  para  hacerlos 
adaptables  a  todas  las  situaciones  y  circunstan- 
cias de  momento. 

Pero  los  partidos  para  defenderse,  fortificarse 
y  luchar  necesitan  satisfacer  constantemente  el 
afán  de  dominación  de  sus  componentes:  de 
ahí  los  abusos  a  que  el  interés  de  partido  llevó 
casi  siempre,  contra  la  voluntad  de  sus  elemen- 
tos directivos,  a  todas  las  agrupaciones  políticas 
hasta  la  hora  trágica  en  que  comenzó  la  guerra; 
abusos  que,  sistematizados  y  personificados,  dan 
por  resultado  el  régimen  de  vida  pública  que 

(i)  Los  partidos— dice  Mr.  Harold  Spender  en  The  Con- 
ttmporary  Review,  refiriéndose  a  losbritánicos— se  han  con- 
vertido en  «intereses  creados».  Febrero  1918. 


244       ANTÓN  DEL  OLMET.— TORRES   BERNAL 

solemos  anatematizar  con  la  palabra  "caciquis- 
mo" (i). 

En  esta  misma  desviación  de  los  partidos  se 
engendraban  las  causas  de  su  decadencia  y  di- 
solución. Porque  el  ideal  político  agrupa  a  los 
hombres  y  mantiene  su  cohesión  de  dos  mane- 
ras: por  el  impulso  interno  de  cada  uno  de  ellos, 
que  desinteresadamente  les  mueve  a  cooperar 
en  la  realización  de  nobles  aspiraciones  comu- 
nes, y  por  la  presión  externa  ejercida  sobre  ellos 
por  aquella  parte  de  la  opinión  pública  en  cuyo 
nombre  actúan  y  cuyos  adalides  declaran  ser. 
Pero  desvanecido  o  eclipsado  el  ideal,  trocada 

(i)  El  conjunto  de  los  abusos  cometidos  por  los  partidos 
políticos  para  asegurar  su  dominación,  constituye  la  reali- 
dad jurídica  política  en  España.  Su  denuncia  forma  la 
ocupación  diaria  de  la  Prensa  periódica.  Para  apuntarlos 
y  anatematizarlos  se  ha  escrito  literatura  tan  copiosa  que, 
no  ya  citarla,  sino  sencillamenta  enumerarla,  consumiría 
más  espacio  del  que  puedo  disponer.  Séame  lícito,  sin  em- 
bargo, recordar  la  información  abierta  en  esta  casa,  por 
iniciativa  del  insigne  Costa,  sobre  Oligarquía  y  Caciquis- 
mo, y  hacer  una  referencia  a  palabras  pronunciadas  por 
Maura  en  su  ya  citado  discurso  del  teatro  Real:  "fín  reali- 
dad, el  ciudadano  español  vive  sometido  a  un  género  de 
tiranías  que  no  habían  conocido  los  siglos,  porque  los  más 
truculentos  tiranos,  no  ya  de  la  Historia,  no  ya  del  Teatro, 
sino  de  la  leyenda,  por  feroces  que  fuesen,  tenían  un  radio 
de  acción  limitado,  y  los  pobres  diablos,  y  muchos  que  no 
eran  ni  pobres  ni  diablos,  se  libraban  de  la  tiranía;  pero 
ahora,  no.  Ahora  la  tiranía  está  enroscada  al  cuerpo  so- 
cial, en  un  contacto  insolente,  con  todas  las  partes  de  su 
cuerpo;  porque  es  una  jerarquía;  porque  empieza  en  la 


CONDE  DE  ROMANONES  345 

la  finalidad  del  partido,  desaparece  la  más  pura 
fuerza  aglutinante.  Queda  sólo  como  sostén  el 
propio  interés  de  cada  partidario;  y  como  la 
masa  no  profesional  de  la  política  no  recibe  be- 
neficio directo  de  la  conquista  del  Poder,  se 
ausenta  del  partido  y  quedan  sólo  los  profesio- 
sionales.  Y  de  esta  situación  se  derivan  dos  efec- 
tos ineludibles:  uno,  la  ineficacia  del  partido 
para  toda  obra  importante,  aunque  sea  acometi- 
da con  la  mejor  voluntad  y  el  más  recto  propó- 
sito, y  otro,  la  necesidad  en  que  se  encuentra  el 
director  de  esa  fuerza  política  de  hacer  a  cada 
instante  el  recuento  de  los  que  le  siguen  y  ana- 
lizar el  valor  cuantitativo  de  cada  uno  de  ellos, 

última  aldea  y  acaba  en  lo  más  alto,  formando  una  jerar- 
quía tal  que,  cuando  hay  un  tropiezo  en  la  dominación  del 
inferior,  por  grados  hasta  donde  sea  menester  se  llega  a  la 
imposición  suprema  con  una  potencia  formidable,  como 
que,  al  cabo,  por  el  engranaje  de  obligaciones,  tiene  que 
resultar  apoyada  la  voluntad,  la  tropelía,  el  deseo,  el  im- 
pulso del  último  de  los  caciques  de  la  última  aldea,  por  el 
más  encumbrado  personaje,  que  suele  ignorar  lo  que  apo- 
ya, pero  que  lo  tiene  que  apoyar,  y  ya  lo  he  dicho,  es  una 
vinculación  inversa,  es  la  obligación  del  superior  de  apo- 
yar las  cosas  que  ha  discurrido  e  implantado  el  infe- 
rior.» 

Acerca  de  la  política  en  Francia,  puede  consultarse  el 
interesante  capítulo  I  del  libro  II  de  Fremitres  fonséqutn- 
c«s  de  la  guerrt,  de  Gustave  Le  Bon, 

Un  fácil  espigueo  por  la  literatura  política  de  otros  paí- 
ses proporciona  numerosos  bosquejo»  análogos  a  los  de 
Maura  y  Le  Bon. 


246       ANTÓN    DEL   ÜLIÍET.-TORRIS    BERNAL 

valor  que  debe  predominar  sobre  el  cualitativo, 
so  pena  de  debilidad  y  vencimiento. 

Antes  de  pasar  adelante  en  este  análisis,  un 
poco  doloroso  para  mí — vosotros  noblemente  lo 
reconoceréis — ,  de  la  situación  de  los  partidos  al 
sobrevenir  la  guerra,  quiero  hacer  una  salvedad: 
es  evidente  que  no  me  refiero  a  España  exclusi- 
vamente, que  hablo  de  los  partidos  políticos  de 
casi  todos  los  países  del  mundo  civilizado. 

Una  de  las  cosas  que  al  principio  sorprenden 
cuando  se  repasa  la  literatura  crítica  de  la  vida 
pública  en  los  diversos  países,  es  la  identidad  de 
las  quejas,  la  uniformidad  de  las  censuras,  la 
igualdad  de  los  reproches  y  la  semejanza  de  los 
vicios  denunciados  y  condenados.  De  lejos  todos 
los  paisajes  son  hermosos;  lo  mismo  acontece 
con  la  vida  pública.  A  la  mente  acuden  los  nom- 
bres de  varias  naciones  cuyos  partidos  parecen, 
vistos  a  distancia,  llenos  de  vigor  y  lozanía,  y, 
sin  embargo,  los  hombres  más  autorizados  de 
esas  mismas  naciones  los  declaran  caducos  y 
agotados  (i).  Pero  es  seguro  que,  a  pesar  de  mi 
propósito,  cuantos  me  escuchan,  al  ver  esta  di- 
sección que  de  los  partidos  políticos  hago  llevan 
su  pensamiento  a  España.  Acaso  si  pudiera  evi- 
(l)  El  verdadero  vicio  de  los  partidos  (se  refiere  el 
autor  a  los  partidos  ingleses)  es  hacer  del  partido  una  fina- 
lidad y  no  una  política;  es  rehusar  la  lenovación  de  la  po- 
lítica cuando  está  exhausta.  Es  persistir  en  mantenerla 
máquina  cuando  no  tiene  ningún  trabajo  que  realizar.— 
Harold  Spender:  The  Contemporary  Revüw.  Febrero  19 18. 


CONDE   DE    UOMANCNES  247 

tarlo  tampoco  lo  evitaría,  porque  España,  por  ser 
lo  que  más  amo,  es  la  que  absorbe  más  mi  pen- 
samiento puesto  en  su  presente  y  en  su  porve- 
nir; llevo  el  ensueño  de  su  renovación  y  engran- 
decimiento más  que  en  la  mente  en  el  corazón. 
Con  mis  palabras  no  me  propongo  zaherir  a  na- 
die: ¿cómo  iba  a  hacerlo,  si  al  estampar  esta  crí- 
tica tengo  que  hacer  examen  de  conciencia  y  no 
debo  olvidar  las  que  pudieran  ser  mis  propias 
culpas  y  responsabilidades?  Pero  ante  vosotros 
sería  indigno  que  yo  atenuara  mis  juicios,  o  que 
diera  en  ellos  paso  a  la  mentira. 

No  sería  justo  tampoco,  al  formular  estos  jui- 
cios de  los  partidos,  a)  hacer  su  disección  impla- 
cable, no  recordar  que  si  sus  pasadas  culpas  fue- 
ron muchas,  si  sus  responsabilidades  fueron 
grandes,  tienen  derecho  también  a  que  se  reco- 
nozca que  a  ellos  se  debe  principalmente  el  pro- 
greso político  de  los  pueblos;  que  al  lado  de  las 
concupiscencias  y  de  las  debilidades,  escribieron 
páginas  hermosísimas  de  desinterés  y  sacrificio 
y  que  sería  además  negar  la  evidencia  lanzar 
sobre  ellos  exclusivamente  todas  las  responsa- 
bilidades, porque  los  partidos  políticos  y  los  ele- 
mentos que  los  componen  sólo  son  parte  de  un 
todo,  facetas  de  un  mismo  cuerpo,  elementos  de 
un  mismo  estado  social  y  que,  por  lo  tanto,  las 
responsabilidades,  en  justicia,  a  todos  por  igual 
deben  imputarse, 


248        ANTÓN    DEL   OLWET.  — TORRES   BERNAL 

La  guerra  evidenció  el  fracaso  de  los  partidos 
como  órganos  de  gobierno.  Mientras  se  realiza- 
ba la  evolución  de  los  partidos,  que  he  diseña- 
do, los  pueblos  progresaban  rápidamente  en  el 
orden  científico,  artístico  y  económico;  el  ve- 
loz avance  de  las  principales  naciones  durante 
el  último  tercio  del  siglo  xix  maravilla;  pero 
quedaban  rezagadas  en  el  orden  político.  La 
ciencia  ha  hecho  prodigios,  ha  despejado  miste- 
rios que  parecían  arcanos  insondables,  y  resuel- 
to problemas  al  parecer  fuera  del  alcance  de  las 
fuerzas  humanas;  la  poh'tica  y  la  administración, 
en  cambio,  siguen  teniendo  frente  a  ellas,  sin 
resolver,  todos  los  grandes  problemas  que  en- 
contraron en  su  camino  hace  muchas  décadas, 
Al  estallar  la  guerra,  en  la  mayoría  de  los  pue- 
blos, subsistían  los  problemas  internos  de  cons- 
titución política  que  los  han  atormentado,  a  ve- 
ces durante  siglos;  seguían  sin  resolver  los  pro- 
blemas de  la  cultura,  de  la  miseria,  de  la  sani- 
dad, de  la  independencia  del  sufragio,  de  la  jus- 
ticia, de  la  responsabilidad  administrativa  y  tan- 
tos otros;  y  mientras  la  política  se  mostraba  im- 
potente para  resolver  esos  viejos  problemas, 
surgían  otros  nuevos  como  aquellos  que  afectan 
a  la  organización  del  proletariado  y  su  coparti- 
cipación normal  en  las  funciones  de  gobierno; 
problemas  amenazadores  para  los  cuales  no  se 
ha  acertado  aún  con  la  solución,  ni  siquiera  con 
paliativos  que  a  ella  en  su  día  pudieran  conducir. 


CONDE    DE    ROMANONES  249 

En  este  fracaso  de  la  política  pudieran  no  es- 
tar exentos  de  responsabilidad  los  antiguos  par- 
tidos. En  1914  los  viejos  partidos,  aquellos  par- 
tidos que  tantos  días  de  gloria  alcanzaron,  se 
sentían  caducos,  ellos  mismos  reconocían  su 
impotencia  para  afrontar  la  resolución  de  los 
nuevos  problemas  que  se  presentaban  en  la  vida 
de  los  pueblos;  en  todas  partes  se  acusaba  la 
anemia  que  los  minaba;  se  mantenían  en  pie  por 
la  incertidumbre  e  inmensa  dificultad  de  su 
reemplazo  y  por  la  fuerza  del  instinto  de  con- 
servación, que  en  las  organizaciones  morales 
como  en  los  seres  vivos  parece  inagotable. 

En  este  período  lento  de  desintegración  délos 
partidos  se  hallaban  éstos  cuando  sobrevino  la 
guerra.  La  sacudida  fué  brutal;  la  realidad  im- 
placable barrió  los  artificios;  el  presente  cruelí- 
simo ahuyentó  el  pasado  quimérico;  la  vida  pi- 
dió su  puesto  para  defenderse  a  sí  propia.  Y  los 
pueblos  no  vacilaron.  A  la  repentina  y  fulgu- 
rante luz  de  la  tragedia  contemplaron  con  es- 
panto que  los  que  habían  sido  hasta  aquel  mo- 
mento órganos  directivos  de  la  vida  nacional 
eran  impotentes  para  salvarlos  de  la  ruina  que 
les  amenazaba;  las  armazones  de  los  viejos  par- 
tidos crepitaron;  el  soplo  del  heroísmo  aventó  de 
la  plaza  pública  las  concupiscencias  y  no  las 
destruyó  porque  son  indestructibles,  pero  las 
proscribió  para  siempre  de  toda  actividad  polí- 
tica; los  Gobiernos  se  translormaron  rápida- 


250         ANTÓN  DEL  Oí  MET. — TORRES  líERNAL 

mente;  y,  como  declaración  de  que  los  partidos 
no  podían  ser  por  sí  solos  instrumentos  de  go- 
bierno, surgió,  impuesta  por  un  deseo  unánime 
de  la  opinión  en  los  pueblos  beligerantes,  una 
fórmula,  una  frase  prodigiosamente  dinámica: 
la  "unión  sagrada". 

*  *  * 

¿Qué  había  ocurrido  para  tan  total  y  resuelta 
mutación?  La  realidad,  apremiante  e  implacable, 
había  roto  súbitamente  los  artificios  ideados  y 
aprovechados  por  los  partidos  para  sus  luchas 
y  restablecido  brutalmente  la  arquitectura  lógi- 
ca de  los  fines  y  de  los  medios  dentro  de  la  vida 
nacional. 

Como  he  dicho  antes,  los  partidos  habían  he- 
cho de  la  conquista  del  Poder  cosa  diferente  de 
la  conquista  del  Gobierno,  su  principal  finalidad, 
y  este  fué  su  error,  pues  a  esta  mudanza  de  los 
fines  del  partido  corresponde  otra  análoga  en  los 
programas  inmediatos  y  convencionales  de  esos 
mismos  partidos.  Las  fórmulas  políticas,  las  con- 
cepciones constitucionales,  que  no  deben  ser 
sino  medios  para  procurar  el  bien  y  el  engran- 
decimiento de  la  patria,  fueron  consideradas 
como  verdaderos  fines;  y  cuando  se  luchaba  por 
la  reforma  electoral,  por  la  representación  pro- 
porcional, por  el  impuesto  sobre  la  renta,  por  la 
organización  centralista  o  autonomista,  por  la 
reforma  de  este  o  del  otro  artículo  de  las  leyes 


CUNDE    DE    ROM ANONES  «5 I 

fundamentales,  por  esta  o  por  aquella  otra  forma 
de  gobierno,  por  tantos  y  tantos  problemas  como 
han  llenado  con  su  estrépito  los  ámbitos  de  la 
vida  pública  durante  los  últimos  años,  peleábase 
no  con  el  pensamiento  puesto  únicamente  en  la 
congruencia  de  esas  fórmulas  con  la  realidad  y 
en  sus  pensamientos  finales  para  la  nación,  sino 
por  lo  que  tales  problemas  o  fórmulas  eran  en  sí 
propias  y  por  lo  que  significaban  con  relación  a 
las  convencionales  divisiones  políticas  y  a  lo  que 
cada  grupo  u  hombre  aparentaba  representar  en 
la  batalla  de  la  vida  pública.  Entonces,  y  coinci- 
diendo con  ello,  sobrevino  la  sustitución  del  va- 
lor dialéctico  de  las  razones  por  la  simple  sono- 
ridad de  los  vocablos.  La  guerra  irrumpió  en  la 
vida  pública  instalando  en  su  centro  un  verda- 
dero fin  nacional,  dominador  e  inaplazable  y 
todos  los  medios  disfrazados  de  fines  huyeron 
despavoridos  como  servidores  infieles  a  quienes 
sorprende  en  plena  orgía  el  inesperado  regreso 
de  su  señor. 

A  este  fin  nacional  respondió  inmediatamente, 
con  la  presteza  que  la  necesidad  imponía,  la  or- 
ganización de  las  fuerzas  políticas  y  su  reflejo 
en  el  órgano  director.  Este  es  el  significado  de 
la  unión  sagrada  en  todos  los  pueblos,  no  inven- 
ción de  un  hombre  genial  ni  fruto  de  abnegacio- 
nes espontáneas,  sino  imposición  de  la  realidad 
y  de  la  lógica;  la  unión  sagrada,  compuesta  por 
dos  manifestaciones  correlativas:  la  suspensión 


252        ANTÓN   DEL    OLMET. — TORRES  BERNAL 

en  la  lucha  de  las  facciones  políticas  y  la  cola- 
boración de  sus  hombres  representativos  en  el 
gobierno  de  la  nación. 

Insisto  en  el  análisis  de  este  hecho  porque  he 
querido  hacer  resaltar  dos  conceptos  que,  bien 
iluminados,  nos  han  de  guiar  eficazmente  en 
nuestras  conjeturas  sobre  la  ulterior  transfor- 
mación política  una  vez  pasada  la  guerra.  Esos 
dos  conceptos  son  que  la  conjunción  de  las  dis- 
tintas fuerzas  políticas  en  un  solo  órgano  de 
gobierno  no  es  el  resultado  de  un  explicable 
pero  transitorio  fervor  patriótico,  por  el  cual  los 
hombres  deponen  sus  antagonismos  como  com- 
penetrados e  impelidos  por  una  corriente  senti- 
mental e  irresistible,  sino  el  efecto  incontrasta- 
ble del  cambio  sobrevenido  en  la  realidad  nacio- 
nal con  motivo  de  la  guerra,  de  tal  suerte  que 
el  grupo  o  grupos  de  hombres  políticos  que  hu- 
bieran pretendido  la  continuación  del  régimen 
anterior  habrían  sido  arrollados  y  deshechos;  y 
que  esa  nueva  realidad  tiene  su  expresión  supre- 
ma en  la  aspiración  de  un  fin  nacional,  superior 
en  extensión  y  transcendencia  a  aquellos  fines 
subalternos  y  convencionales  que,  más  como 
herencia  de  tiempos  anteriores  que  como  anhelo 
y  preocupación  de  las  generaciones  nuevas,  ser- 
vían para  explicar  la  actividad  de  los  partidos  y 
para  prestarles  una  divisa  que  les  diferenciara 
en  el  revuelto  campo  de  la  lucha  por  el  Poder. 
Y  mientras  ese  fin  nacional  subsista,  el  fenómeno 


CONDE   DE   ROMANONES  253 

que  ha  originado  subsistirá  también  con  uno  u 
otro  nombre  aunque  con  diversas  gradaciones. 

Ese  fin  nacional  supremo  ha  sido  distinto  se- 
gún se  haya  tratado  de  países  beligerantes  o 
neutrales.  En  los  primeros  ni  fué  ni  podía  ser 
más  que  uno:  vencer  y  vencer  pronto  al  enemi- 
go. Pero  ese  fin  único  y  en  apariencia  sencillo 
resulta  muy  complejo  si  se  considera  que  para 
lograrlo  es  necesario  organizar  las  fuerzas  todas 
del  país,  obteniendo  de  ellas  el  máximo  rendi- 
miento posible,  para  lo  cual  había  de  acudirse  a 
medios  que  los  hechos  imponían  como  absoluta- 
mente ineludibles,  aunque  fueran  contrarios  a 
determinados  principios  políticos  de  los  que 
hasta  entonces  constituyeron  la  base  doctrinal 
de  los  partidos  o  el  contenido  principal  de  sus 
programas. 

Respondiendo  a  esa  necesidad,  se  constituye- 
ron los  nuevos  Gobiernos.  Adelantóse  a  todos 
Francia,  porque  ella  sintió  primero  el  choque  de 
la  guerra  en  toda  su  intensidad.  Sin  vacilación 
ni  tardanza,  el  pueblo  francés  dióse  cuenta  en  el 
primer  instante  de  que  los  Gobiernos  de  partido 
o  grupo  no  eran  instrumento  adecuado  para  la 
defensa  de  los  intereses  patrios  ni  para  respon- 
der a  las  enormes  resultancias  del  esfuerzo  béli- 
co, y  se  constituyó  un  Gobierno  nacional  inte- 
grado por  todos  los  representantes  de  las  fuer- 
zas políticas;  y  aunque  después  este  Gobierno, 
en  cuanto  mecanismo  ministerial,  se  ha  ido  sim- 


254         ANTÓN  DEL  OLMET.-TO    RES  BERNAL 

pliftcando,  lo  apoyan  y  con  él  colaboran  parla- 
mentariamente todas  las  fuerzas  del  país. 

Análogo  camino  siguieron  los  demás  belige- 
rantes, más  o  menos  pronto,  según  el  grado  de 
intensidad  con  que  sucesivamente  se  han  sentido 
en  ellos  las  necesidades  de  la  guerra.  Algunos 
lo  comprendieron  demasiado  tarde  por  no  reco- 
nocer desde  el  primer  momento  que  la  única  y 
legítima  dirección  de  los  pueblos,  el  único  poder 
que  debe  disponer  de  sus  destinos  es  la  volun- 
tad nacional,  exenta  de  toda  clase  de  ligaduras. 

En  las  determinaciones  de  estos  Gobiernos 
nacionales  han  sido  sacrificadas  tendencias  que 
parecían  incorporadas  a  una  tradición  nacional 
y  significaciones  que  constituían  la  razón  de  ser 
de  los  más  fuertes  partidos.  Así,  en  Inglaterra, 
se  implantó  el  servicio  militar  obligatorio  y  se 
llevó  el  intervencionismo  del  Estado  en  la  vida 
económica  hasta  sus  más  extremos  límites,  y 
ambas  cosas,  constante  y  secularmente  resistidas 
por  el  pueblo  británico,  parecían  repugnar  a  la 
complexión  espiritual,  no  sólo  de  aquella  nación, 
sino  de  toda  su  raza  fervientemente  orientada 
hacia  la  máxima  expansión  de  la  libertad  indi- 
vidual, orientación  en  que  residía  el  secreto  de 
su  grandeza,  la  historia  de  sus  triunfos  en  la 
vida  y  de  sus  desbordamientos  colonizadores  en 
todo  el  planeta.  Y  cedieron  los  conservadores 
en  los  aumentos  extraordinarios  del  incom»  iax; 
los  ulsterianos  en  las  soluciones  para  Irlanda; 


CONDE    DE    ROMANONES  «55 

los  liberales  de  la  escuela  de  Manchester  en  las 
restricciones  a  la  libertad  comercial,  y  los  labo- 
ristas en  la  aplicación  de  las  leyes  restrictivas 
de  la  jornada  y  fortificación  de  la  organización 
de  la  clase  obera;  suspendió  el  gobernante  más 
genial  de  Inglaterra  en  los  actuales  tiempos  los 
desenvolvimientos  del  presupuesto  de  1909  en 
sus  aplicaciones  de  los  nuevos  tributos  a  la  tierra 
y  las  grandes  reformas  agrarias  preparadas  y 
divulgadas  precisamente  al  estallar  la  guerra; 
pudo  hacerse  la  reforma  electoral  llegando  al 
sufragio  universal,  supresión  del  voto  plural  y 
concesión  del  voto  a  la  mujer,  reforma  cuyos 
términos  son  la  proclamación  solemne  de  que  en 
la  nueva  era  a  todos,  hombres  y  mujeres,  ricos 
y  pobres,  pide  la  patria  el  concurso  de  sus  es- 
fuerzos, y  a  todos  también  ha  de  reconocer  el 
correlativo  derecho  a  intervenir  políticamente 
en  la  dirección  de  sus  destinos. 

Y  esto  que  aconteció  en  Inglaterra  ha  sucedi- 
do igualmente  en  todos  los  países,  porque  en  to- 
dos la  ley  funcional  de  los  nuevos  Gobiernos 
fué,  no  la  transacción  en  el  sentido  que  aquí 
suele  darse  a  esta  palabra  aplicada  a  la  política, 
sino  el  postergamiento  de  los  ideales  particula- 
ristas. 

No  hay  uno  entre  los  países  no  beligerantes 
en  que  la  guerra  no  haya  repercutido  con  gran 
intensidad;  y  si  en  el  orden  material  la  repercu- 
sión ha  sido  enorme,  como  todos  podemos  apre- 


256       ANTÓN    DEL    OLMET.    - TORREá    BERNAL 

ciar  por  la  propia  experiencia,  aún  más  grande 
ha  sido  en  el  orden  moral,  en  las  ideas  y  en  el 
espíritu  de  los  pueblos.  El  tremendo  espectácu- 
lo de  la  guerra  arrancó  de  su  sueño  aun  a  los 
pueblos  más  aletargados;  ante  la  tragedia  era 
imposible  la  indiferencia  y  este  sacudimiento 
moral  es  uno  de  los  pocos  bienes  que,  en  com- 
pensación de  los  grandes  males  y  tremendos 
dolores,  nos  ha  traído  la  guerra;  recordemos  la 
frase  de  un  escritor  inglés:  "La  única  cosa  mor- 
tal para  un  Estado  es  la  indiferencia."  Los  dor- 
midos se  pusieron  en  pie;  el  estruendo  de  la  ba- 
talla despertó  a  las  gentes;  comenzaron  a  sentir 
simpatías  o  antipatías  por  uno  u  otro  bando;  si- 
guieron el  curso  de  la  lucha  con  atención  cre- 
ciente, y  se  vieron  impelidos  a  tomar  partido 
por  una  de  las  dos  grandes  concepciones  de  la 
ética  y  de  la  organización  del  mundo,  cuyo  cho- 
que ha  constituido  el  fondo  espiritual  de  la  pa- 
sada guerra. 

Fenómeno  digno  de  ser  registrado  es  que  el 
conflicto  universal  no  ha  herido  en  los  neutra- 
les debidamente  el  sentimiento  de  solidaridad 
humana;  el  instinto  de  conservación  se  ha  so- 
brepuesto en  el  individuo  y  en  las  colectivida- 
des; los  neutrales  sólo  pensaron  en  salvarse  del 
naufragio,  en  evitar  que  a  ellos  llegaran  los  ho- 
rrores que  estaban  presenciando,  y  cada  neutral 
hizo  de  este  anhelo  el  fin  nacional  de  su  políti- 
ca; fin  nacional  que  ha  operado  sobre  la  sitúa- 


CONDE   DE   ROMANONES  257 

ción  y  relaciones  de  los  partidos  de  igual  suerte 
que  en  los  beligerantes  el  de  vencer  al  enemigo, 
produciendo  efecto  análogo.  La  diferencia  está 
en  que  el  anhelo  de  vencer  comprende  por  igual 
al  presente  y  al  porvenir,  porque  ambos  están 
comprometidos  en  la  lucha,  mientras  que  el  an- 
sia de  esquivar  los  sufrimientos  a  toda  costa  mi- 
raba sólo  al  presente  y  cerraba  los  ojos  al  por- 
venir, supeditándolo  y  tal  vez  sacrificándolo  a 
la  efímera  comodidad  de  las  generaciones  ac- 
tuales. 

Pero  así  tenía  que  ser  en  la  mayoría  de 
los  pueblos  neutrales,  porque  para  seguir  otro 
camino  y  adoptar  resoluciones  más  esforzadas, 
hace  falta  vigorosa  confianza  en  las  propias 
fuerzas,  y  aquella  alta  y  clarividente  espirituali- 
dad que  impulsa  irresistiblemente  a  los  pueblos 
a  poner  el  pensar  y  el  corazón,  no  en  la  hora 
furtiva  cuyas  campanadas  escuchan  las  genera- 
ciones vivientes,  sino  en  aquellas  otras  horas 
transcendentales  y  definitivas  que  han  de  sonar 
mucho  después  en  el  mañana  eterno  de  los  pue- 
blos. 

El  único  fin  de  los  neutrales  ha  sido  no  dejar 
de  serlo.  Pero  esta  suprema  ansiedad,  que  en 
momentos  ha  llegado  a  los  confines  de  la  an- 
gustia y  ha  bastado  para  arruinar  definitivamen- 
te el  viejo  edificio  de  los  partidos  políticos,  no 
ha  sido  suficiente  para  resolver  ninguno  de  los 
problemas  con  que  los  neutrales  son  confronta- 

17 


358   ANTÓN  DEL  OLMET. — TORRES  BERNAL 

dos  a  ]a  hora,  para  ellos  crítica,  de  la  paz;  éstos 
siguen  en  pie,  terribles  y  enigmáticos. 


A  quienes  consideren  la  fuerza  sentimental 
con  que  esos  fines  actúan  sobre  la  opinión  pú- 
blica no  puede  sorprenderles  que  en  unos  y  en 
otros  pueblos  las  divisiones  intestinas  cesaran, 
pero  cabe  preguntar  si  después  de  la  paz  conti- 
nuarán o  no,  si  serán  o  no  posibles  las  nuevas 
modalidades  de  gobierno  que  hemos  visto  sur- 
gir. Que  los  viejos  partidos  se  transformarán 
totalmente  es  indudable;  más  aún:  ya  ha  comen- 
zado  su  transformación;  persistirá  de  ellos  qui- 
zás el  nombre,  posiblemente  su  estructura;  pero 
cada  día  la  nación  percibirá  con  más  claridad 
que  es  necesario  e  ineludible  a  nuevos  tiempos 
nuevos  partidos,  levantados  de  nueva  planta: 
la  realidad  pone  los  cimientos;  los  hombres  han 
de  poner  las  ideas  congruentes  con  rquella  rea- 
lidad. 

Pero  no  hay  que  forjarse  ilusiones:  la  fantasía 
camina  más  de  prisa  que  los  tiempos;  la  trans- 
formación de  los  partidos  no  se  verificará  de 
golpe  y  los  actuales  han  de  recibir  muchos  antes 
de  perder  totalmente  su  estructura  y  organiza- 
ción actuales;  les  favorece  el  instinto  gregario, 
tan  común  y  vigoroso  en  los  hombres.  Repre- 
sentan, además,  la  gran  fuerza  que  acompaña 
siempre  a  los  intereses  creados,  resorte  el  más 


CONDE   DE   ROMANONES  259 

fuerte  en  todas  las  sociedades  y,  además,  el 
arrastre  atávico  de  su  primitiva  formación. 

El  período  de  transición  de  los  antiguos  a  los 
nuevos  partidos  no  podrá  ser  breve;  pero  de 
antemano  puede  descontarse  la  inutilidad  de  los 
esfuerzos,  por  muy  bien  intencionados  que  sean, 
para  restaurar  por  completo  las  organizaciones 
rotas.  Dificultades  poderosas  para  esa  restaura- 
ción serán  la  creciente  participación  que  en  la 
vida  pública  ha  ido  tomando  la  clase  popular  du- 
rante estos  cuatro  años  y  la  mayor  agudeza  de 
su  sentido  crítico,  que  la  induce  a  buscar  la 
substancia  real  bajo  las  palabras  sonoras  y  las 
fórmulas  brillantes  que  tanto  la  enamoraban  an- 
taño. 

Únese  a  esto  la  percepción  clara  de  la  respon- 
sabilidad en  que  los  antiguos  partidos  incurrie- 
ron y  que,  tácita  o  expresamente,  les  será  exigi- 
da después  de  la  tragedia,  cuando  se  amorti- 
güen, por  el  lapso  del  tiempo,  los  entusiasmos 
que  la  victoria  ha  producido,  ya  por  no  haber 
sabido  evitar  la  guerra,  ya  por  haber  ido  a  ella 
sin  haber  presentido  sus  irreparables  conse- 
«uencias  (i). 

(i)  «No  existe  acaso  en  la  Historia  un  ejemplo  de  oíus- 
cación  tan  completa  como  ia  de  nuestro  Parlamento  antes 
de  la  guerra.  La  ceguera  mental  de  nuestros  legisladores 
era  absoluta.  Sería  incomprensible  si  no  se  supiera  hasta 
qué  punto  el  fanatismo  obscurece  el  espíritu.»— (G.  Le 
Bon:  Premieres  conséquencts  dt  laguerre,  pág.  58.) 


26o   ANTÓN  DEL  OLMET.— TORRES  BERNAL 

Será  otro  obstáculo,  casi  insuperable,  la  evi- 
dencia, iluminada  por  la  guerra,  de  que  la  ma- 
yor parte  de  los  antiguos  programas,  aun  soste- 
nidos por  hombres  y  partidos  -nuevos,  carecen 
de  peso  específico,  por  decirlo  así^  de  substan- 
cia; en  una  palabra:  de  vida.  Muchas  de  las 
grandes  cuestiones  que  apasionaban  a  la  opi- 
nión, acaso  las  que  más  servían  de  línea  diviso- 
ria a  unos  y  otros  hombres,  las  que  hicieron  in- 
cluso correr  la  sangre,  problemas  religioso,  di- 
nástico, etc.,  hoy  dejan  insensible  a  la  opinión; 
mañana,  aún  más,  no  se  comprenderá  que  la  Hu- 
manidad fuera  capaz  de  tanto  candor. 

Seguro  estoy  de  que,  tras  la  paz,  cuando  se 
haya  asentado  definitivamente  la  organización 
política  y  social  de  los  pueblos,  todo  lo  anterior 
a  la  guerra  nos  parecerá  tan  viejo,  tan  lejano, 
tan  extraño  a  la  nueva  mentalidad,  que  a  veces 
creeremos  transcurridos  no  meses,  siglos  (i). 

Circunstancia  es  ésta  para  no  olvidada,  te- 
niendo presente  que  ya  hemos  entrado  en  el  pe- 
riodo de  transformación  y  que  debe  nuestro 
ánimo  estar  dispuesto  a  seguirla  y  facilitarla,  a 
fin  de  que  el  cambio  radical  que  fatalmente  ha 

(i)  «¿Quién  osaría  actualmente  hablar  aún  de  retorno 
a  la  ley  de  los  dos  años,  de  persecuciones  religiosas,  de 
defensa  laica,  de  lucha  de  clases,  de  socialización  de  las 
riquezas,  de  pacifismo,  de  huelga  en  caso  de  guerra,  del 
programa  de  Pau,  etc.?  ¡Cuan  lejano,  obscuro,  anticuado  y, 
sobre  todo,  bochornoso  parece  hoy  todo  esol» — (G.  Le  Bon: 
Premiires  conséqmnces  de  la  gutrrt,  pág.  58.) 


CONDE   DE   ROMANONKS  201 

de  operarse  no  nos  coja  de  sorpresa  y  despre- 
venidos. 

Y  junto  a  estas  dificultades  y  remoras  de  todo 
intento  de  reconstitución  de  las  antiguas  orga- 
nizaciones, surge  otra,  la  mayor  y  decisiva:  el 
planteamiento  de  nuevos  problemas  inaplaza- 
bles e  ineludibles;  problemas  que  han  de  crista- 
lizar en  nuevos  órganos  de  la  vida  pública  y 
nuevos  instrumentos  de  gobierno.  Permitidme 
que  me  detenga  a  considerar  los  rasgos  de  esa 
naciente  realidad. 

*  4>  » 

Al  esbozar  el  cuadro  de  los  problemas,  o  por 
mejor  decir,  grupos  de  ellos,  que  han  de  afron- 
tar las  naciones  con  ineludible  urgencia,  surge 
en  primer  término  el  de  la  política  internacio- 
nal. Ninguno  le  aventaja  en  apremio  y  en  trans- 
cendencia, porque  en  ninguno  depende  la  vida 
y  la  muerte,  el  ser  o  no  ser  de  cada  pueblo,  tan 
estrechamente  del  acierto  o  del  error  en  que 
ellos  y  sus  respectivos  Gobiernos  incurran  al 
resolverlo.  Ni  el  aislamiento  ni  la  inhibición  son 
posibles;  el  mundo  se  acerca  a  pasos  rápidos  a 
la  unidad  de  organismos  económicos  y  avanza 
hacia  la  unidad  espiritual;  el  ordenado  funcio- 
namiento de  todos  y  cada  uno  de  los  órganos 
componentes  de  esa  grande  y  soñada  federación 
universal  de  grupos  humanos  será,  no  sólo  una 
conveniencia,  sino  una  imperativa  necesidad. 


202       ANTÓN   DEL   OLMET.  —  TOR3ES  BERNAL 

La  evolución  colectiva  de  la  Humanidad  sigue 
el  mismo  proceso  que  la  evolución  de  los  seres 
vivientes;  va  de  lo  homogéneo  e  independiente 
a  lo  heterogéneo  e  interdependiente;  los  orga- 
nismos simples  están  en  el  comienzo  de  la  esca- 
la donde  figuran  las  categorías  de  los  seres  vi- 
vientes; los  organismos  más  complejos  en  el 
otro  extremo:  la  cúspide  es  el  hombre. 

Con  igual  perspectiva  se  despliega  el  panora- 
ma de  la  evolución  social.  En  el  primer  escalón 
están  los  grupos  de  hombres  independientes 
entre  sí,  sin  vida  de  relación  con  los  demás;  en 
el  otro  extremo  estará  la  incorporación  de  todos 
los  seres  humanos  a  un  solo  organismo.  Y  así 
como  a  medida  que  se  hacen  más  complejos  los 
seres,  van  adquiriendo  una  más  aguda  sensibi- 
lidad, así,  a  medida  que  las  sociedades  se  van 
haciendo  más  amplias  y  complejas,  van  adqui- 
riendo una  más  íntima  solidaridad. 

En  los  primeros  siglos  de  la  Historia  un  gru- 
po humano  podía  ser  aniquilado  sin  que  el  resto 
del  mundo  se  sintiera  dañado;  hoy  ninguno  de 
esos  grupos  puede  ser  herido  sin  que  el  estrago 
repercuta  en  el  mundo  entero.  Bien  lo  ha  de- 
mostrado la  guerra;  esa  es  la  razón  de  que  el 
desencadenamiento  de  la  guerra,  que  acaso  un 
siglo  atrás  hubiera  quedado  circunscrita  a  los 
Baikanes,  se  haya  propagado  por  todas  las  lati- 
tudes y  resonara  en  todos  los  rincones  del  pla- 
neta. 


CONDE   DE   ROMANONES  263 

El  mundo  ha  llegado  a  ser  solidario  en  lo  eco- 
nómico, en  lo  moral,  en  lo  intelectual;  esa  ha 
sido  la  labor  de  ese  glorioso  siglo  xix,  siglo  de 
grandes  luchas  y  dolores,  en  el  cual,  a  través  de 
las  contiendas  por  la  democracia  y  la  libertad, 
se  realizó  algo  por  que  vanamente  lucharan  los 
hombres  en  centurias  anteriores;  en  él  tuvo 
cumplimiento  un  hecho  decisivo  en  el  desen- 
volvimiento de  nuestro  linaje:  la  Humanidad  ad- 
quirió conciencia  de  sí  misma  y  llegó  a  la  sen- 
sación de  su  ineluctable  unidad.  Ha  sido  la  obra 
del  ferrocarril,  del  telégrafo,  del  teléfono  y  de 
la  Prensa;  un  siglo  atrás,  una  parte  del  género 
humano  podía  padecer  sin  que  el  resto  se  ente- 
rara; hoy  los  combates  del  extremo  Oriente,  las 
batallas  del  Norte  europeo,  las  luchas  en  las  sel- 
vas africanas,  los  encuentros  en  las  más  remo- 
tas orillas  del  mar,  hacen  vibrar  al  mismo  tiem- 
po los  nervios  y  las  almas  de  todos:  todos  vivi- 
mos en  un  mismo  ambiente  espiritual,  con  inte- 
reses y  responsabilidades  comunes. 

Antes  del  siglo  xix,  el  "género  humano*  era 
sólo  una  frase;  hoy  es  una  realidad,  un  ser  con 
vida  pujante,  superior  a  la  de  cada  uno  de  sus 
componentes.  Ese  es  el  cambio  operado  en  el 
curso  de  la  última  centuria,  y  puesto  tan  de  re- 
lieve por  la  guerra  que  ha  terminado,  que  sólo 
puede  negarlo  un  insensato  o  un  loco.  Cuando 
este  fenómeno  se  inició  hablábamos  vagamente 
de  él;  era  sólo  un  vagido;  poco  a  poco  se  con- 


264       ANTÓN   DEL   OLMEt. — TOBRES   BERNAL 

virtió  en  corriente  de  aire  sutil  que,  traspasan- 
do las  fronteras,  llevaba  de  uno  a  otro  pueblo 
gérmenes  de  una  misma  espiritualidad.  Más  tar- 
de, tomando  formas  más  concretas,  ha  encarna- 
do en  las  Conferencias  y  acuerdos  internacio- 
nales que  regulaban  aspectos  jurídicos  o  servi- 
cios administrativos  de  interés  común.  Adquirió 
después  fisonomía  más  identificable  en  las  Con- 
ferencias de  carácter  permanente,  en  los  tribu- 
nales mixtos  y  arbitrales,  en  tantas  manifesta- 
ciones, fruto  del  mismo  impulso,  que  están  en  la 
memoria  de  todos;  pero  durante  la  guerra,  el 
derrumbamiento  de  tantos  artificios  como  man- 
tenían antes  una  organización  internacional  que, 
por  no  corresponder  a  las  realidades  económi- 
cas y  morales,  ha  determinado  la  guerra,  permi- 
tió que  esa  tendencia  de  la  evolución  humana 
cristalizase  en  una  fórmula  llamada  felizmente 
al  más  glorioso  desarrollo;  la  fórmula  es  la  con- 
tenida en  esta  frase,  que  tanto  dice  a  los  hom- 
bres de  ideales  y  de  corazón:  la  "Sociedad  de 
Naciones". 

El  más  vehemente  afán  de  los  pueblos  en  lu- 
cha fué  alcanzar  la  paz  y  hacer  imposible  otra 
guerra  semejante.  Han  sido  tantos  los  estragos 
y  dolores  de  la  actual  contienda,  tan  enormes 
los  sacrificios  que  impuso  y  las  aflicciones  y  car- 
gas con  que  abrumó  a  todos,  que  deja,  más  que 
rendida,  extenuada  a  la  Humanidad.  Otra  guerra 
análoga  no  será  posible  en  varias  generaciones, 


CONDE   DE   ROMANONES  265 

y  el  horror  de  lo  sufrido  impelerá  a  los  hombres 
a  utilizar  todos  los  medios  para  hacerla  más  im- 
posible aún.  "Una  paz  durable"  está  siendo  el 
grito  general;  una  paz  durable,  cuyo  asegura- 
miento es  el  único  ideal  que  ha  merecido  la  pena 
de  continuar  la  contienda  y  que  consue'  .  de  los 
horrendos  sacrificios  que  impuso,  ya  que  el  ser 
durable  lleva  implícito  el  estar  cimentada  sobre 
el  triunfo  de  la  justicia. 

El  sistema  internacional  de  alianzas  por  gru- 
pos de  naciones  a  que  se  dio  el  nombre  de  equi- 
librio europeo  no  asegura  la  paz  durable,  la  paz 
por  que  todos  suspiran;  respondió  a  una  realidad 
ya  muerta.  La  evolución  de  la  Humanidad  en  el 
siglo  XIX  la  hizo  inútil  y  por  haber  sobrevivido 
a  las  circunstancias  que  la  generaron  ha  contri- 
buido acaso  a  hacer  más  irremisible  la  guerra 
universal;  por  eso  resultarán  estériles  los  esfuer- 
zos de  aquellos  que  se  afanan  en  preconizar 
como  mejor  este  sistema. 

Frente  al  problema  del  equilibrio  se  alza  una 
nueva  concepción  política,  la  utopia  de  ayer,  pro- 
yecto de  hoy,  realidad  de  mañana:  la  formación 
de  la  "Sociedad  de  Naciones".  He  aquí  el  conte- 
nido de  U  política  internacional  para  todos  los 
pueblos;  a  ellos  se  impone  con  una  realidad  im- 
placable (i). 

(i)  Esta  Sociedad  de  Naciones,  cuya  formación  consti- 
tuye una  de  las  condiciones  de  paz,  fué  bosquejada  por  el 
Presidente  de  los  Estados  Unidos  en  su  Mensaje  al  Senado 


266       ANTÓN  DEL   OLMET. — TORRES   BERNAL 

£n  adelante,  los  hombres  de  Estado  del  mun- 
do deben  forjar  todas  sus  concepciones  mirando 
a  la  paz  como  antes  lo  hicieron  mirando  a  la 

de  su  nación,  el  22  de  enero  del  año  pasado:  «Una  paz  du- 
rable— dijo — no  puede  fundarse  sobre  simples  convenios- 
necesita  una  garantía,  que  no  puede  ser  sino  la  creación  de 
una  fuerza  colectiva  superior  a  la  de  cada  una  de  las  na- 
ciones. Para  consagrarse  al  mantenimiento  de  una  paz  du- 
rable es  menester  que  esa  paz,  por  su  naturaleza  y  calidad, 
lo  merezca.» 

«Sólo  puede  durar— decía  textualmente — una  paz  entre 
iguales,  una  paz  cuyos  principios  esenciales  sean  la  igual- 
dad y  una  participación  común  en  un  beneficio  común.»  Y 
añadía:  «La  igualdad  de  las  naciones  sobre  la  cual  debe 
estar  fundada  la  paz  para  ser  duradera,  debe  ser  una 
iguadad  de  los  derechos;  las  garantías  cambiadas  no  deben 
ni  reconocer,  ni  consagrar  una  diferencia  entre  grandes  y 
pequeñas  naciones,  entre  las  poderosas  y  las  débiles.  El 
derecho  debe  estar  fundado  sobre  la  fuerza  colectiva,  y  no 
sobre  la  fuerza  individual  de  las  naciones;  y  del  acuerdo 
entre  ellas  dependerá  la  paz.»  «Hay — proseguía,  y  no  debe 
omitirse  este  concepto  por  su  excepcional  importancia 
para  la  política  futura— en  las  naciones  organizadas  algo 
más  profundo  "^ún  que  la  igualdad  de  los  derechos.  Nin- 
guna paz  puede  durar,  o  no  deberá  durar,  si  no  reconoce  y 
acepta  el  principio  de  que  los  Gobiernos  reciben  todos  sus 
justos  poderes  del  consentimiento  de  los  pueblos  goberna- 
dos y  que  no  existe  en  ninguna  parte  derecho  alguno  que 
permita  transferir  los  pueblos  de  un  dueño  a  otro  dueño 
como  si  fueran  una  propiedad. 

>La  Sociedad  de  Naciones  implica  la  rectificación  ds\ 
derecho  internacional  vigente  al  estallar  la  guerra;  la  liber- 
tad de  lo?,  mares  y  la  limitación  de  los  armamentos  navales 
y  terrestres.  Sobre  este  último  punto  la  declaración  del 
Presidente  de  los  Estados  Unidos  es  terminante.» 


CONDE  DE   ROMANONES  267 

guerra;  la  cuestión  de  los  armamentos  es,  entre 
todas  las  cuestiones  prácticas,  la  que  tiene  más 
inmediata  y  más  considerable  importancia  para 
los  destinos  de  la  nación  y  de  la  Humanidad. 

Para  los  pueblos  fuertes  y  para  los  que  no  lo 
son,  la  constitución  de  la  Sociedad  de  Naciones, 
esto  es,  la  federación  de  los  pueblos  con  que  so- 
ñaran todos  los  espíritus  liberales  desde  la  revo- 
lución francesa  hasta  nuestros  días,  ha  salido  ya 
de  la  región  de  las  utopias  y  ha  entrado  en  el 
campo  de  las  realidades.  La  Sociedad  de  Nacio- 
nes se  hará  con  mayor  o  menor  perfección,  y 
para  lograrlo,  habrá  que  tomar  como  fundamen- 
to, no  solamente  las  relaciones  exteriores  de  los 
pueblos  comprendidos  en  el  área  de  la  civiliza- 
ción, sino  también  la  política  interna  de  estos 
pueblos,  que  tendrá  que  buscar  el  fundamento 
de  su  organización  política  en  las  más  puras 
fuentes  del  sentido  democrático.  Por  esto  puede 
afirmarse  sin  vacilación,  que  si  antes  de  la  gue- 
rra era  difícil,  era  peligroso  para  todo  pueblo 
vivir  en  el  aislamiento,  después  de  la  guerra  es 
absolutamente  imposible  (i).  Habrá  que  estar 
con  la  Sociedad  de  Naciones  o  frente  a  ella;  vi- 
vir fuera  de  la  comunidad  civilizada,  sobre  im- 

(i)  Acerca  de  la  posibilidad  del  aislamiento  de  España, 
dijo  el  Sr.  Maura  en  su  discurso  de  Beranga  (lo  septiem- 
bre de  1916):  cEl  mundo,  notorio  es,  va  a  quedar  dividido 
en  grupos  de  naciones.  ¿Cómo  puede  España  excusar  la 
opción  entre  ellos?  España  no  puede  permanecer  equidis- 


268       ANTÓN    DEL   OLMET. — TORRES   BERNAL 

plicar  la  renuncia  a  todas  las  nobles  y  legítimas 
aspiraciones  de  una  raza,  acarrearía  la  asfixia 
económica;  el  aislamiento  económico  impondría 
al  pueblo  que  la  padeciera  el  retorno  a  etapas 
muy  rudimentarias  de  su  desarrollo  social,  y, 
excluyéndole  de  la  solidaridad  de  los  pueblos 
civilizados,  lo  expondría  a  los  más  terribles  con- 
tratiempos. 

Ll  segundo  grupo  de  grandes  problemas  ofre- 
cidos por  la  vida  inexcusablemente  a  la  contem- 
plación y  resoluciones  de  los  Gobiernos,  está 
constituido  por  los  problemas  económico-socia- 
les. La  reforma  económica  y  la  reforma  social, 
nombres  diversos  de  lo  que,  en  definitiva,  en- 
cierra una  misma  substancia,  han  de  ef(  ctuarse 
necesariamente  en  estos  primeros  tiempos  pos- 
teriores a  la  guerra.  La  opción  está,  únicamen- 
te, entre  que  se  realicen  sólo  por  un  desborda- 
miento de  las  nuevas  fuerzas,  más  pujantes  y 
arrolladoras  que  los  mezquinos  cauces  anterio- 
res, o  que  lo  sean  bajo  la  dirección  de  los  Go- 
biernos, reflexiva  y  evolutivamente,  sin  que  el 
desenfreno  ds  la  violencia  neutralice  la  fecundi- 
dad de  la  renovación.  La  actividad  económica 
ha  de  pasar  de  la  anarquía  anterior  a  la  guerra 

tante  de  todos;  España  necesita  resolver  lo  que  durante 
siglos  ha  eludido.  A  esta  opinión  la  acercó  la  liquidación 
del  Imperio  marroquí.  Se  inició  ya  entonces  la  quiebra  de 
nuestro  aislamiento,  pero  lo  que  del  aislamiento  quedara 
eso  caducó  totalmente  desde  agosto  de  1914.» 


Conde  de  romanones  269 

a  la  organización  coordinadora  que,  sin  excluir 
la  competencia,  evite  el  despilfarro  de  fuerzas 
característico  del  período  predecesor  de  la  gue- 
rra. Y  la  vida  social  ha  de  ser  alejada  de  esta 
situación  de  discordia  intestina  que  tiene  su  ex- 
presión en  la  lucha  de  clases,  perniciosa  para 
los  combatientes  de  uno  y  otro  bando  y  nociva 
para  el  aumento  de  la  producción  y  del  bienes- 
tar; porque  en  vez  de  asentar  el  orden  social 
sobre  el  sólido  cimiento  de  la  solidaridad  y  la 
justicia  lo  fundamenta  sobre  la  base  fragilísima 
de  la  fuerza  material.  Las  reformas  económico- 
sociales  han  de  ser,  pues,  el  principal  contenido 
de  la  obra  de  gobierno  después  de  la  guerra.  Por 
eso  será  cada  vez  más  necesaria  la  colaboración 
en  ellos  de  los  representantes  de  las  fuerzas  or- 
ganizadas de  los  partidos  obreros,  fuerzas  que 
por  si  solas  no  pueden  aspirar  a  la  gobernación 
de  los  pueblos,  pero  cuyo  concurso  es  de  valor 
inapreciable. 

Creo  innecesario  detenerme  en  una  exposi- 
ción más  amplia;  basta  a  mi  propósito  indicarlo, 
para  estar  seguro  de  que  nadie  rehusará  su 
asentimiento  a  esta  afirmación. 

«  «  * 

La  proyección  de  nuevas  fórmulas  de  vida  in- 
ternacional a  que  antes  me  referia,  suscitará  un 
problema  y  acentuará  otro,  de  resolución  inelu- 
dible en  la  política  interior.  Con  el  primero  alu- 


270   ANTÓN  DEL  OLMET.— TORRES  BERNAL 

do  a  la  fijación  y  características  de  los  contin- 
gentes armados  y  de  los  elementos  de  la  defensa 
nacional.  Con  el  otro  me  refiero  a  la  expansión 
autonómica  de  las  colectividades  contenidas  den- 
tro de  los  Estados  y  que  aspiran  a  la  autonomía 
de  su  vida  interior. 

No  he  de  tratar  de  esos  problemas,  suscepti- 
bles por  su  transcendencia  de  muy  amplia  con- 
sideración. Los  enuncio  tan  sólo  por  hacer  resal- 
tar su  magnitud  y  apremio,  y  consignar  que  nin- 
guno de  ellos  puede  ser  resuelto  con  el  criterio 
íntegro,  total  y  exclusivo  de  un  partido;  su  re- 
solución ha  de  ser  fórmula  desprendida  de  un 
acuerdo  nacional  y,  por  tanto,  no  incorporada  a 
la  vida  de  un  Gobierno  de  partido,  que  cuente 
sólo  con  las  fuerzas  de  éste,  sino  por  un  Gobier- 
no cuyas  resoluciones  puedan  tener  el  apoyo  de 
diversos  sectores  de  la  conciencia  pública. 


V 


Estos  cuatro  grupos  de  problemas  enuncia- 
dos— política  exterior,  reforma  económica  y  so- 
cial, organización  militar  y  autonomías  regiona- 
les y  locales — no  pueden  encerrarse  plenamente, 
como  ya  he  dicho,  en  los  programas  de  partido, 
están  por  encima  de  los  partidos.  Por  eso  habrá 


CONDE    DE   ROMANONES  27 1 

que  gobernar  con  la  mirada  puesta  más  allá  y 
más  alto  que  los  intereses  de  los  partidos. 

En  esta  ocasión,  la  de  la  guerra,  como  siem- 
pre cuando  se  intenta  esclarecer  el  complicado 
mecanismo  de  los  Gobiernos  y  de  los  partidos, 
tenemos  que  volver  la  vista  a  Inglaterra,  maes- 
tra insuperable  del  arte  de  gobernar;  ella  nos 
enseña  de  qué  modo  son  compatibles  en  la  fun- 
ción ministerial,  y  no  transitoriamente,  sino  por 
largo  tiempo,  los  hombres  de  ideas  más  encon- 
tradas, de  antecedentes  más  antagónicos  y,  como 
para  defender  principios  fundamentales,  a  unos 
y  otros  comunes,  se  confunden  después  de  la 
victoria,  y  para  hacer  frente  a  los  problemas  na- 
cionales más  intensos  que  produce  el  período  de 
la  postguerra  los  directores  de  los  partidos  libe- 
ral y  conservador  cómo  se  coligan  para  deman- 
dar el  voto  a  los  electores.  Las  enseñanzas  de  la 
última  lucha  electoral  en  Inglaterra  tienen  que 
ser  recogidas  y  estudiadas. 

Elias  enseñan  que  aquella  tradicional  línea  di- 
visoria entre  liberales  y  conservadores,  que  fué 
el  eje  fundamental  sobre  el  que  por  tantos  años 
girara  toda  la  política  inglesa,  después  de  una 
serie  no  breve  de  tanteos  se  ha  borrado,  segura- 
mente para  siempre.  Y  es  que  la  práctica  del  Go- 
bierno en  relación  con  ios  nuevos  grandes  pro- 
blemas, cuya  solución  se  presenta  y  apremia, 
está  fuera  del  alcance  de  los  partidos  políticos 
exclusivamente  herméticos,  que  descansaban  en 


272        ANTÓN    DEL   OLMET. — TORRES   I3ERNAL 

tres  ideas  básicas:  un  jefe,  un  programa,  una 
disciplina. 

Encierran  los  Gobiernos  de  esta  clase  un  de- 
fecto de  gran  transcendencia  para  los  intereses 
nacionales;  su  vida  inevitablemente  en  el  Poder 
es  efímera.  En  todos  los  países  constitucionales, 
salvo  Inglaterra,  han  durado  breve  plazo.  En 
este  punto  nuestra  nación  es  ejemplar  insupera- 
ble. Asombra  contemplar  la  relación  de  los  Go- 
biernos que  se  han  sucedido  desde  el  comienzo 
del  reinado  de  doña  Isabel  II  hasta  la  fecha. 

Dada  la  lentitud  de  la  máquina  burocrática,  no 
ha  llegado  a  implantarse,  ni  mucho  menos  a  des- 
arrollarse, la  iniciativa  de  un  ministro,  cuando 
éste  desaparece  del  Poder.  Por  punto  general, 
su  sucesor  tiene  iniciativas  contrarias  que  detie- 
nen o  anulan,  como  es  natural,  las  de  quien  le 
antecedió,  resultando  un  entrechoque  de  inicia- 
tivas, un  vaivén  de  proyectos  tan  continuo  como 
estéril.  Por  eso  existen  tantas  leyes  incumplidas; 
el  arraigo  de  la  función  legislativa  requiere 
como  uno  de  esos  factores  principales  el  concur- 
so del  tiempo;  y  tanto  somo  éste,  acaso  más  aún, 
la  sensación  de  firmeza,  es  decir,  la  impresión  de 
que  las  leyes,  una  vez  promulgadas,  han  de  per- 
manecer y  durar  largo  plazo.  La  facilidad  con 
que  se  derogan,  la  frecuencia  con  que  resultan 
ligadas,  no  a  una  necesidad  pública  durable,  sino 
a  una  situación  política  transitoria,  les  quitan 
autoridad  y  eficacia. 


CONDE   DE   ROMANONES  273 

Pues  más  dañosa  es  todavía  la  falta  de  conti- 
nuidad en  los  Gobiernos  cuando  se  trata  de  re- 
formas en  el  orden  económico  y  social.  No  hay 
reformas  económicas  parciales,  fragmentarias, 
que  puedan  ser  fecundas.  Las  reformas  econó- 
micas deben  obedecer  a  determinados  principios 
y  suponen  siempre  una  organización  fundamen- 
tal. Su  planteamiento  necesita  una  asistencia 
continua  y  su  desarrollo  una  perseverancia  pro- 
longada. La  modificación  substancial,  orgánica  y 
científicamente  sistemática  de  los  regímenes  tri- 
butarios; la  transformación  de  las  regulaciones 
jurídicas  en  lo  agrario;  la  organización  del  cré- 
dito, la  armonización  de  las  hoy  dispersas,  anár- 
quicas actividades  industrial  y  mercantil,  la  crea- 
ción de  un  amplio  sistema  nacional  de  comuni- 
caciones y  transportes,  ¿cómo  ha  de  ser  compati- 
ble con  Gobiernos  efímeros  que  cuenten  exclu- 
sivamente con  el  apoyo  de  solo  uno  de  los  diver- 
sos sectores  de  la  opinión  pública?  Pues  cosa 
análoga  deberá  decirse  de  las  reformas  sociales, 
que  no  pueden  ser  obra  discontinua  ni  de  parti- 
do si  han  de  ser  suficientes  y  durables,  sino  re- 
sultante de  un  concierto  de  fuerzas  nacionales  y 
de  aspiraciones  coincidentes,  inspiradas  por  un 
ideal  de  paz  social  y  de  progreso  nacional  y 
practicado  con  una  persistencia  incompatible 
con  las  oscilaciones  y  alternativas  de  la  lucha 
partidista. 

Política  internacional  que  sólo  tenga  por  base 

18 


Í274       ANTÓN  DEL   OLMET.— TORRES  BERNAL 

el  apoyo  de  un  partido  es  política  que  no  llega  a 
inspirar  la  confianza  necesaria  para  contraer  la- 
zos y  compromisos  que  necesariamente  tienen 
que  ser  por  largos  períodos  de  tiempo.  Las  orien- 
taciones internacionales  han  de  tener  por  base 
una  fuerte  corriente  de  opinión  que  dé  la  sensa- 
ción de  que  la  obra  que  se  realiza  puede  desa- 
fiar el  curso  de  los  acontecimientos  y  el  correr 
de  los  años. 

El  día  último  de  la  guerra  ha  sido  también  el 
día  primero  de  una  etapa  en  que  se  decidirá  la 
suerte  de  todos  los  países.  Y  para  ese  momento, 
todos,  incluso  los  que  no  han  sido  beligerantes, 
tienen  que  estar  preparados  a  salvar  su  presen- 
te y  mejorar  su  porvenir.  ¿Serán  instrumento 
adecuado  para  ellos  los  Gobiernos  de  partido? 

Necesariamente  no,  si  los  partidos  han  de  mo- 
verse en  el  marco  estrecho  en  que  hasta  ahora 
se  produjeron. 

Los  Gobiernos  de  partido,  aun  de  los  partidos 
más  fuertes,  siempre  son  fugaces  en  compara- 
ción con  la  tarea,  cada  día  más  grande,  que  les 
está  encomendada.  Excepción  de  esta  regla  ge- 
neral han  sido  los  Gobiernos  en  Inglaterra  y 
Bélgica,  y  ya,  sin  embargo,  estas  mismas  nacio- 
nes rectifican,  como  antes  he  dicho.  Los  Gobier- 
nos engendrados  tan  sólo  para  dar  satisfacción  a 
las  necesidades  de  un  partido,  no  pueden  acome- 
ter empresas  cuya  realización  exija  el  concurso 
y  la  asistencia  de  toda  la  energía  nacional.  Y  he 


CONDE   DE   ROMANONES  275 

aquí  la  modificación  inicial  que,  en  mi  sentir,  ha 
de  experimentar  la  política:  los  Gobiernos  que 
no  cuenten  con  más  fuerza  que  la  de  un  solo 
partido,  desaparecerán.  Acaso  retornen  momen- 
táneamente por  esas  incertidumbres  y  alternati- 
vas que  en  las  épocas  de  transición  tiene  la  rea- 
lidad; pero  están  definitivamente  condenados. 

A  medida  que  la  función  electoral  se  purifique 
y  vaya  eliminando  todos  los  vicios  que  hoy  la 
corroen;  a  medida  que  la  resultante  electoral 
guarde  más  exacta  medida  con  la  verdadera  vo- 
luntad nacional,  los  Parlamentos  ofrecerán  una 
mayor  variedad  de  opiniones  y  matices,  no  po- 
drá preponderar  una  sola  fuerza  homogénea 
como  ha  venido  sucediendo  durante  los  últimos 
tiempos,  sobre  todo  en  España;  preponderará, 
sí,  una  tendencia,  pero  compuesta  de  diversidad 
de  elementos  no  sujetos  a  una  sola  dirección,  y, 
por  tanto,  los  Gobiernos,  buscando  el  apoyo  de 
estas  fuerzas  coincidentes,  tendrán  que  adaptar 
su  estructura  a  ellas  mismas. 


VI 


¿Significa  esto  la  desaparición  de  los  partidos 
políticos?  Lejos  de  mi  pensamiento  semejante 
absurdo.  Al  afirmar  que  los  partidos  en  su  es- 


276   ANTÓN  DEL  OLMET.— TORRES  BERNAL 

tructura  actual  desparecerán,  no  digo  que  no 
surjan  nuevos  partidos,  todo  lo  contrario;  preci- 
samente la  necesidad  de  que  estos  nuevos  parti- 
dos surjan,  es  una  de  las  causas  que  impedirán 
la  subsistencia  de  los  antiguos.  Pero  esos  nue- 
vos partidos  surgirán,  no  en  torno  de  persona- 
lidades, sino  alzándose  de  las  entrañas  de  la 
conciencia  pública  sobre  los  problemas  capitales 
de  la  era  nueva,  y  tendrán  por  objeto,  además  de 
la  ocupación  del  Poder,  la  propaganda  de  las 
ideas  y  la  organización  de  las  fuerzas  de  opinión 
pública. 

Partidos,  sí;  donde  hay  vida  hay  lucha  y  don- 
de hay  lucha  habrá  siempre  partidos;  pero  entre 
las  luchas  entabladas  por  difundir  un  criterio  y 
esclarecer  la  conciencia  colectiva  y  conquistar 
finalmente  la  opinión  pública,  granjeando  para 
las  propias  soluciones  el  asenso  de  la  mayoría 
de  los  ciudadanos  y  la  lucha  dirigida  sólo  a  al- 
canzar el  dominio  y  la  mera  posesión  y  disfrute 
del  Poder,  hay  una  fundamental  diferencia. 

No  desconozco  que  para  actuar  directa  y  efi- 
cazmente sobre  la  opinión  hace  falta  una  cultura 
general  y  política  muy  extendida.  Por  eso  la  ins- 
trucción pública,  cuya  necesidad  y  transcenden- 
cia apareció  evidentemente  al  cundir  por  Euro- 
pa el  sufragio  universal,  ha  de  ser  en  adelante  el 
auxiliar  más  preciso  del  político  y  del  gober- 
nante. La  propaganda  de  las  ideas  es  más  difícil 
y  delicada  que  la  propaganda  de  los  intereses. 


CONDE  DE   ROMANONES  QT]'] 

El  lenguaje  del  interés  es  comprendido  por  to- 
dos; el  de  las  ideas,  y  más  aún  el  de  aquellos 
conceptos  que  tienen  alcance  y  valor  universa- 
les, sólo  puede  tener  acceso  al  espíritu  de  los 
hombres  preparados  intelectualmente  para  reci- 
bir la  semilla  del  ideal. 

La  obra  de  los  partidos  será,  pues,  más  difícil, 
pero  más  fecunda  que  hasta  ahora.  La  prepara- 
ción electoral  consistirá  en  labor  muy  diversa 
de  la  realizada  antes,  sobre  todo  en  España.  La 
íntima  estructura  de  los  partidos,  su  naturaleza 
quedará  transformada  y  su  función  ennoblecida. 
Volverán  a  ser  lo  que  siempre  debieron  ser:  los 
órganos  por  los  cuales  la  sociedad  adquiere  con- 
ciencia de  sus  necesidades  y  de  los  remedios 
que  éstas  reclaman;  lazo  de  unión  entre  dos  zo- 
nas sociales:  la  que  sufre  y  la  que  piensa,  la  que 
aspira  y  la  que  idea,  aquella  que  soporta  el  peso 
de  la  organización  social  y  aquella  a  quien  la 
vocación  o  el  azar  movieron  a  asumir  la  función 
directora.  De  este  modo,  los  partidos,  recupera- 
da la  función  propia,  serán  fundente  y  reactivo 
al  propio  tiempo,  de  la  voluntad  nacional.  No 
aspirando  como  fin  único  e  inmediato  a  la  pose- 
sión y  disfrute  del  Poder,  no  necesitarán  apo- 
yarse exclusivamente  en  el  personalismo:  por  lo 
contrario,  serán  sus  más  eficaces  y  terribles  ene- 
migos. Necesitando  para  vivir  y  dilatarse  la  re- 
moción de  ideas,  la  propaganda  incesante,  serán, 
no  elementos  auxiliares,  sino  factores  esencia- 


278       ANTÓN   DEL   OLMET.— TORRES  BERNAL 

les  de  los  partidos,  la  Cátedra,  el  libro,  la  tribu- 
na y  la  Prensa. 

Comprenderéis,  señores,  que  unos  partidos 
políticos  cuya  función  sea  la  que  he  diseñado, 
necesitan  imprescidiblemente  para  vivir,  como 
los  seres  orgánicos  el  oxígeno,  la  más  amplia  li- 
bertad del  pensamiento  y  de  la  tribuna;  porque 
su  campo  de  acción  no  estará  en  las  clandestinas 
componendas,  sino  en  todo  el  ámbito  inmenso 
del  espíritu.  Y  decidme  si  una  lógica  fatal,  inde- 
clinable e  indefectible  de  los  fenómenos  socia- 
les^ una  lógica  tan  inexorable  como  la  que  regu- 
la el  encadenamiento  de  los  hechos  físicos  no 
hace  de  esos  partidos  la  expresión,  el  instru- 
mento y  la  garantía  genuina  de  una  verdadera 
democracia,  de  esa  democracia  que  ha  de  ser  el 
contenido,  la  substancia  de  los  nuevos  tiempos 
sociales,  si  éstos  han  de  ser  de  evolución  fecun- 
da, no  de  revolución  destructora. 

Sería  incompleto  este  bosquejo  de  la  función 
de  los  nuevos  partidos,  tal  como  yo  la  percibo — 
no  me  atrevo  a  decir  si  en  mis  predicciones  o  en 
mis  ensueños — si  yo  circunscribiera  la  tarea  de 
aquéllos  a  esta  labor  de  evocación  y  propagan- 
da del  ideal.  Circunscrita  a  eso,  su  obra  sería 
una  cruzada  romántica,  no  una  acción  de  instru- 
mentos políticos. 

La  difusión  de  ideas,  que  será,  a  mi  juicio,  la 
fundamental  de  unos  partidos  no  codiciosos  del 
Poder,  aun(j[ue  sí  del  influjo  en  la  dirección  de 


CONDE   DE   ROMANCNES  279 

los  negocios  públicos,  se  completará  con  una  la- 
bor de  organización  tan  vasta  y  compleja  como 
la  permita  la  energía  del  ideal  sustentado  y  la 
actividad  de  los  partidarios:  organización  para 
establecer  el  contacto  entre  gentes  identificadas, 
acaso  sin  saberlo,  en  los  propósitos,  para  agru- 
par a  los  afines,  para  vencer  la  inercia  de  los  es- 
cépticos,  los  indiferentes  o  los  adormilados;  en 
una  palabra,  para  dar  conscientemente  eficacia  a 
la  acción . 


VII 


Es  evidente  que  los  partidos  de  esta  índole, 
aquellos  constituidos  tan  sólo  por  el  vínculo  de 
un  ideal  común,  no  podrán  ser  instrumentos 
adecuados  de  gobierno.  La  entrega  del  Poder  a 
un  partido  de  esta  índole  lo  volvería  a  desviar 
de  su  recto  camino  para  empujarlo  por  los  mis- 
mos senderos  que  llevaron  la  política  de  todos 
los  países  a  la  situación  en  que  se  hallaba  antes 
de  la  guerra. 

Otro  mal  se  seguiría.  Por  fuerza,  partidos  de 
ideales,  tienen  que  sustentarlos  íntegramente; 
su  propaganda,  libre  del  contrapeso  del  interés, 
habría  de  ser  en  cualquier  dirección  doctrinal, 
radical,  extremista.  Y  los  criterios  radicales  son 


28o   ANTÓN  DEL  OLMET.— TORRES  BERNAL 

siempre  nocivos  cuando  se  trasladan  de  los  sec- 
tores sociales  a  la  función  del  Gobierno.  Entre 
la  propaganda  de  ideas  y  la  función  del  Gobier- 
no habrá  siempre,  y  debe  haberla,  la  distancia 
que  media  entre  lo  ideal  y  lo  posible,  lo  absolu- 
to y  lo  relativo,  lo  eterno  y  el  momento  históri- 
co en  que  aquello  ha  de  convertirse  en  realidad. 
Son  muchos  los  que  perciben  esta  diferencia,  y 
en  no  haberla  percibido  está  la  explicación  del 
fracaso  de  muchos  Gobiernos,  llenos  del  más  no- 
ble anhelo,  asistidos  por  las  más  altas  capacida- 
des, pero  desconocedores  de  la  verdadera  natu- 
raleza de  la  función  gobernante. 

Las  páginas  políticas  inmediatas  a  la  maj'oria 
de  las  revoluciones  triunfantes,  con  todos  sus 
desengaños,  son  lección  ejemplar.  Y  es  que  se 
suele  olvidar  que  los  partidos  son  energías  so- 
ciales aisladas  que  actúan  en  concurrencia  con 
otras  energías  divergentes,  mientras  que  el  Go- 
bierno es  un  órgano  armónico  que  actúa  como 
resultante  de  la  composición  y  concurrencia,  sis- 
temáticamente coordinada,  de  esas  energías. 
Cuando  el  Gobierno  quiere  obrar  unilateralmen- 
te,  como  ocurre  con  los  Gobiernos  de  un  solo 
partido,  o  es  un  factor  de  perturbación  y  des- 
equilibrio perjudicial  y  peligroso  por  los  estados 
de  violencia  social  que  engendra,  o  se  consume 
y  agota  en  una  perdurable  infecundidad  hasta 
divorciarse  de  la  nación  y  acarrear  la  asfixia  y 
decadencia  de  la  vida  pública. 


CONDE   DE  ROMANONES  28 1 

Los  partidos  no  poseerán  aislados  el  Gobierno; 
pero  los  Gobiernos  saldrán  de  los  partidos,  los 
Gobiernos  serán  resultado  de  una  transacción. 
Sólo  por  este  medio  se  obtendrán  dos  cosas  in- 
dispensables: la  fuerza  para  afrontar  problemas 
superiores  a  los  partidos,  problemas  real  y  pro- 
fundamente nacionales,  y  la  continuidad  necesa- 
ria para  asegurar  los  resultados  y  perseverar  en 
el  esfuerzo,  continuidad  y  perseverancia  en  que 
consiste,  juntamente  con  la  apreciación  serena  de 
la  realidad,  lo  que  se  llama  sentido  de  gobierno. 

Serán,  pues,  los  Gobiernos  venideros,  según 
yo  racionalmente  conjeturo,  no  el  producto  de 
una  sola  fuerza  política,  sino  la  resultante  de  un 
armónico  sistema  de  fuerzas  políticas.  Mas  so- 
brentendido queda — y  no  sería  menester  acla- 
rarlo si  no  estuviera  la  conciencia  española  tan 
apartada  de  estos  conceptos,  que  ya  comienzan 
a  ser  familiares  en  países  más  afortunados— que 
esa  concentración  tiene  un  requisito  imprescin- 
dible, a  saber:  que  la  resultante  sea  dinámica, 
no  estática;  que  no  sea  el  equilibrio,  sino  la 
acción.  Por  eso  no  pueden  coligarse  normal- 
mente las  fuerzas  políticas  cuyos  criterios  sean 
contrapuestos  en  los  problemas  capitales,  de 
carácter  nacional,  que  hay  que  resolver,  sino 
aquellas  que  en  esos  problemas  tengan  puntos 
de  convergencia  y  afinidad,  sean  cuales  fueren 
sus  disparidades  en  los  problemas  subalternos 
o  menos  apremiantes. 


282   ANTÓN  DEL  OLMET.— TOBRES  BERNAL 

De  esta  suerte,  quedará,  en  el  campo  de  las 
ideas,  la  lucha;  en  el  de  la  acción,  la  armonía. 
Constituidos  así  los  Gobiernos,  su  base  se  en- 
sancha enormemente  en  proporción  a  la  mayor 
amplitud  de  los  problemas  que  les  sirven  de 
causa  y  de  norte;  la  acción  directiva  toma  una 
base  realista,  sin  perder  el  impulso  idealista  que 
la  lucha  de  los  partidos  le  comunicaría. 

Permitiría  esto,  además,  dar  entrada  en  las 
funciones  gobernantes,  sin  abdicaciones  ni  apos- 
tasías,  a  elementos  hoy  excluidos  de  aquéllas 
por  intransigencias  de  partido;  robustecer  el 
Poder  público,  trocándolo,  de  instrumento  de 
dominación,  en  órgano  de  cooperación;  hacer 
del  Gobierno  una  obra  nacional  en  vez  de  una 
hechura  de  facciones;  comunicarle,  además,  una 
flexibilidad  fecunda,  que  hoy  apenas  concebimos 
Gomo  posible,  habituados  a  las  destructoras  alter- 
nativas de  los  partidos,  y  devolviendo  a  las  So- 
ciedades esa  capacidad  para  la  evolución  y  la 
transformación  característica  de  las  verdaderas 
democracias;  prevenir  toda  apelación  a  la  fuerza 
en  los  descontentos  y  los  oprimidos  y  alejar  el 
peligro  de  que  los  avances  políticos  sociales  se 
efectúen  por  el  brutal  y  aciago  procedimiento 
de  la  revolución. 

Cuanto  acabo  de  expresaros  es  la  visión  de  lo 
que  yo  conceptúo  el  término  de  la  transforma- 
ción ya  iniciada  en  los  partidos  y  en  los  sistemas 
de  gobierno.  ¿Cuánto  tiempo  se  tardará  en  reco- 


CONDE   DE   ROMANONES  283 

rrer  la  totalidad  del  ciclo  evolutivo  y  en  asen- 
tarse las  fórmulas  definitivas?  Difícil  es  conjetu- 
rarlo; dependerá  en  cada  país  del  estado  de  su 
cultura  política;  por  eso  no  sería  prudente  inten- 
tar violentar  la  marcha  del  proceso  de  transfor- 
mación, querer  que  se  implante  hoy  violenta- 
mente lo  que  mañana  se  le  impondrá  como  resul- 
tado lógico  y  fatal  de  los  hechos  mismos,  y  sería 
en  extremo  peligroso  destruir  la  cimbra  hasta 
que  la  nueva  forma  esté  perfectamente  consoli- 
dada. Procediendo  de  otro  modo  nos  expondría- 
mos a  encontrarnos  en  una  situación  caótica: 
habríamos  destruido  los  antiguos  moldes  cuando 
todavía  los  nuevos  no  podían  ser  utilizados. 

•  *  • 

Llego  al  término  de  mi  propósito.  Al  escribir 
las  últimas  palabras,  todavía  el  pensamiento  boga 
hacia  más  vastos  horizontes  espirituales.  Tras 
de  estos  problemas  de  primer  plano,  otros  más 
amplios  y  complejos  se  divisan.  Pero  es  fuerza 
concluir,  y  no  quiero  hacerlo  sin  resumir  sinté- 
ticamente las  conclusiones  alcanzadas  en  esta 
hora  en  que  me  he  complacido  en  discurrir  ante 
vosotros  en  alta  voz.  Helas  aquí: 

Los  partidos  políticos  antes  de  la  guerra  se 
hallaban,  por  punto  general  y  en  todas  partes, 
agotados,  habían  perdido  el  ideal,  y  eran  incapa- 
ces de  responder  a  las  necesidades  sociales;  la 


284       ANTÓN    DEL   OLMET. — TORRES  BERNAL 

guerra,  trayendo  a  la  vida  pública  un  ideal  na- 
cional, superior  a  los  partidos  mismos,  precipitó 
la  descomposición  de  éstos. 

Pasada  la  guerra,  no  resurgirán  los  partidos 
viejos.  Lo  impide  la  deficiente  fuerza  de  las  or- 
ganizaciones aún  en  pie;  las  responsabilidades 
contraídas  por  los  que  no  quisieron  y  los  que  no 
pudieron  preparar  sus  respectivos  partidos  para 
la  guerra;  y,  sobre  todo,  la  aparición  de  los  gran- 
des problemas  de  carácter  nacional,  y,  por  ende, 
superiores  a  las  fuerzas  de  los  partidos  que  la 
paz  plantea  ante  los  pueblos. 

Esos  problemas  capitales  son  la  restauración 
del  mecanismo  internacional,  expresado  por  el 
nobilísimo  anhelo  de  formar  la  Sociedad  de  Na- 
ciones, ya  esbozada  por  los  pueblos  más  pode- 
rosos, lo  cual  hace  imposible  el  aislamiento;  so- 
ciedad de  naciones  que  trae  ccmo  secuela  inelu- 
dible la  limitación  de  los  armamentos  y  la  trans- 
formación político-administrativa  y  social  de  los 
pueblos,  cuya  estructura  interna  está  hoy  cimen- 
tada más  sobre  la  fuerza  que  sobre  la  volunta- 
ria y  cordial  cooperación  de  todas  las  energías 
sociales;  el  resurgir  vehemente  de  los  anhelos 
autonomistas  de  las  personalidades  colectivas 
que  integran  los  grandes  Estados  modernos  y  la 
reforma  económica  y  social. 

La  resolución  de  estos  problemas  exige  una 
continuidad  de  la  acción  directora.  Por  eso,  para 
acometerla,  se  distinguirá  entre  la  obra  de  los 


CONDE   DE    ROMANONES  285 

partidos  y  la  función  de  gobierno.  Aquéllos  de- 
jarán de  ser  instrumento  de  conquista  del  Poder 
para  asumir  la  tarea  de  remover  ideas  y  propa- 
garlas, recogiendo  las  necesidades  y  las  fórmu- 
las de  remedio  y  convirtiéndose  en  expresión 
y  órganos,  al  propio  tiempo,  de  la  democracia 
por  venir. 

Los  Gobiernos  forzosamente  tendrán  que  en- 
sanchar su  base  para  constituir  un  Poder  público 
tan  fuerte  como  corresponde  a  la  magnitud  de 
los  problemas  planteados.  Poder  público  que 
actúe,  no  con  el  imperio  de  una  fuerza  vence- 
dora, sino  como  resultante  de  un  sistema  de 
fuerzas.  Las  concentraciones  posibles  están  limi- 
tadas y  condicionadas  por  la  convergencia  de 
todos  los  elementos  temporalmente  coligados 
hacia  una  misma  orientación  de  ideal. 

¿Se  confirmarán  estas  conclusiones?  Toda  pre- 
dicción humana  es  falible,  y  lo  son  más  aún  las 
formuladas  en  los  tiempos  obscuros  y  revueltos 
que  alcanzamos;  pero  el  trabajo  empleado  en 
indagarlas  nunca  es  perdido;  el  pensamiento  y 
el  esfuerzo  comunes,  guiando  la  voluntad,  cola- 
boran con  el  destino  en  la  creación  de  los  he- 
chos; no  son  lo  que,  durante  la  guerra,  se  ha 
llamado  "Valores  imponderables*,  las  fuerzas 
menos  decisivas  en  la  dirección  de  los  pueblos. 
Y  aunque  fueran  estas  meditaciones  esfuerzos 
perdidos,  ni  vosotros,  señores  ateneístas,  consa- 
grados por  vocación  propia  a  las  altas  especula- 


286       ANTÓN  DEL   OLMET.— TORRES  BERNA  L 

ciones  desinteresadas,  ni  yo,  hemos  de  sentirlo, 
que,  al  fin  y  al  cabo,  hemos  consagrado  estas 
horas  a  cosas  nobles,  y  durante  ellas  hemos  he- 
cho ofrenda  de  generosas  preocupaciones  de 
nuestro  espíritu  en  el  altar  de  la  Patria. 

He  dicho. 


CAPITULO  XXIII 


EL  CONDE,  ateneísta 


Enumeración  de  los  diferentes  cargos  que  el  conde  de  Ro- 
tnanones  ha  tenido  en  el  Ateneo  de  Madrid  desde  su  ingre- 
so hasta  su  elevación  a  la  Presidencia  del  mismo.— «Biolo- 
gía de  los  partidos  políticos». 


La  fecha  de  ingreso  del  conde  de  Romanones 
en  el  Ateneo  de  Madrid  tiene  una  antigüedad  de 
más  de  cuarenta  años. 

Y  tanto  por  ello  como  por  la  significación  e 
importancia  de  la  docta  casa  en  la  vida  intelec- 
tual española,  creen  oportuno  los  autores  de  este 
libro  dedicar  el  presente  capítulo  a  la  obra  del 
conde  dentro  de  la  misma.  Obra  tanto  más  dig- 
na de  consignar,  si  se  tiene  en  cuenta  que  al 
Ateneo  de  Madrid  han  pertenecido  los  hombres 
más  insignes  de  la  literatura,  de  la  política  y  de 
la  ciencia;  que  por  su  tribuna,  siempre  ecléctica 
y  hospitalaria,  como  corresponde  a  un  verdade- 
ro centro  de  cultura,  han  desfilado  las  más  altas 


288    ANTÓN  DEL  OLMET.  — TORRES  BERNAL 

mentalidades  del  mundo,  y  que  su  biblioteca  y 
sus  salones  han  conocido  a  las  más  ilustres  figu- 
ras de  la  intelectualidad  del  siglo  xix  y  lo  que 
va  del  XX. 

Ingresó  el  conde  en  el  Ateneo  siendo  aún  muy 
joven.  Y  fué  el  primer  cargo  que  en  él  desem- 
peñó el  de  secretario  tercero  de  la  Sección  de 
Ciencias  Morales  y  Políticas  en  1883. 

En  junio  del  86  fué  elegido  secretario  prime- 
ro de  la  misma  Sección,  y  dos  años  después,  es 
decir,  el  88,  fué  nombrado  para  el  cargo  de  se- 
cretario primero. 

Fué  entonces  cuando  el  conde  de  Romanones 
leyó  su  magistral  discurso  sobre  "El  régimen 
parlamentario  y  la  biología  de  los  partidos  po- 
líticos", trabajo  interesantísimo  que  fué  muy 
elogiado  por  los  intelectuales  y  la  crítica,  y  que 
con  gran  dolor  dejamos  de  reproducir  por  no 
dar  a  este  volumen  unas  proporciones  excesivas. 
*  «  * 

En  1899  fué  elegido  vicepresidente  segundo, 
cargo  que  volvió  a  desempeñar  en  1902  y  para 
el  que  fué  reelegido  en  1904. 

Desde  esta  fecha  hasta  1913  nada  hay  digno 
de  especial  mención  en  la  obra  del  conde  como 
ateneísta,  ya  que  absorbido  por  la  política,  a  ella 
consagrara  toda  su  actividad. 

En  dicho  año,  un  grupo  numeroso  del  Ateneo 
acordó  presentar  la  candidatura  del  conde  de 


CONDE   DE    ROMANONES  289 

Romanones,  a  la  sazón  presidente  del  Consejo 
de  Ministros,  para  la  presidencia  de  la  docta 
Corporación,  vacante  por  fallecimiento  de  aquel 
ilustre  patricio  que  se  llamó  don  Segismundo 
Moret. 

La  candidatura  del  conde  fué  derrotada  por 
la  del  insigne  biólogo  don  Santiago  Ramón  y 
Cajal,  que  no  aceptó  el  cargo  por  imposibilidad 
material  de  atenderlo. 

Y  al  dar  cuenta  de  ello  la  Prensa  de  Madrid, 
dio  a  conocer  la  frase  con  que  el  conde  acogió 
la  noticia  de  su  derrota: 

— Ha  sido  preciso  que  llegue  a  presidente  del 
Consejo  de  Ministros  para  que  me  derroten  en 
unas  elecciones. 

Frase  nobilísima  que  honra  por  igual  los  sen- 
timientos democráticos  del  conde  de  Romano- 
nes y  del  Ateneo  de  Madrid. 


En  marzo  del  presente  año  fué  elegido  presi- 
dente del  Ateneo,  siendo  uno  de  sus  primeros 
actos,  al  tomar  posesión  del  cargo,  el  de  conse- 
guir del  Gobierno  que  fuesen  puestos  en  liber- 
taid  aquellos  escritores  ateneístas,  entre  ellos  el 
señor  Núñez  Arenas,  que  habían  sido  detenidos 
y  encarcelados  a  raíz  del  atentado  de  que  fué 
víctima  el  señor  Dato. 


19 


CAPÍTULO  XXIV 


HONORES  Y  RECOMPENSAS 

Grandes  cruces.— Nombramientos  de  que  ha  sido  objete- 
Testimonios  de  gratitud. 

No  vamos  a  publicar  la  lista  interminable  de 
condecoraciones  y  honores  que  ostenta  el  insig- 
ne estadista.  Sí,  empero,  haremos  somera  rela- 
ción para  que  nuestra  obra  no  quede  incomple- 
ta, y  a  título  de  información.,  diríamos  que  pe- 
riodística. 

Tiene  el  señor  conde  de  Romanones  la  Gran 
Cruz  de  Carlos  III,  la  de  Isabel  la  Católica,  la  de 
Alfonso  XII,  la  del  Mérito  Naval. 

Iniciativa  suya  fué  crear  la  Condecoración  del 
Mérito  Agrícola,  para  premiar  con  ella  a  los 
hombres  ilustres  que  dedican  su  inteligencia  y 
sus  desvelos  al  campo. 

Posee  el  conde  el  Gran  Cordón  de  la  Legión 
de  Honor,  que  S.  E.  estima  profundísimamente. 

Cruces    extranjeras.  Además    de    la  citada, 


292   ANTÓN  DEL  OLMET.— TORRES  BERNAL 

ostenta  muchas,  y  entre  ellas  de  Portugal,  de 
Italia,  de  Grecia,  de  Austria,  de  Servia,  de  la 
Rusia  anterior  al  bolchevismo,  de  Suecia,  de 
Siam. 

Pero,  acaso  lo  que  más  enorgullece  al  conde 
son  las  pruebas  de  estimación  y  devoción  de  que 
ha  sido  objeto  por  la  clase  obrera  y  a  causa  de 
sus  donativos  al  Estado. 

En  18  de  junio  de  1904  fué  nombrado  conse- 
jero del  Montepío  General  Obrero  de  España, 
y  antes,  en  14  de  junio  de  1902,  socio  honorario 
del  x\teneo  Obrero  de  Barcelona. 

Es  socio  protector  de  ia  Asociación  de  Escri- 
tores y  Artistas  por  el  eficaz  concurso  que  pres- 
tó para  la  creación  del  panteón  de  hombres  ilus- 
tres, y  el  traslado  a  él  de  los  restos  de  Larra, 
Espronceda  y  Rosales. 

Varias  veces  le  han  sido  dadas  gracias  de 
Real  orden  por  donativos  hechos  al  Estado.  He 
aquí  dos  documentos  alusivos  a  este  aspecto 
de  Su  Excelencia: 

"Excmo.  Sr.: 

Con  esta  fecha  me  comunica  el  excelentísimo 
sefloi  ministro  de  Instrucción  Pública  y  Bellas 
Arles  la  siguiente  Real  orden: 

limo.  Sr.:  El  señor  conde  de  Romanones,  dan- 
do nuevo  testimonio  de  su  grande  interés  por 
el  fomento  de  la  cultura  patria,  ha  ofrecido 
al  Estado,  con  destino  al  Museo  Arqueológico 


CONDE    DE    ROMANONES  293 

Nacional,  el  donativo  de  una  interesante  colec- 
ción de  objetos  procedentes  de  las  excavaciones 
realizadas  a  sus  expensas  en  las  ruinas  celtíbe- 
ras y  romRnas  de  la  antigua  ciudad  de  Termes, 
en  la  provincia  de  Soria. 

Dicha  colección,  que  consta  de  209  objetos,  la 
constituyen  vasos  primitivos,  ladrillos,  mosai" 
eos,  puntas  de  lanza  de  hierro,  fíbulas,  armas  y 
utensilios  de  hierro  y  bronce,  anillos,  aretes, 
fragmentos  arquitectónicos,  etc.,  y  doce  mone- 
das, algunas  de  bastante  mérito. 

En  vista  de  ello,  S.  M.  el  Rey  (q.  D.  g.)  se  ha 
servido  disponer  que  se  acepte  este  importante 
donativo,  con  destino  al  Museo  Arqueológico 
Nacional,  como  es  la  voluntad  del  donante,  a 
quien  se  dan  las  gracias  por  su  liberalidad,  y 
que  se  ordene  al  director  del  referido  Museo 
que  de  acuerdo  con  el  señor  conde  de  Romano- 
nes  disponga  la  traslación  de  aquellos  objetos  al 
establecimiento  que  dirige. 

Lo  que  de  la  propia  Real  orden  traslado  a 
V.  E.  para  su  conocimiento  y  demás  efectos. 

Dios  guarde  a  V.  E.  muchos  años.  Madrid, 
30  de  octubre  de  1909.— El  subsecretario,  P.  O., 
A.  Castro  (rubricado). 

Sr.  Conde  de  Romanones." 

"Excmo.  Sr.: 

Habiendo  dado  cuenta  el  señor  presidente  de 
la  Junta  Directiva  de  este  Museo  en  la  sesión  úl- 


294   ANTÓN  DEL  OLMET.— TORRES  BERNAL 

tima  de  la  impresión  en  relieve  de  la  pata  posterior 
izquierda  de  un  Cheirotherium,  que  como  gene- 
roso donativo  de  V.  E.  forma  ya  parte  de  las  co- 
lecciones de  Paleontología,  la  Junta  acordó  por 
unanimidad  otorgar  a  V.  E.  un  voto  de  gracias 
hecho  constar  en  el  acta  y  que  se  perpetúe  ade- 
más el  nombre  del  generoso  donante  en  el  libro 
de  registro  y  en  el  letrero  público  del  ejemplar. 

Lo  que  tengo  el  honor  de  comunicar  a  V.  E. 
para  su  conocimiento  y  satisfacción. 

Dios  guarde  a  V.  E.  muchos  años.  Madrid, 
25  de  febrero  de  1902.— El  secretario,  Manuel 
Antón  (rubricado). 

Excmo.  Sr.  Conde  de  Romanones.* 

Fué  el  conde  presidente  del  Fomento  de  las 
Artes  por  nombramiento  de  18  de  febrero 
de  1893. 

Y — detalle  curioso  —  preside  la  Asociación 
General  de  Cazadores  y  Pescadores  de  Espafla 
desde  el  i  de  febrero  de  1904. 

Podríamos  estar  enumerando  los  nombra- 
mientos y  cargos  honoríficos  de  nuestro  insigne 
biografiado  durante  largo  tiempo,  y  podríam  s 
llenar  con  ello  muchas  páginas  de  esta  obra. 

España  ha  sabido  muchas  veces  premiar  la 
actividad  incansable  de  este  hombre  tan  racial 
y  tan  inteUgente,  al  que  debe  intensos  y  fecun- 
dos bienes. 


CAPÍTULO    XXV 

GRANDE  DE  ESPAÑA 

El  condado  de  Romanones,  de  insigne  prosa- 
pia, fué  agraciado  con  la  grandeza  por  Su  Majes- 
tad el  Rey  Don  Alfonso  XIII.  La  merced  fué  justi- 
ciera, porque  así|se  hacía  honor,  no  sólo  al  ve- 
tusto aristocraticismo  de  casa  tan  linajuda  y  tan 
ilustre,  sino  a  los  grandes  merecimientos  del 
egregio  estadista. 

La  ceremonia  de  la  cobertura  condal  tuvo  lu- 
gar, con  las  ceremonias  usuales  en  Palacio,  el 
día  30  de  enero  de  191 1.  Apadrinó  a  nuestro 
biografiado  su  ilustre  hermano  el  duque  de  las 
Torres. 

He  aquí  ahora  el  bello  discurso  que  pronunció 
ante  el  Rey  con  motivo  de  tan  importante  acto: 

Señor: 

Las  grandezas  que  V.  M.  ha  concedido  a  los 
Figueroas  son  distinciones  y  altos  honores  que 
someten  para  nosotros  y  nuestros  sucesores  toda 
la  gratitud,  ya  debida,  adelantada  y  perdurable,  a 


296        ANTÓN  DEL  OLMET.— TORRES   BERNAL 

la  generosidad  augusta  que  las  hubo  de  otorgar. 

No  llamo  en  estos  momentos,  que  serán  inol- 
vidables para  mí,  ni  a  la  memoria  ni  al  discurso 
para  el  enaltecimiento  de  mis  antepasados.  Ya 
de  mi  abolengo  dijeron  aquellos  que  honran  mis 
apellidos  todo  lo  necesario.  Hermanos  míos  son, 
que  mantendrán  con  los  suyos  la  devoción  he- 
redada a  la  dinastía  de  V.  M.,  y  yo  con  ellos. 

Vengo,  señor,  del  hombre  de  ayer,  de  aquel 
marqués  de  Villamejor  que  luchó  con  empeño 
en  las  lides  del  trabajo  y  de  la  industria.  En  ellas 
vencedor,  el  sentimiento  de  amor  a  la  patria  fué 
palpitación  constante  de  su  alma,  y  en  la  adhe- 
sión a  las  instituciones  educó  a  sus  hijos  para 
servir  al  Rey  con  sus  medios,  su  esfuerzo  y  su 
trabajo  en  la  vida  política  y  gobernante,  y  al  país, 
en  el  desarrollo  de  los  intereses  materiales. 

Es  razón  y  fundamento  para  esta  alta  consa- 
gración la  mayor  nobleza,  la  gloria  cifrada  en  el 
nombre  de  los  conquistadores,  de  los  servidores 
lealísimos  de  los  reyes,  de  los  fundadores  y  afi- 
liados a  las  Órdenes  militares,  de  los  más  heroi- 
cos detensores  de  la  patria  y  del  trono,  de  los 
más  solícitos  y  valientes  guardadores  de  la  per- 
sona del  Monarca. 

También  lo  es  aquella  fortuna  en  los  aciertos 
diplomáticos  de  los  que  afirmaron  las  conquis- 
tas, alegando  los  derechos  que  las  defendieron; 
los  grandes  progresos  y  los  descubrimientos  afa- 
mados, las  ganancias  de  territorios,  los  hechos 


CONDE   DE   ROMANONES  297 

heroicos,  y  las  memorables  hazañas  de  señores 
y  caballeros. 

Pero  yo  vengo  ahora  a  representar  una  nueva 
excepción  por  la  bondad  de  V.  M.,  y  tanto  como 
me  confunde  y  abruma  la  gratitud,  el  enalteci- 
miento de  mi  persona  me  penetra  el  ánimo  de 
grandes  obligaciones  y  deberes. 

La  grandeza  de  España  la  recibo,  señor,  como 
un  estímulo. 

Las  histonas  ilustres  de  las  familias  la  mere- 
cen como  afirmación  de  sus  cualidades.  Mi  fami- 
lia las  ha  obtenido;  pero  bien  dice  la  Filosofía 
que  el  tiempo  es  la  íorma  del  mudar;  y  premia- 
dos los  timbres  de  nuestra  casa  por  la  regia 
munificencia,  la  distinción  y  el  honor  supremos 
que  V.  M.  me  confiere,  más  me  señalan  el  camino 
del  porvenir  que  me  invitan  a  memorar  los  re- 
cuerdos de  lo  antiguo. 

No  recibo  este  honor  para  la  contemplación 
ni  para  el  descanso  de  las  luchas  que  fueron, 
porque  V.  M.,  al  conceder  la  grandeza  de  Espa- 
ña, declara  un  derecho  constitucional,  preclaro 
y  único  en  los  de  tal  manera  favorecidos.  Son 
ellos,  desde  este  momento,  presuntos  legislado- 
res; mañana  lo  serán  por  derecho  propio;  se  les 
otorga  la  mayor  distinción  contemporánea,  algo 
como  una  prolongación  de  la  soberanía  de  V.  M., 
que  con  ellos  quieren  compartirla,  y  a  este  dere- 
cho va  íntimamente  ligado  un  deber,  el  primeroi 
el  más  grande,  el  más  obligado  en  la  convicción 


298   ANTÓN  DEL  OLMET.— TORRES  BERNAL 

y  el  más  propio  de  las  casas  nobles  en  todos  los 
días  de  la  historia:  la  defensa  de  las  institucio- 
nes, de  la  dinastía  y  de  la  persona  de  V.  M,,  que 
hoy,  por  la  transformación  de  las  costumbres  y 
de  las  condiciones  de  la  vida,  tiene  que  hacerse, 
aún  más  que  en  los  campos  de  batalla,  en  los 
comicios,  en  el  Parlamento,  en  el  Gobierno,  en 
el  foro,  en  las  propagandas  y  hasta  en  las  agita- 
ciones, y  yo  siento  el  deber,  he  de  cumplirlo, 
aunque  no  haga  uso  del  derecho.  Y  mirando  el 
ejemplo  que  ofrece  aquella  gran  nación,  maestra 
de  los  pueblos  libres  y  parlamentarios,  entiendo 
como  principalísimo  en  la  condición  a  que  V.  M. 
me  ha  elevado,  la  acción  constante  y  ardorosa 
en  las  luchas  de  la  política.  Por  eso,  el  honor 
que  V.  M.  me  otorga  lo  ciño  a  mi  nombre  para 
las  contiendas  gobernantes,  pero  no  como  la 
espada  al  cinto,  sino  como  enseña  que  rodea 
los  blasones  para  alentar  en  las  empresas  y  sos- 
tener en  los  arrestos  al  que  la  proclama  y  la 
defiende,  con  el  entusiasmo  firme  y  la  voluntad 
convencida. 

Esta  leyenda,  mote  y  lema  que  siente  mi  alma 
y  que  adora  mi  corazón,  que  absorbe  íntegra 
toda  mi  vida  pública,  me  hará  Grande,  señor, 
si  a  sostenerla  para  triunfar  acierto;  y  la  fe  pro- 
funda asegura  a  la  conciencia  que  en  la  empresa 
jurada  ante  V.  M.  sólo  falta  a  los  labios  procla- 
marla en  los  tres  símbolos  inmortales:  por  la 
Patria,  por  la  Libertad  y  por  el  Rey. 


CAPITULO  XXVI 


UN  ARTICULO  DE  ARGENTE 


El  conde,  estudiado  por  el  ilustre  periodista  y  ex  ministro.— 
Sinceras  y  veraces  palabras. 


En  la  revista  Cosmópolis,  que  dirigía  Gómez 
Carrilío,  nuestro  querido  e  ilustre  colega,  publi- 
có don  Baldomcro  Argente,  no  menos  ilustre 
compañero  en  lides  periodísticas,  un  hermoso 
artículo  dedicado  a  la  figura  preclara  del  señor 
conde  de  Romanones,  y  que  aquí  reproducimos 
porque  es  fiel  retrato  de  nuestro  biografiado  in- 
signe. 

Dice  así  el  artículo  del  señor  Argente: 

FIGURAS  CONTEMPORÁNEAS 

El  conde  de  Romanones* 

Mi  amigo,  el  preclaro  escritor  Gómez  Carri- 
llo, me  pide  que  trace  una  semblanza  del  conde 


300   ANTÓN  DEL  OLMET.— TORRES  BERNAL 

de  Romanones.  Su  petición  me  ha  dejado  per- 
plejo. De  una  parte  siento  el  impulso  de  escri- 
birla. Creo  conocer  al  conde  de  Romanones  más 
fiel  y  exactamente  que  ningún  otro  de  quienes 
pudieran  escribir  acerca  de  su  compleja  y  febril 
personalidad.  No  ignoro  tampoco,  porque  vivo 
en  el  mundo  real,  cuáles  son  los  trazos  cardina- 
les de  la  silueta  psicológica  que  en  el  vulgo— al 
vulgo  de  nuestra  política  me  refiero — evoca  el 
nombre  del  conde  de  Romanones.  Y  encuentro 
tan  dispares  la  realidad  y  la  fantasía,  la  real  fiso- 
nomía del  conde  de  Romanones  con  su  fisono- 
mía imaginaria,  que  la  tentación  de  desvanecer 
errores  es  demasiado  fuerte,  sobre  todo  cuando 
de  esa  depuración  había  de  resultar  más  enalte- 
cida la  figura  del  actual  presidente  del  Consejo, 
y  quien  había  de  hacerla  está  unido  a  él,  desde 
hace  muchos  años,  por  los  más  efusivos  y  fuer- 
tes vínculos  de  admiración  y  cariño. 

De  otra  parte,  refrena  mi  impulso  el  temor  de 
que  toda  alabanza  o  todo  rasgo  halagüeño  que 
salieran  de  mi  pluma  podrían  parecer,  o  expre- 
sión propia  y  plausible,  pero  apasionada,  de  mi 
afecto,  o  dictado  de  la  adulación  hacia  un  amigo 
poderoso,  de  quien  se  reciben  inmerecidos  ga- 
lardones. Y  si  de  lo  primero  estoy  a  salvo  por- 
que el  mayor  afecto  no  suele  turbar  mi  visión 
serena  de  la  realidad,  lo  segundo  me  dolería  por 
la  certeza  de  que  si  algo  proviniente  de  mí  po- 
día causar  enojo  al  conde  de  Romanones,  era  el 


CONDE   DE   ROMANONES  3OI 

ditirambo  adulador,  incienso  amado  por  los  ma- 
jaderos, impertinencia  y  agravio  para  los  espíri- 
tus sutilmente  penetrantes  y  suavemente  ironis- 
tas  como  el  del  jefe  del  partido  liberal  español. 
Afortunadamente,  de  la  perplejidad  me  saca 
un  recuerdo.  Hace  doce  años  escribí  para  cierta 
revista  unas  cuartillas  bosquejando  la  silueta 
política  del  conde  de  Romanones,  a  la  sazón 
apenas  aventurado  en  las  altas  posiciones  políti- 
cas. En  aquella  época,  mis  relaciones  con  el  hoy 
más  notorio  de  los  hombres  de  Estado  españoles, 
sufrían  un  echpse.  Las  cuartillas  se  escribieron 
para  ser  publicadas  anónimas,  como  lo  fueron 
en  efecto.  Reunían,  pues,  todas  las  garantías  de 
imparcialidad.  Hoy  las  he  releído  y  las  encuen- 
tro deficientes,  pero  justas.  Después  he  aprendido 
a  conocerle  mejor.  Los  años,  además,  no  han  pa- 
sado en  vano  por  un  alma  tan  rica  en  matices 
como  la  del  conde  de  Romanones.  Con  trasladar 
lo  que  escribí  en  1906,  y  ponerle  unas  apostillas, 
defiero  al  deseo,  para  mí  imperioso,  de  mi  insig- 
ne colega  en  periodismo.  Helas  aquí: 


El  hombre. 

El  conde  de  Romanones  es  una  de  las  figuras 
jóvenes  más  salientes  y  prestigiosas  del  partido 
liberal,  y  después  del  insigne  jefe  del  partido 
liberal,  señor  Moret,  la  más  significada  persona- 


302       ANTÓN   DEL  OLMET. — TORRES  BERNAL 

lidad  de  aquél.  Vivo,  inquieto,  incansable,  su 
temperamento  no  le  consiente  apacibles  sosie- 
gos de  bufete;  ávido  de  lucha,  hostiga  a  sus  ad- 
versarios sin  cesar,  y  cuando  no  necesita  defen- 
derse, los  ataca.  Radical  de  ideas,  persuadido  de 
que  un  gobernante  es  una  voluntad  y  una  volun- 
tad no  puede  ser  más  que  una  acción  no  inte- 
rrumpida, su  relieve  en  la  política  española,  no 
ha  mucho  comenzado,  se  acompañó  de  tormen- 
tas y  encrespamientos. 

No  hay  hombre  público  más  combatido  por  con- 
servadoresy  reaccionarios, ni  más  fervientemen- 
te apoyado  por  cuantos  sienten  amores  democrá- 
ticos. La  masa  neutra,  que  es  el  gran  núcleo  de  la 
opinión  dormida,  reposaba  indiferente  a  las  lu- 
chas políticas  de  los  últimos.  El  aislamiento  par- 
lamentario era  un  hecho,  dolorosamente  recono- 
cido por  personajes  de  todos  los  campos.  Dos 
nombres  vienen  sonando  como  clarines  de  gue- 
rra en  los  oídos  de  esa  opinión  y  sustrayéndola 
a  su  sueño:  el  de  Maura  y  el  del  conde  de  Roma- 
nones.  En  aquél  encuentran  su  caudillo  las  cla- 
ses conservadoras  y  los  elementos  clericales, 
cuantos  suspiran  por  la  España  de  la  quietud,  de 
los  Estamentos  y  de  los  Corregidores.  En  éste 
ponen  su  bandera  los  hijos  de  quienes  lucharon 
en  Alcolea  e  hicieron  la  revolución,  cuantos  sus- 
piran por  una  España  del  porvenir  y  apetecen 
un  orden  social  inspirado  y  mantenido  por  la 
libertad,  no  por  el  arbitrio  del  poder.  Y  poco  a 


CONDE   DE   ROMANONES  303 

poco,  lentamente,  el  estruendo  de  los  combates 
entre  esas  dos  tendencias  va  despertando  la  opi- 
nión, atrayendo  las  conciencias  alejadas  de  la 
vida  pública  e  incorporándolas  a  los  dos  bandos. 

Fué  Romanones  ministro  de  Instrucción  pú- 
blica, y  su  obra  revolucionaria,  febrilmente  rea- 
lizada y  perseverantemente  defendida,  fué  el 
tuétano  de  la  educación  nacional,  abordando  el 
problema  en  sus  tres  aspectos  principales:  secu- 
larización educativa,  mecanismo  docente  y  ense- 
ñanza profesional.  La  política  liberal  tuvo  en 
aquel  Gobierno  su  órgano  doctrinal  eficacísimo 
en  el  Ministerio  de  Instrucción  pública;  y  el  Es- 
tado reivindicó  los  derechos,  harto  descuidados 
entonces,  que  le  pertenecen  en  la  dirección  hasta 
y  tutela  del  espíritu  de  las  nuevas  generaciones. 

Ocupó  recientemente  el  Ministerio  de  Fomen- 
to y  conjuró  patrióticamente,  con  energía  y 
prontitud,  la  peligrosa  crisis  andaluza;  estudió 
sobre  el  terreno  el  problema  visitando  aquella 
región,  a  despecho  de  los  rigores  caniculares 
del  mes  de  agosto;  inauguró  múltiples  vías  de 
comunicación;  convocó  una  gran  Asamblea  fe- 
rroviaria para  la  rebaja  y  modificación  de  las  ta- 
rifas; creó  campos  de  experimentación  agrícola 
en  todas  las  comarcas;  preparó  la  explotación  de 
la  abandonada  industria  del  turismo  en  España, 
y  planteó  la  reforma  de  su  Ministerio  para  dar 
una  unidad  a  todos  los  servicios,  antes  disper- 
sos, que  cooperan  al  desenvolvimiento   de  la 


304   ANTÓN  DEL  OLMET.— TORRES  BERNAL 

riqueza  agraria.  Y  esto  en  sólo  cuatro  meses. 
Su  paso,  pues,  se  señala  predominantemente 
por  obras.  Sus  ideas,  sus  piincipios  de  gobier- 
no, sus  aspiraciones  más  inmediatas,  hay,  pues, 
que  deducirlas  tanto  de  sus  obras  como  de  sus 
discursos.  Dos  sillares  lo  sustentan:  la  fe  en  la 
energía  y  la  confianza  en  todas  las  derivaciones 
fecundísimas  de  la  doctrina  liberal.  A  partir  de 
estos  puntos,  sus  conceptos  se  acomodan  a  los 
daños  que  la  realidad  proporciona  en  cada  ins- 
tante. Ensayaremos  a  sintetizarlos,  advirtiendo 
que  las  fuentes  de  que  para  ese  trabajo  nos  ser- 
vimos son  anteriores  todas  a  su  presente  etapa 
ministerial. 


Las  ideas.  -La  acción  gobernante. 

Entre  el  gobernante  y  el  sabio — opina  Roma- 
nones — hay  la  diferencia  de  que  éste  busca  una 
realidad  que  se  acomode  a  su  doctrina,  y  aquél 
una  doctrina  aplicable  a  la  realidad.  Al  gober- 
nante, son  los  hechos  quienes  le  dan  planteados 
los  problemas.  Espíritu  que  no  establezca  pronta 
y  claramente  la  relación  entre  los  datos  objeti- 
vos de  la  vida  y  las  subjetivas  inspiraciones  de 
las  ideas,  no  sirve  para  gobernar.  El  arte  del 
hombre  de  gobierno  consiste  en  deslindar  esos 
problemas  y  en  comprenderlos  en  su  totalidad  y 
en  aplicarles,  no  la  mejor  solución  doctrinal,  sino 


CONDE   DE   ROMANONES  305 

la  mejor  solución  posible.  Las  transformaciones 
sociales  se  realizan  paso  a  paso;  lo  que  importa 
es  conservar  el  camino  y  recorrerlo,  no  con  la 
celeridad  del  deseo,  precursora  del  inevitable 
fracaso,  sino  con  la  mayor  celeridad  que  los  he- 
chos consientan. 

En  ese  camino,  el  hombre  de  gobierno  no 
debe  olvidar  que  ha  de  incorporarse  la  opinión 
pública.  La  opinión  es  el  aire  necesario  para 
las  obras  políticas.  Moverse  fuera  de  ella  es 
moverse  en  el  vacío  y  condenarse  a  la  asfixia. 
Hasta  nuestros  reyes  absolutos,  en  los  tiempos 
de  mayor  esplendor  para  aquel  linaje  de  monar- 
quía, necesitaron  inspirarse  en  los  sentimientos 
y  en  la  conciencia  nacionales;  porque  estos  son 
los  veneros  de  la  íuerza,  y  el  gobernante  no  es 
más  que  la  mano  que  lo  aplica.  En  España  la 
opinión  es  débil,  va  despertando  poco  a  poco, 
recobrando  su  perdida  actividad;  obra  de  ver- 
dadera democracia  es  adelantarse  hacia  todas 
sus  manifestaciones,  rebustecerlas  y  encau- 
zarlas. 

Y  en  esta  labor  ha  de  ponerse  los  ojos  en  un 
aspecto  importantísimo:  las  iniciativas  y  costum- 
bres locales.  Estas,  en  lo  que  tienen  relación  con 
la  vida  pública,  son  la  supervivencia  de  la  Espa- 
ña castiza.  En  lo  legislativo,  en  lo  agrario,  en  lo 
comunal  hay  tradiciones  puramente  locales,  ela- 
boradas por  la  historia,  por  el  correr  de  la  vida, 
y  que,  como  tales,  responden  a  condiciones  dena- 

20 


3o6       ANTÓN   DEL   OLMET. — TORRES   BERNAL 

turaleza  y  de  vida  de  nuestro  pueblo.  No  hay  que 
destruirlas,  sino  concertarlas  con  la  índole  del 
vivir  moderno  para  impedir  que,  atrofiadas,  sean 
obstáculo,  mientras  que,  rejuvenecidas,  pueden 
ser  depósito  de  la  originalidad  de  nuestro  pue- 
blo y  despertadores  de  la  fértil  y  sana  iniciativa 
popular. 

Obra  política* 

Tan  inertes  nos  han  hallado  las  últimas  déca- 
das del  pasado  siglo,  que  decir  obra  política  es 
decir  obra  social.  El  Estado  no  tiene  más  fin  di- 
recto que  definir  el  derecho  y  hacerlo  cumplir; 
esa  es  la  doctrina  pura  y  perfectamente  liberal. 
Pero  el  Estado  tiene  fines  tutelares  comprensi- 
vos de  los  demás  fines  de  la  vida,  misión  subsi- 
diaria en  defecto  de  la  iniciativa  privada.  Y  cuan- 
do la  atonía  es  tan  grande  como  lo  ha  sido,  y  aun 
lo  es,  entre  nosotros,  el  Estado  no  puede  renun- 
ciar al  cumplimiento  de  ninguno  de  esos  fines 
indirectos,  no  puede  inhibirse  de  ninguno  de 
ellos,  porque  dejarlos  desamparados  equivale  a 
una  punible  deserción.  Por  eso  la  obra  política 
comprende  totalmente  los  dos  grandes  aspectos 
humanos:  la  vida  moral  y  la  vida  material.  Hay 
que  rehacer  moral  y  materialmente  la  España  de 
ayer,  para  que  resulte  la  España  del  porvenir. 


CONDE   DE    ROMANONES  3O7 


Obra  moral. 


Tiene  dos  tases:  saneamiento  de  la  política, 
difusión  de  la  cultura. 

El  saneamiento  de  la  política  está  integrado 
por  dos  reformas:  una,  de  las  fuentes  mediatas 
del  Poder  público,  la  Administración  local;  otra, 
de  los  caminos  por  donde  ese  poder  se  constitu- 
ye, el  procedimiento  electoral. 

La  reforma  de  la  Administración  local,  para 
que  sea  fecunda,  está  sujeta  a  dos  bases:  el  re- 
conocimiento de  la  autonomía  administrativa  en 
la  esfera  de  los  intereses  locales;  la  intervención 
del  Estado  para  restablecer  las  perturbaciones 
que  la  incapacidad  o  la  malicia  de  los  adminis- 
tradores introduzcan  en  aquella  esfera,  y  para 
concertar  la  relación  de  éstas  entre  sí  conforme 
al  interés  nacional.  Y  necesita  dos  condiciones: 
libertad  garantizada  de  los  Municipios  para  des- 
envolverse, energía  y  eficacia  en  el  Estado  para 
intervenir  cuando  sea  exigible.  La  vida  de  una 
Administración  local  así  regulada  trae  consigo  la 
simplificación  del  expedienteo  y  la  disminución 
de  los  recursos  y  dilaciones,  cuyas  últimas  con- 
secuencias han  de  llevarse  a  la  jurisdicción  de 
lo  Contencioso. 

La  reforma  electoral  es  consecuencia  de  lo 
anterior:  deslinde  entre  la  Administración  y  las 
funciones  electorales;  organización  de  éstas  para 


3o8   ANTÓN  DEL  OLMET.— TORRES  BERNAL 

que,  automáticamente,  se  realicen  sin  ingeren- 
cias extrajoas;  consagración  de  la  independencia 
del  voto. 

Difusión  de  la  cultura. 

La  obra  social  docente  tiene  dos  grandes  ra- 
mas: la  educación  y  la  instrucción.  Aquélla  se 
realiza  al  par  que  se  inculcan  los  conocimientos 
elementales,  y  respecto  de  ella,  el  Estado  no  pue- 
de admitir  otro  sustituto  o  delegado  de  la  potes- 
tad paterna  que  el  propio.  El  Estado  tiene  inte- 
rés en  que  sus  ciudadanos  se  formen  moralmen- 
te  de  manera  que  cooperen  mañana  al  engran- 
decimiento de  la  Patria  y  a  la  progresiva  evolu- 
ción humana.  El  derecho  de  vida  y  de  defensa 
que  el  Estado  tiene,  se  antepone  en  este  orden 
a  toda  otra  intervención.  En  este  punto  el  Poder 
civil  debe  ser  inexorable  y  la  reforma  educativa 
debe  converger  a  tal  fin. 

La  instrucción  propiamente  dicha  comprende 
dos  fases:  de  humanidades  y  profesional  o  téc- 
nica. Y  en  aquélla  es  muerta  o  viva,  entendien- 
do por  ésta  la  que  tiene  una  directa  e  inmediata 
aplicación  a  la  realidad.  Nuestro  organismo  do- 
cente tradicional  está  fundado  sobre  la  primera, 
y  las  necesidades  de  la  vida  moderna  van  recla- 
mando la  pronta  evolución  hacia  la  segunda.  Las 
humanidades  hicieron  la  gloria  de  nuestros  gran- 
des centros  intelectuales:  Salamanca,  Alcalá;  la 


CONDE   DE   R0MANOWES  309 

enseñanza  técnica  ha  hecho  la  grandeza  de  las 
tres  naciones  que  más  resueltamente  la  han 
abrazado:  Inglaterra,  Alemania,  los  Estados  Uni- 
dos; hay  que  imitar  los  Institutos  técnicos  ale- 
manes y  realizar  prontamente  en  España  la  mis- 
ma obra  que  Millerand  ha  realizado  en  Francia. 
Las  bases  están  puestas  en  el  Decreto  de  17 
de  agosto  de  1902. 

Reconstitución  material. 

Son  tres  los  grupos  en  que  puede  clasificarse 
los  elementos  de  esa  reconstitución:  factores 
económicos,  factores  financieros  y  factores  so- 
ciales. 

Factores  económicos. 

Se  refieren  a  la  Agricultura,  a  la  Industria  y 
al  Comercio.  Respecto  a  la  Agricultura,  hoy, 
como  en  los  tiempos  en  que  Jovellanos  redacta- 
ba el  informe  del  Consejo  de  Castilla  sobre  la 
ley  agraria,  son  tres  los  órdenes  de  medidas  re- 
clamadas por  la  necesidad,  relativas  a  las  leyes, 
al  agricultor  y  al  suelo.  En  las  primeras,  toda  la 
misión  se  reduce  a  derogar  disposiciones  para 
simplificar  la  situación  jurídica  de  la  propiedad 
inmueble  y  a  modificar  el  sistema  hipotecario 
para  movilizar  la  riqueza  rústica,  ya  por  el  pro- 
cedimiento del  Acta  Torrens,  ya  por  el  de  algu- 


3IO        ANTÓN    DEL    OLMET. — TORRES    BERNAL 

no  de  sus  derivados,  que  hasta  el  número  de 
cinco  han  sido  expuestos  en  España  por  los  se- 
ñores Moret,  Montero  Ríos  y  Costa.  En  cuanto 
al  agricultor,  necesita  con  la  enseñanza  técnica 
la  tutela  y  asistencia  continua  que  proporcionan 
las  granjas  agrícolas  de  los  Estados  Unidos,  de 
lo  que  en  España  ha  dado  brillante  ejemplo  la 
granja  de  Zaragoza;  deben  ser  éstas  como  la  ca- 
pitalidad de  zonas  agrarias  homogéneas,  a  ma- 
nera de  Universidad  práctica  del  campo;  y  junta- 
mente la  difusión  del  crédito  agrícola  en  la  for- 
ma elemental  siraplicísima  en  que  ya  ha  comen- 
zado a  extenderse  entre  nosotros  en  combina- 
ción con  el  Banco  de  España. 

Por  lo  que  toca  al  suelo,  las  obras  fundamen- 
tales son  la  irrigación  y  la  construcción  de  ca- 
minos vecinales.  Para  una  y  otra  hay  que  estu- 
diar una  ley  que  enlace  y  coordine  forzosamen- 
te por  causa  de  utilidad  pública  el  interés  gene- 
ral y  el  provecho  particular. 

Después,  para  una  fecha  ya  remota,  habrá  que 
pensar  en  la  repoblación  de  las  comarcas  de- 
siertas, reproduciendo  la  obra  de  Carlos  III,  ya 
por  alguno  de  los  procedimientos  estudiados 
admirablemente  por  don  Fermín  Caballero,  ya 
previos  ensayos  de  colonias  agrícolas  de  pena- 
dos, en  la  forma  expuesta  por  el  señor  Moret. 

Para  la  agricultura  y  la  industria  juntamente, 
hay  que  redactar  con  urgencia  unos  Aranceles, 
prolijamente  articylados,  según  requiere  la  com- 


CONDE  DE   ROMANONES  311 

plejidad  de  la  producción  moderna.  El  espíritu 
de  esos  Aranceles  ha  de  ser  proteccionista,  has- 
ta donde  lo  exijan  las  necesidades  de  la  defensa 
del  trabajo  nacional,  pero  en  manera  alguna  pro- 
hibicionista, para  que  no  mate  el  estímulo  del 
progreso  patrio. 

El  comercio  requiere  la  reforma  de  las  tarifas 
ferroviarias  y  de  la  legislación  sobre  Marina 
mercante.  Aquéllas  reclaman,  ante  todo,  adapta- 
ción  minuciosa  al  tráfico  mercantil;  ésta,  desgra- 
ve de  los  derechos  fiscales,  jurisdicción  rápida  y 
simplificación  de  los  trámites  consulares.  De 
aquí  dimana  una  reforma  que  comprende  desde 
los  derechos  de  abanderamiento  hasta  la  organi- 
zación práctica  de  los  centros  de  información  y 
Museos  comerciales. 

El  complemento  de  esta  obra  ha  de  ser  los 
Tratados  de  comercio,  que  no  deben  ser  privi- 
legio para  un  ramo  de  la  riqueza  pública,  sino 
acicate  para  la  producción  integral,  a  fin  de  que 
la  nación  llegue  un  día  a  bastarse  a  sí  propia. 


Factores  financieros* 

Son  muy  complejos:  la  reforma  fiscal,  con  su- 
presión del  impuesto  de  consumos;  el  catastro; 
arreglo  de  las  clases  pasivas;  unificación  de  la 
Deuda;  liquidación  con  el  Banco;  solución  al  pro- 
blema de  los  cambios,  dividiendo  la  cuestión  en 


312   ANTÓN  DEL  OLMET.— TORRES  BERNAL 

SU  aspecto  monetario  y  su  aspecto  económico, 
para  acometerlos  parcialmente;  aquél  tiene  como 
premisas  indispensables  la  liquidación  con  el 
Banco,  la  norma  de  la  circulación  fiduciaria  y  la 
paulatina  desmonetización  de  la  plata. 


Factores  sociales. 

Comprenden  éstos  todas  las  relaciones  del  ca- 
pital y  el  trabajo,  por  un  lado,  y  la  creación  de 
los  organismos  intermedios  entre  el  individuo  y 
la  Administración  pública,  reemplazando  la  an- 
tigua organización  gremial. 

Las  relaciones  entre  el  capital  y  el  trabajo  im- 
plican: la  ley  sobre  el  contrato  de  trabajo,  los 
tribunales  arbitrales,  el  fomento  de  la  coopera- 
ción, para  el  consumo  principalmente,  las  pen- 
siones o  retiros  obreros  sobre  el  principio  de  la 
mutualidad,  y  la  construcción  de  casas  obreras. 
Más  adelante  se  podrá  acaso  pensar  en  la  consti- 
tución de  los  "huertos  obreros",  existentes  ya  en 
Jaca,  y  del  patrimonio  obrero,  organizado  en  al- 
gunos Estados  de  la  América  del  Norte;  hoy 
nuestra  pobreza  y  el  bajo  nivel  de  la  cultura  me- 
dia no  lo  consiente. 


CONDE    DE    ROMANONES  313 


Institutos  armados* 

Nuestra  política  internacional  presente  es:  en 
lo  terrestre,  de  defensa,  y  en  lo  marítimo,  de 
cooperación.  En  consonancia,  debemos  reorga- 
nizar el  Ejército  con  la  mira  puesta  en  la  defen- 
sa territorial,  poniendo  sus  bases  en  la  rápida 
movilidad  y  en  el  conocimiento  exacto  de  la  to- 
pografía patria,  y  la  Marina,  empezando  por  cons- 
tituir bases  de  operaciones  en  los  tres  arsenales 
del  Estado.  Debemos  pensar  que  aislados  somos 
impotentes  para  conservar  nuestros  territorios 
más  expuestos,  por  la  fuerza  sólo;  por  consi- 
guiente, hemos  de  obtener  que  nuestros  apres- 
tos navales  puedan  completar  los  elementos 
ofensivos  de  otra  u  otras  potencias  en  luchacon- 
tra  quien  pudiera  ser  nuestro  agresor. 


Hasta  aquí  lo  escrito  entonces,  donde  se  re- 
fleja el  que  era  entonces  pensamiento  del  conde 
de  Roraanones.  Algunos  de  sus  deseos  han  co- 
menzado a  tener  realidad.  Otros  subsisten  aún 
y  son  norte  de  nuestra  obra  política.  El  curso  de 
doce  años  no  los  ha  dislocado.  Es  que  la  realidad 
cambia  lentamente,  y  aquellos  pensamientos  es- 
taban apoyados  fuertemente  en  la  realidad. 

¿Qué  ha  añadido  al  espíritu  del  conde  de  Ro- 
manones  el  curso  de  estos  doce  años?  Desde  lúe- 


314   ANTÓN  DEL  OLMET.— TORRES  BERNAL 

go,  paciencia,  paciencia,  moderación,  calma.  Era 
impetuoso  en  demasía.  Es  hoy  hombre  reflexivo 
por  esencia;  espíritu  que  aquilata  hasta  el  últi- 
mo extremo  el  alcance  de  cada  gesto,  de  cada 
palabra,,  de  cada  resolución.  Antes  de  adoptarlas 
se  pregunta  siempre  cuáles  serán  las  consecuen- 
cias, y  esto  le  preserva  de  llevar  la  nación  o  sus 
huestes  a  tantos  embarrancaderos  como  vienen 
siendo  expiación  y  sepultura  de  muchos  presti- 
gios políticos  de  la  España  contemporánea. 

La  contemplación  de  las  miserias  y  las  vani- 
dades humanas  desde  las  alturas  sociales  y  polí- 
ticas a  que  el  conde  de  Romanones  llegó,  le  ha 
infundido  el  hondo  convencimiento  de  que  sólo 
hay  una  fortuna  apetecible  y  hondamente  con- 
fortadora: estar  en  paz  con  la  propia  conciencia, 
sentirse  asistido  por  la  indestructible  confianza 
de  estar  cumpliendo  un  alto  deber.  Esta  disposi- 
ción espiritual,  que  lleva  al  renunciamiento  go- 
zoso de  muchos  pequeños  egoísmos,  ha  sido 
puesta  a  prueba  reiteradas  veces  durante  los  dos 
últimos  años:  primero,  con  el  divorcio  entre  su 
conveniencia  personal  y  la  política  exterior  es- 
pañola; después,  entre  su  legítimo  amor  propio 
y  las  vicisitudes  de  la  política  interior.  En  todas 
ellas  ha  salido  victorioso.  Los  que  vivimos  en  su 
intimidad  sabemos  que  no  tuvo  siquiera  una  va- 
cilación. La  victoria  sobre  sí  mismo  era  tan  com- 
pleta, que  no  tuvo  siquiera  los  dolores  de  la  lu- 
cha. Las  gentes,  que  habituadas  a  nuestra  poli- 


eONDE    DE    ROM  ANONES  315 

tica  tradicional  esperaban  otra  cosa,  han  ido  cla- 
mando sorprendidas:  "Este  es  otro  conde  de  Ro- 
manones,  nos  lo  han  cambiado/'  No;  es  el  mismo 
conde  de  Romanones,  trabajado  por  la  experen- 
cia,  libre  de  trabas,  desasido  de  ligaduras  políti- 
cas, en  quien  los  nativos  impulsos,  las  genuinas 
tendencias,  su  fondo  permanente  y  personalísi- 
mo  espiritual  viene  al  fin  ai  primer  plano  y  se 
despliega  tal  como  siempre  fué. 

A  su  pensamiento  han  añadido  los  sucesos 
otra  cosa:  la  firme  convicción  de  que  nuestro 
aislamiento  es  fatal,  y  que  España,  para  el  en- 
grandecimiento de  su  pueblo,  tiene  que  asociarse 
espiritualmente  al  Occidente  de  Europa  y  a  Amé- 
rica, sobre  todo  la  América  latina,  donde  están 
nuestra  prole,  nuestra  gloria,  nuestro  orgullo  y 
nuestra  esperanza.  Y  no  es  idea  reciente,  poste- 
rior a  la  paz;  es  idea  consignada  expresamente 
en  su  dimisión  al  Rey,  de  abril  de  1917.  Con  una 
más  vasta  comprensión  de  la  solidaridad  del 
mundo  que  la  usual  entre  nuestros  hombres  po- 
líticos, percibe  cómo  se  ha  creado  en  el  universo 
un  ambiente  común,  que  pone  a  los  pueblos  en 
esta  disyuntiva:  adaptarse  o  morir.  Quiere  que 
nos  adaptemos,  pero  como  asociados  de  los  gran- 
des países  y  como  cabeza  de  nuestra  raza,  para 
que  en  el  mañana  de  la  Humanidad,  España  no 
sea  un  poder  subalterno,  sino  un  elemento  di- 
rector. 

Tal  es  el  hombre;  tal  es  el  espíritu.  Le  llaman 


3l6       ANTÓN   DEL   OLMET.— TORRES   BEBNAL 

habilidad  a  su  clarividencia,  travesura  a  la  fer- 
tilidad de  su  mente.  Hay  en  él  un  gran  hombre 
de  Estado  que  comienza  ahora  a  rendir  frutos  a 
la  Patria.  Para  que  sean  tan  copiosos  como  nece- 
sitamos le  basta  vivir,  porque  aun  cuando  él  ha- 
bla muchas  veces  de  retirarse  a  la  vida  privada, 
yo  Ho  lo  creo  nunca.  Se  lo  impide  la  propia  com- 
plexión psicológica.  En  él,  vivir  es  luchar.  Y  la 
lucha  le  enamora  cuando  es  como  hoy:  lucha  por 
un  generoso,  un  altísimo  ideal. 

Baldomero  Argente. 


CAPÍTULO  XXVII 


QUÉ  VIDA  HACE  ROMANONES 


Madrugador— No  fuma.— Es  abstemio  y  no  ha  jugado  nun- 
ca.—fcl  campo  y  la  política.— Otros  detalles. 


Ya  hemos  dicho  al  principio  de  este  libro  que 
el  conde  de  Romanones  adquirió  desde  niño,  y 
por  el  ejemplo  de  su  padre  el  marqués  de  Villa- 
mejor,  el  hábito  de  madrugar.  Y  con  él  sigue. 
£1  conde  se  levanta  todos  los  días  a  las  ocho  de 
la  mañana. 

Hasta  hace  unos  años,  a  esa  hora  ya  esperaba 
al  conde  su  barbero,  el  simpático  Paco  Pulver, 
para  afeitarle.  Cuando  Paco,  a  causa  de  los  años, 
se  creyó  obligado  a  aconsejar  al  conde  que  lo 
substituyese  por  otro  más  joven,  Romanones, 
lejos  de  seguir  sus  indicaciones,  le  dio  orden  de 
comprarle  una  máquina  de  afeitar  para  hacerlo 
él  por  sí  propio. 

Dedica  la  primera  parte  de  la  mañana  a  despa- 
ohar  sus  asuntos  particulares,  y  luego  recibe  in- 


3l8        ANTÓN    V>EL    OLMET. — TORRES    BERNAL 

numerables  visitas,  pues  el  conde,  aparte  la  can- 
tidad de  amigos  particulares  y  políticos  que  tie- 
ne, recibe  a  todo  el  mundo. 

A  las  dos  reúne  en  su  mesa  a  todos  los  hijos  y 
nietos,  con  los  que  luego  se  encierra  en  el  salón 
de  su  palacio,  consagrándoles  cerca  de  una  hora 
de  intimidad  absoluta.  Ya  sabe  todo  el  mundo 
en  la  casa  que  a  esa  hora  el  señor  conde  no  está 
para  nadie. 

Pasa  luego  a  su  despacho,  donde  se  dedica  al 
estudio  durante  un  par  de  horas.  Y  el  resto  de 
la  tarde  lo  dedica  a  recibir  gente.  Acostumbra  a 
acosta.se  siempre  a  las  once,  cuando  no  tiene 
cargo  público,  a  menos  que  vaya  al  Real  o  la 
Princesa. 

Sus  costumbres  son  de  una  austeridad  asom- 
brosa. No  fuma,  ni  ha  fumado  nunca.  No  bebe 
vinos,  ni  jugó  jamás  a  nada.  Sus  dos  únicos  vi- 
cios son  la  política  y  el  campo. 

Tiene  una  gran  afición  a  los  negocios,  y  gran- 
des condiciones  para  ellos.  Pero  puede  más 
en  él  la  política  y  no  ha  podido  por  eso  aten- 
derlos. 

Entre  su  hermano  el  señor  duque  de  las  To- 
rres y  él,  conservan  todos  los  negocios  de  su 
padre:  como  Peñarroya,  el  Banco  de  Cartagena, 
etcétera.  En  las  minas  del  Rif  tiene  acciones, 
pero  la  mayor  parte  están  en  manos  de  bil- 
baínos. 

Fundó  la  primera  fábrica  mecánica  de  pan  que 


CONDE   DE  ROMANONES  319 

hubo  en  Madrid,  y  perdió  en  ella  varios  miles 
de  duros. 

Su  fortuna  personal  es  enorme.  En  Madrid  es 
el  número  uno  de  los  contribuyentes.  Paga  mu- 
cho más  de  lo  que  se  necesita  para  ser  senador 
por  derecho  propio.  Y  es  tal  el  número  de  casas 
que  tiene,  que  si  aplicase  el  vigente  decreto  so- 
bre alquileres — no  ha  subido  un  céntimo  a  sus 
inquilinos— saldría  beneficiado. 

Este  es  el  conde  de  Romanones  en  su  aspecto 
privado. 


CAPITULO  XXVIII 


ROMANONES,   PINTOR 


Su  profesor.— Sus  condiscípulos.— Admiración  por  los  clásicos 
e  idolatría  por  Velázquez.— Detalles  curiosos. 


Como  don  Antonio  Maura,  este  ilustre  políti- 
co español,  cuya  biografía  tenemos  el  honor  de 
hacer,  es  muy  aficionado  a  la  pintura.  Ahora  ya 
no  se  ejercita  en  ese  arte;  pero  hubo  un  tiempo 
juvenil  que  dedicó  enteramente  a  tan  gratas  y 
nobles  tareas. 

Sintiendo  grandes  aficiones  por  la  pintura  y 
estimulado  por  su  abuela  materna  doña  Inés, 
que  idolatraba  a  aquel  nieto,  empezó  el  conde  a 
emborronar  lienzos. 

Fué  profesor  del  conde  don  Manuel  Arroyo, 
profesor  de  la  Escuela  de  Pintura,  Escultura  y 
Grabado. 

Los  clásicos  españoles  constituían  la  predi- 
lección del  conde  en  materia  pictórica.  Se  pasa- 
ba la  vida  copiándolos,  sobre  todo  a  Velázquez, 

21 


322       ANTÓN  DEL   OLMET. — TORRES   BERNAL 

por  el  que  tiene   una  admiración  sin  límites. 

Los  compañeros  de  S.  E.  fueron  Juan  Antonio, 
Benlliure,  Cecilio  Pía,  Balcorva,  Nájera,  Ma- 
teo Silvela  y  otros. 

— ¿Y  cómo  fué  dejar  la  pintura?— pregunta- 
mos un  día  al  conde. 

—Porque  me  convencí  de  que  no  me  llamaba 
Dios  enteramente  por  ese  camino.  Cuando  em- 
pecé a  sentir  la  política  abandoné  aquel  sublime 
y  querido  arte. 

De  todos  modos,  siempre  ha  vivido  un  poco 
cerca  de  estas  cosas.  Las  ha  protegido. 

Es  en  la  actualidad  presidente  de  la  Academia 
de  Bellas  Artes,  y  tiene  y  tendrá  siempre  una 
viva  afición  por  tan  nobles  tareas. 

Hacemos  una  breve  pausa. 

— ¿Conserva  usted,  señor  conde,  algún  cua- 
dro pintado  por  usted? 

S.  E.  ríe  juvenilmente,  lleno  de  un  simpáti- 
co agrado  evocador. 

^Sí. 


CAPITULO  XXIX 


DON  MANUEL   BROCAS 


Una  amistad  de  la  infancia.— Las  primeras  elecciones.— Per« 
siguiendo  el  matute.— Brocas  se  levanta  a  las  seis.— La  in- 
vestidura parlamentaria.— Un  acto  de  justicia. 


Sería  éste  un  libro  incompleto,  estando  consa- 
grado al  conde  de  Romanones,  si  no  hubiese  en 
él  unas  páginas  dedicadas  a  don  Manuel  Brocas. 

Es  Brocas,  cuya  simpática  personalidad  no 
vamos  a  describir  ahora,  por  ser  sobradamente 
conocida,  uno  de  esos  hombres  que  tienen  por 
característica  de  su  temperamento  la  lealtad. 

Unido  al  conde  por  una  amistad  de  la  infancia 
y  por  un  cariño  y  una  admiración  sin  límites, 
Brocas  no  ha  tenido  en  su  vida  más  que  una  am- 
bición: la  de  serle  útil  a  su  jefe,  del  que  más  que 
secretario  particular  y  político  y  amigo  de  total 
confianza,  es  como  una  prolongación. 

*Se  conocieron  en  la  Universidad  Central,  don- 
de el  señor  Brocas  era  condiscípulo  del  duque 


324        ANTÓN   DEL   OLMET. — TORRES   BERNAL 

de  Tovar,  hermano  menor  del  conde.  Más  tarde 
estas  relaciones  se  estrecharon  con  motivo  de 
unas  elecciones  parciales  a  diputados  a  Cor- 
tes por  el  distrito  de  Alcalá  de  Henares.  Bro- 
cas ayudó  a  S.  E.  con  todo  entusiasmo,  y  aun- 
que el  éxito  no  coronó  el  esfuerzo  por  la  des- 
igualdad de  la  partida,  en  la  que  el  contrin- 
cante llevaba  todas  las  ventajas.  Brocas  quedó 
ya  unido  al  conde  y  fué  uno  de  sus  más  podero- 
sos auxiliares  en  la  lucha  que  un  año  después, 
el  88,  tuvo  que  sostener  Romanones  para  salir 
concejal  por  el  distrito  de  la  Audiencia  de  esta 
corte. 

A  partir  de  esta  fecha,  la  vida  de  Brocas  que- 
da ya  reseñada  en  las  páginas  de  este  libro. 
Cuando  el  conde  fué  alcalde  de  Madrid,  Brocas 
consagraba  sus  días  a  secundar  la  obra  de  su 
jefe,  velando  por  que  sus  órdenes  se  cumpliesen. 
Llegó  en  su  celo  hasta  a  constituirse  en  vigilante 
de  consumos  para  impedir  el  matute,  que  por 
entonces  minaba  la  Haciencia  municipal. 

Ei  año  10,  en  las  Cortes  de  Canalejas,  el  se- 
ñor Brocas  fué  elegido  diputado  a  Cortes  por  el 
distrito  de  Pastrana;  desde  entonces,  en  el  Sena- 
do o  en  el  Congreso,  el  señor  Brocas  ha  tenido 
siempre  representación  parlamentaria. 

Brocas  es  aún  más  madrugador  que  su  jefe. 
Todos  los  días,  cualquiera  que  sea  la  hora  a  que 
el  exceso  de  trabajo  que  sobre  él  pesa  le  obligue 
a  acostarse,  a  las  seis  de  la  mañana  está  en  pie. 


CONDE  DE  ROMA  NONES  325 

A  esto  se  debe  en  gran  parte  que  el  conde  de 
Romanones  conserve  el  mismo  distrito  que  le 
trajo  por  primera  vez  al  Congreso.  Pues  es  muy 
difícil  que  un  personaje  político,  cuando  llega  a 
la  altura  del  conde  de  Romanones,  pueda  con- 
servar y  atender  a  las  necesidades  del  distrito 
que  lo  elige. 

Y  para  terminar  este  capítulo,  que  no  puede 
ser  extenso  porque  la  obra  de  Brocas  es  la  obra 
de  todos  los  días,  silenciosa  y  constante,  bastan 
pocas  palabras:  don  Manuel  Brocas,  secretario 
particular  y  político  del  conde  de  Romanones, 
amigo  de  toda  su  confianza,  auxiliar  insustitui- 
ble, caballero  intachable,  es,  sencillamente,  el 
trabajo,  la  constancia,  la  lealtad  y  el  desinterés. 

Los  autores  de  este  libro  tienen  una  viva  sa- 
tisfacción en  proclamarlo  así,  llevando  a  cabo 
con  ello  un  acto  de  justicia. 


CAPITULO  ULTIMO 

EL  CONDE,  VISTO  POR  SUS  AMIGOS 


A  continuación,  y  por  creerlo  interesante,  pu- 
blicamos unas  cuantas  opiniones  personales  de 
los  amigos  del  conde  de  Romanones  acerca  de 
la  manera  de  ser  del  ilustre  hombre  público. 


¿Una  semblanza  del  conde  de  Romanones?  No 
caeré  en  la  tentación  de  trazarla.  Soy  demasiado 
amigo  suyo  para  juzgar  imparcialmente  al  poli- 
tico  y  al  hombre.  Además,  está  tan  llena  su  vida 
que  no  sabría  kacer  resaltar  los  hechos  que  sue- 
len dibujar  con  fuerza  un  carácter. 

De  todas  las  condiciones  sobresalientes  que 
posee,  las  que  más  admiro  son  la  discreción  y  la 
cautela.  No  hablo  de  su  sagacidad  y  su  perspica- 
cia porque  entraría  de  lleno  en  los  lugares  co- 
munes. 

Conversando  Cánovas  un  día  con  Castelar  so- 


328        ANTÓN    DEL    OLMET.  — TORRES   BERNAL 

bra  los  méritos  de  los  hombres  preeminentes  de 
la  política  española,  al  llegar  el  turno  a  Sagasta 
hubo  de  decir:  "No  olvides  una  cosa:  Sagasta 
tiene  una  condición  de  hombre  de  Estado  que  ni 
tú  ni  yo  tenemos:  Sagasta  no  habla  ni  ha  hablado 
nunca  mal  de  nadie,  y  tú  y  yo  despellejamos  a 
los  que  se  nos  ponen  por  delante." 

Ignoro  si  el  conde  conoce  este  juicio,  pero  en 
sus  relaciones  políticas  y  en  las  privadas  pro- 
cede como  si  lo  llevara  esculpido  en  la  me- 
moria. 

Somos  amigos  el  conde  de  Roraanones  y  yo 
desde  hace  largos  años.  He  tenido  ocasión,  en 
nuestras  pláticas  íntimas,  de  comentar  palabras, 
actitudes  y  hechos  mortificantes  para  él.  Delibe- 
radamente y  para  tratar  de  conocer  el  suyo,  he 
extremado  a  veces  mis  juicios.  Todo  en  vano: 
jamás  ha  salido  de  sus  labios  ni  una  sola  expre- 
sión que  revelara  intención  de  causar  molestias 
a  los  que  se  las  producían  . 

Así  era  Sagasta.  Tampoco  Sagasta  se  quejó 
nunca  de  las  injusticias  de  los  hombres  ni  aun 
de  sus  propios  amigos. 

Esta  discreción,  mejor  diría,  esta  resignación 
¿fué  cálculo  en  Sagasta  y  lo  es  en  Romanones? 
Lo  ignoro  y  no  me  importa  averiguarlo.  Me  li- 
mito a  consignar  el  hecho,  que  demuestra,  según 
Cánovar,  una  cualidad  de  hombre  de  Estado. 

Mil  veces  habrá  bendecido  el  conde  de  Ro- 
manones la  semejanza  que  en  este  punto  y  en 


CONDE   DE   RüMANONES  329 

muchos  otros  tienen  sus  actos  con  los  del  gran 
caudillo  del  antiguo  partido  liberal. 

De  las  aptitudes  del  conde,  de  sus  éxitos,  de 
sus  felices  atisbos  en  materias  del  más  hondo 
interés  nacional,  de  su  carácter,  quizá  también 
de  sus  tristezas,  hablará  seguramente  el  presen- 
te libro. 

Yo  me  limito  a  trazar  estas  líneas,  que  no  tie- 
nen otro  valor  que  el  de  un  pobre  homenaje  al 
liberal  de  siempre,  al  querido  amigo  y  al  jefe 
que  ha  prestado,  y  todavía  ha  de  prestar,  gran- 
des servicios  a  su  Patria. 

Antonio  Aura  Boronat. 
Abril  1 92 1. 

Una  instantánea. 

Si  hablase  de  su  perspicacia  política,  de  su  vi- 
veza en  las  polémicas  parlamentarias,  de  su  po- 
der imaginativo  para  sugestionar  en  momentos 
determinados  al  cuerpo  electoral;  si  dijese  que 
adivina  las  soluciones  de  las  crisis  gubernamen- 
tales; si  afirmase  que  su  habilidad  y  clarividen- 
cia lo  mismo  se  extiende  a  las  sinuosidades  de 
la  vida  política  que  a  la  vida  de  las  finanzas,  es- 
timo que  no  diría  nada  nuevo,  sino  que  me  limi- 
taría a  ser  un  vulgar  repetidor  de  lo  que  todos 
reconocen  y  ensalzan;  pero  si  declarase  a  toda 
voz,  si  mantuviese  con  ardores  de  temperamen- 


330       ANTÓN   DEL   GLMET. — TORRES  BERNAL 

to  sanguíneo,  que  su  silueta  mundana,  de  hom- 
bre de  sociedad,  está  abrillantada  por  su  genero- 
sidad en  días  de  apuro,  ya  personal,  ya  colectivo, 
de  sus  amistades,  por  su  altruismo  ante  un  Cen- 
tro benéfico  que  pide  su  intervención  económi- 
ca, o  por  sus  órdenes  de  pago  frente  a  un  candi- 
dato próximo  a  la  retirada;  si  en  expresión  grá- 
fica dijese  que  su  caja  no  es  un  tanque  blinda- 
do, acaso  los  inconscientes  que  la  maledicencia 
utiliza  en  sus  propagandas  o  los  conscientes  que 
saben  disimular  lo  que  piensan  y  sienten,  me 
contestarían  con  una  sonrisa  o  un  gesto  de  duda 
o  despectivo. 

Por  eso,  tengo  a  gala  ser,  en  esta  oportuna  in- 
formación del  señor  Antón  del  Olraet,  vocero 
de  la  verdad  y  mantenedor  de  lo  que  he  visto  y 
me  consta. 

Eduardo  Vimcenti. 

Abril  1921. 


CONDE  DE  ROMANONES  33I 


LOS  PREJUICIOS 


CÓMO  ES  Y   CÓMO  DICEN  QUE  ES  EL  CONDE  DE  ROMANONES 


Manera  de  dmentar  una  fama.— «Inquieto,  sagaz,  travieso.»— 
Sordidez,  veleidad.  —  Psicología  íntima.— Clarividencia.— 
Sobre  la  verdad  del  hoy  se  fundamenta  la  del  mañana. — 
Algo  por  encima  de  todo.— El  más  grande  defecto  del  conde 
de  Romanones.— La  más  definida  idealidad. 


Nadie  podrá  negar  que  nuestro  pueblo,  más 
quizás  que  ningún  otro,  es  aficionado  en  extremo 
a  juzgar  de  ligero  a  los  hombres,  y  rodearles 
caprichosamente,  sólo  por  lo  que  ofrecen  las 
apariencias,  de  una  fama  definida,  y  lo  que  es 
peor,  duradera,  tan  duradera  que  suele  acom- 
pañarlos durante  toda  la  existencia. 

Así  ocurre  en  nuestro  país  con  todos  aquellos 
que  hacen  "vida  pública*:  artistas,  literatos,  tore- 
ros, y  más  que  con  ninguno  de  ellos,  con  los 
políticos. 

Durante  muchos  años  fué  del  dominio  popu- 
lar un  concepto  por  el  que  un  ilustre  polígrafo, 
admiración  de  propios  y  extraños  por  sus  traba- 
jos de  filología  e  incomparable  erudición  y  cri- 


332   ANTÓN  DEL  OLMET. — TORRES  BERNAL 

tica  literaria,  era  encasillado  como  un  conse- 
cuente adorador  de  Baco. 

El  primero  de  nuestros  dramaturgos  actua- 
les sufre  el  balajn  de  merecer  de  la  opinión 
pública  un  concepto  depresivo,  en  algo  que 
afecta  extraordinariamente  a  su  personalidad 
física  como  individuo  del  sexo  fuerte.  De  cier- 
to jefe  de  grupo  izquierdista,  asombro  de  elo- 
cuencia, se  dio  en  decir  que  "aprendía  sus 
maravillosos  discursos  d«  memoria"...;  y  así  su- 
cesivamente. 

Cuando  estos  conceptos,  a  las  veces  lanzados 
con  no  santa  intención  por  enemigos  o  rivales 
de  los  motejados,  y  en  gracia  a  la  idiosincrasia 
de  los  españoles,  que  les  hace  acoger  como 
exacto  y  propalar  como  "buena  nueva"  cuanto 
significa  oprobio,  crítica  o  mortificación  para  los 
triunfadores;  cuando  estos  conceptos  depresivos 
llegan  al  estado  llano,  al  dominio  público,  ya  no 
hay  manera  de  destruir  la  vulgar  patraña,  y  el 
sabio  será,  para  el  pueblo,  sabio,  pero  borracho, 
y  el  dramaturgo,  eminente  comediógrafo,  pero 
hombre  de  débil  masculininidad,  y  el  famoso 
orador,  cantor  elocuente  de  ideas,  pero  con  auto- 
matismo memorista. 

El  conde  de  Romanones,  que  empezó  su  vida 
pública  cuando  aún  apenas  le  apuntaba  el  bozo, 
fué  para  las  gentes  de  España,  desde  el  primer 
momento,  lo  es  ahora,  y  lo  será  por  lo  visto  siem- 
pre, un  político  travieso,  inquieto,  sagaz.  Dieron 


CONDE   DE   ROMANONES  333 

las  gentes,  desde  los  primeros  pasos  de  su  vida 
política,  en  admirarse  de  la  extraordinaria  acti- 
vidad, vehemencia,  diligencia  y  espontaneidad 
del  nuevo  político.  Vivíanse  entonces  aquellos 
famosos  tiempos  del  balduque  y  el  expedienteo. 
Los  problemas  de  más  apremiante  urgencia,  los 
más  angustiosos  pleitos  de  la  vida  pública,  su- 
frían la  enervante  oposición  del  criterio  buró  • 
crata,  la  inacabable  acción  letal  de  los  trámites; 
y  ocurrió  que  en  puesto  de  tantos  apremios  cir- 
cunstanciales como  el  de  la  Alcaldía  de  Madrid, 
el  conde  de  Roraanones,  en  breves  días,  casi  en 
horas^  resolvió  cuestiones  como  las  del  pan  y  el 
alumbrado,  que  llevaban  planteadas  decenas  de 
años,  y  lo  que  es  más,  sus  resoluciones  sorpren- 
dieron a  todos  por  lo  justas,  por  lo  equitativas, 
por  lo  valientes  y  beneficiosas  para  el  interés 
público. 

Y  empezaron  los  políticos,  asombrados  de  la 
diligencia,  valentía  y  acierto,  a  pronunciar  estas 
palabras:  "Este  conde...  Este  condecito...  ¡Es  el 
diablol...  ¡Lo  que  no  se  le  ocurra  a  éil..." 

No  hay  que  negar  que  esta  actividad  y  firmeza 
de  actuación  fué  acogida  con  generales  mues- 
tras de  simpatía,  y  aureolado  por  ellas  salió  el 
conde  de  Romanones  de  la  Alcaldía,  tenido  ya 
en  consideración  de  político  de  talla. 

Y  fué  a  Instrucción  Pública;  y  una  vez  más, 
pulsando  la  realidad,  alzó  en  su  pecho  la  ñrme 
decisión  de  abordar  el  vergonzoso  problema 


334   ANTÓN  DEL  OLMET. — TORRES  BERNAL 

del  pago  de  los  maestros  de  escuela,  aquellos 
maestros  que,  a  últimos  del  pasado  siglo,  eran 
personajes  imprescindibles  en  todos  nuestros 
saínetes  y  revistas,  y  aparecían  siempre  en  la 
escena  raídos,  exhaustos,  dando  desconsolado- 
res bostezos.  ¡No  existía  farándula  que  no  con- 
tratase en  el  cuadro  a  un  actor  inverosímilmente 
delgado  para  interpretar  adecuadamente  a  los 
maestros  de  escuela!... 

Como  se  lo  propuso,  realizó  el  eonde  de  Ro- 
manones  su  empeño,  y  con  una  rotunda,  radical 
disposición,  rompió  las  cadenas  que  sujetaban 
vergonzosamente  a  la  miseria  a  nuestros  maes- 
tros nacionales.  Y  todo  ello  sin  ruido,  sin  alha- 
racas, cuando  nadie  se  lo  esperaba,  y  cuando 
los  que  conocían  el  propósito  del  ministro  se 
complacían  en  propalar  de  antemano  un  seguro 
fracaso. 

El  inquieto^  el  travieso  conde, 'después  de  este 
triunfo,  empezó  a  ser  tenido  y  considerado 
como  un  punto  más  allá  por  sus  enemigos,  que 
ante  su  obra  de  afirmación  le  concedieron  el 
título  de  sagaz.  En  otro  cualquier  país,  aquellas 
muestras  de  *saber  gobernar"  hubieran  valido 
al  político  que  las  ejecutó  el  título  de  vidente, 
de  comprensivo,  y  puede  que  de  estadista.  El 
conde  de  Romanones  ascendió  a  sagaz,  sin  dejar 
de  ser  inquieto  y  travieso. 

Al  mismo  tiempo  que  se  rodeaba  la  vida  polí- 
tica de  este  hombre  público  de  tales  falsas  con- 


CONDE    DE   ROMANONES  335 

ceptuaciones,  en  su  vida  privada  empezaba  tam- 
bién a  penetrar  la  mirada  inquisitorial  de  los 
atisbadores  de  flaquezas  ajenas.  Era  difícil,  muy 
difícil  encontrar  en  un  mal  paso  político  al  conde 
de  Romanones;  los  que  se  veían  de  continuo 
derrotados,  o  peor  aún,  pospuestos,  o  aún  peor, 
anulados  por  los  éxitos  públicos  del  político, 
buscaron  nuevos  campos  para  darle  la  batalla,  y 
entraron  a  saco  en  la  vida  particular  de  don 
Alvaro  Figueroa. 

Al  conde  de  Romanones  no  se  le  podía  tildar 
de  "logrero"  de  la  política;  cuando  a  ella  llegó 
contaba  con  una  cuantiosa  fortuna,  un  capital 
fuerte,  de  los  primeros  de  España.  Hacerle  apa- 
recer como  deseoso  de  ganancias  abogaciles  era 
ridículo;  nadie  lo  hubiera  creído.  Presentarle 
como  deseando  figurar  en  los  grandes  Consejos 
de  las  Compañías,  absurdo,  porque  nada  signifi- 
caban para  él  las  dietas  que  pudiera  percibir, 
aun  siendo  respetables  y  por  tantos  ambicio- 
nadas. 

Había  que  ir  más  al  fondo,  y  se  fué.  Un  hom- 
bre que  gozaba  de  fabulosa  fortuna  y  que  no 
dilapidaba  su  dinero,  que  vivia  con  todas  las 
comodidades,  pero  sin  fastuosidad,  que  no  era 
de  los  necios  potentados  a  quienes  el  primer 
martingalista,  al  uso  de  los  de  España,  puede 
sablear  y  explotar  a  su  gusto;  que  trabajaba  doce 
y  diez  y  ocho  horas  diarias;  que  ofrecía  constan- 
temente actitudes  lógicas  de  hombre  previsor  y 


336        ANTÓN   DEL    OLMET.  — TORRES    BERNAL 

ecuánime,  todo  ello  era  algo  que  podía  servir  a 
la  malicia  para  asentar  las  máquinas  de  guerra 
que  conmovieran  ios  muros  de  la  buena  fama 
del  triunfador  político. 

Y  se  dijo  y  propaló  con  extraño  empeño  esta 
especie: 

*E1  conde  de  Romanones  es  tacaño,  sórdido, 
avaro." 

Y  los  sablistas,  una  y  cien  veces  defraudados 
en  sus  ataques  al  bolsillo  de  Alvaro  1  igueroa,  y 
los  negociantes  que  diez  y  cincuenta  veces  fue- 
ron a  proponerle  fantásticas  empresas  industria- 
les y  económicas  y  se  encontraron  con  que  el 
procer  con  una  sola  observación  dejaba  al  des- 
cubierto la  trampa  de  la  patrañuela,  pusieron  en 
moda  el  dichj:  "Eso  es  más  ditícil  que  sacarle 
un  duro  a  Romanones." 

Su  clarividencia  en  los  negocios  asombraba  a 
estos  buenos  financieristas  de  mesa  de  café,  que 
en  las  tertulias  planean  con  fruición  y  rapidez 
las  más  prodigiosas  empresas.  Romanones  era 
un  lince,  un  águila;  no  se  le  conocía  negocio 
malo.  Minero  por  sangre  y  por  herencia,  a  sus 
trabajos  mineros  prestaba  atención  preferente. 
Minero  fué  su  padre  y  sus  hermanos,  y  la  Casa 
Figueroa,  la  primera  en  explotación  de  yaci- 
mientos plomíferos  desde  muchos  años  antes 
de  que  el  conde  de  Romanones  tuviera  uso  de 
razón  para  regentarlos.  ¡Ah,  pues  Romanones 
era  un  negociante  de  los  que  todo  lo  pospo- 


CONDE   DE   ROMANONES  337 

nen  al  lucro  y  a  la  prosperidad  de  sus  negocios! 

Volvieron  los  atacantes  a  fijarse  en  la  vida 
pública  del  político.  Romanones  había  ya  pasado 
por  casi  todos  los  ministerios,  y  en  todos  ellos 
había  ido  dejando  huellas  imborrables  de  su  po- 
lítica vidente,  sirviendo  a  las  necesidades  de  la 
nación,  atento  a  las  reclamaciones  imperiosas  de 
la  realidad.  En  el  partido  liberal  era  figura  pre- 
eminente. Dirigíalo  Moret,  y  a  su  lado  el  conde 
de  Romanones  era  el  constante  acicate  de  aquel 
hombre  tan  culto,  tan  inteligente,  pero...  tan 
lleno  de  desfallecimientos,  por  exceso  de  bon- 
dad y  exaltación  de  su  espíritu  prudente. 

Llegaron  momentos  críticos  para  el  partido 
liberal,  y  el  conde  de  Romanones  no  dudó  un 
momento  en  ponerse  al  frente  de  un  movimiento 
nacido  en  los  Comités  de  Madrid  con  tal  fuerza 
y  unanimidad,  que  no  era  lícito  desdeñarlo  o 
desatenderlo.  Y  aquel  acto,  venido  de  abajo,  de 
lo  que  en  buena  doctrina  liberal  constituye  la 
fuerza  de  los  partidos  políticos,  sirvió  de  nueva 
arma  para  combatir  al  conde  de  Romanones, 
que  como  jefe  de  los  Comités  lo  acogió  y  ofreció 
al  jefe. 

Fué  una  nueva  travesura  del  sagaz  conde,  al 
decir  de  sus  "amigos"  políticos,  y  se  le  presentó 
como  inconstante  y  veleidoso  en  la  política. 

Surgió,  con  todo  el  esplendor  y  la  autoridad 
de  su  talento  y  de  sus  actos  democráticos,  la 
figura  de  don  José  Canalejas.  La  bandera  del 

22 


338    ANTÓN  DEL  OLMET. — TORRES  ÜERNAL 

partido  pasó  a  sus  manos.  Su  política  de  reali- 
dades, de  afirmaciones,  daba  vigor  y  nervio  al 
debilitado  programa  del  partido  liberal.  El  conde 
de  Ramanones  fué  un  constante  y  leal  coad- 
yuvador de  aquella  obra  de  confirmación  en  la 
fe  y  en  los  procedimientos  liberales  de  gobierno, 
que  encauzó  el  gran  estadista.  Con  su  habitual 
clarividencia,  sin  titubeos  espirituales,  el  conde 
de  Romanones  se  percató  de  que  el  partido  libe- 
ral tenía  que  ser  como  decía  y  pensaba  Canale- 
jas, o  tenía  que  dejar  de  ser  algo  positivo  y  útil 
en  la  política  española. 

Y  Romanones,  lugarteniente  de  Moret,  lo  fué 
por  derecho  propio  de  Canalejas,  y  aquel  acto 
suyo,  lógico  y  natural,  se  reputó  como  nueva 
habilidad  y  expresión  de  piruetismo  político. 

Elevado  a  la  Presidencia  de  la  Cámara  popu- 
lar, desde  ella  demostró  constantemente  su  pon- 
deración de  espíritu.  Asombrados  andaban  los 
cronistas  de  la  vida  del  "inquieto**  y  "sagaz" 
político,  al  ver  cómo  se  deslizaban  los  días  y  los 
meses,  y  el  conde  de  Romanones  no  creaba  di- 
ficultad alguna  al  Gobierno  del  señor  Canalejas, 
antes  bien,  le  ayudaba  a  franquear  los  pasos  di- 
fíciles y  lograba  en  no  pocas  ocasiones  que  las 
lanzas  parlamentarias  que  contra  los  ministros 
se  esgrimían  furibundamente,  se  trocasen  en 
quebradizas  cañas. 

Llegó  el  día,  verdaderamente  luctuoso  para 
España,  en  que  una  mano  criminal  puso  fin  a  la 


CONDE    DE    ROMANO NES  339 

existencia  de  aquel  ilustre  estadista,  que  lograba 
ya  ver  florecer  su  semilla  de  evolución  demo- 
crática. 

El  vil  atentado  marcó  un  momento  de  estupor 
en  el  ánimo  de  no  pocos  políticos...  Y  fué  en 
aquella  sesión  memorable,  cuando  al  dar  cuenta 
a  la  Cámara  popular  del  execrable  crimen,  cuan- 
do el  conde  de  Romanones  fustigó  el  espíritu  de 
la  grey  política,  levantando  con  acento  valeroso 
sobre  el  dolor  ante  el  crimen  la  afirmación  del 
valor  cívico,  de  la  abnegación  ante  el  servicio 
de  la  Patria,  por  la  que  todos  los  gobernantes 
debían  de  sentirse  dichosos  en  ser  sacrificados. 

Jefe  del  Gobierno  el  conde  de  Romanones, 
sólo  tuvo  un  propósito  y  una  voluntad:  el  de  se- 
guir el  camino  trazado  por  Canalejas,  la  de  per- 
severar en  su  programa  político  y  llevar  a  buen 
puerto  los  ideales  de  libertad  y  democracia. 

Pero  al  conde  de  Romanones  no  le  dejaron 
gobernar.  Cuanto  mayores  eran  sus  aciertos, 
más  trabas  se  le  ponían  para  seguir  adelante. 
Nadie  le  discutía  sus  proyectos,  nadie  podía  se- 
ñalar flaquezas  en  su  ánimo  o  desviaciones  en  la 
práctica  con  los  actos  de  gobierno,  de  lo  que 
constituía  la  idealidad  del  partido,  aquella  idea- 
lidad definida  por  Canalejas,  y  en  la  que  pare- 
cían haber  coincidido  todos  los  comulgantes  en 
el  credo  liberal. 

Días  de  intensa  amargura  hubo  de  pasar  el 
conde  de  Romanones  a!  sentir  cómo  los  afectos 


340        ANTÓN    DEL    OLMET. — TORRES   BERNAL 

al  personalismo  político  minaban  el  terreno  so- 
bre el  que  se  asentaba  su  obra  de  gobierno.  Los 
que  de  su  intimidad  disfrutábamos  le  veíamos 
llegar  un  día  y  otro,  tras  de  la  fatigosa  jornada, 
con  la  tristeza  retratada  en  el  rostro.  Una  inci- 
dencia minúscula,  una  observación  enojosa,  un 
distingo  banal,  un  alfilerazo  mortificante...  no 
pasaba  hora  sin  que  sus  amigos,  sus  afines,  los 
llamados  a  sostener  la  situación,  y  aun  a  veces 
los  que  personalmente  dentro  de  ella  estaban, 
hicieran  objeto  de  alguna  de  aquellas  "habili- 
dades" amargantes  al  político  "habilidoso". 

Salió  del  gobierno  con  la  íntima  convicción  de 
que  dentro  del  partido  liberal  había  muerto  para 
siempre  la  unidad  de  voluntades.  No  le  perdo- 
naban, no,  sus  enemigos  de  siempre  su  exalta- 
ción al  primer  puesto  de  la  política.  Se  le  rega- 
teaban méritos  en  todo  y  por  todo.  Se  le  nega- 
ban otras  condiciones  que  la  de  su  ya  antigua 
habilidad.  Sobre  aquella  verdad  de  los  persona- 
lismos liberales,  fundamentó  el  conde  de  Roma- 
nones  la  verdad  del  mañana,  y  como  siempre, 
fiel  a  la  realidad,  declaró  muertos  a  los  grandes 
partidos  políticos,  porque  en  el  antiguo  conser- 
vador había  surgido  análogo  cisma  de  aquel  que 
se  registraba  en  el  liberal.  Y  la  declaración  cla- 
ra y  rotunda  de  lo  que  estaba,  no  sólo  en  las 
mentes,  sino  en  los  labios  de  la  mayoría  de  los 
políticos,  fué  sólo,  para  los  comentaristas,  una 
nueva  habilidad  del  sagaz  conde.  Al  principio 


CONDE   DE   ROMANONES  34I 

SU  opinión  fué  rechazada,  discutida,  abominada. 
Aquello  sólo  era  "arrimar  el  ascua  a  su  sardi- 
na*... Y  sin  embargo,  cuando  hombre  de  tanta 
autoridad  política— única  en  España,  y  más  por 
aquella  fecha— como  don  Antonio  Maura,  vino 
a  declarar,  no  sólo  con  sus  discursos  y  escritos, 
sino  con  sus  actos,  la  absoluta  conformidad  con 
este  criterio,  las  "buenas  almas"  de  la  política 
convinieron  en  que  el  conde  de  Romanones  ha- 
bía dado  una  nueva  muestra  de  su  travesura.  Y, 
en  efecto,  una  vez  más  el  jefe  liberal,  merced  a 
a  su  visión  perfecta  de  la  realidad,  al  estudio 
que  hacía  de  los  orígenes  de  los  hechos,  había 
podido,  con  lógicas  consecuencias,  adelantándo- 
se a  los  acontecimientos,  poner  de  relieve  la 
existencia  real  de  una  crisis  honda,  grave,  trans- 
cendental; la  más  honda,  grave  y  transcenden- 
tal que  registra  la  historia  de  la  política  españo- 
la. Los  grandes  partidos,  en  efecto,  eran  y  son 
unos  cadáveres,  y  cuantos  intentos  se  hicieron  y 
se  hagan  por  galvanizarlos  sólo  servirán  para 
darles  apariencia  de  vida,  sólo  apariencia.  Arras- 
trarán su  mortaja  sobre  la  política,  pero  no  lo- 
grarán que  caiga  ya  en  lo  sucesivo  el  sudario 
que  cubre  sus  hombros. 

Pero  hubo  más.  El  político  habilidoso  cometió 
la  inhabilidad  más  grande  que  se  registra  en  los 
fastos  de  la  política,  y  por  ella  dio  pretexto  para 
que  los  que  permanecían  "emboscados*  respec- 
to a  su  actuación  como  gobernante,  le  volviesen,,. 


342   ANTÓN  DEL  OLMET. — TORRES  BERNAL 

con  gestos  de  horror,  nada  menos  que  de  ho- 
rror, la  espalda. 

Cometió  la  inhabilidad  a  ciencia  y  paciencia 
de  lo  que  le  iba  a  suceder,  no  ignorando  a  lo 
que  se  exponía,  dándose  cuenta  de  las  conse- 
cuencias políticas  que  había  de  acarrear  forzo- 
samente su  acto.  Pero  su  conciencia,  su  patrio- 
tismo, le  obligaba  a  ello,  y  por  encima  de  todo 
se  consideró  obligado  a  ser  una  vez  más  leal  y 
sincero  frente  a  su  país. 

Ocupaba  el  Poder,  y  dadas  las  circunstancias 
por  que  el  mundo  atravesaba  a  consecuencia  de 
la  conflagración  europea,  en  España  se  había 
creado  una  a  modo  de  tregua  política.  Nada 
da  tantos  amigos,  en  materia  política,  como  el 
ser  dueño  y  señor  de  la  Gaceta,  Porque  lo  era, 
alrededor  del  conde  de  Romanones  se  habían 
ido  agrupando  aquellos  mismos  que  le  hicieron, 
a  raíz  de  la  muerte  de  Canalejas,  imposible  la 
vida  en  el  Gobierno.  La  personalidad  de  Roma- 
nones  anulaba,  obscurecía  la  de  los  demás  pro- 
hombres liberales.  Y  sin  embargo...  por  propia 
voluntad,  obedeciendo  sólo  a  los  dictados  de  su 
conciencia,  sacrificó  su  preponderancia,  su  auto- 
ridad, el  Poder  mismo,  al  decir  a  los  políticos  y 
a  la  nación  entera  lo  que  su  conciencia  honrada 
le  dictaba  respecto  a  la  política  que  España  de- 
bía de  seguir  frente  a  la  situación  internacional. 

Y  en  un  documento,  modelo  de  claridad  y  sen- 
cillez, aquel  hombre,  jefe  de  un  Gobierno,  posi- 


CONDE   DE   ROMANONES  343 

ble  jefe  del  más  fuerte  partido  político^  indicó  a 
su  nación  y  a  sus  amigos  el  camino  a  seguir,  tal 
y  como  él  lo  entendía  honrada  y  patrióticamen- 
te; y  lo  que  es  más,  sabedor  de  que  su  criterio  no 
era  compartido  unánimemente  por  la  opinión  pú- 
blica y  sobre  todo  por  la  política,  hacía  renuncia 
del  Poder  para  no  gobernar  ni  en  contra  de  su 
conciencia  ni  en  contra  de  la  conciencia  nacional. 

Pues.,,  aun  después  de  este  acto,  el  conde  de 
Romanones  sigue  siendo  inquieto^  travieso  y  há- 
bil. Y  sin  embargo,  nada  tan  leal,  tan  lleno  de 
civismo  y  claro  concepto  de  la  responsabilidad, 
tan  abnegado  como  este  acto  de  gran  patriota, 
por  el  que  el  conde  de  Romanones  vio  sus  re- 
laciones políticas  reducidas  en  las  cuatro  quin- 
tas partes  de  su  efectivo. 

"¡Qué  locura!  ¡Qué  insensatezl..."  Estas  y  pa- 
recidas exclamaciones  salían  de  todas  las  bocas, 
incluso  de  las  de  algunos  de  los  leales  que  que- 
daron al  lado  del  conde  de  Romanones.  Éste, 
con  su  vehemencia  acostumbrada,  sólo  respon- 
día: "He  procedido  con  arreglo  a  mi  leal  saber  y 
entender.  He  advertido  a  mi  patria  de  lo  que 
era  fruto  de  mi  convicción.  Que  España  decida 
sobre  su  suerte.  Yo  he  cumplido  mi  deber,  y  por 
cumplirle  cualquier  sacrificio  me  parecerá  y  me 
parece  de  una  nimiedad  perfecta." 

No  debía  de  estar  muy  equivocado  el  ilustre 
político  en  las  orientaciones  de  política  interna- 
cional que  señalaba,  cuando  en  el  Gabinete  lia- 


344    ANTÓN  DEL  OLMBT.— TORRES  BERNAL 

mado  Nacional  fué  designado  para  ocupar  la 
cartera  de  Estado,  y  precisamente  cuando  aquel 
Gabinete  hizo  crisis  en  horas  bien  dificultosas, 
volvió  el  Gobierno  a  sus  manos,  ¡y  en  qué  cir- 
cunstancias y  con  qué  clase  de  apremios! 

"Tantas  horas  como  he  pasado  de  insomnio 
pensando  en  que  llegaría  este  momento  —  me 
dijo  la  noche  misma  en  que  por  fin  tuvo  que 
aceptar  el  Poder— y  ¡cómo  me  iba  a  figurar  que 
me  produciría  tanta  amargura!" 

De  todos  los  servicios  que  el  conde  de  Roma- 
nones  ha  prestado  a  la  Corona  y  al  País,  ningu- 
no como  este  de  aceptar  el  Gobierno,  cuando 
nadie,  nadict  nadie,  quería  asumir  las  responsa- 
bilidades de  aquellos  días.  La  historia,  cuando 
pueda  hablar  con  toda  claridad,  hará  justicia  al 
conde  de  Romanones,  el  heibilidosOf  el  inquieto, 
el  sagaz,  por  aquel  acto  de  acendrado  monar- 
quismo y  del  más  alto  espíritu  patriótico. 

¡La  Patria!  ¡El  Rey!  He  aquí  los  dos  grandes 
amores  del  conde  de  Romanones.  Por  si  algo  le 
faltaba  que  dar  a  la  Patria  y  al  Rey,  le  ofrendó 
la  vida  de  su  hijo  predilecto,  igual  que  daría  la 
suya  propia.  ¡Cómo  lo  pudieron  olvidar  quienes, 
en  momentos  de  ofuscada  pasión,  dura  e  injus- 
tamente contra  él  se  concertaron,  y  trataron  no 
menos  que  de  residenciarlo  por  peligroso  al  ré- 
gimen por  quien  tantas  cosas  había  hecho  el 
conde  de  Romanones! 

*  tt  « 


CONDE   DE  ROMANONES  345 

No  queremos  terminar  estas  líneas  sin  seña- 
lar lo  que,  a  nuestro  juicio,  ha  constituido  el  de- 
fecto más  grave  que  en  su  vida  política  ha  teni- 
do el  conde  de  Romanones. 

Lleva  el  ilustre  político — al  fin  y  a  la  postre, 
como  todo  hombre — en  sí  mismo  su  mayor  ene- 
migo. El  conde  de  Romanones  es  lo  que  en  buen 
castellano  se  llama  'un  facilitón*,  asequible  para 
todos,  atento  a  todas  las  peticiones,  no  sabiendo 
nunca  decir  que  no  a  nada;  y  por  ello  este  hom- 
bre que  a  tantos  y  tantos  españoles  ha  servido 
tiene  más  enemigos  que  ningún  otro  político. 

El  porqué  es  sencillo.  En  la  secretaría  del 
conde  de  Romanones,  modelo  de  organizaciónr 
hay  aproximadamente  millón  y  medio  de  fichas 
de  personas  de  todas  las  categorías  y  linajes, 
que  se  dirigieron  al  conde  de  Romanones  en  so- 
licitud de  las  más  extrañas  cosis. 

El  conde  de  Romanones  no  tuvo  jamás  el  va- 
lor de  cerrar  sus  puertas  a  nadie  ni  negar  su 
influencia  a  fuere  quien  fuere.  Pero...  las  gentes 
viven  equivocadas  respecto  al  poder  de  los  p»- 
líticos.  Ni  éstos  pueden  lo  que  quieren,  ni  les  es 
dable  hacer  otra  cosa  que  mostrarse  propicios  a 
proteger  lo  que  sea  de  razón  y  justicia.  Por  cada 
mil  peticiones,  sólo  a  uno  es  dable  complacer. 
Los  otros  novecientos  noventa  y  nueve  se  sien- 
ten defraudados,  postergados,  y  si  se  acogió  cor- 
tésmente  su  solicitud,  engañados  y  hasta  es- 
tafados. 


34^        ANTÓN   DEL   OLMET.  — TORRES    BERNAL 

Los  mayores  enemigos  del  conde  de  Romano- 
nes  son  estos  cientos  de  miles  de  ciudadanos 
que  acudieron  a  él  con  absurdas  pretensiones  y 
que  no  pudieron  ser  atendidos.  Si  nunca  hubie- 
ra recibido  a  ninguno,  las  gentes  no  le  hubieran 
acosado  con  sus  demandas;  pero  como  cuando  le 
era  dable  servía  a  éste,  al  otro  y  al  de  más  allá, 
el  que  luego  se  veía  no  complacido  se  constituía 
ya  para  siempre  en  irreconciliable  adversario 
del  bondadoso  político. 

*  *  * 

¿Cuál  es  la  más  defínida  idealidad  del  conde 
de  Romanones?...  Sacar  a  España  de  ese  aparta- 
miento pernicioso  en  que  durante  siglos  ha  vi- 
vido. Incorporarnos  a  la  vida  del  mundo.  Hacer 
que  se  nos  tenga  en  cuenta  en  el  consorcio  de 
los  países  cultos  y  trabajadores. 

El  día  más  grande,  en  que  revelaba  su  rostro 
la  íntima  satisfacción  del  triunfo,  fué  aquel  en 
que  el  presidente  Wilson  le  honró  con  una  en- 
trevista de  la  más  alta  transcendencia  político- 
internacional  para  España. 

Era  aquel  acto  la  consecución  del  fin  de  toda 
su  obra  política.  Era  el  primer  paso  en  firme 
para  llegar  al  soñado  porvenir  de  España. 

De  tantas  amarguras  como  sufrió  este  hombre 
le  liberó  aquel  acto  transcendental.  Se  conside- 
ra bien  pagado  si  en  este  sentido  persevera  la 


CONDE   DE   ROMANONKS  347 

política  española.  Para  que  ello  sea  un  hecho 
sigue  aún  en  la  política  activa  el  conde  de  Ro- 
manones. 

¡Una  habilidad  más,  una  verdadera  diablura 
de  político  sagaz! 

*  if  * 

Días  antes  de  solicitar  mi  buen  amigo  Luis 
Antón  del  Olmet  unas  cuartillas  mías  para  su 
libro  El  Conde  de  Romanones,  vimos  a  este 
ilustre  hombre  en  este  lugar  y  en  estas  circuns- 
tancias: 

Cierta  mañana  (sabido  es  que  el  conde  es 
gran  madrugador),  en  un  día  muy  frío  del  in- 
vierno, nos  le  encontramos  en  el  pabellón  que 
lleva  su  nombre  en  el  Instituto  Rubio.  Había 
acudido  allí  para  visitar  a  un  pequeñín,  hijo  de 
un  labrador  de  Guadalajara,  gran  amigo  suyo  y 
su  compañero  en  las  vegas  alcarreñas  durante 
la  caza  de  codornices. 

Junto  al  niño,  a  quien  iba  a  operar  el  doctor 
López  Duran,  estaba  la  condesa  de  Romanones, 
la  virtuosa  dama  que  comparte  su  actividad  en- 
tre sus  deberes  de  mujer  de  su  casa  y  sus  aten- 
ciones de  verdadera  y  no  clamoreada  filantropía. 
El  conde  y  la  condesa  visitaron  el  pabellón  que 
sostienen,  y  tomaron  nota  de  los  nuevos  apara- 
tos ideados  por  la  Ciencia  para  el  tr  itamiento 
de  las  afecciones  de  los  huesos,  con  objeto  de 


348   ANTÓN  DEL  OLJÍET.— TORRES  BERNAL 

pedirlos  y  ponerlos  a  disposición  del  doctor  Ló- 
pez Duran. 

En  aquel  momento,  viendo  a  este  hombre  que 
lo  ha  sido  todo  ocuparse  de  la  verdadera  des- 
gracia, comprendimos  más  que  nunca  la  condi- 
ción de  su  alma.  Su  cojera,  esa  típica  cojera  ro- 
manonista,a  diario  ridiculizada  en  cuplés,  chistes 
y  caricaturas,  esa  cojera  suya  que  tantos  dolores 
físicos  y  morales  le  ha  hecho  padecer,  sólo  le 
inspiró  una  idea,  un  sentimiento:  la  de  fundar  y 
sostener  una  institución  exclusivamente  destina- 
da a  tratar,  operar  y  curar  a  los  niños  cojos... 

jSi  les  digo  a  ustedesl  ¡Hay  que  ver  qué  tra- 
vesuras se  le  ocurren  al  inquieto  conde  de  Ro- 
manonesl 

Víctor  Ruiz  Albéniz. 

El  estudio  de  la  política  española,  donde  las 
revoluciones  sociales,  nacidas  y  fomentadas  al 
calor  de  las  luchas  intestinas  de  los  grandes  par- 
tidos históricos,  segaron  en  flor  el  generoso  es- 
fuerzo de  los  gobernantes,  se  destaca  en  los  mo- 
mentos actuales  en  la  plenitud  de  su  valoración 
y  significación  la  figura  del  ilustre  jefe  del  par- 
tido liberal,  conde  de  Romanones,  con  los  presti- 
gios de  su  limpia  ejecutoria  de  político  "fuerte 
como  el  roble  y  flexible  como  la  palmera*. 

Siguiendo  paso  a  paso  su  vida  política,  se  nos 
revela  en  este  momento  el  patricio  fiel  a  la  Mo- 
narquía hasta  el  sacrificio,  que  enarbclando  la 


CONDE  DE   ROMANONES  349 

gloriosa  bandera  del  liberalismo  tradicional,  na- 
cido en  las  Cortes  de  Cádiz,  y  a  despecho  de 
toda  injusticia  y  malquerencia,  satisfechos  ya  en 
él  las  ambiciones  del  político  y  del  estadista,  que 
a  éstas  no  debe  llamárselas  así  cuando  por  en- 
cima de  toda  vanidad  flamea  el  amor  a  la  pa- 
tria, es  en  la  actualidad  el  centro  obligado  de 
gravitación  en  la  reconstrucción  del  viejo  parti- 
do, siempre  apto  para  el  ejercicio  del  Poder. 

Único  y  legítimo  testamentario  de  Canalejas, 
el  conde  de  Romanones  continuó  la  política  del 
malogrado  estadista,  laborando  en  beneñcio  de 
su  país  y  recogiendo  como  fruto  la  amarga  rea- 
lidad de  las  escisiones  producidas  por  quienes 
abandonaron  la  casa  solariega  del  partido  para 
levantar  pabellones  personalísimos  en  momentos 
que  la  cohesión  era  necesaria  para  gobernar, 
más  aún  cuando  el  partido  conservador,  des- 
orientado y  dividido,  litigaba  fórmulas  y  per- 
sonas. 

El  momento  más  interesante  de  la  vida  políti- 
ca del  caudillo  liberal,  cuando  se  nos  revela  en 
toda  la  feliz  intensidad  de  su  videncia  de  esta- 
dista y  de  gobernante,  es  sin  duda  alguna  aquel 
que  calificaron  sus  adversarios  de  genial  aven- 
tura. 

La  guerra  mundial  conmovía  las  potencias  co- 
locadas al  margen  de  la  conflagración;  indecisa 
la  victoria;  imprecisas  las  consecuencias  de  ésta; 
sacudida  España  ipor  Jilias  y /odias,  a  despecho 


350        ANTÓN   DEL    OLMET.  — TORRES   BERNAL 

del  prudente  decreto  que  el  malogrado  Dato 
llevó  al  editorial  de  la  Gaceta,  el  conde  de  Ro- 
manones,  vidente  de  la  liquidación  definitiva  de 
la  guerra,  inspiró  aquel  artículo  "Neutralidades 
que  matan",  tan  discutido  y  glosado  hasta  el  día 
de  la  paz,  coronando  entonces  el  indiscutible 
triunfo  del  acierto  su  viaje  a  París  como  minis- 
tro de  Estado  para  conversar  con  los  más  altos 
prestigios  de  la  causa  aliada. 

La  realidad  del  momento  exige  el  sacrificio  de 
personalismos  y  sectarismos  en  aras  del  bien 
patrio,  para  acabar,  dentro  de  los  moldes  san- 
cionadores  de  la  ley,  con  la  ola  terrorista;  el 
partido  liberal,  guiado  por  su  legítimo  jefe,  es 
el  llamado  a  llevar  a  cabo  esta  patriótica  empre* 
sa,  porque  el  partido  liberal  como  instrumento 
de  gobierno  será  siempre,  según  frase  feliz  del 
conde  de  Romanones,  "fuerte  como  el  roble  y 
flexible  como  la  palmera". 

Simón  Núñez  Maturana. 


CONDE   DE   ROMANONES  35 1 


UNA  PROFECÍA  DE  NOCEDAL 


En  el  año  1903,  el  señor  Nocedal  anuncia,  en  plena  sesión  dtí 
Congreso,  al  conde  de  Romanones,  su  exaltación  a  la  jefa- 
tura del  partido  liberal. 


Uno  de  los  detalles  más  interesantes  de  la 
vida  política  del  conde  de  Romanones,  es  al  que 
se  refiere  el  presente  capítulo. 

Hallábase  a  la  sazón  sin  jefe  el  partido  libe- 
ral, por  fallecimiento  del  señor  Sagasta.  Discu- 
tíase el  pleito  de  la  jefatura.  Los  nombres  ilus- 
tres de  los  señores  Moret,  marqués  de  la  Vega 
de  Armijo,  Montero  Ríos  y  Canalejas,  eran  mo- 
tivos de  otras  tantas  candidaturas.  Por  otra  par- 
te, el  señor  conde  de  Romanones,  con  el  señor 
Merino,  trabajaba  por  la  unión  de  las  distintas 
ramas  del  partido  bajo  un  solo  jefe. 

Y  fué  entonces  cuando  aquel  insigne  parla- 
mentario que  se  llamó  Nocedal  anunció  al  conde 
de  Romanones  que  llegaría  a  jefe  del  partido 
liberal. 

He  aquí  las  palabras  del  señor  Nocedal,  co- 
piadas del  Diario  de  Sesiones  del  día  15  de  julio 
de  1903. 


352   ANTÓN  DEL  OLMET.— TORRES  BERNAL 

Dicen  así: 

«...  Y  al  hablar  de  sinceridad  y  de  franqueza, 
sin  poderlo  remediar,  mis  ojos  se  vuelven  ellos 
solos  hacia  el  señor  conde  de  Romanones,  al 
cual  voy  a  dar  una  buena  noticia,  que,  en  cam- 
bio, es  mala  para  otros.  Mala  noticia  para  mi  an- 
tiguo y  respetado  maestro  (aunque  maestro  fra- 
casado, porque  no  llegó  a  comunicarme  su  cien- 
cia económica,  gracias  a  Dios),  don  Segismundo 
Moret.  El  señor  Moret  parece  que  se  ha  enva- 
lentonado bastante  contra  las  Ordenes  religio- 
sas en  la  oposición;  pero,  como  todos  recordáis, 
andaba  en  eso  bastante  tibio  cuando  estaba  en  el 
banco  azul;  con  que  no  está  a  la  altura  ni  a  la 
temperatura  de  su  partido  en  el  asunto;  y  como 
quiera,  además,  que  el  individualismo  económi- 
co del  señor  Moret  ha  hecho  ya  todo  el  daño 
que  podía  hacer  en  el  mundo,  y  pasó  de  moda, 
por  todo  lo  cual  presumo  que  la  jefatura  de  los 
liberales  no  va  a  ser  para  S.  S.  Muchos  son  los 
méritos  liberales,  grande  la  seriedad  diplomáti- 
ca y  política  del  señor  marqués  de  la  Vega  de 
Armijo,  pero  se  me  figura  que  tampoco  están 
los  tiempos  para  esas  políticas  diplomáticas; 
tampoco  me  parece  que  se  va  a  llevar  la  jefatura. 
El  señor  Montero  Ríos,  indudablemente,  en  es- 
tos últimos  tiempos,  ha  sido  el  verbo  jurídico  de 
la  revolución  en  España:  él  hizo  las  leyes  más 
revolucionarias,  sobre  todo  en  el  orden  civil;  él 
hizo,  además,  el  Código  penal,  que  no  solamen- 


CONDE   DE   ROMANONES  353 

te  fué  garantía  de  la  libertad  en  la  revolución 
de  septiembre,  sino  que  ha  servido  para  perpe- 
tuar su  imperio  y  hacer  completamente  nulas  las 
escasas  y  dudosas  reacciones  católicas  de  la 
Constitución  de  1876;  pero  también  su  indivi- 
dualismo progresista  pasó  de  moda  hace  tiempo, 
y  no  va  a  servir  para  adjudicarle  el  mando.  El 
señor  Canalejas,  que  podía  aspirar  todavía  a  re- 
coger en  sus  manos  todas  esas  falanges  libera- 
les, se  apresuró  a  dejarse  echar  del  Ministerio 
liberal;  unas  veces  se  mostró  algo  tímido  en  el 
banco  azul,  junto  al  señor  Moret,  y  otras  tuvo 
excesiva  arrogancia  en  estos  escaños  frente  al 
señor  Sagasta;  con  sus  tendencias  socialistas 
asustó  a  los  burgueses  liberales;  delante  de  las 
muchedumbres  republicanas  que  le  aclamaban 
en  Valencia,  retrocedió  irresoluto;  y  cuando 
quiso  volver  a  las  filas  monárquicas  le  recibie- 
ron recelosas.  Me  parece,  me  parece,  que  nin- 
guno de  vosotros  va  a  ser  el  jefe  del  partido 
liberal . 

Hay  una  ley  que  no  falta:  los  Reyes  nombran 
los  jefes  de  sus  Gobiernos;  los  partidos  eligen 
sus  jefes  de  pelea;  pero  las  jefaturas  permanen- 
tes, las  verdaderas  jefaturas  las  da  el  enemigo. 
Y,  así  como  estos  días  habéis  visto  que  vuestra 
furiosa  oposición,  vuestros  desaforados  gritos  y 
el  encono,  la  rabia  y  los  terribles  ataques  de  les 
periódicos  han  ido  elevando  y  sublimando  al 
señor  Maura,  hasta  hacerle  el  verdadero  jefe  de 

23 


354       ANTÓN   DEL   OLMET. — TORRES   BERNAL 

esa  mayoría;  de  igual  manera  el  efecto  que  en 
sus  adversarios  tienen  que  producir  la  arrogan- 
cia, la  decisión,  la  intrepidez  del  señor  conde 
de  Romanones,  le  están  haciendo  el  jefe  nece- 
sario, único  e  indiscutible  del  partido  liberal. 
(Grandes  risas.) 

El  señor  conde  de  Romanones  va  a  la  cabeza 
del  movimiento  liberal,  y  él  es  quien  ha  plan- 
teado en  sus  verdaderos  términos  el  problema 
de  la  enseñanza.  La  enseñanza,  ha  dicho  con 
sinceridad  y  franqueza  nunca  bastante  alabada, 
no  es  una  obra  de  concordia,  es  una  obra  políti- 
ca, es  una  lucha,  y  lucha  a  muerte.  Y  esa  es  la 
verdad  notoria  y  manifiesta;  pero,  ¿quién  son 
los  combatientes? 


CAPÍTULO  GRÁFICO 

Algunas  fotografías  de  la  familia  de  nuestro  insigne 
biografiado. 


Excma.  Cr^.  Condesa  de  Rcmano.-.ss. 


Exento.  Sr.  Conde  de  !n  Dehesa  de  Velayos. 


Sr.  Marqués  de  Vil.abrágima. 


Sr.  Marqués  de  San  Damián. 


t  D.  José  de  Figueroa. 


Sr.  Conde  de  Yebe. 


Excmo.  Sr.  Di  que  de  Tovar. 


índice 


Páginas. 

Capítulo  primero.— La  figura  del  Conde i7 

—  II.— Nacimiento  y  primeros  días 23 

—  III.— Primeros  estudios 29 

—  IV.— La  lesión  del  Conde 33 

—  V. — En  Bolonia 41 

—  VI.— El  Conde,  abogado 45 

—  VII. — La  primer  acta 49 

—  VIII. — La  boda  y  los  hijos 61 

—  IX. — Romanones  es  un  yerno  díscolo 69 

—  X.— Lucha  política  entre  hermanos 77 

XI. — Concejal  por  Madrid 79 

—  XII. — La  campaña  contra  Bosch  y  Fuste- 

gueras 83 

—  XIII. — Romanones,  hombre  de  armas —  89 

—  XIV.— Alcalde  de  Madrid 93 

—  XV.— Ministro  por  primera  vez 9^ 

—  XVI.— En  la  oposición 163 

—  XVII. — Una  etapa  fecunda 167 

—  XVIIL— Presidente  del  Consejo 171 

—  XIX. — Neutralidades  que  matan 175 

—  XX. — Un  gran  discurso  sobre  reformas 

militares 179 

—  .  XXI. — Desde  el  poder  y  desde  la  oposición.  221 


35^  ÍNDICE 


PágiBfiS. 


Capítulo  XXII. — Influencia  de  la  guerra  en  los  par- 
tidos políticos 225 

—  XXIII. — El  Conde,  ateneísta 287 

—  XXIV. — Honores  y  recompensas .  291 

—  XXV.— Grande  de  España 295 

—  XXVI,— Un  artículo  de  Argente 299 

—  XXVII. — Qué  vida  hace  Romanones 317 

—  XXVIII. — Romanones,  pintor 32 1 

—  XXIX.— Don  Manuel  Brocas 323 

—  ÚLTIMO. — El  Conde,  vipto  por  sus  amigos. .  327 


NOTA 

Desde  que  los  autores  de  este  libro  terminaron  de 
redactarlo,  hasta  que  ha  terminado  de  imprimirse,  la 
vida,  siempre  activa,  del  conde  de  Romanones,  ha  dado 
motivo  a  nuevos  capítulos  que,  en  su  día,  constituirán 
un  segundo  tomo  de  esta  biografía. 

Registraremos,  empero,  la  brillantez  con  que  ha  ini- 
ciado S.  E.  su  gestión  al  frente  del  Ministerio  de  Gracia 
y  Justicia,  en  el  Gabinete  de  concentración  liberal 
que  preside  actualmente  el  ilustre  señor  marqués  de 
Alhucemas. 


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