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Full text of "Sábados de mayo, poesías"

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Sábados de Mayo. 









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Sábados ^ 
^ de Mayo 



Miguel Moreno 



Honorato Vázquez 



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CUENCA 

1908 



.^ 



Advertencia ile lo segundo edición. 



tN Mayo de 1877 se publicaron con el nombre 
de este libro algunos versos de dos escolares que 
empezaban á cultivar su afición á la poesía. 

En 1878 y después hubieran seguido otras se- 
ries; pero de los autores, uno salió ese año fuera 
de la República, y el otro, que aguardaba volviese 
su amigo para reanudar aquella publicación, antes 
de que regresara el ausente dejó á su vez la Patria, 
lanzado de ella por un injusto destierro político. 

Después, el tráfago de la vida hizo que no se pu- 
blicasen las proyectadas series y quedaran inéditos 
algunos versos y salieran otros diseminados por 
periódicos y revistas. 

Hoy, en la edad madura y sólo por el placer con 
que se mira el lejano horizonte de tierras ya cami- 



M9S532 



VI ADVERTENCIA 



nadas y á las que no es dado regresar, los autores 
de los Sábados de Mayo juntan á las composicio- 
nes de la primera edición otras que estaban desti- 
nadas á seguirlas (1). 

Salvas ligeras correcciones, van los versos de esa 
época tales como brotaron, grama descuidada del 
camino. La indulgencia de hoy continúe la indul- 
gencia de ayer para versos de los que, con la salve- 
dad del poeta latino— parvís coínponere magna, — 
pueden los autores decir con la tristeza de Musset: 
«Este libro es toda mi juventud: hecho casi sin 
creer hacerlo, así se revela. Hubiera podido corre- 
girlo; pero cuando el hombre mismo cambia ince- 
santemente, ¿para qué cambiar nada á lo pasado? 
Vete, pobre ave viajera, y que Dios te guíe...» 

El público acogió bondadoso esos versos, y la 
generación de adolescentes que nos seguía en el 
Colegio y en el Liceo de la Juventud, en hermosos 
ensayos que hacían predecir los triunfos que luego 
ha cosechado en distintos géneros de literatura, nos 
atestiguaba su simpatía con la índole regional ca- 
sera de nuestros versos. 



<1) Las de 1877 van señaladas en esta edición con un asterisco. 



ADVERTENCTA VH 



Ingenua, modesta, religiosa como nuestra vida 
de hogar, plácida con la plenitud de esa vida sana 
y fiel a sus tradiciones, robusta con el brío que al 
alma da el amor de lo bueno y de lo bello, vigorosa 
para el diario combate de la vida, porque sabe que 
ella se nutre con la inmortalidad de la esperanza; 
así es la poesía de nuestros jóvenes amigos azua- 
yos, quienes, venidos después de nosotros por el 
sendero de las letras, han llegado y seguirán avan- 
zando adonde nosotros no hemos podido llegar. 

Suyo es el campo. Retrayéndonos á un lado del 
camino para verlos seguir adelante, les encarece- 
mos que en el culto á la belleza no olviden la aus- 
teridad trascendental que debe tener toda obra hu- 
mana, y mucho más aquellas en que el sentimiento 
engendra sentimiento, y les pediremos que no des- 
figuren lo ingenuo, á poder de sugestiones de mo- 
das literarias que al buen gusto autoricen á decir 
de ellas con tristeza, como el rey D. Alfonso el On- 
ceno en el poema de su nombre decía de un su ene- 
migo (estrofa 230): 



E me fizo crúa guerra 
con poder de robadores, 
estragóme la mi tierra, 
matóme mis labradores. 



Vni ADVERTENCIA 

Hermoso lema tienen para su poesía en este can- 
tar popular de las orillas del Tomebamba: 

Como la arirumba, niña, 
así te quiere mi amor: 
escondidita en las hojas, 
con la cabecita al sol. 

Miguel Moreno. Honorato Vázquez. 




LOS SÁBADOS DE MAYO 



Jipf s tan corta, tan de ayer la historia literaria de 
las ciudades y naciones hispano-americanas, que 
bien puede asegurarse que, en muchas de ellas, 
existen aún los hombres que plantaron la primera 
rama de laurel en los duros terrones sobre los que 
pasó infecunda la noche de la Colonia y la tumul- 
tuosa alborada de la Revolución. 

A esos privilegiados ingenios les cabe la gloria 
de ver cómo, bajo el árbol que sembraron, se mul- 
tiplica la semilla, en el suelo fecundado por las 
mismas flores que han venido cubriendo la des- 
nuda tierra en muchas y felices estaciones. 

En esta humilde ciudad de Cuenca, donde se 
concibió, sintió y escribió el libro de poesías, olo- 
rosas á tierra recién mojada por la lluvia, llamado 
SÁBADOS DE Mayo, los primeros cultivadores de 
las letras, el padre Solano, el coronel Francisco 
E. Tamariz, los doctores Benigno Malo, Bravo, los 



sXbados de mayo 



Parras, murieron, ignorando que detrás de ellos 
vendrían numerosas generaciones á recoger la si- 
miente de la sagrada encina. 

Otros más dichosos, los doctores Mariano Cueva, 
José R. Arízaga, Vicente Cuesta, Juan Bautista Váz- 
quez y el Sr. Rafael Villagómez Borja, presidieron 
los entusiastas torneos de la juventud literaria que 
en su tiempo se agolpaba en las aulas, mientras 
lá música popular se apoderaba de sentidas estro- 
fas de Miguel Ángel Corral, Joaquín Fernández 
Córdova, Manuel Salcedo y Antonio Marchan. 

Después, el limo. Sr. Toral, cariñoso Mecenas de 
los jóvenes poetas, franqueaba las prensas del 
Clero á los trovadores que se ensayaban con fe y 
amor á la sombra del venerable Prelado. Vive aún 
el Dr. Antonio Borrero, cuya veneranda persona- 
lidad ha dado prestigio á las multitudes escolares 
de su ciudad natal, donde la popularidad del pen- 
sador y el magistrado no han tenido eclipse alguno. 
El Dr. Tomás Rondón, sobrino de Fr. Vicente So- 
lano, versado en la clásica antigüedad, humanista 
y filósofo cristiano, ejemplo de rara tenacidad en 
largos años de fructuosa labor, ha amaestrado á 
muchos, y, árbol de savia vigorosa, se corona aún 
con los alegres renuevos de la primavera. Y vive 
el eximio poeta, educador de toda una generación, 
el Dr. Luis Cordero, cuya fecunda inteligencia no 
C3sa de producir, cuya voluntad abnegada no aban- 



SERADOS DE MAYO 



dona el circo de las luchas intelectuales, en estí- 
mulo á bisónos lidiadores. 

En la vida del pueblo de Cuenca, ésta es una 
página recién escrita, una historia de ayer, casi un 
suceso de actualidad. 

Á este propósito, ¿quiénes más nuevos en nues- 
tra literatura doméstica que Matovelle, Moreno y 
Honorato Vázquez? ¿Qué libro más inmortal, más 
querido, más vinculado á nuestra vida íntima de 
pueblo apenas nacido al comercio de las ideas, que 
este de Sábados de Mayo; ramillete de flores sil- 
vestres, á cuyo brillo y frescura todos hemos con- 
currido con nuestras emociones y nuestros aplau- 
sos, que fueron al corazón de los trovadores de la 
Virgen, para despertar en lo más recóndito de él 
las sonoras abejas del sentimiento? 

Ido Matovelle, esperanza la más legítima de las 
letras azuayas, hacia otras moradas del sacro monte; 
silenciosa después su lira, de acompasados y ma- 
jestuosos acentos; recogidos por él los laureles de 
su incansable propaganda artística en el Liceo; 
para las letras, para los cantos de su ciudad, como 
únicos ruiseñores de La Luciérnaga (1) quedaron 
Moreno y Vázquez, y, como libro del hogar y la 
poesía de la tierra. Sábados de Mayo. 

Ninguna de las obras de esta incipiente literatura 



(1) Revista que servía de órgano oficial del Liceo de la Juventud, 



sXbados de mayo 



ha tenido, como estos Sábados, nacimiento más 
feliz; ninguna ha gozado de más influencia, ni ha 
fecundado tanto las imaginaciones adolescentes 
como esa colección de baladas y cantares, de amo- 
res ultraterrenos y terrenales amores^ de azucenas 
místicas y de rosas nacidas en la cara de gallai*- 
das doncellas. 

En un mes de Mayo, cuando los campanarios 
cantaban el himno de amor y de gloria á la Vir- 
gen, encarnación la más pura de la mujer y del 
ideal cristiano; cuando el perfume de las flores 
blancas — los lirios, las azucenas y las margaritas — 
se esparcía en los templos como incienso de los 
campos, dos jóvenes poetas que escribían á un 
tiempo cartas de amor y plegarias, memorias ínti- 
mas y soliloquios místicos, después de rondar á las 
muchachas de su barrio, iban á la iglesia vecina á 
encender las luces del altar de la Virgen y á dejar 
los manojos de rosas del valle, en donde pasaron 
el día, enamorados de la Naturaleza. 

Por la noche, en la voluble mesa del estudiante, 
en desafío poético y en rivalidad de amor, escri- 
bían, con pluma mojada en tinta del corazón. Las 
tres auroras. Las cuatro rosas. Sauces y cipreses. 
La Virgen de la Peña y todos esos primorosos 
cantares, bellos como niños recién nacidos, puros 
como los capullos, todavía no abiertos, de los pen- 
siles de la soledad. 



sXbádos de mato 



La literatura nacional brota sin esfuerzo, como 
el vapor del húmedo suelo, como el perfume del 
inviolado cáliz de las flores. Sentir, entregarse sin 
miedo á las ternuras, sorpresas, ensueños y des- 
mayos de la emoción ; no resistir con vanos y me- 
ticulosos artificios á la dulce violencia inspiradora, 
eso es el arte... el arte sincero, que no miente por 
boca de la retórica, que no engaña con la dorada 
hojarasca de una insoportable tradición escolar. 

Y no está la originalidad, no el sello caracterís- 
tico, únicamente en el paisaje, en nombrar los ríos 
y las montañas de la Patria: se halla en algo más: 
en la traslación del sentimiento á los signos del 
arte, en la ingenuidad de la expresión, en el am- 
biente popular esparcido por el fondo del cuadro, 
en la fácil contextura de la obra, nacida sin es- 
fuerzo, como la mariposa de su larva. 

El sentimiento es el alma de la poesía, y no 
puede sentirse sino lo que deja impresión pro- 
funda, por el recuerdo, por la observación diaria, 
por la influencia del medio en que vivimos, por la 
tradición, por las aspiraciones del pueblo que nos 
rodea y de la raza y la comunidad religiosa á.que 
pertenecemos. 

El hombre no ingresa á la ciudad del arte para 
jiu'ar allí una ciudadanía neutra: va á ella con su 
pasado y sus esperanzas, lleva á la comunidad in- 
telectual sus dioses y sus amores; y de todo ello. 



sXbados de mayo 



incrustado en él por naturaleza como el oro en el 
cuarzo duro, extrae las obras bellas, traslada la 
observación personal, su ser íntimo y su ser colec- 
tivo á las formas artísticas, y así nacen los libros de 
larga vida, engendrados para la gloria, las obras 
fecundas que dan vida á otras, las literaturas ori- 
ginales de sello propio y de patria definida. 

Estas hojas poéticas de Moreno y Vázquez, tan 
humildemente entregadas á la publicidad en 1877, 
constituyen una página de oro en la historia de la 
literatura ecuatoriana. Ellas, sin pretensiones de 
nacionalizar la poesía, sin haber acudido á resor- 
tes de anticuaría y á recursos prehistóricos, ajenos 
á las condiciones de la raza dominante, han demos- 
trado que la sinceridad es el camino para hacer 
libros inmortales, y que debe cantarse lo que sen- 
timos y lo que el pueblo siente, para que así vaya 
formándose el arte de nuestra tierra y de nuestra 
casa. 

Alcancé yo á los últimos años de esa bohemia 
incomparable, de la cual salieron Sábados de 
Mayo. En un grupo de estudiantes (de Medicina los 
más) risueños, siempre decidores y traviesos, apa- 
recían las soñadoras cabezas de Moreno y Vázquez. 
Eran los poetas perdidos en un círculo de prosa- 
dores positivistas que charlaban sin cesar, y que 
entregados en cuerpo y alma á bromas y pasatiem- 
pos sin consecuencia, procuraban ahogar los gor- 



sXbados de mayo 



jeos de los dos tímidos ruiseñores. Bajo los viejos 
cipreses del huerto de Moreno, en un rincón del 
cuarto de Vázquez, desde el cual se veían chispo- 
rrotear en la vecina iglesia de Santo Domingo 
las luces del altar, donde esperaba á los poetas la 
Morenica del Eosario; á hurtadillas, en ratos per- 
didos, entre la confusión de los impenitentes prosa- 
dores, se acompañaban á la guitarra el Yaraví 6 
los Cantares de Elina. 

Del seno de aquella opresora compañía de mó- 
dicos por venir, se escapaban los noveles trovado- 
res é iban á la Comisión literaria del Liceo, ó á la 
sesión general del mismo, donde leían los versos 
compuestos ayer , y esos versos entusiasmaban á 
toda la Junta literaria, que los aplaudía con tierna 
admiración. 

Y estos versos se popularizaban rápidamente, 
porque eran flores naturales de nuestra región. En 
ellos veían los hijos de Cuenca retratada la vieja 
ciudad española con su Egido cercado de rosas y 
sus vastas arboledas, los azulados cerros que cie- 
rran el amplio horizonte del valle y los ríos que en 
florestas no plantadas por mano de hombre se re- 
tuercen arrullando á un pueblo sencillo, creyente 
y amador de la paz como ninguno (1). 

La Virgen de la Peña nos recuerda ese paisaje 



(1) González Suárez.— H¿«toWa del Ecucuhr, t. IL 



XVI sXbados de mayo 



de Suiza — heredad paterna de Moreno — que se alza 
encima de las llanuras de Tarqui. De una muralla 
de rocas cubiertas de musgo se desprende la cas- 
cada blanca que va á fecundar los prados de per- 
petua frescura, donde se desparraman rebaños y 
cabanas, presididos por la extensa casa de la 
granja y la tosca iglesia, rodeadas de un cercado 
jardín de rosales y pensamientos. En esa peña ha- 
llaréis á la Virgen, de grosero mármol, á la que 
ofrendan sus dones inocentes las niñas del campo... 

Esa poesía de Sábados, ingenua, sentida, caliente 
aún, con el calor del pecho y del aliento, fué una 
improvisación de arte nacional, y produjo en la 
juventud hondas emociones. De ese libro, como 
de manantial primero , viene mucho de la abun- 
dante literatura azuaya; viene la poesía Ma/rianay 
llena de ensueños de peregrina hermosura, el sen- 
timiento de la Naturaleza, comprendida, adorada y 
trasladada al lienzo con amoroso pincel, y la pasión 
melancólica y pura á la madre, á la novia, á las 
niñas, idealizadas todas, con tanta ternura y tan 
castos y virginales colores. 

¿Cómo nació esta poesía de Sábados? ¿En qué 
se inspiró? Su mayor mérito es haber nacido sola 
sin precedentes tal vez. Algo hay en los poetas de 
Cuenca del candor de Trueba y de su manera 
de glosar: algo más en Moreno, autor de la Flor 
del Mosquito y de La Arirumba^ de la interpreta- 



sXbados de mayo xyu 



ción de la Naturaleza que hace de Selgas un origi- 
nal y admirable poeta; pero lo más gentil de los 
versos de Moreno y Vázquez no lo hallaréis en 
fuente alguna literaria. Ellos devoraban entonces 
los libros de Lamartine, lloraban sobre la tumba 
de la pastora de Ischia, se adormían en la barca 
de Rafael en el límpido lago, repetían el gran- 
dioso «Canto á Teresa» del Diablo Mundo; leían 
á Werther á hurtadillas, y aprendían de memo- 
ria las estrofas de los nuevos poetas colombianos 
Gutiérrez González y Pombo, y las endechas del 
desdichado Plácido y los romances de Zenea, cis- 
nes de las Antillas. Ninguno de estos poetas mayo- 
res 6 menores dejó huella visible en los estudian- 
tes cuencanos. Devotos y enamorados rezaban y 
cantaban al son del órgano ó de la guitarra, sin 
otro modelo que el que había surgido en sus cere- 
bros, donde el misticismo del sentimiento y algo 
como un panteísmo de buena ley, sereno y purí- 
simo, se habían mezclado en armonioso conjunto. 
Y esto, no para formar solamente poesía erudita y 
arte de sabia composición, sino poesía popular, 
arte doméstico, sentido, al alcance de todos. 

Los que vinimos después, que experimentamos 
antes y ahora todavía el influjo de esos versos, in- 
corporados á nuestra personal historia literaria, 
podemos medir lo que ellos valen, porque sentimos 
que palpita aún en nuestras liras mucho del acorde 



xYiii síCbados de mayo 



sonoro de aquellos himnos con que despertó núes 
tra adolescencia poética. 

No por lo dicho se crea que Moreno y Vázqiiez 
son poetas del mismo linaje. Dentro de la estirpe, 
dentro de la poesía sentimental y cristiana de am- 
bos, se acentúan las diferencias á primera vista. 

Moreno es, ante todo, poeta popular y de limpia 
cepa española: sus mayores triunfos se fundan en 
que ha sabido trasladar las penas y las alegrías del 
pueblo; y el pueblo ha correspondido á su trova- 
dor, porque suyos son los cantares que en su ciu- 
dad se cantan á la reja, suyas las leyendas que se 
repiten en las veladas del hogar, suyas las glosas 
de amor que los novios preludian á las novias. Las 
estrofas de No puedo amarte andan en boca de to- 
dos; la piedad infantil reza la Virgen del Rio; las 
muchachas conocen la Flor de la dicha; como re- 
cuerdo de nuestras civiles contiendas, anda en la 
. memoria La novia del sargento. 

En las noches de luna, ¿no os ha sorprendido la 
serenata con: 



Paloma, palomita, 
paloma blanca, 
llévame por los cielos 
de mi esperanza? 



¡Qué hermosa es la música infantil y triste que el 
pueblo ha compuesto para estas estrofas! 



sXbados de mayo 



En este mundo, todo, 

todo se muere; 
pero muere más pronto 

lo que se quiere. 

Palomita de mi huerto, 
de ojos de dulce mirar, 
¿conque es cierto, conque es cierto 
que huiste del palomar? 

¡Bien me dice el corazón 
que no me amas, que no me amas!... 

Y la cuerda del poeta no es sólo la popular. 
¿Queréis la poesía sentenciosa, profunda, como de 
un proverbio árabe? Leed Él incienso y la alhuce- 
ma, El poeta, La flor de la montaña, El olvido^ No 
las mires; composiciones empapadas en alta filoso- 
fía moral, y que son algo como doloras, nombre de 
confirmación puesto por Campoamor á un gé- 
nero nacido muy antes que él. ¿No es del género 
aquello de: 

¡Ay de ese constante anhelo 
que sin combatir me vence! 
que no quisiera sentirle, 
que no quisiera perderle?, 

versos que recuerdan estos del autor de Los bue- 
nos y los sabios: 

Huyendo de mi dolor 
á Dios clamé de esta suerte: 



SÁBADOS DE MAYO 



«Haced que el tiempo, Señor, 
venga á quitarme este amor 
que me está dando la muerte.» 

Mis súplicas escuchando, 
su interminable camino 
para mi mal acortando, 
corriendo ó más bien volando, 
como siempre el tiempo vino. 

Y... «voy tu mal á curar», 
dijo; y cuando el bien que adoro 
me fué del pecho á arrancar, 
sentí un afán de llorar, 
que aun de recordarlo lloro... * 

No es indiferente á la solitaria y dolorida musa 
de H. Heine el bardo americano d,e Dos tumbas, Es 
él, ¡Pobres flores!, Ecos de ultratumba. 

Son baladas originales y hermosas: La oración 
de la huérfana; Las tres torcaces; La garza del ali- 
zar; Cantaba, pero calló; Ante un nido; ¡Pobre esco- 
lar! Y ¿no es una balada la de Osear y Elisa? Su 
amada corresponde á Osear: 

Al principio coloreando, 
poco después sonriendo, 
luego, amorosa, mirando, 
y, al fln, su mano oprimiendo. 

Después (exclama Osear) recordando su des- 
dicha: 

Dijo, y mi seno buscando, 
como si tuviese frío... 
me abrazó, y, agonizando, 
murió sobre el pecho mío. 



sXbados de mayo 



Y tiembla Osear otros amores, porque teme ver 
muerto al ídolo de su pecho, y canta: 

Pues al verte coloreando, 
temo verte sonriendo; 
más tarde enferma, llorando, 
y entre mis brazos muriendo. 

¡Esta es poesía, la que se habla en el momento 
de las supremas emociones y de las infinitas ter- 
nuras! 

Pero Moreno, insuperable en la intensidad de los 
sentimientos, pulsa también la cuerda sonora de la 
poesía psicológica. Son temas de observación pro- 
funda: Bodas que matan, Cantos no acombados; esos 
cantos, 

niños que en el vientre mueren 
de sus madres; 

esos cantos, dispersos en borradores inintehgi- 
bles, en los que la inspiración ha pasado tortuosa- 
mente, en 

caminos, por donde ha ido 
el corazón como á saltos. 

Con razón, empleando las cuerdas todas de la 
sagrada lira, ha podido escribir: 

Y por la cláusula ardiente 
del idioma soberano, 
sepa el mundo lo que pienso, 
sepa el mundo lo que canto. 



sXbados de mayo 



En cuanto á la poesía religiosa, con perdón del 
amigo, tan apasionado del arpa del santuario, y 
cuya vida es un gran poema del género, debo de- 
cir: que él sobresale en lo humano, que él sabe 
decir como pocos lo que son los ojos, sabe que 
son las 

manos graciosas 
puñados de rocío 
sobre las rosas. 

Y muchos otros donaires, más cultos y más acen- 
drados; que en eso es maestro quien dijo: 

Vida del suelo, las flores; 
vida del alma, las niñas. 

Hermano de Moreno por el sentimiento, hermano 
por el ideal que informa sus composiciones, Hono- 
rato Vázquez se distingue, ante todo, por su tenden- 
cia mística y por la perfección del concepto, la ar- 
tística disposición del poema y la corrección de la 
frase. 

En las letras españolas y americanas no se en- 
contrará fácilmente un poeta que se haya formado 
con tanta conciencia de serlo y saberlo como Váz- 
quez: la forma sale junto con la idea, sin exuberan- 
cia, con precisión casi matemática. La fantasía va 
por sendas rectas; la imagen se engasta en la com- 
posición sin dificultad; la poesía resulta armoniosa 



sXbados de mayo 



y aspira á la perfección en las partes y en el con- 
junto. 

En los poetas franceses, en Millevoye, en Sully 
Prudhomme, en los mismos simbolistas Baudelai- 
re, Verlaine, Regnier, se encuentran analogías con 
los poemas de Honorato Vázquez, nutridos de ideas, 
precisos en la imagen, ajustados á la severidad de 
un ideal tranquilo. Ni las palabras sobran ni los 
pensamientos quedan á la reserva. 

Es una manera delicada y nueva, rara en las le- 
tras castellanas, extrañas á lo vago y tenue del 
pensamiento, que penetra en los pliegues del alma. 
En tan difícil senda va con paso seguro el poeta de 
¡Adiós, hasta los cielos!; En el hogar; Azahares; 
Arrullos. Por la heroína de Amor de un ángel, la 

del soñado nupcial velo blanco, 

trocado en las tocas mortuorias, en las tardes se 
ponía á contemplar con insistente y llorosa mirada: 

Los cielos profundos 
de nubes velados, 
creyendo ser ellos, 
ser ellos soñando * 

azahares que van floreciendo 
las nubes de paso... 



¡Y esa soñadora criatura aun está 

unas nupcias arriba esperando. 



sXbados de mayo 



arrullada por los gemidos de su poeta, que se con- 
suela con las esperadas flores de la Resurrección y 
de la primavera eterna! 

En la poesía de Vázquez, ya lo he dicho, se tro- 
pieza á cada paso con la manera sutil y trova- 
doresca de los poetas franceses contemporáneos. 
Véanse estos dos pasajes sobre amor y fraternidad 
de las almas, entresacados de ¡Adiós, hasta los 
cielos!: 

—¡Cuan hermoso es el misterio 
del llanto que vierto y viertes!... ^ 
yo no sé de dónde brota... 
— Yo sí sé que hay una fuente 
entre dos almas que se aman, 
como entre los sauces verdes 
que prestan sombra á tu huerto 
hay una fuente perenne. 
Elvira, de él se alimentan 
los árboles juntamente, 
y en él juntos se remiran 
cuando los vientos los mueven; 
y en lánguido balanceo, 
cuando el frío Agosto viene, 
confunden las hojas secas 
en el agua de la fuente... 
¿Has visto si en una rama 
dos azucenas florecen, 
que el viento las junta al paso 
y una con otra las mueve? 
¿No has sentido que al rozarse 
embalsaman el ambiente? 
Nuestros tiernos corazones 
dos azucenas parecen: 



sXbados de mayo xxy 



ahora que se hallan juntos, 
bien sabes lo que sucede... 
Es dolor de lo futuro, 
¡Ay, mi paloma inocente; 
tal vez de las azucenas 
la una, de noche, se muere, 
y la otra queda en la rama! 
¡ Tal vez, tal vez muy en breve, 
mirándose nuestros ojos, 
llenos de dolor se cierren! 

Las imitaciones del antiguo castellano del 
siglo XV y del XVín, imitaciones casi auténticas, 
provienen del pensamiento español; y nadie habrá 
comunicado mejor que Vázquez al viejo lenguaje 
sus impresiones, como lo hizo en Villancico, More- 
nica del Rosario y Esquela de amor. 

La nota elegiaca es la predominante en las 
composiciones de Vázquez. Pero es su tristeza una 
tristeza sana, la del que sigue la senda del dolor 
amando el dolor, considerándolo necesario como 
sacrificio expiatorio. El Yaraví, Sauces y cipreses, 
Una rania de trébol, Piensa de tarde, están empa- 
padas en una dulce y sosegada melancolía. ¡Cuan 
sentidos los romances que lloran las ruinas del 
colegio donde la turba estudiantil bullía en otro 
tiempo! En medio de los escombros, preside la cruz 
de piedra, levantada sobre la grama que creció en 
los senderos limpios, antes de que fuese marchi- 
tada por la carrera de los estudiantes idos y muer- 
tos. ¿Quién no llora por los compañeros que duer- 



sXbados de mayo 



men bajo la hierba, y no arroja un manojo de 
trébol campesino sobre esas tumbas, olvidadas 
quizás hasta por las madres, y no por los compa- 
ñeros vivos? 

En este tiempo aciago 

todo se muere; 
pero muere más pronto 
. lo que se quiere. 

Moreno. 

Acuérdate de mí, Amor y muerte. Hay en estas 
composiciones mucho de la vaguedad y del en- 
sueño de la poesía del Norte. El poeta se coloca en 
los linderos de la vida y sorprende los misterios de 
un mundo desconocido. 

La poesía de Vázquez no se ajusta al molde 
vulgar; debe estudiarse, porque es empapada en 
ideas, más bien que rica en imágenes, pues de todo 
jugo sabe extraer el néctar divino: 

Tai nuestro incienso ha de ser, 
que nuestra existencia muerta, 
aun de su memoria yerta 
brote el perfume de ayer... 

Y en la del afecto místico, Vázquez, no sólo en 
Villancico^ en la Morenica, en poesías de otra co- 
lección (1), ha llegado adonde sólo pueden llegar los 



(1) En el destierro. 



SíCbADOS DE MAYO XXVII 



elegidos: Plegaria á María, Hojas secas, y, sobre 
todo, la Virgen del cementerio, patentizan que el 
autor de La Salve del proscrito j de El discípulo 
amado, es, ante todo, poeta místico; el poeta que, 
al mirar al estrellado cielo en una noche serena, es 
sorprendido por la visión hermosa: 

Y María, allí sus plantas, 
arriba, en la luna llena, 
discurriendo silenciosa 
entre las mudas entre Has, 
que más que estrellas parecen 
ojos fijos en la Tierra, 
sobre los vivos que olvidan, 
sobro los muertos que esperan ... 

¡Cuánta fortuna ha deparado Dios al poeta de 
Am4)r de un ángel, que, en sus versos, jamás se 
deslizó la pasión vituperable, que no ensayó la 
nota del furor para matar la santa caridad, que 
sintió por los muertos, que lloró por las humanas 
desventuras sin ensangrentar la llaga, y arribó á la 
puerta del Cielo, demandando perdón. y miseri- 
cordia. 

Las líneas que preceden, no una crítica, son 
una apóloga de Los Sábados de Mayo. En ellos 
encontrará la censura los defectos propios, sin 
duda, de toda poesía sincera, nacida con la corteza 
de la ingenuidad, falta en ocasiones del primor de 
la forma y de las exquisiteces de la Escuela. 



sXbados de mayo 



No han querido, no han debido enmendar los 
poemas de su adolescencia los cantores de María, 
para no quitar á esas flores recién abiertas la hu- 
medad de las lágrimas de la aurora. Lo que se 
puede ganar en la vestidura, no se ha de perder en 
el alma de la poesía. 

Así que. Moreno y Vázquez, resucitados hoy en 
esta edición de sus Sábados, para solaz de una ge- 
neración nueva, reciban enhorabuenas de los 
amigos, que lloramos todavía hoy, al leer sus ver- 
sos, porque son nuestros, ya que los cantábamos 
con ternura á nuestras amadas, ¡en esos días 
muertos de la adolescencia poética, cada vez más 
hermosos cuanto más lejanos!... 

Y los numerosos jóvenes que, en la emulación 
de la lira, se levantan ahora, encuentren en Los 
Sábados de Mayo, como encontramos nosotros, la 
frescura de la inspiración, la alada pureza de las 
intenciones, la fluidez de la facilidad, el encanto de 
los sentimientos. El 

humilde rondador de humildes cañas, 

que pasa gimiendo en las calles de nuestras aldeas 
y á la vera de los caminos orlados de retama y 
moral silvestres, sea honrado, en esta Arcadia de 
los Andes. 

Los poetas hermanos, unidos en la vida y en el 
arte, 



sXbados de mayo 



dos palomas en un nido, 
dos flores en una rama, 

pasen juntos á la posteridad, con las plegarias de 
Mayo y las baladas del amor, y los paisajes de la 
tierra natal, enseñando a las nuevas multitudes la 
divisa de los antiguos trovadores, Fe, Patria y 
Amor, con la convicción de que sus rimas no deja- 
rán en las almas sino polvo de oro, nunca la ce- 
niza de los escombros, pues será oída su oración: 

Cantamos ya. ¡ Dios quiera que no broten 
á la lectura de estos pobres versos, 
las flores del rubor, en las mejillas, 
do el ángel del pudor estampó un beso! (1). 

Y que la Santa Virgen, á estos sus heraldos de la • 
poesía Mariana en el Ecuador, concediéndoles la 
renovación de la primavera, haga que canten veinte 
años después, juntando á las ternezas de su idilio, 
que hoy sale á nueva luz, la elegía de pasadas ven- 
turanzas. Todavía la Virgen de su barrio (More- 
nica del Rosario), la de su casa, la de sus hogares, 
recibirá adelfas y cipreses á los poetas que la co- 
ronaron de lirios en los distantes Sábados de su 
poética adolescencia. 

STEIN. 
Cuenca, 31 de Mayo de 1905. 



(1) Vázquez, Cantamos, 



Jíuestro propósito. 




\ NUESTRO 

PROPÓSITO 



JANTES de que se sequen las hojas nacidas en Di- 
ciembre, y antes de que la amarillenta hojarasca 
desprendida de los árboles por los vientos de Julio 
cubra la gratna de los campos, se presenta Mayo 
corneo una hermosa jardinera, que en su florido 
huerto recoge las flores abiertas, riega los botones, 
quita del cauce del arroyo las hojas que han prin- 
cipiado á caer y atisba, curiosa y compasiva, los 
nidos de las aves, ocultos en el follaje de la enra- 
mada. 

Una armonía indefinible se deja oír entonces en 
la Naturaleza con los misteriosos murmullos de los 



2 ••• .V !;•*:•..• sXbados de mayo 

I ■;-ü*-i»|-v,,v;;- •■■■. ; •*• 

• •/•^••« • •I* • •• ■ 

* ^iéntv^^ue*s€íbit(%€ni^*los sauces y capulíes, y agitan 
los campos sembrados de maíz y de trigo: cada ra- 
ma, cada tallo, inclinándose uno sobre otro, parece 
que se avisan alegres la pronta llegada de Mayo, 
Las auras juegan con las flores, haciéndolas estre- 
mecerse en sus tallos, y desprendiendo, al pasar, 
los pétalos próximos á plegarse marchitos; '¡nos, asi 
que los ven caídos, huyen coquo asustadas en busca 
de otras flores más tiernas y galanas , y en su fuga 
van agitando las leves extremidades de las plantas, 
las hojas secas y las tembladoras gramíneas de los 
campos. Júntense á la armonía de los vientos y las 
brisas los agudos trinos del gorrión y los alegres 
gorjeos de los mirlos y jilgueros, y escúchese cómo 
armonizan, por la tarde, los lamentos de nuestras 
gemebundas tórtolas con el tañido majestuoso de las 
campanas que tocan á oración, y se tendrá una 
idea, imperfecta, es verdad, de las inefables armo- 
nías que inebrian los corazones y animan los cua- 
dros poéticos de Mayo. 



11 



Era la mañana de un sábado de este hermoso 
mes. Muchos años hace, dos a/migos penetrábamos, 
niños, en tm templo, en cuyo ambiente se respira- 



sXbados de mayo 



ban los perfumes del incienso, el silvestre olor de la 
retama y el romero, y el delicado aroma de las ma- 
dreselvas, jazmines y claveles. En el altar mayor de 
la iglesia ardían delante de una imagen de María 
algunos cirios, cuyo lánguido chispear alternaba 
con las suaves y casi imperceptibles voces de los fíe- 
les, que elevaban su oración á la Reina de los án- 
geles. Avanzamos al altar, llevando un 
ra/mo de flores; mfís la Virgpn e^fah<t 
en un sitio muy aUo, para (ptr J\ 
nosotros, pequehudos^ pudié- 
semos estampar %in heso en 
sus pies y deposiiar unrs- 
tros pobres dones en Iííh 
floreros. 

Asi fué que, arro- 
'dillados, le eleva- 
mos nuestra ora- 
ción, y despnéüí 
de dejar las flo- 
res en el suelo, 
salimos del 
templo. Cuan- 
do regresa- 
mos por la tar- 
de, ya una mano catnpasiva había levantado nues- 
tros ramos y colocádolos en un florero. En el tiempo 
que ha transcurrido desde entonces, ¡cuántas flores 




sXbados de mayo 



se han marchitado en nuestras manos! ¡Cuántas 
otras hemos depositado en ese mismo altar ^ hume- 
decidas con lágrimas! Muchas, muchas^ en verdad, 
y, no obstante, cuando volvemos los ojos al combino 
que hemos recorrido, allá, á lo lejos, vemos todavía, 
aunque muy seco, ese ra/mo de flores cortadas á ori- 
llas de nuestro patrio rio en un sábado de Mayo. 
I Recuerdo de nuestra infancia, recuerdo de nues- 
tra inocencia! 



III 



A impulso, pues, de estos recuerdos, por el atrac- 
tivo que para nosotros tienen los días, y más aún 
los sábados de Mayo, hemos emprendido la presente 
publicación. No encontraréis en ella, lectores, sino 
sencillos cantares de colegio y ecos de la adolescen- 
cia, recuerdos é ilusiones. Estas páginas han sido 
escritas, unas al clarean* de una aurora que ya des- 
apa/recía, otras al reverberar de un sol que infla- 
maba los cielos, y otras á la melancólica lumbre de 
una ta/rde que expiraba. ¡La luz ha guardado con- 
sonancia con el corazón! 

Con rubor os presentamos esta ofrenda: bien hu- 
biéramos querido ofreceros flores frescas y olorosas; 



sXbados de mato 



inas no tenemos sino una rama con hojas amari- 
llentas: aceptadla, pues, ya que no poseemos un 
presente más digno de vosotros. 




Mayo de 1877. 




.^ LOS SÁBADOS DE MAYO 



■aí^' 



9f REGÚNTASME hace tiempo, 
carísimo Honorato, 
por qué son tan alegres, 
por qué son tan galanos 
y llenos de atractivo 
los sábados de Mayo. 

Amigo de mi infancia, 
amigo idolatrado, 
consulta al firmamento 
la causa del encanto 
que ofrecen halagüeños 
los sábados de Mayo. 

Contempla las estrellas 
y encontrarás un astro 
que irradia majestuoso 
la luz en los espacios, 
cuando en oriente nacen 
los sábados de Mayo. 



MIGUEL MORENO. — SOBADOS DE HATO 



Él es quien á María 
anuncia, y con sus lampos 
esmalta de colores 
los cielos, y de encantos 
inunda el orbe todo 
los sábados de Mayo. 

Por eso reverdece 
la grama de los prados, 
y el lirio, la azucena, 
las rosas y los nardos 
se ostentan primorosos 
los sábados de Mayo. 

Y el tímido arroyuelo, 
las brisas de los campos, 
las niñas y las aves, 
ensayan dulces cantos, 
entonan melodías 
los sábados de Mayo. 

Ya ves, poeta amigo, 
carísimo Honorato, 
por qué son tan alegres, 
por qué son tan galanos 
y llenos de atractivo 
los sábados de Mayo. 

Yo sé que tu alma ardiente 
se inebria de entusiasmo, 
al recordar que un tiempo 
tus juveniles años 
corrieron entre flores 
los sábados de Mayo. 



MIGUEL MORENO.— SXbADOS DE MATO 



Y sé que, entre otros muchos 
recuerdos venerandos 

que guardas en tu historia 
risueña del pasado, 
María se te ofrece 
los sábados de Mayo. 

Y entonas para Ella 
cantares inspirados, 

que forman, con tu afecto, 
poético holocausto 
que ofreces á la Virgen 
los sábados de Mayo. 

Me invitas bondadoso 
á unir mis pobres cantos 
con esos que en tu lira 
modulas solitario, 
vagando por las tardes 
los sábados de Mayo. 

No ignoras que en mi pecho, 
cual tú, también yo guardo 
sencillas impresiones, 
que en tiempos no lejanos 
sintiera el alma mía 
los sábados de Mayo. 

Allá, cuando en mi valle, 
ardiendo de entusiasmo, 
corría en pos de flores, 
para adornar cantando 
la Virgen de la Peña 
los sábados de Mayo. 



10 MIGUEL MORENO.— SOBADOS DE MAYO 

Ya sabes que aunque huyeron 
aquellos días gratos, 
y ahora no sentimos 
de nuevo sus encantos, 
no obstante, me conmueven 
los sábados de Mayo. 

Porque ellos en mi pecho 
un tierno amor dejaron 
á la amorosa Madre 
de quien espero tanto, 
y más que en otros días 
los sábados de Mayo. 

Pues ya que un dulce afecto 
nos une como á hermanos, 
y ensueños y esperanzas 
iguales abrigamos, 
juntémonos, amigo, 
los sábados de Mayo. 

Y á orillas de ese río 
do crece solitario 
el sauce, á cuya sombra, 
tal vez hace diez años, 
nos hallan reunidos 
los sábados de Mayo; 

Busquemos ese huerto, 
do. se alza entre granados 
aquel ciprés doliente, 
en donde con tu mano 
grabaste nuestros nombres 
un sábado de Mayo. 



MIGUEL MORENO. — SXbADOS DE MAYO 11 

¡Qué veces en su tronco 
el número marcamos 
de días en que tristes 
sentimos desencantos! 
mas nunca han sido aquellos 
los sábados de Mayo. 

¡Oh, vamos á ese huerto 
en donde contemplamos 
gemelos dos rosales, 
á trechos coronados 
de rosas purpurinas 
los sábados de Mayo! 

Su aroma, los recuerdos 
traeránnos de un pasado 
á flores oloroso, 
recuerdos que cantando 
iremos uno á uno 
los sábados de Mayo. 

Y en apacible tregua 
del escolar trabajo, 
cantemos con las aves, 
riamos con los campos, 
lloremos con las fuentes 
los sábados de Mayo. 

Mañana, si el destino 
me arranca de tu lado, 
recuérdame, te ruego, 
recuérdame cantando 
en ese mismo sitio 
los sábados de Mayo. 



12 MIGUEL MORENO.— SXbADOS DF MAYO 

Solícito á María 
plegarias por entrambos, 
con las silvestres flores 
de los verjeles patrios, 
ofrécele á mi nombre 
los sábados de Mayo. 

Dirásle entonces triste 
que el tiempo que ha pasado 
del corazón las flores 
nos ha ido marchitando, 
y esperas las devuelvan 
los sábados de Mayo. 

¡Qué breve es, ¡ay!, la vida! 
¡Qué presto llega el plazo! 
¡Tal vez pronto se cierren 
por siempre nuestros labios! 
Pero, ¡ay!, antes cantemos 
los Sábados de Mayo. 

Si á orillas del camino 
por do vamos viajando 
hemos de hallar el lecho 
del eternal descanso 
los que hoy cantamos juntos 
los Sábados de Mayo; 

Dios quiera, sí. Dios quiera, 
que cuando nos mullamos, 
se cave nuestra tumba 
debajo de un mismo árbol, 
al cual den nuevas hojas 
los sábados de Mayo. 



MIGUEL MORENO.— SíCbADOS DE MAYO 



13 



Aliento^ caro amigo; 
y en este y otros años 
cantemos á María 
y á nuestros valles patrios; 
cantemos, sí, cantemos 
los Sábados de Mayo. 



Miguel MORENO. 





^h! cuan hermosa es la tierra 
coh las flores y las niñas! 
éstas, deleitan al alma, 
ellas, recrean la vista; 
por ambas cantan las aves, 
por ambas cantan las brisas. 
¡Vida del suelo las flores, 
vida del alma las niñas 
por quienes Naturaleza , 
temblando de amor palpita , 
y arpa de cuerdas sonoras 
estalla en mil armonías! 

¡Oh, cuan hermosas del cielo 
las bóvedas infinitas ! 
Jardín de Dios, donde lucen, 
como flores cristalinas, 
tras la luna las estrellas; 
tal vez, almas de las niñas; 
quizás, alas de querubes, 
ó de sus ojos pupilas. 



16 



MIGUEL MORENO.— EFLUVIO 



¡Pero, sobre estas bellezas, 
más arriba, muy arriba, 
palpitas, eterno arcano , 
paraíso de delicias; 
niña, flor, luna y estrella, 
cielo de cielo, MARÍA! 



Miguel MORENO. 








¿s^K 



■>"-: 



Á MARÍA * 



J^i no hay flores, Señora, 

cuando el estío abrasa, 

siquiera hay hojas secas 

caídas en la grama; 

si no hay flores, Señora, 

un pobre afecto el corazón te guarda. 

¡Ay! Cuando sopla el viento, 
se lleva la hojarasca; 
si no, los caminantes 
la huellan, cuando pasan. 
¡Ay! Cuando sopla el viento, 
¡pobre jardín, marchito de nuestra alma! 

El sol es ardoroso , 
y en el jardín abrasa 
las hojas, si no vierte 
su fresco llanto el alba; 
el sol es ardoroso..., 
para aquello que muere, sólo lágrimas... 



18 HONORATO VXZQUEZ.— HOJAS SECAS 

Ya ves, Madre querida, 
que sólo tengo en mi alma, 
afectos que agonizan 
y morirán mañana; 
ya ves, Madre querida, 
que mi pobre jardín marchito se halla. 

Y aunque hoy está agostado, 
no quiero. Madre amada, 
sus hojas lleve el viento, 
las huellen los que pasan; 
y aunque hoy está agostado , 
hojas hay que mi pecho te consagra. 

¿Qué hacer con lo que muere? 
Besarlo con el alma, 
dejarlo de los muertos 
en la postrer morada; 
¿qué hacer con lo que muere? 
¡verter en su sepulcro nuestras lágrimas!. 



Si vuelve primavera 
y á su primer mañana, 
brota mi jardín flores, 
entre hojas de esmeralda; 
si vuelve primavera, 
tuya es la flor primera. Madre amada. 

Honorato VÁZQUEZ. 




Á MARlA* 



át 

J^i con tierno corazón 
has contemplado quizás 
de mi dolor la emoción, 
desde el trono donde estás, 
vuelve á mí tu compasión. 



20 MORAIMA.— X MARÍA 



Vuelve á mí tus tiernos ojos, 
llena mi alma de consuelo, 
y del mundo los abrojos 
atraviese en alto vuelo, 
dejando aquí mis despojos. 

Pues si la existencia mía 
sumergida está en la mar 
de tristísima agonía, 
¿qué auxilio debo buscar 
si no es el tuyo, María? 

¡Señora, haz que mi morada, 
no se fije en este suelo, 
y que á tu amor consagrada, 
mi amparo sea tu velo... 
y mi cielo tu mirada! 

¡Cual un ave errante, hoy día 
luchando con mi destino 
triste voy: paloma mía, 
séme, pues, en el camino 
tú mi esperanza y mi guía! 

MORADIA. 



LA FLOR DE LA MONTANA 



Cía * 



vw ED esa flor hechicera 
del postrer día de Abril, 
ved esa flor hechicera; 
pero no en verde pradera, 
ni en aromoso pensil. 

Pobre flor de la montaña, 
en árida roca crece, 
pobre flor de la montaña , 
blanda brisa no la mece , 
sino del cierzo la saña. 

Es de tarde: tristemente, 
mustia en su tallo se inclina; 
es de tarde, tristemente, 
sobre su marchita frente 
brilla la luz vespertina. 

De muerte se encuentra herida; 
ya no habrá de revivir: 
de muerte se encuentra herida; 
después de tan corta vida, 
¡cuan triste será morir! 



.•\. 



22 MIGUEL MORENO.— FLOR DE LA MONTAÑA 

Sólo la lluvia del cielo 
espera la pobre flor, 
sólo la lluvia del cielo, 
• pues no fecunda á ese suelo 
un arroyo bienhechor. 

La noche extendió su manto 
sobre la flor que moría; 
tan triste extendió su manto , 
que la flor en su quebranto 
no esperaba un nuevo día. 
Vino Mayo , y sonriente 
lució su primera aurora; 
vino Mayo , y sonriente 
otra vez alzó la frente 
esa flor encantadora. 

¡Pobre flor desventurada! 
¿Y quién alivió su mal? 
¡Pobre flor desventurada! 
Refrescóle, á la alborada, 
el rocío matinal. 

Y ¿por qué el alba hechicera 
ala flor resucitó? 
Y ¿por qué el alba hechicera 
rocío, por vez primera, 
tan fecundo derramó? 

Porque con ella venía 
la Reina de los querubes; 
porque con ella venía, 
velada por róseas nubes, 
Reina del Cielo, María. 



MIGUEL MORENO.— FLOR DE LA MONTAÑA 28 

Y ese bienhechor rocío 
era su llanto de amor; 
y ese bienhechor rocío 
necesita el pecho mío 
en sus horas de dolor. 

¡ Ay de los hombres, Señora, 
en su doloroso anhelo; 
ay de los hombres. Señora, 
si, cual madre bienhechora, 
no los miras desde el cielo! 

Mándanos de allí la calma 
que mitigue nuestro mal, 
mándanos de allí la calma, 
que es la tierra el hospital 
de los enfermos del alma... 

Miguel MORENO. 




LA HIJA DE MARÍA * 



(ante una imagen del INMACULADO CORAZÓN DE MARÍA) 



«^SFesde la obscura cárcel de la Tierra, 
en donde el bien y el mal luchan en guerra, 

te elevo mi oración; 
escucha, dulce Madre, mi plegaria; 
yo quiero entrar, al verme solitaria, 

dentro tu corazón. 

Tú lo muestras abierto. Madre mia, 
y yo entonces le llamo, en mí alegría, 

la puerta de mi Edén. 
¡Amante corazón, que lates tierno; 
si por las niñas ruegas al Eterno, 

ruega por mí también! 

Pero al mirar tus ojos tan llorosos, 
paréceme que escucho los sollozos 
que exhalas de dolor: 



26 MIGUEL MORENO.— LA HIJA DE MASÍA 

dime, ¿sufres cual yo, tal vez, María?... 

—Mi pena es sin igual; lloro, hija mía, 

de maternal amor. 

Y mis ingratos hijos mi quebranto 
no comprenden, ni enjugan este llanto, 

ni me quieren amar. 
—Madre mía, tu pena yo deploro; 
quiero amarte, enjugar tu acerbo lloro, 

y contigo llorar. 

— Ven, hija mía, ven; tú que inocente 
desde niña has calmado dulcemente 

mi llanto y mi dolor; 
ven, y tu corazón amante y pío, 
generosa, poniendo junto al mío, 

júrame eterno amor. 

—Yo me entrego. Señora, entre tus brazos, 
y á que sean iguales nuestros lazos, 
ámame tú también... 
_ — Mi amor es para ti, mientras la vida; 
no me olvides jamás... ¡Hija querida, 
te espero en el Edén...! 

Miguel MORENO. 



Honorato Vázquez 



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DE L117 • 




AMOR DE UN ÁNGEL 



I 

CANTO SOÑADO 



fc MOR mío de mi vida, 

casto ensueño, 
manojito de claveles, 

entreabiertos 
en la aurora de mi dicha, 
tras la noche de mi duelo, 
tras la nieve y las tormentas 

de mi invierno. 

En mis manos temblorosas 

te contemplo, 
y tu rocío y mi llanto 

entremezclo, 
y al devorarte mis ojos 
mis labios guardan silencio, 
miedoso de que te seques 

con mi aliento. 



80 HONORATO VXZQÜEZ. — AMOR DE UN XnGEL 

¿Adonde se van dejando 

tallos yertos , 
los aromas de las flores 

con los vientos? 
¿Adonde se van, Dios mío, 
esas lágrimas que siento 
subir de mi alma á mis ojos 

en silencio? 

Manojito de claveles 

entreabiertos, 
si te han de secar mis labios, 

muere presto; 
que al llorarte con el llanto 
en que toda el alma vierto, 
nos juntamos en la muerte 
para hallarnos en el Cielo. 




II 

¡ADIÓS, HASTA LOS CIELOS ! * 



— Pobre niña, pobre niña, 
cuál será, dime, tu suerte?... 
—Feliz, feliz, cantor mío, 
si á mi lado has de estar siempre.. 
— ¿Y quién hará que se aparten 
almas que tanto se quieren? 
— Mira hacia arriba y contempla 
ese sol que desfallece: 
¿el que le manda apagarse, 
decirnos también no puede: 
«Palomas, bajad del árbol 
y dormios para siempre»? 
¡Ay, cantor del alma mía! 
Tal vez, tal vez muy en breve, 
mirándose nuestros ojos, 
llenos de dolor se cierren. 



32 HONORATO VXZQüEZ.— AMOR DE UN XnGEL 

— ¡Pobre paloma extranjera! 
¿Por qué al corazón te vienen 
tan tristes presentimientos? 
No llores. Dime, ¿qué tienes? 
— ¡ Ay, no sé! Pero esas nubes, 
ese sol que ya se muere, 
que estará viendo mis campos, 
de los que me encuentro ausente... 
¡Ay!, esas blancas estrellas 
que en el confín aparecen; 
¡ay!, esta calma del viento; 
¡ay!, estas flores que duermen; 
¡ay!, este río que suena, 
no sé por que me entristecen... 
—Deja que ese sol se ponga... 
— Pero el corazón no puede 
dejar tan honda tristeza; 
una tristeza que tiene 
no sé qué de unos recuerdos, 
no sé qué de lo presente, 
no sé qué de lo futuro, 
que á martirizarme viene... 
— ¡Ay! No llores, amor mío; 
hay instantes que, aunque breves, 
acibaran aun los besos, 
marchitan aun los laureles. 
Dime, paloma querida: 
¿cuántas veces, cuántas veces, 
has llorado acongojada 
y has inclinado la frente 



HONORATO VXZQUEZ.— AMOR DE UN XnOEL 38 

en mi pecho, aun al decirme: 
«Tuya seré para siempre...»? 
Yo también, cantor dichoso, 
¡cuántas veces, cuántas veces, 
al ensayar en mi lira 
mis cantares inocentes, 
he bañado con mi llanto 
aquellas cuerdas que siempre 
han sonado con canciones 
tuyas, tuyas solamente! 
Canciones para mi Elvira, 
¿por qué iban á entristecerme, 
hasta verter unas lágrimas 
que en lo apacibles parecen 
el llanto que ahora tus ojos 
fijos en el cielo vierten?... 
— ¡Ay, cantor del alma mía! 
si de la extranjera quieres 
que cese el llanto, te pido 
que también de llorar dejes: 
¡ahora mismo tus ojos 
están con llanto lucientes!... 
¡Cuan hermoso es el misterio 
del llanto que vierto y viertes!... 
Yo no sé de dónde brota... 
—Yo sí sé que hay una fuente 
entre dos almas que se aman, 
como entre los sauces verdes 
que prestan sombra á tu huerto 
hay un arroyo perenne. 



84 



HONORATO VXZQUEZ.— AMOR DE UN XnGEL 




Elvira, de él se alimentan 
los árboles juntamente, 
y en él juntos se remiran 
cuando los vientos los mueven; 
y en lánguido balanceo, 
cuando el triste Agosto viene, 
confunden las hojas secas 
en el agua de la fuente... 
— ¡Pobres sauces, cantor mío! 
— ¡Pobre quien corazón tiene! 
¡Pobre corazón que á otro ama! 
¡Pobres de aquellos que sienten 
al corazón un vacio, 
y buscan, por llenar éste. 



HONORATO yXZQüEZ.— AMOB DE UN XnOEL 35 

otro corazón tan tierno, 
¡tan tierno como el que tienen! 
El dolor es la morada 
de las almas que se quieren; 
al salir de ella, ¡ay, Elvira!, 
¡adiós, adiós para siempre! 
Pero es dolor que no mata 
el que los amantes sienten ; 
es dolor de unos recuerdos, 
amor mío, bien me entiendes, 
de esas tus primeras rosas 
y mis primeros claveles... 
¡Ay! Como tú me lo dices, 
es dolor de lo presente, 
mas dolor que no desangra 
cuando el corazón nos hiere. 
¿Has visto, si en una rama 
dos azucenas florecen, 
que el viento las junta al paso, 
y una contra otra las mueve? 
¿No has sentido que al rozarse 
embalsaman el ambiente? 
Nuestros tiernos corazones 
dos azucenas parecen; 
ahora que se hallan juntos, 
bien sabes lo que sucede... 
Es dolor de lo futuro; 
¡ay, mi paloma inocente! 
tal vez de las azucenas 
la una de noche se muere, 



S6 HONORATO VXZQÜEZ.— AMOR DE ÜN XNOEL 

y la otra queda en la rama... 
• —Tal vez, tal vez muy en breve, 
mirándose nuestros ojos, 
llenos de dolor se cierren... 
— ¡Ay! No llores, amor mío; 
mira el sol que desfallece; 
por allá van los perfumes 
de las flores que se mueren... 
Al cielo nuestros amores 
irán muy tarde ó en breve: 
no importa que la azucena 
á la otra muerta contemple, 
que el sol que le ve con vida 
muerta muy pronto ha de verle... 
— Óyeme, si antes me muero... 
—Pronto á tu lado has de verme, 
¡pronto, infortunada Elvira! 
—Si tú primero te mueres, 
yo he de seguirte... ¡Áy, entonces, 
allá, en la mansión celeste, 
renacerá el amor nuestro 
para siempre, para siempre! 
¡Ay! ¡Adiós, hasta los cielos! 
Tal vez, tal vez muy en breve, 
mirándose, nuestros ojos 
al sueño eterno se cierren... 




III 

LAS CUATRO ROSAS* 



«¡Feliz, feliz!», murmurando, 
vi que pasaba mi niña, 
revolviendo sus miradas 
calle arriba, calle arriba. 



8S 



HONORATO VXZQUEZ.— AMOR DE UN XnGEL 



Acerquéme, y, con mis manos, 
halagando sus mejillas, 
rosas que sólo en botones 
el sol marchitado había: 




—¿Qué estás mirando así atenta, 
le dije, mi bien, mi vida? 
Repíteme las palabras 
que hace poco proferías.— 



HONORATO VXZQUEZ.— AMOR DE UN XnGEL 39 

Entonces alzó los ojos 

hacia los míos Elvira, 

y, bajándolos, de nuevo 

se puso á ver calle arriba, 

y me dijo entre suspiros: 

—Van por allá madre é hija...; 

pero yo soy extranjera, 

sin hogar y sin familia...— 

Y escondiendo entre mis manos 

sus macilentas mejillas, 

trémulas dejó en mis dedos 

dos lágrimas cristalinas: 

las enjugó, y, pudorosa, 

de mí se alejaba esquiva; 

mas la detuve, abrigando 

sus manos entre las mías, 

y le dije: —No te vayas, 

no te vayas, pobre niña; 

yo sé que murió tu madre 

y que hoy lloras desvalida; 

mas, cuéntame: ¿qué te ha dicho 

tu madre, mientras Mvía? 

— Yo he de morir sin consuelo, 

cuando se muera mi Elvira. 

—¿Y qué es lo que te ha enseñado? 

— Á rezar siempre á María 

y á poner en sus altares 

tres rosas todos los días: 

«La una, por tu padre muerto 

le has de ofrecer, me decía; 



40 



HOWTIATO VXZQUEZ.— AMOR DE UN XnOEL 



la segunda, por tu madre; 
la tercera, por ti misma.» 
Y á cortar voy las tres rosas 
del Tomebamba á la orilla. 




¡Ay, si tuviera jardines, 
qué flores yo le daría!... 
—Pues bien: entonces no llores; 
tienes madre, niña mía. 



HONORATO YXzQUEZ.— AMOR DE UN XnOEL 41 

y una madre que te quiere 
y te guarda eterna vida. 
Atrás, atrás de las nubes, • 

muy arriba, más arriba, 
allí se encuentra tu Madre 
la Santa Virgen María. 
¿Sabes? ¡ Ah, le gustan tanto 
las plegarias de las niñas, 
que de noche, cuando duermen, 
baja á besar sus mejillas! 
Aduérmete, espera en ella 
y no llores, pobre Elvira. 
—Pero ¿cómo he de rogarle? 
Sólo sé el Ave María. 
—Basta esto sólo, pues ella 
entiende á todas las niñas 
cual tus primeras palabras 
antes tu madre entendía; 
y agrega cuando termines 
tu plegaria, de rodillas: 
«Huérfana desventurada, 
te pido. Virgen bendita, 
que me concedas los dones 
que mi madre te pedía.» 

Yo estaba del Tomebamba 
á la margen florecida, 
cuando rayaba la aurora 
del sábado que seguía, 
y entre los frescos rosales 



42 



HONORATO VXZQUEZ.— AMOR DE UN XnGEL 



apiñados á la orilla, 
vi que iba cortando rosas, 
. llena de placer, la niña: 
ya no estaban macilentas 
cual antes vi sus mejillas, 
que con las rosas entonces 
en arrebol competían. 




Al verme se acercó presto, 
y, después de una sonrisa, 
me dijo:— ¡Qué dulce Madre 
la que me has dado en María!... 
Desde hoy viviré contenta 
sin envidiar á otra hija; 



HONORATO yXZQüEZ.— AMOR DE ÜN XkOEL 43 

por esto vengo temprano 

á llevarle estas rositas. 

¿No percibes? ¡Qué fragantes!— 

Yo besé las florecillas, 

y embriagado de su aroma, 

con el alma enternecida: 

—Tienes Madre, no la olvides...— 

dije, fijando mi vista 

en los ojos cristalinos 

que ella en los míos ponía; 

y enjugué después las turbias 

lágrimas de mis pupilas; 

y, alargándole mis manos 

de temor estremecidas, 

mientras temblaba mi pecho, 

estreché sus manecitas, 

húmedas con el rocío 

de las rosas purpurinas. 

—¿Y por qué lloras?— me dijo, 

mirándome compasiva. 

Yo, confuso, respondíle, 

bajando presto la vista: 

—¿Que lloro yo? No he llorado 

jamás en toda mi vida... 

¡Esas tus húmedas rosas 

me mojaron las mejillas! — 

É inclinando mi cabeza, 

quise evitar mis pupilas, 

mientras ella, de mi lado 

alejándose, decía: 



44 



HONORATO VÁZQUEZ.— AMOR DE UN XnOEL 



—¡Adiós! Me voy á la iglesia, 
que es hora ya de la Misa. 
¡Cuánto, cuánto te agradezco— 
añadió la hermosa niña — 
que me hayas dado otra Madre 
después que perdí la mía!... 
Esta rosa en recompensa... 




— ¡Gracias! Lleva otra, mi vida, 
á la iglesia, con las tuyas, 
á que se sequen unidas... 
Te pido que no me olvides 
si me estás agradecida, 
y en vez de tres rosas, lleves 
cuatro, desde hoy, á María: 



HONORATO VXZQUKZ.— AMOR DE UN XnOEL 45 

las dos, por tus padres muertos; 
la tercera, por ti misma, 
y la cuarta, por el joven 
que hoy te besa las mejillas... 



Pasó Mayo con sus flores 
y con sus brisas parleras, 
y Agosto vino trayendo 
huracanes y hojas secas. 
Alboradas y alboradas, 
de mi río en las riberas, 
esperaba yo á la niña 
que me dio una rosa fresca; 
mas en vano la esperaba, 
que sin que yo lo supiera... 
agonizaba mi Elvira 
en una pobre vivienda. 
Yo la encontré moribunda, 
¡pobre paloma extranjera! 
Aún sus ojos me hablaban 
con miradas, ¡ay, cuan tiernas! 
Nebulosa era la tarde, 
y el sol alumbraba apenas 
entre la bruma extendida 
sobre la lejana sierra. 
— ¡Ay, allá... tras esos montes, 
allá morirme quisiera!...— 
di jome entonces, mirando 
el camino de su tierra. 



46 



HONORATO VXZQUEZ,— AMOR DE UN XnOEL 



Y en seguida, hacia mi seno, 
doblegando la cabeza: 
— Junto á tu corazón muero.., 
agregó de dolor llena, 
y reclinó sus mejillas, 
pálidas como azucenas, 
sobre mi agitado pecho 
la moribunda extranjera. 




Esparcida entre mis labios, 
y en su frente macilenta, 
en silencio humedecía 
mi llanto su cabellera. 



HONORATO VÁZQUEZ.— AMOR DE UN XnGEL 47 

¡Siento aún entre mis manos 
el calor de su cabeza, 
y en mi corazón lo amargo 
de sus lágrimas postreras!... 
¡Pobre niña, al fin, alzando 
la mirada turbia y lenta, 
miróme y llevó la vista 
al camino de su tierra; 
luego, á una Virgen hermosa, 
ornada con flores secas, 
y, después de hondo suspiro, 
en mis brazos quedó muerta!.. . 

¡Yo amortaje su cadáver, 
y yo lo velé en la iglesia, 
y yo, al cegar su sepulcro, 
y entre aromáticas yerbas, 
al dejar la cruz clavada, 
planté cuatro ramas frescas 
del rosal del cual Elvira 
me dio la rosa primera, 
y dejé mi amor de niño 
enterrado con la muerta!... 

¡Señor! ¡Señor! ¡La llevaster! 
¡Tu querer bendito sea! 
¡Que el ángel suba á los Cielos, 
que el hombre quede en la Tierra!... 




IV 

EFÍMERA 



¡Era tan bella, tan pura; 
era tan bella la nifia, 
con esos ojos azules, 
con esas castas sonrisas, 
con esas manos criadas 
para prenderse en espinas 
cuando aliñaban ui^ p?\ino 
con las flores de la prilja! 



50 HONORATO VXZQUEZ.— AMOR DB UN XnOEL 



¡Eras tan tierna, tan pura; 
eras tan bella, mi niña, 
que ya tus ojos azules, 
que ya tus castas sonrisas, 
tanta virtud, tanta gracia, 
ya se han tornado, mi Elvira, 
hoy en tesoro del Cielo 
y hambre de mi alma mendiga; 
mendiga de unas ternuras, 
ay, que nunca fueron mías ! 




V 

AZAHARES 



Brisas de mi valle 
que estáis revolando 
por esa arboleda 
de frescos naranjos, 
enhiestos arriba 
de un viejo tejado, 
á orillas del río 
y al pie de un barranco, 
seguid, seguid fieles 
de un árbol á otro árbol 
mezclando rumores, 
perfumes cambiando. 

No importa que falten 
esas blancas manos 



52 HONORATO VX-^QTJET.— AMOR DE UN XnGEL 

que al suelo inclinaban 
vuestros verdes ramos, 
vertían sus flores 
en un cendal blanco , 
y luego ensayaban 
gracioso tocado, 
al que eran corona 
azahares con llanto rociados. 

—Mira, así has de verme 
un día á tu lado, 
del altar delante, 
delante el Sagrario; 
cuando el SÍ que digas 
repita temblando, * 
por más que se esfuerce 
mi tímido labio , 
cuando allí, en el tomplo, 
tu mano y mi mano 
sostengan dos cirios 
chispeando cercanos; 
cuando del incienso 
el humo sagrado 
ofusque estos ojos, 
que tanto lloraron, 
y ofusque los tuyos, 
que viven buscando 
la luz de los míos, 
tras soñado nupcial velo blanco. 



HONORATO VXZQXJEZ.— AMDR DE UN XnOEL 53 

Así se me hablaba 
bajo esos naranjos... 
\Á.ji dichas que fuisteis! 
¡Ay, tiempo pasado! 



Un día fui al huerto 
llorando, y, llorando, 
cortaba azahares, 
triste y solitario, 
con rosas del río, 
con ciprés mezclados, 
tejí ramilletes: 
¿rocío?... Mi llanto. 

Callada moría, 
y ya de su labio 
no oí más palabras 
que el SÍ fatigado 
que iba respondiendo 
al Símbolo santo 
que en nuestra agonía 
fieles protestamos: 

—¿Crees resuciten 
los muertos, y, al cabo, 
á una eterna vida 
se hallan destinados? 
— Sí, creo; sí, creo... — 
balbució su labio, 
y tiernos sus ojos 
y húmedos de llanto, 



54 HONORATO VXZQÜEZ.— AMOR DE UN XnOEL 



vueltos á los míos, 
por fin... se cerraron. 
Para su guirnalda, 
del mismo naranjo 
las últimas flores 
arrancó mi mano. 
Tendida en las andas 
fuese al camposanto, 
do junto á su huesa 
brotó el incensario 
el humo, que al cielo 
fué lento volando, 
después de extenderse 
por sobre el sudario 
que el rostro cubría, 
¡su rostro adorado, 
que vi, en mis delirios 
de dicha soñando, 
feliz, sonriente, 
tras soñado nupcial velo blanco!.. 

Nupcias de la muerte, 
bien solemnizaron 
el cirio chispeante 
de Elvira en la mano, 
el SÍ repetido 
creyendo, esperando; 
las lánguidas nubes 
de incienso sagrado, 
las flores postreras 



HONORATO VXZQUEZ.— AMOR DE UN XnGEL 55 

del tierno naranjo, 
blancas cual su yerto 
semblante de mármol, 
y en él extendido, 
como velo postrero, el sudario. 

Brisas de ese huerto 
de frescos naranjos, 
que vais silenciosas 
de un árbol á otro árbol, 
cual si revolaseis 
á Elvira buscando, 
llevad vuestro vuelo 
allá, al camposanto, 
hundido en la pompa 
de mis valles patrios. 
Si olor de azahares 
lleváis, derramadlo 
en torno al sepulcro 
de Elvira, olvidado: 
despertadla luego; 
si es polvo, besadlo, 
y^ al palva decidle- 
cuál vivo esperando, 
con alma que mira, 
arriba el espacio, 
los cielos profundos 
de nubes velados, 
creyendo ser ellas, 
ser ellas, soñando , 



63 '• HONORATO VXZQUEZ.— AMOR DE UN XnGEL 

azahares, que van floreciendo 
las nubes de paso. 

Te busco, te grito, 
los vientos reclamo 
te lleven mensajes 
de mi íntimo llanto. 
,¡Te fuiste! Reposas 
envuelta en sudario, 
azahar de muerte 
bajo esos naranjos, 
donde yo te lloro, 
donde velo en vano, 
sino para hallarte 
unas nupcias arriba esperando. 




VI 

ARRULLOS 



Ese ciprés que sombrea 
la losa de tu sepulcro, 
al mecerse con las auras 
en misterioso murmurio, 
canta á tu sueño postrero 
de esperanzas este arrullo: 



58 HONORATO YXzQüEZ. — AMOR DE UN XnGEL 

«Aguardad, restos inertes, 
que el día último del mundo 
surgiréis con nueva vida 
del vacío del sepulcro; 
y claveles y azucenas, 
confundidos en un grupo , 
encarnarán nuevamente 
esos huesos hoy enjutos; 
y la lumbre de los astros 
lanzados en lo profundo, 
al fracasarse la esfera, 
dejará el brillante surco 
de sus rayos postrimeros 
en los dos huecos obscuros 
de ese cráneo en que la araña 
enlaza sutiles nudos. 

»Volverá el alma á tu cuerpo, 
y, en más hermoso conjunto, 
rendirás á Dios, Elvira, 
de amor inmortal tributo ; 
y, gotas que al mar descienden, 
todos tus afectos puros, 
de aquel amor mezclaránse 
en un piélago profundo. 

»No..., que ese encanto infinito 
á este corazón viudo 
que á llorar viene las tardes 
contemplando tu sepulcro, 
¡oh! no hará que tú le olvides 
de Dios ante el trono augusto. 



HONORATO TXZQüEZ.— AMOR DE ÜN XnGEL 



Dios es padre, y Él te ama, 
y no maldijo el profundo 
amor que te ha consagrado, 
al par de rendirle culto. 

»Duerme en esperanza, Elvira, 
en el fondo del sepulcro; 
yo te cantaré canciones 
de las auras al murmurio, 
mis canciones aprendidas 
de ese corazón viudo 
que, en suspiros, sube al cielo, 
y, en llanto, viene á este túmulo. 
Duerme en amor y esperanza, 
duerme, Elvira, en tu sepulcro...» 




EL POETA 



rESPUÉs que el hombre proscrito 
salió del Edén afuera, 
quiso Dios darle, cual Padre, 
algún alivio á sus penas. 

«Dirige, dijo á un arcángel, 
raudo tu vuelo á la Tierra, 
y dale esta lira al hombre, 
formada de cinco cuerdas. 

»Si él es grato, que me ensalce 
cuando pulse la primera; 
si ncí,:^ejé que me adore 
muda la naturaleza. 

» Cante á ella en la segunda, 
que hará coro á sus cadencias, 
con lo eterno de los Cielos 
y lo fugaz de la Tierra. 



MIGUEL MOSENO. — IIL POETA 



»De barro, dos corazones, 
con una pasión gemela, 
hombre y mujer he criado, 
de un solo fuego centellas. 

»Del amor al suave impulso, 
estremézcase otra cuerda, 
y continúe perenne 
el idilio de Adán y Eva. 

»Pues el dolor le acompaña, 
va del dolor una cuerda: 
cante con ella llorando 
sus sobresaltos y penas. 

»¡Dios, mundo, afectos, dolores, 
todo se olvida en la Tierra! 
Y aun de esta lira, gimiendo, 
arrancaránse las cuerdas. 

»Sólo una quedará intacta, 
que algo de inmortal tiene ella: 
es la cuerda que al olvido 
consagrar debe el poeta. 

»¡ Sueños de un día en el mundo, 
y aquí realidad eterna! 
Dile cante al rey Olvido, 
y arranque la última cuerda.» 

Miguel MORENO. 




LAS TRES AURORAS * 



J^VES del Cielo, cuando 

llegue la aurora, 
trinad y despertadme, 

que á esa hora 
quiero ir al Dueño amado 
á quien mi pecho adora; 

y tú, María, 
guarda siempre el santuario 

del alma mía.» 



64 MIGUEL MORENO. — LAS TRES AURORAS 

Así cantaba Angelina, 
tan virtuosa como bella, 
vísperas de la mañana 
de su Comunión primera. 
Y cuando, tras de los montes, 
los rayos del sol clarean, 
oyó cantar á las aves 
en la vecina arboleda; 
y, de blanco tul vestida, 
la niña se fué á la iglesia, 
ornada la casta frente 
con nevadas azucenas. 



MIGUEL MORENO.— LAS TRES AURORAS 



65 




II 



«Aves del cielo, cuando 

llegue la aurora, 
trinad y despertadme, 

que á esa hora 
iré á ocultarme en donde 
mi amante Dueño mora; 

y tú, María, 
haz que renuncie al mundo 

el alma mía.» 



65 MIGUEL MORENO. — LAS TRES AURORAS 

Otra vez así la niña 
cantó, de entusiasmo llena, 
antes de confiar al claustro 
su virginal inocencia; 
y al momento en que la aurora 
su manto de oro despliega, 
cantaron alborozadas 
las aves de primavera; 
y Angelina entró en el claustro, 
y el ángel de la pureza 
besó su frente, y el mundo 
tras ella cerró las puertas. 



MIGUEL MORENO. — LAS TRES AURORAS 



67 




III 



«Aves del cielo, cuando 

llegue la aurora, 
trinad y despertadme, 

que á esa hora 
he de volar adonde 
mi amado Dueño mora; 

y tú, María, 
en tus brazos recibe 

al alma mía.» 



63 MIGUEL MORENO. — LAS TRES AURORAS 

Dijo Angelina una noche, 
moribunda y con voz tierna, 
tendiendo la vista á lo alto 
desde el fondo de una celda. 
Y á la hora en que desparece 
lejana la última estrella, 
dejando alegre la niña 
sus despojos en la Tierra, 
fué al Cielo, dormida, en alas 
del ángel de la inocencia: 
y en los brazos de María 
despertó de gozo llena. 

Miguel MORENO. 




ESQUELA DE AMOR 



(estilo siglo xvín) 



$ 



^LTiMA te escribo 
de mis pobres cartas, 
si para amor cortas, 
para amistad largas. 

Ser cortas dijera, 
como son las lágrimas 
que se hilan en gotas 
en estas pestañas, 

donde el alma pone 
faena diaria 
de lo que ella teje 
llorando en su trama; 

donde, si lo piensas, 
vespertinas auras 
harán temblar gotas 
que de mí se arrancan. 



70 HONORATO VXZQUEZ.— EEQI'EI A DE AKOR 

que adentro nacidas 
traicioneras se alzan, 
y tornar adentro 
vanamente ensayan. 

Mi vida que pase, 
te lleve mis ansias ,- 
te rinda lo íntimo 
que guardo en el alma; 

que te vierta lo último 
que mis penas cuajan, 
y en gotas de llanto 
te moje las plantas! 

Honorato VÁZQUEZ. 





CONTEMPLA aquí este nido 
y mira en él un ave, 
un quindecülo tierno, 
que ansioso el pico entreabre. 
¿Qué dice este esqueleto? 
¿Interpretar quién sabe 
las tristes peripecias 
y todos los contrastes 
que guardan de este huérfano 
los últimos instantes?... 
¡ Tal vez murió de frío, 
tal vez murióse de hambre!... 
¡Acaso ocurrió, ¡ay, triste!, 
que fué su pobre madre 
en busca de alimento, 
y astutos gavilanes 
hicieron presa escasa 
en corazón tan grande.... 



72 MIGUEL MORENO. — ANPE UN NIDO 

y el infeliz poUuelo, 
en hoiido y espantable 
silencio, el que rodea 
á un corazón sin madre, 
murió, clamando al Cielo 
algún socorro en balde! 
¡El cómo de este drama 
jamás lo sabrá nadie!... 
¡Mas, de seguro, ha muerto 
cantando la pobre ave, 
lo mismo que se mueren 
desconocidos vates, 
sin otros compañeros 
que el ritmo, triste enjambre 
de estériles lamentos, 
de cánticos y de ayes, 
y el corazón, su nido 
de amor y de pesares!... 



Miguel MORENO. 



%N 




LA VIRGEN DEL CEMENTERIO 



A MI DISTINGUroO MAESTRO Y AMIGO 
EL SR. DR. D. LUIS CORDERO 



lo, no es el viento que pasa 
el que sacude las yerbas 
que alfombran del cementerio 
la muda extensión desierta; 
ni por acaso allí pían 
las golondrinas viajeras, 
vagando sobre las cruces 
en los sepulcros enhiestas; 
ni, por alumbrar la noche, 
asoman luna y estrellas 



74 HONORATO VXZQUEZ. — LA VIBGEN DEL CEMENTERIO 

tras las lumbres desvaídas 
que en el ocaso se amenguan. 

¡Aventar ¿a! y solloza 
la campana de la Iglesia; 
¡Avemaria! y los vivos, 
el alma en los Cielos puesta; 
y los muertos, ¡pobres muertos!, 
¡Avemaria! f dijeran, 
con gemidos de nostalgia 
por una esperanza eterna...; 
mas su pecho ya no late, 
mas está muda su lengua; 
y de las plantas brotadas 
desde el fondo de la huesa, 
palpitación de las tumbas, 
ese follaje que tiembla 
es la muda Avemaria 
de los muertos de la aldea. 

No sé lo que por mí pasa 
cuando al salir de la iglesia, 
con la oración vespertina 
bullente aún en mi lengua, 
oigo apagados sollozos 
entre esas plantas que, yertas, 
alzan el tallo á los Cielos, 
y, al fin, tristes, lo doblegan, 
desengañadas, cautivas 
todavía de la Tierra, 
resolviendo su amargura 
en olor que el aura lleva. 



HONORATO VXZQÜEZ. — LA VIRGEN DEL COEMEXTEBIO 



75 



Estrellas que vais de viaje, 
¿qué conversáis con las yerbas, 
enredadas con las cruces 
de las tumbas de la aldea? 




Golondrinas que, pasando, 
subís y bajáis inquietas 
del cementerio y las nubes, 
¿qué buscáis, volando inciertas, 



76 HONORATO VXZQUEZ. — LA VIRGEN DEL CEMENTERIO 

entre los astros que pasan 

y entre los muertos que esperan? 

«Soy resurrección y vida», 
dicen unas grandes letras, 
en la cruz que el cementerio 
misteriosa señorea. 
Es que, en medio á la nostalgia 
de los Cielos y la Tierra, 
va la esperanza viajando, 
impalpable mensajera. 

¡Avemaria!, los vivos 
el alma en el Cielo puesta; 
¡Avemaria!, las tumbas 
ocultas bajo la yerba; 
y María, allá, sus plantas 
arriba en la luna llena, 
discurriendo silenciosa 
entre las mudas estrellas, 
que más que estrellas parecen 
ojos fijos en la Tierra, 
sobre los vivos que olvidan, 
sobre los muertos que esperan... 

Honorato VÁZQUEZ. 



¡RO, RO! 



X MERCEDES VICTORIA DE MORENO, 

ARRULLOS PARA SU PRIMOGÉNITA 

MERCEDES HORTENSIA. MARÍA 



4( 

J^o^Éy soñé llorando 
que alguien venía 
á besarme en la boca 
mientras dormía; 

cuando dormía, 
yo vi en sueños la imagen 
do mi María. 

Fruto de mis entrañas, 
si tienes miedo, 
de este mundo esconderte 
yo sabré lejos; 

lejos, muy lejos, 
aquí del pecho mío, 
adentro, adentro. 



78 



HONORATO VÁZQUEZ. — i RO, RO! 



Más que la luz del día 
buscas mis ojos, 
como si algo encontrases 
allá en su fondo; 




allá en su fondo, 
absorto en ti mi espíritu, 
tiembla de gozo. 



HONORATO VXZQUEZ. — ¡RO, RO! 79 

Pero soy una mala, 
muy mala madre, 
que tu sueño, amor mío, 
vengo á turbarte. 

Por no turbarte, 
¡chist!, dándote un besito, 
voy á callarme. 

¡Hola! No estás dormida... 
¿Fué dulce el beso? 
Si lo fué, me lo dice 
tu labio abierto; 

tu labio abierto, 
donde el corazón mío 
todo lo entierro. 

jVaya!... Dormir no puedes, 
que de amor loca 
ternezas y canciones 
mi labio brota; 

aunque amor brota, 
ven, Ángel de su guarda, 
cierra mi boca. 

Honorato VÁZQUEZ. 




SOMBRAS 



üÉ queréis las sombras 
de la tarde en mi alma? 
—Ponerte en lo obscuro, 
pedirte plegarias. 



— Mas ¿el sol que nace?... 
—Es sol de esperanzas. 
— ¿Vosotras? 

—Venimos 
cuando el sol se apaga, 



82 HONORATO VXZQUEZ. — EOMBRAS 

cuando todo muere 
y, afligida el alma, 
nos ve como velos 
de cumbres lejanas, 
tras las que se sueñan 
tierras de una Patria 
donde el sol no muere, 
donde el sol es lámpara 
que alumbra perenne 
la vida del alma... 



Honorato VÁZQUEZ. 





LA ORACIÓN DE LA HUÉRFANA 



H, Sianta Virgen bendita , 
Madre de consolación! 
Dile á mi madre en el Cielo 
que no olvide á su Leonor. 



84 HiaUEL MORENO. — LA OBACIÓN DE LA HUÉRFANA 

Que los niños están buenos, 
limpiecitos, y que hoy 
fueron todos á la escuela, 
y han dado buena lección. 

Cuéntale que padecemos 
porque nos falta su amor, 
aunque el pan nunca nos falta 
por la caridad de Dios. 

Dile que las azucenas 
que junto al ciprés sembró 
florecieron, no la hallaron, 
y murieron de dolor. 

Que si nosotros vivimos 
es por tu consolación, 
sola Madre que no mueres, 
Santa Madre del Señor. 

Dile que Juanito, viendo 
el lecho donde murió, 
se arrodilla ante él, y canta 
con tierna y llorosa voz: 

«Aquí se durmió mi madre 
la última vez que durmió...; 
si quieren que ella despierte, 
déjenme ir al panteón.» 

Dile, por fln, que no olvide 
que, al irse, nos ofreció 
volver, y llevarse al Cielo 
á estos hijos de su amor. 

Miguel MORENO. 




EN EL HOGAR 



X DAVID SERRANO Y SU ESPOSA, EN SUS CUMPLEAÑOS 



Presto, en movimiento vario., 
lo que prendió chispa escasa 
enciende, brasa por brasa, 
el vacilante incensario. 

Y, don de amor y pureza, 
el incienso, puesto al fuego, 
en breves espiras luego 
camino al Cielo endereza. 



86 HONORATO VXZQUEZ. — EN EL HOGAR 

Amor, fuego cual ninguno, 
dicen ser, que Dios bendijo, 
cuando, hablando de dos, dijo 
que los dos se harían uno. 

Llevado de tal idea, 
heme dado hoy en pensar 
que incensario es el hogar, 
y en él vuestra vida humea. 

Al Cielo debéis subir 
alimentados de amor, 
sacrificando en olor 
cada instante del vivir. 

El incensario, apagado 
por la noche ante el altar, 
aun así suele guardar 
recuerdos de olor pasado. 

Tal nuestro incienso ha de ser 
que, nuestra existencia muerta, 
aun de su memoria yerta 
brote el perfume de ayer. 

Honorato VÁZQUEZ. 



LA VIRGEN DE LA ESCUELA <•> 



^üANDO llegué á estudiante, 
adoré la gentil sabiduría, 
y mi alma adolescente, en la distante 
Grecia y en Roma espléndida vivía. 

Me abrió la vieja edad su grande escena, 
los muros de Ilion, el magno Imperio 
de Aquiles y la eterna hermosa Helena 
y de Edipo el misterio. 

Las rosas su corola 
abren al sol, sangrienta; 
sangre de Adonis, que en purpúrea ola 
en los estambres húmedos revienta. 



(1) Inspirada esta hermosa poesía de nuestro amigo el autor en^ 
los mismos sentimientos de piedad y afecto escolares de los Sábados 
ds Mayoy honramos esta colección incluyendo aquí La Virgen de la 
Escuela, 



88 REMIGCO CRESPO TORAL. — LA VIRGEN DE LA ESCUELA 

Se hincha la blanca espuma 
como azucena abierta, 
y mal velada en la movible bruma 
del mar, la diosa del Amor despierta. 

Eneas lleva el corazón troyano 
al Lacio; bajo rústicos alares, 
el gran pueblo romano 
el templo eleva de sus dioses Lares. 

Y el Mantuano la hazaña 
canta de Roma; su esplendor predice, 
el arte enseña, y huye á la montaña, 
donde el secreto de los campos dice. 

Tulio de su elocuencia la cascada 
suelta; y coro de alados ruiseñores 
os la estrofa de Ovidio, enamorada, 
rauda explosión de rimas y colores; 

Mientras adusta lira cortesana 
Horacio pulsa en vigoroso trino, 
celebrando la gloria ciudadana 
y el lustre y nombre del honor latino. 

Pero aquellas volubles hermosuras, 
en la noche sombría, 
huyeron en tropel; que, en las alturas, 
te alzaste como el sol, ¡Santa María ! 



REMIGIO CRESPO TORAL. — LA VIRGEN DE LA ESCUELA 

Al asomar la luz por el Oriente 
eras tú la sonrisa de la aurora; 
te saludaba el suelo floreciente 
y el vago viento con la mar sonora. 




Cuando del monte en la nevada espalda 
el sol se hundía entre arreboles rojos, 
recibías al sol sobre tu falda 
y le dabas la lumbre de tus ojos. 



90 REMIGIO CRESPO TORAL. — LA VIRGEN DS LA ESCUELA 

Luego, hollando la luna, 
surgías de la linde de los mares, 
y después encendías una á una 
en el espacio estrellas á millares. 

De zagala vestida, 
presidías la iglesia de la aldea, 
y niños y doncellas, en sentida 
trova, clamaban: — ¡Que bendita sea! 

Y sobre un haz de rosas y de heléchos, 
al resplandor de cariñosa vela, 
imán de nuestros pechos, 
¡nos miraba la Virgen de la Escuela! 

¡Trino de rezos! ¡Coro de plegarias! 
¡Oh, mística ascensión á las alturas! 
Madre, en las luchas del saber diarias 
derramabas la miel de tus dulzuras. 

De tosca tabla era el altar: al velo 
de tu dosel el tiempo los colores 
robó... Pero tú amabas como el Cielo 
esa mansión de niños y de flores... 

Cayó tu altar. El aula, como un nido 
sin pájaros, quedó muda y desierta; 
y en las ruinas el viento con gemido 
canta la dicha muerta. 



REMIGIO CRESPO TORAL. — LA VIRGEN DE LA ESCUELA 



91 



Al camposanto fueron 
cuántos de aquel hogar de adolescentes; 
y los ensueños místicos huyeron 
allá, cual jilguerillos inocentes. 




Y hoy en las soledades 
huérfana mi alma á lo pasado vuela, 
y, náufrago de tantas tempestades, 
te amo otra vez, ¡oh. Virgen de la Escuela! 



Remigio CRESPO TORAL. 




JL^^P 



¡POBRE ESCOLAR! 



JENUE vapor vespertino, 
grupos de niebla fugaz, 
que vais lamiendo, lamiendo, 
las faldas del Turi, allá; 
no lleguéis hasta su cima, 
porque me vais á ocultar 
esa llama que contemplo 
desde la triste ciudad. 
¡Ay!, esa lumbre querida 
es la lumbre de mi hogar, 
encendida por mi madre, 
quien comprende que hasta allá 



^4 MIGUEL MORENO. — ¡POBRE ESCOLAR! 



llegan los ávidos ojos 
de su adorado Pascual. 
Están allí mis montañas, 
mi casita, mi heredad, 
mis hermanos, mis palomas, 
mi campo, mi carrizal; 
y aquí sollozo y me angustio, 
desventurado escolar, 
en extraña mesa, triste, 
comiendo de ajeno pan; 
entre libros y maestros, 
muriendo en la soledad; 
aquí un penetrante frío, 
mi hogar encendido allá!... 
¡Cuánto, cuánto me consuela 
esa lumbre en mi ansiedad! 
si hasta parece, ¡Dios mío!, 
que escucho el chisporrotear 
de las retamas que crujen 
y revientan, cual si acá 
quisieran calor eaviarle 
al pequeñuelo Pascual. 
¡Cómo alumbra! Si parece 
que miro en mi soledad 
congregados á los míos 
en derredor del hogar! 
¡Calentaos, calentaos, 
hermanos míos, allá!... 
¡Cuánto frío, qué tristeza, 
<5uán lóbrega obscuridad, 



MIGUEL MORENO. — ¡POBRE ESCOLAR ! 



en la estancia y en el alma 

del pobrecito escolar! 

¡Oh, blanca niebla! Esa lumbre 

no me escondas, por piedad, 

porque me muero de frío, 

sin luz, sin amor, sin pan!... 

¡Señor Cura, señor Cura, 

poned una escuela allá, 

y no se arranque á los hijos 

del regazo maternal! 



Miguel MORENO. 





Crié una paloma hermosa, 
mi esperanza y mi ilusión; 
mas ella huyó, veleidosa... 
¡Ay, paloma!... ¡Ay, corazdnL. 



^ ALOMiTA de mi huerto, 
de ojos de dulce mirar, 
¿conque es cierto, conque es cierto, 
que huíste del palomar?... 



93 MICUEL MORENO. — CANTARES DE ELINA 

Yo formé del pecho mío 
un nido para ti fiel; 
y ahora lo dejas vacío: 
palomita, ¡eres muy cruel! 

¡Quién me diera, en mi tormento, 
arrancar del corazón 
tu imagen ó el sentimiento 
de esta horrible decepción!... 

Aprende: esas dos palomas... 
van juntas en pos de ti , 
y aunque traspasan las lomas, 
juntas vuelven hacia mí... 

Y me dicen: —¿Hasta cuándo 
te ha prometido volver?... — 

Y les contesto llorando: 
—¡Mañana, al amanecer!... 

Y de mañana en mañana 
va creciendo mi dolor, 

y con él, ¡suerte inhumana!, 
¡también se aumenta mi amor! 

Vuelve, palomita ausente; 
mi pecho es tu palomar; 
¡como supe amar ardiente, 
así sé yo perdonar!... 



MIGUEL MORENO.— CANTARES DE ELINA 99 



¡Ay! ¿Por qué das al olvido 
que te ofrecí con amor, 
para que tejas tu nido, 
rosas y malvas de olor? 

Como un inocente niño, 
cuanto tuve te ofrecí; 
aun de mi madre el cariño 
lo sustraje para ti... 

Si al nacer hubieras dado 
á la tierra tus despojos, 
no te habrían visto ni amado 
mi corazón y mis ojos. 

Mas creció en el pecho mío, 
al par que tú, mi pasión; 
ahora lloro mi desvío, 
jAy, paloma! ¡Ay, corazón!... 

¡Vuelve, palomita ausente; 
mi pecho es tu palomar! 
¡Como supe amar ardiente, 
así sé yo perdonar!... 

Vuelve, vuelve, te lo ruego 
por nuestro soñado edén, 
por mi amor ardiente y ciego, 
j por el tuyo también. 



100 MIGUEL MORENO. — CANTARES DE ELINA 

Mas ya no tendrán su día 
tanto amor, tanta ilusión. 
¡Adiós, esperanza mía!... 
¡Queda muerto el corazón !... 



Miguel MORENO. 






uiÉN es aquel que tétrico 

y solitario vive 

cu las riberas áridas 

de ese desierto marj 

y que con mano trémula 

sol) re la areiiíi escribe? 

¿Por qué le miro pálido 

alguna vez llorar '-Í 
—Es él, poeta lírico 
de corazón ardiente, 
que sueña con las sílfides 
y vive del amor; 
y un día y otro inspírase 
en su castalia fuente: 
la fuente de las lágrimas, 
la fuente del dolor. 



Miguel MORENO. 




LA NIÑA Y EL ESORffiANILLO " 



íi 

fí^scRiBANiLLO, di, ¿qué 
escribes sobre las aguas? 
— ¡Ay, niña, estoy dando fe 
del juramento que acaba 



(*) Pequeño insecto del género de los hidrófilos. Llámaselo escríbor- 
nillo, escribano, porque recorre rápidamente sobre la superficie del 
agua trazando rasgop. 



10 A MIGUEL MORENO. — LA NiSfA Y EL ESGRIBANILLO 

de hacerte el joven que aquí, 
te espera tarde y mañana! 
— ¿Es posible? Pero allí 
yo no veo escrito nada. 
—Así no verás, Leonor, 
que él te cumpla su palabra; 
pues las promesas de amor, 
¡son cual firmas en el agua! 

Miguel MORENO. 




POBRES FLORES! 



1^ NA madreselva umbría, 
primor del jardín de Laura, 
amaneció de repente 
marchita y vertiendo lágrimas. 
Y es que á la sombra de aquélla, 
y en esa misma mañana, 
le hizo un falso juramento 
infiel prometido á Laura. 
¡Pobre planta, pobre niña, 
pobres flores de su alma!!... 

Miguel MORENO. 




{RÉBiüLO el sol se hundía 
tras las montañas, 
mientras de un triste sauce 
entre las ramas; 
dentro las ramas, 
una torcaz oculta 
sola arrullaba. 

Entre el tenue follaje, 
casi en secreto, 
mansamente corría 
remiso el viento: 
tan triste el viento, 
que no rumor, sollozos 
eran sus ecos. 



108 HONORATO VXZQÜKZ.--EL YABAYÍ 

Y plumas de los nidos 
con hojas secas, 
á su vuelo cayendo 
iban dispersas; 
iban dispersas 
arrastrándose luego 
sobre la arena. 

Tan leve como el viento 
que entre los sauces 
gime al venir la noche 
vagando errante, 
triste y errante, 
entre nidos deshechos, 
plumas fugaces; 

Tal de tus armonías 
las notas vagan 
en incierto revuelo 
dentro del alma, 
dentro del alma; 
sepulcro donde yacen 
dichas pasadas. 

Recuerdos son tus quejas 
de aquellas horas 
que en la niñez pasaron 
bellas y cortas; 
¡ay. Dios, cuan cortas, 
en el hogar oyendo 
tus dulces notas! 



HONORATO ViCZQUKZ.— EL YARAVÍ 109 

Y allá, bajo otro cielo, 
¡cuan triste y dulce, 
es entonar tus ayes 
viendo las cumbres, 
lejanas cumbres 
que del paterno campo 
al cielo suben! 

Lejos del hogar nuestro, 
sólo tenemos 
de él las dulces notas 
que, al son del viento, 
y con el viento, 
años atrás cantamos 
en nuestro huerto. 

Cuan tierno es á tus voces 
sentir rodando 
por nuestra faz marchita 
gotas de llanto, 
íntimo llanto 
por las prendas del alma 
que allá dejamos. 

¡Oh, qué triste, es entonces 
decir: —Mi casa, 
¿cómo estará? Mi madre 
y mis hermanas, 
¡pobres hermanas!, 
¿cantarán lo que canto? 
¡Ay, dulce patria! 



lio 



HONORATO VXZQUEZ.— EL YARAVÍ 



¡Quién me diera, Dios mío, 
por un instante, 
como la golondrina, 
sólo una tarde, 
sólo una tarde 
volar á cantar triste 
junto á mis padres! — 




Á las faldas de un monte 
hay una aldea, 
y allí, entre capulíes, 
blanca una iglesia, 
y tras la iglesia, 
la cruz de un cementerio 
sobre la yerba. 



HONORATO VXZQUEZ. — EL YARAVÍ 111 

Á un tierno pastorcito 
oí una tarde, 

clamando ante un sepulcro: 
«Querida madre, 
óyeme madre, 
si sólo estás dormida, 
despierta, es tarde.» 

Después, sentóse triste 
bajo de un árbol, 
y un rondador del seno 
sacó, y llorando, 
su mal llorando 
el rondador campestre 
llevó á los labios. 

Tocó un yaraví, de esos 
que antes cantaba 
con la madre: inocente, 
tal vez pensaba, 
tal vez pensaba 
con sus lúgubres sones 
resucitarla. 

No S3 si ha respondido 
la muerta madre, 
mas desde entonces baja 
todas las tardes, 
todas las tardes 
al cementerio el hijo 
con sus cantares. 



112 HONORATO VXZQUEZ.— EL YARAVÍ 

Ya al son de la vihuela, 
ya al de la flauta, 
del rondador campestre 
dentro las cañas, 
dentro las cañas 
donde con el aliento 
se vierte el alma; 

Yaraví de mis campos, 
voz de la pena, 
que con el dolor mismo 
dolor consuelas, 
si así consuelas, 
yaraví de mis campos, 
¡bendito seas! 



Honorato VÁZQUEZ. 




ECOS DE ULTRATUMBA 



^Y, pobres de esos pobres 
esposos prometidos! 
Dios haga sean siempre 
tan pobres como hoy; 
que entonces, aunque humilde, 
oculto entre rosales, 
aguárdales hermoso 
el nido de su amor. 

Seis meses, 
dos años, 
un lustro 
después, 
respondan 
los novios, 
¿qué es de ella? 
¿qué es de él?... 



114 MIGUEL MORENO.-- ECOS DE ULTRATUMBA 



— Á mí me ha heeíio el oro 
infiel y desgraciada: 
esposa de otro, vivo 
sin fe, sin corazón!... 

— Y yo, de entonces, duermo 
feliz en esta tumba, 
¡que aquí tienen los pobres 
el lecho de su amor!... 



Miguel MORENO. 




NO PUEDO AMARTE 



ÓSCAR Y EUSA 



)R QUÉ al verme, pobre Elisa, 
amargo llanto derramas? 

— Porque el corazón me avisa 
¡que no me amas, que no me amas!. 

— Oye, paloma inocente, 
llorando contarte quiero 
la historia tierna y doliente 
de mi triste amor primero. 

Dos lustros há, cuando niño, 
á una niña amaba yo; 
correspondió á mi cariño, 
la pobrecita me amó. 



116 MIGUEL MORENO. -T-]^0 PUEDO AMARTE 

Iban su amor y ternura 
creciendo de día en día; 
te diré, con amargura, 
cómo me correspondía: 

Al principio coloreando, 
poco después sonriendo, 
luego amorosa mirando, 
y, al fin, mi mano oprimiendo. 

Mas vino la muerte un día; 
y escucha lo que pasó, 
cuando, cercándola impía, 
de mis brazos la arrancó. 

Tomando su mano helada, 
no amar á otra le juré, 
y dije: «Junto á mi amada, 
corazón, te enterraré!...» 

Y ella, en su dolor profundo, 
«Si me olvidas, dijo, espero 
que muera tu amor segundo, 
como muere tu primero!» 

Y así, mi seno buscando, 
como si sintiese frío, 

me abrazó y, agonizando, 
murió sobre el pecho mío!... 



MIGUEL MORENO. — NO PUEDO AMARTE 



117 



Hoy yace en la desolada 
tumba de mi corazón, 
esa prenda idolatrada 
de mi primera pasión. 

Por esto te ruego, hermosa, 
no me mires, ni te ostentes 
con faz teñida de rosa, 
con ojos tan elocuentes. 




Pues al verte coloreando, 
temo verte sonriendo, 
¡más tarde, enferma llorando, 
y entre mis brazos muriendo!.. 



118 MIGUEL MORENO. — NO PUEDO AMARTE 



¡Ay, no llores, huye, olvida! 
Si unes tu suerte á mi suerte, 
al buscar en mí la vida, 
habrás de encontrar la muerte. 

Mas si te hiere el desdén 
con que te miro insensible, 
toma mi vida más bien, 
pero mi amor, imposible... 

Y deja que, en mi quebranto, 
de esa pasión los despojos 
humedezca con el llanto 
que van vertiendo mis ojos. 

— ¿Por una muerta pasión 
tan triste llanto derramas?... 
Bien me dijo el corazón 
¡que no me amas, que no me amas!.. 



Miguel MORENO. 




MORENIOA DEL ROSARIO 



JELoRENiGA, mi vecina, 
morenica del Rosario, 
que habedes vuesa morada 
cabe la del desterrado, 
desde el Rímac os envío 
recordaciones é planto. 

Yo non os puedo olvidare, 
fuera faceros agravio: 



120 HONORATO yXzQüEZ.— MORENICA DEL ROSARIO 

VOS lo mirados adentro 
del mi coraron cuitado, 
que ha tiempo es vueso cautivo 
que, su latir concertando, 
te fas música contina 
maguer con sueños de planto. 

Falagueras recordangas 
vienen en discurso manso 
que en honda malinconía 
dexan mi ánimo lazdrado. 
En imagines me llegan 
vueso talante gallardo, 
vuesos ojos fabladores, 
vuesos sonriyentes labios, 
vuesos lindos piececicos 
en la luna descansados, 
é tantas, tantas candelas 
que os estarán alumbrando, 
sinon que hi faltará una, 
la del pobre desterrado. 

Si lueñe de vuesa casa 
vivo della remembrando, 
non me mengüen las mercedes 
que fas llover vuesa mano; 
é se á mí me las negades 
en merescido al pecado, 
non lasTieguéis á mis deudos 
que -por mí vos facen cargos. 
Asaz de duelo hanme fecho 
como si oviese finado. 



HONORATO VXZQUEZ. — MOKENICA DEL ROSARIO 121 

cuando en balde me apellidan 
ó me buscan por mi cuarto, 
é, non trovándome, al cielo 
ponen la voz de su planto. 
Con sed é fambre obsequiadme 
ó con amargor al labio, 
pero en trueque consoledes 
á los que penan atante. 
Decildes que den á olvido 
á quien mi mal ha causado, 
sinon para bendecirlo, 
sinon para perdonarlo, 
maguer para bendiciones 
átales tiemble la mano. 
Decildes que el tiempo vuela, 
ó que me apresten los bragos, 
á do de tornarme tengo, 
bien dichoso, bien lazdrado; 
é por darles confldanga, 
prometed que vuesa mano, 
á quien colman con las flores 
que antes ove coltivado, 
prometeldes que hacia Cuenca 
enderegará mis pasos. 

É fasta el dichoso día 
de avistar el campanario 
de vuesa eglesia, vecina 
á la cas del desterrado, 
siempre os algaré en ofrenda 
mis sospiros cotidianos: 



122 HONORATO VXZQÜEZ.— MORBNICA DEL ROSARIO 

como quier soy vueso fijo, 
ó como quier ansí os amo. 

Ya, pues, de vuesa campana 
en el tannido diario 
non oigades al metale 
con el golpe retumbando, 
sinon decí: — Son clamorse 
del mi fijo desterrado, 
que aun desde tan lejas tierras 
me dice: «Sennora, os amo»; 
é porque os guardo temega, 
Morenica del Rosario, 
desde el Rímac os envío 
recordaciones é planto. 

Honorato VÁZQUEZ. 

Lima, Enero de 1882. 





LA VIRGEN DEL ElO 



fl»ORQUE vives adentro 
de ese molino, 
porque te quiero tanto, 
Virgen del Río, 
Virgen bendita, 
perdona si te llamo 
MoUnerita. 



124 MIGUEL MORENO. — LA VIRGEN DEL RÍO 

¡ Ay! ¡Si como otro tiempo 
gozar pudiera 
de tus Misas de Niño 
de Nochebuena! 
¡Ah, Madre amante, 
si á tu lado estuviera, 
sólo un instante! 

Entonces te diría 
mi honda nostalgia, 
y en un ramo de flores 
te consagrara 
mis desventuras, 
mi amor y mis ardientes 
lágrimas puras. 

Mas, ¡ay!, ya tanto tiempo 
que en balde vivo 
ansiando tus alegres 
Misas de Niño, 
cuando favores 
te imploraba yo, en cambio 
de humildes flores. 

En vano, Madre mía; 
porque á mi patria 
cada vez la contemplo 
á más distancia; 
y año tras año 
mis lágrimas se mezclan 
con pan extraño. 



MIGUEL MORBNO.— LA YIBOEN DEL RfO 125 

Porque desde yo niño 
te quiero tanto, 
porque me tienes lejos 
del suelo patrio, 
y por él lloro 
y, abrumado de penas, 
mi mal deploro; 

Y como donde vives 
se muele trigo, 
puñaditos de penas 
de aquí te envío. 
¡Virgen bendita, 
se, pues, de mis dolores 
Molinerita! 

Miguel MORENO. 




DOS TUMBAS 



^UAL yo entonando fúnebres 
cantares de dolor, 
llorando por su patria 
y ausente como yo, 
sus amarguras íntimas 
Cantaba un r\jiseñor, 
que ayer á una flor candida, 
á una magnolia vio, 
y eterno amor solícitos 
juráronse los dos... 

Míis, ¡ay!, la flor purísima 
quemóse con el sol, 
y el ruiseñor doliente 
sin vida quedóse hoy. 
¡Cuan bien y á tiempo júntanse 
la muerte y el dolor!... 



128 



MIGUEL MOREKO.— DOS TT3MBAS 



¡Si acaso cae exánime 
la niña que amo yo, 
cavad grande la tumba, 
cavad para los dos!... 



Miguel MORENO. 





LA FLOR DE LA DICHA 



J^roDEADO de retamas 

y carrizales 
y rico de verdura, 

se ostenta un valle, 

do el alba perlas 
prodiga, y lindas flores 

la primavera. 



180 MIGUEL MORENO.— LA FLOR DE LA DICHA 

Allí medra una planta 

de cuya hojas 
roba el ligero ambiente 

gratos aromas; 

y que florece, 
dicen las jardineras, 

muy pocas veces. 

¡He visto á muchas niñas 

en ese valle, 
con afán esas flores 

buscar de tarde, 

porque decían 
que ellas presagian siempre 

no sé qué dichas!... 

Y luego tornar tristes, 

pues que no se halla, 
sino de vez en cuando, 

flor tan deseada. 

¡Quién les dijera: 
«La flor de la ventura 

no es de la tierra!» 

¿Por qué es que no florece 

tan bella planta? 
Oigamos lo que cuentan 

de ellas las auras. 

Niñas traviesas, 
que ambicionáis sus flores, 

oídme atentas. 



MIGUEL MORENO. — LA FLOR DE LA DICHA ISl 

La triste planta, dicen, 

miró marchita 
á otra su compañera, 

siempre florida, 

y, acongojada, 
le preguntó el motivo 

de tal desgracia. 

Y tristemente aquélla 

respondió entonces: 
«Mostróme engalanada 

con bellas flores, 

y gocé un tiempo, 
mas pronto me cercaron 

viles insectos. 

«Clamé, pero mis ayes 

desoyó el Cielo, 
y al florecer, marchita, 

me inclino y muero. 

Guarda que mueras 
apenas te engalanes, 

¡no, no florezcas!» 

La planta escuchó triste 

lo que le dijo 
aquélla, desgraciada 

por sus hechizos; 

de entonces teme 
mostrarse seductora, 

y no florece. 



132 MIGUEL MOKEKC— LA FLOR DE lA DICHA 



II 

Imagen eres, bella 

planta sin flores, 
de un corazón que vive 

sin ilusiones, 

y al que ni un día 
le asaltan las congojas 

que amor prodiga. 

¡Oh, niñas, que sus flores 

buscáis en balde! 
¿Queréis ser venturosas?... 

Pues imitadle: 

por su modestia, 
esa planta se llama 

la yerhahtiena. 

Miguel MORENO. 




EL INCIENSO Y LA ALHUCEMA 



ÍSTE mundo es un mercado 
en donde juntos se expenden 
el incienso y la alhucema, 
las penas y los placeres. 



134 MiaUEL MORENO. — EL INCIENSO Y LA ALHUCENA 

—Mi vecina, veciiiita, 
pasa á la tienda de enfrente, 
compra incienso y quema luego, 
que ya el Santísimo viene. 

¡Pobre de mí! ¡Que mi madre 
se me muere, se me muere! 
¡Ay, qué sones tan funestos 
esa campanilla tiene! 

— Yo no puedo, señorita, 
yo no puedo detenerme: 
mi madre da á luz un niño 
y, con presteza y alegre. 

Me dice: «Compra alhucema, 
allá en la tienda de enfrente; 
acércame acá el brasero; 
quémala, quémala breve.» 



II 



El incienso y la alhucema 
¡qué bien huelen! ¡qué bien huelen! 
Aquél á un huésped que parte, 
y la otra á un huésped que viene. 



MIGUEL MORENO. — EL INCIENSO Y LA ALHUCENA 



185 



¡Ay! ¡Qué suerte tan distinta 
aquellas dos niñas tienen: 
la una con cara de pascua, 
la otra que ya se muere! 




Rosa, con ojos saltones, 
chispeantes, vivos, alegres, 
y Ana, con ojos hundidos, 
apagados y dolientes; 



138 MIGUEL MORENO. — EL INCIENSO T L\ ALHUCENA 

La una que huele á alhucema 
y á un hermanito que viene, 
y la otra que huele á tumba, 
y á una madre que se muere. 



III 



—Bate palmas, ¡gloria al Cielo! 
¡Llega el huésped! ¡Llegó el huésped!. 
— ¡Ay! ¡Ya se murió mi madre! 
¡Di que doblen y me entierren! 



¿Y no es el mundo mercado, 
en donde juntos se expenden 
el incienso y la alhucema, 
las penas y los placeres? 

Miguel MORENO. 




Á MARÍA* 



[rémulo el labio, la mirada triste, 
vengo á tus plantas, celestial Señora. 
¡Ay de aquel pecho que el dolor embiste! 
¡Ay del que llora! 



138 JULIO MATOVELLE. — X MARÍA 

Madre amorosa del que gime y pena 
sobre las zarzas de este rudo suelo, 
cúrale á mi alma, de pesares llena, 
calma mi duelo. 

Darte quisiera, Madre amada, cuanto 
brilla en la tierra: seda, perlas, oro; 
pero, ¡ay!, no ignoras, que el amargo llanto 
es mi tesoro. 

Quien ha gustado la mundana dicha, 
pisa las pompas, como impuro lodo; 
humo es la ciencia, y el placer desdicha: 
mentira todo. 

Rico en blasones, adalid valiente, 
goces falaces con afán pregona, 
mientras le rasga la orgullosa frente 
áurea corona. 

Madre, tú sabes la terrible historia 
que esquivo guarda mi llagado pecho: 
goces y dichas, ilusiones, gloria, 
todo deshecho. 

Pérfido el mundo por subido precio, 
lloro y hiél brinda con fingido halago. 
¡Mísero y triste del que incauto y necio 
liba ese trago! 

Siempre que el siglo con un haz de abrojos 
hiere mi pecho con desdén impío. 



JULIO MATOVELLK. — X MARÍA 1S9 

vienen á hablarte mis dolientes ojos, 
¡dulce Bien mío! 

Himno es tu nombre, que al mortal recrea, 
mirra, que aromas del Edén exhala; 
tu nombre, al labio, como miel hiblea, 
cura y regala. 

Cuando del mundo la maldad me abruma, 
corro á tus plantas á buscar contento, 
porque tú acoges esta leve pluma, 
juego del viento. 

Tu vista sola, con sublime encanto, 
sana del vicio la mortal herida. 
¡Sola tú enjugas nuestro acerbo llanto, 
Madre querida! 

Calandria triste, por la carne presa, 
gime, entre redes, abatida mi alma; 
líbrame pronto de esta vil pavesa, 
dame la calma. 

Lumbre indecisa, solitaria, vierte 
trémula estrella tras las nubes pardas. 
¿Eres tú. Madre?... Peno yo por verte. 
¡ Ay! ¿Por qué tardas? 

Julio MATOVELLE. 




r 






EL NOMBRE DE MARÍA 

. PORMANZONI* 
(Traducción del italiano.) 



►ALLADA, un día, por ignoto monte, 
de un nazareno obrero iba la esposa, 
á la feliz vivienda de una anciana 
por concebir dichosa. 



142 HONORATO VÁZQUEZ.— EL NOMBRE DE HARÍA 

Y á la huéspeda «¡salve!» repitiendo, 
que reverente honróla en su morada, 
á Dios loando, dijo: «El mundo todo 
me dirá bienhadada. » 

¡Oh! ¡Con cuánto desdén oído hubiera 
la edad soberbia el antever lejano! 
¡Oh, torpe juicio! ¡Oh, previsión mentida 
del pobre intento humano! 

Testigos somos que á tu voz. Señora, 
la voz del porvenir sonó obediente, 
nosotros del amor hijos, nacidos 
en celestial ambiente. 

Nosotros, ¡oh, María, bien sabemos 
que la voz de la antigua profecía 
el Dios que en ti la puso, oyó: ¡solemne 
es tu nombre, María! 

Para nosotros. Madre, cómo suena 
tu nombre: ¡Salve! ¡salve bienhadada! 
¿De Adán la prole á comparar un nombre 
al tuyo será osada? 

¡Oh, feliz en tu Dios! ¿Edad alguna 
tu nombre ahogó en su labio? ¿Cuándo, cuándo 
del padre no oyó el hijo? ¿El monte, el agua 
de continuo escuchando 



HONORATO VXZQUEZ. — EL NOMBRE DE MARÍA 148 

Hasta hoy no lo están? No el mundo antiguo 
sólo aras, templos para ti levanta; 
que el mundo por Colón adivinado 
también tus glorias canta. 

¿En qué desierto, allende de qué mares 
de tan bárbaro nombre flor se siega, 
que de tu altar en las benditas aras 
vida y olor no entrega? 

¡Oh, Virgen! ¡Oh, Señora! ¡Oh, toda Santa! 
¡Cuan bellos nombres dlóte el labio humano! 
¡ Cuántos pueblos soberbios alardean 
de estar bajo tu mano! 

Á ti al nacer, á ti al morir el día, 
y cuando del zenit su luz reparte, 
saluda el bronce, y el mortal su labio 
despliega para honrarte. 

Y en el temblor de nocturnal vigilia 
te nombra el ternezuelo, y á ti clama 
trémulo el navegante, al arreciado 
furor del mar que brama. 

La púdica doncella, en tu real seno 
su llanto, que alguien despreció, lo vierte; 
y á ti expone su afán, afán, cual su alma, 
exento de la muerte; 



144 HONORATO VXZQÜKZ. — EL NOMBRE DE MARÍA 

Á ti que el ruego y el gemido escuchas, 
no cual el mundo que aquilata el lloro; 
á ti, que igual la lágrima contemplas 
en arcilla ó en oro. 

Tú también, ¡oh, feliz!, lloraste un día, 
y á tu llanto jamás vendrá el olvido; 
aun todo labio cuéntalo, en la senda 
de siglos que han corrido. 

Aun todo labio cuéntalo, y se llora 
doquiera con tu llanto; no ha pasado 
tu gozo para el mundo, que en él goza 
cual de hoy alborozado. 

¡Aun hoy tanto debía ser loada 
de Dios la Madre con la voz primera! 
¡Tanto de Heber á la doncella pura, 
á Dios honrar pluguiera! 

¡Oh, prole de Israel! ¡Oh, derrocada 
¡Oh, por la ira de Dios doquier batida! 
¿Esta, nuestro blasón, no fué en tu suelo 
donde brotó á la vida? 

¿Del tronco de David no es ramo? En ella 
fijos los hondos ojos del profeta, 
sobre Satán miraron el trofeo 
de victoria completa. 



HONORATO YXzQUEZ* — EL NOMBRE DE MARÍA 



145 



¡Oh! Conocido, al fin, su excelso nombre 
invocadlo: «¡Oh, placer del afligido! 
¡ínclita como el Sol! ¡Terrible como 
real apercibido!» 

Honorato VÁZQUEZ. 





JC HONORATO VÁZQUEZ 



[UÉ de cantos se principian 
para no ser terminados, 
porque se entristece el alma 
y el corazón desmayado 
las alas pliega, cual madre 
que agotó todo su llanto! 
Tú lo entiendes, lo has sentido , 
y dices muy bien, hermano: 



148 MIGUEL MORENO. — CANTOS NO ACABADOS 

« Son como telas de araña 
esos inconclusos cantos.» 

He visto á ese insecto humilde 
comenzar con entusiasmo, 
la red que darle podría 
el sustento y el descanso, 
y he visto luego á una mosca 
venir y pasar volando, 
y echar por tierra á la obrera 
con su esperanza y trabajo. 

Así nacen y así mueren 
los pobres cantos de un bardo... 
También una tela urdimos 
con nuestros sueños dorados, 
y en largas horas de insomnio 
pasa la mente escuchando 
los ritmos y las cadencias 
de un canto, ¡qué hermoso canto! 
Pero viene la alborada, 
y anhelosos despertamos, 
ansiando vuelvan los sones 
de ese cántico soñado... 
—Repite, ¡oh, ardiente musa!, 
los sublimes arrebatos 
y las pausas deliciosas 
y los sollozos ahogados... 
y por la cláusula ardiente 
del idioma soberano, 
sepa el mundo lo que sueño, 
sepa el mundo lo que canto... 



MIGUEL MORENO.— CANTOS NO ACABADOS 149 

Y ¡nada!, nada, ¡Dios mío!, 
tan sólo silencio amargo 
del corazón casi muerto 

en el lúgubre santuario. 

Y, como moscas errantes, 

llegan fúnebres zumbando 

algunos recuerdos tristes 

que revuelan solitarios 

al rededor del cadáver 

de algún amor olvidado... 

Ya de una esperanza muerta, 

se ve el sepulcro lejano; 

ya los restos de un afecto 

que en la alma se están velando... 

¡Ay! El corazón entonces, 

lo sabes muy bien, hermano, 

¡cuánta sangre en vano vierte, 

cuánto lucha, gime cuánto ! 

Y ¿al fin?... Al fin sólo queda, 
en medio de un fondo blanco, 
algún título pomposo, 
renglones medio borrados, 
caminos por donde ha ido 

el corazón como á saltos: 
quizá una lágrima tierna, 
gota de hiél ó de bálsamo 
con que ungimos piadosos 
las cenizas del pasado... 
jSe descubre en esas líneas 
una herida que hace años 



150 MIGUEL MORENO. — CANTOS NO ACABADOS 

se cerró, y á cuya vista 
huye el alma con espanto! 
¡Se escucha el eco perdido 
de un tiempo hermoso y lejano, 
se escucha ardiente reproche 
á un sor que está perdonado! 
¡Fugaces telas de araña, 
pobres cantos, tristes cantos, 
tesoro que los poetas 
tienen en su alma guardado; 
niños que en el vientre mueren 
de sus madres; cuánto, cuánto 
de dolor tra^n al pecho 
y á los ojos lloro amargo!... 

Esos cantos de otro tiempo 
acaba, dices. ¡Hermano, 
pide también que á la vida 
vuelvan los sueños pasados; 
que se recoja de nuevo 
todo el llanto derramado, 
que se fundan, que se junten 
del corazón los pedazos!... 

Miguel MORENO. 




UN PÉTALO DE ROSA * 



Á MI QUERIDA MADRE 



'lERTA mañana límpida y serena, 
de un bullidor arroyo á las orillas 
vi un erguido rosal que sustentaba 
un racimo de rosas purpurinas. 
Por la tarde volví, y hasta las hojas 
el airoso rosal perdido había, 



152 MIGUEL MORENO. — UN PÉTALO DE R03A 

pues furioso aquilón toda su gala 
le arrancó destructor en su partida, 
y un pétalo no más de aquellas rosas 
enclavado dejóle en una espina. 



II 



Cuando en mis horas de mortal quebranto 
nada digno de amor hallo en la vida, 
y al corazón le siento moribundo 
entre sangrientas y ásperas espinas, 
entonces, madre, compasiva vienes 
y con tu llanto curas mis heridas. 
Y cuandatodo me abandona instable, 
sólo me quedas tú, madre querida, 
oculta de mi pecho en lo más hondo 
y enclavada, amorosa, á mis espinas. 

Miguel MORENO. 




¡NO LAS MIRESt.. 



Á ERNESTO 



kYly no mires á las niñas, 
á las niñas inocentes, 
con miradas que revelan 
un afecto que no siente 
tu corazón, hace tiempo 
cautivo ya de otras redes; 



154 MIGUEL MORENO. — ¡NO LAS MIRES !... 

ni las sigas con los ojos, 
ni cuando tras ti las dejes, 
para mirarlas de nuevo, 
te revuelvas, porque teme 
que sus curiosas miradas 
con tus miradas se encuentren 
y entre el gozo de ser vistas 
y el rubor que las enciende, 
mancilles sus corazones, 
sencillos como inocentes. 

¡No las mires!, pues las niñas 
acarician un perenne 
ideal color de rosa, 
con el que en su pecho sienten 
no se qué anhelos sin nombre, 
suspiran y se entristecen; 
ideal cSn el que sueñan 
desconocidos placeres, 
ideal que encontrar piensan 
tras el cristal de las fuentes, 
ó al través de la arboleda 
que ilumina el sol poniente; 
ya en esos rojos celajes 
con que el alba se embellece; 
ya en los nidos, ya en las flores, 
y en todo cuanto conmueve 
su corazón, ambicioso 
de un algo que no comprenden. 

¡Pobres niñas, pobres niñas! 
sin duda por eso, alegres 



MiaUEL MORENO. — ¡NO LAS MIRES !... 



155 



siembran flores, crían aves, 
y ruborosas inquieren 
por el nombre de ese joven 
que, al ir por su calle, siempre 
las saluda, las remira, 




se sonríe y se revuelve 
de allá lejos, de la esquina, 
en donde airoso se pierde, 
robándoles con los ojos 
esa paz que á su edad sienten. 



156 MIGUEL MORENO.— ¡NO LAS MIRES !... 

Desde entonces, pobrecillas, 
se desvelan, se entristecen, 
y en íntimas confidencias, 
se dicen tímidamente: 
—¿Por qué me mira ese joven?., 
y por qué yo siento al verle 
un algo que me atormenta, 
me ruboriza y conmueve?... 
¿Quién es él, corazón mío?... 
Cuéntame por qué le temes, 
por qué cuando no le miras 
quisieras con ansia verle, 
y, si le ves, al momento 
tembloroso te arrepientes, 
y si se va sientes pena, 
suspiras y desfalleces?... 
Y tú que así me interesas, 
pues tu vista me conmueve, 
joven de mirada amable, 
¿quién eres, dime, quién eres? 
¿Por qué misterioso arcano , 
al mirarnos de repente, 
mientras yo me ruborizo, 
tú, temblando, palideces? 
¿Por qué haces que solitaria, 
con tristeza te recuerde, 
y venga tu hermosa imagen 
á turbar mi sueño siempre?... 
¡Ay, de ese constante anhelo 
que, sin combatir, me vence. 



MIOÜEL MORENO.— ¡NO LAS MIKES!... 157 



que no quisiera sentirle, 
que no quisiera perderle! 
¡Ay de mi paz de otros días! 
¡Ay de mi inquietud presente! 
¡Ay de la amarga congoja 
de mi madre si la advierte! — 



n 

¿Escuchas, amigo Ernesto, 
cuál se quejan tristemente 
las desventuradas niñas 
á quienes amor las hiere? 
¿Y piensas cuál lamentara 
esa niña, si supiese, 
que, sin amarla, tan sólo 
la estás asechando, aleve? 
Y ¿qué harás, cuando algún día 
apasionada te niegue 
realices las ilusiones 
que le ofrecieron infieles 
esos ojos expresivos 
con que tu audacia le miente? 

¡Ay!, no las mires, Ernesto, 
pues si im día te arrepientes, 
¿cómo apartarás sus ojos 
de los tuyos?, pues entiende 
que en un corazón sensible 
no se apagan, nunca mueren. 



158 MIGUEL MORENO. — ¡NO LAS MIRES !.^ 

ilusiones y esperanzas 
que el primer amor enciende; 
y si viene el desengaño, 
al recuerdo languidece 
de una historia que desecha, 
aunque olvidarla no puede. 
¡Ay, no las mires!, prefiero 
que la luz el sol te niegue, 
antes que á esos corazones 
incautos les tiendas redes, 
en las que, amores soñando, 
presto caen, presto mueren. 
¡Oh, por Dios! , nunca las mires, 
pues las niñas inocentes 
son como mansas palomas 
que, en torno á la Virgen, suelen 
congregarse y su alma pura 
aleteando ofrecerle. 
Pero tal vez si alevoso 
ese palomar sorprendes, 
y á una tímida paloma 
la ahuyentas y cruel la hieres, 
entonces, ¡ay, pobre Ernesto 
tiembla las iras celestes 
y los celos de aquella otra 
niña, á quien de veras quieres, 
que, ¡ay de ti!, saldrá llorando 
de tu pecho para siempre... 

Miguel MORENO. 




SAUCES Y OIPRESES * 



Fauces de hojas de esmeralda, 
temblorosas con el viento, 
sauces de hojas amarillas, 
con las que pobláis el suelo; 
vosotros, que en la arboleda 
formáis cortinaje estrecho, 
bien uniendo frescos ramos, 
bien uniendo ramos secos, 
ondead vuestro follaje 
con el fatigado aliento 



160 HONORATO VXZQUEZ.— SAUCES Y CIPRESES 



de las auras vespertinas, 
de los moribundos vientos. 
Yo, en la grama recostado 
y con los ojos al cielo, 
veré temblar vuestras hojas, 
doradas al sol postrero, 
y escucharé vuestras quejas 
al soplo fugaz del viento. 

Con las ramas desmayadas 
y con la copa hacia el cielo, 
con ramos de primavera, 
con tallos de Agosto secos, 
árbol para cubrir tumbas 
es el sauce amarillento. 

No quiero para coronas 
las flores y hojas que veo, 
si coronas no se tejen 
para las sienes de un muerto. 
Yo ambiciono al ver un árbol 
como el sauce, macilento, 
que, cuando se abra la fosa 
para mi cadáver yerto, 
junto con la cruz se plante 
de ese árbol un ramo fresco, 
para que el follaje tienda 
en mi tumba, y con el tiempo 
hojas que brotando vayan, 
vayan, como verdes fueron, 
con el sol amarilleando 
y con los vientos cayendo. 



HONORATO VXZQUEZ. — SAUCES Y CIPBESES 161 

cayendo sobre la grama 
que haya mi tumba cubierto. 
Yo no ambiciono coronas, 
porque ahora mismo estoy viendo 
que de los sauces humildes 
• se desprenden con el viento 
sobre mis latientes sienes 
hojas que palidecieron, 
hojas que el sol de mañana 
calcinará con su fuego, 
mientras que las hojas verdes 
bien alto se están meciendo, 
y nadie puede alcanzarlas 
sino las aves del cielo... 
Éstas tejerán su nido 
con hojas verdes, que quiero 
para coronar mis sienes, 
pero que alcanzar no puedo. 
Mas, recogiendo esas hojas 
que ya por muertas cayeron, 
haré á mis sienes guirnalda 
y cantaré al son del viento: 
«¡Sauces, ya que no luyas verdes, 
dadme secas á lo menos; 
si vivo me negáis sombra, 
no me la neguéis de muerto!» 



11 



HONORATO VXZQUKZ. — SAUCES Y CIPRESES 



n 

Cual de un cárabo dormido 
en un árbol, con el viento • 
suavemente se menean 
las pardas plumas del pecho 
en vagas ondulaciones 
y en apacible silencio, 
tal con el vuelo del aura, 
tal con el soplo del viento, 
del ciprés las negras ramas 
calladas se están meciendo. 

Del saucedal de mi río 
he llegado al cementerio; 
de ver la luz del poniente 
á ver la luna me vengo, 
y á escuchar cuál llora el aura 
en este ámbito desierto, 
entre las flores dormidas 
bajo los astros despiertos. 

Árbol también de las tumbas, 
como ei sauce predilecto 
para que cubra mi losa, 
es el ciprés verdinegro. 
Sus ramas no se doblegan 
para dar abrigo al muerto; 
pero esas ramas se elevan 
dolorosas hacia el cielo, 



HONORATO YXZQÜBZ. — SAUCES Y CIPRESES 163 



pero esas hojas no caen 
al primer soplo del viento. 

¡Ay! Y es árbol cuyas hojas 
guárdajime un grato recuerdo, 
grato por lo que hubo un día, 
triste por lo que hoy ha muerto. 
¡Oh, quién, quién me dijera 
que d§ un árbol tan funesto 
en dos Jiojas separadas 
pintaáo fuera un afecto! 
Mas bien pintado se encuentra 
cuando ahora todo ha muerto, 
y está ima lira colgada 
de un ciprÓ3 áM cementerio. 
Mas la esperanza no muere: 
muerto en la tierra un afecto, 
resucita en las alturas, 
¡en las alturas del Cielo! 

Que el sauce cubra mi tumba 
con sus ramos macilentos, 
y que alfombre con las hojas 
la losa que me hayan puesto; 
que, con la copa inclinada, 
por mí llore al son del viento 
como un amigo constante, 
como hermano y compañero. 
Que el ciprés alce las ramas 
sobre las del sauce al Cielo, 
al Cielo, donde se juntan 
los pobres, los extranjeros, 



164 HONORATO YXzQUEZ. — SAUCES Y CIFRESES 

¡ay!, los que desde un camino 
por otro se dividieron, 
y al separarse, aunque tristes, 
guardaron paz en el seno. 

Sauces verdes y amarillos 
y cipreses verdinegros, 
desde hoy para mi sepulcro 
elegidos compañeros, 
si hoy no me dais hojas verdes, 
dadme secas á lo menos; 
si vivo me negáis sombra, 
no me la neguéis ya muerto. 

Honorato VÁZQUEZ. 





LA VIRGEN DE LA PEÑA 



►üATRO inocentes niñas 
de faz hermosa, 

apretadita y fresca 

como una rosa, 
van por el valle 

gallardas, cimbreando 
su esbelto talle. 



166 MIGUEL MORENO. — LA YIROEN DE LA PEÑA 

Mirad cómo afanosas 
guardan al seno 

cada una un ramillete 
de aromas lleno: 
flores tan bellas 

van allí, justa envidia 
de las estrellas. 

Airosa va Lucía, 
de labios rojos, 

de tez de blanco lirio, 
de negros ojos, 
que ha trece abriles 

encanta á los pastores 
de esos pensiles. 

Ni son sus tres hermanas 
menos graciosas, 

capullos dignos de ella, 
nacientes rosas: 
durmió cada ima, 

meciéndola á su turno, 
la misma cuna. 

Ya van en romería 

por la alta Peña, 
do una Virgen se oculta 

de faz risueña. 

¡Qué ojos tan bellos! 
Parece que á las niñas 

dice con ellos: 



UIOüEL MORENO. — LA VIRGEN DE LA PESfA 167 

— Traedme flores nuevas, 

mis tiernecitas; 
las que ayer me dejasteis 

ya están marchitas; 

vuestros desvelos 
os han de dar corona 

mía en los Cielos.— 

Ella no tiene un nicho 

de oro y topacio: 
una gruta en las peñas 

es su palacio, 

do vagarosa 
canta sólo del aura 

voz melodiosa. 

Llegan, y de María 

la excelsa frente 
circundan de guirnaldas 

alegremente, 

y tiernos cantos 
entonan á esa Virgen 

llena de encantos. 

Y obséquianla un campestre 

bello ropaje 
de flores y de hermoso 

musgo salvaje; 

sonríe el cielo 
al ver tanta ternura, 

tan dulce anhelo. 



168 



MIGUEL MOBKNO. — LA VIRGEN DE LA PEÑA 



Ya para orar postradas, 

humildemeiite, 
ponen Jas manos juntas; 

bajan la frente, 

y, eon Y02 pía, 
cada una de ellas, luego, 

dice á María: 




II 



Lucía. Paloma del Empíreo, 

paloma blanca, 

llévame por los cielos 
de mi esperanza: 
¡ay, mi esperanza, 

que coloreando vienes 
en lontananza! 



MIGUEL MORENO. — LA YIROEN DE LA PE9A 169 

Ardiente mi alma sueña 

dichas y goces, 
placeres inocentes, 

castos amores, 

castos amores, 
como los de las aves, 

y de las flores. 

Madre, sólo á ti cuento 

mi cruel angustia, 
que mis penas no sabe 

sino la luna, 

la blanca luna, 
lámpara de mi vida 

desde la cuna. 

Bendice, yo te ruego, 

mis ilusiones 
mis dulces esperanzas, 

mis tiernos goces, 

los tiernos goces, 
cuya inocencia. Madre, 

sola conoces. 

Delia. ¡Madre!, consuela el alma 

de mi Lucía, 
de este ángel que en mi cuna 

me sonreía. 

¡Ay, es tan buena! 
¡Pero entiendo que sufre 

no sé que pena!... 



170 



MIGUEL MORENO.— LA VIRGEN DE LA PESTA 



Matilde. De dondequiera dame, 

Madre bendita, 
dos muñequitas blancas 

y una negrita; 

que también ellas 
haré te traigan flores, 

flores muy bellas. 

Clotilde. Ha ya tres noches, Madre, 
que estoy soñando 
que muertoswy fantasmas 
me están mirando: 
y no es posible 
me abandones, en tanta 
congoja horrible. 



III 



Los ángeles custodios 
con raudo vuelo, 

se fueron, de las niñas, 
llevando al Cielo, 
¡qué de oblaciones, 

y Cándidas querellas 
y peticiones!... 



MIQÜEL MORENO.— LA YIRGEX DE LA PEÑA 171 




La Virgen de esos campos, 

al otro día, 
las manos elevadas, 

las bendecía: 

¡manos graciosas, 
puñados de rocío 

sobre las rosas! 



Miguel MORENO. 




I* 



. o vi un haz de retama 
que lentamente ardía. 
La moribunda llama 
temblorosa extinguirse parecía. 
Un céfiro, volando en torno de ella, 
le dijo, apasionado, esta querella: 
—Hermosa luz por quien suspiro tanto 
¿por qué al dolor te rindes afiigida? 
¡eres mi único encanto; 
quemándome en tu fuego 
te mantendré la vida! 

Y al céfiro gentil la tenue llama 
repuso desdeñosa: 
— Fugaz como un suspiro, 
¿qué puedes darme tú? ¡Sabe que anhelo 



174 MIQÜEL MORENO.— DBBEO 

subir y más subir, y en raudo giro 
romper las nubes y escalar el cielo! 
Adoro al huracán, que tal vez puede, 
llevándome en sus alas, 
un instante siquiera real palacio 
brindarme en los jardines del espacio. 

—Inmensa es tu ambición. ¡Verdad no puedo 
realizar lo que sueñas, 
y el campo del amor al otro cedo!...— 
repuso acongojado 
el céfiro infeliz, y huyó á las breñas. 



n 



Después el huracán sopló potente, 
y á la llama atizando, 
cercóla enfurecido, 

y á lo alto la encumbró; mas de repente 
volaron por el aire humo y cenizas, 
y la llama, al morir, lanzó un gemido... 

Miguel MORENO. 




iiNAS, frescos ramilletes 
de nacientes rosas blancas, 
en cuyos inquietos ojos 
se adivina una esperanza, 
inmensa como el espacio 
y tierna cual la plegaria 
del niño que la balbuce, 
escuchad: mi amor os habla. 

¡Niñas, que á la fresca sombra 
de las nativas montañas 
vivís, junto á vuestras madres, 
del amor enamoradas; 
tened miedo de esas bodas 
con que sueñan vuestras almas 
al mirar los azahares 
que primavera regala 



176 MIGUEL MORENO.— BODAS QUE MATAN 

á los verdes limoneros 
de las campiñas azuayas! 
¡Tened miedo, blancas rosas, 
del cierzo y de las escarchas! 
mucho miedo, que la hiblea 
miel, esconde heces amargas; 
que en el festín de la vida, 
si hay copas que nos regalan, 
hay otras que dan la muerte, 
llenas de hiél y de lágrimas. 

— ¡Ay, Dios! ¿No es todo sentarse, 
vestidas de oro y de gala,' 
al banquete donde alegre 
el esposo nos aguarda?... 

— Escuchadme: por parejas 
vienen al mundo las almas, 
para Él, Ella; y Él, para Ella. 
¡Sólo así, palomas blancas! 
Porque en el pecho un santuario 
se oculta, donde no alcanzan 
sino dos en uno, como 
un alma dentro de otra alma. 
¡Dos palomas en un nido! 
¡Dos flores en una rama! 
Lo demás, temblad, ¡oh, niñas! 
lo demás es pena amarga; 
en vez de placer— suplicio, 
no fresco rocío— lágrimas, 
no azahares, sino espinas, 
y muerte: ¡bodas que matan! 



MiaUEL MORENO.— BODAS QUE MATAN 177 




II 



¡Oh, doncellas!, serafines 
peregrinos, señalada 
tiene Dios vuestra pareja: 
buscadla, presto, buseadla 
de la pasión en los cielos, 
que allá vagan otras almas, 
como las vuestras buscando, 
también algún alma hermana... 
¿Lo sentís? Ese es un cielo 
de afectos, do cara á cara, 
con la luz de la creencia 
y al ardor de la esperanza,- 
tenóis de buscar, orando, 
al ángel de vuestra casa. 



178 MiaUEL MORENO.— BODAS QUE MATAN 

¡Oh, doncellas, de la vida 
encanto que no se acaba! 
Los arroyos con las fuentes, 
jazmines con rosas blancas, 
palomas entre palomas, 
los céfiros con las auras, 
y Él con Ella, han de juntarse 
en íntimo lazo de alma 
si han de ser buenas las bodas 
si han de ser las bodas santas; 
¡que no es posible, mis niñas, 
que violetas delicadas 
medren á la sombra obscura 
de viejos troncos, sin ramas, 
sin flores que den aromas, 
muerta en sus fibras la savia! 
¡Porque la vejez adusta 
nunca hará segura alianza 
con la riqueza de ensueños 
que á la juventud halagan! 
¡Ni es bien que al caer en brazos 
de la ventura soñada, 
tal vez tímidas requieran 
á otro vuestras miradas, 
y contemplen tristemente 
la inmensurable distancia 
á que llorando se quedan 
las primeras esperanzas! 
¡Que nunca paséis, que nunca 
asesinas como ingratas. 



MiaUEL M DRENO.— BODAS QUE MATAN 179 

por encima del cadáver 
de una antigua fe jurada!... 
¿Me comprendéis? ¿Á los muertos 
miedo no tenéis, hermanas? 
¿Cómo pisar las cenizas? 
¡Respetadlas, respetadlas! 

Ya sabéis, castas doncellas 
que buscáis dichas soñadas, 
que si hay bodas que dan vida, 
también hay bo^as que matan. 
Dios os libre, blancas rosas, 
y os librará porque os ama, 
de unos vestidos de novia 
que del amor son mortaja, 
y os libre de esos festines, 
funerales de las almas 
con que al corazón se entierra, 
y se llora á carcajadas. 

Miguel MORENO, 




ACUÉRDATE DE MÍ! 



Á MARÍA 



' E triste noche al silencioso abrigo 
tranquilo reposaba yo en mi lecho, 
desmayada la sien, mas palpitante 
al compás del latido de mi seno. 



182 HONOBATO VXZQÜEZ.— ¡ACUÉRDATE DE MÍ! 

Antes que aquella tarde obscureciera, 
tuve tristes, muy tristes pensamientos, 
como en el corazón también sentía 
anidar melancólicos afectos. 

Mientras la sombra de la noche, quise 
á mente y corazón ahogar el eco, 
pero fué vano todo; triste estaba, 
muy triste todavía hasta en mis sueños. 

Á pesar del sopor que me rendía, 
sentí que, entre las gasas de mi lecho, 
una mosca, zumbando dolorosa, 
volaba en vago y perezoso vuelo. 

Tendí la diestra en hórrida agonía, 
mas desmayó mi diestra sobre el pecho; 
tendí la izquierda mano, pero sólo 
desfallecida se inclinó hacia el suelo. 

Y rendido después adormecíme, 
y, en la indecisa fiebre de mi sueño, 
creí hallarme cubierto de una losa, 
¡ay!, para siempre solitario y muerto... 

Alcé desesperado entrambas manos, 
que al tocar con la tabla de mi lecho, 
¡ay. Dios!, creí tocaba la cubierta 
del ataúd do hallábanse mis restos... 

«¡Madre mía, los míos, mis amigos!» 
exclamar pude entonces, mas el eco 
sólo escuché de la volante mosca 
que, al posar en mi faz, contuvo el vuelo. 

Alzando entonces con horror mis brazos, 
mientras vigor faltábame y aliento. 



HONORATO VXZQUEZ. — ¡ACUÉRDATE DE MÍ! 



183 



desesperado, en convulsión horrible, 
volví á tocar la tabla de mi lecho... 

Mas mi diestra arrancó desespérala 
algo que fuera como el mármol yerto 
que me negaba el aire de los vivos, 
que comprimía mi rendido cuerpo. 




Cesó entonces la fiebre, y en mi mano, 
cuando volví de tan horrible sueño, 
hallé una imagen de la Santa Virgen, 
precaución de mi madre á mis ensueños. 

Besos de amor en el papel sonaron, 
mientras mis ojos lágrimas vertieron; 
yo no sé qué expresaban esas lágrimas, 
yo no sé qué expresaban esos besos. 



184 HONORATO VXZQUEZ.— ¡ACUÉRDATE DE MÍ! 

TÚ debiste entender, Santa María, 
lo que entonces pasó dentro mi pecho: 
no era más, ¡oh, Señora!, que el ardiente 
amor que para ti guardado tengo. 

Yo lloré con tu imagen en mis manos, 
¡ay!, lloré con la imagen de mi sueño, 
cuando me vi enterrado. Madre mía, 
sin mirar ya la luz del firmamento. 

Como tú hiciste despertara, ¡oh, Madre!, 
y al despertar hallárate en mi seno, 
haz que, al dejar mis restos en la tierra, 
se abran tus brazos para mí en el Cielo. 

Honorato VÁZQUEZ. 





Á CLORINDA, * 

ENVIÁNDOLE UNA VIOLA TRICOLOR 



» OMO nuestra pasión que, pudorosa 
va entre penas creciendo, esta violeta 
entre zarzas hállela temblorosa, 
semejante á una bella mariposa 
que los rayos del sol devuelve inquieta. 

Nuestro amor infeliz se halla pintado 
de esa flor en los vividos colores; 
que el blanco, el amarillo y el morado 
simbolizan, mi dueño idolatrado, 
unos tiernos, tristísimos amores... 



186 



MIGUEL MORENO.— X CLORINDA 



Do esa flor repasando en la corola 
nuestra historia de amor y de tormento, 
riégala con tu llanto, si estás sola, 
y piensa en mí, Clorinda: la viola 
signiñea entre ausentes: / Pensamiento!,., 

Miguel MORENO. 





LA GARZA DEL ALISAR * 



[ ENDiDO sobre una roca, 
orillas del Macará, 
suelta el ala del sombrero, 
melancólica la faz, 
macilento y pensativo 
joven simpático está, 



183 MIGUEL UOBENO. — LA GARZA DEL ALTSAR 

que así le dice á un correo 
de Cuenca, lleno de afán: 
— Correo que vas y vuelves 
por caminos del Azuay, 
adonde, triste proscrito, 
ya no he de volver jamás; 
di, ¿qué viste de mi Cuenca 
en el último arrabal, 
en una casita blanca 
que á orillas del río está, 
coronada de un molino, 
perdida entre un alisar? 
— Diez días há que saliera 
de los valles del Azuay: 
yo vi del río á la margen 
la casa de que me habláis, 
coronada de un molino, 
perdida entre un alisar. 
—Está bien, ¿pero no viste 
en este sitio algo más?... 
—Os contaré, pobre joven, 
que vi una tarde, al pasar, 
una niña de ojos negros 
y belleza angelical, 
toda vestida de blanco, 
vagando en el alisar... 
— ¡Ay!, no te vayas, correo, 
por Dios, suspende tu afán; 
tú, que dichoso visitas 
las calles de mi ciudad, 



inaUEL MORENO.— LA GARZA DEL ALISAR 



189 



aunque estés de prisa, dime 

de esa joven algo más. 

— Caballero, cual los vuestros, 




cual los vuestros eran, ¡ah!, 
los ojos encantadores 
de esa niña del Azuay: 



190 MiaUEL MORENO. — LA GARZA DEL ALISAR 

tras de unas negras pestañas, 
como el sol que va á expirar, 
velado por densas nubes 
que enlutan el cielo ya, 
melancólicos, á veces, 
miraban con grande afán 
á todos los caminantes 
que entraban á la ciudad. 
Pobre niña, pensativa, 
cubierta la hermosa faz 
con sombras de honda tristeza 
y una palidez mortal, 
otras veces contemplaba 
las hojas del alisar 
que, arrastradas por el río, 
no volverían jamás. 
Pobre niña, no lo dudo, 
estaba enferma, quizá 
ese momento se hallaba 
pensando en la eternidad. 
— ¡Ay!, mi correo, correo 
tan veloz en caminar, 
tú que dichoso transitas 
por donde mi amor está, 
dime, por Dios, si supiste 
de esa joven algo más. 
—Cuando una vez de mañana 
paseábame en la ciudad, 
vi esparcidos por el suelo 
rosas, ciprés y azahar. 



MiaUEL MORENO. — LA GARZA DEL ALISAR 191 

que formaban un camino 

que, yendo desde el umbral 

de una iglesia, terminaba 

en la casa de que habláis. 

Luego escuché en su recinto 

el tañido funeral 

de una campanilla, y luego 

de la salmodia el compás, 

y olor de incienso espiraba 

el ambiente matinal... 

— Dime, amigo, ¿no supiste 

quién se iba á sacramentar? 

— Una niña á quien llamaban, 

por su nivea hermosa faz, 

porque de blanco vestía, 

¡La Garza del Alisar! 

— ¡Oh! ¡Basta, basta, no sigas! 

Es ella... ¡Suerte fatal!... 

¿Y habrá muerto?...— Era de noche 

cuando dejé la ciudad. 

«olor á cera y á tumba» 

percibí en el Alisar... 

— ¡Valor! No tiembles, termina... 
¡Mi suplicio es sin igual!... 

— ¡Infeliz! Yo vi las puertas 
de la casa...— ¡Acaba ya!... 
— Con un negro cortinaje, 
abiertas do par en par... 

— ¡Bendito seas. Dios mío, 
acato tu voluntad! 



192 MIGUEL MORENO. — L\ GARZA DEL ALISAR 

Ella muerta, yo entretanto 
proscrito, enfermo, jamás, 
jamás veré aquellos ojos 
que empezaban á alumbrar 
mi camino... nunca, nunca, 
sino allá en la eternidad... 



Miguel MORENO. 





Lfer^ 



AURAS DE ABRIL* 



fLLAS son! Por allí vienen, 
raudas volando, las brisas, 
pues se estremecen las copas 
de la arboleda vecina, 
y aquí y allá van cayendo 
hojas secas y amarillas. 
¡Ellas son! Ya cerca escucho 
de mis aladas amigas 
los quejumbrosos suspiros, 
las campestres armonías. 



13 



194 MIGUEL MORENO. — AURAS DE ABRIL 

¡Ellas son! Siento en el alma 
la dulce melancolía 
que me traen los aromas 
de floripondios que, á orillas 
del parlero Tomebamba, 
en blancos grupos se apiñan. 

Mas ¿por qué pasáis veloces? 
Vuestra música me anima: 
parad el inquieto vuelo, 
y en las cuerdas de mi lira 
posad, y en verso sencillo 
reveladle al alma mía 
la causa de la tristeza 
que vuestro volar inspira. 

—Nosotras, las que en invierno 
lloramos todos los días 
por las aves que se mueren 
en los nidos ateridas; 
nosotras, las que en estío, 
viendo las flores marchitas, 
enturbiados los arroyos 
y en honda pena á las niñas, 
sin más flores que las rosas 
de sus purpúreas mejillas, 
lamentamos vagabundas 
por los valles y colinas; 
somos las mismas que ahora 
prodigamos mil caricias 
á los nacientes capullos 
y á las tiernas florecillas, 



MIGUEL MORENO. — AITRAS DE ABRIL 195 



que en sus cunas de esmeralda 
sonríen llenas de vida, 
anunciando al mes de Mayo 
y á la Virgen sin mancilla. 

Y nosotras, con el ángel 
de la primavera unidas, 
por los pensiles vagando 
cual jardineras prolijas, 
de las flores que se mueren 
recogemos las semillas 
y las vamos esparciendo 
por los montes y campiñas; 
y de los lagos, rozando 
las claras y frescas linfas, 
llevamos en nuestras alas, 
como raudas golondrinas, 
gotas de agua, y en las tumbas 
regamos de esas semillas; 
y reverdecen los campos, 
y las flores resucitan, 
y se aprestan al encuentro 
del mes de las armonías, 
de las fuentes, de las aves 
y de las virtuosas niñas. 

—Vuestro aroma me deleita, 
la fausta nueva me inspirs^ 
¡pasad, pasad voladoras, 
auras de Abril vespertinas! 
Pasad anunciando á Mayo, 
jardineras de María, 



196 MIGUEL MOBENO. — AüRAS DE ABRIL 

y derramad en las almas, 
por el dolor abatidas, 
cariñosas, el consuelo, 
el amor, la poesía; 
y disipando ligeras 
la cenicienta neblina, 
haced se vista de gala 
naturaleza estos días, 
y apreste follaje y flores 
para aguardar á María; 
6, volando por los cielos, 
disipad las nubéculas 
que el esplendor nos ocultan 
de la Estrella Matutina, 
vagabunda en los espacios, 
cual cisne que va de huida, 
rozando las niveas alas 
entre nubes opalinas. 
Id, pero no sollozantes, 
id difundiendo alegrías; 
pero volved presurosas 
á esta risueña campiña, 
que aquí se hallan los jardines 
donde las azuayas niñas 
entretejen ramilletes 
para ofrendar á María; 
volved, si queréis, gozosas, 
revolar junto á ellas, brisas, 
y empaparos del perfume 
de esas rojas clavellinas. 



MIGUEL MORENO. — AURAS DE ABRIL 197 

¡Adiós! ¡Adiós! Entretanto, 
del Tomebamba, auras mías, 
¡ya no me hallaréis mañana 
vagando por las orillas!... 
Para entonces la fragancia 
de la madreselva umbría, 
llevadme luego á las playas 
en donde extranjero viva; 
que al aspirar el aroma 
de esa su flor preferida, 
en las alas del afecto, 
tornará á la patria mía 
mi corazón escondido 
en melancólicas rimas. 

Miguel MORENO. 

1876. 





PIENSA DE TARDE! 



J^jSAy á la luz de ocaso amarillenta, 
el alma á solas con dolor medita; 
cuando quieras amar, piensa de tarde, 
viendo morir al sol tras las colinas... 

Piensa de tarde, cuando triste suena 
el canto postrimero de las brisas; 
piensa de tarde, cuando van y vienen 
piando las inquietas golondrinas. 



Mira la flor en tu jardín amado 
sobre el follaje pálido rendida; 
oye el gemir del vespertino viento, 
mira caer las hojas desprendidas. 



200 HONORATO VXZQUEZ. — ¡PIENSA DE TARDE ! 

Y en tanto escucha dentro de tu pecho, 
cómo doliente el corazón palpita, 
mientras vacilan en tus negros ojos 
lágrimas, como ardientes, indecisas. 

Alza tu visea al torreón adusto, 
donde se ostenta, tétrica y sombría, 
la cruz del campanario, do sollozan 
las campanas, con quejas repetidas. 

Alza la vista al cielo, ve sus nubes, 
mira su inmensa soledad tranquila, 
piensa en lo que hay tras él, piénsalo, y llora... 
llora, y entonces ama, ¡vida mía! 

Honorato VÁZQUEZ. 









¡CANTABA, PERO CALLÓ! * 



JuÍN esa casita blanca 
que, á la falda de un peñón, 
medio oculta entre el ramaje 
de limoneros en flor, 
parece un copo de niebla 
que descuidada dejó, 
enredado entre las ramas, 
el aura al pasar veloz, 



MIGUEL MORENO. — ¡CANTABA, PERO CALLÓ I 



vive una niña morena, 
de sensible corazón, 
de alma tierna y entusiasta, 
y dulce y sonora voz. 

Aquella niña graciosa 
á quien recordamos hoy, 
todas las tardes solía, 
cuando se ocultaba el sol, 
entonar desde su huerto 
las notas de una canción 
lánguida, triste y sentida 
como un suspiro de amor, 
como una queja del alma, 
como un ¡ay! del corazón. 

¡Pobre niña! Cada tarde 
cantaba, pero calló 
de repente, y ya no se oye 
su melancólica voz, 
resonando entre las quiebras 
de aquel tétrico peñón, 
donde tal vez tiene oculto 
la niña un nido de amor... 
¡Ay!, pero no, ¡pobre niña!, 
callemos...; líbreme Dios 
de arrancar algún secreto 
clavado en su corazón; 
repetiré solamente : 
¡Cantaba, pero calló!... 

Preguntó á las aldeanas 
que viven al rededor 



MIGUEL MOBENO. — I CANTABA, PEBO CALLÓ I 208 

de la casa en donde mora 
la niña de dulce voz, 
por qué guardaba silencio 
la cantora del peñón, 
y me dijeron con pena 
y cubiertas de rubor: 

«Fué, sin duda, que atraído 
por la melodiosa voz 
de la niña que cantaba 
al ver moribimdo el sol, 
vino d^l cercano valle 
un airoso cazador, 
quien, por las tardes rondando 
la casita del peñón, 
con miradas seductoras 
y con promesas de amor, 
á la niña dejó herida, 
herida del corazón- 
Vino Mayo con sus flores, 
y Mayo se fué veloz, 
pero á ver ya no volvimos • 
al ingrato cazador. 

Y muchos meses pasaron, 
y un año entero pasó, 

y en vano esperó la niña 
al objeto de su amor. 

Y hoy sin fe, sin esperanza, 
escondida en su mansión, 
se va muriendo, muriendo, 
víctima de un desamor. 



204 MIGUEL MORENO.— ¡CAKTABA, PERO CALLÓ! 

¡Pobre niña, pobre niña, 
cantaba, pero calló!... 

» Poeta, que en nuestros valles, 
de tu triste lira al son, 
vas cantando las historias 
de las niñas que de amor 
se mueren, te suplicamos, 
por quien de tu corazón 
es la dueña, que de Elina 
tan sólo digas, por Dios: 

«En una casita blanca, 
á la falda de un peñón, 
tiempos ha vivió una niña 
que, con argentina voz, 
todas las tardes cantaba, 
¡caiítaba, pero calló!...» 

Miguel MORENO. 




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BUENAS NOCHES! 



J^ E van á cerrar mis ojos, 
se van á cerrar mis labios; 
sólo quedará despierto 
mi corazón palpitando. 

¿Por qué vive, por qué late, 
por qué late desvelado, 
cuando al quedarme dormido 
es cual muerte mi descanso? 

Fuente que desde ti mana, 
espiración de tus labios, 
él no cesa, Jesús mío, 
con su sangre resonando. 



206 HONORATO YXzQüEZ. — ¡ BUENAS noches! 

Dijera que esas cadencias 
son el dolorido canto 
de ave que en jaula cerrada 
óanta al mirar el espacio. 

Bien han llorado mis ojos, 
y, de su llorar cansados, 
del sueño van á rendirse 
al consolador desmayo. 

Al pie de tu cruz se dice 
estaba de Adán el cráneo, 
aunque sin ojos, los huecos 
á tu esperanza mirando. 

Dormido, en vigilia 6 muerto, 
el corazón que me has dado 
allí queda, al pie. Dios mío, 
de la cruz de tu Calvario. 

Honorato VÁZQUEZ. 




LA NOVIA DEL SARGENTO * 



^& OMO esconden cuidadosas 
en lo espeso del ramaje 
su nido de hojas y musgo 
las solitarias torcaces, 
así, al pie de una montaña 
y en el término de un valle, 
la pobre Luz tiene oculta, 
entre árboles seculares, 
una casita de paja, 
donde vive con su madre. 
Única hija de un alférez 
que murió en cierto combate, 
no quedó la pobre niña 
con cuantiosas heredades; 
pero, en cambio, cultivaba, 
labradora infatigable, 
un jardín, con su cercado 
de rosados amancayes. 



MIGUEL MORENO. — LA NOVIA DEL SARGENTO 

y en el corazón afectos, 
como amorosos, constantes, 
por un sargento bizarro 
de los bizarros Tulcanes. 

Afanosa jardinera, 
regaba todas las tardes 
á las flores con el agua 
de un arroyo murmurante, 




y á su pasión con el llanto 
del amor; pero fué en balde, 
en balde, pues cuando estaba 
ya muy cercano su enlace, 
y anunciaban á Diciembre 
los primeros amancayes, 
soñando gloria, á campaña 
salió el sargento, y de tarde, 
á la hora en que hacia los nidos 
van diligentes las aves, 



MIGUEL MORENO. — LA NOVIA DEL SARGENTO ' 209 ' 

y las auras y los vientos 
pasan sollozando erranjtesy 
de la aldeana en el huerto, 
en despedida inefable, 
se separaron temblando 
los desgraciados amantes. 

¡Ay, pobre Luz! Desde entonces, 
pálido y triste el semblante, 
llena de inquietud vagaba 
de un punto hacia otro del valle, 
averiguando afanosa 
las maniobras y los lances 
del ejército do estaba 
el sargento Campomanes. 
Cada mañana iba al pueblo, 
donde á la Virgen del Carmen 
lo ofrendaba entre sollozos 
fresco ramo de amancayes, 
húmedo con el rocío 
de sus lágrimas constantes, 
y no volvía á la cas^ 
mientras el cura del valle 
no le diese las noticias 
de los partes militares. 

¡Infeliz! Era de verla 
fatigada por las tardes 
caminar á la colina 
que trasmontara su amante, 
imaginándose acaso 
que estaba, yendo á encontrarle. 

14 



210 MIGUEL MORENO. — LA NOYLl DEL SARGENTO 



Y soñaba por la noche, 
soñaba con el cadáver, 
tinto en sangre, del soldado 
á quien no hallaba de tarde. 

¡Ay del amor si se aleja! 
¡Ay de las niñas amantes, 
á quienes les cupo en suerte 
amar á los militares!... 



n 



Sobre la verde colina 
estaba Luz una tarde 
llena de afán, contemplando 
el camino real del valle, 
cuando miró de repente 
á lo lejos destacarse 
de entre una nube de polvo 
un jinete, que al escape 
venía por el camino 
que corta el valle en dos partes. 
—¿Será él?...— exclamó entonces 
la infeliz al divisarle. 
Y después, enajenada 
por un placer inefable: 
— ¡Él es, él es! — exclamando, 
corrió veloz á encontrarle. 



MIGUEL MORENO. — LA NOYLA. DEL 8ABOENTO 211 

—Iba, Luz á vuestra casa; 
soy conductor de un mensaje 
que para vos me ha encargado 
el sargento Campomanes. 
Señora, tiemblo deciros... 
pero, ¿qué hacer?, escuchadme: 




Tres días ha combatimos 
en ese funesto Galte; 
nos portamos con bravura, 
como siempre, los Tulcanes: 
un tiro, luego otro tiro 
veinte pasos adelante. 
Ya el enemigo cejaba, 
ya nos creímos triunfantes. 
Todo nos sobró, señora, 
ese día memorable, 
pero nos faltó ventura 
y perdimos el combate. 
Cayeron muchos valientes, 
gritando al caer: « ¡Avancen! » 
y entre ellos cayó matando 
mi sargento Campomanes. 



212 -MIGUEL MORENO. — LA NOVIA DEL SARGENTO 

Una bala hirió su pecho 
valerosa como amante; 
yo lo tuve entre mis brazos 
en sus últimos instantes; 
. me dio entonce esta cartera 
salpicada con su sangre, 
y, con voz entrecortada, 
me dijo así al entregarme: 
«Por si el Señor te concede 
regresar á nuestro valle, 
y contemplar venturoso 
entre los bosques, humeante, 
una casita de paja 
con un jardín de amancayes, 
lleva, amigo, este retnierdo 
á esa joven á quien sabes 
que la amé 'desde la infancia 
con amor siempre constante... 
¡Ay, dile que no me olvide!... 
¡Ay, dile que no me aguarde!...» 
Dijo, y después, balbuciente, 
quiso hablar más, pero en balde, 
¡porque la muerte dejóme 
en los brazos su cadáver! 
De vuestro novio el recuerdo 
tomad, y que el Cielo os guarde» 
Bien quisiera detenerme, 
pero me espera mi madre.., 
¡Adiós, adiós, desdichada! 
¡Adiós, que el Cielo os amparé! 



MIGUEL MORENO. — LA NOYIA DEL SARGENTO 21 S 

Dijo el soldado, y lloroso 
tornó riendas, y al escape 
internóse en la espesura 
de una arboleda distante. 



III 



Presto una lóbrega noche 
siguió á esa funesta tarde, 
y cubriéronse de sombras 
las montañas y los valles, 
y la desgraciada niña, 
dando al Cielo amargos ayes, 
fuese á caer, moribunda, 
en los brazos de su madre, 
exclamando entre sollozos 
con expresión inefable: 
— ¡Él ha muerto! Hanse cumplido 
mis presentimientos, madre. 
¡Ay, dice que no le olvide!... 
iAy, dice que no le aguarde!... 

Miguel MORENO. 




AMOR Y MUERTE * 



JuLuRió una niña ayer, y el alba frente 
la madre coronóle de azüceBAB, 
las mismas azucenas que brotaron 
en los jardines de la niña hoy muerta. 

Lamentaban los padres la partida 
de la hija de su amor, y las estrellas 
iban brillando en el azul del cielo, 
apagada del sol la luz postrera, 



216 HONORATO' TXzQüBZ.— AMOR T MUERTE 

Cuando en fúnebre doble las campanas 
anunciaron, tañendo lastimeras, 
que, entre cortejo silencioso, el cura 
el cadáver llevaba hacia la iglesia. 




II 



Es de noche; en el templo solitario 
tan sólo un cirio pálido chispea 
en tomo del cadáver de la niña, 
bañado por su lumbre macilenta. 

Oíd, oíd zumbido misterioso 
entre el crespón que de la tumba cuelga; 
oíd, oíd: se acerca, se retira; 
ya fuerte se oye, ya se escucha apenas. 



HONORATO yXzQüEZ. — - AMOR Y MUERTE 217 



Y en tanto vuelve á chispear el cirio, 
y á balancear su lumbre tremulenta, . 
y á dar luz en un giro, y luego en otro 
á obscurecer el antro de la iglesia. 

Ved cómo de la fúnebre guirnalda^ 
marchitas ya, las blancas azucenas 
pliegan su seno, se desmayan, mueren, 
de la niña en las sienes macilentas. 

Ya se acerca el zumbido, y en las flores 
trémula posa una dorada abeja, 
y en triste acento, desmayando el ala, 
así dice á las muertas azucenas: 

— Dormida estaba en vuestro casto seno, 
en el jardín... No vino el aura fresca 
de mi apacible sueño á despertarme; 
despierto ahora, entre vosotras muertas... 

El cáliz, donde miel siempre libaba, 
marchito está, y aunque halle en la pradera 
otras flores, no quiero ya la vida 
si murieron mis blancas azucenas... 

—También quiero morir, también me muero, 
el cirio dijo á la cuitada abeja; 
tú por la flor que miel te diera, mueres; 
tú me diste mi ser en la colmena... • 



218 HONORATO YXzQüBZ. — AMOR Y MUERTE 

La abeja bajó entonces de las flores 
á la faz de la niña jardinera, 
y desde allí, zumbando condolida, 
fuese á la luz del cirio macilenta. 

El insecto tendió las leves alas 
sobre la lumbre que irradiaba apenas; 
la luz se estremeció, se oyó un crujido, 
el cirio se apagó, murió la abeja. 

Honorato VÁZQUEZ. 







PLEGAEIA Á MARÍA 




NOS hace era yo niño, 
y de otros niños amado: 
hoy mi corazón palpita, 
no como en tiempos pasados; 
hoy mi corazón uo encuentra, 
cnal tuvo en mejores años, 
sonrisas llenas de afecto 
entre candorosos labios. 



220 HONORATO VXZQUKZ. — PLEGARIA X MARÍA 

¡Ay!, esas gratas sonrisas, 
más que de amigos, de hermanos, 
que en im ruinoso colegio 
nos conocimos y amamos. 



II 



Quiso la suerte qué un día, 
tras de venturosos años, 
dejáramos nuestras ruinas 
por otro colegioextraub. 
¡Ay!, cierto que para el alma 
no fué placentero el cambio, 
porque á esas ruinas queridas 
vivió el corazón atado; 
porque entre ruinas viviendo, 
entre ruinas nos amamos, 
grupo de florido musgo 
á un mismo escombro pegado. 

Años ha fuíme una tarde 
á visitar esos patios; 
mas, ¡ay!, ¡cuan diverso me iba 
de como en tiempos pasados! 
mas, ¡ay!, ¡cuan diverso hallaba 
ese lugar venerado! 
Entre la yerba caídos 
blanqueaban restos de arcos. 



HONORATO ViZQUE?. — PLEGARIA X HARfA 221 



con musgo y silvestre malva 
en desorden festoneados, 
mientras á trechos lucía, 
do el gramal era menguado, 
el cristal de una laguna 
que aguas de invierno formaron: 
tan sólo la cruz de piedra, 
clavada al centro del patio, 
ella sola en pie se hallaba 
en medio al común estrago; 
y en rápido ó lento vuelo 
las golondrinas bajando, 
iban á posarse alegres 
y á cantap-^sobre^ sus brazos, 
en tanto que entre las yerbas, 
con desigual intervalo, 
chillandoiest^ban vías ranas ^ 
y las moscas susurrando. 

La'grámá rio era amarilla, 
cual era en tiempos pasados, 
todo el año marchitada, 
marchitada á nuestros pasos* 
¡Ay! La grama estaba verde, 
cual en panteón solitario 
está el gramal que rodea 
la tumba de un desgraciado^ 
á la cual nadie dirige, 
movido de amor, sus pasos. 

Al volver mis tristes ojos 
hacia ^1 corredor de un lado^ 



2SS 



HONORATO VXZQÜEZ. — PLEOARU X MARÍA 



advertí que entre las ruinas 
un lugar estaba salvo, 
y era la puerta por donde 
tantos amigos entramos, 




'^•m^^.^-s,^ 



con inocencia en el *lma 
y con afecto en los labios, 
á orar juntos en el templo 
con los libros bajo el brazo. 



n 



HONORATO YXzQUEZ. — PLEGARIA í MARÍA 228 



m 



Hoy, cuando de mis amigos 
vivo ha tiempos separado; 
hoy, cuando sólo contemplo 
en el panteón solitario 
sus sepulcros en olvido, 
sus nombres medio borrados; 
hoy, cuando con pobre lira 
mis cantares acompaño, 
mis cantares á la Virgen, 
á la que niños aimamos; 
hoy debo por mis amigos, 
en un sábado de Mayo, 
abrir ante ti. Señora, 
en n\ego ardiente mis labios. 

¡Cuántas veces, cuántas veces 
ante tus aras postrados 
nos has mirado. Señora, 
á la sombra del santuario! 
Bien sabes qué te pedimos, 
bien sabes por qué lloramos, 
bien sabes que si la muerte 
no hubiera presto llegado, 
¡ay!, todos á quienes viste 
dentro de tu templo orando, 
todos, otra vez reunidos. 



224 HONORATO TXzQüEZ. — PLl^aARIA X HARÍA 

abriéramos nuestros labios, 
te habláramos nuestras quejas 
al compás de nuestro llanto. 

Ellos se fueron... María, 
recuerda que bien te amaron, 
recuerda que aun esperan 
postrer favor de tu mano. 
Ellos se fueron... Señora, 
¡ay!, es en el viaje cuando 
solemos tornar la vista 
á quienes hemos amqdo 
para pedirles recuerdos, 
cuando ya eii un suelp extraño, 
tal vez, tal vez no encontremos 
quien nos extienda sus brazos... 

Que hoy resuene. Madre mía, 
de mi voz el triste canto 
por mis muertos compañeros, 
que aun te amarán cual te amaron. 
Así lo espero. Señora: 
grato es vivir esperando... 
mucho más si la plegaria 
asciende de nuestros labios 
en un día de favores, 
en un sábado de Mayo. 

Honorato VÁZQUEZ. 




4c 

JSf} ouTARio, inquieto y triste, 
como un enfermo del alma, 
revuela y gime un mosquito 
de un limonero en las ramas. 

¡Oh, cuan hermoso el insecto 
zumba tenue como el aura! 
Pétalos de pensamientos 
semejan sus breves alas. 

Es Agosto: al limonero, 
de su primorosa gala 
de primavera, le queda 
tan sólo una flor lozana. 



(1) El mosquito es una diminuta orquídea de los vaUes del Tome- 
bamba, reproducción admirable de la figura del díptero mosca. 

16 



226 MIGUEL MORENO. — LA FLOR DEL MOSQUITO 



Ella, al contemplarse hermosa, 
se siente tímida, y candida 
entre dos hojas se esconde, 
como en urna de esmeralda. 

Pero la mira el mosquito, 
su tierno amor la declara, 
y por besarle en el cáliz 
en vano vuela y se afana. 

Porque la flor, pudorosa 
y, más que hechicera, casta, 
al sentirse requerida, 
pliega su broche de nácar. 

Hasta que, al fin, el mosquito, 
perdida toda esperanza, 
muere de amor, y se entierra 
del árbol en la hojarasca. 

Y la fior, enternecida 
y ya tarde apasionada, 
en la tumba de su amante 
copioso llanto derrama. 

Y luce la aurora, y viendo 
secarse á la ñor galana, 

le pregunta compasiva 
de sus dolores la cau^a. 

Cuenta el azahar la historia 
de ese desdén, que hoy, en llama 
de vivo amor, corresponde 
á esa pasión desdeñada. 

Y la aurora, sonriendo, 
promete calmar sus ansias, 



MIGÜKL M OBENO. — LA FLOR DEL MOSQUITO 227 

en obsequio á su ternura 
y su amorosa constancia. 
Vierte la aurora rocío 
sobre la yerta hojarasca, 
y la flor, adolorida, 
une su llanto al del alba. 

Y al limonero adherido, 
resucita una mañana 

el mosquito, transformado 
en flor hermosa y lozana. 

Y entre el canto de las aves 
y la música del aura, 

se desposan con un beso 
las flores apasionadas. 

Miguel MORENO. 





MI ESCUELA 



^ORTA la heredad materna, 
y, cual corta, así cuidada, 
que aun el don de su verdura 
oortés le niega á la grama. 



Pocos árboles en ella, 
sino los viejos que guardan, 
sombra y frutos que tuvieron 
para mi madre en su infancia. 



280 HONORATO TXzQVEZ. — MI ESCUELA 

En las lindes y caminos, 
allí grupos de retamas, 
capulíes y morales 
sembramos con mis hermanas. 

Pródigos en fruto y flores, 
asilan en la enramada 
aves comensales nuestras, 
que con cantos nos regalan. 

Inclinada entre rosales, 
en la colina, una casa, 
como se inclinan las madres 
cuando á los hijos abrazan. 

Humo constante en el techo, 
desmadejado en las auras, 
sube del hogar, llevando 
penas que se hacen plegarias. 

Es que allí dentro se sufre, 
es que allí dentro se ama, 
y si no es para consuelos, 
piadosa la lengua calla. 

Es que allí dentro presides, 
reinas tú, madre de mi alma, 
maestra ayer con tus besos, 
hoy maestra con tus lágrimas. 



HONORATO YXzQUEZ. — MI ESCUELA Sil 



Santa maestra, esos ojos 
que inquieren dentro de mi alma, 
al cielo luego, piadosos, 
cuando me miras, los alzas. 

Ya conozco ese camino 
que de los tuyos arranca... 
Providencia y amor mío, 
no me falten tus miradas. 

Honorato VÁZQUEZ. 





LAS TRES TORCACES * 



Después de primavera^ 

estío viene, 
y en este tiempo aciago 

todo se muere; 

todo se muere, 
pero muere más pronto 

lo que se quiere. 



, E acuerdas, madre mía, 

de esa mañana 
que yo saliera triste 

de mi cabana, 

de mi cabana, 
oculta entre las rocas 

de la montaña? 



284 MIGUEL MOREKO. — LAS TRES TORCACES 

Tú sola comprendiste 

la cuita acerba 
que me hizo verter llanto 

por vez primera. 

Por vez primera 
dijiste: — Quiere otra alma 

por compañera... 

—Las flores de amor crecen 

llenas de espinas; 
vive por siempre solo, 

tu amor decía. 

Y aun me decía: 
— Sola es la luna, ¡oh, hijo 

del alma mía! 

Y yo repuse entonces: 
— De amor las penas 

se curan con sus mismas 
hondas querellas; 
dulces querellas 

la luna cambia amanté 
con las estrellas. 

Y al punto recordando 
que, enamoradas, 

las aves en la selva 
también lloraban; 
de amor lloraban, 

sin duda, cuando solas, 
cual yo, se hallaban; 



laOüEL MOREKO. — LAS TRES TORCACES 286 

Me dije:— Tan sólo ellas 

comprender pueden 
cuánto en sus ilusiones 

mi alma quiere. 

¡Ay! Mi alma quiere 
llorar acompañada, 

si amor la hiere. 

Y fui á la selva umbría, 
y á dos torcaces 

oí se prodigaban 

arrullos suaves. 

¡Oh, cuan suaves 
son de amor las ternezas, 

madre, lo sabes! 

Y un nido vi junto á ellas 
de ramos secos, 

albergue solitario 

de dos hijuelos; 

los dos hijuelos 
piaban temblorosos 

viendo á los cielos. 

—Estos pichones, dije, 

vendrán conmigo 
cuando de tarde traiga 

de allá, del río, 

¡ay!, de ese río..., 
á mi novia, á la dueña 

del pecho mío. 



286 MIGUEL MORENO. — LAS TRES TORCACES 

Y pronto tres torcaces 
serán mañana 

las que en el huerto canten 
de mi cabana; 
y mi cabana 

será el edén hermoso 
de la montaña. 

Ellas, las venturosas 

reinas del bosque, 
serán las confidentes 

de mis amores; 

y esos amores 
harán brotar fecundos 

nidos y flores. 

Y si alguien las acosa, 
serán su asilo 

mi madre, mi cabana 
y el pecho mío: 
el pecho mío, 

será para ti sola, 
torcas del rio. 

Y al irme bosque adentro, 
ligero el paso: 

—Ella, yo me decía, 
me está esperando; 
me está esperando 

también como yo, triste, 
de amor llorando.— 



MIGUEL MOBENO. — LAS TRES TORCACES 237 

Mas no, como otras veces 

la encontró alegre 
jugando entre la grama, 

junto á la fuente; 

junto á esa fuente, 
do una vez á la niña 

besé la frente. 

Ni hallé que en los caminos 

había del monte 
regado, cual solía, 

hojas y flores; 

silvestres flores, 
cartas con que expresamos 

nuestros amores. 

Ni la vi que, sentada 

bajo ese aliso, 
me estuviera esperando 

cerca del río; 

de nuestro río, 
raudo cual los afanes 

del pecho mío. 

Y cuando, sin hallarla 

llegué en el pueblo, 
alguien me dijo á solas: 

— Ve al cementerio... 

Fui al cementerio, 
y ya la suerte de ella 

no fué un misterio. 



28$ laaUEL MORENO. — LAS TRES TORCACES 



Leyendo de las losas 

las inscripciones, 
en una, la más nueva, 

hallé su nombré... 

¡Su caro nombre! 
¡Cuan cortos días vive. 

Dios mío, el hombre! 

Ya me lo presentía, 

pues tuve un sueño..., 
torcaz de negros ojos, 

que te habías muerto; 

y te habías muerto 
sin conocer siquiera 

mi pobre huerto. 

Del ciprés de su tumba 

nunca abandono 
hacecillos que llevo 

como despojos; 

tristes despojos 
de la niña á quien nunca 

verán mis ojos. 

De tarde á la cabana 

torné afligido 
con el alma viuda 

y sin destino: 

ya, ¿qué destino, 
sin amor, de la vida 

por el camino? 



MIGUEL MORENO. — LAS TRES TORCACES 289 



Y de las dos torcaces 
los dos poUuelos, 

por el cierzo ateridos, 

ya se habían muerto; 

y estaba muerto, 
como el jardín de mi alma, 

el de mi huerto. . 

¡Qué poco viven, madre, 

las pobres niñas, 
las flores y aves!... Viven 

un breve día. 

¡Qué breve día 
de ilusiones, de aromas 

y de armonía! 

Y hoy, solo en mi cabana 
paso cantando 

endechas, en que vierto 

mi desengaño; 

el desengaño, 
estío, para mi alma, 

de todo el año. 

Después de primavera 

estío viene, 
y en este tiempo aciago 
tomo se muere; 
todo se muere, 
pero, ¡ay!, muere más pronto 
lo que se quiere. 

Miguel MORENO. 




AMOR IMPOSIBLE 



;e ruego, corazón mío, 
no lo digas..., que no sepa 
la virgen á quien adoro, 
que estoy muriendo por ella. 



16 



242 MIGUEL MORENO. — AMOR IMPOSIBLE 

—Pero, ¿por qué miedo tanto, 
y tan tímida reserva?... 
—Yo soy niño, soy pequeño, 
y ella grande, como reina; 
y mi amor anda escoltado 
de temor y de vergüenza. 
Me estremezco si me mira; 
mirarla yo no pudiera, 
y me asusto si la veo 
á lo lejos, casi aérea, 
jugando á orillas del río, 
ó corriendo en las praderas. 
—¿Y si alguna vez tus ojos 
te traicionan, y si tiemblas, 
al tenderle el ramillete 
de lirios y de azucenas 
que te pide que le lleves 
los domingos?— ¡No lo temas! 
Insisto, corazón mío, 
ni lo digas, ni lo sepa... 



II 



Ya ves, corazón amante, 
cuan feliz es mi existencia, 
con ese amor escondido 
en misteriosa reserva. 



MIGUEL MORENO. — AMOR IMPOSIBLE 243 

Ha pasado el crudo invierno 

cual pasó la primavera, 

y así pasará el otoño 

sin que adivine, ni sepa, 

que la adoro como nadie, 

sin afán de recompensa, 

y aún seguiré gozando, 

al darle las azucenas, 

con que á la Virgen regala 

todos los días de fiesta, 

en que me voy á la ermita 

en pos de la misa y de ella. 

¡Feliz, si los días todos 

del año domingos fueran! 

¡Qué hermoso es amar á solas, 

y á solas gozar la pena 

de un amor tierno y sin nombre! . 

¿Ésta será la inocencia?... 

¡Ea, corazón, silencio, 

no lo digas, no lo sepa!... 



ni 



¡Llora ya, corazón mío; 
sucedió lo que temiera! 
—«Ya no vengas los domingos, 
ni nos traigas azucenas. 



244 MIGUEL MORENO. — AMOR IMPOSIBLE 

pues lo ordena el señor cura»..., 
me ha escrito la madre de ella; 
y ella, hace un mes no recorre 
por el bosque y las praderas. 
Desde entonces ha caído 
en mi alma noche perpetua. 
Mis ojos me han denunciado: 
¡ojalá no los tuviera!... 

¡Albricias, corazón mío, 
no te abatas, ni te mueras! 
Sólo fué una pesadilla 
de anoche, la carta aquella... 
Nadie sabe que la adoro. 
Presto, rosas y azucenas: 
mañana es día de gloria, 
mañana es día de fiesta. 
¡Pero te ruego mil veces 
no lo digas..., no lo sepan ! 



IV 



—¡Corazón, cava un sepulcro, 
y entiórrate con tu pena! 
¡Adiós, adiós para siempre! 
¡Ni aun puedes pensar en ella! 
—¿Y por qué?... ¿Se encuentra acasa 



MIGUEL MORENO. — AMOR IMPOSIBLE 245 

desposada, quizá muerta? 
—¡Algo peor! La fortuna 
volvióla rica heredera, 
y se va. Deja por siempre 
estos campos, esta aldea, 
y ni un adiós al cuitado 
niño que flores le diera. 
¡Bendito el largo silencio 
de tu amorosa cautela, 
corazón!... ¡Bien te advertía! 
Ni lo digas, ni lo sepa!... 

Miguel MORENO. 





RAMA DE TRÉBOL 



«4Br EJAD, dejad que me acuerde 
de mis días de colegio, 
y que entone un pobre canto 
por mis muertos compañeros; 
dejad que ponga en sus tumbas 
no la ofrenda de mis versos, 



íH 



248 



HONORATO ViCZQUEZ. — RAMA DE TRÉBOL 



sino una gota de llanto 
y una corona de trébol. 

Era una tarde, y á orillas 
del Tomebamba parlero, 
alumnos en vacaciones 
vagábamos de paseo. 
Alegres nos recostamos 
bajo unÁsauce amarillento 
sobre la mullida grama, 
mientras zumbaban los vientos, 
y del yaraví en las notas 
resonaron estos versos: 
«Las hojas que se desprenden 
de los sauces macilentos, 
unas caen en el río, 
otras se van con el viento. 
Hojas verdes y amarillas, 
ya caigan cerca, ya lejos, 
son hojas que se dispersan, 
son hojas que se murieron.» 

Y los vientos de la tarde 
volaron ese momento, 
y hojas verdes y amarillas 
del pobre sauce cayeron, 
y unas fuéronse en el río, 
y otras se las llevó el viento, 
mientras algunas quedaron 
caídas en nuestro pecho. 

Hoy mis amigos del alma, 
¿dónde están? No los encuentro. 



HONORATO YJCZQUEZ. — RAKA DE TRÉBOL 249 

Mi corazón que los busca, 
guarda sólo su recuerdo: 
como las hojas brotaron, 
como las hojas murieron. 



II 



Todos los días me asaltan , 
cuando me voy al colegio, 
de mis ya muertos amigos 
amargadores recuerdos. 
Ahí está, junto á esa puerta, 
vacío su antiguo puesto, 
y al lado el que yo ocupaba, 
todos de polvo cubiertos. 
Allí están en las paredes, 
medio borrados del tiempo, 
sus nombres, que ellos ponían 
del año el día postrero, 
vísperas de vacaciones, 
para dejar un recuerdo. 
Ahí están esos rosales, 
que ellos en rama trajeron 
de su jardín, á plantarlos 
en el patio del colegio. 
Y de mis tiernos amigos, 
unos murieron tan presto. 



250 HONORATO VXZQUEZ. — RAMA DE TRÉBOL 

que ni miraron siquiera 
brotar el botón primero, 
y de los sauces gallardos, 
hoy en el patio desierto, 
sólo uno, tétrico, extiende 
de su sombra el balanceo. 
Del mismo árbol de esa tarde 
fué trasplantado un renuevo, 
y ese es el árbol que hoy queda 
solitario en el colegio, 
y que al prestarme su sombra 
me dice casi gimiendo: 
«^Brotaron como mis hojas, 
como mis hojas murieron.» 



ni 



Al llegar á los altares 
de la iglesia del colegio, 
hallo ya sin vuestros dones 
las lámparas y floreros. 
¡Cuánta pena, qué honda pena! 
Allí, postrado en el suelo, 
por vosotros mis plegarias 
adoloridas elevo, 
cual alzan vuestros rosales 
desde el recatado seno, 



HONORATO VXZQüEZ. — RAMA DE TRÉBOL 



251 



entre el brillar del rocío, 
efluvios de aroma llenos. 

Mas también voy caminando 
á la tumba, compañeros: 
haga Dios que en mi camino 




vaya mirando bacia el cielo, 
en tanto el sauce murmure 
al ir sus hojas cayendo: 
«Hojas verdes y amarillas, 
ya caigan cerca ya lejos. 



252 HONORATO YXzQUEZ. — RAMA DE TRÉBOL 

ya floten sobre las aguas, 
ya revuelen con el viento, 
son hojas ya desprendidas, 
son hojas que ya murieron.» 

Sauce, ¡adiós! Voy á sus tumbas, 
y allí no á dejar letreros, 
sino una gota de llanto 
sobre una rama de trébol. 

Honorato VÁZQUEZ. 





ARIRÜAEiA 



una dorada arirumba 
la cercaron lisonjeros 
una inquieta mariposa, 
un cristalino arroyuelo 
y el céfiro vagaroso, 
que llegó desde muy lejos. 
Ella, entonces, requerida 
por tres galanes á un tiempo. 



264 MIGUEL MORENO. — LA ARIRÜMBA 

preguntóles, uno á uno, 
el motivo de su afecto. 

Trémula la mariposa, 
dijo con ardiente anhelo: 
— Entrambas somos muy bellas, 
entrambas vivimos presto; 
nuestra suerte es parecida, 
unamos nuestros afectos; 
y en tus pétalos hermosos 
de dorado terciopelo, 
posaré estas alas de oro, 
del mismo sol embeleso. 
Mas yo tus tiernas caricias 
á su ardiente amor prefiero: 
no me desdeñes esquiva, 
quiero morir en tu seno... 

Y respondió la arirumba: 
— ¡Ay! Mariposa, huye presto; 
que el ideal de mi dicha, 
que el ideal de mis sueños, 
ni tiene amantes que mueren, 
ni tiene un amor con celos. 

Y vino y dijo doliente, 
murmurando, el arroyuelo: 
— Sólo yo, flor hechicera, 
soy acreedor á tu afecto. 



MiaUEL MORENO. — LA ARIRÜMBA 255 

porque en mi margen naciste 
y mis frescas linfas fueron 
las que, fecundando amantes 
tu germen en este suelo, 
para encanto de los prados, 
gallarda brotar te hicieron. 
Mas, si acaso me desdeñas, 
me moriré de despecho, 
y quedarás á la orilla 
de tu pobre amante muerto,.. 
Ingrata flor, arirumba, 
corresponde á mi amor tierno: 
inclina hacia mí tu frente, 
te daré el último beso...— 
La flor respondió arrogante: 
— De mi vida cuida el cielo, 
y antes muriera dichosa 
que comprarla con mi afecto; 
que el ideal de mi dicha, 
que el ideal de mis sueños, 
ni tiene amantes suicidas, 
ni tiene efímeros besos. — 
Y el arroyo, enternecido, 
murmuró un adiós postrero, 
y huyó, llorando, llorando, 
á los mares, allá lejos. 

Al punto, el céfiro triste, 
dijo revolando inquieto: 
—Muévante, flor, mis querellas; 



256 MiaUEL MORENO. — LA ARIRüMBA 

reina del pensil, ¡me muero!... 
Traigo ,áe remotos valles 
para perfumar tu seno, 
los delicados aromas 
del florido limonero, 
del nardo, de la azucena 
y del floripondio esbelto. 
Ámame, flor peregrina, 
y calma por un momento 
la pena desgarradora 
del infeliz extranjero. — 
Y respondió la arirumba: 
— Ceflrillo, lleva presto 
tus suspiros á otros valles, 
que no te daré mi afecto 
por aromas de otras flores 
que te conflaron su seno: 
huye, vuela; nunca, nunca 
me engañarás lisonjero; 
que el ideal de mi dicha, 
que el ideal de mis sueños, 
no tiene amantes que pasan 
fugaces como los vientos... 

Dijo, y el céfiro triste, 
después de un suspiro acerbo, 
por los valles y los bosques 
huyó gimiendo, gimiendo, 
hasta dar con una roca, 
y un ¡ay! exhaló postrero... 



MIGUEL MOBENO. — LA ARIRÜMBA 2S»7 

Triste después la arínimba 
alzó su frente á los cielos, 
y una gota de rocío 
cayó temblando en su seno, , 

y dijo: — Flor pudorosa, 
de los ángeles recreo, 
soy la lágrima que amante 
lloró de amor uno de ellos 
al sorprender complacido 
tus íntimos pensamientos. 
De la solitaria luna, 
oculta en un rayo vengo 
á decirte que no esperes 
encontrar en este suelo 
esos amores que sueñas, 
ardientes, castos y eternos, 
porque ellos se hallan del mundo 
allá muy lejos, muy lejos. 
Pronto del sol de mañana 
te agostará el vivo fuego, 
y yo también, flor hermosa, 
junto contigo habré muerto; 
pero, en vapor convertida, 
iré de la tierra, presto, 
llevando en tu suave aroma 
tu joya de mayor precio; 
y á la hora de los amores, 
cuando en calma y en silencio, 
del crepúsculo renazca 
el vespertino lucero 

17 



258 



MIGUEL MORENO. — LA ARIRÜMBA 



y se ostente engalanado 
de lirios el firmamento, 
resucitaremos juntos 
en los jardines del cielo. 



Miguel MORENO. 





ADA más tierno 
ni seductor , 
que de las flores 
el dulce amor. 

Mas yo pregunto 
con vivo afán: 
¿También las flores 
olvidarán?.... 

¡Ay! No, las flores 
no olvidan, no; 
¡lo dicen ellas, 
lo afirmo yo! 



260 MIGUEL MORENO. — OLVIDO 

Muere una rosa 
que ama á un clavel 
y ambos se secan: 
¡qué amor tan fiel! 

Flores dichosas 
suelen decir: 
—¡Si ha de olvidarse, 
más bien morir!... 



¡Corazón mío, 
tanto dolor!.... 
¡Quién no fuera hombre! 
¡Quién fuera flor! 



^ Miguel MORENO. 




■^ 



LA DOLOROSA 



1f 

^yESTiDiTA de negro, 

blanca la toca, 
al cielo levantados 

ojos que lloran; 
xin puñal en el pecho 

con lumbres rojas 
á la luz reflejada 

de las antorchas; 
á sus plantas floreros 

en que desbordan 
manojos de amancayes, 

romero y rosas, 
que al del incienso embeben 

el fresco aroma; — 
así en capilla obscura, 

de pena absorta, 
Tigila día y noche 

la Dolorosa. 



262 HONORATO YXzQUEZ. — LA DOLOROSA 

Esos labios que espiran 

á Dios aromas, 
en un leve gemido 

cual de paloma, 
de un dolor infinito 

la queja ahogan. 
Esos castos ojuelos, 

luz de la gloria 
que, encerrada en el alma, 

por ellos brota, 
ellos, los inocentes 

que en Dios se arroban, 
gemelos de los ojos 
de Cristo, lloran... 



Los viernes la visito, 

y me acongoja 
hallarla solitaria, 

verla llorosa. 
Las luces que vacilan 

entre las sombras, 
el viento que se arrastra 

por las baldosas 
entre flores marchitas 

y secas hojas, 
el vaivén incierto 

de luz y sombra 
cuando al sol una nube 

la luz le roba, 



HONORATO YXzQUEZ. — LA DOLOROSA 268 

y del grupo de flores 

el tibio aroma, 
en que surgir parece 

el que en la losa 
á Jesús ofrendaron. 

manos devotas; — 
todo, todo parece 

como que llora 
como llora en silencio 

la Dolorosa. 



Y en lo íntimo de mi alma 

y entre sus sombras 
este mudo escenario 

se me prolonga: 
allí luces que tiemblan 

y muertas hojas, 
vientos murmuradores, 

leves aromas, 
tristezas é ilusiones 

que al alma arroban; — 
todo en mística vida 

quietud recobra 
de la virtud oculta 

que tiernos brotan 
esos ojos que al cielo 

tomados lloran: 
tal en caudal silente 

entre las rocas, 



264 HONORATO YXzQüEZ. — LA DOLOROSA 

á la luz de la luna 

duermen las olas. 
Toda pena se acalla, 

muda se ahoga, 
y avergonzada gime 

por pecadora; 
toda esperanza al cielo 

en flores brota, 
todo lo santiflcas, 

Madre y Señora, 
corazón misterioso 

donde se agolpan 
sobre pureza tanta, 

penas tan hondas. 



Entre los amancayes 

que se desbordan 
del florero á tus plantas, 

¡oh, Dolorosa!, 
quedan de mi esperanza 

las blancas rosas 
y el sombrío romero 

de mis congojas... 



Honorato VÁZQUEZ. 




PERDÓN DE MADRE 



^^tEKMANiTO de mi vida, 
pido á mi madre perdón 
\ por las penas que le ha dado 
mi nmor, ¡ay, cuáii loco amor! 



— ¿Á qué madre?— ¿No lo sabes?... 
—¿A cuál?... No lo entiendo yo... 
A muy poco que salieras 



MIGUEL MORENO. — PERDÓN DE MADRE 



para casarte, ¡ay, dolor! , 
de vergüenza la mataste, 
la mataste de aflicción, 
y al morir dijo: «Si Julia 
quiere la perdone yo, 
vaya á buscarme en la tumba 
adonde por ella voy...» 

— ¡Ay! Hermanito, quisiera 
también morir de dolor...» 
Acompáñame á esa tumba, 
¡te lo encarezco por Dios! 
Ya me abandonó mi esposo; 
tengo miedo..., ¡sola estoy! 

—No puedo, hermana; tu madre, 
antes de morir, mandó 
que fueses sola en la noche 
á recibir su perdón; 
y hasta dijo: «¡Que las manos 
no me las aten, pues yo 
aun tengo que dar á Julia 
mi postrera bendición!...» 



n 

Y Julia lloró su culpa, 
y por su madre lloró, 
y, con un cirio bendito, 
dirigióse al panteón. 



MIQÜEL MORENO. — PERDÓN DE MADRE 267 

y tarde, á la media noche , 

se oyó un grito aterrador 

y una triste voz que dijo: 

«¡Te lo perdono por Dios! 

¡La madre siempre perdona! 

¡Por ti no he dormido hasta hoy!... 

Mas ya que tú te arrepientes, 

hija de mi corazón, 

vente, juntas dormiremos 

en una tumba las dos...» 

Y apagóse el cirio, y luego 
la doliente voz calló. 
¿Qué fué de Julia? Lo saben 
tan sólo su madre y Dios. 

Miguel MORENO. 





^EMPLASTE al fin tu lira, amigo mío; 
tu voz uniste á mi insonoro acento: 
esto quise de ti, porque es muy grato 
unir la voz como se unió el afecto. 



Nada importa, Miguel, que nuestras notas 
se oigan y mueran al volar del viento; 



270 HONORATO VXZQÜEZ. — CANTAMOS 

que de una débil voz acento débil 
debe extinguirse de la brisa al vuelo. 

El labrador de los azuayos valles 
que sombrea al ramaje de su huerto, 
viendo la flor que nace y la que muere, 
la hoja que cae desprendida viendo. 

Llevar suele á los labios, por la tarde, 
el rondador de sones lastimeros, 
no para que otros oi^an esos sones, 
sino por dar solaz ai triste pecho. 

Humilde rondador de humildes cañas, 
¡cómo ha de pretender vayan sus ecos 
á resonar más lejos de esos valles, 
á resonar más lejos de ese huerto! 

No, que tan sólo en un hogar vecino 
se escuchará tal vez algún acento; 
no, que otros morirán entre las ramas, 
entre las ramas de ese mismo huerto. 

De nuestros valles, cuyas claras fuentes, 
<5uyos árboles guárdannos recuerdos; 
del hogar conocido, de la iglesia, 
de los amigos ¡ay! y del colegio. 

Tenemos en el alma las historias, 
cual en ella guardamos el afecto; 



HONORATO VXZQUEZ. — CANTAMOS 271 

tenemos en los labios nuestro canto, 
á nuestro canto unimos sus recuerdos. 

Que hoy no se mueve en olas el sembrado 
de conocidos campos, sin que el pecho 
sienta temblar al corazón herido 
como tiembla la espiga con el viento. 

Que hoy no murmura la serena fuente 
del mullido gramal, do era el paseo, 
sin que unamos al lánguido murmullo 
gratas voces que hablaban otros tiempos. 

Que hoy no podemos, al mirar las flores 
y al llevarlas al ámbito del templo, 
ahogar las memorias de otros días 
y negar el dolor á nuestro seno. 

¡Ay! Por esto cantamos: triste fuera 
pasar indiferentes por el suelo 
sin colocar siquiera una hoja seca 
en las tumbas queridas del sendero. 

Triste pasar sin exhalar un canto 
por esas. almas cuyo casto seno 
fuera el asilo de un amor bendito, 
bendito de los hombres y del Cielo... 

Más triste aún callar los de la infancia 
consoladores, plácidos recuerdos, 



272 



HONORATO yXzQUEZ. — CANTAMOS 



como la yedra al árbol así unidos 
á la sagrada fe con que creemos. 

Cantamos ya con insonora lira; 
nuestras notas iránse por el viento: 
¡Dios haga que siquiera alguna de ellas 
vaya á extinguir el son allá en el Cielo! 




Cantamos ya: Dios quiera que no broten, 
á la lectura d^ estos pobres versos, 
las rosas del rubor en las mejillas 
do el Ángel del pudor estampó un beso. 



HONORATO VXZQUEZ. — CANTAMOS 278 

Si otras playas te esperan, caro amigo, 
y en mis nativos campos yo me quedo, 
las flores que obsequiabas á María 
yo las he de llevar á sus floreros. 

Y con las flores llevaré en mis labios, 
por ti, un sincero y fervoroso ruego, 
que el afecto de amigos en la tierra 
se debe completar allá en el Cielo. 

Honorato VÁZQUEZ. 

1877. 




18 



AÑOS DESPUÉS 



Á HONORATO 



i 



^MiQO del alma mía, 
y más bien que amigo, hermano; 
ven y reclina la frente 
sobre mi pecho angustiado, 
y entre suspiro y suspiro, 
pensativos encendamos 
la lámpara moribunda 
de nuestro hermoso pasado. 
¿Recuerdas?... ¡Santas memorias! 
4 Han transcurrido veinte años 
desde aquel en que escribimos 
nuestros Sábados de Mayo! 
Orillas del Tomebamba, 
bajo los sauces cantando, 
la estrella de unos ensueños 
persiguiendo solitarios, 
por cielos desconocidos, 
cual golondrinas, volando; 



276 MIQüEL MORENO. — AÑOS DESPUÉS 

erguida y noble la frente, 
siempre el espíritu en alto, 
en el alma hondos afectos, 
la humilde lira en las manos, 
nos encontraban las tardes 
de esos sábados de Mayo. 

¡Adiós, ensueños de entonces 
¡Han huido tantos años! 
¡Qué largos para sufridos, 
qué cortos para gozados!... 
¡Decepción todo! La gloria 
fué la quimera de entrambos, 
y ahora sabemos que es ella 
humo de nuestro tejado... 
Y como éste, ¡cuántos otros 
dolorosos desengaños! 
¡ Ay! ¡Quién hubiera creído 
que fuese, al fin, tan amargo 
el despertar de los sueños 
y el invierno de los años! 
¿Y los afectos?... ¡Dios mío, 
besemos tu santa mano! 
¡Cuántas cruces, negras cruces^ 
se alzan en el camposanto, 
y cuántos altares menos 
en el corazón, hermano, 
sin contar esos idilios, 
muertos al nacer, pintados 
allí en mis Eosas azules 



MIGUEL MORENO. — AfiOS DESPUÉS 277 

y en tus Floripondios blancos! 
¡Idilios, rayos de luna 
de la noche del pasado, 
pues va clareando la aurora 
de los sábados de Mayo, 
no turbéis nuestro reposo, 
quedaos atrás, quedaos! .. 

¿Y nuestra patria?... La patria, 
aire y luz siempre adorados; 
yo muy lejos, tú proscrito, 
¡cuántos sábados de Mayo 
oramos juntos por ella 
en extranjeros santuarios! 
¿Y después?... Patria adorada, 
¡qué de sangre, qué de llanto, 
siempre en intestinas luchas, 
has vertido cuántos años! 
¡Desde el foro á la cabana 
se viste luto! En los campos, 
para viudas y huérfanos 
el pan sabe muy amargo. 
¿Y sus hijos?... Al palenque 
ya no acuden esforzados: 
muertos yacen 6 proscritos 
sus ilustres ciudadanos... 

j Ay, amigo, es larga, larga, 
la lista de desengaños! 
Del hogar en el asilo 



278 MIGUEL MORENO.— AÍ^OS DESPUÉS 

volemos á refugiarnos. 
Pero antes vamos al templo, 
donde juntos ideamos 
aquel haz de humildes flores, 
nuestros Sábados de Mayo. 



¿La conoces?... Es la nuestra 

Morenica del Rosario. 

¡Madre mía de mi alma! 

¿Te acuerdas tú de los bardos 

que entre rima y rima, flores 

en el alma y en el campo 

iban recogiendo alegres, 

y, tiernos enamorados, 

las ponían, si á tus plantas, 

más en el albergue casto 

de tu corazón de Madre 

en los sábados de Mayo? 

¿Nuestras flores, qué se hicieron? 

¿Qué se hicieron esos cantos? 

Sus virginales aromas, 

¿se fueron al Cielo, acaso? 

Primicias de la inocencia, 

volaron, allá volaron; 

pero nos queda el recuerdo 

de aquellos días lejanos, 

y de la piedad primera 

nos queda el perfume casto> 

el dulce amor á María, 



MIGUEL MORENO. — AÑOS DESPUÉS 279 

que, luchando, hemos salvado, 
á pesar de tempestades 
y de luctuosos naufragios. 

¿Y nuestros hijos? Los hijos, 
de nuestra alma hoy tan amados, 
si ayer pensamos en ellos, 
cual son hoy no los soñamos; 
que ese amor nuevo y sin nombre, 
por lo puro y por lo santo, 
era aún desconocido 
de nuestra alma en el santuario. 

Y hora el mayor de los míos, 
de mi amor fruto temprano, 
ya es luciérnaga que alumbra 
al Dios de los Tabernáculos. 

Y su comunión primera 

la hizo ayer... Sus tiernos años 
cayeron en los altares 
como hacecillo de nardos... 
¿Y nuestras madres?... Refugio 
de tormentas y naufragios, 
ellas su amor á María 
en nuestro pecho grabaron, 
y nuestras primeras flores 
las pusieron de su mano, 
sobre su ara... ¡Quién nos diera 
hacer eternos sus años, 
á que en nuestras sepulturas 
planten floripondios blancos 



280 MIGUEL MORENO — AÑOS DESPUÉS 

y pensamientos azules, 
junto á los lirios del campo! 

¡Amigo, la Santa Virgen 
con creces nos ha pagado 
esas flores y esas rimas 
de los Sábados de Mayo! 
¿Cómo enumerar los dones 
de su maternal amparo?... 
¡Aliento, poeta amigo, 
y hacia la Patria cantando 
avancemos, mientras llega 
aquel día, no lejano, 
en que á nuestros tiernos hijos 
la rota lira legando, 
de María al casto seno 
volemos, buenos hermanos, 
plegué á Dios que un mismo día 
y en un sábado de Mayo! 



1897. 



Miguel MORENO. 




FINAL 



A HONORATO 

jKÍFesde entonces acá, cuántos sepulcros > 
tú bien lo sabes, en el alma abiertos!... 
¡Nuestros padres al Cielo ya son idos, 
y mi esposa y mis hijos ya se fueron!... 

Recibamos cosechas que se cuajan 
al intenso amargor de los recuerdos... 
¡Cuanto la tierra da, no es sino tierra 
que con cada dolor nutre renuevos!... 

Dos gusanos de luz, salimos juntos 
á vagar de la vida en el sendero; 
pero, al venir la noche, ¡Dios lo quiera!, 
luzcas tú de mi tumba en el silencio! 

Miguel MORENO. 

1905. 



APÉNDICE 




A AGUSTÍN CUESTA V. 

yM UE yo vuelva á ser dichoso 
y alterne contigo el canto? 
¿Que en mi lira rememore 
esos ya distantes SÁBADOS?... 
Sin advertirlo, un profundo 
"mar de pena has conturbado 
y el majestuoso silencio 
de un corazón solitario... 
—¿Las funestas soledades 
de tu corazón acaso?... 
— ¡Evoco mi ayer! Escucha 
lo que debiera callarlo. 



MIGUEL MORENO, — FLOR DE MI PENA 



Tiende atenta la mirada i 

sobre este campo asolado; 1 

mira cuan negros los árboles, 

desnudos de sus encantos, , 

y esa nube cenicienta t 

que acrece el pavor del cuadro. 

Un incendio taló el bosque, 
turbo la paz de este lago, 
y arrasó el hermoso carmen 
donde ayer dos pobres bardos, 
como las auras marinas, 
como gaviotas flotando 
sobre el piélago del ritmo, 
por norte el ideal cristiano, 
por numen la Santa Virgen, 
fueron ensayando el canto 
en aquella sola lira 
que la Virgen les dio á entrambos, 
hasta que por fin surgieron 
esos SÁBADOS DE MAYO. 

Contempla: allá estuvo el huerto i 

donde soñé con mi hermano: j 

mas ¡ay! sueños de poetas, j 

¡cuan presto se disiparon! j 

Allí Clorinda y Elvira^ 
dos seres tímidos, castos; 
ésa. La Torcaz del rio, 
nacida en un bosque azuayo; 
ésta, Híiérfana extra'njeray 



MIGUEL MORENO. — FbOR DE MI PENA 28? 

entre floripondios blancos, 
cual mariposas azules, 
nos estaban atisbando 
inocentes sonriendo, 
al escuchar nuestros cantos; 
y nos regalaban flores, 
de nuestras flores en cambio, 
¡y amor puro, candorosas, 
nos dieron! Entrelazados 
todos cuatro corazones, 
sólo un corazón formaron. 
Mas, ¡oh, dolor!, ¡ya con ellas 
no tuvimos otro Mayo!... 
— ¿Os olvidaron?... 

— ¡Murieron!... 
¡Dios cortó de amor el lazo!, 
y un ¡Adiós, ha^ta los cielos!. 
mutuamente nos cambiamos. 
¡Cuántas noches las estrellas 
silenciosas nos miraron 
ante sus tumbas, de hinojos, 
tiernas preces elevando! 

— ¡Desventurados poetas! 

— ¡Mucho sus ojos lloraron, 
mucho sus almas sufrieron!... 
-- ¡ Aliento ! ¡ Prosigue, bardo ! 
— ¿Ves allá esa casa blanca? 
Es un molino en un campo 
de alisares: ¡cuan desierto 
de la amistad el santuario! 



MIGUEL MORENO. — FLOR DE MI PENA 



Allí fué donde á La Garza 
del Alisar encontramos..., 
tímida, blanca y hermosa 
como luna en cielo diáfano. 
¡Oh, esa sombra fugitiva! 
¡ Oh, ese ser amante y candido! 
¡Cuántas veces vino á vemos 
y á remirarse en el lago ! 
Mas ¡ay, la mató la ausencia! 
¡Como á hermana la lloramos!... 

Allá cantaron Elisa 
y Osear el desamorado; 
y esa Elina, la olvidada, 
la de los sentidos cantos: 
dichosas, ambas huyeron 
al terreno cielo, al claustro: 
ya en torno al Peñón tan sólo 
miro sus sombras vagando. 

— ¿Y La Novia del Sargento ^ 
la de los grandes quebrantos, 
la cuitada montañesa? 
—Alma viuda, clamando: 
/ Que no le olvide ni aguarde!, 
se vino loca á este lago. 
—¿Y Moraima?... 

—Tierna alondra, 
una sola vez, de paso 
al cielo, unió con los nuestros 



MIGUEL MORENO. — FLOR DE MI PENA 



SU primer sonoro canto, 
que, preludiado en la tierra, 
lo está repitiendo en lo alto; 
¡y todo así disipóse 
como el eco de esos cantos! 




—¿Y La Virgen de la Peña? 
¿Y las niñas que llevaron 
para Ella preces y flores? 
— ¡Doloroso desencanto! 



19 



290 MIOÜEL MORENO. — FLOR DE MI PENA 

¡Nunca más volví á encontrarlas! 
¡ Ensueños , aves de paso !... 
Pero me queda La Virgen 
en la gruta; mira, en lo alto 
de aquel majestuoso risco 
está mi tesoro amado, 
MARÍA, y la gruta en donde 
me acogí cuando el naufragio 
de Dora! (1) 

— ¡Ah, de tu Dora! 
¿Tu musa real, oh, bardo? 
—¡Sí, de Dora, vida mía, 
ayer mi cisne del lago, 
hoy día Flor de mi Penal.., 
¡Corazón, prorrumpe en llanto!... 

¡Tú el colmo de mi ventura, 
de mis dolores el máximo, 
en vez de la Barca blanca 
para venir á mi lado, 
tomaste la Barca negra, 
y con tres de los más caros 
de nuestros hijos, te hundiste, 
te sepultaste en el lago!... 
¿Y aun vives, corazón mío, 
aquí en la margen llorando? 



(1) Véase el Libro del Coragón, de Miguel Moreno. (Advertencia de 
loa eiityree.) 



MIGUEL MORENO. — FLOR DE Mi PÜNÁ 2dl 

¡Tengo allí otra Barca negra!... 
Mas ¡ay, que me encuentro atado L, 
¡Que sepan volar los cisnes 
que ella me dejó, y de un salto 
yo en la barca, y luego arriba, 
donde ella me está- aguardando! 



Pero antes, joven poeta, 
préstame apoyo; ascendtimos 
á la gruta, y á la Virgen 
le consagremos un canto; 
y tu primero se aune 
á mi último; ¡que ya helados 
siento el corazón y el alma! 
¿Quién continuará mis cantos?., 
Lleva mi lira, la pulse 
mi primogénito amado (1), 
y que continúe en ella 
esos Cantos no acabados 
que él conoce; y crea y cante, 
¡siga mis huellas, y á lo alto!... 



¡Y ascendamos!... Llevo preces, 
llevo lágrimas, que, aun cuando 



(1) Va á continuación Á mi padre, poesía del hijo primogénito dé 
Moreno. (Adv9rtmcia de Un editores.) 



MIGUEL MOBEKO.~-FLOR DE MI PENA 



ya mi lira no dé sones, 
ni haya cisnes en mi lago, 
¡por MARÍA y por mis muertos, 
feliz, creo, espero y amo!... 



Miguel MORENO. 




Á MI PADRE 



HLe mandas tu lira 
por mí tan amada, 
de cuerdas tan suaves, 
mojada en tus lágrimas; 
sus tristes acentos 
apenan á mi alma. 

Mi madre y tu lira 
mi cuna arrullaban; 
tu lira y mi madre 
en una alborada 
de Mayo risueño 
mi vida ofrendaban, 
¡al pie de la Virgen, 
de Dios ante el aral 

¡Oh, lira que llega 
en llanto mojada!... 
Con ella lloraste 
nuestra honda desgracia; 



294 MIGUEL A. líORfiNO 8. — X MI PADRE 

por ella en las penas 
brilló la esperanza; 
por eso yo la amo 
cual Dora la amaba. 
Tu musa, la Virgen 
me enseñe á pulsarla, 
y á Ella yo cante 
y eleve plegarias 
por seres queridos 
que adora mi alma, 
por ti y por mi madre, 
¡mis prendas amadas! 



Miguel A. MORENO S. 




ÍNDICE 



Páfrinas 

Advertencia V 

Los sábados de Mayo IX 

Ntíestro propósito 1 

Los sábados de Mayo 7 

Efluvio 16 

Hojas secas 17 

Á María. 19 

La flor de la montaña. 21 

La hija de María 26 

Amor de un ángel 29 

El poeta 61 

Las tres Auroras 68 

Esquela de amor 69 

Ante un nido 71 

La Virgen del cementerio 7S 

¡Ro, ro! 77 

Sombras 81 

La oración de la huérfana. 88 

En el hogar 85 

La Virgen de la escuela 87 

¡Pobre escolar! 93 

Cantares de Elina. ; . . . 97 

¡Es él! i 101 

La niña y el escribanillo. ". . 103 

¡Pobres flores! , ', 105 

El yaraví 107 

Ecos de ultratumba ; 113 

No puedo amarte 115 

Morenica del llpsario. ....,...♦♦,.,, Jl^ 



ÍNDICE 



Página» 

La Virgen del Río 123 

ÜOB tumbas. 127 

La flor de la dicha 129 

El incienso y la alhucema 133 

A María. 137 

El nombre de María. 141 

Cantos no acabados 147 

Un pétalo de rosa. 161 

¡No las mires! 163 

Sauces y cipreses 169 

La Virgen de la Peña 165 

Deseo 178 

Bodas que^^matan 175 

¡Acuérdate de mí! 181 

A Olorinda 185 

La garza del Alisar 187 

Auras de Abril 193 

¡Piensa de tarde! 199 

¡Cantaba, pero calló! 201 

¡Buenas noches! * 206 

La novia del sargento 207 

Amor y musrte 215 

Plegaria á María 219 

La flor del mosquito. 225 

Mi escuela 229 

Las tres torcaces 233 

Amor imposible 241 

Rama de trébol 247 

La arirumba 263 

Olvido 259 

La Dolorosa. 261 

Perdón de madre 265 

Cantamos. 269 

Años después 275 

Final 281 

Flor de mi pena 285 

A mi padre 298 




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