Skip to main content

Full text of "Sobre el "le" y el "la", cuestion gramatical"

See other formats


PRESENTED  TO 

THE   LIBRARY 

BV 
PROFESSOR  MILTON  A.  BUCHAN  \N 

OF  THE 

DEPARTMENT  OF  ITALIAN  AND  SPANISH 

1906  1946 


SOBRE 

LE»  Y  EL  «LA» 


CUESTIÓN     GRAMATICAL 


LIO   COTARELO   Y    MORÍ 

DE  LA  ACADEMIA  ESPAÑOLA 


MADRID 

IMPRENTA     DE     ANTONIO     MARZO 

SAN   HERMENEGILDO,    32   DUPLICADO 

TELÉFONO    I.977 

1910 


ITALIA-ESPAÑA 


SOBRE 

EL  «LE»  Y  EL  «LA- 


C  S^34  S 


SOBRE 

EL  «LE»  Y  EL  «LA» 


CUESTIÓN      GRAMÁTICA!. 


EMILIO    COTARELO    Y    MORÍ 

DE  LA  ACADEMIA  ESPAÑOLA 


491727 


MADRID 
IMPRENTA      DE      ANTONIO     MARZO 

»AN    HERMEJÍEGILDO,    32    DUPLICADO 

TELÉFONO    I.977 

I0IO 


EL     LA.    EL   LE    Y    LA    ACADEMIA 


a  debatida  cuestión  del  empleo  exclusivo 
de  una  de  las  dos  formas  pronominales  la 
x-  6  le  en  el  dativo  femenino  ha  sido  plan- 
Y  ™  teada  y  estudiada  nuevamente  por  don 
Antonio  de  Valbuena,  fundándose,  ante  todo,  en 
la  autoridad  de  los  buenos  escritores,  desde  el  si- 
glo xvi  en  adelante,  sin  omitir  algunas  razones  de 
conveniencia  en  pro  de  la  claridad  en  lo  hablado 
6  I  irrito  (i). 

Muéstrase  el  Sr.  Valbuena  laista  resucito,  como 
labia  declarado  en  trabajos  anteriores.  En  su 
virtud,  opina  que  debe  decirse,  por  ejemplo:  «A  tu 
hija  la  traigo  un  vestido',  y  no  de  traigo»;  «A  la 
duquesa  entregó/a  un  rico  presente,  y  no  «entregó- 
fe  ;  «Por  La  tarde  tomábalos  lección  de  Geografía», 
y  no  «tomába/t's  '. 

Como  tal  doctrina  inadmisible   in- 

tento  formular   algún..-   reparos   y  observaciones 


(i)     \«(o¡   gramaticales,    /'la   |    e¡  le.  por   D    Antonio  de 
Valbiirn.i      Madrid,  imprenta  del   Vsilo  de  Huérfano»,   1910; 
13   pp. 


^    ,U,,    EL    «LE.    Y    LA    ACADEMIA 


en  apoyo  de  la  contraria,  que  juzgo  mejor,  casi  en 

alNoUUevo  más  objeto  que  esclarecer  algo  esta 
cuestión  que,  de  mucho  antes,  me  ha  pareado .dig- 
na de  ser  tratada  individual  y  aisladamente.  Apro- 
vecho la  oportunidad  de  hacerlo,  bien  que  siguien- 
do (á  causa  del  folleto  del  Sr.  Yalbuena)  un  plan 
diverso  del  proyectado.  Las  necesidades  de  la  con- 
troversia me  forzarán  á  contradecir  al  Sr.  \  albue 
nT  aun  en  cuestiones  de  hecho.  Todos  incurrimos 
en' algún  error,  creyendo  estar  en  posesión  de  la 
verdad:  buscarla  y  declararla  es  noble  y  honrosa 
empresa. 

La  Academia  Española  es  principal  culpable, 
seeún  el  Sr.  Yalbuena,  de  la  propagación,  que  con- 
sidera  abusiva,    del  empleo  del  le  femenino,  di- 

^«Hubo  un  tiempo,  y  no  está  muy  lejano  todavía, 
en  que  nuestra  Real  Academia  de  la  Lengua  con- 
sideraba indiferente  decir  /a  ó  decir  leen  los  dati- 
vos femeninos  y  su  Gramática,  lo  mismo .que  las 
de  otros  autores,  presentaba  como  de  libre  elec- 
ción las  dos  formas.»  Y  algo  más  adelante: 

«En  el  año  de  1874  me  parece  que  fue  cuando  la 
Academia,  al  hacer  una  nueva  edición  de  su  Gra- 
mática reformó  la  declinación  del  pronombre  su- 
pliendo las  formas  la  y  las  en  el  dativo  de  sin- 
guiar  y  de  plural...»  (1).  . 

En  esto  padeció  un  grandísimo  error  el  Sr  \  al 
buena  Cerca  de  cien  años  antes  fue  cuando  se 
h">  la  reforma  (si  así  puede  llamarse),  punto  que 
fácilmente  se  comprueba  con  vista  de  la  cuarta 

(i)      lbid,  pp.   5    y   6- 


LA    INNOVACIÓN    DE    179b 


edición  del  referido  libro,  impreso  en  1796,  por 
la  Viuda  de  D.  Joaquín  Ibarra,  páginas  67  y  68, 
que  trae  así  la  declinación  del  pronombre  perso- 
nal en  su 

«TERCERA  PERSONA  FEMENINA 

SINGULAR  PLURAL 


Nom. 

F.lla. 

Nom. 

Ellas. 

Gen. 

De  ella. 

Gen. 

De  ellas. 

Dat. 

A,  ó  para  ella,  LE. 

Dat. 

A,  ó  para  ellas,  LES 

Acus. 

A  ella,  la. 

Acus. 

A   ellas,  las. 

Ablat. 

Por  ella. 

Ablat 

Por  ellas* 

Por  donde  se  ve  que  fueron  totalmente  excluí- 
dos  del  dativo  el  la  y  su  plural,  exclusión  que  per- 
severó en  las  reimpresiones  hechas  en  1821  y  1852; 
en  la  nueva  edición  publicada  en  1854  y  en  todas 
las  siguientes. 

Concuerda  esta  doctrina  con  a  sentada  en  la 
cuarta  edición  del  Diccionario  vulgar  de  1803, 
primero  que  siguió  á  la  reforma,  en  el  que  se  puso: 

«La.  Acusativo  de  singular  del  pronombre  personal 
femenino,    ella. 

I.f  Dativo  ó  acusativo  del  pronombre  personal, 
él.    y   dativo   del   pronombre    femenino   personal,    ella.» 

Hay  también  error  por  parte  del  Sr.  Valbuena 
en  atribuir  á  la  edición  de  la  Gramática  académi- 
ca fie  1874  esta  nota,  que  desde  1870  figuró  al  pie 
del  cuadro  de  las  declinaciones:  «No  faltan  auto- 
res de  nota  que  usan  en  dativo  las  formas  la  y  las, 
idénticas  á  las  de  acusativo.  Ejemplo  es  que  no 
debe  imitarse.» 

Esta  nota  que  Valbuena  censura  acremente  y 
atribuye  al  difunto  D.  Aureliano  Fernández-Gue- 
rra, es  consecuencia  de  la  exclusión  del  texto,  pues 


8  El.    «LA',    EL    «LK*    V    LA    ACADEMIA 

no  había  la  Academia  de  recomendar  lo  mismo 
que  condenaba  y  hállase,  en  substancia,  conteni- 
da en  otra  muy  larga  que  por  primera  vez  se  es- 
tampó en  la  página  35  de  la  ya  citada  edición  de 
la  Gramática  hecha  en  1854,  antes  de  que  Fernán  - 
dez-Gueiia  fuese  académico. 

Bien  comprendo  que  nada  de  esto  se  opone  que 
la  Academia  deje  de  tener  razón  en  el  sentir  que 
mantiene;  pero  demuestra  que  el  tiempo  de  la  in- 
novación no  es  de  ayer  tarde;  que  se  halla  mucho 
más  lejano  de  lo  que  el  Sr.  Valbuena  cree,  y,  que 
por  algo  después  de  mucho  discutir,  permanece 
aún  en  la  Gramática  y  en  el  Diccionario  académi- 
cos lo  establecido  en  1796. 

Luego  daré  la  razón  de  tal  cambio  (que  en  reali- 
dad no  lo  es)  y  de  cómo  la  Academia,  sacando  esta 
materia  del  caos  en  que  la  tenían  sumida  los  ante- 
riores gramáticos,  acertó  á  darle  forma  clara  y 
científica  y  pudo  ver  su  doctrina  apoyada  y  se- 
guida por  los  tratadistas  de  más  nombre. 


II 


LA    ETIMOLOGÍA   Y    I.A   GRAMÁTICA 


P  L  pronombre  castellano  de  tercera  perso- 
na  salió  del  demostrativo  latino  Ule.  que 


tiene  esta  forma  para  el  nominativo  sin- 
gular masculino,  illa  para  el  femenino  é 
illud  para  el  neutro. 

En  dativo  no  hay  más  que  Mi  (plural  Mis)  para 
los  tres  géneros.  Por  leyes  de  conversión  conocidas 
de  la  Gramática  histórica  el   Mi  (i)  pasó   á  ser  le 


(i)     En  la  más  antigua  versifin  del   Fuero  Juzgo,  se  lee: 
«O  los  godos  non  /;  dieron  la  onra  del  regno*  'L  V  del  pról.) 
«Non    h  poda   forciar  suas   cosas. ■     I.    w    do  ídem.) 
«Dando'/    «raí  ias  á   el   que  ye  en   nos    muy   piadoso     ÍL  I. 

idem  ■'  ii-         j  n 

•O  si  los  obispos  federen  al   Principe  que  ih  perdone  •  (L. 

x.  Id.) 

Todavía  Gonzalo  de  Bi  n  castellano  li  y  lis: 

I  ■     oyl  vanidades  non  ti  prendie   laliento... 
Bien  lis  benia  en  mientes  dé  los  buenos  castigos... 
i  i   pan  qui    entre  día  ¡i  dauan  loa  parió 
DauaJú  pastos  buenos,  guaidáualas  de  daño.. 
[Im  Vida  de  Sanio  Dom.  Je  Silos;  ed.  Fitz-Gerald,  París,  1904: 

j   j  1 
Lo  mismo  consta  en  otros  textos  de  la  primera  mitad  del 

Siglo   XIIT. 


I.'.     EHMOtOGfA    Y    I.A    GRAMÁTICA 


en  castellano,  les  en  plural,  siempre  en  el  caso  de 
dativo  masculino  y  femenino  (i).  Así  se  escribió  en 
toda  la  Edad  Media,  aun  en  dialectos  como  el  leo- 
nés, que  se  quiere  dar  hoy  como  dechado  de  cas- 
ticismo en  este  punto.  Demuéstrase  con  pasajes 
tomados  sin  especial  elección  del  poema  ó  Libro 
de  Alexandre: 

Es    mayor    de    todas    Asia    é    meior 
Aun    cuerno   es   buena   denie   ser   maior 
Deuien/í   dar   las   otras   reuereneia   é  honor. 

(Cop.     263.) 

Su    madre   de    Achules   daua   gTandes    sossannos 
Mas   poco  le  ualiron  todos  sus  encantos 

(Cop.    392.) 
La  muger  de  Ector  Androna  le  decien 

(Cop.     541  ) 
Todas  aquellas   torcas  non  le  ualiron  nada. 

(A  la  ciudad  de  Sardis.) 
Ouola  el  rey  Alexandre  quebrantada. 

(Cop.    785.) 

Pero  de  todas  essas  (estrellas)  el  sol  es  la  roaor... 
Todas  cercan  á  él  i   él  les  da  claror. 

(Cop.   1. 165.) 

1  >(.   ruedas  é  de  molinos  que  muelen  las  ceueras, 

De  muchas  ricas  acennas  que  les  dicen   traperas. 

(Cop.    1.304.) 

Allí    vieno    al    rey    una    rica    reyna, 
Sennora    de    la    tierra    que    dizen    femiuina, 
Caleetrix    le    dexioron    desque    fue    pequenina. 
(Cop.    1. 701.) 


una    corrupción  gramatical,    /,•   vino   á   ser   forma 
masculina  del  acusativo,  en  competencia  con  lo.  que  es  la 
según  la  derivación:   illum.  illa»,.  UluJ.  ven  plural,   tilos,  illas 
(pues  el  neutro  no  'iene  aplicación),   v  esto  dio  origen  á  otra 
gran  controversia  entre  lektas  y  loistas,  que  por  ahora  no  nos 


ORIGEN   DEI,   «LE» 

Que  la  forma  le  no  sea  repugnante  para  desig- 
nar el  femenino,  sino  muy  propia  de  la  naturaleza 
de  nuestro  idioma,  acredítalo  el  hecho  de  que, 
siendo,  en  general,  destinada  la  letra  o  para  las 
terminaciones  del  género  masculino  y  la  a  para  las 
del  femenino,  se  aplica  la  e  á  uno  ú  otro  género, 
como  en  padre,  sastre  y  fraile;  madre,  llave  y  nube,  y 
hasta  sirve  en  la  desinencia  de  muchas  palabras 
que  participan  de  ambos:  fraude,  puente,  dote. 
arte,  consorte,  cónyuge. 

Apoj'a  guarniente  el  le  como  dativo  masculino 
y  femenino,  lo  que  sucede  con  sus  pronombres  co- 
rrelativos me,  te  y  se,  que  no  tienen  más  que  esta 
forma  para  sus  dativos  en  cualquier  género;  con 
la  particularidad  bien  digna  de  repararse,  de  que 
el  sé  no  es,  en  muchas  ocasiones,  más  que  eJ  mis- 
mo le  en  dativo,  al  que  el  uso,  para  evitar  la  repe- 
tición que  resultaría  de  le  la  ó  le  lo,  cuando  se  jun- 
ta á  otro  pronombre,  dio  en  pronunciar  se  la  ó  se  lo 
y  se  las   ó   se   los    (i).    Ejemplos:    «Respondió   que 

(i)  En  el  primitivo  castellano  este  se  se  escribía  y  pro- 
nunciaba ii  6  ye.  «Nin  mande  que  te  lo  fagan.»  (F.  Juz.,  h.  v, 
t  1.  lib.  II. I  «Que  non  entre  al  Rey  é  que  ye  lo  diga.»  (L.  xxn, 
Ídem   id.) 

En  Castilla  comenzó  á  usarse  en  la  escritura  ge  en  lugar 
de  ye,  pero  con  igual  sonido.  «Que  ge  lo  otorgase»  (t,.  xxi, 
t  IV.  Parí  I1.  «Que  ge  la  demande»  (L.  n,  t.  XI,  lib.  II  del 
F.  Kcah:  -F.t  cubriéndolas  de  celicio.  ü.  xvm.  t.  IV.  Parí.  I); 
«Si  non  ge  lo  mandare»  (L.  vi,  t.  X,  lib.  I  del   F.   Real), 

rvese  que  ya  entonces,  como  es  natural,  existia  el  re- 
flexivo en  su  forma  propia,  que  es  la  latina:  «S<  debe  confe- 
i.     xxx,  tu.  iv     Part     I       Que  •;<•    mataban»  ¡i.   xi.m, 
ídem  id.    Cuando  alguno  oviere  a    salvar-  il..  i,    tit.  XII, 

lib   II  del   /  perdiere  por  culpa     i.   i,  t.  XVII, 

lib     III    de    idem 

Caml>  raido  de    la  g  ante  t  '■  i    pero  aún  rutina- 

riamente seguía  escribiéndose  en  el  -¡e.lo  xv  y  principios  del  xvi 
gela  6  geio,  cuando  ya  se  pronunciaba  '-  ó  le/o.biCastígame  mi 
madre  j  , ,,  trompogebu»  6  bien  Castigóme  mi  madre  y  yo 
ttompégeta  [ue  de  ambos  imxlos  se  escribía  este  dicho  po- 
pular, que  aún  recuerda  Cervantes  en  el  Quijote. 


LA    ETIMOLOGÍA    V    LA  GRAMÁTICA 


si  querían  agua  barata  se  la  daría  de  muy  buena 
gana»  (Cervantes).  «Sin  buscar  ellos  la  comida 
les  ruegan  con  ella  y  aun  se  la  ponen  en  la  boca.» 
(F.  L,.  de  Granada  «¿Leíste  la  caita  á  Julia?  — Ya 
se  la  leí.» 

Por  eso  alguno  de  los  más  célebres  filólogos,  Añ- 
il ro  Bello,  que  «/se  atrevió  á  escribir  una  gramáti- 
ca', como  dice  el  Sr.  Valbuena  (i)  deplora  que 
un  se  usen  las  formas  le  la,  le  lo  y  plurales,  que  no 
halla  ingratas  al  oído  (2). 

Ahora  bien;  si  este  se,  substituto  de  le  dativo, 
nació  tan  tardíamente,  ¿cómo  no  se  buscó  para  la 
terminación  femenina  la  vocal  que  le  es  más  pro- 
pia? Si  los  laístas  tuviesen  razón  parece  indudable 
que  en  los  dos  primeros  ejemplos  de  antes,  el  se 
debiera  escribirse  sa  de  este  modo:  «sa  la  dará  de 
muy  buena  gana»,  y  «aun  sa  la  ponen  en  la  boca», 
si  el  nombre  representado  fuese  femenino  y  estu- 
viese en  singular  y  desde  luego  en  el  tercer  ejem- 
plo. Y  no  vale  alegar  que  tal  forma  sería  inaudita, 
y  que  con  el  la  110  se  ha  hecho  más  que  utilizar  el 
acusativo  que  ya  existía;  porque  no  ha  sido  ésta 
la  causa,  sino  simplemente  la  de  dar  al  pronom- 
bre desinencia  en  a  para  la  claridad  en  el  conoci- 
miento del  género. 

No  entró,  pues,  en  el  ánimo  de  los  que  crearon 
v  luego  perfeccionaron  el  castellano  el  apartara- 
de  la  norma  trazada  poi  el  idioma  que  le  había 
servido  de  padre  y  de  maestro. 

A  principios  del  siglo  xvi  fué  cuando,  siu  duda 
para  evitar  la  confusión  de  géneros  que  resultaba 


(1)  i'ásina  28  de  su  folleto.  Conste  >|"  las  -ld- 
mrraciones  y  las  que  lleva  esta  otra  expresión  que  sigue  á  la 
primera:     <¡Y    hay    quien    la    recomienda' 

(2)  Gramática  de  la  ¡enana    castellana       Undécima    edición... 


PRINCIPIO  DEL  USO   DEt  «,A< 


en  algunos  casos,  se  comenzó  á  emplear  el  la  en  el 
de  dativo,  igualándolo  con  el  acusativo 

Todavía,  á  fines  de  la  anterior  centuria.  Anto- 
nio de  Nebrija  en  su  Gramática  (1492)  decía  «que 
el  la  lo  tiene  solamente  en  el  caso  tercero  (dal.)  del 
singular  é  plural  le  é  les  comunes  de  tres  GÉ- 
NEROS.» . 

En  todo  el  siglo  xvi  continuo  siendo  aun  muy 
poco  frecuente  el  uso  de  la  forma  la,  que  en  el  si- 
guiente tuvo  á  su  favor  la  autoridad  de  tratadis- 
tas, como  el  maestro  Gonzalo  Correas  (1627).  Y  lo 
extraño  es  que  Correas  atribuye  al  vulgo  el  uso 
contrario,  es  decir,  el  empleo  del  le  (1)  así  como  la 
confusión  de  casos,  cuando  él  no  sólo  los  confi 
sino  que  los  hace  idénticos,  preceptuando  las  fot 
mas  le,  la,  lo  no  ya  para  el  acusativo,  mas  también 
para  el  dativo,  v  lo  mismo  en  los  plurales:  les,  las, 
los,  monstruoso' desbarajuste  gramatical  que  prue- 
ba una  vez  más  la  falta  de  juicio  de  aquel  hom- 
bre, por  otra  parte  tan  noticioso  (2). 

Bien  que  otros,  como  el  P.  Juan  Villar,  jesuíta, 
autor  de  la  mejor  gramática  castellana  de  su  tiem- 
po, impresa  en  1651,  vuelven  por  las  buenas  prác- 
v  distinción  de  los  casos,  reprendiendo  ex- 
presiones como  ésta:  «Cuando  veas  las  imágenes 
haz/as  reverencia»,  y  prescribiendo  el  empleo,  sin 
excepción,  de  le  en  caso  de  dativo  femenino.  (Par- 
fe  XI,  cap.  m). 

(7)  Prueba  de  que  esta  forma  era  la  popular  y  usual,  al 
menos  en  Salamanca,  antes  de  que  lograse  ir  aclimatándose 
la  otra  .  ,  _. 

(•*)  la  doctrina  de  Correas  hállase  contenida  en  su  Try 
lingüt  de  tres  artes  de  las  tres  lenguas  Castellana,  Latina  i  Gftt- 
Ca  improsa  en  Salamanca  en  1627.  PP  44  a  48;  y  en  el  irte 
erande  de  la  lengua  castellana,  compuesto  en  1626  y  no  im- 
preso hasta  1903,  en  que  le  dio  á  luz  el  Sr.  Conde  de  la  Vma- 
sa;   pp    91   á   103. 


LA    ETIMOLOGÍA   Y    LA    GRAMÁTICA 


En  el  siglo  xvm  adquirió  mayor  auge  el  empleo 
del  la,  sobre  todo  desde  que  en  la  corte  se  hizo  de 
moda  y  lo  adoptaron  algunos  buenos  escritores 
como  Iriarte  y  Moratín,  el  hijo. 

En  1 734  publicó  la  Academia  Española  el  tomo  V 
de  su  primer  Diccionario,  ó  sea  el  de  Autori- 
dades comprensivo  de  la  letra  L;  y,  participando 
de  la  general  confusión  dice  que  el  pronombre  la 
se  emplea  en  los  casos  oblicuos;  pero  los  dos  ejem- 
plos que  pone  son  acusativos.  En  cuanto  al  le, 
manifiesta  que:  «Suélese  usar  algunas  veces  con 
elegancia  junto  con  nombres  del  género  femenino, 
especialmente  cuando  están  en  dativo»  (i).  Lo 
que  parece  indicar  ser  más  corriente  el  uso  del  la; 
pero  en  cuanto  al  plural  no  admite  las  sino  les. 

I. a  confusión  era  común  aun  entre  los  mejores 
gramáticos  del  mismo  siglo  xvni,  como  D.  Benito 
Gómez  Gayoso,  quien  no  ya  en  la  1.a  edición  de  su 
Gramática  Castellana,  impresa  en  1743,  sino  en  la 
de  1769  «nuevamente  añadida  y  aumentada  por 
su  autor»,  pone  de  este  modo  (pág.  86)  la  declina- 
ción del  pronombre  en  los  dos  casos  que  nos  inte- 
resan: 

SVM.  SINGULAR  NÚM.    PLURAL 

Dat  :     á  ó  para  ti,  ella,  ello,  Uní.:     á,  ó  para  ellos,  ellas; 

lo,  la,  lo.  les,  los,  las. 

A  cus.:  él,  ó  á    él,    a  ella,   á  Acus.:  ellos    ellas,  ó  á  ellos, 

ello;  le,  la,  lo.  á  ellas;  les.  los,  las. 

Aunque  tampoco  distingue  claramente  los  ca- 

1  P.   Benito  de  San  Pedro,  escolapio,    en  su 

notable    Arte    del    romance    castellano    (Valencia, 

Monfort,  1769)  parece  inclinarse  al  empleo  del  le 

(1)      Dicción.:   Artículos  Im   y   Lt. 


GRAMÁTICOS  DEL  SIGLO  XVHI 


en  el  caso  oblicuo;  pues  en  la  página  160  del  tomo 
primero,  dice,  al  hablar  de  los  que  llama  pronom- 
bres conjuntivos: 

«TERCERA    PERSONA 

Lo,  la.  Femen.:  le,  como  se.  Los,  las.  Femen.:  les.» 

Y  cita  como  ejemplo  el  refrán:  «Mal  me  quieren 
mis  comadres,  porque  les  digo  las  verdades.» 

No  es  de  extrañar  esto,  porque  muchos  años 
después,  todavía  D.  Gaspar  de  Jovellanos  no  sa- 
bía cómo  razonar  el  empleo  de  una  ú  otra  par- 
tícula: 

•No  puede  haber  duda  sobre  el  uso  del  tercer  pronom- 
bre. El  y  ella  son  siempre  sujetos  de  la  acción;  le,  la  son 
términos  de  ella.  Mas  puede  haberla  cuando  le  y  la  se 
refieren  ambos  á  dos  á  género  femenino,  en  cuyo  caso 
observaremos  si  el  verbo  tiene  otro  término,  además 
de  este  pronombre,  ó  si  no  lo  tiene.  Si  tiene  otro  término 
se  usa  de  la  variación  la,  le  en  ambos  géneros,  cómo:. 
«Ático  usó  de  la  exención  que  le  (i)  daba  su  edad.»  (Vida 
/(  Itico,  por  CORNELio  NEPOTE.)  «Hallaron  á  Leandra 
en  una  cueva;  preguntáronte  su  desgracia;  contó  como 
el  soldado,  sin  quitar/e  su  honor,  la  robó  cuanto  tenía»  (2) 
(Cervantes.)  Si  no  la  tiene  se  usa  de  la  variación  le  para 
el   masculino  y   de  la  para  el   femenino»   (3). 


(i)  Este  ejemplo  es  impropio;  porque  el  le  se  refiere  á  Áti- 
co, i|uc  es  masculino,  y  el  empleo  del  le  era  forzoso. 

(2)  Conservo  el  texto  para  que  se  conozca  el  pensamien- 
to de  Jovellanos;  que,  por  lo  demás,  la  cita  es  falsa.  Lo  que 
el  (Junóte  dice  fielmente  es:  «Contó  también  cómo  el  soldado 
sin  quita/fe  su  honor,  le  robo  quanto  tenia»  (primera  parte, 
cap,  II;   folio  306  vuelto  de  la  primera  edición  de  1605). 

Y  es  lo  singular  del  caso,  que  este  pasaje  y  supuesta  ano- 
malía cervantina,  han  sido  traídos  y  llevados  para  hallarles 
explicación  y  acomodar  el  hecho  á  reglas  conocidas,  sin  que 
á  nadie  se  hubiese  ocurrido  ver  cómo  realmente  había  sido  es- 
crito. 

(3)  JOVELLANOS;  Rudimentos  de  Gramática  castellana,  en  las 
Obras  de  Jovellanos   en    \  \     •    ■ 


16  i,a    i  TIHOLOGtA  Y    LA    GRAMÁTICA 

En  esto  sí  que  no  puede  haber  duda;  pues  en 
uno  y  otro  caso  se  trata  de  acusativos;  pero  en  el 
ejemplo  de  Cervantes  no  se  adivina  por  qué,  si  los 
dos  primeros  le  están  bien  puestos,  no  lo  había  de 
haber  estado  el  tercero  que  igualmente  lleva  un 
segundo  complemento.  Lo  que  resulta  cierto  que 
Jovellanos  no  había  profundizado  en  este  asunto 
lo  suficiente. 

La  misma  inseguridad  existe  en  las  tres  prime- 
ras ediciones  de  la  Gramática  castellana  de  la  Aca- 
demia, impresas  en  1771,  1772  y  i7Sl-  (<I'a  terce- 
ra persona  (del  pronombre)  tiene  dos  significacio- 
nes, una  directa  y  otra  recíproca.  En  la  significa- 
ción directa  tiene  estas  variaciones',  él  y  le  para  el 
masculino,  ella,  le  y  /<j  para  el  femenino;  ello  y  lo 
para  el  neutro.  V  así  decimos:  él  es.  hablémos/í-; 
á  ella  le  está  bien,  díganla  lo  que  quieran;  ello  pa- 
rece fácil,  pero  no  lo  es».  No  distingue  con  preci- 
sión los  casos,  aunque  parece  inclinarse  á  que  en 
dativo  se  diga  le,  como  resulta  de  este  ejemplo  que 
trae  poco  después  «á  ellas  les  pareció  que  las  mi- 
raban» (1). 

Y  no  mayor  claridad  tenía  en  estas  cosas  el  eru- 
dito D.  Gregorio  Garcés,  quien,  en  su  Fundamen- 
to del  vigor  y  elegancia  de  la  lengua  castellana  (Ma- 
drid, 1781),  aunque  admite  en  teoría  para  el  dati- 
vo femenino  las  dos  foimas  le  y  la,  los  ejemplos 
que  aduce  como  prueba  sólo  emplean  la  en  el  acu- 
sativo  (2). 

Todo  esto  cesó,  como  hemos  dicho,  desde  que 


(1)  Gramática  de  la  lengua  castellana,  compuesta  por  la 
Real  Academia  Española.  Madrid,  f'or  I).  Joachin  de  lharra. 
Impresor  de  Cámara  de  S  If.Af.  I><  C.LXXI ;,  8.°,  pp.  37  V  3**. 
y  lo  mismo  en  las  dos  siguiente*  impresiones,  hechas  á  plana 
j    n  i    i, ,n    ,,i.t.    i  :   primera. 

.  ■   mse   las   paginas    ufa   y    u;  del  tomo  11. 


DOCTRINA   DE   LA  ACADEMIA    EN'    1 796  17 

en  1796  la  A.<  ademia  publicó  la  cuarta  edición  de 
su  Gramática.  Dio  d  cuadro  de  las  declinaciones 
que  hemos  transcrito  y  algo  después  (pág.  71), 
completando  su  doctrina,  añadía:  «O  la  acción  y 
significación  del  verbo  termina  en  el  pronombre 
personal  de  que  se  trata,  ó  termina  en  otra  ó  en 
otras  partes  de  la  oración.  Si  en  el  pronombre, 
éste  está  en  acusativo;  si  en  otra  parte  de  la  ora- 
ción, el  pronombre  será  dativo  del  singular  ó  plu- 
ral. El  de  singular  será  le,  y  ¡es  el  de  plural,  ie  cual- 
quier género  que  sea.  cuya  diferencia  dependerá 
claramente  del  contexto  de  la  oración.  El  acusa- 
tivo de  singular  será  le  y  el  de  plural  los  quando 
el  nombre  sea  masculino,  y  siendo  femenino,  se 
dirá  en  singular  la  y  las  en  plural.» 

Contra  esta  doctrina,  que  por  primera  vez  se 
exponía  de  un  modo  tan  claro  y  científico,  pero 
que  pugnaba  con  la  que  algunos  escritores  de  la 
época  habían  apadrinado,  sólo  se  alzó,  aunque  de 
modo  inseguro,  en  1S26,  el  famoso  helenista  don 
José  Gómez  Hermosilla,  tan  vehemente  y  apasio- 
nado en  sus  juicios,  y  quizá  más  por  oponerse  á 
Meléndez,  á  quien  aborrecía,  y  á  quien  creía  jefe 
de  la  secta  de  loístas,  como  él  llamaba  á  los  que 
usaban  lo  y  no  le  en  el  acusativo  masculino,  escri- 
bió en  su  Arte  de  hablar  en  prosa  y  verso  (Lib.  III, 
cap.  1,  art.  n). 

«He  dicho  que  sobre  el  modo  de  usar  los  pro- 
nombres se  sigan  las  reglas  de  la  Real  Academia. 
Sin  embargo,  si  valiese  mi  voto,  me  atrevería  á 
proponer  que,  respecto  del  pronombre  de  tercera 
persona  se  usase  para  el  dativo  femenino  de  sin- 
gular Aí  y  para  el  plural  las,  y  no  /;■  y  les.*  La  razón 
para  Hermosilla  estaba  en  lo  inconstante  del  uso; 
en  que  frecuentemente  se  empleaba  en  el  lengua- 


1 8  LA  etimología  y  la  gramática 

je  ordinario  el  la  y.  sobre  todo,  en  que  así  queda- 
ban diferenciados  los  géneros.  Razones  verdade- 
ramente extrañas  en  un  gramático  empedernido  y 
que  sólo  pueden  explicarse  por  la  devoción  idolá- 
trica que  Hermosilla  profesaba  á  Moratín. 

No  tuvo  eco  esta  protesta  por  entonces;  y  así 
como  antes  de  ella  la  doctrina  de  la  Academia  ha- 
bía sido  admitida  por  los  más  disertos  gramáti- 
cos, como  el  doctor  D.  José  Pablo  Ballot,  que  en 
1819  había  impreso  en  Barcelona  una  útil  Gramá- 
tica de  la  lengua  castellana  (1),  y  D.  M.  Núñez  de 
Taboada  (2)  pasó  igualmente  á  la  de  D.  Vicen- 
te Salva,  publicada  primero  en  1830  y  luego  otras 
muchas  veces  (3)  Salva,  aunque  amigo  y  admira- 
dor de  Hermosilla,  no  le  quiso  seguir  en  este  pun- 
to, que  fué  discutido  por  ambos. 

Igual  opinión  sustentan  en  sus  Gramáticas  don 
Estanislao  Acevedo  (1834)  (4).  D.  Joaquín  Avenda- 
ño  (1844)  (5),  D.  Santiago  Vicente  García  (1854)  (6), 
D.  José  M.  Llera  (1854)  (7)  y  hasta  D.  Fernando 

(1)     La   reimprimió  con  adiciones  en   1825.    Véanse  pp.   42 

y  tt)'  Publicó  en  París  (1826)  una  Gramática  castellana 
ndo  en  todo  á  la  de  la  Academia.  Véanse  pp.  59 y  62. 

(,)  La  última  edición  hecha  por  el  autor,  es  de  Valencia, 
librería  de  Vallen,  r847,  8.'  Véanse  las  pp.  48,  «1  ^«¡to 
de  establece  y  defiende  la  solución  dada  por  la  Academia. 
Salva  admite  como  excepción  el  empleo  del  la  en  dativo,  cuan- 
do por  el  giro  que  se  quiera  dar  á  la  frase  resultare  inevitable 
la    anfiboloiíía.  ,  „ 

[41  Tratado  de  Gramática  española,  compuesto  por  don 
Estanislao    Acevedo.    San    Fernando,    1854,    4.;    P-    "• 

fsl  la  primera  edición  es  de  1844-  Después  se  han  hecho 
otras  muchas  con  adiciones  que  la  han  convertido  en  una  de 
las  más  extensas.  Véase  p.  43  de  la  impresión  de  1849.  «  4- 

(6)  Gramática  de  la  lengua  española,  por  D.  Santiago  Vi 
cente    García.    Madrid,    1854,    4°   Véase   p.    36- 

(7)  Auxiliar  de  escuelas  y  escritorios,  o  sea  Gramática  es- 
pañola completa,  por  D.  José  M.  Llera.  Madrid,  1854,  4-  Véa- 
se p.   160. 


GRAMÁTICOS  DEI,  SIGLO  XIX 


Gómez  de  Salazar  (1869)  (1)  que  en  tantas  cosas 
mostró  su  oposición  á  la  Academia;  por  citar  sólo 
las  mus  extensas  y  autorizadas  hasta  1870,  y  sin 
contar  las  americanas  como  la  tan  acreditada  y 
difundida  de  D.  Andrés  Bello   (2). 

Sólo  mostró  disconformidad  cierto  Br.  Don 
A.  M.  de  Noboa,  como  él  se  denominaba.  En  1839 
dio  á  luz  en  Madrid  una  Nueva  Gramática  de  la 
lengua  castellana  según  los  principios  de  la  filosofía 
gramatical,  que,  por  lo  visto,  se  extienden  hasta 
la  creación  de  una  ortografía  caprichosa  y  origi- 
nal que  el  Br.  Noboa  nos  da  á  conocer  en  el  mismo 
libro. 

En  cuanto  al  punto  concreto  del  pronombre  fe- 
menino es  laísta  en  singular  y  en  plural,  como 
el  Sr.  Valbuena,  y  funda  su  dictamen  en  que  «esto 
es  lo  más  conforme  á  la  razón  i  lo  que  más  jeneral- 
mente  se  usa,  no  sólo  en  la  conversación  sino  en 
los  discursos  pronunciados  en  público  i  aun  en 
la  escritura»  (3).  Estas  afirmaciones  quedan  sin 
prueba. 

Desde  1870  en  que  apareció  en  la  Gramática  de 
la  Academia  la  nota  que  al  Sr.  Valbuena  inspira 
tan  duros  calificativos,  es  todavía  mayor  la  uni- 
formidad que  existe  en  los  tratadistas.  De  más  de 
veinte  gramáticas,  sin  contar  los  epítomes  y  com- 
pendios para  las  escuelas,  que  he  visto,  sólo  en 
una,   impresa  en  las  provincias  del  Norte,   hace 


(1)  Gramática  de  la  lengua  castellana,  por  D.  Fernando 
Gómez  de  Salazar  Madrid.  1869,  4.°  Véase  p.  39.  Lo  mismo 
dice  en  las  demás  ediciones  Véase  la  tercera  (Madrid,  1884), 
PP    5>   V   52 

(2)  La  primera  edición  es  1847  (Santiago  de  Chile).  Des- 
pués se  han  hecho  multitud  de  impresiones,  compendios,  etc.  La 
última  y  mejor  es  de  París,  1908,  con  importantes  notas  del 
ilustre  filólogo  D.   Rufino  J.  Cuervo. 

(3)  Páginas  47  y  48. 


LA    ETIMOLOGÍA    Y    LA    GRAMÁTICA 


muv  pocos  años,  se  profesa  claramente  la  doctri- 
na contraria  a  la  Academia,  arrojándose  el  autor 
á  decir  que  el  empleo  del  le  en  dativo  femenino  «no 
es  ni  ha  sido  nunca  castellano,  por  muy  distingui- 
do escritor  que  lo  use».  Por  lo  visto  el  que  esto  afir- 
ma no  ha  leído  ningún  libro  escrito  en  castellano 
desde  el  siglo  xm  á  nuestros  días  (i). 

Resulta,  pues,  evidente,  que  la  Academia,  en 
cuanto  regula,  del  modo  que  lo  hace,  el  empleo 
del  pronombre  femenino  en  dativo  va  en  buena  y 
numerosa  compañía  (2). 

(1)  Alguno  propone  con  cierta  vacilación  que  se  adopte  el 
la  sólo  en  el  singular,  como  antes  había  indicado  Martínez 
López  (Gram.  cast.,  París,    I  5    me  parecen  simples 

erratas  las  dos  siguientes.  El  Sr.  D.  Luis  I.aplana,  en  su  frru- 
m¡Uka  1  idrid.    1003),   trae  en  la  p.   33   el  cuadro 

de  la  declinación  del  pronombre,  y  en  el  dativo  escribe: 

Singular.  Plural. 

«Dvr      A,  para  él,  Ir,  a.  para      Dat      A.  para  ellos,  les;  á.  para 
ella.    le.  e«as-   IASj 

Lo  mismo  hallamos  en  los  EUmentos  de  Gramática  castella- 
na, por  D.  Miguel  de  la  Iglesia  y  Diego  (quinta  ed.;  Madrid. 
1907),  donde  á  las  pp.   V~-<  y   J7,  íe  dice. 

Singular.  Plural. 

,Dvr       \  ■    para  él,  le;  á,  ó  para      Dat.     A  ó  para  ell 

ella   le.  -l  °  l1;irl  ol!'l~  t-AS.» 

Si  el  dativo  femenino  en  singular  no  es  mas  que  .', 
ha  de  ser  las  en  plural? 

(2)  Postuma  acaba  de  publicarle  la  anunciada  Gramáti- 
ca del  célebre  filólo,  ndencia 
de  criterio  en  '"•  1,,les 
bien,  en  la  nota  ;.  á  la  p.  174,  '-1"  '  mplean 
á  veces  como  dativos  LA  v  LAS,  lo  <¡vt  no  es  digno  tU  :»; 
Son,  como  se  ve,  las  mismas  palabras  de  la  aaureliánica  tonte- 
ría» que  tan  fuera  de  si  pone  al  Sr.   Valbuena. 


III 


LAS  AUTORIDADES 


ero  el  Sr.  Valbuena  concede  poca  impor- 
tancia, ó  ninguna,  al  origen  etimológico  de 
la  partícula  discutida  ni  á  la  opinión  de 
los  gramáticos  acerca  de  ella.  El  fuerte  y 
reparo  de  su  argumentación  lo  forman  las  «auto- 
ridad -  contra  la  Academia»,  que  él  acumula  en 
varios  capítulos.  ^ 

No  es  mal  método  de  defensa;  porque  en  estas 
materias  el  uso  ha  de  ser,  á  la  postre,  como  ya  ad- 
virtió Horacio,  el  único  y  verdadero  legislador  y 
tro. 
El  aparato  demostrativo  del  Sr.  Valbuena  es 
imponente,  no  tanto  por  el  número  de  autores  ci- 
tados, con  ser  muy  copioso,  como  porque  entre 
ellos  están  incluidos  los  que  mejor  han  escrito  en 
nuestro  idioma. 

Si  todos  ¡qué  todos!;  si  la  mayor  parte  pensaran 
del  modo  que  se  les  atribuye,  tendría  el  Sr.  Valbue- 
na todas  las  razones  imaginables,  y  resultaría  in- 
explicable la  ceguedad  de  la  Academia  y  de  los 
que  la  siguen.   Pero  acerca  del  sentido  y  alcance 


LAS    AUTORIDADES 


de  tales  autoridades  (hablo  de  los  grandes  escri- 
tores) tenemos  no  poco  que  decir,  empezando  por 
la  depuración  de  los  misinos  textos. 

No  cita  el  Sr.  Valbuena  ni  ediciones,  ni  siquiera 
las  obras  de  que  toma  los  pasajes  en  que  se  apoya; 
y  como  muchos  están  evidentemente  equivoca- 
dos, de  ahí  que  sea  lícito  pensar  que  no  siempre 
fueron  limpias  las  fuentes  por  él  utilizadas. 

Y  no  se  entienda  ser  cosa  baladí  ó  secundaria 
dilucidar  este  extremo;  pues  versando  la  cuestión 
sobre  el  empleo  de  una  sola  letra,  parece  indispen- 
sable saber  con  certeza  si  el  autor  la  puso  ó  no  ver- 
daderamente. El  mismo  Sr.  Valbuena  comprende 
la  importancia  de  puntualizar  las  citas,  pues  re- 
chaza, en  general,  las  impresiones  catalanas  y  va- 
lencianas (i)  como  inseguras  y  mendosas,  cuan- 
do, por  ejemplo,  necesitando  para  su  tesis  que 
D.  Antonio  de  Solís  hubiese  escrito  un  la  que  no 
hallaba  en  cierta  impresión  valenciana  de  la  Con- 
quista de  Méjico,  sino  le,  acudió  á  otra  edición  he- 
cha en  Madrid,  por  Blas  Román,  en  1776,  en  don- 
de decía  la,  y  fuerte  con  esta  autoridad,  dio  por 
errata  ó  «corrección  de  impresor  ignorante  y  presu- 
mido» el  le  de  la  otra.  «No  acertaba  á  creer  (dice) 
que  autor  tan  esmerado  y  pulcro  pudiera  haber 
escrito  de  cortaron  la  cabeza»,  tratándose  de  una 
yegua»  (pág.  15.) 

Mas  no  reparó  el  Sr.  Valbuena  en  que  anterior 
á  la  de  Blas  Román  y  á  todas,  hay  otra  edición 
hecha  por  el  mismo  Solís,  en  1684,  dos  años  antes 
de  su  muerte  é  impresa  en  Madrid,  por  Bernardo 
de  Villa-Diego,  en  un  volumen  en  folio;  y  en  ella, 


(1)  las  catalanas  bien;  poro  (as  valencianas  del  siglo  xvm 
no  merecen  ese  estigma.  I  .os  Orgas  y  los  Momort  fueron  tan 
buenos   impresoresS?como    cualquiera   otro    de    Madrid. 


I.OS  TEXTOS  23 

á  la  página  146,  se  halla  el  pasaje  de  la  yegua  de 
Pedro  ele  Morón,  donde  se  escribe  claramente  le  y 
no  la,  como  presumía.  I.a  equivocada,  pues,  no 
era  la  impresión  valenciana  sino  la  madrileña 
de  1776,  donde  el  tipógrafo  enmendó  la  plana  no 
menos  que  al  autor  de  la  obra  (1). 

Pero  vengamos  ya  á  tratar  del  valor  é  importan- 
cia de  los  textos  aducidos  por  el  Sr.  Yalbuena. 


(1)     I  lad    pudo  el  Sr.  Valbuena  sa- 

lir de  su  error   Tirado  li   edición   original  de  la    Conquista  de 
que  no  es  libro  tan  raro  que  no  se  baile  en  las  bibho- 
-    o  hubiera  venado  la  pereza  que  nos  lleva,  en 
muchas  admitir  como  bueno  lo  .pie  otros  han  di- 

cho. Por  haberme  vo  fiado  del  7  «oro.  de  Covarrubias,  que  es- 
cribió (t.  II,  p.  s2  de  la  ed  di  [673  que  la  voz  lacayo  «habla 
Sido  introducida  en  Iíspaña  por  la  venida  del  rey  Filipo,  que 
antes  no  se  habla  usado-,  y  haberlo  repetido  como  cosa  co- 
rriente, dado  lo  vulgar  del  libro,  que  suele  autorizar  y  no  mal, 
el  origen  de  otros  muchos  vocablos,  mejadvierten  de  l-rancia, 
como°si  yo  fuera  el  inventor  de  la  noticia,  que  la  palabra  era 
ya  usual  en   Iíspaña  antes  de  mediar  el  siglo  XV. 


24  LAS  AUTORIDADES 


Comienza  con  San  Juan  de  la  Cruz,  y  no  es 
mal  principio  por  tratarse  de  un  castellano  viejo 
y  de  buena  época.  Tero  no  copia  de  él  más  que  un 
texto  que  dice:  «Y  la  quitan  (al  alma)  la  soledad 
y  el  recogimiento.» 

O  no  halló  el  Sr.  Yalbuena  más  lugares  de  este 
autor  ó  supuso  que  los  otros  serían  de  igual  clase. 
Más  probable  es  que  creyese  esto  último;  pues  con 
repetición  afirma  que  «los  autores  castizos  siem- 
pre, ó  casi  siempre,  escribieron  la  en  el  dativo  fe- 
menino» (pág.  14);  que  tal  fué  «la  tradición  de  los 
buenos  escritores  castellanos»  (pág.  74),  y  que  el 
uso  contrario  «siempre  se  ha  debido  considerar... 
como  un  descuido,  explicable  únicamente  por 
aquello  del  gran  preceptista  latino:  Quandoque  bo- 
nus...t>  (pág.  5). 

Pero  si  tal  creyó  el  Sr.  Yalbuena,  se  equivocó  no- 
tablemente; porque  San  Juan  de  la  Cruz  escribe 
de  ordinario  con  le  el  dativo  femenino.  Sirvan  de 
prueba  los  ejemplos  siguientes: 

«Y  esto  dice  que  le  fué  (al  alma)  dichosa  ventura...» 
(Subida  al  Monte  Carmelo.   Libro  I,   cap.   1,   p.    10.) 

«Y  si  no  es  lo  que  por  los  sentidos  va  conociendo,  de 
otra  parte  naturalmente  no  se  le  comunica  (al  alma) 
nada.»  «Así  el  alma  si  no  es  lo  que  por  los  sentidos  se  le 
comunica...»  «Naturalmente  no  le  puede  entrar  luz  por 
otras  lumbreras.»   (ídem;   cap.   m,   pp.    14  y    15.) 

«La  causa  por  que  le  es  necesaria  al  alma...»  (Id.;  capí- 
tulo IV,  p.  15.)  «Así  se  cansa  y  fatiga  el  alma  por  conse- 
guir lo  que  sus  apetitos  le  piden.»  (Id.;  cap.  vi,  p.  29.) 
«Porque  no  le  impedirían  (al  alma)  tanto...»  (Id.;  capitu- 


SAN  JUAN  DE   LA  CRUZ  25 

lo  xi,  p.  47.)  «Cierto  que  es  mucho  de  sentir  que  aya 
Dios  héchotes  quebrar  (  á  las  almas)  otros  cordeles  más 
gruesos...  y  por  no  desasirse  de  una  niñería  que  tes  dex6 
Dios  que  venciesen...*   (Id.,   Id.) 

«Y  ya  hemos  visto  muchas  personas...  írseles  por  allí 
vaciando  el  espíritu  y  gusto  de  Dios  y  santa  soledad.». 
(Id.;  cap.   xi,  p.  48.) 

Esto  en  sólo  los  primeros  once  capítulos  del  li- 
bro I.  donde  no  hallé  un  solo  caso  de  la  en  dativo. 
De  presumir  es  que  sucederá  lo  propio  en  los 
76  capitulos  siguientes  que  forman  los  libros  z.°  y 
3.0  de  la  obra 

Pasemos  á  otro  tratado  del  mismo  Santo: 

«Con  la  faena  y  calor  que  para  ello  le  dio  (al  alma) 
el  amor  de  su  scura  '/el  alma:  Declar.  de 

la   Canción  primera,   i> 

1  que  si  al  alma  se  U  da  algo  de  ello...»  (Noche  es- 
cuta, libro  I,  cap.   iv,  p.   372.) 

«De  todos  los  cuales  se  libra  (el  alma)  apagándote  esta 
noche  todos  los  gustos...  y  escureciéndote  todos  los  dis- 
cursos y  haciéndole  otros  innumerables  bienes...»  (Idear 
cap.  XI.  p,    :  . 

Veamos  algunas  de  sus  cartas: 

1  olvidarla  de  todas  las  cosas...  no  se  le  dando 
nada  que  hagan  con  ella  lo  que  quisieren...»  (Carta  rn,  á 
la  Mtii,  ■<lista.) 

Deje  á  Dios  lo  que  le  ha  dado  y  le  da  cada  día.»  (Car- 
ia v;  á  la    1/  idi       /„..•/ 

«Déte  Dios,  hija  mía,  siempre  su  santa  gTacia.»  «Pero 
diréte  otros  tres,  con  que  podrá  algo  aprovecharse  coa 
ellos.»  (Caita  ■■  Irid.) 

«A  todas  las  hermanas,  de  mi  |   en  el  Señor 

dígales  que  pues  nurstro  Señor  las  lia  tomado  por  prima- 
ras piedras...  Queriendo  que  les  cueste  algo  en  Cristo...» 
{Carta  ,  ,,¡s  ) 

«V  aunque  más  le  costara  lo  que  deja...»  (Carta  xn  á 
la  Madre  Magdalena  del  Espíritu  Santo.) 


2  6  LAS  AUTORIDADES 


♦Como  ella  anda  en  esas  tinieblas...  piensa  que  todos 
le  faltan  y  todas;  mas  no  es  maravilla  pues  en  eso  tam- 
bién le  parece  le  falta  Dios;  mas  no  le  falta  nada...»  «Alé- 
grese y  fíese  de  Dios,  que  muestras  le  tiene  dadas  que 
puede' muy  bien,  y  aun  lo  debe  hacer.»  {Carta  XIII, 
á  una  señora  de  Granada.) 

«El  haberme  escrito  le  agradezco  mucho.»  (Carta  JíV , 
á  la  Madre  Ana  de  Jesús.)  . 

«De  lo  que  á  mí  toca  no  le  dé  pena.»  (Carta  XVI,  a 
la  Madre  María  de  la  Encarnación.) 

Hay,  pues,  que  eliminar  el  nombre  de  San  Juan 
de  la  Cruz  en  la  lista  de  autoridades  alegadas  por 
el  Sr.  Valbuena  en  pro  del  la  dativo.  El  texto  adu- 
cido será,  como  algún  otro  que  haya,  como  no 
puede  menos,  errata  de  imprenta  ó  descuido  del 
autor:  de  ningún  modo    forma  peculiar   suya  (i). 

(i)  Las  ediciones  de  San  Juan  de  la  Cruz  son  todas  pos- 
turnas  la  nvls  antisjua  es  de  Alcalá.  1618,  que  lleva  el  titulo. 
Obras  espirituales  que  encaminaran  vna  alma  a  la  perfecta  vnton 
con  Dios'.  Por  el  Venerable  Padre  F.  ¡van  de  la  '  rvx  .  Impreso 
en  Alcalá  por  la  Viuda  de  Andrés  Sunches  Expélela.  Anno  de 
M.  DC.  XVIII,  4." 

Por  ella  citamos  los  pasajes  de  texto. 

I;,s  primeras  nueve  CarUis  no  aparecen  hasta  la  edición 
de  Madrid  1649,  ñor  Gregorio  Rodríguez,  en  4.  V  an  al  prin- 
cipio sin  foliación,  ocupando  las  hoja*  12  á  19.  Citamos  por 
ella.  Las  otra?  ocho  figuran  en  ¡a  edición  sevillana  de  1711. 
i  a  de  Madrid  1694  no  tiene  ni  ana  las  nueve  primeras.  Ui  or- 
den de  la?  cartas  no  es  exactamente  el  mismo  que  el  que  lle- 
van en  las  ediciones  de  1774  y  Autores  españoles 


SANTA  TERESA  DE  JESÚS  27 


A  San  Juan  de  la  Cruz  sigue  Santa  Teresa. 

Copia  el  Sr.  Yalbuena  cuatro  textos  que  pare- 
cen ser  de  cartas  de  la  Santa,  difíciles  de  hallar  en- 
tre tantísimas  como  escribió.  Pero  de  la  última  que 
cita  da  el  Sr.  Yalbuena  señas  bastantes,  diciendo, 
después  de  copiar  el  texto:  <En  una  carta  al  Rey, 
que  es  de  creer  la  escribiera  con  especial  cuidado.» 

El  pasaje  dice:  «Un  fraile  que  vino  á  absolver  á 
las  monjas  las  ha  hecho  tantas  molestias...» 

ta  carta  va,  efectivamente,  enderezada  al 
Rey  Don  Felipe  II,  y  aparece  escrita  en  Avila 
á  4  de  Diciembre  de  1577.  Pero  no  prueba  nada, 
porque  en  ella  también  hay  estos  otros  pasajes: 
«Estas  monjas  de  la  Encarnación  han  procurado 
llevarme  allá,  pensando...  librarse  de  los  frailes, 
que  cierto  les  son  gran  estorbo  para  el  recogimien- 
to...» «Y,  sobre  todo  hales  (el  fraile  á  las  monjas) 
quitado  éste  los  confesores.»  Si,  pues,  de  tres  veces 
escribe  en  dos  le  la  presunción  está  por  esta  últi- 
ma forma. 

ara  saber  cómo  Santa  Teresa  empleaba  el  pro- 
nombre de  dativo  no  tenemos  más  que  examinar 
cualquiera  de  los  muchos  autógrafos  que,  por  for- 
tuna, se  conservan  y  han  sido  reproducidos  en 
facsímile.  Por  ejemplo,  su  famoso  Libro  de  las  fun- 
daciones. 

Citaremos  algunos  ejemplos: 

«Cada  una  le  parecía  no  ser  ella.»  «Ella  me  preguntó 
si  le  habia  de  poner  alto  ú  tendido,  y  le  dije  que  tendido. 


28  I. As   AUTORIDADES 


Ella  fué  y  púsole  sin  venir  á  su  pensamiento  que  era 
imposible  dejarse  de  secar,  sino  que  el  ser  por  obediencia 
te  cegó  la  razón  natural.-  •Acaecíame  encomendar  á  una 
seis  ú  siete  oficios  contrarios,  y  callando  tomarlos,  pare- 
ciendo^ posible  hacerlos  todos.'»  «Yo  dije  á  las  hermanas 
que  qué  íes  parecía.»  «Las  mercedes...  y  desasimiento 
que  el  Señor  les  daba  (á  las  hermanas).»  (Todos  estos 
ejemplos  cu  el  Capítulo  /,  folios  ni  y  iv  del  manuscrito 
original.) 

»TJna  señora...  que  tenía  una  (casa)  que  se  le  había 
caído.»  «Era  superiora  entonces  de  allí  y  defendiéronte 
mucho  la  salida.» 

«A  todas  les  parecía  disbarate,  y  después  vi  yo  que 
les  sobraba  la  razón.»  «Comenzó  el  Señor  á  llamar  algu- 
nas para  tomar  el  hábito,  y  eran  tantas  las  mercedes 
que   les    hacía   que   yo   estaba   espantada.»   ( Cap.    III.) 

«Doña  María  de  Mendoza...  dijimos  que  le  dejásemos 
aquella  casa.»  «Y  á  ellas  un  tan  gran  bien...  que  les  con 
vida  Dios  con  él.»  «Cuando  había  estado  el  día...  con  su 
esposo,  que  le  quería  con  más  extremo  que  pedía  su  edad, 
dábate  (i  ella)  una  tristeza  muy  grande.»  «Del  mesrao 
contento  que  te  daban  los  contentos  de  las  cosas  perece- 
deras, le  vino  á  aborrecer  (á  su  esposo).  Comenzóte  á 
dar  una  tristeza  tan  grande  que  no  la  podía  encubrir 
á  su  esposo.»  «Mas  luego  le  descubrió  el  Señor  la  causa  de 
su  pena.»  «Parecer/i  que  no  tenía  remedio,  porque  no 
había  venido  a  su  noticia  que  siendo  desposada  podia 
ser  monja..  «Sólo  la  movía  el  deseo  de  salvarse  y  de  bus- 
car los  mejores  medios,  que  le  parecía  que  metida  más 
en  las  cosas  del  mundo,  se  olvidaría  de  procurar  lo  que 
es  eterno,  que  esta  sabiduría  le  infundió  Dios.»  «Ella, 
pareciéndo/c  niñería,  la  desviaba  de  ello,  y  te  decía  algu- 
nas cosas  para  esto,  que  bien  se  podía  salvar  siendo  ca- 
mdió     a   -,u  hermana).»  (Cap.   X.) 

«Pareciéndote  (á  doña  Casilda)  que  por  ser  pocas  y 
is  podían  servir  mejor  al  Señor.»  «Cuando  ellos  se 
vean  gozar  de  los  gozes  eternos  y  que  su  madre  fué  el 
medio  las  gracias  que  te  darán.»  «Como  eUa  viese  que  aun 
rezar  va  el  rosario  hac  a  de  mala  gana...  parecíate  que 
vía  C  aro  que  viniendo  á  esta  casa  tenia  asigurada  mi 
salvación.»  «Y  la  priora  también  estaba  cu  lo  m< 
que  le  parecía  era  niña.»  «Como  ella  lo  supo  pa> 
no  se  sufría  aguardarle.»  «A  ella  se  te  daba  poco  de  todo> 
♦  Ella  rogó  á  su  aya  que  fuese  a  uno  de  los  padres  a  pedir 


SANTA  TERESA  DE  JESÚS 


que  le  d  jese  una  misa.»  «Ella...  cuando  llegó  la  ava,  ya 
estaba  dentro  en  el  monesterio,  v  diéron/e  luego  el  há- 
XI.) 
i  i  de  manera  que  no  se  le  podía  notar  (á  dona  Bea- 
triz Oñez)  por  cosa  particular...  «En  lo  de  la  obediencia 
jamas  travo  Calta,  sino  con  una  prontitud,  perfección 
y  alegría  á  todo  lo  qne  se  le  mandaba  (habla  de  la  misma 
doña  Beatriz  ■  «Ella  debía  saber  que  no  iban  á  la  muer- 
te con  tan  buen  aparejo  como  convenía  y  di/./,  tan  gran- 
dísima aflicción...»  <•/.,  diese  toda  su  vida  los  trabajos 
y  penas  que  ella  pudiese  llevar.  Aquella  mesma  noche 
U  dio  la  primera  calentura. ..>  «Dio/e  luego  una  postema.» 
«Hasta  que  el  Señor  quiso  se  le  viniese  i  abril  la  poste 
ma).»  «Preguntándo/e  qué  había,  dijo  que  rogasen 
la  diese  muchos  trabajos  y  que  con  esto  estaría  contenta.» 
«Parecía/c  que  no  había  en  la  tierra  cosa  más  ruin  que 
ella.»  «Sigun  s<  '■  daba  poco  de  todo  á  doña  Beatriz).» 
♦Siempre  la  veían  estar  en  un  ser.  tanto  que  ;.  dijo  una 
vez  una  hermana...-  «Según  ella  dijo,  grosería  era  bus- 
car alivio  de  los  dolores  que  nuestro  Señor  i.  daba' 
nunca  pedia  cosa,  sino  lo  que  le  daban  con  esto  pasaba. 
También  decía  que  antes  l,  seria  cruz  tomar  consuelo.» 
«Estando  todos  con  ella...  se  le  quitaron  todos  los  dolo- 
con  una  paz  muy  grande  levantó  los  ojos  y  se  le 
puso  un  alegría  de  manera  en  el  rostro  que  pareció  un  res- 
plandor.» (Cap.  XII. 

Creo  será  suficiente  lo  copiado  para  comprender 
cómo  Santi  usa  el  pronombre  discutido, 

tas  veces  emplea  el  la:  pero  siempre  me  pa- 
rece que  lo  hace  forzad  ñas  de  las  causas 
<l'u    O                       is   adelante. 

En  los  mismos  capítulos  utilizados  hallo  los  si- 
guiera 

•DijéAj  que  fuese  á  sembrar  aquel  cogombro 
tezillo  que   •■■  i   me  preguntó 

poner  alto  ó  tendido,  y  le  dije  que  teni  mimo 

que  Dios  las  daba  para  padecer  v  sen  ii 
da  mi  alma,  porque  las  mercedes  qne  el  Señor  en  aque- 

■'  ) 
había   dos   meses   que   era   desposada.    Miando   co- 


30  LAS    AUTORIDADES 


menzó  el  Señor  á  darla  luz,  aunque  ella  entonces  no  lo 
entendía.»  «Y  por  ventura  era  ella  la  que  la  daba  la  gena. 
con   sus   santas  oraciones.»   {Cap.    X.) 

«Rogóla  mucho  la  dejase  ir  al  campo  con  su  aya.»  {La- 

'"«Esta  postema  era  por  la  parte  de  adentro  adonde 
cosa  de  las  medicinas  que  la  acian  no  la  aprovechaba.» 
«Una  postema  que  le  dio  dentro  de  la  garganta,  que  no 
la  dejaba  tragar.»  «Ella  estaba  como  quien  mira  alguna 
cosa  que  la   da  gTande   alegría»  (i).  {Cap.  XII.) 

Como  se  ve,  la  desproporción  es  digna  de  tenerse 
en  cuenta  antes  de  considerar  laísla  á  la  Santa  de 
Avila. 

(i)  Este  ultimo  la  es  errata:  porque  quien  puede  ser  tam- 
bien  masculino,  y.  por  tanto,  la  partícula  que  le  representa 
debía  ser  le. 


FRAY    LUIS  DE  LEÓN 


La  tercera  autoridad  que  se  alega  es  Fr.  Luis 
de  León.  De  sus  versos  no  da  el  Sr.  Valbuena  más 
que  un  ejemplo  con  la,  y  se  refiere  al  caso,  que  he- 
mos de  ver  repetido,  de  emplear  el  verbo  decir  en 
una  forma  absoluta:'^;  dijo; díjela,  etc.  El  pasaje  es: 

Mi  alma  entre  mil  flores  recostada, 
durmió  un  poco  la  siesta, 
y  estando  descuidada, 
oyó  una  voz  que  la  dejó  admirada. 
<N"o  temas,  la  decía; 
mas  oye  atentamente  lo  que  digo». 

(A  la  vida  religiosa.  Poesías  de  Fr.  Luis  de  León  en  la  Biblio" 
teca   Rivad ..   p     9.) 

Pero  enfrente  de  este  la  tiene  Fr.  Luis  no  pocos 
les  femeninos: 

Del  alto  bien  las  gula,  ya  en  la  vena 
del  gozo  fiel  las  baña 
y  les  da  mesa  llena. 

(Poesías,  pág.  8.) 

Se  refiere  á  las  ovejas,  como  simbolo  de  las  al- 
mas de  los  justos. 

Jamás  le  harán  daño  (á  la  pureza). 

(Id-,  P.  9.) 
Puesto  delante  de  ella 
humilde  le  ofrecí,  abierto  el  seno, 
mi  corazón  y  vida  con  fe  pura. 

Ilmü.  de  Petrarca — Poesías,  id.,  p.  39.) 

En  prosa  aduce  el  Sr.  Valbuena  cuatro  textos: 
dos  son  de  La  perfecta  casada  y  otros  dos  de  la 


3,  LAS   AUTORIDADES 


Carta  con  que  Fr.  Luis  encabezó  las  Obras  de  San- 
ia Teresa  en  la  primera  edición  (1588),  dirigida  por 
él  mismo.  Pero  todas  estas  citas  están  equivoca- 
das. Lo  que  Fr.  Luis  escribió  en  la  Carta  no  fué  que 
el  Espíritu  Santo  4a  regía  la  pluma  y  la  mano», 
sino  de  regía-,  y,  al  final,  tampoco  dice  «las  mer- 
cedes que  la  hizo»,  sino  «que  le  hizo». 

Fuera  de  esto,  la  carta  que  va  dirigida  á  las  mon- 
jas Carmelitas  de  Madrid,  está  llena  de  ejemplos 
que  demuestran  cómo  el  autor  usaba  el  dativo  fe- 
menino. Vayan  como  prueba  los  siguientes: 

«A  que  su  esposo  les  responde  con  una  fuerza  de  gozo 
que  les  infunde  en  el  alma...» 

«Porque  la  mortificación  les  es  regocijo  (á  las  monjas 
de  Madrid). 

«Ninguna  seglar  se  alegra  tanto  en  sus  aderezos  cuan- 
to á  vuestras  reverencias  les  es  sabroso  el  vivir  romo 
ángeles.» 

«Testimonios  ciertos  de  sus  perfecciones  que  se  les 
comunican   á  todas.» 

«Sus  palabras  pegan  al  alma  fuego  del  cielo  que  la 
abrasa  y  deshace.  V  quitándote  de  los  ojos  y  del  sentido 
todas  las  dificultades...» 

«Cubrir  las  mercedes  que  Dios  le  hizo  (á  la  Madre  Te- 
resa»)  viviendo.» 

«Y  como  siempre  se  gobernó...  por  lo  que  le  mandaban 
(á   la   misma)    sus   prelados  y  confesores...» 

«Están   las   almas  ciertas  de  que   Dios  les  habla.» 

«Deleitarlas  y  alumbrarlas, dándoles  avisos  y  gustos»  (1). 

(t)     Esta  <  arta  imprimió  Fr.  I.uis  [si  gún  va  dicho)  como  pró- 

loco  á  Los  libros  déla  Madre  Tensa  de  lesvs  fundadora...  En  So- 

,,.      1;  n  /  \A.VI  III,    en  4-    La 

I    H    ,  ocupa  las  pp.   I  á  ~.|.  y  los  pasajes    mal    reportados  por 

el  Sr    Valbuena  se  hallan  1  !    23- 

igualmente  están  bien  reproducidos  los  dos  pa  ají  ■  en  las 
1  1  1,  ,  ,1  I  :  ¡boa,  int.  Airare;.  16;  ¡.  I  . 
de  inveres  En  l"  Imprenta  Plantiniana  de  liaUhasar  Mí- 
relo. M.DC.XLIX,  3  v,,l  en  \.°,  ven  la  de  D  Vicente  I*- 
fuentc,  en  Autores  españoles.  Todo-  al  principio  de  las  obras 
de  Sama  Teresa. 


FRAY  LUIS  DE  LEÓN  33 

Los  dos  pasajes  de  La  perfecta  casada  pertenecen 
á  la  introducción,  dirigida  á  doña  María  Várela 
Osorio.  y  también  están  completamente  equivo- 
cados 

Según  los  reporta  el  Sr.  Valbuena,  dicen: 

♦El  entrañable  amor  que  la  tengo  y  el  deseo  de  su  bien 
me  despiertan   para   que  la   encienda  alguna  luz...» 

•En  esta  jornada  que  tiene  v.  ni.  comenzada  la  ense- 
naré... Lo  que  he  aprendido  en  las  sagradas  Leti 

Pues  bien;  á  la  vista  tengo  la  primera  edición 
de  este  libro,  impreso  en  Salamanca  en  1585  (1;, 
donde,  á  los  folios  2  Vuelto,  y  3,  están  los  referi- 
dos pasajes,  que  dicen: 

ntrañable  amor  que  le  tengo,  y  el  dess  ■  1  de  su  bien 

que  arde  en  mi,  me  despiertan  para  que  la  provea  de  algún 
pie  le  busque  y  entienda  alguna  luz» 
En  esta  jornada  que  tiene  v.  m.   comencada   le  enseña- 
re...» etc. 

Ni  creo  que  en  todo  el  libro  se  halle  ningún  la 
en  dativo.  En  esta  misma    introducción  hallamos 
ejemplos: 

1    tan    cabales   mujeres   que  ninguna   les    haze    ven 
taja.»   1F0I.    2  v.) 

*La  piedad   v   sabiduría  divina...   llega  hasta    entran 
dosc  I  iguja  en  la  mano  y  ceñir 

fes  la  rueca  y  menear/.*  el  huso  einre  lo 

.Salomo,,...  pinta  acatadamente  una   virtuot 
para   que   las  que   lo  pretenden   ser...    se   atusen,    mirán- 
dosejiUi,    de   aquello   que   les   con 

lo  del  impresor)    con  privilegio,   1»  Salamanca,   Encasa 
mdet.  M.D.LXXXIU   [Al    fin.  dice):    En  Sala- 
'  de  luán   I  crnandet     («o    15S4    En  4  " 
una  para  el  colofón.  Ueva  una  aprob  del  P 
PcTtocarrero,  suscrita  en  Madrid,  en  el  col,  ■, 
1  20  de  Ahiü  .i 


34  LAS   AUTORIDADES 

«Será  presentar  ..  v.  ni.  (doña  María  Várela)  esta  ima- 
nen y  señalar/,  con  las  palabras,  como  con  el  dedo, 
quanto  en  mí  fuere  sus  hermosas  figuras  con  todas  sus 
perfectiones    v    hazeríe    que    vea    claro.»    (Fol. 

.Si  pone  en  el  marido  los  ojos  descansa  en  su  amor... 
v  todo  ,',  es  gustoso  y  alegre;  como,  al  contrario,  á  la 
que  es  mala  casera,  todo  se  le  convierte  en  amargura.» 

(Fol.    8.)  ,     , 

asta  una  mujer  de  parecer  más  hermosa  que  otra... 
v  si  en  el  ser  mujer  de  su  casa  le  hace  ventaja,  no  se  acui- 
ta ni   se  duele.»    (Fol.   9.) 

Esto  sólo  la  referida  introducción;  porque  en  el 
resto  del  libro  no  se  hallan  más  que  les  y  en  gran- 
dísimo número  v  maravilla  ciertamente  que  pueda 
citarse  á  Fr.  Luis  de  León,  como  partidario  del 
laísmo. 

Para  que  no  se  juzgue  exagerado  lo  dicho,  co- 
piaré otros  pasajes  de  sólo  dos  capítulos:  el  x  y  el  xi. 

«Porque  ser  la  mujer  muy  grangera  le  puede  nacer 
de  avaricia  y  de  vicio.»  «Avisa/-  aquí  que  sea  lemosnera, 
que  es  decirie  que  dado  que  le  tiene  mandado  que  sea 
hacendosa.»  «Y  no  es  buena  excusa  decir  que  leí 
la  mane  el  marido,.  «Si  veda  a  la  mujer  y  le  pone  ley 
para  que  no  haga  otros  gastos  perdidos  le  quiere 
bien   cerrar  la   puerta   á   lo   que   es  piedad   y   limo 

„Y  ello  es  asi  que  las  tales  no  entran  sino...  es  traer 
novelas  y  chismerías...  de  lo  que  ven  ó  les  parece  que 
ven   en  la  casa  donde  entran.» 

«Y  llega  la  veje/.uela  al  oydo  y  dize  á  la  hija   j 

,  Ha  por  qué  huyen  la  ventana...   Y  enséñaJ      el  mal 
,  to   y   cuenta/,  s   la   desenvoltura   del   otro...    y   buel- 

„v     ¡  1S  sirvientes»)   ante  ellas  de  rodillas  los 

parece  que  es  poco,  y  nada  para  lo  que  se 
.    debe,    ó    ellas   presumen    que    se    les   ha   d( 

La  autoridad  de  Fr.  Luis  de  León  se  vuelve, 
pues,  en  contra  de]  que  la  alega. 

,,.  i,,u,,s  ,0,  ,n,  41  v..  4;  V  U-  En  esta  primera  edición 
no  están  numerados  los  capítulos,  pero  sí  en  otras,  y  conser- 
vo el  numero  para  la  compulsa. 


mu. i-i  i.  de  (  t-:k\  wtks  saavedra  35 


Cervantes  proporciona  al  Sr.  Yalbuena  seis 
textos:  cinco  del  Quijote  y  otro  dudoso,  de  los  cua- 
les hay  que  descontar  alguno,  como  el  primero, 
que  debe  decir:  .Gigantes  he  vencido  y  follones  y 
malandrines  le  he  enviado  (á  Dulcinea)..,  y  no  «la 
he  enviado»,  como  escribe  Yalbuena.  (Qiiij.,  Par- 
te 2.a,  folio  120  de  la  1.»  ed.  de  1615.) 

Pero  no  importa;  Clemencín  contó  hasta  cator- 
ce veces  el  la  dativo  en  la  obra  cervantina:  y  aun- 
que no  todos  sean  ciertos  (1),  siempre  quedan 
doce  ó  más  que  sólo  pueden  considerarse  como 
otras  tantas  erratas  de  imprenta  ó  descuidos  del 
autor:  porque  ¿qué  valen  ni  significan  esa  docena 
de  las  al  lado  de  los  centenares  de  veces  que  Cer- 
vantes emplea  el  le  como  dativo  femenino? 

Hemos  dicho  que  pueden  ser  erratas  de  impren- 
ta, porque,  como  es  sabido,  Cervantes  estaba  en 
Valladolid  cuando  en  1604  se  imprimía  en  Madrid 
la  primera  parte  del  Quijote.  Tampoco  hay  el  me- 
nucio de  que  corrigiese  ¿1  la  edición  de  1608. 
habiendo  vendido  la  absoluta  pn 
su  libro  no  era  ya  de  su  incumbencia  atender  á  tal 

ición  cuando  el   Rey  tenía  un  correcto! 
cial.  además  de  los  que  hubiese  en  cada  imprenta. 
Esta  misma  razón  y  la  de  su  mala  salud  explica- 
rán   las   erratas   de   la  !rte,    impresa    el 
ano  antes  de  SU  muerte. 

11   remero  esta   equivocado.    No  dice  la   primera   edi- 
D  el  cap    xxiv.  -dilatase  el  dar/a  ■ 
(á  Luscindau,  sino  .dar/e..  Otro  (cap    xxxii  rjuc  dice  «rain, Di  - 
ros  andantes  que  la   sirvan»,  es  acusativo. 


36  LAS   AUTORIDADES 


Parece  también  aceptable  la  idea  de  que  fuesen 
descuidos;  porque  Cervantes,  como  nadie  ignora, 
apenas  corrigió  su  obra.  Hay  en  ella  olvidos  y  dis- 
tracciones que  en  otro  caso  no  hubiera  cometido, 
V  de  los  que  él  mismo  hace  donaire  al  comienzo  de 
la  segunda  parte  del  Quijote.  Las  negligencias  há- 
Uanse  sin  salir  del  asunto  del  pronombre  de  que 
tratamos.  Cinco  casos  registra  Clemencín  en  que 
Cervantes  emplea  el  le  en  acusativo  femenino  y 
no  la,  como  debía;  alguna  vez  les  en  acusativo  del 
mismo  género  y  hasta  le  en  plural. 

;  Tendré  necesidad  de  copiar  los  quinientos  o 
más  lugares  (i)  que  en  el  Quijote  se  usa  le  femenino 
en  dativo,  para  demostrar  que  Cervantes  nunca 
fué  laísta?  Lo  considero  ofensivo  á  la  cultura  del 
lector,  pues  ninguno  dejará  de  tener  el  libro  al  al- 
cance de  su  mano. 

Pero  ya  que  no  podamos  trasladar  aquí  todos 
los  textos,  daremos  la  frase  con  el  verbo  á  que  se 
junta  el  pronombre  en  los  las  referidos,  sean  o  no 
voluntarios; 

i.— «Las  espaldas  que  algún  tanto  le  cargaban  la  ha- 
cían   mirar    al    suelo...    (I,  XVI.) 

2.— «Con  la  misma  daga  que  le  hallaron  la  quiso  dar 
de    puñaladas.»    (I,    xxvin.) 

3.— «Y  que  la  dejasen  el  cargo  de  saber  representar 
todo   aquello...    (I,  XXIX.) 

4.— «Del    mal    tratamiento    que    la    hicieron    los   galec- 

6 c  —«la  apretó  con  ambas  manos  la  garganta.»  (I,  xxxii.) 
6.— «Que  en  cogiéndola  en  la  primera  desenvoltura  la  ha 
de  quitar  la  vida.»  (I,  XXXIII.) 

(1)  Hasta  246  conté,  sin  poner  gran  esmero,  en  la  primera 
carie-  conque  de  suponer  es  que  la  segunda  tenga,  poco  más 
órnenos,  otros  tantos,  ios  no  he  visto  más  que  los  ejempta 
citados  por  Clemencín  y  Valbuena,  con  las  mermas  ya  indi- 
cadas  y  uno  ó  dos  nuevos. 


MIC.VKI.  DK  CERVANTES  SAAVEDRA  37 

7. — «Y  asimismo  le  daría  dinero  y  joyas  que  darla 
y  ofrecería.  Aconsejóle  que  le  diese  músicas.»  (I,  xxxln.) 

«En    todo   el   camino   no  la   he   visto   el  rostro:   sus- 
pirar si  la  he  oido  muchas  veces.»  (I,  xxxvi.i 

9. — «Encargándolos  tuviesen  cuenta  con  regalarle, 
dándole    á    comer    osas    confortativas.»    (II,    1.) 

•Declarado   su    fidelidad    y   el    decoro   que   siempre 
la    había    guardado.»    (II,    III.) 

II. — «Nos  mueve  v  convida  á  que  la  tengamos  respe- 
to.!      II.     v.) 

i-. — «Algún  mal  encantador  de  estos  que  él  dice  que 
le  quieren  mal,  la  habrá  mudado  la  figura  por  hacer- 
le   mal    y    daño.»    (II,    X.) 

13.-  «Dulcinea  besa  1  vuesa  merced  las  manos  y  su- 
plica   .1   vuesa   merced   se   la  haga   de  hacer/a  saber  como 

II.       WIM.i 

14. — «Mal  de  su  grado  la  hace  bajar  al  suelo,  y  luego 
de  mi  brinco  la  pone  sobre  las  aucas  de  su  caballo...  y 
¡a    manda    <!ll('   se   tenga    inertemente.»    (II,   xxvi.) 

1;.      -I.  1  estuvo  mirando  D.  Quijote,  y  «iu  responder/a 
i,  volviendo  '-1  rostro  .1  Sancho,    íc  dijo:»  (II,  lvii. 
I  mea  del  Toboso  .1  quien  cu  to,la   España  la 
dan    la    palma    de    la    hermosura.»    (II,  lviii.) 

lis  posible  que  haya  algún  otro.  Yalbuena  cita 
el  'le  tanto  es  el  amor  que  la  tienen»,  refiriéndose 
p  iña,  frase  muy  común  á  otros  autores,  como 
veremos,  y  que  no  he  podido  comprobar  por  no 
haber  examinado  la  segunda  parte  del  Quijote  eon 
este    propósito. 

V  aunque  sea  anticipando  explicaciones,  no  de- 
jaré de  advertir  que  los  dos  primeros  ejemplos  pa- 
recen al  d.s.  o  de  evitar  la 
del  /,-  que  tan  próximo  se  halla:  esto  aparte  de  que 
Cervantes  no  empleaba  la  con  los  verbos  hacer  y 
querer,  según  resulta  de  otros  pasajes  de  la  misma 
obra    1 


-1    lis   señoras   di  1   coche       I    pidi 
gimieuto  al  trast<  ■    I.  xi      1.,  tu.-rza  qu< 


38  LAS   AUTORIDADES 


El  tercer  ejemplo  es  de  una  incorreción  notoria. 
Si  Cervantes  hubiese  repasado  con  algún  esmero 
su  obra,  habría  suprimido  no  sólo  el  verbo  saber, 
que  ningún  papel  hace,  sino  también  la  frase  «el 
cargo»,  y  quedaría  el  pensamiento  reducido  á  esta 
forma  más  sencilla  y  clara:  «Y  que  la  dejasen  re- 
presentar todo  aquéllo»;  puesto  que  la  graciosa 
Dorotea  es  quien  va  á  representar  ante  don  Quijo- 
te el  papel  de  reina  desposeída  de  su  corona  y  seño- 
río. El  verbo  dejar  también  suele  usarlo  con  le  (i) 

El  cuarto  es  igual  a'  primero.  Del  quinto  hay 
ejemplo  del  verbo  apretar  construido  con  le  en  la 
segunda  parte  del  Quijott  (cap.  lx):  «Apretóle  la 
mano  Claudia  y  apretóse^  á  ella  el  corazón..  En 
cuanto  al  sexto,  los  demás  casos  que  ocurren  está 
el  verbo  quitar,  sin  excepción,  usado  con  le.  Del  sép- 
timo, diremos  que  aunque  el  verbo  dar  aparece  en 
otros  autores  con  la,  en  Cervantes  ocurre  lo  con- 
trario. En  la  primera  parte  del  Quijote  se  emplea 
33  veces  ó  más  con  le.  Al  verbo  ofrecer  también  de 
ordinario  le  destina  el  le  (2),  y  en  cuanto  á  los 
demás,  sólo  diremos  que  'os  verbos  guardar,  tener, 
responder  llevan  le  siempre  que,  como  en  los  demás 


<=e  les  hacía»  (i  sv);  «y  bariali  (á  Dulcinea)  agravio  mani- 
fiesto* (I,  xxvi'.  «a  ninguna  doncella  le  sea  fecho  desaguisado.» 
«Que  era  lo  que  (Clara)  le  quería  (á   Do    ¡    1    decir  denantes». 

(I.  XLim. 

íi)  Ejemplos:  dejándole  (</  í.t  ventera)  en  prendas  una  sota- 
na» (I.  xxvin:  «un  muí.  -,.■  /<■  atravesó  (a  I.uscmdi)  en  la 
garganta,  que  no  le  dejaba  hablai  palabra-  (ídem);  -si  algo 
le  habi  I   1  ao    la    fortuna    [á  Dorotea,   1.  xxvin 

viéndola    I     p  1   id  uió  de  la  ciudad,     dejándole  primero 

sci ¡la  una  carta*  1 1.  xxvin 

(2)     Ejemplos  «o/»  íi  '    molinera)  nuevos  sei 

v  mercede        1    111      «no  se  le   habí  1  '  Dorotea)  oca- 

sión de  habello  menesl  >  (I,  xxix  ;  nfrecimek  de  nuevo  de  ser 
su  esposo»  (I,   xi.i 


MIGUE!,  DE  CERVANTES  SAAVEDRA 


casos  anteriores,  se  trate  del  dativo  femenino  (i). 
Una  particularidad  hemos  notado  en  Cervantes. 
Casi  todos  los  que  antes  y  después  de  él  usaron  el 
la  lo  prodigaron  con  mayor  frecuencia  con  el  ver- 
bo decir.  Cervantes  nunca.  Cincuenta  ó  más  veces. 
refiriéndose  á  mujer,  sale  á  plaza  en  la  primera 
parte  del  Quijote  y  siempre  acon.pañado  de  le. 
También  se  aparta  de  los  demás  autores  afectos 
al  la,  en  verbos  como  rogar  (tres  veces),  venir  (tres 
veces),  poder  (tres  veces),  poner  (siete  veces),  deber 
(tres  veces),  contar  (dos  veces),  escribir  (dos  veces), 
todos  con  le,  sin  hablar  de  otros  en  que  casi  nadie 
ponía  la,  y,  por  ende,  tampoco  Cervantes,  como 
parecer,  pedir,  preguntar,  y  mucho  menos  en  otro 
gran  número  de  pasajes  que  podrían  ser  equívocos. 

I     bis  visto  en  ella  alguna  desenvoltura  que  le  hubie- 
se movido  á    no   ¡uardatte   el   decoro    que   debia»    (I,  xxxiy  ; 

raya»  (I,  m       apa 
i  señora  Dulcinea,  que  -i  no  respondí   ci  mo  es  razón... 

I  ría  bu  ni  :  ]  i  stómago    ¡I    xxv; 

I.    XXXI  ; 

ná  •  l  turbad  i  y  api  /,   res- 
pondió (i  Catr.Ua)  que  Si   pasaban-     I     x.wn  \   que  á  cuanto 
lidíese»  (ídem),  do  qui  le  res- 
pondí   i                                    pondtíe  [á  Zoraida]  en  breves  pala- 
Señora,  U-  respondí'    I.  xli  . 


I .  \-    U!TORIDADIÍS 


Nada  más  que  una  cita  puede  el  Sr.  Valbuena 

presentar  de  Fk.  Luis  de  Granada,  y  aun  es  du- 
doso no  sea  errata,  pues  autor  más  enemigo  del  la 
apenas  puede  hallarse. 

Sólo  en  el  prólogo  de  la  Guía  de  pecadores  halla- 
mos estos  le,  sin  ningún  la  que  les  haga  sombra: 

«Que  es  lo  que  le  agrada  y  le  ofeude  (á  la  Divina  bon- 
dad)..» 

«San  Hierónimo,  escribiendo  á  una  virgen  nobilísima, 
por  nombre  Demetria...  la  primera  cosa  que  le  encomienda 
es  la  lección  de  la  buena  doctrina...  Y  después  de  otros 
muchos  documentos  que  allí  le  da...» 

«San  Bernardo  escribiendo  á  una  hermana  suya...  decla- 
rándote muy  por  menudo  los  fructos  y  afectos  de  la  buena 
lección.» 

«Pues  como  ésta  (la  voluntad)  sea  una  potencia  ciega 
que  no  se  mueve  a  ninguno  de  estos  afectos  sino  repre- 
sentándote el  entendimiento  los  motivos  y  causa  que  tiene.» 

«Se  envuelva  en  estas  palabras  y  les  dé  espíritu  y  vida 
para  mover  á  quien  las  leyere.» 

En  el  capítulo  I  hay  seguidos  estos  casos  sin  que 
hayamos  tropezado  con  un  solo  la: 

«Para  que  como  pobres  y  necesitadas  (las  criaturas) 
se    puedan    mover    a    buscar   lo    que   les    falta.» 

«En  ninguna  hasta  hoy  se  halló  ni  cosa  que  sobrase 
ni   que  le   faltase  para  el   cumplimiento  de  su  ser.» 

«Porque  si  cuanto  una  persona  es  más  excelente  y 
más  alta  tanto  se  le  debe  mayor  reverencia.» 

Y  así,  en  todo  i"  demás.  Quítese,  pues,  á  fray 
Luis  de  C.raii. id. i  como  autoridad  en  pro  del  la  da- 
tivo \   póngase  en  el  lado  contrario. 


KI.  PADRJB  AIX)NSO  RODRÍGUEZ  4i 


Y  otro  pasaje  aislado,  eu  que  hay  la  frase  «la  da 
arreno  (á  l.i  nave)-,  produce  del  P.  Axonso 
Rodríguez,  jesuíta,  hijo  de  Yalladolid,  que  mu- 
rió en  1616  con  noventa  aros  de  edad. 

I.a  obre  más  nombrada  \  más  leída  de  este  cé- 
lebre escritor  ascético  es  la  titulada-  Ejercicios  de 
perfección,  impresa  en  Sevilla,  por  Matías  Claviio. 
en  1600,  y  otras  muchas  veces.  (1)  En  este  libro  ha- 
llamos en  la  Parte  I.  Trat.  I): 

•La  voluntad  es  potencia  ciega  y  sigue  lo  que  le  dicta 
el  entendimiento.»  (Cap.  I,  p.  2.) 

«Como  no  le  salía  (á  Gordiana)  del  corazón,  sino  que 
era  cosa   violenta  no  podía  durar.»  (<    </     n.   n 

•Nuestra  inclinación  es  muy  industriosa  para  buscar  y 
hallar  lo  que  desea,  y  nunca  le  faltan  medios  para  ello  » 
\'d.,  p.  11.) 

•En  abriendo  la  puerta  de  su  casa,  la  hallara  allí  sen- 
tada á  su  puerta  esperando   que   le  abriese..  {Cap.  m    pá- 

•Dice  Cristo  que  nos  acordemos  de  la  mujer  de  I.ot.  para 
que  mirando  lo  que  á  ella  le  sucedí  ■ 

mo  si  ..  una  cabeza  de  non  je  un  pintor 

un  entilo  de  caballo.»  (Id.  | 

En  la  Parte  IIP  Tr.it    IV 

So    he  visto    esta   pi  ,.,  ,f|11». 

no  tendrá,    de    *ceum.    menos  las,  y  es  1..  titulada      : 
erabadn    por    Gregorio     Forstmau]     Ezercuios  dt 
vtrtudes   chrisluin<,<     Por   «-/    /•.  Alomo    Redi  .     mpa. 

nta   de   /m!,    natural  de   Yalladolid...    Con  priuil,  ■ 
drid.  Por  Pabl  ,<,--,   3  volt  a   una 

aprobación  del    |.r    Pedro  González  del  Castillo 
Madr'd  a   30  de    fuljo  de   1608.   Las  cit;-?  son  de  c<ta  edición 


LAS    AUTORIDADES 


«En  gente  que  ha  sido  buena  y  que  no  suele  tener  pe- 
cados mortales,  suele  reinar  más  esta  vergüenza  cuando 
¡es  acontece  algo.»  [Cap.  tv,  p.  177.) 

«Por  agradar/!'  tanto  á  la  purísima  Virgen  la  pureza 
y  castidad...»  (Cap.  vi,  p.  184.) 

«Efectos  y  provechos  notables  en  personas.  .  por 
medio  de  la  Virgen  N.  S.,  por  rezara  alguna  cosa  cada 
día.»  ( Id.) 

«Y  son  muy  á  propósito  para  esto  aquellos  versos  que 
le  canta  (á  la  Virgen)  la  Iglesia.»  (Id.) 

«Donde,  poniéndoíi  delante  su  inmaculada  y  perpetua 
virginidad,  le  pedimos...»  (Id.) 

«¿Por  qué  á  la  carne,  estando  fresca  y  muy  buena 
le  echan  sal?»  (Cap.  vn,  p.    186.) 

♦Le  llevaron  una  doncella  para  que  le  sacase  un  de- 
monio; y  después  de  echado,  no  osaron,  los  que  la  tra- 
jeron, llevarla  consigo,  porque  el  demonio  no  se  le  atre- 
viese.» (Cap.  ix,  p.  195.) 

«Hablando  luego  con  ella,  y  rieudo  y  tocando*?  las 
manos.»  (Cap.  Xi,  p    203.) 

¡Pocos  las  en  dativo  debe  de  haber  usado  el 
P.  Rodríguez! 


ALONSO  FERNÁNDEZ  DE  AVELLANEDA  43 


Al  P.  Rodríguez  sigue  el  licenciado  Alonso  F.  de 

A\  kli.aneda,  el  autor  de!  falso  Quijote;  acerca 
del  cual  el  Sr.  Valbuena,  parece  que.  curándose  en 
salud,  dice: 

«En  el  Quijote  de  Avellaneda,  cuya  primera 
presión  se  hizo  en  Tarragona,  no  siendo  de  extrañai 
por  tanto  que  haya  en  ella  muchos  les  femeninos 
que  probablemente  no  escribiría  el  autor,    se  lee...» 
etcétera. 

Pero  como  la  impresión  de  Tarragona  es  la  única 
auténtica,  pues  así  la  de  1749  como  las  dos  ó  tres 
modernas  fueron  copiadas  de  ella,  resulta  que  no 
hay  medio  de  comprobar  lo  que  «probablemente» 
escribría  el  autor,  de  quien  ni  siquiera  podemos 
afirmar  que  no  asistiese  á  la  impresión  de  su  libro. 
P01  otra  parte,  el  argumento  puede  volverse  con- 
tra el  que  lo  usa. 

Si  los  impresores  de  Tarragona  ponían  le  poi 
hábito,  también  los  de  Madrid  pondrían  /,í  por 
¡goal  causa,  y,  en  tal  conficto,  sólo  los  textos  autó- 
grafos nos  sacarían  de  dudas,  ó,  lo  que  es  igual,  no 
habría  'orma  de  saber  con  certeza  nada  acerca  de 
ello  en  la  mayoría  de  las  ocasiones. 

Los  tres  pasajes  que  aduce  el  Sr.  Valbuena  son 
todos  del  episodio  legendario  de   /  iman- 

tes,  contenido  en  los  capítulos  xvn  á  xx  del  Quijote 
de  Avellaneda. 

De  ellos  hay  que  descontar  el  segundo,  copi 
«que  volveré  á  traerla  la  respuesta,  sin  duda  por 


LAS    ACTORIDADES 


error  de  pluma;  pues  lo  que  el  texto  dice  (capítu- 
lo xvu)  es  «que  volviese  á  trae//í  la  respuesta  •  y 
es  un  le  más  que  añadir  á  los  de  estos  capítulos. 
Los  otros  pasajes  dicen: 

«Y  viéndola  él  se  levantó...  y  pidiéndo/a  de  su  salud  pa- 
rece que  falta  la  palabra  «nuevas»  ó  «noticias»:  sin  embar- 
go, sin  ella  está  el  pasaje  en  todas  las  ediciones)  y  supli- 
cándo/a  emplease  la  cumplida  de  que  gozaba.» 

«Don  Gregoric  ,  que  la  estaba  aguardando.» 

Este  último  la  es  un  verdadero  acusativo;  y,  por 
ende,  inoficioso.  Pero,  enfrente  de  los  dos  pasajes 
que  quedan  hay.  en  los  mismos  capítulos,  estos 
otros . 

«lis  á  cuenta  de  un  deudo  que  le  suplica  («á  mi  pri- 
ma») en  un  papel  le  regale  con  no  sé  qué  alcorzas,  en 
cambio  de  ocho  varas  de  un  picotillo  famoso  ó  perpe- 
tu.in    vareteado   que  le  envia.» 

•Y  porque  le  quedase  lugar  de  hacei/e  (á  la  l'riora) 
ia  merced  suplicada.» 

«Llamóla;  dió/í  (á  la  misma)  el  papel  y  prisa  por  su 
respuesta   y  ofrecióse/."  cuanto  pudo.» 

«Pasó    al    mismo    locutorio  en    que    la    había    hablado 
por  orden  della.  no  poco  loco  del  gozo  que  sintió  su  áni- 
mo, por  la  ocasión  que  se  le  ofrecía  de  explicar/e  su  de- 
n  la  plática.» 

■.Notadas  de  Doña  Luisa. ..  aunque  disimulándola  y  en- 
cubriendo cuanto  pudo  la  turbación  que  le  causaron.» 

«V  llamando  una  confidenta  mandadera,  le  dijo.» 

•Respondióte  (á  la  Prioia)  I).  Gregorio.» 

«Con  este  concierto  v  con  el  de  que  D.  Gregorio  le  en- 
viarla  (é   la  misma   l'riora)...   curie. sos  vestidos  de  dama.» 

iSe  '  olvió  i  su  celda,  y  imitándose  en  ella  los  hábitos 
se  \  istió  las  ropas  de  secular  que  D.  Gregorio  le  había 
enviado.» 

-La   causa  que  sus  amores  U  dieron    para    irse,    romo  se 
'  io 

»Se  salió  de  la  celd  i  li    m  is  pasito  qu«   '..   fué  posible.» 

«Un    altar   de    la    Virgen    benditísima,   de   cuya   imagen 


ALONSO  FERNÁNDEZ  DE  AVELLANEDA    45 

era    particular   devota,  y  ¡c  celebraba    todas   las   fiestas 
suyas  con   la  mayor  solemnidad.» 

Estos  sólo  en  el  capítulo  xvn.  el  mismo  que 
contiene  los  las  referidos;  porque  en  los  otros  tres 
que  siguen  hasta  acabar  el  cuento  de  la  monja  pró- 
fuga, no  he  contado  menos  de  35  les  sin  tropezar 
con  un  sólo  la  en  dativo. 

Con  su  poca  ó  mucha  autoridad  debe  pasar,  por 
consiguiente,  el  encubierto  Avellaneda  al  bando 
contrario  de  los  laístas. 


46  LAS    AUTORIDADES 


V  llegamos  á  Lope  DE  Vega,  de  quien  produce 
el  Br.  Valbuena  cinco  pasajes  temados  del  poema 
Isidro,  y  no  ciertamente  seguidos,  que  es  como  se 
indicaría  la  manera  propia  de  usar  Lope  el  pronom- 
bre, sino  muy  rebuscados,  pues  son  dos  del  canto  VI. 
uno  del  VII,  otro  del  VIII  y  otro  del  IX. 

De  ellos  hay  todavía  que  rebajar  dos:  uno  del 
cauto  VI   (quintilla  52^  donde  no  debe  decir: 

Aun  era  la  tierra  poco 
y  la  añadimos  la  mar, 

sino  «añadimos/^  (i). 

Otro  del  canto  \  II    ¡quintilla  78)  dice: 

Búscala,  ríñela  y  da/a 
pena  que  á  la  ofensa  iguala. 

El  Sr.  Valbuena  se  esfuerza  en  hacer  ver  que  la 
tendencia  de  Lope  á  usai  el  /.;  dativo  le  obliga  á 
ser  incorrecto  empleando  el  verbo  iguala  en  in- 
dicativo v   no  en  subjuntivo.  Pero  olvida  que  se 


(1)  En  la  edición  de  las  Obras  sueltas 'de  Lope,  hecha  por 
Sancha  en  1777  (t.  xi,  p.  169).  en  Autores  españoles  (t.  xxxvm) 
v  aun  en  ediciones  antiguas  del  Isidro  (Madrid,  1638),  se  es- 
cribe por  errata  el  verbo  añadírnosle  «añadiendo/e».  Pero  en 
la  primera  edición  11=199).  P-  135,  dice  claro  tañadiniosíe».  La 
errata  parece  que  cornienra  en  1607,  edición  de  Alcalá  de  He- 
nares, folio   108  vuelto 


LOPE    DE    VEGA  47 


trata  de  una  quintilla  que  exigía,  para  que  fuese 
bien  nmada.  esas  licencias,  si  lo  son: 

Búscala,  ríñela  y  dala 
pena  que  á  la  ofensa  iguala 
quien  hace  justicia,  es  justo: 
no  digan  que  por  tu  gusto 
ha  Tenido  á  sei  tan  mala. 

(Fol.  163  v.) 

Fuera  de  que  el  iguala  debia  usarse  aquí  en  in- 
dicativo, según  creo,  pues  mavor  incorrección  se- 
ría decir:  «dale  aquella  pena  que,  quien  hace  jus- 
ticia,  iguale    \  la  ofensa». 

Copiaré  los  otros  tres  porque  han  de  ser  utiliza- 
dos más  adelante     i 

De  la  pobreza  el  valor  los  godos  y  que  la  dieron 

no  es  tenerla  quien  lépese,  la  antigua  forma... 

-mo  aquél  tener/a  amor  (Canto  vm,  fol.  192  v.) 

como  si  riqueza  fui  Alli  en  muriendo  las  cierro 

'  auto  vi,   fol.   129.)  sin  dar/as  mejor  entierro. 

Otros  dicen  que  la  hicieron  (Canto  ix,  fo.  218.) 

>  ya  que  el  Sr.   Valbuena  tuvo  la  paciencia 

de  leerse  todo  el  Isidro  para  bailar  esos  ejemplos 

lo  también   (y  seria  grande  prueba   de 

imparcialidad!    registrar   los   muchos   les   que   hay 

Sin   leerlo  yo  detenidamente  y  con  sólo  pasar 

1   por  donde  me  parecía  hallar  el   pronom- 
-  ¡unientes: 


1      Me    refiero   siempn     en    estas  citas  á   la   primei 
ción  del  poema  de  Lope,  que  lleva  este  titulo:  Isidro.  Poema 
castellano  D<    Lopt    le  Vega   'arf-¡  .    '    Marqués  Je 

Harria  ,rihe  la   vida   i  ¡ido   labrador 

de  Madi  .,.,.  Dirigida  a  la  m:v  insign* 

,     i 


LAS   AUTORIDADES 


La  virginidad  hermosa... 
¡Oh  cuánto  U  engrandeástcs 
le  honrastes  y  enriquei  ¡ 
Virgen  soberana,  vos. 

(Canto  ii 
Si  alguna  mujer  pasaba 
las  ventanas  leoan 

(Id.) 
Vuelve  á  tu  perdida  háden- 
tela... 
porque         pera     i  spojos 
á  quien  tu  fe  ¡íencomi    "! 

(Id 
Y  quien  le  de  infame  nom- 
[bre. 
(A  la  pobreza 
Riéndose  de  la  muerte 
le  ofrecía  sus  des] 

Pues  si  razón  no  le  dan 

(A  la  fe.  Canto  va.) 


Asi  Isidro  se  corrió 
y  palabra  no  le  habló 

(A  la  Virgen    Canto  vn./ 

Allí  en  muriendo  las  cierro, 
sin  dar/as  mejor  entierro 
aunque  les  di  eterna  gloria. 

I  anta  ixj 

Al  fin  para  dar/i>  gracias 
á  la  virgen 

(Id.) 

I.o  que  entonces  sentirían 

y  á  la  imagen  le  dirían 

lid.) 

De   Hemnona,  aquella  rara 
imagen  si  en  ella  para 
el  sol,   voz  le  infunde   y  me 
[dra. 

Id  ) 


De  I.ope  se  conserva  autógrafa  una  comedia  ti- 
tularla El  bastardo  Mudarra,  que,  por  haber  sido 
reproducida  fotográficamente,  es  fácil  su  compulsa, 

v  en  ella  se  hallan  estos  pasajes: 


De  aquí  me  quiero  quitar, 
porque  no  le  quiero  dar  f  á  D*  ¡Aimbra) 
con  mi  presencia  ocasión 

Fol 

1 '     D."  Sancha,  madre  de  Gonzalo, 
.  i  corrida  U   miró  al  instante 

(á  doña  Lambra,  folio  5.  v.) 

Si  es  loco  se  puede  ver 

cuando   su    favor    le  pida. 

í.l  />.»  Lambra:  Acto  I,  f..i 


(1)  Estos   dos   le   son   acusativos    y,   sin    embargo,    lo-    usa 
Lope    ¡S  noria,  como  dice  el  Sr    Valbuena,  esta  forma! 

(2)  Otro  acusativo  con  le. 

i  •,:     l-.n  el  texto  impreso  por  la  Academia  se  puso  la  por  erra- 
ta, porque  el  manuscrito  dice  claramente  le 


LOPE  DE  VEGA 


Gonz. 


Esta  fiera 
doña  Alambra:  á  Dios  pluguiera 
que  yo  pudiera  sacando 
la  sangre  que  della  tengo 
causar/e  un  triste  accidente. 

(Fol.    10.) 

Si  Alambra  entonces  el  rigor  det„™ 
7  quiere  que  respeto  se  le  ¿de        ° 

(Fol.   :4.) 

Ni  á  mi  Sancha,  ni  al  gobierno 
Pues  le  quedan  siete  hijos  ' 

que  la  acompañen. 

(Fol.  15  v.¡ 

Que  fué  temor  de  enojar 
a  vuestra  madre 

„    .       ,  siñ<>r, 

antes  le  daréis  pesar. 


(Acto  ¡l,  f0i.  6) 

iJdU0^:  ""    dd  a,ma  conocidas 

lAv    d.',I        °  ***  ******  bañad^ 

lAy,   dulces  prendas,  por  mi  mal  halladas! 

(^  CÍO   II,    fol.    I5    v) 

Y  sólo  hemos   hallado  ostn«  ,w  / 
daderos  acusativos.  °S  ^  q"e  son  ™~ 

Antes  sospecho  que  viene 
a  darle  nuevo  pesar 

rúes  no  la  dc.xcs  entrar 

d^l™' u™*0-  so-v'   «¡jode  Arlaja 
que™^™3'   y  de  Go—lo  ¿us.os, 
1ue  "i   H>.   no  en   sangre,   la  llevó  ventaja. 

Meto  II I,  fol.   7  v) 

Otra  comedia  autógrafa,    la  buena  guarda    ore- 
coso  manusento  que   conserva    el    señor  marq'J 


de  Pidal,  y  también  impresa  varias  veces,  nos  da 
estos  ejemplos; 


s,,  hermana  y  nuestra  abadesa, 
que  Dios  guarde  acá  le  envía 
esta  fruta.  (A   Doña   Elena  ) 


Ven  que  le  quiero  enviar 
un  regalo.  (A  la  A  badesa.) 


(p.   (329)   (i-) 


(P-  33°-) 


1  I 
Que  yo  le  mando  de  paño 
de  Segovia  un  herreruelo 
y  una  sotan  illa. 

Carrizo 

El  ciclo 
¡«de  un  hijo  el  primer  año.. 

r.I.KNA 

Hov  se  han  de  hacer  los  con- 

ítratos. 

Carrizo 

Y   tantos  (hijos)  U  dé  des- 
[pués... 

(Id.) 

Que  hoy  la  señora  abadesa, 
que  de  envía//,   no  cesa 
recados  de  dos  en  dos, 
allá  me  enviará   y  daré 
este  papel  á  su  Elena. 
(P-  33*0 

Guardad  estas  ovejas... 
Virgen,  en  vos  les  dejo  buena 
[guarda. 

(P-  333) 


Yo  le  puse  una  esquila 

en  un  collar  de  más  valor  que 

[el  oro, 

silbé,  llámela  y  di/a 

sal  en  mis  manos  por  mayor 

[decoro. 

(P-  335-) 

A  esas  bestias 
que  sufren  nuestras  molestias 
les  di  á  comer  y  á  beber. 


(P-   335) 

I     •  1   señora  que  ahora 
mi  esp.^a  y  mujer  llamaba, 
el   temor  de  la  justicia 
,1      u  presencia  me  aparta... 
Decid¡<  que  adiós  se  quede, 
y  dareisíc  aquesta  carta . 

(p.  337-) 

Ha  caído  en  mi  desgracia , 
v  ella  lo  va  conociendo; 
que   ya  se  lo  dice  el  alma... 

idándose  una  noche, 
le  \  ¡  encima  de  la  faja 
un  habitillo  pequeño; 
pregunté»*  por  qué  andaba 
con  esas  reliquias  ya. 

(Id.) 


1 1     Cito  por 
compulsa  y  prueba 


el  texto  de  Autores  españoles,  t.  xli,  para  la 


_____ W>PB  DE  VEGA  cT 

fZfl^SS&fSl?*  enC™  P^as  amorosas 

perón,,/,  digas  „  ,da  ensu  reJa^  dijiste.  M^naj 

P      »8.)  (P-    342.) 

Mr  ri,ira  muestra  piedad,  Carri/o 

pues  fe  costó  mi  maldad...  carrizo 

<P-  339)  PÍenSO  que  eI  ahna  ^  falta" 


para  corales,  Fírrr 

i  E.UX 

1 1  .bien. 


....  Ftxln  corajes, 

si  á  los  labios  me  los  trueca 

(P-   340.) 

,    Si  ellas  lloran  y  J«  pesa  Cmuuio 

luego  /«  doy  sal...  Ella  es. 

ÍP-  341 


(P-  344-) 


Pero  [.ope,  como  buen  madrileño,  escribió  tam 

%££"* las  en  esta  «-««-=  S  ttaS: 

A  una  mujer  que  por  santa 
ía  djeron  este  gobierno. 

I-na  oveja...  (p-  332) 

pues  que  por  ella  deja 
todo  el  ganado,  sólo  porque  arguya 
el  amor  que  la  tiene.  ^^ 

t     j  ¿,  (P-   335) 

Tendrelí  sobre  ni i>  ojos 
y  la  pediré  perdón. 

<P-   342.) 

■So^nST  £  L°Pe  K,a,  Pr°p0rdón  «  "*■ 

las  >    media,   emplea  el   dativo  fc 
i  veces  justas,  si  no  erré  la  cuenl 
7  las  úmcamente  los  „  ie  siguen:  cuenta    ' 


LAS   AUTORIDADES 


♦La  volv  6  á  pechr  perdón.,  ^^  ^  „ 

«Afearía  los  amores  de   Ce^«  todos  ,a 

hubiesen  quitado  la  Yldat  «Era  tanto 

tenían . 

i    ja    i.  A-^h-y    le  daban;  le  desmayaba. 

do/.-,  darb  (dos  ^^■'"ttvect^vl^rU,  paredób,  pare- 

J,  esforzaba;   b  pareda    K«s  »««>■  1™         ,;  ^a  pareciendo; 

ciéndob   (dos   »«*s),   '<  Pa«cl0 J*«  ? hizob    b  hacia;  rogar- 

te  augurasen,  b  aseguraba,  ase gurar     h  zo ^         uürar¡íi  u 

t  b  pagé;  b  P^^nWl^ffi*.  "  Prer" 
cumpliese;    preguntó/.?    (ír« ««).   P   ^  conocia;  suceder- 

taba    b  llegaba;   b  propoma      roP"nc.^'    ¿  a«ia  por  los  ojos 

b,  rrí.£/r,ss"ds,- --- -  — « 

bva'nibvienc-bnwstrój.  copiarcmos   algunos  bs y 

Todav  a,   por   tratare   de    i,ope.        i  a  mlsmo.  bon 

tesdTotasdos  comedias  de  las  publ  u.da>  por  ^ 

S  >>■«/  —da  IparteXV-,  «g^^ta^  1  daba,  b 
te/e  (parte  XIV,  Madrid,  ^¿Jf1  ¿j,  ^  flechazo,  ven.r/-. 
envié    £  traigo    engañar/.- b    ora  ,  d.<  de  qult 

feltandob,  dadb.  le  dijo.  '' J^Vechahas,  b  aconsejas  b 
&,£¡S&'S2'£  eX^;/ad,C6mo  b  pudiste  ha- 
bHr1!      "a  llamó   Madrid  la   Mal   f^ada».  Ana  que  he 

En  la  segunda;  -Todo  el  día  se  b  va  d*  *j£  hc  lraido; 
lleudo:  dib  á  Julia;  b  he  P«J*?*  ^n;  £  trae,  te  doy, 
dib,  Gila;  b  digáis;  b  dixere;  b  dure,       P><"», 

H^J^l£?tí»e  madrileüo,  no  es  M*- 


CALDERÓN  DE  LA  BARCA 


De  Lope  pasa  á  Calderón  el  Sr.  Valbviena,  re- 
produciendo sólo  tres  lugares  y  todos  ellos  con  el 
verbo  dar: 

Nace  el  ave  y  con  las  galas 
qne  la  dan  belleza  suma... 

aunque  en  las  ediciones  corrientes  de  La  Vida 
es-  sueño  se  halla  asi  este  conocido  pasaje,  es  de 
advertir  que  en  la  fiel  y  esmerada  que  en  el  pasa- 
do año  de  1909  publicó  en  Toronto  (Estados  Uni- 
dos de  América)  el  Sr.  Müton  A.  Buehanan,  se 
lee  «fe  dan»,  como  por  lo  visto,  escribió  Calderón. 

labial  defecto  tiene  el  segundo  pasaje: 

Y  entre  su  sangre  teñido 
¡a  daba  muerte  naciendo; 

que  pertenece  &  la  misma  comedia,  acto  T,  esce- 
na vi,  en  la  edición  de  Autores  españoles,  donde 
también  está  equivocado.  (V.  la  edición  de  Bu- 
llan, pág.  20V.  pues  Calderón  escribió  «le  daba 
muerte.» 

I'.l  tercer  texto  calderoniano  del  Sr.  Yalbnena,  que 
dice.1 

I.a  dará  como  sea  noble, 
con  que  á  ser  su  esposa  llegue, 
riquezar.T 

ignoro  á  qué  comedia  pertenece. 

Volviendo  á  la  de  La  Vida  es  sueño,  deberé  aña- 


54 LAS  AUTORIDADES 

dir  que  no  sólo  contiene   los  dos  le  atad,,,    sino 
los  siguientes: 

Entrólas  peñas  y  riscos  como  á  tu  patria  /,-  has  hecho 

Ia?,°S  T"M;  do,,do  a',enas     tal   ^«,1  "  hech° 

la? luz  ha  hallado  camino  ,,, 

por  defénder/í  la  entrada  „.  ,  ,  f//'  "'  ' 

sus  rústicos  obeliscos.  Dirásfe,  Astrea,  á  la  Infanta 

que  yo  la  estimo  de  suerte... 

(i,  vi.;  ai. 

La  otra  es  considerar  Lt  envió  el   original.  (A  la 

que  si  á  mi  sangre  la  quito  [Infanta.) 

el  derecho  que  le  dieron.  (Id.) 

(Id.)  Que  en  sabiendo  una    per- 

[sona 

_    Que  en  la  república  ¡nqule-     qiR'    á    (lulcn    5"s    flaquezas 

[ta 
de  las  aves  también  haya  ha  sldo  cómplice  en  otras, 

quien  les  jure  la  obediencia         Parece  (|ue  ya /<•  hace 
la  salva  y  le  desahoga. 
(A  las  águilas,  II,  in.j  (¡¡¡    x  ,  ,, 

Pero  no  puede  dudarse  que,  bien  por  descuido 
o  voluntariamente,  Calderón  escribió  algunos  las 
dativos  entre  la* muchedumbre  de  lea  que  tam- 
bién hay  en  sus  obras. 

Las  primeras  ediciones  de  este  dramaturgo  son 
muy  raras;  pero  á  la  vista  tengo  una  Segunda 
parte  de  Comedias,  de  Don  Pedto  Calderón  de  la 
Barca,  (  auallcro  del  Abito  de  Santiago.  Recogidas 
Por  Do,,  loseph  Caldero,:  de  la  Barca,' su  hermano 
impresa  en  Madrid,  por  María  de  Quiñones  en 
1637-  Le  suponer  es  que  el  mismo  autor  corrigie- 
se las  pruebas,  y  ofrece,  por  tanto,  este  volumen 
bastante  confianza.   Entre  las  comedias  que  con- 

(1)     Sólo  allá  al  final  de   la  obra   hemos  hallado  este  la. 

Aunque  es  verdad  que  la  debo 
obligaciones... 


CALDERÓN  DI?  LA   BARCA  55 

tiene  está  El  galán  fantasma,  de  que  tomaré  algu- 
nos ejemplos: 

Ya  de  estrellas,  ya  de  flores 
hiciera  mal  en  negar/es 
á  las  unas  lo  que  influyen 
y  á  las  otras  lo  que  saben. 

Fol    si;  en  Rivad.,  t  VII.  p.  291.) 

Ni  íer  amada,  pues,  ni  amar  la  dama 
consiente  amor  tasándo/c  su  estrella, 
mas  entre  ser  amada  ó  amar  ella 
lo  uno  disgusta,  pero  lo  otro  infama 

60;  en  Rivad.,  p.  298.) 

A  Porcia  iré  á  verla  en  tal 
duda,  afectos  de  leal 
ningún  cuidado  me  den. 
porque  nunca  me  hará  bien, 
si  yo  no  le  sirvo  mal. 

(I-'ol.  61;  en  Rivad.,  p.   299) 

Y  no  será  la  pena,  no,  fingida: 
que  si  el  alma  no  muere  con  la  vida, 
bastará/í  en  tal  calma, 
para  que  tenga  celos  tener  alma. 

II    63  v.;  en  Rivad.,  p.   301.) 

1  >  por  dar/i    este  mojo 
á  mis  dichas;  pues  vivir 
un  desdií  hado  no  es  poco. 

en  Rivad  ,  p.  302.) 

Yo  ir<  á  visitar  á  Julia  -  horas,  Porcia,  amiga. 

7  ¿arfe  de  toda  en  Kiv.,  p.  306). 

{Fol.  69  v .;  ni  Kiv  .  p    305 .1 

pondo  por  ellos 
Porcia  Quc  puesto  que  les  di  I 

á  estas  flores  alma  v  voz 
¿Quien  en  casa  se  entra  asi.  ¡    n  , 

á  visita  á  aquestas  horas? 


I.  \IKA 


ASIOLFO 

En  la  mina 
A  quien  le  importa  venir  ha  caido  una  persona. 


I  n  Rivad..  equivocadamente  dice  las,  y  lo  mlimn 
la  ed  de  Vera  Tassis.  II.  91,  que  1  délo. 


56  LAS    AUTORIDADES 


Duque  ¿Oué  disculpa  he  dt  dar  yo 

Tragóle  la  tierra  v  puedo  (il  si  :um  1;l  1ue  me  dan  les  falta'- 
distinguir  mal  una' boca.  v  f  "Kldlr  níí«°  á  nesS° 

defenderlas  tu  en  mi  casa? 
(Fol.  71  v.;  en  Riv.,  p.  308.) 

(Fol.  73  v.,  en  Riv.,  p.  309). 

Hay  en  esta  obia  los  las  siguientes: 

Pues  á  las  que  dicen  mal  que  la  importa  mucho,  di. 

hay  quien  las  haga  hablar  bien  (I,(),    ?Q  y  .  cn  R¡y  _  p    3o6  > 

(Fol.  55  v.;  en  Riv.,  p.  294.) 

No  quisieron  escucharme; 
Pues  entra  tú  en  el  jardín  y  sin  mirar/a  á  la  cara 

y  áila  que  yo  la  espero;  (Fol   n  v  .  ^  Riv  _  p   J09  } 

En  el  mismo  volumen  calderoniano  se  halla  otra 
de  sus  buenas  comedias,  cuyo  verdadero  titulo  es 
El  hombre  pobre  lodo  es  trazas,  aunque  Vera  Tassis 
y,  por  ende  Harzenbusch,  le  hayan  suprimido  el 
artículo.  Hallamos  relativo  á  nuestro  tema: 

Dama  critica  y   sutil: 
hace  versos,  canta,  juega; 
con  que  acabo  de  decir 
que  es  pobre,  porque  á  estas  gracias 
no  se  les  sigue  un  cuatrín. 

(Fol.  162:    En   Rivad.  t.  VII,  p.  504.) 

Oid  lo  que  á  una  caudal 
águila  le  sucedió. 

(Fol.  164:  en  Rivad,  p.  (506.) 
Si  al  principio  su  semblante  (de  doña  Beatriz) 
estuvo  alegre  y  ya  muestra 
que  le  ha  pesado  de  verle. 

(Fol.  165  v.;  en  Rivad.,  p.  507.) 

De  mi  te  ofrezco  otro  tanto. — 
Isabel,  quíta/í  el  manto 
á  Beatriz. 

(Fol.  167;  en  Rivad.,  p.  508.)  (2) 


(1)  Este  le  es  acusativo  y  debía  de  ser  la,  pues  se  refiere 
á  persona. 

(1)  En  Rivad  y  en  su  modelo  Vera  Tassis,  se  dice  «quitafo, 
pero  es  errata.  En  la  impresión  original  está  bien:  «quita/e. 


CALDERÓN"   DE    LA    BARCA 

Ciara 

La  lisonja  os  agradezco, 
no  por  mi,  pues  .unido  veis 
á  Doña  Beatriz,  cualquiera 

lisonja  /<•  viene  bien 

(Fol.  if,9;  en  Rivad.,  p.  510.)  (1) 

Pues  si  yo  empiezo  primero 
no  le  dejaré  razón 
conque  ella  pueda  quejarse. 

Pol    171:  en  Rivad.,  p.  512.) 

Y  eso  mismo, 
sin  duda  le  sucedió 
también  á  Beatriz 

(Fol,  171;  en  Rivad.,  p,  512.) 

Murmurando  de  mi  ama. 
Ano,  he  ese  h,-, 
una  cadena  fe  dio    .1  la  misma). 

Pol     r;i  v.:  en  Rivad..  p.   513.) 

Sabed  que  tuve  un  recado 
de  Beatriz,  la  amiga  mia.. 
que  aquesta  joya  le  envíe ... 

1,1    172  v.;  en  Rivad  ,  p.  514.)  |(2^ 

Pues  yo  le  enviaré  á  Beatriz 
esos  den  escudos  luego. 

'  oí.  174  v.;  en  Rivad.,  p.  515.) 

Inés 

Dice  mi  señora  que  hoy... 
vayas  á  casa... 

D.   Diego 

Dile. 
Inés,  que  sus  manos  beso, 
y  iré  muy  alegre  en  ver 
que  su  memoria  merezco. 
"74  v.;  en  Rivad  ,  p.  515.) 

bien  este  le  se  ha  vuelto  la  en  Vera  Tassl      I    11 
Rlyadeneyra    La  repetición  del  lucho  nos  prueba 


LAS    AUTORIDADES 
Si  voy 
(Fol.  175;  en  Kivad  ,  p-  5I5-) 
Los  Za  que  esta  pieza  tiene  son: 

y  así  quisiera  tener 
algún  modo  de  obhgalla 
Je  galante  y  cortés  fuese, 
con  que  yo  dar/a  pudiese 
sin  que  llegase  á  enojalla. 

(Fol.  162  v.:  Rivad.,  p.  504 

No  pude  satisfacerla, 
aunque  allí  ella  mism  L  vtó 
„ue  bou  Diego  mu   llamaban 

todos  v  que  /a  contaban 

que  era  de  Granada  yo. 

q  (rol.  i7o  v  ■  en  R.vad  .  p.  5") 

ISAB. 
Ella  vendrá  por  aquí 
en  el  coche. 

1)  >  Bea.tr. 

Di  que  espero 
muy  gustosa  porque  quiero 
contar/a  uñ  caso  que  á  mi 
me  ha  sucedido.  „   .fS) 

(Fol.  178  v.;  en  Rivad.,  p.  51») 

C,„  «*  lo  *£  J»--¡1'S  C 

Caldeióu  hacia  de  cada  una  tic  ia¡ 
tivo  femenino. 


QUEVEDO 


10 


59 


V  olviendo  algunos  años  atrás  en  el  orden  de  sus 
testigos,  presenta  luego  el  Sr.  Valbuena  á  D.  Fran- 
cisco de  Qttsvedo,  con  nueve  textos,  algunos  do- 
bles, tomados  de  varias  obras  de  aquel'  fecundo 
escritor  madrileño. 

Cinco  corresponden  al  verbo  dar,  que  es  el  co- 
mún modismo  cortesano,  aun  hoy,  y  entre  los  que 
en  las  demás  ocasiones  usan  el  le.  «La  dan»-  «dar/a» 
«/</  daban-,  ¿as  darás»  y  «dar/os*.  Sin  embargo' 
uno  de  ellos  parece  sobrar,  pues  en  las  antiguas 
ediciones,  la  Jácara  III  dice  (i): 

A  una  mujer  forastera 
B  del  vidriado 
no  la  dan.  I^ampuga,  un  gozque 
podiendo  d:ir/e  un  alano 

Y  no  «dar/a»,  como  escribió  Valbuena. 

Otros  cuatro  pertenecen  al  verbo 

V  se  Corrió  como  zorra 
de  que  la  dijese  aguarda. 
y  no  la  dijese  toma. 

II  padre/a  Mijo  su  parecer  de  pe  .i  pa  y  seco  y  sin 
llover  mandó/a  que  se  metiera  en  un  convento..  «La  dirá., 

lUy   insetruros. 

£./.££  '"  '-'"rM"'  de  Sato.  >    mudaos  años  des' 

pnfe '    1670    un   nuev,    tomo,   por   D     Pedro  Aldrrte,  sol 
del    „,„r.  pero  tan  poco  ,,„,v£ 

S  "■!""'J':""""  apócrifos     Por  eso.  aunque  pudieran^ 
comar  much,  -  iim,   l)a,tant(;,  J^  £  ^ 

no   deber   hacerlo,    por   ser    punto   delicado    *    obscuro 


tintos 


Pcn  fin  otros  cuatro  la  se  unen  con  verbos  dis- 
ítos: 

la  greña  de  las  canas...» 

«*«  He  esofcar  en  diversas  obras 

Repito   que  esto  de  ^       .  h      nQ 

de  los  que.  como  Quejec \,  ^  aütcce. 
prueba  nada;  porque  á  cada  la  Oe os  q 

í¿t£  SI  vat^;  Perón,  cu.  «ala 

-££«.  pueS.  ■2~x^«ss8£; 

dolos  todos,  empresa- ,   na,  iza     ;  ^ 

mo  hemos  hecho  h ast      .qn  s  y,  tTa. 

fuese  muy  extensa  a    -n  consecuencias. 

vendólos  todos  al  debate,  ¿acabas 

De  Quevedo    tenernos  dwersas £  ^ 

—    ^VK  S3«    la    novela 
bien  reimpresas  en  A  lfre^J         da  con  aire- 

ítf;:riS,^^sVpr£lerÍKl1],no.ay 
-P^dre^p^-e^^ersos  ejemplos: 

TEXTOS    CON    LE 

le  desensartó 
le  d«°  roguéle 

decíale  les  hacía 

les  dije  (dos  veces)  »»*  rasUo 

1,    %  i  nía  de  casta 
dijo1" .  respondüe 

tes  decía  les  pedia 

Le  pesaba  j      habia  <iado 

le  desensártala 


ofrecerles 
les  ofrecí 
parecióles 
contábales 


contóles 

traíales 

se  les  echaba  de  ver 

agradóles. 


TEXTOS  con   LA 


díjelas  (dos  veces) 

comerla  (una  gallina) 

halláronla 

las  dejó  una  cédala 

las  apercibía 

cogiéndola 

las  supliqué 


pregúntelas 

las  pedí 

ofrecílas 

prometilas 

contéla 

las  enviaría. 


Nótense  bien  las  contradicciones.  El  verbo  de- 
cir con  la  dos  veces;  pero  siete  con  le;  contar  una 
ve¿  con  la  y  dos  con  le;  ofrecer  en  igual  caso;  pe- 
dir de  uno  y  otro  Diodo:  •  aplicar  opuesto  á  rogar; 
preguntar  á  responder,  y  hasta  dar  usado  con  le, 
al  revés  de  lo  que  hemos  visto  en  los  versos. 

Se  ve,  pues,  claramente,  que  Ouevedo  no  tiene 
ra/ón  ninguna  para  preterir  en  el  uso  una  ú  otra 
partícula.  Propende  el  empleo  del  le,  como  todos 
hasta  ahora,  pero  su  libérrimo  gusto  no  deja  de 
inclinarse  á  la  otra  forma. 


l.\S    AUTORIDAD]  S 


De  la  Epístola  moral  que  vino  falsamente  atri- 
buyéndose á  Francisco  de  Rioja,  reproduce  Val- 
buena  el  único  pasaje  al  objeto,  que  dice: 

Esta  invasión  terrible  é  inoportuna 
dejémosla  pasar... 

Pero  este  la  no  es  dativo,  sino  acusativo;  pues 
refiriéndose  á  la  invasión  terrible,  etc.,  y  siendo  ésta 
el  complemento  directo  de  la  oración  en  la  que 
dejar  es  no  más  que  auxiliar  del  infinitivo,  claro  es 
que  sólo  la  puede  ser  la  forma  de  su  pronombre. 
Se  comprueba  que  es  acusativo  volviendo  la  ora- 
ción por  pasiva  en  que  invasión  pasa  á  ser  sujeto. 


TERSO  DE  MOUN'A  63 


12 


Viene  luego  otro  gran  escritor  madrileño  de  ge- 
nio tan  independiente  en  asuntos  de  lenguaje 
como  Quevedo,  aunque  no  tan  audaz  y  artificio- 
so  el  Maestro  Tirso  de  Molina. 

Proporciona  siete  textos,  bien  que  no  todos 
igualmente  exactos  en  la  transcripción  que  su- 
fren por  el  Sr.  Yalbuena. 

El  más  curioso  es  el  primero,  que  dice: 

Pero  Gil  amaba  á  Menga... 
Si  botines  le  pedia. 
la  presentaba  una  cofia; 
si  guind  tajaban 

iba  á  buscar/a  algarrobas. 

"Nótese  (dice  el  Sr.  Valbuena)  la  aspereza  de 
los  dos  últimos  versos,  con  sus  conjunciones  de 
oes  y  mídase  por  ella  la  repugnancia  de  Tirso  á 
decir  fe  en  un  dativo  femenino;  pues  claro  está 
que  si  hubiera  escrito  «se  le  antojaban'  y  «á  bus- 
car/e algarrobas-,  ambos  versos  hubieran  ganado 
mucho.»  (Pág    36  ■ 

Yo  no  sé  de  dónde  habrá  tomado  el  Sr.  Valbue- 
na la  cita;  porque  el  texto  más  conocido,  que  es  el 
de  Autores  españoles,  publicado  por  Hartzenbusch 
(Comed,  escog.  del  M.  Fr.  Gabriel  Téllez,  pági- 
na 42)  (1)  dice  precisamente  «se  le  antojaban»  y 
busca.Ua  algarrobas»  que  suavizan  la  aspereza  de 
rsos. 


(1)     Trátase  de  la  comedia  El  pretendiente  al  revés  (acto  III, 
esc.  xvn),  que  contiene  el  romance. 


64  I. as   AUTORIDADES 

Y  si  por  aquello  que  expresa  en  la  pág.  15  de 
su  folleto,  de  que  hay  que  desconfiar  «de  todas  las 
ediciones  modernas  de  los  clásicos»,  no  conceptuó 
digna  de  fe  la  de  D.  Agustín  Duran  {Talla  españo- 
la) algo  anterior,  pero  que  da  el  texto  como  Hart- 
zenbusch,  y  quiso  llegar  á  la  edición  original,  que 
es  de  Sevilla,  1627,  reproducida  en  Valencia,  1631, 
también  lo  hallaría  casi  igual 

Si  botines  la  pedía, 
la  presenta  va  una  cofia, 
si  guindas  se  le  antojavan, 
y  va  á  buseaWa  algarrobas  (1), 

por  escribir  'a  copla  con  su  vieja  ortografia. 

Y  si  todavía  quiso  ir  más  allá  y  llegar  á  la  mis- 
ma fuente,  pues  el  romance,  que  acaso  no  sea  de 
Tirso,  fué  impreso  en  1621  en  una  Primavera  y  flor 
de  los  mejores  romances,  colegidos  por  el  licenciado 
Pedro  Arias,  vería  el  pasaje  en  esta  forma:  (Duran: 
Romancero,  II,  510.) 

Si  botines  le  pedía 
le  presentaba  una  cofia, 
si  guindas  se  le  antojaban 
iba  á  buscar/í  cebollas. 

Y  resultaría  claro  que  eso  de  la  repugnancia  de 
Tirso  al  le  (como  antes  la  de  Lope  de  Vega),  es  para 
visto  más  despacio. 

El  segundo  pasaje: 

Cuando  por  dallas  el  grano 

(el  gallo  á  las  gallinas) 
se  lo  quita  de  la  boca, 

es  de  la  comedia  Esto  sí  que  es  negociar  (acto  II, 


(1)     Doze  comedias  tuinas  del  Maestro  Tirso  de  Molina.  Va- 
encia,    1631,  folio  53  vuelto. 


TIRSO  DE  MOLINA  05 


esc.  x).  y  se  pone  en  labios  de  un  rústico,  así  como 
los  tres  que  siguen,  pertenecientes  á  la  comedia 
Antoría  García: 

Pul  i    ada  paso 

Y  ayer,  cerniendo  las  granz  i- 
la  declaré  mi  capricho 
Llepné  á  cargaría  el  pollino.. 
Cas  ni  moa  la  asi  ¡  besi  selas... 
Qne  la  mano  la  lomé. 

No  conozco  el  o1 

En  espíritu  las  bebe 
el  alma  y  vida  á  las  flores,  (i) 

y  está  equivocado  el  último,  que  pertenece  á  Los 
cigarrales  de  Toledo,  y  no  debe  decir: 

\  las  niñas  de  Mi 

las  i  II, „ 

sino  4es  cantaba-,  que  escomo  se  lee  en  los  tex- 
tos de  1624  y  1630  (fol.  ixo). 

¿Es  esto  bastante  para  afirmar  que  Tirso  usa- 
ba de  ordinario  la  frrma  la  para  el  dativo  femeni- 
no? La  comedia  Esto  si  que  es  negociar  está  llena 
de  les.  abundan  en  Antona  García.  Los  cigarrales 
Hiedan  fuera,  f 01  man  un  respetable  volumen 
hay  novelas  y  comedias  v,  por  tanto,  algu- 
nos centenares  de  les  v  hasta  algunos  /as.  |,„  mismo 
sucede  con  otro  volumen  del  mismo  autor  titulado 

di  .,!  f,n  coa 

rnvar  contra    tu  ,„.,., 

:pá«r¡- 

oi  en  li  suelta  de  D  »  Teresa  de  Guz- 
mta  á  principios  del  siglo  xvnx  (p    1  n  la  edición 

primitiva  (Parte  71   de  las  comedias  de  Tm*,.  Madrid.  163. 

io|.  Y  no  conozco  más  impresiones  de  esta  comedia: 


LAS    AUTORIDADES 


Deleitar  aprovechando,  que  tiene  novelas  y  autos 
sacramentales,  y  no  digamos  los  que  se  hallarán 
en  las  demás  ochenta  comedias  á  las  que  no  se 
preguntó  nada  sobre  el  asunto. 

Para  saber  lo  que  realmente  pensaba  Tirso 
acerca  de  él,  atengámonos,  por  ejemplo,  á  las  dos 
últimas  partes  de  la  comedia  La  Santa  Juana, 
que  por  dicha  se  conservan  en  manuscritos  holó- 
grafos  en  la  Biblioteca  Nacional,  aunque  también 
han  sido  impresas  no  ha  mucho.  Sea  la  tercera 
parte  (i): 


La  cabeza  le  enviara 
rodando  hasta  Doña  Inés. 

(p-  3°7)- 

De  la  Santa  Juana  espero.., 
la  carta  á  escribi/íí  voy. 

(P-  3°9)- 

Que  aquí  no  las  hay  en  flor 
que  se  les  pierde  en  naciendo. 

(p-  3")- 

En  su  venturosa  suerte; 
pideií,  pues,  á  la  muerte 
si  tienes  celos,  un  ay. 

(P-  3i5)- 

Y  sustenta  Santa  Juana 
á  quien  le  vende  cruel. 

(p-  317)- 

Escribe/e,  madre  mía  (ávos), 
que  niegue  por  ella  á  Hios 

(p.   318). 


También  me  escribe  /«acuer- 
(de 
esto  mismo,  madre  Juana. 
(id.) 

Siempre  D.»  Ana  Manrique 
con  obras  y  devoción 
me  ha  obligado  á  que  publi- 
[que 
su  valor  y  mi  afición 
U  muestre  y  le  signifique. 

(id.) 

Kn  su  costado  pondré 
el  dolor  que  en  él  padece 
doña  Ana,  y  Jesús  le  dé 
la  -alud  que  ella  merece, 

(id.). 

Dalde  vida,  que  es  afrenta 
que  de  comer  ensalada 
muera  una  mujer  honrada 

(P-  328) 


(1)     Cito  por   la  impresión  de  la  Nueva  Biblioteca  de  auto- 
res españoles  (Madrid,   1907),  t.   IX,   pp.  304  y  siguientes. 


TIRSO  DE  MOIJNA 


'•7 


Que    me  dicen  que   la  has 
[dado 
palabra  de  casamiento. 

(P-  307) 
haciéndo/a  salpicón 
los  huesos  en  las  espaldas. 
(P-  312) 
Hice  mata/ía  una  polla 
por  vella  tan  mal  parada. 

(P-  3I2-) 
Curádmela  de  tal  modo 


que  porque  sane  del  todo 
la  dejéis  la  lengua  sana 

(id.). 

La  debo  tener  amor. 

(p.  318) 

Escriba  á  Madrid,  la  ruega. 

(p.  319)- 

¡Ay  Dios!  que  la  dije  yo: 

no  comas  berros,  mochacha. 

(328.) 


Veamos  ahora  otra  comedia  de  las  publicadas 
por  el  mismo  autor  en  la  Segunda  parle  de  ellas 
(!635)  y  sea  la  titulada  Por  el  sótano  y  el  lomo  (1): 


Aunque  á  la  niña  le  pesa. 
(p.  229). 
El  viejo  le  ha  puesto  casa 
y  mil  galas  le  envió. 

(id.). 
\.n  que  les  traiga  reciba 
(A  D.»  Bernarda.) 
(p.  230). 
Que  un  marido  Adán  /edén. 

(p.  231). 
y  d'g.i/c  á  mi  Señora 

(P    -¡32.) 
señora,  le  replico. 
(P.  233). 
Si  nn  se  Ir  al. huida  el  pecho 
(A  la  viuda  ) 
(P    234!. 


La  pasión  que  le  hace  gue- 

[rra 

á  mi  hermana,  si  se  encierra... 

(id.). 
Traerc/f    en    un    cuarto    de 
fhora 
á  vuesancé  (  Bcrn.  ¡  la  respues- 
ta . 
<P-  235-) 
A  ,n¡  hermana 
rebuena  le  pareció 

id.). 

Tan  presto,  que  es   regato- 
[na. 
— Yo  no  he  de  darle  ocasión-, 
u  condición. 

(p.  236). 


1  ■  !•  ro  he  cotejado  los  pasajes 

r^n  el  original:    Segunda   parle   de  las  comedias  del  M.   Tirso  de 
Molina    Madrid,  1635  [folios   115  y  siguientes). 


Como  él  salga  por  las  dos, 
no  les  dé  la  costa  pena: 
la  caía  les  dejo  llena. 

(id.). 

Belleza  ,    , 

como  la  que  Dios  le  ha  dado. 
(id.). 

María 

¿imes  eso  le  da  cuidado' 

BERNARDA 

Siempre  el  deber  me  le  da 
(id.). 

—Traedme    algunas  beati- 

[Uas 

más    gruesas  para    esa  tacto- 

—De    cualquier    suerte    que 
[sean 

le  sobran 

(p.  236). 

Poco  la  corte  insolente 

sus  costumbres  le  pegó 

(A   María.) 

(p.   237)- 

yue  la  garza,  entre  infim- 


conoce  luego  al  halcón 
que  tiene  de  dar/<-  alcance 
(id.)- 

Para  la  cuñada  vuestra, 
que  ya  este  nombre  le  doy. 
(p.  23S.) 

pensaba  vuesa  merced 
que  las  puntas  que  han  qu£ 

les  hacen  falta?  (Alas  mujeres.) 
(p.  242-1 
rti  le  da  pena  el  anciano 
(A  D-*   Bernarda.) 

(p.  244)- 

1  1  vestido  que   á   su    her 
[mana 
tuvo  mi  amo  dedicado 
le  tiene  pintiparado. 

(p.  245). 

Estáis  que  es  maravilla. 
No  vi  jamás  gracia  igual; 
si  amor  nació  en  Portugal 
va  es  portuguesa  Castilla. 
¡Qué  bien  le  dice  el  tocado. 
(p.  246). 


En  el  color 
sus  pensamientos  la  veo 

(p.  230)- 
Comprólas  costosa  casa 
(p.  233)- 

Si  ha  de  subir,  abriré/a. 
—Llámala  acá,  que  la  -   pero 


—Voiía    á   abrir.— Compraría 
[quiero 
tocas  que  al  uso  de  corte 

(p-  235). 
Llegué  diligente  á  daría 
la  mano,  que  recibió. 
y  derribando!»,  entonces 
el  viento  registrador 
el  mantode  la  cabeza...  (p-237-) 


La  enorme  desproporción  que  hay  entre  los  les 
y  las  de  esta  comedia,   que  no  tiene   rústicos  n, 


TIRSO  DE  MOUNA  °9 


pastores,  á  difeiencia  de  La  Santa  Juana,  parece 
demostrar  que  Tirso  es  teísta  y  que  destina  el  la 
con  preferencia  al  lenguaje  tosco  de  les  aldeanos. 
Recuérdese  también  los  pasajes  de  Esto  sí  que  es 
negociar  y  Antona  García  citados  por  el  Sr.  Val- 
buena.  Sin  embargo,  en  otras  comedias  en  que  no 
intervienen,  como  No  hay  Peor  sordo  y  La  celosa 
de  sí  misma,  usa  el  la,  aunque  en  menor  escala,  en- 
tre toda  clase  de  personas,  y  lo  mismo  sucede  en 
las  novelas  de  los  Cigarrales  de  Toledo  (i). 

(1)  En  La  celosa  de  sí  misma  hallo  7  les  por  4  ¡as;  en  El  pretén- 
date al  revés,  5  por  4;  en  .4  mor  y  celos  hacen  dis»¿*¿Z,7¿ 
en  El  castigo  del  pensé  que,  5  le  por  ningún  la.  y  en  Quien  calla 
«torga,  7  ley  ningún  la. 


7o 


LAS    AUTORIDADES 


13 


Quizá  por  ser  igualmente  madrileño ,  bien  que 
muy  posterior,  coloca  el  Sr.  Valbuena  á  Moreto 
después  de  Tirso.  Más  que  los  dos  textos  que  cita, 
pudo  aun  añadir,  porque  luego  de  mediar  el  si- 
glo xvn  comenzó  á  emplearse  el  la  dativo  con 
mayor  frecuencia  que  antes,  en  ciertas  frases  co- 
munes: «darla»,  «decirla»  y  otras  semejantes  que 
debían  de  ser  propias  del  pueblo  de  Madrid.  Pero 
aún  predomina  el  uso  contrario,  como  se  puede 
ver  en  estos  ejemplos  tomados  de  Moreto.  En  El 
lindo  don  Diego  (i)  hay: 


Mosquito 

Beatriz, 
después  que  la  han  despedido 
anda  pidiendo  limosna 
Pues  pide  dale,  que  es  pobre. 

D.»  INÉS 

iQtxé  le  (2)  he  de  dar? 

kicto  I,  esc.  vi  I 

Y  esta  la  causa  ha  sido 

de  que  Leonor  y  Inés  no   lo 

[han  sabido; 

porque  no  fuera  bien   que  yo 

1un  concierto 

les  propusiera  que  saliera  in- 

[cierto. 

(I,  x.) 


A  tu  prima  la  condesa, 

que  ya  de  viuda  profesa 

se  le  anda  el  casamiento. 

(II,  I-) 

ESO  estímelo  mi  prima, 

que  es  á  quien  le  está  mejor. 

(II,  n.) 

¿Qué  importará    que    él  se 
[alabe 
de  galán,  para  que  Inés 
desprecie  el  noble  interés, 
que  por  su  sangre  le  cabe? 

(Id.) 
Está  indispuesta— ¿De  qué? 
—Saliendo  aquí,  de  repente 
le  dio  agora  un  accidente. 
(II,  rv.) 


(i)  Cito  por  Autores  españoles;  (Comedias  de  Moreto);  pero 
comprobadas  tas  referencias. 

íz)  En  Autores  españoles  dice  la  por  errata.  En  el  origi- 
nal Segunda  parte  de  las  comedias  de  Don  Agustín  UorOo... 
Valencia.  1676,  4 .';  p.  489  está  bien. 


MORETO  7' 

c„,.n .  le  importo  yo,  que  es  lo  me». 

v.KiAua  [mo. 

¿Quienes?  (III.  n.) 

Don  DlBGO  I^as  flechas  que  mi  desdicha 

d<-  mií  finezas  le  hace  (a  Doña 
Respónde/r  apriesa.  [Inés). 

n   vn  (ni,  vn.) 

\  ;.  atriz  aprisa  ,,  me  mandó  deciros 

señas  /,•  (1)  han'  por  detrás.  mi  lierman;,  y  agora  á  darle 

di.  vm.)  esta  respuesta  por  vos... 

....  á  eso  voy. 

A  una  mujer  de  mi  estado  '  vn 

le  finges  alevo 

(II.  Dad/e  á  Inés  la  mano  luego, 

ái  ella  no  me  importa,  á  ella  i111-  XVI1  ' 

Frente  á  estos  catorce  les  hay  los  tres  las  que 
siguen,  todos  con  el  verbo  decir: 

Como  vo  nunca  la  he  dicho 
Diía  que  \<  nga  Mosquita. 
Dita  que  salga  acá  fuera. 

Veamos  otra  comedia:  la  titulada  El  Caballero: 

pues  -'i"'  *  '''  d;1  á  '■'  otra.' 

1     xvtn.) 

A  doña  Ana  esta  fineza 
le  agradece  de  mi  parte 

(I.    XXI.) 

Que  le  diga  á  mi  i"  nnano  1  6mo  li  1  sido 

(Id  ) 

Yo  sé  que  la  Leonor  si  se  las  hinco 
U  (2)  haré  saber  muy  bien  cuántas  son  cinco 

(II.  vn.) 
De  este  modo  á  tu  traición 
le  he  de  quitar  la  salida. 

(II.   xi  ) 

Y  cuando  al  alma  esta   tiai<  ion   le  toca. 

(II.  xv. ) 

(,)     También  en  A utorrs  españoles  dice  ¡a  por  errata. 
(j)     Por  errata  se  puso  la  en  Autores  españoles.  Véase  el  on- 
Ciaal.  p    265 


.     JZ ^AS^AUTORIDADKS 

Luisa,  mi  señora 
os  suplica  que  mañana 
os  neguéis  ó  la  Vitoria 
qu<  alli  á  las  diez  os  esp<  ra 
porque  el  hablaros  le  importa  (i). 

II,  xvm  , 

^t'P:Z¿"'""¡^     'uriror 

Decirí,  luego  á  D..   v,,., 

(Id.) 

Y  yo  disimulando 
«">  será  quien  la  culpa  más  fe  toca 

(III,  vi.) 
JSolo  hallantes  en  esta  comed.a  un  caso  en  coD 

Y  .1  la  dijo:  Esta  deuda  M  m,  culdadü 

Veamos  aún  otra  comedia:  No  puede  ser... 

V  si  una  llega  á  tener  c 

hermosura  y  discreción  '"'       SaStn  lcsto  mf  ala 

fe  da  r4j    Fortuñ)  una  mala  que  ,,  hacla  de                      «» 
[elección 

(I,  i.)  ^  D-*  /n«   II.  i) 

Una  noche,  haciendo  versos  5?e  Pensando  hallarla  dura 

se  /,-  ha  de  quemar  la  casa  «Moa  ya  perdigada. 

. ,    , ,  .  ¿  „„    ,d)  Y°  «<*>  y  ^Igo  allá  á  llevar- 

Que  son  las  guardas  que  tie-        rtcados  y  ella  desea 

fne       so,°  °-ue  mi  amo  la  vea 
su  honor:  y  mientras,  <|uerien- 

[do,  ('*■) 

mas    guardas   poner/?    inten-        Y  si  los  lances  postreros 

[tan...       no  /<■  mienten  á  mi  estrella. 
(A  la  mujer.  I,  n.i  ; 

^¿¿Sa^L»   V^P-  »W  délo* 
'le  Morete  está  h,    ,  s       ' T  Vn  <*» ocMtaw,  esta  ed.ción 

adelante.  8      Xvm    Vtas<-'  otra  prneba   más 


73 


DijeA  (i)  qui  al  instante  le  quemase 
\   ella,  por  su  capricho  inadvertido 
I  arme  ya  que  lo  na  piulido. 


Pin  -  -i  las  marchitó  el  brío 
i.i  noche,  vuestra  presencia 
les  ri.i  matices  mas  vivos. 


[II,  xv  ) 


Hay  en  esta  comedia  dos  la  que  son: 

Tiene  un  don  que  es  locura:  Pues  antes,  viven  los  cielos, 

en  capas  solo  la  cuentan  tengo  de  ver/as  la  cara. 

'II.    DI  III.  XVII  )  (2) 

Veamos    todavía   otra    comedia:    Trampa    adt- 

lant 


icribirte  aquella  dama 
T  tu  responder/r  a  ella  (3), 

(1,1.) 

Kesponder/f  yo  al  instante 
(A   -alguna  deltas:  id.) 

Que  el  remiendo  di 
á  la  camisa  le  llega. 

(Id.) 

|u<  rt  is  <|u<  arda  la  fra- 
[gua? 


— Pues  si  no  es  que  /fechen 
[agua... 


Sabré  la  que  galantea, 
y  quién  es  y  dónde  vive. 
■-i  I,  habla,  si  le  escribe    . 


(A  ella:  II.   vi.) 


Porque  esta  superstición 
na  le  falte  á  la  intención 


(ill.   1.) 


(1)  También  aquí  está  errado  el  texto  de  Autores  españo- 
!,<  Véase  el  original,  p.  zi,  v  lo  mismo  se  halla  en  la  parte  XIV 
&  Varíe  (Madrid,  r66i  (folio  ti  t  %  Parte  XLI  (Pamplo- 
na.  n  de  mi  do  que  únicamente  en  impresiones 
sueltas  del  siglo xvm  pued    " 

(2)  No  incluyo  ota  «no  metería*  esta 
daga*,  parque  este  vaso  no  existe  ni  en  el  original  de  Moreto 

ni  en  la  parte  XIV  [folio  .-.•  .  ni  en  la  XLI  Ip    221), 

pues  en    las    tre^   diie   «no   meta   á   una   esta   daga». 

(3)  En  Autor,'  da  la  partícula  En  la  Pri- 
mera putt,    d,    comedias  de    D.  Agustín  Moreto  (Madrid,   it>73) 

olio  14;  *  .  e«ta   bien 


74 


LAS   AUTOR  JDADE8 


Le  enviáis  satisfacción  Salid,  señora,  al  instante 

en  un  papel  á  mi  hermana.  —  1.a  mano  le  doy  dichoso. 

(III,  XII  i  ('».  *«■) 

Hay  estos  tres  /a: 

«Es  atención  que  ¿a  debo  (I,  xiii),  «y  él  la  tiem- 
bla como  al  fuego»  (III,  n)  y  Don  Juan  no  la  ha 
hablado  á  ella»,  que  aunque  dativo  en  la  forma  es 
verdadero  acusativo  en  la  oración. 

En  otras  comedias  tampoco  escasean  los  las 
que  supongo  estarán  en  proporción  semejante 
sta  que  á  D.  Agustín  Moreto  pueda  considerársele 
como  laísia. 


P.  LUIS  DE  LA  PUENTE  75 


14 


Volviendo  á  retroceder  en  el  orden  de  los  tiem- 
pos, alega  el  Sr.  Valbuena.  después  de  Moreto,  el 
testimonio  del  jesuíta  valisoletano  Luis  DE  la 
Puente,  que  floreció  á  fines  del  siglo  xvi  y  á 
principios  del  siguiente,  y  cita  de  él  cuatro  pasa- 
jes, que  supongo  seTán  de  sus  Meditaciones  de  los 
Misterios,  que  es  la  más  conocida  de  sus  obras  y 
fué  impresa  por  vez  primera  en  1605. 

Son  casi  todos  los  pasajes  enclíticos  de  los  ver- 
bos dar.  hacer  y  decir,  en  los  que  frecuentemente 
se  emplea  el  la:  «haciéndo/as  el  bien-,  «dar/a  el 
parabién»,  «dándo/a  gracias»,  «diciéndo/a».  Hay 
además:  «descubriéndo/a»  y  «el  amor  que  /astenia». 

Pero  en  la  misma  obra  y  en  no  muchas  páginas, 
hallamos  también  los  mismos  verbos  y  otros 
con  le  (1). 

«F.l  primer  privüegio  que  le  concedo  fué  preservarla 
de  la  culpa  original..  (II   parte;   Mea,    Va.  P 

«Con    detrimento    suyo  I     muy    dificultoso, 

ser  madre  aunque  fuese  de  tal  hijo..  [Id.  Med.  7.»,  Vi22- 

«La  primera  revelar  á  la  Virgen  una  cosa  que  /,-  darla 
mucho   gusto   por   su    grande    caridad..    (Id.    id.,    p 

4Se  alegró  con  la  nueva  de  su  preñez  por  la  alegría  que 
ella  U  daría  '  •>  dd.  id.) 


(1)  Cito  por  la  primera  edición  de  este  Libro,  •!>"  -'-  «¡ 
titula  Medüacúmes  de  lo,  mysterios  de  nvestra  Sancta  /í.  con 
la  practica  de  la  oración  mental  sobre  clin,  Compvestas  por  ei 
Padre  l.urs  déla  Puente,  Religioso  de  la  CompaAia  de  leu, 
natural  de  Valladolid  ..  Con  preuüegü,  Ffi  Valiadolid,  P<"J*** 
át  hostillo  en  la  calle  de  Saman  U.DC.V.  Dos  vols.  en  4  Sólo 
utilizo  el  primeru 


I,  AS    AUTORIDADES 


«En  medio  deitantas  grandezas  que  se  le  ofrecían  llamán- 
dose esclava  del  Señor.»  (Id.  Med.  8.a,  p.  ^^7.) 

«Ofreciéndose  á  cumplir...  todo  lo  que  Dios  Ir  mandase 
(á  la  Virgen).»  (Id.  id.) 

«Sin  reparar  en  la  dignidad  que  se  le  había  dado  de  Ma- 
dre de  Dios.»  (Med.    1 1 .  p.   J45-) 

«Como  le  revelaría  lo  particular  que  le  había  dicho  el 
ángel  en  la  Anunciación  y  lo  que  le  había  pasado  en  casa 
de  Zacarías.»  (Med.  14,  p.  367.) 

«Cada  día  se  le  hacía  un  año  (á  la  Virgen).*  (Id.,  p.  369.» 

«Los  cuidados  del  parto  que  suelen  dar/es  grande  pena.) 
(Med.  15,  p.  371.) 

«Estaría  la  Virgen  en  este  tiempo  dándo/e  grande  alegría 
esta  esperanza.»  (Id.  id.) 

«Y  así  le  fue  forzoso  (á  la  Virgen)  recogerse  á  un  pobre 
establo.»  (Med.  17,  p.  374.) 

Pero  en  estas  mismas  páginas  hay  los  tres  la 
que  siguen: 

«Lo  comunicó  (á  la  Virgen)  excelentísimas  gracias.»  (Pa- 
gina  293-) 

*La  pusieron  por  nombre  María.»  (P.  297.) 
«La  merced  que  la  había  hecho  en  escogerla  para  ello  (ser 
madre).»  (P.  369.) 

De  donde  se  deduce  que  siendo  más  frecuente 
en  el  P.  Puente  el  empleo  del  le  estos  la  serán  des- 
cuidos ó  erratas. 


P.  ANDRÉS  PÉREZ  77 


15 


En  el  mismo  año  de  1605  apareció  de  molde  la 
famosa  novela  de  La  picara  Justina,  obra  del  do- 
minico leonés  P.  Andrés  Pérez,  y  cuya  acción 
pasa  en  la  capital  del  antiguo  reino  y  sus  aleda- 
ños Es,  por  tanto,  muy  singular  que  el  Sr.  Val- 
buena  no  cite  del  libro  de  su  paisano  más  que  un 
insignificante  lugar  como  para  salir  del  paso. 

En  solos  la  introducción  y  párrafo  primero  del 
primer  capítulo  hemos  hallado  hasta  diez,  y  nue- 
ve les  y  sólo  ocho  las.  proporción  que  dista  algo 
de  la  uniformidad  que  en  aquel  país  afirma  el  se- 
ñor Valbuena  que  existió  y  existe  (1)  en  el  uso  de 
este  pronombre. 

(1)  Por  el  carácter  dialectal  que,  aunque  muy  mitigado  se 
descubre  en leste  novela,  pondré  en  .  I  .-  columnas  lo  dos  pro- 
que  hay  en  el  fragmento  examinado 

Le. 

(«diese  modo  se/, ha  re,r..,.lo 

,  .banlospafios 

se  le  pegó  esto  roña  \'** 

se  le  ofrece  otro  escrúpulo  ¡ítai/' 

/,  llego  la  mancha  al  alma  le  haré  un  par 
(dos  veces) 

/«dijo 

La. 

SBEÜST        ÍSSS32.«~. 


16 


Menos  acertado  aún  me  parece  que  anduvo  en 
traer  á  este  litigio  el  testimonio  de  su  homónimo 
el  obispo  D.  Bernardo  de  Valbuena.  La  auto- 
ridad, tratándose  de  un  casi  americano  por  resi- 
dencia y  meridional  por  nacimiento  sería  precio- 
sa, ya  que  el  mismo  defensor  del  la  sostiene  que 
andaluces  y  americanos  son  los  únicos  que  em- 
plean el  le  dativo  femenino. 

Pero  no  prueba  esto  el  solo  y  señero  pasaje 
que  aduce,  supongo  que  tomado  del  Bernardo: 
«V  la  comen  gran  pedazo»  (que  parece  acusativo), 
ni  lo  probarían  algunos  más,  que  mariposeando 
aquí  y  acullá  pudiese  haber  hallado  en  la  ingen- 
te epopeya  caballeresca. 

Elegiremos,  pues,  un  trozo  seguido  y  sea  el 
canto  ó  libro  primero  de  poema  que  ha  dado 
fama  al  hijo  de  Valdepeñas.  Es  de  suponer  que 
los  otros  23  libros  sigan  el  mismo  camino  en  el 
1  npleo  del  pronombre,  por  eso  adoptamos,  sin 
escoger,  el  primero: 

Metida  en  mi  celoso  infierno  de  ira 
conoce  que  /<■  ofende  la  tardanza 
y  c|in    <i  la  ocasión  se  le  retira.. 

(Octava  37 .) 
1   ili../,  un  punto  cuando  fué  forjada... 

(Octava  40.) 
A  decir/e  Ik-gófa  Alema)  que  el  mar  Tirreno... 
(  Octava  41.) 
■I      ¡"'i.i  h   ea    un  siglo  de  tardanza... 

(Octava  42.) 


BERNARDO   DK  VALBUENA  79 


A  una  tasada  gente  así  rendida 
al  violento  rigor  del  duro  hado 
que  apenas  tierra  en  que  morir  le  ha  dado. 
(Octava  48.) 

|I*a  Quersoneso  cámbrica  á  la  diestra 
y  con  el  mar  que  le  escarba  los  costados 
y  Zelandia  amenísima  le  muestra 

(Octava  50.) 

I«a  tibia  leche  y  el  cristal  mezclados 
le  dan  nombre  y  color.  (A  Calatea.) 

(Octava  54.) 

Con  que  la  volví  rica    y    vi    triunfante 
mas,  por  faltar/í  yo,  no  fué  adelante. 


(Octava  99.) 


Dio/f  el  gusto  y  el  alma  por  despojos 
á  las  primeras  vistas  de  su  gala 
y   ella  por  una   gloria   mil  enojos. 

(  Octava  141.) 

Por  donde  la  prendió  medio  dormida 
y  le  quitó  la  libertad  y  el  sueño. 

(Octava   153.) 

Que  le  sirvió  á  su  cólera  de  espuela. 

(Octava  158.) 

I^a  voz  le  atajó  un  dardo  que  venia 
deseoso  de  llegar  al  blanco  seno, 
donde  su  cielo  la  beldad  tenía. 

Cayó,  cual  tierna  flor  en  valle  ameno; 
al  tiempo  que  su  amante  revolvía 
á  darle  el  alma  y  vida    por   despojos 
y  cobrarla  él  de  nuevo  de  sus  ojos. 

(Octava    166.) 

Fué  á  decir  «tu  memoria»  y  no  le  alcanza 
la  última  parte  que  quedaba  viva: 
cayó  muerta  y  con  ella  la  esperanza... 

,' Octava    177.) 

Vihuelas  y  arpas  un  tropel  sonoro, 
en  conforme  y  suavísima  armonía 
le  añaden  gala  á  la  en  que  nace  el  día 

(Octava  217.) 


8o  I,  AS    AUTORIDADIÍS 


Y  la  encantada  luna,  qne  preside 
al  flojo  sueño,  en  su  mayor  creciente 
se  vio  alegre  salir  con  sus  i 
y  faltarte  la  luz  en  medio  d'-  ellas 

a  225.) 

Entre  tantos  les  no  hemos  hallado  más  la  que 
uno,  y  de  confuso  sentido. 

Habla  el  poeta  de  la  encantadora  Morgana,  y 
dice  (octava  206): 

A  la  honda  boca  de  una  obscura 
desceñida  la  halló  al  siguiente  día 
y  en  medio  sus  conjuros  la  luz  vueda 
el   alma   la   asombro  que   la   seguía. 
Huyó  á   su  centro:   y  ella  con  la  nueva 
de  deseada  venganza  y  alegría 
la  vuelta  daba,   cuando  dio  con   ella 
la  bella  Alcina  en  su   carroza  bella 

En  la  prosa  no  es  menos  explícito  el  célebre 
obispo  de  Puerto  Rico. 

Compuso  su  poema  Grandeza  mejicana  á  instan- 
cias de  doña  Isabel  de  Tobar  y  Guzmán,  y  en  la 
introducción,    dice    de   esta    señora: 

«Crióse,  aunque  en  tierra  tan  apartada  v  remota,  en 
aquella  riqueza  y  abundancia  de  regalo  debida  á  su  ca- 
lidad y  grandeza,  hasta  que  disponiendo  el  tiempo  las 
cosas  ordenó  las  de  su  gusto  de  manera  que  le  abrió  la 
puerta   al   que   siempre    b  il  1     que   era   verse   en 

religión,  sacudida  y  libre  de  los  inconvenientes  v  obliga- 
ciones del  siglo,  desviando/,  el  cielo,  con  sus  regalos, 
los  que  le  podían  su-  impedimento  y  estorbo,  llevando 
primero  para  sí  á  don  I.uis  de  los  Kios  ProaSo,  su  ma- 
rido, y  tras  él  á  la  santa  Compañía  de  Jesús  un  hijo  úni- 
co y  sola  prenda  que  del  le  quedaba:  como  que  quisie- 
se Dios,  por  esta  vía.  suceder  en  propiedad  y  posesión 
á  todas  las  cosas  desta  señora,  sin  dejar/c  en  el  mundo 
más  que  á  él  solo...  Mandóme  que  en  los  días  que  le  traía 
de  ventaja  á  esta  ciudad  tomase  de  mi  cuenta  el  dárse- 
la  muy   particular   de   las   cosas   famosas  della,   para   que 


BERNARDO  DE   VALBUKNA 


asi,  más  alentada,  se  diese  prisa  a  concluir  su  comen- 
zado viaje,  y  llegada  al  fin  del,  no  se  le  hiciese  del  todo 
nueva  !a  grandeza  de  la  tierra.»  (i) 

No  puede  hacerse    más  clara   profesión  de  anti- 
iaistno. 


(i)  El  Bernardo  se  imprimió  la  primera  vez  en  1624,  en 
Madrid,  por  Diego  Flamenco,  en  un  volumen  en  4.0.  v  la  Gran- 
deza mejicana  en  Méjico,  en  1604,  por  Diego  López  Dávalos, 
■en  8.°  La  Academia  Española  ha  reimpreso,  en  1S21.  este  poe- 
tnita  con  el  Siglo  de  Oro. 


8-2  I,AS   AUTORIDADES 


17 


V  no  menos  evidente  resulta  en  el  P.  Pedro 
de  Rivvdi'nkika.  con  perdón  sea  dicho  del  dic- 
tamen contrario  del  Si.  Yalbuena,  al  copiar  del 
jesuíta  toledano  cuatro  pasajes  que,  entre  tanto 
como  escribió,  no  es  fácil  atinar  á  qué  obras  perte- 
nezcan aunque  bien  pudieran  ser  del  Flos  sane- 
¡orum.  vasto  océano  de  lectura,  donde  no  me  atre- 
ví á  penetrar  sólo  para  averiguarlo. 

De  todos  modos,  las  cuatro  citas  son  de  poco 
interés  dos  4a  daba-,  un  da  dijo»  otro  4a  hacia 
señas»  y  un  «echóte  al  cuello-,  formas  muy  usua- 
les,   es   cierto,    pero   no    tanto    como   las   mismas 

con  le.  . 

Filiamos  algunos  trozos  seguidos,  y  sea  el  prin- 
cipio de  la  Historia  delscisma  de  Inglaterra  y  sus 
diez  primeros  capítulos: 

„  \  esta  hija...  dió/e  por  aya  á  Margarita...»  (Cap.  II.J 
-Decía  (la  ■">>:"»  tiempo /e  parecía  que  per- 

dia  Mi!  ,  ,  ,  ;  ,  „  arreglarse  y  componerse..    (Ca- 

,,,  ganar  más  su  gracia  del,  y  á  ella  hacer- 
la del  Rey.»  flrf.J 
,    n0  le  falta  sino  un  marido.»   (Caf>.\.) 

dienfr      i     «iba  -   uno  que  la  afea- 

do  si   fuera   católica    pot- 
quc.   siéndolo  el   Rey,    :  P««  sus  intentos  y 

ambi.iou    le   podía    aprovechar.»  (Id.) 
",.','  Samas  que  ardían  en  el  pecho  del  Rey  y  la  af> 
.1!..  ►  (Id.) 


EL    P.    RTVADENEIRA  83 


•Si  no  se  casaba  con  ella,  porque  del  amor  que  le  mos- 
traba j   del  aborrecimiento  que  tenía  á  la  Reina...»   (Id.) 
•Se  fue  &  la  Reina  y  le  dijo.»   (Cap.  XJ 

No  hemos  tropezado  con  un  solo  la  en  todo 
este  largo  fragmento. 

Pasemos  á  la  Segunda  parte  de  esta  obra  clási- 
ca, escrita  algunos  años  después  de  la  primera: 

«La  Reina  mandó  que  matasen...  por  parecer/e  que  con  la 
muerte  'leí  Conde...»  (Cap.    I.) 

•La  mujer  fue  sentenciada...  y  antes  de  dar/e  muer- 
te.. (Id.) 

«A  la  viuda...  le  embargaron  toda  su  hacienda.»  (Capi- 
tula  [1 

•  Era  tan  católica  y  tau  sierva   de  Nuestro  Señor...  y  de- 

lios  que  le  diese  gracia  para  morir  con 
sus  padres...»  (Id.) 

•Arremetieron  á  ellas  y  les  dieron  muchas  cachilladas 
en  las  caras.»  (Id.) 

•Quiso  ganar  gracias  con  la  reina  de  Inglaterra,  envián- 

ste  presente.»  (Cap.  I\'.) 
«Tenia  entrada    con    la  Reina,  y  le  pintaba  las  cosas  de 
manera  que  le  diesen  gusto.»  (Cu 

•Las  mercedes  que  nuestro  Señor  ha  hecho  á  su  Igle- 
sia, dando/    la  cruz  por  prendas...»  (Cap.  VI.) 

-Pues  habían  sido  compañeras  en  el  delito,  lo  fuesen 
en  la  muerte,  y  que  esperaban  en  Dios  que,  como  les 
había  dado  ánimo...»   (Cap.    I  II.) 

:;abía   entregado   de   tal   manera    á   la   voluntad   de 
la  Reina,  y  deseaba  tanto  agradar/?  (1)  y  servir...  que  no  se 
ríe  la  verdad.»  (Cap.  IX.) 
iLos    principales    ministros    de    la    Reina...    y    los    que 
por  dar/e  gusto...»   (Id.) 

•Habla  sido   casada-      del       lal,   va   difunto,   /«•   habían 
bijas.»  (Cap.  XI.) 

•  Hila  fué  avisada...  y  suplicó  .1  nuestro  Señor  que  le 
diese  fuer/.as.»  (Id.) 

•Y   dejar   .1   sus   tres  hijas  para  que  guardasen   la   casa 


(1)     Este  le  es  acusativa:  prueba  de  que  no  le  sonaba  mal 
al  autor,  aun  en  uso  tan  impropio. 


84  LAS   AUTORIDADES 


y  la  hacienda.de  la  cual  les  había  hecho  donación.»  (Id.) 

«Que  la  buena  madre  había  escondido  para  remedio 
dellas,  en  caso  que    les  sucediese   alguna    desgracia.»    (Id.) 

«Sólo  tenía  cuidado  de  sus  hijas,  temiendo  que  no  se  les 
hiciese  algún  agravio.»  (Id.) 

«Queriéndolas  va  llevar  presas,  les  dio  tiempo  oportu- 
no... para  que...  'las  tres  doncellas  se  saliesen...  y  yendo 
hacia  la  ribera  hallasen  un  barco  que  Dios  les  tema  apa- 
rejado.»   (Id.) 

«Algunos  caballeros  amigos  suyos  á  quien  ella  habla 
hecho  donación  de  sus  bienes  en  favor  de  sus  hijas  y  por 
esto  v  por  otros  respetos  le  tenían  obligación...»  (Id.) 

1  testa  manera  perdió  la  hacienda  esta  venerable  ma- 
trona- mas  no  por  eso  perdió  la  paciencia  y  alegría  de 
su  mima,  antes  hizo  gracias  al  Señor  por  la  merced  que 
le  había  hecho.»  (Id.)  . 

«Estando  presa  por  la  fe  católica,  le  mando  decir  la 
Reina...»   (Id.) 

«Y  delante  dellas  iba,  vestido  como  estaba,  el  sacerdote 
que  les  decía  misa.»  (Id.) 

«Protestando  que  era  católica,  aparejada  para  morir 
por  su  fe,  no  quiso  responder  á  las  otras  preguntas  que 
le  hacían  los  jueces.»  (Id.) 

«La  amenazaron  que  si  no  respondía  le  darían  muerte 
cruelísima...  y  así  le  dieron  la  muerte  que  aquí  diré.  Ex 
tendieron  en  el  suelo  á  la  sierva  del  Señor,  boca  arriba 
y  con  cuerdas  le  ataron  v  estiraron  los  pies  y  las  manos; 
debajo  de  los  ríñones  le  pusieron  una  piedra  grande, 
esquinada...» 

Y  entre  tantísimos  les  ni  un  solo  la  para  alter- 
nar con  ellos. 

En  el  Tratado  de  la  Tribu! ; 

«Ninguna  criatura  se  conservaría  si  Dios  no  le  estu- 
viese dando  el  ser...  obrando  con  ella  y  dándo/f  fuerza.» 
(Cap.  III.) 

«La  cual  mueve   á  las  demás   y   /,  s  da  fuerza.»   (Id.) 
«Así   porque    ellas    no   son    capaces   de   pecado...    como 
porque   siguen...    el   orden   de   Dios  que  les  dio   y  conser- 
va...  y  les  da   fuerza   para   hacer   aquellos  efectos.»    (Ca- 
pítulo IV.) 


EL    P.   RIVADENEIRA  85 


•Suplicó  á  Dios  que  la  librase  della,  porque  se  le  aca- 
baba la  paciencia.»  (Cap.  Vil.) 

«Envióle  Dios  un  ángel  que   le  dijese  que  ella  había  de 
purgar  sus  pecados...»  (Id.) 

1  i  pena  del  Purgatorio,  por  librarse  de  la 
del  dolor  y  la  enfermedad,  que  por  ser  de  dos  años  y  pre- 
sente a)  parecer  mayor.  Murió  y  fué  al  Pur- 
gatorio. Al  cabo  de  una  hora  que  estuvo  en  él  le  apare- 
ció el  mismo  ángel  que  antes  le  había  aparecido  para  con- 
solarla v  animarla;  y  como  ella  le  viese  y  oyese  del  quién 
era,  le  dijo  que  cómo  le  había  dicho  que  no  estaría  sino 
tres  día-  en  purgatorio  habiendo  estado  ya  tantos  años 
en  aquello  tormentos:  los  cuales,  por  ser  tan  horribles 
y  penosos,  una  hora  le  había  parecido  muchos  años.»  (Id.) 

del  Padre  Rivadeneira  (i). 


La  primera  parte  del   Cisma  de  Inglaterra  se  imprimió 
•  n    158Í      en    Madrid.    Zaragoza    y    Barcelona;    después,    otras 
.  con  la  segunda  y  con  mucho  es- 
mero por  D    Vicente  de  la  Fuente,  quien  igualmente  reimpri- 
<lcl  Padre  Rivadeneira.  entre  ellos 
1    fi,     1  nido,    aunque 

del  Cisma  lo  hemos  cotejado  con  la  primera  edi- 
del   I  isma  aparece  ya  en  la  colección 
iu  en  1605,  y  acaso  se  haya  iinpre- 
/  talado  de  la  Tribulación  se  estampó  pri- 


86  LAS    AUTORIDADES 


18 


De  otro  jesuíta,  el  P.  Luis  DE  i.a  Palma,  trae 
el  Sr.  Valbuena  cinco  pasajes .  que  corresponden 
á  la  Historia  de  la  Sagrada  Pasión  de  N.  S.  Jesu- 
cristo, libro  agradable  y  sugestivo,  i 
por  el  P.  la  Taima  hacia  1624,  según  Nicolás  An- 
tonio. 

Los  textos  corresponden:  el  primero,  al  capi- 
tulo xxvi  y  los  otros  cuatro  al  xxvii.  Pero  to- 
dos ellos  están  citados   al  revés  de  como   fueron 
escritos.  Conócese  que  el  Sr.  Valbuena  no  tuyo  á 
la  vista   ninguna  edición   antigua  de   este   libro. 
Tampoco  yo  he  visto  la  primitiva  de  Alcalá,   1624, 
que  cita  Nicolás  Antonio,  ni  la  ha  visto  el  Sr.  Ca- 
talina García,  pues  no  la  menciona  en  su  ri< 
pogralía  complutense;  pero  dan  fe  de  su  es  i 
cia.  ó  de  una  de  Madrid,  de  aquel  año,  las  lio 
y  aprobaciones  de  la  dei.653,  por  Pablo  del  Val  (i), 
en  4.0,  que  es  reimpresión  de  ella. 

En  esta  edición,  pues,  hállanse  los  cinco    pa- 


[il       Historia   de  la   Sa  ■"<"    " 

tro  Evangelios,   Por  el  Padre  Lvis  dt    la    raima.   Promncal  de 
la  Compañía  de  lesvs,  en  '■<   Proi    1  ¡    !    nafral  d, 

la  mis»  .       '',,"" 

drid.   Por   Pablo  del   i  a¡  I  Privilegio  al  F     I 

Madr    19  Junio  1624  y  prórroga  al  P.  Manuel  Pardo,  jesuíta 

6    Al-i-il    1652.      1  tad ab     1624.- 

Dr.  Paulod  oí  101  1  Madi  fumo  u  -Dedi- 
catoria del  P  Palma  al  P.  Mudo  Vitellescni,  Prepósito  gene- 
ral:  Madr.,  22  Julio  1624-  Todo  esto  suele  faltar  en  las  impre- 
siones  modera 


P.    LUIS    DE    LA    PALMA  87 

sajes  del  P.  la  Palma,  no  con  la,  según  los  cita  el 
Sr.  Valbuena,  sino  de  este  modo: 

«Pero  la  Virgen...  esforzándola  el  Espíritu  Divino  y  acre- 
centando^ las  fuerzas...»  (Cap.  xxvi,  p.  210) 

.Este  encuentro   que   tanto   dolor  U,  Ufan  de  causa, 
Ni  U  sufrió  el  corazón  dejar  de  ver  aquella  obra  de  Vws 
u    parte    rica    v    aventajada    que    ,    ella    le   cabla    de   esta 
Redención...  dejando/,    el  Señor  este  regalo  en  pago  del 
que  de  ella  recibía.»  (Cap.  xxvn.  p.  2l6,  218   y  220.) 

\s,   constan   estos  pasajes  en  otra  edición   .1. 
■•>'■-'■  que  lo  ,,u>" 
taran  en  otia  madrileña  d<    >7>-'  V*  ""  lu"  lo~ 
orado  ver. 

'    y  no  sólo  estos  lugares,  sino  otros  muchos  de 
libro,  llevan  igualmente     I        I  itaremos  aun 
(  apüiüo  v  (páginas  58.  59.  60  y  61). 

•Dándote  (á  la  Virgen)  inteligencia  y  luz  de  las  escritu- 
ras ,  «Cómo  descansaría  con  ella,  dándoi  cuenta...  ¡Cómo 
te  'contaría  las  calumnias...  ¡Cuan  por  menudo  le  daña 
razón...  Consideraba  el  cuerpo  de  su  dulcísimo 
le  ocurrían...  y  compañía  que  le  quedaba  en  la  ausencia 
de  su  Hijo...» 

y  cito    stos  1  :  sajes  con  preferencia 

tro  del  mismo  capítulo,  porque  los  prii 

escritos  con    la  en  ediciones  modernas  del    Pacta 

Palma. 

Vaya,  pues,  este  autor  al  lado  de  los 


Scs 


LAS   AUTORIDADES 


19 

Un  tercero  y  no  menos  célebre  jesuíta,  el  autor 
de  la  Historia  de  España,  viene  luego. 
De!   Padre   M  \kiana  hay  dos  citas- 

«Doña  Urraca...  determinó  fortificarse  en  el  castillo 
de  León,  sin  embargo  del  odio  grande  que  el  pueblo  la 
tenia.» 

«Que  la  reina  expresó  lo  mismo  al  abad,  cuando  de 
parte  del  Papa  la  hizo  saber  que  estuviese  separada.» 

No  he  identificado  este  segundo  texto:  el  pri- 
mero es  del  capítulo  vm.  libro  X  de  la  Historia 
de  Lsfaña.  Pero  en  el  mismo  capítulo  hallamos, 
y  antes  de  él,  estos  otros: 

«La  Reina...  no  podía  sufrir  las  reprensiones  que  aquel 
varón i  gravísimo  le  daba  por  sus  mal  encubiertas  desho- 
nestidades.» 

♦Los  moros,  perdida  la  esperanza  de  apoderarse  de 
aquella  cuidad...  saquearon  á  Madrid  y  á  Talavera  y  les 
abatieron  los  muros.» 

«A  cada  paso  se  pasaban  Ala  Reina  v  ¡e  jliral,an  fide- 
lidad.» 

1,1  I""'"  m ;i^  nielante,  en  los  capítulos  v,  vi 
y  vil  del  libro  xn  hallamos  estos  les: 

«Parecióle  bien   este  consejo   a   la   Reina  y  esta  traza» 
«Acordaron   hacer   recurso   .,    !>..    lierenguela   y    quere- 
llarse  de   la   renunciación   que   hizo   del   gobierno     Pusié- 
ronte  delante   el   peligro   que   todo   corría  si  prestamente 
no    se    acudía    con    remedio.,. 

♦La  desposada...  din  la  vuelta  á  Portugal.  Allí  fundó 
el  monasterio  de  Rucha  y  en  él  pasó  lo  que  te  restó  de 


El.    P      MARIANA  «g 


la  vida  santa  y  religiosamente,  aunque  muy  sentida 
no  sólo  de  aquella  mengua  sino  en  especial  contra  D.  Al- 
varo, que  no  contonto  de  baberA  sido  causa  de  aquel 
daño  trat"  de  casarse  con  ella.» 

«La  reina  1>.»  Berenguela,  para  evitar  inconvenien- 
tes, despachó  á  D.  Lope  de  Haro  y  á  Gonzalo  Rui/.  Gi- 
rón, para  que  alcanzasen  del  rey  de  León  le  enviase  á 
su  hijo  1 1,  Fernando.» 

«La  reina  aquejada  del  temor  que  le  causaba  aquella 
nueva   tcmposi 

No  puede  afirmarse,  por  tanto,  que  Mariana 
sea  partidario  del  /<;  en  dativo,  aunque  en  el  pri- 
mero de  estos  capítulos  se   diga   también: 

^tado  y  pueblos  de  la  misma  Reina,  y 
no  contento  con  esto,  la  mandó  salir  de  todo  el  reino», 
porque  éste  la  es  acusativo,  como  hemos  dicho  y  demostra- 
do antes. 


gO  LAS    AUTORIDADKS 


20 


Parece  que  el  Sr.  Valbuena  se  propuso  traer  á 
su  elenco  de  autoridades  todos  los  escritores  de 
mayor  fama,  aunque  muchos  de  ellos  viniesen  sin 
contar  con  su  voluntad  y  como  á  la  fuerza. 

En  este  caso  me  parece  que  se  halla  el  murcia- 
no D.  Diego  de  Saavbdka  Fajardo,  de  quien 
pone  un  solí  ¡  no  me  engaño,  estaba  equi- 

vocado en  el  texto  que  para  él  haya  servido. 

«Porque  como  consta  de  provincias  tan  distantes  en- 
tre sí,  peligrarían  si  el  remo  y  la  vela  no  las  facilitasen 
los  socorros   y   asistencias   para    su    conservación.» 

Aunque  el  pasaje  es  largo  no  he  podido  dar  con 
él,  si,  como  presumo,  es  de  las  Empresas  políticas; 
pero  sí  lu  dado  con  muchos  que  llevan  le  y  nin- 
guno más  con  la: 

«Porque  habiendo/,  (al  águila)  nacido  la-  dos  alas 
desde  el  principio.»   (Empresa  I.) 

aulación   y   envidia    i   las  demás  aves.   No  le  persi- 
m....   (Emp.  ¡X.) 
«Está    prevenida    la    curiosidad    v   le   tiene    (á    la    luna) 
medidos  los  paso  mp.  XIII.) 

«Se  extinguirán  luego   (las   ha  atería 

que  les  había  de  dar  vida,  I,  s  dará  la  muerte.»  (Emp.  XIX.) 
temería  la   malicia...   no   teniendo  otra  invisible 
ley    que    le    estuviese   amenazando.»   (limp.  XXIV.) 

«Y  entonces  la  bondad  no  se  atreve  á  descubrilla  (á 
la  verdad)  por  no  peligrar,  6  porque  no<  toca  aporque 
reconoce    que   no    ha    de    aprovechar.»   (Emp,  XXX.) 


SAAVEDE A  FAJARDO  91 


En  la  Co 

«Abrille  &  esta  historia  ventanas  al  margen  por  donde 
le  entre  la  hl2  •'  ,  ,. 

4l,or   ios   erl  pluma    antes   que   le    sucediese 

la  estampa.»  ("/rf.j 

•Púsote  sitio  (á  Roma).»  ( Cap.  I.J 

,su  de  la  llcrra'  hablend?íí 

dado   la    naturaleza    por    muros    á    los   Perineos...»    (üa- 

VTembió  tanto  la  tu-rra  que  parce  h  era  grave  el  peso 
de  los   hi  mbres.»    (Cap.    V.) 

«Restituir  al  águila  imperial  las  plumas  que  le  ha- 
bían quitado.»  (Id.) 

En  la    República  literaria: 

,La  trada  á  los  pies  de  la  virtud  su  ma, 

le  re.-    i  "  de  los  "'' 

La  virtud  la  consuela  n  ,le  su 

fama.»  (En  Rivadeneyra,  I 

«La  i  '        ° 

le  cubre  la  mitad  del  rostro.»  (Id.) 

,Iuan   de  Mena,   doto   varón,   les   quil 
redujo  la  las  Musas)   á  que  entre  el  i  ■>""*> 

levantasen    la   dulce    armonía    di 

tóue]  del    principe    á    esta    especie   de 

piedras  preciosas,        -  que  á  aquellas  dalUs  mayor    va- 
lor. 

En  ninguno  de  los 
otros,  mezclados  las   con  los  les  transcritos    Saa 
vedra  no  cono. 


I<AS    AUTORIDADES 


21 


V  menos  lo  conocen  aún  ios  hermanos  Argén 
soi.a,  á  quienes  el  Sr.  Valbuena  adjudica  cuatro 
te-:tos  copiados  justamente  al  revés  de  como  se  es- 
cribieron, al  menos  en  tres  de  ellos. 

Porque  el  que  atribuye  á  Bartolomé  en  esta 
forma: 

No  tiene  de  ella  más,  si  bien  se  mira, 
que  el  haber/o  costado  su  dinero, 

versos,  que,  como  es  sabido,  pertenecen  al  soneto 
que  principia: 

Yo  os  qmero  confesar,  Don  Juan,  primero, 

no  es  seguro  que  sea  de  Argensola,  aunque  á  su 
nombre  se  halla  en  los  manuales  de  Retórica. 

Desde  luego  no  figura  el  tal  soneto  ni  en  la  úni- 
ca edición  auténtica  de  las  poesías  de  los  dos  her- 
manos, ni  en  Autores  españoles,  ni  en  la  moderna 
edición  complementaria  dispuesta  y  publicada  por 
el  señor  conde  de  la  Vinaza. 

Por  otra  parte,  más  di-  "na  vez  hemos  visto 
también  escrito  con  le  el  haberla  del  soneto. 

Pero  en  los  otros  tres  no  hay  duda  posible.  El 
primero,  que  es  de  T.upercio,  y  se  halla  á  la  pági- 
na 63  del  tomo  de  Rimas  de  los  dos  hermanos, 
«restituidas  á  la  verdad  de  sus  originales»  j  imbli- 
cadas  en  1634  por  1>.  Gabriel  Leonardo  de  Albión, 
hijo  de  uno  y  sobrino  del  otro,  dice: 


LOS  ARi'.ENSOLA 


Fingisos  muy  honestas  juntamente, 
v  á  la  palabra  equivoca,  no  clara, 
le  el  ns  luego  el  sentido  maldiciente, 

v  no  «¡a  dais»,  como  creyó  el  Sr.  Valbuena. 

I.os  dos  de  Bartolomé  se  hallan:  el  primero  en 
la  página  295,  y  dice: 

Aunque  el  mismo  amor  le  de- 
sús flechas  para  rendir: 

pero  110  <■/<(  dé».  V  el  otro  en  la  245: 

Digo,  caro  Ñuño,  que  rehuses 
tu  gusto,  y  á  tus  tiernas  palomillas 
el  \  i-  les  exrases, 

y  de  ningún  modo  «¡as  rehuses». 

Pero  debo  añadir  más:  y  es  qt;e  no  hallé  un  solo 
la  dativo  en  un  gran  número  de  versos  leídos  al 
objeto  de  los  Argensolas,  y  sí  muchos  les,  de  que 
pueden  dar  fe  los  que  - 

Versos  de  I.upercio:  cito  por  la  edición  de  1634: 


No  huelo  ni  oleré  las  bellas  llores 
que  á  Venus  le  pudieran  ser  adorno. 


Con  otras  vi  ¡  manos 

que  pudieran  mejor  ser  envidiadas, 
según  amor  les  daba  su  tesoro. 


Conoce  apenas  el  amor  por  fama. 
Cloris.    y    ya   en    su   pecho  le  parece. 


(P-  2.) 


(p.  4.) 


(P-  81.) 


En  las  horas  prolii  1  (  ncia, 

v  quiere  que  '<■  deba  mi  paciencia 

(p-  30.) 

Cuitada  navecilla,  quién  creyera 
que  osaran  estas  ola- 
Ttta  bienes  U    he  dado,   \  persevera... 

(P-  33) 


g4  [AS    AUTORIDADES 


Con  que  mu1  i'  lamas  se  contentan, 

-nclándoíí's   el  rostro  miel  y  aceite. 

(p.  4i) 

\(,  dejaré  m    de  ser  mona, 

(como  di  aunque  le  ciña 

la  frente,  como  á  reina,   una  corona. 

(p.  4»-) 

Y   para  que  no  esté   mi   musa    ayuna, 
1   1    medio  It  daremos  brodio; 
sólo  porque  no  adule,  como  alguno 
no  le  consentiré  cine  muestre  el  odio... 

(p.  5i-) 

Pasemos  á  su  hermano.  e¡  célebre  Rector  de  Vi- 
A  herirla  por  asaltos  ellbi  tu  ,         Le  dedicó  un  vivo  altar  (á 


ni  le  marcliitc  el  brii  • 


Filis), 


fi„  >  donde  se  humana  á  acetar 

,P'           '  el  culto  que  se  le  debe. 

I<a  imaginación  ofrece  ,p    iyo.) 
liberal  á  SUS  di 
V  cuanto  más  se  cavan 

llega  la  cruel  verdad  1  luí   ambas  tuerzas  desde  el 

_  [seno 

-l6    v  tu  ardiente  luz  les  in 

Cuando  la  razón  tenia 
mis  afectos  con  1 1 
le  fueron  tiranizados, 
(p. 

Bien  que    i  generosa  en  la  tardanza 
mientras  que  en  gloria  no  se  U  convierta 
á  finezas  más  nobles  te  convida... 


Del  culto  di   la     u       qm   1     il 
á  la  naturaleza  ¡qué  le  d  bo 

Y  la  que  soltó  al  ail  '< 

que  el  insigne  Alejandi     1    ifr    la, 
les  arma  agora  caul    lo        <   d 


(p.   191. 


(P-  197) 


(P-    03) 


LOS   ARGENSOLA  95 


No  le  convino  á  España  nueva  guerra. 

(p.  206.) 

•\  hirbia  luz  la  condición  le  atinas  (a  !a  Fortuna). 
(p.  207.) 

Antes  que  el  tiempo  que  mis  flores  seca, 
les  penetre  severo  á  las  raices. 

(p    217. 

Vacar  ahora  á  la  quietud  pretendo; 
con  la  feliz  tabla  por  voto 
mi-  húmedos  vestidos  le  suspendo. 

(p.  218.) 

Aconsejémos/f  que  se  cautele  (i  la  Virtud) 
contra  los  que  le  pierden  el  decoro, 
v  que  atento  el  rigor  que  la  compele. 

(p.  220.) 

1  n  los  arcaduces  meritoria: 
mat  quitáronte  el  lustre  al  dar/<r  paso, 

r.dió  excluida  v  sin  victoria. 
'  ÍP.   224.) 

A  la  Privanza  que  con  ver  la  espada... 
Tanto  á  evitar  los  ¿mulos  ati 
que  la  Virtud  que  en  otros  pechos  mira 
solo  por  benemérita  le  ofende. 

No  ve  que  -i  el  favor  se  U  retira, 
Luego  su  confidente  le  atrepella... 

(p.   230.) 

Dejaré  sin  examinar  las  369  páginas  que  faltan 
todavía  en  este  tonto,  pues  va  me  canso  de  reco- 
ger tantos  les,  sin  hallar  un  solo  la  ni  para  un  re- 
itnhién  fué  ocurrencia  poner  4  los  Ar- 
gensola  entre  los  laíitas\. 


q6  las  autoridades 


22 


No  sé  tampoco  por  qué  el  Sr.  Yalbuena  inclu- 
ye entre  los  partidarios  del  la  al  insigne  poeta 
Esteban  Manuel  de  Villegas,  citando  este  solo 
verso: 

Celos  la  doy  y  finjo  que  el  agrado... 

que  pertenece  a!  idilio  ni,  traducido  de  Teócrito, 
y  es,  quizás,  el  único  la  que  escribió  Villegas  en 
todas  sus  poesías,  razón  por  la  cual  no  me  parece 
desatinado  creer  que  sea  errata.  Por  mi  parte  no 
he  hallado  otro  ninguno. 

Pero  les  sí  hay,  y  no  pocos.  Debieran  haberle 
hecho  dudar,  por  lo  menos,  al  Sr.  Yalbuena,  en 
cuanto  al  uso  que  Villegas  hacía  del  pronombre 
en  caso  oblicuo,  los  conocidos  Sáficos: 

Dulce  vecino  de  la  verde  selva, 

que  todo  el  mundo  sabe  de  memoria,  y  en  cuya 
segunda  estrofa  se  dice: 

Tú  que  las  qneja?  de  mi  voz  llevaste, 
oye,  no  temas,   y  á  mi  Ninfa  di/?, 
di/c  que  muero. 

Y,  ¿qué  no  sería  si  lévese  todas  la  demás  com- 
posiciones del  \ate  del  Xajerilla?  Sin  tardanza  le 
saldrían   a!  encuentro  pasajes  como  éstos: 

Aún  no  tiene  domado 
tu  becerrilla  el  cuello... 


ESTEBAN   M  \  I    O  GAS 


indalia 

:n  mt«  .i  i„i! 
duli 
(Vcr<-  m  de  la  oda   ssn    i 

¡(  >h,  qué 
que  una  mujei  i 

es  al  doble  ind  I    I 

i  1 1 .) 

Miraba  Lidia  atenta 
ofrece... 

Belleza. 

Honostrophe  m.) 
v  pencando  quí 

iitnr.i 
inig  i 
tura; 
Y  si 

'  vt  ) 

¡Oh  '''"' 

letrta 

nll  l! 

i   X  J 

1    - 


98  LAS    AUTORIDADES 


Y  alegres  entonando  aquella  salva 

que  por  patraña  se  le  debe  al  alba. 

í  Eidilio  ii. 

pero  la  luz  que  le  negó  á  la  pv   a 
se  la  prestó  al  lugar,  que  ya  la  espera. 

(Id.) 

Hoy  á  la  vil  pasión  desenfrenada, 
ingrato  á  tu  valor,    le  das  asiento. 

(Soneto  vi.; 

Mueve,  sonora  Clio,  da/í  voz  á  mi  rústica  musa. 
(Égloga  en  hexámetros.) 

■  No  hay  duda;  si  el  Sr.  Valbuena  hubiera  leido 
estos  versos,  apresurariase  á  borrar  el  nombre  de 
Vülegas  de  su  hasta  ahora  poco  feliz  antología. 


P.  ALONSO  DE  VILLEGAS 


23 


Por  la  asociación  de  ideas,  á  Villegas  el  poeta 
asme  el  Padre  Aionso  de  Villegas  Sel  vago, 
aunque  le  es  muy  anterior.  En  su  juventud  com- 
puso la  desenfadada  novela  dramática  que  tituló 
(  (media  Selvagia,  del  segundo  de  sus  apellidos,  y 
ya  en  edad  provecta  un  Flos  sanctortwi  (1588) 
que,  sin  duda  es  el  que  proporciona  al  Sr.  Valbue- 
na  los  dos  pasajes- 

•(  ivéndola  el  hijo  mayor  la  dijo  en  voz  alta:  ¿Qué  cla- 
máis?...» 

«El  Señor  la  restituyó  el  amor  de  su  marido.» 

No  me  he  atrevido  á  penetrar  en  tan  vasta  selva 
(cuatro  tomos  en  folio)  para  comprobar  estas  ci- 
tas; pero  me  atrevo  á  asegurar  que  el  P.  Villegas 
no  es  laísta. 

Elegiré  para  probarlo  un  tomo  cualquiera  de 
sus  obras,  el  primero,  y  sin  tardar  mucho,  en  su 
lectura  hallaré  estos  pasajes: 

«V  para  dar/<  della  noticia  y  pedirte  el  consentimien- 
to «le  si  le  quería  por  hijo  (á  la  Virgen  María).»  (Capi- 
tulo u,  ful.  í.) 

«Como  el  ángel  la  vido  turbada  y  temerosa,  dijote:»  (fo- 
lio  2 

.1  ><■  que  no  pequeña  parte  te  había  de  caber  á  ella.»  (Id.) 

•Para  que  después  no  se  tenga  por  agraviada...  ya 
L  han  dado  aviso  de  todo  eso  en  decirte  que  se  asenta- 
foL    }). 

•  Y  di<  ¡éndote  (á  la  Virgen)  que  ha  de  reinar  en  su  casa, 
.iit    que  lo  mismo  vería...»   (Id.) 


LAS    AUTORIDADES 


«El    \nge]  Señora,  dexadlo...»   lid.) 

.Para   averig     i  1"   M'"    <-l   ^°gel   Sa"   Gabriel 

le  había  dicho  ■■     I  ap    tv,   col 

«Alegrarse  con  ella  y  comunicar/-    los  secretos  de   Dios 
que  el  Ángel    l    había  dicho.»    (/<íj 

mdes    cosas    descubrió    Santa   Isabel    con    esta    lu 
v   claridad   que    Dios  le  comunicó;   pues  en   aquel   instar 
lecha  ri      la  ion...»   (FoL    4   y  4  v.) 
¿Mucho  le  dolió  á  la  Virgen.....  (Cap.   xxxi  x. 
«Mi  lengua  se  causa  también  y  fe  faltan  palabras.»  (Po- 
li 1     p    v.)  , 

«Mas  Josephy  Nicodemus  /■  suplicaron   (<j  (a   i  J   afec- 
tuosamente.» f/á.J 

«Hicieron    grande    reverencia    á    la    Virgen. 
aunque  le  dio  contento  no  fué  cumplido  hasta  ver  a 
Hijo    El  cual  no    queriendo  más  tenerla   suspensa,  repre 
Leíante,    alegro...  Salió/,    al  encuentro 

Lágrimas  que    la   pena    demasiada. 
%  las  tres   Marías)         iguardó  á    la   Magdalena 
para  aparecérsete  primero  q   eáo  Polio  51  v.) 

«Iban  razonando  *™)  de  quien   les   q 

ría  la  piedra...  Hablaron  a  las  Marías  y  dijeronfes...»  (Fo 

Veamos  otra  parte  del  mismo  ti 

«El    i  llamaba.    Respon- 

do     , ...       ,  El    Presidente   le    dijo...»   (Fo  . 

((Dio,  D      tea)    que  haga   lo   que  ellas...    La  San- 

ta no  í       '        decb   más,  sino  d.     iqu    I    tnó  ocasión  para 
reprender/,-,   su...    y   les   hizo  decir   que   si   esperasen   per- 
dón de  I    C    volverían  áser  cristianas,  aunque  les  costase 
1      yida..     Echáronse  á  los  pies  de  la  Santa,   diciénd 
p        ,  ,    ,  ,    Dorotea   quería   sacrificar...   Co- 

men/.,,,  1      oyuntarfc    los  miembros    (á    Dorotea)... 

Preguntóte  Apricio  Fol.  119  v. 

«Mandóla  quitar  de  allí  y  que  le  diesen...    \    poi 
í,    hizo    esta    demanda    para    burlarse   della.    Dorotea    res- 
pondió   que  haría  lo   que  le  decía...    (Fol.    120.) 

Examinemos  otro  trozo  hacia  el  final  del  refe- 
rido I 

«V   aunque   era   cosa   que    •■   venía   muy   bien   a  cuenta 


I\  ALONSO  DE  VILLEGAS 


(á  Santa   Tecla),  el  entender  que  U    venía  mas  el  perma- 
necer doncella...»  (Fol 

mde   lástima   que   .'     tenían   por   verla   moza.»    (Fo- 

i,V,na  que  11-  hizo  (*  Tecla)  este  oome" 

ItTOS  leones  y  osos... 

delante  della,  lamiéndo/i  los  pies.»  (Id.) 

latrona...    /     tomé      I  -  grande   afi- 

. 
.„    é   la   .ion.,  lia.    Pónenb    imaginación* 
Las  palabras  tiernas  %    regaladas  que  él  le  había 
dicho...»  (Fol 

Otra  vida,  más  aJ  ¡ina¡: 

»Y  érale  í«'  Santa  Luna)   dema  ¡  "'i' 

¡aba  ,,'...    Tcmien- 

rasión  de  daño  á  si  misma. ..  Ni  quiso 

Dios  !     ■""'-■    estando    ""    ,l1'1 

en   oración   U    fué   tornada   su    vista,   d  «   otros 

tan   buenos...   Apareciósele  la  santa  y  le   dijo:   Lucia 

hermana...»  ¡Todos  al  fol.  410.) 

la  á  su  madre  ,'    dejase  dar  a  los  pobres.  Y  con 
apalabras  m  "  •"    sacrifa- 

los  dioses.  Res]  ' v  las  manos 

para  la  llevar...  dív>;    el  Juez  Polio  411  y  v.l 

En  todos  estos  pasajes  no  liemos  hallado  la  nin- 
guno  (1). 


(i)     Hemos  utilizado  la  prii  ''  -;'-    íue 

lleva  [genero*  <<<■  '<»  I  '<*<* 

,    ;„•<■/,<„.   de   lesu    '  hrist n   Priuile{  ■'■   t">' 

lio     Ueva  un   cunoso 
p    Villegas,  n,.  muv  anciano  bonete,  un  ■ 

la  mano  v  un  escud'ito  herald  ha,  dentro  di 


LAS    AUTORIDADES 


24 


Del  V.  Juan  Eusebiü  Niekemberg  copia  el  se- 
ñor Yalbuena  varios  pasajes,  que  damos  por  bue- 
nos, pero  que  no  se  oponen  á  otros  muchos  en  sen- 
tido contrario;  lo  cual  prueba  que  el  docto  jesuíta, 
como  madrileño  que  era,  usaba  de  ambas  partícu- 
las pronominales. 

Así.  por  ejemplo,  en  el  capítulo  iv  del  tratado  D>' 
la  afición  y  amor  de  Jesús,  junto  con  estos  dos  la: 

«El  amor  de  Jesús  la  hizo  salir  de  su  tierra  y  peregri- 
nar... El  amor  de  Jesús  la  hizo  seguirle  en  su  pn 
ción.»  Hallamos  estos  le:  «Víjole  el  niño  (á  la  doncella)... 
El  pecho  y  corazón  se  le  abrió  (á  ella)...  llevando/e  el  mis- 
mo Señor  (á  la  misma)...  Kl  amor  de  Jesús  la  afligió  cuan 
do  se  le  desapareció  en  el  templo...  Sino  que  siempre 
le  fue  (á  ella)  obedientísimo...  A  Santa  Clara...  le  pidió 
que  le  abrazase...» 

En  el  capítulo  xxv,  dice: 

«A  Santa  Metildis  le  disteis  el  vuestro;  á  Santa  Tere 
sa  le  enviasteis  un  serafín  que  con  un  dardo  de  oro  le 
hiriese  el  suyo.» 

En  otros  tratados,  como  en  el  De  la  ajición  y 
amor  de  María  abundan  más  los  la;  pero  en  la  vida 
de  San  Francisco  de  Borja  (1642)  apenas  se  en- 
cuentran. 

Así,  en  el  capítulo  11  hallamos: 

«Partió  de  su  presencia  dejándo/í  en  las  manos  la  cruz; 
la  cual  ella  guardó.» 


EL  P    NIERÜMBERG   '°3 

.Que  con  él  no  U  faltaría   (i  la   Duquesa)   sucesión  de 

SU  rT^uouesa  ofreció...  que  si  Dios,  por  su  intercesión 
U  rit  L«ego  Vio  U  s"evr  ¿1  .onaste- 
rio  de  Santa  Clara  un  cordón  de  S.  Francisco.. 

En  el  capítulo  in: 

.La  entrada   de  su   santa    madre  en  el  monasterio   y 

"l.en.rrmisma   hija,  Sor   Francisca  de   Jesús    aba- 
.lesa       v  dando/,   un  hábito   nuevo  y   pidiendo/*  el  v.ejo 
nuc  "traía    su    madre    para   vestírsele  ella..» 
q  .Temiendo    (Sor    Inés)    que  si   moría  primero   que   ella 
la  mad  e  Sor  Gabriela  le  faltada  el  refugio  y   ampara 
,:,,,„   mucha  instancia   que  le  alcanzase  de   Nu«- 

'"hSÍ   año,   siendo   despensera   Sor  Inés,   le   apare 
ció    a  madre  Sor  María,   ya  difunta  y  la  dijo  que  le  ha 
Wa  ÍdoXgalo  lo  que  ¿  había  pedido  y _  M muñó  san- 
tamente.  No   fué  cosa  menos  admirable  lo  que  le   acae- 
ció el  dia  antes  de  su  muerte.»  .      ,     .,, 
.Antes  se  le  aumentaron   (á  la   mon,a)  despuj  d^su 
muerte..  .Pedíalas  (gracias;   Para  cl  9ue  tant°  fa  tOC 
(á  ella,  que  era   su    meto).»   (O- 

,„     varias     de     las    obras    en    c-astelU.no    del    P^  £*«?: 
be k    quí  fué  auto  "<W»C  110C" 

SSte.  .e  imprimieron  juutas  por  primera  vez  con  est r  Ututo. 

Obra  '"    '   "'    '    ;' \,  ■     , 

l VU«   Madrid  /■■..  "7V       ,V        < 

S«„  Franctseo  •>-  »■"  «   *  publicaron  su. 


104  las  autoridades 


25 


Don  Antonio  de  Solis  suministra  tres  pasa- 
jes, todos  sacados  de  la  Historia  de  la  Conquista 

de  Méjico,  con  más  el  otro  equivocado  de  Pedro 
de  Morón,  ya  tomado  en  cuenta.  Son: 

«Empezó  á  condolerse  fie  su  esclavitud  y  á  persua- 
diría (I)  que  se  apartase  de  aquellos  extranjeros  aborre- 
cibles y  se  fuese  á  su  casa,  cuyo  albergue  la  ofrecía  como 
refugio  de  su  libertad.» 

•Dijola  que  convenía  en  todo  caso  que  se  fuese  luego.» 
«Y    ella...    con    aquella   discreción    natural   que   la    dala 
¡'.echas    las    razón' 

Esta  última  cita  es  errónea:  la  edición  de  1684, 
que  es  la  original  (pág.  271)  y  aun  la  de  Autores 
¡spañoles  (pág.  297)  dicen  le  y  no  la.  Y  para  que 
este  texto  no  quede  solo  todavía  añadiremos  qu( 
en  el  capítulo  xiv  de  este  libro  III,  hay  este  otro  le: 

♦Era   tanto   el   número   de    las    aves,    que   se   ocupaban 
en    este    ministerio    más   de    300  hombres...    obligad. 
suministrarles  el  cebo.» 

Con  que  resultan  tres  por  dos.  Pero  como  en 
esta  obra  apenas  emplea  Solís  el  femenino,  no  bas- 
tan los  textos  alegados  para  conocer  su  peculiar 
manera  de  escribir  el  dativo  de  aquel  género. 

Quedan    afortunadamente    otras    obras    suvas. 


1       El  Si     Valbuena    subí  iya  el  la  di    persuadirla,  como  si 

fui  -  di   igu  > 


D.    ANTONIO  DE  SOLÍS 


'°5 


l'n  tomo  de  Varias  poesías   (i)    y  algunas  come- 
1  primero  tomamos  los  •  siguen: 

Fui    .  Nise 

una  di  .    ■ 

dirá 


algunas  lagrimillas  tiernas, 


Mirad  que  duermen  las  penas 
el  sueño  gUiírde. 

Por   Dios,     mnv    po< 

tienen  -r-  picaras  carnes, 
pues  1 1-  afti  nta  el  a 
•  den. 

(Id.) 

fatigada,  i 
de  los  divinos  d 

■  aró  (d  la  dama)  en  el 

di  la  escaléis  del  tiempo. 
Y  ve  iqul  >|u<-  se  te  filé 
un  pie  qne  puso  mal  puesto 

ln     l  loi 
original  á  mi  copia... 


p.  58.) 

1  ¡  -arda 
á  Pili  un  amante  anti 

p    96.) 

á  tu  crueldad 
b  1   mi  temor. 
(p.    1 

Porque  U  importa  ala 
más  que    '•  ■  omer  un  1 

p.   121.) 

Que  la  querido 

-n¡ >lir  temporal'  -  daños 
con  un  colmillo  buido 
de   tres  que  -  te  han  caido... 
p.  jai 

Amigo,  <l>  ¡a  -i   tu  1 
v  no  tt  ■  vicias... 

P.   1  22 


T'n  1 1  hay,  si  no  es  errata,  en1 

Tra^  otra   Dafne,  no  haya 
quien  la  dé  el  buró  de  virgen. 


Hay  además  una  jácara  titulada.  «Zelos 


106  tA.S    AUTORIDADES 


Xaquc  y  satisfacción  de    una   Marca-,    en  que  el 
autor  parece  preferir  esta  última  fónica: 

Y  porque  vo  sé  muy  bien  Y  agora  la  daré  á  ella 

dónde  la  ..prieta  «1  zapato.  en  deposito  ^  i-  palo- 

para  en  principio  de  riña  prestadas   cato] 

digo/a  esto,  dos  sopa]  y  diez  moginetes  dados 

(p.  120.)  (P-  "i) 

Si  recordamos  que  D.  Francisco  de  Ouevedo 
adopta  igualmente  el  la  en  sus  jácaras  y  roman- 
ces rufianescos,  pudiera  creerse  que  así  hablase 
esta  gente  picara.  Parece  indicarlo  igualmente  la 
circunstancia  de  que  Solís,  en  este  mismo  roman- 
ce, ciando  ya  no  es  el  jaque  quien  habla,  sino  el 
poeta,  emplea  el  le: 

Esto  dijo,  y  le  midió 
á  varas  el  espinazo; 
á  pies  toda  la  barriga 
y  toda  la  cara  á  palmos. 


Solis  prefiere  el  le;  pero  como  escritor  cortesano, 
alguna  vez  se  va  á  la  otra  forma  pronominal,  se- 
gún resulta  del  estudio  de  sus  comedias  (i). 

Hn  La  giianilla  de  Madrid  hay  estos  ejemplos 
de  uno  y  otro: 

Sosiega  el  aliento  v  mira  Y  aquesta  no  es  humildad 

Que  en  vano  á  mentir  te  atre-  sino  una  loca  ambición 

[ves:  de  que  otra  vez  le  repitan  (2) 

pues  á   tu  voz  ii..  /<■  debe-  lo  mesmo  que  ant 
aun  entera  una  mentira.  ,  g  ( 

(p.  "4-1 


'  (i)     Citamo     por  las  Comedias  "  '      ' 

Año  de  1681.    I.'i   Madrid,   po¡    M  •     I      '         =n    *■ 

el         to  de  Auto  •  por  errata,  (a. 


D    ANTONIO  DE  SOLtS  107 


Que  sólo  el  vulgo  crevó  (D.AU>HSoáDMsabd,p 

qne  fe  he  de  decir  verdad  Fingidofe  otro  Don  Juan 

(A  DMsabet,p.  319.)  a  mi  prima. 

(p.  320.) 

.    í  kT3,  dcsdÍC^d  tem°r  S,  aquí  fe  dice  quien  eres... 

fe  dobla  lo  riguroso  '  ,     ,    ,  , 

y  fe  aumenta  lo  veloz.  (Preciosa  a  D.»  fsaftíí;  p.   3*4  I 

(p.    3'9)  Luego  irás 

„,  j   !  ^  /  á  casa  v  di/e  á  mi  heno  m  . 

tEl  que  di  á  Don  Juan»,   /.'  a  u,sa  »  "'  ■  " 

[dijo.  (P-  328-) 

A  la  de  más  meollo  y  mejor  labia 
Se  fe  encarga  el  decir  buenaventuras. 

(P-   325  ■ 

Sólo  un  la  que  dice:  «al  que  hermosa  la  llamó» 
hemos  hallado  en  esta  comedia;  pero  en  otras  hay 
más,  y  en  alguna  casi  se  igualan  con  los  le 

En    Amparar  al  enemigo  encontramos: 


Y  di/.-  á  Iné~  que  á  la  hermosa  (p.  351). 
A"  como  á  ella  aún  no  fe  loca  (p.  355). 
El  nombre,  fe  veri  el   juego  (p    iss 

Quitafe   (á  ella)  el   papel     p.    356). 

Aaui  dijo  el  papel  que    •,-  aguardaba 

(A   ella,  p     158.) 

Le  embaraza  que  viváis  (p.    360). 
Me  espera:  adiós,  dire/r  á  mi  enojada 

unan 
A'o  iré  á  decir/.-  á   I.eonor   (p.    373) 
Celos  /.-  pide:    ¡ah.   villana  (p.  377)- 


Todo  el  corazón  la  dije  (p.  3.18). 

,N"o  ves  que   un  papel  la  da 

Xo  sé.  por  lñ"s.  qué  decirla 

Me  obliga  á  qu 

El  ha 

Pues  dula   muchas  patadas 
Mir.i  I  abién 

■  in  cosa  p  'r  lo  bajo 
que  a  duele 

lo  que  las  duele...  (1) 


(1)     Estos,    como    otros  las.  dice  el   lacayo,    cuyo  lenguaje 
es  siempre  algo  grosero 


108  L.\s    AUTORIDADES 


amor  ui  uso: 


Y  le  ofrezi  3a     p    108). 

^011   qui  darle  {p.    112). 

■     1  ddrá    p    1 

.1  mi  ingenio    p 
Que  /.  apague  la  1»/-  al  d 
Les  ha  enseñado  su  oficio    p.  13°)- 
raso         139 

'I   .Hilando   (Id.). 

,     ¡,    d     contal     odo  el  caso 

tu  h  nnosura    : 
le  que  advieri 

• 


•  ribi 
el  amor  qu      a  tenis     p     107)- 
l.u  quisiera  preguntar  <p.   109). 
I. a  v  inidad  qui    '.•   '         lado  (p    120). 
¡y  ella        uchú  /a dio  satisfa     1 142). 

En  Un  bobo  hace  ciento  observamos  cine  casi  to- 
dos los  las  los  dice  D.  Cosme,  tipo  grotesco  (que 
ese!  6060)  v  nulo.    «OfréceZa  treinta  minas*    «lié 
vola  estos  diez  doblones»,  «ya  la  he  dicho»,  «no  /.< 
unas  patadas»,  «leer/tí  yo  la  cartilla». 

ln   /  l  doctor  Canino,  que  es  otro  personaje  de 
figurón,  falso  médico  y  sin  instrucción  alguna 

ién  éste  auien  monopoliza  los  las  de  la  co- 
media: <-que  es  lástima  hacerZa  mal»,  "ahora,  pues, 
la  diré»,  «su  casa  la  hizo  dejar»,  «cogióla  á  ella  y 
la  dio 


CONDE  DT    RE] 


26 

Aunque  la  autoridad  del  CONDE  DE   Rebolli 
.  sea  mucha  en  materias  de  idioma,  á 
acude-  el  Sr.  Valbuena  con  el  pas 

¡I   rv.  .11. 

hablando  de  su  audacia.  I.as  única-   obras  d 
gún  valor  de  este  español  <y  asi  toda  su 

vida  fuera  de  España,  son  una  traducción  pi 
ca  y  abreviada  del  Libro  de  Job  y.  sobn 
versión  de  los  Trenos  de  Jeremías,  en  q 
simplicidad   de  estilo  y   lenguají    supo  conservaí 
la  melancólica  grandeza  del  original  bel  i 

j:„  o,  aunque 

éstos: 
tcxl  in 

luien  la  consuele  U  na  (altado   i 

.■ur.irio  que  más  U  i  itigaba 

(Id.) 

Tus  tiernas  criaturas 
que' sin  te»  i 

Y  quien  la  cohortai 

•i   tm'ha  pri- 


LAS    AUTORIDADES 


27 


Y  si  no  lo  viera,  tampoco  creería  que  se  trajese 
en  pro  del  la  dativo  al  P.  Martín  dk  Roa,  autor 
andaluz  y,  por  consiguiente,  partidario  de  la  otra 
manera  de  escribir. 

Así  llamó  mi  atención  el  pasaje  citado  por  el  se- 
ñor Yalbuena  en  esta  forma: 

«Comenzó  á  descubrir/n  los  caminos  de  Dios  (á  doña 
Sancha  Carrillo).»  (P.  Mastín  DE  Roa.) 

Creyendo  que  el  pasaje  estaría  en  la  Vida  que 
de  esta  virtuosa  doncella  escribió  el  P.  Roa  y  pu- 
blicó en  Sevilla  en  1615,  lo  busqué  con  interés,  y 
como  no  lo  he  hallado,  presumo  constará  en  otra 
de  las  varias  obras  del  jesuíta  cordobés. 

Pero  esto  no  quiere  decir  que  sea  partidario  del 
la  dativo,  antes  al  contrario;  ni  en  esta  Vida  de 
doña  Sancha  Carrillo,  ni  en  la  de  la  condesa  de  Fe- 
ria, que  son  sus  obras  más  conocidas,  leídas  y  esti- 
mada?, hay  las  sino  les  y  más  les,  hasta  en  acu- 
sativo. 

Véause  algunos  ejemplos  de  la  primera  de  aque- 
llas obras  (cito  por  la  excelente  reimpresión  de 
D.   Miguel  García  Romerol: 

«Que  las  oyó  de  boca  de  ella,  habicndo/c  servido  un 
tiempo  de  confesor,  cuando  por  el  rigor  de  las  enferme- 
dades, no  ie  era  dado  poder  salir  de  casa  á  la  iglesia.»  (Pá- 
gina vil.) 

-Mucho  menos  es  de  1"  que  ella  hizo  y  le  comunicó 
nuestro  Señor.»   (Id.) 


P    MARTÍN  DE   ROA 


.Y  cuando  le  faltara  (á  ella)  este  lustre  heredado.»  (pá- 
gina   o.) 

♦Sobros  mucho  de  que  ser  alabada.»   (p.    10.) 

«Con  el  brío  de  la  edad,  alas  de  hermosura  y  espuelas 
de  vanas  esperanzas,  determinó  abrirle  los  ojos  y  poner- 
/,    á  vista  la  vanidad  de  su  pensamiento.»  (p.    13.) 

«Este  cuidaba  mucho  del  olvido  de  su  hermana;  per- 
suadía/e (1)  se  confesase  con  el  Maestra,  y  para  facili- 
tarla   decía/i...»    (p.     u  .1 

•Recibióla  con  alegría;   facilitó/i-  la   confesión.»   (p.    i;.) 

«Segó  Dios  la  lozanía  de  las  damas  de  Jerusalem,  de- 
rribo su  altivez  y  les  hizo  padecer  en  lo  mismo  que  se 
gozaban.»  (p.    18J 

♦Si  le  asombra  la  muerte  (á  ella)  cara  á  la  vida.»  (p.  20.) 

«Vistióla  de  su  amor;  púsote  acíbar  en  los  gustos  pa- 
sados.» (P.  22.) 

»Y    dijéron/<:  —Sobrina.»    (p.    24.) 

.1  Lindóte  á  ella  constancia  en  los  contrastes.»   (p.   27.) 

«Mostraba  ella  inclinación  é  retirarse...  lejos  de  todo 
aquello  que  podía  traer/í  á  la  memoria  lo  que  había 
sido.»   (p.   29.) 

•Mas,  aconsejada  con  el  P.  Maestro  Juan  de  Avila  , 
pidió  partido  á  sus  padres,  ó  bien  que  le  señalasen  un 
cuarto  de  casa  tan  apartado.»  (p.  29.) 

«Cedieron  i  su  voluntad   y  diéron/t  lo  que  pedía.»  (p.  30.) 
«Diéion/r  puerta  á  su  casa  y  cerraron  la  de  la  calle.»  (pe- 
cina 30.) 

Seria  inútil  seguir  copiando,  pues  asi  está  todo 
lo  demás    ni  un  la  que  pueda  hacernos   titubear. 

1  osativo,  v.  por  tanto,  había  de  ser  la    EJ 

,:ilo  prueba   que   la   costumbre  de  escribir  en   el  P.    Roa, 
.  r.i  l.i  opuesta  de  la  que  se  le  atribuye. 


LAS    VUTORIDADES 


28 


Un  solo  y  extraño  ejemplo  halló  el  Sr.  \*albuena 
en  el  poema  Raquel,  de  D.  Litis  de  Ulloa  y  Pi 
XEIRA1 

«Pareciéndo/«  poco  una  corona», 

que  efectivamente  se  ha  impreso  en  la  página  59 
de  la  primera  edición  de  los  1  ersoi  1  Madrid,  por 
Diego  Díaz.  i''3<)>  del  aquel  grande  amigo  y  devo- 
to del   CWlldc  duque   de   Olivare:,. 

He  extrañado  el  ejemplo,  porque  el  verbo  pa- 
recer,  aun  en  los  escritores  que  prodigaban  el  la 
solía  escribirse  con  le.  Negligencia  ó  errata  habrá 
sido;  porque  en  todo  el  tomo  no  he  \  isto  otro  Li 
que  le  pueda  hacer  compañía,  sino  les,  como  éstos- 

Lesbi <o 

ntido 
horro 

(P.   10.) 
les  permite 

(A  las.  vidas:  este  pasaje  es  de  la  Raquel,  donde 
hay  el  la  referido). 


I  1    L-nlrc   si 
i    1  de  repartirte. 


(p-  152-) 


nobleza;  las  nuevas  fesl     idades  á  que  se 

la  poesía.: 


PÉREZ  DE  MONTALBÁN  1 1 3 


Como  olvidado,  puesto  que  debía  seguir  á  Lope 
ó  Tirso  por  razón  de  tiemoos,  coloca  ahora  el  se- 
ñor Valbuena  al  doctor  Juan  Pérez  de  Montai  - 
bán  (a.  1602  y  m.  en  1638)  con  un  texto  ambiguo, 
que  lo  mismo  puede  ser  acusativo  que  lo  otro. 

Pero  no  importa.  Montalbán  es  uno  de  los  auto- 
res del  siglo  xvn  que  más  apego  mostraron  á  la 
forma  tan  cara  al  Sr.  Valbuena.  Aunque  no  pue- 
da decirse  que  sea  un  verdadero  laísta,  es  lo  cierto 
que  prodigó  tanto  como  cualquier  otro  escritor 
de  su  tiempo  esa  forma,  característica  de  los  hijos 
de  Madrid,  como  él  lo  era. 

Pero  no  en  sus  obras  dramáticas,  según  puede 
demostrarse  con  varios  ejemplos.  En  la  comedia 
La  más  constante  mujer,  que  publicó  en  1632,  en 
su  curioso  libro  titulado  Para  lodos  (1),  hallamos 
los  siguientes  le: 

Como  no  le  deis  esp 

ÍIS    V.) 

Pero  vienrto  que  la  puerta 
le  manda   tu  amor  .i'inr 

(A   la  pasión:  lol.   317  ) 
A   vuestra  Alteza  le  pido 
que  me  dé  á  besar  la  mano 

1  »-  H3-) 
Por  encima  de!  velo  de  azucenas 
se  le  pudieran  cscuclrtr  lis  penas 

lol       \27V.) 


(1)     Cito  por  esta   primera  edición,  impresa  en  Madrid   en 
I*  Imprenta  d,l    Keyno.  M  DC. XXXII     ,   ' 

3 


LAS   AUTORIDADES 


A  estos  cuatro  versos  de  le  sólo  un  la  se  les 
opone . 

Para  que  á  Isabel  la  atente 
lo  que  el   alma  filtre  y  -.unte. 

(Fol.  316  v.) 

En  la  comedia  La  doncella  de  labor,  impresa 
en  1635,  en  el  Primero  tomo  de  las  Comedias  del 
doctor  I  van  Pérez  de  Montalvan,  nos  encontramos 
algunos  más  ejemplos  de  uno  y  otro: 

Porque  usando  á  su  modo  cortesía 
con  las  flores  del  prado,  donde  estaba, 
sin  ajaWís  el  nácar  del  vestido, 
el  polvo  les  limpiaba  recibido. 

(Fol.  91    v.) 

Haz  de  modo  que  /<•  niegue  á  verme,   como  sospecho, 

tu  señor  á  mi  señora.  de  parte  de  aquella  dama, 

(1,ol  1  decid.' e  que  le  confieso 

que  yo  soy  la  que  una  noche 

Sin  duda  alguna  de  andar  entró  en  casa  de  Don  Diego, 
ella  al  de  sus  ojos  mesmos  (Id.) 

desde  el  dia  que  nai  ió 

se  le  pegó  lo  moreno.  Alguna  legión  de  sastres 

(Fo.l  102  v.)  -'    V  ha  metido  en  el  cuerpo. 
Me  dijo:  Si  es  que  venís  (A  Ü*  Isabel;   id.) 

^ue  yo  prometo  de  dar/i 
vuestro  recaudo  á  mi  ama. 

(Fol.  104  v.> 

Porque  al  irla  siguiendo  diligente 
se  le  pudo  perder  entre  la  gente 

(Fol.  105  v.) 

Sólo  hallamos  en  la  comedia  estos  tres  la  que 
unir  al  anterior: 

V.   en   fin,  son  ya  tan   amigos 
que  la  cuenta  y  •'"  refi  n 
cuanto  imagina   SU  ami  1 

y  Fol.   97  v.) 


PÉREZ   DE    MONTAUBÁN  1  15 


Y  di'<i  también,  ¡ay  triste' 
que  sepa,  si  no  lo  sabe, 
que  me  caso  yo  también. 

Il'ol.  104.)         S 

En  otra  comedia  titulada  La  toqiiera  vivxaína, 
del  mismo  tomo: 

— Por  cierto  bizarra  dama.         espantar* 
—Si,  mas  su  rigor  k  |i)  infama,       para  que  1  scriban  mejor. 

[Fot  115  v.)  (Fol.   146.) 

!  unor  en  nosotras 
qmen  encerrada  n. .  ve  *  di.  r,.Iox 

"f  '""■  '"  r'   ]  que  solo  se  vio  que  anduvo- 

re  tan  veloz 
il   1 39.)  qm-  no  /(•  alcanza  la  vista 

aunque  le  [2)  alcanza  el  dolot. 
Aqui  ha  entrado  una  mujer., 
á  cobrar  no  se  quí  pieza...  '  ''" 

y  recibiré  merced 

en  que  hagáis  q  I  ;Parécese/í  también 

ip0j   [ .,  v  )  á  la  otra  aquesta  dama! 


[Fol.  151) 
Que   tratarlas  de  otro  amor. 
dando'»  envidia  en  él 

Tampoco  hemos  tropezado  con  más  las  en  esta 
comedia  que  los  dos  siguientes 

Ayudarla;  pa  esta  tarde,  y  puede  ser 

porque  aquí  sin  duda  fué  que  la   pierdan  el  respeto. 

donde  ¡a  hurtaron  las  tocas  (Fol  143  »■) 

V  no  oteemos  haya  necesidad  de  citar  más  obras 
dramáticas.  En  las  novelas  sucede  cosa  muy  dis- 
tinta. 

I-".n   su    Para  todo*  incluyó   Montalbán  algunos 


Este  '<    es   acusativo,   y   debiera   escribirse   la. 

pudieran    referirse  al   amor,    y   entonces 
.apropio  el  ejemplo;  pero  gramaticalmente  resull 
•         mano  de  reloj  la  inmediatamente  representada  por  ellos. 


Il6  LAS    AUTORIDADES 


cuentos  ó  novelas  cortas  que  nos  suministran  los 
siguientes  pasajes: 
En  la  titulada  Al  cabo  de  los  años  mil: 

«Como  ya  Lisarda  estaba  enamorada,  todo  cuanto 
hacía   y   decía   Ricardo   le  parecía  bien.»   (Fol.    /8   v.) 

«Se  declaró  con  D.a  Clara,  dándo/a  parte  de  su  casa- 
miento y  doscientos  escudos  para  templar/e  la  pesadum 
bre.»  (Fol.  79  v.) 

«Había  de  verse  con  Lisarda  y  descomponer/e  de  ma- 
nera   en    su    amor    que   no   tuviese   efecto.»   (Fol.    id.) 

«Decía  esto  Lisarda  .011  tan  vivos  afectos,  que  por 
los  ojos,  como  por  vidrieras,  se  le  divisaba  el  sentimien- 
to del  alma.»  (Fol.  82  v.) 

«Y  ella  dio  albricias  a  quien  /:•  dijo  de  la  manera  que 
quedaba.»   (Fol.   84.) 

«Me  respondió  que  ella  lo  haría;  mas  con  tal  que  ni 
me  atreviese  .1  ofender  su  recato,  ni  supiese  en  la  casa 
que  entraba...  prometfffl  cumplir  de  mi  parte  lo  primero...» 
(Fol.  88  v.;  por  errata,  84.) 

Pongamos  ahora  los  las  de  esta  misma  obra: 

«Por  la  noticia  que  la  habían  dado  los  libros»  (Fol.  75.) 

«Sino  porque  la  había  puesto  miedo  la  condición  de 
los   hombres.»    (Fol.    75    Y.) 

«Menos  de  Lisarda,  que  la  pesó,  no  de  verle,  que  esto 
era   imposible.»    (Fol.    70.) 

«Más  con  las  buenas  nuevas  que  la  dieron  que  con 
el    agua    que   después   la    echaron.»    'Fol.    77.) 

«Y  asi  buscándo/a  (tí  D.»  Clara)  una  casa  conforme  á 
quien  él  era.»  (Fol.  id.) 

«Para  que  sus  padres  no  lo  alcanzasen  á  saber  ..  y  por 
tenerle  á  él  quieto,  la  hiciesen  á  ella  alguna  molestia 
(á   doña   Clara).»    (Fol.    7 y    v.) 

«Los  celos  que  poco  antes  la  pedia  de  burlas.»  (Fol.  81  v.) 

«liso  es  lo  que  y  deseo,  la  respondió  el  viejo,  dando 
la  muchos  abrazos.»  (Fol.  8  1  | 

«Que,  en  fin,  las  debemos  el  haber  nacido  deltas.*  (Fo- 
lio 86.)' 

«Y  una  tarde...  la  rogué  (con  mas  .mano  de  saber  su 
calidad,  que  tomarme  mayores  licencias)  trazase  de  mane- 


PÉREZ  DE    MONTALBÁN  I  1 7 


ta  el  vernos,  pues  tenía  ingenio  para  todo,  que  no  la  eos 
tase  el  salir  de  su  casa.»   (Fol.   88   v.) 

En  otra  novela  que  lleva  el  título  de  El  piado- 
so bandolero: 

«Es  verdad  que  el  trigo  le  viene  (á  Valencia)  de  aca- 
rreo.» (Fol.  259.) 

«Y  así  le  pareció  tan  bien  .1  Camila  el  consejo  de  su 
amante.»  (Fol.  268  v.) 

.Si  bien  cuando  Camila  vio  venir  al  gobernador  co- 
lérico y  picado  de  no  haber  podido  alcanzar  á  1>.  Vicen- 
te, se  consoló  algún  tanto,  pareciéndo/e  que  ya  no  pe- 
ligraba  su   dueño.»    (Fol.    269   v.) 

«Concedióte  el  gobernador  lo  que  pedía;  que  las  mu- 
jeres todo  lo  alcanzan.»  (Fol.  id.) 

«Porque  retratar  el  alma— solo  al  alma  le  es  posible.»  i  Fo- 
lio  272   V.) 

«Pero  atajó/ai  los  pasos  la  prisa  de  D.  \  ícente,  que 
con  la  brevedad  que  pedía  el  suceso  les  dio  parte  de  la 
desdicha   de    aquella   noche.»    (FoL    276.) 

Vayan  ahora  los  la  de  la  novela. 

«Hicieron/a  todos  grandes  cortesías,  1  que  Camila 
pagó  con   una  muy   cumplida  reverencia.»   (Fol.    259  ▼•) 

«Y  llegando  sin  ser  vista  al  cuarto  de  su  señora,  la 
enseñó    el    papel    con    tanta    alegría.»    (Fol.    264) 

«Acudió  luego  á  la  dama,  y  apartándola  el  manto  del 
rostro.»  (Fol.  21 

«Se  rindió  á  su  hermosura,  escribiéndo/a  primero  este 
romance.»     (Fol.     272     v .) 

«Obligaba  á  su  dueño  en  hacer  lo  que  la  pedia  y  jun- 
tamente a  Camila,  en  dar/a  semejantes  nuevas;  porque 
fueron  para  ella  tan  alegres,  que  el  gusto  la  embargó 
la    lengua.»    (Fol.    274.)  ,1.1.1 

«Hasta  el  cuarto  de  su  dama,  donde  /<  vio  y  la  habla- 
ra sin  peligro   á  no  estorbarlo  una  visita.»   (Fol.    274.) 

«Fuese  otro  día  D.  Valen.,  i  ver  a  su  prima  y  comuni- 
<.,ndo/a  el  caso,  en  advertencia  de  lo  mucho  que  im- 
portaba el  secreto...  fué  tanto  el  gusto  que  mostró  te- 
ner que  le  templó  el  miedo  con  que  llegaba  á  tratar/a 
de  semejantes  cosas.»  (Fol.  J74.) 

«Y   el  modo   con   que  la  hablaba  de  noche.»   (Fol.   id.) 


nS 


LAS    AUTORIDADES 


^Para  que  se  vea  la  indiferencia  con  que  el  doc- 
tor Montalbán  alternaba  los  les  y  los  las  en  sus  no- 
velas, pondremos  aún  el  resultado  que  ofrecen 
otras  dos  de  ellas.  En  la  primera,  La  villana  de 
Pinto,  hallamos  unos  28  les  por  22  las;  pero  hay 
que  advertir  que  en  la  edición  de  Autores  españo- 
les se  han  puesto  por  error  unos  tres  la  que  deben 
ser  le  y  uno  de  éstos  que  en  ediciones  anteriores  al 
siglo  xviii  aparece  la. 


Le  dio  —  U  diese 

le  decía  (dos  veces) 

se  le  atreviese 

parecía/e  (cinco  veces) 

le  ha  parecido- -le  parecía — 
le  parcrió  (dos  veces) 

/«¡desagrada  —  le  desagra- 
daban (dos  veces)  — agra- 
daban. 

Se  le  hizo  —  se  le  hacía —  le 
hacía 

le  alababan 

Salió/t'  -  salirfe  —  habérse/e 

¡"^  salido 

Ir  pesaba 

¿«Jllevasen 

le  queda  ánimo. 


En  Los  primos   amante 
le  por  18  la: 


le  sonaban 
decir'''   -  le  dijese 
no  le  venciese 


La  dio  —  la  he  dado 
decir/rt  (dos  veces)  —  la  dijo 

6  veces)  —   díjo/a 
¡a  hubiera  dicho 
la  contó 
la  rogaba 

el  amor  que  la  tenía 
escribíaia 

la  rasgaba  el  corazón 
la  abrasaba  el  alma 
¡a  atravesaban  el  pecho 
que  no  la  tratasen  de  otro» 

cuidados 
no  la  vaho 
pedir  la    descubiertamente 

que... 
la  preguntaron 
no  ¡a  consentía 
la  respondió 
la  quedó  que  temer. 

;,  la  proporción  es  de  22 


dar/e  parte     -  diéronfe 
le  quitaron  de  los  ojos 

1        parecióíf    (t 
s  o  es) 
te  desagradaba 


PÉREZ    DE  MONTALBÁN 


M  (¿había  puesto  en  la  ca- 
neza 

le  había  comunicado  su  de- 
seo 

le  escribió  estos  versos 

le  ha  costado 


le  faltaba  poco 
respondió/e  (dos  vece,') 
apretóse;? 
le  favoreció 
les  neguemos. 


la  movía  la  voluntad 

la  empezó  a  decir— dijéron- 
¡a  (dos  veces) — la  decía— 
la  dijo— ¡a  refirió 

daría  &  entender— daría  pe- 
sadumbre 

¡j  envío 


pareciendo^  (2  veces) 
no  la  agradaba 

la  prometía 
quitar/a  ninguna  cosa 
la  hizo  tropezar 
la  faltaba  paciencia 
¡a  quedaba  ánimo. 


Al  notar  las  contradicciones  patentes  en  usar  un 
mismo  verbo  con  ambas  formas  de  pronombre,  la 
sospecha  de  que  uno  ú  otro  sean  erratas  se  arraiga 
en  el  ánimo.  Pero  como  el  fenómeno  se  repite  en 
más  obras  del  autor  y  en  otras  de  la  misma  época, 
sólo  pueden  explicarse  estos  ejemplos  por  la  pereza 
en  corregir  descuidos  provenientes  de  la  costum- 
bre de  hablar  con  la  propia  incorrección  y  falta 
de  uniformidad. 


I.A<;    APTORIPADES 


30 

El  último  de  los  escritores  del  siglo  xvii  citados 
como  ¡aislas  por  el  Sr.  Valbucna  y  acaso  con  me- 
nor razón  que  ninguno,  es  la  mejicana  sor  Jttana 
I>rÉs  de  i.a  Cruz. 

La  frase  «el  gran  amor  que  las  tengo»,  aunque 
no  sea  errata,  era  una  de  las  llamadas  hechas,  co- 
rrientes en  aquella  época  y  que  por  sí  sola  nada 
demuestra.  Pero  pretender  que  un  autor  america- 
no use  el  la  en  dativo  es  pretender  un  imposible. 
El  mismo  Sr.  Valbucna  dice  repetidas  veces  en  su 
folleto  que  sólo  en  Andalucía  y  en  América  se  usa 
el  le  en  aquel  caso  y  en  femenino,  ¿cómo,  pues, 
había  de  faltar  á  esa  regla  absoluta  la  pobre  mon- 
ja, nacida  y  criada  en  Méjico,  donde  vivió  y  mu- 
rió igualmente5 

Tnútil  parecerá,  por  tanto,  empeñarse  en  ha- 
llar las  en  los  Poemas  de  la  única  poetisa  america- 
na, musa  décima,  como  al  fin,  vino  á  intitularse 
la  colección  de  obras  de  esta  insigne  mujer;  pero 
sí  se  hallarán  les,  como  los  siguientes,  á  poco  que 
uno  comience  á  leer  las  referidas  obras  (i). 

Pues  ni)  meiios  le  dan    traslado  hermoso 
(A    la  Virgen  de  Guadalupe) 
las  flores  de    lus  versos  sin  iguales. 

I      I     P-  19.) 
Que  á  las  joyas  de  lo  fino 
les  puede  dar  lo  di     | 

I'      M 


(1)     Cito  por  la  edición   de   Madrid,  1714,   en   4.*,    que,   por 
k>  mismo,  no  puede  ser  sospechosa. 


SoR    jrANA    INÉS    PE    I.A    CRUZ  121 


Yo  sé  que  por  allá  dentro, 
no  .'<■  pesa  á  la  más  alta 
de  mirar  tales  extremos. 

(Id.) 

Has  si  ii"  es  á    "  musa  competente 
v  le  h,\  de  dar  enojo  semejante. 

(p.    76) 

Si   tiene  acá  las  a   mano, 

•  )u¡   á  ninguna  belleza  se  le  veda. 

Y  no  he  dicho  muy  mal.  pues  ti     salad  I 
dicen  que  se  le  ha  puesto  colorada. 

(La  boea  de  una  mujer,   p.   ■>.:.) 

nm   la  tiene  tan  blanca  y  tan  helada 
que  le  sale  la  voz  garapiñada 

(p.  ' 

A  la  pintura,  es  llano 

ntar  la  primer  mano 

IP-  84.) 

Y  basta  y  sobra  ríe  sor  Juana  de  la  Cruz  (ib 


En  el  siglo  xvm  cambiaron  las  (-osas  casi  por 
completo  entre  los  escritores  castellanos.  Comen- 
zóse a  extender  el  uso  del  la  dath  o,  y  varios  autores 
a  emplearlo  sistemáticamente,  con  tal  convicción 
que  no  faltó  quien  se  creyese  con  facultades  para 
censtirar  al  que  no  seguía  aquella  moda  ó  corrien- 


(il  Omitiré  el  gran  numero  de  textos  y  ejemplos  que 
tenia  recogidos  para  utilizar  antes  que  la  aparición  del  folle- 
to del  Sr  Valbuena  $¡ese  nuevo  giro  á  mi  proyectado  estu- 
dio sol.:  ■  elisiina,  Gari 
Hoscán.  Krcill.i.  Colonia.  Mendoza,  Artieda,  Alarcón,  Meló, 
Salas  Barbadillo,  Castillo  3<  is  Zorrilla,  Trille,  y 
l'igueroa.  Polo  de  Medina,  sin  contal  lo  como 
Pero  Mcjm.  Hurtado  de  Mendoza.  Herrera.  Celina.  Alemán, 
Espinel,  Congola,  Jáuregui,  Can..  Arguijo,  Mármol  Carvajal 
v  algunos  más.  Todo-,  poco  ma-  ••  mi  n.,-,  dan  iguales  concíll- 
enle las  obtenida»  en  los  30  autores  uieucionados  por 
r\   Sr     Valbuena 


CAS    AUTORIDADES 


te.  Así  lo  hizo  D.  Tomás  de  Triarte  en  sus  Refle- 
xiones sobre  la  Égloga  intitulada  Batilo  (1780)  re- 
prendiendo á  Meíéndez  el  empleo  de  un  le  en  el 
verso' 

Le  cantan  la  alborada 
las  dulces  avecillas  á  la  aurora, 

y  diciéndole:  «Convendría  decir  la  y  no  le,  segú* 
el  buen  uso  ya  establecido  en  el  día»  (i). 

Sin  embargo,  no  todos  los  autores  de  esta  épo- 
ca que  cita  el  Sr.  Valbuena,  están  comprendidos 
en  este  grupo.  No  lo  es,  desde  luego,  D.  Nicolás 
de  Moratín,  cuyos  versos  fueron  de  tal  modo  al- 
terados por  su  hijo  D.  Leandro,  que  apenas  dejó 
en  ellos  cosa  que  no  cambiase.  Así,  las  citas  del  se- 
ñor Valbuena,  son  inoficiosas.  Las  seis  referen- 
cias de  la  Fiesta  de  toros  tienen  que  reducirse  á 
tres;  porque  en  dos  lugares  dice  le  un  texto  más 
puro  (2)  y  el  otro  fué  ingerido  por  el  lujo.  Mora- 
tín el  padre  usa  tantas  veces  el  le  como  el  la    (3). 

(1)  Colección  de  obras  en  verso  v  prosa  de  D.  Tomas  de  \  riar- 
te.  Madrid.  Impr.  Real,  1805.  t    vm,  p.  47 

(2)  I.o  es  el  publicado  por  D.  Aureliano  Vernandez-Guer- 
za,  en  18S3,  con  el  titulo  de  Lección  poética  sobre  las  celebé- 
rrimas quintillas  de  l>  Xicolás  Fernández  de  Moratín,  según 
un    manuscrito    del    siglo    xvm.    aniso    original. 

La  composición  tiene  en  este  manuscrito  157  quintillas, 
que  luego  I)  Leandro  dejó  reducidas  á  72,  y  en  ellas  introdu- 
jo los  las  que  va  dicho. 

(3)  I,a  verdadera  colección  de  los  versos  líricos  de  Mora- 
tín se  halla  en  1:1  Poeta,  que  publicó  01  mismo  en  1764  (Ma- 
drid. Miguel  Escribano,  en  8.°).  Y  allí,  á  vueltas  de  algunos 
la,  naj 

¿De  qué  á  la  tierna  infanta  le  ha  servido...  (p.  28). 
¡Qué  dóciles  v    incautas   asistiendo 
les  dan   motivo  de  seguir  sus  huellas!  (p.) 
¡Qué  consejo  les  da  el  estar  oyendo.,   (p.   93). 
Va  leí  faltó  el  asombro  á  las  naciones  (p.    150). 

V   lo  mismo  sucede  con  sus  obras  dramáticas,  cuyo  verda- 


EL    SIGLO   XVm  23 


La  cil?.  de  D.  Ramón  de  la  Cruz  es  también  in- 
exacta (1),  lo  cual  no  impide  que  el  autor  escri- 
biese mucho  el  la.  Samaniego  no  es  laísta  y  lo 
mismo  puede  decirse  de  casi  todos  los  que  escri 
Dieron  después  de  1796  y  de  los  autores  de  algán 

dero  texto  ha  de  buscarse  en  las  primeras  ediciones  (Ia  Pe- 
íimrfra  en  1762;  la  I.ucrena  en  1763  y  la  Hormcsinda  en  177°). 
que  estimamos  mucho  los  aficionados  á  este  poeta.  En  la  pri- 
ñera  andan  equilibrados  los /os  y  los  les:  cuatro  por  tres,  si  no 
me  engañé  en   la  cuenta. 

ba  de  las  licencias  que  ü.  Leandro  se  tomó  con 
las  obras  de  su  padre,  copiaré  aquí  las  dos  formas  que  lleva 
el  epigrama  del  Goloso,  según  el  autor  lo  estampó  en  1764  (pa- 
gina 68),  ó  como  lo  reimprimió  el  hijo  en  Barcelona  en  1821 
y  pasó  á   Autora  españoles: 

í    un  hambrón.  Laudable  templanza. 

Al  guloso  Pedro  Antón  Ayer  convide  Torquato: 

Yo  le  combidé  a  comer:  comió  sopas  y  puchero. 

Pues  no  podía  creer.  media  pierna  de  carnero 

Que  fu.--    tan  comilón:  dos  gazapillo-  v  un 

Y  el  tiaga-ald  ibas,  clolón  Dóyle  vino,  y  respondió: 

Zamp'>  vi:inil  1  .  umplida  tomadlo,  por  vuestra  vida. 

Para  veinte,  la  bebida  que  hasta  mitad  de  comida 
r_e  di                           mdió  no  acostumbro  á  beber  yo. 

No  acostumbro  á  beber  yo. 

Sino á  mitad  de  comida  (EdiC.   de  182LP    6,.  y  B.b. 

Kívad,   p    11 
1  di...  de  171.4.  |«K-  68.) 

(1)     Los  versos: 

Esta   capa  que  me  tapa 
i.in  pobre   y  raída  está, 
que  sólo  porque  se  va 
si-  la  conoce  que  es  capa. 

pertenecen  al  sainete  titulado  La  duda  satisfecha  que  no  ^ 
STn  Ramón  de  la  Cruz,  sino  de  D  José  López  ^"J  * 
original  se  halla  en  la  Bib.  municipal  de  esta  v.lla  Pero  n,  en 
estf  original,  ni  en  la  impresión  que  I.  Agustín  Daifa  h.zo  del 
Sne°e. Creyéndolo  de  Cruz  (1,  82!.  se  lee  el  ultimo  versocomo 
dice  el  Sr  Valbucna,  sino 

se  rrconoce  que  es  capa. 


I.AS    AUTORIDADES 


mérito  que  pertenecen  al  siglo  xrx.  (i)  Por  cada 
la  puesto  por  el  Sr.  Valbuena  no  sería  difícil  pie- 
sentar  veinte  ó  treinta  en  la  mayoría  de  los  ejem- 
plos, sin    excluir  los  de  época  más    reciente. 

Pero    alargaría  con  exceso  las   proporciones   de 
este  trabajo. 


(i)  El  propio  D.  Leandro  de  Moratín,  cuando  olvida  su 
tema  escribe  les  femeninos  muchas  veces,  como  puede  verse 
en  sus  Cartas,  sobre  todo  las  primeras,  y  hasta  en  escritos  de 
más  fuste,  como  el  prólogo  de  sus  comedias,  donde,  refirién- 
dose al  P.  Polaco  y  á  las  cómicas  de  la  Cruz  y  del  Principe,  dice 
*Les  hacia  reir,  les  tiraba  gragea  y  les  remedaba  en  los  pasajes 
mas  patéticos»,  donde  el  último  les  es  acusativo  y  parece  pues- 
to por  un  andaluz  ó  leístu  desaforado. 


IV 


ORIGEN  V  CAUSAS  DE  LA  CONSERVACIÓN   DEL  La 
DATIVO 


ESULTA,  pues,  de  todo  lo  dicho,  que,  aun- 
■7  que  por  excepción  y  en  corto  número,  se 
N|JL  usó  el  la  como  dativo  por  algu  nos  de  los 
J  *$$&  buenos  escritores  de  los  siglos  xvi  y  xvii, 
que  son  los  que  nos  dieron  formado  el  idioma  que 
hoy  hablamos  y  escribii    • 

I. a  constancia  del  hecho  nos  obliga  á  estudiar 
brevemente  las  causas  de  su  aparición,  que  ya 
is  dicho  puede  colocarse  en  los  albores  de 
la  época  moderna  (puesto  que  en  los  hablistas 
de  la  Edad  Media  no  existe  al  menos  en  propor- 
ciones estimables)  y  los  motivos  de  su  persisten- 
cia concurrentemente  con  el  le  en  el  mismo  caso 
y  género  que  nunca  pudo  anularlo. 

Sobre  el    primer    extremo    no  creo  haya  gran- 
Kl  deseo  de  s-ñalar  con  facilidad 
en  lo   rápido    de  la    conversación    la  persona  de 
quien  se  habla  cuando  más  de  una  y  de  sexo  di- 
verso intervienen  en  ella,  fué  la  razón   de  aplicar- 


ORIGEN  Y  CONSERVACIÓN 


les,  al  designarlas  por  medio  del  pronombre,  la  ter- 
minación propia  de  cada  género. 

Kn  Castilla  nacería  probablemente  esta  cos- 
tumbre, limitada  primero  á  aquellas  frases  cortas 
v  muy  repetidas  en  el  diálogo,  como  «la  dije»,  «la 
decía»,  «dijéron/a»,  "darla,  «dióla»  y  otras  á  este 
modo. 

En  el  lenguaje  oral  prestaba  la  desinencia  feme- 
nina indudable  utilidad  inmediata,  por  cuanto  exi- 
gía menos  atención  en  el  oyente  y  menos  esmero 
en  el  que  hablaba. 

Pero  en  lo  escrito  sucede  al  contrario;  procede 
con  mayor  calma  el  que  lee  ó  puede,  sin  esfuerzo 
ni  molestia  del  interlocutor,  enterarse  repitiendo 
cuantas  veces  quiera  lo  ya  leído.  El  escritor,  por 
su  parte,  está  obligado  á  ser  más  conciso  y  á  su- 
jetarse más  á  los  preceptos  que  rigen  el  buen 
orden  y  la  expresión  de  las  ideas.  Por  eso  vemos 
que  muchos  giros,  frases  y  aun  vocablos  emplea- 
dos en  la  conversación  no  pasan  á  los  escritos 
de  carácter  literario,  como  no  sea  en  circunstan- 
cias especiales  de  imitación,  donaire  ó  censuTa. 

l'ero  no  faltan  algunos  que,  por  el  contrario, 
bien  sea  por  efecto  de  una  arraigada  costumbre 
ó  por  negligencia  común  á  los  escritores  de  gusto 
y  carácter  populares,  suben,  al  cabo,  á  ocupar  su 
puesto  de  voces  y  modismos  corrientes  y  aun 
desalojan  y  reemplazan  á  otros  de  más  antiguo 
y   castizo  abolengo. 

Sin  llegar  á  tanto,  creemos  que  tal  sea  la  razón 
de  haberse  conservado  hasta  hoy  el  la  dativo  en 
la  mayor  parte  de  los  casos,  que  son  los  más  sen- 
cillos, en  que  la  partícula  proclítica  ó  enclítica 
acompaña  al  veTbo  simple  y  usado  en  recto  <y 
propio  sentido.   Tales    son  los  ya    indicados  de, 


DEL  «LA»  DATIVO  I  27 


dar  y  decir  y  otros  como:  «ofrecerá»,  «la  parecía», 
«pesó/o»,  «la  contaba»,  «rogándote»,  «la  restituyó» 
*la  faltaba»  «haciéndola»,  «responderla»  y  otros 
semejantes;  formas  que  (como  ha  podido  verse) 
aparecen  desvirtuadas  ya  por  autores  de  la  mis- 
ma época  ó  por  los  mismos  que  las  autorizan. 

Así  Cervantes  no  usaba  nunca,  ó  casi  nunca, 
los  verbos  decir  y  dar  con  la,  que  son  los  que  más 
ejemplos  suministran  al  St.  Valbuena.  De  los  de 
la  dativo  que  hemos  señalado  en  Santa  Teresa, 
son  uno  del  verbo  decir  destruido  en  el  mismo  pá- 
rrafo por  otro  en  le,  con  más  los  cuatro  de  los  de- 
más pasajes  copiados.  Los  dos  «la  hacia»  resultan 
contradichos  por  otro,  en  contrario,  y  los  cuatro  de 
dar  anulados  también  por  los  catorce  en  k  que 
hemos  transcrito. 

El  hecho  se  repite  con  todos  los  demás  auto- 
res citados  más  atrás.  Pero  hay  algunos  casos  en 
que  el  empleo  del  la  parece  responder  á  motivos 
distintos  que  los  de  la  costumbre  individual,  el 
descuido  ó  indiferencia  en  el  uso  de  una  y  otra 
partícrla  ó  la  falta  de  cultura  del  que  escribe. 

V  no  ha  faltado  quien,  pretendiendo  someter- 
los á  reglas,  si  no  fijas,  comprensivas,  al  menos, 
de  gran  número  de  casos,  ha  formulado  algunas 
que   vamos   á   exponer   brevemente. 

Supuesto  que  casi  todos  los  .  seritores  de  los 
siglos  xvi  v  xvn  eran  tan  diestros  en  el  uso  déla 
lene.ua  latina  como  de  la  propia,  hasta  involun- 
tariamente propendían  á  veces  á  imitar  los  gi- 
ros y  construcciones  de  la  primera  escribiendo  en 
la  segunda.  Y  así  como  en  latín  hay  verbos  cuyo 
régimen  pide  dativo  en  lugar  de  acusativo  (jubeo, 
noceo,  favec),  lo  que  podía  explicar  los  les  acusa- 
tivos femeninos  que  alguna  vez  se  les  deslizaban 


ORIGEN  Y  CONSERVACIÓN 


escribiendo  en  castellano;  y  como  también  hay 
en  latín  otra  clase  de  verbos  (doceo,  rogo,  moneo) 
que  piden  dos  acusativos,  con  exclusión  del  dati- 
vo ó  ablativo  en  que  debía  hallarse  uno  de  los 
nombres  regidos,  nuestros  autores  instintivamen- 
te construían  en  castellano  de  igual  modo  verbos 
semejantes   (i). 

No  nos  paiece  exacta  la  explicación,  por  dos 
clases  de  razones. 

Primera.  Que  no  fueron  los  autores  más  cul- 
tos y  repletos  de  humanidades  los  que  más  pro- 
digaron en  dativo  la  forma  propia  del  acusativo, 
sino  los  de  carácter  popular:  los  novelistas,  los 
autores  dramáticos  ó  los  que  escribiendo  de  te- 
mas ascéticos  ó  morales  procuraban  hacerse  más 
inteligibles  al  pueblo. 

Segunda.  Aunque  alguna  vez  pudiera  apli- 
carse esta  regla,  en  otras  muchas  era  completa- 
mente inoficiosa.  Ni  aun  los  ejemplos  con  que  se 
la  acompaña  son  convincentes: 

La  di' ■ vrones 

que  la  parecieron  diez 

A  las  hermosas  (ai  daban 
una  hit;a  mi*  abu  Jos 

«,  I  i-  que  allá  dan  diamantes, 
acá  ■      dai  Uizcos. 

Todos  de  Quevedo. 

M4s  camino  parece  llevar  la  de  que  por  haber 
en  castellano  no  pocos  verbos  que  mudan  de  sig- 
nificación ó  sentido,  según  el  pronombre  sobre 
que  recae  ó  parece  recaer  la  acción  del  verbo,  de 

(i)  Obras  en  verso  |  prosa  de  D.  Juan  (.ualberto  Gomales. 
Madrid,  1844;  tres  vol.  en  8." — V  Sobre  el  uso  del  pronombre 
la.  LE,  lo;  t.  ni.  pp.   223  y  224 


1)1  1    «LA»  DATIVO  129 


ahí  que,  prescindiendo  de  la  gramática  (cuando 
no  haya  otro  remedio)  se  atienda  ante  todo  á  la 
claridad.  Tal  sucede  con  los  verbos  mandar,  pre- 
venir, aconsejar,  avisar,  salvar,  enseñar,  reñir, 
confesar  (confesar/u  y  confesar/e  algo),  seguir,  to- 
mar, tocar,  deber,  atravesar,  querer,  faltar,  gus- 
tar, etc. 

De  casi  todos  pueden  verse  ejemplos  en  las  ci- 
tas alegadas  tan  por  extenso  en  lo  que  antecede, 
y  no  hay  para  qué  repetirlas. 

Todavía  más  exacta  creemos  otra  razón  ex- 
puesta por  un  gran  filólogo  moderno,  aunque  en 
términos  mis  generales  y  aplicables  á  los  dos  gé- 
neros y  casos  del  pronombre.  Tiene  dos  partes: 

Primera.  Tomar  como  equivalentes  á  verbos 
transitivos  frases  que  les  coiresponden  en  la  sig- 
nificación, formadas  de  un  verbo  de  sentido  ge- 
neral y  un  acusativo  que  lo  determina. 

Segunda.  Usar  verbos  transitivos  en  absolu- 
to, equivaliendo  á  un  verbo  de  sentido  genérico 
modificado  por  un  acusativo  correspondiente  al 
sentido  del   primer   verbo   (i). 

En  este  segundo  caso  tí  ndrán  explicación  y  no 
podran  condenarse  expresiones  como  las  siguien- 
tes: «Un  beso  le  consuela  [á  la  paloma)-  (Melén- 
DEZ).  Esto  es:  4e  da  6  produce  consuelo..  (Esto 
le  honra  en  gran  manera  [á  la  Universidad  de  Sa- 
lamanca)- (V.  DE  r.A  FUENTE);  -Hacer  en  España 
un  1  edil  ■  n  del  Quijote...  que  en  otras  calidades  le 
BVeni  kxcín,  Com.  iv. 

irenderá  [á  la    icademia)  la  censu- 


(1)  Los  casos  enclittcos  y  procliticos  del  pronombre  de  ter- 
cera persona  en  castellano,  por  D  Rufino  J.  Cuervo.  (Roma- 
nía, t.  xxiv  (1895);  pp.  95  y  219) 


T  30      ORIGEN  Y  CONSERVACIÓN  DKI.  ■•I.A»  D  \TIYc  > 

ra  atinada.  (ACAD.    ESP-,  DíC  de  1884;  Pról.)    (i). 

Pero  to!  i(  ado  á  la  primera  parte  de  la  regla, 
obsérvese  que  es,  en  efecto,  muy  frecuente  en  los 
t,  tos  que  van  copiados,  ver  empleada  en  acu- 
sativo la  Erase  verbal  que  debiera  serlo  en  dativo, 
á  causa  de  corresponder  exactamente  A  un  ver- 
bo simple  que  de  seguro  estaba  en  la  mente  del 
escritor  y  que  no  estampó  por  razones  de  eufonía  6 
elegancia,  ó  para  dar  mayor  vigor  al  pensamiento. 

Estas  permutaciones  son  tan  fáciles  y  abun- 
dantes en  castellano  que  constituyen  unos  de  los 
más  comunes  recursos  del  orador  ó  del  que  escri- 
be. El  verbo  dar,  por  ejemplo,  se  presta  á  un  nu- 
mero incalculable  de  combinaciones.  Dar  ocasión, 
dar  aviso,  ánimo,  oído     i  '    de  comer,  de  es- 

puelas, en  tierra,  la  vuelta,  azotes,  bofetadas,  tor- 
mento orden,  traza,  fondo,  motivo,  título,  asalto, 
fatiga,  etc.,  corresponden  á  los  verbos  ocasionar, 
avisar,  animar,  escuchar  ú  oir,  dejar,  alimentar, 
espolear,  caer,  volver,  azotar,  abofetear,  atormentar, 
ordenar,  trazar,  Jondear,  motivar,  titular,  asaltar, 
.  et< 

Con  los  verbos  hacer,  poner,  dejar  y  otros  se  for- 
man frases  semejantes   «Quitar  la  mda%  es  igual  a 
luir  la  benái  1         1  bendecv      ma   dar  sa- 
lir de  la  tierra»  á  desterrar;  da  hubiese  piedad»  a 
la  compadeciese. 

Quién  puede  dudar,  pues,  que  Santa  leresa 
no  estaba  pensando  en  la  forma  más  simple  y  bre 
ve  de  la  idea,  aunque  luego  escribiese:  «dar/a  luz> 


m     Conste  que  es  un  filólogo  de  la  talla  de  Cuervo  quien 

defiende  (y  creo  que  con  Eund ato)  este  últmo  rito  (que  es 

,inl.oi    v  afiflde,  refiriéndose  al  Sr    Valbuena:  d 
saje    ha    sido   censurado    acremente,  sin    razón,    como    vamos 
Rom  ,   xmv,  238.) 


DI  1       I.  V    1>\T1V<> 


■  el  ánimo  que  1  >i< >s  las  daba»;  «la  da  grande  ale- 
gría*, que  era  «alumbrar/a»;  «So  que  Dios  las  ani- 
alegra»,  y  que  así  escribiría  en  otras 
ocasiones? 

Cei  '    '-aba  en  los  verbos  «apuñalaría», 

«maltratar;  aextrangidarfrt»,    «na- 

t;ir/¡í  i  >,  «desfiguraría»,  «apearía»,  cuan- 

do escribía  4a  quiso  dar  de  puñaladas»,  «el  mal 
tratamiento  que  la  hicieron»,  la  apretó  om  ambas 
man,..  litar  la  vida  ,  «la 

i  habrá  mudado  la  figura» 
y  <la  hace  bajar  al  suelo»,  en  los  textos  ya  indi- 
cados. 

Lope,  igualmente,  tenia  en  mientes  «péna&i»  ó 
«castíga/a  .  «la  formaron»,  <•/«  aventajó»  y  «la  hu- 
mando luego  escribía:  <'da/a  pena», 
•7<i  lieroo  forma.,  4a  llevó  ventaja»,  «no  la  hubie- 
sen quitado  la  vida 

¡.i)  el  primer  ejemplo  se  comprueba  además, 
porque  todo  el  concepto  \  [ene  pensado  y  escrito 
i-n  acusativo: 

Búscata,  ríñe.'a  y  dala 
pena,  que  al  castigo  iguala... 

Y,  por  cierto,  que  la  frase  «dar/a  pena»  era  he- 
cha ó  usual  en  esta  forma;  ¡mes  &«í  la  hallamos 
otra  vez  en  Lope  |  El  Remedio  en  l<i  desdicha  (I,  rx): 

Amata  sirve  y  resata; 
con  i  r>etm, 

«|uc  no  hay  mujer  que  >ea  buena 

pie  es  mala, 

fueron  copiados  por  Tirso  en  El  con- 
denado por  desconfiado  (II,  ni 

Otra  de  de  rodar  en  for- 

ma va  establecida  es  la  de  «tenerla  amor*.  Así,  Cer- 


13»        ORIGEN  Y  CONSERVACIÓN  DEL  «LA»  DATIVO 

vantes  (Nov.  ejemp.),  decía:  «el  amor  que  la  tengo». 
L«ope  (Isidro): 

sino  aquel  tenerla  amor 
como  si  riqueza  fuese. 

En  La  buena  guarda. 

todo  el  ganado,  sólo  porque  arguya 
el  amor  que  la  tiene. 

En  Las  fortuna-i  de  Diana:  «Era  tanto  el  amor 
que  todos  la  tenían'-. 

El  P.  Luis  de  la  Puente  escribió  también  m 
amor  que  las  tenia». 

Tirso  en  la  Santa  Juana  (tercera  parte)-  «La  debo 
tener  amor». 

Solis  [El  amor  al   uso): 

Que  pagase  la  escribí 
el  amor  queja  tenia. 

Y  hasta  sor  Juana  Inés  de  la  Cruz,  sesíún  el  se- 
ñor Valbuena-  «movida  del  gran  amor  que  las 
tengo». 

De  amor  á  odio  hay  la  natural  relación  de.  opues- 
tos. Así  Mariana  escribió    «el  odio  que  la  tenían». 

A  veces,  tomando  la  parte  por  el  todo,  nues- 
tros escritores  ponían  en  acusativo  las  frases  «ver- 
ía la  cara»  ó  «el  rostro»,  ú  otra  porción  del  cuerpo. 

Cervantes  (Quij.)  decía:  «No  la  he  v  isto  el  rostro, 

Lope   (Fort,  de  Diana):  «Miró/.i  al  rostro». 

Calderón  en  el  Mágico  prodigioso,  escribió:  «Ver- 
Ai  la  cara  no  quiero-,  y  en  El  galán  fantasma: 

No  quisieron  escucharme; 
v  sin  mirar/a  la  cara.  . 


el  «la»  dativo  133 


Moreto  (No  pitetL      t 

Pues  antes,  viven   los  cielos, 
tengo  de  ver/as  la  cara. 

Con  esto  quedará  demostrado,  que,  como  he- 
nos dicho  al  principio  de  este  capítulo,  nuestros 
escritores  no  hacían  en  estos  casos  más  que  tras- 
ladar á  sus  obras  las  frases  de  la  conversación, 
construidas  como  allí  lo  eran;  si  con  la,  en  esta 
forma,  y  si  no  con  ia  opuesta. 

!  t  mandó  salir  de  todo  el  reino»,  escribió  Ma- 
riana. La  idea  era  4a  iesUrró»,  sencillamente;  pero 
como  se  trataba  de  la  reina  Doña  Kerenguela,  ex- 
trañada por  un  vasallo  poderoso  (D.  Alvaro  de 
I. ara),  í>in  duda  le  pareció  la  palabra  dura  y  la 
suavizó  en  aquella  forma. 

Solís 

II   hacer/a  este  desaire. 

«Desairar/a»  era  la  forma  más  breve  y  clara; 
pero  entonces  no  salía  bien  el  verso. 

Montalbán  escribió:  4a  había  puesto  miedo», 
«dando/a  muchos  abrazos»,  da  hicieron  á  ella  al- 
guna  molestia»,  «apartándoZa  el  manto  del  rostro», 
6  la  lengua»  'lodos  estos  ejern- 
plos  a  la  regla  de  Cuervo.  En  el  Animo  é 

intención  riel  cutor  estaban  los  verbos  «atemori- 
zar», «abrazar»,  «rnolesl  ubrir»  y  *enrau- 
decero    con  su  natural  complemento  en  acusativo. 

Con  los  verbos  que  ri'^en  infinitivo,  sea  ó  no 
transitivo,  ocurre  lo  mismo.  Pero  en  este  caso  lo 
anómalo  no  es  que  la  expresión  esté  acompañada 
de  la,  puesto  que  el  pronombre  es  acusativo'  tal 
sucede  en  algunos  de  los  ejemplos  aducidos  por 
el  Sr    Valbuena    I. o  extraño  es  que  si  al  infinitivo 


134      ORIGEN  Y  CONSERVACIÓN  DEL  «LA»  DATIVO 

se  le  añade  un  nuevo  complemento,  el  pronombre 
pasa  á  ser  dativo  y  es  reemplazado  por  le  en  mu- 
chos y  buenos  escritores.  <<(A  doña  Isabel)  la  oyó 
cantar».  Pero  «(A  doña  Isabel):  le  oyó  cantar  una 
romanza». 

La  eufonía,  á  eme  González  (que  la  antepone  á 
las  mismas  reglas)  y  ü.  Alejandro  Olivan  conce- 
den tanta  importancia,  diciendo  éste  que  á  ella 
«son  debidas  la  galanura,  la  armonía  y  el  primor 
de  grato  arrullo  á  oídos  cultos  y  delicados»  no  l< 
parece  á  Cuervo  que  haya  tenido  influjo  mayor 
en  la  conservación  de  los  casos  irregulares.  \To 
puede,  •:ou  todo,  negarse  que  en  bastantes  autores 
habrán  influido  el  hiato,  la  cacofonía  ó  la  repeti- 
ción en  hacerles  preferible  una  de  las  dos  maneras 
de  escribir  el  pronombre.  En  los  primeros  ejem- 
plos de  Cervantes  que  dimos  ctán  casi  juntos 
uno  y  otro.  En  la  novela  de  Montalbán,  titulada 
La  villana  de  Piulo,  de  tal  modo  van  alternados 
los  la  y  los  le  que  no  puede  creerse  sino  que  '."1  de- 
seo de  la  variedad  en  esta  expresión  presidió  a\ 
uso  de  ella. 

Pero  quedan  todavía  un  gran  número  de  /u.s 
que  no  pueden  reducirse  á  ninguna  de  las  reglas 
que  anteceden,  porque  no  la  tienen.  Son  aquéllos 
que,  aunque  empleados  así  por  uno  ó  más  auto- 
res, si  observamos  luego  la  misma  frase  ->>n  el 
mismo  verbo,  la  veremos  escrita  con  le  por  otros 
de  igual  época  y  de  no  menos  importancia  litera- 
ria. Sólo  cabe  en  tal  conflicto  irse  con  la  mayo- 
ría, ó,  á  lo  menos,  con  un  buen  nún.ei o  de  los  que 
tengan  reputación  y  mérito.  Acerca  de  vaiios  de 
estos  rebeldes  dativos  creo  que  ya  no  pueda  caber 
duda,  al  que  lea  y  anote  los  muchos  ejemplos  que 
hemos   registrado. 


US  MÍFIBOT.OGIAS.-ÍCUÁ1   FORMA  ES  PREFERIRÉ? 


$É&  t  segundo  are-,  uto  riel  Sr.  Valbuena  en 

flU¿  .  oes  que  «nía  los  equi- 

=^Sf  vocos  v  anfibologías. 
^        Cita  varios  ejemplos,  entre  ellos,  dos  de 
buenos    autores.   VA   uno    perteneciente  á  la   Cor,- 
qi„,ta  de  Méjico  fll.xvn),  de  D.  Antonio  de  Sons, 
dice 

.Empeñóse  demasiado  en  «escaramuza  Pedro  de  Motón, 

aueitacn  una  vegua  muy  revuelta  y  ele  grande  veloc.dad. 

luémpoquc  ■»"  tlascaltecas  principales,  que  seconvo- 

,,™r ,st,  facción    viéndole  solo,   .erraron  con  él,  y 

K presen  U  Sin»  «m-  y  en  el  brazo  -le  la  rien 

¡rítante  heridas  á  la  yegua,   p.  «*  «KM*. '  > -' 
un  instóte  le  cortaron  la  cabeza,  dicen  que  de  u.  «cuchi- 

Íoco  añaden  A  la  sustancia  los  encarecimientos.. 

El  St    Valbuena  dice  que  creyó  .pie  el  mu 
era  Pedro  de  Morón.  Puede  ser;  preocupado  aca- 
so con  la  idea  de  que  Solis  no  había  de  contar  tan 
pormenor  la    muerte  de    una  yegua.  Sin  embaxgo, 
aparte  de  que  claramente  se  dice  que  la  difunta 


136  LAS  ANFIBOLOGÍAS 


fué  la  yegua  («que  cayó  muerta»)  y  se  añaden  co- 
mentarios al  suceso  sin  que  la  persona  de  Morón 
suene  en  e!  relato,  debe  tenerse  en  cuenta  que  los 
caballos  en  la  empresa  de  Cortés  eran  casi  tan 
importantes  como  las  personas,  y  que  cada  uno 
que  moría  causaba  irreparable  pérdida  en  aquellos 
menguados  escuadrones.  V  como  esto  lo  sabe  ya 
todo  el  que  ba  leído  los  anteriores  capítulos  de  la 
obra,  la  extrañeza  no  debe  llegar  á  suponer  otro 
sentido  á  la  muerte  que  se  refiere.  Además,  el  autor 
ha  cuidado  ya  de  prevenirnos  sobre  la  importancia 
de  la  haca,  en  el  comienzo  de!  párrafo,  al  decirnos 
que  era  «muy  revuelta  y  de  grande  velocidad».  El 
ensañamiento  de  ios  indígenas  tampoco  chocará 
sabiendo,  como  ya  advirtió  Solís.  el  respeto  supers- 
ticioso con  que  miraban  :í  nuestros  caballos,  que 
muchos  de  los  mejicanos  creían  ser,  con  el  jinete, 
un  solo  individuo. 

Considero,  pues,  que  no  pueda  sin  ofuscación 
decirse  que  en  el  pasaje  hay  anfibología. 

Pertenece  el  segundo  texto  al  Quijote  de  Ave- 
llaneda  (Cap.  xviiii): 

«V  el  ser  él  tan  principal  y  tan  gentilhombre,  y  conocido 
suyo  desde  niño,  ayudó  á  que  el  demonio  (que  lo  que  á  las 
mujeres  se  dice  una  vez,  >,c  lo  dice  a  solas  él  diez)  tuviese 
bastante  leña  con  ello  para  encender,  como  encendió,  el  las- 
civo fuego  couque  empezó  á  abrasarse  el  casto  corazón  de 
la  descuidada  priora;  y  fué  tan  cruel  el  incendio,  que  pasó 
con  él  la  noche,  con  la  misma  inquietud  que  la  pasó  D.  Gre- 
gorio, imaginando  siempre  en  la  traza  que  tendría  para  de- 
clararle su  amoroso  intento.» 

Después  de    la   palabra    Gregorio,  los  impresos 

añaden  una  coma,  que  seria  la  causante  de  las  du- 
das del  Sr.  Valbuena;  pues  sino  bien  comprende- 
ría que  es  Gregorio  el  sujeto  de  «imaginando»,  ya 


LAS  ANFIBOLOGÍAS  137 


tHic  está  más  próximo  al  ^erbo;  ya  que  sería  inde- 
coroso que  una  mujer,  y  monja  por  añadidura, 
fuesela  primera  que  declarase  al  galán,  y  ya  que 
aquella  noche  fué  cuando  la  priora  advirtió  su  in- 
clinación amorosa:  «empezó  á  abrasarse)  y  la  pasó, 
no  «imaginando*  nada,  sino  con  el  incendio  cruel 
de  BU  desatine. 

Esto  para  el  que  no  vea  mas  que  el  párrafo;  por- 
que quien  esté  en  antecedentes  sabe  que  primero 
que  doña  Luisa  ya  estaba  D.  Gregorio  enamorado; 
buscaba  el  modo  de  decírselo  á  la  monja,  y  aun 
le  había  indicado  con  palabras  encubiertas. 
Por  eso  dice  «imaginando  siempre»,  porque  tal 
era  la  preocupación  con  que  el  galán  se  había  reti- 
rado después  de  su  primera  é  infructuosa  tentati- 
va para  declararse.  La  monja  no  tenía  que  imagi- 
nar cosa,  porque,  no  obstante  la  forma  obscura  y 
tímida  con  que  Gregorio  se  había  expresado,  le 
había  comprendido  muy  bien  v  nada  tuvo  que 
hacer  más  que  prestarle  oídos  benévolos  en  la  pro- 
metida entrevista,  y  decirle  redondamente  que  sí. 

Un  tercer  pasaje  de  autor  clásico  se  nos  olvidaba, 
-te  del  P.  Rodríguez  (Ejcrc.  .ic  perkcY 

•Pe  la  Santa  Virgen  Gertrudis  se  lee  que  se  la  apareció 
una  vez  Cristo,  nuestro  Redentor,  que  en  su  mano  derecha 
llevaba  la  salud  y  en  la  siniestra  la    enfermedad,  y  le  dijo»: 

Pero   ;es  posible  que  haya  nadie  que  dud 
Cristo  quien  dice?  ¡Si  Santa  Gertrudis  no  es  sujeto 
ni  de  esta  oración  compleja  ni  siquiera  de  la  ante- 
rior en  que  figura  su  nombre!  (i). 

■■  en  el  supuesto  do  que  el  pasaje  dica  la  y  no   le, 

donde 

tambi<  ■  ro  tan  i>.ir.->  ¡di 

,,r      la  cual  de  oro)  le  declaró  set 

la  buena  voluntad  >  d 


,38  LAS   ANFIBOLOGÍAS 


Los  demás  ejemplos  me  parecen  más  bien  pasa- 
jes incorrectos  que  anfibológicos,  menos  uno:  aquel 
del  abanico  (pág.  16)  en  que  se  dice: 

Cuando  refresques  el  rostro 
de  Dolores  no  le  digas,... 

¿A  quién,  más  que  á  Dolores  ha  de  decir  6  no  de- 
cir algo  el  abanico? 

Pone  también  el  Sr.  Valbuena,  de  propia  cose- 
cha, otro  caso  de  anfibología  que  le  parece  deci- 
sivo: 

«Pedro  se  encontró  con  Juana  en  la  calle  y  le 
dio  un  racimo  de  uvas.» 

«¿Quién  á  quién?  (prosigue  el  .Sr.  Valbuena). 
Para" mí  y  para  todos  los  que  hablamos  castellano 
castizo  no  hay  duda-  fué  Juana  quien  dio  el  raci- 
mo de  uvas  á  Pedro,  porque  de  haber  sido  al  re- 
vés se  hubiera  dicho:  «Y  la  dio  un  racimo  de  uvas». 
Juzgo  que  si  sometiera  el  caso  á  votación  pú- 
blica como  en  aquellas  preguntas  que  años  hace 
nos  dirigían  los  periódico  Qué  fruta  le  gusta 
á  usted  illas5.,  perdería  el  Sr.  Valbuena. 

Y  me  fundo  en  el  carácter  meramente  continua- 
tivo de  la  copulativa  v,  que  no  altera  el  orden 
gramatical  de  los  períodos  que  enlaza  y  deja  sub- 
sistente en  el  segundo  aquel  elemento  oracional 
que,  para  mayor  brevedad,  sólo  aparezca  en  el 
primero.  Así,  las  dos  oraciones  propuestas  tienen 
el  mismo  sujeto,  sobreentendido  en  la  segunda, 
que  sería:  «V  Pedro  le  dio  á  Juana  un  racimo», 
o  esta  repetición  es  harto  enfadosa,  y  por  eso 
suprimimos  de  ordinario  ya  el  sujeto,  ya  el  comple- 
mento, ya  el  verbo  y  aun  á  veces  dos  de  tales 
componentes  (1). 

(x)     como   sucede   en  estos  ejemplos:    -l.a   hija    ■  illaba,    | 
de  cuando  en   cuando  se  soni  1  '  -decir: 


FORMA  PREFERIBLE  139 


Aunque  los  ejemplos  del  Sr.  Valbuena  no  parez- 
ca /  invincentes,  admitiremos  de  buen 
grado  que  puede  haber  confusión  en  ciertos  casos, 
on  frecuencia  pleonas- 
éstos:  «le  dijo  :i  ella-,  «le  mandó  á  ella», 

-■le  dio  .1  ella»,  (i). 

Y  en  tal  concepto,   ¿no  sería  preferible  evitar- 
los empleando  siempre  el  la,  que  á  la  vez  nos  daba 

con  toda  claridad  el  se; !t   i  '  P1  rsona  ó 

cosa  representadas  por  el  pronombre? 

Asi  es  como  entiende  3    presenta  la  cuestión,  en 
último  termino,  el  Sr.    \al! mena,  añadiendo 
«importa  mucho  más  la  no  confusión  de  los  géne- 
ros que  la  de  los  casos-  (pág 

A  primera  vista  creyérase  cierto:  porque  excep- 
to  ,',   1,  ,11    aun    á    muchos   de-   ellos, 

que  han  suprimido  la  nomenclatura  de  Nominali- 
,    etc.l  v  á  pocas  «ñas  impor- 

tará saber  si  un  pronombre  la  <<  le  está  en  dativo 
ó  en  acusativo. 

Pero   esta  1    en   apariencia   solo   teórica 

entraña  la  del  buen  sentido  y  recta  inteligencia 
de  lo  que  se  habla  ó  escribe.  Con  el  la  único  se  dis- 
iria efectivamente  el  género;  pero  su  identi- 
dad con  el  acusativo  daría  lugar  á  dudas,  obscuri- 
dad^ y  hasta  contradicciones  en  el  significado  de 

•La  hija  callaba,   y  la   hija  de  cuando  en  cuando  se  sonreía.» 

otrris    veces    se   sobreentiende    el   complemento:    «Porque   á    la 

mujer   su   familia   la  reverencia,    v    sus   hijos   la   aman, 

-árido  la  adora.   -,   SUS  vecinos  la  bendicen-     (I-R.   MJB 

en   fin.  en   las  oraciones  copulativas  hasta  des- 

ujeto  y  el  verbo:  «Dios  creó  el  cielo  v  la 

tierra 

Montalbán,  en  -n  novela  Al  cabo  di  los  años  n    ■     I  ara 
«Y    si   la  mayor  dificultad  ..   es  el  verse 
ofendido  di    I  ederico   v   de    Estefanía,    jqué   mayor   venganza 
que  haber/e  quitado    -  ./  la  vida,  por  lo  que  intentó  y  no  ha- 
ber/a visto  .i  eUa  en  dos  años  por  loque  llegó  a  imaginar?! 


LAS  ANPIBOl.i»   I  VS 


los  verbos  y  aun  de  las  cláusulas  enteras.  Ya  he- 
mos dicho  algo  acerca  del  diverso  sentido  de  mu- 
chos verbos  según  el  pronombre  que  se  les  une, 
siempre  dentro  del  géneto  femenino. 

No  es  lo  mismo  decir  las  aconseja  que  tes  acon- 
seja; la  movía  que  le  movía;  la  tocaba  ó  le  tocaba; 
la  sonaba  que  le  sonaba;  sacándote  y  sacándote; 
entregara  y  entregarte  robarla  y  robarte;  gustar- 
ía y  gustarte  (i):  comerte  y  comerte,  llevarte  y  lle- 
varte;  tomaría  y  tomarZ?. 

Resultaría  anfibológico  el  sentido  escribiendo, 
por  ejemplo:  «Eran  mu-has  las  (jóvenes)  que  se 
hallaban  en  aquel  caso;  y  los  conté,  antes  de  que 
se  levantasen  de  sus  asientos,  e1  apuro  en  que  me 
veía».  Puede  el  las  estar  dativo  ó  acusativo:  hasta  el 
final  no  se  sabe;  y  ser  ellas  las  contadas  6  las  que 
oi:;an  conliir.» 

O  así-  «Los  salvajes,  después  de  sujetarla,  tra- 
taron de  hacerla  comer  al  instante,  pt-.cs  de  lo  con- 
trario enflaquecería*.  Es  ella  la  destinada  á  sei  o 
mida.  Pero  si  decimos:  «Los  salvajes...  trataron 
de  hacera  comer...»,  es,  por  el  contrario,  ella  la  que 
ha  de  comer  para  no  perder  carnes 

Montalbán  ha  escrito  con  uotoiia  impropiedad: 
«Defenderse  de  un  padre  que  la  perseguía  y  de  un 
marido  que  no  te  agradaba  {Lo<¡  primos  amantes). 
Donde  no  se  sabe  si  era  el  marido  el  que  no  quena 
agradar  á  su  mujer  ó  era  ella  la  que  no  se  agra- 
daba ó  no  recibía  agrado  con  él.  El  pensamiento 

{i-\     i  sto  'I  i    margen  á  uno  de  lo'  infundados  reparos      -v 
á  mi  ver.  hace  el  Sj    Valbuena.  El  texto  es  del  moderno 
tur   D.   Ramiro  Blanco.  -Ni  yo  conozco  á  mi  prima  ni 
gustaré  yo  á  ella.»    ¡La  gustaré»,  como  diría    el  Sr.    Valbuena 
serla  .tomar/a  el  gusto».  El  autor  quiere  decir  lo  contrario;  sien- 
do     i    -1  gustado,   metafóricamente,  se  entiende. 


FORMA   PREFERIRLE 

hubiera  quedado  explícito  diciendo;  <no  le  agrada- 
ba* rúes  el  pronombre  es  efectivamente  dativo, 
seoim  lo  que  el  autor  quiso  expresar. 
'  Salva  ha  puesto  otro  ejemplo  del  diferente  sen- 
tido que  el  cambio  ríe  pronombre  da  a  toda  una 
proposición:  «La  imbuí  en  el  menosprecio  del  mun- 
do  v  1  E  imbuí  el  menosprecio  del  mundo  (i). 

'  'Olivan  da  uno  muy  explícito:  «En  llegando 
María  LA  presentaré  á  mi  hermana-  (ó  bien)  «le 
Presentaré  á  mi  hermana*.  Mari,  será  la  presen- 
tada en  el  primer  caso  y  «mi  hermana-  en  el  se- 
gún di  i 

I),  luán  OvtalbertO  <;>>u/.dez  apunta  este  otro: 
«Se  le  acercaron  (los  caballeros  á  una  dama):  esto 
es,  se  fueron  hacia  ella.  Se  la  acercaron:  hicie- 
ron que  ella  se  acercase  á  los  caballeros»  (3). 

Y  no  se  crea  que  estos  ejemplos,  aunque  inven- 
tados, deieu  de  ser  posibles.  Iriarte,  en  su  fervor 
laida  no  vacilo  en  cometer  el  lapsus  que  anate- 
matiza (ion/ale/.. 

Ku  su,  por  otra  parte,  lindísima  comedia  de 
La  señorita  mal  criada,  dice  Iriarte  (4): 

Ya  ninguno  x  la  acerca, 

hablando  de  los  adoradores  de  una  dama. 
En   la   misma  obra  añade: 

Por  una  parir  declara 
que  la  P<  pil 
de  usted,  como  la  persuada; 


(1)  Gram.  casi. Valencia.  i8a7.V-  *5* 

(2)  Discurso  dt  recepción  en  la  A cad.  Esp     ■ 
sos.  Madrid.  1860,  I    I,  PP    3  y  7  ) 

(3)  Obras:  t.  III.  p     227. 

(4)  Obrar,  t.  Vil.  p.  205. 


LAS    ANFIBOLOGÍAS 


por  otra,  que  ella  prefi  ri 
al  Marqués;  que  violentarla 
la    voluntad    m>      -    posiblí 


En  otro  pasaj       ií         , 

Y  ella  se  aín  maenqii 
la  boda  que  más  la  i 

González  recoge  este  otro  ejemplo  que  excede 
á  todos  en  extravagancia,  diciendo:  «Y  los  hay  (ca- 
sos) en  que  no  debe  usarse  de  este  pronombí  E< 
menino  la  en  dativo  sin  que  resulte  un  disparate: 
«¿Esa  buena  mujer  la  asistía  bien:  la  barría,  la  fre- 
•  •  ,  >  la  guisaba  I  i  la  a  ;a  i  tiferma)»,  en  vez  de 
decir:  «le  barría,  le  fregaba,  '     pisaba»    >         227). 


De  todo  lo  expuesto  se  deduce  que  la  gramáti- 
ca, la  etimología,  las  autoridades,  la  claridad  y  la 
conveniencia  di  evitai  anfibologías  v  obscurida- 
des en  la  expresión  piden  l<  consuno  que  para  el 
dativo  femenino  siga  empleándose  el  pronoi 
le.  Sólo  en  rarísimos  casos,  cuando  ni  aun  las  for- 
mas perifrásticas  <í  ella  ó  pa  epaa  en  el 
período,  sir.  causar  trastornos  ó  dificultades  de  más 
importancia,  será  lícito  usar  la  terminación  pro- 
pia del  género  femenino  en  el  pronombre. 

No  hay  para  cinc  añadir  que  esto  se  entiende  en 
caso  de  que  el  uso  general  no  se  pronuncie  en  uno 
ú  otro  sentido,  de  lo  que  no  lleva  trazas.  Cuatro 
siglos  can  transurridos  desde  que  el  /.,  vino  á  in- 
troducirse como  dativo  en  el  periodo,  y  no  hay 
ra  iones  para  sostener  que  haya  aumentado  n  dismi- 
nuido el  número  de  su  El  pueblo  caste- 


FORMA  PREFERIBLE  '  43 


llano,  sobre  todo  el  de  Madrid,  que  no  aprendí-  el 
idioma  en  los  libros,  seguirá  empleando  el  la  en  la 
conversación  con  bastante  frecuencia.  Todo  el 
resto  de  la  nación  y  la  América  española  cultiva- 
rán el  empleo  del  le,  á  no  ser  que  una  corriente 
i  la  que  en  sentí.'...  laísta  apareció  en  el  si- 
svm,  pero  mucho  más  enérgica  y  duradera, 
adjudique  el  triunfo  al  la.  <\  otra  en  opuesto  sen 
tido  acabe  de  exterminarlo. 


VI 


LA    ÚLTIMA    AUTORIDAD   DKL    SEÑOR    VAI.BUKNA 


omo  remate  y  coronamiento  del  largo  catá- 
logo de  autotes  que,  según  él,  deponen  en 
contra  de  la  doctrina  sentada  por  la  Aca- 
demia Española,  escribe  el  Sr.  Valbuena: 

«Hero  todavía  no  he  concluido  de  citar  autoridades 
...utra  la  Academia:  todavía  hay  otro  autor  de  nota,  aun- 
que mala,  que  si  bien  es  cierto  que  por  sí  y  en  general 
DO  tiene  tanta  autoridad  como  el  Ínfimo  de  los  citados, 
para  el  caso  presente  y  contra  la  Academia  tiene  más 
autoridad  que  todos  juntos. 

.Kse  autor  es...  la  misma  Academia,  que  en  el  prólogo  de 
mi  primer  Dííi  í  maño,  llamado  de  Autoridades,  dice:  «Y  sír 
tala  de  mérito  (á  la  Academia).» 

•  Y   todavía,   un   poco   más  abajo,   añade:   «Continuando 
es  debajo  de  las  reglas  que  la   han   parecido   más 
adecuadas    v    ..invenientes...» 

e  la  Academia.    Usando  repetidamente   la   en 
dativo. 

»Y    después   de   dar    ese   ejemplo   ella    misma,    sale   di 
riendo:   «Ejemplo  es  que  no  debe  imitarse.* — Ahora...   ¡ha- 
ll asta  aquí  el  Sr.  Valbuena  (pág.  70). 


I46    LA  ÚLTIMA  AUTORIDAD  DEL  SR.  VALBUENA 

Toda  la  arquitectura  de  este  edificio  dialéctico 
(que  más  se  me  antoja  pretexto  para  hacer  un  chis- 
te final)  se  derrumba  con  sólo  recordar  que  el  tal 
prólogo  ó  discurso  preliminar  del  primer  Diccio- 
nario fué  escrito  v  publicado  en  ¡1726!...  esto  es, 
hace  la  friolera  de  cerca  de  doscientos  anos;  cuan- 
do aún  no  se  había  legislado  nada  sobre  el  particu- 
lar y  cuando,  como  ha  tenido  cuidado  de  recor- 
dar al  principio  de  su  folleto  el  propio  Sr.  Valbue- 
na,  la  Academia  autorizaba  el  empleo  de  una  v 
otTa  forma  pronominales. 

Fn  su  primera  Gramática,  impresa  en  1771,  to- 
davía las  admitía  ambas  y  sólo  en  1796,  es  decir 
setenta  años  después  del  discurso  que  sirve  de  pie  al 
señor  Valbuena  para  su  argumento,  fué  cuando  ex- 
cluyó el  dativo  la  del  cuadro  de  las  declinaciones. 
De  suerte  que,  si  antes  de  esa  fecha  creía  buena 
esa  forma  de  pronombre,  ;por  qué  había  la  Aca- 
demia de  abstenerse  de  usar  lo  mismo  que  reco- 
mendaba? Y  si  después  creyó  que  estaba  equivoca- 
da y  enseñó  v  practicó  otra  forma  de  expresión, 
•ñor  qué  ha  de  achacarse  á  inconsecuencia  lo  que 
es  mejora  ó  al  menos  corrección  de  doctrina? 

Desde  1726  publicó  la  Academia  otros  TRECE 
Diccionarios,  todos  diferentes.  En  ninguno  de 
ellos  después  de  la  fijación  en  el  uso  del  pronom- 
bre y  no  siendo  errata,  se  hallará  el  dativo  escrito 
como  pretende  el  Sr.  Valbuena,  y  menos  en  el  ul- 
timo, que  es  al  que  hay  que  atenerse,  para  aplau- 
dirla ó  censurarla. 

Y,  sin  embargo,  dice  el  Sr.  Valbuena  que  «así 

ESCRIBE   LA    ACADEMIA». 

Fste  argumento  me  recuerda  aquel  otro  que  em- 
plea en  la  página  9  de  su  folleto,  donde  dice: 


I,A  ÚLTIMA  AUTORIDAD  DEI    SR.  VALBUENA      147 


.,V  esta  es  la  sintaxis  por  la  que  ha  optado,  después 
de  mucho  dudar,  la  Academia! 

»Tras  de  otro  párrafo  igualmente  erróneo  sobre  el 
acusativo,  viene  en  la  Gramática  de  la  Academia  este 
nuevo  golpe:  «Por  último,  se  establece  como  regla  sin 
txcepción  que  LES  marque  el  dativo  de  plural  lo  mismo 
para  un  género  que  para  otro.* 

»¡Así  se  hace!  I.o  mismo  para  un  género  que  para  otro  .. 
y  la  distinción  y  la  claridad,  que  se  las  lleve  la  trampa... 

»Y  luego...  que  LES  marque  el  dativo...»  ¡Como  si  el 
oficio  de  los  pronombres  fuera  marcar  los  casos!...  No  es 
posible  expresarse  con  mayor  impropiedad  ni  con  más 
desconocimiento   del  idioma!» 

Esto  dice  el  Sr.  Valbuena. 

No  discutiré  si  «marque  el  dativo»  está  bien  ó  mal 
dicho,  por  la  sencilla  razón  de  que  tal  frase  no  exis- 
te en  la  Gramática. 

I...  que  este  libro  dice  (pág.  235  de  la  edición 
de  1908)  es:  "Por  último,  se  establece  como  regla 
sin  excepción  que  les  sea  dativo  del  plural,  lo  mis- 
mo para  un  género  que  para  el  otro;  y  que  los,  la* 
se  empleen  como  acusativo-  Y  nada  mis. 

Ni   tampoco  se  halla   en  la  edición  anterior  do 

que  á  !a  página  241   repite  el  precepto  del 

mismo  modo;  ni  en  la  de  1888,  ni  en  la  de  1885. 

V  si  quería  el  Sr.  Valbuena  referirse  á  la  edición 
de  1X74,  que  es  la  que  creyó  autora  de  la  prohibi- 
ción del  la  dativo,  ¿por  qué  no  lo  dijo5  ;Por  qué 
emplea  los  verbos  en  tiempo  presente:  «viene  en  la 
Gramática  de  la  Academia...  No  es  posible  expre- 
sarse»,  si:i  advertir  que  el  error  (si  lo  había)  estaba 
ya  corregido? 

Esto  recuerda  algo  el  caso  que  cuenta  barra  de 
aquella  anciana  que,  retrasada  en  su  lectura  de  la 
Gacela,  sal  toreaba  en  los  años  de  veintitantos  las 
de  1812  y  endilgaba  sus  comentarios  iracundos  al 
•picaro  de  Napoleón»  que  ya  reposaba  en  la  tumba. 


MI 


El       LO      ACUSATIVO      MASCULINO 


ODOS  ó  casi  todos  los  partidarios  del  la  da- 
tivo lo  son  del  le  empleado  sien  pre  como 
acusativo  en  el  género  masculino,  con  ex- 
clusión de  la  forma  lo,  que  debe  reser- 
varse para  el  neutro. 

Pero  el  Sr.  Valbuena,  aunque  no  da  razones  de  su 
opinión  que  es  la  indicada,  dice  que  «semejante 
construcción  es  tosca  y  burda/,  que  la  usan  «con 
torpe  insistencia*  los  andaluces  y  americanos  y 
que  con  ellos  «coinciden  los  zafios  y  los  palurdos 
de  todas  partes,  los  que  dicen,  v.  gr.:  estógamo, 
dn-nto,  naide,  probé  y  tnenistro». 

\  continuación  añade  que  «los  buenos  escrito- 
res antiguos  v  modernos  con  bien  raras  excepcio- 
nes han  escrito  siempre  le  en  este  caso,  no  solamen- 
te tratándose  de  personas,  en  cuya  substitución  el 
lo  es  grosero  y  absurdo,  sino  aun  tratándose  de  co- 
sas, (pág.  87). 

Mas  adelante  la  llama  «construcción  piel* 
que  muestra  «incultura»  v  «zafiedad»  y,  al  fin 
el  tal  lo  es  «basto  y  feo...  y  hasta  indecente  (pP   »9)- 


IX     I.O>  ACUSATIVO  MASCULINO 


Ante  este  diluvio  de  calificativos  á  cual  peor, 
sólo  tenemos  que  decir: 

l.°  Que  hasta  el  siglo  XVI  lo  han  usado  todos 
los  españoles.  Más  de  cuatro  quintas  partes  de 
ellos  desde  aquel  siglo  á  nuestros  días  y  que  esta 
misma  proporción  rige  actualmente. 

2.°  Que  los  gramáticos  y  filólogos  más  eminentes 
que  de  propósito  han  estudiado  esta  cuestión  del 
lo  ó  le  acusativo  masculino  se  lian  declarado  loístas 
más  ó  menos  en  absoluto;  como  los  gramáticos 
Salva  y  Bello,  D.  Juan  Gualberto  González,  iuien 
humanista  y  poeta,  D.  Alejandro  Olivan,  y  mejor 
y  más  extensamente  D.  Rufino  José  Cuervo,  en  su 
magistral  estudio  sobre  Los  casos  enclíticos  y  pro- 
clílicos  del  pronombre  de  tercera  persona  en  castella- 
no, que  por  hoy  es,  como  suele  decirse,  la  última 
palabra  sobre  la  materia. 

3.0  Que  en  la  copiosa  lista  de  88  Inicuos  auto- 
res que  Cuervo  presenta,  casi  todos,  excepto  aque- 
llos que,  como  Yalera,  lo  suprimieron  de  sus  escri- 
tos (y  eso  que  era  andaluz  y  lo  usaba  con  frecuen- 
cia en  la  conversación)  emplean  en  mayor  ó  menor 
escala  el  lo  acusativo  masculino. 

4.0  Que  han  preferido  el  lo  escritores  como  el 
autor  del  Poema  del  Cid;  Gonzalo  de  Berceo.  él 
del  Libro  de  Alexandre,  los  antiguos  códigos  espa- 
ñoles, el  poema  del  conde  Fernán  González;  el  arci- 
preste de  Hita,  el  canciller  Pero  López  de  Avala; 
el  Tostado;  el  marqués  de  Santularia;  Gómez  Man- 
rique; Juan  de  Lucelia;  Torres  Naharro;  Pero  Me- 
jía,  Ambrosio  de  Morales,  Gaspar  C.il  Polo,  Pedro 
Simón  Abril,  el  maestro  I-'.  P.  de  Oliva;  Fr.  Luis 
de  Granada,  IX  Juan  de  Jáuxegui,  Mateo  Alemán, 
los  hermanos  Argensola,  Meléndez,  Samaniego, 
Capmani,    Clemencín,    Alarcón,    sin    contar    otros 


El.  €l.O>  ACUSATIVO  MA.SCP1  B*  • 

muchos  escritores  que  Cuervo  no  tuvo  lugai  | 
examinarlos. 

c  o  Que  hay  otro  gran  numero  de  buenos  au- 
tores que  usan  una  y  otra  forma  indistintamente 
v  como  equilibrándolas  según  el  buen  sonido  de  la 

Cierto  que  faltan  en  esta  lista  los  dos  grandes 
nombre:;  de  Cervantes  y  Lope,  que,  como  casteüa- 
006  preferían  el  le;  pero  no  dejaron  ellos  mismos  de- 
usar  el  otro  pronombre  en  muchas  ocasiones,  y  esto 
puede  decirse  de  otros  casi  tan  famosos 

I  a  \cademia  Española,  en  esta  difícil  cuestión 
se  deió  llevar  hasta  hoy  de  la  corriente  que  parecía 
mas  poderosa  v  bien  encaminada. 

\sí  cuando  Salva  (i)  propuso  que  se  adoptase 
L-l  le  cuando  hiciese  referencia  á  personas  o  cosas 
personificadas  V  esta  opinión  fué  aceptada  por 
Bello  entre  otros,  y  parecía  responder  a  un  i 
rio  instintivamente  seguido  por  nuestros  mejores 
hablistas,  creyó  poder  encauzar  el  buen  uso  de  la 
doble  forma'  pronominal  recomendando  aquella 
distinción,  v  á  este  objeto  se  dirigían  la  adverten- 
de  las  anteriores  ediciones  de  la  Gramática  y 
aun  las  del  actual  Diccionario  (1898)  en  los  artícu- 
los I.E  V  L'  • 

Pero,  mejor  informada  sobre  aquel  extremo,  se 
limitó  en  los  últimas  impresiones  d<  se  Gramática 
á  decú  (pág.  235)  «Para  el  acusativo,  en  genero 
masculino,   se   admiten   indistintamente    LE   y   LO. 

,„     Crcvó  Salva  haber  hallado  esta  fórmula    ! 

,«V  también  caaBdo  se.    ' 

br<^  J'    00 


152  El,  «LO»  ACUSATIVO  MASCULINO 

Podrá,  pues,  decirse:  Antonio  compuso  un  libro  y 
LE  imprimió,  ó  1,0  imprimió;  mientras  la  costumbre 
no  dé  preferereia  al  le  sobre  el  lo  ó  viceversa.» 

Así,  pues,  y  como  dice  uno  de  los  buenos  críti- 
cos ya  mencionarlos:  «Hará  bien  cada  uno  en  se- 
guir la  escuela  que  mejor  le  parezca,  con  tal  que  no 
se  propase  á  decidir  nmgistralmente  que  yerran  los 
que  sigan  otra.  Deben  conocer,  por  lo  menos,  que 
el  uso  ha  estado  5'  sigue  indeciso:  que  sobre  ello 

Cerliuil  (¡rammatici,  A  adhuc  sub  índice  lis  e^t.» 


ÍNDICE 


l ¡.i  LA  v  el  LE  y  l'i  Academia .' '  7  ",',"       5 

las  decünaciones  de  los  pronombres. 

ti  _/«,  etimología  v  la  Gramática • 9 

S„  empleo  y    ransforma- 
ci,„  I    M«üa.  Aparición  de  la  forma  la 

En  el  siglo  xvn  la  apoyan  algunos  gramáticos 
v'la  desautorizan  otros.  Confusión  con  que  se  es- 
tudiaban y  aplicaban  los  casos  de  dativo  y  acusati- 
vo ,  n  este  pronombre.— La  Academia  en  '734  y 
confundía,  asi  como  los  gramá- 
SanPedro  (1769) 

pija  academia  la  buena  do.  trina  -ni- 

,„„t,     Hermosilla    (1826);   pero    antes   y  después 

principales  gramáticos.— 

Dnanimidad  actual  sobre  este  punto. 

III  — Ims    autoridades •  •  • '  ' "  '  ' 

Cómo  deben  entenderse.— Conven»  puntuau- 

textos    ejempl 

•,n  de  la  Cruz 2* 

I     , 

Fray  LUIS  i>i    I. i  SON * 

RVANTES  SAAVl  DRA « 

Krav  Lora  db  Granada * 

p,  aíonso  Rodríguez 

!'     1. 1     AVELLANEDA «| 

OA ,, 

u.  Pedro  Calderón  di   la  Basca " 

d.  Francisco  de  Qusvedo |' 

■  mil   MORAL    \   I'MUo 


'54  ÍNDICE 


Tirso  de  Molina 

P     '-  i  Moset;  £3 

F     r,.;  rs    ni     i, A    pi  i  Nr).  ■•  ■  -o 

F    Andrés  Pérez  1 

D.  Bernardo  de  Valbüen \. 7 

P.  Pedro  de  Rivadeneira  7 

P-  Luis  de  la  Palma  . .  8 

P-   Juan   DE    Marías fa  86 

D.  diego  de  Saavedra  Fajardo 8 

los    Akgensolíí  '  9° 

Esteban  Manuel  de  Villegas 9? 

p.  Alonso  de  Villegas 96 

F     Jt    «     1    OSEBIO    NlEREMPER' 

D.  Antonio  de  Solís  ...                        '  °- 

El  Conde  de   Rebolledo                       104 

F     -Martin   ce   Roa                                                 '-9 

D.  Luis  de  ülloa  y  Pereira ' IO 

Juan  Pérez  de  Montalb &n                          ' '  - 

Sor   Juana    Inés  de  la   Cruz      ,l3 

Autoridades  modernas '  2° 

IV"l:',,n?e'"  >  causas  de  la  conservación  del  la  dativo 

Se  uso  primero  en  el  lenguaje  oral  y  pasó  á  lo  escrito  " 
en  sus  formas  mas  sencillas.-c¿¿s  mas  co^fca 
^.-Reglas  ,|u,  se  proponen  para  explicarlos  - 
sentido  S"?,"8  l3S  *  «««««ni»  latiuLs.-Doble 
llevan  'l^Ú^mos  verb°S-  Según  el  pronombre  que 
llevan.-  Diferencia  entre  la  fórmula  ideológica  v 
su  expresión  gramatical—Reglas  que  de  estTdfe 
conformidad  se  deducen— Ejemplos \w^£T-5¡¡ 
eufonía  explica  otros  casos—Dativos  rebeldes 

V'lÍ"LaTM°/¿af~:'(u"1  /or'"«  «  Prejerible?. ...  .  „ 

^erdaaerís  toc°g,a  ^.aP1¡<***  "Dónde  estante   'M 
naryasoíu1icrnCaSOÍ  "»—■-»««»»  de  la  doctri- 

VI.— La  última  autor, dad  del  Sr.    Valbuena... 

Es  inaplicable  el  texto  de  ,726  contenido   en 'el  Ói¿      5 
cwnar.o    de    la   Academia— 1  itro  caso  de  cit  r  sin 
fundamento  la  Gramática. 

Vil.        Í.7     lo     ,/U,  ,  ,    .. 

Calificativas  dil  Sr.   VíJhusní  1  Ice    ,u     ussm    '       ,',   '** 

&o?vi— Quiénes  lo  usan  hoy.— Opiniones  de  gra- 
máticos y  filólogos  sobn  est,  punto— Autoreslan- 
Lgiios  j  modernos  que  lo  han  preferido  -Parecer 
de  la  Academia  —Libertad  absoluta  en  el  empleo 
de  lo  ó  fc  acusativo  masculino. 


ERRATAS 


iin.. 

Dea 

IO 

36 

DICE 

DEBE  DEC1ÍÍ 

9 
1 1 

Gramática  histórica 
aún 

gramática  histórica 
aun 

II 

41 

aún 

aun 

19 

"6 

77 

34 
18 

1 
3 

impresiones 
concedo 
deitantas 
dominico 

reimpresiones 
concedió 
de  tantas 
dominico 

OBRAS  DE  DO»  EMILIO  COURELO  Y  MOB.I 

^so  DE  MOUHA.  /«,«(.S««o««  Wo-WM.o^/.*»*-  Madrid, 
'"v^v  obhL^os  E^or.  bb  <Wt  Madrid,  1896, 

to  cor«   Madrid,  1896,  en  8.°,  2  ptas. 

d  SaWo   Madrid,  1898,  en  4°  (Agotado.) 

DONRAM6,  pb  L*  CKC,  v  SOS  o«u*.  Ensayo  topafieo  y 

pjsra»"  fsa^s^ v¿>  ron  pr6,ogo  y 

Sotas.  Madrid,  1900,  en  8.  ,  4  ptas.  „oHriH 

jTan  nrx  ENcrs-A  y  tos  oH««.«  «  ««»»  «/""«"■  i,adnd' 

''mSíÍ'Í.1  Sría  I**»*.  *  £*^i*«.  Madrid,  .901.  en  8.°. 

6  2^-.  M»  U  Jtt.  A»a»  Cato,  poeta  madrileño 
del  siglo  xv.  Madrid,   1901,  en  8.  ,  2  pías. 

tooi    en   8.°,  i  ptas. 

'«¿,1*  *  **«"*  (del  siglo  XV.).  *™.V"*™™  S?  , 
publicada,  con  advertencias   y  notas.   Madrid,   1901,  en  , 

drid,  1902,  en  40.  «  P11-  ...     ¿.   R„. 

El  supuesto  casamiento  de  Alman.or  con   una  h„a  de   Ber 
mudo  II-  Madrid,   1903.  en  4-  .   «  P1*- 


•"^  "SEL!*  ltoSSt  1903.  «.  8«,  1  Pta. 

-  sóbrela  h  «¿rom 

(  ^^v^  S^íSL.  ^^   x,o5,  en  8.  , 

^^■*—  *6^,^.I'I,i,*,"" 
Tir^  y  .¿tas.  Madrid    I9«*.  «  ^        P      ^^  ,  M^ 

Madrid,   1906.  en  8'  '  ,3  P™T  „.,„  ¿,  Tirso  d*  VoMm.  Ma- 

|W  Madrid,  190*  3;  ■      P^        4¡ons()  de  Castillo .  Sotórzano- 

Noch4S  de  placer.  Novelas  de  V.  *»> 
Madrid;  1906.  en  B.\  3  V**-  Plfia.  Madrid,   19*. 

Casos  prodigiosos.   ¡W»  <"  i- 
8  o    3  ptas.  .         T    t  os  Morantes.  Madnu- 

ios  gra»d«  «HgmA»  ,  panoles.  I.  E°s 
1906,  en   8.°,  2  Pt^.  <0.   Novelas  <U 

9lJs  HarpU*r  en ^*¿^S&A,  i<¿.  en  8«.  3  pt- 
D.  Alonso  d«  Casino  S»'^  a«°  ^  *  ,os  ¿ma„í«  *• 

^■¿«ifflrr     lSaíasBaroadi«,(E 
^  LÍff'AáSrJar  -^3.  Madrid.  ,90, 

Si  <-  -HJ*;  ^ÍJl ,908,  *  °  ™  volumen». 

'        °6"«  ?,í^í  £  U^tade^  apañóla.) 
,  ptas.  (Ediaón  de  la  .  g      3  ptas. 

Fo«oio£ía   ,  :'Es^,a.  Madrid,   X909,  en  8. 

Satisfacción  a  la  A*dtm*       '  DE  calígrafos 

DICao.AR,o  «-£»  ¿""¿K&.  Nacional.  (Para 

"t  OWS,^  deí  Estado.) 
publicar  á  expensas  del  m  ^ 

Véndense  en  la  Iberia  de  la  señora  viuda  de  K.C. 


del   Arenal,    I. 


K 


o  u 

<D    O 

•P 
O 
O 


u  w 
o  -^ 

co  "í 
a)  co 
J  o 


UniversityolToronto 
Library 


donot 

REMOVE 
THE 
CARD 
FROM 

THIS 

POCKET 


Acmé  Library  Card  Pocket 
LOWE-MARTIN  CO.  LiM»TED 


!I-WW«W3