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CONCAS
bre Los Enseñanzas de lo
Hispono-Americana
1900
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SORRE LAS ENSEÑANZAS
DE LA
GUERRA HISPANO-AMERICANA
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POR
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CAPITÁN DE NATÍO
VICEPRESIDENTE DE LA SOCIEDAD GEOGRÁFICA DE MADRID
BILBAO
Imprenta y LitografIa de Ezeqviel Rodríguez
Sucesor de Juan E. Delatas
1900.
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SOBRE LAS ENSEÑANZAS
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CAPITÁN DE 1ÜVÍ0
VICEPRESIDENTE DE LA SOCIEDAD GEOGRÁFICA DE MADRID
BILBAO
Imprenta y Litografía de Ezequiel Rodríguez
Sucesor de Juan E. Delmas
1900.
SOBRE LAS ENSEÑANZAS
DE LA
GUERRA HISPANO-AMERICANA
Desde el mismo día en que se declaró la guerra
entre España y los Estados-Unidos, no ha habido
escritor, político ni publicista, que, viniera ó no á
cuento, no haya sacado ejemplos, descrito sucesos y
deducido consecuencias perfectamente acordes á pre-
visiones, discursos ó escritos anteriores, aunque para
ello, en la mayoría de los casos, hayan tenido que in-
ventar los hechos y desfigurar los sucesos para
acomodarlos á la intención propia, de modo que res-
pondan la supuesta clarividencia de los autores;
aunque á la luz de la verdad y de la historia, los
hechos relatados, tengan tanto que ver con la guerra
hispano americana, como con las campañas de
Xerjes.
No es esto negar valor científico á la mayoría de
esos estudios, si se consideran como disquisiciones
abstractas de estudios profesionales; pero para estu-
SOBRE LAS ENSEÑANZAS
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diar una guerra determinada hay que describir
la guerra tal como fué, y no como pudo haber sido á
juicio ó conveniencia del autor, pues por nuestra
parte, habiendo sido en ella testigo presencial y con
motivos de buena información, podemos asegurar que
muchas conclusiones están alteradas ó inventadas en
tantos escritos que se dan por bien enterados, entre
ellos en los largos artículos publicados de Marzo á
Octubre de 1900 en la Bivista Marítima Italiana por
el conocido publicista italiano Sr. Bonamico, bajo el
epígrafe de Insegnamknti della guerra ispano-
AMERICANA.
Es esto muy sensible, precisamente por tratarse
de un escritor italiano, pues de los marinos franceses
é italianos esperábamos nosotros otra clase de estu-
dios, que aquí no han de poderse hacer en mucho
tiempo; con tanto más motivo cuanto bien pudiera
hacerles falta, estudios tanto más fáciles para los
dos pueblos citados, cuanto con mirarse á sí mis-
mos y ver sus virtudes y sus defectos , podían
haber conocido las unas y los otros del otro pue-
blo latino, y con haber recordado su propia historia
del mismo ayer, no tan distinta de la nuestra de
hoy, saldrían por sí mismas las enseñanzas, pues
de todo se desprenden los pueblos como los hom-
bres, menos de la sangre que constituye la idiosin-
crasia de su ser y que, buena ó mala, hacen á cada
pueblo y á cada hombre tal como es, y nó como en
sueños suele Verse por adoración á pueblos extraños
de su raza. Así, que no es á nuestro juicio conocer el
pueblo español, suponer que el Almirante Cervera
DE LA GUERRA HISPANO-AMERICANA 7
podía y debía prescindir para sus decisiones de los
gritos della piazza como por cien veces sostiene
Bonamieo, pues si los gritos de la piazza son de la
nación entera, si á esos gritos se une la prensa en
masa y al frente de ese movimiento de mejor ó peor
gana se pone el Gobierno de la patria, por grande
que sea el dispara te, no ya en España, ni en el uni-
verso entero, hay un Almirante capaz de desobedecer,
como también indica someramente Colomb, pues ó
las corporaciones militares son brazos de un cuerpo
sin cabeza ó la disciplina militar es un mito, y las
sociedades que crearan tales elementos, sería para
quedar á merced del primer caudillo que siguiera la
originalísima teoría que se sostiene.
¡Qué es cierto que de no haber ido la escuadra á
las Antillas hubiera sido la salvación de Filipinas, qui-
zás de parte de la deuda cubana y siempre de los tér-
minos de la ominosa paz! ¡No hay duda! ¡Qué por esta
razón estratégica, tan defendida por el gran escritor
americano Maham, no debió ir! ¡Tampoco!
Pero todo esto que son razones poderosísimas
para que no se hubiera mandado por quien podía
disponerlo, no son el menor argumento para sostener,
no la ya conveniencia, sino la obligación de una
desobediencia, apoyándola en fáciles argumentos de
hechos consumados y sosteniendo teorías más peli-
grosas para la seguridad del Estado que la pérdida
de cien escuadras, como es la pérdida del respeto á
la ley, conquistada por veinte siglos de sacrificios del
mundo civilizado.
El Almirante Cervera debió dar su opinión y la
8 SOBRE LAS ENSEÑANZAS
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dio con varonil entereza* Pidió su opinión á sus
Capitanes y estos la dieron con igual energía. Recibió
la orden de salir ¡jara las Antillas y unos y otros
obedecieron, sin que á nadie se le pasara por la ima-
ginación someterlos á un Consejo de guerra, como
dice Bonamico, pues obedecieron dando su opinión,
obedecieron cumpliendo las órdenes superiores, sin
que á nadie se le ocurriera románticas indisciplinas,
que no caben sino en la mente de novelistas.
Tomado de Wilson, y sin más investigación, discu-
rre igualmente Bonamico, como otros muchos, sobre
los torpederos españoles. Sobre esto se me ocurre
contar la historia de aquél que describía las fatigas
y peligros del parto de su tía; y al que hicieron obser-
var que la tía había muerto hacía veinte años y que
era el tío y no la tía el que se hallaba en el lugar de
la ocurrencia, y de lo que salió diciendo: ¡pero si
hubiera sido mi tía! Así, pues, no sabemos como meter
en la cabeza de los muchos que han disertado sobre
los torpederos, de que ni en las Antillas ni en Fili-
pinas no había ni uno, ni medio, ni la sombra de
ninguno. ¡Pero si los hubiera habido! Entonces si
hubiera sido la tía, pero fué el tío y nada más que
el tío.
Desgraciadamente no había ningún torpedero en
los mares de operaciones, y los únicos tres que se
pensó en enviar y que no pasaron de Cabo Verde,
fueron seguramente una de las causas determinantes
del envío de la escuadra á las Antillas. No hubo, por
desgracia, la suficiente energía, ni para enviarlos,
ni para dejarlos de enviar; así que adelantaban
DE LA GUERRA HISPAN O- AMERICAN A
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un paso ó se detenían, según oscilaban dentro de las
altas esferas del Gobierno la intención de enviarlos
ó el temor de producir un casus belli: y asi fué que
ni esos tres llegaron á su destino, mandados regresar
desde las islas de Cabo Verde; por consiguiente
todas las enseñanzas que se pueden obtener y cen-
suras que se hacen sobre operaciones fabulosas no
es de lo que hicieron, sino si acaso, de lo que hubie-
ran podido hacer de haber existido.
Ridiculiza Bonamico mis palabras de la defensa
l\e*^t^o cuando digo que Dewey atacó á la escuadra del
Almirante Montojo con cruel frialdad á modo de nego-
cio que trascribe en español, y ciertamente que de-
bió leer de prisa, pues en la página 48 de la defensa
impresa, dice: «en el United Service Institution, página
440 en la publicación de este año (1899) el Almirante
Colomb dice: «Dewey se colocó á tal distancia, que
ni los buques ni las baterías pudieran hacer una con-
testación adecuada á su fuego, ejecutado con cruel
1 frialdad á modo de negocio (business likej por parte
de los americanos; y una parada patética de quijo-
tesco valor en el lado contrario.»
Y en la página siguiente, digo yo: «Entabladas las
batallas, lo fueron siempre como deben entablarse, á
modo de negocio.»
De modo que lo de á modo de negocio no fué Con-
cas quien lo dijo, sino el conocido Almirante inglés
Colomb, hoy difunto; y que no solamente ni yo ni
ningún español se ha dolido del caso que merezca
ridiculizarse, cuando por el contrario consta escrito,
que yo hallaba perfectamente natural, de que á la
C-
10 SOBRE LAS ENSEÑANZAS
guerre comme á la guerre, y de lo que se deduce, como
clásica enseñanza, que si hubiese sido la tía como fué
el tío, pudiera ser que lo dicho hubiera sido como lo
cuenta Bonamico, cuando es todo lo contrario.
Copiado de Wilson, sin más criterio, carga Bona-
mico á las fuerzas españolas, el crucero acorazado
Cataluña, botado al agua el 4 de Septiembre de 1900,
es decir, después de dos años de hecha la paz; tam-
bién carga á la misma los otros cruceros acorazados
de 7.000 toneladas Cisneros y Princesa de Asturias,
que hoy mismo aún no han probado; los cruceros
Alfonso XIII y Lepanto no terminados, y una porción
de carboneros, cuyos nombres, yo, Jefe de Estado
Mayor de aquella escuadra, jamás había oido; y por
supuesto discurriendo largamente sobre la utilización
de los tales carboneros con palabras duras para el
Almirante español, que perdonamos generosamente
inspirándonos en aquellas palabras del Señor: ¡per-
donadles que no saben lo que se dicen!
Sólo es cierto que el vapor Alicante fué puesto á
disposición del Almirante, pero el Alicante era un
buque hospital, no carbonero, estaba en la Martinica
y supuesto que se destruyeran las instalaciones de
hospital, tenía que tomar un cargamento entero de
carbón. ¿Se lo darían? ¿Si se lo daban podría ocultarse
el objetivo? ¿Podría jamás llegar á Santiago? ¿Cuan-
do? Quizás en Septiembre de 1900 cuando llegó al
agua el crucero Cataluña.
Undici navi moderne di oltre 17 miglia de 80 mile
tonelate (pdg. 230).
¡Asi se escribe la historia!
DE LA GUERRA HISPANO-AMERICANA 11
Objeto de larguísima discusión es la tesis que
sostiene Bonaraico, de que Cervera debió llevar su
escuadra á Cienfuegos, en términos de majister y
no siempre suficientemente correctos; los que nos
autorizan á su vez á decir que el que tal hubiera
hecho habría demostrado la mayor incapacidad.
Cienfuegos está en el fondo de un golfo, que se puede
bloquear con toda comodidad desde cien fondeaderos
cercanos; la entrada tiene una de las orillas baja y
dominable por la artillería de los buques, que con
200 hombres de desembarco bajo los fuegos de aqué-
lla hubieran levantado impunemente los torpedos; la
islita que constituye esa boca hace imposible desple-
gar en ella fuerzas del ejército, si la dominan desde
el mar, y ni puede defenderse desde la otra orilla
interior del puerto por el bosque y el bajo fondo. La
defensa consistía en dos cañones Krupp... de 9 c /m y
y dos Hontoria de 12 c / m prestados por la marina, y
unos cañones viejos de hierro, cuyos proyectiles no
llegaban al mar.
¿Y una vez tomada la boca del puerto y acumu-
lada allí toda la escuadra americana, que hubieran
podido hacer los cruceros españoles, ni 40.000 hom-
bres tirando balas Maüsser contra los costados del
Oregón? ¡Ni que necesidad de desembarco, que pre-
cisamente en Santiago de Cuba, no tenía más razón
que no poder tomar la boca del puerto!
Es cierto que los Estados Unidos lo bloquearon con
empeño, pero había dos razones: la primera que se
había dicho el disparate de que la escuadra de Cervera
llevaba municiones para la Habana — lo que dejamos
12 SOBRE LAS ENSEÑANZAS
» i"VS\S\SVA^svs\s\s%sv%s\s*-'V/V/* '■ ,1 * , "» ■*»**** y* '^^»**/V^•\yV•■-/■«/V/^/ ,
á la consideración de toda persona competente, si
unos buques que seguramente iban á dar con fuer-
zas superiores, iban á ir sobrecargados de pólvo-
ra y granadas, cuando hoy apenas cada nave tiene
sitio para las suyas, — y la segunda razón era el blo-
queo mercantil, pues es evidente que de poco servía
bloquear la Habana, si quedaban libres los puertos
unidos con ella por la red de ferrocarriles.
El desconocimiento de los lugares y de las cir-
cunstancias de la guerra se marcan en casi todos los
escritores, menos en los americanos, pues sin ello no
hubiera Bonamico censurado como lo hace la marcha
de Escario por haber tardado once días en recorrer
180 kilómetros, marchando por veredas casi siempre
de á uno en fondo, por un bosque completamente
virgen, en país montuoso, y hostigado por los flan-
cos, bastando que hallara árboles grandes atravesa-
dos en el camino, como era la táctica de los cubanos,
para hacer el avance dificilísimo. Y es imposible
seguir la discusión cuando falta el conocimiento de
los hechos, de los lugares y de las circunstancias y
cuando, como lo confiesa Bonamico, toda su guía es la
citada obra de Wilson, escrita to make money with y
para justificar el papel poco decoroso de Inglaterra.
No se nos achacará de parciales, si decimos que los
únicos escritos consultables son los de los publicistas
americanos con poquísimas excepciones, pues jingos
los hay en todas partes, y de lo escrito en Inglaterra,
únicamente lo tomado de tales fuentes, como los
artículos del coronel G. S. Clarke, publicados en el
Anuario de Brassey de 1899, cuyas últimas líneas
DE LA GUERRA HISPANO-AMERICANA 13
*^\y»./* /v**v/* *vs\s«^«s«s»/\svsv^sv/v^'V'v^*^^'V*v/\As«Ay'w«*v^s\svs\/*s»''
dicen que todos los datos se los han facilitado los
capitanes de navio F. E. Chadwick, C. F. Goodrich
y el capitán de fragata J. S. Colwell todos de la
marina de los Estados-Unidos. Y fuera de eso, la rela-
ción espartana de documentos publicados por el Almi-
rante Cervera y permítaseme agregar el libro mío, La
Escuadra del Almirante Cervera, de el que dice Bona-
mico, recentíssimo libro, como expresando tanto que
acudimos tarde á la palestra, como que no pudo
tenerlo en cuenta para sus artículos; y á lo que
observaremos que el ejemplar que tuvimos la honra
de remitirle era de los últimos de la segunda edición,
agotada la primera hacía meses y que por consi-
guiente nada tenía de reciente; libro que juzga apa-
sionado contra los americanos, de cuyo cargo nos
defendemos con lo escrito en dicho libro, pues ni en
él, ni en éste hacemos más que elogios de los que
fueron nuestros enemigos, cuando á Bonamico po-
dríamos hacerle cargos d§ servil copista de Wilson,
cuya procedencia debió serle bastante sospechosa
para que, usando de su admirable criterio, hiciera
de todo más seria información.
Juzgar la guerra como se juzgan los ejercicios,
induce á grandes errores; pues si en un ejercicio se
trata de forzar un puerto, por ejemplo, es un ensayo
para el caso en que aquella operación conviniera
realizarla en el plan de campaña; pero en la guerra
real y efectiva, hay que ver siempre la finalidad, y no
se debe alcanzar un puerto ó una posición cualquiera
ó enviar una fuerza al campo de operaciones, sin
antes saber que es lo que va á hacerse allí y que
14 SOBRE LAS ENSEÑANZAS
■►AAAAAAA
nueva situación creará la operación que se intenta.
Salir por salir, ante fuerzas inmensamente superio-
res, como se sostiene en tantos escritos, no resiste ala
menor crítica; y si en junta de guerra hubo opiniones
de que la escuadra saliera de Cuba para Puerto
Rico, fué por presión del hambre que se preveía, no
para mejorar de situación eligiendo el puerto desig-
nado por el Gobierno, nunca el de Gienfuegos que
era demostrar la mayor nulidad estratégica, mal que
le pese á Bonamico.
• •••••■•"•-••••«••-••
^.•.•••••••••l
II
Las circunstancias de la guerra pasan no sólo
desapercibidas al crítico italiano, sino que son objeto
de la mayor confusión.
Sostiene en primer lugar que Cuba estaba en ma-
las condiciones para el bloqueo, cuando por el con-
trario jamás volverán á presentarse otras más favora-
bles para los bloqueadores.En efecto: la Isla de Cuba
está rodeada de un semillero de islas donde las sim-
patías eran todas por los americanos, allí tenían es-
pías y simpatizadores por todas partes, la Mole de
San Nicolás en Haití, neutral, era una base de ope-
raciones de la escuadra de los Estados-Unidos; Ja-
maica, soi dissant neutral, otra base con todas sus
consecuencias. En la misma Isla tenían una revolu-
ción triunfante que los apoyaba; la población espa-
ñola, en gran parte, apenas si solo cubría las aparien-
cia, temerosa de perder sus intereses; y las sociedades
masónicas tenían dominado hasta los principales cen-
tros de gobierno. '/Tenían prácticos del país, confiden-
cias, puertos, sus propias bases de operaciones en
16 SOBRE LAS ENSEÑANZAS
\***\s*y\ssr\f\^ *» ^.^.^ ^^^ a^^^**^ ^
las Tortugas y Cayo West, sobre el único puerto for-
tificado de la costa Norte. Y si eso son dificultades,
confesamos ingenuamente que las campañas de Su-
ffren en el Océano índico y las de Méndez Nuñez
en el Pacífico á miles de leguas de su patria y todo
hostil, debe ser algo mitológico que ya no compren-
deríamos, si se llama difícil al llamado bloqueo de la
Isla de Cuba.
Como dijo el Almirante Cervera en una de sus
comunicaciones reservadas, hacía mucho tiempo que
Cuba no era española: los mismos españoles que
figuraban en primera línea, casi en su mayoría pa-
gaban sendas contribuciones á Máximo Gómez para
que no les incendiaran sus fincas; y mientras en Ma-
drid hacían oir su voz en las más altas esferas, ó en
París se gastaban sus rentas: un destacamento del
ejército les guardaba los ingenios, debilitando nues-
tras fuerzas, así fraccionadas hasta lo infinito. A esos
ingenios acudían periódica y puntualmente las par-
tidas; disparaban unos tiros al aire á cuatro ó cinco
mil metros, que eran contestados por el destaca-
mento, con lo que constaba que el dueño no era
insurrecto; y cobrado el estipendio convenido, conti-
nuaba su camino la partida recaudadora de contri-
buciones; seguían las faenas del campo como si tal
cosa y solo el destacamento vivía atrincherado ya
ahuyentados los enemigos.... apesar de que con un
fósforo á los cañaverales podían haber terminado en
un segundo semejante comedia. Si con esos auxilios
la guerra era difícil, confesamos nuestra ignorancia
de lo que es la guerra fácil.
DE LA GUERRA HISPANO-AMERICANA 17
No nos referimos á esa masa indocta de espa-
ñoles que no tenían nada que perder y genuinamen-
te patriotas, con la lengua y con las obras en el
campo de batalla; sino de la gente culta y enriqueci-
da, entre los que había muchos más partidarios de
España, entre los cubanos ilustrados que entre los
propios nacionales, y no por simpatía, sino por ver-
dadero conocimiento del país y del porvenir que les
espera, ya independientes ya yankes, que no es otro
que caer en manos de las razas de color.
Por parte del Gobierno español, estaba tan deci-
dido á que no hubiera guerra, que aún en medio de
ella se entregaba á los más ciegos optimismos, tanto
que el 12 de Abril de aquel año 1898 decía á Filipinas
que no habría guerra: y el 29 del mismo mes, ocho
días después de rotas las hostilidades, salía el Almi-
rante Cervera con su escuadra sin una noticia clara
y terminante de que la guerra estaba declarada y
que España la aceptaba, de buena ó mala gana, pero
que la aceptaba.
Siguiendo el escrito de que nos* ocupamos y que
salta de Occidente á Oriente, queriendo abrazar en
una las enseñanzas de la guerra, se cometen iguales
errores al apreciar la situación de Filipinas. Allí no
había una insurrección magna, como se supone, pues
sólo la insurrección ya dominada existía en la pvio-rt
vincia de Cavite, dejando sí rescoldo, pgi^iviiíígf'aai)
incendio. Allí, apesar de qm'\\J&onñxnwoiftftvm& 1q;
contrario, calza la id^fíe^fíueatotfq m^dfil^nw .&<&\
Almirante Mon^o,ifl J ertf§e#'gar l&s.f^^na^^v^}^ 0jt&
los arreQtfps^ii&tttf, $>ftt>ftjqu#)0 ^K^íSbqiieiAfíjbMfe
18 SOBRE LAS ENSEÑANZAS
^* ^^V* *\*+ ^/W* ^ **>\SNS*^S\S*.'\/V^SVS*SV*V^/«.S\S\S* «VV«.S*SK/V'\S\SV^S>SSSV« **^\/w/*-« /
■» SVSS^ /» AAA^A*
el critico italiano, que muestra ahí más que en las
Antillas desconocimiento de las cosas y de la loca-
lidad, vamos á hacerlo nosotros en brevísimas
palabras.
En los ríos y en los arrecifes del Sur, dentro de
islas y pueblos completamente adictos, con mares
poblados de arrecifes, con corrientes de cinco y seis
millas, sin comunicaciones, sin cables y sin grandes
ciudades que atacar, la misión de la escuadra de
Dewey hubiera sido poco menos que imposible, de
haberse decidido al ataque y siempre una amenaza
á toda su linea de comunicaciones. Seguramente que
eso no resolvería la guerra, pero permitía ganar tanto
tiempo como hfciera falta para que se resolviera el
conflicto en las Antillas ó en la Península, que es
donde se tenía que resolver.
Pero veamos lo que esto significaba en Filipinas.
En primer lugar el incendio de todos los buques que
no podíHH ir con sus máquinas; el incendio del Arse-
nal, que como Arsenal de invasión estaba delante de
♦
los fuertes é indefenso al mar; la necesidad de desa-
lojar la ciudad de Cavite, poblada en su mayoría de
europeos, ciudad que una vez desalojada no la
hubiera podido tomar Dewey, defendida con tirado-
res desde las playas cercanas, y un par de bata-
llones en sus sólidas murallas, ni la hubiera destruí-
do para no gastar tantas municiones. Seguía á esto
la resolución de sufrir el bombardeo de Manila
para lo que era preciso reconcentrar todas las fuer-
zas europeas sobre el ferrocarril de Daguan para
alimentar la capital y el pueblo interior, que se de-
DE LA QUERRÁ HISPANO-AMERICANA 19
signara de refugio; y el concentrar las fuerza» euro-
peas era abandonar la numerosa población europea,
esparcida por todo Luzón, con la inmensa gravedad,
que esto entrañaba al venir las fuerzas americanas
acompañadas de Aguinaldo.
¿Y estas medidas realmente de defensa desespe-
rada, que requerían grandes gastos y el convenci-
miento de la imprescindible necesidad de medidas las
más violentas, cree Bonamico ni nadie que las pue-
da tomar una autoridad ligada por el cable con su
Gobierno, el que el mismo día 12 del mes de Abril
aseguraba que no habría guerra y en telegrama ante-
rior del 12 de Marzo usó la extraña palabra reyerta
como cosa sin importancia?
A tal punto copia de Wilson, sin siquiera coger un
compás, que acepta los agrios cargos contra las bate-
rías del Corregidor, porque no tomaron parte en la
batalla de Cavite, cuando el absurdo de que hubiera
cañones que vieran impasibles el combate, debió por
sí mismo llamar la atención, para ver que de las ba-
terías al sitio de la lucha habían 21 y 22 millas, que
hasta la tierra de San Roque se interpone delante de
la línea recta de una de las baterías y que sólo en-
viando los proyectiles por correo, es como hubieran
podido tomar parte en la acción, por lo que tan
graves, tan ligeros y tan ofensivos cargos se hacen.
¿Y por último, de qué parte oficial americano ó espa-
ñol ha sacado que la batería de punta Sangley estaba
inútil, cuando tiró mientras la dio la gana? Dewey,
que le dio más importancia y que razonablemente
debió suponer que allí había más artillería, lo que
20 SOBRE JLAS ENSEÑANZAS
dice es que no le causaron daño, lo que es muy
distinto. El que lo dice es Wilson, según Bonamico,
en su pág. 445, lo que ya sabíamos.
Volviendo ai Atlántico, repetiremos que en Espa-
ña dominaba un optimismo, que podrá ser tan absur-
do como se quiera, pero no por eso es menos positivo.
Nadie creía en la guerra y los mismos que la vieron
ya inevitable la suponían de muy pocos días, menos
aún de lo que ha sido efectivamente y con ello los
vapores carboneros que cita Bonamico en su pág. 84,
se dispuso que se contrataran en Inglaterra después
de la salida de la escuadra: es decir, había que bus-
carlos, llevarlos á Cardiff, cargarlos y que fueran á
su destino, y por consiguiente era evidente que no
podían llegar antes que la escuadra batida ó no bati-
da fuera bloqueada, en lo que nada pudo influir el
Almirante Cervera; ni en escoger las islas de Cabo
Verde, que tampoco las escogió, sino á las que fué
enviado y donde no ya carboneros, ni el carbón
necesario pudo adquirir, con pretexto de huelgas en
Cardiff, y eso en tiempo de paz. ¡Un sólo carbonero
hubiera cambiado la faz de las operaciones! Pero no
sabremos como decir una y un millón de veces que
la escuadra fué empujada á las Antillas sin un car-
bonero.
No reviste á lo menor honrada discusión sostener
que á un militar se le empuja, se le envía sin recur-
sos sin municiones, sin carbón en Marina, sin puerto
militar, sin apoyo, á la boca del lobo y luego se le
dice... ahí compóntelas. Si el Almirante Cervera hu-
biera tenido elección de operaciones, podía la histo-
DE LA GUERRA HISPANOAMERICANA 21
• S* »%^ M^V^»^**^**^ ***■»** AAAAA>> »Xrv>^.'\^*'S/»*V^ *\>^^
ria hacerle cargos, por no haber sabido sacar más ó
menos partido de lo que tenía, pero lo único que se
le dejó elegir fué el modo de ser destruido, sabiendo
lo que después vieron hasta los ciegos, y es: que su
destrucción era la rendición de España; y al salir de
Cabo Verde las cuatro valientes naves, iban irreme-
diablemente sentenciadas; palabras de Maham, no
mías, lo que decimos al crítico italiano, no le ocurra
lo que con las de Colomb.
¡Pero qué más que las mismas palabras de Bona-
mico, (pág. 457), en que se refiere á un escrito ante-
rior en que decía la partenza del Cervera con quel
pizzico di forza navále, che poteva é doveva divenire
il núcleo di una squadra potente^ é stato V erróte piü
grande é f átale fra é molti che ha prodigato in questi
ultimi mesi il governo di Madrid,..
No es posible mayores contradicciones consigo
mismo que las que en todo aparecen, pues si los
errores no crean situaciones imposibles no serían
errores, y juzgar las consecuencias de los errores,
como se juzgarían las de medidas acertadas, equiva-
le á sostener la teoría de los responsables de tanta
desventura, cuya sentencia es... que pague Cervera.
No es el menor de los errores en Bonamico supo-
ner que en Madrid funcionó una junta directiva de la
guerra como la que en Washington dirigió las ope-
raciones de la escuadra americana, pues en Madrid
casi ni el Ministro de Marina tuvo la iniciativa de lo
que se hizo en su departamento.
Es cierto que para determinar la salida de la
escuadra del Almirante Cervera se reunió una Junta
22 SOBRE LAS ENSEÑANZAS
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de Almirantes, á la que fueron llamados cuantos
había en Reserva, incluso los retirados del servicio,
y de ahí el número, apesar de no haberse nunca
adoptado tal procedimiento, y cuya reunión fué para
una pregunta concreta, cuya respuesta estaba pre-
parada de antemano.
Nada más expresivo para ver claro en este asun-
to que las palabras del Contra-Almirante Pasquín,
Senador del reino, ex-Ministro de Marina y actual-
mente retirado por edad del servicio activo. Dice
así: «...que antes de dar cada uno su opinión, importa
saber si es el Gobierno quien nos convoca como Junta
de Guerra, ó es solo el compañero el que nos invita
á exponer nuestras opiniones particulares, porque en
el primer caso cada cual es responsable de las que
emita y en el segundo no tienen otro valor que el de
consejos de amigo, y que de todos modos habiendo
sido convocados sin expresar el objeto, no ha podido
hacerse ninguna preparación para exponer planes
de la importancia y gravedad del que se nos pide.»
Es decir que no se sabia, si era una Junta, si una
reunión de amigos, sin aviso, sin preparación y lla-
mando á los hombres políticos al par de los Almiran-
tes en activo servicio.
Y sólo agregaremos que de tal modo se presenta-
ron las circunstancias, que creemos que de haber
sido Almirante, si hubiéramos tenido la desventura
de ser de aquella Junta, seguramente habríamos
opinado como la mayoría, cuyo silencio es el mayor
holocausto que puede hacerse en bien de altos prin-
cipios de interés nacional.
DE LA GUERRA HISPANO-AMERICANA 23
.,*• ^ ^ *n^ /**■
No hubo, pues, en España board de ninguna clase,
y la prematura muerte de los Ministros de Marina
y de Guerra/ de aquellos días, son muestra de
cuanto trabajan las penas en los hombres de honor
cuya memoria elevará la historia al hacer tristísimas
comparaciones.
En estas condiciones no estaba Cervera votado al
sacrificio, como en forma poco correcta estampa Bo-
namico varias veces, sin merecerle el respeto que
á los propios enemigos ha merecido la gran figura del
Almirante español. Cervera fué un soldado, dispues-
to á dar un consejo mientras pudo y á obedecer
cuando se le mandó. Pero ni sentó plaza de mártir,
ni de suicida para seguir la extraña pretensión del
crítico italiano, de que conociendo que iba al desas-
tre lo mejor era despachar pronto. Jamás estu-
vo dispuesto el Almirante, no ya al sacrificio inútil,
sino al sacrificio que entregaba á España á merced del
enemigo, y al hacerlo por orden de otra autoridad ha
borrado de su honrado nombre la triste nota de haber
sido él el que ha cerrado la historia colonial de
España.
Desconocemos la historia militar de Bonamico,
pero de sus escritos y de sus planes infantiles
se deduce que no es mucha su experiencia: y si cree
entre otras cosas, que las ciudades modernas están
dispuestas á repetir escenas de resistencia como
otras de la antigüedad, sin que nada enseñe la popu-
losa ciudad de Orleans rendida á cuatro huíanos, el
temor ridículo é infundado de las ciudades de los
Estados Unidos, el no menor terror del litoral de
24 SOBRE LAS ENSEÑANZAS
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España, creemos que por lo inocente merece univer-
sal renombre.
Precisamente cuando los sucesos de Fashoda hi-
cieron temer un conflicto entre Francia é Inglaterra,
los escritores militares de la primera nación soste-
nían en bellísimas teorías el plan de guerra defensi-
vo, de modo que las escuadras en los puertos
esperarían la ocasión, que no podía dejar de presen-
tarse.
¡Esperar la ocasión, ardiendo la Cannebiere!
¡Doblemos la hoja!
Sensible es que del combate no saque ni una en-
señanza y que califique de admirable la insulsa é
inexacta descripción de Wilson, rehusando el mismo
adjetivo que nos dedica, pues no queremos vernos
en tan admirable compañía. Compare la descripción
del combate y el plano hecho por los capitanes ame-
ricanos é inserto en el annual de Brassey de 1899 y la
mía, y verá el acuerdo de los que fueron enemigos,
que honrosamente escriben sobre los sucesos y aún
analice la del almirante Sampson á pesar de las
discrepancias de sus capitanes sobre todo en distan-
cias y allí hallará la verdad y no en la tantas veces
citada obra que le sirvió de guía y le ahorró el tra-
bajo de buscar antecedentes.
A renglón seguido y con igual desenfado se trata
de la salida de Santiago, con argumentos tan pueriles,
que si al que no conoce la localidad se le ocurren,
no podían dejar de ocurrírseles á los que en ello les
iba la honra, la vida y la fortuna. Los mejores jefes
americanos reconocen la imposibilidad de la salida
DE LA GUERRA HISPANO-AMERICANA 25
de noche: y ciertamente que pecan de soberanamente
ridiculas las observaciones que sobre esto hacen
Wilson y compañía, pues son de un género á las que
sólo cabe decir: ¡noticia fresca!
Las condiciones de la entrada en Santiago fueron
las que impidieron que Sampson forzara el puerto;
las tales condiciones hicieron que fuera absoluta-
mente imposible la salida de noche; las mismas con-
diciones hicieron necesario el desembarco de un
ejército, de todo punto innecesario en Cienfuegos y la
Habana por distintos motivos, pues el ejército ameri-
cano solo desembarcó para tomar la boca del puerto,
y esto es lo que debió hacer y no ir á Santiago, si el
general Schaffter hubiera cumplido como lea soldado
de su pais. Es más: tomada la población y mientras
no tomara la boca del puerto, la escuadra del Almi-
rante Cervera hubiera hecho retirar impunemente á
todo el ejército americano, mientras que tomada la
boca y levantados los torpedos, los grandes acoraza-
dos hubieran podido entrar uno á uno y de haberlo
conseguido, como es probable, aunque no impune-
mente, Santiago hubiera caído en sus manos sin gran
sacrificio y no en las de Schaffter, que era de lo que
se trató y no de servir á su país por parte de este
último.
Si el general Linares hubiera tenido siquiera me-
dia docena de cañones de batalla modernos con que
defender las lomas de Sevilla, no hubiera avanzado
la artillería americana con la impunidad que lo hizo,
y cuando ni mirando al mar, ni mirando á la tierra
había un cañón que mereciera el nombre de tal,
26 SOBRE LAS ENSEÑANZAS
***/>^y* /\*\*xy*^^*/»^^/-» ^v^^^n^n^^/n/v/v/V^^*'
contra artillería de la mejor del mundo y eso se
llama difícil, no se llamen campañas fáciles, nin-
guna, en ninguna parte.
Las consideraciones de la Junta de guerra, no
consejos ni cosa parecida, está completamente ter-
jivcrsadas: y es notable que después de tanto empeño
en sostener la salida, luego se censure porque no co-
rría prisa.
Ciertamente que el general en jefe fué el que dio
la orden de salida de la escuadra, cuando después de
pedirla, para recibirla había puesto en Santiago el
día de nuestra llegada cinco cañones de bronce de
1724 y en Cienfuegos dos de 9 c / m Krupp, todo lo que
por cierto era de su competencia, salvo que la ruina
de la escuadra traía la de España, no la de Cuba
sola, como equivocadamente se suponía.
También cambia Bonamico lo dicho en la junta
del 2 de Julio, en que no hubo consejo sino llamada
á bordo para recibir las órdenes de la batalla.
Sensible es que del combate no saque ni una en-
señanza ni una idea y que critique el hecho de haber
varado el Teresa atribuyéndolo, como Wilson, sola-
mente como un medio de perder menos vidas. No es
posible mayor desconocimiento de la guerra en tan
conocido escritor. ¿Qué cree que debe hacerse con
un buque cuya máquina está perdida en medio de
buques completamente invulnerables? ¿Dejar que el
enemigo se entretenga en ir matando poco á poco la
tripulación para que luego se apodere del buque
tranquilamente? ¿Echar el buque á pique y ahogar los
supervivientes del combate? ¿Para placer de enerai-
DE LA GUERRA HISPANOAMERICANA 27
gos y satisfacción de los causantes del desastre, que
sin duda hubieran dedicado un gran responso á los
héroes; con música de Stradella?
¡Y respecto al plan de batalla! ¿qué hizo Nelson
con el Victory en Trafalgar sino lo que se propuso
hacer Cervera en Santiago?
Imposible de seguir una obra como la de Wilson
en que nada se refiere á los hechos ocurridos y és-
tos juzgados de un modo que no les haríamos el ho-
nor de discutirlos, sino los hubiera amparado una fir-
ma para nosotros tan admirada como respetable.
&& ttft &fta¡&*& ^j&M ¡ ^^t^^^^*&&£!v& i iük ja m>'i&u*®&m * * ao. ¡i¡a ^^i^^^^^fl^&*flüii.&a¡a¡a &&
III
Como después de una pesadilla, el número de Octu-
bre de La Rivista Marítima Italiana en que Bonamico
hace ya un estudio general de orden político, abando-
nando la inspiración de Wilson, según el mismo
confiesa, página 265 (Septiembre 1900) onde consig-
liamo al lettore, que desiderasse conoscere con esattezza
i particolari: tattiei della bataglia de consultare il texto
del Wilson, etc., y apesar de que en muchas cosas no es-
tamos conformes, vuelve el escritor italiano á recobrar
su profundidad de miras y sus indisputables conoci-
mientos, á la vez que su independencia de criterio
que seguramente sería muy distinto de haber bebido
en mejores fuentes, y de no haber caído en la debili-
dad de hacer frases de pésimo gusto, como la sienta
y la tertulia, en lo que por decoro propio no lo imita-
remos, cayendo en la vulgaridad de hacer frases
semejantes del pueblo italiano, al que como todos los
del mundo, no les falta alguna conseja semejante.
Así, pues, desentendiéndonos ya de una vez de
Wilson-Bonamico agregaremos algunas líneas en es-
clarecimiento de asuntos de tanta importancia.
30 SOBRE LAS ENSEÑANZAS
*^/\^ a^«aa««am^^^A^^^4^^\A *»^r\**s* ">/\r*^»*v^* , vrw
r
Respecto á Filipinas: se perdieron estas islas para
la raza blanca el día en que los japoneses ganaron la
batalla de Yalú; y la propaganda revolucionaria, las
lójias; el levantamiento y la fácil campaña de los
americanos contra España, no son más que inciden-
tes de un drama que no ha terminado y cuyo final
es pasar las islas al dominio más ó menos direc-
to del Japón, suceso que es posible ocurra años an-
tes que hubiera ocurrido mientras las Filipinas esta-
ban bajo la bandera de España.
No puede tolerarse sin una enérgica repulsa la
eterna cantinela del atraso de las colonias españolas
ante la esclavitud y tiranía de las colonias holande-
sas, francesas é inglesas, cuando nadie en el mundo
ha hecho en las suyas lo que España en las islas Fi-
lipinas, en las que civilizamos y cristianizamos á toda
la población indígena, cuyos municipios podrían ser-
vir de modelo á muchos pueblos de Europa. Tratados
los indios de igual á igual, viviendo entre ellos con
completa confianza y con todos los medios de cultu-
ra de los europeos, precisamente por su adelanto
han sentido la influencia decisiva del Japón, de cuya
raza son los tagalos, no sólo primos hermanos, sino
que son de pura raza y apellidos japoneses todas las
familias que forman la antigua aristocracia de la
isla de Luzón.
Realmente las islas no están hoy en condiciones de
gobernarse solas, lo que constituye un grave proble-
ma para los mismos Estados Unidos, pues la fruta está
verde para ellos y no está lo suficientemente madura
para el imperio del sol naciente; de cuya circunstan-
DE LA GUERRA HISPANO-AMERÍCANA 31
cia y del encadenamiento de los sucesos podría hacer-
se un hermoso estudio de enseñanza, que aún nadie
lo ha intentado siquiera.
No es menos la odiosa ridicula pretensión de que
la Isla de Cuba será más próspera en otras manos.
¿Acaso Santo Domingo, Haiti y todas las Antillas
menores no tienen el mismo terreno y las mismas
condiciones que la Isla de Cuba? y á pesar de eso y
de su mentida prosperidad no llegaron todas juntas
á producir lo que Cuba cuando era española.
No llegaron, pero llegarán con la ruina de Cuba,
apesar de que con inmenso desconocimiento déla
verdad y de la historia sostenga Bonamico (pág. 80.)
que en breves años la Perla de las Antillas aumenta-
rá en población, en bienestar y en vitalidad produc-
tiva.
¿Acaso Jamaica, baldón de la civilación, ignomi-
nia de Inglaterra, donde ya solo quedan el dos y
medio por ciento de blancos, no tiene las mismas
condiciones que la Isla de Cuba? ¿Y la Isla de Puerto
Rico, de igual prosperidad que la gran Antilla tenía
acaso algún secreto que no poseyeran las islas ve-
cinas?
El secreto era que lo trabajaban españoles; apesar
de que lo nieguen la soberbia y la ignorancia de
otros pueblos, que no han sabido más que entregar á
las razas de color las tierras que en la zona tórrida
nos arrebataron.
El gran secreto de la Isla de Cuba, ha sido que
fué y, aunque ya en menos proporción, es aún el
único territorio de los trópicos en el universo entero
22 SOBRE LAS ENSEÑANZAS
xf+ yvy r* t r^J^j' r *+ s* f r+ t r >r * +.r-*\*±rifr**s*^r\**-'*r*r*r* **>^ /» *• <vy *V/V/» *\* '
que pueda titularse como poblado por la raza blanca,
de inmenso mayor número que la de color y á lo
que ha debido su prosperidad, cuya situación la sos-
tenía la emigración española, que desaparecerá po-
co á poco, como no puede menos de suceder dentro
de brevísimo tiempo.
Estas circunstancias, la imposibilidad del trabajo
de los blancos en ciertas faenas, sobre todo en el
campo; la concentración de los negros en las ciuda-
des, menos en el departamento oriental; la rápida
desaparición de la raza africana; el cambio verificado
en la fabricación y en la agricultura después de la
supresión de la esclavitud, lo que modificó profun-
damente la forma de la riqueza pública; la agrava-
ción del usurario sistema llamado de refacciones; la
codicia general acostumbrada á un interés mínimo
de un diez y ocho por ciento; el desnivel incompren-
sible entre el jornal del campo y el de las ciudades,
y hasta la radical transformación de un número
inmenso de familias constituidas por individuos de
razas distintas, trajo sobre Cuba no el conocido pro-
blema de las razas como se ha presentado en otras
partes, sino el problema social de una raza que no
puede vivir en los trópicos sino con ciertas comodi-
dades, y que al quedarse casi sola tenía que contar
ricos y pobres, lo que para estos era sinónimo de ser
negros. De ahí la parte importante que la mujer ha
tomado en la rebelión, pues sobre haber nacidas en
la Isla muchas más mujeres que hombres, la mujer
blanca que se resignaría á ser pobre no se resigna á
ser negra, y blande la tea de la discordia sin calcu-
DE LA GUERRA HISPANO- AMERICANA 33
lar que el clima que arrojó á los blancos, arrojará á
los que no lo son tanto, siendo ellas mismas las pri-
meras víctimas de su ceguera.
De cuanto dejamos expuesto se han derivado los
caracteres de la lucha, unas veces como las guerras
agrarias de la Edad Media; y otras la lucha por la
levita de una masa de gentes que en otras partes se
hubieran contentado con la suerte modesta que les
asignó la fortuna. Los españoles no hallaban en Cuba
las riquezas en la calle, las hallaban en su trabajo,
sin medir los peligros, ni contar los que el clima
cruel enviaba al cementerio, y ese oj-a el secreto de
la Isla de Cuba, de su riqueza, de su prosperidad que
no recobrará jamás, como no la ha recobrado Santo
Domingo que en- nuestras manos fué lo que era Cuba
en 1894..
En este estado de profunda perturbación, la Isla
de Cuba hacía años que estaba perdida y así lo dije-
ron al Gobierno español, confidencialmente, casi todos
los Gobernadores Generales. De ese estado de cosas
nacieron ios económicos, los reformistas, los autono-
mistas, y la Isla hubiera cambiado rápidamente de
existencia política á no ser la enorme masa de penin-
sulares, que aunque debilitada por la reforma, hacían
muy difícil la solución.
Resuelto ya el problema en la Isla en 1898, la
guerra con los Estados Unidos, casi no significa nada;
y realmente no ha sido para arrebatar Cuba á Espa-
ña, que ya la tenía perdida, sino á los cubanos que
mucho más libres que lo son hoy tenían derecho á
su independencia, fueran las que fueren las conse-
34 SOBRE LAS ENSEÑANZAS
cuencias; y lo verdaderamente asombroso es lo poco
que hicieron las escuadras americanas con la masa
colosal de fuerza, de elementos y de recursos de todo
género á la misma puerta de su casa.
Ahora bien; los incidentes de parte de España,
todos los han dado hechos los españoles y especial-
mente los españoles anglo-manos.
Desde principio del siglo, juguete España de
Francia é Inglaterra, cuya enemistad ó alianza ha
sido igualmente funesta para España, como dice Bo-
namico, para la primera: desde la invasión napoleó-
nica, tomó carta de naturaleza la anglo-mania, espe-
cialmente en las clases elevadas y sobre todo en
Madrid y en -los centros de mayor cultura. No es
ciertamente el pecado solamente de los hombres del
98, pues el mal viene de mucho más lejos, alcanza á
todos los partidos gobernantes y á los que no han
gobernado, tanto que seguramente que quien quiera
que fuere el que hubiese estado en el poder en
aquella triste ocasión, hubiera cometido iguales
errores.
Citaremos algunas opiniones que tomamos de las
admirables cartas de Ortiz del Barco. En efecto: decía
Cánovas del Castillo, (jefe del partido conservador)
el 6 de Noviembre de 1889, en su discurso en el Ate-
neo de Madrid, (pág. 76). «Los Estados Unidos cons-
tituyen en su conjunto una de las más excelsas
creaciones que los hombres hayan realizado jamás.»
Y el partido opuesto, el jefe del partido republicano
federal, el Sr. Pí y Margall en su obra Las Naciona-
lidades, dice que: «Los Estados Unidos son la nación-
DE LA GUERRA HISPANO-AMERICANA 35
I VtS^S*S'*i/'\S'«/WtS*S\¿ t/^/\SWWwWW *S ** -f »/"W\y *T\*rf ** <^ V«fW «¿WwWtSV^SW ^ ^"v^WNXVfX/^/'V/X/VS^V»
más poderosa del mundo donde se practica la justi-
cia y el derecho.»
Y Castelar, conocido del mundo entero, dice pn
las Polémicas: «Allá en el Atlántico se levanta un
mundo en el cual solo es posible la libertad, mundo
más hermosa que la antigua Europa, preparado por
Dios para una nueva idea.»
Copiamos estas notas de un inteligentísimo escri-
tor, no queriendo citar á todos los hombres del día,
pues todos han caldo en igual pecado.
Con estas ideas tomaron carta de naturaleza las
sociedades masónicas, nacidas en hostilidad á Espa-
ña, sociedades que, si donde son públicas son ino-
centes y á menudo ridiculas, el secreto las hizo pode-
rosísimas en las colonias, donde ese velo del secreto
cegó á tantos inocentes que por españoles se hacían
matar en el campo, por la misma conjura que días
antes se había tramado en sus propias narices con
su dinero y con su propia cooperación. Combatida
por esas sociedades la religión católica, sin reparar
en medios, han venido defendiendo la iglesia angli-
cana, no la griega ni el protestantismo alemán,, sino
siempre la inglesa, no consiguiendo sino unir la an-
glo-manía con el indiferentismo religioso, constitu-
yendo las clases directivas de España en lo menos
españolas posible.
En este estado sobrevinieron los sucesos del
año 98 y los hombres que ocupaban el poder, de cuya
lealtad y patriotismo no puede dudarse, salieron
como salen los conspiradores que á fuerza de comu-
nicarse noticias de unos á otros creen que el mundo
36 SOBRE LAS ENSEÑANZAS
s*S\S^~<j +s <* v »*Vw ■* v •^■rk^v «A/«/ •/ v v
está ardiendo, y se asombran que el lanzar el grito
deseado por las multitudes, los tomen por locos. Esos
hombres, como hubieran hecho otros en su lugar,
seguramente, ante la inmensidad del peligro, se sintie-
ron ingleses, y se hallaron ante la figura imponente
del pueblo español, no anglo-maniaco, sino sólida-
mente español, y no masón, sino profundamente ca-
tólico. Todo era terror del pueblo que tantas ve-
ces ha mostrado su virilidad y nada se ocurrió mejor
que mostrar la catástrofe con uu nuevo Trafalgar,
frase que se atribuye nada menos que al antiguo y
malogrado jefe del partido conservador D. Antonio
Cánovas del Castillo, para que ante el vencimiento,
el pueblo español reconociera la necesidad de una
transacción, que según los anglo-manos, el pueblo,
donde se practica la justicia, no podía llevar más allá
de declarar la independencia á Cuba. Por eso y aun-
que se asombre Bonamico, ¿sabe porqué no se pro-
cesó al Almirante Cervera ni á sus Capitanes? Por-
que su voz era la del pueblo español.
Este es un campo hermosísimo de enseñanzas que
estudiar, que difícilmente podía hoy hacer ningún
español, pero que sin duda hará la posteridad; estu-
dio social, político y militar de positiva enseñanza,
que no se saca de estudios ligeros sobre bases com-
pletamente equivopadas en su mayor parte.
No conocemos suficientemente á Italia, para saber
hasta que punto es grave la anglo-manía que positi-
vamente padecen ciertas clases, y si ésta tras-
ciende al pueblo, para que en días de conflicto
puedan estar unidos pueblo y gobernantes, que es
DE LA GUERRA HISPANOAMERICANA 37
la única fuente de fuerza en las naciones, para que
en llegando la ocasión no sea el desengaño más cruel;
pero sí conocemos los escritos de la Eivista Marítima,
que acusan en muchos escritores tan profunda anglo-
manía que dejan sus escritos en inglés, en pensamien-
tos y hasta en lenguaje, que podemos juzgar, pues
conocemos el italiano como nuestro propio idioma;
pero al menos sabemos que los intereses de Italia no
son los de otras naciones, y que en Italia por sus tra-
diciones, su historia, sus adelantos y su propia fuer-
za, no hace falta más que mirar á Italia para sentir y
pensar como buenos italianos.
Y aquella marina como estratégica, como política,
como brazo de un todo social, cuya fuerza irresisti-
ble, si viene della piazza, ha de sentir en el momen-
to más angustioso, tiene mucho que estudiar, mucho
que meditar y que aprender en las enseñanzas de la
guerra hispano-americana: enseñanzas que hasta hoy
nadie ha escrito en Italiano.
Bilbao y Diciembre de 1900
V. M. Concas.
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