Skip to main content

Full text of "Tratado de las compañas y otros acontecimientos de los ejércitos del Emperador Cárlos V en Italia, Francia, Austria, Berbería y Grecia, desde 1521 hasta 1545"

See other formats


OnO  HflRRflSSOWITZ 

BUCHHANDLUNG 

:LEIPZIG: 


í 


Wf 


tjr 


M 


TRATADO 

DE 

LAS     CAMPAÑAS 

Y  OTROS  ACONTECIMIENTOS 

DE    LOS    EJÉRCITOS 

DEL   EMPERADOR  CARLOS  V 

EN  ITALIA,  FRANCIA,  AUSTRIA,  BERBERÍA  Y  GRECIA 

DESDE    I  52 1     HASTA    1  545  , 
POR 

MARTIN  GARCÍA  CEREZEDA, 

CORCOVES, 
SOLDADO    EN    AQUELLOS    EJÉRCITOS. 

PUBLÍCALO 

LA  SOCIEDAD  DE  BIBLIÓFILOS  ESPAÑOLES. 


fl 


TOMO  L 


iMADftlD. 

IMPRENTA   ESTEREOTIPIA  Y  GALVANOPLASTIA  DE  ARIBAU  Y  C. 

(sucesores  db  rivadeneyra), 

calle  del  Duque  de  Osuna ,  número  3. 

i8^- 


*4^ 


J 


TRATADO 


MARTIN  garcía  CEREZEDA. 


TOMO    PRIMERO. 


IMPRENTA   ESTEREOTIPIA  Y  GALVANOPLASTIA  DE  ARIBAU  Y  C. 

(sucesores  db  rIvádenevraI, 

calle  del  Duque  de  Osuna ,  número  3. 


1873- 


SOCIEDAD   DE   BIBLIÓFILOS    ESPAÑOLES. 


H  M/>URA,0>rcflAB0-!«73 


KMPV.RADOll  \)V.  ALEMANIA, 
'  A/   A/  baJulÁi  íit.¿  AU)L9  iMULBERGf. 


CuaHi'o  u*.4í>7  ilel  M\iscodel  Pra<!' 


TRATADO 

LAS     CAMPAÑAS 

Y  OTROS  ACONTECIMIENTOS 

DE     LOS    EJÉRCITOS 

DEL   EMPERADOR  CARLOS  V 

EN  ITALIA,  FRANCIA,  AUSTRIA,  BERBERÍA  Y  GRECIA, 

DESDE     1521     HASTA     1  545  , 
POR 

MARTIN  garcía  CEREZEDA, 

CORDOVÉS, 
SOLDADO    EK    AQUELLOS    EJÉRCITOS. 

PUBLÍCALO 

í  ASOCIKDAD  DE  BlBLlÓKil  DS  ESPAÑOLES. 


TOMO  L 


iVlADRID. 

MDCCCLXXIII, 


NUM.  218. 


IMPRKSO  PARA   EL  SOCIO 


Sr.  d.  hermann  knust. 


ADVERTENCIA. 


Mi  costumbre  de  visitar  de  cuando  en  cuando  la 
Biblioteca  de  manuscritos  del  Monasterio  del  Es- 
corial para  escudriñar  los  códices  españoles  que 
contiene,  me  condujo  allí  en  Agosto  del  año  pasa- 
do de  1872,  con  el  propósito  de  proseguir  mi  ta- 
rea y  examinar  uno  por  uno,  prescindiendo  de  los 
índices  y  catálogos  antiguos  y  modernos,  los  vo- 
lúmenes todos  contenidos  en  los  plúteos  de  los  va- 
rios estantes  que  guardan  manuscritos  en  castella- 
no. Excusado  es  decir  que  esta  investigadora  fae- 
na no  siempre  era  fructífera,  y  que  algunos,  y  aun 
muchos  dias,  me  aconteció  revolver  un  armario 
entero  y  no  hallar  cosa  nueva  ó  grandemente  im- 
portante á  mi  propósito,  que  no  era  otro  más 
que  encontrar  libro,  dato  ó  noticia  de  interés  para 
el  estudio  de  la  historia  de  la  política,  de  las  ar- 
mas, de  las  letras  y  de  las  artes  españolas. 

Un  dia,  registrando  el  estante  M ,  y  cuando  to- 


—    VI    — 


có  el  turno  al  códice  1 3  del  plúteo  j ,  cayó  en  mis 
manos  un  libro  en  folio  mayor,  encuadernado  en 
per2;amino,  sin  adorno,  escudo,  letras,  ni  seña- 
les de  ningún  género,  escrito  en  papel,  con  letra 
del  siglo  XVI,  todo  de  la  misma  mano,  con  algu- 
nas correcciones  interlineadas,  sin  foliar  y  en  cu- 
yas primeras  páginas  se  lee: 

«  Tratado  muy  breve  en  el  cual  se  tratan  las  ba- 
tallas y  ligas  y  exércitos  con  todos  los  otros  conteci- 
?n lentos  que  en  Italia,  Francia  y  Austria,  Berbería 
y  en  otras  partes  ha  tenido  el  exército  de  la  Mages- 
tad  Cesárea ,  desde  el  dia  de  San  Pedro  y  San  Pa- 
blo del  año  de  mili  é  quinientos  é  veinte  é  uno  hasta 
los  diez  é  siete  de  Noviembre  de  mili  é  quinientos  é 
quarenta  é  cinco.  Abtor  Martin  Garda  Cerezeda, 
cordovés. » 

Tanto  el  Tratado  como  el  nombre  de  su  autor 
éranme  por  completo  desconocidos,  pues  los  ape- 
llidos García  Cerezeda  no  hablan  sonado  jamas  en 
mis  oídos  como  compañeros  de  los  Sandoval, 
Avila  y  Zúñiga,  Salazar,  Ochoa  de  Salde,  Vera 
y  Figueroa,  Sancho  Cota,  Pedro  de  Gante,  Ulloa, 
Letti,  Gachard,  Mignet  y  cuantos  ya  en  general 
ó  ya  particularmente  han  historiado  período  al- 
guno del  siglo  XVI.  Pero,  ¿será  posible,  dije  para 


VII 


mí,  que  un  códice  tal  como  este  de  Cereceda,  no 
haya  sido,  no  ya  conocido,  sino  estudiado  y  aun 
publicado  por  alguno  de  los  muy  doctos  y  emi- 
nentes varones,  que  desde  hace  tantos  años  están 
viniendo  á  esta  Biblioteca  precisamente  en  busca 
de  monumentos  históricos  como  éste?  Imposible, 
me  contestaba  yo  cien  veces;  este  códice,  si  no  es 
conocido  del  mundo  literario,  será  porque  no  me- 
rezca los  honores  de  serlo.  Veamos,  pues,  si  los 
merece  ó  no  los  merece,  pensé,  y  comencé  á  ho- 
jearle. Como  está  dividido  por  períodos  de  un  año, 
busqué  el  de  1525,  en  que  aconteció  la  batalla 
de  Pavía,  hecho  tan  gen  niñamente  trascrito  en  la 
historia  que  escribió  Sandoval,  y  me  sorprendió 
el  cúmulo  de  noticias,  la  precisión  de  los  hechos, 
la  curiosidad  de  tanto  detalle,  y  sobre  todo,  el  se- 
llo y  el  carácter  de  veracidad  que  por  todas  partes 
rebosa  la  relación  de  tan  prodigiosa  victoria.  El 
interés  vivísimo  que  despertó  en  mí  aquella  nar- 
ración, contada  nada  menos  que  por  uno  de  los 
arcabuceros  españoles  que  tan  principal  parte  en 
ella  tomaron,  hízome  suspender  mi  tarea  inves- 
tigadora, y  no  dedicarme  aquel  verano ,  sino  á 
leer,  ¿qué  digo  leer?,  devorar  las  páginas  del  có- 
dice; cobrándome  con  creces  de  la  molestia  que  la 


—    VIII    — 


dificultad  grande  de  su  lectura  me  causaba,  con 
el  u;ran  placer  que  cada  párrafo,  cada  línea  me 
proporcionaba  en  tantas  descripciones  de  los  más 
interesantes  hechos  y  más  gloriosas  hazañas  de 
nuestros  viejos  tercios  españoles,  así  en  África 
como  en  Alemania,  Hungría,  Francia,  Italia  y 
Grecia;  tropezando  a  cada  paso  con  nuevos  datos 
que  brotaban  sin  número  de  tan  abundosa  como 
cristalina  fuente  de  noticias  coetáneas,  fieles,  ge- 
nuinas  y  autorizadísimas  para  la  historia  del  siglo 
de  oro  de  nuestra  grandeza.  El  códice,  pues,  me- 
recia,  y  muy  mucho,  los  honores  de  la  publica- 
ción. Y,  ¿cómo  no  habia  sido  aún  conocido  Gar- 
cía Cereceda  de  los  modernos  historiadores  espa- 
ñoles hallándose  en  esta  Biblioteca,  llenando  un 
solo  volumen  y  revelando  en  sus  primeras  páginas 
su  grande  importancia?  Pregunta  era  ésta  á  laque 
hallé  satisfactoria  respuesta  cuando  hube  regis- 
trado los  índices  antiguos  y  modernos,  y  vi  que 
el  Cereceda  no  constaba  más  que  en  el  catálogo 
de  D.  Manuel  Carnicero,  hecho  en  el  año  de 
1 852,  y  que,  por  lo  tanto,  no  se  sabe  que  llegara  á 
formar  parte  de  la  Biblioteca  del  Escorial,  ni  que 
estuviera  á  disposición  del  público  bástala  mencio- 
nada fecha,  no  pudiendo,  por  lo  mismo,  ser  co- 


IX    — 


nocido  de  los  curiosos  que  antes  de  esta  época  vi- 
sitaran la  Biblioteca.  El  cómo  haya  llegado  el  Tra- 
íalo de  Martin  García  Cereceda  á  la  Biblioteca 
de  manuscritos  del  Escorial,  cosa  es  que  aun  no 
me  ha  sido  posible  averiguar. 

Demostrada  la  inmensa  importancia  de  mi  ha- 
llazgo, cada  vez  me  parecia  más  imposible  que  fue- 
se desconocido  de  los  muchos  y  sapientísimos  eru- 
ditos que  en  Madrid  cultivan  el  estudio  de  nues- 
tra historia  patria,  y  deseo  uñando  cada  vez  más  de 
que  tan  buena  hubiera  sido  mi  suerte,  y  no  querien- 
do convencerme  de  que,  en  efecto,  habia  tropeza- 
do con  tan  inestimable  joya  histórica,  procedí,  pa- 
ra tranquilizar  mis  dudas,  á  hacer  algunas  papele- 
tas detalladas  y  extensas  del  Cereceda  y  y  á  Madrid 
llegué  con  ellas  en  consulta  á  las  autoridades  en  la 
materia.  Ni  uno  solo  de  todos  mis  buenos  y  com- 
petentísimos amigos  tenía  la  más  ligera  noticia 
del  Tratado  de  Cereceda,  ni  aun  siquiera  de  su 
nombre,  y  todos  absolutamente,  en  vista  sólo  de 
la  papeleta,  convinieron  en  la  urgente  necesidad  de 
darlo  á  luz  inmediatamente;  y,  como  para  estos  ca- 
sos fundamos  hace  ya  anos  esta  nuestra  Sociedad 
de  Bibliófilos  Españoles,  propuse  su  publicación,  en 
la  inmediata  junta  que  celebramos.  Convinimos 


—    X    — 


unánimemente  en  ello  y  procedí  á  hacer  esta  edi- 
ción, haciéndome  el  honor  de  ofrecerme  su  co- 
operación para  ilustrarla  y  dirigirla  mi  buen  ami- 
go y  compaííero  el  Excmo.  Sr.  Marqués  de  la 
Fuen-Santa  del  Valle,  con  cuyo  auxilio  podrán 
ser  dignas  del  texto  las  muchas  ilustraciones  que 
necesita,  y  hallarse  libre  la  edición  de  las  faltas  en 
que  yo  solo  hubiera  seguramente  incurrido. 


Las  investigaciones  que  hemos  practicado  has- 
ta la  fecha,  en  busca  de  datos  sobre  Cereceda,  así 
como  también  de  algún  otro  ejemplar  de  esta  su 
obra,  nos  han  dado  los  siguientes  resultados. 

El  docto  belga  Mr.  Gachard  en  su  Rapport 
sur  les  recherches  en  Espagne,  III.  Bibliotheque  de 
r Académie  royal  de  rHistoire,  dice:  ^<Dans  un 
Livre  de  dioses  curieuses  du  temps  de  l'empereur 
Charle s-^int  et  du  roi  Philippe  II,  écrit  par  An- 
tonio DE  Cereceda,  j' ay  remarqué  une  letre 
de  la  reine  Marte  de  Hongrie  a  V  empereur,  du 
1 1  Aout  de  1558,  et  une  letre  a  V  empereur  a  la 
princese  de  Portugal  s a  filie)),  etc.,  etc.  Visto  este 
libro  por  nosotros  en  la  Academia  de  la  Historia, 
resulta  ser  de  otro  Cereceda,  algo  más  moderno. 


—    XI    


que  recopiló  algunas  cartas  y  relaciones,  de  las 
cuales  parte  han  sido  ya  publicadas. 

En  el  tomo  tercero  de  la  Historia  del  Colegio 
viejo  de  San  Bartolomé  de  Salamanca ,  por  el  Mar- 
qués de  AhentoSy  se  contiene  un  índice  de  los  Ma- 
nuscritos que  en  el  mismo  existían  en  aquella 
época,  y  entre  ellos  se  hace  mención  de  una  His- 
toria de  Carlos  V,  por  Martin  García  Cerece- 
da. Como  todos  estos  manuscritos  vinieron  á  for- 
mar parte  de  la  Biblioteca  de  Palacio,  creímos 
nos  sería  fácil  encontrarlo;  pero,  á  pesar  de  haber 
examinado  con  detención  sus  índices,  en  ninguno 
de  ellos  aparece  el  nombre  de  Cereceda,  mas  no 
por  eso  desistimos  de  nuestras  investigaciones,  y 
encontrando  una  obra  titulada  Campanas  de  Car- 
los V  en  Italia  y  S.  2,  est.  i,  p.  7,  nos  figuramos 
si  ella  sería  la  que  buscábamos,  y  en  efecto,  así 
era,  puesto  que  es  una  copia  exacta  y  más  moder- 
na de  parte  del  códice  del  Escorial,  que  sólo 
comprende  lo  que  refiere  Cereceda  desde  el  año 
1522  al  1528. 

De  la  persona  de  Cereceda  nada  absolutamente 
hemos  podido  averiguar  hasta  estos  momentos,  á 
pesar  de  haber  recurrido  en  busca  de  datos  á  todas 
partes,  y  en  especial  á  Córdoba,  su  patria;  y  así  es 


—    XII 


que  nada  sabemos,  fuera  de  lo  que  él  mismo 
cuenta  de  su  vida  en  el  trascurso  de  este  Tratadoy 
con  cuyos  datos  cuidaremos  de  formar  una  bio- 
grafía, á  fin  de  presentar  en  conjunto  la  figura  de 
este  desconocido  soldado  español  de  los  buenos 
tiempos,  que  después  de  apuntar  el  arcabuz  y 
aplicar  la  mecha,  toma  la  pluma  y  escribe  cuanto 
ha  presenciado,  pocas  veces  lo  que  él  mismo  ha 
hecho,  y  muchas  lo  que  le  han  contado  los  pro- 
pios actores  de  otros  sucesos  que  no  acontecie- 
ron al  alcance  de  la  vista  de  nuestro  arcabuce- 
ro; quien  cuida  á  cada  paso  de  dejar  consignado 
lo  que  refiere  como  testigo  ó  por  ajena  relación. 
Sencillo  y  candoroso  en  el  contar,  desapasionado  en 
sus  apreciaciones,  respetuoso  siempre  con  los  ene- 
migos, en  quienes  reconoce  las  buenas  condicio- 
nes que  no  se  excusa  de  encomiar,  se  percibe  en 
toda  su  narración  un  sello,  un  tinte,  un  aroma  de 
verdad ,  y  un  espíritu  caballeresco  lleno  de  hidal- 
guía, que  hacen  de  la  obra  de  Cereceda  uno  de  los 
más  importantes,  ricos  y  autorizados  monumentos 
históricos  en  que  poder  estudiar  y  hallar  la  verdad 
de  tan  glorioso  período  para  el  nombre  español. 
¡Qué  diferencia  tan  grande  entre  este  tratado  de 
Cereceda,  tan  cortés  y  respetuoso  con  los  contra- 


XIII 


rios,  y  la  reciente  Crónique  dii  Roy  Frangoys  pre- 
mier de  ce  norriy  manuscrito  coetáneo  á  este  de 
Cereceda,  que  describe  muchos  de  los  mismos  he- 
chos, con  lenguaje  grosero,  insultante  y  lleno  de 
denuestos  contra  los  españoles,  sus  enemigos. 

En  este  Tratado  no  hay  que  buscar  bellezas 
literarias,  aun  cuando  no  pocas  veces  la  frase  de 
Cereceda  es  tan  viril  como  el  temple  de  su  alma, 
y  prueba  que,  en  efecto,  en  sus  juveniles  años  hi- 
zo algo  más  que  hojear  las  obras  de  sus  clásicos 
paisanos  cordobeses.  Tantos  años  en  Italia  influyen 
de  tal  modo  en  nuestro  soldado,  que  no  sólo  pa- 
labras, sino  giros  mil  italianos  se  escapan  de  su 
pluma  en  cada  página.  Hemos  cuidado  mucho  de 
no  alterar  el  texto  en  lo  más  mínimo,  y  de  arre- 
glar, si  así  puede  decirse,  la  puntuación,  de  que 
por  completo  el  códice  carece,  dejando  su  misma 
ortografía  á  aquellas  palabras  en  que,  al  cambiarla, 
hubiera  cambiado  también  su  sonido.  Los  nom- 
bres propios,  así  de  personas  como  de  pueblos  ex- 
traños, escribióles  Cereceda  como  á  su  oido  le 
sonaban  y  su  pronunciación  cordobesa  se  los  per- 
mitia  pronunciar,  por  lo  que  resultan  á  veces  ta- 
les confusiones,  tal  desfiguración  del  verdadero 
nombre,   que  es   más  que   difícil  averiguar   cuál 


XIV 


pueda  ser  en  verdad.  Hemos  procurado  restable- 
cer la  propia  ortografía  y  el  propio  nombre  en  los 
que  certeramente  hemos  creído  descifrar,  dejando 
á  propio  intento  alguna  vez  un  nombre,  tal  y 
como  Cereceda  lo  escribió,  pero  cuidando  de  cor- 
regirlo en  seguida,  para  que  el  lector  tenga  una 
muestra  de  estas  desfiguraciones,  entre  las  cuale^ 
no  podemos  menos  de  citar  que  Cereceda  llama 
siempre  Zaragoza  á  Sir acusa. 

Muchas  son  realmente  las  ilustraciones  que  este 
códice  necesita,  pero  ni  nosotros  tenemos  la  nece- 
saria erudición  para  escribirlas,  ni  la  índole  de 
esta  nuestra  Sociedad  consiente  tampoco  que  se 
llenen  muchas  páginas  con  discursos,  notas,  bio- 
grafías y  citas  que  abulten  poco  menos  que  el  tex- 
to; limitándonos,  pues,  á  un  término  medio,  for- 
marán parte  del  último  tomo  de  este  tratado  las 
noticias  biográficas  y  notas  puramente  precisas, 
así  como  también  los  índices  todos  donde  halle  el 
lector  registradas  las  personas,  los  hechos  y  los  lu- 
gares que  fueron  objeto  del  Códice  que  por  pri- 
mera vez  sale  ahora  á  luz.  La  inmensa  talla,  así 
militar  como  política,  de  muchos  de  los  persona- 
jes españoles  que  en  estas  guerras  figuraron  en 
primera  línea,  nos  indujo  á  amenizar  esta  edición 


—    XV 


con  los  retratos  de  algunos  de  los  más  principales, 
de  quienes  se  tuviera  verídica  imagen;  dando  el  lu- 
gar preferente  á  los  consortes  imperiales,  bajo  cu- 
yas banderas  se  conquistaran  tan  imperecederas 
glorias.  En  este  primer  tomo  colocamos  al  frente 
la  reproducción  del  cuadro  núm.  457  del  Museo 
del  Prado,  original  de  Ticiano,  que  representa  al 
Emperador  á  caballo,  tal  y  como  vistió  y  cabalgó 
en  la  célebre  batalla  del  Albis  ó  de  Muhlberg  ', 
copiado  al  agua  fuerte  por  el  bien  reputado  señor 


'  En  Diciembre  de  1 547,  retirado  á  Augusta  el  Emperador 
Carlos  V,  encargó  al  famoso  Aretino  que  hiciese  venir  á  Ticiano 
á  su  presencia  para  que  nuevamente  le  retratara;  encargo  que  cum- 
plió Aretino,  según  Boschini  en  su  Leítere-pitt,  3,  61.  Hizo  en 
este  año  Ticiano  un  retrato  del  Emperador  de  cuerpo  entero,  ves- 
tido de  negro,  sentado  en  un  sillón,  el  cual  se  conservaba  en  la  Real 
Pinacoteca  de  Monaco,  y  con  esta  firma  mdxlvih  Titianus:  retrató 
ademas  á  Felipe  II,  y  comenzó  este  retrato  ecuestre.  En  los  inven- 
tarios de  la  testamentaría  de  Felipe  II,  muerto  en  1598,  consta 
este  cuadro  de  la  siguiente  manera :  —  Quinta  pieza  de  la  casa  del 
Tesoro. —  Un  retrato  grande  de  pincel  en  lienzo  del  Emperador  Car- 
los V,  Nuestro  Señor,  en  un  caballo  morcillo  con  cubierta  colorada ,  que 
tiene  cuatro  varas  de  alto  y  tres  varas  y  media  de  ancho ,  puesto  en  mar~ 
co  de  madera:  núm.  198.  Tasado  por  Juan  de  la  Cruz  Pan  toja,  en 
doscientos  ducados.  —  En  el  inventario  de  la  Casa  Real  del  Pardo, 
hecho  en  21  de  Enero  de  1614.,  se  lee: — Sala  donde  se  cubre  por 
S.  M.  Un  lienzo  grande  del  Emperador  Carlos  V,  á  caballo,  armadoi 
pintado  por  Ticiano.  —  Posteriormente  D.  Diego  Velasquez  lo  trajo 
á  Madrid,  pues  que  en  el  inventario  de  1636  hallamos:  Pieza  nueva 


—    XVI    


Maura.  A  este  retrato  acompañan  los  de  D.  Hu- 
go de  Moneada  y  Juan  de  Urbina,  tomados  de  las 
planchas  grabadas  á  buril  que  forman  parte  de  la 
colección  de  retratos  de  hombres  célebres  españo- 
les que  posee  la  Calcografía  nacional. 
Madrid,  22  de  Octubre  de  1873. 

G.  Cruzada  Villaamil. 

El  Marqués  de  la  Fuensanta  del  Valle. 


sobre  el  zaguán  y  puerta  principa/  del  Palacio  (  que  corresponde  á  la 
puerta  de  la  plaza  de  la  Armería)  de  Madrid.  Un  lienzo  gra?¡de  alóleot 
con  moldura  dorada  y  negra,  de  un  retrato  del  Emperador  Carlos  l\  ar- 
mado, e'i  caballo,  con  una  lanza  en  la  mano,  con  banda  y  plumas  rojas : 
el  caballo  castaño,  y  paramentos  de  carmesí.  Este  retrato  se  trajo  del 
Pardo  para  poner  en  ata  pieza,  y  es  de  mano  de  Ticiano. —  En  el  año 
de  1686  aparece  en  los  inventarios,  colocado  en  el  Salón  de  los  Es- 
pejos, del  mismo  Palacio.  A  consecuencia  del  incendio  del  Alcázar 
de  Madrid,  en  1735,  se  llevó  á  la  Armería  en  depósito,  y  luego  á 
las  casas  del  Arzobispo  de  Toledo  (calle  del  Sacramento),  donde 
el  laborioso,  cuanto  adocenado  Andrés  de  la  Calleja,  lo  tasó  en  se- 
senta mil  reales ,  y  lo  restauró  á  su  desgraciada  manera.  En  los  in- 
ventarios del  Palacio  nuevo  de  Madrid,  hechos  en  1772,  figura  en 
el  Paso  de  Tribuna  y  Trascuartos,  desde  donde  fué  llevado  al  Real 
Museo  de  Pinturas  y  Escultura  que  fundó  el  rey  D,  Fernando  VII, 


TiMtiido  muy  breve,  en  el  cual  se  tratan  las  ba- 
tallas y  ligas  y  exércitos ,  con  todos  los  otros 
coiitecimientos  que  en  Italia,  Francia,  Aus- 
tria, Berbería  y  en  otras  partes  ha  tenido 
el   exército   de   la    Magestad    Cesárea, 
desde  el  dia  de  San  Pedro  y  San  Pa- 
blo del  año  de  mili  é  quinientos  é 
veinte  é  uno,  hasta  los  diez 
é   siete   de   Noviembre 
dt  mili  é  quinien- 
tos équarenta 
é  cinco. 


ILLUSTRÍSIMO  SEÑOR  DON  GONZALO  HERNÁNDEZ 

DE  CÓRDOVA,  DUQUE  DE  SESA ,  DUQUE  DE  TERRANOVA,  DUQUE  DE 
SANT  ANGELO,  MARQUES  DE  BITONTO ,  MARQUES  DE  YRACHE,  PRÍN- 
CIPE DE  ESQUILACHE,  CONDE  DE  CABRA,  SEÑOR  DE  LA  CASA  DE  BAE- 
NA,   VIZCONDE   DE   YZNAXAR,   GENTILHOMBRE   DE  VENECIA. 


En  los  tiempos  que  en  la  milicia  fallaba  ociosidad,  me 
ocupaba  en  hacer  esta  ignorante  memoria,  la  cual  me  hace 
escrebir  el  olvido  de  muy  excelentes  plumas,  ansí  en  filosofía 
como  en  poesía,  que  he  visto  é  veo  cada  el  dia  en  este  fele- 
císimo  exército.  No  me  fallece  conocim.iento  para  ver  cuánto 
me  estuviera  mejor  preciarme  de  lo  que  callase,  que  arrepen- 
tirme  de  la  mi  mucha  rudeza  de  lo  que  dixese;  é  puesto  que 
ansí  lo  conozco,  aunque  veo  la  verdad,  sigo  la  opinión,  y, 
como  hago  lo  peor,  nunca  quedo  sin  castigo;  porque  si  con 
rudeza  yerro,  con  vergüenza  pago.  Verdad  es  que  no  tengo 
tanto  cargo  cuanto  puede  satisfazer  mi  buena  intincion.  Yo 
me  he  quexado  é  quexo  de  mi  madre,  porque  no  partió  con- 
migo de  sus  letras,  como  partió  con  mis  mayores  hermanos, 
que  fueron  Séneca  y  otros  que  allí  han  nacido.  Suelen  los  ju- 
veniles años  y  natura  comunicar  con  los  hombres  el  ser  y  fin 
á  el  cual  han  de  ser  enderezados,  y  procediendo  con  el  tiem- 
po, con  discurso  de  la  constelación  baxo  la  cual  tubieron  su 
formación;  unos  enderezándose  en  exercicios  y  fines  virtuo- 
sos, otros,  por  el  contrario,  en  vicios,  por  viciosos  efectos; 
según  el  arcaduz  que  á  su  fortuna  buena  ó  mala  le  dio  la 
vertiente ,  unos  inclinándose  á  la  melodía  é  dulzura  de  la 
ciencia,  para  norma  y  enxemplo  de  los  nocientes  y  el  reli- 


gioso  culto  de  la  divina  servidumbre;  dedicados  otros  de  ge- 
neroso ánimo  a  el  hábito  militar  (ya  precito).  Y  como  en  es- 
tos tres  estados  se  incluya  la  orden  que  tantos  nobles  predece- 
sores dexaron,  aplicándome  yo  á  uno  dellos  fuy  constituido 
baxo  del  excelente  arte  de  la  milicia,  porque,  desde  mi  niñez, 
aficionadamente  fui  inclinado  y  deseoso  de  tal  ministerio;  y 

istimulando   natura  el  fin *  á  que  me  habia  de  traer, 

con  alegres  é  dispuestas  ganas  salí  de  mi  tierra,  y  poniéndome 
en  la  via  me  paresció  venir  á  probar  el  peligro  que  infinito 
número  de  caballeros  é  hijosdalgo  y  nobles  soldados  han  pro- 
bado, de  los  cuales  yo  he  visto  en  mi  tiempo,  é  dellos  hago 
memoria  en  una  comparación  de  tres  enamorados  que  al  cabo 
de  la  obra  se  verá.  Y  ha  sido  la  cabsa  de  escribir  esta  compa- 
ración, la  multitud  de  los  millares  de  caballeros  é  varones  é 
capitanes  y  soldados  que  ha  enviado  é  traido  consigo  de  Ale- 
mania y  de  Italia  aquel  grande  Emperador  Maximiliano;  és- 
tos fueron  antes  que  yo  viniese;  entre  los  numerosos  millares 
de  caballeros  y  hijos  dalgo  y  capitanes  y  soldados  que  el  Em- 
perador ha  enviado  y  traido  consigo  de  España  á  Italia.  Ansí 
mismo  he  de  decir  el  infinito  número  de  millares  de  musiu- 
res  y  caballeros  y  capitanes  que  ha  enviado  y  traido  consigo 
de  Francia  el  Rey  de  Francia  á  este  propio  servicio,  de  los 
cuales  fago  memoria,  porque  los  he  visto;  é  siempre  vi  á  los 
deste  felicísimo  exército  hacer  lo  que  yo  deseaba,  que  era 
efetuar  con  buenas  ganas  el  deseo  que  entre  ellos  me  truxo. 
Y  después  de  haber  gastado  en  este  hábito  muchos  años,  ex- 
cesivamente me  atribulaba  el  deseo  de  mi  patria,  doliéndome 
de  la  pérdida  del  tiempo,  que  es  la  mayor;  y  en  las  fiestas  y 
dias  de  mayor  regozijo,  recreándome  yo  en  la  memoria  de  lo 
que  vi  en  mis  parientes  y  amigos,  cuando  mi  tiempo  flores- 
cido  pasó,  lloraba  la  gloria  perdida  con  lágrimas  de  corazón, 
multiplicando  con  sospiros  el  trabajo  de  la  angustia  presente; 
y,  como  dize  el  proverbio  de  nuestras  viejas,  que  la  honra  é 

'    Falta  la  palabra,  por  estar  borrada  en  el  códice. 


—  5  — 

provecho  pocas  veces  caben ,  é  no  loando  mi  virtud ,  fui  enemi- 
go de  juegos  cuanto  codicioso  de  ofrecer  siempre  mi  persona 
á  los  peligros  en  las  guerras  que  en  mis  tiempos  sucedieron. 
Y  con  esto  nunca  me  vi  tan  próspero  que  pudiese  hacer  ba- 
xillas  de  plata  ni  oro,  ni  en  tanto  triunfo  que  metiese  tantas 
azémilas  que  diesen  fee  del  robo  de  los  acostumbrados  sacos ; 
pues  teniendo  á  Dios  y  á  mi  conciencia  y  honra  ante  los  ojos, 
de  dia  en  dia  me  veia  cargado  de  años  y  no  con  mucho  teso- 
ro, y  desto  rescibia  tanta  vergüenza,  que,  aun  sobre  las  co- 
sas deste  mundo,  deseaba  la  vista  de  mi  patria.  La  vergüenza 
del  querer  satisfazer  á  el  juizio  vulgar  me  ponia  desesperado 
propósito  para  nunca  más  volver,  y  como  en  un  punto  Dios 
envia  su  aspiración  y  muda  los  corazones  de  los  hombres,  en- 
derezó mi  entendimiento  al  fin  que  un  buen  crisptiano  debe 
tener,  y  paresciéndome  ser  la  satisficion  del  mundo  la  más 
vana,  pospuesta  esta  vanidad  y  vencido  del  amor  déla  patria, 
acordé  venir  á  morir  en  ella  y  dar  á  Vuestra  Excelencia 
cuenta  del  deseo  que  he  tenido  é  tengo  en  su  servicio,  la  cual 
suplico  no  sea  rescibida  según  la  ignorancia  y  el  fablar  y  es- 
cribir que  en  ella  se  contiene,  sino  según  el  deseo  y  buena 
intincion  con  que  fué  escrita. 

Abtor  Martin  García  Cerezeda,  cordobés. 


AÑO   DE   1521 


En  el  año  de  mil  é  quinientos  é  veinte  é  uno ,  en  el 
pontificado  de  León  décimo,  é  de  Carlos  quinto,  Em- 
perador de  Roma,  Rey  de  las  Españas,  en  el  dia  de 
San  Pedro  é  San  Pablo,  los  embaxadores  del  Rey  de 
España  y  del  Rey  de  Francia  presentaron  al  Papa,  cada 
un  embaxador,  una  hacanea  por  el  feudo  ó  rey  no  de 
Ñapóles.  Entrando  el  Papa  León  décimo  á  decir  misa 
en  la  capilla  de  San  Pedro,  don  Juan  Manuel,  orador 
del  Emperador,  le  presenta  la  hacanea  en  nombre  de 
Su  Magestad,  y  Alberto,  conde  de  Carpe,  embaxador 
del  Rey  de  Francia,  presenta  su  hacanea  en  nombre 
del  Rey  de  Francia.  Aquí  se  declaró  el  Papa  por  ene- 
migo del  Rey  de  Francia,  por  tenerle  el  Rey  ocupada 
la  cibdad  de  Parma  y  Plazencia  y  otras  villas  de  la 
Iglesia.  Ansí  el  Papa  y  el  Emperador  hacen  liga  para 
echar  a  los  franceses  de  las  tierras  de  la  Iglesia  y  del 
estado  de  Milán,  el  cual  es  camorra  del  Imperio.  El 
Papa  manda  hacer  gente  en  Roma  y  en  sus  tierras, 
dando  cargo  de  su  capitán  general  á  un  coronel  de  la 
Iglesia,  á  el  Marqués  de  Mantua.  Ansimismo  el  Empe- 


(1521)  -8- 

rador  manda  hacer  un  exército  en  el  reyno  de  Ñapó- 
les, dando  cargo  de  su  general  á  el  Próspero  Colona,  se- 
ñor napolitano.  Siendo  congregados  Próspero  y  Mar- 
ques de  Mantua  y  Marqués  de  Pescara  y  otros,  del 
gobierno  del  exército,  mandan  que  mil  é  quinientos 
españoles  fuesen  en  las  galeras  con  Gerónimo  Adorno, 
ginobes,  para  que  '  con  la  parte  que  tenía  en  Geno- 
va, pues  era  de  los  principales  del  bando  de  los  Ador- 
nos, que  es  el  bando  que  tiene  alguna  voluntad  á  los 
servicios  de  la  corona  de  España;  y  ansí  con  esta  par- 
te, como  con   los  mil  é  quinientos    españoles,   daria 
medio  de  tomar  á  Genova.  Partido  Gerónimo  Adorno 
con  sus  galeras,  é  el  Próspero  é  Marqués  de  Mantua 
con  su  exército  caminan  la  vuelta  de  Lombardía,  que 
era   un   campo  ^   de   seis  mil  ytalianos    y   dos  mil    é 
seiscientos  de  los  de  la  guarda  del  Papa  y  quinientos 
caballos  ligeros;  y  comienzan  de  caminar  la  vuelta  de 
Lombardía,  caminando   por  sus  jornadas,   é  la  gana 
siete  millas  de  Parma,  y  hazen  su  asiento  vezinos  al 
puente  Enza,  orillas  del  rio  Enza.  El  Próspero,  con 
el  Marqués  de  Mantua  y  Fernando  de  Alarcon,  con 
parte  de  los  caballos  ligeros,  van  á  reconocer  la  forta- 
leza que  tenía  la  cibdad  de  Parma.  Viendo  musiur  de 
Lescu  y  Fadrico  de  Bozzolo,  de  casa  Gonzaga,  prin- 
cipales cabdillos  de  la  cibdad  y  gente  que  en  ella  esta- 
ba, el  asiento  que  habia  fecho  el  Próspero  con  su  cam- 
po, y  cómo  le  i  van  á  reconocer  la  fortaleza  de  la  cib- 
dad, manda  salir  de  su  gente  á  trabar  escaramuza,  la 

'   Suple  —  se  uniesen. 
^  Entiéndase — ejército. 


—  9  —  (í52i) 

cual  esperaron  poco  los  franceses.  Habiendo  reconos- 
cido  el  Próspero  la  fortaleza  de  Parma,  se  tornó  á  su 
asiento.  Este  asiento  fué  á  primero  de  Agosto  ^  un  jué- 
bes.  Aquí  vino  el  Marqués  de  Aterno,  que  hoy  se  dice 
Pescara,  por  general  de  la  ynfantería  española,  con 
mil  é  quinientos  españoles  que  habia  recogido  en  el 
rey  no  de  Ñapóles  y  Roma,  y  otros  mil  que  se  habian 
desembarcado  de  unas  naves  en  el  puerto  de  Piombino, 
y  la  vanguardia  de  la  gente  darmas,  de  la  cual  eran 
capitanes  el  Marqués  del  Vasto,  el  Conde  Golisiano, 
Antonio  de  Leyba  y  Fernando  de  Alarcon;  el  cual  Fer- 
nando de  Alarcon  era  comisario  general  de  todo  el  exér- 
cito.  Aquí  mandan  sus  letras  en  Alemania,  mandando 
calar  '  quatro  mil  ynfantes  alemanes ,  los  quales  en 
brebes  dias  los  ajuntó  su  coronel  Jorge  de  Frondsperg, 
y  en  brebes  dias  llegó  con  ellos  en  el  Mantuano,  do 
era  ido  el  Marqués  de  Pescara  con  dos  mil  infantes 
españoles  y  trescientos  hombres  de  armas  y  trescientos 
caballos  ligeros  á  les  guardar  el  paso,  porque  venecia- 
nos no  se  lo  estorbasen. 

Pues  siendo  juntos  los  cuatro  mil  alemanes  y  dos 
mil  róeles,  que  hoy  dicen  grisones,  el  Marqués  los 
guia,  y  sin  ningún  estorbo  vase  a  juntar  con  el  Prós- 
pero. Siendo  avistado  el  Marqués  y  Jorge  de  Fronds- 
perg y  coronel  de  los  grisones  con  su  gente,  el  Prós- 
pero manda  levantar  su  campo  de  par  del  rio  Enza,  y 
allegándose  más  á  la  cibdad,  lo  manda  asentar  vecino 
el  agua  Elena,  que  es  un  buen  arroyo  que  pasa  vezino 
del  hospital  de  San  Lázaro  y  camino  romero. 

'   Entiéndase  —  reclutar. 


(1521)  —    10    — 

Partido  Gerónimo  Adorno  y  '  haber  llegado  á  Ge- 
nova, la  hallo  bien  proveyda  de  gente  con  gran  vigi- 
lancia, porque  el  bando  contrario,  que  es  el  bando  Fre- 
goso,  el  cual  tiene  la  parte  de  los  franceses,  la  tenía 
bien  proveyda.  Viendo  Gerónimo  Adorno  que  no  po- 
dia  tener  medio  de  entrar  en  Genova,  dexa  la  empre- 
sa de  Genova  y  manda  desembarcar  los  españoles,  y  se 
va  al  exército  del  Próspero. 

Siendo  venido  Gerónimo  Adorno  con  los  españoles 
en  el  exército,  el  Próspero  manda  levantar  su  exército 
é  pasa  la  Parma,  que  es  un  rio  que  divide  la  cibdad  de 
Parma  por  medio.  Después  de  haber  pasado  el  rio, 
hace  su  asiento  vecino  á  Santa  Cruz,  que  era  una  ygle- 
sia  vezina  de  los  muros  de  la  cibdad.  Este  asiento  é 
pasada  del  rio  fué  á  los  veinte  é  nueve  de  Agosto ,  dia 
de  la  colación ;  aquí  fué  una  grande  escaramuza  con 
los  de  la  cibdad.  Luego  se  dio  orden  de  hacer  las  co- 
sas necesarias  para  batir  los  muros  de  la  cibdad  y  da- 
lles la  batalla;  é  ansí  se  batió  é  tomó  lo  de  Ponte  % 
que  era  una  parte  de  la  cibdad.  Esta  batalla  se  dio  á 
los  ocho  de  Setiembre  ^  un  domingo  dia  de  la  Nativi- 
dad de  Nuestra  Señora,  é  no  se  tomó  la  otra  parte  de 
la  cibdad  por  la  división  del  rio  y  por  la  venida  del  so- 
corro que  venía  á  la  cibdad.  Pues  viendo  musiur  de 
Lautrec,  general  de  los  franceses,  cómo  el  Próspero 
habia  fecho  un  asiento  sobre  Parma  y  la  habia  batido, 
por  no  perder  á  su  hermano   musiur  de  Lescun,  y  á 


'  Se  suple  —  después  de. 

^  El  barrio  de  la  margen  del  rio  donde  estaba  el  ejercito  ¡m- 
pcrial. 


—    II    —  (I52l) 

los  otros  cabdillos  y  quatro  mil  hombres  de  guerra 
que  con  él  estaban,  manda  aj untar  ocho  mil  esguíza- 
ros  y  cinco  mil  gascones  é  seis  mil  aventureros  y  mil 
hombres  darmas  y  mil  caballos  ligeros.  A  el  presente  la 
señora  '  de  Venecia  tenía  liga  con  el  Rey  de  Fran- 
cia, pensando  de  asegurar  más  sus  tierras;  é  ansí  viene 
Theodoro  Tribulzi,  milanes,  general  de  venecianos,  con 
ocho  mil  ytalianos  y  quinientos  hombres  darmas  y  mil 
caballos  ligeros,  los  quales  llegan  á  Roccabianca,  que  es 
una  buena  villa,  á  doze  millas  de  Parma.  Viendo  el 
Próspero  que  no  podia  tomar  la  otra  parte  de  la  cib- 
dad,  por  la  división  del  rio  y  por  el  socorro  que  venía, 
manda  levanten  su  campo  y  va  al  agua  Enza;  fué  á  los 
doze  de  Setiembre.  El  dia  siguiente  va  á  Puente  Enza, 
de  do  va  á  la  villa  de  Brescello,  buena  tierra  del  Fer- 
rara, doze  millas  de  Parma.  Aquí  esperó  unos  dias, 
esperando  á  Julio  de  Médicis,  sobrino  y  legado  del  Pa- 
pa; y  viendo  el  Próspero  que  los  franceses  no  le  iban  á 
buscar  y  ser  venido  el  Cardenal,  manda  hacer  una 
puente  de  barcas,  una  milla  más  abaxo  de  la  villa  de 
Brescello,  en  un  estrecho  que  allí  haze  el  rio  Po,  el 
qual  rio  se  pasó  á  los  veinte  é  nueve  de  Setiembre  ^  dia 
de  San  Miguel.  Viendo  Lautrec  que  el  Próspero  ha- 
bia  pasado  el  Po,  va  á  Parma  y  saca  á  musiur  de  Les- 
cun  con  la  mayor  parte  de  los  franceses  que  con  él  es- 
taban, é  con  la  demás  gente  dexa  á  Fadrico  de  Bozoli 
en  guarda  de  la  cibdad,  y  con  su  campo  va  á  pasar  el 
Po  por  una  puente  de  barcas  quel  habia  mandado  ha- 
cer vezina  á  Cremona;  y  cam.inan  la  vuelta  de  Milán; 

'    Entiéndase  —  Señoría. 


(1521)  —     12    — 

el  Próspero  á  conquistallo  y  franceses  á  lo  defender. 
En  una  villa  tres  millas  de  Ponte  becchio,  donde  habia 
de  reposar  el  Próspero  con  su  campo  por  aquella  no- 
che (este  dia  llebaban  los  ytalianos  la  vanguardia)  fa- 
llaron en  la  villa  el  bagaje  de  los  españoles  y  lo  co- 
mienzan de  saquear;  y  viendo  los  mozos  de  los  españo- 
les y  algunos  soldados,  que  con  ellos  se  hallaron,  que  los 
ytalianos  les  saqueaban  el  bagaje,  se  marchan  y  lo  ha- 
cen saber  al  escuadrón  de  los  españoles  que  venía  en 
batalla.  Viendo  los  españoles  que  les  saqueaban  el  ba- 
gaje, no  esperando  unos  á  otros,  llegan  do  los  ytalia- 
nos estaban  y  dan  en  ellos,  y  de  tal  suerte  los  tratan, 
que  los  ytalianos  se  arrepintieron  de  lo  comenzado,  é 
los  que  pudieron  se  guarescieron  con  el  Marqués  de 
Mantua,  que,  por  él  ser  Gonfaloniero  de  la  Yglesia,  le 
tubieron  respeto  de  totalmente  no  los  deshacer.  ¡Quién 
podria  explicar  lo  que  el  Cardenal  y  los  otros  señores 
hacian  por  pacificar  la  saña  de  los  españoles !  Siendo 
pacificada  la  travada  pasión,  estuvo  aquí  el  campo  unos 
dias,  por  la  mucha  agua  que  hazia  en  estos  dias.  De 
dia  en  dia  se  esperaba  batalla,  donde  venecianos  orde- 
naron una  cabtela  á  los  españoles,  mostrándoseles  por 
amigos,  y  al  mejor  tiempo  que  vieron  dentro  á  los  es- 
pañoles, pensando  tomallos  con  algún  descuido,  les 
vienen  á  dar  batalla  todos  dos  exércitos,  por  lo  cual  el 
Próspero  con  su  exército  se  retira  una  jornada,  do  es- 
pera más  gente. 

Aquí  le  vino  el  Cardenal  de  Sion  con  doze  mil  es- 
guízaros  viendo  Lautrec  que  era  venido  al  Próspero  y 
aquel  socorro,  se  retira  de  do  estaba,  y  pasa  el  rio  de 
Adda,  haziendo  su  asiento  en  Casal  de  Adda  y  en  Ba- 


—  13  —  (1521) 

bar,  dos  villas  orillas  del  rio  Adda,  vezina  la  una  de 
la  otra,  do  hazen  sus  reparos.  Pues  siendo  llegado  el 
Próspero  con  su  campo  á  el  rio  Adda,  falla  defensa  de 
los  franceses ,  por  lo  qual  el  maestre  de  campo  Juan 
de  Urbina  se  mete  en  una  pequeña  barca  con  hasta 
treynta  escopeteros  y  pasa  el  rio  Adda,  y  gana  un  pa- 
lacio que  los  franceses  tenian  fuerte  para  defensa  del 
paso  y  villa  de  Babar  y  ansimismo  gana  la  villa  de  Ba- 
bar,  con  socorro  que  le  pasaba.  Estando  en  esta  batalla 
Juan  de  Urbina  con  los  de  Babar,  Juanin  de  Médicis, 
sobrino  del  Papa  León ,  con  cien  caballos  ligeros  pasa 
el  rio  de  Adda  á  la  villa  de  Babar,  y  pasólo  en  lugar 
muy  peligroso,  por  la  gran  fondura  y  crecida  del  rio,  y 
por  pasallo  entre  Babar  y  Casal.  Pues  siendo  Juanin 
de  Médicis  con  sus  caballos ,  se  traba  con  los  france- 
ses en  una  muy  trabada  escaramuza.  Viendo  Lautrec 
cómo  era  pasado  Juan  de  Urbina  y  que  le  habia  toma- 
do el  palacio  y  villa  de  Babar,  y  que  él  y  Juanin  de 
Médicis  hablan  puesto  en  tanto  rebato  su  campo,  no 
pudiendo  excusar  que  el  Próspero  no  echase  su  puente 
de  barcas,  y  que  á  más  andar  pasaban  españoles,  ansí, 
la  noche  siguiente  muy  secretamente  manda  levantar 
su  campo  y  se  va  la  buelta  de  Milán.  No  pudo  ser  tan 
secreta  su  retirada,  que  no  lo  sintiesen  los  españoles, 
y  alguna  gente  desmandada  les  hizo  daño  en  la  reta- 
guardia. 

Viendo  el  Próspero  que  Lautrec  se  era  retirado  y 
se  iva  a  meter  en  Milán,  el  dia  siguiente  de  maña- 
na manda  levantar  su  campo  y  va  la  vuelta  de  Mi- 
lán, y  haze  su  asiento  en  la  abadía  de  Sarrabal  (Cartu- 
ja de  Chiaravalle),  que  es  un  gran  monesterio  á  cua- 


(1521)  —   14  — 

tro  mil  pasos  de  Milán,  donde  supo  por  sus  espías  las 
cosas  que  pasaban  en  el  exército  y  cibdad  de  Milán. 
Sabiendo  el  Próspero  las  cosas  de  la  cibdad  y  campo, 
sale  de  la  Abadía  y  llega  á  la  cibdad ,  do  manda  que  el 
bagaje  se  estuviese  cargado  en  la  campaña,  y  que  en  su 
guarda  quedasen  los  catorze  mil  esguízaros  y  tres  mil 
italianos,  que  no  habian  quedado  más  desde  el  dia  de 
la  revuelta.  El  Próspero  y  Marqués  de  Mantua  y  el  de 
Pescara,  con  voluntad  del  comisario  general  Fernando 
de  Alarcon,  quisieron  que  se  llegase  á  los  bastiones  de 
Milán,  y  se  acometiese  la  batalla;  y  el  Marqués  de  Pes- 
cara toma  hasta  quinientos  escopeteros  españoles  y  va 
á  Betyno  ■ ,  que  es  una  vuelta  que  haze  el  bastión  ó 
cabi.  Aquí  se  hacia  un  gran  bastión,  el  cual  guardaba 
Theodoro  Tribulzi,  General  de  venecianos,  con  su  gen- 
te. El  Próspero  y  los  otros  señores  daban  la  batalla  por 
puerta  Lodovica  y  otros  lugares:  y,  pues,  como  el  Mar- 
qués de  Pescara  llegase  á  Betyno,  do  el  bastión  se  ha- 
cia, comienza  á  trabar  escaramuza  con  los  de  la  guar- 
dia del  bestión,  donde,  siendo  trabados  los  unos  con 
los  otros,  los  españoles  dan  tan  recia  carga  en  los  ene- 
migos que  los  hacen  retirar  mal  su  grado:  así,  todos  á 
las  vueltas,  entran  en  el  bestión,  donde  casi  sin  resis- 
tencia le  ganan.  Aquí  fué  herido  Theodoro  Tribulzi, 
y  en  prisión  del  Marqués  de  Pescara.  Como  Lautrec 
supiese  que  los  españoles  habian  entrado  por  do  estava 
Theodoro  Tribulzi ,  y  que  era  en  su  prisión  y  desfe- 
cha su  gente,  y  que  su  hermano  musiur  de  Lescun  se 
era  retirado  con  los  suyos  la  vuelta  del  castillo,  no  pu- 

'   Hoy — Porta  Vigentina. 


—   15  —  (i52i) 

diendo  resistir  á  el  Próspero  y  á  los  otros  caballeros 
con  su  gente,  con  la  más  gente  que  pudo,  se  retira  á  la 
plaza  del  castillo,  y  habiendo  guarnescido  el  castillo  de 
buena  gente,  y  habiéndose  fablado  con  musiur  de  Mas- 
saron,  caballero  gascón,  alcaide  del  castillo,  se  despide 
del  é  de  los  otros  caballeros  que  con  él  quedaban,  é  se 
va  á  Como,  cibdad  á  veynte  é  cuatro  millas  de  Milán, 
do  dexa  seiscientos  ynfantes  y  cincuenta  hombres  de 
armas,  con  la  demás  gente  que  en  la  cibdad  habia.  E 
de  aquí  va  en  Villa  Pliniana,  villa  en  el  monte  de 
Canzo,  de  do  va  en  Lecco,  pasando  por  vna  puente 
de  piedra  el  rio  Adda.  Está  este  puente  vezino  á  Lec- 
co, muy  vezino  del  puente  sale  el  rio  Adda  de  vn  gran- 
de y  fondísimo  lago,  el  qual  lago  va  hasta  el-  muro  de 
Lecco,  y  ansí  se  dize  el  lago  de  Lecco;  en  el  cual  Lec- 
co y  puente  dexa  su  guarnición,  y  por  tierra  de  vene- 
cianos va  en  Cremona ,  la  qual  cibdad  se  habia  rebela- 
do, quiriéndose  dar  á  el  Próspero  Colona,  en  nombre 
del  Duque  de  Milán,  su  señor.  Por  lo  cual  Lautrec 
a  gran  priesa  manda  á  su  hermano  musiur  de  Lescun 
que  con  cuatrocientos  caballos  ligeros  y  otros  ynfantes 
á  caballo  fuesen  á  Cremona  é  trabajase  de  entrar  en  la 
cibdad  con  el  favor  del  castillo,  como  estuviese  por 
suyo.  Como  musiur  de  Lescun  fuese  llegado  en  Cre- 
mona é  quisiese  entrar  en  la  cibdad,  los  cibdadanos  no 
le  dan  la  entrada,  antes  se  ponen  en  se  la  defender. 
Como  Lautrec  con  la  demás  gente  llegase  en  Cre- 
mona, mandan  que  le  abran  las  puertas  de  la  cibdad, 
y  como  los  cibdadanos  ven  la  mucha  gente  que  traía 
Lautrec  y  tubiese  el  castillo  por  suyo,  y  viendo  que 
no  les  venía  socorro  para  poder  defender  la  cibdad,  le 


(i52i)  —  i6  — 

abren  las  puertas ,  con  pacto  de  perdón  general  de  todo 
lo  pasado.  Viendo  Lautrec  los  ánimos  de  los  cremo- 
neses  y  ser  la  cibdad  tan  grande,  paresciéndole  tener 
poca  gente  consigo  para  guardia  de  Cremona,  manda' 
sus  letras  á  Fadrico  de  Bozzoli,  que  en  la  cibdad  de 
Parma  estaba,  por  las  quales  le  mandaba  que  él,  con  la 
gente  que  en  Parma  tenía,  viniese  en  Cremona;  y  vien- 
do Fadrico  de  Bozzoli  las  letras  de  su  general,  sale  de 
Parma,  é  apenas  era  fuera  de  la  cibdad,  cuando  era 
entrado  en  ella  Roberto  de  San  Severino ,  servidor  del 
Papa,  casado  con  vna  sobrina  del  Papa  León;  de  la 
cual  entrada  fué  bien  arrepentido  Lautrec.  Pues  tor- 
nando á  la  tomada  de  Milán ,  la  cual  fué  á  los  veinte 
é  dos  de  Noviembre ^  un  viernes,  dos  horas  antes  de  se 
poner  el  sol,  la  cabsa  de  dar  tan  en  brebe  esta  batalla 
fué  porque  los  esguízaros  daban  plática  á  los  franceses 
para  habellos  de  servir,  y  también  por  la  fortuna  del 
tiempo,  que  á  la  sazón  era  malo.  Pues  viendo  el  Prós- 
pero cómo  habia  echado  á  los  franceses  de  Milán,  y 
que  tenía  la  cibdad  por  suya,  manda  poner  cerco  al 
Castil  de  Jobi ,  fortísimo  é  gran  castillo  que  la  cibdad 
tiene  á  una  parte  della  ' ,  donde  antiguamente  estaba 
vna  puerta  de  la  cibdad,  llamada  Puerta  Celi  *;  é 
ansí  mismo  manda  despedir  los  esguízaros  italianos,  y 
que  el  Marqués  de  Pescara  y  Juan  de  Urbina  tomasen 
la  ynfantería  española  y  artillería  y  fuesen  á  tomar  á 
Como,  do  estaba  musiur  de  Vendóme,  con  mil  infantes 
y  cincuenta   lanzas  y  cincuenta  caballos  ligeros.    Lle- 

'   Al  N.  O.  do  la  villa. 

*  Hoy  —  Puerta  del  Simplón. 


—    1/    —  (1521) 

gado  el  Marqués  de  Pescara  y  Juan  de  Urbina  con  su 
gente  sobre  Como,  manda  sus  trompetas  á  musiur  de 
Vendóme,  que  le  rindiese  la  cibdad,  á  lo  qual  musiur 
de  Vendóme  dize  que  no  se  podrá  rendir  sin  verle  ^ ; 
por  lo  que,  viendo  el  Marqués  de  Pescara  la  gran  for- 
taleza de  la  cibdad  y  las  muchas  defensas  y  gente  que 
tenía,  manda  hacer  las  cosas  que  convenian  para  sen- 
tarles la  batería,  la  cual  se  puso  á  vn  esquina  de  la  cib- 
dad, é  se  bate  el  muro  junto  á  vna  alta  y  fortísima 
torre  que  á  la  esquina  de  la  cibdad  estaba.  Viendo  mu- 
siur de  Vendóme  la  batería  que  se  hacia,  por  no  po- 
ner en  aventura  su  gente  é  cibdad,  se  rinde,  por  lo 
cual  entra  en  la  cibdad  el  Maestre  de  campo  Juan  de 
Urbina,  á  fazer  los  pactos  con  musiur  de  Vendóme. 
Viendo  los  alemanes  cómo  se  rendía  la  tierra,  muestran 
algún  motivo  por  ser  pagados  de  dos  pagas  que  habian 
de  haber,  las  cuales  les  prometieron  sus  capitanes  en 
nombre  del  Marqués  de  Pescara;  é  viendo  algunos  de 
los  españoles  que  los  alemanes  eran  contentos  y  á  ellos 
no  contentaban  (no  faltando  algún  atrevido  que  da  ar- 
ma, y  juntándose  otros  con  él)  arremeten  la  batería 
tirando  con  sus  arcabuzes,  de  la  cual  batería  hacen 
huyr  á  Juan  de  Urbina,  que  se  era  puesto  á  la  querer 
defender.  Ansí  se  entran  en  la  cibdad,  y  se  travan  con 
los  franceses  en  muy  travada  escaramuza :  é  viendo  el 
Marqués  de  Pescara  una  tal  desorden,  entra  en  la  cib- 
dad con  los  otros  caballeros  y  capitanes,  y  se  pone  en 
defensa  de  los  franceses,  y  los  saca  de  la  cibdad  con  su 
salvo  conduto,  é  los  hace  acompañar  hasta  tierra  esguí- 

'   Entiéndase  —  si?i  defenderse. 


(1521)  -  i8  - 

zara.  Teniendo  el  Marqués  la  cibdad  de  Como  por 
suya  (la  qual  no  pudo  defender  que  no  fuese  saqueada) 
con  la  demás  gente  torna  en  Milán.  Aquí  se  acaban 
los  fechos  del  año  de  mil  é  quinientos  é  veynte  é  vno. 


AÑO  DE  1522. 


Conviene  á  saber  que  el  Próspero  Colona,  sabiendo 
por  sus  espías  la  cosa  del  consejo  de  los  franceses  y  co- 
nociendo la  gran  congregación  de  gente  y  la  poca  que  él 
tenía  para  su  resistencia,  manda  que  Gerónimo  Adorno 
fuese  en  Alemania  y  trajese  cuatro  mil  alemanes.  A 
todo  esto  se  fallaba  en  Trento,  tierra  del  Imperio, 
Francisco  Sforza,  duque  de  Milán,  el  qual,  viendo  las 
cosas  tan  en  su  favor,  viene  en  Ytalia  con  Gerónimo 
Adorno  y  los  quatro  mil  alemanes,  y  pasa  el  Po  por 
Casal- Mayor,  buena  villa  del  Cremones,  y  de  aquí  va 
en  Plazenzia,  do  estaba  el  Marqués  de  Mantua  con 
cuatrocientos  caballos  ligeros;  el  cual  Duque  y  Mar- 
qués con  su  gente  van  á  Papía  ó  vero  ^  Pavía. 

Conviene  á  saber  cómo  en  el  principio  del  año  de 
veynte  é  dos,  Lautrec,  general  de  los  franceses,  fué 
en  tierra  esguízara  é  trae  veynte  é  dos  mil  esguízaros, 
y  ajunta  su  campo  que  tenía  en  Ytalia,  que  por  todo 
eran  treynta  mil  esguízaros  y   cinco  mil   gascones  y 

'   Entiéndase — ó  sea. 


(1522)  —   20   — 

seis  mil  aventureros,  mil  dozientas  lanzas  v  dos  mil 
caballos  ligeros;  y  el  campo  de  venezianos  que  era  de 
ocho  mil  ytalianos  y  quinientas  lanzas  y  mil  caballos 
ligeros,  y  va  á  querer  cercar  á  Milán.  Viendo  el  Prós- 
pero cómo  Lautrec  venía  tan  pujante  sobre  Milán, 
manda  recoger  su  campo,  que  alojaba  por  las  villas  de 
la  heredada  '.  Ansi  mismo  manda  que  el  Marqués  de 
Mantua,  con  cuatro  mil  ytalianos  y  trezientas  lanzas 
y  cien  caballos  ligeros,  guardase  á  Pavía,  y  manda  que 
los  alemanes  que  eran  venidos  con  Gerónimo  Adorno 
se  viniesen  á  Milán  con  la  demás  gente,  que  eran  cua- 
tro mil  españoles,  é  por  todos  nueve  mil  alemanes  y 
dos  mil  ytalianos  y  seiscientas  lanzas  y  mil  caballos 
ligeros:  los  cuales  todos  fueron  repartidos  por  sus  cuar- 
teles, teniendo  gran  guardia  en  la  cibdad  y  castillo  que 
por  ellos  estaba.  Venido  Lautrec  sobre  Milán,  asien- 
ta su  campo  en  el  Jardín  (que  son  unos  grandes  y  fer- 
mosos  llanos,  propios  del  castillo),  creyendo  que  con  el 
favor  del  castillo  entraría  por  allí  á  la  cibdad;  mas  era 
tanta  la  guardia  que  por  todas  partes  se  hacia,  que  por 
ningún  acometimiento  que  franceses  hicieron,  no  pu- 
dieron poner  flaqueza  en  los  ánimos  de  los  españoles, 
antes  con  grandes  escaramuzas  tenian  acobardados  á 
los  franceses;  entre  las  cuales  escaramuzas  un  día,  sien- 
do pasada  una  gran  escaramuza,  ya  retirados  los  espa- 
ñoles en  Milán,  Marco  Antonio  Colona,  hermano  del 
Próspero  Colona,  y  Camilo  Tribulzi,  milanes,  princi- 
pales caballeros  en  el  campo  de  Lautrec,  se  allegan 
cerca  de  los  bestiones,  é  estando  detras  de  uno,  reco- 

*   Llamaban  así  la  campiña  de  Milán. 


—    21    —  (1522) 

nociendo  la  fortaleza  que  por  allí  tenían  los  españoles, 
fueron  vistos  de  los  bestiones  de  Milán,  y  un  artillero 
les  tira  un  tiro  de  cañón,  la  cual  pelota  y  piedras  del 
palomera,  los  mata  a  todos  dos;  de  la  cual  cosa  Lau- 
trec  hizo  mucho  sentimiento  en  perder  dos  tales  caba- 
lleros, ansí  valientes,  como  sabios  en  las  astucias  y  cab- 
telasde  la  guerra.  Ansí  envia  una  trompeta  á  el  Prós- 
pero Colona,  haziéndole  saber  la  muerte  de  aquellos 
dos  caballeros,  é  que  le  suplicaba  que  tuviese  por  bien 
que  metiesen  sus  cuerpos  á  Milán;  de  lo  cual  el  Prós- 
pero fué  contento,  y  fueron  traydos  por  los  caballeros 
y  capitanes  franceses  hasta  los  bestiones,  donde  fueron 
recibidos  de  los  señores  y  capitanes  que  en  Milán  ha- 
bia,  con  la  mayor  parte  de  los  del  senado  y  los  princi- 
pales milaneses,  y  llevados  á  el  Domo,  que  es  la  yglesia 
mayor  de  Milán,  do  fueron  depositados.  Aquí  hizo  el 
Próspero  mucho  sentimiento,  derramando  lágrimas  to- 
dos los  señores  y  capitanes  que  le  consolaban,  á  los 
cuales  responde  diziendo  :  Señores ,  no  lloro  yo  por  la 
muerte  de  mi  hermano  Marco  Antonio ;  mas  lloro  porque 
murió  en  servicio  del  mayor  enemigo  que  yo  tengo. 

Viendo  Lautrec  que  tales  dos  caballeros  •  le  habían 
muerto,  y  que  era  excusado  entrar  en  Milán  ni  dar  so- 
corro al  castillo,  y  quel  Duque  de  Milán  y  Marqués 
de  Mantua  estaban  con  tan  poca  gente  en  Pavía,  pen- 
sando de  los  tomar  dentro ,  levanta  su  campo  de  las 
campañas  del  Jardín  y  lo  manda  asentar  á  cinco  millas 
de  Milán,  en  Casin  y  en  sus  campañas,  que  es  un 
pequeño  castillo  que  está  entre  Milán  y  Pavía,  do  no 
faltaban  travadas  escaramuzas,  ansí  con  los  de  Milán 
como  con  los  de  Pavía.  En  este  tiempo  vino  á  Geno- 


(1522)  _    22    — 

va  musiur  de  Lescun  con  mucha  ynfantería  francesa  y 
gascona ,  é  sabiendo  Lautrec  que  su  hermano  era  des- 
embarcado en  Genova  con  tanta  gente,  le  manda  sus 
letras,  por  las  cuales  le  manda  que  caminase  con  su 
gente  la  vuelta  de  Novara.  Ansimismo  manda  á  Fa- 
drico  de  Bozoli  que  tomase  syete  mil  ynfantes  y  cua- 
trocientos caballos  ligeros  y  cuatro  piezas  de  artillería, 
y  se  fuese  á  juntar  con  su  hermano  y  fuesen  á  tomar 
á  Novara.  Viendo  Fadrico  de  Bozoli  el  mandado  de  su 
general,  toma  la  gente  y  artillería  que  le  fué  mandado 
y  pasa  el  rio  Ticino  y  toma  á  Bereguardo,  buena  tier- 
ra del  estado  de  Milán;  é  dejando  en  ella  su  guarni- 
ción, se  va  á  juntar  con  musiur  de  Lescun,  é  todos 
dos  van  sobre  la  cibdad  de  Novara ,  do  estaba  por  el 
Próspero  el  Conde  Felipe  Torniel,  principal  cabdillo, 
con  poca  gente  de  guerra.  Siendo  llegados  los  franceses 
sobre  Novara,  manda  sus  trompetas  á  el  Conde  Feli- 
pe, que  se  rindiese  la  cibdad,  á  lo  qual  responde  el 
Conde  diziendo  quel  no  rendiría  la  cibdad  sin  verle; 
por  lo  que,  viendo  musiur  de  Lescun  la  respuesta  del 
Conde,  manda  plantar  el  artillería  y  que  se  le  diese  la 
batería,  la  cual  se  hizo  grande,  cayendo  gran  parte  del 
muro  y  dando  batallas,  las  cuales  fueron  muy  bien  de- 
fendidas por  el  Conde  y  su  gente,  mas  al  último,  y  no 
sin  cautela  de  los  de  dentro,  entran  los  franceses.  Aquí 
fué  preso  el  Conde  Felipe  Torniel  con  otros  de  sus 
capitanes.  Como  musiur  de  Lescun  tuviese  por  suya  la 
cibdad,  dexa  su  guarnición  y  se  va  a  juntar  con  su  her- 
mano Lautrec,  que  todavía  estava  en  Casin  y  sus 
campañas.  Viendo  Lautrec  que  su  hermano  era  venido 
con  su  gente,  manda  levantar  su  campo  y  va  sobre  Pa- 


—    23    —  (1522) 

vía.  Viendo  el  Próspero  la  gran  pujanza  que  tenía 
Lautrec,  y  temiendo  que  el  Marqués  de  Mantua  tenía 
poca  gente  para  la  defensa  de  la  cibdad,  manda  que  en- 
trasen en  Pavía  tres  banderas  de  españoles,  de  las  cua- 
les eran  capitanes  el  comendador  Cervera  y  D.  Felipe 
Cervellon  y  otro  nombrado  Santa  Cruz,  capitán  de  ar- 
cabuzería  española,  los  cuales  capitanes  y  gente,  la 
misma  noche  que  salieron  de  Milán  entraron  en  Pavía. 
Está  la  una  cibdad  de  la  otra  veynte  millas,  é  pasaron 
los  mayores  trabajos  que  se  podian  pasar,  por  los  ro- 
deos y  fosos  y  aguas  que  habia  por  su  camino,  sin  el 
peligro  á  que  se  pusieron  al  pasar  por  una  guardia  de 
las  del  campo  de  Venecianos.  Viendo  Lautrec  que  le 
era  entrado  socorro  á  la  cibdad,  antes  que  más  le  en- 
trase, determina  de  darles  batería  y  batalla,  la  cual  ba- 
tería se  dio  muy  furiosa  y  grande  á  una  esquina  de  la 
cibdad,  vezina  del  castillo;  y  le  da  una  batalla  por  todas 
partes.  Viendo  Lautrec  que  tanta  resistencia  tenía  la 
cibdad  y  el  gran  daño  de  su  gente,  la  manda  retirar. 
Pues  viendo  el  Próspero  que  Lautrec  habia  batido  á 
Pavía  y  dado  la  batalla,  sale  en  campaña  con  todo  su 
campo,  que  fué  á  los  siete  de  Abril,  lunes. 

Pasado  el  domingo  de  Lázaro  y  domingo  de  Ramos, 
llega  á  Binasco,  buena  villa,  diez  millas  de  Milán  y 
otras  diez  de  Pavía,  é  aquí  se  travo  una  travada  y  más 
reñida  escaramuza.  En  ella  murieron  mwchos  de  los 
franceses  y  se  les  ganaron  tres  estandartes,  y  Juanin 
de  Médicis,  sobrino  del  Papa,  que  se  habia  pasado  en 
servicio  del  rey  de  Francia,  se  encontró  con  Juanote 
de  la  Rosa,  soldado  español,  valerosos  caballeros,  los 
cuales  dos  después  de  haber  roto  las  lanzas,  vienen  á 


(1522)  —    24    — 

Jos  brazos  é  caen  en  tierra;  é  Juanote  de  la  Rosa,  aun- 
que muy  mal  herido  en  la  cabeza  del  pico  de  la  hacha 
darmas,  fué  el  primero  que  se  levantó  y  tomó  el  caba- 
llo de  Juanin  de  Médicis,  llamado  el  Papa^  caballo  de 
gran  precio.  Juanin  se  salvó  en  el  caballo  de  Juanote 
de  la  Rosa,  con  socorro  que  tuvo  de  su  gente. 

A  todo  esto  los  franceses  habian  dado  otra  batalla 
á  la  cibdad  de  Pavía,  en  las  cuales  dos  batallas  habian 
recibido  daño  los  de  dentro  de  la  mucha  artillería  y  ar- 
cabuzería  de  los  franceses,  pero  muy  mayor  daño  re- 
cibieron los  franceses  del  artillería  y  arcabuzería  de  los 
de  la  cibdad.  Caminando  el  Próspero  con  su  campo, 
llega  á  la  Cartuja,  monesterio  á  tres  millas  de  Pavía, 
do  mandó  el  Próspero  disparar  su  artillería,  por  dar  á 
entender  a  los  de  la  cibdad  cómo  estaba  allí  para  dalles 
socorro,  si  menester  lo  hobiesen.  Ansimismo  entró  una 
espía  en  la  cibdad  con  letras  del  Próspero  para  el  Mar- 
qués y  capitanes,  por  las  cuales  todos  fueron  muy  ale- 
gres en  saber  las  cosas  del  exército.  Viendo  Lautrec 
cómo  el  Próspero  era  salido  de  Milán,  y  que  tanto  se 
acercaba  á  Pavía,  recelándose  de  lo  que  le  podia  ve- 
nir, y  también  con  pensamiento  de  entrarse  en  Milán, 
con  el  favor  del  castillo,  antes  que  el  Próspero  tornase 
á  Milán,  manda  levantar  su  campo  del  cerco  de  Pavía 
y  camina  la  vuelta  de  Milán. 

Viendo  el  Próspero  el  camino  que  llevaba  Lautrec, 
y  presumiendo  su  malicia,  manda  levantar  su  campo  y 
camina  hasta  la  Vicoca,  que  son  cuatro  casas  en  unas 
llanas  campañas  que  están  cuatro  millas  de  Milán.  Aquí 
hizo  asiento  su  campo,  teniendo  las  espaldas  á  Milán. 
Viendo    Lautrec   que  el  Próspero  se  le  habia  puesto 


—    25    —  (1522) 

delante,  haze  afirmar  su  campo  cuanto  una  milla  del 
campo  del  Próspero.  En  este  tiempo  el  Duque  de  Mi- 
lán salió  de  Pavía  y  va  en  Milán  con  escolta  que  el 
Próspero  le  mandó  hacer.  Viendo,  pues,  Lautrec  que 
no  se  podia  excusar  de  haber  batalla,  ó  por  entrar 
en  Milán  ó  por  retirarse,  ansí  acuerda  con  musiur  de 
Lescun  y  con  musiur  de  Bonneval  y  con  musiur  de  Ven- 
dóme y  musiur  de  Anbar  y  el  conde  Pedro  Navarro  y 
Juan  Jacobo  Tribulzi,  general  de  venecianos,  y  el 
Marqués  de  Saluzo  y  Juanin  de  Médicis,  con  los  co- 
roneles de  los  esguízaros  y  con  otros  señores  y  coro- 
neles y  capitanes,  de  dar  la  batalla  á  el  Próspero  y  á 
su  campo.  Como  el  Próspero  supiese  por  sus  espías 
la  determinada  voluntad  de  Lautrec,  manda  proveer 
todas  las  cosas  que  eran  menester  para  la  batalla,  y 
ansí  ha  su  consejo  con  el  Marqués  de  Pescara  y  con  el 
Duque  de  Tratto  y  con  el  Duque  de  Termenes  y  con 
el  Marqués  de  Civita  de  Sant  Angelo  y  con  el  Conde 
Golisiano  y  Antonio  de  Ley  va  y  Jorge  de  Frondsperg, 
coronel  de  los  alemanes,  y  con  Fernando  de  Alarcon  (el 
cual  como  Comisario  general  estaba  en  su  mano  con- 
sentirla ó  no,  mas  como  tan  valeroso  caballero  y  cono- 
ciendo la  gran  nobleza  de  su  campo,  lacepta  con  los 
demás  señores),  donde  todos  de  una  voluntad  acuerdan 
que,  si  bien  Lautrec  se  arrepintiese  de  dalla,  que  ellos 
se  la  diesen.  Sabiendo  el  general  francés  la  voluntad  del 
Próspero,  manda  hazer  tres  escuadrones  de  los  esguí- 
zaros, y  quel  uno  fuese  de  quinze  mil  hombres,  y  que 
los  otros  dos  escuadrones  tuviesen  los  otros  quinze  mil; 
ansí  se  hizo  el  escuadrón  del  toro  y  el  de  la  vaca  y  el 
del  bezerrOj  y  un  escuadrón  de  quinientas  lanzas  y  un 


(1522)  —    20    — 

pequeño  escuadrón  de  ynflintería  gascona;  y  que  el  resto 
de  la  demás  gente  se  hiziese  un  escuadrón,  y  el  campo 
de  venezianos  fuese  por  un  través,  overo  atajo,  cuando 
se  comenzase  la  batalla,  á  dar  por  la  retaguardia  en  el 
escuadrón  de  españoles,  y  que  el  escuadrón  de  la  gente 
de  armas  y  gascones  diesen  por  la  retaguardia  de  los 
otros  escuadrones.  Por  lo  cual,  el  Próspero  manda  que 
al  través,  por  do  sospechaba  le  vendría  daño,  que  fue- 
sen tres  banderas  de  ynfantería  española  y  doscientas 
lanzas  y  doscientos  caballos  ligeros;  para  en  defensa 
deste  paso  ó  través  y  en  defensa  de  la  gente  de  armas 
y  gascones,  manda  questuviesen  el  conde  Golisano  y 
Antonio  de  Ley  va  con  cuatrocientas  lanzas  y  poca  es- 
copetería española.  Estando  ansí  la  cosa,  llega  el  Du- 
que de  Milán  con  seis  mil  ynfantes  y  cuatrocientos  ca- 
ballos ligeros,  los  quales  se  tornaron  en  Milán  antes 
que  se  comenzase  la  batalla,  saqueando  parte  del  ba- 
gaje del  campo  del  Próspero.  Estando  en  esto  se  co- 
menzó la  batalla,  acometiendo  cada  vno  do  tenía  la  or- 
den de  acometer;  el  escuadrón  del  toro^  que  eran  los 
quince  mil  esguízaros,  toca  tres  vezes  su  cuerno,  á 
modo  de  un  toro,  que  brama;  va  con  determinado  áni- 
mo de  buscar  el  escuadrón  de  los  españoles,  que  estaba 
como  en  batalla  de  los  otros  escuadrones.  Como  el  es- 
cuadrón de  los  esguízaros  comenzase  á  caminar  contra 
el  de  los  españoles,  las  picas  caladas,  la  escopetería  y 
arcabuzería  española  comienza  á  ferir  en  ellos,  ó  de  tal 
suerte,  que  antes  que  á  las  manos  viniesen  murieron 
más  de  dos  mil  esguízaros,  por  lo  cual  el  escuadrón 
de  los  esguízaros  saltó  un  foso,  do  dexando  los  espa- 
ñoles, viene  á  las  picas  con  el  escuadrón  de  los  alema- 


—    27   —  (1522) 

nes,  que  vezino  á  los  españoles  estaba.  Allí  se  afrentó 
Jorge  de  Frondsperg  con  el  coronel  de  los  esguízaros. 
Como  estas  dos  naciones  se  desunen  de  muerte,  se  va 
el  uno  contra  el  otro ;  á  los  primeros  botes ,  el  coronel 
de  los  esguízaros  dio  un  bote  de  pica  á  el  coronel  de  los 
alemanes  en  un  muslo,  le  pasó  las  armas  y  le  hirió  en  el 
muslo;  viéndose  ansí  herido,  con  el  coraje  é  mala  vo- 
luntad que  tuviese  al  coronel  de  los  esguízaros,  arre- 
mete con  él  y  lo  mata.  Mucha  de  la  gente  española  se 
desmandó  del  escuadrón,  que  los  capitanes  no  los  po- 
dian  resistir,  y  van  firiendo  por  el  costado  del  escua- 
drón de  los  esguízaros,  de  tal  modo  que  fácilmente  los 
alemanes  los  pudieron  romper,  y  pierden  su  cuerno,  en  el 
cual  cuerno  tienen  ellos  gran  cuenta  por  tener  en  él  sus 
armas  y  gran  reputación;  hóbolo  el  Próspero,  el  cual 
por  precio  alguno  jamas  lo  quiso  dar  á  esguízaros.  Los 
esguízaros  que  de  aqui  se  salvaron  se  recogieron  á  los 
otros  dos  escuadrones  de  esguízaros  que  todavía  esta- 
ban fechos,  y  van  en  su  persecución  los  españoles  des- 
mandados, en  la  qual  persecución  murió  el  capitán  Ci- 
nes ,  valerosa  persona  en  el  campo  del  Próspero.  Pues 
afrontados  los  otros  escuadrones,  fácilmente  fueron  ro- 
tos;  de  los  esguízaros  murieron  cinco  mil,  sin  los  de 
otras  naciones,  que  pasaban  por  todos  de  doce  mil 
hombres ;  entrellos  murieron  muchos  nobles  é  oficiales. 
Aquí  recibieron  gran  daño  los  venezianos  de  las  tres 
banderas  de  la  ynfantería  española  y  trezientas  lanzas  y 
doscientos  caballos  ligeros.  No  menor  lo  rcscevió  mu- 
siur  de  Vendóme  y  su  gente  de  armas  y  gascones,  que 
acometieron  por  la  retaguardia,  á  la  cual  defensa  esta- 
ban el  conde  Golisiano  y  Antonio  de  Ley  va ,  á  el  cual 


(1522)  —   28   — 

se  le  dio  este  dia  una  muy  gloriosa  fama.  En  esta  de- 
fensa murió  el  conde  Golisiano,  señor  italiano,  de  una 
saeta  que  le  dio  por  la  vista  del  yelmo.  Del  campo  del 
Prospero  fue  muy  poca  gente  muerta  y  ferida.  Ansí  el 
Próspero  con  los  otros  caballeros,  con  gran  vitoria, 
salen  de  la  batalla  aunque  con  gran  trabajo  é  fatiga  del 
gran  calor,  por  ser  la  batalla  en  tiempo  tan  trabajoso, 
como  fué  á  los  veynte  é  syete  de  Abril ^  en  la  otava  de 
\x  Resurecion,  al  medio  dia;  pero,  como  la  esperanza 
del  premio  sea  la  consolación  del  trabajo,  todo  se  con- 
vertió en  gozoso  tiempo. 

Después  de  la  batalla,  que  de  la  Vicoca  podemos 
dezir,  Lautrec,  con  la  gente  que  le  quedó,  se  retiró 
en  Monza,  do  reposó  por  aquella  noche,  y  el  dia  si- 
guiente de  mañana  va  á  Entreco,  villa  del  monte  de 
Brivio,  do  hay  un  fortísimo  castillo  orilla  del  rio  Adda, 
y  pasa  por  vna  puente  de  barcas  y  despide  los  esguí- 
zaros,  los  cuales  pasaron  en  sus  tierras,  yendo  con  ellos 
Reynato  de  Saboya  y  Galeazo  de  San  Severino,  y  otros 
nobles  franceses,  para  por  sus  tierras  pasarse  siguros  en 
Francia.  Ansimismo  manda  que  cuatro  compañías  de 
ynfantería  y  otras  cuatro  de  caballos  ligeros  fuesen  en 
Lodi  con  la  demás  gente  que  tenía  musiur  de  Bonneval, 
que  por  todos  eran  mil  é  quinientos  ynfantes  y  otros 
mil  caballos  ligeros,  con  pensamiento  que,  teniendo 
por  suya  la  cibdad  de  Lodi,  podrían  mejor  defender  á 
Cremona  é  las  demás  tierras  que  tenía  en  la  heredada. 
Pero  como  el  Próspero  supiese  por  sus  espías  cómo 
aquella  gente  iva  á  entrar  en  Lodi,  lo  hace  saber  al 
Marqués  de  Pescara,  é  viendo  el  Marqués  lo  que  el 
Próspero  le  decia,  y  ser  cosa  que  tanto  importaba  no 


—    29    —  (1522) 

dejar  entrar  aquella  gente  en  la  cibdad,  ansí,  toma  con 
gran  priesa  la  ynfantería  española  y  caballería  y  va  en 
su  encuentro,  pensando  de  los  tomar  en  campaña:  mas 
como  los  franceses  traxesen,  lo  que  les  havia  de  acae- 
cer, en  pensamiento,  con  gran  priesa  caminan  y  entran 
en  la  cibdad  antes  que  el  Marqués  de  Pescara  topase 
con  ellos.  Viendo  el  Marqués  que  no  los  habia  podido 
topar  en  campaña,  se  allega  á  la  cibdad,  la  cerca  por 
todas  partes  y  le  da  la  batalla  á  escala  vista  y  con  tanta 
priesa,  que  apenas  eran  llegados  los  españoles  á  el  mu- 
ro, cuando  estaban  encima.  Ansí  por  esto,  como  por  ser 
lastimados  del  pasado,  con  gran  flaqueza  de  los  ánimos 
desamparan  los  muros  y  bestiones  y  vanse  entrando 
por  la  cibdad  y  matando  é  heriendo,  hasta  los  echar 
fuera  de  la  cibdad,  yendo  en  su  séquito  ocho  millas, 
hasta  Crema,  fortísima  tierra  de  venecianos,  do  fueron 
también  favorescidos  con  la  mucha  artillería;  á  lo  que 
el  Marqués  y  su  gente  se  retiró.  Pues  viendo  el  Prós- 
pero que  tenía  por  suya  la  cibdad  de  Lodi,  envia  su 
guarnición  y  manda  que  el  Marqués  de  Pescara,  con 
la  gente  que  tenía,  fuese  á  tomar  Pizzighetone,  fortí- 
sima villa  con  un  más  fuerte  castillo,  en  la  ribera  del 
rio  Adda,  vezino  á  la  cibdad  de  Cremona.  Como  el 
Marqués  llegase  sobre  la  villa  de  Pizzighetone,  la  cer- 
ca por  todas  partes  y  manda  sus  trompetas  á  el  princi- 
pal cabdillo  de  la  villa  de  Pizzighetone,  mandando  que 
le  rindiese  la  villa.  Los  franceses,  viendo  la  demanda 
del  trompeta  y  la  grande  diligencia  de  los  españoles, 
que  en  torno  de  la  villa  estaban,  y  sabiendo  la  toma  de 
Lodi,  se  rinden  con  parte  de  que  las  vidas  y  armas  y 
caballos  y  ropa  fuesen  á  su  voluntad.  Viendo  el  Mar- 


(1522)  —so- 

ques de  Pescara  la  gran  fortaleza  de  la  villa  y  la  mucha 
gente  que  en  ella  habla  para  la  defender,  y  lo  que  impor- 
taba para  el  asidio  de  la  cibdad  de  Cremona,  se  lo  otor- 
ga y  hace  sus  capítulos,  y  salen  los  franceses,  yendo 
acompañados  hasta  ser  en  salvo  de  la  gente  del  exér- 
cito  del  Próspero.  Viendo  el  Próspero  que  el  Marqués 
tenía  por  suya  la  villa  é  castillo  de  Pizzighetone,  man- 
da á  su  alcaide  y  guarnición  que  guardase  la  villa,  y 
manda  que  el  Marqués  con  gente  viniese  á  el  exército, 
que  caminaba  la  vuelta  de  Cremona.  Viendo,  pues,  el 
general  Lautrec  cómo  el  Próspero  le  habia  tomado 
á  Lodi  y  á  Pizzighetone,  y  que  lo  venía  á  cercar  en 
Cremona,  su  persona  con  sus  servidores  salen  de  Cre- 
mona y  va  en  tierra  de  Vicenza  (tierra  de  venecianos) , 
habiendo  dado  cargo  de  su  lugarteniente  á  su  hermano 
musiur  de  Lescun,  el  cual,  con  gran  parte  de  su  gente, 
quedó  en  Cremona.  Habiendo,  pues,  dado  cargo  de  su 
teniente  á  musiur  de  Lescun,  su  hermano,  y  la  orden 
que  habia  de  tener,  y  haber  habido  su  consejo  con  ve- 
necianos, pasa  en  Fran9Ía  á  dar  cuenta  de  sus  subditos 
al  Rey,  su  señor.  Siendo  llegado  el  Próspero  con  su 
campo  sobre  Cremona,  manda  sus  trompetas  á  musiur 
de  Lescun,  mandándole  que  le  rindiese  la  cibdad;  y 
viendo  musiur  de  Lescun  que  por  ningún  modo  podia 
dexar  de  venir  á  manos  del  Próspero,  y  que  aventura- 
ba á  perder  toda  su  gente  y  cibdad,  ansí,  se  le  rinde 
con  pactos  que  su  persona  con  toda  la  gente  de  guerra 
que  dentro  de  la  cibdad  tenía,  estubiese  en  la  cibdad 
cuarenta  dias,  y  que  luego  le  diesen  los  prisioneros, 
cambiando  unos  por  otros,  que  en  los  dos  exércitos 
habia,  y  que  si  dentro  de  los  cuarenta  dias  no  le  vi- 


—  31  —  (1522) 

niese  socorro  de  Francia,  quel  dexaria  la  cibdad,  con 
que  pudiese  llevar  sus  banderas  arboladas  y  artillería  y 
los  impedimentos  della,  con  todo  lo  demás  de  su  ba- 
gaje; y  hasta  entonces  estuviesen  por  suyos  todos  los 
castillos  é  villas  que  por  suyas  estaban  en  el  estado  de 
Milán ,  y  que  pasados  estos  cuarenta  dias  se  le  rendi- 
ria  todo  el  exército;  el  castillo  de  Milán  y  el  de  Cremona 
y  el  de  Novara,  que  estuviesen  por  el  rey  de  Francia, 
su  señor,  tanto  cuanto  los  pudiese  sustentar;  y  en  todo 
este  tiempo  que  estuviese  en  Cremona,  que  a  su  persona 
y  gente,  do  quiera  que  estubiese,  no  se  le  hiciese  nin- 
gún desaguisado. 

Viendo  el  Próspero  lo  por  musiurde  Lescun  capitu- 
lado, lo  firma  sin  quitar  cosa  alguna,  y  manda  que, 
en  custodia  de  la  cibdad  é  musiur  de  Lescun,  quedase 
un  principal  caballero,  y  él  con  su  exército  camina 
vuelta  de  Genova,  la  qual  al  presente  era  gobernada 
por  Octaviano  Fregoso,  ginoves,  en  nombre  del  rey  de 
Francia;  y  la  manda  cercar  por  todas  partes,  y  ansi- 
mismo  manda  hacer  todas  las  cosas  que  convenian  para 
podella  batir  y  dar  batalla.  Pues  estando  ansí  el  exér- 
cito sobre  Genova,  viene  el  Conde  Pedro  Navarro, 
con  mucha  gente  en  la  flota  francesa  en  socorro  de  la 
cibdad.  Viendo  el  Marqués  de  Pescara  é  Fernando  de 
Alarcon,  con  los  otros  caballeros  que  en  el  exército 
estaban,  cómo  el  Conde  con  el  socorro  era  entrado  en 
la  cibdad,  y  que  de  cada  dia  entrarla  más  gente  y  vi- 
tuallas, y  viendo  que  por  la  mar  era  más  pujante  la 
flota  francesa  que  la  suya,  y  no  le  vendrían  provisiones 
á  el  exército  por  mar,  y  que  por  estar  Genova  en 
unas  montañas  tan  secas,  pasaba  alguna  necesidad,  lo 


(1522)  —    32    — 

hacen  saber  á  el  Próspero,  el  cual  manda  que  con  gran 
brevedad  se  diese  la  batería  é  batalla.  Pues  viendo  Ge- 
rónimo Adorno,  ginoves,  que  con  el  Próspero  estaba, 
que  el  Próspero  con  los  otros  caballeros  disponian  á 
tomar  la  cibdad,  suplica  á  el  Próspero  que,, si  se  toma 
la  cibdad,  que  no  se  rescatasen  las  escrituras  de  creden- 
cias. Ansí  el  Próspero  se  lo  concede,  como  el  lo  pe- 
dia, y  luego  se  dio  la  batería  c  batalla,  la  cual  batería 
se  dio  vezina  á  San  Miguel.  Fue  de  todas  partes  muy 
reñida ,  pero  todavía  entraron  los  españoles  matando  é 
hiriendo  en  los  franceses,  hasta  llegar  á  la  mar,  do  te- 
nían su  flota,  en  la  cual  les  hicieron  meter  por  salvar 
las  vidas.  En  esta  execncion  fué  preso  el  conde  Pedro 
Navarro,  por  el  Marqués  de  Pescara,  ansimismo,  se  le 
dio  Octaviano  Fregoso,  gobernador  de  la  cibdad.  Vien- 
do el  Próspero  que  tenía  por  suya  la  cibdad  de  Genova 
y  puesta  en  todo  sosiego,  habiendo  dado  el  gobierno 
della  á  los  Adornos,  y  siendo  avisado  por  sus  espías  de 
la  gran  congregación  de  gente  francesa  y  gascona  que 
se  aj untaba  en  Francia,  para  pasar  en  Ytalia  en  socorro 
de  musiur  de  Lescun,  manda  caminar  su  exército  en 
el  Piamonte  y  hace  su  asiento  en  el  marquesado  de  Sa- 
luzzo,  y  donde  es  la  villa  de  Saluzzo  se  aloxaron  los  ale- 
manes y  los  españoles  en  campaña,  é  los  caballos  ligeros 
en  las  villas  comarcanas.  Parte  de  la  gente  francesa 
vino  en  el  Piamonte  y  llegan  á  Villanueva  Aoste,  buena 
tierra,  á  diez  millas  de  Aosta,  la  qual  gente,  sabiendo 
por  sus  espías  que  el  Próspero  habia  tomado  á  Genova 
é  venía  con  su  campo  en  el  Piamonte,  é  que  no  podían 
pasar  tan  á  su  salvo  que  no  hubiesen  rencuentro  con  el 
Próspero,  por  la  gran  distancia  del  camino  que  habia 


—  33  —  (1522) 

de  allí  á  Cremona,  se  tornan  en  Francia,  no  osando 
calar  la  demás  gente  que  venían  tras  dellos  de  Francia. 
Sabiendo  musiur  de  Lescun  por  sus  espías,  cómo  su 
socorro  era  vuelto  en  Francia,  no  teniendo  esperanzas 
de  socorro  é  habiendo  pasado  los  cuarenta  dias  de  la 
capitulación,  sale  de  Cremona  con  su  gente  y  manda 
salir  la  demás  gente  de  las  villas  é  castillos,  como  fué 
capitulado. 

Con  esta  seguridad  el  Próspero  reposó  con  su  cam- 
pK)  en  el  marquesado  de  Saluzzo,  unos  dias;  allí  se 
tomó  muestra  general  á  todo  el  exército,  dia  del  glo- 
rioso Santiago,  en  la  cual  muestra  me  fallé,  trocando 
esperanza  de  lo  que  me  esperaba  en  Roma,  por  lo 
que  esperaba  en  este  felecísimo  exército;  y,  por  la  ver- 
dad, no  me  llamo  arrepentido,  por  haber  cabido  entre 
tantos  caballeros  y  fijosdalgo  y  nobles  é  valientes  sol- 
dados. Agora  diré ,  como  testigo  de  vista ,  las  cosas 
en  que  soy  fallado,  y  en  las  que  no ,  diré  por  experen- 
cias  y  de  información,  á  las  cuales  no  se  ha  de  dar 
menos  crédito  que  á  lo  que  yo  haya  visto,  porque  ansí 
de  las  pasadas  como  de  las  que  en  mi  tiempo  han  sido, 
fuy  informado  de  personas  de  entera  fee,  como  de  ge- 
neral, capitán  y  maeses  de  campo  y  sargentos  mayo- 
res y  capitanes  y  de  los  demás  que  en  ellas  se  hallaron, 
y  éstos  con  fee  de  verdad. 

Tornando  á  nuestro  exército,  el  cual  se  parte  del 
marquesado  de  Saluzzo  y  va  en  Lombardía ,  do  el 
Próspero  manda  que  tres  banderas  de  ynfantería  espa- 
ñola fuesen  á  tomar  á  Domo  d'Ossola,  buen  castillo 
del  estado  de  Milán,  confín  de  tierra  esguízara :  también 
manda  á  el  Marqués  de  Pescara  con  seis  banderas  de 


(1522)  —  34  — 

españoles  fuese  á  tomar  el  castillo  de  Yseo,  fuerte  cas- 
tillo del  estado  de  Milán,  confín  de  esguízaros  é  gri- 
sones;  el  cual  castillo  estaba  puesto  sobre  una  áspera  é 
alta  montaña.  Como  el  Marqués  llegase  sobre  el  cas- 
tillo, manda  un  trompeta  al  alcaide,  que  dentro  es- 
taba, mandándole  que  se  rindiese.  Viendo  el  alcaide 
estar  en  una  tan  fuerte  fuerza  y  puesto  en  una  áspera 
montaña,  no  quiere  rendir  el  castillo,  por  lo  qual  los 
españoles  suben  la  artillería  con  garruchas  y  otros  in- 
genios, asiéndola  cada  un  castaño  en  otro,  y  la  asien- 
tan en  un  poco  llano  que  delante  del  castillo  estaba,  y 
comienzan  á  dar  batería.  Como  Juan  Jacobo  Tribulzi, 
milanes,  alcaide  del  castillo,  viese  que  le  batian  el  cas- 
tillo, conociendo  que  no  podia  dexar  de  venir  á  manos 
del  Marqués,  haze  sus  señas  y  envia  sus  embaxadores 
á  el  Marqués,  demandándole  merced  de  las  vidas  y  ar- 
mas, con  lo  demás  de  sus  personas,  y  que  fuesen  acom- 
pañados hasta  tierra  esguízara.  Viendo  el  Marqués  la 
fortaleza  del  castillo  y  la  cosa  que  importaba  tenello 
por  suyo,  le  concede  lo  por  él  pedido:  ansimismo  con 
este  pacto  se  rindyó  Domo  d'Ossola.  Teniendo  el  Mar- 
qués de  Pescara  por  suyo  el  castillo  de  Yseo,  á  el  qual 
por  ruegos  de  Gerónymo  Morón,  que  con  el  Marqués 
estaba,  provee  por  alcayde  á  Juan  Jacobo  de  Médicis, 
servidor  del  Duque  de  Milán,  syendo  proveydo  de  al- 
cayde y  gente,  va  en  Villa  Lecco,  do  estaba  el  Corsen 
francés,  por  gobernador  en  nombre  de  franceses,  el 
cual,  viendo  al  Marqués  que  le  habia  cercado  su  villa, 
se  rinde  á  la  voluntad  del  Marqués.  Como  el  Marqués 
tubiese  la  villa  de  Lecco  por  suya,  pone  su  gobernador 
y  se  va  á  juntar  con   el  Próspero  en  las  villas  del  mi- 


—  35  —  (1522) 

lañes,  é  como  el  Próspero  viese  que  no  tenía  tierra 
ocupada  por  franceses,  manda  alojar  su  campo  en  la 
heredada,  que  es  una  parte  del  estado  de  Milán,  don- 
de estuvo  todo  el  invierno.  En  este  tiempo  el  Marqués 
de  Pescara  pasó  en  España  á  la  corte  del  Emperador, 
del  cual  fué  muy  alegremente  rescibido.  Aquí  se  aca- 
ban los  hechos  del  año  de  mil  é  quinientos  é  veynte 
é  dos. 


AÍÍO  DE  1523. 


En  el  mes  de  [Marzo  el  Próspero  Colona  manda  ir 
alojar  su  exército  en  las  tierras  del  ducado  de  Saboya 
y  marquesado  de  Saluzzo. 

Viendo  el  Rey  de  Francia  cómo  el  Próspero  Colona 
le  habia  desfecho  su  exército  y  totalmente  echado  de 
Lombardía  y  Genova,  movido  á  toda  saña,  determina 
de  pasar  en  persona  con  un  grande  exército  en  Italia, 
pensando  que,  como  por  suyo  estuviese  el  castillo  de 
Milán,  el  de  Cremona  y  el  de  Novara,  volviera  á  co- 
brar el  estado  de  Milán.  Ansí  manda  sus  letras  en  Ita- 
lia á  sus  particulares  amigos  y  coroneles,  encargándo- 
les que  ajuntasen  la  más  gente  que  pudiesen  y  la  con- 
gregasen en  el  Piamonte;  y  lo  mismo  manda  en  tierra 
esguízara :  y  habiendo  dado  la  orden  que  habian  de  tener 
sus  coroneles,  manda  que  se  ajuntase  la  más  gente  que 
se  pudiese  hazer  en  Francia. 

Conviene  saber,  cómo  en  este  tiempo,  Carlos,  duque 
de  Borbon  y  de  Bearn ,  Condestable  de  Francia,  por  dis- 
cordia que  habia  habido  con  su  señor  el  Rey  de  Francia, 
se  pasa  en  tierra  del  Emperador,  ofreciéndose  en  su  ser- 


—  31  —  (1523) 

vicio.  Como  al  presente  el  Emperador  y  Rey  de  Inga- 
laterra  estuviesen  de  acuerdo  de  hacer  guerra  en  Francia, 
ansí  el  Emperador  manda  ajuntar  doze  mil  alemanes ,  los 
cuales  van  al  confín  del  ducado  de  Borgoña.  Como  el  rey 
de  Francia  supiese  por  sus  espías  la  congregación  desta 
gente  que  se  hacia  en  Alemanya,  y  la  pasada  del  Duque 
de  Borbon  en  servicio  del  Emperador,  esperando  guerra 
en  su  reino,  muda  de  propósito  de  no  pasar  su  persona 
en  Italia,  é  manda  que  Renato  de  Saboya  con  cuatro 
mil  infantes  y  quinientos  caballos  fuese  á  tomar  las 
tierras  del  Duque  de  Borbon,  el  cual  las  puso  á  la  vo- 
luntad del  Rey  de  Francia,  y  quedase  Renato  con  su 
gente  en  Francia  en  defensa  del  reino,  y  que  Guillermo 
Bonnivet,  almirante  de  Francia,  con  la  demás  gente 
pasase  en  el  Piamonte  y  se  aj  untase  con  la  demás  gente 
que  hablan  ajuntado  sus  coroneles  y  amigos. 

Conviene  á  saber:  como  el  Próspero  Colona  fué  avi- 
sado por  sus  espías  de  la  gran  congregación  de  gente 
que  se  hacia  en  Francia  y  en  esguízaros  y  en  Italia  en 
favor  de  franceses,  como  celoso  de  las  cosas  de  la  hon- 
ra del  servicio  de  su  príncipe,  con  gran  recelo  de  al- 
guna traición,  manda  fortificar  las  guardazas  ó  villas 
de  más  importancia,  y  proveellas  de  su  guarnición  con 
gran  brevedad,  é  manda  sus  letras  a  el  Emperador,  dán- 
dole mui  entera  cuenta  de  lo  que  en  Italia  e  Francia 
pasaba.  Viendo  Su  Magestad  las  letras  del  Próspero  y 
el  secreto  dellas,  con  gran  brevedad  le  responde  por  sus 
letras,  e  ansimismo  manda  sus  letras  al  Papa  Adriano 
Sesto  y  á  la  señoría  de  Venecia  y  repúblicas  Floren- 
tina y  Ginovesa  y  Senesa  y  Luquesa,  encargándoles 
muncho  la  quietud  de  Italia.  Por  lo  cual  Su  Santidad 


(1523)  -  38  — 

se  ofrece  de  ayudar  con  todas  sus  fuerzas  para  la  de- 
fensa de  todos  aquellos  que  quisiesen  venir  en  Italia  á 
mover  guerra;  é  ansimismo  lo  ofrecen  las  repúblicas. 
Viendo  venecianos  la  gran  liga  que  Su  Magestad  tenía 
con  el  Papa  y  Repúblicas  y  la  embajada  fecha  por  Ge- 
rónimo Adorno,  ginobes,  de  parte  del  Emperador,  en- 
tran en  la  liga  con  los  demás,  ofreciendo  de  ayudar  con 
seis  mil  infantes  y  mil  é  dozientas  lanzas  y  mil  é  dozien- 
tos  caballos  ligeros,  para  la  común  defensa  de  la  Italia; 
siendo  de  acuerdo  que  cada  uno  pagase  cada  tres  meses 
la  suma  de  los  dineros  que  le  tocaban  para  sustentar  la 
guerra,  contra  de  cualquiera  que  quisiere  estorbar  la  paz 
de  Italia.  Viendo  el  Próspero  las  respuestas  de  las  po- 
tencias de  Italia,  manda  sus  letras  á  Alemania,  mandan- 
do calar  seis  mil  alemanes,  é  asimismo  manda  á  sus 
coroneles  italianos  que  hiciesen  hasta  cinco  mil  infan- 
tes italianos.  Conviene  á  saber  como  :  en  este  tiempo  se 
fallaba  en  Monza  el  duque  de  Milán  con  su  corte.  Vien- 
do Bonifacio  Visconti,  milanés,  la  poca  cuenta  que  del 
hacia  el  duque  de  Milán,  habiéndole  privado  de  capi- 
tán de  gente  italiana,  que  habia  tenido  en  guardia  del 
asedio  del  castillo  de  Milán,  y  no  haber  querido  otor- 
galle  el  gobierno  de  justicia  del  Novares,  ó  veramente 
haber  sido  caluniado  de  los  franceses,  ó  por  la  muerte 
de  Aspi  Visconti,  su  hermano,  el  cual  decia  ser  muer- 
to por  mandado  de  la  muger  de  Gerónimo  Morón.  Sien- 
do, pues,  en  tanto  odio  con  el  duque  de  Milán  é  de  Ge- 
rónimo Morón,  con  dañada  voluntad  da  parte  de  su 
intincion  á  sus  parientes  y  más  amigos,  entre  los  cuales 
era  uno  Galeazo  Virago,  principal  milanés,  el  cual  seguia 
el  bando  francés,  y  con  mui  más  entera  voluntad  con- 


—  39  —  (1523) 

grega  gente  italiana  y  la  tiene  en  Turin  y  en  tierras 
del  Monferrato.  Pues  habiendo  dado  esta  orden  se  tor- 
na en  Monza,  do  el  duque  de  Milán  estaba,  al  cual  Du- 
que, saliendo  de  Monza  para  ir  en  Milán,  habiendo 
pasado  un  paso  do  se  aj untan  cuatro  caminos,  le  sale  por 
las  espaldas  Bonifacio  Visconti  con  ánimo  deliberado  de 
le  dar  de  puñaladas.  Sintiendo  el  Duque  la  furia  del  ca- 
ballo, y  viendo  el  acometimiento  de  quererle  dar  con 
una  daga,  se  deja  caer  sobre  el  cuello  de  una  pequeña 
muía  en  que  iva,  y  como  la  muía  fuese  tan  baja  y  el 
caballo  tan  alto,  no  le  puede  ferirá  su  voluntad,  salvo 
una  pequeña  ferida  en  el  brazo  siniestro.  El  cual  (Duque) 
presto  fué  socorrido  de  los  suyos,  é  finalmente  se  salvó 
Bonifacio  Visconti  por  el  buen  caballo  en  que  iva,  y  por 
la  cual  cosa  el  Duque  se  torna  en  Monza,  pensando  no 
fuese  otra  mayor  traición.  Como  esto  fué  sabido  en 
Milán,  Gerónimo  Morón  hace  ajuntar  los  más  prin- 
cipales milaneses  y  les  da  parte  de  las  cosas  del  Duque 
su  señor,  y  sospechando  que  Palagasan  Visconti,  obispo 
de  Alexandría,  por  la  muerte  deste  fuese  en  ésto,  lo 
fizo  por  más  lo  asegurar,  en  nombre  de  Próspero  Colona 
mandar  llamar  en  Milán;  el  cual,  teniendo  fee  en  el 
Próspero,  viene  en  Milán  é  fué  encarcelado  hasta  saber 
la  verdad  de  lo  que  pasaba,  y  ansimismo  fueron  mun- 
chos  de  sus  parientes  é  más  amigos.  De  los  cuales,  sien- 
do algunos  atormentados,  confiesan  que  en  casa  del 
Obispo  se  trató  la  cosa,  la  cual  era  que  siendo  muerto 
el  Duque  matarían  á  Gerónimo  Morón  y  á  sus  parien- 
tes é  más  amigos  y  que  se  tomarla  en  prisión  al  Prós- 
pero, y  que  los  cibdadanos  y  mercaderes  ajuntarian  la 
más  moneda  que  se  pudiere  ajuntar,  y  c^ue  con  gran 


(,523)  —  40  — 

priesa  se  faria  gente  en  nombre  del  Rey  de  Francia  y  con 
el  favor  del  castillo,  como  estaba  por  el  rey  su  señor,  ha- 
brian  la  cibdad  y  estado  de  Milán,  y  lo  darian  al  rey  de 
Francia,  Mas,  como  Bonificio  Visconti  acometiese  la 
muerte  del  Duque  tres  dias  antes  que  estaba  ordenado, 
los  capitanes  y  gente  no  estaban  do  los  habian  de  ha- 
llar cada  vno  con  su  gente.  Siendo  pública  la  ferida  del 
Duque,  pensaron  todos  los  de  Asti  que  fuese  más  y  que 
en  breves  dias  seria  muerto.  Ansí,  Galeazo  Virago, 
principal  milanés,  y  cabdillo  de  la  gente  que  se  habia 
juntado  en  Turin  y  en  Monferrato,  junta  toda  y  se  en- 
tra con  ella  en  Valenza  del  Po,  buena  tierra  vecina  de 
Alexandría,  pensando  que,  con  favor  de  algunos  parien- 
tes y  amigos  del  Obispo,  tendria  modo  de  entrar  en 
Alexandría.  Viendo  Antonio  de  Leyva  (que  por  man- 
dado del  Próspero  era  venido  en  Asti  con  la  mayor 
parte  de  la  infantería  española  y  caballería,  por  tener 
aquella  cibdad  de  las  villas  más  comarcanas  que  no  se 
rebelasen  por  los  franceses)  que  Galeazo  Virago  se 
era  metido  en  Valenza  del  Po,  y  no  sabiendo  si  hubiese 
alguna  traycion  en  Alexandría,  deja  parte  de  la  gente 
en  Asti,  y  con  la  demás  va  á  Alexandría,  do  deja  tres 
banderas  de  españoles,  é  con  la  demás  gente  va  sobre 
Valenza  del  Po  y  la  cerca  por  todas  partes  y  con  gran 
ímpetu,  á  escala  vista,  da  una  batalla,  y,  aunque  con  de- 
masiada resistencia  de  los  de  dentro,  entraron  los  espa- 
ñoles matando  é  hiriendo  é  haciendo  prisioneros  á  los  que 
se  les  rendian  á  merced  de  las  vidas.  Habiendo  Anto- 
nio de  Leyva  preso  á  Galeazo  Virago  y  desfecho  su  gen- 
te, va  sobre  las  demás  villas  que  tenian  alguna  devo- 
ción á  los  franceses,  y  dejándolas  á  su  voluntad  torna  en 


-  41  ~  (1523) 

Asti,  do  tenía  segura  la  cibdad  y  las  demás  villas  allí 
vecinas. 

Pues  viendo  musiur  de  Massaron,  alcayde  del  casti- 
llo de  Milán,  la  gran  necesidad  que  pasaba  su  gente, 
teniendo  la  mayor  parte  della  enferma  de  diversas  en- 
fermedades, por  el  grande  asedio  que  habia  tenido  des- 
de la  tomada  de  Milán,  como  arriba  dije,  no  teniendo 
esperanza  de  socorro,  se  rinde  con  pactos  que,  el  musiur 
de  Termenes,  caballero  francés,  con  toda  la  demás  gente 
que  en  el  castillo  estaba,  con  sus  armas  y  caballos  é  ro- 
page,  con  todo  lo  que  se  fallase  ser  suyo,  y  sin  ningún 
impedimento,  pudiesen  pasar  en  Francia:  la  cual  de- 
manda le  fué  concedida  por  el  Próspero  Colona.  Así 
entrega  al  castillo  á  los  veynte  é  cinco  de  julio .,  dia  del 
glorioso  Santiago.  Viendo  el  Próspero  que  tenía  por 
suyo  el  castillo  de  Milán ,  lo  da  á  el  duque  de  Milán,  el 
cual  mete  por  su  alcayde  á  Juan  Jacobo  de  Galaon, 
principal  milanés.  Conviene  á  saber,  como  arriba  se  ha 
leido,  quel  Almirante  de  Francia  era  venido  en  el  Pia- 
monte  con  treynta  mil  infantes  y  mil  hombres  dar- 
mas  y  dos  mil  caballos  ligeros  y  otros  dos  mil  balles- 
teros á  caballo,  y  se  junta  con  la  demás  gente  que  se 
habia  en  su  favor  congregado  en  el  Piamonte.  Viendo 
el  Próspero  la  gran  pujanza  de  los  franceses,  manda  sus 
letras  á  Antonio  de  Ley  va ,  que  en  Asti  estaba,  por  las 
cuales  le  manda  que  recogiese  la  gente  que  por  allí  tenía 
y  viniese  en  Alexandría,  y  mandase  que  los  dos  mil 
italianos  que  en  Alexandría  habia  de  guarnición,  fue- 
sen en  Cremona  con  Francisco  Salomón ,  principal  cab- 
dillo  de  la  gente  de  guerra  que  en  ella  habia ,  y  que  él, 
con  la  demás  gente,  viniese  á  Milán.  Viendo  Antonio 


(1523)  —  42  - 

de  Ley  va  las  cartas  del  Próspero,  recoge  su  gente  y 
viene  en  Alexandría,  do  reposó  aquella  noche;  al  día 
siguiente  camina  la  vuelta  de  Milán  y  pasa  el  Po  por 
una  puente  de  barcas  que  se  hizo  en  el  puerto  de  la 
Stradella,  do  Antonio  de  Ley  va  deja  en  su  guardia  á 
el  capitán  Francisco  de  Villaturriel  con  su  compañía. 
Siendo  Antonio  de  Leyva  con  su  gente  en  Milán,  el 
Próspero  sale  de  Milán  con  toda  la  gente  y  va  á  la  vi- 
lla de  Buffalora ,  creyendo  que  por  allí  querrán  pasar 
franceses  el  rio  Tlcino.  Pues  como  el  Almirante  viese 
se  retiraba  Antonio  de  Leyva  con  su  gente,  va  en  Ale- 
xandría y  mete  su  guarnición  y  de  aquí  va  en  Vigevano. 
Viendo  el  Próspero  cómo  los  franceses  eran  venidos  de 
Vigebano,  envia  á  mandar  al  capitán  Francisco  de  Villa- 
turriel ,  que  con  su  compañía  estaba  en  guardia  del 
puente,  que  diese  la  guardia  de  la  puente  al  capitán 
Santacruz,  capitán  de  arcabuzería  española,  y  que  él 
con  su  compañía  fuese  al  paso  del  puerto  Falcon  (un 
paso  que  está  en  el  Ticino  entre  Vigebano  y  Abbiate 
grasso)  á  le  escusar  la  pasada  de  los  franceses,  si  por 
allí  quisiesen  pasar.  Como  el  Próspero  supiese  por  sus 
espías  como  el  Almirante  determinaba  pasar  el  Ticino 
por  el  puerto  Falcon,  y  viendo  que  Villaturriel  tenía 
poca  gente  para  poder  defender  el  paso  (porque ,  á  la 
verdad,  como  testigo  de  vista  por  yo  ser  soldado  en  su 
bandera,  no  estábamos  con  Villaturriel  hasta  ochenta 
hombres,  porque  dellos  eran  idos  con  la  Marquesa  de 
Caldasol,  que  era  una  señora  que  estaba  en  Pavía,  la 
cual  iva  á  Plazencia  en  barcas  por  el  rio  Po,  é  por  más 
siguridad  de  su  persona  le  dio  este  capitán  parte  de  su 
gente,  é  otros  eran  idos  á  Milán  y  á  Pavía  por  ar- 


—  43  —  (1523) 

mas  y  por  cosas  á  ellos  nescesarias,  y  esta  es  la  cabsa 
porque  este  capitán  se  halló  con  tan  poca  gente)  de 
manera  que  no  era  parte  para  defender  el  paso  á  los 
franceses,  porque  el  ímpetu  dellos  era  grande  y  la  dili- 
gencia de  le  pasar  fué  mayor,  pero  todavía  estaba  en 
el  paso  entretiniendo  en  alguna  manera  la  gente  fran- 
cesa. El  Próspero,  con  gran  congoja  y  recelo  que  tenía 
que  Villaturriel  y  su  gente  fuesen  perdidos,  manda  á 
Juanin  de  Médicis  (que  ya  era  pasado  al  campo  del 
Emperador)  que  supiese  de  sus  vidas  y  que  procurase 
de  haber  lengua  de  los  franceses :  el  cual  se  partió  solo 
con  dos  pajes.  Llegado  Juanin  de  Médicis  á  el  paso  é 
puerto  del  Falcon,  reconosció  á  Villaturriel  con  su 
gente,  que  todavía  estaba  á  el  paso,  á  el  cual  llega  y  le 
demanda  qué  gente  fuese  aquella  que  habia  en  el  cami- 
no, que  era  un  grande  escuadrón  de  gente  darmas  fran- 
cesa, contra  los  cuales,  con  muy  determinado  ánimo 
se  va  y  al  primer  encuentro  rompe  su  lanza  y  con  la 
maza  hace  tanta  guerra  en  los  franceses  que  tenían  por 
bien  de  no  se  acostar  á  él.  Con  algún  socorro  que  tuvo 
de  los  arcabuceros  de  Villaturriel,  en  este  tiempo  que 
Juanin  de  Médicis  estaba  entre  los  franceses,  y  con  que 
los  arcabuceros  los  despartiesen,  uno  de  los  pajes  que 
con  él  llegó  tuvo  lugar  de  tomar  un  prisionero.  Viendo 
Juanin  de  Médicis  que  su  paje  era  salido  dentre  los 
franceses  con  aquel  prisionero,  y  que  iva  la  vuelta  de 
do  estaba  Villaturriel  y  que  ya  estaba  en  salvo,  sale 
dentre  los  franceses  sin  daño  alguno  de  su  persona. 
Llegado,  pues,  con  su  lengua  ante  el  Próspero,  desa- 
minado  de  la  verdad,  manda  luego  que  Juanin  de  Mé- 
dicis tomase  sus  caballos  ligeros,  que  eran  hasta  ciento 


(«523)  —  44  — 

y  otros  cien  arcabuzcros  y  que  tras  del  mandase  ir  tres 
banderas  de  las  suyas,  que  eran  de  infantería  italiana, 
y  á  gran  priesa  volviese  do  estaba  Villaturriel  y  trabase 
una  escaramuza  con  los  franceses,  para  rcconoscer  la 
gente  francesa  que  era  pasada.  Ansí  se  hizo,  como  el 
Próspero  mandó.  Ansimismo  manda  recoger  la  gente 
que  con  él  estaba  en  Buffalora,  y  con  gran  orden  cami- 
nase lo  más  que  pudiese  la  buclta  de  Milán.  Pues  como 
Villaturriel  viese  que  le  era  venido  este  socorro,  junta- 
mente él  y  Juanin  de  Médicis  y  su  gente,  arremeten 
contra  de  los  franceses,  que  los  hacen  retirar  hasta  ha- 
cerles entrar  por  su  puente  y  á  muncha  parte  dellos  por 
el  Ticino;  los  cuales  tuvieron  gran  socorro  de  su  arti- 
llería. Allí  se  tomaron  dos  principales  prisioneros  y  fue- 
ron llevados  á  el  Próspero,  de  los  cuales  sabe  muy  por 
entero  las  cosas  que  pasaban  en  el  ejército  francés,  y  se 
manda  dar  un  caballo,  en  el  cual  cabalga  y  se  va  dó  es- 
taba Villaturriel,  por  mejor  reconoscerla  verdad.  Des- 
pués de  haber  reconoscido  el   campo  de  los  franceses, 
manda  á  Villaturriel  con  su  compañía  que  se  retirase, 
por  que  las  tres  banderas  y  los  arcabuzeros  que  eran 
venidos  con  Juanin  de  Médicis  se  eran  retirados  por 
mandado  de  su  coronel  Juanin  de  Médicis,  antes  que  el 
Próspero  viniese  allí.  Pues  como  Villaturriel,  mandado 
del  Próspero  que  dejase  el  paso  y  se  fuese  á  juntar  con 
el  campo  que  caminaba  la  vuelta  de  Milán,  el  cual  ca- 
pitán obedesció  su  mandado,  y  viendo  que  el  Próspero 
y  Juanin  de  Médicis  y  otros  dos  caballeros  que  le  acom- 
pañaban, estaban   ya  en  salvo,  deja  al  Próspero  y  se 
retira  la  vuelta  de  Abbiate  grasso,  en  la   cual,  cuando 
llegamos,  hallamos  cinco  caballeros  franceses  que  esta- 


—  45  —  (1523) 

van  ferrando  un  caballo  en  casa  de  un  ferrador;  los 
cuales,  antes  que  se  pudiesen  salvar,  fueron  tomados  por 
seis  soldados  españoles  que  entraron  en  Abbiate  grasso 
á  sacar  cierta  ropa  que  allí  habian  dejado  en  guardia. 
Ansí ,  Villaturriel  allega  alcanzar  á  el  campo  que  á  más 
andar  iva  la  vuelta  de  iVIilan.  Antes  que  el  campo  lle- 
gase á  Milán  el  Próspero  manda  á  Antonio  de  Leyva 
que  fuese  en  Pavía  con  ocho  banderas  de  españoles  y 
tres  estandartes  de  caballos  ligeros  y  dos  de  gente  de 
armas,  para  en  guardia  y  defensa  de  la  cibdad,  é  ansí 
entró  Antonio  de  Leyva  con  esta  gente  en  Pavía  la 
misma  noche,  casi  á  la  media  noche.  Ansimismo  entró 
el  Próspero  en  Milán  con  su  campo,  que  fué  á  los  cator- 
ce de  setiembre  ^  un  lunes.  Luego  el  Próspero  recoge  en 
la  plaza  del  castillo  los  principales  milaneses,  á  los  cua- 
les dize :  señores .^  quiero  saber  de  vosotros  si  determináis 
esperar  en  vuestras  casas  á  el  campo  de  los  franceses  y  por- 
que yo  os  guardaré  las  bestiones  y  muros  de  la  cibdad.  A 
lo  cual  respondieron  los  milaneses,  que  ellos  determi- 
naban desperar  en  la  cibdad  y  en  sus  casas  todo  traba- 
jo y  peligro  que  de  los  franceses  se  esperaban ;  por  lo 
cual  el  Próspero  fué  muy  contento  y  les  da  las  gracias 
como  á  fieles  vasallos  de  su  señor.  Ansí  el  Próspero 
manda  proveer  é  fortificar  la  cibdad,  y  paresciéndole 
que  Antonio  de  Leyva  tuviese  poca  gente  para  guar- 
dia de  la  cibdad  de  Pavía,  manda  que  el  conde  Felipe 
Tornyel,  con  su  coronelía  de  infantería  italiana,  y  dos 
compañías  de  caballos  ligeros,  fuese  á  Pavía  a  estar  á  la 
voluntad  de  Antonio  de  Leyva.  El  cual  Conde,  con 
su  gente ,  entra  en  Pavía;  y  no  estuvieron  munchos 
dias  que  los  italianos  no  buscasen  como  se  revolver  con- 


(1523)  -  46  - 

tra  los  españoles,  la  cual  revuelta  fué  muy  trabada  en- 
tre las  dos  naciones.  Viendo  Antonio  de  Leyva  la  gran 
rebuelta  que  habia  entre  su  gente,  él  con  los  otros  caba- 
lleros V  capitanes  se  pone  de  por  medio  y  tanto  puede 
con  ellos  que  los  desparce  déla  trabada  pasión;  mas  el 
dia  siguiente  de  mañana  fué  muy  más  encendida  que 
de  primero.  Venidos  á  las   manos,  aunque  los  españo- 
les eran  los  menos,  fueron  los  más  bien  librados.  No 
señalo  el  número  de  los  muertos  por  parescer  pocos  en  las 
calles,  mas  vide  en  las  casas  no  faltar  muertos  y  en  san 
Bartolomé,  que  era  un  monesterio  de  frayles  que  esta- 
ba en  el  cuartel  de  los  italianos,  de  una   celda  de  un 
frayle,  se  sacaron  trece  italianos  muertos,  sin  los  de- 
mas  que  por  las  otras  celdas  y  monesterio  se  fallaron. 
Todos  estos   eran  de  la  compañía  del  capitán  Francis- 
co Salomón,  que  allí   alojaba,  y  á  su  alférez  le  quitó 
un  soldado  su  bandera,  que  con  ella  peleaba  contra  los 
españoles,  quedando  el  alférez  muy  mal  ferido  y  otros 
sus  principales  oficiales.  Andaba  la  cosa  ansí  tan  traba- 
da que  fué  menester  toda  la  solicitud  de  Antonio  de 
Leyva  y  de  los  demás  caballeros  y  capitanes  que  con  él 
andaban,  para  aplacar  una  tan  trabada  pasión;  la  cual 
fué  aplacada  por  ruegos  de  Antonio  de  Leyva  y  de  los 
más  caballeros  y  capitanes:  y  por  ver  la  cosa  que  tan- 
to importaba,  ansí  da  la  bandera  del  capitán  Francisco 
Salomón,  pero  todavía  salieron  los  italianos  fuera  de 
Pavía. 

En  este  tiempo ,  que  fué  á  los  diez  é  siete  de  Setiem- 
bre ^  llegó  el  campo  de  los  franceses  cuanto  una  milla 
de  la  cibdad  de  Milán,  faciendo  su  asiento  entre  Gag- 
giano  y  Milán,  hacia  puerta  Ticinese,  quQ  es  una  de 


—  47  —  (1523) 

las  principales  puertas  de  Milán.  Habiendo  fecho  el  Al- 
mirante de  Francia  su  asiento  en  las  campañas  de  Mi- 
lán, manda  parte  de  su  gente  en  Monza,  para  partici- 
par de  las  vituallas  del  monte  de  Brivio,  que  es  una 
parte  del  estado  de  Milán,  é  ansimismo  manda  que  Pe- 
dro de  Bayardo,  su  lugarteniente,  con  ocho  mil  hom- 
bres y  diez  piezas  de  artillería  fuese  á  tomar  á  Lodi, 
do  estaba  el  Marqués  de  Mantua ,  con  quinientos  in- 
fantes italianos  y  otros  quinientos  caballos  ligeros.  El 
cual  Marqués  fué  avisado  por  Fadrico  de  Bozzoli,  su 
tio,  principal  coronel  en  campo  de  Franceses.  Viendo  el 
Marqués  de  Mantua  que  con  tan  poca  gente  no  podia 
defender  la  cibdad  de  Lodi,  la  deja  é  se  va  á  juntar 
con  el  Duque  de  Urbino  y  campo  que  traia  en  favor  del 
Próspero,  por  la  liga  ya  dicha.  Como  musiur  de  Ba- 
yardo, sin  defensa,  hobiese  habido  la  cibdad  de  Lodi, 
dejando  en  ella  su  guarnición,  se  va  á  juntar  con  Renzo 
de  Ceri,  romano,  que  con  cuatro  mil  italianos  era  ve- 
nido en  el  Carpi,  é  de  aquí  todos  juntos  van  sobre 
Cremona,  donde  estaba  el  del  May  no,  gobernador  de  la 
cibdad,  y  Francisco  Salomón,  con  los  demás  capitanes 
de  los  mil  y  quinientos  italianos  que  salieron  de  Pavía 
por  la  división,  é  los  dos  mil  que  eran  venidos  de  Ale- 
xandría.  Como  el  campo  de  los  franceses  llegase  sobre 
Cremona,  musiur  de  Bayardo  manda  su  trompeta  á  los 
de  la  cibdad  que  se  la  rindiesen.  Viendo  el  de  Mayno 
la  demanda  de  los  franceses,  y  conociendo  la  voluntad 
de  su  gente,  responde  á  los  franceses  diziendo  que  por 
pacto  alguno  no  se  habia  de  rendir.  Viendo  musiur  de 
Bayardo  la  respuesta  de  su  trompeta,  manda  hacer  to- 
das las  cosas  que  convenían  para  espunar  la  cibdad,  y 


(1523)  -  48  - 

por  tres  dias  jamas  cesa  de  batir  los  muros  y  hacer 
una  batería  de  pasados  cuarenta  pasos.  Viendo  france- 
ses la  gran  batería  que  se  habia  fecho,  manda  aperci- 
bir su  gente  para  dar  la  batalla,  cuando  les  fuese  fecho 
el  contraseño  de  arremeter;  estando  ansí  la  gente,  sú- 
pitamente cae  una  agua,  que  por  cuatro  diasjamas  ceso 
de  llover,  por  la  cual  no  dan  la  batalla.  En  estos  cua- 
tro dias  los  de  la  cibdad  fortifican  su  batería  y  lo  de- 
mas  que  habían  roto  en  esotras  partes  del  muro.  Por  la 
cual  agua,  franceses  padescian  gran  nescesidad  de  vi- 
tuallas, por  no  les  poder  venir  de  Lodi  y  de  otras  par- 
tes, por  el  gran  estorbo  é  daño  que  hacían  el  Duque  de 
Urbino  y  Marqués  de  Mantua  con  su  gente,  en  los  vi- 
vanderos ó  mulateros  que  la  llevaban,  y  en  la  gente 
francesa  que  les  facían  escolta.  Era  tanta  la  necesidad 
de  vituallas  que  padescian  franceses,  que  les  fué  forza- 
do sacar  vituallas  del  castillo  para  comer.  Viendo  mu- 
siur  de  Bayardo  que  era  imposible  pensar  de  tomar  por 
fuerza  la  cibdad  de  Cremona,  levanta  su  campo  y  va 
á  se  juntar  con  el  Almirante  sobre  Milán. 

Viendo  el  Próspero  que  el  campo  de  los  franceses  se 
era  retirado  de  sobre  Cremona,  y  era  venido  sobre  Milán, 
manda  sus  letras  á  el  Marqués  de  Mantua  que  con  sus 
caballos  se  metiese  en  Pavía,  y  que  por  aquella  parte  diese 
grande  estorbo  á  los  que  llevaban  vituallas  á  el  campo 
de  los  franceses.  Estando  las  cosas  ansí,  vino  de  Ñapó- 
les Fernando  de  Alarcon,  por  mandado  del  Visorrey  y 
consejo  de  Ñapóles,  como  persona  de  tan  alto  gobier- 
no, á  estar  en  compañía  del  Próspero  Colona,  para 
quitallo  de  tanto  trabajo,  como  estuviese  tan  trabajado 
de  una  enfermedad  de  cámaras,  y  por  la  ausencia  del 


—  49  —  (1523) 

Marqués  de  Pescara,  que  estaba  en  la  corte  del  Em- 
perador en  España.  Como  Fernando  de  Alarcon  fuese 
venido  en  Milán,  fué  muy  alegremente  rescibido  del 
Próspero  y  de  los  otros  caballeros  y  capitanes  y  solda- 
dos, porque  de  todos  era  muy  amado j  según  su  gran 
valor  lo  merescia.  Luego  quiso  ver  el  asiento  que  tenía 
el  campo  délos  franceses,  é  ansí  se  sale  de  Milán  con 
una  parte  de  la  caballería  y  de  la  infantería  española, 
y  traba  una  escaramuza  con  los  franceses,  en  la  cual 
escaramuza  reconosció  muy  bien  cómo  estaba  el  campo 
de  los  enemigos.  Después  de  lo  haber  bien  reconosci- 
do,  manda  recojer  su  gente,  y  con  muy  poca  pérdida 
de  muertos  é  feridos  de  su  gente  y  con  mucho  daño  de 
los  franceses,  se  entra  en  Milán.  E  luego  manda  que  en- 
un  campo  que  estaba  entre  los  muros  de  la  cibdad  y  los 
bestiones  que  los  españoles  guardaban,  se  hiciese  un 
caballero,  do  manda  poner  cuatro  cañones  y  dos  culi- 
brinas,  que  fueron  gran  inconviniente  para  el  campo 
de  los  franceses,  por  el  muncho  daño  que  de  allí  res- 
cibian,  y  de  las  ordinarias  escaramuzas  que  tenian,  en- 
tre las  cuales,  una  noche  salió  el  maestre  de  campo  Juan 
de  Urbina  con  hasta  seiscientos  españoles  y  va  en  un 
bestión  y  caballero  que  los  franceses  guardaban  y  rompe 
la  guarda  que  los  franceses  tenian  y  entra  en  su  campo 
matando  é  heriendo   muncha  gente  francesa ,  é  á  otros 
tomando  en  prisión ,  tomándoles  cuatro  banderas.  Y 
manda  que  se  llevasen  dos  gruesas  piezas  de  artillería 
que  en  el  bestión  estaban,  pero  no  se  pudieron  llevar 
por  no  llevar  aparejo  para  desfacer  el  bestión  y  reparo 
que  delante  tenian,  y  por  la  mucha  gente  francesa  que 
venía  en  su  defensa.  Viendo  que  no  era  cosa  que  se  po- 


(1523)  ^  5(5  — 

dia,  allevar  las  dos  piezas  de  artillería ,  manda  recojer 
su  gente  y  sale  de  entre  los  franceses  sin  daño  alguno 
de  su  persona,  y  con  muy  poco  daño  de  su  gente.  Ya 
que  se  desviaba  de  los  bestiones  y  reparos  de  los  fran- 
ceses, con  el  claro  de  la  luna,  vido  á  unos  soldados  pa- 
rados en  torno  de  dos  muertos  y  los  demandan  quiénes 
eran  los  muertos;  los  soldados  dicen  ser  el  capitán  Sán- 
chez y  el  capitán  Linares:  se  dijo  ser  muertos  de  los 
propios  españoles.  Yo  ansí  creo  que  lo  fueron,  porque 
ellos  estaban  en  mucha  desgracia  de  los  soldados  espa- 
ñoles, desde  un  motivo  por  algunas  palabras  descorte- 
ses que  ellos  dijeron  á  algunos  soldados,  que  de  ellas 
se  dolieron,  como  por  palabras  que  dijo  Juan  de  Ur- 
bina  '  cuando  le  dijeron  quiénes  eran,  diziendo:  ¿cómo 
estáis  cabeza?  f  y  él  propio  se  respondió  diziendo  :  bue- 
na^ lengua^  si  vos  querés ;  y  por  hallarse  donde  menos 
daño  se  rescivió  de  los  franceses.  Ansí  fueron  llevados 
á  Milán  con  algunos  otros  soldados  muertos  é  feridos, 
aunque  muy  pocos. 

Dende  á  pocos  dias  mandó  Fernando  de  Alarcon 
que  saliese  de  Milán  Martin  Sancho,  que  era  capitán 
de  infantería  española,  y  trabase  escaramuza  con  los 
franceses  y  tratase  de  traerle  una  lengua.  El  capitán 
Martin  Sancho  obedesció  su  mandado  y  tomó  la  gen- 
te que  le  paresció,  y  sale  al  campo  de  los  franceses  y 
traba  su  escaramuza  con  ellos,  y  fué  tan  trabada,  que 
el  capitán  Martin  Sancho  murió  en  ella,  con  algunos 
de  sus  soldados,  y  otros  feridos,  aunque  fueron  pocos. 
Fué  tanto  el  daño  que  este  capitán  con  su  gente  hizo 

*  Súplese— /f  deduce» 


—  si  —  (1523) 

en  los  franceses,  que  los  franceses  hubieran  por  muy 
bueno  de  no  ser  trabados  en  escaramuza,  ni  haber 
muerto  un  buen  capitán,  por  la  pérdida  que  habian 
rescibido  de  nobles  y  de  oficiales  en  la  gran  escaramu- 
za. Ansí  Cripstóval  Arias,  que  al  presente  era  su  sar- 
gento y  su  alférez,  recoje  su  gente  y  toma  el  cuerpo  de 
su  capitán  y  lo  llevan  á  Milán,  llevando  dos  nobles 
franceses  en  prisión,  de  los  cuales  el  Próspero  y  Fer- 
nando de  Alarcon  fueron  informados  de  las  cosas  que 
pasaban  en  el  campo  de  los  franceses. 

Pues  viendo  el  general  Almirante  que  por  fuerza  ni 
asedio  no  podia  tomar  a  Milán,  prueba  querello  tomar 
por  traición.  Ansí  da  parte  de  su  deseo  á  sus  espías, 
encargándoles  intentar  para  entrar  en  Milán,  y  que  tra- 
bajasen de  hablar  con  algunos  de  sus  amigos  que  servían 
por  soldados  en  la  guardia  de  Milán,  y  que  de  su  par- 
te les  prometiese  grandes  mercedes,  si  le  hiciesen  ha- 
ber la  cibdad  de  Milán.  Como  una  de  estas  espías  en- 
trase en  Milán  y  anduviese  por  el  cuartel  que  los  ita- 
lianos guardaban,  se  topa  con  Morgante  de  Parma, 
cabo  descuadra  de  la  coronelía  de  Juanin  de  Médicis, 
el  cual  era  su  especial  amigo,  y  le  da  muy  entera  cuenta 
de  su  venida.  Como  este  cabo  descuadra  fuese  vencido 
de  la  codicia  de  las  promesas,  promete  de  hacer  todo 
su  poderío  en  dar  la  entrada  por  una  puente  de  made- 
ra, por  do  se  pasaba  a  el  foso  ó  cava,  para  entrar  en  la 
cibdad,  de  la  cual  puente  su  compañía  tenía  la  guar- 
dia. Ansí  dan  su  posta  para  tal  dia,  á  tal  hora  de  la  no- 
che, de  acercarse  muy  secretamente  alguna  poca  gente 
vecina  do  la  puente  estarla,  y  quel  matarla  á  su  capi- 
tán, y  con  sus  amigos  tendría  el  puente  hasta  que  lle- 

4 


(1523)  -Sí- 

gase la  gente  francesa,  que  habla  de  estar  emboscada 
para  ayudalle  á  defender  é  tener  la  puente,  hasta  entrar 
todo  el  campo.  Dada  esta  orden,  la  espía  con  gran  gozo 
le  cuenta  todo  el  {plan)  de  la  cosa,  por  lo  cual  el  Al- 
myrante  se  tenía  muy  gozoso,  creyendo  con  tan  poca 
costa  haber  á  Milán. 

Mas  Dios,  que  no  consintió  una  tan  gran  traición, 
permite  que  fuese  descubierto.  Como  el  espía  fuese 
ido  á  su  campo,  este  Morgante  de  Parma  se  da  á  pen- 
sar cómo  haria  este  fecho  sin  poder  hallar  ningún  de- 
feto, é  acuerda  de  dar  parte  de  la  cosa  á  unos  sus  muy 
amigos,  soldados  en  su  mesma  compañía,  los  cuales 
todos  (puestos  en  la  codicia  de  las  promesas  y  viendo 
que  con  gran  dificultad  podrían  dar  la  entrada  por  la 
puente,  por  estar  la  puente  vecina  á  los  soldados  de  la 
coronelía  de  Stéfano  Colona,  que  allí  hacían  su  guar- 
dia) ansí,  acuerdan  de  dar  parte  de  la  cosa  á  Juanin  de 
Ferrara,  cabo  descuadra  de  la  coronelía  de  Stéfano  Co- 
lona, prometiéndole  de  partir  con  él  todo  el  precio. 
Viendo  este  cabo  descuadra  Juanin  de  Ferrara,  que  la 
cosa  tenía  impoi  tanda,  por  saberla  cosa  más  por  entero 
le  otorga  su  favor  y  ayuda,  y  ansí  quedan  de  una  volun- 
tad. Como  este  Juanin  de  Ferrara  viese  la  cosa  tan  á  el 
cabo,  se  va  á  su  coronel  Stéfano  Colona  y  le  da  muy 
entera  cuenta  de  la  cosa;  é  viendo  el  coronel  la  cosa 
que  su  cabo  descuadra  le  decía,  y  ser  cosa  que  tanto 
importaba  á  el  servicio  del  Emperador  y  vidas  y  hon- 
ras de  los  defensores  de  Milán,  se  va  á  el  coronel  Jua- 
nin de  Médicls  y  le  da  parte  de  la  cosa  que  su  cabo 
descuadra  le  habla  descubierto.  Viendo  Juanin  de  Mé- 
dicls la  cosa  ser  tan  al  cabo,  hace  prender  á  su  cabo 


—  53  —  (1523) 

descuadra  Morgante  de  Parma  y  á  los  que  eran  de  su 
parescer,  y  habiendo  confesado  ser  verdad  la  cosa  que 
le  acusaban,  los  manda  pasar  por  las  picas. 

Viendo  el  Almirante  que  la  cosa  era  descubierta,  y 
que  no  le  habian  querido  otorgar  el  Próspero  Colona  y 
Hernando  de  Alarcon  las  treguas  que  había  pedido, 
por  dos  meses,  y  el  daño  que  su  campo  rescibia  de  la 
gente  que  estaba  en  Milán,  y  por  otra  parte  de  Anto- 
nio de  Leyva  y  de  la  jente  que  con  él  estaba  en  Pavía, 
como  tantas  vezes  Antonio  de  Leyva  los  hubiese  ido 
á  buscar  en  sus  fuertes,  trabándose  con  ellos  en  escara- 
muza, y  otras  vezes  rompiéndoles  sus  escoltas,  matando 
y  firiendo  su  gente,  tomándole  sus  banderas  y  bagajes; 
y  como  supiese  que  el  Visorrey  de  Ñapóles  venía  con 
socorro  á  Milán,  y  por  la  gran  fortuna  del  tiempo  que 
hacia,  acordó  de  se  retirar  de  sobre  Milán.  Retiróse  en 
los  postreros  de  Noviembre ^  en  un  dia  muy  tempes- 
tuoso de  nieve  é  viento. 

Viendo  Hernando  de  Alarcon  que  el  Almirante  con 
su  campo  se  retiraba,  sale  de  Milán  con  quinientos  ca- 
ballos ligeros  y  trecientos  hombres  darmas  y  mil  in- 
fantes españoles  y  mil  alemanes,  y  da  en  el  campo  de 
los  franceses,  firiendo  por  la  retaguarda,  donde  se  tra- 
baron los  unos  con  los  otros  en  una  trabada  y  muy  re- 
ñida escaramuza.  Fuélegran  daño  al  campo  de  los  fran- 
ceses la  salida  de  Alarcon,  y  ansí  el  Almirante  se  retira 
lo  mejor  que  pudo  hasta  Abbiate  grasso,  buena  villa  á 
catorze  millas  de  Milán,  do  manda  despedir  los  pro- 
venzales  y  piamonteses,  con  parte  de  los  esguízaros,  por 
estar  enfermos  de  las  grandes  frialdades  que  habian  pa- 
sado. Ansimismo  manda  que  calasen  de  refresco  diez 


(1523)  —  54  — 

mil  esguízaros,  y  que  Renzo  de  Clere,  con  siete  mil 
italianos,  fuese  á  tomar  á  Arona,  fuerte  tierra  en  el  fin 
del  Lago  Mayor,  en  la  cual  estaba  Aties,  visconde  mi- 
lanes,  con  hasta  mil  é  quinientos  infantes  italianos. 

Viendo  Renzo  de  Ciere  que  no  le  querían  rendir  la 
tierra,  manda  dalle  batería,  la  cual  se  le  dio  treinta 
dias,  que  jamas  cesaba  de  tirar.  Fallóse  haber  tirado 
pasadas  de  seis  mil  pelotas,  y  viendo  que  por  ningún 
modo  podia  haber  la  tierra  y  que  era  venido  en  Pavía 
Carlos  de  Lanoy ,  Visorrey  de  Ñapóles,  se  retira  y  va 
en  Abbiate  grasso  á  juntarse  con  el  Almirante. 

Musiur  de  Bayardo  con  otros  capitanes  de  gente 
darmas  y  caballos  ligeros  é  infantería,  fué  alojar  á  Bi- 
nasco,  buena  villa,  vecina  de  Abbiate  grasso.  Aquí  es- 
tuvieron franceses  algunos  dias  sin  ofender  ni  ser  ofen- 
didos. Pues  como  Fernando  de  Alarcon  hobiese  escrito 
sus  letras  á  el  Visorrey  de  Ñapóles  y  á  el  consejo,  de 
cómo  el  Próspero  estaba  tan  trabajado  de  su  enferme- 
dad, el  cual  Visorrey  é  consejo  de  Ñapóles  fueron  de 
parescer  que  el  Visorrey  fuese  á  Milán  con  algún  so- 
corro de  gente,  é  ansí  da  orden  á  su  partida  mandando 
ajuntar  la  batalla  y  la  retaguardia  de  la  gente  darmas 
y  seis  banderas  de  infantería  española,  y  cuatro  mil 
italianos,  que  se  hablan  mandado  hacer;  é  ansimismo 
manda  aderezar  cuatro  piezas  de  artillería  de  campa- 
ña. Siendo  juntas  su  caballería  y  infantería,  el  Visor- 
rey  sale  de  Ñapóles,  llevando  consigo  al  Duque  de 
Tractto  y  á  su  hijo  y  á  otros  señores  del  reyno.  Pues 
caminando  en  priesa  por  sus  jornadas  á  el  pasar,  que  se 
pasó,  el  rio  Enza,  se  revolvieron  los  italianos  con  los 
españoles,  sobre  quién  pasarla  en  la  vanguardia,  pero 


—  55  —  (1523) 

fueron  puestos  en  paz  por  el  Visorrey  é  los  otros  caba- 
lleros :  y  ansimismo  se  revolvieron  en  la  villa  de  la  Stra- 
della,  donde  los  españoles  tomaron  el  artillería  á  los 
italianos,  que  ellos  tenian  en  guardia,  volviéndola  con- 
tra los  italianos,  queriéndoles  tirar  con  ella;  mas  el  Vi- 
sorrey é  Duque  de  Tractto,  con  los  otros  caballeros  é 
capitanes,  pusieron  en  mucho  sosiego  la  trabada  pasión. 

El  dia  siguiente,  haciendo  su  jornada,  el  Visorrey 
con  su  gente  llega  á  Pavía,  la  vigilia  de  la  Navidaa^ 
do  tuvo  las  fiestas  de  la  Pascua  con  Antonio  de  Ley  va, 
del  cual  fué  muy  alegremente  rescevido,  y  de  sus  ca- 
pitanes y  gente. 

Pasadas  las  fiestas  de  la  Navidad,  el  Visorrey,  con 
los  otros  caballeros  é  las  banderas  de  los  españoles  y 
caballería  que  traia,  fué  á  Milán  por  se  fablar  con  el 
Próspero  Colona,  á  el  cual  falló  muy  trabajado  de  su 
enfermedad  de  cámaras,  el  cual  no  tuvo  remedio  al- 
guno, aunque  se  buscaron  todos  los  remedios  que  bus- 
carse podian.  Llegada,  pues,  la  hora  de  la  voluntad  de 
Dios,  un  jueves  noche,  á  la  media  noche,  entrante  el 
dia  siguiente,  que  fué  viernes  p'imero  del  año  de  mil 
é  quinientos  é  veinte  é  cuatro  años ^  murió  este  vale- 
roso capitán  y  muy  sabio  guerrero ;  la  cual  muerte 
tanta  tristeza  y  dolor  cabsó  en  todo  el  exército  y  la 
cibdad,  puniendo  todos  en  sus  corazones  el  luto  que  á 
tal  pérdida  se  requería.  El  Visorrey  y  el  Hernando  de 
Alarcon,  con  todos  los  otros  caballeros,  le  mandan 
hacer  las  osequias  con  toda  solenidad,  en  el  moneste- 
rio  de  San  Vitor,  donde  estuvo  depositado  hasta  que  el 
Visorrey  con  su  campo  salió  en  campaña ,  que  lo  saca- 
ron de  Milán,  juntamente  con  el  cuerpo  de  su  hermano 


(1523)  —  56  — 

Antonio  Colona,  los  quales  fueron  muy  acompañados 
hasta  Fondi,  que  es  una  su  buena  villa,  en  el  rey  no  de 
Nápolcs,  donde  están  los  dos  cuerpos  con  gloriosa  fama 
de  la  milicia. 

Muerto  que  fué  este  valeroso  capitán ,  el  Visorrey  é 
Fernando  de  Alarcon  despachan  sus  postas  á  el  Empe- 
rador, que  á  el  presente  estaba  en  España,  haciéndole 
saber  la  muerte  del  Próspero  y  las  cosas  de  los  ejérci- 
tos. Como  el  Emperador  viese  por  las  letras  la  muerte 
del  Próspero,  mostró  sentimiento  de  pesar,  porque  de 
corazón  lo  amaba;  y  ansí  despacha  sus  postas  man- 
dando á  el  Visorrey  que  tuviese  cargo  del  exército,  é 
las  cosas  que  habia  que  hacer  en  el  campo  é  rey  no  de 
Ñapóles.  Aquí  se  acaban  los  fechos  del  año  de  mil  é 
quinientos  é  'veinte  é  tres  años. 


AÑO   DE   1524. 


En  losprimeros  dias  del  enero  salió  Antonio  de  Ley- 
va  de  Pavía  con  la  gente  que  con  él  estaba,  dejando 
en  Pavía  á  el  hijo  del  Duque  de  Tractto  con  la  mayor 
parte  de  los  italianos  que  el  Visorey  habia  traydo  (que 
el  dia  que  Antonio  de  Ley  va  salió  de  Pavía,  entró  en 
Milán  con  su  gente)  el  cual  (Tractto)  fué  muy  bien 
rescibido  del  Visorey  y  otros  caballeros  y  capitanes. 
De  á  pocos  dias,  en  principio  de  febrero ^  vino  á  Milán 
el  Duque  de  Borbon,  á  el  cual  se  rescibió  con  todo 
aquel  respeto  que  se  debia  á  tal  caballero.  Desde  á  po- 
cos dias  después,  vino  el  Marqués  de  Pescara  (antes 
vino  que  el  Duque)  que  venía  de  Ñapóles  y  muy  po- 
cos dias  habia  que  era  venido  de  España  de  la  corte  del 
Emperador.  Entró  en  Milán  á  los  diez  de  enero;  fué 
tan  solenne  su  rescivimiento  cuanto  el  amor  que  le  tenian 
todos,  ansí  señores  y  caballeros  como  capitanes  y  sol- 
dados. 

Pues  siendo  todos  juntos  estos  señores  en  Milán, 
fué  su  parescer  de  salir  de  Milán  é  dar  en  una  parte  de 
los  franceses,  por  estar  repartidos  en  dos  partes,  como 


(1524)  -  58  - 

arriba  dije  estar  en  Abbiate  grasso  y  en  Robecco.  Pues 
como  fué  á  ¡os  íreze  de  enero^  un  miércoles,  pasado  el 
mediodía,  el  Marqués  manda  á  los  sargentos  mayores 
que  apercibiesen  á  todos  los  capitanes  con  su  gente, 
ansí  de  la  caballería  como  de  la  infantería  y  que  la  íi- 
ciesen  escuadrones  en  la  campaña,  porque  los  quería 
ver  en  escuadrones  y  fablalles;  é  ansí  se  hizo,  como  por 
el  Marqués  fué  hablado,  é  se  hizo  un  escuadrón  de  la 
gente  de  armas  y  otro  de  los  caballos  ligeros,  otro  de  la 
infantería  española  y  otro  de  los  alemanes.  Después  de 
ser  fechos  escuadrones ,  vino  á  ellos  el  Visorey  y  Mar- 
qués de  Pescara  y  Fernando  de  Alarcon,  y  Juan  de 
Urbina,  con  todos  los  otros  caballeros,  é  siendo  aquí 
todos  juntos  en  esta  campaña,  manda  el  Marqués  á  los 
sargentos  mayores  que  apartasen  hasta  tres  mil  espa- 
ñoles, en  un  escuadrón,  ansí  como  estaban,  y  dos  mil 
alemanes,  y  trecientas  lanzas  y  quinientos  caballos  lige- 
ros; é  toda  la  demás  gente  manda  que  se  entrase  en 
Milán  y  con  ella  quedase  el  Duque  de  Borbon  y  Anto- 
nio de  Leiva,  é  Juanin  de  Médicis  para  estar  en  guar- 
dia de  la  cibdad.  Y  como  fuese  tres  horas  antes  del  dia, 
que  Juanin  de  Médicis  estuviese,  se  tornó  de  Abbiate 
grasso  con  la  caballería  y  la  mayor  parte  de  la  infante- 
ría que  en  Milán  quedaba,  á  poner  en  arma  áel  Almi- 
rante con  su  gente.  Dada,  pues,  esta  orden,  Visorey  y 
Marqués  de  Pescara  y  Hernando  de  Alarcon  ,  con  otros 
caballeros  y  Juan  de  Urbina  y  otros  capitanes,  con  la 
demás  gente,  caminan  con  muy  buena  orden  hasta  a 
llegar  muy  vecinos  de  Robecco,  que  es  una  buena  villa 
veinte  é  dos  millas  de  Milán  y  a  seis  de  la  Abbiate 
grasso.  Como  el  Visorey  y  Marqués  de  Pescara  y  Her- 


—  59  —  (1524) 

nando  de  Alarcon  se  viesen  estar  tan  vecinos  de  Ro- 
becco,  mandan  hacer  un  escuadrón  de  hasta  mil  espa- 
ñoles y  otro  de  mil  alemanes  y  otro  de  la  mitad  de 
la  caballería,  y  que  todos  juntamente  estuviesen  con 
Fernando  de  Alarcon  á  un  paso  y  camino  que  iva  de 
Abbiate  grasso  á  Robecco;  y  la  demás  gente  se  hizo 
tres  escuadrones.  El  Marqués  de  Pescara  y  Juan  de 
Urbina  y  los  sargentos  mayores,  con  hasta  treinta  ar- 
cabuzeros  españoles,  van  á  reconoscer  una  pequeña 
puente  que  estaba  vecina  de  Robecco,  do  los  franceses 
tenian  su  guardia ;y  viendo  el  Marqués  como  la  guar- 
dia de  los  franceses  estuviese  tan  sosegada,  sin  haber 
sentido  su  gente,  envía  avisar  al  Vísorey  que  camínase 
con  la  gente  hasta  llegar  á  la  puente.  Pues  siendo  el  Ví- 
sorey vecino  de  la  puente ,  el  Marqués  y  Juan  de  Ur- 
bina y  los  sargentos  mayores  y  los  demás  que  con  él 
estaban,  arremeten  á  la  puente  con  muy  determinado 
ánimo,  tirando  arcabuzes,  echándoles  sus  botafuegos 
y  alcancías  de  fuego  artificial ,  por  lo  cual  los  franceses 
optaron  de  desamparar  el  puente  de  guardia,  yendo  hu- 
yendo á  la  villa.  Mas  no  pudieron  entrar  tan  á  su  sal- 
vo que  el  Marqués  con  su  jente  no  entrase  con  ellos  en 
la  villa;  é  viendo  musiur  de  Vendóme,  que  ally  estaba 
con  quinientas  lanzas  é  mil  caballos  ligeros  y  gran 
parte  de  la  infantería  francesa,  de  la  cual  era  coronel 
musiur  Danoa,  los  cuales  coroneles  y  capitanes,  viendo 
como  y  va  su  jente  fuyendo  y  la  muncha  jente  que  la 
seguía,  buscan  más  modos  de  fuir  que  de  defender  la 
villa.  Ansí  se  salvaron  con  alguna  poca  jente  que  los  si- 
guió. A  esta  hora,  según  á  Juanin  de  Médicis  fué  man- 
dado, fué  á  poner  en  arma  al  Almirante  con  su  gente 


(1524)  —  6o  — 

que  con  el  cstab.i,  c  ansí  el  Almirante  no  osó  salir  de 
Abbiate  grasso.  Gran  daño  fué  para  la  gente  que  iba 
huyendo  de  Robecco  la  venida  de  Juanin  de  Medi- 
éis é  su  gente  á  dar  el  arma  á  Abbiate  grasso;  é  ansí  se 
mató  é  firió  é  prendió  toda  la  gente  que  en  Robecco 
se  halló  no  ser  fuida,  con  sus  principales.  Aquí  se  ga- 
naron cinco  estandartes  de  gente  darmas  y  caballos  li- 
geros y  diez  banderas  de  infantería  y  tres  mil  cabal- 
gaduras, ansí  caballos  de  guerra  como  acémilas,  y  otros 
bagajes,  entre  los  quales  caballos  de  guerra  se  ganó  Ba- 
yardo,  que  era  un  poderoso  caballo  de  musiur  de  Ba- 
yardo,  cosa  muy  preciada,  é  no  era  tan  preciado  cuan- 
to era  más  su  valor;  y  otras  munchas  joyas  y  riquezas. 
Con  esta  vitoria  se  volvió  el  Visorev  á  Milán  con  los 
otros  caballeros,  con  muy  poca  pérdida  de  su  jente 
muerta  y  ferida.  Ansimismo  Juanin  de  Médicis  tor- 
nó á  Milán. 

Pues,  siendo  todos  juntos  en  Milán,  el  Visorey  y  los 
otros  señores,  viendo  que  habían  deshecho  una  parte 
del  campo  de  los  franceses,  han  su  consejo,  é  fué  su 
parescer  de  todos,  de  salir  con  su  campo  en  campa- 
ña y  buscar  á  los  franceses  en  los  fuertes  do  estuvie- 
sen. Ansí  se  salió  á  los  postreros  de  enero.  Era  vn 
campo  de  seiscientas  lanzas  ó  hombres  de  armas  y  mil 
caballos  ligeros  y  cinco  mil  infantes  españoles,  y  siete 
mil  alemanes  y  dos  mil  italianos.  Este  dia  que  el  cam- 
po salió  de  Milán,  fué  á  Binasco,  á  diez  millas  de  Mi- 
lán, donde  en  la  villa  y  sus  campañas  faze  su  asiento. 
Viendo  el  general  almirante  que  el  Visorey  con  su  cam- 
po estaba  en  campaña,  manda  recojer  su  gente  en  Ab- 
biate grasso,  donde  él  estaba,  é  cibtó  la  de  Alexandría, 


—  6i  —  (1524) 

y  la  de  otras  villas  que  estaban  de  la  otra  parte  del  rio 
Ticino;  é  después  de  ser  todos  juntos,  deja  su  guarni- 
ción en  Abbiate  grasso  y  con  la  otra  gente  se  va  en 
Vigevano,  siete  millas  de  Abbiate  grasso,  pasando  el  rio 
Ticino  por  el  puerto  del  Falcon.  No  lo  pasó  tan  á  su 
espacio  como  pensó,  por  haber  venido  Fernando  de 
Alarcon  con  caballería  y  arcabuzería  española  á  dar  en 
su  retaguardia.  Pues,  como  el  Almirante  hobiese  pasado 
el  rio  Ticino,  y  el  Visorey  con  su  campo  lo  pasase  por 
dos  puentes  de  barcas  que  se  hicieron  vecinos  á  la  villa 
Dehesa,  la  cual  estaba  tres  millas  del  puerto  del  Falcon, 
este  dia  se  pensó  dar  batalla  entre  los  dos  exercitos, 
mas  no  la  esperaron  los  franceses,  é  hubo  una  trabada 
escaramuza,  en  la  cual  escaramuza  y  execucion  de  reta- 
guardia murió  muncha  jente  francesa  antes  de  se  meter 
en  Vigebano.  El  Visorey  con  su  campo  hace  su  asiento 
en  Garlasco,  buena  villa  á  tres  millas  de  Vigebano.  Por 
esta  vecindad,  que  los  dos  campos  tenian  se  ivan  á  bus- 
car los  unos  á  los  otros  con  muy  trabadas  escaramuzas, 
en  las  cuales  los  franceses  perdian  muncha  gente  é  ca- 
ballos, y  vino  á  la  villa  de  Garlasco  el  Duque  de  Urbi- 
no,  capitán  general  de  los  venecianos  en  servicio  del 
Emperador,  por  la  liga  fecha,  y  traia  quinientas  lanzas 
y  mil  caballos  ligeros,  y  seis  mil  infantes  italianos. 
Siendo  venido  el  Duque  de  Urbino,  con  su  campo, 
manda  el  Visorey  que  se  tomase  Garlasco  y  Sartirana, 
dos  fuertes  villas  do  habia  quinientos  infantes  con  el 
Conde  Hugo  de  Pepoli,  bolones,  é  cien  caballos  lige- 
ros con  Juan  de  Virago.  Ansí  el  Duque  con  su  campo 
toma  á  Garlasco  y  Juan  de  Urbina  con  españoles  y  ale- 
manes bate  y  toma  á  Sartirana,  donde  fueron  presos  el 


(1524)  —  62   — 

Conde  Hugo  y  Juan  de  Virago,  con  parte  de  sus  ca- 
pitanes, y  la  demás  jente  desfecha:  esta  tomada  fué  á 
los  veynte  é  seis  de  marzOy  sábado  santo.  Viendo  el  Al- 
mirante como  batian  españoles  á  Sartirana,  sale  á  la 
socorrer  con  su  campo  y  llega  á  la  villa  de  Mortara,  do 
supo  por  sus  espías  como  la  habian  tomado  españoles 
y  desfecho  su  gente;  é  viéndolo  se  torna  en  Vigebano. 
Conviene  á  saber:  como  el  Almirante  de  Francia  viese 
que  de  cada  dia  se  refazia  gente  del  campo  del  Visorey 
V  se  deshacia  el  suyo,  y  por  falta  de  las  vituallas,  acor- 
dó de  se   retirar  á  Novara;  dende   á  los   -postreros  de 
marzo  salió  de  Vigevano,  yendo  á  Novara,  do  acordó 
de  retirar  su  campo  en  Francia,  por  no  acaballo  de  per- 
der. Y  viendo  que  para  retirarse  en  Francia  tenía  poca 
gente,  ansí,  con  musiur  de  Bayardo  y  los  otros  señores 
de  su  campo,  acuerdan  de  enviar  á  musiur  de  Chavan, 
que  era  un  caballero  piamontés,  á  tierra  esguí zara,  que 
trajese   siete  mil  esguízaros.   Viendo    el   Visorey   que 
le  habian  tomado  las  tierras  é  castillos  que  por  france- 
ses  estaban  de  aquella  parte   del    Ticino,   y  cómo  el 
Almirante  hobiese  entrado  con  su  campo  en  Novara,  y 
que  si  le  daban  lugar  metería  de  su  gente  en  la  cibdad 
de  Vercelli  y  se  fortificaría  en  las  dos  cibdades   (como 
estén  vecinas  la  una  de  la  otra  cuanto  diez  millas)  an- 
simismo,  manda  que  Juanin  de  Médicis  con  su   coro- 
nelía pasase  el   Ticino  y  se  ajuntase  con  el   Duque  de 
Milán,  é  tomasen  á  Abbiate  grasso  y  Lodi  y  lo  demás 
que   tenian  franceses  de   aquella  parte  del  Ticino.  Y 
manda  ajuntar  su  campo  y  camina  hasta  llegar  á  Arco 
Marian,  que  es  una  buena  villa  entre  las  dos  cibdades 
que  está  á  cuatro  millas  de  Novara,  En  esta  villa  y  en 


—  63  —  (1524) 

sus  camparías  hace  su  asiento  el  Visorey  é  su  campo  é 
manda  á  Gerónimo  Petite,  cibdadano  de  Vercelli,  que 
fuese  á  Vercelli,  y  trabajase  con  los  demás  cibdadanos 
que  acebtasen  guardia  en  la  cibdad;  el  cual,  siendo  bien 
quisto,  gana  la  volundad  de  los  vercelleses  y  consien- 
ten á  toda  la  voluntad  del  Visorey.  Por  lo  cual  el  Viso- 
rey  manda  á  el  Marqués  de  Civita  de  Sant  Angelo  que 
con  su  compañía  de  gente  darmas  y  dos  compañías  de 
infantería  española,  que  por  todos  eran  cinquenta  lan- 
zas y  quinientos  infantes,  fuese  á  la  cibdad  de  Vercelli 
á  la  guardar  y  fortificar;  porque  los  franceses  con  algu- 
na cabtela  no  se  entrasen  dentro  en  la  cibdad.  Daño  le 
fué  al  general  francés,  porque  de  allí  le  quitaban  las  vi- 
tuallas que  le  venían  de  Turin ,  que  de  otras  partes  del 
Piamonte  no  las  podía  haber.  Viéndose  ansí  casi  cerca- 
do, á  gran  priesa  manda  sus  postas  en  Francia,  y  en 
esguízaros,  que  con  gran  brevedad  calasen  diez  mil  es- 
guízaros,  que  había  mandado  hacer,  y  más  los  cuatro- 
cientos hombres  darmas  que  habían  enviado  á  pedir  al 
Rey  su  señor,  para  se  poder  retornar.  Ansimismo  man- 
da calar  cinco  mil  grisones  y  se  aj untasen  con  unos  po- 
cos italianos  que  habían  sido  en  su  favor  en  Lombar- 
día,  los  cuales  todos  juntos  determinan  de  se  pasar  por 
el  Bergamasco  hasta  llegar  en  Lodi,  do  estaba  Fadrico 
de  Bozzoli  con  muncha  jente  italiana  que  había  aj  un- 
tado, por  pensar  hacer  al  Visorey  retirarse  verso  Milán: 
pero  no  lo  pudo.  La  cual  cosa  syendo  sabida  del  Duque 
de  Milán,  manda  que  Juanin  de  Médicis  con  cuatro 
mil  italianos  y  docientos  caballos  ligeros  se  fuese  á  jun- 
tar con  la  gente  que  el  Duque  de  Urbino  habia  deja- 
do en  la  frontera  de  sus  tierras,  porque  no  les  fuese  fe- 


(1524)  —  64  — 

cha  alguna  correría  ó  entrada  de  la  gente  de  Lodi ;  los 
cuales  siendo  todos  juntos  se  ponen  en  el  camino  que 
forzoso  les  era  pasar  á  los  grisones  y  la  demás  gente 
que  con  ellos  se  ajuntasen,  que  ya  eran  en  Casandecida 
no  muy  lejos  de  Lodi  y  de  Milán.  Mas  como  Juanin 
de  Médicis  con  los  suyos  les  diese  tantas  y  tan  grandes 
escaramuzas,  se  ponen  en  no  pasar  adelante,  antes  man- 
dan sus  embajadores  á  el  Duque  de  Milán  é  hacen  sus 
capitulaciones  y  paz,  y  se  tornan  en  sus  tierras.  Viendo 
el  Duque  de  Milán  como  los  grisones  eran  vueltos  á 
sus  tierras  y  que  no  temia  ninguna  usurpación  de 
aquellas  partes ,  manda  á  Juanin  de  Médicis  que  fuese 
sobre  Abbiate  grasso;  el  cual  va,  y  antes  que  la  asedia- 
se, toma  vna  puente  de  barcas  que  los  franceses  tenian 
en  el  Ticino,  por  donde  les  ivan  vituallas  de  Abbiate 
grasso.  El  dia  siguiente  da  su  batería  á  Abbiate  grasso, 
y  la  toma  por  fuerza,  do  habia  mil  hombres  de  guer- 
ra ,  los  cuales  todos  fueron  muertos  é  presos.  Pues  sien- 
do tomada  Abbiate  grasso ,  el  Duque  manda  á  Juanin 
de  Médicis  que  con  su  gente  fuese  sobre  Lodi  y  él  con 
su  corte  torna  en  Milán,  donde  consigo  lleva  la  pesti- 
lencia por  habella  tomado  de  la  gente  questaba  en  Ab- 
biate grasso,  que  muy  recia  andaba  entrellos.  É  fué  tan 
grande  la  pestilencia  que  anduvo  en  Milán,  que  pasaron 
de  cien  mil  ánimas  las  que  murieron. 

Tornando  á  como  el  Almirante  estaba  en  Novara  y  el 
Visorey  en  Arco  Marian,  donde  en  sus  campañas  no  fal- 
taban grandes  é  trabadas  escaramuzas,  y  como  el  Ahr,i- 
rante  viese  que  el  Visorey  con  su  campo  le  habia  tomado 
todas  sus  tierras  é  castillos  que  por  suyas  dejaba,  y  de  ca- 
da el  dia  perdía  gente,  y  no  pudiendo  recojer  la  gente  que 


—  65  —  (1524) 

en  las  villas  dejaba,  y  habiéndosele  puesto  tan  vecino 
de  Novara,  acuerda  de  retirarse  de  Novara  é  ir  la  vuel- 
ta del  camino  que  habia  de  traer  musiur  de  Chavan 
con  su  socorro.  Ansí  camina  hasta  llegar  á  Rovananchi, 
una  buena  villa  vecina  del  rio  Sesia  ó  Gatinara,  por  que 
de  todos  modos  se  entiende.  En  esta  retirada  que  el  cam- 
po de  franceses  se  retiró  de  el  campo  de  los  españoles, 
no  se  les  hizo  el  daño  que  bien  pudiera  hacelles,  porque 
el  Visorey  mandó  echar  bandos  generales  que  ninguno 
se  desmandase  del  campo.  Esto  le  fué  culpado  á  el  Vi- 
sorey por  el  Comisario  general  Fernando  de  Alarcon  y 
Marqués  de  Pescara  y  Antonio  de  Ley  va,  y  por  ios 
otros  señores  del  campo;  por  lo  qual  el  dia  siguiente 
levanta  su  campo  y  va  en  Romanañchi  donde  el  campo 
de  los  franceses  estaba.  Como  aquí  allegó  el  campo  de 
los  españoles  se  trabó  una  muy  trabada  escaramuza,  en 
la  cual  fué  herido  el  maese  de  campo  Juan  de  Urbina 
pasado  un  muslo  de  un  tiro  de  arcabuz.  Ansimismo 
otros  oficiales  y  soldados  hubo  feridos,  con  algunos 
muertos ;  no  menos  daño  rescibieron  los  franceses,  pero 
no  fué  tanto  cuanto  se  pensó  hacellos,  por  haberse  pa- 
rado y  puesto  tres  culebrinas  en  un  alto  que  señoreaba 
la  campaña,  los  cuales  reparos  no  hicieran  si  fueran  se- 
guidos á  la  retirada  de  Novara ;  por  lo  cual  oí  dezir  á 
Juan  de  Urbina :  yo,  -por  cierto,  no  desamo  á  los  nobles 
franceses  fuera  de  la  batalla,  mas  no  entiendo  su  lengua, 
dando  á  entender  que  él  no  podia  entender  las  cosas  del 
Visorey,  como  fuese  borgoñon  y  compadre  del  Almi- 
rante. 

Ansy  nos  estuvimos  los   unos  y  los  otros  teniendo 
ordinarias  escaramuzas,  teniendo  los  españoles  por  su- 


(1524)  —  66  — 

ya  la  campaña  y  puniendo  en  muy  muncho  estrecho  á 
los  franceses,  por  la  falta  de  las  vituallas,  fasta  los  pos- 
treros de  abril ^  que  vino  musiur  de  Chaban  con  los 
siete  mil  esguízaros  de  su  corte.  Como  el  Marqués  de 
Pescara  y  Fernando  de  Alarcon  y  Antonio  de  Leyva 
viesen  quel  musiur  de  Chaban  con  sus  artes  venía  á 
pasar  el  rio  á  se  aj untar  con  el  Almirante,  fué  su  pa- 
rescer  que  no  se  ajuntasen;  é  ansimismo  mandan  cabal- 
gar la  caballería  teniendo  el  arcabuzería  á  las  ancas  de 
los  caballos  y  pasan  el  rio  yendo  en  él  contra  de  musiur 
de  Chaban  y  su  gente,  y  trabaron  entrellos  una  tan  tra- 
bada escaramuza  que  le  fué  forzado  á  musiur  de  Cha- 
ban de  se  volver  por  el  camino  que  habia  venido,  con 
pérdida  de  munchos  muertos  y  feridos  y  prisioneros  que 
les  tomaron  españoles.  Viendo  el  general  Almirante  que 
musiur  de  Chaban  con  su  socorro  se  era  vuelto  casi 
desbaratada  su  gente,  determina  de  pasar  el  rio  con  su 
gente  y  de  se  ajuntar  con  musiur  de  Chaban.  Ansy,  á  la 
noche  siguiente,  á  la  prima  noche,  comenzó  á  pasar  el 
rio  y  viniendo  el  dia  ya  era  pasado  todo  el  campo  de 
franceses  el  rio. 

Yendo  en  su  retaguardia  munchos  de  los  españoles 
desmandados  de  sus  banderas,  como  Fernando  de  Alar- 
con, Comisario  general  del  ejército,  viese  la  retirada  de 
los  franceses  y  el  muncho  lugar  que  el  Visorey  les  daba, 
hace  ajuntar  el  consejo  de  la  guerra  y  con  ellos  su  con- 
sejo v  que  como  á  Comisario  general  obedesciesen  su 
mandato.  Ansí  el  Duque  de  Borbon  y  los  demás  caba- 
lleros acuerdan  de  no  dalles  lugar  á  los  franceses  que  se 
retirasen  á  su  voluntad,  como  de  Novara,  é  ansí  hacen 
con  el  Visorey  que  se  pasase  en  su  seguimiento.  Viendo 


—  6;  —  (1524) 

el  Visorey  la  voluntad  de  estos  caballeros,  no  puede  ha- 
cer menos  de  lo  que  ellos  ordenasen  y  luego  mandan 
hacer  seis  escuadrones  de  caballería  é  de  infantería. 
Como  el  Marqués  de  Pescara  con  la  vanguardia  del  es- 
cuadrón de  los  españoles  llegase  á  las  orillas  del  rio 
Stura,  se  apea  del  caballo  en  que  iva  é  toma  una  pica 
en  el  siniestro  hombro  é  volviendo  la  cara  á  sus  capita- 
nes é  soldados  diciendo  :  señores^  haced  todos  como  yo;  y 
haciéndose  él  la  señal  de  la  cruz,  encomendándose  á 
Dios  se  va  á  pasar  el  rio  Stura.  Los  capitanes  asen  del 
Marqués  rogándole  que  cabalgase,  pero  no  pudieron 
hacelle  cabalgar.  Asidos  unos  á  otros  pasando  el  rio, 
que  por  cierto  era  un  rio  fondo,  que  á  un  hombre  de 
común  estatura  le  daba  el  agua  á  los  pechos,  y  no  era 
tanto  el  peligro  de  la  fondura  cuanto  era  la  rezura  del 
agua,  é  por  tener  munchas  piedras  redondas  cubiertas 
de  una  lima  ó  cieno  que  les  hacia  ser  muy  resbalosas. 
Ansí  pasan  los  escuadrones  de  la  infantería,  por  la  vo- 
luntad de  Dios  é  de  su  bendita  Madre,  sin  peligrar  per- 
sona alguna.  Fuéles  grande  ayuda  la  caballería,  porque 
á  la  hora  quel  Marqués  con  la  vanguardia  de  los  espa- 
ñoles se  metiese  en  el  rio,  á  esa  hora  se  mete  Hernando 
de  Alarcon  con  la  vanguardia  de  los  caballos  ligeros,  á 
la  mano  diestra  del  escuadrón  de  la  infantería,  resci- 
blendo  en  los  caballos  la  furia  del  agua,  y  ansimismo 
hizo  la  gente  darmas  é  los  otros  escuadrones.  Siendo 
todos  pasados  el  rio  comienzan  de  caminar  los  escua- 
drones en  seguimiento  de  los  franceses.  Conviene  á  saber 
como  la  gente  desmandada,  que  dije  ir  en  retaguardia 
de  los  franceses,  haciendo  gran  daño  en  ellos  á  el  pa- 
sar un  camino  que  atravesaba  el  bosque  y  camino  por 

5 


(1524)  -  68  - 

do  los  franceses  ivan,  los  españoles  desmandados  to- 
man á  los  franceses  dos  piezas  de  artillería ,  mas  no  las 
pudieron  salvar  por  la  gran  furia  de  la  caballería  y  ar- 
cabuzería  que  con  el  general  Almirante  se  volvió  á  la 
defender;  y  por  ser  tan  pocos  los  españoles  la  dejaron 
retirándose  de  la  gran  furia  francesa.  En  esta  escara- 
muza y  defensa  de  las  dos  piezas  de  artillería  fué  heri- 
do el  general  Almirante  de  un  tiro  de  arcabuz,  en  un 
brazo. 

Pues  siendo  cuanto  dos  millas  de  aquel  paso  ve- 
cino á  la  villa  de  Robasegna,  los  españoles  desman- 
dados les  tornan  á  tomar  dos  piezas  de  artillería  á  los 
franceses,  en  la  cual  defensa  vuelve  musiur  de  Bayardo 
con  muncha  caballería  y  gran  parte  de  los  esguízaros, 
mas  no  las  pudieron  quitar  á  los  españoles,  por  la  mun- 
cha defensa  que  hicieron  y  por  haberse  ajuntado  hasta 
mil  hombres.  En  esta  escaramuza  fué  herido  de  un  tiro 
de  arcabuz  musiur  de  Bayardo,  y  en  prisión  de  un  ar- 
cabucero español,  y  muncha  de  su  caballería  y  esguí- 
zaros fueron  muertos  y  fcridos  y  en  prisión  de  los  es- 
pañoles. Pues  ccmo  los  esguízaros  y  caballería  francesa 
viesen  á  su  principal  cabdillo  en  prisión  de  los  españo- 
les, vuelven  las  espaldas  é  con  muncha  orden  se  reti- 
ran hasta  alcanzar  su  campo,  que  á  más  andar  iva. 
Como  este  buen  caballero  se  viese  ferido  y  en  prisión 
de  los  españoles,  le  dice  á  el  soldado  que  lo  habia  to- 
mado quién  era,  y  que  se  sentia  muy  trabajado  con  las 
armas  que  tenía  armadas;  é  así  este  soldado,  con  otros 
soldados  que  allí  estaban,  y  dos  de  sus  pajes,  con  otros 
sus  escuderos  que  lo  habian  tornado  á  buscar,  lo  des- 
arman y  lo  meten  debajo  de  una  sombra  de  un  árbo 


—  69  —  (1524) 

que  allí  estaba,  echándolo  sobre  un  manteo,  que  uno 
de  sus  pajes  traía.  En  esto  sobrevinieron  el  Marqués 
de  Pescara  y  Hernando  de  Alarcon,  que  venian  en  la 
vanguardia  de  los  escuadrones  con  los  caballos  ligeros 
é  muncha  arcabucería  española,  y  como  viesen  allí 
aquella  gente,  la  demandan  quién  era  aquel  caballero 
que  allí  estaba.  Los  soldados  y  sus  servidores  les  dicen 
ser  musiur  de  Bayardo ;  á  la  hora  el  Marqués  y  Her- 
nando de  Alarcon  se  apean,  llegándose  á  él,  consolán- 
dole y  acordándole  que  en  semejante  arte  mueren  los 
nobles.  Ansimismo  llegan  el  Visorey  y  Duque  de  Bor- 
bon,  con  todos  los  otros  señores,  y  lo  comienzan  de 
esforzar.  A  la  hora  este  buen  caballero,  con  demasiada 
pasión  dize  :  Señores  y  no  me  pesa  tanto  de  mi  muerte ^ 
porque  hahia  de  morir ^  cuanto  me  pesa  matarme  la  na- 
ción que  yo  tanto  amaba.  Por  la  verdad ,  ansí  los  gran- 
des como  los  demás  que  allí  nos  fallamos,  no  podía- 
mos resistir  á  nuestros  corazones,  que  no  despidiesen 
agua  á  nuestros  ojos.  Ansí  le  fué  traído  el  confesor  de 
el  Duque  de  Borbon  y  todos  los  más  excilentes  cirur- 
zícos  ('"^)  del  ejército;  los  cuales,  después  de  ser  confe- 
sado, le  curan  la  ferida  con  gran  diligencia:  mas  como 
la  ferida  estuviese  en  un  costado,  cerca  de  la  teta,  ha- 
biéndole entrado  la  pelota  en  las  entrañas,  no  tuvo  reme- 
dio alguno,  que  no  muriese  antes  de  ser  pasadas  las 
siete  horas.  Después  de  ser  muerto  este  noble  caballero, 
el  Visorey  y  los  otros  señores  mandan  meter  el  cuerpo 
en  una  litera,  y  que  muy  noblemente  fuese  acompa- 
ñado de  caballería,  con  muchas  antorchas  encindidas, 
hasta  entregallo  á  el  general  Almirante,  para  que  lo 
llevasen  en  FVancia  :  la  cual  cosa  fecha,  el  Almirante  é 


(1524)  —  7^  — 

los  otros  caballeros  franceses  tuvieron  á  muncho  lo  que 
el  Visorey  habia  fecho,  y  el  general  Almirante  é  su 
campo  hizo  mucho  sentimiento  de  la  muerte  de  un  tan 
valeroso  caballero. 

Como  el  ejército  de  los  franceses  fuese  tan  de  hui- 
da y  el  de  los  españoles  en  su  seguimiento,  por  el 
gran  trabajo  que  llevaba  la  gente,  manda  el  Visorey 
afirmar  su  campo  en  la  villa  de  d'Yvrea,  donde  acor- 
daron su  consejo,  y  que  Hernando  de  Alarcon,  con 
once  banderas  de  infantería  española  y  trecientas  lanzas 
y  quinientos  caballos  ligeros,  sin  bagaje,  todos  á  la  li- 
gera, fuesen  siguiendo  á  los  franceses  hasta  deshace- 
llos  del  todo.  Ansí  salió  del  ejército  Hernando  de 
Alarcon  con  esta  poca  gente  y  lo  va  siguiendo  por  sus 
jornadas,  donde,  vecino  á  la  villa  de  Duronce,  el  Al- 
mirante perdió  mucha  gente  de  la  suya,  que  le  mató 
la  gente  desmandada,  que  todavía  lo  perseguia.  Ansi- 
mismo  la  perdió  al  pasar  del  rio  Lelefa,  vecino  a  la 
villa  de  Sanizola,  é  ansimismo  la  fué  perdiendo  hasta 
llegar  á  el  Val  de  Augusta.  Llegó  el  Almirante  con  su 
caballería  á  la  cibdad  de  Ivrea,  el  primero  dia  de  Mayo, 
un  domingo,  antes  de  mediodía,  y  el  dia  siguiente 
llegó  toda  su  infantería.  Este  dia  llegó  el  campo  de  los 
franceses  á  ocho  millas  adelante  de  Ivrea,  y  pasa  un 
puente  de  piedra  vecino  á  la  villa  de  Sanin,  por  do  se 
pasa  el  rio  Dora  é  hace  su  asiento  entre  Sanin  y  Dona- 
coon,  dos  villas  de  el  Duque  de  Saboya,  mandando  ha- 
cer sus  reparos  a  el  cabo  de  la  puente.  El  tercero  dia 
de  Mayo,  dia  de  la  Cruz,  Hernando  de  Alarcon  y  su 
gente  entran  en  la  cibdad  de  Ivrea,  y  dejándola  a  su 
voluntad,  va  á  la  villa  de  Santia,  y  antes  que  llegase  á 


—  71  —  (1524) 

la  villa,  en  el  Albo,  que  es  un  pequeño  rio,  tomó  dos 
cañones  que  no  habian  podido  acabar  de  pasar  los  fran- 
ceses, y  los  lleva  á  la  villa  de  Santia,  do  manda  alojar 
su  gente,  que  algo  iva  fatigada.  Ansimismo  manda 
hacer  sus  reparos  á  la  entrada  de  la  puente.  Como  los 
franceses  los  tenian  ansí,  se  guardaban  los  unos  y  los 
otros,  y  viendo  el  Almirante  que  allí  era  venido 
Hernando  de  Alarcon  y  que  se  verían  en  gran  trabajo 
en  llevar  su  artillería  por  aquel  valle,  la  manda  meter 
en  Bard,  que  es  una  muy  fuerte  villa,  puesta  en  un 
estrecho  y  alto  paso  de  la  montaña.  Pues  como  Alar- 
con fuese  llegado  en  Santia  y  estuviese  con  tanta  vigi- 
lancia de  saber  las  cosas  de  los  franceses,  y  como  en 
unos  más  que  en  otros  haya  más  astucias  y  engaños  de 
la  guerra,  un  soldado  español,  de  los  treinta  arcabuce- 
ros que  estaban  en  la  guardia  del  puente,  toma  su  ar- 
cabuz y  se  va  por  la  puente  hasta  llegar  á  el  bestión  de 
los  franceses,  y  reconosciendo  en  los  franceses  tener 
algún  desuro  en  su  guardia,  por  sus  señas  llama  á  los 
soldados  que  con  él  estaban  en  la  guardia  del  puente, 
los  cuales,  sin  ser  vistos,  llegan  á  el  bestión  de  los  fran- 
ceses y  por  sus  señas  llaman  a  toda  la  gente,  por  lo 
cual  toda  la  infantería  española  comenzó  á  entrar  por 
la  puente.  Como  una  guardia  de  los  franceses  viese  en- 
trar tanta  gente  por  la  puente,  da  arma  y  pone  en  gran 
rebato  todo  el  campo  de  los  franceses,  los  cuales  se  vie- 
nen á  poner  á  defensa  de  sus  bestiones.  Como  los  trein- 
ta arcabuceros  que  habian  entrado  por  el  puente  secre- 
tamente estuviesen  pegados  á  el  bestión  de  los  franceses, 
por  sus  propias  troneras  comienzan  de  tirar  á  los  fran- 
ceses, excusándoles  que  no  pudiesen  llegar  á  el  bestión. 


(1524)  —  72  — 

Ansí  estos  treinta  arcabuzeros  con  todos  los  demás 
entran  por  cima  de  los  bestiones  é  con  muy  determina- 
no  ánimo  se  van  contra  de  los  franceses  trabándose  los 
unos  con  los  otros  y  de  tal  suerte,  que  el  Almirante  con 
su  campo  perdió  la  campaña,  y  fué  muerto  Juan  Ga- 
baneo, capitán  de  gente  darmas,  con  otros  capitanes 
principales  y  oficiales  y  muncha  gente  común;  y  otros 
nobles  franceses  fueron  presos  con  la  demás  gente, 
aunque  por  la  mala  orden  se  rehizo  el  Almirante  por  la 
val  de  Aosta. 

Ansimismo  se  retiró  el  Marqués  de  Rotelino,  que 
con  cuatrocientas  lanzas  era  llegado  á  los  Alpes  del 
Piamonte  y  venía  en  socorro  del  Almirante,  y  sabien- 
do ser  deshecho  su  campo  se  torna  en  Francia.  Como 
Hernando  de  Alarcon  viese  que  habia  deshecho  el 
campo  de  los  franceses,  manda  una  trompeta  á  la  villa 
de  Bard,  mandando  á  los  principales  della  que  le  diesen 
la  artillería  que  allí  habia  dejado  el  Almirante ;  y  como 
los  principales  de  la  villa  viesen  que  la  trompeta  de- 
mandaba el  artillería  y  que  si  no  la  daban  eran  deshe- 
chas sus  campañas  é  villa,  é  por  saber  que  en  su  pri- 
sión estava  el  Bacejun,  que  era  el  principal  señor  en 
aquel  valle,  é  era  el  principal  cabdillo  que  llevaba  el  so- 
corro con  otros  caballeros  franceses  é  piamonteses  que 
se  habían  tomado  en  la  escaramuza  y  rencuentro  que 
allí  hovieron,  ansí,  sale  uno  de  los  principales  de  la  vi- 
lla con  la  voluntad  de  todos  á  ofrezer  el  artillería  á 
Alarcon  y  lo  que  más  por  él  fuese  mandado.  Venido 
ante  de  Hernando  de  Alarcon  este  principal  de  la  villa, 
hace  su  embajada  á  el  cual  rescivió  muy  alegremente, 
mandándole  que  le  diese  el  artillería.  Ansí  la  dan  cuan- 


—  73  —  ('524) 

ta  habia  en  el  castillo  c  villa  que  habian  dejado  france- 
ses, que  eran  siete  piezas  gruesas,  y  más  los  dos  caño- 
nes, que  arriba  dije  haberse  tomado  en  el  paso  del  agua, 
con  otras  cuatro  piezas  que  se  tomaron  en  la  campaña, 
cuando  el  rencuentro,  sin  las  demás  que  en  otras  partes 
habian  perdido,  que  por  todas  pasaban  de  treinta  pie- 
zas. Ansí  mandó  traer  bueyes  de  todas  las  villas  co- 
marcanas para  llevar  el  artillería  é  los  impedimentos 
della.  Esta  rota  fué  á  los  cinco  de  Mayo^  un  jueves  al 
mediodía.  Luego  Alarcon  con  su  gente  viene  en  la  vi- 
lla de  Santia,  donde  el  Visorey  con  el  campo  era  ve- 
nido, y  aquí  le  fué  fecho  á  Hernando  de  Alarcon  y  á 
los  otros  capitanes  que  con  él  venian,  un  solemne  resci- 
bimiento. 

Como  esto  fué  fecho,  el  Proveedor  de  venecianos 
demanda  licencia  para  con  su  campo  tornar  en  su^ 
tierras,  diciendo  que  ya  habia  cumplido  su  promesa 
por  haber  servido  hasta  haber  deshecho  ó  echado  á  los 
franceses  de  Italia;  la  cual  licencia  no  se  le  quiso  dar 
hasta  que  prometiese  tomar  la  ciudad  de  Lodi  á  los 
franceses  que  dentro  estaban. 

En  tanto  que  el  Marqués  de  Pescara  toma  á  Ale- 
jandría de  la  Palla,  donde  estaba  Busino,  vienen  letras 
de  su  Majestad  é  del  Rey  de  Inglaterra,  por  las  cuales 
mandaban  que  el  Duque  de  Borbon,  con  una  parte  del 
campo  pasase  en  Francia,  y  para  esta  empresa  su  Ma- 
jestad mandó  dar  á  ginoveses  doscientos  mil  ducados, 
los  cuales  fueron  dados  en  Genova  á  don  Hugo  de 
Moneada,  el  cual  los  trajo  al  campo;  Riandopecco, 
embajador  del  Rey  de  Inglaterra,  en  nombre  del  dicho 
Rey  de   Inglaterra,  promete  gran  cantidad  de  dineros 


(1524)  —  74  — 

para  la  dicha  guerra,  é  ansimlsmo  promete  Jerónimo 
Morón  en  nombre  del  Duque  de  Milán,  gran  cantidad 
de  moneda. 

Pues  como  arriba  se  ha  dicho,  que  el  Proveedor  de 
venecianos  pidió  licencia,  el  Duque  de  Urbino  con  su 
campo,  con  la  voluntad  del  Proveedor,  promete  de  tor- 
nar á  Lodi,  el  cual  habiendo  cercado  la  ciudad  de  Lodi, 
manda  su  trompeta  á  Fadrico  de  Bozzoli  á  le  rogar  que 
tuviese  por  bien  salir  a  fablarse  con  el;  el  cual,  siendo 
emparentado  con  el  Duque  y  estrecho  amigo,  sale  á  se 
hablar  con  el  Duque;  el  cual  le  da  muy  entera  cuenta  de 
como  el  campo  de  los  franceses  era  deshecho  y  pasado 
en  Francia  el  Almirante,  y  que  no  esperase  socorro  algu- 
no, y  por  tanto  dejase  la  ciudad.  Viendo  Fadrico  de 
Bozzoli  lo  que  el  Duque  de  Urbino  ledecia,  y  sabiendo 
la  pasada  que  el  Duque  de  Borbon  habia  hecho  en 
Francia  y  que  le  sería  mayor  servicio  al  Rey  pasar  en 
Francia  dos  mil  infantes  que  sin  provecho  tener  la  ciu- 
dad de  Lodi,  acuerda  de  se  rendir  con  pacto  que  con 
su  gente  y  banderas  y  armas  y  caballos  con  sus  baga- 
jes pudiese  pasar  en  Francia ;  lo  cual  todo  le  fué  con- 
cedido por  el  Duque  de  Urbino. 

Como  Ousin,  principal  caudillo  de  la  gente  que  en 
Alejandría  estaba,  viese  la  distrucion  de  su  campo  y  que 
no  habia  quedado  por  franceses  tierra  ni  castillo  en  Lom- 
bardía,  é  que  era  muy  excusado  pensar  de  poder  sustentar 
Alejandría ,  por  ver  la  gran  diligencia  con  que  el  Mar- 
qués de  Pescara  lo  tenía  asediado  y  trabajaba  de  puñar 
la  ciudad,  ansí  se  rinde  al  Marqués  de  Pescara,  con  pacto 
de  ir  con  su  gente  y  armas  y  banderas  y  ropa  en  salva- 
mento en  Francia.  Viendo  el  Marqués  la  demanda  dcc-te 


—  75  —  (1524) 

principal  cabdillo  se  lo  acepta,  é  ansí  todos  juntos,  los 
de  Lodi  y  los  de  Alejandría  pasan  en  Francia,  á  los 
cuales  el  Rey  rescibió  muy  alegremente  por  la  gran  ne- 
cesidad que  dellos  pensaba  tener. 

Pues  tornando  á  la  venida  de  don  Hugo  de  Moneada, 
que  vino  á  la  villa  de  Santla  á  concertar  con  el  Visorey  y 
con  el  Duque  de  Borbon  y  los  otros  caballeros  la  pasada 
en  Francia,  ansí  se  acordó  que  don  Hugo  fuese  por  mar 
y  el  Duque  de  Borbon  y  el  Marqués  de  Pescara  y  su  so- 
brino el  Marqués  del  Vasto  fuesen  por  tierra,  con  un  cam- 
po de  diez  y  seis  mil  infantes  españoles  y  alemanes,  y  mil 
caballos  ligeros;  y  que  el  Visorey  y  el  Duque  de  Milán 
y  Hernando  de  Alarcon  y  Antonio  de  Leyva ,  con  los 
otros  caballeros  del  ejército,  quedasen  en  el  Piamonte 
con  alguna  caballería  é  infantería.  Aquí  se  ofreció  el 
Duque  de  Milán  de  dar  diez  mil  infantes,  si  dellos  fue- 
se nescesidad.  Pues,  siendo  todo  acordado,  don  Hugo 
se  parte  para  Genova,  do  faze  juntar  diez  y  ocho  ga- 
leras, y  el  Marqués  hace  caminar  el  campo  al  pié  del 
monte  que  divide  la  Italia  de  la  Francia.  En  la  villa  de 
Termignon  se  alojó  la  persona  del  Visorey  y  Duque  de 
Borbon  con  los  otros  señores.  El  Marqués  de  Pescara, 
que  con  los  demás  capitanes  tenian  repartida  su  gente  en 
las  villas  comarcanas,  hasta  ser  fechas  las  cosas  que  con- 
venían en  el  ejército  para  la  pasada  de  Francia,  man- 
da que  el  capitán  Gayoso  con  su  compañía,  que  era 
de  infantería  española,  llevase  catorce  piezas  de  artille- 
ría á  Savona  para  que  don  Hugo  las  llevase  por  el 
mar.  A  este  capitán  con  su  gente  le  salió  muncha  gen- 
te de  las  villas  comarcanas  á  Savona  y  de  Genova  á  le 
querer  quitar  el  artillería,  mas  como  tan  valeroso  ca- 


(1524)  ~  76  — 

pitan  )a  defendió  con  muncho  daño  de  los  enemigos  y 
poco  de  los  suyos,  y  la  lleva  á  Savona  é  la  entrega  á 
don  Hugo.  Siendo  vuelto  el  capitán  Gayoso  en  el  ejér- 
cito, el  Marqués  manda  levantar  el  campo  de  las  villas 
do  estaba  y  que  se  allegase  más  á  los  montes,  donde 
fueron  alojados  en  Lanzo,  Viu,  y  Locana,  tres  buenas  vi- 
llas del  ducado  de  Saboya.  Aquí  se  reposaron  dos  dias 
hasta  ser  venido  el  Duque  de  Borbon;  siendo  todos 
juntos  cinco  mil  españoles  y  tres  mil  italianos  y  ocho 
mil  alemanes,  quinientas  lanzas  y  quinientos  caballos 
ligeros. 

El  Duque  de  Borbon  y  Marqués  de  Pescara  y  su  so- 
brino el  Marqués  del  Vasto,  y  nueve  capitanes  españoles 
con  sus  compañías  de  infantería  española,  van  en  la 
vanguardia  hasta  llegar  en  el  burgo  de  Santo  Dalmazzo 
y  burgo  de  Roza,  que  bien  eran  dos  pequeñas  villas  del 
Duque  de  Saboya,  que  están  puestas  en  un  llano,  ve- 
cinas al  val  de  Argentero  por  do  baja  el  rio  Stura.  Este 
valle  va  á  Barcelonnette  en  Francia,  y  al  val  de  Ges 
por  do  baja  el  rio  Stura;  este  val  va  á  Barcelon- 
nette y  al  val  de  Ges  por  do  baja  el  rio  Ges,  ques 
un  pequeño  rio.  Este  valle  va  á  Lacolos,  sierra  de  las 
Fenestras,  ques  camino.  El  tercero  valle  se  dice  Dole- 
menaje,  y  ansí  se  dice  un  pequeño  rio  que  por  él  baja 
y  se  junta  con  el  Ges.  Por  este  tercero  valle  se  caminó 
el  dia  siguiente  y  fué  el  campo  á  Limone;  es  la  vi- 
lla dentro  en  la  montaña,  do  se  reposó  la  noche  si- 
guiente. 

El  dia  siguiente  se  alojó  en  Tenda,  y  este  dia  se  su- 
bió una  áspera  subida,  la  cual  fué  fatigosa  por  la  sed  ; 
áspera  fué  la  bajada  á  Tenda,  mas  con  la  consolación 


—  11  —  (1524) 

del  agua  no  se  sintió  el  trabajo.  Tenda  era  una  buena 
villa  del  gran  bastardo  de  Saboya,  la  cual  villa  dio  el 
Duque  de  Borbon  á  el  capitán  Juan  de  Vargas,  ha- 
ciéndole conde  della;  el  cual  capitán,  besadas  las  ma- 
nos á  el  Duque,  le  da  las  gracias  de  tan  gran  merced 
de  la  villa  de  Tenda. 

Caminó  el  campo  por  aquel  valle  é  orillas  del  Ro- 
yo, que  es  un  pequeño  rio  que  se  hace  de  las  fuen- 
tes que  en  la  bajada  de  la  cuesta  nacen.  Este  dia  se 
pasó  la  villa  de  Briga  y  la  villa  de  Breglio,  y  se  alojó 
en  la  villa  de  Sospello ;  son  tres  buenas  villas  del  du- 
cado de  Saboya.  Pues  caminando  por  nuestras  jor- 
nadas, llegó  el  campo  á  Nizza  de  Proenza,  donde,  en 
sus  campañas,  se  afirmó  el  Duque  y  Marqueses  con 
los  nueve  capitanes  que  iban  en  él.  Allí  aguardan  hasta 
que  fuese  llegada  la  demás  gente.  Pues  siendo  todos 
juntos  en  las  campañas  de  Nizza,  el  dia  siguiente  por 
la  mañana  se  hacen  tres  escuadrones,  caminando  el  es- 
cuadrón de  los  españoles  en  la  vanguardia  y  el  de  los 
alemanes  en  batalla,  los  de  italianos  en  retaguardia  y  la 
caballería  por  los  costados;  y  en  grande  orden  se  camina 
tres  millas,  y  se  pasó  el  rio  Var,  que  es  el  rio  que  devide 
las  tierras  de  la  Saboya  y  de  la  Proenza  de  Francia.  La 
primera  tierra  de  la  Proenza  es  la  villa  de  San  Loren- 
zo, que  está  á  orilla  del  rio.  Ansí  se  caminó  en  su  or- 
denanza hasta  llegar  Antibes,  que  es  una  buena  villa 
y  puerto  de  mar,  que  está  cuanto  dos  leguas  de  San 
Lorenzo.  Aquí,  en  la  villa  de  Antibes,  se  reposó  dos 
días,  esperando  á  D.  Hugo  de  Moneada  que  viniese 
con  su  armada.  El  cual,  después  de  ser  venido  con  sus 
galeras,  reconosciendo  que  allí  estuviese  el  Duque  de 


(1524)  -  78  - 

Borbon  con  el  campo,  quiso  pasar  adelante  con  sus  ga- 
leras,  por  haber  lengua  donde  estaba  la  flota  de  los 
franceses;  el  cual,  después  de  haber  doblado  la  punta 
de  Antibes,  reconoce  la  flota  de  los  franceses,  que  es- 
taba en  el  puerto  de  LaNapoule,  buena  villa  allí  veci- 
na. Fray  Juanas,  de  quien  es  la  flota  francesa  que  venía, 
viendo  que  D.  Hugo  estaba  allí  tan  vecino  con  sus 
galeras,  y  no  ser  tan  pujante  como  la  suya,  sale  del 
puerto  de  La  Napoule,  con  diez  galeras  y  tres  galeo- 
nes y  la  nave  del  Visorey  de  Ñapóles,  D.  Ramón  de 
Cardona,  y  la  nave  de  las   Damas,  quellos  habian  to- 
mado, y  van  contra  de  D.  Hugo.  Don  Hugo,  vién- 
dose no  ser  tan  pujante  de  armada  como  fray  Juan,  se 
vuelve  la  vuelta  de  Niza:  mas  no  puede  ir  tan  á  su 
salvo,  que  fray  Juan  no  le  alcanzase  y  se  comenzasen  á 
lombardear  con  sus  armadas,  donde  en  todas  dos  ar- 
madas hubo  daño  de  muertos  é  feridos  de  la  mucha 
artillería.  Aquí   perdió  D.  Hugo  una  galera,  que  se 
fué  á  fondo;  y  otra  lombardeada,  la  cual  se  salvó  y  abor- 
dó en  tierra  vecina  de  Antibes  é  fué  socorrida  de  la  ar- 
cabucería que  en  Antibes  estaba,  y  porque  no  la  lleva- 
sen las  galeras  francesas,  va  la  gente  de  todas  dos  ga- 
leras que  en  ella  se  había  salvado,  ansí  de  la  propia 
galera,  como  de  la  que  fué  á  fondo. 

Don  Hugo  con  su  armada  se  va  en  Nizza  y  el  Duque 
de  Borbon  y  Marqueses  acuerdan  de  hacer  su  camino,  y 
parten  con  su  campo  y  van  á  Grasse,  que  es  una  buena 
tierra,  á  tres  leguas  de  Antibes.  Como  los  franceses  que 
en  la  villa  estaban  de  guarnición  viesen  cómo  el  campo 
de  los  españoles  venía  sobre  su  villa,  se  salen  de  la  villa 
y  se  van  por  una  cuesta  arriba  entre  unos  olivares  que 


—  79  —  (1524) 

vecinos  de  la  villa  estaban ;  pero  no  se  pudieron  ir  tan  á 
su  salvo  que  no  los  alcanzase  una  gran  parte  de  los 
caballos  ligeros  é  arcabuceros  que  el  Duque  de  Borbon 
había  mandado  ir  á  reconocer  la  villa.  Pues  como  el 
Duque  y  el  Marqués  tuviesen  la  villa  por  suya,  manda 
alojar  su  campo,  do  reposó  unos  dias.  Aquí  manda  el 
Marqués  á  el  capitán  Juan  de  la  Piedra  quedase  con  su 
compañía  de  infantería  italiana,  en  guardia  de  la  tier- 
ra, y  el  Duque  y  Marqueses  hacen  su  camino,  no  con- 
sintiendo que  ninguno  se  desmandase  de  sus  escuadro- 
nes, ni  hiciese  daño  alguno  en  las  villas  ni  caminos 
ni  campañas  por  do  iban.  Uno  que  se  desmandó  del 
escuadrón,  yendo  á  una  villa  vecina  del  camino,  fué 
visto  por  el  maese  de  campo  Juan  de  Urbina,  el  cual 
lo  mandó  ahorcar  de  un  árbol  que  en  el  camino  esta- 
ba, porque  de  todos  fuese  visto. 

Pues  caminando  por  sus  jornadas  llegó  el  campo  en 
Draguignan /<í  vigilia  del  apóstol  Santiago^  do  reposó 
el  dia  siguiente.  Aquí  quiso  el  Marqués  de  Pescara 
regocijar  todo  el  ejército,  haciendo  cabalgar  toda  la 
caballería,  y  la  caballería  é  infantería  saliesen  la  cam- 
paña, haciendo  de  los  unos  é  de  los  otros  moros  é 
cripstianos,  según  usanza  de  nuestra  España.  Pasando 
la  fiesta  de  Santiago,  que  fué  á  los  veinte  é  siete  de 
JuliOy  salió  el  campo  de  Draguignan  á  los  veinte  é 
nueve  y  un  viernes,  é  pasó  por  una  buena  villa,  la 
cual  dicen  haber  fecho  San  Maximino,  cuyo  nom- 
bre tiene  la  villa.  Aquí,  vecino  al  muro,  en  la  cam- 
paña, estaba  un  muy  rico  monesterio  de  frailes  domi- 
nicos, do  dician  estar  el  cuerpo  de  la  Magdalena,  con 
otras  muchas  reliquias,  las  cuales  todas  fueron  vistas, 


(1524)  —  8o  — 

con  la  cabeza  de  la  Magdalena,  de  todo  el  campo,  por 
dar  lugar  que  entrase  todo  el  campo  á  las  ver. 

Caminando  el  campo,  como  fué  el  postrero  dia  de  Ju- 
¡iOy  se  llegó  á  Aix,  que  era  una  noble  cibdad,  do  estaba 
el  consejo  ó  chancillería.  Pasada  la  cibdad,  cuanto  media 
legua,  en  unas  fermosas  campañas  orillas  del  Are,  que 
es  un  pequeño  rio,  se  alojó  el  campo;  estando  la  cibdad 
á  la  voluntad  del  Duque  de  Borbon  y  del  Marqués  de 
Pescara.  Aquí  se  reposó  hasta  los  quince  de  Agosto^  dia 
de  Nuestra  Señora,  un  lunes  noche,  siendo  junto  todo 
el  campo,  y  habiendo  entrado  en  Aix  por  gobernador 
musiur  de  la  Mota  y  Juan  del  Pescon,  con  su  compa- 
ñía, que  era  de  infantería  española,  para  en  guardia  de 
la  cibdad. 

El  Duque  y  Marqueses  con  su  campo  van  sobre 
Marsella,  á  la  cual  se  allegó  á  los  diez  y  seis  de 
Agosto,  un  martes  de  mañana,  por  haberse  caminado 
toda  la  noche  y  no  haber  más  de  cinco  leguas  de  Aix 
á  Marsella;  la  cual  cibdad  rescibió  á  el  campo  con  mu- 
cha é  furiosa  artillería,  y  no  menos  se  tiraba  de  la  flota 
francesa,  que  estaba  surta  en  las  Pomégues,  que  son 
tres  pequeñas  islas  vecinas  á  Marsella,  que  se  llegó  á 
tierra  á  tirar.  Dentro  de  Marsella  estaba  Renzo  da  Ceri, 
romano,  con  cinco  mil  italianos;  y  Fadrico  de  Boz- 
zoli,  de  casa  Gonzaga,  en  otra  tierra  allí  vecina  una 
pequeña  jornada,  con  otros  cuatro  mil  italianos.  Vien- 
do el  Duque  de  Borbon  y  Marqués  de  Pescara  que  tan 
bien  proveída  estaba  Marsella  de  gente  é  de  artillería, 
mandan  hacer  sus  cuarteles  y  alojar  su  ejército  en  torno 
de  Marsella,  do  más  convenia,  é  mandan  hacer  sus  re- 
paros y  fortalecer  su  campo,  é  mandan  hacer  gran  nú- 


—  8r  —  (1524) 

mero  de  cestones  para  asentar  la  batería,  la  cual  bate- 
ría se  dio  la  vigilia  del  apóstol  San  Bartolomé.  No  se 
dio  la  batalla  por  reconocerse  desde  la  batería  ser  cosa 
muy  espunable  los  bestiones  y  reparos  y  defensas  que 
de  dentro  de  la  muralla  tenian;  é  ansí  habia  ordinarias 
escaramuzas,  en  las  cuales  se  mataban  ó  ferian  mucha 
gente,  ansí  de  los  de  la  cibdad  como  de  los  de  fuera; 
en  especial  en  una,  que  fué  tan  trabada,  que  los  espa- 
ñoles les  ganaron  un  postigo  que  estaba  en  el  muro  de 
la  cibdad,  por  donde  habian  salido  los  de  Marsella,  de- 
jando los  enemigos  atrás.  Aquí  en  este  postigo  fué  he- 
rido de  un  tiro  de  arcabuz  en  la  cabeza  Rodrigo  de 
Cuero,  alférez  del  maese  de  campo  Juan  de  Urbina,  el 
cual  murió  desde  á  pocos  dias.  Ansimismo  murieron 
otros  buenos  soldados  y  fueron  feridos.  El  mayor  daño 
que  rescibieron  los  españoles  en  esta  escaramuza  fué 
del  muro  de  Marsella,  de  la  mucha  artillería  y  mos- 
quetes y  arcabuces  que  tiraron  al  tiempo  que  los  espa- 
ñoles se  retiraban  del  postigo  para  irse  á  sus  cuarteles. 
Viendo  el  Duque  de  Borbon  y  Marqués  de  Pescara 
que  D.  Hugo  no  habia  podido  tomar  puerto  en  aquella 
costa,  donde  se  metiese  con  su  armada,  mandan  á  mu- 
siur  de  Biurre,  capitán  de  caballos  ligeros,  con  otros 
siete  capitanes  de  infantería  española  fuesen  á  Toulon, 
que  era  una  buena  tierra  á  ocho  leguas  de  Marsella,  y 
que  trabajasen  de  la  tomar.  Oido  estos  capitanes  lo  que 
por  el  Duque  de  Borbon  y  Marqués  de  Pescara  les  fue- 
se mandado,  toman  sus  banderas  é  gente  é  van  á  Tou- 
lon, donde  vecino  de  Toulon  viene  D.  Hugo  con  sus 
galeras,  y  manda  sacar  de  las  galeras  dos  cañones  y 
dallos  á  musiur  de  Biurre;  los  cuales,  después  de  tener 


(1524)  -  82  _ 

las  dos  piezas  de  artillería,  se  van  la  vuelta  de  Toulon. 
Pues  como  los  de  Toulon  viesen  que  las  banderas  con 
la  gente  y  artillería  iban  la  vuelta  de  su  tierra,  no  se 
ponen  en  ninguna  defensa;  y  á  la  primera  vez  que  la 
trompeta  vino  á  demandar  la  tierra,  la  dan  á  la  volun- 
tad de  musiur  de  Biurre,  é  ansí  entra  musiur  de  Biurre 
con  los  otros  capitanes,  y  de  los  principales  de  la  tierra 
se  informan  de  la  fortaleza  y  gente  que  tenía  una  torre 
que  á  la  entrada  del  puerto  estaba,  de  lo  cual  fueron 
bien  informados,  y  se  mandan  dar  gastadores  y  todas 
las  cosas  que  convenían  para  hacer  los  reparos  para  po- 
ner la  batería  á  la  torre.  La  cual  se  puso,  y  á  las  pri- 
meras cuatro  pelotas  que  dieron  en  la  torre,  se  rindió 
el  alcaide,  con  la  gente  que  dentro  estaba,  con  pacto 
de  las  vidas,  dineros  y  ropas  de  su  vestir.  Así  les  fué 
dada,  como  ellos  lo  pidieron,  y  entregan  la  torre  á  mu- 
siur de  Biurre.  Por  cierto  que  ella  era  una  muy  fuerte, 
ca  era  una  sola  torre  de  altura  de  veinte  é  cinco  bra- 
zas; era  la  mitad  de  la  obra,  pues  se  habia  de  alzar 
otro  tanto;  tenía  cuatrocientos  pasos  largos  en  torno, 
porque  los  medí  muchas  veces  haciendo  guardia,  en  lo 
más  alto  della.  Habia  dentro  mucha  gente  é  diez  é  sitte 
piezas  de  artillería,  en  todas  cuales  habia  tres  cañones 
dobles  y  una  culebrina;  las  demás  eran  medios  caño- 
nes y  sacres,  y  demasiados  mosquetes  y  arcabuces  de 
banco  y  ballestas;  sobradas  municiones  y  vituallas.  Fle- 
cho esto,  D.  Hugo  toma  sus  dos  cañones  y  se  va  den- 
tro en  el  puerto,  do  se  toma  un  galeón  y  un  bergantín 
y  otros  pequeños  navios.  Viendo  musiur  de  Biurre  que 
por  suya  estaba  la  tierra  é  torre,  manda  que  en  guar- 
dia de  la  tierra  y  torre  quedase  el  capitán  Villaturiel, 


-  83  -  (1524) 

con  su  compañía,  y  él  con  los  demás  capitanes  y  gente 
se  va  al  campo,  que  sobre  Marsella  estaba.  E  sabiendo 
el  Duque  de  Borbon  y  Marqués  de  Pescara  que  tan 
buena  artillería  se  habia  tomado  en  la  torre,  mandan 
llevar  al  campo  los  cañones  é  la  culebrina,  para  dar 
otra  batería  á  Marsella;  la  cual  se  dio  muy  furiosa,  der- 
ribándoles mucho  muro.  No  quiso  el  Duque  de  Bor- 
bon ni  el  Marqués  de  Pescara  que  se  diese  batalla  á  la 
tierra,  por  habella  visto  estar  inexpugnable,  y  por  sa- 
ber los  secretos  que  habia  sabido  por  sus  espías. 

Como  el  Rey  de  Francia  viese  que  el  Duque  de 
Borbon  y  el  Marqués  de  Pescara  estuviesen  sobre 
Marsella,  y  habiéndola  batido,  manda  sus  letras  á 
Renzo  da  Ceri,  por  las  cuales  le  manda  que,  si  por 
alguna  desgracia  los  españoles  entrasen  en  Marsella, 
que  con  toda  su  gente  se  recogiese  á  la  flota  que  en  el 
puerto  estaba,  y  que  se  juntase  con  Fadrico  de  Bozzoli 
y  con  su  gente,  y  con  la  gente  del  país  pusiese  cerco 
en  Marsella;  y  ansimismo  Jes  pondría  cerco  á  la  flota, 
pues  era  más  pujante  que  la  del  Emperador;  y  que  él 
iria  con  un  poderoso  campo  en  Lombardía,  y  como  no 
hobiese  españoles  ni  alemanes  en  ella,  que  muy  á  su 
placer  tomaría  el  estado  de  Milán;  y  ansí  manda  juntar 
su  campo.  De  la  cual  cosa  fueron  avisados  el  Duque  de 
Borbon  y  el  Marqués  de  Pescara,  por  sus  espías,  y 
ésta  fué  la  principal  cabsa  por  que  no  se  dio  batalla  á 
Marsella;  é  ansí  acuerdan  dejar  á  Marsella  é  ir  á  guar- 
dar el  estado  de  Milán. 

Se  estuvo  aquí  teniendo  ordinarias  escaramuzas  con 
los  de  Marsella,  y  ansimismo  se  les  tomó  á  Nuestra  Se- 
ñora de  la  Guardia,  que  era  un  pequeño  é  fuerte  mones- 


(1524)  —  §4  — 

terio  puesto  en  un  alto  monte,  que  señoreaba  á  Marse- 
lla, en  la  cual  tomada  pasaron  los  dos  muslos  al  capitán 
Guzman,  de  lo  cual  murió;  é  ansimismo  murió  el  ca- 
pitán D.  Francisco  Cantelano,  los  cuales  fueron  lleva- 
dos á  Tolón  y  noblemente  enterrados.  Como  el  mones- 
terio  fuese  cosa  de  muncha  importancia  guardarse,  dejan 
su  guardia  en  él,  hasta  la  partida;  é  como  el  Duque  de 
Borbon  é  Marqués  de  Pescara  fuesen  avisados  por  sus 
espías  que  el  Rey  tenía  junto  su  campo  y  le  mandaba 
caminar  la  vuelta  de  Lombardía,  mandan  que  el  capi- 
tán Juan  de  Mercado  y  su  hermano  Pedro  de  Merca- 
do, capitanes  de  infantería  española,  llevasen  el  artille- 
ría gruesa  que  en  el  campo  estaba  á  Toulon ,  para 
que  se  embarcase  en  las  galeras  que  en  el  puerto  se  ha- 
bían tomado.  Caminando  estos  dos  capitanes  con  su 
artillería,  entran  en  Tolón  el  dia  de  San  Miguel,  á  la 
media  noche,  en  la  cual  noche  se  embarcó  el  artillería. 
Ansimismo  el  capitán  Villaturiel  hizo  embarcar  toda  el 
artillería  que  en  la  torre  é  tierra  habia,  é  todas  las  mu- 
niciones. El  dia  siguiente  de  mañana  entró  D.  Hugo  de 
Moneada  en  el  puerto  con  seis  galeras,  y  manda  que 
dos  galeras  sacasen  el  galeón  del  puerto,  hasta  lo  poner' 
en  alta  mar,  y  él,  con  las  otras  cuatro  galeras  se  allega 
á  la  torre  y  se  fabla  con  Miguel  de  Villaturiel,  alférez 
del  capitán  Villaturiel,  que  en  la  torre  estaba,  con  la 
gente  que  allí  tenía  de  guardia.  El  cual  face  con  don 
Hugo  que  saltasen  los  cercados  de  las  cercas  y  sacasen 
de  la  torre  todas  las  cosas  de  provisiones,  y  otras  cosas 
que  convenían  para  el  servicio  de  las  galeras.  Después 
de  ser  sacadas  estas  cosas  de  la  torre,  se  dio  fuego,  é 
daño  le  fué  á  su  fortaleza;  y  él  se  va  con  su  gente  á 


—  ^5  —  (1524) 

Toulon,  donde  D.   Hugo  se  fabla  con  los  capitanes. 
Despidiéndose  D.  Hugo  de  los  capitanes,  se  vuelve  á 
sus  galeras  y  galeón,  haciendo  su  viaje  á  Nizza  de  Pro- 
venza.  Ansimismo  salieron  este  dia  de  Toulon  el  capi- 
tán Villaturiel  y  los  dos  viscapitanes,  con  sus  compa- 
ñías, caminando  hasta  alcanzar  el  campo,  que  el  dia 
antes  de  San  Miguel  se  era  levantado  de  sobre  Marse- 
lla. Este  dia  vino  el  Duque  y  el  Marqués  con  su  campo 
á  Trets,  que  es  una  villa  á  siete  leguas  de  Marsella;  y 
este  dia  salió  de  Marsella  Renzo  da  Ceri  con  muncha 
de  su  gente  de  á  pié  y  de  á  caballo,  viniendo  en  reta- 
guardia del  campo  de  los  españoles,  escaramuzando  los 
unos  con  los  otros.  El  dia  siguiente,  vecino  á  la  villa 
de  San  Maximino,  se  trabó  una  grande  escaramuza,  en 
la  cual  los  alemanes,  que  iban  en  la  retaguardia,  per- 
dieron una  pieza  de  artillería.  Viendo  el  Marqués  de 
Pescara  que  los  enemiigos  hablan  ganado  aquella  pieza 
de  artillería,  toma  parte  de  la  arcabucería  española  y 
vuelve  á  dar  socorro  á  los  alemanes,  y  da  una  gran 
carga  sobre  los  enemigos,  que  les  vuelve  a  quitar  su 
pieza.  En  esta  escaramuza,  y  ganada  de  pieza  de  arti- 
llería, Renzo  da  Ceri  rescibió  gran  daño  en  su  gente, 
por  la  muncha  que  le  mató  é  firió  el  Marqués  de  Pes- 
cara con  el  arcabucería  española.  Desde  este  dia  fueron 
siempre  los  españoles  en  retaguardia.  Este  dia  supo  el 
Duque  de  Borbon,   por  una  espía,  cómo  el   Rey  de 
Francia,  con  su  campo,  caminaba  á  gran  priesa;  é  ansí 
con  este  aviso  el  Duque  de  Borbon  y  Marqués  de  Pes- 
cara dan  orden  que  su  campo  caminase  á  gran  priesa, 
hasta  entrar  en    Milán,  mandando   que  fuesen  en  el 
avanguardia  los  caballos  ligeros,  tras  de  los  caballos  li- 


(1524)  -  86  - 

gcros  los  alemanes,  tras  los  alemanes  los  italianos,  tras 
ios  italianos  el  bagaje,  tras  el   bagaje  la  gente  darnias, 
con  una  parte  de  los  caballos  ligeros;  en  retaguardia  el 
escuadrón  de  los  españoles,  yendo  partida  la  arcabuce- 
ría en  vanguardia  y  retaguardia.  Dada  esta  orden  á  los 
sargentos  mayores,  el  dia  siguiente,  como  el  campo  co- 
menzase á  caminar,  viene  á  la  retaguardia  Renzo  da 
Ceri  á  trabar  escaramuza,  mas  fallóse  muy  engañado 
en  pensar  que  los  alemanes  iban  en  retaguardia  y  en 
topar  con  una  emboscada  que  el  Marqués  habia  fecho, 
por  lo  cual  perdió  mucha  gente  de  á  caballo  y  arcabu- 
cería; por  lo  cual,  Renzo  se  tornó,  no  buscando  más 
escaramuzas.  Ansí  llegó  el  campo  á  Frejus,  donde  lo 
alcanzaron   el   capitán  Juan,  y  Pedro  de  Mercado  y 
Francisco  de  Villaturiel,  con  sus  compañías,  que  ve- 
nian  de  Toulon.  Frejus  es  una  buena  y  antigua  cibdad, 
vecina  á  la  mar.  Siendo  llegados  estos  tres  capitanes  en 
Frejus,  á  los  cuales  el  Marqués  manda  que  con  sus 
compañías  vayan  delante  del  campo  una  jornada,  hasta 
llegar  á  los  Alpes  ó  montes  que  dividen  la  Francia  de 
la  Italia,  faciendo  vituallas  para  el  campo,  donde  las  fa- 
llasen. Fué  un  gran  socorro  para  el  campo  ir  estas  tres 
compañías  delante,  porque  doquiera  que  llegaban  re- 
cogían todas  las  vituallas,  faziendo  de  la  fariña  pan,  y 
lo  ajuntaban  en  una  casa,  y  como  era  el  dia  llegado,  va 
el  barrachel  ó  justicia  del  campo  con  los  suyos  é  con  los 
furrieles  y  algunos  oficiales  de  las  banderas,  al  cual  barra- 
chel estos  tres  capitanes  comendaban  las  provisiones  que 
habían  recogido,  y  éste  las  repartía,  dando  a  cada  furriel 
lo  que  le  tocaba,  según  su  capitán  tenía  la  gente ;  y  ansí  no 
se  padescia  tanta  nescesidad  como  se  esperaba  padescer. 


—  87  —  (1524) 

Caminando  por  sus  jornadas,  llegó  el  campo  á  la  villa 
de  la  Napoule  de  donde  el  Marqués  mandó  que  fuesen 
cuatro  capitanes  de  caballos  ligeros  con  una  parte  de 
arcabucería  española,  á  la  villa  de  Grasse,  á  sacar  al 
capitán  Juan  de  la  Piedra  con  su  compañía;  mas  fué 
avisado  por  unos  de  la  villa  de  la  Napoule  y  de  Grasse 
que  era  perdida  la  gente  que  él  habia  dejado  en  Gras- 
se. Por  cierto  que  al  Duque  y  á  los  marqueses  y  a  todo 
el  ejército  pesó  muncho  la  pérdida  de  tan  buen  capitán, 
y  más  en  ser  la  primera  que  en  aquel  viaje  se  habia 
perdido.  Ansí  se  caminó  hasta  la  villa  de  San  Lorenzo, 
donde  se  pensó,  al  pasar  del  rio  Var,  haber  un  encuentro 
ó  escaramuza  con  trece  mil  hombres  que  eran  venidos 
á  una  villa,  allí  vecina,  los  cuales  habian  venido  sobre 
Grasse;  mas  no  salió  gente  dellos  á  dar  ningún  estorbo 
al  Duque  de  Borbon  y  á  su  campo  en  la  pasada  del  rio, 
salvo  las  galeras  francesas  que  se  pusieron  á  tirar  con  su 
artillería,  con  la  cual  no  hicieron  daño  alguno  en  e] 
campo  de  los  españoles.  Ansí  se  pasó  el  rio  muy  á  pla- 
cer y  se  allegó  á  Nizza,  dó  se  reposó  un  dia,  que  bien 
lo  habia  menester  por  el  gran  trabajo  del  camino,  y  por 
llevar  unas  piezas  de  artillería  y  otras  cargas  de  bronce 
roto,  que  era  de  unas  piezas  que  se  les  habian  roto  las 
ruedas,  y  no  teniendo  modo  alguno  para  las  llevar,  el 
Marqués  las  mandó  hacer  pedazos  y  cargar  en  acémi- 
las, y  que  se  quemasen  las  ruedas  y  curruenzas  con  la 
otra  madera  que  servia  a  las  piezas:  esto  hizo  el  Mar- 
qués por  no  dar  gloria  á  los  franceses  de  sus  munchas 
vergüenzas  rescibidas  en  las  pérdidas  de  su  artillería, 
no  volviendo  en  Francia.  Siendo  embarcada  el  artillería 
con  los  impedimentos  della,  el  galeón  y  galeras  salen 


(1524)  -  88  - 

del  puerto  ó  playa  de  Nizza  yendo  á  Genova,  á  l.i  cual 
llegaron  á  salvamento.  Ansí  caminó  el  campo  y  hace 
su  viaje  por  el  camino  de  la  marina.  Este  dia  quel  cam- 
po salió  de  Nizza  vino  á  Breglio,  que  es  una  villa  del 
Duque  de  Saboya,  diez  millas  de  Nizza.  El  dia  siguiente 
pasó  el  campo  por  la  Roca  de  Mentone,  que  es  una  peña 
tajada  en  confín  de  las  tierras  del  señor  de  Monaco  y 
de  ginoveses;  aquí,  vecino  á  esta  peña  face  un  seno  la 
mar  y  bate  el  agua  de  la  mar  en  la  peña,  y  aquí  en  esta 
rinconada  habia  una  puente  fecha  de  tres  gruesos  ma- 
deros. Fuera  una  cosa  de  gran  inconveniente  al  campo 
si  los  hubieran  quitado,  porque  desde  la  puente  al  agua 
habia  mucha  cantidad  de  bajada,  de  la  propia  peña  cor- 
tada, é  era  imposible  poderse  pasar;  pues  subir  por  la 
peña  ó  montaña  era  cosa  imposible;  ya  que  se  tomara 
por  algunos  pasos  la  montaña,  fuera  forzado  dejar  to- 
das las  cabalgaduras,  ó  fuera  forzado  tomar  el  camino 
por  do  fuimos,  y  fuera  perder  al  menos  tres  jornadas, 
que  al  Rey  le  fuera  gran  provecho  cobrallas  de  ventaja. 
Aquí,  á  este  paso,  se  habia  puesto  la  flota  francesa  para 
querer  deshacer  la  puente,  mas  no  pudieron  llegar  tan 
presto  los  que  se  habían  desembarcado  della,  que  la 
vanguardia  de  los  españoles  no  la  hubiesen  tomado.  Se 
pensó  que  aquí  hiciera  el  armada  daño  con  su  artillería, 
mas  no  tiró  ninguna  pieza,  e  ansí  fué  el  campo  á  San 
Remo,  que  es  una  villa  de  ginoveses,  cosa  muy  viciosa 
de  jardines  de  naranjales  y  de  dos  pequeños  ríos  que 
por  él  pasan  y  nacen  de  dos  fuentes  allí  vecinas.  Ansí 
caminó  el  campo  á  más  andar  hasta  el  marquesado  del 
Finale,  donde,  vecino  de  la  Pietra,  que  es  una  villa  á 
la  marina,  se  dejó  la  marina  yendo  orillas  del  rio  Bor- 


—  89  —  (1524) 

mida  hasta  llegar  á  la  villa  de  Tuvo,  que  está  cuanto 
una  milla  de  la  Pietra ;  Tuvo  es  del  marquesado  del  Fi- 
nale.  Aquí  se  tomó  la  montaña  y  mayores  millas.  Este 
dia  se  pasó  una  subida,  es  cuanto  cinco  millas;  en  lo 
más  alto  desta  montaña  está  Millesimo,  do  solia  ser  un 
antiguo  y  fuerte  castillo.  Aquí  se  caminó  una  pieza  por 
una  llanura,  y  al  fin  de  la  llanura  se  abajan  cinco  millas 
de  áspero  camino  hasta  llegar  á  la  Bubbia,  que  es  una 
villa  en  el  Valdespin  ó  Bubbia,  que  es  un  estrecho  valle 
poblado  de  muchos  castañales;  por  él  baja  el  rio  Bormi- 
da,  que  es  un  pequeño  rio,  el  cual  se  pasó  por  muchas 
veces  hasta  llegar  á  Palare,  que  es  una  villa  en  el  mismo 
valle,  y  está  puesta  algo  masen  llano,  do  se  reposó  una 
noche.  El  dia  siguiente,  casi  á  la  media  noche,  como 
fasta  allí  se  habia  fecho,  se  levantó  todo  el  campo  de 
las  campañas  desta  villa,  caminando  en  su  orden  se 
pasó  vecino  á  la  villa  del  Cancia,  una  buena  villa  pues- 
ta en  muy  llano.  Era  del  Conde  de  Novi.  Este  dia  se 
caminó  orillas  del  rio  Bormida  hasta  llegar  á  Sena,  que 
es  villa  del  marquesado  del  Monferrato,  do  se  reposó 
un  dia,  que  bien  lo  habia  menester  todo  el  campo.  De 
aquí  se  caminó  en  gran  orden  y  mayor  priesa  por  sus 
jornadas  hasta  allegar  á  una  puente  de  barcas  que  el  Vi- 
sorey  habia  mandado  hacer  en  el  rio  Po,  en  el  puerto  de 
la  Stradella,  cinco  millas  más  abajo  de  Pavía.  En  tanto 
que  el  campo  pasaba  la  puente,  el  Visorey  y  el  Duque 
de  Borbon  y  el  Duque  de  Milán  y  el  Marqués  de  Pes- 
cara y  Antonio  de  Ley  va,  hobieron  su  consejo  de  lo 
que  se  faria  del  ejército.  Fué  parescer  de  algunos  de 
repartir  el  campo  en  Pavía  y  en  Lodi  y  dejar  á  Milán. 
El  Marqués  de  Pescara  fué  que  Antonio  de  Ley  va  en- 


(•524)  —  90  — 

trase  en  Pavía  con  cuatro  mil  alemanes  y  mil  españoles 
y  doscientos  hombres  darmas  españoles,  y  doscientos 
caballos  ligeros,  y  que  el  Visorey  y  el  Duque  de  Bor- 
bon  y  el  Duque  de  Milán,  con  una  parte  de  la  gente 
darmas  fuese  en  Lodi,  y  los  italianos  á  Cremona,  y  él 
con  su  sobrino  el  Marqués  del  Vasto  con  la  demás  in- 
fantería y  caballería  iria  á  Milán,  porque  no  era  razón 
de  dejallo  sin  ver.  Porque  Antonio  de  Leyva  fué  deste 
parescer  se  toma  la  empresa  de  guardar  á  Pavía ;  y  co- 
mo tales  dos  consejos  fuesen  de  un  parescer  se  hizo 
como  ellos  lo  ordenaron.  Ansí  cada  uno  camina  con  su 
gente  á  la  empresa  que  le  tocaba;  el  Marqués  entró  en 
Milán  á  los  veinte  é  dos  de  Octubre^  casi  á  la  hora  de  la 
media  noche,  do  halló  á  Hernando  de  Alarcon  con 
unos  pocos  de  caballos  ligeros,  de  los  que  habian  que- 
dado en  Italia.  A  Francisco  de  Villaturiel  y  á  Juan  y 
Pedro  de  Mercado,  que  eran  los  tres  capitanes  con  sus 
compañías,  que  dije  venir  delante  del  campo  una  jorna- 
da haciendo  vituallas,  que  eran  llegados  á  Milán,  este 
sábado,  poco  más  de  ser  pasado  el  mediodia,  sin  entrar 
en  la  cibdad,  estos  tres  capitanes  con  su  gente  se  van  en 
busca  de  Hernando  de  Alarcon,  que  era  salido  de  Milán 
é  ido  en  escontro  del  campo  de  los  franceses,  por  tomar 
lengua  dellos.  El  cual  se  topó  á  dos  millas  de  Milán,  con 
.dos principales  franceses,  de  los  cuales  supo  lo  que  pasaba 
en  el  campo  de  los  franceses ;  y  como  el  avanguardia 
era  pasada  el  Ticino,  é  pasáronlo  por  una  puente  de 
barcas  quel  Visorey  habia  mandado  hacer  para  pasar 
artillería  y  deshacer  la  roca  de  Novara,  la  cual  puente 
no  se  pudo  deshacer  tan  presto  que  primero  no  la  to- 
masen franceses. 


—  91  —  (1524) 

Siendo  llegado  Hernando  de  Alarcon  donde  estos 
capitanes  iban  en  su  busca ,  los  tres  capitanes  y  gente 
le  hacen  el  acatamiento  que  á  tal  caballero  se  debia,  el 
cual ,  con  sobrado  gozo ,  echa  los  brazos  sobre  los 
capitanes  y  soldados  é  ansí  se  tornan  todos  juntamen- 
te á  Milán,  en  el  cual  se  entró  á  la  primera  noche, 
y  fueron  repartidos  en  lo  más  flaco  de  la  cibdad. 
Pues  siendo  entrado  el  Marqués  de  Pescara  con  la 
demás  gente  en  Milán  y  haberse  hablado  con  Her- 
nando de  Alarcon,  como  tales  dos  caballeros  y  de  tan 
alto  gobierno,  ponen  todos  los  remedios  que  se  podian 
poner  para  guardia  de  la  cibdad,  repartiendo  su  gente  do 
más  convenia  estar  á  la  defensa  de  los  bestiones  y  muro 
de  la  cibdad.  No  era  bien  esclarecido  el  dia,  cuando  la 
caballería  francesa  y  muncha  infantería  estaba  en  las 
campañas  en  torno  de  Milán;  dentro  en  la  cibdad  por 
las  calles  se  topaban  cruces  rojas  con  cruces  blancas  ha- 
ciéndose prisioneros  los  unos  á  los  otros.  Esta  noche, 
como  el  Marqués  hubiese  pasado  por  la  villa  de  Binas- 
co  yéndose  de  Pavía  á  Milán,  se  puso  en  la  villa  de 
Binasco  musiur  de  la  Paliza,  con  quinientas  lanzas  é 
seis  mil  esguízaros,  con  otra  muncha  gente  de  guerra, 
pensando  dar  en  la  retaguardia  del  Marqués,  é  tomó 
muncho  bagaje  y  hizo  algún  daño  en  la  gente  cansada  y 
desmandada  que  venian  tras  del  Marqués;  por  lo  cual 
les  fué  fuerza  tornarse  atrás  é  meterse  en  Pavía  do  es- 
taba Antonio  de  Leyva  con  el  Conde  Festtefriz,  que 
era  el  coronel  de  los  alemanes,  y  el  conde  Juan  Bautis- 
ta de  Lodron  y  Coradin  y  otros  capitanes  alemanes. 
De  los  españoles  eran  capitanes  Aponte,  Pedro  de  Bra- 
camente é  Poval  de  Torralva  y  García  de  Manrique, 


(1524)  —  9^  — 

capitán  de  la  gente  darmas,  con  otros  caballeros,  ansí 
capitanes  de  la  gente  darmas  como  de  caballos  ligeros; 
era  maestre  de  campo  de  toda  esta  gente  el  Comenda- 
dor Urrias,  y  serian  por  todos,  los  que  se  ajuntaron  den- 
tro en  Pavía  con  Antonio  de  Ley  va,  bastaseis  milhom- 
bres de  guerra  de  infantería  é  caballería,  y  serian  has- 
ta mil  é  docientos  españoles. 

Agora  tornemos  á  nuestro  ejército  que  entró  en  Mi- 
lán, como  arriba  dije:  que  otro  dia,  en  esclaresciendo, 
la  vanguardia  francesa  era  llegada  á  los  bestiones  de 
Milán  y  (^"^)  los  prisioneros  que  se  hacian  dentro  en  la 
cibdad.  Pues  viendo  el  Marqués  de  Pescara  y    Her- 
nando de  Alarcon  que  los  franceses  estaban  en  torno 
de  Milán  y   que  eran   más  parte  en  Milán  que  no 
ellos,  todos  dos  acuerdan  salir  en  la  campaña  á  tra- 
var  una  escaramuza,  para  tomar  lengua  de  quien  su- 
piese lo  que  pasaba  en  el  campo  del  Rey.  Pues  vien- 
do los  soldados  que  después  de  Dios  tenian  su  salva- 
ción en  el  gobierno  destos  dos  caballeros,  y  que  se  iban 
á  meter  entre  los  enemigos,  exponiendo  á  tanto  peligro 
sus  vidas,   no  se    lo  consienten,    poniéndose    delante 
dellos,  puniéndoles  mano  en  las  riendas  de  sus  caba- 
llos; y   por  ningún   medio  que   ellos  hicieron  contra 
de  los  soldados,  jamas  los  soldados  los  quisieron  dejar 
pasar.  Pues  viendo  el  Marqués  y  Hernando  de  Alar- 
con que  con  tan  entero  amor  é  voluntad  les  resistian  é 
rogaban  que  no  pusiesen  sus  personas  en  un  tal  extre- 
mo, pues  que  sabían  que  habia  capitanes  y  soldados  á 
quien  mandasen  que  les  trajesen  lengua  de  los  france- 
ses. Viendo  el  Marqués  é  Hernando  de  Alarcon  la  cosa 
que  tanto  importaba  en  no  se  perder  sus  personas,  man- 


—  93  —  (1524) 

dan  á  Cristóbal  Arias,  sargento  del  capitán  Rodrigo  de 
Ripalda,  que  era  el  que  más  se  puso  en  resistilles,  que 
trabajase  de  tomar  una  lengua  de  los  franceses,  el  cual 
sargento,  obedesciendo  su  mandado,  toma  hasta  treinta 
arcabuceros  y  se  va  contra  un  escuadrón  de  caballería 
francesa,  que  estaba  en  el  camino  que  iba  de  Milán  a 
Viagrasa;  al  cual,  antes  que  pudiese  llegar  á  la  caba- 
llería, le  salió  en  encuentro  muncha  infantería,  con  la 
cual  se  trabó  en  escaramuza,  y  tomados  unos  solda- 
dos y  con  daño  de  los  franceses,  se  torna  sin  pérdida 
de  su  gente  y  los  presenta  al  Marqués  de  Pescara,  que 
á  la  puerta  Senesa  estaba,  mirando  la  multitud  de  la 
gente  francesa  que  en  las  campañas  parescia.  Pues  como 
el  Marqués  viese  estos  dos  soldados  franceses,  face  lla- 
mar á  Hernando  de  Alarcon,  que  por  los  cuarteles  é 
bestiones  andaba  proveyendo  las  cosas  que  más  conve- 
nían. Juntos  que  fueron  el  Marqués  y  Hernando  de 
Alarcon,  hacen  el  dexámen  que  convenia  á  los  dos  sol- 
dados franceses,  de  los  cuales  supieron  cómo  la  persona 
del  Rey  estaba  tres  millas  de  allí,  con  mil  lanzas  y 
veinte  mil  infantes,  y  que  la  vanguardia  que  allí  ve- 
cina estaba,  eran  cinco  mili  italianos  que  traia  Berna- 
bobis,  conde  milanes,  y  Fadrico  de  Bozzoli.  Ansimismo 
supieron  todas  las  otras  particularidades  que  en  el  cam- 
po del  Rey  pasaban,  y  viendo  no  ser  parte  para  resis- 
tir en  Milán  la  potencia  del  Rey,  por  tener  tan  poca 
gente  y  porque  la  cibdad  estaba  más  á  la  voluntad  de 
los  franceses  que  no  á  las  suyas,  ansí  mandan  á  todos 
sus  capitanes  que  recojan  su  gente,  y  con  buena  orden 
viniesen  á  puerta  Romana.  Después  de  ser  todos  reco- 
gidos, mandan  que  hasta  cincuenta  caballos  ligeros  ca- 


(1524)  —  94  — 

minasen  por  el  camino  de  Lodi,  al  avanguardia  de  todo 
el  campo,  por  descubrir  si  hobiese  algunas  emboscadas 
de  los  franceses.  Tras  destos  caballos  iba  el  escuadrón 
de  los  alemanes,  y  tras  de  los  alemanes  la  gente  dar- 
mas  y  el  bagaje,  quedando  la  infantería  española  en  re- 
taguardia. Con  la  infantería  española  iba  la  persona  del 
Marqués  de  Pescara  y  los  capitanes  D.  Alonso  de  Cór- 
dova,  con  otros  nobles  capitanes,  con  los  cuales  iba  la 
mayor  parte  de  la  escopetería  y  arcabucería  de  la  in- 
fantería española.  Ansimismo  iba  Hernando  de  Alar- 
con  con  los  caballos  ligeros  por  los  costados  de  la  in- 
fantería y  un  poco  desviado  de  los  escuadrones ,  para 
descubrir  si  hobiese  algunas  emboscadas  de  los  enemi- 
gos. Ansí  se  caminó  con  grande  orden ,  é  luego  viene 
en  seguimiento  del  Marqués  el  Almirante  de  Francia 
y  musiur  del  Escudo,  con  seiscientas  lanzas  y  diez  mil 
infantes.  Viendo  el  Marqués  de  Pescara  que  tanta  gente 
iba  en  la  retaguardia,  les  ordena  una  emboscada  de  qui- 
nientos arcabuceros,  con  los  cuales  quedó  su  persona  y 
el  capitán  Quesada  y  el  capitán  Rodrigo  de  Ripalda;  y 
manda  que  en  la  retaguardia  del  escuadrón,  con  la  de- 
mas  arcabucería,  fuese  D.  Alonso  de  Córdova,  con  los 
otros  capitanes.  Ansí  el  avanguardia  de  la  caballería  de 
los  franceses  camina,  fasta  haber  pasado  una  gran  parte 
dellos  de  donde  estaba  el  Marqués  con  la  emboscada. 
Viendo  el  Marqués  que  era  pasada  tanta  gente  adelante 
de  donde  estaba,  sale  con  gran  ímpetu  y  rompe  por 
medio  dellos,  y  mata  pasados  de  docientos  hombres 
franceses,  entre  los  cuales  murieron  munchos  nobles. 
Viendo  esto  el  Almirante  y  musiur  del  Escudo,  te- 
niendo en  sí  que  no  fuese  sola  aquella  emboscada,  se 


—  95  —  (1524) 

vuelven,  no  queriendo  más  seguir  al  Marqués.  Ansí  el 
Marqués  con  su  campo  va  á  pasar  el  rio  Varibar,  por 
una  puente  de  madera,  vecino  á  la  villa  de  Malegnano, 
y  entró  en  Lodi  á  los  veinte  é  tres  de  Octubre  ^  domin- 
go, á  la  prima  noche.  El  día  siguiente,  lunes  de  ma- 
ñana, el  Visorey  y  el  Duque  de  Milán  y  el  Marqués  de 
Pescara  y  Hernando  de  Alarcon,  hobieron  su  consejo,  y 
fué  su  parescer  de  sacar  el  ejército  de  Lodi,  dejando  en 
guardia  de  la  cibdad  cinco  banderas  de  infantería  espa- 
ñola, todos  á  la  ligera,  porque  si  franceses  viniesen  so- 
brellos,  se  fuesen  do  estuviese  el  Visorey  con  el  campo. 
El  cual  en  dos  jornadas  allega  á  la  villa  de  Casal  Pus- 
terlengo,  do  se  afirm.a  hasta  ver  la  voluntad  del  Rey. 
De  verdad,  que  si  el  Rey  con  su  campo  caminara  á 
Lodi  como  fué  á  Pavía,  fuera  forzado  desamparar  la 
cibdad ;  y  si  se  caminara  la  vuelta  de  Pusterlengo,  do  es- 
taba el  Visorey  con  su  campo,  digo,  de  verdad,  que  le 
dejaran  la  Lombardía  por  suya,  por  ver  su  muncha  pu- 
janza y  que  todos  venían  en  su  servicio,  y  por  el  Viso- 
rey  tener  tan  poca  gente,  sin  ninguna  artillería.  Llega- 
do, pues,  el  Rey  en  Milán  y  haberse  entregado  la  cib- 
dad, manda  poner  cerco  al  castillo  donde  estaba  Juan 
Jacobo  de  Galeazo,  por  el  Duque  de  Milán;  dando 
cargo  de  gobernador  de  Milán  á  musiur  de  la  Tramu- 
ya  y  al  conde  de  Ludivico  de  Belgioyoso,  milanes,  con 
seis  mil  franceses  y  italianos  y  quinientos  caballos  li- 
geros, que  estuviesen  en  la  guardia  de  Milán.  El  cual 
musiur  de  la  Tremouille,  habiendo  estado  en  Milán 
cuando  dos  meses,  por  no  se  fiar  destar  en  la  cibdad, 
suplico  al  Rey  que  metiese  otro  en  su  lugar.  Viendo  el 
Rey  la  demanda  de  musiur  de  la  Tremouille,  da  el  cargo 


(1524)  —  96  ~ 

del  gobierno  de  Milán  á  Teodoro  Tribulzl,  milanes, 
que  al  nresente  estaba  en  su  servicio,  y  musiur  de  la 
Tramuya  viene  en  el  campo.  Viendo  el  Rey  que  tenía 
por  suya  la  cibdad  de  Milán  y  se  le  habian  entregado 
otras  munchas  tierras,  acuerda  de  ir  á  tomar  á  Pavía, 
donde  estaba  Antonio  de  Leyva.  Ansí  camina  con  su 
campo,  el  cual  era  de  doce  mil  esguízaros  y  cinco  mil 
tudescos  y  siete  mil  aventureros  y  siete  mil  italianos, 
que  trajo  Juanin  de  Médicis,  que  se  era  pasado  en  su 
servicio,  por  la  liga  que  su  tio  el  Papa  Clemente  VII 
tenía  con  el  Rey  de  Francia,  y  cinco  mil  grisones  y 
mil  é  quinientas  lanzas,  dos  mil  caballos  ligeros  y  mil 
españoles,  con  su  coronel  Pedro  de  Guevara,  caballero 
español,  el  cual,  por  habelle  quitado  el  Marqués  de  Pes- 
cara la  bandera,  siendo  capitán  de  infantería  española, 
que  se  la  quitó  en  Milán  sin  haber  fecho  ningún  deser- 
vicio al  Emperador,  sintiéndose  de  tan  gran  tuerto,  se 
pasó  en  Francia  á  la  persona  del  Rey.  Se  aposentó  en 
San  Salvador,  que  era  un  monesterio  de  frailes  benitos, 
vecino  de  Pavía,  y  todo  su  campo  en  torno  de  la  cib- 
dad ,  cercándola  por  todas  partes  entre  el  Tecino  y  Gar- 
lasco.  En  un  buen  burgos,  vero  arrabal,  estaba  el  coro- 
nel Pedro  de  Guevara  con  sus  españoles,  por  excusar 
que  por  el  puente  ni  por  agua  no  le  pudiese  entrar  nin- 
gún socorro  ni  avisos  en  Pavía.  Como  el  Visorey  y  los 
otros  señores  viesen  que  el  Rey  se  era  afirmado  con  su 
ejército  sobre  Pavía,  acuerdan  ir  con  su  campo  en 
Lodi,  en  la  cual  cibdad  entró  la  mayor  parte  de  la  in- 
fantería española  y  una  parte  de  los  alemanes;  y  que  de 
la  otra  infantería  metiesen  guarnición  en  Robecco  y  en 
Pandino,  que  eran  dos  villas  que  muncho  se  cumplían 


—  97  —  (1524) 

guardar.  El  Visorey  y  el  Duque  de  Borbon,  el  Duque 
de  Milán  y  Hernando  de  Alarcon,  van  en  la  villa  de 
Sensin,  con  sus  cortes  y  la  compañía  del  capitán  Fi- 
gueroa,  que  era  de  infantería  española  é  tenía  la  guar- 
dia de  la  persona  del  Visorey;  ansimismo  entró  una 
parte  de  los  alemanes  para  guardia  de  la  villa.  El  Viso- 
rey  y  los  otros  señores  en  su  consejo  acuerdan  que  el 
Duque  de  Borbon  fuese  en  Alemania  por  más  alema- 
nes; el  Marqués  de  Pescara  y  su  sobrino  el  Marqués 
del  Vasto  se  entran  en  Lodi,  con  la  demás  gente  que 
en  Lodi  estaba. 

Conviene  á  saber,  que  la  dañada  intincion  quel  Papa 
Clemente  VII,  en  secreto  tuviese  al  Emperador,  la 
quiso  manifestar  dando  avisos  al  Rey  de  Francia  de  lo 
que  más  le  convenia  hacer,  por  lo  cual  escribió  á  Al- 
berto, conde  del  Carpió,  su  embajador  en  Roma,  y  á 
Juan  Mateo  Jiberto,  su  datarlo,  el  cual  datarlo  y  em- 
bajador, siendo  venidos  en  el  ejército  del  Rey  que  es- 
taba sobre  Pav^ía,  hacen  su  embajada  y  le  suplican  de 
parte  del  Papa  que  perdiese  el  odio  que  con  él  tenía 
por  los  servicios  que  habia  fecho  al  Emperador  en 
el  tiempo  de  su  hermano  el  papa  León  X,  y  que 
él  quería  estar  en  gracia  y  conformidad.  Por  la  cual 
embajada  é  promesa  fué  muy  alegre,  y  por  complacer 
á  los  ruegos  del  Papa,  manda  con  los  presentes  sus 
embajadores  y  datarlos,  que  fuese  Juan  y  Vascoto,  du- 
que de  Albania,  con  ocho  mil  infantes  y  seiscientos 
hombres  darmas  y  quinientos  caballos  ligeros;  y  con  el 
favor  del  Papa,  Lorenzo  da  Ceri  y  otros  ursinos,  jun- 
tarían gente  en  favor  de  los  franceses,  y  fuese  todo  fe- 
cho á  la  voluntad  del  Papa.  Pues  siendo  el  Duque  de 


(1524)  —  98  — 

Albania  con  su  gente  puesto  en  el  camino,  antes  que 
saliese  de  Lombardía  se  afirma  vecino  á  Parma  y  Pla- 
cencia,  para  hacer  el  escolta  á  Juanin  de  Médicis,  que 
venía  de  Ferrara  con  las  municiones  y  pelotas  que  ha- 
bia  dado  Alfonso  de  Este,  duque  de  Ferrara,  para  las 
baterías  y  destruicion  de  Pavía. 

Pues  como  el  Visorey  y  los  otros  señores  supiesen 
por  sus  espías  la  gran  munición  que  venía  de  Ferrara, 
mandan  apercebir  su  gente,  dejando  la  guarnición  en 
Lodi,  y  con  lo  demás  del  ejército  van  en  Cremona,  do 
mandan  hacer  una  puente  de  barcas  sobre  el  rio  Po,  y 
van  á  Monticelli,  villa  cinco  millas  de  Cremona,  y  ve- 
cina de  Placencia ,  con  determinada  voluntad  del  dia 
siguiente  ir  á  la  villa  de  Fiorcnzuola,  para  de  allí  to- 
mar las  municiones  y  excusar  que  no  pasasen.  Pues 
como  el  Rey  de  Francia  supiese  por  sus  espías  cómo 
el  Visorey  y  los  otros  señores  habían  pasado  el  Po  con 
intincion  de  deshacer  la  gente  de  Juanin  y  municiones, 
manda  ajuntar  muchas  barcas  gruesas  y  que  las  arma- 
sen de  gente  y  artillería,  y  fuesen  por  el  Po  abajo  á 
tomar  ó  deshacer  la  puente  quel  Visorey  habia  manda- 
do hacer,  la  cual  estaba  un  poco  desviada  de  la  cibdad 
de  Cremona,  creyendo  que  por  quedar  el  Visorey  con 
su  gente  de  la  otra  parte  del  Po,  que  facilisímamente 
le  podría  defender  el  paso  del  Po,  cuando  lo  quisiese 
pasar,  y  más  á  su  salvo  podría  tomar  todo  el  estado 
de  Milán.  Pues  siendo  llegado  el  Visorey  con  los  otros 
caballeros,  con  deliberación  de  ir  á  la  villa  de  Fiorcn- 
zuola á  conseguir  su  intención,  á  la  ventura,  unos 
caballeros  ligeros  que  se  eran  desmandados  á  correr  la 
campaña,  tomaron  muchos  prisioneros  de  los  franceses, 


—  99  —  (1524) 

entre  los  cuales  tomaron  un  camarero  del  Rey  y  un  se- 
cretario del  Duque  de  Albania,  de  los  cuales  saben 
muy  por  entero  la  cosa  que  pasaba  en  el  campo  del 
Rey,  y  que  toda  su  intincion  era  deshacello  el  puente 
y  ganalle  el  Po;  y  la  orden  que  era  dada  de  armar  las 
barcas,  y  la  ida  del  Duque  de  Albania  á  hacer  guerra 
en  el  reino  de  Ñapóles,  por  la  embajada  y  ruego  del 
Papa.  Viendo  el  Visorey  y  los  otros  señores  lo  que 
estos  prisioneros  les  decían,  y  ser  cosa  que  muy  fácil- 
mente les  podian  tomar  la  puente,  acuerdan  de  no 
pasar  de  la  villa  de  Monticelli,  é  que  se  hiciese  gran 
guardia  en  el  puente.  Pues  como  sobreviniese  la  no- 
che, unos  seis  arcabuceros  españoles  se  desmandaron 
del  campo,  yendo  a,  correr,  é  toman  una  posta  que  en- 
viaba el  Papa  Clemente  VII  al  Rey  de  Francia;  la  cual 
posta  fué  llevada  ante  el  Visorey.  Viendo  el  Visorey  y 
los  otros  señores  las  cosas  del  Papa,  y  no  solamente 
esto,  mas  habelles  mandado  el  Papa  por  sus  letras  que 
dejasen  la  Lombardía  y_  con  su  ejército  fuesen  en  el 
reino  de  Ñapóles,  donde  no  les  prometía  de  mudar  de 
propósito,  y  ver  las  cosas  que  le  hablan  dicho  el  cama- 
rero y  secretario,  y  haber  pasado  Juanin  de  Médicis  con 
sus  municiones  por  las  montañas  de  Placencia,  mandan 
recoger  toda  su  gente  y  pasan  el  Po  y  tornan  en  Lodi. 
Pues  siendo  todos  en  Lodi  han  su  consejo  sobre  las  co- 
sas que  hablan  de  hacer.  Viendo  que  el  Duque  de  Al- 
bania con  tanta  gente  iba  á  el  reino  de  Ñapóles  y  con 
la  que  se  haria  en  favor  del  Papa,  y  que  por  el  reino 
estar  casi  sin  guarniciones  lo  pondrían  en  gran  trabajo, 
por  dar  remedio  á  tal  peligro  manda  á  Honorato  de 
Gaeta,  un  su  principal  cortesano,  con  sus  letras  para 

7 


(1524)  —    100   — 

los  principales  y  barones  del  reino  de  Ñapóles,  encar- 
gándoles muncho  la  custodia  del  reino.  Pues  habiendo 
habido  su  consejo  é  determinada  voluntad  de  salir  de 
Lodi  á  buscar  el  campo  del  Rey  y  viendo  que  france- 
ses tenian  la  fortaleza  6  villa  de  Casal  de  Adda,  y  que  de 
allí  les  podrían  quitar  las  vituallas  que  venian  de  Cre- 
mona ,  determinan  de  la  tomar  antes  de  salir  en  campa- 
ña, é  se  va  sobrella,  é  se  toma,  rendida  con  pacto  de 
dejar  las  armas  y  banderas  é  los  otros  impedimentos, 
yendo  do  su  voluntad  fuese.  La  cual  cosa  puso  gran 
desmayo  en  los  ánimos  de  los  franceses.  Habiendo  de- 
jado su  guarnición  el  Visorey  torna  en  Lodi,  donde 
por  letras  de  Antonio  de  Leyva  sabe  la  nescesidad  que 
se  pasaba  en  Pavía,  en  especial  por  querer  ser  pagados 
los  alemanes.  Viendo  el  Visorey  y  los  otros  señores  la 
extrema  nescesidad  de  dineros  que  Antonio  de  Leyva 
tenía  para  entretener  los  alemanes,  mandan  llamar  á 
Asueros,  alférez  del  capitán  Rodrigo  de  Ripalda,  el 
cual  estaba  algo  absenté  de  la  vista  de  los  señores,  por 
haber  muerto  pocos  dias  habia  un  soldado,  por  gran 
ocasión  que  tuvo  para  ello.  Pues  siendo  venido  este  al- 
férez ante  el  Visorey,  como  persona  tan  sabia  como 
esforzada,  le  dan  parte  del  secreto  de  su  intincion  y  le 
mandan  que  se  apercibiese  para  entrar  en  Pavía  con  cin- 
co mil  florines  de  oro,  y  los  diese  á  Antonio  de  Leyva. 
Viendo  este  alférez  el  mandado  del  Visorey  y  de  los 
otros  señores  del  ejército,  y  ver  la  cosa  que  importaba, 
como  hombre  tan  astuto,  toma  su  moneda  y  llama  un 
su  especial  amigo,  nombrado  Romero,  y  le  da  parte  del 
secreto  de  la  cosa,  y  muy  secretamente  meten  su  moneda 
en  losjubones  y  se  salen  de  Lodi  mostrando  ir  fuyendo 


—  101  —  (1524) 

por  la  muerte  del  soldado,  y  se  van  en  el  campo  del  Rey 
de  Francia  y   dan  parte  de  su  desgracia   á  Pedro  de 
Guevara,  y  a  otros  particulares  sus  conocidos;  por  lo 
cual  el  Rey  tuvo  crédito  de  ser  ansí  la  verdad,  por  ha- 
bérselo afirmado  sus  trompetas,  que  iban  y  venian  á 
Lodi;  por  lo  cual  éstos  andaban  á  toda  su  voluntad.  En 
esto  sobrevino  una  muy  trabada  escaramuza,  y  como 
en  ésta,  más  que  en  otra  ninguna  de  las  pasadas,  viese 
lugar  cómodo  para  poder  entrar  en  Pavía,  ansí  entran 
y  fueron  tomados  de  los  alemanes  de  la  guardia  é  lle- 
vados ante  Antonio  de  Ley  va,  el  cual  sabiendo  quiénes 
eran  y  el  secreto  de  las  cosas,  los  rescibe  muy  alegre- 
mente ,  con  la  cual  moneda  Antonio  de  Leyva  entretu- 
vo la  gente  hasta  ser  desencercada  Pavía.  Pues  siendo 
dada  esta  orden  y  haber  puesto  su  guarnición  en  Casal 
y  en  Robeco  y  en  Piadena,  villas  que  muncho  impor- 
taba guardarse,  y  ser  venido  el  Duque  de  Borbon  con 
el  socorro,  que  era  de  seis  mil  alemanes,  con  su  coro- 
nel Jorge  de  Frontdesperge,  los  cuales  enviaba  el  Rey 
de  romanos,  hermano  del  Emperador,  y  docientos  ca- 
balleros de  su  corte  é  palacio,  todos  españoles  y  bor- 
goñones,  y  era  su  capitán  musiur  de  Sansobrin ,  noble 
borgoñon.  Siendo  ya  todos  juntos  en  Lodi,  reposan  de 
su  trabajo. 

Volvamos  á  los  fechos  de  Antonio  de  Leyva:  como 
estaba  tan  asediado  por  todas  partes  y  viendo  el  Rey 
que  el  rio  Tecino  era  gran  defensa  para  la  cibdad  de 
Pavía,  por  batille  el  muro  desde  la  una  esquina  hasta 
la  otra,  manda  que  de  todo  modo  le  fuese  quitado 
aquella  defensa,  mandando  echar  el  Tecino  por  el 
Grabalon,    ques  un  brazo   del  propio   Tecino   que  se 


(1524)  —    102   — 

aparta  tres  millas  encima  de  Pavía.  Puesta  toda  esta  di- 
ligencia para  quitar  el  agua  con  maderos  6  telas  ence- 
radas y  otros  ingenios,  fué  tanto,  que  se  quitó  el  agua 
que  no  cubria  un  hombre  arriba  de  la  rodilla  ,  mas  que- 
dó un  légamo  ó  cieno,  que  era  un  grande  impedimento. 
Mas  por  la  voluntad  de  Dios  no  duró  munchos  dias  que 
por  las  lluvias  no  creciese  el  Tecino  y  llevase  todos  los 
ingenios  y  volviese  el  Tecino  por  su  curso  natural, 
aunque  alguna  parte  del  agua  se  iba  por  el  Grabalon. 
Como  Antonio  de  Leyva  viese  que  en  dos  casas  veci- 
nas al  muro  estuviesen  cinco  banderas  de  infantería 
italiana,  que  eran  de  la  coronelía  de  Juanin  de  Me- 
diéis, y  que  de  allí  recebia  algún  daño,  mandó  al  ca- 
pitán Aponte  y  al  capitán  Pedro  de  Bracamente,  y  al 
capitán  Cristóbal  de  Torralba,  españoles,  y  á  Cora- 
din,  capitán  de  alemanes,  que  apercibiesen  hasta  mil 
hombres  de  todas  dos  naciones,  para  salir  fuera  de  Pa- 
vía; los  cuales  capitanes  obedescen  su  mandado  y  con 
gran  brevedad  aperciben  la  gente  y  la  presentan  ante 
Antonio  de  Leyva,  que  á  la  muralla  de  la  cibdad  esta- 
ba mirando  el  campo  de  los  franceses  tan  pujante.  Es- 
taba viendo  Antonio  de  Leyva  estos  capitanes  con  su 
gente  y  les  manda  que  saliesen  por  un  bestión  que  es- 
taba á  un  canto  de  la  cibdadela,  é  fuesen  á  las  dos  ca- 
sas do  estaban  los  cinco  capitanes  y  deshiciesen  la  gen- 
te que  allí  estaba.  Como  la  gente  de  Pavía  fuese  hacia 
las  casas,  uno  de  los  cinco  capitanes  de  las  casas  con  su 
compañía  y  gente  era  de  guardia,  y  viendo  que  la  gen- 
te de  Pavía  iba  hacia  las  casas,  manda  dar  arma  y  pone 
toda  la  gente  en  defensa  é  guardia  de  los  bestiones  é 
reparos  que  tenian  en  torno  de  las  casas ;  mas  no  pu- 


—  103  -  (1524) 

dieron  resistir  que  los  de  Pavía  no  les  ganasen  sus  fuer- 
tes é  casas  é  les  tomasen  cuatro  banderas:  la  que  esta- 
ba puesta  de  guardia  fué  salva  por  algunos  que  pu- 
dieron fuir  con  ella.  La  primera  persona  que  se  señaló 
entrar  en  estas  casas  fué  un  soldado  español  llamado 
Rogel  de  Lezcano.  Fué  grande  el  daño  que  los  de  Pa- 
vía hicieron  en  los  italianos,  matando  pasados  de  ocho- 
cientos hombres  y  los  demás  feridos ;  los  que  tuvieron 
lugar  de  poder  fuir  fueron  los  bien  librados.  Fué  fecho 
en  tanta  brevedad,  que  no  tuvieron  lugar  los  franceses 
de  dalles  socorro;  de  los  de  Pavía  no  murió  gente,  sal- 
vo seis  feridos,  é  volvieron  muy  á  su  placer  en  Pavía. 
Viendo  Antonio  de  Leyva  que  sus  capitanes  é  gente 
tan  bien  efetuaban  su  intincion,  y  viendo  quel  Rey  se 
era  salido  del  monesterio  'de  San  Salbador,  que  era  su 
aposento,  é  ídose  á  San  Pablo,  que  era  un  monesterio 
de  frailes  de  Santo  Agustín,  y  que  estaban  en  el  Burgo 
de  San  Salbador  dos  mil  é  quinientos  grisones  con  tres 
piezas  de  artillería,  el  dia  siguiente,  pasada  la  hora  del 
mediodía,  face  llamar  los  mismos  capitanes  que  eran 
salidos  de  las  dos  casas,  y  que  tomasen  otra  tanta  gente 
como  hablan  llevado  á  las  casas,  y  fuesen  á  salir  por 
una  contramina,  por  la  cual  salieron  los  españoles.  Y  por 
la  tardanza  de  salir  manda  abrir  una  puerta  de  la  cibdad, 
por  la  cual  salieron  los  alemanes,  y  les  manda  que  fuesen 
á  deshacer  aquellos  dos  mil  é  quinientos  grisones  que 
estaban  en  el  Burgo  de  San  Salvador,  en  los  cuales  falla- 
ron muncha  resistencia,  por  los  fuertes  reparos  que  te- 
nían, peroalfin  no  les  aprovechó  nada  que  no  les  ganasen 
sus  fuertes  y  reparos  y  artillería,  y  matando  é  hiriendo 
en  ellos,  los  siguen  hasta  que  se  les  entraron  en  un  pan- 


(1524)  —  104  — 

taño  ó  cenajcro,  que  estaba  vecino  del  Tecino.  Murie- 
ron de  los  grisones  pasados  de  seiscientos  hombres. 
Pues  viendo  Antonio  de  Leiva,  que  á  las  murallas  es- 
taba mirando  á  sus  capitanes  y  gente,  el  gran  socorro 
de  gente  que  les  iba  á  los  grisones,  manda  tocar  una 
trompeta  para  que  sus  capitanes  é  gente  se  retirasen  á 
Pavía,  porque  aquél  era  el  contraseño  que  les  habia 
dado.  Allí  allegó  gran  furia  de  caballería  é  infantería 
francesa  á  dar  socorro  á  los  grisones ,  con  los  cuales 
empezaron  á  trabar  escaramuza,  y  escaramuzando  con 
ellos  se  retiraron  hasta  la  cibdad.  Fué  forzado  á  los  de 
Pavía  echar  las  tres  piezas  de  artillería  en  el  foso  de 
la  cibdad,  por  la  gran  carga  que  dio  la  caballería  fran- 
cesa; de  donde  después  fué  metida  en  la  cibdad.  Ansí 
estos  capitanes  é  gente  entran  en  Pavía,  con  muy  poca 
pérdida  de  gente  muerta  é  ferida.  Viendo  el  Rey  que 
teniendo  como  tenía  á  Pavía  en  tanto  estrecho,  y  ha- 
biendo él  dado  tantas  baterías  de  batallas  y  tan  gran- 
des como  se  las  habia  dado,  y  en  una  dellas  le  hablan 
muerto  á  musiur  de  Francavila,  que  era  un  caballero 
que  el  Rey  muncho  amaba,  y  que  todavía  Antonio  de 
Leiva  le  hacia  tan  grande  daño  en  su  campo,  movida 
toda  ira,  acordó  con  Rodolfo  Chiel,  coronel  de  sus  tu- 
descos, que  escribiese  á  Festtefriz,  que  era  el  coronel 
de  los  alemanes  que  estaba  en  Pavía,  los  cuales  dos  co- 
roneles eran  parientes  cercanos.  Ansí  le  escribe  de  parte 
del  Rey,  ofreciéndole  muchas  mercedes  y  que  les  diese 
entrada  en  Pavía.  Ansimismo  hizo  con  dos  hermanos, 
cibdadanos  de  Pavía,  los  cuales  tenían  una  hermana  aba- 
desa en  el  monesterio  de  Santa  Águeda,  dentro  en  la 
cibdad,  la  cual  abadesa  se  ponía  en  la  torre  de  su  mones- 


—  105  —  (1524) 

terlo,  y  de  allí  se  páresela  el  campo  de  franceses,  y  otra 
torre  de  un  monesterio  que  estaba  deshecho,  vecino  á 
los  muros  de  la  cibdad,  donde  á  todas  horas  se  ponían 
estos  dos  hermanos  de  la  abadesa,  y  por  sus  contraseños 
se  entendían  con  la  abadesa,  y  con  una  ballesta  tiraban 
un  sostrado  de  la  torre  á  la  güerta  del  monesterio,  en  el 
cual  iban  envueltas  letras;  y  ansimismo  se  tiraban  del 
monesterio  al  campo  de  franceses.  Ansí  andaban  los 
secretos  de  las  nescesidades  de  Pavía.  Un  dia,  yendo 
unos  alemanes  junto  al  monesterio  de  las  monjas,  ha- 
llaron un  sostrado  con  munchas  letras  envueltas  en  él; 
como  fué  visto  por  los  alemanes,  lo  toman  y  muy  se- 
cretamente lo  llevan  á  presentar  á  Antonio  de  Ley  va. 
Viendo  Antonio  de  Ley  va  el  secreto  de  las  letras,  entre 
las  cuales  letras  venía  una  para  un  capitán  alemán  que 
era  hijo  del  coronel  de  los  tudescos  del  campo  del  Rey, 
en  la  cual  no  se  falló  cosa  alguna  que  en  perjuicio  de 
la  cibdad  fuese,  salvo  que  el  padre  le  rogaba  que  se 
saliese  en  servicio  del  Rey  de  Francia.  Viendo  este  ca- 
pitán no  ser  cosa  á  su  honra,  porque  en  la  cibdad  era 
muy  amado  de  Antonio  de  Leyva  é  de  todos,  por  su 
muncho  esfuerzo  y  buen  servicio,  ansí,  con  más  saña 
que  amor,  responde  á  su  padre  palabras  de  muncho 
desamor.  Ansimismo  fué  llamada  el  abadesa  al  palacio 
de  Antonio  de  Leyva,  y  por  confision  estrecha  mani- 
festó la  verdad,  y  fué  tenida  en  prisión.  Pues  sabido 
esto  por  el  Rey,  con  mayor  importunidad  ruega  á  sus 
coroneles  que  escribiesen  al  coronel  su  pariente,  que 
estaba  en  Pavía,  prometiéndole  muy  mayores  merce- 
des, y  que  le  diese  entrada  en  Pavía.  Viendo  este  co- 
ronel que  estaba  en  Pavía  los  ruegos  y  letras  y  ofrecí- 


(1524)  —  io6  — 

micntos  que  el  Rey  le  ofrecía,  c  teniendo  dañada  vo- 
luntad, determina  de  poncilo  en  cfeto,  y  responde  al 
coronel,  su  pariente,  que  para  una  tal  noche  él  le  daria 
entrada  por  el  puente,  porque  á  él  le  tocaba  la  guardia 
aquella  noche,  y  por  allí  entrarían  seguramente.  Te- 
niendo, pues,  dada  la  palabra  de  dar  aquella  noche  se- 
ñalada el  puente ,  en  la  cual  noche  el  coronel  provee  de 
guardia  el  puente,  é  proveyólo  de  personas  á  quienes 
más  les  páresela  ser  á  su  voluntad.  Siendo  puesta  la 
guardia ,  un  alemán  que  tenía  amores  con  una  tudesca, 
vala  á  visitar  aquella  noche,  y  estando  en  su  plática,  le 
demanda  dónde  estaba  su  amigo,  y  ella  le  dice  estar  en 
la  guardia  del  puente.  La  torna  á  demandar  cómo  era 
de  guardia,  no  tocándole  á  él  aquella  noche,  y  ella  le 
respondió  diciendo,  que  su  capitán  era  venido  á  le  lla- 
mar, y  aparte  ido,  le  habló  su  secreto;  é  que  luego  toma 
sus  armas  é  se  va  á  la  guardia  del  puente,  y  que  ella 
creía  sin  ninguna  dubda,  que  se  ordenaba  alguna  trai- 
ción en  Pavía.  Viendo  este  alemán  las  cosas  que  aquella 
mujer  le  decía,  se  va  al  puente  y  ve  como  la  mayor 
parte  de  los  alemanes  que  en  la  guardia  estaban,  no  les 
tocaba  aquella  noche  ser  de  guardia.  Ansí  tuvo  por 
cierto  lo  que  la  tudesca  le  habla  dicho,  y  se  va  al  palacio 
de  Antonio  de  Ley  va,  y  en  mucho  secreto  le  da  parte 
de  lo  que  pasaba.  Viendo  Antonio  de  Leyva  que  las  co- 
sas que  el  alemán  le  decía  eran  de  tanta  importancia,  le 
manda  que  muy  secretamente  le  trajesen  la  tudesca,  la 
cual,  siendo  venida  ante  Antonio  de  Leyva,  en  mun- 
cho  secreto  la  dexamlna  de  todo  lo  que  pensaba;  la 
cual  dice  lo  mesmo  que  habla  dicho  al  alemán.  Viendo 
Antonio  de  Leyva  que  ninguna  cosa  descrepaba  de  lo 


—  Í07  —  (1524) 

que  primero  había  dicho  el  alemán,  y  como  la  cosa 
fuese  tan  pesada,  como  persona  de   tanto   gobierno, 
cabalga  é   va    en  torno   de  los  muros   de  la    cibdad, 
mandando  doblar  las  guardias.  Y  como  se  allegase  al 
puente,  se  habla  con  el  coronel,  diciéndole  que  habia 
entrado  una  su  espía  y  le  habia  dicho  haber  algún  mo- 
vimiento en  el  campo  de  los  franceses,  y  que  estuviese 
muy  sobre  sí,  aunque  á  persona  de  tan  alto  valor  no 
habia  nescesidad  de  encargárselo ;  mas  si  por  algún  aco- 
metimiento sucediese,  allí  estarian  unos  pocos  de  arca- 
buceros españoles  para  ayuda  de  sus  alemanes.  Ansí 
manda  al  capitán  Bracamonte  que  con  doscientos  arca- 
buceros españoles  estuviese  de  guardia  en  el  puente, 
estando  su  persona  con  la  mitad  dellos  en  el  puente,  y 
los  demás  estuviesen  vecinos  al  puente,  por  tener  tam- 
bién la  entrada  del  puente ,  y  si  socorro  le  quisiese  venir 
al  coronel ,  lo  excusase.  Pues  venida  la  hora  que  era 
dada,  á  la  posta  vienen  los  franceses  con  su  contraseño, 
y  allegados,  pues,  al  puente,  y  viendo  que  no  les  die- 
sen la  entrada,  antes  acometiéndoles  á  tirar  con  los  ar- 
cabuces, no  faciendo  otro  movimiento,  se  vuelven  sos- 
pechando lo  que  sería.  Viendo  Antonio  de  Leyva  las 
cosas  quel  alemán  y  tudescos  le  habían  dicho  ser  ver- 
dad, otro  día  de  mañana,  á  la  hora  del  comer,  viniendo 
Antonio  de  Leyva  visitando  los  muros  de  la  cibdad, 
allega  al  puente  é  se  fabla  con  el  coronel  y  gente  que 
allí  estaba,  mostrando  reírse  de  no  haber  venido   los 
franceses,  como  él  les  habia  dicho;  y  diciendo  quererse 
ir  á  comer,  convida  al  coronel ,  que  se  fué  á  comer  con 
él;  el  cual,  no  sospechando  otra  cosa,  va  á  comer  con 
Antonio  de  Leyva,  el  cual  no  esperaba  la  cena,  y  secre- 


(1524)  —  io8  — 

tamente  se  empezaron  algunos  particulares  que  el  co- 
ronel descubrió.  Dende  entonces  dio  Antonio  de  Ley  va 
cargo  del  coronel  de  los  alemanes  al  conde  Juan  Bau- 
tista de  Lodron,  alemán.  Viendo  el  Rey  que  todas  co- 
sas le  hablan  faltado,  acordó  de  dar  una  batería  á  la 
entrada  del  puente,  é  ansí  la  dio  muy  recia,  que  cortó 
la  torre  y  reparo  de  la  entrada,  y  le  da  una  batalla  con 
gran  moltitud  de  gente;  mas  los  españoles  y  alemanes, 
que  en  la  guardia  del  puente  estaban,  la  defendieron 
con  gran  daño  de  los  franceses.  Viendo  Antonio  de 
Leyva  cómo  el  Rey  les  habia  deshecho  la  entrada  del 
puente,  y  por  alguna  desgracia  por  allí  le  podia  ganar 
la  cibdad,  manda  que,  como  viniese  la  noche,  que 
como  al  comedio  del  puente  cortasen  un  arco;  y  á  la 
parte  de  la  cibdad,  manda  en  el  propio  puente  se  hi- 
ciese un  bestión  fuerte,  do  mandó  poner  tres  piezas  de 
artillería.  Viendo  el  Rey  que  pensar  dentrar  por  el 
puente  era  muy  excusado,  acordó  tomar  el  parescer  de 
los  dos  hermanos  de  la  abadesa,  que  arriba  dije,  como 
personas  que  sabían  dónde  era  la  más  flaqueza  de  la 
cibdad ;  los  cuales  le  dicen  que  lo  más  flaco  de  la  cib- 
dad era  una  vuelta  que  hacia  el  muro,  vecina  del  puen- 
te, donde  estaba  una  torre,  la  cual  no  era  muy  alta, 
mas  era  gruesa  ó  grande  de  compás,  y  ansí  le  llamaban 
la  torre  Gorda,  y  otros  la  torre  de  la  Prisión.  Ellos, 
como  señores  que  eran  de  la  torre,  sabían  su  flaqueza, 
y  que  cayendo  la  torre  é  la  muralla  donde  estaba,  se 
fenisceria  un  bestión  que  al  pié  de  la  torre  estaba,  en 
el  cual  no  podia  estar  ninguna  gente  á  la  defensa  de  la 
batalla.  Viendo  el  Rey  el  consejo  questos  dos  hermanos 
le  daban  selle  muy  bueno,  manda  que  con  gran  dili- 


—  109  —  (1524) 

gencia  se  pusiesen  las  baterías  á  la  torre  é  muro:  y  se 
cortó  la  torre  cuanto  un  estado  de  cimiento  della.  Cuan- 
do se  hobo  acabado  de  cortar  la  torre,  se  vuelve  á  sen- 
tar como  de  primero  estaba,  salvo  que  se  acostaba  un 
poco,  quedando  más  fuerte  que  de  primero.  Visto  esto, 
el  Rey,  movido  á  grande  enojo,  manda  con  gran  furia 
se  batiese  en  los  muros  y  diesen  batalla  á  la  cibdad  por 
todas  partes.  Ansí  se  dio  batería  muy  recia  y  grande, 
con  grande  ímpito  de  artillería,  y  la  multitud  de  gente 
á  la  batalla  fué  mayor,  pero  muy  mayor  fué  la  provi- 
dencia de  Antonio  de  Leyva,  que  con  gran  gobierno 
supo  defender  la  cibdad,  con  muy  poca  pérdida  de  los 
suyos  y  muncho  daño  de  los  enemigos.  Viendo  el  Rey 
las  munchas  baterías  v  batallas  que  habia  dado  á  Pa- 
vía, y  que  no  le  habia  podido  entrar,  y  el  gran  daño 
que  habia  rescibido  su  gente,  acuerda  de  no  le  dar  más 
batería  ni  batalla,  pensando  de  la  tomar  rendida.  Ansí 
su  persona  se  va  al  palacio  de  Bereguardo,  do  tenía  su 
aposento. 

Pues  como  el  Visorey  y  el  Duque  de  Borbon  y  Mar- 
qués de  Pescara  y  Fernando  de  Alarcon  y  los  otros  ca- 
balleros que  en  el  campo  estaban ,  viesen  cómo  el  Rey 
habia  dado  tantas  baterías  y  batallas  á  Pavía,  y  las  cosas 
que  habia  cometido  con  el  coronel  de  los  alemanes;  y 
viendo  la  nescesidad  que  Antonio  de  Leyva  habia  pasado 
desde  el  principio  del  asidio,  habiendo  sustentado  la 
gente  á  expensas  de  los  cibdadanos,  y  habiendo  manda- 
do deshacer  toda  la  plata  y  oro  que  las  iglesias  tenian 
sobrados.  E  mandado  hacer  moneda,  en  la  cual  esculpió 
estas  letras:  C¿esariani  Papi^e  obsessi^   1524   S  ^ 

^   Casariani  militis  Pavia  obsessi:  según  Sandoval. 


(1524)  —  lio  — 

ansí  han  su  consejo,  en  el  cual  fué  determinada  volun- 
tad de  salir  en  campaña,  é  ordenan  que  el  Marqués  de 
Pescara  hiciese  una  fabla  ú  oración  á  los  soldados  espa- 
ñoles sobre  su  determinada  voluntad.  El  cual  Marqués 
mandó  echar  bando  general,  que  todos  sus  capitanes, 
con  sus  banderas  y  gente  se  ajuntasen,  de  cuatro  en 
cuatro  banderas,  en  torno  de  las  murallas  de  la  cib- 
dad,  donde  era  su  cuartel;  é  después  destar  todos  jun- 
tos, viene  el  Marqués  á  les  hacer  esta  fabla,  en  el  modo 
siguiente,  diciendo : 

Señores  y  hermanos  :  Fasta  agora  no  se  os  ha  dado  par- 
te de  nuestros  secretos ,  porque  no  ha  sido  nescesidad  que 
lo  supiésedes ;  agora  que  la  hay^  os  hago  saber  cómo  el  Rey 
de  Francia  nos  ha  enviado  á  decir  le  desembaracemos 
la  Lombardía^  que  la  quiere  para  sí  y  después  poma  jus- 
ticia; el  reÍ7ío  de  Ñapóles  ^  será  suyo  ^  ó  de  las  majestade^ 
cesáreas.  Mirad  y  señores ,  con  cuánto  trabajo  lo  hemos  ga- 
nado é  guardado  fasta  el  dia  de  hoy ;  no  quiera  Dios  que 
por  nosotros  se  falle  perder  un  punto  de  la  honra  que  ha- 
bernos guardado  é  ganado.  ¡Mirad  con  cuánto  trabajo  es- 
tán cercados  en  Pavía  nuestros  hermanos  y  parientes  y 
amigos !  Habernos  dado  orden  de  salir  en  campaña  é  no  te- 
nemos dineros  para  pagar  una  paga  que  se  os  debe ,  y  once 
ó  doce  dias  de  otra.  Vengóos  á  rogar  que  esperéis  hasta  de 
hoy  en  veinte  dias ,  que  vengan  dineros  del  reino  de  Ña- 
póles para  pagaros;  en  este  tiempo  allegaremos  nuestro 
campo  á  Pavía ,  para  dalles  socorro  o  vituallas ,  ó  sacar 
la  gente  que  está  dentro.  Nos  pondremos  tan  cerca  de  la 
-muralla ,  que  será  nuestra  ó  suya  del  Rey  de  Francia ;  y 
para  en  esto ,  yo  os  prometo  la  fe  de  caballero ,  de  ser  el 
primero  que  muriere  j  ó  allegaré  á  la  muralla  de  Pavía^ 


—  III  —  (1524) 

aunque  tengo  por  muy  cierto ,  según  vuestra  valor  y  de  no 
ser  el  -primero ,  ni  aun  el  tercero  que  allegaré  á  la  mura- 
lia.  Por  tanto  y  señores ,  dadme  vuestra  respuesta ,  porque 
tengo  de  dar  relación  á  estos  señores  que  vuestro  ejército 
gobiernan. 

Todos,  juntamente,  le  dieron  muy  allegre  respues- 
ta, diciéndole  :  Siervos  irian  donde  su  señoría  fuese ,  aun- 
que se  esperase  mayor  peligro  que  perder  las  vidas ;  que  y 
después  de  ser  servicio  de  Su  Majestad  y  holgaban  de  obe- 
descer  su  mandado  é- ruego.  Viendo  el  Marqués  que  tan 
aficionadamente  le  ofrecian  sus  voluntades,  teniendo 
muy  creido  que  harían  muncho  más  que  le  prometían, 
dándoles  por  ello  las  gracias,  se  despide  dellos  y  hizo 
saber  al  Visorey  y  á  los  otros  caballeros  la  respuesta 
que  los  soldados  españoles  le  habían  dado ;  la  cual  fué 
muy  alegre  para  todos.  Viendo  los  alemanes  esta  res- 
puesta, tuvieron  á  muncho  la  virtuosa  crianza  que  los 
soldados  españoles  habían  usado,  é  fueron  muy  con- 
tentos y  se  conformaron  entrellos  en  muncha  amistad, 
porque  estaban  algo  divísos  desde  cuando  el  Duque  de 
Borbon  llegó  con  ellos  de  Alemania  en  Lodi,  donde 
hobieron  una  división  con  los  españoles.  Ansí  se  dio 
orden  de  salir  en  campaña,  como  adelante  se  dirá  más 
por  entero.  Aquí  se  acaban  los  fechos  del  año  de  mil 
é  quinientos  é  veinte  é  cuatro  y  y  comienza  la  quinta 
partida. 


AÑO  DE  1525. 


En  este  presente  año ,  á  los  veinte  é  cuatro  dias  del 
Enero ^  D.  Hugo  de  Moneada,  con  su  armada,  va  so- 
bre Varazze,  que  era  una  villa  de  ginoveses,  que  es- 
taba entre  Genova  é  Savona,  á  siete  millas  de  Savona, 
en  la  cual  estaba  guarnición  de  franceses.  Viendo  los 
franceses  que  D.  Hugo  venía  sobre  ellos,  se  pusieron 
todos  en  gran  rebato,  esperando  á  D.  Hugo;  el  cual 
manda  abordar  sus  galeras  en  tierra,  y  sale  con  su  gente 
y  va  la  vuelta  de  la  villa  de  Varazze,  a  querer  dar  la 
batalla  á  la  gente  que  dentro  estaba.  Viendo,  pues,  los 
franceses  la  poca  gente  que  D.  Hugo  llevaba,  salen  de 
la  villa  en  la  campaña  y  comienzan  á  escaramuzar  con 
D.  Hugo  é  con  su  gente;  y  estando  en  el  mayor  fer- 
vor de  la  escaramuza,  Andrés  Doria  y  Fray  Juanas, 
capitanes  de  la  flota  francesa  que  al  presente  se  halla- 
ron muy  vecinos  de  allí  con  sus  armadas,  vienen  en 
favor  de  los  franceses.  Viendo  los  capitanes  de  la  ar- 
mada de  D.  Hugo  que  no  podían  resistir  á  todas  dos 
armadas,  por  ser  más  pujantes  que  no  ellos,  y  que  si 
allí  esperaban  era  perdida  su  armada,  por  no  la  perder, 
alzan  velas  y  se  van,  quedando  D.  Hugo  con  su  gente 


—  113  —  (1525) 

en  tierra.  La  cual  gente  era  muy  poca,  y  los  franceses 
de  la  villa  de  Varazze  y  los  que  salieron  de  las  dos  ar- 
madas, con  los  de  las  villas  comarcanas,  se  ajuntó  gran 
gente  francesa,  la  cual  sobrepujó  mucho  de  la  poca  que 
D.  Hugo  tenía,  por  lo  cual  fué  preso  D.  Hugo,  de 
Jurante,  corso,  capitán  de  corsos;  los  demás  sus  capi- 
tanes y  gente  fué  presa  y  algunos  muertos.  Los  capita- 
nes de  las  flotas  tornan  á  embarcar  su  gente,  creyendo 
poder  conquistar  el  armada  de  D.  Hugo,  mas  no  la 
pudieron  alcanzar.  Viendo  el  Marqués  de  Saluzzo,  go- 
bernador de  Savona,  principal  cabdillo  de  aquella  gen- 
te, que  D.  Hugo  estaba  en  prisión  en  poder  de  aque- 
llos capitanes,  lo  toma  y  lo  manda  en  Francia. 

El  Visorey,  con  los  otros  señores,  dieron  orden  de 
salir  de  Lodi  con  su  campo,  y  salieron  el  propio  dia,  á 
los  veinte  é  cuatro  de  EnerOy  con  determinada  voluntad 
de  dar  socorro  á  Pavía  ó  al  Rey  la  batalla. 

Era  un  campo  de  cinco  mil  españoles  y  catorce  mil 
alemanes  y  cuatro  mil  italianos  y  ochocientas  lanzas  y 
setecientos  caballos  ligeros,  del  cual  número  de  gente 
quedó  guarnición  en  la  cibdad  de  Lodi  y  de  Pandino 
y  de  Rebolta  y  Casal  de  Adda  y  otras  villas,  que  mun- 
cho  cumplia  guardar,  allí  vecinas,  por  causa  de  las  pro- 
visiones. Caminando  el  Visorey  con  su  campo  con  gran 
orden,  allega  á  Malegnano,  villa  á  diez  millas  de  Mi- 
lán, por  ver  si  los  franceses  que  en  Milán  estaban  de- 
jarian  á  Milán;  los  cuales,  no  haciendo  ninguna  mu- 
danza de  dejar  á  Milán,  se  fué  sobre  Sant  Angiolo,  por- 
que muncho  convenia  tomallo,  porque  de  allí  podian 
quitar  las  vituallas  que  iban  de  Lodi  al  campo.  Sabien- 
do el  Rey  quel  Visorey  con  su  campo  iba  sobre  Sant 


(1525)  —  i'4  — 

Angiolo,  envía  á  mandar  á  sus  coroneles  y  capitanes 
que,  por  cosa  alguna,  no  se  rindiesen,  quél  les  daba 
su  fe  y  palabra  de  dalles  socorro. 

Siendo  llegado  el  Visorey  y  habiendo  cercado  la  villa 
y  no  habérsele  querido  rindir  por  ninguna  de  las  veces 
que  las  trompetas  habian  ido  á  pedir  la  villa,  manda 
que  se  hiciesen  todas  las  cosas  que  convenian.-para  es- 
punar  la  tierra,  y  se  da  orden  que  Hernando  de  Alar- 
con ,  con  la  caballería  é  una  parte  de  la  infantería  espa- 
ñola estuviese  en  un  paso  y  camino  por  donde  se  sos- 
pechaba que  vendria  el  socorro  de  los  franceses.  Como 
fué  noche,  deshacen  los  reparos  y  se  plantan  las  bate- 
rías; y  siendo  el  dia  siguiente,  muy  de  mañana,  se  co- 
mienzan a  batir  los  muros  de  la  villa  y  se  dan  dos  ba- 
terías, las  cuales  se  dieron  muy  alto,  que  no  bastaban 
escalas  á  alcanzar  á  ellas.  Se  dio  una  batalla  sin  orden 
del  Marqués  de  Pescara,  é  no  se  entró  en  la  villa;  en 
ella  se  mataron  é  hirieron  muchos  soldados ,  mas  á  la 
segunda  batalla  que  se  dio  con  orden  del  Marqués  de 
Pescara,  se  entró  en  la  villa.  Las  primeras  personas  que 
entraron  por  las  baterías  fué  el  Marqués  de  Pescara  y 
el  capitán  Quesada.  Se  mataron  muchos  soldados  de  los 
de  dentro,  yendo  en  su  persecución  hasta  el  castillo;  los 
demás  se  retiraron  al  castillo  y  se  rindieron  al  Marqués 
de  Pescara,  con  pacto  de  dejar  las  armas,  caballos  y 
banderas,  con  los  demás  impedimentos,  y  que  pasasen 
el  rio  de  Adda  y  que  en  un  mes  no  pudiesen  servir  al 
Rey  de  Francia,  tomando  en  siguridad  á  todos  los  ca- 
pitanes. Sabiendo  el  Rey  la  toma  de  Sant  Angiolo, 
donde  habia  perdido  ochocientos  infantes  é  docientos 
caballos  ligeros,  con  sus  coroneles  Juan  de  Virago  y  su 


—   115  —  (1525) 

principal  cabdillo  Pirro  de  Gonzaga,  la  cual  cosa  sin- 
tió mucho  el  Rey  é  fué  gran  desmayo  para  su  ejérci- 
to; esta  tomada  fué  á  los  veinte  é  nueve  de  Enero ^  un 
domingo,  casi  al  mediodía.  El  dia  siguiente,  lunes,  el 
Visorey  manda  meter  su  guarnición  de  infantería  ita- 
liana y  caballos  ligeros,  y  como  la  villa  fué  bien  pro- 
veída, camina  con  su  campo  la  vuelta  de  Pavía,  yendo 
todos  á  punto  de  batalla.  Viendo  el  Rey  de  Francia 
quel  campo  cesáreo  iba  la  vuelta  de  Pavía,  creyendo 
que  el  campo  le  iría  á  buscar,  manda  ajuntar  su  gente 
y  manda  fortificar  sus  fuertes,  así  contra  de  la  ciudad 
de  Pavía,  como  por  do  pensaba  que  había  de  venir  el 
campo  de  los  españoles,  por  ser  aquél  el  más  cómodo 
lugar  por  donde  se  podía  dar  el  socorro  á  la  cibdad, 
que  hace  á  modo  de  un  valle ,  por  do  pasa  el  rio  Ver- 
nácula. Pues  como  el  Visorey  con  su  campo  fuese  lle- 
gado vecino  á  la  cibdad,  face  su  asiento  vecino  á  la 
cibdad  y  á  San  Lázaro,  que  era  una  pequeña  iglesia 
que  tenían  Jos  franceses.  Luego  se  hacen  los  reparos 
contra  el  campo  de  los  franceses,  y  tan  vecinos  de  los 
reparos  é  bestiones  de  los  franceses,  que  un  arcabuz 
arcabuzaba  de  los  unos  á  los  otros;  y  se  comenzaron 
entre  los  dos  ejércitos  muy  grandes  escaramuzas,  en  las 
cuales  los  españoles  Jes  conocían  [sacaban]  mucha  ven- 
taja, y  tanta,  que  contició  entrar  en  el  campo  de  los 
franceses  hasta  dentro  del  parco,  de  donde  les  sacaron 
Jas  provisiones  que  tenían  para  su  comer. 

Un  dia  entró  eJ  capitán  Santa  Cruz  (que  era  capitán 
de  arcabucería  española)  con  su  compañía  dentro  del 
parco,  por  un  portillo  que  en  él  estaba  fecho  en  la  mu- 
ralla, y  tomó  una  casa  donde  estaban  unos  hombres 

% 


(1525)  —  u6  — 

darmas  franceses;  é  allí  se  trabó  una  tal  escaramuza, 
que  fue  menester  á  los  franceses  venir  en  escuadrón  y 
con  artillería,  para  poder  echar  á  Santa  Cruz  con  su 
compañía  fuera  de  la  casa  y  parco.  Viendo  el  Marqués 
de  Pescara  la  mucha  gente  que  iba  contra  Santa  Cruz, 
le  envia  á  mandar  que  se  retirase  con  su  compañía,  el 
cual  se  retiró  sin  ninguna  pérdida,  con  daño  de  france- 
ses. En  este  estado  estuvo  el  campo  dándoles  arma  y 
ordinarias  escaramuzas,  entre  las  cuales,  una  noche,  se 
le  dio  una  arma  y  escaramuza,  en  la  cual  los  franceses 
recibieron  gran  daño.  A  pocas  noches  el  Marqués  de 
Pescara  y  el  capitán  D.  Alonso  de  Córdoba,  yendo  re- 
conociendo las  guardas  de  su  campo  y  los  bestiones  de 
los  franceses,  demanda  á  una  centinela  de  los  suyos,  el 
cual  era  soldado  de  Villaturiel ,  si  habia  sentido  alguna 
novedad  en  el  campo  de  los  franceses,  el  cual  le  dice 
no  haber  sentido  cosa  ninguna.  Ansimismo  le  demanda 
si  sabía  en  qué  parte  estaba  la  centinela  francesa,  el 
cual  soldado  le  aseña  la  centinela  estar  echado  de  pechos 
en  su  bestión.  Como  el  Marqués  y  el  capitán  D.  Alon- 
so de  Córdoba  viesen  questa  centinela  francesa  no  se 
moviese  de  cómo  estaba,  se  allegan  á  ella  y  reconócenla 
estar  durmiendo,  y  muy  secretamente  la  toman,  y  asién- 
dola de  la  garganta,  porque  no  gritase,  sacándola  fuera 
de  los  bestiones,  le  demandan  el  nombre  '  que  su  cam- 
po tenían  aquella  noche.  Después  de  haber  dado  el 
nombre,  la  entregan  á  los  soldados  de  Villaturiel,  que 
eran  de  guardia,  de  la  cual  cosa  yo  quedé  casi  espanta- 
do, en  ver  la  ligereza  v  presteza  con  que  se  hizo  una 

'    Entiéndase  el  santo  v  señn. 


—   117  —  (1525) 

tan  ardua  cosa.  En  esto,  á  gran  priesa,  mandan  enca- 
misar todo  el  campo,  mandando  hacer  un  escuadrón 
despañoles  y  otro  de  alemanes,  y  questuviesen  fechos 
escuadrones  entre  los  dos  bestiones  que  los  campos  te- 
nían, y  que  D.  Alonso  de  Córdoba  fuese  con  una  parte 
de  la  arcabucería  á  dar  arma  á  los  franceses  por  mu- 
chas partes,  y  él  toma  consigo  hasta  mil  hombres  de 
la  infantería  española  y  algunos  capitanes  y  hombres 
de  cargo  de  ios  alemanes,  y  llegó  al  bestión  do  habia 
tomado  la  centinela,  y  da  en  la  guardia,  que  muy  si- 
gura  estaba,  y  entra  dentro  del  campo  y  mata  pasados 
de  quinientos  franceses,  entre  los  cuales  murió  mucha 
gente  novel.  Era  tan  grande  el  fervor  que  los  soldados 
llevaban,  buscando  por  las  tiendas  y  pabellones  la  per- 
sona del  Rey  de  Francia,  que  con  la  gran  priesa  que 
traían,  dejaban  de  herir  é  matar  munchos  de  aquellos 
musiures  y  caballeros ,  esperando  cada  uno  la  ventura 
de  tan  alta  presa;  pero  al  fin  poco  les  aprovechó,  por- 
que el  Rey  estaba  en  Mirabel,  bien  desviado  de  allí. 
Después  de  haber  fecho  este  estrago  é  haber  ganado 
nueve  piezas  de  artillería  gruesa  (la  cual  no  se  llevó 
por  no  llevar  aparejos  para  deshacer  los  fosos  é  bestio- 
nes que  delante  tenían) ,  oyendo  el  Visorey  y  los  otros 
señores  que  con  él  estaban ,  el  gran  remor  que  se  hacía 
en  el  campo  de  los  franceses,  manda  tocar  una  trom- 
peta, que  era  el  contraseño  entre  él  y  el  Marqués  de 
Pescara,  para  que  en  oyéndola  se  retirase.  Ansí  se  re- 
tiró el  Marqués,  con  la  gente  que  con  él  entró,  con 
mucha  vitoria  y  sin  ningún  daño  en  su  persona  é  gen- 
te. Viendo  el  Rey  las  cosas  que  el  ejército  cesáreo  hizo 
en  el  suyo,  manda  ajuntar  toda  su  gente,  quen  las  vi- 


^1525)  —   ii8  — 

lias  de  poca  importancia  tenía  repartida,  dejando  muy 
poca  gente  en  ellas  (sólo  por  tener  los  ánimos  de  los 
pópulos).  Ansimismo  vino  Juanin  de  Médicis,  con 
tres  mil  italianos  y  trecientos  caballos  que  tenía  por 
las  villas,  y  en  este  tiempo  desembarcaron  en  Savona 
dos  mil  infantes  italianos  que  venían  de  Marsella,  los 
cuales  venían  al  campo  del  Rey;  y  sabiéndolo  Gaspar 
del  Maino,  milanes  (el  cual  al  principio  de  la  guerra 
era  puesto  por  gobernador  de  Alejandría,  con  mil  é 
setecientos  hombres  de  guerra),  con  parte  de  su  gente 
lo  sale  á  esperar  al  paso  del  rio  Bormida,  adonde,  al 
pasar  del  agua  los  embiste,  matando  é  heriendo  en 
ellos,  y  va  en  su  persecución  hasta  Castelato,  que  hoy 
se  dice  el  Castelaco,  buena  tierra  del  Alijandrino,  en  la 
cual  se  entraron  todos  á  las  revueltas,  y  les  quitan  diez 
banderas  y  lo  rinde  á  buena  guerra,  quitándoles  las  ar- 
mas y  caballos,  y  detiniendo  dos  principales  capitanes, 
deja  ir  los  otros  á  su  voluntad. 

Conviene  á  saber  cómo  en  este  tiempo  Antonio  de 
Ley  va,  que  dentro  de  Pavía  estaba,  tuvo  mucha  nes- 
cesidad  de  pólvora,  y  con  un  cierto  contraseño  que  él 
hizo,  tirando  dos  piezas  de  artillería,  lo  hace  saber  al 
Visorey.  Viendo  el  Visorey  lo  que  por  Antonio  de  Ley- 
va  fué  fecho,  manda  llamar  á  Salamanca,  capitán  de 
caballos  ligeros,  y  le  manda  quél  y  los  suyos  cabalga- 
sen y  viniesen  á  sus  tiendas;  y  después  de  ser  venidos, 
manda  dar  á  cada  uno  dellos  un  cuero  de  pólvora,  y 
que  trabajase  dentralla  en  Pavía.  Este  capitán  hizo  lo 
que  por  el  Visorey  le  fué  mandado,  é  puniendo  todas 
sus  diligencias,  busca  modos  para  poder  entrar  en  Pa- 
vía; pero  no  pudo,  que  fué  tomado  de  lus  franceses. 


—  119  —  (1525) 

Viendo  el  Visorey  quel  capitán  Salamanca  con  los  su- 
yos se  habia  perdido  y  estaba  en  poder  de  los  france- 
ses,  manda  llamar  á  PVancisco  del  Arco,   capitán  de 
caballos  ligeros,  y  le  manda  lo  mesmo  que  á  Salaman- 
ca. Pues,  viendo  este  capitán  lo  que  por  el  Visorey  le 
fué  mandado  y  que  la  cosa  importaba,  toma  sus  zur- 
rones de  pólvora,  cada  uno  de  á  cincuenta  ó  sesenta 
libras,  y  sale  del  ejército  del  Visorey,  y  por  traveses  y 
lugares  muy  apartados  se  desvia  del  campo  del  Empe- 
rador y  del  campo  de  los  franceses,  hasta  tomar  el  ca- 
mino que  más  siguro  le  fuese  para  entrar  en  el  camino 
real  que  venía  de  IMilan  á  Pavía,  yendo,  como  perso- 
nas que  iban  seguras,  cantando,  quién  en  lengua  fran- 
cesa, quién  en  italiana,  quién  riendo  por  más  descui- 
dar las  guardas  francesas.  Entrado  que  fué  este  capitán 
en  el  campo  del  Rey,  con  la  escuridad  de  la  noche  no 
fué  conocido,  hasta  pasar  por  medio  de  la  guardia,  y 
camina  la  vuelta  de  Pavía.  Cuando  la  guardia  del  cam- 
po francés  reconoce  ser  españoles ,  toman  armas  para 
los  querer  tomar  ó  defender  la  entrada,  mas  no  pudie- 
ron, que  ya  este  capitán  é  los  suyos  iban  con  gran  fu- 
ria la  vuelta  de  la  puerta  de  la  cibdad,  haciendo  sus 
contraseños  y  mandando  que  les  abriesen  las  puertas, 
las  cuales  se  les  abrieron  con  muncha  priesa,  porque  la 
gente  francesa  no   les  diese  ningún  empacho.   Siendo 
este  capitán  con  toda  su  gente  dentro  de  Pavía,  se  pre- 
senta con  los  suyos  ante  de  Antonio  de  Ley  va,  é  le  da 
la  pólvora,  del  cual  fueron  muy  alegremente  rescibidos. 
Esto  fué  á  los  catorce  del  Febrero^  un  martes,  pasada 
la  media  noche.  De  todos  fué  alabado  este  atrevimien- 
to, del  cual  tuvo  el  Rey  gran  pesar,  y  movido  á  todo 


(1525)  —    120    — 

enojo,  mandó  á  un  su  tudesco  que  pasase  en  el  campo 
del  Emperador  y  de  su  parte  prometiese  munchas  mer- 
cedes á  los  alemanes,  para  que  se  pasasen  en  su  servi- 
cio. Este  tudesco  hizo  lo  que  por  el  Rey  le  fué  man- 
dado, y  entrando  en  el  campo  del  Emperador,  dijo  par- 
te de  su  intincion  á  algunos  de  los  alemanes,  prome- 
tiéndoles munchas  mercedes  de  parte  del  Rey ;  mas  los 
alemanes,  que  lealmente  servian  al  Emperador,  toman 
este  tudesco  y  lo  llevan  al  Visorey,  el  cual  lo  dexamina 
y  sabe  del  la  verdad,  y  lo  manda  hacer  cuatro  cuartos, 
los  cuales  se  pusieron  sobre  dos  árboles  muy  vecinos 
al  bestión  de  los  franceses,  porque  de  todos  fuesen 
vistos. 

Estas  y  otras  tales  cosas  pasaron  entre  los  dos  ejér- 
citos hasta  la  vigilia  de  Santo  Matías,  en  la  cual  vigi- 
lia, ya  tarde,  el  Marqués  de  Pescara  hizo  ajuntar  a. 
todos  los  capitanes,  y  les  manda  que  cada  uno  por  sí 
hiciesen  parlamentos  á  sus  soldados,  para  que  aquella 
noche  cada  uno  estuviese  apercibido  y  encamisado,  y 
que  fuese  tal  orden  entrellos,  que  aunque  franceses  lle- 
vasen el  bagaje,  que  por  eso  los  mozos  no  diesen  arma, 
ni  los  soldados  saliesen  del  escuadrón.  Ansí  ordenado, 
á  hora  de  la  media  noche,  el  campo  de  los  españoles 
comenzó  á  caminar  en  sus  escuadrones,  con  muy  buena 
orden,  la  vuelta  del  Parco,  que  estaba  cuanto  una  milla 
de  donde  tenía  su  asiento.  Llegados  al  Parco,  se  afir- 
maron los  escuadrones,  hasta  haber  roto  el  Parco  por 
dos  partes  los  que  llevaban  la  impresa  y  vaivenes,  que 
son  unos  maderos  que  son  cuanto  el  gordor  de  un  del- 
gado hombre,  con  unas  cuerdas,  de  do  se  asen  ocho  ó 
diez  hombres,  y  dan  en  el  muro  con  el  un  cabo  del  ma- 


—    121    —  (1525) 

dero,  el  cual  cabo  está  ferrado,  y  éste  sirve  para  una 
delgada  muralla,  tanto  y  más  que  artillería.  Este  Parco 
es  una  muralla  alta,  cuanto  dos  estados  de  un  hombre; 
es  toda  fabricada  de  ladrillo,  tiene  en  sí  una  gran  cam- 
paña, que  fué  fecha  por  los  antiguos  Duques  de  Mi- 
lán,  para  recriacion  de  sus  cazas.  Rota  que  fué  esta 
muralla  en  dos  partes,  cuanto  sesenta  pasos,  entró  el 
campo  de  los  españoles  en  la  campaña  del  Parco  á  la 
hora  de  prima,  cuando  el  sol  salia,  enderezando  los  es- 
cuadrones la  vuelta  de  Mirabel,  que  era  un  palacio  y 
aposento  del  Rey.  Viendo  franceses  que  el  campo  de 
los  españoles  era  entrado  en  el  Parco,  y  que  todos  lle- 
vaban camisas  sobre  las  armas,  yendo  á  punto  de  ba- 
talla, se  ponen  en  gran  defensa,  creyendo  de  defender 
la  tomada  del  palacio  con  su  gran  fuerza  de  artillería 
y  caballería,  y  del  gran  número  de  la  otra  gente  de 
guerra.  Mas,  con  la  ayuda  de  Dios  y  de  su  gloriosa 
Madre,  los  españoles  se  afirman  do  fué  su  voluntad  de 
hacer  los  escuadrones. 

Se  hicieron  dos  escuadrones,  uno  despañoles  y  otro 
de  alemanes;  el  escuadrón  de  los  italianos  quedaba  en 
retaguardia  con  el  artillería,  la  cual  perdieron  á  la  en- 
trada del  Parco,  y  no  quedó  casi  hombre  dellos,  por- 
que cargó  gran  caballería  y  esguízaros  sobre  ellos,  é 
ansí  se  perdió  toda  el  artillería  de  los  españoles ,  salvo 
dos  pequeñas  piezas  que  se  metieron  en  el  avanguar- 
dia,  con  las  cuales  se  tiraron  dos  tiros  á  los  escuadro- 
nes franceses,  y  también  fueron  perdidos.  « 

Fechos,  pues,  los  escuadrones,  unos  despañoles  y 
otros  de  alemanes,  y  otro  de  la  gente  darmas,  estaba  el 
escuadrón  de  los  alemanes  al  lado  s'niestro  de  los  espa^ 


(1525)  —    122    — 

ñolcs;  al  otro  lado  de  los  alemanes  estaba  el  Visorey  y 
los  otros  señores,  con  la  gente  darmas;  los  caballos  li- 
geros, con  su  coronel  Enzor,  estaba  á  la  mano  diestra 
del  escuadrón  de  los  españoles.  Estando,  pues,  ansí  los 
escuadrones,  la  infantería  tendida  en  el  suelo,  por  el 
gran  daño  que  la  artillería  francesa  hacia  en  ella,  é  no 
menos  antes  mayor  la  hacia  en  la  caballería,  por  lo  cual 
los  alemanes  se  quejaban  de  morir  tan  sin  provecho,  y 
por  lo  cual  su  coronel,  Jorge  de  Freundsperg,  pasa 
por  medio  del  escuadrón ,  diciéndoles  que  los  españoles 
eran  deliberados  de  morir  dos  mil  muertes  antes  que 
perder  ningún  punto  de  la  honra  ganada ,  é  que  ansi- 
mismo  confiaba  quellos  harían;  por  lo  cual  todos  alzan 
sus  manos,  diciendo  quellos  harían  lo  mismo,  y  todos, 
fincados  de  rodillas,  metiendo  y  sacando  sus  espadas  en 
las  cintas  cuanto  un  palmo  por  las  reconoscer,  cada  uno 
por  sí  tomaba  un  puñado  de  tierra  con  su  propia  mano 
y  lo  echaba  atrás  de  sus  espaldas,  dando  á  entender 
de  ganar  honra  ó  quedar  fechos  tierra  en  el  propio  lu- 
gar. A  todo  esto  el  Marqués  de  Pescara  mandó  al  ca- 
pitán D.  Alonso  de  Córdoba  y  al  capitán  Rodrigo  de 
Ripalda,  que  tomasen  docientos  arcabuceros  y  fuesen 
á  estar  en  guardia  y  defensa  de  la  caballería;  los  cuales 
obedecen  su  mandado,  y  tomando  sus  docientos  arca- 
buces y  se  meten  en  el  escuadrón  de  la  gente  darmas;  y 
el  Marqués,  con  su  sobrino  el  Marqués  del  Vasto,  va 
por  el  campo  reconociendo  la  pujanza  de  los  franceses. 
Y  viendo  que  Antonio  de  Ley  va  era  salido  fuera  de  Pa- 
vía con  su  gente,  fecho  escuadrón  á  una  puerta  de  la 
cibdad,  cerca  del  castillo,  y  viendo  el  gran  daño  que 
hacia  en  su  campo  el  artillería  francesa,  va  á  hablar  al 


—  í23  —  (1525) 

escuadrón  de  la  infantería  española,  la  cual  halló  nuiy 
deseosa  de  venir  á  las  manos  de  los  franceses,  por  el 
gran  daño  que  de  la  artillería  rescibia;  y  conociendo 
que  en  cada  uno  de  ellos  para  todo  le  sobraba  ánimo, 
manda  avisar  al  Visorey  y  á  los  otros  caballeros,  que 
estaban  con  la  gente  darmas ,  que  afrontasen  con  los 
franceses.  Ansimismo  mandó  al  Marqués  del  Vasto 
que  tomase  seis  banderas  de  infantería  española  y  otras 
seis  de  alemanes,  y  como  se  comenzase  la  batalla,  fue- 
se á  tomar  el  palacio  de  Mirabel;  y  así  lo  hizo,  que 
como  se  comenzó  la  batalla,  fué  y  lo  tomó.  Dada,  pues, 
esta  orden  al  Visorey  y  á  los  otros  señores ,  manda  á 
los  atambores  que  tocasen  arma  para  que  afrontasen 
con  los  franceses ,  y  ansí  se  fueron  los  unos  contra  los 
otros ,  con  ánimos  tan  determinados ,  como  si  fuesen  leo- 
nes; y  que  con  gran  saña  é  furia  fuesen  los  unos  á  los 
otros,  pospuesto  el  temor  de  las  vidas,  y  en  sus  propias 
manos  puniendo  todo  el  remedio  de  la  honra.  Ansí, 
juntamente  el  escuadrón  de  los  españoles  y  el  de  los 
alemanes,  arremetieron  contra  el  escuadrón  de  los  fran- 
ceses. Yendo  el  escuadrón  de  los  alemanes  contra  un 
escuadrón  de  los  esguízaros,  que  venía  contra  el  escua- 
drón de  los  alemanes,  y  mostrando  los  españoles  de  ir 
contra  de  los  otros  escuadrones,  con  mucha  astucia 
vuelven  sobre  la  mano  siniestra  y  fieren  por  un  costado 
del  escuadrón  de  los  esguízaros,  de  manera  que  muy 
fácilmente  los  pudieron  romper  á  ellos  y  á  los  otros 
escuadrones  que  con  ellos  vinieron  á  afrontar.  Cuando 
los  españoles  arremetieron  juntamente  con  los  alema- 
nes, salieron  del  escuadrón  de  los  españoles  hasta  tre- 
cientos hombres,  los  cuales  fueron  contra  del  artillería 


(1525)  —   124  — 

de  los  franceses  ( la  cual  tenía  en  guardia  musiur  de 
Alcnzon ,  con  docientas  lanzas  y  cuatro  mil  infantes); 
los  cuales  trecientos  españoles  iban  derramados  por  los 
tiros  de  artillería  y  por  los  docientos  hombres  darmas, 
y  ansí  salieron  algunos  hombres  darmas  á  los  querer 
alcanzar.  Mas  por  ir  tan  derramados  no  podian,  y  antes 
estos  trecientos  hombres  mataban  y  ferian  á  los  hom- 
bres darmas.  Y  ansí,  estos  trecientos  hombres,  llegan 
al  artillería  matando  é  hiriendo  á  los  artilleros  y  á  los 
que  se  la  defendian,  y  comienzan  de  dejarretar  los  ca- 
ballos que  estaban  asidos  á  algunas  piezas,  las  cuales 
musiur  de  Alenzon  manda  pasar  un  foso  de  agua,  que 
allí  vecino  estaba,  é  que  pusiesen  la  artillería  en  un 
pequeño  alto  que  en  pasando  el  agua  estaba,  por  me- 
jor señorear  el  campo  de  los  españoles.  Pero  como  los 
caballos  del  artillería  fuesen  dejarretados,  no  pudién- 
dose mover  el  artillería,  la  señorean  los  españoles,  y  de 
toda  la  artillería  é  caballos  hacen  bestiones  y  reparos  con- 
tra los  hombres  darmas  y  la  muncha  arcabucería  que  se 
desmandó  del  escuadrón  á  la  querer  cobrar.  Viendo  mu- 
siur de  Alenzon  que  por  ningún  acometimiento  pudo 
echar  los  trecientos  españoles  del  artillería,  y  viendo  el 
escuadrón  de  los  esguízaros  roto  con  la  otra  infantería, 
y  quel  Visorey  y  los  otros  señores  hacían  tan  gran  daño 
con  su  caballería  á  la  caballería  francesa,  y  quel  capi- 
tán D.  Alonso  de  Córdoba  y  el  capitán  Rodrigo  de 
Ripalda,  con  los  docientos  arcabuceros  españoles  esta- 
ban en  guardia  de  la  gente  darmas  española  [ques  cosa 
de  no  creer  el  gran  daño  que  los  franceses  rescibieron, 
pues  lo  que  la  infantería  hizo,  en  espicial  la  arcabuce- 
ría, quiero  callar,  porque  no  bastaría  mi  pluma  dcci- 


—  125  —  (1525) 

lio],  ansí  pues,  viendo  esta  pérdida,  manda  retirar  su 
caballería  y  escuadrón  de  los  cuatro  mil  infantes,  que- 
dando él  con  las  docientas  lanzas  en  retaguardia  de  sus 
cuatro  mil  hombres.  Mas  estos  trecientos  españoles  que 
habian  ganado  el  artillería,  iban  haciendo  gran  daño  en 
la  gente  darmas  con  su  arcabucería,  y  aunque  hacian 
muchos  acometimientos  de  querer  volver  contra  dellos, 
no  les  podian  volver  el  ánimo.  Lo  que  los  trecientos 
españoles  hicieron,  yo  lo  podia  decir,  que  de  todo  fui 
testigo  de  vista,  por  me  fallar  entrellos. 

En  esto  sobrevino  más  caballería  y  arcabucería  es- 
pañola á  tan  gran  priesa,  é  tan  sobre  musiur  de  Alen- 
zon,  que  le  fué  forzado,  de  propio,  romper  á  su  escua- 
drón con  los  docientos  hombres  darmas,  para  salir  fu- 
yendo  por  un  portillo  que  estaba  en  el  muro  del  Parco, 
y  salió  al  camino  que  iba  á  Milán.  Como  el  portillo 
fuese  estrecho  é  la  multitud  de  la  gente  que  fuia  fuese 
mucha,  no  podian  salir,  é  ansí  se  mató  tanto  número 
de  ellos,  ques  compasión  contar  la  crueldad  de  tanta 
sangre  derramada.  Ansí  dejaron  el  artillería  que  allí 
junta  estaba  con  otras  piezas  que  se  fallaron  en  los  bes- 
tiones, que  por  todas  pasaban  de  cuarenta  piezas.  Fi- 
nalmente se  salvó  musiur  de  Alenzon,  con  muncha 
parte  de  su  gente  darmas,  y  va  á  Milán,  creyendo  de 
fallar  allí  á  Teodoro  Tribulzzi,  con  la  gente  que  en 
guardia  de  Milán  tenía:  mas  Teodoro  Tribulzzi,  sa- 
biendo la  rota  y  prisión  del  Rey,  se  salió  de  Milán  con 
su  gente  é  ídose  á  Monza,  donde  lo  fué  á  alcanzar 
musiur  de  Alenzon;  los  cuales  todos  con  su  gente  pa- 
saron en  Francia. 

Tornando,  pues,  á  la  batalla:  como  de  la  una  parte 


(I525J  —    126  — 

V  de  la  otra  anduviese  tan  trabada,  que  no  se  podian 
ver  los  unos  á  los  otros  (tanto  era  el  humo  que  de  sí 
echaban  los  arcabuceros  y  el  gran  polvo  que  andaba), 
cuando  la  batalla  se  comenzó  el  Rey  de  PVancia  estaba 
en  medio  de  su  gente  darmas  y  con  ánimo  y  esfuerzo 
de  un  alto  Rey,  é  se  puso  en  medio  de  la  batalla,  é  fizo 
hazañas  de  un  sañoso  león,  é  corriendo  á  todas  partes, 
do  más  convenia,  le  matan  tres  caballos,  pero  al  fin, 
mirando  por  todas  partes  la  gran  robina  de  su  campo, 
é  viéndole  ansí  desbaratado  sin  podelle  dar  remedio  al- 
guno, puso  las  piernas  á  su  caballo  tácia  un  portillo 
que  estaba  en  el  muro  del  Parco,  el  cual  salia  al  camino 
que  iba  á  Milán,  y  en  el  cual  portillo  falló  á  Quesada, 
capitán  de  arcabucería  española  que,  con  el  grande  es 
cuecimiento  que  tenía  su  arcabuz,  no  pudiendo  más 
tirar  con  él,  dalo  á  un  su  paje,  y  él  toma  un  ginoton 
ó  vero  lanzon,  y  como  el  Rey  quisiese  salir  por  el  por- 
tillo, el  capitán  Ouesada  se  puso  á  defendelle  la  salida, 
donde,  porfiando  el  uno  con  el  otro,  finalmente  el  ca- 
pitán le  defendió  la  salida.  Viendo  el  Rey  que  no  po- 
día salir  por  allí,  tórnase  á  ver  si  podia  salvarse  por 
otra  parte.  A  esta  vuelta  que  el  Rey  daba,  llegaron  á 
él  Diego  de  Ávila  y  Juanes  y  Sandoval  y  un  infante 
llamado  Córdoba;  y  este  infante  se  estimó  haberle  to- 
mado el  San  Miguel,  ques  un  joyel  que  traen  los  re- 
yes de  Francia,  como  el  Emperador  el  tusón.  Diego 
de  Ávila  é  Juanes  hobieron  las  manoplas  y  estoque  é 
yelmo. 

Aquí  le  demandó  Juanes  la  persona  de  D.  Hugo, 
sin  ninguna  lision  ni  daño  de  su  persona,  é  el  Rey  se 
lo  prometió,  y  le  daba  un  rico  anillo  que  traia  en  la 


—  127  —  (1525) 

mano,  en  señal.  Ansí  fué  preso  este  alto  Rey  y  el  Prín- 
cipe de  Navarra. 

Un  hijo  del  Rey  de  Escocia,  fuyendo  de  la  batalla, 
fué  aportar  aquella  noche  á  una  casa  de  unos  villanos 
de  una  villa  del  ducado  de  Milán,  los  cuales,  sabiendo 
quién  fuese,  le  matan,  y  pensando  haber  fecho  mucho 
servicio  al  Duque  de  Milán,  su  señor,  se  lo  hacen  sa- 
ber cómo  lo  habian  muerto,  y  le  demandan  mercedes; 
las  cuales,  el  Duque  de  Milán,  les  hizo  muy  cumplida- 
mente, mandando  aforcar  á  todos  aquellos  que  en  esta 
muerte  se  hallaron. 


MEMORIA    DE    LOS    SEÑORES    QUE     FUERON    PRESOS 
EN     ESTA     BATALLA     '. 

Francisco  de  Angulema,  Rey  de  Francia;  el  Prín- 
cipe de  Navarra,  musiur  el  gran  Maestre,  musiur  de 
Foix,  musiur  de  Saint-Paul  (hermano  del  Duque  de 
Vendóme),  musiur  de  Aubigni,  musiur  de  Talemond, 
musiur  de  Montmorency  y  un  su  hermano,  musiur  de 
Brion,  musiur  Guillermo  del  Silans,  musiur  el  gober- 
nador de  Limosin,  musiur  de  Bonneval  y  un  su  her- 
mano, musiur  de  Bonpenser,  musiur  de  Bayardo,  mu- 
siur de  Bigornia,  musiur  de  Clarancia  y  un  hermano,  un 
hijo  del  gran  Canciller  de  Francia,  musiur  de  Vendy, 
musiur  Délas,  musiur  de  Clamancia  de  corte,  musiur 
Demay,  musiur  de  Mansvera,  musiur  de  Memoran, 
musiur  de  Samaximino  y  su  lugarteniente,  musiur  Ela- 
guidon,  musiur  Visconde,  musiur  de  Chacamente,  mu- 

^   Véase  el  Apéndice. 


(1525)  —   128  — 

siur  de  Baerrcs,  nuisiiir  Francés;  estos  fueron  los  gran- 
des señores  franceses  que  fueron  presos  en  esta  batalla. 
De  los  italianos  fueron  en  prisión  Fadrico  de  Bozzoli, 
el  Conde  Endibico  de  Beljoyoso,  y  un  hermano  del 
Marqués  de  Saluza. 

MEMORIA     DE    LOS    SEÑORES    QUE    MURIERON 
EN     ESTA     BATALLA     ". 

Guillermo  Fronferio  (general  Bonnivet),  grande  al- 
mirante de  Francia;  musiur  de  Lescu,  Jacobo  Gavan- 
co,  Marechal  Endivico  Tremelio,  gobernador  de  la 
Borgoñia,  musiur  el  gran  Bastardo  (de  Saboya,  gran 
Maestre  de  Francia),  musiur  Docendal,  musiur  de  Le- 
tenia,  musiur  de  la  Tremouille,  musiur  el  Cenescalco 
de  le  Mandrion,  musiur  de  la  Paliza,  musiur  Endivi- 
co, Conde  de  Suforte,  y  otros  señores  y  caballeros, 
que  por  excusar  prolijidad  no  pongo  especificados  sus 
nombres;  de  los  italianos  murieron  Galeazo  Sanseveri- 
no,  grande  escudero,  con  otros  más  de  veinte  nobles 
de  su  nación. 

De  la  gente  común  que  murió  en  esta  batalla  de  to- 
das las  naciones  que  servían  al  Rey  de  PVancia,  cuando 
afrontaron  los  escuadrones  los  unos  con  los  otros,  hasta 
catorce  mili  hombres,  sin  los  que  se  mataron  en  el  al- 
cance, siendo  fuyendo  á  pasar  una  puente  de  barcas, 
que  tenian  tres  millas  más  arriba  de  Pavía.  De  la  cual 
puente,  Pedro  de  Guevara,  coronel  de  los  españoles, 
habia  mandado  quitar  tres  barcas,  por  poder  salvar  cier- 

'   Véase  el  Apéndice. 


—  129  —  (1525) 

tas  piezas  de  artillería  qucl  tenía  en  el  burgo  de  Pavía, 
la  cual  salvó,  con  los  españoles  y  con  alguna  otra  gente 
que  con  él  se  favoresció.  Esta  es  la  primera  artillería 
que  me  acuerdo,  antes  ni  después,  haber  vuelto  fran- 
ceses en  Francia.  Aquí  en  esta  puente  murieron  pasa- 
dos de  tres  mil  hombres;  á  unos  mataban,  y  otros, 
por  salvar  las  vidas ,  las  perdían  echándose  á  pasar  el 
Ticino,  donde  se  afogaban;  pero  todavía  se  salvaban 
algunos,  y  los  que  se  desmandaban  del  campo  de  los 
españoles  los  iban  esecutando  hasta  los  montes  de 
Francia. 

Del  ejército  de  Su  Majestad  murió  el  Marqués  de 
Civita  de  Sant  Ansíelo,  y  de  todo  común  estado  mu- 
rieron hasta  dos  mil  hombres.  Desta  batalla  salió  fe- 
rido  de  tres  peligrosas  feridas  el  Marqués  de  Pesca- 
ra. Esta  batalla  fué  á  los  veinte  é  cuatro  de  Febrero^  día 
del  glorioso  apóstol  Sancto  Matías,  un  viernes  al  me- 
diodía; fué  año  de  jubileo  en  Roma. 

Después  de  haber  habido  esta  felicísima  vitoria,  que 
del  Parco  podemos  decir,  el  Visorey  y  los  otros  seño- 
res se  alojan  en  el  palacio  de  Mirabel ,  y  en  los  pabe- 
llones ó  tiendas  que  en  torno  del  estaban ;  luego  el  Vi- 
sorey y  los  otros  señores,  mandan  enterrar  los  muertos 
que  en  el  campo  habían. 


Conviene  á  saber  de  cómo  Juanin  Stuart,  Duque  de 
Albania,  fué  á  revoltar  el  reino  de  Ñapóles,  como  ar- 
riba dije,  por  las  letras  y  ruegos  del  Papa;  el  cual  Du- 
que llevó  consigo  seiscientos  hombres  darmas,  quinien- 
tos caballos  ligeros,  cinco  mil  italianos  y  tres  mil  gas- 


(1525)  —  '30  — 

cones;  é  caminando  por  sus  jornadas  fue  á  pasar  el  rio 
Tíber,  por  una  puente  de  barcas  quél  mandó  facer  ve- 
cino á  la  villa  de  Fiano,  á  veinte  millas  de  Roma;  y  de 
aqui  va  á  Castiinuovo,  villa  á  doce  millas  de  Roma, 
donde  deja  su  gente  y  se  va  á  Roma  á  se  fablar  con  el 
Papa  y  á  dar  orden  de  facer  más  gente  en  Roma  y  en 
sus  tierras;  y  en  nombre  del  Rey  de  Francia  face  fasta 
ocho  mil  hombres. 

Viendo  el  Duque  de  Sessa  ',  que  en  Roma  estaba 
por  orador  del  Emperador,  la  gente  que  el  Duque  de 
Albania  habia  llevado  de  Lombardía,  y  más,  laque 
habia  en  Roma,  ansimismo,  demanda  licencia  al  Papa 
para  que  pudiese  hacer  gente  en  Roma,  la  cual  les  fué 
dada  á  todos  dos  Duques.  Mandan  echar  sus  bandos 
por  las  calles  de  Roma,  haciendo  gente  en  nombre  de 
sus  señores.  La  casa  Colona  favorescia  las  cosas  del 
Emperador;  de  la  cual  casa  Colona  fué  nombrado  por 
general  de  la  gente  que  seguía  las  banderas  del  Empe- 
rador á  Stéfano  Colona,  el  cual  fué  con  cinco  mil  hom- 
bres de  todas  naciones  á  Marino,  que  es  una  buena 
tierra  de  coloneses,  la  cual  está  doce  millas  de  Roma. 

Ansimismo  salió  el  Duque  de  Albania  de  Roma  con 
su  gente,  la  cual  era  ocho  mil  hombres,  yéndose  á  jun- 
tar con  los  que  habia  llevado  de  Lombardía  (todo  esto 
con  mucho  favor  de  los  Ursinos,  que  favorescian  las 
banderas  francesas),  acompañándole  el  abad  Jalfa,  que 
era  uno  de  los  más  principales  de  la  casa  Ursina.  Fué 
forzado  al  Duque  de  Albania  pasar  con  su  gente  ve- 

'  Don  Luis  Hernández  de  Córdoba,  padre  de  D.  Gonzalo,  á 
quien  Cereceda  dedicó  este  Tratado. 


—  13'  —  (1525) 

ciño  á  Marino,  donde  estaba  Stéfano  Colona  con  su 
gente;  el  cual  salió  contra  del  Duque  de  Albania  y  de 
su  gente,  donde,  en  una  muy  rasa  campaña,  se  traba- 
ron los  unos  con  los  otros  en  una  muy  trabada  escara- 
muza, en  la  cual  el  Duque  de  Albania,  con  su  gente, 
perdió  la  campaña,  volviendo  fuyendo  á  Roma.  Yendo 
en  su  persecución  Stéfano  Colona  con  su  gente  alan- 
ceando en  ellos,  junto  de  San  Pablo,  hobieron  los  fran- 
ceses mal  encuentro,  por  habelles  salido  al  encontró 
Camilo  Ursino,  que  era  un  principal  romano.  Los  fran- 
ceses que  de  aquí  escaparon  entran  fuyendo  por  Roma; 
mas  Stéfano  Colona  y  su  gente  no  cejaban  de  alancear 
en  ellos.  Pasando  junto  al  palacio  del  Cardenal  Pompeo 
Colona,  este  Cardenal,  con  su  gente,  sale  juntamente 
con  Stéfano  Colona  en  secucion  de  los  enemigos,  hasta 
metellos  en  la  iglesia  de  San  Pedro  y  palacio  Sacro, 
donde  fueron  casi  todos  muertos.  Fuéle  fuerza  al  Du- 
que de  Albania  muy  secretamente  tomar  postas  para 
poder  salir  de  Roma,  y  va  á  Civita-Vechia,  que  es  un 
puerto  de  mar  á  cuarenta  millas  de  Roma,  al  cual  puer- 
to vino  Andrea  Doria  con  sus  galeras  á  tomar  al  Du- 
que de  Albania,  con  algunos  de  sus  principales,  que 
con  él  se  pudieron  salvar. 

Esta  rota  del  Duque  de  Albania  y  su  gentQ  fué  en  el 
fin  del  Febrero,  Ya  en  Roma  se  sabía  la  presa  del  Rey 
y  desbarato  de  su  campo. 

Viendo  los  capitanes  y  los  otros  caballeros  que  el 
Duque  de  Albania  habia  llegado  á  Lombardía,  y  que 
el  Duque  con  la  gente  que  habia  sacado  de  Roma  era 
roto,  y  que  ellos  no  tenían  ánimo  de  salir  con  la  em- 
presa á  que  iban,  y  también  por  estar  afligido  el  Papa, 


(1525)  -   «32  - 

por  saber  la  prisión  del  Rey,  y  porque  todo  lo  subce- 
dido  no  les  darla  favor,  determinan  de  volverse  en 
Lombardia,  con  los  cuales  se  unió  el  Duque  de  Alba- 
nia, y  los  guia  la  vuelta  de  Alejandría  della  Paglia,  en 
la  cual  estaba  Gaspar  del  Maino,  milanes,  con  tres  com- 
pañías de  infantería  italiana.  El  cual,  viendo  al  Duque 
de  Albania  y  á  su  gente,  que  venían  por  Bormida,  que 
es  un  rio  á  dos  millas  de  Alejandría,  conosciendo  las 
banderas  francesas,  y  no  sabiendo  lo  qtie  estos  france- 
ses quisiesen  facer,  este  gobernador  é  capitanes,  con  su 
gente,  salen  contra  dellos  y  se  ponen  muy  secretos  en 
una  celada,  hasta  haber  visto  ser  pasada  la  mitad ,  y  dan 
en  ella,  y  ansimismo  pasan  el  rio  Bormida  en  persecu- 
ción de  la  otra  mitad;  donde  totalmente  á  todos  los 
rompieron,  matando  é  hiriendo.  El  que  mejor  librar 
pudo  dellos,  fué  ir  desbalijado. 

Por  cierto  que  muy  engañado  se  falló  el  Rey  de 
Francia  en  dos  cosas :  la  una  en  no  haber  querido  to- 
mar el  consejo  del  Papa,  que  fué  que  rehusase  la  ba- 
talla cuanto  más  pudiese;  y  la  otra  su  pensamiento, 
quel  ejército  del  Emperador,  por  haber  alguna  falta  de 

pagas ':  en  esto  estaba  muy  engañado,  porque  con 

pagas  ó  sin  ellas,  los  españoles  estaban  á  toda  obedien- 
cia de  sus  ministros,  é  no  solamente  esto,  mas  de  sus 
propios  dineros  y  joyas  de  oro  daban  á  los  ministros 
para  que  diesen  socorro  á  los  alemanes  y  á  las  otras 
naciones. 

Agora  volvamos  á  decir  cómo  el.Visorey  y  los  otros 
señores  y  campo  se  alojaron  en  Mirabel  y  las  tiendas  é 

'   Súplese  —  no  se  batiría. 


—  '33  —  (1525) 

pabellones  quen  torno  estaban ;  los  cuales  en  esto  es- 
criben sus  letras  al  Emperador,  sobre  la  Vitoria  recibi- 
da, y  han  su  consejo  sobre  la  determinación  de  la  perso- 
na del  Rey,  que  acordaron  de  llevallo  á  la  villa  de  Pizzi- 
ghettone,  dando  el  gobierno  é  guarda  de  su  persona  á 
Hernando  de  Alarcon;  y  ansimismo  mandan  que  las 
personas  del  Príncipe  de  Navarra  y  musiur  de  Sant 
Paul  se  metiesen  en  el  castillo  de  Pavía,  y  que  el  ca- 
pitán Onofre  del  Monte,  con  su  compañía,  los  tuvie- 
sen en  guardia.  Los  cuales  (dos  prisioneros)  se  solta- 
ron á  los  catorce  de  Diciembre ^  un  jueves,  noche,  des- 
colgándose por  unas  cuerdas,  y  van  en  Francia. 

Sabido  por  el  Emperador  esta  felicísima  vitoria  y 
presa  del  Rey,  manda  que  en  toda  España  se  hiciesen 
grandes  procesiones,  dando  gracias  al  Poderoso  Señor, 
porque  sólo  en  él  están  las  vitorias,  teniendo  en  sí  que 
serian  fenescidas  las  guerras  en  Italia,  proponiéndose 
la  paz  y  sosiego  de  la  cripstiandad.  Ansí  manda  sus 
letras  al  Visorey  y  á  los  grandes  de  su  ejército,  por  las 
cuales  les  encargaba  que  tuviesen  la  persona  del  Rey 
en  aquel  grado  que  se  debia  tener  un  tan  alto  Rey,  y 
lo  convirtiesen  á  la  paz  é  sosiego  de  la  cripstiandad,  é 
se  lo  llevasen  en  España. 

Como  el  Visorey  hobiese  suplicado  al  Rey  que  man- 
dase sus  letras  á  la  madre  é  Reina  de  Francia  para  que 
tuviese  por  bien  mandar  dejar  pasar  por  Francia  las  pos- 
tas y  contrapostas  que  fuesen  y  viniesen  de  Su  Majes- 
tad, en  breves  dias  viene  la  respuesta  del  Emperador,  y 
da  las  letras  á  los  ministros  del  ejército  que  en  Pizzi- 
ghetone  estaban,  con  la  persona  del  Rey.  Y  como  la 
gente  del  ejército  quiso  ser  pagada,  se  alojó  parte  della 


(«525)  -  '34  — 

en  el  Placentina  (Placenza)  ,  Parmesano  (Parma)  y  Re- 
zano  (Reggio),  por  facer  que  el  Papa  y  Alfoneo  de 
Este,  duque  de  Ferrara,  diesen  moneda  para  ayuda  de 
las  pagas  del  ejército;  por  lo  cual,  el  Papa  pagó  ciento 
é  veinte  mil  florines  de  oro,  y  el  Duque  de  Ferrara 
pagó  cuarenta  mil  florines  de  oro;  y  venecianos,  por 
no  ser  tenidos  en  lugar  de  enemigos,  prometieron  ocho- 
cientas libras  de  oro.  La  cual  cosa  el  Visorey  dilató, 
creyendo  de  sacar  más  suma  de  dineros  de  los  venecia- 
nos al  tiempo  de  los  acetar.  Viendo  venecianos  la  de- 
claración del  V^isorey,  mudan  de  propósito  hasta  que 
de  nuevo  se  hiciese  liga  y  el  Emperador  le  diese  su  fee. 

En  este  mismo  tiempo,  pocos  dias  habia  que  Su  Ma- 
jestad habia  mandado  gran  suma  de  dineros  a  merca- 
deres ginoveses,  para  que  correspondiesen  con  ellos  á 
los  ministros  de  su  ejército.  Cogida  esta  moneda,  el 
ejército  se  fué  alojar  al  condado  de  Aosta,  y  en  lo  Sa- 
boyano  y  Marquesado  de  Saluzzo. 

Pues  como  el  Visorey  confortase  al  Rey  en  las  cosas 
de  la  paz,  y  el  Rey  tuviese  tan  entera  fe  en  la  gran  no- 
bleza del  Emperador ,  como  tan  cripstianísimo  señor, 
rogaba  al  Visorey  y  á  Hernando  de  Alarcon  que  lo  lle- 
vasen en  España.  Y  como  el  Visorey  viese  las  letras 
del  Emperador,  él  con  todos  los  otros  grandes  le  hacen 
todo  aquel  acatamiento  que  á  tal  Rey  se  debia,  como 
siempre  lo  habian  fecho,  desde  el  dia  de  su  prisión.  Sa- 
biendo el  Rey  de  Francia  que  sus  deseos  eran  cumpli- 
dos, y  que  por  voluntad  del  Emperador  fuese  mandado 
llevar  en  España,  manda  á  musiur  de  Montmorency, 
que  con  él  estaba,  que  fuese  en  Francia  con  sus  cartas 
para  la  Reina,  su  madre,  y  para  el  General  de  su  flota. 


—   135  —  (í525) 

rogando  y  encargando  mucho  á  su  madre  que  fuesen 
muy  seguros  los  caminos  para  todos  los  que  de  España 
pasasen  en  Italia  ó  de  Italia  en  España.  Fué  fecha  esta 
embajada  á  la  Reina,  y  viene  en  el  puerto  de  Marsella 
y  da  las  letras  al  General  de  la  flota  francesa,  el  cual 
toma  seis  de  sus  galeras,  y,  con  la  palanzon  y  velas  tin- 
tas de  negro,  va  en  el  puerto  del  Fanal,  vecino  á  Ge- 
nova veinte  mil  pasos,  do  falló  al  Visorey  con  sus  ga- 
leras. Como  fuesen  todas  sus  galeras  juntas  en  el  puerto 
del  Fanal,  en  las  diez  galeras  francesas  el  Visorey  man- 
da meter  parte  de  su  arcabucería  y  se  embarca  la  per- 
sona del  Rey  y  Hernando  de  Alarcon  en  la  galera  ca- 
pitana de  Fortunado,  capitán  de  las  galeras  de  España- 
Ansimismo  se  embarcaron  en  las  otras  galeras  el  Viso- 
rey  y  el  Duque  de  Borbon,  con  los  capitanes  y  gente, 
y  facen  su  viaje  la  vuelta  de  España,  á  la  cual  llegaron 
á  salvamento.  Fué  muy  solenemente  rescibido  el  Rey 
y  los  otros  señores,  y  siendo  desembarcado  el  Rey  y  el 
Visorey  y  los  otros  señores,  mandan  tornar  en  las  ga- 
leras los  capitanes  y  gente  en  Italia,  quedando  con  el 
Visorey  la  compañía  de  Figueroa,  que  tenía  la  guardia 
de  la  persona  del  Rey. 

Salido  el  Rey  con  los  otros  señores  de  Barcelona, 
fué  muy  solenemente  rescibido  en  todas  las  cibda- 
des  é  villas  de  los  grandes  de  España,  y  en  especial  en 
la  cibdad  de  Guadalajara,  del  Duque  del  Infantazgo.  El 
cual  Duque,  por  ser  ya  viejo  y  no  poder  cabalgar  por 
el  mal  de  la  gota,  no  salió  de  la  cibdad  á  rescibir  la 
persona  del  Rey,  mas  salió  su  hijo,  el  Conde  de  Salda- 
ña,  con  docientos  alabarderos  de  guardia,  todos  vesti- 
dos de  su  devisa,  con  otros  muchos  caballeros,  sus  deu- 


(1525)  -  13^  — 

dos  y  amigos.  Después  de  se  haber  tablado  el  Rey  é 
\'isorey  y  Hernando  de  Alarcon ,  con  el  Conde  de  Sal- 
daña  é  los  otros  señores,  se  van  á  un  rico  palacio,  muy 
ricamente  aderezado,  donde  se  aposentó  la  persona  del 
Rey  y  Hernando  de  Alarcon.  El  Visorey  y  los  demás 
caballeros  y  soldados  fueron  aposentados  por  la  cibdad. 
Aquí  reposó  el  Rey  tres  dias,  en  los  cuales  el  Duque 
lo  quiso  regocijar,  y  á  los  otros  señores,  mandando  li- 
diar once  bravísimos  toros,  y  otro  más  bravo  mandó 
echar  á  un  su  león ;  y  después  de  haberse  corrido  los  once 
toros  y  haber  vencido  el  toro  al  león,  se  jugó  á  las  ca- 
ñas; de  lo  cual  el  Rey  estaba  muy  maravillado  de  ver 
la  gala  de  los  atavíos  de  los  caballos,  y  de  la  bondad  y 
gala  de  los  caballeros;  pero  en  mucho  más  tuvo  ver  las 
tapicerías  é  brocados  é  vajillas  del  palacio  del  Duque, 
y  la  muy  cumplida  despensa  que  tuvo  para  toda  la 
corte  é  soldados  que  acompañaban  su  persona;  y  á 
tanto  que,  no  podia  creer  sino  que  fuese  fecho  por  el 
Emperador,  á  lo  cual  Hernando  de  Alarcon  y  los  otros 
señores  le  dicen  que  no  lo  hacia  sino  el  Duque.  Como 
el  Rey  se  quisiese  partir  de  Guadalajara,  el  Duque  pre- 
senta al  Rey  dos  jinetes  muy  preciados  y  más  ricamente 
guarnescidos  y  otras  joyas ,  las  cuales  el  Rey  tuvo  á 
muncho,  y  ofreciéndose  á  la  voluntad  del  Duque,  se 
parte  de  Guadalajara  é  va  en  Madrid. 

Como  después  de  ser  partido  el  Rey  de  Italia  é  ido 
en  España,  se  supiese  en  Italia  la  ida  del  Rey  en  Es- 
paña, luego  entró  en  los  ánimos  de  los  principales  de 
Italia  una  opinión,  y  fué  que  el  Emperador  prosegui- 
ría á  la  monarquía  de  toda  Italia ;  y  teniendo  por  suyo 
el  reino  de  Ñapóles,  y  siendo  su  ejército  tan  vencedor 


—  '37  —  (15^5) 

y  poseyendo  el  estado  de  Milán  y  Piamonte,  que  ocu- 
paría algunas  más  cibdades  y  lugares  de  Italia.  Por  la 
cual  cosa,  el  papa  Clemente  VII  manda  sus  letras  y 
embajadores  á  la  república  é  señoría  veneciana,  los 
cuales,  siendo  de  una  voluntad  de  estorbar  toda  paz  y 
sosiego  entre  el  Emperador  y  el  Rey  de  Francia,  hacen 
sus  acuerdos  y  capitulaciones.  Siendo  de  una  voluntad 
Papa  y  venecianos,  mandan  sus  letras  al  Duque  de 
Milán,  convidándole  á  su  liga,  poniéndole  delante  to- 
das las  guerras  pasadas  y  la  subjecion  que  su  estado 
tenía  del  ejército  del  Emperador.  Por  la  cual  cosa, 
siendo  el  Duque  convertido  á  la  voluntad  del  Papa  y 
venecianos,  por  más  disimular  la  cosa,  manda  sus  em- 
bajadores á  la  Reina  de  Francia,  dándole  toda  espe- 
ranza de  la  libertad  del  Rey,  su  hijo,  y  que  con  venia 
quella,  con  los  grandes  de  su  reino,  fuesen  en  liga  con 
los  potentados  de  Italia  contra  el  Emperador. 

Siendo  todos  de  una  voluntad,  por  más  fácilmente 
hacer  sus  cosas,  por  obra  ó  consejo  de  Jerónimo  Mo- 
rón, acordaron  de  levar  al  Marqués  de  Pescara  del  ser- 
vicio del  Emperador,  prometiéndole  grandes  promesas: 
primeramente,  facello  capitán  general  de  toda  la  liga 
de  Italia,  y  el  cetro  del  reino  de  Ñapóles.  No  sola- 
mente le  prometían  de  conquistallo  á  común  empresa  de 
la  liga,  mas  á  defendello  todas  las  veces  que  fuese  me- 
nester, y  que  sin  ninguna  susposicion  de  traición  lo 
podía  facer;  y  para  eso  le  muestran  leyes  canónicas  y 
hábiles  en  que  la  justicia  de  aquel  estado  pretendía  á  la 
Iglesia  romana ;  y  que  no  solamente  se  podia  excusar 
del  servicio  del  Emperador,  mas  que  sin  ningún  con- 
nombre de  rebelde  ni  traidor  se  podia  acostar  á  la  Igle- 


(1525)  -  138  - 

sia  romana,  y  obedescer  á  los  mandamientos  del  Papa. 
De  la  cual  cosa  el  Marqués  fué  maravillado,  y  por  sa- 
ber más  por  entero  la  cosa,  casi  mostrando  de  obedescer 
sus  ruegos ,  les  da  su  respuesta.  Eligen  á  Segismundo, 
secretario  de  Alberto,  conde  del  Carpió,  embajador  del 
Rey  de  Francia,  para  mandar  en  Francia  á  los  grandes 
de  Italia,  que  allí  estaban  en  el  servicio  del  Rey  de  Fran- 
cia, dándoles  parte  de  la  cosa  que  pasaba,  y  que  ellos 
la  hubiesen  por  buena  y  diesen  sus  firmas  al  Embajador; 
el  cual  no  allegó  en  Francia.  Mas  como  Dios  viese  la 
inicua  voluntad  del  Papa  y  los  demás,  muda  de  propó- 
sito á  madama  Luisa,  madre  del  Rey  de  Francia,  y  á 
los  grandes  della,  no  mostrándose  como  de  antes  se  ha- 
bian  mostrado,  antes  deseaban  paz,  poniendo  toda  su 
esperanza  en  que  por  via  de  paz  y  sosiego  sería  con- 
vencido el  Emperador  de  hacer  paz  de  amicicia  con  el 
Rey,  su  hijo.  Y  ansí  manda  sus  embajadores  en  Espa- 
ña, con  letras  para  su  hijo  y  para  el  Emperador,  pu- 
niendo en   manos  de  Su   Majestad  todo  aquello  que 
mandase.  Ansimismo,  con  otros  embajadores,  manda  á 
madama  Margarita,  su  hija,  que  pocos  dias  habia  que 
era  quedado  viuda  por  la  muerte  de  musiur  Alenzon, 
su  marido,  la  cual  fué  muy  alegremente  rescibida  del 
Emperador  é  grandes  de  su  corte ,  porque  el  ánimo  del 
Emperador  era  de  dar  á  madama  Leonor,  su  hermana, 
viuda  por  la  muerte  del  Rey  de  Portugal ,  por  mujer 
al  Rey  de  Francia,  y  á  musiur  de  Borbon  á  madama 
Margarita,  hermana  del  Rey,  y  restituillo  en  el  grado 
primero.  Pues  como  madama  Margarita  y  los  embaja- 
dores fuesen  en  la  corte  del   Emperador,  la  primera 
cosa  que  facen  es  poner  treguas  por  seis  meses.  Vi- 


—  139  —  (1525) 

niendo  á  las  condiciones  propuestas  para  la  libertad  del 
Rey,  el  Emperador  dice  que  el  Rey  habia  de  remitir 
toda  demanda  y  ocasiones  que  tenía  á  todo  el  estado 
de  la  Italia  é  Flándes,  principalmente  a  la  Borgoña.  A 
la  cual  responden  los  embajadores  diciendo  que  eran 
mandados  para  que,  sobre  todas  las  otras  cosas  no  con- 
sintiesen disminuir  la  razón  de  los  estados  que  estaban 
ultra  los  Alpes,  é  montes  que  dividen  la  Francia  de  la 
España.  Como  el  Emperador  de  otro  modo  alguno 
no  quiso  venir  en  acuerdo  de  los  embajadores,  se  tor- 
naron sin  conclusión  alguna,  llevando  á  madama  Mar- 
garita, la  cual  habia  refusado  al  Duque  de  Borbon. 
Viendo  el  Rey  cómo  su  hermana  y  embajadores  se  tor- 
naban en  Francia,  sin  haber  dado  conclusión  alguna  de 
su  libertad,  rescibe  en  sí  tan  gran  enojo,  que  del  cayó 
en  una  grave  enfermedad,  do  allegó  á  la  muerte.  Lo 
cual,  sabido  por  el  Emperador,  lo  va  á  visitar,  y  con 
muy  amorosas  palabras  lo  consuela,  dándole  toda  es- 
peranza de  su  libertad;  la  cual  cosa  fué  grande  ayuda 
á  la  prestina  sanidad  del  Rey. 

Pues,  como  arriba  dije  de  la  liga  hecha  entrel  Papa 
y  venecianos  y  Duque  de  Milán,  y  los  acometimientos 
del  Marqués  de  Pescara,  el  Marqués  de  Pescara  y  An- 
tonio de  Leyva  escriben  al  Emperador  las  cosas  de  la 
liga,  y  las  firmas  de  los  grandes,  con  la  del  Marqués  de 
Mantua  (que  por  ruegos  del  Marqués  de  Pescara  la 
habia  dado ,  porque  los  otros  grandes  las  diesen  más  de 
voluntad),  para  que  Su  Majestad,  como  más  fuese  su 
voluntad,  hiciese  paz  con  Francia,  porque  no  se  metie- 
sen en  liga  con  los  otros  potentados  de  Italia ,  porque 
corria  gran  peligro  toda  Italia,  con  el  reino  de  Nápo- 


(1525)  —   Í40  — 

les.  Viendo  el  Emperador  las  letras  del  Marqués  y  de 
Antonio  de  Ley  va,  les  escribe  mandando  al  Marqués 
de  Pescara  (como  en  él  estuviese  todo  el  gobierno  del 
ejército)  que  se  hiciese  todo  aquello  que  á  él  le  pares- 
ciese  ser  en  su  servicio,  por  la  cual  cosa  el  Marqués  de 
Pescara  manda  retirar  parte  de  su  gente  del  condado 
de  Turin  y  del  Astesano  (Aosta),  y  viniesen  en  el  es- 
tado de  Milán ,  donde  estando  en  persona  en  Novara, 

manda  sus  letras  á  Jerónimo  Morón,  por  las  cuales ' 

con  Papa  y  venecianos. 

Asimesmo  el  Emperador  era  inclinado  á  hacer  la  paz 
con  Enrique,  rey  de  Ingalaterra,  porque  el  Rey  de 
PVancia,  por  verse  en  libertad,  ofrescia  de  ceder  á  toda 
cosa  y  ocasiones  contra  de  la  Borgoña,  y  afirmaba  que 
como  él  fuese  en  Francia,  faria  con  los  grandes  de  su 
consejo  que  toda  la  Francia  consintiese  en  ello.  De  la 
cual  cosa,  siendo  contento  el  Emperador,  afirmó  con  el 
Rey  el  acuerdo  de  este  modo :  que  el  Rey,  del  todo  y 
en  todo,  cediese  á  las  cosas  de  la  Italia,  y  que  ficiese 
que  el  parlamento  de  París  fuese  contento  de  rehusar 
el  apelación  de  Plándes  y  restituirle  la  Borgoña:  y  que, 
como  el  Emperador  pasase  en  Italia,  como  al  presente 
queria  pasar  á  tomar  la  corona,  quel  Rey  fuese  obli- 
gado de  dalle  seis  mil  infantes  y  seiscientos  hombres 
darmas,  con  otros  tantos  ballesteros  á  caballo,  todos 
pagados  por  seis  meses.  Y  por  observación  de  las  tales 
cosas,  fasta  que  del  todo  fuese  concluida  su  libertad,  y 
con  juramento  certificase  todo  el  acuerdo,  le  diese  el 
Rey  sus  dos  mayores  hijos.  Y  porque  la  paz  fuese  más 

'   Faltan  palabras  en  el  códice. 


—   Hi   —  (1525) 

establecida  y  firme,  le  da  á  madama  Leonor,  su  her- 
mana, viuda  por  la  muerte  del  Rey  de  Portugal,  por 
mujer,  prometiendo  el  Emperador  que  si  de  esta  su 
hermana  habia  fijo,  de  facello  Duque  de  Borgoña. 

Habiendo  acordado  la  paz  de  tal  manera,  no  tenía 
ningún  temor  de  las  cosas  de  la  liga  en  Italia,  y  ansí 
no  queria  escuchar  al  Papa,  que  rogaba  por  el  Duque 
de  Milán,  Francisco  Sfiarza,  que  fuese  restituido,  y  no 
trasferia  la  culpa  en  el  Marqués  de  Pescara,  acusán- 
dole el  Papa  como  á  ocasión  de  toda  la  cosa  hecha, 
teniendo  en  sí  que  el  Duque  no  fuese  por  mandado 
del  Emperador  restituido  en  su  estado.  Y  viendo  quel 
Rey  era  de  acuerdo  con  el  Emperador,  el  Papa  y  ve- 
necianos acuerdan  de  lo  traer  á  su  liga,  y  le  envían  sus 
embajadores,  alegrándose  mucho  de  la  recuperada  sa- 
nidad, y  de  su  muy  deseada  venida  en  Francia;  á  los 
cuales  embajadores  dan  comisión  que  ficiesen  con  el 
Rey  acuerdos  y  ligas.  En  lo  cual  fueron  de  acuerdo, 
y  fué  conclusa  con  esta  condición:  que  el  Rey  ceda 
toda  la  Italia,  reservando  solamente  la  cibdad  de  Aos- 
ta;  que  el  Duque  de  Milán,  Francisco  Sforza,  sea 
obligado  á  dar  cada  un  año  cincuenta  mil  florines  de 
tributo  al  Rey  de  Francia;  que  no  solamente  le  dejase 
poseer  el  estado  de  Milán,  mas  que  sea  obligado  jun- 
tamente con  el  Papa  y  venecianos  restituillo  el  ducado 
de  común  expensa ;  y  en  cuanto  á  lo  que  pretende  al  rei- 
no de  Ñapóles,  que  se  eligiese  un  Rey,  el  cual  fuese 
obligado  de  pagar  en  cada  un  año  al  Rey  de  Francia 
setenta  mil  florines,  y  que  desto  fuese  contento,  y  que 
él  con  el  Papa  y  venecianos  ficiese  un  tan  poderoso 
campo,  que  excediese  en  número  al  campo  imperial ,  y 


(1525)  —    142  — 

la  expensa  fuese  común  fasta  que  el  ejército  imperial 
fuese  echado  de  toda  Italia. 

Pues  como  arriba  dije  haber  quedado  el  gobierno 
del  ejército  en  el  Marqués  de  Pescara,  después  de  ha- 
ber pasado  el  Visorey  en  España,  el  cual  Marqués  y 
Antonio  de  Leyva  habian  dado  orden  que  el  ejército  se 
alojase  en  el  Piamonte,  en  tierras  del  ducado  de  Saboya 
y  marquesado  de  Saluzzo,  é  ansimismo  mandan  que  once 
banderas  de  infantería  española,  con  parte  de  los  caba- 
llos ligeros,  fuesen  á  tomar  el  Carpió,  que  era  una  bue- 
na tierra  del  Conde  del  Carpió,  en  la  cual  habia  mil 
infantes  italianos  y  cient  caballos  ligeros  en  nombre  de 
franceses. 

Llegados  los  españoles  sobre  el  Carpió,  el  principal 
cabdillo  desta  gente,  Francisco  Guastaldo,  maese  de 
campo,  envia  su  trompeta  á  los  de  la  tierra,  mandán- 
doles que  le  rindiese  la  tierra.  Viendo  los  franceses  que 
si  no  se  rendian  serian  tomados  por  fuerza  de  armas, 
sin  más  esperar  batería  ni  batalla,  salen  de  la  tierra  con 
pacto  que  con  toda  su  ropa  é  armas  é  banderas  se  fué 
cada  uno  á  su  casa.  Ansí  entraron  en  el  Carpió  Fran- 
cisco Guastaldo  y  el  capitán  Luis  de  Viacampo  y  el  ca- 
pitán Juan  de  Vargas,  con  sus  dos  compañías  de  in- 
fantería española,  y  la  de  caballos  ligeros  del  maese  de 
campo  Francisco  Guastaldo,  y  la  demás  gente  vuelve 
en  el  Piamonte.  Viendo  el  Conde  del  Carpió  que  los 
españoles  le  tenian  su  tierra,  ordena  con  sus  parientes 
é  amigos  de  ajuntar  la  más  gente  que  pudiese,  para  que 
un  dia  señalado  toda  se  fallase  en  un  tallugal,  do  facen 
su  emboscada.  Ansimismo  ordena  que  en  el  mismo  dia 
entrasen  doce  carros  cargados  de  heno,  y  como  calase  la 


—  H3  —  (1525) 

puente  y  abriese  la  puente,  que  entrase  los  carros  y  los 
que  los  llevaban  ficiesen  que  se  desasiesen  los  bueyes  del 
carro  y  que  el  carro  estorbase  de  alzar  la  puente  y  cer- 
rar la  puerta,  y  que  entonces  arremeteria  la  gente  de  la 
emboscada  y  tomarla  la  puerta  y  tierra.  La  cual  cosa 
fué  descubierta  por  una  dueña  de  la  propia  tierra,  que 
tenía  amores  con  Francisco  de  Prosley,  tiniente  del 
maese  de  campo  Francisco  Guastaldo,  el  cual,  viendo 
el  secrepto  de  la  traición,  lo  disimula  y  tiene  muy  se- 
crepto  fasta  el  dia  que  habia  de  venir  la  cosa  á  efecto. 
Viniendo  el  dia  señalado,  siendo  ya  llegados  los  carros 
cerca  de  la  puerta,  conosciendo  la  cosa  venir  á  efecto, 
este  teniente  dice  á  Francisco  Gallego,  cabo  descuadra 
de  arcabuceros  del  capitán  Luis  de  Viacampo,  que  era 
de  guardia  aquel  dia,  que  él  y  los  suyos  estuviesen  con 
las  armas  en  las  manos,  muy  sobre  aviso.  Ansí  man- 
dan que  entrase  el  primer  carro,  que  estaba  más  delan- 
tero, y  que  se  detuviesen  los  otros  carros  fasta  ser  en- 
trado aquél ,  y  después  entrase  uno  tras  de  otro ;  como 
el  villano  ó  boyero  se  viese  con  el  carro  sobre  el  puen- 
te, cabtelosamente  entretiene  los  bueyes  é  carro  fasta 
que  llegase  otro  carro,  para  más  embarazar  el  puente  y 
puerta.  Ansí,  con  alguna  priesa,  se  acercaban  los  otros 
carros  á  la  puente,  dando  aviso  á  la  gente  de  su  em- 
boscada. Pues  como  los  de  la  emboscada  viesen  cómo 
el  villano  que  guiaba  el  primer  carro  lo  entretuviese 
con  tanta  malicia,  y  los  otros  venir  tanto  en  priesa  por 
llegar  al  puente  é  puerta,  y  la  centinela  que  muy  vigi- 
lante estaba,  por  la  grande  obscuridad  de  la  niebla,  re- 
conosciese  la  gente  que  salia  de  la  emboscada,  los  de  la 
guardia  puestos  en  arma,  dan  con  el  carro  y  bueyes  y 


(1525)  '—   '44  — 

villano  del  puente  abajo,  faciéndolo  caer  en  el  foso,  y 

alzan  su  puente  cerrado  su  puerta,  poniéndose  en  toda 

defensa. 

Como  el  Conde  de  Carpió  y  los  suyos  viesen  que 
no  podia  venir  á  efecto  su  intincion,  desfacen  su  gente. 
Como  el  maese  de  campo  viese  una  tan  gran  trai- 
ción, manda  prender  de  aquellos  que  él  más  sospecha- 
ba, y  sabida  la  verdad,  face  dcllos  tanta  justicia,  que 
fué  necesario  de  pura  compasión  rogalle  sus  capitanes 
que  no  ficiese  más  justicia. 

Como  los  del  Piamonte  estuviesen  en  sus  alojamien- 
tos entendiendo  en  cosas  de  justas  y  caballerías,  al  fin 
del  Setiembre  vienen  despedidos  de  Francia  once  capi- 
tanes, con  su  gente  italiana,  queriendo  pasar  vecinos 
de  los  alojamientos  que  los  españoles  tenian.  Sabido 
esto  por  el  Marqués  de  Pescara,  les  envia  á  mandar 
que  pasasen  con  banderas  cogidas  y  á  tambores  calla- 
dos, y  que  no  pasasen  juntos  más  de  veinte  en  veinte 
y  de  treinta  en  treinta.  Los  cuales  italianos,  parescién- 
doles  ser  cosa  fea,  no  quieren  pasar,  sino  sus  banderas 
tendidas  y  sus  atambores  tocando  á  la  orden,  se  meten 
en  Yvrea,  que  era  una  pequeña  y  fuerte  villa  del  mar- 
quesado de  Saluzzo,  de  do  fueron  los  once  capitanes 
al  castillo  de  Rebel,  que  muy  vecino  estaba  de  la  villa, 
á  se  fablar  con  la  Marquesa  de  Saluzzo  y  á  le  deman- 
dar paso  y  favor  por  sus  tierras ,  para  facer  su  viaje. 

Viendo  el  Marqués  de  Pescara  el  poco  respeto  des- 
tos  italianos,  manda  al  maese  de  campo  Juan  de  Urbi- 
na,  que  tomase  una  parte  de  la  infantería  española  y 
fuese  á  do  estaban  estos  italianos  y  ficiese  con  ellos  á 
su   voluntad.    Kl  cual,  obedesciendo  el   mandado  del 


—  U5  -  («5»$) 
Mir^ués,  toma  parte  de  Iss  bündkns  y  va  sobre  esta 
gente ,  y  les  manda  que  saütesen  de  la  viUa  con  d  par- 
"-  ' '  '  e  el  Marques  Íes  mandaba;  k»  cuales  dken  que 
cian,  por  verse  en  una  tkm  tan  tuerte,  y  por 
ser  ellos  mucho:>:  niás  que  los  cspaiioles  que  Ueraba 
Jui  ;  riendo  obedcscerá  su  mandado. 
^'-  V .  V  '».  respuesta  de  los  itmbanos, 
:r  <u  cr  -den  pora  dalles  la  batalla, 
y  t  .OJO  de  leña  en  las  manos, 
ye-  <e  va  á  dalle  ifuego  á  la 
put. ...  v.v  .-  .  "e  llegase  á  la  puer- 
ta, le  pasan  lo^  .  arcabux.  Anstmís- 
mo  tiñeron  ¿&  v^  aados ,  que  juntamente 
cxm  el  arrer  '  ^  villa.  Dcsta  arrt- 
metida  hie:  .w  a  villa;  ansí  los  ca- 
pitanes ma: ..  y  fué  sacado  Juan  de 

Urbtna  de  par  de  la  puerta  y  metido  en  una  casa  de  las 
del  burgo  ó  arrabal  de  la  villa,  donde  dice  á  los  otros 
capitanes  é  soldados  que  en  tomo  del  estaban :  SHkns^ 
t0  S9]f  ma  mU  ktmért:  p9r  mí  m  kéiitis  ét  Jtpér  ^/mtr 
mfmih  pu  stis  M^^mhs.  Ansí,  de)a  su  cargo  al  co- 
mendador Corveta,  encargándolo  i  los  otros  capitanes, 
y  &  fué  llevado  á  la  ciudad  de  Vercelli,  doiide  con 
gran  diligencia  f\ie  curado.  Esto  en  ya  i  U  hora  que 
d  sol  se  iba  á  poner;  como  fue  dos  horas  de  noche,  sa- 
lieron los  italianos  de  la  villa  técbo  escuadrón,  pensan- 
do  tomar  la  gente  española  durnuendo,  por  el  cansui- 
cío  del  camino  que  habían  llevado ;  mas  las  centinelas, 
que  muy  vigilantes  estaban ,  los  ven  silir  de  la  villa  y 
tocan  arma  y  ponen  la  gente  espaik>la  en  gran  rebato, 
v  todos  con  aniñaos  delih^^üdos  dan  sobre  los  italianos. 


(1525)  —  146  — 

matando  é  finiendo,  no  queriendo  tomar  hombre  á  vida; 
é  era  forzado,  al  italiano  que  queria  salvar  la  vida,  muy 
claramente  gritar,  España,  España,  como  lo  gritaban 
los  españoles,  aunque  muchos  la  perdian,  por  ser  co- 
noscidos  en  el  gridar.  Mucha  parte  dellos  se  salvaron 
por  la  montaña  ó  sierra,  por  estar  tan  vecina  de  la  villa 
y  ser  tal  hora  de  noche,  yéndose  al  castillo  de  Rebel, 
donde  estaban  sus  capitanes  con  la  Marquesa.  Ansí 
fueron  deshechos  estos  italianos  é  perdieron  la  mayor 
parte  de  sus  banderas,  y  se  dio  fuego  á  la  villa.  Allí 
fué  ferido  el  comendador  Corvera,  de  un  bote  de  pica 
en  una  pierna.  Ansí  se  vuelven  estos  capitanes  é  gente 
á  sus  alojamientos. 

Viendo  el  Papa  las  cosas  del  Carpió  y  de  la  gente  de 
Yvrea,  cresciendo  en  su  ánimo  la  mala  voluntad,  por 
dar  más  arrebol  á  su  tiznada  intincion,  acuerda  escre- 
bir  una  letra  al  Emperador,  la  cual  no  escribo  por  su 
larga  prolijidad. 

Como  Antonio  de  Leyva  supiese,  por  confision  muy 
estrecha  de  Jerónimo  Morón,  todas  las  cosas,  honesta- 
mente, que  estaban  concertadas,  viendo  el  Marqués  y 
Antonio  de  Leyva  las  cosas  que  Jerónimo  Morón  ha- 
bía descubierto,  mandan  que  cinco  capitanes  españoles, 
con  sus  banderas,  fuesen  á  Villana,  que  es  una  buena 
tierra  á  la  entrada  del  paso  de  la  Sussa,  mandando  al 
capitán  Villaturiel,  como  á  su  principal  cabdillo,  que 
trabajase  de  tomar  un  hostelero  que  estaba  en  la  villa 
de  San  Lorenzo,  á  tres  millas  de  Villana,  más  adentro 
en  el  valle  é  paso  de  Francia.  Este  hostelero  es  el  que 
facía  las  postas  é  contrapostas  de  los  avisos  que  iban  de 
Italia  á  Francia  y  de  Francia  á  Italia,  sobre  los  negó- 


—   147  —  (1525) 

cios  de  la  liga.  Viendo  el  capitán  Villaturiel  que  tanto 
importaba  tomar  este  hostelero,  muy  secreptamente, 
una  noche,  toma  una  parte  de  la  gente  y  se  va  á  la  villa 
de  San  Lorenzo  y  face  sus  emboscadas  vecinas  de  la 
villa,  dando  cargo  á  seis  soldados  para  que  juntamente 
con  un  hombre,  que  era  muy  platico  en  la  casa  delJios- 
telero,  fuesen  para  que  la  tomasen.  Pues  como  viniese 
el  dia,  abren  las  puertas  de  la  villa  y  las  del  hostería, 
y,  los  que  estaban  en  las  emboscadas ,  antes  que  fuesen 
descubiertos,  con  gran  brevedad  entran  en  la  villa,  te- 
niendo la  puerta,  y  los  que  iban  con  la  guía  entran  en 
la  hostería  y  toman  el  hostelero  y  muchos  envoltorios 
de  letras  que  venian  de  Francia  é  iban  á  ella.  También 
se  tomó  una  estafeta  que  venía  de  Francia  con  muchas 
letras,  la  cual  estafeta  y  hostelero  y  letras  fueron  lleva- 
dos al  Marqués  de  Pescara  el  cual  folgo  con  ella  sin 
comparación ;  y  de  las  cuales  supo  todo  el  secrepto  de 
las  cosas  que  pasaban  en  Italia  y  en  Francia.  Entre  ellas 
supo  como  estaba  ordenado  para  el  dia  de  Santiago,  en 
la  noche,  degollar  todos  los  españoles  en  las  guarni- 
ciones donde  estaban  y  otras  particularidades;  á  las  cua- 
les todas  fueron  dadas  muy  cumplidas  provisiones,  para 
que  con  esta  seguridad  estuviesen  en  sus  alojamientos 
fasta  el  fin  del  Septiembre,  y  así  vinieron  al  estado  de 
Milán ,  dejando  su  guarnición  en  Alejandría  de  la  Pa- 
gua y  metiendo  guarnición  en  Pavía  y  en  Lodi,  Pizzi- 
ghettonc,  Cremona,  Trezo  y  Lecco  y  Como,  Novara 
y  otras  fuerzas  que  se  convenia  guardar  en  el  estado 
de  Milán. 

En  esto  andaba  el  Marqués  de  Pescara  con  mucha 
falta  de  salud,  por  los  muchos  trabajos  de  la  guerra,  y 


(1525)  _   ,48  — 

con  el  cuidado  no  se  podia  convalcscer.  Finalmente,  de 
cada  dia  empeorando,  llegando  la  hora  de  la  voluntad 
de  Dios,  á  dos  dias  de  Diciembre^  un  sábado  de  maña- 
na, este  valeroso  general  capitán,  el  buen  guerrero,  des- 
atado de  los  trabajos  del  cuerpo,  salió  el  ánima  á  la 
gloria. 

De  su  muerte  se  fizo  tanto  sentimiento,  cuanto  de 
su  vida  se  facia  estima.  Ansí,  Antonio  de  Ley  va  y  el 
Marqués  del  Vasto  le  facen  las  obsequias  con  muncha 
solenidad,  deteniendo  el  cuerpo  con  gran  custodia  en 
el  monesterio  de  Sancto  Domingo,  fasta  los  ocho  dias 
andados  de  cuaresma,  que  lo  sacaron  de  Milán  y  lo  lle- 
varon en  Ñapóles,  donde  estaba  el  monesterio  de  Santo 
Domingo.  Luego  Antonio  de  Leyva  y  el  Marqués  del 
Vasto  envian  sus  postas  al  Emperador,  faciéndole  saber 
la  muerte  del  Marqués  de  Pescara  y  las  cosas  que  an- 
daban en  Italia. 

Viendo  el  Emperador  el  secreto  de  las  letras ,  mues- 
tra sentimiento  de  dolor  por  un  tan  valeroso  caballero, 
y  viendo  que  el  Duque  de  Borbon  se  habla  ofrecido 
en  su  servicio,  negando  su  propia  naturaleza  y  estados, 
y  andando  como  andaba  en  su  corte  en  España,  des- 
pués de  haber  ido  con  el  Rey  de  Francia,  llevándolo 
en  prisión,  acordó  de  dalle  el  cargo  de  su  general  é  ti- 
niente  en  Italia,  é  llamándole,  le  provee.  El  Duque, 
besando  las  manos  á  Su  Majestad,  teniendo  en  grandes 
mercedes  el  tal  cargo,  se  despide  de  Su  Majestad  y  da 
orden  á  su  partida  para  Italia. 

Aquí  se  acaban  los  fechos  del  año  de  mil  é  quinien- 
tos é  veinte  é  cinco  años. 


AÑO  DE   1526. 


Pues  tornando  a  como  fueron  proveídas  Jas  guarni- 
ciones :  éstas  y  la  demás  gente  estuvieron  en  las  villas 
comarcanas,  hasta  que  por  mandado  de  los  ministros 
del  ejército  entraron  en  Milán,  por  la  revuelta  en  que 
se  revolvieron  los  milaneses  con  los  ministros  y  solda- 
dos del  Emperador,  tomando  las  armas  contra  ellos. 
Viendo  Antonio  de  Leyva  é  Marqués  del  Vasto  el 
súbito  tumulto,  toman  parte  de  los  tres  mil  alemanes 
que  estaban  en  la  guardia  del  castillo,  y  yendo  acom- 
pañados con  Gaspar  del  Mayno,  hombre  de  gran  auto- 
ridad, y  de  otros  principales  milaneses,  se  van  por  la 
cibdad  apalancando  (sic)  la  cosa  del  tumulto,  é  do  veian 
más  gente  armada,  allí  se  metían  á  les  fablar,  de  modo 
que  les  hacían  dejar  las  armas.  Siendo  pasado  más  del 
medio  día  en  apaciguar,  el  pópulo  dejó  las  armas,  con 
condición  que  los  ministros  del  Emperador  se  conten- 
tasen con  las  públicas  entradas  del  estado  y  dejasen  los 
dineros  particulares  de  los  vecinos,  y  que  no  metiesen 
en  la  cibdad  más  soldados  de  los  que  hablan  entrado  al 
principio  á  asediar  el  castillo. 


(1526)  —   ¡50  — 

Mas,  vcnicndo  el  día,  sigun  entran  algunos  capitanes 
españoles  con  sus  compañías  dentro  de  la  cibdad,  por 
habclles  escripto  Antonio  de  Leyva,  y  sabiendo  el  pó- 
pulo que  detras  venian  los  demás  y  caballos  ligeros, 
todo  él  tornó  á  tomar  las  armas  dando  gran  culpa  á 
Antonio  de  Leyva  é  al  Marqués  del  Vasto;  y  se  po- 
nen en  gran  tumulto,  y  una  gran  parte  del  pópulo  va 
á  querer  saquear  el  palacio  do  estaba  el  capitán  de  la 
justicia  con  una  bandera  de  soldados.  El  capitán  atajó 
las  calles  vecinas  del  palacio  con  trabos  y  tablas,  y  se 
defiende ,  é  ansimismo  los  alemanes  que  estaban  en  el 
asidio  del  castillo  se  tornan  contra  del  pópulo.  Por  lo 
cual  los  del  castillo  saben  la  cosa  que  pasaba,  y  de  lo 
cual  el  Duque,  habido  esperanza  de  las  promesas  de 
algunos  sus  particulares,  echa  fuera  del  castillo  una  gran 
parte  de  la  gente  que  dentro  tenía  y  toma  las  trinche- 
ras y  fuertes  que  los  alemanes  tenian.  Y  viendo  que 
habia  estado  allí  su  gente  y  que  ninguno  le  daba  nin- 
gún recurso  de  vituallas,  y  viendo  que  cesaba  el  remor 
de  la  cibdad,  perdida  toda  esperanza,  manda  recoger  su 
gente  dentro  del  castillo.  Como  Antonio  de  Leyva  y 
Marqués  ofresciesen  al  pópulo  de  sacar  la  gente  de 
guerra,  no  solamente  de  la  cibdad  mas  de  todo  el  confín 
de  Milán  ,  excepto  los  tres  mil  tudescos  que  de  primero 
eran  puestos  en  la  guardia  y  asedio  del  castillo,  y  como 
sobreviniese  la  noche ,  todos  se  recogen  á  sus  casas. 

Con  esto  estuvo  la  cibdad  algunos  dias  en  sosiego, 
en  los  cuales  dias  mandó  desterrar  algunos  particulares 
milaneses,  de  quien  tenía  más  suspicion  de  ser  la  cib- 
dad puesta  en  remor,  y  que  por  ser  inás  aficionados  á 
su  señor  el  Duque  les  daban  mayor  culpa  en  el  tumul- 


—  151  —  (1526) 

to  pasado.  De  la  cual  cosa  fué  avisado  el  pópulo,  el 
cual  (viéndose  privar  de  sus  cabezas  y  no  faltando  en 
la  cibdad  hombres  escandalosos  que  deseaban  que  todo 
viniese  en  remor)  primeramente  comienza  á  decir  mal 
de  los  ministros  del  Emperador  y  de  sus  capitanes ,  y 
toma  las  armas,  matando  y  despojando  á  los  soldados 
que  topaban  por  la  cibdad,  mayormente  siendo  espa- 
ñol :  la  cual  cosa  desplacia  á  los  principales  de  la  cib- 
dad, en  especial  á  los  que  deseaban  la  salud  y  sosiego 
della.  Pero  como  aquellos  endiablados,  llenos  de  toda 
discordia,  fuesen  fechos  capitanes,  con  gente  armada 
guardan  las  puertas  de  la  cibdad  para  excusar  que  no 
entrasen  ni  saliesen  españoles  de  los  burgos  de  la  cibdad 
do  se  alojaban.  Viendo  la  cosa  que  pasaba  ser  tan  des- 
mesurada y  en  su  daño  de  los  españoles,  de  hora  en 
hora  entraban  en  la  cibdad,  matando  á  quien  topaban 
no  dejando  hombre  á  vida.  La  cual  cosa,  vista  por  An- 
tonio de  Ley  va  y  Marqués  del  Vasto,  toman  esta  oca- 
sio  1 ,  ansí  para  satisfacer  á  los  soldados,  que  eran  deseo- 
sos de  se  vengar,  como  porque  enseñasen  al  pópulo  de 
Milán  á  obedescelles  su  mandado.  Ansí  hacen  entender 
á  los  milaneses  que  no  eran  más  obligados  de  mantener 
ninguna  promesa  fecha  á  la  cibdad.  Y  habiendo  adver- 
tido á  sus  capitanes  españoles  que  arremetiesen  con  sus 
compañías  contra  los  milaneses  que  tenian  fechos  sus 
bestiones  y  reparos,  fuerzan  su  guardia  y  muy  en  breve 
fueron  ganados,  ansí  como  un  principal  de  la  infantería 
plebe,  con  otros  muchos  que  en  las  calles  toparon;  que 
fué  principio  á  mayor  pendencia. 

Ansí,  Antonio  de  Ley  va  manda  que  encima  de  una 
torre  ficiesen  un  fuego,  que  era  señal  para  caer  los  ca- 


(1526)  —   i5i  — 

pitanes  que  por  su  mandado  eran  venidos  á  una  villa 
allí  vecina  con  su  gente,  los  cuales  capitanes  y  su  gen- 
te pronto  fueron  en  Milán.  La  cual  cosa  fué  de  gran 
derramamiento  de  sangre  por  haber  tomado  españoles 
las  más  fuertes  plazas  y  lugares  de  la  cibdad  donde  los 
milaneses  rescibieron  gran  daño  de  muchos  muertos  y 
feridos,  y  por  la  cual  cosa  los  milaneses,  perdida  toda 
esperanza,  mandan  un  trompeta  con  embajadores  á 
aplacarla  ira  de  Antonio  de  Ley  va  y  del  Marqués  del 
Vasto  y  de  los  otros  capitanes.  Mas  estando  firme  en 
su  propósito,  é  teniendo  suspicion  de  lo  que  habia  de 
ser,  no  daba  abdencia  á  los  embajadores,  por  lo  cual  el 
pópulo  gridaba  con  sus  ministros  que  no  hiciesen  tre- 
gua ni  paz  que  fuesen  en  su  daño ;  donde  comienza 
mayor  discordia  que  la  pasada.  Los  alemanes  estaban 
en  el  cerco  del  castillo  dando  fuego  á  las  casas  y  torres 
que  vecinas  á  sus  reparos  estaban ,  porque  de  las  torres 
y  ventanas  no  les  pudiesen  tirar  con  sus  arcabuces. 
Siendo  venida  la  cibdad  en  tanto  peligro  y  considerando 
Antonio  de  Leyva  y  el  Marqués  del  Vasto  que  si  á  los 
demás  soldados  dejaban  entrar  en  la  cibdad,  que  no  so- 
lamente sería  saqueada  la  cibdad,  mas  que  con  la  gran 
saña  que  tenian  contra  los  milaneses  no  dejarian  hom- 
bre á  vida  de  los  que  pudiesen  haber,  ansí,  mandan  á 
sus  capitanes  que  se  afirmasen  con  su  gente  en  las  villas 
más  vecinas  y  que  no  entrasen  en  la  cibdad  sin  sus  se- 
ñas. La  cual  cosa  fué  de  gran  prudencia  y  en  mayor 
temor  de  Dios,  y  facen  cuanto  pueden  con  los  soldados 
y  milaneses  para  que  dejasen  las  armas,  puniéndoles 
treguas  é  paz  por  aquel  dia ,  fasta  el  dia  siguiente  á  las 
nueve  horas,  la  cual  cosa  fue,  al  parescer  de  los  mila- 


—  153  —  ('526) 

ncses,  gran  bien  para  su  salud  y  bien  de  la  cibdad;  aun- 
que no  lo  consiguieron  á  lo  porvenir. 

Pues  tornando  á  la  solicitud  de  la  liga  :  como  el  Papa 
V  su  liga  viese  las  cosas  que  pasaban  en  Milán ,  á  gran 
priesa  mandan  ajuntar  su  campo  é  ansí  viene  micer 
Francisco  Gurcciardini,  general  y  lugarteniente  del  Papa 
con  seis  mil  hombres;  y  Francisco  María,  Duque  de 
Urbino,  general  de  venecianos,  con  ocho  mil  hombres; 
y  Juan  Jacobo  de  Médicis,  castellano  de  Más  con  seis 
mil  hombres;  é  otros  grandes  y  caballeros  de  Italia  en- 
viaban su  gente,  y  eran  pasados  de  veinte  mil  aventu- 
reros. Fué  este  aj untamiento  á  los  ocho  de  Junio.  En 
este  tiempo  que  la  liga  se  ajuntaba,  los  ministros  del 
Emperador  reforman  las  guardias  de  sus  fuerzas  y  la 
demás  gente  manda  que  entrase  en  Milán  y  los  mandan 
alojar  á  todos  en  las  principales  casas  de  Milán  y  que 
fuesen  servidos  á  discreción.  Como  los  cibdadanos  de 
Lodi  viesen  que  los  habían  sacado  de  su  cibdad  las  ban- 
deras de  los  españoles  y  metido  á  Fabricio  Marramaldo 
con  ocho  banderas  de  italianos  (por  lo  que  los  cibdada- 
nos se  iban  dejando  su  cibdad  y  faciendas),  los  italianos 
los  amenazaban,  diciendo  que  darían  la  cibdad  á  los 
enemigos.  Por  lo  cual  y  otros  malos  tratamientos,  iban 
tantas  quejas  al  Marqués  y  á  Antonio  de  Ley  va,  que 
viendo  las  grandes  quejas  de  los  cibdadanos  de  Lodi,  á 
los  veinte  é  tres  de  Junio,  vigilia  de  San  Juan ,  el  Mar- 
qués va  en  Lodi  y  pacífica  los  ánimos  de  los  cibdada- 
nos y  de  los  soldados  y  se  torna  á  Milán. 

Pues  siendo  junto  todo  el  ejército  de  la  liga  va  sobre 
la  cibdad  de  Lodi  Loduvico  Vístarino,  noble,  cibda- 
dano,  digno,  de  la  mesma  cibdad,  el  cual  capitán  estaba 


(i52í>)  —   '54  — 

al  sueldo  del  Emperador,  y  movido  de  ánimo,  diciendo 
querer  libertar  la  patria,  secreptamente  trata  con  el  Du- 
que de  Urbino,  general  de  los  venecianos,  de  dalle  la 
cibdad,  y  una  noche  muy  secreptamente ,  Pirro  de  Pes- 
saro,  proveedor  de  los  venecianos,  con  parte  de  su  gen- 
te se  allega  vecino  de  la  cibdad  donde  faee  su  embosca- 
da en  lugar  muy  secrepto.  Viendo  el  Duque  de  Urbino 
que  el  proveedor  con  su  gente  se  era  llegado  tan  vecino 
de  la  cibdad  y  fecho  su  emboscada,  sin  ser  sentido  de 
las  guardias  toma  consigo  dos  compañías  de  su  gente,  y 
sin  ser  sentido  va  más  vecino  de  la  cibdad  do  face  su 
emboscada.  Luduvico  Vistarino,  teniendo  en  sí  que 
las  emboscadas  estaban  fechas,  mostrando  de  ir  requi- 
riendo las  guardias,  llega  con  solos  dos  que  le  acompa- 
ñaban do  estaban  seis  soldados  en  una  pequeña  torre,  don- 
de el  muro  facia  una  secrepta  vuelta,  mostrando  de  les 
encargar  la  guardia,  cabtelosamente  se  allega  á  la  cen- 
tinela con  los  dos  que  le  acompañaban  y  otros  que  los 
seguían,  y  mata  á  la  centinela,  sin  ser  sentidos,  y  después 
á  los  otros  cinco. 

Muertos  estos  seis  soldados  que  estaban  de  guardia, 
sin  ser  sentidos,  él  se  baja  por  un  bestión  á  la  campaña, 
dejando  á  los  que  le  acompañaban  de  guardia  y  va  á 
do  estaba  el  Duque  de  Urbino  y  solicita  que  entrase  la 
gente  lo  más  presto  que  pudiesen,  porque  no  fuesen 
sentidos  de  las  otras  guardias  fieles.  La  fortuna  fué  tan 
favorable  al  Duque  y  á  su  gente,  que  pasaron  el  rio  de 
Adda  y  llegaron  á  la  cibdad  sin  ser  sentidos.  Ansí  se 
juntan  con  la  gente  que  tenía  el  proveedor  y  llegan  al 
muro  y  ponen  sus  escalas  y  entran  por  el  bestión  sin 
ser  sentidos.  Como  Fabricio  Marramaldo  viese  ser  la 


—  155  —  (»526) 

cibdad  por  los  enemigos  y  haberle  muerto  parte  de  su 
gente,  no  pudiendo  dar  remedio  alguno  á  la  defender, 
recoge  su  gente  y  se  retira  al  castillo.  Como  la  cosa  fuese 
sabida  en  Milán,  salen  el  Marqnés  del  Vasto  y  Antonio 
de  Leyva  con  hasta  tres  mil  españoles  y  á  la  quinta  hora 
del  dia  llegan  á  Lodi  entrando  por  el  castillo  y  dan  en 
los  enemigos  y  les  gana  hasta  la  plaza,  do  hubo  una  po- 
ca de  resistencia,  mas  con  grande  ímpetu  los  saca  de  la 
plaza  y  á  más  fuir  se  van  á  salir  por  la  puerta  de  Adda; 
y  salieran  sino  fuera  por  Pablo  Vitelo,  que  cerró  la 
puerta  de  la  cibdad  por  detener  su  gente  veneciana,  que 
no  saliese  fuyendo  á  la  campaña.  Mas  como  Francisco 
María  con  la  mayor  parte  de  su  gente  estuviese  ya  ve- 
cino de  la  puerta  é  tuviese  la  puerta  por  suya,  entra  en 
defensa  de  la  secucion  del  Marqués.  Viendo  el  Marqués 
la  gran  gente  que  con  el  Duque  entraba,  se  retira  la 
vuelta  del  castillo,  llevando  algunos  de  sus  feridos,  en- 
tre los  cuales  iba  mal  ferido  Ferrara,  alcaide  de  Taran- 
to. Viendo  Antonio  de  Leyva  que  con  tan  poca  gente 
como  allí  tenía  no  podía  recuperar  la  cibdad  y  que  era 
poner  en  ventura  á  Milán,  por  estar,  como  estaba,  con 
parte  de  los  españoles,  tomando  á  sus  feridos  y  á  Fa- 
brício  Marramaldo  con  su  gente,  se  torna  en  Milán,  do 
recogen  todo  su  campo,  dejando  proveídas  las  fuerzas 
como  de  primero  estaban. 

En  Milán  había  cuatro  mil  españoles,  cuatro  mil  ale- 
manes con  su  coronel  Jorge  de  Freundsperg  é  mil  ita- 
lianos é  ochocientas  lanzas,  é  mil  caballos  ligeros  con 
el  conde  Galeazzo,  de  casaSanseverina,milanes.  Después 
de  haber  tomado  á  Lodi,  los  de  la  liga  dejan  su  guarni- 
ción por  el  Duque  de  Milán  y  asientan  su  campo  á  los 


(1526)  —  156  — 

treinta  de  Junio ^  un  viernes,  y  lo  asientan  desde  puerta 
Romana  fasta  el  castillo  y  ponen  mucha  de  su  gente  en 
Paraíso,  que  era  un  monesterio  de  frailes  agustinos,  ve- 
cino á  puerta  Romana,  cuanto  á  un  tiro  de  una  ballesta 
del  bestión  y  puerta  que  los  españoles  guardaban.  Otro 
dia  siguiente,  sábado  de  mañana,  comienzan  á  dar  hi  ba- 
tería á  la  puerta  é  torre  que  los  españoles  tenían  en  8;uar- 
dia,  y  fué  tan  furiosa  que  era  para  desfacer  cualquier  fuer- 
za de  muro,  tanto,  que  la  puerta  y  torre  fué  desfecha;  é 
viendo  que  los  españoles  no  se  podian  encubrir  detras 
de  la  torre  y  puerta,  arremeten  dos  veces  á  dar  batalla 
con  siete  banderas  y  gran  número  de  gente,  en  las  cua- 
les dos  batallas  pagaron  muy  bien  el  daño  que  con  su 
artillería  y  arcabucería  habían  fecho,  perdiendo  tres  ban- 
deras y  mucha  parte  de  la  gente  que  les  mató  el  arca- 
bucería española.  Viendo  los  generales  de  la  liga  la  for- 
taleza que  los  españoles  tenían  y  el  gran  daño  que  ha- 
bían fecho  en  su  gente,  sin  podelles  entrar  en  la  cibdad, 
mandan  retirar  su  gente  y  la  noche  siguiente  mandan 
retirar  todo  el  campo.  Como  los  españoles  sintiesen  re- 
tirar el  campo  de  los  enemigos,  salen  tras  dellos  con 
ánimos  deliberados  de  dar  en  ellos.  El  nuevo  general  Du- 
que de  Borbon,  que  ya  era  llegado  en  Milán,  juntamen- 
te con  Antonio  de  Leyva  é  el  Marqués  de  Vasto,  se 
ponen  ante  el  ímpetu  de  la  gente ,  resistiendo  la  furia  que 
llevaban,  dicíéndoles  que  no  era  tiempo  sino  de  guardar  la 
cibdad,  siendo  tan  enemigos  los  della  como  los  de  fue- 
ra, y  que  era  menester  guardar  que  no  entrasen  vitua- 
llas en  el  castillo.  Viendo  los  soldados  cosa  que  tanto 
importaba  al  servicio  del  Emperador,  facen  lo  que  les 
fué  mandado  por  el  Duque  de  Borbon  y  los  otros  caba- 


—  157  —  (1526) 

lleros,  y  ansí  se  vuelven  á  sus  fuertes  que  en  guardia 
tenían.  Viendo  los  del  campo  de  la  liga  el  mal  remedio 
que  tenían  para  tomar  la  cibdad  ni  dar  remedio  al  cas- 
tillo, se  retiran  en  Marina  á  esperar  un  socorro  de  gente 
que  les  venía. 

Como  los  milaneses  viesen  que  se  era  retirado  el  cam- 
po, andaban  muy  tristes,  teniendo  perdida  toda  espe- 
ranza. Y  como  el  Duque  de  Milán  viese  ser  retirado 
su  campo  y  en  la  extrema  necesidad  que  se  fallaba  con 
su  gente  en  el  castillo,  por  dar  más  priesa  á  los  de  la 
liga  que  viniesen  á  dalle  socorro  de  provisiones,  una 
noche,  al  mudar  de  la  tercera  guardia,  salen  del  castillo 
fasta  docientos  hombres,  y  donde  ellos  pensaban  hallar 
más  descuidada  la  guardia  acometen  en  querer  salir  en 
la  campaña,  de  los  cuales  algunos  murieron  é  otros  tor- 
naron al  castillo  y  otros  van  en  Marignan  donde  fa- 
llaron á  los  ministros  de  la  liga  con  su  gente,  y  les  dan 
sus  letras  de  la  nescesidad  del  castillo,  afirmándoles  muy 
por  entero  que ,  si  no  se  daban  priesa  en  dar  algún  re- 
medio de  vituallas  al  castillo,  que  se  darian  á  los  mi- 
nistros del  Emperador,  de  pura  fambre.  Por  lo  cual 
mandan  aj untar  muchas  provisiones  con  pensamiento 
de  las  meter  en  el  castillo. 

Siendo  venido  Octaviano  Sforza,  obispo  de  Rezo,  que 
con  el  favor  del  Rey  de  Francia  habia  fecho  catorce  mil 
esguízaros,  y  Miguel  Antonio,  marqués  de  Saluzzo, 
con  cuatro  mil  infantes  gascones  é  quinientas  lanzas  é 
quinientos  caballos  ligeros,  en  nombre  del  Rey  de  Fran- 
cia, todos  juntos  caminan  la  vuelta  de  Milán,  por  un 
camino  llamado  el  camino  de  arriba,  desviado  de  Milán 
dos  mil  pasos,  pensando  por  allí  llegar  más  sin  defensa 


(1526)  -   158  - 

al  castillo  y  dar  sus  vituallas.  Mas  falláronse  muy  en- 
gañados por  la  gran  resistencia  que  hallaron  en  los  es- 
pañoles, por  lo  cual  todos  juntos  se  ponen  á  cinco  millas 
de  Milán,  en  un  grand  fuerte  que  ellos  ficieron,  como 
lo  tenian  por  usanza,  y  de  allí  envian  espías  á  la  cibdad 
é  al  castillo  con  sus  letras  y  secreptas  cabtelas. 

Esto  facian  creyendo  que  como  la  gente  de  la  cibdad 
fuese  mucha  y  estando  mal  con  los  españoles,  trama- 
rian  alguna  cabtela  ó  traición.  Los  de  la  liga  con  los  de 
la  cibdad  muchas  veces  trataban ,  y  ordenaron,  que  pues 
los  españoles  comian  á  discreción,  les  diesen  tósigo,  lo 
cual  se  supo,  y  no  tan  presto  que  á  muchos  soldados 
españoles  no  les  pasasen  peligro.  Y  ordenaron  ademas 
que  los  del  campo  de  fuera  tocarian  muy  recia  arma 
por  todas  partes,  é  cuando  los  españoles  saliesen  á  los 
bestiones,  los  milaneses  cerrarian  las  puertas  de  la  cibdad 
de  manera  que  ellos  perdiesen  la  tierra,  y  las  vidas  es- 
tuviesen á  merced  de  los  de  la  liga.  Y  ansí  intentaron 
otras  muchas  maneras  de  traiciones  que  por  excusar  pro- 
lijidad no  digo. 

Pero  Dios,  que  permite  la  venganza  en  los  corazones 
dañados,  alumbró  el  juicio  del  Duque  de  Borbon  y  de 
los  otros  caballeros,  é  por  mano  guiada  de  la  divina 
mano,  comprendieron  el  secrepto  de  sus  malvadas  in- 
tinciones  y  de  allí  en  adelante  pusieron  mayor  gobierno 
en  sus  personas  y  ejército.  Y  mandan  que  toda  la  in- 
fantería saliese  á  alojar  en  los  burgos  é  en  los  bestiones, 
é  que  los  mozos  de  los  soldados  ficiesen  sus  banderas 
y  capitanes,  y  dándoles  algunos  buenos  soldados  que  los 
guiasen  para  que,  después  de  haber  servido  á  sus  amos, 
se  metiesen  en  la  cibdad  é  se  armasen  é  recogiesen  todos 


—  159  --  (1526) 

á  un  lugar  señalado,  que  era  la  iglesia  Mayor  y  un  gran 
palacio  que  vecino  á  ella  estaba.  Aquí  se  juntaron  pasa- 
dos de  cinco  mil  mozos  y  mandaron  echar  sus  bandos, 
que  ningún  milanes  ni  de  otra  nascion,  de  los  que  no 
fuesen  del  campo  del  Emperador,  no  fuesen  osados  de 
salir  de  sus  casas  después  de  ser  puesto  el  sol  y  cuando 
se  tocase  arma.  Si  por  desgracia  algunos  tomaban,  lo 
mejor  que  podian  librar  con  ellos  era  llegar  á  su  casa 
muy  bien  descalabrado,  y  a  otros  quitaban  las  vidas, 
según  por  su  bando  fué  mandado,  y  la  casa  que  fallasen 
abierta  la  puerta ,  en  este  tiempo  la  malparaban. 

Desta  manera  hubo  en  la  cibdad  gran  gobierno  y 
guardias,  porque  los  de  la  liga  no  la  tomasen,  aunque 
era  tanto  número  como  dije;  y  los  del  campo  del  Em- 
perador tan  pocos  como  señalé.  Viendo  el  Duque  de 
Milán  la  gran  resistencia  que  falló  la  gente  de  su  liga 
y  el  poco  remedio  que  tenía  de  provisiones,  manda  sa- 
liese del  castillo  Jacobo  Felipo  Saco,  un  su  principal ,  y 
que  fuese  al  Duque  de  Borbon  diciéndole  que  se  ponia 
en  sus  manos  y  ofresciendo  de  dalle  el  castillo  dentro  en 
tanto  tiempo,  y  que  le  rogaba,  por  lo  que  tocaba  al 
servicio  de  Dios,  que  diese  lugar  que  sus  letras  fuesen 
al  Emperador,  para  que  su  Majestad  oyese  su  razón  é 
justicia.  La  cual  demanda  movió  á  compasión  al  Du- 
que de  Borbon  é  á  los  otros  ministros  del  ejército  y 
aceptan  la  demanda  del  Duque  de  Milán,  con  una  con- 
dición, que  juntamente  con  el  castillo  de  Milán  les  die- 
se el  castillo  de  Cremona. 

La  cual  cosa  no  quiso  aceptar  el  orador,  antes  mos- 
trando quererse  volver  al  castillo  se  despedía  del  Du- 
que de  Borbon  y  de  los  otros  caballeros,    los  cuales. 


(1526)  —   i6o  — 

viendo  la  determinada  voluntad  del  orador  y  conside- 
rando lo  mucho  que  les  importaba  tener  el  castillo  por 
la  seguridad  de  la  cibdad,  facen  sus  pactos,  los  cuales 
fueron  el  dia  de  Santiago,  de  quel  Duque  saliese  del  cas- 
tillo con  todos  los  suyos  con  sus  dineros  é  ropas,  con 
los  demás  aderezos  de  sus  personas,  é  fuesen  salvos  á 
la  salida  del  castillo  é  cibdad  de  Milán  fasta  poder  lle- 
gar al  campo  de  su  liga,  de  toda  cualquiera  persona, 
V  le  fuese  dada  por  instancia  la  cibdad  de  como  fasta 
en  tanto  que  el  Emperador  diese  la  suya  sobre  las  co- 
sas del  estado  de  Milán.  Y  pues  siendo  capitulado  y 
asentado  por  el  Duque  de  Borbon,  el  orador  vuelve  en 
el  castillo  y  da  muy  entera  cuenta  al  Duque  su  señor  de 
las  cosas  que  habian  pasado  con  los  ministros  del  Em- 
perador. Siendo  venido  el  dia  de  Santiago,  el  Duque  de 
Milán  sale  del  castillo  acompañándolo  Antonio  de  Ley- 
va  fasta  ser  fuera  de  los  bestiones  de  la  cibdad,  y  de  allí 
se  va  al  campo  de  la  liga,  do  estuvo  unos  pocos  dias. 
De  aquí  va  la  vuelta  de  Como,  donde  antes  que  él 
fuese  envió  á  Esforan,  un  su  capitán,  con  su  compañía, 
que  estoviese  en  guardia  de  la  cibdad.  Pues  como  el  Es- 
foran demandase  la  cibdad,  Pedrarias,  gobernador  de 
Como,  oyendo  la  demanda  del  capitán  Esforan ,  respon- 
de diciendo  :  bien  es  la  verdad  que  se  ha  capitulado  con  el 
Duque  se  le  daria  la  cibdad  de  Como,  mas  no  que  saliesen 
los  españoles  de  su  guardia.  Por  la  cual  cosa  este  capi- 
tán se  vuelve  á  lo  hacer  saber  al  Duque,  el  cual,  vien- 
do lo  que  su  capitán  le  decia,  se  torna  en  el  campo  de 
la  liga.  Teniendo  el  Duque  de  Borbon  el  castillo  por 
suyo  mete  á  musiur  de  Ansena,  francés,  por  alcaide  y 
lo  provee  de  algunas  provisiones. 


—   i6i   —  (1526) 

Conviene  á  saber  que  por  la  dada  que  Luduvico 
Vestarino  dio  á  Lodi  el  capitán  Segismundo  de  Reme, 
capitán  por  el  Emperador,  lo  imputó  de  traidor,  y  por 
ello  le  envió  un  cartel  de  desafío,  y  vinieron  á  combatir 
el  dia  de  Nuestra  Señora  de  Agosto  y  junto  al  rio  Ambá- 
rete, ansigurándoles  el  campo  el  Duque  de  Urbino. 
Combatieron  á  caballo  con  mazas  y  espadas,  é  hubo  la 
victoria  Luduvico  Vestarino,  por  estar  mal  ferido  en 
la  mano  diestra  el  capitán  Sigismundo,  no  pudiendo  te- 
ner espada  en  la  mano. 

Viendo  el  Duque  de  Milán  y  los  ministros  del  ejér- 
cito de  la  liga  que  se  les  pasaba  el  tiempo  é  no  hablan 
podido  recuperar  otra  cosa  del  estado  de  Milán  sino  la 
cibdad  de  Lodi,  y  que  pensar  de  entrar  en  Milán  era 
excusado,  acuerdan  que  Malatesta  Vallon  con  caballe- 
ría fuese  sobre  Cremona,  donde  estaba  el  comendador 
Urrias  en  nombre  del  Emperador  con  mil  é  quinientos 
españoles  y  docientos  caballos  ligeros  é  ciento  é  cin- 
cuenta hombres  darmas  é  mil  italianos. 

Llegado,  pues,  Malatesta  Vallon  sobre  Cremona, 
envía  su  trompeta  para  que  se  le  rindiesen;  mas  el  co- 
mendador Urrias,  principal  cabdillo,  y  Coradí ,  coronel 
de  los  alemanes,  no  mostrando  flaqueza  en  sus  ánimos, 
responden  que  no  se  podían  rendir  sin  saber  por  qué. 
Oyendo  esta  respuesta  Malatesta  Vallon,  manda  asentar 
su  campo  en  torno  de  la  cibdad,  y  que  diez  banderas  de 
infantería  entrasen  por  el  castillo  y  se  pusiesen  en  una 
plaza  que  está  entre  el  castillo  y  la  cibdad,  pensando  que 
por  allí  fallarían  mejor  modo  de  entrar  en  la  cibdad. 
Aquí  había  sus  bestiones  y  defensas  contra  el  castillo, 
donde  cada  dia  había  grandes  escaramuzas,  é  rescibian 


(1526)  —    l62   — 

gran  daño  los  de  la  liga  especialmente.  En  una  destas 
escaramuzas  perdieron  catorce  banderas  que  les  toma- 
ron los  españoles. 

Este  dia ,  ya  tarde ,  vino  mucha  gente  á  trabar  esca- 
ramuza vecina  del  castillo,  en  la  cual  perdieron  los  de 
la  liga  dos  banderas  más  y  muchos  muertos  y  feridos. 
Daño  rescibieron  los  españoles  de  la  artillería  del  casti- 
llo, porque  la  intincion  era  sacallos  allí  en  la  escaramu- 
za creyendo  de  los  desfacer  con  la  artillería.  Viendo  Ma- 
latesta  Vallon,  cuan,asediada  tenía  la  cibdad  por  todas 
partes,  é  conosciendo  que  los  españoles  no  se  le  rendi- 
rían sino  fuese  por  fuerza,  manda  poner  tres  baterías, 
una  al  lienzo  que  vecino  del  castillo  estaba  (pues  el 
castillo  está  junto  al  muro  de  la  cibdad),  y  otra  vecina 
desta,  y  otra  más  desviada  en  otro  lienzo.  Como  todas 
tres  baterías  se  diesen  tan  grandes,  que  era  cosa  espan- 
tosa ver  tanto  muro  en  tierra,  en  la  que  se  dejó  vecina 
del  castillo,  que  fué  la  mayor,  se  puso  toda  la  diligen- 
cia que  poner  se  debia  en  facer  los  reparos,  ansí  contra 
de  la  campaña  como  contra  el  castillo;  porque  era  muy 
sojuzgada  del  castillo,  é  no  se  podia  poner  la  gente  en 
la  defensa,  sin  que  con  el  artillería  no  fuese  desfecha. 
Viendo  Malatesta  Vallon  que  los  españoles  hablan  tan 
bien  reparado  su  batería  y  que  sería  gran  daño  para  su 
gente  dar  por  allí  la  batalla ,  manda  su  trompeta  á  los 
de  Cremona  para  que  se  rindiese  la  tierra,  é  que  él  les 
faria  todos  los  pactos  que  ellos  quisiesen.  Viendo  el  Co- 
mendador Urrias  y  el  coronel  de  los  alemanes  las  gran- 
des baterías  que  les  hablan  hecho,  en  especial  la  que 
estaba  vecina  del  castillo,  que  con  grand  daño  de  su 
gente  se  podia  defender  por  el  gran  señorío  del  castillo 


—  1^3  —  (1526) 

é  porque  de  ningún  modo  podían  dejar  de  ser  tomados, 
acuerdan  de  se  rendir  á  Jos  veinte  é  tres  de  Setiembre^ 
un  domingo,  con  pacto  que  estoviesen  ocho  dias  en  la 
cibdad  esperando  si  les  venía  algún  socorro,  y  que  al 
cabo  destos  ocho  dias,  no  viniéndoles  socorro,  saliesen 
con  sus  banderas  tendidas  y  sus  atambores  é  pífanos,  á 
la  orden ,  con  sus  armas  é  caballos,  bagaje  é  ropa ,  con 
lo  demás  que  suyo  fuese ;  y  que  los  italianos  fuesen  á  do 
quiera  que  fuese  su  voluntad  y  los  alemanes  fuesen  en 
Alemania  acompañados  de  sus  comisarlos  fasta  el  fin  de 
su  tierra,  y  los  españoles  fuesen  en  el  reino  de  Ñapóles, 
acompañados  de  sus  comisarios,  fasta  tierra  del  reino. 

Formados  los  capítulos  y  pasados  los  ocho  dias,  Ma- 
latesta  Vallon  manda  echar  bando  en  su  campo,  que 
ninguno  fuese  osado  en  tocar  en  cosa  alguna  de  la  gen- 
te que  salia  de  Cremona,  y  ansí  salen  los  italianos,  yen- 
do á  do  fué  su  voluntad;  los  alemanes  á  Alemania, 
acompañados  de  sus  comisarios  fasta  el  confín  de  su 
tierra;  y  los  españoles  facen  su  viaje  la  vuelta  de  Ña- 
póles. Los  cuales,  siendo  acompañados  fasta  Placencia, 
tierra  del  Papa,  y  viendo  que  allí  no  les  daban  comisa- 
rios para  que  de  allí  en  adelante  los  acompañasen  como 
habia  quedado  en  la  capitulación,  y  ser  cosa  que  mucho 
deseaban,  por  tener  aquella  ocasión,  toman  el  camino 
de  la  montaña  de  Placencia  y  van  la  vuelta  de  Milán, 
en  la  cual  entran,  aunque  con  mucho  trabajo,  porque 
el  camino  fué  largo  por  venir  más  siguros  de  no  en- 
contrar el  ejército  de  la  liga. 

Después  que  Malatesta  Vallon  tuvo  la  cibdad  por 
suya,  deja  su  guardia  y  se  va  á  juntar  con  el  campo  de 
la  liga. 


(1526)  —    ib4  — 

Conviene  á  saber,  que  cuando  Ja  liga  se  ordenaba,  el 
Duque  de  Sessa  que  en  Roma  residia  por  orador  del 
Emperador,  excusaba  al  Papa  que  no  entrase  en  la  liga, 
pues  que  de  su  Majestad  habia  rescibido  tantos  benefi- 
cios y  favores  el  pontificado. 

Viendo  el  Duque  de  Sessa  la  determinada  voluntad 
del  Papa,  que  era  meterse  en  esta  liga  contra  del  Em- 
perador, y  que  ni  por  ruegos  ni  por  via  de  amistad 
(como  fuesen  compadres  Papa  y  Duque)  ni  por  ningu- 
na via  le  podia  mover  de  propósito,  el  Duque  se  sale 
de  Roma,  con  mucha  seguridad,  prometiéndole  al  Papa 
palabras  de  mucha  discordia,  y  se  va  á  Marino,  tierra 
á  doce  millas  de  Roma,  do  face  venir  á  Pompeo  Co- 
lona, que  era  el  cardenal  de  Colona,  y  á  don  Hugo  de 
Moneada,  donde  hubieron  su  consejo  para  facelle  guer- 
ra al  Papa. 

El  cardenal  Colona  ajunta  sus  debdos  y  amigos  y  se 
facen  dos  mil  infantes  y  otros  dos  mil  caballos  ligeros. 
Era  la  mayor  parte  desta  gente  españoles  de  los  que 
andaban  por  Ñapóles  é  de  los  que  salieron  con  el  Du- 
que de  Sessa  de  Roma.  Fecha  esta  gente,  el  Duque  hobo 
una  enfermedad ,  de  la  cual  fué  desafuziado  de  los  mé- 
dicos, é  lo  mandan  meter  en  Roma,  diciendo  que  vol- 
viendo al  aire  de  Roma  podria  haber  alguna  mejoría  y 
desagravarse  de  la  enfermedad.  Ansí  fué  metido  en 
Roma,  do  murió  dende  á  pocos  dias. 

Juntos,  pues,  don  Hugo  é  el  Cardenal  con  su  gen- 
te, se  van  la  vuelta  de  Roma,  que  fué  á  los  diez  y  seis 
de  Setiembre  i  un  domingo.  Fué  parescer  del  Cardenal 
y  de  don  Hugo  de  ir  ellos  dos  á  Roma,  sin  la  gente, 
para  dar  parte  de  sus  intinciones  ;i  los  romanos;  dicien- 


—  i65  —  (1526) 

do  que  su  intincion  no  era  sino  castigar  la  persona  del 
Papa  y  que  no  tuviesen  pensamiento  que  les  iban  á  ro- 
"bar  su  tierra. 

Los  romanos,  como  tuviesen  mala  voluntad  al  Papa, 
fueron  contentos,  y  les  ofrescen  sus  favores  contra  el 
Papa,  é  ansí  don  Hugo  y  el  Cardenal  con  su  gente  en- 
tran por  Roma  gritando,  libertad ^  libertad ^  y  pasan  el 
rio  Tíber  por  puente  Sixto,  y  de  ahí  van  al  palacio  sa- 
cro do  estaba  el  Papa.  En  esto  fué  avisado  el  Papa, 
que  de  primero  no  había  tenido  aviso,  y  la  cabsa  dello 
fué,  porque  dos  días  antes  que  entrase  la  gente  en 
Roma,  el  Cardenal  é  don  Hugo  tuvieron  tal  orden  que 
no  dejaron  entrar  á  nadie  dentro  de  Roma  de  los  que 
por  aquellos  caminos  é  villas  pasaban,  porque  no  pu- 
diesen dar  avisos  de  sus  negocios.  Finalmente,  el  Papa 
se  salvó  por  un  anden  que  va  del  palacio  sacro  al  cas- 
tillo de  Sant  Angelo. 

Ansí  entra  la  gente  por  el  palacio  sacro  con  grande 
seguridad  matando  á  todos  los  de  la  guardia  del  Papa 
y  á  los  que  se  les  ponían  delante  en  alguna  defensa :  y 
ansí  se  saqueó  el  palacio  con  la  mayor  parte  del  burgo 
de  San  Pedro. 

Viendo  esto  el  Papa,  envía  á  llamar  á  D.  Hugo  de 
Moneada,  el  cual  va  al  castillo  de  Sant  Ángel  por  ver 
lo  que  Su  Santidad  le  mandaba.  Venido  D.  Hugo  ante 
el  Papa,  el  Papa  le  ruega  mucho  que  él  metiese  un  me- 
dio de  apagar  tal  fuego,  y  que  fuese  el  Duque  de  Sessa 
y  que  el  Duque  y  él  demandasen  lo  que  quisiesen,  que 
él  lo  faria,  y  ansí  se  hizo  como  ellos  lo  mandaron ;  que 
fué  hacer  treguas  por  cuatro  meses  con  el  Emperador, 
y  que  el  Papa  sacase   su  campo  del  campo  de  la  liga 


(152b)  —   166  — 

que  estaba  sobre  Milán,  que  diese  una  cierta  cantidad 
de  moneda  y  que  perdonase  al  Cardenal  Colona  de  to- 
dos los  enojos  que  contra  del  tenía,  y  les  diese  á  su  vo- 
luntad dos  capelos  para  quien  ellos  quisiesen  facer  car- 
denales. Ansí  fué  fecha  la  merced  como  D.  Hugo  la 
pedia,  otorgándole  los  dos  capelos  y  el  perdón  del  Car- 
denal Colona.  Formados  los  capítulos,  D.  Hugo,  be- 
sando los  pies  del  Papa,  se  despide  de  Su  Santidad  y 
va  al  Duque  de  Sessa  y  le  da  parte  de  los  secreptos  de  lo 
que  habia  pasado  con  el  Papa,  por  lo  cual,  después  de 
ser  fecho  esto  sacan  la  gente  de  Roma  y  la  llevan  á 
Frosolon,  que  es  una  tierra  del  Papa.  Aquí  estuvo 
esta  gente  fasta  que  vino  el  Visorey  de  Ñapóles  de 
España. 

Conviene  á  saber  como  en  este  tiempo  el  Rey  de  los 
Romanos,  hermano  del  Emperador,  manda  al  coronel 
Jorge  Freundsperg  que  congregase  fasta  doce  mil  in- 
fantes alemanes,  y  porque  fuesen  fechos  muy  en  breve, 
les  manda  dar  al  presente  á  cada  uno  dellos  un  florín  de 
oro,  ultra  su  paga,  los  cuales  en  muy  breve  fueron  jun- 
tos, y  les  manda  dar  artillería  é  caballería  para  que  pa- 
sasen en  Italia  en  socorro  de  Milán,  é  á  lo  que  por  Jos 
ministros  del  Emperador  les  fuese  mandado.  El  cual 
Jorge  por  sus  jornadas  llega  en  Trento,  por  la  cual  nue- 
va el  Duque  de  Milán  é  su  liga  andaban  muy  desma- 
yados y  más  el  pópulo  de  Milán.  Y  por  no  dejar  del 
todo  el  asidio  de  Milán ,  con  gran  priesa  comienzan  de 
fortificar  un  monesterio,  dos  mil  pasos  de  la  cibdad,  do 
pudiesen  estar  todo  el  invierno  tres  mil  infantes  é  qui- 
nientos caballos  ligeros.  Ansimismo  manda  que  se  for- 
tificase Monza  por  excusar  la  salida  que  los  españoles 


—  107  —  (1526) 

hacian  á  meter  vituallas  en  la  cibdad  de  Milán.  Y  sa- 
biendo por  sus  espías  que  Jorge  de  Freundsperg  habia 
pasado  los  Alpes  sin  que  la  guardia  de  los  venecianos 
los  pudiese  resistir,  dejan  el  pensamiento  de  fortificar  el 
monesterio  y  Monza  antes  de  dejar  el  asidio  de  Milán. 
Viendo  el  Duque  de  Urbino,  cabdillo  de  los  venecia- 
nos, que  el  coronel  Jorge  con  sus  alemanes  habia  des- 
fecho los  bestiones  é  guardia  de  su  gente  y  habia  pasa- 
do Peschiera,  buena  villa  cabo  del  lago  de  Garda,  y  que 
no  habia  fuerza  que  resistiese  su  venida,  el  Duque  de 
Urbino  é  Juan  de  Médicis  con  toda  la  caballería  y  la 
mejor  infantería  van  en  su  encuentro,  queriendo  trabar 
siempre  escaramuzas  con  ellos.  Mas  como  Jorge  de 
Freundsperg  tomase  el  camino  vecino  de  Mantua, 
van  el  Duque  de  Urbino  y  Juanin  de  Médicis  en 
su  retaguardia  siempre  en  escaramuzas.  Como  Juanin 
de  Médicis  fuese  tan  valeroso  en  las  escaramuzas,  le  fué 
dado  un  arcabuzazo  en  una  pierna,  de  la  cual  herida 
dende  á  diez  dias  murió  en  Mantua. 

En  este  medio,  que  fué  levado  el  asidio  de  Milán,  a 
los  veinte  y  dos  de  Setiembre^  los  españoles  quisieron  ser 
pagados  de  lo  que  se  les  debia,  mas  con  buenas  pala- 
bras é  prometimientos  del  Duque  de  Borbon  ofres- 
ciéndoles  pagas  les  puso  en  toda  quietud  y  sosiego. 

Conviene  á  saber  como  Don  Charles  de  Lanoy,  Viso- 
rey  del  reino  de  Ñapóles,  vino  de  España  con  una  flota 
en  la  cual  traia  cinco  mil  españoles  é  cuatro  mil  alema- 
nes con  su  coronel  el  conde  Juan  Baptista  de  Lodron, 
los  cuales  se  hallaron  en  ganar  la  sierra  de  Espadan  á  los 
moros  que  se  hablan  rebelado.  Este  socorro  venía  á  Mi- 
lán, y  los  viento&y  fortunas  de  la  mar  no  le  dejaron  tomar 


(1526)  —   i68  — 

puerto  en  Genova,  y  ansí  va  en  Gaeta,  en  la  cual  des- 
embarcó dia  de  Santa  Catalina.  Mucha  desta  gente  es- 
pañola se  desmandó  al  campo  de  Lombardía. 

Sabiendo  el  Papa  la  venida  del  Visorey,  le  envia  á 
llamar,  y  viendo  el  Visorey  los  ruegos  del  Papa  viene  á 
ver  qué  queria  Su  Santidad,  de  la  cual  fué  muy  alegre- 
mente rescebido  y  le  rogó  que  ficiese  sacar  la  gente  de 
Frosolon,  porque  sería  cosa  que  mucho  se  lo  agradece- 
ría por  haber  estado  allí  desde  la  tomada  del  palacio  sa- 
cro. Aquí  se  acaban  los  fechos  de  el  año  de  mil  é  quinien- 
tos é  veinte  é  seis. 


AÑO   DE   1527. 


En  el  año  de  mil  é  quhiieníos  á  veinte  y  siete  años,  en 
el  principio  del  mes  de  Enero  el  Duque  de  Borbon 
y  los  otros  caballeros,  con  su  campo,  salen  de  Milán  y 
van  á  Placencia,  donde  se  afirmaron  á  haber  su  consejo 
y  á  esperar  á  Jorge  de  Freundsperg  y  á  dar  orden  á  las 
cosas  del  estado  de  Milán.  Páresela  al  Duque  de  Bor- 
bon, con  algunos  otros  del  Consejo,  dejar  á  Milán  y  á 
su  estado  sin  ninguna  guarnición.  Antonio  de  Leyva 
no  fué  deste  parescer  de  dejar  el  estado  de  Milán  sin 
guarnición,  porque  no  se  sabía  cómo  sucederían  las  co- 
sas. Ansí  fué  acordado  de  todo  el  Consejo  que  quedase 
Antonio  de  Leyva  en  guardia  de  Milán  é  su  estado  y 
ansí  quedó  por  su  general  é  gobernador,  con  mil  é  qui- 
nientos españoles,  que  eran  los  que  estaban  en  las  guar- 
niciones. Estaban  en  Como  dos  banderas ;  en  Lecco  una 
y  en  Trezo  otra,  y  ademas  las  del  castillo  de  Milán;  y 
en  las  otras  tierras  cuatro  mil  alemanes  y  dos  mil  ita- 
lianos y  doscientos  hombres  darmas  españoles  y  dos- 
cientos caballos  ligeros. 

Después  de  haber  habido  este  consejo  y  haber  veni- 
do Jorge  de  Freundsperg  con  sus  alemanes,  como  arri- 


(1527)  —  »7o  — 

ba  dije  haber  llegado  en  el  mantuano,  Antonio  de  Ley- 
va  va  á  Milán  v  Jorge  de  Freundsperg  á  Ferrara,  de 
do  se  fué  á  Alemania.  El  Duque  de  Borbon  con  los 
otros  caballeros  é  campo  caminan  la  vuelta  de  Floren- 
cia. Era  un  campo  de  seis  mil  españoles  y  trece  mil  ale- 
manes, porque  mil  quedaron  con  Antonio  de  Leyva,  y 
tres  mil  italianos,  seiscientas  lanzas  y  mil  caballos  lige- 
ros. Iba  por  general  de  los  caballos  ligeros  el  príncipe 
de  Orange.  Prosiguiendo  su  viaje  el  Duque  de  Borbon 
con  su  campo,  el  Papa  é  venecianos  tuvieron  aviso  de 
la  determinación  del  Duque  de  Borbon,  y  ansí  facen  un 
campo  de  pasados  cincuenta  mil  hombres,  de  los  cuales 
iba  por  general  el  Duque  de  Urbino,  el  cual  guió  su 
campóla  vuelta  de  Florencia,  llevando  una  jornada  de- 
lante del  Duque  de  Borbon. 

Por  el  angustia  del  tiempo  el  Duque  de  Borbon  é 
su  campo  se  afirmó  en  Castel  de  San  Juan,  que  es  una 
tierra  del  Papa  á  doce  millas  de  Bolonia.  Aquí  estuvo 
casi  un  mes  con  nescesidad  de  provisiones  que  no  se 
podían  haber  por  ningún  dinero.  Aquí  mostraron  al- 
gún motivo  los  españoles  y  dándoles  el  Duque  de  Bor- 
bon buenas  palabras  y  un  ducado  de  socorro  por  hom- 
bre, los  puso  á  todos  en  gran  sosiego. 

Viendo  el  Visorey  los  ruegos  y  promesas  que  el  Papa 
le  habia  fecho,  como  arriba  dije,  para  que  pusiese  la  mano 
en  hacer  que  el  Duque  de  Borbon  v  su  campo  no  pa- 
sasen delante,  porque  él  les  pagaria  todas  las  pagas  que 
le  debían,  y  que  fuesen  alojados  á  discreción :  viendo,  pues, 
esto  el  Visorey,  por  los  ruegos  del  Papa ,  con  gran  bre- 
vedad manda  en  postas  á  Cesáreo  Fieramosca  contra  del 
Duque  de  Borbon ,  rogándole  de  su  parte  ficiese  tornar 


—  171  —  (1527) 

el  ejército  en  Lombardía  y  no  pasase  adelante  porque 
á  la  verdad,  el  Papa  se  temia  del  galardón  de  sus  obras. 

Después  de  haber  fablado  Cesáreo  Fieramosca  con  el 
Duque  de  Borbon ,  manda  ajuntar  todo  el  campo  para 
que  Fieramosca  les  ficiese  su  embajada.  Después  de 
ser  juntos  los  capitanes  y  gente,  Fieramosca  les  viene 
á  facer  su  fabla,  rogándoles  de  parte  del  Papa  y  del 
Visorey  se  volviesen  á  Lombardía  y  se  alojaran  á  discre- 
ción, que  el  Papa  les  pagaria  todo  lo  que  se  les  debia. 
La  gente  respondió  diciendo  que  era  venida  allí  desde 
Milán  sin  paga  é  comiendo  de  sus  bolsas  v  que  que- 
rían ir  adelante  comiendo  hierbas  fasta  Florencia  é  Ro- 
ma, é  que  si  los  generales  no  quisiesen  ir  con  ellos,  que 
se  volviesen.  Por  lo  cual  hobo  alguna  división  entre  el 
Duque  de  Borbon  y  Marqués  del  Vasto,  porque  el  Du- 
que de  Borbon  era  del  parescer  de  los  soldados,  y  el 
Marqués  de  contraria  opinión.  Viendo  el  Marqués  que 
los  soldados  no  le  querían  obedescer  en  aquello  que  les 
mandaba  é  rogaba  de  parte  del  Visorey,  se  fué  á  Fer- 
rara con  algunos  capitanes  que  eran  de  su  volundad,  y 
de  aquí  se  va  al  reino  de  Ñapóles. 

Viendo  Fieramosca  que  no  querían  obedescer  su  rue- 
go, se  sale  del  campo  tornando  al  reino  de  Ñapóles,  y 
viendo  el  Visorey  la  respuesta  de  los  soldados,  toma 
las  postas  y  se  viene  á  encontrar  con  el  Duque  de  Bor- 
bon, creyendo  que  por  sus  ruegos  faria  tornar  el  cam- 
po, al  cual  topó  en  un  villa  de  florentines.  En  ella  en- 
tra de  noche  á  se  fablar  con  el  Duque  de  Borbon ,  el 
cual  le  da  muy  entera  cuenta  de  la  voluntad  de  los  sol- 
dados, y  entendido  por  el  Visorey  se  despide  del  Duque 
y  se  torna  sin  ser  visto  de  los  soldados. 


(1527)  —    172  — 

El  Duque  de  Borbon  con  su  canipo  empieza  á  ca- 
minar la  vuelta  de  Florencia,  y  los  soldados  con  tanto 
contento  como  si  fueran  muy  bien  pagados. 

Llegados  á  una  puente  de  piedra  que  está  á  dos  le- 
guas de  Bolonia  por  do  se  pasa  el  rio  Reno,  hallaron 
en  la  puente  questaba  el  Conde  Galeazzocon  mucha  ca- 
ballería é  infantería.  Éste  se  habia  pasado  del  campo 
del  Emperador  al  campo  de  venecianos,  por  no  ir  de- 
bajo del  mandado  del  Príncipe  de  Orange.  Estaba  el 
Conde  Galeazzo  con  aquella  gente  á  escusalle  el  paso. 
Manda  el  Duque  de  Borbon  al  maestre  de  campo  Juan 
de  Urbina  que  fuese  á  reconoscer  qué  gente  era  aquella, 
y  Juan  de  Urbina  obedesce  su  mandado  y  toma  fasta 
docientos  arcabuceros  españoles  y  va  al  puente,  y  vien- 
do que  los  del  Conde  le  querían  defender  el  paso,  traba 
con  ellos  una  escaramuza  é  les  gana  el  puente.  De  cada 
hora  le  llegaba  más  socorro  á  Juan  de  Urbina  y  sigue 
al  Conde  con  su  gente  fasta  metellos  en  Bolonia.  En 
aquella  escaramuza,  que  iban  escaramuzando  los  unos 
con  los  otros,  podían  entrar  todos  juntos  en  Bolonia  y 
ganar  la  cibdad.  Pero  el  Duque  de  Borbon  no  lo  con- 
sintió, porque  tenía  más  altos  pensamientos.  Ansí  cami- 
na con  su  ejército  fasta  llegar  tres  millas  de  Rezo  de 
Toscana.  Aquí  mandó  el  Duque  de  Borbon  á  Juan  de 
Urbina  que  tomase  doce  banderas  de  infantería  españo- 
la y  otras  doce  de  alemanes  y  seis  piezas  de  artillería  v 
que  fuese  á  tomar  á  Colonola,  que  estaba  por  el  Papa. 
Esta  tierra  es  la  primera  casa  de  do  vienen  los  sf orées- 
eos ^  Duques  de  Milán. 

Viendo  los  de  Colonola  el  grande  ímpetu  de  gente 
y  artillería,  sin  esperar  batalla,  se  rinden  á  Juan  de  Ur- 


—  173  —  (1527) 

bina,  á  merced  del  Duque  de  Borbon.  De  aquí  se  sa- 
can muchas  vituallas,  que  fué  grande  ayuda  para  el  cam- 
po del  Duque  de  Borbon,  quien  dio  Colonola  al  Du- 
que de  Ferrara,  porque  se  mostraba  muy  celoso  del 
servicio  del  Emperador. 

De  aquí  se  partió  el  campo  y  pasa  los  Alpes  de  Bo- 
lonia, y  á  la  pasada  de  los  Alpes  ó  montaña  fué  forzado 
al  Duque  de  Borbon  pasar  junto  á  una  tierra  y  castillo 
fuerte  llamado  el  Almendula.  Estaba  bien  proveída, 
tierra  é  castillo,  de  gente  é  vituallas  é  municiones  con 
pensar  de  se  defender.  Pasó  el  Duque  de  Borbon  y  el 
campo. 

Este  dia  los  alemanes  é  italianos  llevaban  el  avan- 
guardia  é  batalla  é  fueron  los  primeros  en  llegar  á  la 
tierra  para  alojar  aquella  noche.  Los  de  la  tierra,  defen- 
diendo la  entrada,  mataron  algunos  de  los  alemanes  é  ita- 
lianos. Llegados,  pues,  los  españoles,  que  sería  casi  la 
hora  de  media  noche,  sin  artillería  ni  escalas,  dan  una 
batalla  á  la  tierra  y  la  toman  con  daño  de  la  gente  que 
dentro  estaba.  Aquí  reposó  el  Duque  de  Borbon  con 
su  gente  el  dia  siguiente,  por  el  cansancio  del  camino 
é  de  la  batalla. 

Era  tanta  la  cobdicia  que  se  traia  saqueando,  que  es- 
pañoles y  alemanes  vinieron  en  gran  división,  que  fué 
menester  al  Duque  de  Borbon  mandar  echar  fuego  á 
la  tierra  donde  no  alojaba  la  gente  de  su  campaña;  ansí 
se  fizo  é  desta  manera  cada  uno  se  acogió  á  su  estancia. 

Otro  dia  de  mañana  el  Duque  con  su  campo  sale  de 
aquí  faziendo  su  camino. 

Conviene  á  saber  que  en  este  tiempo  el  Duque  de 
Urbino  andaba  entreteniendo  su  gente  esperando  el  fin 


(iS^7)  —   '74  — 

donde  el  campo  del  Emperador  se  enderezase,  para 
más  en  lleno  conseguir  su  intención.  Caminando,  pues, 
los  dos  campos,  el  del  Duque  de  Urbino  delante  del 
del  Duque  de  Borbon ,  llegando  cuanto  una  jornada  de 
Florencia,  el  Duque  á¿  Borbon  manda  asentar  su  cam- 
po entre  Siena  y  Florencia.  Ansí  lo  fizo  el  Duque  de 
Urbino  y  muy  más  cerca  de  Florencia,  tasta  conoscer 
el  desiño  de  Borbon.  Viendo  el  Duque  de  Borbon  con 
cuanto  trabajo  iba,  por  llevar  delante  de  sí  al  Duque  de 
Urbino  y  á  su  gente,  echa  fama  de  ir  sobre  Florencia 
y  manda  á  los  seneses  que  sacasen  mucha  artillería  de 
Siena,  mostrando  de  la  querer  llevar  á  la  vuelta  de  Flo- 
rencia, por  más  certificar  al  Duque  de  Urbino  que  iba 
sobrj  Florencia.  Cuando  se  sacó  el  artillería,  comenzó 
á  caminar  la  vuelta  de  Florencia,  y  por  otra  parte,  muy 
secreptamente,  manda  á  los  seneses  que  llevasen  mucha 
vitualla  á  la  Torreta,  que  es  una  su  tierra  que  estaba 
treinta  millas  de  do  estaba  el  Duque  de  Borbon.  Lue- 
go los  seneses  proveyeron  de  las  vituallas  que  por  el 
Duque  les  fué  mandado,  y  sabiendo  el  Duque  de  Bor- 
bon que  le  habían  proveído  de  las  vituallas,  y  que  el 
Duque  de  Urbino  estaba  con  aquel  pensamiento,  que 
había  de  ir  sobre  Florencia,  manda  levantar  su  campo, 
y  aquel  día  llega  á  la  Torreta  y  toma  sus  provisiones; 
é  otro  día  de  mañana  face  su  viaje,  llevando  gran  ven- 
taja al  Duque  de  Urbino  fasta  Roma. 

Cuando  el  Duque  de  Urbino  supo  el  astucia  del 
Duque  de  Borbon,  por  presto  que  acordó,  ya  el  Du- 
que de  Borbon  iba  dos  jornadas  adelante.  Ansí  caminó 
el  Duque  de  Borbon  sin  parar  ningún  día  fasta  Viterbo, 
donde  al  presente  estaba  el  Gran  Maestre  de  Rodas;  el 


—  '75  —  (1527) 

cual  Grand  Maestre  escribió  á  los  dos  duques  que,  el 
que  más  presto  llegase  de  los  dos  campos,  habria  la 
puerta  de  la  cibdad.  Ansí  el  Duque  de  Borbon  fué  el 
primero  que  entró  en  Viterbo,  y  de  aquí,  sin  parar,  va 
fasta  un  palacio  que  se  llamaba  la  viña  del  Papa,  que 
está  una  milla  de  Roma.  Aquí  allegó  el  Duque  de  Bor- 
bon á  los  cinco  de  Mayo,  un  domingo. 

Este  dia  é  noche  anduvo  la  gente  en  torno  del  burgo 
de  San  Pedro  reconosciendo  las  murallas  y  defensas,  é 
otro  dia,  lunes  de  mañana,  se  comenzó  la  batalla  de 
manos  sin  batería  é  casi  sin  escalar.  Antes  que  fuese  la 
hora  del  mediodía  se  habia  ganado  el  burgo  sin  perder 
ochenta  hombres. 

Mas  se  perdió  el  general  Duque  de  Borbon  en  la 
primera  batalla  que  se  dio  en  el  burgo,  yendo  como 
buen  cabdillo  delante  de  los  primeros  que  arremetieron 
á  la  batalla.  Fué  ferido  de  un  tiro  de  mosquete ,  de  la 
cual  ferida  en  breve  tiempo  murió.  Viéndose  ansí  feri- 
do este  buen  general  se  mandó  cubrir  y  llevar  donde  no 
fuese  visto  de  su  gente  por  no  dar  estorbo  á  la  batalla; 
la  cual  no  se  dejó  de  dar  con  gran  furia  é  saña,  aunque 
con  gran  defensa  de  los  romanos.  Pero  al  fin,  como  Juan 
de  Urbina  anduviese  tan  ganoso  entre  la  gente,  ani- 
mando á  los  que  mayor  deseo  tenian,  ansí  se  Jes  entró 
é  ganó  el  burgo,  y  fué  tanta  la  secucion  que  ficieron  en 
los  de  dentro,  yendo  en  su  seguimiento  fasta  los  meter 
por  el  puente  de  Sant  Angelo  (que  es  por  do  se  viene 
de  la  cibdad  á  Palacio  sacro  y  burgo  de  San  Pedro),  que 
pasando  junto  á  la  puerta  del  castillo  mucha  de  la  gen- 
te española,  se  perdiera  si  los  del  castillo  dejaran  caer 
una  sarazina  ó  vero  compuerta,  que  está  en  la  puerta, 


(1527)  —  ilt  — 

que  es  la  entrada  del  puente,  y  otras  cadenas  que  allí 
se  ponen  por  grand  defensa.  Mas  por  la  voluntad  de 
Dios  y  por  su  gran  turbación  no  se  dieron  muy  sigura 
cuenta  de  estas  defensas,  y  con  mucho  daño  de  los 
romanos  y  poco  de  los  españoles  se  volvieron  á  salir 
del  puente. 

¡Onién  podría  decir  los  fechos  é  defechos  de  algu- 
nos particulares  soldados!  entre  ellos  un  soldado,  estan- 
do sobre  los  muros  de  Roma,  volviendo  la  cara  hacia 
el  poniente,  trayendo  su  espada  en  la  mano,  diciendo, 
ó  madre  que  hoy  serás  vengada^  se  echó  entre  los  ene- 
migos, el  cual  fizo  tanto  daño  entre  los  romanos  que 
muy  por  entero  cumplió  su  palabra.  Anduve  mucho 
por  saber  quién  fuese  este  particular  y  por  qué  habia 
dicho  estas  palabras,  y  alcancé  á  saber  ser  un  noble  me- 
redion  ó  vero  de  Mérida. 

Después  de  haber  ganado  el  burgo  é  palacio  Sacro 
estuvo  la  gente  reposando  fasta  cuatro  horas  después 
del  mediodia,  que  se  tocó  arma  y  se  fué  á  ganar  la  cib- 
dad,  la  cual  estaba  muy  fortificada  é  guarnescida  de 
mucha  gente.  Mas  como  los  españoles  llegasen  á  puen- 
te Sixto  (que  es  uno  de  los  puentes  que  están  sobrel 
rio  Tíber,  por  do  se  sirven  los  de  la  cibdad  de  los  bur- 
gos), Jos  que  estaban  en  la  guardia  del  puente  escomien- 
zan de  fuir,  de  manera  que  casi  sin  peligro  se  ganó  la 
cibdad. 

Conviene  á  saber  que  el  Duque  de  Urbino  llegó  con 
su  campo  á  Mentana,  que  es  una  tierra  vecina  de  Ro- 
ma, y  sabiendo  que  el  campo  de  los  españoles  estaba 
tres  dias  habia,  toma  mucha  parte  de  su  arcabucería  é 
caballería  y  va  la  vuelta  de  Roma  por  ver  si  podia  to- 


—   177  —  (1527) 

mará  Ponte  Mole,  que  es  una  puente  que  está  sobre 
el  rio  Tíber  á  una  milla  de  Roma.  Esto  hacia  con  pen- 
samiento de  poner  su  campo  vecino  á  los  muros  de 
Roma  y  monasterio  de  Nuestra  Señora  del  Populo,  é 
por  tener  algún  favor  del  castillo.  Mas  no  pudo  efec- 
tuar su  intención,  porque  le  fué  muy  defendida  la  puen- 
te. Ansí  se  vuelve  á  la  Insola,  cuanto  ocho  millas  de 
Roma,  do  recoge  todo  su  campo,  é  estuvo  unos  pocos 
dias  por  ver  si  podia  dar  algún  remedio  al  Papa.  Y 
viendo  que  ningún  modo  podia  tener  para  ello,  levanta 
su  campo  y  va  en  Lombardía. 

Pues  tornando  á  nuestra  tomada  de  Roma  :  después  de 
muerto  el  Duque  de  Borbon,  don  Hugo  de  Moneada 
y  Fernando  de  Alarcon  y  el  Príncipe  de  Orange  y  el 
Marqués  del  Vasto  (que  ya  era  vuelto  al  campo),  todos 
con  gran  cuidado  gobernaban  el  ejército ;  que  era  tan 
grande  el  bullicio  é  priesa  de  la  matanza  y  saco,  que  no 
hay  juicio  humano  que  lo  pudiese  narrar.  Allí  no  se 
tenía  respeto  á  Dios,  ni  vergüenza  al  mundo;  robando 
y  sacrilegiando  las  iglesias  y  lugares  sagrados,  saquean- 
do las  casas  de  las  cardenales,  patriarcas,  arzobispos, 
obispos  y  á  toda  la  Iglesia;  y  las  casas  de  los  embaja- 
dores y  cortesanos,  ansí  los  de  nuestra  nascion  como  de 
otras.  Iba  generalmente  el  fuego  de  la  guerra  sembra- 
do por  todas  partes  de  Roma.  Luego  se  puso  cerco  en 
el  castillo  de  Sant  Angelo,  donde  estaba  el  Papa  con 
seis  cardenales  y  tres  obispos,  cuyos  nombres  son  Ju- 
lio de  Médicis  (Papa  Clemente  Séptimo),  el  cardenal 
Santicuatro,  el  cardenal  de  Lávala,  el  cardenal  de  Mot- 
te,  el  cardenal  Armellino,  el  cardenal  Calses,  el  carde- 
nal Rodulfo,  el  obispo  de  Pistoya,  el  obispo  monseñor 


(1527)  —   '78  — 

Evangelista  (secretario  del  Papa),  el  obispo  de  Castro 
(sacristán  del  Papa)  y  Renzo  de  Ceri,  romano,  con 
cuatrocientos  arcabuceros,  con  otros  nobles  cortesanos, 
de  los  cuales  no  señalo  sus  nombres.  Ansí,  en  torno  del 
castillo  se  facen  reparos  é  trincheras,  ansí  en  la  cibdad 
como  en  el  burgo  y  en  la  campaña,  y  se  pusieron  puen- 
tes de  barcas  en  el  Tíber,  porque  por  tierra  ni  por 
agua  no  se  pudiesen  ir  el  Papa  é  los  cardenales,  por  es- 
tar el  castillo  orillas  del  rio  Tíber  é  al  un  canto  del 
burgo  é  puente,  saliendo  la  mayor  parte  del  castillo  á 
la  campaña.  Ansí  é  por  todas  partes  estaba  cercado  el 
castillo  é  con  gran  guardia.  Yendo  el  Príncipe  de  Oran- 
ge  á  ver  la  guardia  que  se  facia  en  el  castillo,  se  descu- 
brió solamente  la  cabeza  para  ver  el  castillo,  é  le  fué  ti- 
rado un  arcabuz  y  lo  firieron  en  el  rostro,  por  lo  cual 
fué  llevado  de  Roma  á  Siena  á  se  medicar. 

Pues  viendo  el  Papa  el  poco  remedio  que  tenía  del 
campo  de  su  liga  y  la  diligencia  del  campo  de  los  espa- 
ñoles, acuerda  rendirse  á  los  ministros  que  gobernaban 
el  ejército  del  Emperador  y  ponerse  en  sus  manos.  Ansí 
se  rendió  á  los  cuatro  dias  de  Junio^  con  todos  los  de- 
mas  que  en  el  castillo  estaban.  Como  el  Papa  fuese 
puesto  en  manos  de  don  Hugo  é  de  los  otros  señores, 
le  dan  en  guardia  á  Fernando  de  Alarcon,  el  cual  se 
entra  en  el  castillo  con  una  compañía  de  infantería  es- 
pañola ,  que  era  del  capitán  don  Felipe  Cerbellon.  Ansí 
mismo  proveen  que  el  don  Felipe  Cerbellon  fuese  al- 
caide del  castillo  de  Sant  Angelo;  y  á  don  Alonso  de 
Córdoba  alcaide  del  castillo  de  Civita  Vechia;  é  al  ca- 
pitán Rodrigo  de  Ripalda  proveen  de  alcaide  del  cas- 
tillo de  Ostia.  Luego  dan  libertad  al  abad  de  Faifa,  que 


—  179  —  (1527) 

el  Papa  lo  tenía  en  el  castillo  porque  se  habia  mostrado 
servidor  del  Emperador.  Ansí  estuvo  el  campo  en 
Roma  fasta  en  fin  de  JuniOy  que  fué  sobre  Terni  y 
Narni,  que  son  dos  tierras  del  Papa,  las  cuales  se  pu- 
sieron en  mucha  defensa ;  mas  fueron  tomadas  por  fuer- 
za y  saqueado  Narni  y  estas  dos  tierras.  Y  en  otras  ve- 
cinas de  Roma  se  alojó  el  campo.  La  cabsa  de  la  salida 
del  campo  de  Roma,  fué  por  la  gran  pestilencia  que  an- 
daba en  Roma,  que  yendo  la  gente  como  iba  andando 
se  caian  muertos,  y  otros  muchos  que  morían  por  ves- 
tirse ropas  hechas  de  capas  y  ornamentos  y  cosas  sagra- 
das de  las  iglesias.  Era  una  gran  crueldad  de  ver  la 
mortandad  que  andaba.  No  quiero  decir  otras  particu- 
laridades por  no  ser  acusado  de  prolijidad. 

Estando  los  alemanes  en  Terni  y  Narni  y  en  las 
otras  villas,  como  arriba  dije,  se  levantaron  quiriendo 
venir  á  Roma  á  querella  totalmente  saquear  y  destruir. 
Como  esto  fué  sabido  por  los  que  gobernaban  el  ejérci- 
to, mandan  á  gran  priesa  que  los  españoles  entrasen  en 
Roma  á  excusar  que  los  alemanes  efectuasen  las  daña- 
das intinciones  que  tenían  contra  de  Roma;  ansí  se  vol- 
vió el  campo  dentro  de  Roma  que  fué  andando  la  mi- 
tad de  Setiembre. 

Conviene  á  saber,  como  después  de  ser  tomada  Roma 
los  ministros  del  ejército  del  Emperador  escriben  á  su 
Majestad  dándole  muy  entera  cuenta  de  la  muerte  del 
Duque  de  Borbon  y  presa  de  Roma  y  Papa  y  carde- 
nales, y  de  la  ferida  del  Principe  de  Oranje,  y  de  las 
cosas  que  tocaban  al  gobierno  de  su  ejército.  Viendo  el 
Emperador  la  gran  ruina  é  destruicion  de  Roma,  como 
cripstianísimo  y  temeroso  de   la  honra  de  la  Iglesia  y 


(1527)  —  i8o  — 

culto  divino,  mostró  un  gran  pesar  y  pena,  y  con  mu- 
cha brevedad  scripbe  á  los  gobernadores  de  su  ejército, 
mandándoles  que,  vista  su  carta,  diesen  libertad  al  San- 
tísimo Padre  c  cardenales  é  obispos,  y  lo  restituyesen 
en  su  tierra  é  fuerzas,  reduciéndolo  al  estado  primero. 
Ansimismo  manda  que  el  Príncipe  de  Oranje  viniese 
al  campo  por  su  general  en  Italia,  y  que  el  cuerpo  del 
Duque  de  Borbon  fuese  llevado  al  castillo  de  Gaeta. 
Ansí  fué  fecho,  como  por  el  Emperador  fué  mandado. 

Fué  dada  libertad  al  Papa  é  cardenales  y  obispos 
á  ocho  de  Diciembre.  Este  día  salió  el  Papa  de  Roma 
para  irse  á  Orbieto,  y  no  lejos  de  Roma  encontró  al 
Príncipe  de  Oranje  que  venía  de  curarse  de  Siena,  y  á 
residir  en  su  cargo  de  General.  El  Papa  viéndole,  sin 
consentir  que  el  Príncipe  le  saludase,  con  la  reverencia 
é  ceremonias  debidas,  muy  amorosamente  le  da  un  abra- 
zo, mostrando  mucho  gozo  de  velle  convalescido.  Des- 
pués de  haber  pasado  algunas  palabras  el  Príncipe  se 
despidió  de  su  Santidad  y  se  entra  en  Roma,  do  fué 
muy  alegremente  rescibido  de  todos  aquellos  caballeros 
y  ejército.  El  dia  siguiente  el  Príncipe  é  los  otros  ca- 
balleros del  ejército  entran  en  su  consejo  para  dar  orden 
para  sacar  el  campo  de  Roma;  é  porque  los  soldados 
querían  ser  pagados,  é  no  salir  de  Roma  de  otra  mane- 
ra, fué  nescesario  que  el  Papa  é  cardenales  ayudasen  á 
pagar  el  campo. 

Después  de  ser  pagada  la  gente  salió  el  ejército  de 
Roma  mediando  el  Febrero  siguiente  (1528). 

Conviene  á  saber  las  cosas  que  Antonio  de  Leyva 
fizo  en  Lombardía  en  este  presente  año  que  tratamos. 

Como  arriba  dije,  Antonio  de  Leyva  quedó  en  Mi- 


—  i8i  —  (1527) 

lan  y  su  estado,  con  aquella  gente  que  el  Duque  de 
Borbon  le  dejó  para  guardia  y  defensa  del  estado  de 
Milán  y  Lombardía.  Luego  el  Duque  de  Milán  co- 
menzó de  nuevo  á  facer  gente  en  su  estado  y  ajunta 
tres  mil  infantes  é  docientos  caballos  y  se  va  á  meter  en 
la  villa  de  Marignan,  la  cual  cosa,  siendo  sabida  por 
Antonio  de  Ley  va,  sale  de  Milán  con  ochocientos  es- 
pañoles y  otros  tantos  italianos,  con  parte  de  su  caba- 
llería y  va  en  contra  del  Duque  á  excusalle  la  entrada  en 
Marignan;  y  se  traba  con  él  una  escaramuza  de  tal 
maña,  que  les  face  que  no  entren  en  la  villa  de  Marig- 
nan, y  aun  que  no  le  parasen  en  la  campaña.  En  esto 
vino  el  Duque  de  Urbino  con  mucha  parte  de  la  gente 
que  habia  traido  de  Roma ,  los  cuales  dos  Duques  de 
Milán  é  de  Urbino,  siendo  juntos,  van  sobre  Antonio 
de  Ley  va,  que  estaba  en  la  villa  de  Marignan,  con  fas- 
ta mil  españoles  é  cuatro  mil  alemanes  é  tres  mil  italia- 
nos y  decientas  lanzas  é  cient  caballos  ligeros. 

Siendo  allegados  los  dos  Duques  sobre  Marignan, 
con  quince  mil  infantes  é  mucha  caballería  é  artillería, 
con  intincion  de  desfacer  á  Antonio  de  Leyva  é  á  su 
gente  y  ganar  el  estado  de  Milán,  é  viendo  Antonio  de 
Leyva  la  mucha  gente  que  allí  tenian  los  Duques,  y  la 
más  que  esperaban,  y  la  poca  que  él  tenía,  y  también 
por  recelo  de  no  perder  á  Milán  con  algún  engaño, 
por  estar  Juan  Jacobo  de  Médicis,  castellano  de  Mus, 
en  Cate,  con  seis  milhombres,  y  estar  á  doce  millas  de 
Milán.  Ansí,  manda  á  la  prima  noche  facer  sus  escua- 
drones, y  con  mucha  orden  manda  que  el  escuadrón  de 
los  italianos  caminase  en  la  avanguardia  y  el  escuadrón 
de  alemanes  en  batalla;  tras  de  los  alemanes  el  bagaje  é 


(1527)  -  i82  - 

caballería  é  artillería,  quedando  su  persona  en  reta- 
guardia con  los  mil  españoles.  Ansí  camina  por  su  ca- 
mino real  sin  escaramuza,  fasta  entrar  en  Milán. 

Entrado,  pues,  Antonio  de  Ley  va  en  Milán,  reposa 
el  dia  siguiente;  é  la  noche  venidera,  á  la  prima  no- 
che, sale  de  Milán  con  toda  su  gente,  dejando  solos 
docientos  españoles  en  guardia  de  las  puertas,  y  con  la 
demás  camina  la  vuelta  de  Carate,  villa  del  monte  de 
Brivio,  yendo  en  el  avanguardia  el  capitán  Alonso  de 
Valdelomar,  con  su^compañía,  que  era  de  caballos  li- 
geros, guiando  la  demás  gente.  Era  como  al  esclarecer 
el  dia,  é  Antonio  de  Ley  va  llega  sobre  la  villa  de  Ca- 
rate v  la  cerca  porjtodas  partes,  y  la  manda  dar  com- 
bate. Viéndomelos  seis  mil  esguízaros  que  en  la  villa  es- 
taban por  el  castellano  de  Mus,  ser  cercados  por  todas 
partes,  todos  se  recogen  al  más  fuerte  lugar  que  á  ellos 
les  paresció,  para  se  poder  defender;  mas  no  fueron 
parte  para  resistir  la  furia  de  Antonio  de  Leyva  y  de 
su  gente,  que  todos  no  fuesen  hechos  pedazos  é  pri- 
sioneros. Fecho  esto,  se  tornan  en  Milán,  sin  ninguna 
pérdida  de  su  gente,  antes  que  venecianos  se  le  entra- 
sen en  Milán,  por  estar  cerca,  como  estaban  á  diez  mi- 
llas de  Milán. 

Conviene  á  saber  que  en  este  tiempo  caló  un  pode- 
roso campo  de  franceses,  del  cual  venía  por  general 
musiur  de  Lautrec,  y  con  él  venía  musiur  de  Valde- 
mote,  de  la  casa  de  Lorena,  con  otros  muchos  señores 
y  caballeros. 

Este  señor  de  Valdemote  venía  proveído  para  Vi- 
sorey  del  reino  de  Ñapóles. 

Llegado,  pues,  musiur  de  Lautrec  en  el  llano  del 


—  1^3  —  (1527) 

Piamonte,  reface  su  campo  de  más  gente  y  se  ajunta 
con  el  campo  de  la  liga. 

Viendo  Antonio  de  Leyva  que  Lautrec  venía  tan  pu- 
jante, y  se  refacia  de  más  gente,  manda  proveer  de 
gente  sus  guarniciones,  mandando  quel  conde  Juan 
Baptista  de  Lodron ,  coronel  de  los  alemanes,  que  es- 
taba de  guardia  de  la  cibdad  de  Alejandría,  que  man- 
dase venir  en  Alejandría  cuatro  banderas  de  sus  alema- 
nes, que  en  el  Castelazo  estaban.  Ansí  se  hizo,  como 
Antonio  de  Leyva  lo  mandó.  A  los  diez  de  Junio,  un 
miércoles  de  mañana,  salen  las  cuatro  banderas  del  Cas- 
telazo, faciendo  su  camino  para  Alejandría,  donde  en 
el  camino  se  topan  con  gran  caballería  francesa,  con  la 
cual  se  traban  en  grande  escaramuza.  Como  los  alema- 
nes fuesen  pocos  é  la  caballería  fuese  mucha,  de  los 
franceses  resciben  algún  daño  los  alemanes.  Viendo  los 
alemanes  que  era  cosa  imposible  poder  llegar  en  Ale- 
jandría, sin  que  primeramente  no  fuesen  desfechos  por 
la  gran  caballería  que  los  seguia,  acuerdan  de  se  meter 
en  la  villa  del  Bosco  del  Castelazo,  que  allí  vecina  es- 
taba; en  la  cual  entraron  con  pérdidas  de  las  dos  par- 
tes. Como  Lautrec  viese  que  en  el  Castelazo  se  habia 
metido  aquella  gente,  va  sobre  la  villa  con  todo  su  cam- 
po, que  eran  pasados  de  cincuenta  mil  hombres  y  cua- 
renta é  dos  piezas  de  artillería,  y  manda  sus  trompetas 
á  los  alemanes,  para  que  se  le  rindiesen  con  la  villa. 
Los  alemanes ,  pensando  de  se  poder  defender,  no  se 
quieren  rendir,  por  lo  cual  Lautrec  les  manda  poner  las 
baterías,  batiendo  los  muros  é  obras  muertas  del  casti- 
llo, por  lo  cual  cayó  un  lienzo  é  puerta  de  la  villa,  cor- 
tado por  junto  á  los  cimientos;  y  dan  una  batalla,  y  no 


(1527)  —  i84  — 

pueden  entrar  por  la  mucha  defensa  que  los  alcir.anes 
facían.  Por  lo  cual,  los  franceses  se  retiran  con  mucha 
perdida.  Ansí  se  tornó  á  dar  muy  más  gran  batería,  no 
dejando  de  batir  dia  y  noche,  pensando  de  asolar  los 
muros  y  villa  é  facer  tres  minas. 

Viendo  los  de  la  villa  cómo  Lautrec  era  determinado 
de  tomar  la  villa,  é  que  á  ellos  faltaba  la  pólvora,  y 
que  estaba  mucha  de  su  gente  muerta  é  ferida,  y  la  de- 
mas  estaba  muy  trabajada  de  las  batallas  y  de  reparar 
las  baterías  é  guardias ,  como  el  dia  y  la  noche  estuvie- 
sen todos  al  muro,  acuerdan  de  rendirse  á  Lautrec,  con 
los  mejores  pactos  que  pudiesen.  Mas  Lautrec  no  los 
quiso  tomar  sino  á  su  merced ,  dándoles  seguros  de  las 
vidas,  y  que  los  alemanes  jurasen  de  servir  al  Rey  por 
siete  meses,  y  si  no,  que  los  mandaría  pasar  por  filo  de 
espada. 

Los  cuales  no  pudieron  facer  otra  cosa,  y  lo  juraron, 
y  salen  de  Bosco;  que  fué  á  trece  de  Agosto  ^  un  lunes. 
Como  Lautrec  hobo  la  villa  del  Bosco,  la  manda  sa- 
quear y  abrasar,  é  va  sobre  Alejandría,  y  de  aquí  man- 
da á  uno  de  sus  principales  con  fasta  tres  mil  hombres 
á  la  cibdad  de  Genova,  la  cual  también  estaba  por  el 
Emperador,  soto  el  gobierno  de  Martinengo,  el  cual 
tenía  seis  banderas  de  infantería  española. 

En  Genova  se  padescia  gran  nescesidad  de  provisio- 
nes del  comer,  por  la  secucion  que  facia  Andrea  Doria 
por  la  mar;  por  lo  cual  salieron  de  Genova  nueve  ga- 
leras, en  las  cuales  iban  fasta  trecientos  arcabuceros  es- 
pañoles. Iba  por  principal  desta  gente  un  alférez  lla- 
mado Zurita,  é  iba  en  la  isla  de  Córcega,  por  ciertas 
naves  que  venían  cargadas  de  trigo  de  la  isla  de  Sicilia 


—  1^5  —  (1527) 

para  la  cibdad  de  Genova.  En  Bonifacio  hallaron  las 
naves  que  venian  de  Sicilia,  é  otra  nave  que  via  del  rio 
cargada  de  mercancía  para  la  mesma  cibdad,  que  era 
cosa  muy  rica.  Llegadas  las  galeras,  como  digo,  todas 
las  naves  é  galeras  se  van  la  vuelta  de  Genova;  mas  fue- 
ron avisados  los  de  las  naves  é  galeras  de  Porto  Fino,  de 
cómo  Andrea  Doria  los  estaba  esperando  detras  de  una 
punta  de  la  Marciana  con  sus  galeras  é  las  de  los  fran- 
ceses, que  por  todas  eran  veinte  é  dos  galeras,  y  ansí, 
se  tornan  de  la  vuelta  de  Porto  Fino,  y  las  galeras  de 
los  franceses  y  de  Andrea  Doria  en  su  seguimiento, 
lombardeándose  las  unas  con  las  otras;  llegando  Zurita 
en  Porto  Fino  con  las  galeras  y  naves,  y  Andrea  Doria 
en  Santa  Margarita,  que  es  una  villa  é  puerto  á  cinco 
millas  de  Porto  Fino.  Luego  Andrea  Doria  face  des- 
embarcar mucha  gente  de  la  armada,  y  mándales  que 
fuesen  á  tomar  el  Porto  Fino,  para  que  no  pudiesen 
entrar  en  el  puerto  las  naves  é  galeras.  Viendo  el  alfé- 
rez Zurita  cómo  la  gente  de  la  armada  francesa  venía 
sobre  la  villa,  desembarca  con  su  gente  y  se  pone  en 
el  paso  por  do  habia  de  venir  la  gente  francesa.  Como 
el  alférez  Zurita  y  su  gente  estoviesen  en  el  paso,  se 
traban  los  unos  con  los  otros  en  muy  recia  escaramuza, 
y  en  tal  manera  se  empezó  la  escaramuza,  que  los  unos 
y  los  otros  fortificábanse  faciendo  bestiones. 

Como  Martinengo  fuese  informado  cómo  estaba  su 
gente  en  aquel  estado  y  estrecho,  sale  de  Genova  con 
la  mayor  parte  de  la  gente  española  que  tenía,  é  va 
donde  estaba  su  gente  en  Porto  Fino,  y  todos  juntos 
dan  en  los  enemigos,  matando  muchos  dellos  é  otros 
faciendo  que  se  afogasen,  por  se  salvar  en  la  armada. 


(1527)  -  i86  - 

En  esta  escaramuza  fué  preso  el  conde  Felipo,  deb- 
do  de  Andrea  Doria.  Aquí  ganó  gran  fama  el  alférez 
Zurita. 

Viendo  Martinengo  que  no  podia  llevar  las  naves  é 
galeras  á  Genova,  á  cabsa  de  la  armada  de  los  enemi- 
gos, é  también  porque  los  marineros  que  en  las  naves 
é  galeras  iban  se  habian  fuido  y  no  habia  quien  las 
guiase  al  puerto  de  Genova,  determina  de  las  dejar  y 
quemar  las  mejores  galeras,  y  se  va  con  su  gente  la 
vuelta  de  Genova. 

Como  Martinengo  fuese  llegado  con  su  gente  en 
Genova,  falló  que  los  franceses  venian  sobre  ella  (como 
arriba  dije,  cuando  Lautrec  llegó  á  Alejandría).  La 
vanguardia  venía  cerca  de  Genova  é  sin  más  descansar 
de  su  trabajo  pasado,  Martinengo  y  su  gente  va  sobre 
los  enemigos  y  face  gran  daño  en  ellos,  matando  é 
firiendo  é  faciendo  prisioneros;  y  volviendo  con  esta 
Vitoria  la  vuelta  de  la  cibdad,  falla  las  puertas  cerradas 
por  los  franceses,  que  habian  entrado  en  la  cibdad  con 
voluntad  de  los  FVegosos,  que  les  habian  abierto  las 
puertas,  y  estaban  encima  de  las  puertas  gritando  Fran- 
cia ^  Francia;  y  salen  de  la  cibdad  algunos  de  los  fran- 
ceses, con  muchos  que  estaban  en  Coboca,  detras  de 
una  carraca  que  allí  se  facia.  Ansí  los  prisioneros  fran- 
ceses facen  prisioneros  á  los  españoles  é  los  traian  en 
prisión,  matando  á  unos,  é  á  otros  echando  en  gale- 
ras. Viendo  esto  Martinengo,  con  la  más  gente  que 
pudo  se  va  la  vuelta  de  Milán. 

No  lejos  de  Genova  fué  tomado  de  villanos  y  lleva- 
do á  Genova  y  entregado  á  los  de  la  señoría. 

Viendo  el  dux  de  Genova  que  tal  andaba  la  cibdad. 


—  i87  —  (1527) 

se  va  al  castillo,  y  allí  face  sus  pactos  y  sale  del  castillo 
con  algunos  españoles  que  con  él  se  recogieron,  y  de 
aquí  va  á  la  Mirándola,  de  do  fueron  á  Milán.  Pues 
viendo  Lautrec  habelles  sido  tan  favorable  la  fortuna, 
después  de  tanta  desgracia ,  y  haber  habido  á  Genova, 
va  á  la  proveer  de  gobernador  y  de  guarnición.  Viendo 
Antonio  de  Leyva  que  por  la  pérdida  de  los  alemanes 
en  el  Bosco,  habia  poca  gente  en  Alejandría  con  el 
conde  Juan  Bautista  de  Lodron,  mandó  á  Ludovico 
BalbianOj  milanes,  conde  de  Belgioyoso,  que  tomase 
fasta  quinientos  infantes  italianos  y  trabajase  de  entrar 
con  ellos  en  Alejandría. 

El  cual,  viendo  cosa  que  tanto  importaba,  toma  su 
gente  y  va  en  Alejandría,  y  con  mucho  trabajo  é  ma- 
yor peligro  entró  en  la  cibdad,  que  no  fué  poco  daño 
para  los  de  fuera.  Viendo  franceses  y  venecianos  la 
grande  resistencia,  mandan  poner  más  artillería,  y  en 
tantas  partes,  que  no  se  podían  reparar  los  de  dentro. 
Viendo  los  Condes,  cabdillos  de  la  gente  de  la  cibdad, 
la  mucha  artillería  y  el  gran  daño  que  facia,  y  que  no 
se  podían  reparar,  y  que  no  podían  facer  otro  sino  ren- 
dirse ó  venir  á  sus  manos,  acuerdan  de  rendirse,  y 
siendo  tantas  veces  rogados  que  se  rindiesen ,  se  rinden 
con  pacto  quel  conde  Juan  Baptista  de  Lodron,  con 
sus  alemanes  y  banderas  é  impedimentos,  fuesen  en 
Alemania,  y  Ludovico  Balbiano  fuese  en  Turin,  y  que 
en  seis  meses  no  tomasen  armas  contra  del  Rey  de  Fran 
cia  y  sus  confederados.  Habiendo  habido  la  cibdad,  Lau- 
trec manda  meter  de  su  gente  en  ella. 

Viendo  Francisco  Gabateo,  embajador  del  Duque  de 
Milán,  que  Lautrec  mandaba  proveer  la  guarnición  de 


(.527)  -   i88  - 

su  gente  en  la  cibdad,  dice  fi  Lautrcc  que  no  cumplía 
la  capitulación  que  estaba  capitulada  entre  los  prínci- 
pes; por  lo  cual,  Lautrec  (por  no  dar  á  entender  á  los 
de  la  liga  que  al  principio  de  la  guerra  no  mantenia  la 
capitulación  que  con  ellos  tenía  fecha),  dice  que  él  ten- 
taba tal  cosa  por  la  vecindad  de  Genova,  y  que  él  no 
mandaba  meter  aquella  gente  sino  por  personas  de  quien 
estaba  muy  cierto  que  no  ñ^rian  otro  sino  rendilla  cada 
y  cuando  que  se  la  pidiesen,  y  que  pues  á  ellos  les  pa- 
rescia  otra  cosa,  que  se  metiese  guardia  á  su  voluntad. 

Pues  viendo  Antonio  de  Ley  va  que  Lautrec  le  había 
tomado  á  Genova  y  á  Alejandría  y  la  grand  pujanza 
que  traia,  manda  á  Ludovico  Balbiano  que  fuese  en  Pa- 
vía á  la  guardar. 

Como  la  liga  dejase  la  cibdad  de  Alejandría  por 
su  va,  toma  las  otras  tierras  é  villas  comarcanas  que  á 
ellos  cumplia  tener. 

Como  los  alemanes,  que  estaban  en  Milán,  supiesen 
la  venida  de  Lautrec  y  lo  que  habia  fecho  con  el  Conde 
de  Lodron  y  los  otros  alemanes ,  no  querían  esperar  en 
Milán,  por  ser  pocos,  y  decían  que  no  tenían  españo- 
les con  ellos,  porque  los  que  habia  estaban  en  las  fuer- 
zas. Viendo  Antonio  de  Leyva  la  voluntad  de  los  ale- 
manes, les  da  muy  buenas  palabras  y  les  promete  que 
él  faria  venir  los  españoles  que  estaban  en  las  fuerzas 
del  estado  de  Milán,  y  ansí,  manda  sus  letras  á  los  go- 
bernadores y  capitanes,  para  que  entregasen  las  fuerzas 
á  los  capitanes  que  él  enviaba.  Ansí  se  hizo  como  An- 
tonio de  Leyva  lo  mandaba,  y  luego  Pedrarias'  entregó 
la  cibdad  de  Como  á  Ponte,  maese  de  campo  de  los 
italianos  de  su  campo.   Ansí  hicieron  todos  los  otros 


—  189  —  (1527) 

gobernadores.  Villaturicl  entregó  á  Lecco  á  Lucio  Pí- 
chachelo,  napolitano;  el  capitán  Diego  López  de  Sora, 
no  queriendo  salir  del  castillo  de  Trezo,  fué  bien  cas- 
tigado de  Antonio  de  Ley  va,  quitándole  la  vida.  Pues 
todos  juntos  en  Milán,  otro  dia  siguiente,  Antonio  de 
Ley  va  mandó  que  todos  los  españoles,  con  sus  armas, 
se  juntasen  en  la  plaza  que  está  delante  del  castillo,  y 
los  manda  facer  escuadrón,  y  que  todos  en  orden  fue- 
sen desde  el  castillo  torneando  en  torno  de  la  cibdad 
fasta  puerta  Romana,  que  era  el  cuartel  donde  aloja- 
ban los  alemanes.  Serian  los  españoles  fasta  dos  mil,  y 
como  llegasen  donde  alojaban  los  alemanes,  facen  una 
salva  con  el  arcabucería.  Estaban  todos  los  alemanes 
mirando  el  escuadrón  de  los  españoles,  el  cual  escua- 
drón entró  por  puerta  Romana  dentro  en  la  cibdad. 
Como  los  alemanes  hobiesen  visto  á  los  españoles,  pa- 
resciéndoles  más  número  de  lo  que  eran,  tomaron  tanto 
gozo  y  nuevo  ánimo,  que  todos  juntamente  se  van  á 
Antonio  de  Ley  va  y  le  ofrecen  sus  personas,  diciendo, 
que  de  muy  buena  voluntad  y  con  entero  ánimo  acor- 
daban de  esperar  toda  la  potencia  de  Lautrec,  si  bien 
trajese  á  toda  Francia,  y  que  querían  morir  con  los  es- 
pañoles. Antonio  de  Ley  va  les  dio  las  gracias  y  les 
agradesció  mucho  su  buena  voluntad. 

En  esto,  Lautrec  envia  sus  trompetas  á  Vigevano, 
demandando  la  cibdad  (que  por  haber  nacido  en  ella  el 
duque  Francisco  Sforza,  la  entituló  cibdad),  y  que  diese 
el  castillo.  El  alcaide,  que  estaba  dentro  por  Antonio 
de  Ley  va,  dio  buenas  palabras  al  trompeta,  por  entre- 
tener algún  dia  á  Lautrec ,  y  que  no  fuese  sobre  él  fasta 
haberse  proveído  de  algunas  vituallas  y  cosas  nescesa- 


(1527)  —  igo  — 

rias  al  castillo  y  gente  que  dentro  estaba.  Ansí  se  vol- 
vió el  trompeta  á  Lautrec,  dándole  la  respuesta  del  al- 
caide de  la  roca  de  Vigevano. 

Viendo  Lautrec  las  buenas  palabras  que  el  trompeta 
le  habia  traido,  proveyó  luego  de  alcaide  para  la  roca 
de  A^igevano,  y  lo  envía  que  se  entrase  en  el  castillo. 
Kl  alcaide,  que  dentro  estaba  por  Antonio  de  Ley  va, 
habiéndose  proveido  de  algunas  cosas  que  le  faltaban, 
no  le  quiso  aceptar  ni  dar  la  roca.  Viendo  esto  Lautrec, 
viene  con  todo  su  campo  á  Vigevano,  y  toma  la  tierra 
y  manda  plantar  el  artillería  á  la  roca  y  dalle  una  gran 
batería.  El  alcaide,  que  estaba  dentro,  viendo  el  gran 
daño  que  el  artillería  le  habia  fecho  y  el  que  esperaba, 
acordó  rendirse  á  musiur  de  Lautrec,  y  ansí  se  rindió 
y  se  puso  en  sus  manos.  Estando  enojado  Lautrec  de 
lo  que  con  el  trompeta  habia  pasado,  le  manda  aforcar. 

Ansí,  deja  proveida  la  roca  y  va  sobre  Abbiatte  gras- 
so,  y  la  toma  sin  ninguna  defensa;  y  de  ahí  caminó  la 
vuelta  de  Milán.  El  conde  Pedro  Navarro,  con  el 
avanguardia,  llegó  á  dos  millas  de  Milán ,  junto  á  San 
Cripstóbal,  y  Lautrec  se  afirma  en  Gaggiano,  que  es 
un  pequeño  lugar,  cuanto  dos  millas  más  atrás  de  donde 
estaba  el  conde  Pero  Navarro,  que  está  junto  del  ca- 
mino que  va  de  Milán  á  Abbiate  grasso.  Era  un  campo 
de  pasado  cincuenta  mil  hombres;  Lautrec  aquí  fizo  su 
asiento,  y  el  conde  Pero  Navarro,  con  su  campo,  por- 
que gozase  del  agua  del  nabiglio  (canal).  Fué  á  los 
veinte  é  seis  del  Septiembre.  Aquí  estuvo  algunos  dias, 
en  los  cuales  se  pasaron  grandes  escaramuzas,  y  en  ellas 
perdieron  mucha  gente  los  franceses. 

Viendo  Lautrec  que  para  tomar  la  empresa,  Milán 


—  íQi  —  (1527) 

tenía  muy  buenas  defensas,  y  porque  muslur  de  Valde- 
monte  le  daba  gran  fatiga  que  fuesen  á  Ñapóles,  envía 
una  su  trompeta  á  Milán  á  Antonio  de  Ley  va,  diciendo 
que  le  rindiese  la  tierra,  y  si  no,  que  quería  entrar  á  comer 
con  él  en  Milán.  Y  Antonio  de  Leyva  le  envía  á  decir  : 
^e  no  le  rendiría  la  tierra ,  y  que  de  entrar  á  comer  con 
él  ^  qué  I  fuese  el  bien  venido^  que  el  fallar  i  a  bien  adere- 
zado de  comer ;  mas  que  él  esperaba  en  Dios  pagarla  bien 
el  escote.  Ansí,  Lautrec,  por  no  venir  á  cuenta,  levanta 
su  campo  y  va  con  el  campo  sobre  Pavía  (donde  esta- 
ba Ludovico  Balbiano,  puesto  por  Antonio  de  Leyva, 
con  gente  italiana),  y  asienta  su  campo  sobre  la  cibdad. 
Lautrec  manda  sus  trompetas  al  Conde,  que  le  rindiese 
la  cíbdad,  y  el  Conde  le  dice  que  no  se  podía  rendir 
sin  verle.  Viendo  Lautrec  que  el  Conde  no  se  le  quería 
rendir,  le  manda  sentar  la  batería  en  una  campaña  que 
estaba  delante  del  castillo,  la  cual  batería  era  de  setenta 
piezas  gruesas,  y  ansí  escomienzan  de  batir  el  castillo. 
Estando  batiéndole  los  franceses,  Antonio  de  Leyva, 
con  recelo  de  no  perder  á  Pavía,  sale  de  Milán  con  una 
parte  de  la  gente  que  en  Milán  tenía,  la  cual  eran  por 
todos  dos  mil  españoles  y  dos  mil  alemanes  y  docien- 
tos  hombres  de  armas  é  quinientos  italianos  é  cient  ca- 
ballos ligeros,  con  la  cual  caballería  é  una  parte  de  la 
infantería  española  llega  do  el  campo  de  los  franceses 
tenían  su  asiento  sobre  Pavía,  y  da  una  grande  arma  á 
los  franceses,  poniéndolos  á  todos  en  gran  rebato.  El 
capitán  Alonso  de  Valdelomar,  con  sus  caballos  ligeros 
y  algunos  arcabuceros,  entró  en  sus  cuarteles  y  tiendas 
matando  é  firiendo  a  los  que  por  los  cuarteles  y  tiendas 
fallaba,  y  sacándoles  los  caballos  de  las  tiendas. 


(1527)  —    ,92  — 

Viendo  Antonio  de  Lcyva  que  por  ningún  medio 
podía  dar  remedio  á  Pavía  que  no  la  perdiese ,  por  la 
gran  multitud  de  gente  que  sobre  ella  estaba,  y  viendo 
la  poca  gente  que  consigo  tenía,  se  vuelve  á  Milán  y 
los  franceses  todavía  dan  su  batería.  Diéronla  tres  dias 
con  sus  noches,  y  de  tal  suerte,  que  de  una  esquina  á 
la  otra  del  castillo  echan  un  lienzo  en  tierra. 

Viendo  el  Ludovicode  Beljioyoso,  cabdillo  de  la  gente 
que  dentro  estaba,  el  gran  daño  rescebido,  é  habiendo 
sido  llamado  por  Lautrec,  sale  sobre  la  fe  de  Lautrec  á 
se  fablar  con  él,  y  estando  fuera  el  conde  Ludovico  de 
Beijoyoso,  le  prende,  sin  cabtela  de  los  de  dentro. 

Los  franceses  entraron  por  la  batería  é  por  una 
puerta  abestionada  que  estaba  en  la  cibdad,  vecina  del 
castillo.  Ansí  los  franceses  ganaron  la  cibdad,  y  por  el 
odio  pasado,  la  tratan  muy  cruelmente,  matando  y 
abrasando  muchas  casas  dellas. 

Siendo  ya  pasados  los  ocho  dias,  Lautrec  manda  que 
no  se  ficiese  más  daño  eií  la  cibdad,  y  que  Ludovico 
de  Beljioyoso  fuese  llevado  en  Genova,  en  prisión.  En 
esto  viene  en  Pavía  Inocencio  Civo,  cardenal  y  legado 
de  Boloña,  á  procurar  con  Lautrec  que  caminase  á 
gran  priesa  con  el  campo  á  facer  salir  de  Roma  al  cam- 
po del  Emperador.  Sabiendo  el  Duque  de  Milán  la  ve- 
nida del  Cardenal,  ha  su  consejo  y  vase  á  se  fablar  con 
Lautrec,  dándole  á  entender  que  era  mejor  desfacer 
aquella  poca  gente  que  habia  en  Milán  é  en  las  demás 
fuerzas,  que  no  ir  tan  lejos  en  Roma. 

La  cual  cosa  le  paresció  bien  á  Lautrec,  mas  decia 
que  no  podia  dejar  de  obedescer  el  mandado  del  Rey 
de  Francia,  su  señor,  y  del  Rey  de  Ingalaterra,  los 


—  193  —  (1527) 

cuales  mantenían  la  empresa  del  ejército,  y  que  princi- 
palmente habían  mandado  aquel  ejército  por  la  libertad 
del  Papa,  y  que  fecha  la  guerra  en  Roma,  que  fácil 
cosa  sería  desfacer  á  Antonio  de  Ley  va ;  y  que  para  esto 
él  y  los  venecianos  pusiesen  grand  guardia  en  los  casti- 
llos é  villas  comarcanas,  que  ansí  les  quitarían  las  vi- 
tuallas. Habido  su  consejo,  el  cual  fué  que  el  Duque 
de  Milán,  con  su  gente,  tuviese  á  Pavía  y  á  Abbiate 
grasso  y  á  Robeco,  y  el  Duque  de  Milán  estuviese  en 
Marígñan  y  en  Crema,  y  el  conde  Pedro  Navarro  en 
Monza;  y  que  ansí  les  quitarian  las  vituallas  á  los  que 
las  quisiesen  meter,  por  estar  Pavía  á  veinte  millas, 
Abbiate  grasso  á  catorce,  Robeco  á  veinte,  á  dos  Ma- 
rinan y  á  diez  Monza.  Habiendo  puesto  los  Duques 
su  gente  donde  les  fué  señalado,  fué  el  conde  Pedro 
Navarro  en  Monza  con  su  gente. 

Viendo  Antonio  de  Leyva  la  gente  que  los  enemigos 
metían  en  sus  guardias,  y  cómo  el  Conde  se  le  iba  á 
meter  en  Monza  con  cinco  mil  hombres,  y  el  grand 
daño  que  de  él  rescíbiria,  manda  que  saliesen  de  Milán 
los  españoles,  con  una  parte  de  los  italianos  y  la  gente 
de  armas  é  los  caballos  ligeros,  y  cuatro  piezas  de  ar- 
tillería; é  que  los  alemanes  quedasen  en  guardia  de  Mi- 
lán. Pues  siendo  salido  Antonio  de  Leyva  con  esta  gente 
fuera  de  Milán,  la  manda  facer  escuadrones  vecinos 
del  hospital  de  San  Gregorio,  que  estaba  vecino  á  los 
bestiones  de  Milán,  y  manda  al  capitán  Alonso  de 
Valdelomar  que  con  sus  caballos  ligeros  fuese  á  ver  por 
qué  camino  iba  el  Conde.  Y  manda  caminar  los  escua- 
drones y  artillería,  con  ánimo  deliberado  de  dar  al  con- 
de Pedro  Navarro  la  batalla. 


(1527)  —  194  — 

Como  el  conde  Pedro  Navarro  supiese  por  sus  es- 
pías la  determinada  voluntad  de  Antonio  de  Leyva,  deja 
la  empresa  de  Monza  y  se  va  á  pasar  el  Po,  yendo  en 
Placencia.  Habido  su  consejo,  fué  que  el  Duque  de 
Milán,  con  su  gente,  tuviese  á  Pavía  y  á  Abbiate 
grasso  y  á  Robecco ,  y  el  Duque  de  Urbino  estoviese 
en  Marigñan  y  en  Melsa,  y  el  conde  Pedro  Navarro 
en  Monza,  que  ansí  les  quitarían  las  vituallas,  que  por 
ninguna  parte  le  pudiesen  entrar,  por  estar  Pavía  veinte 
millas  de  Milán,  Abbiate  grasso  catorce.  Moneada  diez, 
Marigñan  diez,  Melsa  diez,  Rebeca  veinte  é  dos  (sic). 

Habiendo  habido  este  consejo  entre  el  Duque  de 
Milán  y  el  Duque  de  Urbino  y  Lautrec,  el  Duque  de 
Milán  torna  en  Lodi  y  el  Duque  de  Urbino  en  Ma- 
rigñan, y  Lautrec  queda  en  Pavía,  donde  da  licencia  á 
los  esguízaros,  los  cuales  no  querían  pasar  en  Roma. 
Por  lo  cual,  el  Rey  le  había  mandado  ocho  mil  tudes- 
cos de  la  banda  negra,  con  los  cuales  se  va  en  Placen- 
cia, do  por  sus  embajadores  face  acuerdo  con  Alfonso 
de  Este,  Duque  de  Ferrara,  y  con  Fabrico  de  Gonza- 
ga,  Marqués  de  Mantua.  En  esto  de  Lautrec  no  fa- 
blaré  por  agora,  porque  adelante  está  narrado  más  por 
entero. 

Viendo  Antonio  de  Leyva  que  Lautrec  se  era  puesto 
en  Placencia,  sale  de  Milán  é  toma  á  Abbiate  graso,  y 
manda  apercebir  barcas  para  facer  puente  y  pasa  el  rio 
Ticino,  para  ir  á  tomar  á  Vigevano.  Viendo  Lautrec 
que  Antonio  de  Leyva  le  habia  tomado  á  Abbiate  gras- 
so, y  que  quería  pasar  á  tomar  á  Vigevano  y  Novara 
y  la  Vercelína,  manda  al  conde  Pedro  Navarro,  con  la 
mayor  parte  de  los  gascones,  á  favorescer  á  los  del 


—  195  —  (í527) 

Duque  de  Milán  y  venecianos,  los  cuales  todos  van 
sobre  Abbiate  grasso,  y  la  tornan  á  tomar  á  los  de  An- 
tonio de  Leyva. 

El  conde  Pedro  Navarro  se  torna  en  Placencia,  con 
sus  gascones,  de  do  facen  su  viaje  á  Roma.  Como  An- 
tonio de  Leyva  supiese  por  sus  espías  la  partida  de  Lau- 
trec,  manda  que  el  conde,  Felipe  Torniel,  coronel  de 
italianos,  tomase  mil  é  docientos  italianos  y  pasase  el 
rio  Tesino  y  fuese  á  tomar  á  Novara  y  la  guardase 
porque  en  ella  habia  cuatrocientos  soldados  del  Duque 
de  Milán.  El  cual  fué  y  la  tomó;  de  do  corria  las 
campañas,  no  dejando  ir  vituallas  á  las  villas  de  los 
enemigos.  Por  lo  cual,  el  Duque  de  Milán  manda  muy 
mayor  guardia  en  Novara  y  en  las  villas  comarcanas 
que  por  él  estaban,  donde  por  todas  partes  habia  ordi- 
narias escaramuzas.  Aquí  se  pasó  la  invernada.  Ha- 
biendo tomado  á  Novara  y  viendo  la  fortaleza  que  te- 
nían sus  enemigos  en  todas  sus  guarniciones,  Antonio 
de  Leyva  mandó  ir  los  españoles  donde  antes  estaban 
de  guarnición,  ecepto  la  bandera  del  capitán  Villatu- 
riel,  que  estaba  en  Lecco,  el  cual  le  habia  entregado 
(Lecco)  á  Lucio  Pichachelo,  como  arriba  dije. 

Como  el  castellano  de  Mus  viese  que  los  españoles 
eran  fuera  de  Lecco  y  del  puente ,  va  sobre  Lecco,  con 
tres  banderas  de  infantería  italiana ,  á  los  trece  de  Otu- 
bre^  un  domingo  por  la  mañana,  y  se  alojó  en  Santia- 
go, que  era  un  monesterio  de  frailes  franciscos;  y  en  la 
Madalena,  que  era  otro  monesterio;  los  cuales  dos  mo- 
nesterios  estaban  muy  vecinos  del  muro  de  Lecco.  Y  á 
los  veinte  é  dos  del  mesmo  Otubre^  un  martes,  el  castellano 
de  Mus  tenía  la  puente  por  suya,  que  el  alcaide,  que 


(1527)  --  196  — 

dentro  estaba,  se  lo  habia  vendido  por  cuatrocientos 
ducados,  c  prometiéndole  de  ñicelle  su  capitán. 

Después  de  haber  habido  el  castellano  de  Mus  la 
puente,  mete  su  guarnición.  Esta  es  una  puente  de  pie- 
dra de  siete  arcos ;  tiene  á  los  dos  cabos  della  cuatro  tor- 
res fuertes,  abrazada  la  una  con  la  otra,  y  una  otra 
torre  en  medio,  con  un  fuerte  rebellin  al  un  cabo  de 
la  puente.  Es  cosa  fuerte  las  torres  y  rebellin  y  arcos; 
está  puesto  sobre  el  rio  Adda,  donde  Adda  sale  del  lago 
de  Lecco.  Como  el  castellano  de  Mus  tuviese  esta 
puente  de  Lecco  por  suya,  vino  sobre  Lecco  un  campo 
de  venecianos  de  diez  mil  hombres,  con  mucha  artille- 
ría, entre  la  cual  traian  doce  cañones  dobles  é  cuatro 
culebrinas,  para  tomar  la  villa  de  Lecco,  en  nombre  del 
Duque  de  Milán.  Ansí  asentaron  su  campo  sobre  Lec- 
co é  ficieron  sus  reparos  é  trincheas  de  manera  que  no 
pudiese  entrar  socorro  á  los  de  Lecco,  ni  entrar  ni 
salir  espías  con  ningunos  avisos. 

A  quince  dias  de  Diciembre ^  un  domingo,  comenza- 
ron á  dar  batería  en  el  muro  de  Lecco,  é  duró  fasta  el 
miércoles  siguiente,  no  dejando  de  tirar  dia  é  noche  á 
la  muralla.  Batían  por  tan  bajo  junto  al  cimiento,  que 
cayó  la  muralla  y  la  tierra  que  estaba  arrimada  á  ella, 
porque  la  tierra  de  dentro  era  tan  alta  como  la  muralla; 
y  caída  la  muralla  é  tierra  en  el  foso ,  se  finchó  el  foso 
de  tal  manera,  que  fácilmente  se  podía  sobir  por  las  ba- 
terías. Los  de  dentro,  viendo  que  no  les  daban  batalla, 
ficieron  un  reparo  en  la  batería  aquella  noche,  que  era 
de  mucha  defensa,  y  aun  para  ofender  á  los  enemigos. 

Viendo  los  venecianos  que  los  de  dentro  habían  re- 
parado la  batería,  escomenzaron  otro  dia  de  mañana 


—  197  —  (1527) 

á  batir  un  torreón  que  estaba  vecino  á  la  batería,  que 
primero  habían  fecho.  Supo  esto  Antonio  de  Ley  va  por 
las  espías  que  tenía  en  el  campo  de  los  venecianos,  é  ansi- 
mismo  por  una  que  le  enviaba  Lucio  dándole  aviso  de 
lo  que  pasaba  y  la  nescesidad  en  que  estaba  puesto,  y  que 
la  mayor  nescesidad  que  tenía  era  de  gente,  porque  la 
que  él  tenía  en  la  villa  de  Lecco  era  poca,  y  mucha  parte 
della  ferida.  Viendo  aquesto  Antonio  de  Ley  va,  luego 
envió  al  Conde  de  Agramonte,  con  quinientos  infantes 
é  cient  hombres  darmas  y  cient  caballos  ligeros  y  dos 
piezas  de  artillería,  que  fuese  á  dar  socorro  á  Lecco. 
Salido,  pues,  el  Conde  de  Milán,  con  su  gente,  que 
fué  á  los  diez  dias  de  Diciembre^  un  lunes  tarde,  esta 
noche  durmió  en  Monza,  y  el  dia  siguiente  por  la  ma- 
ñana comienza  á  facer  su  viaje  la  vuelta  de  Lecco,  man- 
dándole al  capitán  Alonso  de  Valdelomar,  que  con  sus 
caballos  fuese  en  el  avanguardia,  para  reconocer  si  ha- 
bía enemigos  en  alguna  emboscada.  Ansí  llegó  el  Con- 
de á  un  pequeño  lugar,  do  reposó  aquella  noche.  Otro 
día  siguiente,  toma  su  viaje  la  vuelta  de  Lecco,  yendo 
en  el  avanguardia  el  capitán  Alonso  de  Valdelomar, 
como  los  dias  primeros  había  ido.  Así  llega  á  Rivas  (r), 
que  es  una  pequeña  villa  del  monte  de  Brivio.  Aquí 
había  una  abadía  fuerte,  la  cual  villa  é  abadía  estaba  á 
tres  millas  de  Lecco.  Reconoscido  este  capitán  estar  la 
villa  y  abadía  sin  emboscadas  ó  celadas  de  enemigos, 
envió  á  avisar  al  Conde,  que  caminase  con  toda  la  gen- 
te, y  el  Conde  se  afirma  en  Rivas  y  en  el  abadía,  con 
la  gente  y  con  el  capitán  Alonso  de  Valdelomar.  El  capí- 
tan  Parreño,  con  sus  caballos  y  seis  arcabuceros  de  la 
compañía  de  Víllaturíel,  van  á  Malgrate,  que  es  una 


(1527)  —  198  — 

pequeña  villa,  que  estaba  orillas  del  lago  de  Lecco,  para 
ver  si  habia  dentro  gente  de  los  enemigos.  Reconoscida 
la  villa  de  Malgrate  por  los  seis  arcabuceros,  y  viendo 
que  habia  dentro  gente  del  castellano  de  Mus,  y  viendo 
que  todo  el  remedio  que  le  podia  ir  á  Lecco,  no  podia 
ir  sin  primero  tomar  á  Malgrate,  los  capitanes  que 
digo,  con  sus  compañías  y  con  los  seis  arcabuceros, 
viendo  que  la  tierra  no  tenía  murallas  en  torno  de  sí, 
acordaron  los  dos  capitanes,  que  el  capitán  Parreño,  con 
la  mayor  parte  de  los  caballos,  quedase  desviado  de  la 
villa,  é  otros  de  á  caballo  estoviesen  á  un  paso,  para 
guardia  del;  y  que  el  capitán  Alonso  de  Valdelomar, 
con  su  hermano  Pedro  de  Valdelomar  y  otros  dos  de  á 
caballo  y  los  seis  arcabuceros,  fuesen  á  tomar  la  villa. 
E  ansí  fueron  y  entraron  dentro  é  mataron  algunos  de 
los  que  dentro  estaban,  y  á  los  otros  ponen  en  gran 
rebato  y  aprieto,  fasta  que  se  recogieron  en  el  armada 
de  barcas  que  allí  tenían  abordada.  Después  de  haberse 
ganado  la  tierra  y  una  pequeña  barca  que  se  falló  ane- 
gada á  orillas  del  lago  (la  cual  barca  ayudé  á  sacar  á 
los  otros  cinco  arcabuceros,  de  los  seis  que  he  nombra- 
do), y  porque  en  la  tierra  no  habia  donde  se  pudiesen 
facer  fuertes  los  caballos,  que  entraron  con  el  capitán 
Alonso  de  Valdelomar,  fué  parescer  del  dicho  capitán 
Alonso  de  Valdelomar  y  del  capitán  Parreño,  que  fuese 
el  capitán  Parreño,  con  todos  los  caballos,  la  vuelta  de 
donde  estaba  el  Conde  con  el  socorro,  y  que  el  capitán 
Alonso  de  Valdelomar  y  los  seis  arcabuceros  quedasen 
en  una  casa,  para  que  desde  allí  guardasen  la  barca, 
que  ya  la  habiamos  sacado  en  tierra,  y  se  guardó  con 
demasiado  peligro.  Esperó  este  capitán  con  los  seis  ar- 


—  199  —  (1527) 

cabuceros   grande  espacio  de  tiempo,  fasta  que  llegó 
el  Conde  con  el  socorro. 

Llegado,  pues,  el  Conde  con  el  socorro,  comenzó  la 
gente  á  dar  voces  á  los  de  Lecco  que  estaban  de  la  otra 
parte  del  lago,  que  era  casi  una  milla  y  media  de  trave- 
sía de  agua,  para  que  les  enviasen  barcas  para  poder  en- 
trar á  dalles  socorro ;  mas  los  de  Lecco  no  se  fiaban,  pen- 
sando qre  eran  los  venecianos ,  como  otras  veces  lo  ha- 
bian  hecho. 

Viendo  el  Conde  que  para  entrar  en  Lecco  tenía  nes- 
cesidad  de  barcas  para  pasar  el  lago,  acordó  con  los  ca- 
pitanes que  como  fuese  la  media  noche  entrasen  tres 
soldados  en  la  barca,  que  se  falló  anegada,  y  que  fuesen 
á  Lecco  y  de  su  parte  demandasen  barcas  á  Lucio  Picha- 
chelo.  Así  como  el  Conde  lo  mandó  se  hizo,  que  entra- 
ron en  la  barca  tres  soldados  que  fueron  de  los  seis  arca- 
buceros que  habían  estado  con  el  capitán  Valdelomar; 
los  cuales  tres  soldados  con  su  barca  pasaron  por  medio 
del  armada  del  castellano  de  Mus  y  entran  en  Lecco  y 
piden  al  gobernador  Lucio  Pichachelo,  de  parte  del 
Conde  de  Agramonte,  barcas.  Siendo  informado  el  go- 
bernador Lucio  de  los  principales  de  Lecco  cómo  aque- 
llos tres  soldados  eran  personas  conoscidas  y  muy  de 
fiar,  ansí,  con  esta  información  luego  mandó  adere- 
zar el  bergantín,  y  un  combal,  que  era  otra  buena  bar- 
ca, y  manda  que  entrasen  en  ella  seis  hombres  de  la  vi- 
lla, para  lie  vallas  de  la  otra  parte  donde  el  Conde  esta- 
ba. Ansí  entraron  veinte  españoles  en  estas  dos  barcas 
y  van  la  vuelta  de  Lecco,  mas  el  armada  del  castellano 
de  Mus  se  les  puso  en  medio  del  lago  á  estorballes  la 
entrada.  Pero  los  de  Lecco  é  los  del  socorro  les  facían 


(1527)  —    200    — 

gran  recurso  con  el  artillería,  pero  todavía  pasaron  el 
laoo  y  entraron  en  Lecco,  aunque  no  sin  daño,  porque 
pasaron  el  bergantín  con  una  pelota  de  pieza  de  artille- 
ría, que  tiraron  de  una  de  las  barcas  del  castellano  de 
Mus,  y  esta  pelota  corta  los  muslos  á  uno  de  Lecco,  y 
por  la  verdad  no  gané  yo  nada  con  su  vecindad  como 
íbamos  juntos. 

Estando  mirando  el  Conde  con  su  gente  el  trabajo  en 
que  nos  viamos ,  tiraron  del  campo  de  los  venecianos 
ciertas  piezas  de  artillería  al  Conde  y  á  su  gente,  con  las 
cuales  no  ficieron  daño  alguno ,  salvo  á  Pedro  de  Val- 
delomar,  hermano  del  capitán  Alonso  de  Valdelomar, 
que  le  llevaron  un  brazo,  de  lo  cual  murió  de  á  pocos 
días.  Ansí  entraron  por  veces  en  estas  barcas  en  Lecco 
sesenta  soldados  españoles.  Reconosciendo  estos  sesenta 
españoles  lo  que  habían  fecho  venecianos  y  tener  fecha 
la  batería  tan  grande  y  que  no  les  habían  dado  batalla, 
tuvieron  en  muy  poco  lo  que  adelante  podian  facer  por 
fuerza  de  armas.  No  dejaron  todavía  de  ser  combati- 
dos, y  aun  más  en  este  día  que  en  los  otros,  que  duró 
la  batalla  fasta  la  noche.  Entrado  este  socorro  en  Lecco, 
el  Conde  se  volvió  á  Milán:  esto  fué  á  los  veinte  de  Di- 
ciembre, un  viernes.  Los  venecianos,  viendo  la  poca 
manera  que  tenían  para  tomar  á  Lecco,  levantan  su 
campo  el  domingo  siguiente  por  la  mañana  y  se  van  á 
sus  tierras.  El  castellano  de  Mus  se  quedó  en  los  mo- 
nesterios  porque  estaba  allí  muy  fuerte.  Ansí  estuvo 
temporizando  con  los  de  Lecco ,  faciendo  el  daño  que 
podía,  como  adelante  diremos  más  por  entero.  Aquí  se 
acaban  los  fechos  del  año  mil  é  quinientos  é  veinte  é  sie- 
te :  octava  partida. 


AÑO  DE   1528. 


Conviene  á  saber,  como  arriba  dije,  la  venida  del 
Príncipe  de  Orange  á  Roma  y  haber  habido  su  consejo 
con  los  otros  caballeros.  Viendo  que  Lautrec,  general 
del  Rey  de  Francia,  venía  con  gran  campo  de  gente 
francesa  é  italiana  é  otras  naciones,  é  iba  la  vuelta  del 
reino  de  Ñapóles,  é  ya  iba  por  la  Marca  de  Ancona,  el 
Príncipe  da  orden  de  sacar  su  ejército  de  Roma  y  que 
el  Marqués  del  Vasto  tomase  mil  é  quinientos  españoles 
é  cuatro  piezas  de  artillería,  é  saliese  de  Roma  dos  dias 
antes  que  todo  el  campo ,  y  que  se  fuese  á  meter  con 
ellos  en  Teramo,  que  es  una  cibdad  en  el  reino  de  Ña- 
póles, antes  que  los  franceses  la  tomasen;  porque  ya 
Lautrec  con  su  campo  comenzaba  á  pasar  el  rio  Tronto, 
é  iba  la  vuelta  del  Vasto,  en  el  cual  alojó  su  campo  y 
en  las  tierras  más  cercanas  de  él. 

Salido  de  Roma  el  Marqués  con  la  gente,  llegó  á 
Valmontone,  que  es  una  tierra  á  dos  jornadas  de  Roma, 
donde  estaba  Jacobo  Ursino  con  quinientos  hombres  de 
guerra,  y  facia  gran  daño  con  ellos  en  algunas  tierras  de 
los  coloneses,  mostrándose  en  favor  de  Lautrec.  Viendo 


(1528)  —    202    — 

el  Marqués  que  allí  estuviese  aquella  gente  le  envia  una 
trompeta,  mandándole  que  se  saliese  de  la  tierra  y  que 
se  fuese  donde  su  voluntad  fuese.  El  cual,  por  verse  en 
una  tierra  tan  pequeña  y  fuerte  y  con  tanta  gente  para 
defendella,  no  quiso  obedecer  el  mandado  del  Marqués. 
Viendo  el  Marqués  su  poco  respeto,  manda  poner  cerco 
sobre  la  tierra  y  ponelle  la  batería;  la  cual  se  le  dio,  é 
no  prestó  nada  por  la  gran  fortaleza  de  la  muralla. 
Viendo  esto  los  españoles,  le  dan  una  batalla,  en  la  cual 
no  se  entró  por  el  poco  aparejo  de  escalas  y  la  mucha 
defensa  de  la  gente  de  la  tierra,  mas  como  personas  de- 
seosas defectuar  su  saña  por  el  daño  rescibido,  buscaron 
modos  para  poder  entrar  y  dan  otra  batalla.  Viendo  Ja- 
cobo  Ursino  tan  gran  daño  como  empezaba,  manda 
que  por  una  parte  del  muro  sacasen  un  paño  atado  en 
una  pica  demandando  treguas,  y  él  salió  á  ponerse  en 
las  manos  del  Marqués,  y  fué  detenido  en  prisión  y  la 
tierra  tomada  y  muertos  cuantos  fallaron  dentro.  Fué 
una  gran  saña  la  que  aquí  mostraron  españoles,  porque 
los  de  la  villa  le  habían  muerto  al  capitán  Galindo,  va- 
lerosa persona,  y  pasados  de  cincuenta  soldados  muer- 
tos y  feridos.  Después  de  haber  muerto  á  la  gente  se  dio 
fuego  á  la  tierra  por  cuatro  partes.  Así  se  fué  el  Mar- 
qués por  sus  jornadas  fasta  Teramo. 

Llegado,  pues,  el  Marqués  á  Teramo,  falló  dentro  de 
la  cibdad  una  trompeta  de  Lautrec,  la  cual  venía  á  de- 
mandar que  se  le  rindiese  la  tierra.  Los  de  la  tierra,  que 
tenían  algún  amor  al  servicio  del  Emperador,  viendo  al 
Marqués  con  su  gente,  con  determinada  voluntad  abrie- 
ron las  puertas  y  entraron  el  Marqués  y  su  gente  den- 
tro de  la  cibdad.  Esto  fué  á  los  diez  y  ocho  de  Febrero, 


—  203  —  (1528) 

Ansimismo  salió  el  Príncipe  de  Orange  y  los  otros 
señores  de  Roma  con  el  campo  á  los  dias  andados  del 
Febrero,  pasando  por  San  Jorge,  que  es  una  fuerte  tier- 
ra. Los  de  dentro  de  la  tierra,  cuando  vieron  á  los  del 
campo  del  Emperador,  comenzaron  á  gridar,  Francia^ 
Francia.  Viendo  esto  el  Príncipe  de  Orange,  manda  afir- 
mar el  campo  y  dalle  la  batalla;  la  cual  se  les  dio,  y  tan 
buena,  que  en  breve  espacio  se  les  entró  dentro  de  la 
tierra,  do  mataron  mucha  gente  de  la  que  dentro  esta- 
ba, faciendo  todo  el  daño  que  podian,  porque  se  pasó 
á  la  puerta  de  la  tierra  Juan  de  Urbina,  no  dejando  sa- 
car ninguna  cosa  que  de  la  tierra  fuese ,  porque  no  pen- 
sasen que  les  entraban  á  robar  lo  suyo. 

Después  de  fecho  esto,  el  Príncipe  con  su  compaña 
campa  la  vuelta  de  Teramo,  donde  estaba  el  Marqués 
con  la  otra  gente.  De  aquí  mandó  el  Príncipe  que  fue- 
sen siete  banderas  de  infantería  española  é  trescientos 
caballos  ligeros  á  acompañar  cuatro  banderas  de  infan- 
tería italiana,  para  que  entrasen  en  Sosa,  que  es  una 
buena  tierra  en  el  reino  de  Ñapóles ,  donde  estaba  el 
aduana;  y  en  el  camino  les  vino  aviso  cómo  los  fran- 
ceses estaban  dentro  por  haber  escripto  el  aduanero  á 
los  franceses  que  si  ellos  llegaban  primero  que  los  es- 
pañoles, que  á  ellos  daria  el  dinero  del  aduana,  que  era 
una  gran  cantidad  de  moneda ;  y  por  esto  los  franceses 
caminaron  tanto  en  prisa  por  tomar  la  tierra  y  los  di- 
neros. Ansí  estos  capitanes  con  sus  banderas  y  gente  les 
fué  forzado  volverse  en  Teramo,  donde  estaba  el  Prín- 
cipe con  su  campo  é  compaña  en  torno  de  Teramo, 
donde  siempre  tuvo  escaramuzas  con  los  franceses. 

Pasando  de  veinte  dias  y  viendo  Lautrec,  que  como 


(1528)  —   204  — 

estaba  tan  pujante  de  gente  y  artillería,  determinó  de 
llegar  su  campo  al  campo  del  Príncipe  por  quitalle  las 
vituallas  y  que  no  le  pudiesen  venir  por  ninguna  parte. 
Camina,  pues,  con  su  campo  la  vuelta  del  campo  de 
los  españoles,  y  viendo  el  Príncipe  este  meneo  de  Lau- 
trec,  piensa  que  quisiese  dalle  la  batalla,  y  mandó  con 
gran  diligencia  poner  su  gente  en  orden,  y  que  se  pu- 
siesen en  escuadrones  y  que  se  pusiesen  ramos  de  oliva 
sobre  las  armas,  porque  fuesen  conoscidos  en  la  batalla. 
Ansí  estuvo  esperando  la  batalla,  pero  los  franceses  no 
pensaban  dalla. 

Viendo  el  Príncipe  que  los  franceses  no  le  venian  á 
dar  la  batalla,  acordó  el  dar  él  la  batalla  á  los  franceses,  y 
la  diera,  si  Fernando  de  Alarcon,  como  comisario  gene- 
ral, y  el  Marqués  del  Vasto  y  Juan  de  Urbina,  no  le 
fueran  á  la  mano ,  viendo  no  ser  cosa  que  cumplia  por 
la  poca  gente  que  tenía  é  por  la  mucha  gente  que  tenía 
Lautrec.  Ansí  Lautrec  camina  su  camino,  y  pasando  á 
vista  del  campo  del  Príncipe  de  Orange  manda  disparar 
su  artillería  contra  de  los  escuadrones  de  los  españoles, 
que  no  fizo  daño  alguno,  salvo  al  sargento  mayor  Crips- 
tóbal  Arias,  que  el  viento  de  una  pelota  le  rompió  el 
brazo.  Ansí  el  campo  de  Lautrec  fizo  su  asiento  cuan- 
to una  milla  del  campo  de  los  españoles.  Después  de 
haber  pasado  el  avanguardia  francesa,  salió  del  campo  de 
los  españoles  alguna  gente  de  caballo  é  D.  Pedro  de 
Córdoba,  capitán  de  infantería  española,  con  los  arca- 
buceros de  su  compañía,  y  algunos  otros  arcabuceros 
desmandados  de  sus  compañías  se  juntaron  con  él  y 
dieron  en  la  retaguardia  de  franceses  é  mataron  muchos 
dellos  y  les  desvalijaron  las  vituallas,  quitándoles  los 


—  205  —  (1528) 

carros  é  cargas  de  vituallas  é  las  llevan  al  campo  de  los 
españoles.  Ansí  estovieron  los  dos  campos,  el  uno  jun- 
to al  otro,  teniendo  cada  dia  grandes  escaramuzas,  en 
las  cuales  los  españoles  siempre  ganaban  la  victoria. 

Aquí  tuvieron  algunos  dias  de  viento  el  más  crudo 
que  nunca  se  vido,  tanto  que  no  se  podia  caminar  á  pié 
ni  á  caballo  que  el  viento  no  derribase  los  hombres  de 
su  estado.  Estando  así  los  campos,  Lautrec  envió  una 
parte  de  su  gente  á  tomar  á  Barrileta,  que  es  un  puer- 
to de  mar.  En  esta  metieron  franceses  á  Renzo  de  Cie- 
re,  romano,  por  gobernador  y  defensor  de  la  tierra. 

En  esto  el  Principe  de  Orange  tuvo  aviso  que  D.  Hu- 
go de  Moneada,  Visorey  de  Ñapóles,  por  la  muerte  de 
Charles  de  Lanoy ,  venía  en  su  favor  con  muchos  baro- 
nes del  reino  (entre  los  cuales  venía  el  Príncipe  de  Lu- 
signano  y  el  Príncipe  de  Salerno  y  el  Duque  de  Malta)  y 
traian  tres  mil  alemanes,  tres  mil  españoles,  de  los  que 
vinieron  de  España  con  el  Visorey  Charles  de  Lanoy,  y 
cuatro  mil  italianos,  de  los  cuales  iba  por  coronel  Fa- 
bricio  Marramaldo,  y  cuatrocientas  lanzas. 

Ya  que  D.  Hugo  de  Moneada  llegaba  con  esta  gente 
vecino  á  Lariano,  le  salió  en  contra  el  Duque  de  Laria- 
no  y  cabtelosamente  le  dio  á  entender  á  D.  Hugo  y  á 
los  otros  señores  que  el  campo  de  los  españoles  era  roto 
y  desfecho  de  los  franceses.  Don  Hugo,  dando  crédito  á 
las  palabras  del  Duque  de  Lariano,  que  tanto  se  mostra- 
ba servidor  del  Emperador,  se  volvió  con  los  otros  se- 
ñores y  su  gente  á  Ñapóles.  Viendo  el  Príncipe  de 
Orange  el  poco  socorro  que  tenía  y  el  engaño  del  Du- 
que de  Lariano ,  é  que  Horacio  Vallon  y  el  abad  de 
Faifa  venían  con  las  banderas  negras  del  Papa  Clemen- 


{1528)  —  2o6  — 

te  Vil  con  ocho  mil  hombres  en  favor  de  Lautrec,  é 
viendo  que  no  tenía  vituallas,  y  que  de  ninguna  parte  le 
podian  venir,  y  ser  su  campo  de  tan  poca  gente  y  sin 
caballería  ni  artillería,  acordó  de  levantarse  una  noche  se- 
creptamente  con  su  campo,  é  ansí  se  levantó  á  veinte  é 
un  dias  de  Marzo  ^  un  sábado  á  prima  noche,  y  manda 
salir  el  bagaje  y  tras  dello  su  campo  yendo  los  escua- 
drones muy  á  punto  de  batalla.  Yendo  el  escuadrón  de 
los  españoles  en  retaguardia,  desque  hobieron  subido  á 
Crepacor,  ó  rebienta  corazón,  que  es  una  montaña,  vol- 
vió Juan  de  Urbina  la  cabeza  atrás,  mirando  el  campo 
de  los  franceses,  é  viendo  que  todo  su  campo  tenía  ga- 
nada la  montaña,  comenzó  á  animar  su  gente  diciendo, 
que  :  si  á  Dios  pluguiese,  que  algún  dia  se  arrepentirian 
los  franceses  por  haber  dejado  subir  el  campo  de  los  espa- 
ñoles aquella  montaña.  Y  prosiguiendo  su  camino,  entra- 
ron por  Lariano  pensando  de  tomar  allí  al  Duque,  el 
cual  no  se  falló.  Se  fizo  mucho  daño  en  la  tierra  de  La- 
riano, y  de  allí  facen  su  viaje  fasta  se  meter  en  Ñapóles. 

Llegado  el  Príncipe  con  todo  su  campo  en  Ñapóles, 
proveyó  que  Pompeo  Colona,  que  era  el  Cardenal  Co- 
jona,  con  algunas  banderas  de  españoles  fuese  á  estar  de 
guardia  en  Gaeta. 

Viendo  Lautrec  que  el  Príncipe  de  Orange  se  era  re- 
tirado con  su  campo  aquella  noche  tan  secreptamente, 
manda  levantar  su  campo  y  manda  al  Conde  Pedro  Na- 
varro que  tomase  ocho  mil  hombres  y  fuese  sobre  Ca- 
nosa, en  la  cual  estaban  cuatro  banderas  de  españoles. 
Llegado  el  Conde  Pedro  Navarro  sobre  Canosa,  envia 
sus  trompetas  á  los  capitanes  que  dentro  estaban,  man- 
dándoles que  le  rindiesen  la  tierra :  los  capitanes  respon- 


—  207  —  (15^8) 

dieron  al  trompeta  que  no  se  podían  rendir  sin  ver  el 
por  qué.  Así  el  Conde  Pedro  Navarro  les  manda  po- 
ner la  batalla,  y  viendo  los  cuatro  capitanes  que  si  es- 
peraban la  batería  é  batalla  se  perderían  por  la  flaqueza 
de  la  tierra  é  por  no  poder  haber  socorro  alguno,  acor- 
daron de  rendirse  con  todos  los  pactos  que  el  Conde 
quiso,  que  fué  que  llevasen  sus  banderas  desarboladas 
é  que  no  tocasen  atambores  ni  pífanos  y  dejasen  las  pie- 
zas de  los  arcabuces  llevando  solamente  las  espadas,  y 
ansí  se  fueron  en  Ñapóles.  Habiendo  tomado  el  Conde 
á  Canosa,  deja  su  guarnición  y  va  á  Melfi,  donde  Lau- 
trec  con  todo  su  campo  era  venido. 

Siendo  todo  el  campo  de  franceses  sobre  Melfi,  Lau- 
trec  envia  sus  trompetas  al  Príncipe  de  Melfi,  que  esta- 
ba dentro  de  Melfi ,  con  dos  banderas  de  italianos  que 
el  Príncipe  de  Orange  le  habia  dado  para  defensa  de  su 
tierra.  Llegado  el  trompeta  ,  demanda  al  Príncipe  la 
tierra  de  parte  de  Lautrec,  y  viendo  el  Príncipe  que  po- 
dia  defendella,  determinó  de  no  rendirse.  Viendo  Lau- 
trec que  no  se  quería  rendir,  le  manda  dar  batería,  la 
cual  se  dio  muy  furiosa  é  grande,  mas  la  gente  que  den- 
tro estaba  la  defendió  bien  la  batalla,  que  no  les  podrían 
entrar,  si  no  fuese  por  los  de  las  villas  más  cercanas  de 
Melfi,  que  se  habían  entrado  dentro  de  la  tierra,  los 
cuales  abrieron  una  puerta  á  los  franceses  por  donde  en- 
traron. Viendo  esta  traición  el  Príncipe,  se  recoge  en  el 
castillo  con  la  más  gente  que  pudo.  Los  franceses  ficie- 
ron  la  mayor  crueldad  y  matanza  en  los  de  la  villa  que 
jamas  se  vido,  no  dejando  hombre  de  ninguna  edad  que 
fuese.  Viendo  esto  el  Príncipe  y  siendo  demandado  de 
Lautrec  que  se  rindiese,  que  él  le  prometía  de  dejalle  su 


(1528)  —  208  — 

estado  con  condición  que  habla  de  hacer  pleito  home- 
naje de  servir  al  Rey  de  Francia :  y  así  lo  acordaron  y 
íicieron  sus  capítulos. 

Viendo  el  Príncipe  de  Melfi  que  en  lo  que  había 
hecho  había  errado,  acordó  de  escrebir  al  Príncipe  de 
Orange,  demandándole  que  le  socorriese.  El  Príncipe 
de  Orange  respondió  que  se  rindiese  é  ficiese  su  rescate 
á  Lautrec,  que  él  lo  pagaria,  y  que  no  tuviese  pena  de 
su  estado,  que  él  esperaba  en  Dios  de  metello  dentro, 
como  de  primero  estaba.  Mas  como  ya  estaba  acordado 
con  Lautrec,  no  pudo  facer  otra  cosa.  De  todo  esto  fué 
avisado  el  Príncipe  de  Orange. 

Dejando  Lautrec  al  Príncipe  de  Melfi  en  servicio 
del  Rev  de  Francia,  caminó  con  su  campo  la  vuelta  de 
Ñapóles,  al  cual  Ñapóles  llegó  k  diez  é  siete  del  Abril ^ 
un  viernes.  Luego  puso  cerco  á  la  cibdad,  faciendo  su 
asiento  á  una  milla  della,  donde  dicen  Pozo- Real,  y  en 
Campoviejo,  que  es  una  montaña  que  está  media  milla 
de  la  cibdad,  puso  grand  parte  de  su  campo.  Siendo 
llegado  Lautrec  sobre  Ñapóles  y  habello  asediado  por 
todas  partes,  y  siendo  tanta  gente  como  era,  manda 
que  D.  Enrique,  fijo  del  Duque  de  Tralto,  con  el  Du- 
que de  Boyano  y  el  aduanero  de  la  Pulla  y  otro  varón 
calabres,  con  una  parte  de  su  campo,  fuesen  á  poner 
campo  sobre  Gaeta,  donde  estaba  el  cardenal  Colona. 
Los  cuales  obedescen  su  mandado,  y  van  con  su  gente 
y  artillería  sobre  Gaeta  y  le  ponen  cerco,  poniéndola 
en  mucho  estrecho  por  mar  é  por  tierra. 

Como  ansí  anduviese  la  guerra  tan  encendida  en  el 
reino  de  Ñapóles,  vino  de  España  D.  Alonso  Manrique, 
hijo  del  Marqués  de  Aguilar,  y  el  marchal  [sic')  de  Za- 


—  209  —  (1528) 

mora  y  otros  capitanes,  con  fasta  dos  mil  españoles,  y 
con  próspero  viento  facen  su  viaje  al  reino  de  Ñapóles, 
yendo  á  tomar  puerto  en  Gaeta;  y  con  los  vientos  de 
la  mar  fué  una  nave  de  esta  armada  á  aportar  á  Ñapó- 
les, la  cual  entró  en  el  puerto  de  Ñapóles  con  gran  pe- 
ligro de  la  armada  francesa. 

En  la  cual  nave  iba  el  capitán  Cornejo,  con  fasta 
docientos  españoles,  el  cual  fué  muy  alegremente  res- 
cibido  del  Príncipe  é  del  Visorey  y  de  los  otros  caba- 
lleros, por  saber  de  él  la  venida  de  D.  Alonso  Manri- 
que y  de  los  otros  capitanes  y  gente. 

Ansimesmo  dende  á  pocos  dias  D.  Alonso  Manri- 
que, con  los  otros  navios  y  gente,  llegó  vecino  al  puer- 
to de  Gaeta,  donde  tanta  nescesidad  habia  de  su  veni- 
da. Como  Pompeo,  cardenal  Colona,  viese  las  naves 
en  la  mar  y  que  venian  la  vuelta  de  Gaeta,  y  conos- 
ciendo  traer  banderas  de  España,  con  sus  cruces  rojas, 
se  mete  en  un  bergantín  y  se  va  en  escontro  de  las  na- 
ves, antes  que  llegasen  al  puerto,  y  se  fabla  con  don 
Alonso  Manrique  v  con  los  otros  capitanes,  y  dan  or- 
den de  ir  á  desembarcar  fuera  del  puerto  de  Gaeta,  y 
que  la  gente  fuese  á  saquear  á  Trano,  y  todas  las  vi- 
tuallas que  fallasen  las  trujesen  á  la  armada.  Trano  es 
una  buena  villa  del  ducado  de  Siena,  de  donde  se  tra- 
jeron muchas  provisiones,  las  cuales  fueron  gran  so- 
corro a  Gaeta,  por  la  gran  nescesidad  que  de  provisio- 
nes de  comer  tenian. 

Desembarcada  la  gente  é  provisiones  en  Gaeta ,  fué 
muy  más  encendida  la  guerra  entre  los  de  Gaeta  y  los 
del  campo,  que  la  tenian  cercada. 

Estando  ansí  franceses  con  esta  pujanza,  tomaron  á 


(1528)  —    210    — 

Trano  c  á  Molfcta,  Poligñano,  Monopull  y  Giovinaz- 
zo;  todas  estas  villas  estaban  á  la  marina.  Estas  tierras 
tenian  venecianos,  y  ellos  proveian  la  guarnición  dellas. 
Ansimesmo  se  rebelaba  Andria  por  los  franceses ,  con 
otras  tierras  allí  vecinas,  por  lo  cual  vino  con  grand 
priesa,  antes  que  las  tomasen  franceses,  el  conde  Bur- 
rclo,  fijo  de  Kctor  ó  Pénatelo,  visorey  de  Sicilia,  y  el 
maese  de  campo  Alvaro  de  Grado,  con  dos  mil  espa- 
ñoles, que  habia  traido  de  España  el  maese  de  campo 
Alvaro  de  Grado  y  Leguicamo,  con  otros  capitanes  é 
otra  poca  gente  que  se  fizo  en  aquellas  villas  de  la  Ca- 
labria. Ansí  se  guardó  Andria,  con  otras  tierras  de  la 
Calabria,  de  que  no  fuesen  tomadas  por  los  franceses. 

Estando  ansí  las  cosas,  salió  de  Ñapóles  el  visorey 
D.  Hugo  de  Moneada  y  el  Marqués  del  Vasto  y  Es- 
caño Colona,  con  siete  galeras  y  gente  de  guerra,  para 
dar  la  batalla  á  diez  galeras  de  los  franceses,  que  esta- 
ban en  el  puerto  de  Salerno,  treinta  millas  de  Ñapóles. 

Llegado  D.  Hugo  al  puerto  de  Salerno  comenzó  á 
lombardear  las  galeras  francesas,  en  las  cuales  fizo  gran 
daño  con  su  artillería,  matando  é  firiendo  la  gente  que 
en  ellas  estaban.  Ya  que  habia  tomado  tres  galeras  fran- 
cesas, llevando  la  vitorla,  para  del  todo  conseguir  el 
efecto  della,  sobrevino  el  conde  Felipin,  debdo  de  An- 
drea Doria,  con  el  armada  de  Andrea  Doria,  porque 
al  presente  se  hallaba  en  Genova,  y  venía  en  favor  de 
las  galeras  francesas.  Don  Hugo,  que  ya  estaba  encen- 
dido en  el  fervor  de  la  batalla,  no  pudo  sino  esperar  la 
victoriosa  muerte,  la  cual  le  vino  de  muchas  feridas, 
que  fué  una  un  esmeril  que  le  rompió  un  muslo,  y  de 
las  astillas  de  la  madera  que  saltaban  de  las  pelotas  que 


SOCIEDAD  DE  BIBLIÓFILOS  ESPAÑOLES. 


VIREY  DE  ÑAPÓLES. 


—   211    —  (1528) 

daban  en  la  madera  de  la  galera.  Mas  como  persona  de 
tanto  esfuerzo,  estando  animando  los  suyos  junto  del 
fogón,  viene  una  pelota  de  los  enemigos  y  corta  la  dri- 
za ó  maroma  y  face  caer  la  enseña,  la  cual  le  face  pe- 
dazos un  brazo  y  le  muele  todo  el  cuerpo.  Siendo 
muerto  este  tan  esforzado  varón  y  en  poder  de  los  ene- 
migos, lo  echan  en  la  playa,  de  do  fué  llevado  á  Saler- 
no.  Aquí  se  perdieron  cuatro  galeras  de  las  de  Don 
Hugo.  En  ellas  prendieron  al  Marqués  del  Vasto  y  á 
Escaño  Colona  y  á  otros  caballeros  que  en  ellas  iban. 

Después  de  haber  habido  el  conde  Felipin  esta  vito- 
ña,  envió  al  Marqués  del  Vasto  y  á  Escaño  Colona  en 
Lerizi,  castillo  en  la  costa  de  la  Specia,  á  Andrea  Do- 
ria, que  allí  era  venido.  El  cual  los  rescibió  muy  alegre- 
mente y  con  aquel  respecto  que  á  tales  caballeros  debia. 
La  cual  cosa,  siendo  sabida  por  el  Rey  de  Francia, 
envia  sus  letras  á  Andrea  Doria,  demandándole  en  pre- 
sente las  personas  del  Marqués  del  Vasto  y  de  Escaño 
Colona,  el  cual,  habiendo  fecho  sus  pactos  de  los  de- 
jar ir,  habiendo  pagado  sus  rescates,  parescíale  ser  cosa 
fea  ponellos  en  manos  del  Rey.  Por  lo  cual  el  Rey  mos- 
traba grande  odio  á  Andrea  Doria. 

Pues  viendo  Andrea  Doria  cómo  el  Rey  le  tenía 
mala  voluntad  y  no  le  queria  pagar  sus  sueldos,  por 
muchas  veces  le  envia  a  pedir  licencia,  que  no  quería 
más  estar  en  su  servicio,  y,  no  dándosela,  le  protestaba 
que  no  era  más  obligado  á  guardar  el  juramento  que 
había  hecho  en  su  servicio,  que  antes  se  mostraba  ser 
su  enemigo  con  los  de  Genova;  de  los  cuales  era  muy 
estimado  por  la  gran  ciencia  marítima  que  tenía  y  por 
ver  que  podría  restituir  á  la  patria  la  libertad,  incitando 

H 


(1518)  —   212   — 

los  ánimos  á  los  ginoveses  á  moverse  contra  de  los  fran- 
ceses; los  cuales  franceses  habían  libertado  á  Savona, 
que  siempre  habian  sido  por  antiguas  razones  sotopues- 
tos  á  ginoveses,  y  contra  la  fe  que  tantas  veces  habian 
prometido  á  los  ginoveses :  ansí  que  por  todas  estas  co- 
sas toma  las  galeras  y  los  demás  navios  y  se  va  en  Ge- 
nova. 

Viendo  Teodoro  Tribulzi,  gobernador  en  Genova 
por  el  Rey,  la  poca  gente  que  en  Genova  habia,  por  la 
gran  pestilencia  que  en  la  cibdad  habia,  y  viendo  no 
ser  parte  de  la  poder  guardar,  se  retira  en  el  castillo,  y 
Andrea  Doria  entra  en  la  cibdad  y  la  guarda,  con  su 
gente,  asediando  el  castillo. 

Viendo  el  conde  Saint  Pol ,  general  de  los  franceses, 
que  en  el  estado  de  Milán  estaba,  la  pérdida  de  Genova 
y  el  asidio  del  gobernador,  toma  fasta  tres  mil  infantes 
de  su  gente  y  va  en  su  socorro,  pensando  de  tornar 
á  cobrar  á  Genova.  El  cual  falla  dura  resistencia  en  la 
gente  que  dentro  estaba.  Viendo  Saint  Pol  la  gran  resis- 
tencia que  habia  fallado  en  Genova  é  la  mucha  nesce- 
sidad  de  vituallas ,  que  no  les  venía  de  ninguna  parte 
por  el  odio  que  el  país  tenía  á  los  franceses  y  por  su 
aspereza,  fué  forzado  de  tornarse  en  el  Alejandro,  do 
tuvo  el  invierno.  Como  Teodoro  Tribulzi  se  viese  tan 
fatigado  por  el  asedio  de  los  ginoveses,  y  faltándole  las 
vituallas,  fué  forzado  de  se  rendir. 

Viendo  Andrea  Doria  y  los  demás  haberse  retirado 
Saint  Pol  y  tener  por  suya  la  fortaleza,  con  sus  galeras 
por  mar  y  gente  por  tierra  van  sobre  Savona,  la  cual 
era  guardada  por  franceses;  y  viendo  los  saoneses  que 
de  ninguna  parte  les  podia  venir  socorro  de  franceses, 


—  213  —  (1528) 

y  viendo  que  por  ninguna  via  podian  excusar  de  venir 
á  manos  de  ginoveses,  se  rinden,  rescibiendo  su  guar- 
nición. 

Viendo  el  Rey  de  Francia  las  cosas  de  Andrea  Do- 
ria, y  selle  tan  grand  deservidor,  y  como  le  hubiese 
quitado,  no  solamente  la  obediencia  de  ser  su  capitán, 
mas  habelle  ganado  Genova  y  á  Savona,  cosa  que  tanto 
le  importarla  para  las  cosas  de  Italia,  movido  a  toda 
ira,  manda  sus  letras  al  Conde  Saint  Pol,  el  cual,  viendo 
las  cartas  y  lo  que  por  ellas  le  mandaba  su  señor  el 
Rey,  manda  á  musiur  de  Montejean,  uno  de  sus  prin- 
cipales franceses,  que  con  una  parte  de  su  gente  fuese 
á  gran  priesa  a  Genova,  y  que  una  noche  muy  secrep- 
tamente  trabajase  de  facer  sus  emboscadas  y  ficiese  to- 
das las  cosas  que  se  pudiesen  facer  por  tomar  á  Genova  y 
tomar  á  Andrea  Doria.  Viendo  musiur  de  Montejean  la 
cosa  que  su  general  le  mandaba,  y  ser  cosa  que  tanto 
importaba,  con  gran  priesa  llega  en  Genova  y  face  to- 
das las  diligencias  que  pudo  facer,  para  más  secrepta- 
mente  facer  sus  emboscadas,  y  da  cargo  de  tomar  la 
persona  de  Andrea  Doria  al  capitán  Valacerca,  porque 
muy  bien  lo  conoscia.  El  cual  entra  en  el  palacio  de 
Andrea  Doria,  que  está  fuera  y  pegado  al  muro,  y 
toma  todas  las  puertas,  con  pensamiento  de  tomar  den- 
tro á  Andrea  Doria,  el  cual  se  era  entrado  en  la  cib- 
dad,  y  fué  saqueado  el  palacio. 

Viendo  musiur  de  Montejean  la  gran  guardia  que  la 
cibdad  tenía,  y  que  las  cosas  que  habia  acometido,  nin- 
guna le  era  venida  á  efeto,  manda  recoger  su  gente  y 
se  torna  en  Alejandría. 

Pues  tornando  al  fin  de  la  batalla  de  Don  Hugo  é 


(1528)  —   214   — 

los  franceses,  las  otras  tres  galeras  que  quedaron  de 
Don  Hugo  vinieron  en  Ñapóles  y  dan  al  Príncipe  y  íi 
los  otros  señores  muy  entera  cuenta  de  la  pérdida  de 
Don  Hugo  é  de  sus  galeras,  lo  cual  cabsó  al  Príncipe  y 
á  los  otros  señores  y  á  todo  el  campo  gran  tristeza,  por 
la  pérdida  de  Don  Hugo  é  de  los  otros  caballeros  y 
gente. 

Siempre  andaban  grandes  escaramuzas  entre  los  de 
la  cibdad  y  los  franceses.  A  los  doce  de  Mayo  abordaron 
ciertas  naves  de  franceses  junto  ala  Magdalena,  la  cual 
está  vecina  de  Ñapóles,  las  cuales  traían  municiones  y 
dineros,  para  que  Lautrec  pagase  su  campo.  Sabido 
esto,  el  Príncipe  de  Orange  envió  á  Juan  de  Urbina, 
con  una  poca  gente,  para  dar  estorbo  á  los  franceses. 
Lautrec,  por  otra  parte,  tuvo  aviso  cómo  españoles 
eran  salidos  de  Ñapóles,  é  ansí  mandó  multiplicar  la 
gente  que  iba;  y  de  tal  manera  se  asieron  los  unos  con 
los  otros,  que  Juan  de  Urbina,  con  su  gente,  hizo  una 
gran  matanza  en  una  escaramuza,  que  nunca  otra  ma- 
yor se  vido;  en  la  cual  tomaron  en  prisión  al  conde 
Diego  de  Pere,  coronel  de  los  tudescos  del  campo  de 
franceses,  con  otros  oficiales  y  nobles  soldados.  Ansí 
entró  Juan  de  Urbina  en  Ñapóles,  sin  daño  alguno  en 
su  persona,  y  con  poca  pérdida  de  los  suyos. 

Luego  suscedió  que  un  dia  fué  dado  aviso  al  Prín- 
cipe de  Orange,  por  sus  espías,  cómo  venían  en  cam- 
po de  franceses  muchos  bueyes  é  otras  provisiones,  de 
las  cuales  los  españoles  tenían  grand  taita;  y  con  este 
aviso,  mandó  el  Príncipe  salir  aquella  noche  docientos 
arcabuceros  españoles,  y  pasando  casi  por  medio  del 
campo  de  los  franceses,  van  al  camino  por  donde  ha- 


—  215  —  (1528) 

bian  de  venir  estos  bueyes  y  las  otras  provisiones,  que 
venían  al  campo  de  los  franceses,  y  por  ventura  las  to- 
paron y  tomaron,  6  ficieron  prisioneros  á  la  mayor  parte 
de  los  que  las  traian,  é  matan  á  otros  muchos  de  los 
que  las  defendían;  y  con  mucho  peligro  de  sus  perso- 
nas, volvieron  dentro  de  Ñapóles  con  la  presa,  y  con 
muy  poco  daño  de  sus  personas.  Fué  este  hecho  loado 
del  Príncipe  y  de  todos  los  del  campo. 

Viendo  Lautrec  la  gran  pujanza  que  por  mar  y  por 
tierra  habia  traido  sobre  Ñapóles,  y  que  con  estar  tan 
poca  gente  dentro  de  Ñapóles,  no  podia  resistir  á  los 
españoles  las  salidas  y  entradas,  y  que  en  las  escaramu- 
zas siempre  perdia  mucha  gente,  por  donde  su  campo 
se  menoscababa,  concibe  en  sí  tan  mortal  pena,  que  era 
privado  de  toda  alegría,  considerando  la  cuenta  que  de 
tan  alto  cargo  era  obligado  á  dar.  Estando  con  esta 
maginacion,  de  dia  en  dia  cresciendo  su  descontento,  le 
dio  una  enfermedad  (la  cual  callo  por  no  facer  desme- 
surada mi  lengua)  y  finalmente  murió  de  una  achacosa 
muerte ,  en  los  primeros  días  de  Agosto ;  y  lo  tenían ,  en 
el  palacio  donde  estaba  aposentado,  por  enterrar. 

Luego  tomaron  la  gobernación  del  campo  de  fran- 
ceses el  conde  Pedro  Navarro  y  el  Marqués  de  Saluz- 
zo,  los  cuales,  sacando  fingidos  esfuerzos,  comenza- 
ron á  animar  su  gente  faciendo  nuevas  provisiones.  El 
Príncipe  de  Orange  y  todos  aquellos  caballeros  que 
con  él  estaban,  entraron  en  su  consejo  para  determinar 
qué  medio  podían  dar  á  las  nescesidades  que  se  pa- 
saban dentro  de  Ñapóles,  donde  morían  de  cada  dia  de 
peste  y  hambre,  que  ya  no  tenían  pan  ni  vino,  ni  car- 
nes ni  otras  vituallas  nescesarías  para  su  sustentamien- 


(1528)  —  2l6  — 

to,  pues  comían  con  hambre  animales  sucios,  y  pades- 
cian  otras  nescesidades,  que  serian  largas  de  contar. 

Los  alemanes,  como  enemigos  de  padescer  estas  nes- 
cesidades,  van  una  parte  dellos  al  Príncipe  de  Orange, 
suplicándole  que  les  diese  licencia,  que  se  querian  ir  a 
buscar  donde  sustentar  las  personas.  Esto  facian  por 
pasarse  en  campo  de  los  franceses,  por  la  falta  de  pro- 
visiones que  tenian;  y  por  cierto  ellos  pasaban  mucha 
desaventura ,  que  de  cadal  dia  morian  muchos  dellos  de 
peste  y  de  otras  enfermedades. 

El  Príncipe  de  Orange,  estando  en  gran  confusión  y 
no  sabiendo  qué  remedio  pudiese  dar  á  los  alemanes, 
acordó  de  enviallos  á  Juan  de  Urbina,  para  que  él  les 
diese  la  licencia  ó  les  mandase  lo  que  habían  de  hacer. 
Esto  fizo  el  Príncipe  confiando  en  que  Juan  de  Urbi- 
na les  daría  el  pago  de  su  malicia,  é  ansí  fuera  ello,  si 
ellos  no  presumieran  lo  que  les  podía  venir.  E  otros 
que  tenian  entera  voluntad  al  servicio  del  Empera- 
dor, acordaron  entre  todos  dejar  su  propósito,  y  er- 
rábanlo, según  subcedió,  y  como  arriba  dije.  Por  las 
consideraciones  pasadas,  el  Príncipe  y  todos  los  otros 
caballeros  acordaron  de  vender  muy  bien  sus  vidas,  y 
no  morir  como  morian  en  la  cibdad,  tan  desaprovecha- 
damente. Ansí  han  su  consejo,  y  fué  su  parescer  de 
desfacer  una  parte  del  campo  de  los  franceses.  Y  ansí 
el  Príncipe  manda  que  muy  secreptamente  saliesen  de 
Ñapóles  la  mayor  parte  de  los  alemanes,  con  algunas 
banderas  de  españoles,  y  se  pusiesen  entre  la  montaña 
ó  cerro  de  Pozo  Real  y  de  la  de  Campo  Viejo,  donde 
estaban  franceses;  ansimismo  mandó  que  las  quince 
banderas  de  españoles  que  estaban  en  la  montaña  d? 


—  217  —  (1528) 

San  Telmo,  diesen  la  batalla  á  musiur  de  Boria,  coro- 
nel de  tres  mil  franceses,  que  con  él  estaban  en  la  mon- 
taña de  Campo  Viejo.  Ansí  se  hizo  como  por  el  Prín- 
cipe fué  mandado,  á  los  veinte  é  ocho  de  Agosto,  vigilia 
de  la  colación  de  San  Juan  Baptista,  en  un  viernes,  á 
prima  noche,  y  salen  los  alemanes  y  españoles  y  se  po- 
nen entre  la  montaña  de  Pozo  Real  y  la  de  Campo 
Viejo,  fechos  dos  escuadrones,  por  excusar  que  no  se 
pudiesen  socorrer  los  unos  a  los  otros.  Los  españoles 
que  estaban  en  la  montaña  de  San  Telmo,  escomenza- 
ron á  dar  la  batalla  á  musiur  de  Boria  y  á  los  que  con 
él  estaban;  que  estaban  muy  fuertes  y  con  muchas  de- 
fensas, é  con  siete  piezas  de  artillería  y  muy  sobradas 
municiones.  Ansí  estovieron  los  españoles  batallando 
con  los  franceses  toda  esta  noche ,  fasta  otro  dia ;  y  á 
una  pieza  del  dia,  musiur  de  Boria  y  los  otros  capita- 
nes que  con  él  estaban,  se  rindieron  á  merced  del  Prín- 
cipe de  Orange. 

Viendo  el  conde  Pedro  Navarro  y  los  otros  caballe- 
ros y  coroneles  que  estaban  en  la  montaña  de  Pozo 
Real,  con  toda  la  otra  gente  francesa,  que  no  podian 
dar  socorro  a  musiur  de  Boria  y  á  la  gente  que  con  él 
estaba,  y  que  musiur  de  Boria  se  era  rendido;  y  viendo 
el  gran  peligro  que  les  esperaba,  acuerdan,  que  con 
poco  bullicio,  se  retirase  su  campo,  y  ansí  se  retiran  la 
noche  siguiente,  dejando  enterrada  la  mayor  parte  de 
su  artillería.  Pero  no  pudo  ser  tan  secrepta  su  retirada 
que  no  fuesen  sentidos  de  los  españoles.  Y  así  fué  que 
á  la  hora  que  queria  esclarecer  el  dia,  comenzó  á  salir 
la  gente  fuera  de  Ñapóles,  casi  sin  orden,  con  gran 
bullicio  y  gozo  del  principio  de  la  vitoria  comenzada. 


(1528)  —  2l8  — 

Así  comienzan  á  dar  en  los  enemigos,  matando  y  finen- 
do,  fasta  metellos  dentro  de  A  versa,  que  es  una  buena 
tierra,  á  ocho  millas  de  Ñapóles,  donde  se  recogieron 
todos  los  franceses  que  se  hablan  podido  salvar.  Siendo 
aquí  los  franceses,  el  Príncipe  les  mandó  dar  la  bate- 
ría, la  cual  se  les  dio  tan  recia,  que  en  breve  espacio 
de  tiempo  se  derribó  un  lienzo  del  muro.  Viendo  los 
franceses  que  para  salvarse  no  tenían  ningún  reme- 
dio, se  rinden  á  merced  del  Príncipe.  El  Príncipe  les 
mandó  salir  de  la  tierra,  con  solamente  las  espadas, 
dejando  las  banderas  y  armas  é  caballos,  con  todo  lo 
demás,  y  los  manda  acompañar,  fasta  metellos  en  tier- 
ras del  Papa,  do  serian  más  seguros,  por  ser  el  Papa 
de  su  liga,  i  Quién  podría  decir  el  grand  estrago  y  der- 
ramamiento de  sangre  y  mortandad  que  se  hizo  desde 
Ñapóles  fasta  Aversa!  ¡No  se  vían  sino  cuerpos  muer- 
tos! En  este  seguimiento  de  Ñapóles  á  Aversa  se  pren- 
dió al  conde  Pedro  Navarro ,  el  cual  estaba  algo  enfer- 
mo de  su  persona,  de  la  cual  enfermedad  dende  á  po- 
cos dias  murió  en  el  castillo  de  Ñapóles.  También  se 
prendió  un  hermano  del  Príncipe  de  Navarra,  el  Mar- 
qués de  Saluzzo,  Fadrico  de  Bozzoli,  Pablo  Camilb 
Tribulzzi  y  el  caballero  Eribel,  los  cuales  también  mu- 
rieron, estando  presos  en  el  castillo  de  Ñápeles.  Cuando 
la  gente  salió  de  Ñapóles  en  secucion  de  los  franceses, 
algunos  fueron  fácia  el  palacio  donde  posaba  Lautrec, 
en  el  cual  entraron  cuatro  soldados,  los  cuales  fallaron 
el  cuerpo  de  Lautrec,  que  estaba  por  enterrar,  y  lo  me- 
tieron en  Ñapóles. 

Como  entre  los  de  Gaeta  y  los  del  campo  de  france- 
ses, que  estaban  de  fuera,  anduviesen  tan  ordinarias 


—  219  —  (1528) 

escaramuzas,  en  una  dellas  se  trabó  de  tal  suerte,  que 
fueron  rotos  los  franceses  por  D.  Alonso  Manrique. 
Los  otros  capitanes  y  gente  que  con  él  estaban  en  Gae- 
ta,  é  en  un  monesterio  que  estaba  fuera  de  Gaeta,  to- 
maron unos  soldados  á  D.  Enrique,  fijo  del  Duque  de 
Tralto,  y  al  Duque  de  Saboya,  en  hábitos  de  frailes; 
también  tomaron  al  barón  de  Calabria  y  al  aduanero  de 
la  Pulla,  y  los  llevaron  á  Ñapóles,  adonde  á  todos  cua- 
tro  cortaron  las  cabezas,  á  la  puerta  de  Castel  Novo. 

Después  de  ser  del  todo  concluida  esta  vitoria,  el 
Príncipe  mandó  alojar  toda  su  gente  do  reposase  de  los 
trabajos  pasados,  y  despacha  sus  postas  al  Emperador, 
faciéndole  saber  la  victoria  rescibida. 

Paresciéndole  al  Emperador  que  los  servicios  del 
Príncipe  de  cadal  dia  merescian  ser  recompensados,  y 
como  el  reino  de  Ñapóles  estoviese  sin  Visorey,  le 
manda  que  tuviese  cargo  de  Visorey  de  Ñapóles,  el 
cual  cargo  rescibió  con  gran  gozo,  y  comenzó  de  ahí  en 
adelante  á  regir  y  gobernar  el  reino,  siendo  de  todos 
muy  amado. 

En  esto  los  soldados  españoles  demandaban  lo  que 
se  les  debia,  que  pasaban  de  veinte  pagas,  y  con  par- 
lamentos de  capitanes  é  con  letras  del  Emperador,  se 
contentaron  con  diez  pagas,  por  todo  lo  que  se  les 
debia. 

Conviene  á  saber  lo  que  Antonio  de  Leyva  fizo  en 
el  estado  de  Milán,  en  este  presente  año  que  tratamos. 
Como  dije  en  el  año  del  veinte  é  siete  ^  el  castellano  de 
Mus  quedó  sobre  Lecco,  y  ansí  estuvo  minando  por 
diversas  partes.  En  este  tiempo  los  de  dentro  de  la  villa 
de  Lecco  pudieron  comprender  sus  cabtelas,  y  ansí  sa- 


(1528)  —    220   — 

lió  de  la  villa  de  Lecco  el  sargento  del  capitán  Villatu- 
riel,  con  otros  treinta  españoles,  para  trabar  una  esca- 
ramuza con  los  enemigos ,  por  ver  si  les  podia  ganar 
un  bestión  y  reparo.  Se  trabó  la  escaramuza,  y  de  tal 
suerte,  que  se  les  ganó  el  reparo  y  dos  minas,  y  se  tomó 
el  maestre  de  las  minas  en  una  dellas,  el  cual  dio  entera 
relación  de  lo  que  pasaba  entre  los  enemigos.  Ansí  se 
desficieron  estas  dos  minas,  y  se  contraminó  otra  mina 
que  traian  del  monasterio  de  la  Magdalena,  la  cual  mina 
venía  á  dar  á  una  esquina  de  la  villa,  donde  estaba  un 
gran  bestión  é  caballero  con  artillería.  Estuvo  cercada 
la  villa,  con  muy  estrecha  nescesidad  y  hambre,  co- 
miendo carnes  de  caballos  y  ratones  y  gatos,  fasta  co- 
mer carne  de  perros  (por  cierto,  yo  juro  que  la  comí 
de  otros  animales  no  usados  á  comerse);  mas  con  el 
muy  poco  pan  que  teníamos  se  comía;  pero  no  faltaba 
vino. 

En  los  primeros  dias  del  mes  de  Marzo  salió  Antonio 
de  Ley  va  con  su  campo,  de  Milán  y  fué  á  Piaante, 
que  es  una  villa,  siete  millas  de  Milán;  y  viendo  que 
el  castellano  de  Mus  tenía  en  tanto  estrecho  á  la  villa 
de  Lecco,  y  con  recelo  de  que  los  de  Lecco  tenían  más 
nescesidad  de  la  que  á  él  habian  avisado  los  que  dentro 
estaban,  por  Caravaca  (que  era  un  soldado  español  de 
los  que  dentro  estaban ,  que  por  muchas  veces  era  sa- 
lido de  Lecco  á  dalle  los  avisos  de  las  nescesidades  que 
de  dentro  se  padescian,  y  tornaba  á  entrar,  aunque  tan- 
tos bestiones  y  reparos  tenían  los  enemigos  con  sus 
guardias  en  torno  de  la  villa).  Mas  los  de  Lecco  usa- 
ron una  cabtela ,  é  fué  que  todos  se  íícieron  unos  ves- 
tidos de  paño  blanco,  que  se  los  ponían  encima  de  las 


\ 


—   221    —  (1528) 

ropas  y  armas,  y  salían  vestidos  de  blanco  á  trabar  es- 
caramuzas con  los  enimigos,  y  les  ganaban  la  trinchea 
y  bestión ;  y  salía  con  ellos  este  soldado,  nombrado  Ca- 
rayaca, vestido  de  negro,  y  como  era  de  noche,  se  que- 
daba entre  los  enemigos,  y  como  él  fuese  muy  platico 
en  aquel  país,  se  iba  á  Milán  y  daba  sus  avisos  á  An- 
tonio de  Ley  va,  é  tornaba  con  la  respuesta.  En  una 
montaña  allí  vecina  facía  su  seña  con  una  lumbre,  la 
noche  que  venía  de  Milán.  Como  la  señal  era  vista  de 
Lecco,  se  salía  á  la  escaramuza  vestidos  de  blanco,  y 
alora  él  salía  de  entre  los  enemigos  y  se  metía  con  los  de 
Lecco  en  la  villa,  y  daba  su  respuesta.  Por  cierto  que 
fué  una  cosa  de  grande  peligro  todas  las  veces  que  sa- 
lió, por  la  grande  guardia  que  los  enemigos  tenían. 

Viendo  Antonio  de  Leyva  lo  que  Caravaca  le  decía 
de  la  nescesídad  de  Lecco,  y  por  no  perdella ,  manda  al 
conde  Ludovico  de  Beljioyoso  y  al  conde  Felipe  Tor- 
níel,  que  tomasen  tres  mil  hombres  y  su  artillería,  y 
fuesen  á  descercar  á  Lecco;  los  cuales  fueron  y  asenta- 
ron su  campo  sobre  la  roca  de  Orgina,  donde  estaba 
Pedro  María  de  Médicis,  primo  del  castellano  de  Mus, 
al  cual  mandaron  á  decir  los  Condes  que  le  rindiese  la 
roca ;  y  él ,  viéndose  fuerte  y  con  gente  para  defendella, 
no  la  quiso  rendir. 

Luego  los  Condes  mandaron  plantalle  el  artillería  y 
dalles  la  batería,  y  se  les  dio  muy  recia,  y  les  dan  la 
batalla  y  les  entran  con  mucha  regurídad,  matando  toda 
la  gente  que  dentro  se  falló,  y  á  Pedro  María  de  Mé- 
dicis cortó  la  cabeza  el  capitán  Víllaturiel,  porque  el 
castellano  de  Mus  había  enforcado  á  un  hermano  del 
capitán  Víllaturiel,  y  á  otros  doce  buenos  soldados,  so- 


(1528)  —    222    — 

brc  una  cabtelos.i  traición  que  el  castellano  ordenó.  En 
esto  quiero  callar,  aunque  de  todo  ello  daré  entera  fe, 
como  testigo  de  vista;  mas  por  no  desmesurar  mi  plu- 
ma, pondré  silencio  en  esta  partida. 

Fecho  esto,  los  Condes  mandan  echar  puente  en  el 
rio  de  Adda,  los  cuales  baten  la  roca  de  Orgina,  para  pa- 
sar de  la  otra  parte  á  poder  ir  á  descercar  á  Lecco; 
mas,  como  de  la  otra  parte  del  agua  fuese  tierra  de  ve- 
necianos, se  pusieron  en  defender  la  echada  del  puente 
V  paso;  pero  no  pudieron,  por  la  mucha  diligencia  de 
los  Condes  y  ofensa  de  sus  armas  y  artillería.  Cami- 
nando, pues,  los  Condes,  con  su  gente,  fueron  á  pasar 
la  Chuca,  que  es  un  paso,  el  cual  está  una  milla  de  Or- 
gina, entre  una  áspera  montaña  y  el  lago,  y  baten  el 
lago,  junto  al  paso;  y  allí  se  parten  las  tierras  de  vene- 
cianos y  condado  de  Lecco.  No  le  pudieron  pasar,  por- 
que estaba  muy  fuerte  y  con  muchos  reparos,  y  la 
gente  del  castellano  muy  bien  lo  defendía.  Viendo  esto 
los  Condes,  mandaron  al   maese  de  campo  Pedro  de 
Guevara,  que  fuese  con  la  infantería  por  las  montañas 
de  la  Chusa,  que  serian  diez  millas  de  rodeo,  y  que 
ellos  estarían  allí  al  paso,  con  la  caballería  y  alguna  ar- 
cabucería. Yendo,  pues,  Pedro  de  Guevara,  con  la  gen- 
te, á  pasar  la  montaña,  había  tanta  nieve  é  niebla  en 
las  montañas,  que  se  perdieran  todos,  si  no  fuera,  por 
gran  ventura  de  sus  soldados,  fallar  una  casa  en  la  mon- 
taña,  en  la  cual  fallaron  una  vieja  que  los  enderezó 
por  el  camino  que  habían  de  hacer,  en  el  cual  fallaron 
tres  pasos  fuertes  con  sus  bestiones  é  reparos  y  defen- 
sas; mas  las  gentes  que  los  guardaban  no  quisieron  es- 
perar el  daño  que  les  pudiera  venir. 


—  4^3  —  (1528) 

Viendo  el  castellano  de  Mus  que  no  podía  resistir  la 
entrada  del  socorro  en  el  llano  de  Lecco,  manda  reti- 
rar su  gente  la  vuelta  de  la  puente,  que  por  él  estaba, 
y  de  allí  mandó  que  fuese  la  una  parte  de  su  gente  á 
Monguro,  que  es  una  fuerza,  en  el  monte  de  Brianzo, 
que  estaba  por  suya,  y  él,  con  el  resto  de  su  gente,  se 
mete  en  su  armada,  que  eran  nueve  barcas  y  dos  ber- 
gantines, con  sobrada  artillería,  y  se  va  la  vuelta  de 
Mus.  En  esto  llegó  Pedro  de  Guevara,  con  su  infan- 
tería, que  era  venido  por  la  montaña. 

Siendo,  pues,  descercado  Lecco,  que  fué  á  los  diez 
y  nueve  de  Marzo  ^  dia  de  San  Jusepe,  los  Condes  en- 
viaron al  maese  de  campo  Pedro  de  Guevara,  con  la 
mayor  parte  de  la  infantería  á  Bellagio,  que  es  una 
villa  que  estaba  por  el  castellano  de  Mus,  la  cual  villa 
está  en  una  punta  de  montaña,  do  se  parten  los  la- 
gos, el  uno  que  va  á  Como  y  el  otro  que  va  á  Lecco, 
para  que  tomase  la  villa  y  estuviese  allí  con  su  gente 
en  guardia  della. 

El  Conde  Felipe  Torniel  va  á  do  estaba  Antonio  de 
Ley  va  en  la  campaña  de  Piamonte,  á  darle  cuenta  de 
lo  que  pasaba  en  el  socorro  de  Lecco,  y  el  Conde  Lu- 
dovico  de  Beljioyoso  va  a  Como,  é  manda  adereszar  el 
armada  de  Como,  que  era  de  cuatro  barcas  y  un  ber- 
gantín; en  la  cual  armada  entró  el  Conde  y  el  goberna- 
dor de  la  cibdad,  Pedrarias,  con  otros  capitanes  y  gente 
de  guerra,  é  manda  que  también  saliese  el  armada  de 
Lecco,  para  juntarse  con  la  de  Como;  yjúntanse  las  dos 
en  la  villa  de  Bellaggio,  donde  estaba  el  maese  de  cam- 
po Pedro  de  Guevara ,  para  que  por  agua  y  por  tierra 
le  darían  grand  guerra  al  castellano  de  Mus,  y  le  gana- 


(1528)  —  214  — 

ran  las  tierras  que  por  suyas  estaban.  Sabido  esto  del 
castellano  de  Mus  por  sus  espías,  manda  ajuntar  toda 
su  armada  y  se  mete  en  ella,  la  cual  armada  era  de  nue- 
ve barcas  gruesas  y  seis  pequeñas,  y  tres  bergantines  y 
mucha  artillería,  y  se  pone  en  un  paso  estrecho  arrima- 
do á  una  isla  que  está  dentro  en  el  lago,  la  cual  dicen 
la  isla  de  San  Juan ,  por  un  monesterio  de  frailes  de 
Santo  Domingo  que  está  vecino  á  la  isla  en  tierra  firme, 
que  se  dice  San  Juan.  Es  este  paso  estrecho,  cuanto  una 
milla  en  ancho,  por  do  habia  de  venir  el  armada  de  Co- 
mo á  Bellaggio. 

Puesto  el  castellano  en  este  estrecho  paso  con  su  mu- 
cha artillería,  llega  el  Conde  Ludovico  de  Beljioyoso 
con  su  armada,  y  el  castellano  de  Mus  comenzó  á  de- 
fendelles  el  paso  con  la  mucha  furia  de  artillería  que 
tenía  en  su  armada.  Viendo  el  Conde  Ludovico  que  no 
podia  pasar  v  que  el  armada  de  Lecco  no  venía,  porque 
las  barcas  estaban  gastadas  de  la  mucha  artillería  que 
el  castellano  les  habia  tirado  estando  sobre  Lecco,  y 
que  no  habia  habido  tiempo  de  podellas  remediar  para 
que  pudiesen  navegar,  ansí,  el  Conde  se  volvió  en  Co- 
mo con  pérdida  de  algunos  soldados  que  le  mató  el  ar- 
tillería. 

Considerando  el  castellano  de  Mus  que  en  tener  guer- 
ra con  Antonio  de  Ley  va  no  podia  ganar  nada,  y  que 
antes  pensaba  de  dia  en  dia  ser  destruido  por  Antonio 
de  Leyva,  acordó  de  enviar  á  Juan  Baptlsta  de  Medi- 
éis ,  su  hermano ,  á  Milán  con  sus  letras  para  Antonio 
de  Leyva,  por  las  cuales  le  suplicaba  les  rescibiese  en 
su  servicio,  que  él  quería  ser  buen  servidor  del  Empe- 
rador y  que  no  quería  guerra  con  sus  vasallos,  y  que  le 


—   225   —  C1528) 

suplicaba  que  le  intitulase  Marqués  de  Mus  y  Conde 
de  Lecco,  porque  él  queria  vivir  con  mucho  sosiego  en 
sus  tierras  y  que  le  daria  cierta  cantidad  de  dinero  é  tri- 
go é  vino  é  otras  cosas  con  que  le  pudiese  ayudar,  y 
que  sería  buen  amigo  y  servidor.  Llegado  Juan  Baptis- 
ta  de  Médicis  á  Milán  y  dadas  sus  letras  á  Antonio  de 
Ley  va,  viendo,  pues,  Antonio  de  Ley  va  lo  que  por  las 
letras  del  castellano  de  Mus  veia  y  la  nescesidad  que  tenía 
de  dineros  para  pagar  la  gente,  y  de  otras  provisiones  para 
las  fuerzas,  é  que  cada  dia  se  tornaba  el  castellano  al 
cerco  de  Lecco,  y  que  estando  el  castellano  en  servicio 
del  Emperador  aquel  paso  estarla  seguro  (  que  era  gran 
remedio  para  proveerse  de  Alemania  de  muchas  cosas 
que  venian  en  Lombardía  por  el  lago  y  por  tierra),  é  ansí, 
acordó  de  conceder  la  petición  al  castellano  y  por  com- 
placer al  Príncipe  de  Orange,  que  por  ruegos  de  Jeró- 
nimo Morón  era  importunado  para  que  escribiese  á  An- 
tonio de  Leyva  que  lo  intitulase  Conde  de  Lecco  y  se 
lo  diese,  y  título  de  Marqués  de  Mus,  ansí,  que  por  to- 
das estas  cabsas,  Antonio  de  Leyva  le  intituló  Mar- 
qués de  Mus  y  Conde  de  Lecco:  el  cual  Lecco  le  en- 
tregó á  los  trece  de  Abril. 

Viendo  el  Emperador  las  cosas  de  Andrea  Doria  y  de 
ginoveses,  manda  que  D.  Diego  Sarmiento  y  D.  Juan 
de  Mendoza  y  D.  Beltran  de  la  Cueva  y  Machuca 
ficiesen  fasta  dos  mil  é  quinientos  españoles  y  fuesen 
en  Genova,  y  si  menester  fuese  que  defendiesen  la  cib- 
dad  y  la  ribera,  é  sino  que  fuese  al  ejército  que  tenía 
Antonio  de  Leyva  en  Lombardía. 

Siendo  venidos  estos  capitanes  en  Genova,  facen  en- 
tender á  los  del  gobierno  de  la  señoría  el  mandado  del 


(1528)  —   226   — 

Emperador;  éstos  les  dan  gracias,  agradeciéndoles  su 
trabajo  y  las  grandes  mercedes  de  Su  Majestad,  y  dicen 
que  por  entonces  no  habia  ninguna  suspicion  de  los 
franceses.  Por  lo  cual,  les  dan  alojamiento  en  Otajo, 
que  era  su  villa. 

Sabido  por  Antonio  de  Leyva  como  aquellos  cuatro 
capitanes  con  su  gente  esto  viesen  allí,  mandó  á  Ludo- 
vico  Balbino  ó  vero  Lodovico  de  Beljioyoso  que  fuese  á 
gobernar  á  aquella  gente,  y  viese  si  habia  alguna  nesce- 
sidad  dellos  en  la  cibdad  ó  ribera,  y  que  la  proveyese. 
Siendo  venido  el  Conde  Ludovico  en  Genova  y  haberse 
fablado  con  Andrea  Doria  y  los  principales  de  la  seño- 
ría, y  viendo  los  de  la  señoría  que  franceses  no  farian 
al  presente  ningún  aparato  de  guerra  contra  de  Geno- 
va, dan  las  gracias  al  Conde,  agradeciéndole  mucho  la 
voluntad  y  ofrescimientos  de  Antonio  de  Leyva  é  su- 
yos, y  ansí  se  despide  dellos. 

Viendo  los  de  la  liga  la  venida  de  los  dos  mil  é  qui- 
nientos españoles  y  del  Conde  en  Genova,  y  sabiendo 
por  sus  espías  querer  pasar  en  Milán,  mandan  que  el 
Conde  Gayazo  con  quinientos  caballos  é  mucha  arca- 
bucería fuese  á  estar  en  defensa  de  dos  pasos  del  cami- 
no que  pensaban  que  habia  de  traer  el  Conde.  Ansi- 
mismo  mandan  poner  otras  banderas  en  otros  pasos; 
mas  como  el  Conde,  por  sus  espías,  supiese  la  mucha 
gente  que  le  estaban  esperando  en  los  pasos,  como  per- 
sona tan  sabia  en  las  cosas  de  la  guerra,  muestra  de  to- 
mar un  camino  y  como  conosció  haber  acudido  allí  la 
mayor  parte  de  los  enemigos,  toma  otro  camino  por  las 
montañas  del  Apenino,  y  llega  en  Placencia. 

Viendo  el  conde  Saint  Pol,  general  de  los  franceses,  y 


—    227    —  (1528) 

el  Duque  de  Urbino,  que  todas  las  guardias  que  hablan 
puesto  no  habían  aprovechado  para  les  excusar  la  pasa- 
da, y  que  habían  tomado  aquel  camino;  y  viendo  que 
no  podían  excusar  que  no  se  ajuntase  con  Antonio  de 
Leyva,  mandan  recoger  su  gente,  que  estaba  en  los  pa- 
sos del  Alejandrino  y  de  los  de  Ottone,  que  hoy  dicen 
Tortona. 

Siendo  allegado  el  Conde  con  los  españoles  en  el  (r/o) 
Lambro  en  escontro  de  la  villa  de  Belgiojoso,  do  An- 
tonio de  Leyva  era  venido  con  parte  de  la  gente  que 
tenía  en  Milán  con  las  barcas  que  había  aj untado,  pasa 
el  Conde  con  su  gente  é  sin  ningún  destorbo  de  los 
franceses;  el  Conde  é  capitanes  y  gente  fueron  muy 
alegremente  rescibidos  de  Antonio  de  Leyva  y  van  en 
Milán. 

Viendo  Antonio  de  Leyva  que  le  era  venido  aquel 
socorro  de  dos  mil  é  quinientos  españoles,  y  la  fatiga 
que  le  daba  Pedro  de  Lonqua,  con  la  gente  del  Duque 
de  Milán  que  tenía  en  Pavía,  determina  de  desfacella  y 
tomar  la  cíbdad.  Ansí  manda  apercibir  la  gente  que 
tenía  en  Milán,  é  como  fué  á  los  trece  de  Mayo ^  un 
viernes,  antes  del  esclarescer  el  día,  salió  de  Milán  con 
la  gente  que  dentro  tenía  y  siete  banderas  de  infantería 
española  que  estaban  en  Bustegrande,  con  el  maese  de 
campo  Pedro  de  Guevara,  y  fué  sobre  Pavía,  donde  es- 
taba la  gente  del  Duque,  á  la  cual  llegó  antes  del  me- 
diodía; é  sin  dar  batería  ni  facer  otras  diligencias  la 
toma  á  escala  vista  con  el  mayor  regocijo  é  brevedad 
que  nunca  se  vído.  Tomada  la  cíbdad  la  saquearon,  y 
como  hubo  poca  defensa,  la  gente  que  murió  fué  poca. 
Luego  Antonio  de  Leyva  puso  su  gobernador,  y  déjan- 
os 


(1528)  —    228    — 

do  la  cibdad  á  buen  recabdo  sale  con  su  gente  y  va  so- 
bre Abbiate  grasso,  que  también  estaba  por  el  Duque 
de  Milán  y  la  cerca  por  todas  partes.  Mas  la  gente  que 
dentro  estaba,  antes  que  le  diesen  la  batería  y  batalla  se 
rindió  á  los  diez  é  ocho  de  May  o  y  á  merced  de  Antonio 
de  Ley  va;  é  sin  consentir  entrar  dentro  más  gente  que 
la  que  era  menester  para  guardia  de  la  tierra,  levanta 
su  campo  y  se  va  á  Milán. 

Viendo  Antonio  de  Leyva  que  habia  tomado  á  Pa- 
via  é  á  Abbiate  graso,  é  que  venecianos  y  el  Duque  de 
Milán  habian  proveido  á  Bergamo  de  mucha  gente, 
porque  con  ella  é  con  la  que  tenian  en  otras  partes  ve- 
cinas de  allí  pensaban  defender  el  paso  á  un  socorro  de 
alemanes  que  venía  á  pasar  muy  vecino  de  allí  para 
venir  en  Milán,  manda  recoger  su  campo  y  caminar 
fasta  llegar  á  Trezo,  que  estaba  por  suyo,  do  estaba 
Diego  López  de  Sosa,  el  cual  fué  castigado  el  dia  que 
aquí  llegó  Antonio  de  Leyva,  por  la  desobediencia  que 
le  tuvo,  como  arriba  dije.  Allí  mandó  echar  una  puen- 
te por  do  pasaba  el  rio  de  Adda :  pasado  el  rio  de  Ad- 
da,  va  sobre  la  cibdad  de  Bergamo,  y  manda  asentar 
su  campo  vecino  de  la  cibdad,  cuanto  dos  millas,  fasta 
que  llegase  el  Duque  Brunswick,  con  el  socorro  que 
traía,  que  era  un  socorro  de  doce  mil  infantes  y  ocho- 
cientas lanzas  é  mil  caballos  ligeros  y  mucha  artillería 
y  sobradas  municiones;  contra  los  cuales  salió  el  Duque 
de  Urbino  con  la  mayor  parte  de  la  gente  que  tenía  en 
otras  tierras,  no  osando  sacar  ninguna  gente  de  Ber- 
gamo por  estar  tan  vecino  como  estaba  Antonio  de 
Leyva  con  su  campo.  Ansí  va  el  Duque  de  Urbino  con 
su  gente  y  no  les  pudo  defender  el  paso  de  Peschiera 


—    229    —  (1528) 

que  no  lo  pasasen  y  tomasen  la  villa  y  la  saqueasen.  De 
aquí  llevó  infinitos  carros  cargados  de  sal  y  de   otras 
provisiones  y  municiones.  Llegado  el   Duque  con  su 
campo,  que  fué  á  los  quince  andados  de  Junio  se  asentó  á 
tres  millas  de  Bergamo,  desviado  del  campo  de  Anto- 
nio de  Leyva  cuatro  millas.  Ansí  estuvieron  en  compa- 
ña todos  dos  campos  ocho  dias,  é  por  algunos  respec- 
tos que  entre  Antonio  de  Leyva  y  el  Duque  pasaron, 
no  llegaron  á  la  cibdad  y  mandan  levantar  su  campo  y 
van  sobre  Lodi,  en  el  cual  estaba  Juan  Pablo,  herma- 
no del  Duque,  con  trece  banderas  de  infantería  y  tres 
de  caballos  ligeros,  por  el  Duque  de  Milán,  con  muy 
sobrada  artillería  é  municiones.  É  manda  echar  su  puen- 
te vecino  á  Palacios,  que  es  una  villa  vecina  á  Lodi, 
por  pasar  el  rio  de  Adda.  Llegados,  pues,  sobre  la  cib- 
dad de  Lodi,  Antonio  de  Leyva  y  el  Duque  con  sus 
campos,  Antonio  de  Leyva  sentó  su  campo  la  vuelta 
de  Milán,  y  porque  de  la  banda  de  Crema  podia  el  Du- 
que de  Milán,  que  al  presente  estaba  en  Abbiate  graso, 
avituallar  á  Lodi,  é  ordenó  con  el  Duque  de  Brunswick 
que  se  tornase  á  pasar  con  su  campo  el  rio  de  Adda,  y 
los  asentase  á  la  banda  de  Crema,  y  la  puente  se  que- 
dase puesta,  porque  ofresciéndose  nescesidad  se  pudie- 
sen socorrer  los  unos  á  los  otros.  Luego  manda  Anto- 
nio de  Leyva  una  trompeta  y  un  embajadora  Juan  Pau- 
lo, principal  cabdillo,  á  demandar  la  tierra.  El  cual  res- 
pondió que  :  no  se  podia  rendir ,  porque  de  Su  Excelencia 
habia  aprendido  aquella  liccion,  cuando  hahia  defendido  á 
Pavía  de  un  tan  poderoso  ejército. 

Viendo  Antonio  de  Leyva  la  respuesta  de  Juan  Pau- 
lo, manda  que  con  gran  brevedad  se  ficiesen  las  cosas 


(1528)  -  230  — 

que  convenían  para  las  baterías.  Ansí  ficieron  sus  trln- 
cheas  y  plantaron  el  artillería  é  por  todas  dos  partes  le 
comenzaron  á  dar  muy  cruda  batería,  y  todos  dos  campos 
le  dieron  batalla  á  la  cibdad,  el  dia  de  San  Pedro  y  San 
Pablo  f  y  con  facer  todas  las  diligencias  é  abtos  que  se 
requerían ,  ningún  remedio  hubo  de  poder  entrar  en  la 
cibdad,  porque  parescia  una  cosa  inexpunable,  y  los  de 
dentro  no  podían  ser  ofendidos;  antes  mataron  más  de 
docientos  hombres,  entre  los  cuales  murió  el  capitán 
Diego  Ramírez  de  Guzman  y  otros  alféreces  é  oficiales, 
ansí  de  un  campo  como  del  otro. 

Viendo  Antonio  de  Ley  va  el  poco  remedio  que  tenía 
de  tomará  Lodi  y  que  no  podía  tener  campo  sobre  él, 
por  unas  grandes  fiebres  mortales  que  dieron  á  los  tu- 
descos, y  porque  venía  un  campo  de  franceses;  por  estas 
cabsas  mandó  retirar  el  campo  á  tres  del  mes  de  Agosto. 
Todos  dos  campos  fueron  á  Milán,  donde  reposó  el  Du- 
que de  Brunswick  algunos  días,  y  de  allí  se  volvió  en 
Alemania  con  la  mayor  parte  de  los  alemanes  que  trajo, 
é  los  otros  dejó  en  Milán. 

Viendo  el  Rey  de  Francia  las  letras  de  Lautrec  y  la 
gran  nescesidad  que  tenía  de  dineros  y  gente,  por  la 
grande  enfermedad  de  fiebres  que  había  dado  á  sus  tu- 
descos, y  viendo  la  venida  del  Duque  de  Brunswick, 
manda  á  Francisco  de  Borbon,  Conde  de  Saint  Pol,  que 
tomase  ocho  mil  hombres  y  pasase  en  Italia,  y  que  si 
el  Duque  Brunswick  pasase  en  el  reino  de  Ñapóles  á 
dar  socorro  á  los  españoles,  que  él  fuese  en  su  reta- 
guardia y  diese  socorro  á  Lautrec ;  y  si  el  Duque  de 
Brunswick  quedase  en  Lombardía,  que  se  aj untase 
con  los  de  la  liga  y  guerrease  contra  Antonio  de  Ley- 


—  231  —  (1528) 

va.  Ansí  caló  con  su  campo  y  se  afirmó  en  el  Piamon- 
te,  donde  se  ajuntó  con  los  de  la  liga  y  tomó  la  cibdad 
de  Novara,  que  estaba  por  Antonio  de  Ley  va,  é  no  pu- 
do tomar  el  castillo,  que  estaba  muy  fuerte  é  á  buen 
recabdo. 

De  allí  vino  á  Abbiate  Graso  y  la  tomó,  y  viendo  no 
ser  pujante  para  ir  á  tomar  á  Milán,  se  vuelve  á  Ale- 
jandría; é  yendo  de  campo,  tomó  á  Vigevano  y  á  Mor- 
tara.  Llegado  en  Alejandría,  se  alojó,  donde  estuvo 
todo  el  invierno  del  año  del  veinte  é  ocho. 

Viendo  Antonio  de  Leyva  las  cosas  pasadas  en  Mi- 
lán, y  la  gran  pobreza  que  en  ella  habia,  é  viendo  que 
por  ningún  modo  podia  sacar  cosa  de  Milán  para  sus- 
tentar el  campo,  piensa  cómo  con  menos  daño  del  pó- 
pulo lo  pudiese  sustentar,  y  manda  echar  sus  bandos, 
poniendo  pena  de  cortada  la  cabeza  é  confiscados  los 
bienes,  si  alguno,  de  cualquiera  nascion  ó  condición  que 
fuese,  fuese  osado  de  facer  pan  en  su  casa,  ni  tener 
harina,  excepto  los  que  hobiesen  comprado  é  pagado 
el  dacio  ó  aduana,  que  eran  tres  florines  de  oro  por  cada 
mojo,  y  después  pagaron  fasta  nueve  florines.  Todos 
los  demás  compraban  el  pan  en  los  hornos  por  él  seña- 
lados, y  de  la  moneda  que  de  aquí  se  cogia,  se  pagaba 
el  campo. 

Podemos  decir  que  de  nuestra  propia  moneda  nos 
tornaban  á  pagar.  Aquí  se  acaban  los  fechos  del  año 
de  mil  é  quinientos  é  -veinte  é  ocho  años. 


AÑO  DE   1529. 


El  año  de  mil  é  quinientos  é  veinte  é  nueve  años ,  al 
principio  del  mes  de  Marzo  y  el  Príncipe  de  Orange,  vi- 
sorey  de  Ñapóles,  mandó  recoger  las  gentes  del  ejér- 
cito, que  estaban  repartidas  por  los  alojamientos,  y 
después  de  haberlas  juntado,  camina  con  todo  el  campo 
la  vuelta  de  Monópoli,  que  estaba  por  venecianos,  é 
muy  fuerte  é  bien  proveida  de  gente  é  artillería  é  mu- 
niciones, porque  participaba  con  la  mar,  y  sin  ningún 
impedimento  eran  proveídos  de  todas  las  cosas  necesa- 
rias para  la  defensa  de  la  tierra.  Prosiguiendo  su  ca- 
mino el  Visorey,  llegó  sobre  la  tierra  á  los  nueve  de 
MarzOy  un  miércoles.  Llevaba  seis  mil  españoles  y  seis 
mil  alemanes  y  cinco  mil  italianos,  é  quinientas  lanzas 
é  quinientos  caballos  ligeros,  é  mucha  artillería  é  muni- 
ciones. 

Llegado  el  Visorey  sobre  Monópoli,  mandó  asentar 
su  campo  entorno  de  la  tierra,  y  mandó  facer  sus  re- 
paros é  trincheas,  porque  eran  bien  menester,  por  la 
mucha  gente  y  artillería  que  habia  en  la  tierra. 

Luego  comenzaron  las  escaramuzas,  en  las  cuales 


—  233  —  (1529) 

los  españoles  perdían  alguna  gente,  porque  no  se  po- 
dian  ajuntar  á  facer  escuadrones,  porque  los  de  dentro, 
con  su  artillería,  les  facían  mucho  daño;  é  ansí  esto- 
vieron  el  Visorey  y  los  otros  caballeros  intentando  to- 
das las  estucias  que  pudieron  y  era  posible  hacerse;  mas 
era  una  cosa  de  no  pensar  querer  tomar  la  tierra,  por 
su  gran  fortaleza  y  defensas. 

Viendo  el  Visorey  que  tomar  la  tierra  era  cosa  im- 
posible, acuerda  haber  su  consejo  sobre  lo  que  se  fa- 
cía; y  habido,  pues,  su  consejo,  el  Visorey,  con  los 
otros  caballeros  del  campo,  fué  su  parescer  de  levantar 
el  campo  de  sobre  Monópoli,  y  ansí  se  levantó  á  los 
diez  y  ocho  de  Mayo. 

En  este  tiempo,  como  la  gobernación  de  Florencia 
y  los  que  tenían  cargos  más  principales  fuesen  debdos 
del  Papa  y  de  la  casa  de  Médicis,  se  movió  una  grand 
guerra  en  la  cibdad,  declarándose  las  partes  de  tal  ma- 
nera, que  se  rebeló  la  cibdad  contra  el  Papa,  porque 
los  de  la  casa  de  Médicis,  que  son  los  de  la  Palla  (que 
en  lengua  castellana  quiere  decir  -pelota^  porque  ansí 
las  ponen  por  armas  los  de  la  casa  de  Médicis) ,  y  la 
otra  parte,  que  es  de  los  Strozzis,  son  tenidos  por  más 
parte  en  la  cibdad  y  en  la  señoría ;  y  como  fuesen  de  la 
contraria  opinión,  y  los  menos  eran  ios  de  la  parte  del 
Papa,  éstos  luego  fueron  desterrados  y  extradiados. 
Cresció  tanto  el  fuego  en  aquella  cibdad  y  señoría,  que 
ni  Papa  era  obedescido,  ni  su  justicia  temida,  ni  sus  le- 
yes veneradas,  y  todos  guiados  por  opiniones,  y  nin- 
guno por  razón,  facían  de  fecho  cosas  de  grand  feal- 
dad. El  Papa,  viendo  el  poco  temor  y  gran  rebeldía  de 
florentinos,  y  que  á  sus  amonestaciones  no  querían  te- 


(1529)  —  234  — 

ncr  respecto,  escribe  al  Emperador,  rogándole  y  encar- 
crándole  el  administración  de  la  justicia  y  castigo  deste 
rebelde,  para  que,  como  gobernador  y  protector  de  los 
principados  y  señorías  subditos  al  imperio  Romano, 
mandase  al  Príncipe  de  Orange,  visorey  de  Ñapóles  y 
su  general  en  Italia,  que  fuese,  con  la  gente  que  tenía 
en  Ñapóles,  á  poner  cerco  á  Florencia,  y  que  él  por 
otra  parte,  con  sus  debdos  é  amigos  é  vasallos,  faria 
congregación  de  más  gente,  con  la  cual  por  fuerza  fa- 
rian  venir  á  florentines  bajo  del  yugo  de  su  obediencia. 

Viendo  el  Emperador  la  petición  del  Papa  ser  tan 
justa,  y  como  tan  temeroso  de  Dios  é  obidiente  á  su 
Iglesia  é  Vicario,  escribió  al  Visorey,  mandándole  que, 
vista  su  carta,  fuese  á  tomar  la  impresa  de  Florencia, 
con  toda  la  gente  que  tenía,  porque  se  habia  rebelado 
contra  da  Su  Santidad. 

El  Visorey,  viendo  el  mandado  del  Emperador,  el 
cual  le  vino  cuando  levantó  el  campo  de  Monópoli, 
proveyó  el  cardenal  Pompeo  Colona,  en  su  lugar,  que 
gobernase  en  el  reino  de  Ñapóles,  y  que  Hernando  de 
Alarcon  quedase  en  el  reino  por  general,  con  tres  mil 
é  quinientos  españoles  y  dos  mil  italianos,  con  su  co- 
ronel Fabricio  Marramaldo,  y  cinco  estandartes  de  ca- 
ballos ligeros,  para  que  recuperase  las  fuerzas  que  ve- 
necianos tenían  ocupadas;  y  él,  con  su  campo,  comienza 
á  caminar  la  vuelta  de  Florencia.  Era  un  campo  de 
cuatro  mil  alemanes  y  cuatro  mil  italianos  y  seiscientas 
lanzas,  y  caminando  por  sus  jornadas,  el  Visorey  pasó 
por  Perusa,  que  es  una  cibdad  del  Papa,  donde  estaba 
Malatesta  Vallon,  natural  de  la  propia  cibdad.  Este 
tenía  gente  de  guerra,  y  se  habia  rebelado  con  la  cib- 


.^nrüF^DAD   DE   BIBLIÓFILOS   ESPAÑCTF?. 


MAESTRE    DE    CAMPO    DEL    EJÉRCITO    ESPA5;riL 


—  235  —  (1529) 

dad  contra  del  Papa;  é  viendo  el  Visorey  el  deseo  de 
JVIalatesta  y  la  prosperacion  que  tenía,  manda  asentar 
el  campo  sobre  la  cibdad.  Viendo  esto  los  cibdadanos, 
por  no  ser  destruidos  no  consienten  que  Malatesta  se  hi- 
ciese fuerte  en  la  cibdad,  y  antes  se  rindieron;  y  Mala- 
testa,  viendo  esto,  se  rinde  al  Visorey,  en  nombre  del 
Papa,  con  pacto  de  que  por  cinco  dias  le  dejasen  andar 
libremente,  con  su  gente,  donde  quisiese.  Ansí  se  los 
concedió  el  Visorey,  y  así  salió  de  Perusa  y  fué  la  vuel- 
ta de  Cortona,  que  era  una  cibdad  de  florentines,  donde 
deja  una  parte  de  la  gente  que  llevaba,  y  con  la  otra  se 
entró  en  Florencia. 

Los  florentines,  que  ya  estaban  proveídos,  sabiendo 
la  venida  del  Visorey  con  su  campo,  le  eligeron  por 
su  general  (Malatesta)  y  comenzó  á  adereszar  todas  las 
vituallas  é  municiones  é  cosas  que  para  defensa  de  la 
tierra  eran  nescesarias. 

Sobre  Perusa  vino  el  Marqués  del  Vasto,  con  dos 
mil  é  quinientos  españoles ,  y  D.  Fernando  de  Gonza- 
ga,  con  seiscientos  caballos  ligeros  y  ocho  mil  italianos, 
que  enviaba  el  Papa.  Aquí  mandó  el  Visorey  á  Juan 
de  Urbina  ir  á  Spello,  que  era  una  villa,  á  cuatro  mi- 
llas de  Perusa,  y  su  gente  á  Perusa,  que  estaba  rebe- 
lada contra  el  Papa.  Juan  de  Urbina  tomó  muy  poca 
gente,  y  va  sobre  la  villa  y  demanda  á  los  principales 
della  que  se  rindiesen  al  Visorey,  en  nombre  del  Papa. 
Los  de  la  villa,  viendo  que  tan  poca  gente  llevaba  Juan 
de  Urbina,  no  le  quieren  obedescer;  antes,  entrete- 
niéndolo en  palabras,  le  tiran  con  un  mosquete  y  le  fie- 
ren  en  la  pierna,  de  la  cual  ferida  murió  desde  á  pocos 
dias.  Aquí  se  perdió  un  gran  temor  y  vergüenza  de  los 


(1529)  —  236  — 

no  esforzados.  El  Visorey,  enojado  de  la  ferida  de  Juan 
de  Urbina,  mandó  ir  mucha  más  gente  sobre  la  villa; 
y  viendo  los  de  la  villa  la  multitud  de  la  gente  que  so- 
bre ella  iba,  se  rindieron  y  pusieron  en  manos  del  Vi- 
sorey; y  después  de  dejar  el  Visorey  á  Perusa  en  mu- 
cho sosiego,  levanta  su  campo  é  camina  la  vuelta  de 
Florencia  y  va  sobre  la  cibdad  de  Cortona,  la  cual  es 
de  florentines,  y  estaba  fortificada  y  bien  proveída  de 
gente  de  guerra,  de  la  que  habia  dejado  Malatesta. 
Viendo  el  Visorey  que  no  se  le  queria  rendir,  manda 
asentar  su  campo  sobre  la  tierra  y  dalle  la  batería,  la 
cual  se  le  dio  tan  recia  y  grande,  que  luego  se  rindie- 
ron á  merced  del  Visorey,  y  les  fué  dejadas  las  vidas  á 
la  gente  de  guerra  y  las  espadas. 

La  cibdad  pagó  treinta  mil  ducados,  y  se  obligó  de 
llevar  vitualla  al  campo. 

De  aquí  va  el  campo  á  Figline,  que  era  una  villa 
de  florentines. 

Viendo  florentines  que  el  Visorey,  con  su  campo,  iba 
la  vuelta  de  Florencia,  enviaron  sus  embajadores  al  Vi- 
sorey, diciendo  que  se  querían  rendir  al  Papa;  é  mien- 
tras facían  sus  pactos  con  el  Papa,  que  no  allegase  el 
campo  en  Florencia,  y  que  le  daría  diez  mil  ducados 
cada  un  día.  Ansí  se  afirmó  el  campo  en  Figline  por 
diez  días,  que  no  llegó  á  Florencia. 

En  este  tiempo,  que  dieron  los  diez  mil  ducados,  los 
de  Florencia  acabaron  de  fortificar  su  ciudad. 

Viendo  el  Visorey  que  lo  que  florentines  habían  or- 
denado era  cabtela,  manda  caminar  el  campo  y  llega 
sobre  Florencia  en  los  primeros  del  Septiembre.  El  cam- 
po fizo  su  asiento  á  la  parte  del  Arno,  y  se  repartieron 


—  237  —  (1529) 

todos  entorno  de  la  media  cibdad,  estando  cada  na- 
ción de  por  sí.  Los  italianos  alojaron  en  Giramote,  que 
es  una  pequeña  montañuela,  y  en  Ogalucho,  que  es 
otra  pequeña  montañuela,  vecinas  la  una  de  la  otra. 

Esta  montaña  de  Ogalucho  tenía  gran  señorío  sobre 
dos  montañas  fuertes,  que  guardaban  los  de  Florencia; 
las  cuales  están  vecinas  la  una  de  la  otra,  donde  habia 
dos  monesterios,  uno  de  frailes  de  San  Francisco,  y  en 
la  otra  estaba  el  monesterio  de  Sant  Miniato.  Estaba 
el  un  monesterio  del  otro  cuanto  ciento  é  veinte  pasos, 
y  teníanlos  muy  fortificados  y  con  sus  bestiones;  y  en 
un  buen  arrabal,  que  estaba  á  la  puerta  de  Sant  Jorge, 
que  era  una  puerta  de  la  cibdad,  se  alojó  la  persona  del 
Visorey.  Los  españoles  ficieron  su  asiento  delante  de 
puerta  Senesa,  en  casas  fuertes  y  en  otros  lugares,  que 
podian  ofender  y  no  ser  ofendidos  de  la  cibdad,  guar- 
dando un  monesterio  que  estaba  en  el  camino  de  Sie- 
na y  vecino  de  puerta  Senesa.  En  una  casa  fuerte  es- 
taba alojado  el  Marqués  del  Vasto,  en  el  cuartel  de  los 
españoles;  los  alemanes  estaban  en  medio  de  los  espa- 
ñoles y  de  los  italianos,  y  el  artillería  estaba  repartida 
en  todas  tres  nasciones.  Deste  modo  se  guardaba  la  me- 
dia cibdad  de  Florencia. 

Los  italianos  facian  guardia  en  la  montaña  de  Gira- 
mote,  en  la  cual  estaba  fecho  un  caballero,  con  cuatro 
piezas  de  artillería,  y  de  allí  señoreaban  á  los  italianos, 
que  los  florentines  tenian  puestos  de  guardia  en  las  otras 
dos  montañas ,  quellos  habian  fecho  fuertes.  Ansimis- 
mo  la  facian  los  otros  italianos,  que  estaban  en  la  m.on- 
taña  de  Ogalucho;  éstos  tenian,  con  su  artillería,  mayor 
señorío  sgbre  los  que  estaban  en  la  montaña  de  Sant 


(1529)  -  238  - 

Miniato,  por  florentines.  Ansí  estaba  asediada  Flo- 
rencia. 

En  este  año,  después  de  se  haber  partido  el  Visorey, 
con  su  campo,  de  sobre  Monópoli,  yendo  á  Florencia, 
salió  de  Barrileta  Simón  Romano,  con  algunos  de  los 
franceses  que  tenía  en  Barrileta,  é  fizo  de  los  italianos 
de  aquella  comarca  fasta  siete  mil  hombres,  y  manda 
que  diez  galeras,  con  mucha  artillería,  fuesen  por  la 
mar  sobre  Brindisi,  do  se  embarca  el  artillería  de  las 
galeras  y  va  sobre  la  cibdad,  y,  sin  dar  batería,  da  la  ba- 
talla, y  en  poco  espacio  fué  la  tierra  suya,  y  la  saquea 
y  face  todo  el  daño  que  pudo  facer,  y  luego  va  sobre 
el  castillo  de  la  Isla,  que  estaba  muy  vecino  de  la  cib- 
dad, y  le  da  la  batería  y  le  derriba  un  poco  lienzo.  Es- 
tando Simón  Romano  reconosciendo  la  batería  del  casti- 
llo, le  tiran  del  castillo  de  la  cibdad  con  un  mosquete, 
de  lo  cual  murió. 

Sus  capitanes,  viendo  su  coronel  muerto,  acordaron 
de  no  proseguir  su  empresa,  y  ansí  embarcan  su  arti- 
llería y  recogen  su  gente  y  se  van  á  Polignano :  desde 
allí,  con  el  favor  de  los  que  dentro  estaban,  facían  todo 
el  mal  que  podían.  Los  venecianos,  que  dentro  de  Po- 
lignano estaban,  les  daban  todo  el  favor  é  ayuda  que 
podían ,  pero  todavía  se  deshizo  esta  gente  é  la  mayor 
parte  della,  por  ser  del  país. 

Como  arriba  dije,  Hernando  de  Alarcon,  que  en  este 
tiempo  andaba  reformando  las  cosas  del  reino  y  recu- 
perando algunas  tierras,  fué  avisado  de  la  presa  de 
Brindisi  y  de  la  muerte  de  Simón  Romano,  y  cómo 
aquella  gente  se  favorescia  con  los  de  Polignano;  y 
ansí,  manda  á  Rivera,  maese  de  campo  de  los  españo- 


—  239  —  (1529) 

les,  que  tomase  mil  é  quinientos  hombres  y  que  fuese 
sobre  esta  gente,  que  estaba  allí  cerca  de  Polignano. 
Los  cuales,  sabiendo  la  venida  del  maese  de  campo 
Rivera,  se  van  á  Barrileta,  donde  estaba  Renzo  da 
Ciere,  el  cual,  desque  supo  la  muerte  de  Simón  Romano 
tuvo  dello  gran  pesar  y  sentimiento.  Luego  vino  Her- 
nando de  Alarcon  sobre  Barrileta  é  sin  dalle  batería 
ni  batalla,  se  le  rindió  Renzo  da  Ciere,  y  ansimismo 
recuperó  todas  las  otras  tierras  que  arriba  nombré  te- 
ner enemigos. 

Esto  fecho,  Hernando  de  Alarcon  y  el  cardenal  Pom- 
peo Colona,  que  estaba  por  teniente  de  visorey  en  Ña- 
póles, acordaron  que  Fabricio  Marramaldo,  con  su  co- 
ronelía, fuese  á  Florencia.  Ansí  lo  fizo,  como  por  el 
Cardenal  y  Hernando  de  Alarcon  le  fué  mandado. 

Hernando  de  Alarcon  mandó  alojar  la  gente  de  guer- 
ra que  con  él  quedaba  en  el  reino,  porque  no  estaba 
bien  siguro  de  la  pacificación  del  reino. 

Conviene  á  saber  las  cosas  que  Antonio  de  Ley  va 
fizo  en  el  estado  de  Milán  y  de  la  venida  de  Saint  Pol. 
En  el  mes  de  Abril  Pedro  de  Borbon,  Conde  de  Saint 
Pol,  salió  en  campaña  y  se  juntó  con  el  campo  de  ve- 
necianos y  de  el  Duque  de  Milán,  que  en  todos  tres 
campos  pasaban  de  treinta  mil  hombres  y  van  sobre  Pa- 
vía, donde  estaba  Pedro  de  Virago  con  ochocientos  ita- 
lianos y  doscientos  tudescos,  y  antes  que  llegase  á  Pa- 
vía Saint  Pol,  le  envia  su  trompeta  para  que  le  rindie- 
se la  tierra.  Pedro  de  Virago  responde  á  la  trompeta 
que  no  estaba  de  aquel  propósito,  antes  esperaba  defen- 
der la  tierra.  Viendo  esto  Saint  Pol  y  el  Duque  de  Ur- 
bino,  asentaron  su  campo  y  les  mandan  dar  batería  y 


(1529)  —  240  — 

la  batalla.  Estando  á  la  mayor  furia  de  la  batería,  An- 
tonio de  Ley  va  sale  de  Milán  y  va  á  Pavía  por  dar  al- 
gún estorbo  á  los  enemigos,  el  cual,  viendo  que  por 
cosas  que  acometió  no  les  pudo  mover  de  propósito,  se 
retira  con  su  gente  en  Milán  y  los  de  la  liga  prosiguen 
su  batería.  La  cual  se  les  dio  muy  recia  y  grande,  y  la 
batalla.  Con  mucha  seguridad  entraron  en  la  tierra  y 
mataron  alguna  gente  de  la  que  dentro  estaba.  Viendo 
esto  el  caballero  Pedro  de  Virago,  se  recoge  al  castillo 
con  los  que  más  pudo,  y  de  allí  se  rinde,  con  pacto  que 
se  le  dejase  ir  libremente  do  fuese  su  voluntad,  con  sus 
banderas  y  armas. 

Tomada  Pavía,  el  Duque  de  Milán  mete  su  guarni- 
ción, y  fueron  sus  campos  á  Landriano;  Saint  Pol  puso 
su  campo  en  el  Landriano,  á  diez  millas  de  Milán,  y 
venecianos  en  Melsa,  villa  vecina  á  Landriano,  y  de 
allí  la  gente  destos  dos  campos  corrían  las  campañas 
porque  no  entrasen  provisiones  en  Milán.  Viendo  An- 
tonio de  Ley  va  que  padescia  alguna  nescesidad  su  gen- 
te de  las  vituallas  que  le  estorbaban  los  enemigos  que 
entrasen  en  Milán,  y  no  sabiendo  muy  de  veras  cuánta 
fuese  su  caballería,  manda  llamar  al  capitán  Alonso  de 
Valdelomar,  como  á  persona  tan  sabia  é  valiente,  y  le 
manda  que  fuese  á  correr  la  campaña  y  que  trabajase 
detraelle  una  lengua  de  franceses.  El  capitán,  como  de- 
seoso de  ejercitar  siempre  su  persona  en  fechos  hazaño- 
sos, aunque  fuese  con  mucho  peligro,  obedesce  su  man- 
dado y  toma  veinte  é  una  celadas,  que  se  entiende  ca- 
ballos ligeros,  y  un  paje  que  le  llevaba  la  lanza,  y  nue- 
ve arcabuceros  a  caballo,  y  sale  de  Milán  dia  de  Cor-pus 
Cripsti ,  al  mediodía,  y  va  á  Panzago,  que  es  una  pe- 


—  241  —  (1529) 

quena  villa,  vecina  de  Milán  catorce  millas,  do  falló 
emboscado  al  Conde  Claudio  Rengon  y  al  Tempesta 
de  Quistion,  coroneles  de  caballos  ligeros,  con  doscientos 
caballeros  ligeros.  Viendo  este  capitán  que  de  allí  no 
podia  salir  sin  pelear,  como  tan  valeroso  capitán,  con  los 
suyos  se  mete  en  medio  de  los  enemigos  y  de  los  pri- 
meros encuentros  mueren  cinco  de  los  franceses,  y  fue- 
ron otros  muchos  feridos.  Andando  ansí  trabados,  el 
capitán  Valdelomar  se  encontró  con  el  Conde  Claudio 
Rengon  y  le  mete  la  espada  por  la  visera  del  yelmo  y 
le  da  una  ferida  por  el  rostro,  de  la  cual  el  Conde  se 
quedó  bien  señalado ;  é  luego  se  va  contra  el  que  traia 
el  grijo  del  Conde,  y  dándole  una  gran  ferida,  se  la  qui- 
ta. En  esto  ya  el  capitán  Alonso  de  Valdelomar  tenía 
pasado  el  brazo  siniestro  de  un  encuentro  de  lanza;  pero 
con  esto  no  dejaba  con  muy  mayor  saña  de  pelear,  fas- 
ta haber  conoscido  la  vitoria ,  comenzándose  á  retirar 
los  franceses,  llevándole  en  prisión  á  su  alférez  Losada 
y  á  un  soldado  llamado  Cripstóbal  de  Bermar,  valerosa 
persona  en  esfuerzo  y  astucias  de  la  guerra.  El  cual  ca- 
pitán, cuando  los  vido  menos,  no  fué  á  tiempo  de  pode- 
llos  socorrer.  Viendo  musiur  de  Anibado  y  otro  caballe- 
ro francés,  que  estaban  con  dos  estandartes  de  gente  de 
armas  en  otra  emboscada,  como  el  Conde  Claudio  Rengon 
y  el  Tempesta  de  Quistion,  con  los  suyos,  se  retiran  des- 
baratados, salen  de  la  emboscada  do  estaban  á  los  socor- 
rer, y  así  se  trabaron  con  los  españoles ,  donde  también 
musiur  de  Anibado  y  el  otro  capitán,  con  su  gente  de 
armas,  perdieron  la  campaña,  lo  mismo  que  el  Conde  y 
el  Tempesta  de  Quistion  la  hablan  perdido.  Este  capi- 
tán, tan  mal  ferido  y  tan  solo  por  pérdida  de  su  alférez 


(1529)  —   242  — 

y  de  Crlpstübal  de  Bermar  y  de  otros  que  eran  idos  en 
secucion  de  la  gente  darmas  corriendo  la  campaña,  fa- 
lló uno  de  los  suyos,  que  estaba  mal  ferido,  y  á  dos 
muertos;  y  á  dos  hombres  que  vido  estar  allí  cerca  de- 
llos  los  llama  y  manda  que  fuesen  á  enterrar  aquellos 
dos  muertos,  que  serían  bien  pagados  los  clérigos;  y 
les  manda  que  le  metiesen  las  armas  de  sus  dos  muer- 
tos y  feridos,  y  las  sillas  de  cinco  caballos  (que  le  ha- 
bian  muerto  los  enemigos,  y  uno  que  le  reventó  debajo 
de  las  piernas  el  caballero  español  que  en  él  iba,  cuan- 
do se  encontró  con  un  hombre  darmas  francés),  en  una 
muy  pequeña  barca  que  allí  en  un  canal  de  agua  esta- 
ba; el  cual  canal  venía  del  naviglio  que  va  de  Abbiate 
Graso  á  Milán.  Ansimesmo  manda  á  estos  dos  hom- 
bres que  tomasen  todo  el  despojo  de  los  franceses  y  de 
sus  caballos  que  quedaban  muertos  por  la  campaña,  é 
ficiesen  enterrar  los  muertos.  Después  de  tener  su  feri- 
do y  lo  demás  en  la  barca,  face  una  cuerda  de  mim- 
bres, y  ligando  unas  con  otras,  las  liga  á  la  barca  y  al 
arzón  de  la  silla  de  su  caballo,  y  la  lleva  al  naviglio,  el 
cual  naviglio  le  guió  fasta  puerta  Senesa,  que  es  una  de 
las  principales  puertas  de  Milán,  y  á  la  cual  puerta  le 
salió  á  rescibir  Antonio  de  Leyva,  que  por  algunos  sol- 
dados de  los  suyos,  que  eran  venidos  mal  feridos,  ha- 
bía sabido  sus  encuentros.  El  cual  lo  rescibió  muy  gra- 
ciosamente, mostrando  mucho  pesar  de  su  ferida,  por- 
que le  amaba  de  voluntad.  Fue  de  Antonio  de  Leyva 
y  de  todos  muy  loado  este  fecho,  aunque  no  era  el  pri- 
mero. 

En  este  tiempo  Saint  Pol,  como  arriba  dije,  estaba 
en  el  Landriano,  y  venecianos  en  Melsa,  y  viendo  que 


—  243  —  (1529) 

Antonio  de  Ley  va  tenía  tan  bien  proveida  la  cibdad  de 
Milán,  y  que  era  excusado  de  tomarlo  por  fuerza  de 
armas  ni  por  fambre,  y  como  el  Rey  su  señor  le  acu- 
sase tanto  que  diese  principio  de  tomar  á  Genova,   así 
determina  de  la  ir  á  tomar,  y  levanta  su  campo  y  va 
á  Vedigullo  (sic),  doce  leguas  de  Milán,  y  venecianos  á 
Casal  y  la  gente  del  Duque  de  Milán  á  Pavía  y  á  Vegi- 
bano.  Sabiendo  por  letra  de  los  franceses  que  al  presente 
tenía  buena  comodidad  de  tomar  la  cibdad  de  Genova, 
porque  entre  ellos  tenian  proveidos  todos  los  remedios 
que  era  menester,  y  viendo  Saint  Pol  que  la  empresa  era 
tan  deseada  de  su  señor  el  Rey,  y  que  en  ninguna  jor- 
nada le  podia  más  servir,  movió  su  campo  d  veinte  é 
un  dias  de  Junio,  un  lunes  de  mañana.  Antonio  de 
Ley  va,  que  siempre  estaba  con  gran  vigilancia  en  sa- 
ber el  secrepto  de  Saint  Pol ,  supo  por  sus  espías  el  se- 
crepto  de  su  levantada,  y  viendo  que  si  la  cibdad  de 
Genova  señoreaban  franceses  sería   grand  daño   para 
Lombardía  y  aun  para  Italia,  y  grandísimo  inconve- 
niente para  el  Emperador,  que  á  la  sazón  estaba  para 
pasar  en  Italia  á  tomar  la  corona  imperial,  así,  Antonio 
de  Leyva  acordó  de  salir  de  Milán  y  dalle  la  batalla. 
El  cual  salió  á  veinte  de  Junio^  un  domingo,  á  la  prima 
noche,  con  la  gente  que  tenía  en  Milán,  que  eran  tres 
mil  españoles  y  seis  mil  alemanes,  dos  mil  italianos,  de- 
cientas lanzas  y  cient  caballos  ligeros.  Pues  caminando 
en  sus  escuadrones,  yendo  en  el  avanguardia  los  caba- 
llos ligeros  y  luego  el  escuadrón  de  los  españoles,  yen- 
do la  persona  de  Antonio  de  Leyva  en  la  avanguardia 
del  escuadrón  de  los  españoles,  en  escuadrón  los  ale- 
manes y  la  gente  darmas,  yendo  en  retaguardia  los  ita- 

16 


(1529)  —  244  — 

lianos.  Caminan  por  esta  orden  fasta  llegar  á  Lora, 
que  es  una  villa,  á  tres  millas  del  Landriano,  do  afir- 
man el  campo,  y  se  pusieron  en  orden  los  escuadro- 
nes y  mandó  al  capitán  Alonso  de  Valdelomar  que  fuese 
á  ver  en  el  campo  de  Saint  Pol  que  orden  tenía  su  le- 
vantada. El  cual  fué  con  un  fieltro  cubierto  sobre  sus 
armas  secretas,  porque  no  podia  llevar  arnés  por  la  fe- 
rida  del  brazo,  y  después  de  haber  visto  toda  la  orden 
del  campo  de  Saint  Pol,  avisó  á  Antonio  de  Ley  va 
cómo  caminaba  el  bagaje  y  el  artillería  y  los  escuadro- 
nes, y  cómo  al  pasar  de  Lambarete,  que  es  un  pequeño 
rio,  estaban  caídas  dos  piezas  de  artillería,  y  que  allí 
estaban  embarazados;  las  cuales  dos  piezas  estaban  sa- 
cando la  persona  de  Saint  Pol  y  Moran  Carbón,  coro- 
nel de  italianos,  y  Juan  Jerónimo  de  Quistion;  y  de 
todo  lo  demás  dio  muy  entera  cuenta  á  Antonio  de 
Leyva.  Ansí  de  cómo  se  les  podia  ganar  el  artillería 
sin  ningún  peligro.  Viendo  Antonio  de  Leyva  lo  que 
el  capitán  Alonso  de  Valdelomar  le  decia,  como  á  per- 
sona tan  sabia,  le  da  entero  crédito,  é  manda  á  este  ca- 
pitán que  él  y  el  capitán  Jorge  de  Caposuma,  griego, 
que  tomasen  sus  compañías  de  a  caballo  é  alguna  arca- 
bucería, y  que  fuesen  á  dar  arma  á  Saint  Pol  y  á  todo 
su  campo. 

Como  estos  dos  capitanes  oyesen  el  mandado  de  An- 
tonio de  Leyva,  toman  sus  compañías  de  á  caballo  y 
una  poca  de  arcabucería,  y  yendo  cada  uno  por  su  par- 
te llegan  donde  estaba  Saint  Pol ,  matando  y  firiendo 
de  la  gente  que  por  allí  estaban,  y  le  ganan  el  artille- 
ría, que  estaba  en  el  agua;  y  en  esto  sobrevino  D.  San- 
cho de  Leyva,  sobrino  de  Antonio  de  Leyva,  con  otros 


—  245  —  (1529) 

caballeros,  y  se  metieron  en  la  escaramuza,  que  muy 
trabada  estaba,  con  la  gente  que  habia  venido  á  socor- 
rer á  Saint  Pol;  y  no  pudieron  resistir  á  D.  Sancho  de 
Leyva  y  á  los  dos  capitanes  que  primero  llegaron.  Así 
fué  preso  Saint  Pol  y  Juan  Jerónimo  de  Quistion  y  el 
comisario  general  de  su  campo,  Jerónimo  de  Caste- 
llón, y  el  conde  Claudio  Rangon.  En  esto  allega  An- 
tonio de  Leyva  con  los  escuadrones  de  su  gente,  y  tra- 
ba la  escaramuza  más  de  veras,  trabándose  los  unos 
con  los  otros  de  tal  suerte,  que  en  poco  espacio  los  es- 
pañoles conocieron  la  vitoria  por  suya. 

Allí  murieron  de  los  de  Saint  Pol,  pasados  de  mil 
hombres;  prendió  la  persona  de  Saint  Pol  D.  Sancho 
de  Leyva,  y  fueron  presos  mil  de  sus  tudescos,  con 
sus  capitanes,  y  se  les  ganó  toda  su  artillería,  que  eran 
ocho  piezas  gruesas,  y  veinte  é  dos  banderas;  toda  la 
otra  gente  fué  rota,  ferida  y  desvalijada. 

Del  campo  de  Antonio  de  Leyva  fueron  tan  pocos 
los  muertos  y  feridos,  que  dello  no  fago  cuenta.  Fué 
este  rencuentro  par  de  Vedigullo  (sic) .  Con  toda  esta  vito- 
ria se  tornó  Antonio  de  Leyva  á  Milán,  y  mandó  me- 
ter la  persona  de  Saint  Pol  en  el  castillo  de  Milán,  don- 
de estuvo  algunos  dias,  fasta  que  fué  libre  en  Francia, 
después  que  pagó  su  rescate.  La  mayor  parte  de  los 
tudescos  de  su  campo  quedaron  en  servicio  de  Anto- 
nio de  Leyva.  No  toco  aquí  en  los  venecianos,  porque 
se  habían  levantado  un  día  antes  que  Saint  Pol ,  é  ídose 
á  meter  en  Casal  de  Adda. 

Luego  Antonio  de  Leyva  salió  con  su  campo  en  cam- 
paña contra  del  campo  de  los  venecianos,  que  estaban 
en  Casal  de  Adda.  Esta  salida  fué  ¿principio  de  Julio  ^ 


(1529)  —  246  — 

y  mandó  asentar  su  campo  en  Inzago,  que  es  una  villa 
á  dos  millas  de  Casal  de  Adda,  do  estaba  el  campo  de 
los  venecianos;  y  manda  al  coronel  Cesaro  de  Ñapóles 
que  fuese,  con  su  gente  italiana,  á  la  villa  de  Trezo,  y 
que  echase  puente  en  el  rio  de  Adda,  y  que  pasase  de 
la  otra  parte  y  se  metiese  con  su  gente  en  una  peque- 
ña villa,  que  estaba  vecina  del  castillo  de  Trezo,  y  de 
la  otra  parte  de  Adda,  y  de  allí  fuese  á  correr  las  cam- 
pañas y  algunas  tierras  de  venecianos.  Así  lo  fizo  Ce- 
saro de  Ñapóles ,  como  por  Antonio  de  Ley  va  le  fué 
mandado,  corriendo  las  campañas  y  las  villas,  excusan- 
do que  no  les  viniesen  provisiones  al  campo  de  los  ve- 
necianos. Antonio  de  Ley  va,  con  su  gente,  siempre 
andaba  revuelto  con  los  enemigos,  de  dia  y  de  noche, 
dando  las  ordinarias  escaramuzas.  Estando  aquí  en  esta 
villa  Antonio  de  Lcyva  con  su  campo,  llegaron  de 
España  D.  Felipe  Cerbellon,  con  otros  capitanes,  los 
cuales  traían  dos  mil  é  quinientos  hombres.  Estos  ca- 
pitanes y  su  gente  se  presentaron  á  Antonio  de  Leyva, 
dándole  aquella  obediencia  que  convenia,  y  Antonio  de 
Leyva  los  rescibio  muy  alegremente,  y  les  manda  seña- 
lar cuartel  donde  alojasen  su  gente. 

Viendo  el  Duque  de  Urbino,  general  de  venecianos, 
que  allí  era  venido  Antonio  de  Leyva,  mandó  quitar 
el  naviglio,  que  es  una  gruesa  agua  que  sale  del  Adda  y 
va  á  Milán,  la  cual  pasaba  por  la  villa,  donde  estaba 
Antonio  de  Leyva  con  su  campo.  Viendo  Antonio  de 
Leyva  que  le  faltaba  el  agua,  y  que  su  gente  y  caballe- 
ría pasaban  mucha  nescesidad ,  mandó  levantar  su  cam- 
po y  va  á  Babar,  que  es  una  pequeña  villa,  á  tres  millas 
de  Casal,  donde  estaban  venecianos.  Allí  participaba 


-  247  —  (1529) 

del  naviglio  y  del  rio  de  Adda;  ansimesmo  mandó 
echar  una  puente  de  barcas  en  el  rio  de  Adda,  y  que 
pasase  mucha  de  su  gente  á  correr  las  campañas  y  vi- 
llas y  caminos  de  venecianos,  por  excusar  que  no  les 
viniesen  provisiones.  Ansí  los  del  campo  de  Antonio 
de  Ley  va  por  su  parte,  y  el  coronel  Cesare  de  Ñápe- 
les, con  su  gente,  por  otra,  les  corrían  las  campañas; 
y  esto  facia  Antonio  de  Leyva,  porque  el  Duque  de 
Urbino  viniese  á  proveer  este  daño,  y  saliendo  fuera 
de  su  fuerte  lo  pudiese  dar  la  batalla.  Pero  como  el 
Duque  fuese  sabio,  y  entendiendo  las  astucias  de  An- 
tonio de  Leyva,  dejábase  facer  un  poco  daño,  por  ex- 
cusar otro  mayor.  Viendo  Antonio  de  Leyva  el  poco 
remedio  que  tenía  para  desfacer  el  campo  de  los  ve- 
necianos, manda  levantar  su  campo,  recogiendo  á  Ce- 
sáreo y  á  la  gente  que  con  él  estaba  de  la  otra  parte  de 
Adda;  y  siendo  todos  juntos,  se  va,  con  su  campo,  al 
Ardizago  (sic),  que  es  una  pequeña  villa,  no  lejos  de  Pa- 
vía, por  poner  desde  allí  en  algún  estrecho  á  Pavía  y 
á  Sant  Ángel,  que  estaba  por  el  Duque  de  Milán.  Aquí 
en  esta  villa  quedó  Antonio  de  Leyva,  con  los  españo- 
les; la  caballería  y  los  alemanes  mandó  que  estuviesen 
en  otra  villa,  allí  vecina,  y  que  el  coronel  Cesaro  de 
Ñapóles,  con  su  coronelía,  estuviese  en  otra  villa  ve- 
cina de  allí,  y  también  vecina  de  Pavía,  de  do  se  cor- 
rían los  campos,  no  dejando  entrar  provisiones  en  Pa- 
vía ni  en  Sant  Ángel ;  aquí  estuvo  el  campo  algunos 
dias. 

Viendo  la  Reina  de  Francia  que  sus  dos  mayores 
nietos  estaban  en  rehenes  de  su  padre,  en  España,  como 
arriba  dije,  con  la  mayor  parte  de  sus  consejeros  va  á 


(1529)  —  248  — 

madama  Margarita,  gobernadora  de  Flándes,  tía  del 
Emperador,  á  que  fuese  tercera  con  el  Emperador,  so- 
bre la  reconciliación  é  paz  é  libertad  de  sus  nietos. 

Viendo  madama  Margarita  los  ruegos  de  la  Reina 
de  Francia  y  consejeros,  movida  á  compasión,  con  gran 
brevedad  escribe  al  Emperador  palabras  de  grande  amor 
y  ruegos  de  la  Reina  de  Francia. 

Viendo  el  Emperador  los  ruegos  de  la  tia,  y  ser  cosa 
que  siempre  hobiese  deseado  muy  alegremente  y  con 
toda  voluntad,  lo  face,  y  habiendo  pagado  el  Rey  de 
Francia  dos  millones  de  oro,  da  libertad  al  Delfín  y 
Duque  de  Orleans,  faciéndoles  mercedes,  é  los  manda 
en  Francia. 

Pues  viendo  el  Emperador  haber  fecho  paz  y  fija 
amistad  con  el  Rey  de  Francia,  como  cripstianísimo, 
deseoso  de  la  paz  de  la  cripstiandad,  quiso  pasar  en 
Italia  á  reconciliar  en  su  amistad  á  las  señorías  y  seño- 
res de  Italia ,  y  así ,  va  á  Barcelona ,  donde  da  orden  á 
su  partida,  y  como  fué  dia  del  glorioso  Santiago^  se  em- 
barca, é  como  con  la  rota  de  Saint  Pol,  Genova  estaba 
en  mucho  desasosiego,  y  también  con  la  parte  de  An- 
drea Doria,  acordó  su  Majestad  de  venir  á  desembar- 
car en  Genova,  en  la  cual  se  desembarcó  á  los  quince 
de  Agosto  ^  dia  de  la  Ascensión  de  Nuestra  Señora.  Fué 
por  mar  y  por  tierra  rescibido  con  tanta  solenidad,  que 
fué  la  cosa  más  de  ver  que  jamas  se  vido;  aquí  estuvo 
reposando  algunos  dias,  siendo  de  todos  muy  servido 
y  obedescido,  así  de  los  Fregosos,  como  de  los  Ador- 
nos, poniendo  la  libertad  de  todos  en  sus  manos.  De 
aquí  fué  á  Placencia,  con  su  corte  y  trece  mil  espa- 
ñoles. 


—  249  —  (1529) 

Sabiendo  Antonio  de  Leyva  que  el  Emperador  era 
desembarcado  en  Genova,  y  que  iba  la  vuelta  de  Pla- 
cencia,  lo  sale  á  rescibir,  do  topó  al  Emperador,  quince 
millas  de  Placencia.  Llegado  ante  su  Majestad,  le  face 
reverencia  y  acatamiento  que  á  tan  alto  Príncipe  se  de- 
bia.  El  Emperador  lo  rescibió  muy  alegremente  y  con 
amorosas  palabras,  mostrándole  mucha  voluntad  en 
conoscimientos  de  sus  buenos  servicios,  é  de  ahí  todo 
el  campo  se  va  junto  al  Emperador,  fasta  llegar  á  Pla- 
cencia, en  la  cual  entró  su  Majestad  á  seis  dias  de  Se- 
tiembre. 

Aquí  se  hizo  al  Emperador  un  solene  rescibimien- 
to ;  aquí  estuvo  Antonio  de  Leyva  algunos  dias ,  dando 
á  entender  al  Emperador  las  cosas  de  Italia. 

Como  fuese  á  los  trece  de  Septiembre^  un  lunes  de  ma- 
ñana, Antonio  de  Leyva  demanda  licencia  al  Emperador 
para  irse  á  su  campo,  que  habia  dejado  en  Lardizago, 
trayendo  consigo  al  capitán  Zamudio,  que  era  venido 
allí  á  demandar  merced  de  la  vida,  al  Emperador,  al 
cual  Zamudio  mandó  Antonio  de  Leyva  cortar  la  cabe- 
za, por  cierto  deservicio  que  habia  fecho  en  su  campo,  é 
ídose  á  las  partes  de  Hungría.  Luego  esta  noche  se  fué 
á  Milán,  para  mandar  sacar  el  artillería  y  dar  orden 
cómo  se  tomase  Pavía  y  Sant  Ángel,  dejando  mandado 
al  maese  de  campo,  que  otro  dia  caminase  con  el  cam- 
po é  fuese  á  villa  Ante,  que  es  una  villa,  dos  millas  de 
Sant  Ángel.  Así  se  fizo  como  Antonio  de  Leyva  man- 
dó. Siendo  llegado  el  artillería  de  Milán,  Antonio  de 
Leyva  ajunta  su  campo  y  va  sobre  Pavía,  y  manda  sus 
trompetas  á  los  de  Pavía  á  que  se  le  rindiesen.  Viendo 
Antbalpeci  {sic)  Juan  la  demanda  de  la  trompeta  y  la  pu- 


(1529)  —  250  — 

janza  de  Antonio  de  Ley  va,  se  rinde  con  pacto  de  las 
vidas  y  banderas  y  armas,  con  los  impedimentos,  salvo 
el  artillería,  la  cual  cosa  la  aceptó  Antonio  de  Ley  va, 
y  se  le  rindió  á  los  diez  de  O t ubre.  Antonio  de  Ley  va 
quiso  tomar  muestra  general,  y  manda  meter  la  gente 
en  el  castillo  de  Pavía.  Los  españoles  bisónos  (ó  por 
mejor  decir,  los  nuevamente  venidos,  aunque  este  nom- 
bre de  bisónos  en  Italia  es  mejor  decir  para  los  no  plá- 
ticos  en  los  extraños  reinos,  porque  este  vocablo  en 
Italia  dice  menester,  y  así  es  que  cada  uno  no  platico 
en  los  extraños  reinos  ha  menester  saber  la  plática  del); 
ansí ,  algunos  de  estos  bisónos ,  vieron  unos  barriles  de 
pólvora,  que  estaban  en  un  torreón,  y  con  la  codicia  de 
tomar  de  la  pólvora,  y  llevando  las  cuerdas  de  los  ar- 
cabuces encendidas,  dieron  fuego  á  una  poca  pólvora, 
que  estaba  derramada  por  tierra,  é  de  allí  fué  la  furia 
del  fuego  á  los  barriles,  y  encendida  toda  la  pólvora, 
derribó  dos  bóvedas  del  torreón,  do  estaban,  é  fué  el 
daño  tan  grande  que  fizo  el  fuego  y  lo  que  cayó  de  la 
torre,  que  murieron  y  se  abrasaron  pasados  de  docien- 
tos  soldados;  y  por  este  dia  no  se  tomó  la  muestra  fasta 
el  dia  siguiente,  que  Antonio  de  Ley  va  tomó  muestra 
á  sus  soldados  viejos,  en  un  postigo  del  castillo,  que 
salia  á  la  campaña;  y  D.  Pedro  de  la  Cueva  tomó  la 
muestra,  á  la  puerta  del  castillo,  a  los  nuevamente  ve- 
nidos. Pues  siendo  tomada  la  muestra,  manda  Antonio 
de  Leyva  que  fuese  el  campo  sobre  Sant  Ángel. 

Llegado  Antonio  de  Leyva,  con  su  campo,  sobre 
Sant  Ángel,  le  cerca  por  todas  partes  y  manda  dar  la 
batería,  la  cual  se  le  dio  por  el  castillo,  que  allí  se  es- 
timaba ser  lo  más  flaco  de  la  tierra.  La  cual  batalla  fué 


—  251  —  (1529) 

pequeña  y  muy  peligrosa,  pero  al  fin  por  esta  batería 
é  por  cima  de  los  muros  se  dio  la  batalla  y  se  entró 
dentro  de  la  tierra,  do  se  fizo  una  gran  matanza  de  la 
gente  que  dentro  estaba.  En  esta  batalla  murieron  cinco 
alféreces  españoles,  que  por  excusar  prolijidad  no  es- 
cribo sus  nombres,  ni  de  qué  capitanes  eran  alféreces. 

Con  ellos  murieron  otros  oficiales  y  soldados,  pasa- 
dos de  ciento  é  cincuenta;  y  viendo  Antonio  de  Ley  va 
que  ya  Lombardía  estaba  pacífica ,  y  que  el  campo  de 
venecianos  se  era  ido  a  sus  tierras,  y  que  con  estar  el 
Emperador  en  Italia  todos  estaban  recogidos,  ansí  An- 
tonio de  Leyva  se  fué  á  la  corte  del  Emperador,  y  dio 
el  cargo  del  campo  á  D.  Pedro  Velez  de  Guevara,  para 
que  le  llevase  á  Florencia. 

Quedando  D.  Pedro  Velez  con  el  campo,  fué  sobre 
Tribe,  que  se  quedaba  con  una  poca  gente  por  el  Du- 
que de  Milán ,  y  en  llegando  se  le  rindió  la  tierra.  Era 
de  poca  fuerza;  luego  se  partió  para  Florencia,  donde 
allegó  á  los  quince  del  Febrero  (1530),  del  cual  trata- 
remos con  siguimento  de  nuestra  historia. 

Agora  diremos  de  cómo  el  Emperador  salió  de  Pla- 
cencia  y  fué  á  Parma,  que  es  otra  cibdad  del  Papa,  y 
de  Parma  fué  á  Reco,  cibdad  del  Duque  de  Ferrara, 
y  de  Reco  á  Módena,  que  es  otra  cibdad,  que  tenía 
el  Duque  de  Ferrara;  de  aquí  fué  a  Boloña,  en  la 
cual  Boloña  entró  á  los  cinco  del  Noviembre  ^  un  vier- 
nes, en  la  tarde,  con  la  mayor  corte  y  triunfo  que  ja- 
mas se  vido.  El  papa  Clemente  Séptimo,  que  á  Bolo- 
ña  era  venido  unos  dias  antes,  le  estaba  esperando  en 
la  plaza  de  Sant  Petronio,  en  un  alto  estrado,  que  es- 
taba en  medio  de  la  plaza,  vestido  de  pontifical,  asen- 


(1529)  —    252    — 

tado  en  su  silla;  y  el  Emperador  llegó  á  la  plaza  y  se 
apea  de  un  rico  caballo  en  que  iba,  y  sube  do  el  Papa 
estaba,  queriendo  besarle  los  pies.  Su  Santidad  se  le- 
vantó, echándole  los  brazos  por  sus  hombros  é  besán- 
dole en  el  carrillo,  y  después  de  haber  pasado  las  ceri- 
monias  debidas  entre  tan  altos  Príncipes,  se  van  todos 
dos  al  palacio  del  Papa,  do  todos  dos  monarcas  fue- 
ron aposentados.  Aquí  se  acaban  los  fechos  del  año  de 
mil  é  quinientos  é  veinte  é  nueve;  décima  partida. 


AÑO  DE  1530. 


Año  de  mil  é  quinientos  é  treinta^  á  los  quince  de  Ene- 
ro^ llegó  D.  Pedro  Velez  de  Guevara  con  el  campo  que 
llevaba  de  Lombardía  á  Florencia,  el  cual  campo  era 
de  tres  mil  é  quinientos  españoles  y  dos  mil  alemanes  y 
docientas  lanzas  y  cient  caballos  ligeros,  y  face  su 
asiento  a  dos  millas  de  Florencia  á  la  parte  de  Bolonia, 
en  un  luogo  en  las  campañas  que  estaban  en  el  cami- 
no que  va  de  Florencia  á  Prato;  y  manda  á  cinco  ca- 
pitanes españoles  que  con  sus  banderas  y  gente  estuvie- 
sen en  un  monesterio  de  San  Francisco  que  estaba  en 
una  alta  montaña  vecina  de  Florencia,  cuanto  dos  mi- 
llas, la  cual  montaña  se  llama  Fiesole,  donde  antigua- 
mente fué  fundada  Florencia :  y  en  otras  casas  fuertes 
se  pusieron  otras  tres  banderas ,  porque  de  allí  guarda- 
sen ciertos  pasos  por  donde  se  podían  meter  algunas 
provisiones  en  Florencia.  Y  la  cabsa  porque  el  campo 
estaba  partido  en  dos  partes  es  porque  está  dividida 
Florencia  en  dos  partes  por  el  río  Arno,  que  pasa  por 
medio  della.  Tiene  este  rio  cuatro  puentes  de  piedra, 
por  donde  se  sirven  las  dos  partes  de  la  cibdad.  Ansi- 


;» 


(153°)  —  ^54  — 

mismo  mandó  ir  el  Visorey  la  gente  de  armas  con  una 
compañía  de  infantería  española  á  alojar  á  Prato,  que 
es  una  buena  tierra  á  diez  millas  de  Florencia.  Así  fué 
alojado  Pedro  Velez  con  su  campo. 

Conviene  á  saber  lo  que  fizo  el  campo  que  trajo  el 
Visorey  en  Septiembre  del  año  de  veinte  y  nueve  sobre 
Florencia.  Después  de  quedar  alojado  como  dije,  co- 
menzó de  trabar  escaramuzas  con  los  de  la  cibdad  y 
encender  el  bullicio  de  la  guerra;  y  un  dia  de  Pascua 
de  la  Natividad^  los  florentines  enviaron  cuatro  bande- 
ras de  infantería  italiana  á  la  Lastra,  que  es  un  castillo 
vecino  á  Florencia  cuanto  seis  millas.  Esto  facían  flo- 
rentines por  excusar  que  por  allí  no  viniesen  provisio- 
nes al  campo  del  Visorey  é  por  facer  daño  en  los  solda- 
dos desmandados  que  iban  á  correr,  ó  por  mejor  decir, 
á  entrar. 

Viendo  el  Visorey  este  inconveniente ,  manda  que 
fuesen  sobre  ellos  fasta  mil  hombres  de  la  infantería 
española  y  alemana  con  dos  piezas  de  artillería  y  que 
les  tomasen  el  castillo.  Ansí  se  hizo  como  el  Visorey  lo 
mandó.  Antes  que  estos  capitanes  con  su  gente  llega- 
sen al  castillo,  fallaron  en  una  casa  fuerte  una  compa- 
ñía de  los  de  Florencia,  que  estaba  allí  con  una  poca 
gente  de  los  de  la  Lastra ,  a  la  cual  tomaron  y  á  los 
que  con  él  estaban,  y  de  allí  enviaron  á  los  del  castillo 
que  lo  rindiesen  á  usanza  de  buena  guerra.  Los  floren- 
tinos por  verse  muchos  é  en  un  castillo  fuerte  no  se 
quisieron  rendir,  aunque  fueron  muchas  veces  requeri- 
dos de  los  españoles,  y  aun  rogados  de  aquel  su  capi- 
tán que  venía  en  poder  de  los  españoles.  Viendo  su  re- 
beldía los  españoles,  dieron  fuego  a  las  puertas  que  te- 


—  255  —  (1530) 

nía  el  castillo,  y  á  escala  vista  y  por  las  puertas  les  dan 
batalla  y  les  entran  matando  é  hiriendo  en  ellos ,  que 
casi  no  dejan  hombre  á  vida,  y  el  que  quedaba,  quedaba 
mal  ferido.  Ansí  quedó  el  castillo  de  ahí  en  adelante 
por  el  Visorey. 

En  esto  ya  les  venía  socorro  á  los  de  la  Lastra,  mas 
los  españoles  y  alemanes  les  salen  al  escontro  y  les  fa- 
cen retirar  mal  su  grado,  fasta  dentro  á  la  tierra  de 
Empoli.  Allí  queda  un  capitán  con  su  gente  en  el  casti- 
llo y  los  demás  vuelven  al  campo  que  estaba  sobre  Flo- 
rencia, sin  pérdida  de  ninguna  persona. 

De  cada  dia  andaban  muy  grandes  escaramuzas,  en 
las  cuales  moria  mucha  gente  y  muchos  feridos  y  en 
una  de  ellas,  la  cual  fué  á  los  seis  de  Mayo ^  murió  del 
campo  del  Visorey  el  capitán  Barragan,  valerosa  per- 
sona :  fué  su  muerte  de  una  pieza  de  artillería,  y  de  los 
que  con  él  andaban  en  la  escaramuza  pasaron  de  ciento 
muertos  y  feridos.  De  los  florentines  entre  muertos  y 
feridos  pasaban  de  mil  hombres,  con  otras  personas 
particulares.  En  este  tiempo  el  Vlsorrey  con  alguna  ca- 
ballería recorria  do  más  nescesidad  se  ofrescia  en  su 
campo.  Pues  como  los  florentinos  sintiesen  tanto  daño 
por  todas  partes,  se  retiraron  a  la  cibdad  no  esperando 
más  escaramuza. 

Como  arriba  dije  que  el  Emperador  fuese  en  Bolonia, 
el  Visorey  y  el  Marqués  del  Vasto  fueron  á  Boloña,  y 
falláronse  en  la  coronación  de  Su  Majestad. 

Su  Majestad  tomó  la  corona  imperial  al  veinte  é  cua- 
tro de  Febrero^  un  jueves,  dia  de  Santo  Matías :  la  res- 
cibió  en  la  iglesia  de  Sant  Patronio,  que  es  la  iglesia 
mayor,  y  la  rescibió  del  Papa  Clemente  Séptimo.  Allí  se 


(1530)  —  2S6  — 

hizo  la  mayor  solemnidad  que  jamas  se  vido,  abriendo 
la  muralla  del  palacio  do  el  Emperador  posaba  y  desde 
allí  se  fizo  un  puente  de  madera  fasta  San  Patronio, 
por  donde  el  Papa  y  el  Emperador  fueron  con  su  caba- 
llería, porque  no  les  diese  empacho  la  multitud  del  pó- 
pulo. Aquí  estaban  con  el  Papa  muchos  cardenales, 
patriarcas,  arzobispos,  obispos  y  otras  dignidades,  se- 
ñores y  cortesanos.  Estaban  con  el  Emperador  muchos 
príncipes,  duques,  marqueses,  condes,  barones  é  caba- 
lleros é  otros  muchos  cortesanos,  embajadores  é  mucha 
gente  de  guerra.  Cuando  el  Emperador  salió  por  la 
puente  para  ir  a  la  iglesia  de  San  Patronio  á  rescibir  la 
corona,  Antonio  de  Ley  va  había  mandado  facer  escua- 
drones de  los  españoles  y  alemanes  y  de  toda  la  gente 
de  guerra  que  en  Boloña  estaba,  y  que  estuviesen  en 
medio  de  la  plaza  y  á  las  salidas  de  las  calles  principa- 
les con  su  artillería,  y  él  estaba  delante  de  todos  arma- 
do y  asentado  en  una  silla.  Esto  fizo  Antonio  de  Leyva 
por  quitar  algunos  inconvenientes  que  se  pudieran  sub- 
ceder.  Aquí  se  juntó  el  mayor  triunfo  y  galas  y  rique- 
zas y  franquezas  que  jamas  humano  juicio  decir  podrá, 
y  porque  esto  ya  está  por  muchos  coronistas  repasado, 
terne  aquí  silencio. 

Pasadas  las  fiestas  de  la  coronación,  el  Papa  é  el  Em- 
perador ficieron  sus  capitulaciones  é  confederaciones, 
quedando  en  entera  paz  é  concordia. 

Viendo  el  Duque  de  Milán  ser  venido  el  Emperador 
á  Boloña,  vase  á  echar  á  los  pies  del  Papa,  suplicando 
á  Su  Santidad  que  lo  reconciliase  con  el  Emperador,  la 
cual  cosa  el  Papa  le  prometió  de  lo  facer.  Venido  el  Du- 
que junto  al  Emperador,  sus  rodillas  por  tierra,  deman- 


—  257  —  (i53o) 

dando  perdón  de  todos  aquellos  deservicios  que  contra 
Su  Majestad  habia  cometido,  y  viendo  el  Emperador 
la  obediencia  del  Duque  de  Milán  y  los  ruegos  del  Pa- 
pa, le  perdona  de  lo  pasado ,  remitiendo  la  cabsa  de  la 
restitución  de  su  estado  a  Merculino  Carnario  {sic)y  gran 
Canciller  del  Emperador,  el  cual  ordena  que  el  Du- 
que, para  ayuda  de  las  espensas  pasadas  de  las  guerras 
de  su  estado,  pagase  novecientos  mil  florines  de  oro  : 
que  en  el  presente  año  pagase  los  cuarenta  mil  y  los 
demás  en  diez  años;  y  entre  tanto  que  diese  los  cuaren- 
ta mil ,  que  estoviese  por  el  Emperador  el  castillo  de 
Milán  y  la  cibdad  de  Como.  Ansí  estuvo  como  ade- 
lante se  dirá,  y  ansí  mesmo  fizo  con  todas  las  señorías  y 
señores  de  Italia,  los  cuales  todos  enviaron  sus  embaja- 
dores á  la  confirmación  de  las  capitulaciones. 

Fecho  esto,  el  Emperador  proveyó  á  las  tierras  de 
Italia  de  gobernadores  y  embajadores  é  otros  cargos  to- 
cantes al  gobierno  de  Italia.  Envió  en  Ñapóles  al  Obis- 
po de  Burgos  por  presidente  del  Consejo,  siendo  tenien- 
te del  visorey  el  Cardenal  Colona ,  y  por  tesorero  de 
todo  el  reino  envió  á  Alonso  Sánchez.  Proveyó  por  go- 
bernador de  Milán  y  de  todo  su  estado,  al  protonotario 
Caracholo,  y  por  alcaide  del  castillo  de  Milán  al  maese 
de  campo  Juan  de  Mercado,  con  trecientos  españoles, 
que  le  fué  entregado  por  Jerónimo  de  Leyva.  Fué  en 
Venecia  por  embajador  Rodrigo  Niño,  y  en  Genova  fué 
por  embajador  el  comendador  Figueroa ;  á  Sena  fué 
por  embajador  y  gobernador  de  la  cibdad  D.  Lope  de 
Soria,  el  cual  metió  consigo  una  bandera  de  españoles. 
Fué  á  Como  por  gobernador  D.  Lorenzo  Manuel,  lle- 
vando consigo  seiscientos  españoles  para  su  guardia  de  la 


(1530)  —  258  — 

cibdad,  la  cual  le  fué  entregada  por  el  gobernador  Pe- 
drarias.  A  los  postreros  de  Enero  todas  las  otras  tierras 
y  castillos  del  estado  de  Milán  le  fueron  entregadas  al 
Duque  de  Milán.  Fué  Pedro  Zapata  de  Cárdenas  á 
Módena  con  una  compañía  de  españoles. 

Esto  concluido,  salió  el  Emperador  de  Boloña,  un 
martes,  á  los  veinte  é  dos  del  Marzo,  yendo  á  Mantua, 
donde  el  Marqués  de  Mantua,  con  sus  debdos,  ami- 
gos é  vasallos,  le  fizo  un  solene  rescibimiento.  Aquí 
estuvo  el  Emperador  algunos  dias,  regocijándose  mu- 
cho en  cazas  y  en  otros  géneros  de  fiestas;  y  conos- 
ciendo  su  Majestad  la  voluntad  del  Marqués  de  Man- 
tua cuan  grande  fuese  para  su  servicio,  y  antes  ho- 
biese  sido  un  dia  de  gran  regocijo,  intituló  al  Marqués 
Duque  de  Mantua.  Viendo  el  Duque  tan  grandes  mer- 
cedes, fincándose  de  rodillas  é  besando  las  manos  á  su 
Majestad,  le  da  las  gracias. 

De  aquí  se  partió  el  Emperador,  con  su  corte  é 
ciertas  banderas  de  infantería  española,  la  vuelta  de  Ale- 
mania y  Flándes,  y  del  camino  manda  ir  la  gente  de 
guerra  á  Hungría,  porque  el  rey  D.  Fernando,  su 
hermano,  Rey  de  Hungría,  estaba  en  mucha  nescesi- 
dad;  é  demás  de  la  guerra  ordinaria  del  turco,  le  daba 
grand  guerra  el  Baibeda  y  Luis  Griti,  fijo  del  Dux  de 
Venecia,  Andrea  Griti.  Ansí  allegó  esta  infantería  es- 
pañola en  servicio  del  Rey,  los  cuales  capitanes  y  gente 
fueron  muy  bien  rescibidos. 

Pues  tornando  á  nuestro  cerco  de  Florencia  :  como 
la  voluntad  del  Emperador  fuese  castigar  á  florentines 
y  no  destruillos,  buscaba  medios  cómo  contentar  al 
Papa,  y  no  agravase  al  hábito  de  su  conciencia  con  el 


—  259  —  (í53o) 

daño  de  la  parte;  y  ansí  mandaba  al  Visorey  dilatar  el 
tiempo,  esperando  la  reconciliación  de  florentines;  y 
ansí  el  Visorey  no  les  molestaba  tanto  como  pudiera. 

Viendo  la  congoja  é  falta  de  gente  que  tenía  el  rey 
D.  Fernando,  su  hermano,  en  Hungría,  por  la  poten- 
cia del  turco,  que  era  venido  en  Bohemia,  y  de  allí  lo 
esperaba  que  habia  de  venir  á  Hungría  y  sobre  Viena, 
y  que  para  la  empresa  de  Florencia  sobraba  gente  en 
el  ejército,  así  el  Emperador  envia  al  Visorey  á  man- 
dar que  enviase  á  Hungría  algunos  españoles.  Viendo 
el  Visorey  lo  que  el  Emperador  le  mandaba  por  sus 
letras,  luego  face  llamar  ocho  capitanes,  mostrándoles 
el  mandado  del  Emperador,  y  les  manda  luego  recoger 
su  gente  y  se  partiesen  con  brevedad.  Los  capitanes, 
por  el  respeto,  lo  obedescieron;  y  viendo  la  distan- 
cia de  la  tierra  y  el  poco  provecho  del  viaje,  y  por 
otra  parte,  la  codicia  y  esperanza  del  saco  de  Flo- 
rencia, les  páresela  muy  dura  la  partida  en  tal  esta- 
do; pero  todavía  ficieron  parlamento  á  sus  soldados. 
Considerando  los  soldados  las  condiciones  de  los  ca- 
pitanes, dijeron  que  no  les  cumplía  dejar  á  Floren- 
cia, y  que  no  les  porfiasen,  que  de  ningún  modo  de- 
terminaban de  ir.  Esta  fué  su  última  respuesta.  El  Vi- 
sorey, viendo  que  si  ponia  la  mano  en  castigar  esta  gen- 
te, no  era  posible,  y  escandalizarla  todo  el  campo,  ansí 
mandó  despedir  á  todos  estos  capitanes,  con  su  gente,  y 
que  se  saliesen  del  campo.  Así  se  salieron,  y  se  van 
alojando  por  tierras  de  florentines  y  seneses,  por  algu- 
nos dias. 

En  este  tiempo,  el  maese  de  campo  Guevara  les  iba 
á  vesitar  y  á  proveer  de  alojamiento,  y  les  dio  una  paga, 

17 


(1530)  —  26o  — 

que  había  habido  del  Visorey,  porque  con  la  nescesldad 
que  tenían  no  ficíesen  algún  daño.  Viendo  el  Visorey 
en  cuánto  estrecho  tenían  á  Florencia,  y  cómo  los  ene- 
migos, que  estaban  en  Empoli,  le  daban  algún  estorbo 
á  las  provisiones  que  venían  á  su  campo,  acordó  de  to- 
mar á  Empoli,  y  así  manda  al  capitán  D.  Diego  Sarmien- 
to que  tomase  la  gente  española  que  había  venido  de 
Lombardía,  dejando  la  que  estaba  en  Casas  Fuertes,  y 
que  tomase  la  coronelía  de  Fabricio  Marramaldo  con 
una  parte  de  los  caballos  ligeros  y  artillería,  y  que  fuese 
sobre  Empoli,  que  era  una  fuerte  tierra  de  florentínes. 

Don  Diego  Sarmiento  obedesció  el  mandado  del  Vi- 
sorey, y  tomando  la  gente  y  artillería,  va  sobre  la  tier- 
ra, en  los  primeros  dias  del  Mayo,  y  pone  su  campo 
sobre  la  tierra  y  envía  su  atambor  á  los  de  la  tierra, 
que  se  rindiesen  y  dejasen  la  tierra.  Viendo  que  no  se 
le  querían  rendir,  les  manda  dar  la  batería  y  batalla. 
Ansí  se  les  dio  una  batería  de  españoles  y  otra  de  ale- 
manes, y  como  las  baterías  fuesen  tan  altas,  no  entra- 
ron tan  á  su  salvo,  que  no  muriesen  algunos  de  los  de 
fuera,  entre  los  cuales  mataron  á  un  capitán  español 
llamado  Francisco  de  Avila,  y  con  mucha  dificultad 
entraron  dentro  en  Empoli,  do  mataron  muchos  de  los 
de  dentro  y  saquearon  la  tierra. 

Aquí  quedó  D.  Diego  Sarmiento  por  gobernador  é 
guardia  de  la  tierra,  con  una  poca  gente.  Aquí  vino 
el  Marqués  del  Vasto,  y  toma  la  gente  que  había  traido 
D.  Diego  Sarmiento,  é  con  la  que  él  traía  va  sobre 
Volterra,  que  era  una  buena  cibdad  de  florentínes,  do 
estuvo  algunos  dias  sobre  la  cibdad,  dándole  baterías 
y  batallas,  en  las  cuales  rescibieron  algún  daño  los  de 


—  26i  —  (1530) 

fuera.  Viendo  D.  Diego  Sarmiento,  que  al  presente  se 
falló  en  una  de  las  batallas,  la  mucha  defensa  de  los  de 
!a  tierra,  animando  la  gente  en  la  batalla,  como  buen 
caballero,  arremete  á  la  muralla,  donde  al  arremeter  le 
firieron  con  un  mosquete,  pasándole  los  muslos,  de  lo 
cual  murió  de  á  pocos  dias.  Así  estuvo  el  Marqués  fa- 
ciendo muchas  diligencias  para  tomar  la  cibdad;  pero 
estaba  tan  fuerte  y  tan  bien  proveida,  que  no  hubo 
ningún  remedio  á  podella  tomar.  Finalmente,  el  Mar- 
qués se  partió  de  sobre  la  cibdad  y  va  la  vuelta  de  Ña- 
póles, dejando  mandado  al  capitán  Machacao  que  to- 
mase su  compañía  y  que  acompañase  su  casa  fasta  el 
campo,  que  estaba  sobre  Florencia.  El  maese  de  campo 
y  los  otros  capitanes  no  se  lo  consintieron  al  capitán 
Machacao,  porque  habia  poca  gente  sobre  la  cibdad,  é 
si  los  de  dentro  viesen  que  se  retiraban,  tomarían  más 
ánimo  y  aventuraba  á  no  poder  retirar  el  artillería. 

Viendo  el  Visorey  que  su  gente  no  podia  tomar  la 
cibdad  de  Volterra,  envia  á  mandar  al  maese  de  campo 
Juan  de  Vargas  y  á  los  otros  capitanes,  que  dejasen  la 
empresa  y  se  retirasen  con  su  campo  á  Florencia,  de- 
jando la  gente  darmas  y  la  coronelía  de  Francisco  Mar- 
ramaldo  en  Pistoya  y  en  los  castillos  más  cercanos  de 
allí,  para  que  asegurasen  los  caminos  y  pudiesen  ir  vi- 
tuallas al  campo.  Así  se  levantó  todo  el  campo,  y  que- 
dando la  gente  darmas  y  Fabricio  donde  el  Visorey 
mandaba,  la  otra  gente  é  artillería  se  fué  sobre  Flo- 
rencia. 

Después  de  haber  salido  la  gente  del  campo  para 
Empoli  y  para  Volterra,  el  Visorey  manda  que  las 
cinco  banderas  que  estaban  en  Pistoya,  en  el  moneste- 


(1530)  —    202    — 

rio  de  San  Francisco,  viniesen  á  estar  á  un  otro  mo- 
nesterio,  que  estaba  una  milla  de  Florencia,  y  que  con 
estos  cinco  capitanes  de  infantería  y  sus  cinco  bande- 
ras, estuviesen  tres  compañías  de  caballos  ligeros,  y 
que  en  el  Saceto,  que  era  un  palacio  que  estaba  muy 
vecino  de  Florencia  y  de  la  puerta  de  Sant  Gallo,  es- 
tuviese una  compañía  de  infantería  española  y  otra  de 
caballos  ligeros.  Ansimesmo  mandó  que  en  una  abadía, 
que  estaba  media  milla  de  Florencia,  fácia  la  puerta  de 
Prato,  estuviesen  los  alemanes  que  vinieron  de  Lom- 
bardía,  y  que  dentro  de  la  abadía  y  en  torno  della  ficie- 
sen  sus  fuertes. 

Conviene  á  saber  que  estando  los  alemanes  en  esta 
abadía  y  en  torno  della  salieron  de  Florencia  una  noche 
pasados  de  dos  mil  hombres  y  cabtelosamente  van  por 
un  camino  una  parte  dellos  (el  cual  camino  venía  del 
monesterio  do  estaban  las  banderas  de  los  españoles)  al 
abadía  donde  estaban  los  alemanes,  y  siendo  ya  todos  ve- 
cinos del  abadía,  por  muchas  partes  les  tocan  arma  to- 
dos los  otros  florentlnes,  é  pusieron  en  mucho  rebato. 
Y  estos,  que  venian  de  facia  el  monesterio,  con  la  cau- 
tela y  engaño  que  traían,  llegaron  á  los  bestiones  diciendo 
que  eran  españoles  y  que  ellos  venian  á  favorescer  é 
ayudar.  Con  este  engaño  les  entran  é  matan  algunos  de 
los  alemanes.  Conosciendo  los  alemanes  no  ser  españoles 
y  viendo  ser  traición,  se  ponen  en  defensa  por  todas  par- 
tes matando  muchos  de  los  florentines.  Viendo  el  Viso- 
rey  en  cuanto  rebato  estaban  los  alemanes,  les  mandó 
socorrer,  y  así  se  retiraron  los  florentines  y  se  entraron 
en  Florencia  con  mucha  pérdida  de  gente  y  armas,  que 
dejaban  por  llegar  más  aína  á  se  meter  en  Florencia. 


—  263  —  (i53o) 

Conviene  á  saber  cómo  el  primero  dia  de  Agosto^  un 
lunes,  el  Vlsorey  mandó  llamar  á  todos  sus  coroneles  y 
capitanes  y  les  da  parte  de  cómo  era  avisado  que  un 
paisano  florentin  nombrado  Ferrucho,  capitán  de  floren- 
tines,  venía  con  tres  mil  hombres  é  muchos  de  los  co- 
marcanos á  meterse  en  Florencia,  y  con  ellos  venía  Juan 
Pablo  da  Ciere,  y  traían  muchas  provisiones,  y  que  él 
quería  ir  en  persona  en  su  escontro,  con  alguna  gente 
á  defendelles  la  entrada  y  dalles  la  batalla. 

Este  dia  salió  el  ejército  con  mil  infantes  españoles  é 
mil  alemanes,  é  mil  italianos  y  tres  compañías  de  caba- 
llos ligeros.  Esta  gente  é  otros  capitanes  é  gentiles  hom- 
bres le  acompañaron  fasta  un  palacio  que  tiene  el  Papa 
á  siete  millas  de  Florencia,  y  allí  mandó  volver  los  mil 
infantes  españoles,  llevando  consigo  los  alemanes  é  ita- 
lianos y  las  tres  compañías  de  caballos  ligeros  y  sus 
continuos,  y  de  aquí  fué  á  Pistoya  y  toma  la  gente  de 
armas  y  la  coronelía  de  Fabricio  Marramaldo.  El  Vi- 
sorey  va  por  un  camino  con  los  alemanes  y  la  gente 
darmas  y  sus  continuos,  y  por  otro  camino  envió  á  Fa- 
bricio Marramaldo  con  su  coronelía  y  los  otros  italia- 
nos y  las  tres  compañías  de  caballos  ligeros.  Así  fueron 
repartidos  en  dos  partes  en  escontro  de  Ferrucho.  Yen- 
do el  Visorey  con  su  gente  por  un  valle  entre  dos  mon- 
tañas, falló  a  Ferrucho  con  su  gente  repartida  en  dos 
pequeñas  villas,  la  una  muy  vecina  de  la  otra;  y  vién- 
dolos este  buen  caballero  y  general  capitán  con  determi- 
nado ánimo  se  va  contra  dellos.  Viendo  esto  Ferrucho, 
manda  poner  fuego  al  un  lugar  donde  estaba,  y  con  los 
suyos  se  iba  á  retirar  al  otro  lugar,  por  estar  todos  jun- 
tos é  porque  era  algo  más  fuerte ;  pero  el  Visorey  fué 


(1530)  —  264  — 

tan  presto  con  su  gente  de  armas  que  no  los  dejó  re- 
coger, y,  en  arremetiendo,  al  primer  reencuentro  firieron 
al  Visorey  de  dos  tiros  de  arcabuz,  de  los  cuales  murió, 
y  con  él  murieron  cuatro  hombres  darmas.  Viendo  los 
hombres  darmas  y  los  alemanes,  que  ya  comenzaban  á 
llegar,  al  Visorey  muerto,  desmayaron  mucho  en  los 
ánimos,  y  los  de  Ferrucho  les  daban  tanta  priesa  que 
les  facian  retirar,  porque  ninguna  de  la  otra  gente  era 
llegada.  Estando  así  en  esta  congoja  por  no  dejar  el 
cuerpo  del  Visorey,  llegó  de  través  el  maese  de  cam- 
po Pedro  de  Guevara  con  fasta  docientos  hombres  que 
traia  de  los  que  habia  recogido  de  los  españoles  que  an- 
daban despedidos  de  las  ocho  banderas  que  arriba  he 
dicho,  é  dio  en  los  de  Ferrucho  por  el  un  lado,  y  los  de 
Ferrucho  oyendo  gridar  España^  España^  creyendo  que 
fuese  alguna  grande  emboscada  ó  celada,  se  comenzaron 
á  retirar.  Viendo  esto  los  alemanes,  vuelven  con  grande 
ánimo  sobre  los  de  Ferrucho,  y  en  esto  allegó  Fabricio 
Marramaldo  con  su  gente  y  los  ficieron  retirar  fasta  la 
villa,  donde  en  algunas  casas  se  ficieron  fuertes,  pero 
poco  les  aprovechó,  porque  les  ganaron  la  villa  y  las 
casas,  y  fué  preso  Ferrucho,  al  cual  cortó  la  cabeza  Fa- 
bricio Marramaldo ,  trayendo  en  prisión  á  Juan  Pablo 
da  Ciere,  fijo  de  Renzo  da  Ciere,  con  algunos  otros 
principales  :  los  demás  fueron  muertos  y  feridos  y  des- 
balijados.  Fué  el  triunfo  de  la  muerte  del  Visorey  y 
Príncipe  de  Orange  á  los  tres  de  Agosto  ^  un  miércoles, 
en  San  Marcelo,  que  era  una  pequeña  villa  de  floren- 
tines.  Después  de  ser  destruida  esta  gente  de  Ferrucho, 
el  coronel  Fabricio  Marramaldo  y  el  maese  de  campo 
Guevara  con  los  otros  capitanes,  recogen  su  gente  y  se 


-  265  -  (i53o) 

vuelven  al  campo  que  estaba  sobre  Florencia  trayendo 
el  cuerpo  del  Visorey  con  mucho  luto,  y  fué  tan  gene- 
ral en  todo  el  campo  entre  todas  las  naciones,  que  to- 
dos andaban  por  muchos  dias  con  gran  sentimiento  de 
la  muerte  de  tan  valeroso  capitán.  Fué  depositado  su 
cuerpo  en  la  Cartuja,  que  es  un  monesterio  de  frailes 
que  estaba  vecino  á  Florencia,  donde  estuvo  fasta  los 
diez  é  ocho  de  Agosto,  que  lo  sacaron  para  llevallo  á 
Orange,  en  Borgoña. 

Luego  D.  Fernando  de  Gonzaga  y  el  Duque  de 
Malfa  despacharon  sus  postas  al  Emperador,  dándole 
muy  entera  cuenta  de  la  muerte  del  Visorey  y  de  las 
cosas  del  ejército  y  Florencia. 

Viendo  el  Emperador  lo  que  el  Duque  y  D.  Fernan- 
do le  escribían,  mostró  algún  sentimiento  por  la  muer- 
te del  Visorey,  porque  lo  amaba  de  voluntad,  y  luego 
manda  sus  letras  al  Duque  de  Mantua  encargándole  que 
tuviese  cargo  de  su  general;  el  cual  Duque  suplicó  á 
Su  Majestad,  que  pues  al  presente  no  habia  guerra,  que 
D.  Fernando  de  Gonzaga,  su  hermano,  fuese  su  te- 
niente de  general,  pues  que  á  la  sazón  estaba  en  el  cam- 
po del  Emperador;  se  lo  otorgó,  enviándole  la  provi- 
sión é  mandado. 

En  este  tiempo  estaban  los  florentines  casi  acordados 
con  el  Papa,  porque  ellos  se  hablan  puesto  muchas  ve- 
ces en  manos  del  Emperador,  y  le  daban  el  dominio  de 
todo  su  estado  y  señoría.  El  Emperador  no  pudo  con- 
tentallos  por  no  enojar  al  Papa,  antes  les  envió  á  rogar 
y  encargar  diesen  á  Su  Santidad  la  obediencia  y  no  qui- 
siesen ser  tan  pertinaces ,  pues  eran  sus  subditos  y  va- 
sallos. Y  ellos,  viendo  de  cada  dia  su  destrucción  á  los 


(iS3o)  —  266  — 

ojos,  lo  determinaron  de  facer,  con  que  el  Papa  les  pro- 
metió de  haberse  con  ellos  muy  piadosamente,  y  ansí  se 
rindieron  á  los  primeros  dias  de  Agosto,  y  no  sin  falta  de 
cabtelí,  porque  entre  ellos  y  los  italianos  que  estaban  de 
fuera  en  el  campo  del  Emperador,  tenian  concertado  de 
salir  los  de  la  cibdad  la  vigilia  de  la  degollación  de  San 
Juan  Baptista,  en  la  noche,  y  que  darian  en  los  españo- 
les por  una  parte,  é  los  italianos  que  estaban  en  el  cam- 
po del  Emperador  darian  por  otra  parte  sobre  los  espa- 
ñoles, de  manera  que  á  todos  matasen  y  destruyesen,  y 
desta  manera  quedaria  libre  la  cibdad  y  aun  toda  la  tier- 
ra de  Italia,  porque  los  españoles  eran  pocos  y  estaban 
muy  derramados.  Finalmente,  pensaban  de  desfacellos. 
Esto  estaba  ordenado  por  parescer  de  algunos  caballe- 
ros de  Italia,  porque  cuando  el  Emperador  estaba  en 
Boloña,  le  suplicaron  que  no  tuviese  campo  de  españo- 
les en  sus  tierras,  pues  que  todas  eran  sus  vasallos  y  era 
fecho  general. 

El  Emperador,  viendo  que  era  cosa  que  no  cumplia 
á  su  servicio,  no  lo  quiso  aceptar,  y  de  aquí  se  comenzó 
á  urdir  la  trama.  Ansimismo  aconteció  en  otros  lugares 
donde  españoles  estaban. 

Don  Fernando  de  Gonzaga  y  el  Duque  de  Malfa, 
que  gobernaba  el  campo  (no  estando  en  él  el  Marqués 
del  Vasto,  como  arriba  dije  haber  ido  á  Ñapóles)  fueron 
avisados  de  Fernando  Vitelo,  italiano,  capitán  del  Em- 
perador, cómo  los  florentines  estaban  deste  propósito,  y 
que  él  lo  habia  oído  platicar  encubiertamente  en  el  pa- 
lacio de  Malatesta.  Como  ya  entraban  algunas  prin- 
cipales personas  del  campo  de  los  españoles,  como  ya 
fuese  rendida  Florencia,  D.  Fernando  se  maravilló  que 


—  207  —  (1530) 

los  florentines  ficiesen  tal  mudanza,  habiéndose  ya  ren- 
dido é  acordado  con  el  Papa.  Pero  él  y  el  Duque  ficie- 
ron  en  el  campo  la  mejor  provisión  que  pudieron  no 
sabiendo  el  secrepto  de  su  gente  italiana. 

Ansí  los  florentines  salieron  á  reconoscer  las  guardias 
y  centinelas  que  los  españoles  tenian.  Viendo  que  los 
españoles  estaban  apercibidos  no  salieron  esta  noche : 
viendo  los  italianos  del  campo  de  los  españoles  que  no 
sallan  los  de  Florencia  como  estaba  acordado,  al  dia  si- 
guiente, dia  de  la  colación  de  San  Juan,  acordaron  ellos 
de  dar  en  los  españoles,  porque  eran  pocos  y  ellos  mu- 
chos, y  demás  desto  tenian  el  socorro  de  los  de  Flo- 
rencia. 

Eran  seis  mil  españoles ;  destos  estaban  en  Empoli  y 
en  el  castillo  de  la  Lastra  y  en  Prato  y  en  los  moneste- 
rios  y  casas  fuertes,  y  los  despedidos  é  otros  que  estaban 
desmandados,  que  por  todos  pasaban  de  tres  mil  espa- 
ñoles: eran  seis  mil  alemanes:  los  italianos  eran  catorce 
mil  y  con  su  concierto  estaban  todos  juntos.  Ansí  de 
buena  mañana  ficieron  sus  escuadrones  y  se  pusieron 
en  orden  á  punto  de  batalla,  tocando  arma  comenzaron 
á  caminar  la  vuelta  del  cuartel  de  los  españoles ;  los  cua- 
les estaban  algo  descuidados,  pero  viendo  la  cosa  se  re- 
cogieron á  la  prima  furia  fasta  quinientos  hombres,  y 
fueron  al  escontro  de  los  italianos  y  comenzaron  con  ellos 
su  escaramuza:  los  alemanes  se  recogieron  á  su  cuartel 
junto  á  su  artillería,  dejando  en  su  plaza  cinco  bande- 
ras de  guardia.  En  esto  los  españoles  arremetieron  con- 
tra de  los  italianos;  andaba  la  escaramuza  tan  grande, 
que  D.  Fernando  y  el  Duque  y  todos  los  capitanes  no 
podian  poner  remedio  á  tan  grand  fuego.  En  esta  esca- 


(1530)  —  268  — 

ramuza  les  ganaron  los  españoles  á  los  italianos  el  cuar- 
tel de  Pirro  Colona,  que  era  coronel  de  italianos,  que  es- 
taba más  cercano  al  cuartel  de  los  españoles,  y  se  lo 
abrasaron  y  los  llevaban  retirando  fácia  sus  cuarteles  y 
fuertes.  Mas  como  ellos  fuesen  muchos  y  los  españoles 
fuesen  pocos,  los  vuelven  retirando  fasta  el  cuartel  de 
Pirro  Colona. 

En  esto  escomenzaban  á  llegar  más  españoles  de  los 
que  andaban  desmandados  en  torno  del  campo.  Viendo 
los  alemanes  que  los  italianos  no  querian  pasar  por  lo 
que  D.  Fernando  y  los  otros  caballeros  querian,  que 
tuviesen  buena  paz  con  los  españoles,  y  viendo  que  de 
Florencia  entraban  los  florentines  con  su  artillería,  con 
la  cual  mataron  algunos  de  los  alemanes  que  estaban 
en  su  escuadrón,  y  viendo  que  si  á  los  españoles  dego- 
llaban, que  después  farian  otro  tanto  con  ellos,  no  mi- 
rando á  las  palabras  y  promesas  de  los  italianos,  que 
les  hablan  prometido,  rogándoles  no  se  empachasen  con 
ellos,  que  los  dejasen  con  los  españoles,  á  lo  cual  los 
alemanes  no  dieron  respuesta  alguna. 

Así  un  noble  alférez  alemán,  que  estaba  delante  de 
su  escuadrón,  con  su  bandera,  arremete  contra  de  los 
italianos,  y  juntamente  con  él  todo  su  escuadrón,  co- 
menzando á  dar  en  ellos,  ayudando  á  los  españoles  de 
tal  manera,  que  los  llevaron  retirando  hasta  Galucho, 
que  era  una  montaña  que  tenían  en  medio  de  su  cuar- 
tel. Allí  se  hicieron  fuertes  y  tuvieron  cuanto  espacio  de 
una  hora,  que  les  ganaron  la  montaña  y  artillería,  y  los 
rompen  y  los  llevan  retirando  fasta  los  bestiones  é  mu- 
rallas de  Florencia. 

Estando  la  batalla  en  el  mayor  fervor,  los  florenti- 


—  269  —  (i53o) 

nes  tiraban  á  los  españoles  con  su  artillería,  y  salie- 
ron fasta  quinientos  hombres  de  los  de  Florencia.  Esto 
cabsó  grand  discordia  entre  los  cibdadanos  y  gente  de 
guerra  que  estaba  dentro  de  Florencia,  porque  los 
cibdadanos  querían  pasar  por  el  partido  que  hablan 
fecho  con  el  Papa,  y  la  gente  de  guerra  queria  favo- 
rescer  á  los  italianos.  Con  esta  división,  y  por  ser  re- 
queridos, como  lo  fueron,  por  D.  Fernando  de  Gon- 
zaga,  cuando  tiraron  los  dos  primeros  tiros;  así  los 
cibdadanos  de  Florencia  no  consintieron  salir  más  gente 
de  guerra,  ni  tirar  más  artillería;  antes  hicieron  volver 
la  gente  que  habia  salido,  aunque  la  mayor  parte  fué 
el  daño  que  rescibieron  de  unos  arcabuceros  españoles, 
que  dieron  en  ellos  fasta  los  encerrar  en  la  cibdad,  y 
con  mucho  daño  suyo.  Don  Fernando  y  el  Duque  de 
Malfa  y  el  coronel  de  los  alemanes  y  los  otros  caballe- 
ros é  capitanes  del  campo  en  este  tiempo  pudieron  tan- 
to con  los  españoles  é  alemanes,  que  dejaron  de  fatigar 
más  á  los  italianos,  antes  con  seguridad  que  les  dieron 
los  soldados  españoles,  se  fueron  á  alojar  al  alojamiento 
que  dejaron  los  españoles  que  vinieron  de  Lombardía, 
porque  ya  eran  venidos  a  se  fallar  en  la  batalla. 

Luego  de  ahí  á  tres  dias  se  pregonó  en  el  campo  la 
paz  entre  españoles  é  italianos,  é  dándole  dos  pagas  los 
despide  y  se  van  á  sus  tierras. 

Murieron  en  esta  escaramuza  pasados  de  docientos 
hombres  de  los  italianos,  y  de  los  españoles  tan  pocos, 
que  no  se  face  número.  Así  estuvo  el  campo  sobre  Flo- 
rencia fasta  ocho  de  Septiembre ^  dia  de  la  Natividad  de 
Nuestra  Señora,  un  jueves  de  mañana,  que  se  levantó 
el  campo  caminando  la  vuelta  de  Siena  de  Toscana,  y 


(1530)  —  270  — 

por  mandado  del  Papa  mandó  D.  Fernando  que  entra- 
sen en  Florencia  los  alemanes  que  vinieron  de  Lombar- 
día.  Así  se  fizo  como  Su  Santidad  mandó.  Luego  en- 
via  sus  gobernadores  é  puso  justicias  de  nuevo,  é  man- 
da degollar  á  muchos  é  castigar  á  otros  de  los  más  prin- 
cipales de  la  gente  común:  después  de  haber  fecho  este 
castigo,  manda  despedir  á  los  alemanes  y  se  fueron  á 
Alemania.  Así  quedó  Florencia  en  su  sosiego,  muy 
destruida  y  en  grand  nescesidad,  por  el  trabajo  pasado 
en  campaña,  que  era  la  más  fermosa  que  jamas  vide. 
Quedó  destruida,  sin  esperanza  de  más  tornar  á  su  bel- 
dad; la  fermosura  de  sus  jardines  desfechos,  las  casas 
y  palacios  de  grand  valor  todos  quedaron  por  el  suelo, 
que  era  una  gran  compasión  ver  destruidos  edificios  de 
tan  alta  estima. 

Partiéndose  el  campo  de  sobre  Florencia  esta  noche, 
fué  á  alojar  á  una  fermosa  campaña,  á  siete  millas  de 
Florencia;  el  dia  siguiente  fué  á  la  villa  de  Figin;  en  la 
villa  se  alojó  la  gente  darmas,  la  infantería  en  la  cam- 
paña. Aquí  reposó  el  campo  dos  dias,  y  aquí,  á  la  villa 
de  Figin,  vinieron  embajadores  de  Siena  á  D.  Fernando 
de  Gonzaga,  haciéndole  saber  cómo  Malatesta  les  ha- 
bla pedido  paso  para  ir  con  su  gente  á  Perusa,  y  que 
no  les  paresció  bien ,  y  que  le  suplicaban  que  él  diese 
parescer  en  ello,  pues  que  ellos  hablan  sido  y  eran  ser- 
vidores del  Emperador.  Don  Fernando  de  Gonzaga  y 
el  Duque  de  Malfa,  con  todos  los  del  Consejo,  fueron 
de  parescer  que  fuese  á  Siena  el  Duque  de  Malfa,  con 
una  poca  gente  de  caballo,  y  así  fué,  y  de  su  parescer 
dejaron  pasar  á  Malatesta,  dándole  por  sus  dineros 
las  provisiones  nescesarias  para  su  comer.  Pasado  Mala- 


i 


—  271  —  (i53o) 

testa  y  su  gente,  se  volvió  el  Duque  al  campo,  que 
fué  á  los  veinte  é  ocho  de  Septiembre, 

Pasados  los  dos  días,  el  campo  camina  fasta  Rezo 
de  Toscana,  donde  en  una  villa  á  él  vecina  se  alojó  el 
campo;  aquí  se  dio  dos  pagas  á  los  alemanes,  y  los  des- 
piden y  fueron  en  Alemania.  El  dia  que  de  aquí  par- 
tió el  campo ,  la  gente  de  armas  fué  al  reino  de  Ñapó- 
les, y  el  resto  del  campo  fué  á  alojar  á  tierras  de  la 
señoría  de  Siena,  enviando  D.  Fernando  de  Gonzaga 
sus  furreles  á  Lusignano  de  Valdechano,  que  era  una 
fuerte  tierra  de  la  señoría  de  Siena,  para  que  diesen  alo- 
jamiento á  ciertas  banderas  que  él  queria  alojar  en  ellas. 

Los  de  Lusignano  no  quisieron  obedescer  su  man- 
dado, y  esto  ficieron  porque  la  tierra  era  fuerte  y  es- 
peraban aquella  noche  docientos  arcabuceros. 

Siendo  avisado  desto  D.  Fernando  de  Gonzaga, 
mandó  al  maese  de  campo  Juan  de  Vargas  que  en- 
viase tres  banderas  de  infantería  española  á  defender  que 
no  entrase  aquel  socorro  en  Lusignano.  Así  se  partió 
el  maese  de  campo  Juan  de  Vargas  con  las  tres  bande- 
ras, y  llegando  á  Lusignano,  puso  la  gente  en  torno 
de  la  tierra,  de  modo  que  no  le  pudo  entrar  el  socor- 
ro. Viendo  estos  arcabuceros  que  venían  á  Lusignano 
que  allí  estuviesen  españoles  á  les  defender  la  entrada, 
no  acometiendo  otra  cosa,  se  volvieron  á  Sienalonga, 
que  era  una  villa,  á  cuatro  millas  de  Lusignano.  Allí 
esperaron  el  fin  de  lo  que  españoles  querían  facer. 

Luego  el  dia  siguiente,  á  los  doce  de  Otubre,  un  miér- 
coles, D.  Fernando  de  Gonzaga  tomó  una  parte  de  la 
gente  española  y  cuatro  piezas  de  artillería  y  fué  sobre 
Lusignano,  y  llegando  junto  á  la  villa,  antes  que  se 


(iS3o)  —  272  — 

alojase  la  gente  en  sus  cuarteles,  los  de  dentro  de  la 
villa  enviaron  fuera  un  comisario  á  D.  Fernando  de 
Gonzaga,  para  entretenellos  en  palabras,  fasta  que  vi- 
niese la  noche  y  ellos  acabasen  de  fortificar  una  puerta. 
Viendo  los  de  Lusignano  que  ya  venía  la  noche  y  que 
el  comisario  era  entrado  en  la  villa,  se  ponen  en  las  mu- 
rallas diciendo  á  los  españoles  que  se  desviasen  de  las 
murallas,  y  con  sus  arcabuces  contra  de  los  españo- 
les. Viendo  esto  D.  Fernando  de  Gonzaga,  les  mandó 
plantar  el  artillería,  la  cual  se  plantó  aquella  noche,  c 
otro  dia  en  amanesciendo  se  comenzó  á  batir  la  mura- 
lla, y  á  los  primeros  tiros  se  quedó  el  artillería  en 
campaña  rasa,  porque  se  les  cayeron  los  cestones  y  re- 
paros que  delante  tenían.  Ansimismo  los  arcabuceros 
quedaron  en  campaña  rasa,  como  habían  estado  toda 
la  noche,  tocando  contra  aquellos  que  se  ponían  a  la 
muralla.  Viendo  los  españoles  que  no  prestaba  nada  la 
batería,  por  la  mucha  fortaleza  de  la  muralla,  busca- 
ron modos  de  poder  entrar  por  algunas  escalas,  y  por 
otros  ingenios  se  les  entró  en  la  primera  muralla.  Como 
por  la  mayor  parte  la  villa  tuviese  dos  murallas,  y 
como  la  segunda  fuese  casa  muro,  ó  por  fablar  mejor, 
todas  las  casas  del  contorno  de  la  villa  estuviesen  pe- 
gadas unas  con  otras,  ansí  fué  mayor  dificultad  ganar 
la  segunda  muralla;  mas  como  en  todas  las  astucias  los 
españoles  abunden  en  ingenio,  un  soldado,  llamado  So- 
moza,  subió  por  una  parte  de  la  muralla  y  entra  por 
una  ventana,  y  como  testigo  de  vista  digo  que  era  tan 
pequeña,  que  apenas  podia  caber  por  ella.  Así  entró  en 
una  casa  con  otros  que  tras  de  él  subieron,  por  donde 
fué  el  principio  de  ganar  la  tierra,  aunque  por  otra  par- 


—  273  —  (i53o) 

te  entró  el  capitán  Bocanegra  y  otros  muchos  solda- 
dos. Ansí  se  ganó  la  tierra  y  la  plaza,  y  antes  que  la 
gente  se  recogiese  al  castillo,  mataron  más  de  docien- 
tos  hombres  de  los  de  la  tierra. 

Viendo  los  del  castillo  la  mala  obra  que  la  villa  ha- 
bía rescibido,  y  que  si  esperaban  á  que  los  tomasen  por 
fuerza  serian  destruidos,  se  rinden  á  merced  de  las  vi- 
das y  se  le  fueron  dejadas,  ecepto  á  Nardo  del  Mozo, 
que  era  alcaide  del  castillo,  al  cual  D.  Fernando  mandó 
ahorcar,  porque  por  su  cabsa  los  de  la  villa  no  hablan 
querido  dar  la  entrada  ni  aceptar  el  mandado  de  don 
Fernando.  Así  se  tomó  y  saqueó  Lusignano,  á  los  trece 
de  Otubre^  un  jueves  después  de  mediodía,  y  reposó 
allí  la  gente  el  viernes  siguiente,  y  el  sábado  de  buena 
mañana  salieron  de  la  villa  las  banderas  y  gente,  ecepto 
tres  banderas  que  quedaron  de  alojamiento  en  la  misma 
villa;  las  otras  se  repartieron  por  otras  villas  de  seneses. 

Este  tiempo  el  Duque  de  Malfa  estaba  dentro  de 
Siena,  y  por  ser,  como  es,  natural  delaseñoría,  el  Em- 
perador le  manda  salir  fuera  de  la  ciudad  é  venir  en  el 
campo,  porque  tenía  acordado  de  meter  dentro  de  la 
cibdad  la  parte  que  fuera  de  la  cibdad  estaba,  desde  el 
año  de  mil  é  quinientos  é  veinte  é  seis,  la  cual  entró  á 
nueve  dias  del  mes  de  Diciembre  y  y  porque  después  de 
estar  dentro  entre  las  dos  partes  no  hobiese  más  discor- 
dia, el  Emperador  mandó  á  D.  Lope  de  Soria,  su  em- 
bajador en  Siena,  que  fuese  en  pacificar  á  seneses,  que 
no  se  fablase  más  en  lo  pasado  y  estoviesen  todos  en 
mucho  sosiego. 

Conviene  á  saber  cómo  este  presente  año  que  trata- 
mos, en  el  pontificado  de  Clemente  Séptimo,  á  los  ocho 


(i53o)  —  274  — 

dias  de  OtubrCy  un  sábado,  dos  horas  antes  del  mediodía, 
comenzó  á  crescer  en  Roma  el  rio  Tíber,  desque  fué 
la  hora  de  las  nueve  horas  de  la  media  noche  era  lleno  en 
toda  su  cresciente,  cuanto  cresció  pasado  las  nueve  ho- 
ras comenzó  á  descrecer  y  fué  una  cosa  espantosa,  la 
cual  cresció  para  haber  habido  grandes  lluvias :  fué  gran- 
de el  daño  que  hizo  en  iglesias  y  en  calles,  llevando 
personas,  ropas,  escripturas  y  cajas.  Fué  cosa  no  de  pen- 
salla,  las  calles  é  casas  cómo  quedaron  del  lodo  que  se 
fizo  del  légamo  que  el  rio  dejó. 

Esta  fué  mayor  cresciente  de  seis  palmos  de  alto  que 
la  cresciente  que  cresció  en  el  pontificado  de  Alejandro 
Borja,  á  los  cuatro  años  de  su  pontificado,  á  los  cinco 
dias  de  Diciembre  el  año  de  mil  é  cuatrocientos  é  noventa 
é  cinco  años.  Aquí  se  acaban  los  fechos  de  mil  é  qui- 
nientos é  treinta:  décima  partida. 


AÑO  DE  1531. 


En  el  año  de  mil  é  quinientos  é  treinta  é  uno^  á  los  dos 
del  mes  de  Enero ^  en  Siena  hubo  gran  división  entre  los 
que  nuevamente  habian  entrado  con  los  que  estaban 
dentro  de  la  cibdad,  porque  los  que  tenian  el  gobierno 
eran  gente  vil,  y,  viendo  que  todos  los  desposeían,  to- 
maron las  armas  en  mano,  do  ficieron  cosas  nefandas 
rompiendo  la  fe  del  Emperador.  En  esta  trabada  quis- 
tíon  murió  mucha  gente  de  la  una  parte  y  de  la  otra : 
de  los  que  nuevamente  habian  entrado  murió  uno  nom- 
brado Micer  Juan  Martinoco,  valerosa  persona  y  muy 
principal  entre  ellos,  y  firieron  un  su  hijo,  el  cual  murió 
desde  á  pocos  dias.  Destas  dos  personas  se  fizo  entre  los 
de  su  parte  gran  sentimiento  por  ser  de  la  calidad  que 
digo.  ^ 

Sabido  esto ,  D.  Fernando  de  Gonzaga ,  que  al  pre- 
sente se  hallaba  en  Fianza  con  su  corte,  cabalga  á  gran 
priesa  con  algunos  de  sus  continuos  y  se  fué  para  Siena 
por  ver  si  podia  poner  algún  remedio  en  sus  discordias; 
pero  los  de  la  cibdad  no  lo  dejaron  entrar,  por  lo  cual 
salió  D.  Lope  de  Soria  á  fablar  con  D.  Fernando,  y 

1% 


(1530  —  276  — 

cuando  D.  Lope  volvió  á  entrar  en  la  clbdad,  los  de  la 
cibdad  no  lo  dejaron  entrar.  Por  lo  cual  se  fué  D.  Fer- 
nando á  Colle,  que  es  una  villa  cinco  millas  de  Siena. 
De  aquí  pudo  tanto  D.  Fernando  con  el  pueblo  senes, 
con  su  buena  astucia,  que,  ademas  de  haber  pacificado 
la  furia  del  pueblo  senes,  se  acordó  con  ellos,  y  por  más 
seguridad  le  dieron  cuatro  hombres  principales  que  tu- 
viese en  rehenes;  el  cual  los  rescibió,  porque  entre  tanto 
el  pueblo  acabase  de  ponerse  en  sosiego  y  no  hobiesc 
otra  nueva  discordia. 

Luego  de  ahí  á  pocos  dias  el  pueblo  senes  suplicó  á 
Don  Fernando,  que,  pues  la  cosa  estaba  en  tanta  quie- 
tud, tuviese  por  bien  de  dejarles  los  tres  de  los  rehenes 
y  el  otro  quedase  por  todos.  Don  Fernando  lo  fizo,  pa- 
resciéndole  ser  cosa  honesta:  así  por  la  suerte  cupo  á 
Micer  Mario  Bendino,  el  cual,  después  de  haber  estado 
solo  algunos  dias,  una  noche,  ante  la  guardia  que  lo 
guardaba,  mandó  á  un  paje  tomar  una  vela  diciendo 
que  entraba  á  la  nescesaria,  y  deja  allí  sobre  una  tabla 
el  sayo  y  la  espada  y  él  entró  en  la  cámara  donde  esta- 
ba la  nescesaria.  O  que  la  tuviese,  ó  que  le  fuese  dada 
una  cuerda,  por  ella  se  guindó  y  fué  rescibido  en  tierra 
de  algunos  grupos  que  por  su  concierto  ya  estaban 
apercibidos  en  la  campaña  donde  salia  la  cámara.  Desta 
manera  se  fué  y  quedó  libre. 

Viendo  seneses  que  éste  era  libre  y  fuera  de  prisión, 
se  reforman  de  más  gente  de  sus  comarcas  y  de  algunos 
otros  italianos,  y  enviaron  por  dos  banderas  de  corsos 
á  la  isla  de  Córcega,  la  cual  está  no  muy  lejos  de  los 
puertos  que  seneses  señorean.  De  los  cuales  corsos,  vi- 
niendo á  Siena,  tuvo  aviso  D.  Fernando  de  Gonzaga, 


—  ^77  —  (1530 

por  lo  cual  mandó  ir  tres  banderas  de  infantería  espa- 
ñola con  unos  pocos  de  caballos  ligeros,  los  cuales  sa- 
lieron al  escontro  y  con  poca  dificultad  los  rompieron, 
matando  y  firiendo.  Los  que  se  salvaron  fueron  los  que 
pudieron  tomar  la  montaña,  y  perdieron  una  bandera : 
los  que  dellos  tornaron  á  la  isla  de  Córcega  contaron  su 
desbarato.  Viendo  esto  seneses  tornaron  á  enviar  por 
más  corsos,  y  desdeñados  desto  los  corsos  hicieron  por 
sus  tierras  tres  mil  hombres  para  dar  favor  á  los  sene- 
ses ;  y  embarcados  en  sus  navios  hacen  su  viaje  para 
Italia.  Venian  á  desembarcar  á  una  tierra  del  Papa,  de 
lo  cual  fué  avisado  D.  Fernando  de  Gonzaga,  y  envió 
al  maese  de  campo  Juan  de  Vargas  con  una  parte  de  la 
infantería  española  y  los  caballos  ligeros  para  defender- 
les el  puerto  que  no  desembarcasen.  Juan  de  Vargas  lo 
fizo  ansí  como  D.  Fernando  le  habia  mandado ,  y  con 
su  buena  diligencia  no  los  dejó  desembarcar  ni  tomar 
tierra.  Viendo  los  corsos  que  por  ninguna  via  podian 
conseguir  su  intincion,  alzan  velas  y  se  vuelven  á  Cór- 
cega. 

Pues  viendo  los  seneses  ser  cosa  grave  salir  con  su 
empresa  por  estar  de  por  medio  el  Emperador,  acorda- 
ron de  todo  en  todo  ponerse  en  manos  de  Su  Majes- 
tad; é  lo  ficieron  luego. 

D.  Fernando  de  Gonzaga,  por  mandado  del  Empe- 
rador, dio  al  maese  de  campo  Pedro  de  Guevara  qui- 
nientos españoles,  con  los  cuales  entró  en  Siena  á  diez 
y  siete  de  Abril.  Estando  en  esta  cibdad  y  gobierno  fué 
parescer  del  Emperador  que  viniesen  en  Siena  el  Duque 
de  Malfa  y  así  le  fué  el  mandato  en  Ñapóles,  donde  al 
presente  residia,  que  viniese  en  Siena  por  gobernador 


(iS3i)  —  278  — 

de  la  cibdad  y  señorío,  como  fuese  della  natural  y  como 
parte  principal  de  la  casa  Petrucci,  y  á  que  pusiese  en 
entero  sosiego  las  divisiones  de  las  dos  partes. 

Venido  el  Duque  á  Siena  á  los  postreros  dias  de  Ju- 
nio, salió  Guevara  á  los  cuatro  de  Junio,  dejando  por 
capitán  de  la  gente  que  con  ella  habia  entrado  á  su  alfé- 
rez Martin  Alonso  de  los  Rios.  Salido  Guevara  se  fué 
en  Alemania  á  residir  en  la  corte  del  Emperador.  Veni- 
do el  Duque  en  este  gobierno,  el  cual  gobernó  parte 
con  maña  y  parte  con  fuerza,  y  porque  me  paresce  con- 
veniente cosa  narrar  algo  de  la  pendencia  y  lite  destas 
dos  partes,  aunque  sea  prolongar  prolijidad,  quiero  de- 
cir algo  de  lo  que  sé  y  siento. 

En  Siena,  de  cincuenta  años  á  esta  parte,  ha  sido  tan 
poderosa  la  casa  Petrucci,  que  fueron  señores  absolutos 
de  la  señoría,  y  cuando  el  rey  Carlos  de  Francia  envió 
á  muslur  de  Abein  á  Ñapóles  con  un  muy  poderoso 
ejército,  reinaba  y  prosperaba  el  magnífico  Pandolfo,  el 
cual  por  pacificar  la  guerra  que  florentines  y  seneses  te- 
nian,  viendo  que  no  la  podian  substentar  por  tener  al 
rey  Carlos  por  contrario,  dio  á  Monte  Pulciano  á  flo- 
rentines, que  es  una  buena  tierra  que  está  al  confín  de 
las  dos  señorías;  fecha  esta  concordia  entre  estas  dos 
señorías,  musiur  de  Abein  se  fué  al  reino  de  Ñapóles. 
Este  Pandolfo  tenía  un  hijo  que  le  llamaban  el  magní- 
fico Burges,  de  casa  Petrucci,  el  cual  reinó  en  Siena, 
tan  pacífico  como  su  padre,  fasta  en  fin  del  año  de 
quince,  que  el  Papa  León  Décimo  le  echó  fuera  y  metió 
á  su  enemigo  el  cardenal  Petrucci,  pariente  de  muy  le- 
jos. Este  cardenal  fué  tenido  en  aquel  tiempo  por  muy 
mal  hombre:  también  envió  el  Papa  que  tuviese  el  go- 


—  279  —  (1530 

bierno  de  aquella  señoría  al  que  en  aquel  tiempo  era  se- 
nador de  Roma.  El  magnífico  Burges  se  fué  a  Ñapó- 
les, do  por  orden  del  Rey  Católico  le  dieron  muy  hon- 
radamente en  qué  viviese  fasta  que  murió. 

Este  tenía  un  hermano  cardenal,  valerosa  persona  y 
de  mucha  abtoridad,  el  cual  murió  en  prisión  en  el  castillo 
de  Sant  Angelo  con  otros  muchos  prelados  que  en  aquel 
tiempo  murieron  de  la  mesma  enfermedad.  Finido  este 
gobierno  y  muerto  este  cardenal  Petrucci,  gobernaron 
los  tiranos  (que  es  el  común  y  los  que  agora  gobiernan), 
los  cuales  han  hecho  cosas  tan  feas  y  malas,  que  no  se 
podrian  contar,  matando  y  desterrando  y  tomando  las 
haciendas.  Pedida  justicia  al  Emperador,  el  Emperador 
mandó  á  D.  Fernando  de  Gonzaga  que  metiese  á  los 
foragidos,  ó  por  mejor  decir,  á  los  desterrados,  en  Siena 
y  los  amparase  en  las  posesiones  de  sus  haciendas  y  que 
no  se  fablase  en  robo  ni  en  homecidio  fecho  fasta  que 
él  viniese  en  Italia.  Todo  se  fizo  por  los  términos  y 
efectos  que  arriba  dije.  En  Siena  hay  siete  montes  co- 
mo en  Ñapóles  :  llaman  sejos  (sic)  que  son  los  que  for- 
zosamente han  de  tener  el  gobierno  de  la  cibdad  con 
la  señoría :  el  más  principal  destos  es  el  monte  que  di- 
cen de  Nove,  de  donde  forzosamente  han  de  subir  los 
que  son  más  principales  en  el  gobierno  de  la  señoría, 
y  demás  desto  ha  de  ser  deste  monte  el  gobernador  de 
los  nueve  de  la  guardia.  Todo  este  monte  es  de  la  casa 
Petrucci  y  Burge,  de  do  vinieron  el  magnífico  Pandolfo 
y  el  magnífico  Burges,  y  el  Papa  Pió  Segundo  y  el  Pa- 
pa Pío  Tercio. 

Estos  dos  Papas  salieron  de  una  buena  tierra  de  sene- 
ses,  la  cual  ellos  intitularon  cibdad  de  Pienza,  También 


(1530  —  28o  — 

fué  desta  casa  el  cardenal  de  Siena  y  el  Duque  de  M  al- 
fa los  que  son  deste  monte  de  Nove.  Son  tan  absolu- 
tos señores  de  aquella  señoría  como  si  la  ordenaran  de 
sus  predecesores,  y  ésta  es  la  cabsa  de  todas  las  desolu- 
ciones de  aquella  cibdad  y  señoría.  Pues,  por  los  térmi- 
nos que  digo,  Siena  vino  en  pacificación  desde  trece  de 
Ocíuh'e,  jueves,  que  se  tomó  Lusignano,  fasta  los  diez  é 
ocho  de  Abril  deste  presente  año  que  el  campo  salió  del 
condado  de  Siena. 

Conviene  á  saber  cómo  á  los  siete  dias  de  Abril,  an- 
tes que  el  campo  se  moviese,  vino  de  Ñapóles  el  Mar- 
qués del  Vasto  por  general  y  teniente  del  Emperador  en 
Italia ,  porque  demás  de  haber  él  merescido  el  cargo  con 
sus  buenos  servicios,  fué  en  recompensa  de  su  tio  el 
Marqués  de  Pescara. 

Sabida  de  D.  Fernando  de  Gonzaga  la  provisión  del 
Marqués,  se  partió  antes  que  llegase  al  campo  y  se  fué 
á  Mantua,  y  de  allí  á  la  corte  del  Emperador.  El  Mar- 
qués quedó  en  el  senes  con  el  campo. 

Pues,  como  arriba  dije,  estando  el  Emperador  en  Bo- 
loña  el  año  de  treinta,  en  las  capitulaciones  que  hizo 
con  los  príncipes  y  señores,  y,  como  arriba  dije,  capitu- 
ló el  Duque  de  Milán  con  Su  Majestad  que  Su  Majes- 
tad tuviese  la  roca  de  Milán,  que  dicen  el  castillo  de 
Jobi,  y  la  cibdad  de  Como.  Siendo  el  Emperador  pa- 
gado y  contento  del  Duque,  á  los  veinte  é  tres  del  Fe- 
brero del  año  de  treinta  é  uno  le  mandó  restituir  la  roca, 
la  cual  le  entregó  Juan  de  Mercado ,  que  la  tenía  en 
gobierno.  Ansimismo  á  los  veinte  y  seis  de  Marzo  le 
fué  restituida  la  cibdad  de  Como  por  D.  Lorenzo  Ma- 
nuel, que  tenía  el    gobierno.   Quedando  Antonio    de 


—  28i  —  (1531) 

Ley  va  con  la  cibdad  de  Monza,  por  merced  que  le  fizo 
della  el  Emperador  con  la  voluntad  del  Duque  de  Milán. 
El  Duque,  reformado  en  su  estado  como  he  dicho, 
viendo  que  el  castellano  de  Mus  se  habia  señoreado  en 
sus  tierras  y  no  solamente  se  las  tenía  usurpadas,  mas  le 
facia  el  daño  que  podia,  como  hombre  absoluto,  acordó 
de  destruille  y  de  desfacelle  su  estado,  y  porque  desta 
mala  vecindad  participaban  grisones,  como  habia  movi- 
do guerra  con  ellos,  á  los  quince  dias  de  Marzo  escribió 
el  Duque  su  intincion  á  grisones  y  esguizaros  pidiendo- 
les  favor  y  ayuda.  Los  grisones  y  esguizaros  fueron  muy 
contentos,  con  condición  que  si  la  fortaleza  de  Mus  se 
tomaba  por  fuerza,  la  asolasen,  para  que  de  allí  ellos  no 
pudiesen  rescibir  más  daño.  Al  Duque  le  plugo;  y  con- 
certado el  Duque  envió  milhombres  sobre  Lecco,  fasta 
que  viniesen  los  grisones  y  esguizaros,  los  cuales  vinie- 
ron de  á  ocho  dias.  Llegados,  pues,  los  mil  hombres  so- 
bre Lecco,  que  era  su  coronel  Alejandre  de  Gonzaga,  lue- 
go fizo  sus  preparaciones  en  el  cerco  de  la  tierra,  y  le 
planta  doce  piezas  de  artillería  que  llevaba:  así  quedó 
cercado  Lecco.  Los  grisones  eran  diez  mil  y  los  esgui- 
zaros cinco  mil.  Los  españoles  que  salieron  de  la  roca 
de  Milán  y  de  la  cibdad  convinieron  en  servicio  del  cas- 
tellano de  Mus,  los  cuales,  luego  que  llegaron  en  su 
servicio,  tomaron  una  tierra  de  grisones,  la  cual  se  dice 
Morbegno,  donde  se  entraron  y  ficieron  fuertes.  Los 
grisones,  la  primera  cosa  que  hicieron  fué  ir  sobre  su 
tierra  que  tenían  los  españoles,  los  cuales  eran  tan  po- 
cos que  no  llegaban  á  seiscientos,  porque  la  mayor  par- 
te dellos  no  estaban  allí.  Viendo  el  castellano  de  Mus 
la  multitud  de  los  grisones  y  esguizaros  que  iban  sobre 


(1530  —  282  — 

los  españoles,  les  envía  un  español  nombrado  Caravaca, 
dándoles  aviso  cjiíe  él  irla  con  su  gente  á  descercallos  y 
sacallos  de  la  tierra,  y  que  tuviesen  aviso  para  aquella 
noche  que  les  enviaba  á  avisar.  Entrada  la  espía  y  dado 
el  aviso  y  de  cómo  habia  visto  tan  gran  número  de  gen- 
te de  los  grisones  y  esguizaros  en  torno  de  la  tierra,  es- 
tuvieron todos  muy  apercibidos  por  aquella  noche.  El 
dia  siguiente  los  grisones  dieron  dos  batallas,  en  las  cua- 
les mataron  los  españoles  pasados  quinientos  grisones  y 
esguizaros;  y  siendo  la  noche  les  viene  socorro  del  cas- 
tellano, y  por  su  contraseña  llegaron  á  la  tierra  una  par- 
te dellos,  dando  aviso  á  los  que  dentro  estaban  :  los  cua- 
les viendo  el  socorro  se  salieron  de  la  tierra. 

Viendo  los  grisones  que  la  gente  era  salida  de  la  tier- 
ra, dan  sobre  ellos,  é  así  traban  los  unos  con  los  otros 
muy  recia  escaramuza.  Los  españoles  se  vienen  escara- 
muzando con  los  grisones  fasta  el  lago  donde  estaban 
esperando  las  barcas  para  pasallos  de  la  otra  parte. 

Viniendo,  pues,  todos  juntos  en  escaramuza,  las  bar- 
cas se  ficieron  al  lago  fasta  que  se  juntasen  los  españo- 
les. En  esto  murieron  algunos,  y  otros  se  afogaban  por 
entrar  en  las  barcas,  por  la  gran  pujanza  de  grisones, 
pero  al  fin  se  embarcaron  y  fueron  la  vuelta  de  la  for- 
taleza de  Mus,  con  pensar  de  recogerse  en  el  castillo. 
Pero  el  castellano  no  los  quiso  rescibir  dentro,  diciendo 
que  rescibiria  una  parte  dellos,  y  que  los  otros  fuesen  en 
buena  hora  do  su  voluntad  fuese.  Viendo  esto  los  espa- 
ñoles, acuerdan  de  no  quedar  ninguno  en  su  servicio,  y 
así  con  seguridad  del  Duque  de  Milán,  se  fueron  á  sus 
tierras  fasta  Placencia,  y  de  allí,  con  seguridad  de  los 
comisarios  del  Papa,  fueron  fasta  el  campo  del  Empe- 


—  283  —  ('530 

rador  que  á  la  sazón  estaba  en  la  campaña  de  Rimini, 
que  es  una  tierra  del  Papa. 

Habiendo  ganado  los  grisones  esta  tierra  donde  es- 
taban los  españoles,  fueron  a  una  torre,  que  está  donde 
entra  el  x'ldda  en  el  lago  de  Como  y  Lecco;  por  allí  se 
pasa  á  Porlezza  y  el  lago  para  ir  al  Val  de  la  Valteli- 
na,  que  es  de  grisones.  Luego  tomaron  la  torre,  por 
no  ser  de  mucha  fuerza;  también  tomaron  á  Gravedo- 
na,  que  es  una  buena  tierra,  y  á  Dongo  y  á  Mus.  Este 
Dongo  é  Mus  estaban  al  pié  de  la  montaña,  do  estaba 
el  castillo,  y  otras  que  de  primero  le  habian  tomado, 
como  fué  Menaggio  é  otras  villas  que  aquí  no  señalo. 
Pues  fecho  esto,  los  grisones  asientan  su  campo  y  po- 
nen cerco  al  castillo,  faciendo  todas  las  diligencias  que 
convenian,  porque  el  castellano  rindiese  la  fuerza;  y 
como  era  tal  que  parecía  ser  cosa  inexpunable,  el  cas- 
tellano les  facía  muy  buenas  defensas. 

Pues  tornando  á  la  gente  del  Duque  sobre  Lecco, 
luego  que  llegaron  sobre  la  villa,  la  cercan  y  facen  sus 
reparos  y  todas  las  diligencias  que  se  requerían;  y  ansí 
estuvieron  sobre  la  tierra,  batiéndola  y  faciendo  todas 
las  cosas  que  convenian;  pero  era  tan  fuerte  y  estaba 
tan  bien  proveída,  que  los  del  Duque  gastaban  tiempo 
en  balde.  Mas  viendo  esto  la  gente  del  Duque,  fueron 
parte  dellos  sobre  la  puente  de  Lecco,  y  llegando  sobre 
ella,  le  asientan  la  batería  y  la  ficieron  tan  furiosa,  que 
ficieron  mucho  daño  en  las  torres  y  en  la  gente  que  es- 
taba dentro.  Viendo  los  de  dentro  este  daño  y  el  que 
más  esperaban,  se  rindieron  á  merced  de  las  vidas. 
Desde  allí  quedó  el  puente  por  el  Duque  de  Milán,  y 
la  gente  se  volvió  al  cerco  donde  estaba. 


(1530  —  284  — 

Viéndose  así  puesto  el  castellano  de  Mus  en  tanto  es- 
trecho, acordó  de  inviar  á  Juan  Flamasco  de  Isla,  que 
era  uno  de  sus  capitanes,  á  Monza,  donde  se  fallaba 
Antonio  de  Ley  va  con  su  corte,  con  la  cual  residia 
Cesaro  de  Ñapóles;  al  cual  coronel  Cesaro  de  Ñapóles 
le  envia  á  rogar  que  tuviese  por  bien  de  venir  á  Lecco, 
porque  de  su  persona  tenía  gran  nescesidad.  Viendo, 
pues,  el  coronel  Cecaro  de  Ñapóles  las  letras  del  cas- 
tellano é  ruegos  deste  capitán  é  de  otros  caballeros  que 
por  amor  del  capitán  le  rogaban ,  y  con  licencia  de  An- 
tonio de  Leyva,  acordó  de  ir  en  favor  del  castellano  de 
Mus,  y  este  capitán  y  un  español  nombrado  Caravaca 
le  guiaron  por  unas  montañas  que  se  dicen  de  la  Chu- 
za, fasta  metello  en  Lecco.  Viendo  el  castellano  de  Mus 
que  el  coronel  Cesaro  de  Ñapóles  era  venido  en  su  fa- 
vor, fué  muy  contento;  y  desde  aquí  comenzó  el  co- 
ronel Cesaro  de  Ñapóles  á  gobernar  á  Lecco,  según 
que  solia  gobernar  otras  cosas  que  le  fuesen  encomen- 
dadas. Luego  acordó  de  salir  una  noche  á  buscar  los 
enemigos,  que  estaban  en  torno  de  Lecco,  y  salió  la 
noche  de  Santa  Bárbara,  con  fasta  sesenta  hombres,  y 
fué  á  Canzo,  que  es  una  villa  media  milla  de  Lecco. 
En  esta  villa  estaba  la  mayor  parte  de  la  gente  del  Du- 
que, de  la  cual  mató  pasados  de  treinta  hombres,  y  les 
ganaron  seis  piezas  de  artillería. 

Viendo  este  desbarato  los  de  la  puente,  desamparan 
la  puente  y  se  van  fuyendo,  y  los  de  Lecco  tornan  á 
cobrar  el  puente  y  le  fortifican,  y  quedó  por  el  caste- 
llano de  Mus;  y  dende  á  pocos  dias,  una  noche,  salió 
el  coronel  con  fasta  sesenta  hombres  y  va  á  Orgina, 
que  es  una  villa  á  cuatro  millas  de  Lecco,  donde  es- 


—  285  —  (1530 

taba  el  Corsln  de  Sant  Ángel ,  con  cuatrocientos  hom- 
bres, en  servicio  del  Duque  de  Milán.  El  cual  Corsin 
murió  con  la  mayor  parte  de  su  gente,  por  Cesaro  de 
Ñapóles  y  los  suyos,  y  la  otra  gente  puso  en  mucha 
nescesidad.  Viendo  esto  los  grisones  y  esguízaros  y  la 
otra  gente  que  al  Duque  servia,  facian  muy  mayor 
guardia  y  ponian  en  mayor  estrecho  al  castellano  de 
Mus  y  Cesaro  de  Ñapóles  con  su  gente,  y  los  tienen 
cercados  fasta  el  mes  de  Febrero  del  año  de  treinta  é  doSy 
que  el  castellano  se  acordó  con  el  Duque  y  le  rindió  su 
tierra  y  castillo,  con  condición  y  pacto  que  el  Duque 
diese  al  castellano  en  recompensa  treinta  mil  ducados, 
los  diez  mil  al  presente  y  los  demás  le  quedase  á  dar 
cada  un  mes  tres  mil ,  y  que  el  Duque  le  ficiese  Mar- 
qués de  Marignan  y  le  diese  mil  ducados  de  renta  cada 
un  año.  Así  salió  de  Mus,  con  ocho  banderas  de  infan- 
tería y  su  artillería,  dejando  al  Duque  la  suya  y  resti- 
tuyendo á  venecianos  ciertas  piezas  que  les  habian  to- 
mado. 

Pues  siendo  junto  con  Cesaro  de  Ñapóles  y  su  gen- 
te, el  Castellano  fué  en  el  ducado  de  Saboya,  el  cual 
Duque  de  Saboya  le  rescibió  en  sus  tierras. 

Tornando  á  proseguir  las  cosas  de  nuestro  ejér- 
cito y  la  venida  del  Marqués  del  Vasto,  que  fué  á  siete 
de  Abril  y  el  viernes  santo,  del  año  de  mil  quinientos 
é  treinta  é  uno,  refirmó  el  acuerdo  que  tenian  fecho 
seneses  con  D.  Fernando,  y  mandó  cortar  la  cabeza 
al  capitán  Fernando  Montañez ,  y  luego  dio  una  paga 
al  campo,  como  arriba  dije.  A  diez  é  siete  de  Abril^ 
el  Marqués  mandó  levantar  el  campo  del  condado  de 
Siena,  para  ir  la  vuelta  de  Lombardía.  Este  dia  pasó 


(1530  -  286  - 

el  campo  al  Chiiisi,  que  es  un  bajo  lago  '  é  muy  largo 
y  ancho;  se  pasó  por  una  puente  de  madera,  llamada 
Valiano;  está  á  cincuenta  millas  de  Siena.  En  esta  puen- 
te se  puso  el  maese  de  campo  Juan  de  Vargas,  excu- 
sando que  no  pasasen  soldados,  ni  jumentos  ni  otras 
bestias  menores.  Esta  noche  reposó  el  campo  en  unas 
villas  á  tres  é  cuatro  millas  del  puente.  El  dia  siguiente 
llegó  el  campo  á  dos  millas  de  Perugia,  en  unas  fermo- 
sas  campañas ;  aquí  se  reposó  el  domingo^  y  el  Marqués, 
por  regocijar  la  gente,  manda  de  toda  la  infantería  es- 
pañola facer  dos  escuadrones,  y  que  escaramuzase  el 
uno  con  el  otro;  después  viene  el  Marqués  con  toda  la 
caballería,  y  escaramuza  con  la  infantería.  Fué  una  cosa 
de  mucho  regocijo ;  el  dia  siguiente  se  partió  el  campo 
y  fué  á  Assis,  que  es  una  cibdad  del  Papa,  donde  está 
el  cuerpo  del  glorioso  Sant  Francisco,  en  un  moneste- 
rio  muy  suntuoso  de  frailes  claostrales.  En  este  mones- 
terio  se  alojó  la  persona  del  Marqués,  y  la  infantería 
por  la  cibdad  y  la  caballería  por  las  villas  comarcanas. 
Aquí  reposó  el  campo  algunos  dias,  y  el  Marqués  puso 
muchas  instruciones  con  graves  penas,  las  cuales  intimó 
á  los  capitanes  y  les  dio  en  escripto,  y  se  oservaban  con 
mucha  reguridad.  Primero  dia  de  Mayo^  un  lunes,  el 
Marqués  tomó  la  muestra  general  á  toda  la  infantería 
española  y  caballos  ligeros,  y  despidió  á  diez  capita- 
nes, con  fasta  mil  hombres  de  la  infantería  y  algunos 
caballos  ligeros.  Luego  el  domingo  siguiente  se  echó 
bando  general,   que  todos  los  despedidos  se  echasen 
fuera  del  campo,  so  pena  de  la  vida;  así  se  salieron 

'  El  lago  Trasimcno. 


—  287  —  (1530 

otro  día  lunes  y  se  van  á  un  monesterio,  que  estaba 
una  milla  de  la  cibdad,  que  se  dice  Santa  María  de  los 
Angeles.  Este  monesterio  es  el  más  principal  de  la  or- 
den de  los  observantes  de  la  orden  de  San  Francisco. 
De  aquí  todos  juntos  con  desesperada  determinación 
van  á  Machacao,  que  por  absencia  de  Juan  de  Vargas 
era  maese  de  campo  por  mandado  del  Marqués,  y  Ma- 
chacao salió  dos  veces  con  algunos  otros  capitanes,  y 
al  fin  los  volvieron  casi  todos  al  campo,  entrometién- 
dolos en  las  otras  compañías;  otros  se  fueron  á  España 
é  á  diversas  partes.  Este  dia  salió  de  Assis  el  artille- 
ría, la  cual  hizo  llevar  el  Duque  de  Urbino  por  sus 
tierras,  por  quitar  de  cuidado  al  Marqués,  y  el  jueves 
siguiente  caminó  el  campo  y  en  pocas  jornadas  llegó  á 
Pésaro,  donde  estuvo  en  sus  campañas  dos  dias,  espe- 
rando el  artillería,  que  no  era  llegada.  Como  el  artille- 
ría fué  venida,  se  levantó  el  campo  y  fué  en  una  villa 
vecina  á  Rímini  cuanto  cinco  millas,  y  se  alojó  la  ca- 
ballería y  algunas  banderas  de  infantería  en  su  guardia. 
Aquí  estuvo  algunos  dias.  A  veinte  é  cuatro  de  Mayo, 
el  Marqués  tomó  la  muestra  á  los  soldados  españoles 
que  hablan  salido  del  castillo  de  Milán  é  Como,  que 
venian  del  servicio  del  castellano  de  Mus;  é  asimismo 
fizo  parlamento  a  los  capitanes ,  diciendo  que  había  sa- 
bido que  los  soldados  mormuraban  de  él  diciendo  que 
querían  ser  pagados,  y  que  cada  uno  por  sí  ficíese  par- 
lamento á,  sus  soldados  y  les  dijesen  que  no  les  debía 
nada  y  que  quería  tomar  muestra  general,  y  que  los 
que  más  hubiese  de  seis  mil  hombres  los  había  de  des- 
pedir, porque  para  esto  tenía  expreso  mandato  del  Em- 
perador; mas  los  que  fuesen  despedidos  los  inviaria  á 


(1530  -  288  - 

Ñapóles  al  cardenal  Colona,  para  que  en  el  reino  los 
repartiese;  y  ansimesmo  mandó  á  los  capitanes  que  ellos 
ficiescn  reseña  en  sus  compañías,  y  que  los  soldados 
que  no  servían  bien  en  las  banderas  c  que  no  eran  para 
servillas,  que  los  despidiesen,  porque  ellos  conoscian 
mejor  las  condiciones  de  los  soldados  que  no  él.  Esto 
fizo  el  Marqués,  porque  muchos  de  los  soldados  que 
despidieron  en  Assis  murmuraban  porque  eran  trata- 
dos por  su  hábito  y  no  por  sus  virtudes,  y  por  esta 
cabsa  no  querían  más  estar  con  la  nascion  española. 
Así  los  capitanes  dlspidieron  los  que  á  ellos  les  pares- 
ció,  y  los  mandaron  ajuntar  á  todos,  que  pasaban  de 
cuatrocientos  hombres,  y  el  Marqués  les  mandó  em- 
barcar en  ciertas  barcas  en  el  puerto  de  Rímini,  y  dán- 
doles un  capitán,  los  mandó  en  el  reino  de  Ñapóles. 
Esto  fué  á  los  dos  de  JuniOy  un  viernes;  el  dia  siguiente 
llegó  una  posta  del  Cardenal  al  Marqués,  demandando 
que  le  enviase  al  reino  mil  españoles,  porque  tenía  avi- 
so que  los  turcos  hablan  andado  é  andaban  en  algunas 
tierras  del  reino. 

El  Marqués  no  los  invló,  porque  le  páresela  cum- 
plir con  los  despedidos  que  habla  enviado. 

Tomada  la  muestra  y  pagado  el  campo,  se  levantó 
el  campo  á  trece  de  Junio ^  un  martes,  caminando  por 
la  Romanía,  é  caminan  desde  allí  fasta  Boloña;  vino  el 
campo  por  el  camino  romero  é  allegó  á  Imola,  á  los 
veinte  é  dos  de  Julio.  Fizo  asiento  en  sus  campañas.  El 
dia  de  San  Juan  y  por  la  mañana,  el  Marqués  fizo  ajun- 
tar toda  la  gente  orillas  de  un  pequeño  rio  que  por  allí 
pasaba,  y  que  escaramuzasen  los  unos  con  los  otros; 
el  dia  siguiente  se  levantó  el  campo  de  las  campañas  de 


—  289  —  (1530 

Imola,  y  caminando  por  sus  jornadas  paso  por  Móde- 
na,  donde  estaba  Pedro  Zapata  de  Cárdenas  por  gober- 
nador, el  cual  fizo  un  convite  muy  preciado  al  Mar- 
qués y  á  los  capitanes.  Esta  noche  se  alojó  el  campo 
en  campaña,  á  dos  millas  de  Módena;  el  dia  siguiente 
se  levantó,  y  caminando  por  sus  jornadas  fué  alojar  en 
tierras  de  Ferrares  y  Mantuano,  donde  estuvieron  des- 
de veinte  é  ocho  de  Junio ^  vigilia  de  Sant  Pedro  y  Sant 
Pablo,  fasta  veinte  dias  de  Diciembre,  vigilia  de  Santo 
Tomé,  que  por  mandado  del  Emperador  se  tornaron 
á  mudar,  repartiéndose  el  ejército  en  tierras  del  Duque 
de  Milán  y  del  Duque  de  Ferrara  y  de  otros  caballe- 
ros. Venido  el  Emperador  de  España  en  Italia,  el  Papa 
le  demandó  justicia  sobre  la  cibdad  de  Módena,  di- 
ciendo que  se  la  tenía  el  Duque  de  Ferrara.  Viendo  el 
Emperador  la  petición  del  Papa  y  del  Duque  de  Fer- 
rara, tomó  la  cibdad  en  su  gobierno,  fasta  que  fuese 
visto  por  justicia.  Así  metió  en  la  cibdad  á  Pedro  Za- 
pata de  Cárdenas,  como  arriba  en  los  repartimientos 
de  gobernadores  y  embajadores  dije. 

Conviene  á  saber  la  pendencia  que  hay  entre  el  Papa 
y  el  Duque  de  Ferrara  sobre  la  cibdad  de  Ferrara  y 
de  Módena.  Aunque  sea  prolongar  prolijidad,  diré  de 
las  dos  cibdades  un  poco  de  lo  que  siento  de  sus  depen- 
dencias. Antiguamente  la  iglesia  de  Rávena  tenía  cada 
un  año  tributo  de  muchas  tierras ,  entre  las  cuales  era 
Ferrara,  que  cada  un  año  daba  tanto  fierro  de  prisión  á 
la  iglesia  de  Rávena,  y  de  aquí  le  quedó  el  nombre  de 
Ferrara.  É  por  el  tiempo  del  Emperador  Enrico  Mate- 
rida,  el  cual  Emperador,  con  ayuda  de  venecianos  y  de 
raveneses,  la  metió  so  la  iglesia  de  Roma,  y  en  el  año 


(1530  —  iqo  — 

de  mil  ciento  veinte  é  uno  la  comenzaron  á  señorear  los 

marqueses  de  Este ,  los  cuales  vienen  de  esta  casa  de 

Maganza,  y  este  primero  Marqués  estuvo  diez  é  nueve 
años  por  señor,  y  el  Papa  Juan  Cuarto,  pontífice,  con 
ayuda  de  venecianos  echó  al  Marqués  de  Este  fuera  de 
Rávena,  y  de  á  poco  tiempo  tornaron  á  señorear  estos 
de  la  casa  de  Este  en  la  dicha  cibdad  de  Ferrara;  y  el 
dicho  primo  que  comenzó  á  señorear  fué  llamado  Or- 
lando. Después  de  pasados  sesenta  y  ocho  años,  en  tiem- 
po de  Clemente  Papa,  el  señor  que  habia  en  Ferrara  se 
llamaba  Astensi,  el  cual  hubo  por  mujer  á  doña  Beatriz, 
hija  de  Ricardo  Segundo,  rey  de  Ñapóles.  Plisco,  fijo 
deste  Astensi,  señor  de  Ferrara,  por  respecto  de  la  ma- 
drastra metió  á  su  padre  en  prisión,  y  con  ayuda  de  ve- 
necianos se  hizo  señor  de  Ferrara.  Este  Plisco,  viendo 
que  los  ferrareses  se  querían  dar  á  la  Iglesia,  quiso  ven- 
garse de  los  que  lo  ordenaban,  de  modo  que  prendió  é 
mató  á  muchos  é  abrasó  la  media  cibdad.  Viendo  esto 
los  ferrareses  echaron  fuera  de  la  cibdad  á  Plisco  é  se 
dieron  á  venecianos,  esperando  que  con  su  favor  no  les 
vendría  daño  de  su  señor.  Habiendo  venido  venecianos 
á  Ferrara,  el  Papa  les  escribió  que  se  la  volviesen,  pues 
sabian  que  era  suya.  Ellos  no  se  la  quisieron  dar,  por 
lo  cual  entredijo  la  cibdad  de  Venecia,  y  ni  por  eso  obe- 
descian  al  Papa.  Viendo  esto  el  Papa,  se  escribió  con  el 
Rey  Carlos  de  Ñapóles  para  que  con  su  favor  tomasen 
á  Ferrara.  Así  se  fizo  un  grande  ejército,  y  Peragurio, 
legado  en  Florencia,  fué  sobre  Ferrara.  Viendo  esto  los 
ferrareses  y  venecianos  se  rindieron  al  Papa  Juan  (que 
fué  el  veinte  y  dos  papas  de  este  nombre),  ad  perpetuo^ 
con  condición  que  cada  un  año  pagase  Ferrara  á  la  Igle- 


—  291  —  (1531) 

sia  diez  mil  ducados.  Asimismo  hubieron  venecianos  su 
acuerdo  fasta  que  entró  Hércules  á  señorear  á  Ferrara, 
el  cual  rompió  todos  los  pactos  é  acuerdos  del  Papa  é 
venecianos  é  ferrareses. 

•  Lo  de  Módena  es,  desde  el  Pontificado  de  Julio  Se- 
gundo y  del  Emperador  Maximiliano,  del  Duque  Al- 
fonso de  Este,  tercero  duque  de  Ferrara. 

En  este  tiempo  habia  en  Módena  un  gobernador  no 
tudesco,  en  nombre  del  Emperador,  habia  nombre  Bis- 
tefluste  (sic);  como  éste  se  fuese,  el  Papa  hubo  la  cib- 
dad  de  Módena  y  desde  allí  estuvo  por  el  Papa  fasta 
que  la  tomó  el  Duque  de  Ferrara.  Por  excusar  leyes  no 
alargo  más  en  esta  partida.  Viendo  el  Emperador  la  pen- 
dencia del  Papa  y  del  Duque  de  Ferrara  sobre  la  cibdad 
de  Módena,  Su  Majestad  manda  al  Duque  que  diese 
al  Papa  cada  un  año  diez  mil  ducados  é  le  diese  trecien- 
tos hombres  darmas,  pagados  todas  las  veces  que  ho- 
biere  menester  la  iglesia,  y  que  no  se  empachase  el  Du- 
que en  las  salinas,  sino  que  quedasen  por  el  Papa.  El 
Duque  fué  contento  de  pagar  todo  lo  que  le  fué  manda- 
do por  el  Emperador,  y  el  Papa  no  quiso  pasar  por  ello. 
Ansí  el  Emperador  mandó  entregar  la  cibdad  al  Duque 
de  Ferrara,  la  cual  se  le  entregó  d  ¡os  ocho  de  Octubre ^ 
un  domingo,  sin  obligación  alguna  al  Papa. 

Ansí  salió  Pedro  Zapata  de  Cárdenas  de  Módena 
con  su  compañía.  Aquí  se  acaban  los  fechos  deste  pre- 
sente año  que  tratamos  de  treinta  é  uno;  duodécima 
partida. 


»9 


AÑO  DE  1532. 


Año  de  mil  é  quinientos  é  treinta  é  dos  años^  en  los 
primeros  dias  del  mes  de  Julio  ^  le  vino  al  Marqués  del 
Vasto  el  último  mandado  del  Emperador  para  que  el 
ejército  de  los  españoles,  que  estaba  en  Lombardía,  pa- 
sase en  las  partes  de  Hungría,  y  que  asimismo  pasase 
Antonio  de  Ley  va,  y  que  fuese  á  la  corte  del  Empe- 
rador, que  al  presente  se  fallaba  en  Ratisbona.  Viendo 
Antonio  de  Leyva  las  letras  del  Emperador,  salió  de 
Placencia,  do  al  presente  residía,  é  va  á  Mantua,  don- 
de se  detuvo  algunos  dias  por  su  mala  dispusicion,  y  á 
los  diez  dias  andados  de  Julio  ^  el  Marqués  del  Vasto 
salió  de  Casalmayor,  donde  residía,  con  su  corte,  y  va 
á  Mantua  á  haber  su  consejo  con  Antonio  de  Leyva. 
Después  de  haber  habido  su  consejo,  se  volvió  á  Ca- 
salmayor, é  á  los  veinte  é  cuatro  dias,  un  miércoles, 
vigilia  de  Santiago,  mandó  que  se  moviesen  todas  las 
banderas  en  sus  alojamientos  y  que  fuesen  a  pasar  el 
Po.  Así  salieron  ocho  banderas  que  estaban  en  ciertas 
villas  vecinas  al  Po,  las  cuales  ocho  banderas  tenian  la 
devisa  del  Emperador,  y  van  á  pasar  el  Po,  vecino  á 


—  293  —  (1532) 

la  villa  de  Suzzara,  para  juntarse  con  otras  ocho  ban- 
deras que  lo  habían  pasado ;  las  cuales  iban  en  el  avan- 
guardia.  Así  caminan  las  diez  é  seis  banderas  la  vuelta 
del  lago  de  Garda,  á  las  cuales  salió  á  ver  el  Duque  de 
Mantua,  con  el  Marqués  del  Vasto,  á  unas  campañas, 
á  ver  pasar  la  infantería.  Allí  se  les  fizo  una  salva  con 
el  arcabucería,  cosa  muy  de  ver.  Esta  noche  fueron  las 
banderas  de  la  devisa  á  alojar  en  los  burgos  de  Cabría- 
na,  que  era  una  buena  villa  del  Duque  de  Mantua,  la 
cual  está  cinco  millas  del  lago  de  Garda.  Aquí  se  par- 
ten las  tierras  del  Duque  de  Mantua  y  venecianos.  Las 
otras  ocho  banderas  del  avanguardia  se  alojaron  en  los 
burgos  de  la  Volta,  que  es  otra  tierra  del  Duque  de 
Mantua,  do  reposaron  por  esta  noche. 

Pues  como  fué  á  los  cuatro  de  Agosto ^  un  domingo, 
se  juntaron  todas  las  banderas  de  la  avanguardia  y  de 
la  batalla,  y  asimesmo  allegó  el  maese  de  campo  Ma- 
chacao,  con  las  siete  banderas  de  retaguardia;  siendo 
todos  en  Peschiera,  que  es  una  villa  de  venecianos,  la 
cual  está  á  la  orilla  del  lago  de  Garda,  de  donde  sale 
el  rio,  como  arriba  dije,  que  le  dicen  unos  Peschiera  é 
otros  le  dicen  Leme  {Mincio).  Este  rio  parte  la  cíbdad 
de  Mantua  y  Campantana,  la  campaña  y  parte  la  Lom- 
bardía  y  la  Marca  Tresvisana.  A  nueve  días,  antes  que 
pasasen  las  banderas  el  paso  de  Peschiera,  era  pasado 
Antonio  de  Ley  va  y  el  Cardenal  de  Médicis,  el  cual 
iba  por  legado  en  aquellas  partes. 

Juntas,  pues,  estas  banderas  y  haber  pasado  el  paso 
del  rio  de  Peschiera,  que  fué  á  los  cinco  de  Agosto,  un 
lunes,  esta  noche  se  afirmó  el  campo  en  Incanal,  que 
es  un  paso  estrecho,  entre  dos  montañas.  Aquí  había 


(1532)  —  ^94  — 

unos  bestiones  y  reparos,  que  fueron  fechos  para  resistir 
que  no  pasase  el  Duque  de  Brunswik,  con  sus  alema- 
nes, en  Lombardía;  como  sea  aquél  el  principal  paso. 
A  tres  millas  deste  paso  se  hizo  una  puente  de  barcas 
para  poder  pasar  el  Ades  (^Adige) ,  que  es  un  poderoso 
rio,  que  viene  por  el  Val  de  Negrales  é  viene  de  la 
Valtelina,  que  es  un  valle  en  el  señorío  de  grisones. 

Este  rio  parte  la  cibdad  de  Verona,  y  es  de  mu- 
cha agua  é  muy  furioso,  por  venir  por  medio  de  dos 
montañas,  las  cuales  son  vecinas,  que  por  lo  más  an- 
cho de  la  una  á  la  otra  era  cuanto  dos  tiros  de  una  ba- 
llesta. Viene  vecino  á  los  caminos  que  están  vecinos 
á  los  pies  destas  dos  montañas.  El  dia  siguiente,  mar- 
tes, á  las  seis,  se  pasó  una  puerta  que  estaba  puesta  en 
un  grueso  muro,  que  salia  del  pie  de  la  montaña  y  lle- 
gaba á  la  orilla  del  rio.  Este  muro  é  puerta  se  decia  la 
Fosa  Vandejada,  que  está  cuanto  una  milla  del  Burg- 
luto,  que  es  la  primera  villa  del  Imperio.  Aquí  se  par- 
ten las  tierras  del  Imperio  y  de  Italia;  está  este  paso  é 
villa  veinte  e  cinco  millas  italianas  de  Trento,  que  es  la 
primera  cibdad  del  Imperio. 

Dejando  martes  á  Lombardía,  se  caminó  por  tierras 
del  Imperio,  por  el  Val  de  Agria;  y  á  los  riele ,  un 
miércoles,  llegó  el  campo  á  Robel  {Rover edo)^  que  es 
una  pequeña  é  fuerte  villa,  con  un  fuerte  castillo,  don- 
de á  la  entrada,  que  el  Marqués  entró  en  la  villa,  fué 
rescibido  de  Cario  Tropo  y  de  otros  caballeros,  con 
una  gran  salva  de  artillería,  que  se  tiró  del  castillo. 
Aquí  se  reposó  esta  noche,  é  otro  dia  se  caminó  la 
vuelta  de  Trento.  Antes  de  llegar  á  Trento,  se  pasó 
vn  paso  fuerte  por  una  puerta,  que  estaba  puesta  en 


—  295  —  (1532) 

una  muralla  y  contramuralla;  es  cosa  fuerte  y  de  gran 
defensa  esta  muralla,  é  un  castillo  que  á  un  cabo  della 
estaba,  el  cual  paso  es  nombrado  la  Petra.  Este  dia  en- 
tró el  campo  en  Trento,  do  reposó  el  dia  siguiente. 
Aquí  le  vinieron  letras  al  Marqués  del  Emperador,  por 
las  cuales  le  mandaba  que  caminase  á  gran  priesa  con 
el  ejército.  Pues  caminando  por  sus  jornadas,  á  los  once 
de  Agosto  el  campo  llegó,  un  domingo,  á  Belganca  {Fez- 
zam) ,  que  es  una  fresca  cibdad;  antes  de  llegar  á  Bel- 
san  (Fezzano)  cuanto  una  milla  italiana,  sale  un  vi- 
cioso valle,  por  do  baja  el  rio  Lades  (^Adige)\  este  valle 
va  al  Val  de  la  Mela  y  al  Val  de  la  Valtelina,  que  son 
de  la  señoría  de  grisones.  Aquí,  á  la  entrada  deste  valle, 
á  las  dos  partes  del  rio,  está  Mecorona  y  Altopian  y 
Pietra  Franca ,  que  son  tres  fuertes  castillos  y  de  gran 
defensa  para  aquel  paso.  Otro  castillo  hay  aquí,  aun- 
que no  es  muy  fuerte,  el  cual  se  dice  Graf  Teulfesons, 
y  está  en  medio  de  dos  pequeños  rios,  que  bajan  por 
dos  valles;  los  rios  se  dicen  Leitoque  (Eíask)  y  el  otro 
Tarfunes  (Lavis).  Estos  rios  entran  en  Lades  (el  Adi- 
ge),  al  pié  de  la  punta  de  la  montaña  donde  está  el  cas- 
tillo Remecorona;  aquí  pierden  los  nombres  estos  dos 
rios. 

Conviene  á  saber  que  después  de  ser  salidas  las  guar- 
niciones de  las  villas  é  castillos  que  estaban  en  estos  va- 
lles vecinos  de  grisones,  y  también  por  ser  salidos  del 
ejército  de  los  españoles  de  Lombardía,  para  ir  en  Hun- 
gría, los  grisones  se  movieron,  demandando  ciertas  vi- 
llas que  les  tenian  los  del  Imperio,  porque  antigua- 
mente el  Val  de  la  Mela  y  el  Val  de  la  Valtelina  tu- 
vieron guerra  con  el  Val  de  Longales,  que  es  desde 


(1532)  —  296  — 

Trento  fasta  Vezzano,  y  desde  Vezzano  fasta  Marran, 
el  cual  Marran  está  en  este  valle,  que  va  á  la  Salina  é 
á  la  Valtelina.  A  esta  tierra  vinieron  fasta  treinta  de  los 
principales  grisones,  sin  otra  gente  de  guerra;  estos 
grisones  demandaron  á  Marran  que  se  juntase  su  con- 
sejo y  quien  lo  gobernaba,  y  asimesmo  llamasen  al  con- 
sejo á  Belsan  {Vezzano)  ^  porque  los  querian  fablar  é 
dar  parte  de  lo  que  traían  mandado  de  su  señoría. 
Viendo  esto  el  consejo  de  Marran  y  el  consejo  de  Bel- 
san, se  juntaron  para  oir  su  embajada;  é  juntos  estos 
dos  consejos,  los  grisones  facen  su  embajada,  diciendo 
que  les  volviesen  las  tierras  que  les  tenian  desde  las 
guerras  pasadas.  Los  consejos  le  respondieron  que  no 
se  las  podían  dar  sin  mandado  del  Emperador.  Idos  los 
grisones  con  esta  respuesta,  los  consejos  escriben  al 
Emperador  la  intincion  de  los  grisones,  y  viendo  el 
Emperador  las  letras  de  los  consejos  y  la  demanda  de 
los  grisones,  que  era  de  dar  guerra  á  sus  tierras,  por 
ver  que  estaba  en  gran  guerra  contra  el  turco,  luego 
les  escribió  mandándoles  que  no  se  empachasen  en  sus 
tierras  ni  vasallos,  y  sino  que  les  prometía,  habiendo  la 
Vitoria  que  esperaba  haber  con  el  ayuda  de  Dios  con- 
tra el  turco,  de  desfacellos  totalmente.  Viendo  los  gri- 
sones las  letras  del  Emperador  no  se  movieron  á  guer- 
ra ninguna,  y  así  quedaron  aquellos  valles  en  mucho 
sosiego. 

Llegado,  pues,  á  Belsan,  á  los  once  de  Agosto  y  como 
arriba  dije,  aquí  se  puso  algún  apremio  porque  no  pa- 
sasen los  soldados  tantas  mujeres  como  llevaban,  por- 
que á  la  verdad  se  fallaban  pasadas  de  dos  mil  é  qui- 
nientas mujeres,  y  así  se  dieron  licencias  á  muchas  de- 


—  297  —  (1532) 

Has  y  así  fué  parescer  del  Marqués  y  Maese  de  campo 
les  dieran  pólizas,  y  mandaron  echar  bando  general  que 
ninguna  mujer  fuese  osada  á  pasar  con  el  campo  sin  que 
llevase  póliza  del  Marqués  ó  del  maese  de  campo.   En 
llegando  el  ejército  donde  habia  un  puente  de  madera 
sobre  un  pequeño  rio,  aquí,  al  pasar  este  puente  desba- 
lijaron,  ó  por  mejor  decir,  despojaron  los  alguaciles  del 
ejército  pasadas  de  cuarenta  mujeres  porque  iban  sin 
pólizas.   Esta  noche  reposó  el  ejército  en  la  Chusa  de 
Perseno,  que  era  una  pequeña  villa  con  un  fuerte  casti- 
llo y  de  grand  defensa  para  aquel  paso.  El  dia  siguiente, 
que  fué  á  los  catorce  de  Agosto^  un  miércoles ,  vigilia  de 
Nuestra  Señora,  se  puso  el  Maestre  de  campo  Machacao 
en  un  estrecho  paso  que  estaba   entre  una  montaña  y 
un  rio,  y  aquí  mandó  el  Maese  de  campo  aforcar  una 
mujer  española.  Yo  la  vide,  y  aun  se  decia  estar  preña- 
da en  dias  de  parir :  entre  los  soldados  lo  tuvieron  por 
cosa  muy  fea.  Pues  caminando  el  campo  por  nuestras 
jornadas  pasó  por  una  villa  pequeña  de  fasta  diez  casas, 
la  cual  villa  se  dice  Brixen :  esta  villa  se  estima  estar  en 
la  más  alta  tierra  que  se  estima  haber  en  aquellas  par- 
tes. Antes  de  allegar  á  esta  villa,  cuanto  una  milla  ita- 
liana, está  Esterescy ,  que  es  un  pequeño  lago,  y  de  una 
montaña  que  está  vecina  deste  lago  baja  un  pequeño 
golpe  de  agua  y  entra  en  este  lago;  desta  agua  y  de  la 
que  sale  juntamente  con  ella  del  lago,  se  face  Leiso,  que 
es  un  pequeño  rio.  Este  rio  va  á  Lombardía;  y  de  una 
montaña,  la  cual  dicen  la  montaña  de  Gal  va,  que  está 
vecina  desta  villa  cuanto  media  milla  tudesca,  salen  dos 
pequeños  golpes  de  agua  y  entran  en   un  pequeño  la- 
go que  está  vecino  desta  villa  cuanto  una  milla  italiana, 


(1532)  -  298  - 

que  destos  dos  golpes  de  agua  y  deste  lago  sale  el  rio 
Challa.  Este  rio  va  ájuntarse  con  otro  encima  de  Iniís- 
bruk. 

Caminando  por  nuestras  jornadas,  como  fué  á  los 
diez  é  siete  de  Agosto  llegó  el  campo  á  la  cibdad  de  Ala 
{Hall) :  pasó  este  dia  el  campo  á  vista  de  Innsbruk, 
cuanto  dos  millas  italianas.  Dista  Innsbruk.  de  la  cib- 
dad de  Ala  cuanto  una  milla  tudesca,  que  son  cinco 
millas  italianas:  está  en  un  llano  entre  cuatro  valles,  el 
cual  llevamos  de  Italia  y  va  fasta  Bohemia  y  otro  que 
viene  de  Flándes  y  va  á  Viena.  Innsbruk  es  una  pe- 
queña tierra  y  fermosa:  en  ella  se  facen  muy  buenas 
armas  de  todas  suertes;  es  cabeza  del  condado  del  Ti- 
ro) ;  aquí  estaba  la  Reina  de  Hungría,  mujer  del  rey  Don 
Fernando,  parida  de  dos  dias  antes  que  el  campo  llega- 
se. Siendo  el  ejército  llegado  en  Ala,  reposó  el  dia  si- 
guiente domingo ,  y  el  dia  siguiente,  fué  á  los  diez  é 
nueve  de  Agosto,  se  embarcó  la  infantería  en  unas  bar- 
cas y  va  por  el  rio  de  Ala  (/«»)  abajo;  el  carruaje 
ó  bagaje  fué  por  tierra  con  sus  guardias.  Navegando 
por  nuestro  rio  de  Ala  (/««),  pasamos  vecinos  de  dos 
muy  fermosas  tierras  que  están  al  pié  de  una  montaña,  en 
la  cual  montaña  habia  muchas  minas  de  plata  y  de  fierro. 
Este  dia  pasaron  las  barcas  vecinas  á  muchas  tierras  y  cas- 
tillos, entre  los  cuales  habia  un  grande  y  fuerte  castillo, 
que  estaba  entre  una  montaña  y  el  rio,  puesto  en  un  paso 
estrecho.  No  se  puede  pasar  este  paso  si  no  entran  por 
una  puerta  que  está  en  un  muro  fuerte,  que  está  en  este 
castillo,  pegado  á  dos  torres  que  están  junto  del  rio. 
Túvelo  por  fuerte  por  el  gran  señorío  que  tiene  sobre 
la  tierra  y  sobre  la  campaña  y  rio.  Este  dia  navegamos 


—  299  —  (1532} 

setenta  millas  italianas  y  allegaron  las  barcas  á  una  pe- 
queña tierra,  do  se  reposó  esta  noche.  Otro  dia  nos  tor- 
namos á  embarcar,  y  este  dia,  casi  noche,  llegaron  las 
barcas  á  Enfestuan  (Kufstein),  do  se  reposó  esta  no 
che.  Otro  dia  de  mañana  se  partió  de  aquí  el  Marqués 
del  Vasto,  sin  corte,  sino  con  una  guia  é  lo  guió  á  la 
corte  del  Emperador.  La  gente  se  tornó  á  embarcar 
siguiendo  nuestro  viaje.  Este  dia  entró  la  gente  en  Brau- 
nau,  que  es  una  buena  tierra  del  Duque  de  Baviera, 
donde  fallamos  dos  mil  tudescos  de  guardia,  que  á  esta 
tierra  vino  Martin  Lutero  con  sesenta  mil  hombres  para 
tomalla  y  no  pudo,  porque  le  rompieron  una  puente  de 
madera  que  estaba  sobre  el  rio,  y  por  otras  muchas  de- 
fensas que  la  tierra  tenía.  Aquí  reposó  el  campo  espe- 
rando el  bagaje  fasta  los  veinte  é  tres  de  Agosto^  dia  de 
San  Bartolomé,  un  sábado,  pasado  el  mediodia,  que 
vino  con  toda  la  gente  que  en  su  guardia  tenía,  y  re- 
posó todo  el  ejército  fasta  los  treinta  de  Agosto^  un  vier- 
nes, que  salió  todo  el  campo  fuera  de  la  tierra  y  se  tor- 
nó á  embarcar  habiendo  enviado  el  bagaje  por  tierra. 
Este  dia  se  pasó  entre  dos  castillos  que  están  á  las  dos 
partes  del  rio  y  á  la  entrada  de  un  peligroso  paso  del 
rio  por  la  gran  fondura  é  rezura  del  rio  y  por  la  estre- 
chura del  paso  y  por  las  muchas  peñas  que  cubre  el 
agua.  Cuanto  una  legua  de  aquí,  ó  poco  menos,  está  la 
cibdad  de  Passau,  que  era  de  un  obispo ,  hermano  del 
Duque  de  Baviera.  La  cibdad  no  era  grande,  mas  era 
feí^mosa'y  fuerte,  y  demás  de  ser  en  sí  fuerte,  la  cerca 
por  el  un  lado  el  rio  Ala  (/;>?«)  por  el  cual  navegábamos^ 
é  por  la  otra  parte  de  la  cibdad  pasa  el  Danubio,  que  es 
un  gran  rio  ;  y  toman  la  cibdad  de  enmedio  y  todos  dos 


(1532)  -  300  — 

pasan  pegados  á  las  murallas,  y  entre  el  Danubio  y  un 
buen  rio  que  viene  á  Bohemia,  hay  una  montaña  donde 
al  cabo  de  ella  hay  un  fcrmoso  é  fuerte  castillo  que  tie- 
ne debajo  de  sí  toda  la  cibdad.  Entre  la  cibdad  y  el  cas- 
tillo hay  una  puente  de  madera  por  donde  se  sirven  de 
una  parte  á  otra :  estas  tres  aguas  se  juntan  en  pasando 
la  cibdad  á  las  murallas :  aquí  pierden  el  nombre  el  rio 
Ala  (/««)  y  el  que  viene  de  Bohemia :  de  aquí  se  nom- 
bra el  Danubio  fasta  Constantinopla.  Esta  noche  repo- 
só la  gente  en  unas  villas  subditas  á  esta  cibdad  (Pamu). 
Navegando  por  nuestras  jornadas  ,  e¡  primero  dia  de 
Septiembre^  un  domingo,  á  mediodía,  se  pasó  vecino  de 
Brinza  {hinz) ,  que  era  una  fermosa  cibdad  que  está 
orillas  del  Danubio :  en  esta  cibdad  reside  lo  más  del 
tiempo  el  rey  Don  Fernando,  el  cual  al  presente  se  fa- 
llaba con  su  corte  en  la  corte  del  Emperador.  Todas 
las  cortes  eran  movidas  de  Ratisbona  para  Viena,  y, 
como  arriba  dije,  la  Reina  estaba  en  Innsbruk,  mas  te- 
niendo el  respecto  que  debia  tener,  mandó  el  Marqués 
del  Vasto  que  toda  la  arcabucería  ficiese  salva  al  pasar 
de  la  tierra.  Así  se  fizo  como  el  Marqués  lo  mandó : 
este  dia  se  fizo  poca  jornada,  y  se  reposó  esta  noche  en 
unas  villas  vecinas  al  rio,  y  otro  dia  de  mañana  los  ca- 
pitanes mandaron  ir  por  tierra  toda  la  gente  cuasi  cuan- 
to una  legua  y  que  las  barcas  fuesen  vacías  fasta  haber 
pasado  un  peligroso  paso  que  está  par  de  Estuve  {Struck)^ 
que  es  una  pequeña  villa.  Este  rio  va  aquí  entre  dos 
montañas  por  lugar  muy  estrecho  y  de  muchas  peñas,  y, 
con  la  gran  fondura,  el  agua  se  face 'unos  remolinos  en 
dos  vueltas  que  aquí  face  el  agua  en  poco  espacio,  los 
cuales  se  tienen  por  el  mayor  peligro;  mas  con  el  ayuda 


—  301  —  (1532) 

de  Dios  pasaron  las  barcas  sin  daño  alguno,  aunque  no 
sin  peligro  de  perderse  dos  barcas  que  quisieron  pasar 
con  gente :  en  este  paso  se  fallan  dos  pequeños  castillos 
á  las  dos  partes  del  rio.  Caminando  por  nuestras  jorna- 
das, llegó  el  campo  á  Istruique  [Síein)  y  á  la  cibdad  de 
Cremes  (Krems).  Estaba  la  una   de  la  otra  una  milla 
italiana.  En  Istruique  alojó  la  persona  del  Marqués  con 
su  corte,  y  en  la  cibdad  de  Cremes  alojó  toda  la  infan- 
tería española,  excepto  cinco  banderas,  que  pasaron  una 
puente  de  madera  que  allí  vecina  estaba  sobre  el  Da- 
nubio y  fueron  á  alojar  en  Mezquela  [Mantern) ,  que 
es  una  buena  villa,  que  es  la  otra  parte  del  rio  é  ori- 
llas del.  Aquí  allegó  el  campo  á  los  írece  de  Se-ptiembre^ 
un  martes  después  de  mediodía.  Este  mesmo  martes  en 
la  noche  se  quemó  las  tres  partes  de  Crem.es ;  á  la  una 
parte,  según   se  dijo,  fué  dado  este  fuego  por  cier- 
tas personas  que  envió  el  Vaiboda  ó  el  rey  Juanes.  Era 
una  crueldad  ver  el   gran  fuego  que  no  tenía  remedio 
por  el  aire  que  andaba  y  por  ser  todas  las  casas  cubier- 
tas de  leñame,  que  no  solamente  en  esta  cibdad,  mas  en 
toda  la  comarca  son  cubiertas  de  leñames.  En  esto  no 
se  fallaba  el  Marqués  en  el  ejército,  porque  él  y  el  car- 
denal de  Médicis,  legado  del  Papa,   habian  ido  un  dia 
antes  a  Viena  para  verse  con  los  coroneles  é  caballeros 
que  dentro  estaban,  y  á  dar  orden  en  las  cosas  nescesa- 
rias,  é  vinieron  el  viernes  siguiente,  muy  de  mañana,  y 
el  Cardenal  se   partió  á  la  corte  del  Emperador  y  el 
Marqués  quedó  en  el  ejército,  y  mandó  que  saliesen  cin- 
co banderas  de  la  cibdad,  porque  no  podian  estar  por 
lo  abj-asado  y  les  manda  ir  alojar  en  unas  villas  vecinas 
de  allí.  A  los  ocho  de  Septiembre,  un  domingo,  dia  de  la 


(1532)  —  302  — 

Natividad  de  Nuestra  Señora,  el  Marqués  mandó  que 
todo  el  campo  se  ajuntase  en  unas  campañas  llanas  que 
estaban  de  la  otra  parte  del  rio.  Después  de  estar  todos 
juntos  lo  quiso  ver  él  y  otros  caballeros  en  escuadrón, 
y  así  lo  mandó  facer  escuadrón.  Allí  se  fizo  una  cosa 
de  mucho  regocijo:  después  se  puso  el  Marqués  en  el 
puente  y  toma  la  muestra  á  todo  el  campo  con  veedo- 
res que  eran  venidos  con  Pero  González  de  Mendoza, 
mayordomo  del  Emperadoi*,  para  que  viesen  cuanta 
gente  habia;  porque  un  capitán,  se  dijo  haber  escripto 
al  Emperador  que  no  habia  más  de  tres  mil  españoles,  y 
los  demás  que  pagaba  Su  Majestad  que  se  lo  llevaba 
el  Marqués  y  los  capitanes,  y  asimismo  las  plazas  de 
las  ventajas  :  y  ésta  es  la  cabsa  por  que  se  tomó  tan  es- 
trecha esta  muestra  con  veedores.  Se  fallaron  seis  mil 
é  doscientos  españoles,  y  los  tres  mil  é  quinientos  eran 
arcabuceros.  Asimismo  este  mayordomo  é  veedores  y 
pagadores  pagaron  el  campo  por  ver  las  pagas  de  ven- 
tajas que  antes  eran  y  quién  las  llevaban.  Después  de 
tomada  la  muestra  y  pagado  el  campo  cuatro  dias,  cor- 
taron la  cabeza  del  capitán  Jerónimo  de  Leyva,  que  se 
dijo  ser  el  capitán  que  habia  escripto  al  Emperador  la 
letra. 

Conviene  á  saber  cómo  el  Gran  Turco  vino  en  el  rei- 
no de  Hungría,  con  intincion  de  tomar  todo  el  reino 
de  Hungría,  con  el  favor  del  rey  Juanes  ó  Vaiboda. 
Traia  un  campo  de  pasados  ocho  mil  hombres,  con 
gran  número  de  caballería.  Así  face  su  viaje  á  la  cib- 
dad  de  Viena,  y  antes  que  á  Viena  llegase,  pone  su 
campo  sobre  111  (Guinz)y  que  era  una  fuerte  villa,  á 
doce  leguas  de  Viena,  en  la  cual  villa  estaba  por  el  rey 


■—  303  ~  (1532) 

D.  Fernando,  un  caballero  corvato  {croata) ,  nombrado 
Nicoliza. 

Llegado  el  turco  sobre  la  villa,  fizo  sus  preparacio- 
nes por  haber  la  villa,  y  le  da  tres  batallas  y  no  le  pudo 
entrar,  donde  en  las  tres  batallas  perdió  mucha  gente, 
que  le  mataron  los  de  la  villa.  Viendo  el  turco  que  de  to- 
mar la  villa  por  fuerza,  los  de  la  villa  le  desfarian  su 
campo,  por  su  gran  fortaleza  y  defensa,  ansí  envia  sus 
farautes  al  caballero  Nicoliza,  que  en  la  villa  estaba, 
diciendo  que  le  rindiese  la  villa.  Viendo  el  caballero 
Nicoliza  la  mucha  gente  que  le  hablan  muerto  los  tur- 
cos en  las  tres  batallas,  y  cómo  tenian  tan  poca  gente 
para  defender  la  villa,  si  los  turcos  le  diesen  más  bata- 
llas, así,  acordó  de  responder  que  él  era  contento  de 
rendir  la  villa  y  castillo  con  una  condición,  que  fuese 
primero  á  Viena,  y  que  si  la  tomaba,  que  él  se  rendia 
luego,  y  que  si  no  la  tomaba,  que  no  fuese  nada  el 
concierto ,  y  que  en  este  tiempo  no  entrase  ningún  tur- 
co en  la  villa.  Idos  los  farautes  á  dar  la  respuesta  al 
gran  turco,  le  páreselo  pasar  por  ello,  y  así  quedó  el 
concierto  fecho. 

Estando  aquí  el  campo  del  turco,  salió  el  Bajá  de 
Bozoña,  con  diez  mil  turcos  de  á  caballo  á  correr  las 
campañas,  el  cual  entró  por  unos  valles  que  van  á 
Linz,  y  corre  sus  campañas.  Como  los  de  Linz  viesen 
los  turcos  en  sus  campañas,  facen  sus  afumadas  á  to- 
das sus  atalayas,  y  como  todas  estas  afumadas  fuesen 
vistas  desde  Chebay,  que  es  un  castillo  que  está  en  un 
alto  monte,  cuanto  media  legua  de  Krems,  viendo  los 
del  castillo  las  afumadas  de  Linz,  facen  sus  afumadas 
y  tiran  tres  piezas  de  artillería,  para  que  fuesen  avisa* 


(1532)  —  304  — 

dos  los  de  Krems  y  de  las  comarcas.  Viendo  estas  afu- 
madas el  Marqués,  manda  que  se  diese  arma  y  que  es- 
tuviesen todas  las  banderas  con  su  gente  en  las  puer- 
tas y  plazas  de  la  cibdad,  fasta  saber  por  qué  eran  fechas 
las  afumadas  y  tirádose  el  artillería.  Así  estuvo  la  gente 
en  gran  alboroto;  ansí  en  Krems,  como  los  demás  que 
alojaban  en  las  villas  comarcanas,  estuvo  el  campo  en 
este  alboroto  una  gran  pieza  del  dia,  fasta  que  del  todo 
fué  avisado  el  Marqués ,  y  cómo  era  salida  gente  de 
Viena  para  tomalles  un  paso  de  una  montaña  por  do 
habian  de  pasar.  Viendo  este  aviso  el  Marqués,  manda 
á  los  capitanes  que  tomasen  todos  los  soldados  de  sus 
compañías  que  tenian  caballos  é  viniesen  á  su  posada. 
Como  todos  los  capitanes  y  soldados  fuesen  juntos  en 
la  posada  del  Marqués,  el  Marqués  toma  una  parte  de 
los  capitanes,  con  todos  los  soldados,  y  se  va  á  un  valle 
donde  los  turcos  habian  pasado,  donde  en  una  villa 
tuvo  aviso  de  los  turcos  y  la  gente  que  era.  Como  desto 
fué  avisado  el  Marqués,  envió  á  mandar  al  maese  de 
campo  Machacao  que  saliese  de  Krems  con  veinte  ban- 
deras de  infantería  española,  y  que  tomase  una  corone- 
lía de  italianos,  que  ya  comenzaba  á  llegar  de  Lom- 
bardía,  y  que  fuese  la  vuelta  de  aquel  valle  donde  él 
estaba,  y  que  las  otras  banderas  quedasen  en  guardia 
de  Krems  y  de  las  otras  villas  do  alojaban.  Viendo  el 
maese  de  campo  Machacao  el  mandado  del  Marqués, 
manda  á  veinte  capitanes  españoles  que  ficiesen  ajuntar 
sus  banderas  y  gente;  y  siendo  la  gente  junta,  ya  pa- 
sado el  mediodia,  salió  el  maese  de  campo  y  capitanes 
con  su  gente  de  Krems,  y  manda  que  en  su  retaguar- 
dia fuese  la  coronelía  de  italianos.  Así  con  grande  ór- 


—  305  —  (1532) 

den  facen  su  viaje,  caminando  esta  tarde  é  noche  con 
gran  atento  de  pasar  aguas  y  pantanos,  fasta  llegar  á 
una  villa,  do  se  reposó  una  pequeña  pieza  que  quedaba 
de  la  noche.  En  siendo  el  dia  se  caminó  fasta  llegar  á 
las  campañas  de  una  fermosa  é  fuerte  villa,  donde  se 
falló  el  Marqués,  el  cual  mandó  entrar  todas  las  ban- 
deras y  gente  en  la  villa,  para  que  la  gente  tomase  al- 
gún refresco;  y  no  fué  cuanto  media  hora  su  reposo, 
que  no  saliese  la  gente  con  gran  bullicio,  porque  se  dijo 
pasar  los  turcos  por  un  valle  allí  vecino  de  la  otra  parte 
de  un  rio  que  por  allí  pasa.  El  cual  rio  pasó  el  Mar- 
qués, con  sus  banderas  y  gente  a  gran  priesa  por  un 
vado,  y  va  por  un  valle,  do  se  decia  estar  los  turcos, 
do  se  fallaban  muchas  criaturas  degolladas  y  algunos 
viejos  que  no  podían  caminar,  é  otro  mucho  daño  en 
el  bestiame  é  casas.  Así  anduvo  el  Marqués  con  su 
gente  en  seguimiento  de  los  turcos  cuatro  dias,  sin  los 
poder  topar.  Viendo  el  Marqués  que  no  podia  topar 
los  turcos  y  que  su  gente  estoviese  tan  fatigada,  la 
manda  tornar  en  Krems,  y  él  se  va  desde  allí  en  es- 
contro  del  Emperador. 

Así  este  Bajá,  con  sus  turcos,  se  va  con  la  presa  que 
habia  fecho,  que  pasaban  de  cinco  mil  cripstianos. 

Pues,  como  arriba  dije  ser  salida  gente  de  Viena  á 
les  tomar  un  paso,  salió  el  Conde  de  Lodron  y  el  Conde 
de  Tirol,  coroneles  de  alemanes,  y  D.  Luis  de  la  Cue- 
va, con  trecientos  arcabuceros  españoles,  entre  los  cua- 
les iban  algunos  de  los  arcabuceros  alemanes,  y  ansí 
van  todos  en  búsqueda  délos  turcos  siete  dias,  fasta  los 
diez  é  seis  de  Septiembre^  un  lunes,  noche,  que  los  falla- 
ron en  el  Val  de  Ostate  {Neustadt')^  que  es  un  valle  entre 


(1532)  —  3o6  — 

unas  montañas  ásperas,  á  cuatro  leguas  de  Viena,  re- 
posando del  cansancio  que  llevaba  del  seguimiento  del 
Marques  y  de  su  gente.   Llegados  estos  coroneles  y 
gente  en   una  sierra  vecina  del  valle  de  Ostate,  para 
bajar  al  valle  donde  los  turcos  estaban ,  no  podian  ba- 
jar más  de  uno  en  uno,  por  la  estrechura  del  paso;  como 
D.  Luis  de  la  Cueva,  con  los  arcabuceros,  fuese  en  la 
avanguardia  y  llegase  vecino  de  donde  los  turcos  esta- 
ban, falló  fasta  quinientos  turcos  de  a  caballo  que  guar- 
daban aquel  paso  y  muy  sobre  sí ,  porque  una  milla  an- 
tes que  allegasen  al  valle  habia  disparado  un  alemán 
una  escopeta,  por  lo  cual  los  turcos  pusieron  gran  guar- 
dia. Como  D.  Luis  de  la  Cueva  viese  que  no  podian 
todos  juntamente  dar  en  los  turcos,  por  el  grande  aviso 
que  tenian  desde  que  sintieron  la  escopeta ,  así  recoge 
fasta  ciento  é  cincuenta  de  los  arcabuceros  que  con  él 
iban,  no  esperando  á  que  se  ajuntasen  más,  y  como 
buen  caballero  arremete  contra  los  quinientos  turcos 
que  estaban  puestos  de  guardia,  y  los  rompe  y  los  se- 
cuta fasta  los  meter  donde  estaba  el  Bajá  con  los  otros 
turcos.  Viendo  el  Bajá  que  sus  turcos  iban  de  fuida,  y 
que  dejaban  la  campaña  y  guardia,  y  que  se  metieron 
todos  en  grand  rebato,  conosciendo  cuan  pocos  eran 
los  cripstianos  que  iban  con  D.  Luis,  revuelven  sobre 
ellos  é  matan  treinta  é  cinco  españoles,  entre  los  cuales 
mataron  un  capitán  é  un  alférez  é  otros  buenos  solda- 
dos, como  en  tales  tiempos  se  requiere  estar.  En  esta 
escaramuza  mataron  los  ciento  é  cincuenta  arcabuceros 
fasta  cuatrocientos  turcos;  mas  como  los  turcos  fuesen 
tantos,  facen  que  D.  Luis  y  los  que  con  él  iban  se  su- 
biesen en  la  sierra,  fasta  que  los  coroneles  allegasen  con 


—  307  —  (1532) 

los  alemanes.  Así  estuvieron  todo  aquel  día  esperando 
la  batalla,  la  cual  cometieron  á  dar  los  turcos  por  tres 
veces  con  gran  alarido  y  voces ,  como  sea  su  usanza, 
mas  no  le  pudieron  ganar  la  sierra,  y  así  estuvieron  es- 
caramuzando los  unos  con  los  otros  fasta  que  los  cu- 
brió la  noche.  Como  fuese  escurescido ,  los  turcos  ficie- 
ron  muchos  y  grandes  fuegos,  y  como  fué  una  pieza 
de  la  noche,  los  turcos  salen  del  valle  yéndose  por  partes 
que  no  pensaban  poderse  andar.  Como  fuese  el  dia  y  los 
coroneles  no  viesen  estar  los  turcos  en  el  valle,  se  van 
á  Nove-estate ,  que  es  una  noble  cibdad  allí  vecina.  Los 
cripstianos  de  Nove-estate  y  los  turcos  del  llano  salie- 
ron de  la  sierra  y  valle,  yendo  la  vuelta  de  su  campo 
con  su  cabalgada,  donde  a  la  salida  del  valle  se  encon- 
traron con  Gozian ,  que  era  el  general  de  los  caballos  li- 
geros que  estaban  en  el  campo  de  los  cripstianos,  el  cual 
iba  en  su  busca  con  tres  mil  caballos.  Ansí  como  tan 
valeroso  caballero  se  va  para  los  turcos  con  su  gente  con 
tan  determinado  ánimo,  que  en  breve  espacio  mató  pasa- 
dos de  cinco  mil  turcos  y  les  quita  toda  la  presa  que  lle- 
vaban, y  los  demás  turcos  que  quedaron  vivos  fueron  fe- 
ridos  y  presos,  y  de  los  que  de  allí  se  pudieron  salvar 
fueron  muertos  de  la  gente  de  las  villas  comarcanas.  Así 
este  general  con  sus  caballos  y  coroneles  con  su  infante- 
ría se  volvieron  en  Viena. 

Como  arriba  dije  haber  quedado  de  concierto  el  grand 
turco  y  el  caballero  Nicolinger  sobre  la  villa  de  Inzer, 
viendo  el  turco  que  ir  a  tomar  a  Viena  era  cosa  que  no 
podia  salir  con  ella,  aunque  traia  tan  gran  número  de 
gentes,  porque  en  Viena  habia  doce  mil  alemanes  y  dos 
mil  españoles  é  italianos  con  la  caballería,  y  como  su- 


(1532)  —  3o8  -- 

píese  que  el  Marqués  del  Vasto  estuviese  con  el  ejérci- 
to de  los  españoles  é  italianos  tan  cerca  de  Viena ,  por- 
que el  Emperador  habia  mandado  ajuntar  en  las  campa- 
ñas de  Viena  ciento  é  cincuenta  mil  infantes  y  sesenta 
mil  de  á  caballo,  con  demasiada  artillería.  Mas  la  prin- 
cipal cabsa  por  que  el  turco  dejó  de  ir  sobre  Viena  fué 
porque  sabía  que  el  Emperador  y  el  Rey  de  Hungría, 
su  hermano,  venian  á  más  andar  la  vuelta  de  Viena  para 
verse  con  él  y  dalle  la  batalla  donde  lo  fallasen.  Así  el 
turco  levanta  su  campo  de  sobre  la  villa  de  Inze,  y  face 
su  camino  por  el  camino  de  Corbazia  (Kroaíia)^  que  es 
un  principal  camino  ocho  leguas  de  Viena.  Así  reposó  el 
campo  en  Krems  y  en  las  otras  villas  fasta  los  ¿/zVz^j/V/í? 
de  Septiembre j  que  pasaron  todas  las  banderas  el  Danubio, 
alojándose  en  unas  villas  y  en  las  campañas,  desembara- 
zando la  cibdad  de  Krems  para  que  posasen  el  Empe- 
rador y  el  Rey  que  venian  con  sus  cortes  á  Viena. 

Como  fué  á  los  veinte  é  uno  de  Septiembre ,  un  sába- 
do, se  partió  todo  el  ejército  de  los  españoles  é  italianos, 
que  eran  idos  de  Italia,  de  las  campañas  é  villas  do  alo- 
jaban faciendo  su  viaje  de  Viena,  yendo  los  italianos 
por  el  Danubio  en  barcas ,  donde  este  dia  llegaron  á 
Viena,  y  los  españoles  llegaron  el  lunes  siguiente,  por 
tierra,  y  se  alojó  el  campo  en  campaña  vecina  á  la  cib- 
dad y  al  rio  Danubio.  El  Emperador  y  el  Rey  con  sus 
cortes  llegaron  en  este  mesmo  dia  noche  en  Viena,  é  les 
fué  hecho  un  gran  rescibimiento  y  salva  con  el  artille- 
ría de  la  cibdad  y  de  las  galeras  que  en  el  Danubio  es- 
taban vecinas  al  muro  de  la  cibdad.  Así  se  aposentó  el 
Emperador  y  el  Rey  en  un  grande  y  fuerte  castillo  que 
la  cibdad  tenía,  las  cortes  por  la  cibdad. 


—  309  —  (1532) 

De  la  nación  de  España  habia  estos  señores  :[el  Du- 
que de  Alba,  el  Duque  de  Béjar,  el  Conde  de  Cifuen- 
tes,  el  Conde  de  Castañeda,  el  Conde  de  Santistéban, 
el  Conde  de  Altamira,  el  Conde  de  Palma,  y  se  espe- 
raban al  marqués  de  Cogolludo  y  el  Conde  de  Mon- 
te-Rey. Estaban  el  Comendador  mayor  de  Castilla ,  el 
Comendador  mayor  de  León,  el  Comendador  mayor  de 
Alcántara  y  el  Comendador  mayor  de  Calatrava;  prela- 
dos, el  obispo  de  Barri,  el  obispo  de  Falencia,  el  obis- 
po de  Orense,  y  de  otras  dignidades ;  caballeros,  comen- 
dadores y  cortesanos,  no  los  podria  escribir.  De  otras 
naciones  habia  gran  número  de  grandes  señores. 

Llegados  el  Emperador  y  el  key  en  Viena,  el  Em- 
perador manda  al  Marqués  del  Vasto  el  jueves  siguien- 
te, que  queria  ver  á  españoles  é  italianos  en  campaña. 
Viendo  el  Marqués  este  mandado  del  Emperador,  man- 
da á  los  sargentos  mayores  de  todas  dos  naciones  que 
sacasen  las  banderas  con  su  gente  en  campaña.  Allí  se 
ficieron  escuadrones  uno  de  cada  nación,  uno  desviado 
del  otro  cuanto  media  milla;  fechos  estos  escuadrones 
pasado  el  mediodía,  vino  el  Emperador  y  el  Rey  con 
toda  la  corte  á  ver  una  cosa  de  ver,  como  la  fermosura 
de  los  escuadrones.  No  podria  decir  el  arcabucería  que 
se  dispararon  en  todos  dos  escuadrones,  que  fué  una  co- 
sa muy  de  ver  el  arremeter  que  fizo  por  dos  veces  el  es- 
cuadrón de  los  españoles  fácia  el  Emperador  y  Rey  y 
caballeros,  como  si  fueran  afrontar  en  otro.  A  todo  esto 
el  Emperador  andaba  en  torno  del  escuadrón  é  muy 
gozoso  en  acordarse  de  los  buenos  servicios  que  dellos 
habia  rescibido.  En  esto  mandó  el  Marqués  que  se  fue- 
sen á  sus  cuarteles,  y  á  la  vuelta  que  se  volvia  la  gente 


(1532)  —  310  — 

española  se  desmandó  la  mayor  parte  de  la  arcabucería, 
y  se  va  para  donde  estaba  el  Emperador  y  el  Rey  un 
poco  desviados  del  escuadrón.  Viendo  el  Rey  que  tan 
determinadamente  se  iban  los  soldados  de  escontra  del 
Emperador,  siempre  tirando  los  arcabuces,  se  puso  de- 
lante dellos  y  les  demanda  qué  querian.  Los  soldados 
respondieron  que  querian  ver  á  Su  Majestad  y  conos- 
cer  á  quien  tanto  habían  servido.  Entonces  el   Rey  les 
mandó  que  no  tirasen  y  que  se  allegasen  á  conoscelle. 
Viendo  el  Emperador  que  con  tan  entero  amor  los  sol- 
dados le  iban  á  conoscer,   se  viene  contra  dellos  con 
bulto  muy  alegre  fablándoles.    Aquí  pasaron  entre  el 
Emperador  y  el  Rey  y  el  Marqués  palabras  de  los  ser- 
vicios que  dellos  hablan  rescibido,  á  lo  cual  el  Empera- 
dor deciaal  Marqués  con  muy  amorosas  palabras:  Por 
cierto  yo  tengo  en  memoria  los  muchos  y  grandes  servicios 
que  dellos  he  rescibido^  por  lo  cual  yo  pondré  por  ellos  mi 
persona  y  estado.  El  Marqués  con  algunos  nobles  solda- 
dos le  dieron  las  gracias  á  Su  Majestad  de  parte  de  to- 
dos los  soldados.   Y  así  se  despidió  de  los  soldados  es- 
pañoles y  se  va  á  ver  el  escuadrón  de  los  diez  mil  ita- 
lianos, que  era  de  ver  su  mucha  arcabucería,  y  luego  se 
volvió  á  la  cibdad  y  los  soldados  á  sus  cuarteles.  Y  otro 
dia,  viernes,  después  de  mediodía,  entraron  en  el  cam- 
po mil  é  doscientos  caballos  ligeros  entre  españoles  é 
italianos:  eran  cuatro  capitanes,  los  cuales  eran  Benito 
Rosales,  Juan  Ibañez  y  Arce,  y  un  caballero  italiano 
que  era  Marqués  de  Vigevano,   iba  por  coronel  Don 
Fernando  de  Gonzaga.  Llegados  el  Emperador  y  el  Rey 
en  Viena  y  haber  ajuntado  allí  su  ejército',  que  era  de 
ciento  é  cincuenta  mil  infantes  y  setenta  mil  de  á  caba- 


—  3ií  —  (1532) 

lio  y  gran  número  de  artillería,  del  cual  campo  era  ge- 
neral el  Conde  Palatino,  que  era  un  gran  señor  en  Ale- 
mania y  gobernador  della,  y  viendo  que  el  turco  no 
queria  esperar  la  batalla  y  que  á  más  andar  se  iba  á  Cons- 
tantinopla,  el  Emperador  quiso  pasar  en  Italia  para  verse 
con  el  Papa  y  acabar  de  poner  en  todo  sosiego  á  la  Italia. 
Fué  su  parescer  que  para  más  seguridad  de  su  persona 
le  acompañase  el  campo  de  los  españoles  y  seis  mil  ale- 
manes, y  que  los  italianos  quedasen  en  aquellas  partes. 
Sobre  este  acuerdo  mandó  llamar  los  coroneles  de  los 
italianos,  los  cuales  eran  Fabricio  Marramaldo  y  el  Con- 
de Felipe  Torniel  y  Marco  Colona  y  el  Conde  de  Sant 
Segundo  y  Juan  Baptista  Gastaldo,  y  les  dio  parte  de 
su  voluntad  y  les  manda  que  á  Fabricio  Marramaldo 
obedesciesen  por  su  general  de  todos.  Viendo  estos  co- 
roneles el  mandado  del  Emperador ,  facen  aj untar  toda 
su  gente  y  dan  parte  de  ello  á  sus  capitanes  y  gente  : 
unos  eran  contentos  con  la  quedada  y  otros  no  eran 
contentos  si  no  quedaban  con  ellos  los  españoles ;  así 
estaba  entre  ellos  esta  discordia.  Dada,  pues,  esta  or- 
den, el  Emperador  se  quiso  partir  de  Viena  y  mandó 
á  los  tres  de  Octubre  que  se  pagase  el  campo  de  los  es- 
pañoles y  que  se  proveyesen  los  soldados  de  vituallas 
para  tres  dias,  y  el  dia  siguiente,  que  fué  el  dia  del  glo- 
rioso San  Francisco,  un  viernes,  se  levantó  el  campo  de 
los  españoles,  y  ya  que  caminaba  lo  mandaron  tornar  á 
sus  cuarteles,  porque  los  italianos  estaban  amotinados  en 
unas  campañas,  do  les  fué  á  fablar  el  Marqués  del  Vas- 
to y  sus  coroneles.  En  unos  fallaban  buena  voluntad  de 
quedar,  en  otros  no  la  fallaban,  mas  todos  generalmen- 
te decían  que  quedarían  si  quedaban  los  españoles. 


(1532)  —  312  — 

Pero  al  fin  todos  juntamente  se  van  la  vuelta  de  Ita!i:i,  y 
viendo  el  Marqués  y  los  coroneles  que  no  los  podían 
tener,  el  Marqués  manda  caminar  los  españoles.  Esta  no- 
che llegaron  los  españoles  á  una  villa  que  estaba  dos  mi- 
llas italianas  de  los  Baños  (Badén),  que  era  una  buena  villa 
donde  estaba  el  Emperador,  y  allí  reposó  Su  Majestad. 

El  dia  siguiente,  sábado,  fasta  ver  qué  orden  se  daba 
con  los  italianos,  porque  el  Marqués  y  los  coroneles  toda- 
vía andaban  entre  ellos  é  habian  fecho  con  ellos  que  se 
volviesen  los  medios,  los  otros  iban  la  vuelta  de  Italia. 
Viendo  el  Marqués  que  no  querían  pasar  por  sus  rue- 
gos, les  mandó  ir  á  tomar  un  muy  estrecho  paso  por 
donde  habían  de  pasar  para  desde  allí  facelles  volver  ó 
fecer  dellos  lo  que  fuese  su  voluntad.  Sabídor  el  Empe- 
rador de  la  voluntad  del  Marqués  cuan  mala  fuere  con- 
tra los  italianos,  como  cripstiamsimo  y  temeroso  de  Dios, 
no  consintió  que  les  fuese  fecho  daño  alguno  á  los  italianos 
y  mando  que  los  dejasen  ir  adonde  fuese  su  voluntad. 
Así  se  fueron  todos  juntamente  faciendo  cosas  como  si 
fuesen  por  tierra  de  enemigos,  abrasando  y  saqueando 
las  villas  que  podían.  Idos,  pues,  los  italianos,  el  Em- 
perador se  partió  de  los  Baños  (Badén)  el  domingo  si- 
guiente con  mucho  placer,  viéndonos  ir  en  nuestra  or- 
denación como  íbamos.  Este  dia  pasado  el  campo  á  vista 
de  Nove-estat,  que  es  una  noble  cibdad  en  aquellas  partes. 
Esta  cibdad  fizo  una  grand  salva  con  mucha  artillería 
á  Su  Majestad  y  al  campo;  esta  cibdad  está  puesta  en 
un  grand  llano,  es  cosa  fuerte  y  de  muchas  defensas. 
Esta  noche  reposó  el  Emperador  en  una  pequeña  villa, 
y  el  campo  en  sus  campañas  :  el  dia  siguiente  lunes  co- 
menzó á  caminar  por  un  valle. 


—  3^3  —  (1532) 

Conviene  á  saber  lo  que  fizo  el  príncipe  de  Melfa, 
Andrea  Doria,  en  las  partes  de  Levante  en  la  provincia 
de  Peloponeso,  que  de  otro  nombre  se  dice  el  reino  de 
la  Morea.  Estando  el  Emperador  en  las  partes  de  Hun- 
gría contra  el  turco,  como  arriba  hemos  dicho,  como  el 
Príncipe  quisiese  pasar  en  la  provincia  del  Peloponeso 
por  el  mandato  del  Emperador  para  que  por  aquellas 
partes  diese  guerra  al  turco,  mandó  que  sejuntasen  to- 
das las  naves  que  le  parescia  ser  menester  para  conse- 
guir su  voluntad,  y  así  dio  cargo  de  su  lugar-teniente 
á  Franco  Doria,  su  primo,  para  que  rigiese  todas  las 
naves.  Después  de  haber  dado  esta  orden  el  Príncipe, 
se  partió  con  las  galeras  yendo  á  Ñapóles  para  verse 
con  Don  Pedro  de  Toledo,  visorey  del  reino  de  Ñapó- 
les, para  dalle  parte  de  su  pasada  en  Levante.  Pues  sien- 
do partido  el  Príncipe  del  puerto  de  Genova,  Franco 
Doria,  su  lugar- teniente,  dio  orden  de  salir  del  puerto 
de  Genova  con  las  naves  que  allí  tenía ,  y  á  /w  tres  de 
Julio  y  un  miércoles  al  mediodia,  se  embarcó  el  dicho 
Franco  Doria  en  la  carraca  Grimalda,  ginovesa;  esta 
carraca  fué  fecha  capitana  de  todas  las  otras  carracas  y 
naves  que  fuesen  en  la  flota.  Asimesmo  fizo  que  se 
embarcase  la  gente  de  las  otras  naves  que  en  el  puerto 
estaban  para  ir  en  la  flota.  Después  de  ser  todos  em- 
barcados, el  dia  siguiente,  que  fué  á  los  cuatro  de  Julio^ 
Franco  Doria  salió  del  puerto  de  Genova  con  la  carra- 
ca Grimalda  y  otras  nueve  naves,  faciendo  su  viaje  al 
reino  de  Ñapóles  y  pasando  por  el  golfo  de  la  Spezia,  falló 
diez  naves  que  estaban  esperando  á  la  capitana,  y  así  se 
juntaron  con  la  capitana  é  con  las  otras  nueve  naves,  y 
todas  en  una  conserva  se  van  al  reino  de  Ñapóles,  do 


(153^)  —  3H  — 

llegaron  á  los  once  dias  de  Julio ^  un  jueves,  que  toma- 
ron puerto,  fasta  que  fuese  fecha  la  orden  que  el  Visorey 
y  el  Príncipe  habían  dado.  La  cual  orden  fué  escribir  sus 
letras  al  Torcopeñotelo  (i/V),  visorey  del  reino  de  Sicilia, 
para  que  mandase  ajuntar  en  Mesina  todas  las  banderas 
de  los  españoles  que  estaban  repartidas  por  las  tierras 
de  la  isla,  y  ansimismo  que  mandase  ajuntar  todas  las 
naves  que  se  habían  detenido  en  los  puertos  de  Sicilia. 
Asimismo  dieron  condutas  á  trece  capitanes  italianos 
para  que  ficiesen  en  la  cibdad  de  Ñapóles  y  en  sus  con- 
tornos fasta  siete  mil  italianos,  los  cuales  capitanes  hicie- 
ron con  mucha  diligencia  la  gente  que  por  el  Visorey 
les  fué  mandado.  Después  de  ser  fecha  la  gente,  la  man- 
daron en  barcas,  en  la  carraca  y  naves  que  en  el  puerto 
estaban,  é  iba  por  su  coronel  el  Conde  de  Sarno,  caballe- 
ro napolitano.  Como  fué  dada  esta  orden  de  embarcar 
la  gente,  el  Príncipe  con  las  galeras  salió  del  puerto  de 
Ñapóles  después  de  ser  embarcado  el  coronel  y  los  tre- 
ce capitanes  con  su  gente;  la  carraca  y  las  naves  se  ha- 
cen á  la  vela  saliendo  del  puerto  de  Ñapóles  a  los  veinte 
de  Julio  y  un  domingo  noche,  faciendo  su  viaje  la  vuel- 
ta de  Mesina,  que  es  una  cibdad  en  la  isla  é  reino  de 
Sicilia.  E  como  fué  á  la  hora  de  las  veinte  é  dos  horas, 
que  son  dos  horas  antes  de  la  noche,  llegaron  las  naves 
al  cabo  de  Mortela,  do  echaron  áncoras,  por  no  pasar  el 
faro  de  Mesina  de  noche,  y  porque  el  viento  les  era 
contrarío;  como  el  faro  sea  una  cosa  tan  peligrosa, 
como  adelante  diré  más  por  entero,  como  testigo  de 
vista. 

Como  fué  á  los  cuatro  de  Agosto,  un  domingo,  pasa- 
ron todas  las  naves  el  faro.  Este  día  tomaron  puerto  en 


—  315  —  (153^) 

la  cibdad  de  Mesina  á  la  hora  de  prima,  y  á  los  siete  dias 
de  Agosto^  á  la  horade  media,  entró  el  Príncipe  en  di- 
cho puerto  con  veinte  y  siete  galeras,  y  Erasmo  de  Do- 
ria Juliano  quedaba  en  Ñapóles  proveyendo  seis  gale- 
ras de  las  cosas  que  les  eran  nescesarias  á  ellas  y  al  ar- 
mada. Venido  que  fué  Erasmo  Doria  con  las  seis  gale- 
ras al  puerto  de  Mesina  y  haberse  embarcado  mil  é  qui- 
nientos españoles  que  estaban  en  la  isla  de  Sicilia,  de 
los  cuales  eran  capitanes  Don  Jerónimo  de  Mendoza, 
Don  Pedro  de  Acuña,  Alvaro  de  Grado,  Charles  de 
Esparza,  Zambrano  Sayavedra,  Figueroa  é  Luis  Pi- 
caño, Fernando  de  Vargas  Silva  y  mosen  Fernando 
Francisco  de  Alarcon.  Después  de  ser  embarcados  estos 
capitanes  y  su  gente,  y  ser  venido  Erasmo  Doria  Julia- 
no con  sus  seis  galeras,  el  Príncipe  mandó  que  se  hi- 
ciese toda  la  flota  á  la  vela.  La  cual  flota  salió  del  puer- 
to de  Mesina  á  los  diez  é  ocho  andados  de  Agosto. 

Era  una  armada  de  treinta  é  nueve  galeras  y  cuaren- 
ta naves,  en  las  cuales  iban  siete  carracas  y  el  galeón  del 
Príncipe  Andrea  Doria  y  el  galeón  del  Velomo  y  el  ga- 
león de  Otranto  ;  entre  las  carracas  iba  la  carraca  de  Ro- 
das, y  entre  las  galeras  iban  las  galeras  del  Papa  y  las 
de  Rodas;  de  las  galeras  del  Papa  era  capitán  Antonio 
Doria  y  comisario  de  Su  Santidad.  Siendo  salida  la  flo- 
ta del  puerto  de  Mesina,  el  Príncipe  mandó  que  delan- 
te de  toda  la  flota  fuesen  tres  galeras  para  que  fuesen 
reconosciendo  las  calas  é  puntas  y  todos  los  lugares  pe- 
ligrosos donde  se  estimaba  haber  algún  peligro  de  otra 
alguna  armada  que  le  fuese  contraria.  Navegando  por 
su  viaje  á  los  treinta  de  Agosto^  un  viernes,  sobre  el  ca- 
bo delle  Colonne,  las  tres  galeras  que  dije  iban  delante 


(1532)  —  3i6  — 

de  la  flota ,  tomaron  una  fusta  de  turcos ,  que  estaba 
allí  para  saber  dónde  iba  el  Príncipe  con  su  armada.  El 
postrero  dia  de  Agosto  llegaron  las  naves  a  la  cibdad 
de  Otranto,  donde  estuvieron  surtas  dos  horas  esperan- 
do el  mandado  del  Príncipe  que  iba  delante  con  las  ga- 
leras. Así  les  vino  el  mandado  que  fuesen  adelante  fas- 
ta el  cabo  de  Santa  María  {de  Lenca),  que  es  el  postre- 
ro de  Otranto,  que  es  una  parte  del  reino  de  Ñapóles. 
De  aquí  se  paresce  la  Belonona  {sic),  que  es  una  cib- 
dad de  los  turcos,  y  es  de  travesía  de  mar  sesenta  mi- 
llas. Llegadas  aquí  las  naves,  que  fué  á  los  dos  de  Sep- 
tiembre, estuvieron  esperando  lo  que  por  el  Príncipe 
fuese  mandado  á  Franco  Doria,  fasta  que  vino  el  Prín- 
cipe con  las  galeras  donde  estaban  las  naves.  Después 
de  ser  toda  la  flota  junta,  mandó  el  Príncipe  que  se 
ficiese  á  la  vela,  saliendo  deste  puerto  á  los  cuatro  de 
Septiembre^  un  miércoles,  á  la  prima  noche,  y  yendo  to- 
dos en  mucha  conserva  en  su  viaje,  con  viento  próspe- 
ro, les  salió  del  golfo  de  Venecia  un  águila  nueva  y  an- 
duvo volando  por  cima  de  todas  las  naves,  y  después 
de  haber  andado  por  cima  se  asentó  en  la  gavia  de  la 
carraca  capitana  y  se  dejó  tomar  de  un  marinero  llama- 
do Narco.  Ansí  estuvo  en  la  carraca  suelta  y  muy  man- 
sa :  esto  fué  tenido  en  toda  la  flota  por  una  muy  vito- 
riosa  señal. 

A  los  cinco  de  Septiembre ,  un  jueves  de  mañana,  lle- 
garon las  naves  al  puerto  de  Foriqui  {S.  Kircaki), 
es  en  la  Chafaloma  (Cephalonia).  Aquí  echaron  ánco- 
ras, do  esto  vieron  cuanto  dos  horas  esperando  viento 
próspero,  con  el  cual  fué  su  viaje.  El  dia  siguiente,  es- 
tando la  flota  á  par  de  la  isla  del  Prodano,  se  levantó  un 


—  3^7  ~  (1532) 

viento  muy  contrario  para  su  viaje,  y  fué  tan  grande 
que  les  fué  forzado  á  los  que  iban  en  el  galeón  del 
Príncipe  y  en  otras  tres  naves  que  iban  delante  de  toda 
la  flota,  meterse  en  alta  mar,  y  asimismo  se  metieron  las 
otras  naves,  é  las  galeras  se  estovieron  en  la  isla. 

Viendo  Francisco  Doria,  general  de  las  naves,  que 
no  se  podia  tomar  puerto  en  el  Prodano,  mandó  ende- 
rezar la  carraca  capitana  la  vuelta  del  Gaute  (.^Zante?), 
y  asimismo  guiaron  todas  las  otras  naves  tras  de  la  ca- 
pitana, y  como  vino  la  noche  se  puso  lumbre  en  el  farol 
que  llevaba  la  capitana  para  que  todas  las  otras  naves  la 
siguiesen  y  viniesen  con  ella  al  puerto  del  Gaute,  donde 
todas  entraron  á  una  hora  de  la  noche.  Aquí  estuvieron 
fasta  los  doce  de  Septiembre  que  salieron  del  puerto  y  se 
pusieron  á  una  milla  del  puerto  esperando  viento.  El 
dia  siguiente,  dos  horas  antes  del  dia,  les  vino  un  vien- 
to próspero  para  facer  su  viaje,  con  el  cual  viento  otro 
dia  siguiente  á  la  hora  de  las  trece  horas  del  dia  llegó  to- 
da la  flota  al  puerto  de  la  Sapienza,  que  es  una  peque- 
ña isla,  la  cual  está  á  una  milla  y  media  de  la  cibdad  de 
Modon,  y  está  al  escuentro  de  la  mesma  cibdad  de  Mo- 
don.  Cuando  allegaron  aquí  las  naves,  fallaron  en  el 
puerto  al  Príncipe  con  las  galeras,  que  era  venido  de  la 
isla  en  que  dije  haberse  quedado  cuando  las  naves  fue- 
ron al  Gaute. 

Llegada  que  fué  toda  la  flota  al  puerto  de  la  Sapien- 
za, el  cual  se  dice  Porto-longo,  luego  el  Príncipe  man- 
dó llamar  á  todos  los  capitanes  de  la  infantería  y  á  los 
de  las  naves  del  armada  y  hubo  con  ellos  en  su  galera 
su  consejo  para  ver  si  iria  sobre  Modon  ó  sobre  Koron. 
Habidos  todos  su  consejo,  fué  su  parescer  de  ir  sobre 


(1532)  —  3i8  — 

Koron.  Quedando  todos  deste  parescer,  el  Príncipe 
mandó  á  todos  los  capitanes  de  las  naves  que  tuviesen 
cargo  de  facer  en  sus  navios  unas  puentes  de  madera  y 
que  fuesen  largas  para  echarlas  desde  las  naves  á  las  mu- 
rallas de  la  cibdad;  asimismo  mandó  que  en  cada  gale- 
ra entrasen  treinta  soldados  arcabuceros.  Después  de 
ser  esto  fecho,  el  Príncipe  salió  del  puerto  con  su  arma- 
da yendo  los  galeones  delante  las  naves,  que  fué  á  los 
diez  é  siete  de  Septiembre^  un  martes,  cuatro  horas  antes 
del  dia,  faciendo  su  viaje  la  vuelta  de  Koron,  que  estaba 
diez  V  ocho  millas  de  la  isla  de  la  Sapienza.  Llegadas 
las  galeras  á  media  milla  de  Koron,  ya  que  quería  es- 
clarescer  el  dia,  el  Príncipe  manda  que  todas  las  galeras 
se  llegasen  á  tierra  y  que  se  desembarcase  toda  la  gente 
en  el  arenal  que  estaba  vecino  al  burgo  de  la  Xabo- 
nara  {sic),  que  era  un  pequeño  arrabal  descercado  que 
estaba  vecino  de  la  cibdad,  y  de  otro  arrabal  cercado 
que  se  dice  el  Burgo  de  Judaica,  que  era  la  habitación 
de  los  judíos.  Este  arrabal  estaba  pegado  á  los  muros 
de  la  cibdad. 

Estas  particularidades  diré  más  por  entero  donde  es- 
cribiere como  testigo  de  vista  lo  que  se  leerá  más  ade- 
lante. 

Viendo  los  turcos  que  los  cripstianos  se  eran  desem- 
barcados y  se  iban  por  unos  olivares  una  pequeña  cues- 
ta arriba  fasta  un  llano  que  estaba  delante  del  Burgo  de 
la  Xabonara  y  el  de  Judaica,  los  comenzaron  á  tirar 
con  su  artillería,  de  la  cual  no  se  rescibió  ningún  daño. 
Aquí  se  echaron  suertes  entre  los  españoles  y  los  ita- 
lianos quién  llevaría  la  avanguardia  fasta  llegar  á  la  cib- 
dad,  y  tocó  llevalla  á  los  españoles.  Así  caminaron  en 


—  319  —  (í532) 

el  avanguardia  fasta  llegar  junto  de  los  muros  del  muro 
de  Judaica,  y  aquí  estovieron  fechos  escuadrones  fasta 
ser  fechos  los  cuarteles  donde  hablan  de  alojar.  Aquí 
hubo  una  grande  escaramuza  con  los  turcos  que  salieron 
de  la  cibdad;  en  esta  escaramuza  se  ganó  el  Burgo  de  Ju- 
daica é  otro  Burgo  que  estaba  vecino  a  él.  Así  se  reco- 
noscieron  muy  bien  los  muros  de  la  cibdad  y  donde  se  les 
pondría  la  batería.  Pues  viendo  ser  los  muros  tan  altos 
y  de  tantas  defensas,  el  Príncipe  manda  sacar  del  arma- 
da seis  piezas  de  artillería  para  batir  los  muros  de  la 
cibdad.  Sacada  el  artillería  la  pusieron  en  tres  partes,  la 
una  que  batiese  un  torreón  que  estaba  en  el  un  cabo  de 
la  cibdad,  facia  la  parte  del  Poniente:  esta  batería  daba 
la  compañía  del  capitán  Luis-  Picaño  y  la  del  capitán 
Charles  de  Esparza  y  la  del  capitán  Silva.  Casi  á  la 
mesma  parte,  sobre  la  mano  izquierda,  estaba  otra  ba- 
tería que  daba  el  capitán  Francisco  de  Alarcon.  Los 
italianos  daban  otra  batería  más  abajo  par  del  muelle, 
para  quitar  algunas  defensas.  Asimismo  tiraban  las 
carracas  y  naves  é  galeras  á  la  parte  de  la  marina  de  las 
tres  baterías  de  la  tierra.  Como  de  la  mar  se  tiraran  á  la 
cibdad  pasadas  de  dos  mil  pelotas,  mas  como  los  muros 
eran  fuertes  no  fizo  batería  por  donde  se  pudiese  entrar 
en  la  tierra.  Pues  viendo  los  cripstianos  que  no  presta- 
ban nada  las  baterías,  dieron  la  batalla  á  la  tierra  á  es- 
cala vista,  y  como  fuesen  tan  altos  los  muros  no  pudie- 
ron entrar  en  la  cibdad.  En  esta  batalla  mataron  los  tur- 
cos docientos  soldados,  entre  los  cuales  mataron  al  ca- 
pitán Francisco  Encarnato,  caballero  napolitano,  y  al 
capitán  Jacometo  de  Santa  María.  Viendo  el  Príncipe 
que  las  banderas  de  los  cripstianos  estaban  pegadas  á  los 


(1532)  -  320  — 

muros  de  la  cibdad  y  que  la  gente  todavía  estaba  pe- 
leando y  que  no  podían  entrar  por  la  parte  de  la  tierra 
por  ser  una  cosa  muy  inexpugnable,  y  conosciendo  el 
mucho  daño  que  habian  rescibido  los  suyos,  con  mucha 
saña  manda  que  se  acostasen  á  los  muros  del  Burgo 
del  Libadi  las  carracas  y  las  naves,  y  que  desde  las  ga- 
vias de  las  carracas  y  naves,  que  tirasen  á  los  turcos  que 
estaban  á  las  defensas  de  los  muros  del  muro,  porque  las 
gavias  sobrepujasen  a  los  muros.  Asimesrao  mandó  que 
las  carracas  é  naves  echasen  sus  puentes  desde  ellas  á 
los  muros,  como  estaba  dada  la  orden.  Así  se  allegó  la 
carraca  de  los  religiosos  de  Rodas  y  otras  naves;  y  co- 
mo la  carraca  no  se  pudiese  llegar  á  los  muros  tanto 
que  pudiese  echar  su  puente  á  los  muros,  se  metió  en- 
tre la  carraca  y  los  muros  una  nave.  Desde  la  carraca  se 
echó  la  puente  á  la  nave,  y  la  nave  quiso  echar  su  puen- 
te al  muro ,  pero  no  lo  pudo  echar  tan  bien  que  no  se 
rompiese  una  de  las  cuerdas  con  que  la  calaban  y  caye- 
sen en  el  mar  dos  personas,  las  cuales  no  peligraron  por 
ser  presto  socorridas.  Pero  todavía  daban  gran  guerra 
dende  las  gavias  á  los  turcos  que  estaban  peleando  en 
defensa  de  los  muros.  Viendo  los  turcos  que  dende  las 
gavias  rescibian  tanto  daño  de  los  arcabuces  y  mosque- 
tes y  esmeriles  y  otras  pequeñas  piezas  de  artillería,  y 
que  los  cripstianos  a  mucha  priesa  salian  de  las  naves  y 
las  galeras  y  se  les  acostaban  á  los  muros,  y  como  ha- 
bian visto  echar  el  puente  desde  la  carraca  á  la  nave, 
paresciéndoles  cosa  de  grand  inconveniente  á  la  cibdad, 
desmayaron  de  su  ánimo,  y  desamparando  los  muros 
del  Burgo  de  Libadi  se  meten  en  la  cibdad.  Y  también 
desmayaron  porque  les  comenzaban  á  entrar  los  crips- 


—  3^1  —  (1532) 

tianos  por  una  esquina  del  Burgo ,  vecina  á  un  peque- 
ño torreón  que  en  ella  estaba;  y  asimesmo  les  entraban 
por  otras  partes,  é  iban  en  seguimiento  de  aquellos  po- 
cos turcos  que  fallaron  no  ser  entrados  en  la  cibdad. 
Mataron  en  esto  y  en  los  que  habian  muerto  en  las  es- 
caramuzas y  batallas  de  la  cibdad,  fasta  quinientos  por 
todos.  Ganado  que  fué  este  burgo,  el  Príncipe  manda 
que  entrasen  algunos  capitanes  con  sus  banderas  y  gen- 
te. Luego  pusieron  cuatro  banderas  de  guardia  á  una 
puerta  que  estaba  en  el  muro  que  divide  la  cibdad  del 
burgo.  Puesta  esta  gente  de  guardia,  el  Príncipe  man- 
dó que  se  minase  la  cibdad,  y  así  se  comenzó  una  mina 
vecina  de  la  puerta.  Pues  viendo  los  turcos  que  los 
cripstianos  habian  ganado  todos  los  burgos  y  les  ha- 
bian muerto  quinientos  turcos,  y  estando  los  cripstianos 
en  gran  guardia  por  todas  partes,  fueron  avisados  por 
una  espía  cómo  venían  docientos  turcos  de  á  caballo  de 
socorro  á  los  de  la  cibdad.  Los  cuales  venian  por  dos 
estrechos  caminos,  y  fondos  entre  unos  olivares,  por 
venir  más  secreptos.  Así  los  cripstianos  fueron  puestos 
en  emboscadas  por  donde  habian  de  venirlos  turcos,  es- 
perándolos en  los  caminos  antes  que  á  la  cibdad  llega- 
sen. Y  como  llegase  la  una  parte  de  los  turcos  donde  los 
cripstianos  estaban  en  la  emboscada,  dejaron  pasar  fasta 
sesenta  dellos,  y  después  de  ser  éstos  pasados,  facen  caer 
un  olivo  que  tenían  cortado  para  que  embarazase  el  ca- 
mino. Así  fueron  muertos  y  presos  los  sesenta  turcos 
que  habian  pasado,  sin  se  salvar  ninguno,  y  los  demás 
tuvieron  lugar  de  se  salvar  y  se  ajuntar  con  los  otros  que 
por  el  otro  camino  iban.  Los  cuales,  todos  salieron  del 
camino,  pensando  que  les  sucedería  otro  tanto,  y  se  van 


(1532)  —  322  — 

vecinos  de  la  marina  y  llegaron  cerca  del  burgo  de  la 
Xabonara,  donde  por  muchas  veces  arremetieron  con 
muy  determinado  ánimo  á  querer  entrar  en  la  cibdad; 
pero  fuéles  muy  defendido,  é  con  mucho  daño  suyo  se 
volvieron.  Pues  como  he  dicho,  viendo  los  turcos  que 
en  la  cibdad  estaban  que  no  esperaban  socorro  de  nin- 
guna parte  y  que  les  minasen  la  cibdad,  así  demandaron 
treguas  para  enviar  sus  embajadores  al  Príncipe.  El 
Príncipe  puso  treguas  entre  los  cripstianos  y  turcos,  ase- 
gurándoles su  salida,  y  con  esta  seguridad  salieron  cuan- 
to los  más  principales,  los  cuales  eran  Borraslí  y  Mos- 
tafa  y  Beséis.  El  último  era  un  fraile  renegado ,  nom- 
brado fray  Buenaventura;  este  fraile  se  tornó  turco  por 
amores  de  una  griega  :  fuéme  dicho  por  quien  la  conoscia, 
que  era  estimada  su  fermosura.  Salidos,  pues,  estos 
turcos,  fueron  llevados  á  la  galera  del  Príncipe  y  facen 
su  embajada,  la  cual  fué  que  ellos  le  darian  la  cibdad 
con  condición  é  pacto  que  les  hiciese  merced  de  las  vi- 
das y  libertad  dellos  y  de  sus  mujeres  é  hijos  y  de  todo 
aquello  que  ellos  é  sus  mujeres  é  hijos  pudiesen  sacar 
á  cuestas.  Para  esto  le  demandaban  tres  dias  de  término, 
y  al  cabo  de  los  tres  dias  que  ellos  le  darian  la  cibdad. 
Viendo  el  Príncipe  la  demanda  de  los  turcos  y  el  daño 
que  habia  rescibido  su  gente  en  las  escaramuzas  y  bata- 
llas, y  el  que  rescibiria  si  esperaba  tomar  la  cibdad  por 
fuerza  de  armas,  y  que  la  mina  no  era  cosa  que  podia 
facer,  por  ser  casi  toda  la  cibdad  puesta  sobre  una  peña, 
así  acordó  de  tomallos  con  este  pacto  quellos  demanda- 
ban, ecepto  que  el  Príncipe  pudiese  tomar  los  judíos 
que  á  él  le  paresciese  tomar.  Así  se  fizo  todo  á  la  vo- 
luntad, faciendo  sus  capítulos,  y  bajo  desta  fee  se  salie- 


-  323  -  (1532) 

ron  los  turcos  de  la  galera  y  fueron  á  la  cibdad,  y  al 
cabo  de  los  tres  dias  que  ellos  habían  estado  en  la  cib- 
dad salieron,  como  lo  hablan  capitulado,  con  sus  mujeres 
é  hijos.  Salidos  los  turcos,  el  Príncipe  mandó  que  los 
acompañasen  cuatro  banderas  fasta  tres  millas  de  allí. 

Vueltos  que  fueron  estos  cuatro  capitanes  con  sus 
galeras  y  gente,  los  griegos  del  país  mataron  y  robaron 
la  mayor  parte  de  los  turcos  que  habían  salido  de  Ko- 
ron.  Salidos,  pues,  los  turcos,  el  Príncipe  entra  en  la 
cibdad  á  reconoscer  mejor  su  fortaleza,  y  paresciéndole 
ser  fuerte  y  que  se  podría  guardar,  tomó  parescer  de 
personas  sabias  si  en  tal  caso  podría  guardarse.  Fué 
parescer  de  los  que  más  sabían,  que  se  podría  muy  bien 
guardar,  y  sobre  este  parecer  el  Príncipe  acordó  de  de- 
jar en  guardia  de  la  cibdad  nueve  capitanes  españoles 
con  su  gente,  los  cuales  eran  don  Jerónimo  de  Mendo- 
za, Charles  de  Esparza,  Sayavedra,  Zambrano,  Fernan- 
do de  Vargas,  Silva,  el  capitán  mosen  Fernando,  y  Fran- 
cisco de  Alarcon.  Dada  por  el  Príncipe  esta  orden  á 
estos  capitanes,  les  mandó  que  tuviesen  por  maese  de 
campo  y  gobernador  á  don  Jerónimo  de  Mendoza. 
Esta  cibdad  se  ganó  á  los  turcos  á  los  ^veinte  é  uno  de 
Septiembre  y  un  sábado,  día  del  apóstol  San  Mateo.  Den- 
tro se  falló  esta  artillería  é  municiones,  tres  cañones 
pedreros  turquescos,  sin  tríllones,  puestos  en  tierra,  dos 
medías  culebrinas  fechas  á  la  veneciana,  sin  tríllones, 
dos  pasavolantes,  cuatro  falconetes,  treinta  lombardas 
gruesas  de  fierro,  algo  más  en  orden;  diversos  fierros  é 
de  otras  pequeñas  piezas,  ansí  de  bronce  como  de  fier- 
ro, se  fallaron  hasta  treinta,  con  muchas  municiones. 
Viendo  el  Príncipe  que  aquella  artillería  no  era  cosa  de 


(153^)  —  324  — 

se  poder  servir  della,  en  especial  de  los  cañones  pedre- 
ros, mandó  meter  en  las  naves  dos  de  estos  cañones  pe- 
dreros y  una  de  las  dos  medias  culebrinas,  por  estar  ro- 
ta, y  otro  cierto  bronce  roto;  y  manda  que  de  la  flota 
metiesen  en  la  cibdad  tres  cañones  reforzados  y  una 
culebrina,  cuatro  sacres  reforzados  y  cuatro  medios  sa- 
cres, y  que  se  sacasen  pelotas  para  todas  las  piezas.  Así 
se  sacaron  trecientas  é  cuarenta  pelotas  para  los  cañones, 
otras  trecientas  se  sacaron  para  la  culebrina  y  para  los 
sacres  trecientas  é  cincuenta  y  para  los  falconetes  ciento, 
y  novecientos  dados  de  fierro  para  facer  pelotas  á  los 
esmeriles.  Asimesmo  se  sacaron  para  las  lombardas  de 
fierro  gruesas  mil  é  trecientas  pelotas,  y  para  el  cañón 
pedrero  cient  pelotas,  y  así  se  puso  toda  el  artillería  en 
orden  como  mejor  se  pudiesen  servir  della. 

Y  dieron  cargo  del  capitán  del  artillería  al  capitán 
Luis  Picaño,  por  ser  persona  suficiente  para  el  tal  cargo. 
Asimesmo  mandó  proveer  la  cibdad  de  todas  las  cosas 
que  tenía  nescesidad,  y  siendo  fecho  todo  lo  que  por  el 
Príncipe  fué  mandado,  mandó  que  Franco  Doria  salie- 
se del  puerto  de  Koron  con  todas  las  naves. 

Así  salió  á  los  tres  de  Otubre,  un  jueves  de  mañana, 
faciendo  su  viaje  al  puerto  déla  Sapienzia,  al  cual  llegó 
dos  horas  antes  del  mediodia,  donde  todas  las  naves 
echaron  áncoras. 

El  dia  siguiente,  dia  del  glorioso  Sant  Francisco,  vino 
al  puerto  de  la  Sapienzia  donde  estaban  las  naves,  una 
nave,  la  cual  venía  de  Italia,  y  en  ella  venian  novecien- 
tos españoles  de  socorro.  A  los  cinco  de  O t ubre,  un  sá- 
bado de  mañana,  salió  del  puerto  de  Koron  el  Príncipe 
con  las  galeras  y  fué  á  la  isla  de  la  Sapienza  é  mandó 


—  325  —  (1532) 

que  toda  la  flota  se  hiciese  á  la  vela,  faciendo  su  viaje 
la  vuelta  de  Lepanto,  Así  el  Príncipe  se  parte  con  las 
galeras,  y  Franco  Doria  estuvo  esperando  viento  para 
facer  su  viaje,  fasta  los  siete  de  Otuhre  ^  un  lunes  á  la 
media  noche,  que  Franco  Doria,  con  todas  las  naves 
salió  del  puerto  de  la  Sapienzia,  faciendo  su  viaje 
por  el  golfo  del  Petracho  (Patras),  donde  se  les  cambió 
el  viento,  que  les  fué  forzado  de  volver  al  puerto  de 
Koron,  donde  esperaron  un  próspero  viento.  Salidos  del 
puerto  de  Koron,  yendo  su  viaje,  á  los  ocho  de  Otubre, 
cuatro  horas  antes  del  dia,  se  levantó  una  gran  fortuna 
en  la  mar,  que  pensaron  ser  todos  anegados,  si  no  se  me- 
tieran á  la  mar,  yendo  al  amor  del  viento  fasta  los  diez  de 
Otuhre^  que  llegaron  al  Petrache,  do  fallaron  al  Príncipe 
con  las  galeras.  Y  los  que  en  las  galeras  iban  habian  to- 
mado y  saqueado  el  arrabal  del  Petrache,  é  los  turcos  se 
habian  fecho  fuertes  en  la  tierra  y  no  les  podian  entrar. 
Como  las  naves  fuesen  venidas,  mandó  que  se  sacase  el 
artillería  de  las  naves,  y  así  se  sacaron  seis  cañones  re- 
forzados, que  se  entienden  ser  cañones  dobles  y  seis  ca- 
ñones sencillos  é  muchas  municiones  é  se  hicieron  las 
cosas  nescesarias  para  poder  batir  la  tierra.  Así  se  ba- 
tieron las  murallas  de  la  cibdadela  y  se  dio  batalla  y  se 
tomó.  En  esta  batalla  hubo  poca  defensa  de  los  turcos  de 
dentro  por  haberse  retirado  al  castillo.  Viendo  los  tur- 
cos que  los  cripstianos  les  habian  ganado  la  cibdadela  y 
que  les  ponian  el  artillería  delante  del  castillo  para  da- 
lles batería,  no  la  quisieron  esperar,  antes  demandaron 
seguro  para  poder  salir  á  fablar  al  Príncipe  y  así  les 
fué  dado  el  seguro  y  fueron  á  la  galera  del  Príncipe 
dos  de  los  más  principales  que  en  él  habia,  diciendo 


(1532)  —  3^6  — 

que  ellos  se  rendían  con  el  castillo  y  que  les  concediese 
las  vidas.  El  Príncipe  no  les  quería  conceder  su  deman- 
da, sino  que  los  quería  tornar  por  fuerza  y  pasallos  á  filo 
de  espada;  pero  tanto  fué  rogado  destos  dos  principa- 
les, y  también  porque  otros  turcos  se  le  rindiesen,  les 
concedió  su  demanda  y  los  tomó  á  merced  de  las  vidas 
y  los  mandó  salir  del  castillo.  Pues  siendo  los  turcos  fue- 
ra del  castillo ,  mandó  que  los  metiesen  en  la  carraca 
capitana  como  á  esclavos.  Esto  fué  a  los  quince  de  Otu- 
brCy  un  martes.  Viendo  el  Príncipe  que  la  tierra  ni  el 
castillo  no  era  de  guardar,  mandó  que  se  saquease  y  ar- 
ruinase. 

Después  de  ser  destruida  esta  tierra  y  castillo,  el  Prín- 
cipe manda  zarpar  ó  vero  levantar  áncoras ,  y  así  se  le- 
vantó toda  la  flota  á  los  diez  é  seis  de  O t ubre  y  un  miér- 
coles ,  faciendo  su  viaje  la  vuelta  de  Lepanto,  donde  ve- 
cino al  puerto  estaban  dos  fuertes  castillos,  á  la  entrada  del 
golfo  del  Petracho,  y  muy  vecina  á  estos  castillos  llegó 
la  flota  este  mesmo  día,  á  la  hora  de  mediodía.  Pues 
siendo  llegada  el  armada  vecina  del  castillo,  el  Príncipe 
manda  á  sus  coroneles  y  capitanes  que  con  su  gente 
saltasen  en  tierra,  y  todos,  puestos  en  escuadrón,  con 
grande  orden,  caminasen  la  vuelta  del  castillo,  y  él  con 
las  galeras  y  naves  se  acostaría  lo  más  que  pudiese  al 
castillo.  Caminó,  pues,  la  infantería  la  vuelta  del  cas- 
tillo, por  un  llano  que  delante  del  estaba  y  la  flota  por 
la  mar.  Pues  viendo  el  alcaide  del  castillo  tan  pujante 
armada  por  la  mar  y  tanta  bandera  y  gente  por  la  tier- 
ra, y  que  toda  iba  la  vuelta  del  castillo,  antes  que  lle- 
gasen al  castillo,  envió  este  alcaide  sus  embajadores  al 
Príncipe,  diciéndole  que  él,  con  todos  los  que  estaban 


—  327  —  (1532) 

en  el  castillo,  se  le  rendían,  con  condición  é  pacto  que 
fuesen  libres  donde  su  voluntad  fuese,  sin  rescibir  daño 
alguno  en  las  personas.  Viendo  el  Príncipe  esta  emba- 
jada y  selle  cosa  tan  convenible,  concedió  su  demanda, 
y  ansí  los  tomó  á  merced  de  las  vidas.  Rendido  que 
fué  el  castillo,  el  Príncipe  mandó  que  se  volviese  toda 
la  gente  á  las  naves  y  galeras  donde  iban.  Viendo  los 
soldados  que  era  rendido  el  castillo  y  no  se  lo  daban  á 
saco,  se  pusieron  casi  todos  en  motin  demandando  pa- 
gas, y  se  fueron  todos  los  amotinados  fácia  una  mon- 
taña. Como  el  Príncipe  entró  en  el  castillo  y  viese  que 
no  era  cosa  que  le  cumplía  guardarlo,  mandó  robar  y 
destruirlo.  Esto  fué  á  los  diez  é  siete  de  Otuhre.  Asi- 
mesmo  mandó  á  algunos  de  sus  capitanes  que  fuesen  á 
fablar  á  los  soldados  amotinados,  por  ver  si  los  podían 
traer  á  sus  banderas;  é  idos,  pues,  los  capitanes  á  los 
soldados,  les  dicen  todo  su  parecer,  para  vol vellos  á  las 
banderas.  Como  los  soldados  oyesen  á  los  capitanes  la 
voluntad  del  Príncipe  é  suya,  les  responden  diciendo 
que  no  eran  contentos  de  volver  á  las  banderas,  si  no  se 
les  daban  quince  pagas;  é  si  no  se  las  daban,  que  tira- 
rían sueldo  del  turco.  Viendo  los  capitanes  que  los  sol- 
dados estaban  de  aquella  voluntad,  se  vienen  al  Prín- 
cipe y  le  facen  saber  la  voluntad  de  los  soldados.  Vien- 
do el  Príncipe  la  respuesta,  les  manda  que  los  dejasen 
facer  á  su  voluntad,  y  que  le  pesaba  ser  de  su  nación. 
Así  estuvieron  fuera  de  las  banderas  fasta  ocho  días. 
En  este  tiempo  el  Príncipe  quiso  ir  á  reconoscer  el  otro 
castillo  que  estaba  de  la  otra  parte  del  estrecho  é  ve- 
cino al  que  primero  se  les  había  rendido,  y  fué  con  las 
galeras  5Ía  las  naves,  porque  el  tiempo  era  contrario 


C1532)  —  328  - 

para  las  naves,  llevando  en  las  galeras  á  los  capitanes  y 
alférez  y  oficiales  y  soldados  que  con  ellos  habían  que- 
dado, que  por  todos  serian  fasta  septecientos,  sin  los 
españoles.  Así  se  van  todas  las  galeras  en  orden  fasta 
vecinas  del  castillo,  donde  el  Príncipe  mandó  desem- 
barcar los  capitanes,  con  toda  la  gente  que  con  ellos 
iban,  mandándoles  caminar  la  vuelta  del  castillo  lo  más 
cerca  que  pudiesen  ir  de  la  marina;  y  ansí  se  fué  el 
Príncipe  lo  más  cerca  que  pudo  de  tierra  con  sus  gale- 
ras para  favorescer  su  gente,  si  fuese  puesta  en  alguna 
nescesidad.  Llegados  los  capitanes  dos  millas  del  casti- 
llo, les  salieron  de  Lepanto  fasta  trezientos  turcos  á  ca- 
ballo que  les  venían  en  contra,  y  pensando  que  tras  de- 
llos  venían  más  turcos  de  á  pié  ó  de  caballo,  fasta  ha- 
bellos  bien  reconoscido,  todos  juntamente  se  entran  en 
una  viña,  que  allí  cerca  estaba,  por  estar  algo  más 
fuerte  para  la  gente  de  á  caballo.  Así  esperaron  fasta 
llegar  los  trecientos  turcos  de  á  caballo,  y  comenzaron 
á  escaramuzar  los  unos  con  los  otros.  Viendo  los  capi- 
tanes cristianos  y  la  gente  que  con  ellos  estaban,  que 
no  salían  más  turcos  de  Lepanto,  se  acercan  más  al  cas- 
tillo y  lo  reconoscen  bien  ser  fuerte  y  de  muchas  de- 
fensas, y  después  de  lo  haber  bien  reconoscido  estos  ca- 
pitanes, se  vuelven  á  las  galeras  y  de  todo  lo  que  en 
el  castillo  habían  visto  dan  muy  entera  cuenta  al  Prín- 
cipe. Así  el  Príncipe  se  volvió  con  las  galeras  adonde 
habían  quedado  las  naves  y  la  gente  amotinada,  que 
comenzaba  á  desfacer,  tornándose  cada  uno  á  su  ban- 
dera. Así  se  vinieron  todos  á  sus  banderas  á  merced 
del  Príncipe.  Pues  viendo  el  Príncipe  que  los  soldados 
eran  vueltos  á  sus  banderas,  los  manda  embarcar,  y  en 


—  329  —  (1532) 

siendo  en  bonanza  la  mar,  se  fizo  á  la  vela  toda  la  flo- 
ta, faciendo  su  viaje  la  vuelta  del  castillo  que  habian 
reconoscido  los  capitanes.  Siendo  la  armada  vecina  del 
castillo,  el  Príncipe  manda  desembarcar  toda  la  gente 
donde  primero  se  habian  desembarcado  los  capitanes  y 
alférez  con  los  que  con  ellos  iban.  Asimismo  manda 
desembarcar  seis  piezas  de  artillería  gruesas,  con  otras 
doce  pequeñas  piezas,  que  se  entiende  ser  artillería  de 
campaña.  Después  de  ser  desembarcada  la  gente  y  ar- 
tillería, manda  que  de  la  gente  se  ficiesen  dos  escua- 
drones y  fuesen  la  vuelta  del  castillo,  y  que  llevasen  en 
medio  toda  su  artillería.  Esto  mandó  el  Príncipe,  por- 
que le  fué  dicho  por  una  espía  que  era  venido  á  Le- 
panto  un  gran  socorro  de  gente,  y  así  caminaron  los 
escuadrones  con  su  artillería  la  vuelta  del  castillo,  y  no 
les  salió  más  gente  de  Lepanto  ni  de  otras  partes,  que 
los  trecientos  de  a  caballo  que  primero  habian  salido, 
como  arriba  dije,  con  los  cuales  trecientos  de  á  caballo 
escaramuzó  una  poca  gente  que  salió  de  los  escuadro- 
nes. En  esta  escaramuza  se  mataron  algunos  de  los  tur- 
cos, y  llegados  los  cristianos  sobre  el  castillo,  le  ponen 
el  cerco  por  todas  partes  y  dan  orden  de  facer  los  re- 
paros que  convenian  para  podelle  asentar  la  batería  y 
podello  tomar.  Este  castillo  era  fortísimo  y  de  muchas 
defensas  y  artillería,  y  estaba  bien  guarnescido  de  gen- 
te, como  que  tenía  ciento  é  cincuenta  genízaros  de  la 
mejor  gente  de  guerra  que  el  turco  tiene  en  su  señoría. 
Venida  que  fué  la  noche,  el  Príncipe  manda  que  se  le 
pusiese  la  batería,  y  así  se  la  puso  como  el  Príncipe 
habia  mandado.  Venido  el  dia,  antes  que  fuese  bien  es- 
clarescido,  comenzaron  á  batir  los  muros  del  castillo;  á 


(»532)  —  330  — 

hora  de  seis  horas  fue  fecha  una  gran  batería  y  echada 
por  tierra  una  gran  parte  de  la  muralla.  Viendo  los  cris- 
tianos tan  buena  batería,  sin  más  esperar  arremetieron 
á  dalles  la  batalla  á  los  que  defendían  el  castillo.  Los 
genízaros  que  dentro  estaban  facían  muy  gran  defensa, 
pero  con  el  ayuda  de  Dios  y  de  su  bendita  Madre,  les  en- 
tran los  cristianos  en  el  castillo  y  mataron  cuanta  gente 
fallaron  dentro,  sin  dar  vida  á  ninguno.  Después  de  ser 
ganado  el  castillo,  se  falló  dentro  mucha  artillería,  en- 
tre la  cual  artillería  habia  seis  piezas  de  bronce,  que  eran 
tan  grandes  y  gruesas,  que  un  hombre  de  mediana  esta- 
tura podia  estar  asentado  dentro  de  cualquiera  de  las 
diez  piezas,  sin  rescibir  ningún  trabajo,  sin  tocar  con 
la  cabeza  ni  con  los  codos  á  ninguna  parte  de  la  pieza. 
Estas  diez  piezas  estaban  hacia  la  parte  de  la  mar,  que 
eran  grande  defensa  para  aquel  paso  del  estrecho  ó  en- 
trada del  golfo,  como  arriba  dije. 

Ganado  que  fué  este  castillo,  que  fué  á  los  veinte  é 
siete  de  Otubre ^  un  domingo,  vigilia  de  Sant  Simón  y 
Judas,  luego  mandó  el  Príncipe  que  viniesen  al  castillo 
las  barcas  de  las  carracas,  y  que  en  ellas  se  embarcasen 
las  diez  piezas  para  llevallas  á  las  carracas,  y  así  se  em- 
barcaron en  cada  una  una  pieza,  y  esta  barca  donde  iba 
la  pieza  llevaba  otras  dos  barcas  á  los  costados,  asidas 
todas  tres,  de  tal  suerte  que  todas  tres  llevaban  el  peso 
de  la  pieza ;  y  aunque  con  mucho  trabajo,  las  llevaban 
á  las  carracas,  donde,  por  mandado  del  Príncipe,  fue- 
ron embarcadas.  También  se  embarcó  toda  la  otra  ar- 
tillería é  municiones  y  todo  lo  demás  que  en  el  castillo 
estaba.  Luego  se  dio  fuego  al  castillo,  y  después  de  ser 
abrasado  el  castillo,  el  Príncipe  mandó  embarcar  su 


—  331  —  (1532) 

gente.  Aquí  estuvo  el  armada  fasta  los  diez  de  Noviem- 
bre ^  un  domingo  de  mañana,  que  con  próspero  viento 
salió  deste  puerto,  faciendo  su  viaje  á  la  isla  de  la  Ce- 
falonia,  donde  a  los  trece  de  Noviembre  las  naves  toma- 
ron puerto  della  en  la  valle  de  Compaste,  y  las  otras 
en  el  puerto  de  Liscardo,  donde  fallaron  al  Príncipe 
con  las  galeras.  Aquí  estuvo  el  Príncipe  con  toda  la 
flota  fasta  los  quince  del  Noviembre ^  un  viernes  noche, 
que  el  Príncipe  salió  con  las  galeras  del  puerto,  facien- 
do su  viaje  a  la  isla  de  Sicilia,  y  desde  á  dos  dias,  un 
domingo,  a  las  cuatro  horas  antes  del  dia,  Franco 
Doria,  con  todas  las  naves,  salió  del  dicho  puerto,  fa- 
ciendo su  viaje  la  vuelta  de  Sicilia. 

Yendo  á  la  vela  con  toda  su  flota  Franco  Doria,  fué 
avisado  de  cómo  los  soldados  italianos,  que  iban  en  la 
carraca  capitana  donde  él  iba,  se  querían  alzar  con  la 
carraca  y  roballa,  é  irse  donde  les  paresciese  con  ella. 
Siendo  avisado  Franco  Doria  de  tan  gran  traición,  con 
su  buen  saber  y  astucia  manda  volver  la  carraca  la 
vuelta  de  la  Cefalonia,  é  mandó  tirar  un  tiro  de  arti- 
llería, faciendo  señal  á  las  otras  naves  que  volviesen 
donde  él  estaba.  Así  volvieron  dos  naves  que  se  falla- 
ron vecinas  á  la  carraca,  navegando  todas  tres  fácia  la 
Cefalonia,  do  fallaron  la  carraca  de  la  Religión  de  Ro- 
das y  el  galeón  del  Belomo.  Aquí  estuvieron  todas  de 
conserva.  Como  fué  el  dia,  para  dar  remedio  á  tan  gran 
daño,  mandó  Franco  Doria  á  los  soldados  que  iban 
en  la  carraca  que  saltasen  en  tierra  para  que  ficiesen  al- 
guna carne,  porque  della  habla  nescesidad  en  la  carra- 
ca, y  que  los  marineros  ficiesen  agua.  Así,  con  sus  bue- 
nas palabras,  fizo  saltar  en  tierra  ciento  é  sesenta  sóida- 


(153^)  —  332  — 

dos  para  facer  carne ,  y  después  de  estar  éstos  en  tierra, 
mandó  al  patrón  del  galeón  del  Belomo  que  le  diese 
cincuenta  hombres  de  los  suyos,  porque  con  ellos  y 
con  los  que  tenía  en  la  carraca  se  faria  dar  las  armas 
de  los  que  hablan  quedado  en  la  carraca.  Entrados  es- 
tos cincuenta  hombres  del  galeón  en  la  carraca,  con 
ellos  é  con  los  que  él  tenía,  se  fizo  dar  todas  las  armas 
de  los  soldados  que  habían  quedado  en  la  carraca,  y 
cuando  los  ciento  y  sesenta  soldados  vinieron  con  la 
carne  á  la  marina,  para  entrar  en  la  carraca,  mandó 
que  no  los  metiesen  en  los  bateles  ni  barcas,  porque  no 
viniesen  á  la  carraca.  Ansimismo  mandó  á  estos  solda- 
dos que  se  embarcasen  en  un  esquirazo  de  venecianos, 
que  estaba  allí  surto,  y  así  se  embarcaron  en  el  esqui- 
razo. Viendo  las  otras  naves  que  la  carraca  capitana  no 
páresela  en  el  armada,  porque  no  vían  la  lumbre  del 
farol,  así  se  tornaron  todas  las  naves  á  la  isla  de  Cefa- 
lonia,  donde  fallaron  á  la  carraca  capitana  é  á  la  carra- 
ca de  Rodas  y  al  galeón  y  á  las  otras  naves  y  al  Prín- 
cipe con  las  galeras,  que  se  había  afirmado  des  cuando 
se  partió  del  puerto  de  Liscardo. 

Después  de  ser  toda  la  flota  junta,  se  partió  el  Prín- 
cipe con  las  galeras  á  los  treinta  de  Noviembre ^  un  sá- 
bado de  mañana,  día  del  apóstol  Sant  Andrés;  desde  á 
dos  horas  después  de  ser  partidas  las  galeras ,  se  partie- 
ron las  naves,  faciendo  su  viaje  la  vuelta  de  Micina 
(Mesina).  Por  selle  los  vientos  contrarios  y  la  mar 
puesta  en  tormenta,  tornaron  al  puerto  de  donde  ha- 
bían salido,  donde  estovieron  hasta  un  viernes,  dos  ho- 
ras antes  del  dia,  que  salieron  todas  las  naves  del  puer- 
to, faciendo  su  viaje  la  vuelta  de  Micina,  navegando 


—  333  —  (1532) 

con  próspero  viento.  Como  fué  á  los  diez  de  Diciembre^ 
un  martes,  á  las  dos  horas  del  dia  comenzaron  de  lle- 
gar las  naves  al  faro  de  Micina,  y  echan  áncoras  veci- 
nas á  la  cibdad  de  Rijoles  (Reggio),  á  la  torre  de  Pis 
de  mal  (jzV),  y  la  noche  siguiente  llegaron  todas  las 
naves  y  echaron  áncora  do  estaba  la  capitana.  Aquí  es- 
tuvieron fasta  los  diez  é  seis  del  dicho  mes,  un  lunes 
de  mañana,  que  todas  se  ficieron  á  la  vela,  atravesando 
el  faro,  y  tomaron  puerto  en  la  cibdad  de  Micina.  Aquí 
íizo  cada  nave  el  viaje  que  habia  de  facer;  ocho  naves 
y  las  galeras  del  Príncipe  llevaron  la  gente  italiana  á 
Ñapóles ;  las  galeras  llegaron  á  Ñapóles  á  los  veinte  é 
cuatro  de  Diciembre ^  vigilia  de  la  Natividad,  y  las  na- 
ves desde  á  ocho  dias.  Con  toda  esta  vitoria  vino  el 
Príncipe  de  la  provincia  del  Peloponeso,  y  con  otra 
muy  mayor  viniera,  si  no  fuera  por  dos  galeras  de  ve- 
necianos que  dieron  aviso  á  ciento  y  cincuenta  galeras 
del  turco,  que  estaban  en  el  puerto  de  Progita  (Proci- 
da),  y  muy  mal  armadas,  por  una  grande  enfermedad 
que  entre  la  gente  dellas  habia.  Aquí  se  acaba  lo  que  el 
príncipe  de  Melfa,  Andrea  Doria,  fizo  en  la  provincia 
de  Peloponeso  ó  reino  de  la  Morea. 

Conviene  á  saber,  como  arriba  dijimos,  la  venida 
del  Emperador  de  Alemania  á  Itaha,  con  su  ejército, 
que  comenzaba  á  entrar  por  unos  valles  viciosos  de  mu- 
chas aguas  y  frutas.  Por  la  verdad  no  eran  tan  viciosos 
como  los  otros  valles  por  donde  fuimos  á  la  ida  de  Vie- 
na.  No  fago  aquí  tantas  particularidades  como  hice  á 
la  ida,  y  fué  la  cabsa  una  grande  enfermedad  que  tuve 
en  la  cibdad  de  Viena;  mas  por  eso  no  dejaba  de  que- 
rer saber  cómo  se  decian  las  tierras  y  aguas  que  veia. 


(1532)  —  334  — 

Con  esta  grande  enfermedad  vine  fasta  Boloña,  donde 
fui  curado  por  un  excelente  doctor  español ,  que  siem- 
pre andaba  en  el  ejército.  Puso  dubda  ser  tósigo  mi  en- 
fermedad. Por  todo  ello  doy  infinitas  gracias  á  Dios 
Nuestro  Señor,  y  á  su  bendita  Madre,  que  me  dio  la 
vida,  para  tener  lugar  de  servillos.  Caminando  el  Em- 
perador con  su  ejército  por  sus  jornadas,  vino  á  Italia 
y  entró  Su  Majestad  con  su  ejército  por  un  estrecho 
paso,  que  está  en  las  montañas  que  dividen  Alemania 
de  la  Italia.  Este  paso  es  una  cosa  fuerte;  está  en  este 
paso  la  Chuca,  que  es  una  villa  de  los  venecianos;  es 
cosa  fuerte  y  de  grand  defensa.  Se  pasó  el  dia  de  Todos 
Santos,  y  el  Emperador  reposó  en  Besano,  que  es  una 
buena  tierra  de  venecianos,  los  cuales  venecianos  ficie- 
ron  en  todas  sus  tierras  al  Emperador  y  á  su  ejército 
buen  rescibimiento.  Como  Su  Majestad  estuviese  en 
Italia,  luego  todos  los  principales  enviaron  á  su  corte 
sus  embajadores.  En  el  camino  salió  el  Duque  de  Fer- 
rara á  besar  las  manos  al  Emperador,  y  fué  en  la  corte 
fasta  Mantua,  en  la  cual  entró  á  los  siete  de  Noviem- 
bre ^  un  jueves  tarde.  Aquí  se  fizo  á  Su  Majestad  un 
solene  rescibimiento;  el  ejército  se  alojó  en  dos  villas 
del  Duque  de  Mantua,  que  estaban  á  la  orilla  del  rio 
Po,  do  reposó  dos  dias,  y  de  aquí  se  fué  alojando  por 
tierras  de  Lombardía,  fasta  llegar  á  Casalmayor  del 
Po,  donde  se  afirmó  veinte  dias.  De  aquí  se  fué  á  los 
alojamientos,  en  los  cuales  entraron  las  banderas  á  los 
veinte  é  tres  de  Diciembre ^  un  lunes,  los  cuales  aloja- 
mientos eran  Lugo  y  Bagnacaballo,  Codoñola,  la  Ma- 
sa, Casalís  y  Santa  Agrieda,  todas  tierras  del  Duque 
de  Ferrara.  El  Emperador  reposó  en  Mantua  fasta  los 


—  335  —  (1532) 

Veinte  é  nueve  del  Noviembre ,  un  viernes,  y  de  aquí 
fué  á  Boloña,  con  su  corte,  á  verse  con  el  papa  Cle- 
mente Séptimo,  que  era  venido  de  Roma  á  Boloña  á 
verse  con  el  Emperador.  Caminando  por  sus  jornadas 
el  Emperador,  entró  en  Boloña  á  los  trece  de  Diciem- 
bre ^  dia  de  Santa  Lucía,  y  se  fizo  á  Su  Majestad  un 
gran  rescibimiento,  é  se  aposentó  en  el  palacio  del 
Papa,  donde  estaban  aposentados  Su  Santidad  y  Su 
Majestad.  Estando  el  Emperador  en  Boloña  llegaron 
los  alemanes  que  venian  en  la  retaguardia  de  los  espa- 
ñoles, y  entraron  en  Boloña  en  guardia  del  Emperador. 
Aquí  se  acaban  los  fechos  del  año  de  mil  é  quinientos  é 
treinta  é  dos  años. 


AÑO  DE  1533. 


A  los  veinte  é  ocho  de  Febrero,  un  viernes,  á  los  tres 
dias  de  cuaresma,  salió  el  Emperador  de  Boloña  para 
ir  en  España.  Esta  noche  fué  á  Módena,  que  es  una 
cibdad  del  Duque  de  Ferrara,  y  de  Módena  fué  á  Re- 
zo (Reggio),  que  es  otra  cibdad'del  Duque  de  Ferrara. 
Del  Rezo  fué  á  Parma,  que  es  una  cibdad  del  Papa,  y 
de  aquí  quiso  ir  á  ver  el  estado  de  Milán.  De  Parma 
fué  á  Buxe  (Busseto),  de  Buxe  á  Cremona,  que  es  una 
populosa  cibdad  del  estado  de  Milán ,  do  se  aposentó 
en  la  Roca,  que  es  un  fortísimo  castillo.  De  Cremona 
fué  á  Pecigiton  (Pezzighettone),  que  es  una  fuerte  tier- 
ra del  ducado  de  Milán  :  de  Pecigiton  fué  á  Lodi,  que 
es  una  fuerte  cibdad  del  ducado  de  Milán;  de  Lodi  fué 
á  Pavía,  que  es  una  noble  cibdad  del  ducado  de  Milán, 
do  quiso  ver  el  parco  do  se  dio  la  batalla  al  Rey  de 
Francia,  y  la  rotura  de  la  puente  de  Pavia.  Fué  á  Mi- 
lán do  se  le  fizo  un  solene  rescibimiento.  La  primera 
cosa  que  Su  Majestad  quiso  ver  en  esta  cibdad  fué  el 
Domo,  que  es  la  iglesia  mayor,  cosa  muy  de  ver,  y  se 
aposentó  en  el  castillo,  do  estuvo  cuatro  dias  viendo  la 


—  337  —  (1533) 

grand  fortaleza  del  castillo.  De  la  cibdad  de  Milán  fué 
á  Bejeben  (Vigevano),  que  es  una  cibdad  del  ducado  de 
Milán,  do  reposó  cuatro  dias  cazando.  Dende  Bejeben 
fué  á  Valenza  del  Po,  que  es  una  buena  tierra  del  du- 
cado de  Milán;  de  Valenza  fué  á  Alejandría  de  la  Palla, 
que  es  una  noble  cibdad  del  ducado  de  Milán,  do  re- 
posó cinco  dias.  De  Alejandría  va  á  Gavia  (Gavi),  que 
es  una  buena  villa  del  ducado  de  Milán,  y  de  Gavia  fué 
á  Genova,  en  la  cual  entró  á  dos  dias  de  Abril ^  un  miér- 
coles a  la  hora  del  mediodía ,  y  se  aposentó  en  el  palacio 
del  Príncipe  Andrea  Doria,  do  estuvo  Su  Majestad  has- 
ta los  nueve  de  Ahril^  miércoles  Santo.  A  la  hora  del 
mediodía  mandó  que  se  embarcasen  los  quince  capita- 
nes de  la  infantería  española  que  iban  en  su  guardia ,  y 
fueron  embarcados  los  capitanes  y  banderas  y  gente,  y 
con  ellos  el  Marqués  del  Vasto.  Ansimesmo  manda  al 
Duque  de  Alba  con  algunos  grandes  de  la  corte  que  se 
embarcasen,  y  toda  la  otra  caballería  de  la  corte  manda 
que  fuese  por  tierra,  y  así  fueron  por  tierra  de  Francia 
fasta  España,  porque  al  presente  estaban  algo  confor- 
mes el  Emperador  y  el  Rey  de  Francia,  por  haber  ve- 
nido la  Reina  de  Francia,  hermana  del  Emperador,  a 
Saona  (Savona)  estando  el  Emperador  en  Genova  á  se 
fablar  con  el  Emperador  y  á  meter  toda  la  paz  y  amor 
que  pudiese  entre  el  Emperador,  su  hermano,  y  el  Rey 
de  Francia,  su  marido. 

Partido  el  Emperador  de  Genova  con  su  flota,  que 
era  de  treinta  é  seis  galeras,  tres  carracas  é  cincuenta  ga- 
leones y  naves  y  otras  fustas  y  bergantines,  faciendo  su 
viaje  fueron  tan  recios  los  vientos  y  la  mar  puesta  en 
tanta  fortuna,  que  fué  forzado  á  los  marineros  meterse 


(Í533)  —  338  — 

con  sus  navios  á  la  mar  corriendo  al  amor  del  viento 
por  no  ser  anegados,  y  trabajaban  de  tomar  puerto  don- 
de pudiesen  salvarse  de  tan  grand  tormenta ,  aunque 
con  gran  trabajo  tomaban  algunos  navios  puerto.  Mas 
como  tan  alto  marinero,  el  Príncipe  Andrea  Doria,  lle- 
vó su  galera  al  puerto  de  Palamós,  que  es  una  tierra  de 
Cataluña.  Viendo  el  Emperador  que  la  mar  fuese  pues- 
ta en  tanta  fortuna  y  tanto  le  aquejase  el  amor  de  la 
Emperatriz  y  de  sus  hijos  que  tanto  amaba,  encargó  al 
Príncipe  Andrea  Doria  las  cosas  de  la  flota,  porque  su 
voluntad  era  ir  por  tierra,  llevando  consigo  en  postas 
al  Duque  de  Alva  é  al  Marqués  del  Vasto.  Entró  Su 
Majestad  por  Barcelona  sin  ser  conoscido  fasta  los  pala- 
cios de  la  Emperatriz,  que  allí  estaba  con  su  corte  pro- 
veyendo las  cosas  que  eran  necesarias  para  Italia  y  para 
España.  Ya  se  sabía  en  la  corte  de  la  Emperatriz  cómo 
el  Emperador  era  partido  de  Genova  y  venía  navegan- 
do con  su  flota.  Esto  se  supo  de  un  soldado  español 
que  era  salido  de  una  nave  de  las  que  iban  en  la  flota, 
que  con  la  gran  fortuna  vino  á  aportar  allí. 

Después  de  ser  llegado  el  Emperador  en  Barcelona 
y  de  ser  llegada  toda  la  flota  y  de  ser  desembarcados 
los  quince  capitanes  con  su  gente,  los  mandó  despedir, 
la  cual  gente  se  puso  en  grand  motin,  el  cual  callo  por 
no  me  fallar  en  aquellas  partes,  y  así  cada  uno  fué 
por  su  parte.  Muchos  dellos  fueron  á  Italia,  y  asimis- 
mo despidieron  en  Italia  los  alemanes  y  los  caballos  li- 
geros. También  vino  el  Marqués  del  Vasto  de  España 
y  se  fué  á  la  isla  de  Isola  (Ischia),  do  tenía  su  casa. 

Salido,  pues,  el  Emperador  y  Marqués  de  Italia, 
quedó  el  gobierno  del  ejército  que  quedaba  en  Italia, 


—  339  -^  (1533) 

que  eran  trece  banderas  de  infantería  española,  con  el 
maese  de  campo  Machacao,  el  cual ,  después  de  ser  ve- 
nido de  la  corte  del  Emperador  y  después  de  se  haber 
embarcado  en  Genova,  mandó  á  los  capitanes  con  su 
gente  que  se  apercibiesen  para  partir.  Partieron  todas 
las  banderas  de  los  alojamientos  á  los  veinte  é  seis  de 
Abril  y  un  sábado  de  mañana.  Esta  salida  de  los  aloja- 
mientos fué  para  ir  al  reino  de  Ñapóles.  Caminando  por 
el  camino  romero,  por  sus  jornadas  fueron  las  banderas 
y  gente  entrando  por  la  Marca  de  Ancona,  que  otros 
le  dicen  la  Marca  Ancotana.  El  primero  dia  de  Mayo, 
un  jueves,  llegaron  á  las  campañas  de  dos  pequeñas  vi- 
llas del  Duque  de  Urbino ,  y  aquí  se  reposó  el  dia  si- 
guiente, porque  el  primero  dia  de  Mayo  se  fizo  una  gran 
jornada.  A  los  seis  de  Mayo  llegaron  las  banderas  á  los 
burgos  y  campañas  de  la  cibdad  de  Recanete  (Recanati). 
Esta  cibdad  es  del  Papa  y  aquí  se  face  unagrand  feria, 
á  la  cual  vienen  fasta  los  turcos.  Aquí  se  reposó  el  dia 
siguiente  por  ir  á  vesitar  la  iglesia  de  Nuestra  Señora 
de  Loreto,  que  estaba  en  Loreto,  que  es  una  pequeña 
villa  cuatro  millas  de  la  cibdad  de  Recanete,  y  está  á 
orillas  de  la  mar. 

Esta  villa  é  iglesia  son  algo  fuertes  y  de  mucha  arti- 
llería, porque  se  teme  de  las  armadas  de  los  turcos  co- 
sarios que  muchas  veces  costean  aquella  costa.  En  esta 
iglesia  vide  infinitos  miraglos  que  habia  fecho  Nuestra 
Señora,  entre  los  cuales  vide  una  asadura  de  un  cléri- 
go que  estaba  captivo  en  poder  de  los  turcos.  Este  clé- 
rigo tenía  consigo  una  oración  de  Nuestra  Señora  de 
Loreto,  en  la  cual  tenía  grand  devoción,  y  se  la  fallaron 
los  turcos  y  le  dieron  muchos  tormentos  por  que  rene- 


(1533)  —  340  — 

gase,  y  tantos  cuantos  más  tormentos  le  daban  tanto 
más  crescia  su  fee  con  Nuestra  Señora  del  Loreto  de 
que  le  ayudaría.  Pues  viendo  los  turcos  que  no  le  po- 
dían facer  renegar  su  buena  fee  que  tenía  en  Nuestra 
Señora,  con  mucho  despecho  le  abrieron  y  le  sacaron  el 
asadura  y  se  la  pusieron  en  las  manos  diciéndole  que  se 
fuese  á  Loreto,  poniendo  dubda  en  los  miraglos  y  gra- 
cias de  Nuestra  Señora.  La  cual  trajo  el  clérigo  á  su 
iglesia  y  se  presentó  ante  el  altar  de  Nuestra  Señora 
abierto  y  con  el  asadura  en  la  mano;  allí  se  confesó  y 
rescibió  el  santo  sacramento  y  después  de  ser  confesado 
y  comulgado  espiró,  y  su  asadura  pusieron  en  una  con- 
cavidad que  estaba  en  el  muro  vecino  á  la  capilla  de 
Nuestra  Señora.  Habia  que  estaba  allí  colgada  esta 
asadura  desde  el  año  de  mil  é  quinientos  é  diez  años;  y, 
por  la  verdad,  á  mí  me  paresció  estar  muy  fresca.  No 
me  pongo  á  escribir  otros  muchos  miraglos  que  allí 
vide. 

Pues  tornando  á  nuestro  camino,  á  los  ocho  de  Mayo, 
un  jueves,  salieron  las  banderas  de  los  burgos  y  cam- 
pañas de  Recanete,  caminando  por  la  marina,  y  cami- 
nando por  nuestras  jornadas,  á  los  once  de  Mayo^  un  do- 
mingo, llegaron  á  alojar  las  banderas  á  las  campañas  de 
monte  Blandón ;  ésta  es  la  postrera  villa  que  en  aquel 
camino  hay  en  la  marca  anconitana.  Esta  villa  está  ve- 
cina de  Tronto,  y  el  Tronto  es  un  rio  que  parte  las 
tierras  de  la  marca  de  Ancona,  que  son  tierras  de  la 
iglesia  y  las  tierras  del  reino  de  Ñapóles.  A  los  veinte 
é  un  dia  de  Mayo,  un  miércoles  de  mañana,  se  pasó  el 
rio  Tronto;  es  un  rio  no  muy  grande,  de  buen  agua, 
porque  viene  entre  unas  montañas.  Se  pasó  por  un 


—  341  —  (1533) 

puente  de  madera  que  se  hizo  entre  monte  Blandón  y 
Angaria,  que  es  una  villa  del  reino.  Caminando  por 
sus  jornadas,  como  fué  á  los  veinte  é  nueve  de  MayOy  se 
pasó  el  rio  Trilo  (Triguo) ;  después  de  ser  pasado  el 
rio,  se  apartaron  cinco  capitanes  con  sus  banderas  y 
gente,  y  facen  su  viaje  la  vuelta  de  Manfordoño  (Man- 
fredonia),  á  estar  en  guarnición  de  algunos  puertos  de 
aquella  costa.  Caminando  las  ocho  banderas  vecino  de 
la  cibdad  de  Termenes  (Termoli),  por  un  fermoso  valle 
donde  esta  cibdad  tiene  su  asiento.  Este  dia  se  alojaron 
las  ocho  banderas  en  las  campañas  de  la  villa  de  Fache- 
la,  y  aquí  pagaron  las  ocho  banderas  de  una  paga. 

Otro  dia  siguiente,  que  fué  á  los  treinta  de  Mayo, 
partieron  las  banderas  y  gente  destas  campañas,  facien- 
do su  viaje  pasando  el  rio  Fino  y  otros  rios.  Primero 
dia  de  Junio  y  dia  de  Pascua  de  Spíritu  Santo,  llegaron 
al  Val  de  Pescarla,  que  es  un  pequeño  valle,  está  en 
medio  de  cuatro  montañas,  y  es  muy  frutífero  é  vicio- 
so, por  un  buen  rio  que  pasa  por  medio  del,  el  cual  rio 
se  dice  Pescarla.  Tiene  este  valle  cuatro  salidas,  donde 
hay  cuatro  buenas  villas,  y  en  medio  deste  valle  hay 
una  abadía,  cosa  muy  rica,  que  se  dice  San  Clemente. 
Estaba  su  cuerpo  en  esta  abadía,  y  reposó  el  campo  el 
dia  siguiente,  por  venir  á  tomar  la  muestra  García 
Manrique,  gobernador  de  la  Brusa  (Abruzzo).  El  mar- 
tes^ -postrero  dia  de  Pascua ^  se  salió  deste  valle,  por  una 
de  las  cuatro  salidas,  do  estaba  la  villa  de  Toce,  y  de 
aquí  comienza  otro  valle  más  estrecho,  que  está  en 
medio  de  dos  altas  é  viciosas  montañas.  Este  valle  va 
fasta  Pópulo,  que  es  una  buena  tierra  del  Conde  del 
Pópulo,  el  cual  Conde  rescibió  al  Maese  de  campo  y 


(1533)  —  34*  — 

capitanes,  rogándoles  "que  tuviesen  por  bien  de  qüe-^ 
darse  á  comer  con  él.  El  Maese  de  campo  le  dio  las 
gracias  y  se  va,  y  con  las  banderas  quedaron  dos  capi- 
tanes y  todos  los  soldados  que  quisieron  quedar,  al  ban- 
quete. De  aquí  de  Pópulo  se  tomó  otro  más  ancho 
valle;  esta  noche  se  reposó  en  unas  campañas  y  en 
Santo  Spíritus,  que  era  una  rica  abadía,  que  está  dos 
millas  de  la  cibdad  de  Salmona.  Está  esta  cibdad  y 
abadía  en^el  Val  de  Bavia,  y  por  este  valle  va  el  rio 
Vela,  fasta  juntarse  con  el  rio  Pescaria;  y  á  una  milla 
de  esta  abadía,  al  pié  de  esta  montaña,  están  los  pala- 
cios de  Ovidio  Metamarfosio  (j/V),  el  cual  Ovidio  fué  de 
la  cibdad  de  Salmona.  En  el  comedio  de  la  abadía  y  del 
palacio  me  enseñaron  unos  frailes  una  fermosa  fuente, 
la  cual  dicen  la  fuente  de  Amor,  donde  vecino  á  esta 
fuente  Ovidio  se  ponia  á  escribir.  Aquí  fizo  los  ver- 
sos de  amor,  que  quiere  decir  que  por  esto  se  llama  la 
fuente  de  Amor.  Pues  caminando  por  nuestras  jorna- 
das, se  llegó  á  Chivitela,  que  era  una  villa  de  Escaño 
Colona,  y  se  alojaron  dentro  de  la  villa  las  banderas,  y 
por  estar  abrasada  la  mayor  parte  desta  villa,  la  mayor 
parte  de  la  gente  se  alojó  en  las  campañas. 

Esta  villa  habia  abrasado  el  abad  de  Faifa,  con  su 
gente,  como  fuese  Orsino,  por  las  antiguas  pasiones 
que  hay  entre  orsinos  y  coloneses.  Por  este  valle  ve- 
cino á  esta  tierra  pasa  un  fermoso  rio,  que  antigua- 
mente se  llamaba  Licis;  agora  se  dice  el  rio  Verde. 
Puédese  bien  decir  rio  Verde ,  por  la  mucha  arboleda  y 
frutas  que  lo  acompañan.  De  aquí  se  fué  una  jornada 
orillas  deste  rio  abajo,  pasando  vecino  á  Valsorana,  que 
es  una  villa  del  Duque  de  Malfa.  Esta  villa  fizo  salva 


—  343  —  (1533) 

con  su  artillería  cuando  las  banderas  pasaron,  y  este 
dia,  que  fué  vigilia  de  la  Trinidad,  se  alojó  en  las  cam- 
pañas de  Sola ;  y  por  la  fortuna  del  tiempo,  que  al  pre- 
sente llovió  toda  la  tarde,  y  porque  no  se  arroinase  la 
campaña,  meten  la  gente  á  alojar  en  la  cibdad.  Esta 
cibdad  tiene  pegada  á  una  parte  de  la  muralla  una  alta 
montaña,  donde  está  un  grande  y  fuerte  castillo;  tiene 
gran  señorío  sobre  la  cibdad  y  montaña.  Es  esta  cib- 
dad y  castillo  del  Duque  de  Urbino,  y  es  muy  frutífera 
esta  montaña  y  viciosa  de  aguas,  por  amor  del  rio  Ver- 
de, que  pasa  á  orillas  de  la  muralla;  y  también  vecino 
de  la  cibdad  pasa  Carmelio,  que  es  otro  buen  rio,  como 
el  rio  Verde.  Esta  cibdad  divide  de  las  tierras  de  la 
Bruza,  que  es  por  donde  íbamos,  y  tierras  de  la  cam- 
paña de  Roma  y  tierras  de  Labor.  Aquí  en  esta  cibdad 
se  reposó  el  dia  de  la  Trinidad,  é  otro  dia  siguiente  se 
caminó  por  tierras  de  Labor,  caminando  por  sus  jorna- 
das fasta  los  doce  de  'Junio ^  Corpus  Cristi,  que  llegaron 
las  banderas  á  Mola,  que  era  una  villa  orillas  de  la  mar, 
á  cuatro  millas  de  Gaeta.  En  esta  villa  y  en  el  burgo 
de  Castelone  se  alojó  la  gente.  A  los  diez  de  Julio  ^  un 
jueves  de  mañana,  entró  en  el  puerto  de  Gaeta  Marco 
Antonio  Carreto,  fijo  del  príncipe  Andrea  Doria,  con 
catorce  galeras  del  Príncipe,  y  ficieron  una  gran  salva 
con  su  artillería.  Viendo  el  Marqués  del  Vasto  y  Her- 
nando de  Alarcon  y  D.  Antonio  de  Aragón,  que  esta- 
ban en  la  villa  de  Mola,  que  Marco  Antonio  Carreto 
era  entrado  en  el  puerto  de  Gaeta,  con  las  galeras,  los 
dos  Marqueses  y  D.  Antonio  de  Aragón  se  meten  en 
una  fragata  y  van  al  puerto  de  Gaeta,  donde  todos  los 
navios  é  galeras  que  en  el  puerto  estaban  ficieron  un^ 


(1533)  —  344  — 

gran  salva  con  su  artilleríaj  y  asimismo  fizo  la  cibdad. 
Después  de  ser  fechas  las  salvas  del  armada  y  de  la  cib- 
dad, las  fizo  el  castillo,  y  fué  cosa  muy  de  ver  la  mu- 
cha y  grande  artillería  que  se  disparó,  y  más  en  la  cib- 
dad y  castillo.  Desembarcados  que  fueron  los  Marque- 
ses y  D.  Antonio  de  Aragón  y  Marco  Antonio  Carre- 
to,  subieron  al  castillo,  que  en  lo  más  alto  de  la  cibdad 
estaba,  á  visitar  las  fijas  del  Príncipe  de  Asculi,  Anto- 
nio de  Ley  va,  que  dentro  estaban,  como  fuese  la  te- 
nencia de  la  cibdad  y  castillo  del  Príncipe  de  Asculi, 
Antonio  de  Ley  va.  Llegados,  pues,  estos  caballeros  al 
castillo,  el  alcaide  los  rescibió  con  toda  aquella  reveren- 
cia que  se  debia  á  tales  caballeros,  y  este  Marco  Anto- 
nio Carreto  entró  con  este  triunfo,  porque  era  la  vo- 
luntad del  Príncipe  de  Ascoli,  Antonio  de  Ley  va,  y 
del  Príncipe  de  Malfa,  Andrea  Doria,  de  casar  á  Mar- 
co Antonio  Carreto  con  doña  Juana,  una  de  sus  fijas. 
Después  de  las  haber  vesitado  el  Marqués  del  Vasto  y 
D.  Antonio  de  Aragón  y  Marco  Antonio  Carreto,  se 
abajaron  á  la  cibdad. 

El  Marqués  de  la  Rem  (sic),  Hernando  de  Alarcon, 
fué  á,  vesitar  la  iglesia  de  la  Trinidad,  que  es  un  mones- 
terio  de  frailes  de  la  orden  de  San  Benito,  que  es  cosa 
muy  devota,  y  es  una  pequeña  iglesia,  porque  yo  la 
medí  no  ser  más  de  cuarenta  pies  de  largo  y  treinta  en 
ancho.  Para  entrar  en  esta  iglesia  se  han  de  subir  diez 
gradas;  delante  de  esta  iglesia,  noventa  pasos,  está  una 
capilla  que  es  redonda.  Para  ir  á  entrar  en  esta  capilla 
se  han  de  bajar  cinco  gradas;  tiene  en  lo  largo  veinte  é 
un  pies  é  otro  tanto  en  ancho.  De  esta  capilla  se  va  á 
otra  capilla,  que  está  de  allí  sesenta  pasos  largos;  vase 


—  345  —  (1533) 

un  poco  en  cuesta  abajo,  y  ansí  se  abajan  siete  gradas 
para  salir  desta  capilla.  Estos  sesenta  pasos  se  van  en- 
tre dos  montañas  muy  altísimas,  y  están  tan  vecinas, 
que  un  hombre  yendo  con  los  brazos  abiertos,  con  las 
manos  va  tocando  en  ellas;  son  de  peña  viva,  que  es 
más  bermeja  que  de  otro  color,  y  ésta  es  una  de  las  tres 
montañas  que  se  abrieron  cuando  Cripsto  espiró  en  la 
cruz.  La  tercera  é  última  capilla  es  pequeña,  tiene  en 
lo  largo  treinta  é  tres  pies  y  en  lo  ancho  veinte  é  nue- 
ve; está  al  escontro  de  la  puerta,  casi  al  comedio,  el  al- 
tar mayor;  en  las  paredes  están  fechas  cuatro  capillas, 
con  sus  altares  y  retablos;  es  una  cosa  muy  devota  y 
temerosa,  porque  debajo  desta  capilla  entra  el  agua  de 
la  mar  y  da  en  las  peñas  y  face  un  temeroso  remor. 
Esta  agua  entra  por  el  abertura  de  la  montaña  que  ha- 
bla, á  mi  parescer,  más  de  otros  sesenta  pasos  adelante. 
Después  que  el  Marqués  Alarcon  hobo  vesitado  este 
santo  templo,  fué  á  vesitar  todas  las  murallas  que  en 
este  monte  y  en  la  cibdad  habia,  y  como  estaban  pro- 
veídas de  artillería  y  de  lo  que  más  hablan  menester. 
Después  de  haber  vesitado  esta  muralla,  se  fué  á  verse 
con  el  Marqués  del  Vasto  que  ya  era  ido  á  la  villa  de 
Mola,  y  entre  todos  dos  dan  orden  de  cómo  se  embar- 
case la  gente,  así  mandan  salir  cinco  naves  del  puerto 
de  Gaeta  que  viniesen  vecinas  del  burgo  de  Castelone. 
Estuvieron  allí  fasta  los  doce  de  JuliOy  un  sábado  muy 
de  mañana,  que  los  dos  Marqueses  vinieron  donde  es- 
taban las  naves ,  y  con  gran  brevedad  mandaron  al 
maese  de  campo  y  á  los  capitanes  y  su  gente  se  embar- 
casen en  las  naves  y  pasasen  en  la  isla  y  reino  de  Sicilia 
á  se  juntar  con  la  flota  que  allí  se  ajuntaba  para  pasar 


(1533)  —  346  — 

á  Levante,  como  adelante  se  nos  dirá  más  por  entero. 
Conviene  á  saber  de  la  gente  que  el  Príncipe  Andrea 
Doria  dejó  en  la  provincia  de  Peloponeso  en  la  cibdad 
de  Koron,  como  arriba  se  vos  ha  dicho.  Viendo  el  Gran 
Turco  cómo  estando  en  el  reino  de  Hungría  con  su 
ejército,  los  cripstianos  le  hablan  fecho  tanto  daño  en 
la  provincia  de  Peloponeso,  y  cómo  la  cibdad  de  Ko- 
ron tenía  por  el  Emperador,  é  cómo  era  tan  gran  incon- 
veniente para  toda  la  provincia  é  aun  para  la  Grecia 
tener  los  cripstianos  aquella  cibdad  y  puerto,  ansí,  man- 
da á  sus  capitanes  generales  que  fuese  un  armada  por 
mar  y  un  campo  por  tierra  sobre  la  cibdad  de  Koron, 
y  con  gran  brevedad  se  la  tomasen  á  los  cripstianos.  Así 
vinieron  á  los  veinte  é  tres  de  Abril^  miércoles,  veinte  é 
nueve  galeras  y  fustas,  y  desde  á  pocos  dias  vino  todo 
el  armada,  y  á  los  veinte  é  seis  de  Abril  vinieron  el  fa- 
mulario  de  la  Morea  y  el  famulario  de  Negro  Ponte 
y  el  famulario  de  Yanan  con  un  ejército  por  tierra  sobre 
la  cibdad  de  Koron.  Como  don  Jerónimo  de  Mendoza 
y  los  otros  capitanes  que  dentro  estaban  viesen  que  por 
mar  y  por  tierra  los  tenían  cercados,  y  teniendo  alguna 
nescesidad  de  provisiones,  escriben  sus  letras  á  don  Pe- 
dro de  Toledo,  visorey  de  Ñapóles,  y  á  Alvaro  Pigna- 
telo,  visorey  de  Sicilia,  dándoles  entera  cuenta  de  todo  lo 
que  allí  pasaba.  Así  dan  estas  letras  á  un  soldado  lla- 
mado Fuensalida  para  que  las  llevase,  el  cual,  con  mu- 
cho trabajo  y  no  menos  peligro,  llegó  en  Sicilia  con  su 
bergantín  y  da  sus  letras  al  Visorey ,  y  de  allí  pasó  al 
reino  de  Ñapóles  y  da  sus  letras  al  Visorey  de  Ñapo- 
Íes.  Viendo  el  Visorey  las  cartas  y  soldado  enviado  de 
\^  cibdad  de  Koron,  lyégo  despachó  al  mesmo  soldado 


—  347  —  (í533) 

con  sus  letras  al  Emperador  que  ya  era  pasado  en  Es- 
paña. Pues  pasando  este  soldado  de  Ñapóles  á  España, 
allegó  al  puerto  de  Genova  y  da  sus  cartas  al  Príncipe 
Andrea  Doria.  Como  el  Príncipe  viese  estas  cartas  y  lo 
que  habia  sabido  por  el  capitán  Fernando  de  Vargas, 
que  de  allí  era  venido  en  el  Enero  pasado  á  la  corte 
del  Emperador  estando  en  Boloña,  viendo  lo  que  por 
las  letras  é  por  el  soldado  habia  sabido,  le  da  entero 
crédito  de  la  nescesidad  que  al  presente  habia  en  la  cib- 
dad  de  Koron,  y  así  con  gran  brevedad  manda  á  un 
su  debdo  llamado  Cristofin  Doria  que  entrase  en  la  ga- 
lera Marquesota  y  fuese  á  Sicilia  con  sus  letras  para  el 
visorey  de  Sicilia.  Viendo  el  Visorey  las  letras  del  Prín- 
cipe Andrea  Doria,  con  gran  brevedad  manda  que  le 
diesen  tanto  dinero  que  bastase  para  dos  pagas  á  la  gen- 
te que  estaba  en  Koron,  y  asimismo  le  mandó  dar  pe- 
lotas é  plomo  é  pólvora  é  otras  municiones  en  cantidad. 
Esta  mesma  noche  que  Cristofin  Doria  entró  en  el  puer- 
to de  Mesina,  fué  proveído  de  todo  lo  que  hubo  me- 
nester. 

Habiendo  tomado  Cristofin  Doria  todos  los  dineros 
y  municiones  y  sus  cartas ,  tomó  al  capitán  Fernando 
de  Vargas,  que  allí  estaba,  é  al  capitán  Pedro  de  Silva, 
hermano  del  capitán  Silva  que  estaba  en  Koron,  y  pa- 
sada la  media  noche,  ya  que  venía  el  día,  un  martes,  á 
los  veinte  é  siete  de  Mayo,  sale  la  galera  Marquesota  del 
puerto  de  Mesina  faciendo  su  viaje  la  vuelta  de  Koron. 
El  primero  dia  de  Junio  é  primero  de  Pascua  de  Es- 
píritu Santo,  un  domingo  en  la  noche,  llegó  la  galera  á 
vista  de  Koron.  Viendo  Cristofin  Doria  é  los  capitanes 
que  en  la  galera  iban  que  toda  la  armada  de  los  turcos 


(1533)  —  348  — 

estaba  en  torno  de  la  cibdad,  y  como  era  mucha,  y  vien- 
do el  gran  peligro  que  se  seguia  en  la  entrada,  é  por 
otra  parte  pensando  la  gran  vergüenza  que  rescibi- 
rian  si  no  entraban,  y  más  mirando  la  grande  gloria  de 
tama  que  ganaban  en  la  entrada,  se  deliberaron  a  en- 
trar. Así  Cristofin  Doria  mandó  á  sus  comitres  que 
aprisionasen  á  todos  los  turcos  que  en  la  galera  iban,  y 
así  se  fizo  como  Cristofin  Doria  le  mandó,  requiriéndo- 
les  las  canes  de  los  pies  y  poniéndoles  esposas  en  las 
manos  para  que  dellas  no  se  pudiesen  servir  más  que 
del  bogar  ó  remar. 

Después  de  todo  esto  fecho,  manda  enderezar  su  ga- 
lera la  vuelta  de  la  cibdad  de  Koron  y  pasa  una  parte 
de  las  galeras  de  los  turcos  y  se  va  acercando  á  la  cib- 
dad. Viendo  los  turcos  de  cuatro  galeras  que  desviadas 
de  allí  estaban  que  esta  galera  iba  la  vuelta  de  la  cib- 
dad, le  salen  de  través  estas  cuatro  galeras,  y  viendo  Cris- 
tofin Doria  que  estas  cuatro  galeras  le  venían  al  escon- 
tro  y  tan  cercanas,  como  hombre  tan  sabio  en  las  cosas 
de  la  mar  y  en  las  astucias  de  los  marineros,  mandó 
parar  su  galera,  porque  de  otro  modo  no  se  podía  sal- 
var. Viendo  los  turcos  de  las  cuatro  galeras  que  aquella 
galera  se  era  afirmada  y  tan  cerca  de  las  otras  que  esta- 
ban surtas,  y  como  tenía  su  toldo  puesto,  pensaron  que 
era  de  las  suyas  que  se  era  venida  allí  por  guardia,  é 
así  se  afirmaron  las  cuatro  galeras.  Pues  viendo  Cristo- 
fin  Doria  que  las  cuatro  galeras  se  eran  afirmadas  y  es- 
taban con  las  áncoras  y  la  gente  muy  reposada  y  que 
se  podría  entrar  en  el  puerto  con  muy  poco  peligro, 
así,  muy  secreptamente  manda  desasir  su  galera  del  fer- 
ro ó  áncora  é  con  gran  furia  se  va  la  vuelta  del  puerto 


—  349  —  ('533) 

de  KoroM.  Cuando  los  turcos  acordaron  de  seguir  la 
galera  ya  estaba  muy  vecina  de  la  cibdad,  á  la  cual  lle- 
gó gridando  España^  España^  porque  los  de  la  cibdad 
no  le  tirasen  con  su  artillería.  Viendo  los  de  la  guardia 
de  la  cibdad  como  la  galera  entraba  en  el  puerto,  y  sa- 
biendo lo  que  en  ella  venía,  lo  facen  saber  al  Maese  de 
campo,  y  viendo  el  Maese  de  campo  y  los  capitanes  que 
la  galera  entrada  era  en  el  puerto,  todos  con  gran  gozo 
van  de  la  cibdad  al  puerto  y  metieron  á  Cristofin  Doria 
y  á  los  capitanes  en  la  cibdad.  Luego  comenzaron  á 
descargar  las  municiones.  Después  que  el  Maese  de  cam- 
po y  los  capitanes  hobieron  leido  las  letras  del  Príncipe 
y  del  Visorey  de  Sicilia,  fueron  muy  gozosos  en  saber 
las  cosas  que  por  ellas  les  facian  saber,  é  otro  dia  si- 
guiente Cristofin  Doria  salió  del  puerto  con  su  galera 
y  se  va  la  vuelta  del  armada  de  los  turcos  mostrando 
quererse  ir  la  vuelta  de  Sicilia;  y  como  viese  que  las 
galeras  de  los  turcos  le  cercaban  y  por  todas  partes  le 
tiraban  con  su  artillería,  se  torna  a  meterse  en  el  puerto. 
Esto  facia  cada  dia  y  á  cada  noche  muchas  veces  y  tan- 
to que  los  turcos  ya  no  se  daban  nada  de  salille  al  es- 
contro. 

Viendo  Cristofin  Doria  que  los  turcos  estaban  algo 
desanimados,  á  los  cuatro  dias  de  Junio ^  un  miércoles  á 
las  ocho  horas  del  dia,  Cristofin  Doria  é  el  capitán  Pe- 
dro de  Silva  se  despiden  del  Maese  de  campo  é  de  los 
otros  capitanes  y  tomando  sus  letras  se  meten  en  su 
galera  y  salen  del  puerto  de  Koron  mostrando  que  iban 
á  tomar  un  esquirazo  que  venía  al  armada  de  los  tur- 
cos. Conociendo  los  del  esquirazo  que  era  la  galera  de 
cripstjanos,  les  tira  con  su  artillería,  mas,  la  verdad,  más 


(1533)  —  350  — 

le  tiró  por  demandar  socorro  al  armada  de  los  turcos 
que  por  el  daño  que  había  de  facer  con  ella  á  la  galera. 
Mas  Cristofin  Doria  se  dio  muy  poco  por  el  esquirazo, 
antes  mandó  poner  todas  sus  banderas  y  estandartes  en 
la  galera,  y  con  todo  este  triunfo  salió  por  medio  del 
armada  de  los  turcos,  que  por  todas  pasaban  de  sesenta 
entre  galeras  é  galeotas  é  fustas.  Viendo  Chafergilipi 
(j/V),  general  de  la  armada,  como  esta  galera  era  entrada 
en  el  puerto  de  Koron  por  medio  de  su  armada  y  que 
asimismo  era  salida  con  tanto  triunfo,  mandó  que  fue- 
sen en  su  seguimiento,  y  así  fueron  veinte  é  nueve  ga- 
leras é  cuatro  galeotas  é  fustas  y  la  dieron  caza  é  la  si- 
guieron una  gran  pieza  tirando  con  su  artillería;  mas 
con  el  ayuda  de  Dios  no  la  pudieron  tomar  ni  hacer 
cosa  alguna,  aunque  mucha  artillería  la  habian  tirado. 
Viendo  el  general  turco  que  no  habia  podido  alcanzar  á 
la  galera  y  que  la  mar  estaba  algo  hinchada,  mandó  que 
la  siguiesen  cinco  galeras  y  se  vuelven  todas  las  otras  ga- 
leras al  armada  é  cerco  de  Koron,  y  las  cinco  galeras  la 
siguieron  fasta  la  isla  de  Tampane;  mas  como  la  galera 
Marquesota  se  estimase  ser  en  este  tiempo  la  mejor  ga- 
lera que  fuese  en  las  aguas  de  la  mar,  [tuvo  en  muy  po- 
co el  armada  de  los  turcos  y  la  fortuna  de  la  mar.  Así 
se  fué  muy  á  su  salvo  a  Otranto,  al  cual  llegó  á  los  ca- 
torce del  Junio, 

Viendo  el  capitán  Pedro  de  Silva  que  la  mar  esta- 
ba en  tanta  fortuna,  y  que  la  galera  no  podia  nave- 
gar, toma  postas  y  se  va  en  Ñapóles  con  mucha  bre- 
vedad, y  da  sus  letras  al  Visorey  y  otras  al  Marqués 
del  Vasto.  También  la  galera  Marquesota,  siendo  la 
mar  en  bonanza,  fué  á  Mesina  é  á  Genova.  Llegado 


~  351  -"  (1533) 

que  fué  Cristofin  Doria  en  Genova,  da  sus  letras  al 
príncipe  Andrea  Doria,  el  cual  con  ellas  hobo  mucho 
placer,  por  se  haber  fecho  todo  á  su  voluntad.  Luego 
el  Príncipe  escribe  al  Emperador  el  secrepto  de  las  co- 
sas de  Koron,  que  por  sus  letras  y  por  Cristofin  Do- 
ria habia  sabido.  Esta  letra  del  Príncipe,  juntamente 
con  otra  que  de  Koron  venía  para  el  Emperador,  las 
da  á  Cristofin  Doria,  mandándole  que  con  toda  bre- 
vedad se  metiese  en  la  galera  Marquesota  y  fuese  en 
España  y  las  diese  al  Emperador.  Por  estas  letras  supo 
el  Emperador  la  nescesidad  que  de  provisiones  de  co- 
mer se  padescia,  y  que  no  tenian  de  comer  más  de  fasta 
ser  medio  el  Agosto;  y  así  el  Emperador  mandó  al 
príncipe  Andrea  Doria  sus  letras,  por  las  cuales  le  man- 
daba que  con  gran  priesa  juntase  el  armada  y  fuese  á 
dar  socorro  a  Koron.  Así  se  fizo  como  por  el  Empe- 
rador le  fué  mandado. 

Pues  como  arriba  dije  que  el  Maese  de  campo  y  ca- 
pitanes y  soldados  fueron  mandados  por  el  Marqués 
Alarcon  y  por  el  Marqués  del  Vasto  que  se  embarca- 
sen en  las  cinco  naves,  quedando  el  capitán  Arce,  con 
sü  compañía,  en  la  guardia  de  Gaeta,  así  se  embarcó 
el  maese  de  campo  Machicao  en  Santa  María  de  la  Vi- 
toria, que  era  una  buena  nave  de  armada.  En  otra  nave 
se  embarcó  el  capitán  Francisco  Sarmiento  con  su  com- 
pañía; en  otra  nave  se  embarcaron  el  capitán  D.  Diego 
de  Tovar  é  el  capitán  Fermosilla,  con  sus  compañías; 
en  otra  nave  se  embarcó  el  capitán  Lezcano,  con  su 
compañía,  y  en  la  nave  Arragasea,  llamada  Sant  Blas, 
se  embarcó  el  capitán  Luis  Méndez  de  Sotomayor  y 
el  capitán  Pelas  con  sus  compañías.  Siendo  embarca- 


(1533)  —  352  — 

dos  los  capitanes  y  gente,  se  facen  a  la  vela  las  cinco 
naves,  saliendo  del  puerto  y  playa  donde  estaban,  y 
fué  á  la  hora  del  mediodia.  Este  mesmo  dia,  ya  tarde, 
á  la  hora  de  puesto  el  sol,  llegaron  las  naves  á  la  isla 
de  Isola  (Ischia),  que  está  cincuenta  millas  de  Gaeta, 
y  allí  les  escomenzó  á  cambiar  el  viento.  Isola  es  una 
isla  no  muy  grande,  es  viciosa  de  aguas  dulces  é  de 
frutas;  á  la  una  parte  della  tiene  un  fortísimo  castillo, 
el  cual  castillo  é  isla  tiene  en  tenencia  el  Marqués  del 
Vasto.  Dos  millas  vecina  de  esta  isla,  está  la  isla  de 
Progata  (Procida),  y  doce  la  isla  de  Capria  (Capri),  y 
con  la  falta  del  viento  estovieron  las  naves  vecinas  des- 
tas  islas  fasta  el  dia  siguiente,  ya  tarde,  que  comenzó 
á  refrescar  el  viento.  Así  se  desviaron  las  naves  de  par 
destas  islas,  faciendo  su  viaje.  Como  con  la  calma  del 
viento  las  naves  se  hobiesen  desviado  las  unas  de  las 
otras,  el  Maese  de  campo  mandó  volver  su  nave  fácia 
donde  quedaban  desviadas  dos  naves  de  las  otras  na- 
ves, é  dale  cabo  ó  vero  cuerda  á  una  nave,  llevándola 
asida  de  su  nave,  que  era  muy  velera.  Lo  mismo  fizo 
el  capitán  Francisco  Sarmiento,  dando  cabo  á  la  otra 
nave.  Después  de  ser  juntas  las  cinco  naves,  fueron 
ansí  cuanto  dos  horas.  Como  ya  viniese  la  noche  y  el 
viento  fuese  próspero,  así,  se  desasen  las  unas  naves  de 
las  otras,  y  pasaron  las  naves  muy  cerca  de  la  isla  de 
Estrongol  (Stromboli).  En  la  una  parte  de  la  isla  vi 
salir  gran  fumo  é  fuego,  é  vide  poco  en  poco  salir  unas 
llamas,  á  mi  parescer  del  grosor  de  dos  bueyes;  yo  lo 
tuve  á  gran  cosa,  por  jamas  faltar  este  fuego  y  fumo 
é  viento  en  esta  isla.  El  dia  siguiente  pasaron  las  naves 
á  vista  de  otras  islas,  que  fueron  Panarela  y  Panaria, 


—  353  —  (1533) 

Alauri  (Alicuri),  Filiauci  (Filicuri),  La  Salina,  Lim- 
par  (Lipari)j  Vulcanelo  y  Vulcano.  Desta  Isla  de  Vul- 
cano  sale  un  tan  grande  é  mayor  fuego  que  de  la  isla 
de  Estrongol,  como  adelante  diré,  por  habello  visto 
otras  muchas  veces  y  de  más  cerca.  Pues  faciendo  nues- 
tro viaje,  llegaron  las  naves  al  faro  de  Mesina,  que  es 
un  estrecho  que  está  en  tierra  de  Calabria  é  isla  de  Si- 
cilia. Es  un  estrecho  de  mil  é  quinientos  pasos  de  tra- 
vesía, y  es  cosa  muy  peligrosa,  por  ser  tan  estrecho  y 
ser  tan  corriente  la  mar  cuando  es  menguante  ó  crecien- 
te. Es  esta  estrechura  ó  corriente  cuanto  una  legua  en 
largo,  y  después  comienza  más  á  ensancharse  la  mar; 
aquí  se  pierden  muchos  navios,  si  no  son  pláticos  los 
que  quieren  entrar  por  este  estrecho.  Están  á  la  parte 
de  la  Calabria,  junto  á  la  mar,  dos  pequeñas  villas,  que 
son  Logilio  y  el  Canatelo;  aquí  en  el  Canatelo  hay  un 
buen  puerto,  que  es  mucho  recurso  para  los  que  se  ven 
en  peligro  en  este  estrecho.  A  Ja  parte  de  Sicilia,  ori- 
llas de  la  mar,  está  un  pequeño  castillo,  donde  en  la 
torre  más  alta  deste  castillo  hay  un  farol  ó  lanterna, 
donde  se  pone  lumbre  de  noche,  porque  los  marineros 
que  vienen  á  pasar  el  faro  sepan  dónde  está  el  peligro. 
Así  entraron  las  naves  por  este  estrecho  de  faro,  tres 
horas  después  de  salido  el  sol,  con  un  próspero  viento, 
que  era  Poniente  maestre,  entrando  contra  la  corriente 
(porque  entonces  venía  la  corriente),  y  como  la  corriente 
viniese  tan  poderosa  é  el  viento  le  fuese  contrario,  así 
andaba  la  mar  aquí  muy  brava;  mas  con  el  ayuda  de 
Dios  y  de  su  bendita  Madre  se  pasó  sin  daño  alguno 
y  con  sobrado  peligro.  Ya  las  naves  iban  á  tomar  puer- 
to á  la  cibdad  de  Mesina,  cuando  por  mandado  del 


(1533)  --  354  — 

Visorey  salió  una  galera  del  puerto  de  Mesitia,  é  va  a 
la  nave  capitana,  y  el  que  dentro  venía  por  mandado 
del  Visorey,  manda  al  Maese  de  campo  que  con  las 
naves  pasase  á  tomar  puerto  en  la  Calabria.  Viendo  esto 
el  Maese  de  campo,  mandó  disparar  una  pieza  de  arti- 
llería en  su  nave,  para  que  las  otras  cuatro  naves  la  si- 
guiesen, y  manda  enderezar  su  nave  la  vuelta  de  Cala- 
bria. Este  mesmo  dia,  casi  á  la  hora  del  mediodia,  se 
tomó  puerto  en  la  torre  de  Piudemel  (j/V) ,  que  fué  fi 
los  diez  é  siete  de  Julio ^  un  jueves.  Esta  torre  de  Piu- 
demel es  una  torre  muy  antiquísima,  k  dos  millas  de 
Ríjoles  (Reggio). 

Ríjoles  es  una  buena  tierra;  solía  ser  una  cibdad 
de  tres  leguas  en  largo,  y  es  cosa  muy  antigua,  se- 
gún vi  en  su  epitafio.  Fué  fundada  trecientos  años  an- 
tes que  Roma;  es  la  postrera  cibdad  en  la  Calabria, 
desde  ella  fasta  el  último  de  la  Calabria  se  decía  la 
Marca  griega,  porque  solían  aquí  habitar  muchos  no- 
bles griegos  cuando  guerreaban  con  los  romanos.  La 
Calabria  y  la  Sicilia  solia  ser  tierra  firme,  é  por  los  ter- 
remotos y  grandes  fortunas  de  la  mar  rompióse  el  ter- 
reno, y  corre  el  faro  en  aquellos  mil  é  quinientos  pasos 
que  dije.  Entonces  le  quedó  nombre  la  isla  de  Sicilia, 
y  á  Ríjoles,  Rijo  ó  Rijon,  porque  antes  se  decía  la 
Reina.  De  la  cibdad  de  Ríjoles  á  la  cibdad  de  Mesina 
hay  doce  millas  de  travesía.  Mesina  es  una  noble  cib- 
dad. Es  esta  isla  y  reino  de  Sicilia  abundosa  de  todas 
cosas,  como  adelante  escrebiré,  por  haber  tenido  en 
ella  algún  reposo. 

Pues  tornando  á  nuestro  viaje,  luego  el  dia  siguiente 
que  llegaron  las  naves  á  tomar  puerto  en  la  torre  de 


—  355  -^  (1533) 

Purdomel,  el  Maese  de  campo  y  los  capitanes  fueron 
á  verse  con  el  Visorey  y  á  ver  lo  que  por  él  les  fuese 
mandado.  Fué  parescer  del  Visorey  que  las  cuatro  ban- 
deras fuesen  á  Melasco  (Mascali),  que  es  una  buena 
tierra,  en  la  isla,  y  las  otras  fuesen  á  Tauro  et  Menia 
(Taormina).  Con  este  mandado,  el  Maese  de  campo  y 
los  capitanes  se  volvieron  á  sus  naves;  y  el  domingo  si- 
guiente, que  fué  á  los  veinte,  el  Maese  de  campo  man- 
dó que  las  dos  naves  donde  iban  las  cuatro  compañías 
fuesen  á  Melasco,  é  él  con  las  otras  dos  compañías  fuese 
á  Tauro  et  Menia,  donde  allegó  este  mesmo  dia,  antes 
de  mediodía,  por  no  estar  más  de  treinta  millas  de  don- 
de estaban  las  naves.  Llegado  el  Maese  de  campo,  con 
sus  naves,  al  puente  de  Tauro  et  Menia,  estuvo  aquí 
fasta  otro  dia  siguiente,  lunes,  vigilia  de  la  Madalena, 
que  nos  desembarcamos  é  alojaron  en  Tauro  et  Me- 
nia, que  es  una  cosa  antigua.  De  primero  se  decia  Najo 
(Naxos),  y  este  Najo  estaba  puesto  en  un  llano,  orillas 
de  la  mar,  que  era  colonia  de  romanos;  teniendo  los  ro- 
manos guerra  con  los  cartagineses,  los  cartagineses  por 
muchas  veces  vinieron  con  grand  flota  á  querer  tomar 
este  Najo.  Aquí  hubieron  los  romanos  y  los  cartagine- 
ses una  gran  batalla ,  y  en  ella  hobieron  vitoria  los  car- 
tagineses y  destruyeron  á  Najo.  Viendo  los  que  queda- 
ron en  Najo  que  su  tierra  era  destruida,  acordaron  de 
facer  otra  tierra  en  un  alto  vecina  de  allí,  é  así  dieron 
cargo  á  quien  habia  de  ser  el  fundador,  que  era  un  ve- 
cino de  Najo,  nombrado  Tauroviro ;  y  como  éstos  que- 
dasen destruidos  de  la  guerra,  y  Menia,  la  mujer  de 
Tauroviro,  siendo  muy  grandísima  alquimista,  les  ayu- 
da con  su  arte  á  tanto  que  hicieron  su  tierra  é  castillo. 

»3 


(1533)  —  356  — 

Así  los  vecinos  de  Najo  ponen  este  nombre  de  Tauro 
por  Taoro  viro,  é  Menia  por  su  mujer.  Vecina  de  Tau- 
ro et  Menia  está  la  montaña  de  Mongibel  (Mongibe- 
llo-Etna);  es  cosa  grande  y  alta,  del  altura  de  ocho  le- 
guas, é  en  lo  más  alto  della  solia  echar  fuego  como 
Vulcan,  y  cuando  faltaba  fuego  en  Vulcan,  lo  habia 
aquí  en  esta  boca  de  Mongibel,  porque  dicen  haber  de 
Vulcan  á  Mongibel  una  vena,  por  donde  los  vientos 
corren  de  una  parte  á  la  otra.  Está  distante  la  una  boca 
de  la  otra  cuanto  cient  millas,  y  son  casi  la  mitad  tra- 
vesía de  mar.  Fuéme  dicho  de  hombres  antiguos  que 
habia,  que  no  salia  fuego  de  la  boca  de  Mengibel  des- 
de el  año  de  mil  é  quinientos  é  treinta  años,  y  que  en 
lo  más  alto  desta  montaña,  una  legua  en  torno  dende 
esta  boca,  no  se  cria  árbol  ninguno,  ni  hierba,  ni  cosa 
que  sea  verde.  Lo  demás  es  cosa  viciosa  de  agua  y  de 
árboles,  y  de  muchas  verduras  y  de  muchos-géneros 
de  cazas.  En  el  comedio  de  la  subida  desta  montaña 
estaba  una  fuente  llamada  Proserpina,  que  quiere  decir 
que  allí  estaba  bañándose  Proserpina  cuando  la  llevó 
Pluton. 

Pues  cuando  el  Maese  de  campo  y  capitanes  estu- 
viesen con  su  gente  en  Tauro  et  Menia ,  les  vinieron 
letras  del  Visorey,  por  las  cuales  les  mandaba  que  fue- 
sen á  Mesina,  y  así  fueron  á  ver  qué  era  la  voluntad 
del  Visorey.  Como  el  Visorey  les  hobiese  mandado  su 
voluntad,  volvieron  á  Tauro  et  Menia,  mandando  á 
sus  soldados  que  ninguno  se  desmandase  ni  fuese  á  par- 
te alguna,  porque  se  habian  de  embarcar.  Como  fué  á 
los  veinte  é  ocho  de  Julio,  un  martes  de  mañana,  vino 
al  puerto  de  Tauro  et  Menia  Marco  Antonio  Carreto, 


—  357  —  (1533) 

con  once  galeras,  en  las  cuales  se  embarcaron  el  Maese 
de  campo  y  los  capitanes  y  soldados.  Este  mesmo  dia, 
ya  tarde,  entraron  las  galeras  en  el  puerto  de  Mesina, 
donde  estaba  el  príncipe  Andrea  Doria,  el  cual  manda 
salir  de  las  galeras  al  Maese  de  campo  é  capitanes  é 
gente,  y  que  se  embarcasen  en  las  naves.  La  noche  que 
Marco  Antonio  Carreto  salió  del  puerto  de  Mesina 
para  ir  á  Tauro  et  Menia,  salió  Cristofin  Doria,  y  jun- 
tamente con  él,  tres  galeras  y  una  fragata;  las  cuales 
galeras  eran  la  Marquesota  y  la  Condesa  y  la  Don- 
cella. El  cual  Cristofin  Doria  iba  por  mandado  del  prín- 
cipe Andrea  Doria  á  Koron,  á  que  viese  dónde  es- 
taba el  armada  de  los  turcos,  é  cómo  estaba,  é  cuánta 
era,  y  que  trabajase  de  facer  que  la  fragata  entrase 
en  Koron.  Partido  Cristofin  Doria  del  puerto  de  Me- 
sina, muy  presto  llegó  á  vista  de  Koron,  y  viendo  cómo 
el  armada  de  los  turcos  era  mucha  é  imposible  pensar 
de  entrar  galera  alguna  en  Koron,  por  estar  puesta  como 
estaba  el  armada  de  los  turcos,  así  Cristofin  Doria 
acordó  que  la  fragata,  por  ser  navio  pequeño,  podia 
entrar  más  sin  peligro.  Así,  de  personas  que  más  se 
fiaba,  mandó  entrar  en  la  fragata  y  dales  las  letras  que 
para  el  Maese  de  campo  llevaban,  y  les  encargó  mucho 
lo  que  importaba  la  entrada  en  Koron,  y  que  se  aven- 
turasen á  probar  todos  los  modos  ó  maneras  que  pro- 
bar se  podían,  fasta  entrar  en  el  puerto  de  Koron,  por 
ver  cómo  estaba  la  cibdad,  si  estaba  por  los  españoles 
ó  por  los  turcos,  ó  cómo  estaba  el  armada  é  cuánta 
era.  Así  la  fragata  entró  por  medio  de  la  armada  de 
los  turcos,  y  llegó  á  las  murallas  de  Koron.  Como  los 
que  en  la  fragata  iban  no  oyesen  ningún  remor  en  la 


(1533)  —  358  — 

armada  ni  en  la  cibdad,  sospecharon  estar  la  cibdad  por 
los  turcos;  así  con  este  pensamiento  llegaron  muy  junto 
la  muralla  de  Koron,  sin  fablar  cosa  alguna,  para  que 
fuesen  oidos  por  los  de  Koron,  y  por  ver  en  qué  len- 
gua eran  demandados  quiénes  eran.  Pero  como  la  fra- 
gata fuese  tan  junta  á  la  muralla,  las  guardias  de  Ko- 
ron ven  cómo  esta  fragata  estaba  tan  junta  á  la  mura- 
lla, y  por  la  escuridad  de  la  noche,  no  conociendo 
quiénes  fuesen  los  de  la  fragata,  conosciendo  que  los 
que  estaban  en  la  guardia  de  Koron  fuesen  cristianos, 
les  comenzaron  á  gritar  España  y  España;  Doria ^  Do- 
ria, y  así  se  entraron  en  el  puerto  de  Koron,  é  dan  sus 
letras  é  avisos  al  Maese  de  campo  y  capitanes,  de  cómo 
venía  á  ver  de  cómo  estaba  el  armada  y  cuánta  era ,  é 
si  estaba  la  cibdad  por  cristianos  ó  por  turcos ;  é  que  si 
por  desgracia  se  perdiese  la  fragata  á  la  salida  de  Ko- 
ron, era  menester  facer  sabida  al  Príncipe  de  todo  lo 
que  en  Koron  pasaba.  Y  porque  el  Príncipe  lo  supie- 
se, se  habia  de  facer  un  fuego  en  Koron,  que  era  la 
seña  como  habia  entrado  la  fragata;  y  que  después  se 
ficiesen  tantos  fuegos  cuantas  velas  habia  sobre  Koron, 
para  que  fuese  visto  de  Cristofin  Doria,  que  con  las 
tres  galeras  estaba  con  gran  cuidado  esperando  cuando 
veria  las  señales.  Después  de  las  haber  visto,  fué  muy 
gozoso  en  haber  visto  que  se  habia  fecho  todo  como  él 
lo  deseaba. 

Después  de  haber  dado  los  de  la  fragata  sus  letras  y 
avisos  al  Maese  de  campo  y  capitanes,  y  aun  fecho  las 
señales  y  avisos,  todos  se  meten  en  su  fragata  y  salen 
del  puerto,  pasando  por  el  armada  de  los  turcos,  que 
muy  sobre  aviso  estaba,  por  haber  visto  facer  las  seña- 


—  359  —  (1533) 

les  de  los  fuegos;  mas  por  la  voluntad  de  Dios  la  fra- 
gata vino  á  salvo  donde  las  tres  galeras  estaban.  Viendo 
Cristofin  Doria  que  la  fragata  era  venida  y  haber  sa- 
bido el  secrepto  de  las  cosas  de  la  armada  de  los  turcos 
y  de  las  cosas  de  Koron ,  fué  su  parescer  de  quedar  con 
las  tres  galeras  á  vista  del  armada  de  los  turcos,  para 
ver  lo  que  pasaba  y  que  fuese  la  fragata  con  las  letras 
del  Maese  de  campo  y  suyas  al  Príncipe.  Así  fué  la 
fragata  á  dar  muy  entera  cuenta  al  Príncipe  de  todo  lo 
que  se  habia  fecho.  Después  que  el  Príncipe  viese  cómo 
Koron  estaba  por  cripstianos  y  puesto  en  tanto  estrecho, 
manda  dar  mucha  brevedad  en  las  cosas  de  su  armada, 
que  en  el  puerto  de  Mesina  estaba,  é  mandó  á  gran 
priesa  embarcar  la  gente  de  guerra  al  Maese  de  campo, 
y  se  embarcó  en  la  galera  capitana  con  el  Príncipe,  y 
su  compañía  en  el  galeón  de  Belomo;  el  capitán  Fran- 
cisco Sarmiento,  con  la  mayor  parte  de  su  compañía, 
se  embarcó  en  la  nave  Sant  Rafael,  que  era  la  capitana 
de  todas  las  otras  naves.  En  ésta  iba  Francisco  Doria, 
primo  de  Andrea  Doria,  general  de  las  naves.  _Así  se 
embarcaron  todos  los  otros  capitanes  y  sus  compañías. 
También  se  embarcaron  los  capitanes  que  estaban  en 
la  guarnición  de  Sicilia,  que  por  la  verdad  era  poca 
gente.  En  el  galeón  del  príncipe  Andrea  Doria  se  em- 
barcó el  capitán  Alonso  Carrillo,  con  su  compañía,  que 
nuevamente  le  habia  fecho  capitán  el  Marqués  del  Vas- 
to, de  gente  desmandada  que  andaba  por  Ñapóles.  Des- 
pués de  ser  toda  la  gente  embarcada,  el  primero  dia  de 
Agosto,  un  viernes  de  mañana,  salió  del  puerto  de  Me- 
sina Franco  Doria,  con  su  nave,  y  con  otras  diez  na- 
ves y  nueve  galeras  fué  á  tomar  puerto  en  la  Fosa  de 


(1533)  -  36o  — 

San  Juan,  que  es  un  buen  surgidero  en  la  Calabria,  por 
su  mucha  fondura  é  abrigo  que  tiene  de  la  montaña. 
Asimismo  vinieron  todas  las  naves,  que  eran  diez  é 
nueve  y  tres  galeones.  Después  de  ser  juntas  estas  na- 
ves y  galeones,  Franco  Doria  mandó  poner  en  el  cabo 
derecho  de  la  entena  de  su  nave  una  pequeña  bande- 
ra, que  era  el  contraseño  que  él  tenía  con  los  patrones 
de  las  otras  naves.  Como  esta  bandera  fué  vista  de  to- 
das las  otras  naves,  luego  vinieron  todos  los  patrones  de 
la  nave  capitana,  por  ver  lo  que  por  Franco  Doria  les 
fuese  mandado.  Después  de  ser  todos  venidos,  Franco 
Doria  les  dio  la  orden  que  hablan  de  llevar  en  sus  na- 
vios, y  á  los  dos  de  Agosto^  un  sábado  á  mediodía,  vino 
el  príncipe  Andrea  Doria,  con  las  galeras  que  con  él 
hablan  quedado  en  el  puerto  de  Mesina,  y  fuéle  fecha 
una  gran  salva  con  el  artillería. 

Siendo  ya  toda  la  armada  junta,  fué  el  parescer  del 
Príncipe  que  tres  galeras  é  un  bergantín  fuesen  delante 
de  toda  la  armada  descubriendo  todos  los  golfos  é  calas 
é  puntas  donde  se  sospechaba  haber  alguna  fusta  que 
fuese  á  dar  aviso  al  armada  de  los  turcos.  Así  se  fizo 
como  el  Príncipe  lo  mandó,  y  siempre  fueron  delante 
fasta  llegar  vecinos  del  armada  de  los  turcos.  Siendo  ya 
pasada  la  media  noche,  viniendo  el  domingo  á  los  tres 
de  AgostOy  el  Príncipe  Andrea  Doria  con  su  armada  sa- 
lió de  la  Fosa  de  Sant  Juan  faciendo  su  viaje  á  la  vuel- 
ta de  Koron.  Era  una  armada  de  diez  é  nueve  naves  y 
tres  galeones  y  catorce  galeras  del  Príncipe  y  tres  del 
Papa;  en  ellas  iba  por  capitán  el  prior  de  Rodas  y  tres  de 
la  religión  de  Rodas  y  una  del  Govo  {sic)  de  Ñapóles,  y 
más  cuatro  de  Antonio  Doria  y  los  bergantines.  En  dos 


—  3^1  —  (1533) 

de  las  galeras  de  Antonio  Doria  iban  dos  hijos  de  don 
Pedro  de  Toledo,  Visorey  de  Ñapóles.  Asimismo  iban 
otros  caballeros  y  personas  valerosas  y  hombres  muy 
expertos  en  las  cosas  de  la  guerra,  entre  los  cuales  iba 
un  reverendo  fraile  francisco  llamado  fray  Buenaventu- 
ra Jorge  Pérez  de  León,  que  habia  sido  muy  valeroso 
soldado  y  capitán  del  artillería  del  Emperador  en  Lom- 
bardía,  y  en  las  cosas  de  la  guerra  y  en  las  cosas  de  la 
iglesia  hombre  de  muy  buena  doctrina.  Llevaba  todos 
los  casos  del  Papa  Clemente  Séptimo.  Faciendo,  pues, 
nuestro  viaje,  iban  las  galeras  desviadas  de  las  naves  más 
cercanas  de  tierra  de  Calabria  é  el  domingo  de  mañana 
descubrieron  las  galeras  una  nave  que  venía  de  las  par- 
tes de  Levante,  y  así  la  siguieron  y  la  tomaron  y  la 
trajeron  á  que  se  ajuntase  con  las  otras  naves.  Esta  na- 
ve venía  de  la  isla  de  Candía  cargada  de  seiscientas  bo- 
tas de  malvasía  para  llevar  á  Ingalaterra;  era  una  gran 
nave.  Venida  que  fué  esta  nave  entre  las  otras  naves, 
fizo  su  salva  de  artillería  á  la  nave  capitana,  y  el  gene- 
ral de  las  naves  Franco  Doria  manda  al  capitán  del  ga- 
león del  Príncipe  que  mirase  por  ella  porque  no  se  des- 
viase del  armada.  El  lunes  siguiente  de  mañana  se  junta- 
ron las  galeras  con  las  naves,  y  la  galera  del  Príncipe  se 
allega  á  la  galera  capitana  y  el  Príncipe  se  fabló  con 
Franco  Doria,  general  de  las  naves,  mandándole  que 
llevase  todas  las  naves  en  mucha  conserva,  y  que  se 
desviase  de  la  tierra  todo  lo  que  más  pudiese,  porque 
no  fuese  visto  de  la  armada  de  los  turcos,  y  que  no 
ficiese  salva  con  el  artillería,  porque  no  fuese  sentida  de 
la  tierra  ó  de  algunas  fustas  de  los  turcos  que  estovie- 
sen  puestas  en  algunos  secreptos  lugares.  Ansimesmo 


(1533)  --  362  — 

le  mandó  por  qué  viento  habla  de  navegar,  que  era  Le- 
vante y  griego,  y  que  tomase  puerto  en  el  puerto  del 
Gante  (Zante),  é  si  allí  no  pudiese  tomar,  que  lo  fuese 
á  tomar  á  la  isla  de  la  Sapienzia.  Después  de  haber 
mandado  esto  á  Francisco  Doria,  fué  con  todas  las  ga- 
leras y  bergantines  adelante  de  las  naves  por  descubrir 
algunas  velas  é  tomallas,  porque  no  pudiesen  dar  aviso 
al  armada  de  los  turcos  de  cómo  iba  su  armada.  Así 
navegaron  todas  las  naves  en  mucha  conserva  con  un 
poco  de  viento,  y  el  martes  se  descubrió  tierra  de  la  isla 
de  la  Chafalonía,  que  es  de  venecianos,  y  el  día  si- 
guiente, que  fué  un  miércoles,  por  la  mañana  vino  el 
Príncipe  con  las  galeras  á  las  naves  y  trajo  dos  esquira- 
zos,  que  eran  dos  pequeños  navios  de  venecianos  que 
iban  cargados  de  provisiones  páralos  turcos  que  estaban 
sobre  Koron.  Juntas  que  fueron  las  galeras,  navega  to- 
da el  armada  en  mucha  conserva  entre  la  isla  de  la  Cha- 
falonía é  la  isla  del  Gante,  que  estaba  la  una  de  la  otra 
travesía  de  doce  millas,  é  del  Gante  á  tierra  firme  de  la 
Morea  hay  quince  millas,  y  casi  otras  tantas  hay  de  la 
Chafalonía.  Llegada  el  armada  junto  al  Gante,  el  Prín- 
cipe quiso  entrar  con  las  galeras  en  el  puerto  del  Gante, 
por  tomar  lengua  del  armada  de  los  turcos  é  por  to- 
mar un  médico  que  está  allí  muchos  días  había  para 
ir  á  Koron,  que  era  venido  allí  por  mandado  del  Viso- 
rey  de  Sicilia.  Ansimísmo  quisieron  tomar  puerto  las 
naves,  mas  no  pudieron  por  selles  el  viento  contrario. 
Entrado,  pues,  el  Príncipe  en  el  puerto  del  Gante ,  co- 
mo dicho  tengo,  le  fué  fecha  salva  con  el  artillería,  y 
una  sola  galera  fizo  salva  con  su  artillería.  El  Gante  es 
una  pequeña  y  fortísima  villa;  está  puesta  en  un  cerro 


—  3^3  —  (1533) 

orillas  de  la  mar.  Viendo  el  Príncipe  que  las  naves  no 
entraban  en  el  puerto  del  Gante,  manda  que  saliese  una 
galera  de  las  que  estaban  en  el  puerto  y  ficiese  seña  á 
las  naves  que  entrasen  en  el  puerto.  Salida  la  galera  tiró 
un  tiro  de  artillería  para  que  de  las  naves  fuese  visto, 
mas  las  naves  no  pudieron  entrar  en  el  puerto  del  Gan- 
te por  selles  el  viento  contrario  y  la  mar  estar  alta;  así 
pasaron  las  naves  adelante  poco  más  de  diez  millas  y 
echaron  áncoras  á  la  punta  de  Puertonata,  á  vista  de 
Casteltornes,  que  está  en  tierra  firme  de  la  Morea.  Deste 
castillo  ficieron  grandes  afumadas  para  que  toda  la  cos- 
ta fuese  avisada,  y  ansimismo  el  armada  de  los  turcos, 
de  cómo  nuestra  flota  iba.  Pues  siendo  aquí  surtas  las 
naves  vecinas  á  la  punta  de  Puertonata,  vino  un  bergan- 
tín de  las  galeras  con  una  letra  del  Príncipe  para  Fran- 
co Doria,  su  primo,  por  la  cual  le  mandaba  que  con  to- 
dos los  capitanes  de  infantería  é  los  patrones  de  los  na- 
vios estuviesen  apercibidos  de  venir  en  su  galera  cuan- 
do él  viniese  á  tomar  puerto  donde  estaban  las  naves. 
Vista  por  Franco  Doria  la  letra,  mandó  poner  la  ban- 
dera del  contraseño  en  la  entena  de  la  nave  capitana,  y 
como  la  bandera  fué  vista  de  los  patrones  de  las  otras 
naves,  vinieron  á  la  nave  capitana  para  ver  lo  que  por 
Franco  Doria  les  fuese  mandado.  Así  les  dio  orden  de 
todo  aquello  que  á  las  naves  convenia,  y  asimismo  les 
mandó  que,  como  el  Príncipe  fuese  venido  con  las  ga- 
leras vecino  de  las  naves,  ellos  con  los  capitanes  de  in- 
fantería que  en  los  navios  viniesen  fuesen  á  la  galera 
del  Príncipe.  Venido  el  Príncipe  con  las  galeras  donde 
las  naves  estaban,  Franco  Doria  y  Francisco  Sarmiento 
se  meten  en  un  batel  y  van  en  la  galera  del  Príncipe. 


(1533)  —364  — 

Asimesmo  fueron  los  otros  capitanes  c  patrones  de  las 
naves.  Habido  el  Príncipe  su  consejo  con  estos  capita- 
nes é  patrones  de  las  naves,  les  mandó  la  orden  que 
habian  de  tener,  y  asimesmo  mandó  á  un  bergantín  que 
fuese  á  llamar  á  Cristofin  Doria,  que  estaba  á  vista  del 
armada  de  los  turcos,  como  arriba  dije.  Aquí  estuvo  el 
armada  fasta  ser  la  media  noche,  que  se  fizo  á  la  vela 
yendo  las  naves  y  galeras  en  mucha  conserva.  Antes  que 
fuese  el  dia,  se  juntó  Cristofin  Doria  con  las  otras  gale- 
ras, y  como  fué  el  dia,  llegó  el  armada  vecina  de  Tam- 
pane,  que  es  una  pequeña  y  baja  isla,  que  no  sale  de  la 
mar  más  de  un  estado  de  hombre  ó  poco  más.  Esta  isla 
es  de  venecianos,  y  en  esta  isla  á  las  orillas  de  la  mar  es- 
tá un  monesterio  de  frailes  griegos,  de  la  orden  de  la  Sar- 
tosa  (Cartuja).  Este  dia,  que  fué  á  los  doce  de  Agosto^  un 
jueves,  llegó  el  armada  á  la  vista  de  Modon  y  vecina 
á  de  Avarino  (Pylos  Navarin),  que  es  una  pequeña 
tierra  puesta  en  una  punta  de  tierra  firme;  es  redonda 
é  alta  é  face  fuerte  la  tierra.  Tiene  un  buen  puerto,  y 
se  dice  Porto-longo.  Esta  tierra  Navarino  ó  de  Nava- 
rino  está  del  Gante  sesenta  é  tres  millas  y  á  nueve  mi- 
llas de  Modon. 

Este  dia,  á  la  hora  de  las  veinte  é  una  horas,  vino  un 
bergantín  á  la  nave  capitana  con  la  orden  que  el  Prín- 
cipe dio,  de  cómo  había  de  ir  la  armada.  A  la  hora  de 
las  veinte  é  dos  horas  se  puso  en  la  entena  de  la  nave 
capitana  la  bandera  de  la  seña  que  había  entre  Franco 
Doria  é  los  patrones  de  las  naves  que  iban  en  la  arma- 
da. Como  fué  vista  esta  bandera  de  las  otras  naves,  vie- 
nen todos  los  patrones  á  la  nave  capitana  para  ver  lo 
que  por  Franco  Doria  les  fuese  mandado,  y  así  como 


I 


—  3^5  —  (1533) 

cada  uno  venía  con  su  barca  á  la  nave  capitana,  luego 
les  daba  la  orden  que  había  de  llevar  con  su  nave,  la 
cual  orden  es  la  siguiente :  Delante  de  todas  las  naves 
por  avanguardia  ha  de  ir  el  galeón  del  Príncipe  Andrea 
Doria  á  mano  derecha,  é  el  galeón  del  Belome  á  su 
mano  siniestra;  tras  dellos,  á  la  mano  diestra,  la  nave 
Sant  Rafael  (que  era  la  capitana),  la  nave  del  Natal,  la 
nave  Madalena,  la  nave  de  Antonio  Talamon,  la  nave 
de  Guillermo  Corso,  la  nave  de  Pablo  de  Niatia,  la 
nave  de  Juan  de  Sant  Martin,  la  nave  de  Mullica,  la  na- 
ve de  Venecia  (que  era  la  que  se  falló  con  la  malvasía) 
y  la  nave  de  Jacobo  Durso.  En  retaguardia  de  la  mano 
diestra,  á  la  mano  siniestra,  detras  del  galeón  de  Belo- 
me, la  nave  Fornara,  la  nave  Malpagada,  la  nave  de 
Juan  de  Anda,  la  nave  de  Juan  Miguel,  vizcaíno,  la 
nave  de  Luca  Angelo,  la  nave  de  Marino  de  Luca,  ara- 
gonés, el  galeón  de  Estefano,  la  nave  de  Juan  de  Lon- 
de  Cholosa,  la  nave  de  Jorge,  y  la  nave  Mesinera  de 
Natal  de  Caro.  En  la  retaguardia ,  en  medio  de  las  dos 
órdenes,  hablan  de  ir  las  galeras,  y  que  para  esto  den 
lugar  las  naves,  é  que  los  dos  galeones  que  iban  en  el 
avanguardia  queden  en  la  retaguardia  cuando  se  tomase 
puerto  en  Koron. 

Yendo  nuestro  viaje,  pasando  á  vista  de  Modon,  que 
fué  á  los  ocho  de  Agosto^  un  viernes  de  mañana,  Modon 
me  paresció  una  cosa  fuerte :  está  en  un  llano  orillas  del 
mar  y  tiene  una  mala  vecindad  en  una  montaña,  por  ser 
llana  y  por  poderse  poner  encima  della  artillería  para 
poder  ofender  la  cibdad.  También  le  es  inconviniente 
la  isla  de  la  Sapienzia,  que  está  al  escontro  de  la  cibdad 
y  vecina  cuanto  media  legua,  la  isla  que  no  es  muy  gran- 


(1533)  —  3^^  — 

de  y  que  por  todas  partes  se  puede  andar.  También 
está  vecina  la  isla  Cabrera,  que  es  una  pequeña  isLa  y 
llana.  Pues  navegando  por  esta  costa  de  Modon,  pasan- 
do entre  tierra  firme  é  la  Peganusa  (Theganusa),  que  es 
una  pequeña  isla,  donde  al  un  cabo  della  habia  una  igle- 
sia de  Nuestra  Señora ;  orillas  de  la  mar  y  vecina  de 
la  iglesia  dentro  en  la  mar  sale  una  fuente ,  y  es  tanto  el 
poder  del  agua  que  desta  fuente  sale,  que  la  mar  no  pue- 
de desfacer  que  allí  no  se  tome  agua  dulce.  Hay  otras 
dos  pequeñas  islas  vecinas  á  ésta  que  la  dicen  la  isla  de 
la  Peganusa,  por  otro  nombre  le  dicen  Calegreas  (sic), 
tanto  es  como  si  dijesen,  las  monjas.  Vecinas  á  estas  tres 
islas  estaban  cuatro  galeras  de  los  turcos  en  guardia  de 
su  armada,  y  viendo  el  Príncipe  que  allí  estaban  aque- 
llas cuatro  galeras,  mandó  á  Cristofin  Doria  que  fuese 
con  dos  galeras,  y  un  bergantín  á  ver  dónde  estaba  el  ar- 
mada de  los  turcos,  si  estaba  toda  junta  á  la  parte  de 
tierra  firme  ó  en  las  islas,  ó  si  estaba  partida  en  todas  dos 
partes.  Viendo  Cristofin  Doria  lo  que  por  el  Príncipe 
le  fué  mandado ,  toma  la  galera  Marquesota  y  otra  ga- 
lera é  un  bergantín,  y  con  gran  priesa  pasa  delante  de 
toda  el  armada  y  va  muy  vecino  de  las  islas  donde  es- 
taban las  cuatro  galeras  y  reconosce  cómo  el  armada 
estaba  á  la  parte  de  tierra  firme,  metida  en  una  caleta 
vecina  á  la  punta  de  cabo  de  Galo  (Gallo),  todas  las  po- 
pas á  tierra  y  las  proas  á  la  mar,  en  escontro  de  las  islas 
Peganusa  y  Calogreas,  que  están  vecinas  á  la  punta  de 
cabo  de  Galo  cuanto  media  legua.  Habiendo  bien  reco- 
noscido  Cristofin  Doria  el  armada  de  los  turcos  como 
estaba,  mandó  á  los  que  iban  en  el  bergantín  que  fue- 
sen al  Príncipe  á  dalle  entera  cuenta  de  cómo  estaba  el 


—  3^7  —  (1533) 

armada  de  los  turcos,  y  viendo  el  Príncipe  lo  que  los 
del  bergantín  le  decian  de  cómo  estaba  el  armada,  y 
como  ya  le  refrescase  el  viento  para  facer  su  viaje,  con 
los  del  mesmo  bergantín  manda  una  carta  á  la  nave  ca- 
pitana para  Franco  Doria,  por  la  cual  le  mandaba  que 
recogiese  todas  las  naves  y  que  no  diesen  más  bordos, 
esperando  viento  próspero  para  pasar  el  estrecho  donde 
estaba  el  armada  de  los  turcos.  Bien  se  pudiera  pasar 
por  la  otra  parte  de  las  islas,  en  alta  mar,  mas  fuera  muy 
trabajoso  de  poder  tomar  el  puerto  en  la  cibdad  de  Ko- 
ron,  y  así  fué  forzado  pasar  por  el  estrecho.  Vista  por 
Franco  Doria  la  carta  del  Príncipe,  manda  poner  en  la 
popa  de  su  nave  una  rica  bandera  do  estaba  un  muy 
devoto  crucifijo  y  otras  banderas  y  estandartes  del  Em- 
perador. Y  ansimismo  manda  a  los  pilotos  que  iban  en 
la  nave  capitana  que  enderezasen  la  nave  la  vuelta  del 
armada  de  los  turcos.  Ansimismo  lo  ficieron  las  otras 
naves  que  iban  en  la  flota,  habiendo  mandado  el  Prín- 
cipe todo  lo  que  convenia  en  la  flota,  manda  poner  en 
la  popa  de  su  galera  una  bandera  donde  estaba  la  figu- 
ra de  Nuestra  Señora  de  la  quinta  Angustia,  la  cual  no 
se  pone  sino  cuando  en  sus  méritos  se  espera  la  vitoria, 
con  las  demás  banderas  y  estandartes.  Asimesmo  reco- 
ge sus  galeras  y  las  junta  con  las  naves  ,  navegando  en 
mucha  conserva  la  vuelta  de  la  armada  de  los  turcos, 
todos  con  muy  gozoso  ánimo  en  esperar  una  tan  grue- 
sa batalla  como  se  esperaba.  Ver  las  naves  y  galeras  de 
cripstianos  con  tantos  estandartes  y  banderas ,  era  una 
cosa  de  muy  gran  triunfo,  yendo  cada  oficial  de  los  na- 
vios do  le  tocaba  ir.  Como  hubiese  mandado  Franco 
Doria  al  artillero  mayor  que  iba  en  la  nave  capitana 


(1533)  —  3^8  — 

que  él  con  todos  los  otros  artilleros  de  la  mesma  nave 
estuviesen  apercebidos  cada  uno  con  su  pieza  de  artille- 
ría, y  que  los  calafates  estuviesen  en  lo  bajo  de  la  nave 
por  si  fuese  menester  de  dar  algún  remedio  á  la  nave, 
si  por  desgracia  fuese  fecho  algún  daño  con  el  artillería 
de  los  turcos,  y  que  cada  uno,  según  su  cargo,  estuvie- 
se donde  más  era  menester.  Asimismo  el  Comendador 
é  capitán  Francisco  Sarmiento  repartió  su  gente  por  to- 
do el  navio  poniendo  soldados  de  su  escuadra  con  los 
artilleros,  para  que  les  ayudasen  en  lo  que  fuera  menes- 
ter, y  para  guardia  de  los  escotillones  ó  ventanas  por 
donde  tira  el  artillería,  si  por  ventura  viniesen  á  abor- 
dar las  galeras  de  los  turcos  con  la  nave  capitana.  Asi- 
mesmo  su  alférez  don  Fernando  de  Mendoza  toma  su 
bandera  con  fasta  ocho  soldados  y  se  puso  en  lo  más 
alto  del  castillo  de  popa.  Todos  los  arcabuceros  esta- 
ban repartidos  en  el  castillo  de  popa  y  en  el  castillo  de 
proa  y  en  el  puente  que  está  en  medio  de  los  dos  casti- 
llos de  popa  y  proa.  Con  esta  orden  se  fué  fasta  haber 
tomado  puerto  en  Koron.  Llegada,  pues,  el  armada  de 
los  cripstianos  al  cabo  de  Galo,  donde  estaba  el  armada 
de  los  turcos,  la  cual  estaba  muy  triunfante  con  sus 
muchas  banderas  según  su  usanza,  entraron  por  el  es- 
trecho en  el  avanguardia  de  toda  la  flota  los  dos  galeo- 
nes del  Príncipe  y  del  Belomo,  los  cuales  galeones  des- 
que descubrieron  el  armada  de  los  turcos  les  comenza- 
ron á  tirar  con  su  artillería,  aunque  fué  poca  la  que  les 
tiraron,  porque  no  pasaron  de  seis  piezas ;  y  no  porque 
les  faltase  artillería,  porque  en  el  del  Príncipe  iban  pa- 
sadas de  sesenta  piezas  de  bronce  entre  cañones  y  cule- 
brinas y  de  todas  suertes  de  piezas.  Así  se  pasaron  sin 


—  369  —  (^533) 

más  tirar  al  armada  de  los  turcos.  Llegada  que  fué  la 
nave  capitana  al  armada  de  los  turcos,  los  artilleros  que 
dentro  iban  comenzaron  á  tirar  con  su  artillería  al  ar- 
mada de  los  turcos,  con  la  cual  artillería  ficieron  harto 
daño  en  la  armada,  en  especial  con  una  culebrina  refor- 
zada ó  bastarda.  Conosciendo  los  turcos  que  aquella 
fuese  la  nave  capitana,  comenzaron  todos  á  tiralle  con 
su  artillería  pensando  de  la  echar  á  fondo,  y  dieron  dos 
pelotazos  á  dos  é  á  tres  palmos  debajo  del  agua.  Era 
cosa  muy  peligrosa  por  la  mucha  agua  que  por  allí  en- 
trara si  no  fuese  remediado  por  los  calafates  que  tan  á 
punto  iban.  Asimesmo  dieron  otros  muchos  pelota- 
zos dellos  en  ras  del  agua  é  dellos  por  todas  partes  del 
navio,  en  especial  en  popa  por  querelle  desfacer  el 
timón  ó  gobernarlo,  como  él  sea  el  que  gobierna  la 
nave  á  la  voluntad  de  los  marineros.  Mas  por  la  vo- 
luntad de  Dios  no  lo  desficieron.  La  primera  pelo- 
ta que  de  la  armada  de  los  turcos  'dio  en  la  nave  capi- 
tana, entró  por  el  escotillón  ó  ventana  por  donde  tira- 
ba la  culebrina  reforzada  y  rompió  un  grueso  madero 
de  los  que  llevaba  la  nave  en  el  costado  y  una  parte  de 
la  caja  ó  cureña  de  la  mesma  culebrina  y  tres  rayos  de 
una  rueda.  Esta  pelota  cortó  por  medio  de  las  caderas 
al  artillero  mayor,  y  las  astillas  del  leño  que  rompió  ma- 
taron á  un  soldado  y  firieron  otros  seis.  Esta  mesma 
pelota  corta  una  viga  de  las  que  sustentan  el  puente  que 
está  entre  los  dos  castillos.  Asimismo  ficieron  algún 
daño  las  otras  pelotas  en  el  navio,  mas  por  la  voluntad 
de  Dios  la  gente  no  rescibió  más  daño  de  lo  que  hemos 
dicho.  Por  eso  no  dejaban  de  tirar  los  turcos  con  su 
artillería  á  los  otros  navios,  que  era  mucha  é  buena  el 


(1533)  —  370  — 

armada  de  los  turcos,  pues  era  de  cincuenta  galeras  rea- 
les é  veinte  galeotas  y  fustas  é  cinco  bergantines  y  fra- 
gatas, entre  las  cuales  habia  dos  galeras  de  venecianos. 
Estaba  en  esta  armada  Hacen  Chilibi,  que  era  el  moro 
de  Alejandría,  con  diez  galeras  suyas.  Este  tenía  la 
guardia  del  canal  de  Rodas.  Asimismo  estaba  otro  prin- 
cipal turco,  señor  de  seis  galeras,  y  otros  principales  y 
capitanes,  y  sobre  todos  era  general  Chafre  Chelipi. 
Pasada  que  fué  el  armada  de  los  cripstianos,  se  salieron 
los  turcos  con  toda  su  armada  de  adonde  estaban  y  van 
en  seguimiento  del  armada  de  los  cripstianos.  Por  la  ver- 
dad, yo  conocí  que  nos  tenian  mucha  ventaja  por  ser 
sus  navios  bajos  y  los  nuestros  altos,  y  por  tener  las  na- 
ves poco  viento,  por  lo  cual  quedaba  la  nave  capitana 
la  más  trasera  de  toda  la  flota,  por  recoger  todas  las  na- 
ves. Viendo  Franco  Doria  que  todas  las  naves  eran  ya 
salidas  del  estrecho,  manda  á  los  pilotos  que  en  su  nave 
iban,  que  metiesen  todas  velas  en  su  nave,  y  así  lo  ficie- 
ron  los  pilotos  y  cómitres  y  contramaestres  como  por 
Franco  Doria  les  fué  mandado,  faciendo  ir  la  nave  ca- 
pitana vecina  de  tierra  por  gozar  del  viento  de  tierra 
y  del  de  la  mar  y  por  no  pasar  entre  las  otras  naves, 
porque  iban  muy  juntas,  por  lo  cual  se  quitaban  las  unas 
á  las  otras  el  viento.  Faltándole  el  viento  á  la  nave 
Mal  pagada,  de  Genova,  y  á  la  nave  de  Antonio  de  Ta- 
lamon,  se  asió  la  una  con  la  otra  de  tal  manera,  que  los 
marineros  ni  soldados  no  pudieron  dar  remedio  alguno 
para  los  poder  desasir.  Como  los  turcos  viniesen  tan 
vecinos  á  las  naves  tirando  siempre  con  su  artillería,  y 
viesen  quedar  estas  dos  naves  asidas,  van  ocho  de  sus 
galeras  á  las  combatir  y  las  toman,  matando  muchos  de 


—  371  —  (1533) 

los  cripstianos  que  dentro  iban.  Aquí  se  perdió  Marmo- 
lejo,  alférez  del  capitán  Fermosilla,  é  fué  en  prisión  con 
su  bandera,  que  iba  en  la  nave  de  Antonio  de  Talamon. 
Asimismo  se  perdió  el  sargento  y  dos  cabos  de  escuadra 
del  capitán  Francisco  Sarmiento,  con  la  mayor  parte  de 
la  gente  que  con  ellos  iban  en  la  nave  iMalpagada.  En 
esta  batalla,  que  hobieron  las  ocho  galeras  con  las  dos 
naves,  fué  muerto  de  un  tiro  de  arcabuz  el  capitán  y 
señor  de  las  seis  galeras  que  arriba  señalé  estar  en  la  flo- 
ta de  los  turcos.  Pues  viendo  el  Príncipe  cómo  las  na- 
ves iban  tan  juntas  las  unas  de  las  otras,  mandó  que  to- 
das las  galeras  diesen  cabo  á  las  naves  que  más  juntas 
iban,  porque  no  se  asiesen  las  unas  con  las  otras.  Así 
metió  en  el  puerto  las  naves  que  iban  cargadas  con  las 
provisiones. 

Después  de  haber  puesto  todas  las  naves  en  salvo, 
vuelven  la  vuelta  de  las  dos  naves  que  quedaban  asi- 
das, y  viendo  el  armada  de  los  turcos  que  las  galeras 
de  los  cristianos  volvían  á  socorrer  sus  dos  naves,  las 
dejan  y  se  comienzan  á  retirar.  Así  el  Príncipe  comen- 
zó á  lombardear  las  galeras  de  los  turcos,  y  el  prior  de 
Rodas  y  el  capitán  de  Roma  fueron  con  seis  galeras  á 
la  nave  donde  iba  el  capitán  Fermosilla.  Antonio  Do- 
ria, con  sus  cuatro  galeras,  fué  á  la  nave  donde  iban 
los  soldados  de  Francisco  Sarmiento,  y  llegados  con  las 
galeras  á  las  naves,  los  genízaros  que  dentro  estaban 
se  ponen  á  las  defender.  Viendo  los  cristianos  que  en 
las  galeras  iban  que  los  genízaros  tenian  las  naves ,  se 
facen  afuera  y  las  comienzan  á  lombardear.  Reconos- 
ciendo  el  capitán  Fermosilla  y  los  que  con  él  estaban, 
que  allí  estaban  las  galeras  de  los  cristianos,  que  eran 

24 


(i533)  —  372  — 

venidas  á  les  dar  socorro,  salieron  de  los  castillos  de  las 
naves  donde  estaban  fechos  fuertes  y  comienzan  de  dar 
en  los  turcos ;  viendo  los  turcos  que  habia  cristianos* 
dentro  de  las  naves,  y  que  les  daban  tanta  guerra  los 
de  las  galeras,  conosciendo  que  los  que  estaban  en  las 
naves  les  daban  tanta  guerra  á  los  turcos,  arremeten 
con  las  galeras  á  las  naves  y  las  toman.  En  estas  dos 
naves  se  tomaron  muchos  genízaros,  y  entre  ellos  se 
tomó  un  turco  capitán  general  de  los  genízaros,  al  cual 
los  turcos  dicen  Agá,  y  otro  nombre  dice  por  capitán 
general  Gibaxi.  Aquí  se  le  dio  grand  fama  á  un  solda- 
do del  capitán  Fermosilla,  llamado  Juan  de  Ferreras,  é 
la  culpa  á  su  capitán  Fermosilla  :  por  no  desmesurar 
mi  pluma  ceso  en  esta  partida.  Entre  muertos  y  pre- 
sos serian  los  cristianos  de  gente  de  guerra  fasta  no- 
venta hombres,  sin  algunos  marineros;  é  no  hubo  per- 
sona de  cargo  más  de  los  que  arriba  he  dicho  :  de  los 
turcos  pasaron  de  cuatrocientos  los  muertos,  y  los  cap- 
tivos serian  fasta  cincuenta.  Después  de  ser  ganadas  las 
naves,  dos  galeras  las  llevaron  al  puerto,  porque  ellas 
no  podian  ir  por  no  tener  velas,  que  todas  estaban  ro- 
tas, y  el  árbol  de  la  nave  Malpagada  era  roto  del  arti- 
llería de  los  turcos.  Después  de  ser  cobradas  todas  las 
naves,  todas  las  galeras  fueron  donde  el  Príncipe  esta- 
ba. Entonces  se  escomenzó  muy  de  veras  la  escaramu- 
za que  tenía  el  Príncipe  y  Chafechelipe  con  sus  galeras. 
Viendo  Chafechelipe,  general  del  armada  de  los  turcos, 
el  mucho  daño  que  habia  rescibido  el  armada  suya  y 
su  gente  de  los  cristianos  y  de  su  flota,  manda  recoger 
su  armada  y  se  va  detras  de  la  punta  de  Santa  Panaya. 
Del  armada  de  los  cristianos  no  se  perdió  sino  un  ber- 


*-  373  —  (1533) 

gantln,  que  iba  asido  á  la  popa  de  la  nave  capitana, 
que  lo  echó  á  fondo  una  pelota  de  las  que  tiraron  los 
turcos  á  la  nave  capitana;  el  cual  bergantin  era  el  que 
habia  llevado  la  letra  del  Príncipe  á  Franco  Doria,  por 
la  cual  le  mandaba  que  entrase  por  el  estrecho  de  las 
islas  que  dije  y  de  tierra  firme.  No  se  perdió  ninguno 
de  los  que  dentro  iban,  por  se  asir  á  las  jarcias  de  la 
nave.  Del  armada  de  los  turcos  se  dijo  que  se  habia 
echado  una  galera  á  fondo.  Cuando  se  comenzó  la  ba- 
talla entre  las  dos  armadas,  se  salió  de  poder  de  los  tur- 
cos un  esguízaro  de  cristianos,  el  cual  esguízaro  habia 
diez  turcos  en  guardia  de  los  cristianos ;  pero  viendo 
los  cristianos  cómo  las  dos  armadas  peleaban ,  mataron 
la  mayor  parte  de  los  turcos  que  los  guardaban  y  á  los 
otros  maniataron,  y  meten  velas  y  se  van  entre  las  na- 
ves al  puerto  de  Koron.  Esta  batalla  escomenzó  á  los 
ocho  de  Agosto^  un  viernes,  dos  horas  después  de  ser  sa- 
lido el  sol,  y  duró  fasta  ser  pasado  el  mediodia;  se  es- 
comenzó á  la  punta  de  cabo  de  Gala,  á  nueve  millas 
de  Koron  y  á  nueve  de  Modon,  y  se  acabó  entre  la 
punta  de  Santa  Panaya,  cuatro  millas  de  Koron.  Así 
se  estuvieron  los  turcos  con  su  armada  detras  desta 
punta,  fasta  que  vino  la  noche  é  se  fueron  a  Modon 
con  toda  su  armada. 

Viendo  el  campo  de  los  turcos  cómo  los  cristianos 
habían  ganado  el  puerto  á  despecho  de  su  armada,  é 
que  si  saltaban  en  tierra  los  irian  á  buscar,  y  también 
no  sabiendo  cuánta  gente  podía  ir  en  la  flota,  así  se  re- 
tiran de  sobre  la  cibdad.  Los  cuales  eran  diez  mil  por 
todos,  y  eran  sus  principales  sobre  sus  capitanes  el  fa- 
mulario  de  Negroponte  y  el  famulario  de  Trica,  y  el 


(í533)  —  374  — 

tamulario  de  Yana  y  el  famulario  de  la  Morea.  Éste 
era  el  más  principal,  y  estos  famularios  es  como  viso- 
reyes.  Se  retiraron  con  muy  mala  orden ,  y  fueron  este 
dia  seis  millas  de  donde  estaban  á  Castilfranco,  y  la  no- 
che siguiente  fueron  á  Andruca  (Andrussa),  que  es  una 
tierra  á  treinta  millas  de  Koron,  y  después  de  idos  los  tur- 
cos salieron  de  la  cibdad  de  Koron  una  parte  de  los  sol- 
dados, á  ver  la  campaña  donde   los  turcos  tenian  su 
campo,  y  fallaron  una  grande  arruina  en  la  campaña, 
cortada  mucha  arboleda,  como  es  muy  poblada  aquella 
campaña  de  olivares  y  de  otros  frutos  muy  preciosos. 
Asimismo  es  abundosa  esta  campaña  de  muy  estimadas 
viñas;  son  fechas  al  usanza  del  Andalucía.  También 
fallaron  derribadas  casas,  como  la  campaña  fuese  muy 
poblada  de  casas.  Esta  campaña  no  es  llana,  porque 
toda  es  sierra  baja  y  de  muchos  valles  y  cerros,  y  á  la 
verdad  me  paresció  una  cosa  de  gran  compasión  tanta 
ruina.  Andando  ansí  mirando  dónde  estaba  el  asiento 
de  los  turcos,  se  fallaron  en  un  pozo  doce  piezas  de 
artillería  que  habian  dejado  los  turcos;  eran  todas  de 
bronce,  eran  piezas  de  campaña.  También  dejaron  hasta 
las  provisiones  de  comer  y  se  halló  fariña  é  otras  cosas, 
según  la  priesa  de  su  retirada,  porque  no  tuviésemos 
lugar  que  saltando  en  tierra  les  fuésemos  á  buscar ;  y 
así  fuera  ello  como  ellos  lo  pensaban,  si  el  Príncipe 
hobiera  querido  dejar  saltar  la  gente  en  tierra.  Idos  los 
famularios  con  su  campo  á  Andurza  y  las  galeras  a 
Modon,  como  dicho  tengo,  el  Príncipe  despachó  dos 
bergantines  con  sus  letras,  que  fuesen  la  vuelta  de  Si- 
cilia; el  uno  que  llevase  las  nuevas  al  Emperador  de  lo 
que  habia  pasado  sobre  el  socorro  de  Koron,  y  el  otro 


—  375  —  (1533) 

que  fuese  á  dar  aviso  á  unas  naves  que  habian  de  ve- 
nir de  Mesina  cargadas  de  provisiones  para  Koron,  y 
que  guardasen  cómo  venian,  porque  el  armada  de  los 
turcos  estaba  en  Modon.  Luego  se  dio  orden  de  des- 
embarcar las  provisiones,  y  como  el  armada  de  los 
cristianos  fuese  en  el  puerto  de  Koron ,  salieron  de  la 
cibdad  muchos  hombres  é  mujeres  é  muchachos  de  los 
griegos  en  unos  pequeños  barcos  é  en  unas  concas  é  ar- 
tesas, y  se  venian  entre  la  flota,  demandando  limosna  á 
los  que  en  las  naves  iban,  y  á  coger  el  bizcocho  é  las 
cosas  de  comer  que  de  los  navios  caian  en  la  mar.  Esto 
hacian  de  extrema  hambre  que  tenian,  que  no  tenian 
de  comer  si  no  comian  algunas  malas  carnes,  cuando 
las  podian  haber,  ó  hierbas  que  estaban  en  torno  de  los 
muros,  y  éstas  apenas  las  habia,  por  las  haber  comido 
todas,  que  por  cierto  páresela  fuese  dado  fuego  en  tor- 
no los  muros.  Viendo  el  Príncipe  una  tan  extrema  nes- 
cesidad,  manda  que  les  fuese  dada  una  cantidad  de  trigo 
á  los  griegos  de  Koron,  y  así  se  les  dio.  De  los  solda- 
dos quiero  callar,  porque  no  pienso  que  será  creida  ni 
verdad  de  la  nescesidad  que  pasaron  de  las  provisiones 
de  comer  y  beber.  Viendo  el  Príncipe  el  grand  trabajo 
que  aquella  gente  habia  padescido  en  Koron,  y  también 
por  habérsele  prometido  cuando  allí  los  dejó,  acordó 
de  mudar  la  guarnición ,  y  así  mandó  llamar  al  maese 
de  campo  Machacao,  con  los  capitanes  que  con  él  iban 
de  Lombardía,  y  ha  con  ellos  su  consejo  sobre  la  guar- 
nición de  Koron.  Habido  su  consejo,  fué  parescer  de 
todos  los  capitanes,  con  el  Maese  de  campo,  de  quedar 
en  guarda  de  la  cibdad,  fasta  que  el  Emperador  man- 
dase otra  provisión.  El  Príncipe  les  prometió  de  les  en- 


(1533)  —  3/6  — 

viar  ciertos  navios  cargados  de  provisiones ,  y  dentro 
en  cinco  meses  de  veniilos  á  sacar.  Con  este  acuerdo 
estuvieron  el  Maese  de  campo  é  capitanes  y  gente  en 
las  naves,  fasta  que  fuesen  desembarcadas  las  provisio- 
nes. Estando  el  Príncipe  con  la  flota  en  el  puerto  de 
Koron,  vinieron  en  una  pequeña  barca  del  armada  de 
los  turcos  dos  genízaros,  los  cuales  fueron  llegados  á 
la  galera  del  Príncipe.  A  estos  dos  genízaros  rescibió 
el  Príncipe  con  alegre  voluntad,  por  saber  dellos  lo 
que  pasaba  en  la  armada  de  los  turcos,  los  cuales  dije- 
ron haber  entre  ellos  mucha  discordia,  porque  tenian 
mucha  suspicion  los  unos  de  los  otros  sobre  la  entrada 
de  los  cristianos  con  su  armada  en  el  puerto  de  Ko- 
ron, y  también  porque  dejaron  las  dos  naves  que  te- 
nian en  su  poder,  donde  se  perdieron  tantos  genízaros 
y  el  capitán  general  de  todos  los  genízaros.  Ansí  por 
esto  como  por  irse  del  puerto  de  Modon,  porque  allí 
no  tenian  vituallas  y  pasaban  alguna  nescesidad,  y  por 
habelle  tomado  las  galeras  de  los  cristianos  dos  esguí- 
zaros  que  les  venian  cargados  de  fariña,  fué  conoscido 
el  Agá  de  los  genízaros  y  llevado  ante  el  Príncipe. 
Viendo  el  Príncipe  que  éste  fuese  tan  valerosa  persona 
entre  los  turcos,  concertó  con  él  de  dejarle  ir  con  una 
condición,  que  habia  de  facer  soltar  trece  personas  por 
él  y  las  cuatro  les  señaló  el  Príncipe  que  fuesen  el  ca- 
pitán de  la  nave  Malpagada  y  el  alférez  del  capitán 
Fermosilla,  y  más  otros  dos  italianos,  y  los  demás  fue- 
sen soldados.  Fecho  este  pacto,  este  capitán  general  de 
genízaros  dio  su  fe  de  cumplir  lo  que  con  el  Prínci- 
pe habia  puesto,  y  bajo  desta  fe  fué  en  su  libertad; 
pero  no  cumplió  lo  que  habia  prometido,  de  lo  cual 


—  377  —  (1533) 

hubo  mucho  enojo  el  Príncipe,  y  ansí  envió  á  Chafa- 
cheHpe,  general  del  armada  de  los  turcos,  un  soldado 
llamado  Juan  de  Herrera,  que  arriba  nombré  ser  de  la 
compañía  del  capitán  Fermosilla,  y  con  el  iba  un  gi- 
noves  por  intérprete  de  la  lengua  turquesca.  De  todas 
las  veces  que  fué,  no  se  dio  orden  de  sacar  los  que  el 
Príncipe  habia  señalado,  ni  otro  ninguno. 

Como  fué  á  los  diez  é  siete  de  Agosto^  un  domingo 
después  del  mediodía,  salió  de  la  cibdad  de  Koron  don 
Jerónimo  de  Mendoza  é  los  otros  capitanes,  con  sus 
banderas  y  gente,  y  se  embarcaron  en  la  flota,  habién- 
dose desembarcado  el  maese  de  campo  Machacao,  con 
los  capitanes  y  gente  que  con  él  habia  ido  de  Lombar- 
día,  y  entraron  en  Koron,  y  se  alojaron  en  sus  cuarte- 
les :  en  el  castillo  la  bandera  del  Maese  de  campo,  en  la 
cibdad  la  de  D.  Diego  de  Tovar  y  la  de  Pelus ,  y  la  de 
Luis  Méndez  de  Sotomayor  y  la  de  Luis  Picaño  y  la 
de  Fermosilla;  y  en  el  burgo  de  Llivadi  la  de  Francis- 
co Sarmiento  y  la  de  Lezcano  y  la  de  Alonso  Carrillo. 
Después  de  ser  entrados  en  Koron  el  Maese  de  campo 
é  los  capitanes  susodichos,  con  sus  compañías,  el  Mae- 
se de  campo  les  señaló  á  cada  un  capitán  la  que  habia 
de  guardar  con  su  compañía;  también  escribió  sus  car- 
tas á  las  tierras  más  cercanas  de  los  cristianos,  que  cual- 
quiera persona  ó  navio  que  viniese  á  Koron  con  provi- 
siones, que  le  sería  fecho  buen  tratamiento,  y  que  no 
pagaría  ningún  derecho  de  ancoraje.  Luego  dio  orden 
de  mandar  meter  el  trigo  y  vino  y  otras  provisiones 
que  estaban  á  par  de  la  marina,  en  ciertas  casas,  y  así 
comenzó  su  compañía  á  meter  el  trigo,  yendo  el  pro- 
pio Maese  de  campo  delante  de  toda  su  gente  con  un 


(1533)  —  378  — 

saco  ó  costal  á  cuestas.  Asimismo  lo  facían  los  otros 
capitanes,  yendo  los  capitanes  delante,  cada  el  dia  me- 
tian  los  unos  á  la  mañana  y  los  otros  á  la  tarde,  y  los 
que  no  metian  de  las  provisiones,  metian  del  artillería 
que  se  habia  desembarcado  de  las  naves  para  dejar  en 
Koron.  La  cual  artillería  eran  quince  piezas :  era  una 
culebrina  reforzada,  la  cual  arriba  señalé  que  venía  en 
la  nave  capitana,  y  dos  cañones  reforzados,  cuatro  me- 
dias culebrinas  y  tres  medios  cañones;  los  demás  eran 
falconetes  y  sacres  de  los  reforzados;  y  de  los  sencillos 
se  llevó  el  cañón  pedrero  é  otras  piezas  que  estaban 
sentidas  ó  reventadas.  Quedó  en  Koron  la  siguiente  ar- 
tillería :  una  culebrina  reforzada ,  una  culebrina  senci- 
lla, cuatro  cañones  reforzados,  dos  cañones  sencillos, 
cinco  medios  cañones,  cinco  medias  culebrinas,  siete 
sacres,  cinco  medios  sacres,  dos  falconetes,  un  pasavo- 
lante y  cincuenta  é  dos  lombardas  de  fierro,  sin  muchos 
esmeriles  é  mosquetes.  La  cual  artillería  se  repartió  en 
torno  de  los  muros  donde  más  convenia  estar  para  la 
defensa  de  la  cibdad.  Luego  el  martes  siguiente,  des- 
pués de  ser  desembarcados,  nos  dieron  ración  de  trigo 
é  vino  para  lo  que  quedaba  del  mes  de  Agosto ,  y  así 
se  nos  recresció  un  continuo  trabajo  en  el  moler  del 
trigo,  porque  nos  era  fuerza  molello  en  unos  pequeños 
molinos  que  temamos  en  nuestras  estancias,  porque  los 
molinos  de  agua  estaban  en  un  pequeño  rio,  una  legua 
de  la  cibdad,  porque  los  turcos  los  habian  quemado. 
Este  moler  lo  tuve  por  un  continuo  y  muy  gran  tra- 
bajo, y  así  el  moler,  como  lo  demás  que  se  debe  facer 
para  comer  el  pan;  mas  como  la  hambre  sea  enemiga 
de  nuestra  falsa  humanidad,  lo  facíamos  y  con  mucho 


—  379  —  (1533) 

gozo,  con  pensar  que  en  ello  servíamos  á  Nuestro  Se- 
ñor Dios  y  á  un  tan  alto  Príncipe  como  era  el  Empe- 
rador. 

Como  el  Príncipe  hobiese  proveido  la  cibdad  de  Ko- 
ron  de  artillería  y  municiones  é  de  las  otras  vituallas, 
y  habiéndose  embarcado  el  Maese  de  campo  y  los  otros 
capitanes  y  gente  de  guerra  que  en  Koron  estaban,  man- 
dó el  Príncipe  que  los  más  pobres  que  en  Koron  esta- 
ban, así  de  los  propios  de  la  cibdad  como  de  extranje- 
ros, se  embarcasen  en  la  armada  y  así  se  embarcaron 
fasta  dos  mil  é  ochocientas  personas.  Esto  fizo  el  Prín- 
cipe porque  no  comiesen  las  provisiones  que  dejaban 
para  la  gente  de  guerra,  porque  si  aquella  gente  que- 
daba en  Koron  con  tanta  pobreza,  no  pudiéramos  su- 
frir de  facer  tan  grand  crueldad  en  no  dalle  de  las  pro- 
visiones que  tuviésemos  para  nuestro  comer,  por  pocas 
que  fuesen.  Desto  séame  Dios  testigo,  y  los  que  lo  sa- 
ben ,  si  lo  habemos  fecho  cuando  en  más  nescesidad  de 
provisiones  nos  fallábamos,  si  nos  fuesen  enemigos. 
Después  de  ser  todos  embarcados  se  fizo  á  la  vela  toda 
la  flota,  que  fué  á  los  diez  é  nueve  de  Agosto^  un  mar- 
tes, á  la  hora  del  Ave  María,  á  la  prima  noche,  fa- 
ciendo su  viaje  á  la  isla  de  Sicilia. 

Agora  diré  como  testigo  de  vista  dónde  está  la  cib- 
dad de  Koron  y  de  su  fortaleza.  Koron  está  en  la  pro- 
vincia del  Poloponeso,  en  el  reino  de  la  Morea,  y  es 
cosa  muy  antigua.  Después  que  venecianos  la  hobieron 
por  suya,  la  ficieron  de  mayor  población,  é  la  forti- 
ficaron como  agora  la  fallamos.  Está  fundada  sobre  una 
punta  de  tierra  firme  que  entra  en  la  mar,  la  mayor 
parte  ó  casi  toda  esta  punta  es  peña :  tiene  tres  burgos 


(1533)  -  38o  — 

ó  arrabales;  el  uno  de  ley  judaica,  y  éste  era  el  habita- 
ción de  los  judíos:  el  otro  era  Omallí,  éste  estaba  junto 
al  muelle  ó  puerto.  El  burgo  de  ley  judaica  lo  que  tie- 
ne fácia  la  campaña  es  cercado  de  un  bajo  muro,  y  lo 
que  tiene  fácia  el  burgo  de  Omallí  está  cercado  de  casa 
muro.  Después  de  ser  en  poder  de  los  cripstianos,  fué 
cercado  de  un  bestión  y  de  otros  reparos.  Sobre  el  mue- 
lle y  puerto  está  un  grueso  muro,  donde  á  la  una  esqui- 
na dél  hay  una  fuerte  é  alta  torre,  y  vecinas  deste  mu- 
ro hay  otras  dos  fuertes  torres,  que  son  grand  defensa 
para  el  puerto.  Lo  que  está  cerrado  de  este  grueso  mu- 
ro y  torre  solia  ser  antiguamente  puerto  donde  los  ve- 
necianos solían  tener  las  galeas.  Estos  dos  burgos  es- 
tán á  la  parte  del  Poniente;  el  de  ley  judaica  está  fácia 
el  Mediodía  y  es  alto  y  casi  señorea  la  cibdad  :  el  de 
Omallí  está  fácia  la  parte  de  la  tramontana  y  está  en  ba- 
jo en  los  cimientos  de  las  murallas  de  la  cibdad,  señorea 
las  tres  torres  que  están  sobre  el  puerto.  Asimesmo  la 
señorea  el  burgo  de  ley  judaica.  Estas  tres  torres  fue- 
ron desfechas  y  las  almenas,  porque  si  por  ventura  fue- 
sen ganadas  á  los  turcos,  no  se  pudiesen  encubrir  ni 
defender  de  las  ofensas  que  de  la  cibdad  podían  resci- 
bir.  El  otro  tercero  é  último  burgo  se  dice  Llibadí,  y 
está  fácia  el  Levante,  y  está  en  el  cabo  de  la  punta  des- 
ta  cibdad,  y  más  bajo  que  la  cibdad,  porque  es  más  ba- 
ja la  punta.  Está  cercado  de  una  baja  muralla ,  y  so- 
bre una  alta  peña  que  sale  de  la  mar.   En  torno  de 
esta  muralla,  que  está  en  este  burgo  dentro  de  la  mar, 
hay  muchas  é  muy  grandes  peñas,  que  están  vecinas  de 
la  peñado  está  esta  muralla,  porque  artificialmente  fue- 
ron rotas  de  la  peña  do  está  esta  muralla.  Son  grand 


—  38i  —  (1533) 

defensa  para  que  no  se  puedan  allegar  los  navios  á  las 
murallas,  y  lo  más  fuerte  de  este  burgo  es  la  que  está 
fácia  el  Mediodía  y  el  Levante ;  y  lo  que  está  fácia  la 
tramontana  no  es  tan  fuerte,  por  haber  menos  peñas  y 
por  haber  entre  la  muralla  y  la  mar  tierra  firme  do  se 
pueden  desembarcar  y  pelear,  por  ser  por  partes  ancho 
cuanto  cuarenta  ó  cincuenta  pasos.  Es  larga  esta  tierra 
firme  cuanto  es  largo  el  muro  del  burgo ,  y  asimismo 
se  puede  desembarcar  y  pelear  á  las  dos  partes  que  la 
cibdad  tiene  fácia  la  tramontana,  y  por  la  otra  parte  del 
Mediodía;  aunque  por  la  verdad  me  parece  ser  una  co- 
sa de  muy  demasiado  peligro  aventurarse  á  desembar- 
car y  pelear  por  estas  dos  partes,  por  ser  la  peña  y  los 
muros  de  la  cibdad  tan  altos  y  ser  el  terreno  no  muy 
ancho,  en  especial  lo  que  está  fácia  la  tramontana,  que 
la  defienden  los  dos  burgos,  el  de  Omallí  y  el  de  Lli- 
badí.  La  mayor  parte  destos  tres  burgos  tienen  desfe- 
chas sus  casas  del  artillería  que  se  tiró  de  las  tres  bate- 
rías y  del  armada  cuando  el  Príncipe  lo  ganó  á  los  tur- 
cos. También  se  desfizo  el  burgo  de  la  Xabonara,  el 
cual  estaba  descercado  y  un  poco  desviado  de  la  cibdad. 
Este  estaba  fácia  la  parte  del  Mediodía.  La  cibdad  está 
redonda,  salvo  una  pequeña  punta  que  sale  fácia  el  Po- 
niente; y  está  en  esta  punta  un  fuerte  castillo  ó  torreón 
que  señorea  los  dos  burgos  que  están  juntos,  y  la  cam- 
paña. La  muralla  que  tiene  la  cibdad  en  esta  punta  do 
está  este  torreón,  es  fecha  de  escarpe;  á  la  parte  que 
tiene  fácia  la  tramontana  tiene  esta  muralla  de  escarpe 
sesenta  y  dos  canas  y  media,  que  son  ciento  é  ochenta  é 
cinco  varas,  que  se  entiende  de  la  medida  de  nuestra  Es- 
paña, Tiene  toda  la  cibdad  en  torno  quinientas  é  cua- 


(1533)  —  382  — 

renta  c  una  canas,  y  están  en  torno  de  la  cibdad  ocho 
torres,  las  cuales  tienen  de  bacao  ciento  y  sesenta  canas. 
Ksto  está  partido  en  dos  partes  por  un  alto  é  fuerte 
muro  que  va  de  la  una  parte  de  la  muralla  á  la  otra, 
la  una  es  menor  parte  que  la  otra,  y  la  mayor  parte  es 
dos  veces  tanto  cuanto  la  menor.  Esta  parte  menor  está 
entre  este  muro  y  la  torre  que  está  á  la  parte  que  dije 
salir  fácia  el  Poniente,  y  á  esta  menor  parte  llamo  yo 
el  castillo,  por  ser  cosa  tan  fuerte  sus  muros  escarpados, 
como  arriba  he  señalado.  Vecina  de  esta  punta  y  del  tor- 
reón está  la  torre  de  la  Munición,  que  es  una  cosa  gran- 
de y  alta  y  muy  fuerte;  junto  deste  torreón  está  una 
boca  de  contramina  que  sale  al  burgo  de  ley  judaica, 
porque  no  se  pueda  minar  el  torreón.  Estas  dos  partes 
de  la  cibdad  se  mandan  por  una  puerta  que  está  en  una 
de  las  torres  que  están  en  el  muro  que  dividen  la  cib- 
dad, y  esta  torre  é  puerta  está  par  de  Santa  María,  que 
es  la  iglesia  mayor.  Esta  iglesia  está  en  la  mayor  parte. 
Hay  cuatro  postigos  en  los  dos  cabos  deste  muro,  en  lo 
alto  é  en  lo  bajo,  para  que  se  puedan  mandar  por  ellos 
todos  los  muros,  y  ansimismo  se  puede  andar  por  en- 
cima deste  muro  que  divide  la  cibdad,  porque  es  ancho 
de  más  de  una  cana.  El  burgo  de  Llibadí,  que  está  al 
cabo  de  la  punta,  es  el  que  está  fácia  el  Levante,  y  es 
más  largo  que  ancho.  Está  cercado,  como  arriba  dije,  y 
es  fuerte  por  las  muchas  puntas  que  tiene  para  la  arti- 
llería y  para  defender  los  muros :  tiene  esta  muralla 
deste  burgo  toda  en  torno  dos  mil  é  doce  varas.  Los 
dos  cabos  de  la  muralla  deste  burgo  se  juntan  con  e] 
muro  de  la  cibdad  y  tiene  una  puerta  la  muralla  de  la 
cibdad,  por  donde  se  manda  la  cibdad ;  y  el  burgo  tiC' 


—  3^3  —  (1533) 

ne  delante  un  baluarte  con  una  otra  puerta.  Estas  puer- 
tas están  vecinas  de  un  cabo  del  muro  del  burgo  fácia 
la  parte  de  tramontana,  y  vecina  desta  puerta  está  otra 
puerta  en  el  burgo  del  muro.  Esta  sale  á  la  mar,  é  fue- 
ra de  todos  los  burgos;  asimismo  hay  otra  puerta  al 
otro  cabo  del  muro  del  burgo  por  donde  salen  á  la 
mar  y  á  la  campaña.  El  burgo  de  ley  judaica  y  el  de 
Omallí  tienen  de  cercuito  mil  é  ochocientos  pasos  lar- 
gos. En  el  tiempo  en  que  la  cibdad  de  Koron  y  sus 
tres  burgos  estaban  poblados,  tenian  mil  é  ochocientos 
fuegos ;  toda  la  campaña  de  esta  cibdad  estaba  poblada 
de  casares  é  villas  pequeñas  que  parescian  ser  una  cibdad. 
Está  esta  cibdad  de  Koron  en  la  provincia  del  Pelo- 
poneso  ó  reino  de  la  Morea:  este  reino  de  la  Morea 
es  una  punta  de  tierra  firme  que  sale  de  la  Grecia  é 
entra  en  la  mar  Roja  setecientas  millas :  la  cercan  el  gol- 
fo del  Petracho  é  el  golfo  de  Ñapóles  de  Romanía,  y 
se  vienen  á  juntar  todos  dos  golfos,  tanto  cuanto  seis 
millas  de  golfo  a  golfo.  Así  se  dice  este  estrecho  el  paso 
de  las  seis  millas.  Hay  aquí  un  fortísimo  castillo  llama- 
do Acoletest,  que  es  de  venecianos ,  y  es  grand  guardia 
deste  paso;  es  cosa  muy  viciosa  esta  punta.  A  esta  pun- 
ta llaman  los  griegos  la  Morea  por  ser  vecina  á  la  Gre- 
cia ,  y  en  ella  hay  muchas  nobles  cibdades :  algunas  se- 
ñalaré aquí,  como  Esparta,  Atenas  y  Corintios,  Ñapó- 
les de  Romanía  y  Lacedemonia.  Atenas  está  de  Koron 
trecientas  millas,  y  Ñapóles  de  Romanía  docientas  y  cin- 
cuenta millas,  por  mar,  y  por  tierra  hay  tres  pequeñas 
jornadas.  Está  Ñapóles  de  Romanía  del  paso  de  las  seis 
millas,  veinte  é  cinco  millas,  y  otras  tantas  hay  á  Co- 
rintio. Está  Azpuys  ocho  millas  de  Ñapóles  de  Roma- 


(1533)  —  3^4  — 

ma,  y  de  aquí  fué  el  Rey  Amenelao  (Menelas).  Está  la 
gran  Lacedemonia  de  Koron  cincuenta  é  cinco  millas,  y 
de  aquí  fué  Helena,  mujer  de  Amenelao  :  agora  se  dice 
Mistra.  Está  el  Cerigo  cient  millas,  y  es  una  isla  que 
boja  cuatrocientas  millas.  De  aquí  fué  robada  Helena 
por  Páris.  A  veinte  millas  de  Koron  están  unas  mon- 
tañas que  se  dicen  Brazo  de  Marina ;   tienen  pasadas 
de  sesenta  millas  en  largo.  Están  estas  montañas  fácia 
la  parte  de  Levante.  En  medio  de  esta  cibdad  é  monta- 
ña entra  un  brazo  de  mar,  cosa  peligrosa  para  los  navios 
por  los  muchos  vientos  que  en  él  andan ,  por  amor  de 
entrar  tanto  entre  estas  montañas  de  Brazo  de  Maina,  y 
las  que  están  á  la  parte  de  Koron  :  en  el  comedio  destas 
montañas  de  Maina  se  muestra  el  sol  cuando  sale,  y  casi 
cuando  el  sol  se  muestra,  es  lo  más  alto  de  la  montaña. 
Esto  que  es  más  alto,  es  una  punta  aguda  que  sube 
mucha  cosa  sobre  la  otra  montaña,  y  á  esta  montaña 
dicen  los  griegos  la  montaña  de  Ayon  Elias,  que  quie- 
re decir  la  montaña  de  Santo  Elias.  Dicen  los  griegos 
que  allí  fizo  su  vida  fasta  que  fué  llevado  en  compañía  de 
Enoque.  Adonde  fizo  su  vida,  agora  hay  una  pequeña 
iglesia,  y  allí  facen  los  griegos,  á  los  veinte  de  Junio, 
una  gran  fiesta.  Está  esta  iglesia  casi  en  lo  más  alto  de 
lo  más  alto  que  sale  déla  montaña,  y  desde  la  mar  á  la 
iglesia  hay  diez  leguas  de  subida.  Está  toda  la  montaña 
viciosa  de  árboles,  que  se  facen  destos  árboles  mástiles 
á  las  naves :  fácia  el  medio  giorno  face  cabo  la  montaña. 
A  este  cabo  dicen  cabo  de  Marina,  y  está  este  cabo  por 
agua  cuarenta  millas  de  Koron.  El  otro  cabo,  que  está 
á  la  parte  de  la  otra  montaña  donde  se  acaba  el  brazo 
de  mar,  está  de  Koron  cuarenta  millas  por  tierra  y  trein- 


—  3^5  —  (1533) 

ta  por  agua.  Vecina  de  esta  montaña  y  del  cabo  de  Bra- 
zo de  mar  está  una  otra  montaña,  que  es  alta  y  gran- 
de :  al  pié  desta  montaña  se  fallan  hoy  los  edificios,  que 
yo  los  he  visto,  de  una  cibdad  que  en  tiempo  de  gentiles 
se  llamaba  Mecina;  era  tan  potente  que  por  mar  traia 
pasadas  de  sesenta  galeras.  Hay  en  este  reino  otras  mu- 
chas cibdades  antiguas  y  cosas  nobles  que  fueron  en 
tiempo  de  las  guerras  de  los  griegos  é  romanos  y  car- 
tagineses, y  es  un  país  abundoso  de  todas  cosas  é  vicio- 
so. El  modo  que  los  griegos  tienen  de  vivir,  y  sus  ce- 
rimonias  de  la  iglesia,  son  muy  diferentes  alas  nuestras; 
no  tañen  campanas  por  la  subjecion  délos  turcos,  y 
es  gente  viciosa  en  el  comer  é  beber  cuando  no  tienen 
cuaresmas  ,  de  las  cuales  facen  cuatro ;  la  primera  el  ad- 
viento, y  la  segunda  nuestra  cuaresma,  y  la  toman 
antes  que  nosotros  ;  la  tercera  es  de  los  apóstoles ,  la 
toman  según  viene  la  Pascua;  la  toman  á  la  octava 
é  la  facen  fasta  los  dos  de  Mayo;  la  cuarta  es  desde 
el  primo  dia  de  Agosto  fasta  el  dia  de  Nuestra  Seño- 
ra de  Agosto  ,  y  no  tienen  otras  vigilias  ni  témporas  en- 
tre ellos.  En  todo  el  año  muchos  dellos  hay  que  no  co- 
men cosa  que  tenga  sangre  ni  cosa  que  haya  sido  de  co- 
sa de  sangre.  En  todas  estas  cuatro  cuaresmas  y  en  toda 
nuestra  cuaresma,  la  cual  ellos  dicen  la  maña  cuatragési- 
ma,  los  más  dellos  no  comen  olio.  El  traje  de  su  vestir  es 
de  finos  paños  y  sedas  y  son  diferentes  á  nuestros  trajes. 
Conviene  á  saber  cómo  en  el  año  de  mil  é  cuatrocien- 
tos y  noventa  é  ocho  años  el  Sultán  Bayaciz  (Bayaceto), 
que  era  el  Grand  Turco  que  en  aquel  tiempo  reinaba, 
tuvo  guerra  con  los  venecianos  y  les  tomó  á  Lepanto,  y 
en  el  año  de  mil  é  quinientos  y  á  los  ocho  dias  de  Agosto-, 


(1533)  -  386  - 

les  tomó  á  Modon.  En  este  mesmo  año  y  mes  á  los 
quince  dias  de  Nuestra  Señora  les  tomó  á  Koron.  Rendi- 
do que  lo  rindió  Gabriel  Vil,  que  era  el  gobernador  que 
dentro  estaba  por  los  venecianos.  Rindiólo  al  Gran  Tur- 
co en  persona,  que  estaba  sobre  Koron  con  su  campo. 
Este  era  abuelo  del  Sultán  Solimán,  que  es  el  gran  tur- 
co que  reina  en  este  presente  año.  Este  gobernador  rin- 
dió la  cibdad  de  Koron  con  condición  y  pacto  que  la 
cibdad  de  Koron  fuese  franca  de  lo  que  tenía  sobre  las 
otras  tierras.  Tómalles  los  fijos  para  genízaros,  como 
lo  tace  de  todas  las  tierras  que  tiene  habitadas  de  crips- 
tianos  en  su  señorío,  que  cada  un  año,  cuando  é  él  le 
paresce,  manda  sus  capitanes  por  las  tierras  donde  ha- 
bitan cripstianos  y  de  casa  en  casa  se  mandan  traer  de- 
lante los  fijos  que  tienen  los  cripstianos,  y  de  cada  cin- 
co fijos  toman  uno,  y  de  cuatro  uno  y  de  tres  uno,  y  si 
bien  no  tuviesen  más  de  uno  y  les  paresciese  ser  á  su 
voluntad,  lo  toman  é  los  envian  á  la  Latolia ,  donde  no 
habitan  ningunos  cripstianos,  y  aquí  les  enseñan  las  cosas 
de  su  seta  y  artes  y  cosas  de  la  guerra.  Estos  son  los  me- 
jores hombres  de  guerra  que  el  turco  tiene  en  su  seño- 
ría :  tienen  muchas  libertades  estos  genízaros,  como  ade- 
lante diré  más  por  entero. 

Asimismo  les  tomó  á  los  venecianos  á  Varino  ó  á 
Navarino  y  otras  tierras  é  puertos ,  y  al  presente  todo 
lo  señorea,  ecepto  esta  cibdad  de  Koron  y  la  montaña 
de  Brazo  de  Maina,  porque  jamas  fasta  agora  la  ha  po- 
dido señorear  toda,  por  no  haber  podido  ganar  unos 
fuertes  pasos  que  la  montaña  tiene  en  sí.  Es  toda  la  mon- 
taña muy  viciosa  é  abundosa  de  carne  é  miel  y  frutas 
é  otras  cosas. 


—  3^7  —  (1533) 

A  los  veinte  é  cuatro  de  Agosto  ^  dia  de  Sant  Bartolo- 
mé, un  domingo  por  la  mañana,  vino  del  campo  de  los 
turcos,  que  estaba  en  Andruza,  un  capitán  llamado  Di- 
liquiti,  que  traia  fasta  cient  turcos  de  á  caballo,  y  llega- 
ron al  val  de  Lacano  {^Licodimo')^  que  está  dos  millas  de 
la  cibdad  de  Koron.  Allí  se  quedó  el  capitán  con  la  ma_ 
yor  parte  de  los  turcos,  y  la  otra  gente  se  acercó  más  á 
la  cibdad,  viniendo  á  Cocala  {Kolonides),  que  es  un  pala- 
cio que  está  á  una  pequeña  milla  de  la  cibdad,  do  facen 
su  emboscada.  Mas  no  fué  tan   secrepta  que  no  fuesen 
vistos  de  los  griegos  que  iban  por  fruta  á  la  campaña;  y 
se  dio  relato  á  la  cibdad  y  salió  el  maese  de  campo  Ma- 
chacao  con  parte  de  los  capitanes  de  á  caballo,  y  el  ca- 
pitán Lezcano  con  su  compañía,  que  era  de  arcabucería, 
y  el  capitán  Luis  Méndez  de  Soto  Mayor.  A  este  capi- 
tán mandó  el  maese  de  campo  que  estuviese  con  su  gente 
á  un  paso  donde  se  esperaba  haber  algún  daño,  si  hu- 
biese alguna  celada  de  los  turcos,  para  sigurar  las  es- 
paldas á  los  que  iban  delante.  Así  pasó  adelante  el  mae- 
se de  campo  con  los  de  á  caballo,  y  Lezcano  con  los 
suyos,  y  fallan  los  turcos  en  celada,  en  la  casa  que  arri- 
ba dije,  y  los  sacaron  della,  mal  de  su  grado,  y  los  lle- 
van escaramuzando  fasta  donde  habia  quedado  su  ca- 
pitán con  los  demás  turcos  en  Lacano.  El  cual  salió  con 
su  gente  por  socorrer  los  suyos,  y  así  él  como  los  demás 
que  iban  escaramuzando,  se  ponen  en  fuida  no  osando 
esperar  más  escaramuza  por  el  gran  daño  que  rescibie- 
ron  del  arcabucería.  En  esta  escaramuza  murieron  ocho 
turcos  é  otros  muchos  fueron  feridos,  y  los  arcabuceros 
tomaron  cuatro  turcos  cativos,  y  así  se  fué  este  capitán 
con  los  turcos  fasta  Andruza,  do  estaba  su  campo.  Así 

25 


(1533)  -  388  - 

se  vuelve  el  maesede  campo  sin  daño  de  ningún  muer- 
to ni  ferido  de  su  gente. 

Pues  viendo  el  maese  de  campo  Machacao  que  cada 
el  dia  le  venian  los  turcos  á  correr  la  campaña  y  á  lie- 
valle  los  cripstianos  que  fallaban  por  el  contorno  de  la 
cibdad,  que  salian  por  frutas,  así,  manda  a  los  diez  de 
Septiembre^  un  miércoles ,  á  las  tres  horas  de  noche ,  que 
saliese  de  Koron  el  capitán  Francisco  Sarmiento  y  el  ca- 
pitán Don  Diego  de  Tovar  y  el  capitán  Fermosilla,  con 
fasta  trecientos  hombres  de  sus  compañías,  y  que  salie- 
sen de  los  griegos  y  albaneses  otros  tres  capitanes  y  lle- 
vasen su  gente  de  á  caballo;  y  les  manda  á  estos  capi- 
tanes que  ellos  y  su  gente  fuesen  adonde  los  turcos  más 
solian  venir,  y  que  allí  ficiesen  sus  emboscadas.  Así  se 
fueron  todos  en  mucho  sosiego  por  no  ser  sentidos,  y 
llegaron  á  Castil  Franco,  donde  se  puso  la  una  parte  de 
la  gente  en  celada,  y  de  allí  poco  más  de  una  milla  se 
puso  la  otra  parte  de  la  gente  y  face  su  emboscada  don- 
de dicen  Abunaria,  cerca  de  allí,  todas  tres  celadas  á  seis 
millas  de  la  cibdad  de  Koron.  Estando  estas  tres  celadas 
en  mucho  sosiego,  poco  más  de  la  media  noche,  vinie- 
ron donde  estaban  las  celadas  de  los  cripstianos  cient 
turcos  de  á  caballo ,  que  eran  de  Modon  y  de  Navari- 
no.   También  vinieion  de  los  del  armada  fasta  cient  c 
diez  turcos  é  genízaros,  é  ansimismo  vinieron  á  dar  en 
nuestras  celadas.  Llegados  donde  estaban  las  celadas  de 
los  cripstianos,  como  personas  que  bien  sabían  los  pasos 
y  con  el  mucho  claro  de  la  luna,  los  turcos  descubrie- 
ron las  celadas  de  los  cripstianos.  Viendo  los  capitanes 
de  los  cripstianos  cómo  los  turcos  los  habían  reconosci- 
do,  é  porque  no  se  retirasen  sin  escaramuza,  salen  á  ellos 


—  389  —  (1533) 

con  ánimos  determinados,  que  no  se  podía  más  mos- 
trar en  leones  sañosos.  Viendo  los  turcos  cómo  los  crips- 
tianos  tan  reciamente  arremetían  con  ellos,  dan  tres 
grandes  alaridos  y  se  ponen  todos  en  fuida;  unos  se  es- 
condían por  un  rio  casi  seco  que  estaba  allí ,  y  por  los 
callejones  ó  caminos  secreptos  que  ellos  bien  sabían;  pero 
no  se  pudieron  ir  tan  á  su  salvo  que  no  muriesen  de  los 
de  á  pié  y  de  los  de  á  caballo  pasados  de  veinte,  é  otros 
muchos  ferídos,  é  se  tomaron  treinta  captivos  y  se  tomó 
un  estandarte  de  los  de  á  caballo. 

Después  de  la  batalla  que  el  príncipe  Andrea  Doria 
hubo  con  su  armada  sobre  el  socorro  de  Koron,  fue- 
llamado  por  letras  del  Gran  Turco  Chafrechelipi,  su  ge- 
neral, que  fuese  en  Constantinopla;  y  viendo  Chafre- 
chelipi las  letras  del  turco,  dejó  su  cargo  á  Hacen  Che- 
libi,  que  era  el  capitán  moro  que  dije  que  era  señor  de 
diez  galeras  suyas,  y  él  se  fué,  con  los  capitanes  que  le 
fué  mandado  que  llevase,  á  la  corte  del  Gran  Turco, 
que  estaba  en  Constantinopla.  Venida  esta  gente  ante 
el  Gran  Turco,  le  mandó  cortar  la  cabeza  á  él  y  á  cinco 
capitanes,  porque  habían  dejado  entrar  el  socorro  en 
Koron,  y  porque  habían  perdido  las  dos  naves  que  te- 
nían ganadas,  y  por  la  grand  gente  que  en  ellas  per- 
dieron. 

A  los  viente  é  tres  del  Septiembre^  un  martes,  cuan- 
do esclarecía  el  sol,  las  guardias  de  Koron  ven  venir 
cuatro  galeras  y  dos  fustas  muy  cerca  de  la  cibdad,  y 
dieron  aviso  dello  al  capitán  del  artillería  y  á  los  arti- 
lleros, y  así  les  comenzaron  á  tirar  con  el  artillería  que 
estaba  en  la  cibdad.  Viendo  los  de  las  galeras  que  tanta 
y  tan  buena  artillería  les  tiraban,  se  desviaron  lo  más 


(1533)  —  39<^  -- 

que  pudieron  á  vela  y  á  remo,  y  así  pasaron  delante 
de  la  cibdad  la  vuelta  de  Castil  Franco,  que  está  á  la 
marina,  á  seis  millas  de  Koron.  Esta  mesma  mañana, 
muy  de  mañana,  eran  salidos  del  puerto  de  Koron  un 
esquirazo  del  capitán  Luis  Picaño,  con  otras  cuatro 
barcas,  con  botas  para  facer  mosto  en  las  viñas  de  Cas- 
til  Franco  y  en  las  de  Castil  Petalin,  que  hay  muchas 
é  muy  buenas.  Estando  el  esquirazo  y  las  barcas  par 
de  Castil  Franco,  los  que  las  barcas  y  el  esquirazo  ha- 
blan llevado,  sintieron  tanta  artillería  como  hablan  ti- 
rado en  Koron,  y  reconoscieron  que  eran  las  galeras  de 
los  turcos,  que  ya  se  eran  descubiertas  de  la  punta  do 
se  estaba  la  cibdad.  Viendo  los  que  Iban  en  el  esqui- 
razo las  galeras,  lo  allegaron  á  tierra  lo  más  que  pu- 
dieron y  le  dan  dos  barrenos  para  que  se  anegase,  y 
ellos  se  meten  en  las  otras  barcas,  y  todos  juntos  con 
sus  barcas  se  van  la  vuelta  de  la  cibdad.  Viendo  los 
turcos  cómo  las  barcas  venían  la  vuelta  de  la  cibdad, 
enderezan  la  galera  capitana  y  las  dos  fustas  la  vuelta 
de  las  barcas.  La  una  de  las  dos  fustas  se  adelanta  y 
comenzó  de  tiralles  á  los  de  las  barcas,  para  entretenc- 
Jlos  para  que  allegase  la  galera  capitana  é  la  otra  fusta, 
pero  todavía  vino  muy  á  su  salvo  á  la  cibdad  la  una 
de  las  barcas,  é  las  otras  que  venían  más  traseras  se 
abordaron  y  saltaron  en  tierra  los  que  iban  dentro. 
Viendo  el  Maese  de  campo  cómo  las  galeras  y  las  fus- 
tas iban  la  vuelta  de  donde  estaba  el  esquirazo,  y  las 
barcas  saltaban  en  tierra,  para  que  no  fallasen  alguna 
celada  y  se  perdiesen,  mandó  á  Orgel  de  Lezcano,  al- 
férez del  capitán  Lezcano,  que  tomase  fasta  sesenta 
soldados  de  su  compañía,  y  con  ellos  mandó  que  sa- 


—  391  —  (1533) 

Hese  el  sargento  mayor  Solorzano,  mandándoles  que  no 
pasasen  de  una  punta  que  entra  en  la  mar,  donde  se 
habían  afirmado  las  barcas.  También  mandó  salir  al  ca- 
pitán Fermosilla  con  algunos  arcabuceros,  y  que  se  pu- 
siesen entre  la  cibdad  y  punta  donde  estaban  los  solda- 
dos, con  su  alférez  y  sargento  mayor,  para  que  les 
guardasen  las  espaldas,  por  si  hubiese  alguna  celada  de 
los  turcos  en  tierra.  Llegada  la  fusta  donde  las  barcas 
estaban,  les  encomenzaron  de  tirar  con  los  tiros  que  en 
la  fusta  llevaban  á  los  de  las  barcas,  que  estaban  en 
tierra;  los  soldados  de  las  barcas  escomenzaron  á  tirar 
á  los  de  la  fusta  con  los  arcabuces,  y  en  esto  allegó  la 
galera  capitana  y  la  otra  fusta,  y  comienzan  de  tirar 
con  su  artillería  á  las  barcas  y  á  los  soldados  que  las 
estaban  defendiendo  que  no  las  tomasen  la  fusta.  Mas 
como  fuese  allegado  el  alférez  Lezcano  y  el  sargento 
mayor  con  los  soldados,  les  facen  grand  defensa  con 
los  arcabuces,  y  los  de  la  galera  y  fusta  no  dejaban  de 
tiralles  con  su  artillería.  Pero  al  fin  tuvieron  por  bien 
de  retirarse  los  de  la  galera  y  fustas  y  dejar  las  barcas, 
con  pérdidas  de  tres  hombres,  que  fueron  muertos  en 
la  galera  capitana,  sin  otros  muchos  feridos  de  los  tur- 
cos de  los  arcabuces.  En  esto  los  soldados  con  sus  bar- 
cas, vinieron  á  la  cibdad  sin  daño.  En  tanto  que  la 
galera  capitana  y  las  fustas  quisieron  tomar  las  barcas, 
fueron  las  otras  tres  galeras  la  vuelta  de  adonde  estaba 
el  esquirazo  y  lo  metieron  más  á  la  mar,  y  le  dan  fue- 
go y  se  abrasó  todo  lo  que  estaba  sobre  el  agua.  En 
esto  se  descubrieron  en  la  punta  de  Santa  Panaya  tres 
galeras ,  y  la  una  vino  donde  estaba  la  galera  capitana 
y  las  otras  galeras  y  fustas,  y  las  otras  dos  galeras  es- 


(1533)  —  392  — 

tuvieron  encubiertas  íasta  la  hora  de  vísperas,  que  sa- 
lieron de  la  punta  de  Santa  Panaya  y  fueron  donde  es- 
taban las  otras  galeras.  La  cabsa  de  la  venida  destas 
siete  galeras  y  dos  fustas  á  par  de  Castil  Franco,  fué 
por  excusar  que  no  saliesen  de  Koron  á  correr  la  cam- 
paña, como  facian  cada  dia,  y  se  traian  mucho  bestia - 
me  á  la  tierra,  especial  el  dia  antes,  que  habian  traido 
entre  cient  soldados  ciento  é  veinte  é  seis  bueyes  y 
ciento  y  sesenta  y  cuatro  búfalos.  El  búfalo  es  á  modo 
de  un  buey,  sino  que  son  negros  y  de  más  extrañas 
faciones.  También  trujeron  con  ellos  veinte  puercos  y 
diez  yeguas,  y  de  otras  bestias  menores  muchas,  y 
otras  muchas  cabalgadas  que  habian  metido,  de  suerte, 
que  por  bueno  que  fuese  un  buey,  se  habia  por  un  du- 
cado, y  se  vendia  después  el  cuero  por  el  mesmo  du- 
cado, é  á  lo  menos  por  nueve  reales.  El  búfalo  se  ven- 
dia por  menos  prescio  que  no  el  buey,  y  el  cuero  se 
vendia  á  más  precio  que  no  el  del  buey;  y  así  por  ex- 
cusar estas  cabalgadas,  como  por  excusar  que  no  en- 
trasen en  el  puerto  algunos  esquirazos,  que  venian  con 
algunas  provisiones  á  comprar  los  cueros,  fué  la  venida 
destas  galeras  é  fustas  par  de  Castil  Franco.  El  dia  si- 
guiente, antes  del  mediodía,  se  tornaron  á  Modon  las 
siete  galeras  é  dos  fustas,  y  tornaron  á  pasar  tan  veci- 
nas de  la  cibdad  como  de  primero  habian  pasado;  y 
asimismo  se  les  tiró  con  el  artillería,  y  dio  una  pelota 
de  un  medio  cañón  en  una  de  las  galeras,  y  le  rompió 
el  árbol  y  pasó  la  galera  por  el  un  costado,  y  mató 
cinco  hombres  de  los  de  la  galera:  todo  esto  se  supo 
por  las  espías  que  el  Maese  de  campo  tenía  en  Modon, 
que  trataba  con  ellas. 


—  393  —  (1533) 

Vueltas,  pues,  las  galeras,  el  Maese  de  campo  man- 
dó que  saliesen  fasta  docientos  hombres,  y  que  saliese 
con  ellos  el  sargento  mayor,  y  que  fuesen  á  descubrir 
la  campaña,  por  ver  si  dejaban  las  galeras  algunos  tur- 
cos en  celada.  Salido  el  sargento  mayor  con  los  solda- 
dos, fueron  hasta  donde  se  pensaba  haber  alguna  cela- 
da, y  no  se  falló  ningún  turco.  El  dia  siguiente,  que 
fué  á  los  veinte  é  cinco  del  Septiembre j  un  jueves,  des- 
pués del  mediodia,  tres  cabos  de  escuadra,  con  fasta 
sesenta  soldados,  metieron  en  Koron  cuatrocientas  ca- 
bezas de  ganado,  entre  bueyes  é  búfalos,  é  carneros  é 
cabras  é  de  otro  ganado.  Lo  medio  deste  bestiame 
mandó  el  Maese  de  campo  que  se  volviese  á  sus  due- 
ños, que  venian  tras  los  soldados  llorando,  y  por  ser 
griegos  se  los  volvió. 

A  los  cuatro  de  Otubre  j  dia  del  glorioso  Sant  Fran- 
cisco, dos  horas  antes  del  dia,  se  sintió  tirar  en  Modon 
mucha  artillería,  y  por  veces  no  dejaban  de  tirar  fasta 
ser  pasado  el  mediodia.  Esta  artillería  se  fizo  por  la  ve- 
nida de  Barbaroja  en  aquel  puerto,  que  venía  de  Argel 
para  ir  en  Constantinopla,  por  ser  llamado  por  los  em- 
bajadores del  grand  turco.  Trajo  á  este  puerto  seis  ga- 
leras é  ocho  fustas  é  le  fueron  dadas  las  dos  galeras  de 
los  venecianos  que  estaban  en  la  armada  de  los  turcos, 
como  arriba  dije.  Luego  las  mandó  aderezar  conformes 
á  las  que  él  traia  y  allí  se  puso  á  fablar  con  dos  espa- 
ñoles de  los  que  cabtivaron  el  dia  de  la  batalla,  é  lo  pri- 
mero que  les  demandó  fué  pedilles  quién  era  su  señor. 
Ellos  le  respondieron  que  era  el  Emperador.  Entre  to- 
das las  otras  cosas  les  demandó  cómo  se  rescataban  y  si 
daban  dos  turcos  por  uno  dellos;  ellos  dijeron  que  no, 


(•533)  —  394  — 

porque  también  eran  hombres  los  turcos  como  ellos.  En- 
tonces calló  é  no  les  quiso  dar  más  plática.  Así  estuvo 
en  este  puerto  de  Modon  fasta  los  doce  de  Otubre  ^  un 
domingo  antes  del  mediodia,  que  salió  con  sus  galeras 
y  fustas  del  puerto  de  Modon,  faciendo  su  viaje  á  Cons- 
tantinopla.  De  Modon  fué  al  puerto  de  Atenas ,  y  de 
Atenas  fué  á  Negro  Ponte,  y  de  Negro  Ponte  á  Cons- 
tantinopla,  donde  le  fué  fecho  un  gran  rescibimiento, 
con  grandes  salvas  de  artillería  y  de  la  persona  del  Grand 
Turco  con  otros  grandes  de  su  corte.  Después  fué  resci- 
bido  del  Gran  Turco  prometiéndole  grandes  mercedes 
faciéndole  Bajá,  porque  según  son  las  leyes  de  Constan- 
tinopla,  el  Gran  Turco  no  puede  facer  ningún  gran  ge- 
neral sin  que  primero  se  haya  titulado  de  Bajá. 

Después  de  ser  salido  Barbarroja  del  puerto  de  Mo- 
don, vino  á  Modon  Lichebe,  turco,  por  general  del  ar- 
mada del  turco,  y  luego  envió  á  Koron  á  ver  qué  ge- 
nízaros  y  turcos  estaban  captivos.  Así  rescataron  los 
capitanes  de  Koron  catorce  soldados  españoles  que  es- 
taban en  la  armada  de  los  turcos,  por  catorce  genízaros 
que  ellos  dieron  en  su  trueque.  Este  dia  se  soltaron  tres 
españoles  de  poder  de  los  turcos  é  vinieron  á  Koron; 
asimismo  vino  una  fragata  de  los  turcos  al  burgo  de  la 
Xabonaria  á  traer  un  soldado  de  la  compañía  del  capi- 
tán F'ermosilla,  que  venía  sobre  su  palabra  que  él  faria 
soltar  un  genízaro  en  su  escambio.  Llegada  la  fragata 
al  burgo  de  la  Xabonaria,  salió  á  ella  el  capitán  Fran- 
cisco Sarmiento  y  el  capitán  Fermosilla  á  ver  qué  era 
lo  que  demandaban.  Mostafá,  que  en  la  fragata  venía, 
fizo  saber  á  estos  capitanes  la  promesa  que  había  fecho 
este  soldado.  Como  el  soldado  fuese  conoscido  por  su 


—  395  —  (1533) 

capitán  Fermosilla,  luego  mandó  que  le  trajesen  un  ge- 
nízaro  de  los  que  él  tenía  cabtivos,  y  ansí  cumplió  la 
palabra  que  su  soldado  habia  dado.  Este  Mostafá  dijo 
allí  á  los  capitanes  cómo  su  armada  se  iba  de  Modon, 
ecepto  cinco  velas  é  tres  galeras  y  fustas  que  quedaban 
en  el  puerto  de  Modon.  Así  acabó  de  salir  toda  el  ar- 
mada de  los  turcos  del  puerto  de  Modon  el  postrero  dia 
de  Otuhre^  un  viernes  de  mañana,  yendo  á  Constanti- 
nopla. 

Primero  dia  de  Noviembre ^  dia  de  Todos  Santos,  un 
sábado  de  mañana ,  salió  de  Koron  el  capitán  Francisco 
Sarmiento  con  su  compañía  á  facer  guardia  como  se  so- 
lia  facer  á  la  gente  que  andaba  en  la  campaña  cogiendo 
oliva  é  otra  faciendo  leña  para  meter  en  la  cibdad- 
Llegado  que  fué  á  media  legua  de  la  cibdad,  el  capitán 
mandó  poner  su  gente  en  tres  partes  para  más  guardar 
la  gente  que  andaba  en  la  campaña  cogiendo  oliva  y  leña. 

No  era  bien  llegado  cuando  junto  á  do  estaban  vein- 
te soldados  arcabuceros  salieron  fasta  veinte  turcos  de 
á  caballo  y  también  vinieron  por  otras  partes  muchos 
turcos,  y  ansí  se  escomenzó  á  escaramuzar  con  ellos  y 
siempre  se  descubrían  más  turcos;  y  se  dio  arma  en  la 
cibdad,  y  salió  el  Maese  de  campo  con  cuatro  banderas 
y  mucha  parte  de  la  gente,  así  de  la  infantería  como  de 
caballería,  y  fueron  presto  donde  estaba  el  capitán  Fran- 
cisco Sarmiento  con  su  gente  escaramuzando  con  los 
turcos.  Y  como  la  gente  saliese  tan  ganosa  de  verse  con 
los  turcos,  comenzaron  á  seguillos,  y  á  la  hora  los  vimos 
á  todos  juntos,  que  era  una  cosa  muy  de  ver  su  gala  y 
la  manera  de  su  pelear.  Serian,  á  mi  parescer,  fasta  do- 
cientos  turcos  sin  otros  cincuenta  que  se  fueron  por  otro 


(•533)  —  396  — 

camino  sin  ser  vistos  de  los  capitanes  é  soldados,  y  así 
se  fué  en  seguimiento  destos  docientos  turcos.   La  in- 
fantería  ya  no  podia  más  correr  por  el  mucho  cansan- 
cio que  llevaba,  pero  todavía  hubo  algunos  arcabuceros 
que  los  fueron  siguiendo  con  los  capitanes  de  á  caballo 
que  eran  salidos  de  Koron.  En  este  alcance  iba  el  capi- 
tán Francisco  Sarmiento  á  caballo,  porque  á  pié  no  po- 
dia por  ser  cojo  de  una  pierna  de  una  ferida.  Pues  vien- 
do los  turcos  que  tanto  les  iban  siguiendo  los  cripstia- 
nos,  tornan  contra  dellos  muy  determinados.  Viendo  el 
capitán  Francisco  Sarmiento  que  no  podia  salvarse  si 
estaba  á  caballo,  se  apea  del  caballo  y  toma  su  pica  en 
las  manos,  pero  todavía  lo  mataran  si  no  fuera  socorri- 
do de  un  capitán  griego  que  cerca  de  él  venía  con  fasta 
cinco  de  á  caballo  de  los  suyos.  También  llegó  un  sol- 
dado arcabucero  de  su  compañía,  y  así  se  socorrió  que 
no  fuese  muerto  ni  preso  de  los  turcos.  Se  fué  en  se- 
guimiento de  los  turcos  fasta  el  Xeriso  (^Kyparisia)^  que 
es  un  pequeño  lugar  que  está  á  nueve  millas  de  Koron 
y  á  nueve  de  Modon.  De  aquí  se  volvió  el  Maese  de 
campo  con  su  gente,  y  en  esta  escaramuza  murieron 
cuarenta  turcos  sin  otros  cuatro  cabtivos  y  otros  muchos 
feridos.  Los  turcos  mataron  hasta  doce  cripstianos  que 
eran  salidos  á  coger  olivas  antes  que  saliese  la  escolta  ó 
guardia;  eran  los  diez  soldados  é  dos  mozos  suyos,  sin 
otros  griegos  é  griegas  que  mataron  é  llevaron.  Los  otros 
cincuenta  que  dije  ir  por  el  otro  camino  fácia  la  otra 
marina,  eran  turcos  que  vinieron  de  Andruza,  donde 
estaba  el  famuliario  que  nuevamente  habia  venido,  que 
era  el  que  habia  sido  famuliario  de  Gana  y  era  venido 
por  famuliario  de  la  Morea. 


—  397  —  (í533) 

A  los  seis  de  Diciembre  vinieron  á  la  punta  Santa  Pa- 
naya  dos  galeras  é  una  fragata  é  una  fusta  y  tiran  su  ar- 
tillería y  ponen  su  bandera  de  siguro,  como  eran  solíci- 
tos y  venian  á  rescatar  los  genízaros  é  turcos  que  qui- 
siesen vender  los  cripstianos.  Así  se  rescataron  todos  los 
que  les  quisieron  dar,  y  el  capitán  Francisco  Sarmiento 
les  rescató  á  los  de  las  galeras  una  mujer  con  una  niña 
de  fasta  treinta  meses,  cosa  muy  fermosa,  é  la  mujer  es- 
taba en  dias  de  parir,  la  cual  parió  dende  á  pocos  días 
otra  niña.  Esta  mujer  era  de  Piombino,  llamada  Lena, 
que  son  en  la  costa  de  Italia  en  la  Toscana.  Esta  fué  to- 
mada de  la  gente  de  Barbarroja  cuando  saltó  allí  en 
tierra  yendo  de  Argel  á  Constantinopla.  También  llevó 
otras  muchas  personas  cativas  é  tomó  vecinas  de  allí  cua- 
tro naves  de  cripstianos  de  trece  que  iban,  y  las  otras 
lombardeó. 

El  postrero  dia  de  Diciembre^  un  miércoles  de  maña- 
na, con  la  gran  fortuna  que  en  la  mar  andaba,  se  rom- 
pieron dos  bergantines  de  cuatro  que  habia  en  el  puer- 
to de  Koron,  los  cuales  eran  del  Maese  de  campo  é  de 
los  otros  capitanes.  Ficieron  grand  falta  unos  dias  que 
dejaron  de  navegar,  porque  iban  por  algún  refresco  á 
Brazo  de  Maina  é  a  otras  villas  vecinas,  porque  de  otras 
partes  no  las  querían  traer,  porque  en  Koron  habia  la  en- 
fermedad de  la  pestilencia,  desde  los  postreros  dias  de 
Otubre  y  andaba  secrepta  entre  los  albaneses,  y  á  la  en- 
trada de  Noviembre  comenzó  á  cundir  por  todas  par- 
tes desta  cibdad,  é  morían  de  todas  suertes  de  gentes,  así 
naturales  griegos  como  albaneses  y  soldados  é  de  otros 
extraños.  En  esto  el  Maese  de  campo  puso  mucho  re- 
medio porque  no  se  encendiese  más.  Los  que  estaban 


(•533)  —  39^  — 

de  aquel  mal  los  mandaba  salir  de  la  ciudad  a  una  ÍG¡lesia 

V  casa  que  estaba  en  el  burgo  de  la  Xabonara  y  que 
allí  fuesen  proveidos  de  todo  lo  que  hobiesen  menester. 
Así  los  griegos  como  los  soldados  trujeron  mucho  re- 
frigerio del  muy  reverendo  padre  fray  Buenaventura, 
de  su  consolación  y  de  las  limosnas  que  á  él  le  envia- 
ban. Los  capitanes  y  soldados,  de  las  cosas  para  su  co- 
mer, que  buenas  fuesen,  se  la  inviaban  ó  la  mayor  par- 
te dellas,  repartiéndolas  entre  ellos :  y  esto  como  testigo 
de  vista  lo  digo  por  verdad,  é  otras  muchas  diligencias 
se  hicieron.  Porque  la  gente  no  se  juntase  una  con  otra, 
mandó  el  Maese  de  campo  que  no  se  predicase  ningún 
dia,  é  así  no  se  predicó  fasta  el  dia  de  año  nuevo,  que  fray 
Buenaventuna  quiso  celebrar  la  fiesta  con  toda  soleni- 
dad  y  mandó  ajuntar  muchos  músicos  que  habia  entre 
los  soldados,  y  después  de  haber  predicado,  paresciéndo- 
!e  al  Maese  de  campo  que  se  tardaba  mucho  la  misa, 
mandó  que  no  se  cantase  el  -prefacio  ni  el  pater^  porque 
más  aína  fuese  desparcida  la  gente. 

Pues  como  el  Maese  de  campo  fuese  avisado  por 
sus  espías  que  en  el  arrabal  que  estaba  pegado  al  Na- 
varino  estaban  pasadas  de  diez  mil  cabezas  de  ganado, 

V  la  mayor  parte  dello  eran  carneros,  que  tenía  reco- 
gidos allí  para  el  campo  de  los  turcos  que  habia  de  ve- 
nir sobre  Koron,  como  el  Maese  de  campo  supiese  esto 
por  sus  espías,  da  orden  de  querérselo  tomar  á  los  tur- 
cos, y  mandó  que  saliesen  de  Koron  á  esta  empresa  el 
capitán  D.  Diego  de  Tovar  y  el  capitán  Luis  Picaño, 
con  fasta  seiscientos  soldados  de  todas  las  compañías; 
los  cuales  salieron  de  Koron  á  los  veinte  de  Diciembre^ 
un  sábado  tarde.  Yendo  la  vuelta  de  Navarino,  llegado 


—  399  —  (1533) 

Diego  de  Tovar  con  los  que  llevaba  en  el  avanguardia 
al  paso  de  un  rio,  el  cual  paso  estaba  á.  dos  millas  de 
Navarino,  este  rio  falló  crescido  y  de  cada  hora  crescia 
más  por  las  muchas  aguas  que  abajaban  de  la  sierra, 
como  no  hobiese  dejado  de  llover  desde  que  salieron  de 
Koron.  Por  la  cual  agua  é  viento  se  quedó  la  mitad  de 
la  gente  que  venía  con  el  capitán  Luis  Picaño  en  reta- 
guardia, más  de  una  milla  atrás  de  llegar  al  paso  del 
rio,  donde  estaba  D.  Diego  de  Tovar  con  la  otra  gente. 
Pues  como  el  capitán  Luis  Picaño  viese  que  se  le  era 
afirmado  la  gente,  no  queriendo  pasar  adelante  por  la 
gran  fortuna  del  tiempo  (que  hacia  aquella  noche  de 
agua  é  aire  y  frió,  que  fué  tan  grande  que  se  helaron 
tres  soldados,  y  otros  que  quedaron  tan  enfermos,  que 
de  ello  murieron  pasados  de  seis),  ansí  el  capitán  Luis 
Picaño  pasó  adelante,  do  halló  al  capitán  D.  Diego  de 
Tovar  con  la  otra  gente  al  paso  del  rio,  y  le  face  saber 
cómo  la  gente  quedaba  tan  atrás  y  de  tal  arte  que  le 
parescia  cosa  imposible  con  aquella  fortuna  del  tiempo 
traellos  á  pasar  el  rio.  Como  eso  oyese  el  capitán  don 
Diego  de  Tovar,  quiso  pasar  el  rio  con  aquella  poca 
gente  que  allí  tenía;  pero  el  capitán  Luis  Picaño  se  lo 
estorbaba,  diciendo  que  no  le  parescia  que  se  debiese 
de  pasar  el  rio  con  tan  poca  gente,  porque  no  se  sabía 
lo  que  faria  el  rio,  como  todavía  cresciese,  porque  es- 
tando los  unos  de  la  una  parte  del  agua  y  los  otros  de 
la  otra,  se  esperaba  mucho  peligro,  los  unos  de  la  gente 
de  Modon  y  los  otros  de  la  gente  de  Navarino.  Y  como 
la  gente  estuviese  de  tal  arte  que  no  podia  servir  de  sus 
arcabuces  ni  armas,  paresciéndole  al  capitán  D.  Diego 
de  Tovar,  por  lo  que  el  capitán  Luis  de  Picaño  decia, 


(1533)  —  400  — 

era  cosa  justa  no  ponerse  en  tanto  peligro,  ansí  se  jun- 
tan los  unos  con  los  otros  y  se  vuelven  á  Koron.  Aquí 
se  acaban  los  fechos  del  año  de  mil  é  quinientos  é  treinta 
é  tres. 


AÑO  DE   1534. 


A  los  siete  de  Enero  ^  un  miércoles  al  mediodía,  vino 
al  puerto  de  Koron  un  buen  galeón  ,  en  el  cual  venía 
Nicolás  Sardo,  de  nación  sardo ,  que  hacia  seis  meses 
que  andaba  de  corsa  la  vuelta  de  Constantinopla.  Traia 
un  gran  esquirazo  cargado  de  trigo,  que  serian  pasadas 
de  cuatro  mil  fanegas  con  otras  mercaderías.  Este  es- 
quirazo era  de  Juan  Mavordato,  mercader  en  el  Xio, 
que  es  una  grand  cibdad  que  tienen  ginoveses  á  cuatro- 
cientas millas  de  Costantinopla.  Este  galeón  tomó  al  es- 
quirazo vecino  á  la  isla  de  Candía,  y  por  fallallo  con 
una  bandera  que  tenía  la  cruz  roja  vinieron  á  justicia 
delante  del  Maese  de  campo  Machacao,  y  ansí  salió  una 
principal  persona  del  galeón,  y  el  capitán  del  esquirazo 
y  señor  del  trigo,  y  iban  delante  del  Maese  de  campo 
Machacao,  y  el  mercader  dijo  cómo  le  hablan  tomado 
aquel  esquirazo  que  llevaba  cargado  de  trigo  de  tierra 
de  turcos  á  tierra  de  cripstianos,  é  que  llevaba  una  ban- 
dera con  cruz  roja ;  el  del  galeón  dijo  que  era  verdad, 
mas  que  era  la  bandera  turquesa  y  que  la  hablan  corta- 
do los  cabos  y  della  habia  hecho  la  cruz  roja.  Después 


(1534)  —  402  — 

de  haber  visto  el  galeón  y  habiendo  oido  el  Macse  de 
campo  la  demanda  del  mercader  y  corsario,  le  respondió 
quel  habia  de  menester  el  trigo  para  la  provisión  de  la 
cibdad  y  que  no  lo  habia  de  pagar,  pues  que  donde 
fuese  pagado  se  sentenciaria.  Así  los  despidió  de  su  jus- 
ticia, dándoles  sus  letras  para  el  visorey  de  Sicilia. 

Este  mercader  dio  muchos  avisos  al  Maese  de  cam- 
po de  las  cosas  de  Costantinopla,  y  como  el  Brimbax 
era  salido  de  Costantinopla  en  los  primeros  de  Noviem- 
bre, y  que  llevaron  grande  ejército  contra  el  Sufí.  Este 
Brimbaxan  era  el  más  valeroso  general  que  el  turco  te- 
nía en  su  señorío,  y  ansimismo  dijo  que  el  Gran  Turco 
en  persona  habia  de  salir  de  Costantinopla  á  ir  contra  el 
Sufí,  el  cual  salió  á  los  primeros  de  Marzo,  llevando 
consigo  á  los  de  Barbarroja.  En  el  puerto  de  Tambo, 
el  Gran  Turco  entregó  á  Barbarroja  ochenta  galeras 
reales  sin  otras  galeotas  y  fustas ,  faciéndolo  su  capitán 
general  de  la  mar,  é  de  aquí  fué  el  Gran  Turco  á  la  Na- 
tolia  y  Barbarroja  á  Costantinopla,  para  dar  orden  en 
su  armada  é  pasaje  en  estas  partes,  como  adelante  se  ve- 
rá. También  diré  haber  habido  gran  pestilencia  en  Cos- 
tantinopla y  que  se  hallaban  ser  muertas  pasadas  de 
cuarenta  mil  personas  sólo  en  la  cibdad  de  Costantino- 
pla; y  otros  muchos  avisos  de  las  cosas  que  allí  pa- 
saban. 

Pues  viendo  el  Maese  de  campo  Machacao  cómo  ca- 
da dia  venían  los  turcos  á  correlle  la  campaña  é  que  su 
gente  tenía  gran  trabajo  en  sus  escaramuzas  y  en  illos 
á  buscar,  así  acuerda  con  los  capitanes  de  ir  á  buscar  á 
los  turcos  que  estaban  en  la  villa  de  Andruza,  y  con 
este  acuerdo,  el  postrero  de  Enero,  un  sábado,  dos  horas 


—  403  —  (1534) 

antes  del  día,  salió  de  Koron  el  Maese  de  campo  Ma- 
chacao  con  seis  capitanes,  los  cuales  eran  don  Diego  de 
Tovar,  Francisco  Sarmiento,  Luis  Picaño,  Pelus,  Alon- 
so Carrillo  y  Fermosilla,  y  también  salieron  los  capita- 
nes griegos  y  albaneses  con  la  gente  de  á  caballo.  Eran 
hasta  dos  mil  é  quinientos  españoles;  los  capitanes  grie- 
gos y  albaneses  llevaban  hasta  cuarenta  de  á  caballo ;  y 
después  de  haber  salido  el  Maese  de  campo  y  capitanes 
é  la  gente  fuera  de  la  cibdad  de  Koron ,  y  como  el  Mae- 
se de  campo  llevase  tan  determinada  voluntad  de  tomar 
la  villa  donde  iba,  ó  morir  en  la  demanda,  como  la  muer- 
te sea  tan  cierta,  no  sabiendo  el  dia  ni  la  hora,  y  por  de- 
jar en  todo  gran  gobierno,  mandó  que  en  las  cosas  de 
su  ánima  tuviese  cargo  el  capitán  Luis  Méndez  de  So- 
tomayor,  y  el  gobierno  de  la  tierra  y  gente  lo  tuviesen 
el  capitán  Luis  Méndez  de  Sotomayor  y  el  capitán  Gre- 
gorio de  Lezcano.  Después  de  haber  dado  esta  orden, 
muy  gozosamente,  se  despide  dellos  y  de  la  gente  que 
con  ellos  quedaba ,  y  con  grande  orden  camina  con  su 
gente  la  vuelta  de  Andruza,  que  es  una  villa  que  está 
treinta  millas  de  Koron,  en  la  cual  estaba  el  famulario 
de  la  Morea  con  otros  principales  turcos,  é  mil  é  tre- 
cientos turcos  y  genízaros,  escopeteros  y  arqueros,  y 
trecientos  de  á  caballo :  todos  los  de  á  pié  y  de  á  caba- 
llo eran  cursados  en  la  guerra.  Caminados,  pues>  todos 
en  buena  orden,  se  fué  por  unos  valles  viciosos  de  aguas 
y  de  muchas  verduras  é  arboledas  de  olivares  y  de  mu- 
chos frutales  y  viñas,  y  habia  muchas  flores  por  los  ár- 
boles y  campanas,  camarrosa  y  azahar,  y  las  viñas  con 
los  pámpanos  ya  largos  más  que  un  largo  dedo;  y  en  lo 
que  era   monte  ,  habia  otras  frutas,  como  madroños  y 

£6 


(1534)  —  404  — 

garrobas,  así  para  comer  como  verdes  y  en  flor.  Pues 
era  de  ver  el  cantueso  florido  como  si  fuera  por  el  mes  de 
Abril  y  otras  buenas  hierbas,  de  lo  cual  yo  me  maravi- 
llaba de  ver  en  tal  tiempo  tan  deliciosa  la  campaña.  Ca- 
minando por  los  valles,  como  digo.  Ja  noche  siguiente 
se  reposó  en  un  pequeño  valle  llamado  Mierla,  el  cual 
valle  estaba  á  treinta  millas  de  Koron,  por  el  camino  que 
se  fué  rodeando,  por  ir  más  secreptos  y  por  no  ser  vistos 
de  las  espías  de  los  turcos.  Este  valle  estaba  á  diez  mi- 
llas de  Andruza,  que  no  se  podia  salvar.  Aquí  se  reposó 
hasta  ser  pasada  la  media  noche,  que  el  Maese  de  campo 
mandó  que  caminase  la  gente  la  vuelta  de  Andruza,  y 
también  mandó  al  capitán  Andrea,  al  bañes,  que  fuese 
con  su  gente  á  un  paso  que  estaba  seis  millas  de  Andru- 
za, el  cual  paso  se  dice  Eña.  Este  paso  está  cerca  de  la 
montaña  de  Brazo  de  Maina.  Esto  mandó  el  Maese  de 
campo  porque  si  algunos  turcos  fuesen  huyendo  de  An- 
druza, que  no  se  pudiesen  salvar.  Ido  el  capitán  Andrea 
y  los  suyos,  los  cuales  eran  hasta  veinte  hombres  de  á 
pié,  porque  no  podían  allí  servirse  de  los  de  á  caballo 
si  los  turcos  fuian  por  la  montaña,  se  caminó  ansí  la 
vuelta  de  Andruza,   y  como  se  allegó  á  una  milla  de 
Andruza,  el  Maese  de  campo  mandó  que  hiciese  alto  y 
que  se  afirmase  el  escuadrón,  y  mandó  al  sargento  mayor 
Solorzano  que  hiciese  dos  escuadrones  de  la  infantería 
española,  y  que  el  un  escuadrón  fuese  de  trecientos  hom- 
bres y  questos  fuesen  arcabuceros,  y  los  que  llevaban  las 
partesanas  y  alabardas,  porque  iban  armados  de  cosele- 
tes. Con  estos  trecientos  hombres  mandó  que  fuese  el 
capitán  Fermosilla,  y  después  de  haber  hecho  los  escua- 
drones, manda  al  capitán  Fermosilla  que  caminase  en  la 


—  405  —  (1534) 

vanguardia  con  la  gente  que  le  fué  señalada,  y  que  en- 
trase en  la  tierra  y  cercase  la  casa  del  famulario  y  la  die- 
sen fuego;  y  que  él  sería  presto  con  él  con  la  demás  gen- 
te. Como  Fermosilla  se  viese  en  el  burgo,  dio  fuego  á 
Jas  casas,  porque  allí  estaba  la  mayor  parte  de  la  gente 
de  los  turcos,  así  de  á  caballo  como  de  á  pié.  Pues  como 
Fermosilla  llevase  la  empresa  de  entrar  en  la  tierra  con 
los  que  con  él  iban,  caminaron  en  prisa  por  no  dar  lu- 
gar á  ser  sentidos.  Por  haberse  tomado  un  griego,  que 
estaba  escondido  en  una  mata  de  un  lantisco ,  y  porque 
éste  dijo  que  en  una  casa  que  estaba  vecina  de  allí,  don- 
de los  turcos  tenían  mucho  ganado,  había  seis  turcos, 
porque  no  tuviesen  tiempo  de  dar  aviso  á  los  turcos  de 
la  villa  de  Andruza,  se  caminó  muy  en  priesa,  pero  no 
se  pudo  entrar  en  el  burgo  sin  ser  vistos  de  las  guardias 
de  los  turcos,  los  cuales  dieron  grandes  alaridos   para 
despertar  su  gente,  y  así  se  pusieron  en  gran  defensa. 
Pues  como  llegasen  los  cripstianos  al  burgo  y  éste  no 
tuviese  cerca,  ganaron  todas  sus  calles  y  comenzaron  á 
dar  fuego,  como  arriba  dije,  á  las  casas,  con  unas  alcan- 
cías que  los  soldados  llevaban  hechas  de  fuego  artificial. 
Así  ardían  las  casas  y  fué  gran  daño  a  los  cristianos, 
porque  los  turcos  los  veían  andar  entre  las  lumbres  que 
hacían  las  casas  y  les  tiraban  muy  á  su  salvo;  y  porque 
los  cripstianos  no  los  veían  por  ser  algo  más  de  media 
hora  antes  del  día,  y  por  estar  a  las  murallas  de  la  villa 
y  en  sus  casas,  las  cuales  tenían  todas  las  paredes  hora- 
dadas a  posta,  para  poder  tirar  con  sus  escopetas  y  fle- 
chas, con  las  cuales  mataban  á  los  cripstianos ;  y  no  me- 
nos daño  hacían  con  las  piedras  que  tiraban  de  los  mu- 
ros de  la  cibdad  é  ventanas  de  las  casas.  Asimismo  se 


(1534)  —  406  — 

mataban  é  ferian  los  soldados  los  unos  á  los  otros  atra- 
vesando por  las  calles,  no  conosciéndose  con  el  gran 
humo.  En  esto  llega  el  Maese  de  campo  á  la  puerta  de 
la  villa,  la  cual  halló  abierta  y  entró  dentro  en  la  villa 
más  de  veinte  pasos,  mas  se  halló  con  tan  poca  gente 
que  no  fué  parte  para  poder  ganar  la  villa  por  los  mu- 
chos turcos  que  acudieron  á  la  defensa  de  la  puerta  de 
la  villa.  Aquí  mataron  de  un  tiro  de  escopeta  á  el  Mae- 
se de  campo  Machacao ;  y  viendo  don  Diego  de  Tovar 
cómo  era  muerto  el  Maese  de  campo,  como  buen  caba- 
llero y  amigo  lo  quiso  entrar  á  sacar  dentre  los  turcos, 
el  cual  llegó  con  muy  determinado  ánimo  hasta  donde 
estaba  muerto  y  le  quiso   tener   compañía  en  una  tan 
gloriosa  muerte.  Murió  de  un  tiro  de  escopeta  y  á  todos 
dos  cortaron  las  cabezas.   La  gente  cripstiana  que  aquí 
murió  y  fué  ferida  es  la  siguiente:   de  la  compañía  del 
Maese  de  campo  quedaron  muertos  en  Andruza  diez 
y  siete  soldados,  entre  ellos  quedaba  un  valeroso  sol- 
dado llamado  Gómez  Arias  y  un  cabo  de  escuadra,  no 
menos  valiente,  y  hirieron  diez  y  siete  con  su  alférez, 
de  los  cuales  murieron  dos  en  Koron ;  de  la  compañía 
de  don  Diego  de  Tovar  quedaron  muertos  once  y  hi- 
rieron diez  y  siete;  de  la  compañía  de  Francisco  Sar- 
miento  murieron   siete   y    hirieron    á  su   alférez    don 
Francisco  de  Mendoza,  y  á  otros  veinte  é  un  solda- 
dos, entre  los  cuales  me  cupo  una  pequeña  parte;  des- 
tos  murieron  en   Koron  dos ;  de  la  compañía  del  ca- 
pitán Pelus  murieron  siete  y  hirieron  al  capitán  Pelus 
en  un  pié,  y  á  veinte  é  dos  de  sus  soldados ;  de  la  com- 
pañía del  capitán  Luis  Méndez  de  Sotomayor  murie- 
ron ocho  y  hirieron  cinco;  de  la  compañía  del  capitán 


—  407  —  (1534) 

Lezcano  murió  su  sargento  y  diez  y  siete  soldados,  en- 
tre ellos  murió  un  valeroso  soldado  llamado  Machindo- 
za,  y  hirieron  catorce,  de  los  cuales  murieron  en  Koron 
dos  ;  de  la  compañía  de  Alonso  Carrillo  murieron  cua- 
tro y  hirieron  catorce,  de  los  cuales  murieron  en  Koron 
dos ;  de  la  compañía  de  Luis  Picaño  murieron  diez  y 
hirieron  al  capitán  Luis  Picaño  de  un  tiro  descopeta  en 
un  muslo  y  á  veinte  de  sus  soldados  ;  de  la  compañía 
de  Fermosilla  murieron  siete  y  hirieron  catorce,  de  los 
cuales  murió  uno  en  Koron.  De  los  griegos  murieron 
cuatro  y  hirieron  ocho. 

Pues  como  fuese  muerto  el  Maese  de  campo  y  el 
capitán  D.  Diego  de  Tovar,  y  fuesen  feridos  el  capitán 
Luis  Picaño  y  el  capitán  Pelus,  por  la  verdad,  feridos 
como  estaban,  á  caballo  hacían  todo  lo  que  podían  en 
el  retirar  de  la  gente.  Y  como  los  capitanes  viesen  que 
no  había  orden  de  tomar  la  villa  de  Andruza,  ni  poder 
sacar  los  cuerpos  del  Maese  de  campo  é  de  D.  Diego 
de  Tovar,  y  viendo  el  mucho  peligro  que  se  esperaba 
de  los  turcos  de  Modon  y  de  Navarino  y  de  otras  par- 
tes, que  se  podían  ajuntar  en  enemistad  dellos  y  les  se- 
ría grande  inconvíniente  para  su  retirada,  así  aj untan 
sus  banderas  y  gente  y  se  retiran  la  vuelta  de  Koron. 
Conosciendo  los  turcos  que  los  cristianos  no  les  daban 
más  batalla  y  se  retiraban,  salen  en  su  seguimiento. 
Viendo  los  capitanes  y  soldados  cómo  los  turcos  ve- 
nian  en  su  seguimiento  pensando  de  tomallos  en  la 
campaña,  vuelven  con  muy  determinado  ánimo  de  da- 
lles la  batalla;  mas  los  turcos  no  la  esperaron,  antes  se 
meten  en  su  villa  y  en  sus  casas  fuertes.  Aquí  se  mos- 
tró Valenzuela,  sargento  del  Maese  de  campo,  valero- 


(1534)  —  4o8  — 

sámente;  mas  no  íué  ayudado,  y  ansí  se  retiraron  los 
capitanes  con  sus  banderas  y  gente,  yendo  los  turcos 
en  su  seguimiento,  pensando  de  alancear  á  algunos  he- 
ridos y  cansados.  Ansimismo  vinieron  muchos  escope- 
ros  entre  los  de  a  caballo,  y  como  personas  pláticas  del 
país,  se  ponian  en  los  pasos  donde  ellos  pensaban  más 
á  su  salvo  hacer  daño  en  los  cristianos;  pero  poco  les 
aprovechaba,  porque  los  cristianos  con  los  arcabuces 
les  hacian  desviar  de  los  pasos.  Aquí  se  señalaron  el 
capitán  Lázaro  y  el  capitán  Barbate,  con  los  turcos  que 
venian  á  caballo.  Los  turcos  que  murieron  en  Andruza 
fueron  trecientos  y  treinta,  entre  los  cuales  murieron 
cuatro  principales,  que  era  el  proveedor  del  Gran  Turco 
y  un  primo  hermano  del  famulario,  y  otros  dos  muy 
principales  y  otros  muchos  que  no  se  hallaban,  que  se 
habian  quemado  en  las  casas  é  iglesia  donde  estaban  fuer- 
tes, y  muchos  feridos.  Esto  se  supo  por  una  espía  que 
tenía  el  Maese  de  campo  y  por  un  griego  que  los  ayu- 
dó á  enterrar,  y  cómo  morian  muchos  de  los  heridos. 
Esto  fué  el  primero  dia  de  Febrero  ^  vigilia  de  la  Puri- 
ficación de  Nuestra  Señora.  Este  mismo  dia,  grand 
pieza  de  la  noche,  entraron  en  Koron  los  capitanes  y 
banderas,  con  la  mayor  parte  de  la  gente.  Los  capita- 
nes y  soldados  que  venian  heridos  entraron  en  un  ber- 
gantín, que  era  del  capitán  Luis  Picaño,  que  estaba 
esperando  donde  habian  de  salir  de  los  valles  para  to- 
mar la  marina.  Algunos  de  los  soldados  que  venian  he- 
ridos y  cansados,  se  quedaron  aquella  noche  en  Castil 
Franco,  los  cuales  vinieron  otro  dia  á  Koron.  Ansimis- 
mo vino  el  capitán  Andrea,  albanes,  y  los  suyos,  que 
dije  haber  ido  al  paso  de  Eña,  y  trajo  seis  turcos  y 


—  409  —  (1534) 

hasta  trecientas  cabezas  de  ganado  é  bueyes  y  búfalos 
y  carneros.  Este  ganado  tomó  el  capitán  Lezcano ,  di  ■ 
ciendo  que  lo  pagaria  de  los  dineros  de  la  corte. 

A  los  dos  de  Febrero  y  á  la  hora  del  mediodia,  vinie- 
ron al  puerto  de  Koron  una  urca  y  dos  naves  cargadas 
de  provisiones  y  municiones  para  la  cibdad  de  Koron, 
y  en  ella  venía  un  español  llamado  Santa  Cruz,  y  éste 
entregó  las  letras  y  municiones  y  provisiones  al  capitán 
Lezcano.  También  le  dio  los  dineros  que  traia  para 
pagar  los  soldados  y  los  capitanes.  Casi  ocultamente 
comenzaron  á  pagar  los  soldados,  mas  los  soldados  no 
querían  rescibir  una  paga,  porque  se  les  debia  desde 
Agosto,  que  fueron  pagados  en  las  naves  cuando  salie- 
ron del  puerto  de  Mesina;  y  la  causa  de  no  querer  los 
soldados  la  paga,  era  ser  que  supieron  de  los  marine- 
ron  que  les  traian  dos  pagas  en  dineros  y  una  en  paños, 
y  esto  al  menos.  Pero  los  capitanes  tuvieron  tales  mo- 
dos, convidando  á  unos  á  comer,  y  á  otros  por  ruegos 
y  por  amenazas,  que  los  comenzaron  á  pagar,  y  así  to- 
dos fueron  pagados  de  una  paga.  En  esto  no  me  alar- 
go en  dichos  de  soldados,  ni  carteles,  ni  otras  cosas 
tocantes  á  las  ganancias  de  los  capitanes. 

Pues  como  el  Famiulario  de  la  Morena  y  los  otros 
capitanes  que  con  él  hablan  quedado  en  Andruza  vie- 
sen cómo  hablan  rescibido  tanto  daño  en  su  gente  é 
tierra,  y  cómo  hablan  venido  al  puerto  de  Koron  las 
tres  naves,  tuvieron  algún  recelo  que  entrasen  gente  y 
que  los  cristianos  les  irian  á  buscar  otra  vez,  y  por  qui- 
tarse deste  peligro,  se  fueron  de  Andruza  en  Niora, 
donde  antiguamente  se  decia  Lacedemonia.  Como  fuese 
sabido  por  Lezcano  y  por  los  otros  capitanes  que  los 


(1534)  —  410  — 

turcos  hablan  desamparado  Andruza,  acordaron  entre 
todos  de  mandar  que  se  fuesen  á  enterrar  las  cabezas  y 
los  cuerpos  de  los  cristianos  que  estaban  en  ella,  y  so- 
bre este  parescer  mandaron  que  fuese  el  capitán  Lá- 
zaro, albanes,  y  Estivaez,  sargento  de  D.  Diego  de 
Tovar;  los  cuales  capitán  é  sargento  y  sesenta  soldados 
arcabuceros  v  diez  de  á  caballo,  salieron  de  Koron  á 
los  catorce  de  Febrero  ^  un  sábado  antes  de  la  hora  del 
mediodia,  y  van  á  Andruza  á  quitar  las  cabezas,  que 
estaban  en  tres  palos;  cada  palo  estaba  puesto  en  lo 
más  alto  de  una  torre,  que  estaban  en  la  cerca  de  la 
villa,  la  cual  cerca  tenía  por  todas  ocho  torres.  Esta 
cerca  era  alta  y  fuerte.  Andruza  es  una  pequeña  tierra, 
que  tiene  dentro  en  la  cerca  hasta  cincuenta  casas,  en- 
tre las  cuales  estaba  la  casa  donde  se  alojaba  el  Famu- 
lario.  Esta  casa  estaba  algo  fuerte,  en  el  burgo  que  se 
habia  ganado  habia  hasta  ciento  é  noventa  casas.  Lle- 
gados este  capitán  y  sargento  con  su  gente  en  Andru- 
za, no  hallaron  turco  ni  otra  nación,  sino  fué  un  viejo 
que  habia  quedado  allí,  de  los  griegos  que  habitaban  en 
Andruza.  Ansí  quitan  las  cabezas  que  estaban  puestas 
en  los  palos  en  las  tres  torres,  y  no  se  pudo  conoscer 
la  cabeza  del  Maese  de  campo,  ni  otra  ninguna,  salvo 
la  cabeza  de  D.  Diego  de  Tovar,  que  fué  conoscida  en 
una  mella  y  en  las  barbas,  por  no  estar  desollada  ni 
cortadas  las  narices,  como  estaban  la  mayor  parte  de- 
llas.  Esta  cabeza  sola  enterraron  en  una  iglesia  de  grie- 
gos; todas  las  demás,  que  por  todas  eran  ciento  é  diez 
é  ocho,  así  las  que  allí  habían  cortado,  como  las  que 
habian  llevado  el  dia  de  Todos  Santos  y  otras  veces, 
todas  las  enterraron  juntas,  en  una  otra  iglesia  de  grie- 


—  411  —  (1534) 

gos,  que  estaba  dentro  de  Andruza.  También  hicieron 
juntar  todos  los  cuerpos  que  conoscieron  ser  de  cristia- 
nos y  los  enterraron  en  aquella  campaña.  Después  de 
ser  hecho  esto,  este  capitán  y  sargento,  con  su  gente, 
mandan  que  se  volviesen  ciertos  griegos  que  habian 
llevado  de  Calamata,  que  es  una  villa  allí  vecina,  para 
enterrar  estos  muertos,  y  ellos  con  los  soldados  van  á 
ciertos  casares  de  griegos,  y  á  los  más  principales  que 
estaban  en  estos  casares  les  mandan  de  parte  de  Lez- 
cano  que  viniesen  á  Koron  á  vender  sus  provisiones, 
que  les  serian  bien  pagadas;  y  uno  destos  casales,  que 
no  quiso  obedescer  el  mando  de  Lezcano,  y  también 
porque  sabía  el  capitán  Lázaro  que  eran  más  amigos 
de  los  turcos  que  no  de  los  cristianos,  mandó  á  los  sol- 
dados que  le  saqueasen,  y  le  saquearon  algunas  cosas 
de  dinero  y  plata  y  ropa,  no  haciendo  todo  el  daño  que 
se  les  podia  hacer.  Así  vinieron  algunas  provisiones  de 
los  otros  casales  á  venderse  á  la  cibdad  de  Koron. 

En  la  iglesia  mayor  de  Koron  se  hicieron  las  honras 
del  maese  de  campo  Machacao,  las  cuales  se  comenza- 
ron á  los  diez  y  siete  de  Febrero^  un  lunes,  é  se  hicie- 
ron tres  dias;  el  primero  dia,  lunes,  predicó  el  reve- 
rendo padre  fray  Buenaventura,  y  sus  palabras  fueron 
rales,  que  pusieron  entera  voluntad  á  todos  cuantos  en 
Koron  estábamos  de  morir  una  tan  gloriosa  muerte 
como  aquella.  Todos  los  soldados  sintieron  mucho  esta 
muerte  y  pérdida  del  cuerpo,  y  en  esto  se  dio  mucha 
culpa  á  quien,  por  la  verdad  della  no  se  puede  desasir, 
y  en  esto  yo  salvo  á  los  que  poco  mando  tenían. 

Así  con  esto  como  con  el  mal  de  la  pestilencia,  an- 
dábamos tristes;  como  arriba  dije,  la  pestilencia  habia 


(1534)  —  412  — 

comenzado  por  el  Otubre  y  se  aplacó  en  la  menguante 
de  la  luna  de  Enero;  hasta  entonces  eran  muertos  tre- 
cientos soldados,  y  de  los  griegos  hasta  trecientas  se- 
senta personas,  y  como  entró  la  luna  de  Pobrero,  se  en- 
cendió muy  más  recia  esta  enfermedad,  que  duró  hasta 
que  fuimos  salidos  de  Koron.  Eran  muertos  de  los  sol- 
dados hasta  entonces  cuarenta,  é  de  los  griegos  hasta 
quinientas  personas.  A  los  deciseis  de  Febrero,  un  lunes, 
pasado  el   mediodia,  salieron  de  Koron  los  capitanes 
griegos  y  albaneses,  con  doce  de  á  caballo  y  cuarenta 
hombres  de  á  pié,  y  Juan  Pérez  de  Marquina,  alférez 
del  capitán  Pelus  y  Mendoza,  alférez  del  capitán  Alon- 
so Carrillo,  los  cuales  llevaban  hasta  trecientos  solda- 
dos arcabuceros  de  su  compañía  y  otras  con  sus  oficia- 
les, y  van  á  Navarino,  que  es  un  fuerte  lugar  que  era 
casi  hecho  isla,  por  estar  en  una  punta  que  entra  en  la 
mar,  como  arriba  dije,  el  cual  está  á  veinte  é  seis  mi- 
llas de  Koron.  Llegados  los  capitanes  y  alféreces  con 
toda  la  otra  gente  á  Navarino,  y  como  fuese  de  noche, 
no  fueron  vistos  de  los  turcos  que  dentro  estaban,  y 
se  emboscaron  ó  pusieron  en  celada  do  fué  su  volun- 
tad, para  conseguir  su  intincion.  Como  fuese  el  dia  é 
estuviesen  tan  secreptos  que  no  fuesen  sentidos  de  los 
de  la  tierra,  como  fué  de  dia  ya  salido  el  sol,  abrieron 
las  puertas  de  la  tierra  y  comenzaron  á  salir  á  la  cam- 
paña con  el  ganado  y  turcas  á  las  fuentes  de  lavar. 
Como  los  capitanes  griegos  viesen  muchos  turcos  y 
turcas  en  la  campaña,  sin  más  esperar  que  saliesen  más 
turcos  y  turcas  y  bestiame,  arremetieron  con  los  caba- 
llos á  tomar  los  que  pudiesen,  y  ansimismo  lo  hicieron 
los  alféreces  y  soldados.  Se  tomaron  veinte  y  ocho  tur- 


—  413  —  (1534) 

eos  y  turcas  y  mucho  bestiame.  Como  los  turcos  que 
estaban  en  Navarino  viesen  cómo  los  cristianos  les  to- 
masen sus  turcos  y  turcas  y  bestiame,  les  tiran  con  su 
artillería  j  y  los  cristianos  no  rescibieron  daño  alguno. 
Ansí  se  vuelven  la  vuelta  de  Koron  á  su  salvo,  sin  que 
los  de  Navarino  y  de  Modon,  ni  de  otras  partes,  les 
diesen  empacho.  Como  los  soldados  viesen  que  entre 
los  capitanes  y  alféreces  y  los  otros  onciales  comenza- 
ban á  desparescer  los  cautivos,  comenzaron  á  decir  que 
ajuntasen  los  cautivos  hasta  llegar  á  Koron,  y  que  allí 
se  repartirían.  Como  los  capitanes  griegos  iban  delante 
con  su  gente  y  el  alférez  Mendoza,  y  no  quisiesen  jun- 
tar los  que  ellos  llevaban  con  los  otros  que  llevaban  los 
soldados  españoles,  los  soldados  españoles  determina- 
ron de  cortar  las  cabezas  á  todos  los  captivos.  Como 
el  alférez  Mendoza,  que  iba  en  la  vanguardia  con  los 
capitanes  griegos,  repitiese  que  aquélla  era  la  voluntad 
de  los  soldados ,  da  orden  que  los  capitanes  se  fuesen  á. 
gran  priesa  con  los  de  á  caballo  y  los  más  prisioneros 
que  pudiesen  llevar.  Viendo  el  alférez  Marquina  que 
aquella  orden  había  dado  el  alférez  Mendoza,  se  vuel- 
ve á  los  soldados  diciendo  que  él  no  tenía  ninguna 
culpa  de  aquello,  y  ansí  partieron  los  que  llevaban  en- 
trél  y  sargentos  y  oficiales  que  allí  iban,  hasta  llegar  á 
Castil  Franco,  do  reposaron  la  noche.  Aquí  dieron  los 
oficiales  muchas  palabras  á  los  soldados,  porque  no  hi- 
ciesen en  ellos  lo  que  habían  de  hacer  en  los  turcos, 
prometiéndoles  que  en  llegando  en  Koron,  harian  jun- 
tar los  cautivos  y  partillos  entre  todos.  Como  fueron 
en  Koron,  el  capitán  Lezcano  mandó  que  juntasen  to- 
dos los  captivos,  y  de  todos  ellos  no  parecieron  rnás 


(1534)  —  414  — 

de  quince  turcos  v  turcas  y  otros  cuatro  muchachos;  y 
también  se  juntó  el  bestiame,  que  fueron  hasta  trecien- 
tas cabezas  de  bueyes  y  vacas  y  búfalos,  y  quinientos 
carneros  y  ovejas  y  cabras.  Este  bestiame  se  dio  á  sa- 
co, y  la  mayor  parte  se  quedó  entre  los  capitanes,  así 
los  que  fueron  como  los  que  no  fueron.  Esto  fué  por 
orden  del  capitán  Lezcano,  y  mandó  que  á  cada  un 
soldado  de  los  que  allí  fueron,  que  diesen  sus  capita- 
nes á  medio  ducado;  así  se  les  dio  el  medio  ducado, 
salvo  el  capitán  Francisco  Sarmiento,  que  no  quiso  dar 
ninguna  cosa  á  sus  soldados;  de  lo  cual  todos  los  sol- 
dados, así  los  que  hobieron  el  medio  ducado,  como  los 
del  capitán  Francisco  Sarmiento,  que  no  lo  hubieron, 
fueron  mal  contentos,  por  no  haber  cortado  las  cabe- 
zas á  los  turcos  y  turcas,  y  á  quien  se  pusiese  en  de- 
fensa dellos.  Ello  me  paresciera  una  justa  cosa,  por  las 
muchas  veces  que  les  habían  quitado  los  captivos  que 
traían;  y  en  esto  no  señalo  más  á  unos  que  á  otros, 
porque  esta  tal  es  cosa  que  hacia  estar  de  mala  volun- 
tad á  los  soldados. 

.  A  los  veinte  é  cuatro  de  Febrero ,  día  de  Sancto  Ma- 
tías, un  martes  de  mañana,  vino  al  puerto  de  Koron  una 
fragata,  en  la  cual  venía  uno  que  se  llamaba  Juan  Co- 
ladelipar,  que  éste  venía  de  Mesina  con  las  letras  para 
Machacao  v  para  los  otros  capitanes.  Estas  letras  eran 
del  Emperador  y  del  Visorey  de  Ñapóles  y  del  Viso- 
rey  de  Sicilia,  por  las  cuales  letras  el  Emperador  envia- 
ra al  Maese  de  campo  y  á  los  capitanes  palabras  de  mu- 
cho amor.  Esto  se  supo  de  los  capitanes,  y  de  cómo  ve- 
nían cinco  naves.  Habidas  por  el  capitán  Lezcano  y  los 
otros  capitanes  las  letras,  mandaron  á  los  patrones  de  la 


—  415  —  (1534) 

urca  y  de  las  dos  naves  que  estaban  en  el  puerto  que  no 
saliesen  con  su  nave  del  puerto,  y  les  quitan  las  velas 
y  las  meten  en  el  puerto.  Echaron  fama  que  querían  ir 
con  las  tres  naves  que  estaban  en  el  puerto  y  con  otras 
cinco  que  esperaban,  á  una  cosa  que  mucho  importaba, 
y  con  esta  fama  cada  capitán  señalaba  de  su  compañía 
los  que  les  parescia,  y  á  los  que  señalaban  les  mandaban 
dar  la  ración  de  trigo  que  se  les  solia  dar  para  cada  un 
mes  para  que  lo  hiciesen  bizcocho.  También  mandaron 
embarcar  ocho  piezas  de  artillería  gruesa  con  otras  bue- 
nas piezas  de  hierro,  con  muchos  esmeriles  y  arcabuces 
de  banco  y  muchas  municiones.  Ansí  entretuvieron  á 
los  marineros  y  soldados  hasta  que  vinieron  las  cinco 
naves  que  dijo  la  fragata,  las  cuales  entraron  en  el  puer- 
to de  Koron  a  los  nueve  de  Marzo,  un  lunes,  casi  á  pues- 
ta del  sol,  y  las  cuales  venían  del  puerto  de  Meslna  por 
mandado  del  Visorey  de  Sicilia.  En  ellas  venía  por 
principal  un  mecines  llamado  Mullica,  y  llegadas  las 
cinco  naves  al  puerto  y  después  de  haber  echado  ánco- 
ras, hacen  su  salva  con  el  artillería  á  la  cibdad,  y  ansí 
mismo  la  cibdad  saludó  á  las  naves.  Como  las  naves  es- 
tuviesen surtas  en  el  puerto,  salió  el  principal  de  las 
naves  é  vino  en  tierra  y  da  sus  letras  al  capitán  Lez ca- 
no y  á  los  otros  capitanes,  los  cuales  tuvieron  encubier- 
to el  secrepto  dellas,  salvo  que  echaron  fama  que  en  Ita- 
lia había  grandes  revueltas  entre  los  grandes  della,  y  que 
el  Emperador  y  el  Rey  de  Francia  estaban  muy  des- 
conformes y  que  comenzaban  grand  guerra;  y  otras  va- 
rias nuevas  de  la  guerra  que  se  decía  haber  entre  el  Em- 
perador y  el  Rey  de  Francia.  Todos  los  soldados,  ó  la 
mayor  parte  dellos,  fueron  de  mala  voluntad  por  la  tal 


(1534)  _  4i6  — 

nueva,  que  entre  los  príncipes  cripstianos  hobiese  dis- 
cordia, é  más  poique  sospechaban  que  los  querían  sacar 
de  Koron  y  llevallos  á  Italia  á  guerrear  contra  cripstia- 
nos. Por  mí  juro  que  me  pesó,  por  sacarme  de  una  tan 
justa  é  dulce  guerra  como  la  que  en  Koron  teníamos 
con  los  turcos ;  pues  ver  los  gemidos  y  los  suspiros  de 
los  griegos  y  su  descontento  no  lo  podria  decir.  Esto 
hacían  por  ver  que  la  esperanza  que  tenían  de  salir  de 
la  subjeccion  del  turco,  no  solamente  los  desta  cibdad, 
mas  los  de  toda  la  Grecia,  y  que  les  quitarían  el  dolor 
más  principal  que  tenían  ,  que  era  cuando  les  tomaban 
los  hijos  para  genízaros  6  turcos;  porque  este  nombre 
de  genízaros  tienen  estos  hijos  de  cripstianos,  y  á  estos 
toma  el  turco  cuando  tiene  guerra  ó  la  piensa  hacer, 
como  arriba  dije  en  la  rendida  de  Koron. 

Hablando  yo  muchas  veces  con  Luca  Pórfido,  filo- 
sofo griego  de  la  cibdad  de  Atenas,  que  habitaba  en  es- 
ta cibdad  de  Koron ,  el  cual  se  ocupaba  en  escrebir  en 
prosa  y  metro  griego  las  cosas  de  la  guerra  que  en  aque- 
llas partes  se  hacían,  cuantas  veces  tuvimos  plática  me 
lloraba  el  descontento  que  tenían  de  ver  cómo  les  toma- 
ban los  hijos.  Ya  que  vino  el  efecto  de  dejar  la  cibdad 
de  Koron  y  mandaban  embarcar  los  griegos  que  no  que- 
rían pasar  en  Sicilia,  para  que  se  fuesen  do  era  su  vo- 
luntad, como  la  voluntad  deste  filósofo  fué  de  no  pasar 
de  Sicilia,  se  quiso  embarcar  en  un  esquírazo  de  los  que 
iban  en  tierra  de  venecianos  y  fuese  á  la  isla  de  Candía. 
Ansí  nos  despedimos  de  nuestra  plática,  y  con  demasia- 
das lágrimas  me  dijo  que  me  acordase  de  lo  que  mu- 
chas veces  habíamos  hablado  de  los  hijos  que  les  toma- 
ba el  turco ,  y  que  pensase  que  el  turco  les  haría  tal  tra- 


—  41?  —  (1534) 

tamlento  que  les  sería  fuerza  á  los  que  quisieran  vivir 
entre  los  turcos,  tornarse  turcos.  Como  á  esto  no  se 
pudiese  dalle  ninguna  respuesta,  por  ver  que  sacábamos 
el  pié  del  estribo,  como  lo  temamos  para  cabalgar,  y 
dejar  todo  el  reino  de  la  Morea,  no  con  menos  suspiros 
y  pasión  que  la  suya  me  despedí  de  él  con  mucha  con- 
fianza en  Dios,  que  de  su  justicia  sería  pagado  el  me- 
recedor desta  culpa ,  pues  que  era  tan  grande  excusar 
que  no  se  tomase  este  reino,  pues  que  habia  tanto  apa- 
rejo para  tomallo. 

Porque,  como  arriba  dije,  que  era  salido  en  los  pri- 
meros de  Noviembre  úQ  Costantinopla  el  Brimbaxan  con 
grande  ejército  yendo  contra  el  Sufí,  también  salió  á  los 
primeros  de  Marzo  el  Grand  Turco  con  un  grande  ejér- 
cito yendo  contra  el  Sufí,  el  cual  estaba  contra  el  Brim- 
baxan que  estaba  en  la  provincia  de  la  Soria  en  Calepo, 
que  era  una  grand  cibdad  en  aquella  provincia.  Aquí 
hubieron  el  Sufí  y  Brimbaxan  una  grand  batalla,  é  hu- 
bo la  Vitoria  el  Sufí  deshaciendo  el  campo  del  Brim- 
baxan ,  y  le  tomó  la  cibdad  de  Calepo :  y  por  eso  esta- 
ban tan  mal  proveídas  estas  fuerzas  de  la  Morea  ó  pro- 
vincia de  Peloponeso,  que  una  cosa  es  en  Grecia. 

Dando  final  al  dejado  desta  cibdad  de  Koron,  diré 
cómo  luego,  los  que  tenían  el  mando,  mandaron  embar- 
car más  artillería  y  otras  cosas  en  todas  las  naves  y  die- 
ron una  ración  de  trigo  á  todos  los  soldados  que  no  lo 
habían  tomado  como  los  primeros  que  hablan  señalado 
los  capitanes,  y  les  habían  mandado  hacer  bizcocho,  co- 
mo arriba  dije. 

A  los  quince  de  Marzo ^  un  domingo,  salieron  del 
puerto  de  Koron  dos  bergantines  en  los  cuales  iban  Juan 


(1534)  —  4i8  — 

de  Sevilla  y  Ordoñez,  por  mandado  del  capitán  Lezca- 
no,  y  fueron  á  reconoscer  la  mar  la  vuelta  de  Costan- 
tinopla,  por  ver  si  se  veria  alguna  armada  en  algunas 
islas  6  calas,  esperando  de  hacer  algún  impediniiento  á 
los  griegos  que  se  iban  de  Koron  en  algunos  esquirazos 
la  vuelta  de  Candía  ó  del  Zante,  y  de  otras  islas.  Así 
fueron  hasta  ver  todo  el  golfo  de  Ñapóles  de  Romanía, 
y  no  pudieron  ver  ninguna  armada  del  turco,  y  tuvieron 
lengua  cómo  no  se  asomaba  el  armada  del  turco  hasta 
el  mes  de  Abril.  Así  se  vino  á  Koron  Juan  de  Sevilla 
con  las  nuevas  que  habia  sabido ;  el  cual  entró  en  el 
puerto  de  Koron  á  los  veinte  é  tres  del  Marzo^  un  lunes 
al  mediodía,  y  quedóse  Ordoñez  con  su  bergantín  á 
sus  aventuras. 

A  veinte  é  ocho  de  Marzo,  sábado  de  Ramos  por  la 
mañana,  vinieron  á  Koron  letras  enviadas  por  el  Famu- 
lario  de  la  Morea  y  le  fueron  dadas  á  Gregorio  de  Lez- 
cano,  por  las  cuales  le  rogaba  que  hiciese  quedar  la  gen- 
te de  la  cíbdad  y  del  país,  que  no  los  consintiese  embar- 
car, y  para  esto,  él  daba  su  fee  de  los  asegurar  de  todo 
el  mal  tratamiento  que  los  quisiesen  hacer  los  turcos,  ó 
cualquiera  otra  nación  que  estuviese  soto  el  señorío  del 
Gran  Turco.  Mas  por  ninguna  cosa  quisieron  quedar 
ningunos  en  la  cíbdad :  los  más  pobres  se  fueron  á  las 
villas  comarcanas;  entre  los  griegos  todos  los  principa- 
les se  embarcaron,  como  adelante  se  dirá  más  por  entero. 

El  postrero  dia  de  Marzo,  un  martes  después  del  me- 
diodía, se  acabaron  de  embarcar  los  griegos,  y  este  mes- 
mo  dia  se  embarcó  la  mayor  parte  de  los  soldados,  y 
pasada  la  hora  de  vísperas  mandó  el  capitán  Lezcano 
que  saliesen  de  la  compañía  del  capitán   Francisco  Sar- 


—  419  —  (1534) 

miento  hasta  treinta  arcabuceros  á  la  campaña  por  excu- 
sar que  no  tuviesen  lugar  los  turcos  de  reconoscer  lo 
que  se  hacia  en  Koron.  Empero  no  les  faltaban  espías 
para  hacerles  saber  lo  que  pasaba ,  porque  tres  dias  ha- 
bla que  estaban  en  Castil  Franco  cuatro  mil  turcos  con 
sus  tiendas  y  pabellones  en  campaña,  y  no  dejaba  de  ve- 
nir gente  de  á  caballo  y  de  á  pié  á  escaramuzar  y  cor- 
rer la  campaña  por  tomar  alguna  lengua  de  los  españo- 
les para  más  se  certificar  de  la  verdad.  Pues  estando 
estos  treinta  arcabuceros  en  guardia,  vinieron  de  los 
turcos  hasta  cincuenta  de  á  caballo,  con  los  cuales  co- 
menzaron á  escaramuzar  los  treinta  arcabuceros  una 
trabada  escaramuza,  por  lo  cual  los  de  á  caballo  se  fue- 
ron retirando  la  vuelta  de  Castil  Franco.  Allí  se  cru- 
zaron entre  los  cripstianos  y  los  turcos  muchas  palabras, 
entre  las  cuales  dijeron  ios  turcos  á  los  cripstianos  que 
no  curasen  de  escaramucear  más,  pues  que  no  hablan 
de  tener  la  cibdad  más  y  que  la  dejasen  presto,  porque 
así  les  cumplía.  Pero  no  por  este  temor  fuera  dejado, 
si  no  hobiera  allegado  el  mandato  que  iba  del  Empera- 
dor para  que  la  dejásemos,  según  me  fué  dicho  que  era 
llegado  al  Zante  el  que  lo  llevaba,  y  que  de  allí  se 
tornó,  porque  un  día  antes  que  el  mandado  llegase  al 
Zante  eran  salidos  los  capitanes  con  la  gente  de  la  cib- 
dad y  puerto  de  Koron. 

El  primero  dia  de  Abril ^  miércoles  sancto,  á  prima 
noche,  se  embarcó  toda  la  gente  que  estaba  por  embar- 
car, y  el  postrer  hombre  que  salió  de  la  cibdad  fué  el 
sargento  mayor  Solorzano,  el  cual,  con  otros  soldados, 
quedó  á  cerrar  todas  las  puertas  de  la  cibdad  y  una  que 
tenía  el  burgo  Llibadi. 

»7 


(1534)  >-  4^0  -. 

El  postrero  hombre  que  se  embarcó  fué  el  capitán 
Francisco  Sarmiento;  así  se  embarcó  toda  la  gente  que 
estaba  en  Koron,  así  la  de  guerra  como  los  más  prin- 
cipales cibdadanos  de  Koron.  Ansimesmo  se  embarca- 
ron en  un  esquirazo  algunos  griegos  para  ir  al  Zante, 
y  en  otro  esquirazo  se  embarcaron  todos  los  soldados 
que  estaban  enfermos  de  la  peste,  en  la  galeota  del  ca- 
pitán Luis  Picaño;  y  en  una  furca  de  Micer  Esteban, 
ginoves,  que  era  el  que  tenía  las  municiones  de  Koron, 
se  embarcaron  algunos  soldados  españoles  y  otros  grie- 
gos para  que  bogasen.  En  esta  media  noche,  á  las  dos 
horas  después  de  prima  noche,  todas  las  naves  y  ga- 
leota y  furca  se  hicieron  á  la  vela  y  salieron  del  puerto 
de  Koron,  faciendo  su  viaje  de  Sicilia,  y  por  apartarse 
los  marineros  de  Modon  y  de  la  Chafalonía  y  del  Zan- 
te, porque  se  temían  de  algunas  galeras  de  turcos  co- 
sarios, se  metieron  en  el  golfo  de  Venecia,  por  el  cual 
anduvimos  jueves  y  viernes  y  sábado  sancto,  dando 
bordos,  por  sernos  el  viento  contrario;  y  era  tan  recio, 
que  nos  metió  en  la  costa  de  Berbería,  y  segunt  fué 
dicho  por  los  pilotos,  estaban  las  naves  vecinas  de  Trí- 
poli de  Berbería,  y  si  duraba  otro  dia  más  aquel  vien- 
to, querían  ir  á  Trípoli  de  Berbería  á  proveerse  de 
agua.  Fué  tanto  el  desvío  que  nos  desvió  el  viento  de 
nuestro  camino,  que  estuvieron  las  naves  tres  días  para 
atravesar  lo  que  habían  ido  desviadas  de  su  camino,  se- 
gún fué  bueno  el  viento  que  las  tornó  al  camino  que 
habían  de  llevar.  Fué  una  grand  cosa  lo  que  las  había 
metido  el  viento  en  la  costa  de  Berbería.  Pues,  como 
arriba  dije,  que  nos  era  el  viento  tan  contrario,  el  vier- 
nes sancto  tarde  nos  dio  el  viento  una  tal  refriega,  que 


I 


—  421  —  (1534) 

partió  cuatro  naves  á  una  parte  y  cuatro  á  otra  y  el  un 
esquirazo,  do  venían  algunos  griegos,  se  fué  por  su 
parte,  y  el  esquirazo  do  iban  los  enfermos  del  mal  de 
la  peste  fué  con  la  nave  capitana,  que  lo  llevó  asido  á 
la  popa. 

La  galeota  é  furca  se  tornaron  la  vuelta  de  Modon 
y  de  Koron,  y  se  pusieron  en  el  cabo  de  Brazo  de 
Maina,  y  la  galeota  tomó  un  esquirazo  que  iba  carga- 
do de  ropa  y  de  turcos,  que  iban  á  morar  á  Koron. 
Fué  apresciada  la  presa  en  seis  mil  ducados.  La  fusta 
tomó  otro  esquirazo  cargado  de  trigo  y  de  otras  mer- 
cancías; se  apréselo  en  cuatro  mil  ducados.  Cuando 
llegaron  las  naves  á  la  isla  de  Secilia,  eran  venidas  la 
galeota  y  fusta  dias  habia,  y  estaban  purgando  vecinas 
á  la  cibdad  de  Zaragoza  (Siracusa). 

Tornando  á  nuestra  refriega,  que  nos  dio  el  viernes 
sancto,  duró  hasta  ser  casi  el  sol  salido,  otro  dia  sábado 
sancto.  Este  dia  sábado  sancto  se  ajuntaron  las  ocho 
naves  y  el  esquirazo,  do  iban  los  enfermos  de  la  peste, 
y  el  domingo,  primero  dia  de  Pascua,  después  de  ser 
puesto  el  sol,  se  vieron  en  el  cielo  cuatro  nubes,  en  las 
cuales  habia  muy  grandes  truenos;  y  fueron  tan  gran- 
des, que  los  marineros  tenian  mucho  temor  dellos,  por- 
que tenian  en  medio  todas  las  naves,  por  lo  cual  amai- 
naron todas  las  velas  y  estuvieron  en  sólito  hasta  dos 
horas,  esperando  á  lo  que  harian  los  truenos:  de  esto 
nació  un  próspero  viento  para  salir  dentre  las  nubes,  y 
ansí  navegaron  las  naves  tres  dias  con  sus  noches,  y 
travesando  la  mar,  como  arriba  dije,  con  próspero  vien- 
to, para  tomar  el  viaje  que  habian  de  hacer,  se  tomó  el 
camino  é  viaje  de  Sicilia.  Un  jueves,  tarde,  á  los  nueve 


(i534)  ^  424  — 

de  Abrily  se  allego  hi  nave  capitana  á  las  otras  naveá, 
yendo  de  una  en  otra,  y  el  capitán  Lezcano  y  el  capi- 
tán Mullica,  y  capitán  de  las  naves,  mandaron  que  to- 
das las  naves  fuesen  la  vuelta  de  cabo  de  Pásalo  (Pas- 
saro),  y  si  allí  no  pudiesen  tomar  puerto,  que  fuesen 
la  vuelta  del  cabo  del  Parteviento  (Spartivento).  Ansí 
navegaron  las  naves  hasta  dos  horas  de  noche,  que  cal- 
mó el  viento,  y  estuvieron  casi  toda  la  noche  en  calma. 
Otro  día  viernes,  antes  del  mediodía,  puso  la  nave  ca- 
pitana la  bandera  del  contraseña  en  la  entena,  para  que 
los  patrones  de  las  naves,  con  sus  pilotos,  fuesen  á  la 
nave  capitana,  para  que  todos  juntamente  acordasen 
dónde  estaban  y  dónde  se  podrían  más  presto  tomar 
tierra  de  cristianos,  donde  se  pudiesen  proveer  las  na- 
ves de  agua  y  de  algún  refresco,  que  bien  lo  habían 
menester,  en  especial  el  agua,  que  comenzaba  á  faltar. 
Rste primero  dia,  viernes,  á  prima  noche,  calmó  el  vien- 
to y  se  estuvo  en  calma  hasta  otro  día  siguiente,  sába- 
do, ya  después  de  puesto  el  sol;  y  fué  tan  grande  la 
calma,  que  los  soldados  se  echaban  á  nadar,  y  á  la  pri- 
ma noche  vino  un  poco  de  viento  en  popa,  era  muy 
poco,  mas  no  dejaban  de  navegar  las  naves,  por  estar 
la  mar  en  tanta  calma.  A  los  catorce  de  ylbrily  un  mar- 
tes, casi  dos  horas  antes  del  mediodía,  vinieron  entor- 
no de  las  naves  muchos  delfines  y  toninas;  desde  á  poco 
espacio  vinieron  dos  palomas  y  anduvieron  sobre  todas 
las  naves,  y  cuanto  dos  horas  después,  se  vido  de  las 
gavias  de  las  naves  tierra  de  la  isla  de  Sicilia,  que  fué 
la  montaña  de  Mongibel,  ques  alta,  como  otras  veces 
lo  he  dicho,  en  sus  partes.  Así  se  navegó  la  vuelta  della, 
y  llegaron  las  naves,  pasado  el  mediodía,  al  cabo  de  Pa- 


—  423  —  (1534) 

salo,  que  está  veinte  é  cinco  millas  de  la  cibdad  de  Za- 
ragoza (Siracusa) ,  en  la  cual  cibdad  podrian  tomar 
puerto  este  mismo  dia,  sino  por  no  entrar  de  noche;  y 
así  se  metieron  en  alta  mar,  y  otro  dia  de  mañana  se 
levantó  un  viento  contrario  para  poder  tomar  puerto 
en  la  cibdad  de  Zaragoza  (Siracusa).  Así  se  fué  á  to- 
mar puerto  en  el  cabo  de  Pásalo,  y  se  echaron  áncoras 
en  una  playa  algo  desviados  de  la  torre,  que  está  en  el 
cabo  de  Pásalo.  Esto  sería  cual  que  una  hora  más  del 
mediodía,  y  con  la  gran  fortuna  del  viento  que  hacia 
levantaron  áncoras  todas  las  naves,  y  el  esquirazo  don- 
de iban  los  enfermos  de  la  peste  se  allegó  á  tierra,  do 
se  quedó  surto,  y  de  allí  se  fué  á  Zaragoza  (Siracusa), 
donde  estuvo  algunos  dias,  y  donde  se  le  fué  señalado 
que  estuviesen  purgando  de  su  enfermedad.  Toda  esta 
tarde  y  noche  corrieron  las  naves  gran  fortuna,  y  fué 
tan  grande,  que  se  pensó  que  todas  las  naves  fueran  á 
fondo,  porque  ya  no  era  en  mano  de  los  marineros  po- 
der desviar  las  naves  las  unas  de  las  otras,  como  la 
grand  mar  y  el  grand  viento  las  hacia  juntar  las  unas 
con  las  otras.  Mas  con  la  ayuda  de  Dios  y  buena  dili- 
gencia de  los  marineros,  se  desviaron  las  unas  de  las 
otras,  y  así  se  anduvo  con  esta  fortuna  hasta  el  dia  si- 
guiente á  la  hora  de  las  dos  horas  antes  del  mediodía, 
que  cesó  el  viento.  Pero  todavía  andaba  la  mar  muy 
alta  por  la  fortuna  pasada,  mas  nuestro  Señor  Dios  y 
su  bendita  Madre  nos  socorrieron  de  un  poco  de  vien- 
to, con  el  cual  salimos  del  grand  trabajo  que  teniamos 
en  estar  la  mar  tan  finchada  y  estar  en  calma  de  viento, 
como  lo  estaban  las  naves,  y  hacen  su  viaje  la  vuelta 
de  Malta,  que  es  una  isla  á  cincuenta  millas  del  cabo 


(í534)  —  424  — 

de  Pásalo.  Tomaron  puerto  en  un  muy  extremado 
puertOj  donde  estaba  un  fuerte  castillo,  que  es  la  nueva 
Rodas,  y  está  á  cuatro  millas  de  la  cibdad  de  Malta. 
En  este  castillo  estaba  el  grand  Maestre  de  Rodas,  por 
merced  que  le  hizo  el  Emperador  del  tal  lugar,  des- 
pués de  perdida  Rodas ,  do  era  su  habitación.  Entra- 
ron el  puerto  las  siete  naves  á  los  diez  y  seis  de  Abril^ 
un  jueves,  una  hora  antes  de  puesto  el  sol;  la  otra  nave, 
que  fué  la  que  traian  los  griegos ,  no  pudo  entrar  en  el 
puerto,  y  echó  áncora  par  de  la  isla  vecina  del  puerto, 
do  estuvo  hasta  otro  dia  al  mediodía,  que  entró  en  el 
puerto  con  las  otras  naves.  Como  cada  nave  entrase  en 
el  puerto,  hacia  su  salva  al  castillo  con  su  artillería,  y 
ansimesmo  hacia  el  castillo  con  la  suya  á  las  naves,  la 
cual  era  mucha  é  buena.  Era  el  castillo  cosa  fuerte, 
y  luego  vinieron  los  que  tenían  la  guardia  del  puerto  á 
ver  quién  venía  en  las  naves,  y  le  hacen  saber  al  grand 
Maestre  cómo  era  la  gente  que  venía  de  Koron.  Como 
se  supo  en  el  castillo  quién  venía  en  las  naves,  vinie- 
ron algunos  comendadores  é  caballeros  de  Rodas  á 
verse  con  los  de  las  naves,  aunque  no  se  acostaban  muy 
cerca  de  las  naves  con  sus  urcas,  por  el  temor  de  la 
pestilencia.  Luego  dieron  aviso  cómo  el  judío  había 
andado  vecino  de  Malta  y  que  era  ido  á  la  isla  Fabia- 
na,  é  que  traía  treinta  é  cinco  velas.  También  dijeron 
que  habían  echado  á  fondo  la  nave  que  señalé  por  ca- 
pitana de  las  cinco  naves  que  salieron  de  Gaeta  con  los 
españoles  para  ir  en  Sicilia;  y  ansimismo  dieron  otras 
muchas  nuevas  y  avisos.  No  quisieron  los  capitanes 
que  saltasen  los  soldados  en  tierra,  por  los  ruegos  del 
gran  Maestre,  porque  no  se  envolviesen  con  los  co- 


—  425  —  (1534) 

mendadores,  por  el  temor  que  tenían  de  la  enfermedad 
que  traían  los  de  la  nave.  Otro  día  viernes  envió  el 
gran  Maestre  refresco  de  pan  é  frutas  é  verduras  para 
los  capitanes  y  para  que  repartiesen  entre  los  soldados; 
y  ansimesmo  el  día  siguiente  les  envió  refresco  de  car- 
neros. Luego  tomaron  los  marineros  refresco  de  agua, 
que  bien  era  menester,  porque  había  nave  que  no  te- 
nía agua  cuando  entró  en  el  puerto,  y  la  que  más  agua 
traía  no  traia  dos  botas  de  agua,  aunque  se  guisaba 
con  el  agua  de  la  mar  y  en  todas  generalmente  fal- 
taba el  vino.  Malta  es  una  pequeña  isla,  que  tiene  una 
fuerte  cíbdad  y  otras  villas;  es  cosa  seca,  la  isla,  de  ar- 
boledas y  está  proveída  de  piedras  y  serpientes,  mas 
no  son  ponzoñosas,  como  lo  eran  de  antes  que  viniese 
á  la  isla  San  Pablo  á  predicar  la  fe  de  Jesucristo.  La 
lengua  de  la  gente  que  aquí  habitaba  es  algarabía:  es- 
tán vecinas  destas  islas  otras  islas,  que  son  recurso  de 
los  corsarios  turcos  que  por  allí  navegaban.  Estando 
en  este  puerto  de  Malta,  murió  de  la  enfermedad  de 
la  peste  el  patrón  de  la  nave  arragucesa  y  algunos  otros 
marineros,  los  cuales,  después  de  muertos,  los  echa- 
ron en  la  mar  y  fueron  con  los  embates  de  la  mar  á  la 
parte  del  castillo,  por  lo  cual  fué  de  muy  mala  volun- 
tad el  grand  Maestre  y  los  comendadores.  Luego  vino 
un  comendador  de  parte  del  grand  Maestre  á  la  nave 
capitana  á  rogar  al  capitán  Lezcano  que  si  alguno  mu- 
riese que  no  lo  echasen  en  la  mar  sin  que  les  echasen  al- 
gún peso,  porque  no  saliese  fuera  del  agua;  mas  plugo 
á  Dios  que  no  fueron  más  los  muertos  de  los  que  ha- 
bían echado. 
A  los  veinte  é  cuatro  de  Abril ^  un  viernes,  en  ama- 


(1534)  —  426  — 

nesciendo,  escomenzaron  á  salir  las  naves  del  puerto 
de  Malta,  y  cuando  salió  el  sol  ya  estaban  fuera  del 
puerto  todas  las  naves,  yendo  con  próspero  viento  la 
vuelta  de  Sicilia.  Cuando  iba  á  ponerse  el  sol  llegaron 
las  naves  al  paraje  ó  en  escontro  de  cabo  de  Pásalo,  y 
cuando  escomenzó  á  escurecer  la  noche,  pasamos  á  vis- 
ta de  Zaragoza  (Siracusa),  y  ansí  se  navegó  toda  esta  no- 
che y  otro  dia  hasta  dos  horas  después  de  ser  salido  el 
sol ,  que  escomenzó  á  calmar  el  viento.  Cuando  llega- 
ron las  naves  al  escontro  de  la  montaña  de  Mongibel, 
que  sería  cerca  de  mediodia,  se  vieron  hacia  la  parte 
de  la  montaña  diez  y  seis  velas  latinas,  que  parecían 
ser  galeras  ó  fustas.  En  este  tiempo  estaban  las  naves 
en  grand  calma,  y  así  estuvieron  cuanto  dos  horas  con 
esta  calma,  y  la  gente  con  gran  regocijo  en  aderezar 
las  armas  y  artillería,  pensando  que  fuesen  enemigos. 
Estando  en  esto,  nos  vino  un  próspero  viento,  con  el 
cual  hicimos  nuestro  viaje,  sin  saber  quiénes  fuesen  los 
de  las  velas  latinas.  Con  este  viento  llegaron  las  naves 
á  Mesina,  y  antes  que  llegasen  á  Mesina,  casi  quince 
millas,  vino  á  la  nave  capitana  un  bergantin  por  man- 
dado del  Visorey,  mandando  á  Lezcano  y  á  los  otros 
capitanes  que  fuesen  las  naves  al  cabo  de  Mortela,  el 
cual  está  más  abajo  del  faro.  El  capitán  Lezcano  res- 
pondió diciendo  al  del  bergantin  que  dijese  al  Visorey 
cómo  no  traian  las  naves  pan  y  vino,  y  que  les  esco- 
menzaban á  faltar  las  otras  vituallas;  y  si  por  ventura 
les  corria  algún  temporal,  que  las  naves  no  pudiesen 
tomar  puerto,  que  iban  en  gran  nescesidad.  Así  fueron 
las  naves  á  tomar  puerto  cerca  del  puerto  de  Mesina,  é 
echan  áncoras  par  del  Sepulcro,  ques  un  monesterio  de 


I 


—  4^7  —  (1534) 

frailes  de  Sant  Francisco  de  Paula.  Esto  fué  á  los  veinte 
é  cinco  de  Abril ^  un  sábado,  dia  de  Sant  Marcos.  Antes 
que  los  marineros  echasen  áncoras,  se  vieron  en  grand 
trabajo,  porque  se  asieron  cinco  naves  las  unas  á  las 
otras,  sin  podello  excusar  los  marineros  ni  soldados,  y 
fué  una  cosa  de  gran  trabajo  desasillas  las  unas  de  las 
otras  y  no  menos  peligro,  por  la  grand  corriente  que 
andaba,  y  fué  tan  grande,  que  las  áncoras  garraban.  Y 
muy  mayor  trabajo  se  pasó  otro  dia  de  mañana  por  un 
grand  viento  que  hizo  é  por  la  grand  corriente  que  an- 
daba, que  fué  tan  grande,  que  una  nave  de  las  que  es- 
taban dentro  del  puerto  fué  garrando  y  dio  al  través, 
cerca  del  Salvador. 

Después  de  ser  en  el  puerto  y  par  del  monesterio,  el 
dia  siguiente  de  mañana  se  juntaron  todos  los  capitanes 
y  fueron  todos  juntamente  en  un  batel  al  palacio  del 
Visorey.  Viendo  el  Visorey  que  allí  eran  venidos  los 
capitanes,  se  puso  á  una  ventana  de  las  de  su  palacio  y 
de  allí  los  habló,  no  consintiéndoles  saltar  en  tierra  y  les 
mandó  que  se  fuesen  con  sus  naves  y  gente  á  la  isla 
Fabiana  (Favignana),  que  él  iría  con  sus  galeras  á  Tra- 
pano,  y  que  de  allí  les  proveria  de  todo  lo  que  hubie- 
sen menester  hasta  que  fuesen  pasados  los  cuarenta  dias, 
que  los  mandaría  alojar  en  tierra  de  la  isla  de  Sicilia. 
Desto  dieron  parte  los  capitanes  á  todos  sus  soldados, 
á  lo  cual  todos  respondieron  y  dijeron  que  no  querían 
ir  á  la  Faviana,  si  noque  su  señoría  les  mandase  pagar  lo 
que  se  les  debía,  y  si  no  los  había  menester  en  servicio 
del  Emperador,  que  los  despidiesen  y  les  diesen  naves 
en  que  se  pudiesen  ir  á  España;  y  que  sí  los  habían  me- 
nester en  servicio  del  Emperador^  que  les  mandasen  deg- 


(1534)  —  428  — 

embarcar  y  que  les  señalasen  un  lugar  cómodo  donde 
estuviesen  purgando  los  cuarenta  dias  que  hablan  des- 
tar, hasta  que  les  diesen  plática,  y  que  cualquiera  que 
pasase  de  donde  le  fuere  señalado  que  fuese  castigado 
por  ello.  Como  los  capitanes  hubiesen  habido  la  res- 
puesta de  sus  soldados,  aunque  todos  no  fueron  de  un 
parescer  porque  el  capitán  Francisco  Sarmiento  y  el  ca- 
pitán Lezcano  y  el  capitán  Luis  Picaño  y  el  capitán  Car- 
rillo y  el  capitán  Fermosilla  alcanzaron  de  sus  soldados  ir 
donde  les  fuese  señalado,  y  de  estar  allí  los  cuarenta  dias, 
ansí  lo  firmaron  todos  cinco  capitanes  por  algunos  de  sus 
soldados,  que  lo  firmaron  por  ruego  de  sus  capitanes. 
También  lo  firmaron  los  otros  capitanes,  mas  no  quisie- 
ron pasar  por  ello  sus  soldados,  por  lo  cual  hubo  un  poco 
de  motivo.  Finalmente,  el  Visorey  manda  salir  las  naves 
del  puerto,  mandándoles  sus  patentes  á  todos  los  capi- 
tanes, y  mandando  que  los  capitanes  del  motivo  con  los 
que  con  ellos  hablan  quedado  fuesen  á  purgar  á  Chefalo 
(Cefalu),  y  que  el  capitán  Lezcano  fuese  á  Tauro  et 
Menia,  y  Fermosilla  á  Catana  (Catanla),  Francisco 
Sarmiento  á  Algusta  (Agosta),  y  Luis  Picaño  y  Alon- 
so Carrillo  fuesen  á  la  cibdad  de  Zaragoza  (Siracusa). 
Y  como  fué  el  dia  siguiente  martes,  tres  horas  antes  del 
dia,  comenzaron  á  salir  las  naves  del  puerto;  y  como 
las  naves  fueron  fuera  del  puerto  hacen  su  viaje,  que  to- 
do era  uno  en  aquella  costa  de  Mecina.  Está  Tauro  et 
Menia  treinta  millas  de  Mesina,  y  Catana  sesenta  mi- 
llas y  Agusta  noventa  millas,  Zaragoza  ciento  é  ocho 
millas,  y  todas  á  una  costa.  Así  navegan  con  alguna 
falta  de  viento,  y  á  los  viente  é  nueve  de  Abril,  un 
miércoles,  llegó  la  nave  do  iba  el  capitán  Francisco  Sar- 


—  429  —  ('534) 

miento  con  su  compañía  vecina  de  Agusta,  y  por  selles 
el  viento  contrario  para  tomar  el  puerto  de  Agusta, 
echó  áncoras  al  par  de  un  pequeño  castillo  que  se  dice 
la  Bruzóla.  Este  castillo  era  de  la  Reina  Germana.  An- 
tes que  llegase  la  nave  á  este  castillo,  echaron  áncoras 
lo  marineros,  y  como  el  viento  fuese  contrario  para 
tomar  el  puerto,  fué  menester  cambiar  las  velas  de  la 
nave  para  tomar  el  puerto,  y  al  cambiar  de  las  velas  el 
viento  hizo  que  uno  de  los  marineros  que  estaban  asi- 
dos de  las  velas  cayese  en  la  mar.  Como  el  contra- 
maestre de  la  nave  anduviese  con  los  otros  marineros 
cambiando  las  velas  y  viese  este  marinero  caer  en  la  mar, 
mandó  al  que  traia  el  timón  ó  gobernarlo  de  la  nave, 
que  volviese  á  la  banda  para  que  se  parase  la  nave, 
y  como  el  timonero  volviese  tan  presto  la  nave  y 
las  velas  de  la  nave  tomasen  tanto  viento,  dio  la  nave 
una  vuelta  en  torno,  que  fué,  al  dicho  de  los  marineros, 
ser  una  cosa  muy  peligrosa;  y  fué  tanto,  que  á  mi  pa- 
rescer  diera  todo  aquello  que  bien  pudiera  pagar  por  no 
hallarme  allí  y  por  no  probar  tantos  peligros.  Mas  por 
la  voluntad  de  Dios  no  peligró  alguna  persona,  porque 
como  cayó  el  marinero,  luego  otro  su  amigo  se  echó  de- 
tras del  para  socorrelle,  y  como  la  nave  estuviese  que- 
da por  habella  vuelto,  por  esto  se  cobraron  los  dos  ma- 
rineros, así  el  que  cayó  como  el  que  se  echó  tras  del 
para  socorrello ;  ansí  por  estar  la  nave  parada  como  por 
su  buen  nadar  se  asieron  todos  dos  del  batel  que  traia 
la  nave  asido  por  su  popa.  Estuvo  la  nave  en  este  puer- 
to otra  noche ;  y  otro  dia  siguiente,  que  fué  el  postrero 
dia  de  Abril j  que  fué  un  jueves,  antes  de  la  hora  de! 
mediodía,  allegó  la  nave  al  puerto  de  Agusta,  Luego 


(1534)  —  430  — 

como  la  nave  hubo  tomado  puerto,  mandó  el  capitán 
Francisco  Sarmiento  que  fuese  en  el  batel  Mizer  Este- 
ban, que  era  el  monicionero  de  Koron  que  venía  en  la 
nave,  y  dos  de  sus  soldados  á  presentar  la  patente  del 
Visorey  á  los  jurados  de  Agusta.  Como  fué  vista  la  pa- 
tente por  los  jurados  de  Agusta,  no  obedescieron  y  se- 
ñalaron al  capitán  Francisco  Sarmiento  dos  muy  peque- 
ñas islas,  Eneidas  y  el  Taso,  que  están  dentro  del  puer- 
to y  no  lejos  de  Agusta,  que  eran  tan  pequeñas  que 
apenas  pudiéramos  caber  de  pies.  Como  el  capitán 
Francisco  Sarmiento  viese  que  aquellas  dos  pequeñas 
islas  le  señalaban,  no  las  quiso  acetar;  así  le  señalaron 
una  punta  que  entra  en  la  mar,  que  era  de  grande  espa- 
cio y  habia  algunos  sembrados.  Así  se  desembarcó  el 
capitán  Francisco  Sarmiento  con  su  gente,  á  los  dos  de 
Mayo,  un  sábado,  después  del  mediodía.  Pues  como 
fuimos  en  los  bateles  para  saltar  en  tierra,  al  tiempo  que 
la  gente  quería  saltar  en  tierra,  vinieron  orillas  de  la 
mar  un  comisario  del  Visorey  y  dos  jurados  de  la  tierra 
á  tomar  por  escrito  todas  las  personas  que  se  desembar- 
caban, para  ver  si  al  cabo  de  los  cuarenta  dias  se  falta- 
ba alguna  persona,  para  no  darnos  plática  hasta  haber 
pasado  otros  cuarenta  dias  si  fuese  muerto  de  peste. 
Después  que  el  comisario  y  jurados  hobieron  tomado 
por  el  escrito  todas  las  personas  que  nos  habíamos  des- 
embarcado, este  comisario  y  jurados  dan  orden  que  los 
de  Agusta  diesen  ración  de  pan ,  vino  y  carnes  y  todas 
las  otras  provisiones  que  les  convenían.  Así  fué  aloja- 
do este  capitán  con  su  gente  en  aquella  punta  que  le 
fué  señalada,  donde  antiguamente  estaba  la  ciudad  de 
Megara,  No  habia  cosa  ninguna,  salvo  una  pequeña 


—  431  —  (i534) 

Iglesia  llamada  San  Salvador,  do  se  alojó  el  capitán :  la 
gente  se  alojó  en  casas  que  ellos  hicieron  de  piedras  se- 
cas, que  allí  habia  mucha ,  las  cuales  se  cubrieron  con 
tablas  por  haber  dado  los  de  Agusta  dos  tablas  por  sol- 
dado. Ansí  con  tablas  como  con  hierbas  se  cubrieron, 
de  suerte  que  salvaron  el  sol  y  el  agua,  aunque  llovía 
pocas  veces.  Agusta  está  puesta  en  una  punta  llana  que 
entra  en  la  mar;  de  do  se  comienza  la  punta  se  hace  un 
estrecho  que  dista  cient  pasos  de  tierra  firme  del  un  seno 
al  otro  de  los  dos  puertos.  Como  llevaban  la  mar  un  poco 
alta,  se  vienen  a  juntar  los  dos  puertos,  y  por  esta  cau- 
sa se  echó  un  camino  ó  calzada  de  piedra  cuanto  dura 
este  estrecho.  Esta  calzada  es  ancha  cuanto  diez  pasos, 
y  desde  este  estrecho  hasta  la  puerta  de  Agusta  hay 
mil  y  ochocientos  pasos,  es  cosa  viciosa  de  árboles  y 
sembrados.  Vecino  de  la  puerta  de  Agusta  estaba  un 
fuerte  castillo,  que  tiene  gran  señorío  sobre  el  puerto 
Pirogino,  y  también  señorea  el  otro  puerto  Sancociano. 
Este  castillo  es  cuadro  y  tiene  de  la  una  esquina  á  la 
otra  ciento  é  treinta  pasos :  tenía  dos  puertas,  y  la  que 
salía  hacia  la  villa  estaba  murada.  Encima  destas  puer- 
tas, en  unas  piedras  mármoles  estaban  unos  versos.  Es- 
ta antigüedad  y  versos  son  después  que  predicó  San  Pa- 
blo, segundo  Emperador  Agusto  edificó  lo  que  agora  es 
esta  villa,  y  se  redificó  después  que  Pompeo  destruyó  á 
Zaragoza  y  á  Catana,  las  cuales  pobló  Cesaro  Agusto, 
y  entonces  fué  tornada  á  reedificar  Agusta,  y  se  puso 
este  nombre  de  Agusta,  que  primero  se  llamaba  Iblia, 
por  uno  que  la  edificó,  llamado  Iblia,  según  dice  Es- 
trabono,  que  esta  Iblia  y  Najo  fueron  las  primeras  tier- 
ras de  Sicilia  y  fueron  destruidas  por  los  cosarios  de 


(1534)  —  432  — 

Berbería.  Así  lo  afirman  los  griegos  antiguos.  Después 
se  llamó  Megara,  según  dice  Virgilio  en  el  tercio  de  las 
Eneidas,  dando  fin  á  Agusta. 

Desde  este  castillo  comienza  lo  poblado  de  Agusta, 
que  será  hasta  seiscientos  fuegos,  y  desde  este  castillo 
hasta  una  antigua  muralla  que  cercaba  la  cibdad  de 
Iblia  ó  de  Megara,  hay  mil  y  ochocientos  pasos.  Este 
es  ancho  cuanto  ochocientos  pasos;  desta  muralla  fasta 
el  cabo  de  la  Punta,  que  se  dice  el  cabo  de  Sant  Juan, 
hay  novecientos  y  treinta  pasos,  y  el  ancho  cuanto  mil 
é  docientos  é  cincuenta  pasos.  Aquí  estaba  la  cibdad 
de  Iblia,  y  de  Megaria  después  de  ser  destruida  Iblia. 
Está  tan  destruida,  que  no  se  conosce  haber  ningún 
fundamento  fuera  de  tierra.  Se  podría  facer  en  toda 
esta  punta  una  grande  y  fuerte  población ,  por  estar 
metida  en  la  mar,  y  es  cosa  que  mucho  convenia  po- 
blarse y  facerse  fuerte,  por  amor  de  los  dos  puertos 
que  tiene,  porque  no  viniese  en  poder  de  los  turcos, 
que  serian  grande  inconviniente  á  la  isla  é  reino  de  Si- 
cilia, como  lo  fué  cuando  nuestro  Grand  Capitán  los 
ganó;  bien  que  al  presente  se  fortifica  el  castillo  y  está 
bien  proveído  de  artillería.  Esto  se  hacia  por  mandado 
del  Emperador. 

Dando  fin  á  nuestra  alojada  y  fechura  de  casas  de 
piedra  y  tablas,  luego  como  fuimos  alojados,  el  capi- 
tán Francisco  Sarmiento  fizo  con  Mateo  Corzo,  que 
era  el  comisario  del  Visorey,  y  con  los  jurados,  que  le 
diesen  un  médico  para  que  viese  tres  mozos  de  solda- 
dos que  estaban  enfermos,  y  para  que  reconosciese  la 
enfermedad  que  tenían.  Ansí  salió  un  doctor  y  un  bar- 
bero, y  con  ellos  salió  Mateo  Corzo,  secretario  del  Vi- 


—  433  —  (1534) 

sorey.  Como  fueron  venidos  donde  los  soldados  esta- 
ban, se  ponen  en  la  campaña  algo  desviados  de  nues- 
tras casas,  y  allí  mandaron  sacar  los  mozos  que  estaban 
enfermos  y  los  desnudaron.  Una  á  una  les  miraron 
todas  las  partes  de  su  cuerpo,  para  ver  si  conoscian 
qué  enfermedad  era  la  suya;  también  les  vido  la  orina 
y  les  conosció  estar  enfermos  de  fiebres  ó  calenturas 
del  mal  pasar  de  la  nave.  Glorias  á  Nuestro  Señor  Dios, 
que  después  que  salimos  de  Koron  en  nuestra  nave, 
persona  no  enfermó  de  peste  ni  de  otra  enfermedad,  si 
no  fueron  estos  mozos  y  un  marinero  que  murió  la 
noche  que  tomamos  puerto  en  Augusta.  Y  esta  mesma 
noche,  con  grand  peso,  lo  echaron  á  la  mar,  y  no  se 
tuvo  por  cierto  ser  muerto  de  peste. 

Agora  diré  cómo  el  capitán  Lezcano  fué  acetado  en 
Tauro  et  Menia,  y  fué  muy  bien  alojado  en  casas  y 
jardines,  donde  habia  muchas  fuentes  y  arboledas,  que 
estaban  á  dos  millas  de  Tauro  et  Menia.  También  fué 
acetado  el  capitán  Hermosilla  en  Catana,  y  alojado  en 
un  castillo  que  está  á  tres  millas  de  Catana.  Luis  Pica- 
ño y  Alonso  Carrillo  llegaron  á  Siragicio  ó  Zaragoza 
(Siracusa),  que  de  todos  dos  nombres  se  entiende,  é 
presentaron  sus  patentes  al  gobernador  y  á  los  jurados. 
Los  jurados  y  gobernador  de  la  dicha  cibdad  obedes- 
cieron  las  patentes  del  Visorey,  mas  el  comisario  no 
queria  que  se  acetase  la  nave,  por  el  temor  que  tenian 
al  mal  de  la  peste.  Los  jurados  señalaron  á  los  capita- 
nes que  iban  en  la  nave  donde  habian  de  estar  los  cua- 
renta dias,  pero  el  comisario  estaba  puesto  en  no  que- 
rer aceptar  la  nave.  Viendo  esto  los  capitanes  que  iban 
en  la  nave,  hicieron  sus  requerimientos  á  los  de  Zara- 


(1534)  —434  — 

goza,  y  que  mirasen  cuánto  deservicio  facian  al  Empe- 
rador y  al  Visorey  en  lo  que  hacían,  y  por  eso  el  co- 
misario no  quiso  aceptar  la  nave,  antes  toman  armas 
que  se  ponen  en  toda  defensa.  Viendo  esto  los  dos  ca- 
pitanes que  venian  en  la  nave,  y  cómo  el  comisario  de 
Zaragoza  no  les  queria  acetar,  se  tornaron  a  salir  del 
puerto,  y  viendo  el  gobernador  y  los  jurados  cómo  los 
capitanes  con  su  nave  se  salian  del  puerto,  rogaron  al 
capitán  Fernando  de  Vargas,  que  estaba  en  la  guardia 
de  Zaragoza,  que  fuese  á  la  nave,  y  de  su  parte  y  de 
parte  del  gobernador  y  de  los  jurados,  rogase  á  los  ca- 
pitanes que  iban  en  la  nave  que  se  tornasen  al  puerto 
y  saltase  en  tierra.  Uno  de  los  dos  capitanes,  para  que 
juntamente  con  el  consejo  de  Zaragoza  y  con  el  capitán, 
trabajasen  con  el  comisario  de  ponello  en  toda  quietud, 
y  que  daria  modo  de  facellos  embarcar  donde  fuera  la 
voluntad  del  Visorey.  Como  esto  vido  el  capitán  don 
Diego  de  Vargas,  ser  cosa  que  tanto  tocaba  al  servicio 
del  Emperador  y  gobierno  de  la  cibdad,  luego  se  fué 
á  la  nave  y  fizo  con  los  capitanes  que  dentro  iban  que 
se  tornasen  al  puerto.  Como  la  nave  fué  en  el  puerto, 
se  metió  en  un  batel  el  capitán  Luis  Picaño,  solamente 
con  dos  marineros  de  los  de  la  nave  que  le  guiaban  el  ba- 
tel á  tierra,  y  como  llegase  el  capitán  Luis  Picaño  don- 
de estaban  los  jurados  para  habelles  de  hablar,  los  que 
fallaron  del  común  tiraron  al  capitán  Luis  Picaño  tres 
tiros  de  arcabuces  y  un  tiro  de  artillería,  que  fué  una 
cosa  milagrosa  no  lo  matar  ni  ferir.  Viendo  esto  el  ca- 
pitán Luis  Picaño,  se  volvió  á  su  nave,  sin  dar  medio 
alguno  en  su  fecho.  Viendo  el  gobernador  y  jurados 
cómo  en  aquello  les  hacian  tuerto  á  los  capitanes  y  del 


—  435  —  (1534) 

servicio  del  Visorey,  ansí  se  tornaron  al  común  y  le 
demandan  qué  era  su  voluntad,  y  que  mirase  cómo  los 
capitanes  eran  venidos  por  orden  del  Visorey  y  del  con- 
sejo de  la  isla,  y  que  el  Visorey  les  habia  señalado  el 
lugar  donde  habian  de  estar  los  cuarenta  dias,  é  que 
mirasen  cómo  ellos  habian  enviado  al  Visorey  por  gente 
para  guardia  de  la  cibdad,  y  que  allí  se  la  enviaban,  y 
con  ella  artillería  y  municiones,  y  que  los  capitanes  eran 
muy  contentos  estar  donde  les  era  señalado  los  cuarenta 
dias.  Ansimesmo  le  dieron  otras  muchas  palabras  para 
ponellos  en  quietud,  mas  los  del  común  todavía  estaban 
ostinados  en  no  los  acetar  ni  dejar  saltar  en  tierra.  Vien- 
do esto  el  regente,  que  era  el  gobernador,  dijo  al  capi- 
tán Hernando  de  Vargas,  porque  era  cosa  que  tanto 
tocaba  al  servicio  del  Emperador  y  al  Visorey  y  isla, 
que  él  con  su  gente  se  metiese  dentro  y  tomase  parte 
de  Tremazonte,  que  era  el  castillo  que  estaba  á  la  en- 
trada de  la  cibdad  fuera  de  la  muralla,  y  estaba  entre  los 
dos  puertos,  por  ser  este  castillo  el  más  prencipal  de  los 
tres  castillos  que  tenía  la  cibdad,  para  hacer  que  no  se 
pudiese  entrar  ni  salir  dentro  en  la  cibdad.  Esto  facia 
el  regente,  porque  no  viniese  ninguna  desgracia  á  la 
cibdad  de  algunas  fustas  que  eran  ordinarias  por  aquella 
costa,  y  por  haber  salido  la  nave  del  puerto,  y  tras  de  la 
nave  a  la  costa  eran  salidos  de  los  de  la  cibdad  pasados  tres 
mil  personas,  y  para  excusar  que  no  saltasen  en  tierra  los 
de  la  nave  en  todo  el  señorío  de  Zaragoza,  ni  donde 
los  jurados  les  habian  señalado  por  el  mandado  del  Vi- 
sorey. Viendo  esto  el  capitán  Hernando  de  Vargas,  y 
ser  cosa  que  tanto  cumplía  a  la  guardia  y  gobierno  de 
la  cibdad,  se  metió  con  su  gente  en  el  castillo,  como  le 

z8 


(1534)  —  43^  — 

fué  dicho.  Viendo  el  capitán  y  el   alcaide  del  castillo 
cómo  todavía  andaban  los  del  común  de  Zaragoza  tan 
rebeldes  contra  los  de  la  nave,  así  juntamente  el  go- 
bernador y  el  capitán  y  el  alcaide  y  jurados  escrebie- 
ron  al  Visorey  lo  que  pasaba  en  Zaragoza,  y  después 
de  estar  dentro  del  castillo  el  capitán   Hernando  de 
Vargas,  fué  su  parescer  del  y  del  alcaide  (que  era  un 
español ,  por  estar  todas  las  fuerzas  del  reino  en  guarda 
y  gobierno  de  españoles)  de  salir  fuera  del  castillo  so- 
lamente sus  personas,  para  ver  cómo  se  concertaba  la 
gente.  Como  este  capitán  y  alcaide  fuesen  vistos  del 
gobernador  y  de  los  jurados,  fueron  á  hacelles  saber 
cómo  el  común  de  Zaragoza  habia  demandado  á  los 
jurados  que,  si  los  de  la  nave  querían  saltar  en  tierra  y 
estar  donde  les  fuese  señalado,  que  les  habian  de  dar 
todas  las  armas  que  traían,  y  que  las  querían  tener  en 
su  poder,  y  que  ellos  se  las  guardarían  hasta  ser  pasa- 
dos los  cuarenta  días;  y  así  rogaron  los  jurados  al  ca- 
pitán  Hernando  de  Vargas  que  tuviese  por  bien  de  ir 
á  los  capitanes  y  gente  á  hacérselo  saber.  Viendo  esto 
el  capitán  Hernando  de  Vargas,  respondió  á  los  jura- 
dos diciendo  que  no  era  cosa  aquélla  que  jamas  la  de- 
bían hacer  españoles,  y  que  ni  menos  lo  harían  aquellos 
capitanes  y  soldados,  siendo  tan  buenos  soldados,  que 
nunca  rindieron  sus  armas  á  otra  ninguna  persona,  y 
que  antes  perderían  las  vidas  cada  uno  por  sí  que  ren- 
dir sus  armas  á  persona  ninguna  de  ninguna  condición 
que  fuese,  especial  en  aquello  que  no  era  cosa  que  to- 
caba al  servicio  del  Emperador  ni  del  Visorey  ni  guar- 
dia de  la  isla;  mas,  pues  que  tanto  se  lo  rogaban,  que 
fuese,  que  él  daría  otro  modo,  sí  lo  quisiesen  hacer  los 


—  437  —  (1534) 
capitanes  y  soldados;  que  sería  salirse  él  con  su  compa- 
ñía del  castillo,  y  que  si  le  diesen  los  capitanes  y  solda- 
dos las  armas,  que  él  se  las  guardarla.  A  esto  le  respon- 
dieron los  jurados  diciendo  que  él  no  se  saliese  con  su 
gente  del  castillo,  é  que  tampoco  era  aquello  lo  que 
querían  los  del  común,  porque  ellos  las  querían  tener 
en  su  poder;  y  que  para  aplacar  un  poco  el  común,  le 
rogaba  que  fuese  á  los  capitanes  y  soldados  á  hacérselo 
saber.  Así  por  ruego  de  los  soldados  fué  el  capitán 
Hernando  de  Vargas  donde  estaban  los  capitanes  con 
su  nave,  algo  desviados  de  Zaragoza,  y  les  dijo  todo 
aquello  que  por  los  jurados  les  fué  dicho.  Después  de 
se  lo  haber  dicho,  les  avisó  que  mirasen  cómo  no  era 
aquello  cosa  que  les  cumplía  dar  sus  armas;  pero  no 
era  menester  dar  este  aviso  á  unos  capitanes  y  soldados 
tan  expertos  en  las  cosas  de  la  guerra  y  engaños  della. 
Ansimismo  le  enviaron  los  jurados  á  rogar  al  capitán 
Luis  Picaño  que  tuviese  por  bien  de  saltar  en  tierra, 
que  ellos  querían  hablalle,  é  que  darian  algún  medio 
cómo  concertar  el  común  y  ponellos  en  quietud.  Vien- 
do esto  los  capitanes  y  soldados,  fueron  muy  maravi- 
llados cómo  el  común  de  Zaragoza  tuviese  tanta  osadía 
de  demandar  lo  que  jamas  nadie  les  demandó,  no  vién- 
dolos rendidos,  y  antes  se  dejarían  matar  que  dar  sus 
armas  á  otra  persona,  de  ninguna  condición  que  fuese. 
Mas  á  la  demanda  de  saltar  en  tierra,  de  Luis  Picaño,  fue- 
ron contentos,  é,  como  dice  el  proverbio,  que  de  los  es- 
carmentados   así  mandó  el  capitán  que  Luis  Picaño 

en  la  barca  6  esquife  de  la  nave  metiese  un  sacre  y 
hasta  seis  esmeriles,  que  son  otras  piezas  de  artillería 
más  pequeñas,  y  que  entrasen  dentro  del  esquife  hasta 


(1534)  —  438  — 

treinta  soldados  con  sus  arcabuces.  Después  de  estar  la 
barca  con  su  orden  que  tengo  dicho,  entró  el  capitán 
Luis  Picaño  é  mandó  á  los  marineros  que  la  guiasen 
la  vuelta  de  la  tierra,  donde  los  jurados  estaban  espe- 
rando con  algunos  del  común.  Como  llegase  cerca  de 
la  tierra  donde  estaban  los  jurados,  se  demandó  qué 
era  lo  que  querían,  que  él  era  venido  allí  á  saber  su 
voluntad.  Como  la  gente  común  que  estaba  con  los 
jurados  viesen  cuánto  hablan  ofendido  á  este  capitán, 
cuando  le  hablan  tirado  la  pieza  de  artillería  y  los  tres 
arcabuzazos,  y  cómo  llevaba  en  el  esquife  tanta  gente 
y  artillería,  todos  se  fueron  desmandando  y  dejan  á  los 
jurados  solos.  Como  se  fuesen  los  del  común,  no  se 
pudo  dar  ningún  estado,  y  en  esto  llegó  una  estafeta 
enviada  por  el  Visorey,  con  letras  para  los  capitanes 
que  estaban  en  la  nave,  por  las  cuales  letras  les  man- 
daba que,  á  despecho  de  los  del  común,  se  desembarca- 
sen donde  les  fué  señalado  destar  los  cuarenta  días. 
Después  de  haber  visto  este  capitán  las  letras  é  man- 
dado del  Visorey,  las  hizo  ver  á  los  jurados,  y  con  esto 
se  torna  á  su   nave  para  irse    á   desembarcar,    como 
era  la  voluntad  del  Visorey.   Pues   como   el   capitán 
Hernando  de  Vargas  tornase  á  dar  la  respuesta  de  la 
embajada  que  hizo,  sobre  dar  de  las  armas,  fué  avi- 
sado por  uno  que  bien  lo  quiso,  cómo  le  estaban  es- 
perando   en   el  camino  para  matalle.   Como  esto  oyó 
el  capitán  Fernando  de  Vargas,  se  va  muy  sobre  aviso, 
y  llegando  á  un  estrecho  paso  que  le  dicen  la  Escale- 
ra griega,  falló  mucha  gente  de  los  del  común  que  lo 
estaban  esperando ;  y  como  el  capitán  viese  esta  gente, 
va  sobre  aviso ,  y  como  llegó  á  ella ,  pensando  de  le 


—  439  —  (1534) 

tomar  en  medio,  comenzaron  de  decir  muera,  muera. 

Viendo  esto  este  capitán,  vuelve  las  riendas  del  caba- 
llo y  se  salió  dellos  sin  ningún  daño;  mas  lo  fueron  si- 
guiendo una  grand  pieza.  Ésta  es  la  cabsa  por  donde 
el  capitán  Hernando  de  Vargas  vino  á  esta  tierra  de 
Agusta. 

Cuando  el  capitán  Hernando  de  Vargas  vino  á  Agus- 
ta á  dar  este  aviso,  fué  á  los  cuatro  de  Mayo^  un  lunes  á 
la  hora  de  ser  puesto  el  sol,  y  este  mesmo  dia,  antes  de  la 
hora  del  mediodia,  era  venida  la  nave  á  la  punta  de 
Santa  Panaya,  que  es  una  grand  punta  que  entra  en  la 
mar  y  está  tres  millas  de  Zaragoza  y  á  quince  de  Agus- 
ta; y  echó  áncoras  cerca  de  la  Tarja,  que  era  un  casti- 
llo que  allí  estaba.  Como  el  capitán  Hernando  de  Var- 
gas vino  á  Agusta,  dio  parte  de  lo  que  arriba  he  dicho 
á  los  capitanes  Francisco  Sarmiento  y  á  Charles  Des- 
parza,  el  cual  estaba  en  guardia  y  gobierno  de  Agusta, 
é  dijo  cómo  quedaba  ordenado  quentrél  y  los  dos  capi- 
tanes que  venian  en  las  naves,  que  si  no  los  dejaban  des- 
embarcar los  de  Zaragoza  que  tirarían  una  pieza  de  ar- 
tillería, y  si  tirasen  dos,  que  les  fuesen  á  dar  socorro  para 
hacer  retirar  á  los  de  Zaragoza,  y  que  ellos  pudiesen 
saltar  en  tierra.  Como  fuese  llegada  la  nave  á  par  del 
castillo  de  la  Tarja,  los  de  Zaragoza  eran  venidos  allí 
con  sus  armas  á  excusar  que  no  saltasen  en  tierra  á  los  que 
venian  en  la  nave.  Viendo  esto  los  capitanes  que  venian 
en  la  nave ,  y  cómo  los  de  Zaragoza  estaban  allí  y  se 
ponían  en  defendelles  la  desembarcada  en  tierra,  tiran 
un  tiro  de  artillería  y  desde  á  un  poco  tiran  dos,  y  co- 
mo esto  fuese  visto  por  el  capitán  Francisco  Sarmiento 
y  por  el  capitán  Charles  Desparza  y  Fernando  de  Var- 


(1534)  —  440  — 

gas  y  toda  la  gente  que  Jos  estaba  mirando  cómo  la  na- 
ve tiraba,  luego  los  capitanes  mandaron  á  su  gente  que 
se  armasen  y  se  apercibiesen  á  punto  de  bien  pelear. 
Por  la  verdad,  tal  era  la  voluntad  de  los  soldados  que 
allá  íbamos.  Así  el  capitán  Francisco  Sarmiento  se  me- 
te en  el  batel  y  esquife  de  la  nave  y  en  otra  pequeña 
barca  con  la  mayor  parte  de  sus  soldados,  y  el  capitán 
Charles  Desparza  y  el  capitán  Hernando  de  Vargas,  con 
algunos  soldados  de  los  del  capitán  Charles  Desparza, 
se  meten  en  otra  barca  de  las  que  estaban  en  el  puerto 
de  Agusta,  Así  todos  con  gran  priesa  á  quien  más  pres- 
to pudiese  llegar  se  fué  á  dar  socorro  á  los  de  la  nave 
para  que  pudiesen  desembarcarse  y  dalles  tal  castigo  á 
los  de  Zaragoza  que  otros  no  pudiesen  hacer  otro  tanto 
como  aquéllos  habian  hecho.  Pues  como  esto  vido  don 
Antonio  Branchiforte,  señor  de  Meliles,  que  era  un  ca- 
ballero paisano  que  al  presente  se  halló  entre  los  de  Za- 
ragoza, rogó  á  los  capitanes  que  estaban  dentro  en  la 
nave ,  que  tuviesen  por  bien  de  hacer  tornar  aquellos 
capitanes  con  su  gente,  pues  que  la  cosa  andaba  mal, 
y  que  se  haría  como  ellos  fuesen  muy  contentos.  Así 
estos  capitanes,  por  ruego  de  don  Antonio  y  por  quitar 
tan  gran  daño  como  se  hiciera  á  los  de  Zaragoza  si  la 
gente  saltase  en  tierra,  dieron  las  gracias  los  dos  ca- 
pitanes que  venían  en  la  nave  á  los  otros  capitanes  y 
soldados,  y  les  pidieron  de  merced  que  mandasen  tor- 
nar los  soldados  y  no  los  consintiesen  saltar  en  tierra. 
Así  por  el  ruego  de  don  Antonio  Branchiforte  y  por 
los  ruegos  de  los  capitanes  que  iban  en  la  nave,  y  por 
excusar  el  mucho  daño  que  se  sucedería  si  se  desem- 
barcaban, mandaron  estos  capitanes  que  iban  en  so- 


—  441  —  (1534) 

corro  tornar  su  gente  en  sus  barcas  al  puerto  de  Agus- 
ta  é  con  ellos  é  se  tornó  al  capitán  Francisco  Sarmien- 
to. Quedaron  con  los  capitanes  de  la  nave  el  capitán 
Charles  Desparza,  y  el  capitán  Hernando  de  Vargas 
se  fué  de  allí  á  Zaragoza,  y  el  capitán  Charles  Des- 
parza  se  volvió  á  Agusta  la  noche  siguiente,  y  dio 
aviso  al  capitán  Francisco  Sarmiento  de  cómo  no  se 
hablan  acabado  de  concertar,  y  que  dejaba  concertado 
con  los  dos  capitanes  de  la  nave  que  si  no  se  concer- 
taban que  tirarían  con  el  artillería  como  de  prime- 
ro lo  hablan  tirado,  y  que  si  se  tornase  á  dar  socor- 
ro que  no  se  mirase  á  ruegos  de  ninguna  persona  y 
que  se  les  diese  el  castigo,  y  que  convenia  casti- 
gar á  una  gente  tan  rebelde  como  era  la  de  Zaragoza. 
Así  se  estuvieron  los  del  capitán  Francisco  Sarmiento 
con  este  aviso  en  mucha  vigilancia  por  si  tirasen  los  de 
la  nave;  y  ansimismo  estuvieron  los  del  capitán  Charles 
Desparza  hasta  otro  dia,  que  fué  á  seis  de  Mayo  ^  un 
miércoles  por  la  mañana,  que  zarpó  áncoras  la  nave 
de  par  de  la  punta  de  Santa  Panaya  y  se  llegó  al  cas- 
tillo de  la  Tarja  y  puerto,  que  está  en  otra  punta  que 
sale  de  la  punta  de  Santa  Panaya,  y  es  pequeña.  Esta 
punta  está  hecha  casi  isla  y  así  se  dice  la  isla  de  Mon- 
gie.  Aquí  se  desembarcaron  los  dos  capitanes  y  su  gen- 
te y  fueron  los  capitanes  alojados  en  el  castillo  y  los 
soldados  en  unos  olivares  y  en  otras  posesiones  vecinas 
del  castillo,  donde  hay  una  hermosa  fuente,  la  cual  se 
dice  la  fuente  del  Figo.  Desta  fuente  se  proveen  de 
agua  los  corsarios  que  por  allí  pasan,  y  así  fueron  aloja- 
dos y  puestas  sus  guardias  porque  no  se  desmandasen, 
de  donde  les  fué  señalado  que  hablan  destar  purgando, 


(1534)  —  442  — 

A  los  siete  de  Mayo^  un  jueves,  antes  del  mediodiaj 
vino  al  puerto  de  Agusta  una  galera  que  venía  de  Me- 
sina  con  dineros  para  pagar  á  los  soldados  que  esta- 
ban en  Agusta.  Asimismo  se  dio  socorro  de  dineros  á 
la  gente  que  era  venida  de  Koron  y  se  tornó  la  galera 
á  Mesina.  Este  mesmo  dia  nos  tomaron  muestra  los 
prencipales  de  Agusta,  así  á  soldados,  como  á  mujeres  é 
mozos;  y  gracias  á  Nuestro  Señor  Dios,  no  se  halló 
ninguna  persona  menos  de  todas  las  que  nos  habíamos 
desembarcado. 

Después  de  haberse  desembarcado  el  artillería  y  mu- 
niciones y  metídolos  en  el  castillo,  como  fué  á  los  once 
de  MayOj  un  lunes  por  la  mañana,  salió  por  el  puerto 
de  Agusta  la  nave  de  Martin  de  Monguía,  donde  ha- 
bia  ido  Francisco  Sarmiento,  haciendo  su  viaje  la  vuelta 
de  Mesina.  Salió  deste  puerto  porque  era  venido  aviso 
de  Mesina  y  de  Zaragoza  cómo  era  llegado  Barbarroja 
con  una  pujante  armada  á  la  isla  del  Jante,  y  se  decia 
que  quería  venir  á  tomar  Agusta,  por  estar  tan  despo- 
blada y  tan  mal  fuerte,  y  por  tener  tan  buenos  dos 
puertos  é  senos  de  mar,  y  por  tener  tan  buena  campaña 
de  carnes  y  leña  y  aguas  y  otras  cosas  que  convienen  á 
los  capitanes  de  flotas  de  agua,  que  se  puede  correr  toda 
la  costa  de  Calabria;  y  esto  fué  causa  que  el  Gran  Capi- 
tán viniese  con  su  flota  á  estos  puertos,  como  arriba 
dije.  Pues,  como  la  nave  fuese  por  este  temor  navegan- 
do la  vuelta  de  Mesina  á  los  trece  de  Mayo^  un  miérco- 
les, dos  horas  después  del  mediodía,  pasando  esta  nave 
cerca  del  cabo  Darma,  que  es  en  la  Calabria,  vecino 
de  la  cibdad  de  Ríjoles,  cuanto  tres  millas,  los  que  en 
la  nave  venían  ven  que  venía  en  su  seguimiento  Synan 


—  443  —  (1534) 

de  Arrexe,  turco,  que  se  entiende  ser  el  cosario  judío, 
con  veinte  é  seis  velas,  las  cuales  eran  ocho  galeras  y 
las  demás  galeotas  y  fustas.  Como  los  marineros  de  la 
nave  viesen  cómo  venía  tan  cerca  de  la  nave,  y  la  nave 
no  tuviese  viento,  porque  estaba  en  calma  la  mar,  de- 
terminaron de  desamparar  la  nave,  y  el  patrón  de  la  nave 
con  todos  los  demás  marineros,  que  por  todos  eran  cin- 
cuenta personas,  se  meten  en  el  batel  y  se  van  la  vuelta 
de  tierra,  de  la  vuelta  de  Sicilia.  Como  los  turcos  vie- 
sen que  se  iban  los  cristianos  de  la  nave  la  vuelta  de 
tierra,  los  siguen  cinco  fustas,  sin  tirallos  ningún  tiro 
de  artillería,  ni  de  otra  cosa,  como  flechas  y  escopetas, 
pensando  de  tomallos  á  todos  antes  que  saltasen  en 
tierra.  Mas  como  los  marineros  se  hobiesen  encomen- 
dado á  Nuestra  Señora  de  Loreto  para  que  los  salvase 
de  tan  gran  peligro,  siendo  en  tierra  los  marineros  cris- 
tianos, juntamente  con  ellos  llegaron  las  cinco  fustas  y 
saltaron  en  tierra  mucha  parte  de  ellas,  en  seguimiento 
de  los  marineros  cristianos,  pensando  de  los  cativar; 
mas  fueron  socorridos  de  gente  del  país,  que  eran  hasta 
sesenta  foragidos,  que  estaban  en  la  montaña  de  la  Es- 
caleta, que  es  una  villa  del  Barón  de  la  Escaleta.  Como 
estos  foragidos  viesen  venir  á  los  turcos  en  seguimiento 
de  los  cristianos,  abajaron  de  la  montaña  á  la  marina  á 
los  socorrer,  porque  no  fuesen  cautivos  de  los  turcos. 
Entonces  los  turcos  tiraron  á  los  cristianos  con  el  arti- 
llería y  escopetas  y  flechas  que  llevaban  en  las  fustas, 
mas  por  la  voluntad  de  Dios  no  mataron,  ni  firieron, 
ni  llevaron  cristiano  alguno,  ni  de  los  marineros  ni  de 
los  foragidos.  Así  se  fueron  los  turcos  de  las  otras  ve- 
las y    los  marineros  estuvieron  con  los  foragidos  por 


(1534)  —  444  — 

aquella  noche,  de  los  cuales  fueron  muy  bien  tratados. 
Pues  como  fuesen  las  otras  veinte  é  una  velas  á  la  nave 
y  no  hallasen  en  ella  ninguna  defensa,  entraron  y  to- 
maron todas  las  velas  y  jarcias  menores  y  esmeriles  y 
una  buena  lombarda  y  todos  los  servidores  de  las  otras 
lombardas  y  algunas  municiones  del  artillería,  y  no  to- 
maron ninguna  cosa  de  las  provisiones  de  comer,  ni 
hicieron  otro  daño  en  el  navio,  salvo  deshacer  las  imá- 
genes que  hallaron.  Así  dejaron  la  nave,  sin  facer  otro 
daño  alguno  del  que  hemos  dicho.  Hizo  el  judío  aquí 
una  cosa  de  buen  cosario.  Como  los  marineros  cristia- 
nos otro  dia  de  mañana  viesen  la  nave  estar  suelta  ve- 
cina de  donde  la  habían  dejado,  por  la  mucha  calma 
que  en  la  mar  había,  entraron  en  una  barca  hasta  seis 
marineros  y  van  á  su  nave  y  reconoscen  no  haber  turco 
alguno  en  ella.  Ansí  entraron  en  la  nave  y  ansimismo 
vino  el  patrón  de  la  nave  con  todos  los  demás  marineros, 
y  todos  fueron  muy  gozosos  en  se  haber  salvado  y  ha- 
llado en  su  nave  tan  poco  daño.  Así  la  nave  fué  á  sal- 
vamento hasta  el  puerto  de  Mesina,  donde  la  hallamos 
cuando  venimos  de  Agusta.  Fuéme  dicho  destos  mari- 
neros de  haber  bien  conoscido  estar  bien  armadas  las 
veinte  é  seis  velas  que  traía  el  judío;  y  ellas  lo  podían 
bien  estar,  porque  en  término  de  quince  dias  había  to- 
mado diez  naves  y  otras  abrasado  y  echado  de  fondo, 
sin  otros  pequeños  navios  y  barcas,  que  dellos  había 
abrasado  y  dellos  enviado  á  Argel.  Esto  es  alguna  culpa 
de  los  capitanes  de  las  galeras  de  los  cristianos,  que 
están  en  el  puerto  con  mucha  música  de  trompetas  y 
otros  instrumentos,  no  oyendo  la  música  de  los  gemí- 
dos  y  sospiros  y  la  grima  de  los  cristianos  cabtivos. 


—  445  —  (1534) 

Por  no  acusar  á  ninguno,  no  señalo  más  Jas  que  están 
en  los  puertos  de  Sicilia,  ni  en  los  puertos  de  Italia, 
ni  en  los  puertos  de  Ja  España,  ni  de  otras  partes  de 
cristianos. 

Pues  tornando  á  como  estábamos  purgando  los  que 
venimos  de  Koron,  en  los  lugares  que  nos  fueron  se- 
ñalados por  el  comisario  del  Visorey,  este  comisario 
vino  á  hacer  parlamento  á  Jos  capitanes  de  parte  del 
Visorey,  donde  dijo  al  capitán  Francisco  Sarmiento 
que  liablase  á  sus  soldados  diciendo  que  les  darian  tres 
pagas,  porque  ansí  lo  habian  hecho  el  capitán  Luis  Pi- 
caño y  el  capitán  Alonso  Carrillo  á  sus  soldados,  y 
eran  contentos  de  las  tomar ;  y  que  era  Ja  voJuntad  del 
Visorey  que  el  dia  de  San  Juan  entrasen  todas  las  ban- 
deras y  gente  en  la  tierra  donde  habian  destar  de  guar- 
nición, y  que  hasta  entonces  habia  destar  cada  uno  don- 
de estaban,  y  que  como  entrasen  en  las  guarniciones  les 
comenzarian  á  correr  el  sueldo,  y  lo  que  habian  estado 
y  estuviesen  hasta  el  dia  que  entrasen  en  las  guarnicio- 
nes, habia  de  ir  comido  por  servido.  Por  la  verdad  el 
comisario  vendia  muy  cara  su  comida,  á  dicho  de  los 
jurados  de  Agusta,  que  nos  daban  el  comer  por  orden 
del  comisario,  por  ser  las  provisiones  muy  baratas. 
También  dijo  que  destas  tres  pagas  se  habian  de  qui- 
tar los  tres  escudos  del  socorro  que  habian  dado  á  la 
gente  de  los  dineros  que  trajo  la  galera,  como  arriba 
dije. 

Así,  el  capitán  Francisco  Sarmiento  mandó  ajuntar 
todos  sus  soldados  y  les  hizo  saber  todo  aquello  que 
por  el  comisario  le  fué  dicho,  y  como  los  soldados  oye- 
sen al  capitán  Francisco  Sarmiento,  fueron  muy  mal 


(í534)  _  446  — 

contentos  porque  les  pagaban  tan  mal  el  buen  servicio 
que  hablan  hecho  en  Koron;  y  porque  les  debían  desde 
el  mes  de  Agosto,  que  les  pagaron  en  la  mar,  saliendo 
de  Mesina,  y  no  hablan  rescibido  más  de  una  paga  en 
el  Febrero,  como  arriba  dije;  por  manera  que  les  debían 
ocho  pagas  y  las  del  mes  de  Abril,  que  hablan  andado 
por  la  mar;  por  lo  cual  dijeron  que  no  querían  pasar  por 
tal  cosa,  sino  ser  pagados  de  todo  lo  que  se  les  debía, 
porque  el  Emperador  ansí  se  lo  mandaba,  y  que  se  que- 
rían poner  á  cuenta  con  el  Visorey  sobre  lo  que  ha- 
blan rescibido  en  Koron,  y  que  si  ellos  debían  todo 
aquello  que  les  quitaban,  que  eran  muy  contentos,  y  si 
no,  que  no  querían  pagar  lo  que  no  hablan  comido.  Esta 
cuenta  no  la  quiso  rescibir  el  Visorey,  porque  sabía 
bien  lo  que  los  soldados  hablan  comido  en  Koron,  y  así 
fué  parescer  del  capitán  Francisco  Sarmiento  de  decir 
á  los  soldados  que  entre  ellos  eligiesen  dos  soldados, 
cuales  á  ellos  les  paresciese,  y  se  metiesen  en  una  barca 
y  fuesen  á  la  Tarja  donde  estaba  el  capitán  Luis  Picaño 
y  el  capitán  Alonso  Carrillo  con  sus  compañías,  y  que 
supiesen  de  los  soldados  si  eran  concertados  y  conten- 
tos con  las  tres  pagas,  como  Mateo  Corzo  le  habla 
dicho.  Así  lo  hicieron  los  soldados,  eligiendo  dos,  cua- 
les á  ellos  les  páreselo  ser  suficientes;  mas  cuando  fue- 
ron estos  dos  soldados  á  tomar  la  barca  que  estaba  en 
el  puerto  de  Agusta  para  con  ella  ir  á  la  Tarja,  no  se 
la  consintió  tomar  Mateo  Corzo  ni  el  capitán  Charles 
Desparza;  por  esto  se  sospechó  ser  fraude  todo  lo  que 
por  Mateo  Corzo  fué  dicho  al  capitán  Francisco  Sar- 
miento. Como  fué  otro  dia  siguiente,  domingo  por  la 
mañana,  fué  el  capitán  Charles  Desparza  al  castillo  de 


—  447  —  (1534) 

la  Tarja  á  verse  con  los  capitanes,  y  con  él  fueron  los 
dos  soldados  que  estaban  elegidos  para  ir  allí,  y  como 
allegaron  en  tierra  cerca  de  la  Tarja,  el  capitán  Char- 
les Desparza  salió  de  la  barca  é  dijo  á  los  soldados  que 
iban  con  él  que  no  saliesen  de  la  barca  fasta  que  él  llegase 
á  hablar  con  los  capitanes  y  soldados  que  estaban  algo 
desviados  de  dondél  salió  de  la  barca ;  y  que  como  estu- 
viese con  ellos  mandaria  tirar  un  arcabuzazo,  v  como 
ellos  lo  oyesen,  que  saliesen  de  la  barca  y  fuesen  al  cas- 
tillo, donde  estaban  los  capitanes  y  los  soldados.  Así 
obedescieron  estos  soldados  el  mandado  y  ruego  del 
capitán,  y  como  el  capitán  fuese  llegado  donde  estaban 
los  otros  capitanes,  les  da  aviso  de  los  soldados  que 
quedaban  en  la  barca,  y  mandó  disparar  el  arcabuz, 
como  lo  habia  dicho  á  los  soldados  antes.  Vino  el  ca- 
pitán Alonso  Carrillo,  que  habia  llegado  donde  los 
soldados  estaban  en  la  barca,  y  les  demandó  lo  que 
querian;  los  soldados  le  respondieron  que  venian  á  verse 
con  sus  soldados  y  con  los  del  capitán  Luis  Picaño,  á 
saber  dellos  si  era  verdad  que  estaban  concertados  en 
las  tres  pagas,  como  lo  habia  dicho  Mateo  Corzo.  En- 
tonces dijo  el  capitán  Alonso  Carrillo  á  estos  soldados 
que  se  maravillaba  mucho  del  capitán  Francisco  Sar- 
miento de  consentir  que  ninguno  de  sus  soldados  fue- 
sen allá  á  saber  tal  cosa,  pues  que  sabía  lo  que  estaba 
concertado  entre  todos  los  capitanes.  Así  les  mandó 
que  se  volviesen,  no  consintiéndoles  que  saltasen  en 
tierra  ni  se  fablasen  con  los  otros  soldados,  diciendo 
que  si  menester  fuese,  que  haria  á  sus  soldados  que  se 
contentasen  con  una  paga  y  que  mirasen  cuánto  gasto 
habia  hecho  el  Emperador  en  las  armadas  que  habian 


(1534)  —  448  — 

ido  á  Koron,  y  que  era  menester  que  los  soldados  ayu- 
dasen á  pagar  tan  gran  gasto.  Por  la  verdad,  desta  ayu- 
da poca  parte  cupo  al  Emperador.  Así  se  tornaron  los 
dos  soldados  que  allá  habían  enviado  los  otros  solda- 
dos, de  lo  cual  fueron  todos  muy  mal  contentos,  de 
ver  tan  manifiesto  engaño  como  con  ellos  usaban,  que 
no  solamente  esta  compañía  tenían  mal  contenta,  mas 
todas  las  otras  compañías.  Por  lo  cual,  los  soldados  de 
la  compañía  del  capitán  Lezcano  se  amotinaron,  sa- 
liendo de  la  villa  del  Guiso,  donde  estaban  purgando, 
y  vinieron  á  la  villa  de  Arche,  donde  estaba  la  compa- 
ñía del  capitán  Hermosilla  purgando,  para  se  ajuntar 
con  ellos,  y  después  todos  juntamente  irse  á  Agusta  y 
á  la  Tarja,  y  amotinar  á  la  gente  de  las  otras  tres  com- 
pañías. Mas  luego  les  vino  el  sargento  mayor  Solor- 
zano,  rogándoles  de  parte  del  capitán  Lezcano  y  suya 
que  no  hiciesen  más  movimiento  del  hecho,  y  que  es- 
perasen allí  hasta  ver  la  respuesta  del  Visorey,  porque 
ya  le  habían  escrito  su  voluntad.  Así,  por  ruegos  deste 
sargento  mayor,  estuvieron  aquí  y  fué  avisado  el  Viso- 
rey  del  motivo  de  los  soldados  y  lo  que  subcederia  si 
los  dejaban  ajuntar  con  los  otros  de  Francisco  Sarmiento 
y  de  Luis  Picaño  y  Alonso  Carrillo. 

Viendo  el  Visorrey  la  voluntad  de  los  soldados,  que 
era  de  ser  pagados,  mandó  que  les  tomasen  la  muestra 
y  les  diesen  plática  en  las  tierras. y  fuesen  pagados  de 
tres  pagas  y  con  el  socorro  que  habían  rescibido  se  las 
cumpliesen  a  cuatro  pagas;  y  así  fueron  pagados  de 
cuatro  pagas  los  soldados  de  la  compañía  del  capitán 
Lezcano  y  del  capitán  Hermosilla.  No  las  cumplieron 
á  cuatro  pagas  en  las  otras  compañías  que  estaban  pur- 


—  449  —  (1534) 

gando,  lo  que  no  se  supo  al  presente;  así  se  dio  plática 
en  las  tierras. 

Como  fué  á  los  cuatro  de  Julio,  entraron  en  Zarago- 
za el  capitán  Luis  Picaño  y  el  capitán  Alonso  Carrillo 
con  sus  compañías,  y  á  los  seis  de  Julio,  un  lunes  de 
mañana,  se  embarcó  el  capitán  Francisco  Sarmiento  con 
su  compañía  en  ciertas  barcas,  haciendo  su  viaje  la 
vuelta  de  Mesina,  donde  nos  corrió  un  temporal  que 
con  gran  trabajo  los  marineros  allegaron  las  barcas  á 
tierra  y  se  desembarcó  la  gente  y  fué  por  tierra,  y  los 
marineros  con  unas  cuerdas  iban  tirando  las  barcas  has- 
ta metellas  en  el  puerto  de  Tauro  et  Menia,  que  de  allí 
estaba  vecino,  y  en  el  cual  puerto  estuvimos  dos  noches 
y  un  dia,  y  otro  dia  siguiente  se  tornó  á  embarcar  la 
gente  yendo  á  Mesina,  en  el  cual  puerto  entraron  las 
barcas  y  gente  el  dia  siguiente  antes  que  fuese  el  me- 
diodía. 

Conviene  á  saber,  como  arriba  dije,  haber  rescatado 
el  capitán  Francisco  Sarmiento  una  mujer  y  una  ánima 
estando  en  Koron:  al  tiempo  que  nos  desembarcábamos 
de  las  barcas,  habiendo  dos  tablas  en  cada  una  de  las 
barcas,  una  por  donde  se  entraba  y  otra  por  donde  se 
salía,  por  no  se  dar  estorbo  los  unos  á  los  otros ,  saliendo 
esta  mujer  con  sus  dos  hijas  por  una  de  las  tablas,  entraba 
su  marido  en  la  otra  tabla  á  se  meter  en  la  barca  para 
irla  á  buscar  á  Zaragoza,  como  había  hecho  en  los  de- 
mas  puertos,  y  si  allí  no  la  hallaba,  ir  en  su  busca  hasta 
Constantinopla.  Los  cuales  dos  conosciéndose  en  las  dos 
tablas,  ¡  quién  podría  decir  el  gozo  dellos  dos !  Habien- 
do sabido  este  noble  el  rescate  de  su  mujer  é  buen  tra- 
tamiento que  en  el  capitán  Francisco  Sarmiento  había 


(1534)  -  450  — 

rescibido,  con  palabras  de  grande  agradescimiento  le 
da  las  gracias  quiriéndole  pagar  su  rescate,  á  lo  cual  el 
capitán  Francisco  Sarmiento  dice  que  él  se  tenía  por 
bien  pagado,  mas  le  rogaba  que  si  pensaba  no  tener 
muy  cumplidamente  los  dineros  que  habla  menester  pa- 
ra llegar  á  su  tierra,  que  se  lo  dijese,  que  él  le  proveerla 
de  dineros  y  de  lo  que  más  hubiere  menester;  por  lo 
cual  con  mayor  obligación  le  dalas  gracias,  y  tomando 
su  mujer  se  entra  en  la  cibdad  de  Mesina  hasta  haber 
buen  pasaje  para  hacer  su  viaje.  El  capitán  Francisco 
Sarmiento  fué  alojado  en  un  monesterio  de  frailes  de  Sant 
Francisco,  que  está  cuanto  media  legua  desviado  de  la 
cibdad,  do  se  reposó  por  esta  noche.  Como  fué  el  dia  si- 
guiente, salen  del  puerto  de  Mesina  las  barcas  con  las 
mujeres  y  mozos  y  ropa,  con  algunos  soldados  de  guar- 
dia, haciendo  su  viaje  por  la  mar  y  el  capitán  con  su  com- 
pañía va  por  tierra  por  un  valle  llamado  Valdedinos:  dí- 
cese  así  por  estar  vecino  de  la  isla  de  Vulcan  cuanto  trein- 
ta millas.  Caminando  por  este  valle  á  los  trece  de  JuliOy 
un  lunes  á  mediodía,  allegó  el  capitán  Francisco  Sarmien- 
to á  la  villa  de  Melazo  para  estar  en  guardia  de  la  di- 
cha villa,  y  el  capitán  Alvaro  de  Grado,  que  en  guar- 
dia de  la  villa  estaba,  se  embarcó  con  su  compañía.  Fué 
alojado  en  un  burgo  que  está  vecino  á  las  murallas.  Me- 
lazo está  puesto  en  una  punta  de  tierra  firme  que  entra 
en  la  mar  cuanto  largura  de  cuatro  millas,  á  una  milla 
de  entrada  de  la  punta  de  Melazo ,  sobre  un  pequeño 
monte.  En  lo  más  alto  deste  monte  está  un  fortísimo 
castillo  que  tiene  gran  señorío  sobre  la  tierra  é  puerto, 
en  el  comedio  de  donde  comienza  á  salir  la  punta  de 
tierra  firme.  En  Melazo  hay  un  buen  burgo,  donde 


I 


—  451  —  (1534) 

está  este  burgo  es  lo  más  estrecho  que  hace  la  mar  con 
los  dos  senos  que  cercan  esta  punta ;  en  el  comedio  des- 
te  burgo  está  una  fuente  ó  vero  pozo,  de  donde  se  pro- 
vee de  agua  Melazo  é  burgos  y  los  muchos  navios  que 
allí  vienen.  Jamás  se  conosce  faltar  en  el  pozo  la  mu- 
cha agua  que  del  se  saca;  es  muy  buena  agua  para  es- 
tar tan  cerca  de  la  mar,  como  está  del  un  seno  setecien- 
tos pasos  y  del  otro  seno  ciento  é  veinte  pasos ;  éste  es 
el  puerto  donde  entran  los  navios  desde  Melazo  hasta 
lo  postrero  del  cabo  que  entra  en  la  mar,   el  cual  ca- 
bo ó  punta  se  dice  Samocolo,  y  hay  tres  millas.  Aquí 
hay  tres  montes,  los  cuales  son  el  monte  de  Santa  Ana, 
que  está  vecino  de  las  murallas  de  Melazo ;  el  otro 
es  al  monte  de  la  Trinidad,  tiene  algún  señorío  sobre 
el  monte  do  está  Melazo  y  el  castillo,   mas  está  des- 
viado, que  desde  él  no  se  puede  ofender  al  castillo  ni 
la  tierra,  del  artillería  que  en  él  se  pusiere,  y  también 
tiene  otros  pequeños   altos   do  pueden   poner   artille- 
ría contra  la  tierra,  mas  todo  lo  señorea  el  castillo  y  dos 
fuertes  torreones  que  se  hacen  en  este   presente  año. 
Ansimismo  se  acabó  un  fortísimo  muro,  que  es  largo 
cuanto  trecientos  pasos,  y  tiene  muchas  defensas,  y  más 
los  dos  torreones  que  hacen.  A  los  dos  cabos  desta  nue- 
va muralla  está  la  tierra  de  Melazo ;  entre  el  castillo  y 
estos  dos  torreones ,  por  estar  en  triángulo  por  la  parte 
desta  nueva  muralla  y  torreones,  es  llano;  lo  que  está  á 
la  parte  del  castijlo  es  cosa  inexpunable  por  estar  encima 
de  aquel  risco,  que  es  cosa  de  no  pensar  querer  subir  por 
allí  á  la  tierra,  nial  castillo,  sino  es  por  una  estrecha  su- 
bida que  se  ha  hecho  á  manos,  para  por  ella  poderse 
servir  del  castillo  á  la  marina  y  á  la  campaña.   Es  cosa 

29 


(1534)  —  452  — 

muy  provechosa  esta  montaña  y  castillo  que  cerca  las  dos 
partes  de  Melazo  el  castillo  y  tierra  son  cosa  inexpu- 
nable  por  su  fortaleza  y  mucha  artillería  que  tiene,  co- 
mo conviene  tener,  por  ser  una  cosa  que  tanto  cumple 
guardarse,  por  lo  poco  distante  que  está  de  la  Italia  y  por- 
que por  él  se  puede  ganar  y  perder  el  reino  de  la  isla  de  Si- 
cilia. Toda  esta  punta  que  está  desde  Melazo  hasta  Sa- 
macolo  es  llana;  en  ella  hay  viñas  y  olivares  y  otros  ár- 
boles de  frutas.  Está  esta  punta,  ó  cabo  do  está  Melazo, 
en  medio  de  otras  dos  grandes  puntas,  las  cuales  son  la 
punta  de  Calava  y  la  punta  de  Rasacolmo  :  está  Calava 
de  Melazo  treinta  millas  y  Rasacolmo  veinte  é  cuatro 
millas :  todas  tres  puntas  guardan  ó  salen  la  vuelta  de 
tramontana,  y  entre  estas  tres  puntas  se  hacen  grandes 
senos  de  mar. 

Están  vecinas  á  estas  puntas  de  la  isla  de  Sicilia  la 
isla  de  Lipari  y  Vulcano  y  Vulcanelo,  La  Salina,  Al- 
quiri  (Alicuri),  Filicuri,  Panaria  y  Panarela.  Lipari  boja 
diez  y  ocho  millas,  y  es  cosa  viciosa  de  aguas  y  frutas  y 
caza ;  tiene  una  buena  tierra  con  un  fuerte  castillo.  A 
ésta  poblaron  Nidis,  que  es  una  cibdad  en  la  Licia,  en 
la  isla  de  Chipre.  Aquí  hay  unos  baños  que  son  proba- 
dos para  el  mal  de  las  bubas.  Fué  ofrecido  al  dios  Apo- 
lo. Vulcanelo  boja  doce  millas,  es  cosa  inhabitable,  es 
toda  piedra  sin  provecho  y  echa  fuego  por  tres  bocas,  de 
que  salen  piedras  ardientes.  Este  vulcan  es  redondo  y  al- 
to :  como  corre  viento  tramontana  hace  toda  la  isla  nebu- 
losa con  el  humo  que  de  sí  echa;  y  como  ventee  el  Pu- 
niente da  unos  grandes  bramidos  y  echa  de  sí  unas  po- 
derosas llamas  é  piedras  ardientes  por  sus  bocas.  Con 
otros  vientos  está  clara,  y  más  con  el  Xaloque  que  con 


—  453  —  (1534) 

otro  viento.  Fué  consagrado  al  dios  Vulcan.  Está  Vul- 
canelo  entre  Lipari  y  Vulcan;  boja  tres  millas.  Entre 
Vulcan  y  Vulcanelo  pasaban  pocos  años  ha  navios,  y 
estaban  surtos  entre  las  dos  islas;  ahora  no  se  puede 
pasar  ni  estar,  por  las  muchas  piedras  que  han  caido  y 
caen  de  Vulcan  y  Vulcanelo,  porque  también  echa 
fumo  y  fuego  después  que  cesó  en  la  montaña  de  Mon- 
gibel.  La  Salina  boja  seis  millas,  está  vecina  á  Lipari  y 
Vulcan;  es  cosa  viciosa  de  aguas  y  frutos  y  es  jardin  ó 
puerto  de  cosarios  por  ser  inhabitable.  Filicuri  boja  casi 
ocho  millas  y  es  casi  tan  viciosa  como  la  Salina :  tam- 
bién es  jardin  de  los  corsarios  turcos  que  por  allí  pasan, 
y  de  aquí  se  llevan  muchos  cripstianos  que  hallan  labo- 
rando las  posesiones  que  en  esta  isla  hay,  y  de  muchos 
navios  que  por  allí  van  á  pasar  el  faro  de  Mesina  y  á 
muchas  partes  del  reino  de  Sicilia. 

Agora  diré  desta  isla  é  reino  de  Sicilia,  como  testigo 
de  vista,  lo  que  he  visto  é  sabido  con  el  reposo  que  en 
ella  he  tenido.  Sicilia  es  una  isla  trinarlia  por  sus  tres 
promontorios  ó  puntas,  las  cuales  son  las  siguientes :  el 
primero  cabo  y  punta  es  Pelorio,  y  dícese  Pelorio  por 
el  marinero  de  la  nave  de  Aníbal ,  capitán  de  cartagine- 
ses, el  cual  marinero,  habiendo  huido  del  África  para  ir 
en  Siria,  navegando  de  noche  y  pasando  el  estrecho  del 
faro,  como  sea  cosa  tan  peligrosa,  se  anegó  en  este  es- 
trecho con  su  nave  y  por  esto  se  dice  este  cabo  Pelorio, 
el  cual  guarda  hacia  la  Italia;  es  distante  de  la  Italia  mil 
y  quinientos  pasos  de  mar,  y  éste  es  el  estrecho  que  se 
dice  al  faro  de  Mesina.  Vecina  deste  cabo  cuanto  doce 
millas  está  la  noble  cibdad  de  Mesina.  El  segundo  cabo 
se  llama  Pachilos  (Passero)  ó  cabo  de  Pásalo  agora:  le 


(1534)  -  454  — 

llaman  cabo  de  Pájaro  y  por  todos  tres  nombres  se  en- 
tiende, aunque  los  marineros  generalmente  lo  llaman  el 
cabo  de  Pásalo,  porque  no  se  osan  afirmar  en  él  por  el 
mucho  peligro  que  tienen  los  navios  que  en  él  se  afir- 
man. Aquí  son  muchos  é  gruesos  los  aires,  y  este  cabo 
guarda  hacia  la  Grecia,  y  es  distante  de  la  Grecia  cuatro- 
cientas é  cuarenta  millas.  Vecina  deste  cabo  y  cuanto 
quince  millas  está  la  cibdad  de  Zaragoza.  Y  es  el  terce- 
ro y  último  cabo  ó  punta  el  de  Lilibeo,  el  cual  nom- 
bre hoy  es  corruto,  llamándose  la  punta  del  Buemas; 
su  propio  nombre  es  Lilibeo  porque  guarda  en  Libia  ó 
vero  en  África.  Está  distante  de  África  ciento  é  diez 
millas  de  travesía  de   mar.  Está   Pachimio  de  Pelorio 
ciento  é  seis  millas;  Lilibeo  de  Pachinos  docientas  mi- 
llas, y  de  Lilibeo  ciento  é  cuarenta  é  tres  millas.  Esto  se 
entiende  navegando  por   los   golfos  que   hay  en  estas 
puntas.  En  esta  punta  de  Lilibeo  fué  una  noble  cibdad, 
la  cual  de  muchos  escriptores  es  nombrada,  la  cual  cib- 
dad de  Lilibeo  teníanla  cartagineses,  y  los  romanos  por 
tomalla  á  los  de  Cartago,  la  tuvieron  cercada  por  mar  é 
por  tierra  diez  y  ocho  años  :  tenía  un  buen  puerto,  al 
cual  puerto  los  romanos  le  gastaron  la  entrada  echando 
á  fondo  navios  cargados  de  piedras,  y  por  estar  vecinos 
desta  entrada  unos  secanos,  hicieron  los  navios  cargos 
de  piedras  para  que  no  pudiesen  entrar  ni  salir  navios. 
En  este  puerto  esto  hicieron  los  romanos  por  el  grande 
atrevimiento  de  un  llamado  Rodio,  cartaginés,  en  las  cosas 
de  la  mar  docto  é  de  grande  experiencia :  éste  fué  en- 
viado de  los  cartagineses  á  los  de  Lilibeo  con  sus  letras, 
el  cual  Rodio  entró  con  su  galera  por  medio  del  arma- 
da de  los  romanos  y  di6  sus  letras  á  los  de  Lilibeo,  y  se 


—  455  —  (1534) 

tornó  á  salir  con  su  respuesta  yendo  á  Cartago.  Así  por 
esto  como  para  que  no  entrase  socorro  de  los  cartagi- 
neses á.  los  de  Lilibeo,  cegaron  la  entrada  del  puerto, 
como  arriba  dije,  el  cual  puerto  se  llama  al  presente  el 
Puadulo,  y  se  podrian  quitar  algunas  gruesas  piedras 
que  hay  en  esta  entrada  del  puerto,  porque  los  navios 
son  desfechos  con  los  embates  de  la  mar,  y  quitadas  las 
otras  piedras  menudas.  Es  este  puerto  para  más  de 
trecientos  navios,  y  así  los  romanos  por  largo  tiempo 
la  cibdad  de  Lilibeo  destruyeron,  y  de  tal  suerte  que 
al  presente  no  se  halla  ninguna  señal  desta  antigua  cib- 
dad de  Lilibeo.  Agora  se  halla  aquí  vecina  una  buena 
tierra  llamada  Marsala,  la  cual  dicen  que  fué  edificada 
por  Julio  César,  y  otros  dicen  que  por  Marsalo,  rey. 
Otros  quieren  decir  que  cuando  los  romanos  destruye- 
ron á  Lilibeo ,  habiendo  muerto  é  destruido  á  la  gente 
della,  un  principal  capitán  de  los  romanos  llamado  Mar- 
silio,  tomó  un  niño  de  poca  edad,  y  por  ser  cosa  tan 
fermosa,  lo  llevó  á  Marsella  y  le  puso  su  propio  nom- 
bre de  Marsilio,  y  éste,  siendo  hombre  y  sabiendo  ser 
de  la  cibdad  de  Lilibeo,  y  como  fué  criado  por  el  capi- 
tán Marsilio  y  conocido  de  los  romanos,  se  fué  á  Ro- 
ma y  demanda  á  los  romanos  que  le  diesen  tanta  tierra 
como  él  pudiese  cercar  con  un  cuero  de  un  buey,  y  que 
le  fuese  hecha  esta  merced.  Así  pobló  esta  Marsala. 
Las  cuales  tres  opiniones  ninguna  se  aprueba  por  ver- 
dadera, cual  es  el  que  la  edificó.  Vecino  á  la  una  esqui- 
na desta  tierra,  cuanto  docientos  é  cincuenta  pasos  está 
el  sepulcro  de  la  Devilla  romana,  donde  al  presente  hay 
un  templo  del  glorioso  San  Juan  Bautista  y  ansí  se  di- 
ce el  pozo  de  Sant  Juan  Bautista;  en  esta  iglesia  de  aba- 


(1534)  —  456  — 

jo  de  tierra,  hay  una  pequeña  cueva  donde  hay  dos  po- 
zos que  con  la  mano  se  puede  alcanzar  á  tomar  el  agua 
dellos;  es  el  agua  salada.  Lavegilia  y  el  dia  del  glorio- 
so Sant  Juan  se  falla  ser  esta  agua  muy  dulce.  Desvia- 
da de  Marsala  cuanto  seis  millas  está  una  puente  que 
entra  en  la  mar  y  en  el  cabo  desta  punta  está  la  Sevilia- 
na  que  es  una  antigua  torre :  llámase  Seviliana  porque 
la  habia  Sevillia,  y  yendo  contemplando  orillas  del  mar 
se  reposaba  al  pié  desta  torre.  Vecina  desta  punta  y  de 
la  cibdad  de  Macaros  está  cabo  Feto  ó  cabo  de  Sedires, 
que  es  una  otra  punta  que  entra  en  la  mar,  y  se  dice  cabo 
Sedires  porque  los  romanos  y  los  cartagineses  se  ajunta- 
ron  á  hacer  allí  sus  capítulos  y  firmar  sus  fees. 

A  doce  millas  de  Marsala  está  la  isla  Faviana  (Fa- 
vignana),  viciosa  de  agua,  caza  y  leña,  y  es  poblada  de 
muchas  cuevas:  desta  isla  hacen  los  turcos  y  moros  co- 
sarios su  casa.  Vecina  desta  isla  Faviana  cuanto  cuatro 
millas  está  otra  isla  llamada  Alevanze  (Levanzo).  A 
quince  millas  de  la  Faviana  está  Maretamo  (Marítimo), 
que  es  otra.  La  isla  Loja  (Longa)  está  de  la  isla  Favia- 
na ocho  millas,  y  de  Alevance  mieve  millas,  y  Mareta- 
mo otras  nueve,  que  hacen  un  triángulo.  Son  aquí 
muy  ordinarios  los  turcos  y  moros.  Vecinos  á  la  Favia- 
na y  á  Levanze  están  los  Basiles  de  Trápana  (Trapa- 
ni),  que  son  dos  pequeñas  islas  que  casi  las  cubre  la  mar; 
y  de  la  isla  de  Sicilia  al  escontro  destas  Islas  salen  unas 
puntas  que  entran  en  la  mar.  Todas  tres  islas  y  puntas 
son  casas  de  turcos  é  moros  cosarios,  con  grand  daño 
para  Sicilia,  porque  saltan  en  tierra  los  cosarios,  que  aquí 
se  allegan,  y  por  los  cripstianos  y  bestiame  que  se  lle- 
van y  los  muchos  navios  que  aquí  toman,  que  pasan 


—  457  —  (1534) 

saliendo  del  puerto  de  Trápana.  Como  estas  islas  estén 
vecinas  de  Marsala,  los  navios  van  ansí  al  Levante  ó 
Poniente  ó  á  cargar  en  Jacaven,  que  son  otros  cargade- 
ros de  trigo  ó  de  otras  mercaderías.  Son  muchos  los 
navios  que  aquí  se  pierden. 

Este  reino  tiene  tres  valles,  los  cuales  son  el  Val  de 
Momos  :  éste  es  desde  Catana  hasta  Chefalo ;  el  otro  se 
dice  el  Val  de  Noto,  es  desde  Catana  hasta  Gamarana, 
que  es  un  rio  que  baja  de  unas  montañas  de  Castrogio- 
vanni,  que  son  montañas  de  mucha  sal ,  y  por  esto  es 
salado  el  rio  :  el  tercio  y  último  valle  se  dice  Val  de 
Noszara :  comienza  desde  Alicata  Dura  hasta  Terme- 
nes  (Termini).  Tiene  este  reino  tres  puertos  que  son  el 
de  Mesina  y  el  de  Zaragoza  y  Trápana;  tiene  fuertes 
castillos,  tiene  nobles  templos  y  hay  tres  capelos  arzo- 
bispales, que  son  Palermo,  Mesina  y  Monreal,  y  cinco 
obispados,  que  son  Zaragoza  y  Catana,  Chefalo  (Cefala), 
Mazara  y  Surgento  (Girgenti).  En  la  cibdad  de  Cata- 
na está  Santa  Águeda :  de  la  cibdad  de  Zaragoza  fué 
Santa  Lucía,  y  hay  otros  cuerpos  Santos,  como  es  San- 
to Vítor,  que  es  contra  el  mal  de  la  rabia,  con  otros 
cuerpos  y  otras  reliquias  santas.  Hay  otras  extrañas  co- 
sas en  este  reino :  vecina  de  la  punta  de  Pelorio  está  la 
Tracane,  que  es  cosa  muy  peligrosa  para  los  navegan- 
tes. Dicese  ser  anegada  aquí  la  nave  de  Aníbal,  que  ar- 
riba dije,  vecina  al  puerto  de  Mesina  á  la  punta  del 
Brazo  de  Santo  Renel ,  que  es  una  punta  de  tierra  que 
viene  de  Terranova,  que  es  una  parte  de  la  cibdad  de 
Mesina;  va  esta  punta  ó  Brazo  de  Santo  Renel  cercan- 
do el  puerto,  y  en  esta  punta  está  un  castillo  que  es 
gran  guardia  y  defensa  del  puerto.  Asimismo  está  ve- 


(i534)  —  458  — 

ciña  desta  fuerza  la  iglesia  del  Salvador,    que  es  cosa 
fuerte  y  defensa  del  puerto ;  y  par  de  la  iglesia  del  Sal- 
vador está  la  Sila  (Scilla),  y   poca  cosa  más  desviado 
desta  el  Caribdes;  el  cual  Caribdes  está  en  escontro  de 
la  iglesia  de  Santo  Renel.  Aquí  está  en  esta  iglesia  una 
torre,  la  cual  iglesia  y  torre  se  hizo  allí  por  poner  un 
farol  ó  lanterna,  para  que  los  que  por  allí  navegasen 
supiesen  que  allí  estaba  el  Caribdes  y  Sila;  como  sean 
dos  cosas  tan  peligrosas  para  los  navios,  por  las  grandes 
corrientes  que  de  allí  corren,  sin  faltar  jamas  corrientes, 
corriendo  unas  veces  hacia  el  Levante  y  otras  veces  há  • 
cia  el  Poniente.   No  se  puede  conoscer  estas  corrientes 
por  qué  tiempo  son,  porque  no  van  conformes  á  las  cre- 
cientes y  menguantes  de   la  mar,   y  jamas  cesan   aquí 
grandes  remolinos  de  agua.  Se  dice  ser  este  peligroso 
Caribdes  y  Sila  una  peña  horadada  que  está  debajo  del 
agua,  y  como  las  corrientes  que  corren,  en  esta  foradada 
peña  acaban  de  pasar ,  es  tan  grande  el  remolino  que 
hace  el  agua  en  aquel  lugar,  que  se  sumían  los  navios 
por  muy  grandes  que  fuesen.  Agora  por  la  vista  que 
tienen  de  la  torre  é  fuego  de  Santo  Renel  se  desvian  de 
no  pasar  por  ellos,  como  lo  hizo  Virgilio  yendo  á  los 
senos  de  Megara,  como  dije  estar  en  las  Eneidas.  Hay 
otras  peligrosas  cosas  en  este  faro  y  reino  que  por  ex- 
cusar prolijidad  no  las  digo.  Poblaron  este  reino  é  isla 
de  Sicilia  cuatro  naciones,  las  cuales  fueron  siculos  y  si- 
canos  y  morguetes  y  otros  llamados  iberos;  y  estos  iberos 
eran  de  nación  de  bárbaros   y  fueron  los  primeros  que 
poblaron  la  isla.  También  vino  á  esta  isla  Arquidas,  de 
corintios,  y  desembarcó  en  la  cibdad  de  Iblia,  que  des- 
pués fué  Megara  y  agora  es  Agusta,  y  con  gente  suya 


—  459  —  (1534) 

y  de  la  cibdad  de  íblia  hizo  la  cibdad  de  Zaragoza,  y  la 
fundó  sobre  una  roca  llana,  que  casi  la  hace  isla  la  mar. 
Mira  hacia  la  Grecia,  yak  entrada  del  puerto  tiene  un 
fuerte  castillo  nombrado  Terzemaniaje ;  y  lo  que  es  tierra 
firme,  que  no  cerca  la  mar,  es  una  estrechura  por  donde 
se  entra  en  la  cibdad.  Tiene  aquí  otro  más  fuerte  cas- 
tillo llamado  Tremar;  cuanto  entre  los  dos  castillos  hay 
otro  castillo  nombrado  Casanova ;  y  hay  otras  antiguas 
y  nobles  cibdades. 

Conviene  á  saber  como  el  ■primero  dia  de  Agosto^  un 
sábado  por  la  mañana,  vino  á  la  cibdad  de  Mesina  una 
fragata  que  venía  de  la  Calabria  con  letras  del  Conde 
de  Condeyan,  en  las  cuales  letras  avisaba  á  la  cibdad 
de  Mesina  cómo  por  aquella  parte  se  descubria  una 
gran  armada  de  velas  latinas,  é  que  no  sabía  por  cierto 
qué  velas  fuesen.  Con  este  aviso  el  comendador  Apon- 
te, que  al  presente  allí  se  fallaba,  con  el  capitán  Lez- 
cano  y  el  capitán  Hermosilla  y  con  otros  caballeros  y 
varones  del  reino,  que  en  la  cibdad  se  hallaron,  todos 
con  grand  diligencia  ponen  grande  orden  en  su  cibdad. 
Como  fué  dos  horas  antes  del  mediodía,  se  vieron  en 
el  cabo  Darma,  que  está  en  la  Calabria,  vecino  á  la 
cibdad  de  Rígoles,  ochenta  y  dos  velas  latinas,  entre 
las  cuales  habia  sesenta  y  cinco  galeras  reales ,  y  las  de- 
mas  eran  galeotas  y  fustas.  Venía  por  general  desta  ar- 
mada Muley  Charti,  Barbarroja,  y  costeó  con  su  ar- 
mada la  costa  de  Calabria,  hasta  llegar  al  cabo  del  Golpe 
del  Guipa,  y  de  aquí  se  va  hacia  la  ciudad  de  Mesina 
á  pasar  el  estrecho  del  Faro.  Al  pasar,  que  pasaron,  guia- 
ron una  nave  que  estaba  surta  en  la  fosa  de  Piberemel, 
y  esta  nave  era  ginovesa  é  iba  cargada  de  mercancías 


(1534)  —  4^0  — 

para  el  Xio.  Al  pasar  que  pasaron  estas  velas  turque- 
sas, se  quedaban  traseras  dos  fustas.  Al  presente  se  ha- 
llaba en  el  puerto  de  Mesina  Antonio  Doria  con  nueve 
galeras,  é  como  vido  estas  dos  fustas  quedar  tan  trase- 
ras, salió  con  siete  galeras  para  las  tomar  ó  echar  á 
fondo;  y  como  los  de  las  fustas  viesen  que  las  siete  ga- 
leras de  los  cristianos  iban  en  su  escontro,  comenzaron 
á  tirar  con  su  artillería,  demandando  socorro  á  su  ar- 
mada, lo  cual  fué  visto  por  Barbarroja,  y  el  cual  hace 
volver  la  proa  de  su  galera  para  las  siete  galeras  de  An- 
tonio Doria,  y  manda  disparar  su  artillería.  Asimismo 
lo  hicieron  las  otras  galeras  y  fustas,  tirando  contra  de 
las  galeras  de  los  cristianos.  Pues  como  las  dos  fustas 
fuesen  á  vela  y  remo,  se  entraron  presto  entre  sus  ga- 
leras; y  viendo  Andrea  Doria  que  no  habia  podido  to- 
mar estas  fustas,  mandó  á  sus  artilleros  que  tirasen  con 
su  artillería  al  armada  turquesa,  con  la  cual  se  vido 
hacer  algún  daño  en  ella.  Ansí  se  tornó  Andrea  Doria 
con  sus  siete  galeras  al  puerto  de  Mesina,  sin  rescebir 
daño  alguno,  y  Barbarroja  pasó  el  estrecho  del  Faro  y 
se  afirmó  en  la  punta  ó  cabo  llamado  Pelorio,  y  echó 
áncoras  á  par  del  castillo  de  Alfaro,  y  quemó  dos  na- 
ves que  halló  allí  surtas,  en  las  cuales  venían  tres  ban- 
deras de  infantería  española,  que  venían  de  Palermo  á 
Mesina.  La  una  era  la  compañía  que  fué  de  Macha - 
cao,  y  desta  venía  por  capitán  su  alférez  Luis  Quija- 
da; la  otra  de  D.  Diego  de  Tovar,  desta  venía  por 
capitán  un  nombradoSayavedra;  y  la  otra  de  Luis  Mén- 
dez de  Sotomayor.  Estos  capitanes  y  su  gente  hobie- 
ron  ventura  de  no  ser  tomados  de  las  galeras  de  Bar- 
barroja antes  que  saltasen  en  tierra,  porque  apenas  eran 


I 


—  4^1  —  (1534) 

fuera  de  las  naves  cuando  allegaron  las  velas  de  Bar- 
barroja  sobrellas.  Fué  la  causa  de  poderse  salvar  estos 
capitanes  y  gente,  que  venía  en  estas  naves  y  en  otra 
nave  y  un  galeón,  las  señales  que  les  hicieron  del  cas- 
tillo de  Melazo,  con  las  afumadas  y  mucha  artillería 
que  tiraban.  Mas  las  dos  naves  donde  iban  estas  tres 
compañías  iban  tan  desviadas  de  Melazo,  que  no  pu- 
dieron tomar  puerto,  por  el  poco  viento  que  tenian ;  y 
así  llegaron  allí,  donde  con  mucho  trabajo  se  desem- 
barcaron los  capitanes  con  su  gente.  La  otra  nave  y  el 
galeón,  por  quedar  más  traseros,  vinieron  al  puerto  de 
Melazo,  y  así  estuvo  el  armada  de  Barbarroja  á  par 
del  castillo  de  Alfaro,  hasta  ser  las  cinco  horas  de  no- 
che, que  zarpó  áncoras.  El  daño  que  hizo  en  la  torre 
de  Alfaro  fué  quemar  un  solar  de  la  torre,  que  era  de 
tablas ,  y  se  quemó  una  casa  que  allí  vecina  estaba.  Así 
se  fué  la  vuelta  de  Calabria,  y  fué  costeando  la  costa 
de  Calabria ,  hasta  Santo  Nochito,  que  es  una  tierra  de 
fasta  setecientos  fuegos,  y  la  metió  á  sangre  y  á  fuego, 
y  de  allí  fué  al  Sital,  que  es  una  villa  allí  vecina,  y  allí 
quemó  seis  galeras  que  se  hacian  por  mandado  del  Vi- 
sorey  de  Ñapóles;  y  va  costeando  la  costa  de  Ñapóles, 
fasta  llegar  á  Mola  y  á  Castello,  que  son  dos  villas  ve- 
cinas de  Gaeta,  cuanto  cinco  millas.  Aquí  estuvo  algu- 
nos dias,  de  do  fué  alguna  gente  de  la  suya  á  Fondi, 
que  es  una  fuerte  villa  que  está  desviada  de  Mola  diez 
millas.  Esta  gente  fué  por  partes  que  jamas  se  pensara 
que  por  allí  fuera  gente,  y  se  estimó  ser  guiada  esta 
gente  de  Barbarroja,  por  persona  nascida  en  aquel  país. 
Así  no  fueron  vistos  fasta  ser  llegados  á  la  villa,  y  fa- 
cen sus  emboscadas  vecinos  de  la  villa,  y  después  de 


(1534)  —  4^2  — 

haber  hecho  sus  emboscadas,  se  ponen  todos  los  demás 
entorno  de  la  villa,  mostrando  de  la  querer  combatir. 
Como  los  de  la  villa  viesen  tantos  turcos  en  su  villa, 
se  ponen  en  alguna  defensa ,  y  los  turcos  demandaron 
cabtelosamente  á  los  de  la  villa  que  les  abriesen  las  puer- 
tas para  que  entrasen  tras  dellos  á  se  fablar  con  los  que 
gobernaban  la  villa,  y  darles  cuenta  de  la  voluntad  de 
Barbarroja.  Como  los  de  la  villa  viesen  que  no  habia 
más  de  aquellos  tres  turcos  que  hablan  de  entrar  par 
de  la  puerta,  tales  les  abren  la  puerta  para  los  meter 
dentro,  y  como  los  que  estaban  en  las  emboscadas  viesen 
la  puerta  abierta,  arremeten  y  entran  y  mataron  y  cab- 
tivaron  algunos  de  los  de  la  villa  antes  de  se  meter  en  el 
castillo.  Pues  como  la  señora  de  la  villa,  que  en  el  cas- 
tillo estaba,  viese  tantos  turcos  en  su  villa,  no  fiándose 
en  la  defensa  de  su  castillo,  por  la  poca  gente  que  en 
él  tenía,  esta  señora,  con  sus  doncellas  y  con  algunos 
principales  servidores,  se  salen  por  la  puerta  falsa  del 
castillo  y  se  va  por  un  áspero  monte  hasta  arriba,  hasta 
llegar  á  una  villa,  que  está  de  allí  cinco  millas.  Por  la 
verdad  fué  una  cosa  de  gran  compasión  una  tan  deli- 
cada señora  con  sus  doncellas  ir  á  pié  por  unos  tan  ás- 
peros montes.  Así  se  salió  esta  señora  y  los  turcos  se 
volvieron  á  su  armada,  que  estaba  en  Mola  y  Caste- 
lon,  donde  estuvo  haciendo  daño  en  las  villas  comar- 
canas. Después  que  Barbarroja  con  su  armada  salió  de 
la  costa  de  Ñapóles,  pasó  en  el  reino  de  Tunes,  el  cual 
reino  estaba  algo  rebelado  contra  su  señor  el  rey  Mu- 
ley-Hazen,  porque  los  moros  del  reino  tenían  mejor 
voluntad  á  Muley-Araxid,  que  era  un  hermano  de  Mu- 
ley-Hazen,  el  rey,  su  señor.  Este  ¡Muley-Araxid  era 


—  463  —  (1534) 

feudo  del  reino  de  Túnez ,  y  dióse  en  servicio  del  Gran 
Turco,  porque  su  hermano  el  rey  Muley-Hazen  no  le 
hiciese  matar,  como  habia  hecho  matar  á  otros  sus  her- 
manos. Pues,  como  Barbarroja  supiese  que  los  moros 
de  Túnez  tenian  á  este  Muley-Araxid  mejor  voluntad 
que  á  su  señor  el  rey  Muley-Hazen ,  echa  fama  que 
llevaba  en  la  armada  á  este  Muley-Araxid,  y  que  por 
mandado  del  Gran  Turco  lo  iba  á  hacer  rey  en  el  reino 
de  Túnez.  Creyendo  el  rey  Muley-Hazen  que  en  la 
armada  de  Barbarroja  fuese  su  hermano  á  se  hacer  rey 
de  Túnez,  y  conociendo  en  sus  moros  tenelle  mejor 
voluntad,  no  fiando  en  su  defensa,  se  sale  de  Túnez 
con  algunos  de  sus  amigos,  y  se  va  en  Constantina  con 
ellos,  y  á  las  naves  que  están  de  allí  cuanto  una  jor- 
nada é  media.  Así  Barbarroja  con  poca  defensa  entra 
en  Túnez.  Viendo  el  rey  Muley-Hazen  y  los  moros 
de  Túnez  que  no  iba  allí  Muley-Araxid,  vuelve  á 
Túnez  con  algunos  de  los  alárabes,  y  asimismo  se  re- 
beló la  mayor  parte  de  los  moros  de  Túnez  contra  Bar- 
barroja, y  se  traban  en  escaramuza  los  moros  y  alara- 
bes  del  reino  contra  Barbarroja  é  sus  turcos  y  geníza- 
ros,  que  eran  hasta  diez  mil.  Esta  escaramuza  duró  un 
dia,  y  en  ella  murieron  hasta  ochocientos  moros  y  alá- 
rabes, é  fasta  docientos  turcos  y  genízaros.  Mas  como 
Barbarroja  con  sus  turcos  y  genízaros  tuviese  el  alca- 
zaba, facia  gran  daño  en  los  moros  con  el  artillería. 
Viendo  el  rey  Muley-Hazen  que  no  podría  echar  de 
Túnez  á  Barbarroja,  acordó  de  salirse  de  Túnez  con  sus 
más  amigos  y  irse  á  Constantina,  con  los  alárabes,  don- 
de primero  estaba,  y  así  se  quedó  Barbarroja  señor  de 
Túnez.  Después  destar  Barbarroja  en  Túnez,  desde  á 


(1534)  —  464  — 

dos  dias,  le  vinieron  á  dar  la  obidiencia  Synan  de  Ar- 
rer,  turco,  que  se  la  dio,  y  Chacadiablo  y  Tuchimani, 
turcos  todos  tres,  buenos  cosarios,  con  sus  armadas. 
Luego  envió  seis  galeras  en  Constantinopla  con  las  nue- 
vas de  su  Vitoria,  é  con  las  demás  se  partió  para  los 
puertos  donde  más  le  convenia  estar.  Mandó  que  en 
Argel  estuviesen  diez  galeras  y  en  Bona  quince,  y  en 
Biserta  quince  y  en  la  Goleta  de  Túnez  quince,  sin  las 
de  los  tres  cosarios;  y  dentro  del  canal  de  la  Goleta 
mandó  meter  catorce  galeras  que  tenía  desarmadas,  y 
otras  catorce  galeotas  y  fustas,  y  todos  los  otros  navios 
que  no  servian.  Así  comenzó  íi  dar  cargos  y  oficios  en 
el  reino  de  Túnez  á  quien  mucho  le  habia  servido;  a 
unos  gobiernos  de  castillos,  á  otros  de  tierras,  dando  á 
Tamadan  de  Balza,  renegado,  cargo  de  su  mayordomo 
mayor  é  justicia  y  alcaide  de  su  castillo  ó  alcazaba  de 
Túnez.  Este  le  habia  hecho  muchos  servicios ,  en  es- 
pecial habelle  hecho  el  artillería.  Esta  entrada  y  tomada 
de  Barbarroja  á  Túnez  fué  á  los  diez  y  ocho  de  Agosto^ 
un  martes,  cuatro  horas  antes  del  mediodía. 

Conviene  á  saber  cómo  á  los  veinte  é  ocho  de  Agosto^ 
queriéndose  pagar  la  compañía  del  capitán  Lezcano  y 
del  capitán  Hermosilla,  que  estaban  en  la  cibdad  de 
Mesina,  á  los  cuales  se  les  daba  una  paga,  los  solda- 
dos no  la  querían,  sino  ser  pagados  de  todo  lo  que  se 
les  debía  de  Koron.  Como  esto  vieron  el  capitán  Lez- 
cano y  el  capitán  Hermosilla,  les  dicen  que  la  toma- 
sen, y  sí  no,  que  se  tuviesen  por  despedidos  de  la  isla. 
Como  esto  oyeron  los  soldados,  quisieron  se  informar 
del  secretario  de  Mesina  (que  es  el  que  tiene  cargo  de 
dar  las  pagas)  de  cuántas  pagas  habian  dado  á  los  ca- 


—  465  —  (1534) 

pítanes,  y  el  secretario  les  dice  á  los  soldados  que  ha- 
bian  dado  dos  pagas  á  sus  capitanes,  mas  los  capitanes 
les  querian  quitar  el  socorro,  que  fué  una  paga  que  Ra- 
bian dado  cuando  dieron  á  todas  las  banderas  que  pa- 
gaban el  socorro,  como  arriba  dije.  Así  estos  soldados 
comenzaron  á  gridar,  arma,  arma,  y  se  ponen  en  motivo. 
Viendo  esto  el  capitán  Hermosilla,  se  quiso  poner  de- 
lante de  los  soldados,  pensando  de  les  poner  sosiego,  y 
con  palabras  de  mala  crianza  y  amenazas  se  fué  contra 
un  soldado,  queriéndole  ferir.  Como  esto  vido  el  sol- 
dado, que  con  tan  mala  crianza  le  hablaba  y  lo  queria 
herir,  abaja  el  arcabuz  que  tenía  en  el  hombro  y  le  pone 
á  los  pechos.  La  buena  ventura  del  capitán  quiso  que 
no  saliese  la  pelota,  no  encendiéndose  el  polvorín  que 
el  arcabuz  tenía;  y  viendo  esto  el  capitán  Hermosilla, 
como  venían  más  soldados  por  querelle  matar,  da  á 
fuir,  yéndose  á  su  posada.  Al  tiempo  que  el  capitán 
Hermosilla  iba  fuyendo,  le  tiran  un  arcabuzazo  que  le 
pasó  la  capa  que  llevaba  cubierta,  é  pasó  una  pierna  á 
un  paje  que  par  de  sí  llevaba.  Así  se  escondió  en  su 
casa,  y  con  él  algunos  de  los  soldados  de  su  compañía 
de  sus  más  amigos,  y  todos  los  otros  soldados  le  cer- 
caron la  casa,  poniéndole  paja  á  la  puerta,  para  querer 
quemar  al  capitán  y  soldados  que  con  él  estaban;  y  si 
no  fuera  por  algunos  soldados  de  los  de  fuera,  que  tu- 
vieron respeto  á  alguno  de  sus  amigos  que  tenían  den- 
tro con  el  capitán,  no  se  excusara  que  fuese  quemado 
el  capitán  y  los  soldados  que  con  él  estaban.  Viendo 
esto  el  capitán,  huye  de  su  casa,  no  queriendo  esperar 
que  los  soldados  le  mostrasen  su  voluntad,  y  como  los 
de  la  cibdad  de  Mesina  viesen  que  los  soldados  estu- 


(1534)  —  466  — 

viesen  puestos  en  aquel  motivo  y  de  tan  mala  voluntad 
contra  de  sus  capitanes,  viene  á  les  hablar  el  Barón  de 
la  Escaleta,  que  es  uno  de  los  de  la  cibdad  de  Mesina 
y  de  los  principales  barones  del  reino,  y  demandándo- 
les su  voluntad  y  por  qué  hacian  aquel  motivo,  ellos 
le  dicen  la  causa  de  su  motivo,  que  era  demandar  todo 
lo  que  se  les  debía  y  que  querian  ser  pagados,  pues  que  lo 
habian  bien  servido  en  Koron  con  demasiada  fatiga;  y 
pues  el  Emperador  mandaba  pagar  muy  por  entero, 
no  querian  que  los  capitanes  se  lo  quitasen.  Viendo  esto 
el  Barón  de  la  Escaleta,  les  dice  que  ellos  tenian  justo 
en  querer  ser  pagados  de  su  servicio,  pues  fué  tan  JDue- 
no,  y  que  les  rogaba  que  estuviesen  en  Mesina  sin  facer 
movimiento  alguno,  que  él  les  prometia  de  gastar  con 
ellos  todo  lo  que  tenía,  fasta  empeñar  su  estado.  Todos 
los  soldados  lo  agradescieron  mucho  y  le  dan  las  gra- 
cias como  á  tal  caballero  convenia,  y  le  suplicaban  que 
tuviese  por  bien  de  perdonalles  el  no  querer  acetar  su 
mandado,  porque  su  voluntad  era  de  no  estar  más  en 
la  isla  de  Sicilia,  pues  que  tan  mal  eran  tratados,  y  so- 
bre todo  de  sus  capitanes,  que  los  habian  despedido. 
Asimesmo  vino  á  ellos  fray  Buenaventura,  por  ver  si 
los  podria  tener  en  quietud;  mas  no  pudo  tanto  con 
ellos  que  no  le  respondiesen  como  al  Barón  de  la  Es- 
caleta habian  respondido.  Ansí  demandaron  a  los  prin- 
cipales de  Mesina  una  nave,  y  que  la  proveyesen  de  las 
provisiones  que  habian  menester:  y  como  los  soldados  lo 
demandaron,  los  de  Mesina  lo  proveyeron,  señalándo- 
les un  galeón,  y  los  soldados  hacen  embarcar  su  ropa  y 
servidores,  y  el  dia  siguiente,  un  sábado  tarde,  se  em- 
barcaron los  soldados,  que  eran  hasta  ciento  y  ochenta. 


—  467  —  (1534) 

buenos  soldados;  y  como  fuese  noche,  se  pasaron  á  la 
Calabria,  vecinos  á  Rígoles.  También  pasaron  en  bar- 
cas los  soldados  que  el  capitán  Rojas  tenía  en  guarda 
del  Salvador,  que  no  le  quedaron  hasta  treinta.  Ansi- 
mismo  pasaron  otros  muchos  que  eran  venidos  de  Za- 
ragoza, porque  se  habían  amotinado  por  haber  sabido 
el  concierto  que  dijo  el  capitán  Alonso  Carrillo  á  los 
dos  soldados  de  Francisco  Sarmiento,  que  arriba  dije. 

Después  de  ser  todos  juntos,  envían  sus  letras  á  don 
Pero  González  de  Mendoza,  visorey  de  Calabria,  para 
que  les  diese  paso  y  les  enviase  un  comisario  que  los 
alojase  por  la  Calabria.  Ansí  les  fué  mandado  un  co- 
misario que  los  acompañó,  haciéndoles  dar  provisiones, 
por  sus  dineros,  en  las  tierras,  y  así  se  pasaron  en  Italia. 

Pues  como  el  capitán  Lezcano  y  el  capitán  Hermo- 
silla  viesen  cómo  se  les  era  ida  la  gente,  se  van  en  Pa- 
lermo  y  lo  hacen  saber  al  Visorey,  y  cómo  quedaban 
con  tan  poca  gente;  de  lo  cual  el  Visorey  fué  mal  con- 
tento, por  haber  salido  tantos  españoles  de  la  Isla  y  por 
haber  venido  Barbarroja  á  Túnez  con  tantos  turcos. 
Así  mandó  que  en  Mesina  quedase  el  capitán  Quijada 
con  su  compañía,  por  haber  venido  él  y  Sayavedra  é 
Luis  Méndez  de  Sotomayor  con  sus  compañías  á  Me- 
sina, cuando  se  desembarcaron  de  las  dos  naves  que 
quemó  la  gente  de  Barbarroja,  como  arriba  dije.  E 
mandó  que  el  capitán  Sayavedra  y  el  capitán  Luis  Mén- 
dez, con  sus  compañías,  se  embarcasen  en  las  nueve 
galeras  de  Antonio  Doria,  que  en  el  puerto  estaban,  y 
que  pasasen  en  Genova. 

Como  hubiesen  venido  allí,  por  todas,  tres  compañías 

que  en  las  dos  naves  venian,  así  quedó  la  cibdad  de 

30 


(T534)  —  468  — 

Mesina  con  tan  poca  gente  de  guerra  para  podella  de- 
fender si  fuera  menester,  que  los  de  Mesina  estaban  mal 
contentos,  porque  no  sabían  lo  que  haria  Barbarroja 
con  su  armada. 

Viendo  el  Visorey  cómo  Barbarroja  era  pasado  en 
Túnez,  y  viendo  que  aquella  frontera  estuviese  tan  mal 
proveída  de  gente  de  guerra,  pues  no  habia  más  en 
Trápana  que  la  compañía  del  capitán  Pelus,  mando 
que  fuese  á  Trápana  el  capitán  Luis  Quijada,  con  su 
compañía,  y  así  salió  de  Mesina  á  los  veinte  é  cuatro 
de  Septiembre ,  en  ciertas  barcas.  Esta  noche  vino  al 
puerto  de  Melazo,  y  por  ser  el  viento  contrario,  estuvo 
fasta  el  domingo  siguiente,  por  la  mañana,  que  salió 
del  puerto  de  Melazo,  haciendo  su  viaje.  También  vino 
mandado  del  Visorey  al  capitán  Francisco  Sarmiento, 
que  estaba  en  Melazo,  para  que  fuese  en  Palermo,  don- 
de el  Visorey  estaba;  y  así  salió  de  Melazo  el  postrero 
dia  de  Septiembre  ^  dando  el  cargo  de  la  guardia  de  Me- 
lazo al  capitán  Alonso  Carrillo,  que  era  venido  de  Za- 
ragoza, y  se  embarca  con  su  gente  en  ciertas  barcas,  y 
el  primero  dia  de  Otubre y  un  jueves,  de  mañana,  sale 
del  puerto  de  Melazo,  faciendo  su  viaje  la  vuelta  de 
Palermo.  Esta  noche  llegó  al  cabo  de  Orlando ,  que  es 
una  pequeña  punta  que  entra  en  la  mar,  y  está  cuarenta 
é  dos  millas  de  Melazo,  y  aquí  en  este  cabo,  en  lo  más 
alto  de  la  punta,  hay  un  castillo  del  Barón  de  Sant 
Marco.  Aquí,  al  pié  deste  castillo,  vide  unas  dos  muy 
antiguas  paredes,  que  quieren  decir  que  aquí  metía 
Roldan  sus  galeras,  y  por  esto  se  dice  el  cabo  de  Or- 
lando. 

Otro  dia  siguiente  se  navegó  hasta  llegar  á  un  anti- 


—  469  —  (1534) 

guo  castillo,  que  estaba  orillas  de  la  mar,  y  se  dice  el 
castillo  de  Tisarca,  del  Marqués  de  Irache,  do  se  es- 
tuvo hasta  los  siete  de  Otuhre  ^  por  serle  el  viento  con- 
trario. Este  dia,  como  quiso  anochescer,  llegaron  las 
barcas  á  la  cibdad  de  Chefalo,  que  es  una  antigua  cib- 
dad;  aquí  estaba  un  castillo,  y  estaba  algo  de  él  por 
tierra,  y  se  podria  hacer  cosa  fuerte,  por  ser  la  mon- 
taña donde  estaba  toda  de  peña  atajada.  Es  cosa  altísi- 
ma, no  se  puede  subir  en  ella  sino  es  por  un  estrecho 
paso,  que  bien  se  podria  defender.  Tiene  gran  señorío 
sobre  la  cibdad  y  marina,  porque  está  al  pié  de  la  mon- 
taña. Aquí  estuvieron  las  barcas,  por  serles  el  viento 
contrario,  fasta  los  once  de  Otubre ,  que  se  hicieron  a  la 
vela  con  próspero  viento.  Esta  noche  llegaron  al  casti- 
llo de  Solanto,  pasando  el  cabo  de  Mandria,  que  es  un 
cabo  muy  peligroso,  y  otro  dia  de  mañana  se  pasó  el 
cabo  de  Mangervino,  los  cuales  dos  cabos  son  la  propia 
Berbería ,  según  son  allí  ordinarias  las  fustas  de  los  tur- 
cos y  moros  cosarios.  Son  aquí  en  este  cabo  de  Man- 
gervino altas  las  montañas,  las  cuales  montañas  tienen 
unas  aberturas  donde  entra  la  miar,  y  en  estas  abertu- 
ras se  hacen  unas  muy  secreptas  calas,  donde  se  pue- 
den esconder  fustas  y  galeotas  de  cosarios,  sin  que  pue- 
dan ser  vistas  de  las  montañas  ni  de  la  mar,  hasta  lle- 
gar á  las  calas.  Ansí  se  pasó  este  cabo,  sin  hallar  nadie 
en  él  que  nos  diese  estorbo,  haciendo  nuestro  viaje  á  la 
cibdad  de  Palermo;  al  cual  se  allegó  este  mismo  dia, 
lunes,  casi  á  la  hora  del  mediodia,  y  nos  desembarca- 
mos á  una  milla  desviados  de  la  cibdad.  Yendo  á  la 
cibdad  el  capitán  Francisco  Sarmiento,  con  su  gente,  le 
fué  tomada  muestra  de  la  gente  que  llevaba,  por  man- 


(1534)  —  470  — 

dado  del  Visorey,  y  así  fué  alojado  en  un  jardín,  ve- 
cino á  las  murallas  de  Palermo.  Aquí  se  reposó  el  dia 
siguiente,  martes,  hasta  haber  habido  al  capitán  Fran- 
cisco Sarmiento  el  despacho  de  la  voluntad  del  Viso- 
rey,  de  que  el  capitán  Francisco  Sarmiento,  con  su  gen- 
te, fuese  en  guardia  de  dos  tierras  que  están  hacia  la 
costa  de  Berbería,  las  cuales  eran  la  cibdad  de  Mazara 
y  la  otra  Marsala,  y  con  este  despacho  el  capitán  PVan- 
cisco  Sarmiento,  con  su  gente,  se  partió  á  los  catorce 
de  Otubre ^  un  miércoles,  al  mediodía.  Este  dia  se  pasó 
por  Monreal,  que  está  á  cuatro  millas  de  Palermo; 
aquí  hay  una  iglesia  de  frailes  de  la  orden  de  San  Be- 
nito, la  cual  iglesia  se  dice  Nuestra  Señora  de  Monreal, 
y  es  cosa  rica  lo  que  toma  el  coro  y  el  altar  mayor  y 
otras  partes  de  la  iglesia.  Las  paredes  y  suelo  son  de 
losas  de  jaspe  y  alabastro,  y  hay  otras  muy  menudas  y 
sotiles  labores,  que  son  cosa  muy  rica.  Hasta  entonces 
yo  no  había  visto  cosa  de  iglesia  que  fuese  más  de  ver. 
Aquí  habia  un  riquísimo  relicario,  que  hizo  el  car- 
denal Cardona,  siendo  de  aquí  arzobispo,  que  tiene 
muchas  reliquias,  según  me  fué  dicho  por  unos  princi- 
pales frailes.  Están  en  esta  iglesia  las  tripas  de  Sant 
Luis,  rey  de  Francia,  porque  dicen  que  allí  murió, 
viniendo  de  Berbería.  También  están  allí  dos  reyes  en- 
terrados, que  son  el  rey  Mal  Guillermo  y  el  rey  Buen 
Guillermo,  su  hijo.  Este  rey  Mal  Guillermo  fué  un  ti- 
ranísimo rey,  que  se  hizo  dar  toda  la  moneda  deste 
reino,  y  que  se  hiciesen  monedas  de  suelas  de  zapatos,  y 
toda  esta  moneda  la  mandó  esconder  en  unas  paredes 
que  tenía  cabe  una  fuente  en  un  jardín.  Siendo  muerto 
este  rey  Mal  Guillermo,  y  estando  durmiendo  su  hijo. 


—  471  —  (1534) 

el  rey  Buen  Guillermo,  á  par  de  una  fuente  y  unos  edi- 
ficios que  allí  estaban  en  el  jardín ,  los  cuales  estaban 
guardando,  ven  que  de  la  boca  del  rey  Buen  Guillermo 
salían  unas  serpientes  y  subian  por  aquellos  edificios 
que  allí  cabe  la  fuente  estaban ,  y  cómo  se  tornaban  á 
bajar  y  se  iban  á  meter  en  la  boca  del  rey  Buen  Gui- 
llermo. Como  esto  ven  los  que  á  este  Rey  guardaban, 
le  despiertan  y  le  cuentan  todo  aquello  que  habían  vis- 
to; y  como  esto  fué  oido  por  el  rey  Buen  Guillermo, 
mandó  que  fuesen  deshechos  aquellos  edificios  por  do 
las  serpientes  habían  subido.  Así  fué  hallado  el  tesoro 
que  su  padre  había  allí  mandado  meter,  y  deste  tesoro 
fué  hecha  esta  iglesia,  en  el  mesmo  jardín  donde  se  ha- 
llaron los  dineros ;  y  do  estaba  la  fuente  y  edificios  está 
agora  el  altar  mayor.  Esta  iglesia  fué  santificada  por  la 
persona  del  papa  Alexandre  tercio,  el  cual  Papa  vino 
en  este  reino  por  la  persecución  del  emperador  Fedríco 
segundo.  Renta  esta  iglesia  cada  un  año  doce  mil  du- 
cados, y  esta  renta  goza  al  presente  el  cardenal  Sal  mon- 
te, florentin. 

Caminando  por  sus  jornadas,  llegó  este  capitán  con 
su  gente  el  sábado  siguiente ,  á  la  hora  de  puesto  el  sol, 
en  la  cibdad  de  Mazara,  donde  dejó  á  D.  Francisco  de 
Mendoza,  su  alférez,  con  la  bandera  y  la  mitad  de  la 
gente,  que  era  hasta  trecientos  soldados;  y  otro  día  de 
mañana  salió  el  dicho  capitán  Francisco  Sarmiento  de 
Mazara,  con  la  otra  mitad  de  la  gente,  y  va  á  Marsa- 
la,  en  la  cual  entró  el  mesmo  día,  domingo,  á  los  diez 
y  ocho  de  O t ubre.  Así  fueron  alojados  en  ciertas  casas 
que  les  fueron  señaladas  por  los  jurados  de  la  tierra. 

A  los  trece  de  Diciembre,  un  jueves,  tarde,  vino  al 


(1534)  -  472  — 

puerto  de  Marsala  una  saetía,  en  la  cual  venía  fray 
Juan  de  Irribas,  comendador  del  monesterio  de  Tudela 
de  Navarra,  y  traía  hasta  diez  cautivos,  que  había  res- 
catado en  Túnez.  Había  salido  de  Túnez  un  dia  an- 
tes, miércoles,  casi  á  la  hora  del  mediodía,  y  por  selle 
el  viento  contrario  para  ir  en  Palermo,  vino  á  este 
puerto  ó  playa  de  Marsala,  y  aquí  saltó  en  tierra  con 
su  gente;  y  los  jurados  de  Marsala  le  señalaron  una  pe- 
queña iglesia,  que  estaba  fuera  de  la  tierra,  do  estu- 
viese él  y  su  gente  algunos  días,  con  recelo  que  no  tra- 
jesen alguna  enfermedad  de  la  peste.  Como  se  conosció 
no  traer  tal  enfermedad,  y  sobre  su  juramento  que  no 
la  había  entre  ellos,  le  dieron  licencia  que  pudiese  ir  al 
Vísorey,  que  al  presente  se  hallaba  en  Palermo,  para 
íntormalle  de  todo  lo  que  había  pasado  en  Túnez,  pues 
á  la  entrada  de  Barbarroja  se  halló  dentro  en  Túnez. 
Aquí  se  acaban  los  hechos  del  año  de  mil  é  quinientos 
é  treinta  é  cuatro. 


FIN    DEL    TOMO    PRIMERO. 


I 


PLANTILLA 


PARA    LA    COLOCACIÓN    DE    LAS    LAMINAS    DE    ESTE  PRIMER    TOMO, 


PÁGINAS. 


Retrato  del  Emperador Portada. 

Id.     de  D.  Hugo  de  Moneada 211 

Id.     de  D.  Juan  de  Urbina 235 


SOCIEDAD 


BIBLIÓFILOS    ESPAÑOLES. 


1.  Excmo.  Sr.  D.Juan  Eugenio  Hartzenbusch. 

2.  Sr.  D.  Pascual  de  Gayángos. 

3.  Illmo.  Sr.  D.  Cayetano  Rosell. 

4.  Illmo.  Sr.  D.  Braulio  Antón  Ramírez. 

5.  Sr.  D.  José  Godoy  Alcántara. 

6.  Sr.  D.  José  Almirante. 

7.  Sr.  D.  Mariano  Carderera. 

8.  Excmo.  Sr.  D.  José  Fernandez  Giménez. 

9.  Sr.  D.  Mariano  Vergara. 

10.  Sr.  D.  José  María  Escudero  de  la  Peña. 

11.  Sr.  D.  Francisco  Asenjo  Barbieri. 

12.  Sr.  D.  Santos  de  Isasa. 

13.  Sr.  D.  Antonio  Peñaranda. 

14.  Sr.  D.  José  García  y  García. 

15.  Sr.  D.  Vicente  Vignau. 

16.  Illmo.  Sr.  D.  Miguel  Colmeiro. 

17.  Illmo.  Sr.  D.  Manuel  Colmeiro. 

18.  Sr.  D.  Valentín  Carderera. 

19.  Sr.  D.  Juan  Facundo  Riaño. 

20.  Sr.  D.  Jacinto  Sarrasí. 

21.  Sr.  D.  José  de  Castro  y  Serrano. 

22.  Illmo.  Sr.  D.  Ramón  Llórente  y  Lázaro. 


—  476  — 

23.  Sr.  D.  Toribio  del  Campillo. 

24.  Illmo.  Sr.  D.  Gregorio  Cruzada  Villaamil. 

25.  Exorno.  Sr.  D.  Antonio  Cánovas  del  Castillo. 

26.  Sr.  D.  Cándido  Bretón  Orozco. 

27.  Sr.  D.  José  María  Octavio  de  Toledo. 

28.  Sr.  D.  Manuel  Rico  y  Sinobas. 

29.  Sr.  D.  Carlos  Castrobeza. 

30.  Sr.  D.  Genaro  Alenda  Mira  de  Pcrccval. 

31.  Sr.  D.  Anacleto  Buelta. 

32.  Sr.  D.  Máximo  de  la  Cantolla. 

33.  Sr.  D.  Fernando  de  Castro. 

34.  Excmo.  Sr.  D.  Manuel  Lasala. 

35.  Sr.  D.  Eugenio  MafFei. 

36.  Excmo.  Sr.  Marqués  de  la  Fuensanta  del  Valle. 

37.  Sr.  D.  Francisco  Moya. 

38.  La  Biblioteca  Nacional. 

39.  Sr.  D.  Joaquín  de  Azpiazú  y  Cuenca. 

40.  Excmo.  Sr.  D.  Vicente  Barrantes. 

41.  Sr.  D.  Joaquín  Ceballos  Escalera. 

42.  Sr.  D.  Sebastian  de  Soto. 

43.  Excmo.  Sr.  Marqués  de  la  Mesa  de  Asta. 

44.  Excmo.  Sr.  Marqués  de  la  Vega  de  Armijo. 

45.  Sr.  D.  Francisco  Escudero  y  Perosso. 

46.  Excmo.  Sr.  D.  Trinidad  Sicilia. 

47.  Excmo.  Sr.  D.  Manuel  Silvela. 

48.  Sr.  D.  Fermin  Hernández  Iglesias. 

49.  Sr.  D.  José  Pérez  de  Guzman. 

50.  Sr.  D.  Ricardo  Heredia. 

51.  Sr.  D.  Mariano  de  Zabálburu. 

52.  Excmo.  Sr.  D.  José  de  Posada  Herrera. 

53.  Sr.  D.  Eduardo  de  Mariátegui. 

54.  La  Biblioteca  del  Ministerio  de  Gracia  y  Justicia. 

55.  Sr.  D.  Emilio  Ruiz  de  Salazar. 


—  477  — 

56.  Excmo.  Sr.  D.  Antonio  Hurtado. 

57.  Sr.  D.  Isidro  Autran. 

58.  Sr.  D.  Francisco  Cutanda. 

59.  Sr.  D.  Luis  Vidart. 

60.  Excmo.  Sr.  Conde  de  Villanueva  de  Perales. 

6 1 .  Illmo.  Sr.  D.  Félix  García  Gómez. 

62.  Excmo.  Sr.  Marqués  de  la  Torrecilla, 

63.  Sr.  D.  Francisco  M.  Tubino. 

64.  Sr.  D.  Manuel  Ruiz  Higuero. 

65.  Sr.  D.  Manuel  Pastor  y  Polo. 

66.  Excmo.  Sr.  D.  Tomas  María  Mosquera. 

67.  Sr.  D.  Ricardo  Chacón. 

68.  Excmo.  Sr.  Marqués  de  Sardoal. 

69.  Excmo.  Sr.  D.  Emilio  Castelar. 

70.  Illmo.  Sr.  Vizconde  del  Pontón. 

71.  Excmo.  Sr.  Marqués  de  Corvera. 

72.  Sr.  D.  Nilo  María  Fabra. 

73.  Excmo.  Sr.  D.  Luis  de  Estrada. 

74.  Sr.  D.  Ángel  Echalecu. 

75.  Sr.  D.  Diego  López  de  Moría. 

76.  Illmo.  Sr.  D.  Julián  de  Zugasti  y  Saenz. 

77.  Excmo.  Sr.  Marqués  de  Aranda. 

78.  Excmo.  Sr.  Marqués  de  Heredia. 

79.  Sr.  D.  José  Carranza  y  Valle. 

80.  Illmo.  Sr.  D.  Justo  Pelayo  Cuesta. 

81.  Sr.  D.  Ramón  López  Cano. 

82.  Excmo.  Sr.  D.  Joaquín  Salafranca. 

83.  Sr.  D.  Fermín  Lasala. 

84.  Excmo.  Sr.  Conde  de  Placencia. 

85.  Excmo.  Sr.  Duque  de  Alburquerque, 

86.  Illmo.  Sr.  D.  Ramón  Miranda. 

87.  Illmo.  Sr.  D.  José  Ribero. 

88.  Sr.  D.  Amos  de  Escalante. 


-  478  - 

89-  Sr.  D.  Ramón  de  Campoamor. 

90.  Sr.  Conde  de  San  Julián. 

91.  Sr.  D.  Juan  Uña. 

92.  Sr.  D.  Joaquín  Maldonado  Macanaz. 

93.  Illmo.  Sr.  D.  Lope  Gisbert. 

94.  Sr.  D.  Manuel  Goicoechea. 

95.  Excmo.  Sr.  Marqués  de  Cabriñana. 

96.  El  Ateneo  de  Madrid. 

97.  Sr.  D.  Juan  Mané  y  Flaquer. 

98.  Sr.  D.  Patricio  Aguirre  de  Tejada. 

99.  Excmo.  Sr.  D.  José  de  Éntrala  y  Perales. 

100.  Illmo.  Sr.  D.  Francisco  Barca. 

1 01.  Excmo.  Sr.  D.  Leopoldo  Augusto  de  Cueto. 

102.  Sr.  D.  Mariano  Vázquez. 

103.  Sr.  D.Juan  Federico  Muntadas. 

104.  Sr.  Conde  de  Villaverde  la  Alta. 

105.  Excmo.  Sr.  D.  Eugenio  Moreno  López. 

106.  Sr.  D.  Carlos  de  Haes. 

107.  Sr.  D.Antonio  Terreros. 

108.  Sr.  D.  Carlos  Ramírez  de  Arellano. 

109.  Sr.  D.  Manuel  Jontoya. 
lio.  La  Biblioteca  Colombina. 

111.  Sr.  D.  Eduardo  Sánchez  y  Rubio. 

112.  La  Biblioteca  del  Senado. 

113.  Sr.  D.  Vicente  de  Soliveres  y  Miera. 

1 14.  Sr.  D.  José  de  Garnica. 

115.  La  Biblioteca  del  Ministerio  de  Ultramar. 

116.  Excmo.  Sr.  D.  Bonifacio  Cortés  Llanos. 

1 17.  Illmo.  Sr.  D.  Manuel  Merelo. 

118.  Sr.  D.  Adolfo  Mentaberri. 

1 19.  Sr.  D.  Eduardo  Gasset  y  Matheu. 

1 20.  Illmo.  Sr.  D.  Manuel  Cañete. 

121.  Sr.  D.  Francisco  de  Borja  Pabon. 


I 


—  479  — 
[22.  Excmo.  Sr.  Marqués  de  Molins. 

123.  Sr.  D.  Francisco  Bertnudez  de  Sotomayor. 

1 24.  Excmo.  Sr.  D.  Francisco  Millan  y  Caro. 

125.  Excmo.  Sr.  Marqués  de  la  Merced. 

26.  Sr.  D.  Manuel  R.  Zarco  del  Valle. 

27.  Sr.  D.  Isidoro  de  Urzaiz. 
iiS.  Sr.  D.  Fernando  Fulgosio. 

29.  Sr.  D.  Rafael  Blanco  y  Criado. 

30.  Excmo.  Sr.  Marqués  de  Vallejo. 
[31.  Sr.  D.  Lucio  Domínguez. 

132.  Illmo.  Sr.  D.  Fermin  de  la  Puente  y  Apezechea. 
[33.  Sr.  D.  Ángel  Laso  de  la  Vega  y  Arguelles. 
134.  Sr.  D.  Salvador  de  Torres  y  Aguilar. 
35.  La  Biblioteca  de  la  Real  Academia  Española. 
[36.  Sr.  D.  Fernando  Fernandez  de  Velasco. 
37.  Sr.  D.  Ramón  Rúa  Figueroa. 
138.  Excmo.  Sr.  D.  Joaquín  Ruiz  Cañábate. 
;39.  Sr.  D.  José  Sehneidre  y  Reyes. 
[40.  Sr.  D.  Francisco  Morcillo  y  León. 
141.  Sr.  D.  Juan  José  Díaz. 
[42.  Sr.  D.  Pedro  N.  Oseñalde. 
143.  Sr.  D.  Carlos  Susbielas. 
[44.  Illmo.  Sr.  D.  Federico  Hoppe. 
[45.  Sr.  D.  José  Plazaola. 
[46.  Excmo.  Sr.  D.  Bonifacio  Montejo. 
[47.  Sr.  D.  Damián  Menendez  Rayón. 
148.  Sr.  D.  Francisco  de  Paula  Canalejas. 
[49.  Frederic  W.  Cosens.  Esq. 
50.  Robcrt  S.  Turner.  Esq. 
:5l.  Excmo.  Sr.  Marqués  de  Pidal. 
[52.  Excmo.  Sr.  Vizconde  de  Manzanera. 

53.  Sr.  D.  Juan  de  Tro  y  Ortolano. 

54.  Excmo.  Sr.  Marqués  de  Barzanallana, 


—  48o  — 

55.  Excmo.  Sr.  Conde  de  Valencia  do  Don  Juan. 

56.  Sr.  D.  Carlos  Bailly-Baillicrc. 

57.  Sr.  D.  José  María  Asensio. 

58.  Real  Academia  de  la  Historia. 

59.  Illmo.  Sr.  D.  Fernando  Balsalobre. 

60.  Illmo.  Sr.  D.  Juan  Valora. 

61.  Excmo.  Sr.  D.  Gabriel  Enriquez. 

62.  Sr.  Conde  de  Torre  Pando. 

63.  Excmo.  Sr.  Duque  de  Gor. 

64.  Sr.  D.  Vicente  de  la  Fuente. 

65.  Sr.  D.  Félix  Maiía  de  Urcullu  y  Zulucta. 

66.  Sr.  D.  Francisco  de  Borja  Palomo. 

67.  Sr.  Marqués  de  Valducza. 

68.  Excmo.  Sr.  D.  José  Fariñas. 

69.  Sr.  D.  Luis  de  la  Escosura. 

70.  Sr.  D.  Jesús  Muñoz  y  Rivero. 

71.  Sr.  Conde  de  Agrámente. 

72.  Sr.  D.  Manuel  Cerda. 

73.  Biblioteca  del  Ministerio  de  Fomento. 

74.  Sr.  D.  Mariano  Bosch  y  Arroyo. 

75.  Sr.  D.  José  Sancho  Rayón. 

76.  Sr.  D.  Cayetano  Manrique. 

"]"].  Sr.  D.  Antonio  Martin  Gamero. 

78.  Excmo.  Sr.  Marqués  de  Casa  Loring. 

79.  Excmo.  Sr.  D.  Adelardo  López  de  Ayala. 

80.  Sr.  D.  Fernando  Arias  Saavedra. 

81.  Illmo.  Sr.  D.  Santiago  Ortega  y  Cañamero. 

82.  Sr.  D.Juan  Nepomuceno  Jaspe. 

83.  Sr.  D.  Alfonso  Duran. 

84.  Biblioteca  provincia  del  Toledo. 

85.  Sr.  D.  José  de  Santucho  y  Marengo. 

86.  Sr.  D.  Enrique  Suender  y  Rodríguez. 

87.  Doctor  E.  Thebussem. 


I 


—  48i  — 

1 88.  Excmo.  Sr.  Duque  de  Frias. 

189.  Sr.  Conde  de  San  Bernardo. 

190.  Excmo.  Sr.  D.  Eugenio  Montero  Rios. 

191.  Sr,  D.  José  Mokó. 

192.  Biblioteca  de  la  Escuela  de  Minas. 

193.  Illmo.  Sr.  D.  Manuel  Ortiz  de  Pinedo. 

194.  Excmo.  Sr.  D.  Juan  Guillen  Buzaran. 

195.  Sr.  D.José  Antonio  Balenchana. 

196.  Sr.  D.  Manuel  Pastor  y  Landero. 

197.  Duque  de  Montpensier. 

198.  Condesa  de  París. 

1 99.  Sr.  D.  Julio  Baulenas  y  Oliver. 

200.  Sr.  D.  Marcial  Taboada. 

201.  Sr.  D.  Manuel  Pérez  Seoane. 

202.  Illmo.  Sr.  D.  Antonio  María  Fabié, 

203.  Sr.  Conde  de  Roche. 

204.  Sr.  D.  Carlos  Ramírez  de  Arellano  y  Trevilla. 

205.  Sr.  Conde  de  Adanero. 

206.  Sr.  D.  Juan  Martorell. 

207.  Sr.  D.  Bernardino  Fernandez  de  Velasco. 

208.  Sr.  D.  José  Fontagud  Gargollo. 

209.  Excmo.  Sr.  D.  Manuel  León  Moncasi. 

210.  Sr.  D.  Enrique  Rouget  de  Lóseos. 

211.  Sr.  D.  Joaquín  Arjona. 

212.  Sr.  D.  Salvador  López  Guijarro. 

213.  Sr.  D.  Lino  Peííuelas. 

214.  Sr.  D.  Manuel  Carboneres. 

215.  Sr.  D.  Eugenio  de  Nava  Caveda. 

216.  Excmo.  Sr.  Marqués  de  Miravel. 

2 1 7.  Excmo,  Sr.  Conde  de  Casa  Galindo. 

218.  Sr.  D.  Hermann  Knust. 

219.  Sr.  D.  José  de  Palacio  y  Vitery. 

220.  Sr.  D.  J,  N.  de  Acha, 


—  482  — 

22  1.  Sr.  D.  Juan  Llordachs. 

222.  Sr.  D.  Juan  Rodriguez. 

223.  Sr.  D,  Agustín  Felipe  Pero. 

224.  Sr.  D.  Juan  de  Aldana. 

225.  Sr.  D.  Juan  Gualberto  Ballesteros. 

226.  Sr.  D.  Pablo  Cuesta. 

227.  Sr.  D.  Manuel  Gavin. 

228.  Sr.  D.  Manuel  Catalina. 

229.  Sr.  D.Juan  Manuel  Ranero. 

230.  Sr.  D.  José  Ignacio  Miró. 

231.  Sr.  Marqués  de  Casa  Torres. 

232.  Sr.  D.  Marcos  Sánchez. 

233.  Sr.  D.  Eduardo  Lustanó. 

234.  Sr.  D.  Fernando  Nuñez  Arenas. 

235.  Sr.  D.  José  Coll  y  Vehy. 

236.  Sr.  D.  José  Llordachs. 

237.  Sr.  D.  Laureano  Pérez  de  Arcas. 

238.  Sr.  Conde  de  Canillas  de  los  Torneros. 

239.  Excma.  Sra.  Condesa  viuda  del  Montijo. 

240.  Sr.  D.  Ramón  Sisear. 

241.  Sr.  Gerold,  de  Viena. 

242.  Sr.  D.Juan  Martin  Fraqui. 

243.  Sr.  D.  Joaquín  Zugarramurdi. 

244.  Sr.  D.  Nicolás  Gato  de  Lema. 

245.  Sr.  D.  Donato  Guio. 

246.  Sr.  D.  Blas  Oses. 

247.  Sr.  D.  Gaspar  Nuñez  de  Arce. 

248.  Sr.  D.  Manuel  Rodriguez. 

249.  Excmo.  Sr.  Marqués  de  San  Miguel  de  la  Vega. 

250.  Sr.  D.  Guillermo  Morphy. 

251.  Sr.  D.  Marcos  Jiménez  de  la  Espada. 

252.  Sr.  D.  Leopoldo  Martínez  y  Reguera. 

253.  Excmo.  Sr.  D.  Segismundo  Moret. 


-  483  - 

254*  Sr.  D.  Santiago  Pérez  Junquera. 

255.  Sr.  D.  Fidel  de  Sagarminaga. 

256.  Sr.  Marqués  de  San  Carlos. 

257.  Sr.  D.  Domingo  Pérez  Gallego. 

258.  Sr.  D.  Mariano  Soriano  Fuertes. 

259.  Sr.  D.  Sebastian  Rejano  de  Tejada. 

260.  Sr.  D>  Mariano  Fortuny. 

261.  Sr.  D.  Luis  Asensi. 

262.  Sr.  D.  Vicente  Pelero. 

263.  Sr.  D.  Salvador  de  Albacete. 

264.  Sr.  D.  Federico  Uhagon. 

265.  Sr.  D.  Benito  Perdiguero. 

266.  Excmo.  Sr.  D.  Francisco  Romero  Robledo. 

267.  Sr.  D.  Federico  Sawa. 

268.  Sr.  D.  Antonio  de  Santiyan. 

269.  Illmo.  Sr.  D.  Estanislao  Josef  Siennicky. 

270.  Sr.  D.  Antonio  Pineda  Cevallos  Escalera. 

271.  Real  Academia  de  Nobles  Artes  de  San  Fernando. 

272.  Excmo.  Sr.  D.  Alejandro  Llórente. 

273.  Sr.  D.  Gabriel  Sánchez. 

274.  Sr.  D.  Santos  María  Robledo. 

275.  Sr.  D.  José  Jorge  Daroqui. 

276.  Excmo.  Sr.  Marqués  de  Fuente  de  la  Piedra. 

277.  Sr.  D.  Juan  Clavijo. 

278.  Sr.  D.  Pedro  Pablo  Blanco. 

279.  Excmo.  Sr.  D.  Ricardo  Villalba  y  Pérez. 

280.  Sr.  D.  Eduardo  Corredor. 

281.  Excma.  Sra.  Condesa  de  Oñate. 

282.  Mr.  Eugéne  Piot. 

283.  Sr.  D.  Adolfo  Rivadeneyra. 

284.  Sr.  D.  Luis  Masferrer. 


3» 


-  484 


I 


JUNTA  DE  GOBIERNO. 


Presidente.     .     .     .  Excmo.  Sr.  D.  Juan  Eugenio  Hart7.cnbusch. 

Vice-Presidente..     .  D.  Cayetano  Roscll. 

Tesorero Excmo.  Sr.  Marqués  de  la  Fuensanta  del  Valle. 

Contador.      .     .     .  D.  Eduardo  de  Mariátegui. 

Secretario  primero.  Illmo.  Sr.  D.  Gregorio  Cruzada  Villaamil. 

Secretario  segundo.  D.  José  María  Octavio  de  Toledo. 


LIBROS  PUBLICADOS 


SOCIEDAD   DE    BIBLIÓFILOS   ESPAÑOLES. 


I.  Cartas  de  Eugenio  de  Salazar,  por  D.  Pascual  de  Gayán- 
gos.  Tirada  de  300  ejemplares.  Agotada  la  edición. 

II.  Poesías  de  D.  Francisco  de  Rioja,  por  D.  Cayetano  A. 
de  la  Barrera.  Tirada  de  300  ejemplares.  Agotada  la  edición. 

III.  Relaciones  de  algunos  sucesos  de  los  últimos  tiempos 
del  reino  de  Granada,  por  D.  Emilio  Lafuente  Alcántara.  Tirada 
de  300  ejemplares.  Agotada  la  edición. 

IV.  Cinco  cartas  político-literarias  de  D.  Diego  Sarmiento 
DE  Acuña,  Conde  de  Gondomar,  por  D.  Pascual  de  Gayángos. 
Tirada  de  300  ejemplares.  Agotada  la  edición, 

V.  El  libro  de  las  aves  de  ca^a,  del  Canciller  Pedro  López 
DE  Avala,  con  las  glosas  del  Duque  de  Aleurquerque.  Tira- 
da de  300  ejemplares.  Agotada  la  edición. 

VI.  Tragedia  llamada  Josefina,  de  Micael  de  Carvajal,  por 
D.  Manuel  Caííete.  Tirada  de  300  ejemplares.  Gratis  para  los  socios. 
Agotada  la  edición. 

VII.  Libro  de  la  Cámara  Real  del  Príncipe  D.  Juan,  de 
Gonzalo  Fernandez  de  Oviedo,  por  D.  José  María  Escudero  de 
la  Peíía.  Tirada  de  300  ejemplares.  Agotada  la  edición. 

VIII.  Historia  de  Enrrique  fi  de  Oliua,  rey  de  iherusalem, 
emperador  de  Constantinopla,  por  D.  Pascual  de  Gayángos.  Ti- 
rada de  300  ejemplares.  Agotada  la  edición. 

IX.  El  Crotalon  de  Christqphoro  Gnophoso.  Tirada  de  300 
ejemplares.  Agotada  la  edición. 

X.  Don  Lazarillo  Vizcardi,  de  D.  Antonio  Eximeno,  por 
D.  Francisco  Asenjo  Barbieri,  dos  tomos.  Tirada  de  300  ejempla- 
res. Agotada  la  edición. 

XI.  Relaciones  de  Pedro  de  Gante,  por  D.  Pascual  de  Ga- 
yángos. Tirada  de  300  ejemplares.  Gratis  para  los  socios.  Agotada 
la  edición. 

XII.  Tratado  de  las  batallas  y  ligas  de  los  exércitos  del 
Emperador  Carlos  V,  desde  i 52 i  hasta  1545,  por  Martin  Gar- 
cía Cerezeda.  Tomo  i. 


' 

University  of  Toronto 

+3 

Library 

O  Cv2 

w  o 

W 
< 

DO  NOT           /^ 

O 

REMOVE      / 

o>         • 

O 

W         iH 

K 

II 

O 

lO          O 

O 

THE              // 

to        > 

S 

\\ 

• 
co 

< 

CARD            1 

c5 

\\ 

5  a 

FROM            \\ 

í  i 

ro 

THIS               \ 

•V   Ctí 

^. 

o3  H 

POCKET             X 

N  tj 

e  o 

(1)  T3 

o    tí 

, 

^í 

f- 
< 

g^ 

1 

Acmé  Library  Card  Pocket 

á 

1 
1 

LOWE-MARTIN  CO.  Limited