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Full text of "Viage del joven anacarsis a la Grecia..."

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A LA GRECIA, 

A MEDIADOS DBii SIGLO CüABTO ANTIS DB LA BBA TOLGAR , 

'por 

TRIDQGIDO DEL FEAMCB8 AL CASfELLAHO. 
EDICIÓN BBYISTA T COBBEGIDA CON B8HBB0, 

AD0B8AOA GOiq 46 LAMIIIAS, TABI08 rUMES T OH MAPA 6E1IERAL DE LA 
GRSaA. 

AUMENTADA COH UN 

MDICK ALFABÉTICO DE (tEOGBAFU GOMPAEADA. 



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1900. 



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VIAGE 

DEL 

21 Itt Grecia, 

A MUNIDOS DEL SIGLO CUiBTO AFITB8 DB JB8UCÍI8TO. 

CAPETÜIiO PRIMERO. 

SkUDi DI BSCfm. EL Q0EI80IVES0 TAUIICO*. EL PORTO BUXIFfO **. 

ESTADO DB LA OIBCIA DESDE LA OONQCIfiTA DE ATENAS, 

BE BL ARO 404 ARTES DB JB80CBIST0 , HASTA EL 

MOMENTO DEL TIACB. Bf. BOSFORO DE 

TRACIA. LLEGADA A BIZANCIO ***. 



Anacarsís , escita d^'i^ló^ , ;h|ío jl^ TQ^«;Í'S ,, 
es el autor de esta obrar', 'dirí^Ha pM* ^ér^ i'¿iá 
amigos. Comienza exponléfidcles los mo*tiV6sí' 
que tuvo para viajar. T *, /J ' ' } 

Ya sabéis que yo desciei)<3[o^de} saftfq'Anacar* 
sis, tan célebre entre fo?iBi^8^,CcdmáJ*ndí'- 



' Hoy la Crimea. 
" El mar JSegro. 
*** Consuntinopla. 
II. 



Ú VIAGE DE AlíACABSrS. 

gnamente tratado entre los Escitas. Desde la 
mas tierna infancia me inspiró la historia de su 
vida y de su muerte aprecio á una úaeion que 
habia honrado sus yirtudes , y aversión á la que 
las habia desconocido. 

Aumentóse este desapego con la llegada de un 
esclavo griego que vino á mi poder* Era este de 
una de las principales familias de Tebas en Beo- 
cia , y cerca de treinta y seis años antes * habia 
seguido á Giro , en la expedición que este prin- 
cipe emprendió contra su herxnano Artaxerxes, 
rey de Persia. Hecho prisionero en uno de los 
combates que los Griegos tuvieron ^le dar en 
su retirada , mudó muchas veces de amo , arras- 
tró las cadenas en dírersas naciones, y llegó por 
ñn adonde yo habitaba! 

Cuanto mas le conocí , tanto mas experimen- 
té el ascendiente que los pueblos ilustrados tie- 
nen sobre los demás. Timágenes , que este era el 
noinbr€;^d^LtebM(^^*md /Anbelesaba , y me hu- 
blifiLÍaa)9ac>VW^J^ su conversación, y 

em hi*lupéri€u^dajl4^ ^^ conocimientos. La 
historÍa';de tc^*$riégbs, sus costumbres» sus 
cienciAs', SO^'g^^i^nios ,, sus artes , sus fiestas y 
siiftf(^(|ít^'$!b¿l^')sh)i¿te]^ai de núes-* 

tras cénvérskcibñe's. Yo le preguntaba , y le es- 
cuchaba absorto. Acababa yo de entrar en el año 

* WS^m 400 ant sdc J a. 



CAPITULO I. 3 

décimoclavo de mi edad, y mi imaginación 
añadíalos mas vivos colores á sus hermosas pin- 
turas. Hasta entonces no había yo visto mas 
que tiendas, rdiaños y desiertos. Inca¡iaz en 
adelante de sufrir la vida errante que había traí- 
do hasta entonces, y la profunda ignorancia á 
que estaba condenado, resolví abandonar im 
clima donde la naturaleza apenas se presta á las 
necesidades del hombre » y ima nación que me 
parecía no tener mas virtudes que no conocer 
todos los vicios. 

He pasado lo mejor de mi vida en Grecia, 
Egipto y Persia; pero la mayor parte he residi- 
do en el primero de estos países. Gocé de los 
últimos momentos de su gloría» y no le dejé 
hasta haber visto espirar su libertad en la llanura 
de Queronea. Mientras recorría sus provincias , 
cuidé de recoger cuanto merecía atención. Lue- 
go que volví á Escitia , puse en orden la relación 
de 0IÍ viage , siguiendo el diario que había hecho 
antes. Quizá seria mas exacto si el bajel en que 
yo h^ia hecho embarcar mis libros, no hubiera 
perecido en el Ponto Euxíno. 

Vosotros , Arsamo y Fedima , esposos ilustres, 
á quienes tuve la dicha de conocer en mí viage 
por la Persia, ¡cuántas veces han estado vues- 
tros nombres para mezclarse con mis relaciones ! 
¡ Con cuánto esplendor brillaban á mis ojos cuan- 
do iba á pintar alguna prenda grande del corazón 



4 VIAGE DE ANACARSIS. 

Ó del espíritu I Vosotros tenéis derechos á esta 
obra ; pues parte de ella la compuse en ése bello 
sitio , cuyo principal ornamento sois vosotros ; 
y aunque la he acabado lejos de Persia , siempre 
ha sido á vuestra vista ; porque la memoria de 
los momentos pasados en vuestra compañía, no 
se borra jamas, Este recuerdo será la felicidad 
del resto de mis dias ; j todo cuanto deseo des- 
pués de mi muerte , es que sobre la losa que cu- 
bra mis cenizas , se graben profundamente estai^ 
palabras: logró las bondades de arsamo y de 

FEDIMA. 

A fines del año primero de la olimpiada 10^^ 
partí con Timágenes , á quien acabiüía de dar 
libertad. Después de haber atravesado vastas so- 
ledades, llegamos á las orillas del Tañáis **, 
cerca del sitio donde desagua en una especie de 
mar conocido con el nombre de laguna Meotis. 
Allí nos embarcamos , y fuimos á la ciudad de 
Panticapea, situada en una altura , hacia la en- 
trada del estrecho que se llama el Bosforo Gi- 
merio, y junta la laguna con el Ponto Euxino. 

Esta ciudad , donde en otro tiempo estable- 
cieron los Griegos una colonia , es ahora la ca- 
pital de un corto imperio que se extiende por la 
costa oriental del Quersoneso táurico. Treipta' 

* En abril del ano 365 antes de J. C. 
'^ Hoy el Don. 



CAPITULO I. 5 

anos había que remaba allí Leucoñ , príncipe 
ma gnificó y oneroso , que mas de una yez había 
disipado conjuraciones , y ganado victorias , por 
su valor y su pericia. Nosotros no le vimos , por^ 
que á la sazón estaba al frente de su ejército. 
Algún tiempo antes los de Heraclea de Bitinia se 
habían presentado con una armada poderosa 
para hacer un desembarco en sus Estados. Sa- 
biendo Leucon que sus tropas oponían una débil 
resistencia al proyecto del enemigo , puso á sus 
espaldas un cuerpo de escitas con orden de car- 
gar sobre ellas , si tenían la cobardía de huir. 

Se citaba un dicho suyo , que me hace estre- 
mecer todavía. Sus favoritos , valiéndose de fal- 
sas acusaciones; habían separado de él á sus 
mejores amigos , y apoderádose de sus bienes. 
Conociólo por fin ; y habiéndose atrevido uno 
de ellos á hacer una nueva delación , le dijo 
Leucon : a miserable , yo te mandaría matar, si 
(f los malvados como tú no fueran necesarios á 
<r los déspotas. » 

El Quersoneso táurico produce trigo en abun- 
dancia : la tierra ligeramente desflorada con la 
reja del arado , da treinta por uno. Los Griegos 
hacen allí tal comercio que el rey se había visto 
obligado á abrir en Teodosia *, otra ciudad del 
Bosforo, un puerto capaz de contener cíen naves. 

* Hoy Caifa. 



YIA&E DE ATVAGÁBSIS. 

Los mercaderes atenienses arribaban en gran 
número tanto á esta plaza como á Pantícapea. 
AUi no pagaban derecho alguno de entrada ni 
de salida; y la república , reconocida á este 
príncipe , había puesto á él y á sus hijos en el 
número de sus ciudadanos ^. 

Hallamos un barco de Lesbos pronto á darse 
á la vela , y su comandante Gleómedes nos ofre- 
ció recibirnos á bordo. Mientras llegaba el dia 
de salir, iba yo y venia , sin saciarme de ver la 
ciudadela , el arsenal , el puerto , las naves , sus 
aparejos y maniobras : entraba al acaso en las 
casas de los particulares , en las fábricas , y en 
las menores tiendas : salía de la ciudad , y mis 
ojos se fijaban en los vergeles cubiertos de fru~ 
tos , y sobre los campos enriquecidos de mieses. 
Mis sensaciones eran vivas , y mis palabras ani- 
madas. No podía quejarme de que no tenia testi- 
gos de mi felicidad , pues hablaba de ella á todos. 
Todo lo que me hacia impresión , iba corriendo á 
decírselo áXimágenes, como si fuera nuevo para 
él , asi como lo era para mi : le preguntaba si 
la laguna Meotis era el mayor de los mares, y 



'Para (¡neios comerciantes supiesen estos priTüegios, los graba- 
roa en tres oolamoas, situadas la primera en Pireo» la sesaada 
en el Bosforo Tracio, y la tercera en el Bosforo Cimerio ; esto es , 
al principio , medio y fin del derrotero que seguían los barcos 
mercantes de las dos naciones. 



CAPITULO I. 

gi Panüeapea era la mas heimoM eiiidad del 
mundo. 

£d el discurso de mis yiages , y especialnente 
al principio, experimentaba estas agitaciones 
siempre ^e la naturaleza ó la industria me ofre- 
cían objetos nuevos ; y cuando eran iM*opios pa- 
ra elevar el alma , mi admiración necesitaba de 
aliviarse con las lágrimas que yo no podía dete- 
ner, ó con excesos de gozo que Timágenes no 
podía moderar. Debilitada en lo sucesivo mi ad- 
miración , se han desvanecido ios placeres qtie 
nacian de ella ; y he visto con dolor que perde- 
mos en punto á sensaciones lo que ganamos por 
parte de la experiencia* 

No describiré los movimientos que me agita- 
ron cuando á la salida del Bosforo Cimerio se 
fué descubriendo insensiblemente á mis ojos el 
mar que se llama Ponto Euxino. Este es una 
balsa inmensa , casi cercada por todas partes de 
montes mas ó menos distantes de la costa , y en 
la cual desaguan cerca de cuarenta rios de Asia 
y Europa. Tiene de largo, según dicen, once 
mil y cien estadios '^ ; y su mayor anchura es de 
tres mil y trescientos **, En sus costas habitan 



* Cerca de cuatrocientas y diez y nueve leguas y media : (cer- 
ca de S67 leguas de España . de 4000 pasos cada una). 

** Cerca de ciento y f einte y coatro leguas y tres cuartos : (109 
fgnat dé Br pa2b). ^ 



8 VIAGtí DB AXACARSIS. 

naciones diferentes entre sf en origen , coslúni«- 
bies y lengua. Se hallan allí de trecho en trecho 
(y principalmente en las costas meridionales) 
ciudades griegas fundadas por los de Mileto , 
Megara y Atenas , edificadas las mas de eHas en 
sitios fértiles y propios para el con^ercio. Al este 
se halla la Cólquide , célebre por el viage de los 
Argonautas que adornó la fábula, y que hizo 
mas conocidos para los Griegos estos países re- 
motos. 

Los rios que desaguan en el^ Ponto le cubren 
de pedazos de hielo > en tiempo de grandes fríos, 
endulzan el amargor de sus aguas , y acarrean 
una inmensa cantidad de cieno y de sustancias 
vegetales , que atraen y engordan los peces. Los 
atunes , los rodaballos , y casi todas las especies 
van allí á desovar, y se multiplican tanto mas , 
cuanto este mar no cria peces voraces y des- 
tructores. Comunmente está cubierto de nieblas 
sombrías , y agitado con tempestades violentas. 
Para navegar por él , se aguarda la estación en 
qae los naufragios son menos frecuentes. No es 
hondo mas que eñ la parte oriental , donde la 
naturaleza ha abierto abismos, en que se pierde 
la sonda. 

Mientras Cleómedes nos inslruia en estas me- 
nudencias , trazaba sobre su libro de memoria el 
cn*cuito del Ponto Euxino. Luego que le acabó , 
le dije : sin pensarío habéis figurado ahí el arco 



CAPITtLO I. 

deque nos servimos en Escitia : esa es precisa 
mente su figura. Pero yo no veo que este mar 
tenga salida. No comunica con los otros , res- 
pondió, mas que por un canal casi semejante á 
este de que acabamos de salir. 

Temiendo Gleómedes separarse de las costas, 
en lugar de tomar en derechura , torció hacia el 
oeste , y después hacia el sur. Conforme las se- 
guíamos , íbamos hablando de las naciones que 
las habitan : algunas veces vimos acercarse los 
rebaños á las orillas del mar, porque esta les 
ofrece una bebida tan grata como saludable. Nos 
dijeron que en invierno, cuando el mar está cu-, 
bierto de hielo, los pescadores de aquellas costas 
arman sus tiendas encima , y echan sus sedales 
por los agujeros que hacen en el hielo. Vimos á 
lo lejos la embocadura del Borístenes *, la del 
Ister ** y de algunos otros rios. Muchas veces 
pasábamos la noche en tierra , y algunas an- 
clados. 

Un dia nos dijo Gleómedes que en otro tiempo 
había leído la historia de la expedición del jo- 
ven Ciro. ¡ Con que la Grecia , dijo Timágeneiá , 
ha sabido nuestras desdichas! Menos amarga» 
son sin duda para los que han tenido la suerte 
fatal de sobrevivir á ellas. Mas decidme , ¿ cuál 



• Hoy el Dniéper. 
•• Ei DanoWo. . 



10 VIAGE DE ANAGABSIS. 

es la mano que trazó síi i^tura 1 Fué , respon-" 
(lió Gleómedes , Xenofonte de Atenas, uno de los 
generales que condujeron los Griegos á su pa- 
tria. ¡Ah! exclamó Timágenes, en cerca de 
treinta años que la suerte me separó de él , esta 
es la primera noticia que tengo de su vuelta. 
; Ay, cuan dulce hubiera sido para mí volirerle h 
ver, después de tan larga ausencia! Pero temo 

que la muerte 

Tranquüíiaosy dijo Gleómedes : todavía vive. 
¡ Benditos sean los dioses ! respondió Timágenes. 
Aun vive , y recibirá los abrazos de un soldado 
y de un amigo cuya vida conservó mas de una 
vez. ¿Sin duda le habrán colmado de honores 
los At«3ienses? Le han desterrado, respcmdió 
Gleómedes , porque parecía muy adicto á los 
Lacedemonios. — ¿Mas á lo menos en su retiro 
tendrá puestos los ojos en él toda la Grecia? — 
No ; todos se fijan sobre Epaminondas de Tebas. 
~ I Epaminondas ! ¿ Su edad ? ¿ El nombre de su 
padre ? — Tiene cerca de cincuenta años : es 
hijo de Polimnis» y heroiano de Gafisias. Él es, 
replicó Timágenes conmovido , él mismo es. Le 
conocí en su lafaacía. Aun me parece que estoy 
viendo su fisonomía. Los vínculos de la sangre 
]|0«f unieron bien temprano. Tenia yo pocos mas 
años que él : fué criado en el amor de la pobreza 
y de la virtud. Jamas se vieron mas rápidos pro- 
gresos en los ejercicios del cuerpo y del espíritu. 



CAPITULO I. 11 

No eran suficientes sos maestros para saciar su 
necesidad de instrucción. Me acuerdo bien ifue 
no podíamos arrancarle de la compañía de un 
pitagórico triste y severo, llamado Lisis. Guando 
yo salí para el ejército de Ciro, no tenia Bpami- 
nondas mas que doce á trece años; y ya á veces 
desculnia ciertos rasgos de un gran carácter. Se 
preveía el ascendiente que un dia habia de tener 
si^re los demás homln^es. Perdonad si soy im- 
portuno; pero decidme , ¿cómo ha llenado tan * 
buenas esperanzas 1 

Cleómedes respondió : ha elevado su nación , 
y con sus expediciones la ha hecho la primera 
potencia de la Grecia, j O Tebas! exclamó Ti- 
mágenes, |ó patria mial ¡lugar feliz donde 
pasé mi infancia! i Mas feliz Epaminondas !..... 
Una suspensión involuntaria le impidió acabar. 
Entonces exclamé yo : ¡ O , y cuánto merece ser 
amado quien es tan sensible ! Y airojándome á 
su cuello y mi querido Timágenes , le dije , pues 
que os interesáis tanto por los lugares donde os . 
hizo nacer la casualidad, ¿cuáles deben ser viies* 
tros sentimientos con los amigos que vos mismo 
elegis? £1 me respondió, ainretándome la mano : 
muchas veces os he hablado de aquel inalterable 
amor que conservan los Griegos á su patria , y 
os costaba trabajo concebirlo : ahora veis, en 
mis lágrimas, si es profundo y sincero. En efecto 
lloraba. 



12 VIAGB DE ANAjCARSIS. 

Pasados algunos instaiiies <|e áleucio, pre* 
guntó que ¿cómo sé había hecho una revolu- 
jcion.tan gloriosa á los Tebanos? No esperéis 
de mí, dijo Gleómedes, la relación circunstan- 
ciada de lo ocurrido después de vuestra partida; 
y así ciñiéndome á los sucesos princ^>ales9 bas- 
tarán ellos para que conozcáis el estado actual 
de la Grecia. 

Ya sabéis que por la conquista de Atenas * 
quedaron todas nuestras repúblicas , en cierto 
modo, sujetas á los Lacedemoníos : que uñas se 
vieron precisadas á solicitar su alianza, y otras á 
aceptarla. Las calidades brillantes y las ruidosas 
expediciones de Agesilao^rey de Lacedempnia, 
parecían amenazarlas con larga esclavitud. Lla- 
mado á Asia á socorrer á los Jonios , que ha- 
biéndose declarado por el joven Ciro^ debían 
temer la venganza de Artaxerxes; venció mu- 
chas veces á los generales de este príncipe ; y 
extendiéndose sus miras con sus triunfos, 
«meditaba el proyecto de llevar sus armas á 
Persia , y acometer al gran rey en su mismo 
trono. 

Artaxerxes deshizo la tempestad. Las sumas 
de dinero , derramadas en muchas ciudades de 
la Grecia , las separaron de los Lacedemoníos. 
Tebas , Córinto , Argos y otros pueblos forma- 

* El año 404 autes de J. C. 



CAPITtLO !• IS 

roD una liga poderosa ; y juntas sus tropas en 
los campos de Coronea de Beocia * vinieron 
luego á las manos con las de Agesilao , á quien 
una orden de Lacedemonia habia obligado á in- 
terrumpir el curso de sus hazañas. Xenofonte , 
(fue peleó al lado de este principe , decia que 
jamas habia visto batalla tan sangrienta. Los La« 
cedemonios tuvieron el honor de la victoria , y 
los Tebanos el de retirarse sin huir. 

Al paso que esta victoria afirmó el poder do 
Esparta, hizo brotar nuevas turbulencias y nue> 
vas ligas. Aun entre los mismos vencedores 
unos estaban cansados de sus sucesos , y otros 
de la gloria de Agesilao. Teniendo estos últimos 
á su frente al esparciata Antálcidas, propusie- 
ron al rey Artaxerxes dar la paz & las naciones 
de la Grecia. Juntáronse sus diputados; y Te- 
ribazo , sátrapa de Jonia, les declaró la voluntad 
de su amo , concebida en estos términos : 

« El rey Artaxerxes cree que es justo , i" que 
íc las ciudades griegas del Asia , igualmente 
<í que las islas de Glazomene y Quipre, queden 
a reunidas á su imperio : 2^ que las demás jciu- 
« dades griegas sean libres ; á excepción de las 
a islas de Lemnos» de Imbros y Esciros» que 
cf pertenecerán á los Atenienses. Juntará « sus 
a fuerzas á las de los pueblos que aceptaren es-- 

* El año 393 antea de J. C. 



14 VIAGE DE ANACABSIS. 

f( las coBdiciones , y las empleará contra los qa^ 
« no se conformen á ellas *. » 

La ejecución de mi tratado que se dirigia á 
mudar el sistema político de la Grecia, se con- 
fío á los Lacedemonios, quienes lo habían idefida 
y arreglado sus artículos. Por el primero ponían 
bajo el yugo de los Persas , á los Griegos del- *. 
Asia , cuya libertad habia costado tanta sangre 
en cerca de un siglo : por el segundo , obligan- 
do á los Tebanos á reconocer la independencia 
de las ciudades de Beocia, debilitaban la úpi- ,•; 
ca potencia que se hallaba acaso en estado di V 
oponerse á sus proyectos : asi es, que ni los. 
Tebanos, ni los Argivos consintieron en el tra- 
tado hasta que se les obligó por la fuerza: Las 
otras repúblicas le recibieron sin oposición, j 
algunas con ansia. 

Pocos años después **, pasando el esparciata 
Febidas á la Beocia con un cuerpo de tropas , 
se acamparon cerca de Tebas. Estaba la ciudad 
diyidida en dos bandos , y cada uno de ellos 
tenia á su frente uno de los principales magis- 
trados. Leonciades , gefe del partido de los La- 
cedemonios , incitó á Febidas á que se apode- 
rase de la cindadela, y le facilitó los medios. 
Esto se hizo &í plena paz , y en un momento 



* Bl año St7 antes de J.C, 
** El ano 3t2 aoles de J. C. 



CAPITULO U 15 

k en que los Tebanos , sin temor ni sospeeiías , 
celebraban la fiesta de Geres. Esta {lerfidia tan 
rara se hizo mas odiosa por las crueldades que 
cometieron con los ciudadanos mas amantes de 
su patria : cuatrocientos de ellos se refugiaron 
entre los Atenienses : Ismenias > geíe de este 

i partido , fué cargado de cadenas , y condenado 
á muerte con pretextos frivolos. 

Levantóse en la Grecia im grito generaL Los 
Lacedemonios > temblando de indignación , pre- 
guntaban con furor si Febidas habia tenido ór- 
denes para cometer tal atentado. Agesilao res- 
pondió que cuando el bien del Estado lo exi- 
gia, era permitido á un general excederse de 
los términos de sus poderes , y que por este 
principio se debia juzgar la acción de Febidas. 
Hallábase entonces en Lacedemonia Leoncia^ 
des y él cual calmó los ánimos irritándolos CMi- 
tra los Tebanos. Se decidió que se guardaría la 
cindadela de Tebas, y que se condenaría á Fe- 
bidas á una multa de cien mil dracmas *. 

De ese modo y dijo Timágenes interrumpien- 
do á Gleómedes , Lacedemonia se aj^ovechó 
del crímen , y castigó al culpado. ¿ Y cual fué 
entmces la conducta de Agesilao ? Le acusaron, 
respondió Gleómedes , de haber sido en seo^to, 
el autor de este atentado y del decreto que h«- 

* n^íWíiU mfl liinras : (3S8,9Q5 r«tíe« de Bi|NÍa). 



16 VIAGE DE ANACARSIS. 

bia consumado la iniquidad. Me habíais inspi- 
rado estimación hacia ese principe , replicó Ti- 
mágenes ; mas en vista de semejante infamia.... 

Deteneos , le dijo Gleómedes : sabed que el 
virtuoso Xenofonteno ha dejado de admirar, 
estimar y amar á Agesilao. Yo mismo he hecho 
muchas campañas alas órdenes dé este príncipe. 
xXada os diré de sus talentos militares , pues vos 
mismo veréis sus trofeos erigidos en muchas 
provincias de la Grecia y del Asia; mas puedo 
aseguraros que le adoraban sus soldados , con 
quienes partia el trabajo y los peligros : que en 
su expedición de Asia asombró á los bárbaros 
con la sencillez de su exterior , y con la eleva- 
ción de sus sentimientos : que en todos tiempos 
nos causaba admiración con nuevos rasgos de 
desinterés , de frugalidad , de moderación y de 
bondad : que olvidando su grandeza , sin temor 
de que los demás la olvidasen, era accesible, de 
una familiaridad afectuosa, sin acrimonia, sin ze- 
los , siempre pronto á oir nuestras quejas ; en 
fin , el esparciata mas rígido no tenia costum- 
bres mas austeras ; ni el ateniense mas amable 
tuvo jamas tantos atractivos. No añadiré á este 
elo^o mas que un rasgo , y es, que su primer 
cuidado en las conquistas que hizo en el Asia , 
fué siempre suavizar la suerte de los prisioneros, 
y dar libertad á los esclavos. 

¿Y qué. valen todas es^s calidadies, rcHí^ieó 



CAPITULO I. Í7 

Timágenes , si las marchitó suscribiendo á la 
injusticia hecha álosTebanos? Sin embargo de 
eso 9 respondió Gleómedes , miraba la justicia 
como la pámera entre las virtudes. Confieso 
que la violó algunas veces ; y sin pretender dis- 
culparle , advierto flue solo lo hacia en favor de 
sus amigos , y jamas contra sus enemigos. Mudó 
de conducta con los Tebanos, ya porque le pa- 
reciesen legítimos todos los medios para abatir 
á una potencia rival de Esparta , ó ya porque 
quisiese aprovechar la ocasión de vengar sus 
injurias personales. Habia dominado todas sus 
pasiones, menos una que le dominaba á él» y 
que enriquecida con los despojos de las otris , 
se habia hecho tiránica, injusta, incapaz de 
perdonar una ofensa : tal era el excesivo amor 
de la gloria; y los Tebanos hablan herido mas de 
una vez este sentimiento , principalmente cuan» 
do descoD^certaron su proyecto de destronar al 
rey de Persia. 

El decreto de los Lacedemonios fué la época 
de su decadencia : la mayor parte de sus aliados 
los abandonaron ; y tres ó cuatro años después, 
rompieron los Tebanos aquel yugo odioso *. Al- 
gunos ciudadanos intrépidos destruyeron en una 
noche , y en un momento á los partidarios de 
la tiranía , y favoreciendo el pueblo sus esfuer-» 

* El ailo {^9 0^371 antes de J. C. 



18 VIAGIS DB ÁIVÁCABSIS. 

zos, evacuaron los esparciatas la ciudadela. 
Uno- de los desterrados , el joven Pelój^das , faé 
de los principales autores de esta conjaracion. 
Distin^do por su nacimiento y por sus ñqüe- 
zas » lo fué luego por sus acciones > cuyo esplen- 
dor recayó sobre su patria. 

De esta manera quedaban cerradas todas las 
vias de conciliación entre las dos naciones. El 
odio de los Tebanos se habia acrecentado pro- 
digiosamente , porque hablan sufrido un ultraje 
sangriento ; y el de los Lacedemonios , porque 
le hablan cometido. Aunque estos últimos te- 
nían muchas guerras que sostener , hicieron una 
irrupción en la Beocta. Agesilao llevó allá dos 
veces á sus soldados hechos á vencer bajo sus 
órdenes : herido en una acción poco decisiva; 
el esparciata Antálcidas le dijo, señalándotela 
sangre que corria de la herida : or ved aquí el 
« froto de las lecciones que habéis dado á los 
(c Tebanos. » En efecto , estos después de haber 
dejado al principio talar sus campos , ensaya- 
ron sus fuerzas en pequeños combates , que se 
multiplicaron luego. Pelópidas los llevaba todos 
losdias delante del enemigo; y á pesar délo 
impetuoso de su carácter, los detenia en los 
prósperos sucesos , los animaba en sus derrotas, 
y les ensenaba poco á poco á arrostrar ¿aque- 
llos Esparciatas , de quienes les intimidaba el 
valor, y aun mas todavía la fama. El mi&mo 



CAPITULO I. Í9 

instruido por sus propios yerros, y por lo^ 
ejemplos de Agesilao , se apropiaba la expe-^ 
riencia del general mas experto de la Grecia , 
y en las campanas siguientes recogió el fruto de 
su trabajo y de sus reflexiones. 

Hallábase en laBeocia y y se adelantaba hacia 
Tebas * , cuando volvía por el mismo camino 
un cuerpo de lacedemonios mas numeroso gue 
el suyo. Un hombre de á caballo y que se había 
adelantado , y los vio salir de un desfiladero , 
corrió á Pelópídas , exclamando : « hemos caído 
a en manos de los enemigos. — ¿Y por qué no 
(( habrán caído ellos en las nuestras? respondió 
<c el general, d Ninguna nación se había atrevido 
hasta entonces á acometer á los Lacedemonios 
con fuerzas iguales , y mucho menos con fuerzas 
inferiores. La batalla fué sangrienta, y la victo- 
ria estuvo mucho tiempo indecisa: lo^ Lacede- 
monios» perdidos sus dos generales, y la flor 
de sus guerreros , sé abren, sin perder sus filas, 
para dejar pasar al enemigo; mas Pelópídas, 
que quería quedar dueño del campo de batalla, 
cae otra vez sobre ellos , y gusta por fin del pla- 
cer de dispersarlos por la llanura. 

Kste suceso inesperado maravilló á Lacede- 
raouia> á Atenas^ y á todas las repúblicas de la 
Grecia. Gansadas de las calamidades déla guer- 

* El «lio S75 antes de J. C. 



20 VIAGE DE ANACABSIS. 

rfty resolvieron terminar sus desavenencias ami- 
gatdemente ; para lo cual se convocó la dieta 
en Lacedemonia , adonde concurrió Epaminon- 
das con los demás diputados de Tebas. 

Por este tiempo tenia Epaminondas cuarenta 
años. Siguiendo el consejo de los sabios , habla 
vivido hasta entonces oculto ; y aun habia hecho 
mas » que fué ponerse en disposición de hacer 
su vida útil á los demás. Al salir de su infaucia y 
se tomó el cuidado de acabar por si su educa- 
ción. No obstante la medianía de sus haberes , 
se llevó á su casa al filósofo Lisis y en sus con- 
versaciones frecuentes , se imbuyó de las^subli- 
mes ideas que los pitagóricos han concebido de 
la virtud ; y esta virtud que resplandecía en todas 
sus acciones , le hacia inaccesible á todos los te- 
mores. Al mismo tiempo que robustecía su salud 
con la carrera, la lucha, y mas con la templanza, 
estudiaba los hombres, consultaba á los mas 
sabios, y meditaba sobre las obligaciones del 
general y del magistrado. En los discursos pro- 
nunciados en público no se desdeñaba de los 
adornos del arte ; pero siempre se divisaba en 
ellos la elocuencia de las almas grandes. Sus ta- 
lentos , que le han puesto en la clase de los ora- 
dores célebres, brillaron por la primera vez en 
la dieta de Lacedemonia, cuyas operaciones 
dirigía Agesilao. 

Los diputados de las diferentes repúblicas, 



CAPITULO I. 21 

trataron allí de sus derechos y sus intereses. 
Por una casualidad y he visto las arengas de tres 
embajadores de Atenas. El primero era un sa-^ 
cerdote de Ceres , preocupado con su nacimien- 
to, y envanecido con los elogios que recibía, 
6 se daba á si mismo : recordaba las importan- 
tes comisiones que los Atenienses hablan con- 
fiado á los de su familia : hablaba de los bene- 
ficios que los pueblos del Peloponeso hablan 
recibido de las divinidades , de quienes era mi- 
nistro > y concluía diciendo, que nunca era 
larde para empezar la guerra , ni temprano pa- 
ra acabarla. Calistrato , orador famoso, en lugar 
de defender el interés general de la Grecia, 
tuvo la imprudencia de insinuar, en presencia 
de todos los aliados , que la unión particular de 
Atenas y Lacedemonia aseguraría agestas dos 
potencias el imperío de la tierra y del mar. Úl- 
timamente , Autocles , tercer diputado , se ex- 
tendió con calor sobre las injusticias de los La- 
cedemonios, que continuamente incitaban á los 
pueblos á que fuesen libres, y realmente los 
teniau en esclavitud, bajo el frivolo pretexto 
de su garantía, concedida por el tratado de Au-» 
tálcidas. 

Os he dicho ya , que copforme á este tratado , 
debían ser libres todas las ciudades de la Gre- 
cia ; pero ios Lacedemonios , teniendo en su de- 
pendencia las ciudades de Laconiíi , exigiíai <^oir 



^ VIAGE DE ANA€ARSIS. 

altanería 9 que las de Beoícia no esturiesen suje- 
tas á los Tebauos. Gomo se extendían en quejas 
amargas contra estos últimos , y no se explica- 
ban con la misma concisión que antes, enfada- 
do Epaminondas de sus prolijas inyectivas, les 
dijo im dia : a á lo menos convendréis en (¡ue 
« os hemos obligado á alargar vuestros monosi> 
« labos. » £1 discurso que pronunció después 
hizo tan viva impresión en los diputados, que 
Ageálao se sobresaltó. Insistiendo el tebano 
con vigor sobre la necesidad de un tratado que 
se fundaseúnicamente en la justicia y la razón : 
ac IOS parece justo y razonable , dijo Agesilao , 
u conceder la independencia á las ciudades de 
(( la Beocia?— ¡,Y vos, respondió Epaminon- 
(r das, creéis razonable y justo reconocer la de 
(( la Laconia? — Explícaos claramente, replicó 
c( Agesilao lleno de ira : ¿ yo os pregunto » si han 
(( de ser libres las ciudades de la Beocia? — ¿Y 
(T yo, respondió con entereza Epaminondas, yo 
(( os pregunto si lo han de ser las de la Laconia ?» 
A estas palabras Agesilao borró del tratado el 
nombre de los Tóbanos, y se disolvióla asam- 
blea. 

Este fué , según se dice , el éxito de la famosa 
conferencia; bien que algunoi^ la cuentan de 
otro modo , y mas á favor de Agesilao. Sea de 
esto lo que fuese, los artícvdos principales del 
decreto de la dieta eran : que se licenciarían lask 



CAPITULO I. 23 

tropas : qae todos los pueblos gozarían de li- 
bertad; y qae cada una de las potencias con- 
federadas podría socorrer á las ciudades opri- 
midas. 

Todavía se hubiera podido recurrir á una ne- 
gociación ; pero arrastrados los Lacedemonios 
á su mina , por un espíritu de vértigo , dieron 
orden al rey Gleombroto y que mandaba en la 
Fócide el ejército de los aliados, para msurchar 
á la Bebda. Componíase de £ez mil infantes y 
de Boil caball(Ms. LosTébanos no podían oponer- 
les mas gue sete mil hombres de infantería , y 
un corto número de caballos ; pero Epamlnon- 
das se hallaba á su frente » y Pelópidas estaba á 
sus edenes. 

8i se citaban agüeros siniestros» él respondía, 
que el mejor presagio era defenderla patria: 
si se referían oráculos favorables , los acredita- 
ba tanto, que se sospechaba que fuese el autor 
de ellos. Sus tropas eran aguerridas, y llenas 
de confianza. La caballería enemiga, reunida 
sin ffisceroimlento, ni tenia experiencia ni emu- 
lación. Las ciudades aliadas habían consentido 
en esta guerra con suma repugnancia , y los sol- 
dados marchaban é ella disgustados. El rey de 
Lacedemonia coíiOció este desaliento; pero te- 
nia enemigos, y se aventuró á todo antes que 
dar nuevos pretextos á su odio. 

Estaban los dos cgéreiias en ua sitio de la Beo- 



^1 VIAGE DE ÁNACARSIS. 

cía , llamado Leqctres. La rispera de la batalla , 
mientras Epaminondas daba sus disposiciones , 
inquieto de un acaecimiento que iba á decidir 
de la suerte de su patria, supo que un oficial de 
distinción acababa de espirar tranquilamente en 
su tienda. <v ; Ah dioses buenos I exclamó, ¿quién 
(T tiene tiempo para morir en semejantes cir- 
u cunstancias?» 

La mañana siguiente * se dio aquella batalla 
que los talentos del general tebano haráb me- 
morable para siempre. Gleombroto se habia 
puesto á la derecha de su ejército con la falange 
lacedemonia, protegida por la caballería, que 
formaba la primera Hnea. Epaminondas , seguro 
de la victoria , si podia romper esta ala temible , 
lomO el partido de rehusar so derecha al ene- 
migo , y de acometer por su izquierda ; para lo 
cual hizo pasar alli sus mejores tropas, las or- 
denó sobre cincuenta de fondo, y puso también 
su caballería en primera linea. Al ver esto, 
mudó Gleombroto su primera disposición ; pero 
en lugar de dar mayor fondo á su ala , la pro- 
longó para desbordar á Epaminondas. Durante 
este movimiento, la caball^fa tebaua cayó 
sóbrela de Lacedemonia, y la hizo retroceder 
sobre la falange , que ya no tenia mas que doce 
de fondo. Pelópidas , que mandaba el batallón 

^ fil S de julio del aSo juUmw proléptioo S7I aotei de J. C. 



CAPITULO I. 2.> 

sagrado * y la cogió por el flanco : Epaniiiiondas 
cargó sobre ella con todo el peso de su columna. 
Sostuvo ella el choque con un valor digno de 
mejor causa, y de mejor suceso; pero los pro- 
digios de valor no pudieron librar á Gleombrolo; 
y los guerreros que le rodeaban sacrificaron sus 
vidas y ó para salvar la suya , ó para retirar su 
cadáver , que los Tebanos no tuvieron la gloria 
de llevar. 

Después de su muerte el ejército del Pelopo- 
neso se retiró á su campo , situado sobre una 
altura vecina. Algunos lacedemonios proponían 
que se volviese al combate ; pero los generales, 
atónitos con la pérdida que Esparta, acababa de 
sufrir , y no pudiendo contar con los aliados , 
mas satisfechos que consternados de su humilla- 
ción , dejaron á los Tebanos levantar pacifica- 
mente un trofeo sobre el campo de batalla. La 
pérdida de estos últimos fué corta : la del ene- 
migo ascendió á cuatro mil hombres , entre los 
cuajes se contaban mil lacedemonios. De sete- 
cientos esparciata , perdieron la vida cuatro- 
cientos. 

El primer rumor de esta .victoria no excitó 
en Atenas mas que una indecente envidia con- 
tra los Tebanos. En Esparta despertó aquellos 



* Este era un cuerpo de trescientos jóvenes tebanos. famosos 
por su valentía. 

n 2 



26 VIAGE DE ANACARSIS. 

sentimientos extraordinarios que las legres de 
Licurgo imprimen en todos los corazones. Asís- 
tia el pueblo á los juegos solemnes , en que los 
hombres de toda edad se disputaban el premio 
de la lucha , y de otros ejercicios gimnásticos. 
A la llegada del correo previeron los magistra- 
dos el fin de Lacedemonia ; y sin interrumpir 
el espectáculo, hicieron saber á cada familia 
la pérdida que acababa de padecer exhortando 
á las madres y á las esposas á reprimir su do- 
lor en el silencio. La mañana siguiente se vi6 
á estas familias, con la alegría pintada en el 
semblante , ir presurosas á los templos y á la 
plaza pública, á dar gracias á los dioses, y darse 
mutuamente la enhorabuena de haber dado á la 
patria ciudadanos tan valerosos. Las demás no 
se atrevían á presentarse en público , ó se deja- 
ban ver con el aparato de la tristeza y del duelo. 
El dolor de la afrenta y el amor de la patria 
pudieron tanto en la mayor parte de ellas, que 
los esposos no podían sufrir sin rubor las miradas 
de sus esposas, y las madres temíanla vuelta 
de sus hijos. 

Tanto se ensoberbecieron los Tebanos con 
este suceso , que el filósofo Antístenes decía : 
« á mí me parece ver á unos discípulos llenos 
(( de orgullo porque han azotado á su maestro.» 
Por otro lado , no queriendo los Lacedemonios 
confesar su derrota , pidieron que las dos na- 



CAPITULO I. 27 

cioiies se aiuviesen al juicio de los Aqiieos. 

Epaminoodas y Pelópidas fueron nombrados 
dos afíos después por beotarcos , 6 gefes de la 
liga beociaua ^ £1 concurso de circunstancias , 
la estimación, la amistad, la uniformidad de 
miras y pensamientos, formaban entre ellos 
una unión indisolable. £1 uno tenia sin duda 
mas virtudes y talentos ; pero el otro hacia que 
desapareciese esta superioridad, reconocién- 
dola. Con este fiel compañero de sus trabajos 
y de su gloria, entró Epaminondas en el Pelo- 
poneso , llevando el terror y la desolación á los 
pueblos adictos, á Lecedemonia, acelerando la 
separación de otros, y r<Hnpiendó el yugo con 
que gemian los Mésenlos muchos siglos antes. 
Setenta mil hombres de varías naciones mar- 
chaban bajo su mando con una confianza 
igual , á quienes condujo á Lacedemonia, re- 
suelto á acometer á sus habitantes hasta en 
sus hogares , y á erigir un trofeo en medio de 
la ciudad. 

Esparta, sin oraros. ni ciudadela, tiene mu- 
chas alturas , que Agesüao tuvo el cuidado de 
guarnecer con tropas, y cc^ocó su ejército en 
la falda de la mas alta de ellas. Desde allí vio 
á Epaminondas acercarse al frente de su ejér* 
cito, y dar disposiciones para pasar el Euro- 

* El año S49 antes de J. G, 



28 VI AGE DE ÁNACARSIS. 

las, que venia crecido con las nieves derretidas. 
Después de haberle seguido largo rato con la 
vista , no se le oyeron mas que estas palabras : 
f( ¡ qué honoíbre ! ] qué prodigio ! » 

Entre tanto mil mortales inquietudes agitaban 
á este príncipe. Por fuera un ejército formida- 
ble; adentro un corto número de soldados , que 
ya no se tenían por invencibles ; y un gran nú- 
mero de facciosos y que todo lo creian permiti- 
do : las murmuraciones y quejas de los habitan- 
tes, que velan sus posesiones asoladas, y sus 
vidas en peligro ; el grito general, que le acusa- 
ba de autor de todos los males de la Grecia ; la 
memoria cruel de un reinado en otro tiempo 
lan floreciente, y al fin deshonrado con un es- 
pectáculo tan nuevo como espantoso ; porque 
hacia cinco ó seis siglos que los enemigos ape- 
nas se hablan atrevido á intentar algunas corre^ 
rías pasageras en los confines de la Laconia; 
pero jamas habían visto las mugeres de Esparta 
el humo de sus campamentos. 

A pesar de tan justos motivos de temores , 
mostraba Agesilao una frente serena , y despre- 
ciaba las injurias del enemigo , que para obli* 
garle á dejar sus puestos , ya le daba en cara con 
su cobardía , ya asolaba á sus ojos las campiñas 
vecinas. En medio de esto , cerca de doscientos 
conjurados se habían posesionado de un puesto 
importante, y difici) de forzar. Propusiéronle 



CAPITULO I. 29 

que biciese marcliar contra ellos iin cuerpo de 
tropas; pero Agesilao desechó la propuesta, y 
él mismo se presentó á los rebeldes con un solo 
criado , diciéndoles : « habéis entendido mal mis 
(( órdenes ; pues no es aquí adonde debíais yenir, 
ffsino átal j tal parte.» Al mismo tiempo les 
señaló los sitios donde tenia ánimo de disper- 
sarlos 9 y fueron luego á ocuparlos. 

Entre tanto perdía Epaminondas las esperanzas 
de atraer los Lacedemonios á la llanura. £1 in- 
viemo estaba muy adelantado : los de Arcadia , 
Argos y Elea habían abandonado ya el sitio : los 
Tebauos perdían gente todos los días 9 y comen- 
zaban á carecer de Tiyeres : los Atenienses y 
otros pueblos hacían leyas para ayudar á Lace- 
demonia. Por estas razones > viéndose precisado 
Epaminondas á retirarse , taló el resto de la La- 
conia , y después de haber evitado el encuentro 
con el ejército de los Atenienses , mandado por 
Iñcrates, llevó tramquilamente el suyo á la 
Beoeía. 

Los gefes de la liga beodana no están en ejer- 
cicio mas de un año » pasado el cual , deben en- 
tregar el mando en manos de sus sucesores. 
Epaminondas y Pelópidas le habían conservado 
cuatro meses mas del término señalado por la 
ley ; por lo cual faeron acusados y citados ante 
la justicia. El último se defendió sin decoro, y 
recurrió á las súplicas. Epaminondas se preaoiió 



36 \1AGB DE AKACARSIS. 

ante sus jueoes €on.la misma gerenidad que al 
fr^ite del ejército. «La ley me condena, les 
a dijo : yo merezco la muerte ; y solamente pido 
i< que sobre mi sepulcro se grabe está inscrip- 
(( clon : los Tebanos bioieron morir á Epaminon^ 
(( das porque en Leuctres les obligó ái acometer 
« y vencer á aqueUos LacedeHionios , á quienes 
a antes no se atrerian á mirar : porque su victo- 
« ría salvó su patria ^ y dio la libertad á la Gre- 
c( cía : p<»que bajo su mando sitiaron los Tebanos 
(( á Laoedemonia , ^le se dio por muy dichosa 
« de poder evitar su ndna : porque reedificó á 
«Mesena, y la circundó de ftiertes murallas, d 
Los concurrentes ¿qiilaudieron el discurso de 
Epaminondas, y los jueces no se atrevieron á 
condenarle. 

La envidia , que crece al paso que se la abate , 
creyó encontrar la ocasión para humillarle ; y en 
la distribución de los empleos encargaron al 
vencedmr de Leuctres cuidar de la limpieEa de 
las calles , y de la conservación de los albanales 
de la ciudad; pero él realzó esta comisión , y 
manifestó lo que él mismo hat^ dicho , esto es , 
qpoe no se debe juzgar de los hombres por los em- 
pleos» sino de los empleos por los que los ocupan. 

B^ el espacio de los aeii años que han pasado 
después , hemos visto mas de mía vez á Epaml- 
sondas hacer rei^petar las armas tebaaas en el 
P^opaneae » y á Pelú|KidBs haeerhis triunfor euí 



CAPITULO I. 3i 

Tesalia. Hemos visto á este último buscado para 
arbitro entre dos hermanos , que se disputaban 
el trono de Macedonia, terminar sus desave- 
nencias, pasar después á la corte de Suza, don- 
de su reputación, que le habia precedido, le 
grangeó distinciones brillantes* : desconcertar 
los medios de que se valían los diputados de 
Atenas y Lacedemonia , para conseguir la pro- 
tección del rey de Persia; y lograr para su pa- 
tria un tratado que la unia estrechamente con 
este principe. 

El año próximo pasado ** marchó contra un 
tirano de Tesalia, llamado Alejandro, y murió 
en un combate persiguiendo al enemigo, á quien 
habia obligado á huir vergonzosamente. Tebas , 
y las potencias aliadas lloraron su muerte : Te- 
bas ha perdido uno de sus apoyos , pero le queda 
Epaminondas , quien se propone dar los últimos 
golpes á Lacedemonia. Todas las repúblicas de 
la Grecia se dividen , forman ligas , y hacen in- 
mensos preparativos. Se cree que los Atenienses 
se juntarán á los Lacedemonios, y que esta unión 
no detendrá Epaminondas. La primavera próxi- 
ma decidirá esta gran querella. Tal fué la relación 
de Gleómedes. 

Después de muchos dias de feliz navegación , 



* El ano 367 antes de J. C. 
** El año 364 antes de J. C. 



32 VIAGE DE ANACARSIS. 

llegamos al Bosforo de Tracia. Este es el nombre 
que dan al canal de que nos había hablado Cleó- 
niedes. La entrada es peligrosa : los vientos con- 
trarios arrojan las naves muy á menudo contra 
las costas vecinas, donde los navegantes no en- 
cuentran sino la esclavitud ó la muerte ; porque 
los habitantes de aquel pais son verdaderos bár- 
baros , pues son crueles. 

Al entrar en el canal , la tripulación dirigió 
mil acciones de gracias á Júpiter, con el renom- 
bre Uño, cuyo templo teníamos á la izquierda, 
sobre las costas de Asia, por habernos preserva- 
do (le los peligros de mar tan borrascoso. Entre 
tanto decía yo á Timágenes : el Ponto Euxino 
recibe , según se asegura, cuarenta ríos, algunos 
muy caudalosos , y no es posible que salgan por 
uu canal tan estrecho. ¿Qué se hace pues esta 
prodigiosa cantidad de agua, que entra día y 
noche en este vasto recipiente? Parte de ella, 
respondió Timágenes, la veis correr por aquí; 
la demás, reducida á vapores, debe de ser 
atraída por los rayos del sol ; porque siendo mas 
dulces las aguas de este mar, y por consiguiente 
mas ligeras que las otras , se evaporan mas fácil- 
mente. ¿ Qué sabemos ? Quizá los abismos de que 
hace poco nos habló Gleómedes, absorven una 
parte de las aguas del Ponto, y las conducen á 
mares apartados por subterráneos abiertos por 
debajo del continente. 



CAPITULO I. 33 

El Bosforo de Tracia separa la Europa de la 
Asia. Su longitud desde eLteraplo de Júpiter 
hasta la ciudad de Bizancio donde termina^ es 
de ciento y veinte estadios*. Su anchura es va- 
ria: á la entrada es de cuatro estadios''*, á la 
parte opuesta de catorce ***. En algunos parages 
forman las aguas grandes conchas y profimdas 
bahías. 

Por un lado y por otro se eleva el terreno ei 
forma de anfiteatro, y presenta las. vistas mas 
agradables y variadas. Las colinas cubiertas de 
árboles, y las cañadas fértUes, hacen á veces 
un contraste admirable con los peñascos, que 
repentinamente mudan la dirección del canal. 
Sobre las alturas se ven los monumentos de la 
devoción de los pueblos : sobre las riberas cas^s 
agradables, puertos tranquilos, ciudades y lu- 
gares ricos, con el comercio, y arroyos que vie- 
nen con el tributo de sus aguas. Estas pinturas 
se animan en ciertas estaciones , con la multi- 
tud de barcos pescadores, y de naves que van 

• Cuatro leguas, y mil y trescieotat y cuarenta toetas : ( Sleguai, 
3870 paaos de España). 

" Trescientas setenU y ocho toesas : (839 paioa de España). 

*** Uil y trescientas veinte y tres toesas: (1 88^ y medio pasos de 
España). 

— I.OS antiguos cstin discordes, y mas los modernos, sobre estas 
medidas como sobre las del Ponto Euxino , Propóntide y Hdcs- 
ponto. Tobe debido atenerme en lo general á las de Heródoto, qne 
eran mas comunes en la época de ei te Tíag». 

2. 



31 VIAGt DE AKACÁRSrs. 

^ ^onto, Euxino , 6 que sacan sos esquilmos. 
Hacia la mitad del canal nos mostraron el pa- 
raga por donde Darío, rey de Persia, kizo pasar 
por un poente de barcas setecientos mil horo- 
lires i que conducía contra los Escitas. El estre- 
'Cho, qlie no tiene mas de cinco estadios de an» 
chura *y se halla aHiceñido por un promontorio , 
sobre el cual hay un templo de Mercurio. En 
aquel sitio puestos dos hombres , uno en Asia y 
otro en Europa, pueden baldarse muy fácil- 
mente. Poco después descubrimos la cindadela 
y muros de Bizancio, y entramos en su puerto 
después de haber dejado á la izquierda la peque- 
fia ciudad de Grisópolis, y avistado al mismo 
lado la de Calcedonia. 



* Cnafrocienfas sefenta y dos toesas y mecHa. (661 y cuarto 
tMMos de España. ) 



CAPITULO n. 



OISGRIPCIOn DE BlZiliaO. COLONIAS GUMUS. |L ISmCBO OBL 
BSUSPOlfTO. TU6B DB8DB lUZiliaO i LBSBOS. 



Bizancio , fundada en otro tiempo por los Me- 
garíenses , y sucesivamente reedificada por los 
Milesiensesy otros pueblos de la Gfecía, está si- 
tuada sobre un promontorio , cuya figura es casi 
triangular. No puede darse mas bella ni mas ma- 
gnifica situación. La vista, paseándose por el 
horizonte, descansa á la derecha en el mar, que 
se llama Propóntide : al frente , y mas allá de un 
canal estrecho, en las ciudades de Grisópolis y 
Calcedonia : después en el estrecho del Bosforo; 



36 YIAGE DE ANACABS1S. 

y úlüDiaraente en colinas fértiles , y en un golfo 
que sirve de puerto , y se mete en tierra sesenta 
estadios*, 

La cindadela ocupa la punta del promontorio : 
los muros de la ciudad están hechos de piedras 
grandes y cuadradas, tan bien unidas, que pa- 
rece que forman un solo trozo : por la parte de 
tierra son muy altos , y mucho menos por las 
demás , porque están naturalmente defendidos 
por la violencia de las olas , y en ciertos parages 
por las rocas en que están construidos , y se me- 
ten en el mar. 

Ademas de un gimnasio y muchas especies de 
edificios públicos , se hallan en esta ciudad to- 
das las comodidades ipie un pueblo rico y nu- 
meroso se puede proporcionar. Júntase este en 
una plaza bastante capaz para poner en ella un 
corto ejército formado en batalla , y allí confir- 
ma ó reprueba los decretos de un senado mas 
ilustrado que él. Esta inconsecuencia me ha sor- 
prendido en muchas ciudades de la Grecia ; y 
mil veces me he acordado de aquel dicho de 
Anacarsis á Solón : « entre vosotros los sabios 
(( deliberan , y los locos resuelven. » 

El terreno de Bizancio produce mucha abun- 
dancia de gí;§inos y frutos, que están continua- 
mente expuestos á las correrías de los Tracios , 

* Doe leguas y coarto : (cerca de 2 leguas de España). 



CAPITULO lí. 37 

que liabiiaD en las poblaciones inmediatas. Hasta 
en el puerto mismo se pesca una multitud ex- 
traordinaria de peces y en otoño, cuando bajan 
del Ponto Euxino á los mares inferiores , y en 
primavera , cuando vuelven al Ponto. Esta pesca 
y las salazones aumentan las rentas de la ciudad , 
llena por otra parte de negociantes, y flore- 
ciente con un comercio activo y continuo. Su 
puerto al abrigo de las tempestades , atrae las 
naves de toda la Grecia. Su posición á la cabeza 
del.estrecho , la pone en disposición de detener, 
ó sujetar á derechos subidos á los que trafican 
en el Ponto Euxino, y de quitar las subsistencias 
& las naciones que las sacan de allí. De esto di- 
manan los esfuerzos hechos por los Atenienses 
y Lacedemonios para atraerla á sus intereses. 
Por este tiempo era aliada de los primeros. 

Cleómedes habla cargado de sal en Pantica- 
pea ; pero como es mas estimada la de Bizancio, 
completó allf su cargamento ; y después de ha- 
ber concluido sus negocios , salimos del puerto , 
y entramos en la Propóntide. La anchura de este 
mar es, según se cree , de quinientos estadios *, 
y su largo de mil y cuatrocientos **, En la costa 
se ven muchas ciudades célebres, fundadas ó 

* Cerca de diez y nueve leguas : (16 y media leguas de España), 
'''cerca de cincuenta y tres leguas: (46 y cuarta leguas de 
E<paña). 



38 VIAGE DE ANACARSIS. 

cgnqubtadus por los GríegtM : á un lado Selim- 
bria, Perinto» y Bizánto : al otro Astaeo en 
Bíiinia f y Cizico en Misia* 

Los mares que habíamos navegado , presenta- 
ban en sys castas muchas ciudades formadas por 
los pueblos de la Greda *. Otras debía yo encon- 
trar en el Helesponto 9 y sin duda ^1 mares mas 
remotos. ¿Guales fueron los motivos de estas 
emigraciones? ¿A qué parte fueron dirigidas? 
¿ Jlan conservado las colonias relaciones con sus 
metrópolis? Gle6medes tendió algunos mapas, 
y Timágenes respondió sin tardanza á más pre- 
guntas. 

La Grecia , me dijo , es una península que ter- 
mina el mar Jomo por el occidente, y el Egeo 
por el oriente. Comprende en el dia el Pelo- 
poneso , la Ática , la Fócide , la Beocia , la Tesa- 
lia , la Et(^ia , la Acamania , una parte de Epiro , 
y algunas otras provincias pequeñas» Aqui es 
donde entre mucha^ ciudades floredentes, so- 
bresalen Lacedemonia , Gorinto, Atenas y lebas. 

Este país es de muy corta extensión ''*9 estéril 
en lo general » y casi en todo erizado de mon- 
tes. Los sjüvages que le habitaron antiguamen- 
te y se reunieron por necesidad, y mas adelante 

* Véase la cuarta tabla genealógica y cronológica de las colonias 
griegas en el tomo VII de esta obra. • 

"* Cerca de mil y novecieiitas leguas cuadradas. (Cerca de 1700 
leguas cuadradas de España.) 



CAPITULO II. 39 

se derramaron por diversas partes. Demos una 
mirada rápida al estado actual de nuestras pose- 
siones. 

Al occidente ocupamos las islas inmediatas , 
como son Zacinto , Gefalenia y Gorcira: tenemos 
también algunos establecimientos en las costas 
de niiia. Mas lejos hemos formado sociedades 
grandes y poderosas en la parte meridional de 
la Italia, y en casi toda la Sicilia. Mas lejos to- 
davía, en elpais de los Celtas, hallareis á Mar- 
sella , fundada por los Focenses , madre de mu- 
chas colonias establecidas en las costas vecinas : 
Marsella , que puede gloriarse de haberse dado 
leyes sabias, de haber vencido á losGartagineses, 
y de hacer florecer las ciencias y las artes en 
una región bárbara. 

En África tenemos la opulenta ciudad de Ci- 
rene , capital del reino del mismo nombre , y la 
de Neucratis, situada en una de las bocas del 
Nüó. 

Volviendo hacia el norte, nos hallareis en 
posesión de casi toda la isla de Quipre, déla de 
Rodas , y de la de Greta, de las del mar Egeo , 
de una gran parte de las costas de Asia, en- 
frente de estas islas, de las del Helesponto , de 
muchas costas de la Propóntíde y del Ponto 
Euxino. 

Los Atenienses , por su posición llevaron sus 
colonias al oriente; y los pueblos del Pelopo- 



40 VfAGE DE ANAGABSIS. 

neso al occidente de la Grecia. Los habitantes 
de la Jonia, y de muchas islas del marEgeo, 
son oriundos de Atenas. Los Corintios son lo^- 
fundadores de muchas ciudades de Sicilia, y 
los Lacedemonios de otras muchas de la Grecia 
mayor. 

£1 exceso de población en una con^arca , la 
ambición de los gefes > el amor de la libertad en 
los particulares y las enfermedades contagiosas 
y frecuentes > los oráculos impostores , y los 
votos indiscretos y dieron motivo á muchas emi- 
graciones : las miras de comercio y de política 
ocasionaron las mas modernas. Unas y otras hau 
dado nuevos paises á la Grecia , é introducido 
en el derecho público las leyes de la naturaleza 
y del sentimiento. 

Los vínculos que unen á los hijos con aquellos 
á quienes deben el ser, subsisten entre las colo- 
nias y las ciudades que las han fundado ; y así 
respectivamente toman los tiernos y respetables 
nombres de hija, hermana , madre y abuela ; de 
cuyos títulos nacen sus recíprocas obligaciones. 

La metrópoli debe naturalmente proteger á 
sus colonias , las que por su parte se imponen 
la obligación de Volar al socorro de aquella , si 
se halla amenazada. Comunmente reciben de su 
mano los sacerdotes , los magistrados y los ge- 
nerales : adoptan ó conservan sus leyes, sus 
usos, y el culto de sus dioses: todos los años 



CAPITULO II. 41 

envían á sus templos las primicias de sus cose> 
chas : sus ciudadanos tienen en ellas la primera 
parte en la distribución de las victimas ^ y ios 
puestos mas distinguidos en ios juegos y asam- 
bleas del pueblo. 

Tantas prerogativas concedidas á la metró- 
poli , no hacen odiosa su autoridad. Las colonias 
son lünres en su dependencia y como los hijos en 
los homenages que tributan á los padres dignos 
de su amor. Tal es á lo menos el espíritu que 
debería animar á la mayor parte de las ciudades 
de la Grecia, y hacer mirar á Atenas , Lacede- 
raonia y Gorinto como las madres ó troncos de 
tres numerosas familias, repartidas en las tres 
partes del mundo. Pero las mismas causas que 
apagan entre los particulares los sentimientos 
de la naturaleza, turban todos los dias estas fa- 
milias de ciudades ; y la violación aparente ó 
real de sus mutuos deberes , se ha hecho muy 
comunmente el pretexto ó motivo de guerras 
que han despedazado la Grecia. 

Las leyes de que acabo de hablar no obligan 
sino á las colonias que se han expatríado por 
orden, ó con aprobación de su metrópoli : las 
demás ,vy principalmente las que están muy le- 
jos , se limitan á cons^var la tierna memoria de 
los lugares de su origen. Las primeras no son 
por lo común mas que almacenes útUes ó nece- 
sarios al comercio de la patria-madre; tenién- 



4S VI AGE DE ANACABSIS. 

úose por muy felices, si los pueblos que han 
echado á lo interior, las dejan tranquilas , ó con- 
sienten en el cambio de sus géneros. Aquí , por 
ejemplo, se han establecido los Griegos en las 
costas del mar; por allí tenemos á la derecha 
las fértiles campiñas de la Tracia : á la izquierda 
los limites del vasto imperio de la Persia , ocu- 
pados por los Bitioios y Misíos. Estos últimos se 
extienden á lo largo del Helesponto , donde va- 
ynos á entrar. 

Este estrecho era el tercero que encontraba 
en mi navegación , desde que salí de Escitia. 
Tiene de largo cuatrocientos estadios *. Le pa- 
samos en poco tiempo ; porque el viento era &- 
vorahle > y rápida la corriente. Las orillas de este 
lio (pues tal es el nombre que se puede dar á 
eate brazo de mar) están cruzadas de colinas , y 
cubiertas de ciudades y aldehuelas^ A un lado 
descubrimos la ciudad de Lampsaco, cuyo ter- 
ritorio es famoso por su viñedo : al otro, la 
embocadura de un riachuelo llamado Egos-Po- 
tamos, donde Lisandro ganó aquella célebre 
batalla que puso fin á la guerra del Peloponeso. 
Mas allá están las ciudades de Sustos y Abidos , 
casi fronterizas. Cerca de la primera está la 
torre de Hero. Allí es, me dijeron, donde una 

^Qaioce leguas y trescientas toesas: (cerca de 13 y coarta le- 
guas de España^. 



CAPITULO II. 43 

sacerdotisa de Venus se arrojó alas olas, por 
haber estas sumergido á su aniaiite Leandro, 
quien para ir á veria tenia que atravesar el canal 
á nado. 

Aquí 9 me dijeron también , no tiene el estre- 
cho mas de siete estadios de anchura. Xerxes al 
frente del ejército mas formidable que se ha vis- 
to , atravesó por aquí el mar sobre dos puentes 
que hizo construir. Poco tiempo después le vol- 
vió á pasar por el mismo parage en un barco de 
pescador. De este lado está el sepulcro de Hé- 
cuba ; y del otro el de Ayax. Ved aquí ^ puerto 
desde donde salió para Asia la armada de Aga- 
menón , y allí las costas del reino de Priamo. 

A la sazón nos hallábamos á la punta del es- 
trecho : yo estaba lleno de Homero y de sus 
pasiones ; y pedí con instancia que me echasen 
en tierra. Puesto en la orilla vi á Vulcano verter 
torrentes de llamas sobre las ondas espumosas 
del Escamandro , indignado contra Aquiles : roe 
acerqué á las puertas de la ciudad , y se partió 
mi corazón con la tierna despedida de Andró- 
maca y Héctor ; vi sobre el monte Ida á París 
adjudicando el premio de la hermosura á la ma- 
dre de los amores : vi llegar allí á Juno; la tierra 
se sonreía en su presencia ; las flores nacían bajo 
sus plantas , y traía el cíngulo de Venus : nimca 
mereció mejor que la llamasen madre de los 
dioses. 



4i VIAGE DE ANACABSIS. 

Pero no tardó en disiparse tan dulce ilusión, 
y no pude reconocer los sitios inmortalizados 
por ios poemas de Homero. Ningún vestigio ha 
quedado de la ciudad de Troya , y hasta sus rui- 
nas han desaparecido. Las arenas y fango arro- 
jado por el mar, y los temblores de tierra han 
mudado la haz de este pais. 

Volví á mi nave , y me regocijé cuando supe 
<|ue se iba á concluir nuestro viage , pues que 
estábamos- en el mar Egeo , y á la mañana si- 
guiente estaríamos en Mitilene , una de las ciu- 
dades principales de Lesbos. 

Dejamos á la derecha las islas de Imbros , Sa- 
motracia y lasos , célebre la última por sus 
minas de oro , y la segunda por la santidad do 
sus misterios. A la tarde descubrimos al lado de 
Lemnosy que aerábamos de dejar al oeste, 
unas llamas que se levantaban de cuando en 
cuando por los aires. Dijéronme , que sallan de 
la cumbre de un monte ; que la isla estaba llena 
de fuegos subterráneos; que se encontraban allí 
fuentes de agua caliente , y que los Griegos an- 
tiguos no atribulan estos efectos á causas natu- 
rales; sino» decian, que Vulcano habia puesto 
uno de sus obradores enLemnos, y allí forjaban 
los Ciclopes los rayos de Júpiter. £1 pueblo cree 
oir los golpes del martillo» en el ruido sordo 
que acompaña á veces á la erupción de las lla- 
mas. 



CAPITULO II. 45 

. Sería inedia noche , cuando costeamos la isla 
de Tencdos. Al amanecer entramos en el canal 
que separa á Lesbos del continente inmediato. 
Luego después nos hallamos enfrente de Miti- 
lene , y vimos en el campo una procesión que 
se adelantaba lentamente hacia un templo , que 
divisamos á lo lejos ; y era el de Apolo , cuya 
fiesta se celebraba. Mil voces sonoras hacían 
resonar el aire con sus cánticos. El día estaba 
sereno : un céfiro blando jugueteaba en nuestras 
velas. Absorto con este espectáculo , no adver- 
tía que estábamos en el puerto. Cleómedes en- 
contró sobre el muelle á sus parientes y amigos, 
que le recibieron con raptos de alegría.Gon ellos 
se habla juntado una multitud de marineros y 
artesanos, quienes fijando en mi la vista, pre- 
guntaban con una curiosidad turbulenta, quién 
era yo , de dónde venia , y adonde iba. Nps alo- 
jamos en casa de Cleómedes , que se encargó 
de proporcionamos el medio de pasar al conti- 
nente de la Grecia. 



CAPITULO m. 



DBSCBiPGIO?í DB LBSB08. PITACO, ABIOII . TEBPAHOEO . 4LCE0, 
SAPO. 



Por grande que fuese el ueseo que it^um im.- 
mágenes de ^ver su patria , esperamos mas de uo 
mes la salida de un barco que debia llevamos á 
Calcis , capital de la Eubea : yo empleé este 
tiempo en instruirme de todo lo que merecia 
atención en el pais que habitaba. 

Dan á Lesbos mil y cien estadios de circunfe- 
rencia *. Lo interior de la isla , especialmente 

* Cuarenta y una leguas , y mil cuatrocieotas y cincuenta tóe- 
las : (36 leguas y U75 pasos de España). 



VI AGE DE ANACABSIS. 47 

hacia la parte del este,, y del oeste, está cor- 
tada con montes y colinas ; unas cubiertas de 
viñas , otras de hayas , cipreses y pinos , y otras 
que dan un marmol coman y poco estimado. 
Los llanos que dejan en sus intervalos producen 
trigo en abundancia* En muchas partes se hallan 
manantiales de agua caliente, ágatas, y otras 
varias piedras preciosas : casi en todas mirtos, 
olivos, é higueras; pero la riqueza principal 
de los habitantes consiste en los vinos , que 
en varios países prefieren á todos los de la 
Grecia. 

A lo largo de las costas ha abierto la natura- 
leza bahías , al rededor de las cuales se han edi- 
ficado ciudades , que ha fortificado el arte , y ha 
hecho florecientes el comercio. Tales son Mi tí - 
lene. Pirra, Metimna, Arisba, Ereso y An- 
tisa. Su historia solo ofrece una serie de revo- 
luciones. Después de haber gozado por mucho 
tiempo de la libertad, ó gemido en la esclavi- 
tud , sacudieron el yugo délos Persas , en tiem- 
po de Xerxes; y durante la guerra del Pelopo- 
neso se separaron mas de una vez de la alianza 
de los Atenienses ; pero siempre se vieron én la 
precisión de volver á ella, y la conservan en 
el día. Una de estas separaciones tuvo conse- 
cuencias tan funestas , como fué ligero el mo- 
tivo. 

No habiendo podido uno de los principales 



Í8 VIAGE DE ANACABSIS. 

habitantes de Mitilene lograr para sus hijos dos 
ricas herederas , sembró la discordia entre los 
habitantes de esta ciudad , los acusó de que 
querían juntarse con los Lacedemonios ; y tanto 
adelantó con sus intrigas , que Atenas envió á 
Lesbos una armada , para prevenir ó castigar 
este ultraje. Las ciudades vecinas, exceptuando 
á Metimna, se armaron en vano en favor de su 
aliada. Los Atenienses las subyugaron en poco 
tiempo , tomaron á Mitilene , arrasaron sus mu- 
ros, se apoderaron de sus naves > y dieron 
muerte á mil de los principales habitantes. No 
se respetó mas que el territorio de Metimna : 
el resto de la isla se dividió en tres mil porcio- 
nes : trescientas se consagraron al culto de los 
dioses, y las otras se sortearon y distóbuyeron 
éntrelos Atenienses , quienes no pudiendo cul- 
tivarlas por sí mismos , las arrendaron á los an- 
tiguos propietarios en dos minas cada porción; 
lo que producía cada año á los nuevos poseedo- 
res una suma de noventa talentos ''. 

Después de esta época fatal Mitilene , habien- 
do reparado sus pérdidas y levantado sus muros, 
ha llegado al mismo punto de esplendor , que 
había tenido muchos siglos antes. La extensión 
de su recinto , la hermosura de sus edificios , el 
número y riqueza de sus habitantes la hacen 

' Cuatroci/'Dtas ochenta y sci3 mil libras: ( ( ,810,5S8 rs. vn). 



CAPITULO m. 49 

mirar como la capital de Lesbos. La ciudad an- 
tigua, situada en una isleta está separada de la 
nueva por un brazo de mar. Esta última se ex- 
tiende á lo largo de la costa ^ por una llanada 
que termina en colinas cubiertas de viñas y 
olivos , mas allá de las cuales se extiende un 
terreno muy fértil y poblado. Mas por feliz que 
parezoQ la posición de Mitilene y reinan allí 
>1entos que algimas veces hacen insufrible su 
mansión. Los del mediodía y noroeste causan^ 
en eUa varias enfermedades ; y el de norte que 
las cura y es tan frió , que cuando coire , apenas 
se puede parar en las plazas ni en las calles. Su 
comercio atrae muchas embarcaciones extran- 
geras á sus puertos ^ situados uno al norte 9 y 
otro al mediodía de la ciudad. El primero , 
mayor y mas hondo que el segundo » está al 
abrigo de las olas y vientos y por un muelle ó 
escollera de grandes peñascos. 

Lesbos es el pais de los placeres , ó mas bien 
de la mas desenfrenada licencia. Sus habitantes 
tienen, en punto á moral, unas máximas que 
se tuercen á su arbitrio , y se acomodan á las^ 
circunstancias, con la misma facilidad que cier- 
tas reglas de plomo de que usan sus arquitec- 
tos \ Acaso nada me ha sorprendido mas ea 

* Estas reglas servían para medir toda especie de superficie . 
plana ó curva. 

II. 5 



50 V1AG£ DE ANACABSIS. 

mis viages que esta disolución , y las mudanza» 
pasaderas que produjo en mi alma. Yo habia 
recibido sin examen las impresiones de la in- 
fancia ; y mi razón y formada sobre la fe y sobre 
el ejemplo de la de otros , se bailó repentina- 
mente como peregrina en un pueblo mas ilus- 
trado. Reinaba en este nuevo mundo una liber- 
tad de ideas y de sentimientos , que me^íligió 
al principio ; pero insensiblemente me enseña- 
Ton los bombres á avergonzarme de mi sobrie- 
dad , y las mugeres de mi recato. Menos rápi- 
dos fueron mis progresos en la política de los 
modales y lenguage : yo era como un arbo! sil- 
vestre trasplantado de una selva á un jardin , 
cuyas ramas necesitan tiempo para doblarse al 
arbitrio del jardinero. 

Mientras duraba esta educación , me ocupa- 
ban los pensonages célebres que ha producido 
Lesbos. Pondré al frente de los nombres mas 
distinguidos el de Pitaco, á quien la Grecia 
contaba en el número de ^us sabios. 

Mas de dos siglos pasados desde su muerte 
no ban becbo otra cosa que aumentar el esplen- 
dor de su gloria. Su valor y prudencia liberta- 
ron á su patria Mitilene de los tíranos que la 
oprimían , de la guerra que mantenía contra 
los Atenienses , y de las divisiones interiores 
que la despedazaban. Guando se depositó en sus 
manos el poder que ella ejercía sobre si misma 



CAPITULO III. 51 

y sobre toda la isla , le aceptó únicamente con 
el fin de restablecer la paz , y darle las leyes 
que necesitaba. Hay entre eUas una que ha me- 
recido la atención de los filósofos ; y es la que 
impone pena doblada á las faltas cometidas en 
la embriaguez. No parecía proporcionada al de- 
lito ; pero era necesario quitar el pretexto de 
la ignorancia á los excesos en que el vicio de! 
Tino precipitaba á los Lesbios. Acabada que fué 
la obra de su legislación , resolvió consagrar el 
resto de sus dias al estudio de la sabiduría , y 
ab^có sin fausto ^ poder soberano. Pregun- 
tándole el motivo , respondió : cr me ha horro- 
(( rizado el ver á Periandro de Gorinto ser el 
(r tirano de sus si^bditos , después de haber 
(T sido su padre : es muy difícil ser' siempre vir- 

a tUOSO. » 

La música y la poesía han hecho tales pro- 
gresos en Lesbos , que á pesar de hablarse una 
lengua menos pura que en Atenas, los Griegos 
dicen aun todos los dias; que en los fune- 
rales de los Lesbios las musas de luto hacen 
resonar los aires con sus gemidos. Tiene esta 
isla una escuela de música, que contaría su 
origen en Tos siglos mas remotos , si se hubiera 
de dar crédito á una tradición que me coiitaron 
en Metimna. Me causa algún rubor ,el referiria ; 
mas para conocer bien á los Griegos , es bueno 
echar de cuando en cuando una mirada sobre 



ñrl YIAGE DE AKACAESIS. 

las ficciones que adornan ó desfiguran sus ana- 
les. En efecto , en la bistoría de este pueblo , 
se ve el carácter de sus pasiones » y en sus fá- 
bulas el de su espíritu. 

Despedazado por las Bacantes Orfeo , cuyos 
cantos hacian tantos prodigios, fué arrojada su 
cabeza y su lira en el Hebro , rio de Tracia, y 
trasportadas por las olas del mar hasta las cos- 
tas de Metimna. En este tránsito la voz de Or- 
feo se ola con tono afectuoso acompañado de la 
lira, cuyas cuerdas agitaba el viento dulce- 
mente. Los habitantes de Metimna sepultaron 
la cabeza en elparage que me mostraron, y col- 
garon la lira en el templo de Apolo : en recom- 
pensa el dios les inspiró gusto á la música, y 
hizo brotar entre ellos muchos talentos para 
ella. Mientras el sacerdote de Apolo nos conta- 
ba esto , añadió un ciudadano de Metioma que 
las Musas hablan enterrado el cuerpo de Orfeo 
en un pais de la Tracia, y que en las inme- 
diaciones de su sepulcro se hallan ruiseñores 
que tienen la voz mas melodiosa que en otras 
partes. 

Lesbos ha producido una sucesión de hombres 
de talento , que se han trasmitido el honor de 
exceder á los demás músicos de la Grecia, 
en el arte de tocar la lira. Los nombres de Arion 
de Metimna y de Terpandro de Antisa decoran 
esta lisjUí niwerosot 



CAPITULO in. 53 

El primero de ellos, qiie vivía hace cerca de 
trescientos años , dejó una colección depoesias 
ipie cantaba al son de la lira, como hadan en 
aquel tiempo todos los poetas. Después de ha* 
ber inventado , ó á lo menos perfeccionado los 
ditirambos , especie de versos de que hablaré 
en adelante, los acompañó con danzas al rede^ 
dor , cuyo uso se conserva hasta hoy. Ferian^ 
dro , tirano de Gorínlo , le detuvo mucho tiem- 
po en esta ciudad. Salió de allí para Sicilia , 
donde llevó el premio en un certamen de mú- 
sica. 

Habiéndose embarcado en Tarento en un 
barco corintio , resolvieron los marineros arro- 
jarle al mar para robarle; pero él mismo se ti- 
ró al agua después de haber hecho inútiles ten- 
tativas para ablandarlos con la hermosura de 
su voz. Un delfin mas sensible que ellos le tras- 
ladó , se^n cuentan, al promontorio de Ténaro : 
especie de prodigio , cuya posibilidad me qüi* 
sieron probar con razones y ejemplos. El becbe 
testificado por Arion en uno de sus himnos, 
conservado entre las tradiciones de Lesbos , me 
le confirmaron en Gorinto, donde se dice que Pe- 
ríandro había mandado quitar la vida á los ma- 
rineros. En Ténaro, sobre el Helicón, y en 
otras partes he visto yo mismo la estatua de 
este poeta, representada siempre sobre un del- 
fin. Añadamos á esto , que no solamente los del* 



5Í YIAGE DE ÁNÁGABSIS. 

fines parecen sensibles á la música, capajces de 
agradecimiento, y aauigos del hombre, sino 
que mas de una vez han renovado esta escena 
afectuosa de4iaeacaho de haUar. £llos libraron 
del naufrago á Taras, fundador de Tarento; 
y Aristóteles me hizo observar cierto día que los 
habitantes de aquella ciudad habían copsignado 
este hecho en su moneda *. 

Terpandro vivió en tiempo de Arion poco mas 
ó menos. Ganó muchas veces el premio en los 
juegos públicos de la Grecia ; pero sus verdade- 
ras victorias fueron los descubrimientos que hizo. 
Anadió tres cuerdas á la lira , que antes solo te- 
nia cuatro :eompuso para varios instriuiientos 
sonatas que sirvieron de moddos : introdujo en 
la poesía nuevos ritmos , y puso una a£}€iun , y . 
por oonsiguiente un interés , en los himnos que 
com^urríau á los certámenes de música. Se le 
d^e también haber fijado connotas el canto que 
convenía á las poesías de Homero. Los Lacede- 
n^nios le llaman por excelencia el cantor de 
hesbos , y los demás Griegos4e tribuíanla esti- 
mación quedanáloscpie tienen los talentos^ue 
contribuyen á sus placeres. 

Cerca de cincuenta años después de Terpandro 
florecían en MitUeneAlceoy Safo, que ocupan 



* En efecto las medallas de Tarento representan un li<mibre so- 
bre un dslfin. 



CAPITCLO III. 55 

el primer orden de los poetas üricos. Alceo ha** 
bia nacido con un natural iiMpiieto y tininileiito. 
Al ]Mínc^io pareció que se quería dedicar al 
ei^cicio4e las armas, el cual prefería ¿ todos 
los demás. Su casa estaba Uena de espadas , cas- 
cos 9 escudos y corazas ; pero en la primera ocu - 
slon huyó ▼ergonzosamenle; y los Atenienses, 
ganada la victoria , le cubrieron de ignominia , 
c^dgaodo sos armas en el templo de Minerva en 
Sigea. En público profesaba amor á la libertad , 
y se hizo sospechoso de alimentar en secreto el 
deseo de acabar con ella. Se juntó con sus her> 
manos á Pitaco , para arrojar á Melancro , ti-- 
rano de Mitilene ; y á los descontentos » para le- 
vantarse contra laadmintetracion de Pitaco. Las 
muchas y groseras injurias que vomitó contra 
este principe , son pruebade su envidia. Fué des- 
terrado de Mitilene: ^gun tiempo después vol> 
vio al frente de los desterrados , y cayó en manos 
de su rival , que se v^igó de un modo honorífico, 
perdonándole. 

La poesía , el amor y el vino le consolaron en 
sus desgracias. En sus primeros escritos habla 
exhalado su odio contra la tiranía : después 
cantó los dioses , prbicipalmentelosquepresiden 
á los placeres : cantó sus amores, sus hazañas 
militares , sus viages y las desgracias de su des-* 
tierro. Su ingenio necesitaba del estimulo de la 
intemperancia; y en esta especie de embriaguez 



56 YIAGE DE ANACARSIS. 

rompouia lag obras que han sido la admiración 
de la posteridad. Su estilo siempre acomodado 
á las materias que trata , no tiene mas defectos 
que los de la lengua que se habla en Lesbos: 
por lo demás reúne la dulzura al nervio , la abun- 
dancia á la precisión y claridad; y se eleva casi 
como Homero, cuando se trata de describir 
combates 9 y de espantar á un tirano. 

Alceo se habia enamorado de Safo. Un dia la 
^'scribió : <( quisiera explicarme , pero me lo 
<¡r impide el rubor. — No tendría rubor vuestra 
c( frente , sí no fuera culpado vuestro corazón , 
(c respondió ella. x> 

Safo decía : c( yo he recibido por patrimonio el 
« amor de los placeres y el de la virtud : sin esta 
« nada hay mas peligroso que la riqueza; y la 
«r felicidad consiste en la reunión de una y otra. 
(( También deeia : tal persona se distingue por su 
<c rostro: talotraporsusvirtudes. La una parece 
<( hermosa á la primera mirada : la otra no lo 
« parece menos á la segunda. » 

Contaba yo un dia estas expresiones y otras 
semejantes aun ciudadano de Mitilene , y añadí' 
la imagen de Safo está grabada en vuestras mo* 
nedas : su memoria la tenéis en mucha venera- 
ción. ¿ Cómo se pueden conciliarios sentimientos 
que eUa ha dejado en sus escritos , y los honores 
que le tributáis públicamente , con las costum- 
bres infames que se le atribuyen al somormujo ? 



CAPITULO 111. 57 

A esto me respondió : no sabemos bieil ^1 poiv 
menor de su vida , para poder juzgar \ S! hemos 
de hablar con exactitud, nada se puede inferir 
en fayor suyo de la justicia que ella hace á la 
virtud, ni de la que nosotros hacemos á sus ta* 
lentos. Guando leo algunas de sus obras , no me 
atrevo á absolverla; pero tenia mérito y ene- 
migos , y no puedo condenarla. 

Bespues de la muerte de su esposo consagró 
su tiempo á las letras , cuyo gusto quiso inspirar 
álasmugeres deLesbos. Muchas de ellas se hi- 
cieron sus discipulas, y algunas extrangeras 
aumentaron su número. Las amaba con enceso, 
porque no podia amar de otro modo ; y les ma- 
nifestaba su afecto con la violencia' de la pasión. 
Nada de esto extrañareis cuando conozcáis la 
sensibilidad extremada de los Griegos ; cuando 
sepáis que entre ellos el mas inocente trato 
suele nsar el lenguage del amor. Leed los diálo^ 
gos de Platón; y veréis en qué términos htftila 
Sócrates de la hermosura de sus discípulos. Sin 
embargo Platón sabe mejor qiienadie, cuan puras 
eran las intenciones de su maestro. Acaso no lo 
eran menos las de Safo ; pero cierta ligereza en 
la» costumbres y el calorde sus expresiones, eran 



* E8 preciso notar qoe cuanto se dice 4e las costumbres disolu- 
tas de Safo, solo se liaUa en escritores muy posteriores á la edad en 
qaeiflTia. 



58 VIAGB DB ANACARSIS. 

muy á propósito para servir alodio de ciertas 
mucres poderosas, abatidas por su supenoridad , 
y de algunas de susdiscipulas> que oo eran el 
objeto de su preferencia. Al fia reventó este odio , 
al que respondió con verdades é ironías que aca- 
bwon de irrítarias. Después se quejó de sus per - 
secuciooes , lo que se miró como nuevo crimen. 
Precisada á huir *, fué á buscar un asilo en Si- 
cilia y donde » oigo decir 9 proyectan erigirle una 
es^iua *\ Si las voces de ipie me hablaisno smi 
fundadas , como lo creo , su ejemplo ha probado 
que las grandes indiscrecioaes bastan para deni- 
grar la fama de una persona expuesta á los ojos 
del público y de la posteridad. 

Safo era extremadamente sensible. Sena pues 
extremadamente desgraciada^ le dije ya — Lo 
f«é sin dttda^ me respomitió : amó á Faon » quien 
la abandonó: en vano hi20 esfuerzos para vol- 
vede á si; y desesperando de serielia en ade- 
laate con él y sin él, intentó el saltode Leueade, 
y perecié enlas aguas. La muerte^ohaborrado 



' * Cl lugar en que h crónica de Paros habla de Safo, está casi 
entenoneote^borrado en el narmál $ |>ero m lee ^ttsiiiitanKiiteqae 
k9^ yaeenbwoé para Sicilia. No fiiéeatoiMriesDir áFMB, 
como se ha dicho ; y es de creer <iue Aloco la indico á tomar parte 
en la conspiración contra Pitaco» y seria desterrada de MitUene al 
mismo tiempo que él y sos secuaces. 

. '* Eiti estatua fn^ erigida algunos anos después; bízola Silaniun, 
uno de los escultores mas famosos de su tiempo. 



I 



CAPiTCLO la. 59 

esta mancha que echó sobre su eondacta; yguizá, 
añadió por fin , no «e borrará jamas ; porque la 
envidia que se encarniza en los nombres ilustres , 
muere ciertamente, p^o deja después de si á la 
caluomia que jamas muere. 

Safo compuso bimnos» odas, elegías y otras 
mochas piezas, la mayor p«rte en metros que 
ella misma introdujo , y en todas bnüaban ex* 
presiones felices que enriquecieron la lengfoa. 

Mncbas griegas se han dedicado á la poesia , 
y sobresalido en ella , mas ninguna ha llegado á 
igualar á Safo; y de los demás poetas son muy 
pocos los que merezcan la preferencia. iQué 
esmero en la elección de los asuntos y de las par 
labras I Ha pintado todo lo mas risuelío que hay 
en la naturaleza , y lo ha pintado con los eolores 
mas adecuados, y de tal manera manejados, 
que sabe graduarlos según la necesidad, de 
modo que resulte una mezcla proporcionada de 
daros y oscuros. Su gusto sobresale hasta en el 
mecanismo 4el estilo , en que con particular ar- 
tificio , sin aparecer el trabajo , evita los encuen- 
tros penosos , y los choques violentos entre los 
elementos del idioma ; de suerte que el oido 
mas delicado apenas hallará en toda una pieza 
algún sonido que quisiera suprimir. Esta armonía 
eiidi^esadora hace que en las mas de sois obras 
fluyan los versos con mas gracia y blandura, que 
los de Anacreonte y de Simónides. 



60 YIAGB DE ANACARSIS. 

¡ Mas quién pcMlrá éxprasar la vebeoieDCia 
con que su numen nos arrastra , cuando describe 
los atractivos , los ímpetus y el delirio del amor! 
; Qué pinturas 1 1 Qué fue^o ! Dominada , como la 
Pitia, por el dios que la agita, arroja sobre el 
papel expresiones de fuego. Caen sobre él sus 
sentimientos como un granizo de dardos 9 ó 
como una lluvia de fuego que vá á devorarlo 
todo. Lossintomas todos de esta pasión se ani- 
man y personifican 9 luira excitar en nuestras 
almas las mas fuertes impresiones. 

Eu Mitilene era donde trazaba yo este debü 
bosquejo de los talentos de Safo , conforme al 
juicio de muchas personas ilustradas. En el si- 
lencio de la reflexión, en una de aquellas noches 
serenas tan comunes en la Grecia , oí cerca de 
mid ventanas una voz sonora y afectuosa, que 
acompañándose con la lira cantó una oda , eu 
que ésta ilustre lesbiana se abondona sin reserva 
á la impresión que causaba la belleza sobre su 
corazón demasiado sensible. Yo la veia débil, 
temblando , herida como de un rayo que la pri- 
maba del uso de la razón y de los sentidos , po- 
nerse encendida, luego pálida, sin respiración 
caiSi , y cediendo alternativamente á los diversos 
y tumultuosos movimientos de su pasión, 6 
mas bien de todas las pasiones que se conribatian 
en su alma. 

Tal es la elocuencia del sentimiento. Jamas 



CAPITULO rii, 61 

INToduce pinturas tan sublimes, ni de tan grande 
efecto > como cuando elige y liga en uno las 
circunstancias principales de una situación in- 
teresante; y ved aquí lo gue obra en este pequeño 
poema , del cual solo pondré las primeras es- 
trofas. 

; Dichoso aquel que cabe H suspira , 
Y tus miradas plácidas atrae, 
Tu dulce acento » lu sonrisa tierna ! 
A un díQS iguala» 

De vena en vena corre sotíl ftiego» 
Dentro en mi pecho luego que te miro : 
En turbaciones sumergida el alma , 
Muda me quedo. 

Pierdo el oído, en tinieblas yaigo ; 
Deliro, caigo en deliquios dulces; 
Y sin alientos , conturbada , inerte, 
Tiemblo , y espiro *. 

* Guando se lea esta traducción libre, que debo á la amistad df 
Mr. el abate DeMlle, (dice el autor de esta obra) se conocerá fácil-* 
mente qoe crejó deberse valer de la de Boileau, y que no se pro- 
puso otro fin que dar una idea de la especie de ritmo inTentado 
por Safo 4 ó á lo meaos usado frecuentemente por ella. En la 
mayor parte de sus obras, cada estrofa se componía de tres yerat» 
endecasílalKW, es decir, de once silabas, y se terminaba por vaoú 
de cinco sílabas. El mismo fin se ha propuesto el traductor espa- 
ñol, y no quiso valerse de la traducción que hizo non iosef Conde 



62 VIAGB DE ANÁCARSIS. 

de Ota oda. porque aderau de ser denusiad» Ubre, ne podía dar 
idea del verso sáfico-adóaico. 

Hay en castellano otra traducción de esta oda , que anda en la 
que del tratado del Sublime de Dionisio Longino, hizo don Ma- 
nuel Perfi Valderrábano , profesor raoraUsCa (Doctor Don Do- 
raiiigo Largo, opositor de las prebendas de oficio, canóalgD de 
Falencia y natural de Rioseco) impresa en Madrid ano 1770. aín 
nombre de impresor , en octavo, á la página 47 : cuya traducción 
nos ha parecido trasladar en este logar. 



Dichoto el que por tí tolo tutpUra 
Gozando el halagüeño 
Acento de tu voz ; y que ritueño 
El temblante le muettret, ti te mira. 
¿ Lot Ditet en el eieh 
Igualarán tu dicha y tu contuelo ? 

. iSKento tena tutil (lama por mit venas 
Luego que d verte liego, 
y prendiéndote en mí de amor el fuego 
Me tratportatf tutpendet y enagemat. 
Todo en mídetfallece 
Y embargada la lengua, te entorpece. 

Una niebla confuta et ta que priva 
Hit cjot de lot rayot, 
Abtorta tiento en mi dulcet detmayot : 
Pálida, tin aliento» medio ^iva 
Me ocupa un temblor fiero : 
Vo me patmo, yo tiembio, yo me nmero. 

Pero H ettoy perdida 
Nada uoenturaripor ainvida. 



CAPITULO IV. 



PiMiOi DB ■rrn.EfiB. bbsciupgion db la eubba. calois. 

UIGi1>A k TBBAS. 



La mañana siguiente nos dieron prisa para 
embarcarnos. Ya estaba atada la lancba k la 
'^ve , y puestos los dos timones á los dos lados 
de la popa : hablan levantado el mástil » izado 
la verga, y dispuesto la vela» todo estaba 
pronto. Veinte remeros, diez de cada lado, te- 
i^ ya sus brazos sobre los remos. Dejamos á 
Mitücne ton sentimiento nuestro , y al saBr del 
puerto cantó la tripulación himnos á los dioses. 



6i viáG£ de ánágarsis. 

y á grandes voces les dirigía sus votos para ob- 
tener viento favorable. 

Luego que doblamos el cabo Maleo , situado 
al extremo meridional de la isla , tendieron la 
vela ; y redoblando los remores sus esfuerzos , 
volábamos por la superficie del agua. Nuestra 
nave construida casi toda de pínavete y era de 
la clase de las que navegan setenta mil orgías * 
en un día de verano , y sesenta mil en una no- 
cbe **. Se ban visto algunas que en veinte y 
cuatro días han pasado rápidamente desde 
las regiones mas frías á los climas mas ar- 
dientes , yendo de la laguna Méotis á Etiopia. 

La travesía se bizo felizmente , y sin que 
acaeciese cosa notable. Teníamos nuestras ca- 
mas cerca de la del capitán , que se llamaba 
Fanes. Unas veces tenia yo la complacencia de 
escucbarla relación desús viages: otras tomaba 
á Homero, y hallaba en él nuevas bellezas; 
porque en los sitios donde ha escrito , es donde 
se puede juzgar de la exactitud de sus descrip- 
ciones y de la verdad de su colorido. Yo me 
complacía en comparar sus pinturas con las de 
la naturaleza, sin que el original perjudicase á 
la copia. 

* cerca de veinte y seis leguas y inedia i (2a leguas de Svana). 
•' Cerca de veiute y dos y tres cuartas: (10 legnas y tres cuartal 
de Bspaña). 



CAPITULO IV. 65 

En tanto empezamos á descubrir la cima de 
im monte que se llama Oca, el cual domina á 
todos los de la Eubea. Cuanto mas adelante 
íbamos, tanto mas me parecía que se alargaba 
la isla de mediodía á norte. Se extiende , me 
dijo Panes , á lo largo de la Ática , de la Beocia, 
del pais de los Locrienses , y de una parte de la 
Tesalia ; pero su anchura no es proporcionada 
á so largo. El terreno es fértil , y produce mu- 
cho trigo , yino , aceite y frutas , y ademas da 
cobre y hierro. Nuestros obreros son muy dies- 
tros en el trabajo de estos metales , y nos glo- 
riamos de haber descubierto el uso ddl primero. 
Tenemos en varios parages aguas termales, que 
sirven para diversas enfermedades. Estas ven- 
tajas tienen contra sí los terremotos que algu- 
nas veces han tragado ciudades enteras, y he- 
cho refluir el mar sobre costas cubiertas antes 
de habitantes. 

Puertos excelentes , ciudades opulentas, pla- 
zas fuertes , ricas cosechas, que sirven para el 
surtido de Atenas; todo esto , junto con la po- 
sición de la isla , da motivo para presumir , que 
si cayese en manos de un soberano, pondría 
fácilmente sus trabas á las naciones vecinas. 
Libertándolas nuestras divisiones de este peli- 
^o, les han inspirado muchas veces el deseo, 
y procurado los medios de subyugarnos; pero 
sus zelos nos han dado la libertad. Mas bien 



66 VIAGE DE ANACABSIS. 

aliados que ^'ibditos de los Atenienses » pode- 
mos y por medk) de un tribvrto que.les pagamos, 
gozar eu paz de nuestras leyes, y de las ven- 
tajas de la democracia. Podemos convocar asam- 
bleas generales en Galcis ; y allí se delibera so- 
bre los intereses y pretensiones de nuestras 
ciudades. 

Habla en la nave algunos habitantes de la 
Eubea ^ que habían ido á Mitiiene pcHr asuntos 
de comercio , y se volvían á su patria. Uno era 
de Orea, otro de Caristo, y otro de Ere tria. Si 
el viento, me decia el primero, nos permite 
entrar por el lado del norte en el canal que hay 
entre lá isla y el continente , podremos detener- 
nos en la primera ciudad que hallaremos á 
nuestra izquierda, la cual es Orea, casi toda 
poblada de atenienses. Allí veréis una plaza 
muy fuerte por suposición y por las oirás que 
la defienden : veréis un terreno , cuyo viñedo 
tenia ya fama eu tiempo de Homero. Si entráis 
en el canal por la parte opuesta, me decia el 
segundo , os convidaré á bajar á tierra en el 
puerto de Carísto, que encontraremos á la de- 
recha. Vuestra vista se extenderá sobre cmnpi- 
ilas cubiertas de pastos y rebaños. Os llevaré á 
las canteras del monte Oca , que dan un mar- 
m(A de color Ae cardenil, sembrado de tintas 
de varios co](h«8 , muy á propósito para hacer 
columnas. También veréis una especie de piedra 



CAPITULO IV. 67 

que se hña^, y se hace de ella una tela que en 
lugar de queioarse en el fuego , se limpian sus 
manchas. 

Venid á Eretría, decía el tercero y y os ense- 
naré pinturas y estatuas sin número : veréis un 
monumento mas respetable, cual es los cimien- 
tos de nuestras antiguas murallas destruidas 
por los Persas y á quienes nos atrevimos á resis- 
tir. Una columna puesta en uno de nuestros 
templos os probará que en cierta fiesta cele- 
In-ada todos los años á Diana , se presentaron 
en otro tiempo tres mil infantes, seiscientos 
caballos y sesenta carros. Ensalzó después con 
tal ardor el antiguo poder de esta ciudad, y el 
lugar que ocupa aun hoy dia en la Grecia , que 
Panes se dio prisa á empezar el elogio de Calcis, 
y en breve se trabó la disputa sobre la preemi^ 
nencia de las dos ciudades. 

Sorprendido de semejante encarnizamiento, 
dije á Timágenes : estas gentes confuuden sus 
posesiones con sus calidades personales : i te- 
néis en otras partes muchos ejemplos de esta 
rivalidad ? La hay , me respondió , entre las na- 
ciones mas poderosas , no menos que entre las 
mas pequeñas aldeas; y está fundada en la na* 
Uiraleza , qoe para p(mer en rao vimiento ouanto 
hay sotoe la tierra , ha impreso en nuestros co- 
razones dos afectos , que son las fuentes de to- 
dos nuestros bienes y de todos nuestros males : 



68 VI AGE DE A^ACABSIS. 

uno es el amor de los placeres que s.e ordenan á 
la conservación de nuestra especie ; y el otro el 
amor de la superioridad, que produce la ambi- 
ción y la injusticia , la emulación y la industria, 
sin el cual ni se hubieran labrado las columnas 
de Garisto , ni pintado los cuadros de Eretria , 
ni acaso plantado las viñas de Orea. 

Al llegar aquí dijo el calcidense á su contra- 
rio : acordólos de que os sacan al teatro de Ate- 
nas f y se burlan de esa pronunciación bárbara 
que trajisteis de Elide. Y vos , decia el eretrien- 
se, acordaos que sobre el mismo teatro se oyen 
burlas un poco mas pesadas sobre la avaricia de 
los Galcídenses'y sobre la depravación de sus 
costumbres. Pero en fin , decia el primero > Cal- 
éis es ima de las mas antiguas ciudades de la 
Grecia , puesto que Homero babla de ella. Tam- 
bién habla de Eretria en el mismo lugar, respon^ 
dio el segundo.-— Nosotros nos gloriamos de las 
colonias que enviamos en otro tiempo á Tracia, 
á Italia y á Sicilia. — Y nosotros de las que es- 
tablecimos cerca del monte Atos. — Nuestros 
padres gimieron mucho tiempo bajo la tiranía | 
de los ricos , y después bajo la de un tirano lla- 
mado Foxo ; pero tuvieron valor para sacudirla, 
y establecer la democracia. — También nues- 
tros padres sustituyeron el gobierno popular á j 
la aristocracia. — No deberíais alabaros de se- 
mejante mudanza, dijo el de Garisto: jamas es- 



CAPITULO IV. 69 

tuvieron vuestras ciudades mas florecientes que 
en tiempo dé la administración de un corto nú- 
mero de ciudadanos : entonces fué cuando en 
efecto hicisteis salir las colonias numerosas de 
que habláis. —Tanto peor para ellos > replicó 
el habitante de Orea ; pues el dia de hoy tienen 
los Calcideoses la cobardía de sufrir la tiranía 
de Mnesarco, y los Eretrienses la de Temison* 
— No es porque les falte esfuerzo^ dijo Tima- 
genes : los dos pueblos son valientes , y lo han 
sido siempre. En una ocasión , antes de llegar á 
las manos , arreglaron las condiciones del com- 
bate, y se convinieron en pelear cuerpo á 
cuerpo 9 sin valerse de armas arrojadizas. Este 
convenio extraordinario está grabado en una 
columna que yo vi en otro tiempo en el tem- 
plo de Diana en Eretria. Debió hacer correr 
mucha sangre ;pero también puso fin á la guerra. 
Entre las ventajas de que os jactáis , dije yo 
entonces, hay una que sin duda habéis pasado 
en silencio. ¿No ha producido la Eubea ningún 
filósofo, ningún poeta célebre ? ¿Cómo es que 
vuestras relaciones con los Atenienses no os han 
inspirado el gusto á la literatura? A esto queda- 
ron inmóviles. El capitán dio órdenes á la tripu- 
lación. Doblamos el cabo meridional de la isla, 
y entramos^ en un estrecho, cuyas riberas nos 
ofrecian á cada lado ciudades mas ó menos 
grandes; y pasando por cerca de las muralla 



70 VIAGE DE ANACABSIS. 

de Caristo y de Eretria, llégarmos por fin á 
Caléis. 

Está situada en un parage, donde las costas 
de la isla tocan casi á las de Beocia por medio 
de dos promontorios que se adelantan de una y 
otra parte. Este corto trecho , que se llama Eu- 
ripo, está en parte cegado por un dique, que 
Timágenes se acordaba haber visto construir en 
su juventud. A cada extremidad hay una torre 
para defenderla , y un puente levadizo para de- 
jar pasar una embarcación. Aquí es donde se ve 
sensiblemente un fenómeno, cuya causa no se 
ha conocida todavía. Muchas veces , durante el 
dia y la noche , suben y bajan alternativamente 
las aguas del mar al norte y al mediodía , y gas- 
tan el mismo tiempo en bajar que en suMr. En 
ciertos dias parece que el flujo y reflujo está su- 
jeto á leyes constantes , como el océano ; pero 
luego no sigue regla ninguna , y veréis la cor- 
riente mudar de dirección á cada instsmte. 

Caléis está edificada en la falda de uií monte 
del mismo nombre. Aunque su recinto es de 
mucha extensión , todavía intentan aumentarlo. 
Los altos árboles que se levantan en las plazas 
y en los jardines , Hbertan á los habitantes de 
los ardores del sol ; y una fuente abundante, que 
se llama la fuente de Aretusa, basta para sus 
necesidades. La ciudad está adornada con un 
teatro, gimnasios, pórticos, templos, estatuas 



CAPITULO IT. 71 

j pioturas. Su buena situación, sus fábricas de 
cobre, su terreno bañado por el rio Lelanto, j 
cubierto de olivos » atraen á su puerto las em- 
barcaciones de los países comereiantes. Sus 
habitantes son excesiyamente ignorantes y ca- 
riosos : ejercen la bo^italidad con los extranje- 
ros; j aunque celosos de la libertad, se sujetan 
fáoUmeate á la servidumbre. 

Hicimos noche en Calcis , y á la mafíaDa si- 
guiente, al romper el día, llegamos á la parte 
opuesta á Aulide, lugarcillo cerca del cual bay 
una gran bahía, donde estuvo detenida por los 
vientos contrarios tanto tiempo la armada de 
Agamenón. 

Desde Aulide pasamos por Salganea, y ñiimos 
á Antedon por un camino muy llano , parte del 
cual va por la costa , y parte por una colina cu- 
bierta de árboles , de la cual nacen muchas fuen- 
tes. Antedon es una ciudad pequeña con una 
plaza , ala que hacen sombra hermosos árboles, 
y rodeada de pórticos. La mayor parte de sus 
habitantes no tienen mas oficio que la pesca. 
Algunos cultivan tierras ligeras que dan mucho 
vino y poquísimo trigo. 
Habíanlos andado setenta estadios *, y no nos 

* Dos leguas y mil y seiscientas y quince toesas : { 2 leguas y i i57 
y medio pasos de España). 



7*i VIAGB DE ANACABSIS. 

faltaban mas que ciento y sesenta para llegar á 
Tebas \ 

Como Íbamos en un carro, tomamos el cami- 
no de la llanura , aunque era largo y tortuoso : 
pronto nos acercamos á esta gran ciudad. A la 
TÍ3ta de la ciudadela que descubrimos á lo lejos, 
no pudo Timágenes contener sus sollozos. La 
esperanza y el temor se pintaban altematiya- 
mente en su semblante. Ve allí mi patria , decia , 
ve allí donde dejé un padre y una madre que me 
amaban tan tiernamente, sin que pueda lison- 
jearme de bailarlos. Pero también tenia un her- 
mano y una hermana : ¿ les habrá perdonado la 
muerte? Estas reflexiones, á las cuales volvía- 
mos á cada paso, despedazaban su corazón y el 
mió. j Ay! ¡y cómo me interesaba en este mo- 
mento ! ¡ Cuan digno de compasión me pareció 
poco después ! Llegamos á Tebas , y las prime- 
ras noticias clavaron el puñal en el pecho de mi 
amigo. Los pesares de su ausencia hablan preci- 
pitado en el sepulcro á ios autores de sus dias : 
su hermano habia muerto en un combate : su 
hermana que habia casado en Atenas , no exis- 
tia ya , y habia dejado un hijo y una hija sola- 
mente. Su dolor fué amargo; pero las pruebas 
de atención y de ternura que recibió de los ciu- 



' ^eis leguas f dentó j Telnte tocsas [5 egaM y ff60 pasos de 
España. 



CAPITULO IV. 73 

dadanos de todas las clases, de algunos parien- 
tes remotos , y mas que todo, de Epaminonda s 
suavizaron sus penas, y en algún modo le in- 
demnizaron de sus pérdidas. 



IL 



CAPITULO V. 



M4N8iOFf II« TKBA;:. ÍPAMINORDAS. PILIPO DE MiCEDOKIA. 



En la relación de otro viage que hice á Beocia, 
hablaré de la ciudad de lebas y de las costum- 
bres de los Tebanos ; pues en este me llevó toda 
la atención Epaminondas. 

Timágenes me presentó á él y quien conocien- 
do mucho al sabio Anacarsis , no podía dejar de 
reparar en mi nombre; y no menos llamó su 
atención el motivo que me traia á la Grecia. 
Hízome algunas preguntas acerca de los Escitas ; 
pero tan sobrecogido estaba yo de respeto y ad- 



VIAGE DE ANACARSIS. 75 

miración , que titubeaba en mis respuestas. No- 
tólo EpaminondaSy y volvió la conyersacion 
sobre la expedición del joven Giro , y la retirada 
de los diez mil ; después de lo cual nos rogó que 
le viésemos á menudo. Nosotros fuimos á verle 
todos los dias, y presenciamos las pláticas que 
tenia con los tebanos mas ilustrados y los ofi- 
cíales mas hábiles. Aunque habia enriquecido su 
mente con todo género de conocimientos , gus- 
taba mas de escuchar que hablar. Sus reflexiones 
eran siempre justas y profundas. En las ocasio- 
nes de gravedad, cuando se trataba de defender- 
se, usaba de respuestas prontas, nerviosas y 
concisas. Le interesaba infinito la conversación 
cuando recala sobre materias filosóficas ó polí- 
ticas. 

Me acuerdo con cierto placer mezclado de 
orgullo , de haber vivido familiarmente con el 
mayor hombre que quizaba producido la Grecia. 
¿Y por qué no se concederá este titulo al gene- 
ral que perfeccionó el arte de la guerra; que 
eclipsó la gloria de los generales mas célebres , 
y jamas fué vencido sino por la fortuna ; al polí- 
tico que dio á los Tebanos la superioridad que 
nunca hablan tenido , y perdieron en su muerte ; 
al negociador que siempre tomó en las dietas un 
ascendiente sobre los demás diputados de la 
Grecia , y supo mantener en la alianza de Tebas , 
su patria , á las naciones zelosas del engrande- 



76 TIAGE DE ANACABSIS. 

cimieDto de esta nueva potencia ; al que fué tan 
elocuente como la mayor parte de los oradores 
de Atenas, tanamante de su patria como Leó- 
nidas, y acaso mas justo que el mismo Aris- 
tides? 

El retrato fiéL de su espíritu y de su corazón 
seria el único panegírico digno de él; pero 
¿quién podría explicar aquella filosofía sublime 
que ilustraba y dirigía sus acciones ; aquel inge- 
nio tan lleno de luces , tan fecundo en recursos; 
aquellos planes concertados con tanta praden- 
cía, y ejecutados con tanta rapidez? ¿Cómo 
representar también aquella igualdad de alma, 
aquella integrídad de costumbres ^'y aquella di- 
gnidad en su aspecto y sus modales , sii atención 
y cuidado en respetar la verdad aun en las cosas 
mas mínimas , su condescendencia, su bondad, 
la paciencia con que sufrió las injusticias del 
pueblo y de algunos de sus amigos? 

En una vida en que el hombre privado no es 
menos admirable que el hombre público, bas- 
tará tomar como al acaso algunos rasgos que 
servirán para caracterizar el uno y el otro. En el 

* Clearcodc Solos, citado por Ateneo, refiere nn hecho, que 
puede hacer sospechosa la pureza de costumbres de EpamiocD- 
das; pero este hecho apems indicado, seria coutrario á los tesfi- 
monios de toda la antigüedad , y de ningún modo podría cond- 
liarse con los principiris severos, de que na so separó este hombre 
grande, ni aun en las circunstancias mas críticas. 



CAPITULO V. Tí 

prímer capítulo de esta obra he referido ya sus 
principales hazañas. 

Su casa era mas bien el santuario que el asilo 
de la pobreza , la cual reinaba en ella con la ale- 
gría pura de la inocencia , con la paz inalterable 
de la felicidad > en medio de otras virtudes á las 
cuales daba nuevas fuerzas, y la adornaban con 
su esplendor : reinaba en ella hasta tal punto , 
que parece increíble. Hallándose Epaminondas 
próximo á hacer una irrupción en el Pelopo- 
neso 9 se vio precisado á trabajar en su equipage. 
Tomó prestadas cincuenta dracmas*, y esto 
era poco mas ó menos en el tiempo en que in> 
dignado no quiso admitir cincuenta piezas de 
oro que se atrevió á ofrecerle un príncipe de 
Tesalia En vano intentaron algunos tebanos 
partir con él sus bienes : él les hacia participar 
del honor de aliviar á los infelices. 

Un dia le hallamos en compañía de sus ami- 
gos, que él habia juntado, y lesdeda: «rEsfo- 
a drías tiene una hija en edad de tomar estado ; 
(( pero es tan pobre que no puede dotarla ; y asi 
ffhe dispuesto que cada uno de vosotros contri- 
a buya en proporción. A cada uno de vosotros 
cros he puesto ima tasa proporcionada á vues- 
fftros haberes. Tengo precisión de permanecer 
a algunos dias en mi casa ; pero á mi salida prí- 

* Cuarenta y dnoo libras: (467 n. to.)- 



78 VIAGE DE ANACABSIS. 

«mera yo os presentaré este honrado ciuda- 
((daño; pues es justo que reciba de vosotros 
<( este beneficio , y que conozca á los que se le 
(( hacen. » Todos se conformaron con lo que pro- 
ponía , y se despidieron dándole gracias por su 
confianza. Inquieto Timágenes al oirle el inten- 
to de no salir de su casa , le preguntó el motivo^ 
á lo que respondió sencOlamente : a tengo que 
(( hacer lavar mimanto. » En efecto, no tenia roas 
que uno. 

Poco después entró M icito , que era un joven 
á quien Epaminondas queria mucho , y le dijo : 
« Diomedon de Gizico ha llegado, y se ha dirigí- 
« do á mi para que os le presente. Viene á ha- 
« ceros propuestas de parte del rey de Persia , 
« quien le ha encargado entregaros una suma 
(( considerable, y aun á mí me ha hecho tomar 
/(Cinco talentos. — Hacedle entrar, respondió 
« Epaminondas ; y venido que hubo, le dijo : oid, 
« Diomedon : si las miras de Artaxerxes son con> 
(( formes á los intereses de mi patria, no nece- 
«sito regalos; sí no lo son, todo el oro del 
« mundo no me hará faltar á mi obligación. Ha- 
« beis pensado de mi corazón por el vuestro : ós 
<c lo perdono ; pero salid cnanto antes de esta ciu- 
a dad , para que no corrompáis á sus habitantes. 
«Y vos , JMicito, si no volvéis al momento el di- 
(í ñero que habéis recibido , os voy á entregar al 
(( magistrado. )) Nosotros nos habiamost separado 



CAPITULO V. 79 

durante esta conversaoioo, y poco des|Hie8 nos 
la refirió Micito. 

Mas de una vez había dado Epaminondas á los 
que le rodeaban la lección que Micito acababa 
de recibir. Estando mandando el ejército , supo 
que su escudero babia vendido la libertad de un 
cautivo, cí Dame mi escudo » le dijo ; pues no 
(c eres para seguirme en los peligros después 
« de haber mancillado tus manos con el di* 
« ñero. » 

Celoso discípulo de Pitágoras, imitaba su fru- 
galidad. Absteníase del uso del vino > y muchas 
veces no se alimentaba sino con un poco de 
mieL La música que aprendió con los mejores 
maestros, le divertía algunas veces en sus ocios. 
Tocaba excelentemente la flauta ; y cuando se 
lo suplicaban en los convites , cantaba á su vez 
acompañándose con la lira. 

Cuanto mas familiar era en la sociedad , tanto 
mas era severo cuando Se trataba de mantener 
el decoro de cada estado. Estaba preso un hom- 
bre de la hez del pueblo, y de conducta escan- 
dalosa. «¿Porqué, dijo Pelópidas á su amigo, 
aporqué me habéis negado á mí su perdón, 
íí para concedérselo á una cortesana ? — Porque 
«no era decente á un hombre cual vos ínter- 
(( ceder p<Nr un hombre como él , respondió Epa- 
(í mÍBondas. » 

Jamas pretendió ni desechó los Cjar gos públi- 



BO VIAGB DE A^ÍACABSIS. 

eos : mas de una vez sirvió como simple soldada 
al mando de generales inexpertos , preferidos á 
él por intriga: mas de una vez las tropas sitiadas 
en su campamento , y reducidas á los mas terri- 
bles extremos , imploraron su auxUio. Entonces 
dirigía éi las operaciones , rechazaba al enemi- 
go , y volvia tranquilamente el ejército á sus ho^ 
gares , sin acordarse de la injusticia de su patria , 
ni del servicio que acababa de hacer. 

No perdia circunstancia alguna para hacer 
revivir el valor de su nación , y hacerla temible 
é los demás pueblos. Antes de su pi;imera cam- 
paña del Peloponedo , empeñó á algunos teba- 
nos á que luchasen con los lacedemonios que 
se hallaban en Tebas; y como tuvieron ventaja 
los primeros» desde entonces empezaron sus 
soldados á no temer los Lacedemonios. Estando 
acampado en Arcadia , en el invierno , los dipu- 
tados de una ciudad inmediata vinieron á pro- 
ponerle que entrase en ella, y se acuartelase 
alH. (( No ; dijo Epaminondas á sus oficiales , 
(( si nos ven sentados á la lumbre, nos tendrán 
(i por hombres comunes. Permaneceremos aquí 
« á pesar de lo rígido de la estación ; y al ver 
« nuestras luchas y ejercicios se quedarán ató- 
« ñitos. » 

Daifanto é lólidas , dos oficiales generales que 
habían merecido su aprecio, decían un día á 
timágenes : mucho mas le admirariaiB si le hu- 



CAPITULO V. 8Í 

bíerais sej^do en sus expediciones; sihubie* 
nds estudiado sus marchas , sus campamentos > 
sus disposiciones antes de la batalla, su valor 
brillante j su presencia de ánimo en la acción ; 
si le hubierais visto siempre activo , siempre 
trampodlo penetrar de una mirada los proyectos 
del enemigo y insinrarle una seguridad funesta > 
multiplicar en tomo de él las celadas casi inevi^ 
tables , mantener al mismo tiempo en su ejército 
la disciplina mas severa , despertar el ardor de 
los'soldados por medios imprevistos , ocuparse 
continuamente en su conservación , y sobre to- 
do en su honor. 

Con tan afectuosas atenciones se ha grangeado 
ei amor de sus soldados. Cansados y acosados del 
hambre , siempre están dispuestos á cumplir sus 
órdenes, y á precipitarse en el peligro. Esos 
terrores pánicos^ tan comunes en otros ejérci- 
tos, son desconocidos en el suyo. Cuando están 
á punto de introducirse , sabe disiparlos con una 
palabra , ó convertirlos en su favor. Hallándonos 
para entrar en el Peloponeso, vino el ejército 
enemigo á poner su campo delante de nosotros. 
Mientras Epaminondas examinaba su posición^ 
un trueno difundió el terror entre los soldados : 
el adivino dijo que se suspendiese la marcha : 
preguntan con espanto al general ¿qué anuncia^ 
ba semejante presagio? <rQue el enemigo ha 
cr escogido un mal campo, » exdámó con con- 

4. 



82 VIAGK DE ANAGABSIS. 

íiaDza. Con esto cobraron valorías tropas , y á la 
mañana siguiente forzaron el paso. 

Los dos oficiales tebanos contaron otros lan- 
ces que omito , y dejando de referir otros que yo 
vi , añadiré solamente una reflexión. 
, Epaminondas sin ambición, sin vanidad y sin 
interés , elevó en poco tiempo su nación al punto 
de grandezaen que hemos visto á los Tebanos. 
ObrO este prodigio el ascendiente de sus Tirto« 
des y talentos; al mismo. tiempo que donánaba 
los ánimos por la superioridad de su ingenio y 
conocimientos y disponía á su arbitrio de las pa- 
siones de los demás , porque era dueño de las 
suyas. Pero lo que mas aceleró el buen éxito , 
fué la entereza de su carácter. Su alma indepen- 
diente y altiva y se indignó muy temprano contra 
la dominación que los Lacedemonios y Atenien- 
ses hablan tenido sobre los Griegos en general , 
y sobre los Tebanos en particular. Les juró un 
odio y que hubiera tenido encerrado en su pe- 
cho ; pero desde que la patria le confió el cui^- 
dado de su venganza , quebrantó las cad^sias de 
las naciones, y se hizo conquistador por obliga- 
ción. Formó el proyecto tan atrevido como nue- 
vo de atacar á los Lacedeni<mios hasta en el 
centro mismo de su imperio , y de daspojarlos 
de aquella superioridad de que habiau gozado 
por tantos siglos : le siguió con tesón á pesar de 
su poder, de sii gloría, de sus ajtiados» y de sus 



CAPITULO V. 83 

enemigos 9 que miraban con recelo los rápidos 
progresos de los Tebanos. 

Tampoco le dertirvo lá oposición de un partido 
formado en Tebas , el cuftl queda lá paz , porque 
Epanúnondas quería la guerra. Menéclides esta- 
ba al frente de esta facción : su elooueñck » sus 
dignidades y la aficioii que la mayor parte de los 
hombres tienen al reposo , le daban una grande 
reputacíoaen él pueblo ; pero la firmeza de Epa- 
minondas destruyó por fin estos obstáculos , y 
todo estaba dispuesto para la campaña 9 cuando 
nosotros nos .sep^auramos de éL Si la muerte no 
hubiera puesto fin á sus dias en medio de un 
triunfo 9 que dejó á los Lacedemoniosisin recur- 
sos » ét hul»era pedido á los Atenienses razón de 
las yictmas que habimí logrado de los Griegos , 
y emriquecidoy como decía él mismo, la cinda- 
dela de Tebasi con los monumentos que adornan 
la de Menas. 

Tuirimos muchas veces ocasión de ver á Po- 
limnis, padre deJBpaminondas. Hoiian menos á 
este anciano venerable los homenages tributa- 
dos á sus virtudes y que los honores decretados 
á su hi^. Nos recordó mas de ima vez aquel 
tierno sentimiento que dejó ver Epaminondas 
después de la batalla de Leuctres, entre los 
aplausos del ejército: «lo que mas me lisonjea 
« es f que todavía viven mis padres , y gozarán 
« de mi glftia» » 



84 YIAGE DÉ ANACABSIS. 

Habían -encargado los Tebanos á Polimnis 
que velase sobre el joven Fflipo, hermano de 
Perdicas > rey de Macedonia. Habiendo Pelópi- 
das pacificado las turbulencias de este reino , 
recibió en rehenes á este príncipe, y otros 
treinta jóvenes nobles de Macedonia. Fllipo, de 
«dad dé cerca de diez y ocho años, reunía ya el 
talento al deseo de agradar. Al verle se admira-- 
ba su hermosura ; y al oírle , su ingenio , su me- 
moria, sü elocuencia, y las gracias que daban 
tantos encantos á sus palabras. Su buen humor 
dejaba escapar algunas veces ciertos chistes, 
que jamas ofendían. Benigno , afable , generoso» 
y pronto á discernir el mérito., ninguno conoció 
mejor que él el arte y la necesidad de insinuarse 
en los corazones. El pitagórico Nausitoo, su 
maestro , le había inspirado afición á las letras , 
laque conservó toda la vida, y dado lecciones 
de sobriedad, que olvidó luego. El amor ^el 
placer se descubría en medio de tan excelen- 
tes calidades; pero no impedia el ejercicio de 
ellas, y de antemano se presumía, que si es- 
te joven principe ascendía al trono algún día , 
no le dominarían ni los negocios, ni los pla- 
ceres. 

Filipo estaba de continuo al lado de Epami- 
nondas : estudiaba en el genio de un hombre 
grande el secreto de serlo algún día : recogía 
con ahinco sus discursos como sus ejemplos; y 



CAPITULO V. 85 

en esta excel^ite escuela aprendió á moderarse, 
á oir la verdad, á retractar sus errores, h cono- 
cer á los Griegos , y á sujetarlos. 



GAPITOLO VI. 



SiUDi DB 1BB4S. LLEGiDá A ATBIfiS. HABITANTES DE 
LA ÁTICA. 



He dicho mas arriba que no habiaii quedado á 
TiinágeDes mas que un sobrino y una sobrina 
avecindados en Atenas. El sobrino se llamaba 
Pilotas 9 y la sobrina Epicaris. Habia casado esta 
con un ateniense rico , llamado Apolodoro. Des- 
de los primeros dias de nuestra llegada habian 
reñido á Tebas. Timágenes gozaba en compañia 
de ellos , de una dulzura y una paz , que su co- 
razón no babia experimentado en mucho tiem- 



VfAGE DE ANACABSIS; 87 

po. Pilotas era^e mi edad. Comencé á utiirme á 
él , y luego fué mi guia , mi compañero , mi ami- 
go , el mas tierno y mas fiel de mis amigos. * 

Antes de su partida nos habían hecho dar pa- 
lalA'a de que iríamos luego á unimos con ellos. 
Nos despedimosde Epaminondas con sentimien- 
to, en que se dignó tomar parte, y llegamos á 
Atenas el 16 del mes antesterion , en el segundo 
año de la olimpiada 104 ^ Hallamos en la casa 
de Apolodoro las satisfacciones y socorros que 
podíamos esperar de sus riquezas y crédito. 

A la mañana siguiente á mi llegada fui á la 
academia; vi á lo lejos á Platón ; iba yo al tallen 
del pintor Eufranor. Me dominaba aquella ei^* 
cíe de embriaguez , que causan á primera vista 
la presencia de los hombres célebres , y el pla^^ 
eer de acercarse á ellos. Después fijé mis lat* 
radas sobre la ciudad, y por algunos días admiró 
sus monumentos , y recorrí sus alrededores. ' 

Atenas está como dividida en tres partes , á 
saber: la ciüdadela, construida sobre una paña: 
la ciudad puesta al rededor de ella ; y los puer- 
tos de Palero, de Muniquio y de Pireo. 

Sobre la peña de la cindadela fué donde se es- 
tablecieron los primeros habitantes de Atcaas; 
y allí estaba la ciudad antigua. Aunque por hi 
naturaleza no era accesible sino por la parte del 

* El ,13 de marzo del a£k> 362 antea de J. C. 



88 TIAGE DE ANACABSIS. 

sudoeste ) estaba cercada toda con muros , que 
permanecen todavia. 

El circuito de la ciudad nueva , es de sesenta 
estadios*. Los muros flanqueados con torres, y 
levantados precipitadamente en tiempo de Te- 
mistocles, presentan por todas partes pedazos de 
columnas y eiscombros de arquitectura, mezcla- 
dos confusamente con los materiales informes 
que se emplearon en su construcción. 

Salen desde la ciudad dos murallaslargas^de las 
cuales una, que tiene treinta y cinco estadios **, 
termina en el puerto de Palero , y la otra , que 
tiene cuarenta ***, en el de Píreo. Están casi en- 
trámente cerradas á su extremidad por otra , 
que en un circuito de sesenta estadios , abraza á 
estos dos puertos , y el de Muniquio situado en 
eA medio , y como ademas de estos puertos en- 
cterran también las tres murallas una porción de 
casas» templos y monumentos de toda especie, 
•e puede dedr que el circuito total de la ciudad, 
es de carca de descintos estadios*^*. 



* Dos leguas y seiscientas y setenta toesas : (I legua y 3,955 pa- 
sos de Espaoa). 

**Otaalegna y odiodentas y siete toesas y media: (I legua y etf 
paso» de España. 

*^ Una legua y mil doedentas j odietita toesas: (f legua y 
f ,290 pasos de España). 

''^'Sieteleguas y mil cuatrocientas toesas; (6 teguas y 2,450 pasos 
deEspaBa). 



CAPITULO VI. 89 

Al sudoeste , y casi junto á la ciudadela , está 
la roca del Museo, separada por no valleclto de 
una colina donde tiene el areopago sus sesiones. 
Hay otras alturas que hacen el piso de la ciudad 
sumamente desiguaL Nacen en ellas algunas 
fuentecillas y que no son suficientes para los ha- 
bitantes , quienes suplen esta falta con pozos y 
algibes, donde el agua toma derta frescura, que 
les agrada sobremanera. 

En general las calles no están á cordeL La 
mayor parte de las casas son chicas , y poco có- 
modas : algunas mas magníficas, apenjBis dejan 
descubrir sus adornos al través de un patio, ó 
mas bien de una avenida larga y estrecha. Por 
defuera todo respira sencillez; y los extrange- 
ros > á primera vista , buscan en Atenas aquella 
dudad tan célebre eli el universo ; pero su admir 
radon se aumenta insensiblemente, cuando exa- 
minan detenidamente aquellos templos, pórticos 
y edificios públicos, donde han competido las 
artes para adornarlos. 

Al rededor de la ciudad serpentean el Iliso y 
el Gefiso ; y cerca de sus orillas han hecho paseos 
públicos. Mas lejos , y á diversas distancias , las 
colinas cubiertas de olivos , laureles y viñas, y 
apoyadas sobre montes eminentes , forman co- 
mo un cercado al rededor de la llanura, que se 
extiende hasta el mar por la parte del medio- 
día. 



90 VIAGE DE ANACABSIS. 

La Ática es una especie de peniosula de figura 
triangular. El lado que mira á la Argólide podrá 
tener en linea recta trescientos cincuenta y siete 
estadios ^ : el que confina con la Beocia^ doscien- 
tos treinta y cinco**; y él que mira á la Eubea , 
cuatrocientos y seis***. Su superficie tiene cin- 
cuenta y tres mil y doscientos estadios cuadra- 
dos****; y no incluyo aquí la isla de Salamina, 
que solo tiene dos mil novecientos veinte y cinco 
estadios cuadrados *****. 

Este corto pais , cortado de montes y de pe- 
ñas , es de suyo estéril y y solamente á fuerza de 
cultivo da al labrador el fruto de sus fatigas ; 
pero las leyes , la industria , el comercio y la ex- 
trema pureza del aire han favorecida tanto la po- 
blación , que la Ática está hoy dia cubierta de 
aldeas y lugares, cuya capital es Atenas. 

Los habitantes de la Ática se dividen en tres 
clases. La primera es la de los ciudadanos : la se- 
gunda la de los extrangeros domiciliados ; y la 
tercera la de los esclavos. 



* Cerca de trece leguas y media ; (I I leguas y 3312 pasos de Es- 
paña). 

** Casi nueve leguas : (7 leguas y 3978 pasos de España ). 

*** Quince leguas y setecientas sesenta y siete toesas : (15 leguas 
y less pasos de Espma). 

****Setenta j seis l^uas cuadradas : (38 leguas cuadradas de Es- 
paña). 

•"•• Cerca de cuatro leguas cuadradas. 



CAPITULO VI. 91 

Hay dos clases de esclavos , unos giiegos de 
origen , y oíros exlrangeros. Los primeros son 
en general todos aquellos que la suerte de las ar- 
mas ha hecho caer entre las manos de un ven- 
cedor irritado por una larga resistencia : los se- 
gundos vienen de Tracia, de Frigia, de Caria*, 
y de los países habitados por los bárbaros. 

Los esclavos de toda edad , sexo y nación son 
entre los Griegos un objeto considerable de co- 
mercio. Los comerciantes avaros los trasladan 
continuamente de una parte á otra, los amonto- 
nan en las plazas públicas como si fueran viles 
animales, y cuando se presenta un comprador , 
los obligan á bailar al rededor, para que se 
pueda formar juicio de sus fuerzas y agilidad. 
Su precio varía según sus habilidades. Unos son 
apreciados en trescientas dracmas**, y otros en 
seiscientas''*^; pero los hay que cuestan mucho 
mas. Los griegos que caen en manos de los pira- 
tas, son puestos en venta en las ciudades griegas, 
y pierden su libertad hasta que están en dispo- 
sición de pagar un grande rescate. Platón y Dió- 
genes tuvieron e»ta desgracia : los amigos del 



• Lo6 esclavos extrangeros toman entre los Griegos el nom- 
bre de so naciOD 2 uno se liama Cario, y otro Tracio. 
** Doscientas setenta Ubras: (1 ,000 rs. vn. de España). 
*** Quinientas áiarenta libras . (2,000^r«. td. de España). 



92 VIAGE DE ÜNACARSIS. 

primero dieron tres mil dracmas por rescatarle*: 
el segado quedó en cadenas, y enseñó á los hi- 
jos de su amo á ser virtuosos y libres. 

£1 número de los esclavos es infinitamente su- 
perior al de ciudadanos en casi toda la Grecia. 
Casi en todas partes se buscan y apuran los re- 
cursos para tenerlos en la dependencia. Lacede- 
monia, que creyó poder obligarlos á la obedien- 
cia por la fuerza, los ha hecho rebelarse muchas 
veces. Atenas , que ha querido hacerlos fíeles 
por medios mas suaves , los ha hecho insolentes. 

Cerca de cuatrocientos mil son los que se 
cuentan en la Ática. Ellos son los que Isibranlas 
tierras , hacen valer las manufacturas , benefi- 
cian las ininas , trabajan en las canteras, y están 
encargados en las casas del detalle del servicio: 
porque la ley prohibe mantener esclavos ocio- 
sos; y los que nacidos en una condición servil, 
no pueden dedicarse á un trabajo penoso , pro- 
coran hacerse útiles por la destreza , la habili- 
dad y cultura de las artes. Hay fabricantes que 
emplean mas de cincuenta, y sacan una ganancia 
considerable. En algunas fábricas dejauu esclavo 
cien dracmas libres cada año*'^, y en otras ciento 
y veinte***. 

* Do6 mil setecieotas libras > ( f 0,000 rs. vn. de Eapaña ). 

** NoTentá libras: (SS5 rs, vn. de España). 

*** Clenfo y adw libras: (40a rs. va. de España). 



CAPITGLO VI. 93 

Algunos han merecido su libertad comba- 
tiendo por la república^ y otros dando á sus due- 
ños , pruebas de un celo y adhesión que todavía 
se citan como ejemplo. Guando no pueden ob- 
tenerla con servicios, la compran con un pecu- 
lio 9 que se les permite adquirir, del cual se sirven 
para regalar á sus señores en las ocasiones de 
lucimiento, como cuando nace un niño en la 
casa , ó cuando hay en ella una boda. 

Guando faltan esencialmente á sus obligacio- 
nes, pueden sus amos cargarlos de cadenas, con- 
denarlos á dar vueltas á la piedra de un molino, 
impedirfes el casarse , 6 separarlos de sus mu- 
geres; mas no es licito intentar quitarles la vi- 
da: cuando se les trata con crueldad, se 1^ 
obliga á desertar, ó á lo menos á buscar asilo 
én el templo de Teseo. £n este último caso , 
piden que se les pase al servicio de un amo me- 
nos riguroso, y algunas veces llegan á sustraersie 
del yugo del tirano , que abusaba de su debili- 
dad. 

De este modo han atendido las leyes á la se^ 
guridad de los esclavos ; pero cuando son inte- 
ligentes, 6 tienen habilidades agradables, les 
sirve mas el interés que las ley es., Enriquecen 
á sus amos, y se enriquecen ellos, reservando 
una parte del salario que reciben de unos y 
otros. Estas utilidades mulliplicadas les ponen 
en proporción de procurarse protectores» de vi- 



9i VI AGE DE ANACABSIS. 

Yir ea un lujo escandaloso , y de juntar la inso- 
lencia de las pretensiones con la bajeza de sen- 
timientos. 

Está prohibido bajo graves penas golpear al 
esclavo de otro, porque toda violencia es un 
crimen contra el Estado , f porque no teniendo 
los esclavos casi nada que los caracterice en lo 
exterior*, sin esta ley, podria recaer el ultraje 
sobre el ciudadano , cuya persona debe ser sa*^ 
grada. 

Cuando se pone en libertad á un esclavo , no 
pasa á la clase de ciudadano, sino á la de domi- 
ciliado , que participa de la última por la liber- 
tad, y de la de esclavo por la poca consideración 
que goza 

Los domiciliados, que son cerca de diez mil, 
soa los extrangeros establecidos en la Ática 
con sus familias. La mayor parte de ellos ejer- 
citan sus oficios , ó sirven en la marina , prote- 
gidos por el gobierno , sin participar de él ; li- 
bres y dependientes; útiles á la república que 
los teme , porque teme la libertad separada del 
amor de la patria ; despreciados por el pueblo , 
fiero y zeloso de las distinciones anexas al estado 
de ciudadano. 

* LosesclaTOsestabanobligadosárasurarselacabeza. Abis^pb., 
in av. V. 912. Schol. ibid,; pero la cubrían con un gorro. Id. in 
vesp. V. 44S. Sus vestidos no debian pasar de la rodilla, Id, in 
LysU. V, 1135. SchoL ibid ; pero muchos ciudadanos iban asi. 



CAMTÜLO VI. 95 

Los domiciliaclos deben elegirse entre los ciu- 
dadanos iin proteetor qae responda de su con- 
ducta, y pagar al tesoro púbüeo un trilnito 
anual de doce dracmas'' por los cabezas de fa- 
milia y y de seis por los hijos. Cuando no cum- 
plen esta condición primera, pierden sus bienes; 
j su libertad cuando quebrantan la segunda: mas 
cuando hacen al Estado servicios señalados, al- 
canzan la exención del tributo. 

En las ceremonias religiosas se distinguen 
de los ciudadanos por funciones particulares : 
los hombres deben llevar una parte de las ofren- 
das, y sus mugeres extender el quitasol sobre 
las mugeres libres. En fin, están expuestos á 
los insultos del pueblo , y á los tiros ignomi- 
niosos que se lanzan contra ellos en el teatro. 

Muchas veces se ha visto que la repábüea 
(extenuada con largas guerras) ha hecho pasar 
á muchos de eUos á la clase de ciudadanos. 
Mas si se meten en este orden respetable por 
intrigas , es permitido perseguirlos en justicia , 
y algunas veces venderlos como esclavos. 

Los libertos están inclusos en la misma clase, 
sujetos al mismo tributo, á la misma depen- 
dencia , y al mismo envilecimiento. Los nacidos 
en servidumbre , no pueden llegar á ser ciuda- 
danos ; y todo patrón que puede convencer en 

* Diez Kbras y dier y seis sueldos : (40 rs. vn. de Esptfiít). 



96 VIAGE Dfi ANAGARSIS. 

justicia de ingratitud al eselavd Qoe lia manu- 
mitido , está autorizado á ponerle inmediata- 
mente en prisión , diciéndole : cr sé esdavo , ya 
a 4iue no 6al)es ser libre. j> 

La condición de los domiciliados empieza á 
suavizarse. De algún tiempo á esta parte sufren 
menores vejaciones, sin estar mas satisfechos 
de su Suerte , porque después de obtener algún 
miramiento, quisieran tener distinciones; y es 
muy difícil no ser nada en una ciudad donde 
tantos son algo. 

£s ciudadano de nacinuento todo aquel que 
nace de padre y madre que lo son también ; y 
el hijo de ateniense casado con extrangera, 
sigue la con^dou de su madre. Feríeles pu^ 
esta ley , cuando, vela al rededor de sí hijos ca- 
paces^de perpetuar su casa; y la hizo ejecutar 
cod tanto rigor, que cerca de cinco mil hom- 
bres fueron vendidos en pública subasta; pero 
la quebrantó luego que no le quedaba mas de 
un hijo , cuyo nacimiento había declarado por 
ilegitimo. 

Los Atenienses por adopción gozan casi de 
los mismos derechos 'que los oriundos. Cuando 
en los principios fué necesario poblar la Atice, 
se dio el titulo de ciudadano á cuantos venían á 
establecerse en eUa. Luegoque estuvo bastante 
poblada, no le concedió Solón mas que á los 
que se estable cian allí con su3 familias , ó que 



CAPITULO VI. 97 

desterrados para siempre ú» su pais , buscal>aii 
aquí un asüo seguro. En lo sucesivo se proine- 
tió á los que hiciesen servicios señalados al 
Estado ; y como no hay cosa mas honrosa que 
excitar la gratitud de una nación ilustrada , lue-^ 
go que este título vino á ser premio del bene- 
ficio 9 fué el objeto de la ambición de los sobe- 
ranos , quienes obteniéndole , le dieron un nue-- 
vo lustre , y mayor todavia cuando note logra- 
ban. Negado en otro tiempo á Perdicas , rey de 
Macedonia, que le merecía; concedido después 
con mayor facilidad á Evágoras, rey de Quipre, 
y á Dionisio , rey de Siracusa , y á otros princi- 
pes, fué muy apetecido, mientras los Atenien- 
ses observaron con rigor las leyes establecidas 
para impedur que se prodigase : porque no bas- 
ta adoptar á uno por un decreto del pueblo , 
sino que ademas es preciso que este decreto se 
confirme poruña asamblea , en que den su voto 
secreto seis mil ciudadanos; y esta duplicada 
elección puede invalidarla el menor de los 
atenienses ante un tribunal que tiene derecho 
de reformar el juicio del mismo pueblo. 

Por despreciarse estas precauciones en estos 
últimos tiempos , han entrado en la clase de ciit- 
dadanos muchos que han envilecido este titulo, 
y cuyo ejemplo autorizará en adelante , para 
que se hagan elecciones mas afrentosas to- 
davía. 

U. 5 



98 VIAGE DE ANáCABSiS. 

Se cueatan entre los ciudadanos de la Áti- 
ca y veinte mfl homlwes cafiaces. de tomar las 
armas. 

Todos los que sobresalen en riqueaas » naci- 
miento 9 lirtudes ó ciencia^ forman aguí , como 
en casi todas partes, la clase principal de 
ciudadanos, que ae puede llamar de los noto- 
Mes. 

Se comprenden en ella los ricos, porQoe Ue- 
\m las cargas del Estado .: los virtuosos é ilus- 
trados , porfue contr3>u jen masa su conserva- 
ción y gloria. En cuanto al nacimiento se le res- 
peta 9 porque es de presumir que trasmite de 
padres á hijos, sei^mientos mas nobles, y 
mayor amor á la patria. 

Se tiene consideraciones á las fiuniüas que 
pretenden deseendeer,. ó de los dioses, ó de los 
reyes de Atenas , ó de los primeros beroes de la 
Grecia, y masa aquellas, cuyos antepasados 
han dado grandes ejemplos de virtud , ocupado 
las primeras plazas^e la magistratura, ganado 
batallas, y logrado corcmas en los juegos pú- 
blicos. 

Algunos hacen subir su origen á los siglos mas 
remotos. Hace mas de mil años que la casa de 
los Eumolpides conserva el sacerdocio de Ce- 
res Eleusina, y la de los Ete<^utades el sacer- 
docio de Minerva. Otros tienen iguales preten- 
siones; y para acreditarlas fingen geneatogías , 



CAPITULO VI. 99 

que nadie tiene interés en desmentir ; porque 
los notables no forman un cuerpo particular , y 
00 gozan privilegio algono, ni precedencia. 
Pero su edueaeieB les da deteclMM á las prime- 
ras plazas» y la opinión pública facilidades para 
llegar á ellas. 

La ciudad de Atenas tiene mas de treinta mil 
habitantes , sin contar los esclavos. 



2,: 






CAPITULO vn. 



iSISTBffCIÁ A Li iCADBIIi. 



Llevaba ya pasados algunos dias en Atenas , y 
en este tiempo había recorrido rápidamente las 
curiosidades que encierra. Hallándome ya mas 
tranquilo , mi huésped Apolodoro me propuso 
volver á la academia. 

Atravesamos un cuartel de la ciudad , que se 
llama Cerámico , ó las Tejeras ó Tullerias ; y 
desde allí, saliendo por la puerta Dlpila, nos 
hallamos en los campos que se llaman también 
Cerámicos , donde vimos muchos sepulcros al 



VIAGE DE ANACARSIS. lOt 

lado del camino; porque no se permite enterrar 
á nadie en la ciudad, ta mayor parte de los ciu- 
dadanos tienen sus supulturas en sus casas de 
campo , ó en los sitios que les están demarcados 
fuera de los muros. £1 campo Cerámico está re- 
servado para los que mueren en combate. Entre 
estos sepulcros se notan los de Péneles y de al- 
gunos otros atenienses qiie no murieron con las 
armas en la mano; pero después de su muerte 
les han decretado honores señalados. 

La academia dista de la ciudad solos seis es- 
tadios *. Era antes un solar que pertenecía á ua 
ciudadano de Atenas Uamado Academo; y aho- 
ra se ve aUi un gimnasio y un jardin cerrado, 
adornado con paseos cubiertos y deleitosos, 
hermoseado con las aguas que corren á la som- 
bra de los plátanos y de otras muchas especies 
de árboles. A la entrada está el altar del Amor y 
la estatua de este dios : en lo interior se hallan 
altares de otras muchas deidades. No lejos de allí 
hafijadoPlaton su residencia,cerca de un templo 
pequeño , que ha consagrado á las musas , y en 
ttoa porción de terreno qué es suyo propio; de 
donde viene á la academia todos los dias. No- 
sotros le hallamos allí en medio de sus discípu- 
los , y yo me sentí penetrado del respeto que 
inspira su presencia. 

* Un cuarto de legna. 



102 VI AGE DE ANACAIISIS. 

Aunque ya tenia unos sesoita y ocho años, 
conservaba todavía cierta viveza en el rostro. 
Debió á la naturaleza un caerpo robusto : sos 
largos viages le dc^bilitaren la salud; pero la 
habia recuperado por medio de un régimen 
austero , y no le quedaba otra incomodidad que 
cierta melancolía habitual, al modo que la tu* 
vieron Sócrates , Empédodes y otros hominres 
ilustres. 

Las facciones de su semblante eran regcdares, 
su aire serio y sus ojos llenos de agrado , la frente 
espaciosa y sin pelo, el pedio ancho, cargado 
de espaldas , mucho decoro en sus maneras , 
mocha dignidad en el andar, y modestia en el 
exterior. 

Me recibió con tanta política como sencillez) 
y me hizo tal elogio del filósofo Anacafsis , de 
quien yo desciendo , que me avergoncé de te** 
ner el mismo nombre. Had>laba pausadamente , 
mas parecía que las gracias y la persuasión ma« 
naban de sus labios. Gomo le conoci e& ade* 
lante mas particularmente, se verá á menudo 
su nomina en mi reladon : voy ahora á añadir 
algunas particularidades que me enseñó enton^ 
ees Apolodoro. 

La madre de Platón, me deda aquel , era de 
la misma familia que nuestro legislador Solón; 
y su padre atribula su origen á Godro , el últi- 
mo de nuestros reyes , que murió setecientos 



CAPITULO VII. ia3 

años hace. La pintara, la música , y kw «tíversos 
ejercicios del gimnaiio» oouparoD todos ios 
momentos de su juventud. Como liabia nacido 
con una imaginación fuerte y fecunda, compuso 
ditiramiws , se ejereitó en el género épico , 
comparó sus versos con los de &)mero, y ios 
quemó \ Greymido luego que el teatro le recom^ 
pensaría este sacrificio , compuso algunas tra- 
gedias; y mientras se disponían los actores para 
representarlas, conoció & Sócrates, recogió sus 
piezas y se consagró enteramente á la filosofía. 
Entonces experimentó una necesidad violenta 
de ser útil á los bombres» La guerra del Pelo- 
poneso liabia destruido los buenos principios , 
y corrompido las costumbres. La gloria de res- 
taurar estas y aquellos ^ despertó su ambición. 
Atormentado dia y noche de esta grande idea , 
esperaba con impaciencia el momento en que, 
revestido de la magistratura, se viese en esta- 
do de desplegar su celo y sus talentos; pero las 
convulsiones que sufrió la república en los últi- 
mos años de la guerra; las frecuentes revolo- 
cioues que en poco tiempo presentaron la tira- 
nía bajo formas cada vez mas espantosas ; la 

* *AI echarlos al fuego trobó aquellos yeraos de Homero que di- 
cen : t Ven Vulcano : Tetii ha menester tu auxilio » Hombi.. 
Hiad, XVIII , V. 392. Platón dijo : i Ven Vulcano : Platón ha me- 
«netler tu aailio. » Bo|tatb., t. U, p. H49. Diog. laert.. 
lib. I1I.S4 7?' 



104 VIAGE DE ANACABSIS. 

muerte de Sócrates , su maestro y amigo; las 
reflexiones que tantos sucesos le hicieron for- 
mar, le convencieron luego de que todos los 
gobienios se ven invadidos por enfermedades 
incurables ; que los asuntos de los mortales son, 
por decirlo así , desesperados , y que no serán 
felices sino cuando la filosofía se encargue del 
cuidado de guiarlos. Asi es» que abandonando 
su proyecto > se determinó aumentar sus cono- 
cimientos, y á consagrarlos á nuestra instruc- 
ción; con cuyo objeto fué á Megara, Italia , Ci- 
rene y Egipto , y donde quiera que el espíritu 
humano hsd>ia hecho progresos. 

Tenia cerca de cuarenta años cuando, para 
ver el Etna , hizo el viage á Sicilia. Dionisio , ti- 
rano de Siracusa, quiso hablar con él. La con- 
versación recayó sobre la felicidad, sobre la jus- 
ticia y sobre la verdadera graqdeza. Habiendo 
Platón sostenido que no había cosa mas cobarde 
é infeliz, que un príncipe íd justo , irritado Dio- 
nisio le dijo : a tú hablas como un delirante. — Y 
(( tú como un tirano , » respondió Platón. Faltó 
poco para que esta respuesta le costase la vida. 
Dionisio no je permitió embarcarse en una ga- 
lera que volvía á Grecia , sino después de haber 
exigido del comandante que le arrojaría al mar, 
ó le vendería como esclavo. Fué vendido , resca- 
tado y traído á su patria. Algún tiempo después 
el rey de Siracusa, incapaz de reipordimientos, 



CAPITULO VII. 105 

pero deseoso de la estimación de los Griegos , 
le escribió; y habiéndole suplicado que en sus 
discursos no le tratase mal , no recibió mas que 
esta respuesta de desprecio: (( no tengo tiempo 
i( para acordarme de Dionisio. )) 

A su regreso se formó Platón un plan de vida 
de que no se ha separado. Ha continuado en no 
mezclarse en los asuntos públicos, porque , se- 
gún sus principios , ni la persuasión ni la fuerza 
pueden conducimos al bien; pero ha recogido 
las luces derramadas en los diversos países que 
recorrió ; y concillando en lo posible las opinio- 
nes de los filósofos que le habían precedido , 
compuso un sistema que explica en sus escritos 
y conferencias. Sus obras están en forma de diá- 
logo : el principal interlocutor es Sócrates , y se 
dice que con este nombre autoriza las ideas que 
él ha concebido ó adoptado. 

Su mérito le ha suscitado enemigos; pero 
también él se los ha formado vertiendo en sus 
escritos cierta ironía picante contra muchos au- 
tores célebres. Verdad es que la pone en boca de 
Sócrates; mas la destreza con que la maneja, y 
varios rasgos que sé pudieran citar suyos, prue- 
ban que á lo menos en su juventud tenia bas- 
tante inclinación á la sátira. Sin embargo , sus 
enemigos no turban el sosiego que mantienen 
en su corazón sus sucesos ó sus virtudes. Efec- 
tivamente Platón tiene virtudes, unas recibidas 

5. 



i06 ' VIAGE DE ANACARSIS. 

de la uatnraleza , y otras adquiridas con sus es^ 
fuerzos. Nació colérico :* ahora es el mas afable 
y paciente de los hombres. A mi parecer el 
amor de la gloria ó de la celebridad es su princi- 
pal , ó mas bien su única pasión. Soy de sentir 
que experimenta en si aquellos zelos> de que él 
mismo es continuo objeto. Mal conioniadizo y 
^reservado con los que siguen la misma carrera 
que él ; franco y condescendiente con los que 
dirige él mismo > ha vivido siempre con reserva 
ó enemistad con los demás discípulos de Sócra- 
tes ; con sus propios discípulos en confianza y 
familiaridad, atento siempre á sus progresos, 
como á sus necesidades, dirigiendo sin debili- 
dad y sin acrimonia sus inclinaciones hacia ob- 
jetos honestos, y corrigiéndolos mas bien con su 
ejemplo que con sus lecciones. 

Los discípulos por su parte llevan el respeto 
hasta el homenage , y la admiración hasta el fa- 
natismo. Llegareis á ver algunos que afectan an- 
dar cargados de espaldas , por parecerse á él en 
algo : al modo que én Etiopia , cuando el so* 
berano tiene algún defecto corporal , los cor* 
tésanos toman el partido de estropearse, para 
parecerse á éL Estos son los rasgos principales 
de su vida y carácter* Mas adelante estaréis en 
disposición de juzgarde sú doctrina , de tu elo« 
cuencia y de sus errores. 

Guando concluyó Apolodoro, advirtió que yo 



CAPITULO VII. i07 

miraba atentameote á una muy agraciada muger 
que se había mezclado entre los discípulos de 
Platón. Esa, me dijo» se llama Lastenia, y es una 
cortesana de Mantinea en la Arcadia. £1 amol- 
de la filosofía la ha traído aqui ; y se sospecha 
que la detiene el amor de Espeusipo, sobrino de 
Platón, que está sentado junto á ella. Al mismo 
tiempo me hizo reparar en una jovencita de Al- 
eadla , que sollamaba Axiotea^ la que habien- 
do leido un diálogo de Platón, lo había dejado 
todo 9 hasta los vestidos de su sexo » para ve- 
nir á oír las lecciones de este filósofa Me citó 
ademas otras mugeres ,que disfrazadas del mis- 
mo modo hsdiian dado el mismo ejemplo* 

De^Nies le pregunté: ¿quién es aquel joven 
flaco y seco que veo junto á Platón ; que tartamu- 
dea 9 y üene los ojos chicos y centelleantes ? Ese 
es 9 resp<mdió , Aristóteles de Estagira , hijo de 
Nio6maco , médico y ajmigo de Amintas , rey de 
Maoedonia. Nicómaco dejó haberes muy consi- 
derables á su hijo y que hace cinco anos vino á 
establecerse aquí. Podía tener entonces diez y 
siete 6 diez y odio años. No conozco ninguno que 
tanga tanto entendimiento y aplicación. Platón 
le düslingue entre todos los discípulos, y no le 
reprende Mno de ser muy acicalado en el vestir. 

Aquel que veis cerca de Aristóteles , continuó 
Apolodoro, es Xenócrates de Calcedonia. Es un 
eq^fitttparado y úa amenidad. Platón le exhorta 



Í08 VIAGR DE ANACARSIS. 

muchas veces á que sacrifique á las Gracias ; y de 
él y de Aristóteles dice , que uno necesita freno, 
y otro espuela. Un dia vinieron á decir á Pla- 
tón que Xenócrates babia hablado mal de él. 
« No lo creo , respondió. » Insistieron en ello, 
y él no cedió. Se le ofrecieron pruebas, a No; re- 
(( plicó Platón : es imposible que no me ame 
(c aquel á quien yo amo tan tiernamente. » 

¿Cómo llamáis, dije yo, al otro joven que 
parece ser de una salud tan delicada , y mueve 
los hombros de cuando en cuando? Ese es Be- 
móstenes , me dijo Apolodoro. Nació de padres 
honrados. Su padre, que murió cuando él tenia 
siete años, ocupaba un gran número de esclavos 
en fabricar espadas, y eu hacer muebles de dife- 
rentes géneros. Acaba de ganar un pleito contra 
sus tutores que querían usurparle una parte de 
sus bienes: él mismo ha defendido su causa, 
aunque apenas tiene diez y siete años. Sus com- 
pañeros, envidiosos sin duda del suceso, le lla- 
man ahora culebra, y le prodigan otros epítetos 
deshonrosos , á que parece se hace acreedor por 
la dureza que tiene su carácter. Quiere dedicarse 
al foro , y con este fin acude mas bien á la es- 
cuela de Iseo que á la de ¡Sócrates ; porque 
a elocuencia del primero le parece mas ner- 
viosa que la- del segundo. La naturaleza le ha 
dado voz débil , una respiración fatigosa y una 
pronunciación desagradable ; pero también le 



CAPITULO Vfl. t09 

ha dotado de uoo de aquellos caracteres firmes 
que se obstinan contra los obstáculos. Si viene 
aquí y es para aprender á un mismo tiempo los 
principios de la filosofía y las lecciones de elo- 
cuencia. 

El mismo motivo trae á los tres discípulos que 
veis cerca de Demóstenes. El uno se llama Es- 
quines, que es aquel joven tan robusto. Nacido 
en una condición oscura , se ejercitó en su in- 
fancia en funciones muy viles; y como su voz 
es hermosa y sonora, le hicieron después salir al 
teatro , donde á pesar de todo no hizo mas que 
papeles subalternos. Tiene gracias ingeniosas, y 
cultiva la poesía cpn algún fruto. £1 segundo se 
llama Hipérides, y el tercero Licurgo. Este últt- 
mo es de ima de las mas antiguas familias de 
la república. 

Todos cuantos acababa de nombrarme Apolo- 
doro, se han distinguido en adelante, unos por 
su elocuencia , otros por su «onducta , y casi 
todos por su odio constante á la esclavitud. Tam- 
bién vi allí muchos extrangeros que oian con 
ansia las lecciones de Platón sobre la justicia y 
la libertad ; pero luego que volvieron á su patria, 
y después de haber dado muestras de vhrtudes , 
quisieron esclavizarla, ó la esclavizaron en efec- 
to : tiranos ^anto mas peligrosos , cuanto fueron 
educados en el odio de la tiranía. 

Platón lela algunas veces sus obras á sus dis- 



fio VIAGB DB ANACABSIS. 

cfpulos : Oirás lea proponía ana cuestión ; les da- 
ba tiempo para meditarla , y los acostumbraba 
á definir exactamente las ideas <|Ué ligaban á las 
palabras. Comunmente daba sus lecciones en 
los paseos de la academia ; porque n^aba el 
paseo como mas útil á la sadud , que los ejerci- 
cicios violentos del gimnasio. Sus antiguos dis- 
cípulos y SUS amigos , sus mismos enemigos , 
venían muchas veces á oírle , j otros iban atrai- 
dos por la hermosura del sitio. 

Vi llegar alli un hond^ie como de unos cua- 
renta y dnco años > el cual venia sin zapatos , 
ni tánica, con una barba larga, «b palo en la 
mano 9 una alforja al hombro, y un capote ó 
manto , bajo el cual tenía un galio vivo y pela- 
do , el qué echó en medio del coocorso , di- 
ciendo : «r ved ahí el hombre de Platón, j» Y luego 
desapareció* Platón se sonrió: sus discípulos 
murmuraron. Apolodoro me dijo: Platón había 
dado la definición del hombre , diciendo que 
era un animal de dos pies y sin plumas : Dlóge- 
nes ha querido dar á enteniter que su definición 
no es exacta. El desconocido, le dije yo, me 
ha parecido uno de aquellos mendigos imporiu* 
nos, que se hallan solamente entre las na^ía&es 
ricas y dvilizadas. En efedto mendiga algunas 
veces, me respondió , mas no siempre por ne- 
cesidad. Gomo me veía suspenso , me dijo : va- 
mos á Sentamos bajo este piátano, y os contaré 



CAPITULO Vil. 111 

SU historia en pocas palabras , dándoos también 
á conocer algunos atenienses célebres que veo 
en las calles de árboles inmediatas. Nos senta- 
mos en frente de una torre , que tiene el nom- 
bre de Timón el misántropo , y de una colina 
cubierta de verdor y de casas , que se llama 
Golona. 

Por el tiempo en que Platón abria su escuela 
en la academia , continuó Apolodoro, An tiste- 
nes, otro discípulo de Sócrates, establecióla 
suya sobre una colina situada al otro lado de la 
chidad. Edte filósofo intentaba en su juventud 
adornarse con las exterioridades de una virtud se- 
vera; mas no se ocultaron á Sócrates spqs inten- 
ciones. Un dia le dijo: cr Antlstei^s, yo descubro 
« vuestra vanidad por los agujeros de vuestro 
« manto; » Instruido por su maestro en que la 
felicidad consiste en la virtud, bi20 consistir la 
virtud en el desprecio de las riquezas y del de- 
leite, y para acreditar sus máximas^ se dejó ver 
en pij|)]ico con un palo en la mano , tma alforja al 
bombro , como uno de aquellos miserables que se 
presentan á los pasageros. La singularidad de 
<»te espectáculo le atrajo discípulos, que su elo- 
cuencia mantuvo algún tiempo cerca de sí ; pero 
las austeridades que les presciliria, lo9 fueron 
alejando poco á poco; y esta deserción le desa- 
gradó tanto, que cerró su escuela. 

Diógenes se dejó ver por entonce» en esta 



112» VIAGG DE ANAGARSIS. 

ciudad. Había sido desterrado de Siiiope, su 
patria , con su padre acusado de monedero falso. 
Después de una resistencia tenaz , le comunicó 
Antístenes sus principios , y no tardó Diógenes 
en aprenderlos. Antístenes queria corregir las 
pasiones : Diógenes quiso destruirlas. Según él, 
para ser feliz , el sabio debia hacerse indepen- 
diente de la fortuna , de los hombres y de si mis- 
mo : de la fortuna haciendo frente á sus faTores 
y á sus caprichos ; de los hombres sacudiendo el 
yugo de las preocupaciones, de los usos y de 
algunas leyes , cuando estas no son confórmese 
sus luces; de si mismo trabajando en endurecer 
su cuerpo contra los rigores de las estaciones, 
y su alma contra los atractivos del placer. Decia 
algunas veces : « yo soy pobre , errante , sin pa- 
« tria, sin asilo, obligado á vivir para el dia; 
i( mas yo opongo el valor á la fortuna, la natu- 
(f raleza á las leyes, la razón á las pasiones. » 

De estos principios , cuyas diferentes conse- 
cuencias pueden conducir ó á la mas alta per- 
fección ó á los mayores desórdenes *, resulta 
el desprecio de las riquezas , de los honores , de 
la gloria , de la distinción de condiciones , de la 
decencia social, de las artes, de las ciencias y 
de todas las comodidades de la vida. El hombre y 



* Antístenes y Diógenes han sido los fiiodadores de la escuela 
de los cÍRicot, y de esta ha salido la de kw estoicos. 



CAPITULO VII. * 113 

cuyo modelo se foijó DiógeneSy al que basca 
algias veces con la linterna en la mano ; este 
hombre extrangero á cuanto le rodea , inaccesi^ 
ble á lo que lisonjea sus sentidos, que se llama 
ciudadano del universo, sin saber serlo de su 
patria ; este hombre seria tan iníeliz como inútil 
en las sociedades civilizadas, y no ha existido 
antes de nacer IHógenes» Creyó este ver un en- 
sayo en los Esparciatas. <c No he visto , dice , 
ff hombres en ninguna parte ; pero he visto niños 
« en Lacedemonia. » 

Para delinear en si mismo el hombre , cuya 
idea habia concebido, se ha sujetado á las prue- 
bas mas duras , y ha sacudido toda sujeción. Le 
veréis luchar con el hambre , apaciguarla con 
alimentos groseros, contrariarla en los convites 
donde reina la abundancia , extender alguna vez 
su mano á los pasageros, encerrarse por la no- 
che en una cuba , exponerse á las intemperies 
del aire en el pórtico de un templo, revolcarse 
en la abrasadora arena en estío , caminar con 
los pies descalzos sobre la nieve en invierno, 
satisfacer á todas sus necesidades en público , 
y en los lugares frecuentados por el populacho , 
afrontar y sufrir con valor el ridíciüo , el insulto 
y la injusticia , oponerse á los usos establecidos 
hasta en las cosas mas indiferentes , y dar cada 
dia escenas que, excitando el desprecio de los 
hombres sensatos , dejan ver demasiado los mo- 



114 «VIACE DE ANACARSIS. 

iivos secretos que le animan. Un día le vi yo 
abrazar medio deaiudo una estatua de bronce , 
habiendo una helada grande. Preguntóle un la- 
cedemonio si sufría. -^ No; respondió el filósofo. 
— ¿Pues qué mérito tenéis ^ repMcó el lacede> 
raonio ? 

Diógenes es de entendimiento profundo, de 
alma firme y carácter festivo. Expone sus prin- 
cipios con tanta claridad, los explica con Unta 
fuerza , que ha habido axtrangeros que hacen- 
dóle oido, han abandonado al pimto todo por 
seguirle. Como se cree llamado p«ra reformar 
los hombres, no tiene con eüos tünguna con- 
descendencia. Su sistema le lleva á dedamar 
contra los vicios y abusos ; su carácter á perse- 
guir sin piedad á los que los perpetúan^ A cada 
paso lanza contra ellos los dardos de la sátira, 
y ios de la ironía mil veces mas temibles. La li- 
bertad que reina en sus discursos, le hace ama- 
ble al pueblo. Recibenle en las t^tulias , cuyas 
«K^estias modera con chistes repentinos , algu- 
nas veces bien dichos, y siempre continuos, 
porque nada le detiene. Los jóvenes le buscan 
para contender en chistes con él, y se vengan 
de su superioridad con ultrajes, que sufre 
con una tranquilidad que los humilla. Muchas 
veces le he oido reprenderles expresiones y ac- 
ciones poco conformes al pudor ; y no creo que 
se haya abandonado á los excesos , de que le 



CAPITULO VII. 1Í5 

acosan sus enemif os. Su indecencia loca mas <^ 
los modales, que á las costutubi^s. Lo$ grandes 
talentos, las grandes vMndes y los grandes es- 
faerzos no harán mas que un homi^re singular ; 
y yo suscribiré siempre al juicio de Platón que 
ha dicho de él : a este es Sócrates delirando. » 

A este tiempo vimos pasar por cerca de noso- 
tros on hombre que se paseaba muy despacio. 
Parecía como de cuarenta años, de aspecto 
triste é inquieto , la mano en su manto. Aunque 
su exterior era muysenciflo, Apolodoro se le- 
vantó con prisa, se acercó á él con cierto respeto 
mezclado de admiración y cariño; y volviéndose 
á sentar cerca de mí ^ me dijo : este es Focion , 
y este nombre debe excitar siempre en vuestra 
alma la idea de la misma probidad. Su naci- 
miento es oscuro; pero su alma es infinita- 
mente elevada. Asistió á la academia desde muy 
temprano, y en ella bebió los principios subli- 
mes qae después han dirigido su conducta ; 
principios grabados en su corazón, y tan inva- 
riaMes como la justicia y verdad de donde 



Guando salió de la academia militó bajo el 
mando de Cabrias, cuya impetuosidad mode- 
raba , y que le debió en gran parte la victoria de 
Naxoa. En otras ocasiones ha manifestado talen* 
tos militares. Durante la paz cultiva una tiefre- 
cillaqoe apenas biastaria para ^tfsfacer las ne- 



116 VIAGE DE ANACABSIS. 

cesidades del hombre mas moderado en sus 
deseos; pero proporciona á Focion un superfiuo 
con que alivia las necesidades de otros. En ella 
vive con una esposa digna de su amor, porque 
lo es de su estimación : vive allí contento con su 
suerte , sin tener su pobreza por deshonra ni ha- 
cer vanidad de ella, sin solicitar los empleos, y 
aceptándolos para cumplir con sus oUigaciones. 

Nunca le veréis ni reir ni llorar, aunque sea 
feliz y sensible ; y es porque su alma es superior 
á la alegría y ai úóíot. No os espante la nube 
sombría que al parecer encubre sus ojos : Focion 
es afable, humano, indulgente con nuestras 
flaquezas : no es duro y amargo mas que para los 
qué corrompen las costumbres con sus ejem- 
plos , t) pierden el Estado con sus consejos. 

Me he alegrado mucho de que la casualidad 
haya reunido ante vuestros ojos á Diógenes y á 
Focion. Comparándolos , hallareis que el prime- 
ro no hace un sacrificio á la filosofía , sino lle- 
vándolo al extremo , y advirtiéndolo al público, 
mientras el segundo ni manifiesta , ni oculta , ni 
exagera ninguna de sus virtudes. Mas añadiré, 
diciendo que á la primera mirada se puede juz- 
gar cual de estos dos hombres es el filósofo 
verdadero. El manto de Focion es tan basto co- 
mo el de Diógenes; pero el de Diógenes está 
roto, y el de Focion no. 

Tras de Focion venían dos atenienses, notable 



CAPITülO Vil. ÍÍ7 

el uno por su estatura magestuosa , y su flsono- 
inia respetable. Apolodoro me dijo : ese es hijo 
de un zapatero^ y yerno de Cotis, rey de Tracia : 
se llama Ifícrates : el otro es hijo de Gonon , que 
fué uno de los mayores hombres del siglo, y se 
llama Timoteo. 

Los dos , al frente de los ejércitos , han mante^ 
nido por muchos años la gloria de la república : 
los dos han sabido remiir los conocimientos á 
los talentos , las reflexiones á la experiencia , 
la destreza al yalor. Ifícrates sobresale princi- 
palmente en la exacta disciplina que ha introdu- 
cido en nuestra tropa; en la prudencia que dirige 
sus acciones; en una desconfianza escrupulosa 
que le tenia siempre envela contra el enemigo. 
Debió mucho á su reputación ; y asi es que mar- 
chando contra los bárbaros decia : « no temo 
« mas sino que no hayan oido hablar de Ifi- 
« crates. » 

Timoteo es mas activo , mas paciente , acaso 
menos diestro en formar proyectos; pero mas 
firme y constante en ejecutarlos. Sus enemigos, 
por no reconocer su mérito, le tachaban de di- 
choso. Hiciéronle pintar dormido en una tien- 
da, á la fortuna cerniéndose sobre su cabeza, y 
juntando al rededor de él las ciudades cogidas 
en una red. Vio Timoteo la pintura , y dijo gra- 
ciosamente : ; pues qué no baria si estuviera 
despierto ! 



i 18 ' VIAG£ D£ «ANACABSIS. 

ifícfates ha- hecho mudaBza» úUles en la iii- 
fanteria; Timoteo ha enriquecido muchas veceí 
con lof despojoa 4e loa enemigos el tesoro pú- 
blico ya exhausto; hiea que al mismo tiempo 
se ha emriquecído él también» £1 primero tu 
restituido soberanos á sus tronos : el segundo 
ha obligado á los laeedemonios á^ cedernos el 
imperio del mar. Les dos son elocuentes orado- 
res : la elocuencia éd Ifksrates es campanuda é 
hinchada : la de Timoteo es mas sencilla y mas 
persuasífa. Les henos levantado estatuas j 
acaso los desterraremos algún dia. 



GAPiruLO vm. 



LICEO. GISNASIOS. MOCRATES, PALESTBAS. Pt!«ERALES HE 
LOS JLTMfEfVSBS. 



Otro día» al tiempo que Apolodoro entraba 
en mi casa á propoDerme el ijr á pasear al liceo ^ 
corrí á recibirle exclamando: ¿le conocéis? ^ 
¿A quién? —^ A ¡Sócrates. Acabo de leer un dis- 
cursa suyo , que me ha encantado. ¿ Vive toda- 
yiskl ¿Dánde está? ¿Qué hace?-* Aquí está, 
respondió Ap<^odoro : ensena retórica. £s un 
hombre célebre, á quien conozco. — Pues yo 
quiero yerle> dije, boy mismo, esta mañana, 



-120 VfAGE DE ANACABSIS. 

en este momento. — Iremos á su casa, añadió 
Apolodoro , cuando volvamos del liceo. 

Pasamos por el cuartel de los Pantanos; y 
saliendo por la puerta Egea, seguimos un sen- 
dero al lado del Ililso, torrente impetuoso, ó ar- 
royo apacible , que siguiendo las estaciones , se 
precipita ó se arrastra al pie de una colina, en 
que se termina el monte Himeto. Sus orillas son 
agradables, sus aguas puras y cristalinas por lo 
común. Vimos en las inmediaciones un altar 
consagrado á las musas ; el sitio donde se dice 
que Bóreas robó á la hermosa Oritia, hija del 
.rey Erecteo; el templo de Geres, donde se ce- 
lebran los misterios menores; y el de Diana, 
donde se sacrifican todos los años muchas ca- 
bras en honor de esta diosa. Los Atenienses le 
prometieron antes de la batalla de Maratón un 
número igual al de los Persas que quedasen en 
el campo de batalla. Después de la victoria 
echaron de ver que el cumplimiento de este voto 
indiscreto consumiría luego los rebaños de la 
Ática; y asi se redujo á quinientas él número de 
victimas, y la diosa se dio por satisfecha. 

Mientras me contaban estas cosas , vimos 
sobre la colina á unos aldeanos que , dando gol- 
pes'sobre unos vasos de bronce , corrían piara 
detener un enjambre de abejas que acababa de 
salir de una colmena. Estos insectos aman infi- 
nito el monte Himeto que han cubierto con sus 



CAPITULO vm. Í91 

colonias, y que casi todo está Ueuo de seipol^ 
y otras yerbas olorosas; y sobre todo, de exce^ 
lente tomillo, del cual sacan aquellos jugos 
preciosos , de que hacen la miel tan estimada 
en toda la Grecia. £1 color de ella es blanco al- 
go amarillento , negrea cuando es añeja, y con- 
serva siempre su fluidez. Los Atenienses hacen 
todos los años una provisión grande de ella , y 
se puede formar juicio del precio que le dan , 
por el uso que tienen los Griegos de gastar miel 
en las pastas y guisados. Dícese que alarga la 
vida f y que en especial es muy útil á los vie> 
jos. Yo mismo he visto á muchos discípulos de 
Pitágoras conservar su salud, no alimentándose 
sino con un poco de miel. 

Después de haber vuelto á pasar el lliso , nos 
hallamos en un camino , donde se ejercitan en 
la carrera , el cual nos llevó al liceo. 

Los Atenienses tienen tres gimnasios destina- 
dos á la enseñanza de la juventud , el del liceo, 
el del cinosargo situado sobre una colina de este 
nombre , y el de la academia. Todos tres han 
sido construidos fuera de la ciudad , á expen- 
sas del gobierno. En otro tiempo no se reci- 
bían en el segundo mas que á los niños ilegí- 
timos. 

Son los gimnasios unos edificios espaciosos , 
circundados de jardines y de un bosque sagrado. 
Se entra primero en un patio cuadrado, cuyo 
II. 6 



122 VI AGE DE ANACARSIS. 

circuito es de dos estadios*, con p<^ticos j 
ediflcios al rededor. Por tres de sus lados bay 
salas anchurosas, y en ellas siUas, donde los 
filósofos, retóricos y sofistas reúnen á sus dis- 
cípulos. En el otro lado hay piezas para los ba- 
ños y demás usos del gimnasio. El pórtico , que 
mira al mediodía» es doble, para que en in- 
vierno no entre adentro el agua impelida por el 
viento. 

Desde este patio se pasa á un recinto tam- 
bién cuadrado , y en medio de él dan sombra 
algunos plátanos. Por tres lados corren los pór- 
ticos : el que mira al norte es de dos órdenes 
de columnas, para preservar del sol á los que 
se pasean por él en verano : el pórtico opuesto 
se llama Xisto. En todo el terreno que ocupa , 
han abierto en el medio una especie de cami- 
no hondo de cerca de doce pies de ancho y dos 
de profundidad. Aqui es donde al abrigo de las 
injurias del tiempo , separados de los especta- 
dores que están en las barandillas laterales, 
se ejercitan en la lucha los jóvenes discípulos. 
Mas allá del Xisto está un estadio para la car- 
rera de á pie. 

Un magistrado, con el nombre de gioina- 
siarca, preside á los diferentes gimnasios de 



* Ciento y ochenta y nueve tofsas: (264 y medio patos de B** 
paña). 



CAPITULO vuu 123 

Atenas. Su empleo es por uq aao^ y le confiere 
la asamUea general déla nación. Tiene la obli- 
gación de sunúnistrar el aceite qjae gastan los 
atletas para dar mayor flexibMidad á sus miem- 
Im*os. £n cada gimnasio tiene á sus ordenes mu- 
chos oficiales , tdes como el gimnasta» el pe* 
dotríbay otros muchos, unos para mantener 
el buen orden entre los alumnos , y otros para 
instruirlos en diferentes ejercicios. Se notan 
sobre todo di^z sofronistas nombrados por las 
diez tribus, y encargados de velar especialmente 
sobre las costumbres. Es condición precisa que 
el areopago apruebe todos estos oficiales. 

Como en el gimnasio , igualmente que en to- 
dos los sitios de gran concurso, deben reinar la 
confianza y la seguridad , se castigan con pena 
capital los robos que se cometen, allí , cuando 
exceden el valor de diez dracmas *. 

Debiendo ser los gimnasios el asilo de la ino- 
cencia y del pudor, habia Solón prohibido al 
público la entrada, mientras los alumnos cele- 
braban una fiesta en honor de Mercurio , en 
cuyo tiempo no estaban tan inspeccionados por 
sus maestros ; pero este reglamento no se ob- 
serva ya. 

Los ejercicios están ordenados por las leyes , 
sujetos á reglas , animados con los elogios de 

* Maere libras: (35 y medio rs. td.)< 



124 VIAGE DE ANACABSIS. 

los maestros , y nnicho mas con la emulación 
que hay entre los discipul^8.Toda la Grecia los 
tiene por la parte mas esencial de la educación, 
porque hacen al hombre ágil, robusto, y apto 
para sufrir las fatigas de la guerra y los ocios de 
la paz. Si se consideran en orden á la salud , los 
mandan los médicos con utilidad ; y con rela- 
ción al arte militar , no se puede dar mas alta 
idea de ellos , que citando el ejemplo de los La* 
cedemonios. En otro tiempo les debieron las 
victorias, que los hicieron temibles á los de- 
mas pueblos ; y en estos últimos tiempos ha sido 
preciso, para vencerlos, igualarles en la gim- 
nástica. 

Pero si son grandes las ventajas de este artf?, 
no lo son menos los abusos. La medicina y la fi- 
losofía condenan unánimes estos ejercicios, 
cuando debilitan el cuerpo , ó dan al alma mas 
ferocidad que valor. 

El gimnasio del liceo le han aumentado y 
adornado sucesivamente. Sus paredes se han 
enriquecido con pinturas. La divinidad tutelar 
de aquel lugar es Apolo , cuya estatua se ve á 
la entrada. Los jardines adornados con hermo- 
sas hileras de árboles, se renovaron en los úl- 
timos tiempos de mi estancia en Atenas. Los 
asientos puestos bajo los árboles convidan allí 
á descansar. 

Después de haber asistido á los ejercicios de 



CAPITULO VIII. 125 

los alumnos, y pasado algunos momentos en 
las salas donde se agitaban cuestiones sucesiva- 
mente importantes j frivolas , tomamos el ca- 
mino que va desde el liceo á la academia, al 
lado de los muros de la ciudad. Apenas babia- 
BIOS dado algunos pasos, cuando bailamos á un 
anciano venerable, á quien me pareció que 
Apolodoro se alegraba de ver. Después de los 
primeros cumplidos le pregunto que adonde iba. 
El miciano le respondió con una voz aguda : voy 
á comer á casa de Platón con Eíbroy Teopom- 
po , que me aguardan en la puerta Dípüa. — Ca- 
balmente vamos por el mismo camino , dijo 
Apolodoro, y así tendremos el gusto de acom- 
pañaros. Pero decidme : ¿amáis todavía á Pla- 
tón?— Tanto como me lisonjeo de ser amado 
de él. Nuestra unión , formada desde nuestra in- 
fancia, no se ba alterado desde entonces: de 
ello ba becbo mención en uno de sus diálogos, 
donde Sócrates, que bace de interlocutor, baUa 
de mi en términos muy bonrosos. — Se os debía 
este bomenage. Todos se acuerdan que cuando 
la muerte ,de Sócrates , en tanto que bulan ate- 
meorízados sus discípulos, os atrevisteis á pre- 
sentaros de luto en las calles de Atenas. Algunos 
años antes babiais dado otro ejemplo de firmeza. 
Cuando Terámenes, proscrito en pleno senado 
por los treinta tiranos, se refugió al altar, os 
levantasteis para defenderle ; ¿y no fué preciso 



126 VIAGE DE ANACAASIS. 

que ci mismo os si^liease ^pie le ahoroseis el 
dolor de veros morir con él? Este elo^o^segou 
me pareció, gustó mucho al anciano.. Yo estdui 
impaciente por saber su noínlnre ; pero Apolo- 
doro se complacía en ocultármele. 

Hijo de Teodoro, le dijo» ¿no telieis la mis- 
ma edad que Platón ? — Tengo seis ó siete años 
mas ; pues él debe tener ahora sesenta y ocho 
años. — Según parece 9 gozáis de buena salud. 
^ Excelente : estoy tan sano de cuerpo y de al- 
ma , como es posible estarlo. — Hay quien dice 
que estáis muy rico. -^ Mis desvelos me han ad- 
quirido con qué satisfacer las necesidades de un 
hombre cuerdo. Mi padre tenia «na fábrica de 
instrumentos músicos; pero en la guerra del 
Peloponeso quedó perdido ; y no habiéndome 
dejado otra herencia que una educación exce- 
lente , me vi precisado á vivir de mi habilidad, 
y sacar provecho de las lecciones que me habían 
dado Gorgias, Pródico, y otros oradores los 
mas hábiles de la Grecia. Hice defensas por los 
que no estaban etí estado de defender su cansa 
por sí miamos. Un discurso que dirigí á Mcocles, 
rey de Quipre, me valió una gratificación de 
veíate talentos *, Abrí cursos públicos de elo- 
cuencia; y habiéndose aumentado eada dia mas 
el número de mis dtecipulos, he recogido el 

* Ciento y ocho mil Ifbras : (402,552 rs. vo.). 



GAPIITLO VIII. 127 

fruto de un traiMijo , en que he gastado todos los 
momentos de mi vida. — No obstante , no nega- 
reis que habéis dedicado algunos á los placeres „ 
á pesar de la severidad de vuestras costumbres. 
Poseísteis en otro tiempo á la bella Metanira : 
en una edad mas avanzada llevasteis á vuestra 
casa una cortesana no menos amable. Se decía 
entonces que sabíais reunir las máximas de la 
filosofía con las delicadezas del deleite ; y se ha- 
blaba de aquella c^ma suntuosa que mandasteis 
poner, y de aquellas almohadas que despedían 
un olor tan fragranté. £1 anciano convino eu 
estos hechos sonriéndose. 

Apolodoro continuó de esta manera : tenéis 
una £Gunilia amable, buena salud, bastante ha- 
deoda, discípulos sin número, un nombre que 
habéis hecho célebre , y virtudes que os ponen 
en la clase de los ciudadanos honrados de esta 
ciudad. Con todas estas ventajas debéis ser el 
maiS feliz de los Atenienses. — ¡ Ay I respondió el 
anciano, tal vez soy el mas infeliz de los hom- 
bres. Yo hacia depender mi felicidad de la esti- 
mación; mas como por una parte no puede te- 
nerse esta en una democracia, sin mezclarse en 
los negocios públicos, y por otra la naturaleza 
me ha dado una voz débil y una timidez exce- 
siva, ha sucedido que, siendo muy capaz de 
discernir los verdaderos intereses del Estado, 
pero incapaz de defenderlos eu las asambleas. 



128 VIAGE DE ANACABSIS. 

me he visto atormentado violentamente de la 
ambición y de la imposibilidad de ser útil , ó en 
otros términos de ganar crédito. Los Atenienses 
reciben gratuitamente en mi casa lecciones de 
elocuencia ; los extrangeros pagando mil drac- 
mas*: yo daría de buena gana diez mil al que me 
diese intrepidez y una voz sonora. — Vos habéis 
enmendado los perjuicios de la naturaleza , ins- 
truyendo con vuestros escritos al público, á 
quien dirígis la palabra, y no podrá negaros su 
estimación. — ¿Mas de qué me sirve la estima- 
ción de los demás , si no puedo juntar á ella la 
mia? Algunas veces llega á desprecio la débil 
idea que tengo de mis talentos. ¿ Qué fruto he 
sacado? ¿He obtenido alguna vez los cargos, las 
magistraturas y distinciones que veo conceder 
todos los dias á esos viles oradores qucvenden 
el Estado? 

Aunque mi Panegírico de Atenas haya hecho 
avergonzar á los que hablan tratado antes la ma^ 
tena , y desanimado á los que quisieran tratar de 
ella hoy, siempre he hablado de mis tareas con 
modestia , por no decir con humildad. Mis in- 
tenciones son puras , nunca he hecho daño á 
nadie ni con mis escritos, ni con mis acusacio- 
nes ; y sin embargo tengo eneinigos. — t Ah I 
¿no deberéis redimir vuestro mérito á costa de 

* Movecientas libras t (3f3S2 n. vd.). 



CAPITULO VIU. 129 

algunas desazones? Mas dignos de compasión 
son vuestros enemigos que vos. Continuamente 
les advierte una voz importuna , que vos con tais 
entre vuestros discípulos , reyes , generales , po- 
líticos, historiadores y escritores de todas mate- 
rias; que de tiempo en tiempo salen de vuestra 
escuela colonias de hombres ilustrados , que 
esparcen vuestra doctrina en los paises lejanos ; 
que gobernáis la Grecia por medio de vuestros 
discípulos 9 y para servirme de vuestra expre- 
sión , que sois la piedra que afila el instrumento. 
— Sí; pero esta piedra no corta. A lo menos , 
añadió Apolodoro , no podrá negar la envidia 
que habéis acelerado los progresos de la elo- 
cuencia.— También se me quiere quitar ese 
mérito. Bebiendo cada día en mis escritos esos 
atrevidos sofistas, esos maestros ingratos, los 
preceptos y los ejemplos, los distribuyen á sus 
discípulos, sin dejar por eso el ardor con que 
me despedazan; se ejercitan en asuntos que yo 
he tratado ; juntan en derredor á sus partida- 
rios, y comparan sus discursos con los mios, 
que han tenido la precaución de alterar, y tie- 
nen la bajeza de desfigurar cuando los leen. Este 
encarnizamiento me llena de dolor..... pero alli 
veo á Eforo y á Teopompo. Voy á llevarlos á 
casa de Platón , y me despido de vosotros. 

Luego que se fué , me volví precipitadamente 
á Apolodoro. i Quién ec puesj, le dije, este an- 

6. 



130 VIAGE DE ANACARSIS. 

ciano tan modesto con tanto amor propio , j tan 
desdichado con tanta felicidad? Ese es Isócra- 
tes, me dijo; por cuya casa debíamos pasar á 
nuestra vuelta. Con mis preguntas he logrado 
que os trace los principales rasgos de suTida j 
de su carácter. Habéis visto que por dos veces 
manifestó valor en su juventud. Este esfuerzo 
agotó sin duda el vigor de su espíritu; pues ha 
pasado el resto de sus dias en temor y desazón. 
£1 aspecto de la tribuna, de que se ha separado 
con prudencia , le aflige tanto, que no asiste ya 
á la asamblea general. Se cree cercado de ene- 
migos y de envidiosos , porque algunos autores , 
á quienes desprecia, juzgan menos favorable- 
mente que él propio sus escritos. Su destino es 
correr sin cesar Iras de la gloria , y no hallar 
nunca reposo. 

Por desgracia suya , sus obras llenas por otra 
parte de grandes bellezas , dan armas poderosas 
á la crítica : su estilo es puro y fluido , lleno de 
dulzura y armonía, algunas veces pomposo y 
magnifico; pero taml)ien en otras es lánguido , 
difuso , y sobrecargado de adornos que le afean. 

Su elocuencia no era adecuada para las disen- 
siones de la tribuna y del foro ; pues es mas pro- 
pia para lisonjear el oido , que á mover el cora- 
zón. Es muchas veces sensible ver á un autor 
apreeiable abatirse á no ser mas que un escritor 
armonioso ^ reducir 9u arte al solo mérito de la 



CAPITULO VIII. 131 

elegancia y sujetar con trabajo sus pensamientos 
á las pirilabras, evitar el concurso de las vocales 
con una afectación pueril y no tener otro objeto 
que redondear los períodos, ni otro recurso 
para simetrizar los miembros , que Uenarlos de 
expresiones inútiles y de figuras dislocadas. 
Como no diversifica bastante los modos de su 
estilo, llega por fin á resfriar y desagradar al 
lector, viniendo á ser como un pintor que da á 
todas sus figuras los mismos rasgos , los mismos 
vestidos y las mismas actitudes. 

La mayor parte de sus arengas se versan sobre 
los artículos mas importantes de la moral y po- 
lítica. No persuade ni arrastra, porque no escri- 
be con fuego, y parece mas atento á su arte, 
que á las verdades que anuncia. De aquí viene 
quizá , que la mayor parte de los soberanos, cuyo 
legislador se ba becbo en cierto modo , ban res- 
pondido con recompensas á sus avisos. Ha com- 
puesto una obrita sobre los deberes de los reyes, 
y la bace circular de corte en corte. Recibióla 
Dionisio, tirano de Siracusa> admiró el autor, y 
le perdonó fácilmente unas lecciones que no 
dejaban en su alma ningún remordimiento. 

Isócrates ba encanecido baciendo , puliendo , 
repuliendo,, y rebaciendo un corto número de 
obras. Se dice que el Panegírico de Atenas le 
costó diez años de trabajo. Durante el tiemiH> 
de esta laboriosa construcción, no advirtió que 



132 VIAGE DE ANACAItSIS. 

levantaba su ediQcio sobre unos fundamentos 
que debían ocasionar su ruina. Pone por princi- 
pio, que es propiedad de la elocuencia eu* 
grandecer las cosas pequeñas , y disminuir las 
grandes; y después trata de manifestar que los 
Atenienses han hecho mas servicios á la Grecia , 
que los Lacedemonios. 

A pesar de estos defectos, á que sus enemigos 
añaden otros muchos , sus escritos presentan 
tantos giros felices y máximas sanas, que ser- 
virán de modelos á los que tengan talento para 
estudiarlos. Se ve en él un retórico diestro, des- 
tinado á formar excelentes escritores ; y un 
maestro ilustrado, siempre atento á los progre- 
sos de sus discípulos , y al carácter de su espí- 
ritu. Eforo de Cuma, y Teopompo de Quio , que 
nos acaban de privar de su conversación, serán 
una buena prueba. Después de haber dado vuelo 
al primero , y reprimido la impetuosidad del se- 
gundo, ha destinado á los dos á escribir la histo- 
ria. Sus primeros ensayos hacen honor á la sa- 
gacidad del maestro , y á los talentos de los 
discípulos. 

Mientras Apolodoro me instruía en estos por- 
menores , atravesamos la plaza pública. Después 
me llevó por la calle de los Hermes , y me hizo 
entrar en la palestra de Taureas , situada en- 
frenté del pórtico real. 

Así como posee Atenas diferentes gimnasios. 



CAHTOLO Vltl. 133 

tiene también muchas palestras. Los niños se 
ejercitan en los primeros, y los atletas de pro- 
fesión en las segundas. Nosotros vimos muchos 
de ellos que hablan ganado premios en los jue- 
gos establecidos en varias ciudades de la Grecia, 
y otros que aspiraban k los mismos honores. 
Van aUí continuamente muchos ateniebses, aun 
ancianos, ó para continuar sus ejercicios, ó para 
ser testigos de los combates. 

Las palestras tienen casi la misma forma que 
los gimnasios. Vimos las piezas destinadas á to- 
das las especiesL de baños : aquellas en que se 
desnudan los atletas; donde se les unta con 
aceite para dar agilidad á sus miembros, y donde 
se revuelcan en la aren^, para que sus contraríos 
puedan asirse á ellos. 

La lucha , el salto, la pelota , todos los ejer- 
cicios del liceo se renovaron á nuestros ojos bajo 
formas mas vanadas , con mas fuerza y des- 
treza de los actores. 

Entre los grupos diversos que formaban , se 
distinguían algunos hombres hermosísimos, di- 
gnos de servir de modelo álos artistas;. unos 
con rasgos vigorosos y fuertemente expresados, 
como se representa á Hércules; otros con esta- 
tura mas esbelta y mas elegante , cual pintan á 
Aquiles. Los primeros, como se destinaban á los 
combates de la lucha y del pugilato , no tenían 
otro objeto que aumentar sus fuerzas ; y los se- 



134 VIAGE DE ANACABSIS* 

puados adiestrados en ejercicios menos violen- 
tos, cómala carrera, eL salto, etc., hacerse li- 
geros. 

Su régimen es proporcionado á su destino. 
Machos se abstienen de mugeres y vino. Los 
hay que tienen una vida muy frugal; pero los 
que se sujetan á pruebas laboriosas, necesitan, 
para repcmerse , una cantidad grande de comi- 
das sustanciosas, como c^ffne de buey ó de 
puerco asada. Si no piden mas que dos minas 
cada dia, con pan á proporción , dan una idea 
grande de su sobriedad ; pero citan á muchos 
que hacían un consumo espantoso. De Teágenes 
de Tasos se cuenta que se comia un buey entero 
en un dia. La misma hazaña se atribuye á Milon 
de Cretona, cuya comida ordinaria era veinte 
minas de pan* y tres congios de vino*^*. En fin, 
añaden que , hallándose Astidamas de Mileto á 
la mesa del sátrapa Aríobarzanes, se comió él 
solo lo que estaba preparado para nueve convi- 
dados. Estos hechos , exagerados sin duda, prue- 
ban alo menos la idea que se tiene de la Yoratí- 
dad de esta clase de atletas. Guando pueden sa- 
tis&cerla sin riesgo, adquieren ima fuerza ex- 
tremada: su estatura llega algunas veces á ser 
gigantesca; y sus contrarios atemorizados , é 



• Cerca de diez y ocho libras. 
•• Orea de siete ajtmibres. 



CAPITULO VIII. 13S 

evitaD la lid , ó sucumben bajo el peso de estas 
masas enormes. 

De talmaneralosfatígaelesLceso de alimento, 
que se ven obligados á pasar una parte de su vida 
en suefío profundo. A poco tiempo desfigura to- 
dos sus rasgos una gordura excesiva; les sobre- 
Tienen enfermedades que los hacen tan infelices, 
cuanto inútiles han sido siempre á su patria ; 
porque no se debe disimular que la lucha, el pu- 
gilato , y todos los demás combates dados con 
taoito foror en las solemnidades públicas , se 
han reducido á espectáculos de ostentación, 
después que se ha perfeccionado la táetiea. Ja- 
mas los adoptó el Egipto , porque la fuerza que 
dan, solo es pasagera.Lacedemoniaha corregido 
susineonrenientes con la sabidoria de sus insti- 
tuciones. En lo demás de la^rreda se ha adVertídi^ 
que , sujetando á ellos los niños, hay peligro de 
qué se alteren sus formas , y no tome el cuerpo 
su incremento afuera de que en una edad mas 
avanzada los luchadores de profesión son malos 
soldados , porque no están ea dispósieion de su« 
frir el hambre, la sed, la vigilia, la menor nece- 
sidad , ni la mas libera incomodldad.> 

Al salir de la palestra supimos que Telaira^ 
nrager de Pirro, pariente y atmgo de Aphk>dtnroy 
acababa de ser acometida de un accidente, que 
ponía su vida en peligro. Se hablan visto á su 
puerta ramos de laurel y aeanto, que según c^s*. 



136 VIAGB DE ANACAfiSlS. 

tiimbre se cuelgan en las casas de los enfermos. 
Fuimos allá al punto, y hallamos que los parien- 
tes, solícitos al rededor de su cama, dirigían 
plegarías á Mercurio, conductor de las almas; 
y el desgraciado Pirro recibía la última despe- 
dida de su tierna esposa. Logramos apartarte de 
allí , j aun quisimos recordarle las lecdones que 
había recibido en la academia ; lecciones tan 
bellas para el que es feliz , como importunas 
en la desgracia. « i O filosofía , exclamó, ayer 
a me ordenabas amar á mi muger, y hoy me 
«prohibes llorarla! » Mas en fin, le dijeron, 
vuestras lágrimas no le restituirán la vida. « ¡Ay ! 
«respondió, eso mismo es lo que las au- 
(( menta. » 

Luego que Telaira dio el áltimo suspiro reso* 
naron por toda la casa los gritos y los sollozos. 
Lavaron el cuerpo , lo perfumaron, y vistieron 
de una ropa preciosa; pusiéronle en la cabeza 
un velo , y la ciñieron luego con una corona de 
flores ; en las manos ima torta de harina y miel 
para aplacar á Cerbero ; y en la boca una moneda 
de plata de uno ó dos óbolos para pagar á Carón, 
y en tal estado estuvo de cuerpo presente un dia 
entero en el portal^ rodeada de cirios encendi- 
dos''. A la puerta había un vaso de agua lustral , 

* Estos cirios eran de juncos ó de oorteías de papiro, en forma 
de roilof cubiertos coa una «apa d« cera, v 



CAPITULO VIII. 137 

que sirve para purificar á los que tocan un cadá- 
ver. Esta ceremonia de exponer el cuerpo es ne- 
cesaria para cerciorarse que la persona está 
verdaderamente muerta, y que su muerte es na- 
tural. Algunas veces dura hasta el tercer dia. 

Dióse el aviso para el funeral , que debia ser 
antes de salir el sol. Las leyes prohiben que s^a 
en otra hora; porque han querido que una cere- 
monia tan triste no degenerase en un espectá- 
culo de ostentación. Se convidó á los parientes y 
amigos. Hallamos cerca del cuerpo varías muge- 
res qae daban dilatados gemidos ; algunas corta- 
ban los rizos de sus cabellos , y los ponían al 
lado de Telaira, como una prenda de su afecto 
y dolor. Pusiéronla en un carro, metida en una 
caja de ciprés. Los hombres iban delante, y las 
mugeres detras: algunos con la cabeza rasurada, 
y todos con los ojos en tierra, vestidos de negro, 
y precedidos de un coro de músicos que entona- 
ban cantos lúgubres. De esta mauera llegamos á 
una casa que tenia Pirro cerca de Palero , donde 
estaban los sepulcros de sus padres. 

El uso de enterrar los cadáveres fué en otro 
tiempo común en todas las naciones; después 
prevsdeció éntrelos Griegos el de 4]uemarlos; y 
en el dia parece indiferente dar á la tierra 6 en- 
tregar á las llamas los restos de nosotros mismos. 
Guando se acabó de consumir el cuerpo de Te- 
laira , recogieron las cenizas los parientes mas . 



138 VIAGE DE ANACABSIS. 

cercanos , y se metió en la tierra la urna que 
las encerraba. 

Durante la ceremonia se hicieron libaciones de 
vino; arrojaron al fuego algunas ropas de Te* 
laira; la llamaron en voz alta; y esta despedida 
eterna aumentaba las lágrimas que no habían 
d^ado de correr de todos los ojos. 

Desde allí fuimos llamados al convite fúnebre, 
donde no se oyó otra conversación que sobre 
las virtudes de Telaira. A los nueve y á los treinta 
dias se reunieron. también sus parientes vestí'- 
dos de blanco 9 y coronados de flores , para tri- 
butar nuevos honores á sus manes; y determi- 
naron que juntos todos los años en el día de su 
nacimiento , renovarían la memoria de su pér- 
dida , como si fuese reciente. Esta tan loable 
determinación se perpetúa muchas veces en una 
familia > en una compañía de amigos, entre los 
discípulos de un filósofo. En la fi,esta general de 
los finados , que se celebra en el mes an teste- 
non *; se renuevan los sentimientos que se aia- 
nifiestan en semejantes circunstancias. Ultima- 
mente he visto mas de una vez k algunos 
particulares acercarse á un sepulcro , depositar 
allí una parte de sus cabellos , dar vueltas al re- 
dedor, y hacer libaciones de agua, vino , leche 
y miel. 

* OorrespoBde Míe mes i nuestro láñnro y mano. 



CAPITtXO VIII. i 39 

Menos atento yo al origen de estos ritos, que 
al sentimiento qne los mantiene, admiraba la sa- 
bkturia de los legisladores antiguos que impri* 
mieron un sello de santidad sobre la sepultura 
y sus ceremonias. Favorecieron esta antigua 
opinión , á saber : que el alma despojada del 
cuerpo que le sirve de cubierta, es detenida so- 
bre las orillas de la laguna Estigia, atormentada 
del deseo de ir á su destino, apareciendo en sue- 
ños á los que deben interesarse en su suerte , 
basta que sustraigan sus despojos mortales de 
las miradas del sol y de las inclemencias del 
aire. 

De aquí nace aquella solicitud en procurarle 
el descanso que desea ; el encargo hecbo al via- 
jero de cubrir con tierra et cadáver que encuen- 
tre en el camino ; aquella profunda veneración á 
los sepulcros, y las leyes severas cotitra los que 
los violan. 

Be aqui también el uso practicado con los 
abogados ó muertos en países extrangeros, 
cuando no se pueden bailar sus cuerpos. Antes 
de partir los compañeros , los llaman tres veces 
en voz alta ; y por medio de sacrificios y liba- 
ciones se lisonjean de atraer sus manes , á los 
«pie algunas veces consagran c'enotafios, especie 
de monumentos fúnebres , casi tan respetados 
como los sepulcros. 

Entre los ciudadanos que en vida tuvieron 



140 VIAGE DE ANACAfiSiS. 

bastante caudal, unos conformándose con el 
uso antiguo , no tienen sobre sus cenizas mas 
<iue una coli^nita donde est& escrito su nom- 
bre ; otros , despreciando las leyes que conde- 
nan el fausto y las presunciones de uñ dolor fin- 
gido , están cargados de edificios elegantes y 
magníficos, adornados con estatuas, yliermo- 
seados por las artes. Yo he visto un ¿mple li- 
berto que gastó dos talentos en el sepulcro de su 
muger *. 

Entre los caminos por donde se extravian los 
hombres , ó por falta ó por sobra de sentimiento, 
han trazado las leyes un sendero , del que no es 
permitido apartarse. Ellas prohiben elevar á las 
primeras magistraturas al hijo ingrato que, 
cuando mueren los autores de sus dias, no ha 
cumplido los deberes de la naturaleza y de la 
rdigion : ordenan á los que asisten al acompa- 
ñamiento, que respeten la decencia haáta en su 
desesperación : que no siembren el terror en las 
almas de los espectadores con gritos penetran- 
tes, y espantosas lamentaciones ; y sobretodo, 
que las mugeres no se arañen la cara, como lo 
hacían antes. ¿ Quién creería que hubiese sido 
menester jamas prescribirles que cuidasen de la 
conservación de su hermosura? 

* Diez mil y ocboci'intas libras : (40,235 n. m.). 



CAPITULO IX. 



7UGB i COBIATO. XKNUFONTK. TIMOLKOH. 



Cuando llegamos á la Grecia supimos que, ha- 
biéndose apoderado los Eieeuses de un lugarciio 
del Peloponeso , llamado Escilonte , donde resi- 
dia Xenofonte , se había ido este á establecerse 
en Corinto con su familia. Timágenes estaba 
impaciente por rerle. Partimos de Atenas, lle- 
vando en nuestra compañía á Pilotas, cuya fami- 
lia tenia enlaces de hospitalidad con la de Timó- 
demes, una de las mas antiguas de Corinto. Atra- 



142 VI AGE DE ANACARSIS. 

vesamos por Eleusis , Megara y el istmo ; é íba- 
mos tan de prisa , que no nos detuvo nada de 
cuanto en el camino se presentaba á nuestros 
ojos. 

El mismo Tim/)dem€S nos Hevó á casa de Xe- 
nofonte , el que babia salido , pero le bailamos 
en un templo inmediato , donde ofrecía un sa- 
crificio. Todos los ojos estaban fijos en él , y éi 
á nadie miraba, porque se presentaba delante 
de los dioses con el mismo respeto que él inspi- 
raba á los bombres. Yo le miraba con el mas 
vivo interés. Parecía de edad como de setenta 
y cinco años, y su semblante conservaba toda- 
vía algunos restos de la hermosura que le habia 
distinguido en su juventud. 

Apenas se acabó la ceremonia , Cuando Timá- 
genes se arrojó á su cuello, sin poder separarse 
de él : le llamó con voz interrumpida , su gene- 
ral y SU salvador , su amigo. Mirábale Xenofonte 
con asombro, viendo en él un semblante que no 
le era desconocido , pero tampoco familiar. Por 
fin exclamó : sin duda este es Timágenes. ¡ Ah! 
¿ quién sino él pudiera conservar sentimientos 
tan vivos después de tan larga ausencia? Vos 
me hacéis experimentar en este momento cuan 
dulce es ver renacer los amigos , de quienes nos 
creíamos separados para siempre. Siguiéronse 
tiernos abrazos á este reconocimiento, y durante 
el tiempo que permanecimos en Corinto , lo pa- 



CAPITOLO IX. 143 

saron ea contarse mútiíameDle los sucesos de 
su vida. 

Xenofonte , nacido en on lugar de la Ática , y 
educado en la escuela de Sócrates y sirvió desde 
luego á su patria con las armas , y después se 
alistó como voluntario en el ejército gue reunía 
el joven Ciro , para destronar k su hermano Ar- 
taxerxes, rey de Persia. Muerto Ciro , le encar- 
garon juntamente con otros cuatro oficiales el 
masdo de las tropas griegas; y entonces fué 
cuaBdo hicieron aqueUa famosa retirada tan ad- 
mirada en su linea , cuanto lo es en la suya la 
relación que de ella nos ha dado él mismo. A su 
regreso pasó al servicio de AgesOao , rey de La- 
cedemonia , de cuya gloria participó , y cuya 
amistad mereció. Algún tiempo después le con- 
denaron los Atenienses á destierro , z^osos sin 
duda déla preferencia que daba á los Lacede- 
moDios; pero estos, para indemnizarle, le die- 
ron una casa en Escilonte. 

En este venturoso retiro pasó muchos años , 
con la esperanza de volver á su patria, cal- 
madas que fuesen las turbulencias del Pelopo- 
neso. 

Mientras estuvimos en Corinto, trabé yo 
amistad con sus dos hijos, Grilo y Diodoro, y 
todavía la contraje mas intima con Timoleon , 
el hijo segundo de Timódemes, en cuya casa 
estábamos alojados» 



144 VUGS DE ANACARSIS. 

Si hubiera de hacer el retrato de Timoieon , 
no liablaria de aquel yalor distinguido que ma- 
nifestó en los combates, porque entre las na- 
ciones guerreras no es una distinción, sino 
cuando , por ser exeesvA), deja de ser virtud ; 
y así para dará conocer todas las calidades de 
su alma, me contentarla con citarlas principa- 
les : aquella prudencia consumada, que se ha- 
bla adelantado á los años; aquella suma blan- 
dura, cuando se trataba de sus intereses; su fir- 
meza inalterable , cuando mediaban los de su 
patria; su odio vigoroso á la tiranía de la am- 
bición, y á la de los malos ejemplos; y pondría 
el colmo á su elogio , añadiendo que ninguno 
tuvo tantos puntos de semejanza con Epaminon- 
das, á quien tomó por modelo por un instinto 
secreto. 

Timoieon gozaba de la estimación pública y 
de la propia, cuando el exceso de su virtud le 
enagenó todos los ánimos, y le hizo el mas in- 
feliz de los hombres. Su hermano Timófanes, 
que no tenia ni sus conocimientos , ni sus prin- 
cipios , se acompañaba con hombres corrompi- 
dos, que continuamente le exhortaban á apo- 
derarse de la autoridad suprema , y al fin se 
creyó con derecho á ella. Su valor ciego y pre- 
suntuoso le habla grangeado la confianza de los 
Corintios, cuyos ejércitos mandó mas de una 
vez , y quienes le hablan puesto al frente úe 



CAPITULO rx. i 45 

euatrocienios hombres^ qoe leñiáB pa^a la segu- 
ridad de la pericia. Timófanesvlos hlzasus saté- 
lites, ^nó el populacho codsqs liberalidades; 
y ayudado de un partido temible, obró conro 
dueño abs<duto, é hizo Uevar al suplicio á los 
ciuéadanos que le eran sospechosos. 

Hasta entonces habia velado Timoleon sobre 
su conducta y proyectos. Con la esperanza de 
conseguir corregirle , trataba de ocultar sus de- 
fectos, y realzar el brillo de algunas acciones 
buenas que por casualidad hacia. Aun se le ha- 
bía Tisto en una batalla precipitarse con denue- 
do en medio délos enemigos, y resistir él solo 
á sus esfuerzos, por salvarla vida de un her- 
mano á quieÁ amatMi, y cuyo cuerpo, cubierto 
de heridas , iba á caer en sus manos. 

Indignado ^lora Timoleon de ver estabiecerse 
la tiranía en vida suya , en el seno de su misma 
familia, pinta vivamente á Timófanes el horror 
délos atentados que hahia cometido, y los que 
medita todavía; le pide encarecidamente que 
abdique cuanto antes un poder odioso, y que 
satisfaga á los manes délas víctimas inmoladas 
á su loca ambición. Va algunos dias después á 
su casa acompañado de dos amigos, de los cua- 
les uno era cufl&do de Timófanes. fteiteran de 
acuer^ las súplicas; y le instan en nombre de 
la SMgte y de la amisfad y de la patria. Al prin- 
cipio les respondió Timófanes con una burla 
ir. 7 



li^ VIAQ£ DE ANACARSIS. 

£n el caminó encontramos muchos viageros 
qoe iban á Atenas, para asistir k les grandes 
Dionisiacas , una de las fiestas mas lamosas de 
aquella ciudad. Ademas de la magnificencia de 
tales espectáculos, deseaba yo con ansia ver un 
concurso establecido de largo tiempo entre los 
poetas, que presentan tragedias, ó comedias 
nuevas. Llegamos el dia5 del meselafebolion*, 
debo días antes que empezasen las fiestas **. 

" El primero de abril del año 562 antSM de J. C. 
' * Se presume qvie las graodes Dioniáiacas , ó Díoñisiacas de la 
vñadad. comenzaban el f^dei mes elafebolion. Eo el año segftndp 
de la olimpiada ciento y cuatro , año de ((ue aqui se tr^Aa . cayó el 
i 2 del mes elafebolion en el 8 de abril del año juliano prolép- 
tico 362 antes dé Jesucristo. 



GAPrnTLO z. 



LEViS, REVIST4; USBCIGIO DB LAS TROPAS EKTBE 
U)8 ATENIENSES. 



Dos dias después de nuesüra vuelta á Atenas,. 
áámos á una plaza donde se hacia la leva de las 
tropas 9 que habían de ir al Peloponeso ; las cua-^ 
les debían reunirse á las de los Lacedemonios, y. 
algunos otros pueblos, para oponerse, de co- 
mún acuerdo , á los proyectos de los Tejíanos y 
sus aliados. Hegeloco, estratega, ó general, 
estaba sentado en una silla puesta en un sitio- 
alto : cerca de él, un taxiarca, oficial general,. 
tenia el re^tro en que están puestos todos los 



150 VIAGE DE ÁNACARSIS. 

ciudadanos en estado de llevar armas , los cuales 
deben presentarse á este tribimal. Llamábalos 
en voz alta, y tomaba nota de los que escogía el 
general. 

Los Atenienses están obligados á servir desde 
la edad de diez y ocbo años basta los sesenta. 
Rara vez se emplea álos de mas avanzada edad, 
y cuando se les destina á servir al salir de la in- 
fancia y se tiene cuidado de apartarlos de los pe- 
ligros mayores. El gobierno fija algunas veces la 
edad de los que han de tomar las armas y y al- 
gunas otras se les saca por suerte. 

Están dispensados del servicio los que tienen 
arrendados los impuestos públicos, y los que 
representan en los coros de las fiestas de Baco. 
Solamente en las urgencias muy graves, hacen 
ir los esclavos, los extrangeros establecidos en 
la Ática, y los ciudadanos mas pobres, á todos 
los cuales se les alista rara vez, porque no han 
hecho juramento de defender la patria , ó por- 
que no tienen niiígütf interés eü defenderla : la 
ley nO ha confiado este cuidado mas que & los 
ciudadanos que poseen alguno» bienes , y los 
mas ricos sirven en calidad de simples soldados. 
De aquí nace , que la pérdida de una batalla, de- 
bíHtando las primeras clases de ciudadanos, 
basta para dar á la última , cierta superioridad , 
que altera la forma de gobierno. 

Tenia la república contratado e! dar á los 



CAMTLLO X. i 51 

aliaéos sei§ mil homüira entre inteiterfá y ca* 
baUería. La mañana siguiente á ^ allstaBiiento> 
se deiTimiaron tuoraltttosamente por las calles 
y plazas públicas, vestidos de sus armas : se fi- 
jaron sus nombres sobre las estatuas de los diex 
héroes que dieron el suyo á las diez tribus de 
AtiHias ; de suote que s<rf)re c«da estatua se leían 
los nombres de los soldados de cada tribu» 

Algunos días después se hizo la revista de- las 
tropas. Fui á ella coa Timágenes , Apolodoro , y 
Pilotas ; y hallamos aUi á Iñerates , á Timoteo , 
áFocloQ , Cabrias, y á todos los generales an- 
tiguos 9 y á ios del afio ccntotte. Estos últimos 
hablan sido nombrados en la asamblea del pue*- 
blo, como era costumbre; y eran diez, uno de 
cada tribu. Con este motivo me acordé, que 
Filipo de Macedonia decía en una ocasión : «yo 
«envidio la dicha de los Atenienses, que todos 
<r los años hallan diez hombres capaces de man- 
a dar á sus ejércitos , cuando yo no he encon- 
« irado jamas sino á Parmenion para conducir 

or los míos. 

En otro tiempo turnaban en el mando los diez 
estrategas. Cada día mudaba de general el ejér- 
cito ; y en caso de empate en el consejo , el po- 
lemarco , uno de }os principales magistrados de 
la república, tenia el derecho de dar su voto. 
Hoy dia toda la autoridad está por lo ordinario 
en uno solo , que por su parte está obligado á dar 



152 VIAGE DE ANÁCARSIS. 

cuenta de sus operaciones, á no ser que se le 
haya conferido un poder ilimitado. Los demás 
generales quedm en Atenas , y casi no tienen 
que hacer otras funciones que figurar en las ce- 
remonias públicas. 

La infantería estaba coitapuesta de tres clases 
de soldados : los oplitas 6 armadospesadamente; 
los armados á la ligera; y los peltastas, cuyas 
armas eran menos pesadas que las de los pri- 
meros r y menos ligeras que las de los segundos. 

Las armas defensivas de los oplitas eran el 
casco y la coraza, el escudo, y una especie de 
botines que cubrían la parte anterior de la pier- 
na ; y por ofensivas llevaban la pica y la espada. 

Los armados á la ligera estaban destinados 
para lanzar dardos ó flechas | y algunos, piedras, 
ya con honda, ya con la mano. 

Los peltastas llevaban un venablo , y un escu- 
do pequeño, llamado pelta. Los escudos, que 
eran casi todos de sauce , y también de mimbre, 
estaban adornados de colores, de emblemas, y 
de inscripciones. Vi uno donde estaban figura- 
das con letras de oro, estas palabras : a la 
BUBNA FOBTUNA ; y Qtros BU, quc varios oficiales 
hablan hecho pintar símbolos relativos á su ca* 
racter y á su gusto. Al pasar, oí á un viejo , que 
decía al que estaba á su lado : yo fui de aquella 
desgraciada expedición de Sicilia, hace ya cin- 
cuenta y tres años, en que serví al ntando de 



CAPITULO X. i53 

Nicias, Alcibiades y Lamaco. Bien habéis oído 
hablar de la riqueza del primero > del valor y 
hermosura del seg^undo : el tercero tenia uu 
esfuerzo capaz de inspirar terror. El oro y la 
púrpura adornaban el escudo de Nicias : el de 
Laxnaco representaba una cabeza de Gorgona; 
y el de Alcibiades un amor lanzando el rayo. 
Quería yo seguir esta conversación; i)ero me 
interrumpió la llegada de Ificrates, á quien 
Apolodoro acababa de contar la historia de 
Timágenes y la mia. Después de los primefos 
cumplidos, le di6 Timágenes la enhorabuena 
por las mudanzas que habia introducido en las 
armas de los oplitas. Todas eUas, respondió 
Ifícrates , eran necesarias : oprimida la falange 
con el peso de sus armas ^ ejecutaba con trabajo 
las evoluciones que se la mandaban , y tenia 
mas medios para pararlos golpes del enemigo , 
que para dárselos. Una coraza de lienzo hs^ 
reemplazado á la de metal; un escudo chico y 
ligero, á aquellos escudos enormes > que nos 
quitaban la libertad de la acción , á fuerza de 
protegemos. La lanza se ha alargado una la- 
cera parte , y la espada una mitad. £1 soldado^ 
ata y desata con mas fiaicilidad su calzado. Yo he, 
querido hacer mas temibles 4 los oplitas; puesj 
ellos son en el ejercito p lo que el pecíio en i^L 
/cuerpo hymaiiio. Gomo Ifícrates era natural-, 
mente elocuente , siguió su paralelo,. compa- 

1, ' 



154 VIAGE DE AIVACABSfS. 

ranáo el gfeneral á la cabeza , la caballería á los 
pies , y las tropas ligeras á las manos. Timare- 
nes le preguntó , que por qué no habia adoptado 
el casco beocio, que cubre el cuello, y baja 
hasta la coraza. Esta pregunta trajo otras sobre 
fa vestimenta de las tropas , y sobre la táctica 
de los Griegos y de los Persas. Por mi parte yo 
preguntaba á Apolodoro muchas cosas sobre 
varios puntos > que sus respuestas lo darán á 
conocer. 

Sobre los diez estrategas, decia, están los 
diez taxiarcas , que como los primeros , se nom- 
bran todos los años por suerte , y S6 sacan de ca- 
da tribu en la asamblea general. Ellos son los 
que, bajo las órdenes de los generales, deben 
proveer al ejército , arreglar y ihantener el or- 
den de las marchas , acamparle , mantener la 
disciplina, y examinar si lás armas están en 
buena disposición. Algunas veces mandan eUos 
el ala derecha , y otras los enviá el general para 
anunciar una victoria , y dar cuenta de lo que ha 
pasado en la batalla. 

Estando en esto , vimos un hombre vestido 
con una túnica, que le llegaba á las rodillas, 
sobré la cual debiera haber puesto la cora^, 
que traiá sobre el .brazo con lás demás armas. Se 
acercó al táxiárca de sú tribu. Junto al cual 
estábamos nosotros ; y este oficial le preguntó : 
¿parqué ñó os j^i^is vuestra coraba?— A lo 



GANTtLO X. 155 

que resfK>BdiO : el tiempo de mi servicio ha es- 
pirado : ayer cuando se pasó la revista y estatuí 
yo labrando mis tierras. Yo estoy puesto en el 
padrón de la milicia que se fbrmó en el arconta- 
do de Gallas : ved la lista de los arcontes, y ha- 
llareis que desde entonces acá han pasado mas 
de cuarenta y dos años. Sin embargo y por si mi 
patria tiene necesidad de mi , lie traido mis ar- 
mas. El oficial yerificó el hecho; y después de 
haber conferenciado con el general , borró de la 
lista el nombre de este buen ciudadano , y puso 
otro en su lugar. 

Las plazas de los diez taxiarcas son de aque- 
llas del Estado , que se desean mas poseer que 
desempeñar. La mayor parte de ellos se dispen- 
san de seguir el ejército , y sus funciones se re- 
parten entre los gefes que el general pone al 
frente de las divisiones y subdivisiones, los cua- 
les son muchos. Unos mandan ciento veinte y 
ocho hombres : otros doscientos cincuenta y 
seis , quinientos y doce , ó mil veinte y cuatro, 
siguiendo una proporción sin limites subiendo ; 
pero bajando acaba en un término que se puede, 
mirar como el elemento de las diferentes divi- 
sionesT de la ftdange. Este elemento es lá fila, 
compuesta algunas veces de ocho hombres, y las 
mas de diez y seis. 

Yo interrumpí á Apolodoto, para enseñarle 
un hombre, que llevadla una coronaen la cabeza 



156 VIAGE D£ ANACaBSIS. 

y un caduceo en la mano. Ya he visto pasar mu- 
chos de estos , le dije. — Esos son los heraldos , 
me respondió : so persona es sagrada : ejercen 
ñincione» importantes ; declaran la guerra, pro- 
ponen la tregua 6 la paz , publican las órdenes 
del general» pronwjcian los mandatos, convo- 
can el ejército, anuncian el momento de la 
marcha, el sitio á dondi^ se debe ir, y para 
euanlos dias se han de tomar víveres. Si en el 
momento del ataque, ó de la reikada, no se 
oye la voz del heraldo á causa del ruido , se po- 
nen señales : si el polvo no deja verlas, se toca 
la trompeta:, si no sirve ninguno de estos me- 
dios , corre un edecán de fila en fila para comu- 
nicar las intenciones del general. 

En este instante algunos jóvenes que pasabau 
como, relámpagos por junto á nosotros, por 
poco no atrepellan á unos persouages graves , 
que caminaban leAtamente. Los primeros , me 
d^oApolodoro, son correos, y los segundos 
adivinos : dos especies de hombres comunmente 
empleados ^n nufsstros ejércitos ; unos para 
llevar lejos las «órdenes del general , y otros pa- 
ra examinar en las entrañas de las víctimas, si 
son confoimes á la vQlnntad de loS|dioses. 

De ese modo, repliqué yo , ^is operaciones de 
una campaña , penden entre los G^ríego^ , del 
interés y de la ignorancia de esos falsos intér- 
prejiji^ del.ci^^JMuqlMifi^eee^ sucede asl> me 



CAPITULO X. <57 

resptmdió. No obstañlie y si log estableció entre 
nosotros la siq^rstieion > quizá debe la política 
manteBeiios. Nuestros soldados son hoinbres li- 
bres y é intrépidos ; pero impacientes é iuoapa* 
ces*de sufrirla prudente lentitud de un general, 
que no pudiendo baoer que sea oMa la razón , 
no tiene á yeces otro recurso que bacer hablar 
á los dioses. 

Mientras andábamos al rededor de la falange, 
noté <|ue cada oficial general tenia cerca de si 
un subalterno, que nunca se apartaba de él. Ese 
es su escudero, me dijo Apolodoro ; el que está 
(aligado á seguide en lo recio déla pelea,. v 
guardarle el esciKlo en ciertas ocasiones. Cada 
oplita ó pesadamente armado, tiene también 
un criado, que entr^e oirás funciones, ejerce 
aiguBas veces la de escudero; p^o se cuida 
de enviarlos al bagage ant^s del combate. 
Entre nosotros está ancKa la deshonra á la pérr 
dida del escudo, y no á la de la^espada y demás 
armas olensi^s. ¿ Y porqué hay esta diferencia? 
le dije yo. -^ Para darnos uoa grande lecdon, 
me re^ponftíó : para ensenarnos que debemos 
pensar menos en derramar la sangre d^onemi- 
go,que en impedirle que derrame la nuestra; 
y que así la guerra d^be ser mas bien unv estada 
de . dcffensa, qisd de ataque. 

Pasamos después al lifsep^ donde sehaciaaia 
revista de caballeri9í,::la^^aemaiidBn.> por de* 



156 VI AGE DE ANACARSIS. 

recho, dos geneiutes, llamados hiparoos, y 
^ez gefes particulares, Uamados fílaroos y sa- 
cados por suerte todos los años en lá asamblea 
de la nación. 

Algunos atenienses se alistan de corta edad 
en este cuerpo > como casi todos los demás lo 
est^u en la infimteria. No se conqpone mas que 
de mil y doscientos hombres. Cada trUm da uu 
contingente de ciento y veinte con el gene que 
debe mandarlos. Comunmente se arreg^ el nú- 
mero deestatropa, por el número de los oplitas; 
y esta proporción, que varia según las circuns- 
tancias, es ordinariamente de uno á diez, es 
decúr, que se Junían doscientos cába!k>s á dos 
mil oplitas. 

No hace mas de un ^glo, me deeia Apo- 
lodoro, que se ve cabailerfa en nuestros ejérci- 
tos. La de Tesalia es numerosa , porque el pais 
abunda en pastos; pero los demás paises de la 
Grecia son tan secos, tan estériles, que es di- 
ficultositímo criar en ellos caballos : así es que 
los ricos solamente skven en la caballería , y de 
aquí nace la consideración que goza este servi- 
cio; Nadie puede ser admitido sin obtener el 
beneiriácito de los generales, de los gefes parti- 
eutares, y sobre^^todo, del senado^ que cuida 
particularmente de la coasérvacicb y bt^Rañtez 
de im cuerpo tan distinguido, y asiste á I» Ins- 
pecctoü de los mievo^ soldados^ 



CAWTÜLO X. 159 

Se presentaron delante de él con el casco y la 
coraza, el escudo, la espada, la lanza, ó el 
dardo, un manto corto, etc. Mientras se exa- 
minaban sus armas, Timá^nes, que habla he- 
cho un estudio particular de lo que concierne 
al arte militar, nos decia : una coraza muy an- 
cha 6 muy estrecha, Tiene á ser un peso ó un 
lazo insufrible. El casco debe estar hecho de 
manera que pueda el ginete cubrirse hasta la 
mitad de la cara, cuando lo necesite. Sobre el 
brazo izquierdo se debe ponerla armadura nue- 
vamente inventada, la que extendiéndole y do- 
blándose fácilmente , cubre toda aquella parte 
del cuerpo , desde el hombro hasta la mano : 
sobre el brazo derecho se ponen brazales de 
cuero , 6 planchas de bronce ; y en ciertos pa- 
rages piel de becerro, de manera que estos 
medios defensivos no estorben los movimientos. 
Las piernas y los pies los preservarán las botas 
de cuero con espuelas. Hay motivo para prefe- 
rir en la caballería el sable á la espada. En lugar 
de esas lanzas largas , quebradizas y pesadas , 
que veis en las manos de los mas de ellos , seria 
mejor usar de dos picas pequeñas de madera de 
serval bravio, una para arrojarla y otra para de- 
fenderse. La frente y pechos del caballo estarán 
defendidos con armaduras particulares; ios cos- 
tados y el vientre con cubiertas que léponélkl so- 
bre ellomo, y sc^elas cuáles monlai^ el ginete. 



160 VIAGE DE ANáCABSIS. 

Aunque los caballeros ateDíenses no hubiesen 
tomado todas las precaucionen que acababa de 
indicar Timágenes > quedó muy satisfecho del 
modo con que estaban armados. Los senadores 
y los oficiales generales licenciaron á algunos , 
que no parecían bastante robustos , y repren- 
dieron á otros de no tener cuidado de sus ar- 
mas. Después se examinó si los caballos se de- 
jaban montar fácilmente , si eran dóciles al fre- 
no » y capaces de fatiga; si eran espantadizos , 
muy fogosos ó muy tardos. Fueron desechados 
muchos 9 y para excluir para siempre los viejos 
y enfermizos, los marcaron con un hierro ar- 
diendo an la quijada. 

Durante este examen , vinieron con mucho 
bullicio los caballeros de una tribu á denunciar 
al senado un compañero suyo, que algunos años 
antes y estando en el combate , se habia pasado 
de la infantería á la caballería sin la aprobación 
de los gefes. La falta era pública , la ley termi- 
nante ; y asi fué condenado á aquella especie de 
infamia y que priva al ciudadano de la mayor 
parte de sus derechos. 

En la misma deshonra incurre el que se niega 
á servir 9 y se le obliga á ello por medio, de los 
tribunales. También está anexa al soldado que 
huye á vista del enemigo, ó que, para evitar sus 
gdpfi^y S0 pone en unai fila , ó cuerpo menos 
expuesto. Ea toío* estos ciisp^^ el reo no debe 



CAPITULO X. 161 

asístkr ni ala asandilea general, ni á los $aci;i- 
ficios pábli€06;y silo hace> todo ciuéadano 
tioie derecho para acusarle en .justicia. Se le 
imponen diferentes penas > y si se le condena á 
una multa y le ponen en prisión hdsta que la 

La traición se castiga con pena capital ; y lo 
miamo la deserción > porque desertan* , es hacer 
traición al Estado. £1 general tienela facultad 
de poner en ud grado inferior > y aun de sujetar 
á las funciones mas viles , al oficial que no obe- 
dece y Ó se deshonra* 

Unas. leyes tan severas, dije yo entonces, 
mantendrán sin, duda el honor y la subordina^ 
cien en vuestros ejércitos. Apolodoro me res- 
pondió : el Estado que no protege sus leyes, 
deja de ser protegido de ellias. La mas esencial 
de todas, la que obliga k todo ciudadano á de- 
fender su patria , se viola indignamente cada 
dia. Los mtts riicos se alistan en la caballería, 
y se #spensan del servicio ,. ya sea por contri- 
bi]ei(»^s voluntsurias, ó ya sustituyendo un 
hombre, á. quien .dan su caballo. Muyi^ohto uo 
se hallarán atenienses en nuestros ejércitos. 
Ayer visteis alistar un corto número de ellos, 
que se les acaba de asociar á mercenarios, á 
quienes oo nos avergonzamos de coníSar la sa^ 
lud de la patria. Hace algún tiempo que en la 
Gd^cia se levantan gefes atrevidos , que después 



162 VIAGB DE ANACARSIS. 

de juntar soldados de todas naciones > corren 
de país en pais , Ueyan tras sí la desolación y la 
muerte y prostiluyen su yalor á la potencia que 
los compra, dispuestos á combatir contra ella 
al menor descontento. Ved aqní cual es eu el 
dia el recurso y la esperanza de Atenas. Decla- 
rada que es la pierra^ el pueblo acostumbrado 
á las dulzuras de la paz , y temiendo las fatigas 
de la campaña r exclama ft una voz : que se ha- 
gan Teñir diez mil, veinte mil exirangeros. 
Nuestros padres hubieran temblado de iudigna- 
don al oir estos gritos indeeentes; pero el 
abuso se ha hecho uso , y el uso ha llegado á ser 
ley. 

^n embargo , le £}e » si entire eatas tropas 
venales , se hallasen muchas capaces de disci- 
plina, incorporándolas con las vuestras, las 
obligaríais á celarse mutuamente, y quizá ex- 
citaríais entre eUas una útil emidacion. •*- Si 
nuestras virtudes, me respondió, tienen nece- 
sidad de espectadores, ¿por qué irios á buscar 
fuera del seno de la república? Por una institu- 
ción admirable , los individuos de una misma 
tríbu , de un mismo distrito , están alistados en 
la misma cohorte , en el mismo escuadrón , mar- 
chan y combaten al lado de sus parientes , de 
sus amigos, de sus vecinos y de sus rivales. 
¿ Qué solckdo se atrevería á cometer una vileza 
delante de testigos tan temibles? A su regreso, 



¿ cómo fH>dria sufrir h^ Mradas que le Ileaarian 
de conliisioii? 

]>espties de hal)»eriiie hablado Apolodoro éét 
11:90 escandaloso ^e los* oficiales, y hasta los 
mismos generales, emt^zabanáintróducir en los 
ejércitos , le pre^nté qué sueldo )se daba á- los. 
de infantería y á los de efíbátíéfiá. Eso , me res- 
pondió» ha Tariado segnn lostie^piO!S y Itigarés. 
He oi4o decir á los viejos que sirvieron en el ase- 
dio de Potidea sesenta y ocho diios hace , que 
entonces se daba al oplitá dos dracmas* diarios 
para él y para el criado ; pero esta era una paga 
extraordinaria que dejó exhausto el erai^ó. 
Cerca de Téinte años después fué pi'eciso des- 
pedir un cuerpo de tropas ligeras , que se hablan 
mandado yenir de Tracia, porque exigían la mi- 
tad de este sueldo. 

La paga ordinaria dé ttn oplita es en el dia de 
cuatro óbolos al dia^ ó reinte <lracnias al mes**. 
Por lo común se da el doble al gefe de una co- 
horte^y el cuadruplo al general. Hay á veces ck- 
cmistancias que obligan á reducir la suma á la 
ndtad; porque entonces se supone que esta li- 
gera retr&ucion hasta para proporcionar vive- 
res al infante , y que el reparto del botin com- 
pletará el sueldo. 



* Una libra y diez y seis saeldos: (6 rs. y 24 mrs.)- 
** Cerca de doce sueldos al día : ( 2 rs. y 8 mrs.). 



161 VIAGB J>B ANA.CARSIS. 

La paga del soldado de otfHíUería es en tiepipo 
de guerra kY según la^ ocasiones, el duplo , tri- 
plo ó cuadruplo de la del infiutte. En tiempo de 
paz , en que cesa todo sueldo , se le dan para 
mantener el caballo cerca de diez y seis dracmas 
por mes^; lo que cuesta al tesoro público cerca 
de cuarenta talentos anuales^*. 

No se cansaba Apolodoro de satisfacer á mis 
pregimtas. Antes de partir » anadió , se manda á 
los. soldados tomar víveres para algunos dias. 
Después toca á los generales proveer el mercado 
de las provisiones necesarias. Para llevar el ba~ 
gage hay cajones , bestias de carga y esclavos. 
Los soldados ^stán obligados á veces á cargar 
con éL 

Ahora querréis saber cual es la costumbre de 
los Griegos en orden á los despojos áéí enemi- 
go. Siempre se mir6 como una de las prerogati- 
vas del general el derecho de disponer de eUos , 
ó repartirlos. Durante la guerra de Troya eran 
puestos á sus píes; él se reservaba una parle » y 
distribuía la otra , ya á los gefes , ya á los solda- 
dos. Ochocientos años después, arreglaron los 
generales la repartición de los despojos ganados 
álos Persas en la batalla de Platea^ distribuyen- 



* cerca de catorce libras y ocho sueldos : ( 5S rs. y 22 
mrs.). 
** Doscientas diez y seis mil libras: (804,706 rs. vn.). 



CAPITULO X* 165 

dolos entre los soldados, después de hal>er sepa* 
rado una parte de ellos para adornar los templos 
de la Grecia, y dar los premios debidos á los que 
se ludi>ian distin^ido en el combate. 

Desde aquel tiempo hasta nuestros dias se ha 
visto sucesivamente á los generales de la Gre» 
cia enviar al tesoro público las sumas proceden- 
tes de la venta del botin , destinarlas á las obras 
públicas, ó al adorno de los templos, enrique- 
cer á sus amigos ó á sus soldados; enriquecerse 
eUos mismos , 6 6 lo menos recudir la tercera 
parte , que en algunos paises les está señalada 
por un uso constante. 

No hay entre nosotros una ley que restrinja la 
prerogativa del general ; y asi es que usa mas ó 
menos de ella , según es mas ó menos desintere- 
sado. Todo lo que el Estado exige de él es que , 
si puede ser, mantenga las tropas á expensas 
del enemigo , y que hallen en la repartición de 
los despojos un suplemento al sueldo , cuan- 
do las razones de economia (aligan á dismi* 
nuirle. ' 

Los dias siguientes se destinaren al ^erdcio 
de las tropas. Omitiré el hablar de todas las ma- 
niobras de que fui testigo ; porque n^o daria mas 
que una descripción imperfecta é inútil á mis 
lectores; y así haré solamente algunas observa- 
ciones generales. 

Cerca del moate Anquesmo bramos un ^uer- 



166 VIAGE DE ANACARSIS. 

po de mü j seiscientofi hointees de la&otería 
pesadameDte annados vOnlettiadds en díkn y seis 
de fondo, y eiento de frente, ocupando cada sol- 
dado un espacio de cualro codos*. 8e juntaba á 
este cuerpo un determinado uúnuero de armados 
•á la ligera. 

Los mejores soldados estaban en las primeras 
ilas y en las áltiinas , y en especial los gefes 
de las filas y los cabos era» todos bombres dis- 
tinguidos por su biaacria y experi^a^ia. Man* 
daba los morbnientos uno de los oficiales. { To- 
men las armas ! deeia en \o^ idta. ¡Criados, salid 
de la falange I } Pica arriba ! i Pica abajo ! \ Estre- 
chen las filas I I Alinearse I {Tomen las distaa- 
ciasl lA la áepechal { A lai»püerdal iHcaante 
el escudo! ¡Marchen! {Alto! ¡DoUen las fllas! 
¡ Estrecharse ! ] Evoluciou lacedemonia ! j Estre- 
charse ! etc. 

A la Tt)z de este oficial se vela á la falange 
sucesivamente abrir sus filas y sus claros » cer- 
rarlas , y estrecharias de modo que no ocupando 
1^1 soldado mas espacio que un codo*, no podia 
volverse ni á la derecha ni A la izquierda ; unas 
veces presentaba una finea continuada , otras 
cortada en partes igualen, cayos intervalos lie- 



* Cinco pies y ocho pulgadas : (6 pies y 6 pulgadas de Es* 
pa&a). 
** Diez y siete pnlgadu: (cerca de» pulgadas de GsfMuia). 



CA^ITLtO X. i67 

naban algunas veces los armados á la ligera. Ul- 
ümaflDeate, por medio 4e las «voluciones pres- 
entas » se la veía tomar t^das las formas de ^pie 
era rasceptible» y marchar formada en columna, 
en cuadro perfecto > en cuadrilongo» sea de cen- 
tro vacío, sea de lleno, etc. 

Mientras se hacían estos movimientos daban 
golpes á ios soldados indóciles 6 descuidados. 
Esto me sorprendió en extremo , por cuanto 
entre los Atenienses está prohiliido golpear aun 
á los esclavos. De aquí inferí yo que entre las 
naciones civilizadas, la deshonra pende mas 
algunas veces de ciertas circunstancias, que de 
la n^oraleza de las cosas. 

Apenas se hahian acabado estas maniobras , 
cuando vimos á lo lejos levantarse un^ nube 
de polvo. Los puestos avanzados anunciaron la 
proximidad del enemigo, que era otro cuerpo de 
taifantería que acababa de hacer el ejercicio en 
el Uceo , y se habia detenainado poner á las 
lasüMs con el primero, pasa ofrecer la imagen 
deim combate. Al punto griban al «rma: los 
soldados conieron á tomar sus puestos , y las 
tropas ligeras se pusieron en la jreti^^uardia. 
Desde allí es de donde arroja» al enemigo fle- 
chas , dardos y piedras , que pasan por encima 
de la falange*. 

* Oaafiandro dice que ea los »ank9í»ii fiogíto loi opl»* 



I6d VIAGB DE ANACARSIS. 

Eníre tattto los enemigos veDiftn á paso redo- 
blado, con la pica al hombro derecho. Sus tro- 
pas ligeras se aproximaron con grande algazara ; 
y habiendo sido rechazadas y puestas en fuga, 
las reemplazaron los oplitas, quienes se detuvie- 
ron á tiro de dardo. En este momento reina en 
las dos lineas un silencio profundo. La trompeta 
da luego la señal. Los soldados cantan el himno 
del combate en honor de Marte. Bajan sus picas ; 
algunos pegan con ellas sobre sus escudos ; to- 
dos corren alineados y en buen orden. Para re- 
doblar su ardor, da el general la voz del combate; 
y todos repiten mil Teces después de él : ) eleleu ! 
¡ eleleu í La acción pareció muy viva , los enemi- 
^s fueron dispersados , y nosotros oímos en 
nuestro pequeño ejército resonar por todas par- 
tes esta palabra alale*. Este es el grito de la vic- 
toria. : 

Nuestras tropas ligeras fueron al alcance. del 
enemigo, y trajeron muchos prisioneros» Los sol- 
dados victoriosos erigieron un trofeo ; y habién- 
dose ordenado en bataUa á la cabeza de un 
campo inmediato, dejaron -sus armasen tierra; 
pero con tal orden ^ que vii^viéudolas, á tomar 
quedaban al punto formados. Tras estd se reti- 



tas teniao palos y correas; y los armados á la ligera, terrones. 
* Antiguamente se pronanoialn alali, porque la última letra de 
mUtíe ié protnoGlaba ooñM i. 



CAPITDLO X. 169 

raroD al eampo, donde después de haber tomado 
una comida frugal , pasaron la noche e<^ados 
en lechos de hojas. 

No se omitió ninguna de las precauciones que 
se toman en tiempo de guerra. Ningún fuego ha- 
bía en el campo; pero se hizo mas allá, para 
descubrir las tentativas del enemigo. Se pusie- 
ron guardias por la tarde , y se iban relevando 
en las diferentes vigilias de la noche« Salió mu- 
chas veces de ronda un oficial que llevaba una 
campanilla en la roano. Al sonido de este instru- 
mento el centinela decia la orden ó la palabra 
convenida. Esta palabra es una seña que se muda 
continuamente , y distingue á los de un mismo 
partido. Los oficiales y soldados la reciben antes 
del combate, para reunirse en la acción ; y antes 
de la noche , para reconocerse en la oscuridad. 
Toca al general darla; y el ceder á alguno este 
derecho, es la mayor distinción que puede ha- 
cerle. Comunmente se emplean estas fórmulas: 
Jújpiter salvador y Hércules conductor ; Júpiter sal- 
vador y la victoria; Minerva-Palas; el sol y la 
luna ; espada y puñaL 

Ifícrates , que no nos habia dejado, noá dijo 
que él habia suprimido la campánula en las ron- 
das; y que para ocultar mejor al enemigo la or- 
den , daba dos palabras distintas, una al oficial 
y otra al centinela , de manera que uno decia , 
V. g., Júpiter salvador, y otro respondía Neptuno, 
n. 8 



170 \ VIÁGB D£ ANáCáHSIS. 

Ifícrales pensaba que se debía rodear el campo 
cou una cerca que defendiese las cercanías. £sta 
eSy decía, una precaución que se debe tener por 
hábito , y que nunca he omitido, aun cuando me 
hallaba en país amigo. 

Ya veis, añadió, estas camas de hojas. Algunas 
veces he hecho poner una para dos soldados , y 
otras veces dos para ca^a una De esta manera, 
cuando dejo mi campo, viene el enemigo, cuenta 
las camas; y suponiéndome con mas ó menos fuer- 
zas que las que tengo en realidad, ó no se atreve 
á embestir, ó me acomete con fuerzas inferiores. 

Mantengo la vigilancia de mis tropas exci- 
tando por bijo de cuerda terrores pánicos , ora 
con alertas frecuentes» ora con el falso rumor de 
una traición, de una emboscada, ó de un refuerzo 
llegado al enemigo. 

Para impedir que el tiempo de descanso se 
convierta en ociosidad , les hago abrir fosos , 
cortar árboles , y trasladar el campo y los baga- 
ges de un lugar á otro. 

Sobre todo trato de conducirlos por la senda 
del honor. Estando un dia para dar im combate, 
vi á dos soldados ponerse pálidos, y les dije en 
alta voz : si alguno de vosotros ha olvidado algo 
en el campo , vaya á buscarlo , y vuelva corrien- 
do. Los mas cobardes se valieron de este permiso. 
Entonces dije á voces: los esclavos han desapa- 
recido , y no han quedado con nosotros mas que 



CAPITILO X. 171 

los valientes: Marcbamog, y huyó el enemigo. 

Ificrates dos cQntó otras muchas estratagemas 
que igualmente le hablan salido biea Nosotros 
nos retiramos á eso de media noche. Al otro dia 
y en muchos de los siguientes vimos los de á 
caballo ejercitarse en el liceo y cerca de la aca- 
demia : se les enseñaba á montar á caballo sin 
ayuda, lanzar dardos, saltar fosos , trepar alas 
alturas, con*er por una cuesta, á atacarse , per- 
seguirse, á hacer todo género de evoluciones, 
ya sin infantería, ya con ella. 

Timágenes me decia : por buena que sea esta 
caballería, será batida si viene á las manos con 
la de los Tebauos. La nuestra no admite mas que 
un corto número de honderos y tiradores en los 
intervalos de su linea : los Tebanos tienen tres 
veces mas , y solo emplean para esto á los Tésa- 
los, siq[>eriores en esta arma á todos los pue- 
blos de la Grecia. £1 suceso justificó la predicción 
de Timágenes. 

£1 ejército se preparaba para salir, con lo que 
muchas familias estaban consternadas , porque 
los sentimientos de la naturaleza y del amor se 
renovaban con mas fuerza en los corazones de 
las madres y de las esposas. Mientras ellas se 
abandonaban á sus temores , los embajadores 
que acababan de llegar de Lacedemonia, nos 
contaban el valor que las Esparciatas hablan 
mostrado en esta ocasión. Un soldado nuevo decia 



172 VIAGE DE ADIACARSIS. 

á SU madre enseñándole su espada : «í ] es dema- 
rr siado corta! —Y bien, respondió ella : darás 
a un paso mas. » Otra , al dar á su hijo el escudo, 
le dijo : ce vuelve con él 6 sobre él *. » 

Las tropas asistieron á las fiestas de Baco y en 
cuyo día último se hacia una ceremonia , á que 
dieron interés las circunstancias. La presenció el 
senado, el ejército, un número infinito de ciuda- 
danos de todas clases, y de extrangeros de todos 
los paises. Después de la última tragedia vimos 
presentarse en el teatro un heraldo seguido de 
muchos mancebos huérfanos vestidos con armas 
brillantes , el cual se adelantó para presentarlos 
á aquella augusta asamblea , y con voz firme y 
sonora pronunció lentamente estas palabras: 
i( ved aquí unos jóvenes cuyos padres murieron 
« en la guerra después de pelear con valor. El 
a pueblo que los había adoptado , los ha hecho 
(T educar hasta los veinte años. Hoy les da una 
«armadura completa, los envia á sus casas, y 
(( les señala los primeros asientos en nuestros 
(í espectáculos. » Todos los corazones se con- 
movieron. Las tropas lloraron de ternura, y 
partieron á la mañana siguiente. 



* En Esparta era deshonra perder el esci^o , y traian sobre i 
al soldado muerto en el campo. 



ÍpubucubrM^^- 



taoEN 



rouriOATioNS^ 



C«f.JJ. 




Ai%inTy.^<^^.h A'r.A TK^rix 



CAPITULO XI. 



iSISTENCIA ht TEATRO ^ 



Acabo de ver una tragedia; y en medio del 
desorden de mis ideas, echo rápidamente sobre 
el paq^el las impresiones que mé ha causado. 

Al amanecerse abrió el teatro , al que'fui con 
Filólas. Nada hay que mas imponga , que la pri- 



* En el MgoDdo ano de la olimpiada 404, el día primero de U» 
grandes Dioüisiacas ó fiestas d^ Baco, el cual concurriendo siem- 
pre, según Dodwell, con eH2 de elafebolion, caía este año en el $ 
de abril del ano 99t antes de J. C; 



Í7^ YIAGE DE ANACARSIS. 

mera mirada : por mía parte el tablado lleno de 
decoraciones trabajadas por hábiles artistas , y 
por otra un vasto anfiteatro cubierto de gradas 
que se elevan unas sobre otras hasta una gran- 
dísima altura : varias mesetas y escaleras que se 
pi*olongan y cruzan por intervalos , facilitan la 
comunicación, y dividen las gradas en varias 
particiones y de las cuales se reservan algunas 
para ciertos cuerpos y ciertos estados. 

Llegaba el pueblo de tropel : iba , venia y su- 
bía, bajaba, gritaba, reia, se apretaban, se 
empujaban , sin hacer caso de los oficiales que 
corrían á todas partes para mantener el buen 
orden. En medio de este tumulto fueron llegando 
los nueve arcontes ó primeros magistrados de la 
república, los tribunales de justicia, el senado 
de los quinientos, los oficiales generales del 
ejército, y los ministros del altar; todos estos 
cuerpos ocuparon las gradas mas bajas. Mas ar- 
riba se ponian todos los jóvenes que habían 
cumplido diez y ocho años. Las mugeres se co- 
locaban en un sitio, que las tenia apartadas 
de los hombres y de las rameras. La orquesta 
estaba desocupada , porque está destinada para 
los combates de poesía, de música y de dan2a, 
que se dan después de la representación de las 
piezas ; pues aqui se reúnen todas las artes para 
satisfacer á todos los gustos. 

He visto algimos atenienses que tenían tape- 



CAFITCJLO XI. 175 

tes de púrpura para poner los pies, y estaban 
sentados blandamente sobre almohadas que ha* 
bian traído sus esclavos; otros que antes y du- 
rante la representación mandaban traer vino , 
frutas y tortas; otros que se precipitaban en ]as 
gradas para ele^r un sitio cómodo, y quitarle al 
que le ocupaba; acerca de lo cual , me dijo Filo^ 
tas, que tenían este derecho, por ser una dis^ 
tinción que les había dado la república en re- 
compensa de sus servicios. 

Gomo yo estaba admirado de ver tal número 
de espectadores, me dijo : puede ascender á 
treinta miL La solemnidad de estas fiestas atrae 
gente de todos los países de la Grecia , é infunde 
una especie de delirio entre los habitantes de 
esta ciudad, á quienes los veréis abandonar por 
muchos días sus negocios, quitarse el sueño, 
pasar aquí una parte del día , sin poder saciarse 
con los diversos espectáculos que se le presen- 
tan« Este placer es tanto mas vivo para ellos, 
cuanto gozan de él rara vez. El concurso de las 
piezas dramáticas no se ve mas que en otras dos 
fiestas ; pero los autores echan el resto en estas. 
Nos han prometido siete ú ocho piezas nuevas , 
lo cual no debe sorprenderos; porque todos 
cuantos trabajan en Grecia para el teatro , se 
apresuran á darnos un homeuage de sus talen- 
tos ; fuera de que repetimos algunas veces las 
piezas de nuestros autores antiguos , y ahora se 



176 VIAGB DB ANACARSIS. 

va á abrir la lid con l^ Antigona de Sófocles , eu 
la que tendréis el gusto de oir á dos excelentes 
actores y que son Teodoro y Aristodemo. 

Apenas había concluido Pilotas, cuando un rey 
de armas , después de imponer silencio , excla- 
mó : ¡que salga el coro de Sófocles I Este era el 
anuncio de la pieza. La escena representaba el 
pórtico del palacio de Creon , rey de Tebas. An- 
tífona é Ismena, hijas de Edipo, abrieron la 
escena, cubiertas con una máscara. Su declama- 
ción me pareció natural ; pero me sorprendió su 
voz. ¿ Cómo se Uaman estas actrices? dije. — 
Teodoro y Ari»todemo , respondió Pilotas; por- 
que aquí no salen mugeres al teatro. Poco des- 
pués entró un coro de quince ancianos de Tebas, 
marchando á pasos medidos, tres de frente 
y cinco de fondo , y celebró con cantos me- 
lodiosos la victoria que los Tebanos acaba- 
ban de ganar á Polinice » hermano de Anti- 
gona. 

Insensiblemente se fué desenvolviendo la ac- 
ción. Tan nuevo era para mí cuanto veía y oía» 
que crecía por instantes mi ínteres con mi sor- 
presa. Arrastrado por los prestigios que me cer- 
caban , me hallé en medio de Tebas. Vi á Antí- 
gona tributar los honores fúnebres á Polinice, 
á pesar de la prohibición severa de Creon : vi al 
tirano , sordo á las súplicas de su virtuoso hijo 
Hcmon con quien ella estaba para casarse , ha- 



CAWTüLO xr. 17? 

cerla arrastrar violentamente á una oscura 
gpruta que se veia en el fondo del teatro, y debía 
servirla de sepulcro : atemorizado luego con las 
amenazas del cielo , se acerca hacia la caverna , 
de la cual salían ahullidos espantosos «pie daba 
su hijo , estrechando entre sus brazos á la infeliz 
Antigona, cuyos días había terminado un nudo 
fatal. La presencia de Greon irrita su furor : saca 
la espada contra su padre ; se atraviesa á si mis- 
mo, y va á caer á los pies de su amante , á quien 
tiene abrazada hasta que espira. 

Estos crueles sucesos pasaban á mi vista, ó 
mas bien, una distancia feliz suavizaba el hor- 
ror. ¿ Pues qué arte es este que me hace ex- 
perimentar á un mismo tiempo tanto dolor y 
placer, y que me estrecha tanto con las desgra- 
cias, cuyo aspecto no podría tolerar? ¡Qué 
mezcla tan maravillosa de ilusiones y realida- 
des! Yo volaba al socorro de los dos amantes; 
y detestaba al desapiadado autor de sus males. 
Las mas fuertes pasiones despedazaban mi cora- 
zón sin atormentarle, y por la vez primera ha- 
llaba atractivos en el odio. 

Treinta mil espectadores derramando lágri- 
mas aumentaban mi agitación y mi embriaguez. 
; Gnán interesante se hizo la princesa, cuando 
arrastrada hacia la cayema por los bárbaros sa- 
télites, cediendo su coraron fiero é iodómito á 
la imperiosa voz de la naturaleza , manifestó un 

s. 



Í78 YIAGE DE ANACARSIS. 

instante de debilidad , y profirió estos dolorosos 
acentos ! 

c( i Con que voy viva á descender lentamente 
(( á la mansión de los muertos I i Con que ya no 
« volveré á ver la luz del cielo I ¡ O sepulcro I ¡ O 
« lecho fúnebre I ¡ Morada eterna I Solo me que- 
« da una esperanza , y es que tú me servirás de 
(^paso para irme á juntar con mi familia, con 
«aquella fiímilia desventurada » de la cual pe- 
(f rezco yo la última y la mas miserable. Yo vpl- 
« veré á ver los autores de mis dias, y ellos me 
a verán con placer. Y tú. Polinice» humano 
((Xúxo, tú sabrás quej, por tributarte los deberes 
(( prescritos por la naturaleza y la religión > he 
« sacrificado mi juventud , mi vida , mi himeneo, 
ay cuanto tenia de mas amado en el mundo. 
(( ¡Ay! y me sübandonan en este momento fu- 
(cuesto. Los Tebanos insultan mis desgracias. 
«No tengo. un amigo , de quien pueda prome- 
(( terme una lágrima. Oigo á la muerte que me 
« llama, y los dioses callan. ¿ Dónde están mis de- 
c( litos? Si mi piedad fué un crimen, expiarle debo 
(( con mi muerte. Si mis enemigos están culpados, 
c( no les deseo suplicios mas terribles que el mió.» 

£1 premio no se adjudica hasta después de la 
representación de todas las piezas. A la de Só - 
focles se siguieron oU'as que no tuve valor para 
oir ; pues ya no tenia lágrimas que derramar, ni 
atención que prestar. 



CAPITULO XI. 179 

En este capítulo be copiado las mismas pala- 
bras de mi diario. En otra parte describiré lo 
concerniente al arte dramático y á los demás 
espectáculos ^le dan realce á las fiestas Dioni- 
siacas. 






?r 



CAPITULO xn. 



DBSCBIPaON DE ATIBAS. 



No bay en toda la Grecia ciudad alguna que 
ofrezca un número tan grande de monumentos 
como Atenas. Por todas partes se ven edificios 
respetables por su antigüedad ó por su elegan- 
cia. Las obras magistrales de escultura se bailan 
prodigadas basta en las plazas públicas, y de 
concierto con las de la pintura adornan los pór- 
ticos y los templos. Aquí todo se anima , todo 
habla á los ojos del espectador atento. La histo- 
ria de los monumentos de este pueblo sería la 



Ca^.Xn 



J^TSS^ PE ATEX.ii*^ 






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*«Af^^Í 



/ Ftvnit*fiici» delAcuedbrh' 
tlt Hatlrtane. 




/*J Oei-mi. '■2.'^'r.'</^ \forff 



THE HEW YORK 

PUBLIC LIBRA^Í. 



ASTOR, V.ENOX ANO 
ILOEN FOUNOaTIONS. 



VIAGE DB ANACAB819. 181 

historia de sus hazañas» de su agradecimiento y 
de su culto. 

Yo no tengo ni el proyecto de describirlos 
por menor, ni la pretensión de hacer pasar al 
alma de mis lectores la impresión que las belle- 
zas del arte hacian sobre la mia. Es una felicidad 
para un yiagero haber adquirido un fondo de 
sensaciones dulces y vivas , cuya memoria se 
renueva toda su vida ; pero jamas podria partir- 
las con lo» que» no habiéndolas experimentado, 
se interesan siempre mas en la relación de sus 
trabajos , que en la de sus placeres. Imitaré á los 
intérpretes que enseñan las singularidades de 
Olimpia y de Delfos; y llevando á mi lector por 
los diferentes cuarteles de Atenas , nos pondre- 
mos en los últimos años de mi estancia en la 
Grecia » y daremos principio aportando á Pí- 
reo *. 



* Me ha paieeid» que deUa preieitar al ieetor «I lioiqíiejo de( 
piano de AtMias. en el tieapo eo qneimpODso el viage de Antear- 
ás. Eaimperfeotiitaiio, y estofmtty Icios de salir ftador-de su eiac- 
titad. 

Después de comparar lo que han dicho los antiguos sobre la to- 
pografia de esta cindad, oon lo qoe á los ffagaros raedernos les 
ha parecido descubrir en sus minas; rae beoe&ido á lyar, del mi^- 
jor modo posible, la posidonde algunos monomtntoa aoCiMes. 
Para lograilo, era preciso determinar primeramente en qué cuailet 
déla dudad estaba la plaia pdbUca, que los Griegos Itamaban 
A«ara, eslo es, meroiri& 

Ba todas lae akidadcide la Greda habia un plua pririfdpal 



182 VIAGB DE ATTACABSIS. 

Este puerlo , que contiene en si otros tres mas 
pequeños , está al oeste de los de Muniqaia y 



adornada con estatuas , altares, templos y otros edificios públicos, 
rodeada de tiendas, y en ciertas horas del dia abastecida de las 
proTisiooes necesarias pan la sntwHtMda delpnefalo. Loe habi- 
tantes iban todos los días á ella. Los veiiit» mil oindadaiu» de 
Atenas , dice Demóstenes , no cesan de frecuentar la plaaa • ocu- 
pados en sus asuntos ó en los del Estado. 

Entre loe autores antiguos he prcüerido los testimonios de Pla- 
tos, Xenoionte, Demóstenes y BBqnlDe8,i|ueTtvÍan en el tiempo 
que yo he elegido. Si parece que Pansanias ao conviene entera- 
mente con ellos, adWerto que se trata aquí de la plaxa que había en 
aquel tiempo, y no de la que él habló. La misma Respuesta daré 
á los que me cilen pasages relatitos á tiempos muy llanos de la 
época qnetjo. 

PI.ÍSA FDBUGA, Ó AfioiA. Su posicíoii sc dclemiDa CU loi pn- 
sages siguientes. Esquines dice : < trasladaos con el espíritu al IPe- 

< cUo; (este era un pórtico célebre) porque en la plaza pública es 

< donde eeián los monumentos de vuestras grandes batanas. > 
Luciano introduce varios filósofos en uno de sus diálogos, y haee 
decir á Platón : ■ no es necesario far i la casa de esta mnger ( la 

< filosofía). Cuando vuelva de la academia, vendrá como suele, al 
c Cerámfa» para pasearseeliel Pedio... Cuando SHa tomó áAte- 

• ñas, di«b Plutareo, U sangm dercamada en la plata pdMiea 

• tamodó el Geiiuik»,i|ae está á hiparte de adentro de la pnerta 

< iMpila ; y muchos aseguraban que salla por la puerta , y corría 
« por el arrabal. » 

De «quise signe, f*qneeataplaa estaba en el cuartel de Ce- 
rámioei a» qne estaba cerca déla puerta Dípihi, que es por donde 
se aalia para hr á la academia: S^que el Pecüo ealabt en la 



Esquines da á entender clarimento, en el higar qne acabo de 
dtar, que el Metroon estaba en la piaxa. Bsle era un oefeado y un 
templo en bonorde la madre de loe dioses. La «erea inolaiataní- 



CAPITULO XIf. 183 

Palero, casi perdidos en el día. En él se juntan 
algunas veces hasta trescientas galeras, y piie- 



bíea el pdacio4el tenado» y ctto se haUa awfimuMlo con mu'^hos 



Cerca ddMetrooQ lie iNMito iM iiKiiiiiMBlOB UMliOBdoetegtti^^ 
meóle por PtoiaiiiM, como el Tolo, las eiUtuas de lot Bponi- 
mos. etc. También hepaeMo allá con Heródolo el tem|ilode Baoo, 
7 ooo Deoiófteiiei el Leooorion. templo edificado aatísaameote 
ea iMBor de las byas de Leos, que ae Mcrificaron TdmitariameHte 
para ahuyeotar la pesie. 

POMioooiL UT. Lo he colocado en un ponió en donde aeren- 
niandoe caHes, qoecoiKlncian á la plaza pdMIea : la primera in- 
dicada por Fioniiias, que va desde Míe pdilioo ai Metroon; la 
segunda por on antor antigoo, qae diee posiliraBente, qne detde 
el Pedio y el pórtloo del Rey, es decir, desde el uno de estos por- 
fióos bmta el otro se hallan muchos hermes ó esteUias de Mer- 
curio. 

PMSiLO T Fomco M LOS Hnns. conforme é este ültiroo 
pasase, yo he puesto el Pedio al fin de una calle que va detde el 
pórtloo dd Rey hasta i» plaia pdbHca. Ocupa en tai plasa anad« 
las esquinas de la calle. En la esquina opuesta debe hallarse un 
edifido llamado nnas veces Pórtico de los Bermes , y otras sola- 
mente Bemei. Bastarán dos lestbnoidos para probar que estaba 
en U plaapdbHca. Mnesimaco deda en una de sus eomedtas : 
« Idos á la Asora, á los Hermes.... iBa derlas fiestas, dice Xno- 
■ fonle. conviene que ios caballeros hagan honores ákw templos y 

< á las eatatnai que hay en la Agora. Comentarán en los Ber^ 

< mes , darán vuelta á la Agora , y volverán á los Hennes. > Bn 
oonHcnenda, he pemado qne osle pórtico deMa termtaiar la calle 
en que habla una flii de hermes. 

El Pedio estaba en la plaza en tiempo de Esqutaies ; mas no lo 
estaba ya en tiempo de Pausanlas , quien habla de este pórtico 
antes de llegar á b plaaa. Babia habido pues mudanzas en este 
cuartel. To supongo que «n dtlempoenquevlvial 



1B4 VI AGE DE ANACARSIS. 

den estar cuatrocientas *. Temístocles iiizo este 
descubrimiento» por. decirlo asi, cuando quiso 



taba cnbieiia de cansona parte de la plata antigua; que bacía su 
parte merídioDal no quedaba mas de una calle, donde se haUaba 
el senado, el Tolo, etc.? que so parte opuestase babía extendido ba- 
cía el norte, j que el Pecilo babia quedado separado por edifidos : 
porque las mudanias de que bablo no babian trasladado la plaza á 
otro cuarteL Pausanias la pone cerca del Pedio ; j ya bemos visto 
que en tiempo de Site estaba todavía en el Geráoiioa, cerca de la 
puerta DípUa. 

Por mediade este orden, es factlidmo trazar el camino de Pau- 
sanias. Desde el pórtico del Rey se va por una calle que se alarga 
por la parte meridional de la plaza antigua : vuelve por el mismo 
camino; visita algunos monumoitos que están al sudoeste d^ la 
ciudadela , tales como un edifido , que á él le parece el antiguo 
odeon (pág. 20), el Eleusinio (pég. 35), etc. Vuelve al pórtico del 
Rey (pág. 36), y tomando la calle de los Hermes , va prbnero al 
Pecilo, y después á la plaza que babia en su tiempo (pág. 39), la 
cual , al parecer , había sido parte de la antigua , ó á lo menoe es- 
rjd» cerca. Yo me inclinaría á atribuir estas mudanzas al empera- 
dor nadriane. 

Saliendo de U Agora , va Pausanias al gimnasio de Ptolomeo 
( pág* 39) que no existía en la época de que se trata en nü obra; 
y de allí al templo de Teseo, que existe todavía abora. La distan- 
cia de este templo á uno de los puntos de te cfaidadete, te debo á 
Mr. Foucherot , ingeniero babíl, que acompañó en su viage á te 
Grecia á Mr. el conde de Cboiseul-Gouffier, y después babte visi- 
tedo otra vez las antigüedades de Atenas, y ha lenMote bondad de 
comunicarme los conocimientos adquiridos á vista de los sitios. 

He seguido á Pausanias hasta el pritaneo(pág. 44). Desde aquí 



* Spon y Wbder observan que apenas podfián estar en este 
pnerlo onanenta óimaventa y dneo de noestros navios. 



CAPITULO XII. . 185 

dar una marina á los Atenienses. Al punto se 
vieron alli mercados, almacenes, y un arsenal 



me ha parecido que Tuelve bada el nordeste. Halla allí muchos 
templos , el de Serapís, de Luciua, de Júpiter Olímpico (pág. 42). 
Vuelve al este y recorre un cuartel, que en mi plano está fuera de 
la ciudad, y que en su tiempo se juntaba con ella, pues las mura 
Uas estaban arruinadas. Alli ve los jardines de Venus, el Cinosargo. 
el Liceo (pág. 44). Pasa el lllso. y va al Estadio ( pág. 43 y 46). 

No he seguido á Pausanias en este camino, porque muchos de 
los monumentos que se encuentran en él , son posteriores á mi 
época , y otros no podian entrar en el plano de lo interior de la 
ciudad : pero le tomo nuevamente por guia, cuando de vuelta del 
Prítaneo. va á la cindadela por la calle de las Trípodes. 

Cáixb de las tbipodes. Se llamaba así, según Pausanias^ por- 
que se hallaban en ella muchos templos, donde se hablan puesto 
trípodes de bronce en honor de los dioses. El motivo de estas con- 
sagraciones , fueron las victorias ganadas por las tribus de Atenas 
en los combates de música y de danza. Asi es que al pie de la cin- 
dadela, del lado del oriente se han descubierto muchas inscripcio- 
nes qne hacen mención de estas victorias. Este hermoso edificio 
anacido ahora con el nombre de linterna de Demóstenes,«ra uno 
de los adornos de la calle. Se hizo de marmol con motivo del 
premio concedido á la tri^u Acamántida , bajo el arcontado de 
Evenetes el año de 3S3 antes de Jesucristo , y uno después que 
Anacarsis salió de Atenas. En estos últimos tiempos se ha hallado 
cerca de este monumento una inscripción, que se encuentra entre 
las de Mr. Chandler. En ella la tribu Pandiónida ordenaba levantar^ 
en la casa que tenia en esta calle, unfi columna á un ateniense 
llamado Nícias que había sido su corego y había ganado el premio 
en las fiestas de Baco, y en las que se llamaban Targelías. Se decía 
también en ella,que en adelante (desde el arcontado de Euclidf's,. 
el ano 403 antes de Jesucristo) se escribiriaB sobre la misma co- 
lumna los nombres de los de aquella tribu, que lograsen semejan- 
tes ventajas en ciertas fiestas mencionadas en el decreto. 



186 YIAGE DE ANACABSIS. 

capaz de abastecer al armamento de un gi-an 
número de naves. 



Por k) que acabo de decir, es visible que la calle de las Trípodes 
seguía por el lado oriental de la cindadela, 

Odbon db Pebiglbs. Al fin de la calle de que acabo de hablar, 
y antes de llegar al teatro de Baco , halla Pausanias un edificio . 
cuyo destino no nos dice. Solamente observa que fué edificado por 
el modelo de la tienda de Xerxes, y que habiéndose quemado du- 
rante el asedio de Atenas por Sila, fué reedificado después. Cote- 
jemos este testimonio con las nociones que otrora autores nos deja- 
ron sobre el antiguo Odeon de Atenas. Esta especie de teatro lo 
levantó Pendes, y lo destinó al concurso de las piexas de música : 
unas columnas de piedra ó de marmol sostenían el techo . hecbo 
de antenas y mástiles quitados á las naves de los Persas , y cuya 
figura imitaba á la de la tienda de Xerxes. Esta figura habla dado 
motivo á varias chanzas. Queriendo el poeta Gratino dar á enten- 
der, en sus comedias , que la cabeza de Pericles terminaba en 
punta , decía que Pericles llevaba el Odeon sobre su cabeza. El 
Odeon se quemó en el sitio de Atenas por Sila, y luego después 
fué reparado por Ariobarzanes, rey de Capadocia. 

Por estos pasages reunidos de varios autores , se ve claramente 
que el edificio de que habla Pausanias. es el mismo que el Odeon 
de Pericles; y por el pasage de Pausanias. que este Odeon estaba 
entre la calle de la Trípodes, y el teatro de Baco. Confírmase esta 
posición con la autoridad de Vitruvio , que pone el Odeon & la 
izquierda del teatro. Mas Pausanias habla dado ya á otro edificio 
el nombre de Odfon. Responderé luego á esta dificultad. 

Tbatho m Bagó. Al lado ó ángulo sudoeste de la dudadela, 
hay todavía ruinas de un teatro, que se ha tenido hasta ahora por 
el de Baco, en el cual se representaban tragedias y comedias, sin 
embargo , Mr. Ghandler ha puesto el teatro de Baco al ángulo su- 
doeste de la ciudadt la , y yo he seguido su opinionjundado en va- 
rias razones. 

1» A vista del terreno, Mr. Ghandler ha formado Juicio que en 



CAPITULO XU. 187 

ÁDtes de saltar en tierra, echad una mirada 
al promontorio inmediato. Una piedra cuadra- 



otro tiempo se liabia edificado uo teatro en este parage, y Hr. Fou- 
cherotha ?eríficado después el becbo. 

2o paiuanias refiere, que mas arriba del teatro, se veía en su 
tiempo una trípode en ana cueva abierta en la roca ; y puntual- 
mente mas arriba del circuito del teatro» reconocido porMr. Cban- 
dler. hay una gruta abierta en peña, y convertida después en una 
iglesia con el título de Panagia spiliotissa, que se puede tradu- 
cir Mue^íra S&Hora de la gruteu Notamos que la palabra spilio- 
lúta, señala daramente la palabra an^^tov que da Pausanias á 
la caverna. Véase lo qae los viageros han dicho de esU grata. Es 
verdad qae sobre el teatro del sudoeste hay dos especies de nichos ; 
pero de ningún modo paeden oonfundine eos la gruta de que ha- 
bla Pamanias. 

3> Hablando Xeoofonte del ^erdcio de la caballería, que se ha- 
cia en el lipeo , ó mas bieti cerca de él, dice: • luego que los de 
I á caballo hayan pasado el ángulo del teatro, que está á la parte 
« contraria , etc. » Luego el teatro estaba al lado del Liceo. 

4« He dicho qae en las principales fiestas de U» Atenienses . los 
coros sacados de las tribus se disputaban el premio del baile y de la 
inánca; qae se daba á la tribu victoriosa ana trípode que coosa- 
Sraba á los dioses; que sobre esta ofkenda se grababa el nombre 
(leidodadano que babia mantenido el coro á su oosU, algunas 
yeoes el del poeta que habla hecho kM versos, ódel maestroqoe 
iostmyó i los actores. He dicho también qneen ttempo de Pansa- 
nías había una trípode en la gruta qae estaba mas arriba del lea* 
tro. Aun el día de hoy se ve á la entrada de esta grata, una especie 
de arco h*tunfal, con tres inscripciones, traiadis en diversos tiem- 
pos , en honor de dos tribus que hablan ganado el premio. Dna de 
^tas inscripciones es del ano sao antes de Jesncristo. y no es pos* 
terior mas que algunos anos al víage de AnacaiBis. 

Una vei que se hallan á la extremidad de la dudadela, de la 
P^rte del sudoeste., los monumentos levantados á los qne hablan 



188 VIAGE DB AlfACARSIS. 

da , sin adornos , y colocada sobre una basa sen - 
cilla , es el sepulcro de Temistocles. Veréis los 



sido coronadoft en los combates qne se daban oomunmente eo el 
teatro, hay fundamento para pensar qne el teatro de Baco estaba 
situado en seguida de la calle de las Trípodes, y precisamente en 
e\ lugar en qne le ha puesto M. Chandler. En efecto, como digo en 
el capítulo duodécimo, los trofeos de los vencedores debian estar 
cerca del campo de batalla. 

Los autores que vivian en la época qne yo he escogido, no ha- 
blan mas que de un teatro. Luego aquel coyas minas se ven al án- 
gulo sudoeste de U cludadela, no exisCia en su tiempo. To le tengo 
con Mr. Chandler por el Odeon que Hérodes , hijo de Atíoo, hizo 
edificar 500 años después, al cual PiJostrato da el nombre de tea- 
tro. « El Odeon de Patras, dice Pausanlas, seria el mas ber- 

< moso de todos si no le hubiera oscurecido el de Atenas, qoe ex- 
« cede á todos en magnitud y magnificencia. Lo biso Hérodes d 
« ateniense, después de la muerte y en honor de su muger. No be 
« hablado de él en mi descripción de la Ática , porque no estaba 

< comenzado cuando compuse esta obra. » Filostrato observa 
también, queel teatro de Hérodes era una de las masbermosas obras 
del mundo. 

Mr. Chandler supone que el Odeon ó teatro de Hérodes f oé edi- 
ficado sobre las ruinas del Odeon de Feríeles. Yo no puedo seguir 
su opinión» Pausanlas que coloca en otra parte este ultimo teatro, 
no dice , hablando dei primero , que hubiese sido reedificado por 
Hérodes, sino hecho inotnvn» En la suposición de Mr. Chandler. 
el antiguo Odeon hubiera estado á la derecha del teatro de Baco. 
cuando según Vitruvlo estaba á la izquierda. En fin . mas arriba 
hago ver que el Odeon de Feríeles estaba al ángulo sudoeste de 
la ciudadela. 

Ahora se entiende por que Pansanias al pasar por H lado meri- 
dional de la ciudadela, desde el ángulo sndoeste, donde ha 
visto ei teatro de Baeo , no hace mención ni del Odeon ni de 
ninguna espeeis de teatro i y es , ^e en eltelo no estaba en d 



CAPITULO XII. 189 

barcos que Uegan , que vau á salir, y que salen : 
las mugeres y los niños que corren á la costa á 

ángulo sudoeste caawlo hizo su primer libro , que trata ile la 
AUca. 

Pmx. Sobre una coUiu no 1ci)ob de la cindadela , se Yen todavía 
reUqaiaf de un monomeoto , tenido unas veces por el areopago , 
otras por el Pnix , y otras por el Odeon. Redúcese i un grande 
espacio, coya cerca está parte abierta en la peña, y parte formada 
de grandes piedras cuadradas cortadas en punta de diamante. Yo 
lo teogo con Mr. Cbandier por el sitio del Pnix , en que tenia el 
pueblo á veces sus juntas. En electo, el Pnix , estaba cercado con 
muralla, y en frente del areopago, desde donde se podía ver á 
Pirco. Todos estos caracteres convienen al monumento de que 
aquí se trata. Pero todavía hay otro mas decisivo. < Cuando el pue- 
■ blo está sentado sobre esta roca, etc., 9 dice Aristófanes; y ha- 
bla del Pnix. omito otras pruebas con que podría coofirmar es- 
tas. 

No obstante, parece que Pausanias creyó que este monumento 
era el Odeon. ¿Qué se debe inferir de esto? Que en'su tiempo el 
Pnix del cual no habla, habia mudado de nombre porque ha- 
biendo dejado el pueblo de juntarse en éU se había establecido allí 
el concurso de loe mdsicos. Reuniendo todas las nociones que se 
poedeu tener sobre este articulo, se conduiri que este con- 
cuño se hiao primeramente en un edificio que estaba en el ángulo 
siMloeste de la cindadela; este es el Odeon de Pericles : después 
eo el Pnix; este el Odeon de Pausanias : en fin sobre el teatro de 
que queda todav^ una parte al ángulo sudoeste de la cindadela; 
^e es el Odeon de Hérodes, hijo de Ático. 

TBMPiiO m JppiTU OUHPico. Al oortc de la cindadela se ven 
todavía minas magnificas, que han llamado la atención de los via- 
Serps. Algunos han creído reconocer en ellas , los restos de aquel 
soberbio templo de Júpiter Olímpico, que bahía empezado Pisis- 
traio; que se intentó mas de una vez acabar ¡ cuyas columnas hixo 
^^ trMportar á Roma; y que últimamente fué reedificado p9r 



190 VIAGE DE ANAGARSIS. 

recibir los primeros abrazos , ó los últimos adio- 
ses de sus esposos j de sus padres : los depen- 



HadriaDO. Fundibanseen la relación de Pausanias. que efectíra- 
mente parece indicar esta posición : pero Tucidides dice formal- 
mente, que este templo estaba al sor de la dudadela ; j so testimo- 
nio va acompañado de pormenores que no permiten adoptar la 
corrección que Valla y Panlmier quieren que se baga en el texto 
de Tncídidc's. Mr. Stuart se ha ralido del testiniOBio de este histo- 
riador, para poner el templo de Júpiter Olímpico al sudeste de la 
ciudadela. en un parage donde existen todavía las grandes oolnni- 
nas que se llaman comunmente las colomnas deHadriano. Mr.Le 
Roí. que tiene por un resto del Panteón de este emperador . las 
columnas de que se trata, combate esta opinión. A pesar de la de- 
ferencia mía á las hices de estos dos sabios viageros. yo había creído 
al principio que el templo de Júpiter Olímpico, situado por Tncí- 
dides al sur de la cindadela , era un templo antiguo que según una 
tradición que refiere Pausanias , fué edificado por Deucalion . y 
que el de la parte del norte habla sido fundado por Plsistrata De 
éste modo se conciliaria á Tucídides con Pausanias; mas como 
resnitarian nuevas dificultades , he tomado el partido de trazar i 
la aventura, en mi plano, un templo de Júpiter Olímpico al sor de 
la ciudadela. 

Mr. Stuart ha tenido por el Pecilo tas ruinas que están al norte; 
p(*ro yo creo haber probado que este célebre pórtico estaba en la 
plaza pública, cerca de la puerta Bípila. Por otra parte el edificio 
de que hacían parte estas minas , parece haber sido edificado en 
tiempo de Hadríano, y por tanto no entran en mi plano. 

Estadio. No lo he figurado en este plano, porque lo creo pos- 
terior al tiempo de que trato. En efecto, parece que en el siglo de 
Xenofonte, se hacían las corridas en un espacio . qniíl en un' ca- 
mino que empezaba en el Liceo, y se alargaba hacia ei sur mas 
abajo de las murallas de la ciudad. Poco tiempo después, el ora- 
dor Licurgo hixo allanar y rodear con calladas . un ferreno que 
uno de sus amigos habla cedido á la república. Mas adelante Ré- 



CAPITULO XII. 191 

dientes de Ja aduaaa, que se dan prisa á abrir 
los tercios que se acaban de traer, y á seDarlos 
hasta que se pague el derecho del cincuenteno : 

rodes hijo de Ático, reedificó y reTlsiió casi enteramente de mar- 
nuH el Bttadio, coyas minas dnrní todavit. « 

Moiiius M ti cíODiD. suprimo muchas cuestiones, que se 
P«Wao suscitar sobrt las urarallas que rodeatau al Pirco y uZ 
üiquia,y80hrc Jas que desde Pireo y Palero iban á terminar en 
Joí muros de Atenas. SoUmente diré algo acerca del recinto de la 
cmdad. No podemos determinar su figura ; pero tenemos algunos 
jecwíw para conocer poco mas ó menos su extenskm. Haciendo 
Tuddides Ja eDunaeraciOD de las tropas necesarias para guardar 
is murallas, dice que la parte de ellas que era preciso defender . 
lema cuarenta y tres esUdios (esto es , cuatro mil y sesenta y tres 
¡oe«a8 y media), j que quedaba una parte que no necesitaba de- 
^ ' esta parte era la que se bailaba entre Jos do« puntos, 
adonde venían á terminar poma lado el muio de Palero, y por 
otro el de Píreo. £l Escoliador de Tuddides da i esU parte diez y 
siete estadios de longitud, y en consecuencia, da á todo el circuito 
de la muraUa sesenta estadios . (esto es , cinco mil seiscientas se- 
wTita toens;to qae baria de circuito eerea de dos leguas ycuarto, 
^^áU legua dos mU y quinientas toesa8> Si se quisiese seguir 
esiamdicacion, el muro de Palero subirla hasta cerca del Liceo, 
'o cual DO es posible. Debe pues baberse Introducido algún yerro 
coüsideraWe en el Escoliador. 

En esta materia, como en la disposición de las largas murallas 
y ^ las oercanias de Atenas . me be atenido á kM conocimientos 
(^e Ut. Rarbié . quieu después de haber estudiado con. esmero la 
topografía de esU ciudad . ha tenido á bien furmar el débil ensayo 
^ueyodoy al público. Como no estamos acordes sobre algunos 
pantos principales de lo interior . no es él responsable de los er- 
ares qoe se haUen en esta parte del plano. Yo pudiera cubrirlo 
<^n casas, pero era i'nposible dar dirección á las calks. 



192 ^ VIAGE D£ ANACABSIS. 

los ma^trados y los inspectores que corren á 
todas partes , unos |)ara fijar el precio del trigo 
y de la harina, otros para hacer llevar á Atenas 
las dos terceras partes , otros para impedir el 
fraude , y mantener el orden. 
« Entremos en uno de estos pórticos que rodean 
el puerto. Ved aquí negociantes, que próxífnos 
á dar vela para el Ponto Euxino ópara la Sici- 
lia , toman prestadas á intereses muy subidos las 
cantidades que necesitan , y hacen la escritura 
que contiene las condiciones del trato. Mirad 
aquí uno que declara en presencia de testigos, 
que los efectos que acaba de embarcar, en caso 
de naufragio , estarán á cargo de los prestadores. 
Mas allá están puesta» sobre^unas mesáis las mer- 
eancias del Bósfbro , y las muestras de los trigos 
últimamente traídos del Ponto, deTracia, de 
Siria , de Egipto, de Libia y de Sicilia. Vamos á 
la plaza de Hipodamo, que tiene el nombre del 
arquitecto de MUeto que la construyó, y aUf es- 
tán amontonadas las producciones de todos los 
países ; de manera que no es el mercado de Ate- 
nas , sino el de toda la Grecia. 

Pireo está adornado con un teatro, con va- 
rios templos y muchas estatuas. Con la mira de 
asegurar la subsistencia de Atenas, le puso Te- 
místocles al abrigo de una sorpresa , haciendo 
levantar esa hermosa muralla que circimda el 
lugar de Pireo y el puerto de Muniquia Tiene 



CAPITULO XII. 193 

sesenta estadios de largo '', y cuarents^ codos de 
altura'^. Temistocles quería levantarle hasta 
ocbenta. Su anchura es mayor que la de dos car- 
ros pareados. Fué construida de grandes piedras 
cuadradas , y enlazadas por la parte exterior con 
grapas de hierro y de plomo. 

Tomemos el camino de Atenas, y sigamos esta 
muralla larga que se extiende desde Píreo hasta 
la puerta de la ciudad por espacio de cuarenta 
estadios. También fué Temistocles el que formó 
el designio de levantarla , y no tardó en ejecu- 
tarse su proyecto en tiempo de la adminis- 
tración de Gimon y de Feríeles. Algimos años 
después hicieron estos otra semejante , aunque 
un poco menos larga, desde las murallas de la 
ciudad hasta el puerto de Palero , y es la que 
está á nuestra derecha. Echáronse los cimientos 
de una y otra en mi terreno pantanoso , que se 
tuvo cuidado de rellenar con grandisímoi^ pe- 
ñascos. Por medio de estos dos muros de co- 
municación , que en el día se llaman largas mu- 
rallas, se halla Píreo encerrado en el recinto 



* Su longitud era de cinco mil seiscientas y setenta toesas , y por 
oonsigoiente dé dos leguas de dos mil y quinientas toesas cada una, 
con nn exceso de seiscientas y setenta toesas , cerca de nn cuarto 
delegaac (cerca de dos leguas de España de 4,000 pasos cada una.) 

'* Siendo la altura de cuarenta codos , ó sesenta pies griegos , 
equivalía i cincuenta y seis pies de rey y dos tercios: (66 pies de 
España). 

II. 9 



19i VIAGE DE ANACABSIS. 

de Atenas , y ba venido á ser su baluarte. Des- 
pués déla toma de «sta ciudad , se obligó á los 
Atenienses á demoler en todo ó en parte estas 
fortificaciones; pero hoy están casi del todo 
restablecidas. 

Este camino que seguimos, está siempre muy 
frecuentado en todo tiempo y á todas horas por 
un gran número de gentes atraídas á este lugar 
por la inmediación á Pireo 9 por sus fiestas y 
comercio. 

Estamos ya delante de un cenotafio. Los Ate- 
nienses le levantaron para honrar la memoria 
de Eurípides , muerto en Macedonia. Leed las 
primeras palabras de la inscripción : la gloria 
de Eurípides tiene por monumento á toda la Grecia. 
¿ Veis ese concurso de espectadores cerca de 
la puerta de la ciudad, las literas que se detie- 
nen aquí, y en aquel tablado á un hombre ro- 
deado de obreros ? Ese es Praxiteles , que va á 
colocar sobre una basa, que sirve de sepulcro, 
una soberbia estatua ecuestre que ha concluido 
ahora. 

Ya estamos en la ciudad , y cerca de un edi- 
ficio llamado Pompeion. De aquí es de donde 
salen esas pompas ó procesiones de muchachos 
y muchachas que van de cuando en cuando á 
representar en las fiestas que celebran las de- 
mas naciones. En un templo inmediato , consa- 
grado á Ceres, se admira la estatua de la diosa , 



CAPITULO XII. f95 

la de Proserpina y la del joven laco , las tres de 
mano de Praxiteles. 

Recorramos rápidamente estos pórticos que 
se ofrecen ji lo largo de la calle , y que se han 
multiplicado singularmente en la ciudad. Unos 
están aislados; otros contiguos á edificios á que 
sirven de vestíbulos. Los filósofos y los ociosos 
pasan en ellos una gran parte del dia. En casi 
todos se ven pinturas y estatuas de excelente 
trabajo. En el que se vende la harina , hallareis 
una Helena pintada por Zeuxis. 

Tomemos la calle que está á nuestra izquier- 
da , que nos llevará al cuartel del Pnix, y cerca 
del sitio donde el pueblo tiene algunas veces sus 
asambleas. Este cuartel , que es muy concurrido, 
confina c^n él de Cerámico ó las TuUerías , lla- 
mado así de las fábricas de barro cocido que 
babia allí en otro tiempo. Este vasto espacio se 
divide en dos partes : una mas allá de las mu- 
rallas , donde está la academia; otra mas acá^ 
donde está la plaza mayor. 

Parémonos un momento en el pórtico del Rey, 
que por todos aspectos merece nuestra atención. 
Aquí tiene su tribunal el arconte segundo , lla- 
mado arconte rey. También se junta aquí algu- 
nas veces el areopago. Las estatuas que coro- 
nan el techo , son de tíerra cocida , y represen- 
tan á Teseo , que precipita en el mai* á Esciron ; 
y á la Aurora que roba á Céfalo. La figura de 



1% VIAGE DE ANACABSIS. 

bronce que veis ea la puerta , es la de Píndaro , 
coronado con una diadema , que tiene un libro 
sobre las rodillas , y en la mano una lira. Su pa- 
tria lebas y ofendida del elogio que habia hecho 
de los Atenienses , hizo la vileza de condenarle 
auna multa 9 y Atenas le decretó este monu- 
mento , no tanto acaso por lo que estimaba á 
este gran poeta, como por lo que aborrecía á 
los Tebanos. No lejos de Píndaro están las esta- 
tuas de Conon , de su hijo Timoteo, y de Evágo- 
ras, rey de Quipre. 

Cerca del pórtico del Rey está el de Júpiter li- 
bertador, donde el pintor Eufranor acaba de re- 
presentar en una colección de pinturas á los 
doce dioses , á leseo , el pueblo de Atenas , y el 
combata de caballería en que Grilo, hijo de 
Xenofonte , atacó á los Tebanos mandados por 
Epaminondas. Se les reconoce fácilmente á uno 
y otro ; y el pintor ha expresado con rasgos de 
fuego el ardor que los anima. De la misma ma- 
no es el Apolo del templo inmediato. 

Del pórtico delRey salen dos calles que van á 
parar ala plaza pública. Tomemos la de la de- 
recha, la cual está adornada, como veis, con 
muchos hermes. Este es el nombre que dan á 
ésas pilastras que rematan en una cabeza de 
Mercurio. Unos los han puesto algunos particu- 
ares , otros se han colocado por orden del ma- 
gistrado. Casi tojjos reciji&rdjin hechos gloriosos; 



CAPITULO XII. 197 

algunos máximas de sabiduría, fistos últimos se 
deben á Hiparco , hijo de Pisistrato , el cual ha- 
bía puesto en verso los mas bellos preceptos de 
la moral , y los hizo grabar sobre otros tantos 
hennes levantados por su orden en las plazas, 
en las encrucijadas , en muchas calles de Ate- 
nas y y en los lugares de la Ática. Sobre este, por 
ejemplo , está escrito : tened siempre la Justicia 
por fftíia. Sobre este otro : Jamas quebrantéis los 
derechos de la amistad. Estas máximas han con- 
tribuido sin duda á haéer sentencioso el lengua- 
ge de los habitantes del campo. 

Esta caUe se termina en dos pórticos que caen 
á la plaza pública. El uno es el de los Hermes ; 
el otro, que es el mas hermoso de todos, se 
llama el Pecilo. En el primero se ven tres her- 
mes , en que , por algunas ventajas ganadas con- 
tra los Medos , se escribid en otro tiempo el 
elogio que el pueblo decretó, no á los generales, 
sino á los soldados que hablan vencido bajo sus 
órdenes. A la puerta del Pecilo está la estatua 
de Solón. Las paredes interiores , cargadas de 
escudos quitados á los Lacedemonios y otros 
pueblos , están enriquecidas con las obras de 
Polignoto , de Micon , de Paneno y de otros 
muchos pintores famosos. En estas pinturas, 
cuyas bellezas se conocen mas bien que se des- 
criben , veréis la toma de Troya , los socorros 
que los Atenienses dieron álos Heraclides, la 



198 VIAGE DE ANAGARSIS. 

batalla que diecon á los Lacedemonios eu Enoe, 
á 108 Persas eu Maratón , á las Amazonas en la 
misma Atenas. 

Esta plaza, sumamente espaciosa > está ador- 
nada con edificios destinados al culto de los 
dioses, ó al servicio del Estado : hay otros que 
sirven algunas veces de asUo á los infelices , las 
mas veces á los reos; y también hay estatuas 
dedicadas á los reyes y particulares beneméri- 
tos de la patria. 

Seguidme , y puestos á la sombra de los plá- 
tanos que engalanan estos lugares, recorramos 
uno de estos lados de la plaza. Este gran recinto 
contiene un templo en honor de la madre de 
los dioses, y el palacio donde se junta el sena- 
do. En estos edificios y todo al rededor hay 
puestos cipos y columnas y en donde se han 
grabado varías leyes de Solón y decretos del 
pueblo. A este edificio redondo , cercado de ár- 
boles , van todos los dias los prítanos que están 
en ejercicio, á tomar su comida, y algunas ve- 
ces á ofrecer sacrificios por la proceridad del 
pueblo. 

£1 arconte primero sienta su tribunal en me- 
dio de las diez estatuas de los que dieron sus 
nombres á las diez tribus de Atenas. Aqui á ca- 
da paso se detienen las miradas sobre las obras 
del ingenio. Habéis visto en el templo de ía 
madre de los dioses una estatua hecha por Fi- 



CAPITULO XII. 199 

días; en el templo de Marte , que está delante 
de nosotros, hallareis la déoste dios trabajada 
por Alcameno, digno discípulo de Fidias. To- 
dos los lados de la plaza ofrecen iguales monu- 
mentos. 

Ved aquí en lo interior el campo de los Es- 
citas, que la república mantiene para conser- 
var el buen orden. Aquí está el recinto donde el 
poeUo se junta algunas Teces, y ahora está 
cubierto de tiendas, en donde se ponen de 
venta diferentes mercancías. Aquí es donde se 
hallan las provisiones necesarias para tan nu^ 
meroso pueblo. Este es el mercado general , 
dividido en otros muchos particulares , concur- 
ridos á todas las horas deldia, y sobretodo 
desde las nueve hasta medio día. Los recauda- 
dores vienen aqui para C4>brar los derechos im- 
puestos sobre todo lo que se vende , y los ma- 
gistrados para velar sobre todo lo que se hace* 
Os referiré dos leyes muy sainas concernientes 
á este populacho indócil y tumultuoso. La una 
prohibe dar en cara á un ciudadano con la ga- 
nancia que ha tenido en el mercado , á fin de 
evitar que una profesión útil viniese á ser una 
profesión despreciable. La otra prohibe al mis- 
mo ciudadano encarecer con mentira. La vani- 
dad mantiene la primera , y el interés ha hecho 
olvidar la segunda. Gomo la plaza es el sitio mas 
concurrido de la ciudad ^ los artesanos buscan 



200 VIAGE DE ANACABSIS. 

casas cerca de ella , y así se alqnilau allí á pre* 
cío mas subido que en cualquiera otra parte. 

Ahora voy á llevaros al templo de Teseo, 
construido por Gimon alamos años después de 
la batalla de Salamina. Mas pequeño que el de 
Minerva, del cual os hablaré luego , y al que 
parece haber, servido de modelo y es , como este 
último y de orden dórico y y de una figura ele- 
gantísima. Hábiles pintores le han enriquecido 
con obras inmortales. 

Después de haber pasado por delante del tem- 
plo de Castor y Polux ; por delante de la capilla 
de Agraula, hija de Gécrope; por delante del 
Prítaneo, donde la república mantiene á su 
costa algunos ciudadanos que la han hecho ser- 
vicios señalados , vednos aquí en la calle de las 
Trípodes, que mas bien deberla llamársela calle 
de los triunfos. En efecto, aquí es donde se de- 
posita todos los años, por decirlo así , la gloria 
de los vencedores en los combates que solem- 
nizan nuestras fiestas. Estos combates se dan 
entre músicos y danzantes de diversas edades. 
Cada tribu nombra los suyos. La que ha ganado 
la victoria consagra una trípode de bronce, unas 
veces en el templo , otras en una casa que ha 
hecho construir en esta calle. ¿ Veis esta multi- 
tud de ofrendas sobre las cumbres , ó en lo inte- 
rior de los edificios hermosos que tenemos á 
cada lado ? Están acompañadas de inscripciones 



CAPITUCO ^11. 201 

que, según las circunstancias, contienen el 
nombre del primero de los arcontes; de la tribu 
vencedora ; del ciudadano que , bajo el titulo de 
corego , se ba encargado de la manutención de 
la compañía ; del poeta que ba becbo los Tersos; 
del maestro de capilla que ba dirigido el coro , 
j del músico que ba dirigido el canto al son de 
su flaata. Acerquémonos. Ved aquí los vencedo- 
res de los Persas, celebrados por baberse pre- 
sentado al frente de los coros. Leed sobre esta trí- 
pode : la trüntAfUióqiíiéaganó el premio; ^raeorego 
ÁrUtides; Arque9tra$o haMa compuesto la pieza' 
Sobre esta otra : Temístoclee era eorego; Frinieo 
hizo la tragedia; Admanto era arconte*. 

Las obras de arquitectura y de escultura que 
nos rodean, causim pasmo , tanto por la exce- 
lencia del trabajo , cuanto por los motivos que 
las han ocartonado; pero todas estas bellezas 
desaparecen delante del sátiro que vais á ver en 
esto edificio , que Praxiteles pone entre sus ma^ 
hennosas obraft, y el público entre las obras 
maestras del arte. 

He tndocido la fMdahni Híñante qoe se halla' en el texto 
ffieg» por «tu palabiw, había ampuesl» la fHesa , hizo Id 
írggedia. No obtlaote, cono algimat toces sicoifica habia adiUt- 
irado lo9. adores , no respondo da mí traducción. Se pueden 
▼er sohre esta palabra las notas de Casanbon sobre Ateneo ; las 
de Taylor sobre el marmol de Sandwidí; Van Dale sobre los gim* 
f ^ 7 stvis ftcioi. 

9. 



202 VIAGE DE ANA€ARSIS. 

La calle de las Trípodes conduce al teatro de 
Baeo. Era conyeniente gue los trofeos se leyaa- 
tasen cerca. del campo de batalla, porque en 
este teatro es donde los coros délas tribus se dis- 
putan por lo común la yietoria. Aqui es también 
donde el pueblo se junta algunas veces, ya sea 
para delfl)erar sobre los asuntos del Estado , ya 
para asistir á la representaeioli de las tragedias 
y comedias. En Maratón , en Salamina y en Pla- 
tea no triunfaron los Atenienses sino de los Per- 
sas : aquí ban triunfado de todas las naciones qac 
bay en el dia; y no serán menos célebres los 
nombres de Esquiles , Sófocles y Eurípides en 
los tiempos venideros , que los de Müciades , 
Arístides y Temfstocles. 

En frente del teatro está uno de los mas anti- 
guos templos de Atenas » cual es el de Beco, lla- 
mado el dios de los lagares. Está en el cuartel 
de los Pantanos, y no se alnre mas que una vez al 
año* En el recinto ancbia*oso que le rodea » es 
donde en ciertas fiestas se daban en otro tiempo 
los espectáculos, antes de haber edificado el 
teatro. 

Últimamente llegamos al pie de la escalera 
por donde se sube á la ciudadcla» Observad al 
subir como la vista se extiende , y divierte por 
todos lados. Mirad á la izquierda la gruta abierta 
ei^ la peña, y consagrada á Pan , cerca de esta 
fuente : allí recibió Apolo las bondades de Greusa , 



CAPITULO XII. 203 

hija del rey Erecteo: alli recibe en el dia los ho- 
meaages délos Atenienses , siempre cuidadoso» 
de consagrar las deMlidades de sus dioses* 

Detengámonos delante de este sobeii>io edi- 
ficio de orden dórico , que se ofrece á nuestra 
vista» Este es lo que Uaman los Propileos ó ves- 
tíbulos de la cindadela. Los hizo construir de 
marmol Perides y por los diseños y bajo la di- 
rección del arquitecto Mnesicles. Habiéndose 
empezado en el arcontado de Eutimenes y no se 
concluyeron basta cinco años después "^ : se dice 
que costaron dos mil y doce talentos** , suma 
exorbitante» que excede la renta anual de la re- 
pública. 

El templo que tenemos á la izquierda está de- 
dicado á la Victoria. Entremos en el edificio que 
está á nuestra derecha > para admirarlas pintu- 
ras que adomm sus paredes , las cuales en gran 
parte son de la mano de PoUgnoto. Volvamos al 
cuerpo del medio: consideradlas seis hermosas 
columnas que sostienen el frontón : recorred el 
vestíbulo dividido en tres piezas por dos órdenes 
de columnas jónicas , terminado á la parte 
opuesta por cinco puertas , á cuyo través distin- 
guimos las columnas del peristilo que mira á lo 



* El ano 437 antes de J. C. 

^ Diez millones ocbocientas sesenta y cuatro mil ochocientas 
libras : (40,476,706 rl. to.) 



20i VIAGE DE ANACARSIS. 

interior de la cindadela \ Observad de paso estas 
{grandes piezas de marmol que componen el 
paflón y y sostienen la cubierta. 

Estamos ya en la ciudadela. Mirad esta multi- 
tud de estatuas que la religión y la gratitud han 
levautado en estos sitios , las cuales parecen ani- 
madas por los cinceles de los Mirones y de los 
Fidias , de los Aléamenos y de los artistas mas 
famosos. Aquí roTivirán para siempre Feríeles , 
Formion , Ificrates » Timoteo , y otros muchos 
generales atenienses. Sus nobles imágenes están 
mezcladas sin distinción con las de los dioses. 

Estas especies de apoteosis me sorprendieron 
mui^o á mi llegada á la Grecia. En cada ciudad 
rae parecía ver dos clases de ciudadanos: unos 
á quienes la muerte destinaba al olvido, y otros 
á quienes las artes daban una existencia eterna. 
Miraba yo á los unos como hijos de los hombres ; 
á los otros como hijos de la gloria. En lo sucesivo 
he confundido estos dos pueblos á fuerza de ver 
estatuas. 

Acerquémonos á estos dos altares. Respetad el 
primero que es el del Pudor ; abrazad afectuosa- 
mente el segundo que es el de la Amistad. Leed 
sobre esta columna de bronce un decreto que 
condena con nota infamatoria á un ciudadano y 
á su descendencia, porque habia recibido el oro 

* Véate en el tomo 1 la nota de la pég. 324. 



CAPITULO XII. * 205 

de los Persas para corromper á los Griegos. De 
este modo se inmortalizan las malas acciones 
para producirlas buenas , y las buenas para 
hacerlas mejores. Alzad los ojos , y admirad la 
obra de Fidias. Esta estatua colosal de bronce es 
la que los Atenienses consagraron á Minerva , 
después de la batalla de Maratón. 

Todas las regiones de la Ática están bajo la 
protección de esta diosa; pero se diria que ba 
establecido su morada en la cindadela. ; Cuántas 
estatuas , altares y edificios en su honor I Hay 
entre estas estatuas tres , cuya materia y tra- 
bajo dan testimonio de los progresos del lujo 
y de las artes. La primera es informe , y hecha 
de madera de olivo , pero tan antigua, que se 
dice haber bajado del cielo. Lasegunda que acabo 
de enseñaros , es de un tiempo en que los Ate- 
nienses no usaban mas metales que el hierro para 
adquirir triunfos , y el bronce para eternizarlos. 
La tercera que veremos luego, fué mandada ha- 
cer por Pericles ; y esta es de oro y de marfil. 

Ved aquí un templo compuesto de dos capi- 
llas consagradas una á Minerva Pollada , y otra á 
Neptuno , apellidado Erecteo. Observemos el 
modo con que las tradiciones fabulosas se han 
conciliado algunas veces con los hechos histó- 
ricos. Aquí es donde se enseña > por un lado el 
olivo que la dioáa hizo salir de la tierra , y gue se 
ha multiplicado en la Ática; y por otro los po- 



206 ^ VI AGE DE ANAGARSIS. 

zos de donde se pretende que Neptuno hizo bro- 
tar agua del mar. Tales eran los beneficios con 
que estas divinidades aspiraban á dar su nom- 
bre á esta ciudad naciente. Los dioses decidieron 
en favor de Minerva; j por mucho tiempo los 
Atenienses prefirieron la a^cultura al comer- 
cio. Después que reunieron estos dos manan- 
tiales de riqueza 9 han partido en un mismo lu- 
gar sus homenages entre sus bienhechores ; y 
para acabar de reconcUiarlos , han levantado 
un altar común , que llaman el altar del olvido. 

Delante de la estattta de la diosa está pen- 
diente una lámpara de oro con una palma del 
mismo metal encima , que se prolonga hasta el 
techo. Arde de dia y de noche , sin que se le 
eche aceite mas de una vez al año. La torcida , 
que es de amianto , no se consume nunca ; y 
el humo sale por un conducto que se ociüta 
bajo las hojas de la palma. Es obra de Calimaco , 
de un trabajo tan completo , que se echan me- 
nos las gracias del descuido ; pero este era el de- 
fecto de este artífice excesivamente esmerado. 
Se' apartaba de la perfección por llegar á ella , 
y á fuerza de estar descontento de si mismo, 
descontentaba á los inteligentes. 

Se conservaba en esta capilla la rica cimitarra 
de Mardonio , que mandaba el ejército de los 
Persas en la batalla de Platea , y la coraza de 
Mas&stio que estaba al frente de la caballería. 



CAPITULO XII. , 207 

Se Teia también en el vestíbulo del Pai^lenon 
el trono con pies de plata, en que se puso Xerxes 
para ser testigo de la batalla de Salamina; y 
en el tesoro sagrado los restos del botín bailado 
en el campo de los Persas. Estos despojos , ro- 
bados la mayor parte en nuestro tiempo por 
manos sacrilegas y eran trofeos con que se en- 
soberbecen los Atenienses de boy , como si los 
debiesen á su valor; semejantes en esto á aque- 
llas familias que han dado en otro tiempa hom- 
bres grandes» é intentan hacer olvidar lo que 
ellas son , con la memoria de lo que han sido. 

Este otro edificio, llamado Opistodomo, es el 
erario público. Los tesoreros nombrados cada 
año por suerte , depositan en él las sumas que 
les remite el senado ; y el gefe de los pritanos , 
que se muda cada dia, guarda la llave. 

Hace algún tiempo que vuestros ojos*se diri- 
gen hacia aquel famoso Jtemplo de Minerva , 
uno de los mas hermosos adornos de Atenas , 
conocido con el nombre de Partenon. Antes de 
llegar á él, permitidme leeros una carta que, 
cuando volví de Persia , escribí al mago Olanes, 
^<m quien tuve intima correspondencia mientras 
estuve en Suza. Estaba este bien impuesto en la 
historia griega, y gustaba de instruirse en las 
costumbues de las naciones. Me pitfiO algunas 
noticias ek punto 6 lo» templos de los Griegos ; 
y ved aquí mi respuesta: 



9ÓS VIAGE DB ANACAftSIS. 

(r Vos sois de parecer que la divinidad do 
(( se debe representar bajo figura humana, ni 
(( circunscribir su presencia al recinto de un 
a edificio ; pero no hubierais aconsejado á Carn- 
ea bises que ultrajase en Egipto los objetos del 
« culto público , ni á Xerxes que destruyese los 
c< templos y las estatuas de los Griegos. Estos 
a principes 9 supersticiosos hasta el extremo, 
a ignoraban que una nación perdona mas fácil- 
« mente la violencia que el desprecio, y que se 
« cree envilecida , cuando se envilece lo que 
<í respeta. La Grecia ha prohibido resta|)lecer los 
c( monumentos sagrados, echados por tierva en 
a otro tiempo por los Persas. Estas tainas aguar- 
ee dan el momento de la venganza; y si los Gríe- 
c( gos llevan algui^^ vez sus armas victoriosas á 
ce los Estados del gran rey, se acordarán de 
(í Xerxes , y convertirán en cenizas vuestras 
« ciudades. 

a Los Griegos han tomado de los Egipcios la 
«idea y forma de los templos; pero han dado 
(( á estos edificios proporciones mas agradables , 
c( ó á lo menos mas análogas á su gusto. 

«No emprenderé describiros sus diferentes 
« partes; pues me parece mejor enviaros el di- 
«seño del que se construyó en honor de Teseo. 
a Cuatro paredes puestas en forma de paraleló- 
«gramo, ó cuadrilongo, forman la naye ó el 
« cuerpo del templo. Lo que le decora , y consti- 



THE NEW YORK 

PUBLIC LIBRARY. 

ASTOB, tENOX ANO 
TaOt'.N FOUNrvATlONS. 



CAPITULO XH. 2ü9 

« luye su príiicipul Aérilo, es exterior, y le es 
(( tan extraño como los restídosque distinguen 
trias diferentes clases de ciudadanos. Tal es el 
« pórtico que se extiende por todo el rededor, 
cr cuyas columnas sentadas sobre un basamento 
(( compuesto de algunos escidones, sostienen ima 
« cornisa , sobre la cual bay mi frontón en las 
«partes anterior y posterior. Este pórtico da al 
((edificio tanta gracia'como magestad ; contrí- 
((buye á la hermosura de las ceremonias, por 
(( los muchos espectadores que en él caben , y 
(( quedan al abrigo de la lluvia. 

(( En el vestíbulo hay vasos de agua lustral , y 
(( altares en que se ofrecen comunmente los sa- 
« crifíeios. De allí se entra en el templo donde 
^( están las estatuas de la divinidad , y se ven las 
(( ofrenda» consagradas por la piedad de los pue- 
«blos. No recibe mas luz que la de la puerta *. 

(( £1 plano que tenéis delante , puede diversi- 
(( fícarse según las reglas del arte y el gusto del 
« arquitecto. Variedad en las dimensiones del 



* Los templos no tenían ventanas : unos reoibian la luz por la 
puerta solamente ; en otros tenían colgadas lámparas ante la es- 
Uitia priDcipal ; otros estaban divididos en tres naves por dos filas 
(íe (Miumuas. La del medio estaba del todo descubierta, y bastaba 
para dar luz á los costados que estaban cubiertos. Los grandes ar- 
ique se ven en las partes laterales de nn templo , que subsiste 
^avía entre las ruinas de Agrigento , fueron abiertos mucho 
tiempo después de su construcción. 



210 VIÁGB OE ANACABSIS. 

« templo. El de Júpiter de Olimpia tieue doscien- 
« tos y treinta pies de largo, noyenta y cinco de 
c( ancho , y sesenta y ocho de elevación. El de 
(í Júpiter de Agrigento en Sicilia tiene trescíen- 
(( tos cuarenta pies de largo » ciento sesenta de 
« ancho, y ciento y veinte de altura *. 

a Variedad en el némero de columnas. Unas 
aveces se ven dos, cuatro, seis, ocho, y hasta 
n diez en ambas fachadas : otras veces no se po- 
ce nen mas que en la fachada anterior. Algunas 
« veces dos filas de columnas forman en derredor 
(c un pórtico doble. 

« Variedad en los ornamentos y proporciones 
« de las columnas y comisas. Aquí es donde brilla 
a el genio de los Griegos. Después de muchos 
c( ensayos , habiendo reunido sus ideas y sus des- 
(T cubrimientos en sistemas, compusieron dos 
(( géneros ó dos órdenes de arquitectura, cada 
(( uno de los cuales tiene su carácter distintivo y 
c( sus bellezas particulares ; el uno mas antiguo , 

* Longitud del templo de Olimpia, doscientos diex y siete pies 
nuestros, dos pulgadas y ocho lineas : latitud, odienta y nueve 
pies, ocho pulgadas y ocho lineas: altura, sesenta y cuatro pies , 
dos pulgadas y ocho lineau. Longitud del de Agrigento , trescien- 
tos veinte y un pies , una pulgada y cuatro lineas : su anchura , 
ciento cincuenta y nn pies» una pulgada y cuatro lineu : su al- 
tura, ciento y trece piM y cuatro lineas. Windielmann presume 
con raxon que la anchura de este templo era de ciento y sesenta 
pies griegos , en lugar de sesenta que pone el texto de Diodoro, 
cual le tenemos boy día. 



CAPITULO XII. 211 

O mas varonil y mas sólido , llamado dórico ; el ' 
« otro mas Ugero y mas elegante , llamado jóni- 
«co. No hablo del corintio, porqiie esencial- 
« mente no se distingue de los otros dos. 

« Variedad , últimamente^ en lo interior de los 
(( lemplos. Algunos tienen un santuario inaccesi- 
«ble á los profanos. Otros están divididos en 
«muehas partes* Haylos en que, ademas de la 
«puerta de la eatrada, tienen otra en la parte 
«opuesta, ó cuyo techo está sost^do por una 
« ó dos filas de eolnmnas *. 

« Para que podáis juzgar mejor de la forma de 
«nuestros templos, añado á mi carta otros tres 
ff diseños, en que hallareis la planta , la fachada 
« y la vista del Parienon , que está en la ciuda- 
«debí. También remito la obra que compuso 
«Tctino sobre este hermoso monumento. Ictino 



* Parece qae al príDCipio faeron mny pequeños los templos de 
los Griegos. Cuando les dieron mayores proporciones , imagina- 
^ sostener el techo con nn solo orden de columnas puestas en 
lo interior del templo, con otras encima que se elevaban hasta la 
^nd)ie. Estd es la que se faaUa hedió en tino de aqnellos anti- 
S^ templos , cuyas minas be visto en Peito. 

En laiuoesiTa, eo lugar de una fila sola de columnas » se pusie- 
roD dos', y eatonoes se dlvidieroD los templos en tres naves. Tales 
eraa el de Júpiter en <Nimpia,eúmolo testifica Pansaniaft; y el 
de Minenaen Atenas, como lo ha averiguado M. Foocberot. 
nel mismo género era el templo de llinerva en Tegea, construido 
por Escopas t Pausanías dice que el primer oirden de columnas de 
lo interior era dórico, y el segando corintio. 



212 VIAGE DE ANÁCABSIS. 

« era uno de los dos arquitectos encargados por 
(( Feríeles de su construcción : el otro se llama- 
<v ba Calicrates. 

(c Por cualquiera parte que se llegue y sea por 
c< mar, ó por tierra , se le ve desde lejos descollar 
(( sobre la ciudad y ciudádela. Es de orden d6rí- 
(i co, y de aquel hermoso marmol blanco que se 
(f saca de las canteras de Pentélico , montana de 
«la Ática. Tiene cien pies de ancho, cerca de 
« doscientos veinte y siete de largo, y cerca de 
(( sesenta y nueve de altura *, El pórtico es doble 
a en las dos fachadas, y-sencillo en los dos lados. 
« Por toda la fachada exterior de la nave corre 
a un friso, en que se representa una procesión 
« en honor de Minerva. Estos bajos relieves han 
« aumentado la gloría de los artistas que los hi- 
ce cieron. 

c( En el templo se halla aquella famosa estatua 
c( tan celebrada por su magnitud , por lo precioso 
« de la materia, y por la perfección del trabajo. 



* Segnn M. Le Roi la longitud de este templo es de doscientos 
catorce pies nuestros, diez pulgadas, y cuatro lineas; y su altura 
de sesenta y cinco pies. Reduciendo estas medidas á pies griegos . 
tendremos cerca de doscientos veinte y siete pies de longitud , y 
cerca de sesenta y ocho pies y siete pulgadas de altura. La latitud 
parece señalada con el nombre de Hecatonpedon (.cien pies) que 
daban los antiguos á este templo. M. Le Roi ha bailado en efecto, 
que el friso de la ÜMhada tenia noventa y cuatro pies franceses, y 
diez pulgadas; cpie vienen á ser los cien pies griegos. 



CAPITULO XII. 213 

( En la magestad sublime que brilla en el rostro 
( y en toda la figura de Minerva , se reconoce 
X fácilmente la mano de Fidias. Las ideas de este 
«artista tenían un carácter tan grandioso , que 
» ha sobresalido mas en representar los dioses 
»que los hombres. Se podia decir de él que mi- 
(^raba á ios hombres desde muy alto, y á los 
«dioses muy de cerca. 

« La estatua tiene veinte y seis codos de altu- 
« ra. Está de pie y cubierta con la egida , y con 
« una túnica larga. Tiene en una mano la lanza , 
ff y en laotra una Victoria de cerca de cuatro co- 
^r dos de alta ^. Su casco, coronado de una esfinge, 
^( está adornado en los lados por dos grifos. So- 
^fbre la haz exterior del escudo, puesto á los 
^^ pies de la diosa , representó Fidias el combate 
'' de las Amazonas ; sobre la interior el de los 
(' dioses y los gigantes ; sobre el calzado el de los 
(<Lapitas y Centauros; sobre el pedestal el na- 
<( cimiento de Pandora y otros muchos asuntos. 
« Las partes descubiertas del cuerpo son de mar- 
'' fíl , excepto los ojos , en que está figurado el 
(' iris por medio de una piedra particular. Este 
« hábil artista puso en la ejecución un esmero 
«infinito, y manifestó que su ingenio conser- 



' Siendo ua codo entré los Griegos de pie y medió de los sayos, 
ia altura de la estatua era de treinta y seis pies y diez pulgadas 
wudtros ; y la de la Victoria de clnpo pies y ocho pulgada». 



214 VIAGE DE ANACABSIS. 

<( vabá la superioridad hasta en los mas leves 
<f pormenores. 

a Antes de comenzar esta obra, se le obligó á 
(í explicarse en la asamblea del pueblo sobre la i 
«materia que habia de emplear. Fidias prefería | 
(( el marmol por la mayor duración de su lustre ; 
« oíanle con atención ; pero cuando añadió que 
«también costaría menos, le mandaron callar, 
« y quedó resuelto que la estatua fuese de oro y 
« marfil. 

« Se escobó el oro mas puro , del cual necesi- 
« taba una masa del peso de cuarenta talentos *. 
« Siguiendo Fidias el consejo de Pericles , le dis- 
ctpuso de tal modo, que se pudiese separar 

* Estando entonces la plata en proporción de uno á trece con 
él oro, cuarenta talentos de oro hadan quinientos y veinte talen- 
tos de plata , es decir, dos millones ochocientas (xjáo mil libras : 
CI0.46l,176r8.vnO 

Tucídides dice cuarenta talentos ; otros autores dicen cuareu- 
'ta y cuatro, y otros cincuenta. To me atengo al testimonio de Tu- 
cídides. Suponiendo que en su ttempo era la proporción del oro á 
la plata , de uno á trece< como en tiempo de Heródoto« los coaren- ' 
ta talentos de oro harian quinientos y veinte de plata, los cuales á 
cinco mil cuatrocientas libras el talento, formarían nn total de 
dos millones y ochod entaá ocho mil libras. Pero como en el siglo áe 
pericles valíala dracma á lo menos diez y nueve sueldos , y el 
talento chico mil y setecientas libras (véase la nota que acompa- 
ña á la tabla de la regulación de las monedas al fin de esta obra), 
los calienta tal^^ntos de qne se trata vallan á lo menos dos millo- 
nes novecientas sescpto y cuatro mil libras ( H ,042,332 rs. vn. 16 
mrs\ 



CAMTtJLO XIÍ. SI15 

« fácilmente. I>os motivos tuvo Feríeles para dar 
« este consejo. Preveía el momento en que este 
« ora podría emplearse en los apuros del Esta- 
(c do ; y esto es en efecto lo que propuso al prin- 
acipio de la guerra del Peloponeso. Preveía 
« también que se les podría acusar á Fidias y á 
(( él de haberse quedado con uña parte , como en 
cr efecto se verificó; pero mediante la precau- 
(( cion tomada por ellos se convirtió la acusación 
tf en confusión de sus enemigos *. 

* Ladioaaestaba vestida con una túnica larga, qoe debía de ser 
de marfil. La egida ó la piel de la cabra Amaltea , le cabria el 
pecho» y acaso también el braio izquierdo* como ae ve en algunas 
de sus estatuas. En el borde de la egida estaban asidas unas ser- 
pientes ; en el campo, cubierto de escamas de serpientes, seveia 
la cabeza de Medusa. De este modo se representa la egida en los 
monumentos y autores antigaos. 

Ahora pues Isócrates que vivia todavía en el tiempo en que yo 
supongo al joven Anacarsis eo la Grecia , dice que habían robado 
el-Gorgonium ; y Suidas , hablando de lo mismo, añade que habla 
sido arrancado de la estatua de Uinerva. Por un pasage de Plu- 
tarco parece que por esta palabra se debe entender la egida. 

Veamos ahora de qué estaba hecha la egida robada á la estatua. 
Prescindiendo de que no la hubieran robado, si no fuera de una 
materia preciosa , nos ensena Filócoro, que el hurto de que se 
quejaban era de las escamas y las serpientes. No se trata aquí de 
una serpiente que habla puesto el artífice á los pies de la diosa ; 
pues esta era un accesorio . un atributo que no exigía ninguna 
magnificencia : por otra parte , Filócoro habla de serpientes en 
plural. 

De lo que acabo de decir infiero que Fidias habla hecho de oro 
las escamas que cubrían la egida , y las serpientes que colgaban al 
rededor. Confírfia esto Pausanias , diciendo que Minerva tenia en 



216 VIAGE DE ANACARSIS. 

« También censuraban á Fidias que hubiese 
(( grabado en el escudo de Minerva su retrato y 
(( el de su protector. Se representó á si mismo 
(( bajo la forma de un anciano en actitud de lan- 
ce zar una grande piedra ; y se pretende que por 
i< un ingenioso mecanismo está la figura ensam- 
a blada de tal modo , que no se la puede quitar 
cf sin destruir toda la estatua. Pericles está pe- 
«leando con una amazona, y tiene un brazo 
(( tendido y armado de un dardo que oculta á los 
«ojos la mitad de su rostro. El artista no lo 
(( ocultó en parte , sino con el fin de inspirar el 
« deseo de reconocerle. 

(í Hay en este templo un tesoro donde los par- 
(( ticulares depositan las sumas de dinero que no 
(( se atreven á tener en sus casas ; y en él se con- 
a servan también las ofrendas hechas á la diosa , 
(( como son coronas , vasos y figurillas de divi- 



f 1 pecho una cabeza de Medusa de marfil ; advertencia inútil , si 
la egida era de la misma materia , y si su cabeza no estaba real- 
zada por el fondo de oro sobre el cual la había aplicado. Las alas 
de la Victoria, que tenia Müierva en la mano, eran también del 
mismo metal. Los ladrones que entraron en el templo, bailaron 
medio para despegarlas , y habiendo reñido en la repartición del 
precio, se descubrieron á d mismos. 

Según diferentes indicios que omito, se puede presumir qae los 
bajos relieves del casco, del escudo, del calzado, y quizá del pe- 
destal , eran del mismo metal. La mayor parte de estos adornos 
subsistían todavía en la época que yo he escogido. Algún tiempo 
después fueron robados por uno llamado Lacar A. 



CAPITULO Xlf, 217 

«í nidades hechas de oro y plata. Los Atenienses 
«dedican allí muy comunmente sus anillos, 
cr brazaletes y collares. Estos objetos se confian 
a á los tesoreros de la diosa , quienes los cnsto- 
« dian durante el año de su ejercicio ; y al salir 
a de él entregan á sus sucesores un estado que 
« contiene el peso de cada cosa y y el nombre de 
cr la persona que ha hecho el donativo. Este es- 
« tádOy que luego se graba en marmol , testifica 
<r la fidelidad de los guardas , y excita la genero- 
ce sidad de los particulares. 

a Este templo, el deTeseo y algunos otros 
a son el triunfo de la arquitectura y de la escul- 
ce tura. Nada añadiría á este elogio, aun cuando 
ce me extendiese en pintar las bellezas de su 
c( conjunto , y la elegancia de sus menudencias. 
c( No os espante tal multitud de edificios erigidos 
a en honor de los dioses , dado que , al paso que 
cese han corrompido las costumbres, se han 
ce multiplicado las leyes para precaver los deli- 
ce tos , y los altares para expiarlos. Por lo demás 
ce estos monumentos hermosean una ciudad, 
ce aceleran los progresos de las artes , y por lo 
ce común se construyen á expensas del enemigo ; 
ce porque siempre se destina parte del botin para 
a la magnificencia del culto público. » 

Tal fué la respuesta que di al mago Otanes. 
Ahora, sin salir de la ciudadela, nos vamos á 
colocar en diversos sitios que urán descubriendo 
It. 40 



218 VIÁGE DE AlVACAMSIS. 

sucesivamente á nuestros ojos toda la ciu- 
dad. 

Esta se ha prolongado en ios últimos tiempos 
hacia el sudoeste, porque el comercio obliga 
cada dia á los habitantes á acercarse á Pireo. 
Por este lado y por el oeste se levantan en las 
inmediaciones de la cindadela rocas y alturas 
cubiertas por la mayor parte de casas. Tenemos 
á la derecha la colina del areópago ; á la izquier- 
da la del Museo , hacia el medio la del Pnix , en 
la cual he dicho que se reúne algunas veces la 
asamblea general. Notad hasta qué punto se ce- 
lan los dos partidos en que están divididos los 
Atenienses. Como desde lo alto de esta colina se 
distingue claramente Pireo, hubo un tiempo 
en que los oradores , vueltos los ojos hacia este 
puerto , no olvidaban nada que pudiese incitar 
al pueblo á sacrificarlo todo á la marina. Los 
partidarios de la aristocracia lo sentían en ex- 
tremo. Decían que los primeros legisladores so- 
lamente hablan promovido la agricultura , y que 
Temistocles juntando la ciudad con Pireo , y 
la mar con la tierra, habia aumentada el nú- 
mero de marineros y el poder de la muchedum- 
bre. Asi es que , después de la toma de Atenas , 
los treinta tiranos , establecidos por Lisandro , 
Ip primero que hicieron, fué v(^ver hacia el 
campo la tribuna de las arengas , dirigida antes 
hacia el mar^ * 



CAPITULO XII. 219 

No he becho mención de muchos edificios si- 
tuados en los costados y en las cercanías de la 
cindadela. Tales son , entre otros el Odeon y el 
templo de Júpiter olímpico. El primero es aquella 
especie de teatro , que Pericles hizo construir, 
para los combates de música, y en el cual tienen 
á veces sus juntas los diez arcontes. El techo sos- 
tenido por columnas se constrayó de los destro- 
zos de la armada de los Persas vencidos en Sa- 
lamina. El segundo se empezó en tiempo de 
Pisistrato, y se dice que seria el templo mas ma- 
gnífico , si estuviese acabado. 

Los pies se detenían á menudo; y la vista se 
sorprendía en el camino que traíamos desde 
Pireo hasta donde estamos. Pocas calles y pocas 
plazas hay en esta ciudad que no ofrezcan seme- 
jantes objetos de curiosidad ; pero es menester 
no guiarse x>or la apariencia. Un edificio, cuyo 
exterior es despreciable , encierra tal vez un te- 
soro precioso. Mirad si descubrís hacia el norle , 
en el cuartel Melito , algunos árboles al rededor 
de una casa que apenas se divisa: esa es la ha- 
bitación de Foci<Moi: á este lado, en medio de las 
casas, hay un templo pequeño dedicado á Ve- 
nus: y alli es donde se ve una pintura de Zen- 
xis, que representa el Amor coronado de rosas : 
allá bajo, cerca de aquella colina, hay otro edi- 
ficio,* donde el rival de Zeuxis hizo uno de aque- 
llos ensayos que descubreu el genio. 'Persuadido 



too tiáge de anácabsis. 

Parrasio de que, fuese por la expresión del sem- 
blante , fuese por la actitud y movimientos de 
las figuras , podia su arte sensibilizar á los ojos 
las calidades del alma y del corazón , baciendo 
el cuadro del pueblo de Atenas , emprendió tra- 
zar el carácter, ó mas bien los diversos caracte- 
res de este pueblo violento, injusto, afable, 
compasivo , fanfarrón , rastrero , fiero y tímido. 
¿Pero cómo ejecutó este ingenioso proyecto ? 
No quiero privaros del placer de la sorpresa : 
vos mismo juzgareis. 

Os be hecho correr á toda prisa por dentro de 
la ciudad : ahora vais á ver de una mirada lo 
exterior. Al levante está el monte Himeto que 
las. abejas enriquecen con su miel llena del per- 
fume del tomillo. El lliso que corre por su falda, 
va serpenteando al rededor de nuestras mura^ 
lias. Encima veis los gimnasios del Ginosargo y 
del Liceo. Al noroeste descubrís -la Academia, 
y un poco mas allá una colina llamada Colona, 
en la cual puso Sófocles la escena de Edipo, que 
tiene el mismo nombre. El Cefiso, después de en- 
riquecer con sus aguas este pais , viene á mez- 
clarlas con el lliso. Las últimas se secan algunas 
veces en los calores grandes. El pais está hermo- 
seado con las casas de campo que se ven por to- 
dos lados. 

Concluyo recordándoos lo que dice Lisipo en 
juna de sus comedias: a quien no desea ver ¿ 



CAPITULO XII. 221 

ff Atenas es estúpido : lo es todavía mas el que 
tí la Ye , y no se enamora de ella; pero el colmo 
cr de la estupidez es verla» enamorarse de ella , 
« y dejarla. » 



cAPmiLO xm. 



BATALLA DE MANTiMA *. HOBBTI 9B IPAMINONDiS. 



»»»» » •• 



La Grecia tocaba ya en el momento de una 
revolución : Epaminondas estaba al frente de ud 
ejército : la yictoría ó la derrota iba en fin á de- 
cidir , si habian de ser los Tebanos ó los Lacede- 
monios quienes diesen leyes álos demás pueblos. 



* En el segundo año de la olimpiada 104 , el 42 del mes esdro- 
forion . esto es , el 5 de Julio del ano juliano prolépUoo se2 antei 
deJ.C. 



TIA6E DE ANAGAR9IS. 223 

EpafBinondas divisó «1 instante de acelerar la 
ejecución. 

Partió una tarde de Te^ea, en Arcadia, para 
sorprender á Lacedemonia. Esta ciudad no tiene 
muros, ni fuertes, y no tenia entonces otros 
defensores que niños y ancianos. Una parte de 
las tropas se hallaba en la Arcadia , y la otra 
estal>a en camino alas órdenes de Agesilao. Los 
Tóbanos llegaron al amanecer , y vieron á Age- 
silao pronto á recibirlos. Instruido este por un 
desertor de la marcha de Epaminondas, había 
vuelto atrás precipitadamente , y ya sus solda- 
dos ocupaban los puntos mas importantes. Sor- 
prendido , sin desmayar, el general tebano , or- 
denó varios ataques. Ya habla penetrado hasta 
la plaza pública , y se había hecho dueño de 
una gran parte de la ciudad ; cuando Agesilao 
no escuchando mas que su desesperación , aun- 
que en la edad de cerca de ochenta años , se 
precipita en medio de los enemigos ; y ayudado 
del valiente Arquidamo su hijo, rechaza al ene- 
migo, y le obliga á retirarse* 

En esta ocasión dio Isadas un ejemplo que 
excitó la admiración y la severidad de los ma- 
gistrados. Este esparciata , que apenas acababa 
de salir de la infancia , tan hermoso como el 
Amor, tan valiente como Aquiles, sin mas ar- 
noas que la lanza y la espada, se arrojó por en- 
tre los escjiadronesde k)s Laoedettionios, cayó 



224 VIA6E DE ANACABSIfi. 

impetuosamente sobre los Tebanos, y postró á 
sus pies cuanto se opuso á su furor. Los éfo- 
ros le decretaron una corona para honrar sus 
hazañas y y le condenaron á una multa , por ha- 
ber peleado sin coraza ni escudo. 

Epaminondas se retiró sin que le inquietasen ; 
y como era necesaria una yictoria para borrar 
de la memoria el mal éxito de su empresa , mar- 
cha á la Arcadia , donde se hablan reunido las 
fuerzas principales de la Grecia. Los dos ejérci- 
tos se avistaron luego cerca de la ciudad de Man- 
tinea. £1 de los Lacedemonios y de sus aliados 
se componía de mas de veinte mil hombres de 
infantería, y cerca de dos mil de caballería :.el de 
la liga tebana, de treinta mil de in&interia, y 
cerca de tres mil de caballería. 

Nunca había manifestado Epaminondas tantos 
talentos como en esta ocasión. En su orden de 
batalla siguió los mismos principios que le die- 
ron la victoria de Leuctres. Una de sus alas 
formada en columna cayó sobre la falange lace- 
demonia, que no hubiera sido forzada, si él en 
persona no hubiera venido á reforzar sus tro- 
pas con su ejemplo , y con un cuerpo escogido 
que le seguía. Espantados los enemigos con su 
llegada , se desordenan , y huyen. Persigúelos 
con un furor que no puede contener, y se halla 
cercado de un cuerpo de esparciatas que dispa- 
ran sobre él un granizado dardos. Después de ha- 



CAMTULO mil. 8dS 

ber alejado por mucho tiempo la muerte » y ten- 
dido en el campo á un número grande de guer- 
reros, cayó penetrado de un dardo, cuyo hierro 
le quedó en el pecho. El honor de recoger su 
cuerpo empeñó una acción tan viva, y tan san- 
grienta como la primera ; y habiendo aumentado 
sus esftierzos los compañeros , tuyieron el triste 
consuelo de UoTarle á su tienda. 

En la otra ala se peleaba con una alternativa 
casi igual en ventajas y reveses. Porlassabiasdis» 
posiciones de Epaminondas no pudieron los Ate- 
nienses favorecer á los Lacedemonios. Su eaba- 
Ueria atacó á la de los Tebanos, y fué rechazada 
con pérdida: se formó de nuevo , y destruyó un 
destacamento que los enemigos hablan colocado 
en las alturas vecinas.. Su infiainteria estaba ya 
para huir» cuando los Elides volaron á socorrerla. 

La herida de Epaminondas detuvo la ciffnice- 
ría, y suspendió el furor del soldado. Las tropas 
de los dos partidos , igualmente atónitas , que- 
daron en inacción. Por una y otra parte se tocó 
la rethrada , y se erigió un trofeo sobre el campo 
de batalla. 

Todavía respiraba Epaminondas. Sus amigos 
y sus oficiales derramaban lágrimas en tomo de 
su lecho. En el campamento resonaban los gritos 
del dolor y de la desesperación. Los médicos 
hablan declarado que espirarla luego que se le 
sacase el hierro de la herida. Temió que su es- 
to. 



as TIAQE DB AHACABSIS. 

£iujk> hidnese «Múdoen iobdos édi enemigó ; fiero 
se k^ presenjüii^R, y lo besó como im 'instni- 
meato 4e su gloria. Se manifestó inquieto sobre 
)a Biierte úe la batalla; y habiéndole di<^io ^e 
la babiap ganado los Tebanos > respondió : a eso 
<c 68 bueno : ya l^e vivido bastante, p Pregmitó 
después por Daifauto é lóUdas, dos generides 
que él creía dignos de reemplazarle: los que le 
dijeron que babian muerto. « Persuadid pues 
« álos Tebanos y anadió^ que hagan la paz. j» En- 
tonces maadó que le sacasen el hierro ; y bs^ 
■bífndo exclamado uno de sus amigos, que el 
dotor teaiafawa de si: <r {con que moris, £pa- 
.«.míaondasl ¡Si á lo menos dejaseis hijos I — 
« &€90 dos hijas inmortales f respondió ya espi- 
;(f: rando>la victoria de Leuctres y la de Mantinea.» 
Sumuerte había sido precedida por la de Tima- 
.^enes^» aquel tierno amigo que me había traádo 
A te Ckecia. Ociio dias antes de la batalla ha- 
biadesapfirecidor^j^nlinamettte, dcgando sobre 
laipesa de su sobrina Epíearís una carta en que 
flkoshiso si^rque iba á reunirse con Epaminon- 
das , con quien había contraído obliga^ones 
.mientras estuvo en Tebas ; pero que muy pronto 
voJbv0riaá reunirse oon nosotros para no dejamos 
ajanas. Si los dkaes^anadíA, lo ordenando otro 
«Anudo 9¡ acordaos de lo .que Anacarsis ha hecho 
por' mi^ y de cuanto me habéis inrometido ha- 
oeir;pof él. • 



CAPITULO XtlI. 227 

Mi corazoB se despedazó 9i leer esta earta. 
Yo queria marcfaar en el momento, eomo hn-- 
Mera éebldo baeérlo; mas Timá^nes liáUfa to- 
mado todas las precauciones pttra Imped&tttelo. 
Apolodoro , qne á niego sayo aealiaba de lograr 
para mí el derecho de cknladano de Atenas, me 
manifestó que yo no i^ía tomar las armas «on- 
trastt nueva patria, sin comprometerle á él y á 
su famüia. Esta conaMeracion me contuvo ; y así 
no s^giy á mi amigo ; no fui testigo de sus proe- 
zas , ni mori con éL« 

Su imagen está siempre ante mlseios. Hace 
ya treinta años, y solo hace mi momento que le 
perdi.Dos veces hé querido formiff su elogio: 
dos veces le han borrado mis lágrioias. Si hu- 
biera tenido fortaleza paraacabarie , la InÉiiera 
temdo pata suprimirle ; povque las virtudes de 
un hambre oscuro no interesan mas que á sus 
amigos, y ni aun tienen el derecho de servir de 
ejemplo á los demás hontees. 

La batalla de Mantinea acrecentó en lo suce- 
sivo las turbulencias de la Grecia; pero en el 
primer momento terminó la guerra. Los Atenien- 
ses tuviercm Cuidado de recoger, antes de mar<- 
ehar ^ los cuerpos de los que hablan perdido, los 
quemaiNm en una hoguera , llevaron los huesos 
á Atenas , y se señaló el dia en que se habiá de 
hacer la ceremonia de los fanerates , ó ^e pre- 
side uno te los prifuermí magiitifidosL 



^ V1A0B U ANACAMIS. 

Da«e principio poniendo bajo una gran tienda 
losataude8decipEe8qaeencieiTanJ[o8huesos.Los 
que tenian pérdidas que llorar, hombres y muge- 
res, venían allí por intervalos á hacer libaciones» 
y á cumplir los deberes impuestos por la ternura 
y por la religión. Tres dias después , los ataúdes 
puestos sobre otros tantos carros como hay tribus, 
atravesaron lentamente la ciudad , y llegaron al 
Cerámico exterior, dónde hubo juegos fünobres : 
se depositaron los muertos en el seno de la 
tierra, deanes que sus parientes y amigos los 
bañaron por la última vez con sus lágrimas : ha- 
biéndose levantado un orador escogido por la 
república, pronunció el elogio fúnebre de estos 
valientes guerreros. Cada tribu señaló los sepul- 
cros de sus soldados con piedras sepulcrales, en 
donde- estaban escritos sus nombres , los de sus 
padres , el lugar de su nacimiento y el de su 
muerte. 

El camino que va desde la ciudad á la Acade- 
mia, está lleno de estas inscripciones. Otras se 
ven sembradas confusamente en las inmedia- 
ciones: aquí descansan los que perecieron en la 
guerra de Egina; allí los que murieron en Qui- 
pre ; mas allá los muertos en la expedición de 
Sicilia. No se puede dar un paso sin pisar las 
cenizas de un héroe, ó de una victima inmo- 
lada á la patria. Los soldados que venian del 
PeloponesO) j hablan acompañado el convoy , 



CAPITULO \I11. 229 

andaban por entre estos monumentos fúnebres ; 
se mostraban míos á otros los nombres de sus 
abuelos , de sus padres , y parecía que gozaban 
anticipadamente de los honores que se harían 
algún día á su memoria. 



c^irroLO XIV. 



DEL GOBIEBNO ACTUiL DI ATENAS. 



Como pasaré algunas veces de una materia á 
otra sin advertirlo » debo justificarmi conducta. 

Era Atenas el lugar de mi residencia ordina- 
ria, de donde salia frecuentemente con mi amigo 
Pilotas , y adonde volvíamos después de haber 
recorrido los paises distantes ó vecinos. A mi 
regreso volvía á mis investigaciones , y daba la 
preferencia á algún objeto particular. Asi es que 
el plan de esta obra, generalmente hablando, no 
es otro que el de un diario, de que ya he hablado. 



^ yUftE DB AHAGABUSL 231 

y en qtte á larelacioii de mis viages y de alfonos 
acontecimientos notables, añadíalas notitíasque 
adquiría sobre ciertas materias* Había dado prin* 
eipiopor el examen del gobierno de Atenas: en 
mí introducción me contenté con explicar sus 
principios : aliora entro en los pormenores , y le 
considero juntamente conlas mudanzas y abtisos 
que drcmistancias fatales han traído. 

Las ciudades y lugares de la Ática , se dividen 
en ciento setenta y cuatro departamentos ó dis* 
tritos 9 que por sus diferentes reuniones fonnan 
diez tribus. Todos los ciudadanos, aun los que 
residen en Atenas « pertenecen 6 uno de estos 
distritos; están obligados á hacer inscribir sus 
nombres en sus registros; y de este modo se 
hallan naturalmente clasificados en una de sus 
trSvus. 

En los últimos días de cada año , se juntan las 
tribus separadamente para formar uu senado 
eonqiuesto de quinientos diputados ^ que deben 
teñera lo menos treinta años de edad. Cadaima 
de ellas presenta cincuenta 9 y les da por adjim- 
tos otros cincuenta, destinados á ocupar las pla- 
zas que la muerte ó la irroguiaridad de la con* 
ducta pueden dejar vacantes. Unos y otros áe 
sacan por suerte. 

U)s nuevos senadores deb^n sufrb* un examen 
i^>Soroso ; ponqué Ibs hóiiilM<es que haa de gober- 
nar á otro^, es pi«ciso que teiigdn eostumbre$ 



232 VIAGB DE ANACAISIS. « 

irreprenribles. Bespues prestan el juraineiitoy en 
que entre otras cosas prometen dar buenos con- 
sejos á la república^; juzgar según las leyes ; ño 
poner en prisiones á un ciudadano que da fian- 
xas , á no ser que se le haya acusado de coospí- 
ración contra el Estado, ó de usurpación de las 
reptas públicas. 

£1 senado , compuesto de ios representantes 
de las diez tribus , está dividido naturalmente en 
4iez clases y cada una de las cuales tiene por 
tumo la preeminencia sobre las demás. Esta 
preeminencia se decide por suerte, y el tiempo 
está limitado al espaciode treintay seis diaspara 
las cuatro clases primeras, y de treinta y cinco 
para las otras. 

La que está al frente de las demás, se llama la 
clase de los pritanos. M^tiénese á expensas del 
público en un sitio llamado el Pritañeo. Pero co- 
mo es demasiado numerosa todavía, para ejer- 
cer en común las funcionesdequeestá encargada, 
se la subdivide en cinco decurias , compuesta 
cada una de diez proedras ó presidentes. Los siete 
pHmeros ocupan por siete dias la primera plaza 
turnando, y los otros están formalmente exclui- 
doi. 

Elque la ocupa debe ser mirado como gefc 
dei senado. Tan importantes son sus funciones , 
que se ha creido no debérselas confiar mas que 
por un día. Propone comunmente los asuntos 



CAPITULO XIV. 233 

de las deliberaciones ; llama los senadores á vo- 
tar ; guarda el sello de la república por el corto 
intervalo de su ejercicio, como también las lla- 
ves de la cindadela y las del tesoro de Minerva. 

Estos diversos arreglos, dirigidos siempre por 
la suerte, tienen por objeto mantener la mas per* 
fecta igualdad, entre los ciudadanos, y la mayor 
seg^iridad en el Estado. No hay ateniense que no 
pueda llegar á ser miembro y cabeza del primer 
cuerpo de la nación , como tampoco lo hay que 
pueda , á fuerza de mérito ó intrigas , abusar de 
la autoridad que solo se le confia por algunos 
instantes. 

Las otras nueve clases , ó cámaras del senado, 
tienen también á su cabeza un presidente que se 
muda en todas las asambleas de esta compañía, 
y que saca por suerte el gefe de ios pritanos. 
En ciertas ocasiones, estos nueve presidentes 
llevan los decretos del senado á la asamblea de 
la nadon , y el primero de ellos es quien llama 
el pueblo á votar; en otras toca este cuidado al 
gefe de los pritanos , ó k uno de los asistentes \ 

* Cuanto concierne á los individuos dd senado y á sus Itincio- 
Des presenta tantas dificultades , que me contento con remitir al 
toctor áloe sabios qoe han tratado de eUas. Véanse (Snon., 
De rtpuM. jithen., lib. II» cap. ly) ; (PRit. , De doet. temp*, 
Ub. n, cap. I); (DODwnx, De cyeL, diseH. ni , S 4S) ; (Siaott 
PBTiT, Leg* aUie., pág. ItS): (Goihhi, Fa#f. atíie., ton. I , 
dis. n.) 



23^ VIAGE DE ANACABSIS. 

£1 senado se renueva todos los anos. Debe ex- 
cluir durante el tiempo de su ejercicio , aquellos 
miembros suyos, cuya conducta es reprensible, 
y dar cuentas antes de separarse. Si hay motivo 
de quedar satisfechos de sus servicios, obtiene 
una corona que le decreta el pueblo. Se le priva 
de esta recompensa, cuando no ha cuidado de 
con^Tuir galeras. Los que lo componen , tienen 
cada dia una dracma por derecho de asisteIleia^ 
Se junta todos los dias , excepto los festivos, y los 
que son mirados como aciagos. Pertenece á los 
pritanos convocarle , y preparar de antemano 
las materias de las deliberaciones. Así como él 
representa á las tribus , asi es representado por 
ios pritanos que , como reunidos siempre eu un 
mismo lugar, están en disposición de velar 
continuamente sobre los peligros que amenazan 
á la república , y de instruir de ellos al senado. 

Durante los treinta y cinco 6 treinta y seis dias 
que la clase de los pritanos está en ejercicio, se 
junta el pueblo cuatro veces; y estas cuatro 
asambleas, que son el 11, el ^, el 30 y el 33 de 
la pritania, se llaman asambleas ordinarias. 

En la primera se confirma ó destituye á los 
magistrados que acaban de entrar en su plaza; 
se trata de las guarniciones y plazas que hacen 
la seguridad del Estado , como también de cier- 

* Diex y ocho sueldos (3 rs. vn. y 12 mrs.). 



CANTULO XIV. 23$ 

tas demmcias públicas ; y por áltimo se poblícan 
las confiscaciones de bieoes y ord^iadas por lo^ 
tribunales. En la segunda todo ciudadano fue 
haya depositado sobre el altar un ramo de oliva, 
atado con clntUlas sagradas, puede e:&plicarse 
con libertad sobre los objetos relativos á la ad* 
mioistracion y al gobierno. La tercera se des- 
tina á recibir los heraldos y embajadcNres, que 
han dado antes parle de su misión , ó pres^itado 
SUS credenciales A senado.Ultimamente la cuarta 
se destina á las materias de religión, como fies- 
tas, sacrificios, etc. 

Como d objeto de estas asambleas es notorio, 
y comimmmte no ofrece cosas muy interesan- 
tes, bace poco tiempo que fué preciso llevar 
el pueblo k ellas por fíierza, 6 obligarle con 
multas á asistir. Pero su ai^tencia es mayor 
desde que se tomó el partido de conceder un de- 
recho de tres óbolos por la presencia*; y como 
DO se decreta pena algima contra los que se 
(dispensan el ir, sucede que los pobres son mas 
fiumerosos que los ricos, lo cual se acomoda me- 
jor al espíritu de las democracias actuales. 

Ademas de estas asainbleas hay otras extraer-' 
. diñarías, cuando amenaza al Estado algún peli- 
gro. Los pritanos en algunas ocasiones, y mas 
comunmente los generales ó gefes de la tropa , 

* Nuere sneNto» (f rl. m. 7 2S mis). 



236 TIAGE DB ANACAISIS. 

son los que las eonvocan á, nombre y con per- 
miso del senado. Cuando lo permiten las cir- 
cunstancias , se convoca á todos los' habitantes 
de la Ática. 

Las mugeres no pueden asistir á la asamUea , 
ni tampoco tienen este derecho los hombres que 
HO llegan á veinte años. Cesa el goce del dere- 
cho cuando alguno tiene nota de infamia; y un 
extrangero que le usurpase , seria castigado con 
pena de muerte , porque se le creeria que in- 
tentaba usurpar la soberanía, ó poder revelar 
el secreto del Estado. 

La asamblea comienza al amanecer, juntán- 
dosie en el teatro de Baco , ó en el mercado pú- 
blico , ó en un gran recinto inmediato á la ciu- 
dadela, llamado Pnix. Son necesarios seis mil 
votos para dar fuerza de ley á muchos de sus 
decretos, Entre tanto no siempre hay proporción 
para recogerlos ; y mientras duró la guerra del 
Peloponeso , nunca se pudieron reunir cinco mil 
ciudadanos en la asamblea generaL 

Presldenla los gefes del senado, que en oca- 
siones importantes asiste en cuerpo. Los princi- 
pales oficiales militares tienen en ella un lugar 
distinguido. La guardia de la ciudad , compuesta 
de escitas, viene allí para mantener el buen 
orden. 

Guando todos están sentados en el circo puri- 
ficado por la sangre de las victimas, solevanta 



CAPiTDLO »r. 237 

un heraldo , y recita una especie de suplicas gue 
se dicen también en el senado siempre que se 
hace alguna deliberación. A estas súplicas diri- 
gidas al cielo por la prosperidad de la nación , 
se mezclan imprecaciones terribles contra el 
orador que hubiese recibido regalos para enga* 
fiar al pueblo, ó al senado , ó al tribunal de los 
heliastas. Después se propone el asunto de la 
deliberación, contenido ordinariamente en un 
decreto preliminar del senado , que se lee en alta 
voz, y dice el heraldo : « que los ciudadanos que 
« puedan dar un parecer útil á la patria , suban á 
« la tribuna , comenzando por los que tienen mas 
9 de cincuenta años. » En efecto , antiguamente 
se necesitaba haber pasado de esta edad , para 
ser el primero en proponer un parecer; pero se 
ha relajado esta regla como otras muchas. 

Aunque desde este momento sea libre á cada 
asistente subir á la tribuna , no se ven subir á 
ella por lo común sino los oradores del Estado. 
Estos son diez ciudadanos distinguidos por sus 
talentos , y encargados especialmente de defen> 
der los derechos de la patria , en las asambleas 
del senado y del pueblo. 

Puesta suficientemente en claro la cuestión ^ 
los proedras ó presidentes del senado piden al 
pueblo una decisión sobre el decreto que se le 
ha propuesto. Algunas veces da su voto por es- 
crutiaio, pero las mas levantando las manos, 



238 VIAj&S D£ 4NACARSIS. 

que es señal de aprobación. En temeado segurí- 
dad de la pluralidad de votos , y habiendo leido 
por última vez el decreto , sin que haya redama- 
ción y los presidentes despiden la asamblea , que 
se disuelve con el mismo tumulto que desde el 
principio habia reinado en las deliberaciones. 

Guando en ciertas ocasiones , los que condu- 
cen el pueblo, temen la influencia de los pode- 
rosos, recurren á un medio, empleado algunas 
veces en otras ciudades de la Grecia , y es el 
proponer que se.opine por tribus ; en cuyo caso 
el voto de cada tribu se forma al arbitrio de los 
pobres , que son mas numerosos que los ricos. 

Estos son los varios modos que tiene la auto- 
ridad suprema demanifestar su voluntad,porque 
esencialmente reside en el pueblo. El es quien 
decide de la guerra y de la paz ; quien recibe los 
embajadores; quien da ó quita la fuerza á las 
leyes; nombra casi todos los empleados; esta- 
blece los impuestos ; concede el derecho de ciu- 
dadano á los extranjeros ; confiere recompensas 
. á los que han hecho servicios á la patria , etc. 

£1 senado es el consejo perpetuo del pueblo. 
Los que lo componen , son por lo común hom- 
bres ilustrados. £1 examen que han sufrido antes 
de entrar en su plaza, prueba , cuando menos , 
que su conducta parece irreprensible , y hace 
presumir la rectitud de sus intenciones. 
. Nada debe estatuir d pueblo , que no haya si - 



CAPITVLO U¥. 239 

do aprobado antes por el senado. Al senado es á 
quien debe el cabeza de la compañía, ó alguno 
de los presidentes 9 presentar desde luego los 
decretos * relativos á la administración ó al go- 
bíemov debatidos por los oradores públicos, mo- 
dificados , aceptados ó desecbados á pluralidad 
de Yotos por un cuerpo de quinientos ciudada- 
nos, los cuales en la mayor parte ban ocupado 
los cargos de la república , y reúnen los conoci- 
mientos á la experiencia. 

En saliendo los decretos de sus manos, y an- 
tes del consentimiento del pueblo, tienen por sí 
mismos bastante fuerza para subsistir mientras 
el senado está en ejercicio; mas para tener 
autoridad duradera, es preciso que los ratifique 
el pueblo. 

Tal es el reglamento de Solón , cuyo fin era 
que nada pudiese bacer el pueblo sin el senado , 
y que sus operaciones fuesen concertadas de tal 
manera , que se viesen nacer los mayores bienes 
con las menores divisiones posibles. Mas para 
producir y conservar esta armonía feliz , seria 



* Nada fie ejecataba sino en virtud de leyes y decretos. Su dife- 
rencia ooQsistia en que las leyes obligaban i lodos los eiodadanos, 
y les obligaban para siempre ; en lugar que los decretos , mera* 
mente tales, eran solo concernientes á los particulares, y por 
tiempo determinado. Por decreto se enviaban embajadores . se 
daba nna corona á nn ciudadano, etc. Cuando el decreto abraza- 
ba todü»lotf tiempos y todos Idt pnrticularef se oonvertia eníley. 



210 VIAGE DE ANACARSIS. 

preciso que el senado pudiese también imponer 
respeto al pueblo, 

Pero como se muda todos los años , y sus ofi- 
ciales todos los días y no tiene ni bastante tiem- 
po , ni bastante interés , para retener ima por- 
ción de la autoridad; y como después del año 
de ejercicio tiene que pedir al pueblo bonores j 
gracias y se ye obligado á mirarle como á su bien- 
hecbor, 'y por consiguiente como á su señor. 
A la verdad no bay motivo de división en estos 
dos cuerpos; pero el cboque que podria resultar 
de sus competencias, sería menos peligroso que 
la unión que reina actualmente entre ellos. No 
solamente son desestimados en la asamblea del 
pueblo los decretos aprobados por el senado, 
sino que muchas veces se ve que un simple par- 
ticular sustituye otros de que aquella no tenia 
conocimiento hasta entonces , y los adopta en el 
mismo punto. Los que presiden, oponen á esta 
licencia el derecho que tienen de alejar las con- 
testaciones ; y así unas veces ordenan que el 
pueblo no opine sino sobre el decreto del sena- 
do ; otras procuran inutilizar los nuevos decre- 
tos, negándose á llamar á votos, y remitiendo 
el asunto á otra asamblea. Pero la multitud se 
rebela siempre contra el ejercicio de un de- 
recho , que le impide deliberar ó proponer sus 
pensamientos; y obliga con gritos tumultuosos 
á los gefes que se oponen á sus voluntades , á 



CAPITULO XIV- 241 

ceder sus plazas á otros presidentes , que le con- 
ceden sin detención esta libertad de cpie se 
muestra tan zelosa. 

Hay simples particulares que tienen en las 
deüberaeiones públicas la influencia que debe- 
ría tener el senado. Unos son facciosos de la mas 
baja extracción , que llevan tras de si la muche- 
dumbre por su audacia: otros, ciudadanos ri- 
cos y que lá corrompen con sus liberalidades : 
los mas acreditados son los hombres elocuentes, 
que abandonando toda otra ocupación, dedican 
todo su tiempo á la administración del Estado. 

Regularmente empiezan á ensayarse en los 
tribunales de justicia; y cuando sobresalen allí 
en el arte de hablar, entonces, con pretexto de 
servir á la patria, pero mas bien por servir á su 
ambición , entran en una carrera mas noble , y 
se encargan del penoso cuidado de ilustrar al 
senado, y de conducir el pueblo. Su profesión, 
á que se dedican muy jóvenes todavía , exige , 
ademas del sacrificio de la libertad, conoci- 
mientos profundos y talentos sublimes; porque 
es poco saber por menor la historia , las leyes , 
las necesidades y las fuerzas de la república , 
como las de las potencias vecinas y apartadas; 
no basta estar á la mira de aquellos esfuerzos 
rápidos ó lentos , que los Estados hacen conti- 
nuamente unos contra otros , y de aquellos mo- 
vimientos casi imp^ceptibles , que los van con- 
n. 44 



Ü%^ VIAGE DE ANACÁftSIS. 

sumiendo interionneiite ; prevenir lo8 zelos de 
las Dflüiones débiles j aliadas; desconcertar las 
medidas de las poderosas y enemi^; descubrir 
en fin los intereses de la patria , al través de mil 
combinaciones y relaciones; es ademas preciso 
bacer vder en público las grandes verdades de 
que uno está imbuido en particular ; no conmo- 
verse ni con las amenazas > ni con los aplausos 
del paeMo ; resbtir al odio de los ricos , some- 
tiéndolos á impuestos grandes ; ai de la multitud 
arrancándola de sus placeres ó de su reposo ; al 
de los otros oradores descubriendo sus intrigas; 
responder de los acaecimientos «pie no se han 
podido impedir, y de los que no se ban podido 
prever; pagar con su desgracia los proyectos 
que no han tenido* éxito fBEVorable , y aun algu- 
nas veces los que ha justificado el éxito; mani^ 
festarse Heno de confianza , aun cuando un 
peligro inminente difunde el terror por todas 
partes , y con luces repentinas alentar las espe- 
ranzas abatidas ; correr por las naciones vecinas ; 
formar ligas poderosas; encfflider con el entu- 
siasmo de la libertad la sed ardiente de los com- 
bates; y después de haber cumplido los deberes 
del hombre de Estado , de orador y de endMja^ 
dor, marchar al campo de batalla, para seUar 
con sa sángrenlos cons^os que se han dado al 
pueblo desde lo alto de la .tribuna. 
Tal es el . paltimonio 4e los que están á la ca^ 



CAPITULO XIV. 243 

beza del gobierno. Las leyes , que inrevieron el 
imperio que luios liombres tan útiles y tan peli- 
grosos habían de tener 8<Are los ánúnos, quisie- 
ron que no se bidese uso de snstátentos, basta 
después de estar seguros de su emidnota; y asi 
sepanuKm de la tribuna al que kubiese puesto 
manos yiolentaa «i los autores desuvida» ó les 
negase la subsistencia; ponpie efectiranente 
no conoce el amor de la patria el que desconoce 
los sentimientos de la naturaleza. También sepa- 
ran al que disipa la herencia de sus padres j por- 
que disiparla mas lácümentelos tesoros del Es- 
tado ; al que no tongahj|0s legátimos, ó no posea 
bienes en la Ática; porque sin estos vinciilos no 
tendría por la repábjdca mas que un interés ge- 
neral» siemiire sospechoso, ouando no se reúne 
con el partid^Mr ; al que se negase á tmnar las 
armas á la toz del general; al que abandonase 
su escudo en el combate; al que se entregase á 
placeres yergonzosos, porque la c(ril>ardia y la 
oompdon j casi siempre inseparables , abrirían 
su afana á toda especie de traidones ; y porque 
ademas todo hombre que no puede ni defender 
la patria por su valor, ni edificarla con sus ejem* 
ptoa , es indigno de iluatrarla con sus conoci- 
mientos* 

Eapceoiso pues ^ue el orador suba á la tribuna 
con la seguridad y la autoridad de una vida ir- 
re^ensiUe. Uaariiien en otro tiempo leaque ha^ 



2U VIAGE BB ANACAftSIS. 

biaban en público , se contentaban con acompa^ 
ñar sus palabras conima acción n<Ale, tranquila 
y sin artificio > como las virtudes ^e practica- 
ban , como las verdades que iban á anunciar; y 
todavía hay memoria de que Temf stocles , Arls- 
tides y Pekicles , ca^ inmóviles en la tribuna 9 y 
con las manos en sus mantos, imponían respeto, 
tanto con la gravedad de su aspecto, cuanto por 
la fuerza de su elocuencia. 

Lejos de seguir estos modelos i la mayor parte 
de los oradores 410 dejan ver en sus semblantes , 
en sus gritos, en sus ademanes y en sus vestidos, 
mas que la espantosa mezcla de la indecencia y 
del furor. 

Pero este abuso no es mas que un leve sínto- 
ma de la infamia de su conducta. Unos venden 
sus talentos y su honm: á las potencias enemigas 
de Atenas; otros tienen á sus órdenes ciudada- 
nos ricos , que por una serviduitibre pasagera 
esperan elevarse álos primeros empleos: todos, 
haciéndose una guerra de reputación y de inte^ 
res , anhelan la gloria y la ventaja de conducir el 
pueblo mas ilusUrado de la Grecia y del uni- 
verso. 

De aquí dimanan esas. intrigas y discordias 
que fermentan sin cesar en el seno de la repú- 
blica, y se manifiestan con tanto estitiendo en 
sus asambleas tumultuosas. Porque el pueblo , 
tan ratero cuando obedece , y tan terr^riie cuan- 



CAPlT€LO XIV. 2*5 

do manda , lleva alli > con la licencia de sus cos- 
tumbres , la que él juzga ioherente á su sobera* 
nfa. Todos sus afectos son alli extremados, y 
todos sus excesos impunes. Los oradores , como 
otros tantos cabezas de partido , vienen favore- 
cidos unas veces por oficiales militares , cuya 
protección logran , y otrais por facciosos , cuyo 
furor dirigen. Apenas seyen, cuando se acome- 
ten con injurias que anknan á la muchedumbre, 
ó por chistes satíricos que la sacan de sí misma. 
Al punto los clamores , los aplausos y las car- 
cajadas, ahogan la voz de los senadores que 
presiden la asamblea , de las guardias repartidas 
por todas partes para conservar el buen orden , 
del orador, en fin , que ve inutilizado su decreto 
por aquellos mismos ligeros medios que desa 
credita una pieza en el teaUro de Baco. 

En vano hace algún tiempo que una de las-diez 
tribus, sorteada en cada asamblea, se forma 
cerca de la tribuna para impedir el desorden , y 
dar auxilio á las leyes violadas : ella misma es 
arrastrada pcnr el torrente que querría detener ; 
y su vana asistencia no sirve para otra cosa , 
que para probar la gravedad del mal , sostenido 
no solamente por la naturaleza del gobierno , 
sino también por el carácter de los Atenienses. 

En efecto, este pueblo que tiene unas sensa- 
ciones vivísimas , y muy pasageras, reúne mas 
que todos los demás pueblos las calidades mas 



216 VIÁGS DB AVACABSIS. 

opuestas y y de que es mas fácü.abosar para se- 
ducirle. 

La historia nos le ¡liiita ya aomo un auetano , 
á quien se puede eaa^gd&as sin temor > ya eomo 
un niño , á qcUen es menesterdivertir continua- 
mente ; doblegando algunas veces las luces y 
sentlmientes de las idmas grandes; amando ccm 
exceso los placeres y la Ubertad , el descanso y 
la gloria; embriagándose con los elogios que 
recibe ; aplaudiendo las reprensiones que me- 
rece; bastante inteMgieule para conocer á las 
primeras palabras los proyectos que se le comu- 
nican ; poco detenido para escuchar los porme- 
nores y prever las consecuencias; haciendo 
temblar á sus magistrados en el momento mis- 
mo en que perdona á sus enemigos ; pasando 
con la rápida del relámpago del furor ala pie- 
dad , dtel desaliento á la insolencia, de la in- 
justicia al arrepentimiento ; instable sobre todo> 
y frivolo liasta el punto que en los asuntos mas 
graves , y algunas veces en los mas desespera- 
dos , una palabra dicha por casualidad, un 
chiste, el menor objeto, el mas leve acci- 
dente, contal quesea imprevisto, basta para 
distraerle de sus temores , y desviarle de su in- 



Asi es que una vez se vio á casi toda la asam- 
blea levantarse , y correr tras un pajarillo que 
Alcibiades, joven todavía, y que hablaba por la 



GAFITCLO XIV. 2i7 

vez primlura eapút^o» dejó por áeamát^ es^ 
capar úe su'Sefiío. 

Así es tsaabien, gue pei> el mismo tiemí^ el 
orador Gle^i» habiendo Uegado 4 ser «el ídolo 
de los Atenienses , que ato le esdimabflo , se bur>- 
laba impunemente del favor que habia adqm- 
rido. EsiabaiQi ya Juntos^ aguardándole con im- 
paciencia, oaando p(Hr fin vino á aaplicarles 
dejasen la deliberación para otro dia; porque 
debiendo dar un banquete á unos extranjeros 
amigos» no tenia tiempo para ocuparse en asun- 
tos de Estado. £1 pueblo se levantó, palmoteo, 
y el orador ganó con esto mayor crédito» 

Yo nüsmo le he visto un <tia muy inmoto 
por las hostilidades ^e aoatoba de cometer 
^POy y parecían anunciar un romjnmiento 
próximo. En el tiempo en que los ánimos esta- 
ban mas agitados , se presentó en la tribuna uu 
hombrecillo contrahecho., Uasnado León , em- 
bajador ele Bizancio« el cual reunía á la ridicula 
figura aquel buen humor , y aqueUa serenidad 
que gustan tanto á los Atenienses. Al verle co- 
menzaron á dar t^les carcajadas , que León no 
podía lograr un momento de silencio* a ¿Pue» 
« qué seria, » dijo él, « si vieseis á mi muger ? 
« Apenas me llega á las rodillas ; y sin embargo, 
« aunque tan chicos, no cabemos en Bizancio 
« cuando reñimos. » Este chiste tuvo tan buena 
acogida, que los Atenienses concedieron in<r 



248 VIA6K DE AlfÁGÁBSIS. 

mediataiBente los socorros que venia á pedir. 

Últimamente, se les ha visto leerán su pre- 
sencia las cartas interceptadas á Filipo ; llenarse 
de indignación , y á pesar de esto ordenar que 
se respetasen las que este principe escribía á su 
esposa y y que se le enviasen sin abrirlas. 

Asi como es fácil conocer é inflamar las pa- 
siones y los gustos de semejante pueblo , lo es 
también ganar su confianza > y no menos el per- 
derla; pero mientras uno la tiene , puede decir 
lo que quiera , emprenderlo todo , impelerle al 
bien ó al mal con igual ardor por su parte. En 
el tiempo que era gobernado por hombres firmes 
y virtuosos , no daba las magistraturas , las em- 
bajadas, el mando de los ejércitos, sino álos 
talentos reunidos á las virtudes. En nuestros dias 
ha hecho elecciones, de que deberla avergon- 
zarse ; pero esto es culpa de los aduladores que 
le dirigen; aduladores tan peligroso^ como los 
de los tiranos, y que nada les da rubor sino su 
desgracia. 

Estando el senado en la dependencia del pue- 
blo , y entregándose este sin reserva á gefes que 
le descaminan , si alguna cosa hay que pueda 
conservar la democracia, no es otra que los 
odios particulares , y la facilidad que hay en 
perseguir á un orador que abusa de su crédito. 
Se le acusa de haber traspasado las leyes; y co- 
mo esta acusación puede ser relativa á sü per-- 



CAPITULO XIV. 249 

sona , ó á la naturaleza de su decretó, de aquí 
nacen dos especies de acusaciones , ^ que está 
continuamente expuesto. 

La primera tiene por objeto el desacreditarle 
entre sus conciudadanos. Si ha recibido presen- 
tes por hacer traición á su patria ; si su vida está 
manchada con alguna nota de infamia , y sobre 
todo con los delitos de que hemos hablado mas 
arriba, de los cuales debe estar exento para 
cumplir con las funciones de su ministerio , en- 
tonces es permitido á todo particular intentar 
contra él una acusación ó acción pública. Esta 
acción , que toma diferentes nombres , según la 
naturaleza del delito , se intenta ante el magis- 
trado que conoce en primera instancia del cri- 
men de que se trata. Si la falta es leve , le con- 
dena á una multa corta ; pero ^i es de grave- 
dad , lo remite á un tribunal superior ; y si es 
probada , el acusado convicto sufre , entre otras 
penas , la de no volver á subir á la tribuna. 

Los oradores , á quienes una vida irreprensi- 
ble pone al abrigo de esta primera acusación , 
no deben por eso temer menos la segunda , que 
se llama acusación por causa de ilegalidad. 

Entre la multitud de decretos que se ven sa- 
lir de cuando en cuando con la sanción del se- 
nado y del pueblo, se hallan algunos que siendo 
manifiestamente opuestos al bien del Estado, 
importa no dejarlos subsistir. Pero como han 



250 VfAGE DE ANACABSIS. 

einanado4e la potestad legislativa , parece q;ue 
ningún tribunal , ninguna autoridad tiene dere- 
cho de anularlos y ni aun el pueblo mismo debe 
emprenderlo ; porque los oradores que han sor- 
prendido antes su rectitud , la volverían á sor- 
prender. ¿Pues qué recurso tendrá larepuWca? 
una ley, extraña á prin^ra vista , pero admira- 
Me y tan esencial, que no se podria suprimir, 
ó dejar de usar de ella , sin destruir la democra- 
cia : tal es ia que autoriza á todo ciudadano á 
reclamar im juicio de toda la nación , cuando 
se halla en estado de manifestar que el decreto 
es contrario á las leyes anteriormente estable- 
cidas. 

En tales circunstancias, el soberano invisible y 
las leyes vienen á protestar altamente contra el 
juicio nacional, que las ha violado, la acusación 
se hace á nombre de las leyes , y se hace ante 
el tribunal, depositario principal, y vengador 
de las leyes ; y los jueces , anulando el decreto, 
no hacen sino declarar que la autoridad del pue- 
blo se haUa, contra ^is intenciones, en oposi- 
ción con la de las leyes; ó por decir mejor, 
mantienen su voluntad antigua y permanente 
contra la actual y pasagera. 

Esta reclamación de las leyes suspende la 
fuerza y actividad que el pueblo habia dado al 
decreto ; y no pudiendo el pueblo ser citado en 
justicia , no puede darse acción sino contra el 



GABIXCLO XIV^ 2S1 

orador fue proj^iso el decreto» y tti electo 43on- 
tra él se úM^ la aeuaaeion por causa de üe^a- 
^ifod; ttevando por piasi^io» que habiéadose 
metido en la admini^adeii, siit ser ot^i^ado 
' á el]o> se há expuesto á la aHeruativa det ser 
iMuirado cuaado acierta» y castigado cuando 
yerra. 

La causase yeaortila desde luego aafe elprímero 
de los arcontes » ó ante los seis últimos : después 
de las informadenes preliminares se presenta 
al tribunal de los beliastas » ordiniirianiente 
compuesto de quinientos jueces» algunas veces 
de mil » de mil y (fuinientos » y^aun dos mil : es- 
tos mismos magistrados son los ipie » confor- 
me á la naturaleza del delito» fijan el núme- 
ro» que en algunas ocasioneaaseiende á seis mil. 

Se puede hacer oposición al decreto » cuando 
todavía no tiene mas aprQt>aci<Mi que la del se- 
nado » y se puede esperar á que lo haya confir- 
mado el pueblo. Titeese el partido que se quiera, 
es preciso que la acusación se baga dentro del 
ano» para que el orador sea castigado; pues 
pasado este tiempo » no es responsable de su de- 
creto. 

Después que el acusador baproduK^ido los me- 
dios de acusai^on » y el «cusadolos de defensa, 
se recogen los voto& ^ el primero no tiene á 
su favor la quincuagésima parte de ellos , tiene 
que pagar al tesoro público quinientas drac- 



252 VIAGE DE AKAGAfiSIS. 

mas *, y queda, terminado, el asunto; si sucumbe 
el segirado , puede pedir que se modere la pe- 
na ; pero no eyita 6 el destierro , 6 la inhabilita- 
ción ^ ó grandes multas. Aquí conm en algunas 
otras especies de causas, se díride.en tres par- 
tes el tiempo de los pleitos y del juicio : una 
para el demandante y otra para el defensor , y la 
tercera , cuando hay lugar á ella, para determi- 
nar la pena. 

No hay orador qae- no se estremezca á vista 
de esta acusación, ni resortes que no emplee 
para prevenir sus consecuencias : súplicas, lá- 
grimas, desaliño en lo exterior, protección de 
los geies militares, los rodeos de la elocu^icia, 
todo lo usan los acusados y sus amigos. 

Estos medios surten muy buen efecto ; y he- 
mos visto al orador Aristofon alabarse de haber 
tenido contra sí setenta y cinco acusaciones de 
esta clase , y haber triunfado de todas. Sin em- 
bargo , como cada orador hace aprobar muchos 
decretos durante el tiempo de su administra- 
ción ; como le es esencial multiplicarlo's para 
mantener su crédito; como está cercado de 
enemigos , á quienes la envidia hace perspica- 
ces ; como es fácil hallar , ó por consecuencias 
remotas, ó por interpretaciones violentas, al- 
guna oposición entre sus dictámenes , su con- 

, * Guarro ciernas cincuenta libras (1,676 rs. vn.)- 



CAPITCLO XIV. 253 

ducta y la multitud de ley«g qm ñgéh , es oasi 
imposüile que tarde ó temprano oo llegue á ser 
victima de las acusaciones que continuffl»iente 
le amenazan. 

He dicho que las leyes de Atenas son muchas. 
Ademas de las de Bracon , que en parte subsis- 
ten, y las de Solón, que sirven de basa al dere- 
cho civil , se han introducido otras muchas na- 
cidas de las circunstancias, ó hechas adoptar 
por el crédito ée los oradores. 

En todo gobierno debería ser dificü suprimir 
imaley antigua, y establecer otra nueva; difi- 
cultad que debería ser mayor en un pueblo , que 
siendo á un mismo tiempo subdito y soberano , 
está siempre dispuesto á suavizar ó á sacudir el 
yugo que él mismo se impone. De tal manera 
habla Solón atado las manos al poder legislati- 
vo, que no podia tocar á los fundamentos de 
su legislación , sino con grandes precauciones. 

Un particular que propone la abrogación de 
una ley, debe al mismo tiempo sustituirle otra : 
ambas las presenta al senado , quien después de 
eiaminarlas con cuidado, ó desaprueba la mu- 
danza proyectada , tt ordena que sus oficiales 
den cuenta al pudilo-^i la asamblea general, 
destinada entre otras cosas al examen y revisión 
de las leyes que están en vigor, que es la que 
se celebra el dia once del primer mes del año. 
Sien efecto parece que la ley debe ser revoca- 



254 VIA«B D£ ÁNACABSIS. 

da y los pritanoB pasan el iiegocio ala asamUea, 
«pie se e^bra por Iq común diez y uneTe dias 
de^^es 9 y se nombran de antemano cineo ora- 
dores que deben defender en ella la ley gue se 
<|ttiere anidar. En egie intermedio se fila todos 
los días esta 1^9 y la 4ue^ debe reemplamiia , 
«n las estatuas que eslán á vista de todo el 
mundo. Cada partiieutar compara despacio las 
ventajas é inconvenientes de la una con los de 
la otra , lo cual es la materia de las conversa- 
cküíes ; y de esta suerte ^ voto público se for- 
ma par grados, y se. declara abiertamente en la 
asamblea indicada. 

Sin embargo nada puede la asamblea decidir 
todavía. Se nombran comisarios, algunas veces 
hasta mU y uno , con el nombre de legisladores, 
que todos deben haber tenido ¡daza entre los 
•heliastas, y forman un tribunal, ante el cual 
coflcqf^arecen el que hace la demanda contra la 
ley antigua , y los que la defienden, l^os comisa- 
rios tienen faculdad de abrogarla, sin recurrir 
nuevamente al pueblo : examinan después si la 
ley nueva es conveniente á las^cireimstancias, 
relativa á todos los ciiidadanos, y conábrme á 
las demás leyes ; y después dé estos prelimina- 
res la confirman por si mismos, ó la presentan 
al pueblo , quien le pone i coa sus votos , ^ sello 
de la autCNTidad. £1 orador que ha ocasionado 
esta mudanza , puede ser citado en justicia , no> 



CAPITULO XIV. á55 

por hébear hecho soprimir una ley ya kiutíl, siiio 
par haber introducido otra que puede ser per* 
judicial. 

Todas las leyes nuevas deben ser propuestas 
y examinadas de esta misma manera. Sin em- 
bargo 9 á pesar de todas las formalidades de que 
acabo de baMar > y á pesar de la obligación en 
«pie están ciertee magistrados de hacer todos 
los anos una exacta revisión de las leyes, insen- 
sibl^nente se ha introducido en el código un 
número tan grande de ellas , contradictorias y 
osmrasy que en estos últimos tiempos ha sido 
neoesaffio est^leoer una comisión particular 
para entresacmrlas; pero su trabajo nada ha pro- 
ducido ha^ ahora. 

Es un gnai bien que la naturaleza de la demo- 
cracia haya hecho necesarias las demoras y exá- 
menes en materia de legislación; pero es un 
grande mal el exigidas en muchas ocasiones 
que piden la mayor {Hrontitud. £n una monar- 
quía no se necesita mas que un momento para 
saber y ejecutar la voluntad del soberano: 
aquí es preciso consultar primeramente al sena- 
do; después convocar la asamblea del pueblo; 
luego que se instruya» que delibere , y que re- 
suelva. La ejecución lleva consigo todavía 
mayores lentitudes; y todas estas causas juntas 
retardan tanto el curso de los negocios, que el 
pueblo se ve algunas veces obligado á dejar la 



256 VIAGB DB ANACAASIS. 

dedsion al senado ; cuyo sacrificio le es penoso, 
porque teme que reviva una facción que le des- 
pojó en otro tiempo de su autoridad : tal es la 
de los partidarios de la aristocracia^ Todos ellos 
están abatidos en el dia ; pero por lo mismo 
mostrarían mas ardor en destruir un poder 
que los agobia y humilla. El pueblo los abor- 
rece mas , por cuanto los confunde con los ti- 
ranos. 

Hasta aquí hemos considerado el senado y el 
pueblo como únicamente ocupados en el objeto 
grande del gobierno ; pero hay que considerar- 
los también como dos especies de tribunales de 
justicia 9 adonde se presentan las denuncias de 
ciertos delitos; y lo que puede sorprender es, 
que si se exceptúan algunas cortas multas que 
impone el senado , las deftas causas , después 
del juicio del senado ó del pueblo, ó de los dos» 
uno después de otro , son , ó deben ser , remi- 
tidas á un tribunal que juzga definitivamente. 
He visto á un ciudadano, acusado de retener 
rentas públicas, condenado primero por el se- 
nado , después por los votos del pueblo, empa- 
tados durante un dia entero ; y en fin por dos 
tribunales, que juntos formaban el número de 
mil y un jueces. 

Se ha creido con razón que el poder ejecutivo, 
separado del legislativo, no debía ser un vil 
instrumento de esle ; pero no debo disimular 



CAPITULO X.IV. 257 

que en tiempos de lurbuleDcias y de corrupción 
esta ley sabia se ha violado mas de una vez , y 
ha habido oradores que han empeñado al pue- 
blo, á quien dirigían , á que se reservase ciertas 
causas, para privar de recurrir á los tribunales 
ordinarios á aquellos acusados á quienes que- 
rían perder *. 



* Apoyo este becbo eo el testimonio de Aristóteles, {De ñep., 
iib. IV. cap. IT. pág. S09,) que por pmdencia no nombra la repú- 
blica de Atenas; pero es patente que la designa en este lugar. 



CAPITULO XV. 



UB LOS HAGISTBADOS DE ATBRAS. 



En el violente choque de pasiones y deberes, 
que se manifiestan en todas partes donde hay 
hombres 9 y mas cuando son libres ^ y se creen 
independientes y es preciso que la autoridad, 
siempre armada para desterrar la licencia y vele 
sin cesar para descubrir sus pasos ; y como no 
siempre puede obrar por si misma , se hace for- 
zoso que muchas magistraturas la hagan pre- 
sente y temible á un mismo* tiempo en iodos los 
lugares. 



YIAGE DE ANACABflK» SÍ59 

Xántase el pueltfo en log eiiatio diaft últínioB 
del año para nombrar magistrados; y auaque 
por la ley de Arístides puede confarir oiagistra* 
turas al menor de lo8 Atenienses, casi siempre 
concede á los ciudadanos mas distinguidos, 
las que pueden influir en la salud del Estado. 
Decida sus voluntades ó por votos ó por 
suerte. 

Sonmu^^bas las plazas que entonces confiere. 
Los que las obtienen, deben sufrir un examen 
ante el tribunal délos heliastas; y como si esta 
pruebano fuese suficiente, se pregunta al pue- 
Uo en la primera asaoMea de cada mes , 6 pri- 
tania, si tiene alguna queja que dar contra sus 
magistrados. A las m^iores acusaci<Hies , los 
geíés de la asamblea recogen los votos ; y si son 
contrarios al acusado , se le destituye , y se le 
presenta ante un tribunal de justicia, que pro* 
Duncia definitivamente^ 

La primera y mas importante magistratura es 
la de los arcontes , que son nuev^ ciudadanos 
principales, encargados no secamente de la po- 
lícia, sino también de oir en primera instan- 
cía las denuncias púbfticas, y las quejas de los 
ciudadanos oprimidos. 

Dos exámenes sufridos, uno en el senado , y 
otro en el tribunal de los hetiastas, deben pre- 
ceder 6 seguirse iumediatamente á su nombra- 
miento.Entre otras condiciones se exige que sean 



260 yiAGB DE AHACAESIS. 

hijos Ó irietos de eiBdadai}ps,que bayan respeta- 
do siempre á sus padres , y que hayan militado 
por la patria. Después juran mantener las leyes, 
y no admitir presentes; cuyo juramento hacen 
sobre los originales de las leyes, que se conservan 
con un respeto religioso. Otro motivo hay que de- 
bería hacer este juramento mas inviolable ; y es 
que cuando espira su empleo, tienen esperanza de 
ser recibidos en el senado del areopago, después 
de otro examen, lo cual es el grado mas alto de 
fortuna para un alma virtuosa. 

Su persona, como la de todos los magistrados, 
debe ser sagrada. Cualquiera que los insultase de 
obra ó de palabra, cuando tienen sobre la cabeza 
una corona de mirto, símbolo de su dignidad, se- 
ría privado de la mayor parte de los privilegios 
de ciudadano, ó condenado apagar una multa; 
pero también es necesario que se grangeen por 
su conducta el respeto que se concede á su digni- 
dad. 

Cada uno de los tres primeros árcenles tiene 
un tribunal particular, donde juzga acompañado 
de dos asesores que él mismo elige. Los seis úl- 
timos, llamados tesmotetas, no forman mas que 
una misma y única jurisdicción. A estos diversos 
tribunales están cometidas diversas causas. 

Los arcontes tienen el derecho de elegir por 
suerte los jueces de los tribunales superiores. 
Tienen funciones y prerogativas que les son co^ 



CAMTVLO XV. 261 

munes> y otras que son privativas de uno solo. 
Por ejemplo, el primero, que se llama eponimo 
porque se pone su nombre á la cabeza de los ac- 
tos y decretos que se ei^piden durante el ano de 
su ejercicio, debe cuidar especialmente de las 
viudasy pnpüos; el segando, ó el rey, alejar de 
los misterios y de las ceremonias religiosas á los 
que están culpados de homicidio ; el tercero, ó 
el polemarco , ejercer una especie de jurisdicción 
sobre los extrángeros avecindados en Atenas. 
Todos tres presiden separadamente á ciertas fies- 
tas y juegos solemnes. Los seis últimos señalan 
los días en que han de juntarse los üibunales^ su- 
periores; roitdan de noche para mantener en la 
ciudad el sosiego y buen orden, y presiden la 
elección de varias magistraturas subalternas. 

Después de la'eleccion de tos arcontes se hace 
la de los estrategas ó generales del ejército ; de 
los hiparcos ó generales de caballería ; de los em-* 
pleados encargados de la recaudación y custodia 
<]e las rentas públicas; de los que ci]ddan del 
abasto de la ciudad ; de los que han de conservar 
los caminos; y de otros mucho& cuyas funcio- ' 
ííes son úaenos importantes. 

Algunas veces las tribus , juntas en virtud de 
lio decreto del pud)lo, eligen inspectores y te- 
coceros para reparar las obras públicas que ame- 
naza» ruina. Los magistrados de casi todos estos 
departamentos son diez; y como este gobierno 



262 VIAGE DE ANACAftSIS. 

camina naturalmente á la igualdad, se saca uno 
de cada tribu. 

imo de los estaMecimientos mas útiles en este 
género es un tribunal de cuentas» que se renueva 
cada año en la junta general del pueUo» y se 
compone de diez oficiales* Los arcontes, ios 
miembros del senado, los comandantes de las ga- 
leras, los embajadores, los areopagitas, bástalos 
ministros del altar, en una palabra , todos cuan- 
tos ban tenidoalguna comisión rdiativa ala admi- 
nistiraciim, deben presentarse allí , unos cuando 
cesan en sus empleos , otros en tiempos señala- 
dos ; estos para dar cuenta de las sumas que hao 
recibido, aquellos paura justificar sus operacio- 
nes, y otros en fin para manifestar únicamente 
que nada tienen que temer de la censura. 

Los que no quieren comparecer ^ no pueden 
ni testar, ni expatriarse , ni ocupar ima nueva 
magistratura, ni recibir del púWoo la corona 
que decreta ái los que le sirren con celo , fti^i* 
de que pueden también set delatados al senado 
ú á otros tribunales, que los nuiroan con las no- 
tas de infamia , aim mas tenúbles. 

En saliendo de su empleo, es permitido á todo 
ciudadano dendandarlos en justicia. Si la acusa- 
cionseyersa sobre peculado, tomaconocinueoto 
de eUa el tribunal de cuentas ; y si es tocaaite á 
otros orimenes , se renále la causa á los tri- 
bunales ordinaríoa 



CAPITULO XVI. 



bl LOS TBIBUNALBS DE JUSTICIA DB ATENAS. 



El derecho de proteger te inocencia no se 
adquiere aqai por el> nacimiento 6 las rique- 
zas, sino que es ün privilegio de todo ciuda- 
dano. Así como todos pueden asistir á la junta 
de la nación 9 y decidir de los intereses del Es- 
tado, asi también pueden dar sus votos en los 
trflHinides de joslioia , y ffirreglar los intereses 
de los particulares. La calidad de juez no viene 
pues á ser ni un cargo, ni una magistratura, sino 
una comisión pasagera, respetable por su ob- 



264 VlAiJE D£ AÑACABálS^ 

jeto , pero envilecida por los motivos que deter^^ 
minan á la mayor parte de los Atenienses á de- 
sempeñarla. £1 cebo de la ganancia los hace 
asiduos á los tribunales, como á la asamblea 
general. Se dan á cada lino tres óbolos* por cada 
sesión ; y esta leve retribución forma para el Es- 
tado una carga de cerca de ciento y cincuenta 
talentos**; porque el número de estos jueces eá 
inmenso, y asciende á unos seis mil. 

El ateniense que pasa de los treinta años, que 
ha vivido sin nota, y no es deudor al tesoro pú- 
blico, tiene las calidades necesarias para ejercer 
las funciones de justicia. La suerte decide to- 
dos los años cual es el tribunal á que deben 
asistir. 

Tal es el medio de proveer las plazas de los 
tribunales, entre los cuales se cuentan diez prin- 
cipales ; cuatro para los homicidios , y seis para 
las otras causas , tanto criminales como civiles. 
Uno de los primeros conoce del homicidio in- 
voluntario ; el segundo del cometido en caso de 



* Nueve sueldos {i rl. vn. y 23 mrs). 

** Ochocientas diez mil libras: (mas de tres millones de reales 
m.) Ved aqui el cálculo del Escoliador de Aristdfines. Dos meses 
estaitan dedicados á las fiestas, lios trttmates pues no estabao 
abiertos sino por diez meses, .ó trescientos dias. Cada dia se gas- 
taban diez y ocho mil óbolos , esto es , tres mil dracmas , ó medio 
talento, y por consiguiente quince talentos al mes, ó ciento y cíH' 
coenta al aSo. Samuel Petlt se opooe á este cálculo. 



CAPITULO XVI. 265 

lina justa defensa; el tercero del cometido por 
el que , desterrado antes de su patria por el mis- 
mo delito» no hubiese cumplido el decreto que 
le desterraba ; el cuarto , en fin , de la muerte 
ocasionada por la eaida de una piedra , de un 
árbol , ó por otros accidentes de la misma natu- 
raleza. En el capitulo siguiente se verá que el 
areopago conoce del homicidio premeditado. 

Tantas jurisdicciones para un mismo delito no 
prueban que sea actualmente mas común aquí 
que en otras partes y sino solamente que se ins- 
tituyeron en los siglos en que no se conocía otro 
derecho que la fuerza ; y en efecto, todas son de 
los tiempos heroicos. Se ignora el origen de los 
demás tribunales ; pero sin duda h debido es- 
tablecerse á proporción que , perfeccionándose 
las sociedades, ha tomado la astucia el lugar de 
la violencia. 

Estos diez tribunales soberanos, la mayor parte 
de ellos compuestos de quinientos jueces, y al- 
gunos de mas , no tienen por sí mismos activi- 
dad alguna , y los ponen en movimiento los 
nueve arcontes. Cada udo de estos magistrados 
lleva á él las causas , cuyo conocimiento ha to- 
mado, y preside Ínterin se ventilan. 

No podiendo concurrir sus asambleas con las 
del pueblo , porque unas y otras se componen 
casi de los mismos individuos , tocará los ar- 
contes señalar el tiempo de las primeras ; y 
II. n 



266 YIAGB DE ANACABSIS. 

ademas les pertenece elegir por suerte los jue- 
ces que deben asistir á estos diferentes tribuna- 
les. 

£1 mas célebre de todos es el de los heliastas , 
adonde se presentan todas las causas graves que 
interesan al Estado ó á los particulares. Hemos 
dicho arriba que ordinariamente se compone de 
quinientos jueces , y que hay ocasiones en que 
los magistrados ordenan á los demás tribunales el 
que se reúnan al de los heliastas, de manera que 
el número de jueces sube en ocasiones á seis miL 

Prometen bajo juramento juzgar conforme á 
las leyes y decretos del senado y del pueblo ; no 
recibir dádivas ; oír igualmente á las dos partes ; 
oponerse con todo su esfuerzo á los que hiciesen 
la menor tentativa contra la forma actual de go- 
bierno. Concluyese este juramento con impre- 
caciones terribles contra sí mismos y contra 
sus familias > después de añadir en él otras mu- 
chas cosas menos esenciales. 

Si yo quisiera en este capitulo y en los siguien- 
tes seguir los detalles de la jurisprudencia ate- 
niense , me perdería en senderos oscuros y pe- 
nosos ; pero á lo menos debo hablar de uu 
establecimiento que me ha parecido favorable 
á los litigantes de bueña fe. Cuarenta ministros 
subalternos recorren todos los años los lugares 
de la Ática 9 y tienen en ellos sus juzgados, es- 
tatuyera sobre ciertos actos de violencia , ter- 



CAPITULO XVI. 267 

minan los pleitos en que solo se trata de una 
corta suma, como de diez dracmas'^ alo mas , y 
remiten á arbitros las causas de mayor conside- 
ración. 

Estos arbitros son hombres de buena fama, y 
de edad de unos sesenta años , elegidos por 
suerte al fin del año , y sacados de cada tribu. 
Componen el número de cuarenta y cuatro. 

Las partes que no quieren exponerse á sufrir 
las lentitudes de la justicia ordinaria > ni á de- 
positar una cantidad de dinero antes del juicio, 
ni á pagar la multa señalada contra el acusador 
vencido , pueden poner sus intereses en manos 
de uno ó de muchos arbitros , que ellas mismas 
nombran , ó saca por suerte el arconte en su 
presencia. Cuando los nombran las mismas par- 
tes , hacetí juramento de estar á su decisión , 
y no pueden apelar : si los han recibido por 
suerte , les queda la via de la apelación ; y los 
arbitros , puestas las declaraciones de los testi- 
gos y todas las piezas del proceso en una caja 
que cuidan sellar , las remiten al arconte , quien 
envía la causa á uno de los tribunales supe- 
riores. 

Si á solicitación de una parte envía el arconte 
el negocio á arbitros sorteados, tiene la otra 
parte derecho , ó de reclamar contra lá incora- 

• Nueve libras (35 rs. vn. y 18 mrs.). 



S68 VIAGE DE ANACABSIS. 

petencia del tribunal , ó de alegar otras excep- 
ciones. 

Como los arbitros pudieran bailarse en el caso 
de tener que condenar parientes 6 amigos y y 
caer en la tentación de dar una sentencia injus- 
ta , se les ba proporcionado medios de remitir 
la causa á uno de los tribunales soberanos. Pu- 
diendo también dejarse corromper con dádivas, 
ó ceder á prevenciones particulares , la parte 
agraviada tiene derecbo de acusarlos al fin del 
año ante un tribunal , y obligarlos á justificar su 
sentencia; y como el temor de este examen 
podria retraerlos de cumplir sus funciones, la 
ley inü^a á todo arbitro sorteado, que no 
acepta su ministerio. 

La primera vez que oí bablar del juramento , 
no le creí necesario sino en las naciones bárba- 
ras, á las cuales costaria menos la mentira que 
el perjurio. Sin embarco be visto entre los Ate- 
nienses exigirle á los magistrados , á los sena- 
dores^ á los jueces , á los oradores , á los tes- 
tigos , al acusador tan interesado en violarle , 
al acusado á quien se le pone en la necesidad 
de faltar ó á su religión ó á si mismo. Pero he 
visto también que esta ceremonia augusta no 
era ya mas que una formalidad injuriosa á los 
dioses, inútil á la sociedad , y ofensiva á los que 
se obligan á sujetarse á ella. Llamado un día 
para testigo el filósofo Xenócrates ., hizo $u de^ 



CAPITULO XVI. 269 

claracion , y se acercó al altar para confirmarla. 
Avergonzárouse los jueces , y oponiéndose to- 
dos á que hiciese el juramento, tributaron ho- 
menage á la probidad de un testigo tan res- 
petable. ¿ Pues qué idea tenian de los demás? 

Los habitantes de las islas y de las ciudades 
sometidas á la república están obligados á lle- 
var sus negocios á los tribunales de Atenas, 
para ser juzgados en último recurso. El Estado 
se utiliza de los derechos que pagan al entrar 
en el puerto, y de los gastos que hacen en la 
ciudad. Hay otro motivo que los priva de la ven- 
taja de terminar en sus pueblos sus diferencias. 
Si tuvieran jurisdicciones supremas, no tendrían 
que solicitar mas que protección de sus goberoa- 
dores, y en una multitud de ocasiones podrían 
(^rimir á los partidarios de la democracia; en 
lugar de que , atrayéndolos aquí , se les obliga á 
abatirse ante este pueblo que los espera en los 
tribunales , y está demasiadamente propenso á 
medir la justicia que les hace , por los grados de 
afecto que profesan á su autoridad. 



va 



CAPITULO XVU. 



DEL ABEOPAGO. 



El senado del areopa^o es el mas antiguo , y 
' sin embargo es el mas íntegro de todos los tri- 
bunales de Atenas. Júntase algunas veces en el 
pórtico del Rey; mas por lo común sobre una 
colina poco distante de la cindadela , en una 
especie de sala , puesta al abrigo de las incle- 
mencias del aire, solamente por un techo rústico. 

Las pldzas de senadores son de por vida : su 
número es ilimitado. Son admitidos en él los 



VIAGE DE ANACARSIS. 271 

arcontes después del año de su ejercicio ; pero 
han de manifestar, en un examen solemne, que 
han cumplido las obligaciones de su empleo con 
tanto celo , como fidelidad. Si hay algunos tan 
diestros ó tan poderosos , que puedan en este 
examen eyadir ó evitar la severidad de los cen- 
sores , siendo ya areopagitas, no pueden resistir 
á la autoridad del ejemplo, y se ven precisados 
á parecer virtuosos, al modo que en ciertos 
cuerpos militares se ve todo individuo obligado 
amostrar valor. 

La reputación de que goza tantos siglos hace 
este tribunal, se funda en títulos que la tras- 
mitirán á los siglos venideros. La inocencia , 
obligada á comparecer ante él , se acerca sin 
miedo , y los culpados convencidos y condena- 
dos se retiran sin osar quejarse. 

Vela sobre la conducta de sus miembros , y 
los juzga sin parcialidad , á veces por faltas li- 
geras. Un senador fué castigado por haber aho- 
gado un pajarito que despavorido se habia refu- 
giado en su seno : y esto fué advertirle que un 
corazón desapiadado no debe disponer de la vi- 
da de los ciudadanos. Asi las decisiones de este 
tribunal se tienen por reglas no solamente de 
sabiduría , sino también de humanidad. He visto 
llevar á su presencia una muger acusada de en- 
venenadora, la cualliabia querido ganarse la 
afición de un hombre á quien adoraba , con una 



272 YIAGE DE AKACARSIS. 

bebida > que le mató, y la enviaron libre, porque 
era mas desgraciada que (delincuente *. 

Las demás juntas obtienen del pueblo, en 
premio de sus servicios , una corona y otras se- 
ñales de distinción. Esta de qué hablo , ni las 
pide , ni debe solicitarlas , y nada le distingue 
tanto, como no tener necesidad de distinciones. 
Guando se comenzaron á representar comedias, 
fué permitido á todos los Atenienses ejercitarse 
en este género de literatura; solamente fueron 
exceptuados los miembros del areopago. ¿ Y có- 
mo unos honobres tan graves en su porte , y tan 
austeros en sus costumbres , podrían emplearse 
en las frivolidades de la sociedad ? 

Su primer origen se atribuye al tiempo de 
Gécrope ; pero debe otro mas brillante á Solón, 
que le dio el encargo de velar sobre las costum- 
bres. Desde entonces conoció de todos los deli- 
tos , de todos los vicios y de todos los abusos. £1 
homicidio voluntario , el emponzoñamiento , el 



* Al hecho que dto en el texto, se puede aSadir otro que paió 
mucho después, en un siglo en que Atenas había perdido toda 
su gloria, Y el areopago conserraba la suya. €na muger de Si- 
cione, irritada dé que su segando marido, y un hjjo que tenia de 
él, hubiesen quitado la vida á otro hijo de grandes esperanzas que 
ella habla tenido del primer matrimonio, trató de darles Teneno- 
Citada ante muchos tribunales, ninguno se atrevió á condenarla 
. ni absolverla. Llevóse la causa al areopago y despuet de un largo 
examen, ordenó á las partes que volviesen á comparecer dentro 
de cien años. 



CAPITULO XVII. 273 

robo, los incendios 9 el libertinage, las noveda- 
des, sea en el sistema religioso, sea en la admi- 
nistración pública, excitaron alternativamente 
su vigilancia. Penetrando en lo interior de las 
casas , podia condenar como peligroso á todo 
ciudadano inútil, y como criminal todo gasto 
que no fuese proporcionado á sus medios. Como 
usaba de la mayor firmeza en castigar los crí- 
menes , y de la mayor circunspección en refor- 
mar las costumbres; como no echaba mano de 
los castigos , sino después de haber empleado 
los avisos y amenazas, se hizo amar ejerciendo 
el mas absoluto poder. 

La educación de la juventud fué el primer ob- 
jeto de sus cuidados. Mostraba á los hijos de los 
ciudadanos la carrera que tenían que andar, y 
les daba guias que los condujesen. Yiósele mu- 
chas veces aumentar con sus liberalidades la 
emulación de las tropas , y dar recompensas á 
los participares que cumplian en la oscuridad 
los deberes de su estado. Durante la guerra de 
los Persas puso tanto celo y cuidado en mante7 
ner las leyes, que dio mayor energía al gobierno. 

Esta institución , demasiado buena para durar 
mucho tiempo , no llegó á un siglo. Pericles em- 
prendió debilitar una autoridad que daba suje- 
ción á la suya. Por su desgracia lo logró, y 
desde aquel momento no hubo ya censores en 
el Estado , ó por mejor decir, lo llegaron á ser 

12. 



^7i VIAGE DE ANACARSiS. 

todos los ciudadanos. MidUplicáronse las déla- 
ciones,y recibieron las costumbres un golpe fatal. 

El areopago no ejerce ahora una jurisdicción 
propiamente tal , sino sobre heridas, homicidios 
premeditados y incendios, venenos, y algunos 
delitos menos graves. 

Guando se trata de una umerte vi(^enta,el 
segundo arconte hace la informadon , la lleva 
al areopago , se sienta con los jueces , y falla con 
ellos las penas que prescriben las leyes grabadas 
en una columna. 

Si se trata de un crimen que interesa al Estado 
ó á la religión , se limita su poder á instruir el 
proceso. Unas veces toma los informes por sí 
mismo; otras el pueblo junto le encomienda 
este cuidado. Terminado el proceso, se lee al 
pueblo sin cerrarle. Entonces el acusado puede 
producir nuevos medios de defensa , y el pueblo 
nombra oradores que pidan contra el acusado 
ante uno de los tribunales superiores. 

Los juicios del areopago son precedidos de 
ceremonias espantosas. Puestas las partes en 
medio de los restos sanguinosos de las víctimas, 
hacen un juramento , y le confirman con impre- 
caciones terribles contra sí mismas, y contra sus 
familias. Toman por testigos á las temibles Eu- 
ménides, las que en un templo inmediato, don- 
de son veneradas, parecen oir sus votos, y dis- 
ponerse para castigar á los perjnros. 



CAPITULO XVII. . 275 

Después de estos preliminares se ventila la 
causa. Solo la verdad tiene derecho para pre- 
sentarse aquí á los jueces. Temen estos la eIo> 
cuencia, tanto como la mentira. Los abogados 
deben desterrar rigurosamente de sus discursos 
los exordios, las peroraciones , las digresiones 
y adornos del estilo , y hasta el tono del senti- 
miento : este tono que inflama tanto la imagi- 
nación de los hombres , y que tanto poder tiene 
sobre las almas compasivas. En vano se pintaría 
la pasión en los gestos y en los ojos del orador ; 
pues el areopago tiene casi siempre de noche 
sus sesiones. 

Aclarada suficientemente la cuestión , ponen 
los jueces secretamente sus votos en dos urnas, 
una de las cuales se llama la de la muerte , y 
otra la de la misericordia. En caso de empate , 
un oficial subalterno añade en favor del acusado 
el voto de Minerva , que se llama asi , porque , 
según una tradición antigua, asistiendo esta 
diosa en el mismo tribunal al juicio de Orestes , 
dio su voto para desempatar á los jueces. 

En las ocasiones importantes, en que el pue- 
blo , animado por sus oradores , está á punto de 
tomar un partido contrario al bien del Estado , 
suelen los areopagitas presentarse á la junta , y 
calmar los ánimos , ya con sus luces, ya con sus 
súplicas. El pueblo qiie nada tiene ya que temer 
de su autoridad, y respeta todavía su sabiduría, 



276 / YUGE DE ANACABSIS. 

les deja algunas veces la libertad de rever sus 
propios juicios. Los hechos que voy á referir , 
han pasado en mi tiempo. 

Un ciudadano , desterrado de Atenas , se atre- 
vió á volver. Acusado ante el pueblo, creyó este 
que debia absolverle por la persuasión de un 
orador acreditado ; pero habiendo el areopago 
tomado conocimiento de este asunto, ordenó 
que se prendiese al reo, volvió á ponerle de 
nuevo ante el pueblo, y le hizo condenar. 

Tratándose de nombrar diputados para la 
asamblea de los anfictiones , entre los que el 
pueblo habia elegido, estaba el orador Esquines, 
cuya conducta habia dejado algunas sospechas 
en los ánimos. £1 areopago, á quien no hacia 
impresión el talento sin la probidad , informó 
de la conducta de Esquines , y fué de dictamen 
que el orador Hipérídes le parecia mas digno de 
una comisión tan honrosa. 

Es de admirar que el areopago , despojado de 
casi todas sus funciones , no haya perdido ni su 
reputación , ni su integridad ; y que aun en me- 
dio de su desgraciase lleve tras silos homesages 
del público. Citaré otro ejeniplo de ello, de que 
fui testigo. 

Habia ido el areopago á la asamblea general 
para decir su parecer sobre el jiroyecto de un 
ciudadano llamado Timarco, proscripto después 
por la coritipcion de sus costumbres. Autólico 



CAPULLO XVII. 277 

llevaba la voz á nombre de su cuerpo. Este se- 
nador, criado en la simplicidad de los tiempos 
antiguos , ignoraba el abuso indigno que se hace 
hoy de los términos mas usados én la conversa- 
ción. Se le escapó una palabra , que tomada en 
otro sentido que el natural, podia aludirá la 
vida licenciosa de Timarco. Aplaudieron con en- 
tusiasmo los asistentes, y Autólico manifestó mas 
severidad en su semblante. Pasado un momento 
de silencio, quiso continuar; pero el pueblo, 
dando á las expresiones mas inocentes una in- 
terpretación maliciosa, no cesaba de interrum- 
pirle con un rumor confuso y risas desentonadas. 
Entonces se levantó un ciudadano distinguido , 
y dijo á voces : « ¿Atenienses, no os avergonzáis 
« de abandonaros á tales excesos en presencia 
<( úe los areopagitas? » El pueblo respondió: 
que sabia el respeto debido á la magestad de 
este tribunal ; pero que habia ocasiones en que 
era imposible contenerse en los límites del res- 
peto, i Qué virtudes no eran necesarias para ar- 
raigar y mantener en los ánimos tan alta opi- 
nión ! i Y qué bienes no hubiera producido si se 
la hubiera sabido manejar I 



«E 



CAPITULO xvm. 



DE LAS AGDSACiONES T P0IIVA8 JUDICIALES DK 
LOS ATBNIBIÍSFS. 



••« *« *«■»• 



Lás Causas que tocan á los tribunales de jus- 
ticia , tienen poF objeto los delitos que interesau 
ó al Estado , ó ft los particulares. Si se trata de 
los primeros, todo ciudadano puede ser acusa- 
dor. Por lo que hace á los segundos, solo la per* 
sona agraviada tiene este derecho. En los pri- 
meros se sentencia por lo común á muerte : en 
los segundos no se trata mas que de indemniza- 
ciones y satisfacciones pecuniarias. 

En la democracia , mas que en todo otro go- 



VIAGE DE ANACARSIS. 279 

bienio , el daño que se hace al Estado, se mira 
como personal de cada ciudadano ; y la violencia 
contra un particular es un crimen contra el Es- 
tado. Aqiií no se contentan con atacar pública- 
mente á los traidores á la patria, á los impíos, 
sacrilegos é incendiarios ; sino que se puede per- 
seguir igualmente al general que no ha hecho lo 
que debia; al soldado que huye del alistamiento, 
6 deserta ; al embajador, al magistrado, al juez , 
al orador , que han prevaricado con su oficio; al 
particular que se ha entrometido en la clase de 
ciudadano sin las calidades requeridas, ó en la 
administración á pesar de los motivos que le 
exclnian; al que soborna á sus jueees, pervierte 
la juventud , guarda el celibato, maquina contra 
la vida ii honor de un ciudadano ; en fin todas las 
acciones que tienen por objeto especial el des- 
truir la naturaleza del gobierno , ó la seguridad 
de los ciudadanos. 

Las contestaciones suscitadas con motivo de 
una herencia , de un depósito violado , de una 
deuda incierta, de un daño recibido en la haL- 
cienda, y otras muchas que no tocan directa- 
mente al Estado, son materia de pi'ocesos entre 
los interesados. 

Las formas judiciales varían en algunos puntos, 
tanto por la diferencia de tribunales, cuanto por 
la de los delitos. NO me detendré mas que en las 
formalidades esenciales. 



:280 VI AGE DE ANACARSIS. 

Las acusaciones públicas se hacen algunas ve- 
ces ante el senado ó el pueblo , que después de 
un primer juicio cuida de remitirlas á uno de los 
tribunales superiores ; mas por lo comuu se di- 
rige el acusador á uno de los magistrados prin- 
cipales , que le hace sufrir un interrogatorio, y 
le pregunta si ha reflexionado bien lo que va á 
hacer; si está en disposición de probar; si no le 
seria mas ventajoso tener nuevas pruebas ; si 
tiene testigos; si quiere que se le proporcionen. 
Al mismo tiempo le advierte que debe obligarse 
conjuramento á seguir la acusación, y que queda 
infamado si quebranta el juramento. Después le 
indica el tribunal , y hace comparecer ai acusa- 
dor segunda vez en su presencia ; le reitera las 
mismas preguntas ; y si este último persiste, que- 
da fijada la denuncia hasta que los jueces pidan 
la causa. 

Entonces el acusado pone sus excepciones sa- 
cadas ó de un juicio anterior, ó de una larga 
prescripción , 6 de la incompetencia del tribu- 
nal. Puede obtener demoras , intentar una ac- 
ción contra su contrario , y hacer suspender por 
algún tiempo el juicio que teme. 

Después de estos preliminares, que no siem- 
pre tienen lugar , hacen las partes juramento de 
decir verdad, y comienzan ellas mismas á ven- 
tilar la causa ; y para aclararla, no se les concede 
mas que cierto tiempo que se mide por gotas de 



CAPITULO XVIII. 281 

agua que cae de un vaso. Los mas no dicen sino 
lo gue les han dictado secretamente bocas elo- 
cuentes. Después de haber hablado, pueden lla- 
mar en su socorro á oradores que han merecido 
su confianza, ó se interesan en su suerte. 

Los testigos llamados durante la litis hacen 
sus declaraciones en voz alta ; porque en el or- 
den criminal, como en el civil, es de ley que la 
instrucción sea pública. El acusador puede pedir 
que se dé tormento á los esclavos de la parte 
contraría. ¿Es concebible que se ejecute seme- 
jante barbaríe con unos hombres, cuya fidelidad 
no debería ser tentada, si son adictos á sus amos , 
y cuyo testimonio debe mirarse como sospe- 
choso , si tienen quejas de ellos ? En algunas 
ocasiones una de las partes presenta por si mis- 
ma sus esclavos á esta prueba cruel ; y se cree 
con derecho para hacerlo, porque puede. Algu- 
nas veces se niega á la demanda que se le hace, 
sea porque tema una deposición arrancada por 
la fuerza de los tormentos, sea porque da oidos á 
las voces de la humanidad ; mas entonces su de- 
tención da lugar á sospechas violentísimas, 
mientras la preocupación mas favorable para 
las partes , como también para los testigos , es 
cuando ofrecen , en prueba de lo que dicen, ha- 
cer juramento sobre la cabeza de sus hijos ó de 
sus padres. 

Observaremos de paso que no se puede orde- 



2d2 VIAGE D£ ÁNACABSIS. 

liar el tormento contra un ciudadano, sino en ca- 
sos extraordinarios. 

Guando se va á dar la sentencia, el magistrado 
que preside al tribunal distribuye á cada uno 
de los jueces una bola blanca para absolver , y 
otra negra para condenar. Un oficial les advierte 
que solamente se trata de decidir si el acusado 
es reo ó no , y luego van á echar sus votos en 
una caja. Si son mas las bolas negras , el gefe de 
los jueces traza una linea larga en una tablilla 
encerada que ven todos : si son mas las blan- 
cas, la linea es mas corta ; y si hay empate, queda 
absuelto el acusado. 

Cuando la pena está especificada por la ley, 
basta este primer juicio ; cuando solamente se 
indica en el pedimento del acusador , tiene el 
culpado la libertad de adjudicarse otra pena mas 
leve ; y esta nueva contestación se termina con 
un nuevo juicio , á que se procede inmediata- 
mente. 

El que habiendo intentado una acusación no 
la sigue , ó no logra la quinta parte de votos , es 
condenado comunmente á una multa de ibil 
dracmas*. Pero como no hay cosa mas fácil , ni 
mas peligrosa, que abusar de la religión, se de- 



* Novecientas libras : (3,352 rs. vn.) Esta catítid&á era grandí- 
sima cuando se Ms> la ley. ^ 



CAPITULO XVIII. 383 

creta en ciertas ocasiones la pena de muerte 
contra el hombre que acusa á otro de impiedad, 
sin poder convencerle. 

Las causas particulares siguen en muchos 
puntos los mismos trámites que las causas pú- 
blicas , y por lo común se llevan á los tribunales 
de los arcontes, quienes unas veces pronuncian 
la sentencia, de la que se puede apelar; y otras 
se contentan con tomar informes , y los presen-^ 
tan á los tribunales superiores. 

Hay causas que pueden seguirse en lo civil 
por una acusación particular, y en lo criminal 
por una acción pública. Tai es la del insulto he- 
cho á un ciudadano. Las leyes que han aten- 
dido á proveer á su seguridad, autorizan á to- 
dos los demás á denunciar públicamente al 
agresor ; pero dejan al ofendido la elección de 
la venganza, que puede limitarse á una suma 
de dinero , si entabla el asunto en lo civil , y 
puede llegar hasta la pena de muerte , si lo 
sigue en lo criminal. Muchas veces abusan los 
oradores de estas leyes , haciendo , con rodeos 
insidiosos, criminales los asuntos civiles. 

Ni es este el único peligro que tienen que te- 
mer los litigantes .Yo he visto á los jueces , dis- 
traídos mientras se leian los autos , perder de 
vista la cuestión, y dar sus votos á tientas; be 
visto algunos hombres poderosos por sus rique- 
zas insultar públicamente á los pobres , que no 



284 YIAGE DE ANACABSIS. 

se atrevían á pedir reparacioa de la ofensa; les 
he visto eternizar en cierto modo un proceso, lo- 
grando dilaciones sucesivas , y no permitir á los 
tribunales estatuir sobre sus crímenes , hasta 
ver resfriada enteramente la indignación públi- 
ca; les he visto presentarse á la audiencia con 
un séquito numeroso de testigos comprados y 
aun de gentes de bien, que por debilidad venían 
tras ellos , y los acreditaban con su presencia; 
en fin, les he visto armar los tribunales superio- 
res contra los jueces subalternos que no hablan 
querido prestarse á sus injusticias. 

A pesar de estos inconvenientes hay tantos 
medios de alejar un concurrente , 6 de vengarse 
de un enemigo; se juntan á las contestaciones 
particulares4antas acusacipnes públicas , que se 
puede afirmar con seguridad , que van mas cau- 
sas á los tribunales de Atenas, que á los del 
resto de la Grecia. Este abuso es inevitable en 
un Estado en que , para restablecer sus rentas 
públicas apuradas, no hay por lo común otro 
recurso , que facilitar las denuncias , y aprove- 
charse de las confiscaciones , que son su conse- 
cuencia : es inevitable en un Estado en que los 
ciudadanos, obligados á celarse mutuamente, 
teniendo continuamente. cargos que quitarse, 
empleos que disputarse, y cuentas que darse, 
llegan necesariamente á hacerse rivales, espías 
y censores unos de otros. Un enjambre de de- 



CAPITULO XVIII. 285 

latores , siempre odiados , pero temidos siem- 
pre , inflama estas guerras intestinas; siembran 
sospechas y desconfianzas en la sociedad , y re- 
cogen con audacia losi despojos de la gente acau- 
dalada , que ellos mismos han arruinado. A la 
yerdad tienen contra sí el rigor y severidad de 
las leyes , y el desprecio de las gentes virtuosas ; 
pero tienen en su favor aquel pretexto del bien 
público , que tantas veces sirve á la ambición y 
al odio; y aun todavía tienen una cosa mas 
fuerte , y es su insolencia. 

Los vicios de la democracia absoluta espantan 
menos á los Atenienses que á los extrangeros. 
La extrema libertad les parece un bien tan 
grande, que sacrifican á ella hasta su reposo. 
Por otra parte , si las delaciones públicas son 
motivo de terror para los unos, también son por 
lo común un espectáculo tanto mas halagüeño 
para todos , cuanto mas decidido es su gusto á 
las arterías y enredos del foro , á que se entre- 
gan con aquel ahínco que ponen en todo cuanto 
hacen. Su actividad se alimenta de las eternas 
y sutiles discusiones de sus intereses ; y acaso á 
este motivo , mas que á otro alguno , se debe 
atribuir aquella superioridad de penetración, y 
aquella elocuencia importuna , que distinguen á 
este pueblo de todos los demás. 



Capitulo m. 



DI Lqg DEUTOS T PB«IAS. 



Se han grabado algunas leyes penales en co- 
lumnas puestas cerca de los tribunales. Si seme- 
jantes monumentos pudiesen multiplicarse hasta 
el punto de ofrecer la escala exacta de todos los 
delitos y de las penas correspondientes , se ve- 
ría mas equidad en los juicios , y menos delitos 
en la sociedad. Pero en ninguna parte se ha in- 
tentado valuar cada falta en particular, y en to- 
das se oyen quejas de que el castigo de los 
culpados no sigue una regla uniforme. La j uris 



VIAGE DE ANACAR8IS. 287 

prudencia de Atenas suple en muchos casos el si- 
lencio de las leyes. Hemos dicho que, cuando es- 
tas no especifican la pena, se necesita un juicio 
primero para declarar al acusado reo y conven- 
cido de crimen , y un segundo para decretar el 
castigo que merece. En el intermedio de estos , 
preguntan los jueces al acusado á qué pena se 
condena ; pues se le permite elegir la mas suave , 
y la mas conforme á sus intereses , aunque el 
acusador haya propuesto la mas grande , y mas 
conforme á su odio. Los oradcH-es informan so- 
bre una y otra; y los jueces, haciendo en cierto 
modo el oficio de ári^itros , procuran conciliar 
las partes, y ponen la mayor proporción posible 
entre la culpa y el castigo. 

Todos los Atenienses están sujetos á las mis- 
mas penas ; todos pueden ser privados de la vida, 
de la libertad , de su patria , de sus bienes y 
de sus privilegios. Recorramos rápidamente es- 
tos varios artículos. 

Se castiga con pena de muerte el sacrilegio , 
la profanación de los misterios , los atentados 
contra la patria, y sobre todo contra la demo- 
cracia; á los desertores, á }os que entregan al 
enemigo una plaza, ó una galera , ó un destaca- 
mento de tropas ; en fin, todos los atentados que 
son directamente contra la religión, el gobierno, 
ó la vida de unparticular. 

Se sujeta á la misma pena el robo cometido de 



2Í8B VIAGE DE AJfACABSIS. 

día, cuando pasa de cincuenta dracmas* ; el robo 
nocturno » por leve que sea ; el que se hace en 
los baños, en los gimnasios, aun cuando la can- 
tidad sea muy pequeña. 

Por lo comuu se quita la vida á los reos con 
cuerda , hierro ú veneno ; algunas veces á palos , 
otras atrojándole al agua, ó en un pozo erizado 
de puntas corlantes para acelerar la muerte; 
porque es una especie de impiedad dejar morir 
de hambre aun á los criminales. 

Se detiene en la cárcel al ciudadano acusado 
de ciertos crímenes , hasta ser juzgado ; al que 
es condenado á muerte , hasta que se ejecute la 
sentencia; al deudor, hasta que haya pagado. 
Ciertos d^elitos se expian con muchos años, 6 con 
algunos dias de cárcel ; otros con cárcel perpe- 
tua. Hay casos en que los encarcelados se pue- 
den libertar dando fianzas; en otros los cargan 
de cadenas, que les quitan el uso de todos sus 
movimientos. 

El destierro es un castigo tanto mas riguroso 
para un ateniense, cuanto no halla en parte al- 
guna las comodidades y diversiones de su pa- 
tria , ni los recursos de la amistad pueden dulci- 
ficar su desgracia ; pues el ciudadano que le diese 
asilo , estaría sujeto á la misma pena. 

£sta proscripción se verifica en dos circuns- 

* Mai4e cuaronU y cíqco libras. (467 n. to.) 



CAPITULO \VL 3B9 

tancias notables : 1^ un hombre absuelto de una 
muerte involuntaria debe ausentarse por un año 
entero, y no volver á Atenas hasta baber dado 
satisfacción á los parientes del muerto» y ha- 
berse purificado con las ceremonias sagradas. 
a> Eltfue acusado ante el areopago de un homi-^ 
cidio premeditado desespera de su causa des- 
pués del primer juicio , puede » antes que los 
jueces pasen á votar » condenarse á destierro , y 
retirarse tranquilamente. Se confiscan sus bie- 
nes f y su persona queda segura » con tal que no 
se deje ver en territorio de la república y ni en 
las solemnidades de la Grecia ; pues en este caso 
es permitido, á todo ateniense acusarle en justi- 
cia f 6 matarle. Esto se funda en que un homicida 
no debe respirar el mismo aire , ni gozar de I91 
mismas ventajas que gozaba aquel á quien quité 
la vida. 

La parte mas considerable de las confiscacio- 
nes entra en el tesoro público y adonde van 
también las multas y después de separar el diez- 
mo p^ira el culto de Minerva , y una quincuagé- 
súna parte para el de algunas otras divinidades. 

La degradación priva al hombre de todos ó de 
parte de los derechos de ciudadano. Esta es una 
pena muy conforme al orden general de las co- 
sas ; porque es muy justo que el hombre sea for- 
zado á renunciar los privilegios.de que abusó. 
Esta es la pena qpie se puede proporcionar mas 
U. is 



290 VIAGE im AmACÁRSIg. 

fácilmente e^m el delito; pnes (fiíe puede gni« 
duarse segUD la naturaleza j número de los prí- 
vilegiog. Unas veces no permite al reo gyliir á la 
tribuna, asistir á la junta feneral, setitaree en- 
tre les senadores 6 los jueces; otras le prc^ibe 
la entrada en los templos, y toda participación 
de las cosas santas; alguna vez le protdbe pre- 
sentarse en la plaza publica, ó viajar á ciertos 
países; otras desojándole de todo , y hacién- 
dole morir civilmente , no le deja sino el peso de 
ima vida sin atractivo, y de una libertad sdn ejer- 
cicio. Esta es una pena gravísima, y muy salu- 
dable en una democracia ; porque los privilegios 
que se pierden por la degradación, so^ mas con- 
siderables y mas estimados que en ninguna otra 
parte , y asi nada hay mas vergonzoso que ha- 
darse bajo sus iguales. Entonces un particulares 
como un ciudadano destronado , que se deja en 
la sociedad para que sirva en eüa de escarmiento* 
No siempre Heva consigo la infamia esta inter- 
dicción. Un ateniense que se ha metido en la ea- 
ballería , sin habersufridoim examen , es casti- 
gado por no obedecer á las leyes ; pero no queda 
deshonrado, porque no faapeíjodicado á las eos- 
tumbres> Porima consecuencia necesaria se des- 
vanece esta nota , cuaoéo no permanece la 
cimsa. El deudor al tesoro púhilco pierde los 
derechos de ciudadano, pero los recupera en pa- 
gstntfo. Por la mlsiEía eottseeuencjia qo qs vergon- 



CAnTVLO XIX. ^1 

iKOso en los peligros grandes llamar al socorro de 
la patria á todos los ciudadanos suspendidos de 
sus funciones ; pero antes es preciso revocar el 
decreto que los condenaba; y esta revocación 
no puede haoorlá sk» un trfboMil compuesto 
de seis mil jueces , arreglándose las condiciones 
impuestas por el senado y el pueblo. 

Lra irregularidad de conducta y la depravación 
de costumbres imprimen otra nota que no pue- 
den borrar las leyes. Reuniendo sus fuerzas á las 
de la opinión pública > quitan al ciudadano que 
ha perdido la estimación de los demás, los re- 
cursos que hallaba en su estado. Así es que, 
alejando de los cargos púd&licos y de los empleos 
al que ha maltratado á sus padres, al que cobar- 
demente abandonó su puesto ó su escudo, le 
cubren públicamente de una infamia que le 
obliga á sentir el remordimiento. 



CAPITULO XX. 



COSTUMBRES Y V|DA CIVIL DE LOS ATENIENSCS, 



Al cantar el gallo , los habitanteis del campo 
entran en la ciudad con sus provisiones, ento- 
nando canciones antiguas. Al mismo tiempo se 
abren con estrépito las tiendas , y todos los Ate- 
nienses se ponen en moyimiento. Unos vuelven 
á las labores de su profesión, otros, y son mu- 
chísimos , se reparten por los diversos tribuna-' 
les, para ejercer allí las funciones de jueces. 

En el pueblo , como en el ejército , se hacen 
,«k>s comidas al dia; pero las gentes de cierto 



YIAGE DE ANACARSIS. 293 

orden se contentan con una > que toman al medio 
día , y la mayor parte de ellas amtes de ponerse el 
sol. Después del medio dia duermen un poco , 
ó juegan á la taba» á los dados y á juegos de 
comercio. 

Para el primer juego de estos usan de cuatro 
tabas, que presentan en cada una de sus caras 
uno de estos cuatro númei^os, uno, tres, cua- 
tro , seis. De sus combinaciones resultan treinta 
y cinco jugadas, á las que se dan los nombres 
de dioses, de principes, de héroes, etc. Unas 
hacen perder, y otras ganar. La mas favorable 
de todas es la que se llama de Venus , y es 
cuando las cuatro tabas presentan los cuatro 
números diferentes. 

También hay en el juego de dados jugadas fe- 
lices y desgraciadas; mas por lo común , sin pa- 
rarse en esta distinción , no se trata mas que de 
echar mayor punto que el contrario. Las parejas 
de seis es la jugada mejor. No se usan mas que 
tres dados para este juego; se les menea en un 
cubilete ; y para evitar todo fraude , se echan en 
un cilindro hueco, desde el cual corren por el 
tableo *. Algunas veces en lugar de tres dados 
usan de tres tabas. 

M . de Peiresc había adquirido un calendario antiguo adornado 
. oou diseñoe. En el mes de enero estaba representado un Jugador 
de dados , que tenia un cubilete en la mano, y ecbaba los dados 
sobre noi especie de rollo, poeslo al borde del tablero. 



294 YIAOE BB ANAGARSIS. 

Todo pende de Ift cMoaUdud em los dos juegos 
anteriores , y de la destreza del Jugador en él si- 
guiente. Sobre una tabla en que se foMi trazado 
lineas ó casas , se ordenan de cada lado damas 
ó peones de colores distintos. La habilidad con- 
siste eú sostener uno con otro 9 y comer los del 
conttsjorio , coando se separtm sin conocimiento , 
y encerrarle hasta el pmito que no pneda ade- 
lantar. Se le permite volver atrás cuando ha 
hecho una mala jugada*. 

Algunas veces se junta este úHinK) jaego con 
el de los dados. El jugador arregla la marcha de 
los peones ó de las damas por el námero que sa- 
ca. Bebe prever las jugadas que le son ventajosas 
ó funestas ; le toca aprovecharse de los favores 
de la suerte, 6 corregir sus caprichos. Este 
juego y el precedente piden muchas conüiina- 
dones : se les debe aprender desde la infancia; 
y algunos son tan diestros, que nadie se atreve 
á jugar con ellos , y se les dta por ejenpte. 

En los intervalos del día , prindpalflMite por 
la mañana antes del meiUo di», y por U tarde 
antes de comer, se va Alas orillas del iliso , y ai 
rededor de la ciudad, á dMratar de la porezá 
extrema del aire , y de las vistas ameuisinias 
que se ofrecen por todas partes; pero lo mas 



* Se presume que éste Juego tiene relación con el de damas ó 
ajedrez, y el sisniente con el del clMiquete. 



CAPITULO XX. 295 

comuD es irse á la plaza püMioa» que es el pa- 
rage mas coDcurrído de la oluftul. Gooio allí es 
donde se tienen eonranmente las asambleas ge«- 
nenies , y donde eslán el palacio del senado y 
el tribunal del primer arconte, casi todos van 
allá , ó por sus asuntos » ó por los de la repúbli- 
ca. Van muchos á ella también » porque necesi^ 
tan distraerse , y otros porque necesitan ocupar- 
se. La plaia. Ubre en ciertas lioras del embarazo 
del mercado , ofrece im campo libre á los que 
quieren gocar del espectáculo de la multitud » ó 
servir ellos mismos de espectáculo. 

Al rededcMT de la plaza están las tiendas de los 
perfumadores*, de los plateros, de los barbe- 
ros, etc., ]d>lertas para todos , en doiide se habla 
con estrépito de los intereses del Estado ; se trata 
de las anécdotas de las £uBllias , de los vicios y 
ridiculeces de los particulares. Del seno de estas 
asambleas, que un movimieato confuso separa 
y renueva sin cesar, salen mil tiros ingeniosos 
ó sangrientos contra los que se presentan en el 
paseo con un exterior desaliñado, ó contra los 
que no temen ostentar un fausto escandaloso ; 
porque este pueblo , burlón en extremo , usa de 
cierto chiste tanto mas temible, cuanto mas 
oaüta lleva la malignidad. En diferentes pórti** 

* En lagar de decir : ir á los perfninadores. se dec^ ir al per- 
fume, como ixMotroe decimos ir al calé. 



296 YIAGE DE ÁHÁCABSIS. 

eos que hay distribuidos por la ciudad y se halla 
algunas veces una compañía escogida y conver- 
saciones instructivas. Esta especie de concurren- 
cias debian multiplicarse entre los Atenienses ; 
porque su insaciable gusto á las novedades , 
consecuencia de la actividad de su espíritu , y de 
la ociosidad de su vida y les mueve á buscarse 
unos á otros. 

Este gusto tan vivo 9 que les ha hecho dar el 
nombre de bobos ó papamoscas, se aviva con 
furor en tiempo de guerra. Entonces es cuando 
en público y privadamente se versan sus con- 
versaciones sobre las expediciones militares ; 
cuando no se encuentran sin preguntarse con 
ahinco y qué novedades hay ; cuando se ven por 
todas partes enjambres de novelistas , trazar so- 
bre el suelo ó en la pared el mapa del pais , 
donde se halla el ejército; anunciar noticias 
favorables en voz alta, y las adversas al oído; 
recoger y abultar rumores que alegran extre- 
madamente la ciudad 9 ó la sumen en el mas ter- 
rible abatimiento. 

En tiempo de paz se ocupan los Atenienses en 
objetos mas dulces. Gomo la mayor parte de 
ellos llevan por sí i^us tierras, saden por la ma- 
ñana á caballo ; y después de haber dirigido las 
labores de sus esclavos , vuelven por la tarde á 
la ciudad. 

Algunas veces emplean sus ocios en la caza y 



CAPITULO XX. 297 

en los ejercicios del gimnasio. Ademas de los 
baños pi^UicoSy á que acude el pud>lo de tropel , 
y sirven de asilo á los pobres en el rigor del in- 
viemo 9 los particulares los tienen en sus casas. 
Su uso se les ha hecho tan necesario, que lo han 
introducido hasta en los navios. Se bañan algu- 
nas veces después del paseo , casi siempre antes 
de comer. Salen del baño perfumados de esencias, 
y estos olores se mezclan con los que perfuman 
con esmero sus vestidos » que tienen varios nom- 
bres , según la diferencia de forma y de color. 

Los mas se contentan con ponerse por encima 
una túnica que llega hasta media pierna, y un 
manto que los cubre casi del todo. No es decente 
sino entre gentes del campo , y sin educación^ 
levantar las diversas piezas del vestido mas ar- 
riba de las rodillas. 

Muchos andan descalzos; otros, sea en la ciu- 
dad, sea de viage , algunas veces en las proce- 
siones también , cubren la, cabeza con un som- 
brero grande con alas caldas. 

En el vestir deben los hombres proponerse la 
decencia, y las mugéres juntar á ella la elegancia 
y el gusto. Estas llevan , I® una túnica blanca que 
sujetan con botones sobre lo» hombros , y la ci- 
ñen bajo el pecho con un cinta ancha , que baja 
plegada en ondas hasta los pies : ^ un vestido 
mas corto, sujeto á la cintura con un ancho 
listón, terminado en la parte ii^eríor, del 

16. 



296 VIAG£ ÜC AKACAllSIS. 

mismo modo que la túnica > en hsnáns ó rayas de 
diversos colores , alguaas yeces con mangas cor- 
tas que solo cütyren ima |«rte del brazo : 3<» un 
manto que unas veces Uevaa recogido en íbrma 
de banda ; y otnts , desplefándose sobre el cuer- 
po , parece por «as eontomos líennosos no ha- 
berse hecbo sino para ditajarie. Mucbas veces 
llevan en su lugar un capotillo ligero. Cuando 
salen de casa, se echan un v^o sobre la cabeza. 
Las materias que mas usan los Atenienses para 
vestirse , son el Uno, el algodón , y sobre todo la 
lana. En otro tiempo era de lino la túnica , ahora 
es de algodón. El pueblo viste de un paño sin 
ningún tinte, que se puede volver á lavar. Las 
gentes ricas prefieren ios paños de colores, y 
estiman mas los que se tíñea de escarlata por 
medio de unos granitos encamados que se cogen 
en xm arbnsta; pero todavía quieren mas las 
tinturas de púrpura, softnre todo las que presen- 
tan un encamado muy mctáto que tira á vio- 
lado. 

Para el varano hacen vestidos muy lig^^s. £n 
invierno' usan algimos de un ropage que hacen 
traer áe Sardes, cuyo paño fabricado en Ecba- 
tana dé Media, está moteado con vedijas de 
lana , mny á propósito para ^rígar. 

Se Ten telas que reifea el brillo del oro ; otras 
en que trazan las mas hermosas flores con sus 
colores naturales ; pero estas no se gastan sino 



CAPITULO XX. 299 

en los vestidos que ponen á las estatuas de los 
dioses , ó para adornarse los actores en él teatro^ 
Las leyes mandan que se vistan con ellas las 
miigeres de mal vivir, para iNToliibirlas á las 
bonestas. 

Las Ateniensas se i^tan de negro las cejas > y 
dan á la cara con albayalde y mucho encarnado. 
Edian sobre el pelo, coronado de flores, un 
polvo de color amarillo ; y llevan un calzado mas 
alto ó mas bajo , según lo pide su estatura. 

Encerradas en sus aposentos, están privadas 
del i^cer de participar y de aumentar las diver- 
siones de las sociedades que sus esposos reúnen. 
La ley no les permite salir de dia , sino ^en cier- 
tas circunstancias , y de noche en caihruage , y 
con una hacha que las alumbre. Pei^o esta ley 
defectuosa , en cuanto no puede ser común á 
todos los estados , deja á las mugeres de la ínfi- 
ma clase en una libertad absoluta , y para las 
demás se ha reducido á una simple regla de 
decoro; regla que los asuntos urgentes ó leves 
pretextos hacen quebrantar todos los días. Por 
otra parte tien^ bastantes motivos legitimos 
para salir de su retiro. Gkrtas fiestas particula- 
res, pr<dábidas á los hombres , las reúnen mu- 
chas veces entre si: en las fiestas públicas asisten 
á los espectáculos , como tandnen á las ceremo- 
nias del templo. Pero en general no deben salir 
sino acompañadas de eunucos ó de esclavas 



300 YIAGE DE ANACARSIS. 

suyas, y algunas veces las alquilan para llevar 
un séquito mas numeroso. Si no se presentan 
con decencia ,, los magistrados que tienen el 
cargo de velar sobre ellas , las condenan á una 
multa grande , y hacen escribir su sentencia so- 
bre una tablilla que cuelgan en uno de los plá- 
tanos del paseo público. 

Algunas veces las indemnizan de la sujeción 
en que viven , ciertos testimonios de otra natu- 
raleza. Yo encontré un dia á la joven Leucipa ; 
cuyos atractivos nacientes, y desconocidos hasta 
entonces, brillaban al través de un velo que el 
viento levantaba de cuando en cuando. Volvía 
del templo de Geres con su madre y algunas es- 
clavas. La juventud de Atenas que la seguía, so- 
lamente la descubrió por un momento ; y á la ma- 
ñana siguiente leí sobre la puerta de su casa, en 
las esquinas de las caUes, sobre las cortezas de 
los árboles, en los parages mas concurridos, es- 
tas palabras trazadas por diversas manos: « Leu- 
(f cipa es hermosa: nada hay mas hermoso que 
c( Leuci{>a. » 

Los Atenienses eran antiguamente tan zelosos, 
que no permitían á sus mugeres asomarse á Jas 
ventanas. Después han conocido que esta seve- 
ridad extrema no servía mas que para aumen- 
mentar y acelerar el mal que querían evitar. 
Sin embargo no pueden recibir hombres en sus 
casas , cuando no están alli sus esposos; y si un 



CAPITULO XX. 304 

marido sorprendiese á so rival en el momento 
que este le deshonra, tendría derecho para qui- 
iarle la vida, ó de obligarle con tormentos á 
rescatarla ; pero no puede exigir mas que una 
multa decretada por los jueces , si la muger ha 
cedido únicamente á la fuerza. Se ha pensado , 
y con razón , que en estas ocasiones la violen- 
cia es menos peligrosa que la seducción. 

£1 primer rumor de una infidelidad de esta es- 
pecie no es el único castigo reservado á una mü« 
ger culpable y convencida. Se la repudia al ins- 
tante : las leyes la excluyen para siempre de 
las ceremonias religiosas ; y si se deja ver con un 
(rage afectado, todo el mundo tiene derecho de 
arrancarle sus adornos, romperle sus vestidos , 
y llenarla de oprobios. 

El marido , obligado á repudiar á su muger, 
debe dirigirse antes á un tribunal presidido por 
UDO de los principales magistrados. £1 mismo 
tribunal recibe las quejas de las mugeres que 
quieren separarse desús maridos. Aqui es donde, 
después de largas luchas entre los zelos y el 
amor, compareció en otro tiempo la esposa de 
Alcibiades, la virtuosa y sensibilísima Hipareta. 
Mientras con trémula mano presentaba el me- 
morial que contenia- sus quejas, llegó repenti- 
namente Alcibiades, y| tomándola del brazo, 
sin que ella hiciese la menor resistencia , atra- 
vesó con ella la plaza pública entre los aplausos 



3(12 TIAGE DE ANáCáBSIS. 

del pueblo^ y la lleró tmnquilaniente á sa casa, 
-^•as distracciones de este atemeose eran tan 
públicas 9 que Hipareta do perjudicaba ni á k 
reputación de su marido ^ ni á la suya» Pero en 
lo general las mugeres de cierto estado no se 
atreven á pedir divorcio ; y ya sea debilidad, ya 
soberbia 9 las mas de ellas quieren mas bien su- 
frir en secreto malos tratamientos , que liber- 
tarse de ellos por medio de un rompimiento que 
publicaría su desbonra y la de su marido. Es 
inútil advertir que el divorcio deja libertad de 
un segundo contrato. 

La severidad de las leyes no podria iq^gar en 
los corazones el deseo de agradar; y las pre- 
cauciones de los zelos no sirven sino para in- 
flamarlos. Las Ateniensas, apartadas de los asun- 
tos públicos por constitución del gobierno, é 
inclinadas al deleite por la influencia del clima, 
no tienen comunmente otra ambición , que la 
de ser amadas; otro cuidado, que el de su ves- 
tido ; ni otra virtud , que el temar de la úeshonn. 
Atentas por lo común ái cubrirse con la sombra 
del misterio, pocas de ellas se ban becbo lamo- 
sas por sus galanterías. 

Esta fama se queda para las cortesanas. Las 
leyes las protegen para corregir quizá algunos 
vicios mas odiosos; y las costumbres no se so- 
bresaltan bastante de los ultrajes que reciben : 
el abuso llega á términos de cbocar abiertamente 



<:APiTtLa \x. 303 

COA la decencia y la raeon. €na esposa no tiene 
otro destino que velar sobre los negocios interío* 
res de su casa, j perpetuar el nombre de una fa- 
milia» dando bijos á la república. Los jóvenes que 
entran en el mundo, los hombres de cierta edad» 
los magistrados , filósofos , y casi todos los que 
disfrutan una mediana renta , reservan sus com- 
placencias y atenciones para damas que man- 
tienen , con las que pasan una parte del dia, y de 
las cuales tienen k veces hijos que adoptan, y 
confunden con los legítimos. 

Algunas están criadas en el arte de seducir , 
por mugeres que reúnen el ejemplo á las lec- 
ciones; y se esmeran á porffa en excederá sus 
modelos. Los atractivos del rostro y de la juven- 
tud , las gracias afectuosas derramadas en sus 
personas , la elegancia del vestido , la reunión 
de la música , del bafle , y de todas las habilida- 
des agradables, un espíritu cultivado, dichos 
agudos , artificio de lengnage y de sentimiento... 
de todo esto y mas se valen para cautivar á sus 
adoradores. Tanto poder tienen algimas veces 
estos medios > que algunos disipan con ellas su 
hacienda y su honor , hasta que se ven abando- 
nados , para arrastrar el resto de su vida en el 
oprobio y airepentimiento. 

A pesar del imperio que tienen las cortesanas, 
no pueden dejarse ver en las calles con joyas 
preciosas : y los hombres que tienen empleos , 



304 YIAGE D£ ANACABSIS. 

uo se atreven á presentarse en público con 
ellas. 

Ademas de este escollo tienen los jóvenes que 
lamentarse del tiempo que pierden en aquellas 
casas fatales, donde se dan al juego, ó liay com- 
bates de gallos, que ocasionan de continuo 
grandes apuestas. Últimamente, tienen que te- 
mer las consecuencias mismas de su educación, 
cuyo espíritu no conocen. Apenas salen del gim- 
nasio, cuando animados del deseo de sobresalir 
en las carreras de carros y caballos , que se ha- 
cen en Atenas y en otras ciudades de la Grecia, 
se abandonan sin cautela á estos ejercicios. Tie- 
nen ricos equipages, mantienen un gran número 
de perros y caballos ; y estos gastos y juntos al 
fausto de sus vestidos, destruyen luego, entre 
sus manos, la herencia de sus padres. 

Comunmente se anda á pie, sea en la ciudad, 
sea en sus inmediaciones. Las gentes ricas usan 
de carros, ó de literas 9 cuyo uso no cesan de 
reprender y envidiar los otros ciudadanos : otras 
veces llevan detras un criado con un asiento de 
tijera, para poder sentarse en la plaza publica, 
y siempre que se cansan de pasear. Los hombres 
casi siempre llevan un bastón en la mano; las 
mugeres por lo común un parasol. Por la noche 
los alumbra^n criado, que lleva una hacha ador- 
nada con varios colores. 

A los primeros dias de mi llegada recorrí los 



CAPITULO XX. 305 

letreros 'puestos sobre las puertas de las casas. 
Sobre unas se lee : e$ia casa se vende : esta casa se 
almila. Sobre otras : casa de fulano : que no entre 
dentro cosa mala. No dejaba de ser penoso el sa- 
tisfacer esta curiosidad. En las calles principa- 
les se ve uno continuamente empujado , apreta- 
do, y atropellado por una multitud de gente dé 
ápie y de á caballo 9 de carreteros , de agua- 
doreSy de voceadores de edictos, de mendigos, 
de artesanos y de otras gentes del pueblo. Un 
dia que estaba yo con Diógenes , viendo unos 
perritos que babiap enseñado á hacer varias 
habilidades , uno de estos peones cargado 
con una grande viga, le tropezó con mucha 
fuerza, y le gritó : ; cuidado! Diógenes le res- 
pondió al momento: ¿quieres acaso darme otra 
vez? 

Si por la noche no va uno acompañado de al- 
gunos criados , corre peligro de que le roben los 
rateros, á pesar de la vigilancia de los magistra- 
dos, que tienen obligación de rondar de noche. 
La ciudad mantiene una guarnición de escitas 
para auxiliar con mano armada á estos magis- 
trados; para ejecutar las sentencias de los tri- 
bimales , y para conservar el orden en las asam- 
bleas generales, y en las ceremonias públicas. 
Estos escitas pronuncian el griego de una ma- 
nera tan bárbara, que hacen burla de ellos algu- 
nas veces en el teatro ; y son tan aficionados al 



306 VIAGB DE ANACARSIS. 

viaOy que p(H^ decir : beber cod exceso, se dice: 
beber como un escila. 

£1 pueblo es naturalmente frugal ; su aUmento 
principal consiste en salazoiies y legumbres. Los 
que no tienen con que vivir , ya por haber sido 
heridos en 4a guerra, ya porque las enfermeda- 
des les imposibilitan de trabajar , reciben todos 
los dias del tesoro público uno ó dos óbolos» que 
les concede la asamblea déla nación. De tiempo 
en tiempo examina el senado la lista de los que 
reciben este beneficio, y excluyen á los queja 
no tienen el mismo motivo de recibirle. Los po- 
bres encuentran también alivios á su miseria : á 
cada luna nueva ponen losricos en las encnicija- 
dasy en honra de la diosa Hécate y cosas de co- 
mer, que se permite al pueblo el llevárselas. 

Yo habia tomado una razón exacta del precio 
de los géneros comestibles ; pero la he perdido: 
solamente me acuerdo, que el precio ordinario 
del trigo , era cinco dracmas el medimno *. Un 
buey de primera calidad , valia unas ochenta 
dracmas**; un carnero la quinta parte de nn 



* Guateo libras y diez sueldot. Bando á ia draema diez y ocho 
sueldos, y al medimno poco menos de cuatro ¿megas fraooesas. 
nuestro sextario de trigo valdría cerca de trece libras nuestras : 
(el medimno griego era casi igual ála fanega castellana; y asi 
valdría «sta udos^4S rs. vn.) 

'* Cerca de setenta y dos libras. (268 rs. vb.) 



CAPITULO \%, 



307 



buey, esto eñ, cerca de diez y deis dracmas'', y 
un cordero diez dracmas'^^. 

Claro es que estos precios deben sabir en 
tiem]^ de eiscasez. Algunas veces faa subido el 
mediinm) de trigo desde cinco dracmas, que es su 
precio regular, hasta diez y seis ; y el de cebada 
hasta diez y ocho. Independientemente de esta 
causa pasagera , se habia observado cuando yo 
llegue á Atenas, que de setenta años acá se iban 
encareciendo poco á poco los géneros , y que 
particularmente el trigo valia entonces dos 
quintas partes mas» que en tiempo de la guerra 
del Peloponeso. 

No se hallan aqui cándales tan grandes como 
en la Persia ; y cuando he hablado de la opulen- 
cia y fausto de los Atenienses, no es sino con re- 
lación á los demás pueblos de la Grecia. Sin 
embargo, algunas fanrilias, aunque pocas, se han 



* Cerca de catorce Ubras y ocho sueldos (55 rs. vn.). 

** Nueve Ubras (3S rs. vn. y 4 8 mrs. )He dado en el texfo , el 
valor de algunos comestibles, según estaban en Atf*na« en tiempo 
deDemóstenes. En el deAristófanefi, cerca de sesenta anos antes, 
se halla lo siguiente : 

MONEIU. 





griega, 

3 óbol. 
12 min. 
20drac. 

Sdrac. 


francesa, 

98iiield. 

1080 libras. 

18 libras. 

718.4 9. 


española. 


Ujornal de wri artesano. 
Un cabaUo de montar, 
un manto, 
l'n calzado. 


1 ri. 23 m. 

4025 rs. 18 m. 

67 rs. 2 m. 

26 rs. 28 m. 



308 VIAGE DE ANACABSIS. 

enriquecido con el comercio: otras con las mi- 
nas que tienen en Laurío, monte de la Ática. Los 
demás ciudadanos creen gozar de una fortuna 
decente, cuando poseen en bienes raices quince 
ó veinte talentos'', y pueden dotar á sus hijas 
con cien minas ^'^. 

Aunque los Atenienses tienen el defecto insu- 
frible de dar crédito á la calumnia antes de aye- 



* El talento valia cinco mil y cuatrocientas libras (20.117 rs. 
vn.) 

** Nueve mil libras (35,529 rs. va. ylS mrs. ) 

* El padre de Demóstenes. tenia fama de rico ; sin embargo no 
dejó á su hijo mas que unos catorce talentos, cerca de setenta y 
cinco mil y seiscientas Ubras, (284.647 r8.Tn). Yed aqm' coales 
eran los efectos principales de esta herencia. 

f o Una fábrica de espadas, en que trabajaban treinta esclavos. 
Dos ó tres, que eran los maestros, vallan cada uno cinco ó seis- 
cientas dracmas ó cerca de quinientas libras . (cerca de 2.000 rs. 
vn.) : los otros á lóamenos trescientas dracmas. ó doscientas se- 
tenta libras (unos 1,000 rs. vn ) : daban al año treinta minas. 
ó dos mil setecientas libras ( 40,058 rs. vn.) libres. 2P una fa- 
brica de camas que ocupaba veinte esclavos, los que valian 
cuarenta minas, ó tres mil y seiscientas libras 45,444 rs. vn.); 
daban al año doce minas , ó mil y ochenta libras (4,025 rs. vn.) 
5" En marfil, bronce y madera , ochenta minas, ó siete mil dos^ 
cientas libras (28,825 rs. vn.). El marfil servia ya para los pies de 
las camas, ya para los puños y vainas de las espadas. 4 En agalla 
y cobre, setenta minas , 6 (>eis mil trescientas libras (25,470 rs. 
vn. , 5" Casa, treinta minas, ó dos mil setecientas libras (40,038 
rs. vn.). 6** Muebles, vasos, copas, joyas de oro. ropas, y tocador 
de la madre de Demóstenes , cien minas , ó nueve mil libras 
(55,829 rs. vn.). 7° Dinero prestado ó puesto en giro, etc. 



CAt»ITULO XX. 309 

rigpuarla, no son malos sino por ligereza ; y ordi-» 
nariamente se dice , que cuando son buenos lo 
son mas que los otros Griegos, porque su bondad 
no es una virtud de educación. 

El pueblo es aquí mas vocinglero que en otras 
partes. En la primera clase de ciudadanos reinan 
aquel decoro que da á entender, que el hombre 
se estima á si mismo , y aquella urbanidad que 
hace creer que estima á los demás. La buena 
compañía exige decencia en las expresiones y 
en el exterior : sabe proporcionar al tiempo y á 
las personas, las consideraciones para agasajarse 
mutuamente, y mira un paso afectado ó precipi- 
tado como i^eñal de vanidad ó ligereza; un tono 
áspera, sentencioso, y muy elevado, como 
prueba de mala educación ó de rusticidad. Con- 
dena también los caprichos del humor, el celo 
afectado , el recibimiento desdeñoso , y el deseo 
de la singularidad. 

Exige también cierta docilidad de Costumbres, 
igualmente distante de aquella condescendencia 
que lo aprueba todo, y de aquella austeridad en^ 
fadosa que no aprueba cosa alguna. Pero lo que 
mas la caracteriza es cierta jovialidad fina y li- 
gera, que reúne la decencia á la libertad ; que es 
preciso S9i)er perdonar á los demás, y hacerse 
pei«doiiar á si mismo; que pocos saben usar y en- 
tender. Consiste... No, no lo diré. Los que lá co^ 
aocMi. me entienden Uen, y los que no, nunca 



310 VIAGG Dfi ANACARSIS« 

me entenderán. Ahora le dan el nomlure de maná 
y destreza, porque el ingenio no debe brillar en 
ella sino en favor de los demás, y que lanzando 
tiros, debe divertir y no ofender: se la confunde 
comunmente con la sátira , con las simplezas , ó 
la bufonería, porque cada sociedad tiene su tono 
peculiar. £1 de la buena compañía se ha formado 
casi en nuestros dias; y para convencerse de 
esto , basta comparsa el teatro antiguo con el 
moderno. No hay todavía medio siglo que las 
comedias estaban llenas de injurias groseros, y 
de obscenidades escandalosas , que en el día 
no serian toleradas en boca de los actores. 

Hay en esta ciudad muchas sociedades, cuyos 
miembros se obligan á ayudarse unos á otros. Si 
uno de ellos es acusado ante la justicia, 6 le aco- 
san sus acreedores, entonces implora el favor de 
sus asociados. En el primer caso le acompañan 
al tribuna] ; y cuando son requeridos , le sirven 
de abogados ó de testigos : en el segundo le ade- 
lantan los caudales necesarios sin exigir el me- 
npr interés , y no le señalan otro término para 
la paga, mas que el de reciqierar su caudaló se 
crédito. Si pudiendo cumplir, no k> bace, no 
puede ser acusado ante la justicia, pero queda 
deshonrado. Se juntan algunas veces, y estre- 
chan su unión con convites , en que rekia la li* 
bertad. Estas asociaciones , formadas en otro 
tiempo por motivos nobles y generosos, no se 



CÁt»ITÜLO XX. 311 

fiatftifenen hoy dia mas que por la injiisticia y el 
Ínteres. Los rido» se mezclan en ellas con los po^ 
brea, para «npeñarlos en perjurar en favor suyo : 
el poiNPe con los ricos, para tener algún derecho 
á SB protección. 

Bntre estas sociedades se ha establecido una, 
cuyo oléete ilnico es recoger todas las especies 
de ridiculeces , y divertirse con chanzas y joco- 
sidades. Son sesenta, todos gentes de buen hianor 
y de üleHto. Se jtuitan de tiempo en tienq[>o en 
el templo de Hércules, para pronunciar allí 
decretos en presencia de un montón de tes^ 
tigos, atraídos por la singularidad del espec- 
táculo. Nunca los reveses del Estado han inter- 
rumpido sus juntas. 

Dos especies de ridículo, entre otras cosas, muí" 
tiplican los decretos de este tribunal. Se hallan 
aquí gentesque llevan al exceso la elegancia ática, 
y otras la sencillez esparciata. Los primeros cui- 
dan de afeitarse á menudo, de mudar vestidos 
continuamente, de hacer brillar el esmalte de sus 
dientes , y de perfumarse. Llevan adornos en las 
orejas, cañas torcidas en las manos, y zapatos á la 
Alcibiades. Estos son una especie de calzado que 
inventó Alcibiades, y cuyo uso dura todavía entre 
los jóvenesque gustan de adornarse. Los segundos 
afectan las costumbres lacedemonias, y por esto 
son tachados de laconomania. Llevan los cabellos 
sueltos confusamente sobre los hombros ; se ha- 



312 VIAGE DE ANACABSIS. 

cen reparables por un manto tosco » un caLeado 
sencillo, una barba larga , un palo grueso» una 
marcba. lenta , y si puedo decirlo, por todo el 
aparato de la modestia. Los conatos de los pri- 
meros, ceñidos á llevarse la atendon, chocan 
todavía menos que los de los segundos , que 
van directamente contra nuestra estimación. 
He oido á gentes de talento tratar.de insolencia 
esta afectada sencillez, y ciertamente tenian ra- 
zón. Toda pretensión es una usurpación ; porque 
nosotros tenemos por pretensiones los derechos 
de los demás. \ 



CAPITULO ZXI* 



¡ U mUMÍOH, M LOS miVimOS SAQ1AD06, y DB LOS l>Br?in> 
PAUB DBLVret COIfTBA LA MUttlON. 



Aquí solo se trata de la religioa dominante ; 
y en otro lugar referiremos las opiniones de los 
filósoftM acerca de la divinidad. 

El cidto público se ñmda eú esta ley: a hon- 
a rad ^1 páWeo j privadamente á los ifioses 
«já ios* héroes del pais. Ofrézcales cada uno to- 
« dos los aik>s las primicias de sus cósecbas , se- 
a gnn SUS facultades y los ritos estiá>leoidos. » 

DtBde losüempos mas remotos se habían mul- 
ii|>licado entre los Atenienses los objetos del 
II. 44 



314 VIAGE DE ANACAftSIS. 

culto. Recibieron de los Egipcios las doce prin- 
cipales divinidades ; y las demás , de los Libios 
y de otros pueblos. Después se prohibió con pena 
de muerte ad^^lic cultor «siranfefos sin im de- 
creto del areopago , solicitado por los oradores 
públicos. Hace un siglo que habiéndose hecho 
mas condescendiente este tribunal , han hecho 
una in'upciou en la Ática los dioses de Tracia 
y de Frigia > y de algiraas otras naciones bárba- 
ras , y se han sostenido con brillantez , á pesar 
de las burlas que resuenan en el teatro contra es- 
tas raras divinidades , y contra las ceremonias 
nocturnas celebradas en su honor. 

Antiguamente fué una institución muy bella 
consagrar con monumentos y fiestas la memo- 
ria de los reyes y de los particulares, que hablan 
hecho grandes servicios ala humanidad. Este es 
el origen de la veneración profunda que se con- 
serva á los héroes. Los Atenienses cuentan en 
este número á feseo, priaier autor de su. liber- 
tad; k Erecteo» uqo de &iis aatíisuos reye»i á 
los que merecieron dar sus nonsbre^ á las «liez 
tribus , y á oisoa también» entre quienes es 
preciso distinguir ^ Hén^ides , que so pone ya 
en la dase de lofi^ héroes , ya en la de loa dioses. 

£1 cidto de lo» héroes se distingiie esencial- 
mente dd de los dioaes > ianto por el ob$eto qiie 
se propoae, ensmM> por laa ceremoniaa q«e se 
practioaou ios Griegos sq posteaa aale la divi- 



CAPITULO XXI, 315 

Rídftd para reconocer su depeod^ueia , implorar 
su protección^ d iarie gracias por sus beneficios^ 
Consagran tenaptos, aliares, bosgues, y cele^ 
bran fiestas y juegos en honor de los héroes, para 
etorukar sos nombres « y recordar aus ejemplos. 
Se queman perfumea é inciensos sobre sus alta- 
res , al núsmo tiempo que sobre sus sepulcros se 
derraman libaciones destinadas á procurar des^ 
canso á sus aknas. Así , los sacrificios que se les 
hacen para honrarlos , no van propiamente ha* 
blando dirigidos sino á los diosea de los infier-* 
nos. 

En los misterios de Eleusis, de Baco, y de algu- 
nas otras divittiéadesse ensenan dogmas secretos. 
Pero la religton dominante consiste enteramente 
en lo exterior. No presenta ningún cuerpo de 
doctrina, ninguna inatruccion^ública; ni hay una 
estrecha obligación de participar del culto es- 
tablecido en dias señalados. En cuanto á la 
creencia , basta parecer p^snadido de que exis- 
ten los dioses , y que recompensan la virtud , 
sea en esta vida , sea en la otra; en cuanto á la 
práctica basta hacer de cuando en cuando al- 
gunos actos de religión, como por «jemf^o, ir á 
los templos en las ieslas si^emoes, y presentar 
sos ofrendas eir los sdtwes piUicos. 

Wt paeUo cree que lapiedad coniste única- 
menteen la oración , en los sacrificios y en las 
purücaciones. 



316 VIAGB DE ANACABSI$. 

: Los particalares dirígen á los dioses sus ora- 
eíones al comenzarima obra. Oran también por 
la mañana , por la tarde, al salir y al ponerse el 
sol y la luna. Alguna vez van al templo con los 
ojos bajos , y un aire de reco^miento , presen- 
tándose en actitud de suplicantes. Los hombres 
prodigan á los dioses , al acercarse á los altares, 
todas las muestras de respeto, de temor y de 
lisonja que los cortesanos tributan á los sobe- 
ranos al acerearSiO al trono. Besan la tierra, oran 
de pie, de rodillas, postrados, teniendo ramos 
en las manos, que levantan hacia el cielo, olas 
tienden hacia la estatua del dios, despoes de 
haberlos llevado á la boca. Si la ofreíida se dirige 
á los dioses infernales , eatoiieés acostumbran 
dar golpes en el suele con los pies ó con las 
manos, á fin de llamarles la atención. 

Algunos pronuncian en voz bajá sus oracio- 
nes. Pitágoras quería que se dijesen en voz alta, 
á fin de no p^ir cosa de que hubiera que aver- 
gonzarse. En efecto , la mejor regla de todas se- 
ria hablar á los dioseí» como si se estuviera en 
la plresencia de los hombros, y á los hombres 
como si se estufera delante de los dioses. 

En las selemniéiáles públicas , los Atenienses 
pronuncian en común sus votos por la prosperi^ 
dad del Estado, y por la de los aliados, algunas 
veces por la conservación de los fititos de la 
tierra, y por la lluvia ó buen tiempo f y otras ve- 



CAPITULO XXI. 317 

ees para (pie Josidioses los libren del Itambre 6 
de la peste. 

JHiM^s veces me sorprendió -la magestad de 
las ceremonias. El espectáculo es pomposo. La 
plaza que¡»-ecede al templo, y los pórticos que 
le rodean^, est^n Henos de gente. Los sacerdotes 
se adelantan bajo del vestíbulo; cerca del altar. 
I>esp«es que el que oficia ha dicho con voz so- 
nora : a hagamos las libaciones y oremos , » uno 
de los ministros subalternos, para exigir de los 
asistenles la confesi(»i de sus disposiciones san- 
tas, pregunta : ce ¿ quiénes son los que compo- 
a nen esta asamblea? -*- Gentes hontadas, res- 
<i ponden á una.-— Pues silencio, añade. » Enton- 
ces se rezan oraciones adecuadas á las circuns- 
tancias. De^ues los coros de niños cantan him- 
nos sagrados, con voces tan afectuosas, y tan 
bien ayudadas por el talento del poeta, atento 
á escoger asuntos qae niuevan, que la mayor 
parte de ios a^stentes derraman lágrimas. Mas 
por lo común los cánticos religiosos son briUan- 
tes, y mas propios para causar alegría que trís^^ 
teza. Esta es la impresión que se recibe en la» 
fiestas de Baco , cuando uno de los ministros di- 
ce ea alta vos : a iavocad al dio»; » y lodos entot 
nan.al instante )au cántico que empieza :<( ¡ ó hi- 
cr jo de Semíelel ) ó Baco, autor de k^ riquezas ! j>^ 

Los particulares caasim al cielo con votos in« 
discretos, pidiéndole ^ou ahinco que lesconce*- 



318 VIAGE DE AUTACABSIS. 

da cuanto puede servir á «u ambición 6 á sus 
placeres. Estas oraciones son miradas como 
blasfemias por algunos fll^^ofos, quienes persua- 
didos á que los hombres no conocen bien lo que 
les importa, querrían que únicameule se alu-^ 
viesen á la bondad de los dioses, ó á lo menos, 
que no les dirigiesen mas que esta especie de 
fórmula, escrita enimade las obras de u» poeta 
antiguo : a vos que sois el rey del cielo , eonce- 
a dednos lo que nos es útil, ya lo pidamos, ya no 
(Y lo pidamos ; y negadnos lo que nos es dañoso, 
(( aun cuando os lo pidamos. » 

En otro tiempo no se presentaba á los dioses 
otra cosa que los frutos de la tiara ; y todavf a se 
bailan en la Grecia muchos altares, en que no 
es permitido sacrificar victimas. hoB sacrificios 
sangrientos se introdujeron con dificultad* El 
hombre se horrorizaba de meter el cuchillo en 
el seno de un animal destinado á la labranza , y 
hecho el compañero de sus trabajos : una ley ex- 
presa se lo prohibía con pena de muerte ; y el 
oso general le obligaba á id»stenerse de la carne 
de los animales. 

£1 respeto que se tenia á las tradieloaes anti- 
guas, está atestiguado por una ceremonia que se 
renueva todos ios añ^s. En una fiesta consagra- 
da á JUpiter, se ponen ofrendas ¿obreunalt«r» 
y por cerca de ék hacen pasar algu&os bueyes; y 
de ellos debe -ser kimolado el que to^ie estaa 



CAPITULO XXI. 319 

ofrendas. Varías doncellas j6venes Ueyan agiia 
en anos vasos» y los ndnistros d^ dios los ins* 
Uinnentos del saerfficio. Apenas dan el golpe A 
la Tictima» caando el yietimario, lleno de hor- 
ror , deja caer el hacha» j se pone en ftiga. Sin 
emhargOy sus oómpMces comen de la vícUma , 
cosen el pell^o» lo llenaQ de paja, aneen al ara* 
do esta É^iura informe » y van k justificarse ant(* 
los jueces, 4|ue los han citado & su trityanal. Las 
joveocitas que llevaron el agua para agosar los 
instrumentos, echan 2a culpa á los que en efecto 
los' afilaron; estos áltimos á los que degolla- 
ron la victima, y estos k los instrumentos, que 
son condenados j echados al mar, como autores 
de la muerte. 

Esta ceremonia misteriosa viene de la mas re<* 
mota antigüedad, y recuerda un suceso que pa- 
só en tiempo de Erecteo. Habiendo puesto un 
labrador su ofrenda sobre el altar, mató á un 
buey que habia comido parte de ella ; piisose 
en fuga, y formaron causa al hacha. 

Guando los hombres se alimentaban de los 
frutos de la tierra, cuidaban de reservar una 
parte para los dioses. Lo mismo practicaron 
cuando comenzaron á alimentarse con carne de 
animales ; y acaso vienen de aqui los sacrificios 
saagrieatos, que en realidad no son mas que co-» 
midas destinadas álos dioses» y de las cuales se 
hacia partictpanles k los asistentes. 



320 VI AGE DE ANACABSIS. 

£1 conoeioQiieDta de iiñ montón ^e prái^icas y 
menudencias constituye la ciencia de los sacer- 
dotes. Ya se derrama agiia sotnre el altar, ó so- 
bre la cabeza de la tí ctima; ya miel ó aceite. Mas 
comunmente se la roda con vino» y enioncesse 
queman sobre el altar palos de idguera, de mir- 
to ó de vid. No exige menos atención el escoger 
la victima. No debe tener mancha, ni defecto, ni 
enfermedad séguua; pero no todos los animales 
son igualmente aptos para el sacrificio. Al prin- 
cipio no se ofrecían sino los animales que ser^ 
vián de alimento , como el buey , la oveja, la 
cabra , el cerdo , etc. Después se sacrificaron 
cábidyk>s al sol, ciervos á Diana , y perros á 
Hécate. Cada pais y cada templo tiene sus usos. 
£1 odio y el favor de los dioses son igualmente 
dañosos á los animales que les están consa- 
grados. 

¿ Y por qué se pone sobre la cabeza de la víc- 
tima una torta amasada con harina de cebada y 
sal ; le arrancan el pelo de la frente, y la echan 
en el fuego ? ¿ Por qué le queman las piernas con 
leña hendida? 

Cuando, yo instaba á los ministros de los tem- 
plos á que me explicasen estos ritos, me respon- 
dían, como lo hizo un sacerdote de Tebas, á 
quien pregunté, ¿ por qué los de Beocia ofrecían 
anguilas á los dioses ? (< Nosotros observamos , 
« me respondió este, las costumbres de nuestros 



CAPITULO XXI* 321 

«padres, sm oreemos oh\\g?4m á justifiearlos 
a ante los extrangeros. x> 

La víctiniase reparte éntrelos dioses» los sa- 
cerdoteSy y los qiiela ofrecen. Las llamas devo- 
ran la parte de los dioses: la de los sacerdotes 
es parte de su renta : la tercera sirve de pretexto 
á los que la reciben» para convidar á sus = ami- 
gos. Queriendo algunos ostentar su opulencia , 
intentan distinguirse con sacrificios pomposos. 
He visto alguno, que después de haber sacrifi- 
cado un buey, adornaba con flores y cintas la 
parte anterior de su cabeza, y la colgaba á su 
puerta. Gomo el sacrificio del buey es el mas 
apreciado, los pobres hacen tortas pequeñas df 
la figura de este anin>al , y los sacerdotes tienen 
á bien contentarse con esta ofrenda. 

Con tal violencia domina la superstición en 
nuestro espíritu, que hizo feroz al pueblo, mas 
benigno de la tierra. En otro tiempo eran muy 
frecuentes eutr^ los Griegos los sacrificios huma- 
nos : lo eran casi entre todos los pueblos, y lo 
son todavia entre algunos. Cesaron por fin/pues 
que las crueldades absurdas ceden tarde 6 tenn 
prano á. la naturaleza y á la rsax^. Lo que dura- 
rá mas tiempo , es 1^ ciega conftan^a que se tie- 
ne en los actos exteriores de religión* Los bom-- 
bres iníustos, los malvados misBios, osan lisptph 
jearsede que corrowi^rdQ álos^^ose^eo^ diH 
]ies,y los pngiiaaráaow la/i:^^ier)oridail^S;dci 



3^ VIAGE DE ANACAfiSlS. 

la piedad. En vano lerantan el grito los filósofos 
conüaun error tan peligrogo;y siempre será 
aprecialile ala mayor parte de los hombres, por- 
que siempre será mas fácil tener yfctimas, que 
virtudes. 

ün dia se quejaron los Atenienses al oráculo 
de Amon , de que los dioses se declaraban en 
favor de los Lacedemonios, quienes no les ofre- 
cían sino pocas víctimas, flacas y mutiladas. El 
oráculo respondió que todos los sacrificios de 
los Griegos no valían tanto como la oración hu- 
milde y modesta, en que los Lacedemonios se 
contentan con pedir á los dioses los verdaderos 
bienes. El oráculo de Júpiter me recuerda otro, 
que no hace menos honor al de Apolo. Hallán- 
dose en Delfos nú rico de Tesalia, ofreció con 
grande aparato cien bueyes, cuyas bastas esta- 
ban doradas. Al mismo tiempo un pobre ciuda- 
dano de Hermione sacó de s» alforja un puñado 
de harina, y la echó en el fuego que ardía so- 
bre el altar. La Pitia deélaró que la ofrenda de 
éste hombre era mas agradable á los dioses, que 
la del de Tesadla. 

Gomo el agiia purifica el cuerpo, se ha creído 
que purífiearía tambiéa el afana, y que produci- 
ría eftte efecto de dos modos, sea quitándole to- 
da mancha, sea difiriéndola para no contraer- 
las: B^ aquí nacieron dos istíertisis de lustracio- 
nes, iinaseiqpfatórias>' y ^ras prepioatorias. €011 



CAMTCLO x\u 323 

las |»ríiiier«s se inipldrtí la clemeBcia Ae los dio- 
ses, y con las segadas su auxilio* 

Se cuida de purificar á los niños poco después 
de ]iri>er nacido; á los que entran en los tem- 
plos; á los que han cometido una muerte, aun*^ 
que sea iuToluntaria; á los que padecen ciertas 
eQfeniMdades> miradas como Sefiídes de la ira 
del cielo, tales como la peste, elfrenesf, etc.; 
últimamente á todos aquellos que quieren ha- 
cerse agradables A los dioses. 

Esta ceremonia se hcí apHcado insensiblemen- 
te á los templos, á los altares, á todos los luga- 
res que la divinidad ha de honrar con su presen^ 
cia ; á las ciudades , á las calles , ft los campos , á 
los sitios profanados por éi crimen» ó á aqueles 
á que se quiere atraer el favor de los dioses. 

Asuiteente se purfliea la ciudad de Atenas el 
dia 6 del mes taargelion. Sieaupre que la ira de 
los ^éses se dedarapor el hambre, la epidemia 
ú otras plagas, se trata de hacerla caer sobre una 
muger ó un hombre, que el Estado mantleiie pa* 
ra ser, en caso necesario, victimas expiatorias , 
cada una de su sexo; las que pasean por las car 
lies al son de instrumentos» y después de haber- 
las éüAo algunas varadas, las echan fuera de la 
ciudad. En otro tiempo las condenaban ai fuego , 
y aiTO)^a& al viento sus ceniaas. 

AuK[ue fl agua del nares la mas convenirte 
para las purlAeacf o«fs , se usa mas á menudo la 



3^4 \'IAG£ DE AWA.Ci^BSlS. 

que se llama kistral; que es agua cohiuo , en la 
cual meten un tízon ardiendo , tomado del altar, 
cuando se €[uema en él la ^ctimaé Se llenan de 
alíalos vasos que están en los vestíbulos de los 
templos, en los lugares donde se tiene la asam- 
blea g^erai, y al rededor de los féretros, en 
qne ponen ios muertos k la vista de los pasa- 
geros. 

Puesto que el fueígo pur^Gk» los metales ; que 
la sal y el nitro quitan las manchas , y conservan 
los cuerpos ; y que el humo y los olores agrada- 
bles pueden libertar de la influencia del aire 
corrompido , se ha ido creyendo poco á poco 
que debian emplearse estos y otros medios en 
las diferentes lusttaciones. Asi es que se ha atri- 
buido una virtud secrieta alincieiiso que seque- 
raaen los altares , y á las florea con que se hacen 
córonias : asi es tamhien que una casa recobra 
su pureza con el faanbóxlel aEufre , ú con el rocío 
de una agua en que se ha echado algunos granos 
de sal. £h ciertas ocasiones basta darvueltas al 
rededor- del fuego , ó ver pasar por cerca de sí 
algún perrito ú otro animal. En las histWiciones 
de alguna ciudad llevan paseando ai rededor de 
los muros las victimas destinadas al sacriflelo. 

Variaii los ritos á proporción que el objeto es 
mas ó menos importante , y la superstición mas 
ó teenos fuerte. Unos creen que es esencial zam- 
bullirse en el rio^ otros, que basla meter en él 



CAPITULO XXL 325 

siete veces la Gabe;ca : la mayor parte se conten- 
taa oon meter las manos en agualustral, ó re- 
cibir su ai^ersion de manos 4^1 sacerdote que á 
este efecto se iK)ne eu la puerta del templo. 

Cada particular puede ofrecer sacríjQdüos en 
un altar puesto á la puerta de su casa» ó en una 
capilla doméstica. Aquí es donde yo ¿e visto 
muchas veces á un padre virtuoso , rodeado de 
sus Újos^ confundir la ofrenda de estos con la 
suya f y formar votos dictados poi la ternura , y 
diguos de ser atendidos. No debiendo ejercerse 
este sacerdocio , sino en una misma y sola fa- 
milia , ha sido preciso establecer ministros para 
el culto público. 

No hay dudad donde se hallen tantos sacer- 
dotes y sacerdotisas, como en Atenas; porque 
no la hay tampoco donde, se hayan erigido mas 
templos 9 é instituido tanto númeifo de fiestas. 

En los diversos pueblos de la Atiaay del resto, 
de la Grecia, basta un sacerdote solo para el ser« 
vicio de ua teoiplo : en las^ciudades de alguna 
tal cual poblacipa se ri^[>arten los cuidados del 
ministerio entre muchas personas, que.forman 
como.i^ia camupjdad. A su cab/e^ esU el mi- 
nistro .del dipfii , calificado alguna» ve<;es con el 
titulo de gran-sacerdote. Bajp d^ él está^él ne^^ 
c«ro» encmitSfadQ de Telar en la- de^qr^sips y 
lifliiHQa^de los.lttgares santos, y de echnr agwi 
liisiti^ sobre los .que entran en el templo; los* 



326 YIAGE DE ANACABSIS. 

sacrificadores que degñellan las victimas ; los 
arúspices que examinan sus entrañas ; los heral- 
dos que arregflan las ceremonias , y despiden la 
junta. En algunas partes se da el nombre de pa- 
dre al primero de los ministros sagrados , y el de 
madre k la primera sacerdotisa. 

Se confian á legos las funciones menos santas, 
relatiras al servicio de los templos. Unos tienen 
el cargo de cuidar de la fábrica y de la custodia 
del tesoro ; otros asisten á los sacrificios solem- 
nes , como testigos é inspectores. 

Los sac^^otes celebran sus oficios con orna- 
mentos preciosos, en que están trazados con le- 
tras de oro los nombres de los particulares que 
los han regalado al templo. Esta magnificencia 
tiene cierto realce por la belleza del rostro, por 
la magestad de la presencia , por el sonido de la 
voz f y sobre todo por los atributos de la divüii- 
ilad f cuyos ministros son. Asi es que la sacerdo- 
tisa de Ceres se prei^nta coronada de adormi- 
deras y espigas ; y la de Minerva con la egida , 
la coraza , y un casco adornado con garrota ó 
penacho. 

Muchos sacerdocios están anexos á casas an- 
tiguas y poderosas, y pasM de padres á hijos. 
Otros los da el pueblo. 

Madie puede ooaparios si» un eumen qui^«e 
hace de la persona y costumbresi Bs preciso 
queel'nuev^imiiitBtronotefiga'^défiMnnidlMl al^ 



CAPITULO KXI. 327 

guna en el cuerpo , y qae su conducta haya sido 
siempre irreprensible. En punto á conocimien- 
tos t>asta que sepa el ritual del templo donde ha 
de servir; que haga las ceremonias con decoro, 
y sepa distinguir las diversas especies de ofrein 
das y oraciones que se deben hacer á los dioses. 

Algunos templos están servidos por sacerdo- 
tisas : tal es el de Baco > que está en el cuartel 
de los Pantanos. Son catorce, y las nombra el 
arconte-rey. Se las obliga á guardar continencia 
rígida. La muger del arconte , llamada la reina , 
las inicia en los misterios que ellas tienen como 
en depósito; y antes de ser recibidas á esta ini* 
ciacion , se exige de ellas un juramento , en que 
testifican que siempre han vivido en pureza , y 
sin comercio alguno con los hombres. 

Hay destinados algunos ramos de rentas, para 
la manutención de los sacerdotes y gastos de los 
temidos. Desde luego se saca de las confiscacio- 
nes y multas la décima para Minerva » y la cin^ 
cuentésima para las otras divinidades , y ademas 
se consagra á los dioses el diezmo de los despo* 
jos quitados al enemigo. En cada templo hay dos 
oficiales , conocidos con el nombre de parásitos, 
que tienen el derecho de exigir una medida de 
cebada á todos los propietarios del distrito que 
les está seialado ; en fe fa^ pocos templos que 
no posean casas y tierras. 

Estas reatas , á que bay que añadir las ofren* 



3^28 VIAGE BE ANikCARSIS. 

das de los particujiares > se confiaa al cuidado de 
los tesoreros del templo , y sirven para la repa- 
ración y decoración de los lugares santos , para 
los gastos que se ofrecen en los sacrificios , para 
la manutención de los sacerdotes» «pie casi io- 
dos tienen su estipendio , un alojamiento y de- 
rechos á las victimas. Algunos gozan de rentas 
muy considerables : tal es la sacerdotisa de Mi- 
nerva, á quien se debe ofrecer una medida de 
trigo , otra de.cebada» y un ^olo siempre gue 
nac6 ó muere alguno en una familia* > . 

Ademas de estas ventajas tienen interés los 
sacerdotes «n mantener el derecho de asilo con- 
cedido no solamente á los templos , sino tam- 
bién á los bosques sagcados que los rodean y á las 
casas ó capillas que están en su recinto, de donde 
no se puede sacar al culpado, ni aun impedirle 
recibir comida. Este privilegio tan ofensivo para 
los dioses, como útil para sus ministros, se ex- 
tieade hasta á los altares aislados. 

En Egipto los sacerdotes forman el primer 
cuerpo del Estado, y no e»t4a obligados á con- 
tribuir á li|s necesidades de él , aun^e les está 
señalada para aJámcvctos la tercera parte de los 
bienes raices. La pureza de sus costumbres , y la 
austeridad de su vida t les grangean la confianza 
de los pueblos; y sus conocimíratosla del sobe- 
rano, cuyo consejo forman, y diebe. ser elegido 
de entre los de este cuerpo, ó incorporarse en 



CAPITULO XXI. 329 

él cuando sube al trono. Intérpretes de la vo- 
luntad de los dioses , arbitros de las de los bom- 
bre&y depositarios de las ciencias , y sobre todo 
de los secretos de la medicina, gozan de un po- 
der ilimitado , pue$ gobieroan como quieren las 
preocupaciones y debilidades de los bombres. 

Los .sacerdotes de la.Greciaban logrado ho- 
nores, como lo es el tener lugar distinguido en 
los espectáculos. Todos podrían contentarse con 
las funciones de su ministerio , y pasar la vida 
en dulce ociosidad; mas sin embargo, ansiosos 
muchos de ellos de merecer por su celo las con- 
sid^aciones debidas á su carácter, han ocupado 
los cargos onerosos de la república^ y la han 
servido , ya en los ejércitos , ya en las emba- 
jadas. 

No forman un cuerpo particular é indepen- 
diente. No hay relación alguna de interés entre 
los ministros de diversos templos; aun las cau- 
sas que tocan á sus personas , se llevan á los 
tribunales ordinarios. 

Los nueve arcontes ó magistrados supremos 
velan sobre la conservación del culto público, y 
están siempre al frente de las ceremonias reli- 
giosas. El segundo de ellos, conocido con el 
noidbre de rey, tiene el encargo de proceder en 
los delitos contra la religión» de presidir en los 
sacrificios piúblicos , y de juzgar las contestacio- 
nes que se suscitan entre las familias sacer- 



330 VIAGE DE ANACARSIS. 

dótales con motivo de alguna plaza vacante. 
Los sacerdotes pueden á la verdad dirigir los 
sacrificios de los particulares; pero si en estos 
actos de piedad traspasasen las leyes estableci- 
das y no podrían sustraerse á la vigilancia de los 
magistrados. Hemos visto en nuestros dias al 
gran sacerdote de €eres castigado de orden del 
gobierno, por haber quebrantado estas leyes en 
artículos que no parecían muy importantes» 

En seguida á los sacerdotes se deben poner 
]os adivinos, cuya profesión honra y mantiene 
el Estado en el Pritaneo. Tienen la pretensión 
de leer lo venidero en el vuelo de las aves y en 
las entrañas de las víctimas. Van con los ejérci- 
tos ; y muchas veces las revoluciones de lo& im- 
perios y las operaciones de los ejércitos depen- 
den de sus decisiones , compradas por lo regular 
á un precio excesivo. Los hay en toda la Grecia ; 
pero los que tienen mas nombre , son los de la 
Elide, donde hace muchos siglos qué dos ó tres 
familias se trasmiten de padres á hijos el arte 
de adivinar, y de suspender los males de los 
mortales. • 

Los adivinos extienden todavía mas lejos su 
ministerio. Dirigen las conciencias : les consul- 
tan si ciertas acciones son conformes ó no á la 
justicia divina; y he visto algunos que llevaban 
el fanatismo hasta la atrocidad ; y creyéndose 
encargados de los intereses del cielo, hubieran 



CAPITULO XXI. 331 

)edido en justicia la muerte de su padre , reo de 
loroicidio. 

Dos 6 tres siglos hace que'^se dejaron ver unos 
íiombres , que sin ningún titulo del gobierno , y 
srigiéndose intérpretes de los dioses, aKmen- 
laban en el pueblo una credulidad que ellos te- 
nían , 6 iugian tener, yágando de nación en na« 
cion , amenazándolas á todas con la ira del délo, 
estableciendo nuevos ritos para aplacarle, y 
haciendo á los bombres mas débiles y desgra* 
ciados con los temores y remordimientos de 
que los llenaban. Unos debieron su alta reputa- 
ción á ciertos prestigios; otros á sus grandes 
talentos. De este número fberon Abaris de Esci- 
tia, Empédocles de Agrigento , y Epiménides 
de Creta. 

La impresión que dejaron en los ánimos, ha 
perpetuado el reinado de la superstición. El 
pueblo descubre señales sensibles de la vokmtad 
de los dioses en todos los tiempos y lugares , en 
los eclipses , en él estruendo del trueno, en los 
grandes fenómenos de la naturaleaa » en los ac- 
cidentes mas casuales. Los sueños, ^1 aspecto 
imprevisto de ciertos animales , el movimiento 
convulsivo de los párpados , el zumbido de los 
oidos, el estornudo, algunas palabras pronun- 
ciadas al acaso, y otros muchos efectos indife- 
rentes , se han llegado á mirar como presagios 
felices O siniestros. Si halláis ona culebra en 



33¿ VIAGE DE ANACARSIS. 

vuestra casa , levaatad un altar en el mismo si- 
tio. Si veis un milano cernerse en el aire » po- 
neos de repente, de rodillas. Si viene la melan- 
colía ó una enfermedad á twbar vuestra imagi- 
nación , eso es Empusa que se os aparece > es 
un fantasma enviado por Hécate, que toma 
mil formas diversas para atormentar á los in- 
felices. 

En todas estas ocasiones acuden todos á los 
adivinos y á los intérpretes, quienes indican 
unos remedios que son tan quiméricos , como 
los males que. se temen. 

Algunos de esto$ impostores se introducen en 
las casas ricas 9 y adulan las preocupaciones de 
las almas débiles , diciendo que tienen secretos 
infalibles para encadenar el poder de los malos 
genios. Sus promesas anuncian tres ventajas 
que las gentes ricas aprecian infinito; y consis- 
ten en fortalecerlos contra los remordimientos, 
en vengarlos de sus enemigos, y en perpetuar 
su felicidad aun mas allá del sepulcro. Las ora- 
ciones y expiaciones que usan , se contienen en 
rituales antiguos^ que llevan los nombres de 
Orfeo y de Museo. 

£1 mismo tráfico hacen algunas mugereillas 
de La hez del pueblo , las cuales van á las casas 
de los pobresá distribuir una especie de inicia- 
ción ; derraman agua sobre el iniciado; le fro- 
tan con lodo y salvado ; le cubren con una piel 



CAPITULO XXI. 333 

de animal, y aeompaflan estas ceretnonias con 
ciertas fórmulas que leen en el litaal , y con 
chillidos que imponen respeto á la mucheáum-^ 
bre. 

Las gentes inslraidas, aunque libres de la 
mayor parte de estas debilidades , no por esto 
están menos adictas & las prácticas de la reli- 
^on. Después del éxito feliz de un negocio, en 
una enfermedad , en el menor peli^, al acor- 
darse de un sueño espantoso, ofrecen sacrifi- 
cios; muy ordinariamente construyen en lo in- 
terior de sus casas oratorios que se han multi- 
pilcado tanto , que los filósofos piadosos quisie- 
ran que se sufurimiesen todos, y que losyotos 
de los particulares se cumpliesen solamente en 
los temidos. ' 

¿Pero cótúo conciliar la confianza que se 
tiene en las ceremonias santas, con las ideas 
que se han formado delsc^erano de los dioses? 
Es permitido mirar á Júpiter como á un usurpa- 
dor que ha arrojado á su padre dd trono del 
universo , y será echado de ^ algún dia por su 
hijo. Esquiles no ha tenido reparo^ en adoptar 
esta doctrina defendida ^or la secta de los que 
se dicen discípulos de Orfefo , en una tragedia 
que el g(*iemo nunca ha impedido representar 
ni aplaudir. 

He dicho nias arriba que hace cerca de un si- 
glo se hablan introducido nuevos dioses entre 



334 VIAQB DB AMACAISIS. 

los Atenienses; y 4ebo añadir que en esle íAter- 
valo de tíenpo ha hecho taHit>ien ifiruales pro- 
gresos la inciedulidaci. Desde que los Griegos 
comenzaron á recibir las luces de la filosoíia, 
alginos de ellos espantados de las irregolari- 
dades y escándalos de la oatnr^eza , no se es- 
pantaron menos de no hallar la solución de esto 
en el sistema informe de religión fue babian 
seguido basta entonces. 

Sucedieron las dudas á la ignórasela, y de 
agua nacieron las opiniones Ikendosas , abraza- 
das con ansia por la juventud ; bien qae sus au- 
tores vinieron á ser objeto del odio púWeo» £1 
paeMo4eela de eMos que no habían sacudido el 
yugo de la religión» sino para abandonarse con 
mas libertad á sus pasiones; y asi el gobierno 
se vi6 en la precisión de tratarlos con rigor. 
Veamos como justifican su intolerancia. 

Estando preserqito el culto páUico iK>r una de 
las leyes fundamentales , y hallándose por tanto 
estrechamenle ligado con la constitución , todo 
el que le ofende» hace vacilar esta constitución; 
y así toca á los magistrados conservar dicho 
culto» y oponerse á las novedades que se diri- 
gen visiblemente á destruirle. No sujetan estos 
á su censura ni las historias fabulosas sobre el 
origen de los dioses, ni las opiniones de los fi- 
lósofos sobre su naturalesa, ni aun Utf chanzas 
indecentes sobre las acciones que se les atri- 



G4.MTUXO XXI. 335 

bayea; pero petrsigueB y bacen coodenar á 
muerte á los que hablan ó esciibeo contra su 
existencia; á los que rompen con desprecio 
sus estatuas ; y en fin á los que violan el secreto 
de los misterios autorizados por el gobierno. 

De este modo, mientras se confia á los sacer- 
dotes el cuidado de arreglar loa actos exterio- 
res de piedad , y á los magistrados la autoridad 
necesaria para mantener la religión, se permite 
á los poetas fabricar ó adoptar nuevas genea- 
logías de los dioses , y á los filós(tfos tratar las 
cuestiones tan delicadas > como son la eterni- 
dad déla materia, y la formación del universo, 
con tal que em eUo eviten dos grandes escollos : 
uno el aproximarse á la doctrina enseñada en 
loa míatenos; y otro de sentar sin modificación 
cual<piier principio de que pudiera resultar ne- 
cesariamente la ruina del culto establecido 
desde tiempo inmemoriaL En ambos casos se 
procede contra ellos , como reos de impiedad. 

Esta acusación es tanto mas temible para la 
inocencia, cuanto mas veces ha servido de pre- 
texto y de instrumento al odio , ademas de que ^ 
infiama mas fácilmente el líiror del pueblo , cuyo 
celo es mas cruel todavía que el de los magistral- 
dos y sacerdotes. 

Todo ciudadano puede ser acusador , y denun- 
ciar al reo ante el arconte segundo , quien lleva 
la causa al tribunal de los heliastas , uno de los 



Sa6 VIAGE klE AKACARSIS. 

principales de Atenas. Algunas veces se hace la 
acusación en la junta del pueblo. Cnando toca 
en los misterios de Ceres , toma el senado cono- 
cimiento de ella , k no ser que el acusado ins- 
taure su instancia ante los Eumolpides ; porque 
esta familia sacerdotal, empleada en todos 
tiempos en el templo de Ceres, conserva una 
jurisdicción , que no se ejerce sino en punto á 
la profanación de los misterios , y es en extremo 
severa. Los Eumolpides proceden conforme á 
leyes no escritas , cuyos intérpretes son y en- 
tregan el culpado , no solamente á la venganza 
de los hombres , sino también á la de los dioses ; 
por lo cual rara vez se expone á los rigores de 
este tribunal. 

Ha sucedido , que declarando el acusado á los 
cómplices , ha ssdvado su vida ; mas no por eso 
quédamenos inhabU para participar de los sa- 
crificios , de las fiestas , de los espectáculos , y 
de los derechos de los demás ciudadanos. A esta 
nota infamatoria se añaden alguna vez ceremo- 
nias terribles , como son ciertas imprecaciones 
que los sacerdotes de diferentes templos pro- 
nuncian solemnemente , y en virtud de orden de 
los magistrades. Para ello se vuelven hacia el 
occidente , y sacudiendo sus vestidos de púr- 
pura, ofrecen á los dioses infernales el reo y su 
posteridad. Todos están en la persuasión de que 
las furias se apoderan entonces de su corazón , 



CAPITULO XXI. 337 

y no se sacia su rabia hasta extinguirse todo su 
linage. 

La familia sacerdotal de los Enmolpides , ma- 
nifiesta mas celo perla conservación del culto y 
misterios de Geres , que los otros sacerdotes por 
la religión dominante. Mas de una vez se les ha 
visto acusar á los delincuentes ante los tribuna- 
les de justicia. Sin embargo, es preciso decir en 
alabanza suya, que en ciertas ocasiones, lejos 
de coadyuvar sd furor del pueblo , dispuesto á 
asesinar en elmomento á algunos particulares , 
acusados de haber profanado los misterios, han 
exigido que se hiciese la condenación según las 
leyes. Entre estas hay una que se ha ejecutado 
algunas veces, y que bastaría á contener los 
odios mayores, si estos fueran capaces de freno ; 
tal es la que ordena que perezca el acusador , ó 
el acusado t el primero si no prueba el delito ; y 
el segundo , si se le prueba. 

No me resta mas que citar las principales sen- 
tencias que han pronunciado los tribunales de 
Atenas , de cerca de un siglo acá , contra el cri- 
men de impiedad. 

£1 poeta Esquiles fué denunciado por haber 
revelado en una de sus tragedias la doctrina de 
los misterios. Su hermano Aminias, procuró 
mover á los jueces, mostrando las heridas que 
faabia recibido en la batalla de Salamina; pero 
este medio no hubiera bastado , si Esquiles no 
n. 15 



H38 YUGE DE ANACARSlS. 

hubiese probado elaramenle^ que bo estaba ini- 
ciado. El pueblo le aguardaba á la puerta del tri- 
bunal para apedrearle. 

EL filósofo Diágoras de Melos , acusado de ba- 
i>er revelado los Doísteríos , y negado la exis- 
tencia de los dioses, se huyó. Se. ofrecieron pre- 
mios al que le entregase muerto ó yivo, j sp 
grabó sobre una columna de bronce el decreto 
que le cubría de infamia. 

Protágoras» uno de los sofistas mas ilustres 
de su tiempo , por haber comenzado una de sus 
obras con estas palabras : a no sé si hay dioses , 
<( ó no, » fué acusado criminalmente, y huyó. 
Buscáronse sus escritos en las casas de los 
particulares, y fueron quemados en la plaza pú^ 
blica. 

Pródico de Geos fué condenado á beber la 
cicuta , por haber dicho que los hombres hablan 
puesto en el número de los dioses á los seres 
que les eran útiles, como el sol, la lima, la» 
fuentes, etc. 

No atreviéndose la facción contraria de Pén- 
eles á atacarle abiertamente , se resolvió á per- 
derle por un medio indirecto. Era Pericles amigo 
de Anaxágoras, quien admitía «na inteligencia 
suprema. Eo virtud de un decreto dado contra 
los que negasen la existeocia de ios dioses , fué 
pi^so Anaxágoras ; y mmque logró algunos vo- 
tos mas que su acusador , lo» debió á lassúpUca:» 



Capitulo íijti. 33ft 

ylágiimAs de Perides, quien le bizo salir de 
Atenas. Sin el crédito de su protector, el mas 
religioso de los filósofos hubiera sido apedreado 
como ateo. 

En tiempo de la expedición de Sicilia , en el 
momento en que Alcibiades hacia embarcar las 
tropas úe su mando, se vieron mutiladas en una 
noche las estatuas de Mercurio, que hid>ia en 
diferentes cuarteles de Atenas. Difundióse por 
eHa el terror inmediatwnente. Se atribuyen mi- 
ras mas profundas á los autores de esta impie- 
dad, reputándolos de facciosos. Júntase el pue- 
blo : preséntanse testigos, que hacen cargo á 
Alcibiades de haber desfigurado las estatuas , y 
ademas, de haber celebrado con los compafie* 
ros de su disolución los misterios de Geres en 
casas particulares. Entre tanto , como los solda- 
dos tomaban altamente el partido de su gene-^ 
ral , se suspendió el juicio ; pero apenas llegó á 
Sicilia, cuando sus enemigos volvieron á la 
acusación ; multii^icáronse los delatores , y se 
ilenaron las tárcdes de ciudadanos, persegui- 
da por la injusticia. Muchos fueron condenado» 
á muarte , y otros muchos hablan huido. 

]>wante esta causa ocurrió un incidente , que 
manifiesta á qué punto liega la ceguedad del 
pueblo. Preguntado un testigo, que cómohabia 
podido cimoeer de noche á las personas que de- 
nunciaba, respondió: a á la claridad tie la luna«» 



<3I0 VI AGE OE ANACARSI^. 

Se probó que do la había entonces. CongterDá" 
ronse los hombres honrados ; pero el furor del 
pueblo tomó mas ardor. 

Citado Alcibiades ante este indígeno tribunal , 
en el tiempo en qué iba á apoderarse de Mesina , 
y acaso de toda la Sicilia, se negó á compare- 
cer, y fué condenado á muerte. Vendiéronse sus 
bienes: se grabó sobre' una columna el decreto 
que le proscribía, y hacia infame. Los sacerdo- 
tes de todos los templos recibieron orden para 
pronunciar contra él imprecaciones terribles. 
Todos obedecieron menos la sacerdotisa Teano, 
cuya respuesta merecía grabarse sobre la co- 
lumna mas bien que el decreto del pueblo. « Yo 
(f estoy aquí , dijo , para atraer las bendiciones 
« del cielo sobre los hombres , y no las maldi- 
ce clones. » 

Habiendo ofrecido Alcibiades sus servicios á 
ios enemigos de su patria, la puso á punto de 
perderse. Guando se vio obligada á llamarle , se 
opusieron á su regreso los sacerdotes de Geres; 
pero se les obligó á absolverle de las imprecado- 
mes con que le habían cargado. Es notable la des- 
treza con que se explicó el primero de estos mi- 
nistros sagrados : c< yo no he echado maldiciones 
« á Alcibiades , sí era inocente. » 

Algún tiempo después sucedió el juicio de Só- 
crates, en el cual la religión fué únicamente un 
pretexto, como diré mas adelante. 



CAPITULO XXI. 3Í1 

Los Atenienses no son mas indulgentes con el 
sacrilegio. Las leyes condenan este delito con 
pena de muerte, y privan al delincuente de los 
honores de la sepultura. Esta pena , que filósofos 
ilustrados creen no ser muy grave , la extiende 
el falso celo de los Atenienses , aun á las faltas 
mas leves. ¿Se creerá que se ha visto condenar 
á muerte á unos ciudadanos por haber arrancado 
un arbolito en el bosque sagrado , y á otros por 
haber matado , no sé qué pájaro consagrado á 
Esculapio ? Todavía referiré un hecho ma& hor- 
roroso : habiéndose caido una hoja de oro de la 
corona de Diana , la recogió un niño tan tierno , 
que fué preciso hacer prueba de su discerni- 
miento. Se le presentó de nuevo la hoja de oro 
con unos dados, un chupador, y una gran pieza 
de plata. Habiendo tomado el niño esta pieza, le 
declararon los jueces con bastante entendi- 
miento para ser culpado, y le hicieron morir. 







GAJ^ITULO XXn, 



VliGB A LA rCMJIOE. JDE6O8 PITICOS. EL TfülPLO T OliCÜUI 
QE BELFOS. 



üablaré muchas veces de las fiestas de la Gre- 
cia 9 Yolviendo á menudo á tratar de estas solem- 
nidades augustas , en donde se juntan los varios 
pueblos de este pais afortunado. Gomo se pare- 
cen tanto unas á otras y acaso se me notará de 
ipie repito las mismas pinturas. Pero los que des- 
criben las guerras de las naciones, ¿no presen- 
tan á nuestros ojos una serie uniforme de esce- 
nas sangrientas? ¿Y qué interés puede resultar 
de unas pinturas que solamente presentan á los 



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PUBLIC LIBRARY. 

A8T0R, ICNOX AND 
TttOCN F0UNPATIÜN8. 



YIAGE 0E ANACABSIft. 3fó 

hombres , en las convulsianes del foror ó de la 
dese^racion? ¿No es mas útil y mas dulce 
considerarlos eu el seno de la paz y de la liber- 
tad , en aquellos combates en que se desplegan 
los talentos del espíritu y las graeias del cuerpo, 
en aquellas fiestas en que el gusto ostenta sus re- 
cursos ) y el placer sus atractivos? 

Estos instantes de felicidad diestramente pro-» 
p<Nrclonados para suspender las divisiones de Ids 
pueblos, y arrancar á los particulares del senti- 
miento de sus pesares: estos instantes» que se 
gozan de antemano por la esperanza de verlos 
renacer, que se gozan después que han pasado 
por la memoria que los perpetúa: yo los he db« 
frutado mas de una vez ; y lo confieso» he vertido 
lágrimas de ternura al ver millares de mortales 
reunidos por un mismo interés , entregarse de 
acuerdo á la alegría mas viva, y dejar salir rápi- 
damente aquellos sentimientos tan afectuosos , 
que son el mas beUo espectáculo para una alma 
sensiMe. Tal es el que presenta la solemnidad 
de los juegos piticos , celebrados de cuatro en 
cuatro años en Delfbs de la Fócide. 

Salimos de Atenas á fines del mes elafebolion, 
del año tercero de la olimpiada ciento y cuatro''. 
Fuimos al istmo de Gorinto» y habiéndonos em- 
barcado eu Pagas, entramos en elgolfo de Crísa, 

* A primeFOs de abril del año 361 antes dé J. C. 



344 VIAGE DE ANACARSIS. 

el mismo dia en que se empeza))a la fiesta *. Pre- 
cedidos y seguidos de un gran número de barcos 
ligeros, llegamos á Girra, ciudad pequeña, si- 
tuada al pie del monte Girfis. Entre este monte y 
el Parnaso , se extiende un valle , donde se ce- 
lebran las carreras de caballos y de carros. Corre 
por allí el Plisto , atravesando risueñas prade- 
ras, que la primavera adornaba con sus colores. 
Después de haber visto el Hipódromo, tomamos 
una de las sendas que van á Delfos. 

La ciudad se ofrecía á la vista en anfiteatro á 
la caida del monte. Ya distinguíamos el templo 
de Apolo, y aquella prodigiosa multitud de esta- 
tuas que están sembradas en diferentes llanos , 
al través de los edificios que hermosean la ciu- 
dad. Herido por los rayos del sol el oro de que 
muchas están cubiertas, despedía un resplandor 
que se difundía á lo lejos. Al mismo tiempo vimos 
caminar lentamente por él valle , y por las dos 
colinas, unas procesiones compuestas de jóvenes 
de uno y otro sexo , que parecía que se disputa- 
taban el premio de la magnificencia y hermo- 
sura. De lo alto de los montes , de las costas del 
mar llegaba infinita gente , que se apresuraba á 
entrar en Delfos; y la serenidad del dia, junta- 



* Celebrábanse estos juegos en el añ) tercero de cada oüm- 
piada , por los días primeros del mes miiniquion, que, en el aña 
que yo elijo, coinenzaba en el 14 de abril. 



CAPITULO X\II. . 345 

mente conlaapacibilidad del aire que se respira 
en este clima, daban nuevos encantos á las im- 
presiones que recibían nuestros sentidos por to- 
das partes. 

£1 Parnaso es una sierra de montes que se 
prolonga hacia el norte y y por la parte meridio- 
nal remata en dos puntas: sobre ellas se halla 
la ciudad de Delfos y que no tiene mas que diez 
Y seis estadios de circuito*. No está defendida 
por murallas , sino por precipicios que la cer- 
can por las tres partes. Se la ha puesto bajo la 
protección de Apolo ; y se asocian al culto de 
este dios algunas otras divinidades , que se lla- 
man asistentes de su trono. Estas son Latona, 
Diana y Minerva la próvida. Sus templos están 
á la entrada de la ciudad. 

En el de Minerva nos detuvimos un momento 
viendo en lo interior un escudo de oro , enviado 
por Creso , rey de Lidia, y en lo exterior una 
es tatúa colosal de bronce, consagrada á Minerva 
por los Marselleses de las Galias, en memoria 
de las ventajas que hablan llevado sobre los Car- 
tagineses. Después de haber pasado por cerca 
del gimnasio , nos hallamos á la orilla de la 
fuente Castalia ,' cuyas aguas santas sirven para 
purificar, tanto á los ministros del altar, como 
á los que vienen á consultar el oráculo. Desde 

* Mil quinientas y doce toesas : (2,4 f 9 pasos.) 

15. 



^ VI AGE DE ANACABSIS. 

allí subimos al templo de Apolo, que está situada 
en la parte mas alta de la ciudad , rodeado de 
UB vasto muro, y lleno de ofrendas preciosas he- 
chas á la deidad. 

Los pueblos y reyes que recM)en respuestas fa- 
voraMes , los que ganan victorias , los que se li- 
bertan de los males que les amenazaban, se 
creen obligados á levantar en estos sitios mo- 
numentos de gratitud. Los particulares corona- 
dos en los juegos públicos de la Grecia , los que 
son útiles á su patria por sus servicios , ó la 
ilustran con sus talentos , logran en este mismo 
recinto monumentos de ^oria. Aquí es donde se 
ve uno rodeado de un pueblo de héroes ; aquí 
es donde todo recuerda los sucesos mas memo- 
rables de la historia , y donde el arte de la escul- 
tura ostenta su esplendor mas que en ninguna 
otra p^te de la Grecia. 

Guando íbamos á recorrer esta inmensa colec- 
ción , un habitante de Delfos , llamado Cleon , se 
ofreció á servimos de guia. Este era uno de 
aquellos mtétpretes del templo , que no tienen 
mas oficio que satisfacer la curiosidad smsiosa de 
los extrangeros. Extendiéndose Cleon en expli- 
car los menores detalles , apuró mas de una vez 
su ciencia y nuestra paciencia. Compendiaré su 
relación , y descartaré todo lo maravilkwo con 
que procuraba adornarla. 

Lo primero que hallamos á la entrada del re* 



CAWTÜLO xxii. 347 

cinto, filé un soberbio toro de bronce. Este to- 
ro, decia Cleon, fué enviado por los de Gorcira ; 
y es obra de Teopropo , natural de Eg[ina. Estas 
nueye estatuas que veis mas allá y las presenta- 
ron los Tegeatesy después que vencieron á los 
Lacedemonios ; y en ellas reconoceréis á Apolo; 
ala Victoria , y á los antiguos héroes de Tegea. 
Las que están enfrente las dieron los Lacedemo- 
nios , después que Lisandro batió cerca de Efeso 
la armada de Atenas. Las siete primeras repre- 
sentan á Castor y Polux, Júpiter, Apolo, Dia- 
na, y Lisandro que recibe una corona de mano 
de Neptuno: la octava es por Abas, que hacia 
las funciones de adivino en la armada de Lisan- 
dro ; y la nona por Hermon , pUoto de la galera 
que mandaba el general. Habiendo ganado Lisan- 
dro poco tiempo después otra acción naval á los 
Atenienses, cerca de Egos-Potamos , enviaron 
los Lacedemonios luego á Delfos las estatuas de 
los principales oficiales de la armada, y la» de los 
gefes de los aliados, las cuales son veinte y ocho, 
y las veis detras de las que acabo de decir. 

Este caballo de bronce es un regalo de los Ar- 
givos. En una inscripción grabada en el pedes-' 
tal , leeréis , que las estatuas que le rodean , se 
hideron con la décima parte de los despojos 
quitados á los Persas por los Atenienses en la ba^ 
talla de Maratón. Son trece todas de mano de Fi - 
dias. Notad bajo qué rasgo» ofrece á nuestros 



3IS VIAGE DE ANA€A1»IS. 

ojos á^ Apolo , á Minerva , á leseo , á Codro , y á 
muchos de aquellos atenienses » que merecieron 
dar sus nombres á las diez tribus de Atenas. En 
medio de estos dioses y héroes , brilla Milcia- 
des , que ganó la batalla. 

Las naciones que hacen estas ofrendas , aña- 
den muy de ordinario á las imágenes de sus gene- 
rales, las de los reyes y particulares, que en 
tiempos antiguos eternizaron su gloria. Tenéis 
un nuevo ejemplo en este montón de veinte y 
cinco ó treinta estatuas que los Argivos han de- 
dicado en diversos tiempos por variast victorias. 
Esa es la de Danao, el rey mas poderoso de Ar- 
gos : esta la de Hipermenestra , su hija: esta 
otra la de Linceo, su yerno* Ved aquí los princi- 
pales gefes, que siguieron á Adrasto, rey de Ar- 
gos, á la primera guerra de lebas : notad aquí los 
que sobresalieron en la segunda : ved aquí á Dió- 
medes, Stenelo, y Anfiarao en su carro, con su 
pariente Baton, que llévalas riendas de los ca- 
ballos. 

No podéis dar un paso, sin que os detengan las 
obras maestras del arte. Estos caballos de bron- 
ce , estas cautivas gimiendo , son obra de Age- 
ladas de Argos , y regalo de los Tarentinos de 
Italia. Esta figura representa á Triopas , funda- 
dor de los Gnidios en Caria. Estas estatuas de 
Latona, de Apolo y de Diana, que arrojan flechas 
á Ti tío, son ofrendas del mismo pueblo. 



CAPITULO XXII. 349 

Este pórtico donde están colgados tantos ta- 
jamares de galeras y escudos de bronce , fué edi- 
ficado por los Atenienses. Ved a^i la roca donde 
se dice que pronunciaba sus oráculos una an^ 
tigaa sibila , llamada Herófíla. Esta figura cu* 
bierta con una coraza y cota de armas » fué en- 
viada por los de Andros y y representa á Andreo 
su fundador. Los Focenses ban ofrecido este Apo- 
lo, como también esta Minerva, y esta Diana : los 
de Farsaliade la Tesalia esta estatua ecuestre de 
Aquües: los de Macedonia este Apolo que tiene 
una cierva: los Gireneos este carro, en que os- 
tenta Júpiter con la magestad conveniente al se- 
ñor de los dioses; en fin , los vencedores de Sa- 
lamina esta estatua de doce codos'', que tiene 
en la mano un adorno de navio, y veis cerca de la 
estatua dorada de Alejandro , rey de Macedo- 
nia**. 

Entre este gran número de monumentos se 
han edificado mucbos edificios pequeños, adonde 
los pueblos y los particulares traen sumas con- 
siderables, ya sea para ofrecerlas á los dioses, ya 
para depositarlas como en lugar seguro. Guando 
quedan en calidad de depósito, se cuida de escri- 
bir en él el nombre de los sugetos á quienes per- 

* Diez y siete pies. (Cerca de 20 pies de España.) 
** E&te es Alejandro prím?ro , nno de los predecesores de Ale- 
jandro el Grande. 



350 YIAGB DE ÁNACARSIS. 

tenece, para gue puedan sacarieen caso de ne- 
cesidad. 

Recorrimos los tesoros de los Atenienses^ de 
los Tebanos ; de los Cnidios y de los Siraeusa- 
noS) etc., y nos convencimos de que no era exa- 
geración lo que nos habían dicho 9 que hallaría- 
mos mas oro j plata en Delfos , que la que se 
halla en el resto de la Grecia. 

El tesoro de los de Sicione nos ofreció, en- 
tre otras singularidades , un libro de oro» que 
había presentado una muger llamada ioristóma- 
ca, quien en los juegos istmios había ganado el 
premio de poesia. En el de los Sífnios Vimos una 
gran porción de oro , que provenía de las minas 
que en otro tiempo benefíciabmi en su isla; j en 
el de los habitantes de Acanto obeliscos de hier- 
ro, presentados por una cortesana llamada Ró- 
dope. ¿Es posible, exclamé, que Apolo haya 
aceptado semejante homenage ? — Extrangero , 
me respondió un griego desconocido para mí , 
¿ eran mas puras las manos que ofrecieron es- 
tos trofeos? Acabáis de leer sobre la puerta del 
aálo en que estamos : I09 habitantes ée Acanto 
vem:edore8de los Atenienses; en otra parte: los 
Atemmses vencedores de los Corintios; los Focenses 
de los Tésalos; los Orneates de los SicioMOs, etc. 
Estas inscripciones se escribieron con la sangre 
de cien mil griegos : el dios no se ve rodeado sino 
de monumentos de nuestro furor, ¿y os espan- 



CAmvLO xxif. 351 

tais de que sos sacerdotes acepten la ofrenda de 
lina ramera? 

£1 mas rico tesoro de todos es el de los de 
Conoto* Se guarda en él la principal parte de las 
ofrendas que han hecho diíerentes principes al 
templo de Apolo. Hallamos alli los magníficos 
presentes de Giges , rey de Lidia , entreoíos cua- 
les sobresalen seis cráteres grandes de oro *, 
que pesan treinta talentos **. 



* Los cráteres eran nnos vasos grandes de figura de copas, en 
los cuales se mesdaba el vino con el agua. 

*' Para reducir los talentos de oro á talentos de plata, me val- 
dré de la proporción de uno á trece , como era en tiempo de 
lieródoto ; y para valuar los talentos de plata seguiré las tablas 
que be puesto al fin de esta obra. Se lian arreglado sobre el ta- 
lento átiooy y suponen que la dracma de plata pesaba setenta y 
imeve granos. Es posible que en tiempo de este historiador tuviese 
dos ó tres granos mas, y basta advertirlo. Las ofrendas de oro , 
cuyo peso nos ha conservado Heródoto, son las siguientes : 



Seis copas ó cráteres grandes, cada una 
del peso de treinta talentos, que va* 
lian trescientos noventa talentos de 
plata ; y de nuestra monedar 

un león de peso de diez talentos , que 
valían ciento y treinta talentos de 
plata 

Ciento diez y siete semi-plintos, con peso 
de doscientos tremta y dos talentos , 
que valiantres mil y diez y seis talen- 
tos de pía la 

Para .la vuelta 



MONEDA 



francesa. 



lib. 

2,406,000 
702.cm> 

46,206,400 



19,094,400 



es^^aSíola^ 
r*. vn. 



7.845,8» 
2.61S.294 

00,674.82-; 



71,138,0 



352 



YIAGE BE ANACABSIS. 



La liberalidad de este principe, nos dijo 
Cleon y fué oscurecida luego por la de Creso , 
uno de sus sucesores. Habiendo consultado este 
último al oráculo, quedó tan satisfecho de su 
respuesta, que envió á Delfos, I** ciento diez y 
siete semi-plintos de oro "^ , de un palmo de 
grueso , la mayor parte de seis palmos de largo , 
y tres de ancho , cada uno de los cuales pesaba 
dos talentos, menos cuatro, que pesaban uno y 
medio. Los veréis en el templo. Por su disposi- 
ción serviau de base á un león del mismo metal , 
que cayó en el incendio del templo , sucedido 



De la vuelta 

Una estatua de ocho talentos de peso, 
que valia ciento y cuatro talentos de 
plata 

Un cráter de ocho talentos y ^uar^nta y 
dos minas de peso, ^ valia ciento y 
trece talentos y seis minas de plata. . . . 

A estas ofrendas añade Diodoro tres- 
cientas sesenta ampollas de oro, cada 
una del peso de dos minas ; lo que ha- 
cia el peso de doce talentos de oro. 
que vallan ciento cincuenta y seis ta- 
lentos de plata 

TOTAL 

En lo demás se hallan algunas diferencias entre los cálculos de 
Heródoto y de Diodoro Sículo ; pero esta discusión seria muy 
larga. 

* Comunmente se entiende por plinto un miembro de arquitec-, 
tura, que tiene la figura de una tablita cuadrada. 



MONEDA 


francesa. 




lib. 
19.094,400 


r. vn. 
74,135.999 


584 ,€00 


2,09a.2S5 


610.740 


2,275.30i 


«42.400 


S.ISS.35S 


24,409.140 


78.641,892 



CAPITULO XXII. 353 

algunos aftos después. Ahile estáis vieiido*En ton- 
ees pesaba diez talentos; pero como el fuego le 
ocho á perder, ahora no pesa mas de seis y medio. 

'£*, Dos grandes cráteres, imo de oro, que pesa 
ocho talentos y cuarenta y dos minas; y el otro 
(le plata, que puede contener seiscientas ánfo- 
ras. Habéis visto el primero en el tesoro de los 
Clazomenios : veréis el segundo en el vestíbulo 
del templo. 

3^ Cuatro vasos de plata , en forma de toneles, 
de una capacidad muy considerable : los veis 
todos cuatro en este lugar. 

VDos jarros grandes, uno de oro y otro de plata. 

5^ Una estatua de oro , que , según dicen , re- 
presenta la muger que amasaba el pan para este 
príncipe. Esta estatua tiene tres codos de alto , 
y pesa ocho talentos. 

6"*. A estas riquezas añadió Creso muchas 
barras de plata , los coUares y cin turones de su 
esposa , y otros presentes no menos preciosos. 

Luego nos enseñó Cleon un cráter de oro , que 
la ciudad de Roma, en Italia, habia enviado á 
Delfos. También nos enseñaron el collar de He- 
lena. Contamos ya en el templo, ya en diferentes 
tesoros, trescientas sesenta ampollas de oro, 
que cada una pesaba dos minas ''. 

* Tres marcos , tres onias , tres gruesos, y treinta y dos granos: 
.3 marcos» 5 onzas, I ocbaya, y 24 granos de E«paña\ 



^% YIAGE DE AKACABSTS. 

Todos estos tesoros coa otros , de qoe no hago 
mencioB , valen sumas inmensas , según se pnede 
juzgar por el hecbo siguiente. Algún tiempo des- 
pués de nuestro viage á Delfos se apoderaron los 
Focenses del templo , y se y^duaron en mas de 
diez mil talentos * las materias de oro y plata 
que hicieron fundir. 

Después de haber salido del tesoro de los 
Corintios , continuamos recorriendo los monu- 
mentos del recinto sagrado. Ved aquí; nos dijo 
Cleon , un grupo que debéis mirar con atencioo. 
Ved con que furor se disputan una trípode Apolo 
y Hércules ; con qué interés quieren Latona y 
Diana detener al primero, y Minerva al segundo. 
Estas tres estatuas » hechas por tres artistas de 
Corínto, fueron ofrecidas por los Focenses. Esta 
trípode guarnecida de oro, sostenida por un 
dragón de bronce » fué ofrecida por los Griegos 
después de la batalla de Platea. Los Tarentinos 
de Italia y después de lograr algunas ventajas 
contra sus enemigos, enviaron estas estatuas 
ecuestres , y estas otras de á pie , las coates re- 
presentan los gefes principales de los vencedo- 
res y de los vencidos. Los habitantes de Delfos 
dieron este lobo de brcmce que veis cerca del 
altar mayor : los Atenienses esta palma y esta 



* Mas de cincuenta y cuatro mOloaes (mas de 201 miikmes de 

rs. Yn.\ 



CAWTtLO XXII. 355 

Minerva del misiBO metal. La MineiTa, como 
también los dátiles de la palma , estaba dorada 
antes ; pero hacia el tiempo de la expedición de 
los Atenienses á Sicilia , los cuervos presagiaron 
su derrota, arrancando los dátiles, y horadando 
el escudo de la diosa. 

Viendo Gleon que nosotros dábamos muestras 
de dudar del faecho , añadió para confirmarlo : 
¿esta columna iraesta cerca de la estatua de 
Hieron , rey de Siracusa , no se cayó en el dia 
mismo de la muerte de este principe ? ¿ Los ojos 
de la estatua de este esparciata no se saltaron 
algunos días antes de que muriese en el combate 
de Leuctres? ¿Por el mismo tiempo no desapa- 
recieron por si mismas las dos estrellas que Li- 
sandro habia consagrado aqui en honor de Cas- 
tor y Polux? 

Estos ejemplos bos llenaron de tal espanto , 
que temerosos de que Gleon nos añadiese otros, 
tomamos el partido de dejarle en pacifica pose- 
sión dé sus fábulas. Reparad, añadió, en las 
piezas de marmol que cubren el terreno que pi- 
sáis. Aqui está el punto medio de la tierra, 
igualmente distante del oriente y del poniente. 
Se dice que para conocerle , dei^achó Júpiter 
desde estas extremidades del mundo dos águi« 
las que se encontraron puntualmente en este 
sitio. 

Cleon no nos hablaba de ninguna inscripción , 



356 YIAGE DE ANACARSIS. 

atendía con preferencia á los oráculos que la 
sacerdotisa había pronunciado , y se ha tenido 
cuidado de exponer á la vista del público , ha- 
ciéndonos notar aquellos que se habían veri- 
ficado. 

Entre las ofrendas de los reyes de Lidia se me 
olvidó hablar de una gran copa que había en- 
viado Alíate, y cuyo pie excita todavía la ad- 
miración de los Griegos , acaso porque prueba 
la novedad de las artes entre ellos. Es de hierro, 
de figura de torre y mas ancha por abajo que por 
arriba; toda está calada, y se ven muchos ani- 
raalitos jugueteando al través de las hojas que 
la adornan. Sus varias piezas no están unidas 
con clavos : es una de las primeras obras en que 
se ha empleado la soldadura. Se atribuye á Glau- 
co de Quio , que vivia hace poco mas de dos si- 
glos, y fué el primero que halló el secreto de 
soldar el hierro. 

Otros muchísimos monumentos habían lla- 
mado nuestra atención. Vimos allí la estatua del 
retórico Gorgias , y otras innumerables de los 
vencedores en los diferentes juegos de la Grecia. 
Si es admirable la magnificencia de tantas ofren- 
das reunidas en Delfos, no lo es menos la ex- 
celencia del arte; porque casi todas han sido 
ofrecidas en el siglo pasado ó en este, y la mayor 
parte son obra de los escultores mas hábiles que 
han florecido en estos dos siglos. 



Capitulo xxii. 357 

Üedde el recinto sagrado entramos en el tem- 
plo , que fué edificado ciento y cincuenta años 
hace *. Habiéndose quemado el que habla antes, 
ordenaron los anfictiones ^'^ que se reedificase; 
y el arquitecto Espíntaro de Gorinto se obligó 
á darle concluido por la cantidad de trescientos 
talentos ""**. Las tres cuartas partes de esta suma 
se exigieron de diversas ciudades de la Grecia, 
y la otra cuarta parte de los habitantes de Del- 
fos, quienes para dar su contingente, hicieron 
UDa cuesta hasta en los p^dses mas remotos. Una 
fámula de Atenas costeó el gasto de los adornos 
que no entraban en el primer proyecto. 

El edificio es de una piedra hermosa ; pero el 
frontispicio es de marmol de Paros. Dos escul- 
tores de Atenas representaron sobre el frontón 
á Diana, Latona, Apolo, las Musas, Baco , etc. 
Los capiteles de las columnas están cargados 
de muchas especies de armas doradas, y sobre 
todo de los escudos que ofrecieron los Atenien-^ 
ses en memoria de la batalla de Maratón* 

£1 vestíbulo está adornado de pinturas que re- 



* Hacia el ano 5f S antes de J. C. 

** Estos eran diputados de las ciadades » qne se jnntaban todos 
ios aftos en Delfw , j tenían la inspección del templo , según se 
verá mas adelante. 

***Ün millón y seiscientas y veinte mil libras : (6.035,294 w. 
vn.); pero siendo entonces mayor el talento, qae lo fué después « 
«e puede amncntar la evdaaeion. 



áSS VÍAXiE DE ANÁClAllSIS. 

pregeutan el combate de Hércideg con la Hidra ,' 
el de los gigantes con los dioses; el de Belero- 
fonte con la Quimera. También se ven allí alta- 
res , un busto de Homero , vasos de agua lustral , 
y otros vasos grandes , en los que se mezcla cou 
el agua el vino, para hacer las libaciones. Se 
leen en las paredes algunas sentencias que , se 
dice y dictaron los siete sabios de la Grecia » las 
cuales contienen reglas para la vida, y son como 
avisos que dan los dioses á los que vienen á ado- 
rarlos , como si les dijeran : conóeete á H mi$mo ; 
nadademas; la desnuda te ilgüé de eerea. 

Una palabra de dos letras, puesta sobre la 
pueftá , da lugar á varías interpretaciones ; pero 
ios intérpretes mas hábiles descubren en ella un 
sentido profundo. Significa en efecto, vú$ íon. 
Esta es una confesión de nuestra nada, y ua 
homenage digno de la divinidad , á quien solo 
t>ertenece la existencia. 

En el mismo parage leímos sobre una tablilla 
colgada de la pared estas palabras escritas con 
letras grandes : nadie ge acerque á estos tugares si 
no tiene puras las manos. 

No roe detendré en describir las riquezas de lo 
interior del templo ; pues se puede juzgar de 
ellas por las del exterior : solamente diré que 
hay una estatua colosal de Apolo, de bronce, 
consagrada por los anfilctiones; y que entre 
otras muchas estatuas de loa dioses, ae guarda j 



tn jftDifiestá á la veDeracion del público la silla en 
que Pindaro cantaha los himnos que habla cob^ 
puesto en loor de Apolo. Digo esto para que sé 
vea hasta átrnúe los Griegos saben honrar los 
talentos. 

£n el santuario están una estatua de Apolo en 
oro , y aqael antiguo oráculo de cuyas respues- 
tas ha pendido tantas veces el destino de los 
in^[»ertos. Su descubrimiento se debió á la ca- 
sualidad. Habiéndose acercado unas cabras que 
and^ybfl» por las rocas del monte Parnaso , á un 
respiradwo, de donde salian exhalaciones ma- 
lignas y se dice que repentinamente fueron agi- 
tadlas de movimientos extraordinarios y convul- 
sivos. £1 pastor y los habitantes de los lugdres 
inmediatos, que acudieron á ver el prodigio, 
respiraron d mismo vapor, experimentaron los 
mismos efectos , y en aquel delirio pronunciaron 
palabras sueltas. Luego al punto las tuvieron 
por predicciones , y el vapor de la cueva por un 
soplo divino que explicaba lo futuro *. 

£n este templo hay empleados muchos mi- 
nistros. El primero que se ofrece á los ojos de los 



* Bste vapor era una especie de mofeta , que do se levantaba 
mas <|oe IkuU cierta altara. Parece que en tomo del respiradero, 
habían levantado «I suelo» y por eso se dice que se bs^aba á él. 
Hallándose pues la trípode metida en este hondo , es fácil enten- 
der como el vapor podia llegar á la sacerdotisa • sin hacer daño i 
o» eircunstanlefí 



360 VIAGE BE ANACAftSIS. 

extrangeros , es un joven comunmente criado á 
la sombra de los altares , obligado á vivir siem^ 
pre en rigurosa continencia, y encargado de 
velar sobre la limpieza y decoración de los lu- 
gares santos. Luego que amanece, va con los 
que trabajan á sus órdenes, á coger ramos de 
laurel en un bosque sagrado, para formar coro- 
ñas , que cuelga de las puertas, de las paredes, 
al rededor de los altares , y de la trípode sobre 
que pronuncia sus oráculos la Pitia; saca agua 
de la fuente Castalia para llenar los vasos que 
bay en el vestíbulo, y hacer aspersiones en lo 
interior del templo ; toma después su arco y su 
aljaba para ahuyentar las aves que vieneu á po- 
sarse en el techo de este edificio ó en las estatuas 
que hay en el recinto sagrado. 

Los profetas ejercen un ministerio mas eleva- 
do ; mantiénense inmediatos á la Pitia; recogen 
sus respuestas; las ordenan; las interpretan, y 
algunas veces las confian á ministros' subalter- 
nos que las ponen en verso. 

Los que se llaman los santos , que son cinco , 
participan de las funciones de los profetas. Este 
sacerdocio es perpetuo en su familia, que pre- 
tende traer su origen de Deucalion. Algunas mu- 
geres de cierta edad están encargadas de no 
dejar apagarse nunca el fuego sagrado que cou^ 
servan con madera de pino. Una multitud de sa- 
crificadores, de augures, de arúspices y de ofi- 



CAPITULO XXII. 361 

cíales subalternos aumeutaii la magestad del 
-cvAío, y apenas bastan para satisfacer el ahinco 
de los extranjeros que yienen á Delfos de todas 
las partes del mundo. 

Ademas de los sacrificios ofrecidos en acción 
de graéias , ó para expiar las faltas , ó para im- 
plorar la protección del dios , hay otros que de- 
ben preceder á la respuesta del oráculo » y son 
precedidos de diversas ceremonias. 

IMlentras nos instruían en estas menudencias, 
vimos llegar al pie de la montana, y en el cami- 
no que se llama la yia sacra , una gran porción 
de carros llenos de hombres , mugeres y niños, 
que echando pie á tierra formaron sus filas , y 
se encaminaron hacia el templo, entonando 
ciertos cánticos. Esta gente venia del Pelopo- 
neso á ofrecer al Dios las ofrendas de los pue- 
blos que allí habitan. La teoría , 6 procesión de 
los Atenienses , venia tr^ ellos, y á esta seguían'' 
las diputaciones de otras muchas ciudades , dis- 
tinguiéndose entre ellas la de la isla de Quio, 
compuesta de cien mancebos. 

En mi viage á Délos hablaré mas largamente 
de estas diputacicmes, de la magnificencia que 
osteatan; de la admiración que excitan, y del 
lustre que dan á las fiestas, adonde concurren. 
Las que vinieron á Delfos, se colocaron al rede- 
dor del templo, presentanm sus ofrendas, y 
cantaron en loor dé Apolo himnos , acompafta- 



362 VIAGE BG ANÁCAlt^tg. 

dos c0n bailes. Sotoesalió el coro de los Ale* 
Ilienses por la hemosura 4é sus voces , y por su 
4e8tl*eta en la ejeciicion. Cada instante ofrecía 
escenas interesantes y rápidas. ¿ Cómo podré 
describirlas t ¿Cómo representar aqpi^los mo- 
vimiestos, aquellos conciertos, aquellos gri- 
tds, aquellas ceremouias augustas , la alegría 
tumultuosa^ la multitud, de objetos, que com- 
parados unos con otros secrestaban nuevos en- 
cantos? 

FuitiM>8 arrebatados £d teatro, donde se daban 
los cowbates de poesia y de música, á que pre- 
sidian los anfictiones. Ellos son los que en di- 
ferentes tiempos han establecido ios juegue que 
se celebran en Delfos, y tienen á sa cargo 
el gobierno de ellos; cpnservan el buen orden, 
y decretan la corona al vencedor. Entiteon en 
la lid muchos poetas. El asunto del premio es 
"unhinmoá Apolo, que debe cantar el mismo 
autor acompañándose con la cílitfa. La hemo- 
sura de la wt,y el arí» en sostenerla con armo- 
niosas consonancias , influyen tanto en la opi- 
nión de los joeces y de los concurrentes , que 
por no haber tenido estas dos prendas , fné en 
oiro tiempo exduido Heaíodo del conearso; y 
por haberlas poseidoen grado eminonte , kwk 
logrado el premio otros autores > aun cuando 
ofreciesen obran. qnedSos «o habían compiuesto. 
4os foenMis.que cíalos, toniau jnnchas bélicas* 



CAPITULO xxiu 363 

El qftie fué coronado , recibió aplausos repetidos 
hastael punto que los heraldos se yieron pre* 
osados á imponer silencio. Después se vieron 
venir loi tocadores de flauta. 

£1 asunto goe se acostumbra proponerles , es 
el combate de Apolo con la serpiente Pit(m. 
Es necesario que en su comlposidon se puedan 
dístingnir las cinco principales circunstancias 
del combate. La primera parte es mi preludio : 
la acción se empeña en la segunda; se anima, 
y se termina en la tercera ; en la cuarta se oyen 
los gritos de la victoria; y en la quinta los sil- 
bidos del monstruo antes d(& espirar. Apenas 
a!il|ndicaron el premio los anfictiones, cuando 
pasaron al Estadio ^ donde se iba á dar princi- 
pio A las carreras de á pie. Se propuso una co- 
rona para el que ilegase antes- ai término ; otra 
para los que la corriesen dos reces ; y otra para 
los que la corriesen dos veces seguidas; y esto 
es lo que se llama (carrera sencilla , doble y 
larga. Vimos suceder á estos varios ejercicios , 
la carrera de los taifios, la de los hombres ar- 
mados ^ la lucha y el pugilato y otros muchos 
combates 9 que describiremos hablando de los 
juegos olímpicos. 

Eú otro tiempo se presentaba á los venc^do*- 
res cierta -cantidad da dinero; pero triándose 
ha ^erido honrarlos mas , no se les ha dado 
mas que una >cofrotia de laiveL ' 



36Í VIAGE DE ANACARSfS. 

Nosotros cenamos con los'teoros ó diputados 
de Atenas. Algunos se proponían consultar ai 
oráculo» que debía responderá sus preguntas 
á la mañana siguiente; porque nadie puede 
acercarse á él sino en ciertos días del año ; y 
la Pitia no se pone en la trípode mas que una 
vez al mes. TamMen nos resolvimos nosotros á 
consultarla, no mas que por curiosidad^y sin 
confianza alguna en sus respuestas. 

Por la noche la juventud de Delfos andaba 
por las calles cantando versos á la gloría de los 
que acababan de ser coronados; todo el pueblo 
hacia resonar los aires con largos y tumultuo- 
sos aplausos ; la naturaleza en,tera parece que 
participaba del triunfo de los vencedores. Aque- 
llos ecos numerosos q\ie descansan en las cer- 
canías del Parnaso, despertados repentinamente 
al ruido de las trompetas, y llenando con sus 
voces las cavernas y los valles , se comunica- 
ban, y llevaban á lo lejos las ruidosas expresio- 
nes de la alegría pública. 

Al dia siguiente fuimos al templo; dinios por 
escrito nuestras preguntas , y esperamos á que 
la suerte decidiese el mdmeuto.en.que debíamos 
acercarnos á la Pitia. Luego que nos avisaron , 
la vimos pasar por el templo , acompañada de , 
algunos profetas^ poetas y santos , que. entraron | 
^on «Ua en el santuario. Parecía triste, decaída, I 
j como si la llevasen por fuerza , cual una víc^ j 



CAMTI3LO xxir. 383» 

tima al saeiiftcio. Iba nia&tiamdo laurel, y ai 
paswr eoii6 alpmas hojas de él mezclad»; con 
harina de eebada en el fuego ságt^do ; tema una 
carona en la cabeza , j ceñida la frente eon «na 
?enda. 

En otro tiempo tío habia en Delfbs' mas que 
una Pitia ; pero hiego que se aumentó el con- 
curso de gentes á este oráculo , se pusieron tres, 
y se decüdió que tuviesen mas de cincuenta 
años» después que un tésalo robó una de estas 
sacerdotisas. Hacen su servido por tumo. Son- 
escogidas de entre las de Delibs » y en la clase 
mas baja. Comunmente sonmugeres pobres, sin 
edncabion , ñi experiencia; de costumbres muy 
puras» y depooo talento. Deben vestir sencilla- 
mente , no perfumarse nunca con esencias , y 
pasarla vida ea' el ejercicio de las práetíciis re- 
ligiosas. 

Eran muchos los extrangeros que se propo- 
nían «onsuüar al oráculo: El templo estaba ro- 
deado de victimas» que espiraban bajo elísagra- 
do cuchillo; y cuyos alaridos se mezclaban con 
«Ü cántico de los Mmnos. £1 impaciente deseo 
de conocer lo futuro se pintaba en los ojos de 
lodos »iunJtnDÉnte con la esperanza y el temor, 
que son ins^[>arabies de él. 

Uno de los Sacerdotes 50 encargó de i^reparar-- 
nos. Después de purificarnos oou el agua santa, 
ofrecimos un loro y una cabra. Para que í^ste 



36^ VIAGE DB AVáCJkBSÍS. 

sacdAdo f nef e agradable á ios dloaes ». era pre- 
ciao qae el toro comiese , sia fkarane , la«haaiBa 
<pie se le piresentaba ; era necesorto qoe deanes 
de echar agua fríasobre ki cabra» se la yiese 
temblar por algunos instanies. No dos dieron 
razón alguna de estas eeremoDiaa; pero cuanto 
mas inexplicables son, tanto mas respeto ins- 
piran. Habiendo justificado el suceso la pureasa 
de nuestras intenciones, entramos en €ik templo 
coronados de lauvel , j con un ramo rodeado 4e- 
una cinta de lapabianca en las .manos.. Este es 
el símbolo, con fue los supMcantes se acercan 
al altar. 

Fuimos introducidos en una capilla, en donde 
en ciertos momentos que, según se dice , na son 
ni previstos , ni ordenados por los sacerdotes , 
se respira repentinamente un olor en extremo 
suaye. Se cuida de hacer observar á los extran- 
geros este prodigio. 

Poco después vino el sacerdotte á buscamos, 
y nos llevó al santuario, ospecie de cavenia 
profunda, cuyas paredes eatán adornadas con 
varias ofrendas^ Acababa de desatarse una cinta, 
en. que estaban.bQrdadqs ooronas.y violoría& Al 
principio nos. costaba trabajo distiagnir los ob- 
jetos; porque el incienso y otros perfumes que 
se qoemalianaUi conlinnamente, limaban todo 
de un humo espeso. En el medio hay im res- 
picadero, del. cual sale la exhalación proféti- 



ca. SeTai'liafiíaélpor un pendiente inseiisdiíe; 
mas no se ie puede Yer^ porqne está cubierto 
con ima trípode tiin rodeada de ooronas y ran 
mos de laurel, que no ptt^de «fifundine afuera 
el vapor. 

La Pitia, fitligadáflima ya, se negaba á nes^ 
pender á nuestras pregualas. Los ministros qm 
la rodeaban^ empleaban alternativamente las 
aoicnazas j la yioteneia. En fin , cediendo á sus 
eafuerxos, se puso ea la trípode, después de 
liaber bebido una agua que mana en el santua- 
rio , y que , segfun dicen , sirve para descubrir lo 
futuro. 

Apenas bastarían los colores mas vivos para 
pintar los rebatos que se apodeiaroa de eBa re-* 
p^^tinamente. Vimos inobómele el pecba, y po* 
nerse encamado , y luego pálido su semUante : 
todos sus miembros se agitaban conmovimien- 
tos involuntarios; pero no se le oían mas que 
gritos laoMotaUes y dilatados gemidos. Luego 
G^telleando los ojos» arrojando espuma por la 
boca, erizados los cabeHos, no pudiendo resistir 
mas ^ va|ior que la abogaba , ai arreiarse de la 
toipode, ea d<wide la tenáan los sacerdotes, 
rasfó su yenda, y ealre los mas teniUeaabullt* 
dos, pronuncié alganas pabibras que recogieron 
con ahinco los sacerdotes. £n seguida las pusie» 
ron en orden , y nos las dieron por escrito. Yo 
liabia preguntado si tendría la desgracia de so» 



368 VIAGE DB ÁNACABSIS. 

breviTir á mi amigo. Sin ccmcertarse eomnigo , 
lid>ia becho Pilotas la misma pregmita. La res- 
puesta era oscura y e^ivoca, y la hicimos pe- 
dazos al salir del iem^o. 

Entonces nos llenamos de indignación y de 
lástima y culpándonos con amargura del estado 
funesto á que habíamos reducido aquella infe- 
liz sacerdotisa. Ej^ce funciones odiosas, que 
han costado la vida á muchas de sus semejantes. 
Los ministros lo sil)en, y no obstante los hemos 
visto multiplicar y contemplar á sangre fría los 
tormentos que la abrumaban. Lo que mas irríla 
es, que un vil interés endurezca sus corazones; 
porque sin los furores de la Pitia ta consuUariau 
menos , y serian menos abundantes las libera- 
lidades de los pueblos; pues cuesta mucho ob- 
tener la respuesta del dios. Los que no le tributan 
mas que un homenage sencillo, deben á lo menos 
ponersobreel altar tortasyotrasofrendas:los que 
quieren saber lo- futuro, deben sacrificar anima- 
les. Hay gentes que en tales ocasiones no se 
corren de osteñlar el mayor faoslo. Gomo que- 
dan páralos ministros del lemplo mudbas victi- 
mas , ya las desechen , ya las admitan , basta la 
roas mínima irregularidad que descubran , para 
excluirlas ; y se han visto arú^iees mercenarios 
escudriñar las entrañas de un animal, quitar 
las partes integrantes , y hacer comenzar de 
nuevo el sacrificiOt 



Sin éttrtMff^ este tdbiilo iin]^ii6ÉlD-4iintnte 
tedoel añoáMá'creduMdád delpsüombreb^^^' 
eatifido severaofente por: los sacefddtes^ que . 
f(»maii ée él m renta prmc^isl ; este iiibuto; di^ 
g^ es hifiBÍtinieiile menOs ¡Mtligrosa, que iaí íkh 
flucbeia de sus Pf apuestas ien tos aswiAóB p»i»M- : 
cosdelaGreciay delrasto del mando. fisipreeiio 
laábeiltareé de los males del igéaero- hurnaao , ai 
pettsar ique adema^ d¿ losipcodigios fingidos edn 
qoé los liabitantes de Delfoa Iúícmí uii tráfico 
continuo, se paeden lograr ,'á ptecia de'dine--' 
ro, .respuestas de la Pitia; y que déeakei modo, 
ima piJidnra dietada> por sacerdotes. «airronipi^: 
dos-, y pronaneiada pes uaa«mugéK «Keotecaitav- 
bastaparasuscitarguafrassaiigrientasvydesdlar 
iedoanretoo. . 

fil oráculo exige que se* haganli los dioses km 
detyídcKs honores ; pero uo pvesoribe regia algaha 
sobró ello; y leilaodo se le pregmrta quer-cuál es 
el m^or culto V responde siempre! eotifórmate 
cfHíel que está admitido en* tu paia. Exige tam- 
btea que sean respetados lóS'tenq4os$ y^pkmun- 
cia penas seTerislmitt'eonlral«s!proíiíiD«#OTetf, 
6 wurpadores de sus bienes; Yoy á- «itar im 
c^jempio: , . , • » 

La Hañnra que- se extiende <desde el. mente 
Parnaso basta eLmar^perteneciavtaaoeaoiao'des 
siglos, áiofe balHtáiiies de Cirra^^y^el modo de^ 
despojarlosée elia^maiiiíiesla bsptanteiaespe'* - 



fcie de Ttnpnuí ^e «e ejecMla aqui eotttra Jod 
sacrflttfOik ftiitiutároiiléftqtte.exigiaD contrüNi*' 
cioqeftá los Griego* ^oe^esMiriMircabiD ensus 
tHiertes para ir á,Ile|foivyqae habáan becteisr 
cimkxiMi^!» alg^utai tierras fue prntoMeian al 
teiipki. €#D0ttltado^ el «vAonlo por les anfictia* 
nes^ e«iiUD(0'al<9éiaero dé^iaplíeio que jAerecim 
los culpados^ masdóquese lesipersipiieae de dia 
y de'Boobe^ciae se lalnae- sii pais , j se les U- 
cieae escUnros^ M pvnto oonie vea muchas nacio^ 
lies á las^acmasi Fuéjurasada la ciudad» y el 
puerto iaiitUixado;- sus iiabitantes ftoron dogo- 
lladpe, 6MaBdeMidos ; yhsM^méa oonsagcado 
sus «ieascaaap^as. al templa de ]>elfoe»s&bizo 
juraotento de so csidüvaite^de no odUbeac en 
eUas casas, y se prouuoció esta impeecaekn tep* 
lüPifef »qíieie6;parüciilarea»f$ lespueMei9,^e se 
« atf<)iwiii%qiiebrattlaireatejureiiien[to,seano9(e- 
« crableaá;|a»i<)|jhK» do ApQlo.y4ete divl- 

« Qidadea^KVi^oq.deii^fi^lo aaa tM9ffras; que sus 
(( mugen» s aiiftjfatei»os jui ptodusean opas qm 
« monatipos^itipe.eHee.peittscilB euioseomka- 
n tea;jqiioeal99umalide.todastSiis empresas; q«e 
c( ee afiaba. ood eUos aa generaron ;. y qpie 
c( mientras vivan, Apolo y las demás divinidades 
t( daaecheu corn lionror soasólos y saciáflelos* » 

Bor la mamila ba^aaioa.al llano para ver ias 
oeiridas de eabaliosy carrea £1 Hlpodrdmo (este 
<cs el poipubre que dan al eapafSio que ae debe. 



GAI^ITOLO XTM. S7i 

correr) es tan gran^». qae lagunas veces se ven 
hadla oaarenta carros áia|NitaiBe la Motoría. No- 
sotros times partir de la banrer^ diea & la vez , j 
de ellos YoMerott muy pocos, porque los demás 
se Meleroii pedazos contra t» meta , ó en el me- 
dio de la canrera. 

AcábaAas las corridas, subimos á Dfdfos para 
ver los hoBores íünebres que la teoría de los 
Enianes debiai hacer á los manes de Neoptolemoy 
y de la cereMoula que del>ia precederles. Este 
pueblo , ^e cuenta á Aqniles en el utaiero de 
«US reyes antiguos, y que honra especialmente 
Id memoria de esle l¿roe y de su hijo Neoptole- 
me, haMa cerca delmonte Ete en Tesalia. Ga^ 
cuatro afiOB envia una diputación á Delfos, no so- 
lamei^ para ofrecer sacrificios á laa divii^ades 
de estos lugares , sino también para hacer liba^ 
clones y oraciones sobré el sepulcro de Neopto*- 
lomo , que rauri6 aqui id pie de los aUiires á 
nmnos de Orestes , hijo de Agamenón. £1 dia ano- 
tes babia cumplido el primero de estos d^ieres, 
y «boM üm ái compMr el segundea 

Un mancebo rico de Tesalia, llamada Polifrotí > 
estaba al frente éelateeiria. Comopvetendiaser 
deacendiente de Áqufles , quiso presentarse con 
el eapleBdor que pudiese Justificará los ojos del 
pueblo tan alta pretcnsión, iilnria la maBrcta una 
hecatombe compuesta efectiYamente de cíen 
bueyes., unos coa la» astas doradas > y otros lie- 



372 VIAjQE DB ANACIBSIS. 

vabaD por adorno c<Mronas y guámaléi» de flores» 
Eran conducidos por otros tantos tésalos vesü- 
dos de blanco > que Uevabaa hachas al hombro.^ 
Seguíanse otras rí climas interpoladas dat^ebo 
en trecho con músicos tocando diversos kistru- 
roentos. Venían luego yarias .doniCellas, cuya 
hemosura atraía las miiardas de todos ,* las que 
caminaban á compás cantando MmAos en Joor 
de Tetis, madre de Aquiles» y. llevando en las 
manos y en la cabeza canastillos con floces , fru- 
tas y aromas preciosos : segiÉBose á ellas cin- 
cuenta mancebos de Tesalia m<mtados en sober- 
bios caballos, que blanqueaban sus frenos coa 
espuma, sobresaliendo entre todos Pidifron, 
tanto por la gallardia de su persona^como por la 
riqueza de sus vestidos. Asiipi^ estuvieron de- 
lante del templo de Diana, ssíiO la sacerdotisa, 
presentándose con «1 ademan y atributos de la 
diosa^ con una aljaba al hombro;» y en las ma- 
nos un arco , y una hacha «iicendidd* SuMé «n 
un carro , y cerró la marcha , que continuó en^l 
mismo orden hasta el seputoo^de Neoptoteflko , 
situado en un cercado á la iáqoierdA del -templo. 
Los tésales de á caballo dieran tres vüehas al 
i^ededort las doncellas de Tesiiüa despidieron 
d^tados^gbmídosi y los oitos; diputados gfttos 
de dolor. U«i momento .despoes:se (tiá la señal , 
3?^ todas las Tfetimas cayeron al rededor del iJtar. 
Cortáronles las extremidades, y las pusieron so* 



CAmtiLOXXiii. 373 

bre üBta grande pira. Los^gftcferdotoí», desyüíea^de 
baber resado alonas ora€ÍQne»;hicieroii Uba- 
ciooes s^re lapira, y PoUíroA le puso líiego oon 
el tocha ^e babia recibido de mam) de la sa^- 
cerdotisa de IHaoa. Después se dieron á los nue 
lustros del templo los dereotos-ipie les perteae- 
clan de las vietimas , y se reservó lo demás para 
un buiqfuete, á^e líieron «oovidados los sacer- 
dotes , los principales babiiaAtes-de Deliés; y los 
teoros ó diputados de iaa«denias ciudades de la 
Grecia. Nosotros fuimos admitidos á este ban» 
(píete ; pero antes de ir á él , pasMDoa ai Liesqué 
quie teníamos á la vista. 

Este es un edificio ó póvtieo llamado así > por- 
que «e* juntan nM varias gentes á conversar «ó 
tratar de negocios. HaBamoa en él mudia» pin*-* 
turas que- se aciriMHin de presentmr á un con^ 
(Hirso eatidileíeido cérea de. mi siglo antea. Pero 
estas obraos nos llevaron meno» atonden, q^ 
laaiiintaras que- adornan las paredes , las cuates 
son de mano de Polignoto de Tases ^ y las dedi«* 
carón en este lugar los Gnidios. \ 

En lapared dé la deredia te representado Po- 
Mgnoto latoma de IVoyayómás bien las conse** 
cuencias^de'estB toma; porque eséogr6 elmoF- 
mento en que casi todo6 iós^Griegós , bartóis de 
caitoteeriav se disponiaii para volver & su patria. 
El l^ar de ia escena abrazano solamente la 
«ciudad, eiiyo' interior se descubre por éntrelas 



374 VIAOE DB AVACABSIS. 



I qa^mmtíuiBnsk de áestnár , sino tam- 
bién 1* eo9ta , dionde se ve el pabelloD de Mene- 
lite, empezando á éesplegarse, y su nayf o pronto 
á dafse á la vela. Se ven también yarios grupos 
eA la plaza publica, en las calles^y en la costa. Aquí 
esM Helena acompaÉada de dos criadas, rodeada 
de muchos troyanos heridos , cuyas desgracias 
can96, y de muchos griegos que parece contem- 
plan todavía su beHeaa. Mas allft está Casandra 
sentada en éí suelo en medio deUMses^AyaxyAga- 
menony Menelao, inmóvUes y de pie cerca de un 
altar; porque gcaeraiiñ^ite reina entodalapintu- 
ra aquel sombrío silencio, aquel" reposa terrilAe, 
' en^piecaenloaveDcedoresylos vencidos, cuando 
nnoi^'aalén can su dea de sa barbarie, y otros de 
su 6xiiiencía.NecqptoltBio es el tínico, cuyo fu- 
romo está sudado , y persigaa todavia á algu- 
nos d^ilea troyanoa. Sata figum atrae mas que 
ttda las máradaa^dei espectador; y esta era sin 
duda: la ÑatandkN» del artista ^ cuando trabifaba 
para un lugar inmediato al sepulcro die este prin- 
cipe. 

9e expenmenitti te impre^anea maa vivas 
del terror y de la ooapailon al eonsidorar el 
ctseapo de Piiamo y loa de sns gefes principales 
tendsdoa» cubiertos, de terídaa , y abandonadoa 
en medio deiaa ruíaai'dnBBa dudad antea tan 
floreciente; se eüpeñmentan á la vista de un 
nüo , que llevado en braaoa dron esclavo a»-* 



€A»mfCO X%H. f 375 

cianoy 9e topa log ojosectn la mano para no ver 
loa liontM«i qna la cepcaí^; de atfotÁ airo niño», 
que ateaiaiiíado corre á« abrazM^e de un altar; 
de las troyanasy que aentadas en el suelo» 7 casi 
amontonadas unas sobre otras , parece que las 
abmpMi el pesa de su destino. Dos hijas de Pri»- 
mo sen del número de astas cautii^as , y también 
la iAÍeUz A n dró m nca» que tiene A su hyo sobre el 
i-egaso. El pintor nos ta dejado ver el dolor de la 
masjaivm de las priaeesaa;<maaiio se puede jw*- 
gar del de las otras dos» por tener cubierta la ca* 
beza eott un yela. * 

En aquel-mome(ote nos aoordames de que ^e 
tenia por mérito en Timante el haber tapada 
con m velo la^ cabesa de Agamenón en su saoii* 
fieio de ifigeniav Bsta imagen lababia molleado 
antes Eurípides» quien sin doda la toase de ¥^' 
lignoto. 8ea de esta le que fuese» en un ángulo * 
de la pintura que acabo 4edesoriliir» se lee esta 
inseripeion * 8in6nides : P^HffmiUy 2ie Túw , 
Mjú d^Aglaof^Me, tepreHMA la fáeiPrutcim df 
Troya. cata ioscripoion está en verso» como lo 
esMn casi todas 101 que- se dirigen á etemicar 
ios nembres j beuboa famosos^ 

En la pared opuesta pintó Polignoto la bajada 
t\e l^ses á leaintcmos» eenforme á la relacidn 
tie Homero y de otro» poetas^ La barca de G»* 
ron» laevooaciende la sombra de Tiresias^ al 
Eliseo poblado de héroes y el^ Tá^rtaro lleno da 



S76 TiAGB nE É»Áeá.Mis. 

malvados; tales son lo$ o^etM pñnexp^ie8, 
quesepresentaB al espectador. Se puede notar 
allíUQ género de tormento. terrible y mievo, 
que Polígnoto destma á leis hijos ingratos , po- 
niendo en la escena á uno de eslosi, y á su padre 
ahogándolew También observé que á les su^U- 
dos de Tántalo añadía uno que tiene á este in- 
feliz prindpé en un espanto contiuao; y es uita 
roca enorme y proBta sien^ire ¿ caer sobre su 
cabeza^» pero había tomado esta idea del poeta 
Arquiloco. 

Estas dos pinturas , la primeca de las cuales 
contiene mas de íeien figuras,: y la segunda mas 
de odienta , producen un grande efecto , y dan 
uBa> idea elevada del iii(^o y capacidad de 
Polignato. Los ^ue estaban al rededor de jaoso- 
tros, ensdüUaban sus beUezaa, y censuraban sus 
defectos ;pero todos convenían en que el artista 
hid^ía manejado unos asuntos tan gruidos y,taa 
vastos, don tanta inteligiinciay que en cada 
pintmra restritaba un rico y magnifico c<»njunto. 
La» figuras principales se conocen por sus nom- 
faves, que están escritos-cerca de ellas : uso que 
se ha perdido después debi^berseperíecdonado 
el arte. 

Ifieiilrad llO8Otr€0^admirábalplos estas obras, 
nos viñieroA.á 11 visar que PoliCiron nos esperaba, 
én la- sala del convüe.. Hallárnosle .en medio de 
uria espaciosa tienda cuadrada ^cubiertay cer- 



CAPITULO XXII. 3f77 

rada por los tres lados con tapices paitados > 
€iue se coDservan en los tesoros del templo , y 
qae Polifron habla pedfdo prestados. El techo 
representaba por un lado el sol cerca de poner- 
se 9 y por el otro la aurora que conaenzaba á 
descubrirse^ en el medio la noche en su carro , 
vestida de gasas n^ras , y acompañada de la 
luna y estrellas. Sobre los demás tapices se 
veían centauros , hombres á caballo persiguien* 
do los ciervos y leones , y naves que combatían 
entre sí. 

El banquete ñié suntuosísimo y largo. Man- 
daron venir mugeres que tocaron la flauta : el 
coro de las tésalas cantó conciertos encanta- 
dores, y los tésalos nos presentaron la imagen 
de los combates en sus bailes sabiamente eje- 
cutados. 

Algunos dhis después subimos al nacimiento 
de la fuMite Gastidia , cuyas aguas puras y fres- 
cas forman hermosas cascadas en la caida del 
nionte.'Sale engrandes boibotones» entre las 
dos cimas de rocas que dominan la ciudad de 
Delfos. 

Continuando desde MU nuestro tamaño hacia- 
el norte, después de haber andado mas de se- 
senta estadios *, llegamos á la caverna de Go- 



* Cerca de dos leguas y media ( cerril de 2 leguas de Es- 
pan i). 



37S VIAGE DB AHACABSIS. 

ricio»piiNr otvo nonüNne 1« eaveroade laa Nín&g» 
porque está, consagrada á. ellas > eono tantbieii 
á Baco j á Pan. £1 agua ^e mana por todas 
partes forma arroyoelos. inagotables : aunque la 
caverna es muy honda » la akunlira casi toda la 
lusdel día. Están grande» que en tiempo de la 
expedición de Xenes , la mayor parte de los 
habUantes de Delfos tomaron el partido de re- 
fugiarse ái ella. £a las inmediaciones nos mos- 
traron muchas caTomas» ^e exdtan la yene«- 
racion de los pueblos ; porque en estos sitios 
solitarios todo es sagrado > y está poUado de 
genios. 

£1 camino que llevábamos ófreeia sucesiva- 
mente á nuestra vista mil objetos varios , vaUes 
agradables 9 bosquecUloa de pinos » tierras sus- 
ceptibles de cultivo; rocas que amenazaban 
nuestras cabezas; precipioioa que parecían abrir- 
se delante de nuestros pasos; algunas veces 
puntos de vista» desde donde nuestras miradas 
caían desde una altura grandísima sobre las 
campiñas inmediatas» IMseubrimoB cerca de 
Panopea y ciudad situada á los confines de la 
Fóoide y dis la Beooia » unos oavros ttenos de 
mugeres» que bi^ted^se de eUos , danzaban ai 
rededoi^ Nuestros guias ret^oeieron que eran 
las Tiades ateniensas. Son estas unas mugeres 
iniciadas en los misterios de Baco, que vienen 
lodos los año^'á juntarse con las de Delfos, 



GAHTCLO 11CII. 379 

p«7ai sMf juQtas á las allofas del Parnaso , 
y oele^aralHcon igaál fator tm orgias de este 
(fios. 

Los excesos áqoe se abandoDa», no sorpren- 
derán á los q»e saben cuan fácil es exalüur la 
imaginacioB 'viva y ardiente de las mngeres 
griegas. Mas de una vez se ha tísío ud número 
grande de ellas esparcirse como torentes por 
las ciudades y provincias enteras y desgreñadas, 
y medio desmidas , dando ahuUidos espantosos, 
sin haber sido nenest^ mas que una d^spa 
para producir estos incendios. Algunas de ellas, 
animadas r^entinamente de un espíritu de vér- 
tigo , se creían penetradas de una inspiración 
divina, y comimicahan estos raptos frenéticos 
ásus compañeras. Guando estiba para acabarse 
el acceso del delirio, se hacían remedios y 
expiaciones , para restituir la calma á sus áni- 
mos. Estas epidemias son menos frecuentes 
después del progreso de las luces; mas to^ 
davia hay reliquias ée ello en las fiestas de 
Baco. 

Contínuando nuestro camino ontf e montañas 
amontonadas unas sobre otras > Uegaoios al pie 
del monte Licoreo , el mas alto, del Parnaso, /y 
quiz& de toda la Grecia. Se dice que aquí fué 
donde se salvaron los habitantes de este región, 
para librarse del diluvio sucedido en tiempo de 
Deucallon» bitentiwios sulrár á él ; mas después 



380. VIAGB BB ANAjCAKSIS. 

de muchas caidas reeonocimos que» si es fiicU«»- 
bir á ciertas altoras del Parnaso , es difícultosí- 
simo llegar á la cumbre , y bajamos á la ciudad 
de Elatea, la principal de la F^cide* 

Esta pequeña provincia está rodeada de altos 
montes : se entra en eBa por desfiladeros y en 
cuya salida han coi»tniido los Forenses plazas 
fuertes. Elatea los defiende de las hrn^icioBes de 
los de Tesalia ; Parapotamies de las de los Tó- 
banos. Otras Téinte ciudades, sitimdas las mas 
de elks sobre i^fksSf están cercadas de mura- 
llas y torres. 

Al norte y al este del Parnaso se hallan her- 
mosas llanuras regadas por el Gefiso , que nace 
al pie del monte Eta , mas arriba de la ciudad 
deLilea. Loa de aquellas cercanías dicen que 
en ciertos dias, principalmente después de me- 
dio día, sale este rio de la tienra con furor, 
haciendo un ruido semejante al bramido de ud 
toro. Yo no he sido testígo de esto : solamente 
le he visto correr silencioso y torcer muchas 
veces su curso en medio de las campiñas cu- 
biertas de divetsas- especies de árbdtes, granos 
y pastos. Parece que aficionado ásusb^ieflcios 
no puede dejar los sitios^ que engalana. 

Los demás distritos de la Fócide se distinguen 
por diversas producciones particulares. Son es- 
timados el aceite de Titm^a, y el eléboro de 
Antíclra, ciudad situada sobre el mar dé Co- 



CAPITULO ¿Xlf. 38Í 

rioto. No lejos de aquí los pescadores de Bulis 
.recogen aquellas coDcluitf cou que se tiñe la 
púrpura. Mas arriba yiiiios en el TaDe de Anr- 
briso excelentes viñedos, y. muchos árbcdesen 
que se crian unos granos que dan á la lana un 
hermoso encamado. 

Cada ciudad de la Fócide es independiente , 
y tiene derecho de enyiar sus diputados á la 
dieta general, donde se tratan los intereses de 
la nación. 

Los habitantes celebran un gran número de 
'fiestas; tienen muchos templos y estatuas; pero 
dejan á los demás pueblos el honor de cultiyar 
las letras y las artes, ciñiéndose su principal 
ocupación á la labranza y los cuidados domés- 
ticos. En todos tiempos han dado pruebas bri- 
llantes de su valor , y en una ocasión particular 
un testimonio espantoso de su amor á la li- 
bertad. 

Hallándose próximos á sucumbir bajo las 
armas de los Tesados, que con fuerzas superio- 
res hablan hecho una irrupción en su país , le- 
vantaron una gran pira , y cerca de ella pusieron 
sus mugeres , hijos , el oro , plata y los muebles 
mas preciosos : confiaron su guardia á treinta 
de sus guerreros, con orden de que , en caso de 
ser derrotados , degollasen á las mugeres y á 
ios niños, arrojasen en la hoguera los efectos 
•que se les confiaban , de matarse ellos mismos 



382 YIAGE DE ANACÁllSIS. 

unoiá otros, ó ir al campo de batalla á perecer 
con el resto de la nacioD. £1 condmte fué largo , 
y la candcM'ia horrible : los Tésalos huyeron , 
y losFooenses quedaron libres. 




CAPITULO XSUSL 



SUCUSaS MBMCMUmjlS DI Li CaBGlA. BE6DBJIL ARO 3M tUíSfá 

EL ue 557 ANTES DB JBSUCBISTO. HUEBTE DB ÁGB8ILA0 , 

BEY DE LACBDEMONIA. SUBlDá DB FILIPO AL TBONO 

DB «ACBDONIA. GÜEBBA DE LOS MíFADOS. 



Mientras nosotros estábamos en los Juegos 
pf ticos , oimos hablar mas de nna vez de la úl- 
tima expedición de Agesilao , y ¿ nuestro re- 
greso supimos su müette *.' 

Tacos, rey de Egipto, dispuesto á baceruna 
irropcion en la Persla, juntó un ejército de 
ochenta mil hombres, y quiso sostenerlo con un 

* Bd «1 ano tercjei?o de Ut olimpiada 1 04 , la cual cone$iM>iide i 
los anos 362 y d61 antes de J. C. 



384 VUGE DE ANACARSIS. 

cuerpo de diez mil griegos, entre los cuales se 
haUaron mil lacedemoiiios mandados por Age- 
silao. Causó asombro ver á este príncipe trasla- 
darse á paises remotos, á la edad de mas de 
ochenta años, para ponerse al sueldo de una 
potencia extrangera. Pero Lacedemonia quería 
vengarse de la protección que el rey de Persia 
concedía á los Mésenlos; alegaba tener obliga- 
ciones á Tacos,; esperaba también que esta 
guerra daría la libertad á las ciudades griegas 
del Ática. 

A estos motivos , que quizá no eran mas que 
pretextos para Agesilao , se juntaban otras con- 
sideraciones que le eran personales. Como su 
alma activa no podia suMr la idea de una vida 
pacifica, y de una muerte oscura, vio abrirse 
repentinamente una nueva carrera á sus talen- 
tos ; y se valió de la ocasión de ensalzar su glo- 
ria oscurecida con las hazañas de Epaminon- 
das, con tanto mayor placer > cuanto que Ta- 
cos había prometido áa^le el mando del ejér- 
cito. 

Partió, y los Egipcios le aguardaban coa im- 
paciencia. Al rumor de su llegada , los principa- 
les de la nación , mezclados con la muchedum- 
bre , fueron solícitos á ponerse al lado de un 
héroe, que tantos años habia llenaba con su 
nombre la tierra; y hallaron en la costa á un 
anciano pequeño, de una figura despreciable , 



CAPITULO 3Lxni. 385 

sentado en el suelo en medio de algunos>spar- 
ciaiaS) cuyo exterior , tan desaliñado como el 
suyo f no distinguía los subditos del soberano. 
Los oficiales de Tacos ostentan á sus ojos los 
presentes de la hospitalidad , que eran diversas 
especies de provisiones. Agesilao escogió algu - 
nos alimentos ordinarios, é bizo distribuir á los 
esclavos los mas delicados , como t»nbien los 
perfumes. Excitóse en los espectadores una ri- 
sa descoiúpasada. Los mas prudentes se con- 
tentaron con manifestar su desprecio, y re- 
cordarse la fábula del monte que estaba de 
parto. 

Otros disgustos mas sensibles pusieron luego 
su paciencia en prueba mas dura. El rey de 
Egipto se negó á confiarle el mando de sus tro- 
pas; y sin dar oidos á sus consejos, le hacia 
sufrir cuanto una altanería insolente , y una va- 
nidad loca tienen mas ofensivo. Agesilao aguar- 
daba la ocasión de salir del envilecimiento á que 
él mismo se habia reducido, la que no tardó en 
presentarse. Habiéndose alborotado las tropas 
de Tacos, formaron dos partidos, que ambos 
pretendían darle un sucesor. Agesilao se declaró 
por Nectanebe, uno de los pretendientes del 
trono : le dirigió en sus operaciones, y después 
de haber consolidado su autoridad, salió de 
Egipto colmado de honores , y con una cantidad 
de doscientos treinta talentos , que Nectanebe 
II \7 



386 VIAG£ DE ANACAa^IS. 

enviaba á los Lace<leixic»9o& *. Uoa tempestad 
viokDta le obllg<) asaltar en tierra en una costa 
(desierta de la Libia» donde inuri6 á los ochenta 
y cuatro años de edad. 

Dos años después *" sucedió un caso, que no 
llamó la atención de los Atenienses, y debia 
mudar el semblante de k Grecia, y de todo el 
mundo conocido. 

Los Macedonios no babian tenido hasta en- 
tonces sino muy pocas relaciones con la Grecia , 
la que no los distinguía de los pueblos bárbaros 
que los rodean , coa quienes estaban en guerra 
continua. Sus sobepanos no hablan sido admiti- 
dos en otro tiempo al concurso de los juegos 
olímpicos, sino en virtud de títulos que hacían 
ascender su origen hasta Hércules. 

Arquelao se propuso después introducir en 
sus Estados el amor de las letras y de las artes. 
Eurípides fué llamado á su corte, y en manos de 
Sócrates estuvo hallar en ella un asilo. 

£1 último de estos príncipes, llamado Perdi- 
cas, hijo de Amintas, acababa de perecer con 
la mayor parte de su ejército en un combate 
dack) á los de ¡liria. Con esta novedad, Filipo su 



* tn millón y doscientas cuarenta y dos mil libras ( 4,627,038 
rs. vn.). 

** B£^o el aroontado de Galímedes^ ano 1° de la olimpiada 103 , 
correspondiente á los años 300 y 359 antes de J« C^ 



CAPITULO XXIII. 387 

hermatto , á quieii yo habia vLito en rehenes en^ 
tre los Tebanosy engañó la yigiUiaoia de sus 
guardias , se presentó en Mace^Hna ^ y fué nom- 
brado tutor dd hijo de Perdtcas. 

Amenazaba entonces al imperio^una ruina 
próxima. Las divisicmes interiores , y las derro- 
tas mulüpUcadas , le babian grangeado el des- 
precio de las naciones vecinas, pareciendo que 
se habían concertado para acelerar su ruina. 
Los Peooios infestaban sus fronteras; los Ilirios 
juntaban fuerzas , y meditaban una invasión. As- 
piraban á la corona dos coikcurrentes igualmente 
temibles » y ambos de la familia real : los Tracios 
sostenían los derechos de Pausanias; los Ate- 
nienses enviaban un ejército con una armada 
pjura defender los de Argeo : el pueblo conster- 
nado vela agotadas las rentas, un corto núme- 
ro de soldados abatidos é indisciplinados, el 
cetro en manos de un niño, y al lado del trono 
un regente de veinte y dos años escasos. 

Constatando Filipo mas bien con sus fuerzas 
que con las del reino, emprendió hacer de su 
nación , lo que Epaminondas , su modelo » había 
hecho con la suya. Unas ventajas ligeras enseña- 
ron á las tropas á estimarse lo bastante para 
atreverse á la defensa; á los Macedonios á no 
desesperar de la salud del Estado. A poco se le 
vio arreglar las diversas partes de la administra- 
ción, dar á la falange macedonia una nueva 



388 TIAGE DE ANACAfiSIS. 

forma; obligar con dádivas y promesas á los Peo- 
nios á retirarse » al rey de Tracia á que le hiciese 
el sacrificio de Pausanias. Marcha después cou> 
tra Argeo, le derrota, y envía sin rescate alguno 
los prisioneros atenienses. 

Aunque Atenas no se sostenía ya sino por su 
reputación» era preciso contemplarla, puesto 
que tenia derechos legftimos á la ciudad de 
Anfípolis en M acedonia , y el mayor interés en 
volverla á su obediencia. Era esta una de sus 
colonias, una plaza importante para su comer- 
cio ; y por aqui sacaba de la alta Tracia maderas 
de construcción , lanas y otros géneros. Después 
de muchas revoluciones habla caido Anfipolís 
en poder de Perdicas , hermano de Filipo. No 
eraposibloTestituirla á sus antiguos dueños» sin 
establecerlos en Macedonia ; ni guardarla sin 
atraer allá sus arinas. Filipo la declaró inde- 
pendiente, y firmó un tratado de paz con los 
Atenienses , en el cual no se hacia mención de 
esta ciudad. Este silencio conservaba en sus de- 
rechos á cada una de las partes contratantes. 

En medio de estos sucesos favorables , los orá- 
culos sembrados por el pueblo , anunciaban que 
la Macedonia recobraría su esplendor bajo un 
hijo de Amintas. £1 cielo prometía un hombre 
grande á la Macedonia , y el genio de Filipo lo 
manifestaba. Persuadida la nación á que , por 
confesión misma de los dioses , debia gobernarla 



CAPITULO xxni. 389 

solo aquel que pudiese defenderia » le confirió la 
autoridad soberana , despojando de ella al hijo 
de Perdicas. 

Animado con esta elección , reunió á la Mace- 
donia una parte de la Peonía , batió á los Ilirios , 
y los encerró en sus limites antipK>s. 

Algún tiempo después se apoderó de Anfípo- 
lis , intentando en vano los Atenienses en este 
intervalo volver á tomarla /y también les tomó 
algunas ciudades inmediatas, donde tenían guar- 
niciones. Ocupada Atenas en otra guerra, no 
podía ni impedir ni vengar las hostilidades que 
Fillpo sabia disfrazar con pretextos especiosos. 

Pero nada aumentó tanto su poder como ei 
descubrimiento de algunas minas de oro , que 
hizo beneficiar, de que sacaba mas de mil talen- 
tos al año *. Esto lo empleó después en sobornar 
á los que estudian al frente de las repúblicas. 

He dicho que los Atenienses se vieron obliga- 
dos á disimular las primeras hostilidades de 
Filipo. La ciudad de Bizancio , y las islas de 
Quio, de Gos, y de Rodas, acababan de formar 
una liga para sacudir su yugo**. Comenzóse la 
guerra por el bloqueo de Quio. Cabrias era co- 



* Mas de cinco millones y cnatrocientas mil libras (mas de 20 
millones de n. vn.). 

** En el año tercero de la olimpíada 105, correspondiente á los 
aSof 358 y SS7 antes de J. C. 



390 VIAGB DE ANAGÁBSIS. 

man^daote de laaraiada , y €are& del ejérdlo. El 
primero tenia una reputación adcpiirída ai mu- 
chas expediciones; solo qij|e le notaban de eje- 
cutar con dennnado coinr ioB proyectos forma- 
dos con demasiiMla circmispeccioo. Vas6 casi 
toda su vida al frente úe los ejércitos, y lejos de 
Atenas, donde excitaba eelos el brillo de su 
opulencia y de su mérito. El hecbo siguiente 
dará idea de sus talentos militares. Estaba á 
punto de ser vencido por Agesilao. Las tropas 
que e6tad»an á su sueldo habtaoi huido , y las de 
los Atenienses vacilaban, y se<lisponiM á se* 
guirlas. Esa este momento las mandó poner ufia 
rodilla en tierra, y cidirirse con los escudos con 
la pica adelante. Sorprendido el rey de Lacede- 
monia con una maniobra desconocida basta en- 
tonces , y juagando que seria peligroso embestir 
á un escuadrón erizado de hierro « tocó la reti- 
rada. Los Atenienses decretaron una estatua á 
su general , y te permitieron hacerse represen- 
tar en la actitud que les había librado de la des- 
honra de una derrota. 

Cares, ufano por los ligeros triunfos y leves 
heridas que debia á la casuaüdad ; por otra parte 
sin talentos, sin pudor, con una vanidad insu- 
frible, ostentaba un lujo irritante durante la paz 
y la guerra: lograba en cada campaña el despre- 
cio de los enemigos y el odio de los aliados : fo- 
mentaba las discordias de las naciones amigas , 



CAPITULO XXIII. 391 

robaba sus tesoros con avaricia excesiva, y los 
esparcía con prodigalidad : en fin, llegaba con su 
audacia hasta quitar el sueldo á las tropas pai'a 
sobornar á los oratfores, j dar fiestas al pueblo 
que le prefería á los demás generales. 

A la vista de Quío , Cabrias , incapaz de mo- 
derar su ardor, mandó íbrzar los remos: entró 
solo en el puerto, y foé embestido luego por la 
armada enemiga. Despoes de una larga resisten- 
cia, se arrojaron al agua sus tropas, para salvarse 
en las otras galeras que venian á socorrerlas. 
Podía él seguir su ejemplo ; pero quiso mas pe- 
recer, que abandonar su nave. 

El bloqueo de Quío fué puesto y levantado. 
La guerra duró cuatro años. Mas adelante vere- 
mos como se terminó. 



CAPITULO mv. 



DB U8 nnris m iiOs at m uiu m» . us rAfiAn?iBAs. 

LAS DIOmiACAS* 



Las primeras fiestas de los Griegos fueron se- 
ñaladas por la alegría y la gratitud. Después de 
recoger los frutos de la tierra, se jfqntaban los 
pueblos para ofrecer sacrificios , y entregarse á 
las alegrías que inspira la abundancia. Mucbas de 
las fiestas de los Atenienses dan indicios de este 
origen ; y así es que celebran el regreso del ver- 
dor de los campos , de las cosecbas, de la ven- 
dimia , y de las cuatro estaciones del año ; y co- 



VIAGB DE ANACAHSIS. 393 

mo estos homenages se dirigen á Geres y á Baco, 
las fiestas de estas divinidades son mas numero- 
sas qae las de las otras. 

Andando el tiempo y la memoria de los suce- 
sos útiles ó gloriosos se fijó en dias señalados, 
para perpetuarla en lo venidero. Recorred los 
meses del año de los Atenienses , y hallareis un 
compendio de sus anales, y los rasgos principa- 
les de su gloría ; ora la reunión de los pueblos 
de la Ática por Teseo, la vuelta de este príncipe 
á sus Estados, la atM>liciou que proporcionó de 
todas las deudas; órala batalla de Maratón , la 
de Salamina , la de Platea, de Naxos , etc. 

El dia de nacimiento de un hijo, es un dia de 
fiesta para los particulares ; lo es para la nación 
cuando sientan á los niños en la lista de los ciu- 
dadanos , ó cuando llegados á cierta edad , ma- 
nifiestan en público los progresos que han hecho 
en los ejercicios del gimnasio. Ademas de las 
fiestas comunes á toda la nación , las hay pecu- 
liares de cada lugar. 

Las solemnidades públicas se repiten todos los 
^ños , ó al cabo de cierto número de ellos. Se 
distinguen las establecidas en el pais desde los 
tiempos mas antiguos, de las que se han recibido 
últimamente de los demás pueblos. Algunas se 
celebran con la mayor ostentación. He visto en 
ciertas ocasiones hasta trescientos bueyes lleva- 
dos pomposamente á los altares. Mas de ochenta 

47. 



394 VIAOE 0E AlfÁCABSIS. 

días robados á la iadustña y á la labraoia^, se 
emplean eu espectáculod» que aficionan el pue- 
blo á la religión y al gobierno. Estos son sacrifi- 
cios que inspiran respeto , por el aparato pom- 
poso de las ceremonias f procesiones en que la 
juventud de uno y otro sexo , ostenta sus atrac- 
tivos; piezas de teatro , frutos de los mayores 
ingenios de la Grecia ; danEas> cantos y comba- 
tes, donde compiten la destreza con los talentos. 

Estos combates son de dos clases ; los gimnás- 
ticos f que se dan en el Estadio ; y ios escénicos 
que se celebrab en el teatro. En los primeros se 
disputa el premio de la carrera, de la lucha y 
demás ejercicios del gimnasio ; y en los últimos 
el del canto y baile. Unos y otros constituyen el 
adorno de las fiestas principales. Voy á dar una 
idea de los escénicos. 

Cada una de las diez tribus presenta mi coro, y 
el gefe que debe gobernarle. Este gefe, que se 
llama corego, debe tener á lo menos cuarenta 
años. El mismo elige sus actores, que ordinaria* 
mente son niños y jóvenes. Su principal interés 
cousifite en tener un excelente tocador de ftauia, 
para dirigir sus voces, y. un habü maestro para 
arreglar sus pasos y sus gestos. Gomo es preciso 
que haya la mayor igualdad entre lo» concurren- 
tes , y estos dos maestros de<?ídeD comunmente 

* véwe la tabla 4e hm táeaesiúcoé » en el tDiiH> Vil. 



CAWTÜLO XXIV. 395 

la victoria; uno de los magistrados principales 
de la república los saca por suerte eu presen^ 
cia de todos los coros f de todos los coregos. 

Los actores empiezan á ejercitarse algunos 
meses antes de las fiestas ; j para no perderlos de 
vista , suele el corego llevarlos á su casa, donde 
los mantiene: después se presenta en la fiesta, 
y lo mismo los que le siguen, con una corona 
dorada , y un vestido magnifico. 

Estas funciones consagradas por la religión, se 
halldn ennoblecidas también por el ejemplo de 
Arístides , de Epaminondás , y dé otros hombres 
grandes , que tuvieron por honor el ejercerás; 
pero son tan costosas, que muchos ciudadanos 
se niegan al peligroso honor de sacrificar unapar^ 
te de sus bienes á la esperanza incierta de ascen- 
der por este medio á las primeras magistraturas. 

Alguna» veces no halla corego una tribu ; en 
cuyo caso se encarga el Estado de todos los gas- 
tos, ó manda ádos ciudadanos que se asocien pa- 
ra llevar elpeso,ó permite al corego de una tribu 
el conducir el coro de la otra. Añado á esto , que 
cada tribu procura con- esmero bascar el mejor 
poeta para que compóngalos cánticos sagrados. 

Los coros se dejan ver en las pompas ó proce- 
siones: se ponen en orden cerca de los altares, 
y cantan himnos durante los sacrificios; van al 
teatro, en dowdé encargados de mantener el ho- 
nor de su tribu , se animan con la enüilaeion 



396 VIAGE DE ANACARSIS. 

mas viva. Sus gefes se valen de las tretas y de Ist 
corrapcion para lograr la victoria. Hay jueces 
establecidos para adjudicar el premio ; este con- 
siste algunas veces en una trípode , que la tribu 
victoriosa tiene cuidado de consagrar en un tem- 
plo, ó en un edificio que ella ba erigido. 

£1 pueblo , casi tan celoso de sus placeres co- 
mo de su libertad, espera la decisión del com- 
bate f con la misma inquietud y tumulto , que si 
se tratase de los mayores intereses. La gloría que 
resulta, se reparte entre el coro victorioso, la 
tribu de donde es, el c>orego que está á su frente, 
y los maestros que le ban dirigido. 

Cuanto pertenece á los espectáculos está ^do 
por las leyes. Declaran inviolables, por el tiempo 
de la celebración de las fiestas , las personas del 
corego y de los actores : arreglan el número de 
solemnidades en que se deben dar al pueblo las 
diversas especies de juegos , que él desea con 
ansia. Tales son entre otras las Panateneas, y 
las grandes Dionisiacas, ó Dionisiacas de la ciu- 
dad. 

Las primeras caen en el primer mes, que em- 
pieza en el solsticio de estío. Instituidas en los 
mas antiguos tiempos en honor de Minerva , re- 
novadas por Teseo, en memoria de la reunión de 
todos los pueblos de la Ática , se vuelven á cele- 
brar todos los años; pero en el quinto se hacen 
con mas ceremonias y magnificencia. Ved aquí 



CAPITULO XXIV. 397 

el <Nrden que hay en ellas; seguD le observé la 
primera vez que las vL 

Los habitantes de los pueblos de la Ática , vi- 
nieron en tropel á la capital,. con una multitud 
de victimas, que traian para ofrecer á la diosa. 
Fui por la mañana á las márgenes del Iliso, y vi 
las corridas de cabaUos, en que los hijos de los 
ciudadanos principales de la república se dispu- 
taban la gloria del triunfo. Noté el modo con que 
la mayor parte de ellos montaban á caballo : po- 
nían el pie izquierdo sobre una especie de asi- 
dero puesto en la parte inferior de la lanza , y 
saltaban con ligereza sobre el caballo. No lejos 
de allí , vi otros jóvenes concurrir al premio de 
la lucha, y de otros ejercicios del cuerpo. Pasé 
al Odeon , donde vi muchos músicos combatien- 
do de un modo mas dulce , y menos peligroso. 
Unos tocaban varias piezas con la flauta, ó la 
citara; otros cantaban, acompañándose con uno 
de estos instnimentos. El asunto que.se les ha- 
bla propuesto era el elogio de Harmodio, de 
Aristogiton , y de Trasibulo , que hablan librado 
la república de los tiranos que la oprimían; 
porque entre los Atenienses , las instituciones 
públicas son monumentos páralos que han he- 
cho buenos servicios al Estado, y lecciones para 
los que han de servirle. Los premios concedidos 
á los vencedories , fueron una corona de olivo, y 
un vaso lleno de aceite. Después fueron corona- 



398 ViA&n DB ANACABSIS. 

eos algunos paHicuIárefi» d( quienes el pueMo , 
en consideración á su celó» habia eonceittda esta 
señal de honor. 

Fui á las Tejeras 6 Tullerías para ver p»ar la 
pompa que se liabia formado cerca de las mura- 
llas, y einpeeaba á desfikB*. Se componía de mu- 
chas 'Clases de ciudadanos > coronados de fiores , 
j uotaUes por su hermosura. Había ancianos de 
aspecto y^nerÉble, con ramos de olivo en la 
mano; hombres he^chos , que armados con lan- 
zas y escudos, parecía que respiraban combates; 
mancebos , de diez y ocho á veinte años , que 
cantaban himnos en loor de la diosa ; niños her- 
mosos , cubillos con una tánica solamente , y 
adornados con sus gradas naturales; en fin, 
doncellas , que ^an de las principales ñimitias 
de Atenas > y cuyas facciones , talle y movimien- 
tos arrebatabau las miradas de todos. Sus manos 
sostenían sobre sus cabezas unos canastillos, 
que bajo un hermosísimo velo encubrían los ins- 
trumentos sagrados, tortas y demás cosas x>er- 
tenecii^les á los sacrificios. Las criadas que lle- 
vaban á su servicio , tenían abierto un parasol 
sobre ellas con una mano, y en la otra llevaban 
una sitta de tijera. Este es el servicio impues- 
to 6 las hijas de los extrangeros estableci- 
dos en Atenas^ servicio del cual participan 
sus paKh-es y sus madres. En efócto , ellos y 
ellas llevaban ^ébte los hombros vasos llenos 



CAPITULO XXIV. 399 

de agua y de miel para bacar las libaciones. 

Seguíanse ocho músicos , caatro tocando la 
flauta 9 y oíros cuatro la lira. Tras de ellos venian 
los rapsodes que cantaban los poemas de Home- 
ro ; y las danzarinas armadas con todas armas ; 
que atacándose de cuando en cuando, represen- 
tabau 9 al son de la flauta, el combate de Minerva 
contra los Titanes. 

Después se vio aparecer un barco que parecía 
resbalarse sobre la tierra, al arbitrio de los 
vientos y de una infinidad de remeros; pero qu« 
se movia por ciertas máquinas interiores. Sobre 
el barco se desplegaba una vela de una tela lige- 
ra, donde las jóvenes habían bordado la victo- 
ria de Minerva contra los mismos Titanes. Tam- 
bién haUan trazado, por orden del gobierno, los 
retratos de algunos héroes, que por sus hazañas 
hablan merecido ponerse entre los de los dio- 
ses. 

Esta pompa marchaba á paso lento, bajo la di- 
rección de muchos magistrados. Atravesó el 
cuartel mas concurrido de la ciudad, en medio 
de una multitud de espectadores, los mas de 
ellos puestos en tablados que se acababan de le- 
vantar. Guando llegó al templo de Apolo pltico, 
descolgaron la vela que estaba colgada en el 
navio; y dirigiéndose á la cindadela , la deposi-, 
taron en el templo de Minerva. 

Por la tarde me dejé llevar á la Academia , 



400 VIAGE DE ANACABSIS. 

para yer la corrida del hacha encendida* La 
carrera no tiene mas que seis ó siete estadios de 
largo 9 extendiéndose desde el altar de Prome- 
teo , que está á la puerta de este jardin , hasta 
las murallas de la ciudad. Se colocan muchos jó- 
venes en este espacio á distancias iguales, y en 
dando la señal los gritos de la multitud, en- 
ciende el primero la hacha en el altar, y la lleva 
corriendo al segundo, que la entrega al tercero, 
y asi sucesivamente. Los que la dejan apagar » 
quedan fuera del concurso; los que aflojan el 
paso , están expuestos á la mofa , y aun á los 
golpes del populacho. Para ganar el premio, es 
preciso haber corrido las diferentes estaciones» 
Esta clase de combate se renueva muchas veces, 
y varia según la naturaleza de las fiestas. 

Los que hablan sido coronados en alguno de 
estos ejercicios, convidaron á comer á sus ami- 
gos. Hubo en el Pritaneo y otros sitios públicos 
grandes banquetes, que duraron hasta el dia si- 
guiente. £1 pueblo á quien habían distribuido las 
victimas inmoladas , ponia mesas en todas par- 
tes, y manifestaba una alegría viva y estrepi- 
tosa. 

Están consagrados al culto de Baco muchos 

dias del año. Su nombre resuena alternativa- 

.mente en la ciudad , en Pireo, en el campo 

y en los lugares. He visto mas de una vez toda la 

ciudad sumergida en la embriaguez mas prolim- 



CAPITULO XXIV. 401 

da; he visto tropos de Bacantes de ambos sexos , 
cou coronas de yedra , de hinojo y álamo , al- 
tarse , bailar, ahuUar por las calles, invocar á 
Baco con aclamaciones bárbaras; despedazar 
con los dientes y con las uñas las entrañas cru- 
das de las victimas; apretar culebras entre sus 
manos ; enredárselas entre sus cabellos ; ceñirlas 
ai cuerpo ; y atemorizar y hacer interesarse á la 
muchedumbre con esta especie de prestigios. 

Gran parte de estas escenas se repiten en una 
fiesta que se celebra á la entrada de la primave- 
ra. La ciudad se llena entonces de extrangeros, 
cpie vienen á ella á bandadas, para traer los tribu- 
tos de las islas sujetas á los Atenienses ; para ver 
las piezas nuevas que se representan en el tea- 
tro ; para ser testigos de los juegos y espectácu- 
los, y príDóipalmente de una procesión que re- 
presenta el triunfo de Baco. Se ve en ella, según 
dicen, el mismo acompañamiento que traia este 
dios cuando conquistóla India; Sátiros, dioses 
Panes, hombres que arrastran chivos para sa- 
crificarlos; otros montados en asnos como Sue- 
no ; otros disfrazados de mugeres ; otros que lle- 
van figuras obscenas, colgadas de unas varas lar- 
gas, y cantan himnos licenciosisimos; en fin , 
toda suerte de personas de uno y otro sexo, la 
luayor parte vestidas de pieles de ciervo, cubier- 
tas con una máscara, coronadas de yedra, bor- 
rachas, ó fingiendo estarlo; mezclando sinin- 



402 VUGE DE ANACARSIS. 

terrupcion sus gritos al ruido de los inslrumen- 
tos; agitándose unos como locos, y abandonán- 
dose á todas las convulsiones del frenesi ; otros 
ejecutando danzas regulares y militares, pero 
con vasos en lugar de escudos; lanzándose, co- 
mo si fueran dardos, los tirsos, con que insultan 
algunas veces á los espectadores. 

En medio de estas tropas de actores frenéticos 
se avanzan en bello orden los diferentes coros 
diputados por las tribus : muchas jovenciias, las 
mas principales de la ciudad, marchan con los 
ojos bajos, muy engalanadas, llevando en sus 
cabezas canastillos sagrados, que ademas de las 
primicias sagradas contienen tortas de diversas 
formas, granos de sal, hojas de yedra , y otros 
simbolos misteriosos. 

Los tejados, en forma de terrados, están cu- 
biertos de espectadores, especialmente de mu- 
geres, la mayor parte de ellas con lámparas y 
hachas para alumbrar la pompa, que casi siem- 
pre desfila de noche, y se para en las encracija- 
das y en las plazas, para hacer libaciones y sacri- 
flcios en hoñor de Baco. 

El dia está dedieado á dMerentes juegos. Se 
* va temprano al teatro, sea para asistir á los com- 
bates de música y de bafle que tienen los coros, 
sea para ver las piezas nuevas que dan los auto- 
res. 

El presidente de estas fiestas es el arconte 



CAPlTUtO «XIV. 403 

prímero : el segundo lo es de otras solemnida- 
des : tienen oficiales subalternos que los alivian 
en sus funciones, y guardias para echar fuera 
del concurso á los que turban la tranquilidad. 

Mientras didran las fiestas, es un crimen toda 
violencia contra un ciudadano, y está prohibido 
todo procedimiento contra los deudores. Los de* 
Utos y desórdenes que se cometen entonces, se 
castigan con severidad en los dias sigiúentes. 

Lasmü^peres solas participan de las fiestas de 
Adonis, y de las que , con el nombre de Tesmo- 
forias, se celebran en honor de Ceres y de Pro- 
serpina : unas y otras van acompañadas de cere- 
monias que he descrito mas de una vez. Sola-* 
mente diré una palabra de las últimas, las cua- 
les caen todos los años en el mes de pianepsion*, 
y duran muchos dias. 

Entre los objetos dignos de atención, vi á las 
Ateniensas, casadas y solteras , ir á Eleusis, y 
pasar un dia entero en el templo, sentadas en el 
suelo , guardando un ayuno riguroso. ¿ Y por qué 
es esta abstinencia ? dije yo á una de las que ha- 
bían presidido la fiesta. Me respondió : porque 
Ceres no tomó alimento mientras anduvo bus- 
cando á su hija Proserpina. Le pregunté también : 
¿ por qué lleváis libros sobre las cabezas?— Gon- 



* Este mes comeniaba unas veoes en loe últimos de octabre, y 
otras en primero de noviembre. 



Wk VfAGE «E ^NACABSIS. 

tienes las leyes que creemos haber recibido de 
Geres. •— ¿Por qué en esta procesión brillante , 
en que resuena el aire con vuestros cánticos, Ue^ 
vais un azafate grande en un carro tirado de 
cuatro caballos?— Contiene entre otras cosas 
los granos cuyo cultivo debemos á Geres , del 
mismo modo que en las fiestas de Minerva lleva- 
mos en los canastillos copos de lana , porque 
ella nos enseñó á hilar. El mejor modo de agra- 
decer un beneficio, es tenerle siempre presente , 
y recordárselo algunas veces á su autor. 



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DE TRA. CASAORIEO^. 



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A. APOSElííTO DE L A MITGIIR- 

I Jínircu/a, é^'^we^/rr/iierüer ^ur ra^^i ¿a la/ff. 

3 Ávau4/a.a artr /^Irtit't^' iUun^ety Iter. 
5 Séffuiuüt /herfa tnirri^j: 

4 jÍ lt>*am£rnlc €¿e ¿c^ JhrífrxKt. 

5 ñristilv. 

8 Salas €¿e £a^o^. 

^ Reiut^/ leeA^f O ' ThjftlaiTinia . 
lo Salude i^Ulhxfi 4^' Ampliítlialamna 

II Oam^dcM'. 

19^ Reiutsjaara. eí servicio y Cj't^ul^f^. 
l5 IJ^rTt^aUfUtctcn enlre^si cuto^en/íJ £¿e la. 

Jifv^ery ^ tlelAfarido. 

B. APOSBNÍO BEL MARIDO. 

h. Pi^Í¿óulc Twiau^r. 
C . JR>rlü»s. 

d. ñfrtíco, 

e. Saia 4}¿e Jkríimt' 
I. JBtl&aieea. 

.Galerut^ de^ fín4tum^ . 

I . Salaxl»ÁtJLcl¿at£Üt y 4¿e Cifn4f€rj€tc¿on- . 
^ 11. Cujaricspar«LloirÁzi£é/>€a£éf. 
1. CuaeAusyx^itñéo- 
flL. Jaratn . 

U. .'Jvmú¿íurwM^ 1¿¿ÍJVUUL Mes a ule 



lM0.Je}feuMnY>, X AttyhM^e.-^^'f^. 



CAPITULO XXV. 



DE LIS CUAS T DB LAS COMIDiS DB LOS ÍTE?IIB1ISBS. 



La mayor parte de las casas constan de dos 
apartamientos, imo arriba para las mugeres , y 
otro abajo para los hombres, y están cubiertas 
de terrados, cuyas extremidades tienen mucho 
^elo. Hay en Atenas mas de diez mil de ellas. 

Muthas tienen detras un jardín, delante un 
patio pequeño, y las mas veces una especie de 
pórtico, en cuyo fondo está la puerta de la casa, 
confiada algunas yeom su custodia á un eunuco. 
Aquí es donde sa halla unas veces una figura de 



406 VIAGE DE ANACABSIS. 

Minerva, para ahuyentar los ladrones; otras un 
perro, al que temen mucho mas ; y casi sieni{^ 
un altar en honor de Apolo, adonde el dueño de 
la casa viene eu ciertos dias á ofrecer sacriG- 
cios. 

Se enseñan á los extrangeroslas casas de Mil- 
ciades, de Arislides, de Temistocles, y de los 
hombres grandes del siglo último. En nada se 
distinguían eu otro tiempo, y en el dia brillan 
por el contraste que hacen con los palacios que 
ciertos hombres sin nombre, ni virtudes, han te- 
nido el atrevimiento de levantar cerca de estas 
habitaciones modestas. Desde que el gusto de 
los edificios se ha difundido, hacen todos los 
dias esfuerzos las artes para favorecerle y ex- 
tenderle. Se ha tomado el partido de alinear las 
calles ; de dividir las casas nuevas en dos cuer- 
pos, y poner en el piso bajo las habitaciones del 
marido y de la muger; de hacerlas mas cómodas 
con buenas distribuciones, y mas brillantes con 
los adornos que se multiplican. 

Tal era la que ocupaba Dinias, uno de los mas 
ricos y voluptuosos ciudadanos de Atenas, quien 
en poco tiempo acabó su hacienda con el fausto 
que ostentaba. Iban siempre tras de él trm ó 
cuatro esclavos. Su rouger Lisistrata no se deja- 
ba ver sino en un carro tirado por cuatro caba- 
llos blancos de Sicione* A imitación de algunos 
otros atenienses, hacia que le sirviese una cama* 



CAPITULO XX*'. 407 

rera» que iiartici|iaba die los dececlios de esposa , 
y mantema en la ciudad una cortesana, á quien 
tenia la generosidad de dar libertad, ó colocar- 
la antes de dejarla. Ansioso por gozar, y hacer 
gozar á sus amigos, les daba muy de continuo 
comidas y fiestas. 

Un día le supliqué que me enseñase su casa *, 
de la que después formé el plano, y le junto aquí. 

* M.Pernall ha Ibfinado la planta de una eata griega, coofor- 
me ala descripckNi hecha por YitniTio. M. Gaüanj dio otia, que 
sin duda es praferiUe á lade M. Perranlt. To pabiioo la teioera . 
qae M. MaiiettetDToá Men formar á mi mego, fundándose en la 
memoria sigoiente. 

« H« leído oou la majror atenefam posible la tradoocioii que hizo 
« Perranlt , del pasage en qoe Vitmvio trata de las casas que usa- 
« ban los antiguos Griegos. He tenido delante el texto latino ; y 
« para deeir verdad, he hallado que el traduolor francés ha usado 
< ée cierta libertad, que no se ha lomado á mi parecer el marques 
I Galiani , en la nueva traduodon italiana del mismo autor, que 
« acaba de dar al püUica Me ha parecido que so interpretacioo , 
fl y el plano geométrico de una casa griega que ba figurado, j que 
« añade , expresan las Ideas de Vítruvio , mucho mcgor que lo ha 
« hecho Peiraolt. eomo vm. mismo puede juagar. 

« SeguD se explica el autor latino, la casa de un griego era. ha- 
« blando con propiedad , La qoe h'abitaba so moger y su criado. 
> No era ni muy espaciosa , ni muy adornada , pero tenia cuantas 
« Gomodidades se podían apetecer. El cuerpo de casa que estaba 
« adjunto, y era para el marido solo, no era por el contrario mas 
c que una casa de representación , 6 mas bien de parada. 

« Gomo no hubiera sido decente, ni se hubiera podido sin 
c ofensa de las costumbres , entrar en la primera de estas casas ; 
« antes de llegar á ella . era necesario hacerse abrir dos puertas; 
c una exterior, que caía á |a calle , y á la que solo precedía un 



408 VIAGE DB ÁNACARSIS. 

EDél se verá que un portal larg^o y estrecho cod- 
ducia en derechura á la habitación de las muge- 



c atrio, atrivm , como en las casas que se hacían en Roma ; y la 

< otra interior, ambas guardadas por diversos porteros. Hablando 
c el texto del alojamiento de estos , no dice ostiarn cellam, sino 
c ostiaiHorum celias. Para llegar á la segunda pcerta, después 
I de haber pasado la primera , había que seguir un camino eo 
I forma de avenida muy estrecha latiiudinis non spatiosce, y i 
« la cual supongo yo una grande longitud; sin lo cual Yitruvio 

< no hubiera mirado como nn viage el tránsito de una puerta i 
f otra; pues que así se explica hablando de esta calle, Uinera 

< faeiunL Tampoco habría sido menester duplicar los porteros , 

< ni sus cuartos, como se ha visto, si estuvieran inmediatas las 
« puertas. 

« Hallándose la habitación con semejante orden, apartada del 
c tránsito público, se gozaba en ella de ana tranquilidad grande ; 

< y á izquierda y derecha de la senda ó avenida , había espacios 
« suficientes para poner alb' á un lado las cuadras y susdependen- 
« cías; los cobertizos para encerrar los canos y carniages , y po- 
c nerlos al abrigo de las injurias del an-e ; los pajares para el 
« heno, los sitios necesarios para dar de comer á los caballos ; y 
I por decirlo de una vez , lo qae nosotros comprendemos bajo el 
f nombre genérico áópatio, y quo Vitruvio llama simplemente, 
■ equilia. Ni Perrault , ni Galiani lo han puesto tn su {daño por 
« falta de espacio; contentándose con señalar el lugar de una 

< caballeriza , y tan chica , que no puede negarse ser insufideote 
• para una casa de esta naturaleza. 

< A la parte opuesta de la avenida . pondré con YitruTio , los 

< cuartos de los porteros , y también los hermosos vestíbulos que 

< daban entrada á la casa de ostentación ó parada que he indica- 
c do; la cual en mi plano cubrirá el espacio de terreno que está 

< frente á las caballerizas. Me veo precisado á confesar que Yi- 
« fruvío no dice nada sobre esto , pero ¿no parece que lo indica 

< bastante ? En efecto, no deja la avenida de que se trata , sin hacer 



CAPITULO XXV. 409 

res, cuya entrada está prohibida á los hombres, 
excepto á los parientes , y á los que vienen con 



c observar que era el centro adonde venían á terminar las diver- 
fl sas puertas que iban á dar á lo interior de los edificius que des- 

< cribe : StatimqiiejamuE interiores finiuntur. 

c Hallándose este vestíbulo , como también las piezas que esta- 

• ban después , bajo la llave de la primera puerta de entrada ; no 
t nf cesitabaD mas que de un portero particular. Así es que no se 
c ve que Vitruvio les señale ninguno, como no hubiera dejado de 
c hacerlo , si el vestíbulo estuviera en la calle publica , y tal cual 
« le señala el marques Galiani en su plano. 

< En llegando á la segunda puerta , después de hacérsela abrir, 
« se pasa á un peristilo ó claustro , que no tenia sino tres corredo- 

• res ó pórticos» uno por delante y dos á los lados. El fn'ostas , ó 
« lo que nosotros llamamos vestíbulo , por corresponder mejor á 
c nuestras ideas, annque fuese otra cosa entre los antiguos, se 
« ofrecía de frente á los que entraban. Este era un sitio entera* 
« mente abierto por delante, una tercera parte menos ancho que 
« lo largo de su vano, rematando por los dos lados de su abertura 
« en dos antes ó pilastras que servían de apoyo á los tirantes que 
« cerraban de cuadrado por arriba la abertura , como un dintel 

< cierra la de una puerta ó una ventana. Aunque Vitruvio no. lo 
c dice, debia haber tres puertas de salas en el dicho prostas ; la 
c una en el medio, que daba, entrada á las grandes y espaciosas 
<f salas oeci magni, donde las mugerea griegas , aun las de mas 
« alta gerarquia, no se avergonzaban de hilar lana en compañía 
« de sus criadas, y de emplearla en obras útiles. Una puerta ala 

• derecha del prostaSy y otra á la parte opuesta daban, entrada á 

< los dos aposentos, cvMeida , llamado el uno íhalanms , y ei 
c otro amphithalamus . Perrault leyó antithalamus para pro- 

< curarse una antecámara, que yo estoy en que nunca usaron lo» 
« Griegos; y por otra parte ,. si la hubiera habido , debiera, para 
c convenir á su destino, precederá la pieza llamada thaiamus, 

IL 48 



410 VIAGE DE ANACABSIS. 

p1 marido. Después de haber pasado un pradito, 
cercado con tres pórticos^ llegamos á un salón , 



« y no estar separada por el prostas, como Vitrovio lo dice 

< positivamente ; y el mianio Perrault lo ha observado , teulen- 

< do precisión de coDEormarse en esto con la relación de su 
« autor. 

c Ellmarques Galiani ha hecho esta misma observación. ¿Mas, 
« por qué razón quiere que el amphithalamus sea un gabinete 
« dependiente del thalamtts ? ¿ Por qué reuniendo estas dos 
« piezas, compone dos habitaciones iguales , que pone , una á la 
ft dereciía. y otra á la izquierda del prestas, y de la sala de labor? 
c ¿ No ha visto que Vitrnvio no cuenta mas que dos salas , una á 

< cada lado del prosUis ? Esto es mas sencillo y conforme á los 
c co8tuml)res de los antiguos Griegos. El no tener un mismo 
« nombre, prueba que cada una tenia su uso particular, que obli- 
« gaba á separar una de otra. 

« Si me fuera permitido aventurar un pensamiento , diría que 
« Vitruvio entiende por el thalamus la pieza del lecho en que 
« duermen los amos; y por amphithalamus la sala en que la 

< señora de la casa recibía las visitas , y al rededor de la cual 

< {ÁfxfX, eircünC) habla lecho» á modo de estrados para ponerse 
« la gente. Tengo para mi, que las casas antiguas de los Griegos , 
« en cuanto á la distribución , tenían mucha semejanza coa las 
t que habitan hoy dia los Turcos, dueños del mismo pais. Después 
c hanS de ellas el paralelo, menudamente. 

c No creo que me negareis , en una casa donde nada debe fal- 

< tar, una pieza tan necesaria como la sala de visitas. ¿ Querríais 
c que no la tuviese la dueña de la casa , cuando las tiene de sobra 
« (como varéis luego) el dneno ? ¿ T si no la colocáis en este sitio 
« en cuasia pondréis ? Ya tienen su destino las demás piezas de 
c la casa, que están todas ordenadas al rededor dd claustro , ó 
« peristilo; y tienen sus entradas por debajo de los corredores de 
c didio claustro. Vitruvio nos dice que en una se oomia todos los 
c días, irictinia qúotidianat esto es. 4]ueel dueño de la casa co- 



CAPITULO XXV. 411 

d()nd« estaba Lisistraía, á quien me presentó Di- 
oias. 



« mUi allí ordinaríaniflnte con so miiger é bijos, cuando no tenia 
« convidados : en las otras habitaban y dormían los hijos á los 
a criados, cu Met6/a; ó bien servían de guardamuebles, dispensas, 
c oficios, y aun cocina; porque es preciso que haya á lo menos 
c ana en la casa; y esto es lo qne Yitruvio comprende ba^o la de- 
« nominación general de cellcB familiaricce. Ved aquí lo pertene- 
« cíente á la casa llamada por los Griegos gynceconitis ; apo- 
c sentó de la muge»*. 

« Perrault hace atravesar este edificio para llegar á otro mas 
• considerable que habitaba el dueño de la casa, y en el cuál, se- 

< parado de so familia, vivía con el esplendor que requerían su es- 
I tado y su condición. El marques Galiani desecha con razón esta 
« disposición : y en efecto, está desmostrado, qne las mugeres 
« griegas, desterradas por decirlo así, á la parte mas retirada de 
■ la casa, no tenían comunicación alguna con los hombres de 
« afuera; y por consiguiente, el sitio que les estaba destinado, de- 

< bia estar enteramente separado del que frecuentaban ios hom- 
« bres; y por tanto no era conveniente que estuviera abierto , y 
« sirviese de paso continuo á estos últimos. Para evitar este in- 
« conveniente , el marques Gallan! , cuyo dictamen adopto . ha 
« tenido por conveniente poner, á uno de los lados, la habi- 
« tacioo que Perrault había colocado al frente de la de las mn- 



• Tomando á la letra las palabras de vitruvto, )os cuartos re- 

■ servados para el uso del dueño de la casa, eran dos. Cuando los 

■ señala, emplea los nombres de domus y peristyiia en plural, 
a y dice que estos cuerpos do habitación, mucho mas vastos que 
c la casa de las mugeres de que acaba de hablar, estaban contiguos 
c á ella. Mas esto no parecerá ni nuevo ni extraordinario A los 
« que ban estudiado y conocen el estilo poco correcto de este es- 
c crítor, que no se preciaba de ser grande gramático, y acostum- 
c bra mucho á valerse del plural, en una infinidad de casos que 



412 VI AGE DE ANACARSIS. 

La hallamos ocupaba en bordar un yestido, y 
mucho mas ocupada con dos palomas de Sicilia, 



« requieren el singular. Aai que, PerrauU j el marques Galiani 
« han hecho muy bien en tomar sobre esto su resolución, y ate- 
< cerse á un solo cuerpo de habitación. Yo he hecho otro tanto. 
« y no veo que se pueda pensar de otro modo. 

« El segundo edi6cio, mas adornado que el primero , no era. 
« propiamente hablando, mas que una casa de aparato, 6 tiecha 
« para figurar, como heobservado ya. Nosehallaban alfa' mas que 
« salas de audiencia y de conversación, galerías ó gabinetes de 
« pinturas, bibliotecas y salas de festines , y nhiguna pieza para 
« habitación. Allí era donde el dueño déla casa recibia á las per- 
«. sonas distinguidas que le visitaban, y donde él hacia sus cum- 
« piídos, doode conversaba con sus amigos, trataba de sus asuntos, 
« daba convites y fiestas; y en todas estas ocasiones, sobre todo 
« en la última ( vitruvio lo dice expresamente ) no se presenta- 
« ban las mugeres. 

« Para llegar á estas diferentes piezas, era necesario ante todo . 
« atravesar magníficos vestíbulos, vestibula egregia. El marques 
« Galiani, que los reduce á uno solo, pone el suyo del lado de la 
« calle pública; sin acompañarle de cuarto para el portero; que 
c en este caso era preciso que lo hubiese. Los mios no lo necesi- 
« taran, pues e«tán todos bajo una llave , que es la de la primara 
«puerta de la casa ; y como he dado ya las razones en que me 
« fundo para esto, me ^reo dispensado de repetirlas. 
. « Cada pieza tenia su puerta propia .adornada, tS si se quiere 
« amueblada con dignidad : januas proprias cwm dignitate. He 
c preferido (pues es preciso suplir una palabra) la de amueblada, 
«porque las puertasde las casas de los antiguos, no estaban cer- 
« radas en lo anterior mas que con simples mamparas, ó pedazos 
c de telas, que se levantaban ó bajaban segtm la necesidad. Estas 
« tenían sus salidas á los pórticos de un peristilo de muy diferente 
«extensión que el de la otra casa : él solo ocupaba casi la mitad, 
« del terreno de lodo el edificio^ y esta es la causa de queYitruvio 



CAWTÜLO XXV. 413 

y con un perrito maltes, que jugueteaba al rede- 
dor de ella. Lisistrata tenia la fama de ser una 



tomando la parte por el todo, dé eo algunos lugares de su des- 
cripción, el nombre de peristilo á todo el conjunto del edificio. 
Afganas veces este peristilo tenia la particularidad, que el pór- 
tico que miraba al mediodía, y al cual estaba contiguo el salón 
de los festines, sostenido por altas columnas, era mas elevado 
que hw otros tres pórticos del mismo peristilo. En este caso, se 
le daba el nombre de pórtico rodio. Estos pórticos para mayor 
adorno, tenian las paredes cubiertas de estuco, y los techos en- 
tallados de carpintería. Se paseaban por ellos los hombres, y po- 
dían tratar de sus negocios, sin riesgo de ser interrumpidos por 
las mugeres. Esto les habia hecho dar el nombre de androni- 
lides. 

< Para haceros formar nna idea mas cabal del tal peristilo, os 
trasladaré por nn momento á un magnífico claustro de frailes , 
como hay muchos en Italia. Le haré sostener en todo su con- 
torno por una fila de columnas; pondré detras de las paredes, 
salas espaciosas que tendrán salida á los pórticos del peristilo; 
abriré algunas por delante en toda su extensión , como habréis 
podido ver en las salas capitulares de frailes. T estas piezas asi 
abiertas, las destinaré para salas de festines, y de audiencia: 
porque de este modo las supongo entre los Griegos , y me ayu- 
dan á formar idea de ellas, las del mismo género que nos han 
quedado en las Teimas ó baños romanos, nné á la principal 
deestas salas de los festines, que haré mirar al medtodia, la 
mayor extensión que me permüa el terreno. La dispondré de 
modo que se poedan poner cómodamente cnatro mesas de co- 
mer de á tres camas cada una, según quiere Yitrovio : podren 
servir sin conftisfon mndioe criadoe, y todavía quedari lugar á 
los aclDies llamados á representar. Ved aqm'(á mi parecer) 
una pintan bastante exacta del soberUo peristilo descrito por 
Vitmvto. 



414 VIAGE DE ANACARSIS. 

de las mas lindas mujeres de Atenas, y procura- 
ba goatener esta reputación con la elegancia de! 



< Pero 00 08 imaginéis (codio yo no lo imagino) que todas las 
casas de los Griegos estaban distribuidas ni orientadas de la ma- 
nera que está la que os he representado siguiendo á Vitruvio, 
y él propone por ejemplar. Para estar en disposición de ediGcar 
una semejante, seria preciso ser dueño de un terreno tan vasto 
como llano, y como se dice, cortar en tela entera. ¿T quién 
puede esperarlo, principalmente en una ciudad formada ya, 
donde cada edificio toma necesariamente una disposición sin- 
gular, y donde cada propietario tiene qne sujetarse á los térmi- 
nos que le prescriben sus vecinos ? La que ha dado Yitruvk), 
no debe pues entenderse, sino de la casa de un grande, de un 
griego voluptuoso, favorecido de la fortuna , delicatior el ab 
/brfun(2qptt/en¿ior, como Yitruvío le llama; que no contento 
con haber edificado para él , hace también levantar separada- 
mente , y en lo exterior de su casa, dos cuartos pequeños bas- 
tante cómodos, para que los forasteros que albergue , encuen- 
tren comodidades; y mientras los ocupen, puedan vivir libre- 
mente, como si estuvieran en su casa propia; entrar y salir, sin 
necesidad de turbar el reposo del que los ha hospedado; y tener 
para esto puertas separadas, y una calle entre sn habitación y 
la de sn huésped. 

c Los Turcos tienen ano en el dia, por obligación, el cjíerciCar 
la bospátalidad en las Caravanseras , ü hospederias beqbas en 
Corma de claustros, que edifican en los caminos , y en que re- 
ciben gratuitamente á los viageros : lo cual se puede mirar co- 
mo un resto de lo que se practicaba antiguamente en la Grecia. 
En cuanto á lo que yo insinué de la persuasión en que estaba, 
de que las casas de loe Torcos de ahora» tenian semci|ania, por 
su distribución general» cm las de Jos anliguos Griacoe sns pre- 
decesores, insisto en el mismo dictamen, y añado que no pñede 
fsto dejar de ser así, en un pais que no está si^eto como el 



CAPITULO XXV. 4 15 

vestir. Sus cabellos negi^os y perñimados con 
esencias caiaii sobre los hombros, formando 



« nuestro, á las vicuitudes de la moda. Caando los Turcos iova- 
« dieronla Grecia, se apoderaron al mismo tiempo de los edificios 
« que ocupaban los qne acababan de sujetar, y se establecieron 
« en ellos. Hallaron habitaciones tales , cuales podían desear ; 
« pues que las mugeres tenian sus viviendas particulares, y entera* 
« mente separadas del comercio de los hombres; de manera, que 
c casi nada tuvieron que reformar. Al contrario, es preciso su- 
« poner, qne nna nación guerrera y poco ejercitada en la cultura 
c de las artes, se habrá modelado por estos antiguos edificios , 
« cnfflido haya edificado otros nuevos. Por esto mismo en sus ca- 
« sas, como en las de los antiguos Griegos, descritas por Yitruvio. 
c se hallan tantos claustros, en^onde, como en los antiguos por- 
c ticos ó peristilos, tienen sus salidas, ó vienen á terminarla mayor 
c parte de los cuartos. 

c M. el marques Galiani dice en una de sus notas, que se había 
r visto tentado á poner la habitación del dueño, delante de la de 
« las mugeres, y no al lado, áe modo que se entrase en la prí- 
« mera por la segunda. Si lo hubiera hecho, como podia, se hu- 
f hiera conformado con la disposición actual de las casas de los 
« Turcos : porque en la habitación delante/a está el dueño de la 
« casa, y aquí es donde trata sus negocios y recibe sus yisitas. Las 
c mugeres están guardadas en un aposento mas retirado, é inac- 
« cesible á todo hombre, sino al que tiene derecho de entrar allí. 
* Aonque las Turcas estén tan encerradas, reciben sin embargo 
c visitas de sos conocidas, las hacen sentar ensotas arrimados ala 
c pared, al rededor de una sala destinada ünicamente para este 
« fin. Conveaid en qne esto corresponde bastante con el amp/ii- 
« thalamua de los Griegos, bajo el punto de vista que yo lo be 

< prttentado. Os puedo llevar todavía, si es necesario, á otras lia- 

< bitacioues, donde os haré ver á las mugeres turcas, trab^ando 

< con sus esclavas en diferentes labores, menos útiles á la verdad 






416 YIAGE DE ANACARSIS. 

grandes rizos; en las orejas traía arracadas de 
oro, perlas en la garganta y en los brazos, y pie- 
dras preciosas en los dedos. Poco satisfecha con 
los colores de la naturaleza, los buscaba artificia- 
les, para manifestarse con la brillantez de la 
rosa y de la azucena. Tenia un vestido blanco , 
cual llevan las mugeres de distinción. 

Estando en esto, oimos una voz que pregun- 
taba si estaba Lisistrata en casa. Si, respondió 
una esclava, que vino al punto á decir que esta- 
ba alli Eucaris. Era esta una de las amigas de Li- 
sistrata, quien corrió á recibirla; la abrazó afec- 
tuosamente ; se sentó á su lado, y no cesó de ala- 
bar su hermosura y su adorno. Sois muy linda; 
estáis perfectamente vestida. Esta tela es hermo- 
sísima, y os está maravillosamente : ¿ cuánto 
costó? 

Pareciéndome que esta conversación no se 



« que las de las Griegas ; pero esto nada importa al paralelo: 
« solamente se trata de la disposición de las habitacionet y caar 
< tos, y creo haberlo seguido lo bastante. » 

Yo no pretendo que en la época en que ^jo el vlage del joven 
Anacarsb, tuviesen machos griegos casas tan vastas y tan magni- 
ficas; pero como nemóstenes afirma que en su tiempo se levanta- 
ban casas, que ensedian en bermosnra á los soberUoe edifida 
con que Pericles habla adornado á Atenas» tengo fondamenlo pa- 
ra suponer con M. Mariette^ que en lo esencial no se diferenciaban 
«stas casas de las descritas por Vitrnvlo 



CAPITULO \xy. 417 

acabaría tan j^ronto, pedi á Lisistrata el permiso 
de ver el resto de la casa. Lo primero en que 
puse la vista, fué el tocador, donde vi palanga- 
nas y arguamaniles de plata, espejos de difereur 
tes materias, agujas grandes para desenredar 
los cabellos ; hierros para rizarlos ; cintas anchas 
y angostas para sujetarlos; redes para enyolyer- 
los; polvos amarillos para cubrirlos; diversas 
especies de brazaletes y de zarcillos ; botes que 
contenían arrebol blanco de albayalde, negro 
para teñir las cejas, y todo lo necesario para 
limpiarlos dientes, etc., 

Examinaba yo estos objetos con atención, sin 
que Dinias comprendiese por qué eran tan nue^ 
vos para un escita. Después me enseñó su retra-: 
to y el de su muger. Viendo que yo me admira- 
ba de la elegancia de los muebles, él me dij[o que 
se complacía en disfrutar de la industria y supe- 
rioridad de los artistas extrangeros, y que por 
eso habla hecho traer las siUas d^ Tesalia, los 
colchones de Gorinto, y las almohadas de Garta- 
go ; y como se aumentase mi sorpresa, se reia 
de mi sencUlez, y añadió, para justificarse, que 
Xenofonte se presentaba en el ejército con un 
escudo de Argos, una coraza de Atenas, un cas- 
co de Beocia, y im caballo de Epidaura 

Pasamos á la habitación de los hombres , y en 
medio de ella hallamos un patio de céspedes, 

i8. 



MS VIAGK DE ANACABSIS. 

rodeado con cuatro pórticos , cuyas paredes es- 
taban cubiertas de estuco y adornos de talla. 
Estos pórticos servían de comunicación á mu- 
chos cuartos ó salas , la mayor parte de ellas 
adornadas con esmero. El oro y el marfil real- 
zaban él brillo de los muebles; los techos y pa- 
redes estaban adornados con pinturas ; las mam- 
paras y alfombras, hechas en Babilonia, repre- 
sentaban algunos persas arrastrando sus vestidos 
largos ; buitres y otros pájaros , y muchos ani- 
males fantásticos. 

El lujo que Dinias ostentaba en su casa , rei- 
naba también en su mesa. Voy á sacar de mi 
diario la descripción de la primera comida , á 
que fui convidado con mi amigo Pilotas. 

La hora de reunirse era por la tarde , en el 
momento en que la sombra de la aguja del re- 
loxde sol tenia doce pies de largo. Tuvimos 
cuidado de no llegar ni muy temprano , ni muy 
tarde , que es lo que exige la política. Hallamos 
á Dinias sofocándose en dar órdenes. Nos pre- 
sentó á FilónideSy uno de aquellos parásitos 
que se establecen en las casas de los grandes 
para hacer los cumplidos de la casa , y divertir á 
los convidados. Nosotros echamos de ver que 
de cuando en cuando sacudía el polvo que se 
pegaba al vestido de Dinias. Un momento des- 
pués llegó el médico Nicocles cansadísimo, 



CAPITULO XXV. 419 

porque tenia muchos enfermos; bien que las 
enfermedades no eran , decía él , mas que ron- 
queras y toses leves , nacidas de las lluvias que 
hablan caldo desde el principio del otoño. Lúe- 
gole siguieron León 9 Zopiroy Teótimo, tres 
atenienses distinguidos, y afectos á Dinias por 
amor de los placeres. Últimamente vino de re- 
pente DemocareSy aunque no estaba convida- 
do; el cual era de ingenio agudo y gracioso, 
y toda la compañía le recibió con mucho con- 
trito. 

Pasamos á la sala de comer, donde quemaban 
incienso y otros olores : sobre el aparador ha- 
blan colocado vasos de plata, y sobredorados 
algunos, adornados con piedras preciosas. Los 
esclavos derramaron agua pura sobre nuestras 
manos, y nos pusieron coronas en la cabeza. 
Sacamos por suerte el rey del festín, al cual 
toca alejar toda licencia süi perjuicio de la li- 
bertad; señalar el momento de beber altamen- 
te ; indicar los brindis que se hablan de hacer , 
y obligar á practicar las leyes establecidas en- 
tre los b^edores *, cuya suerte cayó á Demo- 
cares. 

Alrededor de una mesa que hablan enjugado 



* Según una de estas leyes era preciso beber , ó salirse de la 
mesa. Algunas veces se contentaban con echar sobre la cabeza 
de! culpado el vino que no quería beber. 



420 YIAGE DE ANACARSIS. 

muchas veces con la esponja , nos colocamos en 
linos lechos , cuyas cubiertas eran de púrpura. 
Luego que se trajo á Dhiias la lista de los platos, 
reservamos las primicias para el altar de Diana. 
Cada cual de nosotros habia llevado su criado. 
Servia á Dinias un negro esclavo etiope , que 
suelen comprar los ricos á mucho precio ^ para 
distinguirse de los demás ciudadanos. 

No haré el detalle de una comida que á cada 
momento nos daba una nueva prueba de la opu- 
lencia y prodigalidad de Dinias : bastará dar una 
idea general. 

Al principio nos pusieron muchas especies de 
mariscos ; unos como salen del mar; otros co- 
cidos sobre el rescoldo , ó fritos en sartén ; los 
mas sazonados coq pimienta y comino : sirvie- 
ron al mismo tiempo huevos frescos, ssi de 
gaUina , como de pava real : estos últimos se 
estiman mas : salchichas, pies de puerco, un hí- 
gado de jabalí, una cabeza de cordero, y ternera; 
el vientre de una cerda sazonado con comino , 
vinagre y silfio * ; pajaritos , sobre los cuales se 
echó una salsa hirviendo , compuesta de queso 
rallado , de aceite , vinagre y silfio. Se cubrió se- 
gunda vez la mesa con lo mas exqn^ito de caza, 
volatería, y sobre todo, de pesca. El tercer cu- 
bierto fué de frutas. 

' Planta de que usaban maclio los anMsuos en sus comidas. 



CAPITULO XXY. 421 

Entre esta multitud de objetos que se ofrecen 
á nuestros ojos, podia cada uno de nosotros 
escoger lo que mas lisonjease su paladar y el de 
sus amigos, y enviárselo : esta es una obligación 
que no se falta nunca en los convites de cere- 
monia. 

Al principio del convite tomó Democares una 
copa 9 la llegó ligeramente á sus labios , y la 
hizo pasar de mano en mano. Probamos todos 
del licor, cadaimo según le tocaba, mirándose 
esto como símbolo y garante de la amistad que 
debe unir á los convidados. Siguióse el beber 
otras muchas veces , arreglándose á los brindis 
que hacia Democares, ya á uno, ya á otro, á 
los cuales correspondíamos nosotros inmediata- 
mente. 

La conversación viva , alegre , sin interrup- 
ción y sin objeto , habia producido poco á poco 
varios chistes sobre las comidas de las gentes 
de ingenio y de los filósofos , que pierden un 
tiempo tan precioso , unos en sorprenderse con 
enigmas y logogrífos , otros en tratar metódica- 
mente cuestiones de moral y de metafísica 
Para añadir un rasgo á la pintura del ridículo , 
propuso Democares que cada uno ostentase los 
conocimientos que teníamos en punto á los 
manjares mas sabrosos , sobre el modo de coih 
dimentarlos, y sobre la facilidad que bay en 



422 TIAGB DE ANACAIUSIS. 

Atenas para tenerlos. Gomo se trataba de reme- 
dar los convites de los sabios , se dijo que cada 
cual hablase á su vez » y tratase la materia con 
mucha gravedad , sin detenerse mucho en los 
detalles , y sin olvidarlos enteramente. 

Tocábame á mí empezar; mas, poco familia- 
rizado con la materia que se iba á trat^o- y estaba 
ya para excusarme , cuando Democares me su- 
plicó que le diese una idea de las comidas de los 
Escitas. Respondí en pocas palabras que su úni- 
co alimento era miel y leche de vacas ó de 
burras ; que de tal modo se acostumbraban á 
esto desde su nacimiento, que no necesitaban 
nodrizas ; que echaban la leche en unos cubetos 
grandes; la meneaban mucho pa»ra separar ia 
parte mas delicada ; y que empleaban en estoá 
los enemigos que la suerte de las armas ponia 
en sus manos ; pero no dije que, para quitar á 
estos infelices la libertad de escaparse , les pri- 
vaban de la vista. 

Deq[)iies de otras particularidades que supri- 
mo, tomando León la palabra, dijo: eontinua- 
-mente se da en cara á los Atenienses con su 
frugalidad : es cierto que nuestras comidas, 
generalmente hablando» son menos largas y 
suntuosas que las de los Tebaaos , y de algunos 
otros pueblos de la Grecia; pero hemos enpe- 
.2ado á seglar su ejemplo, y luego- segairáD 



CAWTOLO \\v. 423 

ellos el nuestro. Todos los días nos vamos esme- 
rando mas en perfeccionar los placeres de la 
mesa, y vemos desaparecer insensiblemente 
nuestra antigua sencillez con todas aquellas 
virtudes patrióticas , hijas de la necesidad, que 
no pueden ser de todos los tiempos. Recuér- 
dennos nuestros oradores cuanto quieran los 
combates de Maratón y Salamina; admírenlos 
extrangeros los monumentos que adornan á 
esta ciudad; pero á mis ojos ofrece Atenas una 
ventaja mas real , y es la sl)undancia que hay en 
ella todo el año; ese mercado á que vienen á 
* reunirse todos los dias las mejores producciones 
de ías islas y del continente. No temo decirlo : 
. no hay pais donde sea mas fácil comer regalada- 
mente , sin exceptuar ni aun la Sicilia. 

Nada tenemos que desear en punto á carnes 
y aves. Nuestros corrales , tanto de la ciudad 
cuanto del campo , están provistos de capones, 
pichones, patos, pollos y gansos, que tenemos 
el arte de engordar. Las estaciones nos traen 
sucesivamente los becafigos, las codornices, 
los tordos , las alondras , los petirojos , las palo- 
mas campesinas , las tórtolas , las chochas y los 
francolines. El Fase nos ha hecho conocer las 
aves que adornan sus márgenes , y son, con mas 
justo motivo, el adorno de nuestras mesas, em- 
pezando y9 á multiplicarse entre nosotros en 
las faisanerías que han formado algunos paiü* 



424 VIAGE DE ANA€AES1S. 

Ciliares ricos. Nuestras llanuras están llenas de 
liebres y perdices ; nuestras colinas de tomillo^ 
romero , y otras plantas muy á propósito para 
dar al conejo gusto , y aromas. Sacamos de los 
bosques vecinos jabatos y jabalíes ; y de la isla 
de Melos los mejores corzos de la Grecia. 

£1 mar, dijo entonces Zopiro , atento á pagar 
el tributo que debe á sus señores , enriquece 
nuestras mesas con peces delicados. Tenemos la 
murena, la dorada, la yiva, el xifias*, .elpa- 
gro , el sábalo, y atunes en aJbundancia. 

Nada es comparable al congrio que nos viene 
de Sicione ; al glauco que se pesca en Megara,' 
á los rodaballos , á las sardas, á los lenguados , 
k los barbos, á los salmonetes que frecuentan 
nuestras costas. Por otra parte las sardinas son 
el alimento del pueblo : las que nosotros pesca- 
mos en las cercanías de Palero , merecen poner- 
se en la mesa de los dioses , principalmente sí 
se dejan no mas que un instante en el aceite hir- 
viendo. 

Deslumhrado el vulgo con las famas , cree que 
todo es estimable en un objeto estimado. Pero 
jposotros, que analizamos el mérito aun en las 
menores cosas, elegiremos la parte anterior del 
glauco, la cabeza del barbo y del congrio, la 

* EBte es el pez conocido entre nosotros oon el nombre ^e et- 
pathni y en l¿ilia jcon el de pe$ce spadtk* 



CAPITULO XXV. 425 

falda .4el atún , el lomo de la raya, y dejaremos 
lo demás ¿ gentes de gusto menos delicado. 

Añadamos á los recursos del mar los de los 
lagos de la Beocia. ¿No se nos traen todos los 
días anguilas del lago Copáis, tan sobresalien- 
tes por su suavidad , como por su tamaño ? Úl- 
timamente, podemos poner entre la multitud 
de nuestras riquezas la prodigiosa cantidad de 
peces salados , que nos vienen del Helesponto , 
de Bizancioyde las costas del Ponto Euxino. 

León y Zopiro, dijo Pilotas, han tratado de 
los alimentos que constituyen la basa de un 
banquete. Los del primero y tercero servicio 
exigirían conocimientos mas profundos que los 
míos, y no probarían menos las ventajas de 
iniéstrO clitna. Las langostas y los cangrejos son 
tan 0)(^unés entre nosotros , como las almejas , 
jostras y erizos de mar. Estos últimos se compo- 
pfifn'a^giinas veces con ojimiel, peregil y yerba 
bíueña. Son delicados cuando se pescan en luna 
ifó'lia, y:eíi ídngun tiempo merecen la nota 
que les puso^un lacedemonio , que no habien- 
do visto, niwpca este marisco, tomó el partido 
de llegarle á sti boca , y devorar sus cortantes 
! pimías. ... 

./vNó.hablaráde las setas, de los espárragos, 
cíe (liversas especies de pepinos, ni de la infinita 
•variedad de legumbres , que se renuevan todos 
los* dias ea el mercado; pero no debo olvidar 



4^ VlAGE DB AKACARSIS. 

que las frutas de nuestros jardines tienen una 
suavidad exquisita. Generalmente es reconocida 
la superioridad de nuestros higos : cogidos re- 
cientemente 9 son las delicias de los habitante 
de la Ática : secos con esmero , se llevan á pai- 
ses remotos , y hasta la mesa del rey de Persia. 
Nuestras aceitunas curadas irritan el apetito : 
las que llamamos colimbadas * son mas estima- 
das en otros paises por su tamaño y su sabor. 
Las uvas , conocidas con el nombré de Nicostra- 
to , no gozan de menor reputación. El arte de 
ingertar da á nuestras peras y á la mayor parte 
de nuestras frutas las calidades que les habia 
negado la naturaleza. La Eubea nos proporciona 
excelentes manzanas ; la Fenicia dátiles ; Cono- 
to membrillos dulces y hermosos , y Naxos las 
almendras tan famosas en la Grecia. 

Habiendo llegado. la vez ai parásito , redobla- 
mos todos nuestra atención ; y comenzó dé este 
modo: 

£1 pan que se pone en nuestras mesas y y auii 
ese que se vende en la plaza , es bladquisiiiio j 
gustoso. El arte de hacerle fué perfeccionado en 
el siglo último por Tearion en Sicilia : se ha 
mantenido entre nosotros en toda su perfección, 
y no ha contribuido poco á los progresos' de; la 



* Los Griegos de Atenas les dao hoy el mismo nombre ; y el 
Gran-Señor las hite poner todos los días en su mesa. 



CAPITULO XIV. *27 

pastelería. En el día tenemos mil modos para 
convertir toda especie de harinas en un alimen- 
to tan sano como agradable. Echad á la harina 
de trigo un poco de leche ^ de aceite y de sal, 
y tendremos aquellos panes delicados, cuyo 
conocimiento debemos á los Capadocios. Echad- 
le miel ; reducid vuestra pasta á hojas delicadas, 
y propias para enrollarse á vista de la lumbre ; 
y tendréis las hojuelas que se os acaban de pre- 
sentar, y habéis mojado en el vino *; pero es 
preciso servirlas calientes. Estos globulillos tan 
dulces y ligeros, que se han presentado después, 
se hacen en la sartén con la harina de sésamo, 
coD miel y aceite **. Tomad cebada mondada ; 
machacad los granos en un mortero ; poned la 
harina en un vaso ; echad allí aceite ; revolvedlo 
mientras se cuece á fuego lento; echad de 
cuando en cuando pringue de polla , ó de cabri- 
to , ó de cordero; guardaos de que se os vaya; 
y cuando ha cocido lo bastante , servidlo. Tene- 
mos tortas hechas solamente con leche y miel ; 
otras en que se junta á la miel , harina de sé- 
samo, y el queso, ó el aceite. Las tenemos en 
fin en que se meten frutas de diferentes clases. 
Las empanadas de liebre pertenecen si mismo 
género , como también las de becafigos, y las de 



* Eran una especie de obleas. 
'* Especie de buñuelo. 



428 VIAGE DB ANÁCARSIS. 

aquellos pajaritos que revolotean en las 

Dichas estas palabras, tomó Filónides na 
torta de uvas y almendras, que acababan de 
traer , y no quiso continuar su discurso. 

No estuvo mucho tiempo suspensa nuestra 
atención , pues al instante tomó la palabra Teó- 
timo. 

Muchos autores , dijo , han escrito sobre el 
arte de cocina, sobre la primera de las artes, 
pues es la que proporciona placeres mas fre- 
cuentes y mas duraderos. Tales son Miteco, 
que nos ha dado su obra del Cocinero siciliano; 
Numenio de Heraclea, Hegemon de Tasos , Fi- 
lomeno de Leucada, Áctides deQuio, Tindá- 
rico de Sicione , y otros muchos autores que 
pudiera citar, porque tengo todas sus obres en 
mi biblioteca ; y la que prefiero á todas es la 
Gastronomía de Árquestrato. Este autor, que 
fué amigo de uno de los hijos de Pericles , ha- 
bla corrido la tierra y el mar , para conocer por 
sí mismo sus mejores producciones. En sus via- 
ges se instruyó, no en las costumbres de los 
pueblos , que es una instrucción inútil , pues es 
imposible mudarlas, sino que entraba en los la- 
boratorios , donde se preparan las delicias de 
la mesa, y no trató mas que con los hombres 
útiles á sus placeres. Su poema es un tesoro de 
luces , y no tiene verso alguno que no encierre 
un precepto. 



CAPITULO \\r. 429 

En este código es donde muchos cocineros 
han bebido los principios de uñ arte que los ha 
inmortalizado , que hace tiempo se perfeccionó 
en Sicilia y en la Elide , y que Timbron ha lle- 
vado entre nosotros al punto mas alto de su 
gloria. Yo bien sé que los que le ejercitan , han 
sido ridiculizados muchas veces en eí teatro 
por sus pretensiones ; pero si no tuvieran el en- 
tusiasmo de su profesión , tampoco descollarían 
en ella. 

Mi cocinero, que acabo de traer de Siracusa, 
me aturdió el otro dia con el detalle de las ca- 
lidades y estudios que exige su oficio. Después 
de decirme de paso , que Gadmo , abuelo dé 
Baco, el fundador de Tebas, comenzó siendo 
cocinero del rey de Sidon , añadió : ¿ sabéis que 
para desempeñar dignamente mi ministerio , rto 
basta tener un gusto exquisito , y una salud ex- 
perimentada , sino que es necesario reunir los 
mayores talentos á los mayores conocimientos? 
Yo no me ocupo en las viles funciones de vues- 
tra cocina , ni entro en ella mas que para dirigir 
la acción del fuego , y ver el efecto de mis ope- 
raciones. Sentado por lo común en un cuarto 
inmediato, doy mis órdenes que ejecutan ios 
oficiales subalternos , y medito sobre las pro- 
ducciones de la naturaleza. Unas veces las dejo 
en su sencillez ; otras las disfrazo , ó las dis- 
pongo siguiendo nuevas proporciones, acornó- 



430 VIAGB I>E ANACARSIS. 

dadas para lisonjear el gusto. ¿ Se necesita » por 
ejemplo , daros un lechoncillo ó un buen pe- 
dazo de cebón? me contento con hacerle cocer. 
¿Queréis una liebre excelente? Si es nueva, 
le basta su mérito para presentarse con distin- 
ción : la pongo en el asador , y os la presento 
echando todavía sangre; pero donde debe bri- 
llar la ciencia, es en Ja finura de las combina- 
ciones. 

La sal , la pimienta , el aceite , el vinagre y la 
miel son los agentes principales que yo empleo, 
y no se pueden hallar otros mejores en ios de- 
mas climas. Vuestro aceite es excelente , como 
también el vinagre de De celia; vuestra miel 
del monte Himeto es preferible aun á la de Si- 
cilia. Ademas de estos materiales empleamos 
en los guisados los huevos, el queso, la pasa, 
el sOfío , el peregil , el sésamo , el comino , las 
alcaparras , los berros , el hinojo , la yerba bue- 
na , el cilantro , la zanahoria, el ajo , la cebolla 
y las plantas aromáticas , que tanto usamos, 
como el orégano * y el excelente tomillo del 
monte Himeto. Ved aquí las fuerzas , por de- 
cirlo así , de que puede disponer un artista , mas 
nunca prodigarlas. Si llega á mis manos un pez, 
cuya carne es dura, tengo cuidado de salpi- 
mentarle con queso rallado, y echarle vinagre; 

' Bapecie de mejorana «Ovestre. 



CAPITULO XXV. 43 1 

9i e$ delicada, me contento con echarle por 
encima unpc^vo de sal y algunas gotas de aceite; 
otras veces le adorno con hojas de orégano, j 
después le envuelvo en una de higuera , y lo 
pongo á cocer bajo el rescoldo. 

No es permitido multiplicar los medios , sino 
en las salsas y guisados. Conocemos muchas es- 
pecies de ellas , unas picantes , y otras dulces. 
La que se puede servir con toda clase de peces 
cocidos ó fritos , se compone de vinagre , queso 
rallado , y ajo , á que se puede juntar el puerro 
ó cebolla , picados menudamente. Guando se la 
quiere menos fuerte , se hace con aceite , yemas 
de huevo , puerros , ajo y queso ; si la queréis 
todavía mas suave, empleareis la miel , los dá- 
tiles , el comino y otros ingredientes de la mis- 
ma natiu'aleza. Pero estas mezclas no deben de- 
jarse al arbitrio de un artista ignorante. 

Lo mismo digo de los rellenos que se introdu- 
cen en el cuerpo de un pez. Todos saben que es 
necesario abrirle, y que después de haberle 
quitado las espinas, se le puede llenar de silfío, 
de queso , de sal y de orégano : todos saben 
también que un lechoncillo puede rellenarse 
con tordos, becafigos, yemas de huevo, ostras, 
y muchas especies de mariscos ; pero estad se- 
guro que se pueden diversificar estas mezclas 
hasta el infinito , y que se necesitan largas y 
profundas investigaciones, para hacerlas tan 



432 VIAGE DE AüiACABSIS. 

agradables al gusto, como útiles á la salix^; 
porque mi arte se da- la mano con todas Ve 
ciencias y y sobre todo con la medicina *. ¿ No 
debo yo saber cuales áon las yerbas que en cada 
estación tienen mas jugo y virtud? ¿ Presentaré 
yo en el verano sobre vuestra mesa un pez que 
solo se debe poner en invierno? ¿No hay ali- 
mentos que son mas fáciles de digerir en ciertos 
tiempos ? ¿ Y la mayor parte de las enfermeda- 
des que nos afligen , no vienen de la preferencia 
que se da á unos sobre otros? 

A estas palabras el médico Nicocles , que de- 
voraba eíi silencio y sin distinción cuanto se ie 
presentaba , exclamó acalorado : vuestro coci- 
nero está impuesto en los verdaderos principios. 
No hay cosa mas esencial que la elección de los 
alimentos , ni que pida mayor atención. En pri- 
mer lugar deben arreglarse á la naturaleza del 
clima ; á las variaciones del aire y de las esta- 
ciones ; á la diferencia de temperamentos y eda- 
des ; después á las facultades mas ó menos no- 
trítivas , que se han reconocido en las diversas 
especies de viandas , de peces , de legumbres j 
de frutas. Por ejemplo, la carne de buey es 



* Se puede comparar lo que los cómicos griegos ponen en bo- 
ca de los cocineros du su tiempo , á lo que Montaigne refiere en 
pocas palabras del mayordomo del cardenal Caraffa , lib I. 
cap. LV. 



CAPITULO xxv. 433 

fuerte y difieil de digerir; la de ternera lo es 
mucho meaos ; del oiigmo modo la de cordero 
es mas ligera gue la de oveja, y la de cabrito 
mas que la de cabra. La caroe de puerco , 
como tambiea la de jabalí , deseca , pero for- 
tifica » y oo carga el estómago. El lechoncillo 
es pesado. La carne de liebre es seca y astrin- 
gente. Eo general es menos jugosa la carne de 
los animales silvestres^que la de los domésticos ; 
la de los que se alimentan con frutas, que la de 
los que comen yerba; la de los machos, que la 
de las bembras; la de los negros , que la de los 
blancos ; la de los que soa velludos, que la de los 
que no lo son. Esta doctrina es4e Hipócrates. 

Cada bebida tiene también sus propiedades. 
El vino es cálido y seco, y hay en sus principios 
alguna cosa de purgante. Los vinos dulces se su- 
ben menos á la cabeza; los tintos son nutriti- 
vos; los blancos aperitiyos; los cliuretes secos 
y favorables á la digestión. Según ESpócrates, los 
vinos nuevos son mas laxantes que los4i0ejOB, 
porque se acercanmas ¿ la naturaleza del moslo ; 
los aromáticos son mas nutritivos que los otros; 
los vinos tintos y pastosos... 

Ibaá continuar Nicocies; Pero Diniasle laler- 
rumpió de repente : yo no me gobierno por esas 
distinciones, dijo, mas destierro de mi mesa los 
vinos de Zacinto y de Leucada, porque los oreo 
perjudiciales por el yeso que les echan. No quie- 
U. 19 



%S^ TIáGE de 4NA€ABSIS. 

ro el de Corinto, porque esdiiro ; ni el de Icara, 
porque sobre este mismo defecto tiene el de sci 
bumoso:hago caso del vino viejo de Corcira, 
que es muy agradable ; del blanco de Méndé, que 
es muy delicado. Arquíloco comparaba el de 
Naxos al néctar ; pero el que yo comparo á este 
licor divino, es el de Tasóse yo le prefiero á to- 
dos, excepto el de Quio de primera calidad, 
pues lo bay de tres. 

En Grecia estimamos los vinos dulces y odorí- 
feros. En ciertas partes se les suaviza echando 
en la cuba harina amasada con miel : casi en to- 
das partes se les mezcla orégano, aromas, frutas 
y flores. Yo quiero que, cuando se abre uno de 
mis toneles, se esparza por los aires el olor de 
violetas y de rosas, y llene mi bodega; pero no 
quiero que se favorezca á un sentido con per- 
juioio d¿ otro. El vino de Biblos en Fenicia sor- 
prende desde luego por la cantidad de perfumes 
que Uene. Tengo una buena provisión de él; 
mas para mi es muy inferior al de Lesbos, que 
está menos perfumado, y satisface mas al pala- 
dar. ¿Queréis una bebida saludable? Mezclad 
vinos odoríferos y pastosos con los que tienen 
-una propiedad opuesta. Tal es la mezcla del vi- 
no de Eritrea con el de Heraclea. 

El agua del mar, mezclada con el vino, dicen 
que ayuda á la digestión, y hace que no se suba 
el vino á la cabeza; pero es menester que do 



GAJ>ITULO XXT. 435 

domiue Barachoel agua. Este es el defeíeto del vi- 
no de Rodas, el cual se ha sabido evitar en los 
de Quio. Creo que una medida de agua del mar 
basta para cin^o medidas de vino, sobre todo 
si, para hacer el vino^ se elige uva de cepas nue- 
vas. 

. Las sabias investigaciones que se han hecho , 
nos han enseñado á mezclar las bebidas. La pro- 
porción mas común del vino con el agua es de 
dos á cinco, ó de uno á tres;, pero con nuestros 
amigos preferimos la proporción inversa, y al 
fin del convite olvidamos estas regias austeras. 
Solón nos prohibió el vino puro. Acaso de todas 
sus leyes es está la que mejor se observa, gracias 
ala perfidia de nuestros tratantes, que debilitan 
este precioso licor. Por lo que á mi hace, le ha- 
go venir en derechura; y podéis estar seguros 
de que no dejará de violarse la ley de Solón en 
todo este convite* 

Concluidas estas palabras, hizo Dinias traer 
muchas botellas de un vino que conservaba diez 
años había, el cual hizo lugar á otro mas añejo. 
Entonces bebimos casi sin cesar. Después de ha- 
ber brindado Democares varías veoes y de va*, 
ríos modos, tomó unalira; y mientras la tem- 
plaba, uos habló del uso que habia habido siem- 
pre de interpolar el c«»to con los placeres de: 
la mesa. En otro tiempo, nos decía, todos los 
convidados cantaban juntos y al unisono; pero 



436 VIAGB VE AVACAtiSíS. 

inasadelftDte se egtaUeciilque cada uno canta- 
se á su vez, teniendo en la mano mt ramo de 
mirto 6 de laurel. La alegaría era m^nos estrepi* 
tosa ciertamente, pero menos yira. Todanrfa se 
la es treeli6 mas, cuando se asoció la lira á la voz : 
muchos convidados se vieron entonces o^Iig^a- 
dos á «aliar. Temistocles mereció uMr reparen- 
siou en otrei «tiempo, por no haber cuit}a#o de 
estahid»didad: en nnestroa dias ha sido elog-ia- 
do Ejp^afliinondas, por haberla cifllivado. Pero 
desde que^se ha dado miiclK» mérito á semejan- 
tes díversioAesy se ha» lieeho «n estuco : el ar- 
te se perfecciona á expensas del piaeer, j no 
hace uno mts^oosoareirse cnandose hace bien. 
Los cantares de lamerá no contei^iana^ ál prin- 
cipio masf 4ue expresiones de recotrociiHiento, 
óleocioaea de sabiduría. Celebrábamos en eUos, 
y celebramos todaVia, los dioses, los héroes, y 
los ciudadanos útiles á la patria* A tan graves 
materia£(sí3 juntaba después el elo^o éel vino; 
y la poesía,, encargada de trazarle con los colo- 
res mas' vivos, pintó al mi^no tiempo acuella 
eonfiisieo de ideas, aqueHes movimientos to- 
BEvultiiosos, que se experimentan con los amigos 
á la vistardel licor que chispea ei¥ las copas. De 
aquí tantas ¿aiiciidtieB báíqulcas, sembradas de 
máximas, ya sobre la felicidad y la virtud, ya 
sobre el tfmer y la amistada £n efeeto, el ahna se 
eomplaee envolverán e^o« dos ^nrtimfieatos, 



CAPÍTULO XXV. 437 

caaiido no puede contener lé alegría que la do- 
mina. 

En este género' de poesía se han ejercitado 
muchos autores, y algunos han sobresalido en 
ella : Alceó y Anacreonte la han hecho célebre. 

í ste género no pide esfuerzo, porgue es ene- 
migo de toda ostentación. Se puede usar para 
alabar á los dioses y á los héroes la magnificen- 
cia de las etpresrioMs y de las ideas ; roas sola- 
mente toca al delirio y á: las gracias el pintar los 
s^entimientosry él pítícer. 

Abandonémonos á la alegría que inspira esté 
.dichoso momento, añadió Democares; cantemos 
juntos á la vez, y tomemos en nuestras manos 
ramos de mirto 6 laurel. ' 

AI punto ejecutamos sus órdenes ; y después 
de muchas canciones, acomodadas alas circuns- 
tancias, entonó todo el coro el himno de Harroo- 
dio y de Aristogitoti *. Democares nos acompa- 
ñaba por intervalos; pero penetrado repentina- 
mente de un nuevo entusiasmo, exclamó : mi li- 
ra rebelde se niega á tan graves y serios asuntos, 
y reserva sus dulces sonidos al cantor del amor 
y del vino. Ved cual tiemblan sus cnerdas sonan- 
tes de Anacreonte á la dfrlce memoria, y al trazai^ 
de su itmsa la historia tíias armónicos sones nos 
dan. ¡Oh anrigosf ceirra él vino k borbotones ; 

* se cantaba á menndof en \m coirvites. 



438 TIAGE DE ANACARSIS. 

unid vuestras voces á las mías, y prestaos á la va- 
riedad de las modulaciones. 

Bebamos, cantemos á Baco : Baco se recrea 
con nuestras danzas y nuestros cantos; él ahoga 
la envidia, el odio y los pesares ; él es el origen 
de las gracias seductoras» y de los amores encan- 
tadores. Amemos, bebamos, cantemos á Baco. 

Lo venidero no existe, lo presente pasará, el 
único instante de vida es aquel de que se goza. 
Amemos, bebamos, cantemos á Baco. 

Sabios en nuestras locuras, ricos en nuestros 
placeres, hollemos esta vil tierra y sus vanas 
grandezas ; y en la dulce embriaguez, que mo- 
mentos tap encantadores proporcionan á nues- 
tras almas, bebamos, cantemos á Baco. 

A este tiempo oímos un gran ruido á la puer- 
ta, y vimos entrar á Gálleles, á Nicosb*ato y 
otros jóvenes, que nos traían danzarinas y toca- 
dores de flauta, con quienes habían comido. Al 
punto muchos de los convidados se levantaron 
de la mesa, y se pusieron ái bailar ; porque gustan 
los Atenienses tan apasionadamente de este 
ejercicio, que miran como una impolítica no en- 
tregarse á él cuando lo pide la ocasión. Al mis- 
mo tiempo se trajeron algunos manjares propíos 
para excitar el apetito ; tales como cercqpes * y 
cigarras, rábanos hechos trozos, y adobados con 

* B( uD animalUlo semcgaiite á la tíg/ffn. 



CAPITULO XXV. 439 

vinagre y mostaza , garbanzos tostados^ acei- 
tunas sacadas del adobo. 

Este ñnevo servicio acompañado de una nueva 
provisión de vino, y de copas mayores que las 
primeras, anunciaba excesos felizmente corta- 
dos por un espectácido inesperado. A la llegada 
de Galicles salió Teótimo de la sala, y volvió 
acompañado de varios jugadores de manos y 
farsantes, que en la plaza pública divierten al 
populacho con sus prestigios. 

A poco levantaron la mesa. Hicimos libacio- 
nes en honor del Buen Genio y de Júpiter-sal- 
vador ; y después de habernos lavado las manos 
con agua, en que hablan echado ciertos olores , 
empezaron los farsantes sus habilidades. Uno 
ponia debajo de los cubiletes cierto número de 
conchas ó bolitas, y sin descubrir su juego , las 
hacia aparecer ó desaparecer á su arbitrio. Otro 
escribía ó leía dando rápidas vueltas al rededor. 
Vi uno que vomitaba llamas por la boca ; otros 
que andaban cabeza abajo, apoyados en las ma- 
nos, y figurando con los pies los gestos de los 
danzadores. Se presentó una muger que tenia 
en la mano doce aros de bronce, en cuya cir- 
cunferencia rodaban muchos anillitos del mis- 
mo metal ; y danzaba, echando al aire y reci- 
biendo sucesivamente los doce aros. Otra se ar- 
rojaba en medio de muchas espadas desnudas. 
Estos juegos, de los cuales algunos me interesa- 



1 



440 VIAGE DE ANACABSIS. 

bao sin avadarme, se. hacían casi todos al sos 
de la flauta. Era preciso , para salir bien en 
eUos, juntar el donaire á lo ajustado del movi- 
miento. 



Fllf nSL TOMO SEaUWDO. 



índice 



hel tomo segumbo. 



Cap. I. SaUda de Esdtia. El Qoérsoneso Táu- 
rico. El Ponto Eoxino. Estado de la Grecia 
desde la eonqnista de Atenas en 4M antes de 
Jesacrísto, hasta el momento del Yíage. El Bés-^ 
foro de Ttatía. Llagada á Bisando. 

Gap. II. Descripción de Bizancio. Colonias grie- 
gas. El estrecho del Helesponto. Viage desde 
Bizancio á Lésbos. 



442 ÍNDICE. 

Cap. III. Descrípcion de Lesbos. Pitaco, Aríon, 

Terpandro , Alceo , Safo. 46 

Cap. IY . Partida de Miülene. Descripción de ia 

Eubea. Calcis. Llegada á Tebai . 63 

Cap. y. Mansión en Tebas. Epaminondas.Filipo 

de Macedonia. 74 

Cap. yi. Salida. 4e Ttlf^s. liejg^da á Atenas. 

Habitantes de la Ática. 36 

Cap. yil. Asistencia á la academia. ^00 

Cap. yin. Liceo, (gimnasios. Isócrates. Pales- 
tras. Funerales de los Atenienses. i i 9 
Cap. IX.y¡age áCorinto. Xenofonte. Timoleon. Ui 
Cap. X. Levas, revista, ejercicio de las tropas 

entre los Atenienses. ^ 49 

Cap. XI. Asistencia al teatro. ^73 

Cap. XII. Descripción de Atenas. ■. ' ^80 

Cap. Xlil. Batalla áb Mantinea. Mmeilie de Epa- 

minondas. ... ^^^ 

Cap. Xiy . DieA goWwP!» actn^ de Atenas. 230 
Cap. Xy* D^k» mii^trados de Atenas. 258 

Cap. xyi. De k» trib«nale» dejusticia de Ate- 
nas. 265 
Cap. xyil. Del areopago. . 270 
Cap. xyill. De las acusaciones y bnnas judi- 



índice. 443 

eiales de los Atenienses. 278 

Cap. XIX. De los delitos y penas. . 286 

Gap. XX. Costumbres y vida civil délos Atenien- 
ses. 292 

Cap. XXI. De la religión , de los ministros sa- 
grados, y délos principales delito» contra la 
religión. 3i3 

Cap. XXII. Yiage á la Fódde. Juegos pítioos. 
£1 templo y oráculo de Delfos. , 342 

Cap. XXIII. Sucesos memorables déla Grecia, 
desde el año 361 hasta el de 357 antes de Je- 
sucristo. Muerte de Agesilao, rey de Lacede- 
monia. Subida de Filipo al trono de Macedo- 
nia. Guerra de los aliados. 383 

Cap. XXIY. De las fiestas de los Atenienses. 
Las Panateneas. Las Dionisiacas. 392 

Cap. XXY. De las casas y de las comidas de los 
Atenienses. 405 



FIN DBL índice. 



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