This is a digital copy of a book that was preserved for generations on library shelves before it was carefully scanned by Google as part of a project
to make the world's books discoverable online.
It has survived long enough for the copyright to expire and the book to enter the public domain. A public domain book is one that was never subject
to copyright or whose legal copyright term has expired. Whether a book is in the public domain may vary country to country. Public domain books
are our gateways to the past, representing a wealth of history, culture and knowledge that's often difficult to discover.
Marks, notations and other marginalia present in the original volume will appear in this file - a reminder of this book's long journey from the
publisher to a library and finally to you.
Usage guidelines
Google is proud to partner with librarles to digitize public domain materials and make them widely accessible. Public domain books belong to the
public and we are merely their custodians. Nevertheless, this work is expensive, so in order to keep providing this resource, we have taken steps to
prevent abuse by commercial parties, including placing technical restrictions on automated querying.
We also ask that you:
+ Make non-commercial use of the files We designed Google Book Search for use by individuáis, and we request that you use these files for
personal, non-commercial purposes.
+ Refrainfrom automated querying Do not send automated queries of any sort to Google's system: If you are conducting research on machine
translation, optical character recognition or other áreas where access to a large amount of text is helpful, please contact us. We encourage the
use of public domain materials for these purposes and may be able to help.
+ Maintain attribution The Google "watermark" you see on each file is essential for informing people about this project and helping them find
additional materials through Google Book Search. Please do not remo ve it.
+ Keep it legal Whatever your use, remember that you are responsible for ensuring that what you are doing is legal. Do not assume that just
because we believe a book is in the public domain for users in the United States, that the work is also in the public domain for users in other
countries. Whether a book is still in copyright varies from country to country, and we can't offer guidance on whether any specific use of
any specific book is allowed. Please do not assume that a book's appearance in Google Book Search means it can be used in any manner
any where in the world. Copyright infringement liability can be quite severe.
About Google Book Search
Google's mission is to organize the world's Information and to make it universally accessible and useful. Google Book Search helps readers
discover the world's books while helping authors and publishers reach new audiences. You can search through the full text of this book on the web
at |http : //books . google . com/
Acerca de este libro
Esta es una copia digital de un libro que, durante generaciones, se ha conservado en las estanterías de una biblioteca, hasta que Google ha decidido
escanearlo como parte de un proyecto que pretende que sea posible descubrir en línea libros de todo el mundo.
Ha sobrevivido tantos años como para que los derechos de autor hayan expirado y el libro pase a ser de dominio público. El que un libro sea de
dominio público significa que nunca ha estado protegido por derechos de autor, o bien que el período legal de estos derechos ya ha expirado. Es
posible que una misma obra sea de dominio público en unos países y, sin embargo, no lo sea en otros. Los libros de dominio público son nuestras
puertas hacia el pasado, suponen un patrimonio histórico, cultural y de conocimientos que, a menudo, resulta difícil de descubrir.
Todas las anotaciones, marcas y otras señales en los márgenes que estén presentes en el volumen original aparecerán también en este archivo como
testimonio del largo viaje que el libro ha recorrido desde el editor hasta la biblioteca y, finalmente, hasta usted.
Normas de uso
Google se enorgullece de poder colaborar con distintas bibliotecas para digitalizar los materiales de dominio público a fin de hacerlos accesibles
a todo el mundo. Los libros de dominio público son patrimonio de todos, nosotros somos sus humildes guardianes. No obstante, se trata de un
trabajo caro. Por este motivo, y para poder ofrecer este recurso, hemos tomado medidas para evitar que se produzca un abuso por parte de terceros
con fines comerciales, y hemos incluido restricciones técnicas sobre las solicitudes automatizadas.
Asimismo, le pedimos que:
+ Haga un uso exclusivamente no comercial de estos archivos Hemos diseñado la Búsqueda de libros de Google para el uso de particulares;
como tal, le pedimos que utilice estos archivos con fines personales, y no comerciales.
+ No envíe solicitudes automatizadas Por favor, no envíe solicitudes automatizadas de ningún tipo al sistema de Google. Si está llevando a
cabo una investigación sobre traducción automática, reconocimiento óptico de caracteres u otros campos para los que resulte útil disfrutar
de acceso a una gran cantidad de texto, por favor, envíenos un mensaje. Fomentamos el uso de materiales de dominio público con estos
propósitos y seguro que podremos ayudarle.
+ Conserve la atribución La filigrana de Google que verá en todos los archivos es fundamental para informar a los usuarios sobre este proyecto
y ayudarles a encontrar materiales adicionales en la Búsqueda de libros de Google. Por favor, no la elimine.
+ Manténgase siempre dentro de la legalidad Sea cual sea el uso que haga de estos materiales, recuerde que es responsable de asegurarse de
que todo lo que hace es legal. No dé por sentado que, por el hecho de que una obra se considere de dominio público para los usuarios de
los Estados Unidos, lo será también para los usuarios de otros países. La legislación sobre derechos de autor varía de un país a otro, y no
podemos facilitar información sobre si está permitido un uso específico de algún libro. Por favor, no suponga que la aparición de un libro en
nuestro programa significa que se puede utilizar de igual manera en todo el mundo. La responsabilidad ante la infracción de los derechos de
autor puede ser muy grave.
Acerca de la Búsqueda de libros de Google
El objetivo de Google consiste en organizar información procedente de todo el mundo y hacerla accesible y útil de forma universal. El programa de
Búsqueda de libros de Google ayuda a los lectores a descubrir los libros de todo el mundo a la vez que ayuda a autores y editores a llegar a nuevas
audiencias. Podrá realizar búsquedas en el texto completo de este libro en la web, en la página lhttp : / /books . google . com
35
■5~A S^oi^.CS
I
HARVARD COLLEGE LIBRARY
SOUTH AMERICAN COLLECTION
THE CIFT OF ARCHIBALD CARY COOLIDCE, '87
AND CLARENCE LEONARD HAY, '08
IN REMEMBRANCE OP THE PAN-AMERICAN SCIENTIFIC CONGRESS
SANTIAGO DE CHILE DECEMBER MDCCCCVIII
,:^^
VIAJE DE EXPLORACIÓN
EN LA
FiTieOIIU iDSTRil
POR
lüís jiGE mmi
t:¡ír?^ÍP)??i
**^^'
Buenos ^ires
28ia-Tallepe8 de LA TRIBUNA NACIONAl-, Bolívar 88
1886
N
^
]
GO
CID
E-
Cía
o:?
CD
PQ
Hacia nueve años que recorría las ¡nconmensurables
planicies del Gran Chaco y tocaba á su término la undé-
cima espedicion en que tomaba parte activa.
La 2* columna del Chaco Central, compuesta de dos
compañias del Batallón 7*^ de Infantería, de un escuadrón
del Regimiento 6** de Caballería y de una partida de indios
lanceros, constituían las fuerzas de mi mando y á ellas
había cabido el honor de distinguirse de una manera remar-
cable, no solo por la actividad y acierto con que maniobra-
ron en esa jornada, que dio por terminada la conquista y
ocupación del Chaco Argentino, sino también porque les
tocó recorrer y relevar una de las zonas considerada como
desconocida.
No era de estrañarse; el Batallón 7'' y el Regimiento 6*
de Caballería tienen antecedentes dignísimos, y serán siem-
pre, no lo dudo, dos cuerpos de nuestro Ejército de cor-
rectísima disciplina, de valor y de resistencia insupe-
rables.
Siempre su recuerdo emana para mí algo como la aspi-
ración de un perfume predilecto y no me es posible ceder
alas espansiones íntimas, esclamando de paso: ¡loor á sus
jefes, oficiales y soldados de todos los tiempos!
Era el 3 1 de Noviembre — y después de doce dias de
penosas marchas dentro del agua, mis soldados ni esta-
ban fatigados ni tenian hambre, pero quise darles descanso,
sóbrela margen izquierda del rio Teuco. Allí, á la som-
bra del bosque, — viendo correr el agua rojiza como la
sangre, haciendo construir un fortin y soñando con la
grandeza de mi patria, hacía pasear la mente por sus ríos,
los mas estensos del mundo, — por sus bosques, solo acce-
sibles al hombre intrépido, subiendo á sus montañas es-
carpadas y cubiertas de nieve, que derrite con la púrpura
de sus volcanes el corazón incandescente del planeta en la
soberana espansion de sus latidos — ó bien recorriendo las
verdes llanuras sin límites, — evocaba en cada una de esas
estrañas formaciones de la naturaleza, siempre admirable
y portentosa, la imagen soñada de la patria, qne surgía
resplandeciente en el llano, en la montaña y en el rio, — en
los gloriosos años de nuestra historia ó en el infinito de
nuestro porvenir.
Los acontecimientos sociales y políticos que nos cons-
tituyen como nación, desde el primer grano de arena que
se aportó para esta civilización Argentina, que será una
de las mas grandes del mundo, desfilaban en los eslabones
clarísimos de la memoria y los veía sucederse con lógico
encadenamiento de hechos verdaderamente estraordina-
rios que nos han traído á la senda verdadera del progreso
moderno, á la manera como el mundo actual, después de
sucesivas evoluciones y de grandes cataclismos, fué adqui-
riendo la amplitud de su calor y la belleza de su luz, de sus
formas y sus matices de imponderable encanto.
Y en medio de ese cúmulo de recuerdos en que vagaba,
seguía observando con losojos entreabiertos como se des-
lizaba el agua mansamente: la misma de otros siglos, el
mismo aire, la misma luz y la misma sombra, — en una
palabra, la evolución constante, invariable, de la materia
orgánica é inorgánica á impulso de agentes naturales
conocidos y estudiados en su poder y su fuerza, impene-
trables en su esencia.
Después, como una realidad del presente, estaba allí á
mis pies, el indio, tan indómito y salvaje como el dia en
que el ¡lustre genovés descubrió el nuevo continente; pero
á su lado, en vez del conquistador aventurero, sin mas
elemento de acción que su casco de hierro, su voluntad y
la fuerza de su brazo, se levantaba simpático y airoso el
soldado argentino, sin armadura, sin fanatismo ni fiebre
de riquezas, — aunque igualmente valeroso, heroico en la
batalla, sin mas albedrío que el deber y la disciplina, —
máquina consciente — por decirlo así, que mueve la vibrante
voz de mando, imprimiendo fuerza inicial á sentimientos
de abnegación y de bravura.
Fué en esos momentos inolvidables de mi vida, cuando
por un chasque portador de comunicaciones del Exmo.
Señor Ministro de la Guerra, en campaña, General Don
Benjamin Victorica, para el Jefe de la Brigada del Chaco
Central y Gobernador del Territorio, Coronel Don Igna-
cio Fotheringham, recibí inopinadamente el siguiente
parte telegráfico:
Buenos Aires, Noviembre 37 de 1S84.
Señor Teniente Coronel Don Luis Jorge Fontana.
CangaUé.
Oficial — Con placer le comunico que ayer firmó el
Señor Presidente de la República decreto nombrándolo
Gobernador del Territorio del Chubut.
Lo felicito por ello — y sería necesario se apresure Vd.
á venir para proceder á la organización de la Goberna-
ción con la brevedad que el interés público exije.
Bernardo de Irigoyen.
El dia 15 de Diciembre del 84 hablan terminado las
operaciones militares en la región Central del Chaco, y el
25 del mismo, me despedí cordialmente de mis amigos y
compañeros de armas en el puerto de Formosa, Capital
del Territorio, que yo habia tenido la honra de fundar
pocos años antes.
El honor que el Señor Presidente de la República me
había dispensado, nombrándome Gobernador del Chubut»
obligaba en mucho mi gratitud, creando para mí grandes
deberes que yo queríaydebia pagar al país, en el límite de
mis fuerzas, para acreditar al menos que todo mi anhelo se
cifraba en hacerme digno del puesto y del magistrado
que me habia dispensado tanta confianza colocándome
en él.
Hubo más aún. En el viaje á Mendoza y San Juan, —
en esa hermosa fiesta donde la nacionalidad argentina
anudó un eslabón mas de acero para salvar distancias y
aproximar sentimientos — y que marcará una efeméride
gloriosa en los anales del progreso nacional, — el señor
Presidente de la República, con la benevolencia que inme-
recidamente me ha demostrado siempre, tuvo la bondad
de decirme, que me había nombrado Gobernador de este
Territorio, porque tenía la seguridad de que yo haría
mucho en bien del progreso de esta parte de la República,
que él consideraba importante, no obstante ser casi des-
conocida.
Esas palabras me comunicaban nueva fuerza, — y tran-
quilo dispuse mi viaje, decidido á cumplirlos deberes que
me imponían mi honor y mi conciencia, aunque fuese ne-
cesario perder la vida.
El 1 5 de Mayo del mismo año salí de la Capital con
mi nombramiento y las instrucciones recibidas de manos
del Exmo. Señor Ministro del Interior, Dr. D. Bernardo
de Irigoyen, á quien soy acreedor de las mayores consi-
deraciones.
El 28 de Mayo llegué á Rawson y pasé el invierno
aclimatándome al país, practicando pequeñas escursiones
por la costa del mar, en conocer á los habitantes, estu-
diando sus necesidades y costumbres; en establecer la
Gobernación y las oficinas de su dependencia, que han
funcionado con perfecta regularidad en el resto del año —
y buscando datos y elementos para la espedicion que
proyectaba al interior del país.
Los colonos galenses, estrechados en las tierras poco
fértiles que cultivan y careciendo de agua suficiente para
regarlas, suspiraban hacia veinte años por conocer los
valles de la Cordillera, cuya exuberancia de vegetación
les habia sido noticiada por los indios Tehuelches que
anualmente llegaban á estas poblaciones á comerciar con
los colonos. Los indios amigos les decían que el interior
de la región chubutiana era una delicia — ^y el clima tem-
plado y saludable, que los ríos corrían en todas direccio-
nes y que era grande la variedad de árboles y frutas.
La imaginación exitada del galense concebía un Eldo-
rado y quedaba entristecido al ver como su arado seguía
surcando la tierra dura y seca.
Muchos jóvenes que habían leido el viaje de Musters
desde Punta Arenas hasta el rio Negro, pasaban las
horas de su vida, pensando en las comarcas floridas de
las faldas del Andes, mirando al sol descender como
lluvia de oro tras de esa región de encantos que tanto
ansiaban conocer.
Algunas veces el colmo del entusiasmo los había lle-
vado hasta la temeridad intentando salvar el muro de
granito que los separaba de la tierra fecunda que podría
darles bienestar y riqueza, pero la falta de recursos unas
veces y otras la lanza del indio dando muerte al invasor,
habían vuelto á cubrir aquellos parajes con misterioso
velo avivándolos incentivos que despertaban.
Foresto, á mí llegada al Territorio y con la noticia de
que proyectaba llevar á cabo una espedicion á las Cor-
dilleras con el propósito de estudiar esta región, renacie-
ron sus constantes aspiraciones.
II
En el mes de Junio tuvo lugar un meeting, en el cual
los colonos delegaron al señor Juan Thomás á fin de que
apersonándose al infrascripto, recabase su permiso, caba-
llos y víveres para efectuar un reconocimienro hacia el
Oeste de esta Colonia.
Les contesté por el mismo señor, que agradecía mucho
tan buena voluntad y me felicitaba de que los vecinos de
esta localidad se encontrasen animados de tan buen
espíritu, pero que no me era posible acceder á sus pedi-
dos, — porque no conociendo el país, ignoraba las dificul-
tades y peligros á que se hallaban espuestas las personas
que formasen parte de esa espedicion, recordando también
como único antecedente, que otras espediciones análogas
que habían salido antes fueron atacadas y extermi-
nadas por los indios y que si ocurriese un caso idéntico
la responsabilidad recaería en mí por el carácter oficial
que investía.
Que por otro lado, carecía de elementos de movilidad
necesarios y que el Gobierno General me tenía también
encomendada la esploracion oficial del Territorio, para
cuyo efecto me llegarían del Rio Negro los elementos
adecuados, y que entonces, con mayores seguridades, no
tendría inconveniente en aceptar los servicios de los colo-
nos dándoles en la espedicion la participación que mere-
cían por su decisión y espontaneidad en sus ofrecimientos.
Se retiró el señor Thomás aparentemente complacido,
pero á fines del pasado Setiembre regresó con el mismo
propósito, haciéndome presente que los elementos oficia-
les no habían llegado; que la estación propicia para espe-
dicionar se pasaba, que ellos hacían esfuerzos desde
12
veinte años atrás por realizar una ¡dea meditada de ante-
mano, y finalmente, que creía que la autoridad no debe-
ría oponerse á darles el permiso que reiteraban.
Además, me hacian presente que antes de dar este
nuevo paso, habian compulsado los elementos con que
contaban y que ellos pondrían completamente á mi dispo-
sición, si yo tuviese la deferencia de tomar el comando
de la empresa.
Dichos elementos constaban de treinta hombres y de
un valor como de 6,000 pesos moneda nacional en caba-
llos y dinero disponible para surtido de víveres, etc. y
solo tendria yo que proporcionar una parte del armamen-
to y municiones.
Aceptada la proposición en vista de que en efecto te-
nian razón, al suponer que no llegando los elementos ofi-
ciales á tiempo, tendríamos que perder un año mas; me
puse sin demora al trabajo de dar organización á las ftier-
zas espedicionarias que se plantearon en la forma si-
guiente:
30 hombres jóvenes; ginetes excelentes y esperimen-
tados en el manejo del arma que iban á usar.
20 cargueros con víveres para tres meses.
260 caballos en buen estado.
30 fusiles Reminghton y 100 tiros por hombre.
2 cargueros con instrumentos científicos y herramien-
tas para minas.
I botiquin y sus accesorios.
Dadas mis órdenes, todos los preparativos fueron eje-
cutados por los señores Thomas y don Gregorio Mayo,
vecinos respetables, radicados en el territorio, los cuales
^3
deberían desempeñar el empleo de oficiales ayudantes del
infrascripto durante la jomada, como también el Ingeniero
de minas don Guillermo Katterfeld que desempeña el
puesto de Agrimensor de la gobernación á mi cargo.
El dia 13 de Octubre del año ppdo., todo estaba listo
para ponernos en camino, habiéndose convenido en que
al siguiente dia daríamos principio á ese viaje que tanto
habian anhelado realizar los colonos del Chubut.
Dados estos antecedentes que he juzgado conveniente
relatar, me ocuparé algunos momentos del conocimiento
que se tenia de esta región antes de mi espedición.
••^ae--
II
Debo antes recordar que el territorio de la Patagonia
Austral, comprendido entre el océano Atlántico y la
Cordillera — y entre los paralelos 42 y 46 de latitud Sud,
estension que comprende los límites territoriales de la
Gobernación del Chubut, era hasta entonces casi en
totalidad completamente desconocida, — y la parte misma
de que se tenia noticia, no habia sido bien estudiada
como voy á demostrarlo.
Veamos lo que en este sentido mencionan los viajeros
é historiadores contemporáneos de la Patagonia, los cua-
les, á mas de conocimientos adquiridos personalmente,
han leido, comparado y comentado, cuanto se ha escrito
al respecto antes de ellos.
Empezaré por los viajeros esploradores mis amigos,
el doctor Francisco P. Moreno, Director del Museo de
la Plata; don Ramón Lista, Oficial Mayor del Ministerio
de Marina y el Sargento Mayor de Marina don Carlos
Moyano, actual Gobernador del Territorio de Santa
Cruz.
i6
Moreno en su libro titulado t Viaje á la Patagonia Aus
trah, dice lo siguiente en lapág. 33: cEl sistema hidro-
gráfico del Chubut es poco conocido. Las distintas car-
tas geográficas que circulan están casi todas de acuerdo
en colocar las nacientes de ese rio por los 43"* de latitud
Sud, haciéndole recorrer una línea casi recta al oriente
hasta el océano; pero los materiales con que esos mapas
han sido formados, merecen tan^^poco crédito, que puede
aun ponerse en duda la situación de punto tan interesante
de la geografía de la Patagonia. »
cEl viaje del capitán Musters contiene los datos mas
dignos de crédito que hasta hoy se hayan publicado sobre
las numerosas ramificaciones inesploradas del Chubut,
ramificaciones que el esplorador inglés ha cruzado en sus
fuentes. >
Y mas adelante agrega; c Además no está determina-
do astronómicamente el último punto donde la espedi-
cion chilena alcanzó, ni el camino que llevó Musters. El
que estudia esta cuestión, se ve perplejo, al notar que
dos marinos como Musters y Simpson, no estén de acuer
do en sus trazados. >
Después, al terminar el capítulo en que da ligeras no-
ticias con reladon á la cuenca del rio Chubut, y en gene-
ral al sistema hidrográfico de esta r^on, se espresa así:
cCon todo lo que antecede, queda descripta la cuenca
hidrográfica del Chubut la que he bosquejado, en gran
parte, con datos que he tomado de informes verbales de
los colonos, del señor Dumford, del diario de Musters,
de los indios, y ayudado por lo poco que he visto.»
Lista, dando también algunas generalidades al res-
pecto, dice en las páginas 25 y 26 de su último libro,
titulado «Esploracion de la Pampa y de la Patagonia, que
el Senguel ha sido esplorado muy superficialmente — y
después agrega que sus nacientes fueron descubiertas
por el capitán Musters.
Esto último es inexacto, pues Musters nunca vio las
nacientes de dicho rio como puede constatarse leyendo su
libro y examinando su itinerario.
El Mayor Moyano trazando un camino entre los ríos
Chubut y el Santa Cruz, trabajo importante que hoy per
mite el trasporte de ganados hasta las poblaciones chi-
lenas de Punta Arenas, es según lo he comprobado el
único que da algunos datos geográficos exactos, tratán-
dose del rio Chubut, desde Rawson hasta la confluencia
con el rio Chico, después siguiendo este afluente hasta
los lagos Colhué y Musters y desde esas fiaentes remon-
tando el rio Senguel hasta el punto en que cambia vio-
lentamente el curso de su corriente hacia el N. E.
Pero Moyano se equivoca cuando hablando del desa-
güe de los lagos en el rio Chico supone que no existe
abertura y que la comunicación y trasmisión del agua
debe efectuarse por infiltración.
La comunicación libre entre los lagos y el rio existe; he
estado en ella para estudiarla y traigo una fotografía que
la representa.
Después de estos viajeros que estuvieron de paso en
este territorio, tenemos las espediciones de los vecinos y
colonos de esta localidad.
i8
Los señores don Juan Murray Thomásy don Luis Jo-
nes, son personas que merecen ser mencionadas en este
caso por los esfuerzos laudables que han hecho propen •
diendo al conocimiento y progreso del territorio que me
ocupa.
Ellos, varias veces emprendieron viajes de esploracion
que siempre fueron útiles dando alguna luz en medio del
completo desconocimiento de esta región, remontando el
rio Chubut, alcanzando distancias considerables, llegando
hacia el S. O. hasta los lagos Colhué y Musters; pero
nunca habian conseguido salir de esa formación jigantesca
de masa calcárea formada de bancos y capas montañosas
de sedimentación y del piélago inmenso que agrupa y es-
trecha los cerros abruptos de la formación volcánica de
dos épocas geológicas que se conservan y dominan la
mayor estension del país.
He revisado los apuntes del señor Thomás y como
ellos no carecen de importancia, es verdaderamente la-
mentable que su autor no los haya dado á la publicidad.
El señor Jones se limitó, por su parte, á la impresión de
un croquis topográfico délos parajes que recorrió, el cual,
si bien en su tiempo prestó algún servicio al conocimiai-
to de la Geografía de la Patagonia, carece hoy completa-
mente de valor científico.
Para demostrar su inexactitud basta decir que el rio
Thonsim que presenta como afluente del Chubut, no exis-
te; es únicamente un desagüe de las sierras en tiempo de
lluvias y el gran recodo, del Sud del rio Senguel, que él
coloca en el 47"* y 3 1' de latitud solo alcanza al 45** y 59*
de latitud Sud.
'9
Un señor Durnford también practicó algunos recono
cimientos, pero por las noticias recojidas de boca de algu-
nas personas de mi relación, veo que sus resultados no
adelantaban nadaá lo ya espuesto.
En mi viaje, Retenido ocasión de constatar que laespe-
dicion de colonos que alcanzó mayor estension hacia el
poniente, fué la de los individuos Juan Evans y Richard
Jones los cuales remontando por la costa Sud del rio Chu-
but alcanzaron hasta el grado 69 de longitud. En pocos
dias mas de marcha, habrían salvado la precordillera y lle-
gado á un valle encantador, pero un encuentro fatal, no
permitió que ellos vieran realizado el dorado ensueño de
sus deseos, porque atacados inesperadamente por los
salvajes, fueron bárbaramente asesinados con refinamien
to de crueldad á escepcion del joven John Evans que des-
peñándose en un abismo con su caballo, se salvó de la
manera mas casual.
Para terminar con esta reseña de hechos que hecreido
indispensable recordar y haciendo merecida justicia á
todas aquellas personas amantes del progreso y de la
ciencia, diré que algunas espediciones alcanzaron las ma-
yores distancias dentro del límite territorial de esta go-
bernación; pero si bien en la parte pertinente que las
motivó, — persecución y apresamiento de indios, — los
resultados sin embargo fueron en las mas veces comple-
tamente satisfactorios, — y concurrían, al convencimiento
de que la región alta de este país era en sumo grado im-
portante.
Las espediciones destinadas á la persecución del ene-
migo, nunca permiten, que los oficiales que las dirijen,
20
practiquen relevamíentos, ni buenos ni malos del terreno
que recorren, aun cuando dispongan de la instrucción
para los trabajos de ese género. Por eso entre los Jefes y
oficiales que operaron por este lado del territorio en la
conquista definitiva déla Patagonia, solo el Teniente
Coronel Lino de Roa, fué el único que presentó en el año
84 un informe de su escursion militar y que fué publicado
en uno de los diarios importantes de la capital.
Dada la competencia del mencionado Jefe, he creído
que su relación era de importancia inmediata para mi,
antes de empezar mis viajes por este lado, pero no he
conseguido esa memoria ni el croquis, aun cuando la soli-
cité oportunamente del señor General Vinter,Gobernador
del Rio Negro, á cuyas órdenes presta servicios actual-
mente el Comandante Roa.
Solo sé por noticias recogidas aquí, que con las fuerzas
de su mando, marchando de Norte á Sud cayó á la margen
izquierda del rio Chubut por el grado 68 de longitud,
que de ese punto bajó algunas leguas hasta el Paso de
los Indios, que allí vadeó á nado el rio y tomando el ca-
mino alto de los indios marchando con rumbo S. O. se
internó en las montañas para regresar por el mismo ca-
mino y bajar desde el mismo Paso por la costa derecha del
rio Chubut, hasta la Colonia.
Pero habiendo encontrado yo en la costa del mismo
rio, una botella que el Comandante Roa, habia confiado
á la corriente conteniendo una comunicación dirigida al
comisario de la Colonia, don Juan Finocheto saqueen de-
ducción de ese documento que el Comandante Roa andaba
con sus instrumentos descompuestos, cosa que no es de
31
estrañarse en viajes penosos, á marchas precipitadas,
yendo á caballo y en los cuales, como es natural, no hay
cronómetro que resista ni teodolito que no se desajuste
con el traqueo.
El citado documento está fechado en la costa del rio
Chubut en los 43° de latitud y 68° 45' de longitud del
meridiano de Greenwich.
Pero como esos paralelos no coinciden de ninguna ma-
nera sobre el cauce actual del rio Chubut, resulta pues,
que la observación de la longitud ó bien de la latitud es
falsa y que por consiguiente los instrumentos con que se
practicaron estaban alterados; no pudiendo suponerse el
caso de error de cálculo ni mucho menos á falta de los
instrumentos indispensables de observación desde el mo-
mento en que se citan posiciones astronómicas en gra-
dos y minutos.
Sólo por este dato, debemos desconfiar de la exactitud
de otros puntos geográficos que haya anotado en su iti-
nerario.
De estas deduciones apuntadas al correr de la pluma,
pero que bastan á persuadir por su carácter lójico, resulta
que de lo publicado hasta hoy con respecto á la hidro-
grafía, geografía y geología del interior de esta región,
ya sea tomado de libros ó planos antiguos ó bien fundán-
dose en la palabra del Capitán inglés Jorge Chaworth
Musters ó por noticia de los indios — carece en su mayor
parte de verdad y precisión, debiéndose aceptar como
buenas tan solo las observaciones de Moyano en lo rela-
tivo al cálculo exacto, — y en cuanto á la parte descripti-
va la seguridad que dan Musters y Roa de que los valles^
32
campos y bosques adyacentes á las cordilleras constitu-
yen una región adecuada é importante para la radicación
del hombre y desenvolvimientos consiguientes de la in-
dustria.
Esto bien entendido, en lo que se refiere á la región
andina, pues en la parte opuesta que limita el mar Atlán-
tico, Moreno, Lista y algunos otros, han prestado inapre-
ciables servicios, á la geografía y al país con las intere-
santes noticias que dan en la relación de sus viajes.
Pero como en la enumeración de los trabajos que con-
ceptúo como devSprovistos de autoridad científica cito
precisamente al libro de Musters, considerado por todos
como el estudio que contiene los datos mas dignos de
crédito que hasta hoy se hayan publicado sobre las nume-
rosas ramificaciones inesploradas del rio Chubut (ramifi-
caciones que el esplorador inglés, cruzó mas abajo de sus
nacientes y no en ellas como asevera Moreno) creo deber,
haciendo justicia al distinguido viajero que recorrió ma-
yor estension en la Patagonia, antes que nosotros, mani-
festar que el Capitán inglés don Jorge Ch. Musters, mari-
no distinguido, dotado de talento y de valor, emprendió
viaje desde la Colonia de Punta Arenas hasta el Carmen
de Patagones, acompañándose, ó mejor dicho, formando
parte de una tribu de indios Tehuelches, y él que nunca
habia viajado por los portentosos desiertos de la América
del Sud, creyó posible realizar su proyecto, verdadera-
mente plagado de dificultades y de peligros, uno de los
cuales, era el hecho de entregarse por completo y sin
condiciones en manos de los indios por un año entero,
tiempo) en que fuese cual fuese su suerte no podria librar-
se de ellos ni comunicarse con otras personas.
^3
Pero s¡ bien los Tehuelches lo trataron espléndida-
mente porque le dieron un gran quillango de guanaco y
botas de potro para cubrir su cuerpo y sus pies cuando se
acabaron sus ropas y su rico calzado; carne y agua todos
los dias y buen fuego y muchos perros á su alrededor
en las noches crudísimas de invierno para que no se mu-
riese de frió, — comprendió bien pronto que su proyecto
de hacer relevamientos topográficos cuyo valor habría
sido muy grande, como que le hubiese abierto un camino
lucidísimo en el mundo científico, —no era posible de rea-
lizar, dada la índole especialísima de la caravana á que
iba agregado y que imprimía curso opuesto á sus deseos
desquiciando sus mejores planes.
Los instrumentos que no se le hablan perdido, estaban
rotos y descompuestos; no tenia ni papel en que escribir
y los indios que miraban con recelo toda tentativa de
estudio ó de análisis, le llevaban por distinto rumbo á
aquel que deseaba él seguir en la esperanza de recojer un
nuevo dato para la ciencia y un laurel para su frente aba-
tida por las penurias de la marcha.
No obstante, Musters, á quien habia dotado la natura-
leza de grandes dotes, con su ánimo siempre fuerte y su
excelente memoria, se dedicó á observar las costumbres
de sus abigarrados compañeros, penetrando con su inte-
ligencia superior en el móvil de las acciones de los pobres
indios y en la necesidad de los usos que el medio les de-
marcaba, ya que no podia determinar ángulos, medir dis-
tancias y apreciar alturas.
Así fué, que al regreso de ese viaje estraordinario, cu-
yos sufrimientos le acarrearon muerte prematura, e^rU
^4
bió un libro de mucho valor literario é interesantísimo
como trabajo descriptivo, pero en el que cae en el error
cuando saliendo de ese círculo atrayente, quiere por
meros recuerdos, señalar un punto del espacio ó trazar
el curso de un rio.
Yo he hablado con un indio de la nación Tehuelche
que conoció á Musters, el cual conservaba de él los me-
jores recuerdos — y mi amigo Francisco Moreno, recogió
de boca de la india María, estas palabras que demuestran
con sobrada elocuencia, el estoicismo del noble joven :
€ Musters mucho frió tenía, muy bueno, pobre Musters. »
Las penalidades que este valiente marino sufrió y que
aumentan en verdad el valor de su excelente relato de
viaje ; merecen tenerse en cuenta al tributarle un recuer-
do de agradecimiento y simpatía.
Moreno ha dado en su carta de la Patagonia, el nom-
bre de Musters al lago llamado por los indios Colhué
desde tiempo inmemorial y si bien hallo conveniente y
justo perpetuar la memoria del esclarecido viajero que
por primera vez tuvo el honor de cruzar la Patagonia
de estremo á estremo; soy también de opinión, que de-
ben respetarse los nombres tradicionales de los lugares
porque asi es mas fácil evitar confusiones y es mas lójico
y mas rápido el progreso y la divulgación de la geo-
grafía.
No por esto pretendo negar ese derecho legítimo que
tienen los primeros esploradores de una comarca des-
conocida para dar un nombre á algo que no lo tiene. Lo
único que de.seo insinuar es que seria de desear mas par-
quedad á este respecto.
^5
Foresto creo que antes de llamar Musters á un lago en
donde él no solo no estuvo, sino que habiéndolo situado
geográficamente por noticias de los indios, lo situó mal
(á mas de un grado del punto verdadero en que se en-
cuentra), habría sido mejor dar su nombre á uno de los
valles por donde Musters pasó, en su trayecto de Sud á
Norte y el cual carece de nombre. No hay duda que esto
habría sido mas correcto, tanto por lo dicho, como por la
circunstancia de que Moreno no estuvo tampoco en el
mencionado lago Colhué Huape, habiendo despojado á
la distancia á esa hermosísima fuente de su nombre pri-
mitivo.
Mas como resulta, que son dos los lagos y nó uno y
ya que en la carta de Moreno y aun en una que yo
construí con datos oficiales para servir á la discusión
sobre límites con Chile, damos ese nombre, bien puede
llamarse Colhué Huape al lago superior al Sud, Mtis-
ters al segundo; y á la laguna, consecución de este últi-
mo por el noreste Laguna Dillon como la llaman los
colonos galenses desde algunos años, en testimonio de
reconocimiento hacia el respetable señor donjuán Dillon,
ex-jefe del Departamento Nacional de Inmigración.
Así lo consigno interinamente en mi Plano,porque tam-
bién pienso que cuando los viajeros ó esploradores dan
nombres á los sitios que descubren ó visitan, deben ser
con carácter provisorio, esperando que el gobierno re-
suelva definitivamente el punto.
Cuando Musters llegó al Rio Negro se alojó en la
casa del actual vecino de este territorio señor Mauricio
Humphreys; y Mrs Isabel Humphreys me ha relatado que
26
Jorge Musters, era un joven de 27 años, simpático, de
modales finos y físico delicado; había sufrido tanto que
tenia ya el germen de la enfermedad que tres años mas
tarde le arrebató la existencia.
Llegó en estremo débil y envuelto en pieles como un
salvaje. Su miseria habia sido tan ruda durante su per-
manencia entre los indios que aun después de mucho
tiempo de hallarse en medio del confort que procura la
vida civilizada, vestido ala moda y perfectamente limpio,
no le habia sido posible olvidar el hábito contraído en su
obligada promiscuidad con una raza inferior y desaseada
— y maquinalmente llevaba las uñas á la cabeza. Tan
espantosa es la vida entre los salvajes!
Con lo que llevo dicho, creo haber demostrado con
amplitud que este territorio era mal conocido y que el
viaje de que doy cuenta, efectuado con el propósito deli-
berado de practicar un reconocimiento prolijo en el mis-
mo, es el que ha dado resultados mas conclm entes y
precisos, especialmente en lo relativo á la parte geográ-
fica y conocimientos de las condiciones naturales del sue-
lo en sus conexiones económicas para radicamiento pró-
ximo del hombre.
Yo no he copiado nada de nadie; son mis observacio-
nes propias, todas en el campo mismo y en presencia de
las cosas y si mi trabajo en parte es deficiente, debe atri-
buirse á mis pocas fuerzas y á los pobres elementos con
que contaba.
La memoria y los planos que tengo á honor de presentar
á V. E. y que dedico al Exmo. señor Presidente de la
República, describen con rigurosa exactitud la región que
he recorrido palmo á palmo, dejando en blanco los pun-
tos en donde no he pisado ni dominado con la vista; pero
en cuanto á las comarcas relevadas, el trabajo espuesto
puede y merece reputarse como la espresion mas fide-
digna de la verdad.
'^^K^'
III
Aun cuando la parte pertinente de esta memoria, esté
al pié de las Cordilleras; creo de necesidad para comple-
mentar este trabajo el presentar á V. E. una reseña de las
comarcas bajas de la costa del mar, que limitan por el
naciente el Territorio de esta gobernación, no obstante
que siendo ellas muy estudiadas, se tenga conocimiento
positivo de su organización geológica y de sus situacio-
nes geográficas.
Desde el centro del Golfo San Jorge en 46° latitud,
hasta el Puerto Roca en la Bahía Nueva — y después has-
ta el seno de la Bahía San José, el viajero salvando algu-
nos promontorios, pasando sobre médanos de arenisca
que camina impelida por el viento hacia el mar que la
reclama con indómita lujuria — ó bien pasando al pié de
los altos muros terciarios de la costa, — marchará siempre
en la hora del reflujo de las aguas turbulentas del océa-
no, sobre un manto de cascajo rodado, que ostenta todos
los colores, — parciales desprendimientos de entrañas geo-
lógicas distintas.
30
Manto inmenso que se manifiesta en todas partes, cu-
briendo la mayor estension de las planicies y que desde
las cumbres mas prominentes se derrama en ruidosas
avalanchas que atraidas después por las aguas lentamen-
te, se deslizan por la inclinación natural del terreno para
señalar mas tarde en las playas marinas, el vaivén de las
olas que implacables las sepulta en el fondo del mar, el
cual en el capricho de sus furias las arroja en todas par-
tes donde encuentra un l/mite á su dominio turbulento.
La constitución petrográfica de esos cuerpos rodados,
en general pórfirosy silicatos diversos, acusa de una ma-
nera incuestionable el lugar de donde procedelí : son
fragmentos de altas montañas que existieron en dias
pasados y otros pertenecen á elevaciones actuales del
suelo que se disgrega á nuestra vista.
Ese manto inmenso de piedras, cubre la mayor estén
sion de la Patagonia y según la opinión del eminente
Darwin, constituye la capa mas considerable de cascajo
que existe en todo el mundo, c reunidas todas esas pie-
dras, dice el mismo autor, podría levantarse una gran
cadena de montañas.»
No queda duda , pues , de que la superficie del terre-
no argentino se nivela; que la Cordillera Andina y sus
innumerables ramificaciones pierden por momentos la
rigidez de su altura y de que el mar tiende á retirarse de
la tierra.
Pero así como las montañas bajan, el solevantamiento
de estas costas es un hecho perfectamente averiguado
que no puede escapar á la mirada del hombre menos ob-
servador.
3'
En todo el litoral se ven distintamente escalonadas las
fajas del terreno abandonado hace poco por las aguas y
á ocho ó diez millas de la costa se encuentran grandes
depresiones en forma de lagunas que fueron ocupadas
por el mar , en donde se hallan esqueletos enteros y bien
conservados de ballenas , delfines , peces , y las mismas
especies de moluscos que viven en las costas.
Y este descenso del mar es tan palpable que un buque,
el pailebot Union que se perdió hace cinco años , dos
millas al norte de la desembocadura del rio Chubut , se
encuentra hoy seis pies sobre el nivel normal del agua en
las mayores mareas y á mayor distancia de su límite
actual.
Después de la playa , parte integrante del fondo del
mar , vienen los arrecifes , criaderos inmensos de molus-
cos esquisitos y roquerías donde viven y procrean los
lobos de dos especies , el león marino otaria jubata y el
lobo de dos pelos otaria Falcklandica , cuya piel es de
tan elevado precio en el comercio.
Sobre estos, se levantan en barrancas, mesetas y pro-
montorios de todas formas , esa estratificación gigantesca
sobre la cual descansa en su mayor estension el territorio
argentino.
Esta formación que marca uno de los interregnos mas
estensos de nuestro continente, se constituye por capas
superpuestas de arena, arcillas, margas de diversos
colores , yeso cristalizado mezclado con nodulos de cal-
cedonia y cristalizaciones de feldespato y mantos calcários
conteniendo en perfecto estado esqueletos de grandes
cetáceos , peces y moluscos de diversas especies , restos
32
hacinados en conjuntos monstruosos de anímales de todas
formas y tamaños , que vivieron y íueron depositados
metódicamente unos sobre otros , de una manera lenta
pero fatal, en un espacio incalculable, probablemente
de miles de años
Como se verá mas adelante , esta formación llega casi
hasta la cordillera siguiendo la curva del rio Senguel.
El carácter curiosísimo de este depósito marino , cuya
descripción , edad y origen geológico han sido tan deba-
tidos , es el que ha dado motivo á la formación de la
Bahia Nueva , en donde la República tiene uno de sus
mejores puertos de seguridad , de los golfos de San Jor-
gey San José —y de la Bahia del Engaño á cuya margen
prospera el pueblo Rawson , en donde escribo el presen-
te informe.
Es en las diversas escursiones en que he llegado á la
costa del mar desde el golfo San Jorge hasta la península
Valdez , investigando en las playas , arrecifes , barran-
cas y campos adyacentes , donde he recogido una parte
de los objetos naturales y prehistóricos , que distingui-
dos especialistas estudian en este momento.
Esa colección , contiene los moluscos antiguos de los
bancos marinos fosilíferos de esta región , de los cuales,
uno de ellos , la ostrea patagónica , por sí sola , constitu-
ye masas compactas y enormes de mas de sesenta metros
de altura; y algunos ejemplares del género Turritellay
Trochus , se han trasformado en yeso cristalizado , sílice
y espato de cal ; los huesos de peces y dientes de tres
especies de squalos , uno de los que debe de haber perte-
33
necido á un tiburón gigantesco , están muy bien con-
servados.
He recogido, también, gran número de las especies
de conquillas de moluscos actúales , trustáceos y anima-
les radiados, que en todas las mareas arroja el océano
sobre las playas de los golfos y en toda la estension de
la costa.
En un frasco con alcohol, he traído algunos moluscos
y crustáceos que tomé vivos; entré ellos, una especié del
género Buccinum que cuando camina ostenta un tentá-
culo en forma de probósida negra como todo el cuerpo del
animal, color que hace contraste con el blanco calcáreo
de su conchilla. La lapa, (género Venus) de valvas blan-
cas radiadas, que vive medio enterrada en la arena y
que arroja cuando quiere una espiral de agua como los
hilos de una pequeña fuente; los patelles, que se encuen-
tran fuertemente adheridos á la tosca de los arrecifes, al
lado de las actinios 6 anémonas de mar, precioso zoófito,
que ostenta toda la belleza de una flor que dotada de un
sistema nervioso, ejerciera la facultad de abrir y cerrar sus
pétalos á voluntad.
El pequeño nacarado (género Trochus) con qué se
construyen adornos, una especie de salem^ vulgarmente
llamados nábajas á causa de su forma; muy curiosos por
sus hábitos, viven enterrados en la arena de la playa
subiendo á la superficie y bajando á voluntad.
Si se echa un poco de sal común pulvierizada, en la
entrada de su cueva, entonces el animalejo sube en el acto
sacando su cuerpo á mas de un centímetro; es este fel
momento propicio para tomarlo con los dedos índice y
34
pulgar, pero si seescapa^ fallaría todo medio que no fuese
escabar su pequeño hogar subterráneo.
Pero el molusco mas digno de ser observado, á mi
juicio, y que es elque menos llama laatencion de la gene-
ralidad de las personas que con tanto entusiasmo recorren
las costas en procura de hermosas conchillas que puedan
servir de adorno, son los folados, de los cuales he conse-
guido dos especies y que ignoro si son bien conocidas.
Inmenso es el número de los animales ya estudiados
que viven sepultados en el cieno ó en la arena.
Aquí, en estas costas, tenemos varios anélidos y mo-
luscos que se guarecen de ese mismo modo para entrar
y salir cuando les conviene, y que puede decirse, que
viven debajo de tierra, porque allí ejecutan las evolucio-
nes mas importantes de su existencia individual y espe-
cífica.
Pero el único animal marino que, puede decirse, nace
sepultado, vive luego enterrado y que en todo el tíenipo
de su vida no se ocupa de otra cosa que de ahondar la
fosa en que ha de morir, es el ser singular que nos ocupa.
El género de los folados pertenece al grupo numeroso
de los moluscos acéfalos, cuyos caracteres principales
consisten en tener dos valvas trasversales entreabiertas y
una ó varias mas pequeñas que se articulan con las
grandes.
El Señor General Victorica, siendo Ministro de Guerra
y Marina, tuvo la bondad de obsequiarme con una redo-
ma que contenía muchos ejemplares de esa especie de
seis valvas, los que hablan sido desprendidos de los fon-
dos de uno de los buques de la Armada Nacional.
35
Pero creo mas bien que esa especie sea exótica en
nuestro país y que ha venido en el casco del buque desde
los mares de Europa.
Por lo menos, en estas costas, no se encuentran, pues
mis dos especies que abundan especialmente en las bar-
rancas y rocas de la Bahía Nueva son vivalvas; la mas
grande es de cinco centímetros por uno y medio de diá-
metro, superficie muy lisa y color amarillo terroso.
La otra especie mas pequeña y que prefiere la tosca y
la marga blanda, es mas chica, blanca y de superficie
extriada.
Los Folados, Fholados ó Fholas de los latinos, son
hermafroditas, vivíparos mejor dicho, incuban los huevos
en su propio seno y por consiguiente no tienen necesidad
del concurso de otro individuo para su reproducción.
Desde el instante en que el pequeño molusco es arro-
jado por el destino, se allega á la roca, á la tosca ó al casco
de un buque de fierro ó de madera ó bien sobre la coraza
de otro animal cualquiera; el fin es establecerse, dar co-
mienzo á su misión de zapa, afán sin tregua que consiste
en perforar átodo trance.
Una vez instalado abre un hoyo cualquiera y desde ese
momento el agua del mar se encarga de proporcionarle
alimento diario.
El crecimiento los obliga bien pronto á ensanchar su
vivienda, perforando siempre la roca, dando así propor-
ciones mayores á la fosa de donde no deben salir
jamás.
Al principio escaban horizontalm ente hasta diez ó doce
centímetros y al llegar á esa profundidad trabajan de arriba
36
á abajo su morada deñnitíva, que agrandan á medida
que aumenta el volumen de su cu«*po.
Por eso los marinos pescadores han dicho siempre qae
el agujero que practica el íblado tiene la forma de una
pipa de fumar; el tubo desemboca en el mar y el hornillo
contiene al molusco.
Así las rocas y barrancas que son diariamente bañadas
por el mar y aún las mas antiguas de estas márgenes están
taladradas de tal manera que parecen las células de una
enorme colmena — y poseemos piedras y pedazos de ma-
dera y muchos moluscos antiguos y modernos que están
completamente perforados.
Grande fué la preocupación de los antiguos que creían
que estos animales terribles por la devastación inevitable
que producen, se introducian en materias blandas que las
aguas endurecian mas tarde con su virtud petrificante,
quedando por esa causa encerrados en sus viviendas.
Pero este error y muchas otras teorías fueron desecha-
das mas tarde, cuando el profesor Bohads, observó, que
las columnas del antiguo templo de Serapis, que hallán-
dose intacto, fué sumergido en el mar á causa de un terre-
moto, y mas tarde, debido á otro sacudimiento, elterreno
se levantó lentamente con el templo, el cual presentó enton-
ces, sus columnas perforadas de tal manera por los folados
que se asemejaban á un panal de abejas.
Pero lo sorprendente en medio de todo esto, es que
hasta el presente, yo creo que se ignora todavía de qué
medios se vale este ser tan humilde y frágil para practicar
esas perforaciones sobre cuerpos durísimos; trabajo que
el hombre mismo llevaría á cabo con dificultad suma, aún
37
sirviéndose de agentes quf Aiicos y mecánicos, con instru-
mentos de acero templado ó bien sirviéndose del durí-
^mo diamante.
Sea como fuere, estos esforzados trabajadores del mar,
aprisionados en lá coraza de su concha, bullen y serpen-
tean en las verdes aguas del Océano, llevando su hogar
consigo y la secreta potencia de que están dotados; fuerza
maravillosa que parece dada por la naturaleza para
demostrar la sabiduría de la creación y abatir el orgullo
de los grandes. El pequeño folado no se detiene, no se
cansa jamás: es el mejor emblema de la dvilizácion: siem-
pre adelante, avanza victorioso iluminado por su propia
fosforescencia, hasta que llega á las rocas, enemigas alta-
nerzs que no ha podido vencer la furia del oleage y que él
perfora con increible ^cilidád.
Soldado avanzado de las olas, su misión es abrirles
brecha, y la cumple como' para ofrecerla de ejemplo á la
actividad humana, porque deja de trabajar solo en el mo-
mento en que la muerte le sorprende.
Aun cuando en esta memoria me proponia únicamente
dar cuenta á V. E. del trayecto recorrido en mi viaje, para
ilustración de los planos é indicar los puntos del Territo-
rio que á mi juido fuesen útiles para los desenvolvimien-
tos progresistas de la nueva era en que ha entrado el país,
limitándome, por lo demás, á presentar los objetos colec-
donados sin comentario alguno; sin embargo, inducido
por el interés que despierta en el ánimo ciertas minucio-
sidades de la naturaleza, tan caprichosa y tan maestra
en sus múltiples manifestaciones, he dejado correr la plu-
ma dedicando algunas líneas á esos pobres animalejos
3S
que iK> ven ni oyen y que v^etan y trabajan maquinal-
mente,
Pa-o no entraré en la tarea de la das^caciofi, que
sería doblemente pecosa y en casos impodUe para mí,
por la falta de comunicación y de libros; ese trabajo cor^
responde á los especialistas y de ninguna manera á los
que reconociendo los desiertos viajamos trayéndoles ma-
terial para sus investigaciones.
Muchos de dios serían incapaces de vadear ríos á nado,
de medir su diámetro, trepar montafias, determinar su
devacion y galopar treinta l^^uas en un dia con el solo
objeto de situar geográficamente la confluenda de dos
ríos.
Nosotros sabemos hacer todo eso, pero en cambio nos
asfixiamos en dos horas de trabajo en un laboratoríode
química; es así d orden de las cosas y no habría progreso
de otra manera en la denda, porque tal vez en parte
alguna es tan necesaria, como en d dominio que día
abraza, la división dd trabajo.
Entre tanto, dgemos tranquiloal pequefio mohisco, en
su obra eterna de devastación — y abandonando la playa
cubierta de i»edras y tapizada de algas marinas, algunas
de ellas gigantescas como la mtacrocystisjjriftra^ cu)*as
hojas miden muchos metros^ entre las que pulula un
ciuíosísinao microcosmo sulMnaríno por la variedad de
formas, colores y costumbres de cada uno de sus r^>re-
sentantes; bajando hicgo la vista desde d horizonte dd
mar embravecido hasta los firagmentos de huesos inmen-
sos y disporso^ de ballenas n^ezdados con trozos de
mástiles, cables, taUas pintadas y pedazos de remos, cada
39
una de cuyas reliquias nos recuerda el fin de una trajedia
de muerte; — podemos empezar á ascender las mesetas
para recorrer los campos, aspirando el aire fresco y puro
de la región en que hoy vi vimos, para trabajar incansables^
como el folado, por el progreso y la grandeza de la
patria.
-^Me-
pe:
Cía
o
IV
Sabido es que el clima de esta región — y en general de
toda la Patagonia Austral — es muy seco, como puede
comprobarse por las variaciones del higrómetro que son
casi inapreciables.
Esto y la circunstancia de que las lluvias son poco
frecuentjBs, especialmente en la zona de la costa, que no
permite estancamiento de aguas pluviales y el movi-
miento constante de las capas de aire purísimo por las
variaciones frecuentes de la temperatura, concurre entre
muchas otras causas á que este país sea estremadamente
sano.
No podríamos precisar las enfermedades reinantes aquí,
porque en verdad no existe ninguna, ni para el hombre ni
para los animales que le sirven ó lo sustentan.
Tomando en cuenta el número de habitantes, que «s
alrededor de tres mil, la mortalidad resulta en una pro-
porción mínima.
Y aún en estos casos tan reducidos, nunca podría acu
sarse al clima como causa ocasional.
4»
En el afio pasado^ si se prescinde de algunas muertes
violentas de personas que han perecido ahogadas en el
río, no han ocurrido otras defunciones que las siguientes:
una señora de 72 afios: un maestro de escuela de consti-
tudon anémica y un niño que nadó mal.
Se cree generalmente que los fríos y los vientos son
insoportables en esta región; empero no es así, dado que
el invierno y el verano que hemos pasado aquí no hayan
sido escepcionalmente benignos.
Y aún cuando a^ no fuera, tengo á la vista las observa-
dones de cinco aftos, llevadas por el Señor R. J. Berrowyn,
aprobadas por la Oficina Meteorológica Argentina, por
las cuales veo que los valores medios anuales como tam-
bién los máximos y mínimos de la temperatura son apro-
ximadamente en grados centígrados:
Temperatura media. ia.6
> máxima 37.6
» mínima bajo cero 10.2
En cuanto á la presión barométrica alcanzó cuando
mas á 784, cuando menos á 738 con 1 1, siendo la presión
media 760 milímetros con 10 décimos.
Los vientos no han sido apredados antes de nuestra
llegada por medio del anemómetro y el número de obser-
vadones que tenemos anotadas no son suficientes para
afirmar y deducir al respecto; no obstante, los vecinos
mas antiguos hasta veinte años atrás, no recuerdan un
viento cuya ílierza haya derribado techos de casas ni
desarraigado árboles, cosa que en ese lapso de tiempo ha
ocurrido en muchos puntos de la República, entre los que
se encuentran Córdoba y la Capital.
43
Como caso estraordinario recordaré que en la tarde del
día 4 de Agosto de 1885 ppdo. cayó una nevada y que
durante la noche la temperatura bajó hasta ó"* bajo cero
amaneciendo el rio Chubut helado en todos los puntos
donde la corriente era menos intensa.
La cantidad de agua que cae anualmente puede supo-
nerse para un año con otro en 290 á 300 milímetros y los
vientos reinan en general de Oeste con variantes de 30° á
40"* al Sud6 al Norte ^ fuertes y continuados en verano y
suaves ó con intervalos de muchos dias en invierno; esto
esj desde que llega el dia en que la temperatura empieza
á bajar.
Pocas veces persisten los vientos del Sud, del Este y del
Norte. — En el primero, la temperatura baja siempre, con
el segundo llueve y con el tercero se calientan las capas
inferiores del aire y se levantan y ocupan el vacío otras
mas frias y entonces viene el desequilibrio y cambia el
tiempo atmosférico.
Durante nuestro viaje hemos dedicado mucha atención
á las observaciones meteorológicas, pero como ellas cor-
responden á un período limitado, solo las presentaremos
comparadas con las practicadas en Rawson durante el
mismo tiempo — y lo hacemos solo por deber y como una
curiosidad, llamando únicamente la atención sobre un
bólido que corriendo de Norte á Sud con una inclinación
de unos 30**, esplotó como una bomba casi sobre nuestro
campamento, alarmando con razón á la guardia.
Era la I a. m. del dia diez y nueve de Diciembre y nos
encontrábamos en 44** 32' 55" de latitud entre los 71 y
72^ de longitud.
44
El calor del sol es muy fuerte aquí durante los meses
de Diciembre á Marzo y algún rebultado provechoso po-
dría obtenerse practicando una serie de observaciones de
irradiación solar.
Pero, hasta el presente, la £sdta de un Peryliómetro^
nos ha privado de comenzar esas observaciones tan com-
plementarias al estudio de la meteorología.
Hemos pedido uno de esos instrumentos y abrigamos
la esperanza de que funcionará en esta localidad antes
del año entrante.
No obstante^ la deficiencia de estos conocimientos rela-
tivos ala temperatura, vientos y cantidad de las precipita-
ciones atmosféricas en cada uno de los meses del año, —
conocimientos que serían de todo punto necesarios para
poder tomar desde ya las medidas y precauciones conve-
nientes respecto á la adaptación en aquellas comarcas de
una avanzada humana que exija á suelo tan feraz el tributo
que debe dar para mayor beneficio de la riqueza pública
y de la población del desierto.
Sin embargo, podemos adelantar que aquellos campos
y valles cuya altimetría no excede en mucho al nivel de los
dos grandes mares, están colocados al pié de las monta-
ñas gigantescas que los resguardan mucho de los fuertes
vientos y del frío, que sin perturbar su quietud pasan á
mucha altura sobre las cumbres enhiestas que atraen la
mayor cantidad de la nieve durante el invierno, por lo
cual se hallan á cubierto de los rigores estremos de la
temperatura en cada estación.
Además, hay que tener en cuenta^ que no es únicamente
lafertilidad del suelo aluvial cuyo espesor varia entre
45
veinte centímetros y dos ó mas metros, lo que ha permi-
tido el desarrollo y aumento no interrumpido de esa veje
tacion asombrosa que en muchos casos excede á la de
otras regiones argentinas como el Chaco y Misiones, que
se encuentran colocadas bajo la zona subtropical, donde
el calor chispeante del sol poniendo en actividad laá
moléculas invisibles del aire, desarrolla esa naturaleza
encantada y admirable que seduce con los destellos de
sus galas primaverales.
Aquí en esos valles, tan pintorescos como sería dable
imaginarlos, en. donde he pasado muchos dias, serena el
alma como la naturaleza, á punto de no saber de que
lado corría el viento, mi salud y la de mis compañeros no
se resintió un solo instante; por el contrario, parecía
fortalecida y el organismo se hallaba dispuesto á los
mayores esfuerzos: corría vacas salvajes por las dilatadas
alfombras de húmeda verdura, aspirando la fragancia de
las florecillas silvestres.
Pastaban allí, con avidez, nuestros caballos, algunos
de ellos que habiendo tenido la desgracia de nacer y
vivir en la región ribereña de la arena y déla piedra,
nunca habian visto ni gustado pastos verdes y excelen-
tes, de seis clases distintas, — con el que engordaron en
veinte dias, bebiendo agua cristalina en los arroyos y ríos
cerrentosos, tan clara que se ve el fondo y las escamas
plateadas de los peces.
Otras veces, sin sentir frió ni calor, he marchado dias
enteros por debajo de los árboles^ cuya corpulencia y
majestad estasiaba al ánimo y lo admiraba.
AUi no existen obstáculos ni peligros encubiertos que
agiten el espíritu ni detengan d pié, — ^se marcha libre
mente sin temor de asechanzas naturales, porque no
hay como end Chaco, espinas á cada paso ó serpientes
de mordedura mortal.
La naturaleza es allí pródiga y bondadosa, porque
ofrece al¡ hombre sus dones casi án esfuerzo ni sacri-
ficios.
Si allí hubiese mucho (rio y cayese copiosa la nieve en
invierno, la naturaleza animal y vejetal no estaría repre-
sentada de una manera tan acentuada y metódica.
Algunos pájaros del clima cálido, que no pueden
soportar las bajas temperaturas, como el pica-flor, que
hemos visto allí con asomlnt>, teniendo en cuenta la
esquisita delicadeza de su organismo y temperamento,
podrían tal vez emigrar para guarecerse en latitudes mas
templadas durante la estación fria, pero es que en esos
parages pasan los dias de su vida muchos otros seres,
menos favorecidos por Dios, que no poseen el don celes-
te de salvar las distancias, ajitando sus alas leves.
Peces de piel desnuda y moluscos que perecerían ¿
las aguas enfriándose mucho paralizasen sus corríentes
y se helaran. Infelices saposy ranas, cuando debajo de
las piedras se encontrasen apriaonados entre cristales
de agua. ¿Qvte sería, también, délos desdichados topos
que caminan lentamente sin poder levantarse ima pulga-
da de la tierra á la que están como pegados?
Desastroso sería, pues el fin de muchos animalejos
que respiran por vias pulmonares y cuyo organismo se
nutre solo por la circulación de algunas gotas de sangre
y que no podrían procurarse el alimento necesario ni
47
vivir cuando por seis meses la naturaleza entera se en-
contrase velada con blanco manto de nieve.
Pero allí están, contentos, viviendo y reproduciéndose,
sin penas y sin glorias, al amparo del clima benigno y
de las plantas anuales y perenties, muchas de ellas de
hojas persistentes.
La presencia del primer Gobernador del Territorio
fué un hecho completamente inesperado para ellos; todos
echaban á correr y algunos ni siquiera se dignaron
mirarme pasar; parece que nada necesitaban de la
autoridad.
Los caballeros ingleses y alemanes que me acompa-
ñaron han visto y observado el terreno, y de sus deduc-
ciones que yo estimo en mucho, se desprende también
que el clima es sano y soportable en todo tiempo y que
allí puede la familia humana radicarse con provecho y
sucederse feliz en los tiempos.
Para mayor abundancia de datos al respecto, pode-
mos referirnos á catorce vacas gordas y fuertes, caza-
das en el laberinto de la misma cordillera, y que á no
dudarlo han vivido siempre en esos parajes.
Finalmente un indio que tomé en esas comarcas, me
aseguró que los valles son abrigados en invierno y que
la nieve es escasa, apartándola fácilmente con boca
y manos los caballos y las vacas para descubrir el pasto
y arrancarlo.
Bastan estos antecedentes de carácter climatérico,
para que pueda suponerse que la vegetación de la línea
de la costa del mar es en estremo pobre con relación á
la que corresponde á la vertiente Occidental de los An-
des Australes, en donde la moderación de los vientos y
el calor del sol promueven una considerable evaporación
del agua de los ríos y de los lagos que reunida á la hume-
dad trasportada por los vientos que vienen desde el
Océano Pacífico, envuelven y vivifican esa vegetación
estremadamente hermosa que acabamos de admirar.
En la región baja ú Oriental de este país, acontece
todo lo contrario; llueve muy poco, la tierra está
siempre seca y las corrientes aereas de las regiones An-
tárticas que suelen traerle algún riego de vez en cuando,
son al mismo tiempo tan impetuosas y devastadoras
que las plantas combatidas con tanta crueldad se de-
sarollan mal, adquiriendo desde su germinación ese
carácter exterior triste, uraño, si así puede decirse,
tratándose de una planta de condiciones raquíticas, con
áspera corteza y muchas espinas, con florecillas pobres,
pero que por una compensación de la naturaleza, exhalan
grato perfume.
Así, el viajero que recorre el territorio del Chubut
desde el grado 42 hasta el 46 de latitud y desde el 64
hasta el 68 de longitud, con el proposito de estudiar su
flora, solo encontrará en general una formación fitológica
reducida á matorrales, compuestos por arbustos espino-
sos, algunos cactus y pastos duros, poco abundantes, — y
estos vegetales todavia sometidos á proporciones distintas
de desarrollo que les determina la altura á que corres-
ponde la escala de cada una de las mesetas donde
germinan.
La capa de tierra fértil de trasporte, es muy delgada
sobre las mesetas de yacimientos terciarios, formación
49
uniforme solo alterada de distancia en distancia por
algún reventón de pórfiro ó bien de granito.
Esa formación, la abundancia del cascajo rodado y
la falta de agua, como se comprende no permiten el
desarrollo de una vegetación vigorosa, variada y últil.
Entre las sierras de San Antonio se encuentran campos
con buen pasto y aguadas de manantial.
^ Pero al pié de estas ya en la jurisdicción territorial,
de esta gobernación empieza nuevamente la escasez de
aguadas y de pastos, preponderando las tunas y los
arbustos espinosos, hasta llegar á la «Penísula Valdezt.
Allí en esos terrenos favorecidos por una limitación
topográfica, tan especial, los campos son abundantísimos
en pastos de buena calidad, pero las aguadas son esca-
sas, hallándose localizadas en manantiales, unos sala-
dos y otros de agua dulce, sobre la gran salina anti-
guamente esplotada en tiempos del coloniaje y el
puerto Cormoranes en la costa Sud de la Península sobre
q1 Golfo Nuevo.
No obstante esa deficiencia fundamental de la £alta de
agua para la resolución del problema de la población y
los que le son conexos, debe reconocerse, que la Penín-
sula Valdez, como todos los campos que se encuentran
alrededor del Golfo Nuevo, uno de los mas hermosos
del mundo, y de la Bahía San José, senos marítimos que
ofrecen los puertos mas segaros y fáciles de nuestras
dilatadas costas, tienen una importancia real y un porve-
nir inmenso y cercano.
Se ha dicho que el agua es escasa, y el ánimo délos
50
hombres que se titulan emprendedores decayó ante esa
sentencia fatal.
Los campos son buenos en pastos, los puertos son
seguros y ricos en pesca, pero no tienen agua potable.
Como se ve, es el único obstáculo.
A nuestro juicio, la falta de agua en el « Puerto Ro-
ca > en el t Puerto Madrin i y en los demás puertos y
campos que rodean esas costas, no es un incoveniente
insuperable.
¿De qué medios nos hemos valido hasta el presente
para dotar de agua á esos parajes y darles ese elemento
indispensable para su aprovechamiento.^
Absolutamente de ninguno, y sin embargo, con solo
practicar sencillas represas, como las usadas en el ma-
yor número de las Provincias del Interior, que de esa
manera utilizan el suelo y se precaven de las secas, tra-
bajos en que se emplean por únicos elementos piedras
brutas, palos y tierra; podríamos detener y acopiar un
volumen considerable de aguas pluviales que anualmente
se derraman en el mar siguiendo los declives naturales
del terreno.
Hace cuatro años el Gobierno dispuso la construcción
de un pozo tubular, pero ese trabajo fué abandonado por
considerarlo impraticable cuando la perforación se habia
llevado únicamente á ochenta ó cien metros de profun-
didad, no obstante el hecho de que la generalidad de
los pozos surgen tes que se usan con buen resultado en
muchos punt.os de Europa y de América, tienen una
profundidad media de cuatrocientos metros, y muchos
alcanzan á seiscientos y setecientos.
51
AdemBS somos de opinión que el punto elejida
para esa perforación no fué el mas adecuado.
Por estas razones que nos parecen fundadas, tenemos
la esperanza de que á poca profundidad se encuentre agua
en el « Puerto Roca > .
Actualmente se hacen ensayos muy modestos, al Nor-
te de esta población y ya tenemos dos pozos que produ-
cen agua medianamente potable, uno á diez y ocho
millas practicado por don Roberto A. Davies y otro
perforado anteriormente por don Mauricio Humphreys,
mas próximo al « Puerto Roca > .
La adopción de un aparato mecánico para condensar
el agua del mar, que anteriormente propuso la Gober-
nación á mi mando ó cualquier otro medio que salve
esta dificultad— y la habilitación de «Puerto Roca»,
como único conveniente para este Territorio, será el
comienzo de un desenvolvimiento comercial en estas
costas, cuya importancia no puede escapará la previsioa
menos avisada, porque se impone con toda la elocuencia
délos hechos.
En este momento solo pueden reconocerse esas ricas
comarcas, después de un dia de lluvia, cuando las
depresiones de algunos terrenos margosos contienen por
dos ó tres dias un poco de agua que bien pronto se resuel-
ve en vapores y por absorción.
La cantidad de lluvia que cae anualmente en esta lo^
calidad es de doscientos noventa y cinco milímetros.
Mas ó menos debe suceder lo mismo en el « Puerto
Roca». Ahora bien, la superficie de los tres edificios
pertenecientes al Gobierno, que allí existen, es de ocho-
5^
cientos diez metros cuadrados; por consiguiente, mediante
un simple sistema, podría reunirse anualmente un volu-
men de agua de doscientos cuarenta metros cúbicos,
cantidad suficiente para el sostenimiento de catorce hom-
bres á razón de cincuenta litros de agua por individuo, —
que es mas que suficiente.
Mas adelante en laestension que media entre Golfo
Nuevo y esta población no existe otra aguada natural
que los manantiales de «Punta Ninfas.»
Pero al Sud del rio Chubut, sin que la naturaleza ge-
ral del pais haya cambiado en lo mas mínimo, el terreno
presenta ondulaciones que corren con una pendiente que
viene del Oeste y cada imo de estos bajos en forma de
cañadonesyhasta de vallesitos como el que cae al seno
del Golfo de San Jorge.
Los pastos son abundantes y de buena calidad. En
esos lugares se encuentran manantiales en número con-
siderable, unos salados y otros de agua dulce, recono-
ciéndose los primeros por las esflorecencias salinas,
sulfatos muy blancos que dejan cuando se secan ó bajael
nivel del agua.
Todos esos campos tienen el agua cercana especial-
mente los mas próximos á Punta Delfin, en donde
están cinco mil ovejas del señor Humphreys que abre-
van en un pozo de quince pies que dá agua abun-
dante.
Mas al Sud en Punta Atlas, existe el establecimiento
del señor Ellis Jones y sus vacas y ovejas toman tam-
bién agua de pozos artificiales de poca profundidad.
Después hasta puerto Santa Elena y Golfo San
53
Jorge y por el Oeste hasta el lago Musters, los cam-
pos se prestan para la cria del ganado en general.
En todos los puntos bajos de esta región, especial-
mente allí, donde se descubre un matiz de verdura,
puede el viajero ó el naufrago abrigar la esperanza de
que podrá mitigar su sed.
El rio Chubut, desemboca en el Océano Atlántico en
43^ 19' de latitud Sud y 65^5' Oeste del meridiano de
Greenwich.
En los mapas anteriores de estas cartas está indi-
cado en 43° 20' y 65"* i'; pero encontrando esa deficien-
cia después de nuestras primeras observaciones, la hemos
repetido muchas veces en el periodo de un afto,
hasta comprobar que el error no estaba de nuestra
parte.
Aun cuando este desacuerdo sea de una importancia
inapreciable, nos hacemos un deber en consignarlo en
consideración al hecho.
Parece que la existencia de este rio era ya conocida
de un tiempo que se remonta á los primeros viajes que
se efectuaron por estas costas.
Pero el conocimiento positivo de su posición, se debe
á viajes terrestres y á navegantes contemporáneos y
á nosotros nos cabe la satisfacción de haberlo reco-
nocido en toda su estension desde el mar hasta los
Andes.
En el afto de mil ochocientos setenta y uno, el respe-
table anciano don Benito Crespo, del Carmen de Pata"
gones, al darme los antecedentes para un trabajo que
después publiqué en la Revista del Rio de la Plata, con
54
el título de € Despoblación de San José,» me dijo que
á principios de la presente centuria ya algunos vecinos
dd Rio Negro habían llegado hasta la costa del Rio
Chubut habiendo construido un pequeño reducto en
donde vivieron algún tiempo para preservarse délas ase-
chanzas de los indios.
En efecto, de ese reducto aun existen vestigios que
he tenido gusto en reconocer, en el punto de la costa
que hoy corresponde á la chacra de don Gregorio
Mayo.
Parece que Falkner recibió de los indios alguna noti-
cia imperfecta de este rio y Moreno siguiendo la opinión
emitida por Wicldiam, se inclina á creer que el Chubut
es el rio Camarones señalado en lascartasde D'Anville y
de otros geógrafos.
La costa del mar en donde desemboca el rio, y em-
pieza el valle, ofrece una vista que predispone á la tris-
teza; es un cuadro que puede hacerse en cuatro líneas,
la tarea del artista solo consistiría en la coloración y en
la semejanza; y de ahí resultaría el carácter propio y
especial del paisage.
Tomando el cuadro desde la tierra, sería una hnea
formada por el cielo y el mar; mais abajo médanos de
arena por donde rompe mansamente el rio para derra-
marse en el vasto receptáculo; diseminados algunos
arbustos y ála derecha una barranca desnuda que mues-
tra su tierra amarillenta y estéril.
Visto desde afuera, el mismo asunto invertido: el mar
absorviendo al rio, la playa de arena ondeada por las
olas, y pequeñas piedras rodadas en tercer plan;
55
luego médanos y barrancas que se pierden por ambos
lados.
El diámetro medio del rio desde la boca hasta trein-
ta millas arriba es de cuarenta á setenta metros; su
profundidad normal es de sesenta centímetros, alcanzan-
do á tres metros en algunos puntos.
La velocidad de su corriente depende de la altura
del nivel del agua, pero nunca pasa de cinco millas por
hora, desalojando en estos casos un volumen de agua de
cincuenta y dos metros cúbicos por segundo.
Como se vé, este rio de cauce tortuoso y cuyo fondo
es de arena y cascajo, es navegable hasta tres kilóme-
tros de la Boca, con buques de poco calado; y con
botes hasta doce kilómetros próximamente.
El Cubut, no es rio navegable en ningún sentido y
otro de los inconvenientes que ofrece, es su barra peli-
grosa, de corriente variable, escaso fondo y fuertes
rompientes sobre los arrecifes qiie estrechan su canal
por elSud. La diferencia entre la alta y baja marea
es de cuatro metros y su influencia alcanza hasta siete
kilómetros desde la desembocadura.
El valle por donde serpentea el rio es de erosión aun
cuando influencias volcánicas hayan concurrido á su
existencia.
Es un verdadero oasis en medio de tanta desolación,,
porque en él, el pasto es bueno, la lefia abundante y
el terreno tan fértil en todas partes de regadio, que pro-
duce en una proporción extraordinaria uno de los
mejores granos de trigo que se cosechan en todo el con-
tinente.
S6
Este valle es en verdad mas angosto que el del Río
Negro, pero de ninguna manera lo conceptuamos de me-
nor importancia, siendo muy superior al del Rio Colo-
rado.
Se dirá que la Colonia del Chubut ha prosperado
poco en los veintiún afios que han transcurrido desde su
fundación, pero hay que tener en cuenta que ese hecho
se debe á causas complejas quesería largo relatar y de
manera alguna á que el valle sea estrecho ó de malaca*
lidad su tierra.
El terreno útil para el cultivo de que dispone la Coló*
nia, pasa de veinte mil hectáreas, y no es escaso, aún
cuando se haya dicho lo contrario.
Las cosechas hasta el año ochenta y cuatro nunca
habían pasado de ocho á diez mil fanegas de trigo, por
falta de lluvias y de riego artificial.
Pero en el año pasado, mediante algunas zanjas he-
chas por los mismos, colonos se consiguió regar solo
una décima parte de la superficie indicada y la
cosecha fué de sesenta mil fanegas de trigo en un año.
Quiere decir, que cuando se terminen los canales de
irrigación que actualmente se construyen con actividad,
se conseguirá regar todo el terreno, dando por resultado
que el producto anual del trigo será nueve veces mayor
que el actual.
Así pues, cuando se terminen esas obras, se habilite el
Puerto Roca, en el Golfo Nuevo y se construya la via
férrea desde Gaiman, en el centro de estas poblaciones
hasta dicho puerto, podrán esportarse cuando menos de
trescientas á cuatrocientas mil fanegas de trigo, lo
57
suficiente para que una colonia pueda llamarse próspera
y rica en cualquier parte, existiendo igualdad en la
proporción de sus habitantes; esto sin hacer cuenta del
aumento de las vacas, ovejas y caballos que ya es digno
de mención.
No obstante, la falta sensible de esos trabajos, que
han debido facilitarse desde mucho antes, esta colonia
se encuentra en un pié bastante aventajado, debido ala
inquebrantable laboriosidad de sus habitantes, como
V. E. puede observarlo por la memoria administrativa
que he tenido el honor de elevar, correspondiente al año
mil ochocientos ochenta y cinco.
-^W^'
V
Historiando los antecedentes que motivaron mi espe-
dicion, quise después detenerme examinando la parte
baja del Territorio y quedó así interrumpida la narración
de mi viaje á las cordilleras; reanudo, pues, aqui esos
preliminares y continuo.
En la mañana del dia catorce de Octubre, salimos
de Rawson y al dia siguiente á las cinco p. m. llega-
mos al punto donominado Ijis Piedras] fuera del límite
de la Colonia, sobre la margen del rio.
Durante ese trayecto, visitamos los sembrados de
trigo; fuimos obsequiados en varias casas, y en todas
las que se hallaban á nuestro paso, los colonos salian á
las puertas de sus hogares, con sus buenas compañeras
y tiernos hijitos, para saludamos y vernos pasar.
Las Piedras es el punto por el Oeste en donde em-
pieza á manifestarse en Cerros muy altos la formación
cristalina del granito, con toda laimponentemagestad que
la caracteriza; y allí por otra especialidad — la superficie
délas moles informes, no se presenta únicamente irregular
y áspera, sino que oírece^tambien grandes cavidades que
6o
antes encerraban feldespato y otras sustancias blandas
que el tiempo y las aguas, se encargaron de disolver y
destruir quedando los huecos en forma de cavernas,
las que mas tarde han servido de guarida y de tumba al
hombre primitivo.
Pero este fenómeno no es solo especial á nuestro país,
pues ha sido antes consignado entre otros por el geólogo
alemán Señor de Cotta en su estudio de las montañas de
Altai en Rusia.
Es en ese parage y en una de esas Cavernas natura-
les en donde recojí los primeros vestigios del hombre
prehistórico, cuyas huellas estampadas de una manera
indeleble, pueden seguirse hasta el presente.
Esta formación cruza el rio y el valle de Norte á Sud
manifestándose en el cauce por algunos peñascos que se
levantan de la superficie del agua, las que forman remoli-
nos rapidísimos.
Después, mas al Sud, la barranca que limita el valle
es terciaria y allí entre la masa de la marga continúan
los mismos moluscos, de las barrancas del mar y los ban-
cos de cal y de yeso.
Recorriendo la costa del rio, recojimos algunas plan-
tas en flor, pescamos truchas (Perca Loevzs) y un indi-
viduo del género, süuroide que tenia en el estómago
muchos ejemplares de una linda especie de moluscos de
agua dulce, gasterbpodo cuya existencia era desconocida
hasta ese momento en este territorio.
Visitando las barrancas que se encuentran á tres millas
arriba de Las Piedras al Norte del rio, recojimos varios
moluscos, antiguos y pequeños granos redondos de óxido
6i
de hierro: entre los primeros el Náuttlus U Orbignianus
que no habíamos encontrado antes en el mismo yaci-
miento terciario sobre el mar.
También en una quebrada de la misma meseta reco-
nocimos un depósito de caolín, mezclado con Silicio^ alli
la barranca tiene como tapa un manto de cal cristalizado
(Martenglas)\ en seguida dos metros de cal compuesta
de moluscos que conservan su forma y color amarillen-
to descansando la mole de esos bancos sobre una masa
enorme de pizarra marga, debajo de la cual viene del
S. una capa angosta de óxido de fierro.
Estos bancos están á medio kilómetro del rio y algo
mas al N. se encuentra otro depósito de caolin blanqueci-
no, pero impuro como el anterior.
Hasta entonces el tiempo se había mantenido sereno
y templado, pero en la noche del dia veinte, á causa de
un movimiento brusco de la atmósfera, la temperatura
descendió hasta ó"" bajo cero.
A las cinco a. m. del dia siguiente los termómetros
indicaban 2 '/» grados bajo cero pero en seguida el dia se
fué modificando hasta que por la tarde se tornó en
templado y hermoso con viento apenas sensible del
Norte.
Estos cambios son muy frecuentes en esta región
y no es estraño observar que los instrumentos me-
teorológicos ofrezcan los fenómenos mas raros de
oxilacion.
El rio bajaba dos centímetros cada doce horas y
desde ese dia nuestra marcha continuó siguiendo las
vueltas caprichosas del rio Chubut, hasta nuestro
63
campamento número aiatro, en 66* y i8'35" de
longitud y 43*3 2*5 3" de latitud como queda demos-
trado en el Plano; y hasta ese punto, habíamos mar-
chado sin gran dificultad, unas veces por el valle que
baña el pmtoresco rio abundante en zarzales y pasto
bueno — y otras, por quebradas angostas entre cerros
volcánicos donde también hay abundancia de gramí-
neas.
Por el centro de esas quebradas que tienen dos-
cientos metros de diámetro, corre el agua cuando
llueve, depositándose en las depresiones del ter-
reno.
Pero esas aguas á medida que se evaporan se hacen
salobres, quedando al fin una lijera capa de sal, en los
lechos de los cauces.
Por una razón ctiriosísima dimos á este punto el
nombre de ValU Alsina y se sacaron en él tres vistas
fotográficas.
Era el dia doce de Noviembre y nuestro reloj
marcaba las ocho de la noche. Nuestro campamento
estaba al pié de tres cerros cortados verticalmente, y
la sombra que proyectaba el primero de éstos sobre el
muro vertical del segundo, representaba con parecido
perfecto y en proporciones gigantescas el perfil de la
cara del doctor don Adolfo Alsina. El ingeniero Kat-
terfeld, fué quien hizo tan curiosa observación, pero al
participar á los demás este hecho tan casual, reservó su
opinión llamando solo la atención acerca del reflejo de
la faz humana que se veia; pero todos los que conocieron
envida al ilustre argén tino, reconocieron inmediatamente
63
SU silueta varonil trazada por el acaso en aquel valle tan
distante é ignorado.
Si mal no recordamos, un íenómeno de esta naturaleza
ocurre en las islas de San Vicente, simulando el perfil de
una sierra en el azul del cielo el rostro y el cuerpo del
General Wellington adormido.
A la mañana siguiente con sol ya alto, á eso de
las ocho, volvimos á ver la sombra del noble caudillo,
que por esta coincidencia dio su nombre al valle.
Desde aquí el cauce delChubut se desvia hacia elSud
formando una curva de veinte y cinco á treinta leguas
por lo cual dispuse cortar campo con rumbo Oeste para
evitarla.
En consecuencia me puse en marcha en la mañana del
dia veinte y tres llegando por la noche otra vez á la costa
del río después de una travesía sin agua, de diez y
nueve leguas, con lijeras desviaciones sobre la línea recta,
salvando tres cadenas de montañas que corren de N. á
S. y lomadas y campos altos con pastos de segunda
clase.
Es desde la cumbre dedos de esas lomas que se elevan
hasta seiscientos metros sobre el nivel del valle en donde
practicamos una triangulación á objeto de determinar el
punto de unión entre el rio Chico y el rioChubut, para el
caso de que mas adelante no nos fuese posible ir al re-
greso de nuestro viaje hasta las mismas juntas de esos
ríos, que á siete leguas de nuestro punto de observación
nos indicaba con precisión un cerro agudo muy alto
á cuya base termina el rio Chico, que viene del S. 30*"
Oeste.
64
Esos campos podían servir para pastoreo, porque
aunque mas estensos, son inferiores á los terrenos del valle
que tienen agua en abundanda y bosques de sauces^
por lo cual, son éstos mas adaptables para la labor
agrícola.
Desde ese momento continuamos nuestra marcha
con rumbo Oeste bastante directo, costeando el rio por
el mismo valle, cuyo suelo se eleva un pié porcada dos
millas. .
Pasamos por el Valle de los Mártires^ determinamos
los cerros mas elevados y característicos del trayecto con
los nombres de IrenCy Clemencia^ Clenuntina^ Marta
Luisa^ Cora y Elisa, Valle cU los Altares y de Las
Ruinas^ hasta que en la tarde del dia tres de Noviembre
llegamos al Paso de los Indios sin dificultades ni grandes
fatigas, punto que determinamos geográficamente en
69*" i7'io" de longitud y 43''48'24" de latitud, siendo
17** y, la variación de la brújula.
Se practicó una sección del rio en el paso mencionado
resultando: diámetro del rio, cincuenta m., profundidad
máxima del lado Sud un m. diez c, fondo de arena y
cascajo fino, velocidad de la corriente dos millas por
hora.
Mandé que tres hombres pasaran á caballo, pero si
bien consiguieron cruzar, no fué sin gran dificultad á
causa de que la playa sin pendiente, está del lado Norte
y la barranca cortada, aunque de arena, en la margen
opuesta.
Era indudable que nos mojaríamos, — y mas que todo,
nuestros cargueros; así es, que dispuse la construcción de
65
una balsa con palos de sauce, y efectuamos el pasaje
doscientos metros mas abajo en donde el rio aunque mas
profundo, solo tenia un diámetro de cuarenta metros.
Hacía dos dias que el viento del S. O. era muy fuerte
y habiendo aumentado en ese dia, aceleró también la
corriente del rio de tal manera que el pasaje de nuestros
equipos fué tan lento y trabajoso que en ella empleamos
dos dias trabajando á intervalos, pues el viento soplaba
á rachas con fuerza tan inusitada, que teniamos que ten-
dernos en el suelo á cada momento para no ser arrastra-
dos hasta el agua.
Es en este lugar en donde el rio Chubut ofrece una de
las peculiaridades mas importantes de su hidrografía,
pues, es allí donde forma su gran ángulo hacia el Sud.
Desde ese momento marchamos casi directamente al
N. O. hasta alcanzar la conjunción de los paralelos 70'' de
longitud y 43** de latitud dejando atrás un peñón carac-
terístico que denominamos Nido de Cóndores por que en
él vivia una familia de esa especie con tres pequeños
polluelos.
El Cañadon del Oro^ llamado así desde años anterio-
res por los Colonos que habían llegado hasta él y encon-
trado granos del metal precioso, — y mas adelante al cerro
tan notable por sus dimensiones y su forma, le dimos el
califícativo de Gorro FrigiOy porque á la verdad, no se
encontraría otro mas adecuado.
Desde ese punto marchamos siete leguas por la costa
del rio con rumbo O. directo, continuando después con
la misma dirección de antes formando un arco que nos
llevó algo mas al Norte para terminaren el grado 7 1 y 15
66
minutos de longitud y 42° 40' 44" de latitud, donde vertía
sus aguas en el Chubut otro rio caudaloso que según los
galenses por noticias recibidas anteriormente de los indios
llamaban el Charmate^ nombre de un cacique, antiguo
señor de esa comarca.
El diámetro del Chubut es allí de cincuenta metros
con una profundidad de dos metros, corriendo el agua tres
millas por hora.
El Charmate nos dio treinta metros de diámetro, uno
y medio metro de profundidad y corriente de dos y media
millas.
Estas medidas se tomaron en cada uno, dos millas
arriba del punto de unión de ambos rios.
El fondo es de arena, con granos de oro perceptibles
al ojo desnudo y las barrancas muy bajas tienen sauces y
pajonal.
,E1 primero trae rumbo n. 80^ O. y el segundo viene
deis. 2 2^0.
Desde la desembocadura del rio en el Océano Atlánti-
co, hasta este punto, habíamos recorrido ciento treinta
leguas efectivas y ciento sesenta siguiendo las vueltas del
rio inclusive los reconocimientos que hablamos efectuado
;sobre nuestros flancos.
Como resultado geográfico, teníamos tres datos que
hasta ese momento eran desconocidos.
V Él relévamiento del rio en tan dilatada estension.
2"" El Chubut en su gran ángulo hacia elSud no pasa
el grado 44 de latitud, como se habia dicho, y se había
escrito desde tiempo inmemorial, pues llega únicamente
67
hasta el punto 43^ 48*24" de latitud y no hasta 6144*" 10'
como aparece en los mapas publicados.
3'' En su margen izqui^da ó norte no existe afluente
alguno que aumente el volumen de sus aguas y en la
margen derecha ó sud, solo desaguan por el grado 70 de
longitud, tres arroyitos de escasa importancia cuyas ribe-
ras están pobladas de móUes hasta el pié de unas monta-
ñas nevadas, én donde descubrimos sus nacientes; estos
mólles no existen en las costas del Chubuty sin embargo,
se encuentran sauces entre los mólles de los arroyos.
En este punto habiamos terminado la primera Sección
de nuestro viaje.
Por esto, antes de internarnos en una región en donde
todo parece ser nuevo y desconocido, quiero apuntar lije-
ramente á V. E. algunos datos que en el Diario de mar-
cha, los encontrará V. E. ampliados.
El estenso valle de erosión por donde hemos llegado
hasta aquí, ofrece las primicias de un terreno fértil, con
madera de sauce en abundancia, buenos pastos y variedad
de arbustos que dan lefia excelente y que puede ser habi-
table en su mayor parte.
Aquello es una consecución de valles mas ó menos
anchos, algunois hasta de tres mil metros, en donde pue-
den escalonarse establecimientos agrícolas y pastoriles
que liguen á las poblaciones de la costa del mar con las
colonias que sería pratriótico y previsor fundar al pié de la
Cordillera y que servirían al mismo tiempo, de puntos
intermedios que facilitarían recursos al viajero simplifi-
cando en mucho, el intercambio de productos.
63
La abundancia de la caza es crecida. £1 número de
guanacos y de liebres es escesivo, asi como de avestruces
y variedad de volateria, lo que concurriria en gran parte
á dar facilidades á la vida en los primeros tiempos, que
tomara posesión de aquellas tierras, el hombre civi-
lizado.
En el Cañadon del Oro^ y desde el paso de los Indios
arriba, se encuentran granos pequeños de oro, mezclados
con la arena del rio.
Es posible pues, que haciendo prolijas investigaciones
en ese sentido, se encuentren depósitos auríferos de con-
sideración; pero aun cuando asi no fuera, debe reconocer-
se la ventaja que encontrarían los habitantes futuros de
esos valles ocupando las horas que el trabajo les deja
libres, en lavar arena y recojer lentamente el oro que
contiene.
Nosotros hemos encontrado hasta diez granos peque-
ños de oro puro por cada palada de arena, casi en todos
los puntos de la playa donde hemos practicado esta
investigación.
Otro recurso que debe tenerse en cuenta, son los de-
pósitos de sal que se hallan en los cerros y quebradas
próximas sobre el mismo valle del rio Chubut, y al lado
de la piedra de fácil laboreo y adaptable para la cons-
trucción de edificios.
Como objetos atrayentes de curiosidad, capaces de
compensar un viaje hasta esos lugares, citaré los sepul-
cros y paraderos prehistóricos de los antiguos indígenas
en donde se encuentran armas y utensilios de piedra, res-
tos humanos y fragmentosdela cerámica antigua.
69
Después de esto viene el valle que hemos denominado
€ de las Ruinas t, por el aspecto ruinoso que simula en
sus caprichos fortuitos la formación arenisca, á tal punto
que la imaginación no encuentra límite al asombro.
Puede V. E. destinar un momento de observación á
las vistas fotográficas que las representan en parte, y
participará sin duda de nuestra opinión.
Uno pasea en este valle, con la mirada absorta, con-
templando monumentos naturales, y llega un instante en
que es tan perfecta la ilusión, que se llega á creer que la
mano del hombre ha intervenido y que están alineados con
arte; se ven calles, una colosal estatua sobre un pedestal,
palacios derruidos, la cara de una ejipcia, y el perfil de
un viejo que rie; en fin nada carece de reprentacion gráfi-
ca; por un momento nos creíamos trasportados al Ejip-
to, porque el valle en que estábamos, parecia haber sido
el asiento de una gran ciudad en el pasado.
VI
Fué indecible nuestra satisfacción cuando comproba-
mos que habíamos alcanzado á punto tan avanzado.
Nos hallábamos pues, al pié de la precordillera, habia-
mos salvado las dificultades de ese muro inmenso de
granito, que separa la playa del mar Atlántico de los
valles hermosos estendidos en verdes y estensas ondu-
laciones en la proyección de suave descenso de los Andes;
quedaba relevado hasta allí el curso desconocido del
rio Chubut, habiendo sido situada, hasta donde era posi-
ble, la región inmensa que dejábamos á nuestra espalda;
no habia ocurrido desgracia alguna, el espíritu investiga-
dor de mis compañeros de esfuerzos, se templaba á medi-
da que avanzábamos, — y todo auguraba hasta ese mo-
mento un halagüeño resultado.
Natural era entonces que estuviésemos contentos de
nuestra obra.
Por esto, deglutiendo la carne asada, fresca y sabrosa
del guanaco, pendiente en el gancho del clásico asador
de fierro, cuya punta clavada en el suelo se levantaba á
quinientos cincuenta metros sobre el nivel del piso de
nuestro comedor en el pueblo deRawson, — ^meditábamos
7g
tranquilamente el plan de la segunda parte de nues-
tro viaje.
Cuando V. E. con el compás en la mano, aprecie las
distancias y siga con la vista en una línea roja las sinuo-
sidades de mi paso en el plano que he confeccionado,
estrafiará sin duda, y se preguntará el motivo, de que
habiendoestudiadoentoda su estension un afluente del
Chubut, dejara sin investigar otro, del cual solo tenia no-
ticias por los indios, y no siguiera tampoco el cauce prin-
cipal hasta su origen, que se hallaba tan próximo.
Voy, en breves palabras, á esplicar á V. E. la causa
de esa deficiencia, que obliga necesariamente la realiza-
ción de otro viaje complementario del que acabo de
realizar.
El rio Chubut, inclinándose siempre al Norte, amena-
zaba pasar el grado 42 de latitud límite del territorio de
mi mando por ese lado.
Ese ya era un motivo que contrariaba el objeto funda-
mental de mi viaje, el cual no era otro que estudiar bajo
su faz geográfica y económica la jurisdicción del territorio
de mi mando.
Por otro lado, los hombres que yo comandaba en jefe
y que me servian con tan buena volu atad, eran los mismos
que habían costeado en absoluto la expedición.
No estaban fatigados ni descontentos, y si bien ellos
soportaban todo con paciencia, mirando sin disgusto mi
predilección hacia los trabajos geográficos que absorbían
mi espíritu, no dejaban, sin embargo, de manifestar-
me con frecuencia el deseo de entrar cuanto antes
en la región de los campos estensos y fértiles ; que-
73
rían ver los bosques con que soñaban y subir á los árboles
elevados que muchos de ellos no habían visto en su vida.
Finalmente, querían encontrar el oro en venas, metal
que hasta ese momento solóse les ofrecía con gran tra-
bajo y pérdida de tiempo, en laminillas y granos pequeñí-
simos, — resultado que en vez de desalentarlos, avivaba
sus ilusiones encaminadas á tejer ensueños de inmediato
bienestar.
Habia algo mas : el programa proyectado resultaba
demasiado estenso : solo teníamos víveres para tres me-
ses y sí el desierto no nos ofrecía elementos mas abundan-
tes de vida, poco podríamos andar si perdíamos tiempo
en estudios parciales y de detalle.
Tuve que ceder ante estas razones tan poderosas y no
sin gran pesar me separé del rio Chubut, que solo habia
reconocido hasta cinco leguas mas al oeste de su con-
fluencia con el Chamarte.
Debo hacer presente á V. E. que en este punto tan
lejano fué hasta donde llegó en el año ochenta y cuatro
con sus malogrados compañeros, el joven galense Juan
Evans, que me servía de guía. En adelante no tendría
mas vaqueano, y esto, dificultaba en mucho, nuestros
propósitos.
En la mañana del día veinte nos pusimos en marcha
conrumboS. 20° Oeste, siguiendo el curso del rio Cha-
marte, reconociendo que el valle por donde corre tiene
en muchos puntos una legua y media de ancho, buen pas-
to fuerte y tierno — y también que la composición del
terreno era superior en materias fertilizantes al del valle
74
del Chubut — y por consiguiente mas apropiado que aquel
al cultivo del trigo como para el pastoreo de granados.
En la noche anterior vimos fuego á la distancia, pero
solo encontramos un perro y el fogón donde habian esta-
do tres indios poco antes.
Así continuamos hasta el 43** 8' 35" de latitud y 71*
44^51" de longitud. En este paraje atravesamos el rio,
observando que el agua se levantaba tres centímetros
cada veinte y cuatro horas y que contenia truchas muy
grandes.
A ese paso le dimos el nombre de Paso de Evans y
seguimos hacia el oeste por una senda antigua, que se
conocía habia sido muy frecuentada por los indios. Aquí
nos sorprendió el hallazgo de un espejo y una targetera
de. señora, confección de acero y cuero de Rusia. En se-
guida atravesamos varias mesetas cubiertas de piedras
rodadas, cuya mayor elevación era de cincuenta metros
.sobre el nivel del rio.
En los bajos, de buen pasto, empezaron á manifestarse
algunos árboles ralos, especialmente donde existían ma-
nantiales.
Durante el trayecto nos cayó unalijera nevada; to-
mamos algunos armadillos y con nuestra presencia se
espantaron grandes cuadrillas de guanacos y de aves-
truces.
A las once a. m.del dia veinte y dos nos encontraba*
mos al pié de una loma; impidiéndonos su elevación des-
cubrir con la vista lo que habia á nuestro frente.
Empezamos á subir esta loma, mas alta que las ante-
riores y que tendría unos doscientos metros.
75
La ascención duró una hora y al llegar á la cima, un
grito lanzado espontáneamente por cada uno de los espe'
dicionarios, reveló nuestro asombro, causado por el es-
pectáculo sorprendente que hirió de súbito nuestra vista.
En primer término, al pié de la meseta en que estába-
mos, vimos una gran laguna con juncos, en donde revolo-
teaban centenares de gaviotas de cuerpo y alas color
blanco-aplomado y la cabeza negra, varios cisnes na-
dando — y en la playa, una'bandada de flamencos que
ofrecian ala luz, el soberbio matiz de su rosado plumaje.
Después, levantando la vista, se descubria una espíen -
dida región donde alternaban praderas cubiertas de ver-
dura, bosques y arroyos correntosos.
Las manchas oscuras de las sierras altísimas que ha-
bíamos observado el dia anterior, las veíamos convertidas
en frondosos bosques y las fajas verde- oscuro y blancas
en el centro que bajan serpenteando desde la cima de las
cumbres nevadas, eran arroyos cristalinos festoneados de
árboles que les dan sombra y escalonados acompañan á
la corriente sonora de sus aguas, perfumándola con el
aroma de sus flores, hasta precipitarse en la planicie del
valle en donde se esparcen para reunirse con nuevas
cintas de plata , y asi hermanadas, llegan á formar un
rio mayor.
Descendemos al llano y al ver próximos los objetos^
todo cobra mayor prestigio ; la tierra ante todo de exce-
lente composición, es tan fresca, tan suelta y rica en
materiasfecundantes, que parece que el arado la hubiese
surcado recientemente ; es, sin exajeracion, algo como
la tierra preparada de nuestros jardines y sustenta con
76
prodigalidad una verde alfombra de variadas clases de
plantas forrajeras que llegan hasta el pecho de los
caballos.
Después de esto, causa verdadera sorpresa encontrar
sembrados inmensos de frutillas, como para abastecer
cualquier ciudad populosa, flores esquisitas por todos
lados, á punto de que en menos de una hora se coleccio-
naron mas de treinta especies y el colono Wagner me
presentó un ramo que bien podría haber figurado en un
salón ó en el tocador de una dama elegante.
Estábamos, pues, en las montañas de la precordillera,
cuyos picos nevados habiamos visto dias antes desde la
Gruta de las Lechuzas.
La noche se pasó sin novedad, pero á la mayoría nos
fué difícil conciliar el sueño, por la impresión que nos
habia causado la belleza y riqueza natural de esta región,
de cuyo porvenir no puede dudarse, después de habería
recorrido.
En el primer momento, uno se asombra de que tanta
grandeza haya permanecido hasta hoy oculta á las mira-
das del hombre civilizado y laborioso! ¿Pero quien habría
supuesto que después de las playas inhospitalarias del
mar y al pié de la cadena délos Andes, en la región mas
lejana y solitaria de nuestro territorio, habia de encon-
trarse esta estension de suelo tan encantador por su
forma, lleno de riquezas naturales, con clima templado y
saludable, regado en todas direcciones por corrientes de
agua inagotable?
Aquí pueden vivir contentos y dichosos muchos mfles
de seres humanos que en otras partes del mundo lo pa-
77
san precariamente, sin encontrar equitativa compensa
cion á los esfuerzos de su actividad.
Estas tierras producirían toda clase de cereales, y en
tal abundancia, que tal vez excediese al cálculo que podría-
mos hacer— y en los campos y en los ríos podría alimen-
tarse y abrevar un número crecidísimo de ganado
en general.
El mayor entusiasmo no sería exajerado— y delibera-
damente nos abstenemos de establecer ninguna compa-
ración, porque no creemos que exista otra región que
la exceda en ventajas. Eramos treinta personas proceden-
tes de cuatro naciones distintas, y todos á una declaramos
que no Rabiamos visto otro punto de la tierra en que las
ventajas naturales que reclama la vida del hombre, se
imiesen de tal manera como acontecia allí. ¡Con razón
los indios resistieron tanto, antes de abandonar estas co-
marcas tan bellas y tan llenas de recursos!
He traído once especies de maderas de construcción ; —
el cedro colorado^ dos clases á^pinos^ blanco y colorado^
laAayUy el calafate^ que allí asume grandes proporciones
y cuya madera es apropiada para la ebanistería, el moUe^
palo blancOy el llamado vulgarmente aguarrás^ de made-
ra y follaje resinoso, ú fresno y dos especies de Fagus.
De estas excelentes maderas, he recogido las primeras
muestras, colección que podrá examinar V. E., pues
en su caja respectiva van juntamente con la presente
memoría.
También acompaño un frasco conteniendo frutillas de-
liciosas, (La Freciers Chtlensis^ que fué conocida en
Europa desde mediados del siglo pasado, debido al ma-
78
riño francés monsieur Freciers, quien las recogió en estas
mismas latitudes del otro lado de los Andes,) Cortntos^
el 7?íí^ar¿¿7 dulcísimo y algunas otras frutas propias de
esta región, donde se reproducen espontáneamente.
Haciendo reseña de las ricas maderas aplicables á todo
género de construcciones, no quiero que pase desaperci-
bido el hecho de que el mayor número de estos árboles
ofrece gruesos nudos, debido al parasitismo ár. las Cyta-
rias^ produciéndose en consecuencia una enfermedad de
la planta, que presenta esas estrañas deformaciones de
tanto valor para la industria.
La madera de esos nudos es muy dura y su color y el
caprichoso dibujo de sus vetas es tan curioso, que abierto
aquel pais á la esplotacion desús productos, esa madera
será de gran precio para el enchapado de muebles
de lujo.
Allí entre los bosques, en las praderas, los valles y en
la zona alpina, se ve profusamente representado al mun-
do de la vegetación criptogámica con sus diversas espe-
cies de musgos, hepáticas, heléchos, liqúenes y muchas
clases de hongos, dos de las cuales son esquisitas, ha-
biéndolas utilizado en nuestras comidas, sin consecuencia
perjudicial.
La vida animal está representada también de una
manera notable, siendo variado el número de aves de
carne tierna y sabrosa, de pájaros canoros y de plumaje
vistoso, sin faltar las mariposas y los insectos de vivos y
metálicos colores.
La naturaleza es tan exuberante como en el Chaco y
las Misiones, manifestándose no solamente agradable por
79
SUS contornos estéticos sino también por su riqueza adap
table á usos prácticos é inmediatos.
A ese primer valle de laprecordillera, le dimos el nom-
bre de VcUle de las Frutillas y al segundo donde entra un
rio que naciendo en un lago elevado, corre de poniente á
naciente para cambiar repentinamente su curso con
rumbo Oeste, lo denominamos Valle de los Corintqs.
A ese rio, me he permitido darle el nombre de Pérez
Marchena^ como recuerdo á uno de mis ascendientes, el
fraile humilde del convento de la Rávida, que ayudó al
inmortal Colon en sus preparativos para el descubrimien-
to del Nuevo Mundo; — y al lago que le dá origen lo he
denominado Rosario en homenajea la señora Rosario
Bustamante de Palacios, digna de esa preferencia y de
cualquier honor, por tratarse de una esclarecida matro-
na argentina, llena de virtudes, verdaderamente patriota
y ángel de un noble hogar; y para mí, algo mas, pues la
señora de Palacios, con maternal solicitud, me dio gene-
rosamente la sabia de su seno, en los primeros dias de
mi vida.
El Valle de los Corintos se estiende al Sud de la mon-
taña llamada Pico de ThómaSy nombre de uno de los
habitantes antiguos del territorio, y que mas empeño ha
tomado siempre en el conocimiento y progreso de esta
región, habiendo costeado varias espediciones con ese
objeto.
Desde allí, siguiendo dicho rio, penetramos al valle
mas magestuoso de la Cordillera Austral, que bautiza-
mos solemnemente llamándole Valle diez y seis de Octubre
en memoria del dia de esa fecha en el año mil ochocien-
8o
tos ochenta y cinco en que el Honorable Congreso de la
Nación sancionó la ley creando las gobernaciones de los
Territorios Nacionales.
Recorriendo esa estensa comarca, pudimos constatar
las observaciones anteriores de Darwin y las de Moreno,
con respecto á la existencia de una depresión en la región
que se estiende de Sud á Norte al pié de la Cordi-
llera,
En efecto, allí se encuentra manifiesto el hundimiento
del terreno en forma de una cuenca inmensa, en cuyo
centro se reúnen siete rios, tres de ellos caudalosos, y
esas aguas, derramándose por una dislocación profunda
de las montañas; dá origen al gran rio Corcovado^ que
cruzando la cadena Andina, cae sin estrépito en el valle
Central de Chile para perderse en el Océano Pacífico por
el Golfo de su nombre.
Este rio. cuyas nacientes hasta entonces desconocidas
hemos constatado que se encuentran en territorio argen-
tino, nos pareció en el primer momento un lago que pu-
diese dar origen al Chubut ó bien al Senguel, según cor-
riese por entre las montañas, ya al Sud ó al Norte, pero
lo hemos seguido hasta pasar el grado 73° de longitud
en donde tomamos la vista fotográfica que acompaño
á V. E.
El Corcovado en el punto donde toma cauce, 43^ 20'
23" de latitud y 72° 42' 35" de longitud mide ciento cin-
cuenta metros de ancho y corria con una velocidad ini-
cial, de dos millas por hora, estando su nivel en altura
normal, 480 metros sobre el mar y siendo al parecer pro-
roTtíTrfji li tj*'*! I • **
8i
fundo, observaciones que fueron tomadas en la segunda
quincena del mes de Noviembre.
Carecíamos de embarcaciones para practicar sondajes
y esplorarlo por esta lamentable causa nos limitamos á
seguirlo por su margen sud hasta quince millas por un
vallecito boscoso de mil doscientos metros de diáme-
tro en donde matamos huemules y algunas vacas sal-
vajes.
Al principio el rio arranca con rumbo Oeste hasta dos
millas y desde aquí se desvía algo al S. O. como unos
logrados.
Las primeras diez millas las hicimos á caballo, y las
últimas cinco á pié, entrando en estas mil metros en que
tuvimos que arrastrarnos á causa de lo espeso y enmara-
ñado del monte, de donde salimos con las ropas en giro-
nes y las manos y la cara lastimadas por las ramas de los
árboles y espinas de la Urtica Magna.
Las sendas de las vacas corrian en opuestas direccio-
nes y no era posible pasar adelante sin buenas hachas
para abrir picadas.
Yo carecia de ese auxilio y también de soldados para
ejecutar tan penoso trabajo.
Tuve, pues, que regresar, desde el grado 73 de longi-
tud, siendo muy posible que me encontrase á escasa dis-
tancia del mar, cuyo horizonte interceptaba á mi vista el
follaje de los árboles y las montañas, aunque en ese punto
ya eran mas bajas.
Abrigo la esperanza de volver con mas elementos, y
entonces quedará definitivamente esclarecido este punto
tan importante de nuestra geografía, asi como otros.
83
llenos de interés, en parajes donde materialmente no me
ha sido posible llegar, no obstante mi mas decidida volun-
tad y ardiente deseo.
La precordillera se forma por una cadena de altas mon-
tañas, pero menos considerables en proporción á la cade-
na real andina á la que sigue paralelamente de norte á
sud á una distancia como de quince leguas, aunque ale-
jándose á mayor distancia unas veces, y confundiéndose
con ella en muchos puntos.
Entre esas dos enormes barreras que forman el eje del
continente americano, existen valles angostos y también
campos estensos regados por corrientes de agua cristalina
provenientes de las cumbres inmediatas, siempre corona
das de nieve.
Pero, esas elevaciones gigantescas están cubiertas por
un manto espeso de bosque que hace muy penoso el paso
de un valle á otro, ocultando por completo el terreno que
lo sustenta, á la mirada ávida del observador:
Es solo en los rios de reciente erosión y en los derrum-
bes actuales en donde puede observarse la composición
del suelo.
Así se ve, en la zona deprimida que hemos citado y que
forma los valles siempre mas elevados que el nivel del
mar, las capas, de un sedimentó moderno, y á medida
que ascendíamos en las montañas, aparecer el gneys^ la
pizarra de horubleand^ pizarra de mica^ pórfiro^ basalto
y en pocos puntos la trachita.
De este modo puede suponerse juiciosamente que esas
grandes hondonadas en que se ha ido depositando el detri-
tus de muchos miles de años y que en la actualidad tienen
33
un nivel bastante regular, solo interrumpido pornumero'
sos lagos y ríos, hayan sido en tiempos remotos, otros
tantos estrechos como el de Magallanes, por donde se
comunicaría el agua de los dos grandes mares, en una
época en que la Patagonia Austral debia hallarse fraccio-
nada en varios puntos correspondientes á las porciones
que hoy coinciden en los Golfos del Pacífico y del Grande
Océano, por ejemplo, en la región que nos ocupa, el Golfo
del Corcovado y el Golfo de San Jorge.
Los valles del Chubut y del Senguel, reconocidos como
de erosión y los muros gigantescos que los acompañan
por entre los enormes bancos de la formación patagónica,
rotos y trastornados por el poder de las aguas, los mo-
luscos marinos que se encuentran hasta en la misma base
de la Cordillera y los grandes pinos petrificados y troncos
de palmeras que hemos encontrado entre las masas de
estratos de marga ó detrito volcánico en las proximida-
des de los lagos Colhué, Musters y en la consecución de
mesetas que median entre el rio chico y el mar, son prue-
bas evidentes de esta suposición, lanzada anteriormente
por el eminente Darwin y robustecida mas tarde, por via-
jeros argentinos y geólogos notables de todos los
países.
Pero temiendo estraviarnos en cuestiones que no son
de nuestra especialidad, reanudaremos el hilo apenas in-
terrumpido de nuestra ruta.
Situadas geográficamente las nacientes del rio mas
grande que existe en está parte de la Patagonia Austral,
tratamos de faldear al norte la base enorme de la Cor-
S4
dillera hasta encontrar las dos ramas oeste y norte del río
Chubut, que no conocíamos.
Pero toda tentativa fué inútil, á causa de que para ello
teníamos que cruzar por terreno pantanoso, y abrir en
otras parte»; picadas en los bosques.
Así detenidos á cinco leguas de camino, volvimos á
nuestro campamento, emprendiendo ¡guales tentativas
hacia el Sud, con la mira de alcanzar, si era posible, hasta
el grado 46 de latitud.
Mas en nuestro completo desconocimiento del terreno,
no sabíamos que ese proyecto era de todo punto im-
practicable.
No obstante, con una perseverancia que puso á prueba
la resistencia de nuestro organismo, arremetimos por
entre montañas, cañaverales y bosques espesísimos de
donde regresamos nueve dias mas tarde, postrados al
esceso, y admirados de vernos sin lesión corporal de con-
sideración, tan grandes habian sido los golpes sufridos.
Sin embargo, en premio de tanto afán, habíase descu-
bierto un valle fértil y un rio que corría de Norte á Sud,
seis arroyos y una laguna que engrosaban el caudal del
primero; el cual, cambiando su rumbo al Este, se precipi-
taba en otro rio mayor de ochenta metros de ancho con
lecho de piedra que penetraba tan resueltamente como el
Corcovado en un paso que le abría, en el misterio de
aquella soledad, la gigantesca Cordillera.
En la tarde del dia nueve de Diciembre me encontraba
por segunda vez en las costas del Charmate y siguiéndolo
con rumbo al Sud, me detuve una semana después, en el
grado 43"* 30' de latitud y 71** 42' de longitud, parte én
S5
que el valle con un ancho de seis kilómetros se dividia
en dos.
Por el de la izquierda bajaba desde la precordillera el
otro rio que remontábamos, con rumbo S. O. y por el de
la derecha entraba del S. 20*" O. otro rio menos cau-
daloso.
Reconocida la cuna de ese afluente principal del rio
Chubut, hicimos la observación complementaria de que
sus arenas contienen pepitas de oro y que su fértil valle
tiene un diámetro que pasa de cuatro millas en muchos
parajes, y está formado por terrenos compuestos de tierra
vegetal {humus) cuyo espesor varía desde 30 hasta 70
centímetros, viniendo en seguida capas superpuestas de
arena movible, de arena y arcilla y de arcilla pura.
El rio parece ha tenido su lecho de arena en la época
pleocénica y en los primeros tiempos del período actual ha
variado de curso muchas veces como lo indican profundos
surcos del valle que hoy alimentan capas salinas.
En el presente se desborda algunas veces como antes^
pero ya su cauce es regular y constante.
Hemos dicho que este valle es fértil, porque en sus
condiciones naturales lo hemos hallado inmejorable para
el cultivo del trigo.
Sus pastos son abundantes, en prueba de lo cual nos
basta decir que allí tomamos catorce animales vacunos
que estaban en condiciones escepcionales de engorde.
Por otro lado, ese valle se encuentra protejido por altas
colinas formadas por detritos diluvianos, y cortadas de
trecho en trecho y cubiertas por un manto delgado de
86
cascajo; pasto bueno y arbustos ralos, todo lo cual, le pro-
teje de los vientos constantes del Oeste.
Así, pues, este valle es perfectamente habitable y si
bien carece de maderas, ellas se encuentran á poco mas
de cinco leguas, al pié de cualesquiera de las montañas
vecinas de la precordillera.
Además el rio es abundante en pesca y allí pastan y
abrevan cuadrillas de guanacos en número conside-
rable.
Finalmente, en todos esos parajes que recorríamos
con avidez, se encuentran al lado de los paraderos y se-
pulcros prehistóricos de los antiguos indígenas, los fogo-
nes del indio actual, quedando así comprobado que esas
comarcas fueron en todos los tiempos preferidas para la
yida, y de que ni el frió ni la nieve del invierno son un
obstáculo que impida á la naturaleza prodigar sus dones
para sustento del hombre.
El catorce de Diciembre nos hallábamos dispuestos á
proseguir nuestro viaje por el nuevo valle que se prolon
gaba hacia el S.
Cumplian precisamente dos meses desde nuestra sa-
lida de Rawson y esta fecha nos obligaba á acelerar la
espedicion.
En la noche anterior había caido una helada muy
fuerte, y el dia amaneció velado por espesos vapores de
agua, pero en breve la atmósfera se tomó algo sofocan-
te y alas nueve a. m. en que emprendimos la marcha el
sol nos molestaba mucho.
Nuestro propósito en ese dia era efectuar una jornada
próximamente de diez leguas, atenidos á las facilidades
87
que desde dias atrás favorecían nuestra marcha, pero un
incidente imprevisto nos obligó á plantar carpas á las
tres leguas de camino.
Me habia adelantado á galope acompañado del señor
Mayo y seguiamos hacia el Sud con alguna inclinación,
cuando al llegar á un punto en donde el valle afecta
una vuelta rápida, pero parcial hacia el Este, caimos ino-
pinadamente sobre un aduar indio.
Estando solos, lo prudente era regresar precipitada-
mente, pero tuve cortedad de hacerlo y por otro lado
parece que no habíamos sido sentidos, pues ni siquiera
ladraron los perros.
Por eso, colocándonos detrás de unas grandes moles
de piedra, en actitud de defensa, con los rifles prepa-
rados, resolvimos esperar la llegada de nuestra gente.
Un cuarto de hora, que nos pareció un siglo, trascurrió
hasta que se nos incorporaron nuestros compañeros.
Sin pérdida de tiempo, hice rodear la caballada y las
catorce vacas quehabiamos tomado antes — y adelantán-
dome con diez hombres pude cercar los toldos consiguien-
do capturar dos indios, dos mujeres y seis niños de dos
á siete años — Tenian estos para su servicio, solamente,
once caballos y diez y siete perros de caza.
Cuatro individuos consiguieron escapar de esta peque-
ña sociedad salvaje, perdidos en aquel soberbio escena
rio, que antes dominaran con la poderosa tribu de Sayhue-
que á la que habían pertenecido.
Uno de estos indios se llama Martin Platero, y es
platero de oficio, como podia probarlo con algunas piezas
de plata que aun no tenía concluidos y con sus herra-
88
mientas consistentes en una bigornia, dos martillos, limas
de varias clases y algunos otros utensilios.
Había conocido á Francisco Moreno cuando estuvo
en los toldos de su antiguo señor y no quedaba duda de
que decia verdad, porque preguntándole respecto á indi-
cios físicos de Moreno, me contestó que era joven, un-
poco grueso y que tenia vidrios en los ojos.
También había conocido mucho antes á Musters,
asegurándome que ese mismo valle venia desde Santa
Cruz y que él me llevaría hasta el paso del Senguel por
donde había venido el viajero inglés en su largo viaje
desde Punta Arenas.
Habiendo hecho registrar los toldos, se encontraron
diez ponchos de guanaco recien concluidos, veinte qui-
llangos y varias prendas de plata.
Todo lo que fué respetado en la parte que les corres-
pondía á Martin y demás individuos capturados.
AI siguiente día echamos á nuestro Martin Platero por
delante para que de buena ó de mala gana nos sirviera
de guia y así él á vanguardia continuamos viaje.
En 44"*, de latitud el estrecho valle con plantaciones
de Corintos en las márgenes del arroyo y numerosos
manantiales en las colinas que lo flanquean, toma diáme-
tro de diez leguas limitándose por el E. en una cadena de
montañas volcánicas, color grana bajo en las partes
donde presentan denudaciones, y en general de escasa
vegetación.
Por el S. un horizonte, el mas estenso que habíamos
visto desde que abandonamos las playas del mar — y por
39
el Oeste la gran cordillera á cincuenta kilómetros de la
línea de nuetra ruta.
El terreno, es pedregoso aunque con buen pasto y
ostenta una serie de manantiales continuados de Norte
á Sud, que parece se unen cuando llueve y forman un
arroyo.
En esas aguadas tomamos muchos pichones de Avu-
tarda.
Son color ceniza en toda la región inferior del cuerpo
y plomo oscuro en la superior, así como la cabeza y las
patas.
Siempre habíamos creido que las Avutardas ponian y
sacaban sus polluelos mas al Sud y en las Islas Mal-
vinas.
Asustados salian del agua y aun cuando corrían lijero
los alcanzábamos tomándolos con las manos.
La carne de estos pichones es tierna y no tiene el
gusto fuerte y desagradable que adquieren cuando son
adultos.
Algunos árboles que están sobre el arroyo son hayas
poco elevadas.
Hacia el S lo^'O. continua este gran valle y según
Martin y las noticias dadas por Musters en su libro, es este
el que cruza toda la Patagonia, desde Santa Cruz hasta
el Rio Negro.
Después de dos días de camino el mismo arroyo empe-
zó á cortarse hasta que en 7i'*45* de longitud se unió
con el caudal de sus aguas á un rio mediano que bajaba
del Oeste.
90
Lo seguimos en su nuevo curso al Este, observando
á poco andar, como puede verse en el plano, que se le
reunían otros dos ríos, el primero que venia del S. O. y -cj
segundo del Oeste.
Allí boleamos un caballo picazo patria y pudimos en-
lazar una vaca orejana muy gorda y sin cria.
Por la misma margen marchamos con rumbo S. O.
hasta los 44**28*45" de latitud y 71^*21*30" de longitud,
paraje en que establecimos nnestro campamento N°. 36.
Allí, solitarios y combatidos por los vientos, se levanta-
ban como fantasmas en la desolada amplitud del desierto,
las tolderías del cacique Foyel que fué el último baluarte
de la barbarie derruido por la fuerza de nuestra civiliza-
ción victoriosa.
Los toldos abandonados, las lanzas rotas, los esque-
letos de hombres y de caballos, las cápsulas servidas
del remington y los girones de quillangos, de bomba-
chas y chaquetillas de paño gris, nos anunciaron que
allí hacia poco tiempo se había representado unatrajedia
de muerte.
En efecto, en el año ochenta y cuatro, el cacique
Foyel se habia presentado al Teniente Coronel Laciar que
con las fuerzas de su mando se hallaba destacado en la
Colonia Chubut; pero el cacique habia venido acompa-
ñado solamente de sus ayudantes y se convino con el
mencionado jefe que regresaría á sus campos escoltado
por algunos soldados, los cuales le acompañarían en el
regreso con íoda la tribu.
Al Teniente Enseis del 5"* de caballería le tocó desem-
peñar tan delicada comisión.
91
Tres días después de llegar á los toldos, dicho Oficial,
manifestó á Foyel, que habiendo ya descansado creía era
tiempo de ponerse en camino.
Foyel contestó, que estaba dispuesto, pero que antes
tenia que arreglar sus cargueros.
Pocos dias mas tarde, urgido por el Teniente Enseis,
dijo que antes de abandonar sus campos, tal vez para
siempre, quería despedirse de ellos organizando una
fiesta.
A todo esto no opuso objeciones el oficial, pero ya
empezó á comprender la mala voluntad de los indios y
de que quizas le preparaban una mala pasada.
Así era en efecto, pues supo por investigaciones de
Chiquichano y de otro baqueano indio que le acompa-
ñaban, que los salvajes alistaban sus armas preparándo-
se á un combate que probablemente se produciría al
siguiente dia, valiéndose para ello del asalto y la traición.
Dándose cuenta el Teniente Enseis de su crítica situa-
ción, rodeado por una tribu numerosa y aguerrida, sin
mas elementos que veinte y cinco soldados de caballería
con los cuales le era imposible hacerlos prisioneros, no
trepidó en tomar la iniciativa.
En consecuencia, preparado de antemano asaltó los
toldos, en cuanto aclaró el dia, logrando dominar á la
mayoría que condujo sometida hasta la Colonia.
Hasta aquí la relación que me hicieron mis compa-
ñeros de viaje, y habiendo observado personalmente el
campo, colegí que el incidente debia haberse producido
de esta manera.
9^
El campamento del Teniente Enseís se encontraba
á doscientos metros, al Este délos toldos, que eran cuaren-
ta y seis.
La tropa formada cincuenta metros á vanguardia; hi-
zo unaprimera descarga como lo indica una línea de cáp-
sulas servidas. Después, las cápsulas desparramadas, uno
que otro tiro caido del portamunicion en el momento de
cargar, un guante de gamusa, algunas cajas de fósforos
y otros pequeños detalles, prueban que marcharon preci-
pitadamente sobre la toldería, haciendo fuego á discreción.
Los indios, que también hacían fuego, esperaron el
ataque, unos á pié y otros á caballo. Allí se entreveraron
luchando cada hombre por su cuenta cuerpo á cuerpo — y
según se me ha asegurado, habiéndose dado por ambas
partes, pruebas de gran valor.
No conozco al Oficial Enseis, pero lo estimo por su
decisión y arrojo, yaque en los casos estremos las res-
ponsabilidades se concentran en determinada persona y
todo depende de las iniciativas concebidas y ejecutadas
con prontitud.
Tresdias empleamos en recorrer esos campos, que se-
gún el indio Martin son los mas estensos de toda la Pata-
gonia Austral.
Como resultado importante, pudimos observar que
son apropiados para el pastoreo de ganados y que res-
pecto á otros productos naturales de trascendencia posee
los que voy á enumerar: frente de nuestro campamento
que podrá reconocerse después de muchos años por ser
también el paradero antiguo de los indios, se encuentran
á cinco kilómetros alE. 25** N. en la orilla de una cade-
93
na de sierras, dos vetas A^ fierro óxido ^ conteniendo oro.
El espesor de ese depósito es de doce metros y fué
descubierto por el competente ingeniero de Minas, Señor
W. Katterfeld á quien refiero toda la responsabilidad de
este dato y el cual se ocupa actualmente en practicar los
ensayos cuantitativos que demostrarán la calidad y pro-
porciones del metal que contienen las muestras allí
extraidas, resultado que comunicaré á V. E. en oportu-
nidad. Veinte kilómetros O. y 20"* N. del mismo campa-
mento número 36 existe una gran salina (Cloruro de sodio
puro cristalizado,) otro depósito mas chico, ocho kilóme-
tos al O. y un tercer depósito tan grande como el primero
y de la misma calidad, se halla situado veintidós kilóme-
tros al S. 3 o*' E. del mismo punto en la margen izquierda
del rioQuinnua, llamado así por los indios, según me ase-
guró Martin Platero.
Es muy posible que ese afluente sea el mismo rio;
cuyas nacientes y dirección mal colocadas, aparece en
los planos antiguos bajo el nombre de Rio Genne.
También se encontró entre esa misma cadena de
sierras un cementerio prehistórico cuyas tumbas profana-
das en servicio de la ciencia, nos ofrecieron diversos obje-
tos de gran valor histórico: allí dejamos con sentimiento
quince cráneos humanos, que no pudimos traer por falta
de cargueros.
Desde el citado campamento hemos continuado nues-
tra marcha al Sud, atravesando otro rio también de la
precordillera, el cual reuniéndose al Quinnua treinta y
ocho kilómetros al S. E., aumenta sus aguas en corto
espacio, hasta el yi^'s' de longitud y 44''7' de latitud S.
94
del meridiano de Greenwich, donde se pierde precipitán-
dose en el cauce del Senguel.
Vivo era nuestro deseo de conocer el valle del rio
Senguel ó Senguerr^ como los indios pronuncian; rio al
cual la tradición y algunas palabras de Musters, suponian
corriendo por una «región privilegiada, t cuajada de belle-
zas y productos naturales.
Pero grande fué nuestra decepción, cuando después
de tanto soñar con estensas praderas, nos encontramos
en una región ingrata, y en la cual; esperimentamos los
mayores sufrimientos de nuestro viaje á causa del viento
y del frió.
El valle puede decirse que es malo en toda su esten-
sion, apreciación que hicimos desde el primer momento, y
que mas tarde se corroboró.
Allí en el primer punto donde empezamos á obser-
varlo, tiene un diámetro de mil metros, limitado á ambos
lados por mesetas uniformes que no se interrumpen,
poco elevadas, pero siendo mas altas las del Sud.
El terreno del valle es arenoso, con pedregullo fino,
el pasto es en general de segunda clase y solo en algunos
recodos, que forman las vueltas del rio, se le encuentra
bueno.
También alimenta arbustos espinosos que ya pertene-
cen á la región baja, pero así mismo tiene los corintos»
las frutillas y algunos grupDs de hayas en los bordes del
rio y en las muchas isletas anegadizas, que se ven en gru-
pos, próximas unas á otras.
Si mal no recuerdo, Musters, en su libro, dice que el
valle del Senguel, tiene frutillas, pero que son mas peque-
95
fias, lo que ha hecho suponer que fuese otra especie dis-
tinta de la que se encuentra en las florestas vírgenes de la
cordillera.
En efecto, son mas chicas, pero es debido á la mala
calidad del terreno y ala aridez del paraje.
Por esto también las plantas de corintos son raquíti-
cas y y las hayas que mas al Oeste asumen proporciones
magestuosas, allí apenas sobrepasan la altura de un
arbusto.
El indio Martin Platero á quien ya se le habia quitado
el susto á fuerza de ser bien tratado, lo que no quitaba
que fuese mas picaro que bonito, y esto teniendo una
cara espantosamente fea; nos decia señalando un punto
del rio hasta donde nos habia llevado una senda muy
trillada por los indios: — « Aquí es Senguerr. *
Le contestamos que ya sabiamos que era ese el rio
Senguel, y lo que únicamente deseábamos saber, era don-
de y á que distancia nacia.
Pero el salvaje insistia: — «El rio no es Senguerr, Sen.
guerr es esto solo, t al decir lo cual, señalaba el paso con
su mano.
La confusión se disipó cuando comprendimos que
Senguerr denotaba en tehuelche algo como Paso del río
y así cuando dicen, «vamos al Senguerr,» se refieren al
paso, precisando únicamente ese punto del rio y no al rio
mismo.
Mas tarde conociendo al Senguel desde su cuna hasta
su término, nos convencimos de que el Capitán Musters
habia cruzado por el citado é invariable paso de los
Tehuelches, por la circunstancia de que allí es el único
96
punto del valle, en donde se encuentran frutillales; el
viajero inglés vio frutillas, en el único punto que conoció
de ese valle y creyó por tal coincidencia que esta familia
se estendia en todo él.
El rio tiene un diámetro de cien metros y su corriente
de cinco millas por hora; siendo esta el agua que he-
mos encontrado corriendo con mayor velocidad.
Hemos dicho que las costas tienen árboles, pero se
encuentran muy aislados — y de distancia en distancia un
grupo compacto, lo que ofrece á la vista una apariencia
de quintas ó terrenos cultivados, siendo de notarse que
del lado Sud es mayor el número délos árboles, sin duda
porque están protegidos de los rigores del viento y
del frió por lomas y mesetas que de ese lado son mas
altas.
No quedaba duda de que las nacientes del Sengud
eran desconocidas, así como todo su trayecto que no
habia sido recorrido hasta ese momento.
Por eso resolvimos remontarlo hasta sus nacientes, en
caso que nos fuera posible.
No había, tampoco otra razón para que procediese
mosde diversa manera, porque consiguiendo ese resulta-
do se haría la luz respecto á uno de los puntos mas
confusos de la geografía argentina en la parte que res-
pecta á esta región.
Dando crédito á la palabra de los indios existia un
punto de la Patagonia Austral de donde partían dos ríos
corriendo en direcciones opuestas, uno por el occi-
dente hasta Chile y otro hacia el oriente por territorio
argentino.
97
Mas tarde, los viajes de Musters por este lado y el del
Comandante Simpsonpor la parte de Chile, comproba-
ron esa aserción, resultando al parecer, que esos dos ríos
eran el Senguel y el Aissen explorado según dicen en
toda su estension por el marino chileno y por el ma-
rino inglés, ambos de reconocida competencia y reputa-
ción científica.
Averiguado el hecho, solo quedaba esta duda, capaz
de confundir á todos los geógrafos é historiadores.
¿ Cómo era que coincidiendo las nacientes de esos dos
afluentes, los trazados de Simpson y de Musters no
estuviesen de acuerdo, siendo así que Musters que habia
visitado el Senguel hasta sus nacientes y Simpson tam-
bién el Aissen, hasta su origen, no hablasen, uno del rio
que corría al Oriente y otro del rio que corria al occi-
dente ?
O no existia, pues, el divortium acuorum de los rios
Aissen y Senguel ó los dos esploradores no los habian
seguido respectivamente hasta el susodicho punto de
partida.
Dados estos antecedentes, y encontrándome á quince
ó veinte leguas de la cordillera, comprenderá V. E. el
afán que teniamos por resolver esta interesante cuestión.
Si el hecho era cierto y si el desacuerdo consistía en
que los dos viajeros no hubiesen subido hasta coincidir
en sus rutas respectivas no quedaba duda de que sub-
sanando nosotros esa casual deficiencia, alcanzaríamos
fatalmente, el anhelado instante en que terminando le
Senguel, empezara el Aissen, por el cual podríamos bajar
hasta la costa del Pacífico, con la misma facilidad con que
98
Simpson lo había remontado hasta los valles Argentinos
por un paso cómodo situado en 45*^7 25' de latitud, —
esto es, muy poco mas al sud del parage en donde nos
hallábamos, que determinamos en 44"" 55*21", variación
de la aguja i S"" V^.
En la mañana del dia veinte y seis nos pusimos nueva-
mente en movimiento con el propósito de atravesar la
precordillera y seguir adelante.
Nuestra marcha se inició con rumbo S. S. O. y O. por
espacio de ocho leguas, trayecto en que terminamos la
curva que forma el Senguel después de salir de las mon-
tañas.
Allí acampamos sobre la barranca del norte que se-
guíamos, entre un manto de hayas de escasa talla.
El camino habia sido malo, en terreno bastante arenoso
con cascajo y minado por los topos, mal pasto y ralo,
esceptuando algunas rinconadas, en donde era mas tupi-
do, aunque de la misma calidad.
El valle se estiende por el S. en campos limitados por
lomas de treinta á cuarenta metros de elevación.
El rio que en algunos puntos, medía hasta doscientos
metros de diámetro, separaba sus aguas en varios bra-
zos formando un archipiélago de isletas bajas con vege-
tación arbórea mas vigorosa á medida que progresába-
mos hacia el poniente.
Así, pues, el valle del Senguel puede reputarse malo
entre la precordillera y el mencionado Paso de ¿os Tehuel-
ches con relación á miras agrícolas ó rurales.
Pero, como no existen cosas de todo punto malas ó
que no estén regidas por la ley de las compensaciones,
99
debo declarar á V. E. que desde el mencionado paso
arriba las arenas del rio, aún levantadas superficialmente,
nos dieron oro á razón de cuatro y medio gramos por
metro cúbico de arena^ tierra y cascajo fino; propor-
ción que no presentó ninguno de los otros rios en que
hicimos investigaciones análogas, durante la marcha de
nuestro estenso viaje.
El veinte y siete no marchamos, lo que nos permitió
situar el lugar de nuestro campamento anotado con el
número 39 en 45** i'44" de latitud Sud.
El dia veinte y ocho amaneció hermoso y sereno des-
pués de una noche muy fría y de un fuertísimo viento
que no encontraba obstáculos en aquel valle tan poco res-
guardado.
Como podrá notar V. E. mas adelante, este dia fué
de gran sensación para nosotros por el precioso hallaz-
go que incorporamos á nuestros descubrimientos geo-
gráficos.
A las diez y cuarenta minutos de la mañana nos pusi-
mos en camino, costeando siempre el rio, y habiendo
progresado una legua, encontramos que un arroyo de diez
metros de ancho bajaba de las montañas del N. O. para
incorporarse al Senguel.
Como era posible que el oro, que aumentaba en pro-
porción á medida que ascendiamos bajase por ese arroyo,
se lavaron con avidez las arenas de sus márgenes y de
su fondo, pero se sufrió gran decepción al no encontrarse
ni una laminilla.
En ese caso, como las nacientes del arroyo no podían
lOO
estar lejanas era seguro que ciaríamos con los criaderos
auríferos.
Si no entraba mas adelante otro afluente, era indudable
de que el oro bajaba desde las montañas recónditas de la
cordillera.
Desde un punto en que penetra el citado arroyo, el
valle del Senguel escaso de pastos se estrecha hasta tener
un diámetro de legua y media, limitándose en ambos lados
por cerros elevados.
Tendiendo la vista al frente se veia desde allí la pre-
cordillera nevada, y como fondo, levantándose detrás de
ella, algunos picos de la Cordillera, también coronados
de nieve.
Pero á medida que nos acercábamos, el pasto aunque
siempre de mala clase, aumentaba, así como la altura y
follaje de los árboles agrupados especialmente en las
partes altas del terreno, que forman islotes cuando el rio
desparrama sus corrientes sobre el valle.
Así llegamos á un paraje en donde el rio recostándose
hacia la base de la cadena de cerros del lado norte, nos
cortó el paso.
Obligados á trasladamos á la otra banda vadeamos cua-
tro brazos que corrian paralelos y en dos de los cuales
nadaron los caballos.
Se mojaron algunos cargueros y el Sargento Franco
arrebatado por la corriente con su caballo estuvo á punto
de ahogarse.
Repuestos en un momento de ese pequeño inconve-
niente y después de retiramos un poco de la costa por
lOI
ser pantanosa, continuamos nuestra ruta invariable al
oeste lo"* S.
Pero, desde ese lugar, la planicie del valle empezó á
trasformarse en lomadas cortas, cuya altura aumentaba
visiblemente y cuando conseguíamos salvar una de ellas,
la vista deseosa de dominar la estension tropezaba con
un nuevo obstáculo mas grande y denso aún, porque era
tan ondulado el terreno del valle que apenas veíamos el
vértice de uno que otro pico cortante de la cordillera.
Nunca habíamos tenido tanto deseo de ver el mas allá.
Llegó un momento en que no pude dominar la impa-
ciencia, porque los minutos me parecian horas — y picando
espuelas me lancé á la carrera, siguiéndome todos, con
igual entusiasmo.
Habíamos penetrado, una vez mas en el laberinto de
montañas y valles que constituyen los contrafuertes de
los Andes, privilegiada región que en ese momento nos
extasiaba con sus primores y encantos.
El rio corría, estrechado por suaves ondulaciones del
terreno, salpicadas de verdes florestas ; después montañas
con bosques de follaje mas oscuro, contrastando con el
verde muy claro de algunas llanuras iluminadas por los
rayos del sol, que inclinándose al ocaso hacia que la som-
bra de los árboles se proyectase en dimensiones gigantes-
cas hacia el Este.
En la montaña, algunas manchas rojas, correspondian
á piedras enormes desquiciadas de su centro; mas arriba
la nieve coronando las cúspides y mas alto aún, el aire
azul en el dominio de las nubes, cubriendo la tersa hermo-
sura del paisaje.
I02
El astro luminoso que descendía, enviando sus deste-
llos por entre el cielo y la nieve de las cumbres, nos
recordaba el lábaro glorioso de la patria, porque la ima-
ginación exaltada ante tan hermoso cuadro, tenia orgullo
de que aquel suelo fuese parte integrante del territorio
nacional.
Por fin, alcanzamos á la base de una colina mas alta
que las anteriores, en la cual, se levantaban tres promon-
torios de piedra desnuda.
El corazón me decia en sus continuos latidos, que su-
biendo á la cúspide nos hallaríamos en presencia de algo
sorprendente.
Así lo manifesté á mis amigos los señores Thómas, Ka-
terfeld y Mayo, que corrian á mi lado, dominados como
yo por una especie de misteriosa ansiedad que no nos
permitió detenernos.
Así fué, en efeeto, porque momentos después dominan-
do las alturas, salió inmediato y espontáneo de nuestros
labios un grito de suprema admiración.
Lo que así fascinaba nuestro espíritu, era la presencia
de un lago de muchas leguas de estension con sus aguas
verdes y tan agitadas como las del mar, en los momentos
de borrasca. Las olas venian con su murmullo turbu-
lento, coronadas de blanquecina espuma á estrellarse
contra las piedras esparcidas en la playa, salpicando las
orillas, después del choque, con lluvia fugaz de hilos
cristalinos y chispeantes.
En ambas márgenes una tenue sábana de verdura ;
después, el bosque, la montaña; islas pequeñas y solita-
rias en el centro del lago, y en lontananza, la imponente
X03
magestad de los Andes, cubiertos en ese momento, desde
la base á la cima, por inmensos cendales de nieve.
Estábamos en el punto donde surje la primera gota
de agua que dá origen y movimiento al turbulento Sen-
guel.
Nuestras cabalgaduras estaban rendidas de íatiga y no
era posible continuar ; dimos algunos pasos atravesando
con dificultad por un campo minado por los topos y levan-
tamos nuestras tiendas al lado de una laguna que está
próxima al lago y á tres kilómetros del paraje en que sus
aguas precipitándose en una caida de dos metros de
altura se escapan ruidosas de la argentada cuna para dar
origen al rio que nos habia guiado hasta allí.
En aquellos momentos, y hoy mismo al trazar estas
líneas, esperimentamos la legítima satisfacción de haber
incorporado ala geografía patria otro nuevo é importante
dato, sorprendido en la soledad misteriosa de nuestros
desiertos.
El dia veinte y nueve de Diciembre amaneció hermoso
con una temperatura de i T" centígrados á las 7 a. m.
Mas ya pasadas las doce, después de haber tomado
algunas distancias de la luna al sol y otras relativas á la
determinación de longitudes por ese medio, nos pusimos,
en marcha con el propósito de ir hasta el fondo del lago,
para estudiarlo en la forma que las circunstancias lo per-
mitieran.
Por otro lado una gran abertura que se hacia visible
entre las montañas de la cordillera, algo mas al sud, ali-
mentaba nuestra esperanza de encontrar el valle del Aissen
104^
por donde habia pasado la espedicion chilena comandada
por Simpson,
Al movernos del campamento, marchamos media hora
con rumbo al S. para atravesar una faja de bosque com-
puesta de árboles muy jóvenes y también para despuntar
una entrada aguda que por ese lado forma el lago.
Después, continuamos al oeste si bien muy penosamente
á causa de que el terreno era arenoso y completamente
minado por los ratones.
Muchas veces habíamos salvado fácilmente inconve-
nientes de esa clase, — pero nunca habíamos creído que el
trabajo incesante de esos pequeños minadores del suelo,
pudiese oponer barreras verdaderamente insuperables.
Los caballos se enterraban hasta el pecho á cada mo-
mento, y después de conseguir que saliesen, era para dar
algunos pasos cayendo al rato, nuevamente con sus gi-
netes.
Si queríamos tomar aliento y nos parábamos, entonces
la situación era peor, porque los caballos se enterraban
más y más.
Hubo un momento en que casi todos nos vimos bizarra-
mente en el suelo, habiendo el indio Martin recibido sobre
el costado derecho una manotada de su caballo.
Aquello no era solamente penoso, sino también de peli-
gro inmediato.
Por esta causa abandonamos el camino entre el lago y
la loma, que empezamos á faldear con la esperanza de que
mas arriba el terreno fuese sólido, pero bien pronto, nos
apercibimos de que era peor.
Pero, como en ese momento nos habíamos elevado á
IOS
unos ochenta metros sobre el nivel del lago pudimos do-
minarlo con la vista en mucha estension.
Siendo aquella situación tan embarazosa y así intran-
quilos, sin saber que hacer, bajamos para detenernos á la
orilla del agua, porque allí, siquiera estarían mejor los
caballos.
En ese trayecto el señor Thómas al caer una vez mas
con su caballo apretó un ratón, el cual resultó ser un pe-
queño roedor muy distinto al tucu-tucu á quien habíamos
adjudicado desde el primer momento la responsabilidad
de aquella devastación del terreno.
Este animalejo acaba de ser clasificado en el género
Hesperomys — por pertenecer al grupo numeroso de los
ratones de la región Antartica.
Aquí no quiero dejar de consignar un hecho que me
trae á la mente un grato recuerdo.
Cuando llegamos á la margen del lago, el primero que
se apeó del caballo fué el joven Berroyn, quien levantando
una taza con agua, me la ofreció, diciéndome: — Señor,
tengo mucha sed, pero es al señor Gobernador á quien
corresponde beber primero del agua de este hermoso
lago.
Le di las gracias y bebí. La sed que sentía debia ser
muy grande ó aquella agua era deliciosa. Me inclino á
creer que las dos cosas eran ciertas.
Fué en ese momento, cuando mis acompañantes espe-
rimentaronun pasagero desaliento. Decian que no habia
pasto bueno para los caballos, los cuales no podian con-
tinuar; — deseaban, en fin, regresar al campamento de la
noche anterior, para allí ocuparse en lavar oro en la boca
io6
del rio Senguel, en tanto que algunas comisiones recono-
cian el terreno á vanguardia.
Pero habiéndoles manifestado que tenia resuelto ir
siempre adelante y no atrás, se conformaron y continua-
mos marcha á pié teniendo los caballos de la brida, hasta
dos leguas mas al oeste en donde encontramos un campo
bueno en el cual nos detuvimos para de allí esplorar el
lago y sus proximidades.
Establecimos aquí nuestro campamento núm. 4 1 situa-
do en 72^24' de longitud y 44*'57'52" de latitud.
El gran lago sin nombre, que ningim viagero habia
visitado antes, se compone de dos cuerpos; uno, esten-
dido de E. á O. que mide ctiarenta y un kilómetros y su
diámetro en la región Oriental, que es la mas ancha, de
veinte kilómetros.
Después se estrecha hasta unos ochenta ó cien me-
tros formando un segundo cuerpo de veinte y nueve á
treinta kilómetros estendido hacia el O. 30*" S.
Del estremo superior de esa parte del lago sale un
rio que desviándose algo mas al Sud penetra en las
montañas.
Es sin duda, este afluente, el rio Aissen.
Todo esto se pudo observar, distintamente desde la
cúspide del pico de una montaña de mil doscientos me-
tros, hasta donde solo consiguió trepar ese día (3 1 de
Diciembre) el ingeniero Katerfeld, razón importante por
la cual determiné darle ese nombre.
Al siguiente dia constató las observaciones del prime-
ro, el señor Murray Thómas, el cual desde un punto
107
adecuado, tomó del lago y sus contornos la vista foto-
gráfica que acompaña también esta memoria.
Pero, todos nuestros esfuerzos resultaron inútiles en
el sentido de pasar adelante y penetrar en el fértil valle
por donde corría un rio hacia el Oeste y que no podia
ser otro que el valle visitado por el Comandante.
Simpson.
Ademas, nos encontrábamos en el 45*'25' de latitud
por donde la Comisión chilena habia conseguido tras-
montar la cordillera; allí se veía un valle, un rio y un
boquete que no podia ser otro que el Paso de Simpson^
que así debe llamarse en honor á su descubridor.
Pero, las montañas escarpadas y los bosques espe-
sísimos nos oponian resistencia invencible por ese lado.
Faltos de herramientas, y ya escasos de víveres, sin-
tiendo ademas que las fuerzas físicas disminuian rápida-
mente, lo que quedaba comprobado con el hecho de que
solamente Katerfeld, Thómas y Wagner habian conse-
guido escalar una montaña de mil doscientos metros,
era bien aventurado continuar, y mas, cuando todo nos
decia que el éxito déla espedicion, tan feliz hasta enton-
ces, podia comprometerse. Por esta razón despaché
una comisión de diez hombres al mando del señor Mayo
con orden de bajar por la costa del Senguel, hasta un
punto en que pudiese cortar al S. algunas leguas ó
hasta el paraje en donde le fuere posible cambiar rumbo
al O. y penetraren el valle del Aissen, y una vez alcanza-
do el rio, procurar reconocer el paso á Chile.
Entre tanto, nosotros lo esperaríamos en nuestro pri-
mer campamento (Paso de los Tehuelches), en cuyo
io8
punto habíamos dejado la chusma y nuestros cargueros á.
objeto de ah'vianarnos en la marcha, pues en estas últimas
jomadas íbamos sin mas peso que el de los instrumentos
y viviendo de la caza.
Así, mientras uno de mis mejores ayudantes desem-
peñaba comisión de tanta importancia, continuamos
nosotros nuestras pesquisas por las costas del lago.
Como resultado de esta limitada escursion, consignaré
aqui ligeramente los datos que conceptúo de importancia
económica.
Trescientos metros al Oeste de nuestro campamento,
que puede reconocerse por una pirámide de piedras,
y una asta bandera, entra en el lago un arroyo que
baja saltando por entre piedras del lado del S.
Ese arroyo lo seguimos solo como dos kilómetros y
allí fué donde encontramos las muestras de carbón de
piedra; eran tres pedazos, y es dable suponer, que el
yacimiento de este mineral tan apreciado, no estaría
lejos.
Pero nosotros no logramos encontrar, si bien es
cierto que el tiempo nos faltó, — el depósito de donde
habían salido.
Ni aun siquiera pudimos distinguir la formación carbo-
nífera antigua y sin embargo lo que habíamos hallado no
era turba^ lignita ni antracita: era la trasformacion
completa en carbón purísimo, aun cuando no estuviesen
presentes para nuestros ojos profanos, las rocas meta-
mórficas y las pizarras cristalinas en cuyas entrañas de-
bieron efectuarse las evoluciones de su creación.
Esto coincide también con la noticia de que la
I09
espedicion chilena encontró carbón por ese mismo
paralelo.
La margen izquierda de ese arroyo está formada por
barrancas muy altas que corresponden á una montaña
que se desmorona deshaciéndose en partículas pequeñas
de color negro ceniciento, tal vez lava y cenizas de anti-
guos volcanes.
Es curiosa la circunstancia de que entre esa materia
tan deleznable que se derrama hasta en las aguas del
lago, vayan envueltos innumerables nodulos de todos
tamaños; los hay de dos clases, unos conteniendo óxido
de fierro presentan el color y la forma de panes, los
otros negros, de una sustancia muy compacta que pa-
rece un silicato, contienen amonites.
Hemos quebrado mas de sesenta, y cada uno guarda
un Molusco de esa clase, habiéndose encontrado también
algunos ejemplares de individuos que tuvieron dimensio-
nes gigantescas.
Eran Amonites tan grandes como una rueda de carro,
esto es, de dos y mas metros de diámetro.
La playa del lago es de arena y enormes piedras roda-
das; es menester ir saltando de una á la otra, no sin
peligro de caer.
Apartadas las piedras en varios puntos llegamos á
la arena, la cual lavada, resultó que no contenia la menor
partícula aurífera.
No obstante parece ser de allí de donde sale el oro que
arrastra el Senguel á tanta distancia.
Es sensible que no hayamos podido apreciar la pro-
tfundidad del llago, pero debe ser grande; generalmente
lio
está agitado, produciendo oleaje alto y rumores idénticos
á los del mar.
Tampoco vimos peces ni esqueletos de los mismos,
en la costa, en la cual se encuentra una faja de madera
seca que arrastrada por el agua marca el máximum de
creciente del lago, cuyo nivel de agua se hallaba al
parecer en estado normal.
Entre esos palos dispersos encontramos uno quemado,
rastro que se prestó á diversos comentarios y que podia
atestiguar la presencia anterior del hombre en aquellas
comarcas tan solitarias, si es que no habia llegado hasta
allí traído por la corriente de las aguas.
Mis amables compañeros, decidieron por su cuenta,
dar mi nombre al lago — y entre la pirámide de piedra
quedó una botella conteniendo un documento en el cual
consta ese hecho y mi decidida oposición á él, porque me
parecia impropio dado el carácter que investía, al dirijir
en jefe la espedicion.
El resultado de la comisión está trazado en el plano y
es el siguiente: marchó por el S. casi en la longitud de
nuestro campamento, precisamente hasta el grado 45** y
25* de latitud, descubriendo un rio que bajaba del Oeste,
el cual lleva el nombre de su descubridor. Divisaron otro
lago mas al S. que supongo sea el lago Buenos Aires,
según la distancia calculada por el señor Mayo.
Desde allí, no pudiendo internarse al Oeste por falta
de elementos, costearon el nuevo rio al E. diez kilóme-
tros, cortando en seguida hasta el rio Senguel con
rumbo N. E. á la altura por donde se le reúne el
arroyo que baja de la pendiente Oriental de la precor-
dillera.
El 1° deEnero improvisamos una fiesta, festejando la
entrada del nuevo año, después de la cual resolvimos em-
prender el regreso.
Rabiamos descubierto el oríjen del rio Senguel y si
bien no pudimos visitar á Chile por el Paso de Simpson
quedaba resuelto un punto bien complicado, esto es,
que Musters no llegó al estremo E. de donde parte el
Senguel y que Simpson tampoco habia alcanzado el
extremo S. O. del mismo lago de donde se desprende el
Aissen.
He aqui, pues, porque los trazados de esos dos viajeros
no coinciden en el terreno de los hechos, por mas que
se haya querido insinuar lo contrario.
Ese mismo dia nos despedimos del gran lago, dando
vuelta, hasta donde pudimos para contemplarlo una vez
mas, tal como sucede con una persona querida ó un
paraje predilecto que se abandonan, tal vez para
siempre.
A las once a. m. emprendimos la marcha y visitamos
el pequeño salto de las aguas al entrar en el cauce del
Senguel.
Vadeamos el rio por el mismo punto en donde lo ha-
biamos cruzado antes, no sin anotar una laguna que se
nos habia pasado desapercibida á la ida.
Desde el i"" hasta el 5 sufrimos mucho á causa de un
viento constante, helado y fuertísimo á punto de que
nos veiamos en serios conflictos para encender fuego y
conservarlo.
Algunos días después nos deteníamos en las barrancas
en donde se reúne al Senguel el río Quínua y allí reco-
nocimos que la formación terciaria llega hasta ese punto
por el gran valle, y ya desde entonces empezamos á
encontrar los moluscos antiguos de ese período.
Hasta ese momento habíamos descendido un grado y
medio de longitud con rumbo general alE.
Pero desde allí continuamos invariablemente hasta
70** de longitud y 45*'46' de latitud, en donde vadeamos
el Senguel á nado para reconocer otro rio, tal vez el
Aayon de Moyano, que corriendo paralelo al Senguel
bajaba del Oeste.
Por esa altura, poco mas al naciente vimos un gran
grupo de hombres y animales; en el acto, supusimos
que fuesen indios; tomando las precauciones del caso y
ya mas cerca, tuvimos la agradable sorpresa de reco-
nocer al vecino del Chubut don Juan Acosta, el cual
con un arreo de mil quinientas vacas seguía el ca-
mino trazado por Moyano con dirección á Punta
Arenas.
Acosta no llevaba baqueanos, pero siendo decidido é
inteligente marchaba así y con el libro de Moyano en la
mano, sin haber encontrado inconvenientes hasta ese
momento.
Acosta ros ayudó, acompañándonos en los sesenta
kilómetros que esploramos del nuevo rio, el cual recibía
otros dos afluentes que traían sus aguas del S. O. el
primero á 1 5 kilómetros desde la confluenda del Rio
Mayo con el Senguel, pues todo nos decía que era el
mismo que habíamos dejado arriba; y el segundo ávein-
"3
te y cinco kilómetros, medidos desde la desembocadura
del anterior.
Practicado ese reconocimiento que incorporaba otro
dato importante á nuestros trabajos, continuamos ba-
jando hasta el grado 46** de latitud y 69° y 47' de
longitud en donde el Senguel interrumpe su progresión
hacia elS. E. para formar un ángulo agudo desde donde
cambia rumbo hacia el N. E.
El valle del Senguel desde su confluencia con el rio
Quinua esgeneralmente bajo y anegadizo y en general
de malos pastos; las aguas se estienden en innumerables
canales que se reúnen y se separan á cada mo-
mento.
Solo ofrece un solo cauce profundo y corren toso en
las vueltas rápidas y en las gargantas que forma el
valle cuando lo estrechan las montañas de origen vol-
cánico.
Las costas del Sud de formación terciaria ofrece un
aspecto invariable en su composición y altura, apenas
interrumpido á distancias regulares por manchas de
pasto verde que denuncian la presencia de manantiales,
algunos de los cuales, llevan en pequeños hilos su tributo
al rio.
La margen del Norte presenta una faz distinta porque
después del valle, propiamente dicho, se eleva una
meseta cubierta de cascajo y pasto ralo, que se estiende
dos ó tres kilómetros hasta terminar en la base de una
consecución de cerros volcánicos que van ramificándose
en dirección Norte, que tal vez alcanzan hasta la cuenca
del Chubut, pues esa parte ha quedado inexplorada
"4
como se ve en el plano de la espedidon; no obstante,
en una entrada parcial que hicimos encontramos en esta
formación algunas salinas.
Pero, uno de los fenómenos mas curiosos que pudimos
ver en ese trayecto, es un manto inmenso de lava volcá-
nica que tiene en algunos puntos hasta diez metros
de espesor y el cual parece ser posterior á la formación
del valle del Senguel, pues en la margen opuesta del
rio no se encuentra indicio de su existencia y cree-
mos que es la misma capa de lava que antes, en esa
misma altura, habiamos visto sobre el valle del
Chubut.
Si en efecto es el mismo manto, abarca una región de
muchos centenares de leguas.
Existe un punto al pié de la meseta en donde moles
considerables de escoria han corrido hasta el agua, y
esto hace que sea bastante difícil pasar.
Es necesario trepar y marchar sobre ese manto unifor-
me y triste, desprovisto por completo de vegetación y
donde el paso del hombre no deja la mas leve
huella.
En este lugar ocurrió el único incidente desagradable
de mi viaje.
El sargento Franco llevaba mi anteojo y durante la
marcha se le cayó, advirtiendo esto ya un poco tarde.
Para buscarlo se quedó algo á retaguardia, sin permiso
ni orden mia.
Al seguimos, después, llegó al punto en donde no se
notaban las huellas nuestras y quedó estraviado y solo en
aquellos parajes desiertos.
"5
Mi pobre asistente Franco, ex-sargento del Batallón
1 1 de Infantería de línea, estuvo á punto de perecer de
hambre y de amargura.
Se le encontró felizmente, tres dias después, estenuado
físicamente, muy desmoralizado y ya perdida la espe-
ranza de conseguir incorporarse á nosotros.
Para demostrar, una vez mas hasta donde alcanza la
disciplina del soldado argentino, debo consignar que mi
asistente llevaba un frasco de coñac en que yo habia
echado frutillas, y mientras él andaba estraviado, yo pen-
saba que bien podia sostenerse tomando algunos tragos
cada dia, pero se abstuvo de probarlo porque sabia que
ese frasco lo tenia destinado para ofrecérselo al señor
Presidente de la República.
Ese coñac y esas frutillas eran, pues, cosa sagrada
para él. — Asi entendia el deber este modesto y leal ser-
vidor y hubiera muerto sin pensar en abrir el frasco !
En donde termina el manto de lava, bajamos al valle y
notamos que el rio se hacia muy tortuoso caminando en
un solo brazo por el valle que tenia allí cinco kilómetros
de ancho y buenos pastos. El rumbo general era
S. 45" E.
A las tres leguas de camino observamos que el rio se
recostaba tanto á la meseta que la habia desquiciado en
su base desprendiendo una cantidad de cal marga, tan
blanca y soluble que desde allí corrian las aguas muy
turbias.
El paso, pues, estaba interceptado y subimos nueva-
mente á la meseta que era dé sesenta pies de elevación
y su ancho de seis á ocho kilómetros hasta una cadena
xi6
de sierras negruscas, informes, de aspecto muy triste; el
piso era de arena colorada con cascajo fino, la vejetacion
muy pobre; y el terreno formaba una planicie completa-
mente horizontal.
Por allí continuamos marchando al paso hasta llegar á
un punto en donde el valle se estrechaba tanto que
apenas daba acceso al rio por entre una garganta de
montañas de pói*firo.
En ese mismo lugar la altiplanicie que seguíamos
cambió completamente de aspecto.
Nos bajamos del caballo para recojer una preciosa
flecha de cuarzo conteniendo dendritas, muestra elocuen-
te que ponia de manifiesto las intuiciones artísticas de
los antiguos patagones. Desde alh' contemplamos largo
rato el curioso paisaje que teníamos por delante. La
cadena de sierras que corrian paralelas á nuestra iz-
quierda, cuyos colores eran poco antes oscuros y tristes,
se habían tornado en vivos y variados, ostentando las
faces diversas del arco iris, pero colocados tan fuera de
tiempo y de lugar, con tan poca armonía, que una copia
fiel del aspecto que presentaban, habria sido considerada
como la obra de un pintor de imaginación enfermiza.
Recojí algunas muestras de todos esos colores y en
seguida bajamos al valle, admirando aun estas combina-
ciones caprichosas de la naturaleza.
. Después de recorrer pequeños vallesitos, pasamos á
observar prolijamente el gran ángulo en que el Senguel
cambia definitivamente su rumbo general al N. E.
Debo hacer presente que el valle de este rio carece de
"7
árboles, desde el grado 71 abajo y que en esta parte solo
se encuentran pastos de mediana calidad.
Colocados precisamente en el vértice del ángulo for-
mado por el rio, tomamos dos vistas de él, una de arriba
hacia abajo y otra en sentido opuesto — Precisamos su
situación en 45° 59* 2" de latitud y 69" 40' 16" de longi-
tud, á 388 metros sobre el mar.
El mismo punto que mi distinguido amigo el mayor
Moyano habia encontrado en 45^ 58' 36" de latitud y 69"*
46' de longitud.
No hay, pues, cuestión posible entre nosotros; la dife-
rencia es inapreciable, los dos hemos observado bien y
en último caso, este pequeño desacuerdo debe solo atri-
buirse á la distinta clase de instrumentos de que nos
hemos servido.
En ambos lados del valle se ve la formación terciaria
con sus yacimientos de ostras inmensas;^— pero las
barrancas en la costa izquierda son mas altas y en ellas
aparecen promontorios enormes de origen volcánico.
A esa altura atravesamos el rio por tres puntos distin-
tos, siempre á nado, buscando un paso cómodo que al <
fin encontramos á cuarenta kilómetros, rio abajo de nues-
tro campamento N**. 45.
Allí el valle asume las proporciones de un camp^
estenso cuyo diámetro es de cuarenta y dos kilómetros
con pasto regular, pero el terreno es anegadizo en sa ,
mayor parte.
Vadeamos el rio con el agua al pecho de los caballos
y á ese paso, el mejor que hemos encontrado le dimos el
ii8
nombre de Paso de Galenses y seguimos desde entonces,
por la margen derecha del rio.
Continuando cuarenta y cinco kilómetros con rumbo
N. E. caimos al lago Colhid que tanto ansiábamos co-
nocer.
Aquí, me permito llamar nuevamente la atención de
V. E. pidiéndole se digne fijar la vista sobre el punto del
plano en donde se encuentra este lago, cuyo sistema
hidrográfico no era conocido hasta este momento, no
obstante ser diversos los viajeros que pasaron por su
lado.
El mayor Moyano en viaje de Santa Cruz al Chubut
tocó en la margen S. de esta fuente practicando algunas
observaciones muy apreciables, si bien hechas al pasar,
lo que aumenta el valor de ellas.
En cuanto á los viajeros Thómas, Jones y Durnford,
llegaron hasta ese punto, regresando sin estudiar el lago,
porque solo buscaban buenas tierras para colonizar.
Por lo que respecta á otras personas que han escrito
sobre el Colhué, lo hicieron por noticias, y aun cuando
estas hayan prevalecido hasta hoy, no es menos cierto,
.(Jue ellas eran completamente equivocadas.
En resumen: se decia al respecto que el lago era pro-
fundo y de una estension como de veinte y cinco á treinta
lálómetros, teniendo la forma plana de una pera y que
sus aguas cristalinas, recibian el concurso de varios
^arroyos que venian del O., y por último que derramaba
sus aguas en el rio Senguel.
.Desgraciadamente, nada de esto se aproxima á la
verdad que se desprende de los hechos.
^^9
Dados estos antecedentes, diré á V. E. que la inmensa
sábana de agua que nos ocupa tiene su centro en un
punto del espacio que puede apreciarse en 45^ 20' de
latitud y 68** 45' de longitud.
La forma que le marcan sus contomos no es el de una
pera cortada en plano por su eje mayor, como V. E.
puede apreciar por su símil trazado en el plano, no cono-
ciéndose, en mi opinión, fruta alguna á la cual pueda
compararse.
El agua no es clara, pues como he referido ya, el rio
Senguel desde muchas leguas antes de cambiar su curso
general al Norte, arrastra gran cantidad de arcillas que
enturbian el agua y este rio penetra libremente en el
gran acuarium.
Ademas no es uno, sino dos lagos, ambos considera-
bles y perfectamente deslindados.
Podría también decirse que son cuatro, pues dos fuen-
tes mas pequeñas concurren á complementar el sistema
hidrográfico de este caudal de agua tan complicado y
curioso, aunque fácil de comprender, porque basca para
ello fijar un poco la atención en el plano.
El rio Senguel se derrama primero en la costa Sud de
un pequeño lago circular de diez kilómetros de diáme-
tro — y de la costa Norte del mismo depósito, parten dos
canales paralelos de uno y medio á dos kilómetros de
estension, por los cuales penetra rápidamente el agua en
el que llamaremos, lago Colhué^ que tiene un largo de
treinta y cinco kilómetros de N. á S. y trece de ancho de
E. á O. Su forma es cuadrangular, si bien en la región
del N. sus ángulos están redondeados, pero en las del S.
I20
son agudos, especialmente en el ángulo S. O. que se
prolonga en esa forma en una estension de tres kilo-
metros.
Este primer lago cuya altura sobre el mar es de 310
metros tieae un nivel inferior al del pequeño depósito de
donde recibe sus aguas; parece que no es muy profundo
y se limita al S. por el terreno aluvial del valle; al O. y al
N., por una consecución de tres cadenas paralelas de
sierras y de mesetas del terciario patagónico; esto es, la
formación que acompaña al rio Senguel y que habíamos
seguido desde muchos dias atrás.
Por el E. una cadena de cerros volcánicos de cuarenta
kilómetros de largo por dos y medio de diámetro, está
tendida de N. á S. como una barrera insuperable entre el
lago que nos ocupa y otro aun mayor que se encuentra
del otro lado y que llamaremos Musters,
Su altimetría es de 290 metros y la mayor longitud de
este segundo lago de forma muy irregular, es de cincuen-
ta kilómetros de N. O. á S. E., sin contar una laguna con
la cual se comunica por el E. y que tiene una dimensión
de dos y medio kilómetros en el rumbo antedicho y doce
kilómetros en la dirección que trae el Senguel.
Aquí debo hacer presente, que estos dos lagos y sus
accesorios, no reciben corriente alguna de agua por el
O. ni por el N., lo que he podido comprobar habiendo
rodeado con bastante dificultad la cadena de sierras que
se encuentra entre los dos lagos y desde cuyos picos cul-
minantes se distinguen con perfección los contomos de
los lagos, hasta en sus menores detalles.
Así, creo no equivocarme al asegurar que esas dos
191
fuentes caudalosas se nutren esclusivamente por las
aguas del rio Senguel, teniendo también como único
punto de desalojo, bien preciso y libre de obstáculos, la
boca superior del Rio Chico^ la que hemos precisado en
45* 36' 26" de latitud y 68*^ 21' 31" de longitud al S. O.
del Pico Onetto del cual tomamos con agrado una foto-
grafía en recuerdo del noble anciano que le da nombre y
cuyos importantes servicios harán siempre grata su me-
moria.
Esplicaremos ahora como recibe sus aguas el gran
lago Musters y la laguna Dillon.
Un kilómetro al E. de la boca del Senguel^ en el peque-
ño lago, sale un brazo angosto que corre primero al S. O.
tres kilómetros en donde invierte por completo la direc-
ción de su corriente para formar una isla baja y anegadi-
za, y en seguida, á poca distancia, se reúnen á un canal
mayor que naciendo en el ángulo S. E. del lago Colhué,
despunta la cadena central de sierras y sigue al N. E.
serpenteando por terrenos bajos, como son todos los
que rodean á los lagos, que cuando crecen los inundan,
hasta desembocar con un diámetro de sesenta metros en
el centro lateral S. O. del lago Musters.
Si los viajeros anteriores no vieron todo esto, es sin
duda, porque llegaron cuando toda la comarca estaba
invadida por la creciente y nosotros hallamos los lagos
cincuenta centímetros mas bajos que el nivel de sus
aguas.
Allí termina, señor Ministro, el rio Senguel, cuya es-
tension habíamos tenido la satisfacción de reconocer los
primeros, hasta en sus mas leves sinuosidad^.
182
Como un medio de comprobar la última observación de
longitud que habíamos hecho en la costa de los lagos,
cortamosrectamente hacia el E. midiendo el camino que
resultó ser de noventa y cinco kilómetros hasta el seno
del golfo San Jorge^ el cual recorrimos en considerable
estension reconociendo sus innumerables vertientes, tan-
to de agua dulce como salobre y que corren por cafiado-
nes fértiles, regando el terreno y alcanzando algunas
hasta el mar.
Investigando la playa del gran golfo, recogimos mo-
luscos actuales y plantas marinas — y coleccionando en
los derrumbes de las barrancas descubrimos entre los
moluscos, peces y cetáceos déla época anterior, algunos
fragmentos fósiles de un ave que tenia dientes y pies ex-
traordinarios.
Estas preciosas reliquias de un organismo extinguido
se encuentran hoy felizmente en manos del distinguido
paleontólogo, señor Ameghino, el cual se dedica con
empeño á su estudio, por ser, según lo ha manifestado,
el primer animal de esa clase encontrado en nuestro país.
En ese trayecto encontramos campos de buen pasto y
apropiado para el pastoreo de ganados.
Tanto ala ida como al regreso, atravesamos la triste y
sinuosa región, constituida por las mesetas de origen
terciario.
Pocos dias después nos encontrábamos nuevamente
sobre la margen S. E. del lago Musters, en donde toma-
mos algún descanso y nos entretuvimos en pescar truchas,
que son grandes y sabrosas, — y en admirar los árboles pe-
trificados, algunos hasta de diez y seis pies de largo; entre
123
estos los habia que conservan hasta sus gajos mas grue-
sos ; se encuentran envueltos en la masa terciaria y se
descubren en los desmoronamientos producidos por el tra-
bajo de las aguas en la actualidad .
Emprendimos desde allí nuestro regreso definitivo por
la margen derecha del rio Chico, que arrastra lentamente
sus aguas de color lechoso y espesas por la cantidad de
arcilla que contienen, las que siguen con rumbo N. E. por
un cauce estrecho que cruza campos pobrísimos y limi-
tados enestension, hasta que se mezclan con las corrien-
tes claras del rio Chubut, que se enturbian desde enton-
ces, por esta causa.
De este modo, ya marchando lentamente, á causa de
la fatiga corporal, al término de un viaje en que se habian
recorrido mil leguas, llegamos á Rawson, en donde nos
esperaban con arcos de triunfo y preparativos de her-
mosas fiestas, sus honrados habitantes, alborozados por
el feliz regreso de la expedición.
-«►«§•-
VIII
Aquí termina, señor Ministro, el relato de mi viage, y
solo me resta pedir á V. E. que sea indulgente al leerlo,
pues habiendo espedicionado casi sin recursos y sin ele-
mentos adecuados, al trasladar al papel las múltiples
observaciones hechas, he tenido necesariamente que in-
vadir dominios de la ciencia, reservados al especialista,
que descubre conexiones luminosas, bien asi como con el
microscopio se ven los infusorios, — y que sin duda para
mí habrán pasado desapercibidas.
Presento, entonces, este informe, modestamente, por-
que al redactarlo no me ha acompañado otra idea, sino
la de que podría con él, aportar un grano mas de arena
para mejor conocimiento de una región desierta de nues-
tra patria.
Con sentimientos de alta consideración, saluda á V. E.
LUIS JORGE FONTANA.
^
Ih
/f
Dedicado paPsuAirlf^r I
DON JULIO A.ROCA.
'i
i
i-
ir
I
i¡»->.
f
[
f
i;