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Full text of "Viaje de exploración en la Patagonia Austral"

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35 




■5~A S^oi^.CS 



I 



HARVARD COLLEGE LIBRARY 

SOUTH AMERICAN COLLECTION 




THE CIFT OF ARCHIBALD CARY COOLIDCE, '87 
AND CLARENCE LEONARD HAY, '08 

IN REMEMBRANCE OP THE PAN-AMERICAN SCIENTIFIC CONGRESS 
SANTIAGO DE CHILE DECEMBER MDCCCCVIII 




,:^^ 



VIAJE DE EXPLORACIÓN 



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Buenos ^ires 

28ia-Tallepe8 de LA TRIBUNA NACIONAl-, Bolívar 88 

1886 



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Hacia nueve años que recorría las ¡nconmensurables 
planicies del Gran Chaco y tocaba á su término la undé- 
cima espedicion en que tomaba parte activa. 

La 2* columna del Chaco Central, compuesta de dos 
compañias del Batallón 7*^ de Infantería, de un escuadrón 
del Regimiento 6** de Caballería y de una partida de indios 
lanceros, constituían las fuerzas de mi mando y á ellas 
había cabido el honor de distinguirse de una manera remar- 
cable, no solo por la actividad y acierto con que maniobra- 
ron en esa jornada, que dio por terminada la conquista y 
ocupación del Chaco Argentino, sino también porque les 
tocó recorrer y relevar una de las zonas considerada como 
desconocida. 

No era de estrañarse; el Batallón 7'' y el Regimiento 6* 
de Caballería tienen antecedentes dignísimos, y serán siem- 
pre, no lo dudo, dos cuerpos de nuestro Ejército de cor- 
rectísima disciplina, de valor y de resistencia insupe- 
rables. 

Siempre su recuerdo emana para mí algo como la aspi- 
ración de un perfume predilecto y no me es posible ceder 



alas espansiones íntimas, esclamando de paso: ¡loor á sus 
jefes, oficiales y soldados de todos los tiempos! 

Era el 3 1 de Noviembre — y después de doce dias de 
penosas marchas dentro del agua, mis soldados ni esta- 
ban fatigados ni tenian hambre, pero quise darles descanso, 
sóbrela margen izquierda del rio Teuco. Allí, á la som- 
bra del bosque, — viendo correr el agua rojiza como la 
sangre, haciendo construir un fortin y soñando con la 
grandeza de mi patria, hacía pasear la mente por sus ríos, 
los mas estensos del mundo, — por sus bosques, solo acce- 
sibles al hombre intrépido, subiendo á sus montañas es- 
carpadas y cubiertas de nieve, que derrite con la púrpura 
de sus volcanes el corazón incandescente del planeta en la 
soberana espansion de sus latidos — ó bien recorriendo las 
verdes llanuras sin límites, — evocaba en cada una de esas 
estrañas formaciones de la naturaleza, siempre admirable 
y portentosa, la imagen soñada de la patria, qne surgía 
resplandeciente en el llano, en la montaña y en el rio, — en 
los gloriosos años de nuestra historia ó en el infinito de 
nuestro porvenir. 

Los acontecimientos sociales y políticos que nos cons- 
tituyen como nación, desde el primer grano de arena que 
se aportó para esta civilización Argentina, que será una 
de las mas grandes del mundo, desfilaban en los eslabones 
clarísimos de la memoria y los veía sucederse con lógico 
encadenamiento de hechos verdaderamente estraordina- 
rios que nos han traído á la senda verdadera del progreso 
moderno, á la manera como el mundo actual, después de 
sucesivas evoluciones y de grandes cataclismos, fué adqui- 



riendo la amplitud de su calor y la belleza de su luz, de sus 
formas y sus matices de imponderable encanto. 

Y en medio de ese cúmulo de recuerdos en que vagaba, 
seguía observando con losojos entreabiertos como se des- 
lizaba el agua mansamente: la misma de otros siglos, el 
mismo aire, la misma luz y la misma sombra, — en una 
palabra, la evolución constante, invariable, de la materia 
orgánica é inorgánica á impulso de agentes naturales 
conocidos y estudiados en su poder y su fuerza, impene- 
trables en su esencia. 

Después, como una realidad del presente, estaba allí á 
mis pies, el indio, tan indómito y salvaje como el dia en 
que el ¡lustre genovés descubrió el nuevo continente; pero 
á su lado, en vez del conquistador aventurero, sin mas 
elemento de acción que su casco de hierro, su voluntad y 
la fuerza de su brazo, se levantaba simpático y airoso el 
soldado argentino, sin armadura, sin fanatismo ni fiebre 
de riquezas, — aunque igualmente valeroso, heroico en la 
batalla, sin mas albedrío que el deber y la disciplina, — 
máquina consciente — por decirlo así, que mueve la vibrante 
voz de mando, imprimiendo fuerza inicial á sentimientos 
de abnegación y de bravura. 

Fué en esos momentos inolvidables de mi vida, cuando 
por un chasque portador de comunicaciones del Exmo. 
Señor Ministro de la Guerra, en campaña, General Don 
Benjamin Victorica, para el Jefe de la Brigada del Chaco 
Central y Gobernador del Territorio, Coronel Don Igna- 
cio Fotheringham, recibí inopinadamente el siguiente 
parte telegráfico: 



Buenos Aires, Noviembre 37 de 1S84. 

Señor Teniente Coronel Don Luis Jorge Fontana. 

CangaUé. 

Oficial — Con placer le comunico que ayer firmó el 
Señor Presidente de la República decreto nombrándolo 
Gobernador del Territorio del Chubut. 

Lo felicito por ello — y sería necesario se apresure Vd. 
á venir para proceder á la organización de la Goberna- 
ción con la brevedad que el interés público exije. 

Bernardo de Irigoyen. 

El dia 15 de Diciembre del 84 hablan terminado las 
operaciones militares en la región Central del Chaco, y el 
25 del mismo, me despedí cordialmente de mis amigos y 
compañeros de armas en el puerto de Formosa, Capital 
del Territorio, que yo habia tenido la honra de fundar 
pocos años antes. 

El honor que el Señor Presidente de la República me 
había dispensado, nombrándome Gobernador del Chubut» 
obligaba en mucho mi gratitud, creando para mí grandes 
deberes que yo queríaydebia pagar al país, en el límite de 
mis fuerzas, para acreditar al menos que todo mi anhelo se 
cifraba en hacerme digno del puesto y del magistrado 
que me habia dispensado tanta confianza colocándome 
en él. 



Hubo más aún. En el viaje á Mendoza y San Juan, — 
en esa hermosa fiesta donde la nacionalidad argentina 
anudó un eslabón mas de acero para salvar distancias y 
aproximar sentimientos — y que marcará una efeméride 
gloriosa en los anales del progreso nacional, — el señor 
Presidente de la República, con la benevolencia que inme- 
recidamente me ha demostrado siempre, tuvo la bondad 
de decirme, que me había nombrado Gobernador de este 
Territorio, porque tenía la seguridad de que yo haría 
mucho en bien del progreso de esta parte de la República, 
que él consideraba importante, no obstante ser casi des- 
conocida. 

Esas palabras me comunicaban nueva fuerza, — y tran- 
quilo dispuse mi viaje, decidido á cumplirlos deberes que 
me imponían mi honor y mi conciencia, aunque fuese ne- 
cesario perder la vida. 

El 1 5 de Mayo del mismo año salí de la Capital con 
mi nombramiento y las instrucciones recibidas de manos 
del Exmo. Señor Ministro del Interior, Dr. D. Bernardo 
de Irigoyen, á quien soy acreedor de las mayores consi- 
deraciones. 

El 28 de Mayo llegué á Rawson y pasé el invierno 
aclimatándome al país, practicando pequeñas escursiones 
por la costa del mar, en conocer á los habitantes, estu- 
diando sus necesidades y costumbres; en establecer la 
Gobernación y las oficinas de su dependencia, que han 
funcionado con perfecta regularidad en el resto del año — 
y buscando datos y elementos para la espedicion que 
proyectaba al interior del país. 



Los colonos galenses, estrechados en las tierras poco 
fértiles que cultivan y careciendo de agua suficiente para 
regarlas, suspiraban hacia veinte años por conocer los 
valles de la Cordillera, cuya exuberancia de vegetación 
les habia sido noticiada por los indios Tehuelches que 
anualmente llegaban á estas poblaciones á comerciar con 
los colonos. Los indios amigos les decían que el interior 
de la región chubutiana era una delicia — ^y el clima tem- 
plado y saludable, que los ríos corrían en todas direccio- 
nes y que era grande la variedad de árboles y frutas. 

La imaginación exitada del galense concebía un Eldo- 
rado y quedaba entristecido al ver como su arado seguía 
surcando la tierra dura y seca. 

Muchos jóvenes que habían leido el viaje de Musters 
desde Punta Arenas hasta el rio Negro, pasaban las 
horas de su vida, pensando en las comarcas floridas de 
las faldas del Andes, mirando al sol descender como 
lluvia de oro tras de esa región de encantos que tanto 
ansiaban conocer. 

Algunas veces el colmo del entusiasmo los había lle- 
vado hasta la temeridad intentando salvar el muro de 
granito que los separaba de la tierra fecunda que podría 
darles bienestar y riqueza, pero la falta de recursos unas 
veces y otras la lanza del indio dando muerte al invasor, 
habían vuelto á cubrir aquellos parajes con misterioso 
velo avivándolos incentivos que despertaban. 

Foresto, á mí llegada al Territorio y con la noticia de 
que proyectaba llevar á cabo una espedicion á las Cor- 
dilleras con el propósito de estudiar esta región, renacie- 
ron sus constantes aspiraciones. 



II 



En el mes de Junio tuvo lugar un meeting, en el cual 
los colonos delegaron al señor Juan Thomás á fin de que 
apersonándose al infrascripto, recabase su permiso, caba- 
llos y víveres para efectuar un reconocimienro hacia el 
Oeste de esta Colonia. 

Les contesté por el mismo señor, que agradecía mucho 
tan buena voluntad y me felicitaba de que los vecinos de 
esta localidad se encontrasen animados de tan buen 
espíritu, pero que no me era posible acceder á sus pedi- 
dos, — porque no conociendo el país, ignoraba las dificul- 
tades y peligros á que se hallaban espuestas las personas 
que formasen parte de esa espedicion, recordando también 
como único antecedente, que otras espediciones análogas 
que habían salido antes fueron atacadas y extermi- 
nadas por los indios y que si ocurriese un caso idéntico 
la responsabilidad recaería en mí por el carácter oficial 
que investía. 

Que por otro lado, carecía de elementos de movilidad 
necesarios y que el Gobierno General me tenía también 
encomendada la esploracion oficial del Territorio, para 
cuyo efecto me llegarían del Rio Negro los elementos 
adecuados, y que entonces, con mayores seguridades, no 
tendría inconveniente en aceptar los servicios de los colo- 
nos dándoles en la espedicion la participación que mere- 
cían por su decisión y espontaneidad en sus ofrecimientos. 

Se retiró el señor Thomás aparentemente complacido, 
pero á fines del pasado Setiembre regresó con el mismo 
propósito, haciéndome presente que los elementos oficia- 
les no habían llegado; que la estación propicia para espe- 
dicionar se pasaba, que ellos hacían esfuerzos desde 



12 



veinte años atrás por realizar una ¡dea meditada de ante- 
mano, y finalmente, que creía que la autoridad no debe- 
ría oponerse á darles el permiso que reiteraban. 

Además, me hacian presente que antes de dar este 
nuevo paso, habian compulsado los elementos con que 
contaban y que ellos pondrían completamente á mi dispo- 
sición, si yo tuviese la deferencia de tomar el comando 
de la empresa. 

Dichos elementos constaban de treinta hombres y de 
un valor como de 6,000 pesos moneda nacional en caba- 
llos y dinero disponible para surtido de víveres, etc. y 
solo tendria yo que proporcionar una parte del armamen- 
to y municiones. 

Aceptada la proposición en vista de que en efecto te- 
nian razón, al suponer que no llegando los elementos ofi- 
ciales á tiempo, tendríamos que perder un año mas; me 
puse sin demora al trabajo de dar organización á las ftier- 
zas espedicionarias que se plantearon en la forma si- 



guiente: 



30 hombres jóvenes; ginetes excelentes y esperimen- 
tados en el manejo del arma que iban á usar. 

20 cargueros con víveres para tres meses. 

260 caballos en buen estado. 

30 fusiles Reminghton y 100 tiros por hombre. 

2 cargueros con instrumentos científicos y herramien- 
tas para minas. 

I botiquin y sus accesorios. 

Dadas mis órdenes, todos los preparativos fueron eje- 
cutados por los señores Thomas y don Gregorio Mayo, 
vecinos respetables, radicados en el territorio, los cuales 



^3 

deberían desempeñar el empleo de oficiales ayudantes del 
infrascripto durante la jomada, como también el Ingeniero 
de minas don Guillermo Katterfeld que desempeña el 
puesto de Agrimensor de la gobernación á mi cargo. 

El dia 13 de Octubre del año ppdo., todo estaba listo 
para ponernos en camino, habiéndose convenido en que 
al siguiente dia daríamos principio á ese viaje que tanto 
habian anhelado realizar los colonos del Chubut. 

Dados estos antecedentes que he juzgado conveniente 
relatar, me ocuparé algunos momentos del conocimiento 
que se tenia de esta región antes de mi espedición. 



••^ae-- 



II 



Debo antes recordar que el territorio de la Patagonia 
Austral, comprendido entre el océano Atlántico y la 
Cordillera — y entre los paralelos 42 y 46 de latitud Sud, 
estension que comprende los límites territoriales de la 
Gobernación del Chubut, era hasta entonces casi en 
totalidad completamente desconocida, — y la parte misma 
de que se tenia noticia, no habia sido bien estudiada 
como voy á demostrarlo. 

Veamos lo que en este sentido mencionan los viajeros 
é historiadores contemporáneos de la Patagonia, los cua- 
les, á mas de conocimientos adquiridos personalmente, 
han leido, comparado y comentado, cuanto se ha escrito 
al respecto antes de ellos. 

Empezaré por los viajeros esploradores mis amigos, 
el doctor Francisco P. Moreno, Director del Museo de 
la Plata; don Ramón Lista, Oficial Mayor del Ministerio 
de Marina y el Sargento Mayor de Marina don Carlos 
Moyano, actual Gobernador del Territorio de Santa 
Cruz. 



i6 



Moreno en su libro titulado t Viaje á la Patagonia Aus 
trah, dice lo siguiente en lapág. 33: cEl sistema hidro- 
gráfico del Chubut es poco conocido. Las distintas car- 
tas geográficas que circulan están casi todas de acuerdo 
en colocar las nacientes de ese rio por los 43"* de latitud 
Sud, haciéndole recorrer una línea casi recta al oriente 
hasta el océano; pero los materiales con que esos mapas 
han sido formados, merecen tan^^poco crédito, que puede 
aun ponerse en duda la situación de punto tan interesante 
de la geografía de la Patagonia. » 

cEl viaje del capitán Musters contiene los datos mas 
dignos de crédito que hasta hoy se hayan publicado sobre 
las numerosas ramificaciones inesploradas del Chubut, 
ramificaciones que el esplorador inglés ha cruzado en sus 
fuentes. > 

Y mas adelante agrega; c Además no está determina- 
do astronómicamente el último punto donde la espedi- 
cion chilena alcanzó, ni el camino que llevó Musters. El 
que estudia esta cuestión, se ve perplejo, al notar que 
dos marinos como Musters y Simpson, no estén de acuer 
do en sus trazados. > 

Después, al terminar el capítulo en que da ligeras no- 
ticias con reladon á la cuenca del rio Chubut, y en gene- 
ral al sistema hidrográfico de esta r^on, se espresa así: 
cCon todo lo que antecede, queda descripta la cuenca 
hidrográfica del Chubut la que he bosquejado, en gran 
parte, con datos que he tomado de informes verbales de 
los colonos, del señor Dumford, del diario de Musters, 
de los indios, y ayudado por lo poco que he visto.» 



Lista, dando también algunas generalidades al res- 
pecto, dice en las páginas 25 y 26 de su último libro, 
titulado «Esploracion de la Pampa y de la Patagonia, que 
el Senguel ha sido esplorado muy superficialmente — y 
después agrega que sus nacientes fueron descubiertas 
por el capitán Musters. 

Esto último es inexacto, pues Musters nunca vio las 
nacientes de dicho rio como puede constatarse leyendo su 
libro y examinando su itinerario. 

El Mayor Moyano trazando un camino entre los ríos 
Chubut y el Santa Cruz, trabajo importante que hoy per 
mite el trasporte de ganados hasta las poblaciones chi- 
lenas de Punta Arenas, es según lo he comprobado el 
único que da algunos datos geográficos exactos, tratán- 
dose del rio Chubut, desde Rawson hasta la confluencia 
con el rio Chico, después siguiendo este afluente hasta 
los lagos Colhué y Musters y desde esas fiaentes remon- 
tando el rio Senguel hasta el punto en que cambia vio- 
lentamente el curso de su corriente hacia el N. E. 

Pero Moyano se equivoca cuando hablando del desa- 
güe de los lagos en el rio Chico supone que no existe 
abertura y que la comunicación y trasmisión del agua 
debe efectuarse por infiltración. 

La comunicación libre entre los lagos y el rio existe; he 
estado en ella para estudiarla y traigo una fotografía que 
la representa. 

Después de estos viajeros que estuvieron de paso en 
este territorio, tenemos las espediciones de los vecinos y 
colonos de esta localidad. 



i8 



Los señores don Juan Murray Thomásy don Luis Jo- 
nes, son personas que merecen ser mencionadas en este 
caso por los esfuerzos laudables que han hecho propen • 
diendo al conocimiento y progreso del territorio que me 
ocupa. 

Ellos, varias veces emprendieron viajes de esploracion 
que siempre fueron útiles dando alguna luz en medio del 
completo desconocimiento de esta región, remontando el 
rio Chubut, alcanzando distancias considerables, llegando 
hacia el S. O. hasta los lagos Colhué y Musters; pero 
nunca habian conseguido salir de esa formación jigantesca 
de masa calcárea formada de bancos y capas montañosas 
de sedimentación y del piélago inmenso que agrupa y es- 
trecha los cerros abruptos de la formación volcánica de 
dos épocas geológicas que se conservan y dominan la 
mayor estension del país. 

He revisado los apuntes del señor Thomás y como 
ellos no carecen de importancia, es verdaderamente la- 
mentable que su autor no los haya dado á la publicidad. 

El señor Jones se limitó, por su parte, á la impresión de 
un croquis topográfico délos parajes que recorrió, el cual, 
si bien en su tiempo prestó algún servicio al conocimiai- 
to de la Geografía de la Patagonia, carece hoy completa- 
mente de valor científico. 

Para demostrar su inexactitud basta decir que el rio 
Thonsim que presenta como afluente del Chubut, no exis- 
te; es únicamente un desagüe de las sierras en tiempo de 
lluvias y el gran recodo, del Sud del rio Senguel, que él 
coloca en el 47"* y 3 1' de latitud solo alcanza al 45** y 59* 
de latitud Sud. 



'9 

Un señor Durnford también practicó algunos recono 
cimientos, pero por las noticias recojidas de boca de algu- 
nas personas de mi relación, veo que sus resultados no 
adelantaban nadaá lo ya espuesto. 

En mi viaje, Retenido ocasión de constatar que laespe- 
dicion de colonos que alcanzó mayor estension hacia el 
poniente, fué la de los individuos Juan Evans y Richard 
Jones los cuales remontando por la costa Sud del rio Chu- 
but alcanzaron hasta el grado 69 de longitud. En pocos 
dias mas de marcha, habrían salvado la precordillera y lle- 
gado á un valle encantador, pero un encuentro fatal, no 
permitió que ellos vieran realizado el dorado ensueño de 
sus deseos, porque atacados inesperadamente por los 
salvajes, fueron bárbaramente asesinados con refinamien 
to de crueldad á escepcion del joven John Evans que des- 
peñándose en un abismo con su caballo, se salvó de la 
manera mas casual. 

Para terminar con esta reseña de hechos que hecreido 
indispensable recordar y haciendo merecida justicia á 
todas aquellas personas amantes del progreso y de la 
ciencia, diré que algunas espediciones alcanzaron las ma- 
yores distancias dentro del límite territorial de esta go- 
bernación; pero si bien en la parte pertinente que las 
motivó, — persecución y apresamiento de indios, — los 
resultados sin embargo fueron en las mas veces comple- 
tamente satisfactorios, — y concurrían, al convencimiento 
de que la región alta de este país era en sumo grado im- 
portante. 

Las espediciones destinadas á la persecución del ene- 
migo, nunca permiten, que los oficiales que las dirijen, 



20 



practiquen relevamíentos, ni buenos ni malos del terreno 
que recorren, aun cuando dispongan de la instrucción 
para los trabajos de ese género. Por eso entre los Jefes y 
oficiales que operaron por este lado del territorio en la 
conquista definitiva déla Patagonia, solo el Teniente 
Coronel Lino de Roa, fué el único que presentó en el año 
84 un informe de su escursion militar y que fué publicado 
en uno de los diarios importantes de la capital. 

Dada la competencia del mencionado Jefe, he creído 
que su relación era de importancia inmediata para mi, 
antes de empezar mis viajes por este lado, pero no he 
conseguido esa memoria ni el croquis, aun cuando la soli- 
cité oportunamente del señor General Vinter,Gobernador 
del Rio Negro, á cuyas órdenes presta servicios actual- 
mente el Comandante Roa. 

Solo sé por noticias recogidas aquí, que con las fuerzas 
de su mando, marchando de Norte á Sud cayó á la margen 
izquierda del rio Chubut por el grado 68 de longitud, 
que de ese punto bajó algunas leguas hasta el Paso de 
los Indios, que allí vadeó á nado el rio y tomando el ca- 
mino alto de los indios marchando con rumbo S. O. se 
internó en las montañas para regresar por el mismo ca- 
mino y bajar desde el mismo Paso por la costa derecha del 
rio Chubut, hasta la Colonia. 

Pero habiendo encontrado yo en la costa del mismo 
rio, una botella que el Comandante Roa, habia confiado 
á la corriente conteniendo una comunicación dirigida al 
comisario de la Colonia, don Juan Finocheto saqueen de- 
ducción de ese documento que el Comandante Roa andaba 
con sus instrumentos descompuestos, cosa que no es de 



31 



estrañarse en viajes penosos, á marchas precipitadas, 
yendo á caballo y en los cuales, como es natural, no hay 
cronómetro que resista ni teodolito que no se desajuste 
con el traqueo. 

El citado documento está fechado en la costa del rio 
Chubut en los 43° de latitud y 68° 45' de longitud del 
meridiano de Greenwich. 

Pero como esos paralelos no coinciden de ninguna ma- 
nera sobre el cauce actual del rio Chubut, resulta pues, 
que la observación de la longitud ó bien de la latitud es 
falsa y que por consiguiente los instrumentos con que se 
practicaron estaban alterados; no pudiendo suponerse el 
caso de error de cálculo ni mucho menos á falta de los 
instrumentos indispensables de observación desde el mo- 
mento en que se citan posiciones astronómicas en gra- 
dos y minutos. 

Sólo por este dato, debemos desconfiar de la exactitud 
de otros puntos geográficos que haya anotado en su iti- 
nerario. 

De estas deduciones apuntadas al correr de la pluma, 
pero que bastan á persuadir por su carácter lójico, resulta 
que de lo publicado hasta hoy con respecto á la hidro- 
grafía, geografía y geología del interior de esta región, 
ya sea tomado de libros ó planos antiguos ó bien fundán- 
dose en la palabra del Capitán inglés Jorge Chaworth 
Musters ó por noticia de los indios — carece en su mayor 
parte de verdad y precisión, debiéndose aceptar como 
buenas tan solo las observaciones de Moyano en lo rela- 
tivo al cálculo exacto, — y en cuanto á la parte descripti- 
va la seguridad que dan Musters y Roa de que los valles^ 



32 



campos y bosques adyacentes á las cordilleras constitu- 
yen una región adecuada é importante para la radicación 
del hombre y desenvolvimientos consiguientes de la in- 
dustria. 

Esto bien entendido, en lo que se refiere á la región 
andina, pues en la parte opuesta que limita el mar Atlán- 
tico, Moreno, Lista y algunos otros, han prestado inapre- 
ciables servicios, á la geografía y al país con las intere- 
santes noticias que dan en la relación de sus viajes. 

Pero como en la enumeración de los trabajos que con- 
ceptúo como devSprovistos de autoridad científica cito 
precisamente al libro de Musters, considerado por todos 
como el estudio que contiene los datos mas dignos de 
crédito que hasta hoy se hayan publicado sobre las nume- 
rosas ramificaciones inesploradas del rio Chubut (ramifi- 
caciones que el esplorador inglés, cruzó mas abajo de sus 
nacientes y no en ellas como asevera Moreno) creo deber, 
haciendo justicia al distinguido viajero que recorrió ma- 
yor estension en la Patagonia, antes que nosotros, mani- 
festar que el Capitán inglés don Jorge Ch. Musters, mari- 
no distinguido, dotado de talento y de valor, emprendió 
viaje desde la Colonia de Punta Arenas hasta el Carmen 
de Patagones, acompañándose, ó mejor dicho, formando 
parte de una tribu de indios Tehuelches, y él que nunca 
habia viajado por los portentosos desiertos de la América 
del Sud, creyó posible realizar su proyecto, verdadera- 
mente plagado de dificultades y de peligros, uno de los 
cuales, era el hecho de entregarse por completo y sin 
condiciones en manos de los indios por un año entero, 
tiempo) en que fuese cual fuese su suerte no podria librar- 
se de ellos ni comunicarse con otras personas. 



^3 

Pero s¡ bien los Tehuelches lo trataron espléndida- 
mente porque le dieron un gran quillango de guanaco y 
botas de potro para cubrir su cuerpo y sus pies cuando se 
acabaron sus ropas y su rico calzado; carne y agua todos 
los dias y buen fuego y muchos perros á su alrededor 
en las noches crudísimas de invierno para que no se mu- 
riese de frió, — comprendió bien pronto que su proyecto 
de hacer relevamientos topográficos cuyo valor habría 
sido muy grande, como que le hubiese abierto un camino 
lucidísimo en el mundo científico, —no era posible de rea- 
lizar, dada la índole especialísima de la caravana á que 
iba agregado y que imprimía curso opuesto á sus deseos 
desquiciando sus mejores planes. 

Los instrumentos que no se le hablan perdido, estaban 
rotos y descompuestos; no tenia ni papel en que escribir 
y los indios que miraban con recelo toda tentativa de 
estudio ó de análisis, le llevaban por distinto rumbo á 
aquel que deseaba él seguir en la esperanza de recojer un 
nuevo dato para la ciencia y un laurel para su frente aba- 
tida por las penurias de la marcha. 

No obstante, Musters, á quien habia dotado la natura- 
leza de grandes dotes, con su ánimo siempre fuerte y su 
excelente memoria, se dedicó á observar las costumbres 
de sus abigarrados compañeros, penetrando con su inte- 
ligencia superior en el móvil de las acciones de los pobres 
indios y en la necesidad de los usos que el medio les de- 
marcaba, ya que no podia determinar ángulos, medir dis- 
tancias y apreciar alturas. 

Así fué, que al regreso de ese viaje estraordinario, cu- 
yos sufrimientos le acarrearon muerte prematura, e^rU 



^4 

bió un libro de mucho valor literario é interesantísimo 
como trabajo descriptivo, pero en el que cae en el error 
cuando saliendo de ese círculo atrayente, quiere por 
meros recuerdos, señalar un punto del espacio ó trazar 
el curso de un rio. 

Yo he hablado con un indio de la nación Tehuelche 
que conoció á Musters, el cual conservaba de él los me- 
jores recuerdos — y mi amigo Francisco Moreno, recogió 
de boca de la india María, estas palabras que demuestran 
con sobrada elocuencia, el estoicismo del noble joven : 
€ Musters mucho frió tenía, muy bueno, pobre Musters. » 

Las penalidades que este valiente marino sufrió y que 
aumentan en verdad el valor de su excelente relato de 
viaje ; merecen tenerse en cuenta al tributarle un recuer- 
do de agradecimiento y simpatía. 

Moreno ha dado en su carta de la Patagonia, el nom- 
bre de Musters al lago llamado por los indios Colhué 
desde tiempo inmemorial y si bien hallo conveniente y 
justo perpetuar la memoria del esclarecido viajero que 
por primera vez tuvo el honor de cruzar la Patagonia 
de estremo á estremo; soy también de opinión, que de- 
ben respetarse los nombres tradicionales de los lugares 
porque asi es mas fácil evitar confusiones y es mas lójico 
y mas rápido el progreso y la divulgación de la geo- 
grafía. 

No por esto pretendo negar ese derecho legítimo que 
tienen los primeros esploradores de una comarca des- 
conocida para dar un nombre á algo que no lo tiene. Lo 
único que de.seo insinuar es que seria de desear mas par- 
quedad á este respecto. 



^5 

Foresto creo que antes de llamar Musters á un lago en 
donde él no solo no estuvo, sino que habiéndolo situado 
geográficamente por noticias de los indios, lo situó mal 
(á mas de un grado del punto verdadero en que se en- 
cuentra), habría sido mejor dar su nombre á uno de los 
valles por donde Musters pasó, en su trayecto de Sud á 
Norte y el cual carece de nombre. No hay duda que esto 
habría sido mas correcto, tanto por lo dicho, como por la 
circunstancia de que Moreno no estuvo tampoco en el 
mencionado lago Colhué Huape, habiendo despojado á 
la distancia á esa hermosísima fuente de su nombre pri- 
mitivo. 

Mas como resulta, que son dos los lagos y nó uno y 
ya que en la carta de Moreno y aun en una que yo 
construí con datos oficiales para servir á la discusión 
sobre límites con Chile, damos ese nombre, bien puede 
llamarse Colhué Huape al lago superior al Sud, Mtis- 
ters al segundo; y á la laguna, consecución de este últi- 
mo por el noreste Laguna Dillon como la llaman los 
colonos galenses desde algunos años, en testimonio de 
reconocimiento hacia el respetable señor donjuán Dillon, 
ex-jefe del Departamento Nacional de Inmigración. 

Así lo consigno interinamente en mi Plano,porque tam- 
bién pienso que cuando los viajeros ó esploradores dan 
nombres á los sitios que descubren ó visitan, deben ser 
con carácter provisorio, esperando que el gobierno re- 
suelva definitivamente el punto. 

Cuando Musters llegó al Rio Negro se alojó en la 
casa del actual vecino de este territorio señor Mauricio 
Humphreys; y Mrs Isabel Humphreys me ha relatado que 



26 



Jorge Musters, era un joven de 27 años, simpático, de 
modales finos y físico delicado; había sufrido tanto que 
tenia ya el germen de la enfermedad que tres años mas 
tarde le arrebató la existencia. 

Llegó en estremo débil y envuelto en pieles como un 
salvaje. Su miseria habia sido tan ruda durante su per- 
manencia entre los indios que aun después de mucho 
tiempo de hallarse en medio del confort que procura la 
vida civilizada, vestido ala moda y perfectamente limpio, 
no le habia sido posible olvidar el hábito contraído en su 
obligada promiscuidad con una raza inferior y desaseada 
— y maquinalmente llevaba las uñas á la cabeza. Tan 
espantosa es la vida entre los salvajes! 

Con lo que llevo dicho, creo haber demostrado con 
amplitud que este territorio era mal conocido y que el 
viaje de que doy cuenta, efectuado con el propósito deli- 
berado de practicar un reconocimiento prolijo en el mis- 
mo, es el que ha dado resultados mas conclm entes y 
precisos, especialmente en lo relativo á la parte geográ- 
fica y conocimientos de las condiciones naturales del sue- 
lo en sus conexiones económicas para radicamiento pró- 
ximo del hombre. 

Yo no he copiado nada de nadie; son mis observacio- 
nes propias, todas en el campo mismo y en presencia de 
las cosas y si mi trabajo en parte es deficiente, debe atri- 
buirse á mis pocas fuerzas y á los pobres elementos con 
que contaba. 

La memoria y los planos que tengo á honor de presentar 
á V. E. y que dedico al Exmo. señor Presidente de la 
República, describen con rigurosa exactitud la región que 



he recorrido palmo á palmo, dejando en blanco los pun- 
tos en donde no he pisado ni dominado con la vista; pero 
en cuanto á las comarcas relevadas, el trabajo espuesto 
puede y merece reputarse como la espresion mas fide- 
digna de la verdad. 



'^^K^' 



III 



Aun cuando la parte pertinente de esta memoria, esté 
al pié de las Cordilleras; creo de necesidad para comple- 
mentar este trabajo el presentar á V. E. una reseña de las 
comarcas bajas de la costa del mar, que limitan por el 
naciente el Territorio de esta gobernación, no obstante 
que siendo ellas muy estudiadas, se tenga conocimiento 
positivo de su organización geológica y de sus situacio- 
nes geográficas. 

Desde el centro del Golfo San Jorge en 46° latitud, 
hasta el Puerto Roca en la Bahía Nueva — y después has- 
ta el seno de la Bahía San José, el viajero salvando algu- 
nos promontorios, pasando sobre médanos de arenisca 
que camina impelida por el viento hacia el mar que la 
reclama con indómita lujuria — ó bien pasando al pié de 
los altos muros terciarios de la costa, — marchará siempre 
en la hora del reflujo de las aguas turbulentas del océa- 
no, sobre un manto de cascajo rodado, que ostenta todos 
los colores, — parciales desprendimientos de entrañas geo- 
lógicas distintas. 



30 

Manto inmenso que se manifiesta en todas partes, cu- 
briendo la mayor estension de las planicies y que desde 
las cumbres mas prominentes se derrama en ruidosas 
avalanchas que atraidas después por las aguas lentamen- 
te, se deslizan por la inclinación natural del terreno para 
señalar mas tarde en las playas marinas, el vaivén de las 
olas que implacables las sepulta en el fondo del mar, el 
cual en el capricho de sus furias las arroja en todas par- 
tes donde encuentra un l/mite á su dominio turbulento. 

La constitución petrográfica de esos cuerpos rodados, 
en general pórfirosy silicatos diversos, acusa de una ma- 
nera incuestionable el lugar de donde procedelí : son 
fragmentos de altas montañas que existieron en dias 
pasados y otros pertenecen á elevaciones actuales del 
suelo que se disgrega á nuestra vista. 

Ese manto inmenso de piedras, cubre la mayor estén 
sion de la Patagonia y según la opinión del eminente 
Darwin, constituye la capa mas considerable de cascajo 
que existe en todo el mundo, c reunidas todas esas pie- 
dras, dice el mismo autor, podría levantarse una gran 
cadena de montañas.» 

No queda duda , pues , de que la superficie del terre- 
no argentino se nivela; que la Cordillera Andina y sus 
innumerables ramificaciones pierden por momentos la 
rigidez de su altura y de que el mar tiende á retirarse de 
la tierra. 

Pero así como las montañas bajan, el solevantamiento 
de estas costas es un hecho perfectamente averiguado 
que no puede escapar á la mirada del hombre menos ob- 
servador. 



3' 

En todo el litoral se ven distintamente escalonadas las 
fajas del terreno abandonado hace poco por las aguas y 
á ocho ó diez millas de la costa se encuentran grandes 
depresiones en forma de lagunas que fueron ocupadas 
por el mar , en donde se hallan esqueletos enteros y bien 
conservados de ballenas , delfines , peces , y las mismas 
especies de moluscos que viven en las costas. 

Y este descenso del mar es tan palpable que un buque, 
el pailebot Union que se perdió hace cinco años , dos 
millas al norte de la desembocadura del rio Chubut , se 
encuentra hoy seis pies sobre el nivel normal del agua en 
las mayores mareas y á mayor distancia de su límite 
actual. 

Después de la playa , parte integrante del fondo del 
mar , vienen los arrecifes , criaderos inmensos de molus- 
cos esquisitos y roquerías donde viven y procrean los 
lobos de dos especies , el león marino otaria jubata y el 
lobo de dos pelos otaria Falcklandica , cuya piel es de 
tan elevado precio en el comercio. 

Sobre estos, se levantan en barrancas, mesetas y pro- 
montorios de todas formas , esa estratificación gigantesca 
sobre la cual descansa en su mayor estension el territorio 
argentino. 

Esta formación que marca uno de los interregnos mas 
estensos de nuestro continente, se constituye por capas 
superpuestas de arena, arcillas, margas de diversos 
colores , yeso cristalizado mezclado con nodulos de cal- 
cedonia y cristalizaciones de feldespato y mantos calcários 
conteniendo en perfecto estado esqueletos de grandes 
cetáceos , peces y moluscos de diversas especies , restos 



32 

hacinados en conjuntos monstruosos de anímales de todas 
formas y tamaños , que vivieron y íueron depositados 
metódicamente unos sobre otros , de una manera lenta 
pero fatal, en un espacio incalculable, probablemente 
de miles de años 

Como se verá mas adelante , esta formación llega casi 
hasta la cordillera siguiendo la curva del rio Senguel. 

El carácter curiosísimo de este depósito marino , cuya 
descripción , edad y origen geológico han sido tan deba- 
tidos , es el que ha dado motivo á la formación de la 
Bahia Nueva , en donde la República tiene uno de sus 
mejores puertos de seguridad , de los golfos de San Jor- 
gey San José —y de la Bahia del Engaño á cuya margen 
prospera el pueblo Rawson , en donde escribo el presen- 
te informe. 

Es en las diversas escursiones en que he llegado á la 
costa del mar desde el golfo San Jorge hasta la península 
Valdez , investigando en las playas , arrecifes , barran- 
cas y campos adyacentes , donde he recogido una parte 
de los objetos naturales y prehistóricos , que distingui- 
dos especialistas estudian en este momento. 

Esa colección , contiene los moluscos antiguos de los 
bancos marinos fosilíferos de esta región , de los cuales, 
uno de ellos , la ostrea patagónica , por sí sola , constitu- 
ye masas compactas y enormes de mas de sesenta metros 
de altura; y algunos ejemplares del género Turritellay 
Trochus , se han trasformado en yeso cristalizado , sílice 
y espato de cal ; los huesos de peces y dientes de tres 
especies de squalos , uno de los que debe de haber perte- 



33 



necido á un tiburón gigantesco , están muy bien con- 
servados. 

He recogido, también, gran número de las especies 
de conquillas de moluscos actúales , trustáceos y anima- 
les radiados, que en todas las mareas arroja el océano 
sobre las playas de los golfos y en toda la estension de 
la costa. 

En un frasco con alcohol, he traído algunos moluscos 
y crustáceos que tomé vivos; entré ellos, una especié del 
género Buccinum que cuando camina ostenta un tentá- 
culo en forma de probósida negra como todo el cuerpo del 
animal, color que hace contraste con el blanco calcáreo 
de su conchilla. La lapa, (género Venus) de valvas blan- 
cas radiadas, que vive medio enterrada en la arena y 
que arroja cuando quiere una espiral de agua como los 
hilos de una pequeña fuente; los patelles, que se encuen- 
tran fuertemente adheridos á la tosca de los arrecifes, al 
lado de las actinios 6 anémonas de mar, precioso zoófito, 
que ostenta toda la belleza de una flor que dotada de un 
sistema nervioso, ejerciera la facultad de abrir y cerrar sus 
pétalos á voluntad. 

El pequeño nacarado (género Trochus) con qué se 
construyen adornos, una especie de salem^ vulgarmente 
llamados nábajas á causa de su forma; muy curiosos por 
sus hábitos, viven enterrados en la arena de la playa 
subiendo á la superficie y bajando á voluntad. 

Si se echa un poco de sal común pulvierizada, en la 
entrada de su cueva, entonces el animalejo sube en el acto 
sacando su cuerpo á mas de un centímetro; es este fel 
momento propicio para tomarlo con los dedos índice y 



34 

pulgar, pero si seescapa^ fallaría todo medio que no fuese 
escabar su pequeño hogar subterráneo. 

Pero el molusco mas digno de ser observado, á mi 
juicio, y que es elque menos llama laatencion de la gene- 
ralidad de las personas que con tanto entusiasmo recorren 
las costas en procura de hermosas conchillas que puedan 
servir de adorno, son los folados, de los cuales he conse- 
guido dos especies y que ignoro si son bien conocidas. 

Inmenso es el número de los animales ya estudiados 
que viven sepultados en el cieno ó en la arena. 

Aquí, en estas costas, tenemos varios anélidos y mo- 
luscos que se guarecen de ese mismo modo para entrar 
y salir cuando les conviene, y que puede decirse, que 
viven debajo de tierra, porque allí ejecutan las evolucio- 
nes mas importantes de su existencia individual y espe- 
cífica. 

Pero el único animal marino que, puede decirse, nace 
sepultado, vive luego enterrado y que en todo el tíenipo 
de su vida no se ocupa de otra cosa que de ahondar la 
fosa en que ha de morir, es el ser singular que nos ocupa. 

El género de los folados pertenece al grupo numeroso 
de los moluscos acéfalos, cuyos caracteres principales 
consisten en tener dos valvas trasversales entreabiertas y 
una ó varias mas pequeñas que se articulan con las 
grandes. 

El Señor General Victorica, siendo Ministro de Guerra 
y Marina, tuvo la bondad de obsequiarme con una redo- 
ma que contenía muchos ejemplares de esa especie de 
seis valvas, los que hablan sido desprendidos de los fon- 
dos de uno de los buques de la Armada Nacional. 



35 

Pero creo mas bien que esa especie sea exótica en 
nuestro país y que ha venido en el casco del buque desde 
los mares de Europa. 

Por lo menos, en estas costas, no se encuentran, pues 
mis dos especies que abundan especialmente en las bar- 
rancas y rocas de la Bahía Nueva son vivalvas; la mas 
grande es de cinco centímetros por uno y medio de diá- 
metro, superficie muy lisa y color amarillo terroso. 

La otra especie mas pequeña y que prefiere la tosca y 
la marga blanda, es mas chica, blanca y de superficie 
extriada. 

Los Folados, Fholados ó Fholas de los latinos, son 
hermafroditas, vivíparos mejor dicho, incuban los huevos 
en su propio seno y por consiguiente no tienen necesidad 
del concurso de otro individuo para su reproducción. 

Desde el instante en que el pequeño molusco es arro- 
jado por el destino, se allega á la roca, á la tosca ó al casco 
de un buque de fierro ó de madera ó bien sobre la coraza 
de otro animal cualquiera; el fin es establecerse, dar co- 
mienzo á su misión de zapa, afán sin tregua que consiste 
en perforar átodo trance. 

Una vez instalado abre un hoyo cualquiera y desde ese 
momento el agua del mar se encarga de proporcionarle 
alimento diario. 

El crecimiento los obliga bien pronto á ensanchar su 
vivienda, perforando siempre la roca, dando así propor- 
ciones mayores á la fosa de donde no deben salir 
jamás. 

Al principio escaban horizontalm ente hasta diez ó doce 
centímetros y al llegar á esa profundidad trabajan de arriba 



36 

á abajo su morada deñnitíva, que agrandan á medida 
que aumenta el volumen de su cu«*po. 

Por eso los marinos pescadores han dicho siempre qae 
el agujero que practica el íblado tiene la forma de una 
pipa de fumar; el tubo desemboca en el mar y el hornillo 
contiene al molusco. 

Así las rocas y barrancas que son diariamente bañadas 
por el mar y aún las mas antiguas de estas márgenes están 
taladradas de tal manera que parecen las células de una 
enorme colmena — y poseemos piedras y pedazos de ma- 
dera y muchos moluscos antiguos y modernos que están 
completamente perforados. 

Grande fué la preocupación de los antiguos que creían 
que estos animales terribles por la devastación inevitable 
que producen, se introducian en materias blandas que las 
aguas endurecian mas tarde con su virtud petrificante, 
quedando por esa causa encerrados en sus viviendas. 

Pero este error y muchas otras teorías fueron desecha- 
das mas tarde, cuando el profesor Bohads, observó, que 
las columnas del antiguo templo de Serapis, que hallán- 
dose intacto, fué sumergido en el mar á causa de un terre- 
moto, y mas tarde, debido á otro sacudimiento, elterreno 
se levantó lentamente con el templo, el cual presentó enton- 
ces, sus columnas perforadas de tal manera por los folados 
que se asemejaban á un panal de abejas. 

Pero lo sorprendente en medio de todo esto, es que 
hasta el presente, yo creo que se ignora todavía de qué 
medios se vale este ser tan humilde y frágil para practicar 
esas perforaciones sobre cuerpos durísimos; trabajo que 
el hombre mismo llevaría á cabo con dificultad suma, aún 



37 

sirviéndose de agentes quf Aiicos y mecánicos, con instru- 
mentos de acero templado ó bien sirviéndose del durí- 
^mo diamante. 

Sea como fuere, estos esforzados trabajadores del mar, 
aprisionados en lá coraza de su concha, bullen y serpen- 
tean en las verdes aguas del Océano, llevando su hogar 
consigo y la secreta potencia de que están dotados; fuerza 
maravillosa que parece dada por la naturaleza para 
demostrar la sabiduría de la creación y abatir el orgullo 
de los grandes. El pequeño folado no se detiene, no se 
cansa jamás: es el mejor emblema de la dvilizácion: siem- 
pre adelante, avanza victorioso iluminado por su propia 
fosforescencia, hasta que llega á las rocas, enemigas alta- 
nerzs que no ha podido vencer la furia del oleage y que él 
perfora con increible ^cilidád. 

Soldado avanzado de las olas, su misión es abrirles 
brecha, y la cumple como' para ofrecerla de ejemplo á la 
actividad humana, porque deja de trabajar solo en el mo- 
mento en que la muerte le sorprende. 

Aun cuando en esta memoria me proponia únicamente 
dar cuenta á V. E. del trayecto recorrido en mi viaje, para 
ilustración de los planos é indicar los puntos del Territo- 
rio que á mi juido fuesen útiles para los desenvolvimien- 
tos progresistas de la nueva era en que ha entrado el país, 
limitándome, por lo demás, á presentar los objetos colec- 
donados sin comentario alguno; sin embargo, inducido 
por el interés que despierta en el ánimo ciertas minucio- 
sidades de la naturaleza, tan caprichosa y tan maestra 
en sus múltiples manifestaciones, he dejado correr la plu- 
ma dedicando algunas líneas á esos pobres animalejos 



3S 



que iK> ven ni oyen y que v^etan y trabajan maquinal- 
mente, 

Pa-o no entraré en la tarea de la das^caciofi, que 
sería doblemente pecosa y en casos impodUe para mí, 
por la falta de comunicación y de libros; ese trabajo cor^ 
responde á los especialistas y de ninguna manera á los 
que reconociendo los desiertos viajamos trayéndoles ma- 
terial para sus investigaciones. 

Muchos de dios serían incapaces de vadear ríos á nado, 
de medir su diámetro, trepar montafias, determinar su 
devacion y galopar treinta l^^uas en un dia con el solo 
objeto de situar geográficamente la confluenda de dos 
ríos. 

Nosotros sabemos hacer todo eso, pero en cambio nos 
asfixiamos en dos horas de trabajo en un laboratoríode 
química; es así d orden de las cosas y no habría progreso 
de otra manera en la denda, porque tal vez en parte 
alguna es tan necesaria, como en d dominio que día 
abraza, la división dd trabajo. 

Entre tanto, dgemos tranquiloal pequefio mohisco, en 
su obra eterna de devastación — y abandonando la playa 
cubierta de i»edras y tapizada de algas marinas, algunas 
de ellas gigantescas como la mtacrocystisjjriftra^ cu)*as 
hojas miden muchos metros^ entre las que pulula un 
ciuíosísinao microcosmo sulMnaríno por la variedad de 
formas, colores y costumbres de cada uno de sus r^>re- 
sentantes; bajando hicgo la vista desde d horizonte dd 
mar embravecido hasta los firagmentos de huesos inmen- 
sos y disporso^ de ballenas n^ezdados con trozos de 
mástiles, cables, taUas pintadas y pedazos de remos, cada 



39 

una de cuyas reliquias nos recuerda el fin de una trajedia 
de muerte; — podemos empezar á ascender las mesetas 
para recorrer los campos, aspirando el aire fresco y puro 
de la región en que hoy vi vimos, para trabajar incansables^ 
como el folado, por el progreso y la grandeza de la 
patria. 



-^Me- 




pe: 
Cía 



o 



IV 



Sabido es que el clima de esta región — y en general de 
toda la Patagonia Austral — es muy seco, como puede 
comprobarse por las variaciones del higrómetro que son 
casi inapreciables. 

Esto y la circunstancia de que las lluvias son poco 
frecuentjBs, especialmente en la zona de la costa, que no 
permite estancamiento de aguas pluviales y el movi- 
miento constante de las capas de aire purísimo por las 
variaciones frecuentes de la temperatura, concurre entre 
muchas otras causas á que este país sea estremadamente 
sano. 

No podríamos precisar las enfermedades reinantes aquí, 
porque en verdad no existe ninguna, ni para el hombre ni 
para los animales que le sirven ó lo sustentan. 

Tomando en cuenta el número de habitantes, que «s 
alrededor de tres mil, la mortalidad resulta en una pro- 
porción mínima. 

Y aún en estos casos tan reducidos, nunca podría acu 
sarse al clima como causa ocasional. 



4» 

En el afio pasado^ si se prescinde de algunas muertes 
violentas de personas que han perecido ahogadas en el 
río, no han ocurrido otras defunciones que las siguientes: 
una señora de 72 afios: un maestro de escuela de consti- 
tudon anémica y un niño que nadó mal. 

Se cree generalmente que los fríos y los vientos son 
insoportables en esta región; empero no es así, dado que 
el invierno y el verano que hemos pasado aquí no hayan 
sido escepcionalmente benignos. 

Y aún cuando a^ no fuera, tengo á la vista las observa- 
dones de cinco aftos, llevadas por el Señor R. J. Berrowyn, 
aprobadas por la Oficina Meteorológica Argentina, por 
las cuales veo que los valores medios anuales como tam- 
bién los máximos y mínimos de la temperatura son apro- 
ximadamente en grados centígrados: 

Temperatura media. ia.6 

> máxima 37.6 

» mínima bajo cero 10.2 

En cuanto á la presión barométrica alcanzó cuando 
mas á 784, cuando menos á 738 con 1 1, siendo la presión 
media 760 milímetros con 10 décimos. 

Los vientos no han sido apredados antes de nuestra 
llegada por medio del anemómetro y el número de obser- 
vadones que tenemos anotadas no son suficientes para 
afirmar y deducir al respecto; no obstante, los vecinos 
mas antiguos hasta veinte años atrás, no recuerdan un 
viento cuya ílierza haya derribado techos de casas ni 
desarraigado árboles, cosa que en ese lapso de tiempo ha 
ocurrido en muchos puntos de la República, entre los que 
se encuentran Córdoba y la Capital. 



43 

Como caso estraordinario recordaré que en la tarde del 
día 4 de Agosto de 1885 ppdo. cayó una nevada y que 
durante la noche la temperatura bajó hasta ó"* bajo cero 
amaneciendo el rio Chubut helado en todos los puntos 
donde la corriente era menos intensa. 

La cantidad de agua que cae anualmente puede supo- 
nerse para un año con otro en 290 á 300 milímetros y los 
vientos reinan en general de Oeste con variantes de 30° á 
40"* al Sud6 al Norte ^ fuertes y continuados en verano y 
suaves ó con intervalos de muchos dias en invierno; esto 
esj desde que llega el dia en que la temperatura empieza 
á bajar. 

Pocas veces persisten los vientos del Sud, del Este y del 
Norte. — En el primero, la temperatura baja siempre, con 
el segundo llueve y con el tercero se calientan las capas 
inferiores del aire y se levantan y ocupan el vacío otras 
mas frias y entonces viene el desequilibrio y cambia el 
tiempo atmosférico. 

Durante nuestro viaje hemos dedicado mucha atención 
á las observaciones meteorológicas, pero como ellas cor- 
responden á un período limitado, solo las presentaremos 
comparadas con las practicadas en Rawson durante el 
mismo tiempo — y lo hacemos solo por deber y como una 
curiosidad, llamando únicamente la atención sobre un 
bólido que corriendo de Norte á Sud con una inclinación 
de unos 30**, esplotó como una bomba casi sobre nuestro 
campamento, alarmando con razón á la guardia. 

Era la I a. m. del dia diez y nueve de Diciembre y nos 
encontrábamos en 44** 32' 55" de latitud entre los 71 y 
72^ de longitud. 



44 

El calor del sol es muy fuerte aquí durante los meses 
de Diciembre á Marzo y algún rebultado provechoso po- 
dría obtenerse practicando una serie de observaciones de 
irradiación solar. 

Pero, hasta el presente, la £sdta de un Peryliómetro^ 
nos ha privado de comenzar esas observaciones tan com- 
plementarias al estudio de la meteorología. 

Hemos pedido uno de esos instrumentos y abrigamos 
la esperanza de que funcionará en esta localidad antes 
del año entrante. 

No obstante^ la deficiencia de estos conocimientos rela- 
tivos ala temperatura, vientos y cantidad de las precipita- 
ciones atmosféricas en cada uno de los meses del año, — 
conocimientos que serían de todo punto necesarios para 
poder tomar desde ya las medidas y precauciones conve- 
nientes respecto á la adaptación en aquellas comarcas de 
una avanzada humana que exija á suelo tan feraz el tributo 
que debe dar para mayor beneficio de la riqueza pública 
y de la población del desierto. 

Sin embargo, podemos adelantar que aquellos campos 
y valles cuya altimetría no excede en mucho al nivel de los 
dos grandes mares, están colocados al pié de las monta- 
ñas gigantescas que los resguardan mucho de los fuertes 
vientos y del frío, que sin perturbar su quietud pasan á 
mucha altura sobre las cumbres enhiestas que atraen la 
mayor cantidad de la nieve durante el invierno, por lo 
cual se hallan á cubierto de los rigores estremos de la 
temperatura en cada estación. 

Además, hay que tener en cuenta^ que no es únicamente 
lafertilidad del suelo aluvial cuyo espesor varia entre 



45 

veinte centímetros y dos ó mas metros, lo que ha permi- 
tido el desarrollo y aumento no interrumpido de esa veje 
tacion asombrosa que en muchos casos excede á la de 
otras regiones argentinas como el Chaco y Misiones, que 
se encuentran colocadas bajo la zona subtropical, donde 
el calor chispeante del sol poniendo en actividad laá 
moléculas invisibles del aire, desarrolla esa naturaleza 
encantada y admirable que seduce con los destellos de 
sus galas primaverales. 

Aquí en esos valles, tan pintorescos como sería dable 
imaginarlos, en. donde he pasado muchos dias, serena el 
alma como la naturaleza, á punto de no saber de que 
lado corría el viento, mi salud y la de mis compañeros no 
se resintió un solo instante; por el contrario, parecía 
fortalecida y el organismo se hallaba dispuesto á los 
mayores esfuerzos: corría vacas salvajes por las dilatadas 
alfombras de húmeda verdura, aspirando la fragancia de 
las florecillas silvestres. 

Pastaban allí, con avidez, nuestros caballos, algunos 
de ellos que habiendo tenido la desgracia de nacer y 
vivir en la región ribereña de la arena y déla piedra, 
nunca habian visto ni gustado pastos verdes y excelen- 
tes, de seis clases distintas, — con el que engordaron en 
veinte dias, bebiendo agua cristalina en los arroyos y ríos 
cerrentosos, tan clara que se ve el fondo y las escamas 
plateadas de los peces. 

Otras veces, sin sentir frió ni calor, he marchado dias 
enteros por debajo de los árboles^ cuya corpulencia y 
majestad estasiaba al ánimo y lo admiraba. 

AUi no existen obstáculos ni peligros encubiertos que 



agiten el espíritu ni detengan d pié, — ^se marcha libre 
mente sin temor de asechanzas naturales, porque no 
hay como end Chaco, espinas á cada paso ó serpientes 
de mordedura mortal. 

La naturaleza es allí pródiga y bondadosa, porque 
ofrece al¡ hombre sus dones casi án esfuerzo ni sacri- 
ficios. 

Si allí hubiese mucho (rio y cayese copiosa la nieve en 
invierno, la naturaleza animal y vejetal no estaría repre- 
sentada de una manera tan acentuada y metódica. 

Algunos pájaros del clima cálido, que no pueden 
soportar las bajas temperaturas, como el pica-flor, que 
hemos visto allí con asomlnt>, teniendo en cuenta la 
esquisita delicadeza de su organismo y temperamento, 
podrían tal vez emigrar para guarecerse en latitudes mas 
templadas durante la estación fria, pero es que en esos 
parages pasan los dias de su vida muchos otros seres, 
menos favorecidos por Dios, que no poseen el don celes- 
te de salvar las distancias, ajitando sus alas leves. 

Peces de piel desnuda y moluscos que perecerían ¿ 
las aguas enfriándose mucho paralizasen sus corríentes 
y se helaran. Infelices saposy ranas, cuando debajo de 
las piedras se encontrasen apriaonados entre cristales 
de agua. ¿Qvte sería, también, délos desdichados topos 
que caminan lentamente sin poder levantarse ima pulga- 
da de la tierra á la que están como pegados? 

Desastroso sería, pues el fin de muchos animalejos 
que respiran por vias pulmonares y cuyo organismo se 
nutre solo por la circulación de algunas gotas de sangre 
y que no podrían procurarse el alimento necesario ni 



47 

vivir cuando por seis meses la naturaleza entera se en- 
contrase velada con blanco manto de nieve. 

Pero allí están, contentos, viviendo y reproduciéndose, 
sin penas y sin glorias, al amparo del clima benigno y 
de las plantas anuales y perenties, muchas de ellas de 
hojas persistentes. 

La presencia del primer Gobernador del Territorio 
fué un hecho completamente inesperado para ellos; todos 
echaban á correr y algunos ni siquiera se dignaron 
mirarme pasar; parece que nada necesitaban de la 
autoridad. 

Los caballeros ingleses y alemanes que me acompa- 
ñaron han visto y observado el terreno, y de sus deduc- 
ciones que yo estimo en mucho, se desprende también 
que el clima es sano y soportable en todo tiempo y que 
allí puede la familia humana radicarse con provecho y 
sucederse feliz en los tiempos. 

Para mayor abundancia de datos al respecto, pode- 
mos referirnos á catorce vacas gordas y fuertes, caza- 
das en el laberinto de la misma cordillera, y que á no 
dudarlo han vivido siempre en esos parajes. 

Finalmente un indio que tomé en esas comarcas, me 
aseguró que los valles son abrigados en invierno y que 
la nieve es escasa, apartándola fácilmente con boca 
y manos los caballos y las vacas para descubrir el pasto 
y arrancarlo. 

Bastan estos antecedentes de carácter climatérico, 
para que pueda suponerse que la vegetación de la línea 
de la costa del mar es en estremo pobre con relación á 
la que corresponde á la vertiente Occidental de los An- 



des Australes, en donde la moderación de los vientos y 
el calor del sol promueven una considerable evaporación 
del agua de los ríos y de los lagos que reunida á la hume- 
dad trasportada por los vientos que vienen desde el 
Océano Pacífico, envuelven y vivifican esa vegetación 
estremadamente hermosa que acabamos de admirar. 

En la región baja ú Oriental de este país, acontece 
todo lo contrario; llueve muy poco, la tierra está 
siempre seca y las corrientes aereas de las regiones An- 
tárticas que suelen traerle algún riego de vez en cuando, 
son al mismo tiempo tan impetuosas y devastadoras 
que las plantas combatidas con tanta crueldad se de- 
sarollan mal, adquiriendo desde su germinación ese 
carácter exterior triste, uraño, si así puede decirse, 
tratándose de una planta de condiciones raquíticas, con 
áspera corteza y muchas espinas, con florecillas pobres, 
pero que por una compensación de la naturaleza, exhalan 
grato perfume. 

Así, el viajero que recorre el territorio del Chubut 
desde el grado 42 hasta el 46 de latitud y desde el 64 
hasta el 68 de longitud, con el proposito de estudiar su 
flora, solo encontrará en general una formación fitológica 
reducida á matorrales, compuestos por arbustos espino- 
sos, algunos cactus y pastos duros, poco abundantes, — y 
estos vegetales todavia sometidos á proporciones distintas 
de desarrollo que les determina la altura á que corres- 
ponde la escala de cada una de las mesetas donde 
germinan. 

La capa de tierra fértil de trasporte, es muy delgada 
sobre las mesetas de yacimientos terciarios, formación 



49 

uniforme solo alterada de distancia en distancia por 
algún reventón de pórfiro ó bien de granito. 

Esa formación, la abundancia del cascajo rodado y 
la falta de agua, como se comprende no permiten el 
desarrollo de una vegetación vigorosa, variada y últil. 

Entre las sierras de San Antonio se encuentran campos 
con buen pasto y aguadas de manantial. 

^ Pero al pié de estas ya en la jurisdicción territorial, 
de esta gobernación empieza nuevamente la escasez de 
aguadas y de pastos, preponderando las tunas y los 
arbustos espinosos, hasta llegar á la «Penísula Valdezt. 

Allí en esos terrenos favorecidos por una limitación 
topográfica, tan especial, los campos son abundantísimos 
en pastos de buena calidad, pero las aguadas son esca- 
sas, hallándose localizadas en manantiales, unos sala- 
dos y otros de agua dulce, sobre la gran salina anti- 
guamente esplotada en tiempos del coloniaje y el 
puerto Cormoranes en la costa Sud de la Península sobre 
q1 Golfo Nuevo. 

No obstante esa deficiencia fundamental de la £alta de 
agua para la resolución del problema de la población y 
los que le son conexos, debe reconocerse, que la Penín- 
sula Valdez, como todos los campos que se encuentran 
alrededor del Golfo Nuevo, uno de los mas hermosos 
del mundo, y de la Bahía San José, senos marítimos que 
ofrecen los puertos mas segaros y fáciles de nuestras 
dilatadas costas, tienen una importancia real y un porve- 
nir inmenso y cercano. 

Se ha dicho que el agua es escasa, y el ánimo délos 



50 

hombres que se titulan emprendedores decayó ante esa 
sentencia fatal. 

Los campos son buenos en pastos, los puertos son 
seguros y ricos en pesca, pero no tienen agua potable. 
Como se ve, es el único obstáculo. 

A nuestro juicio, la falta de agua en el « Puerto Ro- 
ca > en el t Puerto Madrin i y en los demás puertos y 
campos que rodean esas costas, no es un incoveniente 
insuperable. 

¿De qué medios nos hemos valido hasta el presente 
para dotar de agua á esos parajes y darles ese elemento 
indispensable para su aprovechamiento.^ 

Absolutamente de ninguno, y sin embargo, con solo 
practicar sencillas represas, como las usadas en el ma- 
yor número de las Provincias del Interior, que de esa 
manera utilizan el suelo y se precaven de las secas, tra- 
bajos en que se emplean por únicos elementos piedras 
brutas, palos y tierra; podríamos detener y acopiar un 
volumen considerable de aguas pluviales que anualmente 
se derraman en el mar siguiendo los declives naturales 
del terreno. 

Hace cuatro años el Gobierno dispuso la construcción 
de un pozo tubular, pero ese trabajo fué abandonado por 
considerarlo impraticable cuando la perforación se habia 
llevado únicamente á ochenta ó cien metros de profun- 
didad, no obstante el hecho de que la generalidad de 
los pozos surgen tes que se usan con buen resultado en 
muchos punt.os de Europa y de América, tienen una 
profundidad media de cuatrocientos metros, y muchos 
alcanzan á seiscientos y setecientos. 



51 

AdemBS somos de opinión que el punto elejida 
para esa perforación no fué el mas adecuado. 

Por estas razones que nos parecen fundadas, tenemos 
la esperanza de que á poca profundidad se encuentre agua 
en el « Puerto Roca > . 

Actualmente se hacen ensayos muy modestos, al Nor- 
te de esta población y ya tenemos dos pozos que produ- 
cen agua medianamente potable, uno á diez y ocho 
millas practicado por don Roberto A. Davies y otro 
perforado anteriormente por don Mauricio Humphreys, 
mas próximo al « Puerto Roca > . 

La adopción de un aparato mecánico para condensar 
el agua del mar, que anteriormente propuso la Gober- 
nación á mi mando ó cualquier otro medio que salve 
esta dificultad— y la habilitación de «Puerto Roca», 
como único conveniente para este Territorio, será el 
comienzo de un desenvolvimiento comercial en estas 
costas, cuya importancia no puede escapará la previsioa 
menos avisada, porque se impone con toda la elocuencia 
délos hechos. 

En este momento solo pueden reconocerse esas ricas 
comarcas, después de un dia de lluvia, cuando las 
depresiones de algunos terrenos margosos contienen por 
dos ó tres dias un poco de agua que bien pronto se resuel- 
ve en vapores y por absorción. 

La cantidad de lluvia que cae anualmente en esta lo^ 
calidad es de doscientos noventa y cinco milímetros. 
Mas ó menos debe suceder lo mismo en el « Puerto 
Roca». Ahora bien, la superficie de los tres edificios 
pertenecientes al Gobierno, que allí existen, es de ocho- 



5^ 

cientos diez metros cuadrados; por consiguiente, mediante 
un simple sistema, podría reunirse anualmente un volu- 
men de agua de doscientos cuarenta metros cúbicos, 
cantidad suficiente para el sostenimiento de catorce hom- 
bres á razón de cincuenta litros de agua por individuo, — 
que es mas que suficiente. 

Mas adelante en laestension que media entre Golfo 
Nuevo y esta población no existe otra aguada natural 
que los manantiales de «Punta Ninfas.» 

Pero al Sud del rio Chubut, sin que la naturaleza ge- 
ral del pais haya cambiado en lo mas mínimo, el terreno 
presenta ondulaciones que corren con una pendiente que 
viene del Oeste y cada imo de estos bajos en forma de 
cañadonesyhasta de vallesitos como el que cae al seno 
del Golfo de San Jorge. 

Los pastos son abundantes y de buena calidad. En 
esos lugares se encuentran manantiales en número con- 
siderable, unos salados y otros de agua dulce, recono- 
ciéndose los primeros por las esflorecencias salinas, 
sulfatos muy blancos que dejan cuando se secan ó bajael 
nivel del agua. 

Todos esos campos tienen el agua cercana especial- 
mente los mas próximos á Punta Delfin, en donde 
están cinco mil ovejas del señor Humphreys que abre- 
van en un pozo de quince pies que dá agua abun- 
dante. 

Mas al Sud en Punta Atlas, existe el establecimiento 
del señor Ellis Jones y sus vacas y ovejas toman tam- 
bién agua de pozos artificiales de poca profundidad. 

Después hasta puerto Santa Elena y Golfo San 



53 

Jorge y por el Oeste hasta el lago Musters, los cam- 
pos se prestan para la cria del ganado en general. 

En todos los puntos bajos de esta región, especial- 
mente allí, donde se descubre un matiz de verdura, 
puede el viajero ó el naufrago abrigar la esperanza de 
que podrá mitigar su sed. 

El rio Chubut, desemboca en el Océano Atlántico en 
43^ 19' de latitud Sud y 65^5' Oeste del meridiano de 
Greenwich. 

En los mapas anteriores de estas cartas está indi- 
cado en 43° 20' y 65"* i'; pero encontrando esa deficien- 
cia después de nuestras primeras observaciones, la hemos 
repetido muchas veces en el periodo de un afto, 
hasta comprobar que el error no estaba de nuestra 
parte. 

Aun cuando este desacuerdo sea de una importancia 
inapreciable, nos hacemos un deber en consignarlo en 
consideración al hecho. 

Parece que la existencia de este rio era ya conocida 
de un tiempo que se remonta á los primeros viajes que 
se efectuaron por estas costas. 

Pero el conocimiento positivo de su posición, se debe 
á viajes terrestres y á navegantes contemporáneos y 
á nosotros nos cabe la satisfacción de haberlo reco- 
nocido en toda su estension desde el mar hasta los 
Andes. 

En el afto de mil ochocientos setenta y uno, el respe- 
table anciano don Benito Crespo, del Carmen de Pata" 
gones, al darme los antecedentes para un trabajo que 
después publiqué en la Revista del Rio de la Plata, con 



54 

el título de € Despoblación de San José,» me dijo que 
á principios de la presente centuria ya algunos vecinos 
dd Rio Negro habían llegado hasta la costa del Rio 
Chubut habiendo construido un pequeño reducto en 
donde vivieron algún tiempo para preservarse délas ase- 
chanzas de los indios. 

En efecto, de ese reducto aun existen vestigios que 
he tenido gusto en reconocer, en el punto de la costa 
que hoy corresponde á la chacra de don Gregorio 
Mayo. 

Parece que Falkner recibió de los indios alguna noti- 
cia imperfecta de este rio y Moreno siguiendo la opinión 
emitida por Wicldiam, se inclina á creer que el Chubut 
es el rio Camarones señalado en lascartasde D'Anville y 
de otros geógrafos. 

La costa del mar en donde desemboca el rio, y em- 
pieza el valle, ofrece una vista que predispone á la tris- 
teza; es un cuadro que puede hacerse en cuatro líneas, 
la tarea del artista solo consistiría en la coloración y en 
la semejanza; y de ahí resultaría el carácter propio y 
especial del paisage. 

Tomando el cuadro desde la tierra, sería una hnea 
formada por el cielo y el mar; mais abajo médanos de 
arena por donde rompe mansamente el rio para derra- 
marse en el vasto receptáculo; diseminados algunos 
arbustos y ála derecha una barranca desnuda que mues- 
tra su tierra amarillenta y estéril. 

Visto desde afuera, el mismo asunto invertido: el mar 
absorviendo al rio, la playa de arena ondeada por las 
olas, y pequeñas piedras rodadas en tercer plan; 



55 



luego médanos y barrancas que se pierden por ambos 
lados. 

El diámetro medio del rio desde la boca hasta trein- 
ta millas arriba es de cuarenta á setenta metros; su 
profundidad normal es de sesenta centímetros, alcanzan- 
do á tres metros en algunos puntos. 

La velocidad de su corriente depende de la altura 
del nivel del agua, pero nunca pasa de cinco millas por 
hora, desalojando en estos casos un volumen de agua de 
cincuenta y dos metros cúbicos por segundo. 

Como se vé, este rio de cauce tortuoso y cuyo fondo 
es de arena y cascajo, es navegable hasta tres kilóme- 
tros de la Boca, con buques de poco calado; y con 
botes hasta doce kilómetros próximamente. 

El Cubut, no es rio navegable en ningún sentido y 
otro de los inconvenientes que ofrece, es su barra peli- 
grosa, de corriente variable, escaso fondo y fuertes 
rompientes sobre los arrecifes qiie estrechan su canal 
por elSud. La diferencia entre la alta y baja marea 
es de cuatro metros y su influencia alcanza hasta siete 
kilómetros desde la desembocadura. 

El valle por donde serpentea el rio es de erosión aun 
cuando influencias volcánicas hayan concurrido á su 
existencia. 

Es un verdadero oasis en medio de tanta desolación,, 
porque en él, el pasto es bueno, la lefia abundante y 
el terreno tan fértil en todas partes de regadio, que pro- 
duce en una proporción extraordinaria uno de los 
mejores granos de trigo que se cosechan en todo el con- 
tinente. 



S6 

Este valle es en verdad mas angosto que el del Río 
Negro, pero de ninguna manera lo conceptuamos de me- 
nor importancia, siendo muy superior al del Rio Colo- 
rado. 

Se dirá que la Colonia del Chubut ha prosperado 
poco en los veintiún afios que han transcurrido desde su 
fundación, pero hay que tener en cuenta que ese hecho 
se debe á causas complejas quesería largo relatar y de 
manera alguna á que el valle sea estrecho ó de malaca* 
lidad su tierra. 

El terreno útil para el cultivo de que dispone la Coló* 
nia, pasa de veinte mil hectáreas, y no es escaso, aún 
cuando se haya dicho lo contrario. 

Las cosechas hasta el año ochenta y cuatro nunca 
habían pasado de ocho á diez mil fanegas de trigo, por 
falta de lluvias y de riego artificial. 

Pero en el año pasado, mediante algunas zanjas he- 
chas por los mismos, colonos se consiguió regar solo 
una décima parte de la superficie indicada y la 
cosecha fué de sesenta mil fanegas de trigo en un año. 

Quiere decir, que cuando se terminen los canales de 
irrigación que actualmente se construyen con actividad, 
se conseguirá regar todo el terreno, dando por resultado 
que el producto anual del trigo será nueve veces mayor 
que el actual. 

Así pues, cuando se terminen esas obras, se habilite el 
Puerto Roca, en el Golfo Nuevo y se construya la via 
férrea desde Gaiman, en el centro de estas poblaciones 
hasta dicho puerto, podrán esportarse cuando menos de 
trescientas á cuatrocientas mil fanegas de trigo, lo 



57 

suficiente para que una colonia pueda llamarse próspera 
y rica en cualquier parte, existiendo igualdad en la 
proporción de sus habitantes; esto sin hacer cuenta del 
aumento de las vacas, ovejas y caballos que ya es digno 
de mención. 

No obstante, la falta sensible de esos trabajos, que 
han debido facilitarse desde mucho antes, esta colonia 
se encuentra en un pié bastante aventajado, debido ala 
inquebrantable laboriosidad de sus habitantes, como 
V. E. puede observarlo por la memoria administrativa 
que he tenido el honor de elevar, correspondiente al año 
mil ochocientos ochenta y cinco. 



-^W^' 



V 



Historiando los antecedentes que motivaron mi espe- 
dicion, quise después detenerme examinando la parte 
baja del Territorio y quedó así interrumpida la narración 
de mi viaje á las cordilleras; reanudo, pues, aqui esos 
preliminares y continuo. 

En la mañana del dia catorce de Octubre, salimos 
de Rawson y al dia siguiente á las cinco p. m. llega- 
mos al punto donominado Ijis Piedras] fuera del límite 
de la Colonia, sobre la margen del rio. 

Durante ese trayecto, visitamos los sembrados de 
trigo; fuimos obsequiados en varias casas, y en todas 
las que se hallaban á nuestro paso, los colonos salian á 
las puertas de sus hogares, con sus buenas compañeras 
y tiernos hijitos, para saludamos y vernos pasar. 

Las Piedras es el punto por el Oeste en donde em- 
pieza á manifestarse en Cerros muy altos la formación 
cristalina del granito, con toda laimponentemagestad que 
la caracteriza; y allí por otra especialidad — la superficie 
délas moles informes, no se presenta únicamente irregular 
y áspera, sino que oírece^tambien grandes cavidades que 



6o 



antes encerraban feldespato y otras sustancias blandas 
que el tiempo y las aguas, se encargaron de disolver y 
destruir quedando los huecos en forma de cavernas, 
las que mas tarde han servido de guarida y de tumba al 
hombre primitivo. 

Pero este fenómeno no es solo especial á nuestro país, 
pues ha sido antes consignado entre otros por el geólogo 
alemán Señor de Cotta en su estudio de las montañas de 
Altai en Rusia. 

Es en ese parage y en una de esas Cavernas natura- 
les en donde recojí los primeros vestigios del hombre 
prehistórico, cuyas huellas estampadas de una manera 
indeleble, pueden seguirse hasta el presente. 

Esta formación cruza el rio y el valle de Norte á Sud 
manifestándose en el cauce por algunos peñascos que se 
levantan de la superficie del agua, las que forman remoli- 
nos rapidísimos. 

Después, mas al Sud, la barranca que limita el valle 
es terciaria y allí entre la masa de la marga continúan 
los mismos moluscos, de las barrancas del mar y los ban- 
cos de cal y de yeso. 

Recorriendo la costa del rio, recojimos algunas plan- 
tas en flor, pescamos truchas (Perca Loevzs) y un indi- 
viduo del género, süuroide que tenia en el estómago 
muchos ejemplares de una linda especie de moluscos de 
agua dulce, gasterbpodo cuya existencia era desconocida 
hasta ese momento en este territorio. 

Visitando las barrancas que se encuentran á tres millas 
arriba de Las Piedras al Norte del rio, recojimos varios 
moluscos, antiguos y pequeños granos redondos de óxido 



6i 



de hierro: entre los primeros el Náuttlus U Orbignianus 
que no habíamos encontrado antes en el mismo yaci- 
miento terciario sobre el mar. 

También en una quebrada de la misma meseta reco- 
nocimos un depósito de caolín, mezclado con Silicio^ alli 
la barranca tiene como tapa un manto de cal cristalizado 
(Martenglas)\ en seguida dos metros de cal compuesta 
de moluscos que conservan su forma y color amarillen- 
to descansando la mole de esos bancos sobre una masa 
enorme de pizarra marga, debajo de la cual viene del 
S. una capa angosta de óxido de fierro. 

Estos bancos están á medio kilómetro del rio y algo 
mas al N. se encuentra otro depósito de caolin blanqueci- 
no, pero impuro como el anterior. 

Hasta entonces el tiempo se había mantenido sereno 
y templado, pero en la noche del dia veinte, á causa de 
un movimiento brusco de la atmósfera, la temperatura 
descendió hasta ó"" bajo cero. 

A las cinco a. m. del dia siguiente los termómetros 
indicaban 2 '/» grados bajo cero pero en seguida el dia se 
fué modificando hasta que por la tarde se tornó en 
templado y hermoso con viento apenas sensible del 
Norte. 

Estos cambios son muy frecuentes en esta región 
y no es estraño observar que los instrumentos me- 
teorológicos ofrezcan los fenómenos mas raros de 
oxilacion. 

El rio bajaba dos centímetros cada doce horas y 
desde ese dia nuestra marcha continuó siguiendo las 
vueltas caprichosas del rio Chubut, hasta nuestro 



63 



campamento número aiatro, en 66* y i8'35" de 
longitud y 43*3 2*5 3" de latitud como queda demos- 
trado en el Plano; y hasta ese punto, habíamos mar- 
chado sin gran dificultad, unas veces por el valle que 
baña el pmtoresco rio abundante en zarzales y pasto 
bueno — y otras, por quebradas angostas entre cerros 
volcánicos donde también hay abundancia de gramí- 
neas. 

Por el centro de esas quebradas que tienen dos- 
cientos metros de diámetro, corre el agua cuando 
llueve, depositándose en las depresiones del ter- 
reno. 

Pero esas aguas á medida que se evaporan se hacen 
salobres, quedando al fin una lijera capa de sal, en los 
lechos de los cauces. 

Por una razón ctiriosísima dimos á este punto el 
nombre de ValU Alsina y se sacaron en él tres vistas 
fotográficas. 

Era el dia doce de Noviembre y nuestro reloj 
marcaba las ocho de la noche. Nuestro campamento 
estaba al pié de tres cerros cortados verticalmente, y 
la sombra que proyectaba el primero de éstos sobre el 
muro vertical del segundo, representaba con parecido 
perfecto y en proporciones gigantescas el perfil de la 
cara del doctor don Adolfo Alsina. El ingeniero Kat- 
terfeld, fué quien hizo tan curiosa observación, pero al 
participar á los demás este hecho tan casual, reservó su 
opinión llamando solo la atención acerca del reflejo de 
la faz humana que se veia; pero todos los que conocieron 
envida al ilustre argén tino, reconocieron inmediatamente 



63 

SU silueta varonil trazada por el acaso en aquel valle tan 
distante é ignorado. 

Si mal no recordamos, un íenómeno de esta naturaleza 
ocurre en las islas de San Vicente, simulando el perfil de 
una sierra en el azul del cielo el rostro y el cuerpo del 
General Wellington adormido. 

A la mañana siguiente con sol ya alto, á eso de 
las ocho, volvimos á ver la sombra del noble caudillo, 
que por esta coincidencia dio su nombre al valle. 

Desde aquí el cauce delChubut se desvia hacia elSud 
formando una curva de veinte y cinco á treinta leguas 
por lo cual dispuse cortar campo con rumbo Oeste para 
evitarla. 

En consecuencia me puse en marcha en la mañana del 
dia veinte y tres llegando por la noche otra vez á la costa 
del río después de una travesía sin agua, de diez y 
nueve leguas, con lijeras desviaciones sobre la línea recta, 
salvando tres cadenas de montañas que corren de N. á 
S. y lomadas y campos altos con pastos de segunda 
clase. 

Es desde la cumbre dedos de esas lomas que se elevan 
hasta seiscientos metros sobre el nivel del valle en donde 
practicamos una triangulación á objeto de determinar el 
punto de unión entre el rio Chico y el rioChubut, para el 
caso de que mas adelante no nos fuese posible ir al re- 
greso de nuestro viaje hasta las mismas juntas de esos 
ríos, que á siete leguas de nuestro punto de observación 
nos indicaba con precisión un cerro agudo muy alto 
á cuya base termina el rio Chico, que viene del S. 30*" 
Oeste. 



64 

Esos campos podían servir para pastoreo, porque 
aunque mas estensos, son inferiores á los terrenos del valle 
que tienen agua en abundanda y bosques de sauces^ 
por lo cual, son éstos mas adaptables para la labor 
agrícola. 

Desde ese momento continuamos nuestra marcha 
con rumbo Oeste bastante directo, costeando el rio por 
el mismo valle, cuyo suelo se eleva un pié porcada dos 
millas. . 

Pasamos por el Valle de los Mártires^ determinamos 
los cerros mas elevados y característicos del trayecto con 
los nombres de IrenCy Clemencia^ Clenuntina^ Marta 
Luisa^ Cora y Elisa, Valle cU los Altares y de Las 
Ruinas^ hasta que en la tarde del dia tres de Noviembre 
llegamos al Paso de los Indios sin dificultades ni grandes 
fatigas, punto que determinamos geográficamente en 
69*" i7'io" de longitud y 43''48'24" de latitud, siendo 
17** y, la variación de la brújula. 

Se practicó una sección del rio en el paso mencionado 
resultando: diámetro del rio, cincuenta m., profundidad 
máxima del lado Sud un m. diez c, fondo de arena y 
cascajo fino, velocidad de la corriente dos millas por 
hora. 

Mandé que tres hombres pasaran á caballo, pero si 
bien consiguieron cruzar, no fué sin gran dificultad á 
causa de que la playa sin pendiente, está del lado Norte 
y la barranca cortada, aunque de arena, en la margen 
opuesta. 

Era indudable que nos mojaríamos, — y mas que todo, 
nuestros cargueros; así es, que dispuse la construcción de 



65 

una balsa con palos de sauce, y efectuamos el pasaje 
doscientos metros mas abajo en donde el rio aunque mas 
profundo, solo tenia un diámetro de cuarenta metros. 

Hacía dos dias que el viento del S. O. era muy fuerte 
y habiendo aumentado en ese dia, aceleró también la 
corriente del rio de tal manera que el pasaje de nuestros 
equipos fué tan lento y trabajoso que en ella empleamos 
dos dias trabajando á intervalos, pues el viento soplaba 
á rachas con fuerza tan inusitada, que teniamos que ten- 
dernos en el suelo á cada momento para no ser arrastra- 
dos hasta el agua. 

Es en este lugar en donde el rio Chubut ofrece una de 
las peculiaridades mas importantes de su hidrografía, 
pues, es allí donde forma su gran ángulo hacia el Sud. 

Desde ese momento marchamos casi directamente al 
N. O. hasta alcanzar la conjunción de los paralelos 70'' de 
longitud y 43** de latitud dejando atrás un peñón carac- 
terístico que denominamos Nido de Cóndores por que en 
él vivia una familia de esa especie con tres pequeños 
polluelos. 

El Cañadon del Oro^ llamado así desde años anterio- 
res por los Colonos que habían llegado hasta él y encon- 
trado granos del metal precioso, — y mas adelante al cerro 
tan notable por sus dimensiones y su forma, le dimos el 
califícativo de Gorro FrigiOy porque á la verdad, no se 
encontraría otro mas adecuado. 

Desde ese punto marchamos siete leguas por la costa 
del rio con rumbo O. directo, continuando después con 
la misma dirección de antes formando un arco que nos 
llevó algo mas al Norte para terminaren el grado 7 1 y 15 



66 

minutos de longitud y 42° 40' 44" de latitud, donde vertía 
sus aguas en el Chubut otro rio caudaloso que según los 
galenses por noticias recibidas anteriormente de los indios 
llamaban el Charmate^ nombre de un cacique, antiguo 
señor de esa comarca. 

El diámetro del Chubut es allí de cincuenta metros 
con una profundidad de dos metros, corriendo el agua tres 
millas por hora. 

El Charmate nos dio treinta metros de diámetro, uno 
y medio metro de profundidad y corriente de dos y media 
millas. 

Estas medidas se tomaron en cada uno, dos millas 
arriba del punto de unión de ambos rios. 

El fondo es de arena, con granos de oro perceptibles 
al ojo desnudo y las barrancas muy bajas tienen sauces y 
pajonal. 

,E1 primero trae rumbo n. 80^ O. y el segundo viene 
deis. 2 2^0. 

Desde la desembocadura del rio en el Océano Atlánti- 
co, hasta este punto, habíamos recorrido ciento treinta 
leguas efectivas y ciento sesenta siguiendo las vueltas del 
rio inclusive los reconocimientos que hablamos efectuado 
;sobre nuestros flancos. 

Como resultado geográfico, teníamos tres datos que 
hasta ese momento eran desconocidos. 

V Él relévamiento del rio en tan dilatada estension. 

2"" El Chubut en su gran ángulo hacia elSud no pasa 
el grado 44 de latitud, como se habia dicho, y se había 
escrito desde tiempo inmemorial, pues llega únicamente 



67 

hasta el punto 43^ 48*24" de latitud y no hasta 6144*" 10' 
como aparece en los mapas publicados. 

3'' En su margen izqui^da ó norte no existe afluente 
alguno que aumente el volumen de sus aguas y en la 
margen derecha ó sud, solo desaguan por el grado 70 de 
longitud, tres arroyitos de escasa importancia cuyas ribe- 
ras están pobladas de móUes hasta el pié de unas monta- 
ñas nevadas, én donde descubrimos sus nacientes; estos 
mólles no existen en las costas del Chubuty sin embargo, 
se encuentran sauces entre los mólles de los arroyos. 

En este punto habiamos terminado la primera Sección 
de nuestro viaje. 

Por esto, antes de internarnos en una región en donde 
todo parece ser nuevo y desconocido, quiero apuntar lije- 
ramente á V. E. algunos datos que en el Diario de mar- 
cha, los encontrará V. E. ampliados. 

El estenso valle de erosión por donde hemos llegado 
hasta aquí, ofrece las primicias de un terreno fértil, con 
madera de sauce en abundancia, buenos pastos y variedad 
de arbustos que dan lefia excelente y que puede ser habi- 
table en su mayor parte. 

Aquello es una consecución de valles mas ó menos 
anchos, algunois hasta de tres mil metros, en donde pue- 
den escalonarse establecimientos agrícolas y pastoriles 
que liguen á las poblaciones de la costa del mar con las 
colonias que sería pratriótico y previsor fundar al pié de la 
Cordillera y que servirían al mismo tiempo, de puntos 
intermedios que facilitarían recursos al viajero simplifi- 
cando en mucho, el intercambio de productos. 



63 

La abundancia de la caza es crecida. £1 número de 
guanacos y de liebres es escesivo, asi como de avestruces 
y variedad de volateria, lo que concurriria en gran parte 
á dar facilidades á la vida en los primeros tiempos, que 
tomara posesión de aquellas tierras, el hombre civi- 
lizado. 

En el Cañadon del Oro^ y desde el paso de los Indios 
arriba, se encuentran granos pequeños de oro, mezclados 
con la arena del rio. 

Es posible pues, que haciendo prolijas investigaciones 
en ese sentido, se encuentren depósitos auríferos de con- 
sideración; pero aun cuando asi no fuera, debe reconocer- 
se la ventaja que encontrarían los habitantes futuros de 
esos valles ocupando las horas que el trabajo les deja 
libres, en lavar arena y recojer lentamente el oro que 
contiene. 

Nosotros hemos encontrado hasta diez granos peque- 
ños de oro puro por cada palada de arena, casi en todos 
los puntos de la playa donde hemos practicado esta 
investigación. 

Otro recurso que debe tenerse en cuenta, son los de- 
pósitos de sal que se hallan en los cerros y quebradas 
próximas sobre el mismo valle del rio Chubut, y al lado 
de la piedra de fácil laboreo y adaptable para la cons- 
trucción de edificios. 

Como objetos atrayentes de curiosidad, capaces de 
compensar un viaje hasta esos lugares, citaré los sepul- 
cros y paraderos prehistóricos de los antiguos indígenas 
en donde se encuentran armas y utensilios de piedra, res- 
tos humanos y fragmentosdela cerámica antigua. 



69 

Después de esto viene el valle que hemos denominado 
€ de las Ruinas t, por el aspecto ruinoso que simula en 
sus caprichos fortuitos la formación arenisca, á tal punto 
que la imaginación no encuentra límite al asombro. 

Puede V. E. destinar un momento de observación á 
las vistas fotográficas que las representan en parte, y 
participará sin duda de nuestra opinión. 

Uno pasea en este valle, con la mirada absorta, con- 
templando monumentos naturales, y llega un instante en 
que es tan perfecta la ilusión, que se llega á creer que la 
mano del hombre ha intervenido y que están alineados con 
arte; se ven calles, una colosal estatua sobre un pedestal, 
palacios derruidos, la cara de una ejipcia, y el perfil de 
un viejo que rie; en fin nada carece de reprentacion gráfi- 
ca; por un momento nos creíamos trasportados al Ejip- 
to, porque el valle en que estábamos, parecia haber sido 
el asiento de una gran ciudad en el pasado. 






VI 



Fué indecible nuestra satisfacción cuando comproba- 
mos que habíamos alcanzado á punto tan avanzado. 

Nos hallábamos pues, al pié de la precordillera, habia- 
mos salvado las dificultades de ese muro inmenso de 
granito, que separa la playa del mar Atlántico de los 
valles hermosos estendidos en verdes y estensas ondu- 
laciones en la proyección de suave descenso de los Andes; 
quedaba relevado hasta allí el curso desconocido del 
rio Chubut, habiendo sido situada, hasta donde era posi- 
ble, la región inmensa que dejábamos á nuestra espalda; 
no habia ocurrido desgracia alguna, el espíritu investiga- 
dor de mis compañeros de esfuerzos, se templaba á medi- 
da que avanzábamos, — y todo auguraba hasta ese mo- 
mento un halagüeño resultado. 

Natural era entonces que estuviésemos contentos de 
nuestra obra. 

Por esto, deglutiendo la carne asada, fresca y sabrosa 
del guanaco, pendiente en el gancho del clásico asador 
de fierro, cuya punta clavada en el suelo se levantaba á 
quinientos cincuenta metros sobre el nivel del piso de 
nuestro comedor en el pueblo deRawson, — ^meditábamos 



7g 

tranquilamente el plan de la segunda parte de nues- 
tro viaje. 

Cuando V. E. con el compás en la mano, aprecie las 
distancias y siga con la vista en una línea roja las sinuo- 
sidades de mi paso en el plano que he confeccionado, 
estrafiará sin duda, y se preguntará el motivo, de que 
habiendoestudiadoentoda su estension un afluente del 
Chubut, dejara sin investigar otro, del cual solo tenia no- 
ticias por los indios, y no siguiera tampoco el cauce prin- 
cipal hasta su origen, que se hallaba tan próximo. 

Voy, en breves palabras, á esplicar á V. E. la causa 
de esa deficiencia, que obliga necesariamente la realiza- 
ción de otro viaje complementario del que acabo de 
realizar. 

El rio Chubut, inclinándose siempre al Norte, amena- 
zaba pasar el grado 42 de latitud límite del territorio de 
mi mando por ese lado. 

Ese ya era un motivo que contrariaba el objeto funda- 
mental de mi viaje, el cual no era otro que estudiar bajo 
su faz geográfica y económica la jurisdicción del territorio 
de mi mando. 

Por otro lado, los hombres que yo comandaba en jefe 
y que me servian con tan buena volu atad, eran los mismos 
que habían costeado en absoluto la expedición. 

No estaban fatigados ni descontentos, y si bien ellos 
soportaban todo con paciencia, mirando sin disgusto mi 
predilección hacia los trabajos geográficos que absorbían 
mi espíritu, no dejaban, sin embargo, de manifestar- 
me con frecuencia el deseo de entrar cuanto antes 
en la región de los campos estensos y fértiles ; que- 



73 

rían ver los bosques con que soñaban y subir á los árboles 
elevados que muchos de ellos no habían visto en su vida. 

Finalmente, querían encontrar el oro en venas, metal 
que hasta ese momento solóse les ofrecía con gran tra- 
bajo y pérdida de tiempo, en laminillas y granos pequeñí- 
simos, — resultado que en vez de desalentarlos, avivaba 
sus ilusiones encaminadas á tejer ensueños de inmediato 
bienestar. 

Habia algo mas : el programa proyectado resultaba 
demasiado estenso : solo teníamos víveres para tres me- 
ses y sí el desierto no nos ofrecía elementos mas abundan- 
tes de vida, poco podríamos andar si perdíamos tiempo 
en estudios parciales y de detalle. 

Tuve que ceder ante estas razones tan poderosas y no 
sin gran pesar me separé del rio Chubut, que solo habia 
reconocido hasta cinco leguas mas al oeste de su con- 
fluencia con el Chamarte. 

Debo hacer presente á V. E. que en este punto tan 
lejano fué hasta donde llegó en el año ochenta y cuatro 
con sus malogrados compañeros, el joven galense Juan 
Evans, que me servía de guía. En adelante no tendría 
mas vaqueano, y esto, dificultaba en mucho, nuestros 
propósitos. 

En la mañana del día veinte nos pusimos en marcha 
conrumboS. 20° Oeste, siguiendo el curso del rio Cha- 
marte, reconociendo que el valle por donde corre tiene 
en muchos puntos una legua y media de ancho, buen pas- 
to fuerte y tierno — y también que la composición del 
terreno era superior en materias fertilizantes al del valle 



74 

del Chubut — y por consiguiente mas apropiado que aquel 
al cultivo del trigo como para el pastoreo de granados. 

En la noche anterior vimos fuego á la distancia, pero 
solo encontramos un perro y el fogón donde habian esta- 
do tres indios poco antes. 

Así continuamos hasta el 43** 8' 35" de latitud y 71* 
44^51" de longitud. En este paraje atravesamos el rio, 
observando que el agua se levantaba tres centímetros 
cada veinte y cuatro horas y que contenia truchas muy 
grandes. 

A ese paso le dimos el nombre de Paso de Evans y 
seguimos hacia el oeste por una senda antigua, que se 
conocía habia sido muy frecuentada por los indios. Aquí 
nos sorprendió el hallazgo de un espejo y una targetera 
de. señora, confección de acero y cuero de Rusia. En se- 
guida atravesamos varias mesetas cubiertas de piedras 
rodadas, cuya mayor elevación era de cincuenta metros 
.sobre el nivel del rio. 

En los bajos, de buen pasto, empezaron á manifestarse 
algunos árboles ralos, especialmente donde existían ma- 
nantiales. 

Durante el trayecto nos cayó unalijera nevada; to- 
mamos algunos armadillos y con nuestra presencia se 
espantaron grandes cuadrillas de guanacos y de aves- 
truces. 

A las once a. m.del dia veinte y dos nos encontraba* 
mos al pié de una loma; impidiéndonos su elevación des- 
cubrir con la vista lo que habia á nuestro frente. 

Empezamos á subir esta loma, mas alta que las ante- 
riores y que tendría unos doscientos metros. 



75 

La ascención duró una hora y al llegar á la cima, un 
grito lanzado espontáneamente por cada uno de los espe' 
dicionarios, reveló nuestro asombro, causado por el es- 
pectáculo sorprendente que hirió de súbito nuestra vista. 

En primer término, al pié de la meseta en que estába- 
mos, vimos una gran laguna con juncos, en donde revolo- 
teaban centenares de gaviotas de cuerpo y alas color 
blanco-aplomado y la cabeza negra, varios cisnes na- 
dando — y en la playa, una'bandada de flamencos que 
ofrecian ala luz, el soberbio matiz de su rosado plumaje. 

Después, levantando la vista, se descubria una espíen - 
dida región donde alternaban praderas cubiertas de ver- 
dura, bosques y arroyos correntosos. 

Las manchas oscuras de las sierras altísimas que ha- 
bíamos observado el dia anterior, las veíamos convertidas 
en frondosos bosques y las fajas verde- oscuro y blancas 
en el centro que bajan serpenteando desde la cima de las 
cumbres nevadas, eran arroyos cristalinos festoneados de 
árboles que les dan sombra y escalonados acompañan á 
la corriente sonora de sus aguas, perfumándola con el 
aroma de sus flores, hasta precipitarse en la planicie del 
valle en donde se esparcen para reunirse con nuevas 
cintas de plata , y asi hermanadas, llegan á formar un 
rio mayor. 

Descendemos al llano y al ver próximos los objetos^ 
todo cobra mayor prestigio ; la tierra ante todo de exce- 
lente composición, es tan fresca, tan suelta y rica en 
materiasfecundantes, que parece que el arado la hubiese 
surcado recientemente ; es, sin exajeracion, algo como 
la tierra preparada de nuestros jardines y sustenta con 



76 

prodigalidad una verde alfombra de variadas clases de 
plantas forrajeras que llegan hasta el pecho de los 
caballos. 

Después de esto, causa verdadera sorpresa encontrar 
sembrados inmensos de frutillas, como para abastecer 
cualquier ciudad populosa, flores esquisitas por todos 
lados, á punto de que en menos de una hora se coleccio- 
naron mas de treinta especies y el colono Wagner me 
presentó un ramo que bien podría haber figurado en un 
salón ó en el tocador de una dama elegante. 

Estábamos, pues, en las montañas de la precordillera, 
cuyos picos nevados habiamos visto dias antes desde la 
Gruta de las Lechuzas. 

La noche se pasó sin novedad, pero á la mayoría nos 
fué difícil conciliar el sueño, por la impresión que nos 
habia causado la belleza y riqueza natural de esta región, 
de cuyo porvenir no puede dudarse, después de habería 
recorrido. 

En el primer momento, uno se asombra de que tanta 
grandeza haya permanecido hasta hoy oculta á las mira- 
das del hombre civilizado y laborioso! ¿Pero quien habría 
supuesto que después de las playas inhospitalarias del 
mar y al pié de la cadena délos Andes, en la región mas 
lejana y solitaria de nuestro territorio, habia de encon- 
trarse esta estension de suelo tan encantador por su 
forma, lleno de riquezas naturales, con clima templado y 
saludable, regado en todas direcciones por corrientes de 
agua inagotable? 

Aquí pueden vivir contentos y dichosos muchos mfles 
de seres humanos que en otras partes del mundo lo pa- 



77 



san precariamente, sin encontrar equitativa compensa 
cion á los esfuerzos de su actividad. 

Estas tierras producirían toda clase de cereales, y en 
tal abundancia, que tal vez excediese al cálculo que podría- 
mos hacer— y en los campos y en los ríos podría alimen- 
tarse y abrevar un número crecidísimo de ganado 
en general. 

El mayor entusiasmo no sería exajerado— y delibera- 
damente nos abstenemos de establecer ninguna compa- 
ración, porque no creemos que exista otra región que 
la exceda en ventajas. Eramos treinta personas proceden- 
tes de cuatro naciones distintas, y todos á una declaramos 
que no Rabiamos visto otro punto de la tierra en que las 
ventajas naturales que reclama la vida del hombre, se 
imiesen de tal manera como acontecia allí. ¡Con razón 
los indios resistieron tanto, antes de abandonar estas co- 
marcas tan bellas y tan llenas de recursos! 

He traído once especies de maderas de construcción ; — 
el cedro colorado^ dos clases á^pinos^ blanco y colorado^ 
laAayUy el calafate^ que allí asume grandes proporciones 
y cuya madera es apropiada para la ebanistería, el moUe^ 
palo blancOy el llamado vulgarmente aguarrás^ de made- 
ra y follaje resinoso, ú fresno y dos especies de Fagus. 

De estas excelentes maderas, he recogido las primeras 
muestras, colección que podrá examinar V. E., pues 
en su caja respectiva van juntamente con la presente 
memoría. 

También acompaño un frasco conteniendo frutillas de- 
liciosas, (La Freciers Chtlensis^ que fué conocida en 
Europa desde mediados del siglo pasado, debido al ma- 



78 

riño francés monsieur Freciers, quien las recogió en estas 
mismas latitudes del otro lado de los Andes,) Cortntos^ 
el 7?íí^ar¿¿7 dulcísimo y algunas otras frutas propias de 
esta región, donde se reproducen espontáneamente. 

Haciendo reseña de las ricas maderas aplicables á todo 
género de construcciones, no quiero que pase desaperci- 
bido el hecho de que el mayor número de estos árboles 
ofrece gruesos nudos, debido al parasitismo ár. las Cyta- 
rias^ produciéndose en consecuencia una enfermedad de 
la planta, que presenta esas estrañas deformaciones de 
tanto valor para la industria. 

La madera de esos nudos es muy dura y su color y el 
caprichoso dibujo de sus vetas es tan curioso, que abierto 
aquel pais á la esplotacion desús productos, esa madera 
será de gran precio para el enchapado de muebles 
de lujo. 

Allí entre los bosques, en las praderas, los valles y en 
la zona alpina, se ve profusamente representado al mun- 
do de la vegetación criptogámica con sus diversas espe- 
cies de musgos, hepáticas, heléchos, liqúenes y muchas 
clases de hongos, dos de las cuales son esquisitas, ha- 
biéndolas utilizado en nuestras comidas, sin consecuencia 
perjudicial. 

La vida animal está representada también de una 
manera notable, siendo variado el número de aves de 
carne tierna y sabrosa, de pájaros canoros y de plumaje 
vistoso, sin faltar las mariposas y los insectos de vivos y 
metálicos colores. 

La naturaleza es tan exuberante como en el Chaco y 
las Misiones, manifestándose no solamente agradable por 



79 



SUS contornos estéticos sino también por su riqueza adap 
table á usos prácticos é inmediatos. 

A ese primer valle de laprecordillera, le dimos el nom- 
bre de VcUle de las Frutillas y al segundo donde entra un 
rio que naciendo en un lago elevado, corre de poniente á 
naciente para cambiar repentinamente su curso con 
rumbo Oeste, lo denominamos Valle de los Corintqs. 

A ese rio, me he permitido darle el nombre de Pérez 
Marchena^ como recuerdo á uno de mis ascendientes, el 
fraile humilde del convento de la Rávida, que ayudó al 
inmortal Colon en sus preparativos para el descubrimien- 
to del Nuevo Mundo; — y al lago que le dá origen lo he 
denominado Rosario en homenajea la señora Rosario 
Bustamante de Palacios, digna de esa preferencia y de 
cualquier honor, por tratarse de una esclarecida matro- 
na argentina, llena de virtudes, verdaderamente patriota 
y ángel de un noble hogar; y para mí, algo mas, pues la 
señora de Palacios, con maternal solicitud, me dio gene- 
rosamente la sabia de su seno, en los primeros dias de 
mi vida. 

El Valle de los Corintos se estiende al Sud de la mon- 
taña llamada Pico de ThómaSy nombre de uno de los 
habitantes antiguos del territorio, y que mas empeño ha 
tomado siempre en el conocimiento y progreso de esta 
región, habiendo costeado varias espediciones con ese 
objeto. 

Desde allí, siguiendo dicho rio, penetramos al valle 
mas magestuoso de la Cordillera Austral, que bautiza- 
mos solemnemente llamándole Valle diez y seis de Octubre 
en memoria del dia de esa fecha en el año mil ochocien- 



8o 



tos ochenta y cinco en que el Honorable Congreso de la 
Nación sancionó la ley creando las gobernaciones de los 
Territorios Nacionales. 

Recorriendo esa estensa comarca, pudimos constatar 
las observaciones anteriores de Darwin y las de Moreno, 
con respecto á la existencia de una depresión en la región 
que se estiende de Sud á Norte al pié de la Cordi- 
llera, 

En efecto, allí se encuentra manifiesto el hundimiento 
del terreno en forma de una cuenca inmensa, en cuyo 
centro se reúnen siete rios, tres de ellos caudalosos, y 
esas aguas, derramándose por una dislocación profunda 
de las montañas; dá origen al gran rio Corcovado^ que 
cruzando la cadena Andina, cae sin estrépito en el valle 
Central de Chile para perderse en el Océano Pacífico por 
el Golfo de su nombre. 

Este rio. cuyas nacientes hasta entonces desconocidas 
hemos constatado que se encuentran en territorio argen- 
tino, nos pareció en el primer momento un lago que pu- 
diese dar origen al Chubut ó bien al Senguel, según cor- 
riese por entre las montañas, ya al Sud ó al Norte, pero 
lo hemos seguido hasta pasar el grado 73° de longitud 
en donde tomamos la vista fotográfica que acompaño 
á V. E. 

El Corcovado en el punto donde toma cauce, 43^ 20' 
23" de latitud y 72° 42' 35" de longitud mide ciento cin- 
cuenta metros de ancho y corria con una velocidad ini- 
cial, de dos millas por hora, estando su nivel en altura 
normal, 480 metros sobre el mar y siendo al parecer pro- 




roTtíTrfji li tj*'*! I • ** 



8i 

fundo, observaciones que fueron tomadas en la segunda 
quincena del mes de Noviembre. 

Carecíamos de embarcaciones para practicar sondajes 
y esplorarlo por esta lamentable causa nos limitamos á 
seguirlo por su margen sud hasta quince millas por un 
vallecito boscoso de mil doscientos metros de diáme- 
tro en donde matamos huemules y algunas vacas sal- 
vajes. 

Al principio el rio arranca con rumbo Oeste hasta dos 
millas y desde aquí se desvía algo al S. O. como unos 
logrados. 

Las primeras diez millas las hicimos á caballo, y las 
últimas cinco á pié, entrando en estas mil metros en que 
tuvimos que arrastrarnos á causa de lo espeso y enmara- 
ñado del monte, de donde salimos con las ropas en giro- 
nes y las manos y la cara lastimadas por las ramas de los 
árboles y espinas de la Urtica Magna. 

Las sendas de las vacas corrian en opuestas direccio- 
nes y no era posible pasar adelante sin buenas hachas 
para abrir picadas. 

Yo carecia de ese auxilio y también de soldados para 
ejecutar tan penoso trabajo. 

Tuve, pues, que regresar, desde el grado 73 de longi- 
tud, siendo muy posible que me encontrase á escasa dis- 
tancia del mar, cuyo horizonte interceptaba á mi vista el 
follaje de los árboles y las montañas, aunque en ese punto 
ya eran mas bajas. 

Abrigo la esperanza de volver con mas elementos, y 
entonces quedará definitivamente esclarecido este punto 
tan importante de nuestra geografía, asi como otros. 



83 



llenos de interés, en parajes donde materialmente no me 
ha sido posible llegar, no obstante mi mas decidida volun- 
tad y ardiente deseo. 

La precordillera se forma por una cadena de altas mon- 
tañas, pero menos considerables en proporción á la cade- 
na real andina á la que sigue paralelamente de norte á 
sud á una distancia como de quince leguas, aunque ale- 
jándose á mayor distancia unas veces, y confundiéndose 
con ella en muchos puntos. 

Entre esas dos enormes barreras que forman el eje del 
continente americano, existen valles angostos y también 
campos estensos regados por corrientes de agua cristalina 
provenientes de las cumbres inmediatas, siempre corona 
das de nieve. 

Pero, esas elevaciones gigantescas están cubiertas por 
un manto espeso de bosque que hace muy penoso el paso 
de un valle á otro, ocultando por completo el terreno que 
lo sustenta, á la mirada ávida del observador: 

Es solo en los rios de reciente erosión y en los derrum- 
bes actuales en donde puede observarse la composición 
del suelo. 

Así se ve, en la zona deprimida que hemos citado y que 
forma los valles siempre mas elevados que el nivel del 
mar, las capas, de un sedimentó moderno, y á medida 
que ascendíamos en las montañas, aparecer el gneys^ la 
pizarra de horubleand^ pizarra de mica^ pórfiro^ basalto 
y en pocos puntos la trachita. 

De este modo puede suponerse juiciosamente que esas 
grandes hondonadas en que se ha ido depositando el detri- 
tus de muchos miles de años y que en la actualidad tienen 



33 

un nivel bastante regular, solo interrumpido pornumero' 
sos lagos y ríos, hayan sido en tiempos remotos, otros 
tantos estrechos como el de Magallanes, por donde se 
comunicaría el agua de los dos grandes mares, en una 
época en que la Patagonia Austral debia hallarse fraccio- 
nada en varios puntos correspondientes á las porciones 
que hoy coinciden en los Golfos del Pacífico y del Grande 
Océano, por ejemplo, en la región que nos ocupa, el Golfo 
del Corcovado y el Golfo de San Jorge. 

Los valles del Chubut y del Senguel, reconocidos como 
de erosión y los muros gigantescos que los acompañan 
por entre los enormes bancos de la formación patagónica, 
rotos y trastornados por el poder de las aguas, los mo- 
luscos marinos que se encuentran hasta en la misma base 
de la Cordillera y los grandes pinos petrificados y troncos 
de palmeras que hemos encontrado entre las masas de 
estratos de marga ó detrito volcánico en las proximida- 
des de los lagos Colhué, Musters y en la consecución de 
mesetas que median entre el rio chico y el mar, son prue- 
bas evidentes de esta suposición, lanzada anteriormente 
por el eminente Darwin y robustecida mas tarde, por via- 
jeros argentinos y geólogos notables de todos los 
países. 

Pero temiendo estraviarnos en cuestiones que no son 
de nuestra especialidad, reanudaremos el hilo apenas in- 
terrumpido de nuestra ruta. 

Situadas geográficamente las nacientes del rio mas 
grande que existe en está parte de la Patagonia Austral, 
tratamos de faldear al norte la base enorme de la Cor- 



S4 

dillera hasta encontrar las dos ramas oeste y norte del río 
Chubut, que no conocíamos. 

Pero toda tentativa fué inútil, á causa de que para ello 
teníamos que cruzar por terreno pantanoso, y abrir en 
otras parte»; picadas en los bosques. 

Así detenidos á cinco leguas de camino, volvimos á 
nuestro campamento, emprendiendo ¡guales tentativas 
hacia el Sud, con la mira de alcanzar, si era posible, hasta 
el grado 46 de latitud. 

Mas en nuestro completo desconocimiento del terreno, 
no sabíamos que ese proyecto era de todo punto im- 
practicable. 

No obstante, con una perseverancia que puso á prueba 
la resistencia de nuestro organismo, arremetimos por 
entre montañas, cañaverales y bosques espesísimos de 
donde regresamos nueve dias mas tarde, postrados al 
esceso, y admirados de vernos sin lesión corporal de con- 
sideración, tan grandes habian sido los golpes sufridos. 

Sin embargo, en premio de tanto afán, habíase descu- 
bierto un valle fértil y un rio que corría de Norte á Sud, 
seis arroyos y una laguna que engrosaban el caudal del 
primero; el cual, cambiando su rumbo al Este, se precipi- 
taba en otro rio mayor de ochenta metros de ancho con 
lecho de piedra que penetraba tan resueltamente como el 
Corcovado en un paso que le abría, en el misterio de 
aquella soledad, la gigantesca Cordillera. 

En la tarde del dia nueve de Diciembre me encontraba 
por segunda vez en las costas del Charmate y siguiéndolo 
con rumbo al Sud, me detuve una semana después, en el 
grado 43"* 30' de latitud y 71** 42' de longitud, parte én 



S5 

que el valle con un ancho de seis kilómetros se dividia 
en dos. 

Por el de la izquierda bajaba desde la precordillera el 
otro rio que remontábamos, con rumbo S. O. y por el de 
la derecha entraba del S. 20*" O. otro rio menos cau- 
daloso. 

Reconocida la cuna de ese afluente principal del rio 
Chubut, hicimos la observación complementaria de que 
sus arenas contienen pepitas de oro y que su fértil valle 
tiene un diámetro que pasa de cuatro millas en muchos 
parajes, y está formado por terrenos compuestos de tierra 
vegetal {humus) cuyo espesor varía desde 30 hasta 70 
centímetros, viniendo en seguida capas superpuestas de 
arena movible, de arena y arcilla y de arcilla pura. 

El rio parece ha tenido su lecho de arena en la época 
pleocénica y en los primeros tiempos del período actual ha 
variado de curso muchas veces como lo indican profundos 
surcos del valle que hoy alimentan capas salinas. 

En el presente se desborda algunas veces como antes^ 
pero ya su cauce es regular y constante. 

Hemos dicho que este valle es fértil, porque en sus 
condiciones naturales lo hemos hallado inmejorable para 
el cultivo del trigo. 

Sus pastos son abundantes, en prueba de lo cual nos 
basta decir que allí tomamos catorce animales vacunos 
que estaban en condiciones escepcionales de engorde. 

Por otro lado, ese valle se encuentra protejido por altas 
colinas formadas por detritos diluvianos, y cortadas de 
trecho en trecho y cubiertas por un manto delgado de 



86 



cascajo; pasto bueno y arbustos ralos, todo lo cual, le pro- 
teje de los vientos constantes del Oeste. 

Así, pues, este valle es perfectamente habitable y si 
bien carece de maderas, ellas se encuentran á poco mas 
de cinco leguas, al pié de cualesquiera de las montañas 
vecinas de la precordillera. 

Además el rio es abundante en pesca y allí pastan y 
abrevan cuadrillas de guanacos en número conside- 
rable. 

Finalmente, en todos esos parajes que recorríamos 
con avidez, se encuentran al lado de los paraderos y se- 
pulcros prehistóricos de los antiguos indígenas, los fogo- 
nes del indio actual, quedando así comprobado que esas 
comarcas fueron en todos los tiempos preferidas para la 
yida, y de que ni el frió ni la nieve del invierno son un 
obstáculo que impida á la naturaleza prodigar sus dones 
para sustento del hombre. 

El catorce de Diciembre nos hallábamos dispuestos á 
proseguir nuestro viaje por el nuevo valle que se prolon 
gaba hacia el S. 

Cumplian precisamente dos meses desde nuestra sa- 
lida de Rawson y esta fecha nos obligaba á acelerar la 
espedicion. 

En la noche anterior había caido una helada muy 
fuerte, y el dia amaneció velado por espesos vapores de 
agua, pero en breve la atmósfera se tomó algo sofocan- 
te y alas nueve a. m. en que emprendimos la marcha el 
sol nos molestaba mucho. 

Nuestro propósito en ese dia era efectuar una jornada 
próximamente de diez leguas, atenidos á las facilidades 



87 

que desde dias atrás favorecían nuestra marcha, pero un 
incidente imprevisto nos obligó á plantar carpas á las 
tres leguas de camino. 

Me habia adelantado á galope acompañado del señor 
Mayo y seguiamos hacia el Sud con alguna inclinación, 
cuando al llegar á un punto en donde el valle afecta 
una vuelta rápida, pero parcial hacia el Este, caimos ino- 
pinadamente sobre un aduar indio. 

Estando solos, lo prudente era regresar precipitada- 
mente, pero tuve cortedad de hacerlo y por otro lado 
parece que no habíamos sido sentidos, pues ni siquiera 
ladraron los perros. 

Por eso, colocándonos detrás de unas grandes moles 
de piedra, en actitud de defensa, con los rifles prepa- 
rados, resolvimos esperar la llegada de nuestra gente. 

Un cuarto de hora, que nos pareció un siglo, trascurrió 
hasta que se nos incorporaron nuestros compañeros. 

Sin pérdida de tiempo, hice rodear la caballada y las 
catorce vacas quehabiamos tomado antes — y adelantán- 
dome con diez hombres pude cercar los toldos consiguien- 
do capturar dos indios, dos mujeres y seis niños de dos 
á siete años — Tenian estos para su servicio, solamente, 
once caballos y diez y siete perros de caza. 

Cuatro individuos consiguieron escapar de esta peque- 
ña sociedad salvaje, perdidos en aquel soberbio escena 
rio, que antes dominaran con la poderosa tribu de Sayhue- 
que á la que habían pertenecido. 

Uno de estos indios se llama Martin Platero, y es 
platero de oficio, como podia probarlo con algunas piezas 
de plata que aun no tenía concluidos y con sus herra- 



88 

mientas consistentes en una bigornia, dos martillos, limas 
de varias clases y algunos otros utensilios. 

Había conocido á Francisco Moreno cuando estuvo 
en los toldos de su antiguo señor y no quedaba duda de 
que decia verdad, porque preguntándole respecto á indi- 
cios físicos de Moreno, me contestó que era joven, un- 
poco grueso y que tenia vidrios en los ojos. 

También había conocido mucho antes á Musters, 
asegurándome que ese mismo valle venia desde Santa 
Cruz y que él me llevaría hasta el paso del Senguel por 
donde había venido el viajero inglés en su largo viaje 
desde Punta Arenas. 

Habiendo hecho registrar los toldos, se encontraron 
diez ponchos de guanaco recien concluidos, veinte qui- 
llangos y varias prendas de plata. 

Todo lo que fué respetado en la parte que les corres- 
pondía á Martin y demás individuos capturados. 

AI siguiente día echamos á nuestro Martin Platero por 
delante para que de buena ó de mala gana nos sirviera 
de guia y así él á vanguardia continuamos viaje. 

En 44"*, de latitud el estrecho valle con plantaciones 
de Corintos en las márgenes del arroyo y numerosos 
manantiales en las colinas que lo flanquean, toma diáme- 
tro de diez leguas limitándose por el E. en una cadena de 
montañas volcánicas, color grana bajo en las partes 
donde presentan denudaciones, y en general de escasa 
vegetación. 

Por el S. un horizonte, el mas estenso que habíamos 
visto desde que abandonamos las playas del mar — y por 



39 

el Oeste la gran cordillera á cincuenta kilómetros de la 
línea de nuetra ruta. 

El terreno, es pedregoso aunque con buen pasto y 
ostenta una serie de manantiales continuados de Norte 
á Sud, que parece se unen cuando llueve y forman un 
arroyo. 

En esas aguadas tomamos muchos pichones de Avu- 
tarda. 

Son color ceniza en toda la región inferior del cuerpo 
y plomo oscuro en la superior, así como la cabeza y las 
patas. 

Siempre habíamos creido que las Avutardas ponian y 
sacaban sus polluelos mas al Sud y en las Islas Mal- 
vinas. 

Asustados salian del agua y aun cuando corrían lijero 
los alcanzábamos tomándolos con las manos. 

La carne de estos pichones es tierna y no tiene el 
gusto fuerte y desagradable que adquieren cuando son 
adultos. 

Algunos árboles que están sobre el arroyo son hayas 
poco elevadas. 

Hacia el S lo^'O. continua este gran valle y según 
Martin y las noticias dadas por Musters en su libro, es este 
el que cruza toda la Patagonia, desde Santa Cruz hasta 
el Rio Negro. 

Después de dos días de camino el mismo arroyo empe- 
zó á cortarse hasta que en 7i'*45* de longitud se unió 
con el caudal de sus aguas á un rio mediano que bajaba 
del Oeste. 



90 

Lo seguimos en su nuevo curso al Este, observando 
á poco andar, como puede verse en el plano, que se le 
reunían otros dos ríos, el primero que venia del S. O. y -cj 
segundo del Oeste. 

Allí boleamos un caballo picazo patria y pudimos en- 
lazar una vaca orejana muy gorda y sin cria. 

Por la misma margen marchamos con rumbo S. O. 
hasta los 44**28*45" de latitud y 71^*21*30" de longitud, 
paraje en que establecimos nnestro campamento N°. 36. 
Allí, solitarios y combatidos por los vientos, se levanta- 
ban como fantasmas en la desolada amplitud del desierto, 
las tolderías del cacique Foyel que fué el último baluarte 
de la barbarie derruido por la fuerza de nuestra civiliza- 
ción victoriosa. 

Los toldos abandonados, las lanzas rotas, los esque- 
letos de hombres y de caballos, las cápsulas servidas 
del remington y los girones de quillangos, de bomba- 
chas y chaquetillas de paño gris, nos anunciaron que 
allí hacia poco tiempo se había representado unatrajedia 
de muerte. 

En efecto, en el año ochenta y cuatro, el cacique 
Foyel se habia presentado al Teniente Coronel Laciar que 
con las fuerzas de su mando se hallaba destacado en la 
Colonia Chubut; pero el cacique habia venido acompa- 
ñado solamente de sus ayudantes y se convino con el 
mencionado jefe que regresaría á sus campos escoltado 
por algunos soldados, los cuales le acompañarían en el 
regreso con íoda la tribu. 

Al Teniente Enseis del 5"* de caballería le tocó desem- 
peñar tan delicada comisión. 



91 

Tres días después de llegar á los toldos, dicho Oficial, 
manifestó á Foyel, que habiendo ya descansado creía era 
tiempo de ponerse en camino. 

Foyel contestó, que estaba dispuesto, pero que antes 
tenia que arreglar sus cargueros. 

Pocos dias mas tarde, urgido por el Teniente Enseis, 
dijo que antes de abandonar sus campos, tal vez para 
siempre, quería despedirse de ellos organizando una 
fiesta. 

A todo esto no opuso objeciones el oficial, pero ya 
empezó á comprender la mala voluntad de los indios y 
de que quizas le preparaban una mala pasada. 

Así era en efecto, pues supo por investigaciones de 
Chiquichano y de otro baqueano indio que le acompa- 
ñaban, que los salvajes alistaban sus armas preparándo- 
se á un combate que probablemente se produciría al 
siguiente dia, valiéndose para ello del asalto y la traición. 

Dándose cuenta el Teniente Enseis de su crítica situa- 
ción, rodeado por una tribu numerosa y aguerrida, sin 
mas elementos que veinte y cinco soldados de caballería 
con los cuales le era imposible hacerlos prisioneros, no 
trepidó en tomar la iniciativa. 

En consecuencia, preparado de antemano asaltó los 
toldos, en cuanto aclaró el dia, logrando dominar á la 
mayoría que condujo sometida hasta la Colonia. 

Hasta aquí la relación que me hicieron mis compa- 
ñeros de viaje, y habiendo observado personalmente el 
campo, colegí que el incidente debia haberse producido 
de esta manera. 



9^ 

El campamento del Teniente Enseís se encontraba 
á doscientos metros, al Este délos toldos, que eran cuaren- 
ta y seis. 

La tropa formada cincuenta metros á vanguardia; hi- 
zo unaprimera descarga como lo indica una línea de cáp- 
sulas servidas. Después, las cápsulas desparramadas, uno 
que otro tiro caido del portamunicion en el momento de 
cargar, un guante de gamusa, algunas cajas de fósforos 
y otros pequeños detalles, prueban que marcharon preci- 
pitadamente sobre la toldería, haciendo fuego á discreción. 

Los indios, que también hacían fuego, esperaron el 
ataque, unos á pié y otros á caballo. Allí se entreveraron 
luchando cada hombre por su cuenta cuerpo á cuerpo — y 
según se me ha asegurado, habiéndose dado por ambas 
partes, pruebas de gran valor. 

No conozco al Oficial Enseis, pero lo estimo por su 
decisión y arrojo, yaque en los casos estremos las res- 
ponsabilidades se concentran en determinada persona y 
todo depende de las iniciativas concebidas y ejecutadas 
con prontitud. 

Tresdias empleamos en recorrer esos campos, que se- 
gún el indio Martin son los mas estensos de toda la Pata- 
gonia Austral. 

Como resultado importante, pudimos observar que 
son apropiados para el pastoreo de ganados y que res- 
pecto á otros productos naturales de trascendencia posee 
los que voy á enumerar: frente de nuestro campamento 
que podrá reconocerse después de muchos años por ser 
también el paradero antiguo de los indios, se encuentran 
á cinco kilómetros alE. 25** N. en la orilla de una cade- 



93 

na de sierras, dos vetas A^ fierro óxido ^ conteniendo oro. 

El espesor de ese depósito es de doce metros y fué 
descubierto por el competente ingeniero de Minas, Señor 
W. Katterfeld á quien refiero toda la responsabilidad de 
este dato y el cual se ocupa actualmente en practicar los 
ensayos cuantitativos que demostrarán la calidad y pro- 
porciones del metal que contienen las muestras allí 
extraidas, resultado que comunicaré á V. E. en oportu- 
nidad. Veinte kilómetros O. y 20"* N. del mismo campa- 
mento número 36 existe una gran salina (Cloruro de sodio 
puro cristalizado,) otro depósito mas chico, ocho kilóme- 
tos al O. y un tercer depósito tan grande como el primero 
y de la misma calidad, se halla situado veintidós kilóme- 
tros al S. 3 o*' E. del mismo punto en la margen izquierda 
del rioQuinnua, llamado así por los indios, según me ase- 
guró Martin Platero. 

Es muy posible que ese afluente sea el mismo rio; 
cuyas nacientes y dirección mal colocadas, aparece en 
los planos antiguos bajo el nombre de Rio Genne. 

También se encontró entre esa misma cadena de 
sierras un cementerio prehistórico cuyas tumbas profana- 
das en servicio de la ciencia, nos ofrecieron diversos obje- 
tos de gran valor histórico: allí dejamos con sentimiento 
quince cráneos humanos, que no pudimos traer por falta 
de cargueros. 

Desde el citado campamento hemos continuado nues- 
tra marcha al Sud, atravesando otro rio también de la 
precordillera, el cual reuniéndose al Quinnua treinta y 
ocho kilómetros al S. E., aumenta sus aguas en corto 
espacio, hasta el yi^'s' de longitud y 44''7' de latitud S. 



94 

del meridiano de Greenwich, donde se pierde precipitán- 
dose en el cauce del Senguel. 

Vivo era nuestro deseo de conocer el valle del rio 
Senguel ó Senguerr^ como los indios pronuncian; rio al 
cual la tradición y algunas palabras de Musters, suponian 
corriendo por una «región privilegiada, t cuajada de belle- 
zas y productos naturales. 

Pero grande fué nuestra decepción, cuando después 
de tanto soñar con estensas praderas, nos encontramos 
en una región ingrata, y en la cual; esperimentamos los 
mayores sufrimientos de nuestro viaje á causa del viento 
y del frió. 

El valle puede decirse que es malo en toda su esten- 
sion, apreciación que hicimos desde el primer momento, y 
que mas tarde se corroboró. 

Allí en el primer punto donde empezamos á obser- 
varlo, tiene un diámetro de mil metros, limitado á ambos 
lados por mesetas uniformes que no se interrumpen, 
poco elevadas, pero siendo mas altas las del Sud. 

El terreno del valle es arenoso, con pedregullo fino, 
el pasto es en general de segunda clase y solo en algunos 
recodos, que forman las vueltas del rio, se le encuentra 
bueno. 

También alimenta arbustos espinosos que ya pertene- 
cen á la región baja, pero así mismo tiene los corintos» 
las frutillas y algunos grupDs de hayas en los bordes del 
rio y en las muchas isletas anegadizas, que se ven en gru- 
pos, próximas unas á otras. 

Si mal no recuerdo, Musters, en su libro, dice que el 
valle del Senguel, tiene frutillas, pero que son mas peque- 



95 

fias, lo que ha hecho suponer que fuese otra especie dis- 
tinta de la que se encuentra en las florestas vírgenes de la 
cordillera. 

En efecto, son mas chicas, pero es debido á la mala 
calidad del terreno y ala aridez del paraje. 

Por esto también las plantas de corintos son raquíti- 
cas y y las hayas que mas al Oeste asumen proporciones 
magestuosas, allí apenas sobrepasan la altura de un 
arbusto. 

El indio Martin Platero á quien ya se le habia quitado 
el susto á fuerza de ser bien tratado, lo que no quitaba 
que fuese mas picaro que bonito, y esto teniendo una 
cara espantosamente fea; nos decia señalando un punto 
del rio hasta donde nos habia llevado una senda muy 
trillada por los indios: — « Aquí es Senguerr. * 

Le contestamos que ya sabiamos que era ese el rio 
Senguel, y lo que únicamente deseábamos saber, era don- 
de y á que distancia nacia. 

Pero el salvaje insistia: — «El rio no es Senguerr, Sen. 
guerr es esto solo, t al decir lo cual, señalaba el paso con 
su mano. 

La confusión se disipó cuando comprendimos que 
Senguerr denotaba en tehuelche algo como Paso del río 
y así cuando dicen, «vamos al Senguerr,» se refieren al 
paso, precisando únicamente ese punto del rio y no al rio 
mismo. 

Mas tarde conociendo al Senguel desde su cuna hasta 
su término, nos convencimos de que el Capitán Musters 
habia cruzado por el citado é invariable paso de los 
Tehuelches, por la circunstancia de que allí es el único 



96 

punto del valle, en donde se encuentran frutillales; el 
viajero inglés vio frutillas, en el único punto que conoció 
de ese valle y creyó por tal coincidencia que esta familia 
se estendia en todo él. 

El rio tiene un diámetro de cien metros y su corriente 
de cinco millas por hora; siendo esta el agua que he- 
mos encontrado corriendo con mayor velocidad. 

Hemos dicho que las costas tienen árboles, pero se 
encuentran muy aislados — y de distancia en distancia un 
grupo compacto, lo que ofrece á la vista una apariencia 
de quintas ó terrenos cultivados, siendo de notarse que 
del lado Sud es mayor el número délos árboles, sin duda 
porque están protegidos de los rigores del viento y 
del frió por lomas y mesetas que de ese lado son mas 
altas. 

No quedaba duda de que las nacientes del Sengud 
eran desconocidas, así como todo su trayecto que no 
habia sido recorrido hasta ese momento. 

Por eso resolvimos remontarlo hasta sus nacientes, en 
caso que nos fuera posible. 

No había, tampoco otra razón para que procediese 
mosde diversa manera, porque consiguiendo ese resulta- 
do se haría la luz respecto á uno de los puntos mas 
confusos de la geografía argentina en la parte que res- 
pecta á esta región. 

Dando crédito á la palabra de los indios existia un 
punto de la Patagonia Austral de donde partían dos ríos 
corriendo en direcciones opuestas, uno por el occi- 
dente hasta Chile y otro hacia el oriente por territorio 
argentino. 



97 

Mas tarde, los viajes de Musters por este lado y el del 
Comandante Simpsonpor la parte de Chile, comproba- 
ron esa aserción, resultando al parecer, que esos dos ríos 
eran el Senguel y el Aissen explorado según dicen en 
toda su estension por el marino chileno y por el ma- 
rino inglés, ambos de reconocida competencia y reputa- 
ción científica. 

Averiguado el hecho, solo quedaba esta duda, capaz 
de confundir á todos los geógrafos é historiadores. 

¿ Cómo era que coincidiendo las nacientes de esos dos 
afluentes, los trazados de Simpson y de Musters no 
estuviesen de acuerdo, siendo así que Musters que habia 
visitado el Senguel hasta sus nacientes y Simpson tam- 
bién el Aissen, hasta su origen, no hablasen, uno del rio 
que corría al Oriente y otro del rio que corria al occi- 
dente ? 

O no existia, pues, el divortium acuorum de los rios 
Aissen y Senguel ó los dos esploradores no los habian 
seguido respectivamente hasta el susodicho punto de 
partida. 

Dados estos antecedentes, y encontrándome á quince 
ó veinte leguas de la cordillera, comprenderá V. E. el 
afán que teniamos por resolver esta interesante cuestión. 

Si el hecho era cierto y si el desacuerdo consistía en 
que los dos viajeros no hubiesen subido hasta coincidir 
en sus rutas respectivas no quedaba duda de que sub- 
sanando nosotros esa casual deficiencia, alcanzaríamos 
fatalmente, el anhelado instante en que terminando le 
Senguel, empezara el Aissen, por el cual podríamos bajar 
hasta la costa del Pacífico, con la misma facilidad con que 



98 

Simpson lo había remontado hasta los valles Argentinos 
por un paso cómodo situado en 45*^7 25' de latitud, — 
esto es, muy poco mas al sud del parage en donde nos 
hallábamos, que determinamos en 44"" 55*21", variación 
de la aguja i S"" V^. 

En la mañana del dia veinte y seis nos pusimos nueva- 
mente en movimiento con el propósito de atravesar la 
precordillera y seguir adelante. 

Nuestra marcha se inició con rumbo S. S. O. y O. por 
espacio de ocho leguas, trayecto en que terminamos la 
curva que forma el Senguel después de salir de las mon- 
tañas. 

Allí acampamos sobre la barranca del norte que se- 
guíamos, entre un manto de hayas de escasa talla. 

El camino habia sido malo, en terreno bastante arenoso 
con cascajo y minado por los topos, mal pasto y ralo, 
esceptuando algunas rinconadas, en donde era mas tupi- 
do, aunque de la misma calidad. 

El valle se estiende por el S. en campos limitados por 
lomas de treinta á cuarenta metros de elevación. 

El rio que en algunos puntos, medía hasta doscientos 
metros de diámetro, separaba sus aguas en varios bra- 
zos formando un archipiélago de isletas bajas con vege- 
tación arbórea mas vigorosa á medida que progresába- 
mos hacia el poniente. 

Así, pues, el valle del Senguel puede reputarse malo 
entre la precordillera y el mencionado Paso de ¿os Tehuel- 
ches con relación á miras agrícolas ó rurales. 

Pero, como no existen cosas de todo punto malas ó 
que no estén regidas por la ley de las compensaciones, 



99 

debo declarar á V. E. que desde el mencionado paso 
arriba las arenas del rio, aún levantadas superficialmente, 
nos dieron oro á razón de cuatro y medio gramos por 
metro cúbico de arena^ tierra y cascajo fino; propor- 
ción que no presentó ninguno de los otros rios en que 
hicimos investigaciones análogas, durante la marcha de 
nuestro estenso viaje. 

El veinte y siete no marchamos, lo que nos permitió 
situar el lugar de nuestro campamento anotado con el 
número 39 en 45** i'44" de latitud Sud. 

El dia veinte y ocho amaneció hermoso y sereno des- 
pués de una noche muy fría y de un fuertísimo viento 
que no encontraba obstáculos en aquel valle tan poco res- 
guardado. 

Como podrá notar V. E. mas adelante, este dia fué 
de gran sensación para nosotros por el precioso hallaz- 
go que incorporamos á nuestros descubrimientos geo- 
gráficos. 

A las diez y cuarenta minutos de la mañana nos pusi- 
mos en camino, costeando siempre el rio, y habiendo 
progresado una legua, encontramos que un arroyo de diez 
metros de ancho bajaba de las montañas del N. O. para 
incorporarse al Senguel. 

Como era posible que el oro, que aumentaba en pro- 
porción á medida que ascendiamos bajase por ese arroyo, 
se lavaron con avidez las arenas de sus márgenes y de 
su fondo, pero se sufrió gran decepción al no encontrarse 
ni una laminilla. 

En ese caso, como las nacientes del arroyo no podían 



lOO 



estar lejanas era seguro que ciaríamos con los criaderos 
auríferos. 

Si no entraba mas adelante otro afluente, era indudable 
de que el oro bajaba desde las montañas recónditas de la 
cordillera. 

Desde un punto en que penetra el citado arroyo, el 
valle del Senguel escaso de pastos se estrecha hasta tener 
un diámetro de legua y media, limitándose en ambos lados 
por cerros elevados. 

Tendiendo la vista al frente se veia desde allí la pre- 
cordillera nevada, y como fondo, levantándose detrás de 
ella, algunos picos de la Cordillera, también coronados 
de nieve. 

Pero á medida que nos acercábamos, el pasto aunque 
siempre de mala clase, aumentaba, así como la altura y 
follaje de los árboles agrupados especialmente en las 
partes altas del terreno, que forman islotes cuando el rio 
desparrama sus corrientes sobre el valle. 

Así llegamos á un paraje en donde el rio recostándose 
hacia la base de la cadena de cerros del lado norte, nos 
cortó el paso. 

Obligados á trasladamos á la otra banda vadeamos cua- 
tro brazos que corrian paralelos y en dos de los cuales 
nadaron los caballos. 

Se mojaron algunos cargueros y el Sargento Franco 
arrebatado por la corriente con su caballo estuvo á punto 
de ahogarse. 

Repuestos en un momento de ese pequeño inconve- 
niente y después de retiramos un poco de la costa por 



lOI 



ser pantanosa, continuamos nuestra ruta invariable al 
oeste lo"* S. 

Pero, desde ese lugar, la planicie del valle empezó á 
trasformarse en lomadas cortas, cuya altura aumentaba 
visiblemente y cuando conseguíamos salvar una de ellas, 
la vista deseosa de dominar la estension tropezaba con 
un nuevo obstáculo mas grande y denso aún, porque era 
tan ondulado el terreno del valle que apenas veíamos el 
vértice de uno que otro pico cortante de la cordillera. 

Nunca habíamos tenido tanto deseo de ver el mas allá. 

Llegó un momento en que no pude dominar la impa- 
ciencia, porque los minutos me parecian horas — y picando 
espuelas me lancé á la carrera, siguiéndome todos, con 
igual entusiasmo. 

Habíamos penetrado, una vez mas en el laberinto de 
montañas y valles que constituyen los contrafuertes de 
los Andes, privilegiada región que en ese momento nos 
extasiaba con sus primores y encantos. 

El rio corría, estrechado por suaves ondulaciones del 
terreno, salpicadas de verdes florestas ; después montañas 
con bosques de follaje mas oscuro, contrastando con el 
verde muy claro de algunas llanuras iluminadas por los 
rayos del sol, que inclinándose al ocaso hacia que la som- 
bra de los árboles se proyectase en dimensiones gigantes- 
cas hacia el Este. 

En la montaña, algunas manchas rojas, correspondian 
á piedras enormes desquiciadas de su centro; mas arriba 
la nieve coronando las cúspides y mas alto aún, el aire 
azul en el dominio de las nubes, cubriendo la tersa hermo- 
sura del paisaje. 



I02 



El astro luminoso que descendía, enviando sus deste- 
llos por entre el cielo y la nieve de las cumbres, nos 
recordaba el lábaro glorioso de la patria, porque la ima- 
ginación exaltada ante tan hermoso cuadro, tenia orgullo 
de que aquel suelo fuese parte integrante del territorio 
nacional. 

Por fin, alcanzamos á la base de una colina mas alta 
que las anteriores, en la cual, se levantaban tres promon- 
torios de piedra desnuda. 

El corazón me decia en sus continuos latidos, que su- 
biendo á la cúspide nos hallaríamos en presencia de algo 
sorprendente. 

Así lo manifesté á mis amigos los señores Thómas, Ka- 
terfeld y Mayo, que corrian á mi lado, dominados como 
yo por una especie de misteriosa ansiedad que no nos 
permitió detenernos. 

Así fué, en efeeto, porque momentos después dominan- 
do las alturas, salió inmediato y espontáneo de nuestros 
labios un grito de suprema admiración. 

Lo que así fascinaba nuestro espíritu, era la presencia 
de un lago de muchas leguas de estension con sus aguas 
verdes y tan agitadas como las del mar, en los momentos 
de borrasca. Las olas venian con su murmullo turbu- 
lento, coronadas de blanquecina espuma á estrellarse 
contra las piedras esparcidas en la playa, salpicando las 
orillas, después del choque, con lluvia fugaz de hilos 
cristalinos y chispeantes. 

En ambas márgenes una tenue sábana de verdura ; 
después, el bosque, la montaña; islas pequeñas y solita- 
rias en el centro del lago, y en lontananza, la imponente 



X03 

magestad de los Andes, cubiertos en ese momento, desde 
la base á la cima, por inmensos cendales de nieve. 

Estábamos en el punto donde surje la primera gota 
de agua que dá origen y movimiento al turbulento Sen- 
guel. 

Nuestras cabalgaduras estaban rendidas de íatiga y no 
era posible continuar ; dimos algunos pasos atravesando 
con dificultad por un campo minado por los topos y levan- 
tamos nuestras tiendas al lado de una laguna que está 
próxima al lago y á tres kilómetros del paraje en que sus 
aguas precipitándose en una caida de dos metros de 
altura se escapan ruidosas de la argentada cuna para dar 
origen al rio que nos habia guiado hasta allí. 

En aquellos momentos, y hoy mismo al trazar estas 
líneas, esperimentamos la legítima satisfacción de haber 
incorporado ala geografía patria otro nuevo é importante 
dato, sorprendido en la soledad misteriosa de nuestros 
desiertos. 

El dia veinte y nueve de Diciembre amaneció hermoso 
con una temperatura de i T" centígrados á las 7 a. m. 

Mas ya pasadas las doce, después de haber tomado 
algunas distancias de la luna al sol y otras relativas á la 
determinación de longitudes por ese medio, nos pusimos, 
en marcha con el propósito de ir hasta el fondo del lago, 
para estudiarlo en la forma que las circunstancias lo per- 
mitieran. 

Por otro lado una gran abertura que se hacia visible 
entre las montañas de la cordillera, algo mas al sud, ali- 
mentaba nuestra esperanza de encontrar el valle del Aissen 



104^ 

por donde habia pasado la espedicion chilena comandada 
por Simpson, 

Al movernos del campamento, marchamos media hora 
con rumbo al S. para atravesar una faja de bosque com- 
puesta de árboles muy jóvenes y también para despuntar 
una entrada aguda que por ese lado forma el lago. 

Después, continuamos al oeste si bien muy penosamente 
á causa de que el terreno era arenoso y completamente 
minado por los ratones. 

Muchas veces habíamos salvado fácilmente inconve- 
nientes de esa clase, — pero nunca habíamos creído que el 
trabajo incesante de esos pequeños minadores del suelo, 
pudiese oponer barreras verdaderamente insuperables. 

Los caballos se enterraban hasta el pecho á cada mo- 
mento, y después de conseguir que saliesen, era para dar 
algunos pasos cayendo al rato, nuevamente con sus gi- 
netes. 

Si queríamos tomar aliento y nos parábamos, entonces 
la situación era peor, porque los caballos se enterraban 
más y más. 

Hubo un momento en que casi todos nos vimos bizarra- 
mente en el suelo, habiendo el indio Martin recibido sobre 
el costado derecho una manotada de su caballo. 

Aquello no era solamente penoso, sino también de peli- 
gro inmediato. 

Por esta causa abandonamos el camino entre el lago y 
la loma, que empezamos á faldear con la esperanza de que 
mas arriba el terreno fuese sólido, pero bien pronto, nos 
apercibimos de que era peor. 

Pero, como en ese momento nos habíamos elevado á 



IOS 

unos ochenta metros sobre el nivel del lago pudimos do- 
minarlo con la vista en mucha estension. 

Siendo aquella situación tan embarazosa y así intran- 
quilos, sin saber que hacer, bajamos para detenernos á la 
orilla del agua, porque allí, siquiera estarían mejor los 
caballos. 

En ese trayecto el señor Thómas al caer una vez mas 
con su caballo apretó un ratón, el cual resultó ser un pe- 
queño roedor muy distinto al tucu-tucu á quien habíamos 
adjudicado desde el primer momento la responsabilidad 
de aquella devastación del terreno. 

Este animalejo acaba de ser clasificado en el género 
Hesperomys — por pertenecer al grupo numeroso de los 
ratones de la región Antartica. 

Aquí no quiero dejar de consignar un hecho que me 
trae á la mente un grato recuerdo. 

Cuando llegamos á la margen del lago, el primero que 
se apeó del caballo fué el joven Berroyn, quien levantando 
una taza con agua, me la ofreció, diciéndome: — Señor, 
tengo mucha sed, pero es al señor Gobernador á quien 
corresponde beber primero del agua de este hermoso 
lago. 

Le di las gracias y bebí. La sed que sentía debia ser 
muy grande ó aquella agua era deliciosa. Me inclino á 
creer que las dos cosas eran ciertas. 

Fué en ese momento, cuando mis acompañantes espe- 
rimentaronun pasagero desaliento. Decian que no habia 
pasto bueno para los caballos, los cuales no podian con- 
tinuar; — deseaban, en fin, regresar al campamento de la 
noche anterior, para allí ocuparse en lavar oro en la boca 



io6 

del rio Senguel, en tanto que algunas comisiones recono- 
cian el terreno á vanguardia. 

Pero habiéndoles manifestado que tenia resuelto ir 
siempre adelante y no atrás, se conformaron y continua- 
mos marcha á pié teniendo los caballos de la brida, hasta 
dos leguas mas al oeste en donde encontramos un campo 
bueno en el cual nos detuvimos para de allí esplorar el 
lago y sus proximidades. 

Establecimos aquí nuestro campamento núm. 4 1 situa- 
do en 72^24' de longitud y 44*'57'52" de latitud. 

El gran lago sin nombre, que ningim viagero habia 
visitado antes, se compone de dos cuerpos; uno, esten- 
dido de E. á O. que mide ctiarenta y un kilómetros y su 
diámetro en la región Oriental, que es la mas ancha, de 
veinte kilómetros. 

Después se estrecha hasta unos ochenta ó cien me- 
tros formando un segundo cuerpo de veinte y nueve á 
treinta kilómetros estendido hacia el O. 30*" S. 

Del estremo superior de esa parte del lago sale un 
rio que desviándose algo mas al Sud penetra en las 
montañas. 

Es sin duda, este afluente, el rio Aissen. 

Todo esto se pudo observar, distintamente desde la 
cúspide del pico de una montaña de mil doscientos me- 
tros, hasta donde solo consiguió trepar ese día (3 1 de 
Diciembre) el ingeniero Katerfeld, razón importante por 
la cual determiné darle ese nombre. 

Al siguiente dia constató las observaciones del prime- 
ro, el señor Murray Thómas, el cual desde un punto 



107 



adecuado, tomó del lago y sus contornos la vista foto- 
gráfica que acompaña también esta memoria. 

Pero, todos nuestros esfuerzos resultaron inútiles en 
el sentido de pasar adelante y penetrar en el fértil valle 
por donde corría un rio hacia el Oeste y que no podia 
ser otro que el valle visitado por el Comandante. 
Simpson. 

Ademas, nos encontrábamos en el 45*'25' de latitud 
por donde la Comisión chilena habia conseguido tras- 
montar la cordillera; allí se veía un valle, un rio y un 
boquete que no podia ser otro que el Paso de Simpson^ 
que así debe llamarse en honor á su descubridor. 

Pero, las montañas escarpadas y los bosques espe- 
sísimos nos oponian resistencia invencible por ese lado. 

Faltos de herramientas, y ya escasos de víveres, sin- 
tiendo ademas que las fuerzas físicas disminuian rápida- 
mente, lo que quedaba comprobado con el hecho de que 
solamente Katerfeld, Thómas y Wagner habian conse- 
guido escalar una montaña de mil doscientos metros, 
era bien aventurado continuar, y mas, cuando todo nos 
decia que el éxito déla espedicion, tan feliz hasta enton- 
ces, podia comprometerse. Por esta razón despaché 
una comisión de diez hombres al mando del señor Mayo 
con orden de bajar por la costa del Senguel, hasta un 
punto en que pudiese cortar al S. algunas leguas ó 
hasta el paraje en donde le fuere posible cambiar rumbo 
al O. y penetraren el valle del Aissen, y una vez alcanza- 
do el rio, procurar reconocer el paso á Chile. 

Entre tanto, nosotros lo esperaríamos en nuestro pri- 
mer campamento (Paso de los Tehuelches), en cuyo 



io8 

punto habíamos dejado la chusma y nuestros cargueros á. 
objeto de ah'vianarnos en la marcha, pues en estas últimas 
jomadas íbamos sin mas peso que el de los instrumentos 
y viviendo de la caza. 

Así, mientras uno de mis mejores ayudantes desem- 
peñaba comisión de tanta importancia, continuamos 
nosotros nuestras pesquisas por las costas del lago. 

Como resultado de esta limitada escursion, consignaré 
aqui ligeramente los datos que conceptúo de importancia 
económica. 

Trescientos metros al Oeste de nuestro campamento, 
que puede reconocerse por una pirámide de piedras, 
y una asta bandera, entra en el lago un arroyo que 
baja saltando por entre piedras del lado del S. 

Ese arroyo lo seguimos solo como dos kilómetros y 
allí fué donde encontramos las muestras de carbón de 
piedra; eran tres pedazos, y es dable suponer, que el 
yacimiento de este mineral tan apreciado, no estaría 
lejos. 

Pero nosotros no logramos encontrar, si bien es 
cierto que el tiempo nos faltó, — el depósito de donde 
habían salido. 

Ni aun siquiera pudimos distinguir la formación carbo- 
nífera antigua y sin embargo lo que habíamos hallado no 
era turba^ lignita ni antracita: era la trasformacion 
completa en carbón purísimo, aun cuando no estuviesen 
presentes para nuestros ojos profanos, las rocas meta- 
mórficas y las pizarras cristalinas en cuyas entrañas de- 
bieron efectuarse las evoluciones de su creación. 

Esto coincide también con la noticia de que la 



I09 

espedicion chilena encontró carbón por ese mismo 
paralelo. 

La margen izquierda de ese arroyo está formada por 
barrancas muy altas que corresponden á una montaña 
que se desmorona deshaciéndose en partículas pequeñas 
de color negro ceniciento, tal vez lava y cenizas de anti- 
guos volcanes. 

Es curiosa la circunstancia de que entre esa materia 
tan deleznable que se derrama hasta en las aguas del 
lago, vayan envueltos innumerables nodulos de todos 
tamaños; los hay de dos clases, unos conteniendo óxido 
de fierro presentan el color y la forma de panes, los 
otros negros, de una sustancia muy compacta que pa- 
rece un silicato, contienen amonites. 

Hemos quebrado mas de sesenta, y cada uno guarda 
un Molusco de esa clase, habiéndose encontrado también 
algunos ejemplares de individuos que tuvieron dimensio- 
nes gigantescas. 

Eran Amonites tan grandes como una rueda de carro, 
esto es, de dos y mas metros de diámetro. 

La playa del lago es de arena y enormes piedras roda- 
das; es menester ir saltando de una á la otra, no sin 
peligro de caer. 

Apartadas las piedras en varios puntos llegamos á 
la arena, la cual lavada, resultó que no contenia la menor 
partícula aurífera. 

No obstante parece ser de allí de donde sale el oro que 
arrastra el Senguel á tanta distancia. 

Es sensible que no hayamos podido apreciar la pro- 
tfundidad del llago, pero debe ser grande; generalmente 



lio 



está agitado, produciendo oleaje alto y rumores idénticos 
á los del mar. 

Tampoco vimos peces ni esqueletos de los mismos, 
en la costa, en la cual se encuentra una faja de madera 
seca que arrastrada por el agua marca el máximum de 
creciente del lago, cuyo nivel de agua se hallaba al 
parecer en estado normal. 

Entre esos palos dispersos encontramos uno quemado, 
rastro que se prestó á diversos comentarios y que podia 
atestiguar la presencia anterior del hombre en aquellas 
comarcas tan solitarias, si es que no habia llegado hasta 
allí traído por la corriente de las aguas. 

Mis amables compañeros, decidieron por su cuenta, 
dar mi nombre al lago — y entre la pirámide de piedra 
quedó una botella conteniendo un documento en el cual 
consta ese hecho y mi decidida oposición á él, porque me 
parecia impropio dado el carácter que investía, al dirijir 
en jefe la espedicion. 

El resultado de la comisión está trazado en el plano y 
es el siguiente: marchó por el S. casi en la longitud de 
nuestro campamento, precisamente hasta el grado 45** y 
25* de latitud, descubriendo un rio que bajaba del Oeste, 
el cual lleva el nombre de su descubridor. Divisaron otro 
lago mas al S. que supongo sea el lago Buenos Aires, 
según la distancia calculada por el señor Mayo. 

Desde allí, no pudiendo internarse al Oeste por falta 
de elementos, costearon el nuevo rio al E. diez kilóme- 
tros, cortando en seguida hasta el rio Senguel con 
rumbo N. E. á la altura por donde se le reúne el 



arroyo que baja de la pendiente Oriental de la precor- 
dillera. 

El 1° deEnero improvisamos una fiesta, festejando la 
entrada del nuevo año, después de la cual resolvimos em- 
prender el regreso. 

Rabiamos descubierto el oríjen del rio Senguel y si 
bien no pudimos visitar á Chile por el Paso de Simpson 
quedaba resuelto un punto bien complicado, esto es, 
que Musters no llegó al estremo E. de donde parte el 
Senguel y que Simpson tampoco habia alcanzado el 
extremo S. O. del mismo lago de donde se desprende el 
Aissen. 

He aqui, pues, porque los trazados de esos dos viajeros 
no coinciden en el terreno de los hechos, por mas que 
se haya querido insinuar lo contrario. 

Ese mismo dia nos despedimos del gran lago, dando 
vuelta, hasta donde pudimos para contemplarlo una vez 
mas, tal como sucede con una persona querida ó un 
paraje predilecto que se abandonan, tal vez para 
siempre. 

A las once a. m. emprendimos la marcha y visitamos 
el pequeño salto de las aguas al entrar en el cauce del 
Senguel. 

Vadeamos el rio por el mismo punto en donde lo ha- 
biamos cruzado antes, no sin anotar una laguna que se 
nos habia pasado desapercibida á la ida. 

Desde el i"" hasta el 5 sufrimos mucho á causa de un 
viento constante, helado y fuertísimo á punto de que 
nos veiamos en serios conflictos para encender fuego y 
conservarlo. 



Algunos días después nos deteníamos en las barrancas 
en donde se reúne al Senguel el río Quínua y allí reco- 
nocimos que la formación terciaria llega hasta ese punto 
por el gran valle, y ya desde entonces empezamos á 
encontrar los moluscos antiguos de ese período. 

Hasta ese momento habíamos descendido un grado y 
medio de longitud con rumbo general alE. 

Pero desde allí continuamos invariablemente hasta 
70** de longitud y 45*'46' de latitud, en donde vadeamos 
el Senguel á nado para reconocer otro rio, tal vez el 
Aayon de Moyano, que corriendo paralelo al Senguel 
bajaba del Oeste. 

Por esa altura, poco mas al naciente vimos un gran 
grupo de hombres y animales; en el acto, supusimos 
que fuesen indios; tomando las precauciones del caso y 
ya mas cerca, tuvimos la agradable sorpresa de reco- 
nocer al vecino del Chubut don Juan Acosta, el cual 
con un arreo de mil quinientas vacas seguía el ca- 
mino trazado por Moyano con dirección á Punta 
Arenas. 

Acosta no llevaba baqueanos, pero siendo decidido é 
inteligente marchaba así y con el libro de Moyano en la 
mano, sin haber encontrado inconvenientes hasta ese 
momento. 

Acosta ros ayudó, acompañándonos en los sesenta 
kilómetros que esploramos del nuevo rio, el cual recibía 
otros dos afluentes que traían sus aguas del S. O. el 
primero á 1 5 kilómetros desde la confluenda del Rio 
Mayo con el Senguel, pues todo nos decía que era el 
mismo que habíamos dejado arriba; y el segundo ávein- 



"3 

te y cinco kilómetros, medidos desde la desembocadura 
del anterior. 

Practicado ese reconocimiento que incorporaba otro 
dato importante á nuestros trabajos, continuamos ba- 
jando hasta el grado 46** de latitud y 69° y 47' de 
longitud en donde el Senguel interrumpe su progresión 
hacia elS. E. para formar un ángulo agudo desde donde 
cambia rumbo hacia el N. E. 

El valle del Senguel desde su confluencia con el rio 
Quinua esgeneralmente bajo y anegadizo y en general 
de malos pastos; las aguas se estienden en innumerables 
canales que se reúnen y se separan á cada mo- 
mento. 

Solo ofrece un solo cauce profundo y corren toso en 
las vueltas rápidas y en las gargantas que forma el 
valle cuando lo estrechan las montañas de origen vol- 
cánico. 

Las costas del Sud de formación terciaria ofrece un 
aspecto invariable en su composición y altura, apenas 
interrumpido á distancias regulares por manchas de 
pasto verde que denuncian la presencia de manantiales, 
algunos de los cuales, llevan en pequeños hilos su tributo 
al rio. 

La margen del Norte presenta una faz distinta porque 
después del valle, propiamente dicho, se eleva una 
meseta cubierta de cascajo y pasto ralo, que se estiende 
dos ó tres kilómetros hasta terminar en la base de una 
consecución de cerros volcánicos que van ramificándose 
en dirección Norte, que tal vez alcanzan hasta la cuenca 
del Chubut, pues esa parte ha quedado inexplorada 



"4 

como se ve en el plano de la espedidon; no obstante, 
en una entrada parcial que hicimos encontramos en esta 
formación algunas salinas. 

Pero, uno de los fenómenos mas curiosos que pudimos 
ver en ese trayecto, es un manto inmenso de lava volcá- 
nica que tiene en algunos puntos hasta diez metros 
de espesor y el cual parece ser posterior á la formación 
del valle del Senguel, pues en la margen opuesta del 
rio no se encuentra indicio de su existencia y cree- 
mos que es la misma capa de lava que antes, en esa 
misma altura, habiamos visto sobre el valle del 
Chubut. 

Si en efecto es el mismo manto, abarca una región de 
muchos centenares de leguas. 

Existe un punto al pié de la meseta en donde moles 
considerables de escoria han corrido hasta el agua, y 
esto hace que sea bastante difícil pasar. 

Es necesario trepar y marchar sobre ese manto unifor- 
me y triste, desprovisto por completo de vegetación y 
donde el paso del hombre no deja la mas leve 
huella. 

En este lugar ocurrió el único incidente desagradable 
de mi viaje. 

El sargento Franco llevaba mi anteojo y durante la 
marcha se le cayó, advirtiendo esto ya un poco tarde. 
Para buscarlo se quedó algo á retaguardia, sin permiso 
ni orden mia. 

Al seguimos, después, llegó al punto en donde no se 
notaban las huellas nuestras y quedó estraviado y solo en 
aquellos parajes desiertos. 



"5 



Mi pobre asistente Franco, ex-sargento del Batallón 
1 1 de Infantería de línea, estuvo á punto de perecer de 
hambre y de amargura. 

Se le encontró felizmente, tres dias después, estenuado 
físicamente, muy desmoralizado y ya perdida la espe- 
ranza de conseguir incorporarse á nosotros. 

Para demostrar, una vez mas hasta donde alcanza la 
disciplina del soldado argentino, debo consignar que mi 
asistente llevaba un frasco de coñac en que yo habia 
echado frutillas, y mientras él andaba estraviado, yo pen- 
saba que bien podia sostenerse tomando algunos tragos 
cada dia, pero se abstuvo de probarlo porque sabia que 
ese frasco lo tenia destinado para ofrecérselo al señor 
Presidente de la República. 

Ese coñac y esas frutillas eran, pues, cosa sagrada 
para él. — Asi entendia el deber este modesto y leal ser- 
vidor y hubiera muerto sin pensar en abrir el frasco ! 

En donde termina el manto de lava, bajamos al valle y 
notamos que el rio se hacia muy tortuoso caminando en 
un solo brazo por el valle que tenia allí cinco kilómetros 
de ancho y buenos pastos. El rumbo general era 
S. 45" E. 

A las tres leguas de camino observamos que el rio se 
recostaba tanto á la meseta que la habia desquiciado en 
su base desprendiendo una cantidad de cal marga, tan 
blanca y soluble que desde allí corrian las aguas muy 
turbias. 

El paso, pues, estaba interceptado y subimos nueva- 
mente á la meseta que era dé sesenta pies de elevación 
y su ancho de seis á ocho kilómetros hasta una cadena 



xi6 



de sierras negruscas, informes, de aspecto muy triste; el 
piso era de arena colorada con cascajo fino, la vejetacion 
muy pobre; y el terreno formaba una planicie completa- 
mente horizontal. 

Por allí continuamos marchando al paso hasta llegar á 
un punto en donde el valle se estrechaba tanto que 
apenas daba acceso al rio por entre una garganta de 
montañas de pói*firo. 

En ese mismo lugar la altiplanicie que seguíamos 
cambió completamente de aspecto. 

Nos bajamos del caballo para recojer una preciosa 
flecha de cuarzo conteniendo dendritas, muestra elocuen- 
te que ponia de manifiesto las intuiciones artísticas de 
los antiguos patagones. Desde alh' contemplamos largo 
rato el curioso paisaje que teníamos por delante. La 
cadena de sierras que corrian paralelas á nuestra iz- 
quierda, cuyos colores eran poco antes oscuros y tristes, 
se habían tornado en vivos y variados, ostentando las 
faces diversas del arco iris, pero colocados tan fuera de 
tiempo y de lugar, con tan poca armonía, que una copia 
fiel del aspecto que presentaban, habria sido considerada 
como la obra de un pintor de imaginación enfermiza. 

Recojí algunas muestras de todos esos colores y en 
seguida bajamos al valle, admirando aun estas combina- 
ciones caprichosas de la naturaleza. 

. Después de recorrer pequeños vallesitos, pasamos á 
observar prolijamente el gran ángulo en que el Senguel 
cambia definitivamente su rumbo general al N. E. 
Debo hacer presente que el valle de este rio carece de 



"7 

árboles, desde el grado 71 abajo y que en esta parte solo 
se encuentran pastos de mediana calidad. 

Colocados precisamente en el vértice del ángulo for- 
mado por el rio, tomamos dos vistas de él, una de arriba 
hacia abajo y otra en sentido opuesto — Precisamos su 
situación en 45° 59* 2" de latitud y 69" 40' 16" de longi- 
tud, á 388 metros sobre el mar. 

El mismo punto que mi distinguido amigo el mayor 
Moyano habia encontrado en 45^ 58' 36" de latitud y 69"* 
46' de longitud. 

No hay, pues, cuestión posible entre nosotros; la dife- 
rencia es inapreciable, los dos hemos observado bien y 
en último caso, este pequeño desacuerdo debe solo atri- 
buirse á la distinta clase de instrumentos de que nos 
hemos servido. 

En ambos lados del valle se ve la formación terciaria 
con sus yacimientos de ostras inmensas;^— pero las 
barrancas en la costa izquierda son mas altas y en ellas 
aparecen promontorios enormes de origen volcánico. 

A esa altura atravesamos el rio por tres puntos distin- 
tos, siempre á nado, buscando un paso cómodo que al < 
fin encontramos á cuarenta kilómetros, rio abajo de nues- 
tro campamento N**. 45. 

Allí el valle asume las proporciones de un camp^ 
estenso cuyo diámetro es de cuarenta y dos kilómetros 
con pasto regular, pero el terreno es anegadizo en sa , 
mayor parte. 

Vadeamos el rio con el agua al pecho de los caballos 
y á ese paso, el mejor que hemos encontrado le dimos el 



ii8 



nombre de Paso de Galenses y seguimos desde entonces, 
por la margen derecha del rio. 

Continuando cuarenta y cinco kilómetros con rumbo 
N. E. caimos al lago Colhid que tanto ansiábamos co- 
nocer. 

Aquí, me permito llamar nuevamente la atención de 
V. E. pidiéndole se digne fijar la vista sobre el punto del 
plano en donde se encuentra este lago, cuyo sistema 
hidrográfico no era conocido hasta este momento, no 
obstante ser diversos los viajeros que pasaron por su 
lado. 

El mayor Moyano en viaje de Santa Cruz al Chubut 
tocó en la margen S. de esta fuente practicando algunas 
observaciones muy apreciables, si bien hechas al pasar, 
lo que aumenta el valor de ellas. 

En cuanto á los viajeros Thómas, Jones y Durnford, 
llegaron hasta ese punto, regresando sin estudiar el lago, 
porque solo buscaban buenas tierras para colonizar. 

Por lo que respecta á otras personas que han escrito 
sobre el Colhué, lo hicieron por noticias, y aun cuando 
estas hayan prevalecido hasta hoy, no es menos cierto, 
.(Jue ellas eran completamente equivocadas. 

En resumen: se decia al respecto que el lago era pro- 
fundo y de una estension como de veinte y cinco á treinta 
lálómetros, teniendo la forma plana de una pera y que 
sus aguas cristalinas, recibian el concurso de varios 
^arroyos que venian del O., y por último que derramaba 
sus aguas en el rio Senguel. 

.Desgraciadamente, nada de esto se aproxima á la 
verdad que se desprende de los hechos. 



^^9 

Dados estos antecedentes, diré á V. E. que la inmensa 
sábana de agua que nos ocupa tiene su centro en un 
punto del espacio que puede apreciarse en 45^ 20' de 
latitud y 68** 45' de longitud. 

La forma que le marcan sus contomos no es el de una 
pera cortada en plano por su eje mayor, como V. E. 
puede apreciar por su símil trazado en el plano, no cono- 
ciéndose, en mi opinión, fruta alguna á la cual pueda 
compararse. 

El agua no es clara, pues como he referido ya, el rio 
Senguel desde muchas leguas antes de cambiar su curso 
general al Norte, arrastra gran cantidad de arcillas que 
enturbian el agua y este rio penetra libremente en el 
gran acuarium. 

Ademas no es uno, sino dos lagos, ambos considera- 
bles y perfectamente deslindados. 

Podría también decirse que son cuatro, pues dos fuen- 
tes mas pequeñas concurren á complementar el sistema 
hidrográfico de este caudal de agua tan complicado y 
curioso, aunque fácil de comprender, porque basca para 
ello fijar un poco la atención en el plano. 

El rio Senguel se derrama primero en la costa Sud de 
un pequeño lago circular de diez kilómetros de diáme- 
tro — y de la costa Norte del mismo depósito, parten dos 
canales paralelos de uno y medio á dos kilómetros de 
estension, por los cuales penetra rápidamente el agua en 
el que llamaremos, lago Colhué^ que tiene un largo de 
treinta y cinco kilómetros de N. á S. y trece de ancho de 
E. á O. Su forma es cuadrangular, si bien en la región 
del N. sus ángulos están redondeados, pero en las del S. 



I20 



son agudos, especialmente en el ángulo S. O. que se 
prolonga en esa forma en una estension de tres kilo- 
metros. 

Este primer lago cuya altura sobre el mar es de 310 
metros tieae un nivel inferior al del pequeño depósito de 
donde recibe sus aguas; parece que no es muy profundo 
y se limita al S. por el terreno aluvial del valle; al O. y al 
N., por una consecución de tres cadenas paralelas de 
sierras y de mesetas del terciario patagónico; esto es, la 
formación que acompaña al rio Senguel y que habíamos 
seguido desde muchos dias atrás. 

Por el E. una cadena de cerros volcánicos de cuarenta 
kilómetros de largo por dos y medio de diámetro, está 
tendida de N. á S. como una barrera insuperable entre el 
lago que nos ocupa y otro aun mayor que se encuentra 
del otro lado y que llamaremos Musters, 

Su altimetría es de 290 metros y la mayor longitud de 
este segundo lago de forma muy irregular, es de cincuen- 
ta kilómetros de N. O. á S. E., sin contar una laguna con 
la cual se comunica por el E. y que tiene una dimensión 
de dos y medio kilómetros en el rumbo antedicho y doce 
kilómetros en la dirección que trae el Senguel. 

Aquí debo hacer presente, que estos dos lagos y sus 
accesorios, no reciben corriente alguna de agua por el 
O. ni por el N., lo que he podido comprobar habiendo 
rodeado con bastante dificultad la cadena de sierras que 
se encuentra entre los dos lagos y desde cuyos picos cul- 
minantes se distinguen con perfección los contomos de 
los lagos, hasta en sus menores detalles. 

Así, creo no equivocarme al asegurar que esas dos 



191 



fuentes caudalosas se nutren esclusivamente por las 
aguas del rio Senguel, teniendo también como único 
punto de desalojo, bien preciso y libre de obstáculos, la 
boca superior del Rio Chico^ la que hemos precisado en 
45* 36' 26" de latitud y 68*^ 21' 31" de longitud al S. O. 
del Pico Onetto del cual tomamos con agrado una foto- 
grafía en recuerdo del noble anciano que le da nombre y 
cuyos importantes servicios harán siempre grata su me- 
moria. 

Esplicaremos ahora como recibe sus aguas el gran 
lago Musters y la laguna Dillon. 

Un kilómetro al E. de la boca del Senguel^ en el peque- 
ño lago, sale un brazo angosto que corre primero al S. O. 
tres kilómetros en donde invierte por completo la direc- 
ción de su corriente para formar una isla baja y anegadi- 
za, y en seguida, á poca distancia, se reúnen á un canal 
mayor que naciendo en el ángulo S. E. del lago Colhué, 
despunta la cadena central de sierras y sigue al N. E. 
serpenteando por terrenos bajos, como son todos los 
que rodean á los lagos, que cuando crecen los inundan, 
hasta desembocar con un diámetro de sesenta metros en 
el centro lateral S. O. del lago Musters. 

Si los viajeros anteriores no vieron todo esto, es sin 
duda, porque llegaron cuando toda la comarca estaba 
invadida por la creciente y nosotros hallamos los lagos 
cincuenta centímetros mas bajos que el nivel de sus 
aguas. 

Allí termina, señor Ministro, el rio Senguel, cuya es- 
tension habíamos tenido la satisfacción de reconocer los 
primeros, hasta en sus mas leves sinuosidad^. 



182 



Como un medio de comprobar la última observación de 
longitud que habíamos hecho en la costa de los lagos, 
cortamosrectamente hacia el E. midiendo el camino que 
resultó ser de noventa y cinco kilómetros hasta el seno 
del golfo San Jorge^ el cual recorrimos en considerable 
estension reconociendo sus innumerables vertientes, tan- 
to de agua dulce como salobre y que corren por cafiado- 
nes fértiles, regando el terreno y alcanzando algunas 
hasta el mar. 

Investigando la playa del gran golfo, recogimos mo- 
luscos actuales y plantas marinas — y coleccionando en 
los derrumbes de las barrancas descubrimos entre los 
moluscos, peces y cetáceos déla época anterior, algunos 
fragmentos fósiles de un ave que tenia dientes y pies ex- 
traordinarios. 

Estas preciosas reliquias de un organismo extinguido 
se encuentran hoy felizmente en manos del distinguido 
paleontólogo, señor Ameghino, el cual se dedica con 
empeño á su estudio, por ser, según lo ha manifestado, 
el primer animal de esa clase encontrado en nuestro país. 

En ese trayecto encontramos campos de buen pasto y 
apropiado para el pastoreo de ganados. 

Tanto ala ida como al regreso, atravesamos la triste y 
sinuosa región, constituida por las mesetas de origen 
terciario. 

Pocos dias después nos encontrábamos nuevamente 
sobre la margen S. E. del lago Musters, en donde toma- 
mos algún descanso y nos entretuvimos en pescar truchas, 
que son grandes y sabrosas, — y en admirar los árboles pe- 
trificados, algunos hasta de diez y seis pies de largo; entre 



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estos los habia que conservan hasta sus gajos mas grue- 
sos ; se encuentran envueltos en la masa terciaria y se 
descubren en los desmoronamientos producidos por el tra- 
bajo de las aguas en la actualidad . 

Emprendimos desde allí nuestro regreso definitivo por 
la margen derecha del rio Chico, que arrastra lentamente 
sus aguas de color lechoso y espesas por la cantidad de 
arcilla que contienen, las que siguen con rumbo N. E. por 
un cauce estrecho que cruza campos pobrísimos y limi- 
tados enestension, hasta que se mezclan con las corrien- 
tes claras del rio Chubut, que se enturbian desde enton- 
ces, por esta causa. 

De este modo, ya marchando lentamente, á causa de 
la fatiga corporal, al término de un viaje en que se habian 
recorrido mil leguas, llegamos á Rawson, en donde nos 
esperaban con arcos de triunfo y preparativos de her- 
mosas fiestas, sus honrados habitantes, alborozados por 
el feliz regreso de la expedición. 



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VIII 



Aquí termina, señor Ministro, el relato de mi viage, y 
solo me resta pedir á V. E. que sea indulgente al leerlo, 
pues habiendo espedicionado casi sin recursos y sin ele- 
mentos adecuados, al trasladar al papel las múltiples 
observaciones hechas, he tenido necesariamente que in- 
vadir dominios de la ciencia, reservados al especialista, 
que descubre conexiones luminosas, bien asi como con el 
microscopio se ven los infusorios, — y que sin duda para 
mí habrán pasado desapercibidas. 

Presento, entonces, este informe, modestamente, por- 
que al redactarlo no me ha acompañado otra idea, sino 
la de que podría con él, aportar un grano mas de arena 
para mejor conocimiento de una región desierta de nues- 
tra patria. 

Con sentimientos de alta consideración, saluda á V. E. 

LUIS JORGE FONTANA. 



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Dedicado paPsuAirlf^r I 

DON JULIO A.ROCA. 



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