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Full text of "Viaje à Sierra Leona en la costa de África : conteniendo la noticia del comercio y producciones del país, y de las costumbres civiles y religiosas, y de las maneras del pueblo, en una serie de cartas a un amigo en Inglaterra, durante su residencia en aquel país en los años 1785, 1786, y 1787 : con una carta adicional sobre el asunto del comercio africano de esclavos : con un mapa de la parte de la costa de África del cabo de Santa Ana al Río Núñez"

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VIAJE A SIERRA LEONA 
EN LA COSTA DE ÁFRICA 


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ES PROPIEDAD 
COPYRIGHT BY CALPE, MADRID, 1921 


Papel fabricado expres^imenterpor La Papblbra Española .■ 


JOHN MATTHEWS 

TENIENTE DE^LA ARMADA REAL 


VIAJE A SIERRA LEONA 
EN LA COSTA DE ÁFRICA 


CONTENIENDO LA NOTICIA DEL COMERCIO 
Y PRODUCCIONES DEL PAÍS, Y DE LAS 
COSTUMBRES CIVILES Y RELIGIOSAS, Y DE 
LAS MANERAS DEL PUEBLO, EN UNA SERIE 
DE CARTAS A UN AMIGO EN INGLATERRA, 
DURANTE SU RESIDENCIA EN AQUEL PAÍS 
EN LOS AÑOS 1785, 1786 Y 1787. CON UNA 
CARTA ADICIONAL SOBRE EL ASUNTO 
DEL COMERCIO AFRICANO DE ESCLAVOS. 
CON UN MAPA DE LA PARTE DE LA COSTA 
DE ÁFRICA DEL CABO DE SANTA ANA AL 

RÍO NÚÑEZ 

LA TRADUCCIÓN DEL INGLÉS HA SIDO HECHA POR 

D. BARNÉS 


MADRID 
CAI^PE 




229111 


Gráficas Reunidas, S. A. — Madrid. 


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El Uhro apareado en Londres en 7788, del teniente de la 
Marina real inglesa John Matthews, acerca de Sierra Leona 
y del país de los mandingas, cuya traducción castellana 
aquí se ofrece, gozó entre sus contemporáneos de merecida 
fama, que el tiempo transcurrido no ha hecho sino confir' 
mar y acrecer. 

La exactitud rigurosa de las observaciones sobre la histo^ 
ría natural, razas y costumbres; la finura penetrante con 
que atina a interpretar rítos y ceremonias del enjambre de 
pueblos habitantes del Afríca occidental, singularmente en 
cuanto atañe a los ocultos rítos, a las misteriosas Asociado^ 
nes como el ^purrah"^, que para la mayor parte de los viU" 
jeros pasan inadvertidas, dieron a la obra de Matthews re- 
Ueve excepcional 

Las razones con que en su última carta abogaba en pro 
del mantenimiento de la esclavitud, frente a la opinión de 
filántropos y teólogos, si hoy no tienen valor alguno, le acre- 
ditaron entonces de excelente político. 

Apenas aparecida su obra, en la que venia tan magistral- 
mente tratada una región, si muy visitada por traficantes y 
negreros, de intento sumida en el mayor misterio, y esctua 


ORD LIBRA] 




3 -* 


3 


VIAJE A SIERRA LEONA 
EN LA COSTA DE ÁFRICA 


VIII CONTENIDO 

CARTA VI 

Personalidad de los indianas, razas, costumbres y 
y ceremonias 113 

CARTA VII 
El comercio africano de esclavos 165 

CARTA VIII 

Carta adicional concerniente al comercio de esclavos 
en África» hechos estatuidos e inferencias que 
han de deducirse de ellos respecto a la política de 
abolición del comercio • . 191 


CARTA PRIMERA 


Sierra Leona, 25 de septiembre de 1785. 

MI querído amigo: Aprovecho la 
primera oportunidad para infor^ 
marle de mi feliz llegada al lugar de mi 
destino, después de un agradable viaje de 
treinta días, en los cuales no ocurrió nada 
de suficiente interés para comunicarlo. Al 
pasar entre la Gran Canaria y Tenerife 
tuvimos la suerte de haber gozado una 
vista del Pico (1), que rara vez se ve. 

La cúspide, cubierta entonces de nie- 
ve, aparecía muy por encima de las nubes. 


(1) Alude acaso el autor al Pico de Teide (3.720 me- 
tros), en la tsla de Tenerife. (Nota de la edición española.) 


VIAJK A SIBItftA LEONA 


2 VIAJE A SIERRA LEONA 

en la pura región del éter, y de su cima 
más alta salía una brillante llama. Alrede- 
dor de la base de la montaña/ pero sobre 
la región cultivada, las nubes se reunían 
en sombras espesas, de las cuales salían 
truenos, rayos y relámpagos sobre la baja 
llanura. 

Su carta del 20 de marzo no me alcan- 
zó antes de mi salida de Liverpool, puesto 
que salí el 22, y ahora debo explicar a us- 
ted enteramente mis motivos para viajar. 

Hay tal contraste, si lo observáis bien, 
entre la gloria de las victorias navales y 
las escenas incoloras de las empresas co- 
merciales, que tiene que ser difícil recon- 
ciliar el espíritu con tan brusóa transición. 
Confieso que esto es verdad; pero bastará 
al presente observar al mismo tiempo que, 
después de servir como teniente durante 
toda la guerra última en las Indias occi- 
dentales y participar de casi todas las 


llegada' al país 3 

acciones en aquel período, me encuentro 
en la paz bajo la necesidad de ejercitar- 
me de un modo u otro en aquel género 
de vida que pueda no ser indigno de un 
oficial de la Marina inglesa. En un pais 
comercial como el nuestro, en el cual la 
condición de un mercader es tan respeta- 
ble y tan útil como cualquiera otra del 
Estado, estaba en libertad de apropiár- 
mela, y, con gran placer, volvi mis ojos al 
comercio. Tuve, en verdad, una sugestión 
adicional para ligarme con caballeros que 
comerciaban con la costa de África, por- 
que, habiendo realizado aquel comercio, 
me creí especialmente competente para 
emprender un empleo semejante. 

He acabado precisamente mis negocia- 
ciones con los indígenas con un acuerdo 
conveniente para establecer almacenes y 
casa para obreros. El mismo lugar fué ad- 
quirido por un agente anterior de la mis- 


4 VIAJE A SIERRA LEONA 

ma Compañía de la cual soy empleado» 
y al cual los indígenas asesinaron de la 
manera más horrible; desde aquel tiempo 
(hace catorce años próximamente), niri' 
gún hombre blanco ha osado poner sus 
pies en la plaza; y antes de aquel perío- 
do habían aniquilado las tripulaciones de 
diversos navios y sumergido su cargamen- 
to. Con alguna dificultad conseguí que sé 
me acercaran los indígenas que residían 
en la bahía; temían que tomase de ellos 
venganza por su anterior crueldad; sen- 
timiento congénito con su disposición, 
puesto que ellos imaginan que indica co- 
bardía o falta de espíritu dejar escapar al 
enemigo cuando se presenta una oportu- 
nidad de vengarse de él. Yo, sin embargo, 
aproveché todos los medios para inspirar- 
les confianza, y así, sucedió que conseguí 
una asamblea del rey y jefes vecinos y de 
todos los habitantes de alguna significa- 




LLEGADA XL PAÍS 5 

ción. Imagínaos la playa de una pequeña 
y arenosa bahía cubierta de negros, mu- 
jeres y niños. Bajo la sombra de un árbol 
se sentaba el rey en una poltrona, vestido 
con un traje de seda azul, guarnecido con 
encaje de plata, con un sombrero galo- 
neado, con una camisa con puños de vue- 
lo, y con zapatos y medias. A un lado y 
otro se sentaban los principales subditos, 
y detrás, dos o trps de sus mujeres. 

Comencé informándole de que todos 
los actos pasados debían ser enterrados 
en el olvido; que, no obstante el pésimo 
carácter que tenían, esperaba que la con- 
secuencia de sus crímenes anteriores, que 
habían experimentado severamente en la 
pérdida de su comercio, les haría en el 
porvenir conducirse mejor. Le señalé la 
condición en que habían caído los prin- 
cipales promovedores de sus anteriores 
crueldades; que, aunque lograron inmen- 


6 VIAJE A SIERRA LEONA 

SO botín, nada les quedaba ya de ello; 
y que fueron castigados y despreciados 
por Dios y por los hombres. Afirmé que 
por sus propias leyes estaban obligados a 
proteger al extranjero contra el insulto y la 
opresión, y que todo hombre blanco era 
extranjero en su tierra; y aunque el lugar 
en que estábamos sentados era propiedad 
de mis patronos, sin embargo, para evitar 
una retrospección al pasado, yo lo adqui- 
riría otra vez. 

Yo insistí ampliamente sobre el poder 
que podía ejercitar si ellos intentaban 
destruir mi propiedad o mis gentes; pero 
que yo deseaba vivir en paz y amistad, 
y les daba las más firmes seguridades de 
que podían en todo tiempo descansar 
sobre mi palabra. Que si ellos me en- 
contraban alguna vez reo de una menti- 
ra, perdería toda aspiración a su con- 
fianza; y concluí haciendo un hoyo en el 


LLEGADA AL PAÍS 7 

suelo y diciendo que en aquella sepul- 
tura enterraba yo todas las pasadas ani- 
mosidades, y que quien lo abriera estaría 
sujeto a un maleficio. Ya, oh\ ya, oh' 
fafée (un término de aprobación), resonó 
por todas partes y tuvo su eco en las co* 
linas circundantes. El rey y yo tapamos el 
hoyo, y esta ceremonia puso término a 
nuestra asamblea. 

Por la tarde me trajeron un viejo muy 
magullado con los golpes que había reci- 
bido en la cabeza y en la cara. Indagué 
la razón de que me lo trajeran. «El rey 
ha ordenado que se lo ofrezcamos a us- 
ted, con tal de que usted prometa que no 
le permitirá volver nunca a la costa. Este 
hombre es el que nos ha fascinado y el 
que ha sido la causa de todos los daños 
qye hemos hecho a los hombres blancos; 
si usted no lo acepta, no le está permitido 
volver a tierra.» 


■ 1 


8 VIAJE A SIERRA LEONA 

Yo decliné el presente por varías ra- 
zones; pero si yo hubiera tenido la nlenor 
idea del destino que había de sufrir la 
pobre y desdichada víctima, hubiera con- 
siderado como uno de los más afortuna- 
dos acontecimientos de mi vida el librarle 
de la horrible crueldad de sus supersticio- 
sos paisanos. 

La canoa en que traían al hombre se 
alejó de mi navio y ancló en la bahía has- 
ta que se puso el Sol; entonces ataron 
una piedra al cuello del desdichado y lo 
arrojaron y sumergieron en el mar, don- 
de, con tada probabilidad, en unos mo- 
mentos encontraría un sepulcro vivo en 
el vientre de un tiburón de los que tanto 
abundan en el río de Sierra Leona. 

Concluiré esta carta con la segundad 
de que no olvidaré mi promesa de trans- 
mitiros toda la información acerca de las 
costumbres y ceremonias particulares de 


LLEGADA AL PAÍS 9 

los indígenas del país y de la naturaleza 
del comercio africano que pueda recoger 
por mis propias observaciones o de fuen- 
tes autorizadas. 

Soy, querido señor, etc. 


í 


CARTA II 


Sierra l^ona, 20 de febrero de 1786, 

MI querido amigo: Aunque hasta 
ahora no me ha sido posible re- 
coger muchas informaciones concernientes 
a las maneras, costumbres, etc., de los na- 
turales de este país, tales como sea yo 
capaz de proporcionárselas, tendré gran 
placer en describírselas de vez en cuando, 
ya que es éste el único medio que tengo 
ahora a mi alcance para testimoniarle mi 
amistad y mi estimación. 

Para que pueda usted comprender me- 
jor algún rasgo de los que en el futuro 
pueda enviarle, creo que será primera- 


12 VIAJE A SIERRA LEONA 

mente necesario proporcionarle una breve 
descripción geográfica del país en general; 
entiendo que debe ser solamente en aque- 
lla extensión a que alcanzan nuestras rela- 
ciones comerciales con un mapa de la 
costa, señalando su esquema y los ríos 
principales y situación de las islas conti- 
guas al continente. 

La costa marítima del río Ríonunas, 
que tiene como límite septentrional el 
cabo Santa Ana y como lado Sur la bahía 
de Sherbro, tiene una extensión de cin- 
cuenta y cinco leguas, de la misma anchura 
próximamente al Norte y al Sur, y den- 
tada merced a varios ríos y ensenadas; al- 
gunos son navegables para barcos de ca- 
lado, y todos para pequeñas canoas. 

El río Ríonunas es muy ancho y rápido 
al desembocar en el mar. Su nombre ac- 
tual, asi como el de la mayor parte de los 
otros rios, debe su origen a los portugue- 


GEOGRAFÍA DEL PAÍS 13 

ses, que jcstablecieron extensas residen- 
cias poco después de su descubrimiento 
de África. Parte de sus descendientes per- 
manecieron alli hasta el comienzo del siglo 
presente, y todavía se ven vestigios de su 
fuerte y algunas otras edificaciones a unas 
treinta y cinco millas (1) próximamente, re- 
montando el río. La tradición del país dice 
que los portugueses fueron arrojados de 
sus establecimientos junto al río porque 
intentaron frecuentemente subyugar a los 
Estados que les rodeaban y convertir en 
esclavos a todos los indígenas sin distiñ- 
uón, levantando fuertes en todo el país; 
medida ésta que habían desenvuelto ple- 


(1) La milla marina es, en principio, la lonjfitud del mi- 
nuto sexagesimal del meridiano a la latitud de 45% depen- 
diente, pues» de los valores que se atribuyan al radio ecua- 
torial de la Tierra y a su aplastamiento, variando entre 
1.852 y 1.8523 metros. Con todo, la milla injflesa equivale 
a 1.609 metros. (Nota de la edición española») 


14 VIAJE A SIERRA LEONA 

ñámente en su principal residencia de 
Bassóu, cerca del Cambia. Este río fué 
primeramente un lugar de gran comercio 
para los esclavos y el marfil; pero los mer- 
caderes esclavos toman ahora una ruta di- 
ferente. £1 marfil se compra todavía en 
cantidades considerables. Los indígenas 
son llamados nalloes, y son muy ingenio- 
sos en la fabricación de vestidos de algo- 
dón, que venden a sus vecinos septentrío- 
nales. La costa marítima de este país es 
baja, por lo general, hasta que se alcanza 
Sierra Leona, y en su mayor parte panU- 
nosa e interceptada con ensenadas, las cua- 
les generalmente conexionan los ríos pró- 
ximos y forman una excelente navegación 
interior. A una distancia desigual, entre 
cinco o veinte millas, en línea recta desde 
el mar, el país se eleva gradualmente, y 
más allá de esa distancia, en muchos lu- 
gares forma elevadas colinas y pequeñas 


GEOGRAFÍA DEL PAÍS 15 

montañas, que, después de un vendaval, 
cuando el aire queda puro, pueden verse 
desde el mar, a veinte o veinticinco leguas. 

Desde el Ríonunas (1) al Cappatches 
hay unas cinco leguas al Sureste; este rio 
es ancho y profundo en el interior; pero la 
desembocadura es baja, formada por pe- 
queñas islas, semejante a las bocas del 
Ganges. Los habitantes son llamados ¿a« 
goes, y son muy industriosos en la planta- 
ción del arroz, en la confección de ves- 
tidos, en la explotación de la sal, la pesca 
y el comercio del marfil; crían también 
grandes cantidades de aves. 

Desde el Cappatches a cabo Verges (2), 
que es una punta baja que se interna en 
el mar, hay dos leguas al Sureste; desde 


(1) El Ríonunas o Rionunes es hoy el río Nüñez, en el 
territorio de la Guinea francesa. (Nota de la edición espa- 
ñola.) 

(2) Hoy cabo Verga. (Nota de la edición española.) 


16 VIAJE A SIERRA LEONA 

4 

aquí al río Riop<Higeos, que está al Sur- 
este, cinco leguas. La costa está formada 
por un número de pequeñas islas, llama- 
das islas Caxa; los habitantes son nalloes 
y bagaes, y se ocupan en cosas análogas 
a las que hemos descrito. 

£1 río Ríopongeos, aunque no igual al 
Rionunas en tamaño, es, sin embargo, 
uno de los príncipales ríos para el comer- 
cio en esta parte del África, y, como el 
último, tiene muy anchos y muy extensos 
brazos, donde residen los comerciantes 
europeos e indígenas. Y es digno de no- 
tarse que los mismos comerciantes ne- 
gros que visitan Cambia (1) vienen aná- 
logamente a este lugar. 

Los indígenas son originariamente sw^ 
sis; pero el pueblo principal se llama a 


(1) La Gambía, hoy inglesa, es país, al norte de Sierra 
Leona» que tiene 11.655 kilómetros cuadrados y 208.000 ha- 
bitantes. (Nota de la ediáón española,) 





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RRA Leona, según el teniente J. Matthews. 
la, el Norte verdadero. • 


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1 


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GEOGRAFÍ-^A DEL PAÍS 17 

si mismo portugués, proclamando su des- 
cendencia de los colonizadores de aque- 
lla nación que residieron allí primeramen- 
te, aunque no conservan la menor tra- 
za de su extracción europea; pero ha- 
biendo tenido un hombre blanco una vez 
en la familia, es suficiente para darles el 
calificativo. También profesan la religión 
católica romana, y son visitados una o dos 
veces al año por un sacerdote de la resi- 
dencia portuguesa en Bassóu, el cual bau- 
tiza a sus hijos y recibe su confesión de 
fe, conforme a sus dictados; sin embargo, 
los mas ilustrados sólo nominalmente son 
cristianos. Su religión consiste principal- 
mente en repetir un Pater Noster o un 
Avemaria, o en llevar alrededor del cue- 
llo un largo rosario de cuentas con una 
cruz o un crucifijo suspendido. En todos 
los demás respectos siguen las costumbres 
y ceremonias de sus compatriotas paga- 

VIAJE A SIERRA LEONA 2 


18 VIAJE A SIERRA LEONA 

nos; pero, generalmente, los superan en 
espíritu de traición y venganza. Los mer- 
caderes blancos qué traen esclavos y mar- 
fil por este río y el adjunto de Dembia 
traen también grandes rebaños de ganado 
lanar y cabrio, que constituyen un objeto 
de tráfico con los países vecinos. Los in- 
dígenas son también industriosos en el 
cultivo del arroz y en la confección de un 
género inferior de vestidos, esteras y sa- 
lazones. 

Desde el Riopongeos al rio Dembia hay 
unas ocho leguas al Sureste, y allí se ce- 
lebra un comercio considerable; los indí- 
genas se llaman cubé bagaes, que es so- 
lamente una apelación distintiva, seme- 
jante a nuestros condados. Desde aquí al 
río Dania, cuatro o cinco millas al Sureste, 
hay actualmente poco comercio; sus habi- 
tantes son bagaes y, como sus vecinos en 
Dembia y el Riopongeos, son industriosos 


GEOGRAFÍA DEL PAÍS 19 

en la pesca, el cultivo del arroz, la con- 
fección de toscos vestidos, esteras y sala- 
zones. A seis o siete millas justamente 
al suroeste del Dania está Tomba Point. 
Al oeste del Tomba, a tres millas próxi- 
mamente, están las islas Loss, que son 
siete, tres de las cuales están habitadas, y 
el resto son poco más que rocas, sobre la 
más oriental de las cuales está nuestra 
ciudad o factoría. Estas islas, por estar se- 
paradas del continente, son extremada- 
mente placenteras y, en general, saluda- 
bles; la mayor, que es la más occidental, 
es casi semicircular, elevándose a ambos 
lados del mar por una gentil pendiente a 
una altura elevada, cubierta con troncos 
de árboles y rodeada por todos lados, ex- 
cepto por el Noreste, por una costa ro- 
quiza. La isla de la factoría tiene casi al 
Norte y al Sur una especie de colina, co- 
ronada de árboles en cada extremo; lo 


20 VIAJE A SIERRA LEONA 

cual hace que, vista desde el mar, apa- 
rezca como dos islas. £1 camino para la 
navegación está hacia el lado oríentali y 
durante la estación seca es extremada- 
mente seguro y agradable; pero en la es- 
tación de las lluvias y las borrascas no hay 
seguridad sino en la solidez de las anclas 
y los cables. Las islas son llamadas por los 
indígenas Forotimá, que significa Tierra 
del Hombre Blanco, y allí no habita nadie 
hace cuarenta años, excepto una sola fa- 
milia de bagoes; pero ahora, disfrazados 
con una mezcla de bagoes, discurren sa- 
sis y esclavos mandingos. 

Al sur de Tomba la tierra se repliega 
hacia el Este y forma una profunda bahía 
entre Tomba y un punto llamado Mata- 
cong, que está ocho leguas al sureste de 
las islas Loss. En el centro de esta bahía 
están los ríos Quia, Porte y Burria; el pri- 
mero es un lugar comercial muy conside- 


-1 


GEOGRAFÍA DEL PAÍS 21 

rabie y tiene muchas grandes ciudades so- 
bre los diferentes brazos del rio, en la 
mayor parte de los cuales hay diversos 
residentes europeos. El principal comer- 
cio del último es el arroz. Los indígenas 
son susis, industriosos en el cultivo del 
arroz y asiduos en el comercio. 

Al sur de Matacong discurre el río Kis* 
sey, que es ancho y profundo, en el cual 
otros ríos se vacian, procedentes de Bie- 
rrareé y Kiangesá, los cuales, así como 
Kissey, son lugares considerables del co- 
mercio y las principales ciudades de los 
mandingos (1). £1 río Sama está a dos le- 
guas al sur de Kissey, y es también un lu- 
gar comercial, teniendo sobre las riberas 
diversas ciudades importantes. Seis leguas 
próximamente al sur de Sama están los 


(1) Raza ne^a dispersa en ambas orillas del río Ni^er. 
(Nota de la edición española,) 


22 VIAJE ACIERRA LEONA 

ríos grande y pequeño Scarcies (1), entre 
el cual y el río Kissey está el país mandin- 
go; los indígenas son mahometanosi y pro- 
movedores tan celosos de su relijg^ón como 
Mahoma pudiera desearlos. Cultivan gran- 
des cantidades de arroz; pero son dema- 
siado perezosos y orgullosos para dedi- 
carse al comercio, excepto cuando nece- 
sitan lo que sin él no pueden adquirir. Los 
Scarcies son dos ríos de gran comercio de 
esclavos, arroz y kambi, o palo campe- 
che, y el fruto cola, que venden a los co- 
merciantes portugueses del Bassóu. 

Los indígenas de las partes inferiores 
del río, y entre él y Sierra Leona, son bu- 
llams; pero arriba, y en el lado norte, están 
los timmanies. Los estragos del tiempo y 
las acometidas del océano, en ninguna 


(1) El río Scarcies sirve hoy de frontera a la Guinea 
francesa y a la Sierra Leona inglesa, colocada ésta al sur 
de aquélla. (Nota de la edición española.) 


parte se marcan más enér^camente que 
a lo largo de esta costa. En la boca de los 
ríos Scarcies hubo muchas islas conside? 
rabies, casi unidas al Continente, que aun 
recuerdan muchos ancianos que aun vi- 
ven, y que ahora están enteramente cu- 
biertas por el mar y forman un banco de 
arena, a distancia de tres o cuatro millas 
de la costa, sobre el cual hay próxima- 
mente dos brazas de agua. £1 banco, que 
es llamado el terreno intermedio en el río 
Sierra Leona, estuvo, según la tradidón 
de los indígenas, unido primeramente a la 
plaza de Bullam; y yo mismo he tenido 
ocasión de observar que, en una estación 
de lluvias, cerca de un cuarto de mjlla del 
extremo occidental de la isla Turtle nor- 
occidental, en la bahía de Sherbro, fué 
desgajado y barrido, y, en cambio, la isla 
aumentó, por una acumulación de arena, 
en una proporción igual o mayor, en el 


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Antes de la 



^ 


GEOGRAFÍA DEL PAÍS 25 

portugueses tenían allí prímitivamente una 
colonia y erigieron un fuerte en la entra- 
da del rio. La cota del fuerte tiene ahora 
siete brazas de agua por encima y dista 
seis millas de la costa, que el agua invade 
gradualmente. Los barcos pierden allí con 
frecuencia sus anclas o extraen fragmen- 
tos de los antiguos muros. 

Del río Scarcies al Sierra Leona hay 
tres leguas hacia el Sur. Este magnificen- 


exactamente en el índico ai reamen de los monzones: los 
ingleses los llaman irade winds. 

La causa de la inversión de los monzones con la estación 
reside en la presión atmosférica. En verano los gandes 
macizos continentales se calientan intensamente — más 
que el mar — y se forman áreas ciclonales que provocan la 
llegada de vientos marinos; en el invierno se enfrian más 
que las masas oceánicas próximas y, ori^nándose antici- 
clones, lanzan hacia el mar vientos terrestres. El monzón 
marino es fresco, húmedo y lluvioso; el terral es seco y a 
veces muy caliente. Este reamen, aparte del Indico y Asia 
oriental, es frecuente en la zona ecuatorial. (Nota de la edi' 
don española,) 


26 VIAJE A SIERRA LEONA 

te río tienCí al menos» dos leguas de an- 
chura a su entrada, y un canal seguro 
y profundo para los navios de alto ca- 
lado» y proporciona abrigo excelente en 
toda estación. Continúa casi con la misma 
amplitud seis o siete millas, y después se 
divide en dos ramas, una de las cuales con- 
tiene la isla de Bance y discurre por dos 
lugares principales del comercio de escla- 
vos y kambi (1), llamados Rokelle (2) y 
Port Logo; la otra rama es llamada río 
Bunch, en el cual está la isla Cambia» 
donde los franceses tienen un fuerte y una 
factoría. Por el lado septentrional del río 
Sierra Leona, la tierra es baja y llana y 
produce gran cantidad de arroz; el culti- 


(1) Árbol, Baphia nitidot de madera bermeja, muy aban- 
dante en el África occidental. (Nota de la edición española,) 

(2) En su desembocadura y en el cabo de Sierra Leo- 
na está actualmente la capital de Sierra Leona, Freetown 
(34.090 habitantes). (Nota de la edición española.) 


imm 


^ 


GEOGRAFÍA DEL PAÍS 27 

vo del cual y la industria de las salazones 
son las ocupaciones principales de los in- 
dígenas, quienes en las dos márgenes se 
llaman bullams; pero por el lado sur se 
eleva en colinas, las cuales, formada una 
sobre otra, se convierten en pequeñas 
montañas, coronadas de un perpetuo ver- 
dor. De la base de estas colinas se proyec- 
tan puntas de tierra en el mar y se forman 
excelentes bahías para la navegación y 
para pescar con nansas. Los valles próxi- 
mos al mar están habitados; pero pocos 
o ninguno de los naturales residen en las 
partes interiores de la región montañosa, 
la cual, si fuera adecuadamente prepara- 
da y cultivada, sería, en mi opinión, igual 
en salubridad y superior en producción a 
cualquiera otra de las islas de la India oc- 
cidental. Al venir del mar en la estación 
seca, pocas perspectivas podrán superar 
a la entrada en el río Sierra Leona. Ante 


28 VIAJE A SIERRA LEONA 

vosotros está la tierra alta de Sierra Leo- 
na, elevándose desde el cabo con escalo- 
namiento de la más gentil apariencia. Una 
verdura perpetua reina en toda la exten- 
sión, y el follaje variado de los diferentes 
árboles, con las sombras causadas por la 
proyección de las colinas y las cimas des- 
iguales, aumentan grandemente la belleza 
de la escena. 

Las laderas de las colinas más bajas tie- 
nen la apariencia de un alto grado de cul- 
tivo, porque los trozos de tierra que fue- 
ron cultivados hace dos o tres años, pero 
que ahora están cubiertos de fuerte ciza- 
ña y espesos matorrales a cierta distancia, 
ofrecen la apariencia de unos prados apa- 
cibles o tierras de pastos, particularmente 
allí donde se elevan, espaciados, grandes 
árboles aislados, por los que los indíge- 
nas tienen especial veneración; entre las 
tierras recientemente roturadas tienen la 


GEOGRAFÍA DEL PAÍS 29 

apariencia de tierras labradas o rastro- 
jales. 

Entre los dos cabos, que se distinguen 
por su proyección en el mar y por algu- 
nos árboles notables, hay una bella bahía 
semicircular, con una blanca playa areno- 
sa ribeteada de un encantador bosqued- 
Uo de palmeras. A la derecha se domina 
una lejana perspectiva de la bla de Bana-^ 
na, y a la izquierda está la costa Bullam, 
con otra blanca playa arenosa y decora- 
da con grupos de palmeras y altos árbo- 
les. Se descubren también diversas peñas 
rojas, que sirven para quebrar la línea de 
la uniformidad, mientras que más arriba 
del río, hasta donde puede alcanzar la vis- 
ta, los itt'boles parecen flotar sobre la su- 
perficie ondulante de las aguas; para una 
imaginación viva podrían aparecer como 
una flota de navios. 

Los indígenas de Sierra Leona y los al- 


30 VIAJE A SIERRA LEONA 

rededores no son notables por su indus- 
tria ni por su honestidad; cultivan poco 
más arroz del necesario para su propio 
consumo de una a otra estación, y si fal- 
tase una cosecha se verían sometidos a 
grandes privaciones. Inmoderadamente 
apasionados de los licores, dan por adqui- 
rirlos todas las cosas que poseen, y cuando 
fallan estos medios, los persiguen, lo mis- 
mo que los ociosos borrachos de otras par- 
tes del mundo, y roban y despojan a sus 
vecinos, porque pocos entre ellos se apli- 
can al comercio. 

Del cabo de Sierra Leona al False 
Cape (1) hay dos leguas hacia el Sur; de 
aquí a las deliciosas islas Bananas hay seis 
leguas hacia el Sur; entramos entonces en 
la gran bahía de Sherbro, que está forma- 
da por el cabo Shelling y el cabo Santa 


(1) Al sur del primero. (Nota de la edición española./ 


GEOGRAFÍA DEL PAÍS 31 

Ana. Varios anchos ríos desembocan en 
esta bahía, marcados en la Carta, y que son 
lugares de gran comercio de esclavos, kam- 
bi y arroz. Los naturales de Sherbro, así 
como los de las islas, son llamados bullams, 
y son industriosos en el comercio y en la 
agricultura, y particularmente famosos en 
la manufactura de esteras, extremadamen- 
te hermosas, hechas de hierbas teñidas. 

Las islas Tortugas están situadas en el 
lado sur, y las Plátanos, al lado norte de 
esta bahía, y fueron anteriormente resi- 
dencia de eminentes comerciantes extran- 
jeros e indígenas. Después de conducir a 
usted tan lejos, acabo la larga epístola. 

Soy, con la más alta estimación, su, et- 
cétera. 


CARTA III 


Sierra Leona, 10 de junio de 1786, 


QUERIDO señor: En mi última di a us- 
ted una descripción de la costa ma- 
rítima de este país, señalando los nom- 
bres de las diferentes naciones que lo 
habitan. En ésta describiré a usted el cli« 
ma y las estaciones. 

El cabo Santa Ana, en los T 12' de 
latitud Norte; el cabo Sierra Leona, en 
los 8** 12' Norte; las islas Loss, en los 9*" 20', 
y el río Rionunas, en los 10"" 21', y hacia 
los 12'' 48' de diferencia en tiempo al 
oeste de Londres. Un extracto de mi dia- 
rio de los años 1785 y 1786 dará a usted, 


VIAJE A 8IBSRA LEONA 


34 


VIAJE A SIERRA LEONA 


a mi juicio, una idea más completa de las 
estaciones y temperatura del clima que la 
que pudiese proporcionarle de otro modo. 
Enero. — Hacia mediados de este mes 
hemos tenido tres o cuatro días de tiem- 
po lluvioso, soplando tempestuoso del 
Suroeste, con truenos y relámpagos. £1 
resto del mes, moderado y variable; brisa 
de tierra y mar, con tiempo apacible; ter- 
mómetro a la sombra: mañana, 75^ me- 
diodía, SS""; tarde, SO""; pero expuesto al 
sol meridiano son de 90 a 100'' (1). 


(1) Los ^ados que aquí se citan son de la escala Fahren- 
heit, de uso entre los ingleses. Reducidos a la escala cen- 
tígrada» son: 

Fahrenheit CeBtisTA<lo« 

75 233 

80 26,5 

85 .30 

90 32 

100 37,5 

(Nota de la edición española^ 


E L C L I M A 35 

FArero^ — Tiempo relativamente apa- 
cible en el conjunto de este mes, con bri- 
sa de mar y de tierra casi constante; la últi- 
ma comienza hacia las tres de la mañana y 
acaba hacia las diez, o cambia hacia alre- 
dedor del Noroeste, variando en el curso 
del dia hacia el Oeste o el Suroeste. En 
esta estación, las mañanas y las tardes son 
extremadamente agradables; pero es insa- 
no permmiecer a la intemperie cuando el 
Sol se ha puesto o antes de que salga, 
por ser el roció extremadamente copioso 
y penetrante. El termómetro se mantiene 
generalmente a la misma altura que el mes 
anterior. 

Marzo. — Al principio de este mes llo- 
vió con fuerza, con claros al Sur y viento 
variable; los dos días siguientes hubo un 
fuerte viento de tierra y espesa niebla^ 2)1- 
temando con un viento seco y constante. 
Continuó el mal tiempo en el horizonte 


36 VIAJE A SIERRA LEONA 

por encima de los 20"', y claridad y brillo 
en el cénit el resto del mes, con brisas 
moderadas de tierra y mar del Noroeste 
al Suroeste; el termómetro, durante el día 
.y a la sombra, de 80 a 90"'. 

Abril. — Algunas lluvias hasta media- 
dos de este mes, con tiempo nuboso ce- 
rrado y viento Sur; a mediados y a fin de 
mes, claro y apacible; las mañanas, tran- 
quilas generalmente, o aires vivos del 
Noroeste, que varían al Oeste o al Sur- 
oeste por la tarde; el termómetro, en la 
sombra, de 80 a SG". 

Mayo. — Pesadas lluvias las tres pri- 
meras noches de este mes; el resto, buen 
tiempo y claro, con brisas marítimas re- 
gulares y diarias del Noroeste al Sur- 
oeste. Cerrado, en las costas, y en las pe- 
queñas bahías se notan aires vivos que 
vienen de tierra, desde media noche hasta 
las nueve o las diez de la mañana. El 


ÉL CLIMA 37 

termómetro, a la sombra, como antes, acu- 
sa 95 a 100". 

Junio. — AI comienzo de este mes, 
tiempo bueno y agradable; hacia el día 8 
comienzan las nubes y las lluvias, que vie- 
nen del Norte; el 13 descargó el primer 
tomado; el resto del mes, lluvias frecuen- 
tes y abundantes y vientos Sur, del Sures- 
te al Suroeste. El aire, espeso, húmedo y 
frío; el termómetro desciende frecuente- 
mente a 72'', y al salir el Sol se eleva 
a 85 y 90^ 

Julio. — Durante todo este mes, lluvia 
frecuente y copiosa (1), truenos y relám- 
pagos y violentos huracanes; el viento, va- 
riable, pero principalmente del Norte; fre- 
cuentemente viento tempestuoso y duro 


(1) En concordancia con lo advertido en la nota de la 
página 25 acerca de los monzones, se señala aqui ya el in- 
flujo del húmedo monzón marino. (Nota dt la edición es- 
pañola.) 


38 VIAJE A SIERRA LEONA 

por dos o tres días, procedente del Nor- 
oeste. El termómetroi variable, como en el 
mes anterior. 

Agosto. — Mucha lluvia; pero princi- 
palmente desde la tarde hasta la mañ«ia, 
con fuertes vientos del Sur durante todo 
este mes. 

Septiembre» — Durante la primera parte 
el viento fué vivo y variable, con cídmas 
frecuentesi cerrazón, calor, bochorno y mu- 
chos truenos y relámpagos. £1 termóme- 
tro, alto, como en agosto. Hacia la mitad 
y la última parte hubo generalmente bri- 
sas moderadas de tierra y de mar; y desde 
el 18 hubo al menos un huracán cada 
veinticuatro horas, el cual iba siemjM'e 
acompañado de viento, truenos, relámpa- 
gos y lluvia excesiva; pero purificaba el 
aire. El termómetro, de 80 a 85 y 90"". 

Octubre. — Del 1 al 10 de este mes, 
vientos inconstantes y variables alrededor 


\ 


ÉL ÓLIMÁ 3^ 


del compás, con calmas frecuentes, true- 
nos y relámpagos y tiempo muy bochor- 
noso; las nubes, muy bajas y próximas a 
tierra, y la presión de la atmósfera, afec- 
tando sensiblemente al cuerpo y espíritu 
de los europeos y los indígenas. Del 10 
al 21 hubo un huracán casi todos los días, 
con fuertes vientos de tierra por las maña- 
nas, del Este-Sureste al Este-Nordeste, el 
cual, hacia las diez, variaba hacia el Norte 
y Noroeste, y al mediodía, hacia el Oeste 
y Suroeste. El resto del mes hubo brisas 
variables de tierra y de mar, con lluvia 
frecuente (1) por la noche, acompañada de 
truenos y relámpagos, y, en general, mu- 
cho calor, bajando frecuentemente el ter- 
mómetro por debajo de SO"", aun por la 
noche. 


(1) Sierra Leona está situada en una de las zonas de 
m&Tíma pluviosidad del mundo. Caen en ella al año 4.300 
milimetros de a^fua. (Nota de la edición española.) 


40 VIAJE A SIERRA LEONA 

Noviembre. — Ya en este mes comien- 
zan los humos, que son exhalaciones per- 
niciosas atraídas de la tierra por el pode- 
roso calor del Sol, y tienen la apariencia 
de vapores saliendo de grandes calderas 
que cubren la faz entera de la Naturaleza; 
el tiempo es extremadamente caluroso, 
bochornoso, cerrado y opresor; y causa 
tan extremada lasitud, debilidad y violenta 
transpiración, que el cuerpo entero parece 
que se disuelve. Esta es la estación más 
enfermiza del año; y aun los mismos natu- 
rales no están exentos de su perniciosa 
influencia. El fuego y la quinina son los 
mejores preservativos. Fuertes vientos de 
tierra (1) son frecuentes durante los humos. 
Hacia el final del mes tuvimos brisas mo- 
deradas y variables, de tierra y de mar, 
con tiempo nublado, frecuentes truenos y 


(1) El monzón terral, de que ya se ha hablado. 


E L C L I M A 4l 

relámpagos y una aparíción de vendavales 
o tomados (1) de todo el cuadrante. Sólo 
tuvimos tres vendavales este mes, pero uno 
todavía el 29; cosa poco común. 

Diciembre. — Hasta el día 10 el tiem- 
po continuó como en lá última parte del 
mes anterior; desde el día 10 al 18, un 
viento fresco continuado del Norte y la 
niebla o los humos, tan espesos, que se 
hacen totalmente impenetrables para . los 
rayos del sol meridiano. Durante este pe- 
ríodo el aire, duro, húmedo y frío, ejerce 
los más perniciosos efectos sobre el cuer- 
po humano, impidiendo totalmente la 
transpiración, poniendo la piel seca, ás- 
pera y agrietsrda, y ocasionando también 
enfriamientos y calenturas. Los pájaros y 


(1) Los huracanes provocados por la inversión de los 
monzones se llaman tornados, muy especialmente en el 
;oIfo de Guinea. Es voz que emplea el autor en el texto 
insoles. (Nota de la edición española.) 


' • 


41 VÍAJÉ A si£í^rA LEÓrtA 

las bestias parecen rendirse a su influjo; 
ninguna melodía se oye en los árboles; 
aun la paloma permanece silenciosa; causa 
sobre la tierra el mismo efecto que las 
heladas en Europa, y seca los árboles de 
un modo sorprendente. £1 termómetro se 
eleva con frecuencia sobre 75^ Estos 
vientos son llamados por algunos escrito- 
res haramatans (1), y son frecuentes a lo 
largo de la costa africana desde diciembre 
a marzo; pero, generalmente, sin la niebla. 
El resto del mes hubo poco viento, prin* 
cipalmente del Norte y del Noroeste, con 
tiempo nublado; a la sombra, al medio- 
día, SS"" próximamente; expuesto al Sol, 
de 105 a 110^ 

La distinción aquí de las estaciones es 
entre lluvias y sequías, y pienso que la 


(1) El viento haramatan o harmatan es viento lahárico, 
terrail, seco y violento. Véase Del Niger al Nilo, tomo I, 
editado por Calpe. (Nota de la edición eepañola.) 


^m^stmseBi^^^mmtm^^mmtmsmmm^m^^sR 


EL CLIMA 43 

división más natural de ellas, comparadas 
c<m las nuestras, es como sigue: diciem- 
iMre, enero, febr^o, marzo, abril y mayo, 
la primavera y el verano, o estación seca; 
junio, julio, agosto, septiembre, octubre y 
noviembre, el invierno y el otoño, o esta- 
ciones lluviosas y tormentosas. Los tor* 
nados comienzan, generalmente, ya en 
junio y continúan hasta mediados o fines 
de julio; principian otra vez hacia media- 
dos o comienzos de octubre y continúan 
hasta fines de noviembre. Las acompa- 
ña una notable circunstancia: la de que 
siempre ocurren hacia el tiempo aproxi- 
madamente en que las aguas están altas o 
bajas; de lo cual puede quizá deducirse 
que son influidas por las mismas fuerzas 
que causan el flujo y reflujo del mar. 

Por las noticias anteriores quizá con- 
ciba usted una idea muy desfavorable del 
clima; pero las lluvias han sido este año 


44 VIAJE A SIERRA LEONA 

mucho más copiosas y pertinaces que or- 
dinariamente, y los meses secos no han 
sido tan invariablemente hermosos como 
lo son tan comúnmente. Debo observar 
también que mi residencia, donde he he- 
cho mis observaciones, estaba en Sierra 
Leona, y allí las lluvias son siempre más 
abundantes que a lo largo de la costa, a 
causa de los altos bosques que coronan 
las montañas; y tenemos, por la mismas 
causas, frecuentes chaparrones en la esta- 
ción seca, que con frecuencia descargmi, 
de diciembre a marzo o abril, a una legua 
de la costa. 


1 


CARTA IV 


Sierra Leona, 29 de Julio de 7786, 

QUERIDO señor: Espero que habréis re- 
cibido mi carta anterior, en la que 
he procurado daros una noticia geográ- 
fica y meteorológica de este país, tal 
como mis observaciones me la proporcio'- 
nan; procederé ahora a describiros la apa* 
riencia del país y su historia natural. 

La costa marítima, excepto la penínsu- 
la de Sierra Leona, que es muy elevada y 
montañosa, es, generalmente, una tierra 
baja y pantanosa, cubierta con altos y 
rectos manglares (1) e interceptada con 


(1) Los manglares son asociaciones del árbol Rhizopho» 


46 VIAJE A SIERRA LEONA 

innumerables y pequeñas ensenadas. Con- 
forme nos aproximamos a la parte habi- 
table y cultivada del pais encontramos 
una llanura pantanosa, cubierta con un 
fino césped, sobre el cual crecen unos 
cuantos árboles rezagados y raquíticos» 
del género ébano, sin ninguna suerte de 
matorrales. Estas llanuras son inundadas 
por el mar dos veces al año, en los equi- 
noccios vernal y otoñal, y* deposita un 
fango del que los naturales extraen sal 
por un procedimiento simple. Cuando el 
fango dejado por la inundación es sufi- 
cientemente secado por el calor del Sol, 
lo recogen y lo disuelven en agua en 
grandes recipientes de barro; cuando el 
agua está suficientemente saturada de sal 
es hervida en calderas de lata de poca 


m mangle en las costas de los países tropicales, alli en 
donde el litoral es bajo y fangoso. (Nota de la edición eM* 
pañola.} 


-1 


HISTORIA NATURAL 47 

profundidad, y ofrece una sal excelente, 
la cual, aunque no tan blanca como la 
proporcionada por el agua del mar sola* 
mente, es preferida a ella por los indíge- 
nas. Cuando las llanuras de sal son exten- 
sas emplean a sus esclavos, durante el 
tiempo seco, en recoger el barro, deján- 
dolo un poco de tiempo para cocerlo du- 
rante la estación de las lluvias. 

El suelo varía según la situación. En el 
terreno bajo es una fuerte marga o arcilla 
endurecida; en las tierras altas es piedra, 
generalmente; pero por todas partes ex- 
cepcionalmente fértil. Una tierra blanca, 
saponácea, se encuentra en diversas par- 
tes del país, y es de naturaleza tan untuosa 
que los indígenas la comen frecuentemen- 
te mezclada con el arroz, ya que se disuel- 
ve como la manteca; también la usan para 
blanquear sus casas. 

La superficie del país, aun allí donde 


48 VIAJE A SIERRA LEONA 

está cultivada, aparece cubierta de bos- 
ques y dejada en barbecho seis años de 
cada siete; sin embargo, en las partes in* 
tenores y en algunos lugares próximos al 
mar hay sabanas extensas, en las que el 
césped, conocido en las Indias occiden- 
tales con el nombre de césped de Guinea, 
crece a una altura extraordinaria; alimenta 
y oculta un gran número de ciervos, búfa- 
los y elefantes, y al terminar la estación 
seca se prende fuego, generalmente, y en- 
tonces arde con furia irreductible. 

Ningún otro pais produce mayor varie- 
dad de bella y excelente madera de cons- 
trucción, adecuada para todos los propó- 
sitos; pero pocas, si es que hay alguna, 
tienen menos afinidad o semejanza con las 
maderas de Europa. 

El árbol kambi es tan abundante en el 
interior del pais, hacia las fuentes de los 
ríos, que me he informado de que los in- 


i 


HISTORIA NATURAL 49 

dígenas lo queman frecuentemente para 
hacer carbón. Y el árbol que produce la 
goma copal crece en gran abundancia so- 
bre las alturas de Sierra Leona. 

La palmera, que proporciona a los in- 
dígenas vino y aceite a la vez (1), florece 
aquí con gran plenitud y perfección. Los 
bosques y las montañas, así como las saba- 
nas, están poblados con gamos y bestias. 
Los leones se dice que están en las alturas 
de Sierra Leona; yo no vi nunca ninguno, 
ni ninguna persona en cuya veracidad 


(1) La palmera a que el autor aquí se refiere es, sin 
duda, la EIobU guineensis, que da el aceite de palma, obte- 
nido del mesocarpio del fruto y de la semilla. Los mandingos 
la llaman nté ntulu. Se obtienen dos cosechas: una al prin- 
cipio (marzo) de la estación de las lluvias y otra al fin (no- 
viembre). Se obtiene también vino por incisión del régimen 
(dindin). Es palmera abundantísima en la costa occidenta 
del África tropical — sobre todo en el golfo de Guinea ^-, 
y ha sido señalada hasta en el interior de África ^ limite 
del territorio de los nyam-nyam — . (Nota de la edición 
española,) 

VIAJB A SIERRA LEONA 4 


50 VIAJE A SIERRA LEONA 

pueda confiar; pero sí hay en abundancia 
leopardos, tan fieros y rapaces como el 
león. Cuando están aguijoneados por el 
hambre» en la estación de las lluvias, ace- 
chan las ciudades y aldeas por la noche, 
y frecuentemente se llevan hombres, asi 
como anímales. Si un leopardo consigne 
llevarse su presa sin obstáculos la primera 
noche, es seguro que intentará lograrlo 
también a la noche siguiente; entonces se 
preparan para recibirlo, pero escapa con 
frecuencia. También hay elefantes, búfalos, 
jabalíes asombrosamente fieros y grandes, 
ciervos de varías clases, algunos muy gran- 
des y bellos, otros pequeños, como jóve- 
nes antílopes (la carne de todos es siem- 
pre seca y nunca con grasa); hay gatos 
almizcleros, y una gran variedad de otros 
animales, que los indígenas usan para su 
alimentación, y monos de tantas clases y 
especies, que exigirían un volumen para 



nu — u -?■ 


JM-iU. ■ - ^ ul^ ... i.' H 


HISTORIA NATURAL 51 

describirlos; pero se da respecto de dios 
una peculiaridad, y es la de que cuando 
se les coge y retiene unos cuantos días en 
una casa o navio y se les suelta luego, nun- 
ca vuelven a su bosque, porque se dice 
que sus antiguos compañeros les despe- 
dazarían. Verdaderamente, yo he visto con 
frecuencia a los monos salvajes cazar a 
aquellos que han sido aprisionados sólo 
por unos días, fuera de los linderos del 
bosque, cuando buscaban alimento. 

Los sapances o chimpancés son tam- 
bién naturales de este país, y cuando se 
cogen jóvenes se domestican y familiari- 
zan mucho; extremadamente apasionados 
de apegarse a aquellos que aman, y muy 
sensibles a los buenos y a los malos tra- 
tos. Tengo ahora uno joven en mi pose- 
sión que viene rápidamente cuando le lla- 
mo por su nombre; pero si le echo de mi 
lado, o le golpeo, o simplemente no le 


52 VIAJE A SIERRA LEONA 

observo sus avances para estimularle, se 
enoja y se pone intratable; no me hará 
caso si le Hamo, ni tomará nada de mí 
hasta que le ponga de buen humor. Su 
apariencia se asemeja grandemente a la 
de un viejo negro, excepto que el pelo de 
su cabeza es lacio y negro como el de los 
indios; pero su forma es tan ampliamente 
descrita en la Historia Natural de Broo- 
ke, que debo remitirle a ella; sin embargo, 
pueden no ser impertinentes algunas otras 
circunstancias referentes a ellos. General- 
mente viven cerca de alguna ciudad de- 
sierta donde los árboles Carica papaya (1) 
crecen en gran abundancia, pues son muy 


(1) La papaya o papayo, de Caba, es un árbol ameri- 
cano, de la familia de las bizáceas, que se ha propa^do 
por todo el mundo tropical. El principio activo (papaina) 
de su látex blanco ataca y disuelve, como la pepsina, los 
principios albuminoideos. Su fruto, papaya, dulce, es co- 
mestible y muy di^restivo. (Nota de la edición eepañoUQ 


y lo zarandearán hasta destruirlo. 

Camaleones y una gran cantidad de la- 
gartos y serpientes abundan en este paú; 
algunas de estas últimas son extremada- 
moite bellas» pero casi todas dañinas. Vi 
un niño que fue mordido en la isla de Ba- 
nanas por una pequeña serpiente n^ra, de 
unos cuatro a cinco píes de largo próxi- 
mamente, cuando estaba guardando ca- 
bras y ovejas, y murió a las dos horas de 


54 VIAJE A SIERRA LEONA 

recibir las heridas. Le examiné inmediata- 
mente después de muerto; mas sólo pude 
distinguir dos o tres puntos justamente 
sobre el empeine, pero sin la menor apa- 
riencia de inflamación. Abrí una vena en 
cada brazo y no salió ninguna sangre de 
las heridas, aun cuando el cuerpo perma- 
neció durante algunas horas tan flexible 
como cuando vivía. 

Las serpientes más notables son la ten- 
née, por su tamaño, y la sinyacki amu- 
fong, por su perniciosa condición. La 
tennée^ cuando está enteramente desarro- 
llada, tiene de quince a veintie pies de 
largo y tres pies próximamente de circun- 
ferencia; el color del lomo es gris obscu- 
ro; el vientre es algunas veces brillante y 
manchado. No solamente se apodera, para 
devorarlos, de cabras, ovejas y cerdos, sino 
que también los animales salvajes, como 
los leopardos, los tigres y los venados, son 


**■«-.; 


HISTORIA NATURAL 55 

igualmente su presa cuando se ponen a su 
alcance. Los indígenas aun aseguran que 
son tan grandes en las inmensas sabanas 
de tierra, que devorarían un búfalo; pero 
al mismo tiempo no son temibles para el 
hombre, salvo si lo encuentran dormido. 
La manera de coger su presa es la de apo- 
derarse primero del animal con su boca, y 
como sus dientes se inclinan hacia dentro 
como ganchos, mientras más luchan, más 
firmemente la sostienen; entonces lanzan 
su cola dos o tres veces alrededor del cuer- 
po de su victima, y con una contracción 
repentina quebrantan todos sus huesos. 
Como la cola no abarca todo el esqueleto, 
esto tiene que hacerse en dos o tres ope- 
raciones. Después de esto recorren un cir- 
cuito de media milla, por lo menos, para 
asegurarse de que no hay cerca ningún 
enemigo, particularmente hormigas, que 
son las más terribles; porque como quedan 


56 VIAJE A SIERRA LEONA 

perfectamente inactivas después de haber 
devorado su presa, si las hormigas la en- 
cuentran en esa situación, pronto la rema- 

4 

tan entrando por su boca, sus oídos y su 
nariz; pero si los alrededores están despe- 
jados, proceden entonces a condimentar 
su presa (si se nos permite la expresión), 
untando todo el cuerpo con una especie 
de saliva grasicnta, y al mismo tiempo gol- 
peándolo para darle una forma oblonga, 
después de lo cual cogen la cabeza con 
su boca y tragan la presa gradualmente al 
estómago sin la menor masticación. Cuan- 
do la operación está acabada, el animal 
queda inanimado como un leño y perma- 
nece así hasta que todo está digerido, 
lo cual, si la presa es grande, dura tres 
o cuatro días; durante este tiempo es fá- 
cilmente matada. Yo conocí un caso de 
una, matada pocas horas después de ha- 
berse tragado una gran cabra con su ca- 






HISTORIA NATURAL 57 

bríto, la que tragó por enteró, salvo el ha- 
berle roto los huesos como lo hubiera 
hecho un molino. Ellas (recuentan gene- 
ralmente las extensas sabanas y los al- 
rededores de las ciudades, y se las ve 
levantando frecuentemente su cabeza so- 
bre el césped, a unos diez píes de altura, 
buscando alrededor una presa. Los in- 
dígenas estiman su carne como muy de- 
licada. 

La sinyacki amufong es una serpiente 
muy pequeña, excediendo rara vez de un 
pie de largo y del grueso del dedo meñi- 
que del hombre; de un color irerde pálido, 
con manchas negras. Esta pequeña y des- 
tructora criatura tiene el poder de arrojar 
un vapor muy sutil a los ojos de los ani- 
males que se le aproximan a la distancia 
de dos o tres pies, y este vapor produce 
instantáneamente una incurable ceguera y, 
durante ocho o diez días, causa un dolor 




A 


58 VIAJE A SIERRA LEONA 

extremado. He conocido mucha gente que 
lo ha sufrido. 

Pero los más formidables y destructores 
enemigos de hombres y bestias son las 
hormigas. Estas criaturas salen de sus hor- 
migueros en innumerables miríadas; nada 
puede evitar sus estragos ni desviarlas de 
su camino sino un fuego ancho o el agua 
profunda. 

Se conocen casos frecuentes de extin- 
guir el fuego hecho para detener sus pro^ 
gresosi por su gran número, y de formar 
puentes, con el sacrificio de sí mismas, 
para pasar sobre las aguas que habían im- 
pedido su camino. Frecuentemente obli- 
gan a los indígenas a abandonar sus vi- 
viendas, y destruyen todo lo que hsQr 
sobre la tierra y bajo ella en una profun- 
didad considerable. En una palabra: nada 
escapa ni puede librarse de su rabia om- 
nidevoradora sino los metales. 


HISTORIA NATURAL 59 

Sus diferentes especies son innumera- 
bles; pero desde cierta distancia difícil 
será discernirlas a simple vista. 

Muchas especies pululan por el suelo; 
algunas erigen sus habitaciones de barro, 
en una forma cónica, sobre la superficie, 
y otras construyen sobre las ramas y los 
troncos de los árboles. 

El termites u hormiga blanca (1), llama- 
da por los indígenas bugabug, es amplia y 
exactamente descrita por Mr. Smeathman. 

Hay solamente una especie, que yo 
siempre observé volando, y esto sólo 
por poco tiempo, que es la hormiga roja, 
y se reúnen generalmente en sus hormi- 


(1) Los termites u hormi^fas blancas son insectos cuyas 
especies tropicales construyen con barro altos hormi^eros 
cónicos, en cuyo interior vive la colonia, compuesta de mi- 
ríadas de individuos, de los que hay reinas o hembras, ma- 
chos y obreros y soldados, estos últimos armados de pode- 
rosas mandíbulas, encargados de defender la colonia. (Nota 
de la tdiídón española.) 


60 VIAJE A SIERRA LEONA 

güeros por la tarde y antes de la lluvia. 
No vuelan lejos, y dejan caer sus alas 
cuando descienden. Grullas y ánades sal- 
vajes de diversos géneros, gallinas de Gui- 
nea, faisanes, codornices, chorlitos, cho- 
chas, pardillos, papagayos y gran variedad 
de palomos y palomas se encuentran en 
los bosques y en las riberas de los ríos, 
junto con una gran cantidad de otros pá- 
jaros, principalmente de bello plumaje, y 
cuyas notas compiten con los mejores can- 
tores de Europa. 

Sus animales domésticos son el ganado 
lanar y cabrío y volatería. Pavos, patos, 
ciervos almizcleros y ánades comunes vi- 
virían aquí extremadamente bien, y pronto 
inundarían el país si los indígenas se to- 
maran la molestia de alcanzarlos. Y no 
deja de ser sorprendente que las gallinas 
de Guinea, que son realmente naturales 
del país y pronto son domesticadas, las 


HISTORIA NATURAL 61 

dejen olvidadas, porque nunca se ven do- 
mesticadas en las posesiones de los blan- 
cos o de aquellos que adoptan sus mane- 
ras. En los mares, ríos y ensenadas abun- 
dan en gran variedad los más excelentes 
pescados. El manatí {1), o vaca marina, se 
coge frecuentemente en los ríos; también 
tiene tres géneros de peces de río y tres 
de tortugas de mar; diversos géneros de 
tortugas de tierra y gran abundancia de 
excelentes ostras, que crecen sobre las ro- 
cas, sobre los bancos de cieno y sobre las 
raices de los mangles, y que se denomi- 
nan ostras de cieno, de roca o de mangle, 
según el lugar en que son cogidas. Se 
forman en racimos, y no singularmente, 
como entre nosotros. 


(1) El manatí es un mamífero piscifonne de mamas 
pectorales. El animal a que el autor se refiere es, probable- 
mente, la especie Trichecuá senegalensis. Es herbivoro. 
(Nota de la edición cMpañola,) 


62 VIAJE A SIERRA LEONA 

Las almejas, langostas y cangrejos son 
muy abundantes y perfectos; y hay otros 
diversos, que sirven a los indígenas para 
su alimentación, pero que son desconoci- 
dos en Inglaterra. 

Gran número de cocodrilos (1) se crían 
en las ensenadas y los ríos, los cuales fre- 
cuentemente conducen pequeños rebaños, 
y aun a veces los cadáveres de los indíge- 
nas; sin embargo, tal es su superstición, 
que cuando ocurre una circunstancia de 
este género lo atribuyen a brujería; y son 
tan infatuados, que no se toman el traba- 
jo de cercar aquella parte de los ríos en 
que sus mujeres y sus hijos se lavan de 
continuo, y de donde son frecuentemen- 
te arrebatados. Hay también buen número 


(1) El autor dice siempre aUigator; pero los caimanes 
son exclusivos de América, y en África han de ser forzosm- 
mente cocodrilos, bien que existan también en Asia y en 
las Antillas. (Noia de la edición española^ 


HISTORIA NATURAL 63 

de grandes tiburones en las desemboca- 
duras de los ríos, que casi instantánea- 
mente se apoderan de todas las cosas que 
van al mar. Esta circunstancia hace el 
baño, aun en grupo, extremadamente pe- 
ligroso. Sin embargo, por voraces que se 
supongan a los cocodrilos y tiburones, son 
inofensivos cuando no se han acostumbra- 
do a hacer presa en los animales. 

En el río Gallienas, donde los cocodri- 
los abundan tanto como se dice que abun- 
dan en el Nilo, nunca se les vio tocar nin- 
gún cuerpo, aunque los indígenas nadasen 
frecuentemente en la corriente, hasta que 
un bajel de esclavos chocó en la boca del 
rio hace algunos años. Y en las islas Tor- 
tugas, en la bahía de Sherbro, nunca se 
conoció un caso de un tiburón que ataca- 
se a nadie, aunque los niños se pasasen el 
día jugando en el agua. Esto explica que 
los indígenas sean particularmente cuida- 


64 VIAJE A SIERRA LEONA 

dosos de quemar sus cadáveres y sus des- 
echos a tal distancia de la orilla del mar, 
que los tiburones no puedan ni siquiera 
olerlos. 

La hiél del cocodrilo se reconoce como 
el más poderoso veneno, y en ella mo- 
jan los indígenas sus flechas ponzoñosas. 
Cuando se mata un cocodrilo, la persona 
que lo destruye está obligada a tener dos 
testigos para probar que vacia la hiél en 
su presencia. 

Ningún oro se encuentra en este país: 
el poco que las mujeres llevan como ador- 
no es traído de una parte muy distante 
del interior del país, en terrones lavados 
por las lluvias de las montañas. Ni he oído 
decir que tengan ninguna piedra preciosa; 
pero quizá sea debido a que no las reco- 
nozcan en su estado natural. 

La piedra-imán se encuentra en las tie- 
rras altas de Sierra Leona, y, dada la apa- 


HISTORIA NATURAL 65 

rienda de algunas de las montañas, es 
muy probable que contenga minas. 

En el interior del país, al sur de Sierra 
Leona, tienen un hierro blanco, muy ma- 
leable, del cual hacen cuchillos y sables, 
y lo estiman preferible al europeo para 
todas las cosas, salvo para las herramien- 
tas. Cómo lo funden y refínan y hacen el 
bronce, nunca pude aprenderlo. 

El mejor índigo (1) del mundo, si hemos 
de juzgar por los azules obscuros e indele- 
bles que los indígenas dan a sus vestidos, 
crece salvaje en todas las partes del país; 
y los portugueses, cuando residían aquí, 
habían trabajado mucho el índigo en di- 
versos lugares, cuyas ruinas aun se con- 
servan. También tienen el arte de teñir 


(1) El indigQ se obtiene de varías especies del género 
IndigoferOf principalmente de las /. tinctoria e /. AniL Es 
cultivo que va en baja, porque se obtiene hoy por síntesis. 
(Nota de la edición española,) 

VliVJB A SIElUtA LEONA 5 


66 VIAJE A SIERRA LEONA 

de escarlata y negro de la manera más 
eficaz. 

El algodón (1) se cultiva por los indige- 
nasy pero no en tanta cantidad que puedan 
elaborarlo; pero como es un articulo que 
requiere poco trabajo en el cultivo, he 
procurado inducirles a propagarlo en tal 
extensión, que se convierta en un articulo 
de tráfico europeo. Existen diversos géne- 
ros que difieren materialmente, no sólo en 
calidad, sino en color; particularmente 
tres géneros: uno, perfectamente blanco; 
otro, de un color moreno o mahón, y otro, 
de rojo pálido o color clavel. 

La caña de azúcar es una planta indi- 
gena y crece salvaje hasta un tamaño su- 
perior al que yo he visto alcanzar en las 
Indias occidentales; también tienen algún 


(1) Hoy todavía fí^ra el algxidón» con el caucho y el 
aceite de palma, entre los principales prodact99 'át SieiTt 
Leona. (Nota de h edición española^ 


HISTORIA NATURAL 67 

tabaco, que no es estímado, debido qui- 
zá a no conocer su cultivo. El arroz es el 
principal producto y comercio del país y 
constituye su principal y casi único ali- 
mento; verdaderamente, tal es su entu- 
siasmo por él, que los marineros negros, 
que, por su situación, son algunas veces 
obligados a subsistir unos días sólo con 
carne salada y galletas, nunca dejan de 
quejarse de haber pasado tantos días sin 
comen Su método de cultivo, aunque lo- 
grado con considerable esfuerzo, porque 
nunca cultivan el mismo terreno mas que 
una vez cada siete años, se realiza de un 
modo tosco y desmañado. Los grandes 
árboles viejos se dejan en pie, y también 
se dejan los troncos de los caídos; y los 
troncos y grandes ramas, no enteramente 
consumidos por el fuego, se les deja como 
caen. Esta es toda la preparación que dan 
al terreno» La primera nueva luna que se 


. * 


68 VIAJE A SIERRA LEONA 

ve después dé las lluvias, lo cual ocurre 
aquí a fines de julio o comienzos de agos- 
to, siembran su arroz; después de sembra- 
do, cubren con la azada el grano, y cuan- 
do la planta tiene diez o doce pulgadas 
de altura próximamente, lo escardan, y a 
las ocho semanas próximamente está en 
condiciones de segarlo. Esto se realiza 
cortando las espigas con un cuchillo y ha- 
ciendo con ellas pequeños haces, que co- 
locan sobre las ramas de los árboles hasta 
que el tiempo es perfectamente seco; en- 
tonces lo apilan exactamente como lo ha- 
cemos nosotros con el trigo. Cuando ne- 
cesitan usarlo sacan el grano con la mano 
y lo cuecen en un poco de agua; lo secan 
luego perfectamente y lo descascarillan 
golpeándolo en un gran mortero de ma- 
dera; y cuando se le trabaja bien, es tan 
blanco como el arroz de la Carolina, y en 
muchos sentidos preferible como artículo 


HlStÓkíA NATURAL 69 

alimenticio. Todas las operaciones que 
proceden con el arroz (1) después de cor- 
tado las realiza la mujer. Las laderas de las 
colinas son generalmente preferidas para 
las plantaciones de arroz. He observado 
que el que crece sobre posiciones ele- 
vadas o inclinadas, aunque de grano más 
pequeño, es más dulce y más nutritivo que 
el producido en los terrenos bajos y hú- 
medos, en los que el agua está mucho 
tiempo sobre él, porque en la Carolina y 
en las Indias orientales inundan sus arro- 
zales. Este sistema no es, verdaderamente, 
desconocido en este país, porque al Norte, 
hacia el Ríopongeos, obtienen tres cose- 
chas de arroz en el año: una cosecha de las 
colinas y dos de las llanuras que inundan. 
Para evitarse el trabajo, que los indíge- 


(1) El arroz que hoy más sin^fularmente se cultiva en 
Sierra Leona es ¿rlutínoso, o arroz malinke. (^ota de la edi' 
ción española.) 


70 VIAJE A SIERRA LEONA 

ñas industríosos rehuyen todo lo posible, 
plantan su cassada (1) entre el arroz des- 
pués que lo han escardado; permanece 
cuatro meses próximamente en tierra^ y 
entonces está dispuesto para utilizarlo. 
Las raíces jóvenes son buena comida asa- 
das o cocidas, y se aproximan a los ña- 
mes como substitutivos de las patatas* El 
abad Raynal, en su Historia de las residen- 
cias europeas en las Indias occidentales, 
dice que el manioc está veinte meses en 
tierra antes de alcanzar su perfección, y 
que es un veneno enérgico antes de sufrir 
la preparación necesaria para convertirlo 


(1) La cassada, cazabe o casabe es una euforbiácea. 
Manihot utilissima, orísfínaria del Brasil y extensa más tar- 
de por todos los países tropicales y aun subtropicales, cuyas 
raices feculentas y tuberosas pueden ser directamente con- 
sumidas, tras separado un principio activo venenoso, o uti- 
lizadiis para la preparación de la tapioca. Se la llama tam- 
bién mandioca en el Brasil, y yuca brava en otras regiones 
de América. (Nota de la edición española.) 




HlSTORiA NATURAL 71 

en pan. Pero no ociure esto con el ma" 
nioc (1) africano, que se come crudo con 
tanta seguridad como asado o cocido. 
Verdaderamente, los niños son apasiona- 
dos de esta raíz, porque es muy dulce 
cumido es joven. Que nos dé esta noticia 
el abad acerca del manioc de las Indias 
occidentales por haberlo oído decir o por 
experiencia, no lo sé; pero lo que alega 
como causa del color negro de los indíge- 
nas de África carece de todo fundamento. 
£1 arroz, como ya hemos observado, es 
el alimento especial de los indígenas, aun- 
que tienen tapioca, batata, yames (2) y 


(1) El hecho de que el cazabe o manioc de que habla el 
autor carezca del veneno de que hemos hablado en la nota 
anterior, indica que se trata de la especie Manihot palma' 
la, cazabe dulce, yuca dulce o aypim del Brasil. (Nota de 
la etUeión t$pañola.) 

(2) Los ñames o yames son tubérculos de diferentes es- 
pecies del género Dioseorea» La principal es la Dioscorea 
ahita, que los indígenas del África occidental llaman yam. 


?2 VIAJE A SIEKSA LCÚKA 

grao variedad de otras naces j verda- 
les desconocidos en Emopa, particidan 
mente dos géneros, que ireceo sobre 
grandes árboles: uno, muy semejaitc a la 
patata dulce m forma y gusto; d otzo, 
que sabe a^ análogamoite a las h^ias j 
tiene can la misma forma, excepto las de 
la (amüia que crece dentro de mía vaina, 
que es mucho mayor que el haba común 
y redonda. 

El moUago o akme africano, que pro- 
duce un haba pequeña, crece en tal can- 
tidad, que, durante las lluvias o después 
de una inundación del país, tas costas es- 
tán cubiertas de la planta, y vastos mon- 
tones de muchos acres de extensión se 
ven flotando muchas leguas mar adentro, 


Sua tubérculo* coineitibl«s, qn« pesan de tres «cinco Idloa, 
pueden tlegwT a quince y veinte kiloa. Véaae Bougainviüe, 
Via}t alrededor del mando, tomo U, edítMlo por Calpe. 
(Nota de ¡a edición eepañola^ 


i 

I 

i 


HtSfORIA NATURAL 73 

y también sirven a los indígenas de ali- 
mento en tiempos de escasez. El sorgo y 
el mijo se dan muy bien, pero son poco 
cultivados. 

El malagato, pimienta o grano 4^1 Pa- 
raíso (1), se encuentra en los bosques; pero 
no es tan picante como la que se compra 
a los indígenas en Bassa y lugares próxi- 
mos. La vaina de la pimienta se cultiva 
con gran abundancia y perfección, y hay 
diversos géneros, de frutos aromáticos, 
que son excelentes substitutivos en los 
usos culinarios de las especias de Oriente. 

La mayor parte de los frutos tropica- 
les conocidos en las Indias occidentales 
abundan aquí en la mayor perfección, par- 


(1) El mala^to es el Amomum melegaeta. Rose, indí- 
gena de Sierra Leona, cuyos ¿ranos sirven de pimienta a los 
indianas. En el país se le llama enae, y también niamoco. 
Muy común en el país de los mandingqs. (Nota de la edi- 
ción española.) 


74 VÍÁJg A $1£RRA L£ONA 

tícularmente las ananas (1), las nar^uijas y 
las limas, que se dan todo el año, aunque 
no en la misma sazón. La guayaba, el tama- 
rindo y el cajú (2), o, como le llaman los in- 
gleses, cajhews, y el coco, han sido plan- 
tados por los europeos y se dan perfec- 
tamente. La higuera silvestre alcanza el 
tamaño de la encina; pero el fruto es pe- 
queño y se lo comen generalmente las 
hormigas. Nada excede el opulento des* 


(1) La anana es la pina de América (Ananassa áaiha, 
Lindl), originaría de Améríca meridional y hoy aclimatada 
entre los trópicos. Los ne^os de Guinea la llaman iguu, 
(Nota de la edición española,) 

(2) El cajú, en brasileño; marañen, en Colombia, es árbol, 
Anacardium occidentale, indígena en las Antillas y Améríca 
tropical, cultivado en ^an parte de los demás países tro- 
picales. Su semilla, del gusto de la avellana, es comestible 
cruda o cocida; se obtiene de ella un aceite semejante al de 
almendras. El pedúnculo soporte del fruto es igualmente 
comestible. Su jugo, fermentado y azucarado, es la bebida 
llamada cajaado por los brasileños. Se obtiene también 
aguardiente y vinagre. (Nota de la edición española) 


HISTORIA NATURAL 75 

arrollo de la viña silvestre, que tiene in- 
numerables racimos de uvas, bellos a la 
vista» pero de un gusto acre. Sin embar- 
gO| si se las cultivara serian iguales a las 
de Europa. Diversos géneros de ciruelos 
y otros frutos, fríos y agradables, se en- 
cuentran en los bosques, que son desco- 
nocidos en Europa y en las Indias occi- 
dentales. 

P&ro el fruto principal, en la estimación 
de los indígenas, es la cola (1). Tanto el 
árbol como el fruto se parecen mucho a la 
nuez. £1 fruto crece en grandes racimos. 


(1) Acaso no haya árbol más earacterístíco y propio de 
Sierra Leona que la cola o kola (Cola acuminata, Schott 
y Endl.)y malvácea que sólo es indígena en la costa occiden- 
tal de África, desde el río Núñez (10^ de latitud Norte) y 
el Congo francés (5° de latitud Sur). Se llama al árbol, pom- 
poso y semejante al nogal, kura o nguru por los indígenas. 
Sus semillas . — nueces de kola — contienen cafeína, teobro- 
mina, kolanína, etc., y se emplea en gran número de pre- 
parados medicinales. (Nota de la edición española^ 


76 VIAJÉ A ^lÉftftA LEONA 

que contienen seis u ocho colas. Exteñor- 
mente están cubiertas con una corteza 
fuerte y delgada, y otra corteza aun más 
delgada y blanca en el interior; cuando se 
le quita se divide en dos partes, y es de 
un color púrpura o blanco; pero el prime- 
ro es generalmente preferido. Su gusto re- 
cuerda la corteza peruana (I), y sus virtu- 
des se dice que son las mismas. Los que 
pueden procurársela la mastican en todo 
tiempo y en todas las estaciones. Se ofre- 
ce al huésped a su llegada y a su parti- 
da — se envían como presentes corteses 
a los jefes — , y es un articulo considera- 
ble del comercio isleño, así como con los 
portugueses de Bassóu, y se convierte con 
frecuencia en la señal de la paz o de la 
guerra. Crece con gran perfección y ple- 


(1) De tiempos anteriores al autor se venía llamando 
corteza peruana a la corteza de las quinas. (Nota de la edi' 
ción española,) 


HISTORIA NATURAL 77 

nitud en los ríos Scarcies o en la costa 
BuUam, opuesta a Sierra Leona, 

La nuez castor (1) y algunas otras que 
producen aceite crecen espontáneamente 
casi por todas partes, y las hojas del cas- 
tor tienen la más excelente aplicación en 
las inflamaciones y contusiones. 

£1 agua es la única bebida que toman 
los indígenas en sus comidas. Aun no han 
encontrado el medio de intoxicarse con 
ninguno de sus propios productos, salvo 
con el vino de la palmera (2). 

Los indígenas, sin embargo, excepto 
los del Ríopongeos, hacen una cerveza 


(1) Es el ricino común, de donde se obtiene el conocido 
aceite purgante. La planta es indígena del África tropical, 
bien que se haya connaturalizado en otros lugares, España, 
por ejemplo. (Nota de la edición española,) 

(2) Son muchas las palmeras de que se puede extraer 
vino; pero seguramente el autor se refiere al obtenido de la 
Raphia vinifera y del ElceU guineensiSf de la costa occiden- 
tal de África. (Nota de la edición españoku) 


78 VIAJE A SIERRA LEONA 

muy pesada de la raíz llamada ningée. Es 
extremadamente amarga, no muy distinta 
a la cerveza que se elabora en Rusia y No- 
ruega. Se cultiva la planta, y parece par- 
ticipar de la naturaleza del asbesto, no 
siendo alterada ni consumida por la ac- 
ción del fuego. La raíz, que es la única 
parte útil, crece hasta el tamaño de la 
pierna de un hombre y tiene tres o cuatro 
pies de largo. Su preparación como be- 
bida es como sigue: abren un agujero 
cuadrado en el suelo, y coloc^m en pri- 
mer lugar una capa de madera seca de 
mangle, que ha sido previamente bien la- 
vada y secada, y así proceden hasta que 
el lugar está bien lleno, y entonces lo cu- 
bren perfectamente de terrones, dejando 
solamente una pequeña abertura en el 
centro para el aire y el fuego. Cuando 
está suficientemente quemado, lo cual se 
conoce porque la madera está enteramen- 


HISTORIA NATURAL 79 

te consumida, se quitan cuidadosamente 
los terrones de la cima para preservar las 
cenizas formadas, y se coge la raíz y otra 
vez se lava y se seca. Cuando se quiere 
usar es machacado con un pesado marti- 
llo de madera y se empapa en agua hasta 
que se extraen sus virtudes. El agua se 
hierve entonces y se pone después en pu* 
cheros de barro para que fermente. Cuan- 
do se ha producido la fermentación está 
dispuesta para beber. El proceso entero 
dura próximamente tres días. La raíz, cuan- 
do está cruda, es tan extraordinariamente 
acre, que escoria la boca al más ligero 
contacto, excepto si se come con las ce- 
nizas de una primera cremación, que es 
un enérgico álcali. 

La cerveza es un diurético poderoso, y 
es considerado por los indígenas como un 
específico para los desórdenes venéreos. 

En breve, amigo mío, la Naturaleza pa-^ 


80 


VIAJE A SIERRA LEONA 


rece haber sido extremadamente liberal y 
haber prodigado sus tesoros con una mano 
sin par; pero, en la mayor parte de los ca- 
sos, la indolencia de los indígenas impide 
que maduren aquellas ventajas que posee- 
ría una nación industriosa. 

Concluiré deseándole toda felicidad. 

Y soy, querido señor, su, etc. 


CARTA V 


Sierra Leona, 

MI querido amigo: En mi última car- 
ta, que espero que usted recibi- 
ría con seguridad, procuré dar a usted 
una noticia de las partes de la historia 
natural de aquel país que mi observación 
me proporcionaba. En ésta procuraré re- 
latar aquellas particularidades que he po- 
dido recoger referentes a su religióny go- 
bierno, leyes y guerras. 

Es difícilmente posible para un europeo 
formar una idea adecuada de la religión 
de los habitantes paganos de este país, 
porque no tienen ningún orden de sacer- 

VIAf« A SIBRRA LEONA 6 




82 VIAJE A SIERRA LEONA 

dotes ni objeto alguno fijo de adoración 
que pueda ser denominado un culto na- 
cional; cada hombre imagina sus propias 
divinidades según su fantasía, y apenas 
puede concebir la imaginación las figuras 
monstruosaSi extrañas y ridiculas que 
adoran. 

Reconocen y profesan su creencia en 
Dios, quien dicen que habita sobre ellos 
y hace y gobierna todas las cosas. Si ocu- 
rre cualquier circunstancia de gozo o de 
desgracia, dicen fríamente que Dios se la 
envía (a menos de que la imaginen causa- 
da por hechicería); pero sin tener la me- 
nor idea de dar a Dios las gracias por un 
beneficio ni de procurar desarmar su ira 
mediante la sumisión y la plegaria. Hacen, 
es verdad, ofrecimientos a sus demonios 
y a sus genios, que suponen, son los mi- 
nistros ejecutivos de la Divinidad. Sus 
demonios, que ellos imaginan que reinan 


RELIGIÓN Y GOBIERNO 83 

soberanamente sobre la tierra, son peque- 
ñas imágenes de arcilla, renovadas con 
frecuencia y hechas en forma semejante 
al hombre; se colocan al pie de un árbol 
y se construye sobre ellas un pequeño te- 
jadillo de hojas; se les hacen varios ofreci- 
mientos de trozos de tela, pedazos de va- 
sos rotos, platos, vasijas y botellas de 
cristal, brazaletes, anillos, cuentas y otras 
cosas análogas; pero nunca observé que 
les dieran cosas de valor; verdaderamen- 
te, cuando necesitan hacer a sus demo- 
nios propicios para alguna empresa, gene- 
ralmente les proporcionan licores: se hace 
una libación, y caen borrachos ante sus 
altares. 

Junto a estos demonios tienen imágenes 
de madera, de ocho o doce pulgadas de 
largo, pintadas de negro, que son sus la- 
res (dioses del hogar); pero parece que 
prestan poca atención a ninguno de ellos, 


84 VIAJE A SIERRA LEONA 

salvo cuando piensan que necesitan su 
asistencia. 

En cada accidente que les ocurre, aun- 
que sea trivial, hacen un ofrecimiento a su 
genio, que imaginan que habitan y tienen 
su poder en el aire, lo mismo que los de- 
monios en la tierra. Una cazuela de latón 
fijada en el tronco de un árbol mediante 
un hacha rústica; una botella de cristal 
sobre el tronco de un árbol; una botella 
rota colocada en el suelo, con dos o tres 
cuentas, cubierta con un pedazo de tela y 
rodeada de piedras; un trapo puesto so- 
bre pequeños bastones y cubierto con 
una calabaza rota (1), y un gran pedazo de 
trapo, generalmente blanco, atado al final 
de una pértiga clavada en tierra: tales son 
los ofi'ecimientos que hacen generalmen- 
te, y en la eficacia de los cuales, sea cual- 


(1) Véase la nota posterior en la página 85. 


RELIGIÓN Y GOBIERNO 85 

quiera el propósito con que los hagaiii 
tienen una fe implícita. * Quitar uno de 
ellos, aun inconscientemente! constituye 
una grave ofensa y somete al agresor a 
un palaver o acción ante sus tribunales 
de justicia, y si el ofensor es un hombre 
pobre y el ofendido un poderoso, el cri- 
men sólo se expía, con frecuencia, con la 
pérdida de la libertad. Tales son una par- 
te — porque sería imposible describirlas 
todas — de las ceremonias de la religión, 
si asi puede llamarse, en las cuales es difí- 
cil determinar qué es lo predominante, si 
la estupidez, o la superstición. 

Los mandingas (1), que profesan la re- 
ligión mahometana, son en la apariencia 


(1) Los mandinsros (mande-nka o mande-n^ra) son uno 
de los ¿Tupos más importantes de los pueblos ne^os de 
África, habitantes del África occidental. Tiene cada tribu 
su tótem o símbolo, identificado con un animal o planta. 
Los mándela tienen por ianna (tótem) el manatí, de que se 


86 VIAJE A SIERRA LEONA 

exterior los más estrictos secuaces de los 
preceptos del Corán: no podria Mahoma 
mismo haber deseado promotores más ce- 
losos de su ley. Plenamente conscientes 
de la importancia que tiene el dominio de 
las conciencias, no olvidaron ningún me- 
dio político para extender sus doctrinas 
religiosas — donde fueron fuertes usaron 
medidas coercitivas, y cuando no tuvieron 
capacidad para ejercer estos medios usa- 
ron todas las artes que la sutileza humana 
puede sugerir — . En las aldeas de las tri- 
bus que los rodeaban erigieron escuelas y 
enseñaron gratis a su juventud a leer y es- 
cribir árabe; y sus misioneros, contempo- 
rizando con los absurdos y flaquezas de 


dijo era abundante en la costa, y también los susis y doilas; 
los bamana son las gentes del cocodrilo, etc. El perro, el 
león, la calabaza, etc., suelen ser también sus totems; inter- 
pretación no conocida en tiempos del autor. (Nota de ¡a 
ediaón ézpañola.) 


RELIGIÓN Y GOBIERNO 87 


las naciones distantes que visitaban; asu- 
miendo por si mismos la apariencia y au- 
toridad de los sirvientes de Dios; abste- 
niéndose de todo licor fuerte, y, sobre 
todo, pretendiendo tener poder sobre 
toda dase de brujerías; y por su tráfico 
con los encantamientos, se insinuaron de 
tal modo en la confianza de los jefes y 
personajes principales del país, que nunca 
he visitado una ciudad en esta parte de 
África que no haya encontrado un mcai- 
dingo como primer ministro con el nom- 
bre de sabio, y sin cuyo consejo no fué 
nada convenido. 

La religión de Mahoma fué propagada 
en este país por los árabes y fulahs (1). 

(1) Los fala forman un pueblo numeroso que se extiende 
del Senegal a la costa del África occidental. Está mal cono- 
cida su afinidad étnica; pero se cree sean mezcla de negro y 
beréber. Los mandingas los llaman fulbe o fula (en sin^- 
\ai, pullo), falani los hansa, felhtah los kanuri, /uí/an los 
árabes. (Nota de la edición española^ 


'4Í' 


RELIGIÓN Y GOBIERNO 89 

de las hembras nunca había yo leído ni 
oído decir que se practicase en ningún 
país sino entre los susis y los mandiif 
gas; entre ellos, ambos sexos sufren la 
operación cuando llegan a la edad de la 
pubertad, y la realización de este rito sin- 
gular en las hembras consiste en córtales 
el punto exterior del clítorís. Las ceremo- 
nias que le acompañan son muy curiosas: 
todos los años, durante la estación seca, 
y a la primera aparición de la luna nueva, 
las jóvenes de cada ciudad que se juzgan 
casaderas se reúnen, y en la noche prece- 
dente al día en que la ceremonia tiene lu- 
gar, son conducidas por una mujer de la 
aldea a lo más oculto de un bosque. Se co- 
locan empalizadas o encantamientos sobre 
todas las avenidas o sendas que puedan 
llevar al lugar consagrado, para anunciar 
o impedir la aproximación del ignorante 
o profanador durante el confinamiento. 


wmmmmammt^m^mmmnmmmi^f^mmmm^mmK^m^^^^^^ m. . . 


90 VIAJE A SIERRA LEONA 

que continúa una luna más un día. No son 
vistas por nadie, salvo por la vieja que 
realiza la operación y que las lleva sus 
provisiones diariamente; si no pudiera ha- 
cerlo por enfermedad o por cualquier 
otra causa, la persona que la substituye 
llama con voz fuerte cuando se aproxima, 
deja las vituallas en un cierto lugar y se 
retira sin ser vista; porque cualquier per- 
sona que, sea por accidente o por desig- 
nio, quebrante el retiro es castigada con 
la muerte. 

Principalmente durante su confinamien- 
to en el bosque, cuando el cuerpo es sub- 
yugado por el dolor y el espíritu embar- 
gado por la triste quietud de las cosas que 
les rodean, es cuando se les enseñan las 
costumbres religiosas y las supersticiones 
del país, porque hasta ese período no se 
les juzga capaces de entenderlas ni practi- 
carlas. Cuando termina el tiempo destina- 


RELIGIÓN Y GOBIERNO 91 

do a su permanencia en el bosque, que 
es el que se juzga suficiente para curar 
sus heridas, son llevadas a la ciudad du- 
rante la noche y recibidas por todas las 
mujeres de la aldea, jóvenes y viejas, en- 
teramente desnudas, y en ese estado, y en 
una especie de procesión irregular, con 
varios 'instrumentos nacionales de música, 
recorren las calles hasta que apunta el día; 
y si se encontrase un hombre, aunque fue- 
ra atisbando, durante su peregrinación, su- 
friría la muerte o pagaría con la esclavitud. 
Un período de una luna sucede al aban- 
dono del bosque; durante él son condu- 
cidas diariamente en procesión, con mú- 
sica, y cubiertos el cuerpo y la cabeza, a 
todas las casas de las personas principa- 
les de la aldea, ante las cuales danzan y 
cantan hasta que son obsequiadas con al- 
guna bagatela como presente. Al expirar 
el mes se abandona su asistencia y se las 


92 VIAJE A SIERRA LEONA 

entrega al hombre que se las destina como 
marido. 

Cómo llegaron a adoptar o por qué ra- 
zón practican este rito tan singular, nunca 
pude averiguarlo; pero las mujeres lo man- 
tienen con tal veneración, que el reproche 
de su falta se considera como el término 
más infamante que puede usarse; y ocu- 
rren casos frecuentes en los que mujeres 
nacidas en otros países, pero que vienen 
a residir donde la operación se practica, 
son con frecuencia expuestas al reproche. 

Su gobierno y sus leyes parecen haber 
sido originariamente del género patriarcal, 
en el que las mujeres de cada familia son 
sacerdotes o jueces. El tiempo, que cam- 
bia todas las cosas, ha establecido tam- 
bién en esto algún cambio. 

Al presente la forma prevaleciente en 
estas partes de África es una especie de 
monarquía mixta, electiva y extremada- 


RELIGIÓN Y GOBIERNO 93 

mente limitada, lo mismo en el poder ex- 
temo que en el interno, y se parece mucho 
a la autoridad del mayor de una corpora- 
ción de la ciudad en Inglaterra; porque la 
palabra mango, que los europeos traducen 
rey, sólo significa hombre, cabeza o jefe, 
y siempre se dirigen a él con el título de 
fafé o padre. Cada distrito separado, de 
la misma nación, tiene un rey legislador o 
jefe propio. 

Los sasis y mandingos, verdaderamen- 
te, que son los más poderosos y numero- 
sos, reconocen la sujeción al rey de los 
falahs, que representan como un príncipe 
poderoso, cuyo imperio es muy extenso, 
alcanzando desde Cambia hasta el Cano 
Mount; pero los bullams^ timmanies y ba- 
gaes no reconocen ningún poder superior 
al suyo. 

Las cualidades necesarias para ascen- 
der una persona al Trono son: un cono- 


94 VIAJE A SIERRA LEONA 

cimiento perfecto de las costumbres loca- 
les del país, ser un buen orador, tener un 
entendimiento claro, o, como dicen ellos 
enfáticamente, tener una buena cabeza; 
ser sobrio, estar en todo momento dis- 
puesto a escuchar atentamente las quejas 
y corregir los agravios de los subditos, y 
ser suficientemente poderoso entre sus 
propios esclavos y sus subditos que vivan 
bajo su inmediata protección para obli- 
gar al cumplimiento y ejecución de las 
leyes. 

Excepto entre los mandingas y los su- 
sis, pocos reyes son indígenas del país que 
gobiernan. Tan diferentes son sus ideas 
de las nuestras, que pocos solicitan el ho- 
nor, y la competencia rara vez se oye que 
exista. 

El príncipe reinante tiene la facultad de 
designar un diputado que a su muerte le 
suceda en todos sus honores y autoridad, 


RELIGIÓN Y GOBIERNO 95 

y gobierna en su nombre hasta que se eli- 
ge un nuevo rey. Si el diputado es un 
hombre de capacidad y habilidad, toma 
también posesión con frecuencia de la 
propiedad del rey difunto, y la asegurará 
hasta que sea elegido el nuevo rey, el cual 
la concederá al legitimo heredero. Pero 
ocurre con frecuencia que, si se encuentra 
que el diputado es apto para la tarea de 
gobernante, o se le confirma en la digni- 
dad de rey o continúa actuando bajo el 
título de diputado mientras vive. 

El presente jefe de Sierra Leona, que 
es de hecho sólo un diputado, ha reinado 
con este título diez años, y sus subditos 
están tan satisfechos con su conducta, que 
desean hacerle rey; pero él parece ente- 
ramente satisfecho de gobernar con un ti- 
tulo subordinado. Las rentas, o más bien 
los emolumentos de su oficio, proceden 
de los presentes que se le hacen cada vez 


96 VIAJE A SIERRA LEONA 

que es necesaria su asistencia o autori- 
dad, y son siempre proporcionados a la 
capacidad del donante y a la importancia 
del asunto. De un hombre pobre, por 
ejemplo, se aceptaría un cesto de arroz, 
una pareja o media docena de gallinas, o 
una cabra; pero nada menos que el valor 
de un esclavo sería aceptado tratándose 
de un asunto de importancia. 

La insignia de la autoridad de los reyes 
de Sherbro es la cola de un elefante con- 
ducida ante ellos; ahora bien: si es envia- 
do por un mensajero, se debe prestar a 
éste la misma obediencia que al signo ma- 
nual. Pero yo no observé nunca tales mar- 
cas de realeza entre los otros reyes, salvo 
las que recibían de los blancos, tales como 
un bastón con puño de plata o un som- 
brero con ribete de oro. 

Aunque el poder ejecutivo y la deci- 
sión final de todas las causas es atribuida 


__ • _ '• • _ __ ' 


RELIGIÓN Y GOBIERNO 97 

a los reyes» sin embargo, todo jefe u hom- 
bre principal de una aldea se considera 
señor único dentro de su propia ciudad. 
No puede el rey mandar, sino mediar úni- 
camente, salvo en materias que han sido 
debatidas y determinadas en pleno con- 
sejo. Por ejemplo, yo necesité alguna ma- 
dera, situada a alguna distancia de mi re- 
sidencia, y envié algunos hombres para 
cortarla; pero el jefe del distrito lo impi- 
dió. Me quejé al rey; su respuesta (que yo 
encontré justa) fué que rogaría a aquel 
hombre que dejase a mi gente cortar la 
madera; pero no tenía autoridad para obli- 
garle, porque el terreno era suyo. 

La familia de un rey muerto o jefe no 
aspira a ninguna superioridad sobre sus 
* convecinos de su mismo oficio, sino que 
viven en aquella situación en que su rique- 
za o conexiones la colocan; y ocurre con 
mucha frecuencia que el hijo de un rey 

VIAJE A SlBltKA LBONA 7 


98 VIAJE A SIERRA LEONA 

muerto, a los pocoi^ días de la muerte de su 
padre se ve obligado a asalariarse, para 
su subsistencia, como grumete o marinero 
con un comerciante europeo. 

La posesión presente es la única tenen- 
cia que ellos admiten en la ocupación de 
tierras. Si un hombre abandona su situa- 
ción, otro puede tomar inmediatamente 
posesión de ella, con tal de que sea un 
indígena, porque ellos son extremadamen- 
te tenaces en sus derechos y no consen- 
tirán que ningún extranjero se establezca 
entre ellos sin su consentimiento y apro- 
bación. 

Sus leyes, transmitidas por tradición de 
padres a hijos, son simplemente las cos- 
tumbres locales del país, las cuales difie- 
ren, aunque no muy esencialmente, en 
cada distrito o Estado. Todas las causas 
son juzgadas por el rey, asistido por los 
jefes, en Cortes o burreé abiertos^ y hay un 


RELIGIÓN Y GOBIERNO 99 

grupo de hombres, llamados voceros u 
oradores (es decir, consejeros), que abo- 
gan por ambas partes. He oído a uno de 
estos hombres hablar durante dos horas 
con tal dignidad de acción, fuerza y ener- 
gía de elocución, que harían honor a un 
orador de Inglaterra. 

Las disputas que surgen entre ellos 
cuando se llevan a un consejero son ge- 
neralmente resueltas con equidad, según 
la evidencia aparecida, particularmente si 
las partes tienen igual poder, y la parte 
que pierde está obligada a pagar todos los 
daños y costas del pleito antes de su tér- 
mino, o está obligada a dar una buena 
* garantía. 

En sus disputas con los blancos no ob- 
servan muy rígidamente la justicia, y, lo 
que es algo singular, si un blanco gana su 
pleito, no consigue otra ventaja de él que 
el honor de tener razón, porque ellos no 


100 VIAJE A SIERRA' LEONA 

le asignan nunca ninguna recompensa^ y 
tenga o no razón, tiene que pagar las cos- 
tas. Con frecuencia les he preguntado la 
razón de esta conducta; solamente res- 
ponden: «Los hombres blancos tienen mu- 
cho dinero; no pueden necesitar su di- 
ñero.» 

Toda ofensa capital se castiga con la 
multa, con la esclavitud o con la muerte; 
pero la última rara vez se practica ahora, 
excepto entre los mandingos^ que se rigen 
por la ley mahometana, y cuyos procedi- 
mientos son siempre sumarios; o, en ca- 
sos de asesinato, los amigos del muerto 
toman venganza antes de que el crimen 
haya sido públicamente juzgado. 

La hechicería se castiga con la esclavi- 
tud inevitable; pero el envenenamiento, el 
adulterio o cualquier otro delito puede 
ser compensado con la multa. 

El método de cobrar las deudas parece 


RELIGIÓN Y eró B ¡ K R N O 101 

fundarse sobre los primeros príftcl^ips de 
la jurisprudencia que son ^eneraltherite 
adoptados por todas las naciones. 

Las deudas son comúnmente contraí- 
das por un tiempo limitado; es decir, hay 
una determinada duración del crédito. Si 
el deudor rehusa o retrasa el pago, cuan- 
do la deuda es debida y reclamada, el 
. acreedor apela al rey o jefe en demanda 
de su asistencia; éste se dirige al deudor 
conminándole al pago de la deuda. Si des- 
pués de esta comunicación del rey rehusa 
pagar o satisfacer al acreedor, éste obtie- 
ne del rey el consentimiento para apode- 
rarse de la persona de su deudor o algu- 
no de sus esclavos o deudos. Si esto no 
puede lograrse, porque el deudor vive en 
otra ciudad, el acreedor se apodera de 
otra persona que resida en la misma ciu- 
dad que el deudor, y detiene a esta per- 
sona hasta que es pagada la deuda; lo 


102 VIAJE .A SIERRA LEONA 

cual las gentes de la ciudad obligan a ha- 

.* » 

c^K ál' deudor inmediatamente. 
.'• Y no es esto todo: porque cuando un 
hombre se ve asi privado de libertad por 
la deuda de otro, inmediatamente ejercita 
una acción contra el deudor real, y gene- 
ralmente obtiene una considerable indem- 
nización como una compensación por su 
prisión. 

La ley más singular que he conocido en 
África es la que denominan purrah, y es 
peculiar de Sherbro. Esta sabia Institución 
política está diseminada por todo el país 
con el propósito de poner término a las 
disputas y las guerras, porque sin ella, los 
celos, el orgullo y la irritabilidad de los in- 
dígenas son tales, que no harían concesio- 
nes aun reconociéndose agresores. Todo 
hombre libre, después de cierta edad 
(próximamente hacia los treinta años), 
puede ser miembro de esta Asociación. 


Religión y gobierno 103 

Para su admisión en la Sociedad sufre 
ciertas ceremonias, y es mantenido, res- 
pecto de ellas, el más estricto secreto, 
conservándolo tan inviolable como los li- 
bres masones de Europa respecto de los 
misterios de su Institución, y a los cuales 
se asemejan también en ciertos respectos, 
particularmente en que tienen un g;ran 
maestre o jefe del purrah en cada distrito 
o Estado y en la no admisión de las mu- 
jeres. Esta ley no es nunca usada sino en 
último recurso, y cuando está en vigor, los 
delitos de hechicería y homicidio son cas- 
tigados por ella. 

Cuando dos tribus o naciones están en 
guerra y comienzan a cansarse, o desean 
ponerle término, pero son demasiado al- 
taneros y orgullosos para hacer proposi- 
ciones a la otra, acuden al jefe de un Es- 
tado vecino para que intervenga como 
mediador; si el ofrecimiento es aceptado, 


104 VIAJE A SJ£.m.m.Ji 1.£0«A 




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Si detraes de este mensaje pennanecen 
refractarios, se ofd«ia al pairah que entre 
en (unciones, y el gran artículo funda- 
mental de la ley del parrak es que mien- 
tras esté en vigor no podrá derramarse 
ninguna sangre; de modo que las partes 
pertinazmente contendientes se consagran 
ahora a sus ocupaciones habituales sin 
temor. Pero sobrevienen encuentros al- 
gunas veces, porque su disposición vin- 
dicativa y rencorosa rara vez desapro- 
vecha una oportunidad para satisfacer su 


RELIGIÓN Y GOBIERNO 105 

sed de venganza, aun bajo el terror de 
esta ley. 

Cuando los agresores son conocidos 
del purrah, éste va en su busca, formando 
un cuerpo de cuarenta o cincuenta hom- 
bres sumados y disfrazados. Todas las 
personas, de cualquier edad o condición, 
huyen ante ellos; y si encuentran alguna 
persona fuera de su casa la condenan a 
muerte o disponen de ella de tal manera, 
que nunca más se la vuelve a ver. Este 
es también el destino de todo transgre- 
sor de la ley purrah cuando cae en ma- 
nos de la gente de esta extraordinaria 
Asociación. 

Es imposible describir el temor y el te- 
rror que esta extraordinaria Institución 
despierta en el común de las gentes: creen 
que los hombres del purrah tienen el po- 
der de los diablos y pueden hacer todo 
el daño que quieran sin ser afectados por 


106 VIAJE A SIERRA LEONA 

él. Se incautan de los tesoros y provisio- 
neSy o de lo que quieran, pertenecientes a 
los indígenas, sin el menor obstáculo ni 
subsiguiente indagación. 

Al describir las costumbres y maneras 
de las naciones distantes nos vemos en la 
necesidad de usar expresiones y frases que 
es predso adaptar a nuestro idioma. De 
aquí que toda pequeña contienda, en la 
que quizá haya solamente diez o doce 
combatientes de cada lado, se llama una 
guerra en el África. Lo mismo ocurre ha- 
blando de sus jefes o capitanes, que son 
todos dignificados por los europeos con 
el título de rey. 

£1 espíritu vindicativo y violento que 
poseen los africanos cuando se imaginan 
injuriados e insultados es causa de fre* 
cuentes guerras entre los indígenas. Cuan- 
do se entabla una guerra nacional se 
convierte en general, y toda persona de 


RELIGIÓN Y GOBIERNO 107 

cada parte es igualmente opuesta a la 
otra; pero sus pequeñas guerras o con- 
tiendas envuelven solamente las ciudades 
particulares que la entablan. Sus expedi- 
ciones son siempre del género predatorio. 
Sorprender y quemar una aldea y hacer 
unos cuantos prisioneros es casi todo el 
akance de su ambición; nunca intentan 
afrontarse en el campo, sino que se ace- 
chan en emboscadas, y sonríen de la locu- 
ra de los europeos cuando se les habla de 
la manera que tienen éstos de luchar y del 
número que cae en el campo; un ejército 
africano rara vez excede de quinientos 
hombres, y aun esto es considerado como 
un gran ejército. Sólo los jóvenes van a la 
guerra; pero son soldados indiferentes, y 
sólo pueden mantenerse unidos con la 
esperanza de algún saqueo o de que se 
les provea de licores. 

Se dedican a veces dos o tres años a 


108 VIAJE A SIERRA LEONA 

preparar y formar alianzas con las tribus 
vecinas antes de emprender un ataque, lo 
cual se hace comúnmente al comienzo de 
las lluvias, cuando los hombres se dedican 
a sus plantaciones, en cuyo tiempo tienen 
la seguridad de encontrar indefensas las 
ciudades. 

Cuando dos tribus o ciudades están ne- 
gociando, y el resultado final debe ser la 
paz o la guerra, una vez hecha su elec- 
ción, si ésta es la guerra, dos colas rojas se 
depositan sobre una piedra en el lugar de 
la reunión; si es la paz, una cola blanca 
se deja en el mismo lugar, y se divide en 
dos partes, tomando una cada bando, y 
entonces se reúnen sin temor para resol- 
ver sus diferencias. 

Los habitantes de la costa han abando- 
nado en general casi totalmente sus armas 
nacionales, substituyéndolas por el sable 
y las armas de fuego; pero los indígenas 


•rr* 


RELIGIÓN Y GOBIERNO 109 

del interior usan todavía la lanza, el dardo 
y la flecha envenenada. 

No parece que el intercambio que ha 
subsistido tanto tiempo entre africanos y 
europeos haya establecido ningún cambio 
material en sus costumbres o maneras, 
excepto en proporcionarles el gusto por 
la sociedad y el goce de lo que conside- 
ran como lujos de la vida y manufactu- 
ras europeas. He tendido a descubrir las 
causas de sus guerras, y si la acusación 
tan frecuente lanzada — de que los indí- 
genas de África son excitados a hacerse 
mutuamente la guerra por los europeos 
que comercian con ellos — es o no un 
hecho fundado. Y esto, debo declararlo, 
no fué nunca verdad en ningún caso some- 
tido á mí observación, y tampoco lo ha 
sido en todas las noticias que he podido 
recoger. 

Cuando llegué primeramente a las islas 


lio VIAJE A SIERRA LEONA 

Loss encontré una guerra casi general, en- 
tablada en casi todo el país con el que 
comerciaba. Los susis, ayudados por los 
esclavos mandingos, que se revolvieron 
contra sus dueños, estaban en guerra con 
los bagoes y los mandingos, y el pueblo 
de Sherbro estaba en guerra entre sí. El 
origen de la guerra entre los susis y los 
bagoes y sus aliados surgió de que un hom- 
bre bagoe mató a un indígena de una du- 
dad susi, en la que residía en aquel tiem- 
po; huyó de su resentimiento, refugián- 
dose entre sus conciudadanos, quienes 
rehusaron entregarle a los amigos de la 
persona que había asesinado, de acuerdo 
con las leyes del país. La guerra en Sher^ 
bro surgió de una contienda entre dos je- 
fes y envolvió en la disputa a todo el país. 
Después de fijar mi residencia en Sieira 
Leona hice una tentativa de mediación en 
Sherbro para terminar sus disputas. Visité 


<«v^ 


RELIGIÓN Y GOBIERNO 111 

personalmente a los principales y envié 
mensajeros a los aliados de ambas partes. 
Se cruzaron entre nosotros presentes recí* 
procos; pero tal era el odio y la descon- 
fianza recíproca de ambas partes, que 
nunca pude conseguir que se entrevistaran 
sobre la cubierta de mi navio, aunque me 
visitasen separadamente. Tuve, sin em- 
bargo, la satisfacción de poner los cimien- 
tos de una tregua, que ha continuado desde 
entonces y está ahora asegurada por el 
purrah. 


m 


CARTA VI 


Sierra Leona, 20 de noviembre de 1786. 


MI querído señor: Mi última carta 
transmitía a usted las mejores 
noticias que podía proporcionarle de la 
religión, las leyes y el gobierno de los ha- 
bitantes de este país; en ésta aspiraré a 
describirle las personas de los indígenas 
y aquellas de sus particulares costumbres 
y ceremonias que he podido observar o 
que he recibido de personas en cuya ve- 
racidad puedo confiar. 

Es una observación general a lo largo 
de toda la costa de África, que en aquellas 
naciones que limitan con el mar o que ha- 


VIAJB A SIKRKA LEONA 


8 


mm^^mmmmm^mHmmmm^^ma^mB^ 


114 VIAJE A SIERRA LEONA 

bitan en las islas son más robustos, mejor 
formados, más bravos y más activos que 
aquellos que residen en el interior del 
pais. Esto quizá puede ser explicado en 
cierta medida por la diferencia de alimen- 
to, porque los que viven en la costa se 
alimentan de pescado y respiran un aire 
más saludable. 

Los bullans, timmanies y bagoes son 
una raza robusta, activa y hermosa; de un 
buen negro, miembros fuertes y hermosos 
rasgos, y más bien por encima de la talla 
media. Los timmanies^ en particular, son 
notables por un continente abierto e in- 
genuo, y muchas de sus mujeres son real- 
mente hermosas. 

Durante mi residencia aqui he visto so- 
lamente dos personas deformadas, y sus 
infortunios fueron ocasionados por acci- 
dentes en su infancia. 

Los susis son de un tinte amarillento, 


Ir-», 


RAZAS Y COSTUMBRES 115 

y en personalidad son muy inferiores a 
aquellos que acabo de mencionar; aun- 
que tienen miembros proporcionados, son 
de labios delgados y nariz chata. 

Los mandingas parecen ser de una 
raza distinta de los demás: son altos y es- 
beltos, de un negro indiferente y de ojos 
notablemente pequeños; llevan sus bar- 
bas como los judíos en Europa. 

Los susis, bullams, etc., se afeitan 
mientras son jóvenes; pero cuando su 
cabello comienza a tomarse gris dejan 
crecer sus barbas, porque la plata, signo 
de la edad, denota también sabiduría; y, 
verdaderamente, algunos de sus viejos, 
con largas barbas blancas, sentados en 
el Consejo, tienen una apariencia vene- 
rable. 

La sorprendente diferencia entre el 
pueblo libre que he descrito y la aparien- 
cia de una plantación de esclavos es tan 


116 VIAJE A SIERRA LEONA 

grande, que nunca me confundí respecto 
de su situación, aun a simple vista. 

El hombre libre, soberbia de su liber- 
tad, se mueve con dignidad y orgullo 
consciente y mira con ojos de confianza a 
su alrededor, mientras que el esclavo, por 
el contrario, oprimido por la considera- 
ción de su situación, anda con paso humil- 
de y los ojos bajos. 

Las personas de los esclavos (excepto 
los que han nacido en la costa) son gene- 
ralmente de baja estatura, y ni tan robus- 
tos ni tan bien formados como los naci- 
dos libres que vienen del interior del pais. 

Los fulahs (1), que habitan el pais que 
está detrás de las naciones que he descri- 
to, parecen ser una raza intermedia entre 
la árabe y la negra, y muy semejante a la 
lascar, de la India oriental, y tienen cabe- 


(1) Véase nota de la padrina 87, en que puede apre- 
ciarse cómo Matthews sabia observar con justesa. 


RAZAS Y COSTUMBRES 117 

líos largos, lacios y negros; color amari- 
llento, faz delgada y larga nariz romana. 
Son secuaces estrictos del Corán, y por 
sus guerras para la propagación de su re- 
ligión proporcionan un gran número de 
esclavos, que se venden en estas regiones. 
Voltaire, en su discurso preliminar, 
menciona una raza de pueblos que habi- 
tan en las partes interiores de África, que 
llaman albinos, y los representa como 
de un color blanco lechoso y de una es- 
tatura diminuta. He hecho las más dili- 
gentes indagaciones entre los indígenas y 
los viajeros mercaderes negros, pero nun- 
ca pude lograr la menor información de 
que existiese semejante pueblo. Pero he 
visto varios negros blanquecinos en dife- 
rentes partes de África, de una blancura 
lechosa o de cal, y de pelambre blanco; 
mas éstos no propagan su tipo, sino que 
tienen hijos blancos, y sólo son considera- 


5^» 


118 VIAJE A SIERRA LEONA 

dos como un lusas natura. Recuerdo ha- 
ber visto uno del mismo género en Geor- 
gia (Carolina del Sur) y otro en Inglaterra, 
y ambos eran hembras. 

La lengua susi parece ser la raíz de 
que han salido las bagoe, bullam y timma- 
nie; es suave y abundante en vocales y 
labiales. La lengua mandinga es, como el 
pueblo, perfectamente diferente de todas 
las demás, y me parece ser una corrup- 
ción arábiga, aunque no ocurre lo mismo 
con la que enseñan en las escuelas, y que 
denominan la lengua de las plegarías. 

La disposición de los indígenas es casi 
semejante por todas partes: extremada- 
mente indolente, a menos de que la exci- 
te la venganza; de temperamento impla^ 
cable, llenos de tretas y dbimulos cuando 
conciben el menor resentimiento, no de- 
jan escapar la menor oportunidad de 
satisfacer su sed de venganza cuando pue* 


RAZAS Y COSTUMBRES ll9 

den hacerlo con impunidad. Para sus ami- 
gos particulares, sin embargo, son iiospi- 
talarios y bondadosos; pero son muy afi- 
cionados al iiurto, y notables por su mala 
conducta en casi todas las ocasiones. 

Los mandingQs, por motivos religiosos, 
odian a los cristianos y vilipendian a los 
europeos que residen entre ellos y a los 
que ven beber y alborotar con frecuencia 
con la denominación de perros. Pero cuan- 
do yo residí primeramente entre ellos, 
persiguiendo una conducta contraria, y ca- 
pacitándome para conversar con ellos so- 
bre temas de su religión, llegué a recibir 
tales atenciones de su parte cuando caí 
peligrosamente enfermo, que sólo pudiera 
esperarlas de mis mejores y más queridos 
amigos. 

Sus métodos de salutación son varios: 
cuando un esclavo se aproxima a su due- 
ño, para rendirle obediencia, dobla la ro- 


120 VIAJE A SÍERRA leona 

dilla derecha casi hasta el suelo y avanza 
su brazo izquierdo con la mano cerrada y 
apoyando el codo sobre la mano derecha. 
Cuando dos amigos o iguales se encuen- 
tran, ponen su mano derecha sobre el pe- 
cho y se desean buenos días, y algunas 
veces se abrazan o se estrechan las manos. 
Cuando un extranjero viene a visitar a un 
amigo se prescinde de él hasta que anun- 
cia su visita en forma, lo cual ocurre con 
frecuencia cuatro o cinco días después de 
su llegada, durante cuyo tiempo se le pro- 
porciona todo lo necesario para él y para 
su gente, aparte de la familia; la misma 
costumbre se observa con sus embajado- 
res o mensajeros públicos en los negocios 
de importancia. Cuando las mujeres se en- 
cuentran en visita juntan su mano derecha 
y doblan la rodilla; pero la joven y solte- 
ra debe abrazar con las mayores muestras 
de afección. Cuando un hijo visita a su 


kAZAS Y COSTUMBRES 121 

« 

madre después de una ausencia y se han 
cruzado los primeros saludos se echa a 
sus pies, y mientras ella le examina la ca- 
beza para limpiarle la miseria, él cuenta 
las aventuras de su viaje. 

Las mujeres son extraordinariamente 
limpias en sus personas y estrictamente 
atentas a sus deberes domésticos, y nadie 
podría ser más apasionada ni cuidadosa 
de la prole ni ser mejor nodriza. No des- 
tetan a sus hijos hasta que éstos pueden 
andar y llevar una calabaza de agua a su 
madre, la cual les instruye para que pue- 
dan hacerlo lo antes posible, porque du- 
rante el tiempo en que se cría a un hijo, 
a la mujer no se le permite cohabitar con 
su marido, porque se supone que perjudi- 
caría a la leche. La esterilidad es tenida 
como el mayor reproche, y la Naturaleza 
las exime del dolor y la tristeza que su- 
fren nuestras mujeres en los partos, pues 


122 VIAJE A SIERRA LEONA 

rara vez les obliga éste a estar confinadas 
más de unas cuantas horas. En sus diver- 
siones domésticas imitan en ciertos res- 
pectos a las buenas amas de casa de In- 
glaterra. Por la tarde, la esposa, rodeada 
por el resto de las mujeres del marido y 
su servidumbre femenina, se consagra a 
tejer y cardar el algodón, mientras una de 
ellas divierte a las demás contándoles his^ 
tonas, según el plan de las fábulas de 
Esopo; estas historias las he oído frecuen- 
temente con placer infinito. Tienen diver- 
sos juegos de azar, a los cuales las muje- 
res y los hombres juegan separados; pero 
ambos sexos son apasionadamente entu* 
siastas de la danza, de la cual nunca dejan 
de gozar cuando tienen la luz de la Luna y 
buen tiempo, desde una hora después de 
la puesta del Sol hasta media noche. Junto 
a esto, el nacimiento de un niño, o la lle- 
gada de un amigo o persona relacionada. 


RAZAS Y COSTUMBRES 123 

les proporciona una oportunidad para go- 
zar de su diversión favorita o cantar y 
danzar, a lo que llaman cullunji. Cuando 
se celebra un cullunji en cualquier gran 
ocasión, intervienen danzarines vestidos 
en iin estilo grotesco: sobre su cabeza Ue- 
v£ui un alto sombrero formado de juncos, 
un bastón redondo con un plumero, y pin- 
tados con tiza o cal blanca por encima de 
los ojos, de las narices y de la boca, y lle- 
van un pequeño taparrabos de juncos al- 
rededor de su cintura, que se dispers^m al 
bailar en todas direcciones. En sus manos 
tienen piezas de madera alisada que cho- 
can entre sí y con las cuales llevan el com- 
pás de la danza. 

La muerte de un niño, amigo o conoci- 
do no agrega a este pasatiempo sino el 
llanto y los gritos; pero el extraño a estas 
ceremonias juzgaría por las apariencias 
que se trataba de un simple regocijo. 


124 VIAJE A SIERRA LEONA 

Por la tarde del día señalado, los ami- 
gos y las relacione:? del difunto se reúnen 
y acuden, por un lento y solemne movi- 
miento, a un espacio abierto ante sus ca- 
sas. Aquí comienzan a cantar las alaban- 
zas del difunto y a danzar, acompañados 
por la música de un tambor. En la danza 
varían con frecuencia la figura: unas ve- 
ces forman un gran círculo alrededor de la 
música, y tocan las palmas en cada perío- 
do o repetición de su canción; otras veces, 
una persona danza y el resto se sienta o 
permanece de pie alrededor, en un círcu- 
lo, formando coros y palmoteando como 
antes; en otros tiempos, dos, tres o cua- 
tro danzan juntos hasta que se fatigan, y 
entonces son relevados por los otros; per- 
manecen cantando y tocando las palmas. 
Esto, con algunos disparos de fusil, con- 
tinúa desde por la tarde hasta el próximo 
amanecer, sin interrupción; pero se rega- 


RAZAS Y COSTUMBRES 125 

lan frecuentemente con licor y tabaco. 
Esta ceremonia se repite tres noches su- 
cesivamente. 

Para gentes de condición, cuyos amigos 
pueden costearlo, el duelo se repite una 
o dos veces al año durante unos cuantos; 
pero los más pobres tienen que dejar 
transcurrir dos o tres años antes que pue- 
dan procurarse medios de adquirir ron y 
tabaco suficiente para el propósito; pero 
cualquiera que sea el tiempo necesario 
para ponerlo en ejecución, nunca lo 
omiten. 

Este puede considerarse como el fune- 
ral público a la muerte de los amigos o 
deudos, en que ambos sexos se juntan; 
pero hay otro de un género distinto y de 
naturaleza más privada, practicado sola- 
mente por las mujeres, y es peculiar ex- 
clusivamente de los bullams y timmanies. 

Las plañideras llevan una capa blanca 


126 VIAJE A SIERRA LEOKA 

de fino o a^odón, que echan sobre sos 
ojos de tal modo que evita ver nada nno 
el suelo, salvo levantando enteramente la 
cabeza, y diversos hilos de larj^as cuentas 
del país, que cuelgan alrededor del cnie- 
11o y de la dntura. Si son mujwes casa- 
das, se despojan de la ropa, permitiéndo- 
les llevar solamente el tantangeé. 

No se les permite comw ni beber con 
ninguna otra persona, ni codnar sus pro- 
pias vituallas, sino que al tiempo de co- 
mer tocan un tambor y danzan ante la 
puerta de las personas que han de pro- 
porcionárselo, y a nadie se le permite 
comer ni beber en los utensilios que 

;; ellas usan» 

( El tiempo que dura esta especie de fu- 

neral no está fijado, sino regulado por el 
capricho y decisión de las personas que 
lo ordenan, las cuales son, generalmente, 
la madre, tía o algún deudo anciano, y co- 


RAZAS Y COSTUMBRES 127 

múnmente se realiza por jóvenes que se 
aproximan a la edad del matrimonioi para 
mantener su castidad; porque si se des- 
cubriese alguna comunicación entre los 
sexos durante la continuación de esta 
ceremonia, la mujer quedaría infamada 
y el hombre se expondría a un castigo 
severo. 

También una mujer, cuando supone 
que su marido la olvida, tiene el privile- 
gio de poner en duelo a la favorita. Cuan- 
do ocurre esto, después de un breve pe- 
ríodo de prueba y ofrecimiento de paz a 
la esposa, consistente en una cabra o seb 
gallinas, un jarro de licor o un poco de 
tabaco, para consumirlos en un cullunji, 
le hace volver a sus brazos. 

Verdaderamente, no parece mala esta 
política de parte de las esposas de más 
edad para conservar alguna constancia 
mayor del marído; porque durante el tiem- 


mmtmmtt 


128 VIAJE A SIERRA LEONA 

po que la mujer joven está en duelo, el 
marido se ve privado de su sociedad. 

Tienen diversos géneros de música na- 
cional; pero el tambor parece ser el ins- 
trumento principal, y tienen tres clases de 
ellos, pero son de tamaño diferente, se- 
gún el uso a que están destinados: unos 
están hechos de madera dura, huecos, ce- 
rrados al final y con una abertura longi- 
tudinal a un lado; golpean el final con 
dos palillos, y el ruido grave y chillón 
que dan estos tambores en una tarde tran- 
quila se oye a una gran distancia, y son, 
por tanto, útiles para extender la alarma; 
los otros son hechos de madera ligera, 
enteramente huecos y cubiertos con piel 
curtida de cabra o borrego atada con 
cuerdas. Algunos de éstos son muy gran- 

«i 

des, de seis u ocho pies de largo y dos o 
tres de diámetro; en otros, las dos caras 
están separadas solamente dos o tres pul- 


RAZAS Y COSTUMBRES 129 

gadasy y al cerco están atados dientes de 
tiburón o trozos de cobre, que dan un re- 
tintín. 

El trombón y el tamboril usados en 
Inglaterra parecen haber sido tomados 
de los africanos. También tienen dos gé- 
neros de instrumentos de cuerda: uno es 
una especie de guitarra, y es lo mismo 
que el bangou de las Indias occidentales; 
él otro tiene la forma de un arpa galesa, 
pero sin pasar de dos pies de larga; las 
óuerdas están hechas de fibras de una 
planta y pelos de la cola de un elefante. 

Las mujeres y los niños tienen también 
diversas clases de sonajeros, formados de 
calabazas, en los cuales colocan pequeñas 
bayas secas; y en Sherbro tienen una es- 
pecie de flauta, hecha de caña, con cua- 
tro agujeros para los dedos, y un cuerno 
o trompeta formado del colmillo de un 
elefante. 

VIAJB A SIERRA LEONA 9 


130 VIAJE A SIERRA LEONA 

El alimento acostumbrado de los indí- 
genas es el arroz, el cual cuecen entera- 
mente en seco, y lo comen rociado con 
aceite de palma o con una especie de 
masa formada con carne, pescado, galli- 
nas y vegetales, cocido todo junto, muy 
sazonado con pimienta y especias y acei- 
te de palma. Usan muy poca carne de 
animales, y, en general, prefieren comerla 
seca y ahumada mejor que fresca; pero 
son buenos cocineros y hacen muchos 
platos sabrosos. El hombre y la mujer co- 
men siempre aparte, y nunca beben nada 
en sus comidas sino agua* Solamente 
comen dos veces al día: la primera ha- 
cia las diez de la mañana, y la segunda 
hacia la puesta del Sol; pero las personas 
principales que pueden permitírselo go- 
zan, generalmente, de un pequeño des- 
ayuno por la mañana, que es preparado 
por la favorita de la noche anterior. 


RAZAS Y COSTUMBRES 131 

Los Únicos oficios que se usan entre 
ellos son los de carpinteros, herreros y 
constructores de cepos, y en su trabajo, 
considerando los instrumentos que usan, 
despliegan con frecuencia ingenio y habi- 
lidad. Cada familia hila y teje sus propios 
vestidos; el hombre teje y cose, y la mu- 
jer hila y escarda el algodón. Sus vesti- 
dos son muy fáciles y sencillos^ Los niños 
y las niñas no llevan nunca sino un tan" 
tungeé, que es un delgado taparrabos de 
tela; la diferente manera de llevarlo de- 
nota el sexo. Las niñas tienen un cordón 
atado alrededor de la cintura, y en él se 
sujetan los extremos del tuntungeé, deján- 
dole colgar por delante y por detrás, con 
un cinto o sarta de cuentas, o atan estos 
hilos alrededor de su cintura. Los niños 
tienen el extremo más corto hacia atrás; la 
otra parte va ceñida alrededor de sus lo- 
mos, plegado debajo, y dejándolo colgar 


132 VIAJE A SIERRA LEONA 

por detrás simplemente. Después del ma- 
trimonio» las mujeres abandonan el tan- 
tungeé (excepto entre los nalloes, que nun- 
ca llevan otra cosa) y se ponen una tela 
alrededor de su cintura que llega hasta 
mediados los muslos; son muy entusiastas 
de ponerlo sobre los senos, no para ocul- 
tarlos, sino para ponerlos en hueco; lo 
cual (tratándose de un signo de femini- 
dad) les proporciona la adicional conse- 
cuencia. Son también muy entusiastas de 
los omamentoSi tales como cuentas for- 
madas en collares, brazaletes, etc.; anillos 
de plata, dijes y cadenas, manillas (que 
son aros de plata alisada o redondeada 
para llevarlos sobre las coyunturas), hilos 
de corales, y también usan una gran varie- 
dad de afeites. Una joven africana^ cuando 
está enteramente vestida, no ofrece una 
figura agradable: sobre su vestido ordina- 
rio, que podemos llamar su refajo, lleva 


RAZAS Y COSTUMBRES 133 

otro de tafetán rojo; un pañuelo de seda 
negra atado por los dos extremos alrede- 
dor del cuello y colgando por delante, 
como el babero de un niño, y cubriendo 
su busto; otro del mismo color se lia al- 
rededor de su cabeza; tiene zarcillos de 
oro en sus orejas, y alrededor de su cue- 
llo una sarta de corales y una cadena con 
una medalla de oro o de plata. Sobre 
cada coyuntura de las manos dos o tres 
aretes, y cinco o seis anillos de plata en 
cada dedo; pinta su frente con varios án- 
gulos y triángulos de blanco y rojo, y tren- 
za sus cabellos limpia y curiosamente, y 
algunas veces afeitan pequeños circuios, 
formando manchas. Detrás de ellas vienen 
sus doncellas (que son, generalmente, las 
muchachas de diez a quince años más be- 
llas que pueden procurarse), decoradas 
con corales y cuentas y una pieza de ta- 
fetán o fina zaraza echada sobre su hom- 


134 VIAJE A SIERRA LEONA' 

bro izquierdo, como una manta de los 
montañeses. 

El vestido de los hombres es una cami- 
sa abierta, sin cuello ni puños y mangas 
muy anchas, con calzoncillos o zaragüe- 
lles que llegan hasta la mitad de los mus- 
los, y un sombrero o pequeño gorro de 
tela rústica; aunque van generalmente, mal 
cubiertos y mal calzados, salvo los hom- 
bres principales, imitan en lo que pueden 
los vestidos de los blancos, y los man- 
dingas se distinguen siempre por el gorro 
encamado y las sandalias y porque siem- 
pre adornan sus camisas y calzoncillos 
con valiosos encajes, en cuya manufactura 
son muy ingeniosos. El hombre no va nun- 
ca sin sus belmós, que son grandes cuchi- 
llos colgados en una vaina en el muslo 
derecho, exactamente como el patou-pa- 
toa de las islas Sandwich, descrito por el 
capitán Cook; tienen dos de ellos: uno 


^' RAZAS Y COSTUMBRES 135 

[2: pequeño, para la comida, y otro como 

arma de defensa. 
u. La costumbre del tatuaje, o marcas en 

:: el cuerpo, que es llamado soccalá, está 
Tí muy generalizada en toda el África, y yo 
imagino que se ideó originariamente para 
' distinguir unas tribus de otras; todavía se 
practica aquí con este propósito, pero no 
parece ser tan necesaria como en otros 
tiempos. La espalda, los lomos, el vientre 
y el pecho son las partes que tatúan en 
estas regiones, y la manera de hacerlo no 
solamente denota la tribu, sino la condi* 
ción de la persona, puesto que a un es- 
clavo no se le permite ir marcado como 
una persona libre. La operación del ta- 
tuaje debe de ser extremadamente peno- 
sa, y con frecuencia peligrosa; se realiza 
solamente cuando el niño tiene unos me- 
ses. En algunas naciones se levanta la piel 
de tal modo, que le hacen aparecer como 


136 VIAJE A SIERRA LEONA 

una labor de relieve; otros lo hacen por 
puntosi mediante un duro punzón agudo 
mojado en un líquido que deja una señal 
indeleble; pero debe observarse que los 
que usan este método son del tipo amari* 
lio. En las partes más meridionales y 
orientales de África se tatúan la cara 
como el cuerpo. 

La situación que los indígenas escogen 
para sus ciudades es, generalmente, so- 
bre la ribera de una ensenada o río, para 
aprovechar la pesca, y se distinguen siem- 
pre por los grandes árboles pullam, que 
sirven de cierto criterio para calificar un 
suelo seco. Nunca se preocupan de pre- 
parar otro terreno que el suficiente para 
construir sus casas; tampoco pueden con- 
cebir que talando los árboles para que el 
aire circule libremente se le haría más sa- 
ludable, ni observan ningún orden en la 
disposición de sus calles, sino que cada 


RAZAS Y COSTUMBRES 137 

uno escoge el sitio más conveniente y 
agradable, erige algunas casas pequeñas, 
s^fún el número de sus esposas y de su 
gente (porque cada esposa tiene su casa 
separada), y el conjunto forma un circulo 
que está comprendido dentro de una em- 
palizada de estacas clavadas en el suelo, 
las cuales en unps cuántos meses (por la 
rápida vegetación en este clima) se con- 
vierten en árboles vivos y producen un 
bonito efecto. 

Un grupo de estas edificaciones cerca- 
das, erigidas cerca unas de otras, forma 
una ciudad, que es rodeada generalmente 
de una tapia de barro o de una fuerte em- 
palizada, y cubre con frecuencia una con- 
siderable extensión de terreno. 

Cuando los indígenas están en guerra 
tienen diversas barreras o puertas, que se 
cierran al ponerse el Sol y se guardan du- 
rante la noche con buenos vigilantes; nin- 


138 VIAJE A SIERRA LEONA 


V. 


guna de ellas vuelve a abrirse hasta que 
vuelve a salir el Sol. 

Sus casas tienen un solo piso y son re- 
dondas o alargadas. Las paredes se cons- 
truyen con pies derechos, con zarzas cu- 
biertas de una capa de arcilla, y los tejados 
están apoyados sobre grandes maderos 
y cubiertos de hierbas. Tienen general- 
mente dos puertas en lados opuestos, lo 
cual determina una corriente de aire y, 
junto con su altura, las hace muy frescas 
en la estación del calor; enlucen el exte- 
rior con cal blanca que recogen del río en 
algunos lugares, o con una tierra saponá- 
cea que encuentran en Sherbro. 

Aunque he hablado de puertas, no tie- 
nen con frecuencia ninguna del tipo euro- 
peo, salvo aquellos que imitan las cos- 
tumbres de los blancos; pero en vez de 
puertas tienen una cortina colgada en el 
cerco de ella. Cuando está echada, nadie 


RAZAS Y COSTUMBRES 139 

pretende entrar sin pedir permiso; cuando 
está enrollada, la ceremonia es innecesa- 
ria. Los aleros del tejado se proyectan 
fuera del muro seis u ocho pies y se apo- 
yan en postes; el espacio entre los muros 
y los postes se eleva un pie o diez y ocho 
pulgadas, formando una especie de terra- 
za y constituyendo un admirable lugar de 
descanso que les preserva del sol y de la 
lluvia. 

En las partes interiores del país cons- 
truyen grandes casas de ladrillos cocidos 
al sol| los cuales duran muchos años si el 
extremo de los muros está preservado de 
la humedad. 

Nunca tienen chimenea en sus casas; sin 
embargo, los indígenas encienden siempre 
fuego por la mañana y por la tarde para 
echar los mosquitos. 

La gente común, los esclavos y los ni- 
ños duermen sobre esteras o pieles secas, 


140 VIAJE A SIERRA LEONA 

extendidas sobre el suelo delante del fue- 
go; pero las gentes de posición tienen 
lechos formados por cuatro estacas clava- 
das en el suelo, con un fondo de cañas o 
bambúes, y unas esterillas colgadas alre- 
dedor desempeñan el papel de cortinas. 
El departamento de los hombres está 
provisto de un cesto para contener sus 
vestidos y objetos de valor, una esterilla 
o piel para encubrirlo, y sus armas. El de 
las mujeres contiene todos los utensilios 
domésticos, esterillas, taburetes, y siem- 
pre un espejo. 

Cerca del centro de cada ciudad hay 
una edificación circular, abierta por los 
lados, a la cual llaman un barreé (es decir, 
un patio de casa): allí se discuten todos 
los pleitos y los asuntos públicos de to- 
dos géneros. 

En el país mandinga, donde profesan 
la religión mahometana, hay en cada ciu- 


RAZAS Y COSTUMBRES 141 

dad una mezquita pública, desde cuya 
parte más alta se convoca a los fieles para 
las plegarias, del mismo modo que en 
Turquía. 

Hay también varios pequeños barrees, 
que sirven como escuelas públicas: allí en* 
señan a los niños a leer y escribir el árabe. 

La poligamia se permite y se practica 
aquí en toda su latitud, y las mujeres, 
como en los países más civilizados, repre- 
sentan frecuentemente el lazo de paz o 
amistad. Si han estado dos tribus en gue- 
rra o desean contraer una conexión más 
estrecha e íntima entre sí, la base de todo 
tratado es el cambio mutuo de sus hijas 
entre los jefes; lo mismo ocurre entre los 
individuos; y esto explica que los hombres 

♦ 

principales tengan tantas esposas. Para li- 
gar las familias se entrega con frecuencia a 
un hombre una niña apenas nacida; pero 
entre los susis la niña permanece con la 


142 VIAJE A SIERRA LEONA 

madre hasta la edad apropiada, la cual se 
juzga más bien por la apariencia exterior 
que por la fecha del nacimiento; entonces 
son entregadas en forma. En el día seña- 
lado para el matrimonio, el novio se sitúa 
en la parada del pueblo, sobre el camino 
que ha de traer la novia, con licor y re- 
frescos, porque si estos artículos no fue- 
sen abundantemente proporcionados, los 
acompañantes de la novia no harían una 
parada aunque les faltasen provisiones en 
medio del camino. Cuando se aproximan 
a la ciudad hacen un alto y se les incor- 
poran las gentes y amigos del novio, y ha- 
cen gran fiesta, dando vivas, bebiendo, 
disparando los fusiles y realizando otras 
demostraciones de gozo. 

La joven es llevada entonces por una 
vieja en sus espaldas, y cubierta con una 
tela fina, para que desde este momento no 
sea vista por nadie hasta después de la 


RAZAS Y COSTUMBRES 143 

consumación. Se extienden mantas por el 
suelo para que los pies de las personas 
que la conducen nx> toquen la tierra; de 
esta manera es conducida a la casa del 
que ha de ser su marido, acompañada por 
los amigos de ambas partes, que la acla- 
man, danzando y disparando fusiles. Por 
la tarde el novio se retira al departamen- 
mento de su esposa. Si llega a sospechar 
que ella haya admitido el contacto con 
otro hombre, inmediatamente la deja, y 
tan pronto como es sabido por los ami- 
gos, se ocultan, gritando y aullando con 
vergüenza y confusión; pero si está satis- 
fecho, permanece con ella toda la noche. 
Grandes regocijos son entonces organiza- 
dos por sus amigos, que conducen las se- 
ñales de su virginidad, conforme a la ins- 
titución mosaica, en una loca procesión 
por las calles. En uno y otro caso está en 
libertad para retenerla; pero si la despi- 


y, «un v^ 


144 VIAJE A SIERRA LEONA 

de, debe enviarle algo para que lo lleve 

V 

consigo. 

Entre los bullams, bagaes y timmanies 
reciben con frecuencia sus futuras espo- 
sas cuando aun son enteramente niñas, y 
las llevan consigo a sus propias casas. En 
estas ocasiones, cuando reciben a la niña^ 
hacen un presente, conforme a las posibi- 
lidades del receptor, a los padres, a quie- 
nes mandan vino; pero si la niña fuera 
maltratada antes de que tenga lugar la 
consumación, los padres tienen derecho a 
reclamarla, enviando el vino. Por otra 
parte, si el hombre devuelve a la futura 
esposa a sus padres, ellos deberán reci- 
birla, pero conservando el vino. 

Por estas circunstancias, deberíamos 
imaginar, naturalmente, que la castidad 
es altamente valorada; pero de hecho no 
ocurre así, sino al tiempo del matrimonio, 
porque se considera extremadamente des- 


•♦•-—'-T— '--•^^■■^■■•^•'■^''^•■■íi^ — — ^ -^-^rr-r^-^ 


RAZAS Y COSTUMBRES 145 

cortés y desconsiderada una mujer casa- 
da que rechaza los ofrecimientos de un 
amante, y aunque siendo sensible está ex- 
puesta a un severo castigo si es descu- 
bierta, ello no afecta, sin embargo, a su 
reputación. Casi toda mujer casada tiene, 
según las costumbres del país, su yangeé 
carneé, o favorito, de quien es primera- 
mente solicita. Esta relación se preocupa 
poco o nada en ocultarla, y su marido se 
ve obligado con frecuencia a callar, por- 
que en otro caso tendrá razón para temer 
las peores consecuencias, pues aunque las 
leyes del país son severas contra el adul- 
terio, necesita el arma del poder, aun en- 
tre ellos mismos, para ponerlas en vigor. 
Pero debe observarse que es entre los 
grandes, que mantienen un número de es- 
posas, entre quienes prevalece principal- 
mente esta práctica. El vulgo está, en ge- 
neral, unido con una o, a lo sumo, con 

VIAJE A 8IBRRA LEONA 10 


146 VIAJE A SIERRA LEONA 

dos esposas. Sin embargo, hay una cir- 
cunstancia singular que no debe pasar in- 
advertida respecto a los amores privados 
de sus mujeres. Estas no intentan nunca 
imponer a sus maridos la descendencia 
espuria, introduciéndola en la familia, 
sino que siempre declaran antes de dar a 
luz quién es el padre. Pero si el marido 
desea tener hijos de una mujer favorita, 
la obligaría, aunque algunas veces se hace 
voluntariamente, a hacer un voto compro- 
metiéndose a no ir fuera durante cierto 
tiempo; y si ella durante ese tiempo fue- 
se ^inducida, por la fuerza o por la per- 
suasión, a quebrantar ese voto, inmedia- 
tamente se. lo diría a su marído, y ambas 
partes ofensoras sufrírían los más infa- 
mantes castigos, y como tales infames se- 
rían considerados en adelante y manteni- 
dos en menosprecio. 

Depositan sus muertos en el suelo al 


RAZAS Y COSTUMBRES 147 

modo europeo, y generalmente por la 
tarde o por la mañana; pero la ceremonia 
de interrogar al cuerpo es curiosa y me- 
rece una descripción especial. 

Cuando el muerto se va a enterrar, el 
cuerpo se coloca sobre un féretro abierto, 
decentemente envuelto en tela blanca y 
llevado sobre las cabezas de seis jóvenes 
convecinos, varones o hembras, porque 
es cosa dejada a la elección del difunto, 
el cual muestra su aprobación o desapro- 
bación respecto de los conductores por 
su inclinación o desinclinación a moverse 
(lo que ellos le creen firmemente capaz 
de realizar) hacia el lugar del enterra- 
miento. Este lugar está siempre en los ma- 
torrales de los alrededores de la ciudad. 
Cuando llega allí, una persona, que es 
siempre un pariente o amigo del difunto» 
se coloca cinco o seis pasos ante el fére- 
tro con una rama verde en la mano y se 


148 VIAJE A SIERRA LEONA 


dirige al difunta de esta manera: «Tú eres 
ahora un hombre muerto; tú conoces que 
no estás ya vivo como uno de nosotros; 
tú sabes que estás colocado sobre los pa- 
los (es decir^ el féretro) de Dios Todopo- 
derosOí y que debes responder la verdad.» 
Y entonces le pregunta qué le hizo morir; 
si él supo de su muerte, o si fué causada 
por hechicería o por veneno; porque hay 
entre ellos una creencia firme y universal 
de que nadie muere sin tener previo cono- 
cimiento de su muerte, salvo si ésta es 
causada por envenenamiento o hechicería 
o por los más poderosos encantamientos 
de otra persona. 

Si el cadáver responde afirmativamente 
a todas las cuestiones propuestas, es sig^ 
nificado por impeler imperiosamente a los 
conductores algunos pasos hacia adelan- 
te por un poder que ellos se confiesan 
inhábiles para resistir; si ocurre lo contra- 


RAZAS Y COSTUMBRES 149 

rio, se significa por un movimiento de re- 
troceso, que también dicen que no pue- 
den evitar. Si por el signo dado surge la 
sospecha de que la muerte fué ocasionada 
por brujería o envenenamiento, proceden 
a preguntare quién fué la persona, y nom- 
bran varías a quienes suponen que no fué 
afecta diu'ante su vida; pero empiezan 
enumerando sus paríentes. Sí ocurriera 
ser alguno de ellos, el cuerpo permanece- 
ría silencioso durante algún tiempo, como 
avergonzado de acusar a su propia san- 
gre; pero al fin se ve obligado a respon- 
der. Entonces se le interroga más particu- 
larmente acerca de si está derto respecto 
de la persona; ú \o está, se le requiere 
para que golpee la mano que sostiene la 
rama (la persona que sostiene la rama 
la levanta en la mano). El cuerpo im- 
pele inmediatamente el féretro hacia ade- 
lante y golpea la rama. Para convencer a 


150 VIAJE A SIERRA LEONA 

los espectadores repite esto dos o tres 
veces. 

El culpable es entonces apresado, y si 
es un hechicero, vendido sin ulterior ce- 
remonia, y frecuentemente ocurre, si el 
muerto fuera una gran personalidad y el 
acusado pobre, que no sólo él, sino su fa- 
milia entera sería vendida al mismo tiem- 
po. Pero si la muerte fué causada por el 
veneno^ el ofensor es emplazado para un 
juicio posterior, del cual, aunque es ^n 
cierta medida voluntario, rara vez escapa 
con vida. 

Después se deposita el cadáver en la 
tumba, en la cual se colocan esterillas y 
sus. más valiosas ropas y cosas necesarias. 
Se apresa al acusado de tal manera que 
pueda escapar, lo cual significa para él 
que ha transgredido las leyes de su país y 
no conserva ya la libertad. Tan pronto 
como obscurece escapa a la ciudad pro- 


RAZAS Y COSTUMBRES 151 

xima, y alli reclama la protección del jefe» 
que se supone ser una persona imparcial; 
le informa de que el cadáver de tal perso* 
na le ha acusado de haber causado su 
muerte por envenenamiento, que él es 
inocente y desea probar que puede be- 
ber agua roja. Esta demanda es atendida 
y se llama a los amigos del muerto para 
que sean testigos. 

En el momento señalado el acusado 
se coloca sobre una especie de silla ele* 
vada, se le despoja de su vestido ordina- 
rio y se le cuelgan alrededor de su cintu- 
ra una serie de hojas de plátano. Enton- 
ces, eii presencia de toda la ciudad, que 
se reúne siempre en estas ocasiones, 
come primero una pequeña cola o arroz, 
y después bebe agua envenenada. Si 
muere, que es casi lo seguro, se le senten- 
cia culpable; pero si escapa con vida des- 
pués de beber cinco o seis pintas y de 


152 VIAJE A SIERRA LEONA. 

devolver el arroz o cola sin ser alterado 
por el poder digestivo del estómago, se 
le juzga inocente, pero no enteramente, 
hasta la misma hora del siguiente día* 
Durante el intervalo no se le permite ha- 
cer ninguna evacuación, y si no pudiera 
refrenarla, se consideraría una prueba tan 
acusatoria de su falta como si hubiera 
caído a la primera toma. Y para evitar la 
menor posibilidad de que no opere la 
<koga, si permaneciese alguna en el estó- 
mago, se obliga al acusado a tomar parte 
en la fiesta con que se celebra su libera- 
ción, y que consiste en cantar y danzar 
toda la noche* Después de ser libertado 
por esta ordalía, se le devuelve toda la 
estimación anterior y se entabla un juicio, 
o, para hablar en el lenguaje profesional 
de mi amigo, una acción contra los ami- 
gos del difunto por difamación o prisión 
injusta, sobreviniendo, generalmente, un 


RAZAS Y COSTUMBRES 153 

compromiso o el pago adecuado por la 
supuesta injuria. 

Pero si el muerto dice que conodó su 
muerte y que ésta fué premeditada, se le 
pregunta qué le indujo a morir y abando- 
narlos, y se le proponen varías cuestiones, 
tales como si fué el vera alguno que pose- 
yese un buen fusil o una bella tela que él 
no pudiese adquirir, o alguien que le ofen- 
diese y de quien no pudiera vengarse; 
pero s^yándose en esto no se puede 
apelar a ningún pleito contra el objeto de 
su resentimiento. 

Si alguna vez ocurre que el cuerpo acu- 
sa de su muerte por brujería a una per- 
sona que no puede ser vendida por su 
edad o por consideración a la familia, ya 
que sobre ella cae el estigma, en este caso, 
después que se pruebe el delito de la per- 
sona acusada, es conducida al campo, fue- 
ra de la dudad, y obligada a abrir su pro- 


154 VIAJE A SIERRA LEONA 

pia fosa, y las gentes que están con el, 
injuriándole, le dicen: «Has causado la 
muerte y puedes hacer morir a otros, y 
debes ahora probarla por ti mismo.» No 
obstante, debe continuar su trabajo con 
la aparíenóa de la mayor tranquilidad, 
respondiendo: «Es verdad que causé la 
muerte de tal persona, y que si vivo ma- 
taré a otras»; y con frecuenda mide du- 
rante su trabajo la longitud y anchura de 
la sepultura, según las dimensiones de su 
propio cuerpo. Cuando se juzga la tumba 
bastante profunda, entonces se pone el 
prisionero erguido al pie, de cara a ella, 
y una persona colocada detrás le da un 
golpe violento en la nuca para que caiga 
de bruces en la tumba; se arroja sobre él 
un poco de tierra, y con una estaca afila- 
da, de madera dura, se atraviesa el cuerpo 
del delincuente, expirante, clavándole en 
tierra; se acaba de rellenar la tumba, y 


RAZAS Y COSTUMBRES 155 

ni él ni su nombre vuelven á ser mendó- 
nados. 

Aunque las ceremonias relatadas son 
practicadas, las distintas tribus tienen di- 
ferentes métodos de realizarlas. Los sa- 
sis conducen todo el cadáver; pero los 
timmanies y buUams, las ropas solamente 
que el muerto lleva en el momento de su 
muerte, y las uñas de sus manos y de sus 
pies, que cortaban inmediatamente des- 
pués de expirar y que creían tener el mis- 
mo poder de contestar a las cuestiones 
propuestas como si el cuerpo entero es- 
tuviera presente; en lo cual, sin duda al- 
guna, tenían razón. La colusión entre las 
partes implicadas en esta curiosa ceremo- 
nia es tan obvia, que me parece asombro- 
so que el vulgo no la haya descubierto, a 
pesar de que ha existido desde tiempo 
inmemorial. 

Se me ha dicho que en las regiones inte- 


156 VIAJE A SIERRA LEONA 

ñores del país se toleraba que las gentes 
bebiesen agua roja con cualquier pretexto 
frivolo, llegándose a tan fatales conse- 
cuencias, que en algún tiempo se habría 
despoblado el país; y aunque no podían 
suprimirlo enteramente, puesto que el vul- 
go, y especialmente las mujeres, está fir- 
memente convencido de su infalibilidad, 
consiguieron combatirle por un método 
sancionado por la práctica. 

Cuando una persona ha de beber agua 
roja, los amigos de ambas partes se reúnen, 
armados, como en una Dieta polaca, y en 
el instante que opera el veneno, sea pro- 
vocando el vómito o determinando la 
muerte, los amigos del acusado atacan in- 
mediatamente al otro bando, bien para ven- 
gar la inocencia calumniada, o la muerte. 

Aunque naciones más ilustradas creen 
en los encantamientos y en la hechicería, 
sin embargo, los habitantes de este país 


RAZAS Y COSTUMBRES 157 

son tan adictos a ella, que imaginan que 
todas las cosas están bajo su influjo y 
toda ocurrencia de su vida la atribuyen a 
aquella causa; aun los efectos de su dis- 
poúción, a veces diabólica, alegarán que 
son debidos al influjo de las brujas sobre 
ellos; recientemente ha llegado a mi cono- 
cimiento un caso extraordinario de ello. 
Un hombre de cierta representación, pero 
de la condición más vil, ha aprovechado 
la ausencia de su yerno para cometer con 
sus gentes los más horribles actos de 
crueldad. Temeroso de las consecuencias 
del regreso de su yerno, produjo algún 
veneno deletéreo contra una de sus hijas; 
en las agonías hubo ésta de prometer, a 
cambio del ofrecimiento de curarle su do- 
lencia, confesar que se había hecho bruja 
(que es la manera de expresarse ellos) 
para volver loco a su padre y hacerle co- 
meter malas acciones; tuvo él luego buen 


158 VIAJE A SIERRA LEONA 

cuidado de impedir que se retractase de 
lo que había dicho, dándole un quietas 
pocos días después. 

Si un cocodrilo devora un cuerpo cuan- 
do se está lavando o nadando, o un leo- 
pardo comete depredaciones en los gah 
nados o en el corral; si una persona cae 
enferma o muere repentinamente, o es sor« 
prendida en algún desorden a que no está 
acostumbrada, inmediatamente se atribu- 
ye a hechicería, y rara vez ocurre que no 
sea indicada, cuando se le interroga, una 
u otra persona como responsable y brujo. 

En el poder y eficacia de los encanta- 
mientos, que llaman gríggories^ tienen una 
fe ilimitada. Son hechos de piel o de peló 
de cabra, o adornados como la piel ma* 
rroquí, de varías formas y tamaños, desde 
el de un chelín hasta el tamaño y forma 
de un corazón de oveja, y espolvoreados 
con alguna especie de polvos y pedazos 


RAZAS Y COSTUMBRES 159 

de papelí sobre los cuales son escritas sen- 
tencias arábigas del Corán; los llevan col- 
gados alrededor del cuelloi de la cintura, 
<le los muslos y de los brazos, y en tal nú- 
merOi que cuando un hombre está propia- 
mente equipado para el campo, el peso 
de ellos, unido al de sus armas, constitu- 
ye una carga excesivamente pesada. 

Todo encantamiento o amuleto tiene 
asignado su particular oficio: uno le pre- 
serva de los tiros y las flechas; otro, del 
veneno; otro, del fuego; otros, de ahogar- 
se; y cuando ocurre que un hombre es 
muerto, quemado o ahogado, solamente 
dicen que su amuleto no fué tan bueno 
como el de la persona que ocasionó su 
muerte; mas esto debe entenderse cuando 
ocurre con un enemigo, pues no preten- 
den tener ningún amuleto que les preser- 
ve del disparo de los grandes cañones ni 
de los alacranes. 


ft. 


• . 


160 VIAJE A SIERRA LEONA 

Cuentan muchas historias maravillosas 
de sus hombres de amuletos: la relación 
de una o dos de ellas dará más relieve que 
ninguna otra cosa a su maravillosa credu- 
lidad en estas materias. Ellas os contarán 
que sus conjuradores se arrojan al agua 
con el cabello suelto y permanecen allí 
media hora, pero vuelven con ellos ente- 
ramente secos y muy bien peinados, a la 
manera del pais; que para descubrir el 
robo o el adulterio ponen una cantidad de 
corteza de un árbol particular en un pe- 
queño puchero de barro del pais; después 
lo llenarán de agua y lo pondrán en el 
fuego; luego de hervir durante algún tiem- 
pO| el conjurador echa en el puchero una 
piedra pequeña y la mete y la saca varias 
veces para demostrar a los espectadores 
que en él no influye el calor del agua. En- 
tonces ordena al culpable que coja la pie- 
dra: si es inocente, no le quemará el agua; 


RAZAS Y COSTUMBRES 161 

si le quema, es culpable; esto ocurre cuan* 
do la mu}er es acusada de adulterio. 

Otro método, igualmente eficaz como 
el anterior, se realiza así: el conjurador 
llena de agua una jofaina de peltre o cal- 
dera de latón; después pone un bastoncí* 
to a cada lado; a los extremos de éstos 
ata una pequeña cuerda, y del centro de 
ella suspende de un hilo un grano de pi-^ 
mienta, justamente tocando, pero sin su- 
mergirse en el agua; mete entonces sus 
dedos en el agua, y aspersiona la faz del 
acusado; si es culpable, una cinta blanca 
cubrirá inmediatamente sus o}os, privan*^ 
dolé de la vista y produciéndole los más 
crueles dolores; pero si es inocente, no 
producirá ningún efecto. Después que la 
p»te culpable ha hecho su confesión, el 
conjurador meterá sus dedos en la misma 
agua y rociará un poco su faz, la cual, ki- 
media^amente, le alivkrá de su dolor y le 

VIAJE A SIEKRA LEONA 11 


162 VIAJE A SIERRA LEONA 

devolverá la vista. Estas cosas se hacen 
siempre al aire libre y ante una concurren- 
cia numerosa, y, lo que es más extraordi- 
nario, puede ser realizado por delegadón. 
Los conjuradores pueden pretender tam- 
^bién predecir los acontecimientos futuros 
arrojando arena o piedras al aire. 

Un comerciante blanco, importante, que 
ha residido casi treinta años en la costa, y 
que es, por otra parte, un hombre de buen 
sentido, me dijo muy seriamente que an- 
tes pensaba como suponía que pensaba 
yo; pero que había visto tantos casos sor- 
prendentes de su arte, que no podía du- 
dar ya. 

En las noticias que he leído acerca de 
otros países menos civilizados encuentro 
que el oficio de médico va generalmen- 
te unido al de sacerdote o conjurador; 
pero aquí es desempeñado por viejas mu- 
jeres, y las curas que realizan son ver- 


RAZAS Y COSTUMBRES 163 

daderamente asombrosas, particularmente 
en las heridas exteriores, por el uso de 
emplastos que sus árboles y sus campos 
ofrecen en abundancia. 

Las enfermedades que les atacan con 
más frecuencia son las fiebres intermiten- 
tes y la hydrocele; esta última se supo- 
ne ser causada por el uso demasiado fre- 
cuente del vino de palma y el exceso 
venéreo. Las enfermedades venéreas son 
frecuentes; pero nunca tienen aquellos te- 
rribles síntomas que suelen acompañarlas 
en Europa, y son siempre fácilmente cu- 
radas, ni pueden convencerse de que pro- 
cedan de coito impuro. La viruela es en- 
démica, pero no tan frecuente en la costa 
como en el interior del país. 

Concluyo con mis mejores deseos por 
vuestra salud y felicidad. 

Y créame, querido señor, su verdade- 
ro, etc. 


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ib 


CARTA VII 


Sierra Leona, 75 de febrero de 17 87. 

QufeRiDO señor: Su última cwta llegó a 
mis mmios mucho más pronto de 
lo que usted pudiera esperar, puesto que 
sólo tardó cinco semanas en venir a Áfri- 
ca. Me señaláis aquellos asuntos respecto 
de los cuales deseáis ser informado; esto 
es una prueba halagadora y convincente 
de vuestra confianza y estimación. I^ocu- 
raré responder en esta carta lo mejor que 
me sea posible acerca de vuestra primera 
cuestión, a saber: la situación y manera 
presente del comercio africano. 

Los portugueses fueron los primeros 


^m^mm^mma^^mm^^^mm^^m^mmm^gmmaKmgmt^mi 


166 VIAJE A SIERRA LEONA 

descubridores de toda la costa de África, 
y la mayor parte de las plazas comercia- 
les conserviui todavía el nombre que les 
dieron los primeros aventureros; también 
formaron muchas residencias considera- 
bles, vestigios de las cuales quedan toda- 
vía, no más notables por la permanencia 
de los materiales con que fueron construi- 
das que por la excelencia de la situación, 
que indudablemente fué entonces, y lo es 
todavía, la mejor que podía escogerse 
para el comercio; pero las únicas residen- 
cias que tienen sobre la costa de África 
son la de Loanga Saint Paul (1) y Bassóu 
y un pequeño fuerte en Whydah; de la pri- 
mera, que es su residencia principal, en- 
vían un gran número de esclavos al 
Brasil. 

En la infancia del comercio africano, el 

(1) Hoy San Pablo de Loanda, en Angola. (Nota de la 
edición eepañoia.) 


LA ESCLAVITUD 167 

oro, el marfil, la cera, las gomas, las plu- 
mas de avestruz y diversas maderas medi- 
cinales y tintóreas constituían lo que pue- 
de llamarse el mercado de productos del 
país, y eran adquiridos de los indígenas a 
cambio de cuentas de cristal, toscos tra- 
jes de lana y aguardiente y diversos or- 
namentos toscos y baratos, de latón o 
hierro. Hasta que los europeos estable- 
cieron residencias en las Indias occidenta- 
les no se convirtieron los esclavos en un 
artículo de tráfico. 

Conforme fueron cultivándose las In- 
dias occidentales aumentó la demanda de 
esclavos, ya que se encontró que respon- 
dían al objetivo mejor que los europeos 
y se obtenían con mucho menor gasto. 
Los ingleses y los franceses fueron los 
primeros que comenzaron a cultivar las is- 
las a barlovento que sólo habían sido vi- 
sitadas por sus primeros descubridores. 


168 VIAJE A SIERRA LEONA 

los españoles, y, en cc»secuencia, fueron 
los primeros en entrar en competencia 
con los portugueses en el comercio aiirica- 
no. Los guerras sufosiguientes de aquella 
nación con los holandeses y otros Estados 
europeos que también se hicieron aven- 
tureros, pronto les lúzo dbponer de gran 
parte de él; pero esta competencia cam- 
bió «iteramente la naturaleza de este co- 
mercio: los mdígenas pronto se aprove- 
charon de la codicia y la avidez con que 
cada aventurero procuraba desplazar al 
otro, y sus demandas se aumentaron con- 
siguientemente. Los esclavos, lo mismo 
que las otras producciones del país, que 
fueron primeramente adquiridos por unos 
cuantos artículos baratos y sencillos, no 
podían ser ahora comprados sin un surtí- 
do valioso de ropas, armas de fuego, pól- 
vora, flechas, gran variedad de cuentas y 
objetos de plata, y bien pronto este co- 


LA ESCLAVITUD 169 

mercio fué regulado de la misma mmiera 
que se realiza al presente. La costumbre 
ha consolidado lo que comienza la imagi- 
nación, asignando a casi todo distrito se- 
parado de África una diferente elección 
de artículos, particularmente en sus armas, 
cuentas y vestidos, y fijando diferentes 
denominaciones de valor a cada uno de 
los artículos de comercio. Desde Senegal 
hasta cabo Mount el nombre del valor no- 
minal dado a los artículos es llamado bars^ 
por lo cual se habla del bar comercio; de 
cabo Mount a cabo Palmas son llamados 
pieces, y, por consiguiente, el piece comer- 
cío; de cabo de Palmas, a lo largo de la 
costa de Oro, hasta Whydah son deno- 
minados Ackegs; de allí hasta Benin, 
PawnSf y de Benin a Bonny, Nueva y 
Antigua Calabar, Camerones y Gaboon, 
Coppers. 

Puede presumirse que la costa marítima 


170 VIAJE A SIERRA LEONA 

fué la primera en proporcionar los escla- 
vos que fueron vendidos a los europeos; 
pero la demanda constante y creciente, 
que no disminuyó desde los primeros 
tiempos que fueron llevados a América, 
pronto obligó a los indígenas a recurrir al 
interior del país, y muchos de ellos son 
traídos ahora desde gran distancia. 

Los modos de conducirse y procurarse 
esclavos son, en la mayor parte de los lu- 
gares, extremadamente diferentes; pero 
como no puedo pretender describirlos 
por entero, me limitaré a una descripción 
de los métodos de comercio de estas par- 
tes solamente. 

Cuando el aventurero llega a la costa 
con un cargamento conveniente — lo cual 
para este lugar consiste en artículos de al- 
godón y de lino europeo e indio, pañue- 
los de seda, tafetanes, toscos vestidos 
azul y rojo, de lana; damascos, sombreros 


LA ESCLAVITUD 171 

toscos y finos, gorras» armas» pólvora» fle- 
chas, sables» objetos de plomo y acero» 
jofainas de peltre» utensilios de cobre» pu- 
cheros de hierro» quincallería de diversos 
géneros» jarros de barro y de cristal» baú- 
les de piel» adornos para el pelo» cuentas 
de varios géneros» anillos y ornamentos 
de plata y oro» papel» camisas» diversas 
prendas» gorras de lino» alcoholes y taba- 
co ingleses — envía sus lanchas, adecua- 
damente equipadas» a diferentes ríos. A 
su llegada a la plaza comercial» inmedia- 
tamente se dirige al jefe de la ciudad» le 
informa de sus negocios y requiere su 
protección» deseando que él mismo sea su 
patrón o que designe una persona respe- 
table que garantice la seguridad y bienes 
del extranjero. Acabados estos asuntos y 
hechos los presentes adecuados (porque 
nada se hace sin ellos)» proceden a co- 
merciar» o prestando sus artículos a los 


■ip 


172 VIAJE A SIERRA LEONA 

kidisfenas para que éstos los conduzcan 
por el país, o esperando a que el comer- 
cío acuda a éL £1 primero es el camino 
más expeditivo, cuando los artículos caen 
en buenas manos; pero el último es siem- 
pre el más seguro. 

Cuando las gentes del pueblo vienen a 
comerciar con los blancos están obliga- 
dos a utilizar a los habitantes de las al- 
deas donde las factorías están enclavadas 
como intermediarios e intérpretes. 

Cuando se lleva a vender un esdavo se 
le examina primero cuidadosamente para 
ver ú hay en él alguna tara o defecto; si 
es aprobado, se conviene en su precio, 
a tantos bars, y se le da al vendedor otros 
tantos pedernales o piedras para recon- 
tar; los artículos se les dan después, pieza 
por pieza, devolviendo una piedra por 
cada una, según su valor convenido, y 
siempre tiene cuidado de comenzar con 


í K 


LA ESCLAVITUD 173 

aquellos artículos que juzgan más esen- 
cialmente necesarios. 

Aparte de este método de comerciar 
directamente con los indígenas, los navios 
que van de paso o aquellos que vienen 
pocas veces generalmente se entienden 
con los comerciantes blancos que residen 
en la costa, o con las factorías allí esta- 
blecidas, que les toman de una vez todo 
el cargamento y les entregan esclavos, 
palo campeche, marfil, etc., según se con- 
viene y en un cierto tiempo. 

Del gran número de esclavos que son 
anualmente exportadqs, y que de este lu- 
gm* y de las partes adyacentes, incluyen- 
do Skerbro y los Ríonunas, suman tres 
mil, próximamente, por año, imaginaría- 
mos que con el tiempo el país se despo- 
blaría, a pesar de lo cual no se percibe 
nii^funa disminución en su número; y por 
las noticias que hemos podido adquirir de 


I 


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1 




i 


174 VIAJE A SIERRA LEONA 

los mismos indígenas que viajan por el in- 
terior del país, está extraordinariamente 
poblado; pero cómo se consigue tal nú- 
mero de esclavos es una circunstancia que 
yo creo que ningún europeo lo ha averi- 
guado enteramente. 

La mejor información que he sido ca- 
paz de recoger es la de que un gran nú- 
mero son prisioneros cogidos en la gue- 
rra y llevados por grupos de cincuenta o 
de ciento por los comerciantes blancos de 
esclavos; que muchos son vendidos por 
hechicería y otros delitos reales o impu- 
tados, y son adquiridos en el país me- 
diante los géneros y la sal europeos; este 
es un artículo tan codiciado por los indí- 
genas, que ellos, a falta de esclavos, ce- 
derán para conseguirlo sus mujeres y sus 
hijos, y siempre constituye una parte de 
las mercancías necesarias para la adquisi- 
ción de esclavos en el interior del país; a 


LA ESCLAVITUD 175 

pesar de que la sal tiene tan gran deman- 
da, los indígenas de la costa no permiti- 
rían su importación en los navios euro- 
peos, porque haría la competencia al úni- 
co artículo manufacturado por ellos que 
tienen para el comercio con el interior. 

La costumbre presente y la tradición 
antigua del país, transmitida de padres a 
hijos y de generación en generación, nos 
enseñan ambas a creer que la práctica de 
recoger, comprar y vender esclavos estu- 
vo en uso en África mucho tiempo antes 
de nuestro conocimiento de ella. La 
^ muerte o la esclavitud fueron y son toda- 
vía los castigos para casi toda ofensa. Y 
todo prisionero cogido en la batalla era 
condenado a muerte o a la servidum- 
bre. El destino de los prisioneros fué tam- 
bién determinado en gran manera por la 
estación del año y la facilidad que tuvie- 
sen para sus servicios. Si eran captura- 


■jkteam 


^^•W^^mw «k II ian« 


176 VIAJE A SIERRA LEONA 

dos después de cogida la cosecha, rara 
vez se les conservaba; pero aquellos que 
lo eran antes del comienzo de la estación 
del arroz tenían un destino distintOi pues 
se les dedicaba a cultivar los arrozales, 
siendo vendidos después de la cosecha a 
las tribus de la costa, que no tenían otro 
medio de adquirir esclavos que el de la 
compra, o conservados cpmo esclavos 
para el trabajo y adscritos para siempre a 
aquella tierra. Esta fué la antigua costum* 
bre del país, y la práctica moderna es muy 
semejante, puesto que rara vez disponen 
de sus nuevos esclavos hasta que el arroz 
está en el suelo o hasta que está cortado» 
De aquí que aunque los europeos, por el 
¿ardor con que impulsan este comercio, 
pueden ser censurados en cuanto que al- 
gunas veces, por su competencia recípro- 
ca, exciten la avmicia de los individuos 
para procurarse esclavos, no es, de nin- 


LA ESCLAVITUD 177 

gún modo, tan repugnante a su propia 
ley como cualquier acto de deshonestidad 
lo es a la nuestra; y yo creo poder con* 
cluír seguramente que la esclavitud no 
puede ser nunca abolida en un país como 
África^ que consta de un prodigioso nú- 
mero de pequeños Estados perfectamen- 
te mudables y bajo ninguna forma refre- 
nadora dé gobierno; donde el pueblo es 
de un espíritu vengativo y colérico, y 
donde las leyes hacen un esclavo del 
hombre convicto de la más insignificante 
ofensa. Durante la última guerra que In- 
glaterra emprendió con Francia, cuando 
los navios no visitaban las costas, como 
de costumbre, y cuando no había géne- 
ros para adquirir los esclavos que iban 
llegando, los veían los blancos perecer 
muchos por falta de alimentos, y decían 
que no se volverían hasta que no llega- 
se el barco. Cuando se preguntaba a los 

VIAJE A SIERRA LEONA 12 


9iV 


178 VIAJE A SIERRA LEONA 

hombres del interior qué harían con sus 
esclavos, replicaban: «Cortarles la ca- 
beza, como hacían antes de que los hom- 
bres blancos vinieran al país.» Y tengo 
verídicos informes de que asi ocurrió, 
en efecto, en gran número durante aquel 
tiempo. A lo arriba indicado puede ser 
necesario agregar una breve descripción 
del estado presente de la esclavitud en 
África. 

Entre los susis, buUams, bagoes y 
timmaniesj tres cuartas partes al menos 
de los habitantes son, esclavos, y entre los 
mandingosj la proporción es mucho ma- 
yor. No es excepcional entre los hom- 
bres principales el tener dos o trescientos 
esclavos de ambos sexos, aparte de sus 
idomésticos, que son muy numerosos, y 
algunos de los principales, entre los man- 
dingoÉ, tienen de setecientos a un millar, 
que residen juntos aparte del dueño y que 


LA ESCLAVITUD 179 

los llaman sus esclavos de la aldea; estas 
gentes conocen y sienten su situación, 
porque son empleados en ocupaciones la* 
boríosas y serviles; pero hay que hacer 
una distinción entre los esclavos domésti- 
cos y los de la tierra, porque éstos están 
adscritos al suelo y no gozan de más esti- 
mación que cualquier otro animal que 
contribuya a su cultivo, mientras que los 
otros son considerados en ciertos respec- 
tos como miembros de la familia, adoptan 
el nombre de su amo y le llaman padre; 
sin embargo, éstos son arrendados como 
marineros o agricultores, no solamente 
a los europeos que residen allí o vienen a 
comerciar, sino también a los demás, y 
los dueños reciben el salario de su traba- 
jo. También están obligados a ayudar a 
sus dueños en sus guerras y excursiones 
depredatorias, y con frecuencia experi- 
mentan por esta causa un cambio de due- 


lf\ 


180 VIAJE A SIERRA LEONA 

ño. Se refiere de las Indias de Nortéame- 
rica, que cuando uno de ellos es cogido 
en la batalla y rescatado de la muerte por 
adoptársele en familia inmediatamente, 
se consideran como una parte de aquella 
tribu en cuyas manos han caído, y al día 
siguiente marchan al ataque contra sus an- 
teriores amigos con el mbmo celo que si 
no les hubieran conocido nunca y siem- 
pre hubieran permanecido en sus nuevas 
conexiones. 

La conducta de los esclavos africanos 
cuando son cogidos en la batalla o vendi- 
dos a otro dueño es casi semejante, pues 
son extremadamente raros los casos de 
esclavos que deserten del servicio de un 
dueño presente para volver al de otro an- 
terior (salvo en los casos de extremos ma- 
los tratos). El nacido esclavo no conoce 
otra situación, y es materia indiferente 
para él pertenecer a este o al otro dueño, 


rizados por el destino esperado, que per- 
manecían en un estado de insensibilidad 
y estupor durante algún tiempo, hasta que 
el trato amable y el hacerles comprender 
el uso para el que se les adquiría les ha- 
cía perder gradualmente la impresión de 
temor; otros rehusaban obstinadamente 
el alimento, mientras que otros, de con- 


Vifl* 


182 VIAJE A SIERRA LEONA 

I 

dición más intrépida, miraban al hom- 
bre blanco con asombro, pero sin temon 
examinaban su piel y la comparaban con 
la suya,, descubrían su pecho, comproba- 
ban si el pelo de su cabeza estaba o no 
firme, y con frecuencia estallaban en risas 
ante el contraste y el aspecto extraño para 
ellos, sin duda alguna, del hombre blanco. 

Razonando por nuestros propios senti- 
mientos, nos vemos llevados a suponer 
que aquella adhesión que debe subsistir 
necesariamente en toda relación entre los 
sexos, dondequiera que están juntos, les 
haría lamentar una separación; pero la fa- 
cilidad con que forman nuevas conexiones 
y el saber que sus hijos son propiedad de 
sus dueños, pronto suprime toda ansiedad 
en tales ocasiones. 

Sin embargo, no obstante el casi abso- 
luto poder que tiene el dueño sobre la 
vida y propiedad de su esclavo, no pue- 


LA ESCLAVITUD 183 

de vender ninguno que haya nacido como 
esclavo suyo, o que, habiéndolo adquiri- 
do, resida doce meses bajo su protección, 
sin acusarle de algún delito; pero para se- 
mejante acusación nunca tienen ningún 
inconveniente. 

La hechicería es el cargo más general 
qué se les diríge; y tal es la asombrosa 
tontería y superstición de esta gente, sea 
esclavo u hombre libre, que generalmente 
se reconocen culpables del delito que se 
les imputa; pero si un esclavo no confesa- 
se la falta, de poco le serviría, porque su 
dueño es en estas ocasiones a la vez acu- 
sador y juez; y si fuera un hombre libre, 
sería obligado a beber el agua roja, que 
es un licor venenoso preparado para es- 
tas ocasiones. La analogía entre este jui- 
cio de Dios u ordalia y los que anterior- 
mente tenían lugar en Inglaterra es muy 
sorprendente. 


184 VIAJE A SIERRA LEONA 

Los mandingas, que son extremada- 
mente crueles en el trato de sus esclavos, 
han llevado esta práctica a tal exceso, que 
en 1785 hubo una insurrección general. 
Los esclavos aprovecharon una oportuni- 
dad, cuando la parte principal de sus gue- 
rreros estaban en una expedición, para 
atacar a sus dueños: mataron muchos de 
ellos, y condujeron sus cabezas sobre pi- 
cas como emblemas de victoria y liber- 
tad; prendieron fuego luego al arroz que 
había de ser recolectado, reduciendo a 
los mandingos a la más extrema miseria; 
se retiraron luego a sus ciudades, y de tal 
manera las fortificaron y tan eficazmente 
incomunicaron todos los pasos que po- 
dían llevar al país del cual los mandin" 
gos podían obtener ayuda, que sus an- 
tes altaneros dueños se vieron en la ne- 
cesidad de pedir la paz; si ellos han de 
volver a su antigua obediencia o si afír- 


"^ '^'-- .^^— ^— ^^^a»-.^.^^ - . ^ 


LA ESCLAVITUD 185 

man su independencia es cosa todavía in« 
decísa* 

Otro método que usan para disponer 
de sus esclavos consiste en dejarlos en 
fianza en los navios, en las factorías o 
en poder de los comerciantes indígenas 
por un tiempo limitado, y si no son redi- 
midos al expirar el plazo, se convierten en 
esclavos de la persona que los tenía en 
rehenes. Pero si un rehén era enviado 
fuera antes de expirar el plazo, y aun des- 
pués, sin hacerlo saber a la persona que 
lo dio en prenda, podrá ésta, como parte 
ofendida, entablar un juicio o acción. 

Es habitual, verdaderamente, entre gen- 
tes de todos rangos entregar a sus hijos 
como fianza; pero entonces tienen cuida- 
do de redimirlos dentro <lel plazo, o de 
entregarlos en prenda a los comerciantes 
residentes o a las factorías establecidas, y 
estas prendas son generalmente conside- 


186 VIAJE A SIERRA LEONA 

radas como una protección para los jóve- 
nes a quienes se emplea en los oficios do- 
méstícos; pero también pueden ser envia- 
dos, como los esclavos, en rehén cuando 
no son redimidos dentro del plazo fijado. 
Y también debe observarse que una per- 
sona, sea esclavo o hijo de un hombre 
libre, si no es redimida al expirar el tiem- 
po limitado para su redención, se con- 
vierte en propiedad, absoluta de la perso- 
na a la cual fué entregada en prenda, de 
tal modo, que, aun cuando sea mantenida 
en el país para ocupaciones domésticas, 
queda, sin embargo, enteramente bajo la 
opción del dueño el no dejar redimirlo 
aunque se le ofrezca veinte por uno y 
aunque fuese hijo de la más poderosa 
persona del país. 

En los papeles públicos que habéis te- 
nido la bondad de enviarme veo que se 
ha dicho mucho acerca de la materia del 


LA ESCLAVITUD 187 

comercio africano; particularmente refe* 
rente a su inhumanidad, debo confesar a 
usted que no lo veo asi, y cuando usted 
haya considerado atentamente las cir* 
cunstancias que le he referido, me enorgu- 
llezco en pensar que compartiréis mi opi* 
nión« Un paralelo muy estrecho puede 
trazarse entre el africano condenado por 
alguna ofensa contra la ley a ser vendido 
a un hombre blanco y el felón inglés 
transportado a un país salvaje e inculto; 
para éste está indicada Botany Bay (1), y 
la enorme distancia excluye la posibilidad 
de volver. 

Toda circunstancia de disgusto y de en* 
fermedades que puede aumentar la aflic- 


(1) Botany Bay está en la costa de Nueva Gales del 
Sur (Australia), junto a Sydney. En 1770 fué descubierta 
por el célebre navegante inglés James Cook, y en 1787 co- 
menzaron los primeros ensayos ingleses de colonización con 
deportados y criminales. (Nota de la edición española.) 


188 VIAJE A SIERRA LEONA 

don del africano ai partir de su país na- 
tal será sentida muy probablem^ite con 
una fuerza redoblada por el europeo, que 
es más ilustrado. 

Puede alegarse en apoyo de este co* 
merdo que la crueldad de las leyes en 
África, que castigan con la muerte, es mi- 
tigada con el transporte, puesto que, in- 
dudablemente, el esclavo formaría parte 
de este pueblo miserable en su país nati- 
vo. Esto es inalterable; pero si su situa- 
ción en nuestras islas de las Indias occi- 
dentales es tal que deba ser modificada 
por regulaciones sabias y humanas, tal 
plan redundaría en honor de la legislatu- 
ra británica y puede ser considerado 
como el único alivio que en las circuns- 
tancias presentes del África puede ser ad- 
ministrado. 

Sé que los escritores alegarán que todos 
los humanos son por naturaleza libres e 


J 


LA ESCLAVITUD 189 

iguales y que nadie tiene derecho a sojuz- 
gar la persona de otro bajo la esclavitud. 

En los escritos, sin embargo, de mu- 
chos filósofos, religiosos y moralistas, se 
discute que, aunque el hombre forma el 
primer eslabón de los seres creados, sin 
embargo, hay diferentes grados de exce- 
lencia en la raza humana, como los hay en 
todo otro animal o esclavo de descenden- 
cia de la gran cadena de la Naturaleza. 

En África la experiencia nos autoriza 
plenamente a afirmar esto: observando las 
costumbres de los indígenas en toda la 
extensión del África, desde el cabo Can- 
tin (1) hasta el cabo de Buena Esperanza, 
encontraréis una constante y casi regular 
graduación en la escala de la inteligencia, 
hasta el cafre miserable, que cae casi por 
debajo del orangután. 

(1) Cabo marroquí, en Dukkala, al norte de Saffi. (Nota 
de la edición españoku) 


CARTA VIII 


Liverpool, 20 de febrero de 1788. 

QUERIDO señor: Cuando se agita un 
asunto de gran importancia nacio- 
nal y se divide el espíritu de los hombres, 
es indudablemente deber de todo buen 
ciudadano comunicar al público todo gé" 
ñero de información que su observación 
y su experiencia puedan proporcionarle. 
Partiendo de este principio, por consi- 
guiente, y atendiendo a vuestra demanda, 
procuraré, de la manera más concisa y 
perspicaz que me sea posible, formular 
aquellos hechos que he podido recoger 
durante mi residencia en Sierra Leona, en 


^"1 


192 VIAJE A SIERRA LEONA 

África, y sugerir aquellas observaciones 
particularmente concernientes al comercio 
de esclavos en África. 

Respecto de aquellos que sostienen 
que este comercio debe ser reprobado, 
como enteramente repugnante a la ley 
moral y al Evangelio, puede quizá res- 
ponderse que hay, y necesariamente debe 
haber, muchas Instituciones, consideran- 
do la depravación de la naturaleza huma- 
na y el estado de la sociedad en general, 
igualmente incompatibles con la morali- 
dad y con el cristianismo. Análogamente, 
debe agregarse que, quizá por sabias ra- 
zones inescrutables para nosotros, este y 
otros sistemas análogos pueden ser tole- 
rados por la Providencia. Respecto de 
aquellos que insisten en que ninguna par- 
te de la Humanidad tiene derecho a opri- 
mir, cautivar o hacer la guerra a la otra 
parte para ningún propósito de domina- 


EL COMERCIO DE ESCLAVOS 193 

ción ni de interés, ¿no puede hacerles ob- 
servar que los hombres son naturalmente 
iguales, y, consiguientemente, que en la 
Iglesia y el Estado no debería haber sub- 
ordinación? Estas dos posiciones de ver- 
dades especulativas no pueden ser nega- 
das. La teoría es admirada por los filán- 
tropos; pero la práctica, acompañada de 
innumerables dificultades, es rechazada 
por los políticos. 

La propia conservación hace ocasional- 
mente necesario recurrir a las armas y ata- 
car a una nación rival sin ninguna provoca- 
ción aparente; y para el buen orden de la 
sociedad debe haber gradaciones de rango 
y una escala de dependencia política. 

Tengo el sentimiento de observar que 
las personaj; que han expresado sus senti- 
mientos contrarios a la abolición de este 
comercio han sido infamadas con el nom- 
bre de mercenarios de la esclavitud y 

VIAJE A SIERRA LEONA 13 


194 VIAJE A SIERRA LEONA 

otros epítetos denigrantes. No hay argu^ 
mentos en el abaso; y yo me dirijo sola- 
mente a las personas de espíritu amplio y 
liberal, pues de los otros no tengo nada 
que aprender. Procederé, por consiguien- 
te, a observar que el alcance de esta carta 
se reducirá al modo deprocararse esclavos 
en la costa de África y al error político 
de abolir un tráfico de tal importancia, 
esencial para los intereses navales de la 
Gran Bretaña. 

Una descripción del método para pro- 
curarse esclavos en la parte de África en 
que he residido he procurado anticiparla, 
en cierta medida, en mis primeras cartas 
desde Sierra Leona, que fueron escritas 
en momentos en los que no tenía la me- 
nor idea de que se hubiese formado nin- 
gún designio de abolir aquel comercio, ni 
yo me hubiese aplicado con la mayor in- 
dustria a adquirir un conocimiento más 


. 


EL COMERCIO DE ESCLAVOS 195 

particular de las maneras y costumbres de 
los indígenas del interior del país; procu- 
raré, sin embargo, combatir las afirmacio- 
nes de que se ha hecho uso por los abo- 
gados de la abolición de este comercio, 
del modo que mi propio conocimiento y 
mi información puedan sugerirme. Que 
los esclavos son con frecuencia cautivos 
apresados en la guerra es una posición 
que estoy dispuesto a admitir; pero que 
estas guerras sean emprendidas simple- 
mente con el propósito de procurarse es- 
clavos, no es, de ningún modo, el caso; 
porque es necesario observar que ni el 
rey ni el jefe de una tribu tienen poder 
para hacer la guerra sobre ninguna otra 
tribu sin el consentimiento y aprobación 
de las gentes principales de la nación, y 
difícilmente podrá concebirse que tal con- 
sentimiento sea obtenido para una medi- 
da que les atrajera el resentimiento de los 


196 VIAJE A SIERRA LEONA 

Estados vecinos. Ni obedecen (como se 
ha alegado), en ningún caso de los que 
hayan caído bajo mi observación o mis 
indagaciones, a la instigación de los mer- 
caderes ewopeosy porque siempre que los 
pueblos de la costa están en guerra para- 
lizan enteramente el comercio, y siempre 
he visto su interés, tanto como su inclina- 
ción, en reconciliar sus diferencias y man- 
tener la paz. Pero seguramente no imagi- 
nará nadie que los africanos carecen de 
pasiones, o que su disposición es tan plá- 
cida que parezca inconmovible ante el te- 
mor o el resentimiento, y excitada a la 
acción por la avaricia solamente. En mis 
primeras cartas he descrito las causas de 
las guerras que subsistían en los países de 
Sierra Leona cuando llegué allí; y creo 
poder afirmar con confianza que tales cau- 
sas son, generalmente, el origen de sus 
contiendas. 


EL COMERCIO DE ESCLAVOS 197 

En respuesta al cargo de que se roban 
esclavos, nunca puedo decir que he oído 
hablar de tal práctica, ni conozco una pa- 
labra en su lenguaje, tan expresivo, de que 
tal costumbre tenga existencia. 

Aquellos que visitan el África de una 
manera accidental tienen pocas ocasio- 
nes de adquirir un conocimiento del país 
o de sus habitantes, y están muy expues- 
tos a interpretar mal a los indígenas por 
falta de conocimiento de su lengua o de 
la jerga de los que residen en la costa y 
hablan un poco de inglés; los europeos 
atribuyen las mismas ideas a las palabras 
habladas por el africano que si fueran pro- 
nunciadas por uno de su propia nación. 
Una muestra de la conversación que ocu- 
rre generalmente en tales ocasiones acla- 
rará esta observación: 

— Bien, amigo: ¿vamos a comerciar 
hoy? ¿Tiene usted muchos esclavos? 


198 VIAJE A SIERRALEONA 

— yVb, no vamos a comerciar todavía, 
porque si comerciamos podéis iros (1). 

— ¿Q^éf^ ^s que vais a recoger gente , 
vais a hacer la guerra? 

— Sí; mi hermano, o mi amigo, fué a 
recoger gente, o él ha ido a hacer la guerra. 

En esta conversación no da a entender 
el africano sino que su hermano o su ami- 
go ha ido al país a adquirir esclavos de 
las naciones que están en guerra, o quizá 
que su propia tribu puede estar en guerra 
con alguno de los Estados vecinos; y como 
ellos, en general, venden sus prisioneros 
(aunque ni aun ahora ocurre siempre asi, 
porque la venganza demuestra ser a veces 
más poderosa que la avaricia), pueden de- 
sear que el barco permanezca, en expec- 
tación de tener más prisioneros de que 
disponer. Pero aquí debo repetir una vez 

(1) Con esto no cree si^fnifícar sino que desea que el 
barco no se vaya. 


»^^-* 


EL COMERCIO DE ESCLAVOS 199 

más que la primera causa de estas guerras 
no es la de procurarse esclavos simple- 
mente^ sino que surgen de la disposición 
capciosa, disputadora y vindicativa de 
aquella gente. Pero ni los prisioneros he- 
chos en las guerras que los habitantes de 
la costa tienen con los demás, ni aquellos 
que las leyes de su país, a consecuencia 
de sus delitos, condenan a la esclavitud, 
constituyen una décima parte de los es- 
clavos que adquieren los europeos, por- 
que de hecho los habitantes de la costa 
son solamente los mercaderes y corredo- 
res que llevan los géneros que reciben de 
los europeos al interior y allí reciben los 
esclavos de otros mercaderes. 

Las naciones que habitan las partes in- 
teriores de África, al oriente de Sierra 
Leona, profesan la religión mahometana, 
y, siguiendo los medios prescritos por el 
Profeta, estáh perpetuamente en guerra 


200 VIAJE A SIERRA LEONA 

con las naciones vecinas que rehusan 
abrazar sus doctrinas religiosas (y ya he 
indicado el celo con que los mandingos 
inculcan su fe). 

Los prisioneros hechos en estas guerras 
religiosas proporcionan una gran parte de 
los esclavos que son vendidos a los euro- 
peos, y serian condenados a muerte si no 
tuvieran el medio de disponer de ellos: 
tengo razones para creerlo, por el testi- 
monio de los indígenas más inteligentes. 

Que la muerte sería el destino de sus 
prisioneros, el ejemplo de los habitantes 
de Madagascar es una prueba suficiente; 
porque desde que los portugueses han re- 
nunciado a comerciar con ellos, condenan 
a muerte a todos sus prisioneros (1). 


(1) El hecho de que el rey del Dahomey (*) entregase a 
la muerte a todos los prisioneros cogidos en la guerra del 

(*) El Dahomey, hoy francés, es colonia africana, de 97.220 Idiémetroa 
cuadrados de extensión y 900.C00 habitantes, situada en el golfo de Guinea. 
Su litoral forma parte de la costa de los Esclavos. Whydah (en inglés) u 


^"*»^»in* m ^^^^^^^^mm^^m^'^' 


EL COMERCIO DE ESCLAVOS 201 

También se ha alegado otra razón para 
abolir este tráfico: que la distinción de los 
crímenes se .ha multiplicado, y toda trans- 
gresión se condena con la esclavitud, a con- 
secuencia del comercio con los europeos. 

A esto tengo que observar que los crí- 
menes de asesinato, envenenamiento, he- 
chicería, adulterio y otros se considera- 
ron siempre capitales y se castigan con la 
muerte o la esclavitud desde tiempo in- 
memorial. 

Lo que si ocurre muchas veces es que 
el castigo de muerte atribuido a la comi- 
sión de estos crímenes es condonado por 
el de esclavitud; nadie, sin embargo, adu- 
cirá seguramente esta circunstancia como 


Whydah ha sido dado a conocer al consejo privado por un 
testigo presenciaL 

Ooididi (en francés) está situada en su costa y es uno de los pocos pantos 
terrestres de que se conozca su posición ^o^áfíca precisa (6* 18* 30** de 
latitud Norte y O"* 15' 15" de lonptud Oeste de París). Tiene sólo 12.500 ha- 
bitantes. (Nota de la edición española.) 


202 VIAJE A SIERRA LEONA 

una pnieba de inhumanidad. Las ofensas 
menores, si se refieren a las ceremonias 
religiosas o a las costumbres .particulares 
del país, son castigadas con la multa; pero 
cuando el ofensor no puede pagarla se 
convierte en esclavo del ofendido hasta 
que es redimido, y no se puede redimir sin 
el consentimiento del perseguidor. 

Tales son y han sido siempre, por las 
informaciones que he podido recoger, las 
leyes y costumbres de los indígenas de 
África en y acerca de Sierra Leona. Ver- 
daderamente, me ha asombrado mucho el 
encontrar que la larga comunicación que 
han tenido con los europeos, y particular- 
mente con los ingleses, haya afectado tan 
poco sus maneras y sus costumbres. Mu- 
chos hombres blancos naturales de la 
Gran Bretaña residen ahora en el país, y 
allí han permanecido desde hace veinte 
años; pero los hijos nacidos en África no 


t -• 


EL COMERCIO DE ESCLAVOS 203 

hablan otra lengua que la materna^ y si- 
guen, en todos respectos, las costumbres 
de su pais; y lo que me parece constituir 
una fuerte prueba de la poca inclinación 
que han mostrado hasta ahora a aprove- 
char el conocimiento de las artes euro- 
peas es que los niños negros y mulatos 
(y no hay pocos de ellos) que son envia- 
dos a Europa para su educación (1), a su 


(1) Los indígenas de África, en las regiones que comer- 
cian con Inglaterra, están deseosos de enviar a sus hijos a 
Inglaterra para aprender lo que ellos llaman el libro de los 
hombres blancos: un conocimiento que encuentran nece- 
sario para realizar su comercio. Hay muchos de estos niños 
en Liverpool, alojados y educados por los mercaderes y ar- 
madores de navios que comercian con el África. 

Problema a resolver ¿no pudiera este plan de educar a 
los niños de África en Inglaterra y de iniciarlos en los prin- 
cipios de la religión cristiana ser un medio adecuado para 
civilizarlos y convertirlos al cristianismo, mejor que una 
suspensión o abolición de nuestro comercio con ellos, lo 
cual equivaldría a dejarlos por siempre, envueltos en los 
obscuros errores del paganismo, o dejar que los conviertan 
los discípulos del mahometismo? 


204 VIAJE A SIERRA LEONA 

regreso a su país vuelven inmediatamente 
a adoptar la manera de vivir y a abrazar las 
costumbres y maneras supersticiosas de 
sus coterráneos. La única influencia apa- 
rente ejercida en ellos se reduce al orna- 
mento exterior de sus personas y a la de-^ 
coración interior de sus casas. 

En mis cartas anteriores he aludido y 
descrito el estado de la esclavitud en 
África, y puede no ser aquí impertinente 
a la materia el decir unas cuantas palabras 
acerca del trato de los esclavos en aquel 
país. Los esclavos agrícolas van al trabajo 
antes de salir el Sol, y continúan en el 
campo o en el bosque (1) hasta las diez, ha- 
cia cuya hora toman su comida, y creo que 
no pase más de una hora hasta que vuel- 


(1) La tala de los bosques para hacer plantaciones de 
arroz en África es un trabajo mucho más laborioso que el 
cultivo del azúcar o del algodón en las Indias occiden- 
tales. 


EL COMERCIO DE ESCLAVOS 205 

ven a su trabajo, que continúan hasta la 
puesta del Sol. Su manera de castigar a 
estos esclavos es muy severa: el transgre- 
sor es arrojado al suelo, con su faz pegada 
en tierra, y es mantenido en esta posición 
por otros hombres o mediante unas esta- 
cas clavadas en el suelo, y se le golpea 
con unas varas no más gruesas que un 
dedo mientras que el dueño lo ordena. 
Los mandingas, según el precepto del 
Corán, limitan el número de golpes a cua- 
renta, para los pequeños delitos, y para 
las grandes ofensas, a ochenta y noventa; 
pero pocos sobreviven a este gran casti- 
go. También se les castiga encerrando y 
oprimiendo los pies en maderos, que han 
de ser separados por la victima. Si la con- 
dición de un esclavo en África o las Indias 
occidentales es materialmente diferente, 
debo dejar que el público lo determine en 
vista de las circunstancias que he indica- 


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206 VIAJE A SIERRA LEONA 

do (1). En el hombre verdaderamente libre, 
que ha sentido y gozado de los atractivos 
de la libertad, la privación de ella, aunque 
sea condenado por las leyes de su país o 
por el azar de la guerra, debe ser induda- 
blemente penosa; pero el hombre que ha 
nacido esclavo, que no siente alteración 
ninguna en sus circunstancias por el cam- 
bio de dueño y que no tiene ni siquiera 
idea del sentimiento, que sólo la libertad 
puede inspirar, como no sufre por la com- 
paración, no puede ser en tanto grado 
objeto de conmiseración. Pero ¿qué pode- 
mos hacer con las leyes africanas? ¿Cómo 
na han de poder los jefes de aquel país 
infligir los castigos que creen apropiados. 


(1) Los esclavos que son empleados por los blancos re- 
sidentes en África como domésticos o marineros encuen- 
tran su situación tan materialmente diferente del servicio' 
de los amos nebros, que los casos de deserción son muy 
raros. 


I- - i- 


EL COMERCIO DE ESCLAVOS 207 

no siendo nuestros subditos ni estando en 
camino de llegar nunca a serlo? El genio 
del pueblo y el de la religión, que serán, 
con toda probabilidad, los que algún día 
prevalezcan en todo aquel extenso con- 

« 

tinente, son igualmente adversos a la in- 
troducción de las maneras del derecho 
europeo. 

Pero supongamos que el comercio de 
esclavos fuese abolido por todas las na- 
ciones de Europa (1): ¿cómo se aboliría 
en África, ni qué agregaría a la felicidad 
de los naturales de aquel país? Que no se 

(1) La esclavitud fué abolida en la India inglesa en 1833, 
en 1848 en las colonias francesas, en 1865 en los Estados 
Unidos, tras la ^erra de Secesión entre abolicionistas y 
esclavistas, que vterminó con el triunfo de los primeros. 
Hasta el año 1888 no se abolió en el Brasil. Ya en 1821-22 
aljrunos espíritus abolicionistas fundaron en la propia costa 
de Guinea la república de Liberia. Todavía subsiste la es- 
clavitud en varios sitios de África, Asia y aun América del 
Sur, bien que ya la trata no sea tolerada por las leyes. (Nota 
de la edición española.) 


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208 VIAJE A SIERRA LEONA 

aboliría en África es una verdad incon- 
trovertíble para aquellos que están fa- 
miliarizados con el estado del interior 
del país o con el comercio que con él se 
realiza. 

Las tropas del emperador de Marrue- 
cos están compuestas de esclavos negros 
adquiridos en las partes meridionales de 
África, y no es improbable que los otros 
príncipes déspotas, lo mismo los de las 
partes meridionales que orientales, pue- 
dan componer sus ejércitos de la mis- 
ma manera; y acreditados informes me 
aseguran que en las partes septentriona- 
les y orientales de África el comercio de 
esclavos es conducido por largas carava- 
nas de dos o tres millares de éstos y gen- 
tes que viajan con ellos, y se dispersan 
por todas las partes de Turquía, Persia y 
Arabia; pero, independientemente de los 
que son exportados del país, de las par- 


EL COMERCIO DE ESCLAVOS 209 

tes occidentales o de otras partes del 
continente, por los árabes o por los euro- 
peos, hay un tráfico interior entre los in- 
dígenas. 

Los esclavos son el medio, en vez de 
la moneda, para la adquisición de todo lo 
necesario y el aprovisionamiento de lo in- 
dispensable, y todo articulo es estimado 
por su proporción con el valor de un es- 
clavo. No necesito señalar al lector inteli- 
gente la analogía entre esta costumbre y 
la de todos los países donde no se usa la 
moneda o donde es un articulo escaso, ni 
es muy distinto el que las denominacio- 
nes de valor consistan en una guinea, en 
un borrego, una vaca o un esclavo. Pero 
¿qué agregaría la abolición de este co- 
mercio a la felicidad de los indígenas de 
África? No lo sé; y por la misma razón, 
¿cómo influiría en las partes extranjeras 
la abolición de este comercio? Porque 

VIAJE A SIBRKA LEONA 14 


210 VIAJÉ A SÍ£RRA LEONA 

¿para qué propósito realizamos nosotros 
un comercio con las Indias orientales y 
otras plazas extranjeras sino para pro- 
porcionamos los lujos (y no las necesida- 
des) de la vida? De las últimas, nuestro 
propio país nos las proporciona en abun- 
dancia; pero si nos viéramos privados de 
las primeras, como estamos acostumbra- 
dos a considerarlas como contribuyentes 
a nuestra felicidad, sentiríamos severa- 
mente la falta de ellas. 

£1 africano está colocado en la misma 
situación, por su comercio con los euro- 
peos, en cuanto a las producciones que 
su país le proporciona y que para él no 
fueron artículo de tráfico; se capacita para 
adquirir, no solamente lo necesario, sino 
también los artículos que aumentan los 
goces de la vida y de cuya adquisición 
hace depender una parte no inconsidera- 
ble de su felicidad. 


EL COMERCIO DE ESCLAVOS 211 

Sobre lo impolítico de abolir el comer- 
cio africano de esclavos, no dejaré de 
ofrecer algunas observaciones y de seña- 
lar las consecuencias más probables de 
tal determinación. 

El francés, en el año 1784, en orden 
a estimular el comercio africano de es- 
clavos, concedió un premio de cuarenta 
chelines por tonelada de navio emplea- 
do en este comercio, y otro de cerca de 
ocho libras esterlinas por cada esclavo 
importado en cualquier parte de sus In- 
dias occidentales. 

Este premio ha sido ya suficiente para 
monopolizar el comercio entero de la cos- 
ta de Angola y para competir por igual 
con el de los ingleses en Bonny (1) y otros 
lugares, y ha provocado igualmente un 


(1) Población situada en una de las bocas orientales del 
Niger, en la hoy Nis:eria meridional. (Nota de la edición e$' 
pañola,) 


212 VIAJE A SIERRA LEONA 

aumento de su navegación y de su mari- 
nería y una disminución de la nuestra en 
la misma proporción. 

Si sufrimos así una disminución de 
nuestra armada y de la marinería em- 
pleada en este comercio solamente por 
la competencia, ¿cuál sería la consecuen- 
cia de una abolición del comercio mis- 
mo? {Dejo su determinación al juicio del 
lector! 

Pero no sería sólo la pérdida de los na- 
vios y de los hombres empleados en el 
comercio de los esclavos lo que disminui- 
ría nuestra fuerza marítima, sino que el 
comercio con las Indias occidentales sería 
pronto aniquilado; porque, a pesar de to- 
dos los esquemas visionarios que se han 
podido idear para'reclutar las gentes que 
cultivan el azúcar en las islas, se ha pro- 
bado de un modo suficiente, por la expe- 
riencia, la guía más certera, que no pue- 


EL COMERCIO DE ESCLAVOS 213 

den resistir el clima cuando se emplean en 
el cultivo del suelo (1). 

Es preciso temer, no sólo la extensión 
del mal político que podría resultar de 
una total abolición del comercio africa- 
no, sino también de cualquier restricción 
parcial o poco juiciosa que se le pueda 
poner. 

Siempre que una rama del comercio 
deja de ser provechosa para las partes 
que lo realizan, o por restricciones que se 
impongan al comercio mismo, o por falta 
de estímulos del Gobierno para afrontar 
la competencia de Estados rivales, o por 
cualquier otra causa en juego, este co- 
mercio desaparecerá enteramente o caerá 
en la insignificancia; y si es de tal natura- 
leza que los instrumentos por los cuales 


(1) Independientemente del coste, pues no se puede 
•contratar nin^n hombre blanco por menos de un dólar 
diario. 


214 VIAJE ASIERRA LEONA 

es realizado no pueden ser empleados de 
otro modo por estar ya en uso un nú- 
mero suficiente, y si, al mismo tiempo» 
los Estados rivales están usando todos 
los medios para poseer aquellos instru- 
mentos, con objeto de aumentar y exten- 
der aquella rama particular de comercio, 
¿puede extrañar que los propietarios de 
tales instrumentos se dispongan a utilizar- 
los solamente donde encuentran ventaja? 
El mercader, su fortuna y su experien- 
cia; los armadores de barcos y los hom- 
bres de mar empleados en ellos son los 
instrumentos con que se realiza el comer- 
cio africano y otros comercios extranjeros; 
y es indudable que aquellos mercaderes 
que han empleado sus fortunas en este 
comercio, bajo la sanción y la autoridad 
de las leyes de su país, se trasladarían (lo 
mismo si se ven privados in toto de ese 
comercio que si sufren tales restricciones 


EL COMERCIO DE ESCLAVOS 215 

que suprimen el provecho) inmediatamen- 
te, con todas las consecuencias consiguien- 
tes, a aquel país donde pudieran encon- 
trar estímulo. Y pudiera no ser innecesa- 
rio indicar que Francia y España procuran 
en este momento, y lo han procurado por 
mucho tiempo, inducir a los mercaderes y 
marinos británicos experimentados en los 
asuntos africanos a entrar a su servicio. 
Considerándola desde este punto de vis- 
ta^ parece una medida inspirada en una 
tan alarmante tendencia contra los intere- 
ses navales de este reino (así resultaría in- 
evitablemente), que no puede haber sido 
debidamente reflexionada por el ardor de 
sus abogados. 

No es solamente por los intereses indi- 
viduales implicados en el comercio africa- 
no por los que yo abogo, sino por el bien- 
estar de la nación entera; porque es una 
verdad que no necesita ilustración la de 


216 VIAJE A SIERRA LEONA 

que por cada navio retirado de este co- 
mercio por los ingleses, Francia y España 
tendrían uno más, puesto que la idea de 
la abolición no creo que haya sido pensa- 
da por los Gabinetes de Versalles o de 
Madrid. 

Las consecuencias que pueden derivar- 
se de la abolición del comercio de esclavos 
para los mercaderes que trafican con las 
Indias occidentales y los propietarios de 
las islas del Azúcar (1); el influjo que ten- 
dría sobre el comercio de la Compañía d e 
la India oriental (2) y las manufacturas 
de este país, pueden ponerlos de relieve 
ante el público aquellos que están mejor 
informados; pero para aquellos cuyas ob-r 


(1) Se llamaba islas del Azúcar a las Antillas. (Nota de 
la edición española,) 

(2) El algodón de la India oriental y algunos artículos 
de seda componen una parte de todo cargamento para el 
África. 


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1 — 


EL COMERCIO DE ESCLAVOS 217 

jeciones contra el comercio africano se 
derivan de su supuesta inhumanidad, 
permítaseme sugerir algunas considera- 
ciones. 

Es una opinión generalmente aceptada, 
a mi juicio, que una nación sin guerras ex- 
teriores, colonias o tráfico extranjero do- 
bla su número en el espacio de treinta o 
cuarenta años. Admitiendo que sea asi, 
cuando un país se ve abrumado con habi- 
tantes que no puede emplear, ¿cómo dis- 
pondrá de sus miembros superfinos? Pue- 
de seguir el ejemplo de la China, y ahogar 
a los niños supernumerarios cuando na- 
cen, o promulgar leyes sanguinarias que 
castiguen con la muerte lo mismo a los 
prisioneros cogidos en la guerra que a los 
criminales. El mitigar el castigo de la muer- 
te por el de la esclavitud o el destierro 
es una prueba del infiujo de la civilización 
en favor de la Humanidad, y toda circuns- 


218 VIAJE A SIERRA LEONA 

tancia que contríbuya a este fin se atri- 
buirá indudablemente a la misma causa. 
Por consiguiente, el comercio de escla- 
vos que los europeos realizan con los in- 
dígenas de África es permitido probable* 
mente por la Providencia como un medio 
de preservar la vida de muchos centena- 
res de seres, condenados de otro modo a 
la muerte, y que se conviertan así en 
miembros útiles de la sociedad. 


FIN 


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