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Full text of "Viajes a las Sierras del Tandil y de la Tinta"

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ACTAS 


n  K     L  A 


ACADEMIA  NACl'MnrCH 


EN    CÓRDOBA 


TOMO     V 


EIVTREGA     SEGUiXDA 


BUENOS   AIRES 

IMPRENTA    Di:    PADLO    E.    CONI,!  ESPECIA  L  [PAR  A    OBRAS 


00    —    CALLE     ALSjINA    —    00 

1884 


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S9íB}g;  p9?IU|^  9lj}  JO 
SpBOJjlB^  JO  S9§B}U90J9  J 

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q9puj  *}UBJQ  puBq  JO  9jnp9l|0g 


161   '^WO  S,P«U3Q  J3]8BUIJ3JJBn5  >  '°bi  -"^P^'D 


Página  89,  AyJfCondmionl .......  por  o\\-  Eduardo  L.  Holmberg  y  Justo  González  Ach 

,.       9;3,  Rei-tii.es i)or  el  Dr><^á''los  Berg. 

..       97,  Anfibios por  el  Dr.  CS;|os  Berg. 

„       99,  I'ei:es por  el  Dr.  Eflifii-'Í^J^- Holmberg. 

l-^í\•ERTEBI{AI)OS. 

Página  111,  Moi.ti.sc()s por  el  Dr.  .Ulolfo  Doering. 

»       1 17,  Insectos (por  varios  autores.) 

I.  Hiineiiópteros. . . .  (por  varios  autores.) 

Abejas por  el  Dr.  Eduardo  L.  Holmberg. 


NOTA.  —  La  Clase  de  los  Insectos,  representada  en  la  colección  del  Tandil  y  de  La  Tinta  por  numerosas  especies,  , 
sprá  estudiarla  por  diversos  autores,  los  cuales,  en  parte,  han  recibido  ya  el  material,"  que  lia  sido  distribuido  conside-  T 
rando  la  mayor  división  del  trabajo,  llevada  ;í  su  extremo  límite  en  cuanto  se  relaciona,  en  la  República  Argentina, 
con  la  especialidad  ó  con  la  mejor  aptitud  y  buena  voluntad  para  efectuar  aquel,  evitando  así  la  remisión  de  ejemplares 
al  extranjero,  por  la  probabilidad  nías  ó  menos  ])róxima  de  un  relardo  en  las  deteruiinaciones,  que  afectara  la  publica- 
ción regular  de  la  obra.  De  allí  la  necesidad  de  frecuentes  adscripciones  á  los  autores,  citados  al  pié  de  la  página  en 
que  comienza  la  tarea  respectiva  de  cada  uno.  Debe  tenerse  presente,  por  lo  tauto,  que  el  signo  de  llamada  sólo 
afecta  al  grupo  de  mayor  ó  menor  amplitud  taxonómica  que  cada  cual  haya  estudiado. 

Las   láminas  á  que  se   liaga   referencia  en  el  texto  no  siempre  podrán  aparecer  simultáneáiuente  v.jnaiv-e''^'''*^' 
caso,  con  la  última  entrega  de  la  obra,  la  serie  de  ellas  quedará  completa 


Circular  No.  19.  Quartermaster  Generars  Office.  1911         1 


Minimum  and  Máximum  Quantities 
of  Quartermaster 's  Suppl: 


lies 


TO  BE  KEPT  ON  ^AND  AND  IN  STOCK 
AT  THE  VARIOUS  POSTS  AND  STA 
TIONS  OF  THE  UNITED  STATES  ARMY 

Supplementary  to  Circular  No.  18,  I9H.  of  the 
Office  of  the  Quancrma.ter  General 

OCTOBER  I.  1911 


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PRELIMINAR 


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No  hay  que  explicar  á  lodos  los  lectores  qué  significa  este  libro;  pero  si,  de  un 
modo  particular,  á  aquellos  de  mis  compatriotas  que  no  se  dedican  á  la  tarea  de  prepa- 
rar obras  de  este  género,  ó  de  cualquier  otro,  ó  que,  desligados  por  completo  de  toda 
idea  relativa  á  la  Historia  Natural,  opinan  que  se  pierde  tristemente  el  tiempo  (y  cuanto 
le  equivale)  al  dar  á  la  estampa  tan  crecido  número  de  páginas,  sobre  cuestiones  tan 
indirectamente  ligadas,  en  apariencia,  con  el  progreso  intelectual  y  material  del  país. 

Ante  todo,  debo  significarles  que  este  es  uno  de  esos  libros  que  ceno  se  leen»,  porque 
encierra  pocas  amenidades  literarias.  Su  lectura,  por  otra  parte,  es  altamente  fastidiosa 
para  los  que  no  prestan  su  atención  á  estudios  especiales  y  esta  publicación,  por  lo 
tanto,  pertenece  á  la  categoría  de  aquellas  que  ce  no  pasan  á  la  posteridad»  sino  como 
referencia.  Es  un  libro  de  consulta,  con  vida  limitada. 

Reunir  los  materiales, las  observaciones,  distribuir  aquellos  y  éstas,  pensar,  estudiar, 
investigar,  redactar,  escribir,  dibujar,  criticar  y,  por  último,  dar  ala  estampa...  todo 
ésto  es  un  trabajo  abrumador  que  los  autores  realizan,  sin  embargo,  con  deleite,  y  que 
aturde  al  que  piensa  en  ello  sin  interés  alguno. 

Una  vez  que  el  público  se  apodera  del  volumen  que  resulta,  examina  la  carátula,  el 
peso,  la  impresión,  el  papel,  el  número  de  páginas  y  las  láminas,  satirizándole  lo  que 
sea  ó  nó  satirizable,  ó  colocándolo  entre  las  obras  maestras,  ó  medianas,-  ó  inútiles, 
según  el  gusto,  la  compete'ncia  ó  el  estado  de  ánimo  de  cada  cual.  \^ 

A  veces  se  lee  la  Advertencia,  y  aun  lo.  Introducción,  ponjue  está  convenido  que  los 
autores  dejan  en  estos  preliminares  la  fisonomía  propia  de  su  carácter  literario  ó 
científico. 

Muchos  de  aquellos  tienen  fama  por  haber  sabido  escribir  bien  la  Advertencia,  y  han 
sentado  plaza  de  escritores  concienzudos  con  sólo  afirmar  en  ella  que  lo  eran. 

Después  del  público,  llega  su  turno  al  especialista.  A  este  le  importa  poco  todo  lo  que 
no  le  incumbe  directamente.  Examina  su  parte  ;  revisa  una  ó  dos  descripciones  para 

Imp-  ",  22,  1883.  1 


V 


abrir  opinión  sobre  el  nuevo  autor  ;  si  el  latin  le  parece  malo,  lo  dice  al  primer  venido; 
si  le  parece  bueno,  se  calla  la  boca  y  hace  bien.  Si  no  entiende  el  idioma  en  que  el  libro 
está  escrito,  toma  todo  el  aire  de  haberlo  entendido  y  sien  una  de  las  páginas  vé  su 
nombre,  busca  un  diccionario  ó  un  traductor.  Si  sólo  se  le  menciona  para  recordar  que 
se  ha  equivocado,  se  pone  de  mal  humor  ;  si  se  le  elogia,  adopta  una  fisonomía  de  com- 
placencia,—  todo  lo  cual  conserva  perfecta  armonía  con  la  mas  vulgar  de  las  manifes- 
taciones del  carácter  humano.  Si  encuentra  un  error,  lo  revela  en  la  primera  opor- 
tunidad, y  si  ésta  no  se  presenta,  la  forja. 

Viene  luego  su  turno  á  los  bibliógrafos,  que  procuran  sacar  la  esencia  del  libro  ;  —  si 
éste  no  la  tiene,  lo  hacen  constar,  y  el  público  ya  sabe  á  qué  atenerse.  El  Zoo/o^/sc/^e^r 
Jañrcsberíc/it,  [)or  ejemplo,  consigna  el  título  de  la  publicación,  el  nombre  del  autor, 
la  fecha,  la  localidad  en  que  se  ha  hecho,  etc. ,  y  el  Zoological  Record,  además  de  todo 
ésto,  apunta  los  caracteres  de  los  nuevos  géneros,  las  observaciones  de  importancia  y 
los  nombres  de  todas  las  especies. 

Mas  tarde  vienen  los  monógrafos,  que  tienen  noticia  del  contenido  del  volumen  por 
las  revislas  bibliográficas.  Cuando  los  monógrafos  se  han  apoderado  aisladamente  de 
todos  los  materiales  acumulados  en  la  obra,  puede  decirse  que  ésta  ha  muerto. 
M.  QuARiTCH,  de  Londres,  tiene  costumbre  de  enviar  á  Buenos  Aires,  todos  los  años,  un 
cargamento  de  obras  de  esta  clase.  ¡  Quién  sabe  si  este  libro  no  vuelve  alguna  vez  á 
Buenos  Aires,  enviado  de  Londres ! 

Después  de  todo  ésto —  dirá  el  lector  — ¿  cómo  es  posible  publicar  un  tomo  de  tantas 
páginas,  si  está  destinado  á  morir? 

Entro  en  materia. 

Comienza  á  alborearen  laBepública  Argentina  la  era  científica.  Estimables  natura- 
listas extranjeros,  algunos  de  ellos  eminentes,  han  estudiado  y  estudian  una  parte  de 
sus  ricas  comarcas.  Millares  de  especies  halladas  en  ellas  figuran  en  los  distintos  reperto- 
rios, y  millares  de  otras  esperan  figurar.  Pero  hay  un  nuevo  elemento  que  entra  en  ac- 
ción, y  entra  con  confianza,  porqne  tiene  conciencia  de  las  responsabilidades  que  envuel- 
ve la  tarea  científica :  es  el  elemento  nacional,  el  elemento  joven,  que  viene  á  luchar  con 
el  cerebro  en  la  misma  tierra  en  que  sus  padres  lucharon  con  la  espada  ó  con  pluma 
flamígera  p.ara  consolidar  independencia,  libertad  y  autonomía  de  nación  y  de  pueblo. 

No  importa  el  éxito.  En  ciencias  obtiene  más  éxitos  el  que  descubre  más  verdades,  ó 
verdades  de  mayor  importancia.  Newton,  Linneo^  Cuvier,  Humboldt,  Goethe,  Burmeister, 
Darwin,  Traube  y  mil  otros,  forman  la  brillante  constelación  de  ese  cielo  en  que  se  co- 
mienza por  ser  nebulosa  imperceptible  y  se  acaba  resolviéndose  en  estrellas  ó  extin- 
guiéndose. 

Los  amigos,  los  allegados,  ó  los  interesados,  fabrican  una  gloria  en  diez  minutos,  glo- 
ria que  se  apaga  en  tres  ;  pero  la  humanidad  tiene  también  sus  santos  sin  aureola  que 
esculpen,  en  el  pórfido  de  la  historia^  los  nombres  que  deben  pasar,  aunque  no  hayan 


—  3  — 

tenido  interesados,  allegados,  ni  amigos,  como  sucederá  algún  dia  con  Everard  Munk 
voN  RcESENSCHffiLD,  quc  liubicra  levantado  un  monumento  único  á  la  Historia  Natural  de 
América  si  no  hubiese  sido  mártir  de  un  bárbaro  durante  su  vida  y  victima  de  la  indi- 
feíiencia  después  de  su  muerte,  cuando  se  dejó  extraviar  manuscritos  que  formaban  una 
pila  de  más  de  metro  y  medio  (').  Este  es  el  éxito  del  trabajo !  Lo  demás  es  un  meteoro. 

Inútil  tarea  seria,  para  un  mal  intencionado,  buscar  pretensiones  en  esos  trabajos  que 
comienzan  á  definirse,  porque  lo  único  que  revelan  es  un  deseo  vehementísimo  de  ver 
catalogadas  las  riquezas  del  país,  para  poderse  lanzar,  aquellos  que  los  emprenden,  en 
investigaciones  superiores.  Ningún  estudioso  serio  puede  cifrar  el  deleite  de  su  vida  en 
tener  lindas  cajas,  ni  ricos  armarios,  con  preciosas  aves  ó  bonitos  insectos.  La  importan- 
tanciadelas  colecciones  se  mide  por  el  material  de  estudio  que  encierran.  Gomo  sim- 
ples adornos,  valen  ni  más,  ni  menos,  que  una  blonda  lujosa  ó  un  cuadro  de  cajas  de 
fósforos. 

Y  si  el  anhelo  es  indicado,  se  argüirá;  ¿  por  qué  no  se  envía  á  Europa  buenas  colec- 
ciones para  que  allá  sean  determinadas?  Porque  no  se  debe  enviarlas.  Porque  deben 
estudiarse  aquí  fara  disciplinar  el  entendimiento  de  los  que  aspiran  á  estudios  mas 
serios,  y  con  mayor  razón  ahora  que  la  República  Argentina  pasa  por  una  crisis  social, 
ya  que  la  cuestión  religiosa  ha  venido  á  agitar  los  ánimos.  El  liberalismo  no  tiene 
mas  que  un  baluarte  inexpugnable  :  las  Ciencias  Naturales.  El  dia  que  todas  las  escue- 
las primarias  de  la  Nación  posean  un  buen  microscopio,  para  que  el  niño  se  ha- 
bitúe desde  temprana  edad  á  ver  los  infusorios  influenciados  por  el  medio  y  á  obser- 
var las  maravillas  del  mundo  pequeño,  para  luego  entregarse  al  estudio  del  mundo 
grande ;  cuando  todas  las  escuelas  superiores  dispongan  de  gabinetes  de  Física,  de 
Química  y  de  Fisiología  y  se  demuestre  que  el  cerebro  no  piensa  sin  fósforo  y  sin  sangre, 
que  la  célula  se  prepara  con  fragmentos  minerales ;  cuando  los  anfiteatros  levanten  por 
todas  partes  el  santo  altar  del  cadáver  para  revelar  á  mayor  número  los  secretos  del  or- 
ganismo, entonces  podrá  el  Dios  Bueno,  el  Dios  de  Newton,  de  Kepler  y  de  Bernardin 
DE  Saint-Pierre  sentirse  Dios  en  el  templo  de  los  mejores  sentimientos,  pero  nó  mientras 
sólo  se  nos  revele  ese  Dios  al  cual  se  le  hace  pedir  por  sus  intermediaros  una  cruz  tra- 
zada én  el  suelo  con  la  lengua  y  besarla  para  conceder  doble  indulgencia. 

Las  victorias  de  la  palabra,  con  la  retórica  y  la  dialéctica,  son  brillantes  victorias  ; 
pero  la  Naturaleza,  que  es  la  Verdad  Eterna,  es  muda,  es  silenciosa  y  no  tiene  mas  dia- 
léctica que  los  hechos,  ni  más  retórica  que  sus  cuadros  de  lo  infinitamente  grande  y  de 
lo  infinitamente  peijueño. 

Los  que  así  lo  hemos  comprendido,  los  que  hemos  señalado  esos  rumbosa  nuestras 

(')  Este  dato  me  ha  sido  comunicado  por  la  Sra.  viuda  de  Venancio  López,  á  quien  su  hermano  Francisco 
Solano  mandó  lancear  el  mismo  dia  que  á  Münk.  Este  asistía  como  médico  en  la  casa  del  primero. 


ambiciones,  despreciando  las  pompas  (¡ue  hubieran  de  desviarnos  de  nuestra  tarca,  po- 
demos abandonarnos  con  confianza  al  pensamiento  de  ([ue  nuestras  obras  morirán  en 
las  monografías,  que  han  de  morir  también  ;  pero  llevando  siempre  la  convicción  de 
que  tales  obras  son  parte  de  los  fundamentos  en  que  ha  de  apoyarse  un  dia  la  enseñanza 
de  las  Ciencias  Naturales,  baluarte  del  liberalismo,  en  la  República  Argentina,  nuestra 
patria  y  nuestra  cuna. 

El  que  dedicado  en  este  paisa  esas  tareas  no  lo  entienda  asi,  dirija  siquiera  una 
vez  la  mirada  á  los  Museos  de  Europa  y  pregúntese  si  se  atreve  á  luchar  con  ellos, 
ó  con  los  sabios  que  les  están  ligados. 

Después  de  estos  preliminares  tan  terminantes,  el  lector  imparcial  comprenderá 
que  sería  ridículo  de  mi  parte  propiciarme  su  buena  voluntad  con  términos 
obligados  y  sin  ninguna  significación  seria. 

Ellos  no  prueban,  en  manera  alguna,  que  desee  imponer  este  volumen  como 
un  trabajo  excelente,  pero  sí  demuestran,  y  con  bastante  claridad,  que  no  me  forjo 
ilusiones. 

Mi  nombre,  en  materia  científica,  no  es  una  autoridad — no  es  nada — y  esto  me 
consuela,  porque  me  permite  colocarme  en  el  grupo  de  los  que  piensan  que  los 
hechos  son  las  autoridades  de  primera  categoría,  las  teorías  las  de  segunda  y  lo  que 
quiera  el  lector  las  de  tercera  y  siguientes. 

Todo  esto,  empero,  no  sería  l)astante,  para  el  grupo  de  lectores  á  quienes  me  dirijo 
con  intención,   para  explicarles  lo  que  este  libro  significa. 

La  Historia  Natural,  considerada  en  su  sentido  mas  lato,  no  es  únicamente 
motivo  de  estudio  para  satisfacer  inclinaciones  personales.  Es  una  fuente  de  verdad 
que  satisface  la  sed  de  aprender,  desarrollada  en  toda  inteligencia. 

Ella  ofrece  los  primeros  encantos  al  niño  curioso;  robustece  el  carácter  del 
adolescente,  señalándole  luminosos  senderos;  dá  cuerpo  á  las  visiones  del  adulto  y 
tiñe  con  rayos  de  inextinguible  aurora  las  canas  venerables  del  anciano. 

Sobre  la  base  que  ella  constituye,  asienta  el  filósofo  sus  deducciones  é  induc- 
ciones mas  perfectas;  abre  á  las  artes,  á  la  industria  y  al  comercio,  los  veneros  de 
explotación  y  de  riqueza ;  enseña  al  médico  manantiales  de  salud  y  proporciona  á 
todos  el  caudal  del  progreso,  de  la  felicidad  ó  del  bienestar. 

La  Medicina,  la  mas  imperfecta  de  las  ciencias  de  observación,  tomará  de  ella  un 
dia  su  método  incomparable  y  la  Humanidad  entera,  habituada  al  contacto  de  las 
verdades  tangibles  ({ueella  manifiesta,  fundirá  con  el  tiempo,  en  los  mismos  crisoles, 
campanas  y  cañones,  sus  dos  plagas,  para  fabricar  los  instrumentos  que  nos  dan 
la  visión  de  lo  invisible  y  nos  facilitan  la  contemplación  de  la  inmensidad. 


5 


El  lector,  sin  embargo,  por  poco  exigente  que  sea,  preguntará  cuál  es  la  relación 
que  existe  entre  este  libro  y  el  progreso  intelectual  y  material  del  país. 

No  está  de  más  decirlo. 

Un  país  en  el  cual  se  publican  tomos  como  este  (y  que  apenas  es  el  qui?ito  de  las 
Actas)  no  puede  menos  de  hallarse  en  el  nivel  intelectual  que  hoy  se  pide  á  las 
naciones  ilustradas.  Cuanto  mayor  sea  el  número  de  volúmenes  análogos,  enviados 
al  extranjero,  mayor  será  la  consideración  dispensada,  porque  —  y  no  se  hagan 
ilusión  los  estadistas — el  grado  de  civilización  de  un  país  no  se  mide  tanto  por 
la  cantidad  de  ácido  sulfúrico  que  consume,  cuanto  por  la  producción  de  obras 
que  traten  de  Ciencias  Naturales.  Cien  mil  toneladas  de  ácido  sulfúrico  consumido 
no  producirán  el  efecto  moral  de  una  Description  physique  de  ¡a  République  Ar- 
gentine,  ni   de  una  Urmiomelria. 

Se  me  argüirá  que  los  sabios  que  las  han  llevado  á  cabo,  Burmeister  y  Gould, 
son  extranjeros.  Pero,  para  que  dos  sabios  extranjeros  lleven  á  cabo  lales  obras, 
es  menester  que  la  nación  se  halle  á  una  altura  de  ilustración  suficiente  para  sentir 
su  necesidad  y  satisfacerla. 

Se  argumentará  también  que  los  hijos  del  país  no  son  capaces  de  emprender  tales 
obras,  á  lo  cual  contestaré  que  son  capaces,  toda  vez  que  los  Gobiernos  les  pro- 
porcionen lasventajas,  consideraciones  y  recursos  de  que  esos  dos  sabios  gozan,  lo 
que  no  harán,  porque  nadie  es  profeta  en  su  tierra. 

Esos  dos  sabios,  por  otra  parte,  no  dejarán  discípulos,  porque  no  han  sido  llamados 
al  país  para  enseñar,  lo  cual  es  una  lástima;  pero  dejarán  sus  obras,  lo  que  es 
una  felicidad. 

Cierto  dia  un  Argentino  dijo  en  Paris  que  él  era  de  Buenos  Aires.  —  «¡AhlVd. 
es  de  la  tierra  en  que  vive  el  sabio  Burmeister?»  observó  el  interlocutor. 

Reconocido  el  nivel  intelectual  de  una  nación,  nivel  que  continuará  elevándose, 
por  lo  mismo  que  habrá  sido  impulsado  por  dicho  reconocimiento,  su  progreso  se 
desenvolverá  simulláneamente  y  como  todo  adelanto,  en  una  esfera  superior  de 
acción,  repercute  con  energía  sobre  las  otras,  el  progreso  material  le  seguirá  de 
cerca,  máxime  tratándose  de  un  país  como  el  nuestro  que  tiene  todas  las  ventajas, 
sin  muchos  de  los  inconvenientes  que  afectan  á  otros  del  hemisferio  boreal,  situa- 
dos en  igualdad  de  condiciones. 

Bajo  el  imperio  de  estas  ideas,  he  realizado  unos  pocos  viajes,  con  más  ó  menos 
éxito,  y  dominado  por  la  convicción  de  que  nada  que  sea  directa  ó  indirectamente 
útil  debe  archivarse,  he  resuelto,  ayudado  por  excelentes  y  hábiles  colaboradores, 
dar  este  tomo  de  Historia  Natural  á  la  prensa. 

Si  todas  estas  razones  no  son  valederas,  el  lector  se  verá  obligado  á  recurrir  á  los 
tratados  elementales. 


—  6  — 

Aceptada,  ])ues,  la  importancia  de  estos  estudios,  se  me  permitirá  recordar  al- 
gunas otras  causas  que  motivaron  mis  viajes  al  Sur,  y,  por  lo  tanto,  el  tomo  que 
ofrezco  á  mis  compatriotas. 

En  1 872  visité  la  Patagonia  como  simple  curioso,  y  debo  confesar  que  la  comarca 
no  me  presentó  muchos  ali'aclivos. 

Tenía  20  años,  salía  de  la  Universidad,  donde  recien,  puede  decirse,  se  ha  co- 
menzado á  enseñar  seriamente  la  Historia  Natural,  con  la  creación  de  la  Facultad 
de  Ciencias  Físico-matemáticas. 

No  conocía  el  nombre  de  Darwin,  ni  menos  sus  obras ;  y  mi  vocación  por  estos 
estudios,  vocación  hereditaria  que  se  quería  desviar  con  consejos  de  tendencia  más 
pi-áctica,  no  hallaba  otro  estímulo  que  contrariedades  de  toda  especie,  entre  las 
cuales  se  me  presentaba  la  figura  imponente  de  Burmeister,  como  un  mito  indesci- 
frable, y  como  un  im|)osible  de  realizar  sobre  la  tierra. 

Y  en  vez  de  decirme  alguien :  «Estudia,  sigue  el  sendero  tjue  te  trazan  otros 
que  lucharon  mas  que  tú»,  me  decían:  ce  ¿Qué  harás  en  este  país?  qué  hay  aquí  que 
no  haya  estudiado  Burmeister?»  Hoy  que  los  años  han  corrido,  hoy  que  sé  que 
hay  muchas  cosas  que  Burmeister  no  ha  podido  estudiar,  hoy  ([ue  puedo  tener 
opinión  propia,  reconozco  en  aquellas  palabras  la  expresión  de  una  crasa  ignorancia, 
ó  el  deseo  de  desviar  el  buen  impulso  congénito  que  me  guiaba. 

Mi  viaje  á  la  Patagonia  fué,  pues,  un  simple  ¡¡asco,  por  tomar  aire  de  mar,  antes 
de  respirar  miasmas  de  anfiteatro.  Poco  me  había  preparado  sobre  la  manera  de 
coleccionar  y  de  aquí  que  no  hiciese  buena  cosecha;  pero  todo  el  material  traído  se 
distribuyó  y  ahora  (|ue  puetlo  discernirlo,  cuando  lo  veo  en  letra  de  molde,  con- 
fieso que  me  importa  muy  poco  reconocer  que  fué  obtenido  en  cualquier  parte  por 
un  individuo  anónimo. 

Lo  ({ue  observado  no  se  publica,  no  se  pierde  sin  embargo. 

Algún  día  se  utiliza  en  una  ó  en  otra  forma. 

A  mi  vuelta  de  la  Patagonia,  donde  había  llevado  diario  de  viaje,  del  que  sólo 
recuerdo  el  principio,  en  el  (jue  consignaba  hasta  cuántas  libras  de  presión  marcaba 
el  manómetro  del  vapor  Patagones  cuando  salimos  de  Buenos  Aires,  y  en  el  que 
había  bastante  material  de  observación  para  escribir  un  libro,  me  pareció  que  lo 
mejor  era  quemar  dicho  diario,  porque  no  se  recordaba  en  él  ninguna  aventura. 

Pero  lo  que  se  observa  y  no  se  publica,  puede,  mas  de  una  vez,  servir  de  tema 
de  conversación. 

Hoy  que  Moreno  sigue  sus  rumbos  y  yo  los  míos,  hoy  que  ningún  compatriota 
de  ambos  puede  suponer  en  mí  el  deseo  de  colocar  una  piedi-a  en  su  camino,  ya 
que,  además  del  parentesco,  nos  liga  una  amistad  que  comenzó  en  la  infancia  y 
que  nada,  ni  nadie,  ha  interrumpido,  puedo  recordar  que  más  de  una  vez  conversé 
con  él  de  algo  (jue  había  observado  en  a([uellas  tristes  comarcas,  y  sus  ojos,  en 


—  7  — 

repetidas  ocasiones,    fulguraron   al  tener  noticia   de  algún  paradero  ó  de  alguna 
olla  vieja,  hecha  pedazos  y  perdida  en  el  valle. 

Y  ahora  (jue  esos  pedazos  se  conservan,  en  su  Museo  Antropológico,  bajo  cris- 
tales; que  aquellos  paraderos  han  sido  revueltos  por  él  hasta  sus  últimas  profun- 
didades, y  que  los  cráneos  extraidos  de  ellos  jiarccen  mirar  desde  el  fondo  de  los 
estantes,  con  sus  órbitas  enfiladas,  como  sombría  y  muda  restauración  de  razas 
perdidas,  cuyo  estudio  le  ha  valido  un  nombre  que  ha  pasado  para  no  extinguirse 
á  la  historia  de  la  Antropología,  hoy,  digo,  puedo  felicitarme  de  haber  contri- 
buido de  algún  modo  á  apresurar  su  primer  viaje  á  la  Patagón ia.  Pero  esos 
entusiasmos  eran  de  coleccionista  —  nó  de  teorizador  —  y  aquel  primer  viaje  no 
era  para  descubrir  un  Continente,  sino  para  coleccionar.  ¿Por  qué,  pues,  me 
vitupera  en  su  trabajo  Pafagonia,  resto  de  un  antiguo  ContiimUe  hoy  sumergido, 
el  que  yo  no  lo  descubriera?  ¿Lo  descubrió  él  acaso  en  el  primer  viaje,  ó  en  el 
segundo?  Ahora  me  toca  cá  mí  preguntar  ¿porqué  se  reía  cuando,  pocos  meses 
después  de  mi  vuelta,  le  decía  que,  según  las  figuras,  que  representaban  seres  cada 
vez  mas  perfectos  en  la  sucesión  ascendente  de  las  páginas  del  libro  de  Figuier 
La  terre  avant  le  déluge,  era  necesario  pensar  que  esa  progresión  significaba 
un  encadenamiento  fatal  de  los  organismos,  que  comenzaba  por  el  mas  sinq^le  y 
terminaba  en  el  hombre?  ¿Por  qué,  cuando  mas  tarde  esa  vislumbre  se  hizo 
cuerpo  con  la  lectura  de  The  origin  of  species,  y  otros  libros,  contestaba  ce  Bur- 
MEisTER  dice  que  eso  es  fantasía ! »  ¿  Por  qué  ?  Porque  ha  sido  necesario  dejar 
andar  al  tiempo.  Larga  hemicrania  de  Júpiter  de  la  que  al  fin  surgió  Minerva, 
evocando  las  edades  perdidas  y  la  vida  apagada  durante  la  oscilación  de  un  pén- 
dulo sin  radio  calculable. 

Así  como  un  mal  momento  para  comenzar  la  lectura  de  un  libro  descarga  sobre 
el  autor  todo  el  peso  del  fastidio,  y  mas  tarde  no  se  le  estima  por  prevención  ab- 
surda, la  Patagonia  descansó  para  mí  en  un  mutismo  que  nada  reanimaba.  No 
podía  leer  en  ese  libro. 

En  1879  emprende  el  General  Roca  la  Expedición  al  desierto  y  por  vez  primera 
forma  parte  de  un  Ejército  Argentino  una  Comisión  de  naturalistas. 

Los  Dres.  Lorentz,  como  botánico,  y  Adolfo  Doering,  como  geólogo  y  zoólogo,  con 
sus  respectivos  ayudantes  G.  Niederlein  y  F.  Schultz,  toman  su  puesto  en  el  Estado 
Mayor  de  la  Expedición. 

A  su  vuelta,  el  Dr.  Doering  me  entrega  los  Arácnidos  coleccionados  durante  el 
viaje.  Poco  después  se  empieza  á  imprimir  el  Informe  Oficial  de  la  Comisión 
Científica  y  á  definirse  en  sus  páginas  las  interesantes  especies,  estudiadas  por  el 
zoólogo  de  la  Expedición,  por  el  Dr.  Carlos  Berg,  por  Enrique  Lynch  y  por  mí. 

La  Expedición,  realizada  en  Invierno,  no  fué  fructuosa  para  el  zoólogo,  ni  para 
el  botánico,  como  lo  hubiera  sido  si  se  hubiese  llevado  á  cabo  en  otra  época.  Pero 


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la  presencia  de  esa  Comisión  no  era  más  f[iic  un  incidente  en  la  Empresa  militar. 
Sin  embargo,  se  dio  el  primer  paso.  Poco  depues  se  comenzó  una  expedición,  mi- 
lilai'  también,  por  el  Bermejo,  y  la  acompañó  una  Comisión  análoga.  Aquella  no 
pudo  realizarse,  pero  el  Chaco  entregó  una  parte  de  sus  riquezas  á  Fontana  y  á 
Enrique  Lynch. 

Entretanto  la  Patagonia  había  despertado  para  mi.  Las  comarcas  australes  de  la 
Provincia  de  Buenos  Aires  se  animaban,  mientras  se  desvanecía  un  tanto  la  viveza  de 
las  imágenes  de  las  regiones  subtropicales.  No  era  veleidad,  porque  todo  era  Repú- 
blica Argentina  —  y  si  la  imaginación  se  complacía,  por  una  parte,  en  variar  las 
contem])laciones  del  cosmorama  interno,  la  aj)titud  para  el  trabajo  se  aplicaba  in- 
distintamente á  uno  ú  otro  cuadro,   mientras  su  tela  no  estuviera  vacía. 

A  pesar  de  que  la  Comisión  Científica  no  trajo  grandes  contingentes  para  el 
conocimiento  de  la  Fauna  y  de  la  Flora,  el  material  era  precioso  y  no  dejaba  de 
ser  rico. 

Complementarlo  era  una  tarea  que  se  imponía,  acumulando  colecciones,  aunque, 
por  el  momento,  sólo  fuera  de  la  porción  mas  próxima.  La  idea  de  un  viaje  á  la 
Sierra  del  Tandil  surgió  como  resultado  inmediato. 

Tal  es,  pues,  uno  de  los  antecedentes  de  este  libro. 

Reunidos  aquellos  materiales  á  éstos,  se  preguntará  qué  se  deduce  de  su  con- 
junto. Por  el  momento,  nada;  pues  al  dar  este  pliego  á  la  estampa  todavía  queda 
mucho  por  determinar.  Y  como  no  hay  apuro,  y  como  este  libro  y  el  Informe  antes 
citado  tienen  que  morir  en  las  monografías,  el  autor  pide  permiso  para  pasar  á 
otro  asunto,  dando  una  reseña  previa  de  sus  viajes  antes  de  comenzar  la  parte 
sistemática,  fin  y  objeto  directo  del  libro. 


Buenos  Aires,  ix,  1883. 

E.  L.  HOLMBERG. 


PRIMEM  PARTE 


VIAJES  Á  LAS  SIERRAS  DEL  TANDIL  Y  DE  LA  TINTA 


Imp.  II,  26,  1883. 


PRIMER    VIAJE    AL    TANDIL 


Mayo  7  á  9  de  1881 


Asuntos  de  familia  me  obligaron  á  viajar  hasta  el  Tandil,  á  mediados  de  1881 ,  lo  que 
me  permitió  apreciar  rápidamente  lo  que  allí  podría  hacer  mas  tarde. 

Durante  mi  corla  permanencia  en  el  citado  pueblo,  visitó,  como  es  de  obligación 
para  todo  viajero,  el  cerro  de  la  Piedra  Movediza,  ese  interesante  monolito  gneis-gra- 
nítico equilibrado  en  la  pendiente  de  las  grandes  moles  potreas  que  lo  sostienen. 

En  dicho  cerro  coleccionó  algunos  articulados  y  muy  pocas  plantas. 

Como  mi  objeto  no  es  medir,  ni  comparar,  los  resultados  de  mis  pesquizas,  me  parece 
innecesario  recordar  aquí  lo  que  entonces  obtuve,  pues  tanto  este  material,  como  el 
que  mas  tarde  he  reunido,  se  enumera  en  su  sitio  respectivo. 

Eldiá9  se  señaló  para  mí  por  un  hallazgo  de  importancia. 

Descubrir  especies  nuevas,  es  algo  que  se  presenta  en  estas  regiones  á  cada  momento. 

Fundar  un  gónero  nuevo,  es  monos  vulgar;  pero  tiene  ejemplos  numerosos,  —  como 
los  tiene  el  que  no  sea  nuevo. 

Pero  cazar  un  animal  que,  á  la  simple  vista,  se  adscribe  á  un  gónero  del  cual  dista 
tanto  como  un  Tapiro  de  un  Carpincho,  eso  no  es  de  todos  los  dias. 

Me  refiero  al  muy  interesante  Mecicobothrium  Thorelli,  que  he  dedicado  al  eximio 
maestro,  fundando  á  la  vez  la  familia  Mecicobotlirioidae,  que  óste  ha  aprobado. 

A  la  ida,  de  Ayacucho  á  Tandil,  había  una  neblina  espesa  que  favoreció  mi  intención 
de  no  apuntar  nada,  y  que  se  disipó  cerca  ya  del  último  pueblo.  A  la  vuelta  observé 
algunas  aves  y  cazó  muy  pocos  articulados. 

El  mes  de  Mayo  es  allí  poco  grato. 

El  pueblo  del  Tandil,  edificado  casi  en  el  centro  de  un  anfiteatro  formado  por  montes 
de  pequeña  elevación,  se  halla  situado  en  37°1 6  '30"  Lat.  S.  y  0°48  '20"  Long.  0.  (W.) 
Buenos  Aires,  próximamente  (según  el  Registro  gráfico  de  la  Provincia  de  B.  A.). 

Tiene  la  forma  de  un  cuadrilátero  de  1 0  x  9  cuadras  mas  ó  menos,  y  sus  calles  están 
orientadas  á  medios  vientos. 

Sin  ofrecer  todo  el  comfort  délos  grandes  centros  de  población,  encierra  la  mayor 


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parte  de  las  comodidades  déla  vida  civilizada.  Los  cocheros  no  son  menos  imperti- 
nentes que  en  Paris  ó  en  Londres,  con  peores  vehículos,  y  los  establecimientos  públicos 
sirven  en  proporción  ala  habilidad  que  el  consumidor  manifieste  para  hacerse  servir. 

Las  obras  públicas  no  tienen  nada  que  llame  la  atención  de  un  modo  particular:  lo 
principal  del  Tandil,  para  los  que  habitamos  la  llanura,  es  el  panorama  de  los  cerros  sin 
árboles,  y,  mas  que  todo,  la  Piedra  Movediza. 

Para  una  persona  que  sepa  viajar,  estos  pocos  datos  serán,  por  el  momento,  suficien- 
mente  explicativos. 


SEGUNDO    VIAJE    AL    TANDIL 


28  DE  EXERO   Á    If)   DE  MARZO    DE  1882 


(Estas  páginas,  en  conjunto,  recibieron  la  actual  forma  pocos  dias  después  de  estar  de  vuelta  en 
Buenos  Aires,  y  sólo  han  sufrido  leves  modificaciones,  debido  á  circunstancias  relativas  al  tiempo  que 
ha  pasado  desde  que  se  escribieron  y  á  causas  que  se  señalan  en  su  sitio  respectivo.  Como  no  llevé 
diario,  no  veo  ahora  la  necesidad  de  reconstruirlo  con  los  apuntes  que  tomé  entonces.  ) 


Aunque  mi  permanencia  en  el  pueblo  del  Tandil  había  sido  de  muy  corta 
duración,  en  Mayo  de  1881,  no  por  ésto  dejaron  de  presentarse  oportunidades  para 
apreciar  lo  que  podría  hacer  allí  en  mejor  estación  y  disponiendo  de  mayor 
tiempo. 

Mas,  como  quiera  que  d  principio  económico  de  la  división  del  trabajo  no  es 
exclusivo  para  la  industria  y  el  comercio,  sino  que  tiene  una  brillante  aplicación 
en  la  ciencia  moderna  también,  se  me  ocurrió  que  los  resultados  serían  mas  com- 
pletos aprovechando  una  coincidencia  que  favorecía  aquella  aplicación.  El  Ingeniero 
Eduardo  Aguirre  debía  partir  al  Sur  para  emprender  los  estudios  relativos  á  los 
granitos  de  la  Sierra  del  Tandil,  no  siendo  improbable  que  le  acompañara  el  Dr. 
Spegazzini.  Siendo  esto  así,  y  dedicándose  aquel  á  los  minerales  y  éste  á  las  plantas, 
Enrique  Lynch  Arribálzaga  y  yo  nos  podríamos  dedicar  á  investigaciones  zoológicas, 
viajando  juntos  y  reuniendo  los  materiales  de  nuestras  respectivas  pesquizas. 

Pero  este  proyecto  fracasó:  el  Dr.  Spegazzini  marchó  con  el  Teniente  Boye  á  las 
comarcas  australes  del  continente,  Eduardo  Aguirre  tuvo  que  precipitar  su  viaje, 
realizándolo  en  momentos  inoportunos  para  mí,  y  Lynch  se  vio  detenido  por  otros 
asuntos. 

Debí,  pues,   prescindir  de  ellos. 

Entretanto,  era  necesario  no  emprender  el  viaje  sin  prepararse,  lo  que  me  reveló 
la  necesidad  de  prestar  mayor  atención  á  la  Faima  de  aquella  comarca,  descono- 
cida casi,  que  á  la  Flora,  pues  tenía  noticia  de  que  el  Dr.  Otto  Schnyder  había 
hecho  grandes  colecciones  de  plantas   en   los  cerrillos    inmediatos    al  pueblo.    Sin 


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embargo,  no  debía  descuidarla,  pues  el  citado  botánico  la  había  puesto  á  contri- 
bución en  época  distinta  á aquella  en  que  yo  la  iba  á obsenar. 

En  cuanto  á  lo  que  se  relacionaba  con  la  geología,  la  uniformidad  de  los  cerros 
no  daba  lugar,  á  mi  juicio,  á  nuevas  pesquizas. 

Por  otra  parle,  la  Sierra  en  cuestión  había  sido  estudiada  por  Helsser  y  Cla.r.\z, 
Eduardo  Aguirre  le  prestaba  atención  especial  y  el  Dr.  A.  Doering,  en  la  entrega  3' 
del  Informe  Oficial  de  la  Comisión  Científica  de  la  Expedición  al  Rio  Negreo,  se 
ocupaba  á  la  sazón  de  señalar  los  caracteres  de  dicha  Sierra. 

En  cuanto  á  climatología,  no  había  que  pensar  en  ello,  pues  el  Comandante  Spik.\, 
Redactor  entonces  déla  Z«  To^f/e/Pí/ei/o  (del  Tandil),  hacía  entonces  observaciones 
meteorológicas  para  enviarlas  á  Córdoba  al  Dr.  Gould  (quien  las  ha  publicado). 

Pero  había  un  nuevo  móvil  que  impulsaba  mi  actividad.  Poco  tiempo  des- 
pués de  estar  en  Buenos  Aires,  de  vuelta  de  mi  primer  viaje,  recibí  una  nota  (20 
de  Julio  de  1881 )  de  la  Comisión  del  Censo  de  la  Provincia,  por  la  cual  se  me  invi- 
taba á  trazar  las  reseñas  relativas  á  su  Fauna  y  á  su  Flora,  lo  cual,  por  cierto, 
no  era  una  tarea  que  podía  llevar  á  cabo  en  poco  tiempo  y  sin  conocer  mejor 
la  comarca  tandilense,  ya  que  numerosas  excursiones,  por  diversos  puntos  del  país, 
me  habían  permitido  adquirir  una  idea  general  del  resto  del  conjunto,  de  modo  que, 
por  las  razones  aducidas  en  página  anterior,  y  por  la  que  acabo  de  señalar,  mi  aten- 
ción preferente  debía  aplicarse  á  las  plantas  y  á  los  animales  '. 

Para  un  extranjero  que  viaja  por  aquellas  regiones  ó,  en  general,  por  la  República 
Argentina,  cada  paso  que  dá  le  ofrece  un  dato  para  su  cartera  y,  cuando  devuelta  á  su 
patria,  publica  el  diario  de  viaje,  todo  es  maravilloso. 

¿No  se  le  ocurrió  á  uno  estampar,  hace  ya  muchos  años,  que  las  señoritas  de  Buenos 
Aires  salían  ala  puerta  de  calle,  ala  tarde,  k  fumar  con  un  tubo  metálico  introducido 
en  un  recipiente  esférico?  (el  mate!) 

¿No  ha  dicho  otro  pestes  de  esta  tierra  (Frangís  Head),  declarando,  entre  otras  cosas, 
que  durante  sus  viajes  se  veía  obligado  á  dormir  con  una  pistola  á  un  lado  de  la  cabe- 
cera de  la  cama  y  una  botella  de  vino  al  otro,  como  si  en  nuestro  país  se  viajara  así? 

¿No  ha  tenido  uno,  que  no  nombro,  la  candidez  filológica  de  asombrarse  de  que  aquí 
se  escriba  ccfederah  con  /,  y  que  siempre  se  haga  uso  de  esta  letra  y  nó  deph  ? 

Bah !  Cierto  individuo  me  sostenía  una  vez,  á  toda  fuerza  de  argumento,  que  no 
debería  decirse  gaucho,  sino  gaucho,  porque  en  francés  se  escribía  gaouche. 

'  En  los  momentos  de  revisar  esta  página,  para  entregarla  á  la  imprenta,  se  distribuye  un  mag- 
nífico volumen  de  o4i  páginas  en  4°  m.  con  25  representaciones  gráficas  y  cuyo  titulo  es :  Censo  general 
de  la  Provincia  de  Buenos  Aires,  demográfico,  agrícola,  industrial,  comercial  etc.,  cerificado  el  9  de  Octubre 
de  ÍSSi  bajo  la  administración  del  Dr.  D.  Dardo  Rocha,  obra  llevada  á  cabo  en  22  meses.  En  ella  en- 
contrará el  lector  los  caracteres  generales  de  la  Provincia,  mientras  que  en  este  tomo  que  tiene  entre 
manos,  sólo  hallará  los  especiales  de  una  parte  muy  limitada. 


—   lo  — 

Nacido  en  esta  tierra,  acostumbrado  á  sus  progresos  y  descalabros,  observando  sin 
curiosidad  y  sin  asombro  la  homogeneidad  délas  costumbres  en  sus  pueblos  civilizados, 
que  visten,  hablan  y  piensan  á  la  Europea,  que  escriben  feo  con  /,  y  favo  conp,  como 
todos  los  españoles  del  mundo,  nada  he  hallado  en  las  costumbres  de  los  habitantes  del 
Tandil  que  pueda  interesar  la  atención  de  un  Argentino. 

En  cuanto  al  pueblo  mismo  y  sus  alrededores,  daré  mas  adelante  una  noticia  des- 
criptiva. 

En  obras  de  este  género  no  tiene  cabida  la  aventura  imaginaria  ó  dispuesta  para 
despertar  la  curiosidad  del  lector.  Mentir  por  amor  al  arte,  por  un  aplauso,  por  un  sen- 
timiento, no  es  un  glorioso  mentir  en  materia  científica. 

Así  pues,  el  dia2l  de  Enero  de  1882,  salí  de  Buenos  Aires  con  mi  familia,  sin  que 
ocurriera,  en  el  viaje  hasta  Ayacucho,  nada  digno  de  mención  en  este  lugar,  pero  hice 
algunas  observaciones,  sin  embargo,  que  se  consignarán  en  su  sitio  respectivo. 

El  lector  comprenderá  bien  y  lo  comprenderá  mejor  penetrándose  de  la  índole  de 
esta  obra,  que  no  iba  arrastrado  por  el  espíritu  de  aventuras,  máxime  sise  toma  en 
cuenta  que,  viajando  con  la  familia,  con  niños  chicos,  debía  alejar,  en  cuanto  fuera 
posible,  toda  causa  que  pudiese  alterar  en  lo  mínimo  su  bienestar  y  comodidad.  Por  otra 
parte,  un  viaje  al  Tandil  no  tiene  hoy  nada  de  particular — se  toma  un  tren — se  obser\'a 
á  uno  y  otro  lado  de  la  vía,  durante  la  marcha,  las  bandadas  de  aves  que  cruzan  en  di- 
ferentes direcciones,  —  procúrase  determinar  cada  una  de  las  especies  ó  se  contemplan 
con  placer  los  millares  de  Flamencos  ó  Cisnes  que  adornan  las  lagunas ;  — se  caza  algim 
animalillo  ó  se  recoje  alguna  planta  en  las  estaciones.  Cuando  se  llega  á  Ayacucho,  á 
las  cinco  de  la  tarde  ',  es  uno  perfectamente  recibido  por  el  hotelero  Yignolles,  á  quien 
ya  se  conoce  por  un  viaje  anterior,  y  al  dia  siguiente  se  toma  la  galera  ó  un  carruaje 
y,  en  segTiida,  desviándose  al  Sudoeste,  se  llega  al  Tandil,  después  de  5  horas  de  marcha, 
que,  en  el  caso  actual,  alcanzaron  á  9,  por  las  indispensables  paradas,  para  no  desper- 
diciar los  pequeños  habitantes  del  camino. 

Una  vista  habituada  á  las  distancias,  ya  distingue  en  el  horizonte,  con  tiempo  claro,  é 
inmediatamente  después  de  salir  del  pueblo  de  Ayacucho,  la  silhueta  azulada  que 
representa  los  cerros  de  Tandileufú,  silhueta  que  se  acentúa  mascada  vez,  á  medida  que 
se  aproxima  uno  á  ellos. 

El  terreno,  entre  tanto,  se  presenta  tan  llano  como  una  inmensa  sábana,  como  á  al- 
gunas leguas  al  Norte  de  Ayacucho,  donde  la  indefinible  soledad  de  la  Pampa,  apenas 
interrumpida  por  las  arboledas  solitarias  y  aisladas  de  las  estancias,  se  muestra  en  toda  la 

*  El  dia  19  de  Agosto  de  este  año  se  ha  inaugurado  la  via  férrea  al  Tandil. 


—  16  — 

grandeza  de  su  horizontalidad,  como  un  mar  en  calma,  que  se  hubiera  de  pronto  con- 
vertido en  tierra. 

Cuando  se  llega,  sin  cmbai'go,  á  la  derecha  de  los  cerros  de  Tandileufú ,  esto  es,  cuando 
siguiendo  el  camino  al  Tandil,  dejan  de  presentarse  enfrente  para  quedar  á  la  izquierda, 
nótase  que  el  plano  se  altera; — ciertas  Ciperáceas  esparcidas  entre  la  vegetación  de 
Stipase  aproximan  mas  en  ciertos  sitios,  y  aumentan  sus  especies ;  las  Gramíneas  mués- 
transe  mas  verdes  y  un  número  variable  de  lagunillas  indica  al  viajero  los  accidentes 
cada  vez  mas  acentuados  del  terreno. 

La  Sierra  Alia,  que  sigue  á  la  anterior,  de  la  cual  no  es  sino  la  prolongación  inme- 
diata, con  articulación  subterránea,  se  distingue  muy  bien  poco  después  de  haber  discer- 
nido en  el  horizonte  los  contornos  de  Tandileufú,  y  sus  eminencias  finales,  situadas  casi 
enfrente  de  las  ondulaciones  mas  acentuadas  que  se  encuentran  en  el  camino,  señalan 
el  principio  del  anfiteatro  que  la  Movediza  cierra  en  la  prolongación  de  aquel. 

A  cada  momento  se  distingue  un  nuevo  pico,  y  poco  después,  entre  el  recien  divi- 
sado y  el  que  se  avistó  antes,  se  percibe  otro  mas  lejano,  visión  que  adorna  poco  á  poco 
de  conos  toda  la  comarca. 

Imagínese  ahora  el  lector  esta  inmensa  llanura  pampeana  cubierta  de  Gramíneas, 
doradas  en  su  mayor  parte  por  haber  llegado  á  su  último  período  da  vida,  erizando  el 
suelo  con  sus  ríjidas  hojas  delgadas,  tapizándolo  así  como  con  un  oleaje  blanquecino 
y  fugaz  bajo  la  influencia  de  las  ráfagas  que  acarician  las  endebles  espigas  «  blan- 
queando)) bajóla  brisa;  salpíquelade  manchones  de  precioso  verde  alH  donde  la  hu- 
medad prolonga  cierta  vegetación  ó  multiplica  otra  incesantemente;  — levante  de  trecho 
en  trecho  loselegantes  matorrales  de  Pajacolorada\  y  tendrá  una  idea  general,  desper- 
tada por  estas  amplias  pinceladas,  de  la  comarca  que  cruza  mentalmente. 

Mas  no  se  ci'ea,  sin  embargo,  (jue  á  ésto  queda  reducido  el  tapiz  herbáceo  que  la  adorna. 

Numerosas  especies,  de  di\ersas  familias,  brindan  á  la  mirada  curiosa  sus  formas 
interesantes,  aisladas  ó  reunidas  en  sociedades,  como  los  inmensos  rebaños  que  allí 
convierten  en  carne  y  en  lana,  por  un  fenómeno  simplicísimo  de  la  química  animal, 
la  yerba  de  la  Pampa. 

La  Cepa-caballo  %  la  Manzanilla  %  las  Margaritas  escaríalas  \  la  Flor  morada  %  las 
Mostazas",  los  Vinagrillos '  y  numerosas  Verbenáceas  asoman  sus  flores  diversamente 
coloreadas,  matizando  así  la  uniformidad  cromática  del  fondo,  (jue  el  Cardo  asnal '  va 
á  reemplazar  en  breve  tiempo. 

Muy  lejos  me  llevaría  una  enumei'acion  prolija  de  las  especies  que  constituyen  este 
alfombrado,  del  cual  señalo  apenas  algunos  de  los  tipos  mas  i'esaltantes.  Básteme  decir 

'  Pa.tpnlinn  rir<ialiim,  var.  sec.  Speg.         '  Xanthium  spinosum.         '  Pyrethrnm  parthenium. 

*  Verbena  chamaedrifolia.  '^  Echium  plantayineum.      ''  Sinapis  niyra.  ' 

'  Oxalis.  «  Silybitm  Marianum. 


—  li  — 

que  las  faldas  de  los  montes,  vestidas  de  la  misma  manera,  han  poblado  la  región 
con  una  parte  de  sus  riciuezas  y  que  así  como  sus  rocas  desmenuzadas  |)or  la  acción 
de  los  siglos  formaron  el  fundamento,  el  suelo  de  la  Pampa,  extendiéndose  por 
todas  las  comarcas  inmediatas,  también  lo  adornaron  con  su  misma  vestidura,  como 
si  hubieran  querido  abrigar  con  su  í'opaje  de  esmeralda  los  cuarzos  y  feldespatos 
ya  pulverizados  que  compartieron  con  ellas  las  violentas  conmociones  que,  en  los 
sacudimientos  del  mundo  subterráneo  y  en  la  quebrazón  de  la  corteza,  dieron  forma 
á  las  montañas  y  mas  tarde  arenas  á  las  grandes  cuencas  primitivas. 

No  reina,  sin  embargo,  el  silencio,  en  esta  majestuosa  é  imponente  planicie.  Si 
exceptuamos  los  rebaños,  que  son  la  ri((ueza  de  sus  habitantes  racionales,  encon- 
tramos aquí  las  mismas  especies  de  aves  que  el  viajero  observa  en  muy  diversos 
puntos  de  la  Pampa,  y,  tanto  es  así,  que  si  la  falta  de  los  cerros  no  señalara  otra 
comarca,  diríase,  al  verlas  en  las  ondulaciones  de  Arrecifes,  que  revelaban  la  región 
del  Tandil. 

Entre  los  Rapaces,  distingüese  la  Lechuza  de  las  bizcacheras'  que  arroja  su  grito  de 
desafío  al  aproximarse  el  viajero;  clChimango%  que  parece  un  constituyente  infalta- 
ble  de  la  Pampa,  esparcido  en  todas  partes;  el  Halconcillo%  tan  escaso  aquí  como  el 
Carancho  \  Numerosas  bandadas  de  Gaviotas  ^  revolotean  en  las  inmediaciones  de 
las  lagunas  ó  se  posan  en  ellas  en  compañía  de  las  Bandurrias  negras  "  inseparables, 
mientras  que  los  Patos,  huyendo  con  el  pesado  cuerpo  de  una  persecución  probable, 
forman  en  el  aire  sus  características  líneas  quebradas,  buscando  alguna  ansa  poco 
frecnientada  del  Arroyo  Tandileufú  ó  alguna  lagunilla  soUlaria.  Los  Teruteros  '  se 
llaman  por  todas  partes  unos  á  otros  con  el  mismo  nombre  que  les  damos  y  las  Beca- 
cinas ',  Chorlos",  y  Batitús  '",  aislados  ó  reunidos,  se  alejan  con  vuelo  caprichoso, 
hacia  la  soledad  ([ue  los  libra  del  cazador  asesino, 

Af[uí  los  Teros  reales "  se  pasean  sobre  el  limo  con  sus  largas  zancas,  ó  lanzan  en 
el  aire  su  grito  cristalino,  mientras  que  las  candidas  Garcetas ''  destacan  su  purísimo 
ropageen  la  orilla  del  arroyo,  ó  se  aproximan  al  reposado  Baguarí  '^  que  busca  entre 
las  yerl)as  los  numerosos  animalejos  que  su  robusto  organismo  exige  como  alimento. 

En  las  inmediacii^nes  de  las  estancias,  ó  mas  bien  de  las  plantaciones  de  álamos  y  sau- 
ces que  rodean  las  casas,  una  fauna  ornitológica  particular  deslaca  sus  formas  ó  sus 
voces.  Diríase  que  estas  aves,  compañeras  del  hombre,  se  abrigan  bajo  su  mismo  techo, 
ó  que  buscan  en  su  proximidad  la  j)roleccion  que  les  niega  la  planicie  sin  árboles  pro- 

*  Speotyto  cunicularia.       '  Mihago  chimango.  "   Tinnunculus  cinnamominus. 

*  Polijborus  tharus.  '^  Larns  sp.  ^  Ibis  ó  Falcinellus  chalcopterus. 

'   Vanellus  cnjennensis,        *  Rhynchaea.  '  Thinocorus  rumicivorus  et  Eudromias  modesta. 

'°  Actilurus  longicauda.     ''  Himaníopus  niiji-icollis.      '-  Anlea  egretta. 
"   Ciconia  Magnari. 

Inip.  I,   6,   18S3  3 


4 


—  18  — 

pios.  El  Hornero  ',  el  Venteveo  %  la  Tijereta  \  alegran  con  sus  gritos  la  campestre 
morada,  donde  los  Jilgueros  amarillo 'y  de  cabeza  negra  %  el  Chingólo',  la  Ratona' 
y  la  Torcacita'  entonan  sus  diversos  cantos,  como  elementos  del  concierto,  mientras 
que  las  Golondrinas,  tendiendo  por  todas  partes  sus  delicadas  alas,  recorren  el  aire 
poblado  de  insectos,  trazando  en  ól  sus  líneas  fugaces. 

Pero  la  mirada  no  queda  satisfecha  con  estas  inicágenes  que  el  vulgo  todo  alcanza. 
Menester  es  penetrar  algo  mas  profundamente  en  los  secretos  de  la  vida  que  se 
agita  en  esta  comarca  y  examinar,  siquiera  sea  á  vuelo  de  la  Golondrina,  los  pe- 
queños seres  que  codicia  el  entomólogo. 

Pocos  son,  sin  embargo,  los  insectos  coleccionados  en  la  cruzada  de  Ayacucho  á 
Tandil.  Los  Asílidos,  escasos  en  especies,  abundan  como  individuos  de  una  sola,  el 
AUopogon  villafus,  en  las  Gramíneas  del  genero  Stipa  que  allí  predominan.  Los 
Tábanos,  particularmente  al  acercarse  á  los  cerros,  muestran  con  demasiada  fre- 
cuencia su  forma  grotesca  y  obtusa,  en  tanto  que  algún  Sirfo  se  cierne  sobre  la  Ver- 
bena morada  ó  la  Viznaga.  Los  Himenój)teros  se  revelan  por  alguna  Pepsis  que 
ostenta  sobre  su  cuerpo  azul  las  alas  rojizas,  produciendo  al  agitarlas  un  susurro 
temido  por  el  AUopogon,  al  cual  ataca.  En  el  camino  desnudo  ni  un  solo  Pompilus 
muestra  su  elegante  talle,  abundando  en  cambio,  de  un  modo  relativo,  los  miembros 
del  género  Priononyx.  Ni  una  Abeja  alegra  con  su  vuelo  el  oido  habituado  al  canto 
de  sus  alas;  —  pero  las  Hormigas  de  diversas  especies  se  muestran  por  todas  partes, 
excluyendo,  en  cierto  modo,  las  interesantes  Mutilas.  De  cuando  en  cuando  un  Se- 
lenóforo  cruza  de  una  k  otra  mata  y  los  Lamelicornios,  tan  escasos  como  las  otras 
familias,  sólo  se  representan  por  un  Dyloboderus  abderus  ó  a\gim  Coprobio,  predo- 
minando por  su  considerable  número  de  individuos,  para  no  citar  mas  Coleópteros, 
](iCicÍ7idelaapiata,  en  las  orillas  del  arroyo  Tandileufú,  donde  también  abundan  los 
Libelúlidos.  Las  Langostas  de  los  géneros  Truxalis  y  Acrídium  no  escasean,  ni  fallan 
las  singulares  Proscopias,  en  compañía  de  algún  Mántido.  A  veces  una  Piralidina  se 
levanta  de  un  matorral,  ó  surcan  el  aire,  con  sns  alas  de  brillante  colorido,  la  Colias 
Lesbia  ó  el  Danaus  Archippus. 

Entre  los  Arácnidos,  ocupan  las  diversas  Tarántulas  el  primer  lugar  por  su  abun- 
dancia, mientras  que  una  Epeira  delgada  tiende,  en  algún  tallo  seco  de  cardo,  su 
delicadisima  red.  Tal  vez  algún  pequeño  Filodrómido  recorre  con  viveza  el  suelo  des- 
nudo, mas  de  ninguna  manera  se  distingue  como  colonizador  prolífero  en  la  comarca. 

Pero  ya  declinad  dia.  Los  picos  del  anfiteatro  se  destacan  con  claridad  y  la  Mo- 
vediza parece  in\ilar  al  viajero  á  apresurar  la  marcha  (juc  ha  de  aproximarle  á  ella. 

1<  iiniiiriiis  riifuíi.  -  SínirophíKiiia  ^iilphnralus.  ^    Turainiiis  n'oicntus. 

*  Sycatis  linisilicnsis.  ■   Chnjsoniiln's  lidiiíata.  "  Zonoirichia  pileata. 

'   TríHiludijli's  /(//Ti/.s-.  "  Cdiuiiiliiilii  ¡licni. 


—  19  — 

En  una  vuelta  del  camino  se  présenla  de  pronto  una  triste  mansión  :  la  de  los 
muertos ;  primer  vestigio  de  la  vida  social  en  un  pueblo  llamado  á  ser  el  punto  de 
reunión  de  todos  los  habilantes  de  la  Provincia  de  Buenos  Aires,  cuando  el  cansancio 
de  las  tareas  del  año  los  impulse  á  variar  por  algún  tiempo  sus  horizontes  en  la 
contemplación  de  un  suelo  quebrado.  —  Singular  elección.  No  hay  en  todo  el  Tandil 
una  loma  más  pintoresca  que  la  que  ocupa  el  Cementerio.  Desde  allí  se  dominan 
más  de  200  grados  de  horizonte  abierto  y  su  distancia  del  pueblo  lo  libra  de  los  vapo- 
res que  se  extienden  como  niebla  sobre  toda  acumulación  numerosa  de  habitaciones 
humanas.  Una  brisa  incansable  reina  sobre  su  dorso  suavemente  arqueado  y  el  suelo, 
rico  en  tosca  á  cierta  profundidad,  ofrece  una  base  inmóvil  para  disponer  cualquier 
género  de  construcciones. 

Las  dos  torres  de  la  Iglesia  se  descalan  ya  entre  las  alamedas  (juc  rodean  el  pueblo 
y  las  casas,  en  gran  parte  sin  rebo([ue  ni  blancjueo  \  muchas  de  ellas  con  techo  de  zinc, 
contrastan  agradablemente  con  el  ^•erde  de  los  sauces  ó  de  los  álamos — y  los  caminos, 
totalmente  bordados  de  Flor  Amarilla  -  con  grandes  flores,  y  de  Fio  de  Mosquito  \  vin- 
culan, como  término  medio,  por  su  color  simbólico,  la  impresión  (|ue  pueda  haber 
causado  el  Cementerio  con  las  gratas  emociones  que  naturalmente  surgen  al  visitar  un 
pueblo  distante,  en  el  que  habitan  hermanos. 

He  dicho  anteriormente  que  la  vida  de  este  trabajo  se  halla  limitada  por  la  publica- 
ción de  obras  ulteriores.  Esto  mismo,  y  la  circunstancia  de  no  ser  una  guía  para  el 
viajero,  me  permite  no  entrar  en  enumeraciones  prolijas  respecto  de  las  condiciones 
del  pueblo  del  Tandil,  que,  por  otra  parte,  acaba  de  ser  historiado  por  el  comandante 
Spika,  Viedaclor  de  La  Voz  del  pueblo,  periódico  de  la  localidad,  en  un  folleto  tilulado 
El  Tandil,  publicación  breve  y  ulilísima  para  lodo  aquel  que  desee  conocer  el  incre- 
mento sorprendente  de  este  pueblo,  ó  que  quiera  adquirir  dalos  respecto  de  él,  si 
emprende  un  viaje  hasta  allí. 

Anles  de  penetrar,  pues,  en  el  estudio  sistemático  délas  colecciones  obtenidas  en 
sus  alreíledores,  debo  consignar  aquí  una  expresión  particular  de  gracias  á  mi  hermano 
político  el  Dr.  Eduardo  Fidanza,  por  la  ayuda  que  me  ha  prestado  en  mis  tareas,  no 
sólo  acompañándome  en  muchas  excursiones,  sino  también  señalándome  los  puntos 
que,  á  su  juicio,  y  ahoi'a  al  mío,  presentaban  mayor  interés,  proporcionándome  dalos 
que  he  aprovechado  en  mis  correrías  ó  facilitándome  ciertos  elementos  para  realizar 
algunas  de  ellas. 


'  Esto  era  á  principios  de  1882.  El  nuevo  Juez  de  Paz,  Dr.   Eduardo  Fidanza,   ha  transformado  el 
pueblo,  en  nombre  de  la  estética  y  de  la  higiene,  y  en  su  doble  carácter  de  médico  y  magistrado. 
*  Ximenesia  microptera.  '  Roubicca  pinmttifida. 


—  20  — 

Colección  de  animales. — Los  materiales  zoológicos  que  he  reunido  durante  este 
segundo  viaje  pueden  adscribirse,  casi  en  su  totalidad,  á  dos  grupos  de  inverte- 
brados: Insectos  y  Arácnidos,  mientras  rpie  los  otros,  escasamente  representados, 
apenas  merecen  recordai'se. 

Y  creo  que  he  procedido  bien  dedicando  mi  atención  preferente  á  a(|uellas  dos 
clases,  porque,  si  bien  es  cierto  que  las  facilidades  son  mayores  para  coleccionar 
animales  pequeños.  \)vr  lo  mismo  que  pued'e  reunirse  un  número  considerable  de 
ellos  en  un  volumen  exiguo  y  que  su  preparación  es  en  extremo  ráj)ida,  no 
sucediendo  lo  mismo  con  las  aves,  por  ejemplo,  que  reclaman  cuidados  largos  y 
especiales,  no  es  menos  cierto  que  los  coleccionistas  A"enidos  de  lejos  prefieren  por 
lo  común  dedicar  su  actividad  á  seres  de  mas  Inillo  y  que,  sin  tenor  mayor  im- 
portancia, son  de  mas  lucimiento. 

Por  otra  parte,  los  atractivos  orgánicos  de  aquella  comarca  no  son  ni  remota- 
mente comparables  con  los  de  otras  regiones  menos  distantes  de  la  Capital,  como 
seria,  entre  otras,  el  Delta  paranense  y  particularmente  Las  Conchas,  donde  hace  unos 
tres  años  cacé  (verdad  es  que  la  estación  era  muy  favorable)  1000  insectos  en 
cuatro  dias,  sorprendido  de  (pie  Manuel  Oliveir.a.  César  hubiera  obtenido  800, 
poco  antes,  en  el  mismo  tiempo.  Y  no  se  crea  que  para  completar  esos  nú- 
meros se  habla  cubierto  con  la  red  una  manga  de  langostas  ó  de  alguaciles,  nó, 
porque  había  alrededor  de  200  especies  representadas  en  cada  colección. 

Pero  esto  no  es  maravilloso.  Si  el  viajero  aplicado  desea  confirmar  la  existencia  de 
esta  multiplicidad  de  formas,  de  la  citada  porción  del  Delta,  observe  solamente  los  ran- 
chos de  barro  que  construyen  los  isleños,  y  se  convencerá  bien  pronto  de  (jue  no  es 
difícil  hacer  una  rica  cosecha  de  animales,  que  se  hallan  escasamente  en  otras 
partes.  Asi  verá  en  algunos  cómo  pululan  las  Abejas,  agujereando  las  blandas 
paredes,  para  hacer  su  nido  ó  aprovechando  los  tubos  antiguos.  Las  especies  de 
Centris  que  allí  excavan  su  galería,  parecen  á  veces  moscas  por  su  cantidad;  las 
Megachile,  yendo  y  viniendo  con  su  carga  de  polen,  los  Coelioxi/s,  las  Xylocopa 
brasilianorum  y  Augusta,  y  losotros  Antofórides  hundiéndose  en  las  flores;  las  nume- 
rosas Avispas  solitarias  ó  sociales  volando  por  todas  partes;  \asAgenia  y  Prionocnemus 
posados  en  las  Viznagas,  los  Tripoxylon  variados  construyendo  sus  nidos  de  barro, 
los  Oxybelus  y  otros  Crabronidos  revoloteando  cerca  del  suelo — sin  contar  los  innu- 
merables Icneumónidos  que  en  todas  partes  se  encuentran,  en  compañía  de  los  Calcí- 
dites.  Y  esto,  citando  sólo  Himenópteros,  que  si  recordara  entre  las  Mariposas  la  Dido- 
nisbiblis,  la  CalUcore  Condrena,  las  Papilio  Perrhoebus  y  Thoas,  sería  no  acabar,  ni 
temprano,  ni  nunca,  ni  mucho  menos  si  todavía  les  agregara  los  innumerables  Co- 
leópteros, particularmenle  fitófagos,  como  las  Galerucas,  Hálticas  etc.,  —  mientras  que 
los  Dípteros,  tan  hermosos  como  variados,  aumentarían  la  dificultad. 

He  permanecidn  en  el  Tandil  algo  mas  de  un  nu's,  coleccionaiuh»  casi  todos  los 


—  21  — 

.  dias,  y  apenas  si  el  número  de  ejemplares  alcanza  á  800,  mientras  que  las  especies 
no -llegan  á  300  '. 

Acostumbrado  á  este  género  de  caza,  extrafiaba,  al  consignar  los  nombres  pro- 
visorios en  la  cartera,  cuan  lentamente  aumentaba  ese  número  de  especies,  vién- 
dome asi  obligado  á  buscar  la  razón  de  ésto  bien  fuera  en  la  pobreza  zoológica 
de  la  comarca,  bien  en  una  modificación  probable  de  la  facilidad  para  encontrar 
insectos. 

Coloqué  frente  á  frente  los  resultados  obtenidos  por  el  Dr.  Adolfo  Doering, 
llalli!  cazador,  y  los  mios,  y  comprendi  por  ello  que,  si  bien  el  distingiudo  na- 
turalista había  recorrido  una  región  mucho  mas  vasta,  lo  que  era  una  Aventaja, 
á  galope  casi  y  en  los  peores  meses  del  año,  lo  que  no  lo  era,  en  cambio  yo 
había  cazado  con  toda  comodidad,  eligiendo  los  sitios,  durante  varias  horas  y 
permaneciendo  mas  de  un  mes  en  los  mismos  lugares. 

Pero  ¿probaba  ésto  que  las  regiones  visitadas  por  el  Dr.  Doering  fueran  mas 
ricas  que  el  Tandil?  De  ninguna  manera;  porque  si  bien  tal  ó  cual  dia.  en  esta 
ó  aquella  comarca,  cazaba  él  40  ó  oO  especies,  no  puede  excluirse  la  suposición 
de  que  al  dia  siguiente  hubiera  hallado  las  mismas,  si  hubiese  permanecido  en 
ella,  tal  cual  me  ha  sucedido  en  las  orillas  del  Arroyo  Tandil,  por  ejemplo, 
del  laclo  X.  E.  del  pueblo,  donde  la  primera  vez  obtuve  cierto  número  de  especies, 
(jue  apenas  se  modificó  en  las  siguientes,  mientras  que  un  cambio  cualquiera  en 
la  elección  de  sitio  me  proporcionaba  siempre  uno  mucho  mayor,  pudiendo  ase- 
gurar ahora  que  el  punto  mas  rico  es  la  falda  del  Cerro  Claraz,  lo  que  también 
concuerda  con  los  caracteres  de  su  Flora,  mas  lozana  y  \"aria(.la  que  en  los  otros 
puntos  que  he  visitado. 

El  lector  observará  notables  diferencias  en  las  proporciones  numéricas  que  los 
diversos  órdenes  guardan  entre  si,  mas  ésto  no  debe  inducirle  á  pensar  que  he 
dado  preferencia  cá  tal  ó  cual  de  ellos,  porque  he  cazado  bajo  la  impresión  racio- 
nal que  me  había  impuesto  de  dedicar  á  todos  la  misma  atención  ;  y  si  alguna 
vez  me  he  detenido  mas  de  una  hora  por  conseguir  una  Megac/üle  ó  los  represen- 
tantes de  algún  otro  género  que  no  había  obtenido  de  allí,  he  quedado  en  cambio 
muchas  en  sitios  donde  no  podía  hallar  Abejas  pero  que,  en  vez  de  ellas,  me 
ofrecían  Coleópteros,  Ortópteros  y  Hemípteros.  Confieso,  sin  embargo,  que  cada 
nuevo  Apido  me  proporcionaba  mas  placer  que  diez  especies  de  los  otros  órdenes, 
y  no  era  tanto  por  una  predilección  marcada  por  las  Abejas,  sino  porque  así 
podía  llenar  este  claro  tan  sentido  en  la  Fauna  entomológica  de  la  región  austral 
de  Buenos  Aires,  donde  el  Dr.  Doering,  por  haberla  cruzado  en  los  meses  friosdel 
año,   no   había  hallado  una  sola,   él  que  no  tiene  rival  en  ki  Re[nibliea  para  esta 

'  Xo  debe  olvidar  el  lector  que  se  trata  del  segundo  viaje 


22  

familia  y  cuya  habilidad  y  diligencia  lie  tenido  oportunidad  de  reconocer  en  la 
rica  colección  de  Abejas  de  Alemania,  ([ue  generosamente  puso  en  mis  manos 
en    1879. 

Pero  ésto  no  era  suficiente.  No  podía  explicarme  esta  escasez  de  Abejas  en  el 
Sur,  porque  el  clima  no  es  desfavorable  para  ellas,  ni  puedo  decir  de  esta  comarca 
como  el  Dr.  Burmeister  de  Mendoza,  en  su  fícise  durch  die  La  Plata  Síaaten  ceno 
es  extraño  que  escaseen  las  Abejas,  porque  esta  región  es  pobre  de  flores  (Blu- 
menarm)-».  —  El  Dr.  Lorentz  había  visitado  la  Sierra  de  la  Ventana  en  los  meses 
floridos  del  año  de  1881  y  entre  varios  insectos  que  me  entregó  á  su  vuelta, 
|)ara  publicar  en  su  Informe  Suplementario  del  de  la  Expedición  al  Rio  Negro, 
no  había  mas  Abeja  (pie  una  Xijlocopa. 

En  Mayo  del  mismo  año  81 ,  cuando  mi  primera  visita  al  Tandil,  no  vi  otra  que  el 
Bombusthoracicvs,  en  corlo  número  de  ejemplares,  por  la  estación  avanzada,  pero  que 
ahora  he  hallado  por  miles,  ocupados  en  las  flores  de  la  abundantísima  Ximenesia 
microptera. 

En  un  paseo  que  hice  á  Patagones  y  á  Bahía  Blanca,  en  1 872,  había  visto  numerosas 
Abejas,  entre  otras  las  rutilantes  Augocloras,  y  era  natural  suponer  ahora  que  el 
Tandil,  en  mejores  condiciones,  casi  á  6  grados  mas  al  Norte  del  primer  punto,  no 
careciese  de  ellas,  lo  que  puede  demostrarse  hoy  con  las  que  he  cazado,  las  cuales, 
por  otra  parle  y  no  obstante  haber  traído  todas  las  especies  que  he  visto,  anuncian, 
por  la  naturaleza  misma  de  los  géneros,  que  no  son  sino  una  porción  limitada  de  lo 
que  debe  existir  allí  realmente,  como  lo  demostrarán  los  coleccionistas  que  visiten  más 
tarde  esa  parte  de  la  Provincia  y  como  tengo  motivo  |)ara  suponerlo,  ya  que  sólo  he 
he  recorrido  una  área  muy  limitada  '. 

Ocupado  parcialmente  este  claro  sensible,  paréceme  innecesario  decir  aquí  nada 
respecto  de  los  otros  órdenes  de  Insectos,  porque  mis  notas,  al  tratar  de  cada  uno  de 
ellos,  ó  de  las  especies  en  particular,  serán  suficientes  para  dar  al  lector  una  idea  tan 
clara  como  me  sea  posible  formularla. 

Pero  no  los  abandonaré  sin  recordaí*  que,  durante  el  tiempo  que  permanecí  en  el 
Tandil,  no  presencié  una  sola  lluvia  de  Insectos,  lluvia  que  se  había  repelido  3ó4 
veces  en  los  dias  ([ue  precedieron  á  mi  llegada,  lo  que  lamento,  porque  siempre 
proporcionan  un  crecido  número  de  especies. 

Los  Arácnidos,  necesariamente,  han  debido  ocupar  mi  atención  de  un  modo  espe- 
cial, lo  que  no  tiene  nada  de  extraño  ;  y  aún  creo,  en  presencia  de  los  resultados,  que 
aún  (|ueda  mucho  por  hacer  á  este  respecto.  Sólo  recordaré  aíjuí  tíos  notas  de  signi- 
ficación particular.  Cuando  salí  para  el  Tandil  se  estaba  imprimiendo  un  artículo 

'  Es!a  sospecha  se  ha  confirmado  en  1883,  como  podrá  verlo  el  lector,  (|ue  se  interese  en  ello,  al 
compaiar  el  iiúinero  de  Himcnópteros  obtenidos  recien  en  mi  último  viaje. 


niio  en  el  Boletín  de  la  Academia  Nacional  de  Ciencias  de  Córdoba,  á  propósito  de  un 
género  de  Norte  América,  Kaíad¡/sas  y  de  una  Araña  del  Tandil,  Mecícobothrium  Tho-' 
relia,  í[uizá  la  más  notable  que  he  hallado  hasta  ahora  y  de  la  cual  sólo  poseía  el  ejem- 
plar á  que  he  aludido  en  las  lincas  que  consagro  al  primer  viaje. 

Impreso  aquel  artículo,  encuentro  varias  hembras  en  el  Cerro  de  la  Movediza,  adqui- 
sición que  me  permite  completar  y  perfeccionar  mi  trabajo,  aumentando,  por  varias 
circunstancias,  el  singular  mérito  del  extraño  género. 

La  otra  se  refiere  á  la  captura  del  macho  de  la  Argiope  argéntala,  desconocido 
hasta  ahora,  y  (pie,  por  una  singular  coincidencia,  ha  sido  obtenido  el  mismo  día  en 
Chacabuco,  por  Félix  Lynch  Arribálzaga. 

En  la  parte  de  esta  obra  dedicada  á  los  Arcácnidos,  el  lector  hallará  todos  los  datos 
que á  ellos  se  refieren. 

Poco  puedo  decir  de  los  otros  grupos  de  Invertebrados,  como  se  verá  luego. 

En  cuanto  á  los  vertebrados  mismos,  sólo  daré  algunas  noticias  muy  limitadas. 

Muy  pocos  son  los  Mamíferos  observados  durante  el  viaje  y  como  mi  intención  no 
es  hacer  una  reseña  de  la  Fauna  del  Tandil,  sino  una  publicación  de  todo  lo  que  he 
observado  ó  cazado,  me  será  permitido  remilii-  al  lector  á  la  magistral  disertación  del 
Dr.  Adolfo  Doering,  en  la  Entrega  zoológica  (primera)  del  Informe  Oficial  antes  citado, 
donde,  dicho  autor  ha  reunido  numerosos  materiales,  aplicables  en  gran  partéala 
Fauna  del  Tandil,  que,  si  carece  de  muchas  de  las  especies  mencionadas  en  ese  trabajo, 
tiene,  en  cambio,  hablando  en  general,  algunas  que  no  se  han  recordado  en  él. 

Lo  mismo  dii-é  de  las  Aves,  agregando  muy  pocos  números  á  los  que  él  señala. 

Los  Reptiles  y  Batracios  ofrecerán  todavía  algunas  novedades  á  los  futuros  colec- 
cionistas de  la  comarca. 

Délos  Peces  no  he  obtenido  sino  un  Bagre  muy  joven  y  muchos  ejemplares  de  una 
especie  de  i*oec/k,  pecesillo  ovovivíparo,  sobre  el  cual  ha  escrito  el  Dr.  Weyenbergh 
en  el  Periódico  Zoológico.  Fidanza  me  asegura  que  hay  también  Dentudos  y  Anguilas. 

Vegetales.  La  Flora  Tandilense  no  me  ofreció  todas  sus  riquezas.  Muchas  de  las 
plantas  habían  fiorecido  ya,  y  las  Gramíneas,  particularmente,  que  deseaba  coleccionar 
de  un  modo  especial,  porque  el  Dr.  Carlos  Spegazzini  había  empezado  á  reunir  y 
estudiar  las  especies  Argentinas,  y  me  complacía  en  ayudarle  en  la  tarea,  sitiuiera 
fuese  coleccionando  una  parte  del  material,  sólo  me  dejaron  ver,  en  el  mayor  número 
de  casos,  sus  glumas  óglumelas  desprovistas  délos  preciosos  aparatos  que  ellas  rcs- 
guai-dan.  Entre  otras  recuerdo  una  muy  abundante  en  el  Cerro  Claraz  y  cuyos 
vastagos  sobresalían  de  un  modo  muy  marcado. 

Que  el  manto  Ncgetal  de  la  Pampa  haya  vestido  á  las  Sierras  ó  que  el  de  éstas 
haya  adornado  á  la  Pan)pa,  lo  que  es  mas  probal)le,  el  hecho  es  que  se  siente 
la  formación  fitogeográfica  pampeana  aún  en  la  cima  de  los  mismos  montes. 


—  24  — 

Sin  embargo,  recordaré  aquí  como  un  dato,  aunque  de  poca  importancia,  por 
lo  mismo  que  mis  obsei'vaciones  abrazan  un  campo  lan  limitado,  que  en  la  cima 
del  Cerro  Claraz  Míe  hallado  una  especie  de  Llantén  (Phmtago)  muy  semejante 
al  Plantago  Bismarckii  Nidln.,  pero  con  hojas  no  sericeas,  aunque  casi  tan  estre- 
chas como  en  esta  especie  y  dispuestas  en  forma  de  penachos  ó  plumeros,  originados 
en  la  porción  extrema  de  las  ramificaciones  y  que  esta  planta,  sin  comunicar 
una  fisonomía  especial  al  sitio  en  que  se  encuentra,  no  deja  sin  embargo  de  llamar 
la  atención.  ■ 

Lo  mismo  diré  de  las  Cactáceas  que,  en  forma  de  pequeñas  eminencias  espinosas,  se 
distinguen  apenas  de  los  peñascos  mas  ó  menos  fi'aclurados,  entre  cuyas  hendiduras 
arraigan  y  florecen. 

No  se  crea,  por  ello,  (jue  fallan  en  los  Cerros  del  Tandil  elementes  vegetales  parala 
creación  de  subdivisiones  fitogeográficas,  porque  las  hermosas  Escrofularíneas,  las 
Loasáceas,  las  Mimosas  espinudas  y  rastreras  y  algunas  otras  especies,  sólo  han  sido 
halladas  en  los  Cerros  mismos  y  nó  en  la  Pampa  circumyacente. 

Más  de  200  especies  figuran  en  el  herbario  (|ue  de  allí  he  traído,  pero  es  incues- 
tionable que  esla  contribución  será  aumentada  con  las  adquisiciones  hechas  en  ^ia- 
jes  anteriores,  por  mis  amigos  los  profesores  Otto  Schnyder  y  Eduardo  Aguirre,  pero 
cuyos  resultados  no  han  aparecido  aún. 

Entre  los  elementos  de  la  Flora  del  Tandil  figuran  dos  especies  que  han  lla- 
mado mi  atención  de  un  modo  particular.  Una  de  ellas  es  un  Cardo  ^  que  recien 
hace  cuatro  ó  cinco  años  ha  empezado  á  extenderse  por  la  Provincia,  viniendo, 
según  parece,  de  las  regiones  occidentales  y  que,  por  la  rapidez  de  su  dispersión, 
por  sus  caracteres,  por  su  fuerza  de  desenvolvimiento  y  las  condiciones  de  su  or- 
ganización, amenaza  ocupar  en  nuestros  campos  el  lugar  del  Cardo  de  Castilla 'al 
cual  se  asemeja  mas,  y  el  del  Cardo  Asnal  '  que  predomina  en  aquella  región. 
Hace  unos  cuatro  años  lo  observé  por  vez  j)rimera  á  unas  dos  leguas  al  Norte  de 
Navarro,  y  algunos  habitantes  de  la  comarca,  á  los  cuales  indique  mi  sorpresa 
por  haber  encontrado  un  Cardo  que  nunca  había  visto,  me  dijeron  que  el  nn'smo 
efecto  les  había  producido,  por  no  haberlo  observado  antes  allí.  Poco  tiempo 
después,  estando  con  Moreno  en  el  Museo  Antropológico,  nos  manifestó  el  Sr.  D. 
Pedro  Pico,  que  se  hallaba  presente,  la  misma  sorpresa,  diciéndonos  que  él,  que 
tantas  veces  había  recorrido  la  Provincia  en  dislinlas  direcciones,  nunca  había 
visto  cierto  Cardo,  que  recientemente  observara  por  el  lado  del  Oeste,  coincidiendo 

'  Nombre  que  he  dado  á  uno  de  los  picos  del  anfiteatro. 

'  Según  el    Dr.    IIiEnoNYMUs,  es  el  Plantago  Bismarckii  Nidln. 

'  Cirsium  lanc.eolatum,  L. — Sec.  Speg. 

'  Cynnra  Canliinculns.  ' 

'  Silybum    Marianum. 


—  25  — 

la  descripción  que  de  él  nos  hizo  con  la  especie  á  que  aludo.  Ullimamente  lo  he 
hallado  en  grupos  bastantes  extensos  cerca  del  Tandil,  y  en  diversos  puntos  de  la 
comarca  comprendida  entre  este  pueblo  y  Buenos  Aires,  encontrándose  ya  dentro 
del  recinto  de  esta  Capital. 

Ni  Grisebach  en  sus  Plantee  Lorcntziance  ó  Symholm,  ni  Lorentz  en  su  Flora  de 
Entre-IUos  ó  de  la  Expedición  del  General  Roca  al  Rio  ISegro,  ni  Echegaray  en 
su  Florula  de  San  Juan,  ni  Hieronymus  en  sus  diversos  trabajos,  ni  Berg  en  sus 
Plantas  exóticas,  han  señalado  hasta  ahora  la  presencia  de  este  vegetal  en  la 
República  Argentina. 

¿De  dónde  viene?  ¿Es  una  planta  híbrida?  ¿Es  un  producto  espantáneo  de 
nuestros  campos?  Neguemos  lo  primero  porque  la  planta  no  repite  los  caracteres 
de  sus  progenitores  probables  y  lo  segundo  por  absurdo  \ 

Su  tallo  muy  ramificado  produce  un  número  de  flores  indefinidamente  mayor 
que  el  de  los  otros  Gardos,  y  como,  por  lo  mismo,  el  número  de  semillas  es 
inmenso,  su  propagación  está  mas  asegurada  que  la  de  aquellos.  Sus  hojas  de 
color  verde  oscuro,  cubiertas  de  lijero  algodón  blanquecino,  especialmente  por 
debajo,  y  de  abundantes  espinas  en  extremo  agudas,  tienen  que  impedir  necesaria- 
mente el  que  los  animales  lo  coman.  Y  asi  debe  ser,  porque  jamás  he  visto  un  solo 
ejemplar  atacado  por  ellos. 

Dadas  las  condiciones  ó  caracteres  de  este  Gardo,  su  multiplicación  asombrosa, 
los  medios  de  propagación  que  hay  para  él  en  nuestro  suelo,  el  hecho  de  excluir 
de  su  pié  toda  otra  vegetación,  la  lucha  establecida  entre  él  y  los  otros  Gardos, 
que  constituyen,  durante  una  parte  del  año,  el  alimento  único  de  nuestros  ganados, 
me  creo  autorizado  para  llamar  seriamente  la  atención  de  los  Gobiernos  sobre 
esta  planta,  ligada  con  la  prosperidad  de  la  Nación. 

Hé  aquí  un  brillante  estudio  para  un  Darwinista. 

Escritas  ya  las  lineas  precedentes,  cuyo  contenido  di  á  conocer  á  Francisco  P. 
Moreno,  éste,  pocos  dias  después,  vino  á  verme,  diciéndome  que  se  había  preocu- 
pado de  la  cuestión,  porque  realmente  era  de  importancia  vital  para  el  país,  y  que, 
consultando  á  un  rico  hacendado  de  la  Provincia,  le  había  oido  decir  que  los 
animales  lo  comían,  y  que,  según  eso,  mis  temores  eran  infundados.  Que  podía 
muy  bien  suceder  que  fuese  una  planta  introducida  con  los  carneros  Lincoln, 
traidos  no  hacía  mucho  al  país,  habiéndoseles  llevado  por  el  lado  de  Navarro. 
Esta  coincidencia   llamó  mi  atención  y  echando  mano  de  las  Floras  de  Escocia 

*  Estas  preguntas  no  eran  mias.  No  sé  como  se  llama  en  retórica  la  figura  que  corresponde  á  esta 
manera  de  expresarlas  ideas  agenas.  Plasta  cierto  punto  es  un  plagio  de  algo  que  nadie  tendrá  deseo  de 
reclamar  como  propio.  Por  mi  parte,  aunque  ya  sé  tanto  como  muchos  lo  que  es  especie,  jamás  dejé 
de  reconocer  una  en  el  Cardo  Negro.  Los  párrafos  que  á  él  se  refieren  fueron  publicados  en  mi  dis- 
curso sobre   Carlos  Roberto  Darwin,  por  lo  cual    los  dejo  intactos. 

Imp.  X,  20,  1883  ■  4 


—  26  — 

y  de  Inglaterra,  parecióme  encontrar  en  la  planta   (de  memoria)  caracteres  de  se- 
mejanza con  el  Cardus  acanthoides  de  Lineo. 

Gomuni(jué  pocos  dias  después  estos  datos  al  Sr.  Pico  y  me  sostuvo  que 
Moreno  había  sido  mal  informado,  que  las  haciendas  no  comian  el  Cardo  y  que 
mi  observación  era  exacta,  asegurándome  que  uno  de  los  principales  hacendados 
del  país  había  dado  orden,  en  su  estancia,  de  que  todo  ejemplar  que  apareciera 
fuese  extirpado. 

Al  nombre  de  Cardo  Negro  que,  según  las  noticias  de  Moreno,  le  daban  en  el  campo, 
el  Sr.  Pico  agregó  el  de  Cardo  del  diablo,  con  el  cual  se  le  conoce  también. 

En  el  discurso  á  que  he  aludido  en  nota  anterior,  afronté  la  cuestión  del  Cardo 
Negro  en  sus  relaciones  con  la  teoría  evolucionista,  citándolo  como  un  modelo 
complejo  que  envolvía,  á  mi  juicio,  diversas  faces  de  interés,  bajo  el  punto  de  vista 
teór  ico-práctico. 

Por  esta  razón  y  remitiendo  al  lector  al  citado  discurso,  p.  61,  á  la  nota  49 
del  Apéndice  al  mismo,  p.  132,  y  al  Anuario  estadístico  que  publica  el  Dr.  Emilio 
CoNi,  abandonaré  por  el  momento  el  Cardo  negro. 

La  otra  planta  á  que  he  hecho  referencia  es  el  Curru-mamoel ' ,  arbolillo  que 
alcanza  hasta  3  metros  de  altura,  y  aun  mas,  en  la  porción  serrana  próxima  al 
Atlántico,  como  lo  indica  el  Mapa  III  del  Censo  de  la  Provincia  de  Buenos  Aires. 

En  el  cerrillo  que  queda  cerca  del  ángulo  S.  del  pueblo  del  Tandil,  y  al  que 
he  dado  el  nombre  de  Burmeister,  he  visto  en  abundancia  el  Curru-mamoel,  á 
fines  de  Febrero,  cubierto  de  flores  muy  aromáticas;  pero  no  alcanza  allí  formas, 
ni  proporciones,  como  en  la  porción  extrema  de  la  Sierra,  presentándose  solamente 
como  matorrales  bajos,  intrincados. 

Esa  planta,  la  Brusca  que  pertenece  al  mismo  género  y  algunas  Mimoseas,  son 
los  únicos  vegetales  leñosos  indígenas  que  he  observado  en  aquellos  lugares. 

El  Curru-mamoel  es  una  de  las  plantas  de  aspecto  mas  singular  que  he  visto 
en  el  país.  Sus  ramillas  espiniformes,  comprimidas,  opuestas-alternas,  triangula- 
res, duras,  forman  agrupaciones  infranqueables,  que  los  moradores  de  la  comarca 
consideran,  y  no  sin  razón,  como  condiciones  excelentes  para  la  formación  de 
cercos.  Y  la  verdad  es  que  no  se  deja  tocar  impunemente  el  Curru-mamoel.  Su 
picadura  es  dolorosísima,  y  la  sensación  persiste  largo  tiempo,  porque,  como  el 
ángulo  libre  de  cada  ramilla  es  muy  agudo  y  duro,  y  sólo  hiere  por  un  descuido, 
penetra  profundamente. 

En  cuanto  á  las  colecciones  de  plantas,  reunidas  en  el  Tandil,  ellas  fueron  en- 
tregadas, en  parte,  al  Dr.  J.  IIieronymus,  profesor  de  Botánica  en  la  Universidad 
de  Córdoba,  quien  aceptó  mi  invitación  para  determinarlas, 

'  Colletia  cruciata. 


—  27  — 

Poco  tiempo  después  me  remitió  una  lista  de  mas  de  70  especies,  pero,  en  el 
momento  de  hacerle  la  segunda  i'emesa,  fjue  contenía  mas  de  40  especies  de  Si- 
nantéreas,  tuve  noticia  de  que  se  hallaba  en  Buenos  Aires,  de  paso  para  Europa,  de 
modo   que  pudo  recogerlas  antes  de  partir. 

Establecido  actualmente  en  Breslau  (Alemania),  el  estimable  botánico  continúa 
sus  estudios  sobre  las  plantas  argentinas,  y  no  es  inverosímil  que  en  este  momento 
estén  ya  determinadas  las  Sinantéreas  de  que  he  hecho  mención. 

Las  otras,  que  él  no  recibió,  han  sido  puestas  en  manos  del  Dr.  G.  Spegazzini, 
lo  que  evita  la  remisión  á  Europa  antes  de  asegurar  la  especificación,  sin  que 
esto  impida  el  envío  de  otros  ejemplares,  de  manera  que  pueda  aquel  botánico 
enriquecer  sus  enumeraciones,  con  materiales  de  la  Provincia  de  Buenos  Aires,  en 
la  que  él  no  ha  coleccionado. 

Localidades.  —  Nadie  ha  puesto  jamás  en  duda  la  inqwrtancia  que  tiene  la  fija- 
ción de  las  localidades  en  que  tales  ó  cuales  objetos  se  han  coleccionado,  y  como, 
por  mi  parte,  siempre  he  procurado  ser  exacto  al  respecto,  me  permitirá  el  lector 
señalar  a(|uí  algunas,  que  han  sido  fijadas  por  triangulación,  especialmente  las 
que  corresponden  á  cerros. 

Como  la  operación  á  que  aludo  no  fué  llevada  á  cabo  con  ayudantes,  pues 
trabajé  solo,  y,  por  otra  parte,  nótenla  instrumentos  de  precisión,  debí  valerme 
de  un  método  bastante  primitivo  que  describiré  luego. 

El  pueblo  del  Tandil  tiene  la  forma  de  un  cuadrado  de  10x9  cuadras,  en  ge- 
neral de  150  varas  (=  129'", 9),  pero  algunas  son  mayores  y  otras  menores.  Puede 
compararse  á  un  damero,  como  casi  todas  las  ciudades  fundadas  por  españoles  y 
sus  descendientes. 

Como  las  calles  corren  á  medios  vientos,  las  diagonales  del  cuadrilátero  siguen 
las  direcciones  cardinales,  de  modo  que  tenemos  los  cuatro  ángulos  :  N.,  S.,  E. 
y  0.,  y  los  cuatro  lados  N.-E.,  N.-O.,  S.-E.  y  S.-O.  Estas  direcciones  no  son 
estrictamente  exactas,  por  cuanto  ellas  presentan  diferencias  de  algunos  grados, 
no  sólo  .con  relación  al  meridiano  magnético,  sino  con  el  astronómico ,  pero, 
como  aquí  sólo  procuro  fijar  las  posiciones  aproximativamente,  no  necesito  recar- 
gar estos  dalos  con  fracciones. 

Ahora  bien  :  partiendo  del  ángulo  N.  hacia  el  SE.,  y  á  4  cuadras  de  aquel, 
corre  la  calle  «General  Pintos»  en  dirección  NE.  á  SO.  Siguiendo  por  ella  3 
cuadras,  la  cruza  la  calle  ce 9  de  Julio».  Desde  esta  intersección  conté  5  cuadras 
hacia  el  NO.  (NW.),  y  fijé  un  punto  que  debía  ser  uno  de  los  extremos  de  la 
base.  El  otro  extremo  fué  fijado  á  705  metros  mas  allá,  esto  es,  en  la  prolonga- 
ción de  la  calle  ce  9  de  Julio»  y  siguiendo  al  NO.  La  longitud  de  la  base  fué 
determinada  con  una  regla  de  madera  de  4  metros. 


Buscada  su  relación  angular  con  el  meridiano  magnético,  tanto  cuanto  era  po- 
sible por  una  bi'újula  de  3  centímetros,  resultó  estar  dirijida  al  NO.  7°N.,  que 
es  también  la  dirección  de  la  calle  en  cuya  prolongación  se  bal)ía  medido. 

Desde  ambos  extremos  diriji  visuales  á  las  cimas  de  todos  los  cerros  accesibles 
á  la  mirada,  procurando  fijar  bien,  sobre  todo,  la  intersección  de  la  Piedra  Mo- 
vediza. Para  ello  me  valí  de  un  tablero  cuadi'ado,  en  cuyo  centro  rotatorio  fijé 
una  aguja  común  fina,  y  soportado  en  un  trípode  bastante  alto.  Tomada  la  di- 
rección del  N.mg.  me  era  fácil  fijar  la  visual  sobre  el  tablero  por  medio  de  otra 
aguja  colocada  en  la  dirección  de  cada  cima  y  á  2  ó  3  decímetros  del  centro. 

Esta  operación  la  he  repelido  desde  la  cima  del  Cerro  de  la  Movediza,  de  ma- 
nera que,  al  trasportar  ai  papel  totlas  las  visuales,  han  resultado  intersecciones  de 
tres  de  ellas  j)ara  un  mismo  cerro. 

Gomo  este  procedimiento  sólo  puede  dar  medidas  aproximativas,  ya  que  los 
puntos  de  mira  podían  variar  con  las  posiciones,  hablaré  solamente  de  grados, 
pidiendo  se  me  haga  gracia  de  los  minutos,  como  así  también  de  la  palabra  ((pró- 
ximamente)) que  no  es  menester  repetir  después  de  los  datos  ([ue  anteceden  y 
que  hubieran  sido  innecesarios  si  no  faltaran  algunos  cerrillos,  y  el  curso  fijo  de 
los  arroyos,  en  el  pequeño  mapa  (jue  he  trazado  y  que  no  me  atrevo  á  incluir  en 
este  libro,  porque  respeto  demasiado  la  ciencia  geográfica  y  la  majestad  de  las 
matemáti(?as  para  profanarlas  con  datos  falsos  consignados  en  una  reducción  del 
espacio  que  los  haría  inapreciables. 

Comenzaré,  pues,  la  enumeración  de  los  cerros,  por  el  de  la  Piedra  Movediza. 

1 .  Cer7-o  de  la  Piedra  Movediza. 

Dirección:  NO.  20°  O.  desde  la  Iglesia  del  Tandil. 

Distancia :  2o  cuadras  al  mismo  punto. 

Constitución  :  gneis-granito;  algunas  vetas  de  cuarcita,  especialmente  una  que  pasa  por  la  base 

de  apoyo  de  la  Piedra  Movediza  y  que  contribuirá,  al'  disgregarse  y  desprenderse  de  las  moles, 

que  une,  á  que  el  monolito  se  derrumbe. 
Visitado  varias  veces. 

2.  Cerro  Chapeauroiuje. 

Dirección  desde  la  cima  del  Cerro  de  la  Movediza  :  S.  13°  SE. 
Distancia  :  5  cuadras  al  cerro  anterior,  22  á  la  Plaza  del  Tandil. 
Constitución  :  la  misma. 

Ha  sido  denominado  como  un  recuerdo  al   Agrimensor  que  delineó  el  pueblo  del  Tandil,  autor 
de  diversos  trabajos  de  importancia  en  su  ramo. 

3.  Cerro  Aguirre. 

Dirección  desde  la  cima  del  Cerro  de  la  Movediza:   SE.  16°  S. 
Distancia  :  15  cuadras  al  mismo,  \C>  á  la  Plaza. 
Constitución  :  la  misma. 

Su  actual  nombre  recuerda  el  del  Ingeniero  Eduardo  AcuntRE  que  ha  estudiado  aquellas  Sierras 
y  de  (|uien  deJje  esperarse  aún  mucho  en  cuanto  se  relaciona  con  la  geología  del  país. 


—  29  — 

4.  Sierra  de  Tolosa.  El  Cerro  Aguirrc  se  encuentra  en  un  extremo  de  ésta.  Corre  casi  paralelamente 

al  lado  S.-O.  (esto  es,  el  que  corre  desde  el  ángulo  S.  hasta  el  ángulo  O.)  del  Tandil,  en  una 
extensión  de  1  kilómetro  desde  la  cima  de  aquel  cerro,  hasta  el  ángulo  que  forma  para  des- 
viarse al  SO.   A  este  mismo  punto  he  trepado. 

Su  inclinación  es  suave,  y  el  límite  de  su  falda  llega  al  puehlo,  distando  su  cresta  1  kilómetro  de 
su  lado  mas  próximo,  esto  es,  unas  16  cuadras  de  la  Iglesia. 

Constitución :  Gneis  granito.  En  su  falda  he  hallado  fragmentos  esparcidos  de  cuarcita,  feldes- 
pato ortoclas,  cornalina  y  calcedonia. 

Su  nombre  es  el  que  le  dan  los  habitantes  del  pueblo,  que  denominan  «  Sierra  »  todo  maciso 
que  no  se  levanta  como  cerro,  y  cuya  extensión  se  mide  por  cuadras. 

5.  Cerro  liurmeíster. 

Dirección  SE.  T^  E.  desde  La  Movediza.  Situado  cerca  del  ángulo  S.  del  pueblo,  á  unas  3  cua- 
dras próximamente  de  él  hacia  el  NE.  y  como  á  8  cuadras  de  la  Iglesia. 

A  su  pié  se  halla  el  Cementerio  viejo. 

Constitución  :  Gneis  granito ;  en  su  falda,  del  lado  del  pueblo,  depósitos  de  calcáreo  dolomí- 
tico;  más  abajo  aún,  de  acuerdo  con  datos  recientes  comunicados  por  el  Dr.  Fidaxza,  de  gra- 
nito azul  —  descubrimiento  importante  que  se  ha  aprovechado  para  fabricar  adoquines. 
■  Homenage  al  eminente  sabio  cuyas  obras  han  sido  útiles  al  autor  de  estas  páginas  y  á  quien  debe 
la  República  Argentina  el  concurso  de  su  nombre  y  de  su  ciencia  al  presentarse  al  mundo 
como  nación  adelantada. 

Recomendación  especial  á  los  botánicos.  Una  interesante  Orquídea  terrestre  con  numerosas  flores 
pequeñas,  en  espiga  compacta,  en  5  series  longitudinales,  y  de  un  largo  de  4  á  5  centímetros. 
Hallada  al  pié,  del  lado  del  pueblo. 

6.  Cerro  Claraz. 

Situación:  E.  23°30'  SE.  desde  la  cima  del  Cerro  de  la  Movediza;  dista  unas  26  cuadras  de 
la  Plaza. 

Constitución  :  Gneis  granito ;  en  la  cima  grandes  moles  de  arenisca  cuarzosa  compacta,  dislo- 
cadas, casi  verticales;  hacia  el  lado  del  pueblo,  cerca  de  las  areniscas,  esquistos  micáceos, 
inclinados  como  aquellas. 

Visitado:  II.  23.82  hasta  un  tercio  de  su  flanco  occidental ;  II,  24.82  hasta  la  cima ;  panorama 
hermoso ;  vegetación  variada. 

Su  nombre  recuerda  el  del  naturalista  suizo,  compañero  de  Heusser.  Ambos  han  estudiado  pro- 
lijamente la  constitución  geológica  de  la  Sierra  del  Tandil,  y  de  otros  puntos  del  país;  pez'O  no 
alcanzaron  á  este  anfiteatro,  según  parece,  dedicándose  mas  asiduamente  á  la  porción  pró- 
xima al  Atlántico. 

7.  Cerro  Heusser. 

Situación  :  E.  20°  NE.  desde  la  cima  del  Cerro  Claraz,  del  cual  dista  unas  3  cuadras,  hallándose 
separado  de  él  por  una  depresión,  cada  vez  más  baja  hacia  el  SE.,  que  va  á  confundirse  con 
el  «  Potrero  de  las  Animas»,  lindo  valle  situado  entre  la  «Sierra  Alta»  y  la  «Sierra  délas 
Animas. » 

Constitución  :  al  parecer  la  misma. 

Los  nombres  de  los  dos  observadores  que,  en  sus  trabajos  hechos  en  común,  revelan  la  constitu- 
ción geológica  de  la  Serranía,  deben  aplicarse  á  los  dos  Cerros  gemelos,  ó  á  la  eminencia  bi- 
cúspide  de  la  porción  occidental  de  la  Sierra  Alta. 

é 

8.  Sierra  Alta.  Corre  de  O.  á  E.,  en  una  extensión  de  2  kilómetros.    En  su  extremo  O.  se  levantan 
los  dos  Cerros  Heusser  y  Claraz. 


—  30  — 

9.  Cerro  del  Cementerio. 

Sitiiaoiun  :  liácia  el  N.  22°  NE.  del  Cerro  Claraz. 

Constitución  :  tiene  la  misma  fisonomía  que  los  otros  cerros;  tal  vez  iguales  componentes. 

A  pocas  cuadras  de  este  cerrillo,  en  dirección  al  iiní^ulo  N.  del  pueblo,  se  encuentra  el  Cemente- 
rio nuevo. 

En  la  misma  dirección,  calle  por  medio  con  el  Cementerio,  está  situada  la  chacra  del  Dr.  Fi- 
DANZA,  y  al  edificio  que  hay  en  ella  dase  allí  el  nombre  de  «Chalet.»  Consigno  este  dato,  por- 
que muchas  de  las  plantas  enviadas  al  Dr.  Hieronymus  llevan  tal  indicación. 

10.   Sierra  de  laa  Animas. 

Situación:  En  la  prolongación  al  SE.  del  lado  N.-E.  del  pu 'blo,  se  encuentra  el  maciso  ru- 
pestre al  cual  se  da  en  el  Tandil  el  nombre  enunciado.  Tiene  más  de  2  kilómetros  de  largo  en 
su  cima,  y  se  halla  separado  de  la  Sierra  Alta  por  el   «Potrero  de  los  Animas.» 

En  el  lecho  de  un  arroyito,  —  probablemente  tributario  del  Tandileufú,  que  corre  serpenteando 
en  dirección  á  Ayacucho,  por  donde  pasa,  — he  observado  numerosas  y  variadas  piedras,  que 
sin  duda  han  sido  arrastradas  de  mayores  alturas,  no  visitadas  por  mí.  Ellas  revelan,  cuando 
menos,  que  grandes  sorpresas  aguardan  al  geólogo  que  penetre  por  las  pequeñas  quebradas 
de  la  Sierra  de  las  Animas. 

H .  Cerro  Doering. 

Situación  :  En  el  extremo  NO.  de  la  Sierra  de  las  Animas,  en  dirección  al  Cerro  Rurmeister, 
desde  la  cima  del  Claraz,  del  cual  se  halla  separado  j)or  la  terminación  NO.  del  «Potrero  de 
las  Animas»,  distando  de  él  mas  de  6  cuadras. 

12.  Sierra  de  los  Leones. 

Situación:  Una  visual,  dirijida  desde  la  cima  del  Cerro  de  la  Movediza,  dá  0.21°  SO.;  otra, 
desde  la  cima  del  Claraz,  permite  fijarla  á  unas  15  cuadras  del  primero. 

Algunos  piensan  que  en  ella  hay  oro.  Una  piedra,  que  de  allí  se  me  entregó,  se  hallaba  formada 
por  gruesos  granos  de  cuarzo  lechoso  y  de  mica.  Esta  es  la  sustancia  que,  por  su  brillo  y  co- 
loración amarillenta,  ha  dado  á  muchos  qué  pensar.  En  todo  caso,  se  me  aseguró  que  un  des- 
graciado había  perdido  lo  poco  que  poseía  buscando  allí  el  precioso  metal.  El  fragmento  que 
recibí  había  sido  recogido  por  él.  Ojalá  sea  el  último  engañado  ! 

En  general,  el  aspecto  de  la  llamada  Sierra  de  los  Leones  no  difiere  del  de  los  otros  cerros. 

Las  otras  localidades  que  hallará  indicadas  el  lector,  en  el  curso  de  esta  pul)lica- 
cion,  serán  las  siguientes : 

Arroyo  Tandil.  Pasa  éste  al  pié  de  la  Sierra  de  las  Animas,  entre  ella  y  el  Cerro  Burmeister,  corre 
hacia  el  pueblo,  al  cual  corta  á  unas  3  cuadras  al  SO.  del  ángulo  E.,  pasa  por  detrás  del  Hospi- 
tal San  Juan  y  sale  de  aquel  á  otras  3  cuadras  al  NO.  del  mismo  ángulo,  de  modo  que  separa 
una  porción  triangular  del  pueblo.  He  coleccionado  en  sus  orillas,  especiahnente  en  dos  puntos, 
al  salir  de  la  pol)lacion  y  cerca  del  Molino  viejo,  á  unas  12  cuadras  al  SE.  de  la  Iglesia. 

Baños.  Cerca  del  ángulo  O.  del  pueblo,  junto  al  arroyo  que  baja  de  la  serrezuela  inmediata. 

Tantas  veces  hallará  el  IccLor,  en  el  curso  de  esta  publicación,  los  nombres  que 
acabo  de  citar,  al  hacer  referencias  á  localidades,  que  me  ha  parecido  prudente 
indicar  sus  respectivas  situaciones. 

Esos  nombres,  en  su  máxima  parte,  recuerdan  los  de  naturalistas  que  se  han 
ocupado  de  la  geología  del  país,  y  nmy  especialmente  de  la  Sierra  del  Tandil. 


—  SI- 
NO veo  qué  mayor  propiedad  tenga  la  denominación  de  «Monte  de  las  Ratas», 
«Bahía  de  los  Cangrejos»,  «Arroyo  del  Tropezón»  ó  cede  la  Chumbiada»,  aplicados 
á  componentes  geográficos,  cuando  pueden  estos  ostentar  mas  dignamente  los  de 
personas  que,  por  su  asiduidad  y  contracción,  han  trazado  fáciles  senderos  al 
pensamiento  humano. 

Distribuidos  con  imparcialidad,  y  aun  cuando  asi  no  fuera,  indicados  con  bastante 
precisión,  no  invocaré  el  criterio  de  los  competentes  para  declarar  que  el  dere- 
cho de  prioridad  me  autoriza  á  hacer  uso  de  tales  nombres  en  las  páginas  de 
este  libro,  á  no  ser  que  aparezca  algún  trabajo  previo  publicado,  cuya  existencia 
ignoro,  en  el  cual  se  hayan  empleado  otros. 


TERCER  VIAJE  AL  TANDIL 


28  DE  Enero  á.  25  de  Febreho  de  1883 


Las  dificultades  que  se  me  presentaron  en  el  segundo  viaje,  por  falta  de  instru- 
mentos, el  deseo  de  aumentar  las  colecciones,  como  base  del  conocimiento  de  la  co- 
marca tandilense,  y  otras  causas,  me  decidieron  á  emprender  un  tercer  viaje,  que  debía 
abarcar  un  espacio  mucho  mayor,  empezando  por  la  Sierra  de  la  Tinta,  á  unos  50 
kilómetros  al  SO.  del  Tandil. 

Las  observaciones  que  allí  hiciera  deterrñinarian  la  dirección  final  del  ^iaje,  ora 
siguiendo  por  entre  los  cerros  hasta  el  Atlántico,  ora  volviendo  al  Tandil  para  deter- 
minar la  posición  precisa  de  sus  cerros,  las  alturas  de  éstos,  etc. 

Pero  no  quise  volv^er  á  este  pueblo  sin  llevar  un  compañero  que  pudiese  dedicar  todo 
su  tiempo  á  las  mismas  tareas  que  iban  á  preocuparme ;  que  sintiera  los  mismos  entu- 
siasmos por  la  Naturaleza  agreste;  c[ue  supiese,  en  caso  de  necesidad,  conformarse  con 
todas  las  circunstancias  {|ue  nos  rodearan  ;  que  considerara  los  resultados  de  la  excur- 
sión como  cosa  propia  y  que  pudiese,  por  lo  mismo,  olvidar  que  hay  ciudades  en  las 
cuales  se  duerme  bajo  techo  y  en  blanda  cama,  acomodando  sin  temores  su  recado 
en  cualquiei'  rincón  de  la  Pampa  donde  nos  tomase  la  noche,  como  lo  hace  el  hombre 
de  nuestros  campos.  En  fin,  deseaba  llevar  un  compañero  en  toda  la  extensión  déla 
palabra. 

Pero  no  bastaba  que  tuviese  solamente  buena  voluntad.  Era  preciso  que  hubiese 
viajado  ya;  que  supiera  coleccionar;  que  no  ignorara  lo  que  debía  hacerse. 

Justo  González  Acha  había  estado  en  San  Luis  en  1881  y,  acompañando  diversos 
destacamentos  militares,  había  recorrido  una  gran  parte  de  los  desiertos  de  atjuclla 
Provincia  central,  llegando,  en  una  de  sus  excursiones,  hasta  la  ciudad  de  Mendoza  y 
luego  hasta  el  Cerro  Nevado,  volviendo  por  las  mismas  sendas  y  regresando  á  Buenos 
Aires,  desde  Villa  Mercedes  (en  San  Luis),  cruzada  que  hizo  á  caballo  con  un  solo  peón. 

A  su  vuelta,  puso  en  mis  manos  las  ricas  colecciones  que  hiciera  en  sus  correrías,  y 
comenzadas  por  él  y  Joaquín  Correa  Morales. 

En  1882  acompañó  á  Fontana,  por  insinuación  mia,  en  su  expedición  al  Pilcomayo, 
en  busca  de  los  restos  de  Crevaux. 


—  33  — 

Lo  que  de  allí  trajo,  lo  dirán  las  publicaciones  ulteriores. 

—  ¿Quiere  ir  con  Fontana  al  Pilcomayo?)) — había  sido  mi  pregunta. 

—  (í  Quiero  ir, »  —  su  respuesta. 

Cuando  á  los  18  años  se  da  á  conocer  esta  pasta  de  Stanley,  se  puede  tener  con- 
fianza. 

Entre  las  diversas  maneras  de  coleccionar,  pueden  recordarse  dos  principales,  sus- 
ceptibles de  modificaciones  relacionadas  con  el  conocimiento  que  se  tenga  de  los  obje- 
tos que  se  recogen. 

Una  de  ellas  consiste  en  reunir  todos  los  datos  que  correspondan  á  cada  una  de  las 
especies,  particularmente  las  costumbres,  si  se  trata  de  animales. 

La  otra  en  acumular  el  mayor  número  posible  de  ejemplares  y  de  especies. 

Cuando  una  comarca  es  conocida,  cuando  todos  ó  casi  todos  los  componentes  de  su 
Fauna  y  de  su  Flora  se  hallan  catalogados,  es  necesario  coleccionar  de  la  primer  ma- 
nera, como  sucede  en  la  mayor  parte  de  los  países  de  Europa. 

Pero,  cuando  se  trata  de  regiones  nuevas  por  su  Fauna,  nuevas  por  su  Flora,  pienso 
que  debe  sacrificarse  un  poco  de  las  observaciones  biológicas,  en  provecho  del  conoci- 
miento desús  componentes  sistemáticos. 

Qué !  Hay  quien  me  aconseja  que  abandone  estos  estudios,  y  mientras  tanto  mi  co- 
lección está  brindándome  centenares  de  especies,  que  ni  siquiera  tienen  un  nombre! 

Viaja  uno  200,  300  ó  400  leguas  en  muía,  ó  á  caballo,  guiado  por  el  deseo  de  con- 
tribuir á  completar  el  catálogo  de  las  riquezas  de  su  país,  y  al  llegar  por  pocas  horas 
á  tal  ó  cual  sitio  propicio  para  hacer  buenas  colecciones,  sitio  al  que  jamás  volverá,  ha 
de  dedicar  su  tiempo  á  averiguar  cuáles  son  las  víctimas  de  este  Icneumónido  ó  á 
qué  hora  abre  sus  flores  tal  ó  cual  Geranio?  Nó. 

Mientras  los  catálogos  de  animales  y  de  plantas  de  este  país  no  se  hayan  completado, 
es  menester  trabajar  sin  descanso  para  conseguirlo.  El  que  desee  entregarse  á  estudios 
biológicos  puede  hacerlo,  si  quiere,  con  la  seguridad  de  que  no  ha  de  faltarle  quien  le 
determine  las  especies  que  estudie,  pero,  por  mi  parte,  no  me  siento  inclinado  á  ello 
mientras  haya. que  llevar  á  cabo  una  obra  previa. 

González,  con  las  mismas  ideas  al  respecto,  podía  secundar  sin  esfuerzo  mi  tarea. 

Conocía  su  modo  de  coleccionar,  sabía  lo  que  era  capaz  de  hacer  y  le  invité  á  em- 
prender el  viaje  al  Sur. 

El  28  de  Enero  salí  de  Buenos  Aires.  Al  dia  siguiente  llegué  al  Tandil  y  dediqué  la 
tarde  á  coleccionar  en  los  alrededores  del  pueblo,  obteniendo  algunas  piezas  que  no 
había  cazado  antes  allí. 

Enero  SO.  Llegó  González,  (jiie  se  había  visto  obligado  á  esperar  un  dia  más  en 
Buenos  Aires,  buncdiatamente  comenzamos  los  arreglos  de  nuestros  objetos. 


X,  21,  1833 


—  34  — 

Enero  31.  Salimos  por  los  alrededores  del  pueblo,  volviendo  al  anochecer  con  nu- 
merosas especies,  muchas  de  ellas  nuevas  para  la  comarca. 

Febrero  L  Llovió  casi  todo  el  dia.  Terminamos  nuestros  bagajes. 

Febrero  2.  A  la  larde  nos  pusimos  en  marcha,  bien  provistos  para  un  mes  y  con 
los  elementos  que  mas  falla  nos  hacían  para  preparar  y  conservar  todo  género  de  ani- 
males y  de  plantas,  llevando,  como  accesorios,  algunos  instrumentos  para  mediciones 
horizontales,  y  verticales. 

Nuestro  equipaje  iba  en  un  carrito,  que  manejaba  uno  de  los  dos  peones  que  nos 
acompañaban,  Pedro  MosouEiRA,un  buen  muchacho,  mientras  el  otro,  viejo  y  práctico, 
el  excelente  Villoldo,  tendría  cuidado  de  los  caballos,  cuando  las  encarnizadas  perse- 
cuciones diarias  nos  obligaran  á  corretear  por  aquellos  campos  erizados  de  Gramíneas 
rígidas.  Llevábamos  también  un  perro,  en  extremo  vigilante,  persuadidos  de  que  un 
perro,  en  esta  clase  de  viajes,  por  campos  que  no  se  conocen,  y  entre  cerros,  dur- 
miendo casi  siempre  al  raso  y  con  el  firmamento  por  techo,  es  infinitamente  más  útil 
que  un  termómetro  y,  en  muchos  casos,  tanto  ó  más  que  un  revólver. 

Nuestra  primera  parada,  ya  entrada  la  noche,  la  hicimos  en  el  límite  del  pueblo, 
cerca  del  puente  del  camino  al  Azul,  habiendo  tenido  en  vista,  al  salir  á  tal  hora,  el 
examen  de  nuestros  recursos  en  función,  parando  allí  donde  se  pudiera,  sin  dificultad 
alguna,  salvar  cualquier  olvido,  no  obstante  el  cuidado  que  se  había  imesto  al  confec- 
cionar las  listas  de  materiales. 

Febreros.  Antes  de  salir  el  sol,  comenzamos  los  pi-eparativos  de  marcha  definitiva, 
que  emprendimos  en  dirección  SO.  7"0mg.  la  cual  nos  daba  el  rumbo  de  La 
Tinta. 

El  camino  que  seguíamos  era  un  tanto  ondulado,  pero  las  curvas  eran  suaves.  A  las 
9  a.m.  llegamos  al  límite  de  las  chacras,  desj)ucs  de  descender  una  hondonada  bastante 
profunda,  y  allí  nos  detuvimos  liasta  las  11  a.m.,  dedicando  este  tiempo  á  cazar  una 
gran  cantidad  de  insectos  y  otros  animales,  que  figuran  en  este  libro  con  la  siguiente 
indicación  :  ce  Tandil,  II,  3,  83». 

El  campo  no  cultivado  se  hallaba  cubierto  de  Gramíneas,  particularmente  de  los 
géneros  SHpa  y  Paspalum,  las  mismas  que  se  encuentran  entre  Ayacucho  y  Tandil, 
destacándose  los  vastagos  de  las  Cardas  *  enlreellas,  y  en  las  que  hallamos  la  mayor  parte 
de  nuestras  presas.  Gomo  una  enumeración  de  las  especies  recogidas  en  cada  punto  no 
tiene  objeto  alguno,  el  lector  nos  permitirá  no  recordarla,  ya  que  ciertos  términos 
técnicos  sólo  tienen  importancia  en  el  lugar  que  les  corresponde. 

'  Enjníjium  paniculdlinn. 


—  35  — 

Como  conjunto  de  piezas  reunidas  dcl^o  confesar,  sin  embargo,  que,  durante  el  viaje, 
pocas  veces  hemos  quedado  más  satisfechos. 

Si  no  hubiera  sido  á  causa  de  la  impaciencia  que  tenia  por  conocer  La  Tinta  y  la  que 
demostraba  también  González  por  liallar  piezas  mejores  que  las  Perdices,  Jilgueros  de 
cabeza  negra.  Chingólos,  Tordos,  Lechuzas  y  Chimangos,  habría  quedado  allí  hasta  el 
dia  siguiente. 

Mi  compañero,  grande  aficionado  á  las  aves  y  que,  á  los  15  años,  había  reunido  ya 
todas  las  de  los  alrededores  de  la  Capital,  en  un  radio  de  3  leguas,  había  desarrollado 
su  habilidad  andando  el  tiempo  y  esperaba  que  la  comarca  serrana  del  Sur  de  la  Pro- 
vincia le  brindaría  materiales  no  menos  interesantes  que  los  que  acababa  de  traer  de 
la  región  de  los  Tucanos,  de  la  Charata  y  del  Surucuá.  Familiarizado  con  la  lista  que 
el  Dr.  Adolfo  Doering  había  publicado  de  las  Aves  del  Sur,  en  el  Informe  tantas  veces 
citado,  creía  que  aquella  comarca  le  sería  propicia,  pero,  hacía  ya  un  año  que  yo  había 
perdido  esta  idea,  porque,  durante  mi  viaje  anterior,  en  1882,  sólo  había  podido  ob- 
servar 32  especies,  del  Rio  Salado  al  Sur. 

El  tiempo,  sin  embargo,  era  excelente.  Los  campos  del  Oeste  y  del  Norte  estaban  in- 
vadidos por  la  seca,  mientras  que  los  del  Sur  nada  habían  sufrido,  ó  apenas.  No  era  in- 
verosímil, pues,  que,  á  una  Flora  relativamente  lozana,  correspondiera  una  Ornito- 
fauna  mas  rica,  en  tales  condiciones. 

Seguimos  por  lo  tanto  viaje,  viéndonos  obligados,  al  poco  rato,  á  cambiar  nuestra 
primera  dirección,  portas  violentas  ondulaciones  del  terreno,  ondulaciones  que  rodean 
todos  los  Cerros  ó  Serrezuelas  de  esta  comarca,  por  lo  menos  en  lo  (|uc  de  ella  me  es 
conocido.  A  la  1  p.  m.  cruzamos  el  Arroyo  de  Machuchines,  que  corre  lentamente  en 
un  valle  extenso  y  lijeramente  deprimido.  Este  es  campo  de  cazadores,  rico  en  Zancu- 
das, Perdices  y  Patos.  Bandadas  de  Becacinas,  Mbatuituis  ó  Batitús,  Chorlos  y  Chorli- 
tos, lo  surcan  á  cada  momento,  y  los  Patos  perseguidos  pasan  de  una  á  otra  ansa  dis- 
tante, á  la  menor  alarma  dada  por  los  muy  vigilantes  y  á  veces  impertinentes  Teruteros. 
El  Turpial  de  lapadas  blancas  abundaba  allí  en  extremo  y  otras  aves  de  menor  signi- 
ficación formaban  un  conjunto  interesante,  por  sus  voces  ó  vuelos  variados.  Muy  poco 
puede  agregarse  ala  lista  publicada  por  el  Dr.  Doering,  pero  es  mucho  más  lo  que  de 
ella  no  hemos  observado.  La  especie  más  interesante,  pero  también  la  más  escasa,  era 
la  Sinallaxís  anlhoides,  que  halló  González  entre  los  matorrales  de  Gramíneas  erizadas. 

Seguimos  viaje  á  las  6,  parando  junto  á  un  arroyo,  á  unas  dos  cuadras  mas  allá  de 
«La  Chumbiada»  almacén  del  camino. 

Febrero  i.  A  la  madrugada  nos  preparamos  para  continuar.  Fuera  de  una  espe- 
cie áQ  Acaena\  que  no  conocía,  no  hallé  nada  interesante  en  aquel  punto.  Por  otra 

'  Acaena  jiinnaíifida,  sec.  Speg. 


—  36  — 

parte,  sentía  jaqueca.  Ni  el  mate,  ni  el  café  me  calmaron.  Para  mi,  erad  ¡a  perdido. 
Nos  pusimos  en  marcha,  no  sin  liacer  notar  á  mi  compañero  que  no  me  hallaba  dis- 
puesto para  nada.  González  se  duplicó,  por  decirlo  así,  y  gracias  á  ésto  puedo  consig- 
nar, en  su  sitio  correspondiente,  algunas  especies  que,  de  otro  modo,  no  figurarían 
aquí.  Siguiendo  viaje,  vi  una  pareja  de  MaUophoraBcrgii  y  como  González  iba  distante, 
procuré  cazarla  yo.  Dejé  mi  caballo  en  el  camino  y  saltando  y  corriendo  por  entre  el 
eslipal,  iba  ya  aponer  la  mano  sobre  mis  presas,  cuando,  de  la  misma  mata  en  que 
descansaban  momentáneamente,  salió  unavíbora  en  dirección  hacia  mi.  Al  retroceder, 
volaron  las  Malóforas  y  el  Ofidio,  que  no  era  mas  que  una  Liophis  Reginae,  se  ocultó  en 
las  yerbas. 

Es  el  inconveniente  principal  que  estos  matorrales  del  Sur  ofrecen  al  coleccionista. 
Existen  allí  muchas  víboras  y  aunque  es  verdad  que  en  su  mayor  parte  no  son  sino  ser- 
pientes no  venenosas,  las  hay  que  presentan  un  verdadero  peligro,  —  para  el  que  iba 
preparado  con  el  conocimiento  de  los  trabajos  del  Dr.  Lacerda,  y  el  Permanganato 
de  potasio.  Felizmente,  los  casos  mortales  son  muy  raros.  El  Dr.  Fidanza,  que  ha  ejer- 
cido su  profesión  durante  nueve  años  en  el  Tandil,  me  ha  asegurado  no  tener  conoci- 
miento sino  de  uno,  que  fué  llevado  m  extreinis  al  pueblito,  pero  lia  tenido  oportuni- 
dad de  asistir  á  muchos  individuos  que,  verdaderamente,  presentaban  síntomas  y 
signos  muy  alarmantes,  habiendo  sido  víctimas  de  la  Víbora  de  la  Cruz  \  entre  otros, 
un  muchacho  que,  persiguiendo  hace  algunos  años  en  el  campo  una  Mulita  %  metió  el 
brazo  en  una  bizcachera  en  que  se  había  escondido  aquella,  teniendo  que  retirarlo  bien 
pronto,  al  sentirse  herido,  y  viendo  prendido  de  su  dedo  uno  de  aquellos  Reptiles.  A 
las  pocas  horas  le  devoraba  la  fielire,  se  agitaba  en  el  delirio,  presentaba  sacudimientos 
espasmódicos  y  la  mano  herida,  primero,  luego  el  brazo  y  por  último  casi  todo  el  cuerpo, 
eran  asiento  de  un  edema  intenso.  Instituyó  la  medicación  amoniacal  como  base  del  tra- 
tamiento y  salvó  al  paciente,  pero  no  pudo  impedir  c[ue  se  desprendieran  algunas  pla- 
cas de  gangrena. 

Por  mi  parte,  confieso  mi  cobardía  en  presencia  de  estos  animales.  Puedo  cazar 
y  cazo  las  Tarántulas  y  las  grandes  Mígales  con  los  dedos,  pero  no  me  atrevo  á  tocar 
ni  un  ejemplar  muerto  de  la  Liophis  Merremii. 

Debe  ser  quizá  porque  las  víboras  son  traidoras  y  las  arañas  nó. 

Nunca  olvidaré  la  impresión  que  me  causó  el  ver  al  Dr.  Lorentz,  en  la  Concep- 
ción del  Uruguay,  sacar  vivo  de  una  caja  un  espécimen  de  aquella  Z?'ojo/^/5,  de  un 
metro  de  largo,  y  acariciarlo  como  si  fuera  una  Tórtola.  Es  un  gusto  que  no  alcanzo 


'  Los  Reptiles  y  Batraeios  reunidos  en  la  comarca  que  estudio,  serán  jiulilicados,  en  el  lugar  corres- 
pondiente de  esta  obra,  por  el  Dr.  Carlos  Kero.  —  El  nombre  de  «Víbora  de  la  Cruz»  se  aplica  allí  á  dos 
especies,  una  de  ellas,  la  mayor,  sin  el  liocico  levantado  en  forma  de  pequeño  cono,  es  el  Bolhrops 
alternalus. 

^  Praopus  liijbridus. 


—  37  — 

á  interpretar.  Valga  esta  explicación,  si  acaso  se  me  culpa  algún  dia  de  haber 
descuidado  bastante  los  ofidios  en  mis  viajes. 

Abandoné,  pues,  mi  empresa,  y  me  reuní  á  mi  compañero. 

El  sol  estaba  fuerte  y  deseábamos  llegar  cá  un  punto  de  descanso.  A  las  12  paramos 
en  ccElOnce»,  puesto  de  una  estancia  del  Sr.  Vela.  El  encargado  nos  recibió  muy 
bien.  Después  del  almuerzo,  que  preparamos  á  la  sombra  de  unos  Sauces,  me  sentí 
bien  y  pude  entregarme  á  la  tarea. 

Cazamos  algunos  insectos  en  las  matas  de  Cardo  Negro,  abundantes  allí  y  más  tar- 
de, habiendo  medido  una  base  de  100  metros  (á  cinta,  pero  prolijamente),  dirijí  desde 
sus  extremos  visuales  á  diversos  cerros  y  eminencias. 

Cuando  se  recorren  estos  campos  magníficos  del  Tandil  y  de  Juárez,  cubiertos  de 
pastos  duros,  entre  cuyas  matas  erizadas  cunden  ya  los  tiernos,  causa  pena  la  falta  de 
árboles,  cuya  presencia  daría  á  esta  región,  pintoresca  por  lo  accidentado  del  terreno, 
un  aspecto  delicioso.  El  tiempo,  que  todo  lo  cambia,  traerá  mejoras  en  las  condiciones 
de  vida  de  sus  moradores  y  una  de  las  principales  consistirá  precisamente  en  la 
formación  de  bosques,  sea  adoptando  muchos  de  los  arboles  argentinos  que  nues- 
tra desidia  congénita  desdeña,  sea  los  exóticos,  como  el  Roble,  el  Pino,  el  Fresno, 
el  Eucaliptus  y  otros. 

Con^'crsando  sobre  este  punto  con  el  actual  redactor  de  (nEl  Eco  del  Tandil  y), 
el  Sr.  J.  S.  Jaca,  me  hacía  notar,  y  lo  acepto,  que  el  hijo  de  esta  tierra  no 
conoce  las  ventajas  del  bosque,  y  el  extranjero,  que  viene  á  polilar  en  sus  campos, 
tiene  demasiado  apuro  en  adquirir  fortuna  para  pensar  en  bosques,  que  solo  podrán 
serlo  al  cabo  de  un  tiempo  relativamente  largo,  demasiado  largo  para  sus  proyectos 
de  fortuna  y  esperanzas  de  regreso  á  la  patria. 

Su  presencia,  como  causa  de  modificaciones  favorables  del  clima,  está  ya  fuera  de 
duda;  como  lo  están  también  las  ventajas  que  reporta  el  estanciero,  ofreciendo,  por 
medio  de  ellos,  protección  á  sus  ganados,  del  mal  tiempo  en  el  Invierno,  y  del  rayo 
ai'diente  del  sol  en  el  Verano.  La  desidia,  empero,  es  más  fuerte  que  el  trabajo  de 
pensar  en  tales  ventajas;  pero  nada  es  comparable,  sin  embargo,  con  lo  que  se  afirma 
de  un  i-i(juísimo  hacendado,  que  ordenó  se  cortaran  los  bosques  de  sus  estancias, 
porque  los  peones,  durante  el  calor,  dormían  á  su  sombra  una  siesta  más  larga  ! 
Hubiera  bastado  ordenar  las  horas  de  siesta  y  no  se  habría  aplicado  á  tal  decreto  el 
calificativo  de  estúpido. 

No  puede  argüirse  ijue  los  terrenos  sean  malos,  pues,  por  el  contrario,  son  de  lo 
mejor  que  hay  en  toda  la  Provincia,  ni  tampoco  que  el  clima  sea  rudo,  pues  corres- 
ponde, por  su  línea  isotérmica,  á  los  más  benignos  del  hemisferio  boreal.  La  única 
razón  es  la  expresada. 

A  las  5  de  la  tarde  seguimos  viaje,  costeando  las  primeras  rampas  de  la  Tinta,  en 
dirección  al  Cerro  Huacho,  pasando  por  el  vallecito  que  queda  entre  éste  y  el  Cerro  del 


—  38  — 

Sombrerilo.  Este  cerro  tiene  una  forma  cónica,  muy  abierta,  y  su  cima  se  halla 
coronada  por  una  meseta  de  unos  20  metros  de  alto,  más  horizontal  que  las  otras 
mesetas  (jue  cubren  algunos  de  aquellos  cerros  ó  eminencias.  Los  cerros  mismos,  á 
juzgar  por  lo  poco  que  de  ellos  he  visto,  son  de  gneis-granito  y,  las  mesetas,  de  arenisca 
cuarzosa,  blanquecina  y  nuiy  compacta.  En  «La  Tinta»  propiamente  diclia,  y  que 
queda  detrás  del  Sombrerito,  las  mesetas  son  más  inclinadas  hacia  el  Sur,  su  frente 
arrancado  ó  derruido  es  ^'ertical  ó  á  pique  y  su  dorso  se  confunde  en  rampa  suave  con 
las  últimas  ondulaciones  déla  Serrezuela,  al  Sur,  en  dirección  al  pueblo  de  Juárez. 

El  sitio  por  donde  cruzábamos  estaba  lleno  de  plantas  variadas,  donde  la  Margarita 
roja,  la  Flor  morada,  las  Amarilideas  y  las  Enott'reas  se  destacaban  con  todo  el  lujo  de  su 
brillante  colorido;  pero  el  tapiz  era  de  Gramíneas,  algunas  de  ellas  muy  graciosas. 

Notábase  también  una  gran  cantidad  de  ejemplares  de  un  arbustito  leñoso,  duro  y 
erizado,  la  Colktia  fcrox,  vulgarmente  llamado  Bi-usca  ó  Brus(|uilla  y  (|ue,  hasta  donde 
llegan  mis  observaciones,  no  se  usa  allí  ni  para  el  fuego,  sin  duda  por  temor  á  sus 
pinchos. 

Lo  único  (jue  de  su  aparato  de  reproducción  he  visto,  y  i'ccogido  con  sus  ramas,  es  el 
fruto,  una  cápsula  de  tres  cavidades  monospermas,  pues  debe  florecer  en  Primavera, 
mientras  que  la  otra  Colicúa  que  existe  en  el  Tandil,  la  C.  cruciata,  estaba  llenada 
flores  á  fines  de  Febrero  (p.  26) 

Todos  los  ejemplares,  quede  esta  planta  he  visto,  tenían,  en  alguna  de  sus  ramas, 
una  celda  grande  de  ciei'ta  especie  de  Araña  de  la  familia  délas  Atoideas,  unas  veces 
habitada,  otras  nó.  Este  animalito,  que  he  denominado  Ballus  Árgentinus,  sólo  he  po- 
dido cazarlo  en  esa  planta  y  nunca  he  visto  su  morada  fuera  de  ella.  Los  miembros 
del  género  á  que  pertenece  habitan  en  arbustos  bajos,  pero  parece  que  éste  elijiera 
la  Bi'usca  como  para  resguardarse  de  los  ataques  de  sus  enemigos,  que  no  son  pocos  en 
esos  parajes,  ó  (|uc,  en  la  concurrencia  vital,  sólo  se  salvaran  aquellos  individuos  que 
anidan  en  ese  arl)usto. 

Hacia  el  Somíjrcrito,  se  extendía  una  cantidad  inmensa  de  Gardo  Negro,  cuyas  apre- 
tadas ramas  formaban  una  barrera  impenetrable. 

Esta  es  la  abominable  planta  sobre  la  cual  no  tienen  aún  ojjinion  formada,  en  con- 
junto, nuestros  hombres  prácticos,  pues  los  unos  piensan  que  es  buena  y  los  otros 
que  es  víala.  Los  cjue  piensan  lo  primero,  lamentan  que  sus  vecinos  de  la  opinión  con- 
traria extirpen  desús  campos  las  matas  que  aparecen,  ylosíjue  lo  segundo,  que  sus 
vecinos  no  las  destruyan,  porque  es  vana  tarea  concluir  con  las  del  campo  propio, 
si  las  semillas  del  ageno  han  de  venir,  con  el  tiempo,  á  sustituir  las  desterradas.  En  di- 
versas ocasiones  me  he  ocupado  de  esta  planta,  pero,  siempre  que  la  nombro,  me 
domina  la  tentación  de  repetir  que  es  rnala,  hasta  que  al  fin  se  convenzan  totlos  de  ello 
y  la  destruyan  ó  me  convenzan  á  mí  de  lo  contrario,  lo  quesera  algo  difícil,  porque  he 
tenido  oportunidad  de  contrabalancear  sus  ventajase  inconvenientes. 


—  SO- 
LOS animales  comen  las  cabezas  y  las  hojas  de  la  planta  tierna,  pero  yo  quisiera  ver 
cuáles  son  los  que  se  meten  entre  la  ramazón  dura  y  espesa  del  Cardo  Negro,  cuando 
está  seco,  ó  cuando  ha  llegado  el  momento  de  semillar,  y  cuando  abarca  áreas  extensas, 
como  se  observa  ya  en  aquellas  regiones. 

No  participan  las  Abejas  de  esta  opinión  adversa,  pues  prefieren  la  materia  prima 
que  les  brinda  el  Cardo  Negro  á  todas  las  otras  de  la  comarca  que  me  ocupa.  El  lector 
podrá  ver,  en  la  parte  de  este  libro  que  trata  de  ellas,  de  qué  manera  ha  inlluido  el 
citado  Cardo  en  la  multiplicación  de  a([uellos  interesantes  insectos.  Las  Escolias  mis- 
mas, tan  ariscas  por  lo  común,  se  dejan  tocar  cuando  se  encuentran  en  una  de  las 
cabezuelas  de  aquel  vegetal,  recogiendo  el  polen,  y  la  red  se  hace  menos  indispensable, 
por  lo  mismo  que  pueden  cazarse  directamente  con  el  cartucho. 

Las  sombras  de  la  noche  comenzaban  entre  tanto  á  bajar  lentamente  por  las  laderas 
.  opuestas  al  ocaso  y  el  viento  del  Sur  soplaba  con  furia,  haciendo  «blanquear»  los  pasti- 
zales dcStipa  y  de  Agrostídeas.  Algunos  Chimangos  volvían  á  su  guarida  de  los  cerros, 
después  de  la  batalla  diaria.  La  Lechucita  de  las  bizcacheras  lanzaba  su  graznido,  ba- 
tiendo en  el  aire  las  blandas  plumas  desúsalas  silenciosas,  y  las  Perdices,  atontadas 
por  la  penumbra,  aparecían  en  los  senderos,  levantando  desairadamente  el  cuello,  y 
llamándose  unas  á  otras  con  suave  silvido. 

Después  de  pasar  frente  á  los  Escalones  de  las  Águilas,  y  dejará  nuestra  izquierda 
y  á  la  espalda  el  Cerro  Huacho,  enfrentamos  el  Cerro  Gei'ardo,  el  cual  quedó  luego  á 
la  derecha,  y,  enfrente,  la  abrupta  Cuchilla  de  Las  Tunas,  que  se  extiende  por  el  lado 
opuesto  en  rampas  mas  suaves,  pero  bastante  inclinadas  y  que,  hacia  el  E.,  es  mu- 
cho mas  elevada.  Al  pie  de  esta  Cuchilla,  pasa  el  Arroyo  Collon-gueyú.  Insignificante 
al  principio,  en  el  punto  en  que  estábamos,  y  reducido  mas  bien  á  una  banda  pantanosa, 
pronto  se  enriquece  con  las  infiltraciones  de  los  cerros  y  comienza  su  curso,  modesto 
pero  triunfante,  hacia  el  Sur  (magn.),  yendo  á  perderse  tal  vez  en  alguno  de  los  Arroyos 
que  desembocan  en  el  Atlántico,  entre  el  Cabo  Corrientes  y  Bahía  Blanca.  Entre  el 
Cerro  Gerardo  y  la  Cuchilla  de  Las  Tunas,  hay  una  abra  extensa,  que  atravesamos, 
penetrando  ya  en  el  campo  abierto,  pero  constituido  por  ondulaciones  amplias  y  á 
veces  bastante  elevadas,  en  proporción,  como  el  Cerro  Chato,  que  queda  unas  %'/,  le- 
guas al  SE.  de  este  punto. 

Paramos  en  un  pajonal  frente  aun  monte  de  álamos,  con  frutales  en  el  interior,  la 
estancia  de  D.  Toribio  Díaz.  Antes  de  llegar,  mi  caballo  tropezó  en  una  bizcachera, 
habiendo  asentado  una  de  las  manos  sobre  un  Zorrino  \  que  aplastó,  sin  dejarle  mas 
tiempo  que  el  de  apestar  el  aire  con  su  asquerosa  secreción,  circunstancia  doble- 
mente desagradable,  que  me  permite,  sin  embargo,  consignar,  por  examen  directo, 
la  presencia  de  aquella  especie  en  la  comarca  queme  ocupa. 

*  Mephitis  sufjbcans  ó  palagonicus. 


—  40  — 

Febrero  5. —  Hechos  los  preparativos  y  después  de  visitar  el  Arroyo,  que  ya  tiene 
aquí  unos  6  á8  metros  de  ancho  y  en  aquel  momento  unos  50  cm.  de  profundidad, 
seguimos  como  antes  costeándolo  y  revisando,  como  siempre,  el  campo.  Las  pajas 
aquí  eran  mas  alias  que  lo  que  antes  habíamos  visto,  y,  entre  sus  claros,  numerosos 
ejemplares  de  AmarylUs  coerulca  Gr.  '  y  de  otras  especies  de  la  familia,  ostentaban  sus 
flores  de  diverso  tinte.  Algunas  otras  yerbas  pequeñas,  como  el  Solanum.  chenopodifo- 
limn,  la  Oxalis  autumnalis,  la  O.  Marüana  y  algunas  Sinantcreas,  también  de  redu- 
cido tamaño,  se  encontraban  allí.  En  este  trayecto,  tuvimos  ocasión  de  observar,  pero 
sin  poder  cazarlo  (lo  que  sucedió  mas  tarde),  un  Ratón  pardo  rojizo  que,  como  los 
otros  indígenas,  debía  pertenecer  al  género  Uesperomys.  En  la  noche  pasada,  como  en 
las  anteriores  y  siguientes,  calculando  que  entre  los  Mamíferos,  si  algunos  nuev^os  ha- 
bía, deberían  buscarse  entre  los  peíjueños  Roedores  de  aquellos  matorrales,  siempre 
calocamos  entre  el  pajonal  diversas  trampas,  cebadas  de  distintas  maneras,  pero  sin 
éxito. 

Mas  tarde  llegamos  á  un  punto  llamado  La  Calera,  donde  se  fabrica,  con  piedras  de 
color  negro,  la  cal  mas  blanca  que  he  visto. 

Estos  calcáreos,  délos  que  traje  algunas  muestras,  se  encuentran,  en  ese  punto, 
en  mantos  estratificados  de  espesor  variable  y  son  arrancados  por  medio  de  barretas. 
Su  color  es  Brow7i  Van  Dyck  mas  ó  menos  oscuro,  llegando  á  veces  al  negro  no  muy 
intenso,  y  con  Aetas  ó  manchas  de  un  color  leonado  parduzco.  Otras  veces  son  grises 
ó  rojizos,  diversamente  veteados.  Su  estructura  muy  compacta  permite  darles  un  exce- 
lente pulido  y  hoy  figuran  en  Buenos  Aires  y  en  algunos  puel)Ios  de  la  Provincia,  en 
los  frentes  de  las  casas,  como  contramarcos  de  chimeneas,  ó  como  lápidas  funerarias. 

Junto  á  la  cantera  de  estos  mármoles  oscuros,  y  al  parecer  de  formación  posterior,  se 
encuentran  mantos  idénticamente  estratificados  de  un  calcáreo  dolomítico.  La  inclina- 
ción de  estas  capas  es  de  30  á  35°  con  las  cabeceras  hacia  el  NO. 

Esta  calera  se  encuentra  en  una  de  las  lomadas  que  siguen  á  las  serrezuelas  y  por  su 
aspecto  muy  semejante  al  de  las  otras  eminencias,  se  puede  inducir  que  en  éstas  se  ha 
de  hallar  igualmente  calcáreos  análogos. 

Sobre  aquellos  mantos,  la  tierra  greda  rojiza  y  la  vegetal  forman  corteza  y  las  yerbas 
arraigan  en  ellas,  pero  todo  el  suelo  se  halla  cubierto  depiedrilas  de  tamaño  variable, 
de  areniscas  como  las  délos  cerros,  pedazos  de  cuarcita,  gneis-granito,  gneis,  mica- 

^  Nombre  el  más  impropio  que  se  puede  aplicar  á  una  flor  que  no  tiene  nada  de  cwrulea,  pues  su  co- 
lor es  encarnado.  El  Dr.  IIieuonymus  me  dice  que  ha  conqiarado  mis  ejemplares  con  el  tipo,  descrito  por 
GiusEBACH  y  conservado  en  el  ¡Museo  Botánico  de  Córdova.  Esta  Amarilidea  se  encuentra  también  en  los 
alrededores  de;  Buenos  Aires,  donde  florece  en  Enero  y  Febrero,  como  en  el  Tandil.  Lorentz,  en  su  Flo)-a 
de  Entrerios,  dice  que  da  flor  cuando  sobrevienen  la  primeras  lluvias  de  Abril,  y  GnisEUACH,  en  Symbolac 
ad  Floram  Argentinam,  consifíua,  entre  comillas,  lo  que  indica  ser  un  dato  comunicado  por  Loue.ntz, 
las  palabras  «flore  coeruleo».  Recuerdo  muy  vagamente  haber  visto  á  Tweedie,  á  quien  conocí  siendo  yo 
aún  chicuelo,  recoger  esta  planta,  y  la  circunstancia  de  no  poder  determinar  á  qué  edad  aprendía  darle 
el  nondire  dv,  Zephyranthes,  me  hace  pensar  que  es  muy  inqu'obahle  (|ue  Tweeduí  no  la  haya  enviado  á 
Inglaterra.  No  soy  juez  en  la  materia,  pero  tampocu  es  imposible  (jue  Ouiseuach  haya  hecho  un  siníjnimo. 


—  4i  — 

squistos  y,  para  terminar,  pues  que  no  he  de  ocuparme  de  estas  cuestiones,  un 
mineral  del  (|ue  sólo  obtuve  allí  un  ejemplar,  pero  (|ue  González  ha  recogido  mas 
lardeen  la  misma  Sierra  de  La  Tinta.  Es  un  trozo  de  Limonita  compacta,  entrecruzada 
por  vetas  de  hidrato  ocráceo  '. 

Algunas  de  aquellas  piedras  parecen  rodadas,  y  no  pertenecen  ciertamente  á  an- 
tiguos ventisqueros,  porque  el  suelo  sobre  el  cual  descansan  es  muy  moderno,  á  tal 
punto  que,  en  los  cortes  del  arroyo  inmediato,  se  encuentran  encerradas  conclias 
subfósilcs  de  moluscos  de  los  géneros  Chilinay  Planorbis,  tanto  mejor  conservadas, 
cuanto  mas  cerca  están  de  la  superficie  vertical  y  que  viven  aún  en  las  aguas  del 
Arroyo  Gollon-gueyú,  como  se  puede  ver  por  la  identificación  que  el  Dr.  DoERiNoha 
hecho  de  los  ejemplares  hallados  en  aquel  jiunlo  por  González  y  por  mí.  Algunas  de 
esas  piedras  tienen  el  tamaño  de  un  puño,  mas  ó  menos,  pero,  en  general,  son  peque- 
ñas, y  su  composición  indica  claramente  que  pertenecen  á  la  Sierra  inmediata. 

En  cuanto  á  la  tierra  misma,  en  (¡ue  se  hallan  incluidos  aquellos  moluscos,  es 
negra,  jíor  la  intcrmixion  de  materia  orgánica  muy  dividida,  y,  al  desmenuzarse 
bajo  la  presión  de  los  dedos,  parece  un  polvo  casi  impalpable,  en  el  que  sólo  se  en- 
cuentran algunos  granitos  de  cuarzo  muy  escasos  y  (¡ue  rai'a  vez  tienen  el  tamaño 
de  un  milímetro. 

Dimos  orden  á  los  peones  que  siguieran  hasta  la  «Esquina  deDiaz»,  donde  se  nos 
dijo  que  estaba  D.  Toribio  Dl\z,  para  quien  llevaba  una  tarjeta  de  Fidanza,  y  en  cuyo 
campo  debíamos  parar. 

Entretanto  nos  detuvimos  mas  de  una  hora  en  la  margen  del  Arroyo,  cuya  superficie 
estaría  á  unos  2  metros  de  la  del  suelo,  hallándose  encajonado  por  lo  tanto.  Hasta  1  '/i 
metro  de  altura  había  conchas  de  moluscos  ;  más  arriba  nó.  Por  mas  hondamente  que 
excaváramos  en  la  margen  escar[)ada,  siempre  las  encontrábamos,  y,  como  no  tengo 
noticia  de  que  las  ChUinas,  ni  las  Planorbis,  penetren  en  tierra,  aunque  ésta  se  halle 
sumergida,  se  imjione  la  deducción  de  que  sus  restos  han  sido  depositados  en  aquel 
suelo  cuando  era  lecho  del  Arroyo  antiguo,  lo  que  induce  á  atribuir  á  estos  terrenos 
un  origen  decididamente  acuático  y  muy  reciente.  No  he  hallado  allí  fósiles  de  Aerte- 
brados,  pero,  en  algunos  puntos  próximos,  se  han  encontrado  huesos  de  Gliptodontes. 

En  cuanto  á  los  habitantes  vivos  del  Arroyo,  puedo  citar  algunos  Moluscos  (cuyas 
especies  determina  el  Dr.  A.  Doering)  ;  un  Crustáceo  Anfipodo,  próximo  á  Gammarus, 
muy  abundante,  Daphnia  y  Cyclops,  varios  Coleópteros  acuáticos  y  dos  Peces:  un  Ci- 
prinodonte  del  género  Poccila,  tal  vez  la  P.  puncíala,  y  un  Bagre  pequeño. 

'  Pocos  días  después  de  mi  vuelta  á  Buenos  Aires  anunciaron  los  diarios  que  se  había  descubierto 
en  Juárez,  cerca  de  La  Tinta,  una  extensa  mina  de  Silicato  de  hierro.  Creo  que,  dado  el  caso  de  explo- 
tar este  metal,  lo  que  me  parece  bastante  difícil,  por  el  momento,  debido  á  la  escasez  de  combustible  en 
el  lugar,  sería  conveniente  buscar,  en  los  cerros  próximos  al  Sombrerito,  los  yacimientos  de  Limonita, 
por  ser  de  una  elaboración  mas  rápida. 

lili»,  u,  8.  1883  6 


—  42  — 

Avanzando  algunas  cuadras,  llegamos  á  la  confluencia  del  Arroyo  Diamante,  que,  por 
su  incidencia,  por  lo  que  de  su  curso  hemos  visto  de  una  lomada  y  por  el  caudal  de  sus 
aguas,  mas  ó  menos  el  mismo  del  Gollon-gueyú,  debe  nacer  de  la  vertiente  austral  de  la 
Cuchilla  de  las  Tunas.  Las  aguas  unidas  de  estos  dos  arroyos  se  abren  paso,  sin  gran  ve- 
locidad, poruña  línea  apenas  serpentina,  dirijida  al  S.  mg.  y  sus  márgenes,  cubiertas 
de  Ciperos  y  Gramíneas,  entre  las  cuales  se  destaca  á  ^  cees  la  elegante  Cortadera '  con 
su  largo  penacho,  son  mas  ó  menos  elevadas,  como  que  el  terreno  sigue  ondeando, 
pero,  á  unas  3  '¡,  leguas  al  Sur  del  Cerro  Gerardo,  ya  se  muestra  como  el  resto  de  la 
Pampa,  y  sólo  con  esas  ondulaciones  imperceptibles  y  amplísimas  (pie  la  caracterizan. 

Por  fin  llegamos  á  nuestro  punto  de  parada,  del  cual  no  debíamos  pasar  sino 
pocas  cuadras,  en  las  excursiones  diarias.  D.  Toribio  Díaz  nos  recibió  perfectamente, 
brindándonos  mesa  y  lecho,  lo  que  nos  j)ermil¡ó  dedicarnos  sin  preocupación  alguna  á 
nuestra  tarea,  ({ue,  por  cierto,  nos  autoriza  á  decir  (pie  hemos  hecho  lo  f[ue  se  podía 
hacer  en  cuanto  á  colecciones. 

Después  de  dejar  todo  en  orden,  nos  dirijimos  al  Arroyo,  y,  con  gran  sorpresa,  vi- 
mos, á  cierta  distancia,  suspendidos  en  las  ramitas  de  los  Sauces,  que  quedaban  sobre  el 
agua,  unos  cuerpos  alargados,  piriformes,  formados  de  raices  y  ramas  muy  delgadas. 
Simultáneamente  pensamos  que  aquellos  eran  nidos,  (|ue  nunca  habíamos  visto,  per- 
tenecientes á  alguna  especie  próxima  al  Boyero-,  el  aspecto  de  cuya  habitación  lenian, 
pero  mucho  mas  pequeños.  Algunos  de  ellos  estaban  como  á  5  metros  sobre  la 
superficie  del  agua.  Una  especie  social  y  tan  dócil  de  este  grupo...  qué  hallazgo!  Vano 
empeño.  Examinados  a((uellos  nulos,  resultó  que  no  tenían  cavidad!  Eran  simples 
acumulaciones  de  raices  y  ramas,  detenidas  de  esa  manera  por  los  gajos  delgados 
de  los  Sauces,  en  momentos  de  una  creciente  del  Arroyo,  que  había  tenido  lugar 
hacía  algunos  meses.  La  fuerza  mecánica  de  semejante  masa  de  aguas,  desbordada 
por  todos  aquellos  campos,  es  más  que  suficiente  para  arrastrar  el  material  de 
formación  de  sus  terrenos  en  muy  poco  tiempo  y  permite,  á  la  vez,  darse  cuenta 
de  la  presencia  de  piedras  de  la  Sierra  á  grandes  distancias. 

Permanecimos  allí  desde  el  5  hasta  el  8  de  Febrero,  coleccionando  siempre. 
Nuestra  ocupación,  singular  por  cierto,  para  quien  no  la  conoce,  pronto  contagió 
á  muchos.  Algunos  de  los  niños  de  la  casa  nos  trajeron  insectos,  uno  de  ellos 
pescó  en  el  Arroyo  tres  ce  Dentudos  ):>  ^  ({ue  hemos  Iraido  y  uno  de  los  hijos  del  Sr. 
Díaz,  D.  Ventura,  me  ofreció,  dos  dias  después,  una  Comadrejita  *  muy  interesante. 

'  Arando  Selloiriana. 

-   Cassicux. 

^  Nombre  que  allí  los  dan.  Pertenecen  á  la  familia  de  los  Cliaracini  y  tienen  miiclia  aliniílail  con  el 
género  Tclrüfionopteruít.  Como  se  vé  por  los  datos  ictiológicos  esparcidos  en  estas  páginas,  sólo  existen, 
en  los  arroyos  que  conozco  de  la  comarca,  Malacoptcrigios  alxlominales. 

*  Didelphys  bracliyiira.  Véase  lo  (|ue  de  ella  se  dice  al  tratar  de  los  Mamíferos. 


—  43  — 

Al  dia  siguiente,  su  hermano  Gerardo  me  trajo  vivo,  asiéndolo  del  cuello,  un  ejem- 
plar del  Oíidio  mas  terrible  de  la  comarca,  al  que  me  apresuró  á  dar  muerte :  la 
Vívora  de  la  Cruz. 

Febrero  8.- — Medimos  una  base  de  100  metros,  dirigida  de  E.  á  0.  El  meridiano 
magnético  que  pasaba  por  el  extremo  E.  de  la  base,  cortaba  la  Serrezuela  de  las  Tunas 
á  unos  230  metros  al  E.  de  su  pendiente  sobre  el  CoUon-gueyú ;  y  como  tal  punto 
de  la  base  distaba  unos  40  ó  50  metros  del  Arroyo,  resultaba  que  éste,  allí,  había 
experimentado  en  su  curso  una  desviación,  hacia  el  E.,  de  unos  200  metros,  en  37. 
leguas  próximamente  de  distancia. 

Ala  tarde,  nos  despedimos  del  Sr.  Díaz  y  de  su  familia,  (juedando  en  extremo 
gratos  á  su  franca  hospitalidad,  y  desandamos  hcácia  el  Norte  lo  que  habíamos 
avanzado  al  Sur  de  la  Sierra. 

Un  lector  habituado  á  las  correrías  en  la  Pampa  se  sentirá  inclinado  á  reir  al  con- 
siderar nuestras  largas  marchas  de  3  >■  4  leguas  diarias  á  caballo,  pero  deberá  tener 
presente,  si  tal  le  sucede,  que  el  tiempo  nos  pertenecía,  y  que,  á  cada  momento, 
había  una  causa  de  parada,  por([ue  todo  debía  mirarse,  observarse  y  recogerse, 
ora  una  ílor,  un  insecto,  un  ave,  un  ratón,  una  gramilla,  ora  una  piedra,  un  movi- 
miento en  el  pajonal,  un  ruido,  ó  una  simple  huella. 

Eslas  observaciones  de  cada  momento  no  se  comunican  al  lector,  porque  al  lector 
poco  le  importan,  pero  el  obser\'ador  muestra  grande  interés  por  ellas,  porque,  en  más 
de  un  caso,  tienen  aplicación.  Si  alguien  nos  hubiera  visto  revolviendo  un  joiíewíe  de 
ce  Paja  voladora»,  esas  acumulaciones  de  pajitas  que  cruzan  los  arroyos  y  que  sirven 
de  intermediarios  para  que  se  comunique  un  incendio,  esos  terribles  incendios  de 
nuestros  pajonales,  de  un  campo  á  otro,  siendo  así  que  debería  haberse  detenido  en  ese 
arroyo,  habría  dicho  que  estábamos  locos.  Pero  ¿qué  era  Paja  voladora?  Necesitaba 
saber  ésto,  y  no  podía  saberlo  sin  hacer  un  examen.  Entretanto,  ahora  sé  que,  á  lo 
menos  en  aquella  región,  esos  puentes  están  formados  por  los  ejes  delgados,  con  restos 
de  flores,  de  dos  especies  de  Gramíneas  que  abundan  extraordinaiúamente  en  aquellos 
campos,  y  cuya  designación  específica  hallará  el  lector  en  la  parte  botánica  de  este 
libro. 

Guando  se  viaja  con  compañeros  que  no  tienen  interés  por  las  ocupaciones  á  que 
uno  se  dedica,  tales  viajes  son  en  extremo  molestos,  pero,  en  el  caso  contrario,  como 
me  sucedía  con  el  que  yo  llevaba,  esta  suspensión  incesante  de  la  marcha  es  una  fuente 
de  satisfacción  intelectual.  Las  observaciones  se  discuten,  se  cruzan  las  insinuaciones, 
y  se  discuten  también,  si  es  necesario,  y  cuando  una  pezquisa  no  ha  tenido  éxito, 
se  inventa  una  razón,  que  puede  ser  un  desatino,  pero  que  tiene  todas  las  sonoridades 
de  un  argumento  irrefutable,  aunque  se  destruya  por  sí  sola.  Y  cuando  la  discusión 
cesa,  se  observa,  y  si  no  se  observa,  se  fuma,  y  si  no  se  fuma,  se  canta,  lo  que  á  veces 


—  44  — 

es  absolutamente  fastidioso  cuando  el  cantor  no  entiende  de.  ritmo,  ó  no  sabe  más  que 
una  melodía,  única  y  favorita.  Tal  música  es  diametral  mente  opuesta  ix  la  de  Wagner, 
({ue  aturdiendo  al  que  la  oye  por  vez  primera,  como  sucedió  á  Mark  Twain  con  el 
Lohengrin,  entusiasma  lanío  más  cuanto  más  se  oye. 

Al  anochecer,  llegamos  al  «puesto))  de  Gerardo  Díaz,  y  allí,  pi'évio  su  consenti- 
miento, tendimos  la  carpa  junto  al  Arroyo. 

Febrero  9. —  Como  presas  de  bulto,  recordaré  cuatro  Halcones,  cazados  en  el  sau- 
cedal que  nos  protegía.  Gerardo  nos  dijo  que  eran  animales  dañinos,  que  se  llevaban 
los  pollos,  pero  no  tanto  como  las  Águilas*,  pues  era  seguro  que,  si  la  casa  quedaba 
sola,  desaparecía  alguna  gallina  ú  otro  animal  mayor,  arrebatado  por  ellas.  Mas  tarde, 
observando  que  las  aves  de  corral  estaban  inquietas,  nos  hizo  notar  que  las  Águilas 
debian  andar  cerca.  Buscamos  por  todas  partes,  preparándonos  para  cazarlas  y,  al  cabo 
de  un  rato,  distinguimos  dos  aves  que  volaban  formando  grandes  círculos  sobre  noso- 
tros, seguramente  á  más  de  600  metros  de  altura  y  que  se  destacaban  con  mucha 
claridad  sobre  el  azul  puro  del  cielo,  ó  de  algunos  cúmulos  que  lo  cruzaban.  Era  inútil 
gastar  pólvora  en  ellas. 

Febrero  iO. — Cazamos  insectos  y  algunas  aves.  A  la  tarde,  montamos  á  caballo  y  nos 
dirigimos  al  extremo  0.  de  laSerrezuela  ó  Cuchilla  de  las  Tunas.  Esta  eminencia  corre 
algunas  cuadras  hacia  elE.  desde  el  Collon-gucyú,  se  arquea  hacia  el  Norte,  en  cuya 
extremidad  es  mas  alta,  y  estrechándose  á  unos  100  metros  de  su  flanco  sobre  el 
Arroyo,  baja  un  poco  y  se  afila,  de  tal  manera  que  la  pendiente  que  queda  hacia  el  Sur 
de  esa  porción  mas  baja  y  afilada  esun  magnífico  anfiteatro,  á  cuyo  fondo  se  desciende 
por  una  cuesta  de  menos  de  45°  de  inclinación. 

La  parte  superior  de  la  porción  que  visitábamos  era  bastante  plana,  con  muy  poca 
vegetación,  reconociéndose  que  los  animales  vacunos  la  habian  consumido,  pisoteando 
á  la  vez  la  escasa  tierra  que  cubría  la  masa  total  de  gneis-granito.  Del  lado  del  Norte  era 
bastante  empinada,  pero  había  inclinación  y  las  grandes  moles  de  la  roca,  amontona- 
das y  dislocadas  como  por  mano  de  gigantes,  hubieran  permitido,  aunque  con  dificul- 
tad, bajar  por  ellas  hasta  el  magnífico  valle  del  Tandil,  (¡ue  se  extiende  á  su  pié  como 
una  alfombra,  á  la  sazón  verde  ó  verdosa  y  cubierta  de  ganado  vacuno,  que  le  daba  un 
aspecto  en  extremo  animado.  A  la  izquierda ,  los  cerros  aislados  y  La  Tinta  ;  al  frente, 
allá  á  lo  lejos,  los  picos  del  Tandil;  á  la  derecha,  numerosos  cerrillos  que,  en  su  disper- 
sión, van  á  terminar  en  el  Atlántico.  El  ciclo  toldado  daba  un  colorido  singular  al 
paisaje,  y  el  Poniente,  negro  de  tempestad,  dejaba  destacar  los  cerros  medio  ilumina- 
dos, que  sobre  él  se  recortaban. 

'  Haliaétus  melanoleuciis. 


—  45  — 

En  las  grietas  de  las  rocas,  altos  Heléchos  ',  y  guirnaldas  de  Loasas  festoneando  las 
moles;  Claveles  del  aire  salpicando  las  superficies  cubiertas  de  Liqúenes  y  Musgos,  y 
esqueletos  de  cuadrúpedos  en  los  escalones. 

Entre  otras  cosas  que  allí  recogimos,  debo  recordar  una  gran  cantidad  de  Tunas, 
{)robablemente  del  genero  Echinocactus,  algunas  de  las  cuales  dieron  flor  varios  dias 
después,  en  el  Tandil,  flor  pequeíia,  amarilla,  insignificante  como  adorno,  pero  muy 
interesante  como  especie. 

Tampoco  olvidaré  un  nido  de  Megachik,  construido  bajo  una  piedra,  con  las  hojas 
sedosas  de  una  Gomphrena  y  lleno  de  polen  de  Cirsium.  Esta  abeja  es  la  única  de  sü 
género  hallada  en  La  Tinta,  pero  en  abundancia  y,  lo  (jue  es  mejor,  representada  por 
los  dos  sexos,  como  lo  está  la  otra  cazada  en  el  Tandil. 

La  tormenta  ([uc  había  elevado  su  borde  libre,  comenzó  á  correr  mas  rápidamente,  ó 
mas  bien,  á  mostrársenos  mas  rápida,  como  que  se  alejaba  délas  miradas  horizontales. 

Montamos  precipitadamente  á  caballo  y  bajamos  por  el  anfiteatro,  no  sin  recibir  el 
primer  chaparrón.  Con  el  apuro,  se  nos  olvidó  medir  la  altura  de  la  Cuchilla,  lo  que  no 
nos  afligió  al  fin,  porque  podíamos  hacerlo  al  dia  siguiente.  Con  mas  ó  menos  fuerza, 
llovió  toda  la  noche  y  un  viento  furioso  del  SO.  nos  amenazó  arrebatar  la  carpa  que 
estaba  sólidamente  atada.  Hacía  frió  (8°  C),  pero  era  un  frió  insinuante  que  penetraba 
por  fodas  partes  como  el  progreso,  y  se  escapaba  por  todas  como  dialéctica  de  teólogo. 

Febrero  //.El  cielo  despejado,  el  aire  purísimo  y  tranquilo.  Resolvimos  consa- 
grar el  dia  á  losHimenópteros,  para  entregarnos  luego  ala  exploración  de  los  cerros, 
por  algunos  dias,  y  determinar  el  rumbo  que  habríamos  de  seguir. 

Durante  la  mañana,  salió  González  á  cazar. 

Apenas  hubo  andado  media  cuadra,  Gerardo  y  yo,  que  habíamos  quedado  junto  á  la 
carpa,  le  dimos  un  grito  de  aviso :  ce  Un  halcón ! ))  y  la  detonación  del  arma  respondió 
en  seguida. 

Dos  minutos  después,  apareció  entre  los  sauces,  con  su  presa  en  la  mano.  Saltó  el 
arroyo  y  la  depositó  junto  á  la  carpa. 

BuRMEisTER  uo  Señala  esta  especie  en  su  Revista  de  los  Vertebrados  Argentinos  {Reíse, 
H),  DoERiNG  tampoco ; — ^mi  compañero  no  la  había  visto  desde  Buenos  Aires  hasta  el 
Chaco,  ni  desde  el  Rosario  hasta  el  Cerro  Nevado  en  los  Andes,  ni  yo  desde  Patagones 
hasta  Jujuy. 

Por  el  momento  era  una  pieza  interesante  \ 

*  Asplenium  Berleroanum. 

'  No  puede  quedar  duda  de  que  es  el  Falco  Cassini,  Sharpe,  v.  Catalogue  of  the  Birds  in  the  British 
Museum  I,  384,  n.  4.  —  1874.  En  el  momento  de  imprimirse  este  pliego,  no  he  visto  aún  el  trabajo  de 
Cassin  en  U.  St.  Asir.  Exped.,  de  modo  que  no  he  podido  comprobar,  ni  desechar,  el  Falco  nigriceps  de 
este  zoólogo. 


—  40  — 

De  vuelta  de  mi  viaje,  y  estando  el  Dr.  Doering  en  la  Capital,  manifestó  éste  no  co- 
nocer el  animal,  cuya  especie  no  me  había  .sido  posible  determinar  en  viaje.  Era  evi- 
dentemente un  Falco,  y  el  ornitólogo  aludido  expresó  no  poca  sorpresa  al  reconocerle 
cierta  semejanza  con  el  Falco  communis  de  Europa. 

Asi  que  estuvimos  jjrontos,  cruzamos  el  Ari'oyo  y  nos  dirigimos  á  un  punto  pró- 
ximo, donde  había  muchas  matas  de  Cardo  Negro,  ala  sazón  en  ílor. 

Decir  la  cantidad  de  Himenópteros  que  allí  revoloteaban,  parece  supérfluo,  ya  que  el 
lector  sabe  que  habíamos  resuelto  consagrarles  el  dia.  Casi  no  había  cabezuela  (jue  no 
tuviese  uno  ó  dos  ejemplares  de  la,  Scoliamutanda,  predominando  los  machos  por  su 
cantidad.  Una  J/?í/ac/N7e  abundaba  allí  también,  siendo  más  numerosas  las  heml)ras. 
Las  especies  de  Áugochloray  de  Ualíclus  parecían  disputarse  la  felicidad  de  revolverse 
entre  el  blanco  polen  del  Cirsium; — zumbaljan  las  Dolicómeras  yEcplécticasy  el^o;;?.- 
bíis  Üioracicus  confundía  con  las  vibraciones  de  éstas  el  sonoro  extremecimienlo  de  sus 
alas.  La  Svastra  bombilans  daba  la  nota  intermedia  y  los  representantes  de  alguno 
que  otro  género  agregaban  su  tonada  al  concierto  en  cuyo  centro,  agitados  ambos,  sin 
descansar  durante  tres  horas,  obtuvimos  cuanto  se  podía  obtener. 

Bandadas  numerosas  del  Turpial  ó  Pecho-rojo  de  tapadas  blancas,  pasaban  por  sobre 
nuestras  cabezas,  para  ocultarse  entre  las  Gramíneas,  y  el  Ceñir  ¿íes  7iiger  recorría  tran- 
quilamente los  sitios  desnudos,  buscando  Hormigas  y  pequeños  Escarabajos  con  que  se 
alimenta. 

Encapotóse  el  sol  próximo  á  su  ocaso,  las  nubes  volaron  al  zenit,  y  nos  dieron,  con 
sus  primeras  golas,  la  señal  de  retirada. 

Las  Perdices,  sorprendidas  con  a(|uel  crepúsculo  repentino,  salieron  del  pastizal  y 
correteando  aleladas  entre  los  >ástagos  secos  del  Gardo  asnal,  á  pocos  pasos  de  nos- 
otros, nos  predispusieron  en  contra  suya. 

Reducida  la  tormenta  á  una  nube  negra,  pero  de  muy  grandes  dimensiones,  el  sol 
volvió  á  brillar,  y  aprovechando  lo  poco  que  quedaba  de  dia,  nos  dedicamos  á  cazar- 
las, obteniendo  22  en  menos  de  una  hora. 

Febrero  I¿. —  Debíamos  comenzará  explorar  los  cerros,  pues  así  lo  habíamos  conve- 
nido antes.  A  medio  dia  montamos  á  caballo,  llevando  todo  lo  necesario  para  el  objeto 
de  nuestra  excursión.  Aumpic  parezca  un  |)lconasino  decir  (|ue  reinaba  viento,  por 
cuanto  a([uclla  región  es  como  el  reino  de  Eolo,  lo  diré  :  reinaba  viento,  y  un  viento 
fuerte,  saludable;  ese  viento  de  la  Sierra  del  Tandil,  la  Suiza  portcña,  ({ue  al  gemir 
entre  los  riscos  parece  llamar  á  cuanto  enfermo  de  los  Ijronquios  ó  del  pulmón  se  queja 
en  Buenos  Aires  y  (|ueda  indeciso  cuando  el  médico  le  ordena  campo. 

El  aire  estaba  diáfano  y  sólo  algunos  cúmulos  lo  surcaban  de  trecho  en  trecho, 
como  inmensos  capullos  de  algodón  que  viajaran  inq)elidos  por  el  viento  entre  un 
sátiro. 


—  47  — 

Gerardo  nos  había  prometido  acompañarnos  y  lo  cumplía.  Pedro  vino  con  nosotros, 
y  ViLLOLDO  quedó  encargado  de  cnanto  dejcáhamos :  caballos  y  pertrechos  de  viaje. 

A  poco  andar,  cruzamos  el  Arroyo  y  tomamos  la  dirección  de  (c  El  Souibrerilo  )).  A  lo 
lejos  se  veían  revolotear  varias  Águilas  sobre  los  peñascos  de  LaTinta  que  he  denomina- 
do ce  Escalones  de  las  Águilas »  y,  en  el  campo,  diversas  aves  ofrecían  materiales  para 
las  observaciones  y  las  notas. 

Siguiendo  nuestro  camino,  hallamos  en  el  camino  un  pozo,  bastante  ancho  y  de  unos 
3  metros  de  profundidad,  sumamente  peligroso  para  un  viajero  que  pase  por  allí  de  no- 
che, á  caballo.  Su  fondo  eslaba  cubierto  de  tierra  menuda  y  de  el  partía,  oblicuamente 
hcácia  arriba,  una  cueva  espaciosa,  la  cual  comunicaba  con  el  suelo  superior  por  una 
abertura. 

Nos  detuvimos  allí  sospechando  que  algún  animal  debía  vivir  en  él  |)or  las  hue- 
llas que  notábamos,  y  resolvimos  examinarlo.  Decidimos  que  era  la  morada  de  un 
zorro,  y...  lo  demás  se  comprende.  Bajar  era  dilicil ;  así  es  que  echamos  pajas  ardien- 
do, lo  cual  lleno  la  cavidad  de  humo.  Mons  parturiens  f  salió  un  ratón!  Pero  era  el 
ratoncito  rojizo  que  tanto  habíamos  perseguido  sin  éxito.  Sofocado  por  el  humo, 
corrió  de  aquí  por  allí,  hasta  que  por  fin  halló  su  salvación  en  la  abertura  que  comu- 
nicaba con  el  suelo,  y  también  su  muerte,  porque  Gerardo  lo  cazó  de  un  rebencazo'. 
En  el  fondo  y  á  los  lados  había  gruñidos,  pero  de  mamífero  grande,  sin  duda  zorro. 
Por  el  momento  podíamos  contiiuiar  la  marcha.  González  cazó  otra  S>jnaUcfxis  an- 
thoides. 

Durante  el  trayecto,  observamos  muchos  ratones  rojizos,  pero  lodo  fué  inútil.  El 
perro  corría  de  una  parte  á  otra,  pero  las  matas  ya  mas  frecuentes  de  Paja  Colorada 
inutilizaban  su  tarea  y  tauíbien  la  nuestra. 

Fallaban  pocas  cuadras  para  llegar  al  Sombrerito  y  faldeál)amos  la  pendiente 
sobre  la  cual  se  levantan  los  Escalones  á  que  antes  he  aludido.  La  Paja  Colorada  más 
abundante  aún.  Ya  se  mostraban  algunos  grandes  trozos  de  piedra  esparcidos.  Las  AI- 
bergillas,  enredadas  en  las  pajas,  eran  mas  frecuentes;  algunos  ejemplares  de  Gerardia 
mostraban  sus  racimos  de  tlores  rosadas  y,  en  general,  la  vegetación  aparecía  mas  lo- 
zana, mas  variada,  y  por  consiguiente  mas  interesante  que  en  todo  el  trayecto  recorrido. 

De  pronto  oimos  cantos  de  ranas  y  aunque  en  mis  viajes  anteriores  había  cazado 
algunas  en  el  Tandil,  me  pai"eció  que  no  por  eso  debía  desdeñarlas.  Además,  ranas  y 
agua,  se  vinculaban  íntimamente.  Invité  á  mis  compañeros  atropar  á  la  cima  de  la 
cuesta  que  terminaba  al  pié  de  la  meseta.  Dicho  y  hecho.  A  medida  que  ascendíamos, 
la  vegetación  era  mas  variada  y  mayores  las  piedras  que  sobresalían. 

Al  fin  llegamos. 

El  cuadro  era  interesante. 

'  Era  el  Hesperomys  arenicola,  coimuí  en  la  Pampa. 


—  48  — 

Junto  á  nosotros  se  elevaba  un  murallon  vertical  como  de  20  metros,  —  el  corte  de 
la  meseta  de  arenisca  blanquecina,  — grandes  moles  de  gneis-granito  se  levantaban  á 
su  pié,  y  variadas  [)ianlas  lo  adornaban,  entre  otras  una  Albergilla  (Lat/njrussp.)  muy 
parecida  á  la  que  se  cultiva  en  los  jardines  de  Buenos  Aires  con  el  nombre  de  Pastilla,  y 
que  ofrecía  sus  racimos  de  llores  azuladas,  que  no  le  había  visto,  no  obstante  haberla 
coleccionado  antes  en  el  Tandil. 

Indiqué  á  mis  compañeros  que  habría  ventaja  en  quedar  allí,  lo  que  no  les  pre- 
sentaba inconveniente  alguno. 

Dimos  de  beber  á  nuestros  caballos,  en  pequeños  depósitos  de  agua  que  había  al 
pié  del  murallon,  y  entonces  nos  preocupamos  de  almorzar.  Un  cuarto  de  hora  des- 
pués habíamos  terminado.  Podíamos  coleccionar  hasta  las  6,  porque  no  eran  mas  que 
las  3  p.m. 

Varias  ranas,  entre  otras  la  denominada  Hyla  agrestis,  cayeron  en  la  red  ;  algunos 
ejemplares  dePepsis,  el  avispón  azul  de  alas  rojizas,  y  un  magnífico  ejemplar  de  Pa- 
pilio  T/ioas  var.  Thoantiades,  mariposa  negra  con  colitas  y  banda  de  manchas  amari- 
llas, quedaron  prisioneros. 

El  murallon  mismo  estaba  cubierto  de  Claveles  del  aire '  y  entre  las  grietas  ver- 
ticales mas  ó  menos  anchas  que  lo  surcaban  se  veían  diversos  Heléchos,  algunos  de 
los  cuales  no  conocía,  entre  otros  la  Cassebeera  triphylla  (que  no  se  ha  señalado  aún 
en  nuestra  Floi'a,  pero  sí  en  la  de  Montevideo),  Adianlhus,  Pteris,  Anemia  tomen- 
tosa, Aspknium  Berteroamim  al  pié  y  quizá  alguna  otra. 

Abundaba  allí  un  interesante  molusco:  el  Eudioptus  mendozanus  Str.  (var.  sec. 
Doerixg),  prendido  en  las  piedras.  González  y  Gerardo  me  hicieron  notar  una  Coma- 
dreja tan  pequeña  como  el  Minero  común,  cuyo  tipo  de  coloración  era  el  mismo  de 
la  que  me  llevara  poco  antes  Ventura  Díaz,  pero  muerta  de  mucho  tiempo  y  despren- 
diéndosele ya  la  piel  del  vientre  muy  aglobado.  La  traje,  sin  embargo,  por  el  esqueleto. 
Mis  compañeros  vinieron  al  punto  en  que  me  encontraba,  junto  á  un  depósito  natural 
de  agua  encerrada  entre  unas  moles  de  piedi-a. 

A  4  metros  de  altura  en  el  murallon  había  un  matorral  de  Claveles  del  aire,  mas 
de  1 00  vastagos  juntos.  No  recogerlo  era  demasiada  indiferencia. 

—  «  ¿  Se  le  anima?  »,  —  preguntó  González  á  Gerardo. 

—  (c  ¿A  qué?  al  murallon  ?... ))  —  y  midiéndolo  con  la  mirada,  mii'ada  que  se  des- 
prendía de  un  individuo  habituado  á  los  cerros,  agregó: 

—  ce  Yo,  nó.  » 

—  ce  Pues  yo,  sí,»  —  dijo  González,  lo  que  tal  vez  era  una  imprudencia. 


'  Tilland-iia  sp.  No  tenían  flor,  pero,  en  los  momentos  de  dar  este  pliego  A  la  estampa,  muchos 
de  los  ejemplares  muestran  ya  sus  brácteas  carmíneas  en  espiga  simple,  y  flores  de  color  lila  intenso, 
sin  alcanzar  el  violeta.  La  especie  es  muy  afine  á  la  T.  bicolor. 


—  49  — 

Hablamos  de  montañas,  y  de  claveles,  y  de  ranas,  y  después  nos  separamos. 

González  y  Gerardo  flanquearon  el  murallon  por  el  lado  del  Esle  y  treparon  á  su 
cumbre  por  la  pendiente  del  Sur.  Por  mi  parle,  quedé  del  lado  del  Norte,  coleccio- 
nando siempre. 

Ya  tenía  un  montón  de  plantas,  que  Pedro  recogía  á  medida  ([ue  las  desprendía, 
cuando,  de  pronto,  levanto  la  cabeza  y  veo  la  mata  desdeñada.  De  un  salto  trepo  sobre 
una  piedra,  saco  el  grueso  cuchillo  que  me  servia  para  extraer  las  yerbas  de  raiz,  lo 
levanto,  y  desprendo  el  matorral  que  cae  á  mis  pies.  Pero,  á  esta  altura,  veo  nuevos 
Heléchos,  ejemplares  mas  abundantes  de  Eudioptus  y  algunos  otros  objetos  de  interés; 
pero,  lo  que  despierta  mas  vivamente  mi  atención  es  la  cantidad  de  grietas  transversa- 
les y  de  porciones  salientes  de  la  arenisca  blanquecina,  fracturada  sin  duda  en  el  mo- 
mento de  solevantarse  la  masa,  que  quedaban  como  escalones,  no  visibles  del  pié  del 
murallon,  y  que  facilitaban  en  extremo  la  ascensión  de  su  vertical.  Sin  embargo,  no  me 
tentaba  la  hazaña  de  escalarlo.  Seguí  pues  coleccionándolo  que  podía,  sin  pensaren 
peligro  alguno,  por  cuanto  me  apoyaba  en  algo  como  pedestales  seguros,  cuya  adhe- 
rencia inconmovible  comprobaba  antes  de  trepar  sobre  ellos.  Y  así  iba  subiendo  obli- 
cuamente por  la  vertical  del  murallon.  De  pronto  observé  una  grieta,  dentro  de  la  cual 
crecían  numerosos  Heléchos,  cuyos  rizomas  acanelados  trepaban  por  los  intersticios 
húmedos.  Una  vez  que  los  hube  arrancado  y  arrojado  á  Pedro  que  los  recibía,  saqué 
el  reloj  y  vi  que  faltaba  un  minuto  para  las  5.  ce  Tengo  tiempo»  pensé  cede  juntar 
aquellos  caracoles  »,  y  guardando  el  cuchillo,  tomé  una  pinza  y  me  preparé  á  reco- 
gerlos.   Pero  no  los  alcanzaba.  Coloqué  entonces  la  pierna  izquierda  dentro  de  la 
grieta,  apoyé  el  pié  derecho,  con  la  pierna  doblada,  sobre  un  trozo  de  piedra  saliente 
y  la  espalda  en  la  pared  de  la  grieta;  la  mano  izíiuierda  asía  fuertemente  otra  piedra  y 
elevando  el  brazo  derecho  cuanto  podía,  hice  un  movimiento  para  levantarme  mas 
portiue  no  alcanzaba  aún.  Y  entonces....  olvidando  que  la  pierna  derecha  era  la  llave 
de  mi  violenta  actitud,  la  aflojé  y....  di  un  grito. 

Un  espectador  distante  habría  visto  bajar  rápidamente  una  Y  ó  una  X  por  la  vertical. 

Cierto  Ingeniero,  amigo  mío,  piensa  maliciosamente  t|ue  en  ese  momento  descubrí 
un  nuevo  método  de  tomai'  alturas,  por  haber  caido  con  velocidad  aumentada  en 
razón  directa  del  cuadrado  de  los  tiempos. 

Pedro,  (pie  no  conocía  esta  ley,  dio  un  grito  li'cmendo  (juc  jamás  olvidaré. 

Entre  tanto,  yo  había  recibido  un  furioso  golpe. 

Felizmente,  mi  actitud  no  cambió  en  la  caída,  tal  vez  porque  llevaba  los 
brazos  levantados  y  las  anchas  mangas  del  saco  de  brin  que  me  cubría  contribuyeron 
en  algo  á  conservar  la  dirección.  Miré  hacia  abajo  y  calculando,  con  esa  rapidez 
que  determina  á  veces  un  |)eligro  inminente ,  que  se  me  iban  á  destrozar  las 
piernas  si  recibían  todo  el  choque  en  unos  pedrotes,  bajé  los  brazos  y  caí  como  no 
debe  caer  jamás  un  naturalista  :  en  cuatro...  miembros. 

loip.  II,  28,  1883  7 


—  50  — 

Total  :  me  había  recalcado  los  dos  tobillos  y  la  muñeca  izquierda,  fracturado  el  pe- 
roné derecho  y  un  metatarsiano,  dislocado  la  cabeza  de  la  sexta  costilla  del  mismo 
lado,  y  tenía  la  piel  levantada  en  la  palma  de  la  mano  iz(|uierda,  cuatro  heridas  en  la 
rodilla  derecha  y  otra  profunda  que  interesó  la  tibia  subyacente.  Tuve  la  feliz  presen- 
cia de  ánimo  de  dar  al  cuerpo,  al  sentirme  en  el  aire,  la  elasticidad  que  se  le  comunica 
en  un  salto  consciente.  Si  así  no  hubiera  sido,  si  hubiese  caído  come  mole  inerte, 
pienso  que  la  situación  habría  tendido  á  continuarse. 

Gerardo  Díaz  y  González,  que  habían  oido  el  grito  de  Pedro,  llegaron  azorados  un 
instante  después,  con  la  convicción,  según  me  dijeron  mas  tarde,  de  hallar  un  cadáver. 

Pedí  agua,  pero  no  me  oyeron.  Afonía  completa. 

Hice  un  esfuerzo  violentísimo  y  entonces  comprendió  Pedro.  Jamás  he  experimen- 
tado sed  igual.  Bebí  una  taza  de  agua,  y  luego  otra.  Poco  á  poco  mi  voz  se  fué  acla- 
rando y  con  ella  mi  situación  subjetiva.  Cuando  pude  hablar  claro,  dije  á  Pedro:  «Toma 
el  caballo  mas  lijero  y  corre  al  Tandil.  Busca  al  Dr.  Fidanza  y  dile  lo  que  ha  sucedido  ; 
pero,  cuidado  con  que  lo  sepan  mi  madre  ni  mi  hermana  antes  que  él.  Si  puede  venir 
á  buscarme,  que  lo  haga  en  un  carruage,  pues  no  podré  llegar  hasta  allá  á  caballo.  » 

Dírijí  luego  una  mirada  al  punto  á  que  había  alcanzado  en  el  murallon.  Como  le 
había  calculado  20  metros  de  altura  y  había  pasado  de  la  mitad  de  ésta,  me  pareció 
haber  caído  de  121  metros.  Tal  vez  liaya  exageración  en  esto,  pero  es  indudable  que 
con  cálculo  falso  ó  exacto,  no  ganaba  ni  perdía  dolores,  magullado  como  estaba,  con 
determinar  prolijamente  mi  viaje  vertical. 

La  mano  derecha  nada  había  sufrido,  pero  los  movimientos  del  brazo  eran  imprac- 
ticables, por  el  intenso  dolor  que  experimentaba  ya  á  causa  de  la  luxación  de  la  costilla. 

Gerardo  y  González  me  prodigaron  todo  género  de  cuidados  ;  con  toda  suavidad 
abrieron  la  caña  de  mis  bolas,  porque  ya  comenzaba  el  dolor  en  los  tobillos  y  me 
colocaron  á  pulso  sobre  el  caballo,  quedando  asegurado  en  la  montura  con  las  maletas 
llenas  de  papel  para  plantas. 

Mientras  (|ue  Gerardo  llevaba  mi  cabalgadura  de  la  brida,  bajándola  cuesta  en 
anq^lios  zig-zags,  González  recogió  la  rica  cosecha  de  la  tarde  y  se  nos  incorporó  algu- 
nas cuadras  después.  El  viento  fresco  que  soplaI)a,  el  dolor  creciente  que  subía,  la  si- 
tuación que  se  períilaba  con  todas  las  claridades  de  un  diagnóstico  definido,  me  permi- 
tieron pronosticar  algo  mas  risueño  que  lo  que  se  me  ocurrió  cuando  bajaba  al  pié  del 
murallon  por  el  camino  mas  corto  y  mas  rápido.  Goníieso  que  lo  único  que  me  alarmaba 
era  la  costilla,  por  lo  mismo  que  no  me  la  podía  reconocer. 

Cuando  llegamos  á  casa  de  Gerardo,  casi  á  una  legua,  éste,  González  y  Villoldo  me 
bajaron  del  caballo  y  me  acostaron  en  una  cama.  Pedí  un  punch  y  me  dieron  dos,  y 
aquel  líquido  caliente  y  cordial  se  difundió  por  todo  mi  organismo  y  pude  dormir  tran- 
quilamente hasta  las  2  de  la  mañana,  no  sin  haber  observado  antes  los  cuidados  que 
lodos  me  prodigaban. 


—  51  — 

A  esa  hora  González  me  cambió  un  poco  la  posición  en  que  cslaba  y  dormí  hasta 
cerca  de  las  8  del  dia  13,  dormitando  hasta  las  1 0,  hora  en  (|ue  oi  la  voz  de  Fidanza  en 
el  palio.  Venia  acompañado  de  Aurelio  Castro.  Inmediatamente  me  reconoció,  y  al 
pasarla  palma  de  la  mano  por  la  costilla,  sentimos  ambos  un  chasquido :  ocupaba  su 
lugar,  y  no  había  fractura  en  ella. 

Una  hora  después,  me  despedía  de  Gerardo  Díaz  y  de  su  señora,  á  los  que  nunca 
agradeceré  bastante  la  solicitud  con  que  rae  atendieron.  En  cuanto  á  mi  compañero, 
bien  sabe  él  que  no  tengo  pasta  de  desagradecido. 

Arreglado  con  todo  esmero  en  el  carruaje,  hice  alegremente,  aunque  molido,  un 
trayecto  que  dias  antes  había  hecho  á  la  inversa  con  jaqueca  y  sin  moledura,  riéndome 
á  carcajadas  que  me  causaron  bastante  dolor,  cuando  Aurelio  Castro  me  hizo  referen- 
cia del  susto  de  mi  madre,  al  ver  (¡uc  iba  á  acompañar  á  Fidanza,  fundada  en  (jue  era 
escribano,  lo  que  implicaba  algo  úcin  cxtremis,  y  sin  recordar  (jue  yo  no  necesitaba 
escribano  para  morirme  de  un  porrazo  ó  de  cualquiera  otra  manera,  por  tener  here- 
deros forzosos  que  se  verán  forzados  á  no  saber  qué  hacer  con  mis  frascos  de  arañas  en 
un  caso  como  ese,  y  sólo  se  tranquilizó  cuando  se  le  hizo  ver  la  tintura  de  árnica,  y  las 
bilmas  que  Fidanza  llevaba. 

A  las  3  llegamos  al  Tandil,  siendo  recibido  en  brazos  de  la  misma  sangre  que  llevan 
los  mios,  y  objeto  de  vivas  simpatías  por  parte  de  numerosas  personas  del  pueblo  que 
habían  acudido. 

En  el  acto  alguien  telegrafió  á  Buenos  Aires  al  diario  La  Nación  y  como  la  no- 
ticia pronto  cundió,  llovieron  los  telegramas,  todo  lo  cual  me  impone  el  deber  de 
consignar  aquí  mis  íntimas  gracias  á  las  mil  expresiones  cariñosas  que  se  me  prodi- 
garon . 

En  manos  de  un  medico  en  quien  tenía  y  tengo  plena  confianza,  podía  esperar  tran- 
quilamente la  evolución  de  mis  dolencias. 

Mas  tarde  me  visitaron  mis  colegas  Peré,  Zabala  y  Lizarralde  y,  como  no  hay  ser 
viviente  mas  digno  de  compasión  que  un  médico  enfermo,  ya  me  pareció  que  aquello 
era /wníffl  y  que  mi  situación  era  mas  grave  (¡ue  lo  que  parecía.  Sin  embargo,  tuvieron 
el  tacto  de  no  tomarme  el  pulso,  ni  mirarme  la  lengua,  ni  palparme,  ni  medirme,  ni 
preguntarme  por  un  millón  de  cosas,  que  suelen  no  tener  importancia  para  el  diagnós- 
tico, pero  cuya  averiguación  complace  á  los  pacientes,  y  sólo  nos  ocupamos  con  Jaca, 
el  redactor  del  Eco  del  Tandil,  y  otras  personas,  de  los  Conflictos  y  Armonías  de  las 
Razas  de  América,  que  acababa  de  aparecer,  lema  de  conversación  ([ue  me  convenció 
de  mi  ninguna  gravedad.  Peré,  sin  embargo,  insinuó  mas  larde  la  ventaja  de  queme 
aplicaran  diez  y  ocho  sanguijuelas,  en  torno  de  la  cabeza  déla  costilla  dislocada,  por 
la  probabilidad  remola  de  una  pleuritis.  Fidanza  manifestó  que,  por  el  momento,  no 
había  objeto,  y  como  aquel  había  sido  mi  temor  desde  el  princi|)io  y  como  Fidanza  no 
se  oponía,  aunque  lo  consideraba  supérlluo,  y  como  al  fin  yo  no  podía  pensar  del  mis- 


mo  modo  (lue  ellos,  ponjiic  lal  cosa  no  se  usa  entre  colegas,  parlicularmcnte  si  se  traía 
de  sanguijuelas,  permití  (pie  me  aplicaran  diez  y  nueve. 

Me  he  detenido  en  estos  detalles  para  que  se  vea  que  la  suspensión  del  viaje  no 
respondía  á  una  causa  li'ivial,  y  que,  por  el  contrario  hubiera  sido  una  imprudencia 
continuarlo  en  tales  condiciones. 

A  los  pocos  dias  resolví  volver  á  La  Tinta,  mas  fueron  tantos  los  contratiempos,  entre 
otros  el  reconocimiento  de  la  fractura  del  peroné,  que  me  vi  obligado  á  tomar  el  cami- 
no de  Buenos  Aires,  dispuesto  á  no  emprender  mas  viajes  ;  pero....  lo  mismo  hacía 
Simbad  el  Marino. 

Adenitis,  temo  ()or  mi  identidad. 

Por  fantasía,  ó  por  asombro,  no  falta  quienes  me  hayan  fracturado,  mentalmente, 
se  entiende,  mas  huesos  que  los  que  forman  el  esqueleto,  consignando  en  hojas  impre- 
sas el  cálculo  de  mis  deformaciones  presuntas  y  me  considero  obligado  á  restaurarme, 
como  lo  hace  Burmeister  con  los  Gliptodontes  y  Megaterios. 

Y,  más  que  todo,  debo  reunir  aíjuí,  en  una  expresión  general,  todos  los  sumandos 
de  gratitud  que  me  han  sido  arrancados  }'  que  sólo  puedo  manifestar  en  estas  líneas. 

González,  que  nos  había  acompañado  á  caballo,  (piedó  a(|uel  día  con  nosotros. 

Como  él  debía  volver  á  La  Tinta,  le  pedí  abandonara  los  trabajos  relativos  á  ani- 
males, nó  de  un  modo  absoluto,  porque  esto  era  impracticable,  y  que  se  dedicara  á  las 
plantas,  recojiendo  todas  aquellas  que  no  hubiese  visto  en  lo  (¡ue  yo  había  reunido  ya, 
y  que  regresara  cuando  quisiera.  Así  lo  hizo.  El  dia  14  volvió  á  La  Tinta. 

Este  viaje,  que  en  el  momento  de  mi  caída  i*epresentaba  ya  un  rico  material  reunido, 
no  se  interrumpió  pues,  y  numerosas  piezas,  que  mi  excelente  compañero  obtuvo,  ocu- 
pan, en  las  enumeraciones  siguientes,  lugares  no  poco  preciosos. 

Entre  tanto,  le  cedo  la  palabra. 

FEBRERO  \í  A   25 

Pon  Justo  González  Agua 

Las  razones  que  motivan  mi  |)artic¡pacion  en  este  libro  son  suficientemente  conoci- 
das por  el  lector  que  haya  llegado  á  esta  página  y  al  dar  principio  á  la  tarea  de  consignar 
aquí  los  resultados  de  mi  actividad  en  la  Sierra  de  La  Tinta  durante  los  dias  que  siguie- 
ron á  la  caída  de  mi  maeslroy  amigo,  el  Dr.  Holmberg,  no  puedo  menos  de  preceder  el 
siguiente  diario  con  una  expresión  de  gracias  por  la  confianza  (|ue  depositó  en  mí. 

Seré  breve,  porque  una  parte  considerable  de  las  observaciones  {|ue  llevé  á  cabo  no 
solamente  repiten  otras  anteriores,  sino  que  se  hallan  apuntadas  en  las  páginas  prece- 
dentes, que  he  tenido  á  la  vista. 

Guiado  por  la  indicación  de  Holmberg  de  que  me  preocupara  mas  de  las  colec- 
ciones botánicas  que  de  las  zoológicas,  debí  prestarles  mayor  atención,  obra  tanto  mas 


—  53  — 

(lificil  (le  llevar  á  cabo,  cuanto  que  jamás  me  había  ocupado  (Je  plantas.  Pero  la  cir- 
("unstancia  de  haberle  visto  en  la  tarea  y  comparando  las  observaciones  pasageras 
hechas  en  otros  puntos  del  país,  pude  diferenciar  poco  á  poco  unos  l¡[)os  de  otros  y 
dedicando  algunas  horas  á  lecturas  que  me  proporcionaran  ciertos  conocimientos  nece- 
sarios, pude  vencer  una  parte  de  las  dificultades,  y  reunir  muchas  especies  que,  sin 
(luda,  serán  indicadas  en  su  respectivo  lugar. 

Febrero  4 i.  —  Salí  del  Tandil  á  las  3  de  la  tarde,  tomando  el  camino  que  había  de 
llevarme  á  La  Tinta,  comose-ha  señalado  anteriormente  [Febrero  3,  p.  34), 

Durante  el  trayecto,  poco  pude  deternerme,  pues  me  urgía  llegai-  á  la  Sierra,  sin  que 
ésto  me  impidiera  anotar  el  nombre  de  algunas  aves  que  me  eran  bien  conocidas  por 
haberlas  cazado  en  otras  comarcas,  tales  como  el  Lechuzón*,  que  también  había  sido 
observado  anteriormente,  la  Gaviota  comun%  el  Chorlo',  (|ue  volaba  en  bandadas  enor- 
mes de  miles  de  individuos.  Al  anochecer,  y  cerca  ya  de  los  cerros,  pude  ver  un  zorro 
rojizo,  con  el  dorso  y  costados  de  un  color  gris,  probablemente  el  Canis  Azarae,  no 
escaso  en  el  país. 

En  la  página  39,  al  hablar  del  Gollon-gueyú,  dice  el  Dr.  Holmberg  lo  siguiente  : 
((Al  pi(i  de  esta  Cuchilla  (de  las  Tunas)  pasa  el  Arroyo  Collon-gueyú.  Insignificante  al 
principio,  en  el  punto  en  que  estábamos  y  reducido  mas  bien  á  una  banda  pantanosa, 
pronto  se  enriquece  con  las  infiltraciones  de  los  cerros,  y  comienza  su  curso,  modesto 
pero  triunfante,  hacia  el  S.  mg...  »  Como  esto  podría  hacer  creer  que  el  arroyo  nace  al 
pié  déla  Cuchilla  nombrada,  debo  hacer  notar  que  efectivamente  estaba  reducido  á 
cf  una  banda  pantanosa»  cuando  llegamos  á  sus  orillas  en  la  tarde  del  dia  4  de  Febrero, 
pero  que  no  comienza  allí,  sino  mucho  antes,  marcando  bien  su  curso  de  amplias  ondas 
alN.  de  dicha  cuchilla  y  estando  lleno  de  agua  corriente  en  el  punto  á  queantes  se  alude, 
cuando  volví  solo  á  sus  márgenes. 

Febrero  15. —  A  unas  4  cuadras  al  E.  del  sitio  en  que  la  carpa  estaba  tendida,  se 
elevaba  una  alta  loma.  A  ella  me  dirigí  para  continuar  coleccionando  y  aunque  hubie- 
ra debido  preferir  eminencias  mayores,  no  lo  hice  por  sentirme  bastante  cansado  del 
viaje  de  ida  y  vuelta  que  había  hecho  en  los  dos  dias  precedentes. 

La  loma  presentaba  poco  interés.  Su  suelo  se  hallaba  cubierto  de  tunas,  como  las  que 
se  mencionan  de  la  Cuchilla  á  que  han  dado  nombre.  Recogí  muchos  ejemplares  de 
estas  curiosas  plantas  y  de  otras  que  fueron  colocadas  en  papeles. 

01)tuve  también  algunos  animales  que  no  habíamos  cazado  antes,  entre  otros  un 
reptil  de  aspecto  de  lombriz,  (pie  jamás  había  visto'. 

'   OhiK  hrachyotxi!>.  ^   Larus  rociferus.  '  Eiidromias  modesta. 

'  Me  dici'  el  Df.  IIolmiírrü,  al  entregarle  estos  apuntes,  (jue  se  hallaba  en  el  misino  caso  cuando 
examinó  el  contenido  del  irasco  de  alcohol  en  que  el  ejemplar  había  sido  guardado.  Pertenece  al  genero 
Cwcilki,  pero  no  pudo  determinar  la  especie. 


—  54  — 

Varias  Lagartijas  cayeron  prisioneras  y  unos  cuantos  articulados,  entre  los  que  figu- 
raba un  Coleóptero  muy  hermoso,  el  Eslafilino  de  mayor  talla  (]ue  he  cazado  en  mis 
viajes.  Según  lo  supe  mas  larde,  el  Dr.  IIolmbí:rg  lo  había  obtenido  antes  en  el  Cerro  de 
la  Mo\ediza,  y  el  Sr.  Félix  Lynch  ArribAlzaga  lo  había  determinado  ya,  descubriendo 
que  era  una  de  las  especies  indígenas  mas  interesantes  del  grupo,  no  sólo  por  sus  ca- 
racteres, sino  también  por  las  confusiones  á  que  ha  dado  lugar.  Las  piezas  colecciona- 
das aquí  figuran  en  este  libro  con  la  indicación  siguiente  :  ff  En  una  lomada  al  S.  de  la 
Cuchilla  de  las  Tunas,  II,  15,83):). 

Febrero  16. —  La  loma  (pie  habla  visitado  el  dia  anterior,  no  era  por  cierto  el  lugar 
mas  propicio  de  la  comarca  para  hacer  colecciones ;  pero,  una  fisonomía  especial  en 
su  vegetación,  su  proximidad  á  los  cerros  de  piedra  desnuda,  su  altura  mayor  que 
la  de  las  lomas  mas  distantes,  me  incitaron  á  visitarla  una  vez  mas,  así  como  á 
las  otras  que  la  siguen  hacia  el  E. 

Antes  de  medio  dia  comencé  á  recori-erla,  y,  un  momento  después  de  llegar  á  ella, 
cacé  un  Hurón.  Pasando  á  las  inmediatas,  tuve  oportunidad  de  observar  mayor  can- 
tidad (le  bizcacheras,  en  cuyos  claros  abundaban  mas  tarde  las  Perdices,  como  en 
ningún  otro  punto,  buscando  los  frutos  maduros  de  la  yerba  á  (lue  han  dado  nom- 
bre. Vi  también  numerosos  individuos  del  Ratoncito  que  figura  en  página  antei'ior 
con  el  nombre  de  Ilesperomys  arenicola,  y  aún  cace  uno  de  ellos. 

En  las  bizcacheras  noté  varias  cuevas  circulares,  de  algo  mas  de  3cm.  de  diá- 
metro, que  atribuí  á  esta  especie,  y  excavando  en  una  de  ellas,  hasta  cerca  de  un 
metro  en  la  horizontal,  no  le  hallé  fondo,  y  desislí.  Examinando  estas  lomas,  vi  al- 
gunos Zorrinos,  que  recorrían  los  alredeilores  de  su  covacha,  á  la  que  no  se  apre- 
suraban á  llegar,  no  obstante  la  presencia  de  seres  mayores,  confiados  sin  duda  en  la 
eficacia  del  abominable  y  nauseabundo  licor  con  que  se  defienden  al  verse  atacados. 

Algunas  aves,  observadas  en  otras  ocasiones,  mostraban  allí  sus  formas  no  des- 
conocidas y  los  articulados,  como  todos  los  dins,  aumentaban,  víctimas  inocentes, 
el  ya  rico  caudal  ad(¡uirido  en  aquella  región. 

Entrado  ya  el  sol,  volví  á  las  orillas  del  Arroyo,   llevando  las  [)resas  ilel  dia. 

Febrero  17. —  En  la  mañana  de  csle  dia  emprendí  la  marcha  hacia  el  Sombrerito, 
acompañado  por  Gerardo  Díaz  y  por  Pedro.  A  poco  andar  cacé  otro  ejemplar  del 
Hesperomys  citado  anteriormente.  Al  pasar  por  una  hondonada  encontramos  un  Ve- 
nado recien  muerto,  pieza  bastante  interesante  para  la  colección,  por  cuanto,  á  pe- 
sar de  lo  (pie  nos  había  dicho  Díaz,  de  que  venían  á  las  horas  (M  calor,  á  beber  en  el 
Collon-gucyú,  no  sólo  no  habíamos  podido  cazar  la  especie,  sino  que,  ni  si([uiera  la 
■  habíamos  a  isto.  Resolví  i)repararlo  á  la  vuelta,  pensando  ([ue  no  habría  inconveniente 
en  dejarlo  donde  estaba,  pero  la  suerte  lo  determinó  de  otra  manera,  pues,  al  re- 


55 


gresar,  le  habian  detei'iorado  lapiel,  sin  duda  para  emplearla  como  talismán  contra 
las  mordeduras  de  las  víboras,  para  lo  cual  la  cortan  en  forma  de  correas  los  bom- 
bres  decampo,  y  se  las  atan  á  los  tobillos,  así  como  h  los  animales. 

No  traje,  |)ues,  sino  la  cabeza. 

En  las  ondulaciones  mas  próximas  á  los  cerros,  no  encontró  nada  (pie  llamara 
mi  atención  de  un  modo  particular,  y  llegamos  al  Cerro  del  Sombrerilo,  cuya  forma 
está  indicada  en  la  p.  38.  No  difiere,  en  su  composición,  de  los  otros  cerros ;  el  cono 
es  de  gneis-granito  y  la  meseta  de  arenisca  blanquecina.  Se  baila  completamente  se- 
parado de  los  demás  y  sus  laderas  son  mas  empinadas  que  las  délas  otras  eminen- 
cias, siendo  accesible,  su  meseta,  solamente  por  el  lado  SO.,  pues  el  resto  de  ella  es 
vertical,  como  los  Escalones  de  las  Águilas. 

Entre  los  numerosos  [insectos  que  allí  cacó,  [debo  recordar  una  especie  de  co- 
leóptero, la  CoccineUa  ancoraUs,  que  jamás  babía  observado  en  tal  abundancia.  En  el 
momento  de  levantar  una  mata  de  Clavel  del  aire,  aparecieron  algunos  miles  de  ejem- 
plares, que  se  guarecían  debajo  de  ella  y  que  echaron  á  andar  en  todas  direcciones, 
perturbados  en  su  reposo.  Llenó  algunos  cartuchos  que  se  conservan  como  compro- 
bantes. 

Entre  los  Arácnidos,  debo  recordar  algunos  Escorpiones  y  délos  otros  grupos  de 
invertebrados  varios  Miriápodos  y  Moluscos. 

Entre  las  grietas  se  ocultaba  una  cantidad  considerable  de  pequeñas  ranas,  de 
un  hermoso  color  verde  \'egetal,  salpicado  de  manchas  doradas. 

De  las  aves  observé,  entre  otras,  un  Águila,  cuyo  pecho  negro  resallaba  sobre  el 
color  claro  del  fondo  de  su  plumaje.  Animal  bastante  arisco  por  lo  perseguido  (|ue  es, 
á  causa  de  los  daños  que  hace,  huyó  en  el  acto  al  verme,  tendiendo  su  vuelo  á  las 
altas  regiones  del  aire,  donde,  un  instante  después,  se  cernía  trazando  grandes  círculos. 

Como  en  lodos  estos  cerros,  abundaban  en  extremo  los  Heléchos  y  los  Liqúenes  de 
diversas  especies,  y  sea  que  los  primeros  excitaran  mas  vivamente  mi  atención,  ó 
que  las  pequeñas  variaciones  individuales  que  presentaban,  tuvieran  entonces  á  mi 
vista  un  valor  aparente  mayor,  es  indudal)le  que  predominan  por  el  número  de 
ejemplares,  en  los  3  gruesos  paquetes  de  plantas,  que  reuní  en  el  Sombrerito. 

Al  caer  la  larde,  volví  á  las  orillas  del  Collon-gueyú,  cansado  con  la  tarea  del  dia, 
pero  salisfecho  y  alegre  por  los  i-esultados  obtenidos. 

Febrero  18.  —  Aunque  el  dia  estaba  bastante  feo,  como  el  anterior,  resolví  dedi- 
carlo á  los  cerros  y  cuchillas  próximas  al  Sombrerito,  para  continuar  las  colecciones. 

Poco  antes  de  alejarme  de  la  carpa,  acompañado  de  Pedro,  observó  una  gigantesca 
Víbora  de  la  Cruz,  de  más  de  un  metro  de  largo  y  que  se  dirigía  hacia  Villoldo, 
dormido  bajo  el  carro.  Corrí  á  ella,  dando  á  Villoldo  un  grito  de  aA'iso.  Al  moverse 
óste,  intentó  aquella  retroceder,  en  el  momento  mismo  en  que  le  daba  el  primer  golpe. 


—  o6  — 

En  el  aclo  lanzó  un  silvido  y  olra  víbora,  ca.si  lan  grande  como  la  primei-a,  aunque  de 
menor  tamaño,  salió  tíe  una  mala  de  paja ,  que  distaba  menos  de  1 0  metros  de  la  carpa , 
circunstancia  que  me  hizo  pensar,  que  no  dejaba  de  ser  una  felicidad  el  (jue  estos 
animales  fuesen  diurnos,  —  y  vino  hacia  mí.  ¿Fue  petición  de  socorro  el  silvido  de  la 
primera?  ¿Acto  de  ayuda  la  venida  de  la  segunda?  Así  j)arece. 

Apoyándose  en  la  |)unta  de  la  cola,  é  inq)rimiendo  bruscos  movimientos  á  sus 
cuerpos  elásticos,  procuraban  saltar  y  atacarme.  Un  momento  después,  víctimas  temi- 
das, se  sumergían  cabeza  abajo  y  medio  vivas,  para  no  \ulver  á  respirar,  en  un  grueso 
frasco  de  alcohol,  en  el  que  hoy  se  conser\  an,  comprobantes  de  su  esj)ecie  y  de  su  au- 
dacia. 

Dediqué  todo  el  día  á  coleccionar,  comenzando  en  el  Cerro  Gerardo  y  en  los  Esca- 
lones de  las  Águilas,  y,  revisando  varias  Cuchillas  y  Cerritos  inmediatos,  llegue  hasta 
lo  (|ue  allí  denominan  La  Tinta. 

Las  plantas  ocuparon  especialmente  mi  atención  }  pude  formar  10  paquetes.  No 
descuidé  sin  end)argo  los  animales,  entre  los  que  obtuve  muchísimos  insectos,  par- 
ticularmente Himenópteros,  (pie  al)undaban,  como  siempre,  en  las  malas  de  Cardo 
Negro.  Cacé  y  observé  algunas  aves,  así  como  un  Peludo. 

Visité  también  los  depósitos  estealíticos  é  hice  algunas  observaciones  que  en  nada 
modifican  los  datos  allí  reunidos  por  los  Sres.  Aguirre,  Heusser  y  Glakaz. 

En  uno  de  eslos  cerritos  hallé  el  trozo  de  Limonita  á  que  alude  Holmberg  en  la 
página  41 . 

Febrero  19.  —  No  estuve  en  los  cei-ros.  Dediqué  el  día  á  las  a\es  y  á  los  articulados, 
de  los  que,  como  siempre,  se  presentaron  algunas  formas  ([ue  no  habíamos  obtenido 
antes. 

Recorrí  la  margen  derecha  del  Arroyo  hacia  el  S.  en  una  extensión  de  1  kilómetro, 
y  pude  reunir  3  paípieles  de  plantas,  entre  las  cuales  hay  algunas  que  no  se  habían 
coleccionado  antes  en  la  región.  Entre  otras  especies  de  aves,  maté  un  Chorlo  Real 
( Totanus  mdanoleuc'us),  único  ejemplar  que  hemos  podido  ver  ó  cazar  en  aquella 
comarca. 

Febrero  30. —  V'isilé  nuevamente  el  Cerro  Gerardo  y  los  Escalones  de  las  Águilas. 
Después  de  hacer  5  paipietcs  de  plantas  y  cazar  algunos  animales,  volví  á  las  orillas  del 
Collon-gueyú. 

Febrero  2L — Dediqué  este  día  á  los  animales  y  comencé  el  arreglo  de  las  colec- 
ciones y  equipaje,  para  xoKer  al  Tandil. 

Febrero  22.  —  Nos  pusimos  en  marcha  y  recorricnde)  el  mismo  can)ino,  ya  cono- 
cido, llegamos  al  Tandil  á  la  tarde. 


—  57  — 

Encontré  á  Holmberg  que  se  había  levantado  ese  mismo  dia,  y,  ya  bastantemejor, 
pudimos  ambos  encajonar  una  parte  de  las  colecciones. 

Febrero  23.  —  Durante  el  dia,  terminamos  los  preparativos  del  viaje  de  regreso. 

Febrero  54. —  Salimos  del  Tandil  en  dirección  á  Ayacucho,  á  donde  llegamos  al  ano- 
checer, no  sin  continuar,  en  el  trayecto,  por  el  impulso  adquirido,  las  observaciones 
del  campo  y  sus  moradores. 

Febrero  25. —  Llegamos  á  la  tarde  á  Buenos  Aires,  y  aunque  es  verdad  que  sólo  nos 
habíamos  alejado  80  ó  90  leguas  de  esta  ciudad  natal,  no  nos  causó  poco  agrado  el 
contemplar  intactos,  sobre  las  plataformas  de  la  Estación  del  Ferro-Carril  del  Sur,  los 
bultos  que  contenían  los  resultados  de  nuestra  tarea  en  los  cerros  y  valles  australes,  y 
al  estrecharnos  la  mano  en  una  despedida  de  pocos  momentos,  no  pudimos  menos  de 
dirigirnos  una  mirada  escudriñadora,  con  la  que  procurábamos  averiguarnos  mutua- 
mente, la  intención  que  quedara,  en  el  fondo  de  cada  uno,  de  irse  á  descrismar,  tarde 
ó  temprano,  en  los  Andes  ó  en  La  Tinta,  en  el  Vesuvio  ó  en  el  Himalaya,  persiguiendo 
un  fantasma  que  nos  acosa  á  todas  horas  y  que  un  momento  de  desencanto  ó  de  tedio 
puede  resolver  en  vapores  impalpables,  como  esas  nubes  blancas  del  Collon-gueyú 
que  cruzaban  el  cielo,  (ccual  inmensos  capullos  de  algodón  que  viajaran  impelidos  por 
el  viento  entre  un  saíiro  »  . 


Localidades.  —  La  circunstancia  de  haber  tenido  que  suspender  bruscamente  la 
exploración  de  La  Tinta,  no  me  permitió  cerrar  la  red  de  triángulos  que  había  comen- 
zado á  tender  en  la  comarca,  con  visuales  que  alcanzaban  á  las  eminencias  que  rodean 
el  pueblo  del  Tandil  y  al  pico  mas  alto  de  Tandileufú,  pero  esta  vez  con  un  instru- 
mento mas  exacto  que  el  que  había  enqoleado  en  1882,  pues  me  daba  hasta  I  minuto. 

No  considero  perdida,  sin  embargo,  la  primera  operación  hecha  el  dia  4  de  Febrero, 
por  lo  mismo  que  las  visuales  fueron  numerosas  y  prolijamente  dirijidas,  mas,  como 
algunas  de  ellas  no  se  repetían  sobre  un  mismo  punto  de  mira,  porque  éstos  no  siempre 
eran  accesibles  desde  ambos  extremos  de  la  base,  y  hubiera  sido  menester  tomar  otras 

lu]p.  til,  4,   1333  8 


—  58  — 

posiciones  para  cerrar  varios  triángulos,  me  limitaré  á  señalar  unos  pocos  puntos,  de 
los  cuales  se  ha  hecho  mención  en  las  páginas  precedentes,  y  sólo  con  el  propósito  de 
indicar  localidades,  en  sus  relaciones  con  la  Fauna  y  con  la  Flora. 

Cerro  del  Sombrerilo.  —  Cerro  aislado,  de  forma  cónica,  compuesto  de  gruíis-granito,  cubierto  poi- 
una  meseta  de  arenisca  blanquecina  de  unos  100  m.  de  E.  á  O.  Fué  visitado  por  González  Acha 
t  II,  17,  83),  quien  hizo  al  pié  del  cono,  del  lado  NE.,  en  el  bajo,  una  observación  de  barómetro 
y  termómetro  (B  ==  728  mm. ;  T  =  19"8  C;  á  las  2i>  p.  in.)  y  la  otra  en  la  cima,  un  cuarto  de  hora 
después  de  llegar  á  ella  (b  =  723,5  mm.;  t=l7"oC;  ¡i  las  4'' lo"  p.  ni.).  La  diferencia  de 
tiempo  no  es  insignificante,  pero,  ;i  falta  de  otra  observación  mejor,  no  veo  inconveniente  en 
consignar  a(|iií  que  ella  dá,  para  el  cerrito,  •")2  metros  de  altura,  según  los  cuadros  gráficos  de 
Weilenman'n. 
.Su  nombre  es  el  que  le  dan  ios  habitantes  de  la  comarca. 

Ciichilla  de  las  Águilas.  —  .Se  corta  esta  cuchilla  dirigiéndose  hacia  el  SO.  desde  el  Sombrerito. 
Presenta  dos  mesetas  de  arenisca  superpuestas,  ([ue,  en  su  extremo  SE.,  parecen  dos  «Escalo- 
nes »,  miradas  desde  el  Norte,  de  tal  modo  que  puedan  verse  á  la  izíjuienla  del  Sombrerito. 
Fué  visitada  por  vez  primei-a  en  II,  12,  83.  Mas  tarde  volvió  á  ella  González;  sus  observacio- 
nes varian  en  extremo.  Su  diferencia  con  el  Sombrerito.  si  la  hay,  debe  ser  de  pocos 
metros.    Su  constitución  es  la  misma. 

Escalones  de  las  Aquilas.  —  El  extremo  de  la  cuchilla,  en  dirección  al  Cerro  Gerardo,  frente  á  él. 

Cerro  Gerardo.  —  Siguiendo  la  cadena  hacia  el  SE.,  y  como  á  unos  300  metros  del  pié  del  Escalón 
mas  bajo,  se  eleva  este  cerro,  oblongo,  de  algo  mas  de  250  metros  de  largo.   Su  composición 
no  discrepa  de  la  de  las  otras  alturas,  pero  no   le  he  visto  meseta.  González  ha  estado  en  él  y 
ha  coleccionado  animales  y  plantas. 
Su  nombre  recuerda  el  de  Gerardo  Díaz. 

Cuchilla  de  las  Tutias.  — Continuando  aún,  se  llega  al  Arroyo  CoUon-gueyú  y  enseguida  se  levanta 
esta  cuchilla,  cuyo  nombre  recuerda  el  vulgar  de  las  abundantes  Cactáceas  de  su  cumbre.  En 
las  páginas  anteriores  me  he  ocupado  de  ella. 


SEGUNDA  PARTE 


zoología 


VERTEBRADOS 


MAMÍFEROS 


Las  especies  de  esta  clase  no  abundan  en  la  comarca  tandilense,  pero  algunas, 
bien  conocidas  ya,  se  li.illan  represeidadas  por  una  cantidad  considerable  de  indi- 
viduos. 

En  Hii  Enumeración  de  las  especies  observadas  durante  la  Expedición  al  Rio  Negro, 
el  Dr.  A.  Doering  cita  17  Mamíferos,  desparramados  en  el  largo  trayecto  recorrido 
por  los  expedicionarios.  Algunos  de  aquellos  se  encuentran  también  entre  el  Tandil 
y  La  Tinta,  existiendo  en  esta  comarca  otros  que  no  fueron  observados  por  el  zoólogo 
aludido,  sea  porque  no  habitaran  las  regiones  por  él  visitadas,  sea  porque  hubie- 
sen escapado  á  su  examen. 

Las  variaciones  tipográficas  siguientes  indicarán  al  lector  las  fuentes  de  los  dalos 
aquí  reunidos  : 

I".  Las  especies  señaladas  coa  número  entre  paréntesis  y  tipo  pequeño  de  nota  corresponden  á  las 
(jiie  menciona  el  Dr.  Doeiung,  y  que,  no  habiendo  sido  examinadas  por  el  autor  de  estas 
páginas,  sólo  dan  motivo  á  alguna  que  otra  observación. 

i".  Las  que  no  llevan  número,  en  tipo  también  pequeño,  han  sido  señaladas  al  autor  por  observa- 
dores de  la  comarca  tandilense. 

;t".  Las  que  se  designan  con  letra  negra  y  tipo  mayor  fueron  observadas  en  alguno  de  los  tres  viajes. 
.Si  llevan  un  número  pequeño,  entre  paréntesis,  éste  corresponde  á  la  Enumeración  del  Informe. 

(lomo  ya  existe  una  obra  general  sobre  los  Mamíferos  Argentinos,  el  Tomo  III  de 
\n  iJescription  physique  de  la  Hépublique  Arqentine,  por  el  Dr.  Burmeister,  referiré  á 
ésta  los  nombres  y  la  l)ibli(»grafia,  sin  discutir  la  sinonimia,  porcpie  se  extendería 
demasiado  el  trabajo. 

'    Por  el  Dr.  E.  L.  lloi.MnkRi;. 


—  64  — 

Algunas  especies,  aquí  mencionadas,  no  figuran  con  nombres  idénticos  á  los  que 
llevan  en  otras  enumeraciones  publicadas  anteriormente  en  el  país,  como  sucede,  por 
ejemplo,  con  el  nombre  técnico  del  Zorrino,  que  a|)arece  casi  siempre  con  el  de  Me- 
phüis  patagonicus  y  ahora  con  el  de  Mephitis  suffocans. 

La  razón  es  la  siguiente. 

La  Revista  Sistemática  de  los  vertebrados  de  estas  regiones,  publicada  por  el  Dr.  Bur- 
MEisTER  al  fin  del  Tomo  II  de  su  Beise  durch  clieLa  Plata-Slaalen,  nos  ha  servido  fre- 
cuentemente de  guía,  cuando  hemos  tenido  que  hacer  alguna  enumeración,  especial- 
mente al  tratarse  de  Mamíferos  ó  de  Aves,  y,  de  un  modo  muy  acentuado,  cuando  en 
la  sinonimia  figuraba  algún  nombre  dado  por  Azara. 

Muchas  de  las  denominaciones  que  han  aparecido  en  aquella  Revista  (UebersichtJ 
han  cedido  á  otras  en  el  Tomo  III  (Mammiféres)  de  la  Bescriplion  physique  de  la  Ró- 
publiquc  Argentine,  como  sucede,  por  ejemplo,  con  la  especie  antes  nombrada,  sin  que 
tales  nombres  del  Tomo  III  coincidan  en  todos  los  casos  con  los  que  había  adoptado 
J.  E.  Gray  en  su  Catalogue  y  en  otras  publicaciones. 


QUIRÓPTEROS. 

i.  Dysopes  Naso,  Wagner. 

Nombre  vulgar :  Murciélago. 

BuRMEiSTER,    Mamiiiiféres,   Descr.  phys.  de  la  Rép.  Arg.,  III,  p.  86. 

En  distintas  ocasiones  he  visto  en  el  Tandil  esta  especie,  al  anochecer,  y  he  cazado 
un  ejemplar  (II.  25.  82),  que  había  entrado  á  un  aposento  con  luz. 

No  tiene  mas  nombre  vulgar  que  el  indicado.  Algunas  gentes  incultas  dicen  Mur- 
cié galo. 

Atálapha  bonaeremis  (Lesson)  E.  Lch.  A.,  en  Breve  ojeada  sobre  la  Fauna  del  Baradero. 
BuRM.,  op.  c,  p.  93. 
No  he  visto  ni  cazado  en  el  Tandil  este  Qiiii'óptero;  pero,  de  mis  averiguaciones  resultó  que  se  ha- 


—  65  — 

bia  hallado,  cerca  del  Molino  Viejo,  en  los  suburbios  del  pueblo,  «un  Murciélago  de  color  canela, 
con  baño  blanco  en  el  lomo».  No  sé  á  cuál  de  las  espacies  de  este  grupo  podrían  convenir,  me- 
jor que  á  la  citada,  las  palabras  precedentes. 


CARNICEROS. 


Félidos. 
(1)    Felis  onca,  L. 

BuRM.,  op.  c,  p.  118. 
No  se  conoce  allí  el   Tigre;  pero  se  ha  hallado  más  al  Sur,  siendo  hecho  averiguado   que  se  le 
encuentra  en  la  Sierra  de  la  Ventana. 

(8)    Felis  concolor,  L. 

BuRM.,  op.  c,  p.  130. 
Lo  misino  puede  decirse  de  esta  especie,  vul^íarmente  llamada  León  y  d  veces  Puma. 

(3)  Felis  pajero,  Desm. 

BuRM.,  op.  c.,  p.  128. 
Suele  hallarse  este  gato  entre  los  pajonales,  como  su  nombre  lo  indica.  Gerardo  Díaz  me  aseguró 
que  no  era  escaso  en  los  cerros  de  la  Tinta. 


GAÑIDOS -GANIDAE. 

2  (O  Canis  Azarac,  Max.  z.  Wied. 
Bup.M.,  op.  c,  p.  147. 

Para  mí  es  indudable  que  el  Zorro  á  que  alude  González  (p.53)  es  esta  especie 
(II.  16.83). 


Canis  jubalus,  Desm. 

BuRM.,  op.  c,  p.  140. 
(jerardo  Díaz  nos  dijo  que,  algunos  años  antes,  había  sido  atacado,  en  una  de  las  lomas  próxi- 
mas á  La  Tinta,  por  un  animal  de  aspecto  de  perro,  aunque  mucho  mas  alto  que  lo  común,  de 
color  leonado  y  piernas  bastante  largas,  al  que  mató  de  un  bolazo.  Agregó  que  sospechaba  fuera 
el  cuadrúpedo  llamado  Lobo  rojo  ó  colorado.  A  ningún  otro  de  nuestros  Carniceros,  sino  al  C.ju- 
batus,  pueden  referirse  sus  palabras.  Hoy  ya  no  se  le  encuentra  por  allí. 

Imu.  xii,  ti.  \m:t  9 


—  66  — 

MUSTELIDOS-MUSTELIDAE. 

MARTINOS  —  MARTINAE . 

3.  Galictis  vUtata  (Schreb.),  Bell. 

BuRM.,  op.  c,  p.  158. 

Nombre  vulgar:   Hurón. 

En  una  loma  próxima  á  la  Cuchilla  de  Las  Tunas,  cazó  González  (II.  16,83),  como 
lo  consigna  en  la  p.  54,  un  ejemplar  de  esta  especie,  cuyo  despojo  he  examinado. 


(5)  Lyncodon  patacfonicua,  Gervais. 
BuRM.,  op.  c,  p.  161 . 
No  se  conoce  en  la  región  del  Tandil.  A  propósito  de  este  animal,  dice  el  Dr.  Burmeister, 
p.  162  :  «  Tout  le  monde  me  disait  (a  Mendoza)  que  son  naturel  est  feroce,  qu'on  le  tient  dans 
les  maisons  de  la  campagne  poiir  chasser  des  rats,  et  qu'il  mord  avec  ténacité  pour  se  défendre 
quand  il  est  pris».  González,  que  ha  visitado  muchas  casas  de  campo  en  San  Luis  y  en  Mendoza, 
ha  tenido  oportunidad  de  ver  Hurones  (Galictis  vittata),  en  algunas  de  ellas,  para  cazar  ratas, 
pero  nó  el  animal  citado,  una  de  las  piezas   mas  interesantes  obtenidas   en  la  Patagonia  por  el 

Dr.    DoERlNG. 


MELINOS  — MELINAE. 
2  (6)  Mephitis  suífocans,  Illiger. 

BufiM.,  op.  c,  p.  163. 
Nombre  vulgar :  Zorrino. 

Esle  animal  no  es  raro.  Lo  he  visto  una  noche  (II.  4.  83),  cerca  del  Collon-gueyú. 
Es  la  misma  especie  que  figura  en  casi  todas  las  enumeraciones  de  Mamíferos  que  se 
han  hecho  en  este  pais  con  los  nombres  de  Mephitis  palagonicus  ó  de  Conepatus 
Humholdtii. 

Si  resultara  ser  la  misma  especie  de  Chile,  deberá  \\i\,mü.v?,Q  Mephitis  chinga  (Mol.). 

Mas  de  una  vez,  de  noche,  hemos  sentido  el  aire  apestado  con  sus  abominables  ema- 
naciones. 


—  67  — 


MARSUPIALES. 


{1)  Didel.phys  (Grymaeomys)  eleyans,  Waterhousk. 
UuRM.,  op.  c,  p.  193. 
ÍVo  la  conozco,  ni  he  obtenido  dato  alguno  sobre  ella. 

Didelphys  Azarae,  Temm.    ■ 
BüRM.,   op.  c,  p.  189. 
Se  encuentra  en  La  Tinta,   donde  ataca  los  gallineros,  una  Comadreja  (vulg.)  que   no  es  otra  que 
la  que  indico,  por  estos  datos  que  se  me  comunicaron  en  casa  de  D.  Toribio  Díaz:    «Casi  como 
un  gato,  oscura,  la  cabeza  blanca  con  rayas  negras.   Es  la  misma  de  Buenos  Aires  ». 

Didelphys  (Metachirus)  crassicaudata,  Desm. 
BuRM.,  op.  c,  p.  190. 
« Colorada,  con  cola  muy  gruesa.  En  Buenos  Aires  la  llaman  Comadreja  colorada   y  es  muy   da- 
ñina».   Igual  procedencia  del  dato. 


4.  Didelphys   (¡Microdelphys)   brachyura,  Scutíeh. 
BuRM.,  op.  c,  p.  194. 

He  estado  cá  punto  de  publicar  esta  especie  como  nueva,  y  tengo  casi  por  seguro 
que  la  sinonimia  que  dá  Burmeister  envuelve  algún  defecto,  sin  culparle  por  ésto, 
pues,  en  todo  caso,  W.\terhouse  lia  contribuido  no  poco  á  ello. 

Gomo  lo  recuerdo  ya  en  la  página  42,  medió  Ventura  Díaz  un  ejemplar  de  esta 
interesante  Comadreja,  menor  que  la  Rata  común.  No  la  conocía. 

Tome,  pues,  prolijamente  sus  medidas,  é  hice  una  descripción  del  animal  antes 
de  echarlo  en  aguardiente. 

A  mi  vuelta  á  Buenos  Aires,  era  natural  que  comenzara  por  averiguar  si  estaba 
consignada  por  Burmeister. 

La  primera  cita  suya  era:   ccSchreber,    Saugelhicre,  III,   518,  tb.  151». 

Ni  la  descripción,  ni  la  figura  que  dá  Schreber,  concuerdan  con  mi  ejemplar. 

La  Tab.  151  representa  un  animal  de  orejas  agudas,  y  tan  largas,  que  ultrapasan 
la  tangente  transversa  al  vértice;  la  cola  es  mas  corta,  mas  gruesa,  mas  roja,  mas  có- 
nica; los  colores  mas  vivos,  la  cabeza  sin  oscuro  del  hocico  al  vértice. 


—  68  — 

Naturalmente,  no  leí  la  descripción  de  Burmeister,  porque  me  parecía  que  no  po- 
dría ser  la  J9.  brachjura.  Acudí, sin  embargo,  á  Waterhouse  (Marsupialia)  y  encontré 
que  no  era,  á  pesar  de  su  mucha  afinidad; — leí  la  descripción  de  Burmeister  pa- 
sada por  alto,  y  hallé  correspondencia;  busqué  Zoology  of  tJic  Bcagle,  y  resultó  no 
ser  otra  que  la  brachyura,  á  tal  extremo  que,  en  las  medidas,  sólo  había  Imm.  de 
diferencia  para  la  cola  con  mi  ejemplar. 

Pero  temo  que  la  brachyura  Waterh.,  no  sea  la  especie  deScuREBER. 

No  puedo  expresar  una  opinión  definitiva,  porque  no  tengo  á  mi  disposición 
todas  las  obras  en  que  se  menciona  esta  especie,  por  lo  cual  sólo  me  es  permitido 
afirmar  su  similitud  con  la  figura  y  descripción  de  Zoology  of  the  Beagle. 


ROEDORES. 


MURINOS-MURINAE. 

5.    i^ius  deciimaniis,  Pallas. 

Bun.M.,  op.  c,  p.  200. 

Nombre  vulgar:    ¡lata. 

No  es  rara  en  el  Tandil,  donde  la  he  visto  muchas  veces.  González  obtuvo  en 
la  casa  de  Díaz,  cerca  del  Gollon-gueyú,  un  ejemplar  joven,  de  217sCm.  de  largo 
desde  el  hocico  hasta  la  punta  de  la  cola. 

G.  Mus  musculiis,  L. 

Buu.M.,  op.  c,  p.  "20i. 
Nombres  vulgares  :   Minero,  Laucha. 

Es  común  en  las  habitaciones,  no  sólo  en  el  Tandil,  sino  también  en  todo  el  tra- 
yecto recorrido. 

7.  Ilcspcromys  arcnieola,  Waterh. 

BuRM.,  op.  c,  p.  216. 

Muy  ccmun  en  los  campos,  viéndomele  cruzar  con  frecuencia  de  una  á  otra  mata 


—  69  — 

de  yerba.  He  examinado  3  ejemplares,  uno  cazado  por  Gerardo  Díaz  (II,  12,  83)  y  los 
otros  2  por  González,  lodos  en  las  inmediaciones  de  La  Tinta. 

<o)  Hespcromys  griseo-(laras,  Waterh.  —  No  lo  he  visto  ni  hallado  en  la  región  que  estudio.  Al  ocuparme 
de  este  grupo,  no  veo  inconveniente  en  consignar  aquí  dos  notas  que  se  relacionan  con  él. 

1»  E\  Ilesperomys  anguya  se  encuenlvsi  en  Buenos  Aires,  de  donde  no  lo  señala  el  Dr.  BuR- 
MEisTER  en  su  libro.  Fué  hallado,  sin  embargo,  en  el  Pilar,  cerca  del  Rio  Paraná,  lo  que  hice 
constar  en  El  Naturalista  Argentino,  en  1878. 

2°  En  algunos  cráneos  adquiridos  por  el  Dr.  Berg,  para  el  Gabinete  de  Historia  Natural  de  la 
Universidad  de. Buenos  Aires,  existen  algunos  que  he  referido  al  género  Reithrodon  y  que  tienen 
dos  incisivos  superiores  suplementarios  como  los  Lepóridos. 


MURIFORMES. 

8  (8)  Myopolamus  coypus  (Molina),  Geoffr. 

BiiRM.,  op.  c,  p.  235. 

Nombre  vulgar  impropio:  Nutria. 

Un  animal  de  esta  especie  habitaba  en  la  margen  del  Collon-gueyú.  González  lo 
vio  en  sus  aguas  una  tarde  (II.  17.  83),  mas  no  pudo  cazarlo. 

(10)  Clenomis  magellanicus  Benn. 
BiiRM.,  op.  c,  p.  239. 
No  tengo  noticia  de  que  exista  corea  de  las  Sierras  del  Tandil. 

9.  Lagostomus  trichodaclylus,  Brookes. 

BfjRM.,  op.  c.  p.  247. 
Nombre  vulgar :    liizcaclia,    Biscacha  ó   Vizcacha. 

El  Diccionario  Castellano  trac  Bizcacha;  aquí  todos  pronuncian  Biscacha,  y 
D.  Félix  de  Azara  escribe  Vizcacha,  pero  lodos  sabemos  á  qué  animal  se  hace 
referencia. 

Es  muy  abundante  en  los  campos  de  La  Tinta  y  del  Tandil. 

Según  comunicación  del  Dr.  H].  Fidanza,  un  hacendado  del  Tandil,  el  Sr.  Santa 
Marina,  había  gastado,  hacia  pocos  años,  1 .500,000  § "%  (mas  de  300.000  francos)  en 
librar  una  estancia  de  la  plaga  de  las  bizcachas. 


—  70  — 

En  este  año  (1883)  otro  hacendado  del  Sur  ha  empleado,  por  la  misma  causa,  cerca 
de  800.000^7,. 

Los  dalos  que  al  re8|)eclo  se  han  publicado  son  muy  inlcresanles  y  se  nos  permitirá, 
con  este  motivo,  re|)rodücir  aquí  la  noticia  dada  en  esta  ocasión  por  el  diario  La 
Prensa  de  Buenos  Aires. 

Perjuicio.t  causados  por  las  bizcachas  en  los  campos.  —  Con  datos  tan  curiosos  como  minuciosos  y  exac- 
tos, pasamos  á  demostrar  á  los  estancieros,  de  una  manera  palmaria,  los  perjuicios  inmensos  que  causan 
las  bizcachas  en  los  campos,  seguros  de  que  todos  se  preocuparán  de  la  necesidad  de   su  extirpación. 

El  Sr.  I).  Benjamín  Martínez  de  Hoz  ha  emprendido  la  tarea  de  la  estincion  de  ese  animal  dañino 
en  su  estancia  «San  Martin»,   situada  en  el  Partido  de  Lobería,  que  mide  6 '/^  leguas  de  superficie. 

Las  bizcachas  existían  allí  en  un  número  extraordinario,  y  apercibido  del  daño  que  causaban,  el 
Sr.  Martínez  de  Hoz  ideó  un  sistema  para  perseguirlas  y  exterminarlas. 

El  sistema  consistía  simplemente  en  pagar  10  $  m/c  por  cada  bizcachera  sacada  de  su  campo,  dando 
la  mantención  á  los  exterminadores. 

Los  resultados  de  la  campaña,  en  el  tiempo  que  media  entre  el  1»  de  Julio  de  1881  y  1»  de  Julio  de 
1883,  son  los  que  pasamos  á  narrar. 

Durante  los  24  meses  transcui-ridos  entre  dichas  fechas,  han  trabajado,  término  medio,  50  hombres 
diariamente,  que  han  consumido  4,;J80  capones,  que  representan  109,500  $m/c. 

Los  50  hombres  han  sacado  6í,961  bizcacheras,  que  á  10  $m/c  cada  una,  corresponden  á  649,610$. 
l'or  consiguiente,  el  gasto  electivo  causado  por  la  extirpación  de  64,961  bizcacheras,  es  este  : 

Alimentación  de  50  hombres $  m/c     109,500 

Recompensa  á  los  mismos »         649,610 

$m/c     759,110 

Cada  hombre  ha  ganado  durante  los  24  meses  $  m/c  12,992,  osean  541  $  m/c  por  mes,  habiendo 
el  señor  Martínez  de  Hoz  gastado  91  $  mensuales  en  la  alimentación  de  cada  uno. 

Veamos  ahora  las  ventajas  (jue  ese  hacendado  ha  reportado  del  enorme  gasto  de  cerca  de  800,000  $ 
en  matar  bizcachas. 

Se  calcula  ({ue  las  64,961  bizcacheras  sacadas  ocupan  una  área  de  campo  tlor,  porque  ellas  se  pose- 
sionan de  lo  mejor,  de  32.450,500  varas  cuadradas,  que  se  pueden  estimar  en  700,000  $  m/c. 

Se  calcula  prudencialmente  que  cada  bizcacluíra  alberga,  término  medio,  30  animales,  cifra  que  mul- 
tiplicada por  el  número  de  las  extirpadas,  dá  como  resultado  la  muerte  de  1.9'i-8,830  bizcachas. 

Calculando  que  cada  cuatro  animales  consuman  una  libra  de  pasto  al  dia,  la  suma  de  los  animales 
extinguidos  consumían  487,207  libras  de  pasto  diariamente,  ó  sea  242  toneladas. 

Hasta  acjuí  hemos  calculado  tan  solo  el  perjuicio  causado  por  el  consumo  de  pasto,  prescindiendo  de 
la  destrucción  del  campo  horadado  por  aquellos  terribles  habitantes  del  sub-suelo,  así  como  de  la  in- 
fección ocasionada  ])or  sus  residuos  pestilentes. 

Después  de  reducidos  á  números  exactos  los  daños,  los  lectores  comprenderán  que  el  Sr.  Martínez 
de  Hoz  consultó  sensatamente  sus  intereses,  gastando  mas  de  30,000  patacones  en  la  destrucción  de 
64,961  bizcacheras,  que  amenazaban  envolver  y  esterilizar  su  estancia. 

El  caso  práctico  es  por  demás  convincente  y  bastará  para  que  nuestros  hacendados  y  chacareros 
declaren  una  guerra  á  muerte  y  sin  cuartel  á  las  bizcachas,  de  cuyos  estragos  no  se  han  dado  aún 
cuenta  exacta. 

La  cuestión  merece  toda  su  atención,  y  principalmente  para  convencerlos  de  ello  es  que  publicamos 
detalladamente  la  experiencia  del  señor  Martínez  de  Hoz,  quien,  con  su  ejemplo,  ha  prestado  un 
excelente  servicio  al  acaudalado  gremio  á  que  pertene(;e. 


—  71   — 

The  Standard  terminaba  la  noticia,  que  también  publicó,  con  estas  palabras: 

\Ve  womler  if  Mr.  Martínez  de  Hoz  ¡s  aware  that  a  Scotch  subscriber  of  ours  has  succeeded  ¡n  giving 
«biscacha  »  skins  a  price  iii  England,  by  a  way  of  dressing  them. 


SUBUNGULADOS. 

wi)  Dolichotis  patagónica,  Wagn. 
BuRM.,  op.  c,  p.  260. 
Ya  no  existe  esta  especie  en  la  comarca  que  me  ocupa,  pero  ha  existido,  según  me  lo  afirmaron 
antiguos  moradores.  Hoy  se  la  debe  buscar  en  la  región  patagónica  y  en  el  centro  y  aun  Norte- 
occidental  de  la  República,  ya  que,  según  lo  afirma  el  Dr.  Rurmeister  en  la  obra  que  nos  sirve 
de  guia,  su  Dolichotis  salinicola  no  es  mas  que  una  variedad  de  pelage  de  la  Dolichotis  patagónica 
ó,  como  se  la  llama  vulgarmente.  Liebre  patagona. 

10.  Cavia  leiicopyga,  Brandt. 

BuRM.,  op.  c,  p.  269. 
Nombres  vulgares:    Cid,  Cuís,  y  aun  Conejo. 

Muy  abundante  del  lado  del  SE.  del  Tandil,  al  pié  de  la  Sierra  de  las  Ánimas, 
(II.  15.  82)  entre  matorrales  altos  de  Paja  colorada  (Paspalum  virgatum,  var.)  y  en 
las  orillas  del  Gollon-gueyú  (II,  5-22,  83),  también  en  los  pajonales. 

(111  Cavia  australis,  Isid.  Geoff. 
BuRM.,  op.  c,  p.  272. 
No  he  hallado  esta  especie. 


DESDENTADOS. 

li  (i:^  Praopiis  hybridiis,    (Desm.)  Burm. 

BuRM.,  op.  c,  p.  432. 

Nombre  vulgar  :   Mulita. 

No  la  observé  yo,  pero  sí  González,  quien  cazó  tres  ejemplares  durante  mi  ausen- 
cia, en  una  loma  al  Sur  de  la  Cuchilla  de  Las  Tunas  (II.  17.  83). 


—  72  —       ■ 
12.  Dasypus  villosus,  Desm. 

BuRM.,  op.  c,  p.  438. 
Nombre  vulgar:  Peludo. 

Cazó  González  un  ejemplar  cerca  del  Collon-gueyú  (II.  18.  83).  Mientras  perma- 
necí en  lasorilIa.s  del  Arroyo,  no  hubo  luna,  lo  que  me  impidió  salir  á  ccpeludiar», 
verbo  con  que  se  designa  en  la  campaña  de  Buenos  Aireo  la  cacería  de  esta  especie. 

Muchas  veces  observé  en  el  campo  descubierto  las  excavaciones  desparramadas 
que  el  animal  practica  durante  la  noche,  con  el  objeto  de  buscar  insectos  y  tal  vez 
raices. 

(II-,)  Dasypus  minulus,  Desm. 
BüRM.,  op.  c,  p.  4i0. 
No  tengo  noticia  de  que  se  encuentre  esta  especie  en  la  comarca  que  he  visitado. 

<i5)  Dasypus  conurus,  Isid.  Geokfr. 
BuuM.,  op.  c,  p.  441. 
Tampoco  tengo  conocimiento  de  la  existencia  del  Mataco  en  la  región  de  las  Sierras  del  Tandil. 


BISULCOS. 

13.  Cervus  campcstris,  F.  Cuv. 

BuRM.,  op.  c,  p.  46-3. 

Nombre   vulgar:    J*    ycnado,    $   Gama. 

No  son  escasos  los  miembros  de  esta  especie  en  los  campos  del  Tandil.   González 
trajo  el  cráneo  de  un  macho,  que  halló  cerca  de  «El  Sombrerilo». 


AVES 


No  es  por  cierto  en  las  páginas  deslinaüas  á  este  grupo  donde  vá  á  encontrar  el 
lector  datos  que  le  inciten  á  emprender  una  excursión  á  los  cerros  del  Tandil,  ó 
á  sus  valles. 

Si  es  cazador,  por  el  placer  de  cazar  sea  lo  (|ue  fuere,  la  comarca  es  rica  en 
Perdices,  Zancudas  y  Palmípedas;  pero,  si  las  aves  le  atraen  por  su  variedad,  para 
colecciones,  mejor  es  que  se  dirija  al  Chaco  ó  á  Misiones. 

En  nuestros  viajes  por  el  Norte  de  la  República,  liemos  tenido  oportunidad  de 
observar  más  de  una  vez  y  sólo  en  un  dia,  mayor  número  de  especies  que  durante 
toda  nuestra  permanencia  en  la  región  del  Tandil,  lo  que,  si  bien  puede  determi- 
narse a  prior  i  por  las  diferencias  de  latitud,  y  por  lo  tanto  de  clima,  no  es  menos 
cierto  que,  mas  que  á  ésto,  la  pobreza  de  Aves  se  debe  á  la  falta  de  bosques  na- 
turales, porque  el  Orden  mas  rico,  el  de  los  Pájaros,  se  complace  especialmente  en 
ellos,  habiendo  servido  de  motivo,  esta  predilección,  para  queso  les  diera  el  nom- 
bre de  Silvanos. 

Podemos  afirmar,  jHies,  al  arreglar  nuestras  notas  para  publicarlas  en  estas  pági- 
nas, que  las  especies  de  aves  no  son  muchas  en  el  Tandil,  debiendo  tenerse  presente 
(|uelas  observaciones  corresponden  á  tres  viajes  dislinlos:  uno,  casi  á  principios  del 
Invierno  y  los  otros  dos  en  pleno  Verano. 

Las  Aves  que  aquí  se  citan,  en  su  mayor  parte,  lo  han  sido  ya  en  \vi  Enumeración 
del  Dr.  A.  Doering  (Informe,  etc.,  p.  36  seq.),  de  otras  localidades  de  La  Pampa  y 
dePatagonia. 

Como  nuestros  apuntes  no  se  limitan  á  la  región  del  Tandil,  ya  que  hemos  tenido 
oportunidad  de  observar  algunas  especies  en  comarcas  inmediatas,  en  el  trayecto  de 
Buenos  Aires  á  Ayacucho,  nos  ha  |)arccido  oportuno  citar  éstas  también,  pero  co- 

'   Por  el  Dr.  E.  L.  IIoi.muiíih;  y  Justo  Gdnzaluz  Aciia. 

Imp.  XII,  28,   18í43  10 


—  74  — 

inenzando  en  las  i-ilicras  del  Rio  Salado,  en  dirección  al  Sur,  [)or  cuanl(^  dicho  Rio 
es  un  limite  natural  de  a(|uella  porción  austral  de  La  Pampa. 

Las  a^■eriguaciones  (|ue  liemos  hecho,  en  los  lugares  mismos  de  estudio,  no  han 
tenido  por  ohjelo,  tratándose  de  Aves,  servir  de  fundamento  á  los  dalos  que  aquí 
consignamos,  como  sucede,  en  algunos  casos,  con  losMannTeros,  porque,  si  bien  éstos 
son  mas  raros,  presentan  en  cambio  caracteres  mas  acentuados  (|ue  permiten  á  la 
generalidad  darse  cuenta  de  sus  diferencias;  ¡jei'o  con  las  Aves  las  confusiones  son 
mas  fáciles,  y,  por  lo  tanto,  nos  hemos  abstenido  de  citar  aquellas  que,  muy  proba- 
blemente, existen  alli  también,  á  juzgar  por  informaciones  que  hemos  obtenido, 
pero  que  no  hemos  observado,  de  modo  que  la  siguiente  lisia  corresponde  á  especies 
que  hemos  visto  y,  casi  en  su  totalidad,  cazado. 

En  cuanto  á  la  distribución  sistemática  general,  hemos  adoptailo  la  de  la  fcRevisla» 
publicada  poi"  el  Dr.  Rlrmeister  en  su  Boise  durch  die  La  Plata- Slaalen,  IL 

A  lln  fie  abreviar  esta  lista,  colocamos,  junto  al  nombre  técnico  de  cada  especie, 
un  número  j)e(jueño  entre  paréntesis,  que  equivale  al  mismo  que  le  dá  el  Dr.  Doering 
en  el  orden  de  su  Enumeración.  Este  número  sigue  al  de  nuestra  propia  lista,  y  si  no 
corresponde  al  oiro,  se  debe  al  método  seguido  y  á  la  cii-cunstancia  de  no  haber 
observado  nosotros  todas  los  especies  que  cita  aquel  autor,  habiendo  agregado  al- 
gunas que  él  no  halló,  en  cuyo  caso  falta  el  número  pequei'io.  Si  el  lector  encuentra 
(jue  los  nombres  no  coinciden  siempre,  al  compararlas  que  llevan  número  pequeño, 
no  debe  creer,  sin  embargo,  (|ue  se  trata  de  especies  diferentes,  sino  de  nombi'es 
diversos,  asi,  p.  ej.,  nosotros  decimos:  % w)  Ibijcter chimango,  ú^manáo  k^nKW^ 
y  el  Dr.  Doering  escribe:  6S.  Milvago  chimango,  asi  como  Burmeister  dice:  Milvago 
pezoporus. 

No  debe  olvidarse  (pie  la  Expedición  al  Rio  Negro  se  llevó  á  cabo  al  comenzarlos 
frios  hiemales,  y  (¡ue,  |)or  esta  causa,  muchas  de  las  especies  estivales  habian  desa- 
parecido ya,  de  modo  que  éstas  no  fueron  observadas  por  el  Dr.  Doering,  lo  que 
le  ha  impedido  señalarlas  en  su  lista,  como  p.  ej.  :  las  Golondrinas,  si  bien  las  re- 
cuerda en  las  enumeraciones  parciales  de  la  Inlroduccion,  fundándose  en  datos  de 
otros  naturalistas. 

Talvez  alguien  nos  ol)ser\  ara  (jue  j)odriamos  haber  seguido  un  método  mas  mo- 
derno de  clasificación  de  estegTU[)0,  mas,  sin  dejar  de  reconocerle  razón,  le  haremos 
notar  (pie  la  siguiente  lista  sólo  tiene  por  objeto,  ya  que  con  ella  no  agregamos  mas  que 
un  Ave  á  la  Fauna  Argentina,  señalar  el  área  de  dispersión  de  algunas,  hasta  una 
comarca  que  no  habia  sido  estudiada.  No  es,  pues,  un  trabajo  general,  siendo  asi 
que  la  Uehcrsicht  del  Dr.  Burmeister  es  la  mascoaq)leta  revista  que  se  ha  publicado 
de  nuestras  Aves.  No  somos  ornitólogos,  poroira  |)ai'te,  sino  en  tanto  que  es  necesario 
para  reconocer  las  especies  y  referirlas  á  su  grupo,  )•  de  íu[w'\  que  no  pretendamos 
dedicar  un  año  entero  á  investigaciones  taxonómicas  que,  en  el  fondo,  servirían  so- 


—  75  — 

lanienle  para  entraren  discusiones  poco  conducenles  al  liii  (pae  nos  liemos  propueslo, 
y  en  las  que,  en  verdad,  llevaríamos  la  peor  parle,  por  euanlo  no  somos  especia- 
listas, ni  los  materiales  bibliográficos  de  (pie  disponemos  son  lan  ricos  como  para 
argüir  con  los  mejores  argumentos. 

Muclios  de  los  moradores  del  Tandil,  en  cuyas  manos  caiga  un  ejem|)lar  de  este 
libro,  quedarán  sorprendidos  al  ver  á  qué  número  alcanzan  las  especies  de  Aves  de 
la  región  que  habitan,  y  esa  sorpresa  será  mayor  aún  cuando  observen  que  todavía 
queda  mucho  por  determinar  y  averiguar,  pariicularmente  de  los  dos  grupos:  Zancu- 
das y  Palmípedas. 


RAPACES. 


HALCONES  -  FALCONES. 

1  (61.  Polyborus    Ihariis   (Mulina),    Stiucki.. 

R.  BowhLEH  SuAiu'E,  Calaloinie  of  llie  Ácripilres....  iii  llie  Col.  nflhe  fíiil.  .»/».<.  [,  ]>.  ,'!!,  ii.  1. 

Nombre  vulfi;ir:  Cnranclm. 
Muy  escaso  en  la  región  del  Tandil.    Observado  sólo  inia  vez;  1,  29,8i. 

2<6;.  Ibyctcr  chiinanrfo  (Vieii.l.),  Kauc. 
SiiARPE.  O/),  c,  |).  41,  n.  8. 
Nombre    vul^^;ir:    Chimuníjo. 
Una  de  las  a\es  mas  abundanles  de  la  comarca,  así  como  en  el  resto  de  í^a  Pampa. 

3  («"I  Buteo  melauoleucus  (Vieii.l.),  Sharpe. 
Op.  c.  |i.  U)8,   II.  1. 

(ieranoaélus  vcl  lldliartiis  tnehiiuileiiciis    (  ViHíl.r..). 

Nombres  vulgares:  Águila,   Afjuilucho. 

No  escasca  en  los  cerros.  Ha  sido  ob.serv;id;i  en  los  del  Tniidil  y  en  los  de  La  Tilda, 
p.ej.:  II,  lo,  24,  82   v  II,  9,  12,  83. 


—  76  — 

4.    Asturina  Nattcrcrr  Sci,.  &  S,\i.\. 
Sharpe,  op.  c,  [).  208,  n.  fi. 

Los  Halcones  á  <iue  hemos  aludido  en  la  página  44(11,  9)  pertenecen  á  esla  espe- 
cie, á  la  cual  no  liabriamos  podido  referirlos,  si  el  Dr.  Dorring  no  nos  hubiese  ayudado 
en  la  determinación,  en  extremo  difícil,  por  tratarse  de  animales  jóvenes. 


5.  Falco  Cassini,  Shahpe. 

Op.  c,   p.  381,   II.  4. 

Obtuvimos  un  ejemplar  de  esta  especie,  no  señalada  aún  como  miembro  de  la 
Fauna  Argentina,  cerca  de  la  Sierra  de  la  Tinta,  II,  1 1,  83. 

No  es  improbable  que  á  esla  especie  correspondan  algunos  Halcones  que  hemos 
observado  en  el  trayecto  de  Ayacucho  á  Tandil,  en  distintas  ocasiones,  y  que,  por 
haberlos  visto  á  la  distancia,  no  hemos  podido  referir  á  ninguno  de  los  conocidos. 


6(6.)  Gerchneis  cinnainomina  (Swains),  Sharpií. 

Op.  c,  p.  439,   n.   14. 
Nombres  vuljínres  :    Ilalconcito,  Ilakoncillo. 

Observado  varias  veces  en  el  trayecto   de  Ayacucho  á   Tandil,  V,7,  81;  1,  29. 
82,  83;  y  del  Tandil  á  La  Tinta,  H,  3,  83. 


LECHUZAS  -  STRIGES. 

7(52)  Asió  accipitriiius  (Pallas),  B.  Suabpe. 
Op.  c,  II,  p.  234,  n.  4.  —  Otiix  brarhijoliis,  Fon.sx.  — RunM.,  Reise,  II,  p.  439,  n.  17. 

Nombre  vulgar :  Lechuzón. 
Hemos  visto  esta  especie  en  el  camino  á  La  Tinta,  II,  3,  83,  etc. 


77   — 


8  (oi)  Speotyto  cunicularia  (Molina),  Giog. 

SiiAriPE,  op.  c,   II,  ]>.  142,  n.  I. 

Nombre  vulgar:  Lechuza  ó  Lechuza  de  las  bízcacheras,  á  veces  con  su  diminutivo. 

De  lodos  los  Rapaces  de  Buenos  Aires,  ninguno  se  ve  con  mas  frecuencia  que  este 
en  La  Pampa  y  aun  en  las  lomas,  valles  ó  quebradas  de  la  Sierra. 


TREPADORAS  -  SCANSORES. 


9  «3)  Cyanoliseos  patagoniis  (Vieill),  Bonap. 

Conurus  patagonus,  Vieill., — •  Burm.,  Reise,  It,  411,  n.  21 . 
IVombre   vulgar:    Loro  barranquero. 

Suele  verse  esta  especie,  muy  de  tarde  en  tarde,  en  la  región  del  Tandil. 
La  hemos  observado  en  bandadas  de  50,  100,  200  individuos  y  aun  mas,  en  los 
pajonales  del  Vecino:  V,  81 ;  I,  II,  82,  83. 


PÁJAROS  -  INSESSORES. 


ALCEDÍNIDOS  -  ALCEDINIDAE. 

10.  Chloroccrylc  amazona  (Lath.),  Burm. 

Reise.  II,  p,  446,  n.  :38. 

Nombre   vulgar:    Martin  Pescador. 

Observada  solamente  una  vez  en  la  orilla  de  una  laguna,  en  los  pajonales  del  Ve- 
cino: V,  6,81. 


Í8  — 


COLOPTEHIDOS  -  COLOPTERIDAE. 

11.  Saiii'ophagus  sulpliur.'ítus  (L.),  Box. 

fíiRM.,   fíeise,    II,   V.')i,   II.   '.'y>. 
Nombres   vulgares:     Hentevco.    Ilipnlcvi-o.    W'iifci'eo. 

En  las  arboledas  (|uc  rodean  las  casas,  de  Ayacuclio  á  Tandil,  ven  esle  pueblo. 
IIÍ,  14,82;  II,  83. 

12.  Tyranims  violentas,  ^  ii.ili.. 

BiRM.,   Reise,   II,  4o3,  ii.  51.  • 

Nombre  vulgar:  Tijereta. 
En  las  mismas  condiciones  que  el  Benleveo. 

13.  Serpophaga  niíjricans  (LicfiT.),  (loi  LD. 

ÜLIIM.,    /«P/sf,    11,    4^)1,    II.    oS. 

Nombre  vulgar:  l'tojilo. 

Abundaba  esle  gracioso  Denlirostro  en  el  Collon-gueyú  (II,  5-12,  83). 
Todos  los  días  lo  veíamos,  ora  posado  en  las  yerbas  de  las  riberas,  asechando  mos- 
quitos ú  oíros  in.seclos  pequeños,  ora  en  las  loscas  que  sobresalían  del  lecho  del  Arroyo. 

14.  Lichciiops  perspicillatiis  (Gmi:l.),  Bon.m'. 

lUn.M.,  lleise,  H,   io7,   n.  67. 
Nombres  vulgares  :    l'ico  de  plalii ,  Viudita. 

Es  común  en  el  Tandil,  aun  en  los  suburbios  del  pueblo,  pero  no  lo  hemos  vislo 
con  lanía  frecuencia  en  La  Tinta. 


l.T  .0,  Lessonia  uifjra,  í'iií.\.y,  ILvuri,. 

Ccntriles  uiíjpr,  (:.\.b\xis, —  Bir.m.,  Iteisr,  II,  4o8,  ii.  68. 

Conum  en  los  campos,  parlicularmentc  en  acpiellos  cubiertos  de  una  vegetación 
rastrera,  ó  desnudos,  no  sólo  cerca  del  Tandil,  sino  también  de  La  Tinta. 


—  79 


16.   Machetornis  rixosa  (_Lai  n.  D'ürb.),  Ghay. 

Bhhm..   /íí/.st,   [J,  4o8,  m.  69. 

Sólo  hemos  ohloiiido  un  ejeniplar  cerca  del  Arroyo  Taiuiileufú,  IIl,  15,  82. 

17.    Taenioplcra  nibotra,  Burm. 

Jíeisc,  H,  id  I,  li.  78. 

Abundante  entre  Ayacucho  y  Tandil,  III,  15,  8á;  I,  29,  83.  Tiene  algo  del  tipo  de 
un  Zorzal  (Turdus  riifiventris).  —  Afirman  ios  cazadores  (.|ue  es  especie  precur- 
sora de  los  Chorlos. 

ANABATIDOS  ~  ANABATIDAE. 

18.   Fiiruaríiis  ruíus  (Gmkl.  ,  ])'(_)Hn. 

BniM.,    Ilris,',    11,    iG¿,   II.  Si. 

Nüiiihro  viilg;ir  :   Hornero. 

Se  encuentra  con  frecuencia  cerca  de  las  habitaciones  humanas.  Lo  hemos  ob- 
servado aun  al  Sur  de  La  Tinta,  p.  ej. :   II,  5-12,  83. 

19(iij  Geositia  cunieularia    (A'ii:n.L.  ,  Bonap. 

BiMiM.,   neisc.    II,   UV-1,  II.  91  . 

Nombres  vulgares  :    Caminera.  Camiuerila,  Zanjeadora. 

Precede  al  viandante,  volando  cortos  trechos.  Es  avecilla  nuiy  vuigai-  en  La  Pampa. 
La  hemos  observado  casi  todos  los  días,  y  aun  cazado. 

20  10  Synallaxis  anthoides,    Iíing. 

Un  ejemplar  cazado  en  el  camino  á  La  Tinta,  II,  3,  83,  y  otro  en  la  cuesta  délos 
Escalones  de  Las  Águilas,  II,  12,  83. 


80 


SUBIJLIROSTROS  -  SUBULIROSTRES. 

•21  ('■■>  Anthus  furcatus,  Lafr.,  D'Obb. 

Nombre  vulgar  :   Cachua. 
Abunda  en  los  campos  esla  avecilla,  la  menos  arisca  de  nuestras  especies. 

22.  Turdus  sp. 

Cerca  del  Molino  Viejo,  en  las  orillas  del  Arroyo  Tandil,  hemos  oído,  mas  de  una 
vez,  el  canto  de  un  ave,  muy  semejante  al  del  Turdus  rufwentris,  el  Zorzal  rojizo  con 
dorso  pardo;  pero  no  habiendo  visto  al  animal  ([ue,  oculto  entre  los  sauces,  lo  emi- 
tía, no  podemos  señalar  la  especie. 

23.    Miimis  calandria  (D'Orb.),   Ghay. 

BuRM.,   ndse,  II,  475,  n.  123. 
Nombre  vulgar:    Calandria  blanca. 


■O" 


Hemos  observado  esta  especie  cerca  del  Arroyo  Tandileufú,  en  el  camino  de  Aya- 
cucho  á  Tandil,  III,  lo,  8i,  y  en  los  alrededores  de  este  último  pueblo,  11,23,83. 


24  O)  1  i'oglodytes  íurvus,  Gmi.. 
V.    T.  platcnsis,  O'Oru., — Bnui.,   lieise,  II,  476,  ii.  126. 
Nombre.s  vulgares  :    Ratona,  Tacuara  y  sus  diminulivos. 

Abundante  en  los  cerros,  particularmente  en  el  de  la  Piedra  Movediza,  en  cuyas 
grietas  anida.  Allí  la  hemos  cazado,  pero  ob.servándola  en  los  otros,  incluyéndolos 
de  La  Tinta,  Cuchilla  de  Las  Tunas,  etc.  Es  una  de  las  a\ccillas  que  confian  su  nido 
á  la  habitación  humana,  (¡ue  alegran  con  su  charla  graciosa  y  atrevida. 


81  — 


FISIROSTROS  -  FISSÍROSTRES. 

GOLONDRINAS  —  IlIRUNDINAE. 

No  conocemos  otro  nombre  vulgar,  para  cada  una  délas  especies  de csle  grupo, 
que  el  de  Golondrina. 

25.  Progne  donicsUea,  Gk  \y. 

BunM.,  Reixe,  II,  477,  ii.  128. 

Abunda  en  el  Tandil,  donde  la  hemos  observado  lodos  los  dias. 

2G.  Progne  piirpnrea  (L.),  Boie. 
No  escasea  en  el  Tandil,  ni  en  La  Tinta. 

27.  Cotyle  tapera  (L.\  Bonap. 

BuRM.,   Reise,  II,  477,  n.  1  ¿9. 

Frecuente  en  los  campos  del  Tandil  y  de  La  Tinta. 

28.  Cotyle  pyrrhonota  (Vikii.l.),  Burm. 
Reise,  II,  477,  n.  \m. 

Hemos  cazado  esta  especie  cerca  del  Tandil,  I,  31 ,  83,  en  el  campo,  posada  en  los 
alambres  del  telégrafo. 

29.  Iliruudo  leucorrhoia,  Vikii.l. 
Burisi.,  Rcisc,  II,  478,  n.  ^33. 

Hemos  visto  numerosos  individuos  de  esta  especie  en  el  Tandil  y  en  La  Tinta. 

30.  Atticora  cyanoleuca,  {Viiíii.i..)  Gabán. 
Buiíii.,  fic/sc,   II,  479,  11.  134. 

Tampoco  es  escasa  esta  especie,  H,  82,  83. 

Imp.   I,  2,    1884  U 


82 


CAPRIMULGINOS  —  GAPRIMULGINAE. 
31.   Podager  Nacundá,  Vieill. 

Buhm.,  fíeise,  II,  449,  n.  47. 
Nombre  \ulgar  (en  los  alrededores  de  Buenos  Aires)  :    Dormilón. 
Sólo  una  vez  se  observó  en  el  Tandil,  cerca  del  Cerro  de  la  Movediza,  II,  15,82. 

GONIROSTROS  -  GONIROSTRES. 

32  (O  Poospiza  nigrorufa  (Lafr.,  D'Orb.),  Caban. 

BuRM.,   Reise,  II,  484,  n.  130. 

Observada  en  las  quintas  y  cerca  del  Arroyo  Tandil. 

33(11)  Embcrnagra  platcnsis  (Gmel.),   Bonap. 
BuRM.,  Reise,  II,  485,  n.  153. 

No  es  rara  en  el  Tandil,  donde  la  hemos  observado  varias  veces  y  cazado,  por 
ejemplo,  cerca  del  Arroyo  Tandil,  II,  8,  82,  y  junio  al  Collon-gueyú,  al  S.  de 
La  Tinta,  II,  5,  83. 

34  (H)  ZonoU'ichia  pileata,  Bodd. 

V.   Z.  matutina,   Bvrm.,   Reine,   II,  486,   ii.    137. 
Nombre  vulgar  :  Chingólo. 

Como  en  el  resto  del  país,  abunda  mucho  el  Chingólo  en  la  comarca  cuya  or- 
nilofauna  enumeramos.  Cierto  dia  (II,  9,83)  observamos  una  bandada  de  ellos  que 
buscaba  su  alimento  cerca  del  Collon-gueyú.  Al  ver  sus  miembros  desparramados, 
un  Rapaz,  ]si  Asturina  Nallorcri,  procuró  hacer  entre  ellos  sus  víctimas,  y  tal  fué  el 
terror  de  estos  ¡nocentes  animales,  escondidos  luego  en  un  sauce,  en  el  que  también 
se  había  posado  el  perseguidor,  al  notar  nuestra  aproximación,  que  quedaron  inmó- 
viles cuando  el  estampido  del  arma  los  libertó  del  Halcón. 


—  83  — 
35  (17)  Sycalis  arvcnsis,  Kittl. 

V.  5.  luteivenlris,  Burm.,  Reise,  II,  4S9,  n.  168. 
Nombre   vulgar:    Misto. 
Frecuente,  en  bandadas,  en  los  campos  del  Tandil. 

3G.  Sycalis  brasilioiisis  (Gmei..),   Gabán. 
Nombres  vulgares:  Jilguero,  Jilguero  amarillo,  Jilguerilo. 
,Por  corrupción:  Silguero. 
En  el  pueblo  del  Tandil  y  en  sus  inmediaciones. 

37  (iG)  Chrysoniitris  barbata,  Bodd. 
V.   Chr.  magellauica,  Caban., —  Bur.m.,  Reise,  II,  489,   n.  170. 
Nombre  vulgar:    Jilguero  Je  cabeza  negra. 

Es  mas  abundante  que  el  mismo  Chingólo  en  los  alrededores  del  Tandil,  anidando 
en  los  álamos  y  sauces.  Hemos  visto  allí  su  nido  formado  de  hojas  blandas  de  grami- 
llasy  aun  de  cerdas  en  el  interior,  pero  no  hemos  conseguido  sus  huevos,  por  haber 
pasado  ya  la  época,  cuando  hemos  viajado  hasta  aquel  punto. 

Se  le  encuentra  casi  siempre  en  bandadas  que  alcanzan  hasta  100  individuos,  y 
aun  mas. 

Es  animalilo  muy  manso.  Con  frecuencia  nos  hemos  acercado  hasta  2!  y  3  metros  de 
ellos  cuando  bajaban  al  Arroyo  Tandil  á  beber,  y  sin  inquietarse,  volando,  en  todo  caso, 
á  una  ramilla  próxima.  Lástima  es  quesea  víctima  demasiado  habitual  de  los  gastró- 
nomos del  lugar,  que  lo  cazan  por  docenas,  para  adornar  sus  platos  con  tan  exigua 
y  mísera  existencia.  Alegran  el  ánimo  con  sus  cantos  interminables  y  merecen  que 
se  les  proteja  de  una  destrucción  tan  cruel  como  trivial  por  su  causa. 


MAGNIROSTROS  -  MAGNIROSTRES. 

38(33)  Sturnella  De  Filippü,  Bonap. 
V.   Trupialis  müitaris,  Burm.,  Reise,  II,  490,  ri.  174. 
Nombres  vulgares:  Pecho-rojo,  Pecho-colorado. 
No  lo  hemos  observado  sino  dos  veces:  en  el  camino  á  La  Tinta,  II,  3,  83,  y  cerca 


—  84  — 

del  Collon-gueyú,  II,  10,  83.  En  la  comarca  que  estudiamos,  es  mas  escaso  que  el 
siguiente. 

39gi>  Sturnella  Loyca  (Molina)..  . . 

Tnipialis  Loyca,  Bl'um.,   Reise,  II,  491,  n.  175. 
Nombres  vulgares :    Pecho-rojo,  Pcclio-colorado. 

Este  Turpial,  de  lapadas  blancas,  abunda  en  la  comarca  serrana  del  Sur.  Lo  hemos 
hallado  siempre  que  hemos  tenido  oportunidad  de  recorrer  el  campo. 


40(31)  Pscudolcistcs  viresceus  (Vieill.).  . . . 

V.   Leisles  anticus,  Bünap., —  Rurm.,  Reise,  II,  491,  n.  177. 

Nombre   vulgar:    Pecho-amarillo. 

Abundantísimo  en  los  pajonales  del  Vecino,  que  recorre  en  bandadas  sin  cuento. 
Mas  escaso  en  el  Tandil,  donde  sólo  hemos  observado  algunos  pocos  ejemplares,  cerca 
de  la  Sierra  de  los  Leones,  lí,  9,  82.  Al  Sur  de  La  Tinta,  II,  5,  83,  era  muy  frecuente. 

41  (19)  Afjclaiiis  Ihilius   (Molina),  Bonap. 

BuRM.,  Reise,  II,  492,  ii.  179. 

Nombre  vulgar :   (Tordo)  Charreteras    amarillas. 

No  lo  hemos  observado  en  La  Tinta,  pero  si  en  el  Tandil,  II,  9,  82.  Muy  escaso. 

42(20)  Xanthosomus  flavus  (Gm.),  Cab. 

En  bandadas,  con  el  Pecho-amarillo,  en  los  pajonales  del  Vecino,  I,  28,  82.  No  lo 
hemos  ob.servado  en  el  Tandil,  ni  en  La  Tinta. 

43  (35)  IMoIobrus  bonarionsis,  Gm. 

v.    M.   sericeuf;,  ,BuR.\t.,  Reise,  II,    494,    n.    183. 
Nombres  vulgares:     Tordo,  Tordo  negro. 
Abundante  en  los  trigales,  II,  82,  83. 


—  85  — 

44.  Molobriis  badius   (Vieii.l.),  Caban. 
BuRM.,  Reine,  II,  'tOü,  ii.  18i. 
Nombre  vulgar:    Mulutn. 
En  sociedad,  á  veces,  con  el  anterior,  siendo  siempre  mas  escaso. 


S      GOLUMBAE 


45.  Columbula  picui  (Temm.),  Gray. 
BuRM.,   Reise,  II,  496,  n.  186. 
Nombres  vulgares:    Torcaz,  Torcasila. 
Es  frecuente  en  la  comarca  tandilense. 

46  (87)  Zenaida  macúlala  (Vieill.),  Bonap. 
BuRM.,    Reise,  II,  497,  n.  189. 

Nombre  vulgar:  ¡'aloma  de  motile. 

Durante  el  Verano,  no  se  oye  otra  cosa  que  el  canto  de  esta  especie  entre  los  sauces 
que  rodean  el  pueblo  del  Tandil,  siendo  muy  común  en  bandadas  que  devoran  lase- 
milla  del  Cardo  de  Castilla  (Silijbum  marianum). 

En  La  Tinta  la  vimos  muchas  veces.  A  orillas  del  Collon-gueyú,  el  saucedal,  bajo 
cuyas  ramas  habíamos  colocado  nuestra  carpa,  abrigaba  numerosas  Palomas  de  esta 
especie,  cuyos  nidos  tenían  huevos  ó  pichones  (II,  8-I'á,  83).  Los  Halcones  publica- 
dos bajo  el  nombre  de  Astiirina  NaUcreri,  n.  4,  las  perseguían ,  como  así  también  los 
Bimanos  que  las  observaban  y  que,  más  de  una  vez,  gustaron  de  su  sabrosa  carne, 
convenientemente  preparada. 


86  — 


GALLINÁCEAS  ~  GALLINAGEAE. 

TINÁMIDOS  -  TINAMIDAE. 

47  (10)  Rliyncholus  ruíosccns,  Temm. 

BuRM.,  RcUc,  II,  498,  n.  192. 
Nombre  vulgar:  Marlinela. 

Muchos  nos  han  asegurado  que  la  especie  es  común.  Sin  embargo,  sólo  hemos  visto 
un  ejemplar  cazado  por  el  Sr.  J.  S.  Jaca,  á  cierta  distancia  del  pueblo  del  TandiL 

48(ioc)  Nolluira  maciilosa  (Temm.),  Burm. 

Ueüe.  II,  499,  n.  194. 

Nombres  vulgares:  Perdiz,  Perdiz  chica. 

Muy  abundante  en  la  Pampa,  en  los  cerros  y  en  las  lomas.  Todos  los  ejemplares 
que  hemos  cazado  tenían,  en  el  buche,  frutos  de  Cardo  de  Castilla  y  de  Yerba  de  Perdiz 
( Margyricarpus  setosus,  R.  y  P.) 

ZANCUDAS  -  GRALLAE. 

LIMÍCOLAS  -  LIMICOLAE. 

49  (01)  Thiiiocorus  rumicivorus,  Esch. 
Burm.,  Reise,  II,   501,  n.  200. 
Nombre  vulgar:  C/iorlilo. 
Abundante  en  los  campos,  II,  3,  83. 

50.  Charíidrhis  virfjinianus,  I^. 

Burm.,  Reise,  II,  501,  n.  201. 

Común  en  los  bañados,  durante  nuestra  permanencia  en  la  comarca  tandilcnse. 


—  87  — 
51  01)  Vanellus  cayaiicnsis,  Gml. 

BiiRM.,  Ileise,  II,  502,    n.  203. 
Nombre  vulgar :   Teru-tero. 
Muy  abundante  en  cualquier  época  del  año. 

52  (92)  Eiitlromias  modesta  (Licht.)  . . 
sub  Zonibyx.   Reich.;  v.  Vanellus  modestus  (Licht.),  —  Burm.,  Reise,  II,  502,  n.  204. 

Nombre  vulgar:  Chorlo. 

En  bandadas  de  500  individuos  y  aun  más,  en  los  campos  pró.ximos  á  La  Tinta,  II, 
13,  83. 

53  (96)  Himantopus  nigricollis,  Vieill. 
Burm.,  Reise,  II,   502,  n.  20o. 
Nombre  vulgar:   Tero  real. 

Reunido  en  bandaditasde  6,  8  ó  10  individuos,  se  le  encuentra  por  todas  partes, 
donde  abundan  los  charcos. 

54  (9!i)  Actiturus  longicauda,  Bechst. 

V.   Totanus  barlramia,  Wilson,  —  Burm.,  Reise,  II,  503,  ii.  207. 
Nombre  vulgar :  Balita. 
No  es  escaso  en  la  comarca,  donde  los  cazadores  lo  consideran  presa  de  estimación. 

55  (98)  Totanus  melanoleucus,  Licht. 

Burm.,  Reise,  II,  503,  n.  206. 
Nombre  vulgar  :  Chorlo  real. 
Muy  escaso  y  solo.  Un  ejemplar  obtenido  en  las  orillas  del  Collon-gueyú,  II,  19,  83. 

56.  Totanus  flavipes,  Licht. 

Burm.,  Reise,   II,    503,    n.  208. 

Mas  pequeño  y  mucho  mas  abundante  que  el  anterior.  Tandil,  IL  10,  82;  II,  3, 
5,  83. 


.^ 


—  88  — 

57  (C)  Galliiiago  pai'aguaiac,  Vieill. 

Scolopax  frénala,  Illig.  —  Buu.m.,  Reisc,  II,    iJ03,    n.  210. 

Nombre  vulgar:   Becacina. 

Relalivamenle  escasa  y  con  frecuencia  sola  en  los  bañados.  También  es  presa  bus- 
cada por  los  cazadores,  que  la  oblienen  con  no  ¡)oco  trabajo. 


PALUDÍCOLAS  -  PALUDICOLAE. 

58  (ss)  Rallus  rhythiiyuclius,  Vieill. 
V.  Aramides  rh¡jfirhijnclius  Y.,  —  Buini.,  Rcise,  II,  504,   n.  215. 

Un  ejemplar  cazado  en  las  orillas  del  Arroyo  Tandil,  II,  26,  82.  Muy  escaso. 

59  (sf)  Fúlica  armíllala,  Vieill. 

Run.M.,  Iteise,  II,  p.  505,  n.  ¿19. 
Nombres  vulgares:  Gallinela  de  agua,  Gallareta. 
Observada  en  el  Arroyo  Collon-gueyú,  II,  5,  83. 

60  (00)  Fúlica  leiicoptcra.  Vieill. 

BuRM.,  Reine,  II,  p.  505.  n.  220. 

Nombre  vulgar:  Gallineta  de  agita,  Gallareta. 

Cazada  en  el  Arroyo  Collon-gueyú,  II,  5,83.    Abunda  mucho  en  las  lagunas  del 
Vecino. 

Gl  (73)  Chauna  Chavaiia  (L.)... 

Palamcdca  Chavarla,  L.  —  Burm.  Reise,  11,506,  n.  222. 

Nombre  vulgar:    Chajá  ó  Yajü. 

Se  encuentra  uno  que  olro  ejemplar  en  el  trayecto  de  Ayacucho  á  Tandil,  pero  es 
muy  abundante  en  las  inmediaciones  del  Rio  Salado,  y  en  los  bañados  del  Vecino. 


—  89  — 


ACUÁTICAS— AQUOSAE. 

62  (67)  Al-dea  cocoi,  L.  '  

Nombre  vulgnr  :  Garza  mora. 

La  hemos  visto  corea  del  Arroyo  Tandileufú,  III,  13,  82,  siendo  muy  abundante, 
aunque  en  ejemplares   aislados,  en  los   campos,  entre   Buenos  Aires  y  Ayacucho, 

1,28,82. 

63  (68)  Ardea^gretta,  Gmel. 
Árdea  leuce,  Illig.  —  Burm.,  Reise,  II,  509,  n.  227. 

Esta  garza  grande,  blanca,  de  patas  negras,  escasea  en  el  Tandil,  donde  la  hemos 
observado  en  el  Arroyo  Tandil,  II,  8,  82,  y  cerca  de  La  Tinta,  II,  12,  83. 


64  69)  jVyclicorax  Gardcni  (Gmel.)  Wils. 

Rara.  Un  ejemplar  cazado  por  el  Dr.  Fidanza,  al  pié  de  la  Sierra  de  las  Ánimas, 
en  un  charco,  II,  14,  82. 


65.  Garzetta  candidíssima  (Gmel.)  Bonap. 

Árdea  nivea,  Licht.  —  Burm.,  Reise,  II,  509,  n.  228. 

Nombre  vulgar:  Garceta. 

No  era  escasa,  11,82  y  83,  cerca  del  Arroyo  Tandileufú.  Muy  abundante  en  la  re- 
gión del  Rio  Salado. 

66.  Ardetta  involucris  (Vieill.)  — J.  E.  Gr.,  Cat.  10152. 
Nombre  vulgnr:   Mirasol. 
Sólo  una  vez  fué  vista  y  cazada  en  el  Arroyo  Gollon-gueyú,  II,  16,  83. 

Imp.  XI,  8,  1884  12 


90 


67.  Butorides  grísea  (Bodd.)  -  J.  E.  Gr.,  Cat.  10156. 
Nombre  vulgar :  Mirasol, 
Sólo  hemos  visto  un  espécimen,  cazado  cerca  de  la  Sierra  de  las  Ánimas. 


68.  Ciconia  Maguari,  Temm. 
Nombre  vulgar:   Tuyuyú. 

No  escasea  en  los  campos  esta  cigüeña,  liabiéndola  observado  entre  el  Rio  Salado  y 
Ayacuclio,  y  aun  entre  este  pueblo  y  el  Tandil. 

69.  Mycteria  americana,  L. 

Hemos  visto,  junto  auna  lagunila  próxima  al  Arroyo  Tandileufú,  cinco  ejemplares 
de  esta  fea  y  gigantesca  zancuda:  II,  24,  83. 

70  (71)  Falcinellus  guarauíia  (L.)... 

nis  chalcoptcra,  Temm.  —  Burm.,  Reise,  II,  511,  ii.  234. 
Nombres  vulgares  :  Bandurria,  Cuervo  de  la  cañada. 
Abundantísimo  en  la  región  del  Rio  Salado  y  frecuente  también  en  la  del  Tandil. 

^         71.  Platalca_Ajaja,  L. 

Nombre  vulgar:    Espálala. 

No  escasea  en  la  región  del  Rio  Salado,  pero  es  especie  muy  rara  en  el  Tandil,  donde 
sólo  hemos  visto  un  ejemplar,  I,  29,  82,  en  una  lagunita,  cerca  del  Arroyo  Tandileufú, 
en  sociedad  de  otras  zancudas. 


91  — 


palmípedas. 

LAMELIROSTROS— LAMELLIROSTRES. 

72  (72)  Phoenícopterus  ignipalliatus,  Geoffr. 

Nombre  vulgar:   Flamenco. 

No  hemos  visto  esta  especie  en  el  Tandil,  ni  en  La  Tinta;  pero  si,  y  en  grandes 
bandadas,  que  producen  un  efecto  maravilloso  al  volar  al  sol,  en  la  región  palustre 
del  Rio  Salado. 

73  pe)  Cygnus  nígrieollis,  Gmel. 

Nombre  vulgar:  Cisne. 


'ti^ 


Muy  abundante  en  el  Rio  Salado  y  comarcas  palustres  adyacentes.  No  lo  hemos  visto 
en  el  Tandil,  ni  en  La  Tinta,  mas  no  es  difícil  que  de  cuando  en  cuando  se  le  encuentre 
allí,  por  lo  mismo  que  existe  en  la  Patagonia. 


74  (82)  Daíila  bahamensís  (L.),  Burm. 


Este  pato  abunda  mucho  en  la  comarca  tandilense.  Nuestros  ejemplares  proceden 
del  Sur  de  La  Tinta,  cazados  en  el  Arroyo  GoUon-gueyú :  II,  6,  83. 


75  (78)  Querqucdula  cyauoptera  (Vieill.)  Gill. 
Lo  mismo  que  la  especie  anterior. 

76.  Anas  peposaca,  Vieill. 
Burm.,  Reise,  II,  o18,  n.  254. 

Este  pato  oscuro,  con  una  banda  blanca  en  el  ala,  se  encuentra  muy  abundante- 
mente en  los  arroyos  y  lagunas  de  la  región  serrana  del  Tandil,  así  como  en  el  resto 
de  la  Provincia. 


77  (81)  Erisniatura  ferruginea,  Eyt. 

Sin  ser  común,  este  palito  es  ave  no  escasa  en  los  arroyos  y  lagunas  del  Tandil  y  de 
La  Tinta:  II,  18,  83.... 


LONGIPENAS^LONGIPENNES. 

78  (ion  Lai'us  dominicanus,  Lic.ht. 

Larus  voci]erus,  G.  R.  Gray.  —  Bun.M.,  Reise,  II,  518,  n.  255. 

Nombre  vulgar:  Gaviota  cocinera. 

No  la  hemos  observado  sino  una  vez,  junto  al  arroyo  Collon-gueyú,  II,  12,  83. 

79  (102)  Larus  cirrhocephalus,  Licht. 

Nombre  vulgar:  Gaviota. 

Observada  en  pequeñas  bandadas  cerca  del  Golion-gueyú,  II,  12,  83;  entre  Tandil 
y  Ayacucho:  II,  24,  83,  y  en  otras  ocasiones. 


REPTILES' 


LAGARTOS— SAURII. 


1.  Podiiiema  J\íguixin  (L.)  Wagl.  —-■ 

Salvator  Merianae  Dum.  et  Binn.,  Erpét.  gen.,  V,  p.  85,  1  (1839). 
Buhm.,  Reise,  II,  p.  525,  10  (1861). 

Nombres  vulgares:  Lagarto  é  Iguana. 

He  vislo  dos  ejemplares,  uno  del  Tandil  y  otro  de  La  Tinta. 

El  mas  joven  debe  pertenecer  a  esta  especie,  muy  variable  en  la  coloración  general 
y  en  la  distribución  de  las  manchas  claras  y  negruzcas.  Por  lo  demás,  tiene  una  distri- 
bución geográfica  muy  vasta. 


2.  Proctotretiis  pectinatus  Dum.  et  Bibr. 

Dum.  et  Bibr.,  Op.  c,  IV,  p.  292,  10  (1837). 

Bell,  Voy.  of  tlie  Beagle,  V,  p.  18,  pl.  9,  lig.  2(1843). 

Nombre  vulgar:  Lagartija. 

Los  ejemplares  recogidos  por  el  Dr.  Holmberg  y  |)or  el  Sr.  González  demuestran  la 
variabilidad  de  esta  bonita  especie  mucho  mas  de  lo  que  se  sabia  hasta  ahora.  Las 
manchas  vivamente  coloreadas  son,  en  algunos  ejemplares,  de  un  azul  oscuro  con  tinte 
verdoso,  en  otros  de  un  verde  esmeralda  ó  aguamarina ;  en  unos  son  de  grande  exten- 


Por  el  Dr.  Carlos  Berg. 


—  94  — 

sion,en  otros  muy  pequeñas  ó  complelainenle  desvanecidas.  Tanil)ien  varían  mucho 
en  el  tamaño. 

Los  que  he  examinado  proceden  del  Tandil  (II,  23,  82)  y  de  La  Tinta  (II,  5, 1 5,  20,  83j. 


3.  Proctotretus  Darwinii  Bell. 
Bell,  Op.  c,  p.  14,  pl.  7,  lig.  1-2. 

Nombre  vulgar:  Lagartija. 

Muy  común  en  los  cerros  del  Tandil  y  de  La  Tinta.  Uno  de  los  ejemplares  que  he 
podido  examinar  procede  del  Cerro  de  La  Piedra  Movediza  (II,  1 ,  82)  y  otro  de  las 
cercanías  del  Arroyo  Gollon-gueyú  (II,  \  1 ,  83), 

4.  Anipliisbaena  Kingii  (Bell)  Dum.  et  Bibr. 

DuM.  et  RiBR.,  Op.  c,  V,  p.  496,  8. 

BuuM.,  Op.  c,  p.  526,  14. 

Straüch,  Bull.  Acatl.  Imp.  St.  Pétersbourg,  XI,  p.  418,  27  (1881). 

El  ejemplar  único  que  he  visto,  cazado  por  el  Sr.  González  cerca  de  La  Tinta 
(II,  15,  83),  tiene  la  placa  rostral  excesivamente  grande  y  muy  comprimida  y  corres- 
ponde á  la  descripción  de  un  ejemplar  dada  por  Strauch. 

Esta  lagartija  ápoda  tiene  una  distribución  muy  vasta  en  la  República  Argentina, 
encontrándose  desde  Córdoba  hasta  la  Patagonia  Austral. 


SERPIENTES— OPHIDIA. 


5.  Heterodon  D'Orbignyi  Dum.  et  Bibr. 

Dum.  et  Bibr.,  Op.  c,  VII,  p.  772,  3. 

Jan  et  Sordelli,  Icón,  des  Ophid.,  Livr.  48,  pl.  3,  fig.  3-4  (1876). 

De  esta  especie  recogí  un  ejemplar  juvenil  en  la  Sierra  de  las  Animas,  el  30  de 
Noviembre  de  1883;  se  hallaba  debajo  de  una  piedra,  del  lado  austral  de  la  montaña. 

Agrego  esta  serpiente  á  la  lista  de  las  especies  que  fueron  observadas  por  el  Dr. 
HoLMBERG,  para  completar  la  enumeración  de  los  ofidios. 


—  95  — 


6.  Coronelía  pulchcUa  Jan. 


Jan,  Arch.  p.  la  Zool.,  II,  2,  p.  41 . 
BuRM.,  Op.  c,  p.  528,  18. 

Frecuente  en  los  campos  del  Tandil,  sobre  todo  entre  las  matas  de  Slipa. 


7.  Liopliis  regiaae  (L.)  Wagl. 

DuM.  et  BiBR.,  Op.  c,  VII,  p.  704,  2. 
BuRM.,  Op.  c,  p.  528,  19. 

Fué  observada  con  frecuencia  en  distintos  puntos. 


8.  Lio"phis  Merreniii  (Neuw.)  Wagl. 

DuM.  et  BiBR.,  Op.  c,  VII,  p.  708,  3. 
BuRM.,  Op.  c,  p.  528,  20. 

Abunda  en  la  comarca,  siendo  hallazgo  frecuente  en  los  cerros  y  en  la  proximidad 
de  los  arroyos. 


9.  Oxyrhopus  rhombifer  Dlm.  et  Bjbr. 

DuM.  et  BiBR.,  Op.  c,  VII,  p.  1018,  3. 

Jan  et  Sordelli,  Icón,  des  Ophitl.,  Livr.  3o,  pl.  5,  fig.  2. 

1 0xyrhopus  D'Orbignyi  Dum.  et  Bibr.,  Op.  c,  p.  1024,  7. 

"  Coronelía  Bachmanni  Weyenbergh,  Periódico  Zool.  Córdoba,  II,  p.  193  (1876). 

El  ejemplar  que  he  examinado  y  que  procede  del  Tandil,  donde  ha  sido  capturado 
en  estos  dias  por  el  Dr.  Eduardo  Fidanza,  tiene  los  costados  del  cuerpo  de  un  rojo  muy 
vivo,  con  excepción  de  las  manchas  negras,  mientras  que  la  parte  dorsal  de  las  fajas 
claras  es  amarillenta,  como  el  vientre  y  en  parte  las  escamas  laterales  que  rodean  las 
manchas  negras  que  se  extienden  mucho  hacia  el  vientre,  formando  ángulos  agudos. 

Nota. — La  Coronelía  Bachmanni  descrita  por  el  Dr.  Weyenbergh  es  sinónimo  del  Oxyrhopus 
rhombifer,  que  he  recogido  también  en  Córdoba,  en  el  año  1875,  y  al  cual  corresponde 
perfectamente  la  descripción  dada  por  su  autor. 

Es  muy  probable  que  el  Oxyrhopus  D'Orbignyi  Dum.  et  Bibr.,  no  sea  sino  una  variedad 
de  la  especie  en  cuestión,  cuyo  color  y  dibujo  son  poco  constantes,  y  cuya  escama  preocu- 
lar  toca  (Duméril  et  Bibrox)  ó  no  toca  (Jan)  á  la  escama  frontal. 


96 


10.  Bothrops  alteriiatus  Dum.  et  Bibr. 

Trtgonocephalus  alternalus  Jan,  olini. 

Dum.  etBiBR.,  Op.  c,  VII,  p.  1312,  5. 

BuRM.,  Op.  c,  530,  32. 

Jan  et  Sordelli,  Icón,  des  Opliid.,  Livr.  47,  pl.  6,  fig.  I  (^1875). 

Nombre  vulgar:  ]'íbora  de  la  cruz. 

Es  muy  variable  por  lo  que  toca  á  la  forma,  extensión  y  distribución  de  las  manchas 
ó  dibujos  que  adornan  el  cuerpo. 

Los  ejemplares  cazados  proceden  de  las  orillas  del  Gollon-gueyú  (II,  18,  82).  Es  muy 
común  en  la  región  del  Tandil,  siendo  muy  vasta,  por  otra  parte,  su  distribución 
geográfica. 


11.  Bothrops  nasus  (Gahm.). 
Rhinocerophis  nasus  Garman,  Biill.  JIus.  Comp.  Zool.  Cambridge,  VIII,  3,  p.  8o  (1881). 

La  (cHassler-Expedition»  tenia  esta  especie  del  Puerto  de  San  Antonio  (Palagonia) 
El  género  Rhinocerophis  Garm.  no  da  caracteres  suficientes  para  que  se  le  considere 
distinto  de  Bothrops  Wagl. 

El  espécimen  que  he  estudiado  procede  del  Sur  de  la  Tinla  (II,  8,  83). 


ANFIBIOS. 


BATRACIOS  "BATRxlCHI  A. 

1.  Bufo  agua  Latií. 

DuM.  et  BiBR.,  Ei'pét.  gún.,  VÍIÍ,  p.  70.i,   13. 

Nombre  vulgar:  Sapo. 

Se  le  observa  con  mucha  frecuencia  en  la  comarca.  Los  individuos  que  he  exa- 
minado, de  diversas  edades,  fueron  cazados  en  el  Tandil  y  en  La  Tinla. 

2.  Hyla  agrestis  Bell. 

[fyla  leucomelas  Dum.  et  Bibr. 
Hyla  pulchella  Dum.  et  Bibr. 
BuRM.,  Reise,  II,  p.  531,  34. 

Nombre  vulgíir:  Rana  zarzal. 
Especie  ;ibundante,  no  sólo  en  el  Tandil,  sino  también  en  el  reslo  de  la  Provincia. 

3.  Hyla  Vautcrii  Bell. 
Bell,  Voy.  oFthu  Beagle,  V,  p.  40,  pl.  19,  i'v¿.  3. 

Sólo  es,  probablemente,  una  variedad  de  la  anterior. 
El  único  ejemplar  que  he  visto  fué  obtenido  en  el  Tandil. 


'  Por  el  Dr.  C.írlos  Berg. 

Imp.  XI,  18,  1884.  H. 


PECES 


Hubiera  deseado  que  los  representan  les  de  esla  Clase  de  Vertebrados,  aunque  de 
número  muy  exiguo  en  lo  (|ue  se  refiere  al  Tandil  y  á  La  Tinta,  apareciesen  en 
este  lil)ro  bajo  la  firma  de  un  ictiólogo  distinguido,  á  cuya  competencia  confié  tres 
especies  (|ue  obtuve  en  mis  dos  últimos  viajes  á  la  comarca  que  motiva  este  Ira- 
l)ajo,  la  del  Dr.  Décio  Vinciguerra,  del  Museo  de  Genova. 

Así  debía  esperarlo,  cuando  menos,  en  atención  á  la  promesa  que  me  hizo,  de 
paso  por  Buenos  Aires,  al  regresai'  á  su  patria,  después  de  haber  acompañado  al 
Ga[)ilan  Boye  en  su  azaroso  viaje  á  los  mares  australes — todo  lo  cual  sería  silen- 
ciado aquí,  si  no  lo  hubiese  consignado,  como  una  esperanza,  en  mi  Informe  al  Go- 
bierno de  la  Provincia  de  Buenos  Aires  «.La  Sierra  de  Curá-malah)  (p.  77,  1884), 
al  ocuparme  de  los  peces  de  dicha  Sierra. 

Pero,  acosado,  sin  duda,  por  tareas  ineludibles,  no  ha  podido  disponer,  quiz<á, 
del  tiempo  necesario  para  hacer  y  enviarme  las  determinaciones  que  le  pedí  y  que 
galantemente  me  ofreció. 

Tal  ha  sido  la  causa  que  ha  retardado  la  publicación  de  esta  entrega,  pues  no 
me  conformaba  con  la  idea  de  relegar  este  grupo  de  animales  á  un  Aprnilice,  lo 
que  habría  hecho  al  fin,  si  no  pudiera  tlisponer  de  una  voluntad  medianamente 
educada  en  la  tarea  de  dominar  muchas  dificultades  mas  aparentes  que  reales. 

Por  eso  he  determinado  yo  los  Peces  —  y  abrigo  la  convicción,  tanto  mas  sincera 
de  haber  acertado,  cuanto  que,  tratándose  de  caracteres  anatómicos,  expresados 
con  formas  definidas,  proporciones  exactas  ó  números,  es  difícil  que  así  no  suceda, 
y,  con  mayor  razón,  siendo  conoctidas  las  especies  aquí  señaladas. 

Reducida  la  tarea  á  la  simple  determinación  sistemática,  no  mees  permitido  dis- 
cutir las  especies,  pues  ultrapasaría  en   tal   caso  los  límites  que  debo  guardar,  no 


Por  el  Dr.  Eduaudu  L.   IIi)i..\iDF.ni¡. 


—   100  — 

siendo  especialista.  Basle,  pues,  mi  expresión  de  respeto  á  la  competencia,  y,  más 
que  todo,  á  la  verdad. 

Antes  de  ocuparme,  empero,  de  la  l)re\e  enumeración  ictiológica,  (juisiera  recor- 
dar un  dato  que  explica  su  contenido. 

Dos  especies  solamente  (3  y  Ij)  de  las  ¡pie  liabia  traído,  estahnn  en  condiciones  de 
ser  estudiadas,  y  ya  tenía  el  manuscrito  |)reparado,  cuando  un  envío  oportuno  me 
obligó  á  modificarlo.  Mi  hermano  político  el  Dr.  Eduardo  Fidanza  me  ha  remitido 
últimamente  varios  Peces  que  yo  no  conocía  del  Tandil,  obtenidos  por  a(|uel  y  por 
el  Sr.  Jaca,  y,  como  en  páginas  anteriores  (41,  45....)  he  hecho  alusión  á  algunos, 
he  juzgado  conveniente  citarlos  aquí. 

Esto,  no  sólo  enriquece  mi  pobre  caudal  de  dalos  particulares,  sino  queme  per- 
mite confirmar  y  aun  ampliar  la  nota  3  de  la  |)ág.  42.  En  ella  dije  (|ue  sólo  cono- 
cía, de  la  com<i\'cn ,  Malacopterigios  abdominales.  Entre  los  Peces  que  ahora  poseo 
de  a(|uella,  figura  un  Apodo.  Pocos  días  después  de  impreso  el  pliego  en  que  se 
encuentra  dicha  nota,  visité  la  Sierra  de  Gurá-malal,  de  modo  que,  reuniendo  mis 
observaciones  personales  correspondientes  á  este  contrafuerte  de  la  Sien-a  de  la  Ven- 
lana  y  á  la  del  Tandil,  con  lo  que  resulta  de  la  colección  que  acabo  de  recibir,  puedo 
afirmar  que : 

Según  mis  observaciones  relativas  á  los  Peces  que  habitan  lus  arroyos  de  las  dos 
Sierras  australes  de  la  Provincia  de  Buenos  Aires,  los  Malacópteros  son  los 
¿micos  representantes  de  su  Clase.  ' 


'  Por  los  pocos  datos  que  lie  reunido,  parece  que,  cu  todo  caso,  este  grupo  de  Teleósteos  predo- 
mina en  toda  la  Provincia.  En  varias  lagunas,  como  la  de  Chascomús,  la  de  Navarro  y  otras,  se  encuen- 
tra el  Pejerey,  que  no  es  un  Osmeruf;,  como  lo  consignalia,  con  duda,  el  Dr.  Weyenbergh,  en  su  Fauna 
Argentina  (en  R.  Napp,  Jai  Ilepública  Anjcntina)  ]ior  no  haberlo  examinado,  ya  que  falta  en  Córdova, 
donde  él  escribía,  sino  un  Acantóptoro  de  la  familia  de  los  Mugiloidae,  al  parecer  Miifíil. 

En  el  Arroyo  Curá-malal  Grande  (véase  mi  Informe  aludido,  p.  77),  parece  que  se  encuentra  el  Len-  ^", 
(juado,  nombre  que  en  este  país  se  aplica  á  los  Pletironeetidae;  pero  no  lo  he  visto,  por  lo  cual  queda 
persistente  mi  afirmación  relativa  al  carácter  general  de  la  Icfiofauna  austral  de  la  Pi'ovincia,  basta  que 
nuevas  observaciones  mas  completas  la  modifiquen. 

Hay  un  hecho,  sinembargo,  que  no  debe  pasar  desapercibido  para  acpiellos  (juc,  tai'de  ó  temprano, 
se  ocupen  de  esta  materia,  á  lo  menos  en  cuanto  ella  se  relaciona  con  la  Provincia  de  Buenos  Aires  y  es 
que  algunos  hacendados  han  llevado  jieces  vivos  del  Rio  de  la  Plata  á  las  lagunas  d(!  sus  campos,  y  en 
ellas  se  han  propagado.  Si  no  se  consignan  los  nombres  de  tales  especies,  no  será  difícil  (|ue  se  com- 
plique luego  el  problema,  no  estudiado  aún,  de  la  dislribucion  de  estos  animales  en  la  misma  Pro- 
vincia. 


101 


MALAGOPTERA  ABDOMINALIA. 


SILURIDAE. 


1.  Pinielodus  sapo.  Val. 

i^lSiü)  Pimelodus  «íJ90,  Val.  ¡ii  Cuvier  et  Valenc,  Les Poitisonn,  T.  XV,  p.  179,  et  (1847)  in  D'OnitiGNv, 

Voyage  dans  l'Aiii.  Mér.,  T.  V,  Poissons,  ]>.  7,  All.  pl.  i,  i'.  6. 
(1864)  «  «      GüNTHEit,  Catalogue,  of  Fishes,  V,  p.  1.32,  ii.  .'i3. 

(^1869)  «  «      Steindachneb,  Dr.  F.,  Ueber  eine  Sanimlung  voii  Süsswasserfischeii  aus  der 

Uingebung  von  Montevideo,  in  Sitzbr.  der  Acad.  d.  Wissensch.  z.  Wien, 

LX,  p.  294,  n.  .í. 
(1880)  «  «      rUiNTHER,  A  ronlribiition  to  tbe  Knowledge  ol' the  Fish-fauna  ofthe  Rio  de  bi 

Pbita,  in  Anuals  and  Mag.  of  Natural  History,  Ser.  V,  vol.  VI,  p.  11,  n.  2o. 

Nombres  vulgíires:  (en  Buenos  Aires)  Bagre-sapo;  (en  el  Tandil):  Bagre. 

Los  autores  citan  este  Bagre,  tan  conocido  en  Buenos  Aires,  de  Montevideo  y  Rio  de 
la  Plata. 

El  Dr.  FiDANZA  me  ha  enviado  del  Tandil  varios  ejemplares  peciueños  y  el  Sr.  J.  S. 
Jaca  me  remite  dos  grandes;  los  últimos  miden  21  y  23  cm.  de  largo  inclusa  la  caudal 
y  uno  de  los  primeros  me  ha  permitido  comparar  un  espécimen  muy  joven  (2|cm.) 
que  pesqué  en  el  Collon-gueyú,  menor  (|ue  uno  que  llevó  el  Di'.  Vinciguerra  á  Palia, 
bastante  joven  también,  y  que,  si  no  me  engaño,  era  de  la  misma  especie. 

No  vacilo  ahora  en  asegurar  que  este  Pimélodo  es  el  mismo  cpic  vi  en  el  Arroyo  Gurá- 
mal  Grande,  en  Diciembre  de  1883,  y  del  cual  dije  en  el  Informo  c'úaáo  (p.  77) :  ce  Esta 
circunstancia  nos  permitió  observar  dos  veces  un  Bagre  casi  negro  y  como  de  40  cm. 
de  largo.  »  Su  forma  general,  lo  deprimido  y  ancho  de  la  cabeza,  el  color,  lo  breve  de 
las  barbas,  etc.,  son  caracteres  que  no  me  dejan  otra  duda  que  la  que  se  debe  guardar 
siem[)reen  tales  casos  de  detei-minacion  por  reminiscencia. 

Después  de  recibir  los  peces  del  Tandil,  un  amigo  ha  tenido  la  bondad  de  pro- 
porcionarme dos  ejem[)lares  frescos  del  animal  que  me  ocupa  y  en  los  cuales  las 
rugosidades  de  los  escudos  de  la  cabeza  son  completamente  incons|)ícuas,  haciéndose 
perceptibles  solamente  cuando  el  cuero  se  ha  secado  un  poco  ó  (pie  ha  sufrido  la 


—  102  — 

acción  del  alcohol.  No  diulo  (jue  eslos  ejemplares  (cT  y  ?),  pescados  en  las  ori- 
llas del  Rio  de  la  Piala,  cerca  de  Buenos  Aires,  sean  adultos,  porque  la  hembra  eslá 
oviplena.  Sus  barbas  superiores  (9)  ultrapasan  apenas  la  base  de  las  alelas  abdo- 
minales; en  el  cT,  mas  esbelto,  mas  corto,  dichas  barbas,  relativamente  mas  del- 
gadas, ultrapasan  las  mismas  aletas  y  aun  van  mas  allá  del  origen  de  la  anal ;  la 
escotadura  de  la  cola  es  menos  profunda  (|ue  en  la  hembi-a  y  sus  lóbulos  mas  re- 
dondeados. 

Del  estómago  de  este  último  he  extraído  un  gran  ti'ozo,  en  gran  parte  dijerido, 
de  una  víbora,  al  |)arecer  Liop/iis,  y  un  Pejerey,  ya  destrozado.  Del  de  la  hembra, 
he  sacado  2  ejemplares  de  Callichlhys  punctatus,  un  crustáceo,  (|ue  supongo  sea  el 
Gecarcinus  platensis,  varios  opcrculos  de  AmpuUarid,  una  oruga  en  su  capullo  y 
un  lamelicornio. 

En  los  dos  ejemplares  mayores  del  Tandil,  el  contenido  del  estómago  revela  bas- 
tante bien  la  |)rocedenc¡a.  Gompónese  de  varios  colcó|)teros  pcípieños,  ninfas  de  Li- 
hellula,  larvas  de  dípteros,  orugas,  2  especies  de  Scnlnpendra,  1  Cryptop>^,  muchí- 
simos ejemplares  del  Anfipodo  común  en  los  arroyos,  y  Tarántulas. 

Es  muy  voraz  y  se  le  pesca  con  cualquier  cosa.  En  un  ejemplar  se  halló,  en 
cierta  ocasión,  un  pedazo  de  zapato  viejo  y  una  tira  de  bayeta  roja. 


2.  (Callichlhys  jmnctatus,  Bi.. 

(I8i0)  Callichthij^  piinrlatiis.  \.\l.  LesPoissons,  T.  XV,  p.  318;  et(1847)  in  D'Oüd.  Voy.  d.  l'Am.  Múr., 

T.  V,  Poiss.,  p.  8,  Atl.,  pl.  5,  f.  1.  (nec  3!). 
(^1864)  «  «  (lüNTiiEii,  Ca.'íí/.  o/'F/.v/ie.s,  T.  V,  p.  221),  II.  <J. 

(^1880)  't  «  (jüNTiiEn,  Coiitr.  Fish-t'.  Rio  d.  la  Plata,  op.  c,  p.  i1,  n.  31. 

Esta  especie  ha  sido  señalada  por  Güntiier  de  Surinain,  Essequibo  y  Montevideo,  y  el 
ejemplar  que  me  ha  servido  para  consignar  a(|uí  su  nombre  lo  obtuvo  últimamente 
el  Dr.  FiDANZA  en  el  Tandil  (X,  1 884). 

Pertenece  al  grupo  vulgarmente  llamado  en  este  país «  Viejas  del  agua  »  á  |)csar  de  no 
ser  uu  Loricarino.    • 

El  espécimen  (|ue  he  estudiado  concuerda  con  las  descripí-iones  y  figura  citadas, 
pero  la  |)orcion  oscura  del  ápice  de  la  aleta  dorsal  está  interrumpida  en  medio  por  una 
línea  radial  clara,  y,  hacia  atrás,  en  la  base  de  la  misma  aleta,  hay  también  una  mancha 
oscura,  existiendo  cjem|)Iares  (pie,  según  Günther,  la  tienen  casi  totalmente  negra. 
Mide  este  individuo  33  mm.  hasta  la  base  de  la  caudal  mutilada,  pero  con  sus  4  i)an- 
das  negras  conspicuas. 


103 


CYPRINODONTIDAE. 


3.  Jciiynsia  lincata  (Jen.)  Günther. 

(18i?)  Lebias  lineata,  Jenyns,  Fishes,  in  Zool.  of  the  Voy.  of  the  Beagle,  p.  H6. 
{\8QQ)  Jenijnsia  line.a'.a,  Güvturr,  Catal.,  VI,  p.  331. 

Esta  especie  fué  descubierta  porÜARwiNen  Maldonado  (República  Oriental  del  Uru- 
guay). En  la  Provincia  de  Buenos  Aires  es  abundantísima  y  se  la  vé  con  mucha  fre- 
cuencia en  los  arroyos  ó  charcos  próximos  á  ellos  ó  á  los  rios.  Hállasela  en  bandos  de 
centenares  y  aun  de  millares  de  individuos. 

Mi  compañero  en  el  tercer  viaje  al  Tandil,  Justo  González  Aciía,  la  ha  pescado, 
en   1881,  en  el  Rio  5°  (Provincia  de  San  Luis),  de  donde  la  trajo  y  la  poseo. 

No  le  conozco  nombre  vulgar. 

Es  animal  poco  arisco  y  aunque  al  principio  huye  cuando  uno  se  aproxima  á  su 
elemento,  bien  pronto  pierde  su  temor  y  llega  hasta  el  extremo  de  rodear  y  penetrar 
en  la  mano  abierta  y  sumerjida,  para  devorar  las  migajas  de  pan  con  que  se  le  lienta. 

Su  reposo  se  efectúa  siempre  en  sociedades,  entre  los  vastagos  de  las  plantas  acuá- 
ticas, sistema  que  adopta  en  sus  peregrinaciones;  mas  nunca  lo  he  visto  apoyarse 
en  el  fondo,  como  lo  hacen  las  Viejas  del  agua,  los  Bagres  y  otros,  tal  vez  por  la 
forma  de  su  cuerpo,  no  comprimido  infei-iormente  como  en  los  citados. 

Sor|U'cndido,  huye  con  ra|)idez  increíble,  y  si  su  movimiento  le  ha  llevado  lejos 
de  su  bando,  bien  pronto  se  le  ve  nadar  con  mas  calma  hasta  unirse  á  él. 

En  sus  traslaciones,  la  columna,  compuesta  de  individuos  de  todo  tamaño,  en  la 
(|ue  los  muy  ¡)equeños  llevan  la  peor  parte,  pues  son  devorados,  á  veces,  por  los 
mayores,  forma  con  frecuencia  \m  ángulo  anterior  agudo  y  el  que  nada  á  la  cabeza 
(ó,  en  todo  caso,  los  (pie  forman  la  vanguardia)  parece  guiar  la  progresión  de  toda 
a(|uella,  pues  la  mayor  ó  menor  velocidad  con  que  avanza  se  imita  por  los  que  le 
siguen.  Si  de  pronto  vé  en  el  agua  uji  insecto  que  patalea  desesperado,  dá  una 
vuelta  vertiginosa,  que  todos  repiten  como  monos ;  pero  convencidos  luego  de  su 
infundado  pánico,  se  aproximan  con  cautela,  y,  con  un  furor  extraordinario,  dan 
cuenta  del  náufrago,  para  lo  cuales  menester  que  alguno  lleve  la  iniciativa,  pues, 
los  pccesillos  de  que  me  ocupo,  por  lo  que  se  vé,  se  parecen  en  ésto  á  otros  ani- 
males superiores. 


'  Asociada  ¡i  veces  con  Po^ciUa  deccin-inacula'.a,  como  lo  observó  lanibieii  D.^rwin  en  Maldonado. 


—  104  — 

Su  alimenlo  se  compone  de  pequeños  crustáceos:  Cyclops,  Daphnia,  etc.,  de  in- 
sectos mas  ó  menos- voluminosos  y  de  plantas  acuáticas,  no  desdeñando  á  los  seme- 
jantes menores,  como  lo  comprueba  el  contenido  de  un  ejemplar  de  Curá-maial, 
(¡ue  lie  disecado. 

Esta  especie  es  ovo-vivípara.  El  mayor  de  los  ejemplares  (pie  llevó  el  Dr.  Vm- 
ciGUERRA  hal)ia  sido  disecado  poi-  mi  en  el  Tandil  (II,  21,  1882)  y  extraje  27  fetos 
de  su  vientre.  Fie  observado  varias  veces  el  alumbramiento,  y  nada  tengo  que  decir, 
al  i'especto,  que  no  haya  sido  consignado  por  el  Dr.  Weyenbergh  en  sus  diversos 
trabajos  sobre  este  grupo,  e.  o.,  Sur  l'enfantement  des  Poec/'Z/e^  (Periódico  Zooló- 
gico etc.),  exceptuando  lo  (jue  se  relaciona  con  la  patología. 

Aquel  mismo  espécimen,  mayor  que  las  medidas  que  dá  Jenyns,  me  sirvió  para 
anotar  los  colores,  (|ue  consigno  aquí,  porque  los  ejemplares  de  Darwin  los  liabian 
perdido  en  el  alcohol. 

?  Dorso  y  parte  superior  de  los  lados,  parduscos,  desvaneciéndose  hacia  lo  infe- 
i"ior,  donde  es  blanquecino  rosado;  las  manchas  pardas-oscuras ;  en  la  línea  media 
lateral  hay  una  l)anda  donde  las  escamas  presentan  cierto  color  celeste  pálido,  con 
brillo  de  nácar;  la  región  lem|)oral,  timpánica  y  yugal,  es  plateada,  con  algo  rosado 
ú  opalino;  el  |)rcopérculo  y  el  opérenlo  auricálceos  pálidos,  el  último  algo  ver- 
doso; las  alelas  branquiales,  dorsal  y  caudal,  leonadas  claras  con  la  extremidad  li- 
¡eramente  pardusca,  las  otras  claras;  el  iris  es  pardo-oscuro,  con  un  fino  l)orde 
pu|)ilar  auricálceo,  así  como  una  media  luna  hacia  abajo  de  la  parte  parda,  cuyas 
ramas  ultrapasan  el  centro  de  la  pupila,  es  decir,  el  plano  horizontal  que  la  cor- 
tara. 

No  he  hallado  diferencia  alguna  en  el  número  de  radios  de  las  aletas  con  el  que 
dan  los  autores  citados. 


Nota.  —  En  la  página  41  lie  hablailo  de  PoecHia,  lo  misino  (juc  en  el  Informe  sobre  Curá-malal. 
Era  un  error,  pues  entíínces  citaba  de  memoria,  recordando  el  trabajo  del  Dr.  Weven- 
BERGH.  En  cuanto  á  las  diferencias  ¡i  (jue  aludí  en  mi  citado  Informe,  respecto  de  esta  es- 
pecie, creo  ahora  que  sean  simidemenle  individuales.  Un  examen  mas  prolijo,  y  un  cono- 
cimiento mas  extenso,  aunque  muy  limitado,  de  la  materia,  me  permiten  anticipar  esta 
afirmación. 


105  — 


CHARAGINIDAE, 


4.  Tetragoiiopterus  scabripinnis,  Jen. 

(18i2)  Te'ragonoplerus  scabripinnis,  Jrn.,  Fishes,  Zool.  Beagle,  p.  12o,  n.  3,  Pl.  XXIII,  f.  3. 
(I86i)  ¿  »  »  •?  GüNTHBR,  Calal.,  V,  p.  32o,  n.  18. 


Nombres  vulgares:  Mojarra,  Mojarrila. 


Jenyns  señala  esta  especie  de  Rio  Janeiro  y  Günther  lambien ;  pero  opino  que  la 
especie  de  Günther  no  corresponde  al  T.  scabripmnis  de  Jenyns,  como  él  mismo  lo 
sospecha,  porque  he  examinado  muchos  ejemplares  (|ue  me  ha  remitido  el  Dr.  Fi- 
DANZA  del  Tandil  y  ninguno  de  ellos  concuerda  con  su  descripción,  medidas,  ni  nú- 
meros, mientras  que  algunos  se  adaptan  perfectamente  á  lo  que  dice  Jenyns. 

¿No  es  (|uizá  probable  que  el  es|)écimen  de  este  último  procediera  de  la  Banda 
Oriental  ó  de  Buenos  Aires,  y  (jue  un  lapsus  calami  de  Darwin  ó  un  cambio  de 
etiqueta,  cosa  que  alguna  vez  sucedió  con  los  Peces  del  Beagle,  hubiese  hecho  atri- 
buir á  este  Tetragoíióptero  una  patria  (jue  no  le  corresponde?  Creo  que  sí. 

Pero,  —  y  este  es  un  hecho  altamente  interesante  —  uno  de  los  ejemplares  del 
Tandil  tiene,  de  un  lado,  la  linea  lateral  completa,  desde  la  cabeza  hasta  la  cola, 
y,  del  otro,  la  presenta  como  en  el  Teír.  interrupíus  Jen.  Este  ejemplar,  lo  he  en- 
tregado al  Dr.  BuRMEiSTER,  para  que  se  conserve  en  el  Museo  de  la  Capital. 

En  dos,  el  borde  de  la  aleta  anal  es  escotado  como  en  c\  T.  rutilus,  y  en  nin- 
guno he  hallado  la  proporción  de  altura  á  longitud  (I  :  3)  (jue  señala  Jenyns  en  la 
descripción  y  diagnosis,  medida  que  ni  él  mismo  respeta  en  la  figura  3,  con  la 
({ue  cuadra  tal  relación  de  los  míos. 

Sus  colores  concuerdan  bastante  bien,  en  mis  ejemplares  relativamente  frescos, 
con  los  del  T.  rutilus  (v.  Jen.,  oj).  c).  ó  T.  fasciatus,  Guv. 


5.  Tetragonopterus  intcrruptus,  Jen. 

(1842)  Tetragonopterus  inlerruptas,   Jen.,  Fishes,  Zool.  Beagle,  p.  127,  n.  5,  Pl.  XXIII,  f.  4. 
(1864)  Chirodon  interrupíus,  Gxxs-íWKv.,  Catal.,   V,  p.  332,  n.  1. 

Entre  los  peces  últimamente  recibidos  del  Tandil,  vienen  algunos  á  los  cuales  con- 
viene la  descripción  de  Jenyns,  etc. 

^  Estos  nombres  se  aplican,  en  general,  en  este  país,  á  las  especies  de  Tetragonopterus,  usando  una  ú 
otra  denominación,  según  se  trate  de  animales  mas  ó  menos  grandes. 

In.p.  M,  18,  1834  14 


—  106  — 

A  principios  de  esle  año,  envié  al  Dr.  Vinciguerra  algunos  ejemplares  de  Curá- 
malal,  que  no  examiné,  creyendo  que  fueran  Dentudos  muy  jóvenes;  mas  ahora, 
al  estudiar  unos  pocos  individuos  t[ue  me  quedan ,  reconozco  mi  error  (si  es  que 
dejé  constancia  de  él),  pues  no  sólo  veo  que  no  son  Dentudos,  sino  que  represen- 
tan un  género  muy  diverso,  que  no  señalé  de  los  arroyos  de  aíjuella  Sierra,  por 
la  razón  indicada ;  mas  debo  hacer  notar  que  en  ellos  el  borde  del  abdomen  compren- 
dido entre  la  anal  y  la  caudal  es  aserrado,  carácter  que  suele  verse  en  algunos  ejem- 
plares del  Tandil,  en  unos  mas,  en  otros  menos,  desapareciendo  en  algunos.  Lo  he 
atribuido  á  edad,  porque  tales  ejemplares  de  Curcá-malal  son  evidentemente  jóvenes. 

Lamento  bastante  ([ue  ellos  concuerden  con  Tetragonoptcrus  interruptus,  y,  más 
aún,  que  un  Tetr.  scahripinnis  sea  medio  interruptus  por  su  línea  lateral,  porque 
ésto  me  ol)liga  á  dudar  mucho  de  la  excelencia  del  género  Cliirodon,  tanto  mas 
cuanto  que  existen  ejemplares  con  uno  y  con  dos  filas  de  dientes  superiores,  y 
otros  con  una  fila  completa  y  varios  dentículos  delante  de  ella,  y,  además,  que  las 
relaciones  de  distancia  varíen  mucho  en  la  dorsal  y  otras,  según  la  edad,  como  lo 
he  observado  en  varios  peces  de  otros  géneros. 

Sea  como  fuere,  esta  cuestión  me  obliga  á  una  tarea  que  procuraré  llevar  mas 
larde  acabo,  yes  la  de  estudiar  estos  Tetragonópteros  en  vida,  y  en  acuario,  por- 
que algunas  especies  del  género  tienen  ya  una  sinonimia  bastante  complicada,  y  como 
Darwin  coleccionó  varias  de  ellas  en  sociedad,  no  es  absolutamente  imposible  que 
Telrag.  scahripinnis,  interruptus,  y  (|uizá  algún  otro,  sean  la  misma  cosa,  y  que 
el  valor  específico  del  primero,  f(ue  no  aparece  en  sociedad  en  el  charco  de  Mal- 
donado,  siendo  desalojado  por  la  etiqueta,  no  tenga  otra  razón  de  ser  que  ésta. 

Los  maestros  lo  dirán.  Por  mi  parte,  señalo  una  opinión. 


G.  Xiphorhamphus  Jenynsii,  Günther. 

(1842)  Hydroryon  hepselus,  Jen.  (nec  Val.)    Fishes,  Zool.  of  tlie  Beagle,  p.  129. 

(1866)  Xijyhoramphus  jenynsii,  Günther,  Catal.,  V,  p.  356,  n.  7. 

(1869)  «  «  Steindachner,  op.  c,  p.  299,  n.  8. 

(1880)  «  "         Günther,  Contrib.  F¡sli-f.  R.  de  la  Plata,  p.  13,  n.  52. 

Nombre  vulgar:  üenludo. 

Jenyns  y  Günther  señalan  este  lindo  Characínido  deMaldonado  (República  Orien- 
tal del  Uruguay),  y,  el  último  autor,  de  la  boca  del  Paraná  también.  Yo  lo  ten- 
go del  Tandil  (.Jaca),  del  Arroyo  GoUon-gueyú  en  La  Tinta,  del  Arroyo  Gurá-malal 
Grande,  y  he  examinado  también  uno  que  el  Dr.  Berg  pescó  en  el  Departamento 
de  Mercedes  (R.  O.delU.),  mas  á  éste  lo  hallo  algo  diverso. 

Mis  ejemplares  coinciden  perfectamente  con  la  descripción  de  Jenyns,  y  sólo  en- 


—  107  — 

cuentro  lijeras  diferencias,  ¡nsuficienles  por  sí  para  obligarme  á  pensar  que  no  se 
trate  de  la  misma  especie.  Así,  el  número  de  filas  de  escamas  de  la  línea  trans- 
versal, es  de  18  y  aun  de  19,  mas  en  ambos  casos  la  linea  lateral  ocupa  la  8°, 
empezando  de  abajo.  En  dos  ejemplares,  he  hallado  también  distinto  número  de 
los  radios,  p.  ej.: 

D.  10;  P.  12;  Abd.  8;  An.  2o;  C.  23. 
»    11 ;    »    14;       »      8  ;     »      26 ;    »    24. 

La  mancha  humeral  es  variable:  en  unos  casos  es  bien  definida,  en  otros  no  se 
percibe. 

A  principios  de  este  año  he  enviado  á  Italia,  al  Dr.  Vinciguerra,  ejem|)lares  de 
esta  especie,  y  he  regalado  otros  al  Museo  de  la  Capital  de  la  República  y  al  Ga- 
binete de  Zoología  de  la  Universidad  de  la  misma. 

Una  vez  consignado  lo  que  tiene  atingencia  con  la  parte  sistemática,  séame  per- 
mitido hacerlo  con  una  página  de  la  vida  del  Dentudo. 

No  lo  he  visto  en  libertad  en  el  Gollon-gueyú,  pero  sí  en  los  Arroyos  cristalinos 
de  la  Sierra  de  Gurá-malal  '. 

Se  le  observa  en  escaso  número:  4,  6  ú  8  ejemplares  reunidos,  que  avanzan 
lentamente.  A  veces  anda  aislado  y  se  mantiene  durante  largo  tiempo  en  el  mismo 
sitio,  quizá  en  acecho,  á  semejanza  de  lo  que  hacen  algunas  aves  de  rapiña.  Si  no 
fuera  el  movimiento  de  sus  aletas  pares,  se  le  creería  completamente  inmóvil. 

En  una  de  las  excursiones  diarias  por  aquella  Sierra,  note  algo  muy  curioso  que 
llamó  mi  atención  sobremanera,  porque,  á  semejanza  de  muchos  otros,  siempre  he 
creído  que  los  Peces  son  muy  estúpidos. 

Me  había  acercado  á  cierta  ansa  encajonada  del  Arroyo  Gurá-malal  Grande,  con 
mis  compañeros,  y  después  de  pescar  oÁgunsLS  Lebias  (Jenynsía),  observé  varios  De »- 
tudos.  Arreglamos  una  red  de  malla  fina  y  como  de  1  metro  cuadrado,  poi'  me- 
dio de  unos  mimbres  que  llevábamos  é  introduciéndola  en  el  agua,  de  modo  que 
formara  bolsa,  echamos  á  la  superficie  unas  migajas  de  pan.  Los  Dentudos,  que 
eran  5,  se  acercaron,  pero  apenas  se  movió  la  cuerda  que  sostenía  la  red,  huye- 
ron con  destreza,  pero  sin  violencia,  lo  (jue  se  repitió  muchas  veces.  Al  fin  cayó 
uno  de  ellos.  Los  otros  cuatro  quedaron  á  cierta  distancia,  esperándolo  sin  duda, 
pues  no  habían  pasado  10  minutos,  cuando,  viendo  que  no  volvía,  avanzaron  con- 
tra la  corriente,  hacia  la  red,  y  de  á  dos  parejas,  dieron  vuelta  entorno  de  ella  en 


'  Para  muchos  lectores,  este  nombre  puede  no  tener  significado  alguno,  y  la  zoogeografía  reclama 
algo  mas  fijo.  La  Sierra  de  Curá-malal  ó  Currumalan,  es  uno  de  los  contz-afuertes  de  la  Sierra  de  la 
Ventana.  Consta  de  una  cadena  doble,  arqueada :  la  austral  es  la  Sierra  de  Curá-malal  (s.  str.)  y,  la 
boreal,  la  que  he  donominado  Sierra  de  Bravard.  Su  centro  puede  colocarse  próximamente  en  la  in- 
tersección del  37°4o'  Lat.  S.  y  4°  Long.  W.  Buenos  Aires. 


—  108  — 

sentido  contrario,  se  colocaron  debajo,  se  le  acercaron  por  fuera ,  desdeñando  las 
migajas,  y  volvieron  á  un  punto  de  reposo,  como  á  3  metros  de  ella,  aguas  abajo, 
y  dando  frente  á  la  corriente,  como  acostumbran  los  peces  en  reposo.  Uno  de  ellos 
avanzó  luego,  repitió  lo  que  hablan  hecho  sus  compañeros,  pasó  por  encima  de  la 
red,  con  natación  mas  rápida  que  antes,  volvió  á  nadaren  torno,  y  entonces  se  ale- 
jó, aguas  arriba,  como  4  metros,  y  dio  algunas  vueltas  que,  por  considerar  inú- 
tiles, no  repitió,  regresando  con  rapidez  á  donde  estaban  los  demás  y  colocándose 
á  retaguardia.  Uno  de  los  otros  avanzó  entonces  é  hizo  lo  mismo  en  todas  sus 
partes,  pero  al  llegar  á  la  parada,  no  se  colocó  á  retaguardia,  sino  que,  acercán- 
dose á  uno  de  los  que  estaban  adelante,  hizo  algunos  movimientos  á  su  lado  y  en- 
tonces avanzaron  los  dos  juntos  hasta  la  red,  repitieron  lo  que  habian  hecho  al 
principio  y  retrocedieron  también.  Entonces  avanzaron  lodos,  y  como  en  un  mo- 
mento de  su  paso  quedaran  dos  sobre  aquella,  fué  izada;  pero  sin  éxito. 

Algunos  minutos  después  de  haber  huido,  volvieron  á  avanzar  juntos,  quedando 
fijos  como  á  I  metro  del  peligro,  desprendiéndose  uno  de  cuando  en  cuando,  en 
exploración,  el  que  era  reemplazado  por  otro,  así  cpie  volvía. 

¿No  parece  claro  que  buscaban  al  hermano  perdido? 

Los  oíros  eran  mayores  que  éste,  lo  que  indica  mas  edad  y  ¿me  será  permi- 
tido decir  ce  mas  experiencia»,  tratándose  de  Peces? 


MALACOPTERA  APODA. 

SYNBRANCHIDAE. 

7.  Synbraiichus  pardalis,  Val. 

(18i7)  Synhranchus  pardalis,  Val.  in  D'Onn.,  Voy.,  T.  V.,  Poissons,  p.  11,  Atl.,  pl.  XIII,  f.  1. 

Nombre  vulgar:  Anguila. 

El  Dr.  FiDANZA  me  ha  enviado  4  ejemplares  de  esta  especie,  que  he  hallado  idén- 
ticos con  otros,  pescados  cerca  de  Buenos  Aires.  Goncuerdan  también  con  el  S.  mar- 
moralus,  que  Kaup,  Günther  y  Steindachner  citan  de  esta  región,  mas,  entro  un 
nombre,  descripciones  tijeras  y  una  hermosa  figura,  he  optado  por  ésta  para  guiar- 
me, tanto  más,  cuanto  que  no  se  recuerda  aquel  nombre  en  el  Catalogue  de  Günther. 


INVERTEBRADOS 


MOLUSCOS ' 


PULMONATA   STYLOMMATOPHORA. 

1.  Eudioptus  nicudozauus,  Strob. 
Var.   bonaerensis. 
Lámina  II,  fig.  1 . 

Eudioptus  Mendozanus,  Strob.,  Materiali  per  u.  Malacost.  d.  Argent.  Mer.,  p.  23,  Tab.  I,  fig.  4. 
Eudioptus  Mendozanus,  Strob.  var.  Doer.  Inf.  Ofic.  de  la  Exp.  al  Rio  Negro,  pág.  62,  Lám.  I.  fig.  1. 

Differt  a  var.  Azúlense  («Sierra  Baya»):  spira  elongata  (ñeque  ventricosa);  sutura  profundiore; 
apertura  minore ;  testa  viridi-olivacea. 

DIMENSIONES. 


'y: 

'o- 

Conchilla. 

Abertura. 

' 

w' 

Longitud  en  milímetros 

Latitud  en  milímetros 

Longitud  en  milímetros 

Latitud  en  milímetros 

a. 

20 

10 

12 

7 

b. 

22 

M 

12,5 

7 

c. 

25 

12 

13 

8 

d. 

26 

13 

1i 

8 

1'. 

30 

15 

15 

10 

Los  ¡ndivíduo.s  de  esta  variedad,  procedentes  de  la  Sierra  del  Tandil,  se  distinguen 
á  primera  vista,  de  los  de  la  Sierra  del  iVzul,  de  tal  modo,  que  hemos  dudado  en 


Por  el  Dr.  Adolfo  Doering. 


—  112  — 

el  primer  niomenlo  si  debcriamos  considerar  esta  forma  como  especie  bien  definida, 
ó  como  simple  variedad.  La  variedad  del  Tandil  se  acerca  mucho  mas  á  la  des- 
cripción de  la  forma  típica  de  Strobel,  (jue  la  variedad  de  la  Sierra  Baya  (Azul). 

La  concha  es  de  forma  mucho  mas  prolongada,  la  espira  mas  estirada  y  menos 
ventricosa,  la  sutura  mas  profunda  y  mas  impresa,  la  punta  de  la  concha  mas 
truncada  que  en  la  variedad  del  Azul.  El  color  es  mas  pálido  y  menos  pardusco, 
siendo  de  un  tono  perfectamente  verdoso-aceituna,  y  la  uniformidad  de  este  tono 
menos  modificada  por  la  estría  transversal  ó  longitudinal  de  la  concha.  Como  ésta 
es  mas  prolongada  y  suelta  que  en  aquella  variedad,  se  ocurre  también  que  la 
abertura,  en  el  mismo  grado,  sea  relativamente  mas  pequeña,  como  se  nota  por  las 
dimensiones  registradas. 

«Escalones  de  las  Águilas,  II,  12,  82.))  (Holmb.) 


2.  Eiulioptus  Aíjiiirrci,  Doer.,  n.  sp. 

Lám.  II,  tig.  2. 

T.  r inulta,  ooato-conica,  oblonga,  tenidascula,  nitcns,  ulbido-cornea,  epi- 
dcrniide  pclliicide  fusco-cornea,  inducía;  striis  confertis,  irrcgularibtis, 
rugulosis,  interduní  fuscescentibus,  variegata;  spira  ooato-conica,  ápice 
acutiascida;  anf.  5  \  conoexiuscidi,  ultimus  vix  \  longitudinis  subaequans, 
satura  saepius  subcrenulata;  apertura  oblongo-ovuta;  peristoma  simplex, 
tenue,  acutwn,  margine  dextro  regalariter  arcuato,  columellari  breve 
reflexo.—Long.  S4'"'^;  lat.  Í2'"'".  Apert. :  iS""''  long.,  7-8"^"' lat. 


DIMENSIONES. 

c5 

Conchilla. 

Abertura. 

S 

' 

Longitud  en  milímetros 

Latitud 

en  milímetros 

Longitud  en  milímetros 

Latitud 

en  milímetros 

b. 

22,5 

12 

13 

6,8 

a. 

22 

n 

12 

7 

r. 

2a 

12 

13 

8 

Esta  especie  es  algo  aliada  á  la  anterior,  derivándose  talvez  ambas  formas  de  una 
misma  especie  primitiva,  por  mas  que  ya,  desde  el  primer  golpe  de  vista,  fácil- 
mente se  distingue  de  la  primera  por  su  figura  mas  cónica  y  puntiaguda,  su  color 
pálido,  y  otros  caracteres.  La  concha  algo  mas  sólida,  tiene  desde  media  hasta  una 


—  113  — 

vuelta  mas;  la  punta  es  mas  delgada  y  al§o  recortada.  Se  distingue  también,  aun 
en  estado  joven,  por  el  tamaño  menor  de  los  individuos,  á  causa  de  la  delgadez 
del  ápice  de  la  concha. 

Esta  especie  habita  los  sitios  algo  asoleados,  en  las  faldas  de  los  cerros  promon- 
torios, y  los  caracteres  de  su  conchilla,  mas  sólida  y  blanquecina,  corresponden 
exactamente  á  esta  divergencia  en  su  modo  de  vivir,  de  diversa  suerte  que  lo  que 
ocurre  en  la  especie  anterior,  que  por  el  contrario  vive  siempre  resguardada  de 
los  rayos  del  sol,  en  las  paredes  verticales  sombrías,  de  las  grietas  y  huecos  de  la 
roca  cuarcitica.  Asi  es  que  el  E.  Aguirrei  no  ofrece  aquel  tinte  aceituna,  uniforme- 
mente saturado,  que  caracteriza  al  JE.  mendozcmus,  sino  que  es  de  un  color  blanco 
córneo,  poco  transparente,  cubierto  de  un  delgado  barniz  ó  epidermis  verde-ama- 
rillosa. A  distancias  irregulares  se  notan  lineas  alternativas,  longitudinales,  algo 
torcidas,  de  color  córneo-rojizo. 

La  especie  puede  recordar  de  lejos  cierta  variedad  prolongada  del  BuUmulus 
apodemetcs,  pero  se  distingue  fácil  mente,  por  la  existencia  de  la  superficie  barni- 
zada ó  epidermis  amarillenta  y  por  el  dibujo  mas  sencillo  de  las  pequeñas  fajas 
parduscas,  longitudinales,  interpuestas  sobre  el  fondo  pálido  de  la  concha. 

Los  primeros  ejemplares  de  esta  especie  los  he  recibido  del  Sr.  Eduardo  Aguirre. 
Numerosos  individuos  se  hallan  en  la  colección  reunida  por  el  Dr.   Holmberg. 

No  se  encontró  en  la  Sierra  de  La  Tinta,  donde  parece  estar  sustituida  por  la  especie 
precedente. 

«Cerro  Claraz,  11,  24,  82;  Cerro  de  la  Piedra  Movediza,  II,  3,  82;  Sierra  Tolosa,  III, 
3,82)>(HoLMB.). 

3.  Fatula  Holmbcrcjii,  Doer.,  n.  sp. 

Lámina  II,  (ig.  3. 

T.  orbiculato-depressa,  late  unibilicata^  cornea,  strüs  incrementí  tenuis- 
simis,  confertis,  striisque  radiantibus ,  elevatis,  sublamelliforiníbas,  di- 
stantébuSj  obliquis,  sculpta;  spira  conoexo-depressa,  sutura  distincta,  ini- 
pressa,  anfr.  4 -..-5  convexitisctdi,  primus,  ctnbrionalis,  laeois,  caeteri 
confertini  tentiissinie  striati,  striis  elevatis  distantibtis  variegati,  ultimas 
confertim  ruguloso-striatus ;  apertura  subcircularis,  vix  lunata;  umbilicus 
apertus,  profundas;  peristoma  simplex,  rectum,  acutuni.  —  Diain.  niaj. 
4,5""";  min.  4,1'"'";  alt.  3,2'""'. 

DilFert  a  P.  costellata  D'Orb.:  statura  majore,  umbilieo  ampliorc,  striis  elevatis  subtilioribus;  testa 
magis  depressa ;  a  P.  lyrata  Couth.:  umbilieo  latiore,  spira  elévala. 

Imp.  XII.  4,  1884.  15. 


—  114  — 

Sólo  he  examinado  tres  individuos,  cuyas  medidas,  etc.,  doy  á  continuación: 


Ejemplares 

Anfractos 

DIMENSIONES  611  milímetros. 

Altura 

Diiímetro  máximo 

Diámetro  mínimo 

a. 

4   5 

1,9 

3,8 

3,5 

b. 

4^ 

2 

4,3 

4 

r 

5 

2,3 

4,5 

4,1 

Se  distingue  fácilmente  de  la  P.  costellata  D'Orb.,  por  su  tamaño  mayor  y  por  su 
ancho  ombligo. 

La  especie  es  algo  mas  deprimida,  las  pequeñas  costillas  son  algo  mas  insignificantes 
y  sólo  se  hallan  en  la  parte  superior  de  los  anfractos  jóvenes.  Es  asimismo  de  color 
mas  pálido. 

Con  las  especies  de  lá  Sierra  de  Córdoba  (P.  Slelzneriana,  Doer.,  P.  Slrobeliana, 
DoER.,),  y  los  de  Valdivia,  descritos  por  Piulippi,  no  se  la  puede  confundir,  por  su 
tamaño  mucho  mas  grande. 

De  la  P.  lijrata  Couth.  de  la  Tierra  del  Fuego,  que  no  tenemos  en  nuestro  poder 
parala  comparación,  parece  que  se  distingue  por  su  concha  menos  deprimida  y  por 
el  ombligo  mas  ancho. 

De  la  P.  Pazi  Phil.,  por  las  vueltas  menos  numerosas  y  mas  crecientes,  y  por  las 
estrias  gruesas,  menos  membranáceas. 

Parece  que  entre  las  especies  sud-americanas  aliadas  esta  es  la  que  ofrece  el  mayor 
tamaño. 

«Cerro  Claraz,  entre  musgos;  II,  24,  82,  Cima  del  Sombrerito  II,  16,  83»  (Holmb.). 


PULMONATA   AQUATICA. 


4.   Chilina  Parchappü,  D'Orb. 

LAm.  lí,  íig.  4. 

Chilina  rnrchappii,  D'Onn.  Voy.,  Molí.,  p.  338,  pl.  43,  fig.  4  y  o. 

Chilina  Parchappii,  D'Orb.  Stnon.,  Materiali  p.  u.  Malacost.  d.  Argt.  Mer.  pg.  42. 

Chilina  Parchappii,  D'Onu.  Doer.  Inf.  Ofic.  fl.  1.  C.  C.  de  1.  Exp.  al  Rio-Negro,  pg.  71. 

Los  individuos  recogidos  por  el  Dr.  Holmberg  en   un  sedimento  aluvial  (tierra 


—  115  — 

negra)  situado  sobi-e  las  riberas  del  Arroyo  Gollon-gueyú  (II,  5,  83),  representan  una 
variedad  de  figura  prolongada  y  con  la  punta  muy  aguda.  Son  semejantes  á  la  varie- 
dad que  hemos  coleccionado  más  al  S.,  en  el  Arroyo  de  Guamini.  Los  ejemplares  de  la 
Sierra  de  la  Tinta  tienen,  no  obstante,  la  cascara  mucho  mas  gruesa  y  sólida.  La  margen 
exterior  del  perístoma  es  también  menos  arqueada  y  no  muestra  la  pronunciada  com- 
presión lateral,  en  la  parte  superior,  que  tienen  los  ejemplares  de  Guamini. 

En  los  individuos  frescos  se  nota  que  son  de  color  bastante  claro.  Las  fajas  caracte- 
rísticas, en  forma  de  zig-zag,  son  muy  poco  acentuadas,  y  en  muchos  ejemplares  sólo 
se  observan  algunos  indicios  medio  borrados,  faltando  en  otros  por  completo.  El  ejem- 
plar mas  grande  tiene  2l3"""  de  largo,  por  14"""  de  ancho. 


5.  Planorbis  peregrinus,  D'Orb. 

Plaiiorbis  peregriiius  D'OaB.-Voy.,  Molí.,  p.  336,  pl.  44,  fig.  13  á  16. 

Pl.  (Gyraulus)  peregrinus,  D'Orb.-Strod.  Mat.  p.  u.  Malac,  d.  Argent.  Mer.,  pag.  3o. 

Planorbis  peregrinus,  D'Orb.-Doer.  Inf.  Ofio.  d.  1.  Exped.  al  Rio-Negro,  pag.  72. 

Los  ejemplares  de  esta  especie,  la  mas  frecuente  en  el  territorio  de  la  Pampa,  que 
fueron  coleccionados  por  el  Dr.  Holmberg  y  su  conqíañero  en  el  3"  viaje,  D.  Justo 
González  AcHA,.en  el  Arroyo  Gollon-gueyú  (II,  5,  83)  son  de  tamaño  mediano,  de  cas- 
cara bastante  sólida,  y  también  de  color  bastante  pálido:  caracteres  que,  en  general, 
coinciden  bien  con  los  análogos  que  se  observan  en  Chüina  Parc/iappii  procedente 
de  la  misma  localidad. 


GYGLADEA. 


6.  Sphaerium  argcntiiuim,  D'Orb. 

Cyclas  argentinug,  D'Orb. -Voy.  Molí.,  pag.  568,  pl.  83,  lig.  7. 

Sphaerium  argenlinum(Cyclas)  D'Orb.-Strob.,  Mater.  p.  u.  Malacost.  dell'Ai'gent.  Mer.,  p.  77. 

Los  ejemplares  que  me  ha  enviado  el  Dr.  Holmberg,  y  que  fueron  coleccionados 
en  el  Arroyo  Gollon-gueyú  (II,  o,  83)  son  del  todo  incoloros.  La  concha  es  muy  lus- 
trosa y  completamente  hialina.  La  especie  vive  también  en  el  Arroyo  Tandil. 

El  ejemplar  mas  grande  tiene  las  siguientes  dimensiones:  Diámetro  max.:  9"'"'; 
min.:  7""";  diam.  transversal:  5""". 


INSECTOS. 


I.  HIMENÓPTEROS  —  HYMENOPTERA 


Monotrocos. 


ABEJAS 


APIDOS  — APIDAE. 


APIÑA. 


Apiaria. 


Gen.  APIS. 

Paroglossae  parvae,  membranosae,  ápice  subrotundato-truncatae,  polporum  basi 
conditae,  adsunt. 


1.  Apis  mollifica,  L.  et  aut. 

La  he  cazado  una  vez,  y  la  he  visto  muy  pocas.  Según  el  Censo  de  la  Provincia  de 
Buenos  Aires,  existían,  en  el  Partido  del  Tandil,  en  1881 ,  20  colmenas,  número  ((ue, 
según  se  me  comunica  ahora,  ha  aumentado  mucho  luego. 

'    Por  el  Dr.  Eduardo  L.  Holmberg. 


118 


BOMBIARIA. 


2.  Bombus  thoracicus,  Sichel. 

(1862)  Sichel,  J.,  Aim.  de  la  Soc.  ent.  de  France,  IV,  Ser.,  II,  p.  12),  Pl.  14  ff.  2  y  3. —«Montevideo». 
(1879)  IIoLMBERG,  E.  L.  Sobre  las  especies  del  género  Bombus  halladas  en  la  Rep.  Argentina,  en  An.  de  la 
S.  Cient.  Arg.,  VIII,  p.  157,  n.  2. 

Muy  abundante  en  el  Tandil,  donde  la  he  observado  libando  y  recogiendo  polen  en 
las  flores  de  las  plantas  siguientes : 

Hinojo  (Corlandrum  faniculum). 
Yuyo  amarillo  (Ximenesia  microptera). 
Cardo  negro  (Cirsium  lanceolaturn). 
Cardo  de  Castilla  (Silybuiu  Marianum). 
Salvia  (Marnibium  rulgarc). 

En  Mayo  de  1881  y  en  Febrero  de  1882  hallábase  en  cantidad  asombrosa  en  las 
flores  del  Yuyo  amarillo;  pero  en  1883  parecía  desdeñarlas  por  las  del  Gardo  negro,  á 
tal  punto  que  escaseaba  en  aquellas.  En  este  último  año,  continuando  la  rápida  pro- 
pagación, ya  prevista,  del  Cardo  negro,  parece  que  la  abeja  en  cuestión  ha  hallado 
un  material  mas  precioso  para  sus  necesidades,  quizá  porque  más  le  agrada,  pero 
sin  duda  porque  contiene  mayor  cantidad  de  materia  prima  para  sus  elaboraciones. 

Sólo  una  vez  observé  su  nido,  compuesto  de  musgo  y  pajuelas,  en  un  mechinal, 
y  á  dos  metros  del  suelo.  Los  muchachos  lo  persiguen  por  la  miel,  que  extraen  que- 
mando el  nido  ó  dando  humazo  á  los  animales. 

Los  individuos  cazados  lo  fueron  en  las  fechas  siguientes: 

Tandil,  alrededores  del  pueblo :  V,  8,  81  ;  II,  1 1 ,  82;  I,  31 ,  83. 

Juárez,  orillas  del  Arroyo  Collon-gueyú:  II,  5,  83 ;  La  Tinta:  II,  7-9,  83. 


3.  Bombus  violaceus,  St.  Fargeau. 

(1836)  St. -Fargeau,  Hymenopth-es,  Suites  a  BuUbn,  T.  I,  p.  473,  n.  2i. 
(1854)  Smith,  F.,  Cat.  of  Hyní.  Brit.  Mus.,  Prt.  II,  p.  400,  n.  61. 
(1868)  Saussure,  Ilymen.  in  Novara  Reise,p.  156. 
(1879)  HoLMB.,  1.  cit.,  p.  1.j6,  n.  1. 

El  Único  ejemplar  cazado  en  el  Tandil,  lo  fué  por  el  Dr.  E.  Fidanza,  en  el  Cerro 
Burmeister,  III,  8,  82. 


119 


ANTOPHORINA. 


Anthophoraria. 


MELISSOPTILA,  HoLMB.,  n.  gen. 

Deriv. :  ¡jiX'.7;7a,  abeja;  tztíXov,  pluma. 

Capul  thorace  vix  latius. 

Ocelli  in  linea  parum  recúrvala  digestí. 

Anlennae  filiformes,  in  Q  breves,  articulo  3"  elongato,  in  q*  longitudinem  ca- 

pitis  thoracisque  conjunctim  superantes. 
Labrum  semicircular e,  fere  planum,  hirtulum. 
Mandibulae  conformes,  haud  dentatae  (fig.  1),  oculos  b asi  atting entes. 


Figs.  1-6.  Piezas  de  la  boca  y  alas  de  Melissoplila  tandilensis. 

Palpi  maxillares  2-articulati ,  articulo  primo  crasso,  ovato,  secundo  longitu- 
dinem primi  fere  attingente,  tereliusculo,  graciíiore  (fig.  2¡  ct3). 

Palpi  labiales  i-articulati:  segmentis  duobus  basalibus  latis,  membranosis,  primo 
longitudifiem  mentonis  aequante  secundum  plus  duplo  superante  (Og.  4) ; 
duobus  ultimis  brevibus,  i°  breviore,  3°  ad  apicem  2'  lateraliter  inserto 
(fig.  5). 

Paraglossae  longae,  filiformes,  pilosae,  linguam  fere  attingentes,  palpos  labiales 
vix  superantes  (fig.  4). 


—  120  — 

Lingiia  fJiformis,  nd  apicem  subincrassata  rolundataque,  imo  ápice  sctulis 

o-,  4-,  vel  5-fidis  ornata  (fig.  4,  c,  d,  e,). 
Thorax  vix  aeque  longus  atque  latus  el  aJlus,  dense  hirlus,  in  mure  parcius; 
scutellum  fere  semicir ciliar e,  convexum;  postscutellam  anguste  lunula- 
tum;  melapliragma  verticaUs. 
Alae  anticae  (fig.  6)  celluUs  cubitaUbm  clausLs  3,  duabus  primis  fere  aequaUbus 
i^tamen  majori,  5'  paulo  longiorequam.alliore,venulamrecurrenlempri- 
mam  ad  lerlium  apicalem  excipiente,  3"  rcUquis  majori  (haud  conjunctim) 
radialeni  versiis  dimidio  angustala,  venulam  recurrentem  secundam  prope 
a,picem  appendiculatum  accipiente;  cellula  radÁalis  oblonga,  post  inserlio- 
ncm  venulae  Iransversae  tertiae  apicem  versas  sensim  angustala,   ápice 
a  costa  bene  sepáralo,  haud  appendiculata ;  vénula  Iransverso-medialis 
arquala.  Alarum  poslicarum  venulae  cubitalis  exsurgentiaedistantialon- 
gitudinem  venulae  transversae  cellulae  analis  duplo  superante;   lóbulo 
basali  apicem,  cellulae  ejusdem  fere  atlingenle. 
Tibiae  mclalarsique  postici  (ceu  3'  paris)  affatim  plumoso-pilosi,  maribus 
parcius,  illae  basi  squamiferce.  Calcares  simplices,  minute  denique  serru- 
lati.  Tarsorum  ungues  bifidi,  foeminarum  dente  infero  breviore. 
Abdomen  ovatum,  latiludine  altitudinem  fere  duplo  superante  (in  marc  an- 
gustius),  basi  subir uncatum  pilosumque,  dorsi  arcu  5"  (9)  O"  {q')  limbato 
(endfranzc);  epipygio  ut  in  Eucera. 
Facies  moresque  Tetralonia  conformes.   Nidulalur  ¡n   solo.  Ga3salpinearum,  Papi- 
lionacearum,  Amaranlliacearum  Synanlliercaruinfpic  pollinem  decerpit. 


4.  Mclissoplila  taiiclilensis,  IIolmb.,  n.  sp. 

LÁM.  III,  fig.  1  cf,  fig-  2  9- 

9  Nígra,  tarsis  ungí  acular  umqne  basi  rufescentibus,  untennis  fuscescenti-nígris, 
subtus  fuscesceati-i-ufis  segnientís  3 primis  ultinioque  exceptis  ;  verticis pube- 
scentia  fuloa  in  rcliquo  capite  alba  o  el  albicaiiLe.  Thorace  supra  dense  fuloo- 
píloso,  pilis  reliquis  dilutioribus ;  tegulis,  alarum  venularum  tertio  basali 
vénula  subcostali  carpum  versus  nigricaate  subniedialique  omnino  fuscescen- 
ti-rufis  deinde  piceis;  alisfere  hyalinis  margine  postico  parum  infuscaüs ; 
pedibus  anticisfe/noribus  pallidefuscescenti-fuloo-pilosis,  tibiis  extus  fusce- 
scenti-pilosis,  tarsis  fuloo-pilosis ;  intermediis  anticis  similiter  oestitis  pilis 
auteni  externis  metatarsi  dilutioribus,  trochanteribus  femoribusque  prope 
articulationcm  penicillo  velutino  fuloescenti-rufo  munitis,  calcare  fere  recto 
obsolete  minuteque  denticulato;  femoribus  posticis  albicante  pilosis  vel  ad 
basin  lanuginosis,  ad  apicem  Juscis;  tibiis  magnam  ad  parte  ni  fuloo-piloso- 


—  121  — 

cestitis,  pubescentia  tainen  cvtiis  dilutíori,  metatarsoruní  ptlis  extiis  pallidc 
/'alüiSj  intus  ad  ba^in  sataratioribu^,  apicein  versas  scnsirn  nigricantibus. 
Kháomxne  nigro,  dorsi  segmento  primo  parce  iridescente,  in  medio  disco  ut 
basi  pilisfalois  ornato,  atrinque  lúnula  albo-pilosa,  pilis  ejusdem  in  disco 
gradatim  decrescentibas;  segmentis  2",  3"  4°que  albo-piloso-fasciatis,  liac  fa- 
scia  marginan ,  latiascula ,  incumbente,  caduca,  antrorsumque  angulatim 
ampliata,  2°  ad  basin  angustealbo-  qaoqae  fasciato ;  5°  atrinque penicillo  albo 
tantum  manilo ; pilis  reliquo  dorso  nigris;  ventre  segmentis  fascescenti-ni- 
gro-piloso-marginatis,  atrinque  pilis  albis  in  segmentis  2",  3°  4"que  ;  epipy- 
gio  oel  potius  ejusdem  spatio  c/iaracteristico  triangulari  lateribus  auteni 
parce  arquatis,  pauloque  marginatis,  disco  transoerse  striatulo. 

Long.  9:  13  mm.;  alariim  exp.:  21  -,  rnm.;  ala:  9  mm.;  anlenna:  4  mm. 

cf  Niger,  caphe pubescentia  grísea  postice  alba  ornato;  antennis  piceis,  sub- 
tus  ferrugineo-piceis,  scapo  et  segmento  sequenti  nigris;  clijpeo  aurantio- 
flavo,  macula  nigra  quadrangulari  ángulo  libero  oel  interno  acutinri  basi 
utrinque  ornato,  labro  pallide  aurantiaco,  pubescentia  concolore  tecto ; 
mandibulis  nigris  ápice  paulo  rufescentibus,  prope  basin  sulphureo-uni- 
maculatis.  Thovace  punctato,  pubescentia  fulo escenti-gr ¿sea  oestito,  in  sca- 
tello  fusca,  lioc  carinula  media  antica  long itudincüi  obtusa  instructo;  tegu- 
lis  piceis;  alis  fere  hyalinis  margine  postico  parce  fuscescentibus  atque 
iridescentibus,  oenulis  testaceo-piceis;  pedibus  nigris,  parce  albescenti-piloso- 
oestitis,  femoruní  tibiarumque  ápice  píceo  ,  ta.rsis  ferrugineis ,  metatarsis 
fuscis;  scopulis  rufis,  calcaribus  ferrugineis,  unguictdis  bifldis,  externa  dente 
infero  supero  fere  aequilongo,  altero  breoiore,  nigris,  basi  ferrugineis.  Abdo- 
mine  nigro,  segmentorum  margine  testaceo-piceo,  nitido  (forsan  in  exem- 
plaribus  Junioribus  pubescentia  alba,  appressa  oestito  ut  in  Q),  segmento 
primo  basi  thorace  instar  piloso,  reliquis  basi  fascia  angusta  e  pubescentia 
albicante,  appressa,  squamiforme,  constituía,  ornatis,setulis  quoque nonnul- 
lis  longioribus  sub-erectis  munitis;  6" fuscescenti-piíoso,  pilis  nonnullis  albis; 
oentre  nigro,  segmentorum  margine  postico piceo,  prope  marginem  serie  setu- 
larum pallidarum  ornatis;  epipygii  dorso  trapejiifornie  marginato-carinato, 
scabro,  oel  granuloso. 

Long.  d*  10^  mm.;  alarum  exp.:  19  mm.;  ala  :  8  .'  mm.;  anteniia:  8^  mm. 

9  Negra;  los  tarscs  y  la  base  de  las  uñuelas  rojizos;  antenas  pardinegras,  siendo  par- 
dirojas  por  debajo  desde  el  artejo  4°  hasta  el  penúltimo,  asi  como  una  mancha  no  cons- 
tante situada  cerca  del  ápice  tle  la  mandibula;  pelos  del  vértice  leonados,  los  de  la  cara, 
del  labro  y  de  las  mejillas  blancos  6  blanquecinos.  Tórax  por  arriba  y  en  la  mitad  su- 
perior de  las  pleuras  espesamente  vestido  de  pelos  leonados,  los  otros  blanquecinos, 
poco  leonados;  las  escamillas,  las  nervaduras  de  las  alas  en  el  primer  tercio  de  éstas  y 
toda  la  nervadura  submedial  de  color  rojo  pardusco,  asi  como  la  nervadura  costal,  más 

Imp.  III.  6.  1884.  16 


—  122  -^ 

oscura  hacia  el  carpo,  ol  rosto  de  las  nervaduras  pardinegro;  alas  hialinas,  algo  oscuras 
en  la  margen  posterior,  i)or  la  mayor  aproximación  de  los  puntos  pilíferos;  piernas  an- 
teriores con  pelos  |)ardo-leonados  muy  claros  en  el  fémur,  excepto  en  la  base,  por  debajo, 
donde  son  leonados  rojizos,  y  en  la  tibia,  parduscos  en  ésta  por  fuera  y  cerca  del  ápice 
siendo  aquí  mas  cortos  y  apretados;  los  de  los  tarsos  son  leonados,  mas  rojos  en  las  escó- 
pulas;  el  espolón  agudo,  nuiy  poco  ondeado,  es  mas  grueso  en  sus  dos  tercios  básales, 
ocupados  porel  vcJum  romboideo,  para  el  cual,  á  cada  ángulo  basalde  éste, proporciona 
un  dentículo,  ó,  mas  bien,  acumulación  quitinosa  del  velum  mismo  ;  las  piernas  inter- 
medias vestidas  como  las  anteriores,  pero  los  pelos  externos  del  metatarso  son  mas  cla- 
ros; el  calcar,  casi  recto,  es  muy  finamente  dentellado  en  el  borde  ;  las  piernas  poste- 
riores llevan  pelos  blanquizcos  en  el  fémur,  siendo  pardos  los  del  ápice  y  muy  cortos  y 
apretados;  laescamilla  basal  de  las  tibias,  en  forma  de  triángulo  escaleno,  negra,  casi 
desnuda,  pero  visiblemente  cubierta,  en  su  porción  inferior,  de  pelitos  pardos  muy  asen- 
tados; el  resto  de  la  tibia  vestido  de  pelos  leonados,  más  claros  por  fuera;  los  de  los  me- 
tatarsos  son  leonados  claros  por  fuera,  y  leonados  en  la  base,  por  dentro,  volviéndose 
gradualmente  pardinegros  hasta  su  apófisis  externa,  que  no  llega  al  ápice  del  siguiente 
artejo,  pero  sus  pelos  sí  ;  todas  las  uñuelas  son  bífidas,  sin  comprender  el  tercio  basal; 
el  diente  interno  es  mas  corto  que  el  externo,  y  éste  presenta  una  suave  onda  en  su  filo. 
Abdomen  negro,  algo  irizado  en  el  primer  arco  dorsal,  cuya  extrema  base  y  los  bor- 
des laterales  llevan  pelos  blanquecinos,  que  se  oprimen,  se  acortan  y  forman  un  arco 
en  los  extremos  del  borde  posterior,  subiendo  al  disco  como  una  ondita;  en  el  medio  del 
disco  hay  pelos  leonados,  que  luego  se  confunden  con  los  restantes;  la  margen  posterior 
misma  no  lleva  pelos  y  es  lisa;  los  arcos  dorsales  2",  3"  y  4"  presentan  una  faja  de  peli- 
tos blancos,  cortos  y  asentados  (plumosos  como  casi  todos  los  restantes  del  cuerpo),  ban- 
da que  se  amplía  en  el  medio  formando  un  ángulo  hacia  adelante  y  que,  en  los  lados, 
cubre  los  bordes,  siendo  sus  pelos  mas  largos;  el  2"  arco,  en  la  base,  lleva  también 
una  fina  faja  de  dichos  pelitos  cortos;  en  el  o"  arco  sólo  hay  un  mechoncito  corto  á 
cada  lado;  los  demás  pelos  del  dorso  son  negros;  el  abdomen,  por  debajo,  tiene  pe- 
los pardinegros  que,  en  los  bordes  de  los  arcos,  se  alzan  un  poco  como  fimbrias,  y,  á 
cada  lado,  estos  pelos  son  blancos  en  los  arcos  ventrales  2",  3"  y  4°;  en  el  5",  también 
á  los  lados,  son  muy  pocos,  y  algo  mas  claros  que  pardos,  como  lo  son  los  restantes  ; 
el  epipigioes  triangular,  con  los  bordes  muy  poco  marginados  y  con  su  disco  imper- 
ceptiblemente estriado  al  través. 

cf  Negro.  Cabeza  cul)ierla  de  pubescencia  gris,  por  detrás  l)lanca ;  antenas  pi- 
ceas, por  debajo  píceo-ferruginosas,  el  escapo  y  el  segmento  basal  del  llagelo  negros; 
clípeo  amarillo  anaranjado,  con  una  mancha  cuadrada,  negra,  á  cada  lado  de  la  base 
y  cuyo  ángulo  interno  apical  (de  la  mancha)  es  mas  agudo;  labro  anaranjado  pálido, 
vestido  de  pubescencia  de  igual  color ;  mandíbulas  negras,  un  poco  rojizas  en  el  ápice, 


—  123  — 

con  una  manchita  azufrada  cei'ca  de  la  base.  Jóraa;  puntuado,  vestido  do  pubescencia 
gris-leonada,  parda  en  el  escudete,  el  cual  lleva  en  el  medio  de  su  parle  anterior 
una  carenita  longitudinal  obtusa;  escamillas  alares  píceas;  alas  casi  hialinas,  un  poco 
parduscas  é  iridescentes  en  la  margen  posterior,  sus  nervaduras  piceo-testáceas;  pier- 
nas negras,  escasamente  vestidas  de  pelos  blanquecinos,  ápice  de  los  fémures  y  de  las 
tibias  píceo,  tarsos  ferruginosos,  metatarsos  pardos;  escópulas  rojas  ferruginosas;  espo- 
lones ferruginosos;  uñuelas  bííidas,  la  externa  con  el  diente  inferior  casi  de  igual  largo 
que  el  superior,  el  déla  otra  mas  corto,  negras,  con  su  base  ferruginosa.  Abdomen 
negro,  la  margen  posterior  de  los  segmentos  píceo-tes lacea,  lustrosa  (probablemente 
cubierta  como  en  la  $  de  pubescencia  blanca,  apretada,  en  los  ejemplares  frescos); 
el  primer  arco  dorsal  velludo  como  el  tórax,  los  restantes  adornados  en  la  base  de 
una  faja  angosta  formada  por  pelilos  blanquecinos  escuaniiformes  y  provistos  también 
de  algunas  cerdillas  un  poco  alargadas,  oblicuamente  levantadas;  el  6"  cubierto  de  pe- 
lillos parduscos  y  de  algunos  blancos;  vientre  con  la  margen  de  sus  arcos  pícea; 
cerca  del  borde  mismo  llevan  una  serie  transversa  de  cerdillas  pálidas;  el  epipigio  de 
forma  de  trapecio  tiene  un  reborde  que  limita  el  espacio  característico,  el  cual  es 
escabroso  ó  granuloso. 

Descubrí  esta  especie  en  el  Tandil  en  1882  (II,  8)  y  la  hallé  en  los  dias  subsi- 
guientes recogiendo  polen  en  las  llores  de  la  Cina-cina  ( Parkinsonia  acukata, -Fsim. 
Cesal|)íneas);  en  1883  volví  á  cazarla  en  la  misma  planta  y  en  los  mismos  sitios, 
pero  donde  abundaba  entonces  era  en  las  llores  del  Gardo  negro,  cerca  de  La 
Tinta,  orillas  del  Gollon-gueyú  (II,  10).  Manuel  Oliveira  Cesar  la  ha  hallado  en  Arre- 
cifes. 

Al  fundar  el  género,  me  he  referido  también  á  la  otra  especie  que  conozco,  lo 
que  me  ha  obligado  á  enumerar  varias  familias  de  plantas  como  fuentes  de  polen 
por  ellas  apetecidas. 


ECPLEGTICA.  IIoLMB.,  nov.  gen. 
Deriv. :  ix~Ar,xTt/.ó;,  ensordecedor,  aturdidor. 

Capul  thorads  latiludiíiem  aequans. 

Ocelli  in  linea  recurva  disposili. 

Antennae  filiformes,  in  foemina  breves,  articulo  S°  (vel  2°  flagelli)  2"  longiore, 

in  mare  elongalae,  abdomine  dimidio  superantes. 
Labrum  transversum,  breve,  antice  obtuse  angulatum,  planum,  hirlum. 
Mandibulae  haud  dentatae,  oculos  attingentes. 


—  124  — 

Palpi  maxillares  4-mer¿  (fig.  7),  segmento  basali  condito  irregular itcr  ovato, 
crasso,  reliquis  multo  gracilioribm,  sensim.  tenuiorihus  brevioribusque, 
secimdo  primoque  lamen  Kquilongis. 


Fig.  7.  Palpo  maxilar  iIp  la  Erptfclica  tintinimns. 

Palpi  labiales  A-articulati,  segmentis  duobm  basalibus  membranosis  mentonis 
longitudinem  conjunctim  Iiaiid  attingefitibns,  primo  secundi  longiludinem 
parum plus  duplo  superante,  duobus  ultimis  brevibus,  gracilibus,  3"  obco- 
nico^f"  oblongo-ovalo,  ambobus  setuloso-coronatis,  3"  oblique  adapicem  2' 
lateraliter  articúlalo. 

Paraglossae  elongatae,  palpos  labiales  superantes,  basin  versas  vix  latiores, 
pilosae,  extremiíate  pilis  ápice  trifidis  donatae. 

Lingua  palpis  labialibus  diniidio  longior,  sublus  parum  crassiuscula,  ad  api- 
cem  spongiosa,  pilis  ápice  trifidis  extremitate  instructa.  (Hirsuties  lingua- 
lis  ex  pilis  vel  setulis  acule  spatulato-lanceolatis  prope  apicem  compo- 
sita). 

Thorax  ut  in  Melissoptila. 

Aiae  anticae  ceUulis  cubitalibus  completis  3,  prima  reliquis  majori,  secunda 
minori,  quadrilatera,  radialeni  versus  parum  angustala,  nervulum  recur- 
rentem  primum  paulo  post  médium  excipiente;  tertia  ad  radialem  dimidio 
constricta,  appendiculata,  nervulum  recurrentem  secundum  ad  apicem  fere 
accipiente.  Cdlularadialis  oblonga,  a.medio  cxtremüatem  versus  attcnuata, 
5"  a,picali  a  costa  sepáralo,  ápice  oblique  trúncalo  rotundaloque,  appen- 
dicis  vestigio  obsoleto;  vénula  transverso-medialis  arcuata.  Alarum  posti- 
caruin  venulae  cubitalis  exorientia  a/pice  cellulae  analis  duplo  longitudiiiis 
nervuli  transversi  hujus  cellulae  remota;  lóbulo  basali  apicem  cellulae 
analis  att ingente. 

Tibiae  metatar.si(|ue  postici  pro/use  pilosi,  pili  plumosi,  parcius  in  mare,  illae 
ad  basin  squamosae,  metafarso  ápice  producto .  Calcares  simplices,  ad  sum- 
mum serrulati.  Ungues  bifidi,  [oe^ninarum  dente  infero  multo  breviore. 

Abdomen  ovatum,  latitudine  aUitudinem,  fere  duplo  superante,  in  mare  graci- 


—  125  — 

Uus,  basi  subtruncatum  pilosumqiie,  segmento  5"  (9)  6"  (cf)  limbato;  epipy- 
gio  ut  in  Melissoptila. 

Mores  (aciesquc Melissoptila e.  Cucurbitaceariim,  Coesalpinaeamm,  Synanlherearuitique 

pollen  congerl. 
Affinitas  :  Tetralonia  Spin.  {  =  MacroceraLn.,  St.-Farg.,  Tascii.  —  neclLLiG.) 


5.  Eeplectica  tíntinuans,  Holmb.,  n.  sp. 

Lám.  III,  fig.  3  9,  fig.  i  cf. 

9  Nigra,  nigro-pilosa.  Capite  alhido-puhescente ,  vértice  excepto;  anterínis  pi- 
ceis,subtus  clilutíoribns.  Thorace  nigro  cinereoque  hirto:  nlis  fere  limpidis, 
margine  postico  obsciirioribus ;  pedibiis  posticis  riifescenti-fulvo-pilosis, 
scopulis  rufis,  unguibus  basi  testaceis.  Abdominis  basi  cinereo-pubescente, 
dorsí  segmentis  2",  3°  4"que  angustc  faloescenti-,  oel  stmniiiieo-bifasciatis, 
fasciis  strato-pilosis,  illis  segmenti  4'  atrinque  conjluentibus ,  5°  anguste 
palLide  Jlmbriato,  segmentis  ventralibus  fuscescenti-fimbriatis,  nigroque 
sparsim  pubescentibus ;  epipygio  triangidari  ápice  rotundato ,  lateribus  ob- 
tuse  marginato,  transversim.  riigiiloso,  vel  incoiispiciie  scalpto. 

Long.  9:1277  mm.;  alarum  exp.:  20',  mm.;  ala :  8^  mm.;  antcnna:3.'  mm. 

cf  Niger.  Capiíe  ptinctato,  pubescentia  fidoescenti-grisea  posticc  albida,  vestito; 
clypeo  labroque  ai/rantio-Jlavis,  illa  macfda  nigra  basi  utrinqiie  miinito,  hoc 
dilutiori;  mandibulis  ápice  satúrate  rufo,  basi  nigra  macula  sulphurea 
ornata  ;  aatennis  piceis,  subtus  rufescentibus,  segmentis  duobus  basalibus 
exceptis.  Thorace  punctato,  pübescelitia  vel  hirsutie  fuloa  ornato,  pleuris 
pectoreque  dilutiore ;  scutello  sparsius  punctato,  iiitidiusculo,  in  medio  po- 
stico longitudincUiter  impresso,  haud  carincdo,  pilis  nonnullis  fuscis  auctoj 
metaphragma  spatio  triangulari  laevi  tribusque  depressionibus  deorsuní 
vergentibus  donato;  tegulis  nigris  margine  piceis,  puiictulatis,  laevibus, 
antice  partan  pubescentibus ;  alis  fere  hyalinis  margine  postico  clilute  infu- 
scatis,  iridescentibus  quoque;  venulis  testaceo-piceis,  prope  basin  paulullum 
rufescentibus;  pedibus  piceis  femoribus  intus  fuscesccnti-rufís ,  fcmorum 
tibiarumque  ápice  rufescentibus,  pilis  pcdlide  fulvis  vestitis  j  scopulis  tarsis- 
que  rufls,  metatarsis  dorso  piceo;  unguibus  nigris  basi  ferrugineis,  bifidis, 
dente  infero  paulo  breviore,  supero  mai'gine  cúrtante  undcUo,  calca ribus 
fulvis.  Abdomine  nigro,  punctato,  segmentoi-um  margine  postico  piceo,  laevi, 
arca  primo  basi  pubescentia  thoracica  concolore,  2"  fasciis  duabus  ungastis 
ornato,  una  ad  basin  alteraqae  iii  medio,  3°,  4°  5°que  ad  basen  tantuní  fa- 
sciatis,  6"  om/ii/io.  fasciis  illis  apjpresse  fidvescenti-squa/nulosis  in  6"  satu- 


—  126  — 

ratiori,  7"  cinQttsto,  dorso  spatio  marginato  niargiiiihiis  retrorsum  vergen- 
tibus,  postice  trancnto,  opaco,  píceo,  ad  bnsin  macula  rafcscente  ornato, 
crebrerriine  piincfidato  vt  sparse  punctato,  latcribas  rufo-piloso. 

Long.  cf :  !'  inni.;  alarum  exp. :  17^  mm.;  ala:  7  \  mm.;  anteiina:  8  mm. 

9  Negra.  Cabeza  puntuada  cubierta  de  pelus  l)lanco.s  ó  blanquecinos,  negr(,)s  en 
el  vértice;  antenas  pardinegras,  con  el  llajelo  de  color  castaño-rojizo  por  debajo, 
excepto  en  sus  dos  primeros  artejos;  éstos  y  el  escapo  con  pubescencia  muy  fina 
blanca  sedosa;  pelos  asentados  del  labro  blanquecinos  dorados,  más  intensamente 
en  el  ápice;  mandíbulas  con  una  mancha  ferruginosa  cei'ca  del  extremo,  |)elitos 
blancos  largos  y  delgados  por  debajo  en  la  mitad  basal  y  dorados  ferruginosos  en 
la  apical.  Tórax  tan  puntuado  como  la  cabeza  en  las  pleuras,  en  el  dorso  un  poco 
lustroso,  más  esparcidamente  pmituado  (|uela  cabeza,  sus  pelos  negros,  en  el  dorso  y 
metafragma  cenicientos ;  pero  los  de  una  banda  de  la  parte  anterior  del  mcsonoto  y  de 
un  penachito  á  cada  hulo  del  escudete,  negros;  tégulasy  nervaduras  alares  píceas,  á 
veces  algo  ferruginosas  en  la  costal  y  en  el  carpo;  alas  casi  hialinas,  apenas  par- 
duscas, siéndolo  más  en  la  margen  posterior;  piernas  pardinegras,  un  poco  píceas, 
á  veces  de  color  castaño-rojizo,  las  escópulas  de  todas  de  un  tinte  rojo-subido;  las 
uñuelas  ferruginosas  tienen  el  ápice  negro  ;  los  pelos  de  las  piernas  son  pardos 
oscuros;  los  de  la  tibia  y  metatarso  III  leonados  rojizos;  las  escópulas  en  todas  son 
de  un  tinte  rojo  ferruginoso  subido;  los  espolones  ferruginosos.  Abdomen  lustroso, 
puntuado,  negro,  con  la  margen  de  los  arcos  dorsales  y  ventrales  pícea  y  el  ex- 
tremo borde  de  los  mismos  lestáceo  oscuro,  liso  y  mas  lustroso  aún  que  el  resto; 
en  la  l)ase  lleva  pubescencia  fina  agrisada;  los  arcos  dorsales  2%  3°  y  4°  llevan  dos 
bandas  angostas  de  pelitos  cortos  asentados,  caducos,  leonados  pálidos  ó  pajizos, 
una  cerca  de  la  base  y  otra  en  el  borde,  que  tienden  á  unirse  en  sus  extremos  en 
el  t"  y  3"  y  se  unen  en  el  4";  el  5°,  además  de  su  franja  (genérica)  de  pelos  par- 
dos espesos,  lleva  en  los  extremos  de  la  margen  un  penachito  gris  claro;  el  6" 
los  tiene  pardos  y  el  espacio  desnudo  del  dorso  es  trapezoidal,  finamente  margi- 
nado, opaco,  sin  escultura  a|)arente ;  los  arcos  ventrales  llevan  cerdilas  pardinegras 
oblicuamente  levantadas  en  el  disco,  |)ardirojas  junto  al  borde  y,  los  tres  últimos,  fim- 
brias extremas  gris-claras,  semejan  les  al  penachito  del  5°  arco  dorsal. 

(j'  Negro.  Cabeza  puntuada,  vestida  de  pubescencia  gris-leonada  por  delante, 
bhuKpiccina  por  detrás  ;  clípeo  y  labro  anaranjados,  éste  mas  pálido,  aquel  con 
una  manchita  entrante  muy  pequeña,  negra,  en  cada  ángulo  de  la  base;  el  ápit'^ 
de  las  mandíbulas  rojo  oscuro  y  la  base  negra  con  una  manchita  azufi'ada;  ante- 
nas píceas,  rojizas  por  debajo,  excepto  el  escapo  y  el  1"  artejo  del  flajelo.  Tórax 
puntuado,  vestido  de  pubescencia  leonada,  más  pálida  en  los  costados  y  en  el  pe- 


—  127  — 

oho;  el  escudete  mas  esparcidamente  [)iintuado,  lustroso,  con  una  leve  impresión 
longitudinal  en  la  mitad  posterior,  no  carenado;  melafragma  con  un  espacio  liso, 
triangular  y  tres  depresiones  lineales  convergentes  hacia  abajo;  tégulas  negras,  pi- 
ceas en  el  borde,  puntuladas,  lisas,  un  poco  pubescentes  por  delante;  alas  casi 
hialinas,  un  poco  parduscas  en  la  margen  posterior  é  iridescentes;  nervaduras  |)í- 
ceo-tesláceas,  un  poco  rojizas  cerca  de  la  baso ;  piemos  píceas,  con  los  fémures  pardo- 
rojizos  por  dentro,  el  ápice  do  los  fémures  y  de  las  til)ias  rojizo,  éstas  con  pelos 
leonados  pálidos,  escópulas  y  tarsos  rojo-ferruginosos,  metatarsos  píceos  en  el  dorso; 
uñuelas  negras,  ferruginosas  en  la  base,  bífidas,  su  diente  inferior  mas  corto  y  el 
borde  corlante  del  superior  con  una  onda  saliente;  espolones  leonados.  Abdomen 
negro,  puntuado,  con  la  margen  posterior  de  los  segmentos  pícea,  lisa;  el  2°  ador- 
nado con  dos  fajas  angostas,  una  en  la  base  y  otra  en  el  medio,  el  3°,  el  4"  y  el  5°  sólo 
en  la  base,  el  H"  totalmente;  dichas  fajas  son  de  pelillos  escamosos,  apretados,  leo- 
nados claros,  más  oscuros  en  el  6" ;  el  7°  angosto,  con  su  espacio  dorsal  trapezoide, 
opaco,  píceo,  adornado  con  una  mancha  rojiza  en  la  base,  muy  puntulado  y  espar- 
cidamente puntuado,  con   pelos  rojizos  á  los  lados. 

Descubrí  esta  especie  en  Navarro,  en  los  primeros  dias  de  Mai'zo  de  1880,  bajo 
unos  ladrillos.  Todos  los  ejemplares  que  recogí  estaban  entumecidos  por  el  frío  y 
la  lluvia  en  su  galería  practicada  horizontalmente  en  el  suelo,  de  tal  modo  que  el 
ladrillo  formaba  parte  de  ella,  á  manera  de  techo  que  cubriese  una  simple  ranura. 
No  hallé  polen  en  ninguna.  En  Febrero  de  1882  las  Ecplécticas  zumbaban  en  las 
flores  de  la  Cina-cina,  en  el  Tandil,  en  sociedad  de  otros  Anlofóritlos. 

En  Enero  (17  y  21)  de  1883  la  obtuve  en  Flores  en  las  del  Cardo  de  Castilla. 
A  fines  del  mismo  mes  y  principios  de  Febrero,  González  y  yo  la  conseguimos  en 
el  Tandil  y  en  La  Tinta  en  las  del  Cardo  negro. 

Su  zumbido  al  volar  es  sonoro  y  agudo.  No  podría  explicar  en  qué  consiste  su 
diferencia  con  el  de  otras  Abejas,  pero  la  he  notado  y  lo  consigno  en  el  nombre 
específico. 


SVASTRA,  HoLMB.,  n.  gen. 

Deriv.:  Svastra  (Scrt.)  hermana.  ^; 

Caput,  ocelli,  mandibulae,  tibiae,  metatarsi  abdomenque  ut  in  Ecpleclica. 
Antennae  filiformes,  in  fwmina  breves,  in  mure  elongatae,  abdomine  dimidio 

haud  atlingenles. 
Palpi  maxillares  5-arliculati,   articulo   basali   condito   crasso,   irregulariter 

ovato,  reliqíús  teretiusculis,  grndntim  vero  brevioribiis  gracilioribusque. 


—  128  — 

ápice  ohlique  truncatis,  5"  excepto,  2°  primo  duplo  [ere  longiore,  duobus 
ultimis  subaequiloiigis,  5°  ovalo  omnium  conspicue  breviore  (fig.  8). 


Fig.  8.  Palpo  maxilar  de  la  Svaslra  bombilans. 


Paipi  labiales  á-meri,  arliculis  duobus  basalibus  lalis,  mcmbranosis ,  longitu- 
dinem  menlonis  conjunclim  fere  aequantibus,  sed  parum  supcrantibus, 
1°  secundo  duplo  longiore,  3"  ct  á"  brevibus,  piriformibus  vel  obovalis, 
setulis  coronalis,  ultimo  graciliore  minoreque. 

Paraglossae  palpos  labiales  aequantes  vel  paulo  superantes. 

Lingua  paraglossas parum  superans,  in  extremitate  spongiosa pilis  ápice  trifidis 
?wi//i¿ía(In  specimineexsicato  atque  in  glycerina  servato,  necesse  contra- 
cto—  nunc  sub  ocLilis  —  annuli  chilinosi  vel  coronae  pilosae,  numerosi, 
fere  125,  niagissunt  imbrieali,  qua  causa  majorem  linguae  longiludinem 
existimo). 

Alae  anticae  areolis  cubitalibus  3,  ultima  reliquis  major i,  S'minori,  illa  versas 
radialem  dimidio  angustata,  parce  appendiculata,  /tac  fere  quadrata; 
venulae  recurrentes  fere  ad  apicem  2"  ct  3^'  insertae,  interdum  prima  cum 
transversa  secunda  coalita;  cellula  radialis  oblonga,  a  medio  versas  apicem 
angustata,  quarto  extremo  a  costa  separata,  subrotundata,  appendice  obso- 
leto; vénula  trausverso-medialis  curvata.  Alarum  poslicaruin  venulae  cuhi- 
talis  exorientia  longiludinem.  nervuli  transversi  cellulae  analis  duplo  non 
superante  nec  attingente;  lóbulo  basali  apicem  cellulae  analis  haud  attin- 
gcnte. 

Ungues  bifidi,  in  foenvina  dente  infero  supero  multo  breviore. 


Facies  fere  Melissoptilae,  plantaruní  earumdcín  ut  illa  pollen  colligit. 


129 


6.  Svastra  bombilans,  Holmb.,  n.  sp. 

LÁM.  lll,  fig.  5  9,  fig.  6  c/. 

9  Sü.  nigra;  capite,  thorace,  pedibus  anterioribus  (I  et  II)  abdominisque  bast 
fulüo-,  pedibus  posticis  nigro-pilosis,  clypeo  diinidio  apicali  lúteo,  imo 
ápice  excepto;  alis  hyalinis;  abdomine  dumtaxat  nigro,  coeruleo-ceneo  parum 
satúrate  micante  verum  dorsi  segmentis  2"  3°que  ad  basiii,  illo  magis,  hoc 
minus,  albo-strato-piloso-fasciatis,  4"  utrinque  albo-strato-piLoso-maculato. 

Long.  9  :  14  mm. ;  alar,  exp.:  25  mm.;  ala  :  10  mm.;  antean.  long. :  5  mm. 

c?  TtxñQvi:  pedibus  posticis  fuloo  fuscoque  pilosis;  abdomine  segmento  4°  albo 
haud  macúlalo  vel  obsoleto,  clypeo  toto  tuteo. 

Long.  cf :  11  mm.;  alar  exp. :  21  mm.;  ala  :  8|mm.;  antean,  long. :  8  mm. 

9  Negra,  un  poco  pardusca  en  el  tegumento  de  las  piernas;  antenas  pardinegras, 
siendo  por  debajo  testáceas  ó  apenas  menos  oscuras  que  en  el  dorso  desde  el  cuarto 
artejo  hasta  el  ápice.  Cabeza  negra,  cubierta  de  pelos  leonados  claros,  mas  rojizos 
en  el  vértice;  el  clípeo  lleva  en  su  mitad  apical,  excepto  el  borde  mismo,  una  banda 
amarilla  que  se  expande  en  tres  lóbulos  hacia  arriba,  siendo  la  intermedia  aguda,  ó  re- 
ducido todo  auna  mancha  lateral  amarillenta  y  en  el  medio  pardusco;  labro  oval,  trans- 
verso, un  poco  mas  saliente  y  levantado  en  medio,  donde  lleva  un  penachito  de  pelos 
leonados,  como  los  que  hay  en  el  resto,  y  su  color  tegumentario  pardo  con  la  base  algo 
amarillenta;  las  mandíbulas  pardinegras,  con  una  mancha  amarilla  cerca  déla  baseyotra 
ferruginosa,  cerca  del  ápice,  por  fuera;  las  maxilas  en  sus  partes  mas  espesas,  lo  mismo 
que  el  mentón,  piceos;  lengua,  paraglosis  y  palpos,  con  sus  pelos  testáceos  leonados. 
Tórax  espesamente  vestido  de  pelos  leonados  rojizos  (que  se  vuelven  casi  cenicientos  en 
los  ejemplares  viejos);  escamillas  alares  y  nervaduras  en  la  base  del  ala  leonadas;  las 
nervaduras,  en  el  resto,  pardas;  en  el  carpo  hay  algo  méleo ;  alas  hialinas,  apenas  oscu- 
recidas en  la  porción  apical  por  las  sétulas;  ambos  nervios  i-ecurrentes  se  insertan  casi 
en  los  correspondientes  transversos ;  los  nérvulos  cubital  y  discal  aparecen  como  prolon- 
gaciones quitinosas  después  de  cerrar  sus  respectivas  células,  siendo  el  último  mas  largo 
que  aquel,  no  alcanzando  la  sombra  del  I "  al  borde  del  ala,  pero  la  del  2°  sí;  en  las  pos- 
teriores, el  ápice  de  la  célula  anal  dista  del  origen  del  nérvulo  cubital  casi  tanto  como  el 
doble  del  largo  del  nervio  transverso  que  la  cierra;  lac.  cubital  sólo  tiene  un  pequeño 
apéndice  superior,  quilinoso,  pero  se  perciben  las  sombras  de  ambos  nérvulos ;  piernas 
pardinegras  con  tarsos  pardirojos ;  las  del  primer  par,  vestidas  de  pelos  leonados,  tienen 
un  calcar  bisinuado,  gradualmente  más  ílno  hasta  completa  acuidad  y,  en  su  mitad 
basal,  snvehim  hialino  de  forma  romboidea;  el  diente  basal  del  strigilis  es  agudo  ;  las 

Imp.  III,  29,  8t  17 


—  130  — 

del  2°  par  llevan  pelos  leonados  en  el  fémur,  pardinegros  en  la  tibia  y  en  el  meiatarso, 
pero  algo  rojizos  en  la  escópula  asi  como  en  los  otros  artejos;  su  calcar  ó  espolón  es 
simple,  tan  largo  como  los  tres  artejos  que  siguen  al  metalarso,  unilateralmente  lanceo- 
lado, la  punta  un  poco  torcida  y  sus  bordes  microscópicamente  dentellados;  en  el  3" 
par  hay  también  pelos  finos,  leonados  pardos  en  el  fémur,  siendo  cenicientos  los  cortos^ 
asentados,  que  lleva  en  el  ápice  mismo,  los  pelos  tibiales  y  melatarsales  son  negros,  mas 
el  metatarso  tiene  una  apófisis  apical,  superior,  sub-turbinada,  cuyo  extremo  no  alcanza 
al  del  siguiente  artejo  tarsal  y  cuyos  pelos  son  pardiclaros ;  el  tarso  restante  lleva  pelitos 
pardirojos ;  los  espolones  del  3"  par  de  piernas  son  semejantes  á  los  del  segundo.  Todas 
las  uñuelas  son  bifldas  y  rojizas  en  la  base  y  su  diente  interno  ó  menor  alcanza  á  la  mitad 
del  mayor,  y  éste,  negro,  lleva  una  onda  saliente  en  su  fdo.  Abdomen  cow  reflejo  iri- 
zado  azul  de  acero  oscuro;  el  primer  segmento  dorsal  tiene  pelos  leonados,  no  tan  es- 
pesos como  en  el  tórax,  y  que  dejan  libre  el  borde;  el  2"  y  el  3°  llevan  en  la  base  una 
banda  de  pelitos  blancos,  siendo  la  del  %°  doble  mas  amplia  que  la  del  3°;  el  resto  de 
estos  arcos  se  halla  cubierto  de  pelitos  cortos,  negros,  muy  finos  y  bastante  asentados  y 
esparcidos;  en  los  arcos  restantes,  estos  pelos  negros  son  mas  largos,  gruesos  y  levan- 
tados; el  4°  arco  dorsal,  ácada  lado,  lleva,  junto  al  borde,  una  manchita  de  pelos  blan- 
cos, de  igual  carácter  que  las  bandas,  estando  entre  sí  un  poco  mas  separadas  que  su 
ancho;  en  el  5°  segmento,  en  medio  del  boi'de,  hay  unos  pocos  pelitos  cenicientos; 
el  epipigio  negro  es  triangular,  con  el  ápice  redondeado,  limitado  por  carenas  no  muy 
levantadas,  levemente  deprimido  á  cada  lado  en  la  base  y  finamente  estriado  al  través; 
aguijón  pardirojo;  vientre  negro,  con  reflejo  acerado  como  el  dorso,  pero  menos  in- 
tenso; los  bordes  de  sus  arcos  parduscos,  cubierto  de  pelitos  negros  mucho  mas  largos 
y  espesos  cerca  de  los  bordes  lisos ;  todos  los  pelos  señalados  son  plumosos. 

(^  Además  de  diferir  por  su  tamaño  y  caracteres  fundamentales,  discrepa  el  macho, 
por  lo  siguiente,  de  la  hembra: 

1  °  Por  el  escapo  de  sus  antenas,  que  es  amarillo  por  delante. 

2°  Por  el  clípeo,  que  es  totalmente  leonado,  con  un  puntito  amarillo  claro  ácada  lado. 

3"  Por  el  labro,  del  mismo  color  que  el  clipeo. 

4°  Por  las  nervaduras  de  las  alas,  menos  oscuras  (así  como  el  ala  en  general). 

5"  Por  ser  leonados  y  apenas  en  parte  parduscos  los  pelos  de  sus  piernas  intermedias. 

6°  Por  ser  leonados  por  fuera  y  pardos  por  dentro  los  pelos  de  las  tibias  III,  siendo 
pardinegros  los  del  metatarso. 

7°  Por  el  mayor  largo  del  diente  basal  de  las  uñuelas,  lo  que  las  muestra  francamente 
bífidas,  no  obstante  ser  siempre  mayor  y  mas  larga  la  uñuela  propiamente  dicha. 

8°  Por  carecer  de  las  manchitas  blancas  el  4°  segmento  dorso-abdominal  (aunque  en 
toda  la  porción  apical  del  dorso  del  abdomen  hay,  aquí  y  allí,  uno  que  otro  pelo  claro). 

9°  Por  el  epipigio  peludo. 


—  131   — 

Descubrí  esta  linda  especie  en  el  Tandil  (II,  12,  82)  en  las  flores  de  la  Gina-cina.  Mas 
tarde  (II,  3-10,  83)  la  hemos  cazado  con  González  en  las  orillas  del  Gollon-gueyú  y  cerca 
del  Tandil,  en  las  flores  del  Gardo  negro. 

Tiene  un  zumbido  bastante  sonoro. 


7.  Svastra  detecta,  Holmb.,  n.  sp. 

LÁM.  III,  fig.  7,   (f. 

(/  Prsecedenti  similis.  Niger,  capite  fuloo-piloso ,  subtus  diLutiori;  antennis  fi- 
céis, stibtus  piceo-testaceis ,  segmentis  3  primis  exceptis;  clypeo  labroque 
paLlide  testaceis,  illo  iina  basi  nigra;  mandibulis  nigris,  prope  basin  testa- 
ceo-unimaculatis ,  ultra  macidam  vage  nigro-rufis.  Thorace  fulvo-hirto, 
subtus  lateribusque  pcdlidiovi;  alarum  squamulis  hirsutie  thoracis  sub-con- 
ditis,  testaceis;  alis  fere  hyalinis,  venulis  piceis,  prope  basin  niclleo-testa- 
ceis;  pedibus  1  pallide  fuloo-oestitis;  II  femare  tibiaque  concoloribus,  hac 
supra  nerum  nigro-aestita,  metatarsis  nigro-pilosis,  subtus  Juscescenti-hir- 
tis;  III  nigro-hirtis,  fe  mor  ib  us  pallide  fuloo-pilosis,  pilis  concoloribus  in 
marginem  posticum  tibias  abeuntibus  ;  tarsis  ferrugineo-rufls,  II  ct  III  satu- 
ratioribus ;  unguibus  dentibus  rufescenti-nigris.  Abdominis  basi  pallide  ful- 
oo-piloso, arcu  dorsali  2°  ad  basin  anguste  cdbido-squamiiloso-fasciato. 

Long.  (/  13  mm.;  alarum  exp. :  23  mm. ;  ala :  9^  mm.;  antenna :  8  mm. 

cf  Semejante  al  macho  de  S.  hombilans.  Negro.  Cabeza  cubierta  de  pelos  leonados, 
más  pálidos  en  la  parte  inferior;  antenas  píceas,  por  debajo  píceo-testáceas,  excepto  los 
tres  primeros  artejos;  clípeo  y  labro  testáceos  pálidos,  aquel  tiene  su  extrema  base 
negra;  mandíbulas  negras,  con  una  mancha  testácea  cerca  de  la  base;  después  de 
dicha  mancha  son  de  un  tinte  negro-rojizo.  Tórax  erizado  de  pelos  leonados,  más 
pálidos  en  los  lados  y  en  la  parte  inferior;  tégulas  algo  ocultas  por  los  pelos  del  tórax, 
tesláceas;  alas  casi  hialinas,  nervaduras  píceas,  que  se  vuelven  testáceo-móleas  cerca 
de  la  base;  patas  I  vestidas  de  pelos  leonados;  II  con  pelos  de  aquel  coloren  el  fémur 
y  en  la  tibia,  mas  ésta  lleva  pelos  negros  por  arriba;  met;itarsos  con  pelos  negros, 
por  debajo  pardos  y  erizados;  III  peludas  de  negro,  con  los  fémures  vestidos  de  pelos 
leonados  pálidos,  que  se  extienden  por  la  margen  posterior  de  la  tibia;  tarsos  rojos 
ferruginosos,  siéndolo  más  intensamente  los  de  los  pares  II  y  III;  dientes  de  las;  uñas 
negro-rojizos.  Abdomen  con  pelos  leonados  pálidos  en  la  base,  el  2°  arco  del  dorso 
lleva  una  banda  basal  angosta  de  escamillas  ó  pelos  escuamulosos  blancos. 

Un  ejemplar  cazado  cerca  del  Gollon-gueyú  en  las  flores  del  Gardo-negro,  II,  1 1 ,  83. 
Manuel  Oliveira  Gesar  me  ha  enviado,  de  Arreciles,  representantes  de  esla  especie. 


—  132  — 

y  el  estudiante  Guillermo  Navarro  la  ha  obtenido  en  Buenos  Aires,  Capital  de  la 
República. 

Gen.  TETRALONIA,  Spinola. 

Cualquiera  que  se  haya  ocupado  del  estudio  de  las  Abejas  habrá  observado  en 
cuántos  errores  de  observación  han  incui'rido  muchos  autores,  particularmente  en  lo 
que  se  refiere  á  las  piezas  de  la  boca,  de  donde  resulla  una  serie  tal  de  dificultades, 
que  sólo  es  posible  salvarlas  cuando  se  puede  disponer  de  los  ejemplares  tipicos,  lo 
cual  será  muy  factible  en  Europa  donde  se  han  publicado  y  se  conservan,  pero  imprac- 
ticable casi  en  América.  Si  existe  algo  invariable  y  absoluto  en  taxonomía,  es  el  número. 


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Fig.  9-11.  Maxila  y  palpos  maxilares  de  Trtrnlonin  íjUra. 


cuando  por  él  se  expresa  algún  carácter.  Pueden  oñ-ecer  ambigüedades  las  expresiones: 
largo,  corto,  espeso,  moderado  y  otras  muchas;  pei'o,  cuando  se  dice  5  (irícjos,  9  uñas, 


—  133  — 

no  hay  vacilación  posible,  y  el  error,  en  tal  caso,  sólo  depende  de  la  observación. 
Megachüe,  Coelioxys  y  otras,  figuran  en  muchos  casos  con  2  artejos  en  los  palpos 
maxilares,  y  es  evidente  que  tienen  3;  Coelioxys  y  Apis  tienen  paraglosis,  y  no  se 
les  ha  señalado  tal  órgano,  llegándose  hasta  hacer  disertaciones  sobre  su  falta  en 
Apis. 

Asi,  en  el  caso  de  Telralonia,  uno  señala  6,  otro  5  artejos  en  los  palpos  maxilares,  y 
como  no  poseo  un  solo  ejemplar  de  dicho  genero,  fuera  de  las  especies  que  he  obtenido 
de  este  pais,  le  adscribo  la  siguiente,  señalando  como  accesorio  lo  que  es  genérico  en 
la  T.  <^¿/ya,  sin  dar  por  ésto  los  caracteres  del  género  Tetralonia.  La  única  especie  Ar- 
gentina de  otros  autores,  que  he  poditlo  referir  á  su  descripción,  es  la  Telr.  terminata, 
Smith  (Gat.  Brit.  Mus.  Apidae,  II),  y  este  autor,  al  dar  la  característica  del  género,  le 
señala  6  artejos  en  los  palpos  maxilares.  Sin  embargo,  la  T.  terminata  no  tiene  más 
de  3,  y  me  ha  servido  para  fundar  el  género  Thygater. 

Bien  sé  yo  qué  clase  de  comentarios  van  á  sujerir  los  géneros  de  Antoforinas  que  he 
fundado,  siendo  el  priuiero  éste:  «bastaba  fundar  subgéneros»;  pero  en  este  caso, 
como  en  otros,  partiré  del  concepto  transformista  de  «especie))  dejando  que,  como 
siempre,  interprete  cada  cual,  como  quiera,  la  entidad  sistemática  inmediatamente 
superior. 

Los  dibujos  que  publico  ahora  ilustran  solamente  la  forma  y  proporciones  de  los 
artejos  de  los  palpos  maxilares  de  Tetralonia  gilva. 

Debo  hacer  notar  aquí  que  el  2°  artejo  del  flagelo  de  las  antenas  del  (/  es  tan  corto 
como  el  1°,  lo  que  no  he  visto,  en  tal  grado,  en  los  ^  de  dos  especies  europeas  de 
Encera. 

Así  se  vé  también  en  los  c/  de  Melissopíila  y  de  Ecplectica. 


8.  Tetralonia  gilva,  Holmb,,  n.  sp. 

Lám.  JII.  fi-.  8   9,  lig.  9  cf. 

9  Nigra;  tegumento  pubescentia  incumbente  omnirio  f'ere  condito.  Capite  pun- 
ctato  cinéreo  piloso ;  antennis  piceis  subtus  testaceis  segmentis  4  ba^alibus 
exceptis;  clypeo  prope  niargineni  vitta  transversa,  in  medio  interrupta,  tegu- 
mentaria, testacca,  ornato;  vértice paruní piloso; niandibulis  ima  basi  nigris, 
tune  testaceis,  médium  versus  sensim  rufescentibus,  ápice  piceis.  Thorace 
crebre  punctato,  pubescentia  fulvescenti-cinerea  vestito,  dorso  saturatiori ; 
alarum  sqnamulis  rufescenti-piceis;  alis  hyaUnis  parum  infusca tis ,  venulis 
piceis;  pedibas  cinereo-Julvescenti-vestitis,  scopulis,  tarsis,  calcaribus,  un- 
guicularum  basi  ferrugineis ,  unguibus  jissis  dente  infero  brevi,  médium 
alteri  attingente.  Abdominis  dorso  pubescentia  appressa  fulvescenti-cinerea 
vestito,  pitis  paucis  verum  sub-erectis  munito;  segmento  5°  pjraecipue  ad 


—  134  — 

marginem  posticum  6''que  lateribus  ferrugineis,  hoc  plaga  nuda  triangulan 
ápice  rotundata,  subniarginata,  eleoataque,  in  medio  fere  laeoi,  reliquo 
striolato-punctulata,  prope  margines  paulo  excaoata,  instructo.  Abdominis 
segmentis  pabescentia  subíala,  marginem  posticum  pallide-testaceum  osten- 
dentibus,  basin  versus  sensim  rufescentibus,  tune  piceis  nigrisve;  v entre  f ere 
piceo,  segmentis  in  margine  postico  testaceis,  hic  pabescentia  fulva  tectis, 
reliquo  f ere  nudis,  nitidis,  paulo  pubescentibus,  ultiniis  duobus  ferrugineo- 
pilosis.  Pilis  plumosis. 

Long.  9  10  mm.;  alarum.  exp.:  17  mm.;  ala:  7  mm.;  antenna:  3  mm. 

cT  Differt: 

1°  Antennis  subtus  pallide  testaceis,  segmentis  3°  4°que  quoque. 

2°  Clypeo  latescenti-albo ,  m.argine  testaceo,  labro  dilutiori. 

3°  Unguibus  flssis,  dentibus  autem  subaequalibus,  infero  lamen  breoiori. 

4"  Pubescentia  omnino  cinérea;  abdominis  segmentorum  margine  po- 
stico ut  üidctur  pallidiori,  tegumento  oerum  pjallido ,  ut  in  foeniina  ;  ventre 
pilis  tamen  fulvescentibus,  scopulis  rufescentibus;  pygidio  rufescenti-piceo, 
epipygio  in  medio  excávalo. 

Long.  (/:  10  mm.;  alarum  exp.:  18  mm.;  ala:  7|mm.;  antenna:  8|mm. 

9  Negra;  el  tegumento  casi  totalmente  oculto  por  pubescencia  asentada.  Cabeza 
puntuada,  vestida  de  pelos  cenicientos;  antenas  piceas,  por  del)ajo  testáceas,  excep- 
tuando los  cuatro  artejos  básales;  el  clípeo,  cerca  de  la  margen,  lleva  una  línea 
transversa  testácea,  tegumentaria,  interrumpida  en  el  medio;  el  vértice  es  poco 
peludo;  mandíbulas  negras  en  la  extrema  base,  luego  testáceas,  hiácia  el  medio 
gradualmente  rojizas,  en  el  extremo  píceas.  Tórax  espesamente  puntuado,  vestido 
de  pubescencia  gris  leonada,  de  un  tinte  mas  subido  en  el  dorso;  tégulas  píceo- 
rojizas;  alas  hialinas  muy  poco  oscurecidas,  nervaduras  píceas;  piernas  cubiertas 
de  pelos  leonados  cenicientos;  escópulas,  tarsos,  espolones,  y  base  de  las  uñuelas 
de  color  ferruginoso.  Abdomen  cubierto  en  el  dorso  de  |)ubescencia  apretada,  asen- 
tada, leonado-cenicienta,  y  provisto  de  pelillos  esparcidos,  levantados;  el  5°  seg- 
mento, principalmente  en  la  margen  posterior,  y  el  6°  en  los  lados,  ferruginosos, 
este  último  lleva  un  espacio  desnudo  triangular,  redondeado  en  el  ápice,  submar- 
ginado,  elevado,  casi  liso  en  medio,  estriolado-punluado  en  el  resto,  y  un  |)oco 
excavado  cerca  de  las  márgenes ;  arrancada  la  pubescencia  de  los  segmentos  abdo- 
minales, aparece  el  tegumento  testaceo  pálido  en  el  borde,  luego  rojizo  hacia  la 
base,  enseguida  píceo  y  negro ;  vientre  casi  píceo,  los  segmentos  testáceos  en  el 
borde  posterior  donde  están  cubiertos  de  pubescencia  leonada,  casi  desnudos  en  el 
resto,  lustrosos,  poco  pubescentes,  los  dos  últimos  con  pelos  ferruginosos.  Los  pelos 
son  plumosos. 


—  135  — 

(^  Difiere  de  la  Q  : 

r  Por  las  antenas  testáceo-pálidas  por  debajo,  menos  los  dos  primeros  artejos. 

2°  Por  el  clipeo  amarillento  claro,  testáceo  en  la  margen,  y  el  labro  mas  pálido. 

3°  Por  las  uímelas  hendidas,  con  los  dientes  casi  iguales ;  sin  embargo,  el  infe- 
rior es  muy  poco  mas  corto. 

4"  Por  la  pubescencia  totalmente  cenicienta,  al  parecer  mas  pálida  en  la  margen 
posterior  de  los  segmentos  abdominales,  pero  el  tegumento  es  aquí  pálido  como  en 
la  hembra;  el  vientre  con  pelos  algo  leonados,  las  escópulas  rojizas,  el  pigidio 
piceo-rojizo,  el  epipigio  excavado  en  el  medio. 

Los  ejemplares  que  he  estudiado  de  esta  especie  fueron  cazados  por  González  y 
por  mí,  cerca  del  Collon-gueyú  (11,5,  83)  en  las  flores  de  una  Sinanterea  (no  deter- 
minada aún),  donde  habían  quedado  en  parejas  y  como  aletargados,  al  anochecer; 
y  también  cerca  déla  Tinta  (II,  16,  83)  en  el  Cardo  negro. 


Xylocoparia. 

9.  Xylocopa  ciliata,  Burm. 

(1876)  X.  ciliata,  Burm.;   Hym.  Mit.  :  Die Xylocopa-Arten  d.  La  Plata-Gebietes  in  Stett.  entom.  Ztg. 
XXVII,  p.  158,  n.  9. 

La  única  diferencia  persistente  que  encuentro  en  mis  ejemplares  del  Tandil  con 
los  de  los  alrededores  de  Buenos  Aires  y  de  otros  puntos  mas  ó  menos  inmediatos, 
se  encuentra  en  la  disposición  de  los  reflejos  de  las  alas;  el  Dr.  Burmeister  dice: 
ccviolaceo-micantibusj)  y  en  verdad  así  lo  son. 

En  Curá-malal  he  obtenido  durante  mi  viaje  un  ejemplar  (XII,  18,  83)  que  había 
penetrado  en  el  tallo  de  un  Enjngium  paniculatum  por  é\  perforado. 

Tandil  11,  11,  82;  I,  29,  30,  83,  en  las  flores  de  la  Gina-cina. 


10.  Xylocopa  splenclidula,  St.-Farg. 

(1843)  X.  splendídtila,  St.  Farg.,  Ilymenopt.,  II,  p.  190,  n.  29,  9- 

(1854)    »  »  Smith,  F.,  Cat.  Hym.  Brit.  Mus.,  Apidae,  Prt.  II,  p.  360,  n.  79,  etc. 

(1876)    »  ..  Burm.,  /.  c,  p.  159,  n.  10  9  cf- 

Común  en  el  Tandil  (II.   II.  82),  en  la  Cina-cina ;  pero  no  se  halló  en  La  Tinta. 
En  Buenos  Aires,  ó  sus  alrededores,  anida  en  la  Caña  de  Castilla  (Arundo  Donax). 


—  136  — 
Geratinaria. 

Gen.  CERATINA,  Latreillk. 

Nunca  he  vislo  las  Ceratinas  acercarse  á  nidos  ágenos,  como  sucede  con  Epcolus, 
Ccelioxys,  etc.  Antes,  por  el  contrario,  las  he  observado  al  posarse  en  el  Marrubium 
vulgare  ó  en  la  Ximenesia  microptera,  pero  ignoro  cómo  preparan  su  carga,  pues 
siempre  las  he  cazado  apenas  las  he  visto. 

En  cuanto  á  la  colocación  sistemática  del  género,  me  ha  parecido  mejor  sepa- 
rarlo de  las  asociaciones  subalternas  en  que  lo  han  incluido  los  himenopteró- 
logos,  por  no  hallar  afinidad  verdadera  con  los  otros  miembros.  Saint-Fargeau 
pensaba  que  fuese  parásito,  lo  que  le  indujo  á  colocai'lo  donde  en  verdad  no  debía 
estar,  y  otros  siguieron  su  ejemplo;  pero,  separado  luego  de  allí,  no  ha  dado  poco 
trabajo  el  señalarle  un  sitio.  Curioso  sería,  si  fuera  oportuno  ahora,  trazar  la 
Odisea  de  Ceratina,  cuyos  ejemplares,  según  Shuckard,  son  escasos  en  Europa  y 
constituyen  un  desideratwn  de  los  coleccionistas.  Siendo  así,  no  hay  por  qué  sor- 
prenderse de  (jue,  en  mas  de-  un  caso,  se  hubiesen  deducido  hábitos  que  no  tiene, 
tomando  en  cuenta  la  desnudez  crural  del  macho;  porque,  en  verdad,  al  examinar 
mis  ejemplares,  no  puedo  decir  que  las  hembras  no  tengan  sus  piernas  bien  vestidas 
de  pelos  colectores. 

11.  Ceratina  rupestris,  Holmb.,  n.  sp. 

LÁM.  III,  íig.  10,    9. 

9  Satúrate  coerulea,  vel  coeruleo-nigra,  hic  illic  oiolascens,  vulto  iii  medio  vire- 
scente,  prope  clypeum  utrinque  fere  obsolete  testaceo-tininiaculatp ;  grosse 
crebreque punctataj  tegumento  nítido;  hirsutie  vel pubescentia  d ilute  fuloa, 
scopulis  intensius;  antennis,clypei  margine,  labro,  niandibulis,  tibiis  tarsis- 
que  nigro-piceis,  tarsorum  ápice  rufescente;  mesonoti  disco  spatio  laeoi  do- 
nato (ut  in  genere),  metanoto  prope  basin  radiatim  rugulbso ;  alis  paulo 
üiolaceo-niicantibus,  parce  infuscatis,  basin  versus  dilutioribus,  venulis piceis. 
Abdomine  late  breviterque  petiolato,  dorsi  segmentis  tribus  ultimis  granu- 
losis  quoque,  pone  granulos  síngalos  setxda  breoí  reclinata  munítis;  epípygio 
longítudínalíter  rimoso,  rima  punctata,  prope  apiccm  angulatim  produ- 
ctum  eleoatumque  abbreoiata ;  oentre  parcius  coerulescente,  segmentis  píceo- 
marginatis. 

Long.  9^  mm.;  alarum  exp.:  16  5  mm. ;  ala:  7  mm. 
Tandil:  Cerro  Claraz,  II,  24,  82,  ad  flores  Marruhii  vulgaris. 


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