México en 1554. Tres diálogos latinos que Francisco Cervántes Salazar escribió é imprimió en México en dicho año
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México en 1554. Tres diálogos latinos que Francisco Cervántes Salazar escribió é imprimió en México en dicho año
- by
- Cervantes de Salazar, Francisco, ca. 1514-ca. 1575; Harris Collection of American Poetry and Plays (Brown University). Latin American Poetry. RPB; García Icazbalceta, Joaquín, 1825-1894
- Publication date
- 1875
- Publisher
- México, Andrade y Morales
- Collection
- brownuniversity; blc; americana
- Contributor
- Brown University Library
Bibliografía: p. 323-344
- Addeddate
- 2008-08-21 15:37:59
- Associated-names
- García Icazbalceta, Joaquín, 1825-1894; Harris Collection of American Poetry and Plays (Brown University). Latin American Poetry
- Call number
- b16350121
- Camera
- Canon 5D
- External-identifier
- urn:oclc:record:1049881217
- Foldoutcount
- 0
- Identifier
- mxicoen1554tre00cerv
- Identifier-ark
- ark:/13960/t7qn69k9r
- Lccn
- 02005138
- Ocr_converted
- abbyy-to-hocr 1.1.37
- Ocr_module_version
- 0.0.21
- Openlibrary_edition
- OL6913653M
- Openlibrary_work
- OL5404474W
- Page_number_confidence
- 90
- Page_number_module_version
- 1.0.3
- Pages
- 412
- Possible copyright status
- NOT_IN_COPYRIGHT
- Ppi
- 500
- Scandate
- 20080821173552
- Scanfactors
- 2
- Scanner
- scribe4.boston.archive.org
- Scanningcenter
- boston
- Worldcat (source edition)
- 587489
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Gregorovivs -
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February 5, 2009
Subject: Two pages lost
Subject: Two pages lost
The pages XIV and XV are lost.
These pages contains the next:
[Tal vez la falta de nuevo protector y de
empleo en que ganar la subsistencia le obligó a emigrar, como a tantos otros, para buscar fortuna en el
Nuevo Mundo.]
Vino, pues, Cervantes a México por los años de 1550 o 1551, todavía seglar, y sin empleo alguno
que sepamos. De un pasaje de sus Diálogos se deduce que al principio se dedicó a enseñar gramática
latina en una escuela particular. Pocos años después se erigía la Universidad de México, y se daba a
Cervantes la cátedra de retórica, así como el honorífico cargo de inaugurar los estudios con una oración
latina, ceremonia que se verificó el día 3 de junio de 1553. Comenzó a servir su cátedra, con sueldo de
ciento cincuenta pesos anuales, el día 12 de julio siguiente, y la conservó hasta el 14 de febrero de 1557.
Los emolumentos de la cátedra, aunque no muy crecidos, eran a lo menos un recurso para
subsistir, y le dejaban holgura para continuar su carrera literaria. Era a un mismo tiempo profesor y
discípulo en la Universidad, porque inmediatamente se aplicó a estudiar artes y teología, teniendo por
maestro en esta última facultad al insigne Fr. Alonso de la Veracruz.
Poco después, a 4 de octubre de 1553, se graduó de licenciado y maestro en artes, por suficiencia, lo
cual quiere decir que no había seguido el curso en escuela pública, sino que acaso le había estudiado en
España, con su maestro Venegas, o en México con otro. En 23 de julio de 1554 se presentó a examen
de bachiller en cánones: facultad que, como hemos visto, había estudiado en Salamanca. Resuelto a
abrazar el estado eclesiástico, recibió las órdenes sagradas en 1555, aun antes de concluir sus estudios
teológicos que continuó hasta obtener los grados de bachiller (1556), licenciado y doctor. Consta que
por aquellos tiempos desempeñó la cátedra de Decreto, así como que en 1559 era cronista de la ciudad
de México, con salario de doscientos pesos de tepuzque por año,4 y que en 1562 hizo un viaje a las Minas
de los Zacatecas, no sabemos con qué objeto.
Por merced de S. M. obtuvo a poco una canonjía en la Iglesia Metropolitana de México, y
tomó posesión de ella el 16 de marzo de 1563; mas no parece que ascendiera a la dignidad de deán,
aunque el cronista Herrera le da ese título. Podemos suponer que fue nombrado en España, y que su
nombramiento llegó a México después de su muerte; mas esto no pasa de una conjetura encaminada a
conciliar la respetable autoridad del cronista con el hecho de que en las actas del Cabildo Eclesiástico de
México no hay indicio de que el Dr. Cervantes tuviera nunca tal dignidad. Lo que se sabe de cierto es
que fue consultor del Santo Oficio.
La Universidad de México, por su parte, no fue omisa en premiar los méritos de uno de sus
fundadores. En el mes siguiente al de su instalación daba ya a Cervantes el cargo de consiliario, y en
noviembre de 1567 le eligió rector por unanimidad. Un año desempeñó ese cargo, y hallamos que
volvió a tenerle desde febrero de 1573 a julio de 1574. Poco tiempo le quedabas ya de vida, porque
según las actas antes citadas, el último cabildo a que asistió fue el de 9 de septiembre de 1575, y en el de
18 de noviembre del mismo año se habla ya de su muerte, la cual hay que fijar, por lo mismo, en el
intermedio de esas dos fechas.
En España recibió Cervantes elogios de los sabios, y en México le alabaron igualmente su
discípulo Alonso Gómez y el impresor de sus Diálogos; pero tales elogios, obligados y públicos, no
deben tomarse a la letra, ni sirven para darnos a conocer el carácter de nuestro autor. Testimonios de
otra clase debemos buscar, y por desgracia, los pocos que se encuentran distan mucho de serle
favorables. Así sucede con la calificación de un prelado como D. Pedro Moya de Contreras, expresada
en un informe del rey: documento serio por su propia naturaleza y por la posición de su autor, de quien
no es de suponerse que desfigurara intencionalmente la verdad o se dejara llevar de pasión. Ya cinco
años antes, su antecesor el señor Montúfar, en un informe enviado al visitador del Consejo de Indias,
había dicho que Cervantes era “hombre de poca experiencia en las cosas del coro e iglesia”. Esta
breve indicación adquiere mayor gravedad cuando oímos decir al señor Moya que Cervantes no era
“nada eclesiástico, ni hombre para encomendarle negocios”. Juntando ambas opiniones, se viene en
conocimiento de que los dos respetables prelados estaban acordes en considerar a Cervantes como
eclesiástico que no se aplicaba a entender y practicar los deberes de su estado. El señor Montúfar no
añadió otra cosa; pero su sucesor pasó mucho más adelante, acusándole de “liviano y mudable”,
diciendo que “le agradaba la lisonja” y era “ambicioso de honra”, regateándole hasta la cualidad de buen
latino, tachándole de desarreglado en sus costumbres, y contando que había sido objeto de algunas
burlas por la persuasión en que estaba de que había de llegar a ser obispo. Todo el pasaje está escrito en
un tono que revela muy a las claras el mal concepto que el prelado de su canónigo.5
Pero analicemos un poco ese testimonio. El señor Moya era de carácter algo violento, como lo
demuestran sus escritos, y en el presente trata con suma dureza no sólo a Cervantes, sino a otros
muchos de los clérigos de su diócesis. Al que no tacha de deshonesto (que es cosa frecuente) le califica
de jugador, codicioso o ignorante, cuando menos; pocos escapan de sus censuras. Con algún más tiento
debió proceder en materia tan grave, absteniéndose de tales calificaciones, ya que carecía de
fundamentos seguros para hacerlas. Él mismo dice que como llevaba tan poco tiempo de administrar el
arzobispado, “no tenía tanto conocimiento de sus clérigos cuando andando el tiempo podría tener”.
Procedió, pues, por informes, que bien pudieron ser apasionados, según vemos las envidias y rencillas
que reinaban en la colonia. Aun juzgando por inferencias, no se hace creíble que un letrado que en
España tuvo amistad con los sabios, que fue secretario de un personaje tan eminente como el Cardenal
Loaysa, habiéndose distinguido además como escritor, y que luego obtuvo aquí el cargo de cronista de la imperial ciudad de México, ocupó un asiento en el coro de la Iglesia Metropolitana, fue
escogido una y otra vez por la Real y Pontificia Universidad para regirla, y mereció del tribunal de la
Inquisición un empleo que sólo se daba a sujetos graves, careciera de todo mérito y adoleciera de los
defectos y aun vicios feos que le atribuye el señor Moya. ¿Cómo no era Cervantes persona para
encomendarle negocios, y la Universidad le fiaba por dos veces el gobierno de los suyos? ¿Un cuerpo
tan respetable elegía para cabeza a un hombre de costumbres estragadas?
Tampoco puede imputarse a delito que Cervantes fuera “ambicioso de honra”, mientras no
tengamos pruebas (que todavía no tenemos) de que esa ambición excedía de los límites debidos. El
deseo de adelantar y distinguirse es propio del hombre de pensamientos elevados; y menos debe
tomarse a mal que aspirara a una mitra, como término de la carrera eclesiástica que había abrazado.
Aunque Cervantes no era ciertamente hombre vulgar, podrían, con todo, ser sus méritos inferiores a
sus aspiraciones, y esa desigualdad acarrearle las burlas de sus contemporáneos; mas tal vez aquellos que
así se burlaban, adolecían de igual flaqueza, por no haber nada tan difícil como la práctica del precepto
délfico Nosche te ipsum. Si era amigo de la lisonja y de que le alabasen, no es de extrañar que en eso
siguiera a la mayoría de los hombres, y sobre todo en un siglo en que la modestia no era virtud común entre los literatos. Dígalo uno por todos: el célebre maestro Hernán Pérez de Oliva, cuyo Razonamiento
en la oposición a la cátedra de filosofía moral contiene pasajes como éstos: “Vuestras mercedes han
visto si sé hablar en romance, que no estimo yo por pequeña parte en el que ha de hacer en el pueblo
fruto de sus disciplinas; y también si sé hablar latín para las escuelas do las ciencias se discuten. De lo
que supe en dialéctica, muchos son testigos. En matemáticas todos mis contrarios porfían que sé
mucho, así como en geometría, cosmografía, arquitectura y prospectiva, que en aquesta Universidad he
leído. También he mostrado aquí el largo estudio que yo tuve en filosofía natural… Pues de la teología
no digo más sino que vuestras mercedes me han visto en disputas públicas, unas veces responder y
otras argüir [en diversas materias y difíciles, y por allí me pueden juzgar, pues por los hechos públicos se
conocen las personas, y no por las hablillas de rincones.]
4 No he hallado en los Libros de Cabildo el nombramiento del Dr. Cervantes; sólo hay los acuerdos siguientes:
“Viernes 14 de abril de 1559. –Este día, a pedimento del maestro Cervantes, se le mandó librar el salario que le está señalado por
la historia general que desta tierra escribe, y por lo que en ello se ocupa hasta en fin deste mes de Abril.”
“Lunes 15 de Enero de 1560. –Este día pareció en este Cabildo el maestro Cervantes, cronista desta ciudad, y dijo: que para
mejor servir a esta dicha ciudad en el dicho cargo, y estar más desocupado para escribir, él quería ir fuera desta ciudad y para
ello pidió licencia; y asimismo suplicó a esta ciudad se le mande librar lo corrido de su salario, y se le prorrogue para adelante; y
visto por los señores justicia y regidores, le dieron la licencia que pide, y le encargaron que con toda diligencia y cuidado se
ocupe en la escritura de la Chrónica general deste reino, y cada mes envíe a esta ciudad un cuaderno de lo que oviere escrito,
para que se vea por esta ciudad; y mandaron se le libre lo corrido de su salario, que son doscientos pesos de tepuzque por un
año, y por un año se le prorroga el dicho salario, según y como lo tuvo el año pasado.”
5 “El canónigo Francisco Cervantes de Salazar, natural de Tierra de Toledo, de hedad de más de sesenta años, a veynte y cinco
que está en esta tierra, a la qual vino lego, en opinión de gran latino, aunque con la hedad a perdido algo desto: leyó muchos
años la cáthedra de rethórica en esta Universidad: graduóse de todos tres grados en artes por suficiencia: ordenóse avrá veynte
años de todas órdenes, y oyó theología quatro años, al fin de los quales se graduó de bachiller, y después de licenciado y
doctor, auiéndose graduado a los principios de bachiller en cánones por remisión de cursos; es amigo de que le oygan y alaben,
y agrádale la lisonja; es liuiano y mudable, y no está bien acreditado de honesto y casto, y es ambicioso de honra, y persuádese
que a de ser obispo, sobre lo qual le an hecho algunas burlas. A doze años ques canónigo; no es nada eclesiástico, ni hombre
para encomendarle negocios”. Carta-relación del arzobispo de México D. Pedro de Moya y Contreras.
I have transcribed the whole edition of this introductory note, as was printed in the Porrúa edition, the text self has no copyright and can be downloaded directly from:
http://geocities.com/gregorovivs/docypdf/icazbalceta-cervantes.pdf
Other documents are available too here:
http://geocities.com/gregorovivs/icazbalceta.htm
Greg.
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[Tal vez la falta de nuevo protector y de
empleo en que ganar la subsistencia le obligó a emigrar, como a tantos otros, para buscar fortuna en el
Nuevo Mundo.]
Vino, pues, Cervantes a México por los años de 1550 o 1551, todavía seglar, y sin empleo alguno
que sepamos. De un pasaje de sus Diálogos se deduce que al principio se dedicó a enseñar gramática
latina en una escuela particular. Pocos años después se erigía la Universidad de México, y se daba a
Cervantes la cátedra de retórica, así como el honorífico cargo de inaugurar los estudios con una oración
latina, ceremonia que se verificó el día 3 de junio de 1553. Comenzó a servir su cátedra, con sueldo de
ciento cincuenta pesos anuales, el día 12 de julio siguiente, y la conservó hasta el 14 de febrero de 1557.
Los emolumentos de la cátedra, aunque no muy crecidos, eran a lo menos un recurso para
subsistir, y le dejaban holgura para continuar su carrera literaria. Era a un mismo tiempo profesor y
discípulo en la Universidad, porque inmediatamente se aplicó a estudiar artes y teología, teniendo por
maestro en esta última facultad al insigne Fr. Alonso de la Veracruz.
Poco después, a 4 de octubre de 1553, se graduó de licenciado y maestro en artes, por suficiencia, lo
cual quiere decir que no había seguido el curso en escuela pública, sino que acaso le había estudiado en
España, con su maestro Venegas, o en México con otro. En 23 de julio de 1554 se presentó a examen
de bachiller en cánones: facultad que, como hemos visto, había estudiado en Salamanca. Resuelto a
abrazar el estado eclesiástico, recibió las órdenes sagradas en 1555, aun antes de concluir sus estudios
teológicos que continuó hasta obtener los grados de bachiller (1556), licenciado y doctor. Consta que
por aquellos tiempos desempeñó la cátedra de Decreto, así como que en 1559 era cronista de la ciudad
de México, con salario de doscientos pesos de tepuzque por año,4 y que en 1562 hizo un viaje a las Minas
de los Zacatecas, no sabemos con qué objeto.
Por merced de S. M. obtuvo a poco una canonjía en la Iglesia Metropolitana de México, y
tomó posesión de ella el 16 de marzo de 1563; mas no parece que ascendiera a la dignidad de deán,
aunque el cronista Herrera le da ese título. Podemos suponer que fue nombrado en España, y que su
nombramiento llegó a México después de su muerte; mas esto no pasa de una conjetura encaminada a
conciliar la respetable autoridad del cronista con el hecho de que en las actas del Cabildo Eclesiástico de
México no hay indicio de que el Dr. Cervantes tuviera nunca tal dignidad. Lo que se sabe de cierto es
que fue consultor del Santo Oficio.
La Universidad de México, por su parte, no fue omisa en premiar los méritos de uno de sus
fundadores. En el mes siguiente al de su instalación daba ya a Cervantes el cargo de consiliario, y en
noviembre de 1567 le eligió rector por unanimidad. Un año desempeñó ese cargo, y hallamos que
volvió a tenerle desde febrero de 1573 a julio de 1574. Poco tiempo le quedabas ya de vida, porque
según las actas antes citadas, el último cabildo a que asistió fue el de 9 de septiembre de 1575, y en el de
18 de noviembre del mismo año se habla ya de su muerte, la cual hay que fijar, por lo mismo, en el
intermedio de esas dos fechas.
En España recibió Cervantes elogios de los sabios, y en México le alabaron igualmente su
discípulo Alonso Gómez y el impresor de sus Diálogos; pero tales elogios, obligados y públicos, no
deben tomarse a la letra, ni sirven para darnos a conocer el carácter de nuestro autor. Testimonios de
otra clase debemos buscar, y por desgracia, los pocos que se encuentran distan mucho de serle
favorables. Así sucede con la calificación de un prelado como D. Pedro Moya de Contreras, expresada
en un informe del rey: documento serio por su propia naturaleza y por la posición de su autor, de quien
no es de suponerse que desfigurara intencionalmente la verdad o se dejara llevar de pasión. Ya cinco
años antes, su antecesor el señor Montúfar, en un informe enviado al visitador del Consejo de Indias,
había dicho que Cervantes era “hombre de poca experiencia en las cosas del coro e iglesia”. Esta
breve indicación adquiere mayor gravedad cuando oímos decir al señor Moya que Cervantes no era
“nada eclesiástico, ni hombre para encomendarle negocios”. Juntando ambas opiniones, se viene en
conocimiento de que los dos respetables prelados estaban acordes en considerar a Cervantes como
eclesiástico que no se aplicaba a entender y practicar los deberes de su estado. El señor Montúfar no
añadió otra cosa; pero su sucesor pasó mucho más adelante, acusándole de “liviano y mudable”,
diciendo que “le agradaba la lisonja” y era “ambicioso de honra”, regateándole hasta la cualidad de buen
latino, tachándole de desarreglado en sus costumbres, y contando que había sido objeto de algunas
burlas por la persuasión en que estaba de que había de llegar a ser obispo. Todo el pasaje está escrito en
un tono que revela muy a las claras el mal concepto que el prelado de su canónigo.5
Pero analicemos un poco ese testimonio. El señor Moya era de carácter algo violento, como lo
demuestran sus escritos, y en el presente trata con suma dureza no sólo a Cervantes, sino a otros
muchos de los clérigos de su diócesis. Al que no tacha de deshonesto (que es cosa frecuente) le califica
de jugador, codicioso o ignorante, cuando menos; pocos escapan de sus censuras. Con algún más tiento
debió proceder en materia tan grave, absteniéndose de tales calificaciones, ya que carecía de
fundamentos seguros para hacerlas. Él mismo dice que como llevaba tan poco tiempo de administrar el
arzobispado, “no tenía tanto conocimiento de sus clérigos cuando andando el tiempo podría tener”.
Procedió, pues, por informes, que bien pudieron ser apasionados, según vemos las envidias y rencillas
que reinaban en la colonia. Aun juzgando por inferencias, no se hace creíble que un letrado que en
España tuvo amistad con los sabios, que fue secretario de un personaje tan eminente como el Cardenal
Loaysa, habiéndose distinguido además como escritor, y que luego obtuvo aquí el cargo de cronista de la imperial ciudad de México, ocupó un asiento en el coro de la Iglesia Metropolitana, fue
escogido una y otra vez por la Real y Pontificia Universidad para regirla, y mereció del tribunal de la
Inquisición un empleo que sólo se daba a sujetos graves, careciera de todo mérito y adoleciera de los
defectos y aun vicios feos que le atribuye el señor Moya. ¿Cómo no era Cervantes persona para
encomendarle negocios, y la Universidad le fiaba por dos veces el gobierno de los suyos? ¿Un cuerpo
tan respetable elegía para cabeza a un hombre de costumbres estragadas?
Tampoco puede imputarse a delito que Cervantes fuera “ambicioso de honra”, mientras no
tengamos pruebas (que todavía no tenemos) de que esa ambición excedía de los límites debidos. El
deseo de adelantar y distinguirse es propio del hombre de pensamientos elevados; y menos debe
tomarse a mal que aspirara a una mitra, como término de la carrera eclesiástica que había abrazado.
Aunque Cervantes no era ciertamente hombre vulgar, podrían, con todo, ser sus méritos inferiores a
sus aspiraciones, y esa desigualdad acarrearle las burlas de sus contemporáneos; mas tal vez aquellos que
así se burlaban, adolecían de igual flaqueza, por no haber nada tan difícil como la práctica del precepto
délfico Nosche te ipsum. Si era amigo de la lisonja y de que le alabasen, no es de extrañar que en eso
siguiera a la mayoría de los hombres, y sobre todo en un siglo en que la modestia no era virtud común entre los literatos. Dígalo uno por todos: el célebre maestro Hernán Pérez de Oliva, cuyo Razonamiento
en la oposición a la cátedra de filosofía moral contiene pasajes como éstos: “Vuestras mercedes han
visto si sé hablar en romance, que no estimo yo por pequeña parte en el que ha de hacer en el pueblo
fruto de sus disciplinas; y también si sé hablar latín para las escuelas do las ciencias se discuten. De lo
que supe en dialéctica, muchos son testigos. En matemáticas todos mis contrarios porfían que sé
mucho, así como en geometría, cosmografía, arquitectura y prospectiva, que en aquesta Universidad he
leído. También he mostrado aquí el largo estudio que yo tuve en filosofía natural… Pues de la teología
no digo más sino que vuestras mercedes me han visto en disputas públicas, unas veces responder y
otras argüir [en diversas materias y difíciles, y por allí me pueden juzgar, pues por los hechos públicos se
conocen las personas, y no por las hablillas de rincones.]
4 No he hallado en los Libros de Cabildo el nombramiento del Dr. Cervantes; sólo hay los acuerdos siguientes:
“Viernes 14 de abril de 1559. –Este día, a pedimento del maestro Cervantes, se le mandó librar el salario que le está señalado por
la historia general que desta tierra escribe, y por lo que en ello se ocupa hasta en fin deste mes de Abril.”
“Lunes 15 de Enero de 1560. –Este día pareció en este Cabildo el maestro Cervantes, cronista desta ciudad, y dijo: que para
mejor servir a esta dicha ciudad en el dicho cargo, y estar más desocupado para escribir, él quería ir fuera desta ciudad y para
ello pidió licencia; y asimismo suplicó a esta ciudad se le mande librar lo corrido de su salario, y se le prorrogue para adelante; y
visto por los señores justicia y regidores, le dieron la licencia que pide, y le encargaron que con toda diligencia y cuidado se
ocupe en la escritura de la Chrónica general deste reino, y cada mes envíe a esta ciudad un cuaderno de lo que oviere escrito,
para que se vea por esta ciudad; y mandaron se le libre lo corrido de su salario, que son doscientos pesos de tepuzque por un
año, y por un año se le prorroga el dicho salario, según y como lo tuvo el año pasado.”
5 “El canónigo Francisco Cervantes de Salazar, natural de Tierra de Toledo, de hedad de más de sesenta años, a veynte y cinco
que está en esta tierra, a la qual vino lego, en opinión de gran latino, aunque con la hedad a perdido algo desto: leyó muchos
años la cáthedra de rethórica en esta Universidad: graduóse de todos tres grados en artes por suficiencia: ordenóse avrá veynte
años de todas órdenes, y oyó theología quatro años, al fin de los quales se graduó de bachiller, y después de licenciado y
doctor, auiéndose graduado a los principios de bachiller en cánones por remisión de cursos; es amigo de que le oygan y alaben,
y agrádale la lisonja; es liuiano y mudable, y no está bien acreditado de honesto y casto, y es ambicioso de honra, y persuádese
que a de ser obispo, sobre lo qual le an hecho algunas burlas. A doze años ques canónigo; no es nada eclesiástico, ni hombre
para encomendarle negocios”. Carta-relación del arzobispo de México D. Pedro de Moya y Contreras.
I have transcribed the whole edition of this introductory note, as was printed in the Porrúa edition, the text self has no copyright and can be downloaded directly from:
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Greg.
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